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RCHIVO
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EVANnNA
S rRvtcro DE I NVESTIGACióN' P REHIITORICA
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ROVJNCIAL DEV ALENCIA
VOL XXIII
VALENCIA .MCMXCIX
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ARCIDVO DE PREIDSTORIA LEVANTINA
XXIII
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ARCHIVO
DE
PREHISTORIA LEVANTINA
SERVICIO DE INVESTIGACIÓN PREHISTÓRICA
DE LA EXCELENTÍSIMA DIPUTACIÓN
PROVINCIAL DE VALENCIA
VOL.XXID
VALENCIA, MCMXCIX
[page-n-6]
© de la edición digital: Museu de Prehistòria de València, 2012 -- ISSN 1989-0508
I.S.S.N.: 0210.3230
DEPÓSITO LEGAL: V. 16S-Jm
T.O. RIPOLL. S.A. • 46911 PATERNA · Valeacla
IMPRESO EN ESI'AAA
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ÍNDICE
V. VILLAVERDE, R. MARTfNEz.VALLE, E. BADAL, P.M. GUILLEM, R. GARCÍA
y J. MENARGUES: El Paleolítico superior de la Cova de les Cendres
(Teulada-Moraira. Alicante). Datos proporcionados por el sondeo efectuado
en los cuadros A/B- 17 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
9
M. TIFFAGOM: Testimonios de tratamiento térmico en hojas de laurel del Solutrense superior
de la Cova del Parpalló (Gandia, Valencia) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
67
N. MESADO y J. ANDRÉS BOSCH (con la colaboración de L. V. TAMARIT MONTESINOS,
J.F. BALLESTER y J.S. MESTRES l TORRES): La necrópolis megalítica del Argi1agar
del Mas de García (MoreUa, CasteUón) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
85
Ph. HAMEAU et D. VAILLANT: Les gravures rupestres du Signal de la Lich~re
(Branoux-tes-TailJades, Gard) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
157
M. DÍAZ-ANDREU: El yacimiento de la Edad del Bronce de El Recuenco (Cervera del Llano,
Cuenca). Las excavaciones del sector elltramuros y la fase 2A a intramuros . . . . . . . . . . . .
179
J.F. GIBAJA BAO: Análisis del registro lítico de "El Recuenco" (Cervera del Llano, Cuenca) . . .
197
A. BARRACHINA IBÁÑEZ: El "Sector S" del Pie deis Corbs de Sagunt: Materiales cerámicos
de la fase final de su ocupación. Campañas de 1990 y 1991 . . • • . . . . . . . . . . . . • • . . . . . . .
209
F.J. JOVER MAESTRE y J.A. LÓPEZ PADILLA: Campesinado e historia. Consideraciones sobre
las comunidades agropecuarias de la Edad del Bronce en el Corredor del Vinalopó . . . . . .
233
l. IZQUIERDO y F. ARASA: La imagen de la memoria. Antecedentes, tipología e iconograffa
de las estelas de época ibérica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
259
F. ARASA I GIL: Noves propostes d' interpretació sobre el conjunt monumental de la
Muntanyeta deis Estanys d' Almenara (la Plana Baixa, Castelló) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
301
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVAN11NA
Vol. xxm (Valencia. 1999)
V. VILLAVERDE*, R. MARTfNEZ-VALLE**, E. BADAL*,
P.M. GUil.l..EM**, R. GARdA* Y J. MENARGUES***
EL PALEOLfTICO SUPERIOR DE LA COVA DE LES CENDRES
(TEULADA-MORAIRA, ALICANTE). DATOS PROPORCIONADOS
POR EL SONDEO EFECTUADO EN LOS CUADROS AIB-17
A la memoria de M.P. FufTUliUll
INTRODUCCIÓN
Conocida la secuencia de la Cova de les Cendres (fig. 1) hasta ahora por la importancia de
sus niveles neolíticos (Bemabeu, 1989; Bemabeu y Orozco, 1997; Badal et al., 1991) y una primera aproximación a su Magdaleniense superior (VUlaverde, 1981, Villa verde y Martínez. 1995,
Villaverde et al., 1997), nos proponemos en este trabajo (1) dar a conocer las principales características de la secuencia pleistocena de la cavidad obtenida hasta la campaña del año 1998 en el
sondeo realizado en los cuadros A/B-17. Una secuencia que enriquece notablemente la inicial
identificación del Magdaleniense superior, abarcando ahora momentos del Magdaleniense medio
y el Solutrense.
El sondeo al que corresponden los materiales que se analizan tiene una superficie aproximada de un metro cuadrado, distribuida entre los cuadros A-17 y B-17. Su excavación no ha
alcanzado todavía la base o niveles estériles y los trabajos tienen por objeto la obtención de una
primera aproximación a la estratigrafta y características de la secuencia pleistocena de la cavidad,
con la finalidad de que sus resultados vayan orientando la posterior excavación en extensión de
esos mismos paquetes en los dos sectores sobre los que se viene interviniendo desde el año 1995
en los paquetes paleolfticos: el sector A (cuadros A-FJ13-16), excavado en los niveles holocenos
• Depanament de Prehbtbria i Arqueologia. Universitat de Valmcia..
•• Museu de la Valltorta. Generalitat Valc:ociaoa.
••• Musco Atqueol6cko de ViJJeoa.
( 1) Esle trabajo se ba bmeficlado del proyecto Pleistoceno superior y Holoc:eno en el 4rQ valenciana. OOCYT PB 89-0524.
- 9-
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10
V VIU..AVERDE. R. MARTfNEz.VAllE. E. BADAL. P.M. GUD..LEM, R. GARCÍA YJ. MENARGUES
.
Moaqó (751)
•
Mar Medlterraal
-10-
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EL PALEOÚTICO SUPERlOR DE LA COVA DE LES CENDRES
ll
por J. Bemabeu desde el año 1981 y en el que desde el año 1997 se han comenzado a levantar
niveles de adscripción todavía incierta. aunque claramente precerámicos; y el sector B (cuadros
A-E/17-21), cuya excavación comenzó, limitada a los cuadros A-18 y 19 el mismo año 1986, y
que con posterioridad se ha ampliado hasta la extensión indicada, terminándose el levantamiento
de los niveles neolJticos en la campaña del año 1995, dando paso el año siguiente a la excavación de los niveles del Paleolítico superior.
La excavación del sondeo A/B-17 comenzó el año 1986, y constituye una ampliación de la
zona excavada por J. Bemabeu el año 1981 en los cuadros B/C-17, zona en la que se confirmó
por primera vez la entidad del Magdaleniense superior de Cendres. Siendo precisamente aquellos
trabajos los que permitieron valorar la importancia de este periodo en la secuencia del Paleolítico
superior de la vertiente mediterránea peninsular (Villaverde, 1981 ). La excavación, inicialmente
limitada a parte del cuadro A-17 el año 1986, se reanudó el año 1990, limitada a una parte del
cuadro B-17, en una corta campaña en la que apenas se excavaron unos 30 cms de potencia, y no
volvió a retomarse hasta el año 1995, continuándose hasta la actualidad.
Hasta la fecha los datos publicados del sondeo realizado en el cuadro A-17 se han limitado
a proporcionar una primera aproximación de la estratigrafía (Fumanal en Badal et alii, 1991 ), los
rasgos generales de la economía (Villaverde y Martínez Valle, 1995), la secuencia antracológica
(Badal, 1995), y un avanve de la secuencia Magdaleniense (ViUaverde et alii, 1997) y de algunas
piezas muebles singulares localizadas en distintas fases de la excavación (Villaverde y Martínez,
e.p.). En todos los casos van referidos a datos más limitados que los que ahora se presentan, que
en lo que respecta a la industria lítica y los restos faunísticos abarcan la totalidad de los niveles
excavados hasta la campaña de 1998, mientras que en el apartado antracológico no incluyen el
último nivel y en la microfauna se interrumpen en el nivel XTIB, que no se incluye completo.
La actividad desarrollada desde el año 1995 en la cueva, ampliando la potencia excavada en
los cuadros AIB-17, iniciando la excavación de los primeros paquetes pleistocenos conservados
en el sector B y de los niveles pleistocenos (sin que pueda descartarse la existencia de algún
momento del holoceno antiguo) del sector A, ha permitido peñtlar con más detalle la visión hasta
ahora ofrecida de la estratigrafía del yacimiento, obtener datos de interés sobre la evolución
industrial del Magdaleniense mediterráneo y confirmar la existencia de niveles de cronología
anterior a esta etapa.
Los datos que aquí se ofrecen constituyen, por sus caracteñsticas, un apartado bien diferenciado de lo que en el futuro será la publicación de los resultados de la excavación en extensión
de Jos paquetes paleolíticos de Jos sectores A y B (que abarcan una extensión de unos veinte
metros cuadrados) y deben ser tomados con las reservas que impone el hecho de que provengan
de un sondeo de poca extensión. Especialmente si tenemos en cuenta que una parte importante
de Jos paquetes superiores (IX y X) se ha visto limitada por la intrusión de una fosa excavada
desde los niveles neolíticos, quedando así bastante reducida la superficie disponible, y que el
último nivel pleistoceno (estrato VIll) ha sido documentado de manera testimonial, pues sólo se
conservaba en una reducida extensión del cuadro A-17, en unas tierras situadas bajo un gran
bloque que aparece en la parte distal de la zona sagital derecha del cuadro (ver corte en la figura
2), con una superficie no superior a unos centímetros cuadrados.
La comprensión del material que seguidamente se detalla exige una aproximación a las
caracteñsticas del proceso sedimentario observado en la cavidad y una valoración de la sucesión
que en ella se ha documentado, caracterizada por la superposición directa del Neolítico antiguo
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V Vlll.AVERDE. R. MARTfNEz.VALLE. E. BADAL. P.M. GUJLLEM. R. GARCfA YJ. MENARGUES
.
al Magdaleniense. Esta circunstancia se ha constatado en los diferentes puntos en los que la totalidad de los paquetes neolíticos han sido excavados y se asocia a la existencia de fuertes procesos erosivos que precedieron y acompañaron a la formación de los primeros paquetes neolíticos. En el sector A estos procesos afectaron aparentemente la horquilla temporal que media
entre el nivel Vll relacionado con el Atlántico y el vm, del que por el momento desconocemos
la cronología y cuya pobreza industrial no permite hasta la fecha una adscripción segura al par
formado por el Magdaleniense superior-final y Epipaleolítico microlaminar, pero del que cabe
descartar su pertenencia al complejo epi paleolítico geométrico. Mientras que en el sector B esos
mismos procesos erosivos desmantelaron un mimero mayor de paquetes finipaleolíticos, Uegando en algunas zonas a descansar el nivel VI -Neolítico I- sobre alguna de las pulsaciones
registradas en los niveles XI y Xll, con cronolog(as comprendidas, grosso modo, entre los
13.500 y los 17.500 BP.
En el sondeo que centra las líneas de este trabajo la sucesión se produce entre el nivel VI
(neolftico) y el nivel VID, del que carecemos de materiales para definir su adscripción y del que
apenas se conservaban unos centímetros cuadrados de superficie. El nivel subyacente, el IX,
aunque excavado también en menor superficie que los restantes de la secuencia, por verse seriamente afectado por una fosa y un paleocanal, ha proporcionado algún material significativo de su
situación en los momentos finales del Magdaleniense superior.
A estos fenómenos de alteración sedimentaria se unen otros, de origen antrópico, responsables junto con los anteriores de una cierta contaminación de los niveles neolíticos antiguos con
materiales magdalenienses. Se trata de la realización frecuente de fosas que se excavaron sobre
los paquetes magdalenienses (afectando preferentemente del nivel VID al X o, incluso XI,
dependiendo de los sectores) y que en su movimiento de tierras aportaron los materiales en ellas
depositados a los niveles neolíticos cardiales: arpones, variJJas, agujas y todo tipo de puntas
óseas, así como abundante instrumental lítico y restos faunísticos y antracológjcos.
Estas circunstancias se han podido constatar de manera especialmente significativa en el
sector B, donde como hemos indicado los procesos erosivos asociados a los paquetes neolíticos
más antiguos han desmantelado incluso el nivel Vll, el más antiguo del neolítico documentado
hasta la fecha en la cavidad, y donde las intrusiones localizadas de las fosas de los niveles neolíticos llegan hasta el nivel XII.
El cuadro A-17 refleja en su corte sagital derecho con bastante precisión esta situación:
una fosa, incluida en el nivel VI irrumpe en los niveles VUJ, IX y X, el primero sólo se ha
conservado además en la parte correspondiente al corte, tal y como sei'ialábamos con anterioridad en su parte distal, protegido por un grao bloque que, aparentemente, impidió su erosión
en los momentos correspondientes al estrato VI. AJgo que parece que sí se produjo con el
nivel vn.
Además de los procesos erosivos detectados en el Neolítico antiguo, bien puede decirse que
la mayor parte de la sedimentación pleistoceoa excavada hasta ahora muestra la existencia de
procesos similares, responsables de la erosión de determinados paquetes y asociados a fenómenos de redeposición. Todo ello hace que la visión que ahora ofrecemos de un sondeo correspondiente a un metro cuadrado de excavación deba ser tomada con la prudencia y provisionalidad que este tipo de aproximaciones requieren. máxime cuando a estos fenómenos de alteración
postsedimentaria se unen aquellos que provienen de la excavación de madrigueras y otros agentes
de alteración postdeposicional.
-
12 -
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EL PALEOLÍTICO SUPERIOR DE LA COVA DE LES CENDRES
13
Por otra parte, los paquetes paleolíticos observados basta ahora en distintos sectores de la
cavidad ofrecen dos direcciones de buzamiento diferenciadas, del nivel XIV al XD la pendiente
toma una inclinación pronunciada hacia la parte sagital derecha y proximal de la cavidad, mientras que en los niveles XI al VID la inclinación adquiere un plano también hacia la parte sagital
derecha, pero en esta ocasión dirigiéndose hacia la parte distal de la cavidad. Un plano que se
mantendrá durante la secuencia neolítica y posterior. Este cambio de orientaciones, debidas seguramente a variaciones en los apones de los conductos kársticos y en las zonas de captación de los
materiales desplazados como consecuencia de los fenómenos de arrastre o arroyada, provoca una
considerable confusión en el nivel XI, especialmente en la zona correspondiente al cuadro A-17;
circunstancia que obliga a tomar con especial precaución los comentarios industriales referidos a
estos momentos de la secuencia y a esperar que las excavaciones realizadas en el sector A puedan
definir con mayor rigor los episodios que deben relacionarse, como más adelante se expondrá,
con esta parte de la secuencia.
SECUENCIA ESTRATIGRÁFICA Y CORRESPONDENCIA CON LAS CAPAS DE
EXCAVACIÓN
Limitando nuestro comentario a los niveles pleistocenos, la sucesión de estratos observados
en el cuadro A-17, contrastada con la sucesión sedimentaria registrada en otros puntos de los sectores A y B, es la que sigue (fig. 2):
NIVEL VID, de excasa potencia (entre 5 y 7 cms), de color marrón rojizo y abundante fracción gruesa de tamaño pequeño, con presencia de plaquetas. Reducido en el cuadro A-17 a una
superficie coincidente con la base de un bloque que aparece en posición subhorizontal en la parte
distal del corte. Corresponde a la capa 34.
NIVEL IX. de color marrón, bastante fracción y estructura interna laminada, entre 25 y 30
cms de potencia. Abarca desde la capa 35 basta la 39.
NIVEL X, potente paquete de color marrón pardo, de estructura masiva y con fracción que
incluye algunos bloques de tamaño medio y grande; su potencia está en torno a los 40-50 cms,
siendo erosivo en su contacto con el nivel subyacente. Comprende desde la capa 40 basta la 47.
Al igual que los niveles precedentes aparece afectado en su parte proximal derecha por una fosa
que se inicia en los niveles neolfticos y un paleocanal de cronologra igualmente holocena.
NIVEL XI, de color marrón más claro, incluyendo abundantes carbones y caracterizado por
la alternacia de dos subniveles, uno (XIB) con poca fracción, cuya potencia se sitúa entre los 8 y
10 cms (capas 48 y 49), y otro (XIC) con abundante fracción y bloques de tamafto medio y grande,
de 18 a 20 cms de potencia (capas 50 a la 53). En relación con otros sectores de la cavidad, el nivel
XI presenta en el cuadro A~ 17 una simplificación considerable, ya que faltan en él los subniveles
XlA y XID. Situación que en parte de debe al hecho de ser el punto de inflexión de la línea de
buzamiento anterior de la estratigraffa y que, en cualquier caso, obliga a tomar con provisionalidad
los análisis industriales que se derivan de la subdivión que aqur se ofrece, no siempre fácil de establecer durante el proceso de excavación y probablemente objeto en el futuro de un mayor detalle
de división interna, que puede incluso favorecer una redefinición de los niveles. Téngase en cuenta
además que son los momentos de mayor densidad de hallazgos de la secuencia paleolítica y que
en su base puede situarse el tránsito del Magdaleniense medio al superior.
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14
V. VIU.AVERDE. R. MARTfNEz.VALLE. E. BADAL, P.M. GUILl..EM, R. GARdA Y J. MENARGUES
A- 17
),20
NEOLÍTICO
uo
/
VIII
FOSA
X
/
,
XIC
Fl¡. 2.- Corte sqltal derecho del cuadro A-17.
-
14 -
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EL PALEOÚllCO SUPERIOR DE LA COVA DE LES CENDRES
IS
NIVEL XII. caracterizado por la alternancia de subniveles de potencias desiguales, unos de
color marrón grisáceo, arcillosos y con poca fracción gruesa. y otros de color marrón anaranjado,
con mayor cantidad de fracción y presencia de algún bloque, de espesor variable y a veces erosionados. Su potencia global alcanza los 30-35 cms y está en contacto erosivo con el nivel subyacente. Compuesto de continuas laminaciones y la presencia de algunas cubetas erosivas, hemos
optado por dividirlo en dos subniveles -XIIA (capas 54 a la 57) y XIIB (capas 58 a la 63)-, intentando evitar acumular una potencia excesiva con un reducido nivel de precisión estratigráfica y
atendiendo a un incremento de las tonalidades grises de las larninaciones y el componente arcilloso de las mismas.
NIVEL x:m. masivo, de color marrón grisáceo y poca fracción. En contacto erosivo con el
nivel subyacente. Su potencia es de 20-25 cms. Comprende las capas 64 a la 67.
NIVEL XIV, de estructura laminada, con alternancia de pulsaciones de tierras marrones anaranjadas, grisáceas y negruzcas, con poca fracción, y otras de color marrón oscuro y más fracción, pero de tamaño pequeiio. Aparece dislocado, por fenómenos de deslizamiento, en algunas
zonas, evidenciando una alteración postdeposicional cuyo alcance es imposible de precisar en
estos ~omentos. Su potencia global alcanza por el momento los 20-25 cms e incluye las capas
68 a la 71.
La correspondencia de los niveles descritos en el cuadro A-17 con Jos datos publicados basta
ahora (Badal et alii, 1991) es la siguiente: los niveles 1 y llA corresponderían con los actuales
niveles VID y IX; los niveles IIB y llC con el X; el nivel m con el XI. Siendo el ruvel Xll y los
subyacentes de excavación posterior a la publicación de dicho corte. Las descripciones sedimentarias realizadas por Fumanal ( 1991) se limitan por tanto a los niveles superiores. Para una descripción más pormenorizada remitimos a dicho trabajo.
LAS DATACIONES ABSOLUTAS
Se han obtenido hasta la fecha un total de 1Odataciones absolutas para la secuencia proporcionada por el sondeo de Jos cuadros A/8-17. Cuatro mediante el sistema de Cl4 convencional,
a partir de un conjunto de carbones seleccionados del total de los recogidos dispersos en el nivel,
obtenidas en el Laboratoire de Radiocarbone de Lyon, y seis mediante el sistema de AMS, a partir
de muestras correspondientes a un solo carbón, previa identificación de la especie, obtenidas en
el laboratorio de Beta Analytic loe. Su detalle queda explicitado en el cuadro 1.
Los comentarios se efectuarán en eJ apartado dedicado a la valoración de la secuencia industrial, seiialando únicamente ahora que la fecha de 12.650 del nivel XIC se consideró errónea por
el laboratorio de Lyon, al entrar en contradicción con la obtenida en el nivel X. Se optó entonces
por repetir una nueva datación del mismo nivel XIC, a partir de una nueva selección de carbones
dispersos, que proporcionó el resultado de 13.840. Mientras que el envío de la muestra de carbón
de Olea europaea del nivel XID a Beta Analytic obedeció a la rareza de este taxón en los niveles
pleistocenos, en contraposición a su abundancia en los holocenos del mismo yacimiento. Para
evitar especulaciones en el estudio antracoJógico se optó por datar previamente uno de los pocos
fragmentos de esta especie recuperados en el nivel XDI, confirmando la datación su carácter
intrusivo en ese paquete, probablemente como consecuencia de un desprendimiento del corte no
observado en el proceso de excavación.
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16
V VIllAVERDE. R. MAR'J'fNE:z.VAU.E. E. BADAL. P.M. GUIUEM, R. GARC(A YJ. MENARGUES
.
nivel
referencia
material
Ly-5585
Ly-5220
Ly-5834
Beta-118022
Beta-118023
Ly-5586
Beta-118024
Beta-118025
Beta-118026
Beta-11 8027
varios carbones
varios carbones
varios carbones
carbón Pinus nigra
carbón Pinus nigra
varios carbones
carbón Pinus nigra
carbón Olea europaea
carbón Pinus nigra
carbón Pinus nigra
resultado
X
13.320 ±
12.650%
13.840%
13.690 ±
14.850 ±
15.820 ±
17.230 ±
6.660%
18.920 ±
18.750 ±
XIC
XIC
XIC
X1IA
XIIB
XIIB
XIII
XIII
xm
sistema
170
80
85
120
100
150
130
50
180
130
BP
BP
BP
BP
BP
BP
BP
BP
BP
BP
convencional
convencional
convencional
AMS
AMS
convencional
AMS
AMS
AMS
AMS
Cuadro 1
ESTUDIO TIPOMÉTRICO Y TECNOLÓGICO DE LA INDUSTRIA LÍTICA
El número total de elementos líticos recuperados en posición estratigráfica en los niveles
pleistocenos del sondeo (cuadros A/B-17) asciende a 9530 piezas, de las que 6207 son esquirlas.
La distribución de soportes por niveles queda resumida en el cuadro 2, donde se da cuenta del
número de lascas (L), hojas (H), hojitas (h), núcleos (N), esquirlas (E), fragmentos informes (1),
crest.as y semicrestas (C), tabletas y semitabletas (T) y golpes de buril (GB). Se han considerado
como esquirlas las piezas inferiores a 1 cm. y la diferenciación entre hoja y hojita ha tenido en
cuenta como parámetro métrico la anchura de 0,8 cms.
L
H
b
N
E
1
e
IX
46
X
82
174
418
23 1
176
11 4
90
7
20
15
76
61
37
1
.37
722
259
61
21
15
3
3
J3
309
471
660
2557
895
802
357
156
7
4
8
74
24
21
24
11
3
2
6
14
4
4
1
2
xm
XIC
XllA
XIIB
xm
XIV
54
24
11
12
40
22
14
5
5
T
GB
T
3
8
6
1
3
6
6
35
59
12
6
442
628
1056
3966
1502
111 1
533
292
Cuadrol
Una valoración más detenida de las proporciones de lascas, hojas y hojitas, retocadas y sin
retocar, y por niveles la efectuamos en el cuadro 3, donde también se da cuenta del índice laminar
(ILam) del conjunto del material, del índice laminar del material retocado (ILam R) y del índice
microlaminar del material retocado (lmlam R).
El mdice laminar, que parte de un valor moderadamente alto en el nivel IX, desciende pri·
mero en el nivel X, ascendiendo nuevamente en los niveles xm y XIC, y vuelve a desarrollar
una tendencia a la baja a partir de este momento y de manera más marcada a partir del nivel XDB.
-
16 -
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EL PALEOÚTICO SUPERIOR DE LA COVA DE LES CENDRES
17
Esta evolución no debe ocultar, sin embargo, las importantes variaciones que en esos mismos
niveles es posible señalar en las proporciones de hojas y hojitas: una alto valor de las hojas en el
nivel X, coincidiendo con una baja proporcion rnicrolaminar, y un marcado descenso de las
hojitas en los niveles XIIB, xm y XIV.
Aún con las limitaciones que se derivan del bajo número de efectivos retocados recuperados
en los niveles IX, X, XD 8 , xm y XIV, un análisis del índice laminar y microlaminar del material retocado es útiJ a la hora de perfilar algo más estas tendencias.
Los niveles XIB y XIC se caracterizan por tener una clara tendencia microlaminar en el
material retocado, con muy baja proporción de hojas retocadas, mientras que los niveles IX, XUA
y XllB tienen unos valores rnicrolaminares algo menos importantes, con un porcentaje de hojas
retocadas algo mayor que los dos anteriores, pero limitado salvo el caso del nivel XIIA, donde el
porcentaje de útiles sobre hoja alcanza un valor de 16' 2. Por el contrario, el nivel X y especialmente los niveles xm y XIV se caracterizan por la poca importancia del utillaje microlaminar,
con cuantificaciones no despreciables en los dos últimos en material retocado realizado sobre
hojas. Ya veremos más adelante que también es posible aunar a estas diferencias otras de orden
tipológico al contemplar la evolución del material retocado en los distintos niveles de la
secuencia paleolftica.
L
IX
X
XlB
XIC
XDA
Xli8
xm
XIV
H
h
Dam
DamR
lmlamR
40'4
58'9
53'3
34'4
42'5
67'4
78' 1
76'9
6'1
14'4
4'6
6'2
9' 9
9' 2
7'5
10'3
53' 5
26'7
42' 1
59'4
47'6
23'4
14' 4
12'8
59'6
41'1
46' 6
65'6
57'5
32'6
21'9
23'1
68'2
54'5
72'6
79' 1
77'7
5 1' 1
23'8
50'0
59' 1
31'8
70'2
74'4
61 '5
45' 1
4'8
o·o
Cuadro3
El análisis tipométrico del utillaje microlaminar lo hemos realizado agrupando los soportes
en módulos que recogen las variaciones de la relación longitud/anchura. La distribución de los
soportes en los distintos niveles, considerando la totalidad del material, queda perfectamente
recogida en el gráfico l . En él se observa con claridad que los módulos de alargamiento dominantes en las hojitas son los correspondientes a los grupos B y C, aquellos en los que la longitud
se situa en una proporción de 3 ó 4 veces la anchura. En cualquier caso, el limite superior de la
longitud de las hojitas de situa en los 4 cms, siendo absolutamente mayoritarios los valores comprendidos entre 1' 5 y 2'5 cms.
Ese mismo análisis aplicado a las hojas indica que sus efectivos normalmente se sitúan en
los módulos A y 8 , de longitud igual a dos o tres veces la anchura, con muy escasa presencia de
piezas laminares que sobrepasen el índice de alargamiento de 4:1 (cuadro 4). Las piezas más
largas apenas alcanzan los 5 cms, y lo frecuente es que sean hojas cortas, de apenas 2 a 2'7 cms
de longitud. Estos valores tipométricos coinciden con los de las lascas y núcleos, que también
-
17 -
[page-n-18]
18
V VlLLAVERDE. R. MAKI1Nez.VAU.E. E. BADAL. P.M. OUillEM. R. OARCIA YJ. MENAROUES
.
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Griftco 1.- Valores porcentuales de las hojitas coa.slderadu a partir de su ÚlcUce de alarpmleato.
A: longitud lpala dos veces la andlura; B: tres veces la andlura; C: cuatro veces la anchu:ra;
D: daco veces la andlu:ra; E: sás veces la andlura; F: siete veces la andlura.
concentran sus efectivos en los tamaiios reducidos (atendiendo al máximo de la longitud o la
anchura, las lascas mayoritariamente se inscriben en valores comprendidos entre 1 y 2' 5 cms,
mientras que los núcleos concentran sus efectivos entre los 2 y 3 cms).
Estamos ante una industria de tamaiio considerablemente reducido y de marcado componente microlaminar en algunos de sus niveles. La primera circunstancia condicionada por las
dimensiones y calidad de la materia prima disponible, en grao parte de procedencia local, calidad
de regular a mala y tamaño igualmente reducido.
El análisis de los núcleos encuentra su principal limitación en el bajo número de efectivos
recuperados en alguno de los niveles. Así, tan sólo en XIB, XIC, XllA y XllB pueden extraerse
algunas conclusiones apoyadas en un cierto número de ejemplares analizados. Atendiendo a los
tipos mejor representados destacan en estos niveles, sin lugar a dudas, los núcleos dedicados a la
obtención de soportes microlaminares con un sólo plano de percusión y extracciones en la cara
ancha, seguidos de los de un plano de percusión y talla en la cara estrecha y los de un plano de
percusión y superficie de talla extendida en dos caras contiguas. En definitiva un sólo plano de
percusión, predominantemente liso o con muy escasa preparación, con un frente de poca
convexidad y unas superficies de talla en las que las formas rectangulares -24- superan a las semicónicas - 13- en los de superficie en una sola cara, mientras que en los de superficie en dos caras
dominan las semicónicas -9- a las rectangulares -5-. Los soportes son lascas -39- o nódulos -23-,
localizándose en estos tres tipos dominantes de núcleos tan sólo un ejemplar que aprovecha un
fragmento de sOex diaclasado natural y talla bastante irregular (cuadro 5).
- 18 -
[page-n-19]
19
EL PALEOLfTICO SUPERIOR DE LA COVA DE LES CENDRES
IX
L2
L3
LA
L5
L6
L7
X
XIB
XIC
6
14
6
2
1
13
19
25
33
22
5
1
65
113
47
18
11
5
5
2
3
1
L8
Al
A2
A3
A4
A5
A6
A7
AS
C2
12
8
6
2
1
3
4
4
3
1
3
1
13
6
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2
1
3
1
7
3
14
23
11
2
2
2
1
22
2
C3
C4
1
3
3
1
28
16
4
1
156
N2
N3
N4
N5
N6
N7
20
7
4
5
2
23
9
1
1
8
6
11
6
1
44
52
24
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8
5
1
S
5
2
1
3
3
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3
2
2
12
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1
3
2
1
2
10
3
1
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1
2
1
2
3
2
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1
2
3
1
40
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3
1
1
1
5
1
20
1
1
1
10
1
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40
37
4
7
3
3
47
26
24
C5
C6
OJ
02
03
29
11
152
111
53
12
5
XIV
46
24
4
2
2
1
xm
36
35
28
23
13
10
XIIB
64
5
4
1
1
A9
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81
82
83
84
85
86
87
88
89
Cl
10
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2
2
2
2
6
3
4
1
2
12
15
6
8
4
1
1
3
- 19 -
2
1
2
1
2
l
Cuadro 4.- L: lascas; A-F: bojM y bojJtu; N: mideos.
2
2
S
[page-n-20]
20
V VIllAVERDE. R. MAR11NEz.VAU..E, E. BADAL. P GUILLEM. R. GARCÍA YJ. MENARGUES
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IX
XIC
6
2
4
11
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F
6
2
3
5
3
G
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1
2
1
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3
6
2
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2
xm
2
XIV
6
B
e
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XIIB
XllA
2
A
XIB
4
X
3
3
Cuadro 5.- Distri bución de los núcleos por niveles. A: un plano de percusión y superftde estrecha; 8 : dos
planos de percusión y superftcle estrecha; C: un plano de percusión y superficie ancha; D: dos planos de
percusión y superficie ancha; E: un plano de percusión y superftde en dos caras; F: dos planos de percusión
opuestos y superfkles en d.os caras; G: dos planos de percusión a.ltem os; H: globuloso; 1: lnfonne o lndeter-
mJnado.
El carácter poco elaborado de las plataformas de percusión se observa bien en los productos
de la talla, con un número no despreciable de talones corticales (superan a los facetados o los diedros) y un predominio neto en el conjunto de los niveles de los talones lisos y los puntifounes,
éstos últimos absolutamente hegemónicos en la producción de hojitas.
e
L
D
F
p
M
R
S
S/f
1
2
3
15
8
3
1
3
2
11
17
4
30
15
6
7
2
4
9
63
9
9
3
2
42
39
117
5
1
2
14
6
6
6
6
4
1
3
2
8
3
XIV
25
36
62
198
119
85
39
44
37
32
XID
3
10
3
35
8
6
3
IX
X
XIB
XIC
XDA
XIIB
99
535
17 1
54
37
14
1
2
JI
191
87
47
38
Cuadro 6.- Clasificación de los talones. C: cortJcal; L: liso; D: diedro; F: facetado; P: puntlfonne; M: machacado; R: roto; S: s uprimido; srr: sin talón por fractura.
Por lo que respecta a las características de la talla microlaminar, centrando el análisis en
aquellos niveles en los que el número de efectivos es suficiente (niveles XIB, XIC y XIIA), la
proporción de piezas de primer orden es prácticamente nula, mientras que las de segundo orden
desempeñan un papel bajo al considerar el total de efectivos, brutos o retocados, ya que al centrar la atención en los soportes retocados su valor pasa a ser muy bajo. El grado de utilización de
los soportes microlaminares en la confección de piezas retocadas es del 43' 1 %en el nivel XIB
(59 piezas), del 28'5% en el nivel XIC (206 piezas) y del 24'8 %en el nivel XIIA (262 piezas).
El detalle de los valores en la cadena operativa queda reflejado en el cuadro 7.
-20-
[page-n-21]
EL PALEOÚTICO SUPERIOR DE LA COVA DE LES CENDRES
Corticales
T
R
XIB
XIC
Semlcortic:ales
T
R
10
40
6
XUA
5
Pl~na
T
127
682
252
21
producdón
R
59
201
63
Cu.dro 7.- Talla mkrolamlnar: productos cortka.les, semicortk:ales y de pJena proclucdóo en d c:otYunto
dd material (T) y en d material retocado (R).
Finalmente, las lascas ofrecen unas proporciones con relación a las etapas de producción
notablemente más bajas que las hojitas. Así, el grado de utilización de lascas para la producción
de utillaje retocado es en los mismos niveles la siguiente: un 13'2 % en el nivel XIB, un 13'2 %
en el nivel XlC y un 9'2% en el nivel XTIA, aunque ahora el aprovechamiento de los productos
de las primeras fases de la producción es mayor, tal y como puede verse en el cuadro 8.
Cortkales
T
R
XIB
XIC
XIIA
Semlcortkales
T
R
Plena producd6n
T
R
4
47
147
71
123
261
153
10
7
3
19
8
20
35
14
Cuadro 8.- Lascas: procludos corticales, semicortkales y de plma proclucd6n en el c:otVunto del material
(T) y m el material retocado (R).
APROXIMACIÓN A LAS MATERIAS PRIMAS LÍTICAS EMPLEADAS
Presentamos en este apartado un detalle de las materias primas enpleadas en la realización
de la industria lítica recuperada en el sondeo, valoradas de manera diacrónica y en relación con
las fuentes de aprovisionamiento. Los resultados que se ofrecen son fruto de tres campañas de
prospección geológica centrada en la comaraca de La Marina Alta, en el triángulo comprendido
entre la Serra de Segtuia, la Serra de B~rnia y la cabezera del rfo Gorgos (fig. 3).
La zona se halla situada en los dominios de las cordilleras Béticas, y más concretamente adscrita al sector Prebético valenciano. Las grandes unidades estructurales están formadas por materiales predominantemente calcáreos pertenecientes al Cretáceo y al Paleógeno. Las despresiones
están ocupadas por depósitos miocenos y cuaternarios, compuestos de conglomerados, margas,
arenas y gravas, debiéndose destacar la presencia de algún afloramiento triásico con arcillas abigarradas, yesos y diabasas.
En el curso de las prospecciones se localizaron dos grandes áreas litológicas con depósitos
de rocas siLíceas. Una ubicada en los macizos cretáceos que envuelven la comarca, y la otra en la
parte oriental de la cubeta neógena de la Vall de Ceta. Fruto de anteriores trabajos se poseían
datos sobre otro grupo de afloramientos cuyas rocas se identifican en el material arqueológico.
Sus principales características son las que siguen:
-21-
[page-n-22]
22
V VIU.AVEROE. R. MARTfNEz.VAU..E.. E. BADAL, P GUILI..EM, R. GARCÍA YJ. MENARGUES
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~delaCovadelaCeDdra.
Sflu d~l Cntdcico. Las facies donde se manifiestan corresponden generalmente a sedimentos carbonatados del Throniense. Son materiales propios de los afloramientos locales.
Presentan una escasa variedad cromática derivada de las coloraciones grisáceas (entre lOYR
6.7/1 y lOYR 6.7n.). Sus características más significativas son su enorme grado de fracturación
y el grado de adherencia a la roca madre. El süex aparece con morfologías nodulares y en bancos
interestratigráficos. La dificil liberación de los nódulos propició un aprovechamiento centrado en
la recogida de fragmentos naturales disgregados por la erosión, esparcidos en cubetas y abanicos
de acumulación.
Sflu d~l Oligoc~no. Los afloramientos aparecen diseminados en un espacio reducido de los
macizos interiores de la comarca de Alcoi. Ocupan pequeños manchones frecuentemente adosados a las estructuras eocenas de las cuales se han alimentado tras su demolición erosiva.
Abundan en estas formaciones las facies continentales de margas rojizas con niveles de conglomerados. Los clastos silfceos son abundantes y aparecen bajo formas nodulares, fragmentos más
o menos rodados y cantos lenticulares. Muestran. por lo general, unos tintes marrones claros o
melados ( IOYR 5.6/4). La estructura granular suele ser muy fina. Se aíslan c<>n relativa facilidad
respecto a otros de apariencia similar, como determinados sflex del cretácico superior regional,
debido a las numerosas vetas de coloración vinosa (IOR 5.613) y puntuaciones de óxidos.
-22 -
[page-n-23]
EL PALEOLfnCO SUPERIOR DE LA COVA DE LES CENDRES
23
Sflex del Ne6geno de la Val/ de Cela. Sus depósitos se encuentran en la cabecera del río
Gorgos, a más de 20 kms del yacimiento de la Cova de les Cendres. Se trata. grosso modo, de
conjuntos detríticos de calizas, margas y conglomerados con abundantes restos de clastos sillceos
de variada procedencia. Por lo generaJ se presentan bajo morfologías erosionadas: cantos y fragmentos nodulares.
Si/ex del Ne6geno de la Cuenca de Lorca. La Cuenca de Lorca es una depresión intramontafiosa situada en el área de contacto de las zonas internas y externas de las Cordilleras Béticas.
Esta depresión aparece colmatada por sedimentos neógenos procedentes de los macizos circundantes. Abundan los sedimentos blandos y las intercalaciones conglomeráticas y yesfferas
(Guillén-Mondéjar, 1994). Las rocas silíceas son tan abundantes y variadas como las facies sedimentarias de la Cuenca, pero las más singulares son, sin duda, las de aspecto "jaspoide", denominación que hace alusión a sus llamativos colores (el más representativo MunselJ lOYR 5.6/8).
En Cendres aparece de forma testimonial, prueba inequfvoca del carácter exótico de estas rocas.
El examen de la totalidad de la induslria lítica del sondeo, incluyendo del nivel IX al XIV,
tras descartar las piezas afectadas por el fuego o aquellas de reducido tamaño, ha permitido identificar un total de 507 piezas (cuadro 9) con un peso total de 1.929'43 gramos. La modesta
entidad numérica de la mayor parte de los niveles desaconseja una valoración detallada de la
serie. Tan sólo Jos estratos XlC y XllA reúnen los efectivos adecuados para obtener una información significativa. La dislribución de los materiales con respecto a las distintas áreas de procedencia permite deducir una explotación centrada en dos grupos de rocas: la litología cretácica
del ámbito doméstico y los afloramientos periféricos de cronología oligocena situados a una distancia de 45 km de la cavidad. Sus valores resultan bastante parejos, así como los correspondientes a los materiales de carácter local. Los materiales silíceos del neógeno de la VaiJ de Ceta
se encuentran ya en un tercer puesto muy alejado de los otros dos, con valores que rondan el 10%,
y finalmente están los jaspes de la Cuenca de Lorca, cuya presencia es testimonial.
A estas tendencias tan sólo cabría añadir las variaciones que se observan en alguno de los
restantes niveles de la secuencia. Así. y con las reservas antes señaladas, parece que los niveles
asociados a la talla microlaminar presentan valores porcentuales más elevados en los sflex de
Alcoi, mientras que la tendencia de los niveles inferiores es a un marcado descenso de este tipo
de materia prima y la mayor importancia del material local o de la Vall de Ceta.
Peso (grs)
IX
X
XIB
XlC
XDA
XIIB
xm
XN
Local
V.Ceta
Akol
72'17
144' 85
185'65
689' 47
438' 79
173'74
150'37
133'39
12'55
16'59
20' 99
34'41
24' 71
27'99
39'02
63' 18
13'20
10' 40
20'92
10'85
9'38
14' 13
7'84
21'09
39'49
22'25
26'35
28' 50
25'82
23' 19
1' 72
1'43
CUIIdro 9
-23-
Loma
0' 63
0'63
0'02
0'61
0'37
lndet.
34' 76
50' 85
31 ' 11
25'61
40'07
35'59
50'81
13' 93
[page-n-24]
24
V VlLLAVERDE, R. MARTÍNEz..VAU.E. E. BADAL. P.M. GUlll.EM. R. GARCÍA Y J. MENARGUES
.
Con estos datos se hace aniesgado establecer patrones de comportamiento económico, si
bien la observación detallada de la cadena operativa Lftica permite establecer algunas consideraciones. Existen carencias en detenninadas fases de adquisición y elaboración de los útiles,
incluso para aquellos que recurren a las materias locales. A pesar de hallarse presentes elementos
corticales de la mayoría de las materias primas diferenciadas, éstos son proporcionalmente poco
significativos en relación al número de núcleos. La parcialidad de la cadena operativa debe explicarse a partir de la existencia de un acondicionamiento previo de la materia prima en el lugar de
recogida. Por su parte, los soportes microlarninares muestran una clara preferencia por los síJex
de la comarca de Alcoi, algo que queda también reflejado en el apartado de los núcleos dedicados
a la extracción de hojitas. Por su parte, las rocas exógenas, categoría en la que se engloban los
jaspes, quedan atestiguadas en los niveles XIB, XIC, XllA, XID y XIV. pero su introducción en
el yacimiento se hace en forma de soportes de plena producción, ya que los núcleos y las lascas
corticales son inexistentes, mientras que la presencia de esquirlas y productos de reavivado
parecen indicar una buena conservación y reutilización de los útiles fabricados en esta materia
prima de elevada calidad.
EL MATERIAL "RETOCADO
Para valorar el grado de transformación de los productos de la talla en la fase de consumo o
del material retocado, nos ha parecido interesante partir en este apartado de la consideración del
valor porcentual que supone el material retocado con respecto al no retocado sin considerar las
esquirlas, núcleos o restos del proceso de talla. En líneas generales los distintos niveles muestran
unos valores bastante parecidos, destacando tan sólo el máximo de transformación que alcanzan
los niveles XIB y XJC (con un 25'8 y un 22'8% de soportes transformados por el retoque) y los
valores bajos que se observan en los niveles X, XID y XIV (con valores del 15' 8, 15'1 y 11'9 %
respectivamente). Todo ello referido a niveles que experimentan a su vez import.antes oscilaciones en la densidad de hallazgos líticos, destacando por sus altos valores relativos los niveles
XIB y XIC y en menor medida el XllA (cuadro 10). Estas apreciaciones han de considerarse, sin
embargo, de manera indicativa, ya que al ir referidas a materiales provenientes de un sondeo de
poca extensión estarán sujetas, sin duda, en el futuro a importantes variaciones, como resultado
de la distribución diferencial de los restos arqueológicos en términos espaciales, sobre todo como
consecuencia de los factores de transporte de carácter postdeposicional que parecen haber afectado a una parte importante de los niveles de la secuencia pleistocena.
IX
% piezas retocadas
l. densidad
X
XIB
XIC
XII A
XIIB
xm
XIV
19'3
35' 4
15' 8
20'9
25'8
105' 6
22' 8
198'3
18' 9
75' 1
20'2
37'1
15' 1
26'7
11 ' 9
14'6
Cuadro 10.-1. densicbld: dmsidad de baiJazgos lfticos por metro c:ábko cUvklido por den.
Por lo que respecta al material retocado, los comentarios se van a centrar en los niveles cuyo
número de piezas permite establecer consideraciones fiables: niveles XIB, XIC y XIIA. Los res-24-
[page-n-25]
TESTIMONIOS DE TRATAMIENTO TÉRMlCO EN HOJAS DE LAUREL
25
tantes tan sólo serán objeto de una breve descripción, fijándonos más en aspectos cuaHtativos que
en los cuantitativos. En el cuadro 11 aparecen recogidas las piezas de cada nivel, clasificadas de
acuerdo con la lista-tipo de Sonneville-Bordes y Perrot.
Nivel IX. El número de piezas retocadas es de veintiuna, con otra con huellas de uso. En el
utillaje no microlaminar tan sólo un raspador atípico, uno sobre hoja retocada, un útil compuesto,
un raspador-truncadura, cuatro piezas con retoques continuos en un borde, una pieza con muescas
y una pieza clasificada en los diversos, con retoque escamoso (aJ lfmite con el burinante) y un
lateral con retoque bifaciaJ. En el apartado microlaminar una hojita truncada, siete hojitas de
dorso, tres con finos retoques directos y dos hojitas con retoques inversos (fig. 4, n° 1 a 9).
Nivel X. El último con un bajo número de efectivos, a pesar de su mayor potencia. Los raspadores están mal representados, pues tan sólo contamos con un raspador sobre hoja retocada y
un útil compuesto, del tipo raspador sobre boja truncada. Los buriles, por el contrario, experimentan un aumento digno de reseñar, con cuatro ejemplares: dos diedros de ángulo, un diedro
múltiple y uno sobre preparación lateral. Del material restante destaca una punta escotada de
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24
Fig. 4.- lodustria lftial de los niveles IX y X.
-25-
[page-n-26]
26
V VD..J...AVERDE, R. MARTfNEz.VAILE. E. BADAL. P.M. GUIU.EM, R. GARdA Y J. MENARGUES
.
retoque abrupto, sobre hojita (2), contabilizándose además tres piezas con retoques continuos en
un borde, una de ellas sobre hoja y en dos casos con retoques inversos, una pieza con retoques
continuos en dos bordes, una pieza con muesca y dos piezas denticuladas. Por su parte el apartado microlaminar está compuesto por una hojita truncada, otra de borde abatido y tres con fmos
retoques directos (fig. 4, n° 11 a 24).
Nivel XIB. Con un conjunto más elevado de piezas, a pesar de su reducida potencia, sigue
mostrando un número de raspadores bajo y de escasa variedad tipológica, con tres ejemplares
sobre lasca retocada -uno de ellos clasificado con reservas-; en el apartado de los buriles, por el
contrario, el número es mucho más importante y se observa una cierta variedad tipológica, con
un diedro recto, cuatro diedros ladeados, un buril diedro de ángulo sobre rotura, un buril diedro
múltiple, un buril sobre truncadura recta, dos buriles sobre truocadura oblícua, dos múltiples
mixtos y uno plano. A destacar que los soportes son en todos los casos lascas. En los otros grupos
tipológicos se contabilizan una pieza con truncadura recta, cinco piezas con retoques continuos
en un borde, tres piezas con muescas, una raedera y un número elevado de hojitas retocadas:
veintiséis de dorso, diecinueve con finos retoques directos y trece con retoque inverso (fig. 5).
Nivel XIC. El más rico de la secuencia, tanto en términos absolutos como en relación a su
potencia. Contabiliza un total de doscientas setenta y tres piezas clasificadas según la lista-tipo y
otras cuatro con retoques de uso, de carácter muy marginal. Su densidad de piezas por metro
cúbico es de 19.830. En el grupo de los raspadores, que mantiene la proporción baja de las capas
anteriores, se cuentan diez ejemplares: seis simples, dos de ellos sobre hoja, uno con retoques
complementarios de supresión de la base y otro al límite con el carenado; tres sobre lasca retocada y uno carenado, realizado sobre una hoja en cresta. En los útiles compuestos dos raspadoresburiles y en los perforadores, uno típico, sobre lasca. Por su parte, los buriles ascienden a 17
ejemplares: uno diedro recto; tres diedros de ángulo; cinco de ángulo sobre rotura; uno diedro
mtíltiple; uno arqueado; uno sobre truocadura retocada oblícua, con el lateral denticulado, realizado sobre lasca de primer orden; dos transversales sobre muesca; y un buril múltiple mixto. En
el apartado de las piezas de borde rebajado, poco numeroso como en los retantes niveles, tan sólo
una pieza con escotadura, dos piezas con el borde rebajado total y una de borde rebajado parcial;
y en el de las piezas truncadas una de truocadura oblfcua. Por su parte, las piezas con retoques
configuran un apartado a tener en cuenta, sobre todo de considerar los valores de los niveles más
inmediatos, con veintitrés ejemplares de retoques continuos sobre un borde y tres con retoques en
los dos, siendo la mayoría de soporte no laminar, mientras que las piezas varias alcanzan un valor
reducido, con tres piezas con muescas, y cuatro esquirladas. El conjunto microlaminar, abundante
y variado, aparece dominado por las hojitas de finos retoques directos -83 ejemplares-,
{2) La pertenencia de esta pieza al nivel X puede ser puesta en cuestión. en la medída en que pane del cuadro es¡j afectado
por la prescnc:ia de una fosa ncolftica y un paleocanal. y aunque estas zonas se diferenciaron en el proceso de excavacióo no resultaría en modo alguno difTeil que pueda InterpretarSe como proclucto de un despalazamiento postdeposíclonal no detectado en el
leVIIItamiento del nivel. La existencia de niveles del Soluuense evolucionado en el yacimiento. con piezas similares. y la evidencia
proveniente de una dalxióo obtenida en el nivel VI del sector A. con un resultado de 20.430J:I70. cuyo valor sólo puede entenderse como consecuencia de una redc:posicióo en claro contexto ncolflico. favorecida por algún paleoc:anal o IITISln: que hubiera
discurrido por zonas I1Ws próximas de la cavidad en las que esos mismos n.iveles. como consecuencia del buzamiento pronunciado
de la estratigrafia. estuvieran I1Ws altos. constituyen elementos suficientes como para mantener una cierta prevención sobre esta
pieza. Una valoración nuis det.enida de la necesidad de un an41isis tafónomico de los materiales en contextos sedimentarios afec-
tados por procesos de alteración postdeposicional. y su discusión en Cendres, ha sido objeto de un trabajo especifico (Bemabc:u.
Vtllaverde. Badal y Manfnez. e.p.). lo que nos exime de una discusión mú detallada en este trabajo.
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EL PALEOÚTJCO SUPERIOR DE LA COVA DE LES CENDRES
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Flg. 5.- Industria Utica del nivel XIB.
las de dorso -69 piezas- y las hojitas de retoque inverso -49 ejemplares-, piezas a las que hay que
añadir tan sólo una hojita con muesca y cuatro hojitas de tipo Dufour. Entre las hojitas de dorso
y las de finos retoques directos tan sólo contamos con 16 ejemplares apuntados, lo que representa
apenas un 7'2 % de ambos tipos. Asf que el utillaje microlaminar, aunque abundante, es poco
variado (fig. 6 y 7).
Nivel XDA. Aunque con un número de piezas suficiente para su valoración, ofrece aproximadamente una tercera parte de efectivos que el anterior, siendo su potencia similar: ciento dos
piezas y tres con huellas de uso. Las diferencias con el conjunto anterior, como más adelante
comentaremos, son interesantes, y ello se nota en los grupos de raspador y buril y en el apartado
de las piezas retocadas. En los dos primeros grupos, por primera vez en la secuencia, si excep- 27-
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V Vlll.AVERDE, R. MARTfNEz.VAU.E, E. BADAL. P.M. GlJllLEM, R. GARdA YJ. MENARGUES
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Fig. 6.- Industria Utka del nivel XJC.
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tuamos el nivel
el número de raspadores es superior al de buriles. Un total de cinco raspadores -dos simples, uno aúpico, con el frente tenninado en una espina lateral izquierda; uno
unguifonne y uno carenado- y tres buriles -dos diedros de ángulo y uno de ángulo sobre fractura.
Además. una boja de borde rebajado total, una pieza con truncadura obHcua, trece piezas con
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EL PALEOLfTICO SUPERIOR DE LA COVA DE LES CENDRES
29
Flg. 7.- Industria trUca del nivel XJC.
retoques en un borde -de las que ocho son sobre sopone laminar- y cuatro con retoques en Jos
dos bordes -tres sobre soporte laminar-, cinco piezas esquirladas y una raedera, mientras que en
los diversos contamos con una pieza con retoque semiabrupto inverso en la parte distal y una
pieza de tendencia foliácea, con retoque plano marginal en los dos lados, fracturada en su
extremo distal, cuya posición en la base del nivel bien pudiera considerarse en relación con el
nivel subyacente, dada su posible tipología solutrense. Finalmente, en el utillaje microlarnínar, el
dominio corresponde ahora a las hojitas de dorso -veintisiete ejemplares, con sólo tres apuntadasy las hojitas de finos retoques directos -veintitrés ejemplares, uno apuntado-, seguidas ya de lejos
por las hojitas de retoque inverso -nueve piezas-, pero observándose una mayor diversificación
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V VULAVERDE. R. MARTÍNEZ-VAU.E. E. BADAL. P OUIU.EM. R. OARcfA Y J. MENARGUES
.
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tipológica en este apartado, con la presencia de un trapecio, tres hojitas de dorso truncadas y una
hojita de dorso denticulada. am~n de una hojita de tipo Dufour (fig. 8).
Nivel XJIB. Ha proporcionado poco material retocado y ello refleja un empobrecimiento que
afecta tambi~n al material no retocado: la densidad de piezas por metro cúbico es de 3.703 mientras que el nivel anterior ofrecía una densidad de 7.510. nene cuarenta y ocho piezas retocadas
clasificadas por la lista-tipo y tres con retoques de uso. Los raspadores mantienen el predominio
sobre los buriles -cuatro raspadores simples, uno reducido al frente, uno sobre lasca retocada, y
dos carenados, frente a un buril sobre truocadura retocada convexa y otro plano-, a la vez que
contamos un útil compuesto -un raspador-buril-, una pieza con muescas, una hoja con borde rebajado, dos piezas con retoques continuos en un borde, dos piezas con truncaduras rectas, una con
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EL PALEOLÍTICO SUPERlOR DE LA COVA DE LES CENDRES
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Cuadro U.- Resumen de a. Industria mocada, por niveles.
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truncadura oblicua y otra con truncadura cóncava, dos piezas con retoques continuos en un borde,
dos piezas denticuladas y dos esquirladas. Fmalmente, en el apartado microlarninar el utillaje se
compone de un triángulo, diez hojitas de dorso, seis con finos retoques directos, dos de dorso
truncadas, una hojita con muesca. una hojita de tipo DufoW' y otra con fmos retoques inversos
(fig. 9).
Nivel xm. Caracterizado también por la baja densidad de hallazgos, con veinte piezas retocadas clasificables en la lista-tipo y una con retoques de uso: tres raspadores -dos simples, uno
de ellos roto, y otro atípico-, dos raspadores-buriles, un perforador, un buril diedro de ángulo
sobre fractura, clasificado con dudas, una pieza con truncadura oblicua, siete piezas con retoques
continuos en un lado, de las que dos son hojas, tres piezas con muescas, un denticulado y una
hojita de dorso (fig. 1O, n° 1 a 12 y 14 a 17).
Nivel XIV. Parcialmente excavado hasta la fecha y de nuevo con pocas evidencias arqueológicas: sólo catorce piezas retocadas, contando dos con retoques de uso. Un raspador sobre lasca
retocada, una punta Pont-Yves, seis piezas con retoques continuos en un lado -de las que cuatro
utilizan soporte laminar-, una boja con retoques continuos sobre los dos lados, una pieza con
retoque escamoso y una raedera (fig. 10, n° 13 y 18 a 27).
DESCRIPCIÓN DE LA INDUSTRIA ÓSEA, EL ADORNO Y EL ARTE MUEBLE
El nl1rnero total de efectivos recuperados en estos niveles asciende a 58 piezas, incluyendo
las piezas acabadas, el material que evidencia fases del proceso de elaboración, los objetos de
adorno y las esquirlas óseas con líneas incisas no relacionadas con los procesos de carnicería. Por
niveles, el material se agrupa de la siguiente manera:
NivellX. Un fragmento, tal vez proximal, de punta plana doble, recta y lisa (fig. 11, n° 1),
un fragmento medial de punta de sección subcircular (fig. 11, n° 2), un fragmento distal de punta
doble, de sección circular, y tendencia a iocurvarse (fig. 11, n° 3), un arpón de sección aplanada,
con una hilera de dientes (dos dientes que aparecen incluidos en el fuste), en la base existe una
pérdida de materia, aparentemente por esquirlado de la superficie externa del asta (fig. 11, n° 4),
una esquirla ósea, perteneciente a hueso grande, con una línea incisa (fig. 11 , n° 5), y dos
esquirlas planas de asta, con un plano lateral pulido.
Nivel X. Una punta de base abultada (fig. 11, n° 7), un fragmento distal de punta, con pérdida de materia en una de las caras (fig. 11, n° 8), un fragmento de punta, de sección irreconocible, afectado de importante pérdida de materia (fig. 11, n° 6), un fragmento proximal de punta
de base monobiselada, de sección circular, con algunas Líneas incisas en el fuste (fig. 11, n° 11 ),
un fragmento proximal de azagaya de doble bisel, don decoración formada por líneas incisas en
ambas, más anchas paralelas y de recorrido longitudinal en una de e Uas (fig. 11, n° 12), un fragmento proximal de variUa, de sección plano-convexa, con líneas incisas paralelas oblicuas en
serie en la cara plana (fig. 11 , n° 9), un fragmento de asta, irreconocible, con la superficie pulida
y un fragmento de pieza también irreconocible, con una línea incisa ancha, de recorrido ligeramente curvo (fig. 11 , n° 10).
Nivel XIB. Tres fragmentos de punta inclasificables, uno de ellos de sección tendente a poligonal (fig. 11, n° 15-17), un fragmento clasificado con dudas como de punta doble de sección circular (fig. 11 , n° 20), un fragmento medial de punta de sección circular (fig. 11 , no 13), un frag-
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mento proximal de punta de doble bisel, de sección subcircular (fig. 11 , n° 21 ), un fragmento proximal de azagaya de doble bisel y sección circular, con numerosas fracturas y pérdida importante
de materia (fig. 11, no 14), dos fragmentos clasificados con dudas como cuña--cincel (fig. 11, no
23), un fragmento de varilla, mejor que bisel, con decoración en la cara dorsal de líneas incisas
oblicuas en serie, en los laterales trazos cortos incisos oblicuos en serie, y en la cara plana líneas
incisas oblicuas e n serie (fig. 11 , n° 18), una concha--colgante (fig. 11, n° 19), y un fragmento
distal de candil con una cara aplanada y una línea incisa profunda en la otra (fig. ll , no 22).
Nivel XIC. Un fragmento medial de punta de sección cuadrangular (fig. 12, no 3), un fragmento medial de punta de sección oval (fig. 12, 0° 12), un fragmento proximal de punta de sección oval, con importantes pérdidas de materia (fig. 12, n° 8), un fragmento medial de punta de
sección oval (fig. 12, no 13), un fragmento medial de punta de sección plana (fig. 12, n° 5), una
punta de base en doble bisel, de sección circular, ligeramente rota en la punta (fig. 12, n° 1), un
fragmento distal de varilla, de sección plano-convexa. con Jrneas incisas paralelas en la cara plana
(fig . 12, no 7), un fragmento medial de punta. o varilla, de sección aplanada y con una incisión
profunda en un la.teral, de recorrido paralelo al borde (fig. 12, n° 11 ), una varilla, ligeramente rota
en uno de sus extremos, de cuerpo fino y decoración de líneas incisas paralelas en la cara plana
(fig. 12, n° 4), un fragmento medial de variJla, mejor que bisel, de sección subrectangular, con
líneas incisas oblicuas normales, paralelas y anchas, en la cara plana (fig. 12, n° 10), una punta
fina, posiblemente fragmento de aguja perforada (fig. 12, n° 2), una esquirla ósea con líneas
incisas en un lateral (fig. 12, 0° 6), y una concha-colgante (fig. 12, no 9).
Nivel XllA. Un fragmento de punta plana, estrecha, con importantes pérdidas de materia
(fig. 12, n° 17), un fragmento proximal de azagaya monobiselada, con una Jrnea incisa acanalada
longitudinal en el bisel (fig. 12, n° 19), un fragmento proximal de punta monobiselada de sección
circular y bisel cóncavo (fig. 12, n° 18), un fragmento proximal de varilla, o punta monobiselada,
de sección rectangular, con decoración formada por líneas incisas oblicuas y anchas, en serie (fig.
12, n° 20), un retocador-compresor. realizado sobre esquirla ósea grande (fig. 12, n° 21), tres
caninos de ciervo atrofiados, perforados (fig. 12, no 14, 15 y 16) y un candil con huellas de trabajo en el extremo proximal.
Nivel Xll B. Dos fragmentos mediales de punta de sección aplanada (fig. 13, no 4 y 6), un
fragmento proximal de punta de sección aplanada subrectangular (fig. 13, n° l ), un fragmento
proximal de punta de sección oval (fig. 13, no 3), un fragmento proximal de punta monobiselada
de sección circular y bisel cóncavo (fig. 13, n° 5), un fragmento medial de varilla, o punta, de sección aplanada rectangular, con decoración en ambos bordes de Jrneas incisas cortas paralelas con
tendencia a dibujar motivos en V (fig. 13, n° 2), y dos esquirlas de asta, con señales de trabajo.
Nivel XIII. Una concha perforada y una esquirla ósea con Jrneas incisas, cuyo tema resulta
indescifrable a causa de las fracturas.
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El PALEOLlTICO SUPERIOR DE LA COVA DE LES CENDRES
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Flg. 14.- Arpones de dlvenas campai\as.
Flg. 13.-IDdustria ósea del nivel XIIB.
VALORACIÓN DE LA SECUENCIA INDUSTRIAL
El interés principal de la secuencia que acabamos de presentar reside en su amplitud cronológica. En especial cuando ésta abarca una parte sustancial del espacio cronológico correspondiente al Magdaleniense y las etapas que en el ámbito regional se asocian al Solutrense evolucionado. Aunque los niveles inferiores (XIIB. XID y XIV) y superiores (IX y X) ofrezcan serias
limitaciones para una valoración industrial (cuadro 12), como consecuencia del escaso material
que han proporcionado, su posición en la secuencia, por debajo y por encima de otros momentos
mejor definidos industrialmente, penniten esbozar las posibiHdades que un yacimiento como el
de la Cova de les Cendres ofrece de cara al futuro: la seriación y caracterización cronoestratigráfica del Magdaleniense mediterráneo y la mejor caracterización del paso del final Solutrense
evolucionado al inicio del Magdaleniense.
Con todo, el análisis industrial tan sólo puede formularse con cierta consistencia en aquellos
niveles en los que el número de piezas retocadas alcanza una cierta entidad, esto es los niveles
XIB, XIC y XllA. En los restantes sólo cabe alguna apreciación cualitativa y su valoración con
respecto precisamente a estos otros momentos mejor definidos industrialmente.
Empezaremos, por tanto, por los niveles mejor definidos y con mayor densidad de hallazgos,
para ir valorando con respecto a ellos los restantes momentos de la secuencia y su incidencia en
la sistematización del Paleolítico superior regional.
Considerando los aspectos tipológicos más generales, los rasgos que penniten establecer una
cierta distinción en la secuencia de la Cova de les Cendres son, en el apartado lítico, la relación
de los índices de buril y raspador, los valores y composición del utillaje microlaminar, los valores
de las piezas con retoques continuos y la composición del denominado sustrato (cuadro 12).
Atendiendo a estos datos parece que los tres niveles que han proporcionado material retocado
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EL PALEOÚTICO SUPERIOR DE LA COVA DE LES CENDRES
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1'4
9'4
0'4
74'4
29'9
17'7
39
4'8
2'9
0' 6
0'9
16'2
0'9
62' 8
22' 8
8'6
5' 9
1' 2
69' 1
22' 6
15' 5
Cuadro 12.- Principales (ndkes UpolcSgkos.
suficiente ofrecen, dentro de una cierta composición común, algunas variaciones interesantes.
Así, los niveles XIB y X1C se caracterizan por un índice de raspador bajo, y poco variado tipológicamente (dominado por los raspadores simples y los sobre lasca u hoja retocada, con soportes
predominantemente no laminares) y un índice de buril muy superior al de raspador (el nivel XIB
ofrece L mayor desproporción, con un índice de buril que casi cuatriplica al de raspador), con
a
una mayor variedad tipológica, si bien son los diedros los que dominan, utilizándose también de
manera casi exclusiva los soportes no laminares. Son niveles, por tanto, con un índice de burilraspador superior a la unidad (nivel XIB= 3' 8 y nivel X1C=l '5). El ni vel XDA ofrece en este
apartado un situación distinta, ya que es el índice de raspador el que casi duplica al de buril, que
queda reducido además a la mínima variedad tipológica, los buriles diedros de ángulo y de ángulo
sobre fractura. Esa misma tendencia parece que también se observa en el resto de los niveles inferiores (del XllB al X1V), y en el nivel que corona la secuencia, el IX, mientras que el X parece
muy próximo al XIB.
Por su parte, el utillaje microlaminar, de valores altos en los tres niveles con material suficiente como para extraer índices, se caracteriza por la escasa variación tipológica : el par más
numeroso es el fonnado por Las hojitas de dorso y las hojitas de finos retoques directos, mientras
que las hojitas de finos retoques inversos aparecen ya en t.ercera posición. Los niveles X1B y XIC
resultan bastante parecidos, con tan sólo una variación en los valores respectivos de las hojitas de
dorso y las de finos retoques directos (nivel XIB= 30' 9 y 22'6 % y nivel XIC= 24'9 y 29'9 %,
respectivamente) -los recu.entos incorporan valores importantes de piezas fragmentadas, y las
apuntadas ya vimos que no representan un número elevado-; las hojitas de finos retoques inversos
contribuyen nuevamente a diferenciar al nivel XllA, que experimenta un descenso notable en
este tipo (8' 6 % frente a los 15'5 y 17'7 % de los otros dos niveles), mientras que las hojitas de
dorso truncado hacen su aparición precisamente en este momento. La comparación con los restante niveles no hace más que confirmar las apreciaciones reaJjzadas con anterioridad: los niveles
IX y X muestran un componente microlaminar importante, aunque difícil de valorar, el nivel
XIIB, sobre todo en su parte superior, ofrece boj itas de dorso truncadas, semejantes a las del nivel
XIIA, y los niveles XIII y XIV manifiestan un marcado enrarecimiento del utillaje microlaminar.
Finalmente, la volaración de los restantes grupos tipológicos viene detenninada por su
escaso valor: sumados apenas representan entre un 10 y un 30 % de la industria de los tres niveles
as
en los que estamos centrando el análisis, y L piezas con retoques continuos contribuyen de
manera decisiva a la mayor parte de este valor (XIB= 5 ' 9, XIC= 9' 4 y XDA= 16'2). AsJ que
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V VILLAVERDE, R. MAR1'ÍNEZ-VALLE. E. BADAL. P GUTUEM. R. GARCfA Y J. MENARGUES
.
.M.
dorsos, truncaduras, perforadores, muescas, denticulados y útiles compuestos tienen valores
meramente testimoniales. Tan sólo merecen un comentario específico, además de las piezas con
retoques continuos del nivel XJIA, las piezas esquiciadas de este mismo nivel, tan numerosas
como los raspadores y más abundantes que los buriles en esos momentos, una circunstancia que
concuerda además con una mayor concentración de ese tipo de piezas en los niveles inmediatos,
el XIC y el XIIB; y las piezas truncadas del nivel XIIB, único momento en toda la secuencia en
que este grupo tipológico parece estar bien representado.
Al incorporar la valoración de la industria ósea, los primeros aspectos que merecen destacarse son la concentración de efectivos que ofrecen los niveles XJB y XIC, y su desaparición en
los niveles XDl y XIV. Circunstancia que contribuye a diferenciar estos dos últimos niveles de
los restantes de la secuencia.
Definen los niveles de mayor número de piezas (XIB y XIC) la buena representación de las
puntas, con la presencia de bases en doble bisel, y las varillas, siendo las decoraciones predominantes las Uneas incisas paralelas oblícuas. En cuanto a las secciones, dominan las circulares y
ovales, con escasa presencia de las aplanadas y las angulares. Sólo una pieza puede clasificarse
con dudas, al estar fracturada, dentro de las agujas, pero en la excavación del sector B se han
localizado un número abundante de estas piezas en contextos similares a los de los niveles XIB
yXIC.
Aunque en estos dos niveles tampoco se ha localizado ningún arpón que se clasifique con
seguridad y es difícil definirse con rotundidad sobre la correspondencia de los materiales recuperados el año 1981 (Villaverde, 1981) y la secuencia estratigráfica que ahora manejamos, lo
único que podemos señalar es que la posición del arpón recuperado en aquella campaña, localizado en la capa 13, se sin1a en ese sector por encima de las laminitas escalenas y las hojitas de
dorso truncadas (capas 15 y 16), en un contexto de equilibrio entre los raspadores y buriles y el
buen porcentaje de las hojitas de dorso y de finos retoques directos; esto es, por encima de lo que
correspondería desde el punto de vista industrial al nivel XflA, con lo que cabría pensar que los
arpones aparecen en Cendres en los paquetes superiores (fig. 14, n° 1-4), los que en la síntesis
que proponemos para el sondeo AB-17 corresponden a los niveles IX, X y XI.
Téngase en cuenta que por encima del nivel XIB, se documentan en el cuadro A-17 una azagaya de doble bisel en el nivel X y un arpón de dos dientes englobados en el fuste y de sección
aplanada, de aspecto notablemente evolucionado, en el nivel IX, amén de otras puntas y piezas
con decoración. Habiéndose localizado también una azagaya monobiselada en el nivel IX del
cuadro E-14, del sector A, circunstancia que citamos por pennitir reforzar la idea de que, al
menos hasta ese momento superior de la secuencia, parece que nos encontramos con una industria ósea de características propias de un genérico Magdaleniense superior-final.
Las dataciones absolutas de los niveles X y XIC resultan algo antiguas para un
Magdaleniense superior con arpones de dientes estandarizados, pero la desviación con relación a
otros marcos geográficos inmediatos no resulta excesiva. Por otra parte, la industria lítica de estos
dos niveles coincide con la que se considera significativa del Magdaleniense superior en los restantes yacimientos del ámbito mediterráneo peninsular (Aura, 1995; Aura y Pérez RipoU, 1995 y
1995; Aura y Vtllaverde, 1995; Villaverde y Martínez, 1995; ViUaverde et al., 1998).
Tan sólo faltarían en los niveles de Cendres que aquí estamos considerando los triángulos
escalenos presentes en el Magdaleniense superior de Parpalló y Nerja (Aura, 1995) y otros yacimientos del ámbito mediterráneo, Volcán del Faro (Aparicio y Fletcher, 1969), Pirulejo (Cortés
- 40 -
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EL PALEOLÍTICO SUPERIOR DE LA COVA DE LES CENDRES
41
et al., 1998), o Mejillones (Martínez Andreu, 1983). Sus cuantificaciones en cualquier caso son
bajas en Parpalló y los restante yacimientos citados, y debe recordarse que el sondeo efectuado
el año 198 1 por Bemabeu sí que proporcionó alguna pieza de este tipo, asociada a una industria
microlaminar semejante a la de los niveles XIB y XIC.
El nivel X, con un número de piezas Lfticas muy reducido, en términos comparativos ofrece
una industria ósea más abundante, y resulta, en un sentido general, bastante parecido al inmediatamente subyacente.
En definitiva, y sin fijamos excesivamente en las dataciones absolutas obtenidas, que
resultan globalmente algo antiguas, el conjunto formado por los niveles X, XlB y XIC se ajusta
bastante bien a la definición del Magdaleniense superior mediterráneo, caracterizado en Jo ütico
por un alto índice buril-raspador y un utillaje microlaminar aJto, mientras que en lo óseo viene
definido por la presencia de las azagayas de doble bisel y monobiseladas y las varillas. Por lo que
respecta a los arpones, su presencia en el yacimiento queda atestiguada no sólo por las piezas
mencionadas del nivel IX y de la capa 17 del sondeo de 198 1, sino por el ejemplar recuperado
en el sondeo efectuado por Llobregat los años 1974 y 1975 (Liobregat et al., 1981) y otras dos
piezas locaJizadas en la campaña de 1995, en el sector B (fig. 14: 1-4).
El enrarecimiento de los buriles en el nivel IX, la poca entidad de la industria ósea recuperada. pero con la presencia de un arpón, y el mantenimiento del utillaje microlaminar son elementos que no alejan excesivamente a este nivel de las características de un Magdaleniense superior final o de transición, tal y como éste ha sido definido en recientes trabajos (Aura, 1995; Aura
y RipoJI, 1995; Aura y ViUaverde, 1995; Vtllaverde y Martfnez, 1995; Villaverde et al., 1998).
La posibilidad de poder precisar en el futuro si las oscilaciones técnicas que parecen registrar los dos niveles IX y X con respecto a los niveles XIB y XIC permiten establecer un mayor
detalle en la evolución del Magdaleniense superior-fmal constituye, sin duda, uno de los atractivos más importantes de las excavaciones a realizar en los próximos años, y que en parte han
sido ya iniciadas en el sector A del yacimiento.
Hemos señaJado algunas semejanzas entre los conjuntos líticos retocados de los niveles
XllA y XIIB, especialmente en lo que respecta a la relación raspador-buril, el papel desempeñado
por el utillaje microlaminar y la presencia en ambos niveles de las hojitas truncadas. Sin
embargo, por la posición en la secuencia de estos dos niveles y las dataciones absolutas que de
ellos poseemos, resulta necesario valorar con mayor detalle esta fase de la secuencia de Cendres,
aun cuando las limitaciones del conjunto lítico retocado son obvias para el nivel XIIB y su discusión se vea condicionada por Las dificultades encontradas en el proceso de excavación para
aislar bien las distintas unidades arqueológicas y sedimentarias.
En este sentido, contribuyen a diferenciar los dos conjuntos la mayor presencia de piezas
truncadas, el incremento del número de raspadores, el descenso del utillaje rnicroLaminar en Las
piezas de finos retoques directos e inversos, y la reducción del utillaje óseo, tanto en efectivos
como en variedad tipológica, que se observan en el nivel XIIB.
Varias circunstancias nos inclinan a abordar con prevención esta parte de la secuencia. Por
una parte, las dataciones absolutas obtenidas en el sondeo parecen indicar que el ritmo de sedimentación varia a lo largo de la secuencia: prácticamente no hay diferencias cronológicas entre
las dataciones del tercio inferior del nivel X y el nivel XIC, a pesar de existir una potencia de 50
cms y mediar entre ellos una cicatriz erosiva que asociamos a una parte del nivel XI. el XIA, que
no se ha conservado en el sondeo, pero que sí aparece documentada en otras zonas inmediatas;
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42
V VILLAVERDE. R. MARTfNE.z-VALLE. E. BADAL. P.M. GUJJ.J..EM, R. GARCJA YJ. M
.
ENARGUES
mientras que las tres dataciones existentes para los niveles XllA y XUB, caracterizados como se
indicó en el apartado dedicado a la descripción de las estratigrafía, por la existencia de laminadones internas sujetas a continuas variaciones laterales y de difícil identificación en el proceso
de excavación, ofrecen una mayor separación cronológica, abarcando un lapso temporal que
incluye desde el 14.850 :t lOO BP de la parte central del nivel XIlA basta el 17.230 :t 130 de la
base del XDB, pasando por la fecha de 15.820 :t 120 BP obtenida en la parte superior del nivel
XIIB. Por otra parte, el espacio cronológico que insinuan las dataciones de los niveles XIlA y
XUB y su posición relativa en la secuencia, por debajo del Magdaleniense superior, nos situan en
los momentos de la secuencia regional que comprenderían, en su sentido más amplio y sin considerar estrictamente las dataciones del nivel XIB, desde las últimas etapas del Solutrense evolucionado de facies ibérica hasta el inicio del Magdalenieose superior, en su fase sin arpones, tal
y como ésta última ha sido definida por Aura ( 1995). Un amplio periodo industrial que, sin duda,
a tenor de las dos dataciones obtenidas en el nivel XIIB, aparece comprimido en este nivel, desfigurando una mayor complejidad industrial de la que ha sido posible establecer en la excavación
del sondeo que ahora presentamos. Así pues, el análisis de la industria recuperada en el nivel
XDB no puede realizarse sin contemplar la posibilidad de que incluya una mezcla de etapas
arqueológicas distintas que será necesario precisar en el futuro.
La necesidad de abordar la valoración de esta fase de la secuencia con toda cautela es obvia
si consideramos que estamos, especialmente en lo que respecta a los momentos correpondientes
al Magdaleniense, ante una de las etapas de mayor indefinición de la secuencia regional. Sólo
otros tres yacimientos han proporcionado alguna información al respecto: Parpalló, con una rica
secuencia Magdaleniense que puede fecharse en esas etapas por cronología relativa y posición en
la propia secuencia del yacimiento, pero de la que carecemos de datos cronoestratigráficos y paleoambientales; Matutano, cuya base parece indicar por posición en la secuencia y dataciones un
momento próximo al del nivel XIlA de Cendres; y Tossal de la Roca, con unos niveles basales
que nuevamente por posición y cronología permitirían una misma correlación.
La adscripción del nivel XIlA al Magdaleniense resulta indudable, tanto por la tipología y
entidad del utillaje óseo, como a la composición de la industria Utica, indicando su posición en
la secuencia de Cendres que nos encontramos con etapas previas a la aparición del arpón. Se trata
de una industria que coincide con claridad con aquella que Aura ( 1995) define como la fase inicial del Magdaleniense superior mediterráneo, un Magdaleniense superior inicial o A, o
Magdaleniense superior sin arpones, que fecha entre el 14.000 y el 13.000 BP, y que tanto en
Parpalló como en otros yacimientos (Matutano y Tossal de la Roca) se caracterizaría por el buen
desarrollo del utmaje microlaminar frente al escaso papel desempeñado por este grupo en el
Magdaleniense antiguo A y 8 , tipo Parpalló. El nivel XDA de Cendres parece registrar, además,
algunos cambios e n la industria ósea que deberán corroborarse en las excavaciones en curso, pero
que parecen significativas: las varillas experimentan una mayor cantidad de secciones aplanadas
rectangulares, las :azagayas de doble bisel no aparecen documentadas y en las puntas se observa
un predominio de las secciones aplanadas.
En trabajos recientes (Villaverde et al., 1997; Villaverde y Martínez, e.p.) hemos planteado
la posibilidad, por la que ahora también nos decidimos, de considerar esta fase como un
Magdaleniense medio mediterráneo, conjugando en esta definición la posición cronológica de la
industria y su especificidad con respecto al Magdaleniense superior. Aunque en parte es una discusión terminológica, con una opción de este tipo pensamos que se clarifica la propia secuencia
- 42 -
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EL PALEOÚTICO SUPERIOR DE LA COVA DE LES CENDRES
43
magdaleniense regional y se gana en coherencia con respecto a la evolución seguida por el
Magdaleniense en otras regiones inmediatas.
Constituye un elemento a favor de esta opción, implícita en cierto modo en la propuesta
misma elaborada por Aura en su seriación del Magdaleniense mediterráneo, al hacer arrancar el
Magdaleniense superior en una fase sin arpones fechada en el 14.000 BP, el paralelismo que tanto
en Parpalló como en Cendres es posible observar entre algunas piezas de esta fase y otras del
ámbito pirenaico o cantábrico que se encuadran en el Magdaleniense medio. Citaremos al respecto la decoración pseudo-excisa de una varilla del tramo de 1-1'20 de Parpalló, sobre la que ya
llamó la atención Fortea en términos parecidos (Fortea et aL, 1983), y la decoración curvilínea
asociada a una varilla de base biselada, y un fragmento distal de otra del mismo calibre y decoración localizadas en el cuadro E-17 de Cendres, y cuya correlación estratigráfica coincide con
el nivel XIIA.
En el caso concreto de Parpalló, un seguimiento de las transformaciones de la industria lítica
y ósea de los tramos comprendidos entre uno y dos metros de potencia parecen estar indicándonos que la correlación con el nivel XD A de Cendres pudiera tener una amplitud secuencial que
tal vez vaya más allá de la capa 5 del Talud, o el tramo de 1- 1'50 metros. Algo que probablemente tiene su explicación en la existencia de alteraciones postsedimentarias vinculadas a Jos
momentos climáticos con los que cabe relacionar estas fases.
La necesaria indefmición a la que una secuencia como la de Parpalló obligaba en los
momentos en los que Aura formuló su propuesta de seriación del Magdaleniense mediterráneo, optando por proponer una evolución simplificadora, con sólo dos grandes etapas diferenciadas
desde un punto de vista tecno-tipológico, sensibles al distinto papel desempeñado por el utillaje
microlaminar, encuentra ahora en la secuencia de la Cova de les Cendres una aclaración que permite confirmar la entidad de una etapa microlarninar previa a la aparición del arpón formalizado,
con una dimensión cronológica más concorde con la posición del Magdaleniense medio cantábrico o pirenaico, pero con unos rasgos regionales que desaconsejan el recurso a establecer su
definición a través de una mera transposición industrial con respecto a estas áreas a la hora de
perfilar sus características.
La inexistencia en los yacimientos de la región mediterránea de algunas de las piezas más
significativas del Magdaleniense medio cantábrico, aquellas que precisamente han contribuido a
definirlo, como serian los protoarpones, las azagayas ahorquilladas o los objetos de arte mueble
más característicos, constituyen elementos suficientes como para obligar a precisar el carácter
mediterráneo de esta fase, buscando así su diferenciación regional. Una circunstancia que en
cualquier caso ni afecta a la clara ruptura de esta fase con respecto al Magdaleniense antiguo definido en Parpalló, ni matiza la idea de continuidad con respecto al Magdaleniense superior
regional, bien construida y argumentada a partir de los datos ofrecidos por la seriación de la
propia secuencia de Cendres en sus niveles XDA al X, o la misma secuencia de Parpalló en el
metro y medio superior de su relleno.
Las datación obtenida en el nivel XllA de Cendres vuelve a planteamos una problemática
similar a la observada al tratar del Magdaleniense superior de los niveles X y XIB. Se trata de
una fecha que resulta algo antigua para el Magdaleniense medio si la comparamos con las bandas
cronológicas en las que se sitúa esta etapa en la zona cantábrica o Francia. Obtenida mediante el
sistema AMS a partir de un sólo carbón de Pinus nigra, ha proporcionado un resultado de 14.850
± 100 BP y corresponde a la mitad inferior del nivel XDA.
-43-
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44
V VILLAVERDE, R. MARTfNEz-VALLE. E. BADAL. P.M. GUILLEM. R. GARCfA Y J. MENARGUES
.
Un comentario de las dataciones obtenidas para el nivel XUB puede faci litar la posterior discusión que genera la valoración de su industria. Su parte superior aparece fechada en 15.820 ±
150 8P, la datación está realizada a partir de un lote de carbones mediante el sistema tradicional,
y su resultado responde a un promedio de valores de los carbones que integraban la muestra,
abriendo la posibilidad tanto de un rejuvenecimiento por mezcla con materiales superiores, como
de un envejecimiento a partir de la mezcla con algún carbón de la parte basal del nivel, de donde
procede otra datación, obtenida de nuevo a partir de un sólo carbón y mediante el sistema de
AMS, que ha proporcionado un resultado de 17.280 ±150 8P.
Al valorar la industria, y aun relativizando la discusión como consecuencia del escaso material retocado, la primera impresión que obtenemos es la de un parecido relativo con el nivel XIIA:
el utillaje microlaminar sigue estando relativamente bien representado, aunque ahora fundamentalmente concentrado en las hojitas de dorso y las hojitas de fi nos retoques directos, aparecen
algunas hojitas de dorso truncadas, los buriles son escasos y el utillaje óseo sigue siendo importante; sin embargo, constituyen rasgos de una cierta diferenciación el alto porcentaje alcanzado
por los raspadores y la buena presencia de piezas truncadas, todo ello en compañía con un neto
descenso del índice laminar, sobre todo en relación con la menor entidad de las hojitas, y L apaa
rición de algunos tipos que no se documentan en los niveles superiores, como las azagayas monobiseladas de bisel cóncavo. Estas diferencias industriales y el amplio espacio temporal que se
deduce de las diferencias de las dataciones obtenidas a techo y base del nivel nos inclinan a proponer una doble interpretación de esta parte de la secuencia. O bien nos encontramos en el nivel
XllB con la mezcla de un Magdaleniense medio, similar al del nivel XIIA, y un Solutrense final,
interpretación que en el momento actual de excavación de Cendres tal vez sea la más económica
en términos argumentales y con menores implicaciones en la visión de la secuencia regional; o
admitimos que estamos ante la sucesión, de una etapa del Magdaleniense, contemporánea por
cronología del Magdaleniense antiguo 8 de Parpalló, pero de componente microlaminar, y de un
Solutrense evolucionado o Solútreo-grave.tiense en la parte basal.
La entidad de esta última etapa, por diluida que se encuentre en lo que hemos venido a denominar nivel xrm, parece confirmarse a partir de la aparición en otras zonas del yacimiento en
proceso de excavación de las piezas características de esta fase industrial del ámbito mediterráneo: hasta ahora contamos, además de con la pieza del nivel X, de cuya problemática ya dimos
cuenta, con otras tres puntas escotadas, dos localizadas en el cuadro A- 13, en momentos que
correlacionan claramente con L base del nivel XIIB, y otra en el sector 8 , para la que la correlaa
ción estratigráfica todavía no ha sido establecida con rotundidad, pero que en principio parece
coincidir con los momentos representados por los niveles XIIB o XllJ. La posibilidad de aislar la
industria de esta etapa con respecto al Magaleniense medio resulta, al enfrentarnos a conjuntos
tan reducidos de piezas retocadas, extremadamente difícil, pues es sabido que las hojitas de dorso
alcanzan una cierta entidad en el Solútreo-gravetiense, y que esta etapa industrial registra una
clara desproporción de raspadores frente a los buriles en los yacimientos de la zona valenciana,
no siendo extraña la presencia de piezas truncadas y un componente laminar en estas etapas
(Rodrigo. 1988).
La otra posibilidad, la de que nos encontremos ante una etapa del Magdaleniense distinta del
Magdaleniense antiguo A y 8 de Parpalló, resulta complicada de argumentar ante la heterogeneidad que se desprende para el nivel XIIB de Cendres. Una interpretación de este tipo obligaría
a pensar en una coexistencia de facies para los momentos comprendidos entre el 16.500 y el
-44-
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EL PALEOÚTICO SUPERIOR DE LA COVA DE LES CENDRES
45
14.000- 14.200, aquellos en los que ParpaUó registra el desarrollo de su Magdaleniense antiguo
A y B. de estructura técnica no laminar y una industria dominada por las piezas de retoques continuos, los denticulados y los raspadores. Únicamente los paralelos provenientes de Portugal,
donde la facies Cerrano Novo, atribuida por Zilhao (1995) al Magdaleniense antiguo, ofrece un
componente rnicrolaminar asociado a una estructura que no se aleja en demasía de la de Parpalló,
podr{an considerarse a la hora de intentar explicar esta diferencia entre la industria del nivel XliB
de Cendres y la del Magdaleniense antiguo A y B de Parpalló, pensando para eUo en que la metodología de la excavación de Parpalló hubiera sido proclive a no documentar el componente
microlaminar de muy reducido tamaño que caracteriza a la industria de Cerrado Novo. En esa
línea, los raspadores nucleiformes de Parpalló, anaJizados funcionalmente por Jardón ( 1996) e
interpretados como verdaderos núcleos. constituirían la prueba de una cadena operativa encaminada a la obtención de soportes microlaminares, sobre todo en los niveles del Magdaleniense
antiguo B de Parpalló, una cadena operativa que sf se habría recuperado íntegramente en
Cendres. Pero para ello habría que admitir que la recuperación en el proceso de excavación del
utillaje microlaminar del Magdaleniense antiguo de Parpalló se habría perjudicado de una talla
muy reducida, propiciadora de su pérdida en la recojida frente al utillaje microlaminar de los restantes niveles del Magdaleniense superior. Algo que, en def
mitiva, no parece fácil de admitir y
que la tipometría misma de las piezas de Cendres no corrobora.
La explicación resulta, además, excesivamente compleja frente a la simplicidad de La primera
alternativa y encuentra algunas deficiencias en los datos obtenidos en el nivel XIIB de Cendres,
pues no se trata de prescindir del hecho de que en este nivel ni se documentan las rasquetas que
caracterizan al Magdaleniense antiguo B de Parpalló. ni encuentran correlación las piezas del sustralo que tan alto papel desempeñan en el Magdaleniense antiguo de este yacimiento.
En cualquier caso, una vez planteada la problemática y las diferentes alternativas que se nos
ocurren, no estará de más recordar que sólo una profundización en Jos datos a partir de las excavaciones en curso permitirá en el futuro perfilar con más deraJJe esta etapa de la secuencia de
Cendres, por Jo que la prudencia y una cierta indefinición resultan obligadas a la hora de establecer conclusiones.
Nos queda, por último, referirnos a los dos niveles inferiores del sondeo sobre los que
tenemos información. Los dos seriamente condicionados por el bajo número de efectivos que han
proporcionado. Con todo, las dataciones absolutas del nivel xm, las dos obtenidas mediante el
sistema de AMS y con resultados bastante próximos, y los cambios que se observan en la técnica
de taJla y la composición industrial, permiten corroborar que estamos ante una etapa distinta y
probablemente relacionable con un genérico Solutrense evolucionado regional, más próximo
quizás de su arranque que de sus fases más avanzadas.
En efecto, a la desaparición de la industria ósea se suman en estos niveles la caída del utillaje microlaminar, un cierto crecimiento de las piezas con retoques continuos y la presencia de
una pieza. fracturada, que quizás pueda clasificarse entre las puntas de cara plana. Lo cierto es
que la densidad de haJiazgos alcanza en los dos niveles uno de los puntos más bajos de la
secuencia, con valores que tan sólo recuerdan a los dos niveles superiores, y que la posibilidad
de perfilar la adscripción industrial de estos dos niveles se hace más por su posición relativa en
la secuencia y por exclusión que por la presencia de algún material decisivo.
Entre el J9.000 y el 16.500 BP, a tenor de Las dataciones absolutas existentes a nivel regional,
se desarrolla el Solutrense evolucionado de facies ibérica. con una evolución en tres fases carac-45 -
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46
V VlLLAVERDE. R. MARTfNEz.VALLE. E. BADAL. P.M. GUILLEM. R. GARCfA Y J. MENARGUES
.
terizada por la progresiva desolutreanización del armamento. A ese intervalo parece estar haciendo
referencia. tanto la datación obtenida en la base del nivel XDB como las dos del nivel x:m, siendo
imposible precisar si el nivel XIV todavía debe incluirse en esta etapa o pudiera relacionarse con
el final del Solutrense medio, una circunstancia que, en principio somos poco procüves a considerar habida cuenta de la importancia del utillaje plano solutrense en los conjuntos que han proporcionado materiales de esta etapa industóal, caracterizada tanto en Parpalló como en Ambrosio
por un índice solutrense que se sitúa en valores del 15 al 22 % (Vlllaverde y FuUola. 1990).
Las dudas de diferenciación estratigráfica suscitadas en el nivel XDB no se producen aquí,
ya que el aislamiento del nivel x:m resulta fácil con respecto al XIIB, y el nivel XIV también se
diferencia con claridad del que se le superpone. Ahora, sin embargo, son numerosas las indicaciones que sugieren que el nivel XIV ha sido objeto de un proceso de desplazamiento que ha alterado la integridad deposicional de su contenido, pero la interrupción de la campaña de excavación del año 1998 en este punto, sin alcanzar la base del nivel, impiden valorar el alcance de esta
alteración postdeposicional.
A modo de resumen, y considerando ahora la totalidad de la secuencia, el sondeo presentado
en estas líneas permite precisar algunos momentos de la secuencia del Paleolítico superior
regional e insinua la posibiüdad de profundizar en el futuro en otros momentos sobre los que tan
sólo cabe establecer algunas sugerencias.
Coinciden con la primera parte los niveles XIB, XIC y XllA, pudiéndose incluir tambien los
niveles IX y X. De su consideración se confirma la entidad de una fase microlaminar y con abundante industria ósea, previa al Magdaleniense superior con arpones. Una etapa que, con independencia de la ausencia de alguno de los tipos propios del Magdaleniense medio clásico, preferirnos diferenciar del Magdaleniense superior, bajo la denominación de Magdaleniense medio
mediterráneo. Así mismo, el resto de los niveles precisan la evolución del Magdaleniense superior mediterráneo, confirmando el proceso de transformación hacia el Epipaleolítico microlaminar, en tomo al tránsito al Holoceno.
Por su parte, Jos niveles inferiores del sondeo, y probablemente una parte al menos del nivel
X1IB parecen confmnar la presencia de momentos relacionables grosso modo con el Solutrense
evolucionado de facies ibérica.
La indefinición, en la que no hemos querido omitir las dificultades encontradas en el proceso
mismo de excavación a la hora de poder precisar la adscripción estratigráfica del material, caracteriza al nivel XllA, que a buen seguro será objeto de mayores divisiones en el futuro, cuando
pueda disponerse de la información proveniente de su excavación en el sector A. La ürnitación
del estudio industrial de los otros dos niveles, el XIII y el XIV, impide ir más allá de sugerir su
posible adscripción al Solutrense evolucionado, sin descartar que en el nivel XIV pudiéramos
encontramos incluso con momentos algo más antiguos del Solutrense de facies ibérica.
FAUNA DE MACROMAMÚi'EROS, LAGOMORFOS Y AVES
La excavación de los cuadros A 17 y B 17 de la Cova de les Cendres ha proporcionado abundantes restos óseos de macromamíferos, lagomorfos y aves.
La mayor parte de ellos pertenecen a macromamíferos de los que han podido identificarse
anatómicamente y especfficamente 13.902 restos óseos (cuadro 13); casi un 30 % de los restos
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IX
NR
Cervus elaphus
Capra pyrenalca
Rupicapra rupicapra
X
"
35 12,50
6 2,14
1 0,36
BovidH
Equus cabMius
Equus hydruntinus
EquldH
Canls lupus
Vulpu vulpes
Lynxsp.
Fells sllvestrfs
PhocldH
Orycrotagus cunlculus
Lepus granatensls
Erlnaceus europaeus
Tot.l
NR
163
25
1
2
"
17,8
2,73
0,11
0,22
XlA
NR
"
187 14,83
33 2.62
6 0,48
XlB
NR
"
520
18
37 1,28
2 0,07
11
0,38
XU
A
NR
"
8,90
24 2.22
96
11
1,02
XIIB
NR
"
XIII
NR
"
XJV
NR
"
74 5, 17
18 1,26
66 1,87
10 0,28
71 2,82
49 1,94
3 0,21
1 0,03
3 0,09
1 0,03
8 0,32
3 0,12
4 0,16
14 0,40
2 0,06
15 0,60
1 0,11
1 0,36
1 0,36
231 82,50
4 1,43
1 0,36
280
9 0. 98
2
6
1
5
0,16
0,48
0,08
0,40
28 0,97
5 0.35
3 0,21
§
3-
8
700 76,42
15 1,64
1010 80,10
11 0,87
2267 78,39
27 0,93
916
1261
2892
!j
9 0,83
1 0,09
!!l
931 86,28
7 0,65
3421 97,16
3 0,09
2365 93,81
6 0,24
1432
1079
1328 92,74
1 0,07
3521
252 1
(1)
~
~
o
:¡o
~
1
IX
NR
Cervus elaphus
Capra pyrenaka
Ruplcapn ruplcapn
BovidH
X
"
35 79,55
6 13,64
1 2,27
Equus caballus
Equus hydruntlnus
EquldH
C.nls lupus
Vulpu vulpes
Lynxsp.
Fells syfwstrfs
NR
"
163 81.1
25 12,4
1 0,5
2
1
"
187 77,92
33 13,75
6 2,50
1
XlB
NR
"
520
87
37 6, 19
2 0.33
11
1,84
XIIA
NR
"
96 68,09
24 17,02
11
7,80
XIIB
NR
"
XIII
NR
"
XIV
NR
!>
"
74 71,84
18 17,48
66 68,04
10 10,31
71 47,33
49 32,67
3 2,91
1 1,03
3 3,09
1 1,03
8 5,33
3 2,00
4 2,67
14 14,43
2 2.06
8
~
o
rn
15 10,00
0,5
~
~
~
1 2,27
1 2,27
9 4,48
P#JocldH
Total
XlA
NR
«
201
2
6
1
5
240
0,83
2,50
0,42
2,08
28
598
4,68
9 6,38
1 0,71
141
5
3
103
4,85
2,91
97
150
~
Cuadro 13
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48
V VlU.AVEROE. R. MARTfNEz..VAll.E. E. BADAL. P.M. GUillEM. R. GARCfA YJ. MENARGUES
.
analizados. Respecto a las aves en anteriores trabajos hemos aportado el cuadro de especies identificadas en los estratos IX-Xll. Actualmente estamos revisando los restos de anátidas y realizando el estudio de los restos recuperados en los estratos XID y XIV, por lo que L consideraas
ciones sobre el grupo de las aves serán de carácter provisional.
El estado de conservación de los materiales analizados es óptimo. Lps restos óseos se
encuentran limpios de adherencias calcáreas y sin alteraciones importantes relacionadas con los
procesos diagenéticos. Eso nos ha permitido estudiar las marcas conservadas en las superficies
-marcas de carnicería de origen antrópico y marcas producidas por la intervención de otros depredadores- y reconstruir en buena medida los procesos de aportación y modificación de los restos
óseos del yacimiento.
La mayor parte de las marcas observadas en los restos de ungulados -ciervo, cabra montés,
caballo, bovino, rebeco y asno- se relacionan con una aportación y consumo humano. Sólo
algunos restos de cabra montés procedentes de los estratos X y XllB presentan evidentes señales
de haber sido parcialmente digeridos por un carnfvoro .
Entre los restos de carnívoros -lince, gato montés, lobo, zorro y foca- sólo hemos identificado marcas de origen antrópico. Éstas se concentran siempre sobre restos de lince y reproducen
un proceso carnicero similar al desarrollado en los ungulados.
En los restos de lagomorfos y aves se observa un modelo similar, en cuanto al predominio
de las aportaciones y consumos humanos, si bien en algunas unidades existen evidencias de La
intervención de rapaces nocturnas.
La suma de estos indicios tafonómicos nos permite hablar de una intensa ocupación humana
del yacimiento, intensa en cuanto a las actividades desplegadas, aspecto que trataremos más adelante, y también por lo que respecta a La periodicidad de las ocupaciones, circunstancias que Limitaron las posibilidades de que otros depredadores se instalaran en la cavidad.
IMPLICACIONES PALEOAMBIENTALES DEL CONJ UNTO FAUNfSTICO
Los macromamfferos no constituyen un grupo que pennita extraer conclusiones muy precisas de orden paleoambiental. Únicamente los ungulados han sido utilizados en ocasiones en
este sentido (Delpeche, 1983; Altuna, 1972, 1992).
En Cendres el ungulado más frecuente es el ciervo, de cuyo predominio dudamos que se
puedan deducir implicaciones paleoambientales y climáticas muy precisas a causa de su gran versatilidad.
Sí que queremos llamar la atención sobre la identificación de restos de dos especies: el
caballo y el rebeco y su distribución a lo largo de la secuencia.
El caballo se encuentra en los estratos inferiores y medios y su frecuencia más elevada se
observa en el estrato XllA, donde U
ega a representar casi un 8 % de los restos de ungulados. Su .
presencia en esta unidad, con unos porcentajes más altos de los habituales a las secuencias del
País Valenciano, nos lleva a suponer la existencia de paisajes vegetales abiertos en el entorno del
yacimiento. Su desaparición se produce en los estratos X y IX, coincidiendo con La identificación
de restos de rebeco.
Ya se ha insistido en otras ocasiones en las implicaciones paleoambientales que se derivan
de la presencia del rebeco y más concretamente en su valor como indicador de un aumento de La
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EL PALEOLfnCO SUPERIOR DE LA COVA DE LES CENDRES
49
humedad favorable al desarrollo de bosques (Davidson, en Fortea et al., 1983; Villaverde y
Marúnez Valle, 1995; Marúnez Valle, 1996). La identificación en los estratos XIC, X y IX de
restos de rebeco, en conjuntos dominados por los restos de ciervo, podría estar indicando un
aumento de la humedad respecto de los niveles basales de la secuencia.
Este esquema puede completarse con la información proporcionada por los restos de aves.
De las especies identificadas la que mejor caracteriza unas determinadas condiciones climáticas
es la chova piquigualda (Pyrrhocora:x graculus). Actualmente se distribuye por zonas de alta
montaña de los países perimediterráneos, entre los paralelos 300 y 500. Su hábitat Jo constituyen
los prados alpinos y los roquedos situados por encima del lfmite de los bosques. En la Península
Ibérica sólo se encuentra presente en las cotas más altas de Jos Pirineos y de la Cordillera
Cantábrica. No realiza movimientos migratorios, sólo desplazamientos altitudinales (Cramp,
1994).
La chova piquigualda se encuentra presente en todos Jos estratos de la Cova de les Cendres,
excepto en el estrato IX, ausencia que no consideramos de excesiva significación, dada la escasez
de restos proporcionados por esta unidad. Su presencia en Cendres es un claro indicador del desarrollo de condiciones climáticas de un cierto rigor, sobre todo por lo que se refiere a unas bajas
temperaturas. No obstante, si tenemos en cuenta la baja altitud en que se encuentra el yacimiento,
podemos considerar la posibilidad de que los restos de estas especies correspondan a individuos
capturados durante el invierno en sus desplazamientos a las zonas bajas desde las montañas de
más altura situadas al interior.
Ningún otro taxón de los identificados en Cendres apoya estas condiciones frías con la
excepción de la barnacla (cf. Branta bemicla) con presencia por confmnar en el estrato XI.
El resto de las especies son propias de una amplia gama de entornos y sólo la perdiz común
(Aiectoris roja), identificada en todos los estratos, permite hacer algunas precisiones.
La perdiz común se distribuye actualmente por las regiones de clima mediterráneo y húmedo
de Europa occidental y evita las zonas de clima oceánico, boreal y las regiones áridas (Cramp et
al, 1980). En la Península Ibérica ocupa áreas deforestadas de amplias regiones comprendidas
entre el nivel del mar y los 2.000 m (Bemis, 1966).
El carácter mediterráneo que para la secuencia de Cendres implica la presencia de esta
especie contrasta con las bajas temperaturas que indican las altas frecuencias de chova piquigualda en estos momentos. Actualmente ambas especies sólo comparten hábitat en la Península
Lbérica en una estrecha franja del Pirineo navarro.
Del resto de taxones, se tiene que destacar la identificación de especies ligadas a zonas
húmedas. La presencia de anseriformes, a falta de una identificación específica que permita Llegar
a conclusiones de tipo paleoclimático definitivas. autoriza al menos a concretar la existencia de
lagunas en el entorno del yacimiento.
De la misma manera la identificación de un resto de ostrero (Haematopus ostrelagus) y otro
de correlimos zarapitín (Calidrisferroginea) en los estratos X y LX respectivamente podría relacionarse con la existencia de zonas húmedas, pero no podemos dejar de considerar la posibilidad
de que su presencia esté relacionada con una elevación del nivel marino y su aproximación hacia
las inmediaciones del yacimiento.
Esta hipótesis podría explicar, al menos en parte, el cambio que se observa en los estratos X
y IX en el modelo de ocupación del yacimiento en relación con la explotación del ciervo.
- 49 -
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SO
V Vlll.AVERDE, R. MARTfNEz.VAU.E. E. BADAL, P.M. GUILLEM, R. GARC(A Y J. MENARGUES
.
ASPECTOS ECONÓMICOS
El rasgo más característico de la fauna de manúferos de Cendres es la abundancia de restos
de ciervo (Cervus e/aphus) y de conejo (Oryctolagus cunicu/us), especie más abundante en todos
los estratos de la secuencia
La captura y consumo de conejos, constatada ya desde el Auriñaciense a nivel regional
(Martínez Valle, 1994), constituye un elemento de especificidad de los modelos económicos del
Mediterráneo peninsular, en el cual Cendres no es una excepción. Pero, esta circunstancia no nos
ha de llevar a sobrevalorar el papel de la especie en la economía regional, sobre todo, si considerarnos la desproporción corporal respecto de cualquier ungulado y una cosa tao importante
como la baja calidad nutricional de su carne (Harris, l989).
No obstante, por su alta disponibilidad a lo largo de todo el año y su fácil captura tuvo que
constituir un recurso alimentario complementario, esencial durante periodos de escasez en yacimientos donde el modelo económico y territorial se basaba en la caza de ungulados.
En todas las unidades de la Cova de les Cendres el ciervo es el ungulado mejor representado.
No obstante podemos establecer dos agrupaciones diferenciadas: la fonnada por el conjunto de los
estratos superiores (XIB al IX) en los cuales el porcentaje de restos de ciervo oscila en tomo al 80
% y los estratos correspondientes a la mitad inferior de la secuencia en donde la importancia de la
especie se sittía pordebajodel 72% alcanzando las cotas más bajas en el estrato XIV (47%), a costa
de un incremento en los restos de cabra montés y équidos, entre los que predomina el caballo.
En el País Valenciano, el caballo no es abundante durante el Tardiglaciar. Las frecuencias conseguidas por los restos de la especie en Cendres sólo son comparables a las obtenidas en los niveles
Solutrenses y Solutreogravetieoses de Cova Benito (Martínez Valle, 1994) y en general, aunque con
oscilaciones muy marcadas, con las de todos los niveles de la Cova del Parpalló (Davidson. 1989).
Frente a este modelo de una mayor diversificación, la tendencia de los estratos superiores es
de una altísima especialización en la caza y consumo de ciervo, los cuales adquieren mayor transcendencia si además del incremento en el número de sus restos se analizan las edades de abatimiento de las presas y su proceso carnicero, modelo que se observa con mayor claridad en los
estratos XIA y XIB, donde se constata una caza especializada de ejemplares de tres años, con predominio del sexo masculino.
A la captura de los animales siguió un procesamiento intensivo de sus restos, con la desarticulación y fileteado de la carne hasta la fracturación de los huesos, práctica que afectó igualmente a los
huesos con escaso contenido medular como las falanges 1•, 2• y 3• o incluso los carpos y los tarsos.
La fracturación de estos restos tuvo que estar relacionada con la extracción de la grasa
mediante inmersión de los fragmentos en agua caliente, práctica para la cual existen paralelos
etnológicos entre los pueblos esquimales (Binford, 1978).
Frente a esta explotación intensiva de la especie, en los estratos IX y X se insinúa un cambio
de modelo. El primer factor de diferenciación afecta a la frecuencia de restos en relación al
volumen de sedimento excavado, mucho más escasos en estas unidades. De igual modo hemos
observado una variación en las edades de abatimiento. La presencia de una hembra adulta,
adultos de edades muy dispares y ejemplares cazados con edades inferiores a los 20 meses podría
estar indicándonos un cambio de estrategias de explotación de la especie respecto a los estratos
XIAy XIB.
-50 -
[page-n-51]
EL PALEOLfnCO SUPERIOR DE LA COVA DE LES CENDRES
51
En este sentido, tendremos que considerar cómo pudieron afectar al territorio de explotación
de Cendres la mayor expansión de los bosques, puesta de manifiesto en estas unidades tanto por
la aparición del rebeco como por el estudio antracológico y una posible subida del nivel del mar,
con la consecuente reducción del área de caza circundante.
ESTUDIO DE LOS MICROMAMÍFEROS (RODENTIA E INSECTIVORA )
A) ANÁLISIS TAFONÓMICO
A continuación se presenta una breve síntesis de los resultados tafonómicos de Cova de les
Cendres, referidos a los niveles IX al XIIB, quedando pendientes de estudio los restos de Jos niveles
XID y XN (GuiUem, J996). Se pretende identificar el agente responsable que ha provocado la acumulación de micromanúferos en el interior del yacimiento, las alteraciones que han podido sufrir
los huesos antes de ser depositados, y las interferencias que han registrado desde este momento
hasta la llegada a nuestras manos. Sólo asf comprenderemos la fonnación de la tanatocenosis de
rnicromanúferos en este yacimiento y podremos interpretar el registro fósil sin ambigüedades.
En Cova de les Cendres, el paso de la materia orgánica a su estado fósil está acompañado de
la pérdida de parte de la información del documento. La alteración postdeposicional de los huesos
de micromanúferos es una constante que ha quedado demostrada a lo largo de todo el análisis
tafonómico. En eiJa han intervenido multitud de variables: transporte diferencial, corrosión postdeposicional, presencia antrópica, pisadas, etc. (cuadro 14).
Las consecuencias no se han hecho esperar:
- Basándonos en L representatividad no hemos podido asegurar el cazador o cazadores resa
ponsables de la concentración de micromamfferos en ninguno de los niveles, ya que el patrón de
conservación de las distintas unidades anatómicas no era comparable con los de Jos predadores
actuales (gráfico 2). No obstante, ya se adivinaban diferencias y semejanzas entre los distintos
niveles que, a pesar de la alteración sufrida por el conjunto osffero originario, respondían a la
diversidad de los responsables de La acumulación de micromamíferos en Cendres y a la distinta
intensidad con la que han actuado los agentes de modificación postdeposicional.
El ritmo de concentración de huesos de micromamíferos tampoco ha sido continuo, la presencia antrópica y la actividad cárstica han incidido en la mayor o menor cantidad de restos óseos
(gráficos 3 y 4). Cuando la presencia humana es continua en el tiempo, la utilización de la cueva
por predadores (rapaces, carnívoros de talla pequeña, entre otros) resulta imposible. La formación de letrinas o la acumulación de egagrópilas queda interrumpida, y con ello la concentración
de restos óseos de micromamíferos. Con los restos óseos de quirópteros, ocurre prácticamente lo
mismo. Partiendo de este punto de vista, Cendres tuvo que estar más visitada por el hombre principalmente a lo largo de la formación de los niveles XIB. XIC y XIIB. De esta manera los valores
más bajos dellR han quedado registrados en estos niveles (gráficos 3 y 4). No obstante, hemos
de tener en cuenta que estas apreciaciones están basadas en datos extraídos de un pequeño sondeo
y pueden variar con el desarrollo de nuevas campañas de excavación.
-Las frecuencias de maxilares y mandibulas enteros son demasiado elevadas para considerar
a camfvoros o rapaces diurnas responsables de La concentración os(fera, y excesivamente bajas
para pensar en las rapaces nocturnas. Sólo el índice de mandfbulas enteras del nivel IX recordaba
al observado en huesos procedentes de egagrópilas de Strix aluco (cuadros 15 y 16).
- 51 -
[page-n-52]
S2
V VILLAVERDE. R. MARTfNF.z.VALLE, E. BADAL. P GUI.U..EM. R. GARClA Y J. MENARGUES
.
.M.
Los índices de molares e incisivos perdidos y molares aislados (cuadros 15 al 17), asf como
la fractura de molares e incisivos (cuadro 18), nos ha confirmado el desarrollo de interferencias
postdeposicionales sobre el agregado osífero originario: transporte diferencial, corrosión postdeposicional, pisadas, etc. Además, también ha quedado patente el papel que ha jugado la morfología de los huesos en su conservación.
La fractura de húmeros, ulnas, fémures y tibias del nivel rx (capa 37) recordaban al modelo
de fractura observado en los conjuntos de egagrópilas de rapaces nocturnas y/o diurnas. Los
valores de los niveles IX, X y XllA. por el contrario, no encajaban ni en el grupo de los carnívoros ni en el de las rapaces (cuadro 19). El modelo de fractura quedaba ensombrecido con la
activación de interferencias postdeposicionales. Las unidades que mejor han sobrevivido a este
proceso de modificación, después de quedar fracturado el hueso, han sido las epífisis proximales
de fémures, las epífisis distales de húmeros y las diáfisis de tibias. La corrosión postdeposicional
actuaba sobre las partes del hueso más débiles y cartilaginosas (Brain, 1981; Davis, 1989): epífisis distales de fémures, epífisis proximales de hl'ímeros o epífisis proximales de tibias. Las diáfisis de húmeros y fémures apenas han quedado registradas. La morfología circular y hueca de
las mismas facilitaba su destrucción ante cualquier agresión (masticación de camfvoros, pisadas,
etc.). Las diáfisis de tibias y ulnas, con estructura y morfología diferentes, escapaban de esta alteración. Las arroyadas debieron desplazar tanto los huesos enteros como sus fragmentos. Este
mecanismo debió ser prácticamente nulo en el nivel IX (capa 37), mientras que en los niveles X
y XllA incrementó el contingente de huesos enteros.
- La erosión de molares e incisivos, aunque no estaba exenta de alteraciones postdeposicionales, nos ha pennitido consta. ar la participación de Strix aluco en la formación del agregado osít
fero del nivel IX (capas 37 a 39) y la capa 38-39 del nivel O, y Martes foina en los niveles n y
rv (cuadro 20).
La erosión de las epífisis proximales o epífisis distales del resto de huesos estudiados y la
escasez de fracturas redondeadas y diáfisis con la cortical adelgazada, ha confirmado la activación
de procesos de modificación ya descritos. Los huesos que previamente habían sido alterados en profundidad a su paso por el tubo digestivo de la gardufia, una vez depositados en Cendres se disolvieron y/o fueron transportados. Los índices elaborados a tal respecto han quedado invalidados.
100 r-----------------------------------~
90
80
70
60
50 1
40 ~
30
20
10
-+-IX
.......
-a- x
V'~
~
o '----------'111~.-
.~
XIIA
XIIB
·.
Grifko 2.- RtprtSeDtad6o grinca de las medias del iDdke Dodson y Weslar de Cova de la Cendres.
- 52 -
[page-n-53]
53
EL PALEOÚTICO SUPERIOR DE LA COVA DE LES CENDRES
En sfntesis, diremos que Srrix aluco fue la rapaz que provocó el acúmuJo de roedores e insectívoros a partir de egagrópilas en el nivel IX (capas 37 a 39). Por su parte, Martes foina hizo lo
mismo en el nivel X (capas 40-47) y XDA (capas 54-57). al formar letrinas en el interior de Cendres.
20
1S
10
S
o
IX
X
XlB
XIC
XIIA
XIIB
Gritlco 3.- Repraentad6o del focUce de restos óseos de roedora e lnsectfvoros (IR) de Cova de les Caldres,
IR= N/m3. N• a nlimuo de restos, m3a metros c:úbkos de tierra.
0,8
0,6
-+-IR
0,4
0,2
o ~------------~.-------~--------------·
IX
X
XIB
XIC
XIIA
XII S
Gritlco 4.- RepreRntad6o del fndlc:e de restos óseos (IR) de quirópteros de Cova de les Cendra.
-53-
[page-n-54]
V VILLAVERDE. R. MARTfNE:z-VAU.E. E. BADAL. P.M. GUTU.EM. R. GARCÍA Y J. MENARGUES
.
S4
Procesos de modiflcackSn postdeposiclonal
Resultados
Predador
IX
Restos óseos abundantes,
alteración de la representaúvidad.
escasa fractura,
mejor conservación de la erosión.
Strix a/uco
Restos óseos abundantes,
alteración de la representatividad,
mayor fractura.
peor conservación de la erosión.
Manesfoina
Restos óseos escasos.
?
Restos óseos escasos.
?
Restos óseos abundantes.
alteración de la representatividad.
mayor fractura,
peor conservación de la erosión.
Restos óseos escasos.
Martes foina
Escasa presencia antrópica,
transporte diferencial,
fracción escasa,
flujos hídricos de escasa competencia,
corrosión postdeposicional.
X
Escasa presencia antrópic.a,
transporte diferencial.
fracción escasa,
flujos hídricos de escasa competencia,
corrosión postdeposicional.
XJB Transporte diferencial considerable.
fracción abundante,
flujos hfdricos considerables.
XIC Transporte diferencia. considerable,
!
fracción abundante,
flujos hfdricos considerables.
XTIA Mayor presencia antrópica, pisadas,
fracción abundante,
flujos bídricos considerables,
corrosión postdeposicional.
XTIB Mayor presencia antrópica.
?
Cuadro 14.- Exposldón de las distintas alteradones postdeposJdonales que Intervienen en Cova de les Cendres,
sus resultados y el predador que ha originado la concentración de núcromanúferos.
Molares
perdidos
Molares
esperados
2
33
234
183
1
IX
10
X
132
XIIA 96
Crineos
% molares
penHdos
completos
30
56
52
Maxilares con arco
clgorútko
o
o
o
78-47
80-20
112
15-6
40
60
29
Cuadro 15.- Molares perdidos en maxilares, mineos completos y maxilares con arco dgom,tico de Cova de les
Cendres.
Molares
perdidos
1
IX
X
X11A
Molares % molares lnclsJvos
esperados perdidos
perdidos
2
112
3
91
302
106
146
403
139
62
75
76
16
74
18
lnclsJvos % In.
Mandíbulas Mandíbulas
esperados perdidos completas con borde
inferior
4
314
partido
44
141
32
36
52
56
51-10 20
71-9 13
55-2 4
51-3 6
71-24 34
55-23 42
Cuadro 16.- Molares e lndslvos perdidos en mandíbulas. Mandíbulas completas y mandíbulas con el borde
Inferior partldo de Cova de les Cendres.
-54-
[page-n-55]
SS
EL PALEOLfTICO SUPERIOR DE LA COVA DE LES CENDRES
Molares
aislados
1
8
45
63
IX
X
XTIA
Molares desaparecidos en
maxilares y mandfbulas
2
437
Molares
aislados
(112)
l OO
8
10
31
202
Cuadro 17.- Molares aislados de Cova de les Cendres.
Molar partido
In situ
lX
X
XIIA
64-0
154-0
120-0
Incisivo partido
In situ
o
32-0
26-0
14-0
o
o
o
o
o
Molar partido
aislado
o
9-0
43-0
63-0
o
o
Incisivo partido
aislado
51 - 1
155-5
108-4
Cuadro 18.- Fractura de molares e lndslvos de Cova de les Cendres.
Nivel
HÚMERO
Entero
Ep. proximal
Diáfisis
Ep. distal
Ep. prox. diá.
Ep. dis. diá.
ULNA
Entero
Ep. proximal
Diáfisis
Ep. distal
Ep. prox. diá.
Ep. dis. diá.
IX
X
XDA
Total
3-100
29-50
3-5
5-9
5-9
9- 15
7- 12
28-36
12-16
5-6
12-16
20-26
60-43
15- 11
10-7
17- 12
9-7
27-20
83-24
44-1 3
50- 15
36-10
5 1- 15
80-23
3 1-50
3-5
2-3
24-39
2-3
80-51
17- 11
3-2
3-2
40-26
12-8
15- 16
9- 10
15- 16
8-9
42-2 1
16-8
35- 18
10-5
o
o
o
o
o
17-74
3-13
3 1-41
8- 11
1-2
o
o
o
o
2-9
1-4
22-29
13-17
35-14
33- 13
49-20
36- 15
27- 11
66-27
13-8 1
3- 19
36-47
14-18
o
o
o
FéMUR
Entero
Ep. proximal
Diáfisis
Ep. distal
Ep. prox. diá.
Ep. dis. diá.
TIBIA
Entero
Ep. proximal
Diáfisis
Ep. distal
o
o
o
15-75
2- 10
o
o
1- 1
16-2 1
10-13
12- 14
5-6
20-24
2-2
(Continda en pág. siguiente)
-55 -
2
3
4
[page-n-56]
S6
V VILLAVERDE. R. MARTfNEz.VALLE. E. BADAL. P.M. GUllLEM. R. GARC(A Y J. MENARGUES
.
22-26
24-28
295-108
37
39-20
55-28
834-265
32
73-26
209-74
244-53
2 18-47
59-100
o
14-15
31-34
477-109
23
159-97
5-3
Ep. prox. diá.
3-15
Ep. dis . diá.
Total huesos enteros 62-48
77
148-94
10-6
2 15-96
10-4
METAPODIO
12-75
4-25
Entero
Ro to
FALANGE
Entero
Roto
8- 100
o
o
Cuadro 19.- Fractura de b6meros, ulnas, fémures, tibias, metapodlos y falanges dt Cova
dt les Qodra. El númtro dt la lzquitrda ind1c:a la cantJdad de huesos, ti dt la dtrtdut
ti porun!JYe.
Molar
digerido
In siJu
IX
X
XllA
Molar
digerido
aislado
incisivo
digerido
In situ
Incisivo
digerido
aislado
Total
molar
digerido
incisivo
digerido
79-23 29
139-77 55
120-65 54
9- 1
43-17
63-22
32-8
26- 13
14-8
5 1-41
80
150-99 66
104-62 60
88-24 27
182-94 52
183-87 48
61
83-51
176-112 64
118-70 59
11
40
35
25
50
57
Total
Cuadro 20.- Molares t lndsfvos dlgtriclos dt Cova dt les Qodra.
Nivel Húmero Ulna
lX
X
XTIA
Total
13-4
31
41-25
61
56-37
64
110-66
60
22-8
36
3 1-22
71
14-12
86
67-42
63
Radio
15-0
o
110-35
32
88-39
44
213-74
35
FEmur Tibia
Cal.
As.
Meta.
FL
Total
4-0
87-13
15
553-157
28
657-197
30
1297-367
28
o
5
o
o
o
o
o
17-10
37-13
35
40-L7
43
96-31
32
21-3
14
18-6
33
39-9
23
61-2 1
34
53-26
49
11 5-47
41
175-20
11
223-25
11
401-45
11
60-8
13
159-30
19
223-38
10-0
59
6-5
83
33-15
45
19-1
1-0
3-0
17
Cuadro 21.- EroácSn de los butSOS postcrantala dt Apodemus de Cova dt les Cendres.
8 ) INTERPRETACIÓN PALEO ECOLóGICA Y PALEOCLIMÁTICA
Los resultados bioclimáticos que versan sobre micromanúferos de la Cova de les Cendres se
han ido publicando en varios artículos (Badal et al., 1991 y Guillem, 1995, Villaverde et al., 1997).
Los molares, una vez más, son las unidades óseas menos alteradas después de su deposición.
El NMI estará poco interferido por los agentes distorsionadores de la concentración osífera originaria. No obstante, las frecuencias de las distintas especies no han escapado de las tendencias
-56-
[page-n-57]
EL PALEOLtnCO SUPERIOR DE LA COVA DE LES CENDRES
57
alimenticias de los cazadores. Martes foina y Strix aluco, han introducido la mayor parte de
micromanúferos de Cova de les Cendres. La formación de letrinas de garduña queda patente en
Jos niveles X y XIIA. El cárabo depositó egagrópilas en el nivel IX. Sólo la rapaz nocturna (Strix
aluco) manifiesta una clara preferencia trófica sobre Apodemus sp. (ratón de bosque) y Crocidura
sp. (musaraña). En este sentido diremos que los porcentajes de Apodemus sp. en estos niveles son
los más elevados de la secuencia.
El nivel XllB es pobre en restos óseos de m.icromamfferos, por tanto, cualquier interpre.tación climática resulta arriesgada. En el nivel XllA (cuadro 22 y gráfico 5) el equilibrio entre
múridos y m.icrotinos refleja el desarroUo de condiciones climáticas húmedas. El bosque estarfa
intercalado por espacios abiertos, en los que abundarían los topillos comunes (Terrícola duodecimcostatus), y zonas arbustivas ocupadas principalmente por musarañas. La elevada frecuencia
de Crocidura sp. marca el gradiente seco de este nivel. Sin embargo, la presencia de Talpa europaea señala la proximidad de prados constantemente húmedos. Martes foina ha introducido la
mayoría de restos óseos de micromanúferos. Como ya sabemos, este cazador no muestra preferencias alimenticias sobre ninguna especie en concreto.
Los niveles X1B y XIC son pobres en efectivos. estadísticamente no son significativos. Pero
el registro de Microtus arvalis señala el desarrollo de unas condiciones climáticas precisas. En el
País Valenciano su presencia está conflffilada en el Maestrat y el macizo de Penyagolosa, en el
Supra y Oromediterráneo (Jiménez et al. , 1989).
En el nivel X, parte inferior (capas 44-45), Microtus arvalis sigue estando presente. Las condiciones frescas todavía no han remitido (gráfico 5). La humedad es considerable, los microtinos
superan ampliamente a los múridos mientras que las musaraiias están peor representadas. En las
capas superiores desaparece el topiUo campesino.
El nivel IX registra igualmente unas condiciones climáticas húmedas (gráfico 5).
37l
38-39
l
40-41
l
42-43
44-4 5
46-47
48-49
50-51
52-53
54- 55
_l
1
-
-
56-57
58-59
1
60-61
~¡
0%
GrMko 5.- Representadón grilka de los
50%
pon:en~
1
1
• Erlnaceus
e Talpa
• Crocidura
e Eliomys
• Apodemos
C Arvicola
C M cabrerae
.
• M. arvalis
•rerricola
1
100%
de las dJstlntas espedes en Cova de les Ceoclres. En el
Margen Izquierdo aparecen las capas.
-57 -
[page-n-58]
58
V. VlUAVERDE. R. MARTfNEZ-VALLE, E. BADAL, P.M. GUILLEM. R. OARCfA YJ. MENARGUES
Niveles
Capas
37
38-39
40-41
42-43
X
44-45
Erinac~us
o
o
o
o
3
0' 00
0'00
2
3'64
3
0 '00
5'71
2
3' 85
2
3' 85
13
25'00
1
1'92
1
1'92
IX
46-47
2
16'67
5
9'09
1
1' 81
18
32'73
5'45
20
36'36
0' 00
7
7'45
6
6' 38
28
29' 79
Arvico/a
o
o
o
M. cabrerae
0'00
2
3' 64
0'00
2
3' 64
0'00
1
1'06
o
M. arvalis
o
o
o
o
0'00
29
52' 73
0' 00
28
50' 91
0'00
Terricola
52
55' 32
0'00
10
62'50
55'71
0 '00
6
50' 00
55
55
94
16
52
u
Crocidura
Eliomys
Apod~mus
Total
Niveles
Capas
XIB
XIC
o
0'00
1
6' 25
4
25' 00
6'25
0'00
Eliomys
M. cabrerae
0 '00
o
0 '00
o
1'92
29
XIIB
XOA
54-55
56-57
58-59
60-61
Total
o
o·oo
o
o
7
1
16' 67
o
o
0 '00
o
o·oo
o
o
o
0'00
0 '00
0 '00
2
13'33
l
6' 67
3
20' 00
1
6'67
1
6' 67
0' 00
1
0 '75
28
21 '05
7
5'26
45
33'83
1
12'50
l
12'50
o
12'50
o
o·oo
3
37'50
0 '00
1
16' 67
12'50
2
25' 00
o
0'00
16' 67
1
16' 67
o
o
o
0'00
0'00
0 '00
0'00
2
25'00
12'50
3
0 '00
16'67
8
8
M. arva/is
o
Terricola
Total
o
52-53
0'00
Apodemus
Arvicola
o
0 '00
3
25'00
50-51
12'50
Crocidura
0 '00
o
48-49
Erinaceus
Talpa
o
o
0' 00
6
4'5 1
0 '00
1
10'00
2
20'00
4
40'00
o
o·oo
0'00
o
0'00
o
0'00
1
12' 50
4
50'00
o
62
39
279
10
0'00
25
2
20'00
12' 50
o
o
o
o
3
0'00
46
34' 59
0 '00
10'00
0 '00
2
25'00
382
16' 67
0'00
7
46'67
6
15
133
10
8
471
porun~
de los mismos
Cuadro 22.- Dlstrfbud6n del NMJ de mkromanúleros (lliÍmeros superiores) y
(ntímeros lnleriores) por nivela en Cova de les Cendres.
-58 -
[page-n-59]
EL PALEOLfnCO SUPERIOR DE LA COVA DE LES CENDRES
59
LA VEGETACIÓN MAGDALENIENSE A PARTIR DEL ANÁLISIS
ANTRACOLÓGICO
Los resultados antracológicos van referidos a todos los niveles paleoiJticos, salvo el nivel
XIV que está en curso de análisis. Como se indicó anteriormente, se detectó un hiatus estratigráfico entre el nivel X y el Xl. En el sondeo, se levantaron los niveles en capas artificiales de 10 ó
5 cm de profundidad. En el recuento de los taxa hemos agrupado los resultados de cada 1O cm;
en el diagrama antracológico se indican las profundidades (fig. 15). En su conjunto se han analizado 4.374 carbones, individualizando 20 taxa leñosos que fueron utilizados como combustible
por los habitantes paleolíticos de la eova de les Cendres.
La flora identificada es prácticamente la misma de base a techo de la secuencia, es decir, las
plantas que sirvieron de combustible son las mismas durante toda la secuencia, lo que cambia es
la distribución de la frecuencia relativa de los cabeza de serie; en base a esto se distinguen tres
fases antracológicas (fig. 15).
La fase antracológica eova de les Cendres 1e (ee.l e) corresponde a la base de la secuencia
analizada, es decir el nivel XID y las dos últimas capas del nivel XIIB. Culturalrnente coincide
con el Solutrense final. Los tres espectros antracológicos que componen esta fase muestran un
cierto equilibrio entre los tres L dominantes: Pinus nigra (pino salgareño), Leguminosae (leguaxa
minosas leñosas) y Juniperus sp. (enebros). Si bien las tendencias de los porcentajes son antagónicas, las dos primeras muestran una tendencia a disminuir mientras que los enebros muestran un
progresivo aumento en su curva. El resto de plantas leilosas identificadas no es muy amplio pero
es de resellar la presencia de Quercus de tipo ilex-coccifera (carrasca-coscoja), Pnmus sp.,
Ephedra sp. (belcho), Monocotiledoneae, Rosmarinus officinalis (romero) y Viscum sp. (muérdago).
La fase antracológica ee. l e se puede interpretar como un paisaje de pinar abierto con enebros y matorrales de leguminosas leñosas. El muérdago es una planta parásita que vive sobre
muchos árboles y bien pudiera estar en las ramas de los pinos salgareños que fueron llevados a
la cueva como leña para el hogar. El conjunto de la flora indica una pluviometrla para la zona de
tipo seco. Por las cronologías absolutas que poseemos para el nivel XID ( 18.750±130 B.P y
18.920±180 B.P.) nos encontramos ante uno de los momentos más fríos de la historia del Planeta
que en la zona de Teulada se plasma por formaciones de coníferas que en la actualidad viven por
encima de los 800 metros de altitud y bajo unas temperaturas medias anuales comprendidas entre
13 y goe; por tanto, durante el Solutrense reinaron unas condiciones ambientales muy diferentes
de las actuales en la costa de Alicante.
La fase aotracológica ee. t B incluye desde la capa 6 1 del nivel XIIB y todo el XDA, culturalmente queda bien definido el Magdaleniense medio en el nivel XIIA En esta fase, Juniperus
sp. es dominante, con porcentajes comprendidos entre el 30 y el 50%, seguido de Leguminosae
y Pinus nigra. La curva de Quercus tipo ilex-coccifera aparece con unas frecuencias relativas del
orden del 5%. Con frecuencias inferiores al 1% se encuentran Quercus de hoja caduca, Viscum
sp., Ephedra sp., Prunus sp., Erica multiflora, Cistaceae y Rhamnus sp. Este conjunto antracológico nos habla de una formación vegetal abierta, dominada por enebros y matorrales. Las formaciones arbóreas ocuparían áreas más reducidas, los pinares alternarían con los enebros dando
zonas de bosque-estepa; mientras que los Quercus, tanto caducifolios como perennifolios, estarían acantonados en las zonas ecológicamente más aptas.
-59-
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[page-n-61]
EL PALEOLfnCO SUPERIOR DE LA COVA DE LES CENDRES
61
La vegetación de la fase CC. IB debía desarroUarse bajo la influencia de unos parámetros termoclimáticos de tipo supra-mesomediterráneos con ombroclima seco o semiárido.
Esa formación vegetal abierta es sustituida por otra cuyo estrato arbóreo es más importante.
Efectivamente, en Ja fase antracológica CC.lA (niveles arqueológicos XIC, XIB y X) Pinus
nigra alcanza unos porcentajes elevados (en tomo al 50%), al tiempo que se reduce la curva de
Juniperus y Leguminosae. En esta fase, Quercus tipo ilex-coccifera tiene unas frecuencias discretas pero constantes. La presencia de Pinus halepensis y Quercus de hoja caduca puede ser significativa de unas condiciones bioclimáticas más benignas que en Jos momentos anteriores. No
obstante, es probable que siguieran reinando condiciones frías de tipo supra o mesomediterráneo;
quizás la importancia del estrato arbóreo nos indique una pluviosidad más elevada que en Ja fase
anterior.
Los resultados antracológicos obtenidos en Jos niveles paleolíticos de la Cova de les Cendres
muestran una vegetación pleistocena típica de momentos fríos del Pleniglaciar y Tardiglaciar, que
en nuestra latitud toma una forma más suave que en otras regiones del Mediterráneo occidental.
donde se desarrolló una vegetación de tipo montano o incluso subalpina en los yacimientos de
montaña (Bazile-Robert. 1981 ; Heinz, 1991 ; Vemet y Thiebault, 1987).
En Cendres, las especies heliófilas son las mejor representadas, dando una imagen de espacios abiertos en la base de la secuencia (fases CC.l C y fase CC.1 8 ) y más cerrados en los tres
niveles superiores. No obstante se trataría de pinares, ya que las especies frondosas no experimentan grandes cambios a lo largo de la secuencia.
En la actualidad, la Cova de les Cendres se encuentra en el piso bioclimático termomediterráneo (fig. 16), caracterizado por unas temperaturas medias anuales de 17 ,3°C y unas temperaturas medias mensuales del mes de enero de 10°C. En cuanto a la pluviometría media anual es
de tipo seco, es decir, 535 mm/año en el cabo de Sant Antoni (Pérez Cueva, 1995; RivasMartínez, 1987).
Las condiciones climáticas actuales de la zona contrastan con las especies vegetales y animales identificadas en el yacimiento durante el MagdaJeniense (Badal, 1995, 1997; ViUaverde el
al., 1997). En este sentido, las condiciones óptimas para el pino salgareño son las supramediterráneas, es decir, unas temperaturas medias anuales comprendidas entre I3°C y los 8°C, no obstante puede prosperar en el horizonte inferior del piso oromediterráneo o en el superior del mesomediterráneo (fig. 16). En cuanto a las precipitaciones puede tolerar desde las semiáridas hasta
las subh\ímedas (350-1000 mm/afio) encontrando su óptimo en seca-subbómeda En la actualidad
se le encuentra en cotas superiores a los 800 m sobre el nivel del mar en las montañas del sistema
Ibérico o Bético. Es impensable que en las condiciones actuales de Moraira prospere el pino salgareño.
Como se expuso al principio, Pinus nigra está presente en toda la secuencia magdaleniense
de Cendres, incluso con frecuencias muy altas en la fase CC. 1A; por tanto, si sus necesidades
ecológicas no han cambiado con el paso del tiempo, entonces se puede inferir que en el
Pleniglaciar y Tardig1aciar la composición biogeográfica de nuestro territorio fue distinta de la
actual.
En la acutalidad, como se observa en la fig. 16, los pisos bioclimáticos y las plantas y animales asociados tienen una distribución altitudinal bastante precisa y que contrasta con nuestros
resultados magda1enienses. En el Pleistoceno superior los pisos bioclimáticos, posiblemente, descendieron en altitud y así en cotas de baja altitud (0-100 m sobre el nivel del mar actual) pudieron
- 61 -
[page-n-62]
62
V VIlLAVERDE. R. MARTfNEz-VAU..E. E. BADAL. P.M. GUIU.EM. R. GARdA Y J. MENARGUES
.
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c.
magdaleniensa ft la Cova d~ les Cmdres. Doocle T es tempentW'11 media auual ~xpresada ~n o
El puuto oegro ftpruenta la situadón b~ de la Cova d~ les Cendres (Tadada, Allcant~).
darse condiciones medioambientales de tipo mesomediterráneo o incluso supramediterráneo
(Badal, 1995, 1997; VilJaverde et al., 1997).
En cuanto a los Quercus perennifolios en la actualidad, tanto la encina/carrasca como la coscoja crecen en los pisos tennomediterráneo y mesomediterráneo, haciendo algunas incursiones
en el supramediterráneo. Estas especies boy se les puede encontrar en los alrededores de la Cova
de les Cendres. La coscoja es frecuente mientras que la carrasca es relicta. Su débil frecuencia en
el Magdaleniense matiza las condiciones climáticas y probablemente denoten un paisaje en
mosaico con zonas más cálidas donde se refugiarían estas especies y otras más exigentes en calor.
Los resultados de la avifauna y de la microfauna también se expresan en este sentido.
Efectivamente, las especies de aves más frecuentes son las de espacios abiertos fríos y templados;
entre elJas cabe destacar la presencia de la chova piquigualda (Pyrrhocorax graculus), que en
nuestra región se puede tomar como bioindicador de condiciones relativamente frías, ya que en
la actualidad presenta una distribución geográfica limitada a las cordilleras mediterráneas con
vegetación abierta y fría de tipo oromediterráneo (Villaverde et al., 1997). La presencia de la
perdiz mediterránea matiza esa interpretación.
Dentro de los micromamíferos cabe destacar la frecuencia de la ratilla campestre (Microtus
arvalis) en el nivel Xl. Actualmente, la zona más próxima a nuestro yacimiento donde vive esta
especie es el piso bioclimático oromediterráneo de Penyagolosa, Javalambre, Albarracín y Gúdar
(Jiménez et al., 1989) asociados a pinares albares y praderas. Su presencia en los niveles tardiglaciares de Cendres le confieren un alto valor ecológico ya que está asociado a Pinus nigra y
Junipems.
En conclusión, la vegetación documentada en los niveles magdalenienses de Cendres responde a Jos últimos fríos del Würm reciente, en terminología alpina (estadio isotópico 2). Los
- 62 -
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EL PALEOLÍTICO SUPERIOR DE LA COVA DE LES CENDRES
63
bosques serían de coníferas, en particular de pino salgareño, mientras que Jos carrascales ocuparían probablemente las zonas más cálidas y con mayor humedad edáfica. Las estepas y matorrales
claros ocuparían extensas áreas. Sin lugar a dudas, las condiciones bioclimáticas serían de tipo
supramediterráneo o en el mejor de Jos casos mesomediterráneo, como también lo indican las
aves y Jos rnicromamíferos. Por tanto, las temperaturas medias serían del orden de 4-6 o infec
riores a las actuales
Si tenemos en cuenta que la Cova de les Cendres se encuentra en el piso bioclimático termomediterráneo se constata un desfase de al menos un piso bioclimático. Es decir, Jos fríos del
Tardiglaciar desplazaron las zonas bioclimáticas en latitud y en altitud. La asociación de fauna y
flora documentada en el Magdaleniense de Cendres en la actualidad prospera en zonas altas de
la Cordillera Ibérica y Pirineos.
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EL PALEOLITICO SUPERJOR DE LA COVA DE LES CENDRES
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ARCHJVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXIII (Valenc.ia. 1999)
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TESTIMONIOS DE TRATAMIENTO TÉRMICO EN HOJAS DE LAUREL
DEL SOLUTRENSE SUPERIOR DE LA COVA DEL PARPALLÓ
(Gandia, Valencia)**
l. EL TRATAMIENTO TÉRMICO DE LAS ROCAS SILfCEAS EN PREHISTORIA:
SU RECONOCIMIENTO
1.1. ORIGEN, PRINCIPIOS DE FUNCIONAMIENTO E INTERÉS
¿D6nde y cuándo? O la cuestión de su origen
Desde que en 1966 Michel Dauvois y Jacques Tixier señalaran la presencia de un fragmento
de hoja de laurel ténnicarnente tratada en el yacimiento de Laugerie-Haute (l ) -testimonio que
fue publicado diez años más tarde (in lnizan et alii, 1975-76: 14, fig . 11.3)-, no cabe duda para
nadie que el origen de esta técnica, al menos para las piezas foliáceas, debe estar asociado al contexto industrial en el que aquella prueba fue descubierta: el Solutrense.
Una vez aclarado este punto, y sabiendo que dicha entidad se documenta no sólo en Francia,
sino que también aparece en la Península Ibérica --espacio que incluso se presenta como un
lugar de implantación privilegiado para los grupos solutrenses- , faltaba saber, además, si estábamos ante un foco exclusivo de utilización de esta técnica.
Si hace algunos años todavía era imposible responder a esta pregunta, ya que el desarrollo
de los estudios tecnológicos del Solutrense ha sido bastante reciente (Geneste y Plisson, 1986;
Aubry, 1991 ; Zilhlio y Aubry, 1995; entre otros), en la actualidad, y si exceptuamos evidente-
• Allocatairt d~ rtchurhe de I'Universi~ de Paris 1(Panthton-Sor1Jonne)- 3. rue Mlchelet. 75006 Paris: EP 1730 del CN.R.S.
- Maison Re~ Ginou~. Nan1crrc: Servicio de Investigación Prdlistórica - C/ Corona. 36. 46003 Valencia.
•• Vmión en castcllano dd trabajo original en francés publicado en la revista Pld.EO (Mus6: des Eyzics. n• 10. d«:emtn
1998).
(1) Poco despu6, F~is BOC'des publicó un tcsümonio del mismo yacimienlo (Bordes. 1969). alribuido al Solutrtnse
superior. dcspub lamblc!n de que 1!1 mismo hubiera evocado esta cuestión dos años anaes (Bordes. 1967).
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Fl¡. 1.-Loc:alizad6o ceo&rinca de los ,.cimientos donde esü 1testl¡uado (PirpaU Caldelrio)
6,
o f'uft1emente presumido (AmbrosJo) el tnatamknto túmko.
mente las pruebas propuestas en este artículo, los testimonios de un calentamiento intencional eo
la Peofnsula Ibérica es cierto que existen (fig. 1). Primero en Portugal , donde la técnica esta ates·
tiguada en el Solutrense medio (capa H) -piezas bifaciales- y superior (capa Fb) - hojas de
laurel- de la Gruta do Caldeirao (Zilhao, 1995: fig. 27.9) (2); y segundo en AndaJucfa, donde se
halla fuertemente presumida en el Solutrense superior (capas U y IV) --hojas de laurel- de la
Cueva de Ambrosio (Ripoll Perelló, 1991; Ripoll López et alii, 1997).
¿Cómo? O la cuestión de sus principios de funcionamiento
Si desde un punto de vista puramente cuantitativo los trabajos en lengua inglesa "sont
légions dans ce domaine" (Massoo, 1981 ), debido, entre otros factores, a que esta técnica fue
practicada durante varias generaciones por los paJeoindfgenas de América (Hester, 1972;
Mandeville, 1973, citados por Masson, op. cit.), en términos de resultados, sin embargo, y cuando
(2) Jacques Ttxicr nos ha confmnado. en comunicaci6o personal. el carictcr intencional del calentamiento.
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TESTIMONIOS DE TRATAMIENTO TÉRMJCO EN HOJAS DE LAUREL
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se trata sobre todo de fijar los principios generales de su funcionamiento -generales puesto que
temperatura y tiempo de calentamiento varf'an en función del tipo de roca (su estructura) y del
medio de obtención (hogar u horno eléctrico, por ejemplo)-, todos los especialistas Uegan a las
mismas conclusiones (lnizan et alii, op. cit.; Masson, op. cit.; Wemelle, 1991; Domanski et alii,
1992; Borradaile er alii, 1993; etc.), esto es, mediante:
-una subida rápida o lenta de la temperatura;
- un mantenimiento o no a temperatura constante de la fuente de calor, con duración variable;
- un enfriamiento progresivo.
Cabe señalar que en la mayorfa de Jos casos, estos principios han sido establecidos en condiciones artificiales (horno eléctrico con mufla), es decir, utilizando el calentamiento indirecto, y
no en condiciones "reales" (calentamiento directo). A primera vista, este hecho podría sorprender
puesto que son numerosos Jos prehistoriadores-experimentadores actuales capaces de recrear las
condiciones óptimas de un tratamiento térmico tal y como, probablemente, fue practicado por los
grupos prehistóricos. Pero, una vez más aqu1 - las circunstancias obligan- , sólo pocos autores
han encontrado la ocasión de publicar los resultados de esos experimentos "reales" (por ejemplo,
Pauerson, 1978).
¿Por qué? O la cuestión de su inrerés técnico
Si obviamos la estrecha relación que mantiene el tratamiento térmico con el "débitage" por
presión en las industrias cbassenses (Binder y Gassin, 1989) o indo-pakistanfes actuales (Inizan
y Lechevallier, 1996), la mayorfa de los prehistoriadores que han tratado de alguna manera la
cuestión, asocian la práctica de esta técnica más bien con la del retoque por presión.
Explicar la fndole del vínculo entre estas dos técnicas es posible, y puede resumirse en dos
puntos. La primera razón es puramente histórica, puesto que se trata finalmente de dos innovaciones técnicas aparecidas no sólo al mismo tiempo, sino también en un contexto industrial idéntico. La segunda está directamente relacionada, al menos en Prehistoria, con el interés en sí del
tratamiento térmico, cuya principal función es, en efecto, mejorar la elasticidad de las rocas silíceas, equiparándola a veces a la de la obsidiana (Crabtree, 1967; Purdy y Brooks, 1971; lnizan
et alii, op. cit.; Rick, 1978; Masson, op. cit.; Wemelle, op. cit.; entre otros) (3).
Hecha esta aclaración, no debemos, sin embargo, olvidar que la relación tratamiento térmicoretoque por presión no es la única posible. En efecto, en Laugerie· Haute (Bordes, 1969) y en Parpalló
-como veremos más adelante-, el tratamiento ténnico también precede a la taUa por percusión.
l .l. CRITERIOS DE RECONOCIMIENTO (4)
Los investigadores que se han interesado por el tema, bien sean prehistoriadores o geólogos
de formación , son herederos, directa o indirectamente, de Jos trabajos precursores de Don
Crabtree. a quien debemos el reconocimiento de esta técnica (Crabtree y Butler, 1964).
(3) Esta ley no puede ser aplicada al jaspe ni a la cuarcita. El primero se talla peñecwnente por presión en estado bruto
{Bordes. 1967): el segundo no experimenta ninguna mejoría (lnizan et alli. op. ciL).
(4) El problema de un recooocimiento por la tcnnoluminisceocia no será lrllllldo aqur. Propuesto
por algunos (M. n:ic:r. 1991 .
c
por ejemplo) y cuestionado por otros (MJISSOfl. 1981. entre otros). su viabilidad queda toclav(a por demostrar.
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Las principales alteraciones observadas sobre el material, cuyo proceso parece irreversible,
han sido establecidas a simple vista (Bordes, op. cit.; Purdy y Brooks, op. cit.; Mandeville, op.
cit.; Flenniken y Garrisson, 1975; lnizao et a/ii, op. cit. ; Gregg y Grybush, 1976; LaJoy, 1980;
Masson, op. cit.; etc.). Éstas son cuatro, y cada una puede ser considerada como un buen criterio
de reconocimiento.
• LA rubefacción: no es sistemática, necesitando el material una cantidad mínima de hierro.
La intensidad del enrojecimiento, que parece ser más importante en superficie que interiormente
(Masson ,1981), es indicativo de:
- la proporción de hierro;
- la temperatura de calentamiento Oa rubefacción es mayor cuando ésta aumenta), más que
su duración. El momento de aparición suele situarse entre 250 y 600 ·c.
Un buen conocimiento de la materia bruta favorece por supuesto estas apreciaciones.
• El blanqueamiento: parcial o total. Puede intervenir, según la estructura de la materia, muy
rápida (temperaturas bajas: 300-400 ·e) o muy lentamente (temperaturas altas: 800-900 ·e). AJ
igual que la rubefacción, el blanqueamiento puede conferir la apariencia de un jaspe porcelanoso.
• Otro cambio de coloración: se confunde generalmente con la rubefacción. Algunos
autores bao podido en efecto observar una "tendencia a la rubefacción de los colores" (Inizan et
alii, op. cit.).
• E/ lustre: aspecto brillante o "grasiento" de la materia (5). No es sistemático. Su intensidad
(o su calidad) depende de:
-la temperatura de calentamiento -a partir de 160 ·e para un sO Bergeracois, por
ex
ejemplo (lnizan et a/ii, op. cit.), y una media de 300 ·e para todas las muestras testadas por Annie
Masson;
-el mantenimiento o no del calentamiento a temperatura constante (y su duración);
- la estructura de la materia: "el lustre está sujeto a la heterogeneidad y el grosor del grano
del sOex" (Masson, op. cit.: 24).
La rubefacción y el lustre pueden considerarse como los criterios más discriminantes; sin
embargo, y de manera frecuente, puede confundirse la primera -por ejemplo- con una rubefacción "accidental" (contacto involuntario con un hogar), o el segundo con " [... ) la naturaleza
misma de la materia prima (en el caso de una "résinite" por ejemplo) y sobre todo con ciertas
pátinas: eolización, lustre debido al roce de las piezas en la arena de los "griffons" de las fuentes
ascendentes, etc." (lnizan et a/ii, op. cit.: 2).
Antes tales disyuntivas, la primera sin duda la más delicada, nos será difícil, o incluso a
veces imposible, decantarnos hacia un calentamiento intencional para explicar muchas piezas
rubefactas, mientras que en el caso del lustre bastará demostrar que "está limitado a los retoques
o extracciones más recientes (que corresponden a las extracciones posteriores al calentamiento),
frente al aspecto mate del resto de las superficies" (lnizan et alii, op. cit. : 2) (6).
(5) El tbmino ··grasic:nlO"' es u·aducción del inglés grtOS)\ introducido por Crabcrec en los anos 60.
(6) Exis1en ouos casos confllctívos. Cillln:mos dos por ejemplo: In confusión de uno antiguo superficie (plano dincl6sico)
granulosa de origen con una superficie de talla antes del "ca.lenlllmiento". y la presencia de s.Oex "quemados" (cl1pulas ... ). o con un
plano de fractura granuloso. cuyo tralllmiento previo no puede ser demostrado.
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TESTJMONlOS DE TRATAMIENTO ttRMICO EN HOJAS DE LAUREL
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Estas dificultades de identificación llaman a la prudencia, puesto que la interpretación de un
calentamiento intencional está cargada de consecuencias. Para el testimonio que queremos establecer del Solutreose superior de Parpalló, hemos preferido eliminar todos los casos conflictivos
- y son numerosos-, para presentar únicamente Jos casos indudables establecidos por la conjunción de varios criterios, y aquí en particular Jos incuestionables lustres parciales associados a
cambios de coloración o de textura.
2. TESTIMONIOS DE TRATAMIENTO TÉRMICO EN ROCAS SILÍCEAS DEL
SOLUTRENSE SUPERIOR DE LA COVA DEL PARPALLÓ
2.1. CONTEXTO DEL DESCUBRIMIENTO (7)
Definici6n del Solutrense de facies ibérica (8)
Etapa importante en la historia del Paleolítico - le debemos de hecho la invención del tratamiento térmico y del retoque por presión de Jos materiales silíceos-, la unidad cultural que
representa el Solutrense ofrece sin duda en su facies ibérica una de las facetas más originales de
su personalidad.
Primero desde un punto de vista cualitativo, puesto que las puntas de aletas y pedúnculo y
las puntas escotadas de tipo mediterráneo (9) -fósiles directores por excelencia-le han conferido una identidad tipológica muy singular (FuJJola Pericot, 1985, entre otros). Y segundo desde
un punto de vista cuantitativo, puesto que el recuento de estas piezas en toda la fachada mediterránea, desde Valencia hasta los confines de Andalucía (principalmente), hace aparecer un verdadero momento de apogeo territorial, ya detectado en el Solutrense medio y opuesto a las incursiones tímidas del Solutrense inferior.
Gracias a estos verdaderos fósiles directores, numerosos trabajos han tratado, en una primera
fase, sobre los orígenes y la periodización de esta entidad (Pericot, 1942; Portea y Jordá, 1976;
Fullola, 1979; Villaverde y Peña, 1981; Aura, 1989; entre otros). En la actualidad, las teorías más
recientes intentan evocar la presencia a la vez de un fenómeno de "regionalización" de las industrias (JO) y de un lento proceso de "desolutreanización" (ViUaverde y Fullola, 1990; Villaverde,
1994b), esto es, de desvanecimiento progresivo de los caracteres solutrenses (11), proceso que
parece abarcar dos milenios ( 18500-16500 BP grosso modo).
Los estudios tipológicos sucesivos han contribuido finalmente a dar al Solutrense de facies
ibérica su razón de ser, entendido incluso como una verdadera "Denominación de Origen
Controlada". Intentar de alguna manera restringir o ampliar el alcance de dicha etiqueta "cultural" sería de poco interés. En cambio, sí lo tiene saber lo que comprende en realidad este "con-
(7) Se trata aquf de una breve presentación. Para llW detalles. consultar: Vlllaverde y Fullola. 1990: Villaverde. 19941 y b:
ntragom. 1997 y Villavctde ti alií. en prensa.
(8) Soluttense de facies ibbica o Solutrense evolucionado (\'&se nota 13).
(9 ) Anotadas respectivamente en d texto PAP y PEM.
( 1O) En rulicbd aquf se trata de un proceso de regionalización industrial y anlstico (Villa verde. 1994a).
( 11) la lplrkión y desaparidón sucesivas de w PAP y PEM esl.6n en d origen de una subdivisión en treS grandes IJlOillell>
tos (1. U y
del Soluttense evolucionado (Fonea y Jonü. 1976).
1
m
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cepto unificador": ¿se trata de una entidad geográfica y cultural, que comparte el ntismo sustrato
técnico, económico, social, ... ? ( 12).
El Solutrense superior de lo Cova del Parpalló ( 18500-17500 BP) ( /3)
Con la finalidad de anticipar los medios para alcanzar el objetivo propuesto, y sabiendo que
la Msqueda de los conceptos y modalidades preferidas (Pelegrin, 1995) constituye la primera
etapa para una interpretación en términos de parentesco técnico, una primera caracterización tecnológica del Solutrense superior de la Cova del Parpalló se bada necesaria.
Dos razones explican que nuestra elección haya recaído en esta colección y no en otra. En
primer lugar, la elección del yacimiento se ha impuesto por sí ntisma, en la medida en que tanto
el reconocimiento como la periodización del Solutrense de facies ibérica son tributarios de las
informaciones obtenidas en Parpalló. En segundo lugar, la elección del nivel del Solutrense superior se ha debido a que éste es el único nivel de toda la secuencia del Solutrense evolucionado
que reúne, y en un gran número, los tres principales morfotipos Hticos que definen al Solutrense
de facies ibérica: hojas de laurel, PAP y PEM. Ahora bien, si recordamos que nos situamos en
una línea de estudio comparativo, sabemos que el Solutrense empieza a desvincularse del mundo
cantábrico (cf. proceso de regionalización) precisamente cuando hace su aparición el Solutrense
superior.
Por todo ello, el Solutrense superior representaba el mejor contexto para buscar algunos de
los útiles metodológicos susceptibles de poder interpretar la totalidad de los procesos de fabricación. La riqueza de este nivel y su contexto cronológico nos ofrecían, por tanto, grandes posibilidades de detectar un tratamiento térmico eventual de las materias primas, y éste ha sido justamente el caso de las hojas de laurel.
1..l. EL FJEMPLO DE TRATAMJENTO TÉRMICO EN ALGUNAS HOJAS DE LAUREL (14)
Como deja entender el tftuJo de este artículo, nuestra intención aquí no es proponer un
estudio en sí del tratamiento térmico en el Solutrense; únicamente deseamos presentar las pruebas
documentadas de un calentamiento intencional en el Solutrense superior de la Cava del Parpalló.
Esto explica por qué sólo fueron elegidas, de entre los 10.000 vestigios observados O capas
as
contienen 25.000), algunas piezas con estigmas incuestionables. Todas pertenecen a un proceso
de "facetado" ("fa~onnage) de hojas de laurel llamadas "macrolfticas", excluyendo las PAP y
hojas de laurel "microliticas", puesto que los desechos de talla de esas piezas, cuando no están
ausentes (debido a las técnicas de excavación antiguas), son difícilmente identificables, y el
examen del estado de la superficie de las piezas abandonadas no aportó datos relevantes. Fue probada, al menos, una clasificación por materia prima, pero únicamente obtuvimos resultados para
las hojas de laurel macrolíticas.
(12) Proble~lita. JXll' ouo lado. objeto de una tesis dodoral en curso (M. 11ffagom), bajo la dirección de Nicole Pigeot de
1'Uni versit~ de Paris l.
(13) Solu~rensc superior o Solu~rense evolucionado l. Se emplurin indiferen~ememe las dos expresiones. haciendo ~reren
cla a la doble terminología propue:s1a poi' Fonea y Jonlá (1976). precisada poslc:riormente poi' Villllverde y PeiiA ( 1981 ).
(14) Algunos de estos testimonios fueron ya~ en una memoria de DEA sin una discusión pevia con especialistas
(l'iffagom. 1997); su autenticidad sin embalgo fue verificada posteriorme.nte poi' Jacqucs Tixier, a quien le agradecemos sincentmente la ayuda y consejos preSI.Idos.
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TESTIMONIOS DE TRATAMIENTO rtRMICO EN HOJAS DE LAUREL
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Gracias, justamenre, a este reagrupamiento en "facies litológicas" hemos podido evaluar el
tipo de alteración(es) sobrevenida(S) durante el calentamiento de algunas de esas piezas, e incluso
hemos logrado distinguir dos grupos de testimonios: los remontajes, en cantidad de dos pero
supuestamente procedentes de la fabricación de un mjsmo útil, y las piezas aisladas.
Queremos señalar aquf que estos remontajes constituyen un descubrimiento único para el
período al que nos referimos, puesto que se trata de samblajes ("raccords" ) entre lascas solutrenses extraídas antes y después del calentamiento térmico de la pieza.
2.2.1. Los remon~es
Enfoque tecnológico
La lectura ("découpage") teórica de una cadena de " facetado" bifacial todavfa está experimentando algunas aproximaciones terminológicas. Generalmente se concibe un "phasage" ("descomposición secuencial"} apoyándonos en nociones como "descortezado" ("décorticage"/"épannelage"), "esbozo", "acabado" ... (lnizan et alii, 1995: 44). No obstante, la cadena técnica es
lineal, lo que podría llevamos a establecer separaciones arbitrarias entre las fases. Uno de tos
medios para evitar la subjetividad en esta lectura, es la búsqueda de acontecimientos técnicos que
permitan discernir la cadena de "facetado". El cambio de técnica en la extracción durante el proceso (percusión, presión ...) es uno de los mejores marcadores de estas rupturas en la mente misma
de los talladores que eligieron, en un momento dado, cambiar su modo operativo; y por supuesto
la realización de un tratanúento térmico es un acontecimjento muy notable.
En nuestro caso, hemos constatado que el calentamiento intencional intervino durante el
"facetado" de las hojas de laurel macrolfticas. En relación a dicho tratamiento, hemos supuesto
una fase de "antes" y una de "después": la primera la hemos interpretado como la del "esbozo",
y la segunda como la del "acabado", toda vez que no puede asegurarse que haya podido haber un
nuevo cambio de técnica -por ejemplo un verdadero "acabado" por presión- durante la última
fase de fabricación de las piezas.
Un primer remontaje se compone de 3 piezas lfticas:
- 1 fragmento distal de lasca de "esbozo" (4,75-5,00 m; CE; 1930) ( 15),
- 1 lasca de "acabado" (4,75-5,00 m; CE; 1930),
- 1 fragmento de hoja de laurel (4,75-5,00 m; CE1; 1930).
Un segundo remontaje se compone de 2 piezas lfticas:
- 1 fragmento distal de lasca de "esbozo" (4,75-5,00 m; CE; 1930),
-1 lasca de "acabado" (4,75-5,00 m; CE; 1930).
En términos de integridad de documentación, cabe señalar la ausencia de testimonios líticos
correspondientes al inicio del proceso de fabricación. Estos elementos pueden estar presentes en
la colección, pero también pueden pertenecer a otro conjunto. Ninguna información sobre la fase
(1 S) Respectivamente. capa. S«tor y año de eJicavaci6n.
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R1
R2
THERMIQUE
TRAITEMENT
A
e
A
8
A
o
o
t
o
j
R4
R3
~ \
A
8
A
N
o
o
N
o
R5
Fig. 2.-Remon~es. Reconstrucdón (pardal) de la cadena opentJva de rabrk:adón sqón
las cancterlsticas tecnokSgkas de los testimonios líticos. Pan el "aa.bado" y el "abandono",
sólo las partes mates (arriba) y con brillo (abajo) se destacan con sombrado (dibujos del autor,
siguiendo el esquema de ~reseotac:i6o de: lnizan ~~ aiJi, 1975-76).
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de adquisición, ni siquiera a nivel de los afloramientos, pennite pues juzgar el origen geológico
(posición primaria o secundaria) de la materia prima. Un "descortezado" ha podido tener lugar
(¿a partir de una plaqueta. nódulo, bloque?) en el yacimiento mismo o fuera de él, pero también
puede que se tratara de un 'iacetado" sobre una Jasca·soporte (¿de "débitage", de "facetado"?).
As( pues, sólo podemos proponer una reconstrucción parcial de la cadena operativa de fabricación: "esbozo", "acabado" y "abandono" (por fractura), todo eUo en relación evidente con el
tratamiento térmico.
El "esbozo" o las caracterfsticas de la materia prima antes de su tratamiento térmico
(fig. 2: Rl y R2):
• transparencia: opaco (para eJ fragmento de hoja de laurel) a translúcido (para las lascas);
• color (código Munsell): 2,5 Y; 7/2;
• textura: rugosa hasta lisa;
• estructura: homogénea hasta muy homogénea, de grano fino-medio.
El "acabado" o las caracterfsticas de la materia prima después de su calentamiento (fig. 2:
R3 y R4):
• transparencia: un poco más opaco, pero todavía translúcido en algunas zonas;
• color: las superficies mates: 10 YR; 5/4; las superficies con lustre (correspondientes a las
extracciones más recientes): 10 YR; 7n;
• textura: lustre "grasiento" pero con una surperficie más en relieve;
• estructura: ¿7
Cabe señalar la ausencia de rubefacción y la presencia de un lustre con un intenso briUo.
El "abandono" (fig. 2: R5):
Se trata a priori de un accidente en la fabricación: fractura durante el "facetado".
Observaciones
• Un accidente de fabricación (fig. 2: R3), atribuido generalmente "a una preparación exce·
siva del borde" (Roche y Tixier, 1982: 74) (16).
• Los procedimientos de preparación durante el "facetado": la preparación del borde del
plano de percusión después del calentamiento (fig. 2: R3 y R4, indicado por las flechas).
• Técnica de facetado: los bulbos difusos, incluso inexistentes, la fonna oval e irregular de
las lascas y la presencia de un labio parecen indicar el uso de un percutor blando en percusión
directa.
• Los remontajes (fig. 3): hubiera podido tratarse de samblajes entre piezas de la misma fase
operativa, el "acabado" por ejemplo, y en dicho caso hubiéramos concluido que era un tratamiento ténnico ejecutado fuera del yacimiento o en sus inmediaciones. Aquf, sin embargo, no es
el caso.
( 16) He aqur la descripcidn: "'parte proximal con un wón muy ancho. un bulbo muy difuso, de perfil c:6ncavo en su extre·
midad. UIUI constñccíón postbulbaria. y toda la parte que queda absoiUlllmente "normaa". el negativo es una especie de "muesca
clac1011iense" ancha que desfigura sc:nsiblcmen1e la pieza o el plano de pm:usión" (.•. J. Es1e accidente es independiente de la materia
prima (... J" (Roche y Ttxier. 1982: 74; fig. 4).
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O
3cm
Fl¡. 3.-Los runoo~ Sam~ eotre las lascu R2 y R4 (arriba) y Rl, R3 y R5 (abajo).
ScSio tu panes mat.es (arriba) y con brillo (abajo) se destac:an con sombrado (dibujos del autor,
siguiendo el esquema de representadcSn de: lnlzan tt tJiji, 1975-76).
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1
i
A2
1
~
81
....
.---
82
Flg. 4.-Fades Utológkas A y B. Sólo las partes mates (arriba) y con brillo (a~) se destacan con
sombrudo (dibujos cid autor, siguJeodo el esquema de representadón de: Inlun et lllii, 1975-16).
-77 -
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2.2.2. Las piezas aisladas
Si bien varias piezas líticas con evidentes estigmas de un calentamiento intencional fueron
identificadas, nos ha parecido conveniente, sin embargo, evaluar con precisión el tipo de alteración(es). A tal efecto, hemos realizado una clasificación de estos conjuntos por la materia prima
a fin de determinar las modificaciones particulares para cada tipo de roca, y eventualmente asociarlos en algunos casos (facies litológicas A y C) a otras piezas susceptibles de provenir del
mismo conjunto de fabricación.
Al privilegiar la calidad de información, nos limitaremos aquí a una presentación sucinta de
estos testimonios.
Facies litológica A
Conjunto compuesto de 3 lascas solutrenses, que pueden ser situadas de la manera siguiente
en la cadena operativa:
Al
-t
"esbozo" (4,75-5,00 m; CE; 1930).
A2-A3
-t
"acabado" (4,75-5,00 m; CE; 1930).
Estas dos últimas lascas estan parcial (A2) o totalmente (A3) cubiertas de lustre, de un brillo
poco (A2) o muy intenso (A3). Para A2, los negativos con lustre corresponden a las extracciones
más recientes (fig. 4).
Cabe destacar un cambio de coloración muy ligero y una tendencia hacia el blanqueamiento:
-antes del cérlentarniento térmico: 2,5 YR; 2,5n;
-después del calentamiento térmico: 5 YR; 4n (lasca A2) y 5 YR; 3n (lasca A3).
Facies litológica B
Conjunto compuesto de una lasca solutrense (B 1) y de un fragmento de hoja de laurel (B2),
que pueden ser situadas de la manera siguiente en la cadena operativa:
Bl
-t
"acabado" (4,75-5,00 m; CE; 1930).
82
-t
"abandono" (4 ,75-5,00 m; CE; 1930).
El aspecto "quemado" de las superficies externas (cara superior en el caso de la lasca), contrasta con el aspecto "azuJado" (5 B; 7/1 , código Munsell) del lustre, visible sobre la cara superior (las extracciones más recientes), inferior y en el talón de la lasca, asf como sobre la fractura
del fragmento de hoja de laurel -accidente a priori en la fabricación (fig. 4).
Facies litológica C
Conjunto compuesto de 3 lascas solutrenses, que pueden ser situadas de la manera siguiente
en la cadena operativa:
C1
-t
"esbozo" (5,00-5,25m; L; 1930).
C2-C3
"acabado" (5,00-5,25m; L; 1930).
Presencia de lustre sobre las caras superiores, correspondientes a las extracciones más
recientes (C2 y C3; para esta última se trata de una preparación del borde del plano de percusión,
fig. 5), e inferiores (fig. 5). Pasamos de una superficie rugosa a una superficie lisa, con un lustre
de poca intensidad.
Cambio de coloración casi imperceptible:
- antes del calentamiento térmico: 10 YR; 5/4;
-después del calentamiento térmico: 10 YR; 7/4.
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C3
C2
Flg. 5. -Fades UtolcSglca C. S6lo las partes mates (arriba) y coa brillo (~) se destKu coa
sombreado (dibujos del a. tor, siguleodo d esquema de represa~tadón de: lnlzao 11 tWi, 1975-76).
u
3. IMPLICACIONES
Resituados, en un principio, en su contexto de descubrimiento, los testimonios que acabamos
de ofrecer tienen ya implicaciones a dos niveles al menos.
En primer lugar, y considerados desde un punto de vista estrictamente recno/6gico, estos testimonios permiten reforzar el origen solutrense de la entidad tipológica a la que pertenecen, más
conocida con el nombre genérico de Solutrense de facies ibérica (o Solutrense evolucionado).
Cabe recordar, empero, que la existencia de este Solutrense fue desde un principio (publicación
de la monografía de L. Pericot) objeto de alguna controversia, como refleja la toma de concienca
tardía de la señora Sonneville-Bordes de las PAP y PEM como elementos diferenciales de esta
facies (17); más allá de esto, algunos investigadores llegaron a cuestionar la presencia de un
Solutrense inferior en Parpalló: por ejemplo G. Laplace, quien substituyó este término por el de
"Gravetiense escasamente solutreanizado" (Laplace, 1962), mientras que Ph. Smith propusó a
Francia como 11nico foco de origen del Solutrense (Smith, 1966: 343-344) (18). Incluso los estudios tipológicos de estos últimos veinte años, que han demostrado fehacientemente toda la originalidad del Solutrense de facies ibérica, recordando a su vez que durante bastante tiempo fue
interpretado únicamente a través del retoque plano (Villaverde, 1979) -método que caracteriza
( 17) if. ~xico tipológico del PaleoUtico superior de Sonnevilte-Bordcs y Perrot (19S4. t9SS y J9S6).
(18) No obstante, ya a principios de los años 30, Jimález y Breuil hablaban de un "PitpalJense" y de un "Solutrense levantino final". respectivamente (Ji~ l93S: 144: Breuil. citado por Pericot. 1942: noca 1).
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sobre todo al Solutrense francés-, estuvieron también cuestionados. Ahora bien, con los testimonios actualmente presentados, hay que dar por disipada cualquier duda.
En segundo lugar, y considerados desde un punto de vista esta vez estrictamente técnico,
tales testimonios nos permiten en la actualidad ampliar la extensión geográfica del fenómeno
"tratamiento térmico" solutrense. Su utilización queda atestiguada en el Solutrense superior de
Laugerie-Haute y de Caldeirao, y fuertemente presumida en el de Ambrosio; parece pues que los
límites espacio-temporales de esta técnica y de esta entidad crono-cultural coinciden -casiperfectamente (si hacemos abstracción, claro es, del Solutrense medio de Caldeirao).
No cabe la menor duda de que estos testimonios constituyen uno de los más privilegiados
vectores de información para alcanzar el objetivo asignado a nuestro trabajo: caracterizar por
medio de la tecnología, y en múltiples dimensiones, el Solutrense de facies ibérica. En este
aspecto, algunas observaciones pueden ser ya formuladas:
-¿Cómo explicar que en el Solutrense superior de la Cova del Parpalló las materias primas
reservadas a la fabricación de las hojas de laurel, aquí macrolfticas, no hayan sido objeto todas
de un tratamiento térmico?
-Si el retoque por presión ha podido ser identificado sobre las PAP y las hojas de laurel
microlfticas (J . Tixier, com. pers.), queda por saber si estas piezas, o mejor dicho, Jos soportes,
han sufrido un tratamiento térmico.
- ¿Cuál fue la técnica entonces empleada para el "acabado" de estas piezas, puesto que en
dos casos, al menos (remontajes y facies litológica C), se trata de un abandono durante la fabricación?
- En la medida en que los remontajes fueron ejecutados en el mismo yacimiento, deberíamos
apreciar mejor el tipo de actividades desarrolladas en la Cova del Parpalló, y definir asf su especificidad respecto a otros yacimientos contemporáneos o subcontemporáneos.
Si la respuesta a estas preguntas se obtiene a partir de la confrontación de estudios tecnológicos y experimentales, deberíamos entonces, con su comparación, entrever las preferencias de
los individuos (de los grupos...) dentro de sus numerosas posibilidades: en terminas de constricción, de conocimiento, de concepto, de tradición técnica, etc., y en una última etapa, de identifi-
cación cultural.
NOTA: Este trabajo queda inscrito en el Proyecto de Investigación PB 95-1087, financiado por el Programa
Sectorial de Promoción General del Conocimiento, bajo la dirección del Dr. Valent(n Villaverde.
AGRADECLMIENTOS: Queremos resaltar la atención prestada por todos aquellos que han aceptado leer y
corregir el manuscrito de este artículo: Thieny Aubry, Jacques Pelegrin, Nicole Pigeot, Jacques Tixier y Valent(n
Villaverde; y a Joaquim Juan Cabanilles y Laura Portea Cervera por la corrección de esta versión en castellano.
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ARCHIVO DE PREHISTORJA LEVANTINA
Vol. XXIII (Valencia. 1999)
NORBERTO M ESADO 0 LIVER* Y JOAQUÍN A NDRÉS B OSCH**
LA NECRÓPOLIS MEGALÍTICA DEL'ARGILAGAR DEL MAS DE GARCÍA
(MORELLA, CASTELLÓN)
"Por toda la península son bien conocidas las Uamadas construcciones megalíticas, pero precisamente en estas tierras valencianas no aparecen, sin que podamos explicarnos satisfactoriament.e por qué en el mapa mega)(tico español queda en blanco la región valenciana. en la que no
entran estas edificaciones que la bordean. ¿Hemos de pensar en razones geológicas, religiosas,
políticas, sociales o económicas? Cualquiera que sea la causa, Jo cierto es que todavía no hemos
podido dar con una construcción de esta índole en los montes valencianos, pero confiamos en que
llegará el día en que nos veremos gratamente sorprendidos por el descubrimiento de algún
dolmen que, aun siendo modestito, nos permita ganar la apuesta que se mantiene en pie con los
arqueólogos que niegan la posibilidad de tales hallazgos en el reino de Valencia. Hasta que llegue
este momento no nos queda más remedio que justificar la falta de construcciones megalíticas por
la escasez de prospecciones adecuadas" (1).
LA VEGA DEL MOLL, EL MARCO GEOGRÁFICO Y SU PAISAJE ARQUEOLÓGICO
Como resultado de la sistemáticas prospecciones en la comarca de "Els Ports", han sido localizados un importante número de yacimientos cuya carta arqueológica ha publicado el SIP
(Andrés, J. 1994 ). Un buen grupo de ellos se ubican en la Vega del MoJI, estirado paraje morellano encajado entre las sierras de 1' Águila y deis Llivis, atravesado de E a O por el río Calders,
tributario del Bergantes y paso natural de las penetraciones humanas desde el Bajo Aragón y
Valle del Ebro. Corredor con ligera pendiente continuada hacia el O, solamente interrumpida por
• Museu Arq~e Comatca1 de la Plana Baixa -Buniana.
•ESPEMO» ·Morella.
( 1) FLETCHER. D.: Avances y problemas de la prehistoria valenciana en los últimos vcintieineoallos". Disc:unodeAbenura.
Curso de 1952 a 1953. Anales del Cenlto de Cultura Valeociana. ?:' tpoea, Ailo XJV, Núm. 3 l . Valencia. 1953.
•• Cenlte Espeleolbgic
M
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NORBERTO MESADO OLIVER Y JOAQUÍN ANDW BOSCH
las elevaciones de la Sem del Mas de Martí cuya cota es de 961 m.s.n.m., punto en el que se
asienta un poblado Ibérico; y el Tossalet del Moll, de 974 m. de cota, con cerámicas atribuibles
al Bronce y Altomedievales. Altiplano perteneciente al Cretácico Superior en su fase Bedouliense
(la propia cubeta de la Vega), escoltado por calizas, margas, margocalizas y areniscas pertenecientes al Hauteriviense-Barremiense Superior (2).
En la actualidad la Vega del Moll es una de las áreas más desarrolladas y productivas del término de Morella. Su relevancia agrícola viene atestiguada desde la antigUedad a través de los
asentamientos humanos localizados en los últimos años (fig. 1), caracterizándose su suelo por la
fertilidad y frescura, con unas precipitaciones medias, anuales, de 650 mm., y un desnivel de
apenas el 5%. La actividad agropecuaria se centra en el cultivo de cereales y en la ganadería de
ovicápridos, complementándose con alguna granja de porcino y alguna cabeza de ganado vacuno
(Gamundi, 1991 ). La cobertura vegetal autóctona está compuesta por pequeños bosques de
encina con algún solitario roble, y un monte bajo de enebros y sabinas degradadas, aliagas,
tomillo, romero etc.
L' Argilagar, topónimo con el que se conoce el yacimiento arqueológico objeto del presente
estudio, queda en las tierras de arriendo del Mas de García, las cuales vienen siendo explotadas
por D. Salutor y Gernino Segura, transmitidas, igualmente por arriendo, de su abuelo paterno
D. Pedro Salutor, apodado "El Dol~o", persona de 92 años (en 1994) que, según relataba sobre
el propio yacimiento en sus asiduas visitas mientras duraron los trabajos de campo, nunca habfa
conocido ni labores agrícolas ni excavaciones intencionadas sobre el propio Argilagar. hecho que
confirman las escasas sabinas y rebrotes de encinas, de las que perdura un menudo bosque en su
zona más NO., amen del matorral con predominio de la Genista scorpius, o "argelaga", la cual,
por su abundancia dio nombre al yacimiento, piedemonte del Tossal de García a modo de
pequeña terraza sobre la bella vega del MoU. topónimo derivado de la calidad agrícola de unas
tierras "mollares" sobresalientes en una dura geologfa de componente Secundario.
El Argilagar del Mas de García está situado en el propio centro geográfico de la Vega, sobre
una plataforma de areniscas, arcillas y margas, elevada unos 5 m. sobre los inmediatos campos
de cultivo, al N de las masfas de El Dol~ y de Garcfa, campo arropado de los fríos vientos invernales por el Tossal del Dol~o y el Tossal de les Roques de Garcfa, por cuyo pie se expande tan
singular estación (fig. 2). Coordenadas: 400, 35', 15" de latitud N; y 00, 6', 50" de longitud o
según el Mapa Top. Nacional, Hoja de "Morella", Edic. de 1972.
Su existencia fue comunicada por D. Salutor Segura y su hijo Gérnino a uno de nosotros
(J.A.), a ambos, pues, nuestro agradecimiento, que hacemos llegar públicamente a oa Laura
Ripollés, propietaria del Mas de García y sus tierras de labor, por su atención y amabilidad al solicitarle el preceptivo permiso para Llevar a cabo los trabajos de campo, agradecimiento que
hacemos extensivo a la Consellerfa de Cultura de la G.V. por habemos facilitado tanto el Permiso
Oficial de Excavación como haber sufragado tales trabajos (3).
Si alcanzarnos el yacimiento ascendiendo por la corta pista que nace en las proximidades del
km. 7 de la carretera que une la Nacional N° 232, ya en las proximidades de Morella, con AresVillafranca y Cinctorres, de apenas 220 m. de recorrido, dicho vial agrícola finaliza sobre unas
{2) Mapa Geológico de Espalla. E. 1:50.000. "Mcxella". hoja S4S. J0.21. MiniSICrio de Industria. Madrid 1973.
(3) La eJCeavaci6n seña autorizada por la ConseUcria de Cultura con fecha 9 de mayo de 1994. dotandosc: con una subvcn·
ci6n de 127 ..SOO pU.. quedando inclujda dcotro de las Exeavaciooes Arqueológicas Ordinarias.
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L'ARGLLAGAR
•
Neo-Eneolítico
@ Edad del Bronce
•
Edad del Hierro
@ Ibérico
•
Romano
(!]
Medieval
Fl.g. 1.- La Vep cid MoU (Mordla), c:oo la sdalizacióo de sus prindpeles yac:imientos arq~ LG.C. Hoja 545. Ed. 1971.
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NORBERTO MESADO OUVER Y JOAQUÍN ANDR~ BOSCH
3
4
3
Fil. 1.- Secdón N-S de la Vega deJ Moll. l. Tossal de Les Roques; 1. L' Al'8lla1ar del Mas de Garda;
3. Campos de labor; 4. Carretera de MoreDa a Clnctorres; S. Mas de Garcla; 6. Rlu Caldes; 7. Les Deveses.
construcciones megalíticas -auténticos "Dólmenes de Valle"- que hemos denominado
«Monumento 1» a la más oriental, y «Monumento Il» a la ubicada hacia poniente. Sus enhiestas
rocas, intencionadamente en distribución poligonal la estructura 1, habían sido ya de antiguo
observadas por el masovero Salutor en el diario pastoreo de su ganado, el cual, estacionalmente,
queda estabulado sobre el propio yacimiento arqueológico.
Distinguiremos en el yacimiento tres tipos de restos arqueológicos: el constituido por las
SEPULTURAS MEGALfTICAS (Monumentos 1 y 11); el fonnado por un conjunto de 24
menudas AGRUPACIONES DE ROCAS, desperdigadas por toda la terraza (de las cuales hao
sido excavadas las agrupaciones n° IV, V y VI); y, finalmente, los PETROGLIFOS ubicados en
el extremo más oriental de la terraza (n° ill), zona de configuración apuntada que delimita las tierras de labor que por el SE., en un plano de menor cota, se extienden hasta la carretera precitada,
que conduce, en dirección O, a Cinctorres (fig. 3).
LAS CONSTRUCCIONES MEGAÚTICAS
MONUMENTOI
Iniciamos los trabajos de campo por la agrupación de lajas más orientales, por el simple
hecho de que habían quedado descamadas en buena parte por ocupar una suave pendiente por las
que discurren las aguas de lluvia (lám. 1), iniciándose en este punto un regajo que, por el S, configura el propio campo arqueológico delimitándolo de otro de labor a unos tres metros de desnivel. También, y por la misma causa. hace escasos años, a 15 m. del Monumento O se excavó
una balsa de retención pluvial para el ganado.
Dada la importancia que para la arqueología del País tienen estas construcciones dolménicas,
e iniciada ya la recopilación de material arqueológico para el Museo de la Valltorta, tratamos con
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LA NECRÓPOUS MEGALfnCA DE L" ARGrt.AGAR DEL MAS DE GARCfA
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Ag. J•• Planta del yacimiento con .. situadcSn de lol cl6lmeaa (1 y D),
agrupadones pEtrus (o, IVNI) y petrogllfoe (DI).
su Director y amigo R. Martfnez su traslado para la conservación de tales estructuras, iniciando
la excavación por el vaciado del vaso dolménico del Monumento I. con el objeto de que las lajas,
asentadas poligonalmente, quedasen "in situ". Los trabajos de campo dieron comienzo en el mes
de Julio de 1994.
La excavadón
Comenzado el rebaje de tierras, de coloración rojiza con nódulos de greda verdosos y
menudas piedras provenientes del arrastre de la descomposición de los bancos denudados del
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propio Tossal de Garcfa, se detectó una agrupación de rocas, de unos 20 cm. de eje, contra el
paramento de levante de la losa 0 ° 1 (fig. 4), las cuales, ubicadas en un solo plano horizontal, prolongábanse hacia el N. en ligero arco, en una zona hoy sin lajas verticales, como queriendo delimitar el círculo del propio monumento, pero quedando aun un espacio de unos 90 cm. sin cerramiento, pudiendo indicar que en este punto N estaría el acceso a la cámara dolménica. puesto que
no parece que este conj unto organizado haya tenido corredor. Dicho solado de rocas pudieran
haber pertenecido al relleno del túmulo que, de tenerlo, habrían sido recicladas para la fábrica de
los ribazos cercanos y, en parte, para el levantamiento del muro medianero, o de propiedad. que
de S a N corta 1•Argilagar por su centro.
Retiradas las rocas procedimos con el rebaje horizontal del propio vaso, excavándose a punta
de navaja para observar cualquier indicio arqueológico por insignificante que fuere y así poderse
cartografiar en cualquiera de las posiciones en que fuese encontrado. Nada contenfan estas tierras de relleno, de tonalidad roja. Tras alcanzar tos 50/65 cm. de profundidad, y ya prácticamente
sobre las bases de las cuatro lajas que delimitan por el O, SO y S el recinto dolménico, empastados en un apelmazado suelo de nódulos acanninados y verdosos, producto de la descomposición de los elementos menores de las rocas de la propia montaña, dimos con el único hallazgo
que, con seguridad, albergaba esta caja o recipiente funerario: los restos de dos personas inhumadas en un mismo plano cuyos esqueletos aparecían en posición lateral encogida y cuidadosamente encarados, equidistando los cráneos, ubicados hacia el SE, 45 cm. (láms. D y ill).
Observados los paquetes osteológicos vimos que estaban inmersos en un durísimo horizonte
deposicional, posiblemente por la natural presión de las tierras compactadas que se les superponían o por el peso del propio túmulo (si es que lo tuvo) hoy perdido. Tales restos se encontraban
en tan deplorable estado de conservación que su craquelamiento -que alcanzaba hasta un estado
pulvurulento blanquecino-. hacía inviable cualquier recuperación anatómica (lám. IV). alguno de
cuyos fragmentos mayores fueron remitidos al Depto. de Anatomía Patológica del Hospital
Universitario "La Fe", Valencia, para la valoración de su tejido óseo (ANEXO
El cráneo del
individuo del lado E, por estar mejor conservado, lo trasladamos al gabinete de restauración del
a
Museu Arqueológic de L Plana Baixa - Burriana, para, conjuntamente con el paquete de tierra
interno (que sirve hoy de sostén a los miles de fragmentos óseos), su consolidación (lám. V y VI).
De haber tenido ajuar funerario el M-1, o bien estuvo compuesto por materias perecederas
(propias de comunidades pastoriles), o el monumento fue violado ya en época antigua. puesto que
en el interior del cráneo recuperado, como puede apreciarse en la lám. V, vemos clavado debajo
del maxilar inferior un fragmento de húmero, claro exponente de algún tipo de remoción osteológica "post mortem".
n.
Elementos arquitectónicos
Las lajas ortostáticas utilizadas en la construcción de este dolmen, proceden del contiguo
cerro denominado "Tossal de les Roques". Placas que hemos enumeramos de O a SE. y que aparecen, intencionadamente, de mayor a menor (fig. 5).
Losa n° 1.- Se encontraba hincada verticalmente, estando acuñada en la zona basal de su cara
exterior por una pequeña laja apuntada. Mientras en su base tangencia con la laja 2•, en su cima
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L:AitQ ILAQAit- Merelle
ai.PULTUitA Ntl
Flg. 4.- Planta y sección del Monumento l .
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NORBERTO MESADO OUVER Y JOAQufN ANDRÉS BOSCH
presentaba una separación de 46 cm., haciéndolo tan solo de 18 cm. en una profundidad de 35
cm., hecho debido a su oblicuo perfil. Medidas, 100 x 100 x 10 cm. Orientación, 300.
Losa n° 2.- Se halla recostada unos 100 hacia el SO. Medidas, 67 x 90 x 9 cm. Orientación,
330 °.
Losa n° 3.- Hincada verticalmente. Medidas, 47 x 64 x 9 cm. Orientación, 315 °. Su separación de la Josa precedente es de 23 cm., motivo por el cual se complementaria su cerramiento con
una laja de 17 cm. de eje. Aparece acuñada en su cara exterior por otra losa de 49 cm. y un grosor
de 12 cm.
Losa n° 4.- Es la última de las piezas verticales, con un perfil superior, descendente, hacia
el E. Medidas, 50 x 55 x 17 cm.
El muro de cerramiento.- Tras las losas precedentes la construcción funeraria se prolongaba en un arco cuya cuerda era de 162 cm. (láms. VD y VID). existiendo una roca suelta, de 33
cm. de eje, a 42 cm. de su extremo más oriental, como queriendo demarcar la planta circular del
monumento, en busca de las rocas aparecidas a solo 26 cm. de la cabecera de la laja 1•, conjunto
posiblemente conservado al amparo de esta gran losa ortostática, y perteneciente, según creemos,
al relleno del túmulo perdido. El eje máximo de las rocas mayores pertenecientes al sector SE del
egando las mayores a alcanzar
M-1, acostadas sobre sus caras más estables, rebasan los 35 cm .• U
los 53 cm. El cráneo más occidental se hallaba contra una roca alargada, de 6 1 cm. de eje, con
una orientación de 500. Su opuesto lo estaba contra otra de perfil rectangular. Ambas. pues.
debieron proteger las cabezas de las personas inhumadas (lám. IX).
Pese a rebasar el nivel de la base de los ortostatos que delimitaban este recinto funerario, D.
Marcos Roca. destacado restaurador incorporado al equipo, igualmente con navaja y espátula fue
levantando el resto del lecho esqueletal, quedando sorprendidos por un fondo con marcada concavidad desplazada hacia la losa n° 1, bacino que presentaba una superficie refinada Oám. X).
Esta concavidad seguía ubicada en el aquí potente manto de ardUas rojizas sumamente apelmazadas, por Jo que la excavación no alcanzó la plataforma o losa de arenisca verdosa que subyace
como paleosuelo a solo 65 cm. de profundidad en el Monumento n. prueba de su señalado buzamiento en el emplazamiento del Monumento l.
Es innegable, pues, que la fabrica de este dolmen funerario de cámara poligonal simple, se
inició "modelando" sobre el barro un cuidado bacino basal, sobre el que se extendió una masa,
posiblemente pastada, con la inclusión de menudos cantos gredosos, "lecho" de los dos individuos inhumados, para cuantos estábamos en Jos trabajos de campo, al unísono. Se tratarla, pues,
de un "matrimonio", hecho ya señalado en otros monumentos megalfticos, por Jo que es muy probable que uno de ambos fue sacrificado para acompañar, "post mortem", a su pareja, con lo que
los rituales que pudieron efectuarse sobre las piquetas y sus desagües en las contiguas losas con
petroglifos (fig. 3, punto III). (rudo arte simbólico vinculado al mundo de la muerte (ConcepciónBlasco, 1997, pág. 52)). pudieran haber llegado hasta el sacrificio de vidas humanas, hecho que
hace más verosímil la exposición que en este sentido hicimos al tratar de otras insculturas, relativamente cercanas, como son las de Las proximidades de Cantaviej a, las cuales contienen un grao
cuchillo de carnicero junto a dos entrantes semicirculares en los que encajan las piernas de una persona genunexa, dándose la "coincidencia" que si en tal posición reposamos la cabeza sobre La losa,
el filo del cuchillo "secciona" nuestro cuello (Mesado y Viciano, 1994, pág. 254, fig. 19, n° 3).
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Flg. 5.- Ortostatos d. la cámara poligonal del M-1.
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En el plano inferior de los inhumados del Monumento 1 de 1 Argilagar, se asentaron las losas
'
que perduran ·' in situ" prácticamente con s u verticaUdad inicial, cerrándose esta planta poligonal
(abierta por el N) con medianas rocas, algunas de las cuales subsisten. Cubierto el vaso sepulcral
pudieron amontonarse rocas para demarcar el túmulo, denunciándose este, si es que le pertenecen, por el solado de pequeñas piedras que aparecían contra la losa n° J apenas iniciada la excavación. Con posterioridad, la erosión o la repetida rebusca que estos campos del Moll recibieron
para demarcar propiedades así como la propia fábrica de ribazos. pudieron haber hecho desaparecer los túmulos, fáciles canteras para una arquitectura rural ingente que cubre y personaliza, a
modo de red. el paisaje de Els Ports; aunque tampoco creemos que estos trabajos hayan podido
mermar en exceso tales monumentos puesto que L pobreza tecnológica de su campesinado
a
"hubiera hecho dudosamente rentable el esfuerzo de desmontar una estructura megaLítica con el
fin de obtener unos cuantos metros cuadrados más de superficie de tierra arable" (Diez, 1994,
pág. 56).
Tampoco hemos advertido en este monumento, como igualmente va a ocurrir en el n° D. círculo o "crómlech" exterior, posiblemente por no haberlo tenido nunca.
Es preciso incidir en el extraordinario deterioro de los escasos restos esqueletales de los dos
individuos inhumados que conten(a la cámara funeraria, estado de destrucción y erosión que llega
hasta las piezas dentales, craqueladas aunque completas, con un acenruado desgaste mecánico
masticatorio en ambos cráneos, deformados por la presión del manto de tierra que los cubría.
Ambos habían perdido los huesos más blandos (vértebras, costillas, coxis, omóplatos, esternones,
falanges.), y grandes fragmentos de los huesos duros de las extremidades, todos ellos carentes por
descomposición de sus articulaciones, posiblemente por la erosión hfdrica y acidez del propio
subsuelo.
La inhumación simultánea, caso de la registrada en nuestro M-l, como apuntó M. Garcfa y
J.C. Spahni para la registrada en dólmenes de L región de Gorafe (Granada), ..exige la práctica
a
de sacrificios forzados" (García, 1959, pág. 105).
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MONUMENTO O
Se ubica al O del Monumento I, equidistando 3 1 m. (fig. 3). Antes de comenzar los trabajos
de campo sólo se apreciaban los inicios o testeros de las losas 1, 2, 3 y 4 (láms. X1 y XII), pera
maneciendo ocultas las 5, 6 y 7, exhumadas conforme avanzaba la excavación. En este sector L
terraza presenta un declive hacia el S, de unos 6° .
La excavación
Tras una capa de 20 cm. de potencia, de tierras rojizas, apelmazadas, conteniendo menudos
cantos (fig. 6, Nivel 1), surge otra (Nivel 0), producto de la descomposición de las losas de areniscas micáceas, de tonalidad verdosa, provenientes de los arrastres erosivos de los cerros TossaJ
de Garcfa y Tossal de Les Roques, sedimentación de unos 50 cm. asentada sobre un paleosuelo
fósil, gredoso, de igual coloración y textura, que se desliza a una profundidad media de 70 cm.
(Nivel ill), plataforma que configurará el subsuelo del propio Argilagar, que aflora y delimita por
el S el propio yacimiento arqueológico. Las losas perimetrales n°S. I, 4, 5 y 6, aparecían plegadas
hacia el N puesto que habían sufrido un corrimiento basal hacia el S. suponemos que por el
propio drenaje de la capa freática que corre sobre la losa del subsuelo y el peso de la cubierta del
propio monumento (láms. XIII, XVI y XVII), aunque tampoco podemos negar que su derrumbe
pueda deberse a una violación en busca de un ajuar que no encontrarnos; y las n°s 2 y 3, del
mismo anillo perimetral, lo estaban hacia el E (lám. XlV).
Levantada la losa n° 1, advertimos que su plano superior o cabezal, con un grueso máximo
de 25 cm., había sido rebajado horizontalmente basta tener una superficie lisa en la que se
advierten las incisiones de los punzones o escoplos empleados, con el objeto de servir de asiento
y dar horizontalidad a la cubierta, indicativo de que el círculo ortostático era vertical (véase un
levantamiento o sección hipotética en la fig . 7). Del mismo modo habíase escotado por ambos
extremos la base, con el fin de apuntar la losa para su mejor (?) anclaje en la plataforma basal del
lugar. Su cara N estaba recostada sobre otra arenisca -losa n° 7- de 20 cm. de grosor, techo del
Monumento ll que aparecía totalmente troceado y en parte descompuesto, deterioro sufrido por
la craquelación geológica de unas rocas frágiles ante un clima extremado y húmedo como es el
del Ports, pues no hay que olvidar que por tratarse de la cubierta fue la losa más expuesta al
medio ambiente (láms. XV y XVI). Su grosor máximo se presentaba recto (vertical) en su lado
O, arco del conjunto dolménico sin losas de cierre, detalle que apunta a que era en este frente
(lám. XVII), donde estuvo la entrada. Retirados Jos plurales fragmentos de la cubierta, procedimos al rebaje de la estructura hasta alcanzar la base de la gran losa caliza n° 4 , para cuyo asiento
habíase taladrado, en un diámetro de 150 cm., el paleosuelo o roca basal del yacimiento (láms.
XVID y XIX). E1 monumento no exhumó, como hemos dicho, material arqueológico; tam. oco
p
advertimos huellas de restos óseos.
La losa caliza n° 4 era de perfil trapecial (fig. 8), alcanzando una altura de 14S cm. y un ancho
máximo de 90 cm. en su zona basal, con objeto de presentar una mayor estabilidad. Al levantarla
advertimos que cubría a otras dos, las D0 S y 6, las cuales cerraban el perímetro del monumento por
su cara N, alcanzando unas alturas de 130 y 100 cm. respectivamente, por lo que el total de ortostatos verticales era de seis, estando las menores (n°s 3 y 6), en sus propias bases, asentadas o rec~
cidas con piedras de calza de unos 30 cm. de eje. Las piezas n°S. 4 y S son de caliza numulítica de
coloración gris, siendo las restantes de arenisca amarilla. Ambas calidades son propias del lugar,
pudiéndolas observar en los contiguos cerros del Tossal del Dol~o y de les Roques de Garc(a.
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I:AitQILAGAit - M•,.ll•
MEQALI TO NI 11
Fig. 6.- Planta y secdón dd MonUJMnto O.
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o
Fig. 7.- AJzado bJpotitico del M-U.
CARGILAGAR - Morella
Flg. 8.- Ortostatos del M·ll.
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De las pequeñas rocas internas del monumento, destacamos dos areniscas (con probabilidad
pertenecientes a una misma pieza aunque no unan), que presentan pocetas en cuyas paredes se
advierte la labor del punzón (fig. 9; lám. XX), instrumento que bien pudo ser lítico dado lo blando
de estas areniscas verdosas en estado hidratado, objetos para la percusión que se hacen abundantes a partir del Neolítico ( Piel-Descuisseaux, 1989, pág. 185). Una mide 32 cm. de altura, 25
de ancho y 13 de grosor, presentando una poceta de lO cm. por 5 de ancho y 3,5 cm. de profundidad. En su lado izquierdo posee otra cavidad circular de 5 cm. de diámetro.
La segunda de las areniscas mide 39 x 36 x 13 cm., comportando una sola concavidad de 5,5
cm de diámetro por 2,5 cm. de profundidad. De relacionarse ambas piedras con los petroglifoides, tendríamos que paralelizarlas con las inscuJturas del propio ArgiJagar, hecho que daría
unidad cultural al conjunto plural de la estación, con cuyo hallazgo y estudio irrumpe el megalitismo prehistórico en el País Valenciano.
Interpretación del Monumento D
No dudamos de que este conjunto megalítico tuvo en sus inicios enhiestas, en planta semicircular, sus 6 lajas de cierre, sirviendo la mayor, la caliza n° 4, de pilar central o columna para
dar a la cubierta una mayor estabilidad. Las diversas alturas basales de las lajas menores (n°s 3 y
6) se corrigieron asentándolas sobre pequeñas rocas, y, a su vez, sobre el paleosuelo o losa basal
la gruesa pieza n° 1, haciéndolo Las mayores (n°s. 2, 4 y 5) sobre el fondo de la cubeta o concavidad excavada en la propio losa basal cuya profundidad se encuentra hoy a unos 70 cm. de la
superficie del campo. Fue, pues, un monumento circuJoide, cubierto, de escaso diámetro, abierto
al O, no habiéndose detectado indicios. de tenerlo en origen, del posible túmulo, a no ser que las
rocas menores que observamos, internamente, contra los ortostatos 2 y 3 (lám. XV), le pertenezcan (4). Su demJmbe parece haber sido violento y primitivo, por el hecho de su propio plegado -tangenciaban todas sus losas- y por el detalle de que la fracturada losa de cierre (n° 7),
"atrapaba" o · ~mzcaba" su propio cabezal (fig. 6, reticulado compacto), detaUes indicativos de
que en el momento de su desplome la cámara no aparecía terraplenada por un proceso lento de
sedimentación.
Otro inconveniente del M-U ha sido el de carecer de un claro vaso inhumatorio, caso del
Monumento 1, y no contener resto alguno, tanto esqueléticos como de ajuar, aunque para hincar
los ortostatos mayores -ya se comentó- fue preciso taladrar, en un círculo de 150 cm., el lftico
subsuelo del lugar. Pero si tenemos en cuenta el mal estado de los restos óseos del Monumento
1 hay que sospechar que la corriente subterránea de las aguas de lluvia, las mismas que pudieron
,
forzar el plegamiento de sus calizas, han debido descomponer y reducir a la nada sus posibles
restos esqueletales, caso de tratarse de un monumento funerario. Tal corriente freática la hemos
podido comprobar tras las fuertes Lluvias dél mes de octubre de 1994. Colmados ambos sondeos,
el Monumento 1 aun permanecía con agua transcurrido un mes de la última precipitación
(lám. XXI). mientras que el U aparecía seco a los 15 días de los aguaceros, por lo que pudimos
proseguir su excavación.
(4) Recordemos en tal senlido las detectadas en el M·l contra la losa l. al socaire de los arrasiJ'eS del agua de lluviA desccndenc del propio Tossal de Gart'Ca.
c
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Fig. 9.- Material lftko de superlide y armiscas con cavidades ftCOgldas en d M-U.
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LAS AGRUPACIONES PÉTREAS
Esparcidas por la superficie del yacimiento Uaman poderosamente la atención varias agrupaciones de pequeñas rocas cuyas superficies enrasan con la del propio campo (láms. x.xn y
XXIII), formando mayormente círculos que, salvo excepciones, apenas alcanzan los 70 cm. de
diámetro. Se han contabilizado 24 agrupaciones, habiéndose excavado las n°S IV, V y VI. La primera, a 19 m. hacia el SE de los Petroglifos (lám. XXIV), casi junto al campo de labor (fig. 3,
punto [V). Aparece formada por la agrupación de 7 rocas, fragmentos ortostáticos colocadas verticalmente, los cuales reposan sobre el banco del subsuelo de J'Argilagar, hecho que comprobamos al excavar las tierras de su alrededor. aquí solamente con una potencia de 20 cm. (láms.
XXV y X:XVl).
Todo este grupo de rocas t.angenciaban arropando a la central, la cual tenía una altura de 45
cm. La losa mayor, la más septentrional del conjunto, tiene un eje de 75 cm. y un grosor de 13
cm. Tal agrupamiento formaba un seudocuadrado de 90 cm. de lado, no conteniendo evidencia
arqueológica alguna (fig. 10).
Las agrupaciones de piedras, sin orden alguno, que señalizamos ella zona NE (de la fig. 3)
delimitando el propio campo de labor, parecen debidas a simples majanos, caso del punto excavado n° V; pero no hallamos explicación para las pequeñas agrupaciones del interior del propio
yacimiento si es que no pensamos en sepulturas para infantes, cuyos restos habrlanse perdido tras
su pronta descomposición.
LOS MATERIALES LÍTICOS
No habiendo dado ningún tipo de ajuar las construcciones megalíticas de 1'Argilagar, nos
dedicamos a explorar minuciosamente las superficies del yacimiento. Mientras su zona más
oriental, por su ligero gradiente hacia el S, apenas dio alguna evidencia lftica (pese a ubicarse
en ella los dólmenes y las insculturas), en la zona a poniente del muro que divide de N a S el
Argilagar, en especial su área NO, allí donde existe un menudo bosque degradado de encinas
(fig. 3), se recogió un buen número de ellos. Y es que este sector del yacimiento, por su propia
configuración, nunca pudo sufrir el fuerte barrido erosivo del agua de lluvia procedente del
Tossal de les Roques, puesto que entre ambos se configura una torrentera. El total de evidencias
lfticas producto de una industria de talla "in situ", dedicando unas dos horas de rastreo, ha sido
de 116 fragmentos de sflex blanco, aunque en roturas más o menos recientes la coloración puede
ser melada. Se hao recogido, también, 5 núcleos sobre cantos de sOex, muy agotados, puesto
que sus ejes no rebasan los 32 mm., prueba clara de que estamos en una zona sin canteras. Sus
mtíltiples y pequeños planos de percusión abogan por una industria microHtica de hojitas, de las
cuales se han listado 10 fragmentos cuyas secciones suelen ser trapezoidales (fig. 9, 3/11 ).
Como pieza más destacada valoramos un segmento de círculo (fig. 9, 1), de s flex blanco, cuyo
dorso presenta un biselado bifacial realizado con la técnica del retoque plano, "técnica que se
está confirmando como una constante de los ajuares dolménicos" (Vegar, 1992, pág. 27). Por
rotura falta uno de sus extremos y presenta fal sas muescas en su ftlo. Altura, 17 mm. De cerámica (a mano) solo advertimos dos fragmentos muy rodados, cuyos ejes miden 14 y 26 mm. respectivamente.
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Fig. 10.- Planta y sección de la agrupación ~tml n• 1v.
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La cronologfa de los escasos sílex del Argilagar encaja bien en un Neolftico de Llanura, posiblemente tras el Neolítico de las cerámicas incisas e impresas no cardiales de Bruixes y Fosca.
cuyo paralelo más cercano sería el yacimiento burrianense al aire libre de El Tirao, estación a orillas del Riu Sec, a dos kilómetros del Mediterráneo (Mesado, 1969). Responde, también. a ese
alto número de yacimientos de superficie, sin estructuras, que se vienen detectando por los aledaños de las barrancadas con Arte Rupestre Naturalista, caso del conjunto "de plaoeUs" de la
Valltorta (del Puntal, Calyades del Mata, Cova de Trenc, etc.); o de la propia GasuUa, aunque en
ellos no han sido detectados enterramientos dolménicos similares a los del Argilagar. Aquf, un
yacimiento cercano, de superficie, con segmentos y hojitas, es el de "La Mola del Solanet", delimitando por el O el propio nacimiento de la Vega del Moll .
Es curioso observar la dependencia, puesta de manifiesto por Fábregas, entre el utillaje lítico
y la propia fábrica de los monumentos funerarios, puesto que llega a la conclusión de que los
microlitos geométricos "son mucho más abundantes en las sepulturas de cámara poligonal
simple", caso de la denunciada en 1' ArgiJagar, que en el resto de las tipologías dolménicas
(Fábregas, 1991 , pág. 242). Pudiera ser que la llegada de tal corriente culturall al norte del País,
en una fecha temprana (con probabilidad Neolítica (5)), provenga del área catalanoaragonesa,
como volveremos a comentar.
LOS PETROGLIFOS
A tan sólo un centenar de metros al SE del Monumento 1 (fig. 3, III), en el extremo apuntado
del yacimiento, allf donde se inicia el gradiente hacia el campo de labor, la plataforma gredosoarenisca que configura el fondo del propio Argilagar aparece denudada, habiéndose empleado su
porción más oriental, en tiempos prehistóricos. para prácticas esotéricas como lo demuestran sus
petroglifoides, esa manifestación rupestre grabada que recientemente hemos detectado en el país
y que J. Abelanet la relaciona con el "mundo megalítico pirenaico", pero cuyo registro cubre
Europa, en especial sus motivos más universales: cazoletas con "desagUes" serpentiformes y
cruces antropomorfas. Estos temas se expanden en el Argilagar sobre dos tipos de soportes: uno,
que por ocupar las terrazas naturales, allí donde los bancos ortostáticos aparecen fracturados,
denominamos "plataformas"; y los segundos, que por aparecer sobre los pei'lascos sueltos, ya desplazados de su ubicación de origen, llamamos, simplemente, "rocas" (fig. 11 ).
PLATAFORMA 1
Como hemos comentado, el subsuelo del Argilagar aflora en su perímetro más oriental. Aquí,
tal plataforma -de arenisca grisácea con mica- presenta una inclinación de unos 4° hacia levante
por lo que sus surcos, grabados con un instrumento agudo, drenan con facilidad hacia su desembocadura, que lo hace a canto de losa (fig. 12 y lám. XXVII). Las insculturas vienen a cubrir unos
7 ml., midiendo su eje mayor, con dirección N, 3 m. En la cota superior de la plataforma, advertiremos una cavidad rectangular, de perfecto contorno, que va a quedar en buena parte dividida
por un estrecho murete de 22 cm. de largo por solo 5 de ancho. igualmente bien dibujado, que
(S) Hc:mos remitido al Labonnorio de: Dlltaeión por Radiocarbono de: la Faculllld de: Química de: la Uni versidad de: Barcelona. 3
00 gr. de: materia ósea. estando a la espera del resultado.
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lOI -
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NORBERTO MESADO OLIVER Y JOAQU(N ANDRÉS BOSCH
2
1
o
Flg. 11.- 1'Argllagar. Situación del coi\Junto de inscuJturas.
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ao
Fig. lZ.- Plataforma l.
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NORBERTO MESADO OUVER Y JOAQU1N ANDW BOSCH
arranca de su lado O, cavidad que en la que desembocan en su perfil N dos cortos surcos, ambos
paralelos a otro mayor de 53 cm. de eje que termina dibujando una especie de "ojal". La piqueta
tiene una longitud total de 74 cm. por 35 de ancha y 8 cm. de honda. De su lateral E van a drenar
varios surcos, de perfiJ semicircular, erosionados, cuyo eje mayor alcanza los 118 cm., teniendo
en mitad de su recorrido un apéndice lateral derecho, de 33 cm. de longitud. y una balsilla rectangular con las esquinas redondeadas, de 23 x 20 cm. y una profundidad de JO cm .• siendo la
más honda de las cavidades (lám. XXVID). A su derecha, como podemos observar en la fig. 12
y lám. XXIX, otros surcos se personalizan por tener dos de ellos un nacimiento en "cayado" o en
"hoz" hacia la izquierda (motivo que también se ha interpretado como un "comiforme" (Royo y
Gómez, 1991 , pág.29 fig. 2, A) , con una poceta circular en su mitad el primero, existiendo entre
ambos el canal mejor labrado, con un recorrido de 125 cm., una sección en " U" de 6 cm. de ancho
y una profundidad de casi 3 cm .. surco que nace de una piqueta cuadrada, de 20 x 16 x 6 cm.
Otros canales, con un curso "laberintiforme", podemos ver en el lateral izquierdo de la plataforma, los cuales tiene nacimiento en la piqueta principal, de labra escuadrada, que recuerda la
que vimos en la cumbre del gran peñedo de "Los Cerradicos de la Masía de Casagranja",
Cantavieja (Mesado y Viciano, 1994, pág.252, fig. 18 -1). Estas cavidades de planos rectos, bien
trazados, hacen pensar en el encaste de alguna estructura o "mesa" de madera sobre las que
pudieron practicarse ritos cbamánicos, con posibles degüellos humanos.
ROCA U
A sólo 50 cm. de la plataforma precedente, existe el segundo conjunto de petrogUfos de
m. Se trata de una roca arenisca, amarillenta, de forma prismática, de 150
cm. de eje máximo, con una anchura media dé 60 cm. y un grosor de 35 cm. En su cara o perfil
E se aprecia una lámina ferruginosa que coincide con la que presenta la plataforma basal del yacimiento en el perímetro sobre la que hace asiento, por lo que la roca parece subida ex profeso del
propio linde de la terraza. La cara insculturada drena ahora hacia el O, iniciándose, también, con
una piqueta de 30 x 20 x 10 cm. labrada en su ángulo SE, de la que nacen dos canalillos que van
en busca de sendos entrantes naturales que t.iene la roca en su perímetro O. Otras cupulillas en
"constelación" quedan unidas por surcos que igualmente van a los regajos erosionados del perfil
O del ortostato (fig. 13 y lám. XXX)
1'Argilagar (fig. ll.
ROCAS ID YIV
En la recortada plataforma arenisca de la terraza, la cual delimita en este punto el yacimiento,
y a solo 2 m. al S de las insculturas precedentes, en el propio declive hacia el campo de labor y
junto a los restos de un refugio circular (fig. 11 , m y IV), veremos un frente de arenisca grisácea
procedentes de las fallas que va presentando el borde del paleosuelo de 1'Argitagar. Sus caras
aparecen erosionadas y atacadas por seculares mantos de lJquenes, dos de cuyas rocas, con una
separación de 11 5 cm., presentan sendos potroglifoides antropomórficos muy alterados por la
descomposición lítica superficial (6): uno en "phi", de 26 cm de altura (Roca IV) (fig. 14 y lám.
(6) Para la conservación de las insculturas O ym dado su escaso volumen. hemos propuesto su tras.lado a los muscos de Morel
.
la o al de la propia V
alhona.
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Fig. 13.- Roca
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n.
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Fig, 14.- Rocas m y IV.
XXXll), y el segundo en forma de una cruz de doble brazos, de 29 cm (Roca ill) (fig. 14 y lám.
XXXIU). Los paralelos más cercanos para el primer grabado lo tendríamos en la Mola Remigia
(Mesado y Viciano, 1994, fig. 13 no 2); para el segundo, en la Cova de les Bruixes y en el
Roquedal de los Cerradicos de la Masía de Casagranja (Ibídem, figs. 12 n° 5, y 19 n° 1). evidentes
ideogramas de la figura humana, Jos cuales cubren un macroterritorio peninsular que se expande
desde Andalucía hasta la vertiente francesa del Pirineo oriental, como podemos apreciar en el
yacimiento de "Roe de les Creus", Nobedes, puesto que ambas figuras aparecen sobre una misma
losa (Abelanet, 1990. pág. 23, fig. 9).
La representación en "phi'', también denominada "de brazos en asa", es el "mas reproducido
en número de cuantos motivos-tipo pueden dividirse las figuraciones humanas dentro del fenómeno esquemático" (Acosta, 1968, pág. 28), con gran incidencia en la pintura rupestre de Sierra
Morena, quedando el motivo cruciforme (nuestra losa IV) inscrito dentro de los "ramjformes" por
sus miembros superiores múltiples, "posible idea gráfica de poderío", con incidencia, igualmente,
en la mitad meridional española (Ibídem, págs. 124 y 216). No sería raro que ambas figuras, físicamente cercanas en sus representaciones, respondiesen a sexos diferentes: las formas en "phi",
por su ideograma circular partido, eqwvaldría al sexo femenino, mientras que los ramiformes
serían la representación del mascutino, pudiendo haber tenido en origen (cuanto menos las losas
de 1'Argilagar), la función de "estelas mortuorias". mientras que la Plataforma 1 y la Roca U
pudieron ser las piedras rituales o mesas sacrales sobre las que practicar los ritos chamánicos
(Jordán y López, 1995, pág. 253), pudiendo llegar al sacrificio de vidas humanas. Recordemos a
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los dos individuos del Monumento 1que fueron inhumados al unísono, prueba evidente de que por
lo menos uno fue sacrificado para acompañar a quien pudo haber fallecido de muerte natural.
Las insculturas vasculares de las plataformas de nuestro yacimiento, especialmente las rectangulares (siempre de mayor capacidad, dominantes topográficamente, y en las que suelen tener
nacimiento los canales), quedarán inmersas en el propio lenguaje esotérico del hacer de estas tierras norteñas, puesto que apenas las conocemos fuera de él. La técnica empleada en la confección de los grabados de 1'Argjlagar, como las de todo el conjunto de insculturas que hemos estudiado, fue la del piqueteado (más o menos compacto) de las superficies areniscas utilizando un
percutor de punta, completándose el trabajo, en especial para dar anchura a los surcos de drenaje
{que igual pueden ser de sección semicircular como en U), con un proceso abrasivo por lo que
los impactos de la percusión directa solo se aprecian, si lo hacen, en sus fondos, "motivos tradicionalmente identificados con verdaderas serpientes" (Diez, 1993, pág. 67), y, por ello, ''signo
creador de vida"; pero, a su vez, "portador de muerte" (Morales, 1986, pág. 302).
Por su propia singularidad Jos grabados de las Rocas rn y IV tendrían una cronología
Eneolftica, no pudiéndose modernizar más por el simple hecho de que nada semejante existe en
los innumerables pobladillos rupestres de la Edad del Bronce que conocemos (7), no ocurriendo
lo mismo con los motivos cupuliformes y canalillos, temas con una enorme profundidad cronológica puesto que igualmente podemos observarlos sobre las propias losas dolménicas, caso de
las existentes en 1'Alt EmpordA ("La Taula dels U adres" comporta 25 cazoletas en su mayorfa
unidas por surcos, y el dolmen del "Pia del Dijous" tiene una complicada red de diminutos cupuliformes intercomunicados (Casanovas, 1985, págs. 138/140), como encima de monumentos cristianos modernos (8), temas que tampoco hemos observado en la provincia de Castellón en yacimientos de la segunda mitad del no milenio a. C. Abelanet los observará, igualmente, sobre 15
cubiertas dolménicas del Pirineo Oriental (Abelanet, 1989).
Desde que por primera vez entramos en contacto con el Argjlagar del Mas de García. uno de
los problemas que se nos planteó fue el de si las insculturas y los monumentos funerarios eran coetáneos o no, puesto que bacinos y drenajes rupestres abundan en la Vega del MoU. En su inicio, por
el E, ya los observamos en la cumbre del poblado ibérico de La Serrn del Mas de Martf (Mesado
y Viciano, 1994, pág. 218), y junto al propio Argilagar, si rebasamos la menuda torrentera que deHmita el yacimiento por el NO, a unos 200 m., en la propia base del cerro, hallaremos un enonne
peñedo con cupuliformes y canales semejantes a los anteriores de La Serrn. También advertiremos
pequeftas piquetas si abandonando el Argilagar ascendemos por las laderas del Tossal de les
Roques de Garcfa, cavidades fáciles de encontrar en los bancos fracturados o rellanos de ladera de
las curvas de nivel. Por tal causa, no sabremos si el contexto arqueológico de nuestro yacimiento
es paralelo o no. Ahogarla por el primer supuesto el hecho de haberse recogido en el interior del
Monumento U las dos rocas con pocetas, aunque tampoco podemos asegurar que su función fue la
misma que la de las insculturas al aire libre, puesto que presentan una superficie irregular y no comportan señales de drenaje ni de desgaste, aunque ello pueda deberse a su propio ocultamiento; pero
ahogarla por una cronología paralela a la manifestación dolménica de 1'Argilagar, el hecho de que
en un elevado porcentaje de dólmenes peninsulares (también Mediterráneos), monumentos y cupu(7) Pese a dio. como ya dijimos. cncmos que la mayor 11131Úfestaci6n eulwal puesll de manifies1o por la 1
6:nica del repicado
sobre areniscas al am libre se produce duran~e el Rimo 1 (Mesado y Viciano. 1994. pjgs. 24S y 246).
(8) A la salida de Vi llbella (1" Alcalalen). en su bajada al "Pia··. edSie una eruz de támino que pre.w:nla sobre el ~lteO
gmdeño varias poc:etas con sus pertinen1cs canales de desagüe.
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liformes intercomunicados por surcos son una manifestación común que pudo tener relación con
un mundo de ultratumba ligado al sol y al agua (Áivarez, 1982).
CONCLUSIÓN
De todos es conocida la pluralidad del registro dolménico peninsular cuyas secuencias materiales abarcan desde el Neolítico Final hasta la romanización, hecho que evidencia el dilatado uso
que con el paso del tiempo dio el hombre a estas construcciones ciclópeas, nacidas como auténticos panteones familiares de clan, cuya cronología más amplia queda centrada en el horizonte
Eneolítico precampaniforme (Mujicka, 1992, pág. 19). En algunos puntos de este mapa dolm~
nko, caso del VaHe de Gorafe en Córdoba o el de Liébana en Cantabria (citados simplemente por
ser aéreas extremas), sus agrupaciones van " a responder a razones fundamentalmente económicas" (A. Diez, 1994, pág. 56), por ser valles idóneos para "el desarrollo del pastizal de diente",
medios orográficos que presentan unas estribaciones con una orientación predominante en sentido
E - O, hallándose sus megalitos dominando las valladas de Mediodía. Es lo que ha venido a denominarse "orientación tipo" (A. Diez, 1994, pág. 56), posiblemente fijada por su mayor insolación,
microclima que a v a incidir directamente en el pastizal y en la agricultura inicial de secano, lugares
óptimos para asentamientos humanos semejante a los del Argilagar del Mas de García.
En los estudios sobre el fenómeno dolménico se viene incidiendo en la propia pobreza de los
ajuares, que no los presentan un alto porcentaje, e incluso en la carencia de restos esqueléticos en
sus vasos inhumatorios o núcleos funerarios , hecho que tanto puede deberse a los robatorios
como a la descomposición de los propios depósitos. Al estudiarse los megalitos galaico-portugueses ya se apunta que es "secular y casi universal'' su violación (Fábregas, 1991 , pág. 226). y
al estudiarse el gerundense Dolmen del Doctor Pericot se anota que no registró ni un sólo fragmento de resto antropológico, hecho que sus excavadores atribuyen "a la constitución geológica
del terreno que consume los restos oseos" (Esteva y Tarrús, 1982, pág.49), monumento que sólo
tributaría, fuera de la cámara. un cuchillo de sílex, y en su interior un disco de cuarzo de "tipo
paleolftico". Pese a tales carencias los denominados "dólmenes, tumbas" son, en el contiguo
suelo aragonés, "el elemento (formal) más característico" (Beltrán-Liorís, 1985, pág. 43).
También comportaba "El Dolmen del Doctor Pericot", de planta poligonal, las consabidas
cuñas para asegurar la estabilidad de los ortostatos, siendo su uso plural en los megalitos gerundenses (Esteva y Tarrús, J982, pág. 48). 1 si recordamos este dolmen es por el hecho de tener, a
sólo 12 m., unas losas inclinadas, con cazoletas y canalillos intercomunicándolas, por lo que se
inscribe dentro del importante conjunto dolménico de Las Gabarras, aunque tenga los ortostados
hincados en la arcilla (como nuestro Monumento 1), mientras el resto de los gerundenses lo hacen
encastando las losas sobre regatas abiertas en la roca natural (Ibídem. pág. 5 1).
Posiblemente por violados, los monumentos de 1' Argilagar no han proporcionado ajuar,
aunque tampoco están excavados íntegramente con objeto de mantener " in situ", hasta su traslado, los ortostatos, pues hay que recordar que el Dtr. Esteve, en los apuntes que amablemente
nos ha enseñado de sus prospecciones en el Baix Ebre, encontraba -aunque no siempre- los
ajuares que acompañaban a las sepulturas, de cámara poligonal simple, colindando por el exterior con los propios vasos dolménicos, hecho que debemos i11terpretar como un ocultamiento claramente intencionado para que no fuese encontrado por fos violadores de tumbas, puesto que los
monumentos serían visualmente dominantes en los valles que los albergan (fig. 2).
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No considerarnos piezas de ajuar las areniscas con cazoletas del Monumento U, pues más
bien parecfan piedras de relleno. Fábregas, al estudiarlas, recuerda que solamente el dolmen de
Carvalhas Alvas tributó en el interior de la cámara una de estas piezas. habiéndose recogido el
resto: o bien en la superficie de los túmulos del NO peninsular (seis ejemplares), o entre las tierras de los inicios de los corredores (las dos piedras con cazoletas del Monte Pirleo 2), anotando
igualmente que pudiera tratarse de un simple material de relleno (Fábregas, 1991, pág. 206). No
disponiendo en la Península de otros paralelos cita los de diversos monumentos británicos, donde
también aquf las piedras con cazoletas suelen recogerse en los "cairns" o cfrculos externos, por
cuanto "es difícil plantearse la cronología de estos artefactos" (Ibídem, págs. 206 y 207).
Parece evidente que el megaUtismo constituyó una moda, que nacida en la costa Atlántica
(en la Bretaña Francesa las dataciones por el C- 14 la elevan alrededor del 4000 a. C. (9)) se
expande con fuerza por el resto de los Horizontes Culturales Europeos, impactando sobre el
mundo Eneolftico y alcanzando en la Cultura de Los Millares e12430 a.C. (Beltrán-Liorfs, 1987,
pág. 43), y, como ha sido dicho, sería "el resultado de un sistema de creencias y necesidades culturales" que, prácticamente, cubre Europa (Mujika, 1992, pág. 11 )
La Comunidad Valenciana venía distinguiéndose del resto peninsular por la carencia de
construcciones megalíticas, vacío que era atribuido a "una originalidad de la Prehlstória reciente
en nuestras tierras". suponiendo que el " fuerte substrato Neolítico impidió, o cuanto menos obstaculizó el desarroJJo que venfa produciéndose en otras áreas peninsulares" (Bemabeu 1988, pág.
41 ). Y es que las similitudes intrínsecas entre el mundo megalítico -en general- y el que se refl eja
en los enterramientos múltiples de los hipogeos valencianos durante el Eneolítico es el mismo
(Tarradell, 1965, pág. 57). Ello parece cierto para un momento tan avanzado, pero estamos convencidos de que el megalitismo reflejado en el Argilagar de Morella entronca mucho mejor. ya
lo hemos comentado, con ese horizonte Neolítico detectado por el Dr. Esteve Gálvez en el Baix
Ebre, con enterramientos similares al de nuestro Monumento l (de cámara poligonal simple),
entre cuyo ajuar, también escaso, destaca un vaso globular -hoy en su colección particular- que
presenta como única decoración moldurada, en los arranques de sus acintadas asillas, "bigotis".
De tales trabajos, que permanecen inéditos, aunque terminan de cederse para su revisión y publicación al Servicio Arqueológico del Museo de Amposta, se conoce el haJJazgo del Pla
d 'Empurics, Arnposta-Tarragona. En él, junto a tres losas verticales cuyas dimensiones "oscilan
entre 68 y 55 cm. de ancho y 52 y 70 de alto'', hincadas poligonalmentc, fueron detectados "despojos humanos. muy alterados y meteorizados". Tal era su descomposición que no se pudo
"deducir con absoluta claridad la exacta posición del cadáver''. Su ajuar lo componía un collar,
encontrado "in situ", formado por 33 piezas discoidales de pizarra y 18 de calaira, más "un vaso
cerámico ovoide, con alto cuello cilíndrico, que en su tercio superior lleva a modo de asas dos
pequeños tetones perforados en sentido vertical", sepultura megalítica que el Dtr. Esteve sitúa
alrededor del 3000 a. d. C. (Esteve-Gálvez, 1952, págs. 18 y 19), cuyos paralelos han sido recientemente señalados en la Necrópolis de la Mina de Vallfera (Mequinenza, Zaragoza), correspondiente al "neolítico medio-fmal'', con dos sepulcros de inhumación con cámaras de aspecto circular (sepultura 1) y poligonal simple (sepulLUra 2), "formadas por grandes losas calizas delimi(9) Tambiin ha.brunos de tc:nc:.r pre5tnte las datociooes radiocarbónicas obtenidas en monumentos de la rase antigua. con cáma.r
as poUgonales simples. del NO pe.ninsul:u' (As Rolas. Chan da Cruz o PeiUI Mosqueiru). en tomo al G
llimo tercio dcl lv- milenio a C.
(F4bregas. 1991 . p4g.2S8). c.ronología que crttmos válida. cuanto menos. para nuestro Monumento l.
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tando espacios de 2 m. de diámetro" (Beltrán-Lloris, 1985, pág. 37). El sepulcro 2 posefa una
inhumación doble (adulto y niño) con un ajuar compuesto por cuentas de "dentalium" y discoideas de "cardium", brazaletes de pecten, hachas líticas y materiales cerámicos (Beltrán-Lloris,
1985, pág. 37; Royo, 1986, pág. 21 y SS.).
También en Aragón se incide en la "extrema pobreza" de los ajuares que comportan los conjuntos dolménicos (Beltrán, 1985, pág. 48), y cuando se enumeran los restos antropológicos tan
sólo son listados los de "Piedra Vasar" (varios huesos y un diente), "Cueva de Tella" (fragmentos
de cráneo), y "restos" de tres individuos en "La Caseta de la Bruja" (Ibídem, pág. 49). También
en el importante conjunto de "Les Gabarres" se comprobó "la ausencia casi absoluta (de restos
antropológicos) pues solamente encontramos dos fragmentos minúsculos en el sepulcro n° 25.
Incluso las piezas dentarias que tanta resistencia ofrecen a la descomposición. han desaparecido"
(Esteva, 1965, pág. 12). Tal pobreza se viene atribuyendo a poblaciones pastoriles "de hábitos
ciertamente sencillos" (lbfdem, pág. 49), sencillez que contrasta con la monumentalidad de sus
panteones. No va a ocurrir Jo mismo en la región de Gorafe (Granada). en donde excavados 198
dólmenes se registraron restos de 224 individuos. hecho que pudiera deberse a una clara
influencia de Los Millares (Garcfa, 1959, pág. 108). Para este último investigador. la falta de
ajuar, unido al tipo sencillo de los monumentos (el de planta poligonal sin corredor), se debería
a un "cierto grado de arcaísmo" (Ibídem, pág. 107).
Por novedoso, llamamos la atención del bacioo moldeado en el subsuelo del Monumento l,
cuyo fondo máximo estaba desplazado hacia la losa 0° l . Ignoramos cual sería su fin, aunque
pudiéramos pensar en un receptáculo que pudo servir para facilitar a la pareja inhumada el tránsito de esta vida hacia una prolongación telúrica subterránea; o en un simple drenaje de las humedades de la cámara funeraria, hacia el exterior. Nada parecido hemos encontrado en la extensa
bibliografía sobre excavaciones dolménicas a no ser que pueda tener paralelos rituales con
algunos bacioos labrados en la roca de los fondos dolménicos, caso del encontrado en el dolmen
de Canet d 'Adrí o de la Mota {Esteva, 1985, pág. 95).
En Castellón pudiera darse un hecho ya observado en el Alto Aragón, en donde se presentan
dos áreas claramente delimitadas: una en el prepirineo ribagorzano con cotas inferiores a los setecientos metros en donde se dan las coosuucciones megalíticas de mayor tamaño; y otra en el foco
pirenaico, alrededor de los mil m.s.n.m., en donde se concentran las construcciones megalíticas
menores (Beltrán, 1985, pág. 45). En la zona Norte de nuestra Comunidad, ocurre algo similar,
pues mientras en 1'Argilagar, con cotas de unos mil metros, tales monumentos son de "cariz
menor'', en Almenara (La Plana Baixa) , a escasos kilómetros del Mediterráneo, el conjunto de
bloques pétreos organizados que tenemos en estudio es de "cariz mayor". Tal distinción pudiera
ser aquf casual, puesto que el grupo dolménico de Amposta, con cotas similares a las de
Almenara, presenta unas consuucciones semejantes a las del Argilagar. Tampoco habríamos de
olvidar el menhir oculado ( denominado popularmente La Pedra de Santa Anna), de Vilafamés
(La Plana Alta), hoy en el "Museo del Vino" de esta población (Mesado y Viciano, 1994, pág.
212, fig. 9 n° 1), cuyo primigenio emplazamiento habríamos de rastrear por si en sus aledaños
existen otros restos megalíticos. Son, pues, tres los puntos (Morella, Almenara y posiblemente
Vilafames) que se adentran hacia el corazón valenciano, en donde habríamos de prospectar
enclaves geográficos similares en busca de estas novedosas ' aquf, construcciones dolménicas,
siempre emplazadas por áreas geográficas pródigas en recursos agricologanaderos, puntos de
seculares vfas de comunicación y de transhumancia. En este sentido tendremos que recordar la
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cista megalftica de "L'Aixebe", en término del municipio de Sagunto, donde en 1956, aJ roturar
un campo de algarrobos, a un metro de profundidad, se encontró una "fosa formada por cinco
irregulares Josas de rodeno, dos de elJas, de 1,70 m. de largo por 1 metro de ancho, que junto con
otras dos de 1,30 por 1 metro. formaban los lados de la sepultura, de traza rectangular, y la quinta
losa, partida en dos porciones irregulares, tapaba la fosa". Su interior contenía un par de esqueletos superpuestos, encogidos, poseyendo como ajuar cuatro hachas de piedra pulida (Hemández,
1956, pág. 18).
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LA NECRÓPOUS MEGAÚI1CA DE L' ARGILAGAR DEL MAS DE GARCfA
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ANEXO l. ESTUDIO HISTOLóGICO DE LOS ESQUELETOS PROCEDENTES
DE LA CÁMARA N• l DEL "ARGILAGAR DEL MAS DE GARCÍA",
por Lufs VTE. TAMARIT MONTESINOS*
Diferentes muestras de los huesos largos de los esqueletos marcados NE y SO fueron descalcificadas con ácidos minerales diluidos (nítrico y clorhídrico), neutralizadas e incluidas en
parafina, previo procesamiento con un aparato automático VIP 2000 de Bayer.
Los cortes efectuados a 5 Mu fueron teñidos con Hematoxilina-Eosina, tricrómico de
Masson, técnicas de plata (reticulioa y meteoamina) y azul directo, variante Picrosirius de
Junqueira (l) para luz polarizada. Los resultados se exponen a continuación.
Histológicamente, a juzgar por la buena lamelación del tejido óseo compacto y de las líneas
de cementación observadas no se objetivan lesiones ante-mortero en las muestras analizadas. Las
osteonas, salvando los artefactos producidos por la degradación post-mortem (diagenesis) muestran una estructuración dentro de límites normales. También se aprecia perfectamente la lamelación del tejido óseo compacto en las fotos con luz polarizada (fig. 9 y JO) espacialmente, así
como en la tinción de plata-metenamina (fig. 9). Las llamadas líneas de cementación, más o
menos rectilíneas o con ligeras muescas, indican que el proceso de remodelación ósea por las
Unidades Básicas Multicelulares (BMU) (2) es normal. En las tinciones de Hematoxilina-Eosina
se ven en imagen positiva (fig. 2 y 3), mientras que en las tinciones de plata en imagen negativa
(fig. 5, 7 y JO).
Los cambios post-mortero son los más importantes encontrados en los huesos estudiados.
Las diferencias observadas en las muestras NE y SO son más bien de grado, ya que los huesos
NE muestran una mayor degradación o desintegración por los efectos de los agentes externos
(fenómenos de tunelizacióo fúngica osteoclásica, recristalización, etc.), en los que intervienen
también factores tales como la acidez del suelo o condiciones del terreno (vegetación, etc.), factores mediambientales (humedad, temperatura, etc.). Todos ellos importantes en el proceso de
recristalización y fosilización del tejido óseo.
El proceso de diagenesis puede afectar tanto a la materia orgánica (fermentación de aminoazúcares por hongos y bacterias, tunelización fúngica osteoclásica), como a la materia mineral
("cristalización-recristalización", "cracking").
El "cracking" (3) no es más que el resultado de la degradación química del hueso debido a
la neofonnación de cristales de fosfato cálcico y/o pirofosfato como consecuencia de la hidrólisis
ácida inicial de la hidroxiapatita y la recristalización por intercambio de iones fosfato con iones
ferroso-férricos para formar cristales de fosfato férrico hidratado (Fe3 [HP04] x8 H20 ), Llamados
• Deparwneoto de Aoatomla Patológica. Hospital La Fe de V
aleocia.
(1 ) L C.U. JUNQUEIRA: ''Diffcn:ntial bistoJogic diagnosis o( osteoid. A study of buman ostcosan:oma coUqeo by lbe
bistocbemical picrosirius polariz.atioo method~. J. Palbol. 148: 189-196, 1986.
(2) P. BALDET. C. MARCELU y G. LÓPEZ: ~Le coocepc de Remodelage Ossewt". En L TEOT. J. VIDAL y J. OOSSA
(eds.): Le 1Wue Osseux. Sauramps Mcdlcal. Mompellicr. 1989. pp. 62-64.
(3) G. GRUPE y U. DRESSES·WER.R.INGLOER: "Decomposiúoo Pbeoomeoa in tbin sectioos of excavatcd human booes".
En G. GRUPE y A.N. OARLAND (eds.): Histology of ancitnt human bones: methods and dia1nosis. Springer· V
crlaa. Berlín. 1993.
pp. 27-36.
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NORBERTO MESADO OUVER Y JOAQUfN ANDRÉS BOSCH
cristaJes de "vivianita", fenómeno que suele acompañar al del "cracking". Es este un proceso de
diagenesis químico, pero también se asocian procesos ffsico-químicos tales como la formación
de los llamados "compuestos de inclusión" que no es más que un intercambio no iónico de cristales de minerales del suelo que se encajan mutuamente entre sí y con los que quedan en el tejido
óseo aprovechando los huecos que previamente ocupaban los de la hidroxiapatita hidrolizada.
Estos fenómenos de "recristaJización" tanto iónicos como no iónicos son muy importantes
en el proceso de fosilización del tej ido óseo, que lógicamente depende del tiempo, además de los
factores mencionados.
En los cortes his tológicos la ''recristalización" se ve bien especialmente en la superficie cortical, que está en contacto directo con el medio ambiente (fig. 2, 6 y 12).
En resumen, los huesos NE (fig. 1 a 9) muestran una mayor activ idad diagenética organornineral que los SO, sobre todo por hidrólisis ácida debida a la acción fungo-bacteriana, mientras
que los SO no presentan cristales de pirofosfato en tanta cantidad, aunque sí fenómenos de "cracking" por interacción química con iones ferroso-férricos y consiguiente formación de cristales de
" vivianita".
Los fenómenos reparativos de recristaJización bao sido más efectivos en los huesos SO (fig.
lO a 13), quizás por el mayor drenaje de zonas húmedas y ácidas del propio lecho donde yacían
los huesos. Lo que ha permitido que éstos conservaran un menor grado de humedad y, por tanto,
de acidez.
La estructura histológica y biológica ante-mortero, a j uzgar por el patrón estructural de los
sistemas de Havers y de la remodelación básica multice1ular (BMU) está dentro de límites normales en ambos huesos NE y SO.
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LA NECRÓPOLIS MEGAUTICA DE L'ARGILAGAR DEL MAS DE GARCfA
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2
3
5
6
Fig. J•• Ártb de desmmcrlllt/actón de la hidroxtapaull por hidrólisis
ácida fungo.bactcrinna alrededor de los cooduc:tO> de Jla,crs coa la const·
gutcnrc rccn>tthzxión de kx fO
éstos (ptrofosfat~).
Fig. 2 ) J .. lmá¡cnc Mmtlares a la fig. l. En la fig. 3 se 'en la.> hncu
de ttmcntaeión tcillda> postti\·amcnte coa H-E cnue dos canalc~ va\CUl~
Fig. ~-· Tunehu.ctón fúngica ostcoclá>ic.a y áreas de rardacctón 6>ea
por ptrdid3 de matcna Ol'piiO-mineral. La franJa central se ha rono;ervado en
mejor ~lado (Tricrómiro de Masson.)
Fi¡¡. S.· Mtcrocavitattón mcfactiva que reme degradación organo-mincrol rontemcndo probablemente "compuestos de inclu·
sión" cristalinos. Una 1 de cetncntación atraviesa a lo l11rg0 de unatrabkula
Cnc3
Piata·mctcnanuna).
dtl hueso compacto. C\idcnciada en lindón negatt\a C
Fig. 6 y 7.• lm;i¡enc\ ~imitares a las figuras 1, 2 ) 3. 1 bien con unciones diferente>· la fi¡. 6 ron plata-metenamina. y la fig. 7 con tinción de
plata para rettcuhna En t-.1.1 se 'en algunas lineas de ccmcntactón
7
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'ORBERTO MESADO OLJVER Y JOAQUI
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ANDRÉS BOSCH
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Pig. 8 y 9.- TeJocJo c\,co comp•octo noo>tnndo rnrefacción org~no-nuneral por tunclización fúngo~a O\teocl•hoca ahcmando con
10nru. cJen.a~. opacas a la lul polanLllda que repre,~ntan producto\ de recri\lnhucoón.
fig. 1O Tuoelo7acoon fúngoca 0\tetructuro lamelar. En el
.·
centro un canal ,.a~ular ei"O'oonado por doagene~os O<"gano-maneral. Una linea eJe ccmentacoón ;epara la onterfa\C de rcmodelacoón trab«ular.
fig. 11.· "Cracl..ing") fi\Ur;Aeoón dellejodo óseo por fonnacoón de cmtalc' de vovoanJta.
fig. U.- Doagcne\is moneral con recnstal11acaón. procc>O cJe:.cnto en la log. 1
Pig. 13.- ~hcrocavicación rarcl~cuva. >imilar al de la fig. 5. Junto a fenómeno' eJe recriscalozac•ón. Un pequei\o trn)eclo eJe la
>Uperficoc exccma muc,cr:\ un frence eJe cJe,mmcralización por la ero\IÓil moneralo-diagenétJca.
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ANEXO O. RELACIÓN DE LAS PIEZAS DENTALES PROCEDENTES
DEL ESQUELETO S.O. DE LA CÁMARA N'" 1 DEL "ARGILAGAR DEL MAS
DE GARCÍA", por J. Feo. BAU.ESTER
Procedente de las excavaciones efectuadas por el Departamento de Arqueología del Museu
Arqueologic Comarcal de la Plana Baixa, en el "Monumento 1 del Argilagar del Mas de García de
"
Morella, se nos entregan, para su simple cataJogación, 18 piezas dentales, distribuidas como sigue:
- Un incisivo central superior derecho (11), con ausencia de caries y abrasión Tipo m.
- Un incisivo lateral superior derecho ( 12), con ausencia de caries y abrasión Tipo m.
- Un canino inferior izquierdo (43), con ausencia de caries y abrasión Tipo m.
- Un canino superior derecho (13), con ausencia de caries y abrasión Tipo m.
-Cinco premolares, con ausencia de caries y abrasión Tipo U.
- Nueve molares, cuatro superiores y cinco inferiores. El único molar íntegro es el 18, por lo
que hay que suponer que nunca erupcionó, por cuanto tendríamos dos hipótesis: que pudiera tratarse
de un cordal incluido, o que el individuo inhumado aquí murió antes de Jos 20 años. En los tres
molares superiores hay ausencia de caries, presentando una abrasión del Tipo 1; en los cinco inferiores ocurre Jo mismo, aunque la abrasión es del Tipo U, según la clasificación de Herd y Péóer.
En líneas generales todas L piezas presentan un proceso erosivo post-mortem muy maras
cado, habiendo perdido el esmalte coronario y el cemento de la dentina radicular. Tanto coronas
como raíces. a simple vista, aparecen con alteraciones morfol6gicac; producidas por múltiples
corredores laberínticos colmatados por concreciones térreas, efecto de la abrasión erosiva debida,
posiblemente, a la falta de una cubierta en esta arquitectura de cariz dolménico, por cuanto Jos
esqueletos de sus dos inhumados han perdido grandes zonas óseas.
Otros datos a destacar son el uniforme desgaste oclusal de las piezas, indicativo de una masticación correcta aunque rica en silicatos, dieta propia de un horizonte Neolítico que ha incorporado masivamente las gramíneas molturadas en molinos cuyo desgaste introduce arena en la
harina integral resultante; y que ninguna de las 18 piezas presentan patologías, estando libres de
caries, tanto éstas como las piezas del cráneo del individuo contiguo, hecho que pudiera deberse
a una dieta muy baja en azúcares elaborados.
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NORBERTO MESAOO OUVBR Y JOAQUÍN ANDRÉS BOSCH
ANNEX m DATACIÓ RADIOCARBÜNICA D'OSSOS HUMANS DEL DOLMEN
1 DE L' ARGILAGAR DEL MAS DE GARCIA, per JoAN S. MESTRES 1TORRES*
Arnb la fmalítat de procedir a la seva dataci6, el Laboratori de Dataci6 per Radiocarboni de
la Universitat de Barcelona ha rebut del senyor Norberto Mesado Oliver del Museu Arqueologic
de la Plana Baixa una mostra de material ossi d'origen huma provinent del jaciment aoomeoat
L'Argilagar del Mas de Garcia situat a MoreiJa (Els Ports).
l. OBJECfE DE LA DATACIÓ 1 DESCRIPCIÓ DEL MATERIAL REBUT
El material ossi datat prové de la cambra sepulcral ocupada per les restes de dos individus
del Dolmen l. Per l'estructura del dolmen i el material Htíc trobat en el context arqueologic,
aquestes pot atribuir a finals del Neolftíc. L'objecte de la dataci6 per radio-carboni és dones datar
aquest moment cronocultural alhora que el megalitisme al nord del País Valencia.
El material va arribar en dues porcions corresponents a sengles trameses, de 297 i 295 g, i
estava constitu"it per fragments d' ossos de longirud inferior als 15 cm coberts d' una fina capa de
terra fortament adherida a la seva superficie.
l. TRACI'AMENT DEL MATERIAL
Els materials objecte de dataci6 se sotmeten a un tractament que té per fmalitat eliminar els
components aliens a la seva propia oaturalesa i la contaminaci6 procedent de !'exterior causada
per compostos químics d 'edat no definida i conservar, ambla major integritat possible, els coostítuents representatíus de l' edat del material datat En el cas del material ossi, at~ que el col·lagen
no és susceptible de bescanvi de carboni amb el medi exterior, és un constituent que compleix
aqueUs requisits. En consequencia. la finalitat del tractaroent químic del material ossi és l'extracci6 del col·lagen i la seva recuperaci6 amb un grau de puresa tan elevat com sigui possible. En
tractar la primera porci6 del material presentes va observar que el contingut de col·lagen era molt
baix i per aquest motiu es va intentar també la dataci6 d'altres fraccions del material ossi: els carbonats i la mat~ria orghnica no proteica. Tot i reconeixent el risc que aquestes fraccions estiguessin
contaminades i que la contarnioaci6 no es pogués eliminar, es va intentar la seva dataci6 per tenir
dates altematives en cas d'impossibilitat de l' tís del col·lagen per la seva escassetat o bé per
refo~ar el valor de la data obtinguda del coJ.lagen en cas d 'obtenir un resultat poc precís.
Els fragments d ' ossos es van raspallar superficialrnent amb un raspall metAl·lic per eliminar
la pAtina adherida a la seva superficie i els fragments es van fracturar per tal de detectar la possible pre~ncia de terra, arrels o altres elements estranys en el seu interior. El material net procedent de cadascuna de les porcions, amb un pes de 289 i 277 g, es va moldre a una granulometria
inferior a 250 mm. El material molt procedent de la primera porci6 es va tractar amb acid clor-
• l.aboratori de Dat~eió per Radioc:arboni. Universitat de BU'Cdona.
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LA NECRÓPOU S MEGALfTICA DEL' ARGD.AGAR DEL MAS DE GARCfA
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hfdric 2M per tal d'elimioar la fracció mineral i els possibles carbonats procedeots de la circulació d'aigUes. El residu insoluble, constituit majoriWiament per col·lagen, la resta de mat~ria
orgW1ica i les perites restes de terra que poguessin romaodre a la trama trabecular de les epífisis,
es va tractar arnb solució reguladora a pH 3 a 90 OC duraot 18 hores amb la fmalitat de produir
la hidr~lisi del coHageo a gelatina i aconseguir així la seva dissolució. Finalment, evaporaot la
solució resultant de la hidrolisi es va obtenir un residu constitu'it per gelatina. apte pera la datació.
La quantitat de gelatina recuperada va ser de 3,1 g que representa un rendiment de només un 1%.
Davant del baix rendiment en gelatina, es va reservar també per a la datació el residu insoluble
de la hidrolisi del col·lagen a gelatina que conté la mat~ria orglnica no proteica.
El material molt proceden! de la segona porció es va utilitzar també pera la datació de la fracció
carbonat per a la qual cosa es va atacar en un reciote tancat i previarnent evacuat amb ~cid fosfOric
2M i es va recollir el dioxid de carboni resultaot de la descomposició dels carbonats. El residu de
l'atac arnb ~cid fosfbric es va rentar fins a la neutralitat i seguint el mateix procediment descrit pera
la primera fracció es va extreure el col·lagen i es va reservar el residu de la seva hidrolisi.
3. PREPARACIÓ DE LA MESURA RADIOMETRICA. SfNTESI DEL BENzE
At~ que
la mesura del contingut de radiocarboni no és possible efectuar-la directament sobre
les fraccions de l'os previarnent separades, aquestes es transformen en un compost químic adequat
que permeti dur a terme la mesura de l'activitat per escintil·lació líquida. A continuació es descriu
el procediment químic que condueix a la prepara-ció d'aquest compost quírnic: el benze.
Els respectius residus de mat~ria organica resultants de l'extracció del coJ.lagen i els de gelatina resultants de l'evaporació de la solució resultant de la hidrolisi del col·la-gen procedents de
cadascuna de les porcions es van reunir i es van cremar en tub de combustió sota corrent d'oxigen. El dioxid de carboni resultant de la descomposició deis carbonats i el dioxid de carboni
resultant de les combustions, convenientment puriñcat i sec, es va deixar un mes en espera
perqu~ es produfs el decaünent radioactiu del 222Rn que el pogués acompanyar. Traoscorregut
aquest temps, es va mesurar l'abundlncia isotopica del 13C del material per espectrometria de
masses en una petita mostra de diO-xid de carboni. Posteriorment, el dioxid de carboni restant es
va reduir arnb liti metal·lic a carbur de liti, aquest es va hidrolitzar a acetil~ arnb aigua de baix
contingut de triti i, finalment, l 'acetil~ es va trimeritzar catalfticament a benze.
4. MESURES RADIOMETRIQUES
La mesura del contingut de radiocarboni present en el benze producte de les sfntesis descrites
es realitza mitjan~t una t~ nica radiom~trica. l'escintil·lació lfquida. Per tal de mesurar l'activitat del benze es prepara la solució de mesura, pesant-ne 5,00 ml que s'afegeixen a vials de vidre
de baix contingut en potassi juntameot amb les quantitats adequades deis escintil·ladors Bu-PBD
i Bis-MSB en forma solida. previament pesades. Si la quantitat de benre obtinguda de la síntesi
és insuficieot, el benze producte de la síntesi es dilueix gravim~tricament amb benz~ inactiu grau
a
Reactiu Analftic fins a 5,3 mi i amb aquesta meseta bom prepara la solució per a L mesura de
l'activitat de la manera explicada previameot
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NORBERTO MESADO OLlVER Y JOAQllfN ANDRés BOSCH
Com a substancia patró pera la mesura de I' activitat inicial s'utilitza Acid Oxalic 11, subministrat pel Nationallnstitute of Standards and Tecbnology (USA), el qual s' oxjda a dioxjd de carboni amb solució de permanganat pothsic i posteriorment es transforma en benze de manera
id~ntica a la de les mostres (1 ). La preparació de la solució pera la mesura de l'activitat inicial
es duu a terme també de manera id~ntica a la de les mostres.
El valor del fons associat a cada vial es determina a través de la mesura de dos blancs de
referencia preparats de manera id~ntica a La de les mostres pero utilitzant benze inactiu per a la
solució de mesura.
Les mostres, dos patrons d'activitat inicial i els dos blancs de referencia pera la mesura del
fons es compten durant un temps mínim de 36 bores cadascun, dividides en intervals de 40
minuts en un comptador de centeU
eig líquid LKB-Wallac 1217 Rackbeta. L'efici~ncia de la
mesura es determina per a cada interval a través d ' una corba de cali-bratge de l ' efici~ncia en
funció de l' extinció, pr~viament establerta amb patrons d ' activitat similars a les mostres i preparats al mateix laboratori ( 1).
S. RESULTATS 1 DISCUSSlÓ DE LA MESURA RADIOMETRICA
Els resultats de la mesura de )'abundancia isotopica del 1JC (d13C) i els resultats del compte
i La mesura de la radioactivitat, juntament amb la seva incertesa expressada en forma d' una
vegada la desviació típica (1), pera cadascuoa de les fraccions es presenten a la Taula l. Tot i que
els valors de l'abundancia isotopica del 1lC sóo normals pera les fraccions carbonat i col·lagen
(2), l'activitat del radiocarboni en aquesta fracció és més gran que en les altres dues fraccions.
Aixo demostra 1' exist~ncia de bescanvi isotopic entre els ions carbonat de 1' os i els del medi exterior dissolts en les aigUes d ' acord ambles apre-ciacions fetes en !' informe de l'estudi bistologic
(3) i també la presencia de ma~ria orgaruca més jove adquirida a través de processos post-deposicionals. Aquests fets inhabiliten les fraccions no proteiques pera la datació i aquesta s'bawi de
basar exclusivament en el resultat de l' anllisi del coJ.lagen.
TAULAI
(J)
'llwde
IIIOitra(1), AaN
(L)
'llwde
de compCe
oormalltuda
delbem
oormalltzada
ddbenU
petnS(l), AoN
(~)
(cpm/J)
(cpm/J)
Foas
Quaatltat
debma
mesurada
(cpm)
(cpm)
(cpm)
decompte
Carbonat
·1
0.59 3.6359
25.43 tO,II 2.956t0.046 22.48 t 0.12
72.899 t0.01
2
8.23St0,1)13
1
0.862t0,1)19
Col·la¡eo
·21.17 1
.6247
10,270t0.068 3.020t0.046 7,2Sito.083
72.9032t0,0053 6,074t0.069
1
0.862t0,1)19
Malma
·23.40 O.Sl383
S,81StO,OSI 2.934t0.046 2.880t0.069
72.901St0.0074 7,66 t0,18
1
0.862t0,1)19
cqinica
no proteica
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LA NECRÓPOUS MEGAÚTICA DE L'ARGlLAGAR DEL MAS DE GARC{A
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El catcuJ de l'edat radiocarbOnica es basa en els resuJtats experimentaJs mostrats en aquesta
taula i respon a l'equació següent:
R = (TI/2 nn2) X ln (AoN IAsN)
L'aplicació d'aquesta equació als resultats de la mesura radiom~trica de la fracció col·lagen
permet calcular la data radiocarbOnica. EJ resuJtat de la datació (6) i el codi del resuJtat, assignat
pel Laboratori, es el següent:
Ossos humans
procedents del Dolmen 1
UBAR-520
4670 ± 100 BP
Els presents resultats només donen fe de les mostres rebudes.
6. CALmRATGE DE LES DATES RADIOCARBQNIQUES
La datació per radiocarboni es basa en una hipetesi fonamental que és la suposició que
el contingut especffic de radiocarboni presenten els materials susceptibles de datació s'ha mantingut constant en el rranscurs del temps. Com que aquesta hipetesi no és totaJment exacta. sinó
que hi ha hagut fluctuacions d'aquest contingut, les edats calculades sobre la base d'aquesta hipOtesi tenen un carncter convencional, ja que presenten desviacions respecte les edats expressades
en la escala cronologica solar i defineixen l'anomenada escala cronolbgica radiocarbOnica.
Mesurant l'edat radiocarbOnica d'anells d'arbres d'edat coneguda a través de la dendrocronologia, s'han establert unes corbes, que actualment abasten els darrers 11.390 anys, que relacionen
l'edat radiocarbOnica convencional amb l'edat expressada en !'escala cronolbgica solar. Aquestes
corbes, anomenades corbes de calibratge, no són monbtones i no estableixen una relació biunívoca entre !'escala cronolbgica radiocarbOnica i !'escala cronolbgica solar, sinó que a cada data
radiocarbOnica pot correspondre més d' una data solar.
A causa del caracter no lineal i de la complexitat de la corba de calibratge, la distribució
de probabilitat de la veritable data calibrada a l'entom de la data calibrada experimental no és
normal, com és el cas de la distribució de probabilitat de la veritable data radiocarbOnica a l'entom de la data radiocarbbnica experimental. La distribució de probabilitat de la veritable data
calibrada és una distribució de probabilitat asim~trica i complexa que pot presentar distintes
modes a l'entom de les quals es defineixen un o diversos intervals de probabilitat, la suma deis
quals és igual a una probabilitat del68,3% o bé del95,4%. S'escullen aquests valors per analogia
amb la distribució de probabilitat de la data radiocarbOnica i corresponen a la probabilitat que la
veritable data radiocar-bbnica caigui en un interval de temps que centrat en la data radiocarbOnica experimental tingui una amplada equivalent a una o dues vegades la desviació típica, respectivament (4).
La Taula ll mostra els resultats del calibratge (7) aplicat a la data radiocarbOnica present,
essent el significat de les columnes el que s' indica a continuació:
Columna A:
Codi de la data radiocarbOnica assignat pel Laboratori.
-121-
[page-n-122]
122
NORBERTO MESADO OUVER Y JOAQUfN ANDRÉS BOSCH
Columna B:
Data radiocarbOnica amb la seva incertesa expressada com la desviació
típica.
Columna C:
Dates caJibrades experimentals corresponents a les interseccions de la data
radiocarlxmica experimental amb la corba de caJibratge (5). Corresponen
a les modes maximes de la distribució de probabiJitat de la data calibrada.
Columnes O i E:
lntervals de la data calibrada centrats en les modes de la distribució de probabilitat correspooents a una probabilitat total del 68,3% i probabiUtat
associada a cada interval, respectivament.
Columnes F i G:
lntervals de la data calibrada centrats en les modes de la distribució de probabilitat corresponents a una probabilitat total del 95,4% i probabilitat
associada a cada interval, respectivament.
TAULAD
Callbntge de la dahl ndiocarbl>nka
A
UBAR-520
B
e
D
E
F
G
4670J:IOO BP
cal BC 3496
cal BC 3462
caiBC 3376
cal BC 3625-3565
cal BC 3540-3340
1
2,3%
56.0%
cal BC 3645-3260
caiBC 3245·3100
81.1%
14.3%
La Figura 1 presenta una porció de la corba de calibratge que iJ.lustra el chlcul de la data
calibrada experimental coro la intersecció de la data radiocarbOnica amb la corba i mostra la seva
forma en aquesta regió particular. La Figura 2 mostra la corba de probabilitat acumulada que
permet calcular la probabilitat que la veritable data calibrada es trobi en un interval de temps com
la diferencia entre les ordenades corresponents a l'extrem de l'interval. Finalment, la Figura 3
mostra la distribució de probabilitat de la veritable data calibrada, que perrnet apreciar els intervals amb més alta probabilitat i els intervals indicats a les columnes O i F de la Taula 11.
El Laboratori de Datació desitja recordar que a causa de la seva mateixa naturale-sa, el metode
de datació per radiocarboni data la formació deis materials arqueologics i no els esdeveniments
arqueologics en que participen aquests materials. En el cas de la datació d ' ossos, la data mesurada es refereix al moment de la rnort de l' individu d' on procedeixen els ossos, pero no es refereix a la deposició d'aquests en el nivell arqueolO-gic que es pretén datar.
Barcelona, 15 de febrer de 1999.
- 122 -
[page-n-123]
123
LA NECRÓPOLIS MEGAÚI1CA DEL' ARGILAGAR DEL MAS DE GARdA
5000
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f1a. 2.- Cort. de probabilitat IICUJDulada de .. veritable data calibrada.
-123 -
2700
[page-n-124]
NORBERTO MESADO OLIVER Y JOAQU(N ANDR~ BOSCH
124
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2800
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Fl¡. 3.- Distribud6 de probabffitat deis valon verttables de la data calibrada.
NOTES 1 REFERENCIES
1) MESTRES, J.S.; J.F. GARclA 1 G. RAURET, 1991 : 'The Radiocarbon Laboratory at the
Uruversity of Barcelona". Radiocarbon 31( 1), p. 23-34.
2) STUlVER, M. 1 H. POLACH, 1977: "Reporting of 14c Data". Radiocarbon 19(3), p. 358
3) TAMARIT, L.V., 1998: "Estudio Histológico de los esqueletos del Dolmen de MoreiJa".
Hospital Uruversitari "La Fe", Servei Valencia de la Salut. Val~ncia.
4 ) STUlVER, M. 1 P.J. RBIMER, 1993: "Extended 14C Data Base and revised CALm 3.0 ·~ Age
Calibration Program". Radiocarbon 35(1), p. 215-230
5) STUIVER, M. 1 G.W. PEARSON, 1993: "High-Precision Bidecadal Calibration of the
Radiocarbon Time Scale AD, 195-500 se and 2500-6000 se". Radiocarbon 35(1), pp. 1-23.
6) BP (before present): S'utilitza per representar una data expressada en l'escala cronologica
radiocarbOnica que pren coma origen l'any 1950 OC. Sempre s'acompanya de la seva incertesa expressada com la desviació típica corresponent al conjunt de les mesures radiometriques.
7) cal BC (before Christ): S'utilitza per representar una data calibrada procedent d'una data
radiocarbOnica, expressada en anys abans de Crist.
-
124 -
[page-n-125]
LA NECRÓPOLIS MEGALÍTICA DE L'ARGTLAGAR DEL MAS DE GARCfA
Lám. 1.- L' Ar gilagar. El monumento dolménico n• 1 con anterioridad a su excavación.
Señalizamos los ortost atos 1, 2, 3 y la losa-cuña " a".
-125-
125
[page-n-126]
126
'ORBERTO MESADO OLJVER Y JOAQUÍN ANDRÉS BOSCH
Lám. 11.- L' ArgiJagar. Interior del vaso dol ménico. Se señalan las losas 1, 3 y 4.
-126-
[page-n-127]
LA NECRÓPOLIS MEGALÍTICA DE L" ARGrLAGAR DEL MAS DE GARCÍA
127
-
::;
-
127-
[page-n-128]
128
NORBERTO MESADO OLLVER Y JOAQUÍN ANDRÉS BOSCH
Lám. fV.- L'ArgiJagar. Detalle de los restos csqueletales del M-I, tras ser retirada la losa "e".
Obsér vese el estado de descomposición de los huesos.
-
128 -
[page-n-129]
LA NECRÓPOLIS MEGALÍTICA DE L'ARGILAGAR DEL M>\S DE GARCIA
Lám. V.- L'Argllagar. M·l. Visión frontal del cráneo del esqueleto NE. Obsér,ese su gran craquelaci6n
) el fragmento de húmero cla\ ado junto al ma\ilar inferior ('1;).
-
129 -
129
[page-n-130]
130
NORBERTO MESADO OLI VER Y JOAQUÍN ANDRÉS BOSCH
Lám. VI.- L'Argitagar. Visión lateral derecha del cráneo NE. El núcleo arcilloso sirve de soporte a sus fragmentos.
-
130-
[page-n-131]
LA NECRÓPOLIS MEGALfTICA DE L'ARGILAGAR Dl::.L MAS DE GARCIA
Lá m. VU.- L'Argllngar. Sector SE del sepulcro dolménico. Obsén·ese la losa oblicua "e'',
junto al cráneo del esqueleto NE.
-131-
131
[page-n-132]
132
NORBLRTO MESADO OLIVER Y JOAQLll\ ANDRÉS BOSCII
Lám. VIII.-
L'A rgila~ar.
Sector E del círculo lítico del Monumento l.
-
132 -
[page-n-133]
1 A NECRÓPOLIS Ml:.GALÍTICA DEL ARGJL\GAR DEL M \S Df' GARCÍA
Um. IX.- L'Argilagar. Centro de la cámara funeraria dell\1-1, con lo~ dos cráneo~ exhumados,
ambos protegidos por las lo~as "b") ·•e".
-
133 -
133
[page-n-134]
134
NORBERTO MESADO OLIVER Y JOAQUÍN ANDRF-5 BOSCII
Lám. X.- 1.' Argihtgnr. 1'rns ser retirado el lecho esq ucletal del Dolmen 1, advet·tlrhunos un bacino
- b uzado hacia In losa 1- modelado en la arcilla del subsuelo.
-13~ -
[page-n-135]
LA NECRÓPOLIS ~IF.GALfTICA DE L' ARGILAGAR Del MAS DE GARCÍA
Lám. XI.- L'Argilagar. F.s1ado del i\looumcnlo 11 con anterioridad a ser e:-.ca,·ado.
Inicios de las losn!> 1, 2, 3 y 4.
-
135 -
[page-n-136]
136
NORBERTO MESADO OLIVER Y JOAQUÍN ANDRÉS BOSCII
Lám. XII.- L'Argilagar. El 1-U en período de excavación. Al fondo la Vega del Moll
y la Serra deis Llivis. En "x" el Mas de Ga ..cía.
-
136-
[page-n-137]
LA NECRÓPOLIS MEGALÍTICA DE L' ARGILAGAR DEL MAS DE GARCfA
Lám. XUI.- L'•\ rgilaga r. Estado del M·ll tras retirarse el Nh·ell.
Se señala n los ortostatos 1, 2, 3, 4 ) la losa de cubierta 7.
-l37 -
137
[page-n-138]
138
NORBERTO MESADO OLI YER Y JOAQUÍN ANDR~S BOSCH
Lám. XIV.- Perspectjva SE del M-U en curso de exca,ación.
-
138 -
[page-n-139]
LA ' ECRÓPOLIS MEGALÍTICA DE L' ARGILAGAR DEL MAS DE GARCIA
Lám. XV.- L'Argilagar. Desde el O una 'isi6n dell\1-11.
Obsér,ensc la acumuJaci6n de rocas contra la cara interna de los ortostntos 2 y 3.
-
139-
139
[page-n-140]
140
1\0RBFRTO MESADO O U VER Y JOAQL 11' ANDRÉS BOSCII
Lám. XV I.- L' Argilngur. Visión del M-n. Obsér·vese como en este frente no posee losas de cierre,
posiblemente por estar la entrndu.
-
140 -
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LA NECRÓPOLIS MEGALÍTICA DE L" \RGLLAGA R DEL MAS DF GARCÍA
Lám. XV II.- L' Argilu¡:;ar. E..<,tudo en
fJUC
141
se encontraba la cubierta del M-Il (losa 7), tra11 retirarse la losa J.
-141-
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NORBERTO MESADO OLIVER Y JOAQUÍN ANDR~S BOSCH
Lilm. XVlli.- L'Argilagar. Levantada la losa 4, obsérvese
la disposición cónica en abanico del resto de los ortostatos.
-
142 -
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LA NECRÓPOLIS MEGALÍTICA DE L'ARGILAGAR DEL MAS DE GARCÍA
Lám. XIX.- L'Argilagar. Desde el M-Il una panorámica invernal sobre la Vega.
-
143-
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144
NORB ERTO MESADO OLJ VER Y JOAQUÍN ANDRÉS BOSCH
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Lá m. XX.- L' Argilaga r. Areniscas con bacín os halladas en el interior del M-ll.
-
144 -
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LA NECRÓPOLIS MEGALfTICA DE L" ARGILAGAR DEL MAS DE GARCfA
Lám. XXI.- L'Argilagar. Estado del 1\1-I tras los aguaceros del mes de octubre de 1994.
-
145-
145
[page-n-146]
Lám. XXU.- L'Argilagar. Dos de las 24 agrupaciones de rocas "ordenadas" existentes en el yacimiento.
[page-n-147]
Lám.
xxm.- L'Argílagar. Dos ll UC\'OS ejemplos de tales a¡;rupaciones.
[page-n-148]
148
NORBERTO MESADO OLJVER Y JOAQUÍN ANDRÉS BOSCH
Lá m. XXIV.- L ' Ar gilagar. Grupo de rocas n• IV (lig. 3) con antclnción a su excavación.
-
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LA NECRÓPOLIS ~ I EGALITICA DE L'ARGILAGAR DEL MAS DE GARCLA
Lám. XXV.- L ' Argílagar. Vista frontal de la agrupación IV una vez excavada.
-
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150
NORBERTO MESADO OLIVER Y JOAQUfN ANDRÉS BOSCH
Um. XXVI.- L 'Argilagar. Visión lateral de la agru1>ación IV.
como reposan sobre el paleosuclo litico del yuclmiento.
Obsérve~te
-
150 -
[page-n-151]
LA NECRÓPOI IS MEGALiTICA DE L. ARGILAGAR DEl MAS DE GARCÍA
Lám. XXVII.- L'Argilagar. Petroglifnirlcs d e la Plataforma l.
-15 1 -
151
[page-n-152]
152
NORBERTO MESADO OLJVER Y JOAQUÍ
ANDRÉS BOSCI-I
Lám. XXVIII.- L'Argilagar. Detalle central de las lnsculturas de P-1.
-
152-
[page-n-153]
LA 1ECRÓPOLIS MEGALÍTICA DE L"ARGILAGAR DEL MAS DE GARCfA
Lám. XXIX.- L' Argilagar. Detalle NE de las insculturas de P-1.
-
153 -
153
[page-n-154]
154
NORBERTO MESADO OLIVER Y JOAQUfN ANDRÉS BOSCH
Lám. XXX.- L' Argilagar. Pctroglifos de la Roca 11. Obsér vese la ··constelación" central.
-154 -
[page-n-155]
LA
ECRÓPOLIS MEGALÍTICA DE L'ARGTLAGAR DEL MAS DE GARCrA
Lám. XXXI.- L'Argilagar. lnscuJtura antropomorfa «femenina• sobre la Roca 111.
-155-
155
[page-n-156]
156
NORBERTO MESADO OLIVER Y JOAQUf
ANDRÉS BOSCH
Lám. XXXII.- L 'Argllagar.Inscultura antropomorfa «masculina» sobre la Roca IV.
-
156 -
[page-n-157]
ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXIU (Vak:ncia. 1999)
PHlLIPPE
HAMEAu*
ET DANIEL
VAIU..ANT**
LES GRAVURES RUPESTRES DU SIGNAL DE LA LICHERE
(Branoux-les-Taillades, Garcl)
RáwM : Les penteS nord el est de la mootagne de la Lic~re portent des rochers gravts de signes en arceau el
de cupules. Au-delrt des possibilités du terrain. c'est la tMmatique qui a~~ le choix des rochers. On coostate
une progression en nombre de rocbers et en nombre de signes parallelement ll'altitudc, des coocent.rations de rocbers
en milieu de pente et une convergence des supports omts vers le sommet de la montagne.
Resumen: Los ribazos norte y este de la montaña de la Lic~ asientan un conjunto de roquedos grabados con
signos en arco y con cúpulas. Más allá de las posibilidades del terreno, es la temática la que ha determinado la elección de estos roquedos. Paralelamente a la altitud hay constatada una progresión en nl1mero de roquedos y en número
de signos, concenlniCiooes de roquedos a medio ribazo y una convergencia de soportes decorados hacia la cumbre de
la montalla.
l. PRESENTATION
l . LE SITE
Les rochers gravés dont iJ est question ici sont esseotiellement locaJisés sur la commune de
Branoux-les-Taillades (Gard), daos les Céveones (fig. 1). n s occupent les nombreux rebords de
crete qui convergent vers le sommet de la mootagne dit SignaJ de la Licbere (899 m aJt.) et dominenlla vaJiée du Gardon d' Ates (fig. 2). Le substrat y est schisteux el soumis A une érosion différentielle selon les zones et meme les daJles. Aux rebords de cretes dénudés ou ombragés de
rares pins el genévriers succedent des penles parfois abruples el des combes fraiches ol) la végétation arborée el arbustive est parfois tres dense.
• C.A.V et E.R.A. 36 du C.R.A. du C.N.R.S. - 14. avenue F~c Mistral 83136 Fon:alqueiret (Fnnce).
.
•• A.S.E.R. du Centre-Yac - Le Logissoo 07000 Saint·Julien-en..Saint-Alban (France).
- 157 -
[page-n-158]
IS8
PHILJPPE HAMEAU et DANIEL VAILLANT
o
50
km
Nous avons d~nombré une dizaine de stations grav~s autour du point culminant. plac~s ~
des altitudes diverses, entre 550 m et 850 m. Certaines ne compte qu' un ou deux rocbers gravés.
D'autres sont de véritables conceotrations de plusieurs dizaines de ces rochers om~s. Au seio des
groupements les plus importants, ont été érigés des dolmeos ou des coffres (fig. 3), tous vidés de
longue date, et un petit menhir.
Les gravures de la zone appelée Combefr~ge (en réalité le Dev~) ont été signalées par
P.Bellin d~s 1963. J.Salles a publié le résultat de ses prospections dans l ' arri~re-pays alésieo et ~
Branoux-les-Taillades plus particuli~rement en 1971. Pourtant, en dépit de leur nombre, les
rochers gravés du Signa! de la Lich~re ne sont que rarement cités dans les études de l'art postglaciaire. Cela tient saos doute A la sobriété du corpus exprimé puisque signes en arceau et
cupules représentent la quasi totalité des figures gravées. Pourtant, ceux-ci s'associent entre eux
et s' imbriquent seloo une multitude de combinaisons qui se pretent Al'analyse. D oous semble
utile de présenter ici nos observations et nos réflexions relatives A ce corpus iconographique
réduit. D s'agit moins de reprendre nos hypoth~s sur la charge sémantique des figures pour lesquelles nous reovoyons ~ la bibliograpbie que d'exprimer la répartition raisonnée des figures sur
un site grav~.
-158 -
[page-n-159]
LES GRAVURES RUPESTRES DU SIGNAL DE LA UCHW
OdOOncn
·Smeohir
159
4
e poi.nt J6odtsique
1km
Fl¡. ~ Lncallsatioo des CG~~Centntioas de rocbers aravá autour du Slpal de la I.Jcbaoe.
- 159 -
[page-n-160]
160
PHILIPPE HAMEAU et DANIEL VAILLANT
o
Fig. 3.- Relevé du petlt dolmen n•J de la zone du
Dev~.
2. INVENTAIRE DES ROCHERS GRAVÉS
Nous les présentons sous la fonne de quatre tableaux.
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hJ }
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""=
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12
27
5
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1
1
1
1
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890
1
50
1
95
580
185
295
545
80
1
55
DEVES
1
2
3
4
S
6
575
110
..
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+
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NE-SO
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O-E
N-S
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LES GRAVURES RUPESTRES DU SlGNAL DE LA U CJffiRE
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U. ORGANISATION DU SITE
l. ÚPARTITION DES ROCHERS
La densité des rocbers gravés est tres différente selon les zones considérées. Les groupes vraiment conséquents sont. par ordre d'importance, le Deves, les Avessets et les TaiUades. lls totalisent a eux trois 111 rochers gravés, soit 84% de ceux que nous avons recensés daos cette étude.
La zone du Deves compte 58 rocbers gravés, soit 44% de l'ensemble (fig. 4). C'est aussi la
seule zone qui montre une différence interne de densité de ses rochers. Dans la partie supérieure,
au-dessus de l' isohypse 630, on observe une concentration de rocbers gravés qui sont dans le
meme temps les rochers qui portent le plus graod nombre de gravures. Ces rochers sont en bardure de créte et i1 s'agit de grandes dalles déoudées. Le groupe médian des rochers du Deves
correspond grosso modo a la zone comprise entre le coffre no 2 et le dolmen n° 3, soit une distance de 150m environ et un dénivelé de 30 m.ll est constitué d'une trentaine de rochers gravés,
soit la moitié des rocbers de la zone. Ceux-ci sont dissémioés et certaios tres en retrait du rebord
de crete, a la limite de la zone sous couvert forestier. Le groupe inférieur est constitué de 11
rochers alignés sur le rebord de crete mais étalés sur une distance de plusieurs centaines de
metres. Les quatre rocbers les plus bas sont presque masqués par la cb!taigneraie.
Les rocbers des Avessets scandent plus régulierement le rebord de crete qui domine le versant méridional du ravin de Combetrege. Le rocher le plus bas esta 480 m d' altitude tandis que
le rocher le plus haut esta pres de 700 m d'altitude mais tous correspondent a des dalles et surtout a des blocs en saillie au-dessus d'une pente tres raide. La densité des figures est certes plus
importante sur les rochers les plus élevés mais la disparité est tout de meme moins nette que pour
les rocbers du Deves.
La zone des Taillades s'étend de l' isobypse des 550 mjusqu'au replat qui porte les deux dolmens et le menhir a l' altitude de 730 m environ. Ce n'est pas a proprement parler un rebord de
crete mais plut6t une croupe rocbeuse, pentue, de laquelle émergent des rochers. Les supports
omés sont dissémioés sur cette pente sa.ns que 1•on observe des groupements plus importants. Les
rochers les plus omés sont toutefois en milieu de pente. En contrebas des Taillades, un vaste
replat de terrain, A 500 m d'altitude, porte le dolmen des Caussiers et quelques rochers ornés.
-
163-
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164
PHILIPPE HAMEAU et DANIEL VAILLANT
Ces trois groupes sont done situés entre 550 m et 730 m d' altitude, pratiquement ami-pente,
entre le talweg du Gardon d' Ales (300 m environ) et le sommet du Signal de la Lichere (899 m).
En distance, ils se trouvent beaocoop plus pres du point culminant que de la riviere, approximativemeot sur le tiers supérieur du versant. En dessous d' eux, les rochers omés sont rares et les
gravures peu abondantes sur leur support. Pres du sommet, trois départs de rebord de crete portent des rochers gravés. Ceux-ci sont épars, peu nombreux et les figures ne sont pas aboodantes.
Le sommet lui-meme, tres arrondi, ne porte aucun rocher gravé.
On constate done un agencemeot particulier des groupes de rocbers gravés, en zone élevée
sans toutefois vraimeot occuper le sommet, avec une prédilection pour les zooes en rupture de
pente ou la gravure domine un large panorama. Curieusement, le regard porte vers le nord et l'est,
vers la vallée du Gardon, alors que la plupart des sites omés du sud de la France, rupestres et
pariétaux, affectionnent des orientations entre sud-ouest et sud-est. D existe aussi quelques
rocbers gravés en has de pente méridionale, pres du talweg du Galeizon, mais iJ ne s' agit absolument pas de concentrations alignées sur des rebords decrete dirigés vers le Signal de la Licbere.
L'orientation des rocbers de la Licbere est done singuliere. Les causes en sont peut-Ctre géologiques (affleurements schisteux, rebords decrete) mais iJ n'est pas impossible que d' autres parametres, moios évideots, de nature symbolique, ioterviennent saos que nous puissions les interpreter
en 1' état actuel de la Recherche.
Les trois conceotrations importantes décrites précédemment comprennent des rochers omés
mais aussi des structures sépulcrales et pour celle des Taillades un petit menhir. Cela semble aussi
leur conférer une place particuliere dans l'agencement général du sanctuaire. La coexistence de
structures sépulcrales et de supports omés est un fait récurreot (grottes sépulcrales et peintes,
tables de dolmens cupulées, steles représentant l'idole al'entrée de cavités sépulcrales ou servant
de piliers a des dolmens, etc). Dans le Languedoc, il n'est pas rare que cene coexistence de dolmens et de gravures soit celle observée ici :
2. RÉPARTmON DES FIGURES
La répartition des signes connait les memes différences spatiales. En regle générale, dans
chacuo des trois grands groupes considérés, oo a vu que l'exubérance de la décoration s'accroit
avec l'altitude. Les zones gravées plus baut ou plus bas ne comptent qu'un faible nombre de supports et une décoration souvent minimaliste. Beaucoup de rochers sont monocupulés autour du
sommet de la Lichere. Les cupules sont un peu plus nombreuses en bas de pente mais le signe en
arceau y est résolumeot absent.
Dans les trois zooes principales, les cupules sont présentes sur la presque totalité des rochers.
Le fait o' est pas singulier puisque ce signe represente généralement 80% du corpus representé
sur les sites omés, calcul réalisé pour !'ensemble des sites gravés du sud de la France. Lorsqu'on
considere les abris apeintures de la meme région, le point, version picturale de la cupule, gravée,
est préseot daos les memes proportions.
La cupule peut etre la seule figure de son support meme si elle est reproduite en plusieurs
exemplaires. Elle peut aussi accompagner le signe en arceau. Daos le premier cas, ce sont surtout
les rochers les plus bas ou bien les rochers périphériques aux conceotrations internes qui portent
les copules. Ainsi, pour la zone du Deves, les copules seules affectent surtout les rocbers placés
- 164 -
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LES GRAVURES RUPESTRES DU SJGNAL DE LA LICiffiRE
165
aux aJtitudes inférieures ou bien les rochers nettement en retrait du rebord de crete. Par voie de
conséquence, les signes en arceau sont gravés sur les rochers les plus hauts en aJtitude ou bien
sur ceux qui occupent La rupture de pente et ses abords. A cette partition spatiaJe de l'iconograpbie s'ajoute la place laissée aux bassins et aux cupules reliées par des drains, tous gravés sur
des rochers formant saillie au-dessus de l' abrupt nord.
La répartition des figures est encore plus stricte dans la zone des Avessets ol1 les rocbers
situés aux deux extrémités du rebord decrete ne sont omés que de cupules ou d 'échancrures. Les
trois rochers portant des signes en arceau sont situés dans la moitié supérieure du groupe, au
niveau de l'isohypse 650. Dans la zone des Taillades, les cupules occupent prar:iquement tous les
rochers. Quelques supports sont gravés d'arceaux, l' un sur le replat qui porte les deux dolmens
et les autres sur des rochers situés a rni-pente, ceux-la justement ol11a décoration est plus exubérante. Toujours a mi-pente, quelques rocbers fonnant saillie portent des cupules reliées par des
drains.
3. AGENCEMENT GÉNÉRAL
Ces premieres observations nous font supposer un agencement réfléchi des rocbers gravés
sur les pentes de la Licbere (fig. 5). D existe manifestement une convergence des gravures vers
le sommet, aidée en cela par la configuratioo du terrain. D y a aussi un cboix des supports puisque
tous n'ont pas été gravés. Les rebords de crete du Deves et des Avessets se pretent remarquablement a J' omementation ce qui vaut a ces zones d' etre les plus omées. Les grandes daJles de la
partie supérieure du Deves ont tres natureUement attiré la majorité des figures (fig. 6). Aux
TaiUades, 1' exubérance de la décoration a toucbé la zone rocheuse la plus remarquable, la ol1 1
es
supports dominent véritablement une pente qui o'est pas un rebord decrete. Les dolmens et coffres ont été érigés daos les memes zones riches en gravures, la ol1 des replats permettent l'instaUation des structures. C' est pourquoi, un dolmen existe aux Caussiers, zone plane, et non dans la
partie basse des Taillades, zone pentue.
L'iconographie se superpose a cette organisation spatiaJe. Les cupules isolées ou groupées
mais non accompagnées d'autres figures occupent les marges des grandes concentrations de
rocbers ou bien concemeot les rochers situés plus bas sur la peote ou plus hauts, pres du sornmet.
Les supports gravés du Plan de Layre, du Plan de Jonquet, de Rancarede et meme des Caussiers
semblent annoncer les rochers les plus bas des zooes du De ves, des Avessets et des TaiUades. Les
supports gravés de la Lichere semblent répéter les rochers les plus haut des trois zones pré-citées.
A l' intérieur de chacuoe des grandes zones, les rochers gravés d'arceaux sont en effet eocadrés
de rocbers cupulés. Au Deves, ol1 les rochers gravés sont particulierement nombreux, on observe
plusieurs sous-groupes ol1 se reproduit la meme partition : des rochers a copules en péripbérie des
rocbers aarceaux (fig. 7). Seuls les supports gravés de bassins ou de copules reliées par des draios
sont strictement dépendants des possibilités du substrat puisque nécessitaot un emplacement en
surplomb.
Cette répartitioo daos l'espace, des supports et de l' iconograpbie, est d'autaot plus remarquable que le nombre des gravures induit une longue durée d' utilisation du site. D y a done eu
réutilisation de rochers déja gravés, investissement de nouveaux supports, reproduction des
figures et meme des tbemes saos véritable bouleversement de la structure générale du sanctuaire.
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PKU.IPPE HAMEAU et DANIEL VAILLANT
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Fl¡. 5.- Ri partUion de l'iconograpbie autour du Sipal de la ~re.
A : dominance des rocbers ~ de cupules sans arceaux.
8 : dominance des rocbers ~ de signes en arceau.
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LES GRAVURES RUPESTRES DU SIGNAL DE LA UCHERE
Flg. L Relev~ d u roc:ber no 2 de la z.one du Devk.
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PHILIPPE HAMEAU e l DANIEL VAILLANT
Flg. 7.- RépartJtion de l'iconop'apble sur la zone du
Dev~.
L'expression symbolique centrale est le signe en arceau, accompagné ou non d'une cupule. La
cupuJe non associée Ad'autres signes se trouve en marge de cette iconograpbie principale. Ce
systeme concentrique est valable pour !'ensemble du sanctuaire, pour chacune des trois grandes
zones Agravures et meme pour cbacun des sous-groupes Al'intérieur de la zone du Deves. SeuJs
les bassins et les cupules avec leurs drains ne répondent pas Acette logique spatiale puisque tributaires des particularités du substrat. Toutefois, iJs n'existent, exception faite du rocher du Plan
de Layre, que dans les trois grandes zones Agravures.
m. LE CORPUS ICONOGRAPWQVE
l . LES CUPULES
Ce sont les figures les plus nombreuses. Le site compte 317 cupules au total, soit 54% des
figurations gravées. Ce sont des signes simples et d' une exécution rapide qui accompagnent souvent les autres figures mais peuvent aussi etre isolés ou en groupes mais sans figure d' accompagnement. Ici, les cupuJes sont parfois associées aux signes en arceau en des agencements
variés: cupuJe unique au centre de l'arceau ou daos l'axe d' une des branches de l'arceau, cupule
Achaque extrémité des branches d'un arceau... En regle générale, il n'y a pasA la Lichere ou sur
d'autres sites méridionaux profusion de cupules autour d'un arceau. Par contre, on observe cette
duplication de cupules, parfois ft l'exces, dans le cas d' association de ce signe avec le personnage
masculin (rocbers de CreysseiJJes en Ardeche). Ce fait est également observable sur beaucoup de
sites peints oll l'on voit un personnage masculin entouré d'un "nuage" de ponctuations: abrí
Perret no 1 (Biauvac, Vaucluse), abrí GiJles (Saint-Marcel d' Ardeche, Ardeche). D semble évident qu'Acbaque fois se juxtaposent plusieurs moments d'exécution.
La technique de réalisation des signes en arceau consiste A juxtaposer des cupules. On
obtient ainsi une série de creux qu'on égalise ensuite par un mouvement de va-et-vient Quelques
exemples sont restés en cours d' élaboration, volontairement ou non, comme sur les rocbers n°3 l
ou D0 48 du Deves. Ailleurs, les cupules sont désormais invisibles bien qu'eiJes aient existé en un
premier temps. On peut se demander si eiJes n'étaient pas presentes de fait daos !'esprit de leurs
auteurs. En effet, l' idole et le signe cupulé fusionnent parfois selon le príncipe de contraction bien
-
168 -
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LES GRAVURES RUPESTRES DU SIGNAL DE LA LJCH~RE
169
connu dans l'art schématique. L'abri peint de Fontjouval (Saint Satumin les Apt, Vaucluse) abrite
aussi une idole dont le contour est punctiforme. Des sites ibériques réit~reot le mame príncipe.
En revanche, le personnage masculin n'est pas associé au point ou ~la cupule dans les mames
termes. Nous supposons que cette différence stylistique implique peut-Stre une différence sémantique entre le personnage masculin et l' idole.
Sur les rones du Dev~s. des Avessets ou des Taillades, les cupules participent oettement d'un
cérémoniel, déj~ signalé par d'autres chercheurs en d'autres rones (J.Abelanet 1986, 1990,
Y.Blaize 1992195), mais que la microtopographie meten exergue ici. O s'agit du líen qui existe
entre les cupules et les drains (ou rigoles) (fig. 8). La complémentarité de ces deux signes s'adresse ~ des rochers srictement en rebord de crete ou rehaussés naturellement par rapport A la
pente. Certains de ces rochers se présentent comme de véritables autels, des tables de pierre en
relief par rapport au sol environnant, avec une face supérieure lég~rement oblique. Au sein d' un
réseau parfois dense de petits drains, les cupules sont disposées saos organisation apparente : au
carrefour de deux drains, en un point particulier du drain, en dehors de celui-ci... On a parlé d'un
jeu de l'eau (pluviale, lustrale) utilisant des drains aménagés par l' homme et orientés daos le seos
de la pente. Quelques expérimentations sur le site ont permis de vérifier une nouvelle fois cette
hypoth~se. D apparait aussi que les cupuJes hors rigoles sont creusées en des points qui ~oivent
le trop plein d'eau. Leur emplacement ne serait done pas le fruit du hasard, encore faudrait-il
répéter l'expérience sur bien des sites pour donner ace fait une valeur plus globale. Les bassins,
souvent pourvus d'un déversoir naturel ou réalisé par l' homme et slrictement localisés en rebord
de crete, semblent apparentés aux rochers avec cupuJes et drains.
Reste A comprendre la signification de ces muJtiples "autels" : nécessité d'en redéfinir un a
chaque passage sur le sanctuaire, appartenance de chacun d'eux A des individus ou g.roupes d'individus différents, etc ? A la Lichere, ces rochers sont gravés hors des structures sépulcrales. Sur
d'autres sites, la table des dolmens est gravée de cupules et de drains parfois associés ades croix
et semble done jouer le mame role. Nous ne connaissons pas d 'exemples ou cupuJes et drains
cohabiteraient avec le signe en arceau. Peut-Stre est-ce la une preuve supplémentaire d'une différence sémantique entre le personnage masculin (la croix) et l'idole (l' arceau)?
2. LES SIGNES EN ARCEAU (FIG. 9)
La zone du Dev~s compte une densité singuli~re de signes en arceau mais si 1'on doit
compter avec l'ensemble des figurations du site, leur proportion choit considérablement: 32,5%
de signes en arceau. On observe trois formes principales :
-des arceaux a branches parall~les et sommet arrondi, les plus nombreux,
-des arceaux a branches parall~les et sommet aplati,
-des arceaux a branches écartées et sommet aplati.
Les deux premi~res formes sont ubiquistes et cohabitent souvent sur un meme support. La
0
troisi~me forme n'est observable que sur le rocher D 16 du Dev~s. un rocher un peu en retrait du
rebord decrete. A cene morphologie différente, s'ajoute le rapport largeur-hauteur comme suit :
-l
-l=h : 13,5% des cas et correspond aussi aux formes 1 et 2,
- l>b : 35% des cas et correspond majoritairement Ala forme 3.
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Fla- 8.- Les rocbers l copules et dralos (ou "autels").
l . Plan de Layre. 2. rocher n• t6 des Taillades (relevl! et coupe).
3. rocher n•2o du Deves.
-
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LES GRAVURES RUPESTRES DU SIONAL DE LA LICHERE
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Morphologie, position. association et contraction.
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PHILIPPE HAMEAU et DANIEL VAJLLANT
172
Les dimensions des signes en arceau sont tres diverses puisque le plus petit d'entre eux
mesure 35 mm 1 x 35 mm h et le plus grand 190 mm 1 x 180 mm h. La largeur moyenne est de
92 mm et la largeur moyenne de 94 mm. En regle générale, l'arceau est plutO trapu avec une lart
geur qui n'est pas tres différente de la bauteur. Meme si ces arceaux ont été gravés A des des
moments et des endroits différents, les proportions largeur/hauteur se sont perpétuées. Enfin, il
existe un sens de lecture du signe en arceau qui peut etre droit, couché ou inversé.
Les rochers o~ abondent les signes en arceau nous pennettent en outre plusieurs observations
sur les regles qui régissent leur association avec un autre signe (fig. 10). L'arceau peut etre juxtaposé Aun autre arceau, etre associé a une cupule voire les deux cas simultanément. Or, par príncipe de contraction, ces associations peuvent prendre des formes inusitées. Deux arceaux juxtaposés peuvent avoir une branche commune jusqu' An'ctre plus qu'un signe en accolade allongée
nanti d' un trait médian. Deux arceaux juxtaposés peuvent également etre représentés selon deux
seos différents si bien qu'il en résulte une figure rectangulaire allongée verticalement. Daos ces
exemples d ' un double arceau, le rajout d'une cupule obéit A une regle stricte : un arceau est
cupulé, souvent celui de droite, et l'autre ne l'est pas. Enfin, le doublement peut s'exercer sur
deux arceaux de tailles différentes.
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10
Flg. JO.- Le tWme de la clouble ldole.
Relevt de plusieurs cas du doubtement de l'an:eau lla zone du Dev~.
-
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LES GRAVURES RUPESTRES DU SlGNAL DE LA UoffiRE
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Ces divers exemples d'inversion, de duplication et d'association dans lesquels figure le signe
en arceau sont connus sur d'autres sites, rupestres ou pariétaux. Le présent site offre l'avantage
de multiplier ces tMmes sur des supports rres voisins et de nous permettre de concevoir la ftliation d'une forme Aune autre. Saos J'observation du caract~re systématique du double arceau, il
nous serait difficile d'identifier le signe en accolade Atrait médian, par exemple.
3. LES AUTRES SIGNES
Les rochers de la Licb~re portent ~A et lA d'autres figures, dépendantes du corpus scbématique mais tr~s faiblement représentées ici (fig. 11 ). Le rocher no 13 du Dev~s porte deux grilles
accolées ou p1ut0t deux mareUes puisque chacune de ces figures comprend des diagonales. n
semble qu'une cupule en marque le centre. Le m8me doublement de la grille a été signalé par
J.Sal1es (1971) ~ l'Aubaret-Vieil (Saint-Julien des Points, Gard). Sous le Signal de la Licb~re en
direction du Deves, un rocber porte un signe pédiforme de 250 mm de long dont le talon est
occupé par une cupule. La forme est nette malgré le délitage du rocber. U s'agit d'un pied droit,
uníque, ce qui existe en d'autres sites rupestres. Toutefois, les pieds sont généralement gravés par
paires et celles-ci dupliquées A de nombreux exemplaires.
La zone des Avessets compte de nombreuses écbancrures de l'atate du support. Certaines
d'entre elles semblent une cupule réalisée trop pres du bord, lequel se serait brisé involontairement lors de sa confection. Le fait est réitéré quatre fois et ne peut erre fortuit. n y a peut-etre eu
volonté délibérée d'enlever de la matí~re. Ainsi, l'ar8te du rocher no 26 est "grignotée" par une
série de petites encoches sur 760 mm de longueur. Sur le rocher no 13, l'échancrure se mue en
une entaille légerement curviligne de 370 mm de long. Sur d'autres rocbers des Avessets, l'écbancrure n'est pas totale si bien que la forme obteoue est celle d'un talon, comme si la cupule
avait avorté.
n faut signaler, bien qu'il s'agisse peut-etre de cupules d' une morphologie particuliere, les
petites dépressions de plan ovale, losangique ou carrée. Au nombre de ces demieres, il y a peutetre de simples négatifs d'aménagements de structures, notamment pour les empreintes cubiques
de Rancarede, pres du hameau du Castanet. Aux Caussiers, le rocher n° 23 est gravé de deux
petites copules reliées qui forment une figure dite "en haltere", connue sur d'autres sites rupestres. L' un des rochers les plus bas de la zone du Deves porte aussi une double cupule mais le creusement de celle-·ci a été réalisé simultanément depuis les faces supérieure et inférieure de La dalle
schisteuse. Celle-ci est done percée de part en part et la figure ainsi restituée ressemble A une
bobine. Y a t'il filiation entre cette curieuse forme et l'idole dite "en bobine" (volume) ou "en
sablier" (plan)? Nous ne saurions le dire d' autant que cette forme de l'idole est inusitée en France
et n'apparait en Espagne qu'au sud du cours du Tage. J.Salles (1971) signale d' autres cupules
biJorées sur les rochers des Coudoulous (Saint Andéol de Clerguemort, Gard).
Enfm, nous avons relevé quelques rares traits courts. n ne sont jamais assez probants pour
que nous puissions les identifier comme des signes anthropomorphes masculins.
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PHIUPPE HAMEAU
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DANIEL VAILLANT
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fla. 11.- Dlftl"l lipes pavá sur les pmtes de la I..JdWre.
l. cerc:le poocu¡¿. 2. 6cbaocrwe. 3 et 6. marelles, 4. signes en arccau ouven.
S. si¡ne ~forme. 7 et 8. arceaux cupul~ 9. si¡ne "en haltb"e".
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•·
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LES GRAVURES RUPESTRES DU SIGNAL DE LA LICHERE
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4.DATATION
Le corpus iconograpbique décrit précédemment est celui qui est habituellement daté des IVe
et me millénaires av.J.C .. Le signe en arceau est un excellent marqueur chronologique. D s'agit de
l'idole, schématisée, sous la version qui ne garde de cette figure que sa forme générale, celle d'une
borne (volume) ou bien d' un arceau ou fer Acheval (plan). Les st~les, dalles anthropomorphes et
autres statues-menhirs du sud de la France, et m~me de la Péninsule ibérique, sont ordinairement
datées du Néolithlque final, soit une longue durée de temps comprise entre 3500 et 2200 avJ .C.
(D' ANNA et alii 1995). Il semble en revanche qu'elles survivent tres rarement :au passage duDe
millénaire av.J .C. L' ensemble des rocbers de la Licb~re est tres certainement dat:able de la période
indiquée ci-dessus. Peut-~tre l'accumulation des rocbers cupulés en marge de ceux privilégiant le
signe en arceau indique-t'elle une perpétuation de la fréquentation des lieux. Daos tous les cas,
nous pensons qu' il ne faut pas confondre la ou les périodes d'exécution des figures (série de
moments brefs mais peut-~tre étalés daos le temps) et la période de compréhension de cet art, saos
doute plus longue que la premi~re. Etait-il obligatoire de graver la pierre Acbaque passage sur le
site ? Nous ne pouvons le prétendre mais l'bypothese nous semble viable.
Sur le site, nous n'avons pu réaliser aucun soodage et n' avons en conséquence découvert
aucun objet mobilier. J.Salles (1971) signale le ramassage sur le site du Deves de "disques en
micaschiste, tres plats, minces, de formes Apeu pres réguU~res aux bords grossi~rement t:aillés et
mesurant en moyenne 20 cm de diametre". D rajoute qu" "une plaque micaschlsteuse un peu plus
grande, ovale, présente en son centre une perforation biconique." Des plaques de schiste aménagées existent sur d'autres sites omés. R.Guiraud en signale notamment pour les grottes peintes
du Poteau et Labeil A Saint-Pons de Thommi~res (Hérault) (GUIRAUD 1961). D peose qu' il
s'agit JAde pJats A pains. Divers usages oot été attribués A de tels disques de pierre ou de terre
cuite mais leur possible dimension ésotérique n' a jamais été sou~onnée. Ce sont de toute fayon
des objets trop simples pour qu' on ne leur assigne qu' une utilisation unique et pour qu' ils n'aient
été présents qu'A une seule époque.
Les sépultures procbes des rocbers gravés, vidées de leur mobilier depuis des décennies, ne
nous appportent aucun témoignage chronologique ou culture! supplément:aire. La durée de leur
utilisation s'est étalée sur plusieurs siecles. Les nettoyages et reprises des m8mes structures tels
qu' on a pu parfois le mettre en évidence prouvent que le matériel recueilli n'est pas toujours révélateur de la totalité de leur usage.
Enfin, nous avons relevé sur le rocher D0 5 de la Licbere, en direction du Deves, 7 signes
soléifonnes finement incisés, certains presque masqués par les lichens. n s'agit de gravures scbématiques linéaires ordinairement attribuées a la période historique saos autre précision. Les
limites chronologiques que nous leur connaissions sont le Ue siecle av.J.C . pour les plus
anciennes (ABELANET 1976, 1986, 1990, ACOVITSIOTI-HAMEAU et HAMEAU 1990) et le
début de notre XXe siecle pour les plus récentes (HAMEAU 1994). Ce qui importe ici, c'est la
reprise du sanctuaire prébistorique par une expression scbématique récente. A ce jour, nous ne
comptabilisons pas moins de 17 reprises de sites prébistoriques gravés ou peints par l'art linéaire daos le sud de la France. Cet art linéaire existe aussi daos la Péninsule ibérique, ce qu'on
appelle "arte del Ciclo de Solacueva-Galería del SOex", et est connu daos tout l'arc alpin (Val
Camonica, Macédoine grecque, etc ...). lci ou lA, i1 relaie parfois des iconographies nettement
plus anciennes.
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PHILIPPE HAMEAU et DANIEL VA.ILLANT
IV. LA THÉMATIQUE GENERALE DU SANCTUAIRE
Les figures caractéristiques du site, par leur nombre et par la volonté de les associer. sont
done les cupules et les signes en arceau. Les cupules sont l' expression simplifiée du signe solaire;
ce sont des signes soléüonnes. Nous leur supposons une valeur eschatologique et de renaissaoce
tout A la fois, liminaire en tout cas, en constataot l'importaoce du symbole solaire au niveau de
la mort pbysique et symboHque (orientation des édifices sépulcraux et des sites omés o~ nous
supposons des rites de passage (CHOPIN et HAMEAU 1996). Les arceaux sont, nous l'avoos
dit, l' une des versioos simplifiée de l' idole. Lajuxtaposition de l'idole et du signe soléüorme est
l'un des cas d'association de deux figures scbématiques les plus fréquents. Seule change en fait
la version grapbique qui exprime chaque signe : idole réaliste et cupule ou point, arceau et soleil,
ou comme la Lich~re arceau et cupule. De plus, cecas d' association existe en gravure, en peinture comme en sculpture. D est d' autant plus importaot de souligner ce fait que nombre de cbercheurs frao~ais dissocient l' art exprimé par les st~les, de l'art gravé et peint, n'acceptaot pas que
des mécanismes de schématisation ou d'association régissent le premier comme ils le font pour
les deux autres (HAMEAU 1996). Or, les steles cupulées qui expriment l' association idole-signe
soléiforme sont ubiquistes : steles venaissines, stele d'Euzet-les-Bains (Gard), st~le du Mas
CapeHer (Aveyron), stele de Redondel (Hérault), stele de la Souliere (Taro), stele de Tabuyo del
Monte (Leon) ou steles de Sejos (Cantabria), etc ...
Plus intéressantes encore sont les associatioos de deux idoles et les versioos graphiques que
subit ce theme par ailleurs fréquent et dit de "la double idole" (HAMEAU 1996). L' idole est
géminée en gravure, en peinture comme en sculpture et peut l'atre sous différentes versions grapbiques : deux steles réalistes daos un mame site (Cazarils ou Bouisset, Hérault), aven Meunier,
Gard), deux T faciaux sur une mame paroi (grotte Resplandy, Hérault ou Reboso del ChoriUo.
Almaden), deux arceaux gravés ou peints (rocbers de Creysseilles, Ardecbe, Baume Peinte,
Vaucluse ou grotte Alain, Var), etc ...Des cas de contractions existent teUe la stele de l'lsle-surSorgues (Vaucluse) dont cbaque face est gravée d' un visage.
A la Licbere, nous avons également signalé des exemples de contractions : signe en accolade
A trait médiao et signe rectangulaire. Nous avons aussi constaté daos le premier casque la duplication de l'idole était asymétrique puisqu'un seul des deux arceaux était naoti d'un signe soléifonne. Cene asymétrie existe sur d'autres sites : doubles arceaux peints ou gravés dont un seul
est ponctué A Creysseilles (Ardeche), Baume Peinte (Vaucluse) ou a la grotte Alain (Tourves),
stele de l'lsle-sur-Sorgues (Vaucluse) dont une seule face est cupulée, etc ... Elle peut revatir
d' autres formes : steles de l'aven Meunier (Ardecbe) dont une seule est pourvue d' une crosse, T
faciaux du Reboso del Cborillo (Almaden) dont un est pourvu de quatre yeux, etc ...
L' idole et notamrnent la double idole est done le theme majoritaire du site. D ne lui est pas
particulier puisque connu sur d' autres stations quelle que soit la tecbnique utilisée pour le représenter. Le grapbisme employé par les lapicides de la Licbere va simplement A 1' essentiel. La
double idole est réduite A sa plus simple expression. Ce qui différencie ce site rupestre des abrís
peints et des statioos o~ l' idole est sculptée est évidemment la surface investie et le nombre des
supports potentiels. Les parois d ' un abri sont plus limitées et la fréquentation du site induit des
superpositions de signes sur un long terme. La sculpture nécessite un investissement de travail et
de temps qui entraine ses auteurs a ne pas la reproduire périodiquement. Les pentes de la Licbere
se sont done peu A peu couvertes de ces gravures, certains rochers exprimant le theme central,
a
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LES GRAVURES RUPESTRES DU SIGNAL DE LA U CHERE
1n
d'autres n'en réitérant qu'une partie ou se bomant a ne signaler que le passage sur le site. La
figure véritablement absente de ce sanctuaire reste le personnage mascullo. Singulierement,
celui-ci ome les rocbers de l'autre versant de la vallée du Gardon d ' AJes. En revancbe, le signe
en arceau y est absent. On retrouve la la meme partition que celle que nous avons mise en évidence pour les deux zones de rocbers gravés du site de Creysseilles (Ardecbe). Faut-il croire qu'il
existe une spécialisation tbématique des sites? ou une complémentarité des stations omées ?
C'est sans doute en s'attacbant a relier espace et iconograpbie que l'on pourra répondre ade telles
questions et concevoir l'un des modes d'organisation du territoire par les Néolitbiques.
BmLIOGRAPHIE
ABELANET. J. (1976) : "Vallée des Merveilles" l.ivret-guide de l 'excursion CJ du /Xe Congres
lntemational de 1'Un ion lntemationa/e des Sciences Pri historiques rt Protohisto riques, Nice.
ABELANET, J. (1986): Signes sans paro/es. Cent siecles d 'art rupestre en Europe occidenta/e Paris, 340p.
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de J' índustrie Htbique". Bul/etin de la Sociltl Prihis torique Fran~aise, t.93, fase. ), pp.84-96
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GUIRAUD. R. ( 1961 ) : "Des plaques de scbiste aménagées au Néolithique''. Rivista di Scienz.e Preistorisce,
XVI, fasc. l/4, pp.231-235
HAMEAU. Pb. ( 1989) : Les Peintures Postglaciaires en Provence (inventaire, i lude chronologique, stylistique et iconographique). Documents d' Archéologie Fran~aise, 22, Paris, 124p.
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HAMEAU. Pb. (1995) : " Art scbématique Les variantes de la figure de l'"idole•"'. Arr:hlologie en
l.Anguedoc. 0°19, pp.J03-112
SALLES. J. ( 1971 ) : "Les gravures rupestres cévenoles de l' arriere-pays alésien". Bulletin de la Sociiti
d 'Etude des Sciences Naturelles de Nf'mes, Ll, pp.341-366
ACOVITSIOTI-HAMEAU. 'A. et HAMEAU, Pb. ( 1990) :
NOTE
Le travail sur le site a été effectué avec ' A.Acovitsioti-Hameau, M.Ch.Vaillant, St.Wallet,
C.Chopin et C.Leca. La municipalité de Branoux-les-Taillades a assuré notre hébergement
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ARCHIVO DB PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXIII (Valencia. 1999)
MARGARITA DfAz-ANDREU*
EL YACIMIENTO DE LA EDAD DEL BRONCE DE EL RECUENCO
(CERVERA DEL LLANO, CUENCA). LAS EXCAVACIONES DEL SECTOR
EXTRAMUROS Y LA FASE 2A A INTRAMUROS
En este artículo se resumen las actuaciones llevadas a cabo en el poblado de la Edad del
Bronce de El Recuenco (fig. J) hasta la campaña de 1994 en lo que se refiere a la excavación
extramuros del área principal del poblado y a la fase 2a de la zona intramuros. Dicha tarea no es
fácil debido a los diversos periodos por Jos que ha pasado la excavación y la escasa financiación
con la que el estudio ha contado desde un principio. Sin embargo, dado el largo tiempo que se
lleva investigando en este yacimiento parece necesario publicar aquellos conjuntos que van mostrando coherencia suficiente, aunque trabajos futuros tengan con toda probabiüdad que matizar
lo aquf expuesto.
La historia de la excavación de El Recuenco es compleja. Se comenzó a trabajar en el yacimiento en 1977. siendo directoras de la excavación las entonces recién licenciadas Teresa Chapa.
Pilar López y M• Isabel Martfnez Navarrete. En aquella primera campai'ia se abrieron 4 "sectores"
o "catas" denominados lAI , 1A2, 1A3, 1C3 y una última llamada "extensión". Estas tres primeras "catas" (1 Al , 1A2, 1A3) quedaron encuadradas a partir de 1983 en los cortes D 1 y esquina
oeste del 02, mientras que la "cata" IC3 se incluyó en el Fl, y la "cata "extensión" (que en 1980
se denominó E) en el posterior corte C2, además de en el testigo de separación entre el corte Cl
y el C2 y el extremo SE del corte Cl . El material de esta campai'ia. incluyendo un análisis de
fauna, se publicó casi inmediatamente ( 1).
• [)eplrtment of Atc:baeology. Univcrsity of Dudlam. Soutb ROid. Durtwn DHI 3LE. Reino Unido.
(1) CHAPA. T. y MARTfNEz NAVARREI'E. M" 1.: cNuevos balJazgos de la Edad del Brooce en Cervcra del Uaoo
(Cuenca)». Acto.r tkl XV ÜJtllruo NociOMI de Arq~~~gfo. Zaracoza. 19n. pqs. 183-196.
CHAPA BRUNET. T.. LÓPEZ OARcfA. P. y MAKI1NEz NAVARRETB. MJ.: El pobfodo tk lo EilDd del Bf'OfiCe de El
Recwe~~co. Cen·ero del U0110, Atqueolog(a Cooqucnse IV. Museo de Cuenca. Cuenca. 1979.
MORALES. A.: cAMiisis fau.nútico del yacimiento del Recueoc:o (Provincia de Cuenca)•. En Chapa Bnmet. T.. López Oaráa.
P. y Maníne:z Navarreee. M.J. El pobfodo de fa EilDd tkl BITJI'IU de El Rtcwtteo. Cervero del Uono. Arqueolog{a Conquense IV.
Museo de Cuenca. Cuenca. 1979. pqs. S2-54.
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180
MARGARITA DfAz-ANDREU
Flg. l.- Slt:oad6n de El Rec:uenco.
Desde 1980 hasta 1986 la dirección de El Recuenco recayó exclusivamente en M- Isabel
Martfnez Navarrete. Esta investigadora trabajó en el yacimiento en 1980, 1983, 1984 y 1985. El
sistema de excavación se mantuvo con ligeros cambios en la campai'ia de 1980 para luego cambiar radicalmente. La estrategia de excavación de 1980 consistió en realizar catas (abandonando
definitivamente el término "sectores") denominadas con una letra que presentaban ahora un
tamai'io de 2 x 2 m., en algún caso ampliado en razón a la excavación. Se excavaron así en 1980
cinco unidades, las "catas" D, E Oa antigua "extensión"), F, G y H. Estas "catas" se corresponden
a los posteriores cortes Cl, C2, A3/B3 (quedaría en medio de estos dos cortes), C3 y 05 respectivamente. De la campafta de 1980 provienen las muestras recogidas para el estudio polínico reaLizado por Pilar López (2).
En 1983 se acometió una tercera y definitiva reestructuración de las unidades de excavación.
Las antiguas catas y sectores quedaron definitivamente incluidos en una cuadriculación general
(2) LÓPEZ OARCfA. P.: ocEl estudio polúúco del yacimiento de "El Recueoco" (Cervera del Llano. Cuenca)•. HOtUnaje al
Proft U>r Mart(n Afmotro &Jsch 1L 1983. P'gs. 45-48.
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EL YACIMIENTO DE LA EDAD DEL BRONCE DE EL RECUENCO
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del cerro por la que éste se subdividió en cortes de 4 metros cuadrados separados entre sí por testigos de medio metro. Estos cortes se denominan con un número y una letra, aumentando los
números de NO a SE y las letras de NE a SO. Sin embargo, como se comprobó en 1988, el
poblado resulta tener un tamaño algo mayor al inicialmente supuesto, por lo que a los cortes
situados más al NE que los asignados con la letra A, se les ha impuso letras del alfabeto griego,
siguiendo en este caso un orden aumentativo de SO a NE. Otro cambio que se acometió en 1983
fue el del punto cero, con el problema consiguiente de perder toda La relación entre las profundidades apuntadas hasta entonces con las que desde aquel momento se tomaron. Mi suposición es
que hay unos 38 cm. de diferencia entre los dos puntos cero, pero nunca he logrado estar segura
de la fiabilidad de esta conjetura.
En la campaña de 1983 se excavó en los cortes A3, A4, AS, 83, 84, C2, C3 y CS. En 1984
se realizó la planimetría de todo lo excavado hasta el momento y en 198S Martínez Navarrete
decidió proceder a la restauración de los muros descubiertos debido a que en ellos se estaba produciendo un rápido deterioro. De todos estos trabajos queda constancia en los cuadernos de
campo que la directora de la excavación de entonces puso amablemente a mi disposición, complementada por la interpretación sobre el poblado realizada en su tesis doctoral de J98S (3).
Los años 1987 y 1988 representaron una etapa de transición, en la que la autora de este trabajo, Margarita Díaz-Andreu, se incorporó como co-directora de la excavación en función .a su
recién comenzada Tesis Doctoral. A partir de este año, debido a la transferencia de todo lo reft>
rente a arqueología a la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, de este ente autonómico ha
provenido casi exclusivamente la financiación de las actuaciones realizadas. En 1987 se decidió
realizar un análisis geomorfológico de la zona publicado posteriormente (4) y en 1988 se codirigió
una campaña de excavación (S). Ya en esta campaña los objetivos de la excavación cambiaron
completamente con respecto a la etapa anterior. En vez de intentar obtener una estratigrafía diacrónica del poblado, como hasta aquel momento se había pretendido, se impuso una excavación
en extensión. Por ello se comenzó a excavar en el área interior de la muralla A, es decir, en los
cortes C4, CS, 04 y DS, en los que Martíoez Navarrete había previamente identificado unos paramentos que ella interpretó como dos viviendas, que resultaron ser una única en el curso de la excavación. Además un segundo objetivo de la campaña de excavación de 1988 fue el delimitar por
(3) MARTfNEz NAVARRETE. M'. l.: L4 Edad d1l Bronce en la Submestta Suborlental. Colección Tesis Doctorales, Ed.
Universídad Complutense. Madrid. 1988.
Entre la documencación aportada por M' Isabel MIII'Úilez. Navanete se encuentra un estudio titulado ..A~ndlc:e l. Estudio
faun!stlco del yacimiento de 'El Recuenco". por Pedro Brea l..6pez.. Victoriano Bustos Pretel y GuiUenno Molero Gulihrcz.. ooo la
revisión del Dr. F. Alfúez.. (Departamento de Paleontolog(a. Facuhad de Ciencias Geológicas. Universidad Complutense. Madrid)".
Este informe se debió hacer en 1980 por la denominación de c:aw que se emplea.
Otro Wlisis realizado en esta ~a en la que Martínez Navanete actuó como directora de la excavación fue el flsico.qufmko
y mlneralcSJico. posteriormente publicado como lMNEz BAllESTA. R., GARCfA GIM~EZ. R. y DfAz.ANDREU. M.:
..Anüisis de los datos lüico-quúnicos y núneral6gicos de la esamigrafia del poblado de la Edad del Bronce de El R=lenco (Cetvera
del Llano. Cuenca)ll. En J. F. Jonli Plrdo (coord.) Geoan¡ueolofla (actas tk la 2" Reuni6tt NaciONJI de Geoarqueolofla. rrGE.
Madrid 15. 15 y 16 de dicimtbTP de 1992). Instituto Tecnol6g,ico Geominero de Espalla. Asociación Esplllola pua el Eatudio del
Cuaternario. Madrid. 1994, pqs. 34J.3S6.
(4) BULLÓN. T. y DfAz-ANDREU. M.: cFonnas de relieve y asentamientos de la Edad del Bronce en d valle de Cetvera
del Llano (Cuenca)>. Cuatemario y Geomorfolo&[a 6. 1992. ptgs. 91· 101.
(S) Los resultados de esta excavación fueron la base de una comu.nicacióo presentada en octubre de 1990 al "Congreso de
Arqueología de Castilla·l..a Mancha" ceJebrado en AJbllcete y titulada "Excavacioocs en d yacimiento de la Edad del Bronce de El
Recuenco (Cetvma del Uano. Cuenca)". Esta se baila publicada en DfAz.ANDREU. M. -.Excavaciones en el yacimiento de la Edad
del Bronce de El Recuenco (Cetveta del Llano. Cuenca)». Revista CuencD 39, 1992.
-
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MARGARITA DfAZ-ANDREU
sus extremos NE y SO el poblado, para lo que se abrieron los cortes g5, aS y JS. En el primero
apenas se obtuvo material (algo de cerámica muy rodada y ningún sOex), indicando que claramente estaba ya fuera del radio de acción del poblado. El corte aS reveló lo que podría calificarse
como un segundo anillo de protección del área de acceso del poblado. Por último el JS, ya en el
extremo SO del espolón, dió muy poca potencia estratigráfica que en todo caso en el momento
actual todavía es imposible correlacionar con lo que hemos denominado como "edificio 1" (6).
Desde 1989 hasta 1995 La autora de este trabajo actuó como única directora de la excavación. La subvención de 1989 se dedicó al estudio de materiales. Se realizaron dos campañas más
de campo en 1991 y en 1994, en las que el objetivo fue continuar la excavación extensiva a intramuros de la muralla A, en el "edificio 1". En 1991 se excavó en los cortes C4, 02, 03 y 05 y en
1994 en los cortes C3, C4 y 04 (7). Desde 1996 la dirección ha pasado a estar codirigida por el
Or Ignacio Montero. Los trabajos llevados a cabo en la última campaña de excavaciones (8)
(cortes C2, C3, 02 y 03), complementados por los realizados en los niveles inferiores a los
incluidos en este trabajo, serán fruto de una futura publicación.
La estratigrafía de El Recuenco presenta varios problemas de interpretación debido en parte
a la compleja historia de su excavación. No es fácil conectar la secuencia a extramuros con la de
intramuros a la muralla A, aunque en este artículo se va a realizar una propuesta. La secuencia
más coherente se ha obtenido en las excavaciones de los cortes C3 a CS y 02 a 05, pero ésta sólo
en parte se va a cubrir en este trabajo. La problemática presentada en el corte aS (9} todavía queda
abierta ya que necesita una continuación del trabajo de campo, pero dado lo escaso de Las subvenciones se ha decidido postergar su solución. La excavación en extensión de la compleja serie
de muros al norte del muro A que ~ Isabel Martfnez Navarrete acometió principalmente en el
año 1980 con el fin de entender su funcionalidad queda también pendiente, aunque aquí se ofrece
una posible interpretación cronológica. En total se pueden distinguir al menos 5 fases en el yacimiento que cubren casi por completo el segundo milenio aC.
EL POBLADO DE EL RECUENCO EN SU CONTEXTO GEOGRÁFICO
El Recuenco se sitúa en la comarca de La Mancha (fig. 1), no muy lejos de la Serranía conquense y ciertamente en un área que ya no se puede calificar como típicamente manchega. Las
motillas más cercanas se encuentran a unos 50 kilómetros al sur (10) y tal situación no se debe
interpretar como un cambio de "cultura", como muy bien arguyó Martfnez Navarrete (ll), sino
(6) He dedicido abandooar definitivamente la denominación de "vivienda"
pan1
el edificio 1 por las connocaciones funcio-
nale$ que el tmnino implica.
(1) En 1993 se en~¡ó una memoria de actuación a Castilla-La Mancha con todo lo realizado hasla entonces. incluyendo
por tanto los resultados. de la campalla de 1991 . La pubücación. que se prometla inmediata. todavía es" pendiente: DfAz.ANDREU.
M. {ed.): El poblodo d~ la Edad dtl Bronce d~ El Recwnco (Cervua del Uano. Cu~nca}. Junta de Comunidades de Castilla· La
Mancha. Toledo. en prensa.
(8} DfAZ-ANDREU. M. y MONTERO. L: .Excavaciones en el yacimiento de El Rccuenco (Cuenca)lo. Revista d~
Arqueolo1fa 186. 1996.62-63.
(9) &la ~ de$crita en DfAz.ANDREU {ed.) (en pn:osa): op. d t.
( JO) DfAz.ANDREU. M.: La EdiJd thl Bronce tnlo provincia de Cwnca. Serie Arqucoloafa Conquense XID. Diputacióo
Provincial de Cuenca. Cuenca. 1994. En la P'gjna 191 de esta pubJjcación se hace mención a la motilla de El Pedcmoso y a la 1110aa
de VLIIalpdo del Jlkar.
-182-
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EL YACrMIENTO DE LA EDAD DEL BRONCE DE EL RECUENCO
183
como una imposibilidad geográfica. El Recuenco podría considerarse como una morra, pero de
nuevo parece injustificado querer dar a esta afirmación un significado cultural. El término de
morra es más bien etnográfico (o más bien la interpretación arqueológica de un término etnográfico, ya que lo que significa morra, mota o motilla difiere de un área a otra ( 12)).
En cuanto al contexto geográfico más inmediato, el estudio geomorfológico llevado a cabo
por Teresa Bullón (13) dio como resultado un panorama homogéneo para El Recuenco y los otros
yacimientos coetáneos del mismo valle de Cervera del Llano. Todos se caracterizaban por un relativo aislamiento por su localización en espolones o puntos altos, una cercanfa a fuentes de agua y
su posición cercana a mejores tierras de cultivo de fondo del valle. Algo observado por Teresa
Bullón, pero que no llegó a reflejarse en la publicación, fue la abundancia de sflex en la zona. En
particular me parece importante apuntar la información que a este respecto se ha obtenido en el
último periodo de trabajo de campo codirigido con Ignacio Montero. En esta campaña se decidió
realizar una serie de seminarios para los alumnos como forma de integrar la cultura popular en el
estudio del yacimiento. Una de las personas invitadas fue el Sr. Julio Carrillo, hasta hace unos años
-y todavía aunque ya no ejerza- el experto en la talla lítica de trillos en un radio de varios pueblos
alrededor de Cervera del Llano. Él nos explicó que la mejor zona de recogida del síJex que se
encuentra en la zona se halla a unos 2,5 km al NE de El Recuenco. Los bloques de síJex que de
buena calidad que trajo a la sesión organizada en la campaña de 1996 para mostramos cómo se
tallaba tradicionalmente el síJex visualmente no se diferenciaban de los extraídos en el yacimiento.
La vegetación de la zona, según se deriva de los estudios realizados por Pilar López (palinología) (14) y por Diego Rivera y Concepción Obón (improntas de origen vegetal en arcillas)
( 15), se componía, según este último análisis referido a la fase 2b, de carrizo, probablemente
chopo, encina, quizá adelfa, lino. El estudio de López no se puede asociar a las fases por la
ausencia de estratigrafías realizadas, aunque por las fechas asociadas cubrirla las fases 2c a la 2a.
Martínez Navarrete opina que "a tenor de los resultados de los análisis polínicos (López 1983)
sabemos que el medio que explotaron era más boscoso (Quercus, Alnus, U/mus, Corylus,
Junglans, Olea; Jiu)" (16). En cuanto a la fauna salvaje, los datos provienen de las excavaciones
anteriores a 1986, puesto que en el interior del edificio l, objeto principal de las excavaciones a
partir de aquella fecha, se han encontrado muy pocos huesos, lo que probablemente es debido a
una actitud cultural ligada a mantener el interior de los espacios habitados (sean o no viviendas)
limpios, y por tanto a no tirar en ellos basura. La publicación sobre la fauna ( 17) no indica la pro(11) MARTÍNEZ NAVARRETE. M' 1: Moms, motiU y castiUejos: ¿unidad o pluralidad cultural durante la Edad del Bronce
as
en La Mancha?. En Hom~no}~ o Monu~l de los Santos. lnstilulo de Estudios Albacetenses, Dipu&ación Provlneial de Albacete.
Albacete. 1988. p4gs. 81·92.
( 12) Como ya expuse en mi líbro sobre la Edad del Bronce en la provincia de Cuenca (DfAz..ANDREU 1994: op. cit.• p4g.
273)...Clliste una ciena coofusión en la dislinc:ión entre DIOlilla y lllOCTL En primer luglf hay que teiiC1' en cuenta que lnldicionalmente signifiCIII lo mismo. aunque una palabra susliwye a otra en delennínadas úeas. Por ejemplo la motiUa de El Acequión es
Uamadamente populamlente la mona de El Acequión (FenWldez-Miranda. com. pers.). Moma o motilla significan en el lenguaje
popullf levanllmiento semicireular en el paisaje de unas dimensiooes determinadas. que oscilan entre los cincuenta y mú de cien
mellOS de dWnetro. No tienen por q~ teiiC1' yacimiento arqueológko. como as! lo demuestra la malilla de Moúlla de Palanc:ar
(Cuenca), pequdla colina de fonna casi perfecta de media esfera junto al rfo Valdemembra. de origen compldamente IIIIUrll y que
no muestra ningán rastro de !DIIerial arqueológico en superflcie".
(13) BULLÓN y DfAz..ANOREU: Op. cil.
(14) LÓPEZ: op. cit. Este anüisis se realizó en el (posterior) cone C2.
(15) RIVERA ti al.: op. cit. Las m\IC$tras pan el anüisis de arcillas de coosrrucclón se rec:ogieton del nivel 2b.
(16) MARTfNEZ NAVARR.ETE (1988): op. cit.• p6g. 2308.
(17) MORALES: op. cit.
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184
MARGARITA DÍAZ-ANDREU
veniencia estratigráfica de la misma. pero debido a que en 1977 sólo se excavó en la zona intramuros, donde aJ parecer no quedaban restos posteriores a la Edad del Bronce, y además donde
no se profundizó gran cosa. se puede suponer que toda ella provenía de la fase 2a. La fauna de
tipo salvaje que se enumera se limita aJ ciervo y quizá aJ conejo. En el estudio realizado por
Bustos et al. ( 18) tras la excavación de 1980 los resultados son semejantes no cambian gran
cosas, ya que se cita de nuevo el conejo, además de la liebre como única fauna (probablemente)
no doméstica.
Los datos de vegetación y fauna parecen indicar, por tanto, un clima similar al actual, y un
paisaje que probablemente no difería gran cosa del existente hasta el siglo XIX, en el que al
parecer el término municipal se caracterizaba por sus bosques y la gran cantidad de ciervos en
ellos existentes. Esta noticia viene confirmada en parte por el paralelismo con el término colindante de La Hinoj:osa, donde D. Vicente Martínez Millán, maestro ya jubilado del pueblo, realizó
un estudio documental de la historia del mismo, Llegando a conclusiones semejantes ( 19).
EL RECUENCO EN SU CONTEXTO HISTÓRICO
En mi publicación sobre la Edad del Bronce en la provincia de Cuenca (20) conscientemente
evité dar mucha i.nformación sobre los resultados extraídos de la excavación de El Recuenco. La
razón para ello fue la enorme diferencia de datos con los que contaba para el resto de la provincia.
Efectivamente, ningún yacimiento de ésta se ha publicado ni en su totalidad ni en gran parte.
Existen informes sobre campañas realizadas en varios de ellos (2 1), pero el resultado en conjunto
resulta todavía incoherente.
Como he apuntado en varias ocasiones, uno de los problemas que todavía afecta el estudio
de la Edad del Bronce en la provincia de Cuenca es el resultado bajo mi punto de vista dudoso
de las dos fechas radiocarbónicas obtenidas en Los Dornajos, sitio caracterizado por la presencia
de cerámicas profusamente decoradas de tipo campaniforme. Las fechas coinciden con las de
yacimientos con cerámicas lisas típicas del Bronce medio como El Recuenco, lo que evidentemente representa una contradicción. La consistencia que vienen produciendo las fechas de El
Recuenco y de otros yacimientos con cerámicas semejantes me ba Llevado ya varias veces a
afumar la muy probable incorreción de la datación de los Dornajos, que necesariamente tiene que
ser más antigua. He venido calificando a los yacimientos con cerámicas tipo Dornajos como campaniformes, con cronología de Bronce inicial o incluso más bien caJcotctica (22). No dejan de
publicarse más datos a mi favor (vs. Martín Morales et al. (23)). El último de éstos que puedo
(18) BUSTOS et o/.: op. cit.
(19) Un trabajo en el que se recojen gran parte de las IIC)(ÍCias obtenidas de D. Vicente Mllt!nez Millúl es: ACEITUNO. FJ.•
DfAZ-ANDREU, M.. COLLADO. J.M., y GARcfA SÁNCHEZ. E. «Cakolltico en Cuenca. La colección arqueológica de D. Vicente
Mllt!nez Mii!M. La Hinojosa (Cuenca)•. Quodems de Pnhist~riD i Arqueolo8fa de Co.stt/16. en prensa.
(20) DIAZ-ANDREU, M. ( 1994): op.cit.
(21} Ver biblioplla en DfAZ-ANDREU ( 1994): op. cit.
(22) Ver fi¡. 3 en DÍAZ-ANDREU 1994: op. cit. y el mismo en RJVE.IlA et al.: op.cit. en los que didlas cerimicas claramente llenan el eJU.nJ\o ihucco dejado por las c:crimicas CUDpallifOI"me$ junto al borde interior.
(23) En ellltkulo publicado en Ñlliq~~ity el equipo fonnado por Mllt!n Morales eral. pte~CDtaroa sus duelas coo respecto a
mi hipótesis. pero como expon¡o a cootiniiiCión en el tellto. no dejan de public:arse m6s y m6s datos a favor de mi hipótesis. El
llt!culo al que me ref1tt0 es MAJUfN. C.• FERNÁNDEZ-POSSE. M" D.. FERNÁ.NDEZ-MIRANDA. M. y GILMAJII. A.: •Tbe
Bronu Age of La Mancha•. Alltiquity 67. 1993. pqs. 2J.4S.
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EL YACIMIENTO DE LA EDAD DEL BRONCE DE EL RECUENCO
ISS
mencionar es las cerámicas Dornajos publicadas recientemente en el yacimiento calificado de
calcolítico de CerTO Jesús en la provincia de Córdoba (24).
Sería incorrecto considerar el poblado de El Recuenco como un representante de una
supuesta "cultura del Bronce Manchego". La forma de agrupar yacimientos en "culturas" arqueológicas proviene del método histórico-cultural adoptado en arqueología a principios de siglo que
consistfa en intentar encorsetar el pasado con una ideolog(a entonces imperante: la nacionalista
(25). Es fácilmente comprensible lo inadecuado que es intentar trasladar al pasado más remoto,
y del que no tenemos ninguna noticia directa (escrita), una ideología que proviene de la
Revolución Francesa y de la creación del estado moderno. Los yacimientos de Cuenca se diferencian a los del país Valenciano o los de Teruel tanto como éstos se distinguen entre sí. Los cambios son graduales y podríamos formar infmidad de conjuntos o "culturas" supuestamente homogéneas, dependiendo de qué criterio y qué zona geográfica se decidiera escoger. Todas estas áreas
(Cuenca, País Valenciano, Teruel...), sin embargo, se distinguen claramente con las situadas más
hacia el norte y el oeste (Cataluña, Zaragoza, Madrid, oeste de Toledo y Ciudad Real, Sevilla,
etc.), caracterizadas por asentamientos que indican una mayor moviHdad y probablemente una
complejidad social menor (26). No interpreto estas dos grandes áreas como sendas "culturas"
arqueológicas, sino como el resultado visible arqueológicamente en términos de cultura material
de dos modos de vida y en términos generales de dos tipos de economías totalmente diferentes,
lo que no quiere decir de dos sistemas ideológicos diferenciados, salvo a un nivel muy laso y por
tanto alejado del que se pretende operar con el empleo del término "cultura".
EL SECTOR EXTRAMUROS AL MURO A
La mayor parte de las excavaciones en el sector extramuros al lienzo A las llevó a cabo
~Isabel MartCnez Navarrete entre 1980 y 1985, aunque en 1988 codirig( con ella los trabajos
en los cortes a5 y g7, también en este sector, cuyos resultados ya han sido incluidos en una publicación (27). Son en total un mínimo de siete paramentos los documentados en este sector de El
Recuenco. Su interpretación es sumamente complicada, por lo que aquí sólo realizaré un primer
intento, que cuenta con el obstáculo del ya comentado cambio de criterios en el planteamiento de
(24) MARTfN DE LA CRUZ. J.C.. SERRANO CARRILLO. J y MORENA LÓPEZ, J.A.: • Aponación al estudio del
Calcolftíco en la Campilla Baja (Córdobi·J~n)•. CuPAUAM 16. 1989. P'SS· 43-72.
(25) Varios autores. entre los que me incluyo, han reflexionado sobre Jo inadecuado que resulta el empleo del tmnino cultura
y de su relación con la ideología nacionalista imperante en el cambio de siglo:
SHENNAN. S.: clntroduction: ucllaeological approacbes to culuual idcntíty». En S. Shennan (ed) A~ltoeological Approaches
to Cultural /d~ntity, One World Archaeology 10, Routledge. Loadres. 1988. p4gs. 1-32.
OfAz.ANDREU. M.: cConsuuctíng identíties through culture. Tbe pas1 i.n the for¡in¡ of Europe... En S. Jones. Gamble. C.
and Graves. P (eds.) Eu~an CommiUiities: A~lto~o/Qgy and 1M Corutruction of Cultural ld~ntity. Routledge. Londres. 1996. P'¡s.
48-61.
(26) Expongo mejor estas ideas en mis ank:ulos:
.
OfAz.ANDREU. M.: ...Las sociedades complejas del Calcolitico y Edad del Bronce en la Penlnsula lbmc:a... En V Olivcira
J01¡e (eootd}. Actas del 1• Con¡resso de Arqueología Peninsular (Porto. 12- 18 de Outubro de 1993). Traballw d~ .Wropologia e
Emologio xxxm (1-2). 1993. P'ss. 24S-264.
OfAz.ANDREU. M.: ..Complex Societies in Copper and Bronce Age Iberia: A Reappraisal». 04ord Jouf'MI of A~ltoeology
14(1). 199S. P'P· 23-39.
(27) OfAz.ANDREU. M. (en prensa): op. cit.
-185 -
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MARGARITA DfAz-ANDREU
los cortes y en la localización del punto cero, y además con el de la ausencia de fechas radiocarbónicas provenientes de este sector, por lo que su correlación con el "edificio 1" será sólo hipotética y se basará en la profundidad a la que estos muros se construyeron.
Este sector viene definido por estar limitado en su extremo SO por el muro A. Éste, que también se ha denominado en algunas publicaciones como muralla, fue el que probablemente se
construyó en primer lugar sobre el cerro. No pasarla en un primer momento de ser poco más que
una valla, pues su anchura en el momento de su construcción era de unos 80 cm. como máximo.
La profundidad a la que llega en el corte C2 es de por lo menos -2,40 m. lo que por ahora en este
corte se viene interpretando como fase 2c. En su extremo sur, en el extremo SO del corte 05, la
profundad a la que llegan algunas piedras a poco de la superficie actual es de -2,60 m. quizá en
la fase 3. Cuando el muro F se levantó cerrando el extremo sureste del "edificio 1" , probablemente en la fase 2c, la sección sur del muro A se dejó en desuso, y el muro A pasó a ser únicamente el paramento NE de dicho edificio, es decir, supuso el fin para el muro A de su funcionalidad como muralla o más bien de valla delimitadora del sector intramuros. Creo que fue en este
momento, como expondré de nuevo más tarde, cuando se construiría el muro L del corte a5 para
cubrir dicha funcionalidad. En este momento, fuera porque se necesitara tener un muro de
mayores dimensiones para apoyar la techumbre, fuera porque el existente se les estaba cayendo,
el muro A se ensanchó con una hilada vertical, pasando a tener aproximadamente un metro de
anchura. Posteriormente se aumentó incluso otra(s) bilada(s).
Los paramentos a extramuros del muro A son los muros B, C, D. N, O, P y L (28) (fig. 2). El
muro B se encuentra en los cortes A4, B3 y B4. En su extremo oeste se apoya sobre la cara externa
del muro A (29) y por lo tanto parece ser un añadido posterior. La conexión con el muro C y con
la probable continuación del O no está clara. Martínez Navarrete (30) asegura que el extremo
oriental "parecía interrumpirse antes de llegar al muro [C] (3 1), pero la mala conservación de este
último en esta zona, la escasa profundidad alcanzada en la excavación del mismo y el propio
derrumbe del lienzo [B], impiden la confinnación, por el momento, de esta hipótesis". La excavación en el espacio triangular dejado entre el muro B y el C, no produjo estructura alguna,
aunque la validez de esta afirmación habría que matizarla por el prácticamente total de conocimiento de las profundidades de las observaciones de la excavadora. Martínez Navarrete (32) dice
que "estaba relleno de arcilla compacta con escasos fragmentos cerámicos. Este sedimento,
similar al empleado para efectuar el piso de las viviendas [es decir, de la vivienda] o para apoyar
los muros ... [se refiere en particular al N] descansaba sobre una capa de piedras sueltas (33) y
(28) La denominación de los muros no coincide con la dada por MartCoez Navanete en su tesis doctoral (MAR11NEZ NAVARRETE ( 1988): op. cit.). ni esta llhírna con las lelniS empleadas en sus cuadernos. Esta confus.ión hizo que decidiera emplear mi
propía denominación. Con respecto a los de la tesis doctoral. el llnlco que coincide es el A. Su lienzo 8 es mi muro N. eJ C pasa a
ser lo que yo, por prudencia. he denominado como muros O y P: lo que ella publicó como lienzo O es lo que yo he llamado C; el
E es mi 8 : el v. l es eJ J; y el v.2 el P. Esta coofusión proviene de la ausencia de planos en la Tesis Doctoral y mi inadecuada primera
interpretación de sus descripciones. He decidido no cambiar de nuevo mis denominaciones para no liar alln mis el asunto.
(29) En la tesis doctoral MAR11NEZ NAVARRETE (1988): op. cit.. p4g 2305. dice que "su ex~re.mo occidental apoyaba en
la cara ex tema del lie.1120 A".
(30) MARTfNEz JIIAVARRETE ( 1988): op. cit. p4¡. 2305.
(3 1) Para evitar ooofusión he sustituido las letras con las que Mattlnez Navanete denomina los muros en su tesis doc:1oral por
eJ criterio que yo si¡o y el que empleo en este articulo.
(32) MARTfNEz NAVARRETE (1988) op. cit. p4g 2305.
(33) Quiú se refiera a unas piedras representadas en la planimetrla de 1984. A una de ellas se le da una profUDdidad de
· 1.27 m.
-
186-
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EL YACIMIENTO DE LA EDAD DEL BRONCE DE EL RECUENCO
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Fig. l.- PiaDo de El Recumc:o coa espedllald6a de los IIOIIlbra dados
a cada UDO de los paramentos de los que el artkuJo trata.
éstas, a su vez. sobre un nivel pulverulento ceniciento en el que acabó la excavación (34)". El
muro B presenta una longitud de unos 5 metros y una altura total de unos 1,70 m, (35) Es paralelo al muro N, del que le separan casi tres metros. Su profundidad máxima es de - 1,53 m.
(medida tomada en 1996), lo que parece significar que su construcción se realizó durante la fase
2b del edificio l. La altura máxima que alcanza es bastante mayor que la del muro A, ya que llega
a + 4 cm. y las piedras superiores del muro A se encuentran entre unos -0,80 m. y -0,60 m. La
diferencia puede deberse o bien a una conservación diferencial, o bien, y yo me inclino más hacia
esta hipótesis, a una reutilización de este muro en el momento de construcción del muro O en la
fase l, del que es perpendicular. Entre el muro B y el N la excavación produjo ''piedras y tierra
arcillosa compacta con unos pocos pegotes rojizos y negruzcos. Las cerámicas fueron más abundantes que las recuperadas" al S del muro B (36).
(34) Las profundidades dadas en la planimetña de 1984 para una zona dcslaeada por un rayado, que quiú corresponda con
este nivel ceniciento van de -1.32 m. a-146m.
(3S) MAR11NEz NAVARRETE (1988): op. cit. P'g 2305.
(36) MAR11NEz NAVARRETE (1988): op. cit. P'i 2306.
- 187 -
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MARGARITA DfA.z..ANDREU
El muro N (también llamado muro Norte en los apuntes de Martfnez Navarrete) adopta una
dirección este-oeste paralela al muro B. Se localiza en los cortesA3, B2 y B3. Las alturas máximas
de ambos muros, el B y el N, se diferencian únicamente unos 30 cm., por lo que tomando en consideración la pendiente se puede considear relativamente paralelos. Las cotas superiores tomadas
para el muro N varían entre -0,09 m., -0,19 m. y -0,32 m. de oeste a este. La parte exterior parece
estar construida de forma escalonada, aunque también puede tratarse de un derrumbe, lo que su
excavadora no pudo distinguir con certeza en sus apuntes de campo, aunque sí en la publicación
de su tesis, donde dice que "con objeto de evitar el derrumbamiento del muro, su cara externa se
apuntaló encajando una serie de piedras en la ladera, algunas de las cuales se unieron con arcilla"
(37). La profundidad a la que este muro (o su derrumbe) llegaba era-1,36 m. Martínez Navarrete
(38) sugiere que quizá el muro N sirva como refuerzo al B, "siguiendo un procedimiento bien
conocido en las morras de Albacete", aunque les separan unos tres metros. También propone que
este muro N es ·posterior al B "dado que su base se baUa por encima de la del lienzo" B.
El muro e se localiza en los cortes A4, 84 y BS. Se conservan más de 7 metros de largo y su
altura total es de unos 50 cm (39). Llega a una profundidad máxima de - 2,24 m. (40) y las hiladas
superiores se encuentran a - 1,25 m. en el extremo norte y -0,99 m. en el sur, junto al muro A.
Debido a que et sector oeste del corte A4 está prácticamente derruido no es posible determinar la
relación de éste con el muro e ni con el que probablemente sea una continuación del O, posiblidad
ya apuntada por Martínez Navarrete (41). En cuanto a su relación con el muro A, parece anterior
al último levantamento del muro A, pero fue coetáneo en algún momento a este lienzo, momento
que podemos datar, por la profundidad a la que se encuentra, en la fase 2c del edificio l.
El paramento O es un muro colgado en el corte B4 muy mal conservado pero que claramente
es posterior al A. Quizá varias de las piedras más altas que actualmente se hallan en la parte superior del B pertenecieran al O (o a la conjunción de ambos), y en la planimetría realizada por
Martfnez Navarrete se daba a entender que varias piedras sobre el muro A en la esquina N del corte
y entre el testigo e4/C5 podrían representar una continuación del muro. En varias ocasiones
he asociado a este muro el fragmento de la primera Edad del Hierro encontrado en superficie, pero
esta relación se ha hecho simplemente sobre la base de la clara posterioridad de ambos elementos
con respecto a la fase principal de ocupación del yacimiento durante la Edad del Bronce. La longitud total conservada es de algo menos de 2m., aunque si añadimos las piedras anteriormente
mencionadas del muro B la longitud total sería de casi 5 m., y si afiadiéramos el probable trozo de
muro sobre el corte C5 esta medida sería de unos 8 m. Unicamente se conservan una o dos hiladas.
Éstas se hallan a +0.27 m. en su parte superior y +0.10 m. en la inferior.
Del muro O, excavado en el corte A3 y en el testigo A2/A3, sólo se conserva una hilada formada por piedras muy irregulares. Su límite interior está en algún punto contacto con la base del
escalonamiento o derrumbe del muro N, ya que en el extremo sur las piedras o derrumbe del N
están por encima del O. Martínez Navarrete interpretó dicho muro como parte de uno mismo con
es
(37) MARTÍNEZ NAVARRETE (1988): op. cit. pág. 2304-S.
(38) MARTÍNEZ NAVARRETE (1988): op. cit. pág. 2306.
(39) MAR11NEz NAVARRETE ( 1988): op. cit. pág. 2305.
(40) Esta es la profundidad que se encuenlnl en el plano de Manfnez Navarrete realizado en 1984. en el corte 84. a unos 3
m. del perfil NO y a unos 2,4 m. del NE. A panlr de ahora dad estas coordenadas como MN 84. 84. 3 m. 2,4 m, -2,24 m.
(41) Esta autor:a dice que ••el grosor. los mat.eriales empleados (11nicos lienzos donde hay rocas de gran tamallo) y delineación
del muro [C) hac:ían pensar que fuera .la prolongación del tramo externo del muro [P). La falta de excavación del 1n1100 inteonedio
(unos 4 a S m.] impide la confmnación de esta hipótesis~ (MARTfNEz NAVARRETE ( 1988): op, cit.• pág. 2305).
-
188-
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EL YACIMIENTO DE LA EDAD DEL BRONCE DE EL RECUENCO
189
el P. Según dice en su tesis doctoral «en la base de la misma ladera nororiental existe un tercer
muro... , formado posiblemente por dos tramos de piedra {lo que yo llamo e] muro O -tramo
interno para ella- y el P -tramo externo de Martínez Navarrete-] con relleno intermedio arcilloso
muy compacto. Su delineación -en los dos metros excavados- es aproximadamente paralela a La
del lienzo A" (42). La profundidad superior a la que se encuentran las piedras del muro O de
hacia -2,30 m. Presenta una anchura de unos 60 cm. Sólo le separan 70 cm. del muro P, que se
encuentra a unos 20 cm. más bajo. En la planimetría realizada en 1984 se deja entrever que quizá
el muro O continúe basta el corte A4, juntándose de fonna confusa con el B y el C. Como
veremos igualmente en el caso del muro P, contra esta hipótesis se halla el hecho de que las piedras del corte A4 presentan cotas de aproximadamente un metro superiores, un hecho que quizá
se pueda explicar por una adaptación a la pendiente y los 4 m. de distancia que separan lo descubierto en el corte A3 y en el corte A4.
El muro P del corte A3 y testigo A2/A3 presenta mayor número de hiladas que el O y puede
que sea, como decía Martínez Navarete (ver supra) simplemente el tramo exterior de un muro
formado por lo que yo aquí prudentemente estoy diferenciando como muros O y P. Por otra parte
también podría ser una continuación del C aunque contra esta hipótesis están el cambio de orientación de los muros (aunque el extremo norte del muro C parece que experimenta una curvatura
que le llevaría al P) y la diferente profundidad que Uega a ser de casi un metro, que podría explicarse de la forma ya argumentada para el caso del muro O.
El muro L se localiza en el corte aS. No tiene conexión con ninguno de los anteriores pero
por su disposición y por su probable continuación se ha denominado en las publicaciones como
muralla (más bien valla) exterior. Su profundidad máxima es de -3.80 m. y las piedras más superiores se encuentran a -2.90 m. La anchura es de un metro, aunque ésta se ve reducida en el
extremo norte a sólo unos 60 cm. Su orientación va de norte a sur, paralela al muro C, por lo que
no creo descabellado proponer una misma cronología, la fase 2c.
La secuencia de construcción a extramuros del muro A que propongo partiendo de la información sobre los siete paramentos que acabo de exponer es la siguiente (ver fig. 3). En un primer
momento, en la fase 3 para la que todavía no se han obtenido fechas de c- J4, se construiría lógicamente el muro A que iría como mínimo desde el corte C 1 al C6. Posteriormente, probablemente en
la fase 2c del edificio 1, datada por radiocarbono aproximadamente entre 1830 aC y 1690 aC (43),
(42) MARTfNEZ NAVARRETE (1988): op. cit. pág. 2305.
(43) Las (!:(;has que se han obtenido para la fase le son tres:
1· 11890: 3780 ~ 95 BP 6 1830 ~ 9S aC. (· d C14 375 ~ 8). En cana de Mattfnez NavatreiC a Teledyne lsotopes del 12.5.1981
se lee: cMuesuu J. Cata E. nivel3((cone C2)). La cata E (3 x 2m.) ofrece un muro de piedra con 1 m. de alzada conservado que
apoya directamente sobre la arenisca de base del ceno. Presenta una serie ininterrumpida de pisos horizaont.ales de areilla compacta
que al1eman con niveles cenicientos de ocupación. La muestra de carbón se tomó en el cuno de la excaveción de un posible agujero
para poste de 20 c:ms. de di6metro excavado en el piso areWoso ~spondiente al nivel 3 (a SO cm. de profundidad de la superficie) (es ~ír. aproximadamente a -2,00 m.)•.
OrN-21296: 36SO ~ 40 BP 6 1700 aC. La muestra. madera cabonizada proveniente de un poste. se ~ó en el corte 04 en
la campalla de 1994. en las coordenadas 3 m., 1.90 m.. -2.G4 m. El contexto era un poste de madera.
1-11892: 3640 ~ 95 6 no calibrada 1690 aC (- d C14 364 ~ 8). EJ carbón de la muestra se recosió en el cone OS en la c:ampai\a
de 1980. Sólo puedo dar las coordenadas aproximadas donde w.a se debió recoser. O.S m.• 4 m•• -2.30 m. En la c:aru MN a Teledyne
lsolopes 12..5.198 1 se dic:e: •La cata H (3 x 3 m.) se alinea a 4 m. de distanCia de la cata C(?). Ofreda tres niveles bien diferenciados: nivel 4: ceniciento. Descansabl sobre la arenisca de base del ceno. Niveles 3 a 1: consbte.ntes en un n!lleno arcilloso
COllll*fO con intercalaciones de bolsadas cenicientas. Estos niveles corresponden tanto al piso como al nlvel de ocupacióo de una
constrUCCióo con muro de piedra ICChado con cañiw. En el nivel l. a 30 cm. [prof. mú a la que se llegó -2.30 m.J de profundidad
de la superficie y bajo la impronta que dejó el techo de c:adizo al desplomarse sobre el piso. apareció el catb6o que se envía para su
dataciÓCI:lt (cana MN a Teledyne lsolopes 12.5.1981).
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MARGARITA OfAz.ANDREU
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Fase 2c
Fase 2b
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Fase 2a
Fase 1
o.___ _ _
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f1&. 3,-
El Re.cueoco:
rases le-la y 1. ElaombiUdo corrapoade a ao. mlli'OI
empleados ea cada ana de las fueslDdlcadas
el muro A dejaría de actuar como valla, siendo entonces sólo el paramento NE de la casa. En este
momento se levantarían los muros e , que quizá tenga continuación en el muro P (¿y en el 0?), y
el L. La finalidad del espacio en pendiente de casi unos 7 metros de anchura que quedaría entre
el muro A y el 0-P-e es desconocida. Mi hipótesis es que este(os) muro(s) 0-P-e dejó(aron) de
emplearse en la fase 2b.
En la fase 2b, con una única fecha de 1460 ae (44), se reorganiza el espacio exterior al muro
A, caen en desuso los muros e , P y O, y probablemente también el L, y en su lugar se construye
el B casi cortando por medio el espacio formado anteriormente. Por su orientación y por estar
alguna de sus piedras inmediatamente por encima del muro O, he supuesto que el muro N se
construye también en esta fase 2b. No parece que haya cambios en este sector extramuros, sin
embargo, al producirse la nueva reforma del "edificio 1" en la fase 2a.
(44) La fase 2b estarla datada por la mueSira GrN-17439 de 3410 :t 100 BP que interpretamos como 1460 aC. &u. cubón.
fue recogida en el corte C4 en la campalla de 1988, en las coordenadas 0,14 m.. 2.40 m.. - 1,44 m.
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EL YACIMIENTO DE LA EDAD DEL BRONCE DE EL RECUENCO
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En la fase 1 de El Recuenco el "edificio 1" ha dejado de existir. En su lugar probablemente
se construye otro edificio del que quedan pocos restos. Uno de los paramentos aprovecharía el
muro B, al que podría llegar la continuación del D. El muro N, paralelo al B, parece que también
se conservaría en esta época. Poco más podemos decir de esta primera fase (última de ocupación
del cerro) debido a los escasos datos con los que contamos.
EL SECTOR INTRAMUROS AL MURO A. LA FASE 2A
El sector intramuros al muro A ha sido el que ha recibido una mayor atención en la excavación de El Recuenco a partir de 1988, año en que se decidió favorecer la excavación en extensión. La hipótesis inicial de que había dos viviendas (45) fue rápidamente desechada, por lo
menos sobre la base de los datos sobre los que esta suposición se había basado. El muro descubierto en el corte 05 y denominado por su excavadora como v.2, resultó ser parte del F y por tanto
pertenecer al mismo "edificio 1".
Se supone la existencia de un nivel 3 en el que el muro A actuaría como valla de protección.
Las cotas a las que esta fase se encontraría, según se ve en el corte C6, llegarían basta -2,60 m
(46). La siguiente fase de ocupación, que hemos llamado 2, se puede distribuir en 3 subfases, las
2a, 2b y 2c. Es este momento en el que probablemente se levanta el edificio adosado al muro A,
desmontáodose el extremo sur del mismo (es decir, el trozo del corte C6) y dejando el paramento
A de cumplir una función defensiva (suplida probablemente por el muro L). El ..edificio 1" experimentó varias remodelaciones, que dan lugar a las 3 subfases enumeradas. Nada queda en el
sector intramuros del nivel 1 que, como be explicado, en el sector extramuros está defmido por
el muro D, el B y el N.
A la fase 2a, que es sobre la que se va a concentrar este apartado, correspondería la fecha I11891 , de 3240 bC ± 95 ó 1290 ± 95 aC (-d C 14 332 ± 8). La muestra enviada a análisis, según
se especifica en una carta de Martfnez Navarrete a Teledyne lsotopes el 12.5. 1981 , «corresponde
a una mancha cenicienta delimitada por adobes quemados (¿hogar? (47)) correspondiente al nivel
1 (48) (a 20 eros. [aprox. -1 ,14 m.] de profundidad de la superficie}. Este nivel consistía en un
relleno formado por adobes descompuestos que constituían la estructura superior del muro adosado». Esta misma autora, sin embargo, posteriormente publicó esta fecha como el momento "en
que se produce la destrucción de la casa" (49), interpretación que no parece adecuada dada la proveniencia de la muestra de Jo que ella misma califica como probablemente un bogar.
(4S} MARTfNEZ NAVARRETE (1988): op.cil. pág. 2306.
(46) Sin embar¡o otras piedras se hallan a -2.40 m. que es la profundidad a la que estamos U
e¡llldo en el cor1e C2 en Jo que
todavía considerarnos fase: 2c. La excavación de la fase: 2c presenta problemas en los que ahora no voy a entrar, por lo que por el
momento, aunque manten¡o la posible exlsleneia de una fase 3, no descarto la posibilidad de que en un futuro haya que replantear
las fases m6s antl¡uas de El Reeueoco. Pa-o esto quedaai para una futura publicación.
(47) Ver infrt: posible bo¡ar al N del mW'O J.
(48) Creo ncc:esario aclarar la manera en la que se ba utilizado el lbmino "'nivel" en la excavacl6n de El Reeueoco. y que en
este tl8bajo be sustituido por el m6s adecuado de ~rase". Mi decisión en tl8bajos anteriores (y en las siglas del material) de emplear
el lhmino "nivel" oomo sln6n.imo de "fase" deriva del deseo de establecer una continuidad con la tenninolo¡l'a empleada por
M" Isabel Marúnez Navarrete. Sin embargo. solamente poslerionnente me be dado cuenta que en realidad esta investlpdon siguió
aiterios diferentes a la bon de establecer lo que era un nivel. lo que evidentemente hace inadeculdo seauir su sistema. adem6s de
enmaraftar enormemente la interpretación de las campailas de excavación por ella realizadas. Ademú. la a .cavaclón del "edificio
1" situado a intnmwos supuso una c:ornplicación abdida a esta terminolo¡l'a. puesto que en ~1 se ldentlfK:all diferentes IIIOOlCntos
en los que se rulizaroo n:fonnas menores. que se han denominado oomo subfases o subniveles. Hasta lbon parece que hubo una
reforma clara entre el momento 2a con re:speet0 al anterior 2b y probablemente otra entre el 2b y el 2c.
(49) MARTfNEz NAVARRETE (1981): op. cit. pqina 2304.
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MARGARITA DfAZ-ANDREU
De esta fase 2a quedan muy pocos restos y todos ellos se encuentran como mucho a una distancia inferior a 4 m. del muro A. A este nivel pertenecen los muros J y K y las siete estructuras
realizadas para sujetar postes de diámetro de unos 20 a 30 cm. que probablemente sirvieran para
sostener la techumbre del edificio y los restos del posible hogar, y un derrumbe proveniente del
muro A.
El extremo sur del muro A en su segundo momento (es decir, cuando su extremo más meridional en el corte C6 ya se había desmontado) se levanta hasta la altura a la que se han encontrado los restos de la fase 2a (hay piedras a alturas entre -1,15 m. y -1 ,09 m.). En cuanto al cierre
SE es probable que coincidiera con el muro F. cuyas profundidades se corresponden con las de
la fase 2b, puesto que aunque la altura de éste no llega hasta la fase 2a, la del muro A cambia
bruscamente en el punto en el que luego sale el F. Hemos de suponer, por tanto, que si el muro F
no se conserva hasta una altura de -1,20 m. es por que o bien se desmontó ya en la fase 2a y en
este caso el espacio delimitado podría no ser un edificio cerrado sino que tendría un porche
abierto en su lado SE; o bien el muro se desmontó a causa de las labores agrícolas posteriores, lo
que me parece mucho más factible. El cierre SO del edificio estaba totalmente arrasado.
POSffiLE HOGAR AL N DEL MURO J. En los cuadernos de campo se especifica que
«entre el muro [J] y el perfil NE y a 40 cm. de del mismo aparece una mancha negra muy intensa,
con trozos de carbón, de unos 40 cm. de extensión» (MN 80: 20) (50). Más tarde afirma que «se
termina de excavar la mancha de ceniza junto al perfil NO. Tenía forma irregular y una profundidad máxima de -1,69 m. [es decir, aprox. -1,31 m.]. Las piedras del muro central [muro A] en
contacto con ella aparecían ennegrecidas entre tierra negruzca» (MN 80: 21-22). De este posible
hogar es de donde se extrajo la muestra 1-11 891 enviada a analizar, por lo que, como ya he
comentado, no data el momento de destrucción de la casa, como ella afuma, sino su uso en la
fase 2a hacia el siglo XIl1 aC.
MURO J. Se encuentra en el corte C3. En longitud, orientación, estructura, caida de pendiente (más arriba junto al muro A que en su extremo SO), tamaño de piedras que lo forman y
poca entidad es semejante al muro K. Entre los dos delimitan un espacio rectangular de aprox.
1,80 m. x 1,30 m. en el que la excavación no documentó nada de particular, pero que repite de
alguna manera un espacio ya acotado en la fase anterior, la 2b, por un empedrado. Entre éste y
los dos muros J y K no parece haber relación directa, pues éstos se encuentran "en el aire" con
respecto a aquél. El muro J tiene una anchura de unos 45 cm. Sus alturas superiores son junto al
muro A, en su extremo NE la altura superior es de -0,86 m. y en el extremo SO de - 0,93 m.. El
muro J profundiza unos 35 cm (51). Está formado por piedras de unos 10 a 20 cm., tendiendo las
más pequeñas a situarse en el centro. El muro se ensancha ligeramente en La base, lo que no
ocurre en el caso del muro K.
MURO K. Las dimensiones y características de este murito son semejantes al J, con la diferencia de que éste da la impresión de aún una menor entidad debido a que es Ligeramente más
estrecho y no se ensancha en su base. Su extremo NE la altura es de unos 25 cm, desde -1,00 m.
a -1,25 m. En el extremo SO, el más alejado al muro A, es 34 cm de alto (de -1 ,11 m a -1,45 m.).
3 ESTRUCTURAS DE SOPORTE DE POSTES EN EL CORTE C4. Al SE del muro K se
encuentran 3 estructuras de poste. Se hallan junto al muro A y soportarían postes de tamaño seme(50) MN 80: 20 significa cuadernos de Manínez Nava=te de la campalla de 1980, página 20.
(S I) MAR'TÍNEZ NAVARRETE ( 1988): op.cit. pág. 2306.
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EL YACIMIENTO DE LA EDAD DEL BRONCE DE EL RECUENCO
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jante a las encontradas en el corte C2, es decir, de diámetro de unos 20-30 cm. Las manchas que
dejaban adivinar la presencia de los tres postes aparecieron ya a una profundidad de -1,03 m. El
poste 1 es el situado más al NO de los tres. Está formado por unas tres piedras de unos 35 x 25
cm., que dejan al interior espacio para un poste de un diámetro de unos 20 cm. La tierra que
cubría esta estructura a -1,03 m. presentaba un color grisáceo que ya daba a entender la presencia
del agujero de poste. Las piedras más superficiales se encontraron a -1,22 m. con respecto al
punto cero y el color grisáceo de la tierra desapareció a -1,38 m. El poste 2 es el de menor entidad
ya que se sujetaría con piedras de menor tamaño. Aunque la tierra más superficial era anaranjada
a -1,03 m. al excavar su interior apareció la tierra grisácea, que desapareció a -1,35 m. El diámetro del poste sería de unos 20 cm. como máximo. El poste 3 estaba rodeado por piedras de
unos 30 x 20 cm. que aparecieron a - 1,26 m. La tierra que cubría esta estructura era grisácea y
tal color desapareció a -1,34 m. El diámetro posible del poste podría ser de unos 30 cm.
3 ESTRUCfURAS DE SOPORTE DE POSTES EN EL CORTE C2. Estas se encontraban,
según se observa en los planos y en las fotografías de M• Isabel Martínez Navarrete, en un nivel
muy cer~o al superficial, por lo que aparentan pertenecer al nivel 2a. La única profundidad que
ha quedado registrada es -1,31 m. para una piedra que parece que se encontraba en el fondo de
uno de los postes, el intermedio, ya que fue dibujada en 1984, mucho después de haber terminado la excavación de estas estructuras. Dos de eUas se encontraban en el corte C2, a algo menos
de 5 m. (52) al NO del muro J. Se construyeron contiguas y, como las del corte C4, estaban adosadas al muro A. Ambas dejaban un espacio para un poste de unos 30 cm. como máximo. En los
cuadernos se lee que "las estructuras cuadrangulares de piedra apoyan sobre el piso. Están formadas por dos lajas de unos 45 cm. (las más orientales), una piedra de 30 cm. y otras dos menores
alineadas hasta Uegar a la misma distancia que las anteriores, hincadas verticalmente en el suelo.
Se disponen a unos 30 cm. de distancia unas de otras en posición más o menos paralela, dejando
entre sí un espacio cuadrangular cerrado por un lado por el muro" A (MN 80: 1-2). Más adelante
la excavadora afirma que ''para tratar de ver si las estructuras cuadrangulares sirvieron para calzar
postes se levanta una de las piedras del interior de la occidental (cota -1 ,83 m. [¿-1,45 m?]). Está
muy encajada y calzada con otras mucho más pequeñas, ofreciendo argamasa amarillenta en su
base" (MN 80: 2). La tercera estructura (53) se halló en el testigo entre los cortes Cl y C2, a algo
menos de 2 m. de la intermedia. Al igual que las demás, también se hallaba adosada al muro A.
El espacio interior correspondía a un poste de unos 20 cm.
ESTRUCfURA DE SOPORTE DE POSTE DEL CORTE C3. Esta estructura es la ónica de
su tipo que no se encontraba adosada al muro A, sino a unos 3 m. de aquél. Consistía principalmente en tres lajas y varias piedras que dejaban un agujero para un poste de unos 25 cm. de diámetro. Las lajas se levantaban hasta una altura de -1,07 m. en algón caso, según se observa en la
planimetría de 1984. Martínez Navarrete no especifica ni en su tesis ni en los cuadernos de campo
el relleno y la coloración de la tierra en el interior de dicha estructura (54).
(S2) MARTfNEZ NAVARRETE (1988): op. cit. p4g. 2306.
(SJ) Esta tercera estructura fue excavada en 1977 (MN 80: 2). Manloa Navarrcte en su tesis doctoral. p4g.ina 2306. la calífica
como dudosa. pero en la planimetrfa de 1984 se dibuja claramente, y ella mima no presenta la mínima duda de su ex.istencia en los
cuadernos.
(S4) Estos dalos soo ya irm:uperables. pues la estructura fue destruida por un agente descooocido. probablemente. por las
caracterfslicas del enorme y profundo agujero realizado. por alguien a la bósqueda de un tesoro.
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MARGARITA DfAZ-ANDREU
DERRUMBE DE LOS CORTES C3, C4 Y 04. En estos tres cortes se encontró un derrumbe
que presentarla fonna alargada y sería paralelo al muro A, aunque entre ambos quedaría una distancia de unos 2 metros. Mi suposición es que el derrumbe proviene del muro A y que los dos
metros "vacíos.. entre ambos son resultado de trabajos posteriores, probablemente debidos a las
labores agrícolas del cerro. El derrumbe llegaba en el corte C3 hasta una línea hipotéticamente
formada por la prolongación de la cara S del muro J. Las piedras en la zona cercana al muro A
aparecieron inmediatamente por debajo de la superficie, a -1,20 m. Las cotas de las piedras del
derrumbe en el corte C4 fueron de -1,09 m. en puntos más cercanos al muro A y - 1,29 m. en los
más alejados. Esta última cota y las del corte 04 ya se encontraron cubiertas por una capa de
tierra superficial más importante de unos 20 cm.. Las piedras del derrumbe profundizan hacia una
cota en el perfil SO del corte C4 de aprox. -1.60 m. y en el perfil NE del corte 04 las piedras
cubren una banda desde -1,41 m. a aprox. -1 ,70 m., descansando sobre un nivelillo de color negro
que marca la divisoria de la fase 2a con respecto a la fase 2b en este punto (55). En el corte 04
el derrumbe sólo se encontró en la esquina norte. En el corte D3 se observó en el perfil un cierto
alineamiento de piedras a - 1,50 m. que corresponderla con el nivel en el que se halla el derrumbe,
pero sin tener las piedras ni el volumen ni siendo la densidad de su distribución tan importante
como en los otros cortes. En el perfil SE del corte 04 se observaba que este ni velillo de pequeñas
piedras descendía desde -1 ,50 m. hacia -1,70 m. hacia mitad del perfil, donde se perdía.
En cuanto a la cultura material es difícil, por la complicada historia de la excavación y los
cambios de criterio seguidos por su principal excavadora hasta 1985, asignar con toda seguridad
qué tipología cerámica pertenece a esta fase 2a, pero necesariamente al menos parte del material
publicado en 1977 y 1979 (y en 1988) debe pertenecer a ella, aunque lo que proviene del nivel 1
parece que puede estar mezclado con material posterior (véase la cerámica esgrafiada (56) del
nivel 1 de la cata extensión, posterior corte C2). Dada la semejanza tipológica con lo publicado
para la fase 2b (57), parece factible afirmar que en líneas generales la cerámica de esta época es
semejante a la del momento anterior. Otro tipo de cultura material viene representado por un fragmento de molino barquifonne, al parecer situado junto al posible hogar (58). Este se hallaba
«apoyado sobre la cara plana. Su superficie se encontraba a -1,7 m. [-1,32 m.] descansando a
-1 ,76 m. [-1,40 m.?]» (MN 80: 22).
La información vertida en este artículo da pie a varias reflexiones. En primer lugar, creo
necesario subrayar el uso prolongado de un mismo espacio, durante más de medio milenio en
fechas no calibradas, por parte de sucesivas generaciones de lo que fue probablemente (por la
semejanza tipológica) una misma comunidad. Esta amplitud temporal ya se adivinaba por las
fechas publicadas por Martínez Navarrete, pero excavaciones posteriores la han confmnado y en
cierta manera han puesto algo de orden (definición de las fases) en sus afirmaciones. Más trascendental pienso que es el mati.z que estimo importante aportar al sustituir la palabra " muralla..
por la de "valla... La diferencia no estriba únicamente en un matiz terminológico, sino que influye
(.5.5) Las fases no se com:lacionan con una estratignffa horizontal. sino que ~Sta cambia con respecto ala pendiente.
(56) CHAPA rt al.: op. cit.• fig. 31. En sus c:uademos de exeav~eión Matt!nez Navamte no es muy espedfica sobre ellllllerial
eerimico que se va descubriendo. Por ejemplo. apunta que junto a las estruCturas de sopone de poste del corte C2 ..aparece un vaso
Cra¡mentado" (MN 8(): 1). sin especifaear m4s sobre a.
(57) Todas las c:ertm.ieas de los cortes C4. CS y 04 publicadas en mi tesis doctoral pertenecen a la Case 2b. OfA.z.ANDR.EU
(1 994): op. cit. figs. 190-193.
(.58) Las coordenadas que Mart!nez Navanete da para esle ballaz.go son ca 1.12 m. del vtrtiee N en el perfil NO y a 0.35 m.
del mismo en c:l perfil N& (MN 80: 22) en la cata G. posterionnenle integrada en el c:one CJ.
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EL YACIMlENTO DE LA EDAD DEL BRONCE DE EL RECUENCO
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en la percepción del esfuerzo invertido en la protección (?) del sitio que ahora considero realmente fue de escasa importancia. Esto no se contradice con la visión que be defendido en otros
artículos de un crecimiento muy moderado de la complejidad social, probablemente a sociedades
de jefaturas simples (59) en esta área con respecto a momentos anteriores (60), y que en todo caso
representaría un grado intennedio entre las SE y las del valle del Tajo (61).
Mi última reflexión se dirige a la calificación del mismo yacimiento, al que basta ahora
siempre me había referido como "poblado". Tal y como se presenta la excavación es probable
que en El Recuenco sólo se construyera una edificación con un espacio adosado a extramuros del
lienzo A, por lo menos durante las fases 2c-2a. Es verdad que quizá esta impresión se deba a una
conservación diferencial, y que los cortes que van desde la letra E hasta la J quizá también presentaran una ocupación de la que no ha quedado apenas potencia arqueológica (62). Pero incluso
en el caso de que quedara alguna casa más (a lo más, por el espacio restante, una o dos si éstas
presentaran las mismas dimensiones), la densidad poblacional resultante no deja de ser sumamente baja. Es cierto que los datos conocidos para esta época por prospecciones no dirigidas, normalmente llevadas a cabo por aficionados, no parecen aportar datos diferentes, pero esta suposición nunca se ha cotejado con un estudio sistemático realizado por arqueólogos profesionales.
Por esta razón creo que se hace cada vez más urgente la prospección intensiva de zonas llanas,
para poder contextualizar en su espacio inmediato con una mayor fiabilidad los (sesgados?) datos
poblacionales hoy conocidos, representados por yacimientos como El Recuenco.
(59) Empleo CAe tmnino de una forma con.sc:ientemente ambigua. Una de lis mayores apoNciones a la investipc:ión en los
41timos diez allos la ha constituido la c:rftica a lis rfgidas tipologías de tipo (neo-) evolucionista. Mi intención al utilizar CAe tmnino
es comparalivL Quiero decir. como explico en eltCJt10, que lis soc:icdades que vivieron en la Edad del Brooc:e en La Maocba, y en
particular en El Recuenco. establll muy l. jos de una estructlll'l de tipo estatal. pero de alguna manera praentaben estruc1UtaS socioe
políticas mú M
elabotadas" que lis de. por ejemplo. lis comunidades necesariamente (por el reablro arqueol6¡lco dejedo) mú
móviles que habitaron hacia IIIIOS SO km. hacia el occidente.
(60) Los escasos datos conocidos sobre el Calcoiitico en CAe 6rea se encuentran en ACEITUNO tt al.: op. cit.
(61) DfAz.ANDREU (1993): op. cit.; DfAz.ANDREU (1995): op. cit.; DfAz.ANDREU. M. •late Prdústoric Social Cbaoae
in the Soutbem Meseta of the lberian Palinsula.-. En K. Lillios (cd) 1M OrigitU of Complu Soci,its in Late Prrltisroric l~ria,
lntematiooal Mooograpbs in Prebistory, Ann Albor, pqs. 97-120.
(62) Los resultados de la excaY11Ci6n del conc JS se encuentran en DfAz.ANDREU. M. (cd): op. cit.
-195-
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. x:xm (Valencia. 1999)
J .F. GmAJA BAO*
ANÁLISIS DEL REGISTRO LÍTICO DE "EL RECUENCO"
(CERVERA DEL LLANO, CUENCA)
l. INTRODUCCIÓN
Tradicionalmente el estudio de los artefactos líticos arqueológicos se ha considerado y se
considera muy importante en el análisis de los registros paleo-mesolíticos. Esto es consecuencia,
principalmente, de una perspectiva teórica histórico-cultural (todavía imperante en algunos círculos) a partir de la cual los restos líticos constituyen el pilar con el que determ.iruu, formalizar y
construir seriaciones crono-culturales de las épocas más antiguas. Por el contrario, la mayor
información que la cerámica proporciona sobre dichas cuestiones en yacimientos de cronología
posterior conlleva a que donde ésta aparece el estudio del material lítico quede, normalmente,
relegado a un segundo plano. El resultado de esta pérdida de protagonismo se refleja claramente,
por ejemplo, en los trabajos de la Edad del Bronce donde las únicas referencias al materiallftico
son, en el mejor de los casos, meras descripciones (muchas veces excesivamente superficiales)
de ciertos morfotipos (dientes de hoz, molinos...) y, en el peor, citas a la presencia/ausencia de
las morfologías más sobresalientes.
En el contexto que acabo de describir no es extrafio que los estudios funcionales realizados
hayan sido sumamente escasos puesto que no se les ha considerado basta ahora como parte
imprescindible de una buena memoria de excavación. Los pocos trabajos Uevados a cabo, sin
embargo, no son inmunes a la critica, puesto que se han vuelto a centrar en determinados morfatipos ( 1). Afortunadamente, esta carencia va solventándose en la actualidad por parte de ciertos
grupos investigadores que estudian el material lítico más aUá de la pura descripción; y es que no
• Museu d' Arqueologia de Catalunya. Puseig de Sta. Madrona. 39-41. 08038 Bltl:dooa.
( 1> GlTTIÉtREZ: W
C.
J'iezas con IUSU'e dd BI'CliiCC Final de Perales dd Rio (Madrid)". 1'fQbQJhos tk AlllropololiD • El7toloxiD.
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Arc:hacological Monograpbs 4. Depertment of Arc:baeology and Prehistory Universíty of Sheffteld, 1992; A. VAN GUN: "'The iruerprcWioo of "sic:kles": a cautiocwy tale". En P. ANDERSON (ed.): PriiUstoire tk 1'.4KrlcN11Nre: IIOfl\lt/lu opprocltu up/I'ÍIMtltolts
•t•tlurogmpltlqws. Monoanptüe du CRA. 6, 1992. pqs. 363-372.
-197-
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198
•
J.E GffiAJA BAO
1100&
1000&
debemos olvidar que los instrumentos líticos son una parte más del conjunto de instrumentos de
producción utilizados por un grupo para la consecución de sus bienes de consumo. Por ello, considero imprescindible su inclusión en el estudio global de un yacimiento arqueológico.
2. MARCO GEOGRÁFICO-HISTÓRICO
El Recuenco, asentamiento enmarcado cronológicamente en el no milenio a.C., está situado
en el sector septentrional de la comarca de la Mancha, sobre un espolón que domina gran parte
de una llanura que se extiende a sus pies (fig. 1). Las excavaciones realizadas entre 1988 y 1994
han dado como resultado la definición de cinco fases constructivas circunscritas a la Edad del
Bronce Medio (2). En publicaciones anteriores, pero en este caso sobre la base del material cerá(2) M. DfA2.ANDREU e J. MONTERO: ~Recueoco 96. La Univmidld de Owtlam en C~~e~~e~~. Revisto de Arqwologta.
186. Madrid 1996. P'Js. 62-63.
- 198 -
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ANÁLISIS DBL REGISTRO LfTJCO DB "EL RECUENCO"
199
mico, también se había distinguido una probable ocupación perteneciente a la primera Edad del
Hierro (3), de la que no parecen quedar elementos estructurales (4).
El foco de las actividades arqueológicas de las últimas campañas se ha centrado, de manera
especial, en la denominada "vivienda 1", localizada en el nivel 2 y 3 desde los cortes C2 a C5 y
02 a 05 (). En dicha "vivienda" se han distinguido tres subniveles (2a, 2b y 2c) que han sido
interpretados como posibles procesos de remodelación. La superficie que puede llegar a ocupar
dicha construcción oscila entre los 60 m2 y los 100 m2 (fig. 2). Aunque es en este sector del yacimiento donde se ha recuperado mayor cantidad de artefactos, nuestro estudio también ha considerado, en ocasiones, el material y la información extraída del resto de las áreas excavadas, por
entender que su análisis podía ofrecemos explicaciones sobre determinadas actividades de trabajo, lugares de desecho, zonas de talla, etc. (tabla 1). La mayor parte de este material, sin
embargo, proviene de excavaciones anteriores a 1988, de las que no se ha pubHcado la memoria
de excavación, con lo que esto supone de cara a una correcta interpretación de los resultados
obtenidos del análisis lítico.
Las dataciones absolutas realizadas sobre los tres niveles de El Recuenco abarcan, como se
observa en la tabla 2, un periodo de unos 500 años en fechas no calibradas. La asignación de las
dataciones a los diferentes momentos de construcción/destrucción de la "vivienda J" no está
excesivamente clara. La fecha más antigua, la de 1830 a.C., se interpretó en un primer momento
como de una fase anterior a la construcción de la "vivienda 1" (6). Sin embargo, campañas posCorte
Nivel
C3
C4
C5
02
03
05
C3
C4
04
C4
04
JS
2B
28
2B
28
28
28
2C
2C
2C
3
3
Alfa
Bxl.
Bxt.
Piezas
Piezas
>ltm
<2tm
3
11
9
4
-
6
1
9
3
10
10
7
2
10
132
53
-
Nlldeo. tpercueora
-
1
1
1
1
-
1
-
-
-
Bloques
DOModil.
1
-
1
9
8
1
8
1
-
3
2
3
-
2
-
M~
UPCiu
-
1
3
3
2
2
-
-
1
-
-
5
2
-
1
2
1
No
Ullldas
2
5
5
3
3
3
3
9
3
No
Aullzab.
3
1
2
1
1
1
-
5
1
3
-
-
4
5
Tabla 1.- Ubkadón de las piezas estucll..tas ea sus mpectivos cuadros de 4 x 4 at. Dtbldo ala eDOI'1De superflde
que abarca el yadmltulo hemos crelclo mú eoavenleatt utill2ar la rtlad6a ~~¡un/tabla para prtStDtar mejor doade
se sit1ían ~lmentt las piezas estucUadas. SltuadcSa por cuadros del número, tipo y 1110 d~ los ratos lftkos.
(3) T. CHAPA. P. LÓPEZ y M.J. MARTfNEZ NAVARRETE: El poblado de lo Edad del Bronce de El Rec:uenc:o. Cervera del
Uano. Arqueología Conquense 4. 1979. Mu.'ieO de Cuenca. Cuenca.
(4) M. DfAz.ANDREU: " La excavación de el Rc:cuenco". En M. DfAz.ANDREU (ed.): El poblado de la Edad del Bronce
de El Rec:uenc:o (Cen • del Uano, Cuenco). Serie Palrimonio Histórico ArqueologfL Ed. Junta de Comunidades de Castilla·L.a
era
Mancha. Toledo. En Prensa.
(S) El término ~vivienda" ha de ser matizado. Aunque hasta aban la díreclon de la ~cavación. Margarita Dfaz.Andreu. ha
empleado este lhmino en sus publicaciones (como asf lo hiciera su antc:ceson M.• l. M.artfnez NavllTCic) el canictcr funcional que
implica no ha sido demostrado.
(6) P. LÓPEZ: "El estudio polfnico del yacimíento de " El Rc:cuenco" (Cervcra del Llano, Cuenca)". En: Hom~naj~ al Profesor
Martfn Almagra Bosc:h. Ministerio de Cultura. 1983. Madrid. págs. 45-48.
- 199 -
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200
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J.F. GIBAJA BAO
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r
Flpn 1.- Plaata de la "yffleucca 1" del yKimiento de El Recumco (Cerven del LiaDo. Cumca).
teriores parecen desmentir esta afirmación, puesto que no es seguro que el corte de donde se
obtuvo esta fecha profundizara hasta el nivel 3, sino que sólo llegara a la base del nivel 2c. Por
lo tanto, este nivel quedaría fechado por tres muestras en: 1830±95, 1700±40 y 1690±95.
Del nivel posterior, el 2b, sólo se ha analizado una muestra que ha dado como resultado
1460±100. La fecha más moderna, la de 1290±95, fue interpretada como un momento de
derrumbe de la vivienda, cuando ésta ya había sido abandonada (7). Al no disponer de las coordenadas exactas en las que se recogió la muestra, es difícil asignar a un nivel en particular esta
datación, quedando la duda entre 2a o el l/superficial.
Las diversas metodologías aplicadas y los distintos objetivos a alcanzar por las diferentes
directoras del yacimiento han supuesto la imposibilidad de adscribir el total de piezas halladas a
cada uno de los niveles arqueológicos determinados, afectando la falta de datos, en especial, a las
excavaciones realizadas antes de 1988. Las que han podido ser contextualizadas provienen de las
excavaciones posterior a tal fecha (cortes C2 a C4 y 02 a 05) asignadas a las fases 2b, 2c y 3.
Las de las campañas anteriores, por la desinformación sobre las coordenadas antes aludidas, no
(7) M.J. MARTfNEz NAVARRETE: La ~dad del Bronc~ ~n lo Submu~to Subori~ntol. Colec:ción Tesis Doctorales 191
188.
Ed. Universidad Comphllense. 1988. Madrid.
-200 -
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ANÁLISIS DEL REGISTRO UTICO DE "EL RECUENCO"
201
serán tratadas en este trabajo. Igualmente, también tendremos en cuenta los cortes alfa 5 y 15,
exteriores a la vivienda. Aunque su datación no es del todo segura por la ausencia de mueslraS
radiocarbónicas la tipología de la cerámica documentada corresponden también al Bronce Medio.
Todos estos factores nos han obligado a tratar de manera global todo el registro Htico, aunque eso
sí, en ocasiones determinadas haremos referencias al nivel arqueológico al que pertenecen.
NIVEL
LABORATORIO
FECHABP
2C
1 ó2A
2C
2C
28
1 11890
1 11 891
1 11892
GrN-21296
GrN-17439
3780±95
3240:1:95
3~95
3650±40
34 10±100
FECHALC.
1830
1290
1690
1700
1460
Tabla 1.- Datadones radiocarbcSnlcas rallzadas en la "vivienda l" de El Recuenco
(Cervera del Llano, Cuenca). Éstas han sido extrafdas de M. Dfaz·Andreu (1~: 192).
3. ANÁLISIS MORFOTÉCNICO
Si partimos del presupuesto, antes apuntado, de que los instrumentos líticos son una parte más
de los instrumentos de producción, el análisis funcional debe erigirse como el eje vertebrador a
partir del cual comenzar los estudios líticos. En dicho eje confluirán y se relacionarán de manera
dialéctica toda una serie de análisis y técnicas (materias primas, estudio morfológico y tecnológico, etc.) que nos acercarán, primero, a la reconstrucción de los procesos de trabajo y objetivos
en las estrategias de gestión de los recursos minerales y, segundo, con la conjunción del total de
estudios realizados, a ciertos conocimientos sobre la formación socio-económica del grupo.
La primera característica sobresaliente que hemos observado en El Recuenco es el claro predominio del sOex y la cuarcita respecto al cuarzo, la caliza, el granito y la arenisca. A nivel de
categorías morfológicas hemos podido distinguir: 78 lascas, 6 fragmentos, 184 posibles restos de
talla, 24 percutores (más un pequefio fragmento cortical de otro), 5 núcleos, 1 molino y 14 bloques/guijarros sin aparente modificación antrópica intencional. Su distribución con respecto a los
distintos niveles también la hemos reflejado en la tabla 1.
La relación entre la materia prima, la forma y la función queda atestiguada. en primer lugar,
cuando observamos para qué se han usado las diferentes litologías. El sOex se ha tallado para
obtener instrumentos con los que poder transformar ciertas materias animales y vegetales. En
casos excepcionales se ha acudido a otro tipo de litologías tales como la cuarcita (seis efectivos)
y la caliza (uno). Por su parte, la cuarcita, el cuarzo y el granito se han usado, mayoritariamente,
como percutores/abrasionadores, y la arenisca como molinos.
Un examen somero de los restos üticos tallados permite apreciar una ligera abundancia de
lascas fracturadas (60%, especialmente en el nivel 3 de la ''vivienda 1" y en los cortes 15 y alfa
5 exteriores a la vivienda) respecto de las lascas no fracturadas. Opinamos que esto se debe a los
numerosos planos de debilidad interna característicos de este tipo de sOex (8) que provocan,
además, la necesidad constante de variar la concepción volumétrica del núcleo explotado. Los
(8) A nivel puramente visual es importante apuntar que se trata de un sflex . normalmente. de color blanquecino. de grano muy
grueso y c:on un componente alto de granos de cuarzo de un tamailo considerable.
- 201 -
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202
J.F. GIBAJA BAO
escasos núcleos (tres pertenecientes al nivel 2c, uno al 2b y uno al corte JS) nos han permitido
aproximamos a ciertas formas de explotación desarrolladas en El Recuenco. De los tres completos,
dos han sido transformados mediante la "Explotación de un plano de configuración mediante una
transformación cónica" (9) y del tercero sólo podemos decir que presenta una escasa explotación
multifacial a través del aprovechamiento de los planos de fractura natural. El mínimo aprovechamiento de tales núcleos nos Ueva a pensar que la captación de la materia prima se realizó en zonas
o afloramientos cercanos al asentamiento (más si tenemos también en cuenta la cantidad de
grandes bloques/guijarros de sílex y cuarcita que no han sido explotados). La abundancia de sílex
en esta zona daría respuesta al porqué de este elevado número de bloques sin modificar.
La talla del sílex, la cuarcita y la caliza se ha efectuado siempre mediante percusión. La presencia predominante en todos los niveles de talones planos o corticales (el 72%) nos indica que
no fue un proceso muy elaborado sino que se aprovecharon aquellas superficies más fácilmente
explotables: planos naturales, corticales o fracturas generadas durante la propia talla.
El grado de corticalidad de las piezas talladas es una variable que nos informa sobre si la preparación y decorticado de los núcleos se lleva a cabo en el mismo asentamiento. En el caso de El
Recuenco el elevado mímero de piezas, hayan estado usadas o no, con restos corticales en todos
los niveles estudiados (especialmente en el interior de la "vivienda l"- tabla 3), en unión a la gran
cantidad de percutores hallados en el yacimiento y los numerosos restos de talla que se recogieron
en una área de l '5 x 1 m. del corte C4, nivel 3, nos indican que la preparación y decorticado de
los núcleos sería un proceso de trabajo Uevado a cabo íntegra o parcialmente en el asentamiento.
e
EFECTIVOS TOTALES
CINC
NC/C
NC
TOTAL
2
12
26
22
62
22
ARTEFACJ'OS USADOS
1
2
7
12
PORCENTAJE
3,5%
16.5%
39.5%
40,5%
100%
NIVEL28
1 (3%)
5 ( 14,5%)
15 (44%)
13 (38,5%)
34 ( lOO%)
NIVEL2C
2 (9%)
2 (9%)
10 (45.5%)
8 (36,5%)
22 ( 100%)
NIVEL3
o
o
2 ( 12.5%)
4 (25%)
10 (62.5%)
16 ( l OO%)
5 (41,5%)
4 (33.5%)
3 (25%)
12 (100%)
EXTERIOR HABITACIÓN
'labia 3.- Grado de cordcaUdad de los artefactos tallackls: Ce Superflde totalmente cortical,
CINC• Superflde cortical dominante sobre no cortical, NC/Ca Superftde DO cortlc:al dominante sobre
cortical, NC= Superflde DO cortical.
Tales percutores muestran sobre sus superficies rastros de percusión y de abrasión (en ocasiones conjuntados). La intensidad de dichos rastros parece estar relacionada proporcionalmente
con su mayor dimensión y peso. Esta relación no debe sorprendemos si entendemos que para los
trabajos que requirieron una mayor cantidad de fuerza se utilizaron instrumentos de mayor envergadura. Estos rastros parecen ser, en algunos casos, similares a los atribuidos por J.J. lbáñez y
J.E. González ( 10) a trabajos de percusión, de la piel mediante algún tipo de abrasivo, o para
romper/machacar ciertos vegetales y/o frutos secos.
(9) X. TERRADAS: Los ~strrJJegias de gesti6n d~ los ~cunos f{ticos d~l P~pirin~o cotoldn
tami~nto p~hist6rico
dt lo Font dtl Ros (Btrgo,
Borc:~lono).
~n ~11x- Miltnio
BP: ti ~n·
Treballs d' Arqueologia, 3. 1995. Universitat Autbnoma de Barcelona.
BelleaterTL
(10) JJ. mAAEz yJ.E. GONZÁLEZ: "Uti.liucióo de algunos cantos rodados en Laminak U". Kobi~. 21, 1994. ~ 131-154.
- 202 -
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ANÁLISIS DEL REGISTRO ÚTICO DE " EL RECUENCO"
203
Siguiendo con la caracterización de Jos artefactos taUados, otro aspecto destacable es la poca
representatividad, porcentualmente muy similar en todos los niveles, de efectivos retocados
(fig. 3, tabla 4). Pensamos que esto puede deberse a que, o bien éstos son usados y abandonados
fuera de las zonas de asentamiento, o bien los habitantes de El Recuenco, en sus diversas épocas,
no consideraron necesario acudir al retoque si su uso y/o enmangue no lo requerían.
p
RVI RVl RV
LASCAS
PI litVJM PSIM ~~ C/P MATILIME MAJME/Dt
1
3
LASCAS FRACTURADAS
LASCAS RETOCADAS
M
1
1
1
1
1
4
1
1
1
LASCAS FRC. RETOCADAS
1
2
1
1
4
1
1
1
3
1
1
1
4
2
22
o
FRAGMENTOS
TOTAL
TOTAL
1
1
S
1
3
1
1
1
Tabla 4.- ReladcSD entre la morfologia de Jos lDstrumentos y la IIUiteria que han tn~ado.
Las sJalas de la tabla que acompaftan al grilko son: P=Piel, RVI•Reeunos Vqetales ~os
en un primer proc:ao, RV2=Rec:ursos Vegetales tn~ados en un segundo pr«ao,
RV• RecuJ"'IO Vegetales en los que no se puede determinar alguno de los anteriores procescJS,
M•MJiden, CJP-Came o piel, PI•Piedra, RVIM•Reeunos veaetaJes o mad.era.
PSIM•Pid aca o IIUiden, PSIRV•Piel seca o recursos vegetales,
MAT BUM.Ea Materia de dureza blanda o medJa, MAT MEIDU•Materia de dureza medJa o dura.
En lo referente a los doce bloques de sílex y a Jos dos guijarros de cuarcita sin modificaciones antrópicas aparentemente intencionales. apuntamos dos aspectos: A) los doce bloques de
sOex (8 del nivel 2c, dos del nivel 2b y otros dos del nivel 3) muestran un alto grado de alteración ténnica que ha generado numerosas fracturas internas. Este tipo de fracturas suelen producirse en el sflex cuando el calor llega a superar los 350-400°C. La razón para tales temperaturas
puede ser la de un incendio, posibilidad ya apuntada por M. Díaz-Andreu ( 11) al analizar la cerámica. 8 ) En cuanto a los dos guijarros de cuarcita provenientes de los niveles 2b y 2c, éstos no
se hallan fracturados por alteración ténnica. Ello es debido a que comparativamente al sOex, tal
proceso sólo se produce en la cuarcita con temperaturas muy altas, 600-800°C. Por eUo, creemos
que la cuarcita pudo utilizarse en otro tipo de proceso productivo en el que también interviniese
una fuente calorífica (delimitación de un hogar, calentamiento de productos alimenticios o
Jrquidos). En este sentido, M. Díaz-Andreu (12) apunta en su memoria de El Recuenco que
dichos guijarros podían haberse utilizado para calentar el agua tras su exposición directa a una
fuente de calor, proceso documentado en diversos grupos humanos actuales.
Por otra parte, la problemática que plantea el análisis funcional de materias y trabajos no
estudiados experimentalmente nos ha obligado a no pronunciarnos sobre la funcionalidad del
único molino contextualizado (nivel 2c).
Como conclusión, creemos que la presencia mayoritaria en el nivel 2c de núcleos, percutores
y bloques/guijarros sin modificaciones antrópicas aparentes puede deberse a que detenninados
procesos de talla se realizaban en el propio asentamiento. La ausencia en este nivel, contraria( JI ) DfAz-ANDREU: Op. Cit. nota 4. en prensa.
(12) O(AZ-ANDREU: Op. Cit. nota 4. en prensa.
-203 -
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204
J.F. GlBAJA BAO
25
•NO ANALIZABLES
ONO USADAS
O USADAS
lO
15
LASCAS
LASCAS
UTOCADAS
LASCAS
AA.C'I'URADAS
UTOCADAS
FaA.GMENTOS
Figura 3.- .8Jstogranul de las frealeodas absolutas en reladcSn con las cateprias morfol6gk:as
definidas y el núme.ro de piezas usadu, DO usadas y DO anallubles.
mente al 3, de restos de talla nos hablaría de que tales procesos se efectúan o fuera de la "vivienda
1" o en su interior pero con una posterior limpieza de los residuos generados, y por tanto, sin
dejar huellas arqueológicamente documentables de tal actividad.
4. ANÁLISIS FUNCIONAL DEL REGISTRO LÍTICO ( 13)
La metodología empleada para llevar a cabo el análisis microscópico conjuga la observación
del material arqueológico con una Lupa binocular (Kyoxa TR-P, que abarca entre lOX y 90X) y
un microscopio metalográfico (Olympus DH2-UMA, con objetivos ULWD, cuyos aumentos van
desde los 1OOX a los 400X) con una comparación constante con la colección experimental del
Laboratori d' Arqueología del CSIC en Barcelona.
Debido a los numerosos restos líticos de algunos yacimientos y a la gran inversión de tiempo
y dinero para realizar el análisis funcional, los analistas han optado, en numerosas ocasiones, por
hacer un muestreo. Los criterios más comúnmente utilizados para eliminar de la muestra ciertos
materiales son, principalmente, que éstos sean restos de talla, que estén alterados o que la materia
no sea el sflex. Todos estos criterios tienen un aspecto en común, y es el hecho de que la selección se efectlla casi siempre sin una previa observación microscópica. Nosotros partimos del
principio de que todas aquelJas piezas que forman parte del registro deben ser, como mínimo,
observadas primeramente al microscopio con la intención de comprobar si están utilizadas y ver
cuáles son sus posibilidades de estudio. A este respecto, por ejemplo, el análisis funcional que
hemos efectuado ha confinnado que los restos de talla (por sus medidas y morfología) no fueron
( 13) Los resultados del W1isis fUDCiooal se circunscriben llnicamente a lascas. lAminas. fra¡mentos y nlk:leos c:onfecciooados
tanto en sfle¡¡ como en cuan:ita o caliza.
-204-
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ANÁLISIS DEL REGISTRO ÚTJCO DE "EL RECUENCO"
20S
nunca usados. Por lo tanto, como estas piezas no son productos buscados sino residuos generados
durante la talla, hemos creído más conveniente no incluirlos dentro de los resultados que expondremos a continuación.
Debido a las intensas alteraciones a las que ha estado sometido el material, los resultados
funcionales no sólo han sido pobres sino que en muchos casos no se ha podido ir más allá de una
determinación probable de la función (sin asegurar ni la materia trabajada ni el movimiento efectuado). Así, mientras que el 26% (22 efectivos) presentan algunos rastros que pueden ser atribuidos, probable o seguramente, a la transformación de otras materias, el 51 % (43 efectivos) no
han sido usados y el 23% ( 19 efectivos) no han podido ser analizados.
Entre las piezas usadas destacan especialmente aquellas con rastros de determinación probable (20%-17 piezas) relacionadas, básicamente, con el trabajo de materias animales de dureza
blanda (carne/descamado, piel fresca, ... ) o vegetales de dureza blanda/media (plantas no leñosas
y madera). Los instrumentos cuya determinación ha sido segura (6%-5 efectivos) hacen referencia a la transformación de materias vegetales leñosas y no leñosas. La mayor presencia de trabajo de vegetales también puede ser consecuencia de que los rastros desarrollados al procesar
dicha materia no solamente suelen ser fáciles de observar, por su grado de extensión y volumen
(micropuüdo), sino también porque son más "resistentes" a cualquier tipo de alteración (14).
Artefactos con determinación de uso seguro
Como hemos dicho, las materias trabajadas más representadas son las vegetales, tanto
leñosas como no leñosas, distribuidas por niveles de la siguiente manera: dos en el nivel 2b, otras
dos en el 2c y una en el corte J5 exterior a la vivienda. En cuanto a las tres piezas usadas en el
procesado de las plantas no leñosas (RVI, RV2 y RV una en cada caso) (15) cabe decir que
siempre se ha realizado mediante una cinemática longitudinal (cortar), excepto en un solo caso
del que desc-Onocemos el movimiento (fig. 4: 1, 2 y 3). Los ángulos de los filos usados son agudos
(20°) con la excepción de una pieza reavivada que llega a los 70°. En otras piezas reavivadas de
campafias anteriores, y por tanto, de las que hemos considerado que no valfa la pena realizar un
estudio más detallado por los problemas estratigráficos aludidos en el segundo apartado de este
trabajo, el ángulo del filo no ha variado sustancialmente. Esto se ha debido a que el retoque practicado es simple, plano y denticulado. Con respecto a esto último, en una ocasión (fig. 4: 3)
parece que se ha realizado un reavivado en dos momentos diferentes, puesto que hay un conjunto
(14) En el caso de El Rccuenco. las altenlciooes miaosOOpicas mú imporuntes soo el M
lustre de suelo" y el M
lustre t&mico"
secundaria, las generadas por un mal almacenamiento. limpieza o ~gistro grifJCO del maJeriaL Los lustres de suelo y/o
tmnico provocan. por una pane. una diflcll e incluso imposible observacióo de Jos rastros de uso y, por OU'a. pueden caUSif coofu.
siooes ya que producen una serie de rastros (rnicropuUdo) que ~ucrdan enonnemente • Jos deSII'I'OUados por el tnlbajo de materias
animales de dureza blanda o materias de dureza media en un estadio inicial de su rorm.acióo.
(IS) l. CLEMENTE y J.F. GIBAJA: "Worklng processes oo ce~s: ao approach through microwear IDalysis". Jouni/JI of
Archotofoglct~f Scltnce, 25, 1998, p4gs. 457-464. Plrtiendo de un prognuna experimental especffico. presentado en este 111fcuto.
rer~nte a las plantas no leilosas, observamos que. en cienos casos y cuando el desarrollo de los rastros es considerable, podemos
hacer una aproximación a dos procesos dif~ntes en el tratamiento de las plantas no lellosas. Denominamos como RV 1 (Recursos
Ve¡etales del primer proceso) a todas aquellu piezas que han servido para se¡ll'. RV2 (Recursos Ve¡etales del segundo proceso) a
aquellas que se bao utilizado para cortar 11 paja o separar la espiga del tallo sobre la tiern y RV (Recursos Ve¡etlles) cuando no
podemos dif~nc:ill' con seguridad uno u otro proceso.
y. de
m&nenl
-205-
[page-n-206]
206
J.F. GffiAJA BAO
-•............,L•cl'._.
·· · aMen' '
1
o
.......
1
CoTiWNI ...
~~
S01t
Fipl'll 4.- lnstrumentoe de sOa usados sobre clllereates materiM de ao. niveles lb, 2c y el corte JS
exterior ala "vfvleada": Plantas no leiosas: RV1 (a•t, nivel le), RV (a~ nivel lb), RVl
(n~, corte JS), Madel'll (n•4 y 5 del nivel le, a• 6 y 7 del nivel lb), piedra (a-&, nivel 2c ).
de melladuras que presentan un micropulido intenso en su interior, mientras que en otras tal
micropulido es casi ausente y porque las zonas exteriores de las melladuras presentan un micropulido aún mucho mas intenso y extenso.
La distribución de los rastros (especialmente en lo referente al micropulido) suele ser homogénea a lo largo de todo el filo, siendo más invasor en una de las caras. Creemos que ello es
debido al tipo de enmangue practicado y a la manera cómo se ha incidido en la materia trabajada.
Por 6ltimo, la aparición de micropuüdo en los negativos del retoque de las zonas proximales y
distales de la pieza 3 de la figura 4 (y otras de campañas previas), seguramente es consecuencia
de un espacio libre dejado entre pieza y pieza. Esto quizás indica la existencia de útiles compuestos por varios elementos líticos (16) o bien un tipo de enmangue que no llega a cubrir totalmente tales laterales.
(16) GU'Tiáuuiz: Op. Cir. noca l.
- 206 -
[page-n-207]
ANÁLISIS DEL REGiSTRO ÚTICO DE ''EL RECUENCO''
207
Por otra parte, los trabajos sobre vegetales leñosos (madera) están representados en dos
piezas usadas de manera transversal (raspar o cepillar) procedentes de los niveles 2b y 2c (fig. 4:
4 y 7). Los ángulos de los filos son más obtusos, hecho que conlleva una mayor operatividad y
productividad en el trabajo realizado, puesto que los filos con ángulos agudos para materias de
dureza media o dura no son demasiado operativos en trabajos transversales, aunque eUo también
dependa mucho de variables como el grado de dureza de la materia o el estado de la misma.
Artefactos con una determinación de uso probable
Entre los instrumentos con una determinación probable destacan aquellos que han incidido
sobre alguna materia de dureza blanda/media, siendo menor la presencia de títiles que han sido
usados sobre materias de dureza media, medio/dura o dura.
Los que han trabajado alguna materia blanda/media son los más numerosos ( 1O efectivos 12%) perteneciendo seis al 2b, uno al nivel 2c, uno al nivel 3 y dos a Jos cortes e;~tteriores de la
"vivienda 1". De estas diez piezas no hemos podido hacer ni la más mínima aproximación a la
materia en cuatro casos, del resto, tres presentan características que podrían atribuirse al trabajo
sobre alguna materia vegetal (leñosa o no), dos a una materia animal o vegetal de dureza relativamente media (piel seca, madera o vegetales no leñosos) y una al procesado de alguna materia
animal blanda/media (carne o piel). Los filos utilizados para cortar presentan ángulos mucho más
agudos (25°-30°) que los usados para raspar/cepillar (70°-80°).
Los instrumentos usados sobre materias de dureza media (fig. 4: 5 y 6), dos pertenecientes
al nivel 2b y una al 2c, se refieren, seguramente, al trabajo de la madera (dos se han usado de
forma transversal y en uno no ha podido determinarse). Como ya hemos dicho, los ángulos más
operativos para el trabajo de esta materia suelen ser, como pasa en El Recuenco, tendiendo a
obtusos (entre 50° y 80°). Finalmente, dos de las tres piezas usadas sobre una materia
medio/dura, recogidas en los niveles 2b y 2c, se han utilizado transversalmente (con ángulos bastante altos: 50° y 70°) y se desconoce la cinemática de la tercera (nivel2b). En cuanto a la única
pieza (nivel 2c) que se utilizó sobre material duro ha trabajado posiblemente la piedra (fig. 4: 8)
combinando movimientos longitudinales y transversales (con un ángulo de filo de 30°).
La relación que hay entre las piezas usadas y determinados aspectos morfológicos que
tomamos como variables importantes parece indicar que no hay diferencias entre Jos distintos
niveles: a) Con respecto al perfu hemos constatado que se tiende a la selección de los filos rectos
para trabajar cualquier materia. Sin embargo, la presencia de instrumentos con perfil cóncavo,
convexo o sinuoso no debe extrañarnos ya que siguen siendo operativos/efectivos al incidir sobre
materias de dureza blanda/media que, como hemos visto, son las más representadas. b) No hemos
encontrado criterios métricos, en ninguna de las fases, dife.renciadores entre las piezas usadas y
las no usadas. Solamente destacar el hecho, ya apuntado, de la no utilización de los restos de talJa
aparecidos en el nivel 3. e) En relación con el grado de corticalidad se puede apuntar que éste es,
porcentualmente, menor en las piezas usadas, por lo que cabe pensar que en este sentido hay una
cierta selección. d) Las piezas retocadas son las que presentan un mayor índice de utilización.
-207-
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208
J..F. GffiAJA BAO
S. APUNTES FINALES
Los resultados obtenidos desde el análisis morfotécnico de El Recuenco nos muestran que
los que allí habitaron en sus distintas fases implantaron unas estrategias de aprovisionamiento de
la materia prima estrechamente ligadas al posterior uso que de ellas se iba a hacer. El sOex se
aportó seguramente al asentamiento en forma de grandes bloques, sin o apenas modificaciones,
para ser tallados allí.
Los datos concernientes al número y localización de los restos Líticos (fig. 2, tabla 1) nos
indican una explotación, al menos en parte, en el asentamiento y en concreto en la "vivienda 1"
en sus fases 2b, 2c y 3. La presencia de numerosos restos de talla en el nivel 3 y la de núcleos,
percutores y bloques/guijarros sin explotar en el 2c nos indican que, al menos en ciertos
momentos, dichos procesos se llevaron a cabo en el interior de la vivienda. En el resto de zonas
excavadas exteriores a la "vivienda 1" el número de efectivos es, por lo general, numéricamente
inferior e incluso es ausente en el caso de las excavaciones anteriores a 1988. La presencia de
dichos restos en las zonas de extramuros, es decir, en los cortes J5, alfa 5, etc., podría responder
a la hipótesis, ya planteada, de una limpieza de las zonas de habitación, claramente documentada
para el caso de los restos faunísticos ( 17). La limpieza o abandono de los instrumentos en Jos
lugares de utilización (como los lugares de cultivo, zonas exteriores del asentamiento) también
podría ser una respuesta a la escasez generalizada de piezas usadas.
Los resultados del análisis funcional no permiten hacer conclusiones de peso respecto a los
procesos productivos desarrollados en El Recuenco. Como hemos visto. destacan, especialmente
y con seguridad, los trabajos relacionados con la transformación y explotación de los recursos
vegetales todos ellos presentes, en concreto, en la "vivienda 1", fases 2b, 2c y 3. Sin embargo,
esta apreciación debe tomarse con sumo cuidado, ya que las alteraciones pueden no haber permitido constatar en su verdadera medida los trabajos sobre materias de origen animal. Asimismo,
hemos observado que hay una tendencia a que las piezas usadas se relacionen con los niveles 2b
y 2c de la "vivienda 1"; sin embargo, a la luz de los resultados obtenidos sólo podemos catalogarlo como de una simple apreciación, y más teniendo en cuenta lo limitado de la excavación del
nivel 3.
Con todo, es interesante la información que podemos extraer sobre aspectos puramente técnicos tanto a nivel de producción de instrumentos como de los procesos de transformación de
otras materias. Así, con respecto a esto último, nos parece importante hacer dos matices: por una
parte, a nivel general y compaginando los resultados paleobotánicos con los funcionales parece
que, al menos, los trabajos sobre materias vegetales no leftosas han tenido un peso específico considerable; por otra, a nivel puramente específico, los resultados de nuestra experimentación sobre
los diferentes rastros que se generan producto de dos procesos distintos (RV 1 y RV2) en el trabajo de las plantas no leñosas (básicamente cereales) coinciden con los del estudio de las
improntas vegetales en fragmentos de arcilla y elementos constructivos de la "vivienda 1". Los
autores de dicho trabajo indican la probable utilización en tales elementos "de tallos de cereales
sobrantes del proceso tradicional de trilla, con los que irían mezclados algunos restos de las
espigas de la cosechas y algún grano perdido" ( 18). Todas estas aseveraciones podrán empezar a
tener más consistencia cuando se excave y se analice una zona más amplia y se estudien los materiales de otros yacimientos similares tanto cronológica como geográficamente.
(18) D. RlVERA: C. OBON y M. D1Az-ANDREU: "Estudio del aprovechamiento del medio natural en el yacimiento de la
Edad del Brooce de El Recuenco (Cervera del Uano. Cuenca). An!lisis paleoboúnicos". TrabQjosde Prehistoria. S l. 2. 1994. p4gs-
169-178.
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXIII ~ia. 1999)
AMPARO
M. BARRACHJNA lsAAI!Z*
EL ''SECTOR S" DEL PIC DELS CORBS DE SAGUNT:
MATERIALES CERAMICOS DE LA FASE FINAL DE SU OCUPACION.
CAMPAÑAS DE 1990 Y 1991
INTRODUCCIÓN
El cerro del Pie deis Corbs es un contrafuerte próximo a la costa y situado en las estribaciones meridionales de la Sierre~ de Espadán. La montafia se encuentra insertada en los relieves
costeros de dirección catalánide y está constituida por materiales triásicos de naturaleza calcárea
(dolomías, areniscas y margas). Alcanza los 239,5 m. de altitud y se asocia a otro promontorio
más interno de 278 m. AJ N y S se ve enmarcado por dos relieves de suave pendiente, lo que
genera sendas vaguadas que vebiculan el drenaje de dos barrancos que llegan al llano formando
dos pequeftos conos. Su distancia del mar en linea recta hacia el E es de 6 km. mientras que
Sagunto se sittía a unos 4 km. en dirección S.
Conocido en la bibliografía desde los años 60 sólo fue excavado el sector W y parte del NW
en 1974 y 1978 por el Servicio de Investigación Prebistó.rica de la Excma. Diputación de
Valencia. Los trabajos se efectuaron bajo La dirección de D. Domingo Fletcher y bajo la supervisión de M. RipoU en la primera campaña y R. Enguix en la segunda. contando con F. Roca como
encargado de los trabajos y con la colaboración de los miembros del C.A.S. A fmales de la década
de los 80 iniciamos los trabajos de excavación sistemática en el sector NW, subvencionados por
la Dirección General de Patrimonio de la Generalitat Valenciana como parte integrante de nuestro
trabajo de Tesis Doctoral bajo la dirección de M. Gii-Mascarell. Durante los años 1990 y 1991 y
debido a la construcción de un vertedero de residuos sólidos en la ladera S del cerro se detectó la
existencia de estructuras en esta ladera. llevándose a cabo dos campañas de urgencia que nos permitieron documentar este sector. Los trabajos fueron financiados por la Dirección General de
Patrimonio y la empresa Dragados (l ).
• Cl Callxto W. 34-10. 46008 VUeocia.
(1) Queremos .,-.decer a Jos6 María de Miguel y sus colabcndoc'es. asf eomo al ConscU MetropOIIIi de I'Hon.a. todo el
apoyo y ayuda que DOS dieron en el tiempo que duraron los ttabajos.
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AMPARO M. BARRACHINA IBÁÑFZ
210
LAS ESTRUCTURAS
Los trabajos de excavación efectuados en la ladera Sur durante dos campafias (con una duración total de cinco meses) han permitido documentar dos estructuras de acondicionamiento para
la fase fmal de la ocupación, además de otras estructuras subyacentes de cronología más antigua
(pero de La que no trataremos en este trabajo).
Una de ellas se sitáa en el cuadro A-B/4 y la otra en el FJ4, 5, 6. Creemos que ambas estructuras forman parte de un trazado general que englobaba toda la ladera. Las estructuras de habitación debieron construirse sin otras unidades babitacionales adosadas siguiendo un patrón de asentamiento disperso, para lo cual aprovechando la pendiente natural del cerro se creó una infraestructura de amplias terrazas separadas, pero unidas mediante el acondicionamiento de accesos y
pasos tambjén construidos con mampuestos y rellenos siguiendo posiblemente un plan de ocupación exhaustiva del espacio disponible. Lamentablemente estas construcciones han sufrido
muchas alteraciones, naturales y antrópicas. La construcción de un camino más el desmonte de
tierras nos han dejado sin una parte importante del trazado en el A-B/4. Mientras que los desprendimientos del cantil, junto con otros elementos naturales han deformado considerablemente
el aspecto del conjunto constructivo en FJ 4, 5, 6.
La excavación se efectuó entre las curvas de nivel 145 a 150 m.s.n.m., en un triángulo configurado por un glacis y un cantil rocoso de unos dos metros de frente, junto a un camino construido en los años 70 (Fig. 1). Desde la curva de nivel 144 hacia abajo queda un gran corte antrópico en vertical que actualmente está siendo rellenado como vertedero de residuos sólidos. El trabajo pues se concentró desde el camino hacia arriba con tres puntos de actuación. Dos de los
cuales dieron información de gran interés.
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10
l'lotlol>k ..... ......,._
~-.,_Figura 1.- Sector S del Pk deis Corbl, úeas excavadas.
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EL "SECTOR S" DEL PJC DELS CORBS DE SAGUNT
211
A-8/4
Esquina de un aterrazamiento de construcción escalonada y mampostería con relleno de
tierra que se sittía entre las curvas de nivel 145-146; las medidas conservadas son de 8 m. de larga
por 1 m. de altura, con una dirección NW-SE.
La estructura arranca de la roca base con la construcción de un murete de mampuestos
relleno en la parte interna por tierra y piedras (UE. 3004), que contintía abriendo su ángulo y
tomando profundidad al alejamos de la roca base. A este primer muro van adosándose en paralelo nuevos muros y rellenos (UE. 3064, 3065, 3070) hasta llegar a tener la amplitud y consistencia deseada, buscando la adaptación a las curvas de nivel (Fig. 2). La base de la estructura se
asienta en un derrumbe de piedras de tamaños medíos y grandes mezcladas con arcillas versicolores creemos que procedentes de la degradación de la 1• fase de ocupación de este sector
(UE. 3010). Es probable que en algunos puntos efectuasen zanjas previas a la construcción que
cortan todos los estratos anteriores. Sobre la superficie de la terraza no hemos encontrado pisos
o elementos indicativos de actividades específicas, sólo restos de un muro de mampuestos (UE.
3051) que se inicia en la curva de nivel 146 y que podría relacionarse con la parte trasera de una
construcción sobre la terraza o ser el inicio de una nueva terraza o zona de paso.
FJ4, 5, 6
En estos cuadros con una superficie total excavada de casi 200 m1 ha sido dificil interpretar
las estructuras ya que se encuentran fuertemente erosionadas por la mecánica de Jos cantiles, el
denso crecimiento de palmitos de extensas raíces y por la construcción de un camino. No obstante creemos que se puede establecer una interpretación. Así pues pensamos que podrían existir
dos terrazas sucesivas que se adaptan a las curvas de nivel. Una se situaría entorno a los 147
m.s.n.m. y la otra entre los 149 y 150 m.s.n.m. (Fig. 3 y 4).
La primera, seccionada en el S por el camino construido en los 70 por lo que nos faltaría todo
su frente externo, queda limitada al NW y W por la roca, a la que al mismo tiempo se adapta e
incluso utiliza. De su estructura sólo nos ha llegado una superficie más o menos horizontal que
hacia el S, entre los metros 4 a 6 de X, ofrece a la vista una alineación de piedras de tamaño
pequeño y con sólo una cara (UE. 3034); mientras que hacia el SW, donde ha desaparecido esta
alineación, se acumula un derrumbe de cierta entidad compuesto por pellas de barro procedentes
de estructuras endebles (UE. 3042) junto a una cierta cantidad de materiales cerámicos bastante
completos.
En la mitad N del E-5, entre los metros 7-8 de Y, se sitúa lo que parece un acondicionamiento
para salvar el desnivel de la roca, construido con piedras de medio o pequeño tamafto trabadas
con tierra y que hemos relacionado con la 2' fase de ocupación de este sector. En la nueva y
última fase constructiva este abancalamiento (UE. 2031) se encuentra semi-derruido por lo que
entre el m.5 y m. lO de X -hacia la mitad E del cuadro E-5 (Fig. 3)- las construcciones recientes
se asentaran sobre los derrumbes anteriores, configurando una ligera pendiente que podría constituir un acceso tanto a la posible unidad habitacional relacionada con la UE 3042. como a la que
se encuentra por encima en la segunda terraza.
Esta segunda terraza, situada por encima, se asienta en su mayor parte sobre la roca. Su trazado forma primero una curva ascendente de SW a NE de alrededor de 3 m. de longitud
(UE. 2009) con varias líneas de mampuestos escalonados sobre la roca desnuda que continúa después en línea casi recta hacia el E con una longitud aproximada de 7 m. (UE. 2005-2008) basta
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2 12
B
A
4
Figura 2.1.- Plana. A-814
a
a'
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Flpra 2.2.- Secd6n m.5 ele A/4.
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E
213
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Flpra 3.- Planta E, F/4, 5, 6.
b
E-6
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Ft¡ura 4.- Seed6n ele la planta de la
3: FJ4, 5, 6 • la altun del metro 6.
Aquf se pueden apreciar tamiMn loa nJveles subyacenta.
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b'
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214
morir en la roca en su extremo final, después de un recorrido en ligera pendiente. En este caso La
superficie de ocupación se encontraría por encima de la cota 150, quedando fuera del área de
excavación. Sobre todo ello se acumula un tremendo derrumbe procedente tanto de las estructuras como del cantil del cerro deformando la imagen original de las construcciones.
LOS MATERIALES
Básicamente el conjunto se compone de cerámica bastante fragmentada, hecha a mano,
siendo escasos otro tipo de elementos. Sin embargo su excepcionalidad está en el elevado número
de individuos asimilables a La cultura de los Campos de Urnas entre los que hemos podido diferenciar algunos tipos.
Como es habitual en La composición de los enseres cerámicos de conservación, transformación y servicio de alimentos se compone de recipientes con acabado grosero y fino. Dentro de un
segundo grupo, de superficies generalmente bruñidas negras o achocolatadas y con una alta composición de cuarzo en su desgrasante (2), hemos diferenciado varias formas que hemos descrito
de forma genérica, no con el fm de establecer una tipología, sino más bien de poder establecer
un discurso.
1- Recipientes cerrados relacionables con los tipos funerarios conocidos como "urnas" (Fig. 5).
2- Boles y cazuelas de dos volúmenes, con borde diferenciado (Fig. 7).
3- Cuenco profundo de perfil entrante y borde sin diferenciar (Fig. 8, n° 342191 ).
4- Cuenco plano o tapadera de borde alargado (Fig. 7, n° 294/91).
5- Ollitas globulares (Fig. 7, no 613/90, 486190).
6- Vasitos de perfil en "S" (Fig. 8, n° 808190, 1800/90, 919/91 ).
7- Fuentes de carena alta (Fig. 8, n° 270/91, 896/91 ).
8- Escudillas (Fig. 8, 895/91, 890/91, 1794/90, 132191 ).
Respecto a las "urnas" el recipiente más completo es un vaso de tamaño medio y acabado
bruñido, con el borde acodado, cóncavo y biselado en su parte interna, cuello convexo y cuerpo
redondeado. La decoración se sitúa en el cuello y en el inicio de la panza con acanalados
horizontales continuos de perfil ondulado (Fig. 5, n° 1820190). Creemos que se corresponde con
las urnas del período n de Vilaseca para el sur de Cataluña (3) o la Cataluña costera de Ruiz
Zapatero (4). Así encontrarnos paralelos en les Obagues -UUdemolins (5)- y en las urnas más
antiguas de MolA. fase lA de la necrópolis (6), relacionadas según Vtlaseca con los vasos de la
fase m de Can Missert -Terrassa, Vall~s Occidental. El investigador reusense las coloca en su
período 11 e inicios del m de la Cataluña meridional y las data entre 800-750 a.C. (arq ANE).
(2) A.M. BARRACHINA IBAlffiZ: Estudio analftíco de un conjunto de pasw cecimicas del yacimiento del Pie deis Corbs.
Sag\IIIL Quadems de Prehistbria i Arqucologia de Casldló. 19. Castellón (en prensa).
(3) S. Vll.ASECA ANOUERA. J.M. SOLE CASEU.ES. R. ~ OUEU.: La necrópolis de Can Canyís (Banyecu. prov.
de Tungooa). Trabajos del Seminario de Historia Primiliva del Hombre, VID. Madrid. 1963.
(4) O. RUlZ ZAPATERO: Los Campos de Urnas del NE. de la Península lbb-ica. Tesis Ooc«nn iliMita. Universidad
Complutense, Madrid. 1985.
(5) S. VILASECA ANOUERA: El campo de urnas de les Oba¡ucs del Montsant y la evolución de las cultu111S de las urnas
en el sur de Catalulla. Archivo Espallol de Arqueología. 66. Madrid, 1947. fig. 3, vm.
(6) S. VILASECA ANGUERA: El poblado y necrópolis prehistóricos de Mol' (Tarragona). Acta Archaeologica Hispana. l.
Madrid. 1943, n•. 117.
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Otros paralelos los encontramos en Can Roqueta -Sabadell, Vall~s Occidental-, en el tipo a.4
según Petit (7), en Seros, Lleida (8) o en Llardecans, Lleida (9). En el Puig de la Nau -Benicarló,
Castellón-lo encontramos en la forma II que aparece en las tres primeras fases cronológicas (10).
Dentro de este mismo grupo el fragmento 261/91 (Fig. 5) también aporta un perfil interesante que nosotros relacionamos con la urna bitroncocónica de la cueva del Janet ( JI ) o algunos
de los perfiles de la Bobila Roca de Palleja, Barcelona, necrópolis cuya fechación se sitúa dentro
de los Campos de Urnas Antiguos de Ruiz Zapatero (12), mientras que los fragmentos 44191 o el
948190 (Fig. 5) que participan en su decoración de este mismo ambiente cronológico nos
recuerdan los perfiles de las urnas de Valdeladrones en Huesca cuya fechación se sima en tomo
al900/800 a.C. (arq ANE) (13).
La segunda forma está compuesta por un grupo de vasos de perfil abierto con el cuerpo conformado por dos volúmenes, el superior -cilíndrico (Fig. 7, 1822190, 1821/90, 583/90, 891/90) o
troncocónico (Fig. 7, 1183/91, 1024/90)- siempre más corto que el inferior, con el borde exvasado -recto o cóncavo- y diferenciado del cuerpo por una ruptura en el perfil marcada en el interior por una arista. Sobre esta misma forma M. Enrique efectuó una aproximación a su difusión,
variaciones y cronología en un interesante artículo en el que partía de la presencia de estos recipientes en el sector V de la Mola d' Agres (14). En él fueron descritas como formas de superficie
tratada, abierta, de borde exvasado, de perftl bicónico, siempre con el cuerpo superior más reducido que el inferior y que suelen apoyar sobre bases planas o umbilicadas, localizándose en todos
los ambientes de Campos de Urnas del NE con variaciones a considerar en sus perfiles, profundidad y exvasarniento. Para Enrique todas las variantes quedarían agrupadas bajo la forma 1 y 11
de Maluquer, la forma 1de Almagro, la forma m y vm de Ruiz Zapatero para Campos de Urnas
Antiguos y Recientes respectivamente. y las formas 5, 8, 11 de Pons para el Ampurdán con estrechos paralelos con el SE francés desde eJ Bronce Final II, abarcando un espacio temporal de
cuatro centurias (15).
Dentro del grupo que hemos localizado en el "sector sur'' del Pie encontramos variaciones
morfométricas entre individuos. Así el gran recipiente 1822190 con su cuerpo superior cilíndrico
y su borde convexo con labio biselado nos recuerda los perfiles del vaso procedente de la necrópolis de la Bobila Roca de PaJJeja en el Baix Llobregat (16), incluida en los Campos de Urnas
Antiguos según la cronología de Almagro y Ruiz Zapatero. Y con el vaso de la necrópolis de los
m
M.A. PETJT i MENDIZABAL: Contribución al estudio de la Edad del Bronce en Catalulla (coman:as del Moi~. Vall~
Oriental, Vall~s Occidental. Maresmc. Barcel~. Balx Uobregal). Tesis Doctoral. iMdita. Universidad Autóooma de Barcelona.
19SS. Uro. CCLXVJ.
(8) L DIEZ-CORONEL. R. PITA: Una necrópolis de incincTacióo con tllmulos en Scrós. Urida. Comunicación presentada
al VUI Congreso NIICional de Arqueología. (Sevilla-M"a¡a. 1963). Zara¡oz.a. 1964. fig. 14, S9.
(9) J.L. MAYA: Dos necrópolis de iiiCÍIICniCiÓII en el bajo Segre: Uardecans y la FeiDOSI. Jimia. XUD. Ueida. 1982.
urna A.
(10} A. OUVER FOIX. F. GUSIJENER: El Puig de la Nau. Un IIQ)iw fortificado en el únbito meditenineo peninsular.
Monogrlfies de Prcbistbria i Arqucologia Castellonenques. 4, Castell6n. 1995. fig. 84.
(11) S. VILASECA ANGUERA: Dos euevas prehist6ricas de livisa (provincia de "IVragona). Ampurias. l. Barcelona. 1939.
pp. IS9-18S. Barcelona: VILASECA et alii. op. cir. nota 3.
(12) RUIZ ZAPATERO. op. cir., nota 4. fig. S4. 7.
(13) FJ. MOtm>N: El poblado prehislóric:o de Valdeladrones. Bajo Aragón-Prehistoria. VI. Zarqoza. 198S. pqs.
(14) M.ENRJQUE TEJEOO: Anocaci6n al conocimiento de una forma cerúnica de los Campos de Urnas del N.E. de la
Penútsula lb6i<:a. Squntum. 24. Valencia. 1991. pp. 14S-JSS.
(15) ENRJQUE. op. cir.. nota 14. pp.l46.
{16} PETIT. op. cit.. nota 7. Um. LXVI. S.
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EL "SECI'OR S" DEL PlC DELS CORBS DE SAGUNT
219
Castellets 1 de Mequinenza, Zaragoza, fechado en el Bronce Final m A (17). Ambos de tamaño
mucho más pequeño que el del Pie. O en algunos de los perfiles del poblado de la Serra de
Puigverd en Lleida. donde vemos un repertorio amplio en el que los vasos presentan tanto una
estructura abierta, como en nuestro vaso 1822190, con el borde exvasado, como estructuras más
cerradas con bordes verticales de tendencia cóncava. Generalmente están provistos de asas y
llevan decoraciones de acanaladuras en el hombro, en la base o rodeando el asa. En este yacimiento se datan en el Bronce Final m basándose en las decoraciones ( 18).
Mientras que la taza 891/91, de tamaño mucho menor y con un asa maciza que une todo el
borde con la panza caída y escasamente marcada acompañada de un borde recto de labio redondeado, nos acerca más a formas como la de Masada del Ratón de Fraga en Huesca. en el nivel
A del sondeo 1, también con un asa ( 19), adscribiéndose al horizonte de Campos de Urnas cuyo
inicio en este yacimiento se data con posterioridad al s.X a.C./arq. ANE (20).
En cuanto a los perfiles troncocónicos que dan los fragmentos 1024190 y 1183/9 1 nos
acercan más a los prototipos de las Valletas de Sena, en Huesca. donde se fechan entre 850-700
a.C. (arq ANE) (21 ). Mientras que el fragmento 31/91, recipiente de tendencia plana o muy plana
con reducción del cuerpo superior al máximo de tal modo que más bien parece una panza fuertemente redondeada en el punto máximo de su diámetro y con un borde muy exvasado diferenciado por una arista interior, nos acerca a los vasos del Midi mediterráneo francés como la forma
L.-tipo 2 de Roudil o forma 3 del Bronce Final lla de Roudil Gatte Acol éversé) (22) que se documenta en la capa 1 del yacimiento de Prével Supérieur, en Montclus (Gard).
El cuenco profundo de perfil entrante y borde sin diferenciar (Fig. 8, n° 342191) nos recuerda
al tipo m de Palol (23) o forma 6 de Pons (24), de la necrópolis de Agullana. aunque estos prototipos citados tienen la característica de quebrar el perfil por lo que se definen como bitroncocónicos sin cuello. No obstante sólo queremos señalar una cierta similitud formal, perfil entrante, y
de desarrollo de la decoración, ubicación en el tercio superior, aunque no de la técnica ya que la
del Pie es acanalada. La fechación de la forma en el ámbito ampurdanés general efectuado por E.
Pons es en la primera y segunda etapa, dentro del Bronce Final m, mientras que en su estudio de
la necrópolis de Agullana P. de Palol la fecha entre el 750-650 a.CJarq ANE (fase Agullana 1).
Perfiles entrantes asimilables a esta forma los encontramos también en la forma 8 de la Mola
d ' Agres (25) y en el conjunto ll del Tabaia (26).
(17) J.l. ROYO GUilLEN. Rhual funerario y cultura material en las necrópolis tumulares de los Caslellets de Mequinenza
(Zaragoza): una apotUCión al estudio del Bronce Finai/Hietro 1 en el NE. peninsular. En ROVIRA i PORT. J• •(cd.). Modcls
d'ocupació. transforrnacíó i explocació del tetritori entre el 1600 i el SOO a.n.e a la Catalunya meridional i zones limítrofes de la
depressió de I'Ebre. Acles de la Tlula Rodona (Sant Fellu de Codines, 1994). Gala. 3-5, Sant Peliu de Codines,fig. 2.
(18) A. COSTAPREDA i CASTILLO. J. GALLART i FERNANDEZ. A. UUSSA i GUASCH: Estudi deis malerials del
jaciment de la Sem (Puigverd de Lleida, Segril). Rccen¡ues Terres de Ponenl, lX. Lleida. 1988. fig. 1 y 2.
(19) J.M. RODANES: Investigaciones arqueológicas en el Bajo Cinca: Campallas de excavación de 1989/1990 en el poblado
de la Edad de.l Bronce de Masada de Ratón (Fraga. Huesca). Bolskan. 8. Huesca. 1991, 1m. lX. 3.
(20) RODANES, op. cit.. nota 19. p4gs. 10-12.
(21) J. ROVlRA, M. GASCA: Los asentamientos del Bronce Antiguo. Medio y Final de la zona de Sena..Sigena-Ontillena
(Huesca). Ampurias 46-47, Ban:elona. 1983-84, 1ún. X, 3 y 4.
(22) J.-L. ROUDIL: L'Age du Bronze en Languedoc oriental París, 1972. pp. 153. Fig. 62. n• 2.4.y 6. Fig. 65. 6. Fig. 104.
fonna L tipo 2.
(23) P. DE PALOL. La necrópolis ballstiuica de Agullana (Gerona). Biblioteca Praehistorica Hispana. 1, Madrid. 1958. lúns.
UJ y IV.
(24) E. PONS i BRUN. L "Empordl de I'Edal del Bronze a I"Edat del Ferro ( 1100-600 a.C.). Centre d1nvestigacions
Atqueolc}alques. 5me Monogrlfa. 4, Girona. 1984. p4gs. 137-138. fig. 58.
(25) J.L. ~A SANCHEZ. M. ENRIQUE TEIEDO. E. GRAU ALMERO. M.A. MARTI BONAFE: El poblado de la Mola
d'Apes. Homenaje a Mila¡ro Gii-Mascarell 8osd. Generaliw Valenciana. ConscUeria de Cultura. Educació i C~ncia. Valencia.
1996.fig.. 61. forma 8.
(26) M. HERNANDEZ PBlEZ. J.A. LOPEZ MIRA: Bronce Fmal en el Medio Vinalopó. A propósito de dos conjuntos cerimioos del Tabaíl (Aspe. Alicante). Homenaje a Enrique Pla Ballester. Trabajos Varios del S.l.P.. 89. Valencia. 1992. fig. 4. 8: fig. S.
3: fig. 6. l.
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Respecto al cuenco de perfll simple y borde diferenciado con arista interior (Fig. 7, 294191)
encontramos paralelos en yacimientos como la Pedrera de Vallfogona de Balaguer, Lleida. en el
estrato n fechado como Ibérico Antiguo (27); en el Barranc de Saot Antoni, en la habitación 1
fechada entorno al s.IX (28), en el Tossal del Moro de Pinyeres (29); en el Tossal de les Tenalles
(30); en la forma V no torneada de los niveles de base del Puig de la Nau (31) y en el sector V
de la Mola d' Agres (32).
La quinta forma, cerrada, que presenta perfil globular (Fig. 7, 613/90, 1158191, ......) se puede
relacionar con la forma 1Ode Pons para el Ampurdán, para la que se diferencian algunas variantes.
Las ITW próximas serían la lOa, que aparece sólo en la 1• etapa, y la lOe que se da en la 3• etapa
(33). Ésta última se corresponderla con la forma vn de Campos de Urnas del Hierro de Ruiz
Zapatero (34). No obstante no podemos precisar más ya que los escasos fragmentos localizados
en el Pie además de no estar completos son de pequeño tamaño. Sin embargo parece probado que
la tendencia a la globularidad en los vasos de Campos de Urnas es una caracteristica tardía.
Algunos de los vasitos de perfil en "S" se pueden comparar con varios individuos del grupo
B7A de Peña Negra l, de Crevillente, Alicante (35), con una cronología de hacia 900/850 a.CJarq
ANE para el inicio de la ocupación de este poblado. Los vasos de la Peña Negra que consideramos parejos, en especial con el n° 1800/90 (Fig. 8), entrarían dentro de las formas con gradación 5 a 8 y hombro que Goozález Prats considera de origen indígena, distribuyéndose principalmente en el área meridional, por debajo del Cabo de la Nao (36). Otros vasos equiparables los
encontramos en el TabaiA -Aspe, Alicante- perteneciente al conjunto 1 (37). en la Mola d' Agres
(38) donde se las relaciona con la forma 46 de Molina para su Bronce Fmal n (850-750 a.CJarq
ANE), en la Dieta dels Banyets de El Campello (39) y en Coimbra del Barranco Ancho, Jumilla.
Murcia (40).
(21) EJUNYENT. J. GALLART: Un nou talJ esuatigrlfic a la Pedrera, Vallfogooa de Balaguer. Tennens. la Noguera. Ueida.
Espaill'emps. Quaderns del Dcpanament de Geogrma i Histbria de I'Estudi General de Ueida. Ueida. 1989, 14m. S,21.
(28) O. ASENSIO VILARO. M.C. BELARTE FRANCO. C. FERRER ALVAREZ. J. NOGUERA GUlU.EN. J. SANMARTI
GREGO. J. SANTACANA MESTRE(I994-1996): El jaciment del Bananc de Sant Antool (Oinesw, Ribera d"'!!R). En ROVIRA
i PORT. J. •(ed.). Models d'ocupaeió. transfonnació i explotació del tmitori entre el 1600 i el SOO a.n.e a la Catalunya meridional
1zoneslimítrofes de la depressió de I'Ebte. ActeS de la Taula Rodona (Sant Feliu de Codines. 1994). Gala. 3-S. Sant Feliu de Codines.
fig. 7,4.
(29) O. ARTEAGA. J. PADRO. E. SANMARTI: El poblado ibmco del Tossal del Moro (Batea, Tem AIIA. 1'11rrasooa).
Monogrlfies Arqueolbgiques de 11nstitut de Prebistllria i Arqueologia. 7. Barcelona, 1990. fig. 40, 166.
(30) l. GARCES. L. MARI. J. PE.REZ. J.M. PUCHE: Ocupacions de tradició del bronu reeent i deis camps d'umes al Tossal
de les Tenalles de Sidamon. Revistad' Arqueologia de PooenL 3.Lleida. 1993. fig. 22,6.
(31) OLCVER y GUSI. op. cit., nota 10. fig. 87. forma V.
(32) ~A et al.ii. op. cit.. nou 2S. fig. 60 forma 4.
(33) PONS. op. cit., noca 24. pp.l40. fig. S9.
(34) RUIZ ZAPATERO. op. cit.• noca 4. fig. 220, pp. 139.
(3S) A. GONZALEZ PRATS: Excavaciones en el yacimiento protohistórioo de La Pena Negra. Crevlllente (Alicante). J.• y
2: campallas. Excavadooes Arqueolóaieas en España. 99. Madrid. 1979. fig. 41. 13 y fig. 32. 19.
(36) A. GONZALEZ PRATS: Estudio arqueolóaico del poblamiento antiguo de la Sierra de Crevillente (Alicante). Anejo a
Lucentum. l. Alicante. 1983. p6g. 104.
(31) HERNANOEZ. LOPEZ. op. cit.. noca 26. fig. 4.2.
(38) ~A et alü. op. cit.. noca 2S. fig. 63. rorma 12a-1.
(39) J.L SIMON GARCtA: La Dleu: asentamiento litoral en el MedilerTÚco occidental de la Edad del Bronce. En M.
OLCINA OOMENECH (ed.): La llleta dels Banyets (El CampeUo. Alicante). Estudios de la Edad del Bronce y Epoca lbmca. Museo
An¡ueologico Provincial de Alícante. Serie Mayor. l. Alicante 1997. fig. 17-2.
(40) M.M. ROS SALA: Nuevas J*l una defmición del Bronce Fanal Pleno en el altiplano Yecla-Jumilla. Las cuuelas carenadas de Coimbra del Bamnco Ancbo (Jumllla). Trabajos de Prehistoria. 47. Madrid. 1990. fig. 2.3.
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Por otro lado los recipientes de carena alta y bordes rectos o exvasados (Fig. 8, n° 270/91,
896191) se localizan en el ámbito del Bronce Tardío-Final del SE en niveles post-argáricos (41),
por ejemplo en la Cuesta del Negro de Purullena en Granada o en Fuente Álamo de Cuevas de
Almanzora en Almería, donde junto a las cazuelas carenadas de borde vertical -consideradas como
características del Bronce Tardío meridional- hay otras con borde corto y algo exvasado (42).
En el sur de la provincia de Alicante, vinculada al mundo argárico, encontramos el grupo
mejor representado del área levantina tanto en yacimientos del valle del Vinalopó, como en el
poblado de Caramoro n de Elche (43) donde aparecen junto a materiales propios de Campos de
Urnas que se fechan en tomo al 900 a.CJ arq. ANE, como en la Vega Baja del Segura en los
poblados de la ladera de San Antón de Orihuela y las laderas del Castillo de Callosa de Segura
(44) o en el Camp d' Alacant, como en la meta deis Banyets de Campello (45).
Distanciándonos de la producción ergológica del SE, el vaso 270/9 1 tiene también unos
paralelos muy claros en La Requejada, en San Román de Hornija, Valladolid, en la forma F.3 de
Jos vasos troncocónicos sin decorar y con una fecbación en tomo al 1000 a.C./arq ANE (46).
Pocas veces se han recogido en las publicaciones de cerámicas cogoteñas las formas lisas, decantándose generalmente por las formas decoradas mucho más llamativas. Por lo que en la
Requejada su presencia resulta aún más interesante por haberse realizado una comparación
formal con los vasos decorados y haberse establecido algunas diferencias de detalle que nos facilitan las equiparaciones. Se señala en este trabajo que los vasos troncocónicos lisos presentan ....
'"una apariencia de mayor verticalidad. Por otra parte un segundo rasgo distintivo se concreta en
la fonna de los labios siempre afilados en los vasos decorados, ...., y redondeados, e incluso notablemente engrosados, en los lisos" (47). Esta mayor verticalidad a la que se hace referencia
parece que no se cumple en la forma F-3 que es la que relacionamos con la 270191, pero que nos
hace entender las formas de las otras variantes del Pie deis Corbs, donde son muy escasas hasta
el momento las formas decoradas.
Hacia el NE, en el bajo Segre-Cinca, algunos de estos vasos de carena alta los podemos
ver en poblados como el de la Masada del Ratón de Fraga, en Huesca, en el estrato a del sondeo
1 -'r ocupación- fechado con posterioridad a la 'r mitad del s.X B.C. cal ANE (48), asociado a
(41 ) F. MOUNA OONZALEZ. La culwra del Bronce Final en el SB. de la península ibáiCL Cuadernos de Prehlstoria de la
Univenidad de GranadA!. J. Granada. 19n.
(42) P. MOLINA. B. PAREJA: Excavaciones en la Cuesta del Negro (PwuUena. Granada). Campafta de 1975. Excavaciones
Arqueológicas en Espafta. 86. Madrid. 1975, fig. 72. 297 -est. V/sur- y fig. 87. 383 -est. VI/sur-. H. SCHUBART. O. ARTEAGA:
Fuente Alamo. lnfonnc preliminar sobre la excavación de 1985 en el poblado de la Edad del Bronce. Ampwias. 47. Barcelona. 1985.
fig. 5. fase D-e: fig. 6, fase P b y c.
(43) A. OONZAJ...EZ-PRATS, B. RUIZ SEGURA: Un poblado fortificado del Bronce Final en el Bajo VinaJopó. Homenaje
a Enrique Pla Ballester. Tnbajos Varios del S.J.P.. 89. Valencia. 1992. fig. 5. 7.
(44) R. SORIANO SANCHEZ: La culwra del Algar en la Vega Baja del Segura. S.,unlllm 18. Valencia. 1984. fig. 11. 14 y
fig. 12. 9.
(4S) J.L SIMON OARCIA: Colecciones de la Edad del Bronce en el Museo ArqueoJóaico Provincial de Alicante. Ingresos
de 1967 a 1985 e Dieta deis Banyeu de el C&mpello. lns. EsL Juan Gil-Aiben. Alicante. 1984-85. SIMON op. cit., 1101.1 39. fig. 17.
3 a S y fig. 18. l.
(46) O. DELIBES. J. FERNANDEZ MANZANO. J.A. RODRIGUEZ MARCOS: Cerúnicas de la plenitud de Cogow 1: el
yacimiento de San ROl'IWI de la Hornija. Boletín del Seminario de Estudios de Ane y Arqueolo¡Ca. LVI. Valladolid. 1990. fi¡. 20.
(47) op. cit.. 1101.1 anterior. ¡M¡. 79.
(48) l. GARCES ESTALLO. Los maeriales arqueológicos del poblado de Masada de Ratón (Fraga. Huesca). Bolskao. 3.
Huesca. 1987, pqs. 65-131 . RODANES.op. cit. not.a19. lml. IX. 2. J.M. RODANES VICENTE: Delaciones absolutas de los niveles
inferiofes del yacimiento de Masada de Ral6o (Fraga. Ruesca) Museo de Zarqoza. Boletin 11. Zaragoza. 1992. pp. 11- 12.
-223-
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un bol de dos volúmenes como los descritos líneas atrás para la segunda forma. O en Solibemat
de Torres de Segre, en Lleida, donde aparecen desde la fase IV a la VD (49), en ésta última -que
se considera de transición hacia los campos de urnas- también encontramos la misma asociación
que hemos señalado para la Masada del Ratón, además de aparecer los vasos carenados profundos con asa de apéndice de botón desde sus primeras fases lo que hace que este poblado se
feche con algo de anterioridad a la Masada, es decir en tomo al 1150/11 ()()..1 000 a.C./arq ANE.
Finalmente la octava forma diferenciada son las escudillas, nombre genérico por su pequeño
tamaño y escasa profundidad. Entre ellas primero hemos separado las escudillas de panza muy
abombada u hombrera y borde vertical poco desarrollado pero diferenciado de la panza por una
ligera contracurva (Fig. 8, n° 132/91, 1794190). Sólo hemos encontrado relaciones formales en el
repertorio de la Cuesta del Negro, Purullena, Granada (50), en la última fase de ocupación del
Bronce Final, S.X-IX a.C. /arq ANE. Podría relacionarse también con la forma 22 de la Mola
d ' Agres (51 ), donde se considera como característica de la Baja Andalucía dentro de la tradición
indígena, enmarcándola en la línea mixta que González Prats propone para el SE y localizándose
en todos los yacimientos vinculados directa o indirectamente con el ámbito cultural tartésico (52).
Otro tipo de escudilla que hemos distinguido es la de corto borde vuelto diferenciado de la
panza por un quiebro del perfil. Sus diámetros oscilan entre los 12 y 15 cm. (Fig. 8, n° 890/91 ,
895/91 ). El paralelo más próximo lo encontramos en la forma B4 de Peña Negra 1, Crevillente,
Alicante (53) y en otros yacimientos circundantes a éste como son Caramoro n (54) donde el
vaso comparado parece más profundo, y en la Esparraguera, en Novelda, Alicante, yacimiento en
el que este perfil se considera de cronología tardía dentro de la Edad deJ Bronce y ajeno a los conjuntos conocidos del Bronce Valenciano (55). Otros paralelos los encontramos en la Cuesta del
Negro, Purullena, Granada (56). Allí la forma no tiene medidas, aunque sus perfiles coinciden, y
aparece decorada con una banda ondulada trazada con incisión y rellena de puntillado de factura
muy irregular; se relaciona con la última fase de ocupación del poblado del Bronce Final s.X-IX
a.C./arq ANE. También en la Mesa de Setefilla, en Lora del Río, Sevilla, en la fase lla/E.
considerada como de Bronce Final antiguo, donde lleva un asa como en nuestra pieza n° 1055
(57), y en tomo a La misma cronología La encontramos en San Román de la Hornija en La forma
G.4 sin decorar o la B decorada (58).
Respecto al grupo de acabado grosero, por lo general de superficies alisadas rojizas, achocolatadas o negras y con fragmentos de rodeno en su desgrasante (59), aparecen representados
xm.
(49) J. ROVIRA 1 PORT. A. LOPEZ MULLOR. JR GONZALEZ PEREZ. J.l. RODRIGUEZ DUQUE: Solibemat: un model
d'assentament protourl>l en el Bronce Final de Catahmya. Miscei.IAnia Arqueolbgica, Museu d' Arqueología de Catalunya. Barcelona.
1996-1997. fig. 20.
(SO) F. MOLINA. E. PAREJA LOPEZ, op. cit. nota 42. fig. 85.3n.
(5 1) PEíiiA et alü. op. cit., nota 25.
(52) GONZALEZ PRATS. op. cit.. noca 36. pp. 104.
(53) A.GONZALEZ PRATS. Nueva 111% sobre la prehistoria del Sureste. 1990. fig. 48. 8489.
(54) GONZALEZ PRATS y RUIZ. op. cit.. nota 43. fig. 5.5.
(55) J.F. NAVARRO MEDEROS: Materiales para el estudio de la Edad del Bronce en el valle del Vmalopó (Alicante).
Lucentum. l. Alicante. 1982. fig. 2.b.
(56) MOLINA y PAREJA. op. cit., noca 42, fig. 78. 328. E.VUS.
(57) M.E. AUBET. M.R. SERNA. J.L. ESCARACENA. M.M. RUIZ DELGADO, La Mesa de SetefiUa. Lon del Río
(Sevilla). Campalla de 1979. Excavaciones Arqueológicas en Espalla. 122. Madrid, 1983. fig. 23,56.
(58) DELmES et alii. op. cit.. nota 46.
(59) BARRACHINA. op. cit., nota 2..
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algunos vasos completos de tamaño grande o medio y un ntimero elevado de bordes entte los que
se encuentran tanto los que presentan concavidad interna como los rectos. Por lo general no aparecen decorados con cordones como ocurre por ejemplo en La Cataluña central-costera donde se
denominan ''urnas de cuello orlado" (60). Sólo algunos tienen esta decoración de apliques plásticos alrededor del cuello o un poco más abajo, siendo más comunes los estampillados bien en el
cuerpo, bien en los labios, mientras que Las incisiones son raras (Fig. 6, n° 6 Ll/90, 1020190).
Entre las piezas completas destacamos un vaso de tamaño pequeño y acabado alisado, con
hombro, borde exvasado y base plana con talón, el cuerpo ovoideo y decoración en el labio y en
la inflexión cuerpo-borde de estampillados ovales poco profundos (Fig. 6, n° 717190). En la
misma línea aunque posiblemente con otros tamaños y perfiles sin hombro tan marcado encontramos varios fragmentos de cuellos con este mismo tipo de decoración (Fig. 6, n° 969/91,
1065190, 1679190). Estas impresiones suaves, posiblemente realizadas con los dedos o quizá con
algtin instrumento, para Ruiz Zapatero tienen raíces locales en las últimas etapas de La Edad del
Bronce, estando presentes sólo en la cueva Bora Tuna de Llom y en un vasito inédito del Museo
de Huesca (61). Para Maluquer, que sólo La observa en la cueva de Llom, también son de carácter
local (62). Nosotros hemos tenido oportunidad de ver en el Museo de Reus (63) un pequeño
grupo de cerámicas grose.ras con estas características entre los materiales de las cuevas del Janet
y de Marcó, lo que nos hace preguntamos si podrían ser más comunes de lo que se ha supuesto
basta ahora. En el Midi mediterráneo francés por ejemplo están ampliamente representados en
ambientes de Bronce Final D y Bronce Final m, como en Tonnerre UII (64), Camp-Redon (65),
la Grotte du Hasard (66), o La Baume-des-Anges (67) entte otros. Si bien los que se asocian a
niveles del Bronce Fmal U no tienen en general los bordes exvasados, sino más bien perfiles
entrantes. El exvasamiento de los bordes con cuello quebrados parece producirse a partir del
Bronce Final m.
La otra forma completa es un gran contenedor de 67,5 cm. de altura y un diámetro de la
panza de 56 cm., cuerpo de tendencia globular y borde recto, corto, ligeramente cóncavo. Lleva
en el cuerpo una serie de mamelones muy groseros y la mayor parte de él se encuentra recubierto
de una capa de barro aplicada a posteriori de su realización (Fig. 6, 0° 725190).
Con respecto a las bases y a nivel global podemos decir que son planas, generalmente marcando talón (Fig. 6, n° 729/90, 725190), sólo una es anillada (Fig. 6, n° 925190), sólo una tiene un
ónfalo en la base con superficie de acabado fino bruñido y sólo dos están decoradas. Una lleva
(60) PETIT. op. cit.. noca 7.
(61) RUIZ ZAPATERO. op. cit.. noca 4. pp.799
(62) J. MALUQUER DE MO'ICS: las culturas ballsWticas de Catalulla. Ampurias 7-8, Barcelona. 1946. pp. 150-IR
(63) Agradecemos a la Direccióo del Museo Coman:al '"Salvador Vllaseca". y en especial a Anna Mir. por las facilídades COl!
las que contamos para consultar los materiales.
(64) H. PRADES et le G.A.P.. B. DEDET. M. PY: L'oec:upation des riv•ges de I'Etang de Mau¡uio (Hbauli) au Bronze Final
el au premier A¡e du Fet. Tomo l. Les rcc:herches du Groupe ~logique Painlev~ ( 1969-1976). PubUeation de 1' Assoeiation pour
la Recherche Arc~loglquc en Laogucdoc: Oriental. Cahier 11. Caveirac, 1985, fi¡. 17. 13. B. DEDET. M. PY: L'oeeupation des
rivages de I'Elang de Mauguio (Herault) au Bronze Final et au premiet Age du Fer. Tomo m. Syn~ses et annexes. PubUeatíon de
I'Assoeialion pour la Recherche ~logiquc eo Lao¡uedoe Oriental. Cahier 13. Caveirac. 1915. BF. O forma S, pp. 14. BF m
forma 2. pp. l6-17.
(65) PRADES et alii. op. cit.. noca 64. fi¡. 64. 12: fig. 42. 3.
(66) J.-L. ROUDU.. B. DEDET: Les d&uts du Bronze fiJial dans les gorges de la Qle (Gatd)- La groue du Hasard lTharaull.
Documents d' Arc!Xologie Mmdionale 16. 1993.
(67) J. VITAL: L'lge duBronze dans la Baume des Anges (Dr6me), DAF. 28. Paris. 1990. fi¡. 40.
-225 -
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226
AMPARO M. BARRACHINA IBAAEz
dos acanaladuras en su base, posiblemente representara una cruz (Fig. 6, 0° 463190). La otra, de
acabado fino y bruñida, lleva acanaladuras al exterior tal y como se ve en algunos yacimientos
de Campos de Urnas Antiguos (Fig. 6, o0 727190).
En cuanto a las decoraciones podemos decir que están muy bien representadas. Entre las acanaladas encontramos tanto las bandas de trazos horizontales que se sin1an alrededor del cuello
como los motivos más complejos en los que se combinan bandas horizontales con triángulos,
tejadillos, trazos oblicuos, .... (Fig. 5, 7, 9), con estupendos paralelos tanto en las cuevas del
Priorato como en el Segre-Cioca dentro de Jos Campos de Urnas Antiguos y Recientes de
Almagro y Ruiz Zapatero. Su factura es muy variada pasando desde las más suaves y aristadas a
las más marcadas y onduladas.
Con la técnica de la incisión, que diferenciamos de la acanalada por tener un trazo de perfil
en "V" efectuado con objeto punzante, encontramos los motivos de triángulos rellenos de 11oeas,
junto con las que combinan trazos rectos en diferentes direcciones en la misma expresión temática que las acanaladas (Fig. 7, n° 1158/9 J, 486190; Fig. 5, n° 462190). Destacamos un fragmento
con motivo geométrico, con línea incisa doble y muy fina, sobre ella otras dos lfneas formando
un ángulo de 9()0 (Fig. 7, n° 277/91). Este motivo nos recuerda las composiciones de tipo mailhaciense y que aunque de modo aislado se registran en algunos yacimientos fuera del ámbito
ampurdanés como en los vasos de las Valletas de Sena.
También varios fragmentos que desarrollan un motivo en el que se cruzan trazos oblicuos de
distinta inclinación formando una espiga que nos recuerda las técnicas de incisión desmañada
descritas para la Mola d'Agres (68) (Fig. 5, n° 319/91, 329/91, 346/91; Fig. 9, 0° 1188/91).
Aunque el motivo del Pie no está repertoriado en ese conjunto y desde luego se aleja en su concepción del resto de los motivos de su propio conjunto, si bien el soporte sobre el que se realiza
si que tiene correspondencia con otros perfiles de este sector sur, como el 462190 de perfil bicóoico acusado y panza redondeada (Fig. 5).
Finalmente el fragmento 87190 con un motivo en el que vemos cuatro Uneas paralelas con
las dos centrales rellenas de trazos ligeramente oblicuos y paralelos entre sf pero perpendiculares
a las primeras. Esta decoración nos recuerda a la de unos fragmentos procedentes del poblado de
Pompeya (Samper de Calanda, Teruel), yacimiento con un sólo nivel de ocupación datado en
2.730±50 cal ANE que a su vez tiene paralelos en otros poblados del Bajo Aragón (69).
Encontrándola también entre el repertorio de decoraciones incisas geométricas lineales de Peña
Negra 1 (70).
En ocasiones las incisiones aparecen combinadas con otras técnicas como el puntillado. Así
encontramos un pequeño fragmento en el que vemos una línea incisa y junto a ella una línea de
puntos (Fig. 9, n° 526190). Otro pequeño fragmento presenta una decoración en la que vemos dos
líneas incisas formando un ángulo y en el espacio que queda se realiza un puntillado con puntos
muy finos, por encima de ella se traza una línea corrida de puntos finos (Fig. 9, 0° 565/91).
Otra técnica empleada es la impresión, en ella encontramos los estampillados que ya hemos
señalado líneas atrás y las impresas con muelle (Fig. 9, 0° 99/91, 228/9 J, 261/91 ). Sobre esta
(68) ~A et alii. op. cit.. oou 25. fig. 73. pp. 156.
(69) A.l HERCE: El poblado de la primen Edad del RierTO de Pompeya (Samper de Calanda. Tenacl): Dalacióo por C· l4.
Bajo Aragoo · Prehistoria. lX-X. Zaragoza. 1992·1993. fig. 2. 1 y 3.
(70) GONZALEZ PRATS. op. cit.. oou 36, Fig. 18, 8-8.
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segunda Ruiz Zapatero cree que entroncarían con la tradición anterior (71 ). Para Maluquer es una
técnica muy tardía que no aparece en los grupos más antiguos de Campos de Urnas, siendo muy
abundante en el poblado de Guissona (72) y entre otros de la comarca de Solsona en el de Merles
(73). En éste último la decoración impresa de hilos metálicos se fecha en la última etapa del
Bronce Final que situan en tomo al periodo m de Vtlaseca, sobre mediados del s.VD a.CJarq.
ANE (74). En Guissona la mayor parte de su conjunto cerámico se ubica en el s.VI a.CJarq. ANE
(75). En la necrópolis de Mol~ también están presentes en dos variantes, una mediante líneas
horizontales simples o dobles asociadas a surcos acanalados y la otra mediante líneas en zig-zag,
también asociada a las anteriores, completándola en ocasiones, fechándose el conjunto funerario
entre el s.VIII-Vll a.CJcal ANE (76).
Finalmente hemos de sefíalar un grupo de decoraciones que nosotros llamamos peinadas y
que responden a un tratamiento de la superficie, en ocasiones muy irregular, pero en otras da la
sensación de que se ha realizado con una finalidad determinada. Esta técnica decorativa también
fue descrita por Maluquer como cerámicas de superficie cepillada (77). No tenemos ningún fragmento completo donde podamos observar su desarrollo total, sólo pequeños fragmentos (Fig. 9,
no 946190). En general en algunas parece que se ha realizado un raspado superficial con objeto
punzante, en otras un pulido con punta roma, aunque en ningún caso Llega a profundizar en la
superficie del fragmento. Es un grupo numeroso.
CONCLUSIONES
Si bien este estudio sobre el material cerámico del "sector S" del Pie deis Corbs que hemos
presentado a lo largo de las páginas anteriores podr(a tener un carácter provisional dentro del conjunto del poblado, no lo es en s{ mismo ya que las observaciones establecidas en tomo a los resultados obtenidos en las campañas de 1990 y 1991 tienen el valor de marcar unas líneas sobre las
que habrá que profundizar al fmalizar los trabajos, aún en curso, en el sector NW, aportando
además un elenco de formas significativas con las que avanzar en la sistematización de un
período aún incierto de nuestra proto-historia.
Así pues, la contribución que desde la periferia del área de influencia "ultrapirenaica" clásica hace el Pie deis Corbs creemos que es sugerente, teniendo en cuenta además su posición geográfica. Por un lado a medio camino entre el área nuclear de los Campos de Urnas peninsulares
y los hallazgos más meridionales representados por yacimientos como Peña Negra, Caramoro n,
Tabai~ o la Mola d' Agres. Por otro lado el río Palancia como vía de comunicación e intercambio
interior-costa (o viceversa), con toda una red de caminos y veredas colaterales vehiculante de los
movimientos de personas, animales y mercaderías.
(71) RUJZ ZAPATERO. op. cit.• nota 4. pp.799
(72) MALUQUER. op. cit.. nota 62. pp. ISI-152.
(73) J. SE!RRA VILARO: Cerlmica de ~. Musaeum Arebacologicum Dioecesanum. Solsona. 1928. fig. 22 y fig. 23.
(74) M. CURA. J. ROVIRA: Coosidencion sobre el poblat del 8I'OCIU Final de Merlb (St Pau de Pinl>s. Bartdona). Cypsela
L Girona 1976.
(75) RUJZ ZAPATERO. op. cit.. nota 4. pp. 311.
(76) P. CASTRO MARTINEZ: La sociedad de los Campos d Urnas en el oorcsce de la PenfnsuJa lb6ica. La nec:r6polís de el
Calvari (El Molar. Prionat. Tarragona). BAR SS92. pp.n y pp. 139.
(77) MALUQUER. op. cit.. nota 62. pp.IS2.
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AMPARO M. BARRACHINA mÁÑEZ
El primer aspecto a considerar es entender que nos encontramos frente a un hábitat estable
y de envergadura que nos aleja de la idea de "contacto esporádico" que irrumpe en una sólida
población del Bronce Valenciano, quedando estos niveles finales del sector S (3• fase) claramente
separados de las etapas clásicas del bronce (fase t• sector S).
A pesar de no haber podido localizar ninguna estructura de habitación en este sector el hecho
de la existencia de una infraestructura en la que se han tenido que invertir horas de trabajo, señala
la intencionalidad de vida estable en el poblado. Por otro lado el hecho de que el asentamiento se
produzca en la ladera de un monte, aunque esto fuera motivado por la existencia de estructuras
anteriores visibles sobre las que tuvieron que actuar para mejorar el acondicionamiento, también
es un elemento que contrasta con el tipo de ocupación que en este mismo momento se está produciendo en el área clasica de Campos de Urnas peninsulares, donde los hábitats principalmente
responden a fondos de cabaña en llano, poblados en pequeños altozanos con calle central o
cuevas. No obstante no queremos llegar más lejos en esta cuestión. ya que creemos que se debería
tratar de una manera más amplia y sobre el conjunto del yacimiento (sectores NW, W y S).
Respecto a la fechación de este sector y frente a la falta de dataciones radiocarbónicas, las
vías que nos han quedado son la estratigrafía y la comparación de las formas. Sin embargo el alto
grado de desintegración que ha sufrido este sector dificulta en gran medida efectuar precisiones
en cuanto a la secuencia vertical. Esto no quiere decir que tengamos dudas sobre la estratigrafía
que pertenece a la etapa final ya que en este momento aparece por toda la superficie del cerro un
depósito de ladera arcilloso, de finos pardos con abundantes gruesos de litología arenisca calcárea de color 'beige, procedentes de la actividad orgánica. Se trata de un suelo holoceno muy
búmico de reciente formación que será el que configure esta fase de ocupación, confmnado
además por su utilización en la construcción de los muros de las terrazas (78), sino que el hecho
de que el material proceda en su mayor parte de la degradación de las estructuras nos resta elementos de precisión para matizar con mayor detalle Jos varios siglos que posiblemente duró la
ocupación.
En cuanto a la comparación de las formas, y como hemos ido viendo en las páginas anteriores al analizar cada uno de los prototipos diferenciados, hemos encontrado relaciones en varios
ambientes diferenciados y en un periodo cronológico que abarca desde los Campos de Urnas
Antiguos de Almagro (79) y Ruiz Zapatero (80) (ca. 1100-900 A.CJarq. ANE) o Bronce Final ll
de Pons-Maya (81) (ca. 1150/1100-900 a.CJarq ANE), representados por las decoraciones, los
bordes convexos, bases con acanaladuras al exterior, .... , como en la 2• fase de Campos de Urnas
Recientes de Almagro (82) y Ruiz Zapatero (83) (ca. 800-700 a.C./arq ANE) o el Bronce Final
lliiB de Pons-Maya (84) (ca. 850-650 a.C./arq ANE), representados por la decoración incisa geométrica, la decoración de muelles, el cuenco de la forma 6 de Pons/IB de Palol, o el gran vaso
contenedor con revestimiento de barro.
(78) Agradecemos a C. Ferrer, entonces becario del Depanamento de Geograffa de la Universidad de Valencia, las descripciones sedimentológicas de los distintos estra1os y su presencia en la excavación de 1991.
(79) M. ALMAGRO GORBEA: Bl Pie deis Coros de Sagunto y los Campos de Urnas del NB de la Península Ibérica.
Saguntum 12, Valencia, 19TI. pp. 133.
(80) RUlZ ZAPATERO. op. cit.. noca 4. fig. 288. pp. 1054
(81 ) E. PONS i BRUN. J.L MAYA: L'Age du Bronze Final eo Calalogoe. Nemours, 1988, pp. 547.
(82) ALMAGRO GORBEA. op. cit. , noca 79.
(83) RUlZ ZAPATERO. op. cit., noca 4. tig. 288, pp. 1054
(84) PONS. MAYA, op cit. nota 81.
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EL "SECTOR S" DEL PIC DELS CORBS DE SAGUNT
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Respecto a los ambientes hacia los que se dirigen los paralelos cerámicos pensamos que
apuntan sobre todo a la Cataluña central-costera (farragona) y la Cataluña occidental-Alto
Aragón (Cinca-Segre), estando representados por los contenedores o '"urnas" de diversos tamaños
(Fig. 5 y 6), los boles y cazuelas de dos volúmenes con borde diferenciado (Fig. 7), el cuenco profundo de perfil entrante y borde sin diferenciar (Fig. 8, no 342191 ), el cuenquito plano o tapadera
de borde alargado (Fig.7, 0° 294191) y las ollitas globulares (Fig. 7, n° 613190, 486190).
Mientras que otro componente de interés nos lleva a dirigirnos hacia los yacimientos más
meridionales del País Valenciano, que a su vez entroncan o se relacionan con las tradiciones cerámicas del SE. en los momentos finales de la Edad del Bronce. Representado por los vasitos de
perfil en S, las escudillas o por las fuentes y cuencos de carena alta.
Éstos últimos, cuyo origen se remonta a los tipos que aparecen a fmales del Bronce Medio
en la Meseta, en un área nuclear establecida en la cuenca del Duero y la mitad septentrional de
la del Tajo, irradiarán hacia otros ámbitos una vez configurados como cultura de Cogotas 1, reconociéndose sus cerámicas y decoraciones como ítems significativos de una fase tardía de la Edad
del Bronce que se dejarán sentir en los inicios del Bronce Final.
Aunque bien representados en el sur de Alicante, tanto en la Vega Baja del Segura como en
el curso del Vinalop6 o en el Camp d' Alacant, en el área septentrional hasta ahora esta expansión
se documentaba únicamente en el Castellet de Castelló (85), por lo que estos vasos que proceden
del Pie vienen a incrementar la exigüidad de esta área, vinculando su presencia en el yacimiento
saguntino a una vfa que se articularía en tomo al Sistema Ibérico (86), donde encontramos los
yacimientos más próximos en el Bajo Aragón, como la Muela de Galve (87), o el Cabezo del
Cuervo (88) y el Cabezo Sellado (89) de Alcañiz. y en el valle del Ebro, como Mondo (90), entre
otros.
No obstante es de destacar en este sector la no existencia de elementos decorativos de
boquique o excisión, aunque sí hemos podido ver algunos fragmentos con decoraciones incisas
en zig-zag (Fig. 9, 460191) o puntillados (Fig. 9, 565/91) que podrían entroncar con este horizonte
del Bronce Tardío. Sin embargo lo que nos interesa destacar es la asociación de cuencos y fuentes
de carena alta a formas propias de Campos de Urnas como los vasos de dos volúmenes (Fig. 7,
891/91, 1821/90, 1822190) en el único nivel que consideramos como cerrado y que corresponde
a la rampa-terraza 2022=3042-3034 y el demunbe 3042 (Fig. 3).
(SS) F. ESTEVB OALVEZ: Un poblado de la Primera Edad del Hierro en la Plana de Casaellón. Ampuriu VJ, Barcelona.
1944.
(86) O. DEUBES DE CASTRO, FJ. ABARQUERO MORAS: La presencia de Cogocu 1 en el Pals Valenciano: acocaciooes
alaema desde una perspectiva mesetella. Saauntum 30. 1997. Valencia. pp. 122. J.A. HERNANDEZ VERA: Difusión de elementos
de la cullun de Cogow hacia el valle del Ebro. Cuidemos de Investigación. Hlsloria. 1 Coloquio robre la HisiOria de la Rioja. L
IX. fue. l. Lop'ollo. 1983. pp.6S-80.
(87) O. RUIZ ZAPATERO: Cerimica de Cogocu 1 en la SetraJúa 1Urolense (La Muela de Oalve). Bajo Arlg6n. Prehistoria.
4. Znaoza, 1982.
(88) E. SANMARTI: resultados de una prospecci6o en el Cabez.o del Cuervo. en Alcal\iz (Teruel). Cypsela m. Gerona. 1980.
pp. 103-I IS. J.A. BENAVENTE SERRANO: Un fn¡menro de Cogocu 1 proc:edenae del Cabez.o del Cuervo (Aicalliz. Thruel). Bajo
Ara¡ón. Prdú$1oria. 6. Zan¡oza. 1985. pp. 242-244. J.A. BENAVENTE SERRANO, M.
la colección Arqueológica de los pldres Escolapios de Alcal\iz (Teruel). D.O.A. Zlrqoza. 1989.
(89) J.A. BENAVENTE SERRANO: Cabezo Sellado. CataJoao de la colección Arqueol6aica de los pldres Esoolapios de
Akafti% (Teruel). D.O.A. Zanaoza. 1989. J.A. BENAVENTE SERRANO: Novedades robre el Bronce F'mai-Hierro 1 en Alcal\iz
(Teruel). Squndos encuenuos de Prebi.uoria Arl¡ooesa. 1986. Cupc-Zan¡oza. Bajo Ara¡ón. Prdústoria. 9. 10. Zan¡oza. 1993.
(90) RJ. HARJUSON. O. MORENO L0PEZ. AJ. LOOOE: Moncfn: poblado prehisl6ric:o de la Edad de. Bronce l. Notíciario
l
ArqueolóJico •nspúico. 29. Madrid. 1987. pp. 7-102.
-229-
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230
AMPARO M. BARRACHINA IBÁÑEZ
Esta misma asociación la encontramos en algunos yacimientos del grupo del Segre como en
los anteriormente citados de la Masada del Ratón (91) y de Solibemat (92), si bien en estos
poblados no se señala que los vasos de carena alta sean de tradición cogoteña. De todos modos
esto nos Lleva a suponer una fechación tardia, ya dentro del Bronce Final, para la presencia de
estos vasos en la 3• fase de la ocupación del "sector S", y que en el grupo del Segre se sitúa
entorno al s. XI-IX a.CJarq. ANE.
Por debajo de esta última fase de ocupación hemos podido documentar la presencia de un
conjunto significativo de recipientes de carena alta sin decorar, algunos con el borde recto o
entrante, que nos hacen suponer la existencia de una ocupación anterior previa a la llegada de los
Campos de Urnas y cuyas formas responden a las que sirvieron a Gii-Mascarell para caracterizar
el periodo del Bronce Tardío adaptando la terminología utilizada para el SE (93), derivando posteriormente en los tipos que encontramos en los niveles superiores.
Junto a estas dos formas y en las mismas U.E. aparecen los vasitos de perfil en "S" (Fig. 8,
919/91, 1800/90), las escudillas (Fig. 8, 890/91, 895/9 J, 1794190), la urna de tipo les O bagues de
la fase n de Vilaseca (Fig. 5, 1820/90), los vasos groseros con decoración estampiJiada (Fig. 6,
969/91, 1679190} y algunos fragmentos con decoración acanalada en las que se combinan bandas
con trazos en distintas orientaciones (Fig. 5, 948/90; Fig. 9, 899/91, 963/90, 977/91, 1066190).
La urna de tipo les Obagues o forma mde Can Missert del período ll de Vilaseca fue fechada
en tomo al 800-750 a.C. (arq ANE) por este investigador, mientras que Almagro las sitúa en su
período m fechado en tomo al 900 a.C. (arq ANE) (94) y Ruiz Zapatero, siguiendo a Almagro,
las fecha entre el 900-800 a.C. (arq ANE) en su primera fase de Campos de Urnas recientes (95),
nos muestra las estrechas relaciones que mantenfa el Pie deis Corbs con las comarcas meridionales de Cataluña o el Segre-Cinca cuya distancia se jalona con hallazgos como el de el Puig de
la Nao de Benicarló l. La encontramos también en el repertorio cerámico de Caramoro n (96),
en el Tabail (97), en la Mola d' Agres (98) o en la Peña Negra. En éste último se señala su filiación con las urnas tipo Can Missert pero sin especificar la forma (99), mientras que en la Mola
se relacionan claramente con la forma IV del mismo yacimiento ( 100).
Los vasitos de perfil en "S" y las escudillas, se datarían grosso modo en tomo al s.IX-Vill
a.C. (arq ANE), con unos claros paralelos en La región meridional de la península que en estas
fechas presenta una fuerte unidad cultural en la que se engloba el sur del País Valenciano (101).
En Peña Negra 1 se encuentran ampliamente representadas en la forma B7 que incluye los vasos
de carena alta. También aparece en el repertorio vascular de el TabaiA, Mola d' Agres y Caramoro
Il junto a los vasos de dos volúmenes con perfiles variados y a vasos de carena alta. Sin embargo
(91) RODANES. op. cit.• 110111 19. GARCES. op. cit., noca 48. RODANES. op. cit.• 11011148.
(92) ROVIRA el alii. op. cit.• 110111 49.
(93) M. GIL-MASCARELL BOSCA: Bronce Tardfo y Bronce Final. en El Bronce Final y el comienzo de la Edad del Hierro
en el País Valenciano. Monografias del l...aboratorio de Arqueología de Valencia n• l. Valencia. 1981 .
(94) ALMAGRO. op . cit., 110111 79. cuadro l.
(95) RUIZ ZAPATERO. op. cit.. noca 4, forma IV. fig. 65. pp. 196-206.
(96) GONZALEZ PRATS y RUIZ. op. cit.. noca 43. fig. S. 8 a 10.
(97) HERNANDEZ y LO~ op. cit.. 110111 26. fig. 3. l.
(98) ~A et allí. op. cil.. noca 25. forma 29a
(99) GONZALEZ PRATS. op. cit., noca 36. pp. lOS. ff88. 2.695 del estrato Uc del Conc C.
(100) ~Aet alii. op. dt.. IIOIII2S. forma 29a. pp. 122.
(101) A. GONZALEZ PRATS: El 6mbi10 geográfico del mundo taneSico a la ha de la documentación arqueológjca del
sucle$te. Estudis Univeniwis Catalans, Barcelona. 1993. Homcnatge a Miquel Tamdell. ~1 XXIX. pp. 369.
-230 -
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EL "SECTOR S" DEL PIC DELS CORBS DE SAGUNT
231
en Peña Negra, poblado situado al sur del río Vmalopó, se considera poco significativa la presencia de elementos del NE en contraste con los yacimientos situados al norte del río, y se valora
con mayor énfasis su adscripción meridional remarcando así los limites de frontera que se sitúa
en el Vinalopó desde la Edad del Cobre (1 02).
Ahora bien estas formas, en especial la B7 de Peña Negra 1 o la 12 de la Mola, apuntan a la
existencia de fuertes relaciones con ambientes meridionales inmersos en la órbita de las relaciones tartésicas y continuadoras de otras existentes con anterioridad, por lo que cabría preguntarse sobre su presencia en el Pie donde creemos que el sustrato cogoteño derivaría de una vía
septentrional estructurada en tomo al Sistema lbé.rico. Asf pues la presencia de material meridional hoy por hoy la valorarnos como un reflejo de los flujos naturales de relación N-S que se
encuentran también reflejados en el SE en yacimientos tan alejados como Cástulo, en Linares,
Jaén (103), o el Cerro del Real de Galera, Granada (104) entre otros, donde se han documentado
fragmentos de cerámicas acanaladas.
Respecto a su fechación y vistos todos los elementos que confluyen en la rampa-terraza consideramos como probable cronología post quem las postrimerías del s.IX a.C. o inicios del s.VID
a.C. (arq. ANE), lo que parece conftnnarnos las consideraciones que hicimos para la punta de
vaina procedente del sector NW ( 105).
Los elementos más tardfos dentro de este sector estarían representados por el cuenco profundo con decoraciones acanaladas en el tercio superior, los fragmentos decorados con incisiones
y motivo geométrico, los fragmentos decorados con impresiones metálicas y el gran contenedor
que presenta su superficie recubierta de barro. Todos eUos creemos que seftalan una cronología
en tomo a los finales del s. VID o inicios del VD a.CJarq. ANE, pero desde luego anterior a la llegada de los influjos fenicios, que en yacimientos como la Torrasa, en la Vall d'Uixó, poblado muy
próximo al Pie deis Corbs, se traduce en superficies lisas, bordes rectos y pies altos junto a la producción a tomo fenicia (106).
No obstante los resultados de las excavaciones en curso en el sector NW podría aportar
mayores precisiones y confiJlDar, o no, esto que aquí hemos apuntado.
Valencia, mayo de 1998.
(102) GONZALEZ PRATS y RUlZ. op. cit.. 001a 43, pp. 25.
( 103) J.M. BI..AZQUEZ. J. VAUENTE MALLA, Ostulo m. Excavecíones Arqueológ.icas en Espilla. 117. Mldrid. 1981.
(104) M. PEUJCER. W. SCHÜLE: El Cerro del Real (Galera. Granada). El cone estratigrifieo OC. Excaveciones
Arqueológicas en E5palla. n• 52. Mldrid. 1966. fig. 15. n• 24. J. SANCHEZ MESEGUER: El ~odo escadl'stico y su aplicación al
estudio de maleriales arqueológicos. Las c:ertmicas del Bronce Final de Galera. lnf. y Tl'lb. del Instituto de Cooservación y
Restaunción. 9. Mldrid. 1969.
( 105) A.M. BARRACHINA. J. NEUMAIER: Nuevo tipo melilieo de los campos de urnas en la Peníll$Uia: la punta de vaina
del Pie deis Cubs (Sa&UIIIO, Valencia). Quadems de Prebistbria i Arqueologia de Caslelló. Castellón, 1996.
(106) Maleriales in6ütos. Agradcc:emos al director de los trabajos en este yacimiento, A. Oliver Foix. y al Setvei
d' lnvesti¡acíons ArqueolbJiques i Prehisl()riques de la Diputaci6 de Castelló las fecilidacles con las que conwnos para coosulcar
estos materiales.
- 231 -
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. x:xrn (Valencia. 1999)
Feo. JAVIER JovER MAEsTRE* Y JuAN A. LóPEZ PADILLA**
CAMPESINADO E HISTORIA. CONSIDERACIONES SOBRE
LAS COMUNIDADES AGROPECUARIAS DE LA EDAD DEL BRONCE
EN EL CORREDOR DEL VINALOPÓ
INTRODUCCIÓN
Las reflexiones que aquí vamos a exponer se enmarcan dentro del desarrollo de un proyecto
de investigación iniciado hace ya un quinquenio y que tiene como objetivo el análisis histórico
de las sociedades de la Edad del Bronce en las comarcas del Pre~tico meridional valenciano. La
temática de la que nos ocupamos en este proyecto se inscribe en el seno de una problemática
general que se viene planteando en el campo de las ciencias sociales -y por extensión en la arqueología- como es el de la explicación y desarrollo de las primeras sociedades clasistas (Bate,
1984). Esta misma problemática ha sido tratada en diversas investigaciones que se vienen desarrollando especialmente en el sur de la Peníns ula Ibérica y que han centrado su atención en la formulación de diversas hipótesis de tipo identificatorio donde se ha propuesto el surgimiento de
sociedades clasistas prístinas (Lull y Estévez, 1986; Nocete, 1989; Arteaga, 1992; Lull y Risch,
1995). Desde nuestro planteamiento, se ha considerado necesario profundizar más en aspectos
relacionados con los aspectos culturales -fenomenología material-, establecimiento del modo de
trabajo dominante, modo de vida y formación social, siguiendo las propuestas teóricas de la
Arqueología Social Latinoamericana.
Una vez establecidos los objetivos, el trabajo con el que se iba a generar una base empírica
suficiente como para contrastar las hipótesis planteadas, se desarrolló en varias etapas de forma
sucesiva y con carácter complementario. En primer lugar, fue necesario documentar y realizar
una labor crítica de la información generada hasta ese momento en las comarcas citadas. Para ello
-con el apoyo de diversas ayudas a La investigación del Instituto de C ultura Juan Gil-Albert de
• Átu de Prehistoria. Universidad de Alicante.
•• Museo Arqueológico Provínc:ial de Alicante.
-233-
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234
FCO. JAVIER JOVER MAESTRE Y JUAN A. LÓPEZ PADILLA
Alicante- se realizó una labor que implicaba tanto la recopilación bibliográfica exhaustiva como
el estudio de todos los fondos materiales depositados en un amplio número de museos y colecciones museográficas. De todo ello se han publicado ya algunos resultados (Jover et alii, 1989;
López et alii, 1991 ; Jover y Segura. 1995; Jover y López. 1995; Segura y Jover, 1997).
Una vez realizada esta labor, bastante fértil teniendo en cuenta el elevado número de museos,
colecciones museográ.ficas visitados y corpus bibliográfico recopilado, se consideró necesario
desarrollar una labor de prospección intensiva que dadas las dimensiones del tenitorio en estudio,
debía centrarse en una pequeña cubeta que no superara los 400 km2 • La información previa disponible de la Cubeta de Villena motivó que centráramos la actuación en esta zona. Durante tres
años se realizaron prospecciones dirigidas, fundamentalmente, a la documentación de asentamientos adscribibles a la Edad del Bronce. Algunos de los resultados obtenidos también han sido
publicados (Jover, López y López, 1995; Jover y López, 1997).
Los datos obtenidos a raíz de las prospecciones emprendidas así como de los estudios posteriores -especialmente los obtenidos como fruto de la aplicación de diversas técnicas de arqueología espacial- fueron la base para iniciar una tercera fase de actuación que tenía como objetivo
la excavación de dos unidades de asentamiento claramente diferenciadas pero implantadas en el
mismo espacio geográfico. Por el momento se ha excavado uno de ellos -Barranco Tuerto- mientras que en el otro -Terlinques- se ha concluido ya la segunda campaña de excavaciones.
A continuación se va a exponer de forma detallada el análisis de la información generada,
tanto referida al análisis del patrón de asentamiento, como de la excavación efectuada en uno de
los asentamientos, para finalizar nuestra exposición con algunas valoraciones sobre las comunidades agrícolas en estudio.
LA INFORMACIÓN DEL TEilRITORIO: ALGUNAS PREMISAS
Los análisis tenitoriales constituyen una de las unidades básicas de observación. Los resultados que aquí presentamos deben considerarse como una aportación preliminar de carácter teórico-descriptivo que tiene como punto de partida diversas consideraciones desprendidas de la
aplicación de técnicas de análisis espacial y de datos del mismo registro material.
Sin embargo, con anterioridad a cualquier presentación de las técnicas empleadas para la
obtención de datos o los elementos de análisis manejados en la caracterización del patrón de
asentamiento, es necesario dejar claras una serie de premisas de considerable relevancia en el
desarrollo de este trabajo. La primera de ellas se refiere a la calidad de la información disponible.
Por un lado, podemos afirmar que el cauce del Vtnalopó, con una cuenca superior a los l .700 km 2
ha sido intensamente prospectado. No obstante, sólo ha sido prospectada sistemáticamente,
durante tres años, la zona de Villena (Jover, López y López, 1995) y la cabecera del Vmalopó
(Esquembre, 1997). En el Valle de Elda y de Novelda, en cambio, las prospecciones bao sido más
bien intensivas y realizadas por muchas personas de las que sólo una mínima parte eran arqueólogos con una intencionalidad clara de producir información sistematizada (Segura y Jover,
1997). A pesar de ello, podemos afumar que existe un buen nivel de conocimiento del territorio
- al menos en lo que respecta al censo y localización de yacimientos-. En relación con esta reflexión, debemos incidir en el hecho de que muy pocos de los enclaves habitados durante la Edad
del Bronce fueron ocupados con posterioridad en otros momentos históricos, con la excepción de
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algunos asentamientos de época Ibérica -El Monastil (Eida), Cabezo de la Virgen 1 (VLIIena)- y
medieval -Castell de Petrer (Petrer), Castell de Biar (Biar) y Castillo de la Mola (Novelda)-. El
problema con buena parte de éstos radica en que prácticamente han sido arrasados en su totalidad,
no pudiendo determinarse ni su extensión ni sus características, conociéndose su existencia por
la presencia de escasos restos materiales. De un total de 74 asentamientos en la cuenca Media y
Alta del Vmalopó, t1n.icamente se ha dado esta superposición ocupacional en 5, en función de las
características específicas de estos emplazamientos. Ello viene a significar que el emplazamiento
de los lugares de residencia no se ha establecido a lo largo de la historia bajo similares premisas,
aunque sí la puesta en explotación de las mejores tierras, que no son otras que los fondos cuaternarios más próximos al cauce del río Vinalopó.
Por otro lado, a pesar de haberse excavado varios asentamientos tanto del Vinalopó como de
las zonas colindantes, las escasas publicaciones y propuestas no permiten disponer de una peri<>dización con garantías o, al menos, lo suficientemente contrastada con el registro. Si admitiésemos
sin crítica la periodización más seguida por el conjunto de los investigadores, tendríamos que considerar la división tripartita tan recurrida de un Bronce antiguo, un Bronce medio y un Bronce
tardío-final (Gii-Mascarell y Enguix, 1986). Sin embargo, en estos momentos todavía no es
posible establecer ninguna diferenciación en el ámbito del registro material entre lo que tradici<>nalmente se viene considerando como Bronce antiguo y Bronce medio. Diferenciación que sí se
está en condiciones de considerar entre estas fases y el Bronce tardío, en función de las distintas
excavaciones realizadas en los yacimientos de La Homa (Aspe) (Hemández. 1994), Peña de Sax
(Sax) (Hemández, 1991 ), Cabezo Redondo (Vtllena) (Hemández. 1997) y Tabai~ (Aspe) (Molina.
1995; Hemández, c.p.). Los cambios que se pueden señalar entre el Bronce antiguo-medio y el
Bronce tardío no sólo se limitan a variaciones en la vajilla y ajuares domésticos, sino que también
se documentan acusadas modificaciones en el tamaño de las unidades habitacionales y en la
estructuración e implantación de las unidades de asentamiento sobre el territorio (Hemández y
López. 1992; Jover y Segura, 1993; Jover et alii, 1995; Segura y Jover, 1997; Hemández. 1997).
Por lo tanto, el presente trabajo ha sido afrontado considerando que se dispone de una base
de reconocimiento y prospección del territorio suficiente y que en el análisis del poblamiento se
ha de partir del hecho de que entre aproximadamente el 1900 hasta el 1100 BC (2400-1300 cal
BC) únicamente puede establecerse dos fases arqueológicas significativas:
1.- una fase que comprendería desde el 1900 hasta el 1400/1350 BC (2300 - 1600/1550 cal BC)
aproximadamente, donde se incluirían todos aquellos yacimientos -conocidos a través de informaciones de origen muy dispar (prospección superficial, excavaciones antiguas, expoliaciones)- y que
no presentan en su registro material vasos cerámicos tipificados como del Bronce tardío.
2.- una segunda fase que se desarrollaría -siguiendo a F. Molina (1978) y Gil-Mascaren
(1981 )- desde aproximadamente el 1400/1350 hasta el 1100 BC ( 1550 a 1300/1250 cal BC),
equivalente al Bronce tardío y en el que se incluirían aquellos yacimientos con cerámicas adscritas a esta fase.
LA CUBETA DE VILLENA COMO EJEMPLO DE ANÁLISIS
El corredor conocido como valle del Vioalopó constituye una unidad fisiográfica con rasgos
físicos singulares, situado en una zona de transición entre la tectónica del Dominio Ibérico y
Bético, partícipe en gran medida de la zona del Prebético Meridional valenciano (Fig. 1).
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Flgun 1.- J.«allucfóo del Corredor del VIDalop6.
A grandes rasgos, se trata de una línea de fractura que con dirección NO-SE corta las alineaciones montañosas béticas orientadas en dirección SO-NE, cuyas máximas elevaciones no
superan los 1.200 m oscilando la cota media sobre los 600 m s/n/m. La presencia del río Vmalopó
se debe precisamente a la configuración de esta línea de fractura, estructurada a base de diferentes
cubetas (Novelda, Elda, Vlllena) separadas por umbrales montañosos que, sin embargo, no llegan
nunca a interrumpir significativamente el cauce del río. Éste, con una cuenca de unos 1.700 k:m1
tiene su origen en el Racó de Bodf, en la Sierra de Marlota, presentando un flujo bastante difuso
tanto en su cabecera como en su desembocadura. Las escasas pendientes del fondo de la fosa por
la que discurre el río, unido a las afloraciones del KeUper, han favorecido la demarcación de espa-236-
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cios endorreicos y de avenamiento irregular, al menos e.n las cubetas más septentrionales donde,
fósiles o atln activas, hallamos un buen número de las mismas.
Hasta hace no mucho, por consiguiente, la geografía de la cubeta de Vtllena se caracterizó
por la abundancia de áreas endorreicas, de avenamiento irregular, en las que se acumulaba el agua
procedente de las precipitaciones de carácter torrencial que descargan sobre las sierras que
enmarcan la cubeta. Estas precipitaciones determinan la creación de algunas ramblas que en ocasiones han llegado a transportar caudales realmente apreciables, como la Rambla de la Boquera
o la Rambla del Angosto. Como se ha señalado en más de una ocasión (Matarredona, 1983; Bru,
1987), los humedales de Villena no están constituidos sólo por la gran laguna que se extendía
entre el paraje de Los Cabezos y el sistema formado por la Sierra de la Virgen y El Castellar, sino
que comprendía todo un conjunto de áreas encharcadas, comunicadas entre sí, cuya singularidad
ha quedado, al menos, recogida en la toponimia. Así, además de la laguna antes mencionada,
existió, al norte de la misma, otra más pequeña Llamada La Lagunilla, y al oeste del Cabezo del
Padre o del Molinico otra pequeña zona encharcada denominada El Balsón; al sur, alimentado
principalmente por la Rambla de la Boquera, hallamos el Hondo de Carboneras, con una superficie de cerca de 2,5 km2 de arcillas margosas, y más hacia el oeste los parajes de La Macolla, La
Rajal, Prados del Lancero y las Huertas del Carrizal, topónimos todos ellos que denotan la presencia de zonas de drenaje impreciso y embalsamiento natural de las aguas.
Frente a la acidez del paisaje actual, resuJta difícil hacerse una idea aproximada de la riqueza
bio-ecológica que tuvo esta zona hasta hace relativamente muy poco tiempo, y de lo realmente
profundo que ha resultado el impacto medioambiental generado por las actividades antrópicas en
los últimos siglos. La riqueza potencial en recursos biológicos y ecológicos de los espacios
encharcados se halla definitivamente perdida en la actualidad, y difícilmente puede hoy día reflejarse la importancia que su aprovechamiento ha tenido a lo largo de la historia en estas comarcas.
Las proposiciones observacionales que se pueden inferir del poblamiento en la cubeta de
Villena se han extraído, fundamentalmente, del estudio de un territorio superior a los 304 k:m1 que
ha sido prospectado de forma sistemática. Los datos útiles se han inferido de la aplicación de dos
técnicas de análisis espacial de base teórica: el establecimiento de los polígonos de Thiessen y el
aná]jsis del vecino más próximo, corregido en su aplicación hasta con el tercer vecino y con
diversas pruebas de significancia (Sbenoao, 1992).
La aplicación del análisis del vecino más próximo se ha considerado la técnica de carácter
teórico más apropiada para observar la concentración-dispersión del poblamiento -poblamiento
agrupado, uniforme o aleatorio-, mientras que para realizar apreciaciones sobre el territorio controlable por cada asentamiento se han trazado los polígonos de Thiessen (Hodder y Orton, 1990).
El análisis teórico descriptivo debe basarse en la caracterización de la distribución de la
muestra. En un territorio de 304 km2 se han documentado para la fase del 1900-1350 BC (2300 160011550 cal BC) un total de 21 asentamientos, ampliamente distribuidos (Fig. 2). De la aplicación de técnicas de distancia lineal, como la del vecino más pr6ximo se infiere un patrón de distribución disperso, de carácter agrupado (R=0,7821) que se mantiene aun aplicando un factor
corrector mayor, como es la distancia hasta el tercer vecino más próximo. Por tanto, existe una
cierta tendencia a la dispersión agrupada más que a la concentración en la zona geográfica tratada.
La explicación de esta tendencia puede abordarse contemplando distintas posibilidades. En
primer Jugar, la dispersión podría ser debida a que en todo el nicho ecológico existieran recursos
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naturales que pennitiesen la reproducción del ciclo económico completo en paridad de rendimientos netos totales entre los distintos agrupamientos poblacionales, posibilitando una cierta
autosuficiencia; por otro lado, también se podría considerar la existencia de un cierto sistema de
reciprocidad entre asentamientos que permitiera compensar los posibles déficits debidos a la
heterogeneidad del medio físico y a los consiguientes desequilibrios en cuanto a la disponibilidad
de recursos naturales o que, por último, existiese una división espacio-territorial del trabajo, con
una alta complejidad social que hiciera posible una estructuración organizada sobre el territorio
y una especialización laboral y productiva.
Estas apreciaciones iniciales de carácter general se pueden complementar con diversas consideraciones sobre las relaciones teóricas de los asentamientos con el espacio físico donde se
ubican, incidiendo en el territorio controlable por cada uno de elJos. Este aspecto puede ser observado cuantitativamente a través del análisis de los poUgonos de Thiessen.
La lectura que puede realizarse en relación con su distribución general muestra claras desigualdades en lo que se refiere al territorio controlable por cada uno de los asentamientos, observándose cómo algunos de los de mayor tamaño disponen de territorios muy reducidos o, al contrario, asentamientos de muy reducidas dimensiones parecen gozar de amplios territorios, con
buenas condiciones edáficas y recursos bídricos (Fig. 3).
Esta observación, sin embargo, aunque constituye una evidencia fácilmente perceptible es
incompleta en cuanto que un análisis teórico general supone otorgar el mismo valor y peso económico-poblacional a núcleos de muy diverso tamaño y ubicación en el territorio. En este sentido, para una lectura más correcta es necesario ponderar este aspecto y completar esta primera
visión general. Pero, dado el carácter de la información disponible, la única variable que podemos
contemplar es la valoración de la extensión superficial de los asentamientos, asumiendo la premisa de que existe una relación directa entre ésta y la importancia económica, poblacional y espacial de los mismos. Aunque somos conscientes de las limitaciones que impone esta variable en
su cuantificación -dados los posibles cambios relativos al aumento o disminución del tamaño de
los asentamientos a lo largo del tiempo, que no pueden ser fijados sin disponer de excavacionestambién es evidente que en la actualidad resulta la única viable para abordar este análisis.
De acuerdo, pues, con esta variable, hemos podido distinguir dos grupos:
1.- aquellos con una extensión entre 0,1 ba y 0,3 ha con una posible prolon,gada ocupación
entre aproximadamente 1.900 y 1.350 BC (2300- 1600/1550 cal BC).
2.- Asentamientos de reducidas dimensiones, inferiores a 0,1 ha. que probablemente hayan
tenido una ocupación más corta dentro de este mismo espacio cronológico.
Al establecer los poUgonos de Thiessen relacionando solamente los 7 asentamientos de
mayor tamaño -más de O, 1 ha- se obtiene una lectura que difiere sensiblemente de la anterior
(Fig. 4):
a) En primer lugar, todos los asentamientos ocupan cerros o estribaciones montañosas dispuestas a ambos lados de la banda triásica central. Ésta, que divide la cubeta de Villena en dos
zonas claramente delimitadas demarca, al mismo tiempo, varias zonas endorreicas, en cuya proximidad hallamos todos los yacimientos.
b) En la práctica, puede considerarse una equidistancia entre los asentamientos, oscilando
ésta entre los 5 y 7 km, con independencia de su ubicación en uno u otro lado de la banda triásica central. Su altura relativa sobre el territorio les proporciona. así mismo, una cuenca visual
similar, generándose una perfecta red visual entre elJos.
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Figura 4.- Polfgoaos de 'lbiesseo establecidos contemplando la variable dd ta.mafto de los aseotamleotos.
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e) La distribución de los polígonos de Thiessen muestra que las áreas de captación de cada
uno de ellos son similares y superiores a los 20 km1• Ello permite considerar que en un radio de
2,5 -3 km a su alrededor existe una amplia extensión de tierras susceptibles tanto de ser puestas
en explotación agrícola mediante un secano extensivo como de un aprovechamiento pastoril. Al
mismo tiempo, dentro de este radio, siempre se observa la presencia de recursos bídricos más
o menos constantes, bien sea por la presencia de áreas encharcadas o de ramblas de caudal
irregular.
d) Atendiendo a la clasificación del potencial uso agrícola de Jos suelos propuesta por E.
Matarredona ( 1983) para el Alto Vinalopó, se aprecia una cierta disparidad en relación con la presencia de suelos de mayor potencia edáfica dentro de las áreas de captación y territorios de explotación definidos para cada asentamiento. Así, por ejemplo, mientras que el Cabezo del Padre
cuenta con más de 8 k:m1 de suelos de buena calidad, el Cabezo de Valera 1 dispone de apenas 1
km1 de terreno de similares características. No obstante, si sumamos a éstas las tierras de menor
potencia edáfica y mayor pendiente -By C (Matarredona. 1983: 69)- todas ellas susceptibles de
uso agrícola, estas diferencias quedan un poco más atenuadas.
e) Sin embargo, existen algunos yacimientos alejados de las tierras con capacidad agrícola,
como el Peñón de la Moneda, Barranco Tuerto, Sierra del Collado 1 (Villena) o Peñón Grande 1
(Caudete) (Pérez Amoros, 1997: 123). En todos ellos se dan unas características comunes que les
diferencian del resto de asentamientos:
-Son de muy pequeño tamaño, inferior a Jos 300 m1•
-Se emplazan en altura, en lugares de dificil acceso, prácticamente emcumbrados en los
relieves periféricos de la cubeta que alcanzan las máximas cotas de altitud y altura relativa sobre
el Uano.
-Disponen de una visibilidad muy amplia, muy superior a los 60 km1, abarcando más de una
cubeta geográfica, condición de la que no gozan el resto.
-Están alejados de cursos de agua.
-No existen tierras susceptibles de explotación agrícola en el entorno inmediato ni en sus
proximidades.
De este modo, la disposición sobre el territorio de la totalidad de los asentamientos puede
interpretarse ahora de forma más completa al evaluar la distancia lineal existente entre los asentamientos de mayor tamaño. Los resultados de la aplicación del análisis del vecino más próximo
sobre los siete asentamientos más extensos muestran un patrón de distribución uniforme
(R= 1,4303), en tomo a los cuales se disponen los yacimientos más pequeHos. Por tanto, la caracterización del patrón de asentamiento a partir de la aplicación de diversas técnicas de carácter teórico nos permite evaluar que estamos ante un patrón de distribución agrupado en tomo a los asentamientos de mayor tamaño, que se implantan de modo uniforme en el territorio, guardando una
evidente equidistancia entre los mismos. Los ejemplos más claros de la proximidad entre asentamientos de pequeña extensión respecto a los de tamaño mayor podrían ser, por ejemplo, Cabezos
de Valera 2 y 1, Cabezo de la Vtrgen 1 y 2, Cabezos de la Torba 1 y 2 o Atalaya y los Cabezos
de Penalva 1 y 2 (Lám. 1).
GESTIÓN DEL ESPACIO
Como sucede en muchas otras cuencas del Prebético meridional valenciano, las primeras
sociedades productoras del Alto y Medio Vmalopó iniciaron la explotación de las áreas edáficas
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más ricas y con más alto rendimiento agócola, normalmente ubicadas en los fondos de los valles
y en el entorno de áreas eodorreicas. Este hecho, suficientemente contrastado en la cuenca del
Serpis (Bemabeu et a/ii, 1993), también explicaría la presencia de asentamientos como Casa de
Lara, La Macolla, Arenal de la Vugeo o Molí Roig en tomo a la zonas encharcadas de la cubeta
de Villena y valle de Biar, o Ledua (Novelda) y Terrazas del Pantano (Elda) a orillas del Vioalopó.
El alejamiento de los núcleos habitados de estas tierras de óptimo rendimiento agrícola en el
tránsito del m al n milenio BC no implicó, sin duda, su abandono por la puesta en explotación
de los terrenos menos húmedos y más pobres en nutrientes ubicados en el piedemonte. Esta suposición entraría inmediatamente en conflicto con las evidencias de un aumento demográfico, ya
señaladas (Martí, 1983) y de un mayor peso específico de la producción agropecuaria en la economía de los asentamjentos de inicios de la Edad del Bronce. Más bien hemos de pensar en un
aumento de la extensión de la tierra empleada en el cultivo de cereales y legumbres, coloruzaodo
nuevas tierras menos aptas con el objetivo de aumentar los rendimientos netos paralelamente al
aumento de la población. En algún caso se ha planteando la posibilidad de la introducción del
arado desde momentos indeterminados del mmilenio BC, e incluso del empleo del abono animal
en labores agrícolas, de manera que estos avances tecnológicos podrían ser el factor que permitiera la colonización de tierras menos adecuadas y de bajo rendimiento. Sin embargo, por el
momento no creemos que sea una problemática sencilla de resolver tal y como expuso M. GilMascarell ( 1992), ya que no se dispone de evidencias materiales que permitan contrastarlo.
En términos generales todo el territorio de la cubeta de ViUena es bastante homogéneo, disponiendo de tierras susceptibles de ser puestas en explotación, aunque en algunas de ellas los rendimientos sean mayores y su agotamiento sea más lento ante la mayor potencia edáfica y aporte
de nutrientes. También se dispone de abundantes recursos hídricos y de una amplia banda central
de arciJias triásicas empleadas tanto para la construcción como la producción de vasos cerámicos.
No existen filones cúpricos ni de otro tipo de minerales y quizás la única concentración significativa se reduzca a determinados recursos líticos -rocas silíceas, rocas ígneas, etc-, sobre los que
tampoco parece ejercerse ningún control ni explotación especializada.
Aunque la importancia de la agricultura y de la ganadería como base económica fundamental
de estas sociedades ya ha sido destacada (Martf, 1983; Gil-Mascarell, 1992}, todavía no se ha
propuesto un modelo de gestión de la producción agropecuaria, dentro de un espacio geográfico
concreto, para las sociedades de la Edad del Bronce en las tierras del Prebético meridional valenciano. Sin datos paleobotánicos, con deficientes e incompletas referencias acerca de las plantas
cultivadas y los modelos de gestión de la cabaña ganadera y sin referencias sobre la evolución
geológica de los suelos es muy difícil valorar de modo global la incidencia de la intensificación
en la producción agropecuaria y las repercusiones que a nivel social pudo ocasionar.
La explotación agrícola de las tierras que bordean las áreas lagunares y su entorno y las
amplias posibilidades que ofrecen para el aprovechamjento de recursos espontáneos -recolección,
caza, pesca, mantenimiento de la cabaña ganadera, etc.- deben ser, en nuestra opinión, elementos
que condicionaron la presencia de asentamientos estables en las zonas cercanas a los mismos. La
situación de estas áreas endorreicas, ubicadas en las cotas más bajas de la cubeta de Villena,
garantizaba por medio de las avenidas y desbordamientos que se ocasionarían durante la época
de lluvias, la presencia de los suelos de mayor potencia edáfica de toda el área, al tiempo que su
cercanía a los humedales permitirla unos óptimos rendimientos minimizando los riesgos en la
pérdida de cosechas.
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La importancia de estos aportes hfdricos, aunque puntuales, quedan expuestos en algunas
noticias de fines del siglo pasado en las que se da fe de las inundaciones producidas en la zona
de la antigua laguna y de la Lagunilla como consecuencia del desbordamiento de la Rambla del
Angosto (Matarredona, 1983: 78). En aquellos momentos, aproximadamente un siglo después de
su desecación, se alcanzaron casi los 3 m de profundidad y la zona encharcada se extendió por
un área de unos 10 km2•
Así mismo, no hemos de olvidar que las zonas lagunares, gracias a su diversidad biológica,
constituyeron en la antigüedad auténticas "despensas" para los grupos humanos que ocupaban su
entorno. Por los pocos datos disponibles podemos pensar en la realización de actividades predatorias como la caza de aves -avutardas, perdices, patos, fochas, etc-, reptiles -lagartos, tortugasY diversos mamíferos -ciervos, conejos, jabalíes, etc.- así como la pesca -barbos, percas- y la
recolección de huevos y fibras vegetales, tales como el esparto, el junco o lino natural. Tampoco
se puede olvidar que las áreas de matjal constituyen zonas c-an excelentes pastizales que pudieron
ser empleados en el mantenimiento de la cabaña ganadera -ovicaprinos, bóvidos, suidos-. El alto
contenido salino de estos pastos garantizaría además, un alto aprovechamiento de este forraje. En
suma, la explotación del potencial biológico generado en tomo a las zonas húmedas constituiría
un buen complemento de la dieta diaria y una excelente solución para paliar eventuales déficits
de producción provocados por la pérdida de las cosechas o por epidemias en la cabaña ganadera.
CARACTERIZACIÓN DEL PATRÓN DE ASENTAMIENTO
Los resultados del análisis presentado permiten reconocer a nivel territorial un patrón de
asentamiento entre 1900 y 1350 BC (2300 - 1600/1550 cal BC) caracterizado por la existencia
de 3 grupos de unidades de ocupación que se concreta en:
1.- Unidades de asentamiento de mayor tamaño -entre O 1 y 0,3 Ha-, ubicados en cerros o
,
crestas montañosas con una altura relativa sobre el llano inmediato entre 20 y 70 metros y diversa
cuenca visual. La disposición en el territorio de estas unidades de asentamiento es perfectamente
uniforme, casi equidistante entre ellas y ubicadas a ambos lados de la banda triásica que divide
la cubeta de Villena en dos y en relación tanto con los corredores transversales que permiten el
acceso a la misma, como próximas a los diversos humedales que caracterizan a la zona y a tierras susceptibles de ser puestas en explotación en un régimen de secano extensivo. Apenas contamos con datos acerca de la organización interna de estas unidades de asentamiento que, por el
momento, han de inferirse a partir de las escasas evidencias constructivas documentadas en
superficie. En principio, parece estar integrada por la unión de diversas unidades ocupacionales
o habitacionales, no documentándose evidencias de construcciones de carácter defensivo. El
carácter de estas unidades de asentamiento, inferido de los instrumentos de trabajo documentados
y de los restos paleocarpológicos y faunísticos registrados, permite considerar su condición agropecuaria. Se trataría de pequeñas comunidades agrícolas, probablemente de carácter familiar,
integradas por 30-60 personas cuya actividad subsistencia! estaría basada en la práctica de una
agricultura cerealista de secano -trigo y cebada, fundamentalmente- y una pequeña cabaña ganadera constituida por la trilogía propia de comunidades campesinas: ovicaprinos, cerdos y vacas.
La dieta alimenticia estaría complementada por la caza, pesca y la recolección. Cabezos de Valera
1, Cabezos de las Torbas 2, Terlinques (Lám. 2), Cabezo del Molinico, Cabezo de la Escoba y la
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Atalaya (Jover et a/ii, 1995; Pérez, 1997) son algunos de los asentamientos que podemos incluir
en esta clase.
2.- Unidades de asentamiento de pequeño tamaño -inferiores a 0,1 Ha- cuya única diferencia
con respecto al grupo anterior es su menor tamaño y su disposición agrupada en tomo a los anteriores. Se trataría también de asentamientos con una base económica de carácter agropecuario.
Es posible que su creación sea debida a la colonización de nuevas tierras ante un hipotético crecimiento demográfico en las unidades del grupo ya señalado. El número de personas que integrarían este tipo de unidades de asentamiento no superaría los 20. En otras cubetas del río
Vinalopó, como en la de Elda, es muy probable la colonización de tierras que no habían sido ocupadas hasta este momento por comunidades agropecuarias. Es el caso del conjunto de asentamientos dispuestos a los largo de la Rambla de Pu~a (Petrer) (Jover y Segura, 1995).
Asentamientos como Cabezos de VaJera 2 (Lám. 3), Cabezos de las Torbas 1, Polovar, Peñón de
los Mosquitos. Cabezos de Penalva ly 2 (Jover et a/ii, 1995), son algunos de los asentamientos
que responden a estas características.
3.- Un tercer grupo de asentamientos, mucho menos numeroso, estaría integrado por núcleos
de muy pequeño tamaño -inferiores a 300m2- , ubicados en relieves montañosos periféricos de desarrollo vertical considerable, alejados de tierras susceptibles de desarrollar actividades agrícolas y de
cursos de agua, sin fortificaciones, con una cuenca visual muy amplia y cuya actividad fundamental
no era precisamente la realización de prácticas agropecuarias. Barranco Therto, Peñón de la
Moneda o Sierra del Collado 1 son algunos de los incluidos en este apartado (Jover et alii, 1995).
BARRANCO TUERTO. HACIA UNA DEFINICIÓN DE SU FUNCIONALIDAD PROBABLE
Sobre la base de las consideraciones realizadas a partir del estudio del patrón de asentamiento y con el objetivo de contrastarlas con el registro arqueológico, se bacía necesario excavar,
al menos, un asentamiento correspondiente al primero y al tercero de los grupos establecidos. En
primer lugar, de entre los asentamientos ubicados en los relieves montañosos y encumbrados se
eligió uno -Barranco Therto (Lám. 4)- del que se consideró que podía aportar la información
requerida, sirviendo como modelo del conjunto de asentamiento de similares características.
Este núcleo de pequeñas dimensiones se encuentra ubicado sobre un crestón calizo de la
Sierra de la Villa (Villena) y jalonado por dos grandes barrancos -Barranco Ancho y 1\Jerto- que
vierten sus aguas al Valle de Biar. Sus coordenadas UTM son: 30SXH885794. Su altitud sobre el
nivel del mar es de 680-690 metros. Para acceder al mismo es necesario ascender unos 120 m con
pendientes superiores al 48 %. Sin bien el confrafuerte montañoso en el que se ubica está coronado por dos crestones calizos, el asentamiento se ubica en el de mayor altitud y con unas condiciones de habitabilidad -menor pendiente y sin riesgos de desprendimientos- y visibilidad
inmejorables. Desde el mismo se dispone de una amplia visibilidad, abarcando todo el corredor
que se dirige aBiar, y asimismo gran parte de los llanos de ViUena, superando los 60 km 2• Únicamente presenta ciertos límites al Norte y Este, ocultos por la Sierra de la Villa donde se ubica.
El yacimiento fue excavado en su extremo septentrional en el mes de mayo de 195 1 por J.M .
Soler García, pudiéndose observar, antes de iniciar el proceso de excavación en 1995, una cata
abierta de aproximadamente 3 x 4 m. En su actuación J. M. Soler (1986) excavó el interior de
una unidad babitacional de planta ovalada de la que pudo documentar los muros y en la que se
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conservaron troncos carbonizados en disposición Norte-Sur de más de 1,60 m. La estratigrafía
observada entonces era muy simple, con una potencia de escasamente unos 60 cm que conservaba casi completos varios vasos de diversa morfología.
La actuación arqueológica efectuada en 1995 ha permitido documentar que:
-Se trata de un asentamiento con tan sólo 170 m2 de extensión, enormemente afectado por
procesos erosivos naturales.
-Se han podido constatar al menos 2 fases constructivas:
La 1• fase -la más antigua- es la mejor documentada y conservada. En ella se articulan las
líneas generales que definen el yacimiento, consistente en dos ambientes o unidades habitacionales diferenciadas -a los que hemos denominado ambiente 1 y ambiente 2- levantados sobre la
roca base (Fig. 5).
El ambleote 1 es una unidad habitacional -cerrada- de unos 5,60 m en su eje Norte-Sur y
5,80 m en su eje Este-Oeste, de forma ovalada, de unos 18 m1 de espacio habitable en su interior,
situada en la parte más elevada y de menor pendiente de la plataforma caliza.
El ambleote 2 es un recinto o departamento de planta rectangular, que se ubica al sur del
ambiente 1, y fue planificado a partir del primero. Desconocemos si estaba totalmente cerrado,
aunque lo suponemos abierto por su lado oriental. El tamaño del ambiente 2, establecido a partir
de los tramos de muros conservados, es de unos 72 m1• Ambos ambientes estaban comunicados
por un vano de acceso situado en la parte sudoccidental del ambiente l .
En cuanto a las condiciones de habitabilidad, hemos de indicar que los muros que constituyen ambos ambientes se adaptan perfectamente a las curvas de nivel y que determinadas grietas
de la roca madre y algunos tramos de la superficie -especialmente en aquellos en los que el levantamiento de los muros tuvo que superar huecos y desniveles importantes- fueron salvados y regularizados mediante la creación de pavimentos y de paquetes de nivelación.
Al mismo tiempo, mientras en el ambiente 1 no existen calzas de poste -lo que indica que la
techumbre era plana o ligeramente inclinada a favor de la pendiente-, en el ambiente 2 se ha
documentado una calza cercana al muro meridional y aproximadamente en la zona media de su
trazado. De ello deducimos que probablemente la zona techada en el ambiente 2 era la que se
situaba en la parte occidental, basta la altura de la calza de poste, donde se sostendría un tronco
apoyado sobre los muros que a su vez sustentaría largueros dispuestos transversalmente a éste.
También en el ambiente 2 se construyó un pequeño banco semicircular, adosado al muro cercano
al vano de acceso al ambiente l.
Esta primera fase de ocupación en el asentamiento concluye a causa de un incendio que
supuso el derrumbe de la techumbre y de los muros. En el momento del incendio en el ambiente
1 existía un importante conjunto de productos cerámicos de diferentes tamaños, algunos de ellos
de gran capacidad, que en buena parte fueron recuperados en la excavación de José María Soler;
varias pesas de telar ovaladas con 4 perforaciones; un hacha de roca ígnea de pequeño tamaño y
un fragmento de moledera.
Por el contrario, en el ambiente 2, a excepción de algunos fragmentos de vasos cerámicos
erosionados, restos de fauna y bloques de roca ígnea en las zonas más próximas al muro meridional, no hay evidencia de haberse realizado actividades. Es posible que se trate de un espacio
para almacenar diversas materias primas o guardar el ganado.
Una vez arrasado el asentamiento, éste fue ocupado de nuevo, iniciándose una segunda fase
constructiva pobremente documentada debido al importante grado de erosión que presenta.
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CAMPESINADO E HISTORIA
Únicamente se conservan dos muros, sin que podamos definir ningún tipo de ambiente o departamento. Uno de ellos está levantado sobre el derrumbe del ambiente 2 y el otro sobre los
derrumbes del ambiente l .
En cuanto a la cronología del asentamiento, la ausencia de las fonnas características de la
fase arqueológica conocida como Bronce Tardío nos indujo a señalar su anterioridad a ese
momento (Jover y López, 1997). La fecha proporcionada por el análisis de C 14 de un fragmento
de carbón procedente, con toda probabilidad, de la techumbre del ambiente 1, ha venido a respaldar esa suposición, situando la fase más antigua del yacimiento en tomo al 3520 ± 60 BP.
BARRANCO TUERTO
Villena, Alicante 1995
Plant8 gene111l de estructuras
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l'lpra !5.- Planta general de estruduns de Barranco 'fuerto (Vlllena, Alicante).
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FCO. JAVIER JOVER MAESTRE Y JUAN A. LÓPEZ PADILLA
YlldmJento
Barranco
Tuerto
Ambiente
U.E.
Laboratorio
Fecha conv.
1
3002
Beta- 122342
3520+60 BP
Fecha cal BC l o Fecha cal BC 2a
1 10- 1750
9
1975- 1685
De acuerdo con todos los datos obtenidos, Barranco Tuerto puede considerarse una pequeña
unidad de asentamiento integrada por una unidad habitacional de planta oval -en la que se ha
documentado un área de consumo y de producción textil- a la que se le adosaba un redil o porche
techado. Su ocupación se prolongó durante gran parte de la primera mitad del n milenio BC,
siendo nuevamente ocupado después de ser destruido por un incendio.
Ahora bien, su emplazamiento en altura y la similitud en cuanto a tamaño, disposición y visibilidad respecto de otras unidades de asentamiento de la cuenca del Vinalopó -Puntal del Ginebre
(Lám. 5), Peftón de la Moneda, Sierra del Collado l y Peñón Grande 1-, permiten plantearnos
algunas posibles hipótesis respecto a la funcionalidad probable de esta clase de asentamientos.
Uno de los aspectos más repetidos y señalados en la bibliografía generada sobre estas poblaciones del Levante peninsular es la que se refiere al carácter agrícola de las unidades de asentamiento. Se ha indicado numerosas veces lo recurrente de la presencia de elementos de hoz y de
instrumentos de molienda en todos los asentamientos de la Edad del Bronce, lo que permitía
inferir una dedicación de fonna continuada a actividades agropecuarias (Enguix. 1975; Martí,
1983, Gii-MascareU, 1992).
Sin embargo, la hipótesis de que los habitantes de Barranco Tuerto y de otros asentamientos
de similares característica-. se dedicaran a labores agrícola-. es poco (por no decir que nada)
viable. Las pruebas que en nuestra opinión permiten refutar esta posibilidad son varias. En primer
lugar se ha de ponderar la inexistencia de dientes de hoz de sOex: mientras que en todos los asentamientos ubicados en los cerros del corredor -Terlinques, Polovar, Cabezos de Penal va, Cabezos
de Valera, etc.- se han hallado elementos de hoz. una vez que Barranco Tuerto ha sido excavado
en su totalidad, no se ha registrado en él ninguna evidencia de los mismos, aunque sf de restos de
taiJa. Por el momento, es una característica que podemos hacer extensible a los demás asentamientos emplazados en altura.
Por otra parte, en Barranco Tuerto se han registrado áreas de producción y de consumo, pero
no existen evidencias de áreas de almacenamiento para productos de larga duración, o de estructuras o recipientes que puedan relacionarse con éstas, siendo además los vasos cerámicos más
numerosos los de mediana-pequeña capacidad, dominando ampliamente las fonnas semiesféricas
de pequeño tamaño.
La ausencia de áreas de almacenamiento de cereales y de instrumentos relacionados con la
recolección de los mismos son pruebas directas que creemos permiten refutar la hipótesis de las
labores agrícolas como actividades dominantes en el poblado.
Contemplando, pues, otras alternativas podríamos pensar en una funcionalidad relacionada
con la ganadería. Sin embargo, en ese caso deberíamos resolver otra serie de evidentes contradicciones: en primer lugar, el único espacio que podría haber sido utilizado como redil es de
reducidas dimensiones, incapaz a todas luces de albergar una cantidad siquiera mediana de
cabezas de ganado; más bien al contrario, los escasos restos de fauna registrados nos hablan probablemente de un escasfsimo consumo de carne -casi exclusivamente de extremidades de ovicá-
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pridos y suidos- y una más que probable reducida cabaña ganadera; finalmente tampoco la zona
montañosa donde se ubican, tanto Barranto Tuerto como el resto de asentamientos en altura mencionados anteriormente, es precisamente la más adecuada para pasturar rebaños importantes. De
este modo, considerar que la funcionalidad del asentamiento que nos ocupa pudo estar relacionada de forma predominante con la cría de ganado, se nos antoja muy poco viable.
Dadas esas condiciones topográficas del entorno más inmecliato, cabría la posibiJjdad de que
fuesen asentamientos dedicados a labores cinegéticas. Sin embargo, entre los restos de fauna localizados en el asentamiento no se han registrado evidencias de especies salvajes, ni siquiera de conejos
o liebres, lo que consideramos suficientemente significativo como para descartarlos como cazaderos.
Finalmente, podría tratarse de un asentamiento dedicado a la recolección de frutos silvestres en
detenninadas estaciones del afio o a la explotación de algún otro recurso natural de tipo estacional.
Sin embargo, si así fuera, deberíamos explicar por qué todos los emplazamientos , ue responden a
q
las características de Barranco Tuerto se ubican en puntos cuidadosamente elegidos por su encumbramiento, diffcil acceso y muy amplia visibilidad y que su disposición sobre la cubeta de Villena
no sea aleatoria, sino debidamente estudiada y ordenada sobre el espacio (Jover y López, 1997).
Por todo ello, la lÍnica hipótesis que nos parece viable, al menos por el momento, es la que
considera que se trata de asentamientos dedicados fundamentalmente en origen a labores de control del territorio y vigilancia. Efectivamente, su emplazamiento en altura en puntos de dificil
acceso, con una muy amplia visibilidad, alejados de Jos recursos hídricos y de tienas susceptibles
de ser puestas en cultivo o utilizadas como pastos; la presencia en la unidad habitacional de un área
de consumo de hidratos de carbono y de carne -especialmente de extremidades de ovicápridos- así
como la ausencia de elementos de hoz y de áreas de almacenamiento, son las pruebas que nos permiten deducir que, al margen de las actividades más inmecliatamente relacionadas con la subsistencia -el vestido, el cuidado de un pequeño rebaño que proporcione algo de carne (y sobre todo
leche) y la molturación del cereal (no recolectado por ellos) para el consumo diario- su función
fundamental fue la vigilancia del territorio del que era propietaria la comunidad humana de la que
formaban parte los individuos instalados en Barranco Tuerto -tal vez no más de 4 personas-.
Esta hipótesis explicaría también la peculiar distribución de este tipo de asentamientos sobre
el territorio. En efecto, si observamos su posición sobre la cuenca del Vinalopó, observamos
cómo todos ellos se disponen en relieves montañosos periféricos del corredor, con una cuenca
visual muy amplia, -con frecuencia cubriendo más de una cubeta geográfica- equidistantes unos
de otros y creando una red visual sin dejar zonas oscuras.
Sin embargo, de estas consideraciones no creemos que deba suponerse que se trate de asentamientos con un marcado carácter coercitivo con respecto a las comunidades vecinas. Es posible
que se tratara de enclaves estratégicos que no era necesario ocupar de forma continuada, sino
solamente en momentos en que era especialmente interesante o necesario para la comunidad controlar quién accedía a los territorios de producción de los que eran propietarios.
En suma estamos ante asentamientos cuya razón de existir no estuvo relacionada con el desarrollo de actividades de carácter agropecuario o cinegético, sino en la prestación de un servicio de
vigilancia y control del territorio explotado por la comunidad, tal y como la evaluación de las
pruebas empíricas permite deducir y que no vienen mas que a corroborar de modo firme lo que ya
J. M. Soler Garcfa intuyera y anunciara tras su primera exploración del yacimiento (1986: 389).
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CONCLUSIONES. ALGUNOS APUNTES SOBRE LAS COMUNIDADES CAMPESINAS
EN ESTUDIO
De acuerdo con los datos proporcionados por el análisis del patrón de asentamiento junto a
los resultados de la excavación de Barranco Tuerto creemos que deben quedar planteadas varias
cuestiones que consideramos importantes:
En primer lugar, teniendo presente el conjunto de asentamientos del curso del Vinalopó, se
ha de señalar que no existe ningún asentamiento que destaque sobre el resto en función de su
extensión superficial ni de su posición sobre el territorio, ni tampoco por su proximidad a determinados recursos naturales. La posibilidad de considerar que el territorio en estudio es de
pequeñas dimensiones -unos 1800 km2 - y por tanto que pueda existir un asentamiento de dimensiones mayores en otro lugar próximo también se ha tenido en cuenta. Se ha evaluado toda la
información existente con respecto a las unidades de asentamiento documentadas basta la fecha
en un territorio alrededor del Corredor del Vinalopó cercano a los 6.000 km1 de superficie. En
concreto, todo el territorio que supone la actual provincia de Alicante -sin tener en cuenta los
asentamientos argáricos de la Vega Baja-Camp d'Elx y Camp d' Alacant (Jover y López. 1997;
Rubio, 1987; Jover el alii, 1989; Pascual, 1990; Garcfa, 1994; Cerdá, 1994), Yecla, Caudete
(Pérez Amorós, 1997), Corredor de Almansa (Simón, 1987; Hemández y Simón, 1990;
Hemández el alii, 1994) así como las zonas meridionales de la Provincia de Valencia (Aparicio,
1977; Aparicio et alii, 1983; Ribera y Beneyto, 1994; Bemabeu el alii, 1995). Por tanto, estamos
considerando un número de asentamientos superior a los 250, cuyas dimensiones son en todos
los casos, atendiendo a la información publicada, similares a las documentadas para los yacimientos situados en la cubeta de Vtllena. pudiéndose incluso, en nuestra opinión, establecer las
mismas categorías y distribución sobre el territorio. La existencia de algunos asentamientos Ca~o del Navarro (Onteniente) o La Atalaya (Caudete)- para los que se señalan unas dimensiones en tomo a las 0,4 Ha. (algo superiores a las observadas en los yacimientos más grandes
del Corredor de Vtllena) no indica ninguna excepcionalidad respecto del resto de yacimientos.
Por tanto, el patrón de asentamiento establecido para la cubeta de Villena parece repetirse en
buena parte de las zonas señaladas.
En segundo lugar, estamos ante las primeras comunidades humanas implantadas en la zona
cuyos lugares de residencia son en todos los casos construcciones estables, edificadas a base de
muros de mampostería tomada en seco o con margas arcillosas y enlucidos para conseguir un
mayor grado de impermeabilidad y sobre todo de duración. Se trata de un cambio de considerable
trascendencia por cuanto se edifica por primera vez lugares de residencia y de actividad estables
y fijados en un lugar concreto del territorio en el que se vive, buscando disponer de mejores condiciones de habitabilidad, concebido para no tener que cambiar de emplazamiento y disponer en
tomo al mismo de campos de cultivo. De ello se deduce que estamos ante grupos humanos que
no solamente se apropian de los recursos que les ofrece el medio natural, sino que son propietarios objetivos del medio que transforman para cubrir sus necesidades de mantenimiento y reproducción.
Estamos, pues, estudiando una sociedad de comunidades campesinas de base cerealista,
caracterizada por la implantación de unidades estables de poblamiento de pequeño tamaño, asentadas alrededor de lagunas y humedales interiores, integradas a lo sumo por grupos de 30-60 personas, posiblemente de carácter familiar extenso, con pocas posibilidades de crecimiento. Este
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CAMPESINADO E HISTORlA
•
25 1
Yecimieullos del Grupo 1(m6a de 0,1 He de utlnaión)
e
Y~
•
Yecimieutos del On~po • (enc::urnlados con rMnOS de O,o3 He de emnsl6n)
del On1po 1 (rMnOS de 0,1 He de extlnsl6n)
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y de los yJidmJeoto. y sus mmsloaes actuales ftladvaa.
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modo de vida campesino evitarla "... /a especialización de sus espacios naturales y de sus actividades productivas" (Toledo, 1993: 209-210) combinando una agricultura extensiva de secano y
la cría de ganado con prácticas complementarias como caza, pesca. recolección y artesanía, especialmente la relacionada con la vestimenta. en una tendencia hacia la autosuficiencia y autoabastecimiento. Como ya se ha apuntado, estaríamos ante un "mecanismo de reducción de riesgos"
(Gutiérrez, 1995) en el que el aprovechamiento de los espacios naturales con una amplia diversidad biológica aseguraría el mantenimiento y reproducción del grupo en momentos de escasez
o de peligro. Del mismo modo, los mecanismos de reciprocidad entre linajes o familias funcionarían habitualmente como forma de evitar los riesgos de déficit en la producción agrícola.
La perfecta distribución de los asentamientos sobre el territorio no debe, sin embargo, entenderse exclusivamente en función del establecimiento de un sistema de producción equilibrado
que rentabilice al máximo la gestión de los diversos recursos que el medio natural les ofrece, sino
también en relación con su sistema de reproducción y producción social. La ubicación equidistante de los enclaves mayores y la distribución en tomo suyo de los más pequeños evidencia también un expreso interés en ocupar "ordenadamente" el espacio de la comunidad. En este "orden"
equilibrado subyace la necesidad de control efectivo de un amplio territorio, que no se limita al
explotado de manera individual por cada asentamiento. La presencia de asentamientos en altura
en los relieves periféricos que delimitan la cubeta debe ser interpretado como un elemento que
contribuye a asegurar el territorio -y por ende, todos sus recursos potenciales- del que es propietaria la totalidad social.
Evidentemente todas estas unidades de asentamiento son la expresión directa del lugar de
residencia y de producción donde se llevarían a cabo toda una serie de prácticas sociales
impuestas en el seno de una sociedad para la que todavía es necesario fijar sus límites espaciales.
Estas comunidades familiares funcionarían de modo autosuficiente practicando en buena medida
el autoabastecimiento, con la excepción de la obtención de determinados recursos naturales muy
concretos, existentes en el territorio pero en puntos muy localizados, como rocas ígneas o similares, para los que necesariamente estarían fijados unos sistemas de distribución poco complejos.
Sin embargo, la necesidad de adquirir determinadas materias primas o productos como el
metal, marfil, nódulos sillimanfticos, etc, para asegurar la producción y reproducción de la
entidad social en los mismos términos -no se ha de olvidar que una parte de los instrumentos de
trabajo son de metal y de rocas metamórficas, asf como los artefactos de reproducción ideológica
son de metal y de marfil principalmente- y el hecho de que su adquisición tuvo que suponer el
establecimiento de unos sistemas de intercambio con otra sociedad -corno, por ejemplo, la argárica- permite deducir que estas comunidades tendrían que generar un plusproducto que asegurase
la posibidad de adquirir la materia prima -o productos ya manufacturados- a los centros nucleares más septentrionales del grupo argárico, donde existen vetas cúpricas, auríferas y argentíferas. Ello supone no solamente la explotación de esta sociedad por parte de la argárica en el sentido de apropiación de la plusvalfa, sino también la generación de dependencia de la primera respecto de la segunda.
Por ello, aunque de modo aparente las comunidades campesinas que ocuparon el Vinalopó
funcionasen como un ente social de carácter igualitario de tipo tribal (Vargas, 1990; Sarmiento,
1992), en esencia no lo eran, al series sustraída por otra sociedad -la argárica- una parte de su
producción. En ese sentido, los cambios de base estructural que se produjeran en el grupo argárico, identificado como una sociedad de clases (Arteaga. 1992; Lull y Riscb, 1995) repercutirían
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CAMPESINAOO E HISTORIA
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necesariamente en éste. De ese modo creemos que se puede explicar mejor el proceso histórico
de estas comunidades hasta el Bronce Tardfo, momento en el que se produjeron cambios significativos en las relaciones sociales de producción. La consecuencia inmediata tuvo su reflejo en
cambios en el patrón de asentamiento y en la organización del territorio: la población diseminada
en el Vinalopó se concentró en unos pocos asentamientos y el Cabezo Redondo pasó a ser el
centro socio-político de una nueva entidad social.
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Lámina 3.- Cabezo de Valera 2.
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CAMPESL
NADO E HJSTORL
A
Lámina 4.- Barra nco Therto.
Lámina 5.- Puntal del Ginebre (Petrer ).
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. xxm (Valencia. 1999)
IsABEL IzQUIERDO* Y F'ERRAN ARASA**
LA IMAGEN DE LA MEMORIA. ANTECEDENTES, TIPOLOGÍA
E ICONOGRAFÍA DE LAS ESTELAS DE ÉPOCA mÉRICA
l. INTRODUCCIÓN
La estela ha sido definida en alguna ocasión como "(... ) /'immagine de/la memoria"
(Baldassarre, 1988, 114). Diversas culturas de la Antigüedad han recurrido a este tipo de monumento para proyectar, más allá de la muerte, la memoria del pasado, a modo de señalizadores de
tumbas más o menos elaborados. Desde la propia etimología del t~rmino (Mansuelli, 1966, 485),
la estela es gen~ricamente conmemorativa. Representa la concreción de una serie de esquemas
culturales que suponen un ideal trascendente de la vida terrena. La estela, efectivamente, se considera un símbolo funerario universal que ha adoptado formas y decoraciones diversas, así como
distintos grados de monumentalidad, según territorios y cronologías. Desde su más remoto origen
en Egipto y el Próximo Oriente antiguo, la estela es, como fonna arquitectónica, de naturaleza
originariamente funeraria. Su función inicial era asegurar al difunto la propiedad de su tumba y
representar su entrada en el mundo del más allá. Como soporte de texto y figuraciones en algunos
casos, las estelas presentaban "ventajas" añadidas frente a otras tipologías funerarias dada su particular disposición y visibilidad. No obstante, ya desde sus inicios, existe una notable diversidad
en los tipos y las funcionalidades. Podríamos decir que se trata de un signo polivalente, de múltiples significados (1).
• Deplrumento de Arqueolo¡fa e Historia Antigua. CEH. CSIC, Madrid. Becaria postdoctoraJ C.A-M.
• • DeputamcnJ de Prdúslllria i Arqueologia. Uoiversiw de Valmc:ia.
( 1) Las propias estelas fuoerarias egipcias podían figurar tanto cleJnarc.ciooes espKiales. como ser sopones biogR!'K:OS o
marcos de ofrendas. entre otru ruoc:iooes (Vandier. 1976, O. 3116-534). Por ouo lado. si c:onslde:ramos al¡unas series de estelas de
MlbiiOS mú aftneS al mundo ibmc:o desde d punto de vista adtutal y crooológico, oo podemos obviar un.a mencJ6o a t. J1llll
tndicióo de estelas ¡rieps, beftdera del mundo oriental antiguo. que a plttir del periodo mic:álico. pero sobre todo desde d
An:alsmo. experimentar6 un gnn desmollo (Rich1Cr, 1961; Kunzy Boardman. 1971; Clairmont. 1993, entre otros).coo evoluciooes
diferenc:iadas seJiln lmitorios. Por su parte. t. eslet. constituye uoo de los~ de produceí6c lr1esanal mú difuDdido en el
mundo p4nico de Occidente. ai¡uiendo los utiJIIOS prototipos orientales (Bisi. 1967; Moscati, 1992).
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En el ámbito occidental del Mediterráneo, la Península Ibérica no es ajena a esta tradición y
también desarrollará esta tipología monumental desde fases tempranas. A modo introductorio
esbozaremos el panorama que ofrecen los hallazgos peninsulares, fundamentalmente, de la
Prehistoria reciente y la Primera Edad del Hierro, para a continuación abordar el estudio de las
estelas de época ibérica.
El catálogo de piezas atribuidas a un horizonte anterior al siglo VI a.C. es amplio, rico y
plural, aunque destacan por su interés algunas series bien conocidas, como veremos básicamente
de las áreas del suroeste y del noreste de la Península (fig. 1). Si nos remontamos a la tradición
prehistórica más remota, ésta arranca en el arte megalítico con los denominados guijarros-estela
o estelas antropomorfas y las estelas-menhir o los ídolos-estela del Calcolftico (2). Si bien seña
N
o
110 100 150 11111
A
Fl¡un 1.- Dispersión de las estelas del Bronce FiaaJ-Hierro And¡uo
en la Pmfasula lb&ica dtadu en eJ texto.
(2) Cf Barc:eló (1988). Almagro Gorbea (1993). Bueno y Balbfn (1998. con biblíograJla), en~ oii'OS.
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difícil establecer una filiación directa entre estos grupos de estelas antropomorfas prehistóricas y
los ejemplos que presentan esta morfología en la Protohistoria, estas primeras figuraciones de
ambos géneros en soportes pétreos del m y II milenio, además de otros elementos monumentales
como los llamados betiJos de forma troncocónica que aparecen por ejemplo en la cultura de Los
Mi Uares a la entrada de los grandes sepulcros colectivos (Hurtado, J978), son de un interés indudable desde el punto de vista de la posible transmisión simbólica y/o ideológica a las posteriores
estelas de época protohistórica. La figuración en la estela se ha asociado a la idea de protección
del lugar funerario. Parece constatarse una progresiva apropiación de la simbología de los ídolos
en beneficio de determinados personajes socialmente relevantes. El resultado de este proceso
podría observarse en las estelas del suroeste del Bronce Final (Bueno, 1990). Según Bueno y De
Balbfn ( 1998, 63) la variedad de imágenes antropomorfas en el código funerario megaJftico, que
podrían figurar personajes relevantes en el clan (3), genios protectores o incluso divinidades,
sugiere además un nuevo papel del hombre en su relación con el medio.
Centrándonos en cronologías más próximas, las conocidas estelas decoradas del suroeste
(fig. 2) han sido objeto de investigación en la tradición historiográfica peninsular desde los primeros hallazgos a finales del siglo pasado (4 ). Su concentración mayoritaria se localiza en las
cuencas de los tres grandes ríos del cuadrante suroeste de la Península -Tajo, Guadiana y
Guadalquivir-, con algunos ejemplos dispersos en el sureste francés, Cataluña. Aragón y sur de
Portugal, entre los que destacan la estela de Preixana (Urida) del Bronce medio-tardfo (Maya.
1977, 95, fig. 66), considerada por algunos autores incluso como precedente de las estelas extremeñas (Almagro Gorbea, 1977, 162), o el ejemplar antropomorfo de Luna o Val palmas
(Zaragoza), datada en el siglo VII a.C., que se asocia a la serie del suroeste, básicamente por la
tipología del escudo con escotadura "en v" que la decora (Fatás, 1975, 169). Acerca de la función y el significado de estas estelas, encontramos posturas diversas que podrían no estar necesariamente contrapuestas, sino más bien ser complementarias (v. infra). La investigación ha evolucionado desde su inicial interpretación como monumentos funerarios y/o conmemorativos,
símbolo de la beroización del difunto (Almagro Bascb, 1966; Almagro Gorbea, 1977, 159-171,
entre otros) hasta lecturas más novedosas que priman los factores regionales y resaltan un hipotético valor funcional, considerándolas en su paisaje como hitos del territorio, en relación con
vfas de comunicación (Ruiz-Gálvez y Galán, 1991 ; Galán, 1993). En definitiva, como Aubet
( 1997, 166) ha señalado a propósito de la estela decorada de SetefiiJa en Lora del Río (Sevilla),
la existencia de estas "losas de guerrero" se relaciona con el nacimiento de una clase guerrera o
una élite social. Ahondando en esta línea que nos resulta particularmente interesante desde la
perspectiva del surgimiento y desarrollo de las posteriores series de estelas ibéricas, su original
programa iconográfico revela el nacimiento de un lenguaje aristocrático (Ruiz Rodríguez, 1997,
63), expresión de un nuevo modelo de relaciones sociales en este territorio.
En el horizonte tartésico continúa el proceso de erección de estelas sobre enterramientos,
como en la ya citada necrópolis tumular de Setefilla. En este recinto funerario, en el nivel corres-
(3) De esta ronna podñan interpretarSe los pcrsooajes que lpii'CCell eoo níniea o annas. Las C$WUa5 ll1l\ldas de Alberite o
El Pozuelo sugieren la importancia de la posesióo de u:mas. como observaremos tambim en las posteri~ estelas dec:onldas del
suroeste (Bueno y De Balbfn. 1997. IS7).
(4) Una síntesis de la eueslióo de los orfgeoes y la crooología de esta serie de estelas ha sido recosida recientemente por
Celestino (1990. 49-SO) y Gal"' (1993, IS-16).
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Flpn 1.- Estelas clecondas del SUI"'eSte, 5eiÚJl Galúa (1993, flp. 22 al4).
1· LuDa. lo Torrej6a de El Rubio m. 3- SolaDa de Cahalu.. 4- Mapcela. 5- Fuente de Cantos.
6- F..lpernaoa de Lera l. 7- Capilla ID. 8- Atqaa. 9- Seteftlla. 10. Moatanoüu. 11· E.rndeJ 1. 12- Flgueln.
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pondiente a los siglos Vll y principios del VI a.C., las estelas forman parte del paisaje funerario.
Ya en las excavaciones de Bonsor y Thouvenot (1928, 16-17) se documentaron grandes losas y pi~
dras cilíndricas hincadas verticalmente sobre algunas tumbas o detenninados espacios de la necrópolis. En la actualidad, se conocen basta un total de 16 losas pétreas, de las que 1O aparecieron
entorno al denominado túmulo A (Aubet, 1997. 169. fig. 4). Pero también en esta necrópolis tartésica fue hallada una estela decorada atribuible al grupo más meridional de estelas del suroeste, del
Bronce Final avanzado -siglos IX y VID a.C.-, de influencia atlántica. Tanto la estela con figuración antropomorfa, reempleada en un momento posterior, como las estelas sin decoración constituyeron, según la interpretación de Aubet, indicadores sociales de estatus o jerarquía y evidencian
una continuidad ideológica en época tartésica, garante del poder de las élites en este territorio.
En el extremo opuesto de la Península. en el cuadrante noreste, destaca la aparición de estelas
en distintas necrópolis de los Campos de Urnas, como la de Els Castellets n de Mequinenza
(Zaragoza), donde se localizó un conjunto de estelas y cipos, trabajados o no, y en un caso con
morfología seguramente antropomorfa (Royo, 1994, figs. 2, 5 a 7). Parece constatarse en este
ámbito cultural, alrededor del 1000-900 a.C., una generalización del uso de estelas, tradición que
pervivirá desde estas fechas en adelante basta momentos históricos. En efecto, diversas necrópolis con fases de estas cronologías antiguas bao erigido estelas sobre sus tumbas. Y en este sentido, la provincia de Lérida ha sido rica en hallazgos. En las necrópolis de Pedrós en Serós y La
Colomina de Gerb (La Noguera), se documentaron sencillas lajas o losas sobre túmulos, con datadones que oscilan entre el 850 y el 650 a.C. (Maya. Díez-Coronel y Pujol, 1975; Ferrández,
Lafuente, López y Plans, 1991 ). También en la necrópolis de Roques de Sant Formatge de Serós,
en el camino de entrada al valle del Ebro desde el sur de Francia. apareció una losa pétrea. posible
estela. sobre la tumba G-280 (Pita y Díez-Coronel, 1968, 21, fig. 23 y 24).
Otra pieza que ha sido considerada más reciente en relación a la serie prehistórica del noreste
es la estela antropomorfa hallada en la necrópolis de La Pedrera (Vallfogona de Balaguer) del
siglo vn a.C., que tiene una fase atribuida a los Campos de Urnas. Según Maya ( 1977, 111 , fig.
90) este ejemplo, que carece de un contexto arqueológico preciso, se ha vinculado a la tradición
escultórica indoeuropea -donde encuentra algunos paralelos- por sus rasgos toscos y esquemáticos. El antropomorfo de Els Castellets de Mequinenza presenta una tipología similar (Royo,
1994, 124, figs. 6 y 7). Finalmente, en la fase más tardea de la necrópolis del CoU del Moro
(Gandesa, Terra Alta), en algunos casos -T5, MI, MIO y Ml2- la tumbas documentaron estelas
o cipos (Rafel, 1989, 60-62, fig. 13 y 14; Rafel y Hemández, 1990, 343), dentro del horizonte
fechado entre fines del siglo VU y el VI a.C.
Cambiando de ámbito geográfico, en el valle medio del Ebro (Royo, 1990) hemos de destacar los registros de las necrópolis tumulares de incineración del Busal y Corral de Mola, ambas
de Uncastillo (Zaragoza). con cronologías entre los siglos VI y V a.C., donde se localizaron sencillas estelas (Royo, 1994, 125). En el horizonte celtibérico, en gran parte de las necrópolis excavadas se ha resaltado la presencia de tumbas destacadas con estelas (Pérez Casas, 1988, 78). La
herencia de los Campos de Urnas del noreste en los territorios del valle medio del Ebro y sus
áreas adyacentes -Alto Ebro y la Meseta- en esta fase celtibérica es muy evidente y se refleja,
entre otros aspectos, en la costumbre de erigir estelas, prácticamente todas lisas, sobre los enterramientos. A excepción de la pieza de la necrópolis de AguiJar de Anguita (Guadalajara), que
apareció decorada con una figura humana estilizada y un posible équido, el resto de estelas celtibéricas carece de ornamentación y no presenta una elaboración o tratamiento destacable.
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Se han documentado ejemplos en la provincia de Cuenca en las necrópolis de Las
Madrigueras y El Navazo (Mena. 1990, 194), pero sin duda la mayor concentración se produce
en la Meseta norte, en las áreas del Alto Tajuña-Aho Henares, Alto Duero y Aho Jalón (Cerdeño
y García Huerta, 199 1; Argente y García-Soto, 1994, 79 y ss.). Necrópolis excavadas en el pasado
como Las Cogotas (Cardeñosa), donde se documentaron "calles o pasillos de estelas" (Cabré,
1932, lám. m, J y 3; XI), según la terminología empleada inicialmente por el Marqués de
Cerralbo, así como AguiJar de Anguita o Luzaga (Cabré, 1942, fig . 1 a 5) y otras como El Altillo,
La Hortezuela de Océn, Riba de Saélices, Garbajosa, Ciares, Alpanseque, La Requijada de
Gonnaz, Almaluez o Arcóbriga entre otras, han evidenciado la presencia de estelas, alineadas o
no (Pérez Casas, 1988). Otros yacimientos, por el contrario, como Prados Redondos en el Alto
Henares y Osma. La Mercadera o La Cuenca en el Alto Duero, carecen por completo de estelas
(Argente y Garcra Soto, 1994, 16- 18). Destacaremos, en primer lugar, la existencia de grandes
losas prismáticas. de hasta 2,5 m de altura en la necrópolis soriana de Monteagudo de las Vicarías
(Taracena, 1932, 32, figs. 3 y 4) y, por otro lado, la distintiva disposición de las estelas al modo
de alineaciones, con o sin empedrado, según las conocidas observaciones del Marqués de
Cerralbo, Cabré o Cuadrado (5).
Así pues, antes de estudiar los distintos grupos de época ibérica, encontrarnos un repertorio
rico y plural de precedentes a valorar. Sin olvidar las primeras estelas con figuración antropomorfa del arte megalítico, las series iniciales se enmarcan en el horizonte del Bronce Final-Hierro
Antiguo, concentrado básicamente en dos grandes áreas de la Península. Por un lado, el grupo del
suroeste, influido por tradiciones atlánticas y los colonizadores fenicios, aunque con un componente esencialmente indígena. Y por otra parte, el cuadrante noreste peninsular, que recibe la
herencia directa de los C3rnpos de Urnas del centro de Europa. Estelas lisas y decoradas, sencillas prismáticas o antropomorfas, de pequeñas o grandes dimensiones, son erigidas, según los distintos territorios, para señalar y monumentalizar distintos tipos de enterramientos con rituales
diferenciados. A partir del siglo VD a.C. nos encontramos con diversos desarrollos paralelos e
interrelaciones. La cultura celtibérica mantendrá y extenderá la anterior tradición de los Campos
de Urnas y las estelas ocuparán un lugar preeminente en gran parte de sus necrópolis, conformando incluso en algunos casos calles o alineaciones. Por su parte, en el horizonte tartésico
andaluz se documenta asimismo la costumbre de erigir estelas junto a los túmulos de enterramiento. Los colonizadores fenicio-púnicos, a su vez, potenciarán este paulatino proceso de
monumentalizaciión de la tumba, que culminará, como veremos a continuación, en época ibérica.
2. LAS ESTELAS EN EL PAISAJE FUNERARIO mÉRICO
2.1. DACIA EL PROCESO DE MONUMENTALIZACIÓN DE LA TUMBA WÉRJCA
En la consideración del proceso de señalización y mooumentalización de la tumba ibérica,
efectuaremos un recorrido selectivo a través de algunos precedentes significativos. Ya hemos
(S) Cf. ~ (1942): a modo de e~mplo. 1 el caso de la necrópolis de Riba de Satlice . excavada por Cuadrado ( 1968).
:
doode se aprecian a uav« de fotosrafias de la q,oca las estelas •lineadas in siru $abre los entemunien.\os (ld~m. lims. Vlll. XID
a XV).
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hecho alusión a las estelas decoradas del Bronce Final-Hierro Antiguo del suroeste peninsular (v.
supra), algunos de cuyos ejemplos se asocian a inhumaciones en fosa o cista (Almagro Basch,
1966, 193-199) o, incluso en algún caso a incineraciones (Galán, 1993, 16-18). Las recientes propuestas que han valorado estas estelas como hitos de vías ganaderas y rutas comerciales del territorio (Ruiz-Gálvez y Galán, 1991) no descartan necesariamente una funcionalidad funeraria,
innegable por los contextos de hallazgo de algunos casos. Este grupo de estelas supone una primera manifestación bastante homogénea en su proyección formal e ideológica que anuncia cambios en la estructura de las sociedades indígenas en estos territorios. Las estelas del suroeste más
tardías con decoración compleja del siglo VD a.C. vienen a enlazar en el plano simbólico con las
estructuras funerarias tumulares más antiguas de la etapa tartésica orientalizante (Ruiz
Rodriguez, 1997, 63-64). El ejemplo comentado de la necrópolis de SetefiUa (v. supra) seria. en
este sentido, paradigmático. Al compás de la desaparición de las estelas decoradas en el curso del
citado siglo, elementos de prestigio como Jos braserillos, jarros o quemaperfumes, se integrarán
en el ajuar de las tumbas tartésicas más destacadas. El proceso de monumentalización de la tumba
en la Península Ibérica, desde nuestro punto de vista, marca otro punto de inflexión en este
periodo, donde ha quedado demostrada la presencia de enterramientos principescos, definidos
por su monumentaHdad arquitectónica y/o la manifiesta riqueza de sus ajuares (Aubet, 1984).
En los núcleos fenicio-púnicos del sur peninsular también se documentan monumentos funerarios, que han podido ciertamente influir en el propio proceso de monumentalización de las
necrópolis ibéricas. Las cámaras construidas o excavadas en la roca son. en esta línea. interesantes como solución arquitectónica. Los elementos señalizadores o construcciones exteriores a
la tumba en estos núcleos -necrópolis de Laurita. Trayamar, Jardín, Puente de Noy o Cádiz-, en
forma de cipo, estela o torre, han sido interpretados como indicadores del lugar. tal vez sagrado,
en el que se enterraba el difunto, posible receptor además de un culto fúnebre y de rituales
diversos como libaciones (Ramos Sáinz, 1987, 49-52). Pero, centrándonos exclusivamente en las
estelas (fig. 3), en la necrópolis de la antigua Baria fueron hallados diversos elementos monumentales entre los que hemos de destacar estelas de piedra de diversos tipos, presentadas por
Astruc ( 1951, láms. L a LII), algunas de ellas con epigrafía y figuración antropomorfa.
Recientemente, Belén (1994) ha analizado los diferentes tipos y ha recogido toda la información
disponible acerca de las tumbas en que se hallaron las estelas, cipos y altares de Villaricos (6).
Así, se ha distinguido una interesante diversidad de estelas sencillas de base rectangular, acabadas en punta o con el extremo redondeado, entre las que se destaca la única estela epigráfica,
fechada a fines del siglo V o principios del siglo IV a.C. En relación con las anteriores piezas, el
panorama de las estelas pl1nicas del sur peninsular, se completa con el conjunto de la necrópolis
prerromana de Cádiz (Belén, 1992-1993), en cuyo paisaje debió ser frecuente la presencia de
estos monumentos ante la tumba. Tampoco podemos olvidar el ejemplar aislado hallado en Rio
nnto (Huelva), sin contexto arqueológico conocido, que presenta forma piramidal (Garc(a y
BeUido, 1952, fig. 392).
Con paralelos evidentes con las anteriores piezas de Cádiz o Villaricos y explícitamente con
algunos ejemplos concretos (Astruc, 1951, lám. L, 3 y 6), hemos de citar el hallazgo, fuera del
ámbito peninsular, concretamente en la isla de Ibiza. de tres cipos hallados en el sector de Can
(6) Tamb~ es conocido el hallazgo en este recinto funcrwio de oeras piezas escultóricas (Asuuc. 19S l. 81} como la conocida
esf
rnge. una dama sedente t«fala y un fra¡meoto de figura IUWopomorfa (Chapa. 1985. SB-S9, con la blbliograffa anterior).
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Partit de la necrópolis del Puig des Molins (Gómez BeiJard, 1990, figs. 82 y 83; láms. XXXIV,
LVD y LX). Todas las incineraciones asociadas estaban bien datadas en el siglo VI a.C. Parece ser
que existen otros ejemplos procedentes de viejas campaftas de excavación en la isla, que aún permanecen inéditos. Se trata de cipos de dimensiones modestas de piedra local, destinados sencillamente a indicar un lugar de enterramiento. En La propia isla de Ibiza se documentó igualmente
una estela púnica con paralelos en el ámbito cartaginés, procedente de una posible necrópolis no
excavada en las cercanías de la ciudad (Almagro Gorbea, 1967). La estela de Can Rafalet, hallada
de manera casual en 1965, presenta forma cuadrangular y se remata en la parte superior por un
frontón triangular cuyos vértices laterales tenninan en volutas. Se representa en este ejemplo una
figura masculina en actitud orante, acompañada de una inscripción en la parte inferior.
Teniendo en cuenta estos ejemplos que anteceden y se desarrollan en algunos casos paralelamente a la cultura ibérica, la culminación del proceso que tratamos de poner de relieve, no obstante,
será llevado a cabo por esta última. A partir del siglo VI a.C. surgen los primeros monumentos funerarios con repertorios escultóricos y los primeros programas decorativos complejos externos a la
tumba. En relación directa con el nacimiento y la consolidación de un nuevo sistema socio-económico, el recurso a la piedra como soporte iconográfico en las necrópolis y la utilización de un lenguaje cultural común constituyen verdaderamente cambios significativos con respecto a las manifestaciones citadas de etapas precedentes (Chapa. 1996). Será precisamente en las necrópolis donde
se conjugue la exaltación del prestigio y la exhibición del poder de las nuevas élites aristocráticas.
El espacio funerario se convierte as( en espacio cosmológico. La plástica funeraria ibérica puede
ser considerada como la primera expresión generalizada de la imagen de una cultura. la más importante y representativa del mundo prerromano peninsular (Santos Velasco, 1996, 115). Unidos a esta
nueva manifestación aristocrática, probablemente se hallan procesos de legitimación del poder y,
quizás en ocasiones, de sacralización de sus símbolos, así como la idea de carisma.
2.2. EL PAISAJE FUNERARIO IBÉRICO
A partir de los primeros trabajos de Almagro Gorbea ( 1983a) sobre Pozo Moro se abre una
vía de investigación en la arqueología ibérica: el estudio del paisaje monumental de las necrópolis. Desde finales de los ochenta y durante la presente década, a partir de los nuevos descubrimientos y las renovadas reflexiones en la interpretación de los restos monument.ales funerarios,
la línea de trabajo inicial ha ampliado mucho sus horizontes, de tal manera que la primera tipología está superada. Nuevas excavaciones y trabajos de investigación han ratificado la validez
general de la propuesta de Almagro, aunque lógicamente, la han ampliado y enriquecido.
En la necrópolis de Los Vtllares de Hoya Gonzalo se documentó la colocación de esculturas
directamente encima de los túmulos funerarios, al modo de estelas sin pilares (Biánquez, 1993,
124), circunscritas a determinadas iconografías -caballeros-, dejando las esculturas zoomorfas
para el tipo tradicional coronando el pilar. Sobre la base del catálogo monumental del Cabecico
del Tesoro de Verdolay se planteará la existencia de esculturas de personajes entronizados
exentos, posible variante simplificada de Jos pilares-estela (Page y García Cano, 1993), aunque
conceptualmente similares. Las excavaciones en la necrópolis de Cabezo Lucero darán a conocer
plataformas ornamentadas, soporte de esculturas (Llobregat y Jodin, 1990, 112) y la presencia de
toros estantes, a veces con tímpano entre las patas. También se ha apostado por la existencia de
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fachadas monumentales (Lucas y Ruano, 1990, 43-64), paramentos con nicho ornamental u hornacinas decoradas y altares (Castelo, 1990), así como más recientemente, por la nueva valoración
de una serie reducida de esculturas de animales fantásticos que verosímilmente podrían aparecer
representadas por parejas (Izquierdo, en prensa a). En síntesis, estelas, altares, plataformas monumentales rematadas por una comisa moldurada, así como personajes entronizados y esculturas
dispuestas sobre los propios empedrados tumulares; series dobles de pilares o construcciones que
integran parejas de animales en una fachada; nuevas soluciones que amplían la clasificación inicial de Almagro Gorbea. Por tanto, se presentan como una pluralidad de construcciones que nos
hacen pensar efectivamente en monumentos en los que hay una posibilidad de selección y de
voluntad por parte del personaje que los erige (Chapa, 1995, 190-191 ). No existe una producción
en serie (7), sino que se trata de monumentos particularizados.
• TIPO 1- Tumbos sencillas.
1.1.- Sin ningún tipo de señalización apreciable actualmente.
1.2.- Con indicación mediante adobe o laja de piedra.
1.3.- Con amontonamiento de piedras.
• T[PO 2- E.vtructuras tumulares.
2.1.- Sencillas. de sillarejo o sillares; cuadrangulares o rectangulares; con o sin gradas;
de pequeñas dimensiones (inferiores a 4 m de lado).
2.2.- Complejas/ principescas. de sillarejo o sillares; cuadrangulares o rectangulares:
con o sin gradas; de grandes dimensiones (en torno o superiores a 4 m de lado}.
• TIPO 3- Estructuras de mamposterla.
• TIPO 4- Tumbas de cámara hipogeo o semihipogea.
4.1.- Estructuras de piedra, construidas subterráneas o excavadas.
4.2.- Estructuras de adobe, semiexcavadas o construidas en superfic. e.
i
• TIPO S- Programas formoles y decorativos de carácter monumental.
S. l.- Monumentos turrifonnes.
S.2.- Pilares-estela.
S.3.- Plataformas decoradas.
S.4.- Esculturas sobreelevadas:
a) - Personajes sedentes o entronizados masculinos o femeninos.
b) - Jinetes o caballeros.
e) - Personajes estantes masculinos o femeninos.
d)- Bustos masculinos o femeninos.
e) - Esculturas zoomorfas.
f) - Grupos escultóricos.
S.S.- Otras e~tructuras monumentales:
a) - Fachadas decoradas.
b) - Hornacinas decoradas.
e) - Altares o aras.
S.6.- Estructuras de tipología indeterminada.
a) - Monumentos que integran parejas zoomorfas.
• TIPO 6- Estelas.
6.1.- Estelas antropomorfas o estatuas-estela. masculinas y femeninas.
6.2.- Estelas decoradas, con o sin epigraffa.
6.3.- Estelas epigráficas sin decoración.
Cuadro 1.- Propoesb sobre la moaUIIlalt.wllrac:iM de la tumba lb&lca, sqán Izquierdo (1997).
(7} En otros 6mbi10S del Mcditenineo antiguo como la Grecia del s. VI a.C•• d fenómeno de los c:ncargos de escultura funervia es cada vez mejor oonocido (Viviers. 1992. passim). Y, en es1e sentido. 110 parece documenlai'Se en los ta1ktes iticos arcaicos
una producción en serie "a la espera del destioawio". sioo que ~ funcionan a panir de encar¡os pcnooalizados. La epigrafia ha
desvelado numerosas claves en esta lfoea.
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TIPOLOGÍA E ICONOGRAFÍA DE LAS ESTELAS ffiÉRJCAS
269
Fruto del estudio de un tipo monumental como es el pilar-estela y su integración en el paisaje funerario ibérico (Izquierdo, 1998a), una de nosotros ha efectuado una propuesta abierta y
flexible acerca del grado o los niveles de monumentalización de la tumba ibérica (cuadro 1).
A modo de ejemplo, para el tipo 1 -tumbas sencillas-, contamos con abundante documentación en gran parte de las necrópolis excavadas. Los restos cremados de los difuntos, a grandes
rasgos, se depositan bien directamente en un hoyo excavado en la tierra, bien en un vaso funerario enterrado en el suelo (8). El enterramiento puede no tener ningún tipo de seiialización conservado o bien estar indicado mediante adobes, una losa o un amontonamiento de piedras, como
en la necrópolis del Cabezo Lucero (9) (Guardamar del Segura). Más complejas son las estructuras tumulares (tipo 2), tan bien documentadas sobre todo en el ámbito del sureste peninsular
(Blánquez, 1990), de forma cuadrangular o rectangular, más o menos sencillas, de hasta 4 m de
lado, de sil.larejo o sillares, con o sin gradas, tales como la "tumba de las damitas" del Corral de
Saus (Mogente); o bien, estructuras complejas. conocidas como "principescas", de mayores
dimensiones y grado de monumentalidad, igualmente de siUarejo o sillares, con o sin escalonamiento, tal como la conocida tumba núm. 200 de El Cigarralejo de Mula. A medio camino entre
los empedrados tumulares y las tumbas de cámara, podrían situarse las denominadas estructuras
de mampostería (tipo 3 de nuestra clasificación), que utilizan un sistema constructivo mixto con
mampostería y adobes para el alzado, reconocido en la necrópolis de Castellones de Ceal
(Hinojares) (Chapa, Pereira y Madrigal, 1993, 413-416). Las tumbas de cámara, por su parte,
(tipo 4) pueden ser clasificadas en estructuras de piedra o de adobe; las primeras, bien construidas
bajo tierra, o bien excavadas, pueden ser ilustradas con el magnífico ejemplo de la cámara sepulcral de Tútugi en Galera y las segundas -subtipo 4.2.-, con alzado de adobe, serniexcavadas o
construidas en superficie, se encuentran también en CasteUones de CeaJ ( 10).
En cuanto a los programas decorativos que exaltan la tumba (tipo 5) encontramos una rica
diversidad y muy distintos grados de monumentalidad. Destaca el monumento en forma de torre
del tipo Pozo Moro, único y excepcional en su conjunto (Almagro, 1983a); los pilares-estela
(Almagro Gorbea, 1983b; Izquierdo, 1998a); las plataformas monumentales, como las citadas del
Cabezo Lucero (Llobregat, en Aranegui, Jodin, Llobregat, Rouillard y Uroz, 1993); las esculturas
sobreelevadas de personajes entronizados masculinos, caso del Cabecico del Tesoro (Ruiz
Bremón, 1991) o femeninos, caso del Cigarralejo (Cuadrado, 1995); esculturas de jinetes, como
el caballero de Los Villares (Blánquez, 1993), posibles personajes estantes o bustos masculinos
o femeninos, asf como esculturas zoomorfas y grupos escultóricos, cuya presencia podría deducirse en algunas necrópolis a partir del hallazgo de fragmentos de esculturas antropomorfas y/o
zoomorfas reempleados, como parece revelarse, con aún muchos interrogantes, para el caso de
La Alcudia de Elche. Pero también dentro de este conjunto de monumentos se ha supuesto la
existencia de otras estructuras, tales como las fachadas decoradas en Cástulo (Lucas y Ruano,
1990) o las hornacinas decoradas y altares -en El Cigarralejo- (Castelo, 1990). A estos tipos
podrían sumarse otras estructuras de tipología indeterminada, propuestas a partir del hallazgo de
esculturas zoomorfas pareadas -monumentos que integran parejas de animales como esfmges o
sirenas y, en algún caso, leones (Izquierdo, en prensa)-.
{8) No es nuestro objetivo en este trabajo extendemos sobre estos aspectos. Pata ello existen trabajos específiCOS como el
de Rafel ( 1985): asimismo. a modo de sCntesis pan los distintos territorios del mundo ibmeo. cf. BIAnqua y Antona ( 1992).
(9) Lajas ~lreaS se han doc:umcnlado en esta ncaópolis en el cuadro A.8 (Jodin. en Aranegui. Jodin. UobreJat. Rouillatd y
Uroz. 1993. 40): asf como amontonamientos de piedras en los puntos 29. 34. 69 y 15 (ld~m. 1993. 39).
(10) Tumbas nl1ms. 5066. 5617 o 5719 (Chapa y Peteira. 1986).
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ISABEL IZQUIERDO Y FERRAN ARASA
Finalmente, contamos con el conjunto de estelas (tipo 6), sobre el que nos extenderemos
en este trabajo, en el que se distinguen diversos subtipos (Lucas, Ruano y Serrano, 1991;
Oliver, 1996), según criterios tipológicos e iconográficos, como las antropomorfas o estatuasestela, masculinas -Altea la Vella (Morote, 1981) o la recientemente publicada de Nogueruelas
(Arasa e Izquierdo, 1998)- y femeninas -como el ejemplo de La Serrada (Izquierdo y Arasa,
1998)-; las estelas decoradas, entre las que destaca el grupo del Bajo Aragón (Marco, 1978),
en algunos casos con epigrafía, y, finalmente, las estelas epigráficas (Mayer y Velaza, 1993),
no decoradas.
2.3. ESTELAS, CIPOS Y PILARES-ESTELA
La estela funeraria, desde el punto de vista morfológico, podría definirse como una estructura arquitectónica de desarrollo vertical, posible soporte de figuraciones y textos, cuya anchura
se destaca para la disposición del mensaje iconográfico y/o lingüístico. La estela ibérica, como
tipo monumental, comparte con los pilares-estela elementos formales, decorativos, valores y funciones. Si formalmente se trata de monumentos diferenciados, en el plano conceptual no estamos
~nte tipologías autónomas. Estelas, pilares y cipos en ocasiones son confundidos en la bibliograffa (11). La terminología, en ocasiones, puede ser polivalente y las distinciones entre tipos
pueden derivar de necesidades normativas de clasificación en la actualidad, más que de específic.as o determinantes diferenciaciones en el pasado, al menos conceptualmente (12).
Hay dificultades a la hora de atribuir definiciones ónicas y precisas a algunas piezas, que
además de tratarse de estructuras funerarias de desarrollo vertical con alguna o todas sus caras
decoradas -estelas-, presentan un matiz diferencial añadido como la hipotética capacidad de ser
receptora de algún tipo de función ritual. Así, en diversos ejemplos ibéricos al cipo se le ha atribuido una funcionalidad suplementaria -como la posibilidad de realizar libaciones- al carácter de
monumento funerario que presenta. Muñoz (1983) definió de esta manera el bloque hallado en la
necrópolis de El Poblado de Coimbra del Barranco Ancho (Jumilla). Su designación como cipo
funerario ha sido seguida por la mayor parte de la investigación. Se trata del conocido cipo decorado con figuración compleja, que ha sido posteriormente considerado como elemento sustentante del monumento funerario, tipo pilar-estela, propuesto para la sepultura m1m. 70 de esta
necrópolis (lniesta, Page y García Cano, 1987). Por otro lado, cabe citar el hallazgo del cipo
decorado de la necrópolis del Corral de Saus (Mogente). Este gran bloque rectangular, mal conservado, de morfología parecida a la anterior, presenta una de sus caras mayores rebajada, aunque
( 11) En la Utetat.ura especializada oo erute apenas unanimidad al utlUzar estos tmninos. Hemos de c:onst.aW que ellámioo
estela se emplea pata la definición de monumentos funervios indicadofes de tumbas -función tambibl del cipo-. que puede COOl.lr
con decoración y una iconografia que ototga un valor simbólico suplementario al de mero signo-marcador del entenamiento. Segán
algunos vocabuJarios al uso ~reridos a la escultura antigua. el cipo es definido como una pequefta estela con forma de pilar cuadrado
(AAVV. 1978).
(12) Para el mundo fenicic>-pc1nico. Tore ( 1992, 178-180) distinguió en~ las tsttlas o losas pW"eas clcslaaldas por su liguI'IICión incisa o en relieve en su cara anlel'i«. mis destacada. con predominio del sentido de la anchura: los cipos o piedru seftali.
zadoras de tumbas, de t.amdo y tipología variada, con prtdominlo del sentido de la altura; los Mtilos, con forma humana y rasgos
fiSOOÓIII.ÍCOS en ~lieve sobre la cara anterior: y los altaru. de medianas o pequellas dimensiones. generalmente de base lrOOCOpiramidal y molduras en la parte superior.
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TIPOLOGÍA E ICONOGRAfÍA DE LAS ESTELAS lBIDuCAS
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se observa parte de un bajorrelieve que representa un jinete (13). La pieza podría ser restituida
bien exenta, o bien como parte de un pilar-estela coronado por una moldura de gola (Izquierdo,
1998a. fig. 121 ). Ambos ejemplos, cercanos en el espacio y en el tiempo, según nuestro criterio,
son exponentes de un mismo tipo monumental.
En otro orden de cosas, estelas y pilares han sido unificados en alguna ocasión como ejemplos de un único tipo de monumento. En el conjunto de estelas del Bajo Aragón (v. infra) algunos
ejemplos como el de Valdevallerías de Alcañiz o, sobre todo, El Acampador de Caspe han sido
descritos como pilares-estela. SeglÍD López Monteagudo (1983) la estela de Caspe viene a
suponer la trasposición, en época posterior, de los antiguos pilares-estela ibéricos. La cronología
de este monumento se ha situado en el siglo II a.C., aunque algún autor, precisamente por su similitud con aquellos, ha considerado que es más adecuado fecharlo en el siglo m a.C. (Beltrán,
1996, 183). Su funcionalidad funeraria y el simbolismo en relación con la heroización del difunto
serían comunes. Efectivamente, esta estela podría compartir con los pilares-estela del Ibérico
Antiguo y Pleno funciones, valores y hasta iconograffas, como la presencia del felino que la
remata (Martín Bueno y PeiJicer, 1979-1980, 418). Es evidente el valor funerario del soporte y
de su iconografia: el león, con toda la carga simbólica y apotropaica, bien conocida en el arte ibérico, y de manera destacada como remate de los pilares (Chapa, 1985, 123-150). Parece más adecuada. no obstante, la definición del bloque de Caspe como estela y no como pilar-estela. dadas
sus características y su indudable vinculación -tanto desde el punto de vista iconográfico y
formal , como cronológico y cultural- con el conjunto de las estelas bajoaragonesas en el que se
inscribe claramente.
En definitiva. volviendo a la cuestión que aquí nos ocupa. hemos optado por una definición
flexible de la estela ibérica (14). La clasificación de las piezas se ha realizado en atención al tipo
y la decoración, distinguiendo en primer lugar la morfología antropomorfa por su carácter singular y distintivo. La iconografia. por otro lado, juega un papel determinante en nuestra ordenación, y así hemos diferenciado los distintos grupos de estelas decoradas -con o sin epigrafía- de
las estrictamente epigráficas, sin ningún tipo de ornamentación.
3. LAS ESTELAS mÉRICAS
3.1. ESTELAS ANTROPOMORFAS
El conjunto de estelas antropomorfas o estatuas-estelas constituye un grupo individualizado
desde el punto de vista tipológico dentro de las estelas funerarias ibéricas, de creciente documentación (Izquierdo, 1998b). Destacaremos inicialmente su variedad en las formas, dimensiones y elaboraciones. Su amplia dispersión en los distintos territorios de la geograffa ibérica y
su amplitud cronológica desde el Ibérico Antiguo al Tardío corrobora su aceptación en la
( 13) En La Alcudia de Elche se documentaron lambitn dos bloques 1abndos -¿es~elas?. ¿frisos decollldos?· coo jioece armado
y cabaiJo e inscripción m un caso (Chipa. 1985. 4S).
{14) Tambim podñan quedar cngloblldos m esta dctinic:.óo de estela ejemplos como el de la plaquita de caliza o pinax de 25
i
ande altura. que se descubrió sobR la lliiDbll nám. 100 de la necr6polis de La Albufcrcta (Alicance) (Uobrcpt. 1972. I.SO..ISI .
lú\s. vn y XXX). Esta plaquita polic:romada. que se alzaria sobR el encerramiento. representa una composicióo coo un personaje
femenino -hilandera- y ouo masculino m una escena de despedida.
-27 1-
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ISABEL IZQUIERDO Y FERRAN ARASA
212
sociedad ibérica. Las piezas objeto de nuestro análisis son (cuadro 2) las de La Serrada de Ares
del Maestre (Castellón) (Izquierdo y Arasa, 1998) (fig. 4), Altea la Vella (Alicante) (Morote,
1981) (fig. 5, 1). El Mas de Barberán de Nogueruelas (Teruel) (Arasa e Izquierdo, 1998) (fig. 5,
2) y Espejo ( 15) (Córdoba) (Lucas, Ruano y Serrano, 1991 ).
--
Elpejo (JMn)
Figura 4.- Estelas antropomorfas o estatuu-atela IWricu. Sl¡los V/ lV-W 1 a.C.
YACIMIENTO/
LOCA.LIZACIÓN
ICONOGRAF(A
CRONOLOGfA
BIBLIOGRAFfA
Altea la Vellal l
Allta la VeUa. Alicante
Masculina·Annu
S. V-IV a.C.
Morote (198 1}
El Mas de Barbeñn/1
Nogueruelas. Teruel
Masculina·Annu
S. ll·l a.C.
Arasa e ~uíerdo
( 199 )
La Semdal l
Ares Maes~. Castellón
Femenina-Joyas
S. IV·U a.C.
Izquierdo ~ Arasa
Espejo/1
Espejo. Córdoba
Femenina-Joyas
S. IV-m a.C.
Lucas, Ruano )
Serrano ( 1991
NÚM. ESTELAS
( 199 )
Cuadro 2.- Estelas antropomorfas IWricas dtaclas en el texto.
( IS} Como paralelos directos de ~ta pina 5e han seaalado dcnas piezas de los coqjuntos vocivos de Torreparedooes
y TorrebenzaiL uf como algunas esculturas del Cerro de los Santos de Montealegre del CastUio y diversas esculturas cordobesas.
una de las cuales ·figura masculina del Cmo de los Molinillos de BfiCt\8· podrfa incluine en la serie de ~telas anlropOIDOI'fas (Luc:as.
Ruano y Serrano. 1991. 303).
- 272 -
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TIPOLOGÍA E ICONOGRAFI'A DE LAS ESTELAS IBÉRICAS
2
3
Figura 5.- Estelas ibéricas con decoración figurada. 1- Estela antropomorfa masculina de Altea la Vella
(Alicante) (foto J. Gisbert). 2- Estela antropomorfa masculina con inscripción del Mas de Barberán
(Nogueruelas, Teruel) (foto, a utores). 3- Detalle de la es tela de El Acampador (Cas¡>e, Zaragoza)
con registro de escudos e inscripción (foto, Beltrán, 1996). 4- Estela de El Mas de Magdalenes
(Cretas. Teruel) (foto, Beltrán, 1996).
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273
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ISABEL IZQUIERDO Y FERRAN ARASA
En cuanto a los materiales utilizados, como ocurre en general en la arquitectura y la escultura ibérica, se utilizan areniscas y calizas de procedencia generalmente local. Se trata de piedras
blandas, de texturas más o menos homogéneas, que se pueden labrar fácilmente. Los bloques son
monolíticos prácticamente en todos los casos considerados y presentan formas variadas: prismáticas cuadrangulares, al modo de un pilar en Altea la Vella -108 x 29 x 20- ( 16); tendentes al rectángulo en Nogueruelas -135,5 x 29,5 x 13- y Ares del Maestre -83,5 x 21 ,2 x 12-; o troncopiramidales en el caso de Espejo -45 x 26 x 24-.
En lo que respecta a las dimensiones, la altura presenta tres formatos diferenciados: las
piezas con figuración masculina se sitúan ambas por debajo de 150 cm; la estela de Ares se aproximaría a 100 cm -sumando el módulo de la cabeza no conservada-; y la de Espejo superaría los
50 cm, siendo la pieza de formato menor. En cuanto a la anchura, de nuevo las piezas de Altea y
Nogueruelas tienen similares características (29 cm); las piezas con figuración femenina presentan medidas ligeramente inferiores (26/21 cm). Los grosores, finalmente, oscilan desde los 24
cm en Espejo, los 20 cm en Altea, basta los 13/ 12 cm de las piezas recientemente publicadas de
Ares y Nogueruelas.
La representación de la figura humana es en general esquematizada, tendente a la abstracción y la geometrización. La imagen de la cabeza, desafortunadamente, no es conocida, bien
porque las piezas están fragmentadas y ésta no se conserva -en la mayor parte de los casos-, bien
porque se abstrae su representación, como en el ejemplo de Nogueruelas. Los hombros aparecen
figurados, ya sea integrados en el desarrollo del bloque y resaltados a veces mediante la técnica
de la incisión, o ya sea modelados y alisados, ligeramente asimétricos, como en el caso de
Nogueruelas. Las extremidades superiores siguen distintas convenciones, como en las estelas de
Altea y Espejo, donde aparecen flexionadas por el codo y con los antebrazos apoyados sobre el
tórax en posición asimétrica. Las manos en estos casos no están unidas. A veces no es explícita
su representación, como en la estela de Ares del Maestre, donde quedan ocultos cubiertos por el
pesado manto que viste la imagen. Las extremidades inferiores no se representan en ningún caso
a excepción de la estela de Altea, en cuya cara frontal aparecen incisos los pies del personaje masculino, como en algunos exvotos ibéricos.
Con respecto a la iconograffa, contamos con dos tipos genéricos: por un lado, la dama, entendida como la representación de la imagen femenina, ataviada a la usanza ibérica con sus mejores
prendas -túnicas decoradas con o sin cinturón y mantos decorados- y adornada con joyas tales
como collares, colgantes o brazaletes. Por otra parte, conocemos el tipo del personaje masculino
portador de armas o guerrero, que puede aparecer vestido con túnica y cinturón, dotado de varias
armas ofensivas o defensivas. Pero, si analizamos los casos de manera pormenorizada, la vestimenta por ejemplo muestra algunas diferencias. En las representaciones masculinas, tan sólo el
personaje de Altea muestra una túnica larga con escote "en V" y ancho cinturón liso que aparece
representando sobre las cuatro caras de esta estela concebida como un pilar. En el ejemplo de
Nogueruelas, muy esquemático, no se labra ningún detalle de la indumentaria. Las figuras femeninas aparecen vestidas con túnicas rectas decoradas, como en el caso de Espejo, donde el cuerpo
inferior de la túnica aparece profusamente ornamentado con motivos geométricos dispuestos en
bandas horizontales. Incluso en este último ejemplo se ha apreciado la utilización de pintura y
( 16) Las dimensiones (altura x anchura x grosor mámnos) se expresan siempre en cm. Aquellas medidas que con seguridad
pueden considerarse incompletas figuran entre parintesis.
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TIPOLOGÍA E ICONOGRAFÍA DE LAS ESTELAS IBÉRICAS
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algún tipo de pasta o estuco que rellena algunas incisiones. La túnica de la dama de La Serrada
está ceñida por un ancho cinturón decorado con colgantes que presenta una cenefa bordada inferior. Delimitando lateralmente la estela se resaltan los bordes que corresponderían al grueso y rico
manto que, sobre la fina túnica ornamentada, cubre a las más destacadas damas ibéricas. Las
joyas que muestran estas damas son en ambos casos collares: la de Ares presenta tres rígidos concéntricos, a modo de elipse, con un colgante central cada uno. La dama de Espejo porta un
posible collar de dos weltas acoplado al escote en pico de la túnica.
El modelo de dama que estudiamos ofrece elementos y rasgos compartidos con otras representaciones femeninas y en particular con esculturas ibéricas en la indumentaria y adornos
(Izquierdo y Arasa, J998). No obstante, las damas de La Serrada y Espejo se inscribirían estillsticamente en un grupo de segundo rango, lejos de la gran plástica ibérica. La controvertida
"dama" de Cehegín (Lillo y Melgares, J983), procedente del yacimiento de El Tollo (Cehegín,
Murcia), podría integrarse también en este segundo grupo. La imagen de la "dama", de apariencia
esquemática y rígida, tallada sobre un bloque prismático dispuesto sobre plinto, representa, con
estilo tosco, a una mujer que porta en su mano izquierda un espejo y en su derecha, probablemente, un vaso. Esta escultura de época ibérica avanzada podría inscribirse también en la categoría de estatua-estela femenina (Izquierdo y Arasa, 1998, 191, lám. 7).
El armamento, por otro lado, constituye la caracterización iconográfica más destacada en las
estelas con representaciones masculinas. El personaje de Altea la Vella muestra frontalmente un
cuchillo afalcatado ( l 7), muy próximo a su mano izquierda. Sobrepuesta al antebrazo derecho, a
la altura del codo, aparece una espada de empuñadura de antenas, que viene a descansar en la
parte inferior del cinturón que ciñe la túnica. En la estela del Mas de Barberán, sobre Jos hombros se representan las correas que sujetan un disco-coraza pectoral dispuesto en el centro del
torso. A modo de paralelos iconográficos en la estatuaria ibérica, son numerosos Jos ejemplos de
representaciones masculinas con armamento, sobre todo ofensivo, pero también defensivo.
Encontramos esculturas masculinas con espadas en los grupos del Cerrillo Blanco y Cerro de los
Santos (Ruano, 1987, I, figs. 38 y 40). Con respecto a los discos-coraza. destacamos el caso de
los guerreros también del Cerrillo Blanco (Negueruela, 1990, 141-148), entre otros (Arasa e
Izquierdo, 1998, 87-92).
Otra cuestión que trataremos es la cronología, sobre la que se plantean dudas derivadas esencialmente de la ausencia de contextos precisos. La estela de Altea podría situarse en un momento
antiguo no determinado, posiblemente entre Jos siglos V-IV a.C. La tipología del armamento
representado y el contexto ceramológico asf lo indican. Para la pieza de Espejo se ha propuesto
una fecha insegura de finales del siglo IV en función de su carácter esquemático y la conjunción
de tradición antigua y asimilación de influjos externos (Lucas, Ruano y Serrano, 1991, 318). La
estela de La Serrada correspondería a un momento intermedio entre la incorporación de las
grandes damas al repertorio de la plástica ibérica y la serie de las estelas epigráficas, de cronología ya más tardía, por lo que puede fecharse entre Jos siglos IV y ll a.C. El ejemplar más tardío
es el de Nogueruelas, que presenta una inscripción en signario ibérico noribérico y se data ya
entre los siglos ll y 1 a.C. Esta estela ha sido asociada a la necrópolis donde se halló un lote de
armas ~básicamente lanzas, espadas del tipo de La nne y puñal- datado también desde fines del
( 11) Este elemento presenta coonocaciooes simbólicas rituales y/o sacriliclales en la c:ultura ibmca. ldemú de un valor de
presti¡io (Quesada. 1997. l. 523·533).
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ISABEL IZQUIERDO Y FERRAN ARASA
Flaura 6.- DilperslcSa ele las estelas antropomorfas o estatuas estela lb&lcas en la Pen.fasula dtlldas en el tato.
m
siglo
al siglo 1 a.C. (Izquierdo, 1999). En definitiva, se observa, pues, un arco cronológico
amplio donde la estela epigráfica de Nogueruelas asegura la perduración de esta serie en época
ibérica tardía, ya en contacto con el mundo romano.
En síntesis, las estelas antropomorfas ibéricas conocidas se reducen a escasos ejemplares (18).
Las piezas que hemos comentado, presentan rasgos compartidos en su estructura general, figuración antropomorfa y escasos alardes técnicos, pero manifiestan asimismo diferencias en sus
dimensiones, forma y decoración. Su localización geográfica, a su vez, las sitúa en territorios
muy distintos entre sí como la campiña cordobesa, la costa alicantina y la montaiia turolense-castellonense (fig. 6). Se trata de piezas singulares que revelan un marcado interés por representar
determinadas categorías de estatus y género, a través de atributos específicos y caracterizadores.
La precisión en los detalles anatómicos o la calidad en la labra son cuestiones secundarias.
Estamos ante talleres locales, caracterizados por un estilo poco cuidado y el trabajo con modelos
idealizados en los que la sociedad ibérica se reconoce. Personajes de ambos géneros, en todo
caso, pertenecientes a la élite de la sociedad que suponen la personificación del difunto tras la
muerte eo un monumento pétreo. Un simbolismo funerario, pero también conmemorativo, y
quizás ritual en el caso de Altea, se unen en estas piezas, con particularidades propias.
(18) Según las apreciacíooes de Luca.s, Ruano y Semmo (1991. 309). algunas de lu estelas epiplic:u GOmO liS de Canetlo
Rola. 8alassal o Cabene$ manifle5tan una fonna no totalmente ~ular, posiblemente 1111t0p0Cn0ña. Sin cmbar¡o. la moñol<>&fa
de esw piezas no pcnnite. en niiCSII'I opinión. calificarlas en absoluto de 1111rop01norfu. V. infra, liS este.las cplarific:as ibmcas.
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TIPOLOGfA E ICONOGRAfÍA DE LAS ESTELAS ffiÉUCAS
277
N
o •
-
, ....
A
Flpra 7.,... DlspershSo ele las estelas ib~rkas con decoradóo eu la Peofnsula dtaclas en el texto.
3.2. ESTELAS DECORADAS
El análisis y la interpretación de la iconografía seleccionada y plasmada en las estelas pueden
ofrecer claves para a proximamos a la ideología de los distintos territorios ibéricos. Además del
antropomorfismo, que hemos definido como una caracterización singular y esencialmente indígena
con una arraigada tradición en nuestra Península, la inclusión de elementos decorativos de muy distinta índole en estos monumentos puede ser reveladora de costumbres e influencias diversas.
Dentro de este epígrafe gen~rico de estelas ibéricas con decoración -y puntualmente en
algunos casos, además, con epigrafía- hemos considerado de forma individualizada diversos
grupos geográficos y cronológico-culturales (fig. 7) tales como, en primer lugar, el del territorio
del Bajo Aragón; los ejemplos del cuadrante noreste peninsular ( 19) -como el caso de Ampurias
o el pequeño grupo constituido por las estelas halladas en Badalona y Barcelona-; y, finalmente,
el de las estelas andaluzas de tradición púnica -Osuna y Marchena-. Valoraremos, en mayor o
menor grado, según los casos, la dispersión de las piezas, sus características morfológicas, iconografía y datación.
Los ejemplares del Bajo Aragón constituyen el grupo más importante de estelas prerromanas
con decoración de la Protohistoria peninsular. Dentro de su estudio sobre las estelas de los conventos Cesaraugustano y Cluniense, Marco (1978) distinguía las piezas de cronología anteimpe( 19) En este grupo son conocidos diversos ejemplares in6ditos COI'I decorlción, seglln el profesor F. Quesada (comunicación
oral). a quien agradecemos sus comentarios.
-277 -
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ISABEL lZQUlER.OO Y FERRAN ARASA
278
rial, que representan una minoría, de Las de época plenamente imperial. Entre las primeras cabe
destacar las estelas gigantes de Cantabria y su ámbito de influencia -Galclácano, Meñaca-, Las
estelas con inscripción ibérica de Clunia y otras dentro del grupo burgalés -Iglesia Pinta y Lara.
asf como otros ejemplares aislados -de Oyarzun e lruña-, cuya cronología se sitúa entre los siglos
U y 1 a.C. Las estelas del territorio del Bajo Aragón (cuadro 3) se incluyen en este grupo y poseen
en conjunto una datación entre el siglo n y la primera mitad del 1 a.C. (v. infra). Estas estelas han
sido objeto de diversos trabajos en el pasado por parte de Cabré ( 19 15- 1920), Boscb Gimpera
(19 J5- J920) y Femández Fuster (J 951 ), basta llegar a Las publicaciones más recientes de Marco
(1976, 1978, 1983-1984, entre otras), Martín Bueno y Pellicer (1979-1980) y Quesada (1994),
sin ánimo de ser exhaustivos.
YACIMIENTO/
LOCAL.lZACIÓN
ICONOGRAFÍA
BIBLIOGRAFÍA
El Palao/4
Alcadiz, Terucl
Jinete· Armas-Orlas
Marco (1976), Belttin (1996, 177)
Valdevallerias/1
Alcalliz, Terucl
Armas-Orlas
Marco (1976). Belttin (1996. 177)
¿San Anlonio?/1
Calac:eice, Terucl
Jinele·Armas-Orla
Marco (1978, 205); Bellrin (1996, 177)
El Mas del Rey/1
Calaceice. Ttnld
Camino de Sarua Anlll
Calaceite. Ttnld
Jinele·Armas-Orlas
Marco ( 1978. 205); Bellrin (1996. 170)
Les MiraveleS/ 1
Vakletonno. Ttnld
Caballo
Marco ( 1978. 207); Belirio ( 1996. 177)
Torre Gacberol 3
Valdmobles., Terucl
Annas-Orlas
Auün (1979); Bellrin (1996, 177)
El Mas de Percbldes/1
Valdmobles. Terucl
Armas-M. geocnM:os
Marco (1978, 207); Bellrin (1996. 177)
El Mas de Pete la Reina/3
Valderrobles. Terucl
Armas-M. zeonXtricos
Marco ( 1978. 207); Bellrin ( 1996. 177)
El Barranco Callplüll
Craas. Ttnld
M. ~
Marco (1978. 20S); Bellrin (1996. 177)
El Mas de Sipla/1
Crew. Terucl
Armas-Orlas
Marco (1978. 20S); Bellrin (1996, 177)
El Tossal de les Focques/1
Cretas, Teruel
Armas·M. geomtuicos
Marco (1978. 205); Bellrin (1996, 177)
El Palomar/!
Oliete. Terucl
Armas-Orla
Marco {1978. 188); Belttin ( 1996, 177)
El Mas de las Maw/1
El Mas de las Malas. Terucl
Arboriforme-Personaje
Ruano (1990)
El Acampador/3
Caspe, Zaragoza
Jine1e -Orla
Manfn-Bueno y Pelliccr ( 1979·80)
La Etmila de S. Marcos/!
Chiprana. Zaragoza
Caballo-Carro
Marco (1978. 204); Belu4n (1996. 177)
NÚM. ESTELAS
Marco ( 1978. 20S)
Cuadro 3.- Estelas ibéricas decoradas del
B~o Arqón.
Desde el punto de vista geográfico, se trata de una serie que aparece concentrada en TerueL, en
las localidades de Alcañiz, Caspe. Cbiprana. Calaceite, Cretas, Valderrobles y Valdetonno y El Mas
de las Matas (20). Se ha supuesto la existencia de un foco central dentro del ámbito bajoaragonés,
al norte, en la ribera del Ebro -Cbiprana. Caspe, etc.- y otro foco al sureste, determinado por las
(20) En d rtdence U'lbejo de Bellñn soln los iberos en Ara¡óo aparece una completa !folesis de los ~gos. su descripción.
deconlci6o. forma. dimcnsiooes, contextos y cronologías (Be.llñn. 1996, 175-183).
-278-
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TIPOLOGlA E ICONOGRAÁA DE LAS ESTELAS IB~RICAS
279
piezas de Cretas y Valderrobles (Marco, 1976, 89-90). En especial, destaca el grupo de Alcañiz,
Caspe y VaJderrobles, que engloba la mayor parte de piezas conocidas, de fuerte personalidad.
La tipologra elaborada por Femández Fuster y Marco venía a distinguir, en smtesis, las
estelas con representaciones figuradas anepígrafas -con el tema de jinetes aislados, jinetes sobre
supuestos enemigos vencidos, caballos, lanzas, medallones o rosetas-, las estelas con iconografía
y epigrafía en signario ibérico -con el tema de las armas y los motivos geométricos-. las estelas
sin iconograffa, sólo con elementos epigráficos y, finalmente, las piezas que evocan la estructura
de los pilares-estela, con epigrafía, donde el ejemplo casi único (21) es el de El Acampador
(v. supra) de Caspe (Martín Bueno y Pellicer, 1979-1980). Esta estela, coronada con relieve de
felino (fig. 5, 3 y fig. 8), destaca por su morfolog(a, iconografía e incluso, según la hipótesis de
distintos autores, como hemos visto, por su posible relación con los pilares-estela ibéricos en lo
que respecta a su forma y decoración (López Monteagudo, 1983, 264). En cuanto a la decoración, a la simbología del león se suma la presencia del friso central con armas -un scutum y tres
caetrae-, que evidencia elementos de prestigio de la panoplia ibérica, sin olvidar la inclusión de
la larga inscripción, que cuenta con elementos nominales (22).
Desde el punto de vista de la morfología de los bloques, en general, pocas son las observaciones que podemos apuntar, básicamente por la aJta fragmentación de gran parte de las estelas
de este grupo. En algunos ejemplos (Beltrán, 1996, 178) las piezas presentan un remate horizontal. En cuanto a las dimensiones conocidas, la aJtura no supera en ninguna de las estelas conservadas completas los 150 cm ( 146 cm en un ejemplar de CaJaceite y 130 cm en uno de Caspe),
aunque hemos de tener en cuenta el estado fragmentario de gran parte del conjunto. Las anchuras
de la mayor parte de las piezas se sitúan por debajo de 50 cm (46, 41, 39, 36, 27 a 26 cm), aunque
también se documenta un formato mayor que oscila entre 70 y 60 cm (en estelas de El PaJao de
Alcañiz o Caspe). En cuanto a los grosores, todos se sitúan entre 27 y 17 cm.
Iconográficamente, jinetes, lanzas, escudos, escenas bélicas y motivos geométricos, componen su universo particular. Representaciones de caballos y armas -sobre todo las lanzas- destacan en estas estelas. Precisamente las lanzas han sido interpretadas tradicionalmente como la alusión al número de victorias ganadas o de enemigos vencidos por parte del difunto, según la visión
de Cabré o Bosch Gimpera (1915-1920, 637-638) o como elemento de índole escatológica, símbolo de la pujanza y la heroización del difunto (Marco, 1976, 85-86). El tipo de representaciones
oscila desde la simplicidad de los motivos geométricos hasta la complejidad compositiva y temática de las escenas figuradas, como la conocida de El PaJao de Alcañiz, con mano, jinete armado,
personaje tendido, buitres, cánido y motivos geométricos secundarios (Beltrán, 1996, fig. J73).
La tradición historiográfica ha valorado fundamentalmente el sentido funerario de estas figuraciones de las estelas, destacando esencialmente la representación del caballo como elemento
sagrado en la heroización del difunto (Marco, 1983-1984). En esta linea interpretativa, recientemente Quesada (1994) ha propuesto una sugerente lectura en atención a una conocida cita de
Aristóteles (Polit. VD, 2, 11 ; 1324b) que alude a la antigua práctica de hincar lanzas o puntas
sobre los enterramientos. Las estelas, así, podrían reflejar esta tradición ritual atribuida a la cul(21) V. supra. La estela de Valdevallcrfas de Akañiz, oon ~de sus caras decoradas. ha sido asociada tambi~n ala tipología
1996. 17S).
(22) Los primeros investigadores que dieron a conocer la pieza insistieroo en la in~ión funeraria. la simbología del
león, que la vincula eon el mundo ib&ico de la costa mediterrinea y el registro eon iconogrlrra de escudos. sin colnlr en la atribución de cada uno a un cnemlgo vencido. segtln las tesis cltiicas de Cabd o Boscb. así como la importancia de la extensa inscripción
ibmca que presenta (Mutln·Bueno y Pelliccr. 1979-1980).
del
pil~r-cstela (Bcltrút.
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ISABEL IZQUIERDO Y FERRAN ARASA
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Figura 8.- Estela de El Acampador (Caspe. Zaragoza), sqún Martút Bueno y Pellker (1979-1980, flg. 3).
-280-
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TIPOLOGfA E ICONOGRAÁA DE LAS ESTELAS mÉRJCAS
281
tura ibérica en un soporte monumental a través de la presencia de annamento. BuriUo ( 1992, 577578) por su parte ya matizó el carácter suplementario de monumento conmemorativo al de exclusivamente funerario de estas estelas, poniendo de manifiesto los problemas derivados de la
ausencia de contextos arqueológicos y la reutilización de algunas piezas. Desde otra perspectiva,
Galán ( 1994) ha resaltado la marcada concentración de estos monumentos, al modo de emblemas
locales, en puntos nodales de la red de caminos de la comarca, y los interpreta en el contexto de
la conquista romana de zonas fronterizas en este territorio. De nuevo, el principal problema planteado en la interpretación de las estelas del Bajo Aragón es la ausencia de contextos que impide
precisar una funcionalidad específicamente funeraria para las piezas. Su código iconográfico
parece articular, efectivamente, como han señalado la mayor parte de autores, un lenguaje funerario, aunque no se pueden descartar en modo alguno otros valores y/o funciones en sus emplazamientos originales, ya sea en las inmediaciones de los poblados o en sus propias necrópolis.
Pero también en ocasiones, junto al clásico repertorio de armas, caballos o jinetes, en disposición más o menos compleja, en las decoraciones de las estelas del Bajo Aragón se añaden
motivos en forma de disco o roseta con radios o lunas, interpretados tradicionalmente como símbolos astrales (Marco, 1978, 99-100). Es el caso de las estelas de El Mas de Magdalenes (fig. 5,
4) o El Tossal de les Forques en Cretas (fig. 9), El Mas de Pere la Reina en Valderrobles (Cabré,
1915-1920, 630-633, figs . 439,440 y 442) o la estela de Torre Gachero de Valderrobles (Atrián,
1979, 174, fig. 13). En algunos casos además estas rosetas o discos protagonizan la ornamentación de la estela. El monumento de El Pilaret de Santa Quiteria de Fraga (78 x 33 x 29 cm),
desaparecido en la actualidad, presentaba este motivo junto a una inscripción ibérica (Fita, 1894;
Dominguez Arranz, 1984, 83; MLH, m, 0.10.1). Estas características decoraciones fuera del
territorio de Aragón cuentan con numerosos paralelos en el centro y noroeste peninsular y concretamente también en las piezas catalanas halladas en Baetulo y Barcelona, que también presentan, como en el caso de Fraga, inscripciones en signario ibérico (v. infra).
A la iconograffa se unen en detenninadas piezas -por ejemplo en El Acampador de Caspe o
El Mas de Magdalenes de Cretas- inscripciones ibéricas (cuadro 4) que otorgan a los monumentos un valor de prestigio suplementario (23). Al mensaje gráfico que proyectan estas estelas,
se suma el mensaje lingüístico que contiene la inscripción (Abásolo y Marco, 1995, 333). No obstante, interesa observar cómo los textos aparecen supeditados a las imágenes y ocupan una posición secundaria en relación a éstas. Asf se observa en la fragmentada pieza de El Mas de
Magdalenes (fig. 5, 4), donde el epígrafe se adapta claramente a la ornamentación del bloque y
se dispone en el escaso espacio entre la orla decorada y el friso con puntas de lanza. En el caso
de la estela caspolina ya citada, la inscripción se sitúa bajo la figuración del felino y el registro
con armas (fig. 5, 3). Podríamos plantear que en estas estelas que combinan imagen y texto, éste
último refuerza la capacidad simbólica de la primera, y quizás en algunos casos precisa o determina su significado.
(23) El singular monumento fWiet'lrio de Vispesa (Tamarite de Liten. Huesa) wnbiln combína fi¡Ul'ICiont$. donde
destaCa la represeo18Ci6n de manos. e inscripciones.
-28 1-
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ISABEL IZQUIERDO Y FERRAN ARASA
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FJaun 9.- Este~u lbáicas da~ A.rag6a, seaúa Cabri (1915-1920, np. 439 a 44l).
1 y l- El Mas de Pere la RdDa. 3- El Mas de Mqdalmes. 4- El Toaal de les Forques.
YACIMIENTOI
NÚM. FSI'ELAS
LOCALIZACIÓN
ICONOGRAFÍA
BIBLIOGRAFÍA
El Mas de Ma¡dalenes/1
Cretas. Terue1
Arnw-M. ~cos
Marco ( 1978. 205): Be11ñn (1996. 177)
El Acampedor/ 1
Caspe. Zlragoza
Felino-Amias
ManJn-Bue.no y PeUicer (1979-80)
El Pilaret de Sanua Quíteriall
Fraga. Zaragoza
Roseta-M. GcomWicos
Fita (1894): Domrngue.z Arranz.
Magallón y Casado (1984)
Cuadro 4.- Estelas Ibéricas decoradas aragonesas con eplgralla.
Fuera del tenitorio del Bajo Aragón, en el área costera catalana (cuadro 5) fueron documentadas dos piezas con decoración y sendas inscripciones que podrían constituir un pequeño (v.
supra) grupo de estelas. Descubiertas en eJ siglo pasado, la estela de Barcelona (Puig i Cadafalcb,
1934, 32) y la hallada en las inmediaciones de Can Paxau en Badalona (Guitart. 1976, 166, lám.
XLIV, 4), reproducen los ya conocidos motivos de la roseta sobre c(rculo y el creciente lunar, a
los que se suma en elllitimo ejemplar, como en el Bajo Aragón, la representación de armas -tres
puntas de lanza- y una inscripción de un nombre latino -CA/0- transcrito en alfabeto ibérico; asf
como otros motivos geomébicos, junto con una inscripción ibérica y la representación de dos delfines en la pieza de Barcelona.
- 282 -
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283
TIPOLOOfA E ICONOGRAÁA DE LAS ESTELAS méluCAS
Los motivos principales de estas dos estelas -discos radiados, crecientes lunares- tienen una
amplia difusión en los territorios del centro y noreste de la Península, tal y como muestra el catálogo de García y Bellido (1949, 321 -385). Como hemos observado a propósito de las piezas del
Bajo Aragón que presentan estas decoraciones (v. supra), en su interpretación ha destacado la
simbología en relación con cuerpos celestes con connotaciones funerarias. Interesa resaltar, por
otra parte, que estos ejemplos, datados entre los siglos J a.C. y 1 d.C., testimonian el fenómeno
de aculturación del que trataremos más adelante a propósito de las estelas epigráficas no decoradas. Se observa la pervivencia de tradiciones indígenas antiguas y su fusión con nuevos aportes
del mundo romano -los delfines por ejemplo son frecuentemente empleados en la decoración de
los monumentos funerarios romanos de época clásica-.
Sin alejamos del territorio del noreste, hemos de citar un ejemplo conocido de cronología
más antigua en relación a todas las estelas consideradas anteriormente. Se trata de la pieza de
Ampurias (Sanmartí, 1988), procedente posiblemente de la necrópolis ampuritana del Portitxol,
del siglo VI a.C. Presenta decoración con un motivo en espiral en ambas caras, que fue interpretado inicialmente como soliferrea y casco corintio, aunque recientemente se ha negado la presencia de tales figurac iones y se ha vinculado la estela con otras series del sur de Francia y
Etruria, con paralelos también en ambientes vilanovianos y Coceos occidentales, de carácter funerario y votivo (Domínguez Monedero, 1994).
YACIMJENTO/
NúM. ESTELAS
LOCALIZACIÓN
ICONOGRAFÍA
BIBLIOGRAFÍA
El PortitxoVI
Ampwias, Girona
Doble motivo en espiral
Sannwtl (1988)
Can Paxau/1
Blldalooa. Barcelona
Roseta-C. lunar-Armas
Guitart (1976. 166)
Bartelooa/1
Bartelona
Roseta-C.Junar-Oelfines
Puig i Cadafalch (1934, 32 y SS.)
Para concluir esta relación de estelas ibéricas decoradas, en el área andaluza (cuadro 6)
comentaremos el hallazgo de otras piezas interesantes de cronología tardía. Por un lado, hemos de
citar la estela de Marchena (SeviJJa), labrada sobre un bloque rectangular con resaltes superior e
inferior y decorada en sus caras frontal y lateral con el tema del caballo en ascensus y la palmera.
García y Bellido (1949, 305, lám. 245) incluyó este ejemplar en su catálogo de escultura romana,
considerándola una probable estela sepulcral, que hasta ese momento había sido vista como cartaginesa. proponiendo una datación en el siglo 1 a.C. Posteriormente se ha considerado que no
existen causas suficientes para retrasar tanto la datación de la pieza y se ha situado en el siglo m
a.C., en correspondencia con las series bárquidas de la ceca de Cart1ulgo Nova, que acuñó
monedas en cuyo reverso estaban presentes el caballo y la palmera (Chapa, 1985, 11 O Járn. Xlll).
,
Esta asociación iconográfica caballo-palmera, unida al soporte de la estela de Marchena, vinculan la pieza sevillana con las estelas púnicas cartaginesas. Como paralelo cercano, podemos
citar el relieve de un sillar, probablemente perteneciente a una estela, hallado en Osuna (Sevilla),
donde se representa una cierva y su cría ante una palmera (Chapa, 1985, 112), tema que evoca
una vieja tradición oriental. Se trata, en definitiva, de dos piezas que configuran un peque6o
- 283 -
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ISABEL IZQUIERDO Y FERRAN ARASA
284
grupo andaluz de estelas decoradas, con un componente o una adscripción púnica evidente, que
trasladan a un monumento pétreo iconografías plasmadas en otros soportes materiales.
YACIMIENTO/
LOC.ALlZACIÓN
ICONOGRAFfA
BIBLIOGRAFÍA
Marchena/1
Sevilla
OlbaiJo.Patmera
Chapa (1985. 110)
Osuna/1
Sevilla
Cierva y cría-Palmera
Olapa (1985. 112)
NÚM. ESTELAS
3.3. ESTELAS EPIGRÁFICAS SIN DECORACIÓN
Entre las estelas epigráficas, aquellas que no tienen decoración y sólo presentan un texto in~
crito en un campo preparado, constituyen el conjunto más amplio. Frente a 5 estelas decoradas con
inscripción, hay al menos 18 cuyo mensaje es exclusivamente escrito. Junto a la morfología (24),
el contenido funerario es el segundo elemento definitorio de este tipo de monumentos. Los estudios de conjunto sobre las estelas son muy escasos. Untermann ( 1990) ha analizado los textos
funerarios que aparecen en todo tipo de soportes pétreos, y, sobre esta base, Oliver ( 1995) ha publicado el único trabajo específico sobre las estelas. En el estudio de estos monumentos pueden distinguirse cinco aspectos que desarrollaremos de manera individualizada: dispersión, materiales,
morfología, textos y cronología.
El área de dispersión de las estelas epigráficas no decoradas es bastante similar a la de las
decoradas, con una mayor concentración en el noreste de la Península (fig. 10). Sin embargo, así
como el principal foco de estelas decoradas, epigráficas o no, se sitúa en el Bajo Aragón, la mayor
concentración de las no decoradas se da en la mitad norte del País Valenciano, especialmente entre
los nos de la Sénia y Xúquer. De manera general, las estelas epigráficas no decoradas aparecen en
una amplia zona que se extiende al menos desde Guissona (LJeida) hasta Llíria (Valencia). A las
15 reunidas por Untennann (1990), hay que afuldir los hallazgos posteriores de BeU-Uoc
(CasteUón) (fig. 11, 1), Guissona (Lieida) (fig. 12) (25) y La Pobla Tornesa (CasteUón) (26). En
conjunto, pues, hemos reunido 18 monumentos epigráficos que con total o bastante seguridad
pueden adscribirse a este tipo (27).
(24) De manera general no pueden oonsiderarse estelas aquellos monumentos que son mú ancbos que aiiOS; esiOS bloques o
losas pueden ser cscelas incomplew o penenec:er a otro tipo díferente de monumentos. En el caso de Sa¡unto. donde encontramos
el conjunto llW amplio de teliiOS ibbicos ~ piedra. no pueden considervsc estelas -aunque en ocasiones asl se denominen en la
bibliografía especialitlda- inscripciones corno F.ll.6. F.ll.l O. F.ll. ll , P. ll .ll y F. l1.14.
(lS) Agradecemos al profesor Joequim Pera. de la Univenital Aulbnoma de Barcelona. eJ blbcmos flcilitldo la infonnlci6o
y las fotografias de la csccla de Guissona.
(26) La lectura de los dos sl¡nos c:onscrvldos del teXto de csca insc:ripcioo no es ~ aunque incompletos en su parte
inferiOI'. no cabe ninguna duda -se¡dn observlcioo de la foto¡nfia- de que su lectura es l.a.{- y no rt.l. 1- corno publica su editO!'.
Con ello no se fiiCilita la idenlificfocloo dcllbmino que figura en el cncabezamicnto dclteltto, pues no se conoce nin¡dn elemento
anll'OpOIIúnioo con lal comienzo.
(27) El contenido funerario de sus teJttos y las propon::iones de algunos monumentos incompletos permiten pensar que wnbi61
otros ep(grafes ibmcos debieron set" en realidad estelas, entre ellos los epfgrafes de Civil en Tmagona (Velaza. 1993), Els TossaleiS
de Les Coves de ViiUOllll en CastcUoo (P.l.l), El Cami del Moll de TeiTIICig en Valencia (Fieu:her y Gisbett, 1994). alguliO.J de los
numerosos teliiOS ~ piedra de 'J'arragona y Sagunto e IPCiuso el mú meridional de los texiOS i~rioos ~ piedra hallado en el
Ceno de Maqui:z de Menjlbaren J~n (H. JO. I).
-284-
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TIPOLOG(A E ICONOGRAFÍA DE LAS ESTELAS lBáJCAS
285
N
A
y....,.
1· \1c. 2~ 3- a.nlll Pwp6U de Mogodl. 4- Fl'lgl.
&- El Aldlll ~ ~ El Morr6n dll Cid. 7- El ... de CcMt:l6
de Dlll. ~ LM 1.Mn11M. f. El 8rc11nrll 1~ La 81118'..,.,
11--..... 12- LlfiL 13- El Pozo.
o
80 100 1110 km
Flpra 10.- DlspenMSn de 1M estelas eplpilku lb&icas sin decondón ea d cuadrante aoreste peninsular.
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ISABEL LZQUIERDO Y FERRAN ARASA
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Figura 11 .- Estelas epigráficas ibéricas. 1- Estela d e Bell-lloc (Castellón} (foto, F. A rasa). 2- Estela de Sinarcas
{Valencia) (foto, Archh·o .I.P.). 3- Estela de Sagunto {Valencia), según Valcá rcel (1852). 4- Estela d e Cabanes
(Caste.Uón) {foto, Museo Arqueológico de Cataluña, Barcelona).
-286-
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TlPOLOGlA E ICONOGRAFÍA DE LAS ESTELAS IBÉRICAS
Figura 12.- Estela epigráfica de Guissona (fotos, Joaquim Pera).
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287
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288
ISABEL IZQUIERDO Y FERRAN ARASA
YACIMIENTO/
NÚM. ESTELAS
BIBUOGRAFÍA
LOCALIZACIÓN
DIMENSIONES
VICII
Barcelona
112.5 X 40 X 37
MUillD.2.1
Guissona/1
l..kida
189 X 38.5 X 17,5
GuiWt tt allii, 1996
Santa ~ua de Mogoda/1
Barcelona
107x52x31
MUIW C.IO
.I
Fraga/1
Zaragoza
78x 33 x 29
MLH m0. 10.1
El Pla deis Vinyets/3
Canet lo Roig. Castellón
(50) X 48 X 12;
(68) X 35 X 13,5;
(55) X 43 X 15
MUI m F.2.1-3
El Morrón del Cid/1
La lglesuela de.l Cid. Teruel
(101) X 55 x 27
MUIWE.8.2
El Mas de Corbó de Dah/1
Benassal. Castellón
(43,5) X 34.5 X 10
MLHWE.9. 1
Les llAnties/1
Bell-lloc, Castellón
(63) x (34) x 17
Arasa. 1989
El BrosseraV1
Cabanes. Castellón
105 X 45 X 26
MLH W F.S.I
La Balaguera/ 1
La Pobla Tornesa. Castellón
(46.5) X 32.5 X 33,5
Allepuz. 1996
Sagunl/4
Valencia
(48,5) X 52 X 37;
(42) X 44 X 20,5; (43) X 48;
137.5 X 38.5
MLH W F.ll.l-3, 1
3
llfria/1
Valencia
(67) X 34 X 37
MUIW F.I3.1
El Poz.tYI
Sinarcas. Valencia
(78) X 43 X 12
MUI m F. l4.1
Dado lo limitado del número de ejemplares, la consideración de grupos es puramente aproximativa. Pueden distinguirse dos pequeños focos en Castellón, con 7 ejemplares, y Sagunto, con
4. Todos los hallazgos del primero se concentran al norte del río Mijares; 3 de sus ejemplares proceden de una misma localidad, y a este grupo puede unirse por su proximidad y similitud la estela
de la Iglesuela del Cid. Este grupo se encuentra situado geográficamente entre el del Bajo
Aragón, constituido en su mayoría por estelas decoradas, y el formado por los epígrafes de la
ciudad de Arse-Saguntum, con 17 textos sobre piedra, de los que al menos 4 pueden identificarse
como estelas. Al norte quedan las estelas de Guissona, Santa Pe~tua de Mogoda y Tona, que
junto a las decoradas de Badalona y Barcelona conforman un pequei\o grupo poco homogéneo y
bastante disperso. Al sur sólo encontramos las estelas de Llíria -de procedencia exacta desconocida- y Sinarcas (fig. 11, 2)
Los tipos de piedra utilizados entre los ejemplares conservados son de procedencia local:
caliza y arenisca. De los 16 ejemplares conservados, 9 son de caliza y 7 de arenisca . En cuanto a
su morfología, las estelas son monumentos concebidos para ser contemplados de pie, con el texto
situado en la mitad superior de su cara anterior. Su forma es la de una losa rectangular.
Estudiaremos los dos aspectos que mejor permiten su caracterización: las dimensiones y el acabado del extremo superior, así como alguna otra particularidad observada en algún ejemplar.
- 288 -
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TIPOLOGÍA E ICONOGRAÁA DE LAS ESTELAS fBÉRlCAS
289
Sobre sus dimensiones, entre los pocos ejemplares conservados íntegros destaca la altura de
la estela de Guissona, la única encontrada en el curso de unas excavaciones, de 189 cm; sigue la
de Sagunto (F. II.l3) (fig. 11, 3), de 137,5 cm (28); Tona: 112 cm; Santa Pe~tua de Mogoda y
la lglesuela del Cid: 107 cm; y Cabanes: 105 cm (fig. 11, 4). De éstas, las que presentan menor
altura parecen estar incompletas; el resto se conserva muy fragmentado y su altura no es representativa. Respecto a la anchura. hay cuatro formatos que concentran un número significativo de
ejemplares. El primero, entre los 32 y 34 cm, con 3 ejemplares: Canet F.2.2 (32 cm), BeU-Uoc
(34 cm) y Benassal (34,5 cm); el segundo, en 38,5 cm, con 2 ejemplares: Guissona y Sagunto
(F. 11.13); el tercero, entre los 43 y 45 cm, con 4 ejemplares: Sinarcas (43 cm), Canet F.2.1 (44
cm), Canet F.2.3 (45 cm) y Cabanes (45 cm); y el cuarto, entre Jos 52 y 55 cm, con 2 ejemplares:
Santa Pe~tua de Mogoda (52 cm) y la Iglesuela del Cid (55 cm). En cuanto al grosor, los
extremos se sitúan entre 1O y 37 cm, y pueden establecerse 4 formatos. Entre 1O y 12 cm, con 4
ejemplares: Canet F.2.l-2 (10 cm), Benassal (11 cm) y Sinarcas ( 12 cm); entre 15 y 17,5 cm, con
3 ejemplares: Canet F.2.3 (15 cm), Beli-Uoc ( 17 cm) y Guissona (17,5 cm); entre 23 y 27 cm. con
3 ejemplares: Les Coves de VrnromA (23 cm), Cabanes (26 cm) y la Iglesuela del Cid (27 cm); y
entre 33 y 37 cm, con 2 ejemplares: La Pobla Tornesa (33,5 cm) y Tona (37 cm).
El extremo superior de las estelas, según el tipo de acabado que presenten pueden dividirse
en 4 tipos que denominamos con letras (fig. 13). En el primer tipo (A), la cabecera presenta un
acabado tosco que le da una forma apuntada, como en el caso de Cabanes, posiblemente acusado
por una deficiente conservación (29). En el segundo tipo (B) este apuntamiento presenta una
cierta reguJarizacióo mediante la elaboración de dos planos inclinados que acaban en otro horizontal, prefigurando el acabado redondeado, como en Canet F.2. 1-2 y posiblemente Bell-Uoc. En
el tercero (C) dicho apuntamiento aparece perfectamente regularizado mediante la curvatura de
los planos laterales que convergen formando el vértice superior; este tipo está representado por
un solo ejemplar desaparecido, Sagunto F. J 1. 13. El cuarto tipo (D) se caracteriza por la cabecera
redondeada, similar a la de un numeroso subgrupo de estelas romanas (ej. SchlUter, 1998), y aparece en los dos ejemplares que presentan un mejor acabado general: Guissona y Sinarcas. La
forma que presenta el ejemplar de la Iglesuela del Cid, con el extremo superior horizontal que le
da la apariencia de una losa, debe responder a su reutiüzación como material constructivo. Un
caso particular es el de La Pobla Tornesa, que presenta los ángulos biselados, rasgo que no encontramos en ningún otro ejemplar.
Respecto a los textos, que aparecen siempre en alfabeto noribérico, trataremos cinco
aspectos: preparación del campo epigráfico, paleografía. puntuación, contenido y estructura. En
primer lugar, la preparación del campo epigráfico es fundamental en estos monumentos, pues el
mensaje escrito debe resultar visible en su cara frontal. Según el tratamiento que se dé al campo
podemos distinguir 6 tipos que denominamos con números (fig. 13). El primero (0) es el simple
alisado de la zona donde debe inscribirse el texto, sin líneas de guía entre los renglones, como
(2!) Aunque esta estela. la l1nica conocida de Sagunto que ha sido visu Integra. 110 se cooserva en la ac:tualidad. la reproducen ~1 ( 1852. SS. fi¡. 11. núm. 107) y Cbabrel ( 1888. U. 184, nllm. 9): el pri.mero. adem4s. indica sus dimensiooes: 4 pies
y 7 pulgadas de altura y 1 pie, 3 pulpdas y 6 IIDcas de aoc:hura.
(29) La defidente conservacido de la cabecera difieulta las posibilidades de clasifiCICido. pues las altetaciooes pomriores
pueden haberle dado un perfil düerente. Así. estelas como las de Santa ~tua de Moaoda o Uíria 110 pueden clasificarse se¡dn
su morfoloala. Otras. como las de <:abanes y Bell·ll~ pueden haber sido alteradas y su lldsc:rlpción tipológica 110 puede consicte.
rane segura.
-289 -
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ISABEL IZQUIERDO Y FERRAN ARASA
290
TIPOS DE CABECERA
e
B
A
D
TIPOS DE PREPARACIÓN DEL CAMPO
,
-o~g,¡
4
3
2
5
TIPOS DE ESTELA
1
\
B. l.
0 .3.
B.4.
0 .5.
Flpra 13.- Croquis eoa la d...tf'lc:aciOO tipol6cica de las estdas lWricM eplarilk:u, sq4D la forma
de la cabeeua y la preparad6o del campo. Ejemplos: Tipo B.L (Caod lo Rola. Castdlóa).
Tipo 8.4. (Bell-~ Castell6a). Tipo D.3. (SIDan:a., Valeoda). Tipo D.S. (Gulssona, Lláda).
-290-
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TIPOLOGfA E ICONOGRAÁA DE LAS ESTELAS ffiÉRICAS
291
sucede en Cabanes y Llíria. El segundo tipo ( 1) se caracteriza por el trazado de las Hneas de guía.
como sucede en las tres estelas de Canet. El tercer tipo (2) presenta el texto delimitado por una
cartela (30), una sencilla línea incisa -similar a las líneas de guía- que rodea el texto, como vemos
en la de Benassal. El cuarto tipo (3) se caracteriza por la combinación de los dos anteriores, es
decir, líneas de gula y cartela, como encontramos en Sinarcas; en este último caso la cartela sigue
la forma redondeada de la cabecera. El quinto tipo (4) ofrece una mayor complejidad, pues presenta una doble cartela, con el texto situado en la parte superior, y está representado únicamente
por el ejemplar de Bell-lloc. El sexto tipo (5) está representado también por un solo ejemplar, el
de Guissona, y presenta el campo rebajado con los márgenes ligeramente biselados; además, las
líneas de pautado aparecen fmamente incisas al modo romano para conseguir unos signos de
altura unifome.
La combinación de los tipos formales (letras) con los propuestos a partir del grado de preparación del campo epigráfico (números), permite clasificar las estelas mejor conservadas de una
manera sencilla e incorporar nuevos tipos que puedan surgir (fig. 13): Cabanes (A.O), Canet lo
Roig (B. 1), BeU-Uoc (B.4), Sagunt F.l1.13 (C.O), Sinarcas (0 .3) y Guissona (0 .5).
En cuanto a la paleografía, Maluquer ( 1968, 67) atribuye la característica regularización de
los grafemas que aparece en casi todos los textos epigráficos a la influencia del alfabeto monetal.
Por su parte, Siles ( 1986, 21, 39) ha señalado que las modificaciones experimentadas por el sistema de escritura ibérico se manifiestan en la aproximación de las grafías indígenas a las letras
capitales romanas, como un primer paso hacia la "latinización gráfica", con Ampurias y Sagunto
como casos paradigmáticos, pero también en la tendencia hacia una escritura orientada cada vez
más hacia la representación gráfica alfabética y el progresivo abandono del silabismo. Por su
parte, Velaza (1996, 253-254) ha señalado la influencia de los modelos romanos en todos los
aspectos referentes a la ordinario del texto, pautado, forma de las letras y en el hábito y formas
de las interpunciones; respecto a la paleografía, ha destacado las transfonnaciones experimentadas por algunas letras en su aproximación a las equivalentes latinas. Sobre esta cuestión,
Rodríguez Ramos ( 1997) ha realizado un primer estudio de datación paleográfica de la escritura
ibérica.
Aunque el uso de puntuación es frecuente en los textos ibéricos en general, en los funerarios
que figuran en las estelas no siempre aparece y, cuando lo hace, las formas que se utilizan se
diversifican y muestran en algunos casos un cierto valor estético. Así, mientras está ausente en
estelas como la de Sinarcas, en tres de Sagunto vemos una buena muestra de dicha diversidad,
desde las más sencillas basta las más elaboradas: en F.ll .l es un solo punto, en F.l l .2 está formada por dos puntos y en F.11 .3 es un aspa. También en la estela de Cabanes adopta la forma de
dos puntos. En la estela de Guissona la puntuación es triangular, similar a la que encontramos en
los epígrafes latinos.
Como han señado varios autores (3 1), la información proporcionada por los textos funerarios ibéricos no debe ser muy diferente de la que se encuentra en los latinos. En este sentido, se
han propuesto varias clasificaciones para los diferentes formularios de las inscripciones funera-
(30) Aunque la cartela puede haber ¡ido uti!Wda tllllbim pea ocro tipo de monumentos diferente a las estelas. "' presencia
en al¡unos epígrafes de reducidas dimensiooes c::omo los de Sant Mllell {F.3.1) y Les Coves de VIIU'Onll {F.4.1). ~e ya menclooado,
permite plaruear la po¡íblc pertenencia de &tos a dicbo tipo de monumento. dado que parece liCI' el mú numeroso.
(31) Uo.ICmWlD, 1984. 111- I IS; UoiCmWlD, MLH ID, 192·194; Silcs, 1986, 40-42; Vclaza. 1996.
- 291 -
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ISABEL IZQUIERDO Y FERR.AN ARASA
rias ibéricas (32). Según la hipótesis comúnmente aceptada, el proceso de latinización habría
introducido progresivamente el estilo foonular romano en este tipo de textos. Así pues, los formularios contenidos en los textos ibéricos y Latinos deben ser, en esquema, bastante parecidos
(nombre, filiación, dedicante, edad, etc); por ello, y como sucede con los latinos, los textos ibéricos presentan una tipología variada, lo que explicruía la falta de regularización.
La presencia de antropónimos acompañados de otros términos, de determinados sufijos o de
marcas, fundamenta esta interpretación. Tres de estos elementos y sufijos, para cuya comprensión se han buscado paralelos en los formularios sepulcrales latinos, se asocian al contenido funerario: afetake y variantes, eban y variantes y se/tar. En esta línea, Velaza ( 1993, 161- 165) ha propuesto para la inscripción de Civil una estructura formular típicamente romana constituida por el
nombre del difunto, la filiación, la edad, el parentesco y el nombre de la dedicante. La existencia
de textos posiblemente bilingües en los que aparecen algunos de estos elementos, para los que se
han propuesto correspondencias semánticas entre términos ibéricos y latinos (afeteki = heic situs
est ; tebanen =coerauit), estos ííltimos con graffas arcaicas, aproxima cronológicamente ambas
formas de expresión escrita. Para el elemento eban, Velaza ( 1994) ha propuesto la identificación
de marca de filiación. Por último, el término seltar es un elemento del formulario funerario con
un sentido más dificil de determinar (Arasa e Izquierdo, 1998, 94, 97).
En los textos funerarios ibéricos, a la estructura más frecuente y senciiJa de nombre personal,
se suceden cada vez en menor número a medida que aumenta su complejidad estructuras formulares en las que aparecen otros elementos (filiación, dedicante, edad, etc), como ocurre en los
casos de Santa Perpetua de Mogoda, Fraga, Sinarcas y Ll.íria. En ocasiones estos elementos aparecen abreviados, según vemos en la estela de Guissona y en algunas inscripciones saguntinas
(F.ll . ll- 12). La utilización de abreviaturas seguidas de interpunciones, que incluso adoptan la
forma triangular típica de las latinas como sucede en Guissona, parece un síntoma claro de la
romanización de estos monumentos.
Sobre su cronología, los intentos de datación de las estelas epigráficas se enfrentan a problemas como la falta de contextos arqueológicos claros en la mayor parte de los hallazgos, y la
escasez de modelos romanos en el ámbito de la epigrafía funeraria de época republicana. Las
referencias cronológicas con que contamos para su datación son muy escasas, y cuando éstas han
podido fecbarse, directa o indirectamente, por medio de la arqueología, la datación obtenida
siempre se ha situado en los siglos ll-1 a.C. Por otra parte, la estela epigráfica es un documento
más -como en general lo son todos los textos funerarios- en el que se refleja el cambio Lingüístico como una faceta del proceso de aculturación que llevará primero al rápido desplazamiento
de la escritura ibérica por la latina, y posteriormente a la definitiva sustitución de la primera
lengua por la segunda (Arasa, 1997).
De manera general las opiniones de los diferentes autores son coincidentes en su datación
tardía en el contexto de la cultura ibérica. Maluquer ( 1968, 67) fechaba L estelas en los siglos
as
ll-1 a.C., pero apuntaba la posibilidad de que algunas pudieran llevarse a época imperial. En su
estudio de las estelas decoradas de los conventos Cesaraugustano y Ouniense, Marco ( 1978, 91)
Las fechaba entre el siglo n y la primera mitad del 1 a.C. Martín-Bueno y PeUicer (1979-80, 419)
fecharon los ejemplares de Caspe, del grupo del Bajo Aragón (v. supra), en el primer tercio del
siglo ll a.C., y relacionan su aparición con la presencia romana; para estos autores, la mentalidad
que provoca la utilización de la escritura y del relieve en las estelas ibéricas es la misma. Mayer
(32) De Hoz, 1983. 384-388: Siles. 1986. 40-42, noca 87:
Untennann. MLH
-292-
m. § 582-587.
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TIPOLOO(A E ICONOGRAÁA DE LAS ESTELAS IB~RJCAS
293
y Velaza ( 1993, 676) han propuesto una datación desde el final del siglo U hasta la época de
Augusto, considerando para ello el soporte, la ordinario y la técnica de incisión. De Hoz ( 1993, 18)
ha sei\alado que sólo pueden fecharse aquellas inscripciones funerarias que muestran una clara
influencia romana y que cabe la posibilidad de que en algunas zonas, sobre todo en Calaluña, su
desarrollo sea consecuencia del proceso de romanización. Beltrán Lloris ( 1993, 250-252) las fecha
en los siglos ll-1 a.C. y considera que constituyen una síntesis entre la tradición indígena representada por las estelas anepígrafas de iconografía claramente autóctona y del hábito epigráfico romano.
En Castellón, Oliver ( 1995, 110) fecba los ejemplares sin decoración entre los siglos 1 a.C. y 1 d.C.
De Hoz (1995, 74-75) ha recordado la falta de datos seguros y la existencia de indicios contradictorios sobre esta cuestión. A la falta de información cronológica sobre la mayor parte de las
inscripciones, cabe añadir que algunas de ellas son tan sencillas que difícilmente permiten llegar
a conclusiones precisas. Sobre estas bases, sería prematuro deducir que la práctica de la epigrafía
funeraria entre los iberos es de inducción romana. En este sentido, este autor cree que la actitud
más prudente es pensar que la epigrafía funeraria existía ya antes de la llegada de los romanos, y
que la influencia de éstos contribuyó a su expansión, sobre todo en ciudades muy romanizadas
como Tarragona y Sagunto. Guitart et alii (1996, 168) han propuesto una datación para la estela
de Guissona desde mediados del siglo 1 a.C., en relación con las necrópolis de los primeros
momentos de la ciudad romana de /esso. Finalmente, para Velaza ( 1996, 254), la adquisición de
la costumbre de grabar inscripciones funerarias, ajena a los iberos del noreste, se explicaría como
un reflejo en los hábitos epigráficos del proceso de adaptación de la población indígena a los
nuevos modelos políticos, sociales y económicos romanos, que continuaría con la progresiva imitación de las técnicas romanas al escribir en signario ibérico, después con la composición de
textos bilingües, para finalmente adoptar el modelo romano y olvidar el propio. De esta manera,
la epigrafía funeraria ibérica no sería en el fondo sino un trasunto de su correspondiente romana.
Por sus características externas e internas, para este autor las inscripciones sepulcrales ibéricas
pueden datarse aproximadamente en una horquilla cronológica que no se aleja mucho de la época
augústea. Su escasez se debe sin duda a que el margen cronológico en que se inscriben es ciertamente reducido.
Como puede verse, desde las primeras propuestas de datación de estos monumentos hace 30
afios, ciertamente no ha habido más que una doble tendencia hacia su reforzamiento con nuevos
argumentos y hacia su progresiva aproximación a los inicios de la época imperial. Sin embargo,
en el supuesto de una datación tan tardía nos seguimos encontrando con el problema de que la
epigrafía latina de época republicana en la Citerior destaca por su parquedad, con una importante
presencia de la jurídica y de carácter público y la escasez de inscripciones sepulcrales que puedan
haber servido como modelo (ej. Mayer, 1995; De Hoz, 1995, 63-68). En este sentido, resultan del
mayor interés las estelas epigráficas que aparecen asociadas a un yacimiento ibérico y pueden
fecharse con anterioridad al período imperial, pues con ellas se confirma su existencia en un
momento anterior a la eclosión de la epigrafía funeraria latina a partir del reinado de Augusto.
4. VALORACIONES FINALES
La estela funeraria ejemplifica el deseo universal del hombre de perpetuar su memoria y proyectar su recuerdo en los vivos tras la muerte. Aparece ampliamente difundida tanto en el mundo
oriental, como en el ámbito occidental del Mediterráneo antiguo. Además de su función como
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lSABEL IZQUIERDO Y FERRAN ARASA
indicador de un enterramiento -cuya localización puede ser real o simbólica-, la estela presenta
otros valores suplementarios como la propia exaltación del difunto, cuyo recuerdo es digno de
conmemorar, o un posible sentido ceremonial como lugar de celebración de rituales en su
memoria.
En la Península Ibérica la estela cuenta, como hemos visto, con una tradición y un desam>llo
importante durante la Prehistoria y la Protohistoria. Su estudio, no obstante, tropieza en muchos
casos con las dificultades derivadas de la descontextualización y/o reutilización de numerosas
piezas y. en consecuencia, con los problemas y dudas a la hora de atribuir o precisar una función
exclusivamente funeraria en muchos casos.
En la cultura ibérica, la estela como tipo funerario monumental se integra en un rico y heterogéneo repertorio de monumentos cuya estructura, iconografía y significado están siendo paulatinamente definidos. Su estudio, por tanto, no puede desligarse en absoluto del resto de tipos
monumentales de las necrópolis, con los que comparte en algunos easos formas. imágenes,
valores y funciones. Dentro de las distintas series de estelas ibéricas, hemos destacado y particularizado en este trabajo aquella que reúne a las piezas antropomorfas, por su singular conformación e iconografía y como aportación más novedosa por los trabajos recientemente presentados.
Esta serie, que agrupa escasas piezas diseminadas por diferentes territorios ibéricos y cuenta con
unos precedentes que se remontan al arte megalftico, podría evidenciar la exaltación de personajes destacados en las comunidades indígenas -en la esfera social, de la guerra, de la religión...a través de modelos idealizados en los que participa el varón armado y la mujer ricamente vestida y adornada.
Desde la perspectiva más genérica de las estelas ibéricas que presentan algún tipo de decoración y en función del análisis de la dispersión espacial y datación de las piezas, asf como de la
observación de su morfología e iconografía, hemos distinguido diversos grupos que manifiestan
influencias diversas. Según criterios geográficos y teniendo en cuenta la cronología, la pieza
peninsular que aparece más aislada es la de Ampurias, la más antigua, que ha sido vinculada a
ambientes arcaicos del Mediterráneo antiguo. En un horizonte cultural completamente distinto a
la pieza anterior se sitúan los grupos de estelas del Bajo A.ragón y Cataluña. El primero es destacado por el número -en tomo a 30- de piezas completas y fragmentos hallados, asf como la singular unidad y riqueza de sus iconografías. Su cronología (v. supra) podría situarse grosso modo
entre los siglos n y 1 a. C., ya en contacto con el mundo romano. Por su parte, el pequeño grupo
de estelas decoradas catalanas con epigrafía -Badalona y Barcelona- evidencia ya más claramente
-en sus motivos decorativos y en el contenido de sus inscripciones- la fusión del componente ibérico y los nuevos aportes de Roma. Finalmente, los ejemplos puntuales andaluces, cercanos en el
tiempo y en el espacio -Jos bloques de Osuna y Marchena se datan en los siglos m-II a. C.-,
ponen de manifiesto su adscripción púnica a través de su iconografía.
A esta larga tradición de señalizar las tumbas mediante estelas y otros monumentos, que
sirven de forma mayoritaria como soporte para un mensaje exclusivamente iconográfico, se
incorpora en un momento tardío de la cultura ibérica el hábito epigráfico. El mensaje escrito aparece en escasas ocasiones acompañando a la decoración, supeditado a ella en su emplazamiento,
mientras que en un número mayor de estelas es el único que aparece en la cara principal del
monumento. Sin que pueda descartarse su esporádica presencia en un momento anterior, la introducción de los textos en este tipo de monumento sepulcral parece producirse en época romana,
en el contexto de un proceso de extensión de la escritura que empieza en el siglo m a.C. y se
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TIPOLOG(A E ICONOORAÁA DE LAS ESTELAS ffi~RJCAS
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caracteriza por la continuidad de algunos usos epigráficos que ya existían antes de la conquista y
por la introducción de otros nuevos relacionados con la presencia romana, en ocasiones con sus
propios soportes.
Las estelas epigráficas forman un grupo que se sitúa entorno a los 18 ejemplares, con una
distribución bastante parecida a la de las antropomorfas y decoradas. Aunque su datación no
puede establecerse más que de manera aproximada, los ejemplares que presentan una mayor
similitud formal con otros romanos incorporan también en sus textos hábitos propios de la epigrafía latina, como la estructura formular y las abreviaturas. Sin embargo, la estela epigráfica no
puede considerarse un elemento puramente romano, sino que es la fonna de presentación de los
textos la que tiene su parangón con ciertos tipos de la epigrafía romana (Mayer y Velaza, 1993,
670). Los monumentos en que se manifiesta este elevado nivel de asimilación fonnan parte del
último horizonte de la epigrafía funeraria ibérica, que puede fecharse entre el final del periodo
republicano y el principio del imperial.
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ARCHIVO DE PREHlSTORIA LEVANTINA
Vol. XXIU (Valencia. 1999)
*
FERRAN ARAsA 1 Ga
NOVES PROPOSTES D'INTERPRETACIÓ SOBRE EL CONJUNT
MONUMENTAL DE LA MUNTANYETA DELS ESTANYS D'ALMENARA
(LA PLANA BAIXA, CASTELLÓ)
La Muntanyeta deis Estanys estA situada a 10,5 km aJ nord de la ciutat de Saguntum i a 2 km
de la costa (fig. 1) ( 1). És el graó més oriental de la serra d' Almenara, la barrera orogrMica que
en direcció E-0 separa les comarques de la Plana Baixa i el Camp de Morvedre (fig. 2). L' altura
sobre el niveU del mar en l'actualitat és de 28 m en el seu cim oest i de 16m en l'est. Als seus
peus es troba el sorgiment d 'aigua dol~a de les LJacunes -conegudes també amb el nom dels
Estanys- que dóna pasa la marjal (RosseUó, 1975). Descrites inicialment per Cavanilles (1795,
117) (2), aquestes Uacunes van ser reprodui'des pocs anys després en sengles gravats per Valcárcel
(1852, 19, JAro. 47) i Laborde ( 1811, pi. CVDI). Tenen el seu origen en tres uJials, peral desguAs
del quals es va construir un canal anomenat el Bra~ que desemboca en la mar per la Gola de
l'Estany. El sanejament de la mrujal va ser abordat l' any 1864 amb diverses obres d ' enginyeria
(Calero, 1971 , 228-229) (3). A partir deis anys seixanta, després d'una intensa transformació agrícola de la zona situada al peu del vessant septentrional, la major part de la Munta:nyeta va ser destru'ída per una pedrera (fig. 3, 1).
El propasit d'aquest treball és la reinterpretació de les noticies i troballes arqueologiques
d' aquest jaciment. Per aixo hem revisat els textos que en donen noticia, especialmeot referits a
les construccioos i elements arquitectonics i decoratius, aixi com els gravats i fotografies que s'bi
cooeixeo. El fet que el jacimeot baja desaparegut en la seua major part limita les possibilitats de
• Oepartamcnc de Prel\istOria i Arqueologia. Universiw de Val~ncia.
(1) Coonienadcs UTM: 30SYK406044. Roig. 1922. 282. al·ludeix a una aruiga deoominació com "Muntanyeca deis Fcnislos·.
que respon sens duble a la populariJZació d'una interpreJació erudica que ha de situar-se amb posterioritat a la localiJZació dd
jacimenL EltopOOim modem & la Penya dds Estanys.
(2) "De la raíz oriental del tlltimo cmo saleo muchas aguas. que forman tres estanques con comuniaiC'.ioo sensible: todos tres
desaguan en el azarbe que sigue hasta el mar. llevando en tiempos regulares de siete 6 ocho mudas de a¡ua. Desde los estanques
basca el mar se extienden los marjales intltiles (... )".
(3) Mldoz (1114$, 1. 117. s. u. U
Almeoara") ja fa referencia a la iniciativa del Comte de Ripalda. Les otns efectives. pero. no
van~ fw &1 1871 (Oiri. 1972. 31·32).
-301-
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FERRAN ARASA 1 GIL
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Flpra l..- Mapa amb la situad6 d' AlmeDara 1 el ~t de la 'ria Aqusta.
treball al camp de la interpretació de les not:fcies proporcionades pels autors que en van donar testimoni directe. En aquest sentit., les aportacions deis manuscrits de Ribelles que ací donem a
con~ixer són de gran interés. D'altra banda, donat que la majoria de les troballes es repeteixen en
els successius tteballs que s'bi han ocupat, intentarem sintetitzar les principals not:fcies referides
a la descripció del conjunt i dels seus monuments (fig. 3, 2), els elements arquitectonics individualitzats, els fragments escultorics, les troballes monetAries i epigratiques i altres peces d'interés, a partir dels quals podem plantejar les bipetesis sobre la interpretació del jaciment que s'ajusten a la documentació arqueologica coneguda.
l. ANTECEDENTS
La primera notícia arqueologica del Uoc és de Play Cabrera (182la, 9-14) en una carta del
1Ode maig de 1799 dirigida a Valcárcel i publicada pel seu autor alguos anys després, on diu que
va localitzar el jaciment el 2 de maig del 1799 i esmeota algunes de les troballes que havia efectual en companyia del rector de la població J. B. Figols:
"Apenas habíamos puesto Jos pies en el collado, advertí á la falda de sus montecillos unos
grandes carriles, los que fuimos siguiendo hasta dar en el montecillo dicho vulgarmente deis
estans (estanques) por estar casi lamiendo las aguas sus faldas. Puesto en su superficie, consideré
que una gran parte de ella se babia formado de muchas ruinas acinadas, que el curso de los
tiempos babia petrificado,(...).
Combinadas estas especies y monumentos raciociné que este montecillo estuvo ilustrado con
algun templo antiguo; y mirando detenidamente su localidad, me persuadí que era el Fanum
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EL CONJUNT MONUMENTAL DE LA MUNTANYETA DELS ESTANYS O' ALMENARA
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303
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Flpra 2.- Sltuad6 de la Muntanyehl deis Estanys. Mapa E. 1:10.000. Restltud6 f~ric:a
de IJ93 sobre vol de JuUol de 1991. Coaselleria de Medl AmblenL Geoeralltat VaJeiM'i•M (112).
Veneris, á quien en griego llaman Aphroditide, que hasra el presente nuestros historiadores no han
podido fijar su sitio, (...).
En su vista, y por los evidentes vestigios y monumentos descubiertos, con la localidad tan
bien significada, se sigue, que el Pano de Vénus estuvo indefectiblemente en el indicado montecillo de las excavaciones de Almenara, porque las cinco millas que dice Polivio que distaba de
Murviedro, están tan puntuales como si las hubiera medido, pues actualmente está á cinco cuartos
de nuestras leguas, que corresponden á las cinco millas romanas".
La identificació del jaciment amb el temple de Venus es basa en la troballa d'una inscripció
fragmentada que Pla descriu a Valcárcel(Cll..IP/14, 688). Aquest, en la seua contestació del 18 de
maig de 1799 (Pia, 1821 a, 15), hi restitueix [Ve }neri San[ctae}. Aquest document epigrMic va passar
a ser la prova decissiva per a la reducció del temple esmeotat per Polibi a les ru'ines existeots a La
Muntanyeta, interpretació que coro veurem encara mantenen alguns autors i la tradició popular (4).
D'altra banda, el mateix Pla (1807, 22, 25-26 i 33-34), en un article publicat els dies 6, 7 i 9
de gener de 1807 en el Diario de Valencia, que en realitat és la seua primera notícia publicada
sobre el jaciment, es desdiu de La data del descobriment tot descrivint-lo coro segueix:
(4) Dun (1972, 17. noca 2) assenyala que en alguns escuts de la localital figura el nom d'Afroditio junl al de la pobl.cló, en
record del seu antic origen.
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1 - EDIFICI A
2.- EOIFICI B
3.- EDIFICI C
4.- CAJJ;ADA
5.- CARRETERA
6.- ELS ESTANYS
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Figura 3.- 1) Fotografia ahia de la zona deis Estanys, amb la localit7.ació del jacimenl. Ampliació sobre
fotografía E. 1:30.000, 'ol de juny de 1985, del Centro Nacional de Información Gcogr'.úica. (1/2).
2) Croquis de la Muntanyeta deis Estanys segons Mesado (1965),
amb la loca.lització deis diferents monuments.
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EL CONJUNT MONUMENTAL DE LA MUNTANYETA DELS ESTANYS O' ALMENARA
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"A 18 de Junio del año 1802 hallé las ruinas de este tan celebrado Aphroditis Fanum, ó
Fanum Veneris, ó Templo de Venus, al oriente de la villa de Almenara, á poco mas de media hora
de camino en la superficie de un montecillo, dicho vulgarmente: Deis Estaíis, (estanques) por
estar casi lamiendo las aguas sus faldas".
Masdeu (1800, 406, núm. 1814), infonnat possib1ement per Valcárcel, resulta ser !'autor que
publica la primera referencia a les troballes epigrMiques d' Almenara.
Valcárcel (1852, 17-20, fig. 27-32), que remet la seua Memoria a la Real Academia de la
Historia l'any 1805, basa la seua descripció en les notícies de Pla i és qui Ji confirma la identificació de les ru'ínes amb les del temple de Venus esmentat per Polibi a partir deis fragments epigr~
fics en que figura el nom de la divinitat. Reprodueix un croquis deis Estanys i destaca )' abundAncia de les troballes (fig. 4, 1-7).
Pocs anys després, Laborde (1811, 57-58, pi. cvm-CIX) reprodueix també UD croquis de la
Muntanyeta i alguns elements arquitectonics (fig. 4, 8). En el costal sud del seu cim oriental situa
una construcció de planta rectangular -les nünes del "temple de Venus"- amb el que sembla una
porta pe1 costat sud, que s'alya al costal de construccions modemes situades en la part més alta.
Al costal de I'Estany es veuen altees ru'ínes que testimonien l'extensió "de l' antiga ciutat".
En 1818, el rector d' Almenara J. B. Figols, testimoni directe de les troballes de Pla i informador de Ribelles, en va redactar una memoria per a la "Real Sociedad Económica de Amigos
del País", de la qual era soci, malauradament desapareguda. Chabret (1888, n, 21 , nota 1) reprodueix un par~graf d'aquesta memoria on s'explica que "toda la canteña de la torre del Mar que
volaron los ingleses el año 1801, fabricada según decían en el reinado de Carlos V, se transportó
de aquel monte igualmente que toda la de la obra nueva de la capilla del Convento de Almenara,
en cuya plaza se colocó otra de las grandes basas de columna traída de aquel sitio para poner una
cruz; fué tanta la piedra azul labrada transportada de aquel monte del templo, que ocupaba toda
la plaza, muchas piedras atallantadas con el más perfecto pulimento".
RibeUes, frare dominic i cronista de la ciutat de Valencia (5), va donar notícia de les trobaUes de la Muntanyeta deis Estanys l'any 1820, en dos articles publicats en el Diario de la Ciudad
de Valencia amb el pseudonim Elchor (El Cronista). Aquests articles van provocar la replica de
Pla (1821a i b), que va acusar Ribelles de voler apropiar-se del seu descobriment (6). D'altra
banda, Ribelles (ms. 17, 670-672; ms. 81 , 756-765) va deixar abundant infonnació -en part medita- sobre el lloc en els seus manuscrits, que han de datar-se amb anterioritat a la seua mort el
gener de 1826. Des del punt de vista de la investigació, la informació que transmet Ribelles
-sobretot en el manuscrits- és més exhaustiva i rigorosa que la de Pla.
De manera general, les notícies i descripcions de RibelJes ( 1820) són semblants a les de PIa;
en alguns casos concreta més i en altees discrepa quant a les dimensions de les peces. Esmenta el
paviment i descriu la construcció on es trobaven els pedestals. Ribelles no planteja la identificació del jaciment amb el temple de Venus esmentat per Polibi, ni tan sois esmenta la inscripció
sobre la qual descansa aquesta. En un dels seus manuscrits (ms. 81, 757-765) figura un text que
possiblement és l'esborrany dels articles publicats en el Diario de Valencia , on apareixen alguns
(S) Sobn: la seua vida i obra. vegeu els trdlalls de Furió (1 983. 11-38) i Arasa i Ripollb ( 1996, 405-407).
(6) Cbabret (1888. ll, 19. nou 1) i Balb6s (1892. 41-42) van denunci•la seua "tpropiació" del descobriment de Pla. Aquesta
interpreu.ció poi madsar-se, ja que RibeUcs en cap moment di u que el dcscobriment siga seu i a ~s fa refe~ncia a 1'q,oca en q~
es va fer. Poi considerar•se, dones, que estava en el seu dret d' esc:riure sobre el tema m& de 20 anys desplis deis fets.
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Figura 4.- Dibuixos de Valcárcel (1852): 1) Base de pedestal; 2) Fragment de relleu amb canal;
3) Botella de bronze; 4) Contingut soüdillcat de la botella anterior; 5-7) Objectes de bronze, tal vegada grapes.
8) Dibuixos de La borde (1811). A la part superior: vista de les Llacuncs. A la part inferior:
A-8) Bases de pedestals; C} Part d' un mur de carreos amb encoixinat; O) Element motllurat;
E) Elements de pilastra estriada.
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EL CONJUNT MONUMENTAL DE LA MUNTANYETA DELS ESTANYS O' ALMENARA
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detalls d'interés omesos en aquells. En l'altte manuscrit (ms. 17,24-29 i 670-672) descriu les inscripcions, fragments escultbrics i arquitectbnics i monedes que s'hi havien trobat (fig. 5-6). Hi
destaca la referencia a la inscripció CIL IP/14, 694, quan diu que el rector capeliA J. B. Figols
"guarda en su poder una calavera de hombre que estaba detras de esta piedra, y una medalla de
letras desconocidas que babia junto á ella".
En la replica de Pla (l821b) a RibeUes, aquell afegeix algunes notícies i consideracions d'interés referides fonamentalment a !'existencia d'un porta les Llacunes, que suposa constnüt pels
fenicis, i a la importAncia de les restes trobades pels voltants de la Muntanyeta:
"(...)se evidencia ser su hechura el dicho puerto de Almenara,( ...) y en su consecuencia es
muy verosímil que profundizarían y ensancharían el lago, y antes que esta operación construirían
en el centro la torre que actualmente se ve de treinta palmos de elevacion bajo del agua y ocho
que la cubren, que se fabricaría al parecer frente del canal, ó bien para defensa del puerto, ó para
faro, (...) Para mayor aclaración de este punto quedan en pie fortísimos restos del pretil ó barbacana de aquel antiquísimo hormigon, (...) y el canal que se comunica con el mar, que aun de
nuestro tiempo entraban los marineros del Grao de Valencia con sus lanchas (...).
(...) el capitan general de este reino de Valencia D. Francisco Javier Elfo destinó una partida
de presidiarios para que á las aguas que se derramaban del lago é inutilizaban aquella dilatada
planicie hiciesen el mas oportuno desague. Con este motivo, y ofreciendo las ruinas del cerro del
templo la piedra necesaria para la ereccion de una calzada, se hicieron en la parte septentrional
de su cumbre excavaciones de veinte palmos de longitud, doce de latitud y tres de profundidad,
y se descubrieron envueltos entre las ruinas varios huesos humanos, (...)" (7).
Ceán (1832, 47 i 77-78) segueix fonarnentalment les noticies de Valcárcel-el manuscrit del
qual degué consultar a la RAH- i bi situa una grao ciutat arnb port i el temple de Venus esmentat
per Potibi. Cortés (1836) (8) creu que aquest temple devia estar situat a Almenara i bi assenyala
la troballa de "trozos de mármoles y columnas" i ''varias inscripciones". Madoz (1845, n. 93, S.
u. "Almenara") arreplega la identificació amb el Fanum Veneris, pero sense fer esment de Les
ru'ínes (9). Més endavant Boix (1865, 44}, Miralles del Imperial (1868, 17 i 35), Llorente (1887,
260), Cuveiro ( 1891, 247) i Balbás ( 1891, 18 i 41-43) donen notícia deis vestigis i troballes del
jaciment a partir de les notícies anteriors i de la seua la identificació amb el Fanum Veneris de
Polibi.
Chabret (1888, n, 15-28), possiblement informal per Cebrián, de qui reconeix ser amic, fa
un repAs deis antecedents: el descobriment d'aquestes ru'(nes per Pla, la seua comunicació a
Valcárcel, la posterior visita del cronista Ribelles i la seua publicació com a descobriment propi.
Després passa afer una descripció dellloc i de les ru'ines. La Muntanyeta (l'extrem oriental ?)
tenia uns 60 x 40 m i uns 1 peus (3 m) d' altura. La pan superior forma va un altiplA de fAcil accés
O
i el vessant meridional -un poc escarpa- era l'únic que tenia una lleugera capa de terra vegetal,
que apareixia sembrada de restes pertaoyents al monument que s'al~va en l'altiplA (edifici B).
A continuaci6 descriu un monument (edifici C) que no apareix en les descripcions anteriors i pos-
(7) Aquesl camf que poiU a la Casa Blanca. a la plarja. ~etualment asfahat. es coneix amb el top6nl.m de la Cal~ada.
(8} ~s. 1836. D. 143-144. s. u. "Aphi'Odisium"; 459-460. s. u. "Fanum Veneris". D'altra banda. l'autor fa d'equest suposat
temple l'escenar:i de les operacíoos de Vuiat contra &gobriga, que com ~s non:naJ en equesta ~ reduelx a Sogorb.
(9) L'autoc remeta Wll vcu "Fanum Veneris". oo d6na a entendre que tractarl amb exrensió d'equest lloc:. pero en equesta
(Madoz. 1847. vm. 19. s. u. "Penum Veneris") remet ala VCU "Almenara".
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Figura 5.- Dlbulx01 de R.lbeUes (ms. 17): 1-4) Peca de marbre blaac: 1) EJeaxnt de cornisa decorada;
2) EJemmt modlurat, poalbltmeut de cornisa lUsa; 3) CoiWilllda adOiaada; 4) Frqmeat Ws de •olta.
Peces de caldria: 5) Elemalt de calc:lrta decorat amb uaa doble •oluta; 6) EJemmt de pilastra estrt.da;
7) Bale d'uaa pilastra que tenia de b8a a uaa creu; 8-10) Tres demmts de pilastra estriada.
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detalls d' interes omesos en aquells. En l'altre manuscrit (ms. 17,24-29 i 670-672) descriu les inscripcions, fragments escultorics i arquitectonics i monedes que s'hi bavien trobat (fig. 5-6). Hi
destaca la referencia a la inscripció CIL IP /14, 694, quan di u que el rector capell~ J. B. Figols
"guarda en su poder una calavera de hombre que estaba detras de esta piedra, y una medalla de
letras desconocidas que babia junto á ella".
En la replica de Pla (182lb) a Ribelles, aquell afegeix algunes notícies i consideracions d'interés referides fonamentalment a )' existencia d ' un porta les Llacunes, que suposa construi't pels
fenicis, i a la impomocia de les restes trobades pels voltants de la Muntanyeta:
"(...)se evidencia ser su hechura el dicho puerto de Almenara,( ...) y en su consecuencia es
muy verosímil que profundizarían y ensancharian el lago, y antes que est.a operación construirian
en el centro la torre que actualmente se ve de treinta palmos de elevacion bajo del agua y ocho
que la cubren, que se fabricarla al parecer frente del canal, ó bien para defensa del puerto, ó para
faro, ( ...) Para mayor aclaración de este punto quedan en pie fortísimos restos del pretil ó barbacana de aquel antiquísimo hormigon, ( ...) y el canal que se comunica con el mar, que aun de
nuestro tiempo entraban los marineros del Grao de Valencia con sus lanchas ( ...).
( ...) el capitan general de este reino de Valencia D. Francisco Javier Elfo destinó una partida
de presidiarios para que á las aguas que se derramaban del lago é inutilizaban aquella dilatada
planicie hiciesen el mas oportuno desague. Con este motivo, y ofreciendo las ruinas del cerro del
templo la piedra necesaria para la ereccion de una calzada, se hicieron en la parte septentrional
de su cumbre excavaciones de veinte palmos de longitud. doce de latitud y tres de profundidad.
y se descubrieron envueltos entre las ruinas varios huesos humanos,( ...)" (7).
Ceán ( 1832, 47 i 77-78) segueix fonamentalment les notícies de Valcárcel -el maouscrit del
qual degué consultar a la RAH- i hi situa una grao ciutat amb port i el temple de Venus esmentat
per Polibi. Cortés {1836) (8} creu que aquest temple devia estar situat a Almenara i hi assenyala
la troballa de "trozos de mánnoles y columnas" i "varias inscripciones". Madoz ( 1845, ll, 93, s.
u. "Almenara") arreplega la identificació amb el Fanum Veneris, pero sense fer esment de les
ru'ines (9). Més endavant Boix (1865, 44}, Miralles del Imperial ( 1868, 17 i 35), Llorente (1887,
260), Cuveiro (1891, 247) i Balbás (1892, 18 i 41-43) donen notícia deis vestigis i troballes del
jaciment a partir de les noticies anteriors i de la seua la identificació amb el Fanum Veneris de
Polibi.
Chabret ( 1888, ll, 15-28), possiblement informat per Cebrián, de qui reconeix ser amic, fa
un reptls dels antecedents: el descobriment d' aquestes nünes per Pla, la seua comunicació a
Valcárcel, la posterior visita del cronista RibeJJes i la seua publicació com a descobriment propi.
Despres passa a fer una descripció del Uoc i de les ruines. La Muntanyeta O'extrem oriental ?)
tenia uns 60 x 40 mi uns 10 peus (3m) d'altura. La part superior formava un altipl~ de facil accés
i el vessant meridional -un poc escarpa- era l'únic que tenia una Ueugera capa de terra vegetal,
que apareixia sembrada de restes pertanyents al monument que s'al~ava en l'altiplA (edifici B).
A continuació descriu un monument (edifici C) que no apareix en les descripcions anteriors i pos-
(1) Aquest camf que porta a la ~ BLaoca. a la platja. actualmcnt asfaltat. es cooeix amb el topOOim de la ~
(8) Cottb. 1836. D. 143-144. s. u. "Apbrodisium": 459-460. s. u. "Fanum Veneris". D' allta banda. !'autor fa d'aquest suposat
temple l'escenari de les opencions de Vuial con1ta &gobriga, que com & normal en aquesta q,oc. reduc:iJt a Sosorb·
(9) L'autor remeta 11111 veu "Fanum Vcneris". on d6oa a ente~~Cft que 1taewi amb utensió d'aquest lloc. pero en aquesta
(Madoz.
1847. vm. 19, S. u. "Fanum Veneris") remet ala \'CU "Almenara".
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Fipra 5.- Dlbulxos de Ribella (1111. 17): 1-4) Peces de IIUlJ'bre blaDc: 1) Elemeat de c:onUsa decorada;
2) Elemeal motllurat, po8liblemeDt de eonüsa lUsa; 3) ColumDda !Mioaada; 4) F'rapaalt O.is de volta.
Peces de caJciria: 5) Elemeol de caldria decorat amb una doble voluta; 6) Elemeat de pUutra estriada;
7) BMe d ' uoa pUutra que tenia de base a una ueu; 8-10) Tres dements de pUutra estriada.
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o·ALMENARA
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Figura 6.- Peces escultoriques: 1) Dibuix de Rjbelles (ms. 17) del relleu d'armes;
2) Fotografia actual del relleu d'armes; 3) Dibwx de Ribelles (ms. 17) del relleu en forma de petxina.
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siblement havia estat excavat per Cebrián (fig. 7, 1), i, en el costal sud d'aquest, situa el paviment
corresponent a l'edifici (D) amb els pedestals descrit per Pla i Ribelles. Cbabret reprodueix la
base d'un deis pedestals amb inscripció i diversos elements arquitect~nics (fig. 7, 3-5).
Sobre les activitats de V. Melcbor Polo, propietari de les finques immediates a la
Muntanyeta, explica que "ha verificado recientemente excavaciones en él, habiendo sacado
muchísimos sillares (...) que ha aprovechado para formar las lindes de su propiedad. En cambio,
la Comisión de monumentos de CasteUón, (...) no se cuida de cerrarlas con una cerca, y ejercer
alguna vigilancia para que no se destruyan las inscripciones ó se las lleve el que se le antoje. Con
los miembros arquitectónicos que todavía se conservan entre las ruinas del templo, y los que
vieron los antiguos escritores, no sería dificil hacer un estudio de reconstrucción de aquel monumento. que no carecería de interés".
Entre les darreres decades del segle passat i les primeres del present, L. Cebrián Mezquita.
que va ser metge d' Almenara ( 10), va estudiar aquestes ruines i va redactar una "Historia de
Almenara", inMita, el manuscrit de la qua! coneixem a través de diferents autors i ha estat recentment localitzat per J. Corell. Llorente (1887, 261-262) esmenta per prime.ra vegada la mem~ria
de L. Cebrián quan afLrma que aquest, en referir-se a les ruines trobades, "con mejor criterio en
mi concepto, los considera vestigios de algún edículo sepulcral". També Cbabret ( 1888, 22 i 25)
fa referencia a la monografia escrita per aquest autor i en reprodueix la planta deis monume.nts
que havia estudiat (fig. 7, 2). D'altra banda, segons arreplega Alcina ( 1950, 95 i 101), que tingué
oportunitat de consultar-la, Cebrián va acompanyar Schulten en la visita que aquest va realitzar
al recinte murat del Punt del Cid. Cebrián va realitzar excavacions en el jaciment, pero entre els
seus papers no hi ha més que algunes referencies aillades i no una mem~ria específica. També,
gracies a les seues notes, sabem deis trebaUs que hi va realitzar l'aleshores propietari del terreny,
V. Melcbor Polo, que per fer els seus borts de tarongers a la vora deis Estanys va extraure tota la
terra del vessant meridional de la Muntanyeta, operació en qu~ va trobar diverses sepultures,
carreus i nombrosos objectes cerAmics, tot malauradament perdut.
lnicialment París (1903, 46, nota 1, fig. 15) esmenta el capitell j~nic reprodliit per Cbabret,
i més endavant descriu el jaciment -que bavia visitat- seguint aquest (París, 1921 , U, 137- 139, pl.
XXXVI). El monument descrit per Chabret (edifici C) Ji sembla més bé una església cristiana que
un temple paga. Quant al capiteU j~nic que reprodueix Chabret, el va veure a casa de Cebrián. La
seua impressió sobre l'estat de conservació del jaciment és prou negativa, puix el considera un
"lamentable exemple d 'abandonament i de barbarie" , una "trista expressió de vandalisme".
Huguet (1913) esmenta. entre els fons de l'antic Museu Provincial de Castelló, un capitell
trobat prop d' Almenara l'any 1868 per E. Boscá (Codina, 1946,40, núm. 137). En aquesta ~poca.
el mateix Huguet (en Sarthou, s/a, 199-201) reprodueix una fotografía del cim est de la
Muntanyeta, on es veuen niines d'una construcció i la base d'una pilastra estriada (fig. 7, 6), i
afegeix que només es veu "un capitel dórico. que no acusa gran pureza de stilo, y algunos paredones, escalinatas y cimientos de mampostería". Sarthou (s/a, 742-745) diu que només va poder
veure un tros de mur d ' l m d 'al~ana.l'esmentada base de pilastra i restes d' una escalinata encarats al sud; d'altra banda. diu que J. Peris es va portar a la seua biblioteca de Borriana, a mitjan
de 1913, "uno de los remates de columna cuadrada", la base de pilastra abans esmentada.
(10) UuCs Cebriú i Mezquita (Valaxia. 1851- 1934), va ser tambt polltic. historiador i escripcor. Fundador de ~Lo Rat Peoat"
( 1878) i dcsuat valendanista. va ser IIOIIICIIat crooi.sta de la ciutat de Valmc:ia el 1911 (s. 11. "Cebri6n i Mezquita. Llufs". GERV,
3. 1973. 138).
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EL CONJUNT
MO~UMENTAL
DE LA MUmANYETA DELS ESTANYS o· ALMENARA
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Figura 7.- 1·5) Dibuixos de Chabret (1888): 1) Croquis de la planta de l'edifici C segons Chabrct;
2) Croquis de la planta deis edificis C i D segons Cebri:ín: 3) Base ca ntonera de pilastra;
4) Capilell de pilastra; 5) Capitell jonic figura!.
6) Fotografia de Sarthou (s/a) amb les ruines del cim est de la Muntanyeta deis Estaoys.
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En un treball sobre Almenara en el segle XVI, Roig ( 1922, 282) assenyala que al cim de la
Muntanyeta es veien les rumes de 1' antic temple de Venus Afrodita. Puig i Cadafalch ( 1934, 11 J)
es fa resso de )'existencia d'aquestes nünes i interpreta que es tractava d'un temple al qual es
refereix la inscripció CIL U 6057, on figura la dedicatoria d'Attis Endymion, qui l'hauria pagat
amb els seus diners.
Més endavant, Garcfa y Bellido (1947) segueix Play Cabrera i interpreta literaJment la descripció de Polibi. Basant-se en el croquis de Chabret, creu que es tracta d'un temple itA.lic de tres
cel·les que tal vegada podía datar-se en el segle n aC o poc més tard; tanmateix, reconeix que la
nau transversal que apareix en la cawalera i comunica les altres tres paral·leles no és un element
propi deis temples itA.lics, pero podria tractar-se d' una mena d'adyton com el que apareix en
alguns temples grecs de SicOia. Més endavant (García BeUido, 1960, 591 ), encara cita les ruines
d' un petit temple, prop del qual han aparegut dedicatories a Venus.
En 1949 Alcina va realitzar uns treballs sobre el jaciment, a partir deis quals va redactar un
informe prou clarificador de les caracterfstiques i importAncia d'aquest conjunt monumental
(Alcina, 1950). Aquest autor va centrar el seu estudi en tres aspectes fonamentals: la revisió de
les noticies proporcionades perla bibliografia, pera la qual cosa va localitzar i consultar la documentació inMita de Cebrián, que aleshores conservava L. Herrero; l'anMisi de les fonts clllssiques per tal de veure si era justificada la reducció del temple de Venus esmentat per Polibi; i 1' actuació sobre els diferents conjunts de nünes ambla finalitat d 'identificar el suposat temple i contrastar la documentació arreplegada amb les notícies anteriors. En la seua descripció esmenta tres
grups diferents de ruines (fig. 2, 2). En el cim més elevat, el de ponent, es veía la planta ben conservada d ' una primera construcció (edifici A). En el cim oriental, de menor altura, hi havia un
segon grup de nünes, molt arrasades i sense dibuixar una planta clara (edifici B). En el vessant
meridional d'aquest segon cim hi havia un tercer grup, que va identificar amb el monument
esmentat en la bibliografia (edifici C) i va estudiar més detingudament (fig. 8).
Com a conclusions de major interés, Alcina creu probable )'existencia d'un portal voltant
del qual es desenvoluparia una petita població comercial. Quant al monument, planteja tres hipOtesis: 1) Que es tracte veritablement del temple de Venus esmentat per Polibi: després d ' analitzar
els arguments a favor i en contra (distAncia a Sagunt, possible campament, etc), conclou que no
és probable, fonamentalment perque l' edifici excavat conté sepultures i, per tant, no és un temple.
2) Que siga un mausoleu: la inscripció de caracters monumentals citada per Ribelles podía estar
situada en l'entaulament; a més, a Sagunt es coneix un monument dedicat a la famOia dels Sergii;
els pedestals existents sobre el pavimeot contigu al monument podien ser ofrenes situades davant
)'entrada del mausoleu. 1 3) Que es tracte d'un temple romA reutilitzat posteriorment pels cristians, amb l'íínic suport de la cernmica medieval trobada. Finalment, tot i que considera més versemblant la segona, conclou que només una excavació completa del jacirnent permetria donar
Hum sobre la qUestió de la funcionalitat del monument.
Aetcher i Alcácer ( 1956) i Bru (1958 i 1963) van fer una síntesi de totes les noticies d' interés,
entre les quals aquest esmenta la troballa de tessel·les de mosaic (11). L'Estany Gran va ser objecte
d ' una prospecció submarina 1' any 1958 en que es va comprovar 1' abundAncia de cernmica romana
i medieval al seu fons (fig. 9), així com les restes del mur de contenció i de la suposada torre
(11) Aeccber i Aldcer. 1956. 147. 149. 151. 153. 156 i 158: Bru. 1958. 159-160: Bru. 1963. 154. 159. 174, 187. 207 i 214.
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Flpra 8.- Croquis d'Aldna (1950): 1) Plaata de la part excavada del moaument C; 1) Secdoas d'-.¡uest;
3) Seed6 de la cambra l'unerlria; 4) Perspectiva de la cambra l'uneriria amb la tres tombes.
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(Martín, 197 1). Fletcher i Tarradell van prospectar el jaciment en di verses ocasions des de 1958 i
alllarg deis anys seixanta (12). L'any 1959 els membres del Centro Arqueo/6gico Saguntino van
reaJitzar una visita al jaciment (Anonim, 1959), on van identificar les restes d'un segon monument
de menors dimensions que també consideraven un temple i van traslladar algunes peces al museu
de Sagunt O' aquests, Cueco ( 1960, 10), que segueix Chabret, va centrar les seues exploracions
en les notícies sobre el mur existent a la vora de l' Estany Gran i la suposada torre que hi havia
enmig d'aquest També en aquest any Scbulten (1959, 400-401 i 410) fa referencia al temple de
Venus en relació amb el suposat campament dels Escipions que situa al Punt del Cid.
El segon i darrer dels treballs monografics que tracten amb extensió sobre el jaciment és el
de Mesado ( 1966), que el va visitar 1' any 1965, abans de la seua destrucció parcial per una
pedrera ( 13). Després de resumir la historiografia sobre el jaciment, es va centrar igualment en
l'edifici C, del qual va fer una acurada descripció i va plantejar les possibles interpretacions sobre
la seua finalitat. També va arreplegar la noticia de la darrera transformaciól'any 1961 de la zona
situada al sud de la Muntanyeta, quan es van desfer les restes d'una necropolis. Finalment, recull
els elements arquitectonics coneguts i altres restes arqueologiques d'importAncia (fig. 10-12).
En una monografia local, Durá ( 1972, 17 i 25-27) fa una s(ntesi de les troballes i de la identificació de les ruines amb el temple de Venus. L' autor segueix fonamentalment Chabret i incorpora les noticies sobre els treballs d' Alcina i Mesado, sense afegir més informació.
Amb posterioritat, Aranegui (1976, 12; 1988, 63-65; 1992, 67-68) ha tractat del jaciment en
relació amb la problemAtica del port de Sagunt i el santuari de Venus. Hi destaca el camcter funerari de l'epigrafia d' Almenara i deis seus monuments, aixf com la seua ocupació tardana i
medieval. Quant a la inscripció on apareix la menció a Venus, considera que estA mal Uegida i
que no pot utilitzar-se com argument per 1ocalitzar-hi un temple dedicat a aquesta deessa.
Pel que fa als treballs més recents, Gorges (1979, 244) el va incloure en la seua re1aci6 de
vil·les romanes. Posteriorment, Llobregat (1980, 107-108) i Abad (1985, 357 i 359; 1986, 166)
n'ban fet referencia en estudis generals sobre la histOria i I'art del País Valenci~ El mateix Abad
(1982,1, 115) i Monraval (1992, 44) han arreplegat la noticia sobre la troballa d'estuc pintat Corell
( 1986) va reprendre la hipatesi de la seua identificació amb un santuari dedicat a Venus i en va
recopilar l'epigrafia (CoreU, 1989). En aquest camp, Affi)Jdy (CIL IP/, 130) ha publicat un resum
sobre la problemAtica del jaciment i tota la seua epigrafia. En els darrers anys, be preparat una
sinopsi del jacirnent (Arasa, en Aranegui, 1996, 111-112), l'be esmentat en un article sobre les
comarques septentrionals del litoral valenciA entre els segles IV i VI (Arasa, 1997, 1153) i he donat
a conéixer un avan~ de les consideracions desenvolupades en el present treball (Arasa, 1998a) (14).
2. DESCRIPCIÓ DEL CONJUNT
La Muntanyeta deis Estanys tenia una forma allargada, amb dos cims, un ritual a l'oest de
major dimensions i altura i vessants més pronunciats, i l'altre a l'est més redu"it i de menor altura
( 12) Pla. 1960, 223: Pla. 1963. S6: Pla. 1968. 71.
(13) VuU expre5SII' a Norben Mesado d meo agraiment pd fet d' haver-me faciliw la documcntació fotogrlfica de l'any 1965.
que per 1116 de ser la darrera obcinguda abans de la desuucci6 de la M.untanyeta resulta de gran valor histOrie.
(14) VegeualtTeS refmnc:iesaljacimcnt en Castell6. 1970. s. u. "Almenara", GECI.641: i P1a. 1973,s. u. "Almeoara".GERV.
l. 200.
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Flpn 9.- Dlbuixos de Martúa (1970) de les peca cerim.lqua recupencla etJ les pniSpeCdocas tubmarfaes.
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Figura 10.- Fotografies de Mesado (1966): 1) Vista de la Muntanyeta, a mb cls Estanys aJ fons;
2) Sector nordest del monoment C.
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Figura 11.- Fotografies de Mesado (1966): 1) Sector nordoest del monumcnt C;
2) Cambra funera ria del monument C.
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Figura J2.- Fotografics de Mesado (1966): 1) Capitell de pilastra que es trobava
en casa de J, Pcris (Borria na); 2) Element de cornisa reuliUtzada en l'edilici C.
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que s ' al~ava sobre els Estanys (fig. 3, 2). En l'actualitat només es conserva el vessant meridional
del cim oest i la part baixa d ' aquest en el cim est, on encara es poden veure alguns murs i carreus
de les estructures esmentades perla bibliografía. La restaba estat destruida perles obres d' una
pedrera, paralitzades ja fa anys.
En les primeres referencies al jaciment s'esmenten unes graos carrilades que pujaven pel
vessant nord del collet que unía la Muntanyeta amb la Muntanya Blanca, el següent graó de la
serra cap a l'oest. Pla (182la. 13) les descriu de la següent forma:"( ...) los grandes carriles que
se ven socavados en peña viva en las faldas de aquellos montes, que siguen basta el mismo borde,
que al cabo de tantos siglos que está sin curso su tráfico y comercio se conservan profundos y
permanentes,(...)". Quan Mesado (1966, 192, nota 16) les va veure l'any 1965 tenien una long.itud de 1Om i una fondAria mbima de 50 cm. Com la vía Augusta passa a 1,5lan cap a I'ONO,
és molt possible que el jaciment hi comptas amb accessos propis, tal vegada en ambdós sentits.
Pero aquestes carrilades, possiblement excavades i no conseqU~ncia l1nica del pas deis carros,
també poden trobar explicació en l 'exist~ncia d'un canú que comunicava el sector septentrional
-on també s'ban trobat restes- amb aquesta zona, jaque el pas no podía efectuar-se perla vora
deis Estanys per arribar aquests fins a la vora de la Muntanyeta.
El lloc fou ocupat per un assentament almenys en el període ~ric Final. Ribelles i Pla
esmenten la troballa de monedes i~riques i consulars. Posteriorment, Alcina esmenta la troballa
d' alguns fragments de ceramica i~rica amb "decoración rojiza geométrica muy vulgar: enrejado,
círculos concéntricos, etc". Mesado ( 1966) bi va realitzar una intensa prospecció, en la qual va
trobar algunes restes i~riques en els aterrassaments que van desemboscar la part baixa de la
Muntanyeta. Entre els materials trobats esmenta part d'una possiblefalcata i dues monedes republicanes. En les nostres prospeccions bem pogut trobar dos fragments d'Amfora republicana d ' origen campa, un a l' extrem est i l'altre a l' oest del cim oriental. També se'ns ha comunicat la tro·
balta de dues monedes d'Arse en la part oest de la Muntanyeta. Aquestes restes permeten assenyalar l'exist~ncia d' una primera ocupació que pot datar-se almenys entre el segle Di la primera
meitat de 1'1 aC (Arasa, en premsa a).
Sobre la importAncia de les restes, Pla (1807, 25-26) assenyala inicialment: "(...) Su contorno
está quaxado de vestigios de paredes antiquísimas, ( ... ), cornisas, ( ... )". Més endavant toma a
repetir (Pla. 1821a. 10): ''Todo su contorno está lleno de vestigios de paredes romanas,(...)". Pero
P1a ( 1821 b, 4-5) explica que les restes no sois es trobaven a la Muntanyeta: "Asimismo es otra
prueba nada equívoca la grande poblacion que ocupaba no solo la extremidad del monte que
lamen las aguas del lago, y en que estaba el templo de Venus, sino tambien gran parte de la
antigua llanura oriental, en que se encuentran á cada paso ladrillos sepulcrales, fragmentos de
vasos purpúreos, anforas y otros vasos de alfareria gruesa, que con dificultad se hallará igual
muchedumbre en ninguna parte del reino en tan corto espacio tantos restos de antigüedad ( ... ) Lo
cierto es que los naturales del país trabajando en sus labores encuentran continuamente ramales
de paredes enteras; ( ...) que todo anuncia haber existido allí una ciudad opulenta".
Al seu toro, Ribelles (1820, 221-222 i 228) també parla de ]'abundancia de les restes: ''Tiene
por todos lados sembrada la superficie de restos de pavimentos antiquísimos, ( ... )". A continuació afegeix: "( ...) á espaldas de este cerro hubo en tiempos antiguos una grande poblacion,
como lo evidencian los fragmentos de tinajas, anforas, ladrillos, tejas y barros saguntinos que
cubren la tierra en la extension de un cuarto de legua ( 1,3 km)", tal vegada la ciutat de
Cherronessos esmentada per Es trabó. En un dels seus manuscrits (ms. 17, 26) en qu~ parla del
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monetari del capella J. B. Figols, explica: "Todas han sido halladas en las referidas ruinas, y en
otras de mayor extension que se ven entre Almenara y la Llosa á la parte septentrional del
Collado". Laborde (1811) afegeix que "al costal de l'estany, hom veu altres rumes que testimonien l'extensió de l'antiga ciutat".
Pel que fa a les troballes ceramiques, Pla (1807, 25-26; 1821a, 10) parla de "trozos de urnas
sepulcrales,(...) barros y ánforas" i de "fragmentos de urnas, (...) de anforas cinerarias, vasos purpt1reos, ladriUos sepulcrales". Ribelles (1820, 221-222) esmenta "tinajas, anforas, barros saguntinos y ladrillos sin cocer de varias figuras y dimensiones"; en un deis seus manuscrits (ms. 81 ,
757-765) esmenta la troballa d'una "amphora cineraria destrozada de piedra cenicienta" i de
"ladrillos sin cocer de varias dimensiones y tamaños, habiendo algunos hasta de 6 y 7 dedos de
gordos". Valcárcel (1852, 18) parla de "ánforas y vasos de barros saguntinos". Alcina (1950, 110111) indica que la terrissa medieval era abundant i la romana escassa; d'aquesta va trobar alguns
fragments de terra sigillata i gran quantitat de tegu/ae i imbrices, alguns amb marques digitals.
A més va trobar alguns fragments de vidre, claus i grapes metaJ.liques. De les prospeccions subaquatiques de l'Estany Gran del 1958 (Martín, 1971, 97-98) es van recuperar diverses peces ceramiques d'epoca romana (fig. 9), entre les quals hi havia fragments d'amfores (núm. 1-4), un plat
de TS Africana (núm. 5), tres tubs ceramics (núms. 6-8), un opercul (núm. 9) i dos petits recipients (núm. 10-11). L'estiu de 1970 s'hi van realitzar noves prospeccions subaquatiques en que
es va recuperar almenys un p1at de terra sigillata sudgaHica (Durá, 1972, 26), conservat en l'actualitat al Museu Arqueologic de Borriana.
Aquestes referencies ens indiquen clarament que al voltant de la Muntanyeta hi havia un
important assentament. Tanmateix, els darrers treballs en el jaciment van proporcionar escasses
troballes de material moble, si ens atenem a les referencies d' Alcina i Mesado. Nosaltres hem
pogut comprovar l' extensió de les restes pels bancals situats al sud de la Muntanyeta i la
presencia de ceramiques romanes en la petita altura situada al nord de l' Estany Gran, a l'altre
costat de la carretera de la platja, que possiblement és el Uoc indicat per Ribelles. Entre les restes
trobades, a més de materi.al ceramic de construcció (lateres, tegulae, imbrices), cal destacar la
presencia d'escassos fragments de TSH. TSA A i O, ceramica comuna i més nombrosos d'amfora, entre els quals es poden distingir alguns de procedencia africana. D'altra banda, les prospeccions per la zona on devia estendre's la part residencial han permés trobar una tesseJ.la de
pasta vítria de color blau que confirma !'existencia de paviments mosaics d'opus tessel/atum
(Arasa, 1998b, 221 ). Aquestes tesseJ.les s' utilitzen tant en els mosaics polícroms, com en mosaics
bfcroms per a real~ar detalls de les figures.
La troballa de diversos elements d'almassera resulta fonamental per detenninar la practica
d'activitats propies d'un assentament rural. Segons Pla (182la, 13-14), "a menos de medio cuarto
de camino, a la parte oriental del templo de Vénus, encontré cubierto de tierra un rollo de piedra
azul de mas de 500 arrobas de peso (més de 5 tones) con sus muescas laterales para el encaje de
las vigas, que lo levantan para la compresion de la oliva (...)". Més endavant afegeix la troballa
d' al tres dos contrapesos: "En el mismo campo encontré otra piedra, que consideré de igual peso
de la otra, pero de figura cuadrangular, con sus dos grandes muescas, que es la libra segun aquí
se explican 6 el contrapeso. A la falda del montecillo hay un trozo de otra piedra de igual configuracion que la pri.mera, y será como una cuarta parte de su todo(...)". Finalment, Alcina (1950,
108, fig. 10) esmenta, també al vessant de la Muntanyeta, una base de premsa que reprodueix en
una fotografía i atribueix amb dubtes a una base de columna. La descripció d'aquestes peces
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s' adiu amb la tipología deis contrapesos i bases de premsa (ej. Brun, 1986), deis quals s'han
trobat diversos exemplars en nombroses vil-les del territori de Sagunt, com ara la Torrassa (BetxíVüa-real) (Doiiate, 1969, 224 i 232, fig. 19, núm. 57, lam IV).
Quant a les necropolis, gracies a Chabret ( 1888, l, 24, nota 2) i a les notes de Cebrián consultades per Alcina (1950, 119) sabem que a la darreria del segle XIX 1' alesbores propietari de
les finques immediates a la Muntanyeta, V. Melchor Polo, va extraure tota la terra del vessant
meridional per fer els horts de tarongers situats a la vora deis Estanys, operació en que va trobar
diverses sepullures, carreus i nombrosos objectes ceramics, tot malauradament perdut. El propi
Cebrián va excavar en aquesta zona altres tombes semblants sense trobar cap aixovar. Resulta
impossible adscriure aquests enterramets a les epoques romana o medieval. També Alcina va
arreplegar una not!cia sobre l'aparició de tombes fetes amb tegulae disposades en doble vessant en un deis horts de tarongers proxims als Estanys. Finalment, Mesado (1966, 192-194)
recull la noticia sobre la darrera transfonnació, 1' any 196 1, de la zona situada al sud de la
Muntanyeta, un camp de garroferes que s' estenia als dos costats del Cam! de Tallola que es van
arrancar pera la instal·lació de regadiu (tarongers). L'acció del tractor va destruir nombrosos
enterraments coberts amb una llosa, entre els quals apareixien ferros quasi desfets.
Segons Pla (182la, 13- 14), en el contrapés d'almassera trobat cap a l'est de la Muntanyeta
descansaven alguns enterraments, "pues encontré pegados en la misma muchos de sus ladrillos
sepulcrales, y una redomita de bronce 6 lacrimatorio, y dentro una tortita petrificada, (...); al
arrancamiento 6 raíz del cuello, tiene dos asas con un pedacito de cadena de bronce cada una, la
que entregué al mismo Cura, y posee con mucho aprecio por ser un monumento de los mas raros
de la antigüedad". Coneixem aquesta ~agracies a la reproducci6 de Valcárcel ( 1852, 19, lam.
46, núm. 272) (fig. 4, 3). Es tracta d' una botella de cos esteric, coll estret i vora recta. És una
forma assimilable a la tipologia de la vaixella metaJ.lica tardo-romana que no arreplega Palol,
pero que compta amb un paral·lel aproximat en l'aixovar de la tomba 1 de la necropolis de
Fuentespreadas (Caballero, 1974, 138 i 141-142, núm. 2, fig. 35, 2), que l'autor denomina tipus
11 coma continuació de la classificaci6 de Palol, i es data en el segle IV. Fuentes ( 1989, 155)
assenyala que en realitat aquesta ~a ha de considerar-se com una variant del ti pus 1OOecit) de
Palol (1970, 233, fig. 11 ) (15). Aix!, dones, la ~a d'Almenara possiblement té una cronología
semblant i pot situar-se en la fase tardo-romana de la vil·la.
D'altra banda, Pla (1807, 34) esmenta "varias clavijas y clavos de bronce, que algunos
existen en poder del expresado Cura Párroco". En un altre lloc (Pla, 1821 a, 11) explica que es
tracta de "16 clavos, 6 bien sean pernos romanos de bronce torneados de figura de tocho cabeteado á entrambos extremos, unos de bellotas con filetes, otros redondos con cuatro cordones, 6
trenzas á la romana, y otros de forma de cascabel piramidal afiligranado, algunas planchas de
plomo y de hierro, pero tan envejecido, que apenas parece serlo: uno y otro entregué al seiior
Cura, que con mucho gusto y aprecio lo posee" (fig. 4, 5-7). Valcárcel ( 1852, 19, lam. 46, núm.
274-276) reprodueix tres dels suposats claus de bronze que considera omaments de dona.
Tota la zona fou objecte d' una intensa reocupació, possiblement des de 1 Alta Edat Mitiana.
'
Així ho indiquen la reutilització deis edificis, arnb les consegUents reformes interiors, l' abundant
(IS) Palol rec:ull tres exemplats d' aquest tipus procedents d' Homillo del Camino (Burgos). T111111C'Ueila (SOOa) i Ventosa de
Pisuerp (~ncia). Cree. amb Caballero. que veritabk:ment les difmocies entres aquests exemplars 1 els de Fuentespreadas 1
Almenata justifK¡uen la seua ldscripció a tipus diferents.
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ceramica medieval trobada per tot arreu i els nombrosos enterraments descoberts. Possiblement
d ' aquesta epoca eren els enterraments coberts amb una llosa destru'its en la darrera transformaci6
soferta perla zona de l' any 1961. En el tall existent al peu de la Muntanyeta sobre el primer d'aquests camps, Mesado encara va poder veure tres d'aquests enterraments.
Respecte als Estanys, Pla ( 1821 a, 13) hi va identificar un port que atribueix a epoca fenícia:
"El estanque 6 lago, que casi lame el montecillo del templo de Vénus, se divide en tres ramos 6
estanques; y el del centro tiene casi en su comedio un resto de torre de piedras sillares, que conserva 28 palroos (6,3 m) bajo del agua, y diez desde su superficie basta la cara de ella. Habiendo
calado en muchísimas partes de los tres estanques, hallé de profundidad 6 mayor fondo 40 paJroos
(9 m) de agua. En el espacio de 20 palroos {4,5 m) valencianos, observé en el borde de los estanques que lame el montecillo indicado en fonna obtusa fortísimos restos de barbacana 6 pretil de
bormigon antiqufsimo, por cuyas circunstancias no dudaré afirmar que fue puerto y obra de los
Fenicios,( ...)".
En un croquis deis Estanys, Valcárcel situa el mur de fonnig6 a mode de ma1ec6 i la suposada torre. Cueco ( 1960) va centrar les seues exploracions en les notícies sobre el mur existent
a la vora de l'Estany Gran i la suposada torre que hi havia enmig d'aquest. Arnbd6s elements
tenien més de 4 m d ' al~Aria ; La torre tenia 1,75 m de diW1letre i al seu voltant bi bavia una gran
quantitat de carreus amuntegats; a la vora oest d 'aquest estany va reconéixer una alineaci6 de
carreus que fonnaven un mur de contenci6 de més de 100 m de llargAria, a traros ensulsit i
esmotxat En les prospeccions submarines realitzades l' any 1958 es va poder confumar !' existencia d ' aquest mur, fet de pedra seca amb carreus de dimensioos regulars, que arriba a una
profuoditat de 5 a 7 m; en el centre d 'aquest estany es va localitzar un amuntegament de carreus
de factura semblant i forma circular, amb un diW1letre en la base de 8-10 mi d' uns 3 m en la part
superior (Martín, 1971 , 96-97). L'estiatge d'anys de sequera com ell994 ha permes observar-lo
directament ( 16).
L' existencia d'aquests elements resulta inqUestionable i denoten una forta antropitzaci6 d'aquest espai aquAtic en l' antigu.itat. La interpretaci6 que pot fer-se del mur és senzilla: si la zona
residencial s'estenia als peus de la Muntanyeta, en la terrassa existent a la banda oest de I' Estany
Gran, sembla logic que els propietaris de la vil·la volgueren assegurar el terreny sobre el qual
s'assentava i controlar les crescudes de la Uacuna m.itjan~ant la construcci6 d' una mena de dic.
Quant a l'amuntegament de blocs existent al centre d'aquest estany, l'aoomenada torre, l' explicaci6 més raonable sembla considerar-la una mena d'insula artificial, la base de substentaci6
d' una petita terrassa o potser d ' una construcci6 que, amb una finalitat recreativa, van construir
els propietaris. Per l'empla~arnent de la vil·la a la vora d 'aquest estany, creiem molt possible que
l'aprofitAs a mode de /acus.
( 16) Scgons arreplcga Alcina ( 1950. 120). la lradició popular diu que en c.l lloc on avui día es trobcn cls Estanys hl bavia en
un temps el poble de la Uosa. que fou nega1 per l.es aigllcs. per l.a qual cosa els seus habilaniS bagucren de fugir a un lloc situal IMs
a !'interior, on actualmenl es ltOba. L' anti.c poblc va quedar davall les aigllcs. i diucn que en els dies clars es pot veure encara el
campanar. afeginl alguns que la nil de San1 Joan se senten tocar les campanes.
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EL CONJUNT MONUMENTAL DE LA MUNTANYETA DELS ESTANYS O' ALMENARA
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3. ELEMENTS ARQUITECTONICS 1 DECORATIUS
Molts deis elements arquitectonics decorats que s'esmenten no tenen una procedencia clara
o no s'especifica on foren trobats. D' altres, en canvi, s'indica ellloc on es conservaven. Aix!, a
la Torre del Mar, "que se fabricó en el reinado del Emperador Carlos V" i "mináron los ingleses
á 7 de Junio de 1801 ", segons Pla (1807, 33) es va trobar "una inmesa porcion de piedras azuladas sillares del mismo tamaño y disposicion de las encontradas en el montecillo de las excavaciones, que patentizan ser unas y otras de una misma fábrica. Las pilastras y otros fragmentos del
Templo antiguo se han invertido en la reedificacion de la Torre, que vi concluir" ( 17).
Al principi del segle XIX, el CapitA General F. X. Ello va realitzar unes excavacions en la
part septentrional de la muntanya en que es van trobar nombrases peces. Segons R.ibeUes ( 1820,
223-224), aquestes excavacions tenien unes dimensions de 20 x 12 x 3 vares ( 18,2 x 10,9 x 2,7
m). Les dimensions que dóna Pla ( l821b, 6) són prou més redu'ídes. de 20 x 12 x 3 pams (4,5 x
2,7 x 0,67 m).
La capella nova del convent de la població fou bastida amb materials procedents de la
Muntanyeta; segons Pla (1807, 26), "la mayor parte de la obra (de la Capilla de nuestra Señora
del Rosario, que están construyendo) es de piedras sillares de un color azulado de las consabidas
excavaciones" ( 18). Fou tanta la pedra transportada, segons Figols, que ocupa va tota la pla~
Ribelles (ms. 17, 24) descriu i reprodueix tres elements de pilastra conservats en les parets
de l' Ermita de Sant Joan d ' Almenara ( 19), que es trobava prou allunyada de la Muntanyeta deis
Estanys, de manera que no és segur que aquestes peces foren transportades des d'aquest jaciment,
encara que ho considerem probable.
Segons Pla ( 1821 b, 5), "otras muchas piedras labradas que se ven frecuentemente por las
calles en paredes, umbrales y poyos de la villa, son del mis mo monte del templo".
També en l'excavació del Punt del Cid, la muntanya proxima on hi ha una gran fortificació
alto-medieval, es van trobar diversos carreus i fragments motllurats de pedra calcArla que deuen
tenir la mateixa procedencia (Arasa, 1980, 229).
Els elements arquitectonics decorats són nombrosos i deuen pertAnyer a diferents monuments i ambients, tot i que no resulta tacil atribuir-los a algun en particular. Els repassarem a cootinuació:
Pla (1807, 34) explica que en las ruinas de la Torre del Mar "se halláron algunas pilastras
istriadas, y una con su capitel bien entendido, la llave de un arco toral". En un altre lloc (Pla,
1821 a, 10-11 ) esmenta la troballa "de pedestales, de colunas istriadas, molduras del gusto griego
y romano, de volutas 6 espiras con su sistelo y rosa, de comisas, y ( ...) tres basas enteras de piedra
azul saguntina de grandor de cuatro palmos por banda (90 cm) ( ...). Al declive del montecillo
encontré una llave de arco toral de mármol blanco ( ...)". Entre al tres peces que guardava el rector
d' Almenara hi havia mitja voluta de marbre, possiblement d' un capitel jonic, que ti havia regalat
el CapitA General del Regne D. Domingo Izquierdo (Pla, 182lb, 4). D'altra banda, en l'excavació
( 17) Al cosw d'aquesta torre. a la qual fa refetmcia Escolano (16 11. SS8). es va al~ una ermita dedicada a la Mate de Déu
de la Torre. que va ser destrulda pels 111glesos en la maacixa acció (Duri.. 1972, 91).
(18) Aquest convc:nt dels Dominics va ser desttuit l'any 1839. quan es va refer la muralla de la població (Madoz. 1845.
117. s. u. ..Almenara": Mundína. 1873. 6 1).
(1 9) Aquesta ermita estava situada a 1'oest de la població. a la muntanyeta que porta el seu nom (Duri.. 1972, 9). Actualment
desapareguda. en queda eltopbnim d'una partida del tenne municipal.
n.
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practicada pel Capita General F. X. Elío es van trobar "muchos trozos de mánnol fuúsimo con
diferentes molduras; otros de igual especie, pero de piedra blanca muy semejante al mármol"
(Pla, 182lb, 6).
Laborde (1811, 57-58, pi. CVffi-CJX) reprodueix també alguns elements arquitectonics (fig.
4, 8): les bases motllurades de dues pilastres, la segona de les quals servía de suport a una creu
davant el coovent dels dominics (A-8); un fragment de mur d ' opus quadratum amb encoixioat
(C); un fragment motllurat d'uoa "base que bom suposa que havia estat la de l'estilobat" (D); i
dos fragments de fust de pilastres estriades (E).
Ribelles (1820, 222 i 224) recorda que "en el siglo pasado se sacaron de él muchas piedras
de marmol azul saguntino, y en algunas de ellas babia molduras muy diferentes de las que trabajaron los griegos y romanos". Més endavant afegeix que "algunas de estas piedras eran almohadilladas, y en otras babia estrías ya semicirculares, ya angulares entalladas con singular primor".
Cooclou ambla ootfcia de la troballa de molts fragmeots de marbre fiofssim en l' excavació que
va dirigir el Capita General F. X. Elío. En un deis seus manuscrits Ribelles (ms. 81, 757-758)
esmenta "dos zocatos de pilastras de quatro caras" i explica que les pedres manifestaven haver
estar exposades a un incendi. En l'altre manuscrit (ms. 17, 24, 27-28 i 672) descriu i reprodueix
diverses peces (fig. 5), en primer Uoc quatre elements arquitectonics de marbre blanc que guardava el mateix J. B. Figols (miro. 1-4): un element de cornisa decorada de 4 x 1 pams (90 x 22,5
cm); un e1ement motllurat, possiblement de cornisa llisa, d' 1.5 pams x 5 quarts (34 x 28 cm); una
columneta adossada amb el fust estriat de 2 x 1 pams (45 x 22,5 cm); i un fragrnent llis de volta
d' 1,5 x 1 paros (34 x 22,5 cm). De calcArla eren un element decorat amb una doble voluta, de
2 x 2 paros (45 cm) (núm. 5); un element de pilastra estriada de 2 x 3 pams (45 x 68 cm) (núm.
6); la base d' una pilastra de 2 x 2 paros (45 cm) amb un plint de 4 x 4 pams (90 cm) que servía
de base a la creu que hi havia davant del Convent (núm. 7); i 3 elements de pilastra estriada (núm.
8- 10), un d' l,5 x 1,5 pams (34 x 34 cm), el segon d' l pam d' amplma (22,5 cm) i el tercer de
2 x 2,5 paros (45 x 56,5 cm).
Valcárce1 ( 1852, 18- 19, llrn. 46, núm. 270) esmenta "trozos de cornisas" i reprodueix la base
que servía de pedestal a la creu del convent (fig. 4, 1), i esmeota les peces emprades pera la construcció de la Torre del Mar, entre les quals bi bavia algunes de pilatres estriades, tambors de
columna, dos capiteUs i altres fragments.
Chabret ( 1888, n, 21 i 24, nota 2, fig. 14) reprodueix una base atica de pilastra estriada i el
capitell d'una pilastra (fig. 7, 3-4). Aquest autor especifica que V. Melchor Polo, propietari dels
camps immediats, va traure "muchísimos sillares con estrías y molduras, basas y capiteles que ha
aprovechado para formar las lindes de su propiedad". Possiblement en aquests treballs degué
trobar-se també el capitell jonic que Cbabret va donar a conéixer per primera vegada (fig. 7, 5).
Huguet (1913) esmenta, entre els fons de l'antic Museu Provincial de Castelló, un capiteU
trobat prop d' Almenara 1' any 1868, actualrnent desaparegut. En un altre lloc, afegeix que del
monument es veo "un capitel dórico, que no acusa gran pureza de estilo" i reprodueix una fotografía del cim est de la Muntanyeta oo es veu la base d' una pilastra estriada (fig. 7, 6) (Huguet,
a Sartbou, s/a, 199-201). En l' inventari del Museu de Belles Arts de CasteUó figura un capitell
(Codina, 1946, 40, núm. 137), pero es tracta d ' un capitell gotic (20).
(20) Segons m' ha eonflllllAI Ferran Olucba, cfuector del Museu de Selles Arts de Castclló, a qui agralse la IIOifcia. en els seus
fons no bi ha cap capitel! rotnA, de manera que pot suposar-se que deu baver una oonfusíó.
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EL CONJUNT MONUMENTAL DE LA MUNTANYETA OELS ESTANYS O' ALMENARA
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Alcina (1950, 107-110), que fa una síntesi de les notf'cies deis altres autors i indica que en
1' excavació no va trobar cap element arquitectonic, afegeix les notícies de Cebrián sobre "un fundamento de columna" quadrat, amb un forat en el centre reblit de pedres i argamassa; una base
de columna que creu probable que fos una que va veure a uns 1O m del monument, de la qual
publica una fotografia; un fragment de pilastra arnb estries; diversos fragments de metopes i triglifs i mitja voluta ja esmentada per Pla. Finalment. en un deis bancals existents al peu de La
Muntanyeta va veure un fragment de marbre blanc amb motllures.
Mesado ( 1966, 194-195, Jaro. m, 3-4; IV, 2-3) assenyala que entre els elements trobats en
els darrers treballs de desemboscament hi havia més de vuit peces de pilastra estriada, que foren
trencades i reaprofitades en els parats deis borts. Ell va veure un capiteU de pilastra a 1,5 m a
l'oest de !'escala principal, que era semblant al que tenia Peris a la seua casa de Borriana (21)
(fig. 12, l ); ambdós amidaven 33 x 60 x 100 cm. Reutilitzat en el monument C va trobar un element motllurat, possiblement el cimaci d'una comisa amb una motJiura en forma de gola o cyma
recta, en la part inferior de la qual es veu una mossa en forma de cua de miiA (fig. 12, 2). En el
vessant meridional va veure un cilindre de marbre blanc de 56 x 40 cm, amb )' interior buidat fins
a 26 cm, ara conservat al museu de Sagunl AJtres dues peces que va veure eren un tambor de
columna de 53 x 30 cm que es trobava en el camí d' accés a la finca, i una base de calcma que
amida va 37 x 30 cm i es trobava a uns l 00 m de 1'estació del tren.
Entre els elements decorats reprodu!ts per Ribelles destaquen els quatre de marbre blanc que
conservava J. B. Figols (fig. 5, 1-4). La colomneta adossada tenia el fust estriat i sembla estar
coronada per un capiteU d' ordre toscA, sobre el qual es distingeix l' arquitrau. De les altres dues
peces motllurades, la Uisa pot ser el cimaci d' una comisa i presenta una motJ1ura de taló. La
segona sembla igualment el cimaci d'una comisa i té un perfil similar, pero estA decorada amb
estrigiles moh separarles tallades en el seu extrem inferior a causa de la fractura de la ~a. La
falta d'altres motius decoratius impossibilita qualsevol aproximació cronologica. La quarta ~a
és un fragment de volta llisa. L'element de calcma decorat amb una doble voluta pot tenir diferents funcions (fig. 5, 5).
D'aquestes peces -de proced~ncia concreta i cronología incertes- pot deduir-se l'exi s~ncia
d'un edifici que comptava amb una voha i almenys una comisa de marbre blanc. Les seues proporcions permeten identificar-les seos dubtes amb elements arquitectonics, tot i que no és segura
la pertinen~a de les tres al mateix edifici. La columneta adossada sembla de carActer ornamental,
pot pertAnyer a diferents ambients i és més insegura la seua adscripció.
Els altres elements poden ser estudiats amb major profunditat D'aquests, l'únic que ha estat ben
tractat per la bibliografía és el capiteU jonic. Els elements de pilastra no han estat estudiats fins ara.
ELS ELEMENTS DE PILASTRA
Ribelles, ms. 81 , 24 i 28; Chabret, 1888, ll, 21, fig. 14; Laborde, 1811, pi. CIX, E; Huguet,
a Sarthou, s/a, 200-201; Mesado, 1966, 195, IV, 2-3.
(21) Poucr aqueSta~ formava pan de la coHecei6 de Pms que va ser adquirida pel Muscu Arqucolbgic de Barcelona.
segons nodcia d' Almagro (194S, 21·22). encara que no hi apareix esmentada. L'ahra es conserva en els fons del Cen1re Arqueolbglc
Sagunll.
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En coojuot, apareixen representats nou elements de pilastra estriada: 4 de fust reproduits per
RibeUes, una base reprodui'da per Cbabret i Huguet, dos més de fust amb el capitell representats
per Chabret i Mesado i altres dos de fust reprodui'ts per Laborde. D'aquestes peces, només
coneixem les dimensions de les que va veure Mesado, corresponents als capitells, que amidaven
33 x 60 x 100 cm i tenien en el costat oposat al front decorat un ressalt de 62 cm d'amplaria. Entre
aquests, Ribelles ja indica que uns tenien estries "semicirculars" i al tres les tenien "angulars", de
la qual cosa es pot deduir que probablement pertanyien a edificis diferents. La discordan~ en el
nombre d'estries, 6 en la base i alguns elements de fust i 5 en els capiteUs i altres elements de
fust, no ha de ser necessariament indicativa de la seua pertinen~a a dos monuments diferents,
encara que aquesta no es puga descartar (22).
Pel que fa a la base, és Atica i de cantó, amb dos boceUs separats per sengles ftlets i una
escocia, i no té plint (fig. 7, 3 i 6). La base i 1' imoscap del fust estan llaurats en una mateixa pe~a.
Segons es pot apreciar en la fotografía de Sarthou, en el fust les estries estan reomplertes amb
baquetons o rudenturae. En els altres elements de pilastra reprodu'its per Laborde i Ribelles es
veuen les estries, que pareiJten filetejades.
La base pot assimiJar-se a la variant italica del ti pus atic (Wesenberg, 1994, s. u. "Base",
EAA, Su p. TI, 1, 608-609). La Uaura en una mateiJta ~a de la base i de 1' imoscap del fust és una
característica de les bases itMiques, que a Hisparua s'observa en edificis augusteus i perdura en
el període juli-claudi i fins al primer momeot del flavi. De la mateiJta manera, el bocell superior
es redueix i s'estreny des d'~poca d'August. Paral·lelament, )'escocia comen~a a adoptar la tradicional forma parabOlica a partir del període augusteu. Les bases atiques sense plint són molt
freqUents en ~poca tardo-republicana i es fan estranyes entre August i Adria. En aquesta línia, per
a Jirnénez ( 1975, 290-29 1) a Hisparua tindrieo el seu auge entre els anys 100 aC i 50 dC i desapareixerien quasi per completa continuació. De fet, en !'arquitectura hispanica es pot veure que
la rnajoria deis monuments d' ~poca d' August no tenen plint (23). Amb posterioritat, les bases atiques sense plint són poc freqUents, pero segueixen utilitzant-se, segons podem veure en l' Are
quadrifonte de Caparra (Caceres) d '~poca flavia (NUnnerich-Asmus, 1996, 43, fig. 35), els dos
monuments d' Edeta (Aranegui, 1995, 200-202, fig. 7 i 13a) i el monument turriforme de Daimús
(Val~nc ia) del segle O dC (Abad i Bendala. 1985, 149- 150 i 169, fig. 5). El plint és un element
que a ltaJia no es generalitza fins al període augusteu, quan encara segueixen construint-se alguns
edificis que no en tenen (Amy i Gros, 1979, 123). La seua pre~ncia en )'arquitectura hispanoromana es confirma a partir d ' ~poca júlio-claudia (24). Per la seua proximitat i simiJtud en el
(22) Aquesla dif~neia poc donar-se. per exemple. en les pilastres de cantó. segons veicm en el petilfomix d'Edeta. on en
una cara n'hi ha S i en l'ahra 6 (Arancgui. 1995. 200. fig. 7). Diferents ampiAries. pero. no corresponen nccessAriament a diferent
nombre d'esuies. comes poi veure en l'altre monu.ment d'aquesta eiulat en forma d'cdlcula sobre podl. on ambdues cares teoen
diferent amplAria i 4 esuies (Aranegui. 1995. 202-203. fig. 13a).
(23) L' Are de BetA de Tanagona (Dupti. 1994. 158. fig. 65-66): el temple de Diana d' &nerita Awgus ta (Áivarez Martfnez.
1992. 9l.llm. 7: De la Barrera. 1993. 358): el temple de Barcino (GuútrrezBehemerid, 19928.97. llm. l. 3): el tnonumcnt sepulcral
de lulipa (García y Bellido i Mentnda Pida!, 1963. 42, fig. 16): el capitoli de Baelo. amb el problema de la seua hipoc~tica rcconslniCCió en ~poca elludio-neroniana (SiUia-es. 1995. 91: SiUiaes. 1998. 2&9), etc.
(24) Trobc:m bases d'aquest ti pus en el teatre de Sogunrum (Chiner. 1990. 39 i 102. B.P. 10): el p(lnic exterior oest del mactllum
de Bado. que es data al final del segle 1 dC (Didieljean. Ney i Paillet. 1986. 157- 160. fig. 115· 117): en monuments funetaris com
els de Saragossa: el deis Atilii de~ d'q,oca severiana (Me001de2 Pida!. 1970. 92. fig. 8-11: Lostal. 1980. 69. fig. 1: Sanmartí.
1984. 99. fi¡. 5): Chiprana. del segle U dC (Los1al. 1980. 173. fig. 12: Sanm.artl. 1984. 100. fig. 6): Favara. que es data entre la
segona meiw del segle U i el principi del mdC (Lostal. 1980. 181. 6g. 16: Sanm.artl. 1984. 91 ): i Miratpeix. que es data entre el
segle U 1prineipis del 111 (Lostal. 1980. 165-170. 6g. 9-11: Sanmartí. 1984. 108- 112. fig. 10.12). Al País Valeneil tenim el monument
funetari de la Vilajoiosa (Aiacant). tamb6 del segle U dC (Abad i &odala. 1985. 157 1 169. fig. 25). etc.
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EL CONJUNT MONUMENTAL DE LA MUNTANYETA DELS ESTANYS O' ALMENARA
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perfil, destaquen les bases del monument funerari deis Sergii de Sagunt. que es data entre el final
del segle 1 i el principi del n dC (Jiménez Salvador, 1989, 210, fig. 1-2).
D'aquesta manera, a partir del principal d' August i sobretot en els períodes juli-claudi i tlavi,
la base ~tica adquireix unes característiques formals que l'acompanyaran alllarg de tot el període
imperial: pre~ncia de plint. desenvolupament de l'escocia en altura fins a adquirir la forma
parabOlica per unir els bocells de diferents amplmes i independ~ncia del fust.l'imoscap del qual
no es Uaura en la mateixa ~a que la base (Márquez, 1998, 116-117). La base de pilastra
d' Almenara pot pertanyer a aquesta curta ~rie de bases sense plint que pot datar-se amb posterioritat a l'~poca d'August. La forma de l'escocia aixf ho indica. La Uaura de la base i de
l'imoscap del fust en una mateixa ~a poden prolongar la seua datació almenys fins al principi
deis tlavis.
Pel que fa a les dimensions, segons Mesado 1 ampl~ria del fust és de 33 cm, major que bona
'
part de les pilastres conegudes d' aquests monuments: 24 cm a Sádaba, 26 cm a Cbiprana i 31 cm
a La lglesuela del Cid (25); en altres, pero, és superior, com en els monuments d' Edeta, on es
donen amplmes des de 39,5 fins a 45 cm. Si apliquem la proporció vitruviana de 8,5 vegades
l'amplma de la pilastra per calcular la seua al~ma. obtindrem 280.5 cm. als quals caldria afegir
l'al~a de la base i del capitell.
Quant als capiteUs de pilastra, els dos exemplars coneguts tenen 5 estries filetejades ben marcades, coronades per un bocell sobre el qual hi ha un capitell corinti de fulles llises (fig. 7, 4; 12,
1). El capitell i el summoscap estan Uaurats en la mateixa pe~a . L'exemplar fotografiar per
Mesado presenta els cantons esvoreUats, el que afecta a la decoració. Aquesta apareix en dos
camps: el fons l11s del c~lat i el primer pla constitu'it per tres fulles esquematitzades de la corona
inferior. Aquestes apareixen completes, són molt ah.es i s'estenen per tota la superffcie, sense
arribar a tocar-se, ocupant la part superior del capitell normalment decorada pels altres elements,
sense que en les zones lliures del cllat aparega cap moti u més. L' extrem superior de les fulles
es~ trencat. perla qual cosa no s'aprecia si sobresurt del piAnol de Uaura
Entre els tipus de capitells que coronen les pilastres trobem freqüentment els corintis i, en
menor mesura, els toscans (26). L' exemplar estudiat és un capitell corinti de fulles llises decorat
només ambles tres de la corona inferior, el que resulta fo~a atfpic i en dificulta l'estudi. Hi destaca el seu esquematisme i un alt grau d'abstracció. El capitell de fuiJes Jlises deriva del capiteiJ
(25) Arasa. 1987. En el moment ele realitzar l'estudi sobre aquest monument. el mur que es conserva al vestfbul ele l'ennilll
es trobava encana emblanquinat: posterionnent va ser netejat i aleshores es va descobrir una pilastra acanalada amb una base •tica
en el cantó NE. Aquest mooument ha esllt consiclerat per Beltrán Fones (1990. 198) com un mausoleu en forma d'altar perla
~¡.ele dos pwlwini mooumenlals reutilitzaU en I'Clltrem superior del mur roml. 101 i que asscnyala que les restes ele l'cdificac:ió s6n ele dimensions molt grans. En aquesta matcixa Unia s'ha pronuncia! Cancela ( 1993. 251-252: Cancela i Manfn-Bue110.
1993. 406). Cree que 110 poc desc:artar-se la penlne~ d'aquests elements a dos monuments diferents: un mausoleu en forma d'altar
al qual cleuen COI'TCSpOIIdre sens dubte els pwluini, i un cdifici clels tipus cdfcula sobre pbdium o tuniforme al qua! correspon possiblement el mur conservaL Podria tractat-se llm~ d'un mausoleu en forma d'altar sobre p()dium. L'aparició ele la pilastra en el cant.ó
d'aquest mur 110 permet cletcnninar eltipus d'cdifi~i ele q~ es t:ractava. puiJC aquestes aparel11en en diversos tipus.
(26) Trobem ~apiteUs cori.ntis, per exemple. en 1' Are quadrifonte ele Clparra (Ckcres) (NUnnerich-Asmus. 1996. 44-45. fig.
6S~) 1 1' Are ele Berl (Dupré, 1994. 160-162. fig. 58 168-70): i e. els monuments funeraris ele Slldaba (MeMndez Pidal. 1970. 92.
n
fig. 7- 11), Chiprana (Lostal. 1980. 173. fig. 12). Miralpeix (Lostal, 1980, 169. fig. 10-11 : Cancela. 1993. 243-244. IAm. 11. 1).
Sofuentcs (Fatás í Martín-Bueno. 1977. 244 i 262, Taf. 48d). Nunu\ncia (Gutil!rrez Bebemerid. 1993. fig. l. llm. n. l. 3). Dalmús
(Abad i Bendala, 198S. ISO. fig. S). Rcquena (Val~ia) {Martínez Valle. 1995. 264-265. fig. 6-7) 1 Mengfbar i Costwfo (Beltrán 1
Baena. 1996. 106 i 114-IIS, fig. 48 i SS). En altres casos. ml!s cstranys. els capitells s6n toscans. com en els monuments ele Favara
(]..o)lll. 1980. 179-181. figs. 16-17) i Sagunt (Ji~nez Salvador. 1989. 210. figs. 1-2).
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corinti. Concebuts inicialment com capitells corintis canonics als quals els falta va la darrera talla,
a partir del segle U comencen a desenvolupar-se de manera autonoma (Pensabene, 1986, 387394). Al final d' aquest segle i en el m comencen a faltar en aquests alguns elements per analogia
amb els corintis de fulles Uaurades. Els usos que se'ls donaven eren molt variats, pero majoritAriament en l' Ambit domestic i públic no religiós, tot i que bi ha algunes excepcions. Si els capitells corintis de fuiJes llises són freqüents (27), no bo són tant els corintitzants de fulles llises (ej.
Pensabene, 1973, 116-12 1; Gutiérrez Bebemerid, 1992b, 162- 163). És j ustament a Ostia on
trobem alguns exemplars proxims que es daten en els segles ill-IV, encara que en la major part
deis casos completen la decoració del cAlat altres elements com els caulicles (cf Pensabene,
1973, 120 i 247-248, núm. 453).
L' extrema simplificació deis elements compositius del capitell el separa deis ti pus més freqUents i permet atribuir-lo a un taller local. El grau d' abstracció de l'element vegetal que es refletecteix en les seues fuJJes l' allunya de la trad.ició cltsssica i sembla propi de momeots avao~ats .
No pot descartar-se, pero, que la seua simplicitat no trobe explicació únicament en la seua pertinen~a a una fase evolucionada del propi desenvolupament de l'ordre corinti, sinó que siga intencionada. En conseqUencia, creiem que aquests exemplars poden datar-se de manera aproximada
en els segles U-JLI.
EL CAPITELL JONIC
Cbabret, 1888, ll, 24-25, fig . 15; Paris, 1903, 1, 46, nota 1, fig. 15; Albertini, 1913,352-353,
núm. 42, fig. 56; Paris, 1921, 139; Puig i Cadafalcb, 1934, 375, fig. 505; Von Mercklin, 1962,
219, m1m. 539, Abb. 1020-102 1; Balil, 1962, 156, núm. 14; Balil, 1979, 201; Balil, 1981, 218;
Jiménez, 1995,219.
El capitell jonic de pilastra reprodwt per Chabret era de ti pus figurat, de 60 cm d ' amplana i
possiblement de calcma blavenca (fig . 7, 5). L'abac era llis i sembla rectangular en el dibuix, per
la qual cosa podria ser de pilastra. Els coixinets laterals també eren llisos, sense cap ti pus de decoració. Les volutes eren circulars, sense canal, i en els ulls estaven decorades amb flors de quatre
petals amb botó central. A la part central de l' equí figuraven dos dofins afrontats flaoquejant un
trident. El collarí estava trencat i no es veu rastre de la seua possible decoració. Segons notícia
de Tramoyeres citada per Albertini, va ser destru'it.
Quant a la decoració de l' equí, la representació de dofins és freqUent en l'antiguitat sobre tot
tipus de suports (28), tant associats a la figura d' Afrodita com amb un sentit funerari (Cumont,
1942, 155, nota 4). El primer grup d' aquestes representacions marines decora edificis com balnea,
termes, domus i vil·les (29), mentre que el segon apareix en monuments funeraris (30). El dofins
(27) Cf. De la Bamra. 1984. 96-98: Gutimez Bdlemerid. 1992b. IS3-163: Múquez. 1993, 203-206. Hi deslacarem cls de
Sa¡unt pcr la seua proximitat: Chincr, 1990, 85-87. Entre cls de pilasua. podcm cítar-nc cls deis monumcnts de la Vilajoiosa (Abld
i Bcndala. 198S. 160. fig. 17-18) i La lglcsucla del Cid (Ansa. 1987. 164-16S. fi¡s. S. l. i 7. 1).
(28) Wclmann. s. 11. '"Dclphin". RE. IV. 2. 2.S04-2S09: Toynbce. 1973. 206-208.
(29) Dccorcn. pcr cumple. osci/ID, com un de Tarrqona amb dos dofms en actitud de ~-se al'aigua (Koppel. 1993. 11.
fig. 7). un alue de Badalona amb dos dofms ambles cucs ~sobre un timó (Koppel. 1993, JS-16, fig. 23) i un altrc de
Pompcia en q~ lplleixcn úronws amb el limó cnmig (Dwyer, 1981. 28S, nllm. 14S. Taf. 127. 4).
(30) Enue cls cscassos cumples ~ trobcm el de La I¡lesucla del Cid (Arasa. 1987. 1S l. fi¡. 6) i cls de Valmtia, Ed~ta
í Benífairó de les Valls a Sa¡unt (ftmmez. J99S).
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EL CONIUNT MONUMENTAL DE LA MUNTANYETA DELS ESTANYS O' ALMENARA
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apareixen en composicions aillades o en combinació amb aJtres motius de carncter marl, com petxines, rems, tridents, etc. Donat el carncter marl d'aquest repertori iconogrMic, capitells amb
aquests motius es localitzen de manera preferent en termes. Les peces més antigues conegudes
amb aquesta omamentació procedeixen de Pompeia. A Hispania, aquesta mateixa composició apareix en un capitelJ de pilastra o placa de marbre de Saguntum, igualment desaparegut (31 ). Els
dofins els ttobem també decorant les volutes d' un capitell jonic d'aquesta mateixa ciutat (32). A
ItAlia, peces amb figures de dofins i petxines sobre plaques-capitells, molt semblants a la de
Saguntum, hi ha a Ostia, amb una datació en el segle II, i Mill, amb la mateixa datació (33).
Aquests motius són relativament freqüents en els capitells figurats romans, pero quasi sempre apareixen sobre els d'ordre corinti. En aquest sentit. és simptomAtic el fet que de tots els capitells
hispAoics amb dofms, només els de Saguntum i Almenara corresponen a aquesta modalitat jonica
(Gutiérrez Behemerid, 1988, 96-97). Von Mercklin ( 1962) en recuU 37 casos, en 5 deis quals els
dofins flanquegen un trident. Balil assenyaJa la possibilitat d'una datació tardana pera aquests
capitells, en els segles D-m , quan esdevé un nou auge del capitelljonic. Garcfa-Bellido (1990, 7881) alribueix aquest capiteU aJ temple d' Afrodita marina situat junt aJ suposat campament romA.
Pel que fa a les flors amb quatre petals i botó central, també són un motiu freqüent en el món
romA, que decora en ocasions 1'ull de les volutes deis capitells jonics. Al País VaJenci~ bi ha un
exemplar a Saetabis que es data en el segle II dC; posteriors en són un d'Estepona (MMaga), que
es data entre el fmaJ del segle II i el principi del
i un d' Astorga (Lleó), del segle m (34). El
conjunt més ampli, pero, el trobem a Corduba, oo la decoració floral en l'uU de la voluta és un
deis trets caracterfstics de la producció locaJ (35).
Sobre la seua datació, les vol utes circulars, sense canaJ, amb la flor ocupant tot 1' espai, i els
coixinets llisos, suggereixen una ~poca avan~da. entre la segona meitat del segle II i el m.
m.
4. FRAGMENTS ESCULTORICS
Els fragments escultorics esmentats per la bibliografia, que han estat donats a conéixer
recentment (Arasa, 1998c, i en premsa b), sóo tres:
1) Ribelles, 1820, 224; Ribelles, ms. 17, 670; Ribelles, ms. 81 , 760-761; Pla, 182la, 10; Pla,
1821b, 6; Alcina. 1950, 111; Corell, 1988, 781, lrun. m; Corell, 1996, 133.
La primera ~a és un baix relleu d'armes que Ribelles reprodueix en el manuscrit 17 i descriu com ..un baxo relieve entallado en piedra blanca muy parecida al marmol que se descubrió
en la misma pieza semicircular (...) El baxo relieve tiene un dedo (...) Parece ser un trozo de
(31) Valcirecl. 1852. SS. llm. xm. núm. liS: Balil. 1979.200: Balil. 1981 . 219. nllm. 60.
(32) Balil. 1979. 199-200: Balil. 1981. 217-218, nllm. 57. llm. l. 2: Gutimu Bebemerid. 1988. n-18. núm. 29. llm. XV:
Chiner, 1990, 20. 87-SS. Ilm. 111. C. t6: Gutiá'rez Bebemerid. 1992. 220. ollm. 921.
(33) Penslbene. 1973. 174. nílm. 732-734. lllv. LXVID i CVIJ; Bdloru. 1958.64. oílm. 57.
(34) Gutimu Bebemerid. 1988. n-19. o4m. 28. 31 i 33: Gutibtez Bebemerid, 1992. 35-36, n4m. 104 i 109.
(35) Abres exemple:s bispUúcs els trobem a Linares (Jaál) i Sos del Rey Católico (s.r.,ossa): Gutiá'rez Bebemerid. 1992b,
35-36. oílm. 107- 108: quan1 als de Corduba: Múqucz. 1993,21-24,26-28. 30. 32-33 i 182. oílm. 6-13. 18-19.21. 23.28 i 32-24.
A Ostia IIOOib n'hi ha un que es dala en la segooa metial de.l segle IV dC (~nsabene. 1973. SO. nllm. 184. lllv. XVI). A Mill hi ha
un altre exemplat que es data. amb dubces. en~ d'August (Bellooi. 1958. 69-70. nílm. a3). Un altre exemplar bi ha al Museo
di Sasani (Equini Schneider. 1979. 47-48. n4m. 42. Tav. XXXIX. nílm. 1). A I'África Proconsular hi ha un eumplar a Testour que
es dala entre el final del segle 1 i el O {Ferthiou, 1989. 191-192. pi. Ul. a).
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FERRAN ARASA 1 GIL
Trofeo militar. El día 9 de Febrero de 1820 estaba depositada esta piedra en la casa de Dn. Juan
Bautista Figols Cura de Almenara" (fig. 6, 1). En un altre Uoc (RibelJes, 1820) el descriu com
"una losa de esta piedra, de cuatro palmos en cuadro, con un bájo relieve, en cuyo centro se ve
una coraza con todos sus colgantes, rodeada de escudos, paveses y picas, á manera de trofeo
militar". Al se u tom, PI a el descriu com "un losange de cuatro palmos en cuadro con un trofeo
militar de bajo relieve". Segons la primera referencia es va trobar a 1 exedra oest de la construcció
'
amb doble absis en que es cooservaveo 8 pedestals (edifici D), alguns d'ells amb inscripció. Aixo
no implica que aquest fos el seu lloc de procedencia, puix també s' hi van trobar dos fragments
d'una inscripció monumental que podria pertAnyer a un altre edifici.
En l'actualitat es conserva en un domicili particular d'Almenara, encastat en una paret (fig.
6, 2). Les seues dimensions són 65 x 54 cm i estA tallat en una pedra calcarla blanca d'aspecte
marmori. Tot i que Ribelles no precisa la seua grossaria, per les proporcions del seu dibuix i el
testimoni deis actuals propietaris deu tractar-se d'una llosa de no més de 10/12 cm. La seua cooservació és en general bona i els trencalls que té són antics. Respecte a l'estat que presenta en el
dibuix de Ribelles, pareix haver sofert mutilacions en els laterals, particulannent en el superior
dret, on falta la punta de llan~a representada en aquell, i en menor mesura en els dos inferiors. La
superficie estA polida i un poc erosionada en el te~ inferior. Els extrems superior i inferior són
originals, segons pot apreciar-se en el dibuix de Ribelles. En la part superior estAdelimitat per un
Uistell i en l' inferior el relJeu deixa una estreta franja rebaixada fins a la vora de la ~a. És un
baix relleu de no més de 2 cm. Representa un tropaeum arnb una composició simetrica en que
figura al centre un tors thoracato i als dos costats sengles grups d'escuts i piques; tots ells són
Uisos, sense decoració alguna. La /orica amida 55 cm d ' al~a. estAdisposada verticalment amb
una lleugera asimetría i apareix travessada longitudinalment per un sote un poc inclinat cap a la
dreta que representa de manera esquemlttica la musculatura. El coll estA rematat per un engrossiment a mode de borlet Les bocamltnegues estan representades en 1'espai que queda entre aquella
i els escuts. La part inferior representa el plec inguinal Ueugerament asimetric. Por davall, una
franja llisa amb el rnateix perfil ocupa ellloc deis llambrequins, que no s'han representat. En la
part inferior pengen verticalment les llaunes Uises en nombre de set, separades per líoies incises
i disposades també de forma asimetrica, que acaben abruptament en una línia horitzontal. En el
costat dret es veuen dos escuts rectangulars inclinats disposats en dos plans, per darrere deis quals
sobresurten les astes de dues llanees; falta la superior que segons el dibuix de RibelJes tenia la
punta triangular. En el costat esquerre es veuen dos escuts ovalats, per darrere deis quals sobresurten també les astes de tres llanees, de les quals tal vegada la superior tenia representada la
punta ara danyada. La disposició de les tres astes és similar en els dos costats: la superior sobresurt per darrere del primer escut i esta inclinada cap al centre; la d'enmig arranca del punt on es
juxtaposen ambdós escuts en posició horitzontal; i la inferior sorgeix igualment por davall del
segon escut i estA inclinada cap al centre.
2) Ribelles, 1820, 221; Ribelles, ms. 17, 25; Ribelles, ms. 81, 757; Pla, 182 la, JO.
La segona pe~a és un gran carreu de pedra de Sagunt (calcarla gris-blavenca) de 6 x 3 pams
( 135 x 68 cm) que PI a descriu com "una perfecta concha con sus estrias que se desprenden de un
triángulo entallado en su basa de órden jónico, todo de una pieza", que es trobava a la vora de la
U
acuna major l'any 1804. El reprodueix RibelJes en el manuscrit 17, d'on reproduisc el dibuix
(fig. 6, 3).
3) Pla, 1807, 34; Pla, 182 la, 10; Valcárcel, 1852, 19, lltm. 46, ndm. 27 1.
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EL CONJUNT MONUMENTAL DE LA MUNTANYETA DELS ESTANYS
o·ALMENARA
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La tercera i última ~a la descriu Pla com un "género de canal de mánnol blanco de cerca
de dos palmos y tercio de largo, y uno y tercio de ancho (52 x 29 cm) (...), en bajo relieve en
figura de conchas cóncavas convexas". La va veure reaprofitada coma material constructiu, junt
a al tres elements arquitectbnics, a la Torre del Mar. La reprodueix Valcárcel, de qui també reprodu'isc el dibuix (fig. 4, 2).
La interpretació, aixf com la datació d'aquestes peces no és tacil, pero deuen pertAnyer a
diferents ambients i sens dubte són un reflex del que degué ser un conjunt escultbric més ampli
i luxós de la vil·la, proxima a la ciutat de Saguntum, on es conserva una de las col·leccions
escultbriques més importants de les ciutats romanes del Pafs ValenciA (Aranegui dir., 1990).
La primera pe~a i única conservada és el relleu d'arrnes. És d'una gran simplicitat, tant des
del punt de vista t~cnic com del temAtic. Hi destaca la falta de detalls i motius decoratius que sol
caracteritzar aquest ti pus de composicions, particularment la cuirassa i els escuts, per la qual cosa
pot tractar-se de !'obra d'una officina local. Les armes o spolia representarles són de tres tipus: la
cuirassa, els escuts i les llanees. Els escuts, al seu tom, són de dos tipus: el rectangular o scutum
i el circular o clipeus (Albert, s. u. "Ciipeus", DS, 1, 2, 1248- 1260; Feugere, 1993, 109-117). De
les Uances. en el dibuix de Ribelles se'n veu la punta d'una. ampla i de forma triangular, que en
l'actualitat no es conserva (Beurlier, s. u. "Hasta". DS, m, l . 33-42). Quant a la lorica, la seua
simplicitat i la manca de motius decoratius no en permeten fer precisions d'índole tipolbgica o
cronolbgica (Stemmer, 1978).
Els relleus decorats amb spolia no són molt nombrosos a HispAnia: a Emuita Augusta es
coneixen els del temple de Mart (León, 1974) i del sacel/um del peristil del teatre (Salcedo,
1983). A la Meseta nord s'han estudiat els de Cbria (Dfaz Martos, 1957-58), Clunia (AcuñaFemández. 1974) i San Esteban de Gormaz (García Merino, 1977 i 1986). AAragó s'ban publicat
els de Sofuentes (Fatás i Martín-Bueno, 1977) i al País ValenciA només es coneixia fms ara el
d' llici (36). La complexitat i la qualitat artística de tots ells és notablement superior a les del
relleu d' Almenara.
El tipus de composició sim&rica acf representat és freqUent i entre els seus precedents figura
el trofeu cesaríA de Pompeia (Picard, 1957, pi. Vll). Pel que fa als relleus hispAnics, recorda la
composició que apareix en tres deis relleus de Clunia: el núm. 1 i el que formen els núm. 3-4,
amb el tors thoracato al centre i als seus costats escuts i armes vAríes. Aquest sentit de la simetría es manifesta també en els de Sofuentes, on l'element central és un escut. Quant als motius
representats, generalment són molt estereotipats, puix es tracta de reproduccions de cartons que
van tenir una gran difusió.
L' ai~Aria del reUeu respon al mMul de 2,2 peus. No és possible deduir el tipus de monument
a que degué pertAnyer: una ara, un friso un relleu (37). Respecte a la funció, els relleus d'armes
decoren sovint monuments funeraris, com és el cas del mausoleo de Sofuentes i d' altres monuments més senzills com ares i esteles. A HispAnia podem citar !'estela d ' Astorga dedicada a
Su/picio Placidino, en la qual es poden veure dues llanees creuades, un case i un gladius al centre,
(36) Ramos. 1963. 239. 1ig. 36; Ramos. 1975. 196. 219-220. llm. CXXXV. lig. 6; Noguera. 1996. 303-304.
(37} Els fri505 decorats amb armes fonnen part sovint de moouments sepulcrals í commeii'IOfatius. oom ara els ares. Els
cxemples. 1 banda deis mú eoneguts. en s6n nombrosos. Entre els primers tenim dos bloes conscrvats al Museo Nuionale Romano
(Bonamone. 1 Giuliano. 1985. 336-338. ntlm. vn. 5b-c}. Entre els segons hi ha un fris de Panna (Frova í Scarani. 1965. 155. núm.
8-9. Tav. XCV). o ·a11n1 banda. els relleus d'annes s6n IIOf:ntK'osos a Narbooa. focus que alguns autors creuen que podria bavu innun
en els hisplnics: ej. Esperandieu. 1907. m1m. 688-702.
-331 -
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FERRAN ARASA 1 GIL
i una pelta i un scutum en eJs costats (Mañanes, 1982, 71-72, núm. 56, lam. XXID). Entre les ares
podem recordar alguns exemplars de Pola. a la Cisalpina, que representen armes ai1Jades o en
grup (Franzoni. 1987, 17-19, 21-22, tav. 1-II, 4). Quant a la seua cronología, de manera general
aquest tipus de reUeus es data en el segle 1 dC. Aquesta és la datació que es dóna als exemplars
de Clunia i Sofuentes (Cancela, 1993, 249-250). Per aixo, considerem que -tot i la seua senziUesa- el reUeu d'armes d' Almenara pot datar-se també en el segle 1 dC (38).
Pel que fa al segon relleu que representa una gran petxina, desconeixem si formava part -com
sembla probable- d'un conjunt major. Segons Pla, descansava sobre un capitell jonic. La figura
d' una petxina -a banda del seu simbolisme erotic- pot relacionar-se amb Afrodita (Becatti, 1971,
27-28 i 38). Aquesta era una deessa del mar, cosa perla qualla petxina era un del seus atributs
(39). Es deia que la deessa havia estat transportada a Xipre en una petxina, o fins i tot que havia
nascut en una petxina, versions aquestes que possiblement deriven de les mateixes representacions artístiques (DeUvonias, s. u. "Aphrodite", UMC, II, 1, 103-104, núm. 1011-1017). Ambla
seua assimilació a Venus, aquests atributs passaran a la iconografía de la deessa romana. D'altra
banda, la petxina també és un atribut de les nimfes. Els escuJtors repetien aquest motiu per a la
decoració de fonts, nimfeus, banys i termes (Saglio, s. u. "Concha", DS, J, 2, 1431). Com atribut
d' Afrodita, la deessa es representa en ocasions amb una petxina en les mans sobre la zona púbica,
comes pot veure en la nimfa o Afrodita púdica de Saguntum (40) i en dues nimfes de Tarraco
(Koppel, 1985, 118-119, núm. 196-187, Taf. 83); aquesta serveix en algun cas coma boca pera
la font (Kapossy, 1969, 12-14, Abb. 1-3). També en els mosaics es representa la deessa navegant
cap a Citerea i Xipre, asseguda sobre una gran petxina normalment transportada per tritons (41).
Per les seues graos dimensions aquesta ~a degué figurar en un Uoc obert i en un context
aqu~tic, possiblement el jardí d'un peristilo tal vegada en unes termes. EJ seu cmcter d'atribut
permet suposar que degué formar part d' un conjunt major. La tercera ~a encaixa en un conjunt
d'aquestes característiques, puix presenta un canal la funció indubtable del qual era el pas de
l'aigua, i anava decorada amb una serie de protubemncies que també poden representar petxines
de menor grandaria. Possiblement ens trobem ambles restes del programa ornamental d ' una o
més fonts en l'ambient privat d' una vil-la, del qual es coneixen una gran petx.ina que va poder
formar part de la base d' un grup escuJtoric, i una eixida d'aigua. Jardins i peristils, on se situen
les fonts i els nimfeus,junt a les termes, on se'n traben sobretot en elsfrigidaria, són els espais
de les uillae on apareixen les estatues-fonts (Letzner, 1990, 258-262). Aquest tipus de decoració
és relativament freqUent en les vil·les hisparuques (Koppel, 1995, 42), que ha estat estudiada per
Loza (1992 i 1993).
(38) CoreU ( 1989, 188-189) relac. ona ~quest reUcu amb els fngments d' inscripcions ele cadlcter monumental en q~ figlftn
i
membres de la fanúlia deis Sef8ii. tant ele la mateixa Almenan com ele Benavites, puix un deis signants d'una inscripció dedicada
a L. Antonius Numida. militar saguntf relacional ambla famflia Sef8iD, es diu M. Sef8ius T/-/. d'on infereix que aquest tam~
podda ser militar i ser el pe.rsonatge que figun en una d' aquestes insc:ripc:ions monumentals.
(39) Sccban, s. u. "Venus". DS. V 721-736; Wissowa. s. u. "Venus", a Rosc:ber, VJ. 183-209; Koc:h, s. u. "Venus", RE. VIDA,
.
l. 828-887; Cbarbonneaux, s. u. "Venere", EM . VII, 112 1-1128.
(40) Balil, 1983; Balil. 1985. 228-230. nWn. 172. IUn. Xlll. 1; Scbroecler, en Aranegui dir.. 1990, 103 i lOS.
(41 ) És una composició bastant freqllent, que trobem a Ottama (Müaga) (Bib.quez, 1981, 85-88. mlm. 61 , IUn. 70-761A),
La Quintanilla (MI1n:ia) (RamaUo. 198S. 9S-99. fig. 17). la Domus del Oiosc:uri d' Ostia (B«atti. 1961 , 119-120, tav. CCXIV) i,
sobretoc. a I'Amca.tCom per exemple a la Maison ele I'Áne ele Cuicul (Bianchard-Lem6e. 197S). a la sala principal d'uns banys
pri vats ele Setif (Lassus. J96S, 177-178, Fig. 3). i en altres mosaics ele Tungad. Cbercbel. Canbago. etc. Vegen, sobre aquest tema.
el treball ele San Nioolás ( 1194).
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o·ALMENARA
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També la petxina apareix en la decoració arquitectonica saguntina. concretament en un capitell jonic figurat, associada a dos dofins (42). La representació de petxines és freqUent en epoca
imperial. Soleo aparéixer en combinació amb altres motius de camcter marf, com dofins, rems,
tridents, etc. Donat el camcter marf d'aquest repertori iconogrttfic, capitells amb aquests motius
es 1ocalitzen de manera preferent en conjunts tennals.
D' altra banda. a Sagunt la introducció de la uenera esdevé a través de la numismatica en una
epoca molt primerenca. Garc!a-Bellido (1990, 78-83, lam. V, 11 ) ha assenyalat que en les encunyacions d'Arse-Saguntum apareix en les emissions de finals del seg1e mi del II aC. La seua
associació a la proa de nau, motiu utilitzat en el revers de les encunyacions romanes, sembla que
pennet confirmar que s'introdueix per primera vegada després de la conquesta romana (Ripolles,
1991. 26, fig. 1). Pera Garc!a-Bemdo es tractaria d' un s!mbol que faria referencia a la divinitat
femenina esmentada pels textos al final del segle m en el passatge citat de Polibi, amb atributs
de fertilitat marina, deessa de la ca~a i protectora de la ciutat.
S. ELS EDIFICIS
Els edificis que apareixen descrits en la bibliografía són quatre (fig. 3, 2). Un estava situat al
cim oest (A) i els altres tres estaven distribwts de manera escalonada en tres terrasses situades al
cim est de la Muntanyeta {B) i el seu vessant meridional (C i 0 ). Els estudiarem en aquest ordre,
analitzant la informació que ens proporciona la bibliografia i cercant bipatesis sobre la seua
funció i cronología.
EDIFICIA
Com bem vist, estava situat al cim oest i ha desaparegut quasi en la seua totalitat. Alcina
( 1950, 103- 104, fig. 3) assenyala que florejaven alguns deis seus murs, a partir deis quals va
poder al~ar una planta preliminar que va completar obrint diversos sondeigs (fig. 13). L'edifici
estava oriental al NO i tenia una planta rectangular de 9,1 x 7,7 m, amb un absis central que li
donava una Uargana maxima de 10,8 mi una disposició simetrica (43). L'interior es distribui'a en
tres naus: la central (B) tenia 3,1 m d'amplana i es prolongava en la petita ca~alera (A) a través
d ' una porta; a dreta i esquerra s'obrien quatre peces amb accés des de la nau central, dues més
petites proximes a l'absis (C i 0 ) i altres dues allargades i majors en el costat de la porta (E i F).
En els primers sondeigs va trobar el paviment a una profunditat de 30 cm des de 1' altura conservada dels murs. La grossAria d'aquests variava entre 60 i 70 cm i l'al~a conservada anava
des deis 1Ocm en les zones més arrasades, com el murs SO de les cambres O i F, fins als 40 o
50 cm en els millor conservats, com els murs de les sales B i C. Els murs estaven llliits amb un
estuc molt feble i deteriorat per les arrels de les plantes, que conservava restes de pintura verda i
(42) Balil, 1962. !56. nllm. 14: Balll. 1979, 199- 200; Balil. 1984, 217-218. nllm. S7. llm.. l. 2: Guti~rret Behemerid, 1988.
77-78. nllm. 29. 1lm. XV: Chíner. 1990.20. 87-88. llm. IU, C. l6.
(43) Alci.na no dóna d'aquesl edilici ~s dimensions que l'al~a conservada deis murs i la seua grosslria. Les dimensions
que jo done SÓil puramen1 aproximalives i eslan calculades a partir de !'escala grifica que apareix en el croquis de la planla que
inclou en el seu ueball. sobn: el qua! be preplt&l el dibuix de la figura 13.
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334
.FERRAN ARASA 1 GlL
o
2m.
Ffaura 13.- Croquis de l'ediftd A a partir dd dlbuh d'Ak6cer (19SO).
roja. Un sondeig en la sala B va proporcionar gran quantitat de fragments cemrnics: anses, vores,
bases, etc, amb una decoració de canalats que va considerar medieval. També va trobar grans
rajoles amb signes digitals i grao abundancia de tegules amb o sense signes digitals, semblants a
les que després va trobar en els sondeigs de l'edifici C. Algunes d'aquestes tegules van ser trobades formant un bloc, unides amb argamassa, i va considerar que indubtablement procedien de
la teulada de la construcció.
Pel que considerava 1' orientació quasi perfecta de 1
'edifici, la seua planta amb una oau central, ca~alera situada aproximadament a l'est, entrada en l' extrem oposat i petites sales laterals,
i per la gran quantitat de cerlunica que coosiderava procedent segurament de les voltes o ares,
Alcina va identificar aquest edifici amb una ermita o capella medieval molt pobra i de construcció prou simple. Pel fet que les nüoes eren perfectament visibles, es mostrava estranyat de no
trobar cap referencia en la bibliografía, i més en considerar que per 1' epoca del seu descobriment
els seus murs devieo estar millor conservats.
En l' actualitat, el cim oest ha estat destniit quasi en la seua totalitat i només queda una zona
redu1da en que es veuen dos murs fonnant un angle recte, amb un parament de pedres irreguJars
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EL CONJUNT MONUMENTAL DE LA MUNTANYETA OELS ESTANYS O' ALMENARA
33S
i algun carreu travats arnb morter, en la mateixa vora de la pedrera. i dos carreus de calcruia solts,
un arnb una mossa profunda. El material ceramic de construcció ~s relativament freqUent i de factura romana (lateres, tegulae, imbrices). Encara es poden trobar fragments de cerWnica comuna
d ' aspecte "medieval", amb decoració de canalats al coU i anses de cinta.
Pérez Sánchez ( 1985, 167) va assenyalar la possibilitat que es tractAs d' un edifici arnb una
funció religioso/funerAria de cronología tardana. En efecte, l'edifici rec'orda la planta d' algunes
esglésies paleocristianes hlspAniques, amb una estructura tripartita que s'assembla a la planta
basilical (44). La forma de l'absis encaixa perfectament en la tipología d'aquesta part deis edificis de culte cristians (cf. CerriJJo, 1994). Aquest tipus de cawalera exempta de planta aproximadament rectangular, que a )' interior pot ser semicircular, ha estat estudiat per Palol (1987,
297), que ha destacat la seua gran difusió des de les Dles Balears fms a la LusitAnia, on compta
amb diversos paral·lels (45). La redu'ida arnplruia de la nau (8) respon a les modestes proporcions
de l'edifici. Com va assenyalar Llobregat ( 1977, 129) en referencia a les basíliques valencianes,
és normal que tinguen unes dimensions redu'ides, com els 11 x 8 m de la d'/lici i els 7 x 6 de la
de Saerabis. L' arnplruia de la nau central és també redu'ida en altres basOiques com les de San
Pedro de M~rida, de 2 m; San Giilo, de 4 m; i es Cap des Pon, de 5 m.
En l'organització de l'espai ütúrgic, l'absis (A) correspondria al sanctuarium, on estaria
empla~t l'altar. Pel que fa a les dues petites carnbres situades prop de la ca~era (C i 0), la
interpretació més senzilla en faria els Ambits de servei del cler: una podria ser el sacrarium on es
guardaven els objectes litúrgics, i l'altra podria ser elthesaurum on es guarda ven els objectes ~
preciats de l'església. Aquestes cambres podien estar situades als costats laterals de l'absis, amb
accés des d'aquest a través de sengles portes laterals -les conegudes cawaleres tripartites (Godoy,
1995, 88-103)-, pero en ocasions es troben endarrerides respecte d'aquest, de forma que l' accés
s'hi efectua des de la nau central (46).
La distribució interna de l'edifici és semblant a la de l'església de San Giilo, encara que en
aquesta les naus laterals tenen una divisió tripartita. Es tractaria d'una petita església d'aula
única, d' una sola nau, segons un tipus no molt est~s a HispW1ia: es FomAs de Torelló, es Cap des
Pon, Santa Margarida de Martorell, el Gatillo, etc (Godoy, 1995, 104- 106). No és inversemblant
pensar en la possible exist~ncia d'un pis superior pera la ubicació d' una tribuna pera les dones.
Possiblement hit~ relació un tret que a niveUarquitectbnic crida l' atenció: la major grossAria deis
dos murs que separen les cambres laterals C-E i 0-F.
(44) Cal recordar que aques1 tipus de planea va ser u1ilitzada wn~ a r África en el seale V pera edif~eis amb allres fUDCioos.
identifiCalS ltlldicionalmenl amb baniques i martirio: Duval i Ouval. 1972.
(4S) Sanca Maria del Caml (Mallorca). que es data en el se¡le VI (Palol. 1967. 8-10. ría. 1: Schlunk 1 Hauschild. 1978. 79.
i
Abb. SS: Godoy. 199S. 161-164. ría. 16): Soo Pere1ó ~. Mallorca). en la seua primen~ fase que es data ablw de la me. lal
del sesJe VI (Palol. 1989. 1988-199S); es Fomls de Torell6 (Maó. Mmon:a). que es data en la segooa meilal del seale VI (PaJol.
1967. 18-23. fi&. S; Godoy. 199S. 180. rí¡. 22); es Cap des PM (ForneiJs. Mmon:a). que es dala cap a principis del teaJe VI (PaJol.
1983. 3SS; Palol. 1989. 1977-1985: Godoy. 199S. 168.• fig. 19bis); San Pedro de Mbida (Bidajoz). que lal1lbl! es data en el sesJe
VI (Aima¡ro 1 Mareos. 19S8. fig. S: Palol. 1967. 97-99. fig. 29: Sdllunk i HauschiJd. 1978. 4S~. Abb. 23: Godoy. 199S. 283. ríg.
60): Sio Gilo (Nazatt. I'Mupl) (Sdllunk 1 HauschiJd. 1978. 213-214. Abb. 125: Godoy. 199S. ría. 71) i Slo Pedro de Balsemlo
(PoftuaaJ) (Sehlunk 1 Hauschild. 1971.217-218. Abb. J27a; Godoy. 199S. 334. fia. SS).
(46) ~emples d'esaJbies amb IQIICSI.I disposició les ll'dlem en la des Cap des Pon. qons la inle:rpl'etliCió proposada per
Godoy (199S. 170-172. fl¡. 19bis): la vil ·la de FortiUiatru (Fnp. Osea). despr& de la CXIIlSinlcd6 de l'absis en la fase lll (Palol.
1967. 88-90. fi&. 26; Seblunk i Hauseb.ild. 1978. 162-163. Abb. 94: Palol. 1989.2000-2004: Godoy. 199S. 232-2.34. fi&. 41 ): í Zorita
de los Canes (Guadalajanl). ~ seaoos la lnlet)lrellció de Godoy (199S. 242. ría. 42).
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FERRAN ARASA 1 GIL
Una vegada desaparegut l'edifici, no podem aportar infonnació complementaria que possibilite determinar amb seguretat la seua funció. Alcina en va fer una aproximació, ja que el va
identificar amb un edifici de culte cristia Possiblemeot ja el degué veure saquejat i destnüt, de
manera que objectes fooamentals pera determinar les funcions litúrgiques, com ara l'altar i el
mobiJiari, no han pogut ser documentats. lgualmeot, el fet que no s'bagen trobat cancells, restes
del baptisteri, reUeus omamentals i l'apareot inexistencia de tombes a l'ioterior i pels seus voltants immediats sóo problemes afegits; aquestes, pero. podien trobar-se als peus del cim on
s' al~ava l'església. Només ens queda la planta. La seua coberta amb tegulae i imbrices permet
adscriure'l a la tradició edilicia romana. La oostra ioterpretació, dones, és que ens trobem davant
una basflica, un edifici de culte eucarístic, que possiblement pot datar-se en el segle VI. El fet que
es trobe a"illat, sense altres estructures al seu voltant, permet deduir que no es tractava de l'església d'un monestir, sinó que devia tractar-se d'una xicoteta parroquia d'una redliida comunitat
cristiana que va habitar aquest Uogaret situat no molt Uuny de la ciutat de Saguntum.
D'altra banda, entre l'epigrafia Uatioa d'aquest Uoc bi ha una inscripció de difícil lectura, que
pot ser interpretada coma cristiana. Es tracta de la part dreta d'una Uosa de gres, trencada i molt
erosionada, trobada cap a l'any 1970 en unes prospeccions submarines a I' Estany Gran i conservada al Museu de BeUes Arts de CasteUó (47). Gimeno (1988. 55) la inclou entre les possibles
mencions d'oficis en l'epigrafia Uatina hlspruuca perla termioació -tor. Nosaltres, pero, creiem
més prompte en la seua consideració com una ioscripció cristiana, en la qual aquesta terminació
podria correspondre -entre altres possibilitats- a un deis dos termes utilitzats en l'epigrafia pera
cridar l'atenció de qui passava per davant del mooument: uiator o lector, utilitzats mpliament
amb anterioritat en l'epigrafia pagana; aquests rarament apareixen a l'inici del text (cf Muñoz,
1995, 278-280). La confiiiiUlció del seu caracter cristi~ reforyaria la bi¡XItesi de la presencia d' un
edifici de culte.
EDIFICI B
En el cim oriental se situava l'edifici 8 , que és el pitjor conegut. Tal vegada la seua primera
menció és de La borde ( 18 11, 57, pi. CVID), puix en fer referencia a les rumes del suposat temple
de Venus, diu que es trobava al costat de construccions modemes que situa al nord d' aquest, al
cirn de la Muntanyeta, segons es pot veure en el seu dibuix (fig. 4, 8). En la fotografía que va
publicar Sarthou (s/a, 742-745) a primeries de segle, es veuen restes d'un mur d'un metre
d'al~ma i la base de pilastra estriada anteriorment estudiada (fig. 7, 6).
Segons la noúcia d' Alcina, el cim oriental de la Muntanyeta havia estat objecte d'una reocupació que havia deixat nombroses estructures de difícil interpretació. Almenys una part d' aquestes construccions devia correspoodre a l'assentament alto-medieval que va deixar restes evideots en tot el jaciment, a les quals possiblement es re feria Laborde. Alcioa ( 1950, 104) va trobar
aquest edifici molt arrasat i no el va excavar en la seua totalitat, per la qual cosa no va dibuixar(47) RipoU~. 1976.236. ndm. IS: Behrin UOOs. 1980. 275. núm. 33S. Ilm. LXXXVD: Corell. 1989. 194. núm. 22. fig. 22;
ClL U'/14. 707. E.l costal dret i probablementla part superior s6o originals. Les seues dimcnsions s6n 53 x 32 x 13 cm i 1'~ de
les lletm~ & de 3.5-7 cm. La part legible del text & com segueix: 1-/+cd(... ?J1 !-/++sil+ 1 1- /+m+s 1 1-/+tor. La seua
factu111 & molt grollera. Les IInies estan inclinades cap a la dreta. Les llettes s6o molt im:gulan. fins i 101 en una maceixa IInia.
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EL CONJUNT MONUMENTAL DE LA MUNTANYETA DELS ESTANYS O' ALMENARA
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ne la planta. En el vessant nord es veía el taiJ d' un paviment des d'on va tra~ar una trinxera
oblíqua per tot el cim al llarg de la qual va trobar una serie de murs que formaven diversos angles;
un d'aquests tenia 150 cm de grossaria pero estava molt arrasat. El material trobat va ser majoritAriament ceramica medieval, pero també vidres, una base d'amfora, gran quantitat de claus i
fragments de grapes de ferro. Hi bavia signes evidents d'incendi en el terra i les parets. Com la
disposició deis murs no es corresponia amb la planta de l'edifici que buscava, no hi va prosseguir els treballs.
En la descripció d' Alcina destaca el mur d' 1,50 m de grossAria que devia pertrutyer a un edifici de proporcions monumentals. D'altra banda, la base de pilastra que es veu en la fotografía
publicada per Sarthou esta situada en la zona que devien ocupar aquestes ru'ines, que aleshores
es trobaven miJior conservades, puix hi apareixen un mur de certa al~ada i una escalinata.
Considere molt possible la pertinen~ d'aquest element de pilastra a l'edifici que s'erigia en
aquest cim de la Muntanyeta, tant per raons de proximitat com per altres de tipus arquitectonic,
ja que no pareix encaixar en els altres edificis identificats (C i D). Amb ell poden relacionar-se
almenys una part deis altres elements de pilastra anteriorment vistos i, tal vegada, el tros de mur
amb encoixinat que representa Laborde. La datació posterior deis altres dos edificis (C i D) que
analitzarem a continuació ens dóna un major marge de certesa. Tanmateix, les diferencies observades entre els elements de pilastra, com són les estríes filetejades i planes, i 1'aparent caracter
tardA del capitell corinti de fuUes llises, no permeten descartar la possible exist~nc ia de dos edificis decorats amb pilastres.
De manera general, la coJ.locació de pilastres en la superficie externa deis monuments,
dotant-los d'una estructura pseudoarquitectonica, correspon a un esquema de decoració ben
documental en l' arquitectura funeraria romana des d'~poca tardo-republicana (Mansuelli, s. u.
"Monumento funerario", EAA, V, 195; Von Hesberg, 1992, 128). Els tipus de monuments que utilitzen les pilastres estriades com elements sustentants o omarnentals són variats: de ti pus naomorf
(Sagunt, Chiprana i Sádaba}, de tipus d'edícula sobre podi (Favara, MiraJpeix i Numancia}, de
tipus turriforme (Daimús i la Vilajoiosa) i fms i tot del tipus d' altar monumental (ej. Beltrán
Fortes, 1990). La cronología d'aquests monumeots és Amplia i s'estén entre les ~poques d' August
i severiana.
Aquest edifici, dones, devia comptar amb pilastres, de les quals coneixem una base cantonera representada per Chabret. Si els capitells pertanyien al mateix edifici, perles seues dimensions (1 m de llargAria) devien correspondre a murs molt solids, tal vegada d' un edifici de gran
al~Aria. En aquest sentit, cal recordar el mur d' 1,5 m de grossAria que va veure Alcina. És evidenl
que amb aquests escassos elements no podem determinar el tipus d'edifici de que es tractava:
podía ser de quaJsevol deis anteriorment vistos. Tanmateix, murs d'aquesta grossAria poden
correspondre a un monument del tipus d 'edícula sobre podi, que pot arribar a tenir una aJ~Aria
considerable i és freqüent en !'arquitectura funerAria romana (Yon Hesberg, 1992, 144-184).
Atenent a la ubicació de la vil·la, el monurneot podía estar oriental cap al sud, ambla fa~ana principal visible des de la zona residencial, on possiblement figurarla una inscripció de caracters
monumentals.
Sobre aquesta qUestió, en la descripció de Ribelles de l' Edifici D esmenta la troballa en
l'exedra de ponent de part d' una inscripció de caracters monumentals trencada en tres trossos, de
7 parns de llargAria per 4 d' aJ~a (1 ,58 x 0,9 m), amb Uetres d' un pam d ' al~Aria (22.6 cm) i el
següent text: Sergio M. [- ] . Aquesta al~Aria només es veu superada en !'epigrafía saguntina per
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FERRAN ARASA 1 GIL
les lletres de la inscripció del fOrum, de 28/30 cm (CIL IP / 14, 374). La seua restitució, ambla
resta de la filiació i el cognom, donarla un mínim de 3 m de llargma. Com ja va assenyalar Alcina
(1950, 124), aquesta inscripció, que possiblement es trobava despla~da, pertanyia amb seguretat
a un edifici de caracter monumental, on figuraría en la f~ana principal sobre la porta. El cognom
Sergia el trobem també en una familia de la ciutat de Saguntum, on es conserven alguns epitafis
d'una dona anomenada Sergia M(arci) Jfilia) Peregrina, nom que presenta una gran semblan~
amb el que apareix incomplet en aquesta inscripció. No resultaria molt agosarat plantejar la hipOtesi que, més que una simple coincidencia onomastica. es ttactas de la mateixa persona, com ja
va assenyalar el mateix Ribelles (ms. 17, 668), membre d' una rica famfiia saguntina, que bauria
erigit un monument en la seua vil·la, situada a poca distancia de la ciutat. Sergia M. f Peregrina
és precisament un deis personatges que apareix en quatre de les dedicatbries que figuraven en el
'
monument funerari deis Sergii de Sagunt (CIL IP / 14, 339, 340, 344 i 345), que tant per 1 epigrafia com per la tipología de 1' edifici pot datar-se entre el final del segle 1 i el principi del D. A
partir deis pocs elements amb que comptem, la base ~tica de pilastra i aquesta inscripció monumental, l'edifici a que pertanyien pot datar-se de manera aproximada en els segles 1 Devia
-D.
tractar-se, dones, d'un monument que aquest mateix personatge va erigir en el cim oriental de la
Muntanyeta amb una funció indeterminada, perb possiblement funerma.
EDIFICI C
El tercer conjunt de ruines (C) és l'únic del qual dibuixen la planta Chabret i Cebrián i també
el que va centrar els treballs d' Alcina i Mesado. Estava situat en el vessant meridional del cim
oriental, a uns 10m al sud de les restes de l' anterior (fig. 3, 2). La seua planta estava desfigurada
per una serie de compartimentacions interiors producte de la seua reutilit.zació, possiblement des
de 1' Alta Edat Mitjana.
El primer autor que identifica aquest edifici com un monument fune.rari va ser Cebrián,
segons sabe m per Lloren te ( 1887' 260), qui afirma va que les ruines de 1' edifici e, "con mejor criterio en mi concepto, los considera vestigios de algún edfculo sepulcral".
Cbabret (1888, D, 19-20, fig. 12) el descriu com un edifici de planta rectangular que estava
orientat seguint l'eix major de la muntanya, d'oest a est (fig. 7, 1). Deis murs a penes quedava 1
m d'al~ma i estaven fets d'argamassa amb fi1ades de pedres desiguals. L'interpreta com un
temple de tres cel·les amb adytum, al qual s' accedia per dues portes des de les naus laterals. En
J'extrem del rectangle (A) es veien vestigis de !'escala d'accés, mentre que un altre mur (B) transversal separava les dues zones. Hi bavia senyals evidents que aquest edifici bavia comptat amb
un pbrtic columnat avan~at, perla qual cosa considerava que era un temple prbstil. El croquis de
Cebrián (fig. 7, 2), amb l'error en l'orientació, no difereix massa del de Chabret.
Com hem vist, Alcina va centrar els seus treballs en aquest monument, que identificava amb
el descrit per Pla (fig. 8). El descriu com un edifici de planta rectangular oriental ESE-O NO, amb
unes dimensions mWmes de 12,8 x 3,8 m, amb el ter~ oest de major amptma (4,2 m) (48).
(48) D '~quest
Alcina oo d6oa tamp0t: les dimensions. ni tan sol.s la grosslria del seus murs. Les que jo dooe s6o
i estan calc:ulades a partir de !'escala grifica que apareix en el croquis de la planta que incJou en d seu
edü~ei
puramen1 aproximatives
udlall.
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EL CONJUNT MONUMENTAL DE LA MUNTANYETA DELS ESTANYS
o· ALMENARA
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Aquesta nau comptava amb dues portes: una en el costal sud, despla~ cap a l'est, i l'altra en
el lateral oest,junt a l'angle SO, amb dos graons d' una escala. en el vessant sud, pero despla~ada
;
cap a l'est de la línia de la porta, bi bavia una altra escalinata més ampla. Els mues estaven fets
amb un parament irregular de pedres travades amb morter i conservaven fins a 1, 1 m d'al~ana.
En Uocs senyalats com els angles i les portes s'bavien utilitzat carreus. En l'angle NEva veure
un revestirnent de carreus regulars de pedra de Sagunt, cosa de la qual dedueix que tot I'edifici
devia estar recobert d'aquesta pedra. Davant de la porta oest hl bavia un pavimeot fet de grans
lloses, tovots i pedres de menor grandaria.
El mur nord era d'uo sol tram i d'ell arrancava un mur perpendicular en direcció nord a uns
5 m de l'angle NE, potser un contrafort. El mur sud constava de tres trarns, deis quals el de l'oest
estava un poc despla~at cap al sud, raó perla qualla oau ací era més ampla. D'aquest mur sud
arrancaven al tres tres perpendiculars de diferent llargaria: el de J'extrem oest era la continuació
del mateix costat de la nau i feia angle amb el tram corresponent del mur sud; a poc més de 3 m
cap a l'est n'arrancava un altre fent angle amb l'altre tram del mur sud, acf lleugerament despl~at cap al nord, per la qual cosa quedava un buit entre ambdós trams del mur sud, sense que
hi baja seguretat que es tractava d' una porta; a uns 5,5 m cap a l'est es trobava el tercer, que arraocava a uns 2m de l' angle SE de la nau i era el més llarg deis tres.
Del paviment de morter esmentat per Pla, RibeUes i Valcárcel, que creu pertanyent a aquest
edifici, Alcina diu que no veié vestigis, ni creu que pogués existir en el Uoc on el situen aquests
autors, com no fos sobre un gran terraplé; assenyala com possible la seua existencia a l'oest de
l'edifici. Tanmateix, en el text de la descripció i en la planta situa el tall d'un paviment enfront
de l'escalinata meridional, on es trobava l'edifici D al qual realment pertanyia.
A !'interior de la nau, adosada al mur nord, va trobar una cambra funemria de planta rectangular, amb unes dimensions de 8,80 x 4 m. EJ costar est estava tancat per una paret de 60 cm de
grossaria en qu~ s' obria una porta de 0,64 m de Uw:n. situada a 1,6 m del mur nord i cegada amb
pedres i terra, queja apareix en els croquis de Chabret i Cebrián; el fet que en 1' angle SE pareixia
no baver cap carreu ti fa suposar que aquest mur podía prolongar-se cap al sud. El mur sud, també
de 60 cm de grossaria, tenia en el seu extrem oest dos graos carreus, l'inferior deis quals sobreixia
cap al sud, com si s'bagués prolongat en aquesta direcció; de fet , Alcina hi situa un mur. D'altra
banda, pegots de morter en la cara nord d 'aquest angle permeten suposar que la cambra funemria
estava tancada pel costat oest amb un altre mur ja desaparegut. El mur existent en aquest costat
es trobava a uns 80 cm de l'angle SO i estava fet de fragments de paviment i pedres irregulars
travades amb terra. Un altre mur de semblants caracterfstiques i 3 m de llargaria arranca del mur
meridional de la cambra funeraria en direcció sud. Alcina dibuixa un altre mur en direcció E-0
que arranca del costat oest a )'altura del brancal sud de la porta lateral, possiblement de les
mateixes caracterfstiques que els dos anteriors, que Mesado no va trobar. Possiblement, en el
moment d' aquestes reformes degué cegar-se la porta est de la cambra funemria i obrir-se una altra
en el costat sud, que és la que va trobar Alcina
La celia funemria contenía tres tombes d' inhumació situades en el costat est (fig. 8, 3-4).
Estaven constnüdes amb lloses verticals travades amb morter i tapades amb altres Uoses irregulars recobertes de morter. La primera amidava 190 x 50 cm i contenía les restes d'una persona
anciana, tal vegada una dona. La segona estava orientada cap a l'est i es va trabar mig remoguda.
La tercera estava intacta, també orientada cap a J'est i contenía les restes d ' un borne jove. No contenien aixovar, tan sois alguns fragments de cetamica iberica. Per la disposició de les tombes,
creu que la segona i la tercera són contemporarues a l'edifici i totes són d'~poca romana.
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FERRAN ARASA 1 GIL
Segons Mesado (1966), aquest monument tenia una planta rectangular de 17,05 x 8,45 m,
amb una superffcie construXda de 144 m1 i dues portes. La principal, que alesbores ja havia desaparegut, devia estar situada en el costal sud, possiblemen1 a !' altura de !'escalinata, que quedava
despla~da cap a J'es1 de l'eix longitudinal i conservava 4,50 m de llargAria: dos petits carreus
clavats a terra i separals 1,80 m senyalaven possiblement el lloc que ocupava la porta i en
dona ven la llum. La porta secundAria és laja senyalada per Alcina en el costal oest. que tenia 1,40
m de llum i quedaría despla~da cap al nord de l'eix transversal, a 2,65 m de J'angle NO; dels
dos carreus que formaven els brancals, el del costal nord era un element reaprofitat, una ~
motllurada amb una gola, possiblemenl de cornisa (fig. 12, 2), el que Ji feia planlejar-se la possibilitat que aquesta porta fos posterior. Mesado apunta la possibilitat d'un tercer accés pel costal
est. que no quedava ciar i no considerem probable. El mur nord, de 60 cm de grossAria, tenia un
gran carreu en J'angle NO i a 4,6 m d'aques1 arrancava un altre perpendicular en direcció nord;
aproximadamenl a 1,4 m cap a 1' est d' aquest arranca va el mur esmental per Alcina en la mateixa
direcció. El mur meridional comp1ava amb una solida base formada per graos carreus, deis quals
veié encara el de l'extrem oest in situ i el segUent despla~at. de 0,45 x 1,80 x 0,50 m. El mur oes1
tenia 60 cm de grossAria i de l'angle SO arrancava un fort conglomera1 de morter i pedres mitjanes, a mode d'anta, d' l ,85 m de Uargru-ia, que Ji donava una longitud total de 10,30 m; el corresponent del costat esl es va trobar en una neteja superficial. Del mur est. que no va excavar,
sobreixia un carreu situat a 3,35 m de l' angle NE que tenia 45 cm de grossAria. Aquest pot ser
l' únic element visible d'aquest edifici avui dia.
En l'actualitat les seues restes a penes s'hi poden distingir. Queden alguns graos carreus solts
pel vessant meridional de la muntanya que hi poden pertanyer. Tots són de calcArla gris-blavenca
de gran qualitat (pedra de Sagunt) i la majoria conserven adberencies de morter antic. Hi destaca
un en forma de gran llosa de 186 cm de LlargAria i 44 de grossAria, amb dues mosses de 3 cm
d' ampiAria, mides que es corresponen amb les assenyalades per Mesado pera un dels carreus despla~ats del mur meridional. Altres tres fragments de grans lloses trencades i soltes tenen grossaries de 15, 16 i 16,5 cm. A l'oest hi ha un altre carreu trencat i aíllat amb una grossAria de 30 cm.
A 1' extrem sud, sobre els bancals, hi ha un gran carreu de forma cúbica, trencat. que conserva
unes dimensions de 50 x 66 x 61 cm.
La planta que dibuixa Mesado guarda la mateixa orientació pero difereix notablement de la
d' Alcina, i tampoc s'aproxima a les plantes de Chabret i Cebrián. Sobre la planta d' aqueU, els
laterals est i oest es prolonguen cap al sud i es tanquen per aquest costal amb un nou mur que
Alcina no veié, de manera que la nau on va excavar les sepultures es queda com la cambra
funerAria d' un edifici notablemenl major (fig. 14). Aquest edifici tenia afegits posteriors que
deformaven la planta original. Possiblemeot, Alcina va centrar els seus treballs en la zona nord
del monument. sense arribar a tenir-ne una visió completa. Tot i que Alcina suposa que el monument devia anar revestit de carreus de pedra calcArla, i que Mesado restitueix una porta flanquejada amb pilastres, no hi ha iodicis segurs que aquest monument comptAs amb elements arquitectonics decorats. La pre~ncia de dues tecniques constructives clarament diferenciades pennel
distingir els murs de la primera construcció deis afegits posteriors, possiblemeot medievals, que
dividien !'interior en diferents espais. Com ja va assenyalar Alcina, 1 edifici esta va constrWl amb
'
murs fets de pedres de grandAria mitjana travades arnb morter i carreus en determinats punts, com
ara alguns angles. Les tombes estaven construXdes de la mateixa forma i eren iodubtablement
contemporinies.
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EL CONJUNT MONUMENTAL DE LA MUNTANYETA OELS ESTANYS O' ALMENARA
o
341
S m.
Flpra 14.- CroquJs delmoaument Ca partir del dlbulx de M. aclo (1960).
e
Uns 7 m al nord d'aquest edifici {C), a uns 3 m de l'estructura que ocupava el cim oriental
de la Muntanyeta (edifici B), bi bavia pegots de morter roig vinós. Com que del mur nord arcancava almenys un altre en aquesta direcció, i el desnivell existent entre ambdues estructures era
només d' 1,70 m, Mesado creu possible la connexió entre ells.
Com destaca Mesado, davant aquesta confusió de murs i sense haver realitzat excavacions
sistematiques, no resulta estrany que autors com Cebrián -en qui possiblement es basa Chabretinterpretassen de manera erronia la planta d ' aquesta construcció. Els vestigis de l' escala conservats en el costal oest van determinar que l'orientaren E-0; possiblement l' escala principal, en el
costat sud. devia estar completament colgada pels enderrocs. La idea pre-concebuda que es trobaven davant un temple clllssic els va portar a una interpretació fo~ada cercant una divisió interior proxima a aquests, amb pronaos, celia i adytum; si afegim la regularització de la planta resultant. podem comprendre perfectament el resultat final. Aquesta interpretació fou seguida per
Garcfa y Bellido (1947), qui creia que es tractava d ' uo temple itMic de tres ceJ.les que tal vegada
podia datar-se en el segle ll aC o poc més tard.
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FERRAN ARASA 1 GIL
La planta del monument dóna una relació entre llargana i amplana de 2:1. Quant a l'acabat
de la fa~ Mesado va suposar que la porta principal estava flanquejada per pilastres. També
cabria la possibilitat que la f~a estigués precedida d'un ¡>Ortic columnat, com assenyalava
Chabret, ambla qual cosa el monument adoptaría exteriorment la forma d' un temple in antis.
Tanmateix, les seues dimensions no s'avenen a una modulació canonica: pera ser hexAstil els
intercolurnois resultarien petits, amb 2,8 m, i per a ser tetrAstil serien excessivament graos, de
4,25 m. D' altra banda, l'orientació de l'edifici, amb la fa~ana en un deis costats més llargs, no
sembla molt canonica. Donada la seua cronología avan~ada, creiem que aquest edifici no devia
comptar amb elements arquitectonics decorats. Si tenia algun tipus de decoració, tal vegada es
limitava a un recobriment estucat deis paraments exteriors.
La presencia de tombes pennet concloure que es tractava d'un edifici funerari, una tomba de
caracter monumental que palesa un tractament privilegiat deis difunts i és una clara evidencia de
jerarquització (Picard, a AAVV, 1986, 9). La pobresa en la decoració arquitectooica de l'edifici
s'adiu ambla utilització del ritual de la inhumació i ens permet datar el conjunten epoca tardana.
Aixo no obstant, pera la seua datació, donada la manca d' aixovar, hi ha ben pocs elements. En
primer lloc, tenim la utilització del ritual d'inhumació, que ens proporciona una datació avan~ada
pero excessivament Amplia. En segon lloc, amb una importAncia molt relativa, tenim el fet que
en la porta oest del monument s'haja trobat un element arquitectonic motllurat reutilitzat, possiblement una ~a de cornisa: no sabem si la seua inclusió correspon al moment de construcció
del monument o a una reforma posterior. Sobre aquestes bases, només es pot aproximar una
datació entre els segles IV i V.
Encara que no són molt freqüents, coneixem alguns paral-lels de tombes tardanes d'aquestes
característiques. En territori valenci~ s' ba excavat un mausoleu a la necropolis de 1' Albir
(Morote, 1986; Femández Rojo i Amorós, 1991 ), un gran edifici de planta rectangular ( 11 x 5 m)
amb sis contraforts i !'interior dividit en dues habitacions. En l'habitació del costal oest hi bavia
un paviment de morter, sobre el qual es disposaven uns prims tabics llu1ts que formaven una serie
de cambres cobertes amb Uoses precintades amb argamassa. Al voltant hi bavia diverses tombes
de diferents tipus: constrWdes, en Wn.fora i amb teules en doble vessant. Les tombes que hi havia
a !' interior estaven saquejades i destru1des. Les tombes adosades al mausoleu en la seua cara
nord, ben conservades, es daten a partir de l'aixovar cemmic i dues monedes cap al tercer quart
del segle IV. A la necropolis paleocristiana de Tarraco hi ha alguns edificis funeraris de caracter
monumental, algun deis quals presenta tombes similars recobertes amb lloses de morter, com el
roausoleu 8, que es data almenys en la segona meitat del segle IV (Del Amo, 1979, 185-186, fig.
27-28). A Merida coneixem un monument semblant: el mausoleu de la "Casa del Anfiteatro", de
planta rectangular, amb contraforts, que es data en el segle m (Palma i Bejarano, 1997).
EDIFICI D
Al sud d'aquest monument Pla i RibeUes esmenten una quarta construcció on aquell varealitzar les primeres excavacions, que apareix representat en els croquis de Chabret i Cebrián. Com
no ha estat esmentat de manera singularitzada, l'anomenarem edifici D. Es tracta del paviment
de morter en que s'al~aven vuit pedestals, que aqueUs situen al sud del monument C, pero del
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EL CONJUNT MONUMENTAL DE LA MUNTANYETA DELS ESTANYS O' ALMENARA
343
qual ni Alcina ni Mesado van trobar rastre. Com aquests indiquen, podía haver estat situat al peu
de l'escaJa d 'accés a la porta principal del monument C, on hi havia una extensa superfície horitzontal. La seua desaparició pot explicar-se pels treballs d' excavació del propietari de la finca. V.
Melcbor Polo.
En les primeres referencies només s'assenyala la presencia del paviment d'aquesta construcció. D' aquesta manera. Pla (1807, 25) indica: "En la superficie expresada, entre sus ruinas y
excavaciones descubrí un pavimento de ormigon de ladrillo roxo, y piedrecitas menudas, y desde
un extremo á otro, por las partes descubiertas, medí 50 pasos de longitud (45,20 m)". Aquesta
distAncia és excessiva: o esta equivocada o es refereix a l'extensió del conjunt de ruines i no a la
Uargana del paviment, ja que posteriorment el mateix Pla (1821a, lO) assenyala que: "(...)
empezé a excavar la tierra y encontré hasta 40 palmos (9 m) de pavimento fonnado de ladrillo
rojo y piedrecitas menudas ( ...)".
Ribelles ( 1820, 225-226) el descriu de la següent forma: "El sitio que ocu)taba estos restos
de antigüedad tiene como unos 40 palmos de largo y 24 de ancho (9 x 5,4 m). Cerrábanlo por
todas partes paredes de dos palmos (45 cm), de la cuales queda una en pie formada de hiladas de
piedras de diferentes tamaños. A los extremos de este paralelógramo quedan vestigios de dos
piezas semicirculares, y en el pavimento romano de la oriental hay dos agugeros cuadrados, y
otro circular, en cuyo fondo se halló una porcion de carbon de pino. El pavimento de las tres
piezas es uno mismo, y trabajado segun las reglas que prescribió Vitruvio hablando de los pavimentos. En medio del piso del paralelógramo hubo en otro tiempo erigidos ocho pedestales de
marmol azul Saguntino adornados con arreglo al gusto de la arquitectura romana. Cada uno de
ellos estuvo colocado en frente de otro, distando cinco palmos (1,13 m) entre si, y seis (1 ,35 m)
de las paredes laterales, y dejando en medio un tránsito de algo mas de una vara".
Deis 5 pedestals que encara veié in situ, 4 tenien inscripcions i l' altre era anepígraf; d'un
altre pedestal encara va veure alguns fragments que li permeteren reconstruir part del text. En
l' absis de ponent veié el relleu d'armes i els fragments de la inscripció de cañcters monumentals
anteriorment esmentas.
En 1' esborrany del seu article Ribelles (ms. 81, 761) completa la descripció d' aquesta
estan~a: "Cierralo por un lado una pared rustica de pie.dra en seco, y por el otro existen solamente
los fundamentos de otra al parecer semejante. En los extremos se unen las dos formando un semicirculo, dividido en su base por una pared travesera". Pla i Ribelles coincideixen en la llargaria
del paviment i en les seues caracte.rístiques, segons les quals devia ser d' opus signinum. Pero
només Ribelles assenyala !'existencia en els extrems d ' aquest rectangle de 9 x 5,4 m de dues
peces semicirculars, dos absis. La descripció, dones, és clara: era una estan~a amb doble absis.
El fet d ' haver-se trobat acf la inscripció de caracters monumentals no dóna seguretat sobre la seua
pertinen~a a aquest monument, perque tot el conjuntes trobava enderrocat i podía procedir d ' un
altre lloc.
Chabret (1888, ll, 20-21, fig. 12) representa en el seu croquis el paviment situat al costal sud
de 1' anterior monument i explica que estava fet de formigó de rajo! a i grava (C), amb part deis
seus murs est i nord i la localització deis pedestals, quatre a cada extrem, en !' interior (fig. 7, l,
C). M egeix que eU n' havia pogut veure encara un. D' altra banda, en el croquis de Cebrián que
reprodueix Alcina (fig. 7, 2, C) es veu el que sembla l'absis oest representat amb tra~os discontinus.
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FERRAN ARASA 1 GIL
En l' actualitat, l'erosió i probablement alguns treballs d'excavació furtiva han deixat a la
Llum part d' una estructura que pot correspondre a aquest edifici. Es tracta de dos murs
paral·lels disposats en direcció N-S, sobre els quals es conserva una superficie horitzontal de
moner. A 1'oest es veu un altre mur oriental E-0 que no estA exactament alineat arnb les restes
anteriors, pero podría correspondre al mur sud de la terrassa sobre la qual s' al~aria aquest
edifici.
La restitució d'aquesta planta ens dóna un edifici biabsidiat, una celia dicora (fig. 15). La
presencia deis pedestals confereix a aquesta estan~ un inequívoc carncter funerari. Sembla,
dones, que devia tractar-se d'una mena d"'aula de culte" o cenotafi on s'aplegarien les dedicatOries funeduies del grup familiar, possiblement soterrats en la ciutat. No pot descartar-se, pero, la
reutilit.z.ació d'un edifici constru'it amb una funció diferent. Pera la seua datació només comptem
amb les aproximacions cronologiques proporcionades pels pedestals i llurs textos epigrafics, que
els situen entre el final del segle II i el principi del m (cf Corell, 1989). Cal assenyalar un cert
paral·lelisme entre el Monument de la Trinitat de Sagunt i aquest edifici pel que fa al conjunt
epigrAfic, puix e.n aquellles 10 dedicatories a la fanúlia constituida pel matrimoni de L. Antonius
L. f Gal. Numida i Sergia M. f Peregrina i la seua filla Antonia L. f Sergilla, estan signades per
familiars, lliberts i arnics (CIL 112/ , 77), i en aquest figuren dedicatories de familiars i lliberts
-entre altres- a dos magistrats municipals.
Els precedents d' aquest tipus d'estances biabsidiades els tenim en les basiliques alto-imperials. Coro assenyala Gros (1996, 253-259), tot i que la Basilica Úlpia. acabada en el 112/113, és
la més coneguda de les que compten amb dos absis, altres basOiques de les províncies occidentals poden datar-se amb anterioritat: Nyon (GermAnía Superior), en el regnat de Neró; Martigny
(Alpes Poeninae), en el de Claudi i la del primer fOrum de Kempten (Retia), cap al80. Amb posterioritat, aquest tipus de basfiica sera freqüent a África en epoca severiana, segons podem veure
a Bulla Regia, Volubilis, Lepcis Magna, etc.
Trobem estructures semblants en vil·les i conjunts palatins, sobretot en el Baix Imperi, freqUentment com a vestíbuls de les estances senyorials oberts al peristil. Aixf, per exemple, al palau
flavi de Fishboume (Anglaterra) hi ha un corredor biabsidiat en el costal oest, darrere de la sala
d'audiencia (Cunliffe, 1974, 76 ss, fig. 13-14). A la vil·la de la Piazza Armerina (Sicília) la basílica estA precedida per un llarg ambulacrum biabsidiat que dóna al peristil; els banys, l'atri i el
tepidarium són també sales biabsidiades (Carandini, Rici i De Vos, 1982, 194-197, núm. 36; 335
i 362, ntím. 3 i 6). A la vil·la de Latonquette (Fran~a) trobem una llarga estan~a biabsidiada oberta
a mode de pOrtie (Lauffray, Schreyeck i Dupré, 1973, 151, fig. 26). A África hi ha dos exemples
d'aules biabsidiades en sengles cases d' Hippo Regius (Tunísia), la Maison de la Chasse i la
Maison A I' Est du Forum (Rebuffat, 1969, 674). En !'arquitectura privada hispAnica les estances
amb doble absis també són característiques de les vil·les del Baix lmperi i solen tenir un carncter
senyorial (Femández Castro, 1982, 207; Alonso, 1983) (49). Tenim alguns exemples en les vil·les
de La Sevillana (Badajoz), del final del segle IV, on hi ha una estructura biabsidiada a !'exterior
amb funció de criptopc)rtic (Aguilar i Guichard, 1993, 120-121, fig. 38); Bruñel (Jaén), que es
(49) Aquest lipus arquhectbnic: seli igualment empnt en el m6n c:rlstil en la planta d'algunes buniques c:om les ele Casa
Herma (Mmda. B•.Joz), Totre ele Palma (Moofone de Alcmtejo. Portugal). San Pedro ele AlánW11 (La Vega del Mar. Mll.aga).
etc (Godoy. 1995. 284-291. figs. 61-ól: 294-303. fig. 65: 262-266. fig. 52).
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Ftpn 15.- CroquJs del'ediftd D seaoos de 1a detcrlpd6 de Ribelles (1820).
data en el segle IV, situada en un dels costats del peristil, amb unes dimensions d' uns 13 x 40 m
(Palol i Sotomayor, 1972, 377-378, fig. 12; Scblunk i Hauschild, 1978, 116-117); Torre de
Cordeira (Beja, Portugal), que es data en la primera meitat del segle IV, amb dues estances biabsidiades en les tennes (Gorges, 1979, 475-476, pl. LXX); i la de Barros-Oledo, on trobem 2
estructures rectangulars biabsidiades a1s costats d' un pati, que es data entre el final del segle
i el IV (Carvalbo i Costa, 1994, 71, fig. 2). Finalment, en el conjunt palatí de Cercadilla
(Cordova), l'edifici E té igualment un vestíbul biabsidiat (Hidalgo, 1996, 43, fig. 3).
m
6. LES INSCRIPCIONS 1 LES TROBALLES MONETÁRIES
Un deis elements destacats des de les primeres referencies de Pla i RibeUes són les inscripcions, de les quals es van trobar un mínim de tretze, majoritariament de carncter funerari (50).
Pel que fa a 1' onomAstica, com ja va assenyalar Cbabret, "los nombres de las farnilias que suenan
en todas las inscripciones del referido templo, son saguntinos, y como todas las que se hallan en
la jurisdicción de la antigua ciudad tienen hasta las particularidades que usaban en la redacción
de los epígrafes". Aquesta relació de l'epigrafia d' Almenara amb la de Saguntum és palesa no
únicament en l'onomAstica. sinó també en la morfologia del suports. En aquest sentit, bi desta-
(SO) CIL U 3973-3979. 3981-3983 i 6()S4.()()61; Bellrin. 1980. nlim. 319-337: CIL IJ'/ 14. 687-708. L' epi¡raf.a d'Almenara
ba estatestucüadade cnanera monogrif.ca perCordl (1989). La ratad'insaipcions d'IQuesta loc:alillloo tenen ~ia~XlC~a'eta
RJUR per trabar-se mrtilitudes. toe i que se'o poc suposar el maitU ori¡en almenys pera una part (Arasa. en premsa e).
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FERRAN ARASA 1 GU.
quen dos pedestals dedicats a sengles magistrats municipals que, per raons de proximitat, deuen
ser saguntins: [.] Geminius [. ¿ Maxi]mus i L Va/erius Lf. Gal. O[pta]tus.
Pel que fa a la inscripció de caracters monumeotals en que es podía llegir Sergio M.
U. - ], j a hem vist que el gentilici Sergius figura en una família d'aquesta ciutat, on es conserven quatre epígrafs dedicats a una dona anomeoada Sergia M(arci) f(ilia) Peregrina. Corell
(1989, 187-188) relaciona amb aquesta inscripció un fragment trobat a Beoavites, també amb
caracters monumentals, en que es llegeix Ser[--], d 'on restitueix un hlpotetic nom Sergia M.
f. Ser[gil/a]. Aquesta relació entre els fragments d' Almenara i de Benavites ens sembla un tant
for~ada, encara que no és descartable, puix podría tractar-se d' una altra inscripció de caracter
monumental procedent del mateix jaciment on es van trobar al tres epfgrafs cooeguts en aquesta
localitat. De fet, en el mateix monurnent de la Trinitat figura una altra dona de nom Antonia L
f. Sergilla, possiblement ft!Ja de )' anterior i de L. Antonius Numida, el nom de la qual podria
figurar en un monument d' una altra propietat familiar situada a la velna Benavites.
Pero la inscripció més coneguda és aquella en que apareix una dedicatoria religiosa a Venus
(CIL IP/ 14, 688). La troballa d' aquest epfgraf ha estat detenninant en la reducció del santuari
d' aquesta deessa esmentat per Polibi al jaciment de la Muntanyeta. Aquesta interpretació tradicional ha estat represa darrerament per CoreU (1 986). La inscripció estava trencada en quatre
fragments. En els tres primees fragments apareix una dedicatoria votiva, mentre que en el quart
apareix una xifra corresponent a 1' edat. La interpretació dels dos primees fragments difícilment
pot se.r diferent de la que va fer Valcárcel (PIa, 182 Ja, 15): "Me persuado que son de una misma
inscripcion, y podrán leerse los dos primeros VENERI SANCfAE 6 SANCfiSSIMAE (...) El
tercer fragmento que es IN H M significa In Honorem Memoriamque". En el quart es llegeix el
que sembla una referencia a l'edat: [an(norum) ¿ ]XII. Les inscripcions funeraries amb dedicatories a divinitats són relativament freqüeots a Hispmtia (51). Segons Vázquez (1982, 716),
els epitafis hlspans en que es menciona Venus pertanyen només a dones, mentre que els dedicants són generalment bornes. És molt probable, dones, que a continuació de la dedicatoria aparegués el nom de la difunta, potser la filiació i l'edat, que trobaóem possiblement incompleta
en el fragment núm. 4. O' aquesta manera, molt probablement ens trobem amb un epígraf funerari dedicat a Venus. La seua presencia, per tant, no ha d'explicar-se necessariament en relació
amb un hlpotetic culte a aquesta divinitat i la seua identificació amb el santuari esmentat per
Polibi.
Quant a les troballes monetaries, han estat molt nombroses al jaciment. lnicialment, Pla
(1807, 34) dóna unes xifres menors i segurament més proximes a la realitat: "En sus contornos
se han hallado numerosísimas monedas antiguas, (...) Solamente Josef Gomis, de dicha Villa, y
un Pastor de la Llosa, excederán de 200 monedas las que se han encontrado en este parage". Més
endavant, Pla ( 182 la, l3) diu que "en todo su contorno (se hallan) un sinúmero de medallas antiguas, así de letras desconocidas como romanas". A continuació posa diversos exemples per il·lus-
(51) Vcgeu el comen&ari de HUbncr en ClL n 5261: lhdicatiOfltS C
trtis deis deabusvtfactae in hooorem defunctorum nOfl
rarae sunt potissimunr in Hisponia; vegeu lamb6 CIL n, 1194-1 195 i 1202. Les fónnules utilitzades en ~questes dedicatbries eren
diverses: la~ freqllent era in honortm (CIL n 22, 23, 46, 3386, 3786. 5025, 5261); en una ocasió apareix in memoriam (CIL ll
8); sovint es combinaven ambdues fónnules: in hottorem el memoriam (CIL D 4080. 4087. 4458). in honorem memoriamqut (CIL
ll 6181) o simplement in lwnorem memoriae (CIL ll 5522).
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trar la quantitat de monedes que s'hi trobaven (Pia. 1821 b, 4): "solamente el Sr. Arcediano de
Alcira D. Vicente Saus tenia mas de dos mil, así de las mas antiguas de letras desconocidas como
de romanas, que un vecino de la villa de Almenara le recogió de dichos términos. Un pastor de
la Llosa. pueblo anexo de Almenara. á centenares ha vendido al Dr. D. Enrique Palos, de
Murviedro, de todas clases de monedas antiguas halladas en el mismo terreno. Dicho Cura tambien posee una buena porcion, entre ellas una. asimismo hallada en el monte del templo de Venus,
tan preciosa por su antigüedad, que enmudece á todos los críticos mas severos; en el anverso tiene
á Mercurio el dios del comercio, ( ...); en el reverso el caduceo con las. dos sierpes encaramadas,
y en el exergo cuatro letras de un carácter desconocido hasta del mismo Sr. Perez Bayer, versadísimo en todos los alfabetos".
Segons Ribelles ( 1820, 222): "Entre sus ruinas se han descubieno sucesivament mil y mil
medallas de todas clases, y de épocas muy remotas. D. Juan Bautista Figols, cura parroco de esta
Villa, ha juntado en pocos años muchas de los primeros Emperadores Romanos, con otras consulares, coloniales, y de letras desconocidas, ( ...) y por otra parte se sabe, que en el siglo pasado
un vecino de Almenara llegó á recoger mas de dos mil". En un deis seus manuscrits (ms. 17, 26)
parla del monetari d'aquest capellh: "En las mismas ruinas se han hallado varias medallas de
letras desconocidas, de la cuales tiene en su poder el referido Cura una con la inscripcion en el
reverso Saiti, otra con esta Kelse, y otra con esta Arse, y otra con esta Bilbilis y otras muchas
Imperiales de Hadriano, Vespasiano, Domiciano, Claudio, con algunas Consulares, y una municipal de Sagunto". Entre les monedes dibuixades en aquest manuscrit (Arasa i Ripolles, 1996,
409-413, núm. 8, 12 i 19) i vistes en el monetari de l'esmentat rector n'inclou tres, la primera de
les quals diu expressarnent que fou trobada en aquest lloc: una unitat de Saitabi de la segona
meitat del segle U, una unitat d'Arse també de la segona meitat d'aquest segle i una unitat
bilingUe de Kelse de mitjan del segle 1 aC.
Ceán ( 1832, 47, 77), pera qui "pasan de lOO monedas las que se han encontrado" en aquest
lloc, és l'únic autor que ofereix una mínima relació de peces jaque esmenta "diferentes monedas
romanas de Adriano, Antonino Pío y Gordiano, y de las colonias Celsa, 11/ici, /lerda, Cartago
Nova y Corduba". També Valcárcel (1852, 49) recorda !'abundancia de monedes trobades en
aquest lloc: "en este sitio se han encontrado porcion de monedas romanas, de las cuales solo un
vecino de Almenara, llamado José Gomez, recogio cincuenta, y un pastor del pueblo de Losa,
otras tantas" . Mesado (1966, 196) esmenta dues monedes romano-republicanes, arreplegades per
Ripoll~s (1982, 95). Aquest mateix autor va publicar un sesterci de Titus (Ripoll~s. 1980, 33).
Darrerament se'ns ha comunicat la troballa d' altres dues monedes d'Arse en la part oest de la
Muntanyeta.
La importAncia quantitativa de les troballes monethries en aquest lloc, de les quals ben
poques han pogut ser identificades, correspon seos dubte a una llarga ocupació que deu
comen~ar almenys en els segles U-1 aC, quan poden datar-se les monedes i~riques i republicanes ("consulars", de "letras desconocidas" i de les seques Arse, Saitabi i Kelse). Amb posterioritat destaca el nombre de peces provincials que esmenta Ceán, entre les quals n'hi ha de
Catalunya (/lerda), la VaU de l' Ebre (Celsa), el País ValenciA (llic1 Mtlrcia (Carthago Nova)
),
i Andalusia (Corduba). La seqU~ncia corresponent a les encunyacions imperials comprén els
segles l-ID, amb peces de Titus, Adrih, Antoní Pius i Gordia; hi destaca l'ab~ncia de monedes
del Baix lmperi.
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348
FERRAN ARASA 1 GD..
7. CONCLUSIONS
Comen~m amb eltext de Polibi (ID, 97, 6-8) que es troba en la base del corrent d'opinió
sobre la identificació del jaciment que perdura fins a l'actualitat (52), el qual es complementa
amb un altre de Livi (XXD, 22, 4) sobre el mateix fet (53). En la narració de la Segona Guerra
Púnica, Polibi conta que 1' any 217 els romans, comandats pel proconsol P. Comeli Escipió, després de passar l'Ebre van dirigir-se cap a Saguntum i van acampar a uns 40 estadis (7,4 km) d'aquesta ciutat, prop d'un temple dedicat a Afrodita. El passatge de Livi narra el mateix esdeveniment, pero no conté els detalls del temple i de la distancia del campament a Sagunt. Aquest és el
primer contacte entre ambdós ex~rcits en terres valencianes, del qual no hi ha constancia sobre
un enfrontament militar. Després, els romans tomen al seu campament d'hivem al nord de l'Ebre.
En el passatge de Polibi apareixen dos elements de gran interés: el campament dels romans
i un temple consagrat a Afrodita. Com bem vist, aquest santuari va ser redu'it des d'un principi a
les ruines trobades a la Muntanyeta deis Estanys. L'aparició d'una dedicatoria a Venus va donar
suport -nútjan~ant una interpretació interessada- a aquesta hipbtesi, que va arrelar molt entre els
erudits i historiadors valencians i es va popularitzar fins al punt que encara perdura. La dedicatoria, pero, correspon a una inscripció funernria i cal considerar-la insuficient per admetre la
pre~ncia d'un santuari (54). La identificació del campament amb el recinte emmurallat de la
muntanya del Punt del Cid va ser posterior (55). Esmentat inicialment per Chabret ( 1888, 25-28),
va ser identificat per Cebrián -segons sabem pel primer- i Schulten amb el campament al~at pels
Escipions en aquest primer a van~ cap a Sagunt, que passava així a ser el més antic d'Hispania (56).
La reducció del temple va trobar suport en la del campament; tots plegats confumaven el text de
Polibi. Aquesta opinió ha estat seguida per la major part dels autors posteriors. Encara García y
Bellido (1976, 64) i, més recentment, Morillo (1991 , 148), han seguit considerant aquest recinte
el campament roma més antic d' HispAnia. L'excavació realitzada en aquestjaciment l'any 1980,
pero, ha permés confirmar que es tracta d'una fortificació alto-medieval (Arasa. 1980).
(S2) Polibi, m. 97. 6-8: 6 · ~¡¡T¡ )'i:lp KmaAATJ~áJI.EVOt tou¡; 112p\ 'li¡v lltáPacnv ohcou~ tcbY '1
1}1\paw flmv ltpOc;
ti\VtCÍJY 1.a1CQV9a(O)Y JtÓAtv, c'Jlrooxó~ ot®Co\X; die; wttQj)(ÍICOvta 112p\ tO tf\~ ' A~tTJ~ itpOV ltaUO'tpatoú&ooav.
7 Aaj)ó~ tÓitOV ttltucilc; !CrlJit!VOV !tp~ u ti\V UM tCÍJY JtO).qlÍO)Y aa.cxAe~av m\ ~ ti¡v h.: eaAáttTJ~ xopTJyíav
• 8 ~ou .,op airtai~ c:ruvéjSatve m\ wv otó>.ov JtOteio8al (mi] tov ltapáltAouv. ~Evea 11ft -y{vetaí t u; ltjl(Xll.látO)Y
JQ19tltÍUia totá&.
"En efecte. despi'Es d 'intimidar les tribus ibc:res que habilllven vora el pas del riu, arribaren • la ciutat de S1gunt i ~eamparen
a la distlncla d 'uns qiWIDta eslldis prop del temple d ' Afrodita. Escolliren un indrel moh ben sitlllt, tant perla segwcw contta els
enemics com per 1• facilitat per a rebre recursos del mar, com fos que la
anava costejant albol8 amb ells".
(S3) Livi. XXIJ. 22. 4: Occupatis igltur Canhoginirnsibus !Altibrrico br/lo houd cunctantu Hibrrum Trunsgrrdiuntur nrc
noca
•11/o uiso hostr Saguntum prrgunt irr. quod ibi obsidu totius Hispaniae trad/tos ab Hannibalt fama eral modico In arce custodisi
pratsidlo.
"Aixf dones. com els cana¡inesos estaven ocupatS en la gu.ena oontl'8 els celtfbers, van ttavessar I'Ebre sense dubtar-bo i.
sense baver vlst cap enemic. es van diposar a marxar a Sagunt, perqub se sabia que els bostatges de tOla Hisl*úa entregats per
Annlblllli eren custodiats en una petita fonalesa".
(S4) No po1 descllltlr-se un culte en rel~eió amb 1• deu dels Estanys. com per exemple el que demostr1 la inscripció dedicada
a lu nimfes junta un lloc semblut • la ciutat d 'Ede~a (Cll. ll'/14. 121), pero no bl ha testimonis epigrilics ni represeniiCió
escultbrica del nunH'n que ho clocumenten.
(SS) UDI de les primen:s ref~ncies documenlals sobfe .quest jiCiment ha esw localittadl • 1' Aníu Histbric d' Almenara i
transcrita per J. A. Vicent. • qui a¡raJm la noticia. Es lliCia d'u01 Wsuro del DOiari Mananacb de 1' 11 de novembre de 1656 en q~
es descriu la visita del muswaf i proboms de la viJa: ~ ...) bavent 1011 a veure la •YBIII que baiu del puig del sid en tempS de
• ygues han vist que per temps passú. en una paret que y.• alli o fooaments vells y utlclts se ha fet un ponell (...) los tres determinen que 1• dita • Y
BIII gire per dalt de les mateixcs ruines de la paret y v1ja per la nweixa montany• deves lo esta.ny (...)".
(56) Scbulten. 1927b. 232-23S; SchuJten. 19281. 36: Sdtulten. 1928b: SchuJten. 1933. S22-S21. Curiosament. Plrls (1921 .
14().141. PI. xxxvn peDSIIVI que era un recinte ibmc.
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EL CONJUNT MONUMENTAL DE LA MUNTANYETA DELS ESTANYS
o·ALMENARA
349
A l'bora d'analitzar els elements que apareixen en aquest episodi, si cerquem un marc
geogrMic concret. les muntanyes d' Almenara no s' bi adeqüen en absolut La Muntanyeta dels
Estanys, situada avui dia a 2 km de la costa, no deu baver estat accessible des del mar en epoca
bistorica -sinó era a través d'un canal- a causa de la barrera formada perla restinga litoral, cooeguda amb el nom del Serradal; a més a més justament alesbores el nivell del mar era més baix
que en l' actualitat, i entre aquest i els Estaoys hi havia una extensa franja d'albufera. En cooseqü~ncia, la bipatesi del port és completament descartable. El santuari de Venus, sobre 1'exist~ncia
del qual no deu haver inicialment dubtes, és més probable que estigués situat en un Uoc proxim
a la mar com el Cap de Canet. accident més propi pera la localització d'aquest tipus de llocs
sacres lligats estretament a la navegació. Quant al campament deis Escipions, si 1' episodi de
Polibi respon a un avan~ real de l'exercit romA, cosa que no admeten tots els historiadors, degué
estar situat en un punt més proxim a la costa, on l' albufera no dificultés la comunicació entre
l 'ex~rcit de terra i la flota, possiblement prop de l'esmentat cap on podía trobar-se el santuari.
Tots els autors coincideixen a atribuir l'extensió i importAncia de les troballes a una gran
població. Així, Ribelles va considerar que tal vegada es tractava de la ciutat de Cherrónesos
es mentada per Estrabó. Per a Pla, al voltant del santuari devia haver una important població que
comptaria amb un pon, bipatesi que va arrelar i durant algun temps es va creure que podía ser el
port de la ciutat de Saguntum (57). Encara Alcina creu probable l'exist~ncia d' un port. al voltant
del qual es desenvoluparia una petita població comercial.
Segons hom pot deduir de les restes arqueologiques trobades, l'ocupació dellloc s'inicia en
~poca i~rica, com ho indiquen la ceramica pintada propia d' aquesta cultura, els fragments d' W:nfora romano-republicana i les monedes hispano-romanes. Desconeixem, pero, la importancia i
caracteñstiques d ' aquesta ocupació, probablement contemporbia de la darrera fase i~rica del
Castell d' Almenara (Arasa, en premsa a). Possiblement es tractava d' un petit assentament rural
situat als peus del vessant meridional de la Muntanyeta deis Estanys, semblant a tants altres que
existien pel territori de la ciutat d'Arse-Saguntum. En aquest sentit. cal recordar que als Estanys
s'han trobat indicis d'ocupació humana de l'Epipaleolític i que a la ve'ina Muntanya Blanca bi ha
restes d'un assentament de l'Edat del Bronze. Ellloc, dones, ha estat freqüentat o ocupat directament des de la Prehistoria.
El conjunt de les ruines descrites i excavades parcialment per diferents autors correspon a un
imponant assentament rom~. en 1' empla~ament del qual sens dubte va ser detenninant la
pre~ncia deis Estanys. Devia tractar-se d'una vil·la que s'estendria al voltant de la Muntaoyeta
deis Estanys, amb una Atea monumental en el seu cim i vessant meridional i la zona residencial
que possiblement ocuparía I'W:nplia terrassa existent als peus d'aquesta, a l'oest de I'Estany Gran.
La vil·la comptava amb un camí propi apte pera carros que possiblement hi permetia l' accés des
de la via Augusta. Algunes de les troballes com el capitell jonic, dos fragments escultorics que
poden relacionar-se amb un ambient aqu~tic, nombrosos fragments de marbre possiblement de
crustae i tessel·les de mosaic, deuen correspondre a la pars urbana de la vil·la. Possiblement
també s'bi poden relacionar la construcció de defenses a la vora de l' Estany Gran, una mena de
die per protegir la zona residencial, així com una illa artificial en el seu centre, elements que han
estat identificats tradicionalment amb les restes d'un port i una torre, respectivament. La
(S7) Aquem idea va pusar fins ilot a la lileniiUrl en l'obra de V Blaseo lb66ez S6niro IDcort~SDIID ~iL 1923). escrita
.
en 1909.
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350
FERRAN ARASA 1 GIL
p~ncia de contrapesos i altres elements d'almassera, almenys en part trobats al NE de la zona
residencial, corresponen a la pars fructuario i indiquen la realització d'activitats agrícoles que
proveo el caracter rural de J'assentament. Les cerWniques i monedes trobades en confirmen l'ocupació i permeten determinar-ne la datació general, almenys en els segles 1-IV.
La part millor coneguda i l'única en que s'han efectual excavacions és la zona monumental
que s'estenia des del cim i de forma escalonada per tot el vessant meridional. Acf van anar construint-se fins a tres monuments de diferents epoques i tipología. El primer descrit per Pla i
Ribelles, l'edifici O, era el situat més avall, en ellloc més proxim a la zona residencial. Tenia
planta rectangular biabsidiada i en el seu interior hi havia fins a vuit pedestals, que poden datarse entre el darrer te~ del segle II i el primer del m. En relació amb el caracter funerari deis pedestals, sembla tractar-se d' una mena de recinte de culte funerari de caracter familiar. En una terrassa
superior hi havia J'edifici C excavar per Alcina i Mesado, un mausoleu funerari -com ja va
suposar Cebrián- d'epoca tardana, que possiblemeot pot datar-se en els segles IV-V. Finalment,
al cim de la Muntanyeta, en un lloc preeminent que permetia una perfecta visualització, degué
existir un tercer edifici (B), tal vegada de caracter funerari, possiblemeot d'epoca altoimperial del
qual només s'han conservar alguos elements arquitectonics decorats.
Ellloc ha proporcional un ampli conjunt epigratic, majoritAriament de caracter funerari, que
dC, amb una major concentració en el 1I. Hi
pot datar-se almeoys entre el fmal del segle 1 i el
destaca la presencia de dos magistrats municipals que degueren exercir els seus carrecs en la prOxima ciutat de Saguntum. L' onomastica permet establir una estreta relació amb algunes de les
més il·lustres famílies saguntines, com els Baebii, Sergii i Va/erii. En un d'aquests epígrafs, de
caracter monumental, es llegia el nom d ' una dona anomenada Sergio M. lf. - ), que devia
figurar en un mur d 'algun dels monuments identificats en el jacimeot, possiblemeotl'existeot en
el cim est de la Muntanyeta (B). La vil·la, dones, degué ser propietat -almenys en alguna epocad'aquesta família saguntina.
En aquest seotit, devia ser una més de les nombroses vil·les pertanyents als membres de
l'elit saguntina, seos dubte importants possessores en el territori municipal, com possiblement
tarnbé ho eren altres com l'existent en les proximitats de Benavites (Valcárcel, 1852, 24-25}, on
també s'esmenta la troballa d' un fragment d' ioscripció amb caracters monumentals (Corell,
1988, 93-94, núm. 3, Jam. VI); 1' Antigor d' Albasset de Benifairó (Valcárcel, 1852, 26), on
s'esmenta la presencia d'una escultura; el Cabeyolet (Sagunt), on es va trobar una berma de
Bacus (58); el Cabeyol (Sagunt), on s'ban trobat carreus d'algun edifici monumental (Bru, 1958,
157), etc.
En relació amb la continunat en J'ocupació en l'antiguitat tardana, l'edifici existent al cim
oest de la Muntanyeta (edifici A) pot identificar-se per la seua tipologia amb un edifici de culte,
possiblement una petita basllica paleocristiaoa al servei d'una redu"ida comunitat rural que pot
datar-se en el segle VI. La seua destrucció impedeix confinnar la presencia d'indicadors arqueologics de ritual. Tal vegada a aquesta epoca correspon la inscripció esmeotada, possiblement
cristiana. L'ocupació del lloc sembla continuar al Uarg de 1 Alta Edat Mitjaoa, període al qual
'
deuen pertAnyer alguns dels enterraments i construccions esmentats. Els nombrosos fragments de
m
(SS) Bru. 19S8. ISS.IS9 i 169-171.1lm. rv. 1-2; BaliL 1981. 12-13. núm. 6S. Ilm. IV. 3: Baena. en Anlnegui dir~ 1990.87-88.
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EL CONJlJNT MONUMENTAL DE LA MUNTANYETA DELS ESTANYS O' ALMENARA
351
ceramica medieval que es trobaven per tota la seua superficie indiquen una intensa ocupació del
Uoc en aquesta epoca, quan també degueren reutilitzar~se els edificis romans millor conservats.
En un moment indeterminat d'aquest període, possiblement en els primers moments de l'ocu~
pació andalusí, s'inicia el procés de destrucció dellJoc amb el reaprofitament de carreus pera la
construcció del recinte mural del Punt del Cid.
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Toda la correspondencia diríjase al Director del Servicio de Investigación
Prehistórica de la Excma. Diputación Provincial, calle de La Corona.
nl1mero 36. 46003 Valencia (España).
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LAS OPINIONES VEJmDAS EN LOS TRABAJOS INSER10S EN ESTE VOLUMEN DEBEN ESTIMARSE COMO JUI-
CIOS PERSONALES DE LOS RESPECI1VOS A1JI'ORES
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RCHIVO
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EVANnNA
S rRvtcro DE I NVESTIGACióN' P REHIITORICA
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ROVJNCIAL DEV ALENCIA
VOL XXIII
VALENCIA .MCMXCIX
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ARCIDVO DE PREIDSTORIA LEVANTINA
XXIII
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ARCHIVO
DE
PREHISTORIA LEVANTINA
SERVICIO DE INVESTIGACIÓN PREHISTÓRICA
DE LA EXCELENTÍSIMA DIPUTACIÓN
PROVINCIAL DE VALENCIA
VOL.XXID
VALENCIA, MCMXCIX
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© de la edición digital: Museu de Prehistòria de València, 2012 -- ISSN 1989-0508
I.S.S.N.: 0210.3230
DEPÓSITO LEGAL: V. 16S-Jm
T.O. RIPOLL. S.A. • 46911 PATERNA · Valeacla
IMPRESO EN ESI'AAA
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ÍNDICE
V. VILLAVERDE, R. MARTfNEz.VALLE, E. BADAL, P.M. GUILLEM, R. GARCÍA
y J. MENARGUES: El Paleolítico superior de la Cova de les Cendres
(Teulada-Moraira. Alicante). Datos proporcionados por el sondeo efectuado
en los cuadros A/B- 17 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
9
M. TIFFAGOM: Testimonios de tratamiento térmico en hojas de laurel del Solutrense superior
de la Cova del Parpalló (Gandia, Valencia) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
67
N. MESADO y J. ANDRÉS BOSCH (con la colaboración de L. V. TAMARIT MONTESINOS,
J.F. BALLESTER y J.S. MESTRES l TORRES): La necrópolis megalítica del Argi1agar
del Mas de García (MoreUa, CasteUón) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
85
Ph. HAMEAU et D. VAILLANT: Les gravures rupestres du Signal de la Lich~re
(Branoux-tes-TailJades, Gard) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
157
M. DÍAZ-ANDREU: El yacimiento de la Edad del Bronce de El Recuenco (Cervera del Llano,
Cuenca). Las excavaciones del sector elltramuros y la fase 2A a intramuros . . . . . . . . . . . .
179
J.F. GIBAJA BAO: Análisis del registro lítico de "El Recuenco" (Cervera del Llano, Cuenca) . . .
197
A. BARRACHINA IBÁÑEZ: El "Sector S" del Pie deis Corbs de Sagunt: Materiales cerámicos
de la fase final de su ocupación. Campañas de 1990 y 1991 . . • • . . . . . . . . . . . . • • . . . . . . .
209
F.J. JOVER MAESTRE y J.A. LÓPEZ PADILLA: Campesinado e historia. Consideraciones sobre
las comunidades agropecuarias de la Edad del Bronce en el Corredor del Vinalopó . . . . . .
233
l. IZQUIERDO y F. ARASA: La imagen de la memoria. Antecedentes, tipología e iconograffa
de las estelas de época ibérica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
259
F. ARASA I GIL: Noves propostes d' interpretació sobre el conjunt monumental de la
Muntanyeta deis Estanys d' Almenara (la Plana Baixa, Castelló) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
301
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVAN11NA
Vol. xxm (Valencia. 1999)
V. VILLAVERDE*, R. MARTfNEZ-VALLE**, E. BADAL*,
P.M. GUil.l..EM**, R. GARdA* Y J. MENARGUES***
EL PALEOLfTICO SUPERIOR DE LA COVA DE LES CENDRES
(TEULADA-MORAIRA, ALICANTE). DATOS PROPORCIONADOS
POR EL SONDEO EFECTUADO EN LOS CUADROS AIB-17
A la memoria de M.P. FufTUliUll
INTRODUCCIÓN
Conocida la secuencia de la Cova de les Cendres (fig. 1) hasta ahora por la importancia de
sus niveles neolíticos (Bemabeu, 1989; Bemabeu y Orozco, 1997; Badal et al., 1991) y una primera aproximación a su Magdaleniense superior (VUlaverde, 1981, Villa verde y Martínez. 1995,
Villaverde et al., 1997), nos proponemos en este trabajo (1) dar a conocer las principales características de la secuencia pleistocena de la cavidad obtenida hasta la campaña del año 1998 en el
sondeo realizado en los cuadros A/B-17. Una secuencia que enriquece notablemente la inicial
identificación del Magdaleniense superior, abarcando ahora momentos del Magdaleniense medio
y el Solutrense.
El sondeo al que corresponden los materiales que se analizan tiene una superficie aproximada de un metro cuadrado, distribuida entre los cuadros A-17 y B-17. Su excavación no ha
alcanzado todavía la base o niveles estériles y los trabajos tienen por objeto la obtención de una
primera aproximación a la estratigrafta y características de la secuencia pleistocena de la cavidad,
con la finalidad de que sus resultados vayan orientando la posterior excavación en extensión de
esos mismos paquetes en los dos sectores sobre los que se viene interviniendo desde el año 1995
en los paquetes paleolfticos: el sector A (cuadros A-FJ13-16), excavado en los niveles holocenos
• Depanament de Prehbtbria i Arqueologia. Universitat de Valmcia..
•• Museu de la Valltorta. Generalitat Valc:ociaoa.
••• Musco Atqueol6cko de ViJJeoa.
( 1) Esle trabajo se ba bmeficlado del proyecto Pleistoceno superior y Holoc:eno en el 4rQ valenciana. OOCYT PB 89-0524.
- 9-
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10
V VIU..AVERDE. R. MARTfNEz.VAllE. E. BADAL. P.M. GUD..LEM, R. GARCÍA YJ. MENARGUES
.
Moaqó (751)
•
Mar Medlterraal
-10-
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EL PALEOÚTICO SUPERlOR DE LA COVA DE LES CENDRES
ll
por J. Bemabeu desde el año 1981 y en el que desde el año 1997 se han comenzado a levantar
niveles de adscripción todavía incierta. aunque claramente precerámicos; y el sector B (cuadros
A-E/17-21), cuya excavación comenzó, limitada a los cuadros A-18 y 19 el mismo año 1986, y
que con posterioridad se ha ampliado hasta la extensión indicada, terminándose el levantamiento
de los niveles neolJticos en la campaña del año 1995, dando paso el año siguiente a la excavación de los niveles del Paleolítico superior.
La excavación del sondeo A/B-17 comenzó el año 1986, y constituye una ampliación de la
zona excavada por J. Bemabeu el año 1981 en los cuadros B/C-17, zona en la que se confirmó
por primera vez la entidad del Magdaleniense superior de Cendres. Siendo precisamente aquellos
trabajos los que permitieron valorar la importancia de este periodo en la secuencia del Paleolítico
superior de la vertiente mediterránea peninsular (Villaverde, 1981 ). La excavación, inicialmente
limitada a parte del cuadro A-17 el año 1986, se reanudó el año 1990, limitada a una parte del
cuadro B-17, en una corta campaña en la que apenas se excavaron unos 30 cms de potencia, y no
volvió a retomarse hasta el año 1995, continuándose hasta la actualidad.
Hasta la fecha los datos publicados del sondeo realizado en el cuadro A-17 se han limitado
a proporcionar una primera aproximación de la estratigrafía (Fumanal en Badal et alii, 1991 ), los
rasgos generales de la economía (Villaverde y Martínez Valle, 1995), la secuencia antracológica
(Badal, 1995), y un avanve de la secuencia Magdaleniense (ViUaverde et alii, 1997) y de algunas
piezas muebles singulares localizadas en distintas fases de la excavación (Villaverde y Martínez,
e.p.). En todos los casos van referidos a datos más limitados que los que ahora se presentan, que
en lo que respecta a la industria lítica y los restos faunísticos abarcan la totalidad de los niveles
excavados hasta la campaña de 1998, mientras que en el apartado antracológico no incluyen el
último nivel y en la microfauna se interrumpen en el nivel XTIB, que no se incluye completo.
La actividad desarrollada desde el año 1995 en la cueva, ampliando la potencia excavada en
los cuadros AIB-17, iniciando la excavación de los primeros paquetes pleistocenos conservados
en el sector B y de los niveles pleistocenos (sin que pueda descartarse la existencia de algún
momento del holoceno antiguo) del sector A, ha permitido peñtlar con más detalle la visión hasta
ahora ofrecida de la estratigrafía del yacimiento, obtener datos de interés sobre la evolución
industrial del Magdaleniense mediterráneo y confirmar la existencia de niveles de cronología
anterior a esta etapa.
Los datos que aquí se ofrecen constituyen, por sus caracteñsticas, un apartado bien diferenciado de lo que en el futuro será la publicación de los resultados de la excavación en extensión
de Jos paquetes paleolíticos de Jos sectores A y B (que abarcan una extensión de unos veinte
metros cuadrados) y deben ser tomados con las reservas que impone el hecho de que provengan
de un sondeo de poca extensión. Especialmente si tenemos en cuenta que una parte importante
de Jos paquetes superiores (IX y X) se ha visto limitada por la intrusión de una fosa excavada
desde los niveles neolíticos, quedando así bastante reducida la superficie disponible, y que el
último nivel pleistoceno (estrato VIll) ha sido documentado de manera testimonial, pues sólo se
conservaba en una reducida extensión del cuadro A-17, en unas tierras situadas bajo un gran
bloque que aparece en la parte distal de la zona sagital derecha del cuadro (ver corte en la figura
2), con una superficie no superior a unos centímetros cuadrados.
La comprensión del material que seguidamente se detalla exige una aproximación a las
caracteñsticas del proceso sedimentario observado en la cavidad y una valoración de la sucesión
que en ella se ha documentado, caracterizada por la superposición directa del Neolítico antiguo
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V Vlll.AVERDE. R. MARTfNEz.VALLE. E. BADAL. P.M. GUJLLEM. R. GARCfA YJ. MENARGUES
.
al Magdaleniense. Esta circunstancia se ha constatado en los diferentes puntos en los que la totalidad de los paquetes neolíticos han sido excavados y se asocia a la existencia de fuertes procesos erosivos que precedieron y acompañaron a la formación de los primeros paquetes neolíticos. En el sector A estos procesos afectaron aparentemente la horquilla temporal que media
entre el nivel Vll relacionado con el Atlántico y el vm, del que por el momento desconocemos
la cronología y cuya pobreza industrial no permite hasta la fecha una adscripción segura al par
formado por el Magdaleniense superior-final y Epipaleolítico microlaminar, pero del que cabe
descartar su pertenencia al complejo epi paleolítico geométrico. Mientras que en el sector B esos
mismos procesos erosivos desmantelaron un mimero mayor de paquetes finipaleolíticos, Uegando en algunas zonas a descansar el nivel VI -Neolítico I- sobre alguna de las pulsaciones
registradas en los niveles XI y Xll, con cronolog(as comprendidas, grosso modo, entre los
13.500 y los 17.500 BP.
En el sondeo que centra las líneas de este trabajo la sucesión se produce entre el nivel VI
(neolftico) y el nivel VID, del que carecemos de materiales para definir su adscripción y del que
apenas se conservaban unos centímetros cuadrados de superficie. El nivel subyacente, el IX,
aunque excavado también en menor superficie que los restantes de la secuencia, por verse seriamente afectado por una fosa y un paleocanal, ha proporcionado algún material significativo de su
situación en los momentos finales del Magdaleniense superior.
A estos fenómenos de alteración sedimentaria se unen otros, de origen antrópico, responsables junto con los anteriores de una cierta contaminación de los niveles neolíticos antiguos con
materiales magdalenienses. Se trata de la realización frecuente de fosas que se excavaron sobre
los paquetes magdalenienses (afectando preferentemente del nivel VID al X o, incluso XI,
dependiendo de los sectores) y que en su movimiento de tierras aportaron los materiales en ellas
depositados a los niveles neolíticos cardiales: arpones, variJJas, agujas y todo tipo de puntas
óseas, así como abundante instrumental lítico y restos faunísticos y antracológjcos.
Estas circunstancias se han podido constatar de manera especialmente significativa en el
sector B, donde como hemos indicado los procesos erosivos asociados a los paquetes neolíticos
más antiguos han desmantelado incluso el nivel Vll, el más antiguo del neolítico documentado
hasta la fecha en la cavidad, y donde las intrusiones localizadas de las fosas de los niveles neolíticos llegan hasta el nivel XII.
El cuadro A-17 refleja en su corte sagital derecho con bastante precisión esta situación:
una fosa, incluida en el nivel VI irrumpe en los niveles VUJ, IX y X, el primero sólo se ha
conservado además en la parte correspondiente al corte, tal y como sei'ialábamos con anterioridad en su parte distal, protegido por un grao bloque que, aparentemente, impidió su erosión
en los momentos correspondientes al estrato VI. AJgo que parece que sí se produjo con el
nivel vn.
Además de los procesos erosivos detectados en el Neolítico antiguo, bien puede decirse que
la mayor parte de la sedimentación pleistoceoa excavada hasta ahora muestra la existencia de
procesos similares, responsables de la erosión de determinados paquetes y asociados a fenómenos de redeposición. Todo ello hace que la visión que ahora ofrecemos de un sondeo correspondiente a un metro cuadrado de excavación deba ser tomada con la prudencia y provisionalidad que este tipo de aproximaciones requieren. máxime cuando a estos fenómenos de alteración
postsedimentaria se unen aquellos que provienen de la excavación de madrigueras y otros agentes
de alteración postdeposicional.
-
12 -
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EL PALEOLÍTICO SUPERIOR DE LA COVA DE LES CENDRES
13
Por otra parte, los paquetes paleolíticos observados basta ahora en distintos sectores de la
cavidad ofrecen dos direcciones de buzamiento diferenciadas, del nivel XIV al XD la pendiente
toma una inclinación pronunciada hacia la parte sagital derecha y proximal de la cavidad, mientras que en los niveles XI al VID la inclinación adquiere un plano también hacia la parte sagital
derecha, pero en esta ocasión dirigiéndose hacia la parte distal de la cavidad. Un plano que se
mantendrá durante la secuencia neolítica y posterior. Este cambio de orientaciones, debidas seguramente a variaciones en los apones de los conductos kársticos y en las zonas de captación de los
materiales desplazados como consecuencia de los fenómenos de arrastre o arroyada, provoca una
considerable confusión en el nivel XI, especialmente en la zona correspondiente al cuadro A-17;
circunstancia que obliga a tomar con especial precaución los comentarios industriales referidos a
estos momentos de la secuencia y a esperar que las excavaciones realizadas en el sector A puedan
definir con mayor rigor los episodios que deben relacionarse, como más adelante se expondrá,
con esta parte de la secuencia.
SECUENCIA ESTRATIGRÁFICA Y CORRESPONDENCIA CON LAS CAPAS DE
EXCAVACIÓN
Limitando nuestro comentario a los niveles pleistocenos, la sucesión de estratos observados
en el cuadro A-17, contrastada con la sucesión sedimentaria registrada en otros puntos de los sectores A y B, es la que sigue (fig. 2):
NIVEL VID, de excasa potencia (entre 5 y 7 cms), de color marrón rojizo y abundante fracción gruesa de tamaño pequeño, con presencia de plaquetas. Reducido en el cuadro A-17 a una
superficie coincidente con la base de un bloque que aparece en posición subhorizontal en la parte
distal del corte. Corresponde a la capa 34.
NIVEL IX. de color marrón, bastante fracción y estructura interna laminada, entre 25 y 30
cms de potencia. Abarca desde la capa 35 basta la 39.
NIVEL X, potente paquete de color marrón pardo, de estructura masiva y con fracción que
incluye algunos bloques de tamaño medio y grande; su potencia está en torno a los 40-50 cms,
siendo erosivo en su contacto con el nivel subyacente. Comprende desde la capa 40 basta la 47.
Al igual que los niveles precedentes aparece afectado en su parte proximal derecha por una fosa
que se inicia en los niveles neolfticos y un paleocanal de cronologra igualmente holocena.
NIVEL XI, de color marrón más claro, incluyendo abundantes carbones y caracterizado por
la alternacia de dos subniveles, uno (XIB) con poca fracción, cuya potencia se sitúa entre los 8 y
10 cms (capas 48 y 49), y otro (XIC) con abundante fracción y bloques de tamafto medio y grande,
de 18 a 20 cms de potencia (capas 50 a la 53). En relación con otros sectores de la cavidad, el nivel
XI presenta en el cuadro A~ 17 una simplificación considerable, ya que faltan en él los subniveles
XlA y XID. Situación que en parte de debe al hecho de ser el punto de inflexión de la línea de
buzamiento anterior de la estratigraffa y que, en cualquier caso, obliga a tomar con provisionalidad
los análisis industriales que se derivan de la subdivión que aqur se ofrece, no siempre fácil de establecer durante el proceso de excavación y probablemente objeto en el futuro de un mayor detalle
de división interna, que puede incluso favorecer una redefinición de los niveles. Téngase en cuenta
además que son los momentos de mayor densidad de hallazgos de la secuencia paleolítica y que
en su base puede situarse el tránsito del Magdaleniense medio al superior.
- 13 -
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14
V. VIU.AVERDE. R. MARTfNEz.VALLE. E. BADAL, P.M. GUILl..EM, R. GARdA Y J. MENARGUES
A- 17
),20
NEOLÍTICO
uo
/
VIII
FOSA
X
/
,
XIC
Fl¡. 2.- Corte sqltal derecho del cuadro A-17.
-
14 -
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EL PALEOÚllCO SUPERIOR DE LA COVA DE LES CENDRES
IS
NIVEL XII. caracterizado por la alternancia de subniveles de potencias desiguales, unos de
color marrón grisáceo, arcillosos y con poca fracción gruesa. y otros de color marrón anaranjado,
con mayor cantidad de fracción y presencia de algún bloque, de espesor variable y a veces erosionados. Su potencia global alcanza los 30-35 cms y está en contacto erosivo con el nivel subyacente. Compuesto de continuas laminaciones y la presencia de algunas cubetas erosivas, hemos
optado por dividirlo en dos subniveles -XIIA (capas 54 a la 57) y XIIB (capas 58 a la 63)-, intentando evitar acumular una potencia excesiva con un reducido nivel de precisión estratigráfica y
atendiendo a un incremento de las tonalidades grises de las larninaciones y el componente arcilloso de las mismas.
NIVEL x:m. masivo, de color marrón grisáceo y poca fracción. En contacto erosivo con el
nivel subyacente. Su potencia es de 20-25 cms. Comprende las capas 64 a la 67.
NIVEL XIV, de estructura laminada, con alternancia de pulsaciones de tierras marrones anaranjadas, grisáceas y negruzcas, con poca fracción, y otras de color marrón oscuro y más fracción, pero de tamaño pequeiio. Aparece dislocado, por fenómenos de deslizamiento, en algunas
zonas, evidenciando una alteración postdeposicional cuyo alcance es imposible de precisar en
estos ~omentos. Su potencia global alcanza por el momento los 20-25 cms e incluye las capas
68 a la 71.
La correspondencia de los niveles descritos en el cuadro A-17 con Jos datos publicados basta
ahora (Badal et alii, 1991) es la siguiente: los niveles 1 y llA corresponderían con los actuales
niveles VID y IX; los niveles IIB y llC con el X; el nivel m con el XI. Siendo el ruvel Xll y los
subyacentes de excavación posterior a la publicación de dicho corte. Las descripciones sedimentarias realizadas por Fumanal ( 1991) se limitan por tanto a los niveles superiores. Para una descripción más pormenorizada remitimos a dicho trabajo.
LAS DATACIONES ABSOLUTAS
Se han obtenido hasta la fecha un total de 1Odataciones absolutas para la secuencia proporcionada por el sondeo de Jos cuadros A/8-17. Cuatro mediante el sistema de Cl4 convencional,
a partir de un conjunto de carbones seleccionados del total de los recogidos dispersos en el nivel,
obtenidas en el Laboratoire de Radiocarbone de Lyon, y seis mediante el sistema de AMS, a partir
de muestras correspondientes a un solo carbón, previa identificación de la especie, obtenidas en
el laboratorio de Beta Analytic loe. Su detalle queda explicitado en el cuadro 1.
Los comentarios se efectuarán en eJ apartado dedicado a la valoración de la secuencia industrial, seiialando únicamente ahora que la fecha de 12.650 del nivel XIC se consideró errónea por
el laboratorio de Lyon, al entrar en contradicción con la obtenida en el nivel X. Se optó entonces
por repetir una nueva datación del mismo nivel XIC, a partir de una nueva selección de carbones
dispersos, que proporcionó el resultado de 13.840. Mientras que el envío de la muestra de carbón
de Olea europaea del nivel XID a Beta Analytic obedeció a la rareza de este taxón en los niveles
pleistocenos, en contraposición a su abundancia en los holocenos del mismo yacimiento. Para
evitar especulaciones en el estudio antracoJógico se optó por datar previamente uno de los pocos
fragmentos de esta especie recuperados en el nivel XDI, confirmando la datación su carácter
intrusivo en ese paquete, probablemente como consecuencia de un desprendimiento del corte no
observado en el proceso de excavación.
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16
V VIllAVERDE. R. MAR'J'fNE:z.VAU.E. E. BADAL. P.M. GUIUEM, R. GARC(A YJ. MENARGUES
.
nivel
referencia
material
Ly-5585
Ly-5220
Ly-5834
Beta-118022
Beta-118023
Ly-5586
Beta-118024
Beta-118025
Beta-118026
Beta-11 8027
varios carbones
varios carbones
varios carbones
carbón Pinus nigra
carbón Pinus nigra
varios carbones
carbón Pinus nigra
carbón Olea europaea
carbón Pinus nigra
carbón Pinus nigra
resultado
X
13.320 ±
12.650%
13.840%
13.690 ±
14.850 ±
15.820 ±
17.230 ±
6.660%
18.920 ±
18.750 ±
XIC
XIC
XIC
X1IA
XIIB
XIIB
XIII
XIII
xm
sistema
170
80
85
120
100
150
130
50
180
130
BP
BP
BP
BP
BP
BP
BP
BP
BP
BP
convencional
convencional
convencional
AMS
AMS
convencional
AMS
AMS
AMS
AMS
Cuadro 1
ESTUDIO TIPOMÉTRICO Y TECNOLÓGICO DE LA INDUSTRIA LÍTICA
El número total de elementos líticos recuperados en posición estratigráfica en los niveles
pleistocenos del sondeo (cuadros A/B-17) asciende a 9530 piezas, de las que 6207 son esquirlas.
La distribución de soportes por niveles queda resumida en el cuadro 2, donde se da cuenta del
número de lascas (L), hojas (H), hojitas (h), núcleos (N), esquirlas (E), fragmentos informes (1),
crest.as y semicrestas (C), tabletas y semitabletas (T) y golpes de buril (GB). Se han considerado
como esquirlas las piezas inferiores a 1 cm. y la diferenciación entre hoja y hojita ha tenido en
cuenta como parámetro métrico la anchura de 0,8 cms.
L
H
b
N
E
1
e
IX
46
X
82
174
418
23 1
176
11 4
90
7
20
15
76
61
37
1
.37
722
259
61
21
15
3
3
J3
309
471
660
2557
895
802
357
156
7
4
8
74
24
21
24
11
3
2
6
14
4
4
1
2
xm
XIC
XllA
XIIB
xm
XIV
54
24
11
12
40
22
14
5
5
T
GB
T
3
8
6
1
3
6
6
35
59
12
6
442
628
1056
3966
1502
111 1
533
292
Cuadrol
Una valoración más detenida de las proporciones de lascas, hojas y hojitas, retocadas y sin
retocar, y por niveles la efectuamos en el cuadro 3, donde también se da cuenta del índice laminar
(ILam) del conjunto del material, del índice laminar del material retocado (ILam R) y del índice
microlaminar del material retocado (lmlam R).
El mdice laminar, que parte de un valor moderadamente alto en el nivel IX, desciende pri·
mero en el nivel X, ascendiendo nuevamente en los niveles xm y XIC, y vuelve a desarrollar
una tendencia a la baja a partir de este momento y de manera más marcada a partir del nivel XDB.
-
16 -
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EL PALEOÚTICO SUPERIOR DE LA COVA DE LES CENDRES
17
Esta evolución no debe ocultar, sin embargo, las importantes variaciones que en esos mismos
niveles es posible señalar en las proporciones de hojas y hojitas: una alto valor de las hojas en el
nivel X, coincidiendo con una baja proporcion rnicrolaminar, y un marcado descenso de las
hojitas en los niveles XIIB, xm y XIV.
Aún con las limitaciones que se derivan del bajo número de efectivos retocados recuperados
en los niveles IX, X, XD 8 , xm y XIV, un análisis del índice laminar y microlaminar del material retocado es útiJ a la hora de perfilar algo más estas tendencias.
Los niveles XIB y XIC se caracterizan por tener una clara tendencia microlaminar en el
material retocado, con muy baja proporción de hojas retocadas, mientras que los niveles IX, XUA
y XllB tienen unos valores rnicrolaminares algo menos importantes, con un porcentaje de hojas
retocadas algo mayor que los dos anteriores, pero limitado salvo el caso del nivel XIIA, donde el
porcentaje de útiles sobre hoja alcanza un valor de 16' 2. Por el contrario, el nivel X y especialmente los niveles xm y XIV se caracterizan por la poca importancia del utillaje microlaminar,
con cuantificaciones no despreciables en los dos últimos en material retocado realizado sobre
hojas. Ya veremos más adelante que también es posible aunar a estas diferencias otras de orden
tipológico al contemplar la evolución del material retocado en los distintos niveles de la
secuencia paleolftica.
L
IX
X
XlB
XIC
XDA
Xli8
xm
XIV
H
h
Dam
DamR
lmlamR
40'4
58'9
53'3
34'4
42'5
67'4
78' 1
76'9
6'1
14'4
4'6
6'2
9' 9
9' 2
7'5
10'3
53' 5
26'7
42' 1
59'4
47'6
23'4
14' 4
12'8
59'6
41'1
46' 6
65'6
57'5
32'6
21'9
23'1
68'2
54'5
72'6
79' 1
77'7
5 1' 1
23'8
50'0
59' 1
31'8
70'2
74'4
61 '5
45' 1
4'8
o·o
Cuadro3
El análisis tipométrico del utillaje microlaminar lo hemos realizado agrupando los soportes
en módulos que recogen las variaciones de la relación longitud/anchura. La distribución de los
soportes en los distintos niveles, considerando la totalidad del material, queda perfectamente
recogida en el gráfico l . En él se observa con claridad que los módulos de alargamiento dominantes en las hojitas son los correspondientes a los grupos B y C, aquellos en los que la longitud
se situa en una proporción de 3 ó 4 veces la anchura. En cualquier caso, el limite superior de la
longitud de las hojitas de situa en los 4 cms, siendo absolutamente mayoritarios los valores comprendidos entre 1' 5 y 2'5 cms.
Ese mismo análisis aplicado a las hojas indica que sus efectivos normalmente se sitúan en
los módulos A y 8 , de longitud igual a dos o tres veces la anchura, con muy escasa presencia de
piezas laminares que sobrepasen el índice de alargamiento de 4:1 (cuadro 4). Las piezas más
largas apenas alcanzan los 5 cms, y lo frecuente es que sean hojas cortas, de apenas 2 a 2'7 cms
de longitud. Estos valores tipométricos coinciden con los de las lascas y núcleos, que también
-
17 -
[page-n-18]
18
V VlLLAVERDE. R. MAKI1Nez.VAU.E. E. BADAL. P.M. OUillEM. R. OARCIA YJ. MENAROUES
.
80
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IX
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XIB
XIC
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XIIB
XIII
XIV
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o
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Griftco 1.- Valores porcentuales de las hojitas coa.slderadu a partir de su ÚlcUce de alarpmleato.
A: longitud lpala dos veces la andlura; B: tres veces la andlura; C: cuatro veces la anchu:ra;
D: daco veces la andlu:ra; E: sás veces la andlura; F: siete veces la andlura.
concentran sus efectivos en los tamaiios reducidos (atendiendo al máximo de la longitud o la
anchura, las lascas mayoritariamente se inscriben en valores comprendidos entre 1 y 2' 5 cms,
mientras que los núcleos concentran sus efectivos entre los 2 y 3 cms).
Estamos ante una industria de tamaiio considerablemente reducido y de marcado componente microlaminar en algunos de sus niveles. La primera circunstancia condicionada por las
dimensiones y calidad de la materia prima disponible, en grao parte de procedencia local, calidad
de regular a mala y tamaño igualmente reducido.
El análisis de los núcleos encuentra su principal limitación en el bajo número de efectivos
recuperados en alguno de los niveles. Así, tan sólo en XIB, XIC, XllA y XllB pueden extraerse
algunas conclusiones apoyadas en un cierto número de ejemplares analizados. Atendiendo a los
tipos mejor representados destacan en estos niveles, sin lugar a dudas, los núcleos dedicados a la
obtención de soportes microlaminares con un sólo plano de percusión y extracciones en la cara
ancha, seguidos de los de un plano de percusión y talla en la cara estrecha y los de un plano de
percusión y superficie de talla extendida en dos caras contiguas. En definitiva un sólo plano de
percusión, predominantemente liso o con muy escasa preparación, con un frente de poca
convexidad y unas superficies de talla en las que las formas rectangulares -24- superan a las semicónicas - 13- en los de superficie en una sola cara, mientras que en los de superficie en dos caras
dominan las semicónicas -9- a las rectangulares -5-. Los soportes son lascas -39- o nódulos -23-,
localizándose en estos tres tipos dominantes de núcleos tan sólo un ejemplar que aprovecha un
fragmento de sOex diaclasado natural y talla bastante irregular (cuadro 5).
- 18 -
[page-n-19]
19
EL PALEOLfTICO SUPERIOR DE LA COVA DE LES CENDRES
IX
L2
L3
LA
L5
L6
L7
X
XIB
XIC
6
14
6
2
1
13
19
25
33
22
5
1
65
113
47
18
11
5
5
2
3
1
L8
Al
A2
A3
A4
A5
A6
A7
AS
C2
12
8
6
2
1
3
4
4
3
1
3
1
13
6
4
2
1
3
1
7
3
14
23
11
2
2
2
1
22
2
C3
C4
1
3
3
1
28
16
4
1
156
N2
N3
N4
N5
N6
N7
20
7
4
5
2
23
9
1
1
8
6
11
6
1
44
52
24
9
8
5
1
S
5
2
1
3
3
4
2
3
2
2
12
6
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4
2
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JO
1
3
2
1
2
10
3
1
2
1
2
1
2
3
2
3
5
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2
1
2
3
1
40
24
3
1
1
1
5
1
20
1
1
1
10
1
D4
El
E2
FJ
40
37
4
7
3
3
47
26
24
C5
C6
OJ
02
03
29
11
152
111
53
12
5
XIV
46
24
4
2
2
1
xm
36
35
28
23
13
10
XIIB
64
5
4
1
1
A9
Al O
81
82
83
84
85
86
87
88
89
Cl
10
XDA
2
2
2
2
6
3
4
1
2
12
15
6
8
4
1
1
3
- 19 -
2
1
2
1
2
l
Cuadro 4.- L: lascas; A-F: bojM y bojJtu; N: mideos.
2
2
S
[page-n-20]
20
V VIllAVERDE. R. MAR11NEz.VAU..E, E. BADAL. P GUILLEM. R. GARCÍA YJ. MENARGUES
.
.M.
IX
XIC
6
2
4
11
E
F
6
2
3
5
3
G
H
1
2
1
3
3
6
2
2
2
xm
2
XIV
6
B
e
o
XIIB
XllA
2
A
XIB
4
X
3
3
Cuadro 5.- Distri bución de los núcleos por niveles. A: un plano de percusión y superftde estrecha; 8 : dos
planos de percusión y superftcle estrecha; C: un plano de percusión y superficie ancha; D: dos planos de
percusión y superficie ancha; E: un plano de percusión y superftde en dos caras; F: dos planos de percusión
opuestos y superfkles en d.os caras; G: dos planos de percusión a.ltem os; H: globuloso; 1: lnfonne o lndeter-
mJnado.
El carácter poco elaborado de las plataformas de percusión se observa bien en los productos
de la talla, con un número no despreciable de talones corticales (superan a los facetados o los diedros) y un predominio neto en el conjunto de los niveles de los talones lisos y los puntifounes,
éstos últimos absolutamente hegemónicos en la producción de hojitas.
e
L
D
F
p
M
R
S
S/f
1
2
3
15
8
3
1
3
2
11
17
4
30
15
6
7
2
4
9
63
9
9
3
2
42
39
117
5
1
2
14
6
6
6
6
4
1
3
2
8
3
XIV
25
36
62
198
119
85
39
44
37
32
XID
3
10
3
35
8
6
3
IX
X
XIB
XIC
XDA
XIIB
99
535
17 1
54
37
14
1
2
JI
191
87
47
38
Cuadro 6.- Clasificación de los talones. C: cortJcal; L: liso; D: diedro; F: facetado; P: puntlfonne; M: machacado; R: roto; S: s uprimido; srr: sin talón por fractura.
Por lo que respecta a las características de la talla microlaminar, centrando el análisis en
aquellos niveles en los que el número de efectivos es suficiente (niveles XIB, XIC y XIIA), la
proporción de piezas de primer orden es prácticamente nula, mientras que las de segundo orden
desempeñan un papel bajo al considerar el total de efectivos, brutos o retocados, ya que al centrar la atención en los soportes retocados su valor pasa a ser muy bajo. El grado de utilización de
los soportes microlaminares en la confección de piezas retocadas es del 43' 1 %en el nivel XIB
(59 piezas), del 28'5% en el nivel XIC (206 piezas) y del 24'8 %en el nivel XIIA (262 piezas).
El detalle de los valores en la cadena operativa queda reflejado en el cuadro 7.
-20-
[page-n-21]
EL PALEOÚTICO SUPERIOR DE LA COVA DE LES CENDRES
Corticales
T
R
XIB
XIC
Semlcortic:ales
T
R
10
40
6
XUA
5
Pl~na
T
127
682
252
21
producdón
R
59
201
63
Cu.dro 7.- Talla mkrolamlnar: productos cortka.les, semicortk:ales y de pJena proclucdóo en d c:otYunto
dd material (T) y en d material retocado (R).
Finalmente, las lascas ofrecen unas proporciones con relación a las etapas de producción
notablemente más bajas que las hojitas. Así, el grado de utilización de lascas para la producción
de utillaje retocado es en los mismos niveles la siguiente: un 13'2 % en el nivel XIB, un 13'2 %
en el nivel XlC y un 9'2% en el nivel XTIA, aunque ahora el aprovechamiento de los productos
de las primeras fases de la producción es mayor, tal y como puede verse en el cuadro 8.
Cortkales
T
R
XIB
XIC
XIIA
Semlcortkales
T
R
Plena producd6n
T
R
4
47
147
71
123
261
153
10
7
3
19
8
20
35
14
Cuadro 8.- Lascas: procludos corticales, semicortkales y de plma proclucd6n en el c:otVunto del material
(T) y m el material retocado (R).
APROXIMACIÓN A LAS MATERIAS PRIMAS LÍTICAS EMPLEADAS
Presentamos en este apartado un detalle de las materias primas enpleadas en la realización
de la industria lítica recuperada en el sondeo, valoradas de manera diacrónica y en relación con
las fuentes de aprovisionamiento. Los resultados que se ofrecen son fruto de tres campañas de
prospección geológica centrada en la comaraca de La Marina Alta, en el triángulo comprendido
entre la Serra de Segtuia, la Serra de B~rnia y la cabezera del rfo Gorgos (fig. 3).
La zona se halla situada en los dominios de las cordilleras Béticas, y más concretamente adscrita al sector Prebético valenciano. Las grandes unidades estructurales están formadas por materiales predominantemente calcáreos pertenecientes al Cretáceo y al Paleógeno. Las despresiones
están ocupadas por depósitos miocenos y cuaternarios, compuestos de conglomerados, margas,
arenas y gravas, debiéndose destacar la presencia de algún afloramiento triásico con arcillas abigarradas, yesos y diabasas.
En el curso de las prospecciones se localizaron dos grandes áreas litológicas con depósitos
de rocas siLíceas. Una ubicada en los macizos cretáceos que envuelven la comarca, y la otra en la
parte oriental de la cubeta neógena de la Vall de Ceta. Fruto de anteriores trabajos se poseían
datos sobre otro grupo de afloramientos cuyas rocas se identifican en el material arqueológico.
Sus principales características son las que siguen:
-21-
[page-n-22]
22
V VIU.AVEROE. R. MARTfNEz.VAU..E.. E. BADAL, P GUILI..EM, R. GARCÍA YJ. MENARGUES
.
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~delaCovadelaCeDdra.
Sflu d~l Cntdcico. Las facies donde se manifiestan corresponden generalmente a sedimentos carbonatados del Throniense. Son materiales propios de los afloramientos locales.
Presentan una escasa variedad cromática derivada de las coloraciones grisáceas (entre lOYR
6.7/1 y lOYR 6.7n.). Sus características más significativas son su enorme grado de fracturación
y el grado de adherencia a la roca madre. El süex aparece con morfologías nodulares y en bancos
interestratigráficos. La dificil liberación de los nódulos propició un aprovechamiento centrado en
la recogida de fragmentos naturales disgregados por la erosión, esparcidos en cubetas y abanicos
de acumulación.
Sflu d~l Oligoc~no. Los afloramientos aparecen diseminados en un espacio reducido de los
macizos interiores de la comarca de Alcoi. Ocupan pequeños manchones frecuentemente adosados a las estructuras eocenas de las cuales se han alimentado tras su demolición erosiva.
Abundan en estas formaciones las facies continentales de margas rojizas con niveles de conglomerados. Los clastos silfceos son abundantes y aparecen bajo formas nodulares, fragmentos más
o menos rodados y cantos lenticulares. Muestran. por lo general, unos tintes marrones claros o
melados ( IOYR 5.6/4). La estructura granular suele ser muy fina. Se aíslan c<>n relativa facilidad
respecto a otros de apariencia similar, como determinados sflex del cretácico superior regional,
debido a las numerosas vetas de coloración vinosa (IOR 5.613) y puntuaciones de óxidos.
-22 -
[page-n-23]
EL PALEOLfnCO SUPERIOR DE LA COVA DE LES CENDRES
23
Sflex del Ne6geno de la Val/ de Cela. Sus depósitos se encuentran en la cabecera del río
Gorgos, a más de 20 kms del yacimiento de la Cova de les Cendres. Se trata. grosso modo, de
conjuntos detríticos de calizas, margas y conglomerados con abundantes restos de clastos sillceos
de variada procedencia. Por lo generaJ se presentan bajo morfologías erosionadas: cantos y fragmentos nodulares.
Si/ex del Ne6geno de la Cuenca de Lorca. La Cuenca de Lorca es una depresión intramontafiosa situada en el área de contacto de las zonas internas y externas de las Cordilleras Béticas.
Esta depresión aparece colmatada por sedimentos neógenos procedentes de los macizos circundantes. Abundan los sedimentos blandos y las intercalaciones conglomeráticas y yesfferas
(Guillén-Mondéjar, 1994). Las rocas silíceas son tan abundantes y variadas como las facies sedimentarias de la Cuenca, pero las más singulares son, sin duda, las de aspecto "jaspoide", denominación que hace alusión a sus llamativos colores (el más representativo MunselJ lOYR 5.6/8).
En Cendres aparece de forma testimonial, prueba inequfvoca del carácter exótico de estas rocas.
El examen de la totalidad de la induslria lítica del sondeo, incluyendo del nivel IX al XIV,
tras descartar las piezas afectadas por el fuego o aquellas de reducido tamaño, ha permitido identificar un total de 507 piezas (cuadro 9) con un peso total de 1.929'43 gramos. La modesta
entidad numérica de la mayor parte de los niveles desaconseja una valoración detallada de la
serie. Tan sólo Jos estratos XlC y XllA reúnen los efectivos adecuados para obtener una información significativa. La dislribución de los materiales con respecto a las distintas áreas de procedencia permite deducir una explotación centrada en dos grupos de rocas: la litología cretácica
del ámbito doméstico y los afloramientos periféricos de cronología oligocena situados a una distancia de 45 km de la cavidad. Sus valores resultan bastante parejos, así como los correspondientes a los materiales de carácter local. Los materiales silíceos del neógeno de la VaiJ de Ceta
se encuentran ya en un tercer puesto muy alejado de los otros dos, con valores que rondan el 10%,
y finalmente están los jaspes de la Cuenca de Lorca, cuya presencia es testimonial.
A estas tendencias tan sólo cabría añadir las variaciones que se observan en alguno de los
restantes niveles de la secuencia. Así. y con las reservas antes señaladas, parece que los niveles
asociados a la talla microlaminar presentan valores porcentuales más elevados en los sflex de
Alcoi, mientras que la tendencia de los niveles inferiores es a un marcado descenso de este tipo
de materia prima y la mayor importancia del material local o de la Vall de Ceta.
Peso (grs)
IX
X
XIB
XlC
XDA
XIIB
xm
XN
Local
V.Ceta
Akol
72'17
144' 85
185'65
689' 47
438' 79
173'74
150'37
133'39
12'55
16'59
20' 99
34'41
24' 71
27'99
39'02
63' 18
13'20
10' 40
20'92
10'85
9'38
14' 13
7'84
21'09
39'49
22'25
26'35
28' 50
25'82
23' 19
1' 72
1'43
CUIIdro 9
-23-
Loma
0' 63
0'63
0'02
0'61
0'37
lndet.
34' 76
50' 85
31 ' 11
25'61
40'07
35'59
50'81
13' 93
[page-n-24]
24
V VlLLAVERDE, R. MARTÍNEz..VAU.E. E. BADAL. P.M. GUlll.EM. R. GARCÍA Y J. MENARGUES
.
Con estos datos se hace aniesgado establecer patrones de comportamiento económico, si
bien la observación detallada de la cadena operativa Lftica permite establecer algunas consideraciones. Existen carencias en detenninadas fases de adquisición y elaboración de los útiles,
incluso para aquellos que recurren a las materias locales. A pesar de hallarse presentes elementos
corticales de la mayoría de las materias primas diferenciadas, éstos son proporcionalmente poco
significativos en relación al número de núcleos. La parcialidad de la cadena operativa debe explicarse a partir de la existencia de un acondicionamiento previo de la materia prima en el lugar de
recogida. Por su parte, los soportes microlarninares muestran una clara preferencia por los síJex
de la comarca de Alcoi, algo que queda también reflejado en el apartado de los núcleos dedicados
a la extracción de hojitas. Por su parte, las rocas exógenas, categoría en la que se engloban los
jaspes, quedan atestiguadas en los niveles XIB, XIC, XllA, XID y XIV. pero su introducción en
el yacimiento se hace en forma de soportes de plena producción, ya que los núcleos y las lascas
corticales son inexistentes, mientras que la presencia de esquirlas y productos de reavivado
parecen indicar una buena conservación y reutilización de los útiles fabricados en esta materia
prima de elevada calidad.
EL MATERIAL "RETOCADO
Para valorar el grado de transformación de los productos de la talla en la fase de consumo o
del material retocado, nos ha parecido interesante partir en este apartado de la consideración del
valor porcentual que supone el material retocado con respecto al no retocado sin considerar las
esquirlas, núcleos o restos del proceso de talla. En líneas generales los distintos niveles muestran
unos valores bastante parecidos, destacando tan sólo el máximo de transformación que alcanzan
los niveles XIB y XJC (con un 25'8 y un 22'8% de soportes transformados por el retoque) y los
valores bajos que se observan en los niveles X, XID y XIV (con valores del 15' 8, 15'1 y 11'9 %
respectivamente). Todo ello referido a niveles que experimentan a su vez import.antes oscilaciones en la densidad de hallazgos líticos, destacando por sus altos valores relativos los niveles
XIB y XIC y en menor medida el XllA (cuadro 10). Estas apreciaciones han de considerarse, sin
embargo, de manera indicativa, ya que al ir referidas a materiales provenientes de un sondeo de
poca extensión estarán sujetas, sin duda, en el futuro a importantes variaciones, como resultado
de la distribución diferencial de los restos arqueológicos en términos espaciales, sobre todo como
consecuencia de los factores de transporte de carácter postdeposicional que parecen haber afectado a una parte importante de los niveles de la secuencia pleistocena.
IX
% piezas retocadas
l. densidad
X
XIB
XIC
XII A
XIIB
xm
XIV
19'3
35' 4
15' 8
20'9
25'8
105' 6
22' 8
198'3
18' 9
75' 1
20'2
37'1
15' 1
26'7
11 ' 9
14'6
Cuadro 10.-1. densicbld: dmsidad de baiJazgos lfticos por metro c:ábko cUvklido por den.
Por lo que respecta al material retocado, los comentarios se van a centrar en los niveles cuyo
número de piezas permite establecer consideraciones fiables: niveles XIB, XIC y XIIA. Los res-24-
[page-n-25]
TESTIMONIOS DE TRATAMIENTO TÉRMlCO EN HOJAS DE LAUREL
25
tantes tan sólo serán objeto de una breve descripción, fijándonos más en aspectos cuaHtativos que
en los cuantitativos. En el cuadro 11 aparecen recogidas las piezas de cada nivel, clasificadas de
acuerdo con la lista-tipo de Sonneville-Bordes y Perrot.
Nivel IX. El número de piezas retocadas es de veintiuna, con otra con huellas de uso. En el
utillaje no microlaminar tan sólo un raspador atípico, uno sobre hoja retocada, un útil compuesto,
un raspador-truncadura, cuatro piezas con retoques continuos en un borde, una pieza con muescas
y una pieza clasificada en los diversos, con retoque escamoso (aJ lfmite con el burinante) y un
lateral con retoque bifaciaJ. En el apartado microlaminar una hojita truncada, siete hojitas de
dorso, tres con finos retoques directos y dos hojitas con retoques inversos (fig. 4, n° 1 a 9).
Nivel X. El último con un bajo número de efectivos, a pesar de su mayor potencia. Los raspadores están mal representados, pues tan sólo contamos con un raspador sobre hoja retocada y
un útil compuesto, del tipo raspador sobre boja truncada. Los buriles, por el contrario, experimentan un aumento digno de reseñar, con cuatro ejemplares: dos diedros de ángulo, un diedro
múltiple y uno sobre preparación lateral. Del material restante destaca una punta escotada de
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~ ~J ~~ .,
~J)
24
Fig. 4.- lodustria lftial de los niveles IX y X.
-25-
[page-n-26]
26
V VD..J...AVERDE, R. MARTfNEz.VAILE. E. BADAL. P.M. GUIU.EM, R. GARdA Y J. MENARGUES
.
retoque abrupto, sobre hojita (2), contabilizándose además tres piezas con retoques continuos en
un borde, una de ellas sobre hoja y en dos casos con retoques inversos, una pieza con retoques
continuos en dos bordes, una pieza con muesca y dos piezas denticuladas. Por su parte el apartado microlaminar está compuesto por una hojita truncada, otra de borde abatido y tres con fmos
retoques directos (fig. 4, n° 11 a 24).
Nivel XIB. Con un conjunto más elevado de piezas, a pesar de su reducida potencia, sigue
mostrando un número de raspadores bajo y de escasa variedad tipológica, con tres ejemplares
sobre lasca retocada -uno de ellos clasificado con reservas-; en el apartado de los buriles, por el
contrario, el número es mucho más importante y se observa una cierta variedad tipológica, con
un diedro recto, cuatro diedros ladeados, un buril diedro de ángulo sobre rotura, un buril diedro
múltiple, un buril sobre truncadura recta, dos buriles sobre truocadura oblícua, dos múltiples
mixtos y uno plano. A destacar que los soportes son en todos los casos lascas. En los otros grupos
tipológicos se contabilizan una pieza con truncadura recta, cinco piezas con retoques continuos
en un borde, tres piezas con muescas, una raedera y un número elevado de hojitas retocadas:
veintiséis de dorso, diecinueve con finos retoques directos y trece con retoque inverso (fig. 5).
Nivel XIC. El más rico de la secuencia, tanto en términos absolutos como en relación a su
potencia. Contabiliza un total de doscientas setenta y tres piezas clasificadas según la lista-tipo y
otras cuatro con retoques de uso, de carácter muy marginal. Su densidad de piezas por metro
cúbico es de 19.830. En el grupo de los raspadores, que mantiene la proporción baja de las capas
anteriores, se cuentan diez ejemplares: seis simples, dos de ellos sobre hoja, uno con retoques
complementarios de supresión de la base y otro al límite con el carenado; tres sobre lasca retocada y uno carenado, realizado sobre una hoja en cresta. En los útiles compuestos dos raspadoresburiles y en los perforadores, uno típico, sobre lasca. Por su parte, los buriles ascienden a 17
ejemplares: uno diedro recto; tres diedros de ángulo; cinco de ángulo sobre rotura; uno diedro
mtíltiple; uno arqueado; uno sobre truocadura retocada oblícua, con el lateral denticulado, realizado sobre lasca de primer orden; dos transversales sobre muesca; y un buril múltiple mixto. En
el apartado de las piezas de borde rebajado, poco numeroso como en los retantes niveles, tan sólo
una pieza con escotadura, dos piezas con el borde rebajado total y una de borde rebajado parcial;
y en el de las piezas truncadas una de truocadura oblfcua. Por su parte, las piezas con retoques
configuran un apartado a tener en cuenta, sobre todo de considerar los valores de los niveles más
inmediatos, con veintitrés ejemplares de retoques continuos sobre un borde y tres con retoques en
los dos, siendo la mayoría de soporte no laminar, mientras que las piezas varias alcanzan un valor
reducido, con tres piezas con muescas, y cuatro esquirladas. El conjunto microlaminar, abundante
y variado, aparece dominado por las hojitas de finos retoques directos -83 ejemplares-,
{2) La pertenencia de esta pieza al nivel X puede ser puesta en cuestión. en la medída en que pane del cuadro es¡j afectado
por la prescnc:ia de una fosa ncolftica y un paleocanal. y aunque estas zonas se diferenciaron en el proceso de excavacióo no resultaría en modo alguno difTeil que pueda InterpretarSe como proclucto de un despalazamiento postdeposíclonal no detectado en el
leVIIItamiento del nivel. La existencia de niveles del Soluuense evolucionado en el yacimiento. con piezas similares. y la evidencia
proveniente de una dalxióo obtenida en el nivel VI del sector A. con un resultado de 20.430J:I70. cuyo valor sólo puede entenderse como consecuencia de una redc:posicióo en claro contexto ncolflico. favorecida por algún paleoc:anal o IITISln: que hubiera
discurrido por zonas I1Ws próximas de la cavidad en las que esos mismos n.iveles. como consecuencia del buzamiento pronunciado
de la estratigrafia. estuvieran I1Ws altos. constituyen elementos suficientes como para mantener una cierta prevención sobre esta
pieza. Una valoración nuis det.enida de la necesidad de un an41isis tafónomico de los materiales en contextos sedimentarios afec-
tados por procesos de alteración postdeposicional. y su discusión en Cendres, ha sido objeto de un trabajo especifico (Bemabc:u.
Vtllaverde. Badal y Manfnez. e.p.). lo que nos exime de una discusión mú detallada en este trabajo.
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EL PALEOÚTJCO SUPERIOR DE LA COVA DE LES CENDRES
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Flg. 5.- Industria Utica del nivel XIB.
las de dorso -69 piezas- y las hojitas de retoque inverso -49 ejemplares-, piezas a las que hay que
añadir tan sólo una hojita con muesca y cuatro hojitas de tipo Dufour. Entre las hojitas de dorso
y las de finos retoques directos tan sólo contamos con 16 ejemplares apuntados, lo que representa
apenas un 7'2 % de ambos tipos. Asf que el utillaje microlaminar, aunque abundante, es poco
variado (fig. 6 y 7).
Nivel XDA. Aunque con un número de piezas suficiente para su valoración, ofrece aproximadamente una tercera parte de efectivos que el anterior, siendo su potencia similar: ciento dos
piezas y tres con huellas de uso. Las diferencias con el conjunto anterior, como más adelante
comentaremos, son interesantes, y ello se nota en los grupos de raspador y buril y en el apartado
de las piezas retocadas. En los dos primeros grupos, por primera vez en la secuencia, si excep- 27-
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Fig. 6.- Industria Utka del nivel XJC.
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tuamos el nivel
el número de raspadores es superior al de buriles. Un total de cinco raspadores -dos simples, uno aúpico, con el frente tenninado en una espina lateral izquierda; uno
unguifonne y uno carenado- y tres buriles -dos diedros de ángulo y uno de ángulo sobre fractura.
Además. una boja de borde rebajado total, una pieza con truncadura obHcua, trece piezas con
- 28 -
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EL PALEOLfTICO SUPERIOR DE LA COVA DE LES CENDRES
29
Flg. 7.- Industria trUca del nivel XJC.
retoques en un borde -de las que ocho son sobre sopone laminar- y cuatro con retoques en Jos
dos bordes -tres sobre soporte laminar-, cinco piezas esquirladas y una raedera, mientras que en
los diversos contamos con una pieza con retoque semiabrupto inverso en la parte distal y una
pieza de tendencia foliácea, con retoque plano marginal en los dos lados, fracturada en su
extremo distal, cuya posición en la base del nivel bien pudiera considerarse en relación con el
nivel subyacente, dada su posible tipología solutrense. Finalmente, en el utillaje microlarnínar, el
dominio corresponde ahora a las hojitas de dorso -veintisiete ejemplares, con sólo tres apuntadasy las hojitas de finos retoques directos -veintitrés ejemplares, uno apuntado-, seguidas ya de lejos
por las hojitas de retoque inverso -nueve piezas-, pero observándose una mayor diversificación
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V VULAVERDE. R. MARTÍNEZ-VAU.E. E. BADAL. P OUIU.EM. R. OARcfA Y J. MENARGUES
.
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tipológica en este apartado, con la presencia de un trapecio, tres hojitas de dorso truncadas y una
hojita de dorso denticulada. am~n de una hojita de tipo Dufour (fig. 8).
Nivel XJIB. Ha proporcionado poco material retocado y ello refleja un empobrecimiento que
afecta tambi~n al material no retocado: la densidad de piezas por metro cúbico es de 3.703 mientras que el nivel anterior ofrecía una densidad de 7.510. nene cuarenta y ocho piezas retocadas
clasificadas por la lista-tipo y tres con retoques de uso. Los raspadores mantienen el predominio
sobre los buriles -cuatro raspadores simples, uno reducido al frente, uno sobre lasca retocada, y
dos carenados, frente a un buril sobre truocadura retocada convexa y otro plano-, a la vez que
contamos un útil compuesto -un raspador-buril-, una pieza con muescas, una hoja con borde rebajado, dos piezas con retoques continuos en un borde, dos piezas con truncaduras rectas, una con
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EL PALEOLÍTICO SUPERlOR DE LA COVA DE LES CENDRES
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Cuadro U.- Resumen de a. Industria mocada, por niveles.
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truncadura oblicua y otra con truncadura cóncava, dos piezas con retoques continuos en un borde,
dos piezas denticuladas y dos esquirladas. Fmalmente, en el apartado microlarninar el utillaje se
compone de un triángulo, diez hojitas de dorso, seis con finos retoques directos, dos de dorso
truncadas, una hojita con muesca. una hojita de tipo DufoW' y otra con fmos retoques inversos
(fig. 9).
Nivel xm. Caracterizado también por la baja densidad de hallazgos, con veinte piezas retocadas clasificables en la lista-tipo y una con retoques de uso: tres raspadores -dos simples, uno
de ellos roto, y otro atípico-, dos raspadores-buriles, un perforador, un buril diedro de ángulo
sobre fractura, clasificado con dudas, una pieza con truncadura oblicua, siete piezas con retoques
continuos en un lado, de las que dos son hojas, tres piezas con muescas, un denticulado y una
hojita de dorso (fig. 1O, n° 1 a 12 y 14 a 17).
Nivel XIV. Parcialmente excavado hasta la fecha y de nuevo con pocas evidencias arqueológicas: sólo catorce piezas retocadas, contando dos con retoques de uso. Un raspador sobre lasca
retocada, una punta Pont-Yves, seis piezas con retoques continuos en un lado -de las que cuatro
utilizan soporte laminar-, una boja con retoques continuos sobre los dos lados, una pieza con
retoque escamoso y una raedera (fig. 10, n° 13 y 18 a 27).
DESCRIPCIÓN DE LA INDUSTRIA ÓSEA, EL ADORNO Y EL ARTE MUEBLE
El nl1rnero total de efectivos recuperados en estos niveles asciende a 58 piezas, incluyendo
las piezas acabadas, el material que evidencia fases del proceso de elaboración, los objetos de
adorno y las esquirlas óseas con líneas incisas no relacionadas con los procesos de carnicería. Por
niveles, el material se agrupa de la siguiente manera:
NivellX. Un fragmento, tal vez proximal, de punta plana doble, recta y lisa (fig. 11, n° 1),
un fragmento medial de punta de sección subcircular (fig. 11, n° 2), un fragmento distal de punta
doble, de sección circular, y tendencia a iocurvarse (fig. 11, n° 3), un arpón de sección aplanada,
con una hilera de dientes (dos dientes que aparecen incluidos en el fuste), en la base existe una
pérdida de materia, aparentemente por esquirlado de la superficie externa del asta (fig. 11, n° 4),
una esquirla ósea, perteneciente a hueso grande, con una línea incisa (fig. 11 , n° 5), y dos
esquirlas planas de asta, con un plano lateral pulido.
Nivel X. Una punta de base abultada (fig. 11, n° 7), un fragmento distal de punta, con pérdida de materia en una de las caras (fig. 11, n° 8), un fragmento de punta, de sección irreconocible, afectado de importante pérdida de materia (fig. 11, n° 6), un fragmento proximal de punta
de base monobiselada, de sección circular, con algunas Líneas incisas en el fuste (fig. 11, n° 11 ),
un fragmento proximal de azagaya de doble bisel, don decoración formada por líneas incisas en
ambas, más anchas paralelas y de recorrido longitudinal en una de e Uas (fig. 11, n° 12), un fragmento proximal de variUa, de sección plano-convexa, con líneas incisas paralelas oblicuas en
serie en la cara plana (fig. 11 , n° 9), un fragmento de asta, irreconocible, con la superficie pulida
y un fragmento de pieza también irreconocible, con una línea incisa ancha, de recorrido ligeramente curvo (fig. 11 , n° 10).
Nivel XIB. Tres fragmentos de punta inclasificables, uno de ellos de sección tendente a poligonal (fig. 11, n° 15-17), un fragmento clasificado con dudas como de punta doble de sección circular (fig. 11 , n° 20), un fragmento medial de punta de sección circular (fig. 11 , no 13), un frag-
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mento proximal de punta de doble bisel, de sección subcircular (fig. 11 , n° 21 ), un fragmento proximal de azagaya de doble bisel y sección circular, con numerosas fracturas y pérdida importante
de materia (fig. 11, no 14), dos fragmentos clasificados con dudas como cuña--cincel (fig. 11, no
23), un fragmento de varilla, mejor que bisel, con decoración en la cara dorsal de líneas incisas
oblicuas en serie, en los laterales trazos cortos incisos oblicuos en serie, y en la cara plana líneas
incisas oblicuas e n serie (fig. 11 , n° 18), una concha--colgante (fig. 11, n° 19), y un fragmento
distal de candil con una cara aplanada y una línea incisa profunda en la otra (fig. ll , no 22).
Nivel XIC. Un fragmento medial de punta de sección cuadrangular (fig. 12, no 3), un fragmento medial de punta de sección oval (fig. 12, 0° 12), un fragmento proximal de punta de sección oval, con importantes pérdidas de materia (fig. 12, n° 8), un fragmento medial de punta de
sección oval (fig. 12, no 13), un fragmento medial de punta de sección plana (fig. 12, n° 5), una
punta de base en doble bisel, de sección circular, ligeramente rota en la punta (fig. 12, n° 1), un
fragmento distal de varilla, de sección plano-convexa. con Jrneas incisas paralelas en la cara plana
(fig . 12, no 7), un fragmento medial de punta. o varilla, de sección aplanada y con una incisión
profunda en un la.teral, de recorrido paralelo al borde (fig. 12, n° 11 ), una varilla, ligeramente rota
en uno de sus extremos, de cuerpo fino y decoración de líneas incisas paralelas en la cara plana
(fig. 12, n° 4), un fragmento medial de variJla, mejor que bisel, de sección subrectangular, con
líneas incisas oblicuas normales, paralelas y anchas, en la cara plana (fig. 12, n° 10), una punta
fina, posiblemente fragmento de aguja perforada (fig. 12, n° 2), una esquirla ósea con líneas
incisas en un lateral (fig. 12, 0° 6), y una concha-colgante (fig. 12, no 9).
Nivel XllA. Un fragmento de punta plana, estrecha, con importantes pérdidas de materia
(fig. 12, n° 17), un fragmento proximal de azagaya monobiselada, con una Jrnea incisa acanalada
longitudinal en el bisel (fig. 12, n° 19), un fragmento proximal de punta monobiselada de sección
circular y bisel cóncavo (fig. 12, n° 18), un fragmento proximal de varilla, o punta monobiselada,
de sección rectangular, con decoración formada por líneas incisas oblicuas y anchas, en serie (fig.
12, n° 20), un retocador-compresor. realizado sobre esquirla ósea grande (fig. 12, n° 21), tres
caninos de ciervo atrofiados, perforados (fig. 12, no 14, 15 y 16) y un candil con huellas de trabajo en el extremo proximal.
Nivel Xll B. Dos fragmentos mediales de punta de sección aplanada (fig. 13, no 4 y 6), un
fragmento proximal de punta de sección aplanada subrectangular (fig. 13, n° l ), un fragmento
proximal de punta de sección oval (fig. 13, no 3), un fragmento proximal de punta monobiselada
de sección circular y bisel cóncavo (fig. 13, n° 5), un fragmento medial de varilla, o punta, de sección aplanada rectangular, con decoración en ambos bordes de Jrneas incisas cortas paralelas con
tendencia a dibujar motivos en V (fig. 13, n° 2), y dos esquirlas de asta, con señales de trabajo.
Nivel XIII. Una concha perforada y una esquirla ósea con Jrneas incisas, cuyo tema resulta
indescifrable a causa de las fracturas.
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Flg. 14.- Arpones de dlvenas campai\as.
Flg. 13.-IDdustria ósea del nivel XIIB.
VALORACIÓN DE LA SECUENCIA INDUSTRIAL
El interés principal de la secuencia que acabamos de presentar reside en su amplitud cronológica. En especial cuando ésta abarca una parte sustancial del espacio cronológico correspondiente al Magdaleniense y las etapas que en el ámbito regional se asocian al Solutrense evolucionado. Aunque los niveles inferiores (XIIB. XID y XIV) y superiores (IX y X) ofrezcan serias
limitaciones para una valoración industrial (cuadro 12), como consecuencia del escaso material
que han proporcionado, su posición en la secuencia, por debajo y por encima de otros momentos
mejor definidos industrialmente, penniten esbozar las posibiHdades que un yacimiento como el
de la Cova de les Cendres ofrece de cara al futuro: la seriación y caracterización cronoestratigráfica del Magdaleniense mediterráneo y la mejor caracterización del paso del final Solutrense
evolucionado al inicio del Magdaleniense.
Con todo, el análisis industrial tan sólo puede formularse con cierta consistencia en aquellos
niveles en los que el número de piezas retocadas alcanza una cierta entidad, esto es los niveles
XIB, XIC y XllA. En los restantes sólo cabe alguna apreciación cualitativa y su valoración con
respecto precisamente a estos otros momentos mejor definidos industrialmente.
Empezaremos, por tanto, por los niveles mejor definidos y con mayor densidad de hallazgos,
para ir valorando con respecto a ellos los restantes momentos de la secuencia y su incidencia en
la sistematización del Paleolítico superior regional.
Considerando los aspectos tipológicos más generales, los rasgos que penniten establecer una
cierta distinción en la secuencia de la Cova de les Cendres son, en el apartado lítico, la relación
de los índices de buril y raspador, los valores y composición del utillaje microlaminar, los valores
de las piezas con retoques continuos y la composición del denominado sustrato (cuadro 12).
Atendiendo a estos datos parece que los tres niveles que han proporcionado material retocado
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EL PALEOÚTICO SUPERIOR DE LA COVA DE LES CENDRES
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1' 5
1'4
9'4
0'4
74'4
29'9
17'7
39
4'8
2'9
0' 6
0'9
16'2
0'9
62' 8
22' 8
8'6
5' 9
1' 2
69' 1
22' 6
15' 5
Cuadro 12.- Principales (ndkes UpolcSgkos.
suficiente ofrecen, dentro de una cierta composición común, algunas variaciones interesantes.
Así, los niveles XIB y X1C se caracterizan por un índice de raspador bajo, y poco variado tipológicamente (dominado por los raspadores simples y los sobre lasca u hoja retocada, con soportes
predominantemente no laminares) y un índice de buril muy superior al de raspador (el nivel XIB
ofrece L mayor desproporción, con un índice de buril que casi cuatriplica al de raspador), con
a
una mayor variedad tipológica, si bien son los diedros los que dominan, utilizándose también de
manera casi exclusiva los soportes no laminares. Son niveles, por tanto, con un índice de burilraspador superior a la unidad (nivel XIB= 3' 8 y nivel X1C=l '5). El ni vel XDA ofrece en este
apartado un situación distinta, ya que es el índice de raspador el que casi duplica al de buril, que
queda reducido además a la mínima variedad tipológica, los buriles diedros de ángulo y de ángulo
sobre fractura. Esa misma tendencia parece que también se observa en el resto de los niveles inferiores (del XllB al X1V), y en el nivel que corona la secuencia, el IX, mientras que el X parece
muy próximo al XIB.
Por su parte, el utillaje microlaminar, de valores altos en los tres niveles con material suficiente como para extraer índices, se caracteriza por la escasa variación tipológica : el par más
numeroso es el fonnado por Las hojitas de dorso y las hojitas de finos retoques directos, mientras
que las hojitas de finos retoques inversos aparecen ya en t.ercera posición. Los niveles X1B y XIC
resultan bastante parecidos, con tan sólo una variación en los valores respectivos de las hojitas de
dorso y las de finos retoques directos (nivel XIB= 30' 9 y 22'6 % y nivel XIC= 24'9 y 29'9 %,
respectivamente) -los recu.entos incorporan valores importantes de piezas fragmentadas, y las
apuntadas ya vimos que no representan un número elevado-; las hojitas de finos retoques inversos
contribuyen nuevamente a diferenciar al nivel XllA, que experimenta un descenso notable en
este tipo (8' 6 % frente a los 15'5 y 17'7 % de los otros dos niveles), mientras que las hojitas de
dorso truncado hacen su aparición precisamente en este momento. La comparación con los restante niveles no hace más que confirmar las apreciaciones reaJjzadas con anterioridad: los niveles
IX y X muestran un componente microlaminar importante, aunque difícil de valorar, el nivel
XIIB, sobre todo en su parte superior, ofrece boj itas de dorso truncadas, semejantes a las del nivel
XIIA, y los niveles XIII y XIV manifiestan un marcado enrarecimiento del utillaje microlaminar.
Finalmente, la volaración de los restantes grupos tipológicos viene detenninada por su
escaso valor: sumados apenas representan entre un 10 y un 30 % de la industria de los tres niveles
as
en los que estamos centrando el análisis, y L piezas con retoques continuos contribuyen de
manera decisiva a la mayor parte de este valor (XIB= 5 ' 9, XIC= 9' 4 y XDA= 16'2). AsJ que
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V VILLAVERDE, R. MAR1'ÍNEZ-VALLE. E. BADAL. P GUTUEM. R. GARCfA Y J. MENARGUES
.
.M.
dorsos, truncaduras, perforadores, muescas, denticulados y útiles compuestos tienen valores
meramente testimoniales. Tan sólo merecen un comentario específico, además de las piezas con
retoques continuos del nivel XJIA, las piezas esquiciadas de este mismo nivel, tan numerosas
como los raspadores y más abundantes que los buriles en esos momentos, una circunstancia que
concuerda además con una mayor concentración de ese tipo de piezas en los niveles inmediatos,
el XIC y el XIIB; y las piezas truncadas del nivel XIIB, único momento en toda la secuencia en
que este grupo tipológico parece estar bien representado.
Al incorporar la valoración de la industria ósea, los primeros aspectos que merecen destacarse son la concentración de efectivos que ofrecen los niveles XJB y XIC, y su desaparición en
los niveles XDl y XIV. Circunstancia que contribuye a diferenciar estos dos últimos niveles de
los restantes de la secuencia.
Definen los niveles de mayor número de piezas (XIB y XIC) la buena representación de las
puntas, con la presencia de bases en doble bisel, y las varillas, siendo las decoraciones predominantes las Uneas incisas paralelas oblícuas. En cuanto a las secciones, dominan las circulares y
ovales, con escasa presencia de las aplanadas y las angulares. Sólo una pieza puede clasificarse
con dudas, al estar fracturada, dentro de las agujas, pero en la excavación del sector B se han
localizado un número abundante de estas piezas en contextos similares a los de los niveles XIB
yXIC.
Aunque en estos dos niveles tampoco se ha localizado ningún arpón que se clasifique con
seguridad y es difícil definirse con rotundidad sobre la correspondencia de los materiales recuperados el año 1981 (Villaverde, 1981) y la secuencia estratigráfica que ahora manejamos, lo
único que podemos señalar es que la posición del arpón recuperado en aquella campaña, localizado en la capa 13, se sin1a en ese sector por encima de las laminitas escalenas y las hojitas de
dorso truncadas (capas 15 y 16), en un contexto de equilibrio entre los raspadores y buriles y el
buen porcentaje de las hojitas de dorso y de finos retoques directos; esto es, por encima de lo que
correspondería desde el punto de vista industrial al nivel XflA, con lo que cabría pensar que los
arpones aparecen en Cendres en los paquetes superiores (fig. 14, n° 1-4), los que en la síntesis
que proponemos para el sondeo AB-17 corresponden a los niveles IX, X y XI.
Téngase en cuenta que por encima del nivel XIB, se documentan en el cuadro A-17 una azagaya de doble bisel en el nivel X y un arpón de dos dientes englobados en el fuste y de sección
aplanada, de aspecto notablemente evolucionado, en el nivel IX, amén de otras puntas y piezas
con decoración. Habiéndose localizado también una azagaya monobiselada en el nivel IX del
cuadro E-14, del sector A, circunstancia que citamos por pennitir reforzar la idea de que, al
menos hasta ese momento superior de la secuencia, parece que nos encontramos con una industria ósea de características propias de un genérico Magdaleniense superior-final.
Las dataciones absolutas de los niveles X y XIC resultan algo antiguas para un
Magdaleniense superior con arpones de dientes estandarizados, pero la desviación con relación a
otros marcos geográficos inmediatos no resulta excesiva. Por otra parte, la industria lítica de estos
dos niveles coincide con la que se considera significativa del Magdaleniense superior en los restantes yacimientos del ámbito mediterráneo peninsular (Aura, 1995; Aura y Pérez RipoU, 1995 y
1995; Aura y Vtllaverde, 1995; Villaverde y Martínez, 1995; ViUaverde et al., 1998).
Tan sólo faltarían en los niveles de Cendres que aquí estamos considerando los triángulos
escalenos presentes en el Magdaleniense superior de Parpalló y Nerja (Aura, 1995) y otros yacimientos del ámbito mediterráneo, Volcán del Faro (Aparicio y Fletcher, 1969), Pirulejo (Cortés
- 40 -
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EL PALEOLÍTICO SUPERIOR DE LA COVA DE LES CENDRES
41
et al., 1998), o Mejillones (Martínez Andreu, 1983). Sus cuantificaciones en cualquier caso son
bajas en Parpalló y los restante yacimientos citados, y debe recordarse que el sondeo efectuado
el año 198 1 por Bemabeu sí que proporcionó alguna pieza de este tipo, asociada a una industria
microlaminar semejante a la de los niveles XIB y XIC.
El nivel X, con un número de piezas Lfticas muy reducido, en términos comparativos ofrece
una industria ósea más abundante, y resulta, en un sentido general, bastante parecido al inmediatamente subyacente.
En definitiva, y sin fijamos excesivamente en las dataciones absolutas obtenidas, que
resultan globalmente algo antiguas, el conjunto formado por los niveles X, XlB y XIC se ajusta
bastante bien a la definición del Magdaleniense superior mediterráneo, caracterizado en Jo ütico
por un alto índice buril-raspador y un utillaje microlaminar aJto, mientras que en lo óseo viene
definido por la presencia de las azagayas de doble bisel y monobiseladas y las varillas. Por lo que
respecta a los arpones, su presencia en el yacimiento queda atestiguada no sólo por las piezas
mencionadas del nivel IX y de la capa 17 del sondeo de 198 1, sino por el ejemplar recuperado
en el sondeo efectuado por Llobregat los años 1974 y 1975 (Liobregat et al., 1981) y otras dos
piezas locaJizadas en la campaña de 1995, en el sector B (fig. 14: 1-4).
El enrarecimiento de los buriles en el nivel IX, la poca entidad de la industria ósea recuperada. pero con la presencia de un arpón, y el mantenimiento del utillaje microlaminar son elementos que no alejan excesivamente a este nivel de las características de un Magdaleniense superior final o de transición, tal y como éste ha sido definido en recientes trabajos (Aura, 1995; Aura
y RipoJI, 1995; Aura y ViUaverde, 1995; Vtllaverde y Martfnez, 1995; Villaverde et al., 1998).
La posibilidad de poder precisar en el futuro si las oscilaciones técnicas que parecen registrar los dos niveles IX y X con respecto a los niveles XIB y XIC permiten establecer un mayor
detalle en la evolución del Magdaleniense superior-fmal constituye, sin duda, uno de los atractivos más importantes de las excavaciones a realizar en los próximos años, y que en parte han
sido ya iniciadas en el sector A del yacimiento.
Hemos señaJado algunas semejanzas entre los conjuntos líticos retocados de los niveles
XllA y XIIB, especialmente en lo que respecta a la relación raspador-buril, el papel desempeñado
por el utillaje microlaminar y la presencia en ambos niveles de las hojitas truncadas. Sin
embargo, por la posición en la secuencia de estos dos niveles y las dataciones absolutas que de
ellos poseemos, resulta necesario valorar con mayor detalle esta fase de la secuencia de Cendres,
aun cuando las limitaciones del conjunto lítico retocado son obvias para el nivel XIIB y su discusión se vea condicionada por Las dificultades encontradas en el proceso de excavación para
aislar bien las distintas unidades arqueológicas y sedimentarias.
En este sentido, contribuyen a diferenciar los dos conjuntos la mayor presencia de piezas
truncadas, el incremento del número de raspadores, el descenso del utillaje rnicroLaminar en Las
piezas de finos retoques directos e inversos, y la reducción del utillaje óseo, tanto en efectivos
como en variedad tipológica, que se observan en el nivel XIIB.
Varias circunstancias nos inclinan a abordar con prevención esta parte de la secuencia. Por
una parte, las dataciones absolutas obtenidas en el sondeo parecen indicar que el ritmo de sedimentación varia a lo largo de la secuencia: prácticamente no hay diferencias cronológicas entre
las dataciones del tercio inferior del nivel X y el nivel XIC, a pesar de existir una potencia de 50
cms y mediar entre ellos una cicatriz erosiva que asociamos a una parte del nivel XI. el XIA, que
no se ha conservado en el sondeo, pero que sí aparece documentada en otras zonas inmediatas;
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V VILLAVERDE. R. MARTfNE.z-VALLE. E. BADAL. P.M. GUJJ.J..EM, R. GARCJA YJ. M
.
ENARGUES
mientras que las tres dataciones existentes para los niveles XllA y XUB, caracterizados como se
indicó en el apartado dedicado a la descripción de las estratigrafía, por la existencia de laminadones internas sujetas a continuas variaciones laterales y de difícil identificación en el proceso
de excavación, ofrecen una mayor separación cronológica, abarcando un lapso temporal que
incluye desde el 14.850 :t lOO BP de la parte central del nivel XIlA basta el 17.230 :t 130 de la
base del XDB, pasando por la fecha de 15.820 :t 120 BP obtenida en la parte superior del nivel
XIIB. Por otra parte, el espacio cronológico que insinuan las dataciones de los niveles XIlA y
XUB y su posición relativa en la secuencia, por debajo del Magdaleniense superior, nos situan en
los momentos de la secuencia regional que comprenderían, en su sentido más amplio y sin considerar estrictamente las dataciones del nivel XIB, desde las últimas etapas del Solutrense evolucionado de facies ibérica hasta el inicio del Magdalenieose superior, en su fase sin arpones, tal
y como ésta última ha sido definida por Aura ( 1995). Un amplio periodo industrial que, sin duda,
a tenor de las dos dataciones obtenidas en el nivel XIIB, aparece comprimido en este nivel, desfigurando una mayor complejidad industrial de la que ha sido posible establecer en la excavación
del sondeo que ahora presentamos. Así pues, el análisis de la industria recuperada en el nivel
XDB no puede realizarse sin contemplar la posibilidad de que incluya una mezcla de etapas
arqueológicas distintas que será necesario precisar en el futuro.
La necesidad de abordar la valoración de esta fase de la secuencia con toda cautela es obvia
si consideramos que estamos, especialmente en lo que respecta a los momentos correpondientes
al Magdaleniense, ante una de las etapas de mayor indefinición de la secuencia regional. Sólo
otros tres yacimientos han proporcionado alguna información al respecto: Parpalló, con una rica
secuencia Magdaleniense que puede fecharse en esas etapas por cronología relativa y posición en
la propia secuencia del yacimiento, pero de la que carecemos de datos cronoestratigráficos y paleoambientales; Matutano, cuya base parece indicar por posición en la secuencia y dataciones un
momento próximo al del nivel XIlA de Cendres; y Tossal de la Roca, con unos niveles basales
que nuevamente por posición y cronología permitirían una misma correlación.
La adscripción del nivel XIlA al Magdaleniense resulta indudable, tanto por la tipología y
entidad del utillaje óseo, como a la composición de la industria Utica, indicando su posición en
la secuencia de Cendres que nos encontramos con etapas previas a la aparición del arpón. Se trata
de una industria que coincide con claridad con aquella que Aura ( 1995) define como la fase inicial del Magdaleniense superior mediterráneo, un Magdaleniense superior inicial o A, o
Magdaleniense superior sin arpones, que fecha entre el 14.000 y el 13.000 BP, y que tanto en
Parpalló como en otros yacimientos (Matutano y Tossal de la Roca) se caracterizaría por el buen
desarrollo del utmaje microlaminar frente al escaso papel desempeñado por este grupo en el
Magdaleniense antiguo A y 8 , tipo Parpalló. El nivel XDA de Cendres parece registrar, además,
algunos cambios e n la industria ósea que deberán corroborarse en las excavaciones en curso, pero
que parecen significativas: las varillas experimentan una mayor cantidad de secciones aplanadas
rectangulares, las :azagayas de doble bisel no aparecen documentadas y en las puntas se observa
un predominio de las secciones aplanadas.
En trabajos recientes (Villaverde et al., 1997; Villaverde y Martínez, e.p.) hemos planteado
la posibilidad, por la que ahora también nos decidimos, de considerar esta fase como un
Magdaleniense medio mediterráneo, conjugando en esta definición la posición cronológica de la
industria y su especificidad con respecto al Magdaleniense superior. Aunque en parte es una discusión terminológica, con una opción de este tipo pensamos que se clarifica la propia secuencia
- 42 -
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EL PALEOÚTICO SUPERIOR DE LA COVA DE LES CENDRES
43
magdaleniense regional y se gana en coherencia con respecto a la evolución seguida por el
Magdaleniense en otras regiones inmediatas.
Constituye un elemento a favor de esta opción, implícita en cierto modo en la propuesta
misma elaborada por Aura en su seriación del Magdaleniense mediterráneo, al hacer arrancar el
Magdaleniense superior en una fase sin arpones fechada en el 14.000 BP, el paralelismo que tanto
en Parpalló como en Cendres es posible observar entre algunas piezas de esta fase y otras del
ámbito pirenaico o cantábrico que se encuadran en el Magdaleniense medio. Citaremos al respecto la decoración pseudo-excisa de una varilla del tramo de 1-1'20 de Parpalló, sobre la que ya
llamó la atención Fortea en términos parecidos (Fortea et aL, 1983), y la decoración curvilínea
asociada a una varilla de base biselada, y un fragmento distal de otra del mismo calibre y decoración localizadas en el cuadro E-17 de Cendres, y cuya correlación estratigráfica coincide con
el nivel XIIA.
En el caso concreto de Parpalló, un seguimiento de las transformaciones de la industria lítica
y ósea de los tramos comprendidos entre uno y dos metros de potencia parecen estar indicándonos que la correlación con el nivel XD A de Cendres pudiera tener una amplitud secuencial que
tal vez vaya más allá de la capa 5 del Talud, o el tramo de 1- 1'50 metros. Algo que probablemente tiene su explicación en la existencia de alteraciones postsedimentarias vinculadas a Jos
momentos climáticos con los que cabe relacionar estas fases.
La necesaria indefmición a la que una secuencia como la de Parpalló obligaba en los
momentos en los que Aura formuló su propuesta de seriación del Magdaleniense mediterráneo, optando por proponer una evolución simplificadora, con sólo dos grandes etapas diferenciadas
desde un punto de vista tecno-tipológico, sensibles al distinto papel desempeñado por el utillaje
microlaminar, encuentra ahora en la secuencia de la Cova de les Cendres una aclaración que permite confirmar la entidad de una etapa microlarninar previa a la aparición del arpón formalizado,
con una dimensión cronológica más concorde con la posición del Magdaleniense medio cantábrico o pirenaico, pero con unos rasgos regionales que desaconsejan el recurso a establecer su
definición a través de una mera transposición industrial con respecto a estas áreas a la hora de
perfilar sus características.
La inexistencia en los yacimientos de la región mediterránea de algunas de las piezas más
significativas del Magdaleniense medio cantábrico, aquellas que precisamente han contribuido a
definirlo, como serian los protoarpones, las azagayas ahorquilladas o los objetos de arte mueble
más característicos, constituyen elementos suficientes como para obligar a precisar el carácter
mediterráneo de esta fase, buscando así su diferenciación regional. Una circunstancia que en
cualquier caso ni afecta a la clara ruptura de esta fase con respecto al Magdaleniense antiguo definido en Parpalló, ni matiza la idea de continuidad con respecto al Magdaleniense superior
regional, bien construida y argumentada a partir de los datos ofrecidos por la seriación de la
propia secuencia de Cendres en sus niveles XDA al X, o la misma secuencia de Parpalló en el
metro y medio superior de su relleno.
Las datación obtenida en el nivel XllA de Cendres vuelve a planteamos una problemática
similar a la observada al tratar del Magdaleniense superior de los niveles X y XIB. Se trata de
una fecha que resulta algo antigua para el Magdaleniense medio si la comparamos con las bandas
cronológicas en las que se sitúa esta etapa en la zona cantábrica o Francia. Obtenida mediante el
sistema AMS a partir de un sólo carbón de Pinus nigra, ha proporcionado un resultado de 14.850
± 100 BP y corresponde a la mitad inferior del nivel XDA.
-43-
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44
V VILLAVERDE, R. MARTfNEz-VALLE. E. BADAL. P.M. GUILLEM. R. GARCfA Y J. MENARGUES
.
Un comentario de las dataciones obtenidas para el nivel XUB puede faci litar la posterior discusión que genera la valoración de su industria. Su parte superior aparece fechada en 15.820 ±
150 8P, la datación está realizada a partir de un lote de carbones mediante el sistema tradicional,
y su resultado responde a un promedio de valores de los carbones que integraban la muestra,
abriendo la posibilidad tanto de un rejuvenecimiento por mezcla con materiales superiores, como
de un envejecimiento a partir de la mezcla con algún carbón de la parte basal del nivel, de donde
procede otra datación, obtenida de nuevo a partir de un sólo carbón y mediante el sistema de
AMS, que ha proporcionado un resultado de 17.280 ±150 8P.
Al valorar la industria, y aun relativizando la discusión como consecuencia del escaso material retocado, la primera impresión que obtenemos es la de un parecido relativo con el nivel XIIA:
el utillaje microlaminar sigue estando relativamente bien representado, aunque ahora fundamentalmente concentrado en las hojitas de dorso y las hojitas de fi nos retoques directos, aparecen
algunas hojitas de dorso truncadas, los buriles son escasos y el utillaje óseo sigue siendo importante; sin embargo, constituyen rasgos de una cierta diferenciación el alto porcentaje alcanzado
por los raspadores y la buena presencia de piezas truncadas, todo ello en compañía con un neto
descenso del índice laminar, sobre todo en relación con la menor entidad de las hojitas, y L apaa
rición de algunos tipos que no se documentan en los niveles superiores, como las azagayas monobiseladas de bisel cóncavo. Estas diferencias industriales y el amplio espacio temporal que se
deduce de las diferencias de las dataciones obtenidas a techo y base del nivel nos inclinan a proponer una doble interpretación de esta parte de la secuencia. O bien nos encontramos en el nivel
XllB con la mezcla de un Magdaleniense medio, similar al del nivel XIIA, y un Solutrense final,
interpretación que en el momento actual de excavación de Cendres tal vez sea la más económica
en términos argumentales y con menores implicaciones en la visión de la secuencia regional; o
admitimos que estamos ante la sucesión, de una etapa del Magdaleniense, contemporánea por
cronología del Magdaleniense antiguo 8 de Parpalló, pero de componente microlaminar, y de un
Solutrense evolucionado o Solútreo-grave.tiense en la parte basal.
La entidad de esta última etapa, por diluida que se encuentre en lo que hemos venido a denominar nivel xrm, parece confirmarse a partir de la aparición en otras zonas del yacimiento en
proceso de excavación de las piezas características de esta fase industrial del ámbito mediterráneo: hasta ahora contamos, además de con la pieza del nivel X, de cuya problemática ya dimos
cuenta, con otras tres puntas escotadas, dos localizadas en el cuadro A- 13, en momentos que
correlacionan claramente con L base del nivel XIIB, y otra en el sector 8 , para la que la correlaa
ción estratigráfica todavía no ha sido establecida con rotundidad, pero que en principio parece
coincidir con los momentos representados por los niveles XIIB o XllJ. La posibilidad de aislar la
industria de esta etapa con respecto al Magaleniense medio resulta, al enfrentarnos a conjuntos
tan reducidos de piezas retocadas, extremadamente difícil, pues es sabido que las hojitas de dorso
alcanzan una cierta entidad en el Solútreo-gravetiense, y que esta etapa industrial registra una
clara desproporción de raspadores frente a los buriles en los yacimientos de la zona valenciana,
no siendo extraña la presencia de piezas truncadas y un componente laminar en estas etapas
(Rodrigo. 1988).
La otra posibilidad, la de que nos encontremos ante una etapa del Magdaleniense distinta del
Magdaleniense antiguo A y 8 de Parpalló, resulta complicada de argumentar ante la heterogeneidad que se desprende para el nivel XIIB de Cendres. Una interpretación de este tipo obligaría
a pensar en una coexistencia de facies para los momentos comprendidos entre el 16.500 y el
-44-
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EL PALEOÚTICO SUPERIOR DE LA COVA DE LES CENDRES
45
14.000- 14.200, aquellos en los que ParpaUó registra el desarrollo de su Magdaleniense antiguo
A y B. de estructura técnica no laminar y una industria dominada por las piezas de retoques continuos, los denticulados y los raspadores. Únicamente los paralelos provenientes de Portugal,
donde la facies Cerrano Novo, atribuida por Zilhao (1995) al Magdaleniense antiguo, ofrece un
componente rnicrolaminar asociado a una estructura que no se aleja en demasía de la de Parpalló,
podr{an considerarse a la hora de intentar explicar esta diferencia entre la industria del nivel XliB
de Cendres y la del Magdaleniense antiguo A y B de Parpalló, pensando para eUo en que la metodología de la excavación de Parpalló hubiera sido proclive a no documentar el componente
microlaminar de muy reducido tamaño que caracteriza a la industria de Cerrado Novo. En esa
línea, los raspadores nucleiformes de Parpalló, anaJizados funcionalmente por Jardón ( 1996) e
interpretados como verdaderos núcleos. constituirían la prueba de una cadena operativa encaminada a la obtención de soportes microlaminares, sobre todo en los niveles del Magdaleniense
antiguo B de Parpalló, una cadena operativa que sf se habría recuperado íntegramente en
Cendres. Pero para ello habría que admitir que la recuperación en el proceso de excavación del
utillaje microlaminar del Magdaleniense antiguo de Parpalló se habría perjudicado de una talla
muy reducida, propiciadora de su pérdida en la recojida frente al utillaje microlaminar de los restantes niveles del Magdaleniense superior. Algo que, en def
mitiva, no parece fácil de admitir y
que la tipometría misma de las piezas de Cendres no corrobora.
La explicación resulta, además, excesivamente compleja frente a la simplicidad de La primera
alternativa y encuentra algunas deficiencias en los datos obtenidos en el nivel XIIB de Cendres,
pues no se trata de prescindir del hecho de que en este nivel ni se documentan las rasquetas que
caracterizan al Magdaleniense antiguo B de Parpalló. ni encuentran correlación las piezas del sustralo que tan alto papel desempeñan en el Magdaleniense antiguo de este yacimiento.
En cualquier caso, una vez planteada la problemática y las diferentes alternativas que se nos
ocurren, no estará de más recordar que sólo una profundización en Jos datos a partir de las excavaciones en curso permitirá en el futuro perfilar con más deraJJe esta etapa de la secuencia de
Cendres, por Jo que la prudencia y una cierta indefinición resultan obligadas a la hora de establecer conclusiones.
Nos queda, por último, referirnos a los dos niveles inferiores del sondeo sobre los que
tenemos información. Los dos seriamente condicionados por el bajo número de efectivos que han
proporcionado. Con todo, las dataciones absolutas del nivel xm, las dos obtenidas mediante el
sistema de AMS y con resultados bastante próximos, y los cambios que se observan en la técnica
de taJla y la composición industrial, permiten corroborar que estamos ante una etapa distinta y
probablemente relacionable con un genérico Solutrense evolucionado regional, más próximo
quizás de su arranque que de sus fases más avanzadas.
En efecto, a la desaparición de la industria ósea se suman en estos niveles la caída del utillaje microlaminar, un cierto crecimiento de las piezas con retoques continuos y la presencia de
una pieza. fracturada, que quizás pueda clasificarse entre las puntas de cara plana. Lo cierto es
que la densidad de haJiazgos alcanza en los dos niveles uno de los puntos más bajos de la
secuencia, con valores que tan sólo recuerdan a los dos niveles superiores, y que la posibilidad
de perfilar la adscripción industrial de estos dos niveles se hace más por su posición relativa en
la secuencia y por exclusión que por la presencia de algún material decisivo.
Entre el J9.000 y el 16.500 BP, a tenor de Las dataciones absolutas existentes a nivel regional,
se desarrolla el Solutrense evolucionado de facies ibérica. con una evolución en tres fases carac-45 -
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46
V VlLLAVERDE. R. MARTfNEz.VALLE. E. BADAL. P.M. GUILLEM. R. GARCfA Y J. MENARGUES
.
terizada por la progresiva desolutreanización del armamento. A ese intervalo parece estar haciendo
referencia. tanto la datación obtenida en la base del nivel XDB como las dos del nivel x:m, siendo
imposible precisar si el nivel XIV todavía debe incluirse en esta etapa o pudiera relacionarse con
el final del Solutrense medio, una circunstancia que, en principio somos poco procüves a considerar habida cuenta de la importancia del utillaje plano solutrense en los conjuntos que han proporcionado materiales de esta etapa industóal, caracterizada tanto en Parpalló como en Ambrosio
por un índice solutrense que se sitúa en valores del 15 al 22 % (Vlllaverde y FuUola. 1990).
Las dudas de diferenciación estratigráfica suscitadas en el nivel XDB no se producen aquí,
ya que el aislamiento del nivel x:m resulta fácil con respecto al XIIB, y el nivel XIV también se
diferencia con claridad del que se le superpone. Ahora, sin embargo, son numerosas las indicaciones que sugieren que el nivel XIV ha sido objeto de un proceso de desplazamiento que ha alterado la integridad deposicional de su contenido, pero la interrupción de la campaña de excavación del año 1998 en este punto, sin alcanzar la base del nivel, impiden valorar el alcance de esta
alteración postdeposicional.
A modo de resumen, y considerando ahora la totalidad de la secuencia, el sondeo presentado
en estas líneas permite precisar algunos momentos de la secuencia del Paleolítico superior
regional e insinua la posibiüdad de profundizar en el futuro en otros momentos sobre los que tan
sólo cabe establecer algunas sugerencias.
Coinciden con la primera parte los niveles XIB, XIC y XllA, pudiéndose incluir tambien los
niveles IX y X. De su consideración se confirma la entidad de una fase microlaminar y con abundante industria ósea, previa al Magdaleniense superior con arpones. Una etapa que, con independencia de la ausencia de alguno de los tipos propios del Magdaleniense medio clásico, preferirnos diferenciar del Magdaleniense superior, bajo la denominación de Magdaleniense medio
mediterráneo. Así mismo, el resto de los niveles precisan la evolución del Magdaleniense superior mediterráneo, confirmando el proceso de transformación hacia el Epipaleolítico microlaminar, en tomo al tránsito al Holoceno.
Por su parte, Jos niveles inferiores del sondeo, y probablemente una parte al menos del nivel
X1IB parecen confmnar la presencia de momentos relacionables grosso modo con el Solutrense
evolucionado de facies ibérica.
La indefinición, en la que no hemos querido omitir las dificultades encontradas en el proceso
mismo de excavación a la hora de poder precisar la adscripción estratigráfica del material, caracteriza al nivel XllA, que a buen seguro será objeto de mayores divisiones en el futuro, cuando
pueda disponerse de la información proveniente de su excavación en el sector A. La ürnitación
del estudio industrial de los otros dos niveles, el XIII y el XIV, impide ir más allá de sugerir su
posible adscripción al Solutrense evolucionado, sin descartar que en el nivel XIV pudiéramos
encontramos incluso con momentos algo más antiguos del Solutrense de facies ibérica.
FAUNA DE MACROMAMÚi'EROS, LAGOMORFOS Y AVES
La excavación de los cuadros A 17 y B 17 de la Cova de les Cendres ha proporcionado abundantes restos óseos de macromamíferos, lagomorfos y aves.
La mayor parte de ellos pertenecen a macromamíferos de los que han podido identificarse
anatómicamente y especfficamente 13.902 restos óseos (cuadro 13); casi un 30 % de los restos
- 46 -
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IX
NR
Cervus elaphus
Capra pyrenalca
Rupicapra rupicapra
X
"
35 12,50
6 2,14
1 0,36
BovidH
Equus cabMius
Equus hydruntinus
EquldH
Canls lupus
Vulpu vulpes
Lynxsp.
Fells sllvestrfs
PhocldH
Orycrotagus cunlculus
Lepus granatensls
Erlnaceus europaeus
Tot.l
NR
163
25
1
2
"
17,8
2,73
0,11
0,22
XlA
NR
"
187 14,83
33 2.62
6 0,48
XlB
NR
"
520
18
37 1,28
2 0,07
11
0,38
XU
A
NR
"
8,90
24 2.22
96
11
1,02
XIIB
NR
"
XIII
NR
"
XJV
NR
"
74 5, 17
18 1,26
66 1,87
10 0,28
71 2,82
49 1,94
3 0,21
1 0,03
3 0,09
1 0,03
8 0,32
3 0,12
4 0,16
14 0,40
2 0,06
15 0,60
1 0,11
1 0,36
1 0,36
231 82,50
4 1,43
1 0,36
280
9 0. 98
2
6
1
5
0,16
0,48
0,08
0,40
28 0,97
5 0.35
3 0,21
§
3-
8
700 76,42
15 1,64
1010 80,10
11 0,87
2267 78,39
27 0,93
916
1261
2892
!j
9 0,83
1 0,09
!!l
931 86,28
7 0,65
3421 97,16
3 0,09
2365 93,81
6 0,24
1432
1079
1328 92,74
1 0,07
3521
252 1
(1)
~
~
o
:¡o
~
1
IX
NR
Cervus elaphus
Capra pyrenaka
Ruplcapn ruplcapn
BovidH
X
"
35 79,55
6 13,64
1 2,27
Equus caballus
Equus hydruntlnus
EquldH
C.nls lupus
Vulpu vulpes
Lynxsp.
Fells syfwstrfs
NR
"
163 81.1
25 12,4
1 0,5
2
1
"
187 77,92
33 13,75
6 2,50
1
XlB
NR
"
520
87
37 6, 19
2 0.33
11
1,84
XIIA
NR
"
96 68,09
24 17,02
11
7,80
XIIB
NR
"
XIII
NR
"
XIV
NR
!>
"
74 71,84
18 17,48
66 68,04
10 10,31
71 47,33
49 32,67
3 2,91
1 1,03
3 3,09
1 1,03
8 5,33
3 2,00
4 2,67
14 14,43
2 2.06
8
~
o
rn
15 10,00
0,5
~
~
~
1 2,27
1 2,27
9 4,48
P#JocldH
Total
XlA
NR
«
201
2
6
1
5
240
0,83
2,50
0,42
2,08
28
598
4,68
9 6,38
1 0,71
141
5
3
103
4,85
2,91
97
150
~
Cuadro 13
[page-n-48]
48
V VlU.AVEROE. R. MARTfNEz..VAll.E. E. BADAL. P.M. GUillEM. R. GARCfA YJ. MENARGUES
.
analizados. Respecto a las aves en anteriores trabajos hemos aportado el cuadro de especies identificadas en los estratos IX-Xll. Actualmente estamos revisando los restos de anátidas y realizando el estudio de los restos recuperados en los estratos XID y XIV, por lo que L consideraas
ciones sobre el grupo de las aves serán de carácter provisional.
El estado de conservación de los materiales analizados es óptimo. Lps restos óseos se
encuentran limpios de adherencias calcáreas y sin alteraciones importantes relacionadas con los
procesos diagenéticos. Eso nos ha permitido estudiar las marcas conservadas en las superficies
-marcas de carnicería de origen antrópico y marcas producidas por la intervención de otros depredadores- y reconstruir en buena medida los procesos de aportación y modificación de los restos
óseos del yacimiento.
La mayor parte de las marcas observadas en los restos de ungulados -ciervo, cabra montés,
caballo, bovino, rebeco y asno- se relacionan con una aportación y consumo humano. Sólo
algunos restos de cabra montés procedentes de los estratos X y XllB presentan evidentes señales
de haber sido parcialmente digeridos por un carnfvoro .
Entre los restos de carnívoros -lince, gato montés, lobo, zorro y foca- sólo hemos identificado marcas de origen antrópico. Éstas se concentran siempre sobre restos de lince y reproducen
un proceso carnicero similar al desarrollado en los ungulados.
En los restos de lagomorfos y aves se observa un modelo similar, en cuanto al predominio
de las aportaciones y consumos humanos, si bien en algunas unidades existen evidencias de La
intervención de rapaces nocturnas.
La suma de estos indicios tafonómicos nos permite hablar de una intensa ocupación humana
del yacimiento, intensa en cuanto a las actividades desplegadas, aspecto que trataremos más adelante, y también por lo que respecta a La periodicidad de las ocupaciones, circunstancias que Limitaron las posibilidades de que otros depredadores se instalaran en la cavidad.
IMPLICACIONES PALEOAMBIENTALES DEL CONJ UNTO FAUNfSTICO
Los macromamfferos no constituyen un grupo que pennita extraer conclusiones muy precisas de orden paleoambiental. Únicamente los ungulados han sido utilizados en ocasiones en
este sentido (Delpeche, 1983; Altuna, 1972, 1992).
En Cendres el ungulado más frecuente es el ciervo, de cuyo predominio dudamos que se
puedan deducir implicaciones paleoambientales y climáticas muy precisas a causa de su gran versatilidad.
Sí que queremos llamar la atención sobre la identificación de restos de dos especies: el
caballo y el rebeco y su distribución a lo largo de la secuencia.
El caballo se encuentra en los estratos inferiores y medios y su frecuencia más elevada se
observa en el estrato XllA, donde U
ega a representar casi un 8 % de los restos de ungulados. Su .
presencia en esta unidad, con unos porcentajes más altos de los habituales a las secuencias del
País Valenciano, nos lleva a suponer la existencia de paisajes vegetales abiertos en el entorno del
yacimiento. Su desaparición se produce en los estratos X y IX, coincidiendo con La identificación
de restos de rebeco.
Ya se ha insistido en otras ocasiones en las implicaciones paleoambientales que se derivan
de la presencia del rebeco y más concretamente en su valor como indicador de un aumento de La
- 48 -
[page-n-49]
EL PALEOLfnCO SUPERIOR DE LA COVA DE LES CENDRES
49
humedad favorable al desarrollo de bosques (Davidson, en Fortea et al., 1983; Villaverde y
Marúnez Valle, 1995; Marúnez Valle, 1996). La identificación en los estratos XIC, X y IX de
restos de rebeco, en conjuntos dominados por los restos de ciervo, podría estar indicando un
aumento de la humedad respecto de los niveles basales de la secuencia.
Este esquema puede completarse con la información proporcionada por los restos de aves.
De las especies identificadas la que mejor caracteriza unas determinadas condiciones climáticas
es la chova piquigualda (Pyrrhocora:x graculus). Actualmente se distribuye por zonas de alta
montaña de los países perimediterráneos, entre los paralelos 300 y 500. Su hábitat Jo constituyen
los prados alpinos y los roquedos situados por encima del lfmite de los bosques. En la Península
Ibérica sólo se encuentra presente en las cotas más altas de Jos Pirineos y de la Cordillera
Cantábrica. No realiza movimientos migratorios, sólo desplazamientos altitudinales (Cramp,
1994).
La chova piquigualda se encuentra presente en todos Jos estratos de la Cova de les Cendres,
excepto en el estrato IX, ausencia que no consideramos de excesiva significación, dada la escasez
de restos proporcionados por esta unidad. Su presencia en Cendres es un claro indicador del desarrollo de condiciones climáticas de un cierto rigor, sobre todo por lo que se refiere a unas bajas
temperaturas. No obstante, si tenemos en cuenta la baja altitud en que se encuentra el yacimiento,
podemos considerar la posibilidad de que los restos de estas especies correspondan a individuos
capturados durante el invierno en sus desplazamientos a las zonas bajas desde las montañas de
más altura situadas al interior.
Ningún otro taxón de los identificados en Cendres apoya estas condiciones frías con la
excepción de la barnacla (cf. Branta bemicla) con presencia por confmnar en el estrato XI.
El resto de las especies son propias de una amplia gama de entornos y sólo la perdiz común
(Aiectoris roja), identificada en todos los estratos, permite hacer algunas precisiones.
La perdiz común se distribuye actualmente por las regiones de clima mediterráneo y húmedo
de Europa occidental y evita las zonas de clima oceánico, boreal y las regiones áridas (Cramp et
al, 1980). En la Península Ibérica ocupa áreas deforestadas de amplias regiones comprendidas
entre el nivel del mar y los 2.000 m (Bemis, 1966).
El carácter mediterráneo que para la secuencia de Cendres implica la presencia de esta
especie contrasta con las bajas temperaturas que indican las altas frecuencias de chova piquigualda en estos momentos. Actualmente ambas especies sólo comparten hábitat en la Península
Lbérica en una estrecha franja del Pirineo navarro.
Del resto de taxones, se tiene que destacar la identificación de especies ligadas a zonas
húmedas. La presencia de anseriformes, a falta de una identificación específica que permita Llegar
a conclusiones de tipo paleoclimático definitivas. autoriza al menos a concretar la existencia de
lagunas en el entorno del yacimiento.
De la misma manera la identificación de un resto de ostrero (Haematopus ostrelagus) y otro
de correlimos zarapitín (Calidrisferroginea) en los estratos X y LX respectivamente podría relacionarse con la existencia de zonas húmedas, pero no podemos dejar de considerar la posibilidad
de que su presencia esté relacionada con una elevación del nivel marino y su aproximación hacia
las inmediaciones del yacimiento.
Esta hipótesis podría explicar, al menos en parte, el cambio que se observa en los estratos X
y IX en el modelo de ocupación del yacimiento en relación con la explotación del ciervo.
- 49 -
[page-n-50]
SO
V Vlll.AVERDE, R. MARTfNEz.VAU.E. E. BADAL, P.M. GUILLEM, R. GARC(A Y J. MENARGUES
.
ASPECTOS ECONÓMICOS
El rasgo más característico de la fauna de manúferos de Cendres es la abundancia de restos
de ciervo (Cervus e/aphus) y de conejo (Oryctolagus cunicu/us), especie más abundante en todos
los estratos de la secuencia
La captura y consumo de conejos, constatada ya desde el Auriñaciense a nivel regional
(Martínez Valle, 1994), constituye un elemento de especificidad de los modelos económicos del
Mediterráneo peninsular, en el cual Cendres no es una excepción. Pero, esta circunstancia no nos
ha de llevar a sobrevalorar el papel de la especie en la economía regional, sobre todo, si considerarnos la desproporción corporal respecto de cualquier ungulado y una cosa tao importante
como la baja calidad nutricional de su carne (Harris, l989).
No obstante, por su alta disponibilidad a lo largo de todo el año y su fácil captura tuvo que
constituir un recurso alimentario complementario, esencial durante periodos de escasez en yacimientos donde el modelo económico y territorial se basaba en la caza de ungulados.
En todas las unidades de la Cova de les Cendres el ciervo es el ungulado mejor representado.
No obstante podemos establecer dos agrupaciones diferenciadas: la fonnada por el conjunto de los
estratos superiores (XIB al IX) en los cuales el porcentaje de restos de ciervo oscila en tomo al 80
% y los estratos correspondientes a la mitad inferior de la secuencia en donde la importancia de la
especie se sittía pordebajodel 72% alcanzando las cotas más bajas en el estrato XIV (47%), a costa
de un incremento en los restos de cabra montés y équidos, entre los que predomina el caballo.
En el País Valenciano, el caballo no es abundante durante el Tardiglaciar. Las frecuencias conseguidas por los restos de la especie en Cendres sólo son comparables a las obtenidas en los niveles
Solutrenses y Solutreogravetieoses de Cova Benito (Martínez Valle, 1994) y en general, aunque con
oscilaciones muy marcadas, con las de todos los niveles de la Cova del Parpalló (Davidson. 1989).
Frente a este modelo de una mayor diversificación, la tendencia de los estratos superiores es
de una altísima especialización en la caza y consumo de ciervo, los cuales adquieren mayor transcendencia si además del incremento en el número de sus restos se analizan las edades de abatimiento de las presas y su proceso carnicero, modelo que se observa con mayor claridad en los
estratos XIA y XIB, donde se constata una caza especializada de ejemplares de tres años, con predominio del sexo masculino.
A la captura de los animales siguió un procesamiento intensivo de sus restos, con la desarticulación y fileteado de la carne hasta la fracturación de los huesos, práctica que afectó igualmente a los
huesos con escaso contenido medular como las falanges 1•, 2• y 3• o incluso los carpos y los tarsos.
La fracturación de estos restos tuvo que estar relacionada con la extracción de la grasa
mediante inmersión de los fragmentos en agua caliente, práctica para la cual existen paralelos
etnológicos entre los pueblos esquimales (Binford, 1978).
Frente a esta explotación intensiva de la especie, en los estratos IX y X se insinúa un cambio
de modelo. El primer factor de diferenciación afecta a la frecuencia de restos en relación al
volumen de sedimento excavado, mucho más escasos en estas unidades. De igual modo hemos
observado una variación en las edades de abatimiento. La presencia de una hembra adulta,
adultos de edades muy dispares y ejemplares cazados con edades inferiores a los 20 meses podría
estar indicándonos un cambio de estrategias de explotación de la especie respecto a los estratos
XIAy XIB.
-50 -
[page-n-51]
EL PALEOLfnCO SUPERIOR DE LA COVA DE LES CENDRES
51
En este sentido, tendremos que considerar cómo pudieron afectar al territorio de explotación
de Cendres la mayor expansión de los bosques, puesta de manifiesto en estas unidades tanto por
la aparición del rebeco como por el estudio antracológico y una posible subida del nivel del mar,
con la consecuente reducción del área de caza circundante.
ESTUDIO DE LOS MICROMAMÍFEROS (RODENTIA E INSECTIVORA )
A) ANÁLISIS TAFONÓMICO
A continuación se presenta una breve síntesis de los resultados tafonómicos de Cova de les
Cendres, referidos a los niveles IX al XIIB, quedando pendientes de estudio los restos de Jos niveles
XID y XN (GuiUem, J996). Se pretende identificar el agente responsable que ha provocado la acumulación de micromanúferos en el interior del yacimiento, las alteraciones que han podido sufrir
los huesos antes de ser depositados, y las interferencias que han registrado desde este momento
hasta la llegada a nuestras manos. Sólo asf comprenderemos la fonnación de la tanatocenosis de
rnicromanúferos en este yacimiento y podremos interpretar el registro fósil sin ambigüedades.
En Cova de les Cendres, el paso de la materia orgánica a su estado fósil está acompañado de
la pérdida de parte de la información del documento. La alteración postdeposicional de los huesos
de micromanúferos es una constante que ha quedado demostrada a lo largo de todo el análisis
tafonómico. En eiJa han intervenido multitud de variables: transporte diferencial, corrosión postdeposicional, presencia antrópica, pisadas, etc. (cuadro 14).
Las consecuencias no se han hecho esperar:
- Basándonos en L representatividad no hemos podido asegurar el cazador o cazadores resa
ponsables de la concentración de micromamfferos en ninguno de los niveles, ya que el patrón de
conservación de las distintas unidades anatómicas no era comparable con los de Jos predadores
actuales (gráfico 2). No obstante, ya se adivinaban diferencias y semejanzas entre los distintos
niveles que, a pesar de la alteración sufrida por el conjunto osffero originario, respondían a la
diversidad de los responsables de La acumulación de micromamíferos en Cendres y a la distinta
intensidad con la que han actuado los agentes de modificación postdeposicional.
El ritmo de concentración de huesos de micromamíferos tampoco ha sido continuo, la presencia antrópica y la actividad cárstica han incidido en la mayor o menor cantidad de restos óseos
(gráficos 3 y 4). Cuando la presencia humana es continua en el tiempo, la utilización de la cueva
por predadores (rapaces, carnívoros de talla pequeña, entre otros) resulta imposible. La formación de letrinas o la acumulación de egagrópilas queda interrumpida, y con ello la concentración
de restos óseos de micromamíferos. Con los restos óseos de quirópteros, ocurre prácticamente lo
mismo. Partiendo de este punto de vista, Cendres tuvo que estar más visitada por el hombre principalmente a lo largo de la formación de los niveles XIB. XIC y XIIB. De esta manera los valores
más bajos dellR han quedado registrados en estos niveles (gráficos 3 y 4). No obstante, hemos
de tener en cuenta que estas apreciaciones están basadas en datos extraídos de un pequeño sondeo
y pueden variar con el desarrollo de nuevas campañas de excavación.
-Las frecuencias de maxilares y mandibulas enteros son demasiado elevadas para considerar
a camfvoros o rapaces diurnas responsables de La concentración os(fera, y excesivamente bajas
para pensar en las rapaces nocturnas. Sólo el índice de mandfbulas enteras del nivel IX recordaba
al observado en huesos procedentes de egagrópilas de Strix aluco (cuadros 15 y 16).
- 51 -
[page-n-52]
S2
V VILLAVERDE. R. MARTfNF.z.VALLE, E. BADAL. P GUI.U..EM. R. GARClA Y J. MENARGUES
.
.M.
Los índices de molares e incisivos perdidos y molares aislados (cuadros 15 al 17), asf como
la fractura de molares e incisivos (cuadro 18), nos ha confirmado el desarrollo de interferencias
postdeposicionales sobre el agregado osífero originario: transporte diferencial, corrosión postdeposicional, pisadas, etc. Además, también ha quedado patente el papel que ha jugado la morfología de los huesos en su conservación.
La fractura de húmeros, ulnas, fémures y tibias del nivel rx (capa 37) recordaban al modelo
de fractura observado en los conjuntos de egagrópilas de rapaces nocturnas y/o diurnas. Los
valores de los niveles IX, X y XllA. por el contrario, no encajaban ni en el grupo de los carnívoros ni en el de las rapaces (cuadro 19). El modelo de fractura quedaba ensombrecido con la
activación de interferencias postdeposicionales. Las unidades que mejor han sobrevivido a este
proceso de modificación, después de quedar fracturado el hueso, han sido las epífisis proximales
de fémures, las epífisis distales de húmeros y las diáfisis de tibias. La corrosión postdeposicional
actuaba sobre las partes del hueso más débiles y cartilaginosas (Brain, 1981; Davis, 1989): epífisis distales de fémures, epífisis proximales de hl'ímeros o epífisis proximales de tibias. Las diáfisis de húmeros y fémures apenas han quedado registradas. La morfología circular y hueca de
las mismas facilitaba su destrucción ante cualquier agresión (masticación de camfvoros, pisadas,
etc.). Las diáfisis de tibias y ulnas, con estructura y morfología diferentes, escapaban de esta alteración. Las arroyadas debieron desplazar tanto los huesos enteros como sus fragmentos. Este
mecanismo debió ser prácticamente nulo en el nivel IX (capa 37), mientras que en los niveles X
y XllA incrementó el contingente de huesos enteros.
- La erosión de molares e incisivos, aunque no estaba exenta de alteraciones postdeposicionales, nos ha pennitido consta. ar la participación de Strix aluco en la formación del agregado osít
fero del nivel IX (capas 37 a 39) y la capa 38-39 del nivel O, y Martes foina en los niveles n y
rv (cuadro 20).
La erosión de las epífisis proximales o epífisis distales del resto de huesos estudiados y la
escasez de fracturas redondeadas y diáfisis con la cortical adelgazada, ha confirmado la activación
de procesos de modificación ya descritos. Los huesos que previamente habían sido alterados en profundidad a su paso por el tubo digestivo de la gardufia, una vez depositados en Cendres se disolvieron y/o fueron transportados. Los índices elaborados a tal respecto han quedado invalidados.
100 r-----------------------------------~
90
80
70
60
50 1
40 ~
30
20
10
-+-IX
.......
-a- x
V'~
~
o '----------'111~.-
.~
XIIA
XIIB
·.
Grifko 2.- RtprtSeDtad6o grinca de las medias del iDdke Dodson y Weslar de Cova de la Cendres.
- 52 -
[page-n-53]
53
EL PALEOÚTICO SUPERIOR DE LA COVA DE LES CENDRES
En sfntesis, diremos que Srrix aluco fue la rapaz que provocó el acúmuJo de roedores e insectívoros a partir de egagrópilas en el nivel IX (capas 37 a 39). Por su parte, Martes foina hizo lo
mismo en el nivel X (capas 40-47) y XDA (capas 54-57). al formar letrinas en el interior de Cendres.
20
1S
10
S
o
IX
X
XlB
XIC
XIIA
XIIB
Gritlco 3.- Repraentad6o del focUce de restos óseos de roedora e lnsectfvoros (IR) de Cova de les Caldres,
IR= N/m3. N• a nlimuo de restos, m3a metros c:úbkos de tierra.
0,8
0,6
-+-IR
0,4
0,2
o ~------------~.-------~--------------·
IX
X
XIB
XIC
XIIA
XII S
Gritlco 4.- RepreRntad6o del fndlc:e de restos óseos (IR) de quirópteros de Cova de les Cendra.
-53-
[page-n-54]
V VILLAVERDE. R. MARTfNE:z-VAU.E. E. BADAL. P.M. GUTU.EM. R. GARCÍA Y J. MENARGUES
.
S4
Procesos de modiflcackSn postdeposiclonal
Resultados
Predador
IX
Restos óseos abundantes,
alteración de la representaúvidad.
escasa fractura,
mejor conservación de la erosión.
Strix a/uco
Restos óseos abundantes,
alteración de la representatividad,
mayor fractura.
peor conservación de la erosión.
Manesfoina
Restos óseos escasos.
?
Restos óseos escasos.
?
Restos óseos abundantes.
alteración de la representatividad.
mayor fractura,
peor conservación de la erosión.
Restos óseos escasos.
Martes foina
Escasa presencia antrópica,
transporte diferencial,
fracción escasa,
flujos hídricos de escasa competencia,
corrosión postdeposicional.
X
Escasa presencia antrópic.a,
transporte diferencial.
fracción escasa,
flujos hídricos de escasa competencia,
corrosión postdeposicional.
XJB Transporte diferencial considerable.
fracción abundante,
flujos hfdricos considerables.
XIC Transporte diferencia. considerable,
!
fracción abundante,
flujos hfdricos considerables.
XTIA Mayor presencia antrópica, pisadas,
fracción abundante,
flujos bídricos considerables,
corrosión postdeposicional.
XTIB Mayor presencia antrópica.
?
Cuadro 14.- Exposldón de las distintas alteradones postdeposJdonales que Intervienen en Cova de les Cendres,
sus resultados y el predador que ha originado la concentración de núcromanúferos.
Molares
perdidos
Molares
esperados
2
33
234
183
1
IX
10
X
132
XIIA 96
Crineos
% molares
penHdos
completos
30
56
52
Maxilares con arco
clgorútko
o
o
o
78-47
80-20
112
15-6
40
60
29
Cuadro 15.- Molares perdidos en maxilares, mineos completos y maxilares con arco dgom,tico de Cova de les
Cendres.
Molares
perdidos
1
IX
X
X11A
Molares % molares lnclsJvos
esperados perdidos
perdidos
2
112
3
91
302
106
146
403
139
62
75
76
16
74
18
lnclsJvos % In.
Mandíbulas Mandíbulas
esperados perdidos completas con borde
inferior
4
314
partido
44
141
32
36
52
56
51-10 20
71-9 13
55-2 4
51-3 6
71-24 34
55-23 42
Cuadro 16.- Molares e lndslvos perdidos en mandíbulas. Mandíbulas completas y mandíbulas con el borde
Inferior partldo de Cova de les Cendres.
-54-
[page-n-55]
SS
EL PALEOLfTICO SUPERIOR DE LA COVA DE LES CENDRES
Molares
aislados
1
8
45
63
IX
X
XTIA
Molares desaparecidos en
maxilares y mandfbulas
2
437
Molares
aislados
(112)
l OO
8
10
31
202
Cuadro 17.- Molares aislados de Cova de les Cendres.
Molar partido
In situ
lX
X
XIIA
64-0
154-0
120-0
Incisivo partido
In situ
o
32-0
26-0
14-0
o
o
o
o
o
Molar partido
aislado
o
9-0
43-0
63-0
o
o
Incisivo partido
aislado
51 - 1
155-5
108-4
Cuadro 18.- Fractura de molares e lndslvos de Cova de les Cendres.
Nivel
HÚMERO
Entero
Ep. proximal
Diáfisis
Ep. distal
Ep. prox. diá.
Ep. dis. diá.
ULNA
Entero
Ep. proximal
Diáfisis
Ep. distal
Ep. prox. diá.
Ep. dis. diá.
IX
X
XDA
Total
3-100
29-50
3-5
5-9
5-9
9- 15
7- 12
28-36
12-16
5-6
12-16
20-26
60-43
15- 11
10-7
17- 12
9-7
27-20
83-24
44-1 3
50- 15
36-10
5 1- 15
80-23
3 1-50
3-5
2-3
24-39
2-3
80-51
17- 11
3-2
3-2
40-26
12-8
15- 16
9- 10
15- 16
8-9
42-2 1
16-8
35- 18
10-5
o
o
o
o
o
17-74
3-13
3 1-41
8- 11
1-2
o
o
o
o
2-9
1-4
22-29
13-17
35-14
33- 13
49-20
36- 15
27- 11
66-27
13-8 1
3- 19
36-47
14-18
o
o
o
FéMUR
Entero
Ep. proximal
Diáfisis
Ep. distal
Ep. prox. diá.
Ep. dis. diá.
TIBIA
Entero
Ep. proximal
Diáfisis
Ep. distal
o
o
o
15-75
2- 10
o
o
1- 1
16-2 1
10-13
12- 14
5-6
20-24
2-2
(Continda en pág. siguiente)
-55 -
2
3
4
[page-n-56]
S6
V VILLAVERDE. R. MARTfNEz.VALLE. E. BADAL. P.M. GUllLEM. R. GARC(A Y J. MENARGUES
.
22-26
24-28
295-108
37
39-20
55-28
834-265
32
73-26
209-74
244-53
2 18-47
59-100
o
14-15
31-34
477-109
23
159-97
5-3
Ep. prox. diá.
3-15
Ep. dis . diá.
Total huesos enteros 62-48
77
148-94
10-6
2 15-96
10-4
METAPODIO
12-75
4-25
Entero
Ro to
FALANGE
Entero
Roto
8- 100
o
o
Cuadro 19.- Fractura de b6meros, ulnas, fémures, tibias, metapodlos y falanges dt Cova
dt les Qodra. El númtro dt la lzquitrda ind1c:a la cantJdad de huesos, ti dt la dtrtdut
ti porun!JYe.
Molar
digerido
In siJu
IX
X
XllA
Molar
digerido
aislado
incisivo
digerido
In situ
Incisivo
digerido
aislado
Total
molar
digerido
incisivo
digerido
79-23 29
139-77 55
120-65 54
9- 1
43-17
63-22
32-8
26- 13
14-8
5 1-41
80
150-99 66
104-62 60
88-24 27
182-94 52
183-87 48
61
83-51
176-112 64
118-70 59
11
40
35
25
50
57
Total
Cuadro 20.- Molares t lndsfvos dlgtriclos dt Cova dt les Qodra.
Nivel Húmero Ulna
lX
X
XTIA
Total
13-4
31
41-25
61
56-37
64
110-66
60
22-8
36
3 1-22
71
14-12
86
67-42
63
Radio
15-0
o
110-35
32
88-39
44
213-74
35
FEmur Tibia
Cal.
As.
Meta.
FL
Total
4-0
87-13
15
553-157
28
657-197
30
1297-367
28
o
5
o
o
o
o
o
17-10
37-13
35
40-L7
43
96-31
32
21-3
14
18-6
33
39-9
23
61-2 1
34
53-26
49
11 5-47
41
175-20
11
223-25
11
401-45
11
60-8
13
159-30
19
223-38
10-0
59
6-5
83
33-15
45
19-1
1-0
3-0
17
Cuadro 21.- EroácSn de los butSOS postcrantala dt Apodemus de Cova dt les Cendres.
8 ) INTERPRETACIÓN PALEO ECOLóGICA Y PALEOCLIMÁTICA
Los resultados bioclimáticos que versan sobre micromanúferos de la Cova de les Cendres se
han ido publicando en varios artículos (Badal et al., 1991 y Guillem, 1995, Villaverde et al., 1997).
Los molares, una vez más, son las unidades óseas menos alteradas después de su deposición.
El NMI estará poco interferido por los agentes distorsionadores de la concentración osífera originaria. No obstante, las frecuencias de las distintas especies no han escapado de las tendencias
-56-
[page-n-57]
EL PALEOLtnCO SUPERIOR DE LA COVA DE LES CENDRES
57
alimenticias de los cazadores. Martes foina y Strix aluco, han introducido la mayor parte de
micromanúferos de Cova de les Cendres. La formación de letrinas de garduña queda patente en
Jos niveles X y XIIA. El cárabo depositó egagrópilas en el nivel IX. Sólo la rapaz nocturna (Strix
aluco) manifiesta una clara preferencia trófica sobre Apodemus sp. (ratón de bosque) y Crocidura
sp. (musaraña). En este sentido diremos que los porcentajes de Apodemus sp. en estos niveles son
los más elevados de la secuencia.
El nivel XllB es pobre en restos óseos de m.icromamfferos, por tanto, cualquier interpre.tación climática resulta arriesgada. En el nivel XllA (cuadro 22 y gráfico 5) el equilibrio entre
múridos y m.icrotinos refleja el desarroUo de condiciones climáticas húmedas. El bosque estarfa
intercalado por espacios abiertos, en los que abundarían los topillos comunes (Terrícola duodecimcostatus), y zonas arbustivas ocupadas principalmente por musarañas. La elevada frecuencia
de Crocidura sp. marca el gradiente seco de este nivel. Sin embargo, la presencia de Talpa europaea señala la proximidad de prados constantemente húmedos. Martes foina ha introducido la
mayoría de restos óseos de micromanúferos. Como ya sabemos, este cazador no muestra preferencias alimenticias sobre ninguna especie en concreto.
Los niveles X1B y XIC son pobres en efectivos. estadísticamente no son significativos. Pero
el registro de Microtus arvalis señala el desarrollo de unas condiciones climáticas precisas. En el
País Valenciano su presencia está conflffilada en el Maestrat y el macizo de Penyagolosa, en el
Supra y Oromediterráneo (Jiménez et al. , 1989).
En el nivel X, parte inferior (capas 44-45), Microtus arvalis sigue estando presente. Las condiciones frescas todavía no han remitido (gráfico 5). La humedad es considerable, los microtinos
superan ampliamente a los múridos mientras que las musaraiias están peor representadas. En las
capas superiores desaparece el topiUo campesino.
El nivel IX registra igualmente unas condiciones climáticas húmedas (gráfico 5).
37l
38-39
l
40-41
l
42-43
44-4 5
46-47
48-49
50-51
52-53
54- 55
_l
1
-
-
56-57
58-59
1
60-61
~¡
0%
GrMko 5.- Representadón grilka de los
50%
pon:en~
1
1
• Erlnaceus
e Talpa
• Crocidura
e Eliomys
• Apodemos
C Arvicola
C M cabrerae
.
• M. arvalis
•rerricola
1
100%
de las dJstlntas espedes en Cova de les Ceoclres. En el
Margen Izquierdo aparecen las capas.
-57 -
[page-n-58]
58
V. VlUAVERDE. R. MARTfNEZ-VALLE, E. BADAL, P.M. GUILLEM. R. OARCfA YJ. MENARGUES
Niveles
Capas
37
38-39
40-41
42-43
X
44-45
Erinac~us
o
o
o
o
3
0' 00
0'00
2
3'64
3
0 '00
5'71
2
3' 85
2
3' 85
13
25'00
1
1'92
1
1'92
IX
46-47
2
16'67
5
9'09
1
1' 81
18
32'73
5'45
20
36'36
0' 00
7
7'45
6
6' 38
28
29' 79
Arvico/a
o
o
o
M. cabrerae
0'00
2
3' 64
0'00
2
3' 64
0'00
1
1'06
o
M. arvalis
o
o
o
o
0'00
29
52' 73
0' 00
28
50' 91
0'00
Terricola
52
55' 32
0'00
10
62'50
55'71
0 '00
6
50' 00
55
55
94
16
52
u
Crocidura
Eliomys
Apod~mus
Total
Niveles
Capas
XIB
XIC
o
0'00
1
6' 25
4
25' 00
6'25
0'00
Eliomys
M. cabrerae
0 '00
o
0 '00
o
1'92
29
XIIB
XOA
54-55
56-57
58-59
60-61
Total
o
o·oo
o
o
7
1
16' 67
o
o
0 '00
o
o·oo
o
o
o
0'00
0 '00
0 '00
2
13'33
l
6' 67
3
20' 00
1
6'67
1
6' 67
0' 00
1
0 '75
28
21 '05
7
5'26
45
33'83
1
12'50
l
12'50
o
12'50
o
o·oo
3
37'50
0 '00
1
16' 67
12'50
2
25' 00
o
0'00
16' 67
1
16' 67
o
o
o
0'00
0'00
0 '00
0'00
2
25'00
12'50
3
0 '00
16'67
8
8
M. arva/is
o
Terricola
Total
o
52-53
0'00
Apodemus
Arvicola
o
0 '00
3
25'00
50-51
12'50
Crocidura
0 '00
o
48-49
Erinaceus
Talpa
o
o
0' 00
6
4'5 1
0 '00
1
10'00
2
20'00
4
40'00
o
o·oo
0'00
o
0'00
o
0'00
1
12' 50
4
50'00
o
62
39
279
10
0'00
25
2
20'00
12' 50
o
o
o
o
3
0'00
46
34' 59
0 '00
10'00
0 '00
2
25'00
382
16' 67
0'00
7
46'67
6
15
133
10
8
471
porun~
de los mismos
Cuadro 22.- Dlstrfbud6n del NMJ de mkromanúleros (lliÍmeros superiores) y
(ntímeros lnleriores) por nivela en Cova de les Cendres.
-58 -
[page-n-59]
EL PALEOLfnCO SUPERIOR DE LA COVA DE LES CENDRES
59
LA VEGETACIÓN MAGDALENIENSE A PARTIR DEL ANÁLISIS
ANTRACOLÓGICO
Los resultados antracológicos van referidos a todos los niveles paleoiJticos, salvo el nivel
XIV que está en curso de análisis. Como se indicó anteriormente, se detectó un hiatus estratigráfico entre el nivel X y el Xl. En el sondeo, se levantaron los niveles en capas artificiales de 10 ó
5 cm de profundidad. En el recuento de los taxa hemos agrupado los resultados de cada 1O cm;
en el diagrama antracológico se indican las profundidades (fig. 15). En su conjunto se han analizado 4.374 carbones, individualizando 20 taxa leñosos que fueron utilizados como combustible
por los habitantes paleolíticos de la eova de les Cendres.
La flora identificada es prácticamente la misma de base a techo de la secuencia, es decir, las
plantas que sirvieron de combustible son las mismas durante toda la secuencia, lo que cambia es
la distribución de la frecuencia relativa de los cabeza de serie; en base a esto se distinguen tres
fases antracológicas (fig. 15).
La fase antracológica eova de les Cendres 1e (ee.l e) corresponde a la base de la secuencia
analizada, es decir el nivel XID y las dos últimas capas del nivel XIIB. Culturalrnente coincide
con el Solutrense final. Los tres espectros antracológicos que componen esta fase muestran un
cierto equilibrio entre los tres L dominantes: Pinus nigra (pino salgareño), Leguminosae (leguaxa
minosas leñosas) y Juniperus sp. (enebros). Si bien las tendencias de los porcentajes son antagónicas, las dos primeras muestran una tendencia a disminuir mientras que los enebros muestran un
progresivo aumento en su curva. El resto de plantas leilosas identificadas no es muy amplio pero
es de resellar la presencia de Quercus de tipo ilex-coccifera (carrasca-coscoja), Pnmus sp.,
Ephedra sp. (belcho), Monocotiledoneae, Rosmarinus officinalis (romero) y Viscum sp. (muérdago).
La fase antracológica ee. l e se puede interpretar como un paisaje de pinar abierto con enebros y matorrales de leguminosas leñosas. El muérdago es una planta parásita que vive sobre
muchos árboles y bien pudiera estar en las ramas de los pinos salgareños que fueron llevados a
la cueva como leña para el hogar. El conjunto de la flora indica una pluviometrla para la zona de
tipo seco. Por las cronologías absolutas que poseemos para el nivel XID ( 18.750±130 B.P y
18.920±180 B.P.) nos encontramos ante uno de los momentos más fríos de la historia del Planeta
que en la zona de Teulada se plasma por formaciones de coníferas que en la actualidad viven por
encima de los 800 metros de altitud y bajo unas temperaturas medias anuales comprendidas entre
13 y goe; por tanto, durante el Solutrense reinaron unas condiciones ambientales muy diferentes
de las actuales en la costa de Alicante.
La fase aotracológica ee. t B incluye desde la capa 6 1 del nivel XIIB y todo el XDA, culturalmente queda bien definido el Magdaleniense medio en el nivel XIIA En esta fase, Juniperus
sp. es dominante, con porcentajes comprendidos entre el 30 y el 50%, seguido de Leguminosae
y Pinus nigra. La curva de Quercus tipo ilex-coccifera aparece con unas frecuencias relativas del
orden del 5%. Con frecuencias inferiores al 1% se encuentran Quercus de hoja caduca, Viscum
sp., Ephedra sp., Prunus sp., Erica multiflora, Cistaceae y Rhamnus sp. Este conjunto antracológico nos habla de una formación vegetal abierta, dominada por enebros y matorrales. Las formaciones arbóreas ocuparían áreas más reducidas, los pinares alternarían con los enebros dando
zonas de bosque-estepa; mientras que los Quercus, tanto caducifolios como perennifolios, estarían acantonados en las zonas ecológicamente más aptas.
-59-
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EL PALEOLfnCO SUPERIOR DE LA COVA DE LES CENDRES
61
La vegetación de la fase CC. IB debía desarroUarse bajo la influencia de unos parámetros termoclimáticos de tipo supra-mesomediterráneos con ombroclima seco o semiárido.
Esa formación vegetal abierta es sustituida por otra cuyo estrato arbóreo es más importante.
Efectivamente, en Ja fase antracológica CC.lA (niveles arqueológicos XIC, XIB y X) Pinus
nigra alcanza unos porcentajes elevados (en tomo al 50%), al tiempo que se reduce la curva de
Juniperus y Leguminosae. En esta fase, Quercus tipo ilex-coccifera tiene unas frecuencias discretas pero constantes. La presencia de Pinus halepensis y Quercus de hoja caduca puede ser significativa de unas condiciones bioclimáticas más benignas que en Jos momentos anteriores. No
obstante, es probable que siguieran reinando condiciones frías de tipo supra o mesomediterráneo;
quizás la importancia del estrato arbóreo nos indique una pluviosidad más elevada que en Ja fase
anterior.
Los resultados antracológicos obtenidos en Jos niveles paleolíticos de la Cova de les Cendres
muestran una vegetación pleistocena típica de momentos fríos del Pleniglaciar y Tardiglaciar, que
en nuestra latitud toma una forma más suave que en otras regiones del Mediterráneo occidental.
donde se desarrolló una vegetación de tipo montano o incluso subalpina en los yacimientos de
montaña (Bazile-Robert. 1981 ; Heinz, 1991 ; Vemet y Thiebault, 1987).
En Cendres, las especies heliófilas son las mejor representadas, dando una imagen de espacios abiertos en la base de la secuencia (fases CC.l C y fase CC.1 8 ) y más cerrados en los tres
niveles superiores. No obstante se trataría de pinares, ya que las especies frondosas no experimentan grandes cambios a lo largo de la secuencia.
En la actualidad, la Cova de les Cendres se encuentra en el piso bioclimático termomediterráneo (fig. 16), caracterizado por unas temperaturas medias anuales de 17 ,3°C y unas temperaturas medias mensuales del mes de enero de 10°C. En cuanto a la pluviometría media anual es
de tipo seco, es decir, 535 mm/año en el cabo de Sant Antoni (Pérez Cueva, 1995; RivasMartínez, 1987).
Las condiciones climáticas actuales de la zona contrastan con las especies vegetales y animales identificadas en el yacimiento durante el MagdaJeniense (Badal, 1995, 1997; ViUaverde el
al., 1997). En este sentido, las condiciones óptimas para el pino salgareño son las supramediterráneas, es decir, unas temperaturas medias anuales comprendidas entre I3°C y los 8°C, no obstante puede prosperar en el horizonte inferior del piso oromediterráneo o en el superior del mesomediterráneo (fig. 16). En cuanto a las precipitaciones puede tolerar desde las semiáridas hasta
las subh\ímedas (350-1000 mm/afio) encontrando su óptimo en seca-subbómeda En la actualidad
se le encuentra en cotas superiores a los 800 m sobre el nivel del mar en las montañas del sistema
Ibérico o Bético. Es impensable que en las condiciones actuales de Moraira prospere el pino salgareño.
Como se expuso al principio, Pinus nigra está presente en toda la secuencia magdaleniense
de Cendres, incluso con frecuencias muy altas en la fase CC. 1A; por tanto, si sus necesidades
ecológicas no han cambiado con el paso del tiempo, entonces se puede inferir que en el
Pleniglaciar y Tardig1aciar la composición biogeográfica de nuestro territorio fue distinta de la
actual.
En la acutalidad, como se observa en la fig. 16, los pisos bioclimáticos y las plantas y animales asociados tienen una distribución altitudinal bastante precisa y que contrasta con nuestros
resultados magda1enienses. En el Pleistoceno superior los pisos bioclimáticos, posiblemente, descendieron en altitud y así en cotas de baja altitud (0-100 m sobre el nivel del mar actual) pudieron
- 61 -
[page-n-62]
62
V VIlLAVERDE. R. MARTfNEz-VAU..E. E. BADAL. P.M. GUIU.EM. R. GARdA Y J. MENARGUES
.
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c.
magdaleniensa ft la Cova d~ les Cmdres. Doocle T es tempentW'11 media auual ~xpresada ~n o
El puuto oegro ftpruenta la situadón b~ de la Cova d~ les Cendres (Tadada, Allcant~).
darse condiciones medioambientales de tipo mesomediterráneo o incluso supramediterráneo
(Badal, 1995, 1997; VilJaverde et al., 1997).
En cuanto a los Quercus perennifolios en la actualidad, tanto la encina/carrasca como la coscoja crecen en los pisos tennomediterráneo y mesomediterráneo, haciendo algunas incursiones
en el supramediterráneo. Estas especies boy se les puede encontrar en los alrededores de la Cova
de les Cendres. La coscoja es frecuente mientras que la carrasca es relicta. Su débil frecuencia en
el Magdaleniense matiza las condiciones climáticas y probablemente denoten un paisaje en
mosaico con zonas más cálidas donde se refugiarían estas especies y otras más exigentes en calor.
Los resultados de la avifauna y de la microfauna también se expresan en este sentido.
Efectivamente, las especies de aves más frecuentes son las de espacios abiertos fríos y templados;
entre elJas cabe destacar la presencia de la chova piquigualda (Pyrrhocorax graculus), que en
nuestra región se puede tomar como bioindicador de condiciones relativamente frías, ya que en
la actualidad presenta una distribución geográfica limitada a las cordilleras mediterráneas con
vegetación abierta y fría de tipo oromediterráneo (Villaverde et al., 1997). La presencia de la
perdiz mediterránea matiza esa interpretación.
Dentro de los micromamíferos cabe destacar la frecuencia de la ratilla campestre (Microtus
arvalis) en el nivel Xl. Actualmente, la zona más próxima a nuestro yacimiento donde vive esta
especie es el piso bioclimático oromediterráneo de Penyagolosa, Javalambre, Albarracín y Gúdar
(Jiménez et al., 1989) asociados a pinares albares y praderas. Su presencia en los niveles tardiglaciares de Cendres le confieren un alto valor ecológico ya que está asociado a Pinus nigra y
Junipems.
En conclusión, la vegetación documentada en los niveles magdalenienses de Cendres responde a Jos últimos fríos del Würm reciente, en terminología alpina (estadio isotópico 2). Los
- 62 -
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EL PALEOLÍTICO SUPERIOR DE LA COVA DE LES CENDRES
63
bosques serían de coníferas, en particular de pino salgareño, mientras que Jos carrascales ocuparían probablemente las zonas más cálidas y con mayor humedad edáfica. Las estepas y matorrales
claros ocuparían extensas áreas. Sin lugar a dudas, las condiciones bioclimáticas serían de tipo
supramediterráneo o en el mejor de Jos casos mesomediterráneo, como también lo indican las
aves y Jos rnicromamíferos. Por tanto, las temperaturas medias serían del orden de 4-6 o infec
riores a las actuales
Si tenemos en cuenta que la Cova de les Cendres se encuentra en el piso bioclimático termomediterráneo se constata un desfase de al menos un piso bioclimático. Es decir, Jos fríos del
Tardiglaciar desplazaron las zonas bioclimáticas en latitud y en altitud. La asociación de fauna y
flora documentada en el Magdaleniense de Cendres en la actualidad prospera en zonas altas de
la Cordillera Ibérica y Pirineos.
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ARCHJVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXIII (Valenc.ia. 1999)
MARc TIFFAGOM*
TESTIMONIOS DE TRATAMIENTO TÉRMICO EN HOJAS DE LAUREL
DEL SOLUTRENSE SUPERIOR DE LA COVA DEL PARPALLÓ
(Gandia, Valencia)**
l. EL TRATAMIENTO TÉRMICO DE LAS ROCAS SILfCEAS EN PREHISTORIA:
SU RECONOCIMIENTO
1.1. ORIGEN, PRINCIPIOS DE FUNCIONAMIENTO E INTERÉS
¿D6nde y cuándo? O la cuestión de su origen
Desde que en 1966 Michel Dauvois y Jacques Tixier señalaran la presencia de un fragmento
de hoja de laurel ténnicarnente tratada en el yacimiento de Laugerie-Haute (l ) -testimonio que
fue publicado diez años más tarde (in lnizan et alii, 1975-76: 14, fig . 11.3)-, no cabe duda para
nadie que el origen de esta técnica, al menos para las piezas foliáceas, debe estar asociado al contexto industrial en el que aquella prueba fue descubierta: el Solutrense.
Una vez aclarado este punto, y sabiendo que dicha entidad se documenta no sólo en Francia,
sino que también aparece en la Península Ibérica --espacio que incluso se presenta como un
lugar de implantación privilegiado para los grupos solutrenses- , faltaba saber, además, si estábamos ante un foco exclusivo de utilización de esta técnica.
Si hace algunos años todavía era imposible responder a esta pregunta, ya que el desarrollo
de los estudios tecnológicos del Solutrense ha sido bastante reciente (Geneste y Plisson, 1986;
Aubry, 1991 ; Zilhlio y Aubry, 1995; entre otros), en la actualidad, y si exceptuamos evidente-
• Allocatairt d~ rtchurhe de I'Universi~ de Paris 1(Panthton-Sor1Jonne)- 3. rue Mlchelet. 75006 Paris: EP 1730 del CN.R.S.
- Maison Re~ Ginou~. Nan1crrc: Servicio de Investigación Prdlistórica - C/ Corona. 36. 46003 Valencia.
•• Vmión en castcllano dd trabajo original en francés publicado en la revista Pld.EO (Mus6: des Eyzics. n• 10. d«:emtn
1998).
(1) Poco despu6, F~is BOC'des publicó un tcsümonio del mismo yacimienlo (Bordes. 1969). alribuido al Solutrtnse
superior. dcspub lamblc!n de que 1!1 mismo hubiera evocado esta cuestión dos años anaes (Bordes. 1967).
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Fl¡. 1.-Loc:alizad6o ceo&rinca de los ,.cimientos donde esü 1testl¡uado (PirpaU Caldelrio)
6,
o f'uft1emente presumido (AmbrosJo) el tnatamknto túmko.
mente las pruebas propuestas en este artículo, los testimonios de un calentamiento intencional eo
la Peofnsula Ibérica es cierto que existen (fig. 1). Primero en Portugal , donde la técnica esta ates·
tiguada en el Solutrense medio (capa H) -piezas bifaciales- y superior (capa Fb) - hojas de
laurel- de la Gruta do Caldeirao (Zilhao, 1995: fig. 27.9) (2); y segundo en AndaJucfa, donde se
halla fuertemente presumida en el Solutrense superior (capas U y IV) --hojas de laurel- de la
Cueva de Ambrosio (Ripoll Perelló, 1991; Ripoll López et alii, 1997).
¿Cómo? O la cuestión de sus principios de funcionamiento
Si desde un punto de vista puramente cuantitativo los trabajos en lengua inglesa "sont
légions dans ce domaine" (Massoo, 1981 ), debido, entre otros factores, a que esta técnica fue
practicada durante varias generaciones por los paJeoindfgenas de América (Hester, 1972;
Mandeville, 1973, citados por Masson, op. cit.), en términos de resultados, sin embargo, y cuando
(2) Jacques Ttxicr nos ha confmnado. en comunicaci6o personal. el carictcr intencional del calentamiento.
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TESTIMONIOS DE TRATAMIENTO TÉRMJCO EN HOJAS DE LAUREL
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se trata sobre todo de fijar los principios generales de su funcionamiento -generales puesto que
temperatura y tiempo de calentamiento varf'an en función del tipo de roca (su estructura) y del
medio de obtención (hogar u horno eléctrico, por ejemplo)-, todos los especialistas Uegan a las
mismas conclusiones (lnizan et alii, op. cit.; Masson, op. cit.; Wemelle, 1991; Domanski et alii,
1992; Borradaile er alii, 1993; etc.), esto es, mediante:
-una subida rápida o lenta de la temperatura;
- un mantenimiento o no a temperatura constante de la fuente de calor, con duración variable;
- un enfriamiento progresivo.
Cabe señalar que en la mayorfa de Jos casos, estos principios han sido establecidos en condiciones artificiales (horno eléctrico con mufla), es decir, utilizando el calentamiento indirecto, y
no en condiciones "reales" (calentamiento directo). A primera vista, este hecho podría sorprender
puesto que son numerosos Jos prehistoriadores-experimentadores actuales capaces de recrear las
condiciones óptimas de un tratamiento térmico tal y como, probablemente, fue practicado por los
grupos prehistóricos. Pero, una vez más aqu1 - las circunstancias obligan- , sólo pocos autores
han encontrado la ocasión de publicar los resultados de esos experimentos "reales" (por ejemplo,
Pauerson, 1978).
¿Por qué? O la cuestión de su inrerés técnico
Si obviamos la estrecha relación que mantiene el tratamiento térmico con el "débitage" por
presión en las industrias cbassenses (Binder y Gassin, 1989) o indo-pakistanfes actuales (Inizan
y Lechevallier, 1996), la mayorfa de los prehistoriadores que han tratado de alguna manera la
cuestión, asocian la práctica de esta técnica más bien con la del retoque por presión.
Explicar la fndole del vínculo entre estas dos técnicas es posible, y puede resumirse en dos
puntos. La primera razón es puramente histórica, puesto que se trata finalmente de dos innovaciones técnicas aparecidas no sólo al mismo tiempo, sino también en un contexto industrial idéntico. La segunda está directamente relacionada, al menos en Prehistoria, con el interés en sí del
tratamiento térmico, cuya principal función es, en efecto, mejorar la elasticidad de las rocas silíceas, equiparándola a veces a la de la obsidiana (Crabtree, 1967; Purdy y Brooks, 1971; lnizan
et alii, op. cit.; Rick, 1978; Masson, op. cit.; Wemelle, op. cit.; entre otros) (3).
Hecha esta aclaración, no debemos, sin embargo, olvidar que la relación tratamiento térmicoretoque por presión no es la única posible. En efecto, en Laugerie· Haute (Bordes, 1969) y en Parpalló
-como veremos más adelante-, el tratamiento ténnico también precede a la taUa por percusión.
l .l. CRITERIOS DE RECONOCIMIENTO (4)
Los investigadores que se han interesado por el tema, bien sean prehistoriadores o geólogos
de formación , son herederos, directa o indirectamente, de Jos trabajos precursores de Don
Crabtree. a quien debemos el reconocimiento de esta técnica (Crabtree y Butler, 1964).
(3) Esta ley no puede ser aplicada al jaspe ni a la cuarcita. El primero se talla peñecwnente por presión en estado bruto
{Bordes. 1967): el segundo no experimenta ninguna mejoría (lnizan et alli. op. ciL).
(4) El problema de un recooocimiento por la tcnnoluminisceocia no será lrllllldo aqur. Propuesto
por algunos (M. n:ic:r. 1991 .
c
por ejemplo) y cuestionado por otros (MJISSOfl. 1981. entre otros). su viabilidad queda toclav(a por demostrar.
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Las principales alteraciones observadas sobre el material, cuyo proceso parece irreversible,
han sido establecidas a simple vista (Bordes, op. cit.; Purdy y Brooks, op. cit.; Mandeville, op.
cit.; Flenniken y Garrisson, 1975; lnizao et a/ii, op. cit. ; Gregg y Grybush, 1976; LaJoy, 1980;
Masson, op. cit.; etc.). Éstas son cuatro, y cada una puede ser considerada como un buen criterio
de reconocimiento.
• LA rubefacción: no es sistemática, necesitando el material una cantidad mínima de hierro.
La intensidad del enrojecimiento, que parece ser más importante en superficie que interiormente
(Masson ,1981), es indicativo de:
- la proporción de hierro;
- la temperatura de calentamiento Oa rubefacción es mayor cuando ésta aumenta), más que
su duración. El momento de aparición suele situarse entre 250 y 600 ·c.
Un buen conocimiento de la materia bruta favorece por supuesto estas apreciaciones.
• El blanqueamiento: parcial o total. Puede intervenir, según la estructura de la materia, muy
rápida (temperaturas bajas: 300-400 ·e) o muy lentamente (temperaturas altas: 800-900 ·e). AJ
igual que la rubefacción, el blanqueamiento puede conferir la apariencia de un jaspe porcelanoso.
• Otro cambio de coloración: se confunde generalmente con la rubefacción. Algunos
autores bao podido en efecto observar una "tendencia a la rubefacción de los colores" (Inizan et
alii, op. cit.).
• E/ lustre: aspecto brillante o "grasiento" de la materia (5). No es sistemático. Su intensidad
(o su calidad) depende de:
-la temperatura de calentamiento -a partir de 160 ·e para un sO Bergeracois, por
ex
ejemplo (lnizan et a/ii, op. cit.), y una media de 300 ·e para todas las muestras testadas por Annie
Masson;
-el mantenimiento o no del calentamiento a temperatura constante (y su duración);
- la estructura de la materia: "el lustre está sujeto a la heterogeneidad y el grosor del grano
del sOex" (Masson, op. cit.: 24).
La rubefacción y el lustre pueden considerarse como los criterios más discriminantes; sin
embargo, y de manera frecuente, puede confundirse la primera -por ejemplo- con una rubefacción "accidental" (contacto involuntario con un hogar), o el segundo con " [... ) la naturaleza
misma de la materia prima (en el caso de una "résinite" por ejemplo) y sobre todo con ciertas
pátinas: eolización, lustre debido al roce de las piezas en la arena de los "griffons" de las fuentes
ascendentes, etc." (lnizan et a/ii, op. cit.: 2).
Antes tales disyuntivas, la primera sin duda la más delicada, nos será difícil, o incluso a
veces imposible, decantarnos hacia un calentamiento intencional para explicar muchas piezas
rubefactas, mientras que en el caso del lustre bastará demostrar que "está limitado a los retoques
o extracciones más recientes (que corresponden a las extracciones posteriores al calentamiento),
frente al aspecto mate del resto de las superficies" (lnizan et alii, op. cit. : 2) (6).
(5) El tbmino ··grasic:nlO"' es u·aducción del inglés grtOS)\ introducido por Crabcrec en los anos 60.
(6) Exis1en ouos casos confllctívos. Cillln:mos dos por ejemplo: In confusión de uno antiguo superficie (plano dincl6sico)
granulosa de origen con una superficie de talla antes del "ca.lenlllmiento". y la presencia de s.Oex "quemados" (cl1pulas ... ). o con un
plano de fractura granuloso. cuyo tralllmiento previo no puede ser demostrado.
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TESTJMONlOS DE TRATAMIENTO ttRMICO EN HOJAS DE LAUREL
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Estas dificultades de identificación llaman a la prudencia, puesto que la interpretación de un
calentamiento intencional está cargada de consecuencias. Para el testimonio que queremos establecer del Solutreose superior de Parpalló, hemos preferido eliminar todos los casos conflictivos
- y son numerosos-, para presentar únicamente Jos casos indudables establecidos por la conjunción de varios criterios, y aquí en particular Jos incuestionables lustres parciales associados a
cambios de coloración o de textura.
2. TESTIMONIOS DE TRATAMIENTO TÉRMICO EN ROCAS SILÍCEAS DEL
SOLUTRENSE SUPERIOR DE LA COVA DEL PARPALLÓ
2.1. CONTEXTO DEL DESCUBRIMIENTO (7)
Definici6n del Solutrense de facies ibérica (8)
Etapa importante en la historia del Paleolítico - le debemos de hecho la invención del tratamiento térmico y del retoque por presión de Jos materiales silíceos-, la unidad cultural que
representa el Solutrense ofrece sin duda en su facies ibérica una de las facetas más originales de
su personalidad.
Primero desde un punto de vista cualitativo, puesto que las puntas de aletas y pedúnculo y
las puntas escotadas de tipo mediterráneo (9) -fósiles directores por excelencia-le han conferido una identidad tipológica muy singular (FuJJola Pericot, 1985, entre otros). Y segundo desde
un punto de vista cuantitativo, puesto que el recuento de estas piezas en toda la fachada mediterránea, desde Valencia hasta los confines de Andalucía (principalmente), hace aparecer un verdadero momento de apogeo territorial, ya detectado en el Solutrense medio y opuesto a las incursiones tímidas del Solutrense inferior.
Gracias a estos verdaderos fósiles directores, numerosos trabajos han tratado, en una primera
fase, sobre los orígenes y la periodización de esta entidad (Pericot, 1942; Portea y Jordá, 1976;
Fullola, 1979; Villaverde y Peña, 1981; Aura, 1989; entre otros). En la actualidad, las teorías más
recientes intentan evocar la presencia a la vez de un fenómeno de "regionalización" de las industrias (JO) y de un lento proceso de "desolutreanización" (ViUaverde y Fullola, 1990; Villaverde,
1994b), esto es, de desvanecimiento progresivo de los caracteres solutrenses (11), proceso que
parece abarcar dos milenios ( 18500-16500 BP grosso modo).
Los estudios tipológicos sucesivos han contribuido finalmente a dar al Solutrense de facies
ibérica su razón de ser, entendido incluso como una verdadera "Denominación de Origen
Controlada". Intentar de alguna manera restringir o ampliar el alcance de dicha etiqueta "cultural" sería de poco interés. En cambio, sí lo tiene saber lo que comprende en realidad este "con-
(7) Se trata aquf de una breve presentación. Para llW detalles. consultar: Vlllaverde y Fullola. 1990: Villaverde. 19941 y b:
ntragom. 1997 y Villavctde ti alií. en prensa.
(8) Soluttense de facies ibbica o Solutrense evolucionado (\'&se nota 13).
(9 ) Anotadas respectivamente en d texto PAP y PEM.
( 1O) En rulicbd aquf se trata de un proceso de regionalización industrial y anlstico (Villa verde. 1994a).
( 11) la lplrkión y desaparidón sucesivas de w PAP y PEM esl.6n en d origen de una subdivisión en treS grandes IJlOillell>
tos (1. U y
del Soluttense evolucionado (Fonea y Jonü. 1976).
1
m
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cepto unificador": ¿se trata de una entidad geográfica y cultural, que comparte el ntismo sustrato
técnico, económico, social, ... ? ( 12).
El Solutrense superior de lo Cova del Parpalló ( 18500-17500 BP) ( /3)
Con la finalidad de anticipar los medios para alcanzar el objetivo propuesto, y sabiendo que
la Msqueda de los conceptos y modalidades preferidas (Pelegrin, 1995) constituye la primera
etapa para una interpretación en términos de parentesco técnico, una primera caracterización tecnológica del Solutrense superior de la Cova del Parpalló se bada necesaria.
Dos razones explican que nuestra elección haya recaído en esta colección y no en otra. En
primer lugar, la elección del yacimiento se ha impuesto por sí ntisma, en la medida en que tanto
el reconocimiento como la periodización del Solutrense de facies ibérica son tributarios de las
informaciones obtenidas en Parpalló. En segundo lugar, la elección del nivel del Solutrense superior se ha debido a que éste es el único nivel de toda la secuencia del Solutrense evolucionado
que reúne, y en un gran número, los tres principales morfotipos Hticos que definen al Solutrense
de facies ibérica: hojas de laurel, PAP y PEM. Ahora bien, si recordamos que nos situamos en
una línea de estudio comparativo, sabemos que el Solutrense empieza a desvincularse del mundo
cantábrico (cf. proceso de regionalización) precisamente cuando hace su aparición el Solutrense
superior.
Por todo ello, el Solutrense superior representaba el mejor contexto para buscar algunos de
los útiles metodológicos susceptibles de poder interpretar la totalidad de los procesos de fabricación. La riqueza de este nivel y su contexto cronológico nos ofrecían, por tanto, grandes posibilidades de detectar un tratamiento térmico eventual de las materias primas, y éste ha sido justamente el caso de las hojas de laurel.
1..l. EL FJEMPLO DE TRATAMJENTO TÉRMICO EN ALGUNAS HOJAS DE LAUREL (14)
Como deja entender el tftuJo de este artículo, nuestra intención aquí no es proponer un
estudio en sí del tratamiento térmico en el Solutrense; únicamente deseamos presentar las pruebas
documentadas de un calentamiento intencional en el Solutrense superior de la Cava del Parpalló.
Esto explica por qué sólo fueron elegidas, de entre los 10.000 vestigios observados O capas
as
contienen 25.000), algunas piezas con estigmas incuestionables. Todas pertenecen a un proceso
de "facetado" ("fa~onnage) de hojas de laurel llamadas "macrolfticas", excluyendo las PAP y
hojas de laurel "microliticas", puesto que los desechos de talla de esas piezas, cuando no están
ausentes (debido a las técnicas de excavación antiguas), son difícilmente identificables, y el
examen del estado de la superficie de las piezas abandonadas no aportó datos relevantes. Fue probada, al menos, una clasificación por materia prima, pero únicamente obtuvimos resultados para
las hojas de laurel macrolíticas.
(12) Proble~lita. JXll' ouo lado. objeto de una tesis dodoral en curso (M. 11ffagom), bajo la dirección de Nicole Pigeot de
1'Uni versit~ de Paris l.
(13) Solu~rensc superior o Solu~rense evolucionado l. Se emplurin indiferen~ememe las dos expresiones. haciendo ~reren
cla a la doble terminología propue:s1a poi' Fonea y Jonlá (1976). precisada poslc:riormente poi' Villllverde y PeiiA ( 1981 ).
(14) Algunos de estos testimonios fueron ya~ en una memoria de DEA sin una discusión pevia con especialistas
(l'iffagom. 1997); su autenticidad sin embalgo fue verificada posteriorme.nte poi' Jacqucs Tixier, a quien le agradecemos sincentmente la ayuda y consejos preSI.Idos.
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TESTIMONIOS DE TRATAMIENTO rtRMICO EN HOJAS DE LAUREL
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Gracias, justamenre, a este reagrupamiento en "facies litológicas" hemos podido evaluar el
tipo de alteración(es) sobrevenida(S) durante el calentamiento de algunas de esas piezas, e incluso
hemos logrado distinguir dos grupos de testimonios: los remontajes, en cantidad de dos pero
supuestamente procedentes de la fabricación de un mjsmo útil, y las piezas aisladas.
Queremos señalar aquf que estos remontajes constituyen un descubrimiento único para el
período al que nos referimos, puesto que se trata de samblajes ("raccords" ) entre lascas solutrenses extraídas antes y después del calentamiento térmico de la pieza.
2.2.1. Los remon~es
Enfoque tecnológico
La lectura ("découpage") teórica de una cadena de " facetado" bifacial todavfa está experimentando algunas aproximaciones terminológicas. Generalmente se concibe un "phasage" ("descomposición secuencial"} apoyándonos en nociones como "descortezado" ("décorticage"/"épannelage"), "esbozo", "acabado" ... (lnizan et alii, 1995: 44). No obstante, la cadena técnica es
lineal, lo que podría llevamos a establecer separaciones arbitrarias entre las fases. Uno de tos
medios para evitar la subjetividad en esta lectura, es la búsqueda de acontecimientos técnicos que
permitan discernir la cadena de "facetado". El cambio de técnica en la extracción durante el proceso (percusión, presión ...) es uno de los mejores marcadores de estas rupturas en la mente misma
de los talladores que eligieron, en un momento dado, cambiar su modo operativo; y por supuesto
la realización de un tratanúento térmico es un acontecimjento muy notable.
En nuestro caso, hemos constatado que el calentamiento intencional intervino durante el
"facetado" de las hojas de laurel macrolfticas. En relación a dicho tratamiento, hemos supuesto
una fase de "antes" y una de "después": la primera la hemos interpretado como la del "esbozo",
y la segunda como la del "acabado", toda vez que no puede asegurarse que haya podido haber un
nuevo cambio de técnica -por ejemplo un verdadero "acabado" por presión- durante la última
fase de fabricación de las piezas.
Un primer remontaje se compone de 3 piezas lfticas:
- 1 fragmento distal de lasca de "esbozo" (4,75-5,00 m; CE; 1930) ( 15),
- 1 lasca de "acabado" (4,75-5,00 m; CE; 1930),
- 1 fragmento de hoja de laurel (4,75-5,00 m; CE1; 1930).
Un segundo remontaje se compone de 2 piezas lfticas:
- 1 fragmento distal de lasca de "esbozo" (4,75-5,00 m; CE; 1930),
-1 lasca de "acabado" (4,75-5,00 m; CE; 1930).
En términos de integridad de documentación, cabe señalar la ausencia de testimonios líticos
correspondientes al inicio del proceso de fabricación. Estos elementos pueden estar presentes en
la colección, pero también pueden pertenecer a otro conjunto. Ninguna información sobre la fase
(1 S) Respectivamente. capa. S«tor y año de eJicavaci6n.
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E
S
B
o
z
o
t
R1
R2
THERMIQUE
TRAITEMENT
A
e
A
8
A
o
o
t
o
j
R4
R3
~ \
A
8
A
N
o
o
N
o
R5
Fig. 2.-Remon~es. Reconstrucdón (pardal) de la cadena opentJva de rabrk:adón sqón
las cancterlsticas tecnokSgkas de los testimonios líticos. Pan el "aa.bado" y el "abandono",
sólo las partes mates (arriba) y con brillo (abajo) se destacan con sombrado (dibujos del autor,
siguiendo el esquema de ~reseotac:i6o de: lnizan ~~ aiJi, 1975-76).
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de adquisición, ni siquiera a nivel de los afloramientos, pennite pues juzgar el origen geológico
(posición primaria o secundaria) de la materia prima. Un "descortezado" ha podido tener lugar
(¿a partir de una plaqueta. nódulo, bloque?) en el yacimiento mismo o fuera de él, pero también
puede que se tratara de un 'iacetado" sobre una Jasca·soporte (¿de "débitage", de "facetado"?).
As( pues, sólo podemos proponer una reconstrucción parcial de la cadena operativa de fabricación: "esbozo", "acabado" y "abandono" (por fractura), todo eUo en relación evidente con el
tratamiento térmico.
El "esbozo" o las caracterfsticas de la materia prima antes de su tratamiento térmico
(fig. 2: Rl y R2):
• transparencia: opaco (para eJ fragmento de hoja de laurel) a translúcido (para las lascas);
• color (código Munsell): 2,5 Y; 7/2;
• textura: rugosa hasta lisa;
• estructura: homogénea hasta muy homogénea, de grano fino-medio.
El "acabado" o las caracterfsticas de la materia prima después de su calentamiento (fig. 2:
R3 y R4):
• transparencia: un poco más opaco, pero todavía translúcido en algunas zonas;
• color: las superficies mates: 10 YR; 5/4; las superficies con lustre (correspondientes a las
extracciones más recientes): 10 YR; 7n;
• textura: lustre "grasiento" pero con una surperficie más en relieve;
• estructura: ¿7
Cabe señalar la ausencia de rubefacción y la presencia de un lustre con un intenso briUo.
El "abandono" (fig. 2: R5):
Se trata a priori de un accidente en la fabricación: fractura durante el "facetado".
Observaciones
• Un accidente de fabricación (fig. 2: R3), atribuido generalmente "a una preparación exce·
siva del borde" (Roche y Tixier, 1982: 74) (16).
• Los procedimientos de preparación durante el "facetado": la preparación del borde del
plano de percusión después del calentamiento (fig. 2: R3 y R4, indicado por las flechas).
• Técnica de facetado: los bulbos difusos, incluso inexistentes, la fonna oval e irregular de
las lascas y la presencia de un labio parecen indicar el uso de un percutor blando en percusión
directa.
• Los remontajes (fig. 3): hubiera podido tratarse de samblajes entre piezas de la misma fase
operativa, el "acabado" por ejemplo, y en dicho caso hubiéramos concluido que era un tratamiento ténnico ejecutado fuera del yacimiento o en sus inmediaciones. Aquf, sin embargo, no es
el caso.
( 16) He aqur la descripcidn: "'parte proximal con un wón muy ancho. un bulbo muy difuso, de perfil c:6ncavo en su extre·
midad. UIUI constñccíón postbulbaria. y toda la parte que queda absoiUlllmente "normaa". el negativo es una especie de "muesca
clac1011iense" ancha que desfigura sc:nsiblcmen1e la pieza o el plano de pm:usión" (.•. J. Es1e accidente es independiente de la materia
prima (... J" (Roche y Ttxier. 1982: 74; fig. 4).
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O
3cm
Fl¡. 3.-Los runoo~ Sam~ eotre las lascu R2 y R4 (arriba) y Rl, R3 y R5 (abajo).
ScSio tu panes mat.es (arriba) y con brillo (abajo) se destac:an con sombrado (dibujos del autor,
siguiendo el esquema de representadcSn de: lnlzan tt tJiji, 1975-76).
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1
i
A2
1
~
81
....
.---
82
Flg. 4.-Fades Utológkas A y B. Sólo las partes mates (arriba) y con brillo (a~) se destacan con
sombrudo (dibujos cid autor, siguJeodo el esquema de representadón de: Inlun et lllii, 1975-16).
-77 -
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2.2.2. Las piezas aisladas
Si bien varias piezas líticas con evidentes estigmas de un calentamiento intencional fueron
identificadas, nos ha parecido conveniente, sin embargo, evaluar con precisión el tipo de alteración(es). A tal efecto, hemos realizado una clasificación de estos conjuntos por la materia prima
a fin de determinar las modificaciones particulares para cada tipo de roca, y eventualmente asociarlos en algunos casos (facies litológicas A y C) a otras piezas susceptibles de provenir del
mismo conjunto de fabricación.
Al privilegiar la calidad de información, nos limitaremos aquí a una presentación sucinta de
estos testimonios.
Facies litológica A
Conjunto compuesto de 3 lascas solutrenses, que pueden ser situadas de la manera siguiente
en la cadena operativa:
Al
-t
"esbozo" (4,75-5,00 m; CE; 1930).
A2-A3
-t
"acabado" (4,75-5,00 m; CE; 1930).
Estas dos últimas lascas estan parcial (A2) o totalmente (A3) cubiertas de lustre, de un brillo
poco (A2) o muy intenso (A3). Para A2, los negativos con lustre corresponden a las extracciones
más recientes (fig. 4).
Cabe destacar un cambio de coloración muy ligero y una tendencia hacia el blanqueamiento:
-antes del cérlentarniento térmico: 2,5 YR; 2,5n;
-después del calentamiento térmico: 5 YR; 4n (lasca A2) y 5 YR; 3n (lasca A3).
Facies litológica B
Conjunto compuesto de una lasca solutrense (B 1) y de un fragmento de hoja de laurel (B2),
que pueden ser situadas de la manera siguiente en la cadena operativa:
Bl
-t
"acabado" (4,75-5,00 m; CE; 1930).
82
-t
"abandono" (4 ,75-5,00 m; CE; 1930).
El aspecto "quemado" de las superficies externas (cara superior en el caso de la lasca), contrasta con el aspecto "azuJado" (5 B; 7/1 , código Munsell) del lustre, visible sobre la cara superior (las extracciones más recientes), inferior y en el talón de la lasca, asf como sobre la fractura
del fragmento de hoja de laurel -accidente a priori en la fabricación (fig. 4).
Facies litológica C
Conjunto compuesto de 3 lascas solutrenses, que pueden ser situadas de la manera siguiente
en la cadena operativa:
C1
-t
"esbozo" (5,00-5,25m; L; 1930).
C2-C3
"acabado" (5,00-5,25m; L; 1930).
Presencia de lustre sobre las caras superiores, correspondientes a las extracciones más
recientes (C2 y C3; para esta última se trata de una preparación del borde del plano de percusión,
fig. 5), e inferiores (fig. 5). Pasamos de una superficie rugosa a una superficie lisa, con un lustre
de poca intensidad.
Cambio de coloración casi imperceptible:
- antes del calentamiento térmico: 10 YR; 5/4;
-después del calentamiento térmico: 10 YR; 7/4.
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C3
C2
Flg. 5. -Fades UtolcSglca C. S6lo las partes mates (arriba) y coa brillo (~) se destKu coa
sombreado (dibujos del a. tor, siguleodo d esquema de represa~tadón de: lnlzao 11 tWi, 1975-76).
u
3. IMPLICACIONES
Resituados, en un principio, en su contexto de descubrimiento, los testimonios que acabamos
de ofrecer tienen ya implicaciones a dos niveles al menos.
En primer lugar, y considerados desde un punto de vista estrictamente recno/6gico, estos testimonios permiten reforzar el origen solutrense de la entidad tipológica a la que pertenecen, más
conocida con el nombre genérico de Solutrense de facies ibérica (o Solutrense evolucionado).
Cabe recordar, empero, que la existencia de este Solutrense fue desde un principio (publicación
de la monografía de L. Pericot) objeto de alguna controversia, como refleja la toma de concienca
tardía de la señora Sonneville-Bordes de las PAP y PEM como elementos diferenciales de esta
facies (17); más allá de esto, algunos investigadores llegaron a cuestionar la presencia de un
Solutrense inferior en Parpalló: por ejemplo G. Laplace, quien substituyó este término por el de
"Gravetiense escasamente solutreanizado" (Laplace, 1962), mientras que Ph. Smith propusó a
Francia como 11nico foco de origen del Solutrense (Smith, 1966: 343-344) (18). Incluso los estudios tipológicos de estos últimos veinte años, que han demostrado fehacientemente toda la originalidad del Solutrense de facies ibérica, recordando a su vez que durante bastante tiempo fue
interpretado únicamente a través del retoque plano (Villaverde, 1979) -método que caracteriza
( 17) if. ~xico tipológico del PaleoUtico superior de Sonnevilte-Bordcs y Perrot (19S4. t9SS y J9S6).
(18) No obstante, ya a principios de los años 30, Jimález y Breuil hablaban de un "PitpalJense" y de un "Solutrense levantino final". respectivamente (Ji~ l93S: 144: Breuil. citado por Pericot. 1942: noca 1).
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sobre todo al Solutrense francés-, estuvieron también cuestionados. Ahora bien, con los testimonios actualmente presentados, hay que dar por disipada cualquier duda.
En segundo lugar, y considerados desde un punto de vista esta vez estrictamente técnico,
tales testimonios nos permiten en la actualidad ampliar la extensión geográfica del fenómeno
"tratamiento térmico" solutrense. Su utilización queda atestiguada en el Solutrense superior de
Laugerie-Haute y de Caldeirao, y fuertemente presumida en el de Ambrosio; parece pues que los
límites espacio-temporales de esta técnica y de esta entidad crono-cultural coinciden -casiperfectamente (si hacemos abstracción, claro es, del Solutrense medio de Caldeirao).
No cabe la menor duda de que estos testimonios constituyen uno de los más privilegiados
vectores de información para alcanzar el objetivo asignado a nuestro trabajo: caracterizar por
medio de la tecnología, y en múltiples dimensiones, el Solutrense de facies ibérica. En este
aspecto, algunas observaciones pueden ser ya formuladas:
-¿Cómo explicar que en el Solutrense superior de la Cova del Parpalló las materias primas
reservadas a la fabricación de las hojas de laurel, aquí macrolfticas, no hayan sido objeto todas
de un tratamiento térmico?
-Si el retoque por presión ha podido ser identificado sobre las PAP y las hojas de laurel
microlfticas (J . Tixier, com. pers.), queda por saber si estas piezas, o mejor dicho, Jos soportes,
han sufrido un tratamiento térmico.
- ¿Cuál fue la técnica entonces empleada para el "acabado" de estas piezas, puesto que en
dos casos, al menos (remontajes y facies litológica C), se trata de un abandono durante la fabricación?
- En la medida en que los remontajes fueron ejecutados en el mismo yacimiento, deberíamos
apreciar mejor el tipo de actividades desarrolladas en la Cova del Parpalló, y definir asf su especificidad respecto a otros yacimientos contemporáneos o subcontemporáneos.
Si la respuesta a estas preguntas se obtiene a partir de la confrontación de estudios tecnológicos y experimentales, deberíamos entonces, con su comparación, entrever las preferencias de
los individuos (de los grupos...) dentro de sus numerosas posibilidades: en terminas de constricción, de conocimiento, de concepto, de tradición técnica, etc., y en una última etapa, de identifi-
cación cultural.
NOTA: Este trabajo queda inscrito en el Proyecto de Investigación PB 95-1087, financiado por el Programa
Sectorial de Promoción General del Conocimiento, bajo la dirección del Dr. Valent(n Villaverde.
AGRADECLMIENTOS: Queremos resaltar la atención prestada por todos aquellos que han aceptado leer y
corregir el manuscrito de este artículo: Thieny Aubry, Jacques Pelegrin, Nicole Pigeot, Jacques Tixier y Valent(n
Villaverde; y a Joaquim Juan Cabanilles y Laura Portea Cervera por la corrección de esta versión en castellano.
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ARCHIVO DE PREHISTORJA LEVANTINA
Vol. XXIII (Valencia. 1999)
NORBERTO M ESADO 0 LIVER* Y JOAQUÍN A NDRÉS B OSCH**
LA NECRÓPOLIS MEGALÍTICA DEL'ARGILAGAR DEL MAS DE GARCÍA
(MORELLA, CASTELLÓN)
"Por toda la península son bien conocidas las Uamadas construcciones megalíticas, pero precisamente en estas tierras valencianas no aparecen, sin que podamos explicarnos satisfactoriament.e por qué en el mapa mega)(tico español queda en blanco la región valenciana. en la que no
entran estas edificaciones que la bordean. ¿Hemos de pensar en razones geológicas, religiosas,
políticas, sociales o económicas? Cualquiera que sea la causa, Jo cierto es que todavía no hemos
podido dar con una construcción de esta índole en los montes valencianos, pero confiamos en que
llegará el día en que nos veremos gratamente sorprendidos por el descubrimiento de algún
dolmen que, aun siendo modestito, nos permita ganar la apuesta que se mantiene en pie con los
arqueólogos que niegan la posibilidad de tales hallazgos en el reino de Valencia. Hasta que llegue
este momento no nos queda más remedio que justificar la falta de construcciones megalíticas por
la escasez de prospecciones adecuadas" (1).
LA VEGA DEL MOLL, EL MARCO GEOGRÁFICO Y SU PAISAJE ARQUEOLÓGICO
Como resultado de la sistemáticas prospecciones en la comarca de "Els Ports", han sido localizados un importante número de yacimientos cuya carta arqueológica ha publicado el SIP
(Andrés, J. 1994 ). Un buen grupo de ellos se ubican en la Vega del MoJI, estirado paraje morellano encajado entre las sierras de 1' Águila y deis Llivis, atravesado de E a O por el río Calders,
tributario del Bergantes y paso natural de las penetraciones humanas desde el Bajo Aragón y
Valle del Ebro. Corredor con ligera pendiente continuada hacia el O, solamente interrumpida por
• Museu Arq~e Comatca1 de la Plana Baixa -Buniana.
•ESPEMO» ·Morella.
( 1) FLETCHER. D.: Avances y problemas de la prehistoria valenciana en los últimos vcintieineoallos". Disc:unodeAbenura.
Curso de 1952 a 1953. Anales del Cenlto de Cultura Valeociana. ?:' tpoea, Ailo XJV, Núm. 3 l . Valencia. 1953.
•• Cenlte Espeleolbgic
M
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86
NORBERTO MESADO OLIVER Y JOAQUÍN ANDW BOSCH
las elevaciones de la Sem del Mas de Martí cuya cota es de 961 m.s.n.m., punto en el que se
asienta un poblado Ibérico; y el Tossalet del Moll, de 974 m. de cota, con cerámicas atribuibles
al Bronce y Altomedievales. Altiplano perteneciente al Cretácico Superior en su fase Bedouliense
(la propia cubeta de la Vega), escoltado por calizas, margas, margocalizas y areniscas pertenecientes al Hauteriviense-Barremiense Superior (2).
En la actualidad la Vega del Moll es una de las áreas más desarrolladas y productivas del término de Morella. Su relevancia agrícola viene atestiguada desde la antigUedad a través de los
asentamientos humanos localizados en los últimos años (fig. 1), caracterizándose su suelo por la
fertilidad y frescura, con unas precipitaciones medias, anuales, de 650 mm., y un desnivel de
apenas el 5%. La actividad agropecuaria se centra en el cultivo de cereales y en la ganadería de
ovicápridos, complementándose con alguna granja de porcino y alguna cabeza de ganado vacuno
(Gamundi, 1991 ). La cobertura vegetal autóctona está compuesta por pequeños bosques de
encina con algún solitario roble, y un monte bajo de enebros y sabinas degradadas, aliagas,
tomillo, romero etc.
L' Argilagar, topónimo con el que se conoce el yacimiento arqueológico objeto del presente
estudio, queda en las tierras de arriendo del Mas de García, las cuales vienen siendo explotadas
por D. Salutor y Gernino Segura, transmitidas, igualmente por arriendo, de su abuelo paterno
D. Pedro Salutor, apodado "El Dol~o", persona de 92 años (en 1994) que, según relataba sobre
el propio yacimiento en sus asiduas visitas mientras duraron los trabajos de campo, nunca habfa
conocido ni labores agrícolas ni excavaciones intencionadas sobre el propio Argilagar. hecho que
confirman las escasas sabinas y rebrotes de encinas, de las que perdura un menudo bosque en su
zona más NO., amen del matorral con predominio de la Genista scorpius, o "argelaga", la cual,
por su abundancia dio nombre al yacimiento, piedemonte del Tossal de García a modo de
pequeña terraza sobre la bella vega del MoU. topónimo derivado de la calidad agrícola de unas
tierras "mollares" sobresalientes en una dura geologfa de componente Secundario.
El Argilagar del Mas de García está situado en el propio centro geográfico de la Vega, sobre
una plataforma de areniscas, arcillas y margas, elevada unos 5 m. sobre los inmediatos campos
de cultivo, al N de las masfas de El Dol~ y de Garcfa, campo arropado de los fríos vientos invernales por el Tossal del Dol~o y el Tossal de les Roques de Garcfa, por cuyo pie se expande tan
singular estación (fig. 2). Coordenadas: 400, 35', 15" de latitud N; y 00, 6', 50" de longitud o
según el Mapa Top. Nacional, Hoja de "Morella", Edic. de 1972.
Su existencia fue comunicada por D. Salutor Segura y su hijo Gérnino a uno de nosotros
(J.A.), a ambos, pues, nuestro agradecimiento, que hacemos llegar públicamente a oa Laura
Ripollés, propietaria del Mas de García y sus tierras de labor, por su atención y amabilidad al solicitarle el preceptivo permiso para Llevar a cabo los trabajos de campo, agradecimiento que
hacemos extensivo a la Consellerfa de Cultura de la G.V. por habemos facilitado tanto el Permiso
Oficial de Excavación como haber sufragado tales trabajos (3).
Si alcanzarnos el yacimiento ascendiendo por la corta pista que nace en las proximidades del
km. 7 de la carretera que une la Nacional N° 232, ya en las proximidades de Morella, con AresVillafranca y Cinctorres, de apenas 220 m. de recorrido, dicho vial agrícola finaliza sobre unas
{2) Mapa Geológico de Espalla. E. 1:50.000. "Mcxella". hoja S4S. J0.21. MiniSICrio de Industria. Madrid 1973.
(3) La eJCeavaci6n seña autorizada por la ConseUcria de Cultura con fecha 9 de mayo de 1994. dotandosc: con una subvcn·
ci6n de 127 ..SOO pU.. quedando inclujda dcotro de las Exeavaciooes Arqueológicas Ordinarias.
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L'ARGLLAGAR
•
Neo-Eneolítico
@ Edad del Bronce
•
Edad del Hierro
@ Ibérico
•
Romano
(!]
Medieval
Fl.g. 1.- La Vep cid MoU (Mordla), c:oo la sdalizacióo de sus prindpeles yac:imientos arq~ LG.C. Hoja 545. Ed. 1971.
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NORBERTO MESADO OUVER Y JOAQUÍN ANDR~ BOSCH
3
4
3
Fil. 1.- Secdón N-S de la Vega deJ Moll. l. Tossal de Les Roques; 1. L' Al'8lla1ar del Mas de Garda;
3. Campos de labor; 4. Carretera de MoreDa a Clnctorres; S. Mas de Garcla; 6. Rlu Caldes; 7. Les Deveses.
construcciones megalíticas -auténticos "Dólmenes de Valle"- que hemos denominado
«Monumento 1» a la más oriental, y «Monumento Il» a la ubicada hacia poniente. Sus enhiestas
rocas, intencionadamente en distribución poligonal la estructura 1, habían sido ya de antiguo
observadas por el masovero Salutor en el diario pastoreo de su ganado, el cual, estacionalmente,
queda estabulado sobre el propio yacimiento arqueológico.
Distinguiremos en el yacimiento tres tipos de restos arqueológicos: el constituido por las
SEPULTURAS MEGALfTICAS (Monumentos 1 y 11); el fonnado por un conjunto de 24
menudas AGRUPACIONES DE ROCAS, desperdigadas por toda la terraza (de las cuales hao
sido excavadas las agrupaciones n° IV, V y VI); y, finalmente, los PETROGLIFOS ubicados en
el extremo más oriental de la terraza (n° ill), zona de configuración apuntada que delimita las tierras de labor que por el SE., en un plano de menor cota, se extienden hasta la carretera precitada,
que conduce, en dirección O, a Cinctorres (fig. 3).
LAS CONSTRUCCIONES MEGAÚTICAS
MONUMENTOI
Iniciamos los trabajos de campo por la agrupación de lajas más orientales, por el simple
hecho de que habían quedado descamadas en buena parte por ocupar una suave pendiente por las
que discurren las aguas de lluvia (lám. 1), iniciándose en este punto un regajo que, por el S, configura el propio campo arqueológico delimitándolo de otro de labor a unos tres metros de desnivel. También, y por la misma causa. hace escasos años, a 15 m. del Monumento O se excavó
una balsa de retención pluvial para el ganado.
Dada la importancia que para la arqueología del País tienen estas construcciones dolménicas,
e iniciada ya la recopilación de material arqueológico para el Museo de la Valltorta, tratamos con
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LA NECRÓPOUS MEGALfnCA DE L" ARGrt.AGAR DEL MAS DE GARCfA
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Ag. J•• Planta del yacimiento con .. situadcSn de lol cl6lmeaa (1 y D),
agrupadones pEtrus (o, IVNI) y petrogllfoe (DI).
su Director y amigo R. Martfnez su traslado para la conservación de tales estructuras, iniciando
la excavación por el vaciado del vaso dolménico del Monumento I. con el objeto de que las lajas,
asentadas poligonalmente, quedasen "in situ". Los trabajos de campo dieron comienzo en el mes
de Julio de 1994.
La excavadón
Comenzado el rebaje de tierras, de coloración rojiza con nódulos de greda verdosos y
menudas piedras provenientes del arrastre de la descomposición de los bancos denudados del
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NORBERTO MESADO OUVER Y JOAQUÍN ANDR~ BOSCH
propio Tossal de Garcfa, se detectó una agrupación de rocas, de unos 20 cm. de eje, contra el
paramento de levante de la losa 0 ° 1 (fig. 4), las cuales, ubicadas en un solo plano horizontal, prolongábanse hacia el N. en ligero arco, en una zona hoy sin lajas verticales, como queriendo delimitar el círculo del propio monumento, pero quedando aun un espacio de unos 90 cm. sin cerramiento, pudiendo indicar que en este punto N estaría el acceso a la cámara dolménica. puesto que
no parece que este conj unto organizado haya tenido corredor. Dicho solado de rocas pudieran
haber pertenecido al relleno del túmulo que, de tenerlo, habrían sido recicladas para la fábrica de
los ribazos cercanos y, en parte, para el levantamiento del muro medianero, o de propiedad. que
de S a N corta 1•Argilagar por su centro.
Retiradas las rocas procedimos con el rebaje horizontal del propio vaso, excavándose a punta
de navaja para observar cualquier indicio arqueológico por insignificante que fuere y así poderse
cartografiar en cualquiera de las posiciones en que fuese encontrado. Nada contenfan estas tierras de relleno, de tonalidad roja. Tras alcanzar tos 50/65 cm. de profundidad, y ya prácticamente
sobre las bases de las cuatro lajas que delimitan por el O, SO y S el recinto dolménico, empastados en un apelmazado suelo de nódulos acanninados y verdosos, producto de la descomposición de los elementos menores de las rocas de la propia montaña, dimos con el único hallazgo
que, con seguridad, albergaba esta caja o recipiente funerario: los restos de dos personas inhumadas en un mismo plano cuyos esqueletos aparecían en posición lateral encogida y cuidadosamente encarados, equidistando los cráneos, ubicados hacia el SE, 45 cm. (láms. D y ill).
Observados los paquetes osteológicos vimos que estaban inmersos en un durísimo horizonte
deposicional, posiblemente por la natural presión de las tierras compactadas que se les superponían o por el peso del propio túmulo (si es que lo tuvo) hoy perdido. Tales restos se encontraban
en tan deplorable estado de conservación que su craquelamiento -que alcanzaba hasta un estado
pulvurulento blanquecino-. hacía inviable cualquier recuperación anatómica (lám. IV). alguno de
cuyos fragmentos mayores fueron remitidos al Depto. de Anatomía Patológica del Hospital
Universitario "La Fe", Valencia, para la valoración de su tejido óseo (ANEXO
El cráneo del
individuo del lado E, por estar mejor conservado, lo trasladamos al gabinete de restauración del
a
Museu Arqueológic de L Plana Baixa - Burriana, para, conjuntamente con el paquete de tierra
interno (que sirve hoy de sostén a los miles de fragmentos óseos), su consolidación (lám. V y VI).
De haber tenido ajuar funerario el M-1, o bien estuvo compuesto por materias perecederas
(propias de comunidades pastoriles), o el monumento fue violado ya en época antigua. puesto que
en el interior del cráneo recuperado, como puede apreciarse en la lám. V, vemos clavado debajo
del maxilar inferior un fragmento de húmero, claro exponente de algún tipo de remoción osteológica "post mortem".
n.
Elementos arquitectónicos
Las lajas ortostáticas utilizadas en la construcción de este dolmen, proceden del contiguo
cerro denominado "Tossal de les Roques". Placas que hemos enumeramos de O a SE. y que aparecen, intencionadamente, de mayor a menor (fig. 5).
Losa n° 1.- Se encontraba hincada verticalmente, estando acuñada en la zona basal de su cara
exterior por una pequeña laja apuntada. Mientras en su base tangencia con la laja 2•, en su cima
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L:AitQ ILAQAit- Merelle
ai.PULTUitA Ntl
Flg. 4.- Planta y sección del Monumento l .
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NORBERTO MESADO OUVER Y JOAQufN ANDRÉS BOSCH
presentaba una separación de 46 cm., haciéndolo tan solo de 18 cm. en una profundidad de 35
cm., hecho debido a su oblicuo perfil. Medidas, 100 x 100 x 10 cm. Orientación, 300.
Losa n° 2.- Se halla recostada unos 100 hacia el SO. Medidas, 67 x 90 x 9 cm. Orientación,
330 °.
Losa n° 3.- Hincada verticalmente. Medidas, 47 x 64 x 9 cm. Orientación, 315 °. Su separación de la Josa precedente es de 23 cm., motivo por el cual se complementaria su cerramiento con
una laja de 17 cm. de eje. Aparece acuñada en su cara exterior por otra losa de 49 cm. y un grosor
de 12 cm.
Losa n° 4.- Es la última de las piezas verticales, con un perfil superior, descendente, hacia
el E. Medidas, 50 x 55 x 17 cm.
El muro de cerramiento.- Tras las losas precedentes la construcción funeraria se prolongaba en un arco cuya cuerda era de 162 cm. (láms. VD y VID). existiendo una roca suelta, de 33
cm. de eje, a 42 cm. de su extremo más oriental, como queriendo demarcar la planta circular del
monumento, en busca de las rocas aparecidas a solo 26 cm. de la cabecera de la laja 1•, conjunto
posiblemente conservado al amparo de esta gran losa ortostática, y perteneciente, según creemos,
al relleno del túmulo perdido. El eje máximo de las rocas mayores pertenecientes al sector SE del
egando las mayores a alcanzar
M-1, acostadas sobre sus caras más estables, rebasan los 35 cm .• U
los 53 cm. El cráneo más occidental se hallaba contra una roca alargada, de 6 1 cm. de eje, con
una orientación de 500. Su opuesto lo estaba contra otra de perfil rectangular. Ambas. pues.
debieron proteger las cabezas de las personas inhumadas (lám. IX).
Pese a rebasar el nivel de la base de los ortostatos que delimitaban este recinto funerario, D.
Marcos Roca. destacado restaurador incorporado al equipo, igualmente con navaja y espátula fue
levantando el resto del lecho esqueletal, quedando sorprendidos por un fondo con marcada concavidad desplazada hacia la losa n° 1, bacino que presentaba una superficie refinada Oám. X).
Esta concavidad seguía ubicada en el aquí potente manto de ardUas rojizas sumamente apelmazadas, por Jo que la excavación no alcanzó la plataforma o losa de arenisca verdosa que subyace
como paleosuelo a solo 65 cm. de profundidad en el Monumento n. prueba de su señalado buzamiento en el emplazamiento del Monumento l.
Es innegable, pues, que la fabrica de este dolmen funerario de cámara poligonal simple, se
inició "modelando" sobre el barro un cuidado bacino basal, sobre el que se extendió una masa,
posiblemente pastada, con la inclusión de menudos cantos gredosos, "lecho" de los dos individuos inhumados, para cuantos estábamos en Jos trabajos de campo, al unísono. Se tratarla, pues,
de un "matrimonio", hecho ya señalado en otros monumentos megalfticos, por Jo que es muy probable que uno de ambos fue sacrificado para acompañar, "post mortem", a su pareja, con lo que
los rituales que pudieron efectuarse sobre las piquetas y sus desagües en las contiguas losas con
petroglifos (fig. 3, punto III). (rudo arte simbólico vinculado al mundo de la muerte (ConcepciónBlasco, 1997, pág. 52)). pudieran haber llegado hasta el sacrificio de vidas humanas, hecho que
hace más verosímil la exposición que en este sentido hicimos al tratar de otras insculturas, relativamente cercanas, como son las de Las proximidades de Cantaviej a, las cuales contienen un grao
cuchillo de carnicero junto a dos entrantes semicirculares en los que encajan las piernas de una persona genunexa, dándose la "coincidencia" que si en tal posición reposamos la cabeza sobre La losa,
el filo del cuchillo "secciona" nuestro cuello (Mesado y Viciano, 1994, pág. 254, fig. 19, n° 3).
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Flg. 5.- Ortostatos d. la cámara poligonal del M-1.
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En el plano inferior de los inhumados del Monumento 1 de 1 Argilagar, se asentaron las losas
'
que perduran ·' in situ" prácticamente con s u verticaUdad inicial, cerrándose esta planta poligonal
(abierta por el N) con medianas rocas, algunas de las cuales subsisten. Cubierto el vaso sepulcral
pudieron amontonarse rocas para demarcar el túmulo, denunciándose este, si es que le pertenecen, por el solado de pequeñas piedras que aparecían contra la losa n° J apenas iniciada la excavación. Con posterioridad, la erosión o la repetida rebusca que estos campos del Moll recibieron
para demarcar propiedades así como la propia fábrica de ribazos. pudieron haber hecho desaparecer los túmulos, fáciles canteras para una arquitectura rural ingente que cubre y personaliza, a
modo de red. el paisaje de Els Ports; aunque tampoco creemos que estos trabajos hayan podido
mermar en exceso tales monumentos puesto que L pobreza tecnológica de su campesinado
a
"hubiera hecho dudosamente rentable el esfuerzo de desmontar una estructura megaLítica con el
fin de obtener unos cuantos metros cuadrados más de superficie de tierra arable" (Diez, 1994,
pág. 56).
Tampoco hemos advertido en este monumento, como igualmente va a ocurrir en el n° D. círculo o "crómlech" exterior, posiblemente por no haberlo tenido nunca.
Es preciso incidir en el extraordinario deterioro de los escasos restos esqueletales de los dos
individuos inhumados que conten(a la cámara funeraria, estado de destrucción y erosión que llega
hasta las piezas dentales, craqueladas aunque completas, con un acenruado desgaste mecánico
masticatorio en ambos cráneos, deformados por la presión del manto de tierra que los cubría.
Ambos habían perdido los huesos más blandos (vértebras, costillas, coxis, omóplatos, esternones,
falanges.), y grandes fragmentos de los huesos duros de las extremidades, todos ellos carentes por
descomposición de sus articulaciones, posiblemente por la erosión hfdrica y acidez del propio
subsuelo.
La inhumación simultánea, caso de la registrada en nuestro M-l, como apuntó M. Garcfa y
J.C. Spahni para la registrada en dólmenes de L región de Gorafe (Granada), ..exige la práctica
a
de sacrificios forzados" (García, 1959, pág. 105).
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MONUMENTO O
Se ubica al O del Monumento I, equidistando 3 1 m. (fig. 3). Antes de comenzar los trabajos
de campo sólo se apreciaban los inicios o testeros de las losas 1, 2, 3 y 4 (láms. X1 y XII), pera
maneciendo ocultas las 5, 6 y 7, exhumadas conforme avanzaba la excavación. En este sector L
terraza presenta un declive hacia el S, de unos 6° .
La excavación
Tras una capa de 20 cm. de potencia, de tierras rojizas, apelmazadas, conteniendo menudos
cantos (fig. 6, Nivel 1), surge otra (Nivel 0), producto de la descomposición de las losas de areniscas micáceas, de tonalidad verdosa, provenientes de los arrastres erosivos de los cerros TossaJ
de Garcfa y Tossal de Les Roques, sedimentación de unos 50 cm. asentada sobre un paleosuelo
fósil, gredoso, de igual coloración y textura, que se desliza a una profundidad media de 70 cm.
(Nivel ill), plataforma que configurará el subsuelo del propio Argilagar, que aflora y delimita por
el S el propio yacimiento arqueológico. Las losas perimetrales n°S. I, 4, 5 y 6, aparecían plegadas
hacia el N puesto que habían sufrido un corrimiento basal hacia el S. suponemos que por el
propio drenaje de la capa freática que corre sobre la losa del subsuelo y el peso de la cubierta del
propio monumento (láms. XIII, XVI y XVII), aunque tampoco podemos negar que su derrumbe
pueda deberse a una violación en busca de un ajuar que no encontrarnos; y las n°s 2 y 3, del
mismo anillo perimetral, lo estaban hacia el E (lám. XlV).
Levantada la losa n° 1, advertimos que su plano superior o cabezal, con un grueso máximo
de 25 cm., había sido rebajado horizontalmente basta tener una superficie lisa en la que se
advierten las incisiones de los punzones o escoplos empleados, con el objeto de servir de asiento
y dar horizontalidad a la cubierta, indicativo de que el círculo ortostático era vertical (véase un
levantamiento o sección hipotética en la fig . 7). Del mismo modo habíase escotado por ambos
extremos la base, con el fin de apuntar la losa para su mejor (?) anclaje en la plataforma basal del
lugar. Su cara N estaba recostada sobre otra arenisca -losa n° 7- de 20 cm. de grosor, techo del
Monumento ll que aparecía totalmente troceado y en parte descompuesto, deterioro sufrido por
la craquelación geológica de unas rocas frágiles ante un clima extremado y húmedo como es el
del Ports, pues no hay que olvidar que por tratarse de la cubierta fue la losa más expuesta al
medio ambiente (láms. XV y XVI). Su grosor máximo se presentaba recto (vertical) en su lado
O, arco del conjunto dolménico sin losas de cierre, detalle que apunta a que era en este frente
(lám. XVII), donde estuvo la entrada. Retirados Jos plurales fragmentos de la cubierta, procedimos al rebaje de la estructura hasta alcanzar la base de la gran losa caliza n° 4 , para cuyo asiento
habíase taladrado, en un diámetro de 150 cm., el paleosuelo o roca basal del yacimiento (láms.
XVID y XIX). E1 monumento no exhumó, como hemos dicho, material arqueológico; tam. oco
p
advertimos huellas de restos óseos.
La losa caliza n° 4 era de perfil trapecial (fig. 8), alcanzando una altura de 14S cm. y un ancho
máximo de 90 cm. en su zona basal, con objeto de presentar una mayor estabilidad. Al levantarla
advertimos que cubría a otras dos, las D0 S y 6, las cuales cerraban el perímetro del monumento por
su cara N, alcanzando unas alturas de 130 y 100 cm. respectivamente, por lo que el total de ortostatos verticales era de seis, estando las menores (n°s 3 y 6), en sus propias bases, asentadas o rec~
cidas con piedras de calza de unos 30 cm. de eje. Las piezas n°S. 4 y S son de caliza numulítica de
coloración gris, siendo las restantes de arenisca amarilla. Ambas calidades son propias del lugar,
pudiéndolas observar en los contiguos cerros del Tossal del Dol~o y de les Roques de Garc(a.
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I:AitQILAGAit - M•,.ll•
MEQALI TO NI 11
Fig. 6.- Planta y secdón dd MonUJMnto O.
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o
Fig. 7.- AJzado bJpotitico del M-U.
CARGILAGAR - Morella
Flg. 8.- Ortostatos del M·ll.
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De las pequeñas rocas internas del monumento, destacamos dos areniscas (con probabilidad
pertenecientes a una misma pieza aunque no unan), que presentan pocetas en cuyas paredes se
advierte la labor del punzón (fig. 9; lám. XX), instrumento que bien pudo ser lítico dado lo blando
de estas areniscas verdosas en estado hidratado, objetos para la percusión que se hacen abundantes a partir del Neolítico ( Piel-Descuisseaux, 1989, pág. 185). Una mide 32 cm. de altura, 25
de ancho y 13 de grosor, presentando una poceta de lO cm. por 5 de ancho y 3,5 cm. de profundidad. En su lado izquierdo posee otra cavidad circular de 5 cm. de diámetro.
La segunda de las areniscas mide 39 x 36 x 13 cm., comportando una sola concavidad de 5,5
cm de diámetro por 2,5 cm. de profundidad. De relacionarse ambas piedras con los petroglifoides, tendríamos que paralelizarlas con las inscuJturas del propio ArgiJagar, hecho que daría
unidad cultural al conjunto plural de la estación, con cuyo hallazgo y estudio irrumpe el megalitismo prehistórico en el País Valenciano.
Interpretación del Monumento D
No dudamos de que este conjunto megalítico tuvo en sus inicios enhiestas, en planta semicircular, sus 6 lajas de cierre, sirviendo la mayor, la caliza n° 4, de pilar central o columna para
dar a la cubierta una mayor estabilidad. Las diversas alturas basales de las lajas menores (n°s 3 y
6) se corrigieron asentándolas sobre pequeñas rocas, y, a su vez, sobre el paleosuelo o losa basal
la gruesa pieza n° 1, haciéndolo Las mayores (n°s. 2, 4 y 5) sobre el fondo de la cubeta o concavidad excavada en la propio losa basal cuya profundidad se encuentra hoy a unos 70 cm. de la
superficie del campo. Fue, pues, un monumento circuJoide, cubierto, de escaso diámetro, abierto
al O, no habiéndose detectado indicios. de tenerlo en origen, del posible túmulo, a no ser que las
rocas menores que observamos, internamente, contra los ortostatos 2 y 3 (lám. XV), le pertenezcan (4). Su demJmbe parece haber sido violento y primitivo, por el hecho de su propio plegado -tangenciaban todas sus losas- y por el detalle de que la fracturada losa de cierre (n° 7),
"atrapaba" o · ~mzcaba" su propio cabezal (fig. 6, reticulado compacto), detaUes indicativos de
que en el momento de su desplome la cámara no aparecía terraplenada por un proceso lento de
sedimentación.
Otro inconveniente del M-U ha sido el de carecer de un claro vaso inhumatorio, caso del
Monumento 1, y no contener resto alguno, tanto esqueléticos como de ajuar, aunque para hincar
los ortostatos mayores -ya se comentó- fue preciso taladrar, en un círculo de 150 cm., el lftico
subsuelo del lugar. Pero si tenemos en cuenta el mal estado de los restos óseos del Monumento
1 hay que sospechar que la corriente subterránea de las aguas de lluvia, las mismas que pudieron
,
forzar el plegamiento de sus calizas, han debido descomponer y reducir a la nada sus posibles
restos esqueletales, caso de tratarse de un monumento funerario. Tal corriente freática la hemos
podido comprobar tras las fuertes Lluvias dél mes de octubre de 1994. Colmados ambos sondeos,
el Monumento 1 aun permanecía con agua transcurrido un mes de la última precipitación
(lám. XXI). mientras que el U aparecía seco a los 15 días de los aguaceros, por lo que pudimos
proseguir su excavación.
(4) Recordemos en tal senlido las detectadas en el M·l contra la losa l. al socaire de los arrasiJ'eS del agua de lluviA desccndenc del propio Tossal de Gart'Ca.
c
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Fig. 9.- Material lftko de superlide y armiscas con cavidades ftCOgldas en d M-U.
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LAS AGRUPACIONES PÉTREAS
Esparcidas por la superficie del yacimiento Uaman poderosamente la atención varias agrupaciones de pequeñas rocas cuyas superficies enrasan con la del propio campo (láms. x.xn y
XXIII), formando mayormente círculos que, salvo excepciones, apenas alcanzan los 70 cm. de
diámetro. Se han contabilizado 24 agrupaciones, habiéndose excavado las n°S IV, V y VI. La primera, a 19 m. hacia el SE de los Petroglifos (lám. XXIV), casi junto al campo de labor (fig. 3,
punto [V). Aparece formada por la agrupación de 7 rocas, fragmentos ortostáticos colocadas verticalmente, los cuales reposan sobre el banco del subsuelo de J'Argilagar, hecho que comprobamos al excavar las tierras de su alrededor. aquí solamente con una potencia de 20 cm. (láms.
XXV y X:XVl).
Todo este grupo de rocas t.angenciaban arropando a la central, la cual tenía una altura de 45
cm. La losa mayor, la más septentrional del conjunto, tiene un eje de 75 cm. y un grosor de 13
cm. Tal agrupamiento formaba un seudocuadrado de 90 cm. de lado, no conteniendo evidencia
arqueológica alguna (fig. 10).
Las agrupaciones de piedras, sin orden alguno, que señalizamos ella zona NE (de la fig. 3)
delimitando el propio campo de labor, parecen debidas a simples majanos, caso del punto excavado n° V; pero no hallamos explicación para las pequeñas agrupaciones del interior del propio
yacimiento si es que no pensamos en sepulturas para infantes, cuyos restos habrlanse perdido tras
su pronta descomposición.
LOS MATERIALES LÍTICOS
No habiendo dado ningún tipo de ajuar las construcciones megalíticas de 1'Argilagar, nos
dedicamos a explorar minuciosamente las superficies del yacimiento. Mientras su zona más
oriental, por su ligero gradiente hacia el S, apenas dio alguna evidencia lftica (pese a ubicarse
en ella los dólmenes y las insculturas), en la zona a poniente del muro que divide de N a S el
Argilagar, en especial su área NO, allí donde existe un menudo bosque degradado de encinas
(fig. 3), se recogió un buen número de ellos. Y es que este sector del yacimiento, por su propia
configuración, nunca pudo sufrir el fuerte barrido erosivo del agua de lluvia procedente del
Tossal de les Roques, puesto que entre ambos se configura una torrentera. El total de evidencias
lfticas producto de una industria de talla "in situ", dedicando unas dos horas de rastreo, ha sido
de 116 fragmentos de sflex blanco, aunque en roturas más o menos recientes la coloración puede
ser melada. Se hao recogido, también, 5 núcleos sobre cantos de sOex, muy agotados, puesto
que sus ejes no rebasan los 32 mm., prueba clara de que estamos en una zona sin canteras. Sus
mtíltiples y pequeños planos de percusión abogan por una industria microHtica de hojitas, de las
cuales se han listado 10 fragmentos cuyas secciones suelen ser trapezoidales (fig. 9, 3/11 ).
Como pieza más destacada valoramos un segmento de círculo (fig. 9, 1), de s flex blanco, cuyo
dorso presenta un biselado bifacial realizado con la técnica del retoque plano, "técnica que se
está confirmando como una constante de los ajuares dolménicos" (Vegar, 1992, pág. 27). Por
rotura falta uno de sus extremos y presenta fal sas muescas en su ftlo. Altura, 17 mm. De cerámica (a mano) solo advertimos dos fragmentos muy rodados, cuyos ejes miden 14 y 26 mm. respectivamente.
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Fig. 10.- Planta y sección de la agrupación ~tml n• 1v.
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La cronologfa de los escasos sílex del Argilagar encaja bien en un Neolftico de Llanura, posiblemente tras el Neolítico de las cerámicas incisas e impresas no cardiales de Bruixes y Fosca.
cuyo paralelo más cercano sería el yacimiento burrianense al aire libre de El Tirao, estación a orillas del Riu Sec, a dos kilómetros del Mediterráneo (Mesado, 1969). Responde, también. a ese
alto número de yacimientos de superficie, sin estructuras, que se vienen detectando por los aledaños de las barrancadas con Arte Rupestre Naturalista, caso del conjunto "de plaoeUs" de la
Valltorta (del Puntal, Calyades del Mata, Cova de Trenc, etc.); o de la propia GasuUa, aunque en
ellos no han sido detectados enterramientos dolménicos similares a los del Argilagar. Aquf, un
yacimiento cercano, de superficie, con segmentos y hojitas, es el de "La Mola del Solanet", delimitando por el O el propio nacimiento de la Vega del Moll .
Es curioso observar la dependencia, puesta de manifiesto por Fábregas, entre el utillaje lítico
y la propia fábrica de los monumentos funerarios, puesto que llega a la conclusión de que los
microlitos geométricos "son mucho más abundantes en las sepulturas de cámara poligonal
simple", caso de la denunciada en 1' ArgiJagar, que en el resto de las tipologías dolménicas
(Fábregas, 1991 , pág. 242). Pudiera ser que la llegada de tal corriente culturall al norte del País,
en una fecha temprana (con probabilidad Neolítica (5)), provenga del área catalanoaragonesa,
como volveremos a comentar.
LOS PETROGLIFOS
A tan sólo un centenar de metros al SE del Monumento 1 (fig. 3, III), en el extremo apuntado
del yacimiento, allf donde se inicia el gradiente hacia el campo de labor, la plataforma gredosoarenisca que configura el fondo del propio Argilagar aparece denudada, habiéndose empleado su
porción más oriental, en tiempos prehistóricos. para prácticas esotéricas como lo demuestran sus
petroglifoides, esa manifestación rupestre grabada que recientemente hemos detectado en el país
y que J. Abelanet la relaciona con el "mundo megalítico pirenaico", pero cuyo registro cubre
Europa, en especial sus motivos más universales: cazoletas con "desagUes" serpentiformes y
cruces antropomorfas. Estos temas se expanden en el Argilagar sobre dos tipos de soportes: uno,
que por ocupar las terrazas naturales, allí donde los bancos ortostáticos aparecen fracturados,
denominamos "plataformas"; y los segundos, que por aparecer sobre los pei'lascos sueltos, ya desplazados de su ubicación de origen, llamamos, simplemente, "rocas" (fig. 11 ).
PLATAFORMA 1
Como hemos comentado, el subsuelo del Argilagar aflora en su perímetro más oriental. Aquí,
tal plataforma -de arenisca grisácea con mica- presenta una inclinación de unos 4° hacia levante
por lo que sus surcos, grabados con un instrumento agudo, drenan con facilidad hacia su desembocadura, que lo hace a canto de losa (fig. 12 y lám. XXVII). Las insculturas vienen a cubrir unos
7 ml., midiendo su eje mayor, con dirección N, 3 m. En la cota superior de la plataforma, advertiremos una cavidad rectangular, de perfecto contorno, que va a quedar en buena parte dividida
por un estrecho murete de 22 cm. de largo por solo 5 de ancho. igualmente bien dibujado, que
(S) Hc:mos remitido al Labonnorio de: Dlltaeión por Radiocarbono de: la Faculllld de: Química de: la Uni versidad de: Barcelona. 3
00 gr. de: materia ósea. estando a la espera del resultado.
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lOI -
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NORBERTO MESADO OLIVER Y JOAQU(N ANDRÉS BOSCH
2
1
o
Flg. 11.- 1'Argllagar. Situación del coi\Junto de inscuJturas.
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ao
Fig. lZ.- Plataforma l.
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NORBERTO MESADO OUVER Y JOAQU1N ANDW BOSCH
arranca de su lado O, cavidad que en la que desembocan en su perfil N dos cortos surcos, ambos
paralelos a otro mayor de 53 cm. de eje que termina dibujando una especie de "ojal". La piqueta
tiene una longitud total de 74 cm. por 35 de ancha y 8 cm. de honda. De su lateral E van a drenar
varios surcos, de perfiJ semicircular, erosionados, cuyo eje mayor alcanza los 118 cm., teniendo
en mitad de su recorrido un apéndice lateral derecho, de 33 cm. de longitud. y una balsilla rectangular con las esquinas redondeadas, de 23 x 20 cm. y una profundidad de JO cm .• siendo la
más honda de las cavidades (lám. XXVID). A su derecha, como podemos observar en la fig. 12
y lám. XXIX, otros surcos se personalizan por tener dos de ellos un nacimiento en "cayado" o en
"hoz" hacia la izquierda (motivo que también se ha interpretado como un "comiforme" (Royo y
Gómez, 1991 , pág.29 fig. 2, A) , con una poceta circular en su mitad el primero, existiendo entre
ambos el canal mejor labrado, con un recorrido de 125 cm., una sección en " U" de 6 cm. de ancho
y una profundidad de casi 3 cm .. surco que nace de una piqueta cuadrada, de 20 x 16 x 6 cm.
Otros canales, con un curso "laberintiforme", podemos ver en el lateral izquierdo de la plataforma, los cuales tiene nacimiento en la piqueta principal, de labra escuadrada, que recuerda la
que vimos en la cumbre del gran peñedo de "Los Cerradicos de la Masía de Casagranja",
Cantavieja (Mesado y Viciano, 1994, pág.252, fig. 18 -1). Estas cavidades de planos rectos, bien
trazados, hacen pensar en el encaste de alguna estructura o "mesa" de madera sobre las que
pudieron practicarse ritos cbamánicos, con posibles degüellos humanos.
ROCA U
A sólo 50 cm. de la plataforma precedente, existe el segundo conjunto de petrogUfos de
m. Se trata de una roca arenisca, amarillenta, de forma prismática, de 150
cm. de eje máximo, con una anchura media dé 60 cm. y un grosor de 35 cm. En su cara o perfil
E se aprecia una lámina ferruginosa que coincide con la que presenta la plataforma basal del yacimiento en el perímetro sobre la que hace asiento, por lo que la roca parece subida ex profeso del
propio linde de la terraza. La cara insculturada drena ahora hacia el O, iniciándose, también, con
una piqueta de 30 x 20 x 10 cm. labrada en su ángulo SE, de la que nacen dos canalillos que van
en busca de sendos entrantes naturales que t.iene la roca en su perímetro O. Otras cupulillas en
"constelación" quedan unidas por surcos que igualmente van a los regajos erosionados del perfil
O del ortostato (fig. 13 y lám. XXX)
1'Argilagar (fig. ll.
ROCAS ID YIV
En la recortada plataforma arenisca de la terraza, la cual delimita en este punto el yacimiento,
y a solo 2 m. al S de las insculturas precedentes, en el propio declive hacia el campo de labor y
junto a los restos de un refugio circular (fig. 11 , m y IV), veremos un frente de arenisca grisácea
procedentes de las fallas que va presentando el borde del paleosuelo de 1'Argitagar. Sus caras
aparecen erosionadas y atacadas por seculares mantos de lJquenes, dos de cuyas rocas, con una
separación de 11 5 cm., presentan sendos potroglifoides antropomórficos muy alterados por la
descomposición lítica superficial (6): uno en "phi", de 26 cm de altura (Roca IV) (fig. 14 y lám.
(6) Para la conservación de las insculturas O ym dado su escaso volumen. hemos propuesto su tras.lado a los muscos de Morel
.
la o al de la propia V
alhona.
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Fig. 13.- Roca
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n.
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Fig, 14.- Rocas m y IV.
XXXll), y el segundo en forma de una cruz de doble brazos, de 29 cm (Roca ill) (fig. 14 y lám.
XXXIU). Los paralelos más cercanos para el primer grabado lo tendríamos en la Mola Remigia
(Mesado y Viciano, 1994, fig. 13 no 2); para el segundo, en la Cova de les Bruixes y en el
Roquedal de los Cerradicos de la Masía de Casagranja (Ibídem, figs. 12 n° 5, y 19 n° 1). evidentes
ideogramas de la figura humana, Jos cuales cubren un macroterritorio peninsular que se expande
desde Andalucía hasta la vertiente francesa del Pirineo oriental, como podemos apreciar en el
yacimiento de "Roe de les Creus", Nobedes, puesto que ambas figuras aparecen sobre una misma
losa (Abelanet, 1990. pág. 23, fig. 9).
La representación en "phi'', también denominada "de brazos en asa", es el "mas reproducido
en número de cuantos motivos-tipo pueden dividirse las figuraciones humanas dentro del fenómeno esquemático" (Acosta, 1968, pág. 28), con gran incidencia en la pintura rupestre de Sierra
Morena, quedando el motivo cruciforme (nuestra losa IV) inscrito dentro de los "ramjformes" por
sus miembros superiores múltiples, "posible idea gráfica de poderío", con incidencia, igualmente,
en la mitad meridional española (Ibídem, págs. 124 y 216). No sería raro que ambas figuras, físicamente cercanas en sus representaciones, respondiesen a sexos diferentes: las formas en "phi",
por su ideograma circular partido, eqwvaldría al sexo femenino, mientras que los ramiformes
serían la representación del mascutino, pudiendo haber tenido en origen (cuanto menos las losas
de 1'Argilagar), la función de "estelas mortuorias". mientras que la Plataforma 1 y la Roca U
pudieron ser las piedras rituales o mesas sacrales sobre las que practicar los ritos chamánicos
(Jordán y López, 1995, pág. 253), pudiendo llegar al sacrificio de vidas humanas. Recordemos a
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los dos individuos del Monumento 1que fueron inhumados al unísono, prueba evidente de que por
lo menos uno fue sacrificado para acompañar a quien pudo haber fallecido de muerte natural.
Las insculturas vasculares de las plataformas de nuestro yacimiento, especialmente las rectangulares (siempre de mayor capacidad, dominantes topográficamente, y en las que suelen tener
nacimiento los canales), quedarán inmersas en el propio lenguaje esotérico del hacer de estas tierras norteñas, puesto que apenas las conocemos fuera de él. La técnica empleada en la confección de los grabados de 1'Argjlagar, como las de todo el conjunto de insculturas que hemos estudiado, fue la del piqueteado (más o menos compacto) de las superficies areniscas utilizando un
percutor de punta, completándose el trabajo, en especial para dar anchura a los surcos de drenaje
{que igual pueden ser de sección semicircular como en U), con un proceso abrasivo por lo que
los impactos de la percusión directa solo se aprecian, si lo hacen, en sus fondos, "motivos tradicionalmente identificados con verdaderas serpientes" (Diez, 1993, pág. 67), y, por ello, ''signo
creador de vida"; pero, a su vez, "portador de muerte" (Morales, 1986, pág. 302).
Por su propia singularidad Jos grabados de las Rocas rn y IV tendrían una cronología
Eneolftica, no pudiéndose modernizar más por el simple hecho de que nada semejante existe en
los innumerables pobladillos rupestres de la Edad del Bronce que conocemos (7), no ocurriendo
lo mismo con los motivos cupuliformes y canalillos, temas con una enorme profundidad cronológica puesto que igualmente podemos observarlos sobre las propias losas dolménicas, caso de
las existentes en 1'Alt EmpordA ("La Taula dels U adres" comporta 25 cazoletas en su mayorfa
unidas por surcos, y el dolmen del "Pia del Dijous" tiene una complicada red de diminutos cupuliformes intercomunicados (Casanovas, 1985, págs. 138/140), como encima de monumentos cristianos modernos (8), temas que tampoco hemos observado en la provincia de Castellón en yacimientos de la segunda mitad del no milenio a. C. Abelanet los observará, igualmente, sobre 15
cubiertas dolménicas del Pirineo Oriental (Abelanet, 1989).
Desde que por primera vez entramos en contacto con el Argjlagar del Mas de García. uno de
los problemas que se nos planteó fue el de si las insculturas y los monumentos funerarios eran coetáneos o no, puesto que bacinos y drenajes rupestres abundan en la Vega del MoU. En su inicio, por
el E, ya los observamos en la cumbre del poblado ibérico de La Serrn del Mas de Martf (Mesado
y Viciano, 1994, pág. 218), y junto al propio Argilagar, si rebasamos la menuda torrentera que deHmita el yacimiento por el NO, a unos 200 m., en la propia base del cerro, hallaremos un enonne
peñedo con cupuliformes y canales semejantes a los anteriores de La Serrn. También advertiremos
pequeftas piquetas si abandonando el Argilagar ascendemos por las laderas del Tossal de les
Roques de Garcfa, cavidades fáciles de encontrar en los bancos fracturados o rellanos de ladera de
las curvas de nivel. Por tal causa, no sabremos si el contexto arqueológico de nuestro yacimiento
es paralelo o no. Ahogarla por el primer supuesto el hecho de haberse recogido en el interior del
Monumento U las dos rocas con pocetas, aunque tampoco podemos asegurar que su función fue la
misma que la de las insculturas al aire libre, puesto que presentan una superficie irregular y no comportan señales de drenaje ni de desgaste, aunque ello pueda deberse a su propio ocultamiento; pero
ahogarla por una cronología paralela a la manifestación dolménica de 1'Argilagar, el hecho de que
en un elevado porcentaje de dólmenes peninsulares (también Mediterráneos), monumentos y cupu(7) Pese a dio. como ya dijimos. cncmos que la mayor 11131Úfestaci6n eulwal puesll de manifies1o por la 1
6:nica del repicado
sobre areniscas al am libre se produce duran~e el Rimo 1 (Mesado y Viciano. 1994. pjgs. 24S y 246).
(8) A la salida de Vi llbella (1" Alcalalen). en su bajada al "Pia··. edSie una eruz de támino que pre.w:nla sobre el ~lteO
gmdeño varias poc:etas con sus pertinen1cs canales de desagüe.
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liformes intercomunicados por surcos son una manifestación común que pudo tener relación con
un mundo de ultratumba ligado al sol y al agua (Áivarez, 1982).
CONCLUSIÓN
De todos es conocida la pluralidad del registro dolménico peninsular cuyas secuencias materiales abarcan desde el Neolítico Final hasta la romanización, hecho que evidencia el dilatado uso
que con el paso del tiempo dio el hombre a estas construcciones ciclópeas, nacidas como auténticos panteones familiares de clan, cuya cronología más amplia queda centrada en el horizonte
Eneolítico precampaniforme (Mujicka, 1992, pág. 19). En algunos puntos de este mapa dolm~
nko, caso del VaHe de Gorafe en Córdoba o el de Liébana en Cantabria (citados simplemente por
ser aéreas extremas), sus agrupaciones van " a responder a razones fundamentalmente económicas" (A. Diez, 1994, pág. 56), por ser valles idóneos para "el desarrollo del pastizal de diente",
medios orográficos que presentan unas estribaciones con una orientación predominante en sentido
E - O, hallándose sus megalitos dominando las valladas de Mediodía. Es lo que ha venido a denominarse "orientación tipo" (A. Diez, 1994, pág. 56), posiblemente fijada por su mayor insolación,
microclima que a v a incidir directamente en el pastizal y en la agricultura inicial de secano, lugares
óptimos para asentamientos humanos semejante a los del Argilagar del Mas de García.
En los estudios sobre el fenómeno dolménico se viene incidiendo en la propia pobreza de los
ajuares, que no los presentan un alto porcentaje, e incluso en la carencia de restos esqueléticos en
sus vasos inhumatorios o núcleos funerarios , hecho que tanto puede deberse a los robatorios
como a la descomposición de los propios depósitos. Al estudiarse los megalitos galaico-portugueses ya se apunta que es "secular y casi universal'' su violación (Fábregas, 1991 , pág. 226). y
al estudiarse el gerundense Dolmen del Doctor Pericot se anota que no registró ni un sólo fragmento de resto antropológico, hecho que sus excavadores atribuyen "a la constitución geológica
del terreno que consume los restos oseos" (Esteva y Tarrús, 1982, pág.49), monumento que sólo
tributaría, fuera de la cámara. un cuchillo de sílex, y en su interior un disco de cuarzo de "tipo
paleolftico". Pese a tales carencias los denominados "dólmenes, tumbas" son, en el contiguo
suelo aragonés, "el elemento (formal) más característico" (Beltrán-Liorís, 1985, pág. 43).
También comportaba "El Dolmen del Doctor Pericot", de planta poligonal, las consabidas
cuñas para asegurar la estabilidad de los ortostatos, siendo su uso plural en los megalitos gerundenses (Esteva y Tarrús, J982, pág. 48). 1 si recordamos este dolmen es por el hecho de tener, a
sólo 12 m., unas losas inclinadas, con cazoletas y canalillos intercomunicándolas, por lo que se
inscribe dentro del importante conjunto dolménico de Las Gabarras, aunque tenga los ortostados
hincados en la arcilla (como nuestro Monumento 1), mientras el resto de los gerundenses lo hacen
encastando las losas sobre regatas abiertas en la roca natural (Ibídem. pág. 5 1).
Posiblemente por violados, los monumentos de 1' Argilagar no han proporcionado ajuar,
aunque tampoco están excavados íntegramente con objeto de mantener " in situ", hasta su traslado, los ortostatos, pues hay que recordar que el Dtr. Esteve, en los apuntes que amablemente
nos ha enseñado de sus prospecciones en el Baix Ebre, encontraba -aunque no siempre- los
ajuares que acompañaban a las sepulturas, de cámara poligonal simple, colindando por el exterior con los propios vasos dolménicos, hecho que debemos i11terpretar como un ocultamiento claramente intencionado para que no fuese encontrado por fos violadores de tumbas, puesto que los
monumentos serían visualmente dominantes en los valles que los albergan (fig. 2).
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No considerarnos piezas de ajuar las areniscas con cazoletas del Monumento U, pues más
bien parecfan piedras de relleno. Fábregas, al estudiarlas, recuerda que solamente el dolmen de
Carvalhas Alvas tributó en el interior de la cámara una de estas piezas. habiéndose recogido el
resto: o bien en la superficie de los túmulos del NO peninsular (seis ejemplares), o entre las tierras de los inicios de los corredores (las dos piedras con cazoletas del Monte Pirleo 2), anotando
igualmente que pudiera tratarse de un simple material de relleno (Fábregas, 1991, pág. 206). No
disponiendo en la Península de otros paralelos cita los de diversos monumentos británicos, donde
también aquf las piedras con cazoletas suelen recogerse en los "cairns" o cfrculos externos, por
cuanto "es difícil plantearse la cronología de estos artefactos" (Ibídem, págs. 206 y 207).
Parece evidente que el megaUtismo constituyó una moda, que nacida en la costa Atlántica
(en la Bretaña Francesa las dataciones por el C- 14 la elevan alrededor del 4000 a. C. (9)) se
expande con fuerza por el resto de los Horizontes Culturales Europeos, impactando sobre el
mundo Eneolftico y alcanzando en la Cultura de Los Millares e12430 a.C. (Beltrán-Liorfs, 1987,
pág. 43), y, como ha sido dicho, sería "el resultado de un sistema de creencias y necesidades culturales" que, prácticamente, cubre Europa (Mujika, 1992, pág. 11 )
La Comunidad Valenciana venía distinguiéndose del resto peninsular por la carencia de
construcciones megalíticas, vacío que era atribuido a "una originalidad de la Prehlstória reciente
en nuestras tierras". suponiendo que el " fuerte substrato Neolítico impidió, o cuanto menos obstaculizó el desarroJJo que venfa produciéndose en otras áreas peninsulares" (Bemabeu 1988, pág.
41 ). Y es que las similitudes intrínsecas entre el mundo megalítico -en general- y el que se refl eja
en los enterramientos múltiples de los hipogeos valencianos durante el Eneolítico es el mismo
(Tarradell, 1965, pág. 57). Ello parece cierto para un momento tan avanzado, pero estamos convencidos de que el megalitismo reflejado en el Argilagar de Morella entronca mucho mejor. ya
lo hemos comentado, con ese horizonte Neolítico detectado por el Dr. Esteve Gálvez en el Baix
Ebre, con enterramientos similares al de nuestro Monumento l (de cámara poligonal simple),
entre cuyo ajuar, también escaso, destaca un vaso globular -hoy en su colección particular- que
presenta como única decoración moldurada, en los arranques de sus acintadas asillas, "bigotis".
De tales trabajos, que permanecen inéditos, aunque terminan de cederse para su revisión y publicación al Servicio Arqueológico del Museo de Amposta, se conoce el haJJazgo del Pla
d 'Empurics, Arnposta-Tarragona. En él, junto a tres losas verticales cuyas dimensiones "oscilan
entre 68 y 55 cm. de ancho y 52 y 70 de alto'', hincadas poligonalmentc, fueron detectados "despojos humanos. muy alterados y meteorizados". Tal era su descomposición que no se pudo
"deducir con absoluta claridad la exacta posición del cadáver''. Su ajuar lo componía un collar,
encontrado "in situ", formado por 33 piezas discoidales de pizarra y 18 de calaira, más "un vaso
cerámico ovoide, con alto cuello cilíndrico, que en su tercio superior lleva a modo de asas dos
pequeños tetones perforados en sentido vertical", sepultura megalítica que el Dtr. Esteve sitúa
alrededor del 3000 a. d. C. (Esteve-Gálvez, 1952, págs. 18 y 19), cuyos paralelos han sido recientemente señalados en la Necrópolis de la Mina de Vallfera (Mequinenza, Zaragoza), correspondiente al "neolítico medio-fmal'', con dos sepulcros de inhumación con cámaras de aspecto circular (sepultura 1) y poligonal simple (sepulLUra 2), "formadas por grandes losas calizas delimi(9) Tambiin ha.brunos de tc:nc:.r pre5tnte las datociooes radiocarbónicas obtenidas en monumentos de la rase antigua. con cáma.r
as poUgonales simples. del NO pe.ninsul:u' (As Rolas. Chan da Cruz o PeiUI Mosqueiru). en tomo al G
llimo tercio dcl lv- milenio a C.
(F4bregas. 1991 . p4g.2S8). c.ronología que crttmos válida. cuanto menos. para nuestro Monumento l.
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tando espacios de 2 m. de diámetro" (Beltrán-Lloris, 1985, pág. 37). El sepulcro 2 posefa una
inhumación doble (adulto y niño) con un ajuar compuesto por cuentas de "dentalium" y discoideas de "cardium", brazaletes de pecten, hachas líticas y materiales cerámicos (Beltrán-Lloris,
1985, pág. 37; Royo, 1986, pág. 21 y SS.).
También en Aragón se incide en la "extrema pobreza" de los ajuares que comportan los conjuntos dolménicos (Beltrán, 1985, pág. 48), y cuando se enumeran los restos antropológicos tan
sólo son listados los de "Piedra Vasar" (varios huesos y un diente), "Cueva de Tella" (fragmentos
de cráneo), y "restos" de tres individuos en "La Caseta de la Bruja" (Ibídem, pág. 49). También
en el importante conjunto de "Les Gabarres" se comprobó "la ausencia casi absoluta (de restos
antropológicos) pues solamente encontramos dos fragmentos minúsculos en el sepulcro n° 25.
Incluso las piezas dentarias que tanta resistencia ofrecen a la descomposición. han desaparecido"
(Esteva, 1965, pág. 12). Tal pobreza se viene atribuyendo a poblaciones pastoriles "de hábitos
ciertamente sencillos" (lbfdem, pág. 49), sencillez que contrasta con la monumentalidad de sus
panteones. No va a ocurrir Jo mismo en la región de Gorafe (Granada). en donde excavados 198
dólmenes se registraron restos de 224 individuos. hecho que pudiera deberse a una clara
influencia de Los Millares (Garcfa, 1959, pág. 108). Para este último investigador. la falta de
ajuar, unido al tipo sencillo de los monumentos (el de planta poligonal sin corredor), se debería
a un "cierto grado de arcaísmo" (Ibídem, pág. 107).
Por novedoso, llamamos la atención del bacioo moldeado en el subsuelo del Monumento l,
cuyo fondo máximo estaba desplazado hacia la losa 0° l . Ignoramos cual sería su fin, aunque
pudiéramos pensar en un receptáculo que pudo servir para facilitar a la pareja inhumada el tránsito de esta vida hacia una prolongación telúrica subterránea; o en un simple drenaje de las humedades de la cámara funeraria, hacia el exterior. Nada parecido hemos encontrado en la extensa
bibliografía sobre excavaciones dolménicas a no ser que pueda tener paralelos rituales con
algunos bacioos labrados en la roca de los fondos dolménicos, caso del encontrado en el dolmen
de Canet d 'Adrí o de la Mota {Esteva, 1985, pág. 95).
En Castellón pudiera darse un hecho ya observado en el Alto Aragón, en donde se presentan
dos áreas claramente delimitadas: una en el prepirineo ribagorzano con cotas inferiores a los setecientos metros en donde se dan las coosuucciones megalíticas de mayor tamaño; y otra en el foco
pirenaico, alrededor de los mil m.s.n.m., en donde se concentran las construcciones megalíticas
menores (Beltrán, 1985, pág. 45). En la zona Norte de nuestra Comunidad, ocurre algo similar,
pues mientras en 1'Argilagar, con cotas de unos mil metros, tales monumentos son de "cariz
menor'', en Almenara (La Plana Baixa) , a escasos kilómetros del Mediterráneo, el conjunto de
bloques pétreos organizados que tenemos en estudio es de "cariz mayor". Tal distinción pudiera
ser aquf casual, puesto que el grupo dolménico de Amposta, con cotas similares a las de
Almenara, presenta unas consuucciones semejantes a las del Argilagar. Tampoco habríamos de
olvidar el menhir oculado ( denominado popularmente La Pedra de Santa Anna), de Vilafamés
(La Plana Alta), hoy en el "Museo del Vino" de esta población (Mesado y Viciano, 1994, pág.
212, fig. 9 n° 1), cuyo primigenio emplazamiento habríamos de rastrear por si en sus aledaños
existen otros restos megalíticos. Son, pues, tres los puntos (Morella, Almenara y posiblemente
Vilafames) que se adentran hacia el corazón valenciano, en donde habríamos de prospectar
enclaves geográficos similares en busca de estas novedosas ' aquf, construcciones dolménicas,
siempre emplazadas por áreas geográficas pródigas en recursos agricologanaderos, puntos de
seculares vfas de comunicación y de transhumancia. En este sentido tendremos que recordar la
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cista megalftica de "L'Aixebe", en término del municipio de Sagunto, donde en 1956, aJ roturar
un campo de algarrobos, a un metro de profundidad, se encontró una "fosa formada por cinco
irregulares Josas de rodeno, dos de elJas, de 1,70 m. de largo por 1 metro de ancho, que junto con
otras dos de 1,30 por 1 metro. formaban los lados de la sepultura, de traza rectangular, y la quinta
losa, partida en dos porciones irregulares, tapaba la fosa". Su interior contenía un par de esqueletos superpuestos, encogidos, poseyendo como ajuar cuatro hachas de piedra pulida (Hemández,
1956, pág. 18).
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LA NECRÓPOUS MEGAÚI1CA DE L' ARGILAGAR DEL MAS DE GARCfA
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ANEXO l. ESTUDIO HISTOLóGICO DE LOS ESQUELETOS PROCEDENTES
DE LA CÁMARA N• l DEL "ARGILAGAR DEL MAS DE GARCÍA",
por Lufs VTE. TAMARIT MONTESINOS*
Diferentes muestras de los huesos largos de los esqueletos marcados NE y SO fueron descalcificadas con ácidos minerales diluidos (nítrico y clorhídrico), neutralizadas e incluidas en
parafina, previo procesamiento con un aparato automático VIP 2000 de Bayer.
Los cortes efectuados a 5 Mu fueron teñidos con Hematoxilina-Eosina, tricrómico de
Masson, técnicas de plata (reticulioa y meteoamina) y azul directo, variante Picrosirius de
Junqueira (l) para luz polarizada. Los resultados se exponen a continuación.
Histológicamente, a juzgar por la buena lamelación del tejido óseo compacto y de las líneas
de cementación observadas no se objetivan lesiones ante-mortero en las muestras analizadas. Las
osteonas, salvando los artefactos producidos por la degradación post-mortem (diagenesis) muestran una estructuración dentro de límites normales. También se aprecia perfectamente la lamelación del tejido óseo compacto en las fotos con luz polarizada (fig. 9 y JO) espacialmente, así
como en la tinción de plata-metenamina (fig. 9). Las llamadas líneas de cementación, más o
menos rectilíneas o con ligeras muescas, indican que el proceso de remodelación ósea por las
Unidades Básicas Multicelulares (BMU) (2) es normal. En las tinciones de Hematoxilina-Eosina
se ven en imagen positiva (fig. 2 y 3), mientras que en las tinciones de plata en imagen negativa
(fig. 5, 7 y JO).
Los cambios post-mortero son los más importantes encontrados en los huesos estudiados.
Las diferencias observadas en las muestras NE y SO son más bien de grado, ya que los huesos
NE muestran una mayor degradación o desintegración por los efectos de los agentes externos
(fenómenos de tunelizacióo fúngica osteoclásica, recristalización, etc.), en los que intervienen
también factores tales como la acidez del suelo o condiciones del terreno (vegetación, etc.), factores mediambientales (humedad, temperatura, etc.). Todos ellos importantes en el proceso de
recristalización y fosilización del tejido óseo.
El proceso de diagenesis puede afectar tanto a la materia orgánica (fermentación de aminoazúcares por hongos y bacterias, tunelización fúngica osteoclásica), como a la materia mineral
("cristalización-recristalización", "cracking").
El "cracking" (3) no es más que el resultado de la degradación química del hueso debido a
la neofonnación de cristales de fosfato cálcico y/o pirofosfato como consecuencia de la hidrólisis
ácida inicial de la hidroxiapatita y la recristalización por intercambio de iones fosfato con iones
ferroso-férricos para formar cristales de fosfato férrico hidratado (Fe3 [HP04] x8 H20 ), Llamados
• Deparwneoto de Aoatomla Patológica. Hospital La Fe de V
aleocia.
(1 ) L C.U. JUNQUEIRA: ''Diffcn:ntial bistoJogic diagnosis o( osteoid. A study of buman ostcosan:oma coUqeo by lbe
bistocbemical picrosirius polariz.atioo method~. J. Palbol. 148: 189-196, 1986.
(2) P. BALDET. C. MARCELU y G. LÓPEZ: ~Le coocepc de Remodelage Ossewt". En L TEOT. J. VIDAL y J. OOSSA
(eds.): Le 1Wue Osseux. Sauramps Mcdlcal. Mompellicr. 1989. pp. 62-64.
(3) G. GRUPE y U. DRESSES·WER.R.INGLOER: "Decomposiúoo Pbeoomeoa in tbin sectioos of excavatcd human booes".
En G. GRUPE y A.N. OARLAND (eds.): Histology of ancitnt human bones: methods and dia1nosis. Springer· V
crlaa. Berlín. 1993.
pp. 27-36.
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NORBERTO MESADO OUVER Y JOAQUfN ANDRÉS BOSCH
cristaJes de "vivianita", fenómeno que suele acompañar al del "cracking". Es este un proceso de
diagenesis químico, pero también se asocian procesos ffsico-químicos tales como la formación
de los llamados "compuestos de inclusión" que no es más que un intercambio no iónico de cristales de minerales del suelo que se encajan mutuamente entre sí y con los que quedan en el tejido
óseo aprovechando los huecos que previamente ocupaban los de la hidroxiapatita hidrolizada.
Estos fenómenos de "recristaJización" tanto iónicos como no iónicos son muy importantes
en el proceso de fosilización del tej ido óseo, que lógicamente depende del tiempo, además de los
factores mencionados.
En los cortes his tológicos la ''recristalización" se ve bien especialmente en la superficie cortical, que está en contacto directo con el medio ambiente (fig. 2, 6 y 12).
En resumen, los huesos NE (fig. 1 a 9) muestran una mayor activ idad diagenética organornineral que los SO, sobre todo por hidrólisis ácida debida a la acción fungo-bacteriana, mientras
que los SO no presentan cristales de pirofosfato en tanta cantidad, aunque sí fenómenos de "cracking" por interacción química con iones ferroso-férricos y consiguiente formación de cristales de
" vivianita".
Los fenómenos reparativos de recristaJización bao sido más efectivos en los huesos SO (fig.
lO a 13), quizás por el mayor drenaje de zonas húmedas y ácidas del propio lecho donde yacían
los huesos. Lo que ha permitido que éstos conservaran un menor grado de humedad y, por tanto,
de acidez.
La estructura histológica y biológica ante-mortero, a j uzgar por el patrón estructural de los
sistemas de Havers y de la remodelación básica multice1ular (BMU) está dentro de límites normales en ambos huesos NE y SO.
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LA NECRÓPOLIS MEGAUTICA DE L'ARGILAGAR DEL MAS DE GARCfA
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2
3
5
6
Fig. J•• Ártb de desmmcrlllt/actón de la hidroxtapaull por hidrólisis
ácida fungo.bactcrinna alrededor de los cooduc:tO> de Jla,crs coa la const·
gutcnrc rccn>tthzxión de kx fO
Fig. 2 ) J .. lmá¡cnc Mmtlares a la fig. l. En la fig. 3 se 'en la.> hncu
de ttmcntaeión tcillda> postti\·amcnte coa H-E cnue dos canalc~ va\CUl~
Fig. ~-· Tunehu.ctón fúngica ostcoclá>ic.a y áreas de rardacctón 6>ea
por ptrdid3 de matcna Ol'piiO-mineral. La franJa central se ha rono;ervado en
mejor ~lado (Tricrómiro de Masson.)
Fi¡¡. S.· Mtcrocavitattón mcfactiva que reme degradación organo-mincrol rontemcndo probablemente "compuestos de inclu·
sión" cristalinos. Una 1 de cetncntación atraviesa a lo l11rg0 de unatrabkula
Cnc3
Piata·mctcnanuna).
dtl hueso compacto. C\idcnciada en lindón negatt\a C
Fig. 6 y 7.• lm;i¡enc\ ~imitares a las figuras 1, 2 ) 3. 1 bien con unciones diferente>· la fi¡. 6 ron plata-metenamina. y la fig. 7 con tinción de
plata para rettcuhna En t-.1.1 se 'en algunas lineas de ccmcntactón
7
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'ORBERTO MESADO OLJVER Y JOAQUI
8
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ANDRÉS BOSCH
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Pig. 8 y 9.- TeJocJo c\,co comp•octo noo>tnndo rnrefacción org~no-nuneral por tunclización fúngo~a O\teocl•hoca ahcmando con
10nru. cJen.a~. opacas a la lul polanLllda que repre,~ntan producto\ de recri\lnhucoón.
fig. 1O Tuoelo7acoon fúngoca 0\te
.·
centro un canal ,.a~ular ei"O'oonado por doagene~os O<"gano-maneral. Una linea eJe ccmentacoón ;epara la onterfa\C de rcmodelacoón trab«ular.
fig. 11.· "Cracl..ing") fi\Ur;Aeoón dellejodo óseo por fonnacoón de cmtalc' de vovoanJta.
fig. U.- Doagcne\is moneral con recnstal11acaón. procc>O cJe:.cnto en la log. 1
Pig. 13.- ~hcrocavicación rarcl~cuva. >imilar al de la fig. 5. Junto a fenómeno' eJe recriscalozac•ón. Un pequei\o trn)eclo eJe la
>Uperficoc exccma muc,cr:\ un frence eJe cJe,mmcralización por la ero\IÓil moneralo-diagenétJca.
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ANEXO O. RELACIÓN DE LAS PIEZAS DENTALES PROCEDENTES
DEL ESQUELETO S.O. DE LA CÁMARA N'" 1 DEL "ARGILAGAR DEL MAS
DE GARCÍA", por J. Feo. BAU.ESTER
Procedente de las excavaciones efectuadas por el Departamento de Arqueología del Museu
Arqueologic Comarcal de la Plana Baixa, en el "Monumento 1 del Argilagar del Mas de García de
"
Morella, se nos entregan, para su simple cataJogación, 18 piezas dentales, distribuidas como sigue:
- Un incisivo central superior derecho (11), con ausencia de caries y abrasión Tipo m.
- Un incisivo lateral superior derecho ( 12), con ausencia de caries y abrasión Tipo m.
- Un canino inferior izquierdo (43), con ausencia de caries y abrasión Tipo m.
- Un canino superior derecho (13), con ausencia de caries y abrasión Tipo m.
-Cinco premolares, con ausencia de caries y abrasión Tipo U.
- Nueve molares, cuatro superiores y cinco inferiores. El único molar íntegro es el 18, por lo
que hay que suponer que nunca erupcionó, por cuanto tendríamos dos hipótesis: que pudiera tratarse
de un cordal incluido, o que el individuo inhumado aquí murió antes de Jos 20 años. En los tres
molares superiores hay ausencia de caries, presentando una abrasión del Tipo 1; en los cinco inferiores ocurre Jo mismo, aunque la abrasión es del Tipo U, según la clasificación de Herd y Péóer.
En líneas generales todas L piezas presentan un proceso erosivo post-mortem muy maras
cado, habiendo perdido el esmalte coronario y el cemento de la dentina radicular. Tanto coronas
como raíces. a simple vista, aparecen con alteraciones morfol6gicac; producidas por múltiples
corredores laberínticos colmatados por concreciones térreas, efecto de la abrasión erosiva debida,
posiblemente, a la falta de una cubierta en esta arquitectura de cariz dolménico, por cuanto Jos
esqueletos de sus dos inhumados han perdido grandes zonas óseas.
Otros datos a destacar son el uniforme desgaste oclusal de las piezas, indicativo de una masticación correcta aunque rica en silicatos, dieta propia de un horizonte Neolítico que ha incorporado masivamente las gramíneas molturadas en molinos cuyo desgaste introduce arena en la
harina integral resultante; y que ninguna de las 18 piezas presentan patologías, estando libres de
caries, tanto éstas como las piezas del cráneo del individuo contiguo, hecho que pudiera deberse
a una dieta muy baja en azúcares elaborados.
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NORBERTO MESAOO OUVBR Y JOAQUÍN ANDRÉS BOSCH
ANNEX m DATACIÓ RADIOCARBÜNICA D'OSSOS HUMANS DEL DOLMEN
1 DE L' ARGILAGAR DEL MAS DE GARCIA, per JoAN S. MESTRES 1TORRES*
Arnb la fmalítat de procedir a la seva dataci6, el Laboratori de Dataci6 per Radiocarboni de
la Universitat de Barcelona ha rebut del senyor Norberto Mesado Oliver del Museu Arqueologic
de la Plana Baixa una mostra de material ossi d'origen huma provinent del jaciment aoomeoat
L'Argilagar del Mas de Garcia situat a MoreiJa (Els Ports).
l. OBJECfE DE LA DATACIÓ 1 DESCRIPCIÓ DEL MATERIAL REBUT
El material ossi datat prové de la cambra sepulcral ocupada per les restes de dos individus
del Dolmen l. Per l'estructura del dolmen i el material Htíc trobat en el context arqueologic,
aquestes pot atribuir a finals del Neolftíc. L'objecte de la dataci6 per radio-carboni és dones datar
aquest moment cronocultural alhora que el megalitisme al nord del País Valencia.
El material va arribar en dues porcions corresponents a sengles trameses, de 297 i 295 g, i
estava constitu"it per fragments d' ossos de longirud inferior als 15 cm coberts d' una fina capa de
terra fortament adherida a la seva superficie.
l. TRACI'AMENT DEL MATERIAL
Els materials objecte de dataci6 se sotmeten a un tractament que té per fmalitat eliminar els
components aliens a la seva propia oaturalesa i la contaminaci6 procedent de !'exterior causada
per compostos químics d 'edat no definida i conservar, ambla major integritat possible, els coostítuents representatíus de l' edat del material datat En el cas del material ossi, at~ que el col·lagen
no és susceptible de bescanvi de carboni amb el medi exterior, és un constituent que compleix
aqueUs requisits. En consequencia. la finalitat del tractaroent químic del material ossi és l'extracci6 del col·lagen i la seva recuperaci6 amb un grau de puresa tan elevat com sigui possible. En
tractar la primera porci6 del material presentes va observar que el contingut de col·lagen era molt
baix i per aquest motiu es va intentar també la dataci6 d'altres fraccions del material ossi: els carbonats i la mat~ria orghnica no proteica. Tot i reconeixent el risc que aquestes fraccions estiguessin
contaminades i que la contarnioaci6 no es pogués eliminar, es va intentar la seva dataci6 per tenir
dates altematives en cas d'impossibilitat de l' tís del col·lagen per la seva escassetat o bé per
refo~ar el valor de la data obtinguda del coJ.lagen en cas d 'obtenir un resultat poc precís.
Els fragments d ' ossos es van raspallar superficialrnent amb un raspall metAl·lic per eliminar
la pAtina adherida a la seva superficie i els fragments es van fracturar per tal de detectar la possible pre~ncia de terra, arrels o altres elements estranys en el seu interior. El material net procedent de cadascuna de les porcions, amb un pes de 289 i 277 g, es va moldre a una granulometria
inferior a 250 mm. El material molt procedent de la primera porci6 es va tractar amb acid clor-
• l.aboratori de Dat~eió per Radioc:arboni. Universitat de BU'Cdona.
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LA NECRÓPOU S MEGALfTICA DEL' ARGD.AGAR DEL MAS DE GARCfA
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hfdric 2M per tal d'elimioar la fracció mineral i els possibles carbonats procedeots de la circulació d'aigUes. El residu insoluble, constituit majoriWiament per col·lagen, la resta de mat~ria
orgW1ica i les perites restes de terra que poguessin romaodre a la trama trabecular de les epífisis,
es va tractar arnb solució reguladora a pH 3 a 90 OC duraot 18 hores amb la fmalitat de produir
la hidr~lisi del coHageo a gelatina i aconseguir així la seva dissolució. Finalment, evaporaot la
solució resultant de la hidrolisi es va obtenir un residu constitu'it per gelatina. apte pera la datació.
La quantitat de gelatina recuperada va ser de 3,1 g que representa un rendiment de només un 1%.
Davant del baix rendiment en gelatina, es va reservar també per a la datació el residu insoluble
de la hidrolisi del col·lagen a gelatina que conté la mat~ria orglnica no proteica.
El material molt proceden! de la segona porció es va utilitzar també pera la datació de la fracció
carbonat per a la qual cosa es va atacar en un reciote tancat i previarnent evacuat amb ~cid fosfOric
2M i es va recollir el dioxid de carboni resultaot de la descomposició dels carbonats. El residu de
l'atac arnb ~cid fosfbric es va rentar fins a la neutralitat i seguint el mateix procediment descrit pera
la primera fracció es va extreure el col·lagen i es va reservar el residu de la seva hidrolisi.
3. PREPARACIÓ DE LA MESURA RADIOMETRICA. SfNTESI DEL BENzE
At~ que
la mesura del contingut de radiocarboni no és possible efectuar-la directament sobre
les fraccions de l'os previarnent separades, aquestes es transformen en un compost químic adequat
que permeti dur a terme la mesura de l'activitat per escintil·lació líquida. A continuació es descriu
el procediment químic que condueix a la prepara-ció d'aquest compost quírnic: el benze.
Els respectius residus de mat~ria organica resultants de l'extracció del coJ.lagen i els de gelatina resultants de l'evaporació de la solució resultant de la hidrolisi del col·la-gen procedents de
cadascuna de les porcions es van reunir i es van cremar en tub de combustió sota corrent d'oxigen. El dioxid de carboni resultant de la descomposició deis carbonats i el dioxid de carboni
resultant de les combustions, convenientment puriñcat i sec, es va deixar un mes en espera
perqu~ es produfs el decaünent radioactiu del 222Rn que el pogués acompanyar. Traoscorregut
aquest temps, es va mesurar l'abundlncia isotopica del 13C del material per espectrometria de
masses en una petita mostra de diO-xid de carboni. Posteriorment, el dioxid de carboni restant es
va reduir arnb liti metal·lic a carbur de liti, aquest es va hidrolitzar a acetil~ arnb aigua de baix
contingut de triti i, finalment, l 'acetil~ es va trimeritzar catalfticament a benze.
4. MESURES RADIOMETRIQUES
La mesura del contingut de radiocarboni present en el benze producte de les sfntesis descrites
es realitza mitjan~t una t~ nica radiom~trica. l'escintil·lació lfquida. Per tal de mesurar l'activitat del benze es prepara la solució de mesura, pesant-ne 5,00 ml que s'afegeixen a vials de vidre
de baix contingut en potassi juntameot amb les quantitats adequades deis escintil·ladors Bu-PBD
i Bis-MSB en forma solida. previament pesades. Si la quantitat de benre obtinguda de la síntesi
és insuficieot, el benze producte de la síntesi es dilueix gravim~tricament amb benz~ inactiu grau
a
Reactiu Analftic fins a 5,3 mi i amb aquesta meseta bom prepara la solució per a L mesura de
l'activitat de la manera explicada previameot
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NORBERTO MESADO OLlVER Y JOAQllfN ANDRés BOSCH
Com a substancia patró pera la mesura de I' activitat inicial s'utilitza Acid Oxalic 11, subministrat pel Nationallnstitute of Standards and Tecbnology (USA), el qual s' oxjda a dioxjd de carboni amb solució de permanganat pothsic i posteriorment es transforma en benze de manera
id~ntica a la de les mostres (1 ). La preparació de la solució pera la mesura de l'activitat inicial
es duu a terme també de manera id~ntica a la de les mostres.
El valor del fons associat a cada vial es determina a través de la mesura de dos blancs de
referencia preparats de manera id~ntica a La de les mostres pero utilitzant benze inactiu per a la
solució de mesura.
Les mostres, dos patrons d'activitat inicial i els dos blancs de referencia pera la mesura del
fons es compten durant un temps mínim de 36 bores cadascun, dividides en intervals de 40
minuts en un comptador de centeU
eig líquid LKB-Wallac 1217 Rackbeta. L'efici~ncia de la
mesura es determina per a cada interval a través d ' una corba de cali-bratge de l ' efici~ncia en
funció de l' extinció, pr~viament establerta amb patrons d ' activitat similars a les mostres i preparats al mateix laboratori ( 1).
S. RESULTATS 1 DISCUSSlÓ DE LA MESURA RADIOMETRICA
Els resultats de la mesura de )'abundancia isotopica del 1JC (d13C) i els resultats del compte
i La mesura de la radioactivitat, juntament amb la seva incertesa expressada en forma d' una
vegada la desviació típica (1), pera cadascuoa de les fraccions es presenten a la Taula l. Tot i que
els valors de l'abundancia isotopica del 1lC sóo normals pera les fraccions carbonat i col·lagen
(2), l'activitat del radiocarboni en aquesta fracció és més gran que en les altres dues fraccions.
Aixo demostra 1' exist~ncia de bescanvi isotopic entre els ions carbonat de 1' os i els del medi exterior dissolts en les aigUes d ' acord ambles apre-ciacions fetes en !' informe de l'estudi bistologic
(3) i també la presencia de ma~ria orgaruca més jove adquirida a través de processos post-deposicionals. Aquests fets inhabiliten les fraccions no proteiques pera la datació i aquesta s'bawi de
basar exclusivament en el resultat de l' anllisi del coJ.lagen.
TAULAI
(J)
'llwde
IIIOitra(1), AaN
(L)
'llwde
de compCe
oormalltuda
delbem
oormalltzada
ddbenU
petnS(l), AoN
(~)
(cpm/J)
(cpm/J)
Foas
Quaatltat
debma
mesurada
(cpm)
(cpm)
(cpm)
decompte
Carbonat
·1
0.59 3.6359
25.43 tO,II 2.956t0.046 22.48 t 0.12
72.899 t0.01
2
8.23St0,1)13
1
0.862t0,1)19
Col·la¡eo
·21.17 1
.6247
10,270t0.068 3.020t0.046 7,2Sito.083
72.9032t0,0053 6,074t0.069
1
0.862t0,1)19
Malma
·23.40 O.Sl383
S,81StO,OSI 2.934t0.046 2.880t0.069
72.901St0.0074 7,66 t0,18
1
0.862t0,1)19
cqinica
no proteica
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LA NECRÓPOUS MEGAÚTICA DE L'ARGlLAGAR DEL MAS DE GARC{A
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El catcuJ de l'edat radiocarbOnica es basa en els resuJtats experimentaJs mostrats en aquesta
taula i respon a l'equació següent:
R = (TI/2 nn2) X ln (AoN IAsN)
L'aplicació d'aquesta equació als resultats de la mesura radiom~trica de la fracció col·lagen
permet calcular la data radiocarbOnica. EJ resuJtat de la datació (6) i el codi del resuJtat, assignat
pel Laboratori, es el següent:
Ossos humans
procedents del Dolmen 1
UBAR-520
4670 ± 100 BP
Els presents resultats només donen fe de les mostres rebudes.
6. CALmRATGE DE LES DATES RADIOCARBQNIQUES
La datació per radiocarboni es basa en una hipetesi fonamental que és la suposició que
el contingut especffic de radiocarboni presenten els materials susceptibles de datació s'ha mantingut constant en el rranscurs del temps. Com que aquesta hipetesi no és totaJment exacta. sinó
que hi ha hagut fluctuacions d'aquest contingut, les edats calculades sobre la base d'aquesta hipOtesi tenen un carncter convencional, ja que presenten desviacions respecte les edats expressades
en la escala cronologica solar i defineixen l'anomenada escala cronolbgica radiocarbOnica.
Mesurant l'edat radiocarbOnica d'anells d'arbres d'edat coneguda a través de la dendrocronologia, s'han establert unes corbes, que actualment abasten els darrers 11.390 anys, que relacionen
l'edat radiocarbOnica convencional amb l'edat expressada en !'escala cronolbgica solar. Aquestes
corbes, anomenades corbes de calibratge, no són monbtones i no estableixen una relació biunívoca entre !'escala cronolbgica radiocarbOnica i !'escala cronolbgica solar, sinó que a cada data
radiocarbOnica pot correspondre més d' una data solar.
A causa del caracter no lineal i de la complexitat de la corba de calibratge, la distribució
de probabilitat de la veritable data calibrada a l'entom de la data calibrada experimental no és
normal, com és el cas de la distribució de probabilitat de la veritable data radiocarbOnica a l'entom de la data radiocarbbnica experimental. La distribució de probabilitat de la veritable data
calibrada és una distribució de probabilitat asim~trica i complexa que pot presentar distintes
modes a l'entom de les quals es defineixen un o diversos intervals de probabilitat, la suma deis
quals és igual a una probabilitat del68,3% o bé del95,4%. S'escullen aquests valors per analogia
amb la distribució de probabilitat de la data radiocarbOnica i corresponen a la probabilitat que la
veritable data radiocar-bbnica caigui en un interval de temps que centrat en la data radiocarbOnica experimental tingui una amplada equivalent a una o dues vegades la desviació típica, respectivament (4).
La Taula ll mostra els resultats del calibratge (7) aplicat a la data radiocarbOnica present,
essent el significat de les columnes el que s' indica a continuació:
Columna A:
Codi de la data radiocarbOnica assignat pel Laboratori.
-121-
[page-n-122]
122
NORBERTO MESADO OUVER Y JOAQUfN ANDRÉS BOSCH
Columna B:
Data radiocarbOnica amb la seva incertesa expressada com la desviació
típica.
Columna C:
Dates caJibrades experimentals corresponents a les interseccions de la data
radiocarlxmica experimental amb la corba de caJibratge (5). Corresponen
a les modes maximes de la distribució de probabiJitat de la data calibrada.
Columnes O i E:
lntervals de la data calibrada centrats en les modes de la distribució de probabilitat correspooents a una probabilitat total del 68,3% i probabiUtat
associada a cada interval, respectivament.
Columnes F i G:
lntervals de la data calibrada centrats en les modes de la distribució de probabilitat corresponents a una probabilitat total del 95,4% i probabilitat
associada a cada interval, respectivament.
TAULAD
Callbntge de la dahl ndiocarbl>nka
A
UBAR-520
B
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D
E
F
G
4670J:IOO BP
cal BC 3496
cal BC 3462
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cal BC 3625-3565
cal BC 3540-3340
1
2,3%
56.0%
cal BC 3645-3260
caiBC 3245·3100
81.1%
14.3%
La Figura 1 presenta una porció de la corba de calibratge que iJ.lustra el chlcul de la data
calibrada experimental coro la intersecció de la data radiocarbOnica amb la corba i mostra la seva
forma en aquesta regió particular. La Figura 2 mostra la corba de probabilitat acumulada que
permet calcular la probabilitat que la veritable data calibrada es trobi en un interval de temps com
la diferencia entre les ordenades corresponents a l'extrem de l'interval. Finalment, la Figura 3
mostra la distribució de probabilitat de la veritable data calibrada, que perrnet apreciar els intervals amb més alta probabilitat i els intervals indicats a les columnes O i F de la Taula 11.
El Laboratori de Datació desitja recordar que a causa de la seva mateixa naturale-sa, el metode
de datació per radiocarboni data la formació deis materials arqueologics i no els esdeveniments
arqueologics en que participen aquests materials. En el cas de la datació d ' ossos, la data mesurada es refereix al moment de la rnort de l' individu d' on procedeixen els ossos, pero no es refereix a la deposició d'aquests en el nivell arqueolO-gic que es pretén datar.
Barcelona, 15 de febrer de 1999.
- 122 -
[page-n-123]
123
LA NECRÓPOLIS MEGAÚI1CA DEL' ARGILAGAR DEL MAS DE GARdA
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f1a. 2.- Cort. de probabilitat IICUJDulada de .. veritable data calibrada.
-123 -
2700
[page-n-124]
NORBERTO MESADO OLIVER Y JOAQU(N ANDR~ BOSCH
124
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2800
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Fl¡. 3.- Distribud6 de probabffitat deis valon verttables de la data calibrada.
NOTES 1 REFERENCIES
1) MESTRES, J.S.; J.F. GARclA 1 G. RAURET, 1991 : 'The Radiocarbon Laboratory at the
Uruversity of Barcelona". Radiocarbon 31( 1), p. 23-34.
2) STUlVER, M. 1 H. POLACH, 1977: "Reporting of 14c Data". Radiocarbon 19(3), p. 358
3) TAMARIT, L.V., 1998: "Estudio Histológico de los esqueletos del Dolmen de MoreiJa".
Hospital Uruversitari "La Fe", Servei Valencia de la Salut. Val~ncia.
4 ) STUlVER, M. 1 P.J. RBIMER, 1993: "Extended 14C Data Base and revised CALm 3.0 ·~ Age
Calibration Program". Radiocarbon 35(1), p. 215-230
5) STUIVER, M. 1 G.W. PEARSON, 1993: "High-Precision Bidecadal Calibration of the
Radiocarbon Time Scale AD, 195-500 se and 2500-6000 se". Radiocarbon 35(1), pp. 1-23.
6) BP (before present): S'utilitza per representar una data expressada en l'escala cronologica
radiocarbOnica que pren coma origen l'any 1950 OC. Sempre s'acompanya de la seva incertesa expressada com la desviació típica corresponent al conjunt de les mesures radiometriques.
7) cal BC (before Christ): S'utilitza per representar una data calibrada procedent d'una data
radiocarbOnica, expressada en anys abans de Crist.
-
124 -
[page-n-125]
LA NECRÓPOLIS MEGALÍTICA DE L'ARGTLAGAR DEL MAS DE GARCfA
Lám. 1.- L' Ar gilagar. El monumento dolménico n• 1 con anterioridad a su excavación.
Señalizamos los ortost atos 1, 2, 3 y la losa-cuña " a".
-125-
125
[page-n-126]
126
'ORBERTO MESADO OLJVER Y JOAQUÍN ANDRÉS BOSCH
Lám. 11.- L' ArgiJagar. Interior del vaso dol ménico. Se señalan las losas 1, 3 y 4.
-126-
[page-n-127]
LA NECRÓPOLIS MEGALÍTICA DE L" ARGrLAGAR DEL MAS DE GARCÍA
127
-
::;
-
127-
[page-n-128]
128
NORBERTO MESADO OLLVER Y JOAQUÍN ANDRÉS BOSCH
Lám. fV.- L'ArgiJagar. Detalle de los restos csqueletales del M-I, tras ser retirada la losa "e".
Obsér vese el estado de descomposición de los huesos.
-
128 -
[page-n-129]
LA NECRÓPOLIS MEGALÍTICA DE L'ARGILAGAR DEL M>\S DE GARCIA
Lám. V.- L'Argllagar. M·l. Visión frontal del cráneo del esqueleto NE. Obsér,ese su gran craquelaci6n
) el fragmento de húmero cla\ ado junto al ma\ilar inferior ('1;).
-
129 -
129
[page-n-130]
130
NORBERTO MESADO OLI VER Y JOAQUÍN ANDRÉS BOSCH
Lám. VI.- L'Argitagar. Visión lateral derecha del cráneo NE. El núcleo arcilloso sirve de soporte a sus fragmentos.
-
130-
[page-n-131]
LA NECRÓPOLIS MEGALfTICA DE L'ARGILAGAR Dl::.L MAS DE GARCIA
Lá m. VU.- L'Argllngar. Sector SE del sepulcro dolménico. Obsén·ese la losa oblicua "e'',
junto al cráneo del esqueleto NE.
-131-
131
[page-n-132]
132
NORBLRTO MESADO OLIVER Y JOAQLll\ ANDRÉS BOSCII
Lám. VIII.-
L'A rgila~ar.
Sector E del círculo lítico del Monumento l.
-
132 -
[page-n-133]
1 A NECRÓPOLIS Ml:.GALÍTICA DEL ARGJL\GAR DEL M \S Df' GARCÍA
Um. IX.- L'Argilagar. Centro de la cámara funeraria dell\1-1, con lo~ dos cráneo~ exhumados,
ambos protegidos por las lo~as "b") ·•e".
-
133 -
133
[page-n-134]
134
NORBERTO MESADO OLIVER Y JOAQUÍN ANDRF-5 BOSCII
Lám. X.- 1.' Argihtgnr. 1'rns ser retirado el lecho esq ucletal del Dolmen 1, advet·tlrhunos un bacino
- b uzado hacia In losa 1- modelado en la arcilla del subsuelo.
-13~ -
[page-n-135]
LA NECRÓPOLIS ~IF.GALfTICA DE L' ARGILAGAR Del MAS DE GARCÍA
Lám. XI.- L'Argilagar. F.s1ado del i\looumcnlo 11 con anterioridad a ser e:-.ca,·ado.
Inicios de las losn!> 1, 2, 3 y 4.
-
135 -
[page-n-136]
136
NORBERTO MESADO OLIVER Y JOAQUÍN ANDRÉS BOSCII
Lám. XII.- L'Argilagar. El 1-U en período de excavación. Al fondo la Vega del Moll
y la Serra deis Llivis. En "x" el Mas de Ga ..cía.
-
136-
[page-n-137]
LA NECRÓPOLIS MEGALÍTICA DE L' ARGILAGAR DEL MAS DE GARCfA
Lám. XUI.- L'•\ rgilaga r. Estado del M·ll tras retirarse el Nh·ell.
Se señala n los ortostatos 1, 2, 3, 4 ) la losa de cubierta 7.
-l37 -
137
[page-n-138]
138
NORBERTO MESADO OLI YER Y JOAQUÍN ANDR~S BOSCH
Lám. XIV.- Perspectjva SE del M-U en curso de exca,ación.
-
138 -
[page-n-139]
LA ' ECRÓPOLIS MEGALÍTICA DE L' ARGILAGAR DEL MAS DE GARCIA
Lám. XV.- L'Argilagar. Desde el O una 'isi6n dell\1-11.
Obsér,ensc la acumuJaci6n de rocas contra la cara interna de los ortostntos 2 y 3.
-
139-
139
[page-n-140]
140
1\0RBFRTO MESADO O U VER Y JOAQL 11' ANDRÉS BOSCII
Lám. XV I.- L' Argilngur. Visión del M-n. Obsér·vese como en este frente no posee losas de cierre,
posiblemente por estar la entrndu.
-
140 -
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LA NECRÓPOLIS MEGALÍTICA DE L" \RGLLAGA R DEL MAS DF GARCÍA
Lám. XV II.- L' Argilu¡:;ar. E..<,tudo en
fJUC
141
se encontraba la cubierta del M-Il (losa 7), tra11 retirarse la losa J.
-141-
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NORBERTO MESADO OLIVER Y JOAQUÍN ANDR~S BOSCH
Lilm. XVlli.- L'Argilagar. Levantada la losa 4, obsérvese
la disposición cónica en abanico del resto de los ortostatos.
-
142 -
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LA NECRÓPOLIS MEGALÍTICA DE L'ARGILAGAR DEL MAS DE GARCÍA
Lám. XIX.- L'Argilagar. Desde el M-Il una panorámica invernal sobre la Vega.
-
143-
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NORB ERTO MESADO OLJ VER Y JOAQUÍN ANDRÉS BOSCH
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Lá m. XX.- L' Argilaga r. Areniscas con bacín os halladas en el interior del M-ll.
-
144 -
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LA NECRÓPOLIS MEGALfTICA DE L" ARGILAGAR DEL MAS DE GARCfA
Lám. XXI.- L'Argilagar. Estado del 1\1-I tras los aguaceros del mes de octubre de 1994.
-
145-
145
[page-n-146]
Lám. XXU.- L'Argilagar. Dos de las 24 agrupaciones de rocas "ordenadas" existentes en el yacimiento.
[page-n-147]
Lám.
xxm.- L'Argílagar. Dos ll UC\'OS ejemplos de tales a¡;rupaciones.
[page-n-148]
148
NORBERTO MESADO OLJVER Y JOAQUÍN ANDRÉS BOSCH
Lá m. XXIV.- L ' Ar gilagar. Grupo de rocas n• IV (lig. 3) con antclnción a su excavación.
-
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LA NECRÓPOLIS ~ I EGALITICA DE L'ARGILAGAR DEL MAS DE GARCLA
Lám. XXV.- L ' Argílagar. Vista frontal de la agrupación IV una vez excavada.
-
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150
NORBERTO MESADO OLIVER Y JOAQUfN ANDRÉS BOSCH
Um. XXVI.- L 'Argilagar. Visión lateral de la agru1>ación IV.
como reposan sobre el paleosuclo litico del yuclmiento.
Obsérve~te
-
150 -
[page-n-151]
LA NECRÓPOI IS MEGALiTICA DE L. ARGILAGAR DEl MAS DE GARCÍA
Lám. XXVII.- L'Argilagar. Petroglifnirlcs d e la Plataforma l.
-15 1 -
151
[page-n-152]
152
NORBERTO MESADO OLJVER Y JOAQUÍ
ANDRÉS BOSCI-I
Lám. XXVIII.- L'Argilagar. Detalle central de las lnsculturas de P-1.
-
152-
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LA 1ECRÓPOLIS MEGALÍTICA DE L"ARGILAGAR DEL MAS DE GARCfA
Lám. XXIX.- L' Argilagar. Detalle NE de las insculturas de P-1.
-
153 -
153
[page-n-154]
154
NORBERTO MESADO OLIVER Y JOAQUfN ANDRÉS BOSCH
Lám. XXX.- L' Argilagar. Pctroglifos de la Roca 11. Obsér vese la ··constelación" central.
-154 -
[page-n-155]
LA
ECRÓPOLIS MEGALÍTICA DE L'ARGTLAGAR DEL MAS DE GARCrA
Lám. XXXI.- L'Argilagar. lnscuJtura antropomorfa «femenina• sobre la Roca 111.
-155-
155
[page-n-156]
156
NORBERTO MESADO OLIVER Y JOAQUf
ANDRÉS BOSCH
Lám. XXXII.- L 'Argllagar.Inscultura antropomorfa «masculina» sobre la Roca IV.
-
156 -
[page-n-157]
ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXIU (Vak:ncia. 1999)
PHlLIPPE
HAMEAu*
ET DANIEL
VAIU..ANT**
LES GRAVURES RUPESTRES DU SIGNAL DE LA LICHERE
(Branoux-les-Taillades, Garcl)
RáwM : Les penteS nord el est de la mootagne de la Lic~re portent des rochers gravts de signes en arceau el
de cupules. Au-delrt des possibilités du terrain. c'est la tMmatique qui a~~ le choix des rochers. On coostate
une progression en nombre de rocbers et en nombre de signes parallelement ll'altitudc, des coocent.rations de rocbers
en milieu de pente et une convergence des supports omts vers le sommet de la montagne.
Resumen: Los ribazos norte y este de la montaña de la Lic~ asientan un conjunto de roquedos grabados con
signos en arco y con cúpulas. Más allá de las posibilidades del terreno, es la temática la que ha determinado la elección de estos roquedos. Paralelamente a la altitud hay constatada una progresión en nl1mero de roquedos y en número
de signos, concenlniCiooes de roquedos a medio ribazo y una convergencia de soportes decorados hacia la cumbre de
la montalla.
l. PRESENTATION
l . LE SITE
Les rochers gravés dont iJ est question ici sont esseotiellement locaJisés sur la commune de
Branoux-les-Taillades (Gard), daos les Céveones (fig. 1). n s occupent les nombreux rebords de
crete qui convergent vers le sommet de la mootagne dit SignaJ de la Licbere (899 m aJt.) et dominenlla vaJiée du Gardon d' Ates (fig. 2). Le substrat y est schisteux el soumis A une érosion différentielle selon les zones et meme les daJles. Aux rebords de cretes dénudés ou ombragés de
rares pins el genévriers succedent des penles parfois abruples el des combes fraiches ol) la végétation arborée el arbustive est parfois tres dense.
• C.A.V et E.R.A. 36 du C.R.A. du C.N.R.S. - 14. avenue F~c Mistral 83136 Fon:alqueiret (Fnnce).
.
•• A.S.E.R. du Centre-Yac - Le Logissoo 07000 Saint·Julien-en..Saint-Alban (France).
- 157 -
[page-n-158]
IS8
PHILJPPE HAMEAU et DANIEL VAILLANT
o
50
km
Nous avons d~nombré une dizaine de stations grav~s autour du point culminant. plac~s ~
des altitudes diverses, entre 550 m et 850 m. Certaines ne compte qu' un ou deux rocbers gravés.
D'autres sont de véritables conceotrations de plusieurs dizaines de ces rochers om~s. Au seio des
groupements les plus importants, ont été érigés des dolmeos ou des coffres (fig. 3), tous vidés de
longue date, et un petit menhir.
Les gravures de la zone appelée Combefr~ge (en réalité le Dev~) ont été signalées par
P.Bellin d~s 1963. J.Salles a publié le résultat de ses prospections dans l ' arri~re-pays alésieo et ~
Branoux-les-Taillades plus particuli~rement en 1971. Pourtant, en dépit de leur nombre, les
rochers gravés du Signa! de la Lich~re ne sont que rarement cités dans les études de l'art postglaciaire. Cela tient saos doute A la sobriété du corpus exprimé puisque signes en arceau et
cupules représentent la quasi totalité des figures gravées. Pourtant, ceux-ci s'associent entre eux
et s' imbriquent seloo une multitude de combinaisons qui se pretent Al'analyse. D oous semble
utile de présenter ici nos observations et nos réflexions relatives A ce corpus iconographique
réduit. D s'agit moins de reprendre nos hypoth~s sur la charge sémantique des figures pour lesquelles nous reovoyons ~ la bibliograpbie que d'exprimer la répartition raisonnée des figures sur
un site grav~.
-158 -
[page-n-159]
LES GRAVURES RUPESTRES DU SIGNAL DE LA UCHW
OdOOncn
·Smeohir
159
4
e poi.nt J6odtsique
1km
Fl¡. ~ Lncallsatioo des CG~~Centntioas de rocbers aravá autour du Slpal de la I.Jcbaoe.
- 159 -
[page-n-160]
160
PHILIPPE HAMEAU et DANIEL VAILLANT
o
Fig. 3.- Relevé du petlt dolmen n•J de la zone du
Dev~.
2. INVENTAIRE DES ROCHERS GRAVÉS
Nous les présentons sous la fonne de quatre tableaux.
e
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hJ }
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""=
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1
12
27
5
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1
1
1
1
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890
1
50
1
95
580
185
295
545
80
1
55
DEVES
1
2
3
4
S
6
575
110
..
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+
N-S
NE-SO
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O-E
N-S
NO-SE
2
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1
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LES GRAVURES RUPESTRES DU SlGNAL DE LA U CJffiRE
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U. ORGANISATION DU SITE
l. ÚPARTITION DES ROCHERS
La densité des rocbers gravés est tres différente selon les zones considérées. Les groupes vraiment conséquents sont. par ordre d'importance, le Deves, les Avessets et les TaiUades. lls totalisent a eux trois 111 rochers gravés, soit 84% de ceux que nous avons recensés daos cette étude.
La zone du Deves compte 58 rocbers gravés, soit 44% de l'ensemble (fig. 4). C'est aussi la
seule zone qui montre une différence interne de densité de ses rochers. Dans la partie supérieure,
au-dessus de l' isohypse 630, on observe une concentration de rocbers gravés qui sont dans le
meme temps les rochers qui portent le plus graod nombre de gravures. Ces rochers sont en bardure de créte et i1 s'agit de grandes dalles déoudées. Le groupe médian des rochers du Deves
correspond grosso modo a la zone comprise entre le coffre no 2 et le dolmen n° 3, soit une distance de 150m environ et un dénivelé de 30 m.ll est constitué d'une trentaine de rochers gravés,
soit la moitié des rocbers de la zone. Ceux-ci sont dissémioés et certaios tres en retrait du rebord
de crete, a la limite de la zone sous couvert forestier. Le groupe inférieur est constitué de 11
rochers alignés sur le rebord de crete mais étalés sur une distance de plusieurs centaines de
metres. Les quatre rocbers les plus bas sont presque masqués par la cb!taigneraie.
Les rocbers des Avessets scandent plus régulierement le rebord de crete qui domine le versant méridional du ravin de Combetrege. Le rocher le plus bas esta 480 m d' altitude tandis que
le rocher le plus haut esta pres de 700 m d'altitude mais tous correspondent a des dalles et surtout a des blocs en saillie au-dessus d'une pente tres raide. La densité des figures est certes plus
importante sur les rochers les plus élevés mais la disparité est tout de meme moins nette que pour
les rocbers du Deves.
La zone des Taillades s'étend de l' isobypse des 550 mjusqu'au replat qui porte les deux dolmens et le menhir a l' altitude de 730 m environ. Ce n'est pas a proprement parler un rebord de
crete mais plut6t une croupe rocbeuse, pentue, de laquelle émergent des rochers. Les supports
omés sont dissémioés sur cette pente sa.ns que 1•on observe des groupements plus importants. Les
rochers les plus omés sont toutefois en milieu de pente. En contrebas des Taillades, un vaste
replat de terrain, A 500 m d'altitude, porte le dolmen des Caussiers et quelques rochers ornés.
-
163-
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164
PHILIPPE HAMEAU et DANIEL VAILLANT
Ces trois groupes sont done situés entre 550 m et 730 m d' altitude, pratiquement ami-pente,
entre le talweg du Gardon d' Ales (300 m environ) et le sommet du Signal de la Lichere (899 m).
En distance, ils se trouvent beaocoop plus pres du point culminant que de la riviere, approximativemeot sur le tiers supérieur du versant. En dessous d' eux, les rochers omés sont rares et les
gravures peu abondantes sur leur support. Pres du sommet, trois départs de rebord de crete portent des rochers gravés. Ceux-ci sont épars, peu nombreux et les figures ne sont pas aboodantes.
Le sommet lui-meme, tres arrondi, ne porte aucun rocher gravé.
On constate done un agencemeot particulier des groupes de rocbers gravés, en zone élevée
sans toutefois vraimeot occuper le sommet, avec une prédilection pour les zooes en rupture de
pente ou la gravure domine un large panorama. Curieusement, le regard porte vers le nord et l'est,
vers la vallée du Gardon, alors que la plupart des sites omés du sud de la France, rupestres et
pariétaux, affectionnent des orientations entre sud-ouest et sud-est. D existe aussi quelques
rocbers gravés en has de pente méridionale, pres du talweg du Galeizon, mais iJ ne s' agit absolument pas de concentrations alignées sur des rebords decrete dirigés vers le Signal de la Licbere.
L'orientation des rocbers de la Licbere est done singuliere. Les causes en sont peut-Ctre géologiques (affleurements schisteux, rebords decrete) mais iJ n'est pas impossible que d' autres parametres, moios évideots, de nature symbolique, ioterviennent saos que nous puissions les interpreter
en 1' état actuel de la Recherche.
Les trois conceotrations importantes décrites précédemment comprennent des rochers omés
mais aussi des structures sépulcrales et pour celle des Taillades un petit menhir. Cela semble aussi
leur conférer une place particuliere dans l'agencement général du sanctuaire. La coexistence de
structures sépulcrales et de supports omés est un fait récurreot (grottes sépulcrales et peintes,
tables de dolmens cupulées, steles représentant l'idole al'entrée de cavités sépulcrales ou servant
de piliers a des dolmens, etc). Dans le Languedoc, il n'est pas rare que cene coexistence de dolmens et de gravures soit celle observée ici :
2. RÉPARTmON DES FIGURES
La répartition des signes connait les memes différences spatiales. En regle générale, dans
chacuo des trois grands groupes considérés, oo a vu que l'exubérance de la décoration s'accroit
avec l'altitude. Les zones gravées plus baut ou plus bas ne comptent qu'un faible nombre de supports et une décoration souvent minimaliste. Beaucoup de rochers sont monocupulés autour du
sommet de la Lichere. Les cupules sont un peu plus nombreuses en bas de pente mais le signe en
arceau y est résolumeot absent.
Dans les trois zooes principales, les cupules sont présentes sur la presque totalité des rochers.
Le fait o' est pas singulier puisque ce signe represente généralement 80% du corpus representé
sur les sites omés, calcul réalisé pour !'ensemble des sites gravés du sud de la France. Lorsqu'on
considere les abris apeintures de la meme région, le point, version picturale de la cupule, gravée,
est préseot daos les memes proportions.
La cupule peut etre la seule figure de son support meme si elle est reproduite en plusieurs
exemplaires. Elle peut aussi accompagner le signe en arceau. Daos le premier cas, ce sont surtout
les rochers les plus bas ou bien les rochers périphériques aux conceotrations internes qui portent
les copules. Ainsi, pour la zone du Deves, les copules seules affectent surtout les rocbers placés
- 164 -
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LES GRAVURES RUPESTRES DU SJGNAL DE LA LICiffiRE
165
aux aJtitudes inférieures ou bien les rochers nettement en retrait du rebord de crete. Par voie de
conséquence, les signes en arceau sont gravés sur les rochers les plus hauts en aJtitude ou bien
sur ceux qui occupent La rupture de pente et ses abords. A cette partition spatiaJe de l'iconograpbie s'ajoute la place laissée aux bassins et aux cupules reliées par des drains, tous gravés sur
des rochers formant saillie au-dessus de l' abrupt nord.
La répartition des figures est encore plus stricte dans la zone des Avessets ol1 les rocbers
situés aux deux extrémités du rebord decrete ne sont omés que de cupules ou d 'échancrures. Les
trois rochers portant des signes en arceau sont situés dans la moitié supérieure du groupe, au
niveau de l'isohypse 650. Dans la zone des Taillades, les cupules occupent prar:iquement tous les
rochers. Quelques supports sont gravés d'arceaux, l' un sur le replat qui porte les deux dolmens
et les autres sur des rochers situés a rni-pente, ceux-la justement ol11a décoration est plus exubérante. Toujours a mi-pente, quelques rocbers fonnant saillie portent des cupules reliées par des
drains.
3. AGENCEMENT GÉNÉRAL
Ces premieres observations nous font supposer un agencement réfléchi des rocbers gravés
sur les pentes de la Licbere (fig. 5). D existe manifestement une convergence des gravures vers
le sommet, aidée en cela par la configuratioo du terrain. D y a aussi un cboix des supports puisque
tous n'ont pas été gravés. Les rebords de crete du Deves et des Avessets se pretent remarquablement a J' omementation ce qui vaut a ces zones d' etre les plus omées. Les grandes daJles de la
partie supérieure du Deves ont tres natureUement attiré la majorité des figures (fig. 6). Aux
TaiUades, 1' exubérance de la décoration a toucbé la zone rocheuse la plus remarquable, la ol1 1
es
supports dominent véritablement une pente qui o'est pas un rebord decrete. Les dolmens et coffres ont été érigés daos les memes zones riches en gravures, la ol1 des replats permettent l'instaUation des structures. C' est pourquoi, un dolmen existe aux Caussiers, zone plane, et non dans la
partie basse des Taillades, zone pentue.
L'iconographie se superpose a cette organisation spatiaJe. Les cupules isolées ou groupées
mais non accompagnées d'autres figures occupent les marges des grandes concentrations de
rocbers ou bien concemeot les rochers situés plus bas sur la peote ou plus hauts, pres du sornmet.
Les supports gravés du Plan de Layre, du Plan de Jonquet, de Rancarede et meme des Caussiers
semblent annoncer les rochers les plus bas des zooes du De ves, des Avessets et des TaiUades. Les
supports gravés de la Lichere semblent répéter les rochers les plus haut des trois zones pré-citées.
A l' intérieur de chacuoe des grandes zones, les rochers gravés d'arceaux sont en effet eocadrés
de rocbers cupulés. Au Deves, ol1 les rochers gravés sont particulierement nombreux, on observe
plusieurs sous-groupes ol1 se reproduit la meme partition : des rochers a copules en péripbérie des
rocbers aarceaux (fig. 7). Seuls les supports gravés de bassins ou de copules reliées par des draios
sont strictement dépendants des possibilités du substrat puisque nécessitaot un emplacement en
surplomb.
Cette répartitioo daos l'espace, des supports et de l' iconograpbie, est d'autaot plus remarquable que le nombre des gravures induit une longue durée d' utilisation du site. D y a done eu
réutilisation de rochers déja gravés, investissement de nouveaux supports, reproduction des
figures et meme des tbemes saos véritable bouleversement de la structure générale du sanctuaire.
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PKU.IPPE HAMEAU et DANIEL VAILLANT
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Fl¡. 5.- Ri partUion de l'iconograpbie autour du Sipal de la ~re.
A : dominance des rocbers ~ de cupules sans arceaux.
8 : dominance des rocbers ~ de signes en arceau.
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LES GRAVURES RUPESTRES DU SIGNAL DE LA UCHERE
Flg. L Relev~ d u roc:ber no 2 de la z.one du Devk.
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PHILIPPE HAMEAU e l DANIEL VAILLANT
Flg. 7.- RépartJtion de l'iconop'apble sur la zone du
Dev~.
L'expression symbolique centrale est le signe en arceau, accompagné ou non d'une cupule. La
cupuJe non associée Ad'autres signes se trouve en marge de cette iconograpbie principale. Ce
systeme concentrique est valable pour !'ensemble du sanctuaire, pour chacune des trois grandes
zones Agravures et meme pour cbacun des sous-groupes Al'intérieur de la zone du Deves. SeuJs
les bassins et les cupules avec leurs drains ne répondent pas Acette logique spatiale puisque tributaires des particularités du substrat. Toutefois, iJs n'existent, exception faite du rocher du Plan
de Layre, que dans les trois grandes zones Agravures.
m. LE CORPUS ICONOGRAPWQVE
l . LES CUPULES
Ce sont les figures les plus nombreuses. Le site compte 317 cupules au total, soit 54% des
figurations gravées. Ce sont des signes simples et d' une exécution rapide qui accompagnent souvent les autres figures mais peuvent aussi etre isolés ou en groupes mais sans figure d' accompagnement. Ici, les cupuJes sont parfois associées aux signes en arceau en des agencements
variés: cupuJe unique au centre de l'arceau ou daos l'axe d' une des branches de l'arceau, cupule
Achaque extrémité des branches d'un arceau... En regle générale, il n'y a pasA la Lichere ou sur
d'autres sites méridionaux profusion de cupules autour d'un arceau. Par contre, on observe cette
duplication de cupules, parfois ft l'exces, dans le cas d' association de ce signe avec le personnage
masculin (rocbers de CreysseiJJes en Ardeche). Ce fait est également observable sur beaucoup de
sites peints oll l'on voit un personnage masculin entouré d'un "nuage" de ponctuations: abrí
Perret no 1 (Biauvac, Vaucluse), abrí GiJles (Saint-Marcel d' Ardeche, Ardeche). D semble évident qu'Acbaque fois se juxtaposent plusieurs moments d'exécution.
La technique de réalisation des signes en arceau consiste A juxtaposer des cupules. On
obtient ainsi une série de creux qu'on égalise ensuite par un mouvement de va-et-vient Quelques
exemples sont restés en cours d' élaboration, volontairement ou non, comme sur les rocbers n°3 l
ou D0 48 du Deves. Ailleurs, les cupules sont désormais invisibles bien qu'eiJes aient existé en un
premier temps. On peut se demander si eiJes n'étaient pas presentes de fait daos !'esprit de leurs
auteurs. En effet, l' idole et le signe cupulé fusionnent parfois selon le príncipe de contraction bien
-
168 -
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LES GRAVURES RUPESTRES DU SIGNAL DE LA LJCH~RE
169
connu dans l'art schématique. L'abri peint de Fontjouval (Saint Satumin les Apt, Vaucluse) abrite
aussi une idole dont le contour est punctiforme. Des sites ibériques réit~reot le mame príncipe.
En revanche, le personnage masculin n'est pas associé au point ou ~la cupule dans les mames
termes. Nous supposons que cette différence stylistique implique peut-Stre une différence sémantique entre le personnage masculin et l' idole.
Sur les rones du Dev~s. des Avessets ou des Taillades, les cupules participent oettement d'un
cérémoniel, déj~ signalé par d'autres chercheurs en d'autres rones (J.Abelanet 1986, 1990,
Y.Blaize 1992195), mais que la microtopographie meten exergue ici. O s'agit du líen qui existe
entre les cupules et les drains (ou rigoles) (fig. 8). La complémentarité de ces deux signes s'adresse ~ des rochers srictement en rebord de crete ou rehaussés naturellement par rapport A la
pente. Certains de ces rochers se présentent comme de véritables autels, des tables de pierre en
relief par rapport au sol environnant, avec une face supérieure lég~rement oblique. Au sein d' un
réseau parfois dense de petits drains, les cupules sont disposées saos organisation apparente : au
carrefour de deux drains, en un point particulier du drain, en dehors de celui-ci... On a parlé d'un
jeu de l'eau (pluviale, lustrale) utilisant des drains aménagés par l' homme et orientés daos le seos
de la pente. Quelques expérimentations sur le site ont permis de vérifier une nouvelle fois cette
hypoth~se. D apparait aussi que les cupuJes hors rigoles sont creusées en des points qui ~oivent
le trop plein d'eau. Leur emplacement ne serait done pas le fruit du hasard, encore faudrait-il
répéter l'expérience sur bien des sites pour donner ace fait une valeur plus globale. Les bassins,
souvent pourvus d'un déversoir naturel ou réalisé par l' homme et slrictement localisés en rebord
de crete, semblent apparentés aux rochers avec cupuJes et drains.
Reste A comprendre la signification de ces muJtiples "autels" : nécessité d'en redéfinir un a
chaque passage sur le sanctuaire, appartenance de chacun d'eux A des individus ou g.roupes d'individus différents, etc ? A la Lichere, ces rochers sont gravés hors des structures sépulcrales. Sur
d'autres sites, la table des dolmens est gravée de cupules et de drains parfois associés ades croix
et semble done jouer le mame role. Nous ne connaissons pas d 'exemples ou cupuJes et drains
cohabiteraient avec le signe en arceau. Peut-Stre est-ce la une preuve supplémentaire d'une différence sémantique entre le personnage masculin (la croix) et l'idole (l' arceau)?
2. LES SIGNES EN ARCEAU (FIG. 9)
La zone du Dev~s compte une densité singuli~re de signes en arceau mais si 1'on doit
compter avec l'ensemble des figurations du site, leur proportion choit considérablement: 32,5%
de signes en arceau. On observe trois formes principales :
-des arceaux a branches parall~les et sommet arrondi, les plus nombreux,
-des arceaux a branches parall~les et sommet aplati,
-des arceaux a branches écartées et sommet aplati.
Les deux premi~res formes sont ubiquistes et cohabitent souvent sur un meme support. La
0
troisi~me forme n'est observable que sur le rocher D 16 du Dev~s. un rocher un peu en retrait du
rebord decrete. A cene morphologie différente, s'ajoute le rapport largeur-hauteur comme suit :
-l
- l>b : 35% des cas et correspond majoritairement Ala forme 3.
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Fla- 8.- Les rocbers l copules et dralos (ou "autels").
l . Plan de Layre. 2. rocher n• t6 des Taillades (relevl! et coupe).
3. rocher n•2o du Deves.
-
170 -
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[page-n-171]
LES GRAVURES RUPESTRES DU SIONAL DE LA LICHERE
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Morphologie, position. association et contraction.
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[page-n-172]
PHILIPPE HAMEAU et DANIEL VAJLLANT
172
Les dimensions des signes en arceau sont tres diverses puisque le plus petit d'entre eux
mesure 35 mm 1 x 35 mm h et le plus grand 190 mm 1 x 180 mm h. La largeur moyenne est de
92 mm et la largeur moyenne de 94 mm. En regle générale, l'arceau est plutO trapu avec une lart
geur qui n'est pas tres différente de la bauteur. Meme si ces arceaux ont été gravés A des des
moments et des endroits différents, les proportions largeur/hauteur se sont perpétuées. Enfin, il
existe un sens de lecture du signe en arceau qui peut etre droit, couché ou inversé.
Les rochers o~ abondent les signes en arceau nous pennettent en outre plusieurs observations
sur les regles qui régissent leur association avec un autre signe (fig. 10). L'arceau peut etre juxtaposé Aun autre arceau, etre associé a une cupule voire les deux cas simultanément. Or, par príncipe de contraction, ces associations peuvent prendre des formes inusitées. Deux arceaux juxtaposés peuvent avoir une branche commune jusqu' An'ctre plus qu'un signe en accolade allongée
nanti d' un trait médian. Deux arceaux juxtaposés peuvent également etre représentés selon deux
seos différents si bien qu'il en résulte une figure rectangulaire allongée verticalement. Daos ces
exemples d ' un double arceau, le rajout d'une cupule obéit A une regle stricte : un arceau est
cupulé, souvent celui de droite, et l'autre ne l'est pas. Enfin, le doublement peut s'exercer sur
deux arceaux de tailles différentes.
~
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10
Flg. JO.- Le tWme de la clouble ldole.
Relevt de plusieurs cas du doubtement de l'an:eau lla zone du Dev~.
-
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LES GRAVURES RUPESTRES DU SlGNAL DE LA UoffiRE
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Ces divers exemples d'inversion, de duplication et d'association dans lesquels figure le signe
en arceau sont connus sur d'autres sites, rupestres ou pariétaux. Le présent site offre l'avantage
de multiplier ces tMmes sur des supports rres voisins et de nous permettre de concevoir la ftliation d'une forme Aune autre. Saos J'observation du caract~re systématique du double arceau, il
nous serait difficile d'identifier le signe en accolade Atrait médian, par exemple.
3. LES AUTRES SIGNES
Les rochers de la Licb~re portent ~A et lA d'autres figures, dépendantes du corpus scbématique mais tr~s faiblement représentées ici (fig. 11 ). Le rocher no 13 du Dev~s porte deux grilles
accolées ou p1ut0t deux mareUes puisque chacune de ces figures comprend des diagonales. n
semble qu'une cupule en marque le centre. Le m8me doublement de la grille a été signalé par
J.Sal1es (1971) ~ l'Aubaret-Vieil (Saint-Julien des Points, Gard). Sous le Signal de la Licb~re en
direction du Deves, un rocber porte un signe pédiforme de 250 mm de long dont le talon est
occupé par une cupule. La forme est nette malgré le délitage du rocber. U s'agit d'un pied droit,
uníque, ce qui existe en d'autres sites rupestres. Toutefois, les pieds sont généralement gravés par
paires et celles-ci dupliquées A de nombreux exemplaires.
La zone des Avessets compte de nombreuses écbancrures de l'atate du support. Certaines
d'entre elles semblent une cupule réalisée trop pres du bord, lequel se serait brisé involontairement lors de sa confection. Le fait est réitéré quatre fois et ne peut erre fortuit. n y a peut-etre eu
volonté délibérée d'enlever de la matí~re. Ainsi, l'ar8te du rocher no 26 est "grignotée" par une
série de petites encoches sur 760 mm de longueur. Sur le rocher no 13, l'échancrure se mue en
une entaille légerement curviligne de 370 mm de long. Sur d'autres rocbers des Avessets, l'écbancrure n'est pas totale si bien que la forme obteoue est celle d'un talon, comme si la cupule
avait avorté.
n faut signaler, bien qu'il s'agisse peut-etre de cupules d' une morphologie particuliere, les
petites dépressions de plan ovale, losangique ou carrée. Au nombre de ces demieres, il y a peutetre de simples négatifs d'aménagements de structures, notamment pour les empreintes cubiques
de Rancarede, pres du hameau du Castanet. Aux Caussiers, le rocher n° 23 est gravé de deux
petites copules reliées qui forment une figure dite "en haltere", connue sur d'autres sites rupestres. L' un des rochers les plus bas de la zone du Deves porte aussi une double cupule mais le creusement de celle-·ci a été réalisé simultanément depuis les faces supérieure et inférieure de La dalle
schisteuse. Celle-ci est done percée de part en part et la figure ainsi restituée ressemble A une
bobine. Y a t'il filiation entre cette curieuse forme et l'idole dite "en bobine" (volume) ou "en
sablier" (plan)? Nous ne saurions le dire d' autant que cette forme de l'idole est inusitée en France
et n'apparait en Espagne qu'au sud du cours du Tage. J.Salles (1971) signale d' autres cupules
biJorées sur les rochers des Coudoulous (Saint Andéol de Clerguemort, Gard).
Enfm, nous avons relevé quelques rares traits courts. n ne sont jamais assez probants pour
que nous puissions les identifier comme des signes anthropomorphes masculins.
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PHIUPPE HAMEAU
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DANIEL VAILLANT
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•
fla. 11.- Dlftl"l lipes pavá sur les pmtes de la I..JdWre.
l. cerc:le poocu¡¿. 2. 6cbaocrwe. 3 et 6. marelles, 4. signes en arccau ouven.
S. si¡ne ~forme. 7 et 8. arceaux cupul~ 9. si¡ne "en haltb"e".
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•·
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LES GRAVURES RUPESTRES DU SIGNAL DE LA LICHERE
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4.DATATION
Le corpus iconograpbique décrit précédemment est celui qui est habituellement daté des IVe
et me millénaires av.J.C .. Le signe en arceau est un excellent marqueur chronologique. D s'agit de
l'idole, schématisée, sous la version qui ne garde de cette figure que sa forme générale, celle d'une
borne (volume) ou bien d' un arceau ou fer Acheval (plan). Les st~les, dalles anthropomorphes et
autres statues-menhirs du sud de la France, et m~me de la Péninsule ibérique, sont ordinairement
datées du Néolithlque final, soit une longue durée de temps comprise entre 3500 et 2200 avJ .C.
(D' ANNA et alii 1995). Il semble en revanche qu'elles survivent tres rarement :au passage duDe
millénaire av.J .C. L' ensemble des rocbers de la Licb~re est tres certainement dat:able de la période
indiquée ci-dessus. Peut-~tre l'accumulation des rocbers cupulés en marge de ceux privilégiant le
signe en arceau indique-t'elle une perpétuation de la fréquentation des lieux. Daos tous les cas,
nous pensons qu' il ne faut pas confondre la ou les périodes d'exécution des figures (série de
moments brefs mais peut-~tre étalés daos le temps) et la période de compréhension de cet art, saos
doute plus longue que la premi~re. Etait-il obligatoire de graver la pierre Acbaque passage sur le
site ? Nous ne pouvons le prétendre mais l'bypothese nous semble viable.
Sur le site, nous n'avons pu réaliser aucun soodage et n' avons en conséquence découvert
aucun objet mobilier. J.Salles (1971) signale le ramassage sur le site du Deves de "disques en
micaschiste, tres plats, minces, de formes Apeu pres réguU~res aux bords grossi~rement t:aillés et
mesurant en moyenne 20 cm de diametre". D rajoute qu" "une plaque micaschlsteuse un peu plus
grande, ovale, présente en son centre une perforation biconique." Des plaques de schiste aménagées existent sur d'autres sites omés. R.Guiraud en signale notamment pour les grottes peintes
du Poteau et Labeil A Saint-Pons de Thommi~res (Hérault) (GUIRAUD 1961). D peose qu' il
s'agit JAde pJats A pains. Divers usages oot été attribués A de tels disques de pierre ou de terre
cuite mais leur possible dimension ésotérique n' a jamais été sou~onnée. Ce sont de toute fayon
des objets trop simples pour qu' on ne leur assigne qu' une utilisation unique et pour qu' ils n'aient
été présents qu'A une seule époque.
Les sépultures procbes des rocbers gravés, vidées de leur mobilier depuis des décennies, ne
nous appportent aucun témoignage chronologique ou culture! supplément:aire. La durée de leur
utilisation s'est étalée sur plusieurs siecles. Les nettoyages et reprises des m8mes structures tels
qu' on a pu parfois le mettre en évidence prouvent que le matériel recueilli n'est pas toujours révélateur de la totalité de leur usage.
Enfin, nous avons relevé sur le rocher D0 5 de la Licbere, en direction du Deves, 7 signes
soléifonnes finement incisés, certains presque masqués par les lichens. n s'agit de gravures scbématiques linéaires ordinairement attribuées a la période historique saos autre précision. Les
limites chronologiques que nous leur connaissions sont le Ue siecle av.J.C . pour les plus
anciennes (ABELANET 1976, 1986, 1990, ACOVITSIOTI-HAMEAU et HAMEAU 1990) et le
début de notre XXe siecle pour les plus récentes (HAMEAU 1994). Ce qui importe ici, c'est la
reprise du sanctuaire prébistorique par une expression scbématique récente. A ce jour, nous ne
comptabilisons pas moins de 17 reprises de sites prébistoriques gravés ou peints par l'art linéaire daos le sud de la France. Cet art linéaire existe aussi daos la Péninsule ibérique, ce qu'on
appelle "arte del Ciclo de Solacueva-Galería del SOex", et est connu daos tout l'arc alpin (Val
Camonica, Macédoine grecque, etc ...). lci ou lA, i1 relaie parfois des iconographies nettement
plus anciennes.
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PHILIPPE HAMEAU et DANIEL VA.ILLANT
IV. LA THÉMATIQUE GENERALE DU SANCTUAIRE
Les figures caractéristiques du site, par leur nombre et par la volonté de les associer. sont
done les cupules et les signes en arceau. Les cupules sont l' expression simplifiée du signe solaire;
ce sont des signes soléüonnes. Nous leur supposons une valeur eschatologique et de renaissaoce
tout A la fois, liminaire en tout cas, en constataot l'importaoce du symbole solaire au niveau de
la mort pbysique et symboHque (orientation des édifices sépulcraux et des sites omés o~ nous
supposons des rites de passage (CHOPIN et HAMEAU 1996). Les arceaux sont, nous l'avoos
dit, l' une des versioos simplifiée de l' idole. Lajuxtaposition de l'idole et du signe soléüorme est
l'un des cas d'association de deux figures scbématiques les plus fréquents. Seule change en fait
la version grapbique qui exprime chaque signe : idole réaliste et cupule ou point, arceau et soleil,
ou comme la Lich~re arceau et cupule. De plus, cecas d' association existe en gravure, en peinture comme en sculpture. D est d' autant plus importaot de souligner ce fait que nombre de cbercheurs frao~ais dissocient l' art exprimé par les st~les, de l'art gravé et peint, n'acceptaot pas que
des mécanismes de schématisation ou d'association régissent le premier comme ils le font pour
les deux autres (HAMEAU 1996). Or, les steles cupulées qui expriment l' association idole-signe
soléiforme sont ubiquistes : steles venaissines, stele d'Euzet-les-Bains (Gard), st~le du Mas
CapeHer (Aveyron), stele de Redondel (Hérault), stele de la Souliere (Taro), stele de Tabuyo del
Monte (Leon) ou steles de Sejos (Cantabria), etc ...
Plus intéressantes encore sont les associatioos de deux idoles et les versioos graphiques que
subit ce theme par ailleurs fréquent et dit de "la double idole" (HAMEAU 1996). L' idole est
géminée en gravure, en peinture comme en sculpture et peut l'atre sous différentes versions grapbiques : deux steles réalistes daos un mame site (Cazarils ou Bouisset, Hérault), aven Meunier,
Gard), deux T faciaux sur une mame paroi (grotte Resplandy, Hérault ou Reboso del ChoriUo.
Almaden), deux arceaux gravés ou peints (rocbers de Creysseilles, Ardecbe, Baume Peinte,
Vaucluse ou grotte Alain, Var), etc ...Des cas de contractions existent teUe la stele de l'lsle-surSorgues (Vaucluse) dont cbaque face est gravée d' un visage.
A la Licbere, nous avons également signalé des exemples de contractions : signe en accolade
A trait médiao et signe rectangulaire. Nous avons aussi constaté daos le premier casque la duplication de l'idole était asymétrique puisqu'un seul des deux arceaux était naoti d'un signe soléifonne. Cene asymétrie existe sur d'autres sites : doubles arceaux peints ou gravés dont un seul
est ponctué A Creysseilles (Ardeche), Baume Peinte (Vaucluse) ou a la grotte Alain (Tourves),
stele de l'lsle-sur-Sorgues (Vaucluse) dont une seule face est cupulée, etc ... Elle peut revatir
d' autres formes : steles de l'aven Meunier (Ardecbe) dont une seule est pourvue d' une crosse, T
faciaux du Reboso del Cborillo (Almaden) dont un est pourvu de quatre yeux, etc ...
L' idole et notamrnent la double idole est done le theme majoritaire du site. D ne lui est pas
particulier puisque connu sur d' autres stations quelle que soit la tecbnique utilisée pour le représenter. Le grapbisme employé par les lapicides de la Licbere va simplement A 1' essentiel. La
double idole est réduite A sa plus simple expression. Ce qui différencie ce site rupestre des abrís
peints et des statioos o~ l' idole est sculptée est évidemment la surface investie et le nombre des
supports potentiels. Les parois d ' un abri sont plus limitées et la fréquentation du site induit des
superpositions de signes sur un long terme. La sculpture nécessite un investissement de travail et
de temps qui entraine ses auteurs a ne pas la reproduire périodiquement. Les pentes de la Licbere
se sont done peu A peu couvertes de ces gravures, certains rochers exprimant le theme central,
a
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LES GRAVURES RUPESTRES DU SIGNAL DE LA U CHERE
1n
d'autres n'en réitérant qu'une partie ou se bomant a ne signaler que le passage sur le site. La
figure véritablement absente de ce sanctuaire reste le personnage mascullo. Singulierement,
celui-ci ome les rocbers de l'autre versant de la vallée du Gardon d ' AJes. En revancbe, le signe
en arceau y est absent. On retrouve la la meme partition que celle que nous avons mise en évidence pour les deux zones de rocbers gravés du site de Creysseilles (Ardecbe). Faut-il croire qu'il
existe une spécialisation tbématique des sites? ou une complémentarité des stations omées ?
C'est sans doute en s'attacbant a relier espace et iconograpbie que l'on pourra répondre ade telles
questions et concevoir l'un des modes d'organisation du territoire par les Néolitbiques.
BmLIOGRAPHIE
ABELANET. J. (1976) : "Vallée des Merveilles" l.ivret-guide de l 'excursion CJ du /Xe Congres
lntemational de 1'Un ion lntemationa/e des Sciences Pri historiques rt Protohisto riques, Nice.
ABELANET, J. (1986): Signes sans paro/es. Cent siecles d 'art rupestre en Europe occidenta/e Paris, 340p.
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CHOPIN. C. et HAMEAU. Ph. (1996), "Activités symboliques sur les sites omés du sud de la France : la part
de J' índustrie Htbique". Bul/etin de la Sociltl Prihis torique Fran~aise, t.93, fase. ), pp.84-96
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GUIRAUD. R. ( 1961 ) : "Des plaques de scbiste aménagées au Néolithique''. Rivista di Scienz.e Preistorisce,
XVI, fasc. l/4, pp.231-235
HAMEAU. Pb. ( 1989) : Les Peintures Postglaciaires en Provence (inventaire, i lude chronologique, stylistique et iconographique). Documents d' Archéologie Fran~aise, 22, Paris, 124p.
HAMEAU. Ph. (1994): Les gravure.s de la Bastide de Cambaret (Brignoles, Var)- Art Rupestre, t.36, pp.?19
HAMEAU. Pb. (1995) : " Art scbématique Les variantes de la figure de l'"idole•"'. Arr:hlologie en
l.Anguedoc. 0°19, pp.J03-112
SALLES. J. ( 1971 ) : "Les gravures rupestres cévenoles de l' arriere-pays alésien". Bulletin de la Sociiti
d 'Etude des Sciences Naturelles de Nf'mes, Ll, pp.341-366
ACOVITSIOTI-HAMEAU. 'A. et HAMEAU, Pb. ( 1990) :
NOTE
Le travail sur le site a été effectué avec ' A.Acovitsioti-Hameau, M.Ch.Vaillant, St.Wallet,
C.Chopin et C.Leca. La municipalité de Branoux-les-Taillades a assuré notre hébergement
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ARCHIVO DB PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXIII (Valencia. 1999)
MARGARITA DfAz-ANDREU*
EL YACIMIENTO DE LA EDAD DEL BRONCE DE EL RECUENCO
(CERVERA DEL LLANO, CUENCA). LAS EXCAVACIONES DEL SECTOR
EXTRAMUROS Y LA FASE 2A A INTRAMUROS
En este artículo se resumen las actuaciones llevadas a cabo en el poblado de la Edad del
Bronce de El Recuenco (fig. J) hasta la campaña de 1994 en lo que se refiere a la excavación
extramuros del área principal del poblado y a la fase 2a de la zona intramuros. Dicha tarea no es
fácil debido a los diversos periodos por Jos que ha pasado la excavación y la escasa financiación
con la que el estudio ha contado desde un principio. Sin embargo, dado el largo tiempo que se
lleva investigando en este yacimiento parece necesario publicar aquellos conjuntos que van mostrando coherencia suficiente, aunque trabajos futuros tengan con toda probabiüdad que matizar
lo aquf expuesto.
La historia de la excavación de El Recuenco es compleja. Se comenzó a trabajar en el yacimiento en 1977. siendo directoras de la excavación las entonces recién licenciadas Teresa Chapa.
Pilar López y M• Isabel Martfnez Navarrete. En aquella primera campai'ia se abrieron 4 "sectores"
o "catas" denominados lAI , 1A2, 1A3, 1C3 y una última llamada "extensión". Estas tres primeras "catas" (1 Al , 1A2, 1A3) quedaron encuadradas a partir de 1983 en los cortes D 1 y esquina
oeste del 02, mientras que la "cata" IC3 se incluyó en el Fl, y la "cata "extensión" (que en 1980
se denominó E) en el posterior corte C2, además de en el testigo de separación entre el corte Cl
y el C2 y el extremo SE del corte Cl . El material de esta campai'ia. incluyendo un análisis de
fauna, se publicó casi inmediatamente ( 1).
• [)eplrtment of Atc:baeology. Univcrsity of Dudlam. Soutb ROid. Durtwn DHI 3LE. Reino Unido.
(1) CHAPA. T. y MARTfNEz NAVARREI'E. M" 1.: cNuevos balJazgos de la Edad del Brooce en Cervcra del Uaoo
(Cuenca)». Acto.r tkl XV ÜJtllruo NociOMI de Arq~~~gfo. Zaracoza. 19n. pqs. 183-196.
CHAPA BRUNET. T.. LÓPEZ OARcfA. P. y MAKI1NEz NAVARRETB. MJ.: El pobfodo tk lo EilDd del Bf'OfiCe de El
Recwe~~co. Cen·ero del U0110, Atqueolog(a Cooqucnse IV. Museo de Cuenca. Cuenca. 1979.
MORALES. A.: cAMiisis fau.nútico del yacimiento del Recueoc:o (Provincia de Cuenca)•. En Chapa Bnmet. T.. López Oaráa.
P. y Maníne:z Navarreee. M.J. El pobfodo de fa EilDd tkl BITJI'IU de El Rtcwtteo. Cervero del Uono. Arqueolog{a Conquense IV.
Museo de Cuenca. Cuenca. 1979. pqs. S2-54.
-179-
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180
MARGARITA DfAz-ANDREU
Flg. l.- Slt:oad6n de El Rec:uenco.
Desde 1980 hasta 1986 la dirección de El Recuenco recayó exclusivamente en M- Isabel
Martfnez Navarrete. Esta investigadora trabajó en el yacimiento en 1980, 1983, 1984 y 1985. El
sistema de excavación se mantuvo con ligeros cambios en la campai'ia de 1980 para luego cambiar radicalmente. La estrategia de excavación de 1980 consistió en realizar catas (abandonando
definitivamente el término "sectores") denominadas con una letra que presentaban ahora un
tamai'io de 2 x 2 m., en algún caso ampliado en razón a la excavación. Se excavaron así en 1980
cinco unidades, las "catas" D, E Oa antigua "extensión"), F, G y H. Estas "catas" se corresponden
a los posteriores cortes Cl, C2, A3/B3 (quedaría en medio de estos dos cortes), C3 y 05 respectivamente. De la campafta de 1980 provienen las muestras recogidas para el estudio polínico reaLizado por Pilar López (2).
En 1983 se acometió una tercera y definitiva reestructuración de las unidades de excavación.
Las antiguas catas y sectores quedaron definitivamente incluidos en una cuadriculación general
(2) LÓPEZ OARCfA. P.: ocEl estudio polúúco del yacimiento de "El Recueoco" (Cervera del Llano. Cuenca)•. HOtUnaje al
Proft U>r Mart(n Afmotro &Jsch 1L 1983. P'gs. 45-48.
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EL YACIMIENTO DE LA EDAD DEL BRONCE DE EL RECUENCO
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del cerro por la que éste se subdividió en cortes de 4 metros cuadrados separados entre sí por testigos de medio metro. Estos cortes se denominan con un número y una letra, aumentando los
números de NO a SE y las letras de NE a SO. Sin embargo, como se comprobó en 1988, el
poblado resulta tener un tamaño algo mayor al inicialmente supuesto, por lo que a los cortes
situados más al NE que los asignados con la letra A, se les ha impuso letras del alfabeto griego,
siguiendo en este caso un orden aumentativo de SO a NE. Otro cambio que se acometió en 1983
fue el del punto cero, con el problema consiguiente de perder toda La relación entre las profundidades apuntadas hasta entonces con las que desde aquel momento se tomaron. Mi suposición es
que hay unos 38 cm. de diferencia entre los dos puntos cero, pero nunca he logrado estar segura
de la fiabilidad de esta conjetura.
En la campaña de 1983 se excavó en los cortes A3, A4, AS, 83, 84, C2, C3 y CS. En 1984
se realizó la planimetría de todo lo excavado hasta el momento y en 198S Martínez Navarrete
decidió proceder a la restauración de los muros descubiertos debido a que en ellos se estaba produciendo un rápido deterioro. De todos estos trabajos queda constancia en los cuadernos de
campo que la directora de la excavación de entonces puso amablemente a mi disposición, complementada por la interpretación sobre el poblado realizada en su tesis doctoral de J98S (3).
Los años 1987 y 1988 representaron una etapa de transición, en la que la autora de este trabajo, Margarita Díaz-Andreu, se incorporó como co-directora de la excavación en función .a su
recién comenzada Tesis Doctoral. A partir de este año, debido a la transferencia de todo lo reft>
rente a arqueología a la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, de este ente autonómico ha
provenido casi exclusivamente la financiación de las actuaciones realizadas. En 1987 se decidió
realizar un análisis geomorfológico de la zona publicado posteriormente (4) y en 1988 se codirigió
una campaña de excavación (S). Ya en esta campaña los objetivos de la excavación cambiaron
completamente con respecto a la etapa anterior. En vez de intentar obtener una estratigrafía diacrónica del poblado, como hasta aquel momento se había pretendido, se impuso una excavación
en extensión. Por ello se comenzó a excavar en el área interior de la muralla A, es decir, en los
cortes C4, CS, 04 y DS, en los que Martíoez Navarrete había previamente identificado unos paramentos que ella interpretó como dos viviendas, que resultaron ser una única en el curso de la excavación. Además un segundo objetivo de la campaña de excavación de 1988 fue el delimitar por
(3) MARTfNEz NAVARRETE. M'. l.: L4 Edad d1l Bronce en la Submestta Suborlental. Colección Tesis Doctorales, Ed.
Universídad Complutense. Madrid. 1988.
Entre la documencación aportada por M' Isabel MIII'Úilez. Navanete se encuentra un estudio titulado ..A~ndlc:e l. Estudio
faun!stlco del yacimiento de 'El Recuenco". por Pedro Brea l..6pez.. Victoriano Bustos Pretel y GuiUenno Molero Gulihrcz.. ooo la
revisión del Dr. F. Alfúez.. (Departamento de Paleontolog(a. Facuhad de Ciencias Geológicas. Universidad Complutense. Madrid)".
Este informe se debió hacer en 1980 por la denominación de c:aw que se emplea.
Otro Wlisis realizado en esta ~a en la que Martínez Navanete actuó como directora de la excavación fue el flsico.qufmko
y mlneralcSJico. posteriormente publicado como lMNEz BAllESTA. R., GARCfA GIM~EZ. R. y DfAz.ANDREU. M.:
..Anüisis de los datos lüico-quúnicos y núneral6gicos de la esamigrafia del poblado de la Edad del Bronce de El R=lenco (Cetvera
del Llano. Cuenca)ll. En J. F. Jonli Plrdo (coord.) Geoan¡ueolofla (actas tk la 2" Reuni6tt NaciONJI de Geoarqueolofla. rrGE.
Madrid 15. 15 y 16 de dicimtbTP de 1992). Instituto Tecnol6g,ico Geominero de Espalla. Asociación Esplllola pua el Eatudio del
Cuaternario. Madrid. 1994, pqs. 34J.3S6.
(4) BULLÓN. T. y DfAz-ANDREU. M.: cFonnas de relieve y asentamientos de la Edad del Bronce en d valle de Cetvera
del Llano (Cuenca)>. Cuatemario y Geomorfolo&[a 6. 1992. ptgs. 91· 101.
(S) Los resultados de esta excavación fueron la base de una comu.nicacióo presentada en octubre de 1990 al "Congreso de
Arqueología de Castilla·l..a Mancha" ceJebrado en AJbllcete y titulada "Excavacioocs en d yacimiento de la Edad del Bronce de El
Recuenco (Cetvma del Uano. Cuenca)". Esta se baila publicada en DfAz.ANDREU. M. -.Excavaciones en el yacimiento de la Edad
del Bronce de El Recuenco (Cetveta del Llano. Cuenca)». Revista CuencD 39, 1992.
-
181 -
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MARGARITA DfAZ-ANDREU
sus extremos NE y SO el poblado, para lo que se abrieron los cortes g5, aS y JS. En el primero
apenas se obtuvo material (algo de cerámica muy rodada y ningún sOex), indicando que claramente estaba ya fuera del radio de acción del poblado. El corte aS reveló lo que podría calificarse
como un segundo anillo de protección del área de acceso del poblado. Por último el JS, ya en el
extremo SO del espolón, dió muy poca potencia estratigráfica que en todo caso en el momento
actual todavía es imposible correlacionar con lo que hemos denominado como "edificio 1" (6).
Desde 1989 hasta 1995 La autora de este trabajo actuó como única directora de la excavación. La subvención de 1989 se dedicó al estudio de materiales. Se realizaron dos campañas más
de campo en 1991 y en 1994, en las que el objetivo fue continuar la excavación extensiva a intramuros de la muralla A, en el "edificio 1". En 1991 se excavó en los cortes C4, 02, 03 y 05 y en
1994 en los cortes C3, C4 y 04 (7). Desde 1996 la dirección ha pasado a estar codirigida por el
Or Ignacio Montero. Los trabajos llevados a cabo en la última campaña de excavaciones (8)
(cortes C2, C3, 02 y 03), complementados por los realizados en los niveles inferiores a los
incluidos en este trabajo, serán fruto de una futura publicación.
La estratigrafía de El Recuenco presenta varios problemas de interpretación debido en parte
a la compleja historia de su excavación. No es fácil conectar la secuencia a extramuros con la de
intramuros a la muralla A, aunque en este artículo se va a realizar una propuesta. La secuencia
más coherente se ha obtenido en las excavaciones de los cortes C3 a CS y 02 a 05, pero ésta sólo
en parte se va a cubrir en este trabajo. La problemática presentada en el corte aS (9} todavía queda
abierta ya que necesita una continuación del trabajo de campo, pero dado lo escaso de Las subvenciones se ha decidido postergar su solución. La excavación en extensión de la compleja serie
de muros al norte del muro A que ~ Isabel Martfnez Navarrete acometió principalmente en el
año 1980 con el fin de entender su funcionalidad queda también pendiente, aunque aquí se ofrece
una posible interpretación cronológica. En total se pueden distinguir al menos 5 fases en el yacimiento que cubren casi por completo el segundo milenio aC.
EL POBLADO DE EL RECUENCO EN SU CONTEXTO GEOGRÁFICO
El Recuenco se sitúa en la comarca de La Mancha (fig. 1), no muy lejos de la Serranía conquense y ciertamente en un área que ya no se puede calificar como típicamente manchega. Las
motillas más cercanas se encuentran a unos 50 kilómetros al sur (10) y tal situación no se debe
interpretar como un cambio de "cultura", como muy bien arguyó Martfnez Navarrete (ll), sino
(6) He dedicido abandooar definitivamente la denominación de "vivienda"
pan1
el edificio 1 por las connocaciones funcio-
nale$ que el tmnino implica.
(1) En 1993 se en~¡ó una memoria de actuación a Castilla-La Mancha con todo lo realizado hasla entonces. incluyendo
por tanto los resultados. de la campalla de 1991 . La pubücación. que se prometla inmediata. todavía es" pendiente: DfAz.ANDREU.
M. {ed.): El poblodo d~ la Edad dtl Bronce d~ El Recwnco (Cervua del Uano. Cu~nca}. Junta de Comunidades de Castilla· La
Mancha. Toledo. en prensa.
(8} DfAZ-ANDREU. M. y MONTERO. L: .Excavaciones en el yacimiento de El Rccuenco (Cuenca)lo. Revista d~
Arqueolo1fa 186. 1996.62-63.
(9) &la ~ de$crita en DfAz.ANDREU {ed.) (en pn:osa): op. d t.
( JO) DfAz.ANDREU. M.: La EdiJd thl Bronce tnlo provincia de Cwnca. Serie Arqucoloafa Conquense XID. Diputacióo
Provincial de Cuenca. Cuenca. 1994. En la P'gjna 191 de esta pubJjcación se hace mención a la motilla de El Pedcmoso y a la 1110aa
de VLIIalpdo del Jlkar.
-182-
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EL YACrMIENTO DE LA EDAD DEL BRONCE DE EL RECUENCO
183
como una imposibilidad geográfica. El Recuenco podría considerarse como una morra, pero de
nuevo parece injustificado querer dar a esta afirmación un significado cultural. El término de
morra es más bien etnográfico (o más bien la interpretación arqueológica de un término etnográfico, ya que lo que significa morra, mota o motilla difiere de un área a otra ( 12)).
En cuanto al contexto geográfico más inmediato, el estudio geomorfológico llevado a cabo
por Teresa Bullón (13) dio como resultado un panorama homogéneo para El Recuenco y los otros
yacimientos coetáneos del mismo valle de Cervera del Llano. Todos se caracterizaban por un relativo aislamiento por su localización en espolones o puntos altos, una cercanfa a fuentes de agua y
su posición cercana a mejores tierras de cultivo de fondo del valle. Algo observado por Teresa
Bullón, pero que no llegó a reflejarse en la publicación, fue la abundancia de sflex en la zona. En
particular me parece importante apuntar la información que a este respecto se ha obtenido en el
último periodo de trabajo de campo codirigido con Ignacio Montero. En esta campaña se decidió
realizar una serie de seminarios para los alumnos como forma de integrar la cultura popular en el
estudio del yacimiento. Una de las personas invitadas fue el Sr. Julio Carrillo, hasta hace unos años
-y todavía aunque ya no ejerza- el experto en la talla lítica de trillos en un radio de varios pueblos
alrededor de Cervera del Llano. Él nos explicó que la mejor zona de recogida del síJex que se
encuentra en la zona se halla a unos 2,5 km al NE de El Recuenco. Los bloques de síJex que de
buena calidad que trajo a la sesión organizada en la campaña de 1996 para mostramos cómo se
tallaba tradicionalmente el síJex visualmente no se diferenciaban de los extraídos en el yacimiento.
La vegetación de la zona, según se deriva de los estudios realizados por Pilar López (palinología) (14) y por Diego Rivera y Concepción Obón (improntas de origen vegetal en arcillas)
( 15), se componía, según este último análisis referido a la fase 2b, de carrizo, probablemente
chopo, encina, quizá adelfa, lino. El estudio de López no se puede asociar a las fases por la
ausencia de estratigrafías realizadas, aunque por las fechas asociadas cubrirla las fases 2c a la 2a.
Martínez Navarrete opina que "a tenor de los resultados de los análisis polínicos (López 1983)
sabemos que el medio que explotaron era más boscoso (Quercus, Alnus, U/mus, Corylus,
Junglans, Olea; Jiu)" (16). En cuanto a la fauna salvaje, los datos provienen de las excavaciones
anteriores a 1986, puesto que en el interior del edificio l, objeto principal de las excavaciones a
partir de aquella fecha, se han encontrado muy pocos huesos, lo que probablemente es debido a
una actitud cultural ligada a mantener el interior de los espacios habitados (sean o no viviendas)
limpios, y por tanto a no tirar en ellos basura. La publicación sobre la fauna ( 17) no indica la pro(11) MARTÍNEZ NAVARRETE. M' 1: Moms, motiU y castiUejos: ¿unidad o pluralidad cultural durante la Edad del Bronce
as
en La Mancha?. En Hom~no}~ o Monu~l de los Santos. lnstilulo de Estudios Albacetenses, Dipu&ación Provlneial de Albacete.
Albacete. 1988. p4gs. 81·92.
( 12) Como ya expuse en mi líbro sobre la Edad del Bronce en la provincia de Cuenca (DfAz..ANDREU 1994: op. cit.• p4g.
273)...Clliste una ciena coofusión en la dislinc:ión entre DIOlilla y lllOCTL En primer luglf hay que teiiC1' en cuenta que lnldicionalmente signifiCIII lo mismo. aunque una palabra susliwye a otra en delennínadas úeas. Por ejemplo la motiUa de El Acequión es
Uamadamente populamlente la mona de El Acequión (FenWldez-Miranda. com. pers.). Moma o motilla significan en el lenguaje
popullf levanllmiento semicireular en el paisaje de unas dimensiooes determinadas. que oscilan entre los cincuenta y mú de cien
mellOS de dWnetro. No tienen por q~ teiiC1' yacimiento arqueológko. como as! lo demuestra la malilla de Moúlla de Palanc:ar
(Cuenca), pequdla colina de fonna casi perfecta de media esfera junto al rfo Valdemembra. de origen compldamente IIIIUrll y que
no muestra ningán rastro de !DIIerial arqueológico en superflcie".
(13) BULLÓN y DfAz..ANOREU: Op. cil.
(14) LÓPEZ: op. cit. Este anüisis se realizó en el (posterior) cone C2.
(15) RIVERA ti al.: op. cit. Las m\IC$tras pan el anüisis de arcillas de coosrrucclón se rec:ogieton del nivel 2b.
(16) MARTfNEZ NAVARR.ETE (1988): op. cit.• p6g. 2308.
(17) MORALES: op. cit.
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184
MARGARITA DÍAZ-ANDREU
veniencia estratigráfica de la misma. pero debido a que en 1977 sólo se excavó en la zona intramuros, donde aJ parecer no quedaban restos posteriores a la Edad del Bronce, y además donde
no se profundizó gran cosa. se puede suponer que toda ella provenía de la fase 2a. La fauna de
tipo salvaje que se enumera se limita aJ ciervo y quizá aJ conejo. En el estudio realizado por
Bustos et al. ( 18) tras la excavación de 1980 los resultados son semejantes no cambian gran
cosas, ya que se cita de nuevo el conejo, además de la liebre como única fauna (probablemente)
no doméstica.
Los datos de vegetación y fauna parecen indicar, por tanto, un clima similar al actual, y un
paisaje que probablemente no difería gran cosa del existente hasta el siglo XIX, en el que al
parecer el término municipal se caracterizaba por sus bosques y la gran cantidad de ciervos en
ellos existentes. Esta noticia viene confirmada en parte por el paralelismo con el término colindante de La Hinoj:osa, donde D. Vicente Martínez Millán, maestro ya jubilado del pueblo, realizó
un estudio documental de la historia del mismo, Llegando a conclusiones semejantes ( 19).
EL RECUENCO EN SU CONTEXTO HISTÓRICO
En mi publicación sobre la Edad del Bronce en la provincia de Cuenca (20) conscientemente
evité dar mucha i.nformación sobre los resultados extraídos de la excavación de El Recuenco. La
razón para ello fue la enorme diferencia de datos con los que contaba para el resto de la provincia.
Efectivamente, ningún yacimiento de ésta se ha publicado ni en su totalidad ni en gran parte.
Existen informes sobre campañas realizadas en varios de ellos (2 1), pero el resultado en conjunto
resulta todavía incoherente.
Como he apuntado en varias ocasiones, uno de los problemas que todavía afecta el estudio
de la Edad del Bronce en la provincia de Cuenca es el resultado bajo mi punto de vista dudoso
de las dos fechas radiocarbónicas obtenidas en Los Dornajos, sitio caracterizado por la presencia
de cerámicas profusamente decoradas de tipo campaniforme. Las fechas coinciden con las de
yacimientos con cerámicas lisas típicas del Bronce medio como El Recuenco, lo que evidentemente representa una contradicción. La consistencia que vienen produciendo las fechas de El
Recuenco y de otros yacimientos con cerámicas semejantes me ba Llevado ya varias veces a
afumar la muy probable incorreción de la datación de los Dornajos, que necesariamente tiene que
ser más antigua. He venido calificando a los yacimientos con cerámicas tipo Dornajos como campaniformes, con cronología de Bronce inicial o incluso más bien caJcotctica (22). No dejan de
publicarse más datos a mi favor (vs. Martín Morales et al. (23)). El último de éstos que puedo
(18) BUSTOS et o/.: op. cit.
(19) Un trabajo en el que se recojen gran parte de las IIC)(ÍCias obtenidas de D. Vicente Mllt!nez Millúl es: ACEITUNO. FJ.•
DfAZ-ANDREU, M.. COLLADO. J.M., y GARcfA SÁNCHEZ. E. «Cakolltico en Cuenca. La colección arqueológica de D. Vicente
Mllt!nez Mii!M. La Hinojosa (Cuenca)•. Quodems de Pnhist~riD i Arqueolo8fa de Co.stt/16. en prensa.
(20) DIAZ-ANDREU, M. ( 1994): op.cit.
(21} Ver biblioplla en DfAZ-ANDREU ( 1994): op. cit.
(22) Ver fi¡. 3 en DÍAZ-ANDREU 1994: op. cit. y el mismo en RJVE.IlA et al.: op.cit. en los que didlas cerimicas claramente llenan el eJU.nJ\o ihucco dejado por las c:crimicas CUDpallifOI"me$ junto al borde interior.
(23) En ellltkulo publicado en Ñlliq~~ity el equipo fonnado por Mllt!n Morales eral. pte~CDtaroa sus duelas coo respecto a
mi hipótesis. pero como expon¡o a cootiniiiCión en el tellto. no dejan de public:arse m6s y m6s datos a favor de mi hipótesis. El
llt!culo al que me ref1tt0 es MAJUfN. C.• FERNÁNDEZ-POSSE. M" D.. FERNÁ.NDEZ-MIRANDA. M. y GILMAJII. A.: •Tbe
Bronu Age of La Mancha•. Alltiquity 67. 1993. pqs. 2J.4S.
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EL YACIMIENTO DE LA EDAD DEL BRONCE DE EL RECUENCO
ISS
mencionar es las cerámicas Dornajos publicadas recientemente en el yacimiento calificado de
calcolítico de CerTO Jesús en la provincia de Córdoba (24).
Sería incorrecto considerar el poblado de El Recuenco como un representante de una
supuesta "cultura del Bronce Manchego". La forma de agrupar yacimientos en "culturas" arqueológicas proviene del método histórico-cultural adoptado en arqueología a principios de siglo que
consistfa en intentar encorsetar el pasado con una ideolog(a entonces imperante: la nacionalista
(25). Es fácilmente comprensible lo inadecuado que es intentar trasladar al pasado más remoto,
y del que no tenemos ninguna noticia directa (escrita), una ideología que proviene de la
Revolución Francesa y de la creación del estado moderno. Los yacimientos de Cuenca se diferencian a los del país Valenciano o los de Teruel tanto como éstos se distinguen entre sí. Los cambios son graduales y podríamos formar infmidad de conjuntos o "culturas" supuestamente homogéneas, dependiendo de qué criterio y qué zona geográfica se decidiera escoger. Todas estas áreas
(Cuenca, País Valenciano, Teruel...), sin embargo, se distinguen claramente con las situadas más
hacia el norte y el oeste (Cataluña, Zaragoza, Madrid, oeste de Toledo y Ciudad Real, Sevilla,
etc.), caracterizadas por asentamientos que indican una mayor moviHdad y probablemente una
complejidad social menor (26). No interpreto estas dos grandes áreas como sendas "culturas"
arqueológicas, sino como el resultado visible arqueológicamente en términos de cultura material
de dos modos de vida y en términos generales de dos tipos de economías totalmente diferentes,
lo que no quiere decir de dos sistemas ideológicos diferenciados, salvo a un nivel muy laso y por
tanto alejado del que se pretende operar con el empleo del término "cultura".
EL SECTOR EXTRAMUROS AL MURO A
La mayor parte de las excavaciones en el sector extramuros al lienzo A las llevó a cabo
~Isabel MartCnez Navarrete entre 1980 y 1985, aunque en 1988 codirig( con ella los trabajos
en los cortes a5 y g7, también en este sector, cuyos resultados ya han sido incluidos en una publicación (27). Son en total un mínimo de siete paramentos los documentados en este sector de El
Recuenco. Su interpretación es sumamente complicada, por lo que aquí sólo realizaré un primer
intento, que cuenta con el obstáculo del ya comentado cambio de criterios en el planteamiento de
(24) MARTfN DE LA CRUZ. J.C.. SERRANO CARRILLO. J y MORENA LÓPEZ, J.A.: • Aponación al estudio del
Calcolftíco en la Campilla Baja (Córdobi·J~n)•. CuPAUAM 16. 1989. P'SS· 43-72.
(25) Varios autores. entre los que me incluyo, han reflexionado sobre Jo inadecuado que resulta el empleo del tmnino cultura
y de su relación con la ideología nacionalista imperante en el cambio de siglo:
SHENNAN. S.: clntroduction: ucllaeological approacbes to culuual idcntíty». En S. Shennan (ed) A~ltoeological Approaches
to Cultural /d~ntity, One World Archaeology 10, Routledge. Loadres. 1988. p4gs. 1-32.
OfAz.ANDREU. M.: cConsuuctíng identíties through culture. Tbe pas1 i.n the for¡in¡ of Europe... En S. Jones. Gamble. C.
and Graves. P (eds.) Eu~an CommiUiities: A~lto~o/Qgy and 1M Corutruction of Cultural ld~ntity. Routledge. Londres. 1996. P'¡s.
48-61.
(26) Expongo mejor estas ideas en mis ank:ulos:
.
OfAz.ANDREU. M.: ...Las sociedades complejas del Calcolitico y Edad del Bronce en la Penlnsula lbmc:a... En V Olivcira
J01¡e (eootd}. Actas del 1• Con¡resso de Arqueología Peninsular (Porto. 12- 18 de Outubro de 1993). Traballw d~ .Wropologia e
Emologio xxxm (1-2). 1993. P'ss. 24S-264.
OfAz.ANDREU. M.: ..Complex Societies in Copper and Bronce Age Iberia: A Reappraisal». 04ord Jouf'MI of A~ltoeology
14(1). 199S. P'P· 23-39.
(27) OfAz.ANDREU. M. (en prensa): op. cit.
-185 -
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MARGARITA DfAz-ANDREU
los cortes y en la localización del punto cero, y además con el de la ausencia de fechas radiocarbónicas provenientes de este sector, por lo que su correlación con el "edificio 1" será sólo hipotética y se basará en la profundidad a la que estos muros se construyeron.
Este sector viene definido por estar limitado en su extremo SO por el muro A. Éste, que también se ha denominado en algunas publicaciones como muralla, fue el que probablemente se
construyó en primer lugar sobre el cerro. No pasarla en un primer momento de ser poco más que
una valla, pues su anchura en el momento de su construcción era de unos 80 cm. como máximo.
La profundidad a la que llega en el corte C2 es de por lo menos -2,40 m. lo que por ahora en este
corte se viene interpretando como fase 2c. En su extremo sur, en el extremo SO del corte 05, la
profundad a la que llegan algunas piedras a poco de la superficie actual es de -2,60 m. quizá en
la fase 3. Cuando el muro F se levantó cerrando el extremo sureste del "edificio 1" , probablemente en la fase 2c, la sección sur del muro A se dejó en desuso, y el muro A pasó a ser únicamente el paramento NE de dicho edificio, es decir, supuso el fin para el muro A de su funcionalidad como muralla o más bien de valla delimitadora del sector intramuros. Creo que fue en este
momento, como expondré de nuevo más tarde, cuando se construiría el muro L del corte a5 para
cubrir dicha funcionalidad. En este momento, fuera porque se necesitara tener un muro de
mayores dimensiones para apoyar la techumbre, fuera porque el existente se les estaba cayendo,
el muro A se ensanchó con una hilada vertical, pasando a tener aproximadamente un metro de
anchura. Posteriormente se aumentó incluso otra(s) bilada(s).
Los paramentos a extramuros del muro A son los muros B, C, D. N, O, P y L (28) (fig. 2). El
muro B se encuentra en los cortes A4, B3 y B4. En su extremo oeste se apoya sobre la cara externa
del muro A (29) y por lo tanto parece ser un añadido posterior. La conexión con el muro C y con
la probable continuación del O no está clara. Martínez Navarrete (30) asegura que el extremo
oriental "parecía interrumpirse antes de llegar al muro [C] (3 1), pero la mala conservación de este
último en esta zona, la escasa profundidad alcanzada en la excavación del mismo y el propio
derrumbe del lienzo [B], impiden la confinnación, por el momento, de esta hipótesis". La excavación en el espacio triangular dejado entre el muro B y el C, no produjo estructura alguna,
aunque la validez de esta afirmación habría que matizarla por el prácticamente total de conocimiento de las profundidades de las observaciones de la excavadora. Martínez Navarrete (32) dice
que "estaba relleno de arcilla compacta con escasos fragmentos cerámicos. Este sedimento,
similar al empleado para efectuar el piso de las viviendas [es decir, de la vivienda] o para apoyar
los muros ... [se refiere en particular al N] descansaba sobre una capa de piedras sueltas (33) y
(28) La denominación de los muros no coincide con la dada por MartCoez Navanete en su tesis doctoral (MAR11NEZ NAVARRETE ( 1988): op. cit.). ni esta llhírna con las lelniS empleadas en sus cuadernos. Esta confus.ión hizo que decidiera emplear mi
propía denominación. Con respecto a los de la tesis doctoral. el llnlco que coincide es el A. Su lienzo 8 es mi muro N. eJ C pasa a
ser lo que yo, por prudencia. he denominado como muros O y P: lo que ella publicó como lienzo O es lo que yo he llamado C; el
E es mi 8 : el v. l es eJ J; y el v.2 el P. Esta coofusión proviene de la ausencia de planos en la Tesis Doctoral y mi inadecuada primera
interpretación de sus descripciones. He decidido no cambiar de nuevo mis denominaciones para no liar alln mis el asunto.
(29) En la tesis doctoral MAR11NEZ NAVARRETE (1988): op. cit.. p4g 2305. dice que "su ex~re.mo occidental apoyaba en
la cara ex tema del lie.1120 A".
(30) MARTfNEz JIIAVARRETE ( 1988): op. cit. p4¡. 2305.
(3 1) Para evitar ooofusión he sustituido las letras con las que Mattlnez Navanete denomina los muros en su tesis doc:1oral por
eJ criterio que yo si¡o y el que empleo en este articulo.
(32) MARTfNEz NAVARRETE (1988) op. cit. p4g 2305.
(33) Quiú se refiera a unas piedras representadas en la planimetrla de 1984. A una de ellas se le da una profUDdidad de
· 1.27 m.
-
186-
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EL YACIMIENTO DE LA EDAD DEL BRONCE DE EL RECUENCO
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Fig. l.- PiaDo de El Recumc:o coa espedllald6a de los IIOIIlbra dados
a cada UDO de los paramentos de los que el artkuJo trata.
éstas, a su vez. sobre un nivel pulverulento ceniciento en el que acabó la excavación (34)". El
muro B presenta una longitud de unos 5 metros y una altura total de unos 1,70 m, (35) Es paralelo al muro N, del que le separan casi tres metros. Su profundidad máxima es de - 1,53 m.
(medida tomada en 1996), lo que parece significar que su construcción se realizó durante la fase
2b del edificio l. La altura máxima que alcanza es bastante mayor que la del muro A, ya que llega
a + 4 cm. y las piedras superiores del muro A se encuentran entre unos -0,80 m. y -0,60 m. La
diferencia puede deberse o bien a una conservación diferencial, o bien, y yo me inclino más hacia
esta hipótesis, a una reutilización de este muro en el momento de construcción del muro O en la
fase l, del que es perpendicular. Entre el muro B y el N la excavación produjo ''piedras y tierra
arcillosa compacta con unos pocos pegotes rojizos y negruzcos. Las cerámicas fueron más abundantes que las recuperadas" al S del muro B (36).
(34) Las profundidades dadas en la planimetña de 1984 para una zona dcslaeada por un rayado, que quiú corresponda con
este nivel ceniciento van de -1.32 m. a-146m.
(3S) MAR11NEz NAVARRETE (1988): op. cit. P'g 2305.
(36) MAR11NEz NAVARRETE (1988): op. cit. P'i 2306.
- 187 -
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MARGARITA DfA.z..ANDREU
El muro N (también llamado muro Norte en los apuntes de Martfnez Navarrete) adopta una
dirección este-oeste paralela al muro B. Se localiza en los cortesA3, B2 y B3. Las alturas máximas
de ambos muros, el B y el N, se diferencian únicamente unos 30 cm., por lo que tomando en consideración la pendiente se puede considear relativamente paralelos. Las cotas superiores tomadas
para el muro N varían entre -0,09 m., -0,19 m. y -0,32 m. de oeste a este. La parte exterior parece
estar construida de forma escalonada, aunque también puede tratarse de un derrumbe, lo que su
excavadora no pudo distinguir con certeza en sus apuntes de campo, aunque sí en la publicación
de su tesis, donde dice que "con objeto de evitar el derrumbamiento del muro, su cara externa se
apuntaló encajando una serie de piedras en la ladera, algunas de las cuales se unieron con arcilla"
(37). La profundidad a la que este muro (o su derrumbe) llegaba era-1,36 m. Martínez Navarrete
(38) sugiere que quizá el muro N sirva como refuerzo al B, "siguiendo un procedimiento bien
conocido en las morras de Albacete", aunque les separan unos tres metros. También propone que
este muro N es ·posterior al B "dado que su base se baUa por encima de la del lienzo" B.
El muro e se localiza en los cortes A4, 84 y BS. Se conservan más de 7 metros de largo y su
altura total es de unos 50 cm (39). Llega a una profundidad máxima de - 2,24 m. (40) y las hiladas
superiores se encuentran a - 1,25 m. en el extremo norte y -0,99 m. en el sur, junto al muro A.
Debido a que et sector oeste del corte A4 está prácticamente derruido no es posible determinar la
relación de éste con el muro e ni con el que probablemente sea una continuación del O, posiblidad
ya apuntada por Martínez Navarrete (41). En cuanto a su relación con el muro A, parece anterior
al último levantamento del muro A, pero fue coetáneo en algún momento a este lienzo, momento
que podemos datar, por la profundidad a la que se encuentra, en la fase 2c del edificio l.
El paramento O es un muro colgado en el corte B4 muy mal conservado pero que claramente
es posterior al A. Quizá varias de las piedras más altas que actualmente se hallan en la parte superior del B pertenecieran al O (o a la conjunción de ambos), y en la planimetría realizada por
Martfnez Navarrete se daba a entender que varias piedras sobre el muro A en la esquina N del corte
y entre el testigo e4/C5 podrían representar una continuación del muro. En varias ocasiones
he asociado a este muro el fragmento de la primera Edad del Hierro encontrado en superficie, pero
esta relación se ha hecho simplemente sobre la base de la clara posterioridad de ambos elementos
con respecto a la fase principal de ocupación del yacimiento durante la Edad del Bronce. La longitud total conservada es de algo menos de 2m., aunque si añadimos las piedras anteriormente
mencionadas del muro B la longitud total sería de casi 5 m., y si afiadiéramos el probable trozo de
muro sobre el corte C5 esta medida sería de unos 8 m. Unicamente se conservan una o dos hiladas.
Éstas se hallan a +0.27 m. en su parte superior y +0.10 m. en la inferior.
Del muro O, excavado en el corte A3 y en el testigo A2/A3, sólo se conserva una hilada formada por piedras muy irregulares. Su límite interior está en algún punto contacto con la base del
escalonamiento o derrumbe del muro N, ya que en el extremo sur las piedras o derrumbe del N
están por encima del O. Martínez Navarrete interpretó dicho muro como parte de uno mismo con
es
(37) MARTÍNEZ NAVARRETE (1988): op. cit. pág. 2304-S.
(38) MARTÍNEZ NAVARRETE (1988): op. cit. pág. 2306.
(39) MAR11NEz NAVARRETE ( 1988): op. cit. pág. 2305.
(40) Esta es la profundidad que se encuenlnl en el plano de Manfnez Navarrete realizado en 1984. en el corte 84. a unos 3
m. del perfil NO y a unos 2,4 m. del NE. A panlr de ahora dad estas coordenadas como MN 84. 84. 3 m. 2,4 m, -2,24 m.
(41) Esta autor:a dice que ••el grosor. los mat.eriales empleados (11nicos lienzos donde hay rocas de gran tamallo) y delineación
del muro [C) hac:ían pensar que fuera .la prolongación del tramo externo del muro [P). La falta de excavación del 1n1100 inteonedio
(unos 4 a S m.] impide la confmnación de esta hipótesis~ (MARTfNEz NAVARRETE ( 1988): op, cit.• pág. 2305).
-
188-
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EL YACIMIENTO DE LA EDAD DEL BRONCE DE EL RECUENCO
189
el P. Según dice en su tesis doctoral «en la base de la misma ladera nororiental existe un tercer
muro... , formado posiblemente por dos tramos de piedra {lo que yo llamo e] muro O -tramo
interno para ella- y el P -tramo externo de Martínez Navarrete-] con relleno intermedio arcilloso
muy compacto. Su delineación -en los dos metros excavados- es aproximadamente paralela a La
del lienzo A" (42). La profundidad superior a la que se encuentran las piedras del muro O de
hacia -2,30 m. Presenta una anchura de unos 60 cm. Sólo le separan 70 cm. del muro P, que se
encuentra a unos 20 cm. más bajo. En la planimetría realizada en 1984 se deja entrever que quizá
el muro O continúe basta el corte A4, juntándose de fonna confusa con el B y el C. Como
veremos igualmente en el caso del muro P, contra esta hipótesis se halla el hecho de que las piedras del corte A4 presentan cotas de aproximadamente un metro superiores, un hecho que quizá
se pueda explicar por una adaptación a la pendiente y los 4 m. de distancia que separan lo descubierto en el corte A3 y en el corte A4.
El muro P del corte A3 y testigo A2/A3 presenta mayor número de hiladas que el O y puede
que sea, como decía Martínez Navarete (ver supra) simplemente el tramo exterior de un muro
formado por lo que yo aquí prudentemente estoy diferenciando como muros O y P. Por otra parte
también podría ser una continuación del C aunque contra esta hipótesis están el cambio de orientación de los muros (aunque el extremo norte del muro C parece que experimenta una curvatura
que le llevaría al P) y la diferente profundidad que Uega a ser de casi un metro, que podría explicarse de la forma ya argumentada para el caso del muro O.
El muro L se localiza en el corte aS. No tiene conexión con ninguno de los anteriores pero
por su disposición y por su probable continuación se ha denominado en las publicaciones como
muralla (más bien valla) exterior. Su profundidad máxima es de -3.80 m. y las piedras más superiores se encuentran a -2.90 m. La anchura es de un metro, aunque ésta se ve reducida en el
extremo norte a sólo unos 60 cm. Su orientación va de norte a sur, paralela al muro C, por lo que
no creo descabellado proponer una misma cronología, la fase 2c.
La secuencia de construcción a extramuros del muro A que propongo partiendo de la información sobre los siete paramentos que acabo de exponer es la siguiente (ver fig. 3). En un primer
momento, en la fase 3 para la que todavía no se han obtenido fechas de c- J4, se construiría lógicamente el muro A que iría como mínimo desde el corte C 1 al C6. Posteriormente, probablemente en
la fase 2c del edificio 1, datada por radiocarbono aproximadamente entre 1830 aC y 1690 aC (43),
(42) MARTfNEZ NAVARRETE (1988): op. cit. pág. 2305.
(43) Las (!:(;has que se han obtenido para la fase le son tres:
1· 11890: 3780 ~ 95 BP 6 1830 ~ 9S aC. (· d C14 375 ~ 8). En cana de Mattfnez NavatreiC a Teledyne lsotopes del 12.5.1981
se lee: cMuesuu J. Cata E. nivel3((cone C2)). La cata E (3 x 2m.) ofrece un muro de piedra con 1 m. de alzada conservado que
apoya directamente sobre la arenisca de base del ceno. Presenta una serie ininterrumpida de pisos horizaont.ales de areilla compacta
que al1eman con niveles cenicientos de ocupación. La muestra de carbón se tomó en el cuno de la excaveción de un posible agujero
para poste de 20 c:ms. de di6metro excavado en el piso areWoso ~spondiente al nivel 3 (a SO cm. de profundidad de la superficie) (es ~ír. aproximadamente a -2,00 m.)•.
OrN-21296: 36SO ~ 40 BP 6 1700 aC. La muestra. madera cabonizada proveniente de un poste. se ~ó en el corte 04 en
la campalla de 1994. en las coordenadas 3 m., 1.90 m.. -2.G4 m. El contexto era un poste de madera.
1-11892: 3640 ~ 95 6 no calibrada 1690 aC (- d C14 364 ~ 8). EJ carbón de la muestra se recosió en el cone OS en la c:ampai\a
de 1980. Sólo puedo dar las coordenadas aproximadas donde w.a se debió recoser. O.S m.• 4 m•• -2.30 m. En la c:aru MN a Teledyne
lsolopes 12..5.198 1 se dic:e: •La cata H (3 x 3 m.) se alinea a 4 m. de distanCia de la cata C(?). Ofreda tres niveles bien diferenciados: nivel 4: ceniciento. Descansabl sobre la arenisca de base del ceno. Niveles 3 a 1: consbte.ntes en un n!lleno arcilloso
COllll*fO con intercalaciones de bolsadas cenicientas. Estos niveles corresponden tanto al piso como al nlvel de ocupacióo de una
constrUCCióo con muro de piedra ICChado con cañiw. En el nivel l. a 30 cm. [prof. mú a la que se llegó -2.30 m.J de profundidad
de la superficie y bajo la impronta que dejó el techo de c:adizo al desplomarse sobre el piso. apareció el catb6o que se envía para su
dataciÓCI:lt (cana MN a Teledyne lsolopes 12.5.1981).
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MARGARITA OfAz.ANDREU
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Fase 2c
Fase 2b
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Fase 2a
Fase 1
o.___ _ _
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f1&. 3,-
El Re.cueoco:
rases le-la y 1. ElaombiUdo corrapoade a ao. mlli'OI
empleados ea cada ana de las fueslDdlcadas
el muro A dejaría de actuar como valla, siendo entonces sólo el paramento NE de la casa. En este
momento se levantarían los muros e , que quizá tenga continuación en el muro P (¿y en el 0?), y
el L. La finalidad del espacio en pendiente de casi unos 7 metros de anchura que quedaría entre
el muro A y el 0-P-e es desconocida. Mi hipótesis es que este(os) muro(s) 0-P-e dejó(aron) de
emplearse en la fase 2b.
En la fase 2b, con una única fecha de 1460 ae (44), se reorganiza el espacio exterior al muro
A, caen en desuso los muros e , P y O, y probablemente también el L, y en su lugar se construye
el B casi cortando por medio el espacio formado anteriormente. Por su orientación y por estar
alguna de sus piedras inmediatamente por encima del muro O, he supuesto que el muro N se
construye también en esta fase 2b. No parece que haya cambios en este sector extramuros, sin
embargo, al producirse la nueva reforma del "edificio 1" en la fase 2a.
(44) La fase 2b estarla datada por la mueSira GrN-17439 de 3410 :t 100 BP que interpretamos como 1460 aC. &u. cubón.
fue recogida en el corte C4 en la campalla de 1988, en las coordenadas 0,14 m.. 2.40 m.. - 1,44 m.
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EL YACIMIENTO DE LA EDAD DEL BRONCE DE EL RECUENCO
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En la fase 1 de El Recuenco el "edificio 1" ha dejado de existir. En su lugar probablemente
se construye otro edificio del que quedan pocos restos. Uno de los paramentos aprovecharía el
muro B, al que podría llegar la continuación del D. El muro N, paralelo al B, parece que también
se conservaría en esta época. Poco más podemos decir de esta primera fase (última de ocupación
del cerro) debido a los escasos datos con los que contamos.
EL SECTOR INTRAMUROS AL MURO A. LA FASE 2A
El sector intramuros al muro A ha sido el que ha recibido una mayor atención en la excavación de El Recuenco a partir de 1988, año en que se decidió favorecer la excavación en extensión. La hipótesis inicial de que había dos viviendas (45) fue rápidamente desechada, por lo
menos sobre la base de los datos sobre los que esta suposición se había basado. El muro descubierto en el corte 05 y denominado por su excavadora como v.2, resultó ser parte del F y por tanto
pertenecer al mismo "edificio 1".
Se supone la existencia de un nivel 3 en el que el muro A actuaría como valla de protección.
Las cotas a las que esta fase se encontraría, según se ve en el corte C6, llegarían basta -2,60 m
(46). La siguiente fase de ocupación, que hemos llamado 2, se puede distribuir en 3 subfases, las
2a, 2b y 2c. Es este momento en el que probablemente se levanta el edificio adosado al muro A,
desmontáodose el extremo sur del mismo (es decir, el trozo del corte C6) y dejando el paramento
A de cumplir una función defensiva (suplida probablemente por el muro L). El ..edificio 1" experimentó varias remodelaciones, que dan lugar a las 3 subfases enumeradas. Nada queda en el
sector intramuros del nivel 1 que, como be explicado, en el sector extramuros está defmido por
el muro D, el B y el N.
A la fase 2a, que es sobre la que se va a concentrar este apartado, correspondería la fecha I11891 , de 3240 bC ± 95 ó 1290 ± 95 aC (-d C 14 332 ± 8). La muestra enviada a análisis, según
se especifica en una carta de Martfnez Navarrete a Teledyne lsotopes el 12.5. 1981 , «corresponde
a una mancha cenicienta delimitada por adobes quemados (¿hogar? (47)) correspondiente al nivel
1 (48) (a 20 eros. [aprox. -1 ,14 m.] de profundidad de la superficie}. Este nivel consistía en un
relleno formado por adobes descompuestos que constituían la estructura superior del muro adosado». Esta misma autora, sin embargo, posteriormente publicó esta fecha como el momento "en
que se produce la destrucción de la casa" (49), interpretación que no parece adecuada dada la proveniencia de la muestra de Jo que ella misma califica como probablemente un bogar.
(4S} MARTfNEZ NAVARRETE (1988): op.cil. pág. 2306.
(46) Sin embar¡o otras piedras se hallan a -2.40 m. que es la profundidad a la que estamos U
e¡llldo en el cor1e C2 en Jo que
todavía considerarnos fase: 2c. La excavación de la fase: 2c presenta problemas en los que ahora no voy a entrar, por lo que por el
momento, aunque manten¡o la posible exlsleneia de una fase 3, no descarto la posibilidad de que en un futuro haya que replantear
las fases m6s antl¡uas de El Reeueoco. Pa-o esto quedaai para una futura publicación.
(47) Ver infrt: posible bo¡ar al N del mW'O J.
(48) Creo ncc:esario aclarar la manera en la que se ba utilizado el lbmino "'nivel" en la excavacl6n de El Reeueoco. y que en
este tl8bajo be sustituido por el m6s adecuado de ~rase". Mi decisión en tl8bajos anteriores (y en las siglas del material) de emplear
el lhmino "nivel" oomo sln6n.imo de "fase" deriva del deseo de establecer una continuidad con la tenninolo¡l'a empleada por
M" Isabel Marúnez Navarrete. Sin embargo. solamente poslerionnente me be dado cuenta que en realidad esta investlpdon siguió
aiterios diferentes a la bon de establecer lo que era un nivel. lo que evidentemente hace inadeculdo seauir su sistema. adem6s de
enmaraftar enormemente la interpretación de las campailas de excavación por ella realizadas. Ademú. la a .cavaclón del "edificio
1" situado a intnmwos supuso una c:ornplicación abdida a esta terminolo¡l'a. puesto que en ~1 se ldentlfK:all diferentes IIIOOlCntos
en los que se rulizaroo n:fonnas menores. que se han denominado oomo subfases o subniveles. Hasta lbon parece que hubo una
reforma clara entre el momento 2a con re:speet0 al anterior 2b y probablemente otra entre el 2b y el 2c.
(49) MARTfNEz NAVARRETE (1981): op. cit. pqina 2304.
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MARGARITA DfAZ-ANDREU
De esta fase 2a quedan muy pocos restos y todos ellos se encuentran como mucho a una distancia inferior a 4 m. del muro A. A este nivel pertenecen los muros J y K y las siete estructuras
realizadas para sujetar postes de diámetro de unos 20 a 30 cm. que probablemente sirvieran para
sostener la techumbre del edificio y los restos del posible hogar, y un derrumbe proveniente del
muro A.
El extremo sur del muro A en su segundo momento (es decir, cuando su extremo más meridional en el corte C6 ya se había desmontado) se levanta hasta la altura a la que se han encontrado los restos de la fase 2a (hay piedras a alturas entre -1,15 m. y -1 ,09 m.). En cuanto al cierre
SE es probable que coincidiera con el muro F. cuyas profundidades se corresponden con las de
la fase 2b, puesto que aunque la altura de éste no llega hasta la fase 2a, la del muro A cambia
bruscamente en el punto en el que luego sale el F. Hemos de suponer, por tanto, que si el muro F
no se conserva hasta una altura de -1,20 m. es por que o bien se desmontó ya en la fase 2a y en
este caso el espacio delimitado podría no ser un edificio cerrado sino que tendría un porche
abierto en su lado SE; o bien el muro se desmontó a causa de las labores agrícolas posteriores, lo
que me parece mucho más factible. El cierre SO del edificio estaba totalmente arrasado.
POSffiLE HOGAR AL N DEL MURO J. En los cuadernos de campo se especifica que
«entre el muro [J] y el perfil NE y a 40 cm. de del mismo aparece una mancha negra muy intensa,
con trozos de carbón, de unos 40 cm. de extensión» (MN 80: 20) (50). Más tarde afirma que «se
termina de excavar la mancha de ceniza junto al perfil NO. Tenía forma irregular y una profundidad máxima de -1,69 m. [es decir, aprox. -1,31 m.]. Las piedras del muro central [muro A] en
contacto con ella aparecían ennegrecidas entre tierra negruzca» (MN 80: 21-22). De este posible
hogar es de donde se extrajo la muestra 1-11 891 enviada a analizar, por lo que, como ya he
comentado, no data el momento de destrucción de la casa, como ella afuma, sino su uso en la
fase 2a hacia el siglo XIl1 aC.
MURO J. Se encuentra en el corte C3. En longitud, orientación, estructura, caida de pendiente (más arriba junto al muro A que en su extremo SO), tamaño de piedras que lo forman y
poca entidad es semejante al muro K. Entre los dos delimitan un espacio rectangular de aprox.
1,80 m. x 1,30 m. en el que la excavación no documentó nada de particular, pero que repite de
alguna manera un espacio ya acotado en la fase anterior, la 2b, por un empedrado. Entre éste y
los dos muros J y K no parece haber relación directa, pues éstos se encuentran "en el aire" con
respecto a aquél. El muro J tiene una anchura de unos 45 cm. Sus alturas superiores son junto al
muro A, en su extremo NE la altura superior es de -0,86 m. y en el extremo SO de - 0,93 m.. El
muro J profundiza unos 35 cm (51). Está formado por piedras de unos 10 a 20 cm., tendiendo las
más pequeñas a situarse en el centro. El muro se ensancha ligeramente en La base, lo que no
ocurre en el caso del muro K.
MURO K. Las dimensiones y características de este murito son semejantes al J, con la diferencia de que éste da la impresión de aún una menor entidad debido a que es Ligeramente más
estrecho y no se ensancha en su base. Su extremo NE la altura es de unos 25 cm, desde -1,00 m.
a -1,25 m. En el extremo SO, el más alejado al muro A, es 34 cm de alto (de -1 ,11 m a -1,45 m.).
3 ESTRUCTURAS DE SOPORTE DE POSTES EN EL CORTE C4. Al SE del muro K se
encuentran 3 estructuras de poste. Se hallan junto al muro A y soportarían postes de tamaño seme(50) MN 80: 20 significa cuadernos de Manínez Nava=te de la campalla de 1980, página 20.
(S I) MAR'TÍNEZ NAVARRETE ( 1988): op.cit. pág. 2306.
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EL YACIMIENTO DE LA EDAD DEL BRONCE DE EL RECUENCO
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jante a las encontradas en el corte C2, es decir, de diámetro de unos 20-30 cm. Las manchas que
dejaban adivinar la presencia de los tres postes aparecieron ya a una profundidad de -1,03 m. El
poste 1 es el situado más al NO de los tres. Está formado por unas tres piedras de unos 35 x 25
cm., que dejan al interior espacio para un poste de un diámetro de unos 20 cm. La tierra que
cubría esta estructura a -1,03 m. presentaba un color grisáceo que ya daba a entender la presencia
del agujero de poste. Las piedras más superficiales se encontraron a -1,22 m. con respecto al
punto cero y el color grisáceo de la tierra desapareció a -1,38 m. El poste 2 es el de menor entidad
ya que se sujetaría con piedras de menor tamaño. Aunque la tierra más superficial era anaranjada
a -1,03 m. al excavar su interior apareció la tierra grisácea, que desapareció a -1,35 m. El diámetro del poste sería de unos 20 cm. como máximo. El poste 3 estaba rodeado por piedras de
unos 30 x 20 cm. que aparecieron a - 1,26 m. La tierra que cubría esta estructura era grisácea y
tal color desapareció a -1,34 m. El diámetro posible del poste podría ser de unos 30 cm.
3 ESTRUCfURAS DE SOPORTE DE POSTES EN EL CORTE C2. Estas se encontraban,
según se observa en los planos y en las fotografías de M• Isabel Martínez Navarrete, en un nivel
muy cer~o al superficial, por lo que aparentan pertenecer al nivel 2a. La única profundidad que
ha quedado registrada es -1,31 m. para una piedra que parece que se encontraba en el fondo de
uno de los postes, el intermedio, ya que fue dibujada en 1984, mucho después de haber terminado la excavación de estas estructuras. Dos de eUas se encontraban en el corte C2, a algo menos
de 5 m. (52) al NO del muro J. Se construyeron contiguas y, como las del corte C4, estaban adosadas al muro A. Ambas dejaban un espacio para un poste de unos 30 cm. como máximo. En los
cuadernos se lee que "las estructuras cuadrangulares de piedra apoyan sobre el piso. Están formadas por dos lajas de unos 45 cm. (las más orientales), una piedra de 30 cm. y otras dos menores
alineadas hasta Uegar a la misma distancia que las anteriores, hincadas verticalmente en el suelo.
Se disponen a unos 30 cm. de distancia unas de otras en posición más o menos paralela, dejando
entre sí un espacio cuadrangular cerrado por un lado por el muro" A (MN 80: 1-2). Más adelante
la excavadora afirma que ''para tratar de ver si las estructuras cuadrangulares sirvieron para calzar
postes se levanta una de las piedras del interior de la occidental (cota -1 ,83 m. [¿-1,45 m?]). Está
muy encajada y calzada con otras mucho más pequeñas, ofreciendo argamasa amarillenta en su
base" (MN 80: 2). La tercera estructura (53) se halló en el testigo entre los cortes Cl y C2, a algo
menos de 2 m. de la intermedia. Al igual que las demás, también se hallaba adosada al muro A.
El espacio interior correspondía a un poste de unos 20 cm.
ESTRUCfURA DE SOPORTE DE POSTE DEL CORTE C3. Esta estructura es la ónica de
su tipo que no se encontraba adosada al muro A, sino a unos 3 m. de aquél. Consistía principalmente en tres lajas y varias piedras que dejaban un agujero para un poste de unos 25 cm. de diámetro. Las lajas se levantaban hasta una altura de -1,07 m. en algón caso, según se observa en la
planimetría de 1984. Martínez Navarrete no especifica ni en su tesis ni en los cuadernos de campo
el relleno y la coloración de la tierra en el interior de dicha estructura (54).
(S2) MARTfNEZ NAVARRETE (1988): op. cit. p4g. 2306.
(SJ) Esta tercera estructura fue excavada en 1977 (MN 80: 2). Manloa Navarrcte en su tesis doctoral. p4g.ina 2306. la calífica
como dudosa. pero en la planimetrfa de 1984 se dibuja claramente, y ella mima no presenta la mínima duda de su ex.istencia en los
cuadernos.
(S4) Estos dalos soo ya irm:uperables. pues la estructura fue destruida por un agente descooocido. probablemente. por las
caracterfslicas del enorme y profundo agujero realizado. por alguien a la bósqueda de un tesoro.
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MARGARITA DfAZ-ANDREU
DERRUMBE DE LOS CORTES C3, C4 Y 04. En estos tres cortes se encontró un derrumbe
que presentarla fonna alargada y sería paralelo al muro A, aunque entre ambos quedaría una distancia de unos 2 metros. Mi suposición es que el derrumbe proviene del muro A y que los dos
metros "vacíos.. entre ambos son resultado de trabajos posteriores, probablemente debidos a las
labores agrícolas del cerro. El derrumbe llegaba en el corte C3 hasta una línea hipotéticamente
formada por la prolongación de la cara S del muro J. Las piedras en la zona cercana al muro A
aparecieron inmediatamente por debajo de la superficie, a -1,20 m. Las cotas de las piedras del
derrumbe en el corte C4 fueron de -1,09 m. en puntos más cercanos al muro A y - 1,29 m. en los
más alejados. Esta última cota y las del corte 04 ya se encontraron cubiertas por una capa de
tierra superficial más importante de unos 20 cm.. Las piedras del derrumbe profundizan hacia una
cota en el perfil SO del corte C4 de aprox. -1.60 m. y en el perfil NE del corte 04 las piedras
cubren una banda desde -1,41 m. a aprox. -1 ,70 m., descansando sobre un nivelillo de color negro
que marca la divisoria de la fase 2a con respecto a la fase 2b en este punto (55). En el corte 04
el derrumbe sólo se encontró en la esquina norte. En el corte D3 se observó en el perfil un cierto
alineamiento de piedras a - 1,50 m. que corresponderla con el nivel en el que se halla el derrumbe,
pero sin tener las piedras ni el volumen ni siendo la densidad de su distribución tan importante
como en los otros cortes. En el perfil SE del corte 04 se observaba que este ni velillo de pequeñas
piedras descendía desde -1 ,50 m. hacia -1,70 m. hacia mitad del perfil, donde se perdía.
En cuanto a la cultura material es difícil, por la complicada historia de la excavación y los
cambios de criterio seguidos por su principal excavadora hasta 1985, asignar con toda seguridad
qué tipología cerámica pertenece a esta fase 2a, pero necesariamente al menos parte del material
publicado en 1977 y 1979 (y en 1988) debe pertenecer a ella, aunque lo que proviene del nivel 1
parece que puede estar mezclado con material posterior (véase la cerámica esgrafiada (56) del
nivel 1 de la cata extensión, posterior corte C2). Dada la semejanza tipológica con lo publicado
para la fase 2b (57), parece factible afirmar que en líneas generales la cerámica de esta época es
semejante a la del momento anterior. Otro tipo de cultura material viene representado por un fragmento de molino barquifonne, al parecer situado junto al posible hogar (58). Este se hallaba
«apoyado sobre la cara plana. Su superficie se encontraba a -1,7 m. [-1,32 m.] descansando a
-1 ,76 m. [-1,40 m.?]» (MN 80: 22).
La información vertida en este artículo da pie a varias reflexiones. En primer lugar, creo
necesario subrayar el uso prolongado de un mismo espacio, durante más de medio milenio en
fechas no calibradas, por parte de sucesivas generaciones de lo que fue probablemente (por la
semejanza tipológica) una misma comunidad. Esta amplitud temporal ya se adivinaba por las
fechas publicadas por Martínez Navarrete, pero excavaciones posteriores la han confmnado y en
cierta manera han puesto algo de orden (definición de las fases) en sus afirmaciones. Más trascendental pienso que es el mati.z que estimo importante aportar al sustituir la palabra " muralla..
por la de "valla... La diferencia no estriba únicamente en un matiz terminológico, sino que influye
(.5.5) Las fases no se com:lacionan con una estratignffa horizontal. sino que ~Sta cambia con respecto ala pendiente.
(56) CHAPA rt al.: op. cit.• fig. 31. En sus c:uademos de exeav~eión Matt!nez Navamte no es muy espedfica sobre ellllllerial
eerimico que se va descubriendo. Por ejemplo. apunta que junto a las estruCturas de sopone de poste del corte C2 ..aparece un vaso
Cra¡mentado" (MN 8(): 1). sin especifaear m4s sobre a.
(57) Todas las c:ertm.ieas de los cortes C4. CS y 04 publicadas en mi tesis doctoral pertenecen a la Case 2b. OfA.z.ANDR.EU
(1 994): op. cit. figs. 190-193.
(.58) Las coordenadas que Mart!nez Navanete da para esle ballaz.go son ca 1.12 m. del vtrtiee N en el perfil NO y a 0.35 m.
del mismo en c:l perfil N& (MN 80: 22) en la cata G. posterionnenle integrada en el c:one CJ.
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EL YACIMlENTO DE LA EDAD DEL BRONCE DE EL RECUENCO
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en la percepción del esfuerzo invertido en la protección (?) del sitio que ahora considero realmente fue de escasa importancia. Esto no se contradice con la visión que be defendido en otros
artículos de un crecimiento muy moderado de la complejidad social, probablemente a sociedades
de jefaturas simples (59) en esta área con respecto a momentos anteriores (60), y que en todo caso
representaría un grado intennedio entre las SE y las del valle del Tajo (61).
Mi última reflexión se dirige a la calificación del mismo yacimiento, al que basta ahora
siempre me había referido como "poblado". Tal y como se presenta la excavación es probable
que en El Recuenco sólo se construyera una edificación con un espacio adosado a extramuros del
lienzo A, por lo menos durante las fases 2c-2a. Es verdad que quizá esta impresión se deba a una
conservación diferencial, y que los cortes que van desde la letra E hasta la J quizá también presentaran una ocupación de la que no ha quedado apenas potencia arqueológica (62). Pero incluso
en el caso de que quedara alguna casa más (a lo más, por el espacio restante, una o dos si éstas
presentaran las mismas dimensiones), la densidad poblacional resultante no deja de ser sumamente baja. Es cierto que los datos conocidos para esta época por prospecciones no dirigidas, normalmente llevadas a cabo por aficionados, no parecen aportar datos diferentes, pero esta suposición nunca se ha cotejado con un estudio sistemático realizado por arqueólogos profesionales.
Por esta razón creo que se hace cada vez más urgente la prospección intensiva de zonas llanas,
para poder contextualizar en su espacio inmediato con una mayor fiabilidad los (sesgados?) datos
poblacionales hoy conocidos, representados por yacimientos como El Recuenco.
(59) Empleo CAe tmnino de una forma con.sc:ientemente ambigua. Una de lis mayores apoNciones a la investipc:ión en los
41timos diez allos la ha constituido la c:rftica a lis rfgidas tipologías de tipo (neo-) evolucionista. Mi intención al utilizar CAe tmnino
es comparalivL Quiero decir. como explico en eltCJt10, que lis soc:icdades que vivieron en la Edad del Brooc:e en La Maocba, y en
particular en El Recuenco. establll muy l. jos de una estructlll'l de tipo estatal. pero de alguna manera praentaben estruc1UtaS socioe
políticas mú M
elabotadas" que lis de. por ejemplo. lis comunidades necesariamente (por el reablro arqueol6¡lco dejedo) mú
móviles que habitaron hacia IIIIOS SO km. hacia el occidente.
(60) Los escasos datos conocidos sobre el Calcoiitico en CAe 6rea se encuentran en ACEITUNO tt al.: op. cit.
(61) DfAz.ANDREU (1993): op. cit.; DfAz.ANDREU (1995): op. cit.; DfAz.ANDREU. M. •late Prdústoric Social Cbaoae
in the Soutbem Meseta of the lberian Palinsula.-. En K. Lillios (cd) 1M OrigitU of Complu Soci,its in Late Prrltisroric l~ria,
lntematiooal Mooograpbs in Prebistory, Ann Albor, pqs. 97-120.
(62) Los resultados de la excaY11Ci6n del conc JS se encuentran en DfAz.ANDREU. M. (cd): op. cit.
-195-
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. x:xm (Valencia. 1999)
J .F. GmAJA BAO*
ANÁLISIS DEL REGISTRO LÍTICO DE "EL RECUENCO"
(CERVERA DEL LLANO, CUENCA)
l. INTRODUCCIÓN
Tradicionalmente el estudio de los artefactos líticos arqueológicos se ha considerado y se
considera muy importante en el análisis de los registros paleo-mesolíticos. Esto es consecuencia,
principalmente, de una perspectiva teórica histórico-cultural (todavía imperante en algunos círculos) a partir de la cual los restos líticos constituyen el pilar con el que determ.iruu, formalizar y
construir seriaciones crono-culturales de las épocas más antiguas. Por el contrario, la mayor
información que la cerámica proporciona sobre dichas cuestiones en yacimientos de cronología
posterior conlleva a que donde ésta aparece el estudio del material lítico quede, normalmente,
relegado a un segundo plano. El resultado de esta pérdida de protagonismo se refleja claramente,
por ejemplo, en los trabajos de la Edad del Bronce donde las únicas referencias al materiallftico
son, en el mejor de los casos, meras descripciones (muchas veces excesivamente superficiales)
de ciertos morfotipos (dientes de hoz, molinos...) y, en el peor, citas a la presencia/ausencia de
las morfologías más sobresalientes.
En el contexto que acabo de describir no es extrafio que los estudios funcionales realizados
hayan sido sumamente escasos puesto que no se les ha considerado basta ahora como parte
imprescindible de una buena memoria de excavación. Los pocos trabajos Uevados a cabo, sin
embargo, no son inmunes a la critica, puesto que se han vuelto a centrar en determinados morfatipos ( 1). Afortunadamente, esta carencia va solventándose en la actualidad por parte de ciertos
grupos investigadores que estudian el material lítico más aUá de la pura descripción; y es que no
• Museu d' Arqueologia de Catalunya. Puseig de Sta. Madrona. 39-41. 08038 Bltl:dooa.
( 1> GlTTIÉtREZ: W
C.
J'iezas con IUSU'e dd BI'CliiCC Final de Perales dd Rio (Madrid)". 1'fQbQJhos tk AlllropololiD • El7toloxiD.
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Arc:hacological Monograpbs 4. Depertment of Arc:baeology and Prehistory Universíty of Sheffteld, 1992; A. VAN GUN: "'The iruerprcWioo of "sic:kles": a cautiocwy tale". En P. ANDERSON (ed.): PriiUstoire tk 1'.4KrlcN11Nre: IIOfl\lt/lu opprocltu up/I'ÍIMtltolts
•t•tlurogmpltlqws. Monoanptüe du CRA. 6, 1992. pqs. 363-372.
-197-
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198
•
J.E GffiAJA BAO
1100&
1000&
debemos olvidar que los instrumentos líticos son una parte más del conjunto de instrumentos de
producción utilizados por un grupo para la consecución de sus bienes de consumo. Por ello, considero imprescindible su inclusión en el estudio global de un yacimiento arqueológico.
2. MARCO GEOGRÁFICO-HISTÓRICO
El Recuenco, asentamiento enmarcado cronológicamente en el no milenio a.C., está situado
en el sector septentrional de la comarca de la Mancha, sobre un espolón que domina gran parte
de una llanura que se extiende a sus pies (fig. 1). Las excavaciones realizadas entre 1988 y 1994
han dado como resultado la definición de cinco fases constructivas circunscritas a la Edad del
Bronce Medio (2). En publicaciones anteriores, pero en este caso sobre la base del material cerá(2) M. DfA2.ANDREU e J. MONTERO: ~Recueoco 96. La Univmidld de Owtlam en C~~e~~e~~. Revisto de Arqwologta.
186. Madrid 1996. P'Js. 62-63.
- 198 -
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ANÁLISIS DBL REGISTRO LfTJCO DB "EL RECUENCO"
199
mico, también se había distinguido una probable ocupación perteneciente a la primera Edad del
Hierro (3), de la que no parecen quedar elementos estructurales (4).
El foco de las actividades arqueológicas de las últimas campañas se ha centrado, de manera
especial, en la denominada "vivienda 1", localizada en el nivel 2 y 3 desde los cortes C2 a C5 y
02 a 05 (). En dicha "vivienda" se han distinguido tres subniveles (2a, 2b y 2c) que han sido
interpretados como posibles procesos de remodelación. La superficie que puede llegar a ocupar
dicha construcción oscila entre los 60 m2 y los 100 m2 (fig. 2). Aunque es en este sector del yacimiento donde se ha recuperado mayor cantidad de artefactos, nuestro estudio también ha considerado, en ocasiones, el material y la información extraída del resto de las áreas excavadas, por
entender que su análisis podía ofrecemos explicaciones sobre determinadas actividades de trabajo, lugares de desecho, zonas de talla, etc. (tabla 1). La mayor parte de este material, sin
embargo, proviene de excavaciones anteriores a 1988, de las que no se ha pubHcado la memoria
de excavación, con lo que esto supone de cara a una correcta interpretación de los resultados
obtenidos del análisis lítico.
Las dataciones absolutas realizadas sobre los tres niveles de El Recuenco abarcan, como se
observa en la tabla 2, un periodo de unos 500 años en fechas no calibradas. La asignación de las
dataciones a los diferentes momentos de construcción/destrucción de la "vivienda J" no está
excesivamente clara. La fecha más antigua, la de 1830 a.C., se interpretó en un primer momento
como de una fase anterior a la construcción de la "vivienda 1" (6). Sin embargo, campañas posCorte
Nivel
C3
C4
C5
02
03
05
C3
C4
04
C4
04
JS
2B
28
2B
28
28
28
2C
2C
2C
3
3
Alfa
Bxl.
Bxt.
Piezas
Piezas
>ltm
<2tm
3
11
9
4
-
6
1
9
3
10
10
7
2
10
132
53
-
Nlldeo. tpercueora
-
1
1
1
1
-
1
-
-
-
Bloques
DOModil.
1
-
1
9
8
1
8
1
-
3
2
3
-
2
-
M~
UPCiu
-
1
3
3
2
2
-
-
1
-
-
5
2
-
1
2
1
No
Ullldas
2
5
5
3
3
3
3
9
3
No
Aullzab.
3
1
2
1
1
1
-
5
1
3
-
-
4
5
Tabla 1.- Ubkadón de las piezas estucll..tas ea sus mpectivos cuadros de 4 x 4 at. Dtbldo ala eDOI'1De superflde
que abarca el yadmltulo hemos crelclo mú eoavenleatt utill2ar la rtlad6a ~~¡un/tabla para prtStDtar mejor doade
se sit1ían ~lmentt las piezas estucUadas. SltuadcSa por cuadros del número, tipo y 1110 d~ los ratos lftkos.
(3) T. CHAPA. P. LÓPEZ y M.J. MARTfNEZ NAVARRETE: El poblado de lo Edad del Bronce de El Rec:uenc:o. Cervera del
Uano. Arqueología Conquense 4. 1979. Mu.'ieO de Cuenca. Cuenca.
(4) M. DfAz.ANDREU: " La excavación de el Rc:cuenco". En M. DfAz.ANDREU (ed.): El poblado de la Edad del Bronce
de El Rec:uenc:o (Cen • del Uano, Cuenco). Serie Palrimonio Histórico ArqueologfL Ed. Junta de Comunidades de Castilla·L.a
era
Mancha. Toledo. En Prensa.
(S) El término ~vivienda" ha de ser matizado. Aunque hasta aban la díreclon de la ~cavación. Margarita Dfaz.Andreu. ha
empleado este lhmino en sus publicaciones (como asf lo hiciera su antc:ceson M.• l. M.artfnez NavllTCic) el canictcr funcional que
implica no ha sido demostrado.
(6) P. LÓPEZ: "El estudio polfnico del yacimíento de " El Rc:cuenco" (Cervcra del Llano, Cuenca)". En: Hom~naj~ al Profesor
Martfn Almagra Bosc:h. Ministerio de Cultura. 1983. Madrid. págs. 45-48.
- 199 -
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200
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J.F. GIBAJA BAO
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r
Flpn 1.- Plaata de la "yffleucca 1" del yKimiento de El Recumco (Cerven del LiaDo. Cumca).
teriores parecen desmentir esta afirmación, puesto que no es seguro que el corte de donde se
obtuvo esta fecha profundizara hasta el nivel 3, sino que sólo llegara a la base del nivel 2c. Por
lo tanto, este nivel quedaría fechado por tres muestras en: 1830±95, 1700±40 y 1690±95.
Del nivel posterior, el 2b, sólo se ha analizado una muestra que ha dado como resultado
1460±100. La fecha más moderna, la de 1290±95, fue interpretada como un momento de
derrumbe de la vivienda, cuando ésta ya había sido abandonada (7). Al no disponer de las coordenadas exactas en las que se recogió la muestra, es difícil asignar a un nivel en particular esta
datación, quedando la duda entre 2a o el l/superficial.
Las diversas metodologías aplicadas y los distintos objetivos a alcanzar por las diferentes
directoras del yacimiento han supuesto la imposibilidad de adscribir el total de piezas halladas a
cada uno de los niveles arqueológicos determinados, afectando la falta de datos, en especial, a las
excavaciones realizadas antes de 1988. Las que han podido ser contextualizadas provienen de las
excavaciones posterior a tal fecha (cortes C2 a C4 y 02 a 05) asignadas a las fases 2b, 2c y 3.
Las de las campañas anteriores, por la desinformación sobre las coordenadas antes aludidas, no
(7) M.J. MARTfNEz NAVARRETE: La ~dad del Bronc~ ~n lo Submu~to Subori~ntol. Colec:ción Tesis Doctorales 191
188.
Ed. Universidad Comphllense. 1988. Madrid.
-200 -
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ANÁLISIS DEL REGISTRO UTICO DE "EL RECUENCO"
201
serán tratadas en este trabajo. Igualmente, también tendremos en cuenta los cortes alfa 5 y 15,
exteriores a la vivienda. Aunque su datación no es del todo segura por la ausencia de mueslraS
radiocarbónicas la tipología de la cerámica documentada corresponden también al Bronce Medio.
Todos estos factores nos han obligado a tratar de manera global todo el registro Htico, aunque eso
sí, en ocasiones determinadas haremos referencias al nivel arqueológico al que pertenecen.
NIVEL
LABORATORIO
FECHABP
2C
1 ó2A
2C
2C
28
1 11890
1 11 891
1 11892
GrN-21296
GrN-17439
3780±95
3240:1:95
3~95
3650±40
34 10±100
FECHALC.
1830
1290
1690
1700
1460
Tabla 1.- Datadones radiocarbcSnlcas rallzadas en la "vivienda l" de El Recuenco
(Cervera del Llano, Cuenca). Éstas han sido extrafdas de M. Dfaz·Andreu (1~: 192).
3. ANÁLISIS MORFOTÉCNICO
Si partimos del presupuesto, antes apuntado, de que los instrumentos líticos son una parte más
de los instrumentos de producción, el análisis funcional debe erigirse como el eje vertebrador a
partir del cual comenzar los estudios líticos. En dicho eje confluirán y se relacionarán de manera
dialéctica toda una serie de análisis y técnicas (materias primas, estudio morfológico y tecnológico, etc.) que nos acercarán, primero, a la reconstrucción de los procesos de trabajo y objetivos
en las estrategias de gestión de los recursos minerales y, segundo, con la conjunción del total de
estudios realizados, a ciertos conocimientos sobre la formación socio-económica del grupo.
La primera característica sobresaliente que hemos observado en El Recuenco es el claro predominio del sOex y la cuarcita respecto al cuarzo, la caliza, el granito y la arenisca. A nivel de
categorías morfológicas hemos podido distinguir: 78 lascas, 6 fragmentos, 184 posibles restos de
talla, 24 percutores (más un pequefio fragmento cortical de otro), 5 núcleos, 1 molino y 14 bloques/guijarros sin aparente modificación antrópica intencional. Su distribución con respecto a los
distintos niveles también la hemos reflejado en la tabla 1.
La relación entre la materia prima, la forma y la función queda atestiguada. en primer lugar,
cuando observamos para qué se han usado las diferentes litologías. El sOex se ha tallado para
obtener instrumentos con los que poder transformar ciertas materias animales y vegetales. En
casos excepcionales se ha acudido a otro tipo de litologías tales como la cuarcita (seis efectivos)
y la caliza (uno). Por su parte, la cuarcita, el cuarzo y el granito se han usado, mayoritariamente,
como percutores/abrasionadores, y la arenisca como molinos.
Un examen somero de los restos üticos tallados permite apreciar una ligera abundancia de
lascas fracturadas (60%, especialmente en el nivel 3 de la ''vivienda 1" y en los cortes 15 y alfa
5 exteriores a la vivienda) respecto de las lascas no fracturadas. Opinamos que esto se debe a los
numerosos planos de debilidad interna característicos de este tipo de sOex (8) que provocan,
además, la necesidad constante de variar la concepción volumétrica del núcleo explotado. Los
(8) A nivel puramente visual es importante apuntar que se trata de un sflex . normalmente. de color blanquecino. de grano muy
grueso y c:on un componente alto de granos de cuarzo de un tamailo considerable.
- 201 -
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202
J.F. GIBAJA BAO
escasos núcleos (tres pertenecientes al nivel 2c, uno al 2b y uno al corte JS) nos han permitido
aproximamos a ciertas formas de explotación desarrolladas en El Recuenco. De los tres completos,
dos han sido transformados mediante la "Explotación de un plano de configuración mediante una
transformación cónica" (9) y del tercero sólo podemos decir que presenta una escasa explotación
multifacial a través del aprovechamiento de los planos de fractura natural. El mínimo aprovechamiento de tales núcleos nos Ueva a pensar que la captación de la materia prima se realizó en zonas
o afloramientos cercanos al asentamiento (más si tenemos también en cuenta la cantidad de
grandes bloques/guijarros de sílex y cuarcita que no han sido explotados). La abundancia de sílex
en esta zona daría respuesta al porqué de este elevado número de bloques sin modificar.
La talla del sílex, la cuarcita y la caliza se ha efectuado siempre mediante percusión. La presencia predominante en todos los niveles de talones planos o corticales (el 72%) nos indica que
no fue un proceso muy elaborado sino que se aprovecharon aquellas superficies más fácilmente
explotables: planos naturales, corticales o fracturas generadas durante la propia talla.
El grado de corticalidad de las piezas talladas es una variable que nos informa sobre si la preparación y decorticado de los núcleos se lleva a cabo en el mismo asentamiento. En el caso de El
Recuenco el elevado mímero de piezas, hayan estado usadas o no, con restos corticales en todos
los niveles estudiados (especialmente en el interior de la "vivienda l"- tabla 3), en unión a la gran
cantidad de percutores hallados en el yacimiento y los numerosos restos de talla que se recogieron
en una área de l '5 x 1 m. del corte C4, nivel 3, nos indican que la preparación y decorticado de
los núcleos sería un proceso de trabajo Uevado a cabo íntegra o parcialmente en el asentamiento.
e
EFECTIVOS TOTALES
CINC
NC/C
NC
TOTAL
2
12
26
22
62
22
ARTEFACJ'OS USADOS
1
2
7
12
PORCENTAJE
3,5%
16.5%
39.5%
40,5%
100%
NIVEL28
1 (3%)
5 ( 14,5%)
15 (44%)
13 (38,5%)
34 ( lOO%)
NIVEL2C
2 (9%)
2 (9%)
10 (45.5%)
8 (36,5%)
22 ( 100%)
NIVEL3
o
o
2 ( 12.5%)
4 (25%)
10 (62.5%)
16 ( l OO%)
5 (41,5%)
4 (33.5%)
3 (25%)
12 (100%)
EXTERIOR HABITACIÓN
'labia 3.- Grado de cordcaUdad de los artefactos tallackls: Ce Superflde totalmente cortical,
CINC• Superflde cortical dominante sobre no cortical, NC/Ca Superftde DO cortlc:al dominante sobre
cortical, NC= Superflde DO cortical.
Tales percutores muestran sobre sus superficies rastros de percusión y de abrasión (en ocasiones conjuntados). La intensidad de dichos rastros parece estar relacionada proporcionalmente
con su mayor dimensión y peso. Esta relación no debe sorprendemos si entendemos que para los
trabajos que requirieron una mayor cantidad de fuerza se utilizaron instrumentos de mayor envergadura. Estos rastros parecen ser, en algunos casos, similares a los atribuidos por J.J. lbáñez y
J.E. González ( 10) a trabajos de percusión, de la piel mediante algún tipo de abrasivo, o para
romper/machacar ciertos vegetales y/o frutos secos.
(9) X. TERRADAS: Los ~strrJJegias de gesti6n d~ los ~cunos f{ticos d~l P~pirin~o cotoldn
tami~nto p~hist6rico
dt lo Font dtl Ros (Btrgo,
Borc:~lono).
~n ~11x- Miltnio
BP: ti ~n·
Treballs d' Arqueologia, 3. 1995. Universitat Autbnoma de Barcelona.
BelleaterTL
(10) JJ. mAAEz yJ.E. GONZÁLEZ: "Uti.liucióo de algunos cantos rodados en Laminak U". Kobi~. 21, 1994. ~ 131-154.
- 202 -
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ANÁLISIS DEL REGISTRO ÚTICO DE " EL RECUENCO"
203
Siguiendo con la caracterización de Jos artefactos taUados, otro aspecto destacable es la poca
representatividad, porcentualmente muy similar en todos los niveles, de efectivos retocados
(fig. 3, tabla 4). Pensamos que esto puede deberse a que, o bien éstos son usados y abandonados
fuera de las zonas de asentamiento, o bien los habitantes de El Recuenco, en sus diversas épocas,
no consideraron necesario acudir al retoque si su uso y/o enmangue no lo requerían.
p
RVI RVl RV
LASCAS
PI litVJM PSIM ~~ C/P MATILIME MAJME/Dt
1
3
LASCAS FRACTURADAS
LASCAS RETOCADAS
M
1
1
1
1
1
4
1
1
1
LASCAS FRC. RETOCADAS
1
2
1
1
4
1
1
1
3
1
1
1
4
2
22
o
FRAGMENTOS
TOTAL
TOTAL
1
1
S
1
3
1
1
1
Tabla 4.- ReladcSD entre la morfologia de Jos lDstrumentos y la IIUiteria que han tn~ado.
Las sJalas de la tabla que acompaftan al grilko son: P=Piel, RVI•Reeunos Vqetales ~os
en un primer proc:ao, RV2=Rec:ursos Vegetales tn~ados en un segundo pr«ao,
RV• RecuJ"'IO Vegetales en los que no se puede determinar alguno de los anteriores procescJS,
M•MJiden, CJP-Came o piel, PI•Piedra, RVIM•Reeunos veaetaJes o mad.era.
PSIM•Pid aca o IIUiden, PSIRV•Piel seca o recursos vegetales,
MAT BUM.Ea Materia de dureza blanda o medJa, MAT MEIDU•Materia de dureza medJa o dura.
En lo referente a los doce bloques de sílex y a Jos dos guijarros de cuarcita sin modificaciones antrópicas aparentemente intencionales. apuntamos dos aspectos: A) los doce bloques de
sOex (8 del nivel 2c, dos del nivel 2b y otros dos del nivel 3) muestran un alto grado de alteración ténnica que ha generado numerosas fracturas internas. Este tipo de fracturas suelen producirse en el sflex cuando el calor llega a superar los 350-400°C. La razón para tales temperaturas
puede ser la de un incendio, posibilidad ya apuntada por M. Díaz-Andreu ( 11) al analizar la cerámica. 8 ) En cuanto a los dos guijarros de cuarcita provenientes de los niveles 2b y 2c, éstos no
se hallan fracturados por alteración ténnica. Ello es debido a que comparativamente al sOex, tal
proceso sólo se produce en la cuarcita con temperaturas muy altas, 600-800°C. Por eUo, creemos
que la cuarcita pudo utilizarse en otro tipo de proceso productivo en el que también interviniese
una fuente calorífica (delimitación de un hogar, calentamiento de productos alimenticios o
Jrquidos). En este sentido, M. Díaz-Andreu (12) apunta en su memoria de El Recuenco que
dichos guijarros podían haberse utilizado para calentar el agua tras su exposición directa a una
fuente de calor, proceso documentado en diversos grupos humanos actuales.
Por otra parte, la problemática que plantea el análisis funcional de materias y trabajos no
estudiados experimentalmente nos ha obligado a no pronunciarnos sobre la funcionalidad del
único molino contextualizado (nivel 2c).
Como conclusión, creemos que la presencia mayoritaria en el nivel 2c de núcleos, percutores
y bloques/guijarros sin modificaciones antrópicas aparentes puede deberse a que detenninados
procesos de talla se realizaban en el propio asentamiento. La ausencia en este nivel, contraria( JI ) DfAz-ANDREU: Op. Cit. nota 4. en prensa.
(12) O(AZ-ANDREU: Op. Cit. nota 4. en prensa.
-203 -
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204
J.F. GlBAJA BAO
25
•NO ANALIZABLES
ONO USADAS
O USADAS
lO
15
LASCAS
LASCAS
UTOCADAS
LASCAS
AA.C'I'URADAS
UTOCADAS
FaA.GMENTOS
Figura 3.- .8Jstogranul de las frealeodas absolutas en reladcSn con las cateprias morfol6gk:as
definidas y el núme.ro de piezas usadu, DO usadas y DO anallubles.
mente al 3, de restos de talla nos hablaría de que tales procesos se efectúan o fuera de la "vivienda
1" o en su interior pero con una posterior limpieza de los residuos generados, y por tanto, sin
dejar huellas arqueológicamente documentables de tal actividad.
4. ANÁLISIS FUNCIONAL DEL REGISTRO LÍTICO ( 13)
La metodología empleada para llevar a cabo el análisis microscópico conjuga la observación
del material arqueológico con una Lupa binocular (Kyoxa TR-P, que abarca entre lOX y 90X) y
un microscopio metalográfico (Olympus DH2-UMA, con objetivos ULWD, cuyos aumentos van
desde los 1OOX a los 400X) con una comparación constante con la colección experimental del
Laboratori d' Arqueología del CSIC en Barcelona.
Debido a los numerosos restos líticos de algunos yacimientos y a la gran inversión de tiempo
y dinero para realizar el análisis funcional, los analistas han optado, en numerosas ocasiones, por
hacer un muestreo. Los criterios más comúnmente utilizados para eliminar de la muestra ciertos
materiales son, principalmente, que éstos sean restos de talla, que estén alterados o que la materia
no sea el sflex. Todos estos criterios tienen un aspecto en común, y es el hecho de que la selección se efectlla casi siempre sin una previa observación microscópica. Nosotros partimos del
principio de que todas aquelJas piezas que forman parte del registro deben ser, como mínimo,
observadas primeramente al microscopio con la intención de comprobar si están utilizadas y ver
cuáles son sus posibilidades de estudio. A este respecto, por ejemplo, el análisis funcional que
hemos efectuado ha confinnado que los restos de talla (por sus medidas y morfología) no fueron
( 13) Los resultados del W1isis fUDCiooal se circunscriben llnicamente a lascas. lAminas. fra¡mentos y nlk:leos c:onfecciooados
tanto en sfle¡¡ como en cuan:ita o caliza.
-204-
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ANÁLISIS DEL REGISTRO ÚTJCO DE "EL RECUENCO"
20S
nunca usados. Por lo tanto, como estas piezas no son productos buscados sino residuos generados
durante la talla, hemos creído más conveniente no incluirlos dentro de los resultados que expondremos a continuación.
Debido a las intensas alteraciones a las que ha estado sometido el material, los resultados
funcionales no sólo han sido pobres sino que en muchos casos no se ha podido ir más allá de una
determinación probable de la función (sin asegurar ni la materia trabajada ni el movimiento efectuado). Así, mientras que el 26% (22 efectivos) presentan algunos rastros que pueden ser atribuidos, probable o seguramente, a la transformación de otras materias, el 51 % (43 efectivos) no
han sido usados y el 23% ( 19 efectivos) no han podido ser analizados.
Entre las piezas usadas destacan especialmente aquellas con rastros de determinación probable (20%-17 piezas) relacionadas, básicamente, con el trabajo de materias animales de dureza
blanda (carne/descamado, piel fresca, ... ) o vegetales de dureza blanda/media (plantas no leñosas
y madera). Los instrumentos cuya determinación ha sido segura (6%-5 efectivos) hacen referencia a la transformación de materias vegetales leñosas y no leñosas. La mayor presencia de trabajo de vegetales también puede ser consecuencia de que los rastros desarrollados al procesar
dicha materia no solamente suelen ser fáciles de observar, por su grado de extensión y volumen
(micropuüdo), sino también porque son más "resistentes" a cualquier tipo de alteración (14).
Artefactos con determinación de uso seguro
Como hemos dicho, las materias trabajadas más representadas son las vegetales, tanto
leñosas como no leñosas, distribuidas por niveles de la siguiente manera: dos en el nivel 2b, otras
dos en el 2c y una en el corte J5 exterior a la vivienda. En cuanto a las tres piezas usadas en el
procesado de las plantas no leñosas (RVI, RV2 y RV una en cada caso) (15) cabe decir que
siempre se ha realizado mediante una cinemática longitudinal (cortar), excepto en un solo caso
del que desc-Onocemos el movimiento (fig. 4: 1, 2 y 3). Los ángulos de los filos usados son agudos
(20°) con la excepción de una pieza reavivada que llega a los 70°. En otras piezas reavivadas de
campafias anteriores, y por tanto, de las que hemos considerado que no valfa la pena realizar un
estudio más detallado por los problemas estratigráficos aludidos en el segundo apartado de este
trabajo, el ángulo del filo no ha variado sustancialmente. Esto se ha debido a que el retoque practicado es simple, plano y denticulado. Con respecto a esto último, en una ocasión (fig. 4: 3)
parece que se ha realizado un reavivado en dos momentos diferentes, puesto que hay un conjunto
(14) En el caso de El Rccuenco. las altenlciooes miaosOOpicas mú imporuntes soo el M
lustre de suelo" y el M
lustre t&mico"
secundaria, las generadas por un mal almacenamiento. limpieza o ~gistro grifJCO del maJeriaL Los lustres de suelo y/o
tmnico provocan. por una pane. una diflcll e incluso imposible observacióo de Jos rastros de uso y, por OU'a. pueden caUSif coofu.
siooes ya que producen una serie de rastros (rnicropuUdo) que ~ucrdan enonnemente • Jos deSII'I'OUados por el tnlbajo de materias
animales de dureza blanda o materias de dureza media en un estadio inicial de su rorm.acióo.
(IS) l. CLEMENTE y J.F. GIBAJA: "Worklng processes oo ce~s: ao approach through microwear IDalysis". Jouni/JI of
Archotofoglct~f Scltnce, 25, 1998, p4gs. 457-464. Plrtiendo de un prognuna experimental especffico. presentado en este 111fcuto.
rer~nte a las plantas no leilosas, observamos que. en cienos casos y cuando el desarrollo de los rastros es considerable, podemos
hacer una aproximación a dos procesos dif~ntes en el tratamiento de las plantas no lellosas. Denominamos como RV 1 (Recursos
Ve¡etales del primer proceso) a todas aquellu piezas que han servido para se¡ll'. RV2 (Recursos Ve¡etales del segundo proceso) a
aquellas que se bao utilizado para cortar 11 paja o separar la espiga del tallo sobre la tiern y RV (Recursos Ve¡etlles) cuando no
podemos dif~nc:ill' con seguridad uno u otro proceso.
y. de
m&nenl
-205-
[page-n-206]
206
J.F. GffiAJA BAO
-•............,L•cl'._.
·· · aMen' '
1
o
.......
1
CoTiWNI ...
~~
S01t
Fipl'll 4.- lnstrumentoe de sOa usados sobre clllereates materiM de ao. niveles lb, 2c y el corte JS
exterior ala "vfvleada": Plantas no leiosas: RV1 (a•t, nivel le), RV (a~ nivel lb), RVl
(n~, corte JS), Madel'll (n•4 y 5 del nivel le, a• 6 y 7 del nivel lb), piedra (a-&, nivel 2c ).
de melladuras que presentan un micropulido intenso en su interior, mientras que en otras tal
micropulido es casi ausente y porque las zonas exteriores de las melladuras presentan un micropulido aún mucho mas intenso y extenso.
La distribución de los rastros (especialmente en lo referente al micropulido) suele ser homogénea a lo largo de todo el filo, siendo más invasor en una de las caras. Creemos que ello es
debido al tipo de enmangue practicado y a la manera cómo se ha incidido en la materia trabajada.
Por 6ltimo, la aparición de micropuüdo en los negativos del retoque de las zonas proximales y
distales de la pieza 3 de la figura 4 (y otras de campañas previas), seguramente es consecuencia
de un espacio libre dejado entre pieza y pieza. Esto quizás indica la existencia de útiles compuestos por varios elementos líticos (16) o bien un tipo de enmangue que no llega a cubrir totalmente tales laterales.
(16) GU'Tiáuuiz: Op. Cir. noca l.
- 206 -
[page-n-207]
ANÁLISIS DEL REGiSTRO ÚTICO DE ''EL RECUENCO''
207
Por otra parte, los trabajos sobre vegetales leñosos (madera) están representados en dos
piezas usadas de manera transversal (raspar o cepillar) procedentes de los niveles 2b y 2c (fig. 4:
4 y 7). Los ángulos de los filos son más obtusos, hecho que conlleva una mayor operatividad y
productividad en el trabajo realizado, puesto que los filos con ángulos agudos para materias de
dureza media o dura no son demasiado operativos en trabajos transversales, aunque eUo también
dependa mucho de variables como el grado de dureza de la materia o el estado de la misma.
Artefactos con una determinación de uso probable
Entre los instrumentos con una determinación probable destacan aquellos que han incidido
sobre alguna materia de dureza blanda/media, siendo menor la presencia de títiles que han sido
usados sobre materias de dureza media, medio/dura o dura.
Los que han trabajado alguna materia blanda/media son los más numerosos ( 1O efectivos 12%) perteneciendo seis al 2b, uno al nivel 2c, uno al nivel 3 y dos a Jos cortes e;~tteriores de la
"vivienda 1". De estas diez piezas no hemos podido hacer ni la más mínima aproximación a la
materia en cuatro casos, del resto, tres presentan características que podrían atribuirse al trabajo
sobre alguna materia vegetal (leñosa o no), dos a una materia animal o vegetal de dureza relativamente media (piel seca, madera o vegetales no leñosos) y una al procesado de alguna materia
animal blanda/media (carne o piel). Los filos utilizados para cortar presentan ángulos mucho más
agudos (25°-30°) que los usados para raspar/cepillar (70°-80°).
Los instrumentos usados sobre materias de dureza media (fig. 4: 5 y 6), dos pertenecientes
al nivel 2b y una al 2c, se refieren, seguramente, al trabajo de la madera (dos se han usado de
forma transversal y en uno no ha podido determinarse). Como ya hemos dicho, los ángulos más
operativos para el trabajo de esta materia suelen ser, como pasa en El Recuenco, tendiendo a
obtusos (entre 50° y 80°). Finalmente, dos de las tres piezas usadas sobre una materia
medio/dura, recogidas en los niveles 2b y 2c, se han utilizado transversalmente (con ángulos bastante altos: 50° y 70°) y se desconoce la cinemática de la tercera (nivel2b). En cuanto a la única
pieza (nivel 2c) que se utilizó sobre material duro ha trabajado posiblemente la piedra (fig. 4: 8)
combinando movimientos longitudinales y transversales (con un ángulo de filo de 30°).
La relación que hay entre las piezas usadas y determinados aspectos morfológicos que
tomamos como variables importantes parece indicar que no hay diferencias entre Jos distintos
niveles: a) Con respecto al perfu hemos constatado que se tiende a la selección de los filos rectos
para trabajar cualquier materia. Sin embargo, la presencia de instrumentos con perfil cóncavo,
convexo o sinuoso no debe extrañarnos ya que siguen siendo operativos/efectivos al incidir sobre
materias de dureza blanda/media que, como hemos visto, son las más representadas. b) No hemos
encontrado criterios métricos, en ninguna de las fases, dife.renciadores entre las piezas usadas y
las no usadas. Solamente destacar el hecho, ya apuntado, de la no utilización de los restos de talJa
aparecidos en el nivel 3. e) En relación con el grado de corticalidad se puede apuntar que éste es,
porcentualmente, menor en las piezas usadas, por lo que cabe pensar que en este sentido hay una
cierta selección. d) Las piezas retocadas son las que presentan un mayor índice de utilización.
-207-
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208
J..F. GffiAJA BAO
S. APUNTES FINALES
Los resultados obtenidos desde el análisis morfotécnico de El Recuenco nos muestran que
los que allí habitaron en sus distintas fases implantaron unas estrategias de aprovisionamiento de
la materia prima estrechamente ligadas al posterior uso que de ellas se iba a hacer. El sOex se
aportó seguramente al asentamiento en forma de grandes bloques, sin o apenas modificaciones,
para ser tallados allí.
Los datos concernientes al número y localización de los restos Líticos (fig. 2, tabla 1) nos
indican una explotación, al menos en parte, en el asentamiento y en concreto en la "vivienda 1"
en sus fases 2b, 2c y 3. La presencia de numerosos restos de talla en el nivel 3 y la de núcleos,
percutores y bloques/guijarros sin explotar en el 2c nos indican que, al menos en ciertos
momentos, dichos procesos se llevaron a cabo en el interior de la vivienda. En el resto de zonas
excavadas exteriores a la "vivienda 1" el número de efectivos es, por lo general, numéricamente
inferior e incluso es ausente en el caso de las excavaciones anteriores a 1988. La presencia de
dichos restos en las zonas de extramuros, es decir, en los cortes J5, alfa 5, etc., podría responder
a la hipótesis, ya planteada, de una limpieza de las zonas de habitación, claramente documentada
para el caso de los restos faunísticos ( 17). La limpieza o abandono de los instrumentos en Jos
lugares de utilización (como los lugares de cultivo, zonas exteriores del asentamiento) también
podría ser una respuesta a la escasez generalizada de piezas usadas.
Los resultados del análisis funcional no permiten hacer conclusiones de peso respecto a los
procesos productivos desarrollados en El Recuenco. Como hemos visto. destacan, especialmente
y con seguridad, los trabajos relacionados con la transformación y explotación de los recursos
vegetales todos ellos presentes, en concreto, en la "vivienda 1", fases 2b, 2c y 3. Sin embargo,
esta apreciación debe tomarse con sumo cuidado, ya que las alteraciones pueden no haber permitido constatar en su verdadera medida los trabajos sobre materias de origen animal. Asimismo,
hemos observado que hay una tendencia a que las piezas usadas se relacionen con los niveles 2b
y 2c de la "vivienda 1"; sin embargo, a la luz de los resultados obtenidos sólo podemos catalogarlo como de una simple apreciación, y más teniendo en cuenta lo limitado de la excavación del
nivel 3.
Con todo, es interesante la información que podemos extraer sobre aspectos puramente técnicos tanto a nivel de producción de instrumentos como de los procesos de transformación de
otras materias. Así, con respecto a esto último, nos parece importante hacer dos matices: por una
parte, a nivel general y compaginando los resultados paleobotánicos con los funcionales parece
que, al menos, los trabajos sobre materias vegetales no leftosas han tenido un peso específico considerable; por otra, a nivel puramente específico, los resultados de nuestra experimentación sobre
los diferentes rastros que se generan producto de dos procesos distintos (RV 1 y RV2) en el trabajo de las plantas no leñosas (básicamente cereales) coinciden con los del estudio de las
improntas vegetales en fragmentos de arcilla y elementos constructivos de la "vivienda 1". Los
autores de dicho trabajo indican la probable utilización en tales elementos "de tallos de cereales
sobrantes del proceso tradicional de trilla, con los que irían mezclados algunos restos de las
espigas de la cosechas y algún grano perdido" ( 18). Todas estas aseveraciones podrán empezar a
tener más consistencia cuando se excave y se analice una zona más amplia y se estudien los materiales de otros yacimientos similares tanto cronológica como geográficamente.
(18) D. RlVERA: C. OBON y M. D1Az-ANDREU: "Estudio del aprovechamiento del medio natural en el yacimiento de la
Edad del Brooce de El Recuenco (Cervera del Uano. Cuenca). An!lisis paleoboúnicos". TrabQjosde Prehistoria. S l. 2. 1994. p4gs-
169-178.
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXIII ~ia. 1999)
AMPARO
M. BARRACHJNA lsAAI!Z*
EL ''SECTOR S" DEL PIC DELS CORBS DE SAGUNT:
MATERIALES CERAMICOS DE LA FASE FINAL DE SU OCUPACION.
CAMPAÑAS DE 1990 Y 1991
INTRODUCCIÓN
El cerro del Pie deis Corbs es un contrafuerte próximo a la costa y situado en las estribaciones meridionales de la Sierre~ de Espadán. La montafia se encuentra insertada en los relieves
costeros de dirección catalánide y está constituida por materiales triásicos de naturaleza calcárea
(dolomías, areniscas y margas). Alcanza los 239,5 m. de altitud y se asocia a otro promontorio
más interno de 278 m. AJ N y S se ve enmarcado por dos relieves de suave pendiente, lo que
genera sendas vaguadas que vebiculan el drenaje de dos barrancos que llegan al llano formando
dos pequeftos conos. Su distancia del mar en linea recta hacia el E es de 6 km. mientras que
Sagunto se sittía a unos 4 km. en dirección S.
Conocido en la bibliografía desde los años 60 sólo fue excavado el sector W y parte del NW
en 1974 y 1978 por el Servicio de Investigación Prebistó.rica de la Excma. Diputación de
Valencia. Los trabajos se efectuaron bajo La dirección de D. Domingo Fletcher y bajo la supervisión de M. RipoU en la primera campaña y R. Enguix en la segunda. contando con F. Roca como
encargado de los trabajos y con la colaboración de los miembros del C.A.S. A fmales de la década
de los 80 iniciamos los trabajos de excavación sistemática en el sector NW, subvencionados por
la Dirección General de Patrimonio de la Generalitat Valenciana como parte integrante de nuestro
trabajo de Tesis Doctoral bajo la dirección de M. Gii-Mascarell. Durante los años 1990 y 1991 y
debido a la construcción de un vertedero de residuos sólidos en la ladera S del cerro se detectó la
existencia de estructuras en esta ladera. llevándose a cabo dos campañas de urgencia que nos permitieron documentar este sector. Los trabajos fueron financiados por la Dirección General de
Patrimonio y la empresa Dragados (l ).
• Cl Callxto W. 34-10. 46008 VUeocia.
(1) Queremos .,-.decer a Jos6 María de Miguel y sus colabcndoc'es. asf eomo al ConscU MetropOIIIi de I'Hon.a. todo el
apoyo y ayuda que DOS dieron en el tiempo que duraron los ttabajos.
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AMPARO M. BARRACHINA IBÁÑFZ
210
LAS ESTRUCTURAS
Los trabajos de excavación efectuados en la ladera Sur durante dos campafias (con una duración total de cinco meses) han permitido documentar dos estructuras de acondicionamiento para
la fase fmal de la ocupación, además de otras estructuras subyacentes de cronología más antigua
(pero de La que no trataremos en este trabajo).
Una de ellas se sitáa en el cuadro A-B/4 y la otra en el FJ4, 5, 6. Creemos que ambas estructuras forman parte de un trazado general que englobaba toda la ladera. Las estructuras de habitación debieron construirse sin otras unidades babitacionales adosadas siguiendo un patrón de asentamiento disperso, para lo cual aprovechando la pendiente natural del cerro se creó una infraestructura de amplias terrazas separadas, pero unidas mediante el acondicionamiento de accesos y
pasos tambjén construidos con mampuestos y rellenos siguiendo posiblemente un plan de ocupación exhaustiva del espacio disponible. Lamentablemente estas construcciones han sufrido
muchas alteraciones, naturales y antrópicas. La construcción de un camino más el desmonte de
tierras nos han dejado sin una parte importante del trazado en el A-B/4. Mientras que los desprendimientos del cantil, junto con otros elementos naturales han deformado considerablemente
el aspecto del conjunto constructivo en FJ 4, 5, 6.
La excavación se efectuó entre las curvas de nivel 145 a 150 m.s.n.m., en un triángulo configurado por un glacis y un cantil rocoso de unos dos metros de frente, junto a un camino construido en los años 70 (Fig. 1). Desde la curva de nivel 144 hacia abajo queda un gran corte antrópico en vertical que actualmente está siendo rellenado como vertedero de residuos sólidos. El trabajo pues se concentró desde el camino hacia arriba con tres puntos de actuación. Dos de los
cuales dieron información de gran interés.
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10
l'lotlol>k ..... ......,._
~-.,_Figura 1.- Sector S del Pk deis Corbl, úeas excavadas.
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EL "SECTOR S" DEL PJC DELS CORBS DE SAGUNT
211
A-8/4
Esquina de un aterrazamiento de construcción escalonada y mampostería con relleno de
tierra que se sittía entre las curvas de nivel 145-146; las medidas conservadas son de 8 m. de larga
por 1 m. de altura, con una dirección NW-SE.
La estructura arranca de la roca base con la construcción de un murete de mampuestos
relleno en la parte interna por tierra y piedras (UE. 3004), que contintía abriendo su ángulo y
tomando profundidad al alejamos de la roca base. A este primer muro van adosándose en paralelo nuevos muros y rellenos (UE. 3064, 3065, 3070) hasta llegar a tener la amplitud y consistencia deseada, buscando la adaptación a las curvas de nivel (Fig. 2). La base de la estructura se
asienta en un derrumbe de piedras de tamaños medíos y grandes mezcladas con arcillas versicolores creemos que procedentes de la degradación de la 1• fase de ocupación de este sector
(UE. 3010). Es probable que en algunos puntos efectuasen zanjas previas a la construcción que
cortan todos los estratos anteriores. Sobre la superficie de la terraza no hemos encontrado pisos
o elementos indicativos de actividades específicas, sólo restos de un muro de mampuestos (UE.
3051) que se inicia en la curva de nivel 146 y que podría relacionarse con la parte trasera de una
construcción sobre la terraza o ser el inicio de una nueva terraza o zona de paso.
FJ4, 5, 6
En estos cuadros con una superficie total excavada de casi 200 m1 ha sido dificil interpretar
las estructuras ya que se encuentran fuertemente erosionadas por la mecánica de Jos cantiles, el
denso crecimiento de palmitos de extensas raíces y por la construcción de un camino. No obstante creemos que se puede establecer una interpretación. Así pues pensamos que podrían existir
dos terrazas sucesivas que se adaptan a las curvas de nivel. Una se situaría entorno a los 147
m.s.n.m. y la otra entre los 149 y 150 m.s.n.m. (Fig. 3 y 4).
La primera, seccionada en el S por el camino construido en los 70 por lo que nos faltaría todo
su frente externo, queda limitada al NW y W por la roca, a la que al mismo tiempo se adapta e
incluso utiliza. De su estructura sólo nos ha llegado una superficie más o menos horizontal que
hacia el S, entre los metros 4 a 6 de X, ofrece a la vista una alineación de piedras de tamaño
pequeño y con sólo una cara (UE. 3034); mientras que hacia el SW, donde ha desaparecido esta
alineación, se acumula un derrumbe de cierta entidad compuesto por pellas de barro procedentes
de estructuras endebles (UE. 3042) junto a una cierta cantidad de materiales cerámicos bastante
completos.
En la mitad N del E-5, entre los metros 7-8 de Y, se sitúa lo que parece un acondicionamiento
para salvar el desnivel de la roca, construido con piedras de medio o pequeño tamafto trabadas
con tierra y que hemos relacionado con la 2' fase de ocupación de este sector. En la nueva y
última fase constructiva este abancalamiento (UE. 2031) se encuentra semi-derruido por lo que
entre el m.5 y m. lO de X -hacia la mitad E del cuadro E-5 (Fig. 3)- las construcciones recientes
se asentaran sobre los derrumbes anteriores, configurando una ligera pendiente que podría constituir un acceso tanto a la posible unidad habitacional relacionada con la UE 3042. como a la que
se encuentra por encima en la segunda terraza.
Esta segunda terraza, situada por encima, se asienta en su mayor parte sobre la roca. Su trazado forma primero una curva ascendente de SW a NE de alrededor de 3 m. de longitud
(UE. 2009) con varias líneas de mampuestos escalonados sobre la roca desnuda que continúa después en línea casi recta hacia el E con una longitud aproximada de 7 m. (UE. 2005-2008) basta
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2 12
B
A
4
Figura 2.1.- Plana. A-814
a
a'
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Flpra 2.2.- Secd6n m.5 ele A/4.
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E
213
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Flpra 3.- Planta E, F/4, 5, 6.
b
E-6
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Ft¡ura 4.- Seed6n ele la planta de la
3: FJ4, 5, 6 • la altun del metro 6.
Aquf se pueden apreciar tamiMn loa nJveles subyacenta.
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b'
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214
morir en la roca en su extremo final, después de un recorrido en ligera pendiente. En este caso La
superficie de ocupación se encontraría por encima de la cota 150, quedando fuera del área de
excavación. Sobre todo ello se acumula un tremendo derrumbe procedente tanto de las estructuras como del cantil del cerro deformando la imagen original de las construcciones.
LOS MATERIALES
Básicamente el conjunto se compone de cerámica bastante fragmentada, hecha a mano,
siendo escasos otro tipo de elementos. Sin embargo su excepcionalidad está en el elevado número
de individuos asimilables a La cultura de los Campos de Urnas entre los que hemos podido diferenciar algunos tipos.
Como es habitual en La composición de los enseres cerámicos de conservación, transformación y servicio de alimentos se compone de recipientes con acabado grosero y fino. Dentro de un
segundo grupo, de superficies generalmente bruñidas negras o achocolatadas y con una alta composición de cuarzo en su desgrasante (2), hemos diferenciado varias formas que hemos descrito
de forma genérica, no con el fm de establecer una tipología, sino más bien de poder establecer
un discurso.
1- Recipientes cerrados relacionables con los tipos funerarios conocidos como "urnas" (Fig. 5).
2- Boles y cazuelas de dos volúmenes, con borde diferenciado (Fig. 7).
3- Cuenco profundo de perfil entrante y borde sin diferenciar (Fig. 8, n° 342191 ).
4- Cuenco plano o tapadera de borde alargado (Fig. 7, n° 294/91).
5- Ollitas globulares (Fig. 7, no 613/90, 486190).
6- Vasitos de perfil en "S" (Fig. 8, n° 808190, 1800/90, 919/91 ).
7- Fuentes de carena alta (Fig. 8, n° 270/91, 896/91 ).
8- Escudillas (Fig. 8, 895/91, 890/91, 1794/90, 132191 ).
Respecto a las "urnas" el recipiente más completo es un vaso de tamaño medio y acabado
bruñido, con el borde acodado, cóncavo y biselado en su parte interna, cuello convexo y cuerpo
redondeado. La decoración se sitúa en el cuello y en el inicio de la panza con acanalados
horizontales continuos de perfil ondulado (Fig. 5, n° 1820190). Creemos que se corresponde con
las urnas del período n de Vilaseca para el sur de Cataluña (3) o la Cataluña costera de Ruiz
Zapatero (4). Así encontrarnos paralelos en les Obagues -UUdemolins (5)- y en las urnas más
antiguas de MolA. fase lA de la necrópolis (6), relacionadas según Vtlaseca con los vasos de la
fase m de Can Missert -Terrassa, Vall~s Occidental. El investigador reusense las coloca en su
período 11 e inicios del m de la Cataluña meridional y las data entre 800-750 a.C. (arq ANE).
(2) A.M. BARRACHINA IBAlffiZ: Estudio analftíco de un conjunto de pasw cecimicas del yacimiento del Pie deis Corbs.
Sag\IIIL Quadems de Prehistbria i Arqucologia de Casldló. 19. Castellón (en prensa).
(3) S. Vll.ASECA ANOUERA. J.M. SOLE CASEU.ES. R. ~ OUEU.: La necrópolis de Can Canyís (Banyecu. prov.
de Tungooa). Trabajos del Seminario de Historia Primiliva del Hombre, VID. Madrid. 1963.
(4) O. RUlZ ZAPATERO: Los Campos de Urnas del NE. de la Península lbb-ica. Tesis Ooc«nn iliMita. Universidad
Complutense, Madrid. 1985.
(5) S. VILASECA ANOUERA: El campo de urnas de les Oba¡ucs del Montsant y la evolución de las cultu111S de las urnas
en el sur de Catalulla. Archivo Espallol de Arqueología. 66. Madrid, 1947. fig. 3, vm.
(6) S. VILASECA ANGUERA: El poblado y necrópolis prehistóricos de Mol' (Tarragona). Acta Archaeologica Hispana. l.
Madrid. 1943, n•. 117.
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Otros paralelos los encontramos en Can Roqueta -Sabadell, Vall~s Occidental-, en el tipo a.4
según Petit (7), en Seros, Lleida (8) o en Llardecans, Lleida (9). En el Puig de la Nau -Benicarló,
Castellón-lo encontramos en la forma II que aparece en las tres primeras fases cronológicas (10).
Dentro de este mismo grupo el fragmento 261/91 (Fig. 5) también aporta un perfil interesante que nosotros relacionamos con la urna bitroncocónica de la cueva del Janet ( JI ) o algunos
de los perfiles de la Bobila Roca de Palleja, Barcelona, necrópolis cuya fechación se sitúa dentro
de los Campos de Urnas Antiguos de Ruiz Zapatero (12), mientras que los fragmentos 44191 o el
948190 (Fig. 5) que participan en su decoración de este mismo ambiente cronológico nos
recuerdan los perfiles de las urnas de Valdeladrones en Huesca cuya fechación se sima en tomo
al900/800 a.C. (arq ANE) (13).
La segunda forma está compuesta por un grupo de vasos de perfil abierto con el cuerpo conformado por dos volúmenes, el superior -cilíndrico (Fig. 7, 1822190, 1821/90, 583/90, 891/90) o
troncocónico (Fig. 7, 1183/91, 1024/90)- siempre más corto que el inferior, con el borde exvasado -recto o cóncavo- y diferenciado del cuerpo por una ruptura en el perfil marcada en el interior por una arista. Sobre esta misma forma M. Enrique efectuó una aproximación a su difusión,
variaciones y cronología en un interesante artículo en el que partía de la presencia de estos recipientes en el sector V de la Mola d' Agres (14). En él fueron descritas como formas de superficie
tratada, abierta, de borde exvasado, de perftl bicónico, siempre con el cuerpo superior más reducido que el inferior y que suelen apoyar sobre bases planas o umbilicadas, localizándose en todos
los ambientes de Campos de Urnas del NE con variaciones a considerar en sus perfiles, profundidad y exvasarniento. Para Enrique todas las variantes quedarían agrupadas bajo la forma 1 y 11
de Maluquer, la forma 1de Almagro, la forma m y vm de Ruiz Zapatero para Campos de Urnas
Antiguos y Recientes respectivamente. y las formas 5, 8, 11 de Pons para el Ampurdán con estrechos paralelos con el SE francés desde eJ Bronce Final II, abarcando un espacio temporal de
cuatro centurias (15).
Dentro del grupo que hemos localizado en el "sector sur'' del Pie encontramos variaciones
morfométricas entre individuos. Así el gran recipiente 1822190 con su cuerpo superior cilíndrico
y su borde convexo con labio biselado nos recuerda los perfiles del vaso procedente de la necrópolis de la Bobila Roca de PaJJeja en el Baix Llobregat (16), incluida en los Campos de Urnas
Antiguos según la cronología de Almagro y Ruiz Zapatero. Y con el vaso de la necrópolis de los
m
M.A. PETJT i MENDIZABAL: Contribución al estudio de la Edad del Bronce en Catalulla (coman:as del Moi~. Vall~
Oriental, Vall~s Occidental. Maresmc. Barcel~. Balx Uobregal). Tesis Doctoral. iMdita. Universidad Autóooma de Barcelona.
19SS. Uro. CCLXVJ.
(8) L DIEZ-CORONEL. R. PITA: Una necrópolis de incincTacióo con tllmulos en Scrós. Urida. Comunicación presentada
al VUI Congreso NIICional de Arqueología. (Sevilla-M"a¡a. 1963). Zara¡oz.a. 1964. fig. 14, S9.
(9) J.L. MAYA: Dos necrópolis de iiiCÍIICniCiÓII en el bajo Segre: Uardecans y la FeiDOSI. Jimia. XUD. Ueida. 1982.
urna A.
(10} A. OUVER FOIX. F. GUSIJENER: El Puig de la Nau. Un IIQ)iw fortificado en el únbito meditenineo peninsular.
Monogrlfies de Prcbistbria i Arqucologia Castellonenques. 4, Castell6n. 1995. fig. 84.
(11) S. VILASECA ANGUERA: Dos euevas prehist6ricas de livisa (provincia de "IVragona). Ampurias. l. Barcelona. 1939.
pp. IS9-18S. Barcelona: VILASECA et alii. op. cir. nota 3.
(12) RUIZ ZAPATERO. op. cir., nota 4. fig. S4. 7.
(13) FJ. MOtm>N: El poblado prehislóric:o de Valdeladrones. Bajo Aragón-Prehistoria. VI. Zarqoza. 198S. pqs.
(14) M.ENRJQUE TEJEOO: Anocaci6n al conocimiento de una forma cerúnica de los Campos de Urnas del N.E. de la
Penútsula lb6i<:a. Squntum. 24. Valencia. 1991. pp. 14S-JSS.
(15) ENRJQUE. op. cir.. nota 14. pp.l46.
{16} PETIT. op. cit.. nota 7. Um. LXVI. S.
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EL "SECI'OR S" DEL PlC DELS CORBS DE SAGUNT
219
Castellets 1 de Mequinenza, Zaragoza, fechado en el Bronce Final m A (17). Ambos de tamaño
mucho más pequeño que el del Pie. O en algunos de los perfiles del poblado de la Serra de
Puigverd en Lleida. donde vemos un repertorio amplio en el que los vasos presentan tanto una
estructura abierta, como en nuestro vaso 1822190, con el borde exvasado, como estructuras más
cerradas con bordes verticales de tendencia cóncava. Generalmente están provistos de asas y
llevan decoraciones de acanaladuras en el hombro, en la base o rodeando el asa. En este yacimiento se datan en el Bronce Final m basándose en las decoraciones ( 18).
Mientras que la taza 891/91, de tamaño mucho menor y con un asa maciza que une todo el
borde con la panza caída y escasamente marcada acompañada de un borde recto de labio redondeado, nos acerca más a formas como la de Masada del Ratón de Fraga en Huesca. en el nivel
A del sondeo 1, también con un asa ( 19), adscribiéndose al horizonte de Campos de Urnas cuyo
inicio en este yacimiento se data con posterioridad al s.X a.C./arq. ANE (20).
En cuanto a los perfiles troncocónicos que dan los fragmentos 1024190 y 1183/9 1 nos
acercan más a los prototipos de las Valletas de Sena, en Huesca. donde se fechan entre 850-700
a.C. (arq ANE) (21 ). Mientras que el fragmento 31/91, recipiente de tendencia plana o muy plana
con reducción del cuerpo superior al máximo de tal modo que más bien parece una panza fuertemente redondeada en el punto máximo de su diámetro y con un borde muy exvasado diferenciado por una arista interior, nos acerca a los vasos del Midi mediterráneo francés como la forma
L.-tipo 2 de Roudil o forma 3 del Bronce Final lla de Roudil Gatte Acol éversé) (22) que se documenta en la capa 1 del yacimiento de Prével Supérieur, en Montclus (Gard).
El cuenco profundo de perfil entrante y borde sin diferenciar (Fig. 8, n° 342191) nos recuerda
al tipo m de Palol (23) o forma 6 de Pons (24), de la necrópolis de Agullana. aunque estos prototipos citados tienen la característica de quebrar el perfil por lo que se definen como bitroncocónicos sin cuello. No obstante sólo queremos señalar una cierta similitud formal, perfil entrante, y
de desarrollo de la decoración, ubicación en el tercio superior, aunque no de la técnica ya que la
del Pie es acanalada. La fechación de la forma en el ámbito ampurdanés general efectuado por E.
Pons es en la primera y segunda etapa, dentro del Bronce Final m, mientras que en su estudio de
la necrópolis de Agullana P. de Palol la fecha entre el 750-650 a.CJarq ANE (fase Agullana 1).
Perfiles entrantes asimilables a esta forma los encontramos también en la forma 8 de la Mola
d ' Agres (25) y en el conjunto ll del Tabaia (26).
(17) J.l. ROYO GUilLEN. Rhual funerario y cultura material en las necrópolis tumulares de los Caslellets de Mequinenza
(Zaragoza): una apotUCión al estudio del Bronce Finai/Hietro 1 en el NE. peninsular. En ROVIRA i PORT. J• •(cd.). Modcls
d'ocupació. transforrnacíó i explocació del tetritori entre el 1600 i el SOO a.n.e a la Catalunya meridional i zones limítrofes de la
depressió de I'Ebre. Acles de la Tlula Rodona (Sant Fellu de Codines, 1994). Gala. 3-5, Sant Peliu de Codines,fig. 2.
(18) A. COSTAPREDA i CASTILLO. J. GALLART i FERNANDEZ. A. UUSSA i GUASCH: Estudi deis malerials del
jaciment de la Sem (Puigverd de Lleida, Segril). Rccen¡ues Terres de Ponenl, lX. Lleida. 1988. fig. 1 y 2.
(19) J.M. RODANES: Investigaciones arqueológicas en el Bajo Cinca: Campallas de excavación de 1989/1990 en el poblado
de la Edad de.l Bronce de Masada de Ratón (Fraga. Huesca). Bolskan. 8. Huesca. 1991, 1m. lX. 3.
(20) RODANES, op. cit.. nota 19. p4gs. 10-12.
(21) J. ROVlRA, M. GASCA: Los asentamientos del Bronce Antiguo. Medio y Final de la zona de Sena..Sigena-Ontillena
(Huesca). Ampurias 46-47, Ban:elona. 1983-84, 1ún. X, 3 y 4.
(22) J.-L. ROUDIL: L'Age du Bronze en Languedoc oriental París, 1972. pp. 153. Fig. 62. n• 2.4.y 6. Fig. 65. 6. Fig. 104.
fonna L tipo 2.
(23) P. DE PALOL. La necrópolis ballstiuica de Agullana (Gerona). Biblioteca Praehistorica Hispana. 1, Madrid. 1958. lúns.
UJ y IV.
(24) E. PONS i BRUN. L "Empordl de I'Edal del Bronze a I"Edat del Ferro ( 1100-600 a.C.). Centre d1nvestigacions
Atqueolc}alques. 5me Monogrlfa. 4, Girona. 1984. p4gs. 137-138. fig. 58.
(25) J.L. ~A SANCHEZ. M. ENRIQUE TEIEDO. E. GRAU ALMERO. M.A. MARTI BONAFE: El poblado de la Mola
d'Apes. Homenaje a Mila¡ro Gii-Mascarell 8osd. Generaliw Valenciana. ConscUeria de Cultura. Educació i C~ncia. Valencia.
1996.fig.. 61. forma 8.
(26) M. HERNANDEZ PBlEZ. J.A. LOPEZ MIRA: Bronce Fmal en el Medio Vinalopó. A propósito de dos conjuntos cerimioos del Tabaíl (Aspe. Alicante). Homenaje a Enrique Pla Ballester. Trabajos Varios del S.l.P.. 89. Valencia. 1992. fig. 4. 8: fig. S.
3: fig. 6. l.
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Respecto al cuenco de perfll simple y borde diferenciado con arista interior (Fig. 7, 294191)
encontramos paralelos en yacimientos como la Pedrera de Vallfogona de Balaguer, Lleida. en el
estrato n fechado como Ibérico Antiguo (27); en el Barranc de Saot Antoni, en la habitación 1
fechada entorno al s.IX (28), en el Tossal del Moro de Pinyeres (29); en el Tossal de les Tenalles
(30); en la forma V no torneada de los niveles de base del Puig de la Nau (31) y en el sector V
de la Mola d' Agres (32).
La quinta forma, cerrada, que presenta perfil globular (Fig. 7, 613/90, 1158191, ......) se puede
relacionar con la forma 1Ode Pons para el Ampurdán, para la que se diferencian algunas variantes.
Las ITW próximas serían la lOa, que aparece sólo en la 1• etapa, y la lOe que se da en la 3• etapa
(33). Ésta última se corresponderla con la forma vn de Campos de Urnas del Hierro de Ruiz
Zapatero (34). No obstante no podemos precisar más ya que los escasos fragmentos localizados
en el Pie además de no estar completos son de pequeño tamaño. Sin embargo parece probado que
la tendencia a la globularidad en los vasos de Campos de Urnas es una caracteristica tardía.
Algunos de los vasitos de perfil en "S" se pueden comparar con varios individuos del grupo
B7A de Peña Negra l, de Crevillente, Alicante (35), con una cronología de hacia 900/850 a.CJarq
ANE para el inicio de la ocupación de este poblado. Los vasos de la Peña Negra que consideramos parejos, en especial con el n° 1800/90 (Fig. 8), entrarían dentro de las formas con gradación 5 a 8 y hombro que Goozález Prats considera de origen indígena, distribuyéndose principalmente en el área meridional, por debajo del Cabo de la Nao (36). Otros vasos equiparables los
encontramos en el TabaiA -Aspe, Alicante- perteneciente al conjunto 1 (37). en la Mola d' Agres
(38) donde se las relaciona con la forma 46 de Molina para su Bronce Fmal n (850-750 a.CJarq
ANE), en la Dieta dels Banyets de El Campello (39) y en Coimbra del Barranco Ancho, Jumilla.
Murcia (40).
(21) EJUNYENT. J. GALLART: Un nou talJ esuatigrlfic a la Pedrera, Vallfogooa de Balaguer. Tennens. la Noguera. Ueida.
Espaill'emps. Quaderns del Dcpanament de Geogrma i Histbria de I'Estudi General de Ueida. Ueida. 1989, 14m. S,21.
(28) O. ASENSIO VILARO. M.C. BELARTE FRANCO. C. FERRER ALVAREZ. J. NOGUERA GUlU.EN. J. SANMARTI
GREGO. J. SANTACANA MESTRE(I994-1996): El jaciment del Bananc de Sant Antool (Oinesw, Ribera d"'!!R). En ROVIRA
i PORT. J. •(ed.). Models d'ocupaeió. transfonnació i explotació del tmitori entre el 1600 i el SOO a.n.e a la Catalunya meridional
1zoneslimítrofes de la depressió de I'Ebte. ActeS de la Taula Rodona (Sant Feliu de Codines. 1994). Gala. 3-S. Sant Feliu de Codines.
fig. 7,4.
(29) O. ARTEAGA. J. PADRO. E. SANMARTI: El poblado ibmco del Tossal del Moro (Batea, Tem AIIA. 1'11rrasooa).
Monogrlfies Arqueolbgiques de 11nstitut de Prebistllria i Arqueologia. 7. Barcelona, 1990. fig. 40, 166.
(30) l. GARCES. L. MARI. J. PE.REZ. J.M. PUCHE: Ocupacions de tradició del bronu reeent i deis camps d'umes al Tossal
de les Tenalles de Sidamon. Revistad' Arqueologia de PooenL 3.Lleida. 1993. fig. 22,6.
(31) OLCVER y GUSI. op. cit., nota 10. fig. 87. forma V.
(32) ~A et al.ii. op. cit.. nou 2S. fig. 60 forma 4.
(33) PONS. op. cit., noca 24. pp.l40. fig. S9.
(34) RUIZ ZAPATERO. op. cit.• noca 4. fig. 220, pp. 139.
(3S) A. GONZALEZ PRATS: Excavaciones en el yacimiento protohistórioo de La Pena Negra. Crevlllente (Alicante). J.• y
2: campallas. Excavadooes Arqueolóaieas en España. 99. Madrid. 1979. fig. 41. 13 y fig. 32. 19.
(36) A. GONZALEZ PRATS: Estudio arqueolóaico del poblamiento antiguo de la Sierra de Crevillente (Alicante). Anejo a
Lucentum. l. Alicante. 1983. p6g. 104.
(31) HERNANOEZ. LOPEZ. op. cit.. noca 26. fig. 4.2.
(38) ~A et alü. op. cit.. noca 2S. fig. 63. rorma 12a-1.
(39) J.L SIMON GARCtA: La Dleu: asentamiento litoral en el MedilerTÚco occidental de la Edad del Bronce. En M.
OLCINA OOMENECH (ed.): La llleta dels Banyets (El CampeUo. Alicante). Estudios de la Edad del Bronce y Epoca lbmca. Museo
An¡ueologico Provincial de Alícante. Serie Mayor. l. Alicante 1997. fig. 17-2.
(40) M.M. ROS SALA: Nuevas J*l una defmición del Bronce Fanal Pleno en el altiplano Yecla-Jumilla. Las cuuelas carenadas de Coimbra del Bamnco Ancbo (Jumllla). Trabajos de Prehistoria. 47. Madrid. 1990. fig. 2.3.
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Por otro lado los recipientes de carena alta y bordes rectos o exvasados (Fig. 8, n° 270/91,
896191) se localizan en el ámbito del Bronce Tardío-Final del SE en niveles post-argáricos (41),
por ejemplo en la Cuesta del Negro de Purullena en Granada o en Fuente Álamo de Cuevas de
Almanzora en Almería, donde junto a las cazuelas carenadas de borde vertical -consideradas como
características del Bronce Tardío meridional- hay otras con borde corto y algo exvasado (42).
En el sur de la provincia de Alicante, vinculada al mundo argárico, encontramos el grupo
mejor representado del área levantina tanto en yacimientos del valle del Vinalopó, como en el
poblado de Caramoro n de Elche (43) donde aparecen junto a materiales propios de Campos de
Urnas que se fechan en tomo al 900 a.CJ arq. ANE, como en la Vega Baja del Segura en los
poblados de la ladera de San Antón de Orihuela y las laderas del Castillo de Callosa de Segura
(44) o en el Camp d' Alacant, como en la meta deis Banyets de Campello (45).
Distanciándonos de la producción ergológica del SE, el vaso 270/9 1 tiene también unos
paralelos muy claros en La Requejada, en San Román de Hornija, Valladolid, en la forma F.3 de
Jos vasos troncocónicos sin decorar y con una fecbación en tomo al 1000 a.C./arq ANE (46).
Pocas veces se han recogido en las publicaciones de cerámicas cogoteñas las formas lisas, decantándose generalmente por las formas decoradas mucho más llamativas. Por lo que en la
Requejada su presencia resulta aún más interesante por haberse realizado una comparación
formal con los vasos decorados y haberse establecido algunas diferencias de detalle que nos facilitan las equiparaciones. Se señala en este trabajo que los vasos troncocónicos lisos presentan ....
'"una apariencia de mayor verticalidad. Por otra parte un segundo rasgo distintivo se concreta en
la fonna de los labios siempre afilados en los vasos decorados, ...., y redondeados, e incluso notablemente engrosados, en los lisos" (47). Esta mayor verticalidad a la que se hace referencia
parece que no se cumple en la forma F-3 que es la que relacionamos con la 270191, pero que nos
hace entender las formas de las otras variantes del Pie deis Corbs, donde son muy escasas hasta
el momento las formas decoradas.
Hacia el NE, en el bajo Segre-Cinca, algunos de estos vasos de carena alta los podemos
ver en poblados como el de la Masada del Ratón de Fraga, en Huesca, en el estrato a del sondeo
1 -'r ocupación- fechado con posterioridad a la 'r mitad del s.X B.C. cal ANE (48), asociado a
(41 ) F. MOUNA OONZALEZ. La culwra del Bronce Final en el SB. de la península ibáiCL Cuadernos de Prehlstoria de la
Univenidad de GranadA!. J. Granada. 19n.
(42) P. MOLINA. B. PAREJA: Excavaciones en la Cuesta del Negro (PwuUena. Granada). Campafta de 1975. Excavaciones
Arqueológicas en Espafta. 86. Madrid. 1975, fig. 72. 297 -est. V/sur- y fig. 87. 383 -est. VI/sur-. H. SCHUBART. O. ARTEAGA:
Fuente Alamo. lnfonnc preliminar sobre la excavación de 1985 en el poblado de la Edad del Bronce. Ampwias. 47. Barcelona. 1985.
fig. 5. fase D-e: fig. 6, fase P b y c.
(43) A. OONZAJ...EZ-PRATS, B. RUIZ SEGURA: Un poblado fortificado del Bronce Final en el Bajo VinaJopó. Homenaje
a Enrique Pla Ballester. Tnbajos Varios del S.J.P.. 89. Valencia. 1992. fig. 5. 7.
(44) R. SORIANO SANCHEZ: La culwra del Algar en la Vega Baja del Segura. S.,unlllm 18. Valencia. 1984. fig. 11. 14 y
fig. 12. 9.
(4S) J.L SIMON OARCIA: Colecciones de la Edad del Bronce en el Museo ArqueoJóaico Provincial de Alicante. Ingresos
de 1967 a 1985 e Dieta deis Banyeu de el C&mpello. lns. EsL Juan Gil-Aiben. Alicante. 1984-85. SIMON op. cit., 1101.1 39. fig. 17.
3 a S y fig. 18. l.
(46) O. DELIBES. J. FERNANDEZ MANZANO. J.A. RODRIGUEZ MARCOS: Cerúnicas de la plenitud de Cogow 1: el
yacimiento de San ROl'IWI de la Hornija. Boletín del Seminario de Estudios de Ane y Arqueolo¡Ca. LVI. Valladolid. 1990. fi¡. 20.
(47) op. cit.. 1101.1 anterior. ¡M¡. 79.
(48) l. GARCES ESTALLO. Los maeriales arqueológicos del poblado de Masada de Ratón (Fraga. Huesca). Bolskao. 3.
Huesca. 1987, pqs. 65-131 . RODANES.op. cit. not.a19. lml. IX. 2. J.M. RODANES VICENTE: Delaciones absolutas de los niveles
inferiofes del yacimiento de Masada de Ral6o (Fraga. Ruesca) Museo de Zarqoza. Boletin 11. Zaragoza. 1992. pp. 11- 12.
-223-
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un bol de dos volúmenes como los descritos líneas atrás para la segunda forma. O en Solibemat
de Torres de Segre, en Lleida, donde aparecen desde la fase IV a la VD (49), en ésta última -que
se considera de transición hacia los campos de urnas- también encontramos la misma asociación
que hemos señalado para la Masada del Ratón, además de aparecer los vasos carenados profundos con asa de apéndice de botón desde sus primeras fases lo que hace que este poblado se
feche con algo de anterioridad a la Masada, es decir en tomo al 1150/11 ()()..1 000 a.C./arq ANE.
Finalmente la octava forma diferenciada son las escudillas, nombre genérico por su pequeño
tamaño y escasa profundidad. Entre ellas primero hemos separado las escudillas de panza muy
abombada u hombrera y borde vertical poco desarrollado pero diferenciado de la panza por una
ligera contracurva (Fig. 8, n° 132/91, 1794190). Sólo hemos encontrado relaciones formales en el
repertorio de la Cuesta del Negro, Purullena, Granada (50), en la última fase de ocupación del
Bronce Final, S.X-IX a.C. /arq ANE. Podría relacionarse también con la forma 22 de la Mola
d ' Agres (51 ), donde se considera como característica de la Baja Andalucía dentro de la tradición
indígena, enmarcándola en la línea mixta que González Prats propone para el SE y localizándose
en todos los yacimientos vinculados directa o indirectamente con el ámbito cultural tartésico (52).
Otro tipo de escudilla que hemos distinguido es la de corto borde vuelto diferenciado de la
panza por un quiebro del perfil. Sus diámetros oscilan entre los 12 y 15 cm. (Fig. 8, n° 890/91 ,
895/91 ). El paralelo más próximo lo encontramos en la forma B4 de Peña Negra 1, Crevillente,
Alicante (53) y en otros yacimientos circundantes a éste como son Caramoro n (54) donde el
vaso comparado parece más profundo, y en la Esparraguera, en Novelda, Alicante, yacimiento en
el que este perfil se considera de cronología tardía dentro de la Edad deJ Bronce y ajeno a los conjuntos conocidos del Bronce Valenciano (55). Otros paralelos los encontramos en la Cuesta del
Negro, Purullena, Granada (56). Allí la forma no tiene medidas, aunque sus perfiles coinciden, y
aparece decorada con una banda ondulada trazada con incisión y rellena de puntillado de factura
muy irregular; se relaciona con la última fase de ocupación del poblado del Bronce Final s.X-IX
a.C./arq ANE. También en la Mesa de Setefilla, en Lora del Río, Sevilla, en la fase lla/E.
considerada como de Bronce Final antiguo, donde lleva un asa como en nuestra pieza n° 1055
(57), y en tomo a La misma cronología La encontramos en San Román de la Hornija en La forma
G.4 sin decorar o la B decorada (58).
Respecto al grupo de acabado grosero, por lo general de superficies alisadas rojizas, achocolatadas o negras y con fragmentos de rodeno en su desgrasante (59), aparecen representados
xm.
(49) J. ROVIRA 1 PORT. A. LOPEZ MULLOR. JR GONZALEZ PEREZ. J.l. RODRIGUEZ DUQUE: Solibemat: un model
d'assentament protourl>l en el Bronce Final de Catahmya. Miscei.IAnia Arqueolbgica, Museu d' Arqueología de Catalunya. Barcelona.
1996-1997. fig. 20.
(SO) F. MOLINA. E. PAREJA LOPEZ, op. cit. nota 42. fig. 85.3n.
(5 1) PEíiiA et alü. op. cit., nota 25.
(52) GONZALEZ PRATS. op. cit.. noca 36. pp. 104.
(53) A.GONZALEZ PRATS. Nueva 111% sobre la prehistoria del Sureste. 1990. fig. 48. 8489.
(54) GONZALEZ PRATS y RUIZ. op. cit.. nota 43. fig. 5.5.
(55) J.F. NAVARRO MEDEROS: Materiales para el estudio de la Edad del Bronce en el valle del Vmalopó (Alicante).
Lucentum. l. Alicante. 1982. fig. 2.b.
(56) MOLINA y PAREJA. op. cit., noca 42, fig. 78. 328. E.VUS.
(57) M.E. AUBET. M.R. SERNA. J.L. ESCARACENA. M.M. RUIZ DELGADO, La Mesa de SetefiUa. Lon del Río
(Sevilla). Campalla de 1979. Excavaciones Arqueológicas en Espalla. 122. Madrid, 1983. fig. 23,56.
(58) DELmES et alii. op. cit.. nota 46.
(59) BARRACHINA. op. cit., nota 2..
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algunos vasos completos de tamaño grande o medio y un ntimero elevado de bordes entte los que
se encuentran tanto los que presentan concavidad interna como los rectos. Por lo general no aparecen decorados con cordones como ocurre por ejemplo en La Cataluña central-costera donde se
denominan ''urnas de cuello orlado" (60). Sólo algunos tienen esta decoración de apliques plásticos alrededor del cuello o un poco más abajo, siendo más comunes los estampillados bien en el
cuerpo, bien en los labios, mientras que Las incisiones son raras (Fig. 6, n° 6 Ll/90, 1020190).
Entre las piezas completas destacamos un vaso de tamaño pequeño y acabado alisado, con
hombro, borde exvasado y base plana con talón, el cuerpo ovoideo y decoración en el labio y en
la inflexión cuerpo-borde de estampillados ovales poco profundos (Fig. 6, n° 717190). En la
misma línea aunque posiblemente con otros tamaños y perfiles sin hombro tan marcado encontramos varios fragmentos de cuellos con este mismo tipo de decoración (Fig. 6, n° 969/91,
1065190, 1679190). Estas impresiones suaves, posiblemente realizadas con los dedos o quizá con
algtin instrumento, para Ruiz Zapatero tienen raíces locales en las últimas etapas de La Edad del
Bronce, estando presentes sólo en la cueva Bora Tuna de Llom y en un vasito inédito del Museo
de Huesca (61). Para Maluquer, que sólo La observa en la cueva de Llom, también son de carácter
local (62). Nosotros hemos tenido oportunidad de ver en el Museo de Reus (63) un pequeño
grupo de cerámicas grose.ras con estas características entre los materiales de las cuevas del Janet
y de Marcó, lo que nos hace preguntamos si podrían ser más comunes de lo que se ha supuesto
basta ahora. En el Midi mediterráneo francés por ejemplo están ampliamente representados en
ambientes de Bronce Final D y Bronce Final m, como en Tonnerre UII (64), Camp-Redon (65),
la Grotte du Hasard (66), o La Baume-des-Anges (67) entte otros. Si bien los que se asocian a
niveles del Bronce Fmal U no tienen en general los bordes exvasados, sino más bien perfiles
entrantes. El exvasamiento de los bordes con cuello quebrados parece producirse a partir del
Bronce Final m.
La otra forma completa es un gran contenedor de 67,5 cm. de altura y un diámetro de la
panza de 56 cm., cuerpo de tendencia globular y borde recto, corto, ligeramente cóncavo. Lleva
en el cuerpo una serie de mamelones muy groseros y la mayor parte de él se encuentra recubierto
de una capa de barro aplicada a posteriori de su realización (Fig. 6, 0° 725190).
Con respecto a las bases y a nivel global podemos decir que son planas, generalmente marcando talón (Fig. 6, n° 729/90, 725190), sólo una es anillada (Fig. 6, n° 925190), sólo una tiene un
ónfalo en la base con superficie de acabado fino bruñido y sólo dos están decoradas. Una lleva
(60) PETIT. op. cit.. noca 7.
(61) RUIZ ZAPATERO. op. cit.. noca 4. pp.799
(62) J. MALUQUER DE MO'ICS: las culturas ballsWticas de Catalulla. Ampurias 7-8, Barcelona. 1946. pp. 150-IR
(63) Agradecemos a la Direccióo del Museo Coman:al '"Salvador Vllaseca". y en especial a Anna Mir. por las facilídades COl!
las que contamos para consultar los materiales.
(64) H. PRADES et le G.A.P.. B. DEDET. M. PY: L'oec:upation des riv•ges de I'Etang de Mau¡uio (Hbauli) au Bronze Final
el au premier A¡e du Fet. Tomo l. Les rcc:herches du Groupe ~logique Painlev~ ( 1969-1976). PubUeation de 1' Assoeiation pour
la Recherche Arc~loglquc en Laogucdoc: Oriental. Cahier 11. Caveirac, 1985, fi¡. 17. 13. B. DEDET. M. PY: L'oeeupation des
rivages de I'Elang de Mauguio (Herault) au Bronze Final et au premiet Age du Fer. Tomo m. Syn~ses et annexes. PubUeatíon de
I'Assoeialion pour la Recherche ~logiquc eo Lao¡uedoe Oriental. Cahier 13. Caveirac. 1915. BF. O forma S, pp. 14. BF m
forma 2. pp. l6-17.
(65) PRADES et alii. op. cit.. noca 64. fi¡. 64. 12: fig. 42. 3.
(66) J.-L. ROUDU.. B. DEDET: Les d&uts du Bronze fiJial dans les gorges de la Qle (Gatd)- La groue du Hasard lTharaull.
Documents d' Arc!Xologie Mmdionale 16. 1993.
(67) J. VITAL: L'lge duBronze dans la Baume des Anges (Dr6me), DAF. 28. Paris. 1990. fi¡. 40.
-225 -
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226
AMPARO M. BARRACHINA IBAAEz
dos acanaladuras en su base, posiblemente representara una cruz (Fig. 6, 0° 463190). La otra, de
acabado fino y bruñida, lleva acanaladuras al exterior tal y como se ve en algunos yacimientos
de Campos de Urnas Antiguos (Fig. 6, o0 727190).
En cuanto a las decoraciones podemos decir que están muy bien representadas. Entre las acanaladas encontramos tanto las bandas de trazos horizontales que se sin1an alrededor del cuello
como los motivos más complejos en los que se combinan bandas horizontales con triángulos,
tejadillos, trazos oblicuos, .... (Fig. 5, 7, 9), con estupendos paralelos tanto en las cuevas del
Priorato como en el Segre-Cioca dentro de Jos Campos de Urnas Antiguos y Recientes de
Almagro y Ruiz Zapatero. Su factura es muy variada pasando desde las más suaves y aristadas a
las más marcadas y onduladas.
Con la técnica de la incisión, que diferenciamos de la acanalada por tener un trazo de perfil
en "V" efectuado con objeto punzante, encontramos los motivos de triángulos rellenos de 11oeas,
junto con las que combinan trazos rectos en diferentes direcciones en la misma expresión temática que las acanaladas (Fig. 7, n° 1158/9 J, 486190; Fig. 5, n° 462190). Destacamos un fragmento
con motivo geométrico, con línea incisa doble y muy fina, sobre ella otras dos lfneas formando
un ángulo de 9()0 (Fig. 7, n° 277/91). Este motivo nos recuerda las composiciones de tipo mailhaciense y que aunque de modo aislado se registran en algunos yacimientos fuera del ámbito
ampurdanés como en los vasos de las Valletas de Sena.
También varios fragmentos que desarrollan un motivo en el que se cruzan trazos oblicuos de
distinta inclinación formando una espiga que nos recuerda las técnicas de incisión desmañada
descritas para la Mola d'Agres (68) (Fig. 5, n° 319/91, 329/91, 346/91; Fig. 9, 0° 1188/91).
Aunque el motivo del Pie no está repertoriado en ese conjunto y desde luego se aleja en su concepción del resto de los motivos de su propio conjunto, si bien el soporte sobre el que se realiza
si que tiene correspondencia con otros perfiles de este sector sur, como el 462190 de perfil bicóoico acusado y panza redondeada (Fig. 5).
Finalmente el fragmento 87190 con un motivo en el que vemos cuatro Uneas paralelas con
las dos centrales rellenas de trazos ligeramente oblicuos y paralelos entre sf pero perpendiculares
a las primeras. Esta decoración nos recuerda a la de unos fragmentos procedentes del poblado de
Pompeya (Samper de Calanda, Teruel), yacimiento con un sólo nivel de ocupación datado en
2.730±50 cal ANE que a su vez tiene paralelos en otros poblados del Bajo Aragón (69).
Encontrándola también entre el repertorio de decoraciones incisas geométricas lineales de Peña
Negra 1 (70).
En ocasiones las incisiones aparecen combinadas con otras técnicas como el puntillado. Así
encontramos un pequeño fragmento en el que vemos una línea incisa y junto a ella una línea de
puntos (Fig. 9, n° 526190). Otro pequeño fragmento presenta una decoración en la que vemos dos
líneas incisas formando un ángulo y en el espacio que queda se realiza un puntillado con puntos
muy finos, por encima de ella se traza una línea corrida de puntos finos (Fig. 9, 0° 565/91).
Otra técnica empleada es la impresión, en ella encontramos los estampillados que ya hemos
señalado líneas atrás y las impresas con muelle (Fig. 9, 0° 99/91, 228/9 J, 261/91 ). Sobre esta
(68) ~A et alii. op. cit.. oou 25. fig. 73. pp. 156.
(69) A.l HERCE: El poblado de la primen Edad del RierTO de Pompeya (Samper de Calanda. Tenacl): Dalacióo por C· l4.
Bajo Aragoo · Prehistoria. lX-X. Zaragoza. 1992·1993. fig. 2. 1 y 3.
(70) GONZALEZ PRATS. op. cit.. oou 36, Fig. 18, 8-8.
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segunda Ruiz Zapatero cree que entroncarían con la tradición anterior (71 ). Para Maluquer es una
técnica muy tardía que no aparece en los grupos más antiguos de Campos de Urnas, siendo muy
abundante en el poblado de Guissona (72) y entre otros de la comarca de Solsona en el de Merles
(73). En éste último la decoración impresa de hilos metálicos se fecha en la última etapa del
Bronce Final que situan en tomo al periodo m de Vtlaseca, sobre mediados del s.VD a.CJarq.
ANE (74). En Guissona la mayor parte de su conjunto cerámico se ubica en el s.VI a.CJarq. ANE
(75). En la necrópolis de Mol~ también están presentes en dos variantes, una mediante líneas
horizontales simples o dobles asociadas a surcos acanalados y la otra mediante líneas en zig-zag,
también asociada a las anteriores, completándola en ocasiones, fechándose el conjunto funerario
entre el s.VIII-Vll a.CJcal ANE (76).
Finalmente hemos de sefíalar un grupo de decoraciones que nosotros llamamos peinadas y
que responden a un tratamiento de la superficie, en ocasiones muy irregular, pero en otras da la
sensación de que se ha realizado con una finalidad determinada. Esta técnica decorativa también
fue descrita por Maluquer como cerámicas de superficie cepillada (77). No tenemos ningún fragmento completo donde podamos observar su desarrollo total, sólo pequeños fragmentos (Fig. 9,
no 946190). En general en algunas parece que se ha realizado un raspado superficial con objeto
punzante, en otras un pulido con punta roma, aunque en ningún caso Llega a profundizar en la
superficie del fragmento. Es un grupo numeroso.
CONCLUSIONES
Si bien este estudio sobre el material cerámico del "sector S" del Pie deis Corbs que hemos
presentado a lo largo de las páginas anteriores podr(a tener un carácter provisional dentro del conjunto del poblado, no lo es en s{ mismo ya que las observaciones establecidas en tomo a los resultados obtenidos en las campañas de 1990 y 1991 tienen el valor de marcar unas líneas sobre las
que habrá que profundizar al fmalizar los trabajos, aún en curso, en el sector NW, aportando
además un elenco de formas significativas con las que avanzar en la sistematización de un
período aún incierto de nuestra proto-historia.
Así pues, la contribución que desde la periferia del área de influencia "ultrapirenaica" clásica hace el Pie deis Corbs creemos que es sugerente, teniendo en cuenta además su posición geográfica. Por un lado a medio camino entre el área nuclear de los Campos de Urnas peninsulares
y los hallazgos más meridionales representados por yacimientos como Peña Negra, Caramoro n,
Tabai~ o la Mola d' Agres. Por otro lado el río Palancia como vía de comunicación e intercambio
interior-costa (o viceversa), con toda una red de caminos y veredas colaterales vehiculante de los
movimientos de personas, animales y mercaderías.
(71) RUJZ ZAPATERO. op. cit.• nota 4. pp.799
(72) MALUQUER. op. cit.. nota 62. pp. ISI-152.
(73) J. SE!RRA VILARO: Cerlmica de ~. Musaeum Arebacologicum Dioecesanum. Solsona. 1928. fig. 22 y fig. 23.
(74) M. CURA. J. ROVIRA: Coosidencion sobre el poblat del 8I'OCIU Final de Merlb (St Pau de Pinl>s. Bartdona). Cypsela
L Girona 1976.
(75) RUJZ ZAPATERO. op. cit.. nota 4. pp. 311.
(76) P. CASTRO MARTINEZ: La sociedad de los Campos d Urnas en el oorcsce de la PenfnsuJa lb6ica. La nec:r6polís de el
Calvari (El Molar. Prionat. Tarragona). BAR SS92. pp.n y pp. 139.
(77) MALUQUER. op. cit.. nota 62. pp.IS2.
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AMPARO M. BARRACHINA mÁÑEZ
El primer aspecto a considerar es entender que nos encontramos frente a un hábitat estable
y de envergadura que nos aleja de la idea de "contacto esporádico" que irrumpe en una sólida
población del Bronce Valenciano, quedando estos niveles finales del sector S (3• fase) claramente
separados de las etapas clásicas del bronce (fase t• sector S).
A pesar de no haber podido localizar ninguna estructura de habitación en este sector el hecho
de la existencia de una infraestructura en la que se han tenido que invertir horas de trabajo, señala
la intencionalidad de vida estable en el poblado. Por otro lado el hecho de que el asentamiento se
produzca en la ladera de un monte, aunque esto fuera motivado por la existencia de estructuras
anteriores visibles sobre las que tuvieron que actuar para mejorar el acondicionamiento, también
es un elemento que contrasta con el tipo de ocupación que en este mismo momento se está produciendo en el área clasica de Campos de Urnas peninsulares, donde los hábitats principalmente
responden a fondos de cabaña en llano, poblados en pequeños altozanos con calle central o
cuevas. No obstante no queremos llegar más lejos en esta cuestión. ya que creemos que se debería
tratar de una manera más amplia y sobre el conjunto del yacimiento (sectores NW, W y S).
Respecto a la fechación de este sector y frente a la falta de dataciones radiocarbónicas, las
vías que nos han quedado son la estratigrafía y la comparación de las formas. Sin embargo el alto
grado de desintegración que ha sufrido este sector dificulta en gran medida efectuar precisiones
en cuanto a la secuencia vertical. Esto no quiere decir que tengamos dudas sobre la estratigrafía
que pertenece a la etapa final ya que en este momento aparece por toda la superficie del cerro un
depósito de ladera arcilloso, de finos pardos con abundantes gruesos de litología arenisca calcárea de color 'beige, procedentes de la actividad orgánica. Se trata de un suelo holoceno muy
búmico de reciente formación que será el que configure esta fase de ocupación, confmnado
además por su utilización en la construcción de los muros de las terrazas (78), sino que el hecho
de que el material proceda en su mayor parte de la degradación de las estructuras nos resta elementos de precisión para matizar con mayor detalle Jos varios siglos que posiblemente duró la
ocupación.
En cuanto a la comparación de las formas, y como hemos ido viendo en las páginas anteriores al analizar cada uno de los prototipos diferenciados, hemos encontrado relaciones en varios
ambientes diferenciados y en un periodo cronológico que abarca desde los Campos de Urnas
Antiguos de Almagro (79) y Ruiz Zapatero (80) (ca. 1100-900 A.CJarq. ANE) o Bronce Final ll
de Pons-Maya (81) (ca. 1150/1100-900 a.CJarq ANE), representados por las decoraciones, los
bordes convexos, bases con acanaladuras al exterior, .... , como en la 2• fase de Campos de Urnas
Recientes de Almagro (82) y Ruiz Zapatero (83) (ca. 800-700 a.C./arq ANE) o el Bronce Final
lliiB de Pons-Maya (84) (ca. 850-650 a.C./arq ANE), representados por la decoración incisa geométrica, la decoración de muelles, el cuenco de la forma 6 de Pons/IB de Palol, o el gran vaso
contenedor con revestimiento de barro.
(78) Agradecemos a C. Ferrer, entonces becario del Depanamento de Geograffa de la Universidad de Valencia, las descripciones sedimentológicas de los distintos estra1os y su presencia en la excavación de 1991.
(79) M. ALMAGRO GORBEA: Bl Pie deis Coros de Sagunto y los Campos de Urnas del NB de la Península Ibérica.
Saguntum 12, Valencia, 19TI. pp. 133.
(80) RUlZ ZAPATERO. op. cit.. noca 4. fig. 288. pp. 1054
(81 ) E. PONS i BRUN. J.L MAYA: L'Age du Bronze Final eo Calalogoe. Nemours, 1988, pp. 547.
(82) ALMAGRO GORBEA. op. cit. , noca 79.
(83) RUlZ ZAPATERO. op. cit., noca 4. tig. 288, pp. 1054
(84) PONS. MAYA, op cit. nota 81.
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EL "SECTOR S" DEL PIC DELS CORBS DE SAGUNT
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Respecto a los ambientes hacia los que se dirigen los paralelos cerámicos pensamos que
apuntan sobre todo a la Cataluña central-costera (farragona) y la Cataluña occidental-Alto
Aragón (Cinca-Segre), estando representados por los contenedores o '"urnas" de diversos tamaños
(Fig. 5 y 6), los boles y cazuelas de dos volúmenes con borde diferenciado (Fig. 7), el cuenco profundo de perfil entrante y borde sin diferenciar (Fig. 8, no 342191 ), el cuenquito plano o tapadera
de borde alargado (Fig.7, 0° 294191) y las ollitas globulares (Fig. 7, n° 613190, 486190).
Mientras que otro componente de interés nos lleva a dirigirnos hacia los yacimientos más
meridionales del País Valenciano, que a su vez entroncan o se relacionan con las tradiciones cerámicas del SE. en los momentos finales de la Edad del Bronce. Representado por los vasitos de
perfil en S, las escudillas o por las fuentes y cuencos de carena alta.
Éstos últimos, cuyo origen se remonta a los tipos que aparecen a fmales del Bronce Medio
en la Meseta, en un área nuclear establecida en la cuenca del Duero y la mitad septentrional de
la del Tajo, irradiarán hacia otros ámbitos una vez configurados como cultura de Cogotas 1, reconociéndose sus cerámicas y decoraciones como ítems significativos de una fase tardía de la Edad
del Bronce que se dejarán sentir en los inicios del Bronce Final.
Aunque bien representados en el sur de Alicante, tanto en la Vega Baja del Segura como en
el curso del Vinalop6 o en el Camp d' Alacant, en el área septentrional hasta ahora esta expansión
se documentaba únicamente en el Castellet de Castelló (85), por lo que estos vasos que proceden
del Pie vienen a incrementar la exigüidad de esta área, vinculando su presencia en el yacimiento
saguntino a una vfa que se articularía en tomo al Sistema Ibérico (86), donde encontramos los
yacimientos más próximos en el Bajo Aragón, como la Muela de Galve (87), o el Cabezo del
Cuervo (88) y el Cabezo Sellado (89) de Alcañiz. y en el valle del Ebro, como Mondo (90), entre
otros.
No obstante es de destacar en este sector la no existencia de elementos decorativos de
boquique o excisión, aunque sí hemos podido ver algunos fragmentos con decoraciones incisas
en zig-zag (Fig. 9, 460191) o puntillados (Fig. 9, 565/91) que podrían entroncar con este horizonte
del Bronce Tardío. Sin embargo lo que nos interesa destacar es la asociación de cuencos y fuentes
de carena alta a formas propias de Campos de Urnas como los vasos de dos volúmenes (Fig. 7,
891/91, 1821/90, 1822190) en el único nivel que consideramos como cerrado y que corresponde
a la rampa-terraza 2022=3042-3034 y el demunbe 3042 (Fig. 3).
(SS) F. ESTEVB OALVEZ: Un poblado de la Primera Edad del Hierro en la Plana de Casaellón. Ampuriu VJ, Barcelona.
1944.
(86) O. DEUBES DE CASTRO, FJ. ABARQUERO MORAS: La presencia de Cogocu 1 en el Pals Valenciano: acocaciooes
alaema desde una perspectiva mesetella. Saauntum 30. 1997. Valencia. pp. 122. J.A. HERNANDEZ VERA: Difusión de elementos
de la cullun de Cogow hacia el valle del Ebro. Cuidemos de Investigación. Hlsloria. 1 Coloquio robre la HisiOria de la Rioja. L
IX. fue. l. Lop'ollo. 1983. pp.6S-80.
(87) O. RUIZ ZAPATERO: Cerimica de Cogocu 1 en la SetraJúa 1Urolense (La Muela de Oalve). Bajo Arlg6n. Prehistoria.
4. Znaoza, 1982.
(88) E. SANMARTI: resultados de una prospecci6o en el Cabez.o del Cuervo. en Alcal\iz (Teruel). Cypsela m. Gerona. 1980.
pp. 103-I IS. J.A. BENAVENTE SERRANO: Un fn¡menro de Cogocu 1 proc:edenae del Cabez.o del Cuervo (Aicalliz. Thruel). Bajo
Ara¡ón. Prdú$1oria. 6. Zan¡oza. 1985. pp. 242-244. J.A. BENAVENTE SERRANO, M.
(89) J.A. BENAVENTE SERRANO: Cabezo Sellado. CataJoao de la colección Arqueol6aica de los pldres Esoolapios de
Akafti% (Teruel). D.O.A. Zanaoza. 1989. J.A. BENAVENTE SERRANO: Novedades robre el Bronce F'mai-Hierro 1 en Alcal\iz
(Teruel). Squndos encuenuos de Prebi.uoria Arl¡ooesa. 1986. Cupc-Zan¡oza. Bajo Ara¡ón. Prdústoria. 9. 10. Zan¡oza. 1993.
(90) RJ. HARJUSON. O. MORENO L0PEZ. AJ. LOOOE: Moncfn: poblado prehisl6ric:o de la Edad de. Bronce l. Notíciario
l
ArqueolóJico •nspúico. 29. Madrid. 1987. pp. 7-102.
-229-
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230
AMPARO M. BARRACHINA IBÁÑEZ
Esta misma asociación la encontramos en algunos yacimientos del grupo del Segre como en
los anteriormente citados de la Masada del Ratón (91) y de Solibemat (92), si bien en estos
poblados no se señala que los vasos de carena alta sean de tradición cogoteña. De todos modos
esto nos Lleva a suponer una fechación tardia, ya dentro del Bronce Final, para la presencia de
estos vasos en la 3• fase de la ocupación del "sector S", y que en el grupo del Segre se sitúa
entorno al s. XI-IX a.CJarq. ANE.
Por debajo de esta última fase de ocupación hemos podido documentar la presencia de un
conjunto significativo de recipientes de carena alta sin decorar, algunos con el borde recto o
entrante, que nos hacen suponer la existencia de una ocupación anterior previa a la llegada de los
Campos de Urnas y cuyas formas responden a las que sirvieron a Gii-Mascarell para caracterizar
el periodo del Bronce Tardío adaptando la terminología utilizada para el SE (93), derivando posteriormente en los tipos que encontramos en los niveles superiores.
Junto a estas dos formas y en las mismas U.E. aparecen los vasitos de perfil en "S" (Fig. 8,
919/91, 1800/90), las escudillas (Fig. 8, 890/91, 895/9 J, 1794190), la urna de tipo les O bagues de
la fase n de Vilaseca (Fig. 5, 1820/90), los vasos groseros con decoración estampiJiada (Fig. 6,
969/91, 1679190} y algunos fragmentos con decoración acanalada en las que se combinan bandas
con trazos en distintas orientaciones (Fig. 5, 948/90; Fig. 9, 899/91, 963/90, 977/91, 1066190).
La urna de tipo les Obagues o forma mde Can Missert del período ll de Vilaseca fue fechada
en tomo al 800-750 a.C. (arq ANE) por este investigador, mientras que Almagro las sitúa en su
período m fechado en tomo al 900 a.C. (arq ANE) (94) y Ruiz Zapatero, siguiendo a Almagro,
las fecha entre el 900-800 a.C. (arq ANE) en su primera fase de Campos de Urnas recientes (95),
nos muestra las estrechas relaciones que mantenfa el Pie deis Corbs con las comarcas meridionales de Cataluña o el Segre-Cinca cuya distancia se jalona con hallazgos como el de el Puig de
la Nao de Benicarló l. La encontramos también en el repertorio cerámico de Caramoro n (96),
en el Tabail (97), en la Mola d' Agres (98) o en la Peña Negra. En éste último se señala su filiación con las urnas tipo Can Missert pero sin especificar la forma (99), mientras que en la Mola
se relacionan claramente con la forma IV del mismo yacimiento ( 100).
Los vasitos de perfil en "S" y las escudillas, se datarían grosso modo en tomo al s.IX-Vill
a.C. (arq ANE), con unos claros paralelos en La región meridional de la península que en estas
fechas presenta una fuerte unidad cultural en la que se engloba el sur del País Valenciano (101).
En Peña Negra 1 se encuentran ampliamente representadas en la forma B7 que incluye los vasos
de carena alta. También aparece en el repertorio vascular de el TabaiA, Mola d' Agres y Caramoro
Il junto a los vasos de dos volúmenes con perfiles variados y a vasos de carena alta. Sin embargo
(91) RODANES. op. cit.• 110111 19. GARCES. op. cit., noca 48. RODANES. op. cit.• 11011148.
(92) ROVIRA el alii. op. cit.• 110111 49.
(93) M. GIL-MASCARELL BOSCA: Bronce Tardfo y Bronce Final. en El Bronce Final y el comienzo de la Edad del Hierro
en el País Valenciano. Monografias del l...aboratorio de Arqueología de Valencia n• l. Valencia. 1981 .
(94) ALMAGRO. op . cit., 110111 79. cuadro l.
(95) RUIZ ZAPATERO. op. cit.. noca 4, forma IV. fig. 65. pp. 196-206.
(96) GONZALEZ PRATS y RUIZ. op. cit.. noca 43. fig. S. 8 a 10.
(97) HERNANDEZ y LO~ op. cit.. 110111 26. fig. 3. l.
(98) ~A et allí. op. cil.. noca 25. forma 29a
(99) GONZALEZ PRATS. op. cit., noca 36. pp. lOS. ff88. 2.695 del estrato Uc del Conc C.
(100) ~Aet alii. op. dt.. IIOIII2S. forma 29a. pp. 122.
(101) A. GONZALEZ PRATS: El 6mbi10 geográfico del mundo taneSico a la ha de la documentación arqueológjca del
sucle$te. Estudis Univeniwis Catalans, Barcelona. 1993. Homcnatge a Miquel Tamdell. ~1 XXIX. pp. 369.
-230 -
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EL "SECTOR S" DEL PIC DELS CORBS DE SAGUNT
231
en Peña Negra, poblado situado al sur del río Vmalopó, se considera poco significativa la presencia de elementos del NE en contraste con los yacimientos situados al norte del río, y se valora
con mayor énfasis su adscripción meridional remarcando así los limites de frontera que se sitúa
en el Vinalopó desde la Edad del Cobre (1 02).
Ahora bien estas formas, en especial la B7 de Peña Negra 1 o la 12 de la Mola, apuntan a la
existencia de fuertes relaciones con ambientes meridionales inmersos en la órbita de las relaciones tartésicas y continuadoras de otras existentes con anterioridad, por lo que cabría preguntarse sobre su presencia en el Pie donde creemos que el sustrato cogoteño derivaría de una vía
septentrional estructurada en tomo al Sistema lbé.rico. Asf pues la presencia de material meridional hoy por hoy la valorarnos como un reflejo de los flujos naturales de relación N-S que se
encuentran también reflejados en el SE en yacimientos tan alejados como Cástulo, en Linares,
Jaén (103), o el Cerro del Real de Galera, Granada (104) entre otros, donde se han documentado
fragmentos de cerámicas acanaladas.
Respecto a su fechación y vistos todos los elementos que confluyen en la rampa-terraza consideramos como probable cronología post quem las postrimerías del s.IX a.C. o inicios del s.VID
a.C. (arq. ANE), lo que parece conftnnarnos las consideraciones que hicimos para la punta de
vaina procedente del sector NW ( 105).
Los elementos más tardfos dentro de este sector estarían representados por el cuenco profundo con decoraciones acanaladas en el tercio superior, los fragmentos decorados con incisiones
y motivo geométrico, los fragmentos decorados con impresiones metálicas y el gran contenedor
que presenta su superficie recubierta de barro. Todos eUos creemos que seftalan una cronología
en tomo a los finales del s. VID o inicios del VD a.CJarq. ANE, pero desde luego anterior a la llegada de los influjos fenicios, que en yacimientos como la Torrasa, en la Vall d'Uixó, poblado muy
próximo al Pie deis Corbs, se traduce en superficies lisas, bordes rectos y pies altos junto a la producción a tomo fenicia (106).
No obstante los resultados de las excavaciones en curso en el sector NW podría aportar
mayores precisiones y confiJlDar, o no, esto que aquí hemos apuntado.
Valencia, mayo de 1998.
(102) GONZALEZ PRATS y RUlZ. op. cit.. 001a 43, pp. 25.
( 103) J.M. BI..AZQUEZ. J. VAUENTE MALLA, Ostulo m. Excavecíones Arqueológ.icas en Espilla. 117. Mldrid. 1981.
(104) M. PEUJCER. W. SCHÜLE: El Cerro del Real (Galera. Granada). El cone estratigrifieo OC. Excaveciones
Arqueológicas en E5palla. n• 52. Mldrid. 1966. fig. 15. n• 24. J. SANCHEZ MESEGUER: El ~odo escadl'stico y su aplicación al
estudio de maleriales arqueológicos. Las c:ertmicas del Bronce Final de Galera. lnf. y Tl'lb. del Instituto de Cooservación y
Restaunción. 9. Mldrid. 1969.
( 105) A.M. BARRACHINA. J. NEUMAIER: Nuevo tipo melilieo de los campos de urnas en la Peníll$Uia: la punta de vaina
del Pie deis Cubs (Sa&UIIIO, Valencia). Quadems de Prebistbria i Arqueologia de Caslelló. Castellón, 1996.
(106) Maleriales in6ütos. Agradcc:emos al director de los trabajos en este yacimiento, A. Oliver Foix. y al Setvei
d' lnvesti¡acíons ArqueolbJiques i Prehisl()riques de la Diputaci6 de Castelló las fecilidacles con las que conwnos para coosulcar
estos materiales.
- 231 -
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. x:xrn (Valencia. 1999)
Feo. JAVIER JovER MAEsTRE* Y JuAN A. LóPEZ PADILLA**
CAMPESINADO E HISTORIA. CONSIDERACIONES SOBRE
LAS COMUNIDADES AGROPECUARIAS DE LA EDAD DEL BRONCE
EN EL CORREDOR DEL VINALOPÓ
INTRODUCCIÓN
Las reflexiones que aquí vamos a exponer se enmarcan dentro del desarrollo de un proyecto
de investigación iniciado hace ya un quinquenio y que tiene como objetivo el análisis histórico
de las sociedades de la Edad del Bronce en las comarcas del Pre~tico meridional valenciano. La
temática de la que nos ocupamos en este proyecto se inscribe en el seno de una problemática
general que se viene planteando en el campo de las ciencias sociales -y por extensión en la arqueología- como es el de la explicación y desarrollo de las primeras sociedades clasistas (Bate,
1984). Esta misma problemática ha sido tratada en diversas investigaciones que se vienen desarrollando especialmente en el sur de la Peníns ula Ibérica y que han centrado su atención en la formulación de diversas hipótesis de tipo identificatorio donde se ha propuesto el surgimiento de
sociedades clasistas prístinas (Lull y Estévez, 1986; Nocete, 1989; Arteaga, 1992; Lull y Risch,
1995). Desde nuestro planteamiento, se ha considerado necesario profundizar más en aspectos
relacionados con los aspectos culturales -fenomenología material-, establecimiento del modo de
trabajo dominante, modo de vida y formación social, siguiendo las propuestas teóricas de la
Arqueología Social Latinoamericana.
Una vez establecidos los objetivos, el trabajo con el que se iba a generar una base empírica
suficiente como para contrastar las hipótesis planteadas, se desarrolló en varias etapas de forma
sucesiva y con carácter complementario. En primer lugar, fue necesario documentar y realizar
una labor crítica de la información generada hasta ese momento en las comarcas citadas. Para ello
-con el apoyo de diversas ayudas a La investigación del Instituto de C ultura Juan Gil-Albert de
• Átu de Prehistoria. Universidad de Alicante.
•• Museo Arqueológico Provínc:ial de Alicante.
-233-
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234
FCO. JAVIER JOVER MAESTRE Y JUAN A. LÓPEZ PADILLA
Alicante- se realizó una labor que implicaba tanto la recopilación bibliográfica exhaustiva como
el estudio de todos los fondos materiales depositados en un amplio número de museos y colecciones museográficas. De todo ello se han publicado ya algunos resultados (Jover et alii, 1989;
López et alii, 1991 ; Jover y Segura. 1995; Jover y López. 1995; Segura y Jover, 1997).
Una vez realizada esta labor, bastante fértil teniendo en cuenta el elevado número de museos,
colecciones museográ.ficas visitados y corpus bibliográfico recopilado, se consideró necesario
desarrollar una labor de prospección intensiva que dadas las dimensiones del tenitorio en estudio,
debía centrarse en una pequeña cubeta que no superara los 400 km2 • La información previa disponible de la Cubeta de Villena motivó que centráramos la actuación en esta zona. Durante tres
años se realizaron prospecciones dirigidas, fundamentalmente, a la documentación de asentamientos adscribibles a la Edad del Bronce. Algunos de los resultados obtenidos también han sido
publicados (Jover, López y López, 1995; Jover y López, 1997).
Los datos obtenidos a raíz de las prospecciones emprendidas así como de los estudios posteriores -especialmente los obtenidos como fruto de la aplicación de diversas técnicas de arqueología espacial- fueron la base para iniciar una tercera fase de actuación que tenía como objetivo
la excavación de dos unidades de asentamiento claramente diferenciadas pero implantadas en el
mismo espacio geográfico. Por el momento se ha excavado uno de ellos -Barranco Tuerto- mientras que en el otro -Terlinques- se ha concluido ya la segunda campaña de excavaciones.
A continuación se va a exponer de forma detallada el análisis de la información generada,
tanto referida al análisis del patrón de asentamiento, como de la excavación efectuada en uno de
los asentamientos, para finalizar nuestra exposición con algunas valoraciones sobre las comunidades agrícolas en estudio.
LA INFORMACIÓN DEL TEilRITORIO: ALGUNAS PREMISAS
Los análisis tenitoriales constituyen una de las unidades básicas de observación. Los resultados que aquí presentamos deben considerarse como una aportación preliminar de carácter teórico-descriptivo que tiene como punto de partida diversas consideraciones desprendidas de la
aplicación de técnicas de análisis espacial y de datos del mismo registro material.
Sin embargo, con anterioridad a cualquier presentación de las técnicas empleadas para la
obtención de datos o los elementos de análisis manejados en la caracterización del patrón de
asentamiento, es necesario dejar claras una serie de premisas de considerable relevancia en el
desarrollo de este trabajo. La primera de ellas se refiere a la calidad de la información disponible.
Por un lado, podemos afirmar que el cauce del Vtnalopó, con una cuenca superior a los l .700 km 2
ha sido intensamente prospectado. No obstante, sólo ha sido prospectada sistemáticamente,
durante tres años, la zona de Villena (Jover, López y López, 1995) y la cabecera del Vmalopó
(Esquembre, 1997). En el Valle de Elda y de Novelda, en cambio, las prospecciones bao sido más
bien intensivas y realizadas por muchas personas de las que sólo una mínima parte eran arqueólogos con una intencionalidad clara de producir información sistematizada (Segura y Jover,
1997). A pesar de ello, podemos afumar que existe un buen nivel de conocimiento del territorio
- al menos en lo que respecta al censo y localización de yacimientos-. En relación con esta reflexión, debemos incidir en el hecho de que muy pocos de los enclaves habitados durante la Edad
del Bronce fueron ocupados con posterioridad en otros momentos históricos, con la excepción de
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algunos asentamientos de época Ibérica -El Monastil (Eida), Cabezo de la Virgen 1 (VLIIena)- y
medieval -Castell de Petrer (Petrer), Castell de Biar (Biar) y Castillo de la Mola (Novelda)-. El
problema con buena parte de éstos radica en que prácticamente han sido arrasados en su totalidad,
no pudiendo determinarse ni su extensión ni sus características, conociéndose su existencia por
la presencia de escasos restos materiales. De un total de 74 asentamientos en la cuenca Media y
Alta del Vmalopó, t1n.icamente se ha dado esta superposición ocupacional en 5, en función de las
características específicas de estos emplazamientos. Ello viene a significar que el emplazamiento
de los lugares de residencia no se ha establecido a lo largo de la historia bajo similares premisas,
aunque sí la puesta en explotación de las mejores tierras, que no son otras que los fondos cuaternarios más próximos al cauce del río Vinalopó.
Por otro lado, a pesar de haberse excavado varios asentamientos tanto del Vinalopó como de
las zonas colindantes, las escasas publicaciones y propuestas no permiten disponer de una peri<>dización con garantías o, al menos, lo suficientemente contrastada con el registro. Si admitiésemos
sin crítica la periodización más seguida por el conjunto de los investigadores, tendríamos que considerar la división tripartita tan recurrida de un Bronce antiguo, un Bronce medio y un Bronce
tardío-final (Gii-Mascarell y Enguix, 1986). Sin embargo, en estos momentos todavía no es
posible establecer ninguna diferenciación en el ámbito del registro material entre lo que tradici<>nalmente se viene considerando como Bronce antiguo y Bronce medio. Diferenciación que sí se
está en condiciones de considerar entre estas fases y el Bronce tardío, en función de las distintas
excavaciones realizadas en los yacimientos de La Homa (Aspe) (Hemández. 1994), Peña de Sax
(Sax) (Hemández, 1991 ), Cabezo Redondo (Vtllena) (Hemández. 1997) y Tabai~ (Aspe) (Molina.
1995; Hemández, c.p.). Los cambios que se pueden señalar entre el Bronce antiguo-medio y el
Bronce tardío no sólo se limitan a variaciones en la vajilla y ajuares domésticos, sino que también
se documentan acusadas modificaciones en el tamaño de las unidades habitacionales y en la
estructuración e implantación de las unidades de asentamiento sobre el territorio (Hemández y
López. 1992; Jover y Segura, 1993; Jover et alii, 1995; Segura y Jover, 1997; Hemández. 1997).
Por lo tanto, el presente trabajo ha sido afrontado considerando que se dispone de una base
de reconocimiento y prospección del territorio suficiente y que en el análisis del poblamiento se
ha de partir del hecho de que entre aproximadamente el 1900 hasta el 1100 BC (2400-1300 cal
BC) únicamente puede establecerse dos fases arqueológicas significativas:
1.- una fase que comprendería desde el 1900 hasta el 1400/1350 BC (2300 - 1600/1550 cal BC)
aproximadamente, donde se incluirían todos aquellos yacimientos -conocidos a través de informaciones de origen muy dispar (prospección superficial, excavaciones antiguas, expoliaciones)- y que
no presentan en su registro material vasos cerámicos tipificados como del Bronce tardío.
2.- una segunda fase que se desarrollaría -siguiendo a F. Molina (1978) y Gil-Mascaren
(1981 )- desde aproximadamente el 1400/1350 hasta el 1100 BC ( 1550 a 1300/1250 cal BC),
equivalente al Bronce tardío y en el que se incluirían aquellos yacimientos con cerámicas adscritas a esta fase.
LA CUBETA DE VILLENA COMO EJEMPLO DE ANÁLISIS
El corredor conocido como valle del Vioalopó constituye una unidad fisiográfica con rasgos
físicos singulares, situado en una zona de transición entre la tectónica del Dominio Ibérico y
Bético, partícipe en gran medida de la zona del Prebético Meridional valenciano (Fig. 1).
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Flgun 1.- J.«allucfóo del Corredor del VIDalop6.
A grandes rasgos, se trata de una línea de fractura que con dirección NO-SE corta las alineaciones montañosas béticas orientadas en dirección SO-NE, cuyas máximas elevaciones no
superan los 1.200 m oscilando la cota media sobre los 600 m s/n/m. La presencia del río Vmalopó
se debe precisamente a la configuración de esta línea de fractura, estructurada a base de diferentes
cubetas (Novelda, Elda, Vlllena) separadas por umbrales montañosos que, sin embargo, no llegan
nunca a interrumpir significativamente el cauce del río. Éste, con una cuenca de unos 1.700 k:m1
tiene su origen en el Racó de Bodf, en la Sierra de Marlota, presentando un flujo bastante difuso
tanto en su cabecera como en su desembocadura. Las escasas pendientes del fondo de la fosa por
la que discurre el río, unido a las afloraciones del KeUper, han favorecido la demarcación de espa-236-
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cios endorreicos y de avenamiento irregular, al menos e.n las cubetas más septentrionales donde,
fósiles o atln activas, hallamos un buen número de las mismas.
Hasta hace no mucho, por consiguiente, la geografía de la cubeta de Vtllena se caracterizó
por la abundancia de áreas endorreicas, de avenamiento irregular, en las que se acumulaba el agua
procedente de las precipitaciones de carácter torrencial que descargan sobre las sierras que
enmarcan la cubeta. Estas precipitaciones determinan la creación de algunas ramblas que en ocasiones han llegado a transportar caudales realmente apreciables, como la Rambla de la Boquera
o la Rambla del Angosto. Como se ha señalado en más de una ocasión (Matarredona, 1983; Bru,
1987), los humedales de Villena no están constituidos sólo por la gran laguna que se extendía
entre el paraje de Los Cabezos y el sistema formado por la Sierra de la Virgen y El Castellar, sino
que comprendía todo un conjunto de áreas encharcadas, comunicadas entre sí, cuya singularidad
ha quedado, al menos, recogida en la toponimia. Así, además de la laguna antes mencionada,
existió, al norte de la misma, otra más pequeña Llamada La Lagunilla, y al oeste del Cabezo del
Padre o del Molinico otra pequeña zona encharcada denominada El Balsón; al sur, alimentado
principalmente por la Rambla de la Boquera, hallamos el Hondo de Carboneras, con una superficie de cerca de 2,5 km2 de arcillas margosas, y más hacia el oeste los parajes de La Macolla, La
Rajal, Prados del Lancero y las Huertas del Carrizal, topónimos todos ellos que denotan la presencia de zonas de drenaje impreciso y embalsamiento natural de las aguas.
Frente a la acidez del paisaje actual, resuJta difícil hacerse una idea aproximada de la riqueza
bio-ecológica que tuvo esta zona hasta hace relativamente muy poco tiempo, y de lo realmente
profundo que ha resultado el impacto medioambiental generado por las actividades antrópicas en
los últimos siglos. La riqueza potencial en recursos biológicos y ecológicos de los espacios
encharcados se halla definitivamente perdida en la actualidad, y difícilmente puede hoy día reflejarse la importancia que su aprovechamiento ha tenido a lo largo de la historia en estas comarcas.
Las proposiciones observacionales que se pueden inferir del poblamiento en la cubeta de
Villena se han extraído, fundamentalmente, del estudio de un territorio superior a los 304 k:m1 que
ha sido prospectado de forma sistemática. Los datos útiles se han inferido de la aplicación de dos
técnicas de análisis espacial de base teórica: el establecimiento de los polígonos de Thiessen y el
aná]jsis del vecino más próximo, corregido en su aplicación hasta con el tercer vecino y con
diversas pruebas de significancia (Sbenoao, 1992).
La aplicación del análisis del vecino más próximo se ha considerado la técnica de carácter
teórico más apropiada para observar la concentración-dispersión del poblamiento -poblamiento
agrupado, uniforme o aleatorio-, mientras que para realizar apreciaciones sobre el territorio controlable por cada asentamiento se han trazado los polígonos de Thiessen (Hodder y Orton, 1990).
El análisis teórico descriptivo debe basarse en la caracterización de la distribución de la
muestra. En un territorio de 304 km2 se han documentado para la fase del 1900-1350 BC (2300 160011550 cal BC) un total de 21 asentamientos, ampliamente distribuidos (Fig. 2). De la aplicación de técnicas de distancia lineal, como la del vecino más pr6ximo se infiere un patrón de distribución disperso, de carácter agrupado (R=0,7821) que se mantiene aun aplicando un factor
corrector mayor, como es la distancia hasta el tercer vecino más próximo. Por tanto, existe una
cierta tendencia a la dispersión agrupada más que a la concentración en la zona geográfica tratada.
La explicación de esta tendencia puede abordarse contemplando distintas posibilidades. En
primer Jugar, la dispersión podría ser debida a que en todo el nicho ecológico existieran recursos
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naturales que pennitiesen la reproducción del ciclo económico completo en paridad de rendimientos netos totales entre los distintos agrupamientos poblacionales, posibilitando una cierta
autosuficiencia; por otro lado, también se podría considerar la existencia de un cierto sistema de
reciprocidad entre asentamientos que permitiera compensar los posibles déficits debidos a la
heterogeneidad del medio físico y a los consiguientes desequilibrios en cuanto a la disponibilidad
de recursos naturales o que, por último, existiese una división espacio-territorial del trabajo, con
una alta complejidad social que hiciera posible una estructuración organizada sobre el territorio
y una especialización laboral y productiva.
Estas apreciaciones iniciales de carácter general se pueden complementar con diversas consideraciones sobre las relaciones teóricas de los asentamientos con el espacio físico donde se
ubican, incidiendo en el territorio controlable por cada uno de elJos. Este aspecto puede ser observado cuantitativamente a través del análisis de los poUgonos de Thiessen.
La lectura que puede realizarse en relación con su distribución general muestra claras desigualdades en lo que se refiere al territorio controlable por cada uno de los asentamientos, observándose cómo algunos de los de mayor tamaño disponen de territorios muy reducidos o, al contrario, asentamientos de muy reducidas dimensiones parecen gozar de amplios territorios, con
buenas condiciones edáficas y recursos bídricos (Fig. 3).
Esta observación, sin embargo, aunque constituye una evidencia fácilmente perceptible es
incompleta en cuanto que un análisis teórico general supone otorgar el mismo valor y peso económico-poblacional a núcleos de muy diverso tamaño y ubicación en el territorio. En este sentido, para una lectura más correcta es necesario ponderar este aspecto y completar esta primera
visión general. Pero, dado el carácter de la información disponible, la única variable que podemos
contemplar es la valoración de la extensión superficial de los asentamientos, asumiendo la premisa de que existe una relación directa entre ésta y la importancia económica, poblacional y espacial de los mismos. Aunque somos conscientes de las limitaciones que impone esta variable en
su cuantificación -dados los posibles cambios relativos al aumento o disminución del tamaño de
los asentamientos a lo largo del tiempo, que no pueden ser fijados sin disponer de excavacionestambién es evidente que en la actualidad resulta la única viable para abordar este análisis.
De acuerdo, pues, con esta variable, hemos podido distinguir dos grupos:
1.- aquellos con una extensión entre 0,1 ba y 0,3 ha con una posible prolon,gada ocupación
entre aproximadamente 1.900 y 1.350 BC (2300- 1600/1550 cal BC).
2.- Asentamientos de reducidas dimensiones, inferiores a 0,1 ha. que probablemente hayan
tenido una ocupación más corta dentro de este mismo espacio cronológico.
Al establecer los poUgonos de Thiessen relacionando solamente los 7 asentamientos de
mayor tamaño -más de O, 1 ha- se obtiene una lectura que difiere sensiblemente de la anterior
(Fig. 4):
a) En primer lugar, todos los asentamientos ocupan cerros o estribaciones montañosas dispuestas a ambos lados de la banda triásica central. Ésta, que divide la cubeta de Villena en dos
zonas claramente delimitadas demarca, al mismo tiempo, varias zonas endorreicas, en cuya proximidad hallamos todos los yacimientos.
b) En la práctica, puede considerarse una equidistancia entre los asentamientos, oscilando
ésta entre los 5 y 7 km, con independencia de su ubicación en uno u otro lado de la banda triásica central. Su altura relativa sobre el territorio les proporciona. así mismo, una cuenca visual
similar, generándose una perfecta red visual entre elJos.
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Figura 4.- Polfgoaos de 'lbiesseo establecidos contemplando la variable dd ta.mafto de los aseotamleotos.
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e) La distribución de los polígonos de Thiessen muestra que las áreas de captación de cada
uno de ellos son similares y superiores a los 20 km1• Ello permite considerar que en un radio de
2,5 -3 km a su alrededor existe una amplia extensión de tierras susceptibles tanto de ser puestas
en explotación agrícola mediante un secano extensivo como de un aprovechamiento pastoril. Al
mismo tiempo, dentro de este radio, siempre se observa la presencia de recursos bídricos más
o menos constantes, bien sea por la presencia de áreas encharcadas o de ramblas de caudal
irregular.
d) Atendiendo a la clasificación del potencial uso agrícola de Jos suelos propuesta por E.
Matarredona ( 1983) para el Alto Vinalopó, se aprecia una cierta disparidad en relación con la presencia de suelos de mayor potencia edáfica dentro de las áreas de captación y territorios de explotación definidos para cada asentamiento. Así, por ejemplo, mientras que el Cabezo del Padre
cuenta con más de 8 k:m1 de suelos de buena calidad, el Cabezo de Valera 1 dispone de apenas 1
km1 de terreno de similares características. No obstante, si sumamos a éstas las tierras de menor
potencia edáfica y mayor pendiente -By C (Matarredona. 1983: 69)- todas ellas susceptibles de
uso agrícola, estas diferencias quedan un poco más atenuadas.
e) Sin embargo, existen algunos yacimientos alejados de las tierras con capacidad agrícola,
como el Peñón de la Moneda, Barranco Tuerto, Sierra del Collado 1 (Villena) o Peñón Grande 1
(Caudete) (Pérez Amoros, 1997: 123). En todos ellos se dan unas características comunes que les
diferencian del resto de asentamientos:
-Son de muy pequeño tamaño, inferior a Jos 300 m1•
-Se emplazan en altura, en lugares de dificil acceso, prácticamente emcumbrados en los
relieves periféricos de la cubeta que alcanzan las máximas cotas de altitud y altura relativa sobre
el Uano.
-Disponen de una visibilidad muy amplia, muy superior a los 60 km1, abarcando más de una
cubeta geográfica, condición de la que no gozan el resto.
-Están alejados de cursos de agua.
-No existen tierras susceptibles de explotación agrícola en el entorno inmediato ni en sus
proximidades.
De este modo, la disposición sobre el territorio de la totalidad de los asentamientos puede
interpretarse ahora de forma más completa al evaluar la distancia lineal existente entre los asentamientos de mayor tamaño. Los resultados de la aplicación del análisis del vecino más próximo
sobre los siete asentamientos más extensos muestran un patrón de distribución uniforme
(R= 1,4303), en tomo a los cuales se disponen los yacimientos más pequeHos. Por tanto, la caracterización del patrón de asentamiento a partir de la aplicación de diversas técnicas de carácter teórico nos permite evaluar que estamos ante un patrón de distribución agrupado en tomo a los asentamientos de mayor tamaño, que se implantan de modo uniforme en el territorio, guardando una
evidente equidistancia entre los mismos. Los ejemplos más claros de la proximidad entre asentamientos de pequeña extensión respecto a los de tamaño mayor podrían ser, por ejemplo, Cabezos
de Valera 2 y 1, Cabezo de la Vtrgen 1 y 2, Cabezos de la Torba 1 y 2 o Atalaya y los Cabezos
de Penalva 1 y 2 (Lám. 1).
GESTIÓN DEL ESPACIO
Como sucede en muchas otras cuencas del Prebético meridional valenciano, las primeras
sociedades productoras del Alto y Medio Vmalopó iniciaron la explotación de las áreas edáficas
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más ricas y con más alto rendimiento agócola, normalmente ubicadas en los fondos de los valles
y en el entorno de áreas eodorreicas. Este hecho, suficientemente contrastado en la cuenca del
Serpis (Bemabeu et a/ii, 1993), también explicaría la presencia de asentamientos como Casa de
Lara, La Macolla, Arenal de la Vugeo o Molí Roig en tomo a la zonas encharcadas de la cubeta
de Villena y valle de Biar, o Ledua (Novelda) y Terrazas del Pantano (Elda) a orillas del Vioalopó.
El alejamiento de los núcleos habitados de estas tierras de óptimo rendimiento agrícola en el
tránsito del m al n milenio BC no implicó, sin duda, su abandono por la puesta en explotación
de los terrenos menos húmedos y más pobres en nutrientes ubicados en el piedemonte. Esta suposición entraría inmediatamente en conflicto con las evidencias de un aumento demográfico, ya
señaladas (Martí, 1983) y de un mayor peso específico de la producción agropecuaria en la economía de los asentamjentos de inicios de la Edad del Bronce. Más bien hemos de pensar en un
aumento de la extensión de la tierra empleada en el cultivo de cereales y legumbres, coloruzaodo
nuevas tierras menos aptas con el objetivo de aumentar los rendimientos netos paralelamente al
aumento de la población. En algún caso se ha planteando la posibilidad de la introducción del
arado desde momentos indeterminados del mmilenio BC, e incluso del empleo del abono animal
en labores agrícolas, de manera que estos avances tecnológicos podrían ser el factor que permitiera la colonización de tierras menos adecuadas y de bajo rendimiento. Sin embargo, por el
momento no creemos que sea una problemática sencilla de resolver tal y como expuso M. GilMascarell ( 1992), ya que no se dispone de evidencias materiales que permitan contrastarlo.
En términos generales todo el territorio de la cubeta de ViUena es bastante homogéneo, disponiendo de tierras susceptibles de ser puestas en explotación, aunque en algunas de ellas los rendimientos sean mayores y su agotamiento sea más lento ante la mayor potencia edáfica y aporte
de nutrientes. También se dispone de abundantes recursos hídricos y de una amplia banda central
de arciJias triásicas empleadas tanto para la construcción como la producción de vasos cerámicos.
No existen filones cúpricos ni de otro tipo de minerales y quizás la única concentración significativa se reduzca a determinados recursos líticos -rocas silíceas, rocas ígneas, etc-, sobre los que
tampoco parece ejercerse ningún control ni explotación especializada.
Aunque la importancia de la agricultura y de la ganadería como base económica fundamental
de estas sociedades ya ha sido destacada (Martf, 1983; Gil-Mascarell, 1992}, todavía no se ha
propuesto un modelo de gestión de la producción agropecuaria, dentro de un espacio geográfico
concreto, para las sociedades de la Edad del Bronce en las tierras del Prebético meridional valenciano. Sin datos paleobotánicos, con deficientes e incompletas referencias acerca de las plantas
cultivadas y los modelos de gestión de la cabaña ganadera y sin referencias sobre la evolución
geológica de los suelos es muy difícil valorar de modo global la incidencia de la intensificación
en la producción agropecuaria y las repercusiones que a nivel social pudo ocasionar.
La explotación agrícola de las tierras que bordean las áreas lagunares y su entorno y las
amplias posibilidades que ofrecen para el aprovechamjento de recursos espontáneos -recolección,
caza, pesca, mantenimiento de la cabaña ganadera, etc.- deben ser, en nuestra opinión, elementos
que condicionaron la presencia de asentamientos estables en las zonas cercanas a los mismos. La
situación de estas áreas endorreicas, ubicadas en las cotas más bajas de la cubeta de Villena,
garantizaba por medio de las avenidas y desbordamientos que se ocasionarían durante la época
de lluvias, la presencia de los suelos de mayor potencia edáfica de toda el área, al tiempo que su
cercanía a los humedales permitirla unos óptimos rendimientos minimizando los riesgos en la
pérdida de cosechas.
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La importancia de estos aportes hfdricos, aunque puntuales, quedan expuestos en algunas
noticias de fines del siglo pasado en las que se da fe de las inundaciones producidas en la zona
de la antigua laguna y de la Lagunilla como consecuencia del desbordamiento de la Rambla del
Angosto (Matarredona, 1983: 78). En aquellos momentos, aproximadamente un siglo después de
su desecación, se alcanzaron casi los 3 m de profundidad y la zona encharcada se extendió por
un área de unos 10 km2•
Así mismo, no hemos de olvidar que las zonas lagunares, gracias a su diversidad biológica,
constituyeron en la antigüedad auténticas "despensas" para los grupos humanos que ocupaban su
entorno. Por los pocos datos disponibles podemos pensar en la realización de actividades predatorias como la caza de aves -avutardas, perdices, patos, fochas, etc-, reptiles -lagartos, tortugasY diversos mamíferos -ciervos, conejos, jabalíes, etc.- así como la pesca -barbos, percas- y la
recolección de huevos y fibras vegetales, tales como el esparto, el junco o lino natural. Tampoco
se puede olvidar que las áreas de matjal constituyen zonas c-an excelentes pastizales que pudieron
ser empleados en el mantenimiento de la cabaña ganadera -ovicaprinos, bóvidos, suidos-. El alto
contenido salino de estos pastos garantizaría además, un alto aprovechamiento de este forraje. En
suma, la explotación del potencial biológico generado en tomo a las zonas húmedas constituiría
un buen complemento de la dieta diaria y una excelente solución para paliar eventuales déficits
de producción provocados por la pérdida de las cosechas o por epidemias en la cabaña ganadera.
CARACTERIZACIÓN DEL PATRÓN DE ASENTAMIENTO
Los resultados del análisis presentado permiten reconocer a nivel territorial un patrón de
asentamiento entre 1900 y 1350 BC (2300 - 1600/1550 cal BC) caracterizado por la existencia
de 3 grupos de unidades de ocupación que se concreta en:
1.- Unidades de asentamiento de mayor tamaño -entre O 1 y 0,3 Ha-, ubicados en cerros o
,
crestas montañosas con una altura relativa sobre el llano inmediato entre 20 y 70 metros y diversa
cuenca visual. La disposición en el territorio de estas unidades de asentamiento es perfectamente
uniforme, casi equidistante entre ellas y ubicadas a ambos lados de la banda triásica que divide
la cubeta de Villena en dos y en relación tanto con los corredores transversales que permiten el
acceso a la misma, como próximas a los diversos humedales que caracterizan a la zona y a tierras susceptibles de ser puestas en explotación en un régimen de secano extensivo. Apenas contamos con datos acerca de la organización interna de estas unidades de asentamiento que, por el
momento, han de inferirse a partir de las escasas evidencias constructivas documentadas en
superficie. En principio, parece estar integrada por la unión de diversas unidades ocupacionales
o habitacionales, no documentándose evidencias de construcciones de carácter defensivo. El
carácter de estas unidades de asentamiento, inferido de los instrumentos de trabajo documentados
y de los restos paleocarpológicos y faunísticos registrados, permite considerar su condición agropecuaria. Se trataría de pequeñas comunidades agrícolas, probablemente de carácter familiar,
integradas por 30-60 personas cuya actividad subsistencia! estaría basada en la práctica de una
agricultura cerealista de secano -trigo y cebada, fundamentalmente- y una pequeña cabaña ganadera constituida por la trilogía propia de comunidades campesinas: ovicaprinos, cerdos y vacas.
La dieta alimenticia estaría complementada por la caza, pesca y la recolección. Cabezos de Valera
1, Cabezos de las Torbas 2, Terlinques (Lám. 2), Cabezo del Molinico, Cabezo de la Escoba y la
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Atalaya (Jover et a/ii, 1995; Pérez, 1997) son algunos de los asentamientos que podemos incluir
en esta clase.
2.- Unidades de asentamiento de pequeño tamaño -inferiores a 0,1 Ha- cuya única diferencia
con respecto al grupo anterior es su menor tamaño y su disposición agrupada en tomo a los anteriores. Se trataría también de asentamientos con una base económica de carácter agropecuario.
Es posible que su creación sea debida a la colonización de nuevas tierras ante un hipotético crecimiento demográfico en las unidades del grupo ya señalado. El número de personas que integrarían este tipo de unidades de asentamiento no superaría los 20. En otras cubetas del río
Vinalopó, como en la de Elda, es muy probable la colonización de tierras que no habían sido ocupadas hasta este momento por comunidades agropecuarias. Es el caso del conjunto de asentamientos dispuestos a los largo de la Rambla de Pu~a (Petrer) (Jover y Segura, 1995).
Asentamientos como Cabezos de VaJera 2 (Lám. 3), Cabezos de las Torbas 1, Polovar, Peñón de
los Mosquitos. Cabezos de Penalva ly 2 (Jover et a/ii, 1995), son algunos de los asentamientos
que responden a estas características.
3.- Un tercer grupo de asentamientos, mucho menos numeroso, estaría integrado por núcleos
de muy pequeño tamaño -inferiores a 300m2- , ubicados en relieves montañosos periféricos de desarrollo vertical considerable, alejados de tierras susceptibles de desarrollar actividades agrícolas y de
cursos de agua, sin fortificaciones, con una cuenca visual muy amplia y cuya actividad fundamental
no era precisamente la realización de prácticas agropecuarias. Barranco Therto, Peñón de la
Moneda o Sierra del Collado 1 son algunos de los incluidos en este apartado (Jover et alii, 1995).
BARRANCO TUERTO. HACIA UNA DEFINICIÓN DE SU FUNCIONALIDAD PROBABLE
Sobre la base de las consideraciones realizadas a partir del estudio del patrón de asentamiento y con el objetivo de contrastarlas con el registro arqueológico, se bacía necesario excavar,
al menos, un asentamiento correspondiente al primero y al tercero de los grupos establecidos. En
primer lugar, de entre los asentamientos ubicados en los relieves montañosos y encumbrados se
eligió uno -Barranco Therto (Lám. 4)- del que se consideró que podía aportar la información
requerida, sirviendo como modelo del conjunto de asentamiento de similares características.
Este núcleo de pequeñas dimensiones se encuentra ubicado sobre un crestón calizo de la
Sierra de la Villa (Villena) y jalonado por dos grandes barrancos -Barranco Ancho y 1\Jerto- que
vierten sus aguas al Valle de Biar. Sus coordenadas UTM son: 30SXH885794. Su altitud sobre el
nivel del mar es de 680-690 metros. Para acceder al mismo es necesario ascender unos 120 m con
pendientes superiores al 48 %. Sin bien el confrafuerte montañoso en el que se ubica está coronado por dos crestones calizos, el asentamiento se ubica en el de mayor altitud y con unas condiciones de habitabilidad -menor pendiente y sin riesgos de desprendimientos- y visibilidad
inmejorables. Desde el mismo se dispone de una amplia visibilidad, abarcando todo el corredor
que se dirige aBiar, y asimismo gran parte de los llanos de ViUena, superando los 60 km 2• Únicamente presenta ciertos límites al Norte y Este, ocultos por la Sierra de la Villa donde se ubica.
El yacimiento fue excavado en su extremo septentrional en el mes de mayo de 195 1 por J.M .
Soler García, pudiéndose observar, antes de iniciar el proceso de excavación en 1995, una cata
abierta de aproximadamente 3 x 4 m. En su actuación J. M. Soler (1986) excavó el interior de
una unidad babitacional de planta ovalada de la que pudo documentar los muros y en la que se
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conservaron troncos carbonizados en disposición Norte-Sur de más de 1,60 m. La estratigrafía
observada entonces era muy simple, con una potencia de escasamente unos 60 cm que conservaba casi completos varios vasos de diversa morfología.
La actuación arqueológica efectuada en 1995 ha permitido documentar que:
-Se trata de un asentamiento con tan sólo 170 m2 de extensión, enormemente afectado por
procesos erosivos naturales.
-Se han podido constatar al menos 2 fases constructivas:
La 1• fase -la más antigua- es la mejor documentada y conservada. En ella se articulan las
líneas generales que definen el yacimiento, consistente en dos ambientes o unidades habitacionales diferenciadas -a los que hemos denominado ambiente 1 y ambiente 2- levantados sobre la
roca base (Fig. 5).
El ambleote 1 es una unidad habitacional -cerrada- de unos 5,60 m en su eje Norte-Sur y
5,80 m en su eje Este-Oeste, de forma ovalada, de unos 18 m1 de espacio habitable en su interior,
situada en la parte más elevada y de menor pendiente de la plataforma caliza.
El ambleote 2 es un recinto o departamento de planta rectangular, que se ubica al sur del
ambiente 1, y fue planificado a partir del primero. Desconocemos si estaba totalmente cerrado,
aunque lo suponemos abierto por su lado oriental. El tamaño del ambiente 2, establecido a partir
de los tramos de muros conservados, es de unos 72 m1• Ambos ambientes estaban comunicados
por un vano de acceso situado en la parte sudoccidental del ambiente l .
En cuanto a las condiciones de habitabilidad, hemos de indicar que los muros que constituyen ambos ambientes se adaptan perfectamente a las curvas de nivel y que determinadas grietas
de la roca madre y algunos tramos de la superficie -especialmente en aquellos en los que el levantamiento de los muros tuvo que superar huecos y desniveles importantes- fueron salvados y regularizados mediante la creación de pavimentos y de paquetes de nivelación.
Al mismo tiempo, mientras en el ambiente 1 no existen calzas de poste -lo que indica que la
techumbre era plana o ligeramente inclinada a favor de la pendiente-, en el ambiente 2 se ha
documentado una calza cercana al muro meridional y aproximadamente en la zona media de su
trazado. De ello deducimos que probablemente la zona techada en el ambiente 2 era la que se
situaba en la parte occidental, basta la altura de la calza de poste, donde se sostendría un tronco
apoyado sobre los muros que a su vez sustentaría largueros dispuestos transversalmente a éste.
También en el ambiente 2 se construyó un pequeño banco semicircular, adosado al muro cercano
al vano de acceso al ambiente l.
Esta primera fase de ocupación en el asentamiento concluye a causa de un incendio que
supuso el derrumbe de la techumbre y de los muros. En el momento del incendio en el ambiente
1 existía un importante conjunto de productos cerámicos de diferentes tamaños, algunos de ellos
de gran capacidad, que en buena parte fueron recuperados en la excavación de José María Soler;
varias pesas de telar ovaladas con 4 perforaciones; un hacha de roca ígnea de pequeño tamaño y
un fragmento de moledera.
Por el contrario, en el ambiente 2, a excepción de algunos fragmentos de vasos cerámicos
erosionados, restos de fauna y bloques de roca ígnea en las zonas más próximas al muro meridional, no hay evidencia de haberse realizado actividades. Es posible que se trate de un espacio
para almacenar diversas materias primas o guardar el ganado.
Una vez arrasado el asentamiento, éste fue ocupado de nuevo, iniciándose una segunda fase
constructiva pobremente documentada debido al importante grado de erosión que presenta.
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CAMPESINADO E HISTORIA
Únicamente se conservan dos muros, sin que podamos definir ningún tipo de ambiente o departamento. Uno de ellos está levantado sobre el derrumbe del ambiente 2 y el otro sobre los
derrumbes del ambiente l .
En cuanto a la cronología del asentamiento, la ausencia de las fonnas características de la
fase arqueológica conocida como Bronce Tardío nos indujo a señalar su anterioridad a ese
momento (Jover y López, 1997). La fecha proporcionada por el análisis de C 14 de un fragmento
de carbón procedente, con toda probabilidad, de la techumbre del ambiente 1, ha venido a respaldar esa suposición, situando la fase más antigua del yacimiento en tomo al 3520 ± 60 BP.
BARRANCO TUERTO
Villena, Alicante 1995
Plant8 gene111l de estructuras
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l'lpra !5.- Planta general de estruduns de Barranco 'fuerto (Vlllena, Alicante).
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FCO. JAVIER JOVER MAESTRE Y JUAN A. LÓPEZ PADILLA
YlldmJento
Barranco
Tuerto
Ambiente
U.E.
Laboratorio
Fecha conv.
1
3002
Beta- 122342
3520+60 BP
Fecha cal BC l o Fecha cal BC 2a
1 10- 1750
9
1975- 1685
De acuerdo con todos los datos obtenidos, Barranco Tuerto puede considerarse una pequeña
unidad de asentamiento integrada por una unidad habitacional de planta oval -en la que se ha
documentado un área de consumo y de producción textil- a la que se le adosaba un redil o porche
techado. Su ocupación se prolongó durante gran parte de la primera mitad del n milenio BC,
siendo nuevamente ocupado después de ser destruido por un incendio.
Ahora bien, su emplazamiento en altura y la similitud en cuanto a tamaño, disposición y visibilidad respecto de otras unidades de asentamiento de la cuenca del Vinalopó -Puntal del Ginebre
(Lám. 5), Peftón de la Moneda, Sierra del Collado l y Peñón Grande 1-, permiten plantearnos
algunas posibles hipótesis respecto a la funcionalidad probable de esta clase de asentamientos.
Uno de los aspectos más repetidos y señalados en la bibliografía generada sobre estas poblaciones del Levante peninsular es la que se refiere al carácter agrícola de las unidades de asentamiento. Se ha indicado numerosas veces lo recurrente de la presencia de elementos de hoz y de
instrumentos de molienda en todos los asentamientos de la Edad del Bronce, lo que permitía
inferir una dedicación de fonna continuada a actividades agropecuarias (Enguix. 1975; Martí,
1983, Gii-MascareU, 1992).
Sin embargo, la hipótesis de que los habitantes de Barranco Tuerto y de otros asentamientos
de similares característica-. se dedicaran a labores agrícola-. es poco (por no decir que nada)
viable. Las pruebas que en nuestra opinión permiten refutar esta posibilidad son varias. En primer
lugar se ha de ponderar la inexistencia de dientes de hoz de sOex: mientras que en todos los asentamientos ubicados en los cerros del corredor -Terlinques, Polovar, Cabezos de Penal va, Cabezos
de Valera, etc.- se han hallado elementos de hoz. una vez que Barranco Tuerto ha sido excavado
en su totalidad, no se ha registrado en él ninguna evidencia de los mismos, aunque sf de restos de
taiJa. Por el momento, es una característica que podemos hacer extensible a los demás asentamientos emplazados en altura.
Por otra parte, en Barranco Tuerto se han registrado áreas de producción y de consumo, pero
no existen evidencias de áreas de almacenamiento para productos de larga duración, o de estructuras o recipientes que puedan relacionarse con éstas, siendo además los vasos cerámicos más
numerosos los de mediana-pequeña capacidad, dominando ampliamente las fonnas semiesféricas
de pequeño tamaño.
La ausencia de áreas de almacenamiento de cereales y de instrumentos relacionados con la
recolección de los mismos son pruebas directas que creemos permiten refutar la hipótesis de las
labores agrícolas como actividades dominantes en el poblado.
Contemplando, pues, otras alternativas podríamos pensar en una funcionalidad relacionada
con la ganadería. Sin embargo, en ese caso deberíamos resolver otra serie de evidentes contradicciones: en primer lugar, el único espacio que podría haber sido utilizado como redil es de
reducidas dimensiones, incapaz a todas luces de albergar una cantidad siquiera mediana de
cabezas de ganado; más bien al contrario, los escasos restos de fauna registrados nos hablan probablemente de un escasfsimo consumo de carne -casi exclusivamente de extremidades de ovicá-
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pridos y suidos- y una más que probable reducida cabaña ganadera; finalmente tampoco la zona
montañosa donde se ubican, tanto Barranto Tuerto como el resto de asentamientos en altura mencionados anteriormente, es precisamente la más adecuada para pasturar rebaños importantes. De
este modo, considerar que la funcionalidad del asentamiento que nos ocupa pudo estar relacionada de forma predominante con la cría de ganado, se nos antoja muy poco viable.
Dadas esas condiciones topográficas del entorno más inmecliato, cabría la posibiJjdad de que
fuesen asentamientos dedicados a labores cinegéticas. Sin embargo, entre los restos de fauna localizados en el asentamiento no se han registrado evidencias de especies salvajes, ni siquiera de conejos
o liebres, lo que consideramos suficientemente significativo como para descartarlos como cazaderos.
Finalmente, podría tratarse de un asentamiento dedicado a la recolección de frutos silvestres en
detenninadas estaciones del afio o a la explotación de algún otro recurso natural de tipo estacional.
Sin embargo, si así fuera, deberíamos explicar por qué todos los emplazamientos , ue responden a
q
las características de Barranco Tuerto se ubican en puntos cuidadosamente elegidos por su encumbramiento, diffcil acceso y muy amplia visibilidad y que su disposición sobre la cubeta de Villena
no sea aleatoria, sino debidamente estudiada y ordenada sobre el espacio (Jover y López, 1997).
Por todo ello, la lÍnica hipótesis que nos parece viable, al menos por el momento, es la que
considera que se trata de asentamientos dedicados fundamentalmente en origen a labores de control del territorio y vigilancia. Efectivamente, su emplazamiento en altura en puntos de dificil
acceso, con una muy amplia visibilidad, alejados de Jos recursos hídricos y de tienas susceptibles
de ser puestas en cultivo o utilizadas como pastos; la presencia en la unidad habitacional de un área
de consumo de hidratos de carbono y de carne -especialmente de extremidades de ovicápridos- así
como la ausencia de elementos de hoz y de áreas de almacenamiento, son las pruebas que nos permiten deducir que, al margen de las actividades más inmecliatamente relacionadas con la subsistencia -el vestido, el cuidado de un pequeño rebaño que proporcione algo de carne (y sobre todo
leche) y la molturación del cereal (no recolectado por ellos) para el consumo diario- su función
fundamental fue la vigilancia del territorio del que era propietaria la comunidad humana de la que
formaban parte los individuos instalados en Barranco Tuerto -tal vez no más de 4 personas-.
Esta hipótesis explicaría también la peculiar distribución de este tipo de asentamientos sobre
el territorio. En efecto, si observamos su posición sobre la cuenca del Vinalopó, observamos
cómo todos ellos se disponen en relieves montañosos periféricos del corredor, con una cuenca
visual muy amplia, -con frecuencia cubriendo más de una cubeta geográfica- equidistantes unos
de otros y creando una red visual sin dejar zonas oscuras.
Sin embargo, de estas consideraciones no creemos que deba suponerse que se trate de asentamientos con un marcado carácter coercitivo con respecto a las comunidades vecinas. Es posible
que se tratara de enclaves estratégicos que no era necesario ocupar de forma continuada, sino
solamente en momentos en que era especialmente interesante o necesario para la comunidad controlar quién accedía a los territorios de producción de los que eran propietarios.
En suma estamos ante asentamientos cuya razón de existir no estuvo relacionada con el desarrollo de actividades de carácter agropecuario o cinegético, sino en la prestación de un servicio de
vigilancia y control del territorio explotado por la comunidad, tal y como la evaluación de las
pruebas empíricas permite deducir y que no vienen mas que a corroborar de modo firme lo que ya
J. M. Soler Garcfa intuyera y anunciara tras su primera exploración del yacimiento (1986: 389).
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CONCLUSIONES. ALGUNOS APUNTES SOBRE LAS COMUNIDADES CAMPESINAS
EN ESTUDIO
De acuerdo con los datos proporcionados por el análisis del patrón de asentamiento junto a
los resultados de la excavación de Barranco Tuerto creemos que deben quedar planteadas varias
cuestiones que consideramos importantes:
En primer lugar, teniendo presente el conjunto de asentamientos del curso del Vinalopó, se
ha de señalar que no existe ningún asentamiento que destaque sobre el resto en función de su
extensión superficial ni de su posición sobre el territorio, ni tampoco por su proximidad a determinados recursos naturales. La posibilidad de considerar que el territorio en estudio es de
pequeñas dimensiones -unos 1800 km2 - y por tanto que pueda existir un asentamiento de dimensiones mayores en otro lugar próximo también se ha tenido en cuenta. Se ha evaluado toda la
información existente con respecto a las unidades de asentamiento documentadas basta la fecha
en un territorio alrededor del Corredor del Vinalopó cercano a los 6.000 km1 de superficie. En
concreto, todo el territorio que supone la actual provincia de Alicante -sin tener en cuenta los
asentamientos argáricos de la Vega Baja-Camp d'Elx y Camp d' Alacant (Jover y López. 1997;
Rubio, 1987; Jover el alii, 1989; Pascual, 1990; Garcfa, 1994; Cerdá, 1994), Yecla, Caudete
(Pérez Amorós, 1997), Corredor de Almansa (Simón, 1987; Hemández y Simón, 1990;
Hemández el alii, 1994) así como las zonas meridionales de la Provincia de Valencia (Aparicio,
1977; Aparicio et alii, 1983; Ribera y Beneyto, 1994; Bemabeu el alii, 1995). Por tanto, estamos
considerando un número de asentamientos superior a los 250, cuyas dimensiones son en todos
los casos, atendiendo a la información publicada, similares a las documentadas para los yacimientos situados en la cubeta de Vtllena. pudiéndose incluso, en nuestra opinión, establecer las
mismas categorías y distribución sobre el territorio. La existencia de algunos asentamientos Ca~o del Navarro (Onteniente) o La Atalaya (Caudete)- para los que se señalan unas dimensiones en tomo a las 0,4 Ha. (algo superiores a las observadas en los yacimientos más grandes
del Corredor de Vtllena) no indica ninguna excepcionalidad respecto del resto de yacimientos.
Por tanto, el patrón de asentamiento establecido para la cubeta de Villena parece repetirse en
buena parte de las zonas señaladas.
En segundo lugar, estamos ante las primeras comunidades humanas implantadas en la zona
cuyos lugares de residencia son en todos los casos construcciones estables, edificadas a base de
muros de mampostería tomada en seco o con margas arcillosas y enlucidos para conseguir un
mayor grado de impermeabilidad y sobre todo de duración. Se trata de un cambio de considerable
trascendencia por cuanto se edifica por primera vez lugares de residencia y de actividad estables
y fijados en un lugar concreto del territorio en el que se vive, buscando disponer de mejores condiciones de habitabilidad, concebido para no tener que cambiar de emplazamiento y disponer en
tomo al mismo de campos de cultivo. De ello se deduce que estamos ante grupos humanos que
no solamente se apropian de los recursos que les ofrece el medio natural, sino que son propietarios objetivos del medio que transforman para cubrir sus necesidades de mantenimiento y reproducción.
Estamos, pues, estudiando una sociedad de comunidades campesinas de base cerealista,
caracterizada por la implantación de unidades estables de poblamiento de pequeño tamaño, asentadas alrededor de lagunas y humedales interiores, integradas a lo sumo por grupos de 30-60 personas, posiblemente de carácter familiar extenso, con pocas posibilidades de crecimiento. Este
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•
25 1
Yecimieullos del Grupo 1(m6a de 0,1 He de utlnaión)
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Y~
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Yecimieutos del On~po • (enc::urnlados con rMnOS de O,o3 He de emnsl6n)
del On1po 1 (rMnOS de 0,1 He de extlnsl6n)
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y de los yJidmJeoto. y sus mmsloaes actuales ftladvaa.
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modo de vida campesino evitarla "... /a especialización de sus espacios naturales y de sus actividades productivas" (Toledo, 1993: 209-210) combinando una agricultura extensiva de secano y
la cría de ganado con prácticas complementarias como caza, pesca. recolección y artesanía, especialmente la relacionada con la vestimenta. en una tendencia hacia la autosuficiencia y autoabastecimiento. Como ya se ha apuntado, estaríamos ante un "mecanismo de reducción de riesgos"
(Gutiérrez, 1995) en el que el aprovechamiento de los espacios naturales con una amplia diversidad biológica aseguraría el mantenimiento y reproducción del grupo en momentos de escasez
o de peligro. Del mismo modo, los mecanismos de reciprocidad entre linajes o familias funcionarían habitualmente como forma de evitar los riesgos de déficit en la producción agrícola.
La perfecta distribución de los asentamientos sobre el territorio no debe, sin embargo, entenderse exclusivamente en función del establecimiento de un sistema de producción equilibrado
que rentabilice al máximo la gestión de los diversos recursos que el medio natural les ofrece, sino
también en relación con su sistema de reproducción y producción social. La ubicación equidistante de los enclaves mayores y la distribución en tomo suyo de los más pequeños evidencia también un expreso interés en ocupar "ordenadamente" el espacio de la comunidad. En este "orden"
equilibrado subyace la necesidad de control efectivo de un amplio territorio, que no se limita al
explotado de manera individual por cada asentamiento. La presencia de asentamientos en altura
en los relieves periféricos que delimitan la cubeta debe ser interpretado como un elemento que
contribuye a asegurar el territorio -y por ende, todos sus recursos potenciales- del que es propietaria la totalidad social.
Evidentemente todas estas unidades de asentamiento son la expresión directa del lugar de
residencia y de producción donde se llevarían a cabo toda una serie de prácticas sociales
impuestas en el seno de una sociedad para la que todavía es necesario fijar sus límites espaciales.
Estas comunidades familiares funcionarían de modo autosuficiente practicando en buena medida
el autoabastecimiento, con la excepción de la obtención de determinados recursos naturales muy
concretos, existentes en el territorio pero en puntos muy localizados, como rocas ígneas o similares, para los que necesariamente estarían fijados unos sistemas de distribución poco complejos.
Sin embargo, la necesidad de adquirir determinadas materias primas o productos como el
metal, marfil, nódulos sillimanfticos, etc, para asegurar la producción y reproducción de la
entidad social en los mismos términos -no se ha de olvidar que una parte de los instrumentos de
trabajo son de metal y de rocas metamórficas, asf como los artefactos de reproducción ideológica
son de metal y de marfil principalmente- y el hecho de que su adquisición tuvo que suponer el
establecimiento de unos sistemas de intercambio con otra sociedad -corno, por ejemplo, la argárica- permite deducir que estas comunidades tendrían que generar un plusproducto que asegurase
la posibidad de adquirir la materia prima -o productos ya manufacturados- a los centros nucleares más septentrionales del grupo argárico, donde existen vetas cúpricas, auríferas y argentíferas. Ello supone no solamente la explotación de esta sociedad por parte de la argárica en el sentido de apropiación de la plusvalfa, sino también la generación de dependencia de la primera respecto de la segunda.
Por ello, aunque de modo aparente las comunidades campesinas que ocuparon el Vinalopó
funcionasen como un ente social de carácter igualitario de tipo tribal (Vargas, 1990; Sarmiento,
1992), en esencia no lo eran, al series sustraída por otra sociedad -la argárica- una parte de su
producción. En ese sentido, los cambios de base estructural que se produjeran en el grupo argárico, identificado como una sociedad de clases (Arteaga. 1992; Lull y Riscb, 1995) repercutirían
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CAMPESINAOO E HISTORIA
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necesariamente en éste. De ese modo creemos que se puede explicar mejor el proceso histórico
de estas comunidades hasta el Bronce Tardfo, momento en el que se produjeron cambios significativos en las relaciones sociales de producción. La consecuencia inmediata tuvo su reflejo en
cambios en el patrón de asentamiento y en la organización del territorio: la población diseminada
en el Vinalopó se concentró en unos pocos asentamientos y el Cabezo Redondo pasó a ser el
centro socio-político de una nueva entidad social.
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Lámina 3.- Cabezo de Valera 2.
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CAMPESL
NADO E HJSTORL
A
Lámina 4.- Barra nco Therto.
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. xxm (Valencia. 1999)
IsABEL IzQUIERDO* Y F'ERRAN ARASA**
LA IMAGEN DE LA MEMORIA. ANTECEDENTES, TIPOLOGÍA
E ICONOGRAFÍA DE LAS ESTELAS DE ÉPOCA mÉRICA
l. INTRODUCCIÓN
La estela ha sido definida en alguna ocasión como "(... ) /'immagine de/la memoria"
(Baldassarre, 1988, 114). Diversas culturas de la Antigüedad han recurrido a este tipo de monumento para proyectar, más allá de la muerte, la memoria del pasado, a modo de señalizadores de
tumbas más o menos elaborados. Desde la propia etimología del t~rmino (Mansuelli, 1966, 485),
la estela es gen~ricamente conmemorativa. Representa la concreción de una serie de esquemas
culturales que suponen un ideal trascendente de la vida terrena. La estela, efectivamente, se considera un símbolo funerario universal que ha adoptado formas y decoraciones diversas, así como
distintos grados de monumentalidad, según territorios y cronologías. Desde su más remoto origen
en Egipto y el Próximo Oriente antiguo, la estela es, como fonna arquitectónica, de naturaleza
originariamente funeraria. Su función inicial era asegurar al difunto la propiedad de su tumba y
representar su entrada en el mundo del más allá. Como soporte de texto y figuraciones en algunos
casos, las estelas presentaban "ventajas" añadidas frente a otras tipologías funerarias dada su particular disposición y visibilidad. No obstante, ya desde sus inicios, existe una notable diversidad
en los tipos y las funcionalidades. Podríamos decir que se trata de un signo polivalente, de múltiples significados (1).
• Deplrumento de Arqueolo¡fa e Historia Antigua. CEH. CSIC, Madrid. Becaria postdoctoraJ C.A-M.
• • DeputamcnJ de Prdúslllria i Arqueologia. Uoiversiw de Valmc:ia.
( 1) Las propias estelas fuoerarias egipcias podían figurar tanto cleJnarc.ciooes espKiales. como ser sopones biogR!'K:OS o
marcos de ofrendas. entre otru ruoc:iooes (Vandier. 1976, O. 3116-534). Por ouo lado. si c:onslde:ramos al¡unas series de estelas de
MlbiiOS mú aftneS al mundo ibmc:o desde d punto de vista adtutal y crooológico, oo podemos obviar un.a mencJ6o a t. J1llll
tndicióo de estelas ¡rieps, beftdera del mundo oriental antiguo. que a plttir del periodo mic:álico. pero sobre todo desde d
An:alsmo. experimentar6 un gnn desmollo (Rich1Cr, 1961; Kunzy Boardman. 1971; Clairmont. 1993, entre otros).coo evoluciooes
diferenc:iadas seJiln lmitorios. Por su parte. t. eslet. constituye uoo de los~ de produceí6c lr1esanal mú difuDdido en el
mundo p4nico de Occidente. ai¡uiendo los utiJIIOS prototipos orientales (Bisi. 1967; Moscati, 1992).
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En el ámbito occidental del Mediterráneo, la Península Ibérica no es ajena a esta tradición y
también desarrollará esta tipología monumental desde fases tempranas. A modo introductorio
esbozaremos el panorama que ofrecen los hallazgos peninsulares, fundamentalmente, de la
Prehistoria reciente y la Primera Edad del Hierro, para a continuación abordar el estudio de las
estelas de época ibérica.
El catálogo de piezas atribuidas a un horizonte anterior al siglo VI a.C. es amplio, rico y
plural, aunque destacan por su interés algunas series bien conocidas, como veremos básicamente
de las áreas del suroeste y del noreste de la Península (fig. 1). Si nos remontamos a la tradición
prehistórica más remota, ésta arranca en el arte megalítico con los denominados guijarros-estela
o estelas antropomorfas y las estelas-menhir o los ídolos-estela del Calcolftico (2). Si bien seña
N
o
110 100 150 11111
A
Fl¡un 1.- Dispersión de las estelas del Bronce FiaaJ-Hierro And¡uo
en la Pmfasula lb&ica dtadu en eJ texto.
(2) Cf Barc:eló (1988). Almagro Gorbea (1993). Bueno y Balbfn (1998. con biblíograJla), en~ oii'OS.
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difícil establecer una filiación directa entre estos grupos de estelas antropomorfas prehistóricas y
los ejemplos que presentan esta morfología en la Protohistoria, estas primeras figuraciones de
ambos géneros en soportes pétreos del m y II milenio, además de otros elementos monumentales
como los llamados betiJos de forma troncocónica que aparecen por ejemplo en la cultura de Los
Mi Uares a la entrada de los grandes sepulcros colectivos (Hurtado, J978), son de un interés indudable desde el punto de vista de la posible transmisión simbólica y/o ideológica a las posteriores
estelas de época protohistórica. La figuración en la estela se ha asociado a la idea de protección
del lugar funerario. Parece constatarse una progresiva apropiación de la simbología de los ídolos
en beneficio de determinados personajes socialmente relevantes. El resultado de este proceso
podría observarse en las estelas del suroeste del Bronce Final (Bueno, 1990). Según Bueno y De
Balbfn ( 1998, 63) la variedad de imágenes antropomorfas en el código funerario megaJftico, que
podrían figurar personajes relevantes en el clan (3), genios protectores o incluso divinidades,
sugiere además un nuevo papel del hombre en su relación con el medio.
Centrándonos en cronologías más próximas, las conocidas estelas decoradas del suroeste
(fig. 2) han sido objeto de investigación en la tradición historiográfica peninsular desde los primeros hallazgos a finales del siglo pasado (4 ). Su concentración mayoritaria se localiza en las
cuencas de los tres grandes ríos del cuadrante suroeste de la Península -Tajo, Guadiana y
Guadalquivir-, con algunos ejemplos dispersos en el sureste francés, Cataluña. Aragón y sur de
Portugal, entre los que destacan la estela de Preixana (Urida) del Bronce medio-tardfo (Maya.
1977, 95, fig. 66), considerada por algunos autores incluso como precedente de las estelas extremeñas (Almagro Gorbea, 1977, 162), o el ejemplar antropomorfo de Luna o Val palmas
(Zaragoza), datada en el siglo VII a.C., que se asocia a la serie del suroeste, básicamente por la
tipología del escudo con escotadura "en v" que la decora (Fatás, 1975, 169). Acerca de la función y el significado de estas estelas, encontramos posturas diversas que podrían no estar necesariamente contrapuestas, sino más bien ser complementarias (v. infra). La investigación ha evolucionado desde su inicial interpretación como monumentos funerarios y/o conmemorativos,
símbolo de la beroización del difunto (Almagro Bascb, 1966; Almagro Gorbea, 1977, 159-171,
entre otros) hasta lecturas más novedosas que priman los factores regionales y resaltan un hipotético valor funcional, considerándolas en su paisaje como hitos del territorio, en relación con
vfas de comunicación (Ruiz-Gálvez y Galán, 1991 ; Galán, 1993). En definitiva, como Aubet
( 1997, 166) ha señalado a propósito de la estela decorada de SetefiiJa en Lora del Río (Sevilla),
la existencia de estas "losas de guerrero" se relaciona con el nacimiento de una clase guerrera o
una élite social. Ahondando en esta línea que nos resulta particularmente interesante desde la
perspectiva del surgimiento y desarrollo de las posteriores series de estelas ibéricas, su original
programa iconográfico revela el nacimiento de un lenguaje aristocrático (Ruiz Rodríguez, 1997,
63), expresión de un nuevo modelo de relaciones sociales en este territorio.
En el horizonte tartésico continúa el proceso de erección de estelas sobre enterramientos,
como en la ya citada necrópolis tumular de Setefilla. En este recinto funerario, en el nivel corres-
(3) De esta ronna podñan interpretarSe los pcrsooajes que lpii'CCell eoo níniea o annas. Las C$WUa5 ll1l\ldas de Alberite o
El Pozuelo sugieren la importancia de la posesióo de u:mas. como observaremos tambim en las posteri~ estelas dec:onldas del
suroeste (Bueno y De Balbfn. 1997. IS7).
(4) Una síntesis de la eueslióo de los orfgeoes y la crooología de esta serie de estelas ha sido recosida recientemente por
Celestino (1990. 49-SO) y Gal"' (1993, IS-16).
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Flpn 1.- Estelas clecondas del SUI"'eSte, 5eiÚJl Galúa (1993, flp. 22 al4).
1· LuDa. lo Torrej6a de El Rubio m. 3- SolaDa de Cahalu.. 4- Mapcela. 5- Fuente de Cantos.
6- F..lpernaoa de Lera l. 7- Capilla ID. 8- Atqaa. 9- Seteftlla. 10. Moatanoüu. 11· E.rndeJ 1. 12- Flgueln.
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pondiente a los siglos Vll y principios del VI a.C., las estelas forman parte del paisaje funerario.
Ya en las excavaciones de Bonsor y Thouvenot (1928, 16-17) se documentaron grandes losas y pi~
dras cilíndricas hincadas verticalmente sobre algunas tumbas o detenninados espacios de la necrópolis. En la actualidad, se conocen basta un total de 16 losas pétreas, de las que 1O aparecieron
entorno al denominado túmulo A (Aubet, 1997. 169. fig. 4). Pero también en esta necrópolis tartésica fue hallada una estela decorada atribuible al grupo más meridional de estelas del suroeste, del
Bronce Final avanzado -siglos IX y VID a.C.-, de influencia atlántica. Tanto la estela con figuración antropomorfa, reempleada en un momento posterior, como las estelas sin decoración constituyeron, según la interpretación de Aubet, indicadores sociales de estatus o jerarquía y evidencian
una continuidad ideológica en época tartésica, garante del poder de las élites en este territorio.
En el extremo opuesto de la Península. en el cuadrante noreste, destaca la aparición de estelas
en distintas necrópolis de los Campos de Urnas, como la de Els Castellets n de Mequinenza
(Zaragoza), donde se localizó un conjunto de estelas y cipos, trabajados o no, y en un caso con
morfología seguramente antropomorfa (Royo, 1994, figs. 2, 5 a 7). Parece constatarse en este
ámbito cultural, alrededor del 1000-900 a.C., una generalización del uso de estelas, tradición que
pervivirá desde estas fechas en adelante basta momentos históricos. En efecto, diversas necrópolis con fases de estas cronologías antiguas bao erigido estelas sobre sus tumbas. Y en este sentido, la provincia de Lérida ha sido rica en hallazgos. En las necrópolis de Pedrós en Serós y La
Colomina de Gerb (La Noguera), se documentaron sencillas lajas o losas sobre túmulos, con datadones que oscilan entre el 850 y el 650 a.C. (Maya. Díez-Coronel y Pujol, 1975; Ferrández,
Lafuente, López y Plans, 1991 ). También en la necrópolis de Roques de Sant Formatge de Serós,
en el camino de entrada al valle del Ebro desde el sur de Francia. apareció una losa pétrea. posible
estela. sobre la tumba G-280 (Pita y Díez-Coronel, 1968, 21, fig. 23 y 24).
Otra pieza que ha sido considerada más reciente en relación a la serie prehistórica del noreste
es la estela antropomorfa hallada en la necrópolis de La Pedrera (Vallfogona de Balaguer) del
siglo vn a.C., que tiene una fase atribuida a los Campos de Urnas. Según Maya ( 1977, 111 , fig.
90) este ejemplo, que carece de un contexto arqueológico preciso, se ha vinculado a la tradición
escultórica indoeuropea -donde encuentra algunos paralelos- por sus rasgos toscos y esquemáticos. El antropomorfo de Els Castellets de Mequinenza presenta una tipología similar (Royo,
1994, 124, figs. 6 y 7). Finalmente, en la fase más tardea de la necrópolis del CoU del Moro
(Gandesa, Terra Alta), en algunos casos -T5, MI, MIO y Ml2- la tumbas documentaron estelas
o cipos (Rafel, 1989, 60-62, fig. 13 y 14; Rafel y Hemández, 1990, 343), dentro del horizonte
fechado entre fines del siglo VU y el VI a.C.
Cambiando de ámbito geográfico, en el valle medio del Ebro (Royo, 1990) hemos de destacar los registros de las necrópolis tumulares de incineración del Busal y Corral de Mola, ambas
de Uncastillo (Zaragoza). con cronologías entre los siglos VI y V a.C., donde se localizaron sencillas estelas (Royo, 1994, 125). En el horizonte celtibérico, en gran parte de las necrópolis excavadas se ha resaltado la presencia de tumbas destacadas con estelas (Pérez Casas, 1988, 78). La
herencia de los Campos de Urnas del noreste en los territorios del valle medio del Ebro y sus
áreas adyacentes -Alto Ebro y la Meseta- en esta fase celtibérica es muy evidente y se refleja,
entre otros aspectos, en la costumbre de erigir estelas, prácticamente todas lisas, sobre los enterramientos. A excepción de la pieza de la necrópolis de AguiJar de Anguita (Guadalajara), que
apareció decorada con una figura humana estilizada y un posible équido, el resto de estelas celtibéricas carece de ornamentación y no presenta una elaboración o tratamiento destacable.
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Se han documentado ejemplos en la provincia de Cuenca en las necrópolis de Las
Madrigueras y El Navazo (Mena. 1990, 194), pero sin duda la mayor concentración se produce
en la Meseta norte, en las áreas del Alto Tajuña-Aho Henares, Alto Duero y Aho Jalón (Cerdeño
y García Huerta, 199 1; Argente y García-Soto, 1994, 79 y ss.). Necrópolis excavadas en el pasado
como Las Cogotas (Cardeñosa), donde se documentaron "calles o pasillos de estelas" (Cabré,
1932, lám. m, J y 3; XI), según la terminología empleada inicialmente por el Marqués de
Cerralbo, así como AguiJar de Anguita o Luzaga (Cabré, 1942, fig . 1 a 5) y otras como El Altillo,
La Hortezuela de Océn, Riba de Saélices, Garbajosa, Ciares, Alpanseque, La Requijada de
Gonnaz, Almaluez o Arcóbriga entre otras, han evidenciado la presencia de estelas, alineadas o
no (Pérez Casas, 1988). Otros yacimientos, por el contrario, como Prados Redondos en el Alto
Henares y Osma. La Mercadera o La Cuenca en el Alto Duero, carecen por completo de estelas
(Argente y Garcra Soto, 1994, 16- 18). Destacaremos, en primer lugar, la existencia de grandes
losas prismáticas. de hasta 2,5 m de altura en la necrópolis soriana de Monteagudo de las Vicarías
(Taracena, 1932, 32, figs. 3 y 4) y, por otro lado, la distintiva disposición de las estelas al modo
de alineaciones, con o sin empedrado, según las conocidas observaciones del Marqués de
Cerralbo, Cabré o Cuadrado (5).
Así pues, antes de estudiar los distintos grupos de época ibérica, encontrarnos un repertorio
rico y plural de precedentes a valorar. Sin olvidar las primeras estelas con figuración antropomorfa del arte megalítico, las series iniciales se enmarcan en el horizonte del Bronce Final-Hierro
Antiguo, concentrado básicamente en dos grandes áreas de la Península. Por un lado, el grupo del
suroeste, influido por tradiciones atlánticas y los colonizadores fenicios, aunque con un componente esencialmente indígena. Y por otra parte, el cuadrante noreste peninsular, que recibe la
herencia directa de los C3rnpos de Urnas del centro de Europa. Estelas lisas y decoradas, sencillas prismáticas o antropomorfas, de pequeñas o grandes dimensiones, son erigidas, según los distintos territorios, para señalar y monumentalizar distintos tipos de enterramientos con rituales
diferenciados. A partir del siglo VD a.C. nos encontramos con diversos desarrollos paralelos e
interrelaciones. La cultura celtibérica mantendrá y extenderá la anterior tradición de los Campos
de Urnas y las estelas ocuparán un lugar preeminente en gran parte de sus necrópolis, conformando incluso en algunos casos calles o alineaciones. Por su parte, en el horizonte tartésico
andaluz se documenta asimismo la costumbre de erigir estelas junto a los túmulos de enterramiento. Los colonizadores fenicio-púnicos, a su vez, potenciarán este paulatino proceso de
monumentalizaciión de la tumba, que culminará, como veremos a continuación, en época ibérica.
2. LAS ESTELAS EN EL PAISAJE FUNERARIO mÉRICO
2.1. DACIA EL PROCESO DE MONUMENTALIZACIÓN DE LA TUMBA WÉRJCA
En la consideración del proceso de señalización y mooumentalización de la tumba ibérica,
efectuaremos un recorrido selectivo a través de algunos precedentes significativos. Ya hemos
(S) Cf. ~ (1942): a modo de e~mplo. 1 el caso de la necrópolis de Riba de Satlice . excavada por Cuadrado ( 1968).
:
doode se aprecian a uav« de fotosrafias de la q,oca las estelas •lineadas in siru $abre los entemunien.\os (ld~m. lims. Vlll. XID
a XV).
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hecho alusión a las estelas decoradas del Bronce Final-Hierro Antiguo del suroeste peninsular (v.
supra), algunos de cuyos ejemplos se asocian a inhumaciones en fosa o cista (Almagro Basch,
1966, 193-199) o, incluso en algún caso a incineraciones (Galán, 1993, 16-18). Las recientes propuestas que han valorado estas estelas como hitos de vías ganaderas y rutas comerciales del territorio (Ruiz-Gálvez y Galán, 1991) no descartan necesariamente una funcionalidad funeraria,
innegable por los contextos de hallazgo de algunos casos. Este grupo de estelas supone una primera manifestación bastante homogénea en su proyección formal e ideológica que anuncia cambios en la estructura de las sociedades indígenas en estos territorios. Las estelas del suroeste más
tardías con decoración compleja del siglo VD a.C. vienen a enlazar en el plano simbólico con las
estructuras funerarias tumulares más antiguas de la etapa tartésica orientalizante (Ruiz
Rodriguez, 1997, 63-64). El ejemplo comentado de la necrópolis de SetefiUa (v. supra) seria. en
este sentido, paradigmático. Al compás de la desaparición de las estelas decoradas en el curso del
citado siglo, elementos de prestigio como Jos braserillos, jarros o quemaperfumes, se integrarán
en el ajuar de las tumbas tartésicas más destacadas. El proceso de monumentalización de la tumba
en la Península Ibérica, desde nuestro punto de vista, marca otro punto de inflexión en este
periodo, donde ha quedado demostrada la presencia de enterramientos principescos, definidos
por su monumentaHdad arquitectónica y/o la manifiesta riqueza de sus ajuares (Aubet, 1984).
En los núcleos fenicio-púnicos del sur peninsular también se documentan monumentos funerarios, que han podido ciertamente influir en el propio proceso de monumentalización de las
necrópolis ibéricas. Las cámaras construidas o excavadas en la roca son. en esta línea. interesantes como solución arquitectónica. Los elementos señalizadores o construcciones exteriores a
la tumba en estos núcleos -necrópolis de Laurita. Trayamar, Jardín, Puente de Noy o Cádiz-, en
forma de cipo, estela o torre, han sido interpretados como indicadores del lugar. tal vez sagrado,
en el que se enterraba el difunto, posible receptor además de un culto fúnebre y de rituales
diversos como libaciones (Ramos Sáinz, 1987, 49-52). Pero, centrándonos exclusivamente en las
estelas (fig. 3), en la necrópolis de la antigua Baria fueron hallados diversos elementos monumentales entre los que hemos de destacar estelas de piedra de diversos tipos, presentadas por
Astruc ( 1951, láms. L a LII), algunas de ellas con epigrafía y figuración antropomorfa.
Recientemente, Belén (1994) ha analizado los diferentes tipos y ha recogido toda la información
disponible acerca de las tumbas en que se hallaron las estelas, cipos y altares de Villaricos (6).
Así, se ha distinguido una interesante diversidad de estelas sencillas de base rectangular, acabadas en punta o con el extremo redondeado, entre las que se destaca la única estela epigráfica,
fechada a fines del siglo V o principios del siglo IV a.C. En relación con las anteriores piezas, el
panorama de las estelas pl1nicas del sur peninsular, se completa con el conjunto de la necrópolis
prerromana de Cádiz (Belén, 1992-1993), en cuyo paisaje debió ser frecuente la presencia de
estos monumentos ante la tumba. Tampoco podemos olvidar el ejemplar aislado hallado en Rio
nnto (Huelva), sin contexto arqueológico conocido, que presenta forma piramidal (Garc(a y
BeUido, 1952, fig. 392).
Con paralelos evidentes con las anteriores piezas de Cádiz o Villaricos y explícitamente con
algunos ejemplos concretos (Astruc, 1951, lám. L, 3 y 6), hemos de citar el hallazgo, fuera del
ámbito peninsular, concretamente en la isla de Ibiza. de tres cipos hallados en el sector de Can
(6) Tamb~ es conocido el hallazgo en este recinto funcrwio de oeras piezas escultóricas (Asuuc. 19S l. 81} como la conocida
esf
rnge. una dama sedente t«fala y un fra¡meoto de figura IUWopomorfa (Chapa. 1985. SB-S9, con la blbliograffa anterior).
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Figura 3.- Estelas de la neerópolis de Vlllarkos, serón Astruc (1951, L6ms. La LO).
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Partit de la necrópolis del Puig des Molins (Gómez BeiJard, 1990, figs. 82 y 83; láms. XXXIV,
LVD y LX). Todas las incineraciones asociadas estaban bien datadas en el siglo VI a.C. Parece ser
que existen otros ejemplos procedentes de viejas campaftas de excavación en la isla, que aún permanecen inéditos. Se trata de cipos de dimensiones modestas de piedra local, destinados sencillamente a indicar un lugar de enterramiento. En La propia isla de Ibiza se documentó igualmente
una estela púnica con paralelos en el ámbito cartaginés, procedente de una posible necrópolis no
excavada en las cercanías de la ciudad (Almagro Gorbea, 1967). La estela de Can Rafalet, hallada
de manera casual en 1965, presenta forma cuadrangular y se remata en la parte superior por un
frontón triangular cuyos vértices laterales tenninan en volutas. Se representa en este ejemplo una
figura masculina en actitud orante, acompañada de una inscripción en la parte inferior.
Teniendo en cuenta estos ejemplos que anteceden y se desarrollan en algunos casos paralelamente a la cultura ibérica, la culminación del proceso que tratamos de poner de relieve, no obstante,
será llevado a cabo por esta última. A partir del siglo VI a.C. surgen los primeros monumentos funerarios con repertorios escultóricos y los primeros programas decorativos complejos externos a la
tumba. En relación directa con el nacimiento y la consolidación de un nuevo sistema socio-económico, el recurso a la piedra como soporte iconográfico en las necrópolis y la utilización de un lenguaje cultural común constituyen verdaderamente cambios significativos con respecto a las manifestaciones citadas de etapas precedentes (Chapa. 1996). Será precisamente en las necrópolis donde
se conjugue la exaltación del prestigio y la exhibición del poder de las nuevas élites aristocráticas.
El espacio funerario se convierte as( en espacio cosmológico. La plástica funeraria ibérica puede
ser considerada como la primera expresión generalizada de la imagen de una cultura. la más importante y representativa del mundo prerromano peninsular (Santos Velasco, 1996, 115). Unidos a esta
nueva manifestación aristocrática, probablemente se hallan procesos de legitimación del poder y,
quizás en ocasiones, de sacralización de sus símbolos, así como la idea de carisma.
2.2. EL PAISAJE FUNERARIO IBÉRICO
A partir de los primeros trabajos de Almagro Gorbea ( 1983a) sobre Pozo Moro se abre una
vía de investigación en la arqueología ibérica: el estudio del paisaje monumental de las necrópolis. Desde finales de los ochenta y durante la presente década, a partir de los nuevos descubrimientos y las renovadas reflexiones en la interpretación de los restos monument.ales funerarios,
la línea de trabajo inicial ha ampliado mucho sus horizontes, de tal manera que la primera tipología está superada. Nuevas excavaciones y trabajos de investigación han ratificado la validez
general de la propuesta de Almagro, aunque lógicamente, la han ampliado y enriquecido.
En la necrópolis de Los Vtllares de Hoya Gonzalo se documentó la colocación de esculturas
directamente encima de los túmulos funerarios, al modo de estelas sin pilares (Biánquez, 1993,
124), circunscritas a determinadas iconografías -caballeros-, dejando las esculturas zoomorfas
para el tipo tradicional coronando el pilar. Sobre la base del catálogo monumental del Cabecico
del Tesoro de Verdolay se planteará la existencia de esculturas de personajes entronizados
exentos, posible variante simplificada de Jos pilares-estela (Page y García Cano, 1993), aunque
conceptualmente similares. Las excavaciones en la necrópolis de Cabezo Lucero darán a conocer
plataformas ornamentadas, soporte de esculturas (Llobregat y Jodin, 1990, 112) y la presencia de
toros estantes, a veces con tímpano entre las patas. También se ha apostado por la existencia de
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fachadas monumentales (Lucas y Ruano, 1990, 43-64), paramentos con nicho ornamental u hornacinas decoradas y altares (Castelo, 1990), así como más recientemente, por la nueva valoración
de una serie reducida de esculturas de animales fantásticos que verosímilmente podrían aparecer
representadas por parejas (Izquierdo, en prensa a). En síntesis, estelas, altares, plataformas monumentales rematadas por una comisa moldurada, así como personajes entronizados y esculturas
dispuestas sobre los propios empedrados tumulares; series dobles de pilares o construcciones que
integran parejas de animales en una fachada; nuevas soluciones que amplían la clasificación inicial de Almagro Gorbea. Por tanto, se presentan como una pluralidad de construcciones que nos
hacen pensar efectivamente en monumentos en los que hay una posibilidad de selección y de
voluntad por parte del personaje que los erige (Chapa, 1995, 190-191 ). No existe una producción
en serie (7), sino que se trata de monumentos particularizados.
• TIPO 1- Tumbos sencillas.
1.1.- Sin ningún tipo de señalización apreciable actualmente.
1.2.- Con indicación mediante adobe o laja de piedra.
1.3.- Con amontonamiento de piedras.
• T[PO 2- E.vtructuras tumulares.
2.1.- Sencillas. de sillarejo o sillares; cuadrangulares o rectangulares; con o sin gradas;
de pequeñas dimensiones (inferiores a 4 m de lado).
2.2.- Complejas/ principescas. de sillarejo o sillares; cuadrangulares o rectangulares:
con o sin gradas; de grandes dimensiones (en torno o superiores a 4 m de lado}.
• TIPO 3- Estructuras de mamposterla.
• TIPO 4- Tumbas de cámara hipogeo o semihipogea.
4.1.- Estructuras de piedra, construidas subterráneas o excavadas.
4.2.- Estructuras de adobe, semiexcavadas o construidas en superfic. e.
i
• TIPO S- Programas formoles y decorativos de carácter monumental.
S. l.- Monumentos turrifonnes.
S.2.- Pilares-estela.
S.3.- Plataformas decoradas.
S.4.- Esculturas sobreelevadas:
a) - Personajes sedentes o entronizados masculinos o femeninos.
b) - Jinetes o caballeros.
e) - Personajes estantes masculinos o femeninos.
d)- Bustos masculinos o femeninos.
e) - Esculturas zoomorfas.
f) - Grupos escultóricos.
S.S.- Otras e~tructuras monumentales:
a) - Fachadas decoradas.
b) - Hornacinas decoradas.
e) - Altares o aras.
S.6.- Estructuras de tipología indeterminada.
a) - Monumentos que integran parejas zoomorfas.
• TIPO 6- Estelas.
6.1.- Estelas antropomorfas o estatuas-estela. masculinas y femeninas.
6.2.- Estelas decoradas, con o sin epigraffa.
6.3.- Estelas epigráficas sin decoración.
Cuadro 1.- Propoesb sobre la moaUIIlalt.wllrac:iM de la tumba lb&lca, sqán Izquierdo (1997).
(7} En otros 6mbi10S del Mcditenineo antiguo como la Grecia del s. VI a.C•• d fenómeno de los c:ncargos de escultura funervia es cada vez mejor oonocido (Viviers. 1992. passim). Y, en es1e sentido. 110 parece documenlai'Se en los ta1ktes iticos arcaicos
una producción en serie "a la espera del destioawio". sioo que ~ funcionan a panir de encar¡os pcnooalizados. La epigrafia ha
desvelado numerosas claves en esta lfoea.
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TIPOLOGÍA E ICONOGRAFÍA DE LAS ESTELAS ffiÉRJCAS
269
Fruto del estudio de un tipo monumental como es el pilar-estela y su integración en el paisaje funerario ibérico (Izquierdo, 1998a), una de nosotros ha efectuado una propuesta abierta y
flexible acerca del grado o los niveles de monumentalización de la tumba ibérica (cuadro 1).
A modo de ejemplo, para el tipo 1 -tumbas sencillas-, contamos con abundante documentación en gran parte de las necrópolis excavadas. Los restos cremados de los difuntos, a grandes
rasgos, se depositan bien directamente en un hoyo excavado en la tierra, bien en un vaso funerario enterrado en el suelo (8). El enterramiento puede no tener ningún tipo de seiialización conservado o bien estar indicado mediante adobes, una losa o un amontonamiento de piedras, como
en la necrópolis del Cabezo Lucero (9) (Guardamar del Segura). Más complejas son las estructuras tumulares (tipo 2), tan bien documentadas sobre todo en el ámbito del sureste peninsular
(Blánquez, 1990), de forma cuadrangular o rectangular, más o menos sencillas, de hasta 4 m de
lado, de sil.larejo o sillares, con o sin gradas, tales como la "tumba de las damitas" del Corral de
Saus (Mogente); o bien, estructuras complejas. conocidas como "principescas", de mayores
dimensiones y grado de monumentalidad, igualmente de siUarejo o sillares, con o sin escalonamiento, tal como la conocida tumba núm. 200 de El Cigarralejo de Mula. A medio camino entre
los empedrados tumulares y las tumbas de cámara, podrían situarse las denominadas estructuras
de mampostería (tipo 3 de nuestra clasificación), que utilizan un sistema constructivo mixto con
mampostería y adobes para el alzado, reconocido en la necrópolis de Castellones de Ceal
(Hinojares) (Chapa, Pereira y Madrigal, 1993, 413-416). Las tumbas de cámara, por su parte,
(tipo 4) pueden ser clasificadas en estructuras de piedra o de adobe; las primeras, bien construidas
bajo tierra, o bien excavadas, pueden ser ilustradas con el magnífico ejemplo de la cámara sepulcral de Tútugi en Galera y las segundas -subtipo 4.2.-, con alzado de adobe, serniexcavadas o
construidas en superficie, se encuentran también en CasteUones de CeaJ ( 10).
En cuanto a los programas decorativos que exaltan la tumba (tipo 5) encontramos una rica
diversidad y muy distintos grados de monumentalidad. Destaca el monumento en forma de torre
del tipo Pozo Moro, único y excepcional en su conjunto (Almagro, 1983a); los pilares-estela
(Almagro Gorbea, 1983b; Izquierdo, 1998a); las plataformas monumentales, como las citadas del
Cabezo Lucero (Llobregat, en Aranegui, Jodin, Llobregat, Rouillard y Uroz, 1993); las esculturas
sobreelevadas de personajes entronizados masculinos, caso del Cabecico del Tesoro (Ruiz
Bremón, 1991) o femeninos, caso del Cigarralejo (Cuadrado, 1995); esculturas de jinetes, como
el caballero de Los Villares (Blánquez, 1993), posibles personajes estantes o bustos masculinos
o femeninos, asf como esculturas zoomorfas y grupos escultóricos, cuya presencia podría deducirse en algunas necrópolis a partir del hallazgo de fragmentos de esculturas antropomorfas y/o
zoomorfas reempleados, como parece revelarse, con aún muchos interrogantes, para el caso de
La Alcudia de Elche. Pero también dentro de este conjunto de monumentos se ha supuesto la
existencia de otras estructuras, tales como las fachadas decoradas en Cástulo (Lucas y Ruano,
1990) o las hornacinas decoradas y altares -en El Cigarralejo- (Castelo, 1990). A estos tipos
podrían sumarse otras estructuras de tipología indeterminada, propuestas a partir del hallazgo de
esculturas zoomorfas pareadas -monumentos que integran parejas de animales como esfmges o
sirenas y, en algún caso, leones (Izquierdo, en prensa)-.
{8) No es nuestro objetivo en este trabajo extendemos sobre estos aspectos. Pata ello existen trabajos específiCOS como el
de Rafel ( 1985): asimismo. a modo de sCntesis pan los distintos territorios del mundo ibmeo. cf. BIAnqua y Antona ( 1992).
(9) Lajas ~lreaS se han doc:umcnlado en esta ncaópolis en el cuadro A.8 (Jodin. en Aranegui. Jodin. UobreJat. Rouillatd y
Uroz. 1993. 40): asf como amontonamientos de piedras en los puntos 29. 34. 69 y 15 (ld~m. 1993. 39).
(10) Tumbas nl1ms. 5066. 5617 o 5719 (Chapa y Peteira. 1986).
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ISABEL IZQUIERDO Y FERRAN ARASA
Finalmente, contamos con el conjunto de estelas (tipo 6), sobre el que nos extenderemos
en este trabajo, en el que se distinguen diversos subtipos (Lucas, Ruano y Serrano, 1991;
Oliver, 1996), según criterios tipológicos e iconográficos, como las antropomorfas o estatuasestela, masculinas -Altea la Vella (Morote, 1981) o la recientemente publicada de Nogueruelas
(Arasa e Izquierdo, 1998)- y femeninas -como el ejemplo de La Serrada (Izquierdo y Arasa,
1998)-; las estelas decoradas, entre las que destaca el grupo del Bajo Aragón (Marco, 1978),
en algunos casos con epigrafía, y, finalmente, las estelas epigráficas (Mayer y Velaza, 1993),
no decoradas.
2.3. ESTELAS, CIPOS Y PILARES-ESTELA
La estela funeraria, desde el punto de vista morfológico, podría definirse como una estructura arquitectónica de desarrollo vertical, posible soporte de figuraciones y textos, cuya anchura
se destaca para la disposición del mensaje iconográfico y/o lingüístico. La estela ibérica, como
tipo monumental, comparte con los pilares-estela elementos formales, decorativos, valores y funciones. Si formalmente se trata de monumentos diferenciados, en el plano conceptual no estamos
~nte tipologías autónomas. Estelas, pilares y cipos en ocasiones son confundidos en la bibliograffa (11). La terminología, en ocasiones, puede ser polivalente y las distinciones entre tipos
pueden derivar de necesidades normativas de clasificación en la actualidad, más que de específic.as o determinantes diferenciaciones en el pasado, al menos conceptualmente (12).
Hay dificultades a la hora de atribuir definiciones ónicas y precisas a algunas piezas, que
además de tratarse de estructuras funerarias de desarrollo vertical con alguna o todas sus caras
decoradas -estelas-, presentan un matiz diferencial añadido como la hipotética capacidad de ser
receptora de algún tipo de función ritual. Así, en diversos ejemplos ibéricos al cipo se le ha atribuido una funcionalidad suplementaria -como la posibilidad de realizar libaciones- al carácter de
monumento funerario que presenta. Muñoz (1983) definió de esta manera el bloque hallado en la
necrópolis de El Poblado de Coimbra del Barranco Ancho (Jumilla). Su designación como cipo
funerario ha sido seguida por la mayor parte de la investigación. Se trata del conocido cipo decorado con figuración compleja, que ha sido posteriormente considerado como elemento sustentante del monumento funerario, tipo pilar-estela, propuesto para la sepultura m1m. 70 de esta
necrópolis (lniesta, Page y García Cano, 1987). Por otro lado, cabe citar el hallazgo del cipo
decorado de la necrópolis del Corral de Saus (Mogente). Este gran bloque rectangular, mal conservado, de morfología parecida a la anterior, presenta una de sus caras mayores rebajada, aunque
( 11) En la Utetat.ura especializada oo erute apenas unanimidad al utlUzar estos tmninos. Hemos de c:onst.aW que ellámioo
estela se emplea pata la definición de monumentos funervios indicadofes de tumbas -función tambibl del cipo-. que puede COOl.lr
con decoración y una iconografia que ototga un valor simbólico suplementario al de mero signo-marcador del entenamiento. Segán
algunos vocabuJarios al uso ~reridos a la escultura antigua. el cipo es definido como una pequefta estela con forma de pilar cuadrado
(AAVV. 1978).
(12) Para el mundo fenicic>-pc1nico. Tore ( 1992, 178-180) distinguió en~ las tsttlas o losas pW"eas clcslaaldas por su liguI'IICión incisa o en relieve en su cara anlel'i«. mis destacada. con predominio del sentido de la anchura: los cipos o piedru seftali.
zadoras de tumbas, de t.amdo y tipología variada, con prtdominlo del sentido de la altura; los Mtilos, con forma humana y rasgos
fiSOOÓIII.ÍCOS en ~lieve sobre la cara anterior: y los altaru. de medianas o pequellas dimensiones. generalmente de base lrOOCOpiramidal y molduras en la parte superior.
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TIPOLOGÍA E ICONOGRAfÍA DE LAS ESTELAS lBIDuCAS
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se observa parte de un bajorrelieve que representa un jinete (13). La pieza podría ser restituida
bien exenta, o bien como parte de un pilar-estela coronado por una moldura de gola (Izquierdo,
1998a. fig. 121 ). Ambos ejemplos, cercanos en el espacio y en el tiempo, según nuestro criterio,
son exponentes de un mismo tipo monumental.
En otro orden de cosas, estelas y pilares han sido unificados en alguna ocasión como ejemplos de un único tipo de monumento. En el conjunto de estelas del Bajo Aragón (v. infra) algunos
ejemplos como el de Valdevallerías de Alcañiz o, sobre todo, El Acampador de Caspe han sido
descritos como pilares-estela. SeglÍD López Monteagudo (1983) la estela de Caspe viene a
suponer la trasposición, en época posterior, de los antiguos pilares-estela ibéricos. La cronología
de este monumento se ha situado en el siglo II a.C., aunque algún autor, precisamente por su similitud con aquellos, ha considerado que es más adecuado fecharlo en el siglo m a.C. (Beltrán,
1996, 183). Su funcionalidad funeraria y el simbolismo en relación con la heroización del difunto
serían comunes. Efectivamente, esta estela podría compartir con los pilares-estela del Ibérico
Antiguo y Pleno funciones, valores y hasta iconograffas, como la presencia del felino que la
remata (Martín Bueno y PeiJicer, 1979-1980, 418). Es evidente el valor funerario del soporte y
de su iconografia: el león, con toda la carga simbólica y apotropaica, bien conocida en el arte ibérico, y de manera destacada como remate de los pilares (Chapa, 1985, 123-150). Parece más adecuada. no obstante, la definición del bloque de Caspe como estela y no como pilar-estela. dadas
sus características y su indudable vinculación -tanto desde el punto de vista iconográfico y
formal , como cronológico y cultural- con el conjunto de las estelas bajoaragonesas en el que se
inscribe claramente.
En definitiva. volviendo a la cuestión que aquí nos ocupa. hemos optado por una definición
flexible de la estela ibérica (14). La clasificación de las piezas se ha realizado en atención al tipo
y la decoración, distinguiendo en primer lugar la morfología antropomorfa por su carácter singular y distintivo. La iconografia. por otro lado, juega un papel determinante en nuestra ordenación, y así hemos diferenciado los distintos grupos de estelas decoradas -con o sin epigrafía- de
las estrictamente epigráficas, sin ningún tipo de ornamentación.
3. LAS ESTELAS mÉRICAS
3.1. ESTELAS ANTROPOMORFAS
El conjunto de estelas antropomorfas o estatuas-estelas constituye un grupo individualizado
desde el punto de vista tipológico dentro de las estelas funerarias ibéricas, de creciente documentación (Izquierdo, 1998b). Destacaremos inicialmente su variedad en las formas, dimensiones y elaboraciones. Su amplia dispersión en los distintos territorios de la geograffa ibérica y
su amplitud cronológica desde el Ibérico Antiguo al Tardío corrobora su aceptación en la
( 13) En La Alcudia de Elche se documentaron lambitn dos bloques 1abndos -¿es~elas?. ¿frisos decollldos?· coo jioece armado
y cabaiJo e inscripción m un caso (Chipa. 1985. 4S).
{14) Tambim podñan quedar cngloblldos m esta dctinic:.óo de estela ejemplos como el de la plaquita de caliza o pinax de 25
i
ande altura. que se descubrió sobR la lliiDbll nám. 100 de la necr6polis de La Albufcrcta (Alicance) (Uobrcpt. 1972. I.SO..ISI .
lú\s. vn y XXX). Esta plaquita polic:romada. que se alzaria sobR el encerramiento. representa una composicióo coo un personaje
femenino -hilandera- y ouo masculino m una escena de despedida.
-27 1-
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ISABEL IZQUIERDO Y FERRAN ARASA
212
sociedad ibérica. Las piezas objeto de nuestro análisis son (cuadro 2) las de La Serrada de Ares
del Maestre (Castellón) (Izquierdo y Arasa, 1998) (fig. 4), Altea la Vella (Alicante) (Morote,
1981) (fig. 5, 1). El Mas de Barberán de Nogueruelas (Teruel) (Arasa e Izquierdo, 1998) (fig. 5,
2) y Espejo ( 15) (Córdoba) (Lucas, Ruano y Serrano, 1991 ).
--
Elpejo (JMn)
Figura 4.- Estelas antropomorfas o estatuu-atela IWricu. Sl¡los V/ lV-W 1 a.C.
YACIMIENTO/
LOCA.LIZACIÓN
ICONOGRAF(A
CRONOLOGfA
BIBLIOGRAFfA
Altea la Vellal l
Allta la VeUa. Alicante
Masculina·Annu
S. V-IV a.C.
Morote (198 1}
El Mas de Barbeñn/1
Nogueruelas. Teruel
Masculina·Annu
S. ll·l a.C.
Arasa e ~uíerdo
( 199 )
La Semdal l
Ares Maes~. Castellón
Femenina-Joyas
S. IV·U a.C.
Izquierdo ~ Arasa
Espejo/1
Espejo. Córdoba
Femenina-Joyas
S. IV-m a.C.
Lucas, Ruano )
Serrano ( 1991
NÚM. ESTELAS
( 199 )
Cuadro 2.- Estelas antropomorfas IWricas dtaclas en el texto.
( IS} Como paralelos directos de ~ta pina 5e han seaalado dcnas piezas de los coqjuntos vocivos de Torreparedooes
y TorrebenzaiL uf como algunas esculturas del Cerro de los Santos de Montealegre del CastUio y diversas esculturas cordobesas.
una de las cuales ·figura masculina del Cmo de los Molinillos de BfiCt\8· podrfa incluine en la serie de ~telas anlropOIDOI'fas (Luc:as.
Ruano y Serrano. 1991. 303).
- 272 -
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TIPOLOGÍA E ICONOGRAFI'A DE LAS ESTELAS IBÉRICAS
2
3
Figura 5.- Estelas ibéricas con decoración figurada. 1- Estela antropomorfa masculina de Altea la Vella
(Alicante) (foto J. Gisbert). 2- Estela antropomorfa masculina con inscripción del Mas de Barberán
(Nogueruelas, Teruel) (foto, a utores). 3- Detalle de la es tela de El Acampador (Cas¡>e, Zaragoza)
con registro de escudos e inscripción (foto, Beltrán, 1996). 4- Estela de El Mas de Magdalenes
(Cretas. Teruel) (foto, Beltrán, 1996).
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273
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ISABEL IZQUIERDO Y FERRAN ARASA
En cuanto a los materiales utilizados, como ocurre en general en la arquitectura y la escultura ibérica, se utilizan areniscas y calizas de procedencia generalmente local. Se trata de piedras
blandas, de texturas más o menos homogéneas, que se pueden labrar fácilmente. Los bloques son
monolíticos prácticamente en todos los casos considerados y presentan formas variadas: prismáticas cuadrangulares, al modo de un pilar en Altea la Vella -108 x 29 x 20- ( 16); tendentes al rectángulo en Nogueruelas -135,5 x 29,5 x 13- y Ares del Maestre -83,5 x 21 ,2 x 12-; o troncopiramidales en el caso de Espejo -45 x 26 x 24-.
En lo que respecta a las dimensiones, la altura presenta tres formatos diferenciados: las
piezas con figuración masculina se sitúan ambas por debajo de 150 cm; la estela de Ares se aproximaría a 100 cm -sumando el módulo de la cabeza no conservada-; y la de Espejo superaría los
50 cm, siendo la pieza de formato menor. En cuanto a la anchura, de nuevo las piezas de Altea y
Nogueruelas tienen similares características (29 cm); las piezas con figuración femenina presentan medidas ligeramente inferiores (26/21 cm). Los grosores, finalmente, oscilan desde los 24
cm en Espejo, los 20 cm en Altea, basta los 13/ 12 cm de las piezas recientemente publicadas de
Ares y Nogueruelas.
La representación de la figura humana es en general esquematizada, tendente a la abstracción y la geometrización. La imagen de la cabeza, desafortunadamente, no es conocida, bien
porque las piezas están fragmentadas y ésta no se conserva -en la mayor parte de los casos-, bien
porque se abstrae su representación, como en el ejemplo de Nogueruelas. Los hombros aparecen
figurados, ya sea integrados en el desarrollo del bloque y resaltados a veces mediante la técnica
de la incisión, o ya sea modelados y alisados, ligeramente asimétricos, como en el caso de
Nogueruelas. Las extremidades superiores siguen distintas convenciones, como en las estelas de
Altea y Espejo, donde aparecen flexionadas por el codo y con los antebrazos apoyados sobre el
tórax en posición asimétrica. Las manos en estos casos no están unidas. A veces no es explícita
su representación, como en la estela de Ares del Maestre, donde quedan ocultos cubiertos por el
pesado manto que viste la imagen. Las extremidades inferiores no se representan en ningún caso
a excepción de la estela de Altea, en cuya cara frontal aparecen incisos los pies del personaje masculino, como en algunos exvotos ibéricos.
Con respecto a la iconograffa, contamos con dos tipos genéricos: por un lado, la dama, entendida como la representación de la imagen femenina, ataviada a la usanza ibérica con sus mejores
prendas -túnicas decoradas con o sin cinturón y mantos decorados- y adornada con joyas tales
como collares, colgantes o brazaletes. Por otra parte, conocemos el tipo del personaje masculino
portador de armas o guerrero, que puede aparecer vestido con túnica y cinturón, dotado de varias
armas ofensivas o defensivas. Pero, si analizamos los casos de manera pormenorizada, la vestimenta por ejemplo muestra algunas diferencias. En las representaciones masculinas, tan sólo el
personaje de Altea muestra una túnica larga con escote "en V" y ancho cinturón liso que aparece
representando sobre las cuatro caras de esta estela concebida como un pilar. En el ejemplo de
Nogueruelas, muy esquemático, no se labra ningún detalle de la indumentaria. Las figuras femeninas aparecen vestidas con túnicas rectas decoradas, como en el caso de Espejo, donde el cuerpo
inferior de la túnica aparece profusamente ornamentado con motivos geométricos dispuestos en
bandas horizontales. Incluso en este último ejemplo se ha apreciado la utilización de pintura y
( 16) Las dimensiones (altura x anchura x grosor mámnos) se expresan siempre en cm. Aquellas medidas que con seguridad
pueden considerarse incompletas figuran entre parintesis.
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TIPOLOGÍA E ICONOGRAFÍA DE LAS ESTELAS IBÉRICAS
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algún tipo de pasta o estuco que rellena algunas incisiones. La túnica de la dama de La Serrada
está ceñida por un ancho cinturón decorado con colgantes que presenta una cenefa bordada inferior. Delimitando lateralmente la estela se resaltan los bordes que corresponderían al grueso y rico
manto que, sobre la fina túnica ornamentada, cubre a las más destacadas damas ibéricas. Las
joyas que muestran estas damas son en ambos casos collares: la de Ares presenta tres rígidos concéntricos, a modo de elipse, con un colgante central cada uno. La dama de Espejo porta un
posible collar de dos weltas acoplado al escote en pico de la túnica.
El modelo de dama que estudiamos ofrece elementos y rasgos compartidos con otras representaciones femeninas y en particular con esculturas ibéricas en la indumentaria y adornos
(Izquierdo y Arasa, J998). No obstante, las damas de La Serrada y Espejo se inscribirían estillsticamente en un grupo de segundo rango, lejos de la gran plástica ibérica. La controvertida
"dama" de Cehegín (Lillo y Melgares, J983), procedente del yacimiento de El Tollo (Cehegín,
Murcia), podría integrarse también en este segundo grupo. La imagen de la "dama", de apariencia
esquemática y rígida, tallada sobre un bloque prismático dispuesto sobre plinto, representa, con
estilo tosco, a una mujer que porta en su mano izquierda un espejo y en su derecha, probablemente, un vaso. Esta escultura de época ibérica avanzada podría inscribirse también en la categoría de estatua-estela femenina (Izquierdo y Arasa, 1998, 191, lám. 7).
El armamento, por otro lado, constituye la caracterización iconográfica más destacada en las
estelas con representaciones masculinas. El personaje de Altea la Vella muestra frontalmente un
cuchillo afalcatado ( l 7), muy próximo a su mano izquierda. Sobrepuesta al antebrazo derecho, a
la altura del codo, aparece una espada de empuñadura de antenas, que viene a descansar en la
parte inferior del cinturón que ciñe la túnica. En la estela del Mas de Barberán, sobre Jos hombros se representan las correas que sujetan un disco-coraza pectoral dispuesto en el centro del
torso. A modo de paralelos iconográficos en la estatuaria ibérica, son numerosos Jos ejemplos de
representaciones masculinas con armamento, sobre todo ofensivo, pero también defensivo.
Encontramos esculturas masculinas con espadas en los grupos del Cerrillo Blanco y Cerro de los
Santos (Ruano, 1987, I, figs. 38 y 40). Con respecto a los discos-coraza. destacamos el caso de
los guerreros también del Cerrillo Blanco (Negueruela, 1990, 141-148), entre otros (Arasa e
Izquierdo, 1998, 87-92).
Otra cuestión que trataremos es la cronología, sobre la que se plantean dudas derivadas esencialmente de la ausencia de contextos precisos. La estela de Altea podría situarse en un momento
antiguo no determinado, posiblemente entre Jos siglos V-IV a.C. La tipología del armamento
representado y el contexto ceramológico asf lo indican. Para la pieza de Espejo se ha propuesto
una fecha insegura de finales del siglo IV en función de su carácter esquemático y la conjunción
de tradición antigua y asimilación de influjos externos (Lucas, Ruano y Serrano, 1991, 318). La
estela de La Serrada correspondería a un momento intermedio entre la incorporación de las
grandes damas al repertorio de la plástica ibérica y la serie de las estelas epigráficas, de cronología ya más tardía, por lo que puede fecharse entre Jos siglos IV y ll a.C. El ejemplar más tardío
es el de Nogueruelas, que presenta una inscripción en signario ibérico noribérico y se data ya
entre los siglos ll y 1 a.C. Esta estela ha sido asociada a la necrópolis donde se halló un lote de
armas ~básicamente lanzas, espadas del tipo de La nne y puñal- datado también desde fines del
( 11) Este elemento presenta coonocaciooes simbólicas rituales y/o sacriliclales en la c:ultura ibmca. ldemú de un valor de
presti¡io (Quesada. 1997. l. 523·533).
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ISABEL IZQUIERDO Y FERRAN ARASA
Flaura 6.- DilperslcSa ele las estelas antropomorfas o estatuas estela lb&lcas en la Pen.fasula dtlldas en el tato.
m
siglo
al siglo 1 a.C. (Izquierdo, 1999). En definitiva, se observa, pues, un arco cronológico
amplio donde la estela epigráfica de Nogueruelas asegura la perduración de esta serie en época
ibérica tardía, ya en contacto con el mundo romano.
En síntesis, las estelas antropomorfas ibéricas conocidas se reducen a escasos ejemplares (18).
Las piezas que hemos comentado, presentan rasgos compartidos en su estructura general, figuración antropomorfa y escasos alardes técnicos, pero manifiestan asimismo diferencias en sus
dimensiones, forma y decoración. Su localización geográfica, a su vez, las sitúa en territorios
muy distintos entre sí como la campiña cordobesa, la costa alicantina y la montaiia turolense-castellonense (fig. 6). Se trata de piezas singulares que revelan un marcado interés por representar
determinadas categorías de estatus y género, a través de atributos específicos y caracterizadores.
La precisión en los detalles anatómicos o la calidad en la labra son cuestiones secundarias.
Estamos ante talleres locales, caracterizados por un estilo poco cuidado y el trabajo con modelos
idealizados en los que la sociedad ibérica se reconoce. Personajes de ambos géneros, en todo
caso, pertenecientes a la élite de la sociedad que suponen la personificación del difunto tras la
muerte eo un monumento pétreo. Un simbolismo funerario, pero también conmemorativo, y
quizás ritual en el caso de Altea, se unen en estas piezas, con particularidades propias.
(18) Según las apreciacíooes de Luca.s, Ruano y Semmo (1991. 309). algunas de lu estelas epiplic:u GOmO liS de Canetlo
Rola. 8alassal o Cabene$ manifle5tan una fonna no totalmente ~ular, posiblemente 1111t0p0Cn0ña. Sin cmbar¡o. la moñol<>&fa
de esw piezas no pcnnite. en niiCSII'I opinión. calificarlas en absoluto de 1111rop01norfu. V. infra, liS este.las cplarific:as ibmcas.
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TIPOLOGfA E ICONOGRAfÍA DE LAS ESTELAS ffiÉUCAS
277
N
o •
-
, ....
A
Flpra 7.,... DlspershSo ele las estelas ib~rkas con decoradóo eu la Peofnsula dtaclas en el texto.
3.2. ESTELAS DECORADAS
El análisis y la interpretación de la iconografía seleccionada y plasmada en las estelas pueden
ofrecer claves para a proximamos a la ideología de los distintos territorios ibéricos. Además del
antropomorfismo, que hemos definido como una caracterización singular y esencialmente indígena
con una arraigada tradición en nuestra Península, la inclusión de elementos decorativos de muy distinta índole en estos monumentos puede ser reveladora de costumbres e influencias diversas.
Dentro de este epígrafe gen~rico de estelas ibéricas con decoración -y puntualmente en
algunos casos, además, con epigrafía- hemos considerado de forma individualizada diversos
grupos geográficos y cronológico-culturales (fig. 7) tales como, en primer lugar, el del territorio
del Bajo Aragón; los ejemplos del cuadrante noreste peninsular ( 19) -como el caso de Ampurias
o el pequeño grupo constituido por las estelas halladas en Badalona y Barcelona-; y, finalmente,
el de las estelas andaluzas de tradición púnica -Osuna y Marchena-. Valoraremos, en mayor o
menor grado, según los casos, la dispersión de las piezas, sus características morfológicas, iconografía y datación.
Los ejemplares del Bajo Aragón constituyen el grupo más importante de estelas prerromanas
con decoración de la Protohistoria peninsular. Dentro de su estudio sobre las estelas de los conventos Cesaraugustano y Cluniense, Marco (1978) distinguía las piezas de cronología anteimpe( 19) En este grupo son conocidos diversos ejemplares in6ditos COI'I decorlción, seglln el profesor F. Quesada (comunicación
oral). a quien agradecemos sus comentarios.
-277 -
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ISABEL lZQUlER.OO Y FERRAN ARASA
278
rial, que representan una minoría, de Las de época plenamente imperial. Entre las primeras cabe
destacar las estelas gigantes de Cantabria y su ámbito de influencia -Galclácano, Meñaca-, Las
estelas con inscripción ibérica de Clunia y otras dentro del grupo burgalés -Iglesia Pinta y Lara.
asf como otros ejemplares aislados -de Oyarzun e lruña-, cuya cronología se sitúa entre los siglos
U y 1 a.C. Las estelas del territorio del Bajo Aragón (cuadro 3) se incluyen en este grupo y poseen
en conjunto una datación entre el siglo n y la primera mitad del 1 a.C. (v. infra). Estas estelas han
sido objeto de diversos trabajos en el pasado por parte de Cabré ( 19 15- 1920), Boscb Gimpera
(19 J5- J920) y Femández Fuster (J 951 ), basta llegar a Las publicaciones más recientes de Marco
(1976, 1978, 1983-1984, entre otras), Martín Bueno y Pellicer (1979-1980) y Quesada (1994),
sin ánimo de ser exhaustivos.
YACIMIENTO/
LOCAL.lZACIÓN
ICONOGRAFÍA
BIBLIOGRAFÍA
El Palao/4
Alcadiz, Terucl
Jinete· Armas-Orlas
Marco (1976), Belttin (1996, 177)
Valdevallerias/1
Alcalliz, Terucl
Armas-Orlas
Marco (1976). Belttin (1996. 177)
¿San Anlonio?/1
Calac:eice, Terucl
Jinele·Armas-Orla
Marco (1978, 205); Bellrin (1996, 177)
El Mas del Rey/1
Calaceice. Ttnld
Camino de Sarua Anlll
Calaceite. Ttnld
Jinele·Armas-Orlas
Marco ( 1978. 205); Bellrin (1996. 170)
Les MiraveleS/ 1
Vakletonno. Ttnld
Caballo
Marco ( 1978. 207); Belirio ( 1996. 177)
Torre Gacberol 3
Valdmobles., Terucl
Annas-Orlas
Auün (1979); Bellrin (1996, 177)
El Mas de Percbldes/1
Valdmobles. Terucl
Armas-M. geocnM:os
Marco (1978, 207); Bellrin (1996. 177)
El Mas de Pete la Reina/3
Valderrobles. Terucl
Armas-M. zeonXtricos
Marco ( 1978. 207); Bellrin ( 1996. 177)
El Barranco Callplüll
Craas. Ttnld
M. ~
Marco (1978. 20S); Bellrin (1996. 177)
El Mas de Sipla/1
Crew. Terucl
Armas-Orlas
Marco (1978. 20S); Bellrin (1996, 177)
El Tossal de les Focques/1
Cretas, Teruel
Armas·M. geomtuicos
Marco (1978. 205); Bellrin (1996, 177)
El Palomar/!
Oliete. Terucl
Armas-Orla
Marco {1978. 188); Belttin ( 1996, 177)
El Mas de las Maw/1
El Mas de las Malas. Terucl
Arboriforme-Personaje
Ruano (1990)
El Acampador/3
Caspe, Zaragoza
Jine1e -Orla
Manfn-Bueno y Pelliccr ( 1979·80)
La Etmila de S. Marcos/!
Chiprana. Zaragoza
Caballo-Carro
Marco (1978. 204); Belu4n (1996. 177)
NÚM. ESTELAS
Marco ( 1978. 20S)
Cuadro 3.- Estelas ibéricas decoradas del
B~o Arqón.
Desde el punto de vista geográfico, se trata de una serie que aparece concentrada en TerueL, en
las localidades de Alcañiz, Caspe. Cbiprana. Calaceite, Cretas, Valderrobles y Valdetonno y El Mas
de las Matas (20). Se ha supuesto la existencia de un foco central dentro del ámbito bajoaragonés,
al norte, en la ribera del Ebro -Cbiprana. Caspe, etc.- y otro foco al sureste, determinado por las
(20) En d rtdence U'lbejo de Bellñn soln los iberos en Ara¡óo aparece una completa !folesis de los ~gos. su descripción.
deconlci6o. forma. dimcnsiooes, contextos y cronologías (Be.llñn. 1996, 175-183).
-278-
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TIPOLOGlA E ICONOGRAÁA DE LAS ESTELAS IB~RICAS
279
piezas de Cretas y Valderrobles (Marco, 1976, 89-90). En especial, destaca el grupo de Alcañiz,
Caspe y VaJderrobles, que engloba la mayor parte de piezas conocidas, de fuerte personalidad.
La tipologra elaborada por Femández Fuster y Marco venía a distinguir, en smtesis, las
estelas con representaciones figuradas anepígrafas -con el tema de jinetes aislados, jinetes sobre
supuestos enemigos vencidos, caballos, lanzas, medallones o rosetas-, las estelas con iconografía
y epigrafía en signario ibérico -con el tema de las armas y los motivos geométricos-. las estelas
sin iconograffa, sólo con elementos epigráficos y, finalmente, las piezas que evocan la estructura
de los pilares-estela, con epigrafía, donde el ejemplo casi único (21) es el de El Acampador
(v. supra) de Caspe (Martín Bueno y Pellicer, 1979-1980). Esta estela, coronada con relieve de
felino (fig. 5, 3 y fig. 8), destaca por su morfolog(a, iconografía e incluso, según la hipótesis de
distintos autores, como hemos visto, por su posible relación con los pilares-estela ibéricos en lo
que respecta a su forma y decoración (López Monteagudo, 1983, 264). En cuanto a la decoración, a la simbología del león se suma la presencia del friso central con armas -un scutum y tres
caetrae-, que evidencia elementos de prestigio de la panoplia ibérica, sin olvidar la inclusión de
la larga inscripción, que cuenta con elementos nominales (22).
Desde el punto de vista de la morfología de los bloques, en general, pocas son las observaciones que podemos apuntar, básicamente por la aJta fragmentación de gran parte de las estelas
de este grupo. En algunos ejemplos (Beltrán, 1996, 178) las piezas presentan un remate horizontal. En cuanto a las dimensiones conocidas, la aJtura no supera en ninguna de las estelas conservadas completas los 150 cm ( 146 cm en un ejemplar de CaJaceite y 130 cm en uno de Caspe),
aunque hemos de tener en cuenta el estado fragmentario de gran parte del conjunto. Las anchuras
de la mayor parte de las piezas se sitúan por debajo de 50 cm (46, 41, 39, 36, 27 a 26 cm), aunque
también se documenta un formato mayor que oscila entre 70 y 60 cm (en estelas de El PaJao de
Alcañiz o Caspe). En cuanto a los grosores, todos se sitúan entre 27 y 17 cm.
Iconográficamente, jinetes, lanzas, escudos, escenas bélicas y motivos geométricos, componen su universo particular. Representaciones de caballos y armas -sobre todo las lanzas- destacan en estas estelas. Precisamente las lanzas han sido interpretadas tradicionalmente como la alusión al número de victorias ganadas o de enemigos vencidos por parte del difunto, según la visión
de Cabré o Bosch Gimpera (1915-1920, 637-638) o como elemento de índole escatológica, símbolo de la pujanza y la heroización del difunto (Marco, 1976, 85-86). El tipo de representaciones
oscila desde la simplicidad de los motivos geométricos hasta la complejidad compositiva y temática de las escenas figuradas, como la conocida de El PaJao de Alcañiz, con mano, jinete armado,
personaje tendido, buitres, cánido y motivos geométricos secundarios (Beltrán, 1996, fig. J73).
La tradición historiográfica ha valorado fundamentalmente el sentido funerario de estas figuraciones de las estelas, destacando esencialmente la representación del caballo como elemento
sagrado en la heroización del difunto (Marco, 1983-1984). En esta linea interpretativa, recientemente Quesada (1994) ha propuesto una sugerente lectura en atención a una conocida cita de
Aristóteles (Polit. VD, 2, 11 ; 1324b) que alude a la antigua práctica de hincar lanzas o puntas
sobre los enterramientos. Las estelas, así, podrían reflejar esta tradición ritual atribuida a la cul(21) V. supra. La estela de Valdevallcrfas de Akañiz, oon ~de sus caras decoradas. ha sido asociada tambi~n ala tipología
1996. 17S).
(22) Los primeros investigadores que dieron a conocer la pieza insistieroo en la in~ión funeraria. la simbología del
león, que la vincula eon el mundo ib&ico de la costa mediterrinea y el registro eon iconogrlrra de escudos. sin colnlr en la atribución de cada uno a un cnemlgo vencido. segtln las tesis cltiicas de Cabd o Boscb. así como la importancia de la extensa inscripción
ibmca que presenta (Mutln·Bueno y Pelliccr. 1979-1980).
del
pil~r-cstela (Bcltrút.
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ISABEL IZQUIERDO Y FERRAN ARASA
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30cm
Figura 8.- Estela de El Acampador (Caspe. Zaragoza), sqún Martút Bueno y Pellker (1979-1980, flg. 3).
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TIPOLOGfA E ICONOGRAÁA DE LAS ESTELAS mÉRJCAS
281
tura ibérica en un soporte monumental a través de la presencia de annamento. BuriUo ( 1992, 577578) por su parte ya matizó el carácter suplementario de monumento conmemorativo al de exclusivamente funerario de estas estelas, poniendo de manifiesto los problemas derivados de la
ausencia de contextos arqueológicos y la reutilización de algunas piezas. Desde otra perspectiva,
Galán ( 1994) ha resaltado la marcada concentración de estos monumentos, al modo de emblemas
locales, en puntos nodales de la red de caminos de la comarca, y los interpreta en el contexto de
la conquista romana de zonas fronterizas en este territorio. De nuevo, el principal problema planteado en la interpretación de las estelas del Bajo Aragón es la ausencia de contextos que impide
precisar una funcionalidad específicamente funeraria para las piezas. Su código iconográfico
parece articular, efectivamente, como han señalado la mayor parte de autores, un lenguaje funerario, aunque no se pueden descartar en modo alguno otros valores y/o funciones en sus emplazamientos originales, ya sea en las inmediaciones de los poblados o en sus propias necrópolis.
Pero también en ocasiones, junto al clásico repertorio de armas, caballos o jinetes, en disposición más o menos compleja, en las decoraciones de las estelas del Bajo Aragón se añaden
motivos en forma de disco o roseta con radios o lunas, interpretados tradicionalmente como símbolos astrales (Marco, 1978, 99-100). Es el caso de las estelas de El Mas de Magdalenes (fig. 5,
4) o El Tossal de les Forques en Cretas (fig. 9), El Mas de Pere la Reina en Valderrobles (Cabré,
1915-1920, 630-633, figs . 439,440 y 442) o la estela de Torre Gachero de Valderrobles (Atrián,
1979, 174, fig. 13). En algunos casos además estas rosetas o discos protagonizan la ornamentación de la estela. El monumento de El Pilaret de Santa Quiteria de Fraga (78 x 33 x 29 cm),
desaparecido en la actualidad, presentaba este motivo junto a una inscripción ibérica (Fita, 1894;
Dominguez Arranz, 1984, 83; MLH, m, 0.10.1). Estas características decoraciones fuera del
territorio de Aragón cuentan con numerosos paralelos en el centro y noroeste peninsular y concretamente también en las piezas catalanas halladas en Baetulo y Barcelona, que también presentan, como en el caso de Fraga, inscripciones en signario ibérico (v. infra).
A la iconograffa se unen en detenninadas piezas -por ejemplo en El Acampador de Caspe o
El Mas de Magdalenes de Cretas- inscripciones ibéricas (cuadro 4) que otorgan a los monumentos un valor de prestigio suplementario (23). Al mensaje gráfico que proyectan estas estelas,
se suma el mensaje lingüístico que contiene la inscripción (Abásolo y Marco, 1995, 333). No obstante, interesa observar cómo los textos aparecen supeditados a las imágenes y ocupan una posición secundaria en relación a éstas. Asf se observa en la fragmentada pieza de El Mas de
Magdalenes (fig. 5, 4), donde el epígrafe se adapta claramente a la ornamentación del bloque y
se dispone en el escaso espacio entre la orla decorada y el friso con puntas de lanza. En el caso
de la estela caspolina ya citada, la inscripción se sitúa bajo la figuración del felino y el registro
con armas (fig. 5, 3). Podríamos plantear que en estas estelas que combinan imagen y texto, éste
último refuerza la capacidad simbólica de la primera, y quizás en algunos casos precisa o determina su significado.
(23) El singular monumento fWiet'lrio de Vispesa (Tamarite de Liten. Huesa) wnbiln combína fi¡Ul'ICiont$. donde
destaCa la represeo18Ci6n de manos. e inscripciones.
-28 1-
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ISABEL IZQUIERDO Y FERRAN ARASA
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3
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FJaun 9.- Este~u lbáicas da~ A.rag6a, seaúa Cabri (1915-1920, np. 439 a 44l).
1 y l- El Mas de Pere la RdDa. 3- El Mas de Mqdalmes. 4- El Toaal de les Forques.
YACIMIENTOI
NÚM. FSI'ELAS
LOCALIZACIÓN
ICONOGRAFÍA
BIBLIOGRAFÍA
El Mas de Ma¡dalenes/1
Cretas. Terue1
Arnw-M. ~cos
Marco ( 1978. 205): Be11ñn (1996. 177)
El Acampedor/ 1
Caspe. Zlragoza
Felino-Amias
ManJn-Bue.no y PeUicer (1979-80)
El Pilaret de Sanua Quíteriall
Fraga. Zaragoza
Roseta-M. GcomWicos
Fita (1894): Domrngue.z Arranz.
Magallón y Casado (1984)
Cuadro 4.- Estelas Ibéricas decoradas aragonesas con eplgralla.
Fuera del tenitorio del Bajo Aragón, en el área costera catalana (cuadro 5) fueron documentadas dos piezas con decoración y sendas inscripciones que podrían constituir un pequeño (v.
supra) grupo de estelas. Descubiertas en eJ siglo pasado, la estela de Barcelona (Puig i Cadafalcb,
1934, 32) y la hallada en las inmediaciones de Can Paxau en Badalona (Guitart. 1976, 166, lám.
XLIV, 4), reproducen los ya conocidos motivos de la roseta sobre c(rculo y el creciente lunar, a
los que se suma en elllitimo ejemplar, como en el Bajo Aragón, la representación de armas -tres
puntas de lanza- y una inscripción de un nombre latino -CA/0- transcrito en alfabeto ibérico; asf
como otros motivos geomébicos, junto con una inscripción ibérica y la representación de dos delfines en la pieza de Barcelona.
- 282 -
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283
TIPOLOOfA E ICONOGRAÁA DE LAS ESTELAS méluCAS
Los motivos principales de estas dos estelas -discos radiados, crecientes lunares- tienen una
amplia difusión en los territorios del centro y noreste de la Península, tal y como muestra el catálogo de García y Bellido (1949, 321 -385). Como hemos observado a propósito de las piezas del
Bajo Aragón que presentan estas decoraciones (v. supra), en su interpretación ha destacado la
simbología en relación con cuerpos celestes con connotaciones funerarias. Interesa resaltar, por
otra parte, que estos ejemplos, datados entre los siglos J a.C. y 1 d.C., testimonian el fenómeno
de aculturación del que trataremos más adelante a propósito de las estelas epigráficas no decoradas. Se observa la pervivencia de tradiciones indígenas antiguas y su fusión con nuevos aportes
del mundo romano -los delfines por ejemplo son frecuentemente empleados en la decoración de
los monumentos funerarios romanos de época clásica-.
Sin alejamos del territorio del noreste, hemos de citar un ejemplo conocido de cronología
más antigua en relación a todas las estelas consideradas anteriormente. Se trata de la pieza de
Ampurias (Sanmartí, 1988), procedente posiblemente de la necrópolis ampuritana del Portitxol,
del siglo VI a.C. Presenta decoración con un motivo en espiral en ambas caras, que fue interpretado inicialmente como soliferrea y casco corintio, aunque recientemente se ha negado la presencia de tales figurac iones y se ha vinculado la estela con otras series del sur de Francia y
Etruria, con paralelos también en ambientes vilanovianos y Coceos occidentales, de carácter funerario y votivo (Domínguez Monedero, 1994).
YACIMJENTO/
NúM. ESTELAS
LOCALIZACIÓN
ICONOGRAFÍA
BIBLIOGRAFÍA
El PortitxoVI
Ampwias, Girona
Doble motivo en espiral
Sannwtl (1988)
Can Paxau/1
Blldalooa. Barcelona
Roseta-C. lunar-Armas
Guitart (1976. 166)
Bartelooa/1
Bartelona
Roseta-C.Junar-Oelfines
Puig i Cadafalch (1934, 32 y SS.)
Para concluir esta relación de estelas ibéricas decoradas, en el área andaluza (cuadro 6)
comentaremos el hallazgo de otras piezas interesantes de cronología tardía. Por un lado, hemos de
citar la estela de Marchena (SeviJJa), labrada sobre un bloque rectangular con resaltes superior e
inferior y decorada en sus caras frontal y lateral con el tema del caballo en ascensus y la palmera.
García y Bellido (1949, 305, lám. 245) incluyó este ejemplar en su catálogo de escultura romana,
considerándola una probable estela sepulcral, que hasta ese momento había sido vista como cartaginesa. proponiendo una datación en el siglo 1 a.C. Posteriormente se ha considerado que no
existen causas suficientes para retrasar tanto la datación de la pieza y se ha situado en el siglo m
a.C., en correspondencia con las series bárquidas de la ceca de Cart1ulgo Nova, que acuñó
monedas en cuyo reverso estaban presentes el caballo y la palmera (Chapa, 1985, 11 O Járn. Xlll).
,
Esta asociación iconográfica caballo-palmera, unida al soporte de la estela de Marchena, vinculan la pieza sevillana con las estelas púnicas cartaginesas. Como paralelo cercano, podemos
citar el relieve de un sillar, probablemente perteneciente a una estela, hallado en Osuna (Sevilla),
donde se representa una cierva y su cría ante una palmera (Chapa, 1985, 112), tema que evoca
una vieja tradición oriental. Se trata, en definitiva, de dos piezas que configuran un peque6o
- 283 -
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ISABEL IZQUIERDO Y FERRAN ARASA
284
grupo andaluz de estelas decoradas, con un componente o una adscripción púnica evidente, que
trasladan a un monumento pétreo iconografías plasmadas en otros soportes materiales.
YACIMIENTO/
LOC.ALlZACIÓN
ICONOGRAFfA
BIBLIOGRAFÍA
Marchena/1
Sevilla
OlbaiJo.Patmera
Chapa (1985. 110)
Osuna/1
Sevilla
Cierva y cría-Palmera
Olapa (1985. 112)
NÚM. ESTELAS
3.3. ESTELAS EPIGRÁFICAS SIN DECORACIÓN
Entre las estelas epigráficas, aquellas que no tienen decoración y sólo presentan un texto in~
crito en un campo preparado, constituyen el conjunto más amplio. Frente a 5 estelas decoradas con
inscripción, hay al menos 18 cuyo mensaje es exclusivamente escrito. Junto a la morfología (24),
el contenido funerario es el segundo elemento definitorio de este tipo de monumentos. Los estudios de conjunto sobre las estelas son muy escasos. Untermann ( 1990) ha analizado los textos
funerarios que aparecen en todo tipo de soportes pétreos, y, sobre esta base, Oliver ( 1995) ha publicado el único trabajo específico sobre las estelas. En el estudio de estos monumentos pueden distinguirse cinco aspectos que desarrollaremos de manera individualizada: dispersión, materiales,
morfología, textos y cronología.
El área de dispersión de las estelas epigráficas no decoradas es bastante similar a la de las
decoradas, con una mayor concentración en el noreste de la Península (fig. 10). Sin embargo, así
como el principal foco de estelas decoradas, epigráficas o no, se sitúa en el Bajo Aragón, la mayor
concentración de las no decoradas se da en la mitad norte del País Valenciano, especialmente entre
los nos de la Sénia y Xúquer. De manera general, las estelas epigráficas no decoradas aparecen en
una amplia zona que se extiende al menos desde Guissona (LJeida) hasta Llíria (Valencia). A las
15 reunidas por Untennann (1990), hay que afuldir los hallazgos posteriores de BeU-Uoc
(CasteUón) (fig. 11, 1), Guissona (Lieida) (fig. 12) (25) y La Pobla Tornesa (CasteUón) (26). En
conjunto, pues, hemos reunido 18 monumentos epigráficos que con total o bastante seguridad
pueden adscribirse a este tipo (27).
(24) De manera general no pueden oonsiderarse estelas aquellos monumentos que son mú ancbos que aiiOS; esiOS bloques o
losas pueden ser cscelas incomplew o penenec:er a otro tipo díferente de monumentos. En el caso de Sa¡unto. donde encontramos
el conjunto llW amplio de teliiOS ibbicos ~ piedra. no pueden considervsc estelas -aunque en ocasiones asl se denominen en la
bibliografía especialitlda- inscripciones corno F.ll.6. F.ll.l O. F.ll. ll , P. ll .ll y F. l1.14.
(lS) Agradecemos al profesor Joequim Pera. de la Univenital Aulbnoma de Barcelona. eJ blbcmos flcilitldo la infonnlci6o
y las fotografias de la csccla de Guissona.
(26) La lectura de los dos sl¡nos c:onscrvldos del teXto de csca insc:ripcioo no es ~ aunque incompletos en su parte
inferiOI'. no cabe ninguna duda -se¡dn observlcioo de la foto¡nfia- de que su lectura es l.a.{- y no rt.l. 1- corno publica su editO!'.
Con ello no se fiiCilita la idenlificfocloo dcllbmino que figura en el cncabezamicnto dclteltto, pues no se conoce nin¡dn elemento
anll'OpOIIúnioo con lal comienzo.
(27) El contenido funerario de sus teJttos y las propon::iones de algunos monumentos incompletos permiten pensar que wnbi61
otros ep(grafes ibmcos debieron set" en realidad estelas, entre ellos los epfgrafes de Civil en Tmagona (Velaza. 1993), Els TossaleiS
de Les Coves de ViiUOllll en CastcUoo (P.l.l), El Cami del Moll de TeiTIICig en Valencia (Fieu:her y Gisbett, 1994). alguliO.J de los
numerosos teliiOS ~ piedra de 'J'arragona y Sagunto e IPCiuso el mú meridional de los texiOS i~rioos ~ piedra hallado en el
Ceno de Maqui:z de Menjlbaren J~n (H. JO. I).
-284-
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TIPOLOG(A E ICONOGRAFÍA DE LAS ESTELAS lBáJCAS
285
N
A
y....,.
1· \1c. 2~ 3- a.nlll Pwp6U de Mogodl. 4- Fl'lgl.
&- El Aldlll ~ ~ El Morr6n dll Cid. 7- El ... de CcMt:l6
de Dlll. ~ LM 1.Mn11M. f. El 8rc11nrll 1~ La 81118'..,.,
11--..... 12- LlfiL 13- El Pozo.
o
80 100 1110 km
Flpra 10.- DlspenMSn de 1M estelas eplpilku lb&icas sin decondón ea d cuadrante aoreste peninsular.
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ISABEL LZQUIERDO Y FERRAN ARASA
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Figura 11 .- Estelas epigráficas ibéricas. 1- Estela d e Bell-lloc (Castellón} (foto, F. A rasa). 2- Estela de Sinarcas
{Valencia) (foto, Archh·o .I.P.). 3- Estela de Sagunto {Valencia), según Valcá rcel (1852). 4- Estela d e Cabanes
(Caste.Uón) {foto, Museo Arqueológico de Cataluña, Barcelona).
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TlPOLOGlA E ICONOGRAFÍA DE LAS ESTELAS IBÉRICAS
Figura 12.- Estela epigráfica de Guissona (fotos, Joaquim Pera).
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287
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ISABEL IZQUIERDO Y FERRAN ARASA
YACIMIENTO/
NÚM. ESTELAS
BIBUOGRAFÍA
LOCALIZACIÓN
DIMENSIONES
VICII
Barcelona
112.5 X 40 X 37
MUillD.2.1
Guissona/1
l..kida
189 X 38.5 X 17,5
GuiWt tt allii, 1996
Santa ~ua de Mogoda/1
Barcelona
107x52x31
MUIW C.IO
.I
Fraga/1
Zaragoza
78x 33 x 29
MLH m0. 10.1
El Pla deis Vinyets/3
Canet lo Roig. Castellón
(50) X 48 X 12;
(68) X 35 X 13,5;
(55) X 43 X 15
MUI m F.2.1-3
El Morrón del Cid/1
La lglesuela de.l Cid. Teruel
(101) X 55 x 27
MUIWE.8.2
El Mas de Corbó de Dah/1
Benassal. Castellón
(43,5) X 34.5 X 10
MLHWE.9. 1
Les llAnties/1
Bell-lloc, Castellón
(63) x (34) x 17
Arasa. 1989
El BrosseraV1
Cabanes. Castellón
105 X 45 X 26
MLH W F.S.I
La Balaguera/ 1
La Pobla Tornesa. Castellón
(46.5) X 32.5 X 33,5
Allepuz. 1996
Sagunl/4
Valencia
(48,5) X 52 X 37;
(42) X 44 X 20,5; (43) X 48;
137.5 X 38.5
MLH W F.ll.l-3, 1
3
llfria/1
Valencia
(67) X 34 X 37
MUIW F.I3.1
El Poz.tYI
Sinarcas. Valencia
(78) X 43 X 12
MUI m F. l4.1
Dado lo limitado del número de ejemplares, la consideración de grupos es puramente aproximativa. Pueden distinguirse dos pequeños focos en Castellón, con 7 ejemplares, y Sagunto, con
4. Todos los hallazgos del primero se concentran al norte del río Mijares; 3 de sus ejemplares proceden de una misma localidad, y a este grupo puede unirse por su proximidad y similitud la estela
de la Iglesuela del Cid. Este grupo se encuentra situado geográficamente entre el del Bajo
Aragón, constituido en su mayoría por estelas decoradas, y el formado por los epígrafes de la
ciudad de Arse-Saguntum, con 17 textos sobre piedra, de los que al menos 4 pueden identificarse
como estelas. Al norte quedan las estelas de Guissona, Santa Pe~tua de Mogoda y Tona, que
junto a las decoradas de Badalona y Barcelona conforman un pequei\o grupo poco homogéneo y
bastante disperso. Al sur sólo encontramos las estelas de Llíria -de procedencia exacta desconocida- y Sinarcas (fig. 11, 2)
Los tipos de piedra utilizados entre los ejemplares conservados son de procedencia local:
caliza y arenisca. De los 16 ejemplares conservados, 9 son de caliza y 7 de arenisca . En cuanto a
su morfología, las estelas son monumentos concebidos para ser contemplados de pie, con el texto
situado en la mitad superior de su cara anterior. Su forma es la de una losa rectangular.
Estudiaremos los dos aspectos que mejor permiten su caracterización: las dimensiones y el acabado del extremo superior, así como alguna otra particularidad observada en algún ejemplar.
- 288 -
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TIPOLOGÍA E ICONOGRAÁA DE LAS ESTELAS fBÉRlCAS
289
Sobre sus dimensiones, entre los pocos ejemplares conservados íntegros destaca la altura de
la estela de Guissona, la única encontrada en el curso de unas excavaciones, de 189 cm; sigue la
de Sagunto (F. II.l3) (fig. 11, 3), de 137,5 cm (28); Tona: 112 cm; Santa Pe~tua de Mogoda y
la lglesuela del Cid: 107 cm; y Cabanes: 105 cm (fig. 11, 4). De éstas, las que presentan menor
altura parecen estar incompletas; el resto se conserva muy fragmentado y su altura no es representativa. Respecto a la anchura. hay cuatro formatos que concentran un número significativo de
ejemplares. El primero, entre los 32 y 34 cm, con 3 ejemplares: Canet F.2.2 (32 cm), BeU-Uoc
(34 cm) y Benassal (34,5 cm); el segundo, en 38,5 cm, con 2 ejemplares: Guissona y Sagunto
(F. 11.13); el tercero, entre los 43 y 45 cm, con 4 ejemplares: Sinarcas (43 cm), Canet F.2.1 (44
cm), Canet F.2.3 (45 cm) y Cabanes (45 cm); y el cuarto, entre Jos 52 y 55 cm, con 2 ejemplares:
Santa Pe~tua de Mogoda (52 cm) y la Iglesuela del Cid (55 cm). En cuanto al grosor, los
extremos se sitúan entre 1O y 37 cm, y pueden establecerse 4 formatos. Entre 1O y 12 cm, con 4
ejemplares: Canet F.2.l-2 (10 cm), Benassal (11 cm) y Sinarcas ( 12 cm); entre 15 y 17,5 cm, con
3 ejemplares: Canet F.2.3 (15 cm), Beli-Uoc ( 17 cm) y Guissona (17,5 cm); entre 23 y 27 cm. con
3 ejemplares: Les Coves de VrnromA (23 cm), Cabanes (26 cm) y la Iglesuela del Cid (27 cm); y
entre 33 y 37 cm, con 2 ejemplares: La Pobla Tornesa (33,5 cm) y Tona (37 cm).
El extremo superior de las estelas, según el tipo de acabado que presenten pueden dividirse
en 4 tipos que denominamos con letras (fig. 13). En el primer tipo (A), la cabecera presenta un
acabado tosco que le da una forma apuntada, como en el caso de Cabanes, posiblemente acusado
por una deficiente conservación (29). En el segundo tipo (B) este apuntamiento presenta una
cierta reguJarizacióo mediante la elaboración de dos planos inclinados que acaban en otro horizontal, prefigurando el acabado redondeado, como en Canet F.2. 1-2 y posiblemente Bell-Uoc. En
el tercero (C) dicho apuntamiento aparece perfectamente regularizado mediante la curvatura de
los planos laterales que convergen formando el vértice superior; este tipo está representado por
un solo ejemplar desaparecido, Sagunto F. J 1. 13. El cuarto tipo (D) se caracteriza por la cabecera
redondeada, similar a la de un numeroso subgrupo de estelas romanas (ej. SchlUter, 1998), y aparece en los dos ejemplares que presentan un mejor acabado general: Guissona y Sinarcas. La
forma que presenta el ejemplar de la Iglesuela del Cid, con el extremo superior horizontal que le
da la apariencia de una losa, debe responder a su reutiüzación como material constructivo. Un
caso particular es el de La Pobla Tornesa, que presenta los ángulos biselados, rasgo que no encontramos en ningún otro ejemplar.
Respecto a los textos, que aparecen siempre en alfabeto noribérico, trataremos cinco
aspectos: preparación del campo epigráfico, paleografía. puntuación, contenido y estructura. En
primer lugar, la preparación del campo epigráfico es fundamental en estos monumentos, pues el
mensaje escrito debe resultar visible en su cara frontal. Según el tratamiento que se dé al campo
podemos distinguir 6 tipos que denominamos con números (fig. 13). El primero (0) es el simple
alisado de la zona donde debe inscribirse el texto, sin líneas de guía entre los renglones, como
(2!) Aunque esta estela. la l1nica conocida de Sagunto que ha sido visu Integra. 110 se cooserva en la ac:tualidad. la reproducen ~1 ( 1852. SS. fi¡. 11. núm. 107) y Cbabrel ( 1888. U. 184, nllm. 9): el pri.mero. adem4s. indica sus dimensiooes: 4 pies
y 7 pulgadas de altura y 1 pie, 3 pulpdas y 6 IIDcas de aoc:hura.
(29) La defidente conservacido de la cabecera difieulta las posibilidades de clasifiCICido. pues las altetaciooes pomriores
pueden haberle dado un perfil düerente. Así. estelas como las de Santa ~tua de Moaoda o Uíria 110 pueden clasificarse se¡dn
su morfoloala. Otras. como las de <:abanes y Bell·ll~ pueden haber sido alteradas y su lldsc:rlpción tipológica 110 puede consicte.
rane segura.
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ISABEL IZQUIERDO Y FERRAN ARASA
290
TIPOS DE CABECERA
e
B
A
D
TIPOS DE PREPARACIÓN DEL CAMPO
,
-o~g,¡
4
3
2
5
TIPOS DE ESTELA
1
\
B. l.
0 .3.
B.4.
0 .5.
Flpra 13.- Croquis eoa la d...tf'lc:aciOO tipol6cica de las estdas lWricM eplarilk:u, sq4D la forma
de la cabeeua y la preparad6o del campo. Ejemplos: Tipo B.L (Caod lo Rola. Castdlóa).
Tipo 8.4. (Bell-~ Castell6a). Tipo D.3. (SIDan:a., Valeoda). Tipo D.S. (Gulssona, Lláda).
-290-
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TIPOLOGfA E ICONOGRAÁA DE LAS ESTELAS ffiÉRICAS
291
sucede en Cabanes y Llíria. El segundo tipo ( 1) se caracteriza por el trazado de las Hneas de guía.
como sucede en las tres estelas de Canet. El tercer tipo (2) presenta el texto delimitado por una
cartela (30), una sencilla línea incisa -similar a las líneas de guía- que rodea el texto, como vemos
en la de Benassal. El cuarto tipo (3) se caracteriza por la combinación de los dos anteriores, es
decir, líneas de gula y cartela, como encontramos en Sinarcas; en este último caso la cartela sigue
la forma redondeada de la cabecera. El quinto tipo (4) ofrece una mayor complejidad, pues presenta una doble cartela, con el texto situado en la parte superior, y está representado únicamente
por el ejemplar de Bell-lloc. El sexto tipo (5) está representado también por un solo ejemplar, el
de Guissona, y presenta el campo rebajado con los márgenes ligeramente biselados; además, las
líneas de pautado aparecen fmamente incisas al modo romano para conseguir unos signos de
altura unifome.
La combinación de los tipos formales (letras) con los propuestos a partir del grado de preparación del campo epigráfico (números), permite clasificar las estelas mejor conservadas de una
manera sencilla e incorporar nuevos tipos que puedan surgir (fig. 13): Cabanes (A.O), Canet lo
Roig (B. 1), BeU-Uoc (B.4), Sagunt F.l1.13 (C.O), Sinarcas (0 .3) y Guissona (0 .5).
En cuanto a la paleografía, Maluquer ( 1968, 67) atribuye la característica regularización de
los grafemas que aparece en casi todos los textos epigráficos a la influencia del alfabeto monetal.
Por su parte, Siles ( 1986, 21, 39) ha señalado que las modificaciones experimentadas por el sistema de escritura ibérico se manifiestan en la aproximación de las grafías indígenas a las letras
capitales romanas, como un primer paso hacia la "latinización gráfica", con Ampurias y Sagunto
como casos paradigmáticos, pero también en la tendencia hacia una escritura orientada cada vez
más hacia la representación gráfica alfabética y el progresivo abandono del silabismo. Por su
parte, Velaza (1996, 253-254) ha señalado la influencia de los modelos romanos en todos los
aspectos referentes a la ordinario del texto, pautado, forma de las letras y en el hábito y formas
de las interpunciones; respecto a la paleografía, ha destacado las transfonnaciones experimentadas por algunas letras en su aproximación a las equivalentes latinas. Sobre esta cuestión,
Rodríguez Ramos ( 1997) ha realizado un primer estudio de datación paleográfica de la escritura
ibérica.
Aunque el uso de puntuación es frecuente en los textos ibéricos en general, en los funerarios
que figuran en las estelas no siempre aparece y, cuando lo hace, las formas que se utilizan se
diversifican y muestran en algunos casos un cierto valor estético. Así, mientras está ausente en
estelas como la de Sinarcas, en tres de Sagunto vemos una buena muestra de dicha diversidad,
desde las más sencillas basta las más elaboradas: en F.ll .l es un solo punto, en F.l l .2 está formada por dos puntos y en F.11 .3 es un aspa. También en la estela de Cabanes adopta la forma de
dos puntos. En la estela de Guissona la puntuación es triangular, similar a la que encontramos en
los epígrafes latinos.
Como han señado varios autores (3 1), la información proporcionada por los textos funerarios ibéricos no debe ser muy diferente de la que se encuentra en los latinos. En este sentido, se
han propuesto varias clasificaciones para los diferentes formularios de las inscripciones funera-
(30) Aunque la cartela puede haber ¡ido uti!Wda tllllbim pea ocro tipo de monumentos diferente a las estelas. "' presencia
en al¡unos epígrafes de reducidas dimensiooes c::omo los de Sant Mllell {F.3.1) y Les Coves de VIIU'Onll {F.4.1). ~e ya menclooado,
permite plaruear la po¡íblc pertenencia de &tos a dicbo tipo de monumento. dado que parece liCI' el mú numeroso.
(31) Uo.ICmWlD, 1984. 111- I IS; UoiCmWlD, MLH ID, 192·194; Silcs, 1986, 40-42; Vclaza. 1996.
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ISABEL IZQUIERDO Y FERR.AN ARASA
rias ibéricas (32). Según la hipótesis comúnmente aceptada, el proceso de latinización habría
introducido progresivamente el estilo foonular romano en este tipo de textos. Así pues, los formularios contenidos en los textos ibéricos y Latinos deben ser, en esquema, bastante parecidos
(nombre, filiación, dedicante, edad, etc); por ello, y como sucede con los latinos, los textos ibéricos presentan una tipología variada, lo que explicruía la falta de regularización.
La presencia de antropónimos acompañados de otros términos, de determinados sufijos o de
marcas, fundamenta esta interpretación. Tres de estos elementos y sufijos, para cuya comprensión se han buscado paralelos en los formularios sepulcrales latinos, se asocian al contenido funerario: afetake y variantes, eban y variantes y se/tar. En esta línea, Velaza ( 1993, 161- 165) ha propuesto para la inscripción de Civil una estructura formular típicamente romana constituida por el
nombre del difunto, la filiación, la edad, el parentesco y el nombre de la dedicante. La existencia
de textos posiblemente bilingües en los que aparecen algunos de estos elementos, para los que se
han propuesto correspondencias semánticas entre términos ibéricos y latinos (afeteki = heic situs
est ; tebanen =coerauit), estos ííltimos con graffas arcaicas, aproxima cronológicamente ambas
formas de expresión escrita. Para el elemento eban, Velaza ( 1994) ha propuesto la identificación
de marca de filiación. Por último, el término seltar es un elemento del formulario funerario con
un sentido más dificil de determinar (Arasa e Izquierdo, 1998, 94, 97).
En los textos funerarios ibéricos, a la estructura más frecuente y senciiJa de nombre personal,
se suceden cada vez en menor número a medida que aumenta su complejidad estructuras formulares en las que aparecen otros elementos (filiación, dedicante, edad, etc), como ocurre en los
casos de Santa Perpetua de Mogoda, Fraga, Sinarcas y Ll.íria. En ocasiones estos elementos aparecen abreviados, según vemos en la estela de Guissona y en algunas inscripciones saguntinas
(F.ll . ll- 12). La utilización de abreviaturas seguidas de interpunciones, que incluso adoptan la
forma triangular típica de las latinas como sucede en Guissona, parece un síntoma claro de la
romanización de estos monumentos.
Sobre su cronología, los intentos de datación de las estelas epigráficas se enfrentan a problemas como la falta de contextos arqueológicos claros en la mayor parte de los hallazgos, y la
escasez de modelos romanos en el ámbito de la epigrafía funeraria de época republicana. Las
referencias cronológicas con que contamos para su datación son muy escasas, y cuando éstas han
podido fecbarse, directa o indirectamente, por medio de la arqueología, la datación obtenida
siempre se ha situado en los siglos ll-1 a.C. Por otra parte, la estela epigráfica es un documento
más -como en general lo son todos los textos funerarios- en el que se refleja el cambio Lingüístico como una faceta del proceso de aculturación que llevará primero al rápido desplazamiento
de la escritura ibérica por la latina, y posteriormente a la definitiva sustitución de la primera
lengua por la segunda (Arasa, 1997).
De manera general las opiniones de los diferentes autores son coincidentes en su datación
tardía en el contexto de la cultura ibérica. Maluquer ( 1968, 67) fechaba L estelas en los siglos
as
ll-1 a.C., pero apuntaba la posibilidad de que algunas pudieran llevarse a época imperial. En su
estudio de las estelas decoradas de los conventos Cesaraugustano y Ouniense, Marco ( 1978, 91)
Las fechaba entre el siglo n y la primera mitad del 1 a.C. Martín-Bueno y PeUicer (1979-80, 419)
fecharon los ejemplares de Caspe, del grupo del Bajo Aragón (v. supra), en el primer tercio del
siglo ll a.C., y relacionan su aparición con la presencia romana; para estos autores, la mentalidad
que provoca la utilización de la escritura y del relieve en las estelas ibéricas es la misma. Mayer
(32) De Hoz, 1983. 384-388: Siles. 1986. 40-42, noca 87:
Untennann. MLH
-292-
m. § 582-587.
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TIPOLOO(A E ICONOGRAÁA DE LAS ESTELAS IB~RJCAS
293
y Velaza ( 1993, 676) han propuesto una datación desde el final del siglo U hasta la época de
Augusto, considerando para ello el soporte, la ordinario y la técnica de incisión. De Hoz ( 1993, 18)
ha sei\alado que sólo pueden fecharse aquellas inscripciones funerarias que muestran una clara
influencia romana y que cabe la posibilidad de que en algunas zonas, sobre todo en Calaluña, su
desarrollo sea consecuencia del proceso de romanización. Beltrán Lloris ( 1993, 250-252) las fecha
en los siglos ll-1 a.C. y considera que constituyen una síntesis entre la tradición indígena representada por las estelas anepígrafas de iconografía claramente autóctona y del hábito epigráfico romano.
En Castellón, Oliver ( 1995, 110) fecba los ejemplares sin decoración entre los siglos 1 a.C. y 1 d.C.
De Hoz (1995, 74-75) ha recordado la falta de datos seguros y la existencia de indicios contradictorios sobre esta cuestión. A la falta de información cronológica sobre la mayor parte de las
inscripciones, cabe añadir que algunas de ellas son tan sencillas que difícilmente permiten llegar
a conclusiones precisas. Sobre estas bases, sería prematuro deducir que la práctica de la epigrafía
funeraria entre los iberos es de inducción romana. En este sentido, este autor cree que la actitud
más prudente es pensar que la epigrafía funeraria existía ya antes de la llegada de los romanos, y
que la influencia de éstos contribuyó a su expansión, sobre todo en ciudades muy romanizadas
como Tarragona y Sagunto. Guitart et alii (1996, 168) han propuesto una datación para la estela
de Guissona desde mediados del siglo 1 a.C., en relación con las necrópolis de los primeros
momentos de la ciudad romana de /esso. Finalmente, para Velaza ( 1996, 254), la adquisición de
la costumbre de grabar inscripciones funerarias, ajena a los iberos del noreste, se explicaría como
un reflejo en los hábitos epigráficos del proceso de adaptación de la población indígena a los
nuevos modelos políticos, sociales y económicos romanos, que continuaría con la progresiva imitación de las técnicas romanas al escribir en signario ibérico, después con la composición de
textos bilingües, para finalmente adoptar el modelo romano y olvidar el propio. De esta manera,
la epigrafía funeraria ibérica no sería en el fondo sino un trasunto de su correspondiente romana.
Por sus características externas e internas, para este autor las inscripciones sepulcrales ibéricas
pueden datarse aproximadamente en una horquilla cronológica que no se aleja mucho de la época
augústea. Su escasez se debe sin duda a que el margen cronológico en que se inscriben es ciertamente reducido.
Como puede verse, desde las primeras propuestas de datación de estos monumentos hace 30
afios, ciertamente no ha habido más que una doble tendencia hacia su reforzamiento con nuevos
argumentos y hacia su progresiva aproximación a los inicios de la época imperial. Sin embargo,
en el supuesto de una datación tan tardía nos seguimos encontrando con el problema de que la
epigrafía latina de época republicana en la Citerior destaca por su parquedad, con una importante
presencia de la jurídica y de carácter público y la escasez de inscripciones sepulcrales que puedan
haber servido como modelo (ej. Mayer, 1995; De Hoz, 1995, 63-68). En este sentido, resultan del
mayor interés las estelas epigráficas que aparecen asociadas a un yacimiento ibérico y pueden
fecharse con anterioridad al período imperial, pues con ellas se confirma su existencia en un
momento anterior a la eclosión de la epigrafía funeraria latina a partir del reinado de Augusto.
4. VALORACIONES FINALES
La estela funeraria ejemplifica el deseo universal del hombre de perpetuar su memoria y proyectar su recuerdo en los vivos tras la muerte. Aparece ampliamente difundida tanto en el mundo
oriental, como en el ámbito occidental del Mediterráneo antiguo. Además de su función como
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lSABEL IZQUIERDO Y FERRAN ARASA
indicador de un enterramiento -cuya localización puede ser real o simbólica-, la estela presenta
otros valores suplementarios como la propia exaltación del difunto, cuyo recuerdo es digno de
conmemorar, o un posible sentido ceremonial como lugar de celebración de rituales en su
memoria.
En la Península Ibérica la estela cuenta, como hemos visto, con una tradición y un desam>llo
importante durante la Prehistoria y la Protohistoria. Su estudio, no obstante, tropieza en muchos
casos con las dificultades derivadas de la descontextualización y/o reutilización de numerosas
piezas y. en consecuencia, con los problemas y dudas a la hora de atribuir o precisar una función
exclusivamente funeraria en muchos casos.
En la cultura ibérica, la estela como tipo funerario monumental se integra en un rico y heterogéneo repertorio de monumentos cuya estructura, iconografía y significado están siendo paulatinamente definidos. Su estudio, por tanto, no puede desligarse en absoluto del resto de tipos
monumentales de las necrópolis, con los que comparte en algunos easos formas. imágenes,
valores y funciones. Dentro de las distintas series de estelas ibéricas, hemos destacado y particularizado en este trabajo aquella que reúne a las piezas antropomorfas, por su singular conformación e iconografía y como aportación más novedosa por los trabajos recientemente presentados.
Esta serie, que agrupa escasas piezas diseminadas por diferentes territorios ibéricos y cuenta con
unos precedentes que se remontan al arte megalftico, podría evidenciar la exaltación de personajes destacados en las comunidades indígenas -en la esfera social, de la guerra, de la religión...a través de modelos idealizados en los que participa el varón armado y la mujer ricamente vestida y adornada.
Desde la perspectiva más genérica de las estelas ibéricas que presentan algún tipo de decoración y en función del análisis de la dispersión espacial y datación de las piezas, asf como de la
observación de su morfología e iconografía, hemos distinguido diversos grupos que manifiestan
influencias diversas. Según criterios geográficos y teniendo en cuenta la cronología, la pieza
peninsular que aparece más aislada es la de Ampurias, la más antigua, que ha sido vinculada a
ambientes arcaicos del Mediterráneo antiguo. En un horizonte cultural completamente distinto a
la pieza anterior se sitúan los grupos de estelas del Bajo A.ragón y Cataluña. El primero es destacado por el número -en tomo a 30- de piezas completas y fragmentos hallados, asf como la singular unidad y riqueza de sus iconografías. Su cronología (v. supra) podría situarse grosso modo
entre los siglos n y 1 a. C., ya en contacto con el mundo romano. Por su parte, el pequeño grupo
de estelas decoradas catalanas con epigrafía -Badalona y Barcelona- evidencia ya más claramente
-en sus motivos decorativos y en el contenido de sus inscripciones- la fusión del componente ibérico y los nuevos aportes de Roma. Finalmente, los ejemplos puntuales andaluces, cercanos en el
tiempo y en el espacio -Jos bloques de Osuna y Marchena se datan en los siglos m-II a. C.-,
ponen de manifiesto su adscripción púnica a través de su iconografía.
A esta larga tradición de señalizar las tumbas mediante estelas y otros monumentos, que
sirven de forma mayoritaria como soporte para un mensaje exclusivamente iconográfico, se
incorpora en un momento tardío de la cultura ibérica el hábito epigráfico. El mensaje escrito aparece en escasas ocasiones acompañando a la decoración, supeditado a ella en su emplazamiento,
mientras que en un número mayor de estelas es el único que aparece en la cara principal del
monumento. Sin que pueda descartarse su esporádica presencia en un momento anterior, la introducción de los textos en este tipo de monumento sepulcral parece producirse en época romana,
en el contexto de un proceso de extensión de la escritura que empieza en el siglo m a.C. y se
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TIPOLOG(A E ICONOORAÁA DE LAS ESTELAS ffi~RJCAS
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caracteriza por la continuidad de algunos usos epigráficos que ya existían antes de la conquista y
por la introducción de otros nuevos relacionados con la presencia romana, en ocasiones con sus
propios soportes.
Las estelas epigráficas forman un grupo que se sitúa entorno a los 18 ejemplares, con una
distribución bastante parecida a la de las antropomorfas y decoradas. Aunque su datación no
puede establecerse más que de manera aproximada, los ejemplares que presentan una mayor
similitud formal con otros romanos incorporan también en sus textos hábitos propios de la epigrafía latina, como la estructura formular y las abreviaturas. Sin embargo, la estela epigráfica no
puede considerarse un elemento puramente romano, sino que es la fonna de presentación de los
textos la que tiene su parangón con ciertos tipos de la epigrafía romana (Mayer y Velaza, 1993,
670). Los monumentos en que se manifiesta este elevado nivel de asimilación fonnan parte del
último horizonte de la epigrafía funeraria ibérica, que puede fecharse entre el final del periodo
republicano y el principio del imperial.
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ARCHIVO DE PREHlSTORIA LEVANTINA
Vol. XXIU (Valencia. 1999)
*
FERRAN ARAsA 1 Ga
NOVES PROPOSTES D'INTERPRETACIÓ SOBRE EL CONJUNT
MONUMENTAL DE LA MUNTANYETA DELS ESTANYS D'ALMENARA
(LA PLANA BAIXA, CASTELLÓ)
La Muntanyeta deis Estanys estA situada a 10,5 km aJ nord de la ciutat de Saguntum i a 2 km
de la costa (fig. 1) ( 1). És el graó més oriental de la serra d' Almenara, la barrera orogrMica que
en direcció E-0 separa les comarques de la Plana Baixa i el Camp de Morvedre (fig. 2). L' altura
sobre el niveU del mar en l'actualitat és de 28 m en el seu cim oest i de 16m en l'est. Als seus
peus es troba el sorgiment d 'aigua dol~a de les LJacunes -conegudes també amb el nom dels
Estanys- que dóna pasa la marjal (RosseUó, 1975). Descrites inicialment per Cavanilles (1795,
117) (2), aquestes Uacunes van ser reprodui'des pocs anys després en sengles gravats per Valcárcel
(1852, 19, JAro. 47) i Laborde ( 1811, pi. CVDI). Tenen el seu origen en tres uJials, peral desguAs
del quals es va construir un canal anomenat el Bra~ que desemboca en la mar per la Gola de
l'Estany. El sanejament de la mrujal va ser abordat l' any 1864 amb diverses obres d ' enginyeria
(Calero, 1971 , 228-229) (3). A partir deis anys seixanta, després d'una intensa transformació agrícola de la zona situada al peu del vessant septentrional, la major part de la Munta:nyeta va ser destru'ída per una pedrera (fig. 3, 1).
El propasit d'aquest treball és la reinterpretació de les noticies i troballes arqueologiques
d' aquest jaciment. Per aixo hem revisat els textos que en donen noticia, especialmeot referits a
les construccioos i elements arquitectonics i decoratius, aixi com els gravats i fotografies que s'bi
cooeixeo. El fet que el jacimeot baja desaparegut en la seua major part limita les possibilitats de
• Oepartamcnc de Prel\istOria i Arqueologia. Universiw de Val~ncia.
(1) Coonienadcs UTM: 30SYK406044. Roig. 1922. 282. al·ludeix a una aruiga deoominació com "Muntanyeca deis Fcnislos·.
que respon sens duble a la populariJZació d'una interpreJació erudica que ha de situar-se amb posterioritat a la localiJZació dd
jacimenL EltopOOim modem & la Penya dds Estanys.
(2) "De la raíz oriental del tlltimo cmo saleo muchas aguas. que forman tres estanques con comuniaiC'.ioo sensible: todos tres
desaguan en el azarbe que sigue hasta el mar. llevando en tiempos regulares de siete 6 ocho mudas de a¡ua. Desde los estanques
basca el mar se extienden los marjales intltiles (... )".
(3) Mldoz (1114$, 1. 117. s. u. U
Almeoara") ja fa referencia a la iniciativa del Comte de Ripalda. Les otns efectives. pero. no
van~ fw &1 1871 (Oiri. 1972. 31·32).
-301-
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FERRAN ARASA 1 GIL
302
Flpra l..- Mapa amb la situad6 d' AlmeDara 1 el ~t de la 'ria Aqusta.
treball al camp de la interpretació de les not:fcies proporcionades pels autors que en van donar testimoni directe. En aquest sentit., les aportacions deis manuscrits de Ribelles que ací donem a
con~ixer són de gran interés. D'altra banda, donat que la majoria de les troballes es repeteixen en
els successius tteballs que s'bi han ocupat, intentarem sintetitzar les principals not:fcies referides
a la descripció del conjunt i dels seus monuments (fig. 3, 2), els elements arquitectonics individualitzats, els fragments escultorics, les troballes monetAries i epigratiques i altres peces d'interés, a partir dels quals podem plantejar les bipetesis sobre la interpretació del jaciment que s'ajusten a la documentació arqueologica coneguda.
l. ANTECEDENTS
La primera notícia arqueologica del Uoc és de Play Cabrera (182la, 9-14) en una carta del
1Ode maig de 1799 dirigida a Valcárcel i publicada pel seu autor alguos anys després, on diu que
va localitzar el jaciment el 2 de maig del 1799 i esmeota algunes de les troballes que havia efectual en companyia del rector de la població J. B. Figols:
"Apenas habíamos puesto Jos pies en el collado, advertí á la falda de sus montecillos unos
grandes carriles, los que fuimos siguiendo hasta dar en el montecillo dicho vulgarmente deis
estans (estanques) por estar casi lamiendo las aguas sus faldas. Puesto en su superficie, consideré
que una gran parte de ella se babia formado de muchas ruinas acinadas, que el curso de los
tiempos babia petrificado,(...).
Combinadas estas especies y monumentos raciociné que este montecillo estuvo ilustrado con
algun templo antiguo; y mirando detenidamente su localidad, me persuadí que era el Fanum
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EL CONJUNT MONUMENTAL DE LA MUNTANYETA DELS ESTANYS O' ALMENARA
... 1
303
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• -~\"
..
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O• f •
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rr•
...
Flpra 2.- Sltuad6 de la Muntanyehl deis Estanys. Mapa E. 1:10.000. Restltud6 f~ric:a
de IJ93 sobre vol de JuUol de 1991. Coaselleria de Medl AmblenL Geoeralltat VaJeiM'i•M (112).
Veneris, á quien en griego llaman Aphroditide, que hasra el presente nuestros historiadores no han
podido fijar su sitio, (...).
En su vista, y por los evidentes vestigios y monumentos descubiertos, con la localidad tan
bien significada, se sigue, que el Pano de Vénus estuvo indefectiblemente en el indicado montecillo de las excavaciones de Almenara, porque las cinco millas que dice Polivio que distaba de
Murviedro, están tan puntuales como si las hubiera medido, pues actualmente está á cinco cuartos
de nuestras leguas, que corresponden á las cinco millas romanas".
La identificació del jaciment amb el temple de Venus es basa en la troballa d'una inscripció
fragmentada que Pla descriu a Valcárcel(Cll..IP/14, 688). Aquest, en la seua contestació del 18 de
maig de 1799 (Pia, 1821 a, 15), hi restitueix [Ve }neri San[ctae}. Aquest document epigrMic va passar
a ser la prova decissiva per a la reducció del temple esmeotat per Polibi a les ru'ines existeots a La
Muntanyeta, interpretació que coro veurem encara mantenen alguns autors i la tradició popular (4).
D'altra banda, el mateix Pla (1807, 22, 25-26 i 33-34), en un article publicat els dies 6, 7 i 9
de gener de 1807 en el Diario de Valencia, que en realitat és la seua primera notícia publicada
sobre el jaciment, es desdiu de La data del descobriment tot descrivint-lo coro segueix:
(4) Dun (1972, 17. noca 2) assenyala que en alguns escuts de la localital figura el nom d'Afroditio junl al de la pobl.cló, en
record del seu antic origen.
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FERRAN ARASA 1 GIL
l5
1 - EDIFICI A
2.- EOIFICI B
3.- EDIFICI C
4.- CAJJ;ADA
5.- CARRETERA
6.- ELS ESTANYS
2
Figura 3.- 1) Fotografia ahia de la zona deis Estanys, amb la localit7.ació del jacimenl. Ampliació sobre
fotografía E. 1:30.000, 'ol de juny de 1985, del Centro Nacional de Información Gcogr'.úica. (1/2).
2) Croquis de la Muntanyeta deis Estanys segons Mesado (1965),
amb la loca.lització deis diferents monuments.
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EL CONJUNT MONUMENTAL DE LA MUNTANYETA DELS ESTANYS O' ALMENARA
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"A 18 de Junio del año 1802 hallé las ruinas de este tan celebrado Aphroditis Fanum, ó
Fanum Veneris, ó Templo de Venus, al oriente de la villa de Almenara, á poco mas de media hora
de camino en la superficie de un montecillo, dicho vulgarmente: Deis Estaíis, (estanques) por
estar casi lamiendo las aguas sus faldas".
Masdeu (1800, 406, núm. 1814), infonnat possib1ement per Valcárcel, resulta ser !'autor que
publica la primera referencia a les troballes epigrMiques d' Almenara.
Valcárcel (1852, 17-20, fig. 27-32), que remet la seua Memoria a la Real Academia de la
Historia l'any 1805, basa la seua descripció en les notícies de Pla i és qui Ji confirma la identificació de les ru'ínes amb les del temple de Venus esmentat per Polibi a partir deis fragments epigr~
fics en que figura el nom de la divinitat. Reprodueix un croquis deis Estanys i destaca )' abundAncia de les troballes (fig. 4, 1-7).
Pocs anys després, Laborde (1811, 57-58, pi. cvm-CIX) reprodueix també UD croquis de la
Muntanyeta i alguns elements arquitectonics (fig. 4, 8). En el costal sud del seu cim oriental situa
una construcció de planta rectangular -les nünes del "temple de Venus"- amb el que sembla una
porta pe1 costat sud, que s'alya al costal de construccions modemes situades en la part més alta.
Al costal de I'Estany es veuen altees ru'ínes que testimonien l'extensió "de l' antiga ciutat".
En 1818, el rector d' Almenara J. B. Figols, testimoni directe de les troballes de Pla i informador de Ribelles, en va redactar una memoria per a la "Real Sociedad Económica de Amigos
del País", de la qual era soci, malauradament desapareguda. Chabret (1888, n, 21 , nota 1) reprodueix un par~graf d'aquesta memoria on s'explica que "toda la canteña de la torre del Mar que
volaron los ingleses el año 1801, fabricada según decían en el reinado de Carlos V, se transportó
de aquel monte igualmente que toda la de la obra nueva de la capilla del Convento de Almenara,
en cuya plaza se colocó otra de las grandes basas de columna traída de aquel sitio para poner una
cruz; fué tanta la piedra azul labrada transportada de aquel monte del templo, que ocupaba toda
la plaza, muchas piedras atallantadas con el más perfecto pulimento".
RibeUes, frare dominic i cronista de la ciutat de Valencia (5), va donar notícia de les trobaUes de la Muntanyeta deis Estanys l'any 1820, en dos articles publicats en el Diario de la Ciudad
de Valencia amb el pseudonim Elchor (El Cronista). Aquests articles van provocar la replica de
Pla (1821a i b), que va acusar Ribelles de voler apropiar-se del seu descobriment (6). D'altra
banda, Ribelles (ms. 17, 670-672; ms. 81 , 756-765) va deixar abundant infonnació -en part medita- sobre el lloc en els seus manuscrits, que han de datar-se amb anterioritat a la seua mort el
gener de 1826. Des del punt de vista de la investigació, la informació que transmet Ribelles
-sobretot en el manuscrits- és més exhaustiva i rigorosa que la de Pla.
De manera general, les notícies i descripcions de RibelJes ( 1820) són semblants a les de PIa;
en alguns casos concreta més i en altees discrepa quant a les dimensions de les peces. Esmenta el
paviment i descriu la construcció on es trobaven els pedestals. Ribelles no planteja la identificació del jaciment amb el temple de Venus esmentat per Polibi, ni tan sois esmenta la inscripció
sobre la qual descansa aquesta. En un dels seus manuscrits (ms. 81, 757-765) figura un text que
possiblement és l'esborrany dels articles publicats en el Diario de Valencia , on apareixen alguns
(S) Sobn: la seua vida i obra. vegeu els trdlalls de Furió (1 983. 11-38) i Arasa i Ripollb ( 1996, 405-407).
(6) Cbabret (1888. ll, 19. nou 1) i Balb6s (1892. 41-42) van denunci•la seua "tpropiació" del descobriment de Pla. Aquesta
interpreu.ció poi madsar-se, ja que RibeUcs en cap moment di u que el dcscobriment siga seu i a ~s fa refe~ncia a 1'q,oca en q~
es va fer. Poi considerar•se, dones, que estava en el seu dret d' esc:riure sobre el tema m& de 20 anys desplis deis fets.
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Figura 4.- Dibuixos de Valcárcel (1852): 1) Base de pedestal; 2) Fragment de relleu amb canal;
3) Botella de bronze; 4) Contingut soüdillcat de la botella anterior; 5-7) Objectes de bronze, tal vegada grapes.
8) Dibuixos de La borde (1811). A la part superior: vista de les Llacuncs. A la part inferior:
A-8) Bases de pedestals; C} Part d' un mur de carreos amb encoixinat; O) Element motllurat;
E) Elements de pilastra estriada.
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EL CONJUNT MONUMENTAL DE LA MUNTANYETA DELS ESTANYS O' ALMENARA
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detalls d'interés omesos en aquells. En l'altte manuscrit (ms. 17,24-29 i 670-672) descriu les inscripcions, fragments escultbrics i arquitectbnics i monedes que s'hi havien trobat (fig. 5-6). Hi
destaca la referencia a la inscripció CIL IP/14, 694, quan diu que el rector capeliA J. B. Figols
"guarda en su poder una calavera de hombre que estaba detras de esta piedra, y una medalla de
letras desconocidas que babia junto á ella".
En la replica de Pla (l821b) a RibeUes, aquell afegeix algunes notícies i consideracions d'interés referides fonamentalment a !'existencia d'un porta les Llacunes, que suposa constnüt pels
fenicis, i a la importAncia de les restes trobades pels voltants de la Muntanyeta:
"(...)se evidencia ser su hechura el dicho puerto de Almenara,( ...) y en su consecuencia es
muy verosímil que profundizarían y ensancharían el lago, y antes que esta operación construirían
en el centro la torre que actualmente se ve de treinta palmos de elevacion bajo del agua y ocho
que la cubren, que se fabricaría al parecer frente del canal, ó bien para defensa del puerto, ó para
faro, (...) Para mayor aclaración de este punto quedan en pie fortísimos restos del pretil ó barbacana de aquel antiquísimo hormigon, (...) y el canal que se comunica con el mar, que aun de
nuestro tiempo entraban los marineros del Grao de Valencia con sus lanchas (...).
(...) el capitan general de este reino de Valencia D. Francisco Javier Elfo destinó una partida
de presidiarios para que á las aguas que se derramaban del lago é inutilizaban aquella dilatada
planicie hiciesen el mas oportuno desague. Con este motivo, y ofreciendo las ruinas del cerro del
templo la piedra necesaria para la ereccion de una calzada, se hicieron en la parte septentrional
de su cumbre excavaciones de veinte palmos de longitud, doce de latitud y tres de profundidad,
y se descubrieron envueltos entre las ruinas varios huesos humanos, (...)" (7).
Ceán (1832, 47 i 77-78) segueix fonarnentalment les noticies de Valcárcel-el manuscrit del
qual degué consultar a la RAH- i bi situa una grao ciutat arnb port i el temple de Venus esmentat
per Potibi. Cortés (1836) (8) creu que aquest temple devia estar situat a Almenara i bi assenyala
la troballa de "trozos de mármoles y columnas" i ''varias inscripciones". Madoz (1845, n. 93, S.
u. "Almenara") arreplega la identificació amb el Fanum Veneris, pero sense fer esment de Les
ru'ínes (9). Més endavant Boix (1865, 44}, Miralles del Imperial (1868, 17 i 35), Llorente (1887,
260), Cuveiro ( 1891, 247) i Balbás ( 1891, 18 i 41-43) donen notícia deis vestigis i troballes del
jaciment a partir de les notícies anteriors i de la seua la identificació amb el Fanum Veneris de
Polibi.
Chabret (1888, n, 15-28), possiblement informal per Cebrián, de qui reconeix ser amic, fa
un repAs deis antecedents: el descobriment d'aquestes ru'(nes per Pla, la seua comunicació a
Valcárcel, la posterior visita del cronista Ribelles i la seua publicació com a descobriment propi.
Després passa afer una descripció dellloc i de les ru'ines. La Muntanyeta (l'extrem oriental ?)
tenia uns 60 x 40 m i uns 1 peus (3 m) d' altura. La pan superior forma va un altiplA de fAcil accés
O
i el vessant meridional -un poc escarpa- era l'únic que tenia una lleugera capa de terra vegetal,
que apareixia sembrada de restes pertaoyents al monument que s'al~va en l'altiplA (edifici B).
A continuaci6 descriu un monument (edifici C) que no apareix en les descripcions anteriors i pos-
(7) Aquesl camf que poiU a la Casa Blanca. a la plarja. ~etualment asfahat. es coneix amb el top6nl.m de la Cal~ada.
(8} ~s. 1836. D. 143-144. s. u. "Aphi'Odisium"; 459-460. s. u. "Fanum Veneris". D'altra banda. l'autor fa d'equest suposat
temple l'escenar:i de les operacíoos de Vuiat contra &gobriga, que com ~s non:naJ en equesta ~ reduelx a Sogorb.
(9) L'autoc remeta Wll vcu "Fanum Veneris". oo d6na a entendre que tractarl amb exrensió d'equest lloc:. pero en equesta
(Madoz. 1847. vm. 19. s. u. "Penum Veneris") remet ala VCU "Almenara".
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Figura 5.- Dlbulx01 de R.lbeUes (ms. 17): 1-4) Peca de marbre blaac: 1) EJeaxnt de cornisa decorada;
2) EJemmt modlurat, poalbltmeut de cornisa lUsa; 3) CoiWilllda adOiaada; 4) Frqmeat Ws de •olta.
Peces de caldria: 5) Elemalt de calc:lrta decorat amb uaa doble •oluta; 6) EJemmt de pilastra estrt.da;
7) Bale d'uaa pilastra que tenia de b8a a uaa creu; 8-10) Tres demmts de pilastra estriada.
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EL CONJUNT MONUMENTAL DE LA MUNTANYETA DELS ESTANYS O' ALMENARA
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detalls d' interes omesos en aquells. En l'altre manuscrit (ms. 17,24-29 i 670-672) descriu les inscripcions, fragments escultorics i arquitectonics i monedes que s'hi bavien trobat (fig. 5-6). Hi
destaca la referencia a la inscripció CIL IP /14, 694, quan di u que el rector capell~ J. B. Figols
"guarda en su poder una calavera de hombre que estaba detras de esta piedra, y una medalla de
letras desconocidas que babia junto á ella".
En la replica de Pla (182lb) a Ribelles, aquell afegeix algunes notícies i consideracions d'interés referides fonamentalment a )' existencia d ' un porta les Llacunes, que suposa construi't pels
fenicis, i a la impomocia de les restes trobades pels voltants de la Muntanyeta:
"(...)se evidencia ser su hechura el dicho puerto de Almenara,( ...) y en su consecuencia es
muy verosímil que profundizarían y ensancharian el lago, y antes que est.a operación construirian
en el centro la torre que actualmente se ve de treinta palmos de elevacion bajo del agua y ocho
que la cubren, que se fabricarla al parecer frente del canal, ó bien para defensa del puerto, ó para
faro, ( ...) Para mayor aclaración de este punto quedan en pie fortísimos restos del pretil ó barbacana de aquel antiquísimo hormigon, ( ...) y el canal que se comunica con el mar, que aun de
nuestro tiempo entraban los marineros del Grao de Valencia con sus lanchas ( ...).
( ...) el capitan general de este reino de Valencia D. Francisco Javier Elfo destinó una partida
de presidiarios para que á las aguas que se derramaban del lago é inutilizaban aquella dilatada
planicie hiciesen el mas oportuno desague. Con este motivo, y ofreciendo las ruinas del cerro del
templo la piedra necesaria para la ereccion de una calzada, se hicieron en la parte septentrional
de su cumbre excavaciones de veinte palmos de longitud. doce de latitud y tres de profundidad.
y se descubrieron envueltos entre las ruinas varios huesos humanos,( ...)" (7).
Ceán ( 1832, 47 i 77-78) segueix fonamentalment les notícies de Valcárcel -el maouscrit del
qual degué consultar a la RAH- i hi situa una grao ciutat amb port i el temple de Venus esmentat
per Polibi. Cortés {1836) (8} creu que aquest temple devia estar situat a Almenara i hi assenyala
la troballa de "trozos de mánnoles y columnas" i "varias inscripciones". Madoz ( 1845, ll, 93, s.
u. "Almenara") arreplega la identificació amb el Fanum Veneris, pero sense fer esment de les
ru'ines (9). Més endavant Boix (1865, 44}, Miralles del Imperial ( 1868, 17 i 35), Llorente (1887,
260), Cuveiro (1891, 247) i Balbás (1892, 18 i 41-43) donen notícia deis vestigis i troballes del
jaciment a partir de les noticies anteriors i de la seua la identificació amb el Fanum Veneris de
Polibi.
Chabret ( 1888, ll, 15-28), possiblement informat per Cebrián, de qui reconeix ser amic, fa
un reptls dels antecedents: el descobriment d' aquestes nünes per Pla, la seua comunicació a
Valcárcel, la posterior visita del cronista RibeJJes i la seua publicació com a descobriment propi.
Despres passa a fer una descripció del Uoc i de les ruines. La Muntanyeta O'extrem oriental ?)
tenia uns 60 x 40 mi uns 10 peus (3m) d'altura. La part superior formava un altipl~ de facil accés
i el vessant meridional -un poc escarpa- era l'únic que tenia una Ueugera capa de terra vegetal,
que apareixia sembrada de restes pertanyents al monument que s'al~ava en l'altiplA (edifici B).
A continuació descriu un monument (edifici C) que no apareix en les descripcions anteriors i pos-
(1) Aquest camf que porta a la ~ BLaoca. a la platja. actualmcnt asfaltat. es cooeix amb el topOOim de la ~
(8) Cottb. 1836. D. 143-144. s. u. "Apbrodisium": 459-460. s. u. "Fanum Veneris". D' allta banda. !'autor fa d'aquest suposat
temple l'escenari de les opencions de Vuial con1ta &gobriga, que com & normal en aquesta q,oc. reduc:iJt a Sosorb·
(9) L'autor remeta 11111 veu "Fanum Vcneris". on d6oa a ente~~Cft que 1taewi amb utensió d'aquest lloc. pero en aquesta
(Madoz.
1847. vm. 19, S. u. "Fanum Veneris") remet ala \'CU "Almenara".
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Fipra 5.- Dlbulxos de Ribella (1111. 17): 1-4) Peces de IIUlJ'bre blaDc: 1) Elemeat de c:onUsa decorada;
2) Elemeal motllurat, po8liblemeDt de eonüsa lUsa; 3) ColumDda !Mioaada; 4) F'rapaalt O.is de volta.
Peces de caJciria: 5) Elemeol de caldria decorat amb una doble voluta; 6) Elemeat de pUutra estriada;
7) BMe d ' uoa pUutra que tenia de base a una ueu; 8-10) Tres dements de pUutra estriada.
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EL CONJUNT MONUMENTAL DE LA MUNTANYETA DELS ESTANYS
o·ALMENARA
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Figura 6.- Peces escultoriques: 1) Dibuix de Rjbelles (ms. 17) del relleu d'armes;
2) Fotografia actual del relleu d'armes; 3) Dibwx de Ribelles (ms. 17) del relleu en forma de petxina.
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siblement havia estat excavat per Cebrián (fig. 7, 1), i, en el costal sud d'aquest, situa el paviment
corresponent a l'edifici (D) amb els pedestals descrit per Pla i Ribelles. Cbabret reprodueix la
base d'un deis pedestals amb inscripció i diversos elements arquitect~nics (fig. 7, 3-5).
Sobre les activitats de V. Melcbor Polo, propietari de les finques immediates a la
Muntanyeta, explica que "ha verificado recientemente excavaciones en él, habiendo sacado
muchísimos sillares (...) que ha aprovechado para formar las lindes de su propiedad. En cambio,
la Comisión de monumentos de CasteUón, (...) no se cuida de cerrarlas con una cerca, y ejercer
alguna vigilancia para que no se destruyan las inscripciones ó se las lleve el que se le antoje. Con
los miembros arquitectónicos que todavía se conservan entre las ruinas del templo, y los que
vieron los antiguos escritores, no sería dificil hacer un estudio de reconstrucción de aquel monumento. que no carecería de interés".
Entre les darreres decades del segle passat i les primeres del present, L. Cebrián Mezquita.
que va ser metge d' Almenara ( 10), va estudiar aquestes ruines i va redactar una "Historia de
Almenara", inMita, el manuscrit de la qua! coneixem a través de diferents autors i ha estat recentment localitzat per J. Corell. Llorente (1887, 261-262) esmenta per prime.ra vegada la mem~ria
de L. Cebrián quan afLrma que aquest, en referir-se a les ruines trobades, "con mejor criterio en
mi concepto, los considera vestigios de algún edículo sepulcral". També Cbabret ( 1888, 22 i 25)
fa referencia a la monografia escrita per aquest autor i en reprodueix la planta deis monume.nts
que havia estudiat (fig. 7, 2). D'altra banda, segons arreplega Alcina ( 1950, 95 i 101), que tingué
oportunitat de consultar-la, Cebrián va acompanyar Schulten en la visita que aquest va realitzar
al recinte murat del Punt del Cid. Cebrián va realitzar excavacions en el jaciment, pero entre els
seus papers no hi ha més que algunes referencies aillades i no una mem~ria específica. També,
gracies a les seues notes, sabem deis trebaUs que hi va realitzar l'aleshores propietari del terreny,
V. Melcbor Polo, que per fer els seus borts de tarongers a la vora deis Estanys va extraure tota la
terra del vessant meridional de la Muntanyeta, operació en qu~ va trobar diverses sepultures,
carreus i nombrosos objectes cerAmics, tot malauradament perdut.
lnicialment París (1903, 46, nota 1, fig. 15) esmenta el capitell j~nic reprodliit per Cbabret,
i més endavant descriu el jaciment -que bavia visitat- seguint aquest (París, 1921 , U, 137- 139, pl.
XXXVI). El monument descrit per Chabret (edifici C) Ji sembla més bé una església cristiana que
un temple paga. Quant al capiteU j~nic que reprodueix Chabret, el va veure a casa de Cebrián. La
seua impressió sobre l'estat de conservació del jaciment és prou negativa, puix el considera un
"lamentable exemple d 'abandonament i de barbarie" , una "trista expressió de vandalisme".
Huguet (1913) esmenta. entre els fons de l'antic Museu Provincial de Castelló, un capitell
trobat prop d' Almenara l'any 1868 per E. Boscá (Codina, 1946,40, núm. 137). En aquesta ~poca.
el mateix Huguet (en Sarthou, s/a, 199-201) reprodueix una fotografía del cim est de la
Muntanyeta, on es veuen niines d'una construcció i la base d'una pilastra estriada (fig. 7, 6), i
afegeix que només es veu "un capitel dórico. que no acusa gran pureza de stilo, y algunos paredones, escalinatas y cimientos de mampostería". Sarthou (s/a, 742-745) diu que només va poder
veure un tros de mur d ' l m d 'al~ana.l'esmentada base de pilastra i restes d' una escalinata encarats al sud; d'altra banda. diu que J. Peris es va portar a la seua biblioteca de Borriana, a mitjan
de 1913, "uno de los remates de columna cuadrada", la base de pilastra abans esmentada.
(10) UuCs Cebriú i Mezquita (Valaxia. 1851- 1934), va ser tambt polltic. historiador i escripcor. Fundador de ~Lo Rat Peoat"
( 1878) i dcsuat valendanista. va ser IIOIIICIIat crooi.sta de la ciutat de Valmc:ia el 1911 (s. 11. "Cebri6n i Mezquita. Llufs". GERV,
3. 1973. 138).
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EL CONJUNT
MO~UMENTAL
DE LA MUmANYETA DELS ESTANYS o· ALMENARA
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Figura 7.- 1·5) Dibuixos de Chabret (1888): 1) Croquis de la planta de l'edifici C segons Chabrct;
2) Croquis de la planta deis edificis C i D segons Cebri:ín: 3) Base ca ntonera de pilastra;
4) Capilell de pilastra; 5) Capitell jonic figura!.
6) Fotografia de Sarthou (s/a) amb les ruines del cim est de la Muntanyeta deis Estaoys.
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FERRAN ARASA 1 GIL
En un treball sobre Almenara en el segle XVI, Roig ( 1922, 282) assenyala que al cim de la
Muntanyeta es veien les rumes de 1' antic temple de Venus Afrodita. Puig i Cadafalch ( 1934, 11 J)
es fa resso de )'existencia d'aquestes nünes i interpreta que es tractava d'un temple al qual es
refereix la inscripció CIL U 6057, on figura la dedicatoria d'Attis Endymion, qui l'hauria pagat
amb els seus diners.
Més endavant, Garcfa y Bellido (1947) segueix Play Cabrera i interpreta literaJment la descripció de Polibi. Basant-se en el croquis de Chabret, creu que es tracta d'un temple itA.lic de tres
cel·les que tal vegada podía datar-se en el segle n aC o poc més tard; tanmateix, reconeix que la
nau transversal que apareix en la cawalera i comunica les altres tres paral·leles no és un element
propi deis temples itA.lics, pero podria tractar-se d' una mena d'adyton com el que apareix en
alguns temples grecs de SicOia. Més endavant (García BeUido, 1960, 591 ), encara cita les ruines
d' un petit temple, prop del qual han aparegut dedicatories a Venus.
En 1949 Alcina va realitzar uns treballs sobre el jaciment, a partir deis quals va redactar un
informe prou clarificador de les caracterfstiques i importAncia d'aquest conjunt monumental
(Alcina, 1950). Aquest autor va centrar el seu estudi en tres aspectes fonamentals: la revisió de
les noticies proporcionades perla bibliografia, pera la qual cosa va localitzar i consultar la documentació inMita de Cebrián, que aleshores conservava L. Herrero; l'anMisi de les fonts clllssiques per tal de veure si era justificada la reducció del temple de Venus esmentat per Polibi; i 1' actuació sobre els diferents conjunts de nünes ambla finalitat d 'identificar el suposat temple i contrastar la documentació arreplegada amb les notícies anteriors. En la seua descripció esmenta tres
grups diferents de ruines (fig. 2, 2). En el cim més elevat, el de ponent, es veía la planta ben conservada d ' una primera construcció (edifici A). En el cim oriental, de menor altura, hi havia un
segon grup de nünes, molt arrasades i sense dibuixar una planta clara (edifici B). En el vessant
meridional d'aquest segon cim hi havia un tercer grup, que va identificar amb el monument
esmentat en la bibliografia (edifici C) i va estudiar més detingudament (fig. 8).
Com a conclusions de major interés, Alcina creu probable )'existencia d'un portal voltant
del qual es desenvoluparia una petita població comercial. Quant al monument, planteja tres hipOtesis: 1) Que es tracte veritablement del temple de Venus esmentat per Polibi: després d ' analitzar
els arguments a favor i en contra (distAncia a Sagunt, possible campament, etc), conclou que no
és probable, fonamentalment perque l' edifici excavat conté sepultures i, per tant, no és un temple.
2) Que siga un mausoleu: la inscripció de caracters monumentals citada per Ribelles podía estar
situada en l'entaulament; a més, a Sagunt es coneix un monument dedicat a la famOia dels Sergii;
els pedestals existents sobre el pavimeot contigu al monument podien ser ofrenes situades davant
)'entrada del mausoleu. 1 3) Que es tracte d'un temple romA reutilitzat posteriorment pels cristians, amb l'íínic suport de la cernmica medieval trobada. Finalment, tot i que considera més versemblant la segona, conclou que només una excavació completa del jacirnent permetria donar
Hum sobre la qUestió de la funcionalitat del monument.
Aetcher i Alcácer ( 1956) i Bru (1958 i 1963) van fer una síntesi de totes les noticies d' interés,
entre les quals aquest esmenta la troballa de tessel·les de mosaic (11). L'Estany Gran va ser objecte
d ' una prospecció submarina 1' any 1958 en que es va comprovar 1' abundAncia de cernmica romana
i medieval al seu fons (fig. 9), així com les restes del mur de contenció i de la suposada torre
(11) Aeccber i Aldcer. 1956. 147. 149. 151. 153. 156 i 158: Bru. 1958. 159-160: Bru. 1963. 154. 159. 174, 187. 207 i 214.
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Flpra 8.- Croquis d'Aldna (1950): 1) Plaata de la part excavada del moaument C; 1) Secdoas d'-.¡uest;
3) Seed6 de la cambra l'unerlria; 4) Perspectiva de la cambra l'uneriria amb la tres tombes.
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(Martín, 197 1). Fletcher i Tarradell van prospectar el jaciment en di verses ocasions des de 1958 i
alllarg deis anys seixanta (12). L'any 1959 els membres del Centro Arqueo/6gico Saguntino van
reaJitzar una visita al jaciment (Anonim, 1959), on van identificar les restes d'un segon monument
de menors dimensions que també consideraven un temple i van traslladar algunes peces al museu
de Sagunt O' aquests, Cueco ( 1960, 10), que segueix Chabret, va centrar les seues exploracions
en les notícies sobre el mur existent a la vora de l' Estany Gran i la suposada torre que hi havia
enmig d'aquest També en aquest any Scbulten (1959, 400-401 i 410) fa referencia al temple de
Venus en relació amb el suposat campament dels Escipions que situa al Punt del Cid.
El segon i darrer dels treballs monografics que tracten amb extensió sobre el jaciment és el
de Mesado ( 1966), que el va visitar 1' any 1965, abans de la seua destrucció parcial per una
pedrera ( 13). Després de resumir la historiografia sobre el jaciment, es va centrar igualment en
l'edifici C, del qual va fer una acurada descripció i va plantejar les possibles interpretacions sobre
la seua finalitat. També va arreplegar la noticia de la darrera transformaciól'any 1961 de la zona
situada al sud de la Muntanyeta, quan es van desfer les restes d'una necropolis. Finalment, recull
els elements arquitectonics coneguts i altres restes arqueologiques d'importAncia (fig. 10-12).
En una monografia local, Durá ( 1972, 17 i 25-27) fa una s(ntesi de les troballes i de la identificació de les ruines amb el temple de Venus. L' autor segueix fonamentalment Chabret i incorpora les noticies sobre els treballs d' Alcina i Mesado, sense afegir més informació.
Amb posterioritat, Aranegui (1976, 12; 1988, 63-65; 1992, 67-68) ha tractat del jaciment en
relació amb la problemAtica del port de Sagunt i el santuari de Venus. Hi destaca el camcter funerari de l'epigrafia d' Almenara i deis seus monuments, aixf com la seua ocupació tardana i
medieval. Quant a la inscripció on apareix la menció a Venus, considera que estA mal Uegida i
que no pot utilitzar-se com argument per 1ocalitzar-hi un temple dedicat a aquesta deessa.
Pel que fa als treballs més recents, Gorges (1979, 244) el va incloure en la seua re1aci6 de
vil·les romanes. Posteriorment, Llobregat (1980, 107-108) i Abad (1985, 357 i 359; 1986, 166)
n'ban fet referencia en estudis generals sobre la histOria i I'art del País Valenci~ El mateix Abad
(1982,1, 115) i Monraval (1992, 44) han arreplegat la noticia sobre la troballa d'estuc pintat Corell
( 1986) va reprendre la hipatesi de la seua identificació amb un santuari dedicat a Venus i en va
recopilar l'epigrafia (CoreU, 1989). En aquest camp, Affi)Jdy (CIL IP/, 130) ha publicat un resum
sobre la problemAtica del jaciment i tota la seua epigrafia. En els darrers anys, be preparat una
sinopsi del jacirnent (Arasa, en Aranegui, 1996, 111-112), l'be esmentat en un article sobre les
comarques septentrionals del litoral valenciA entre els segles IV i VI (Arasa, 1997, 1153) i he donat
a conéixer un avan~ de les consideracions desenvolupades en el present treball (Arasa, 1998a) (14).
2. DESCRIPCIÓ DEL CONJUNT
La Muntanyeta deis Estanys tenia una forma allargada, amb dos cims, un ritual a l'oest de
major dimensions i altura i vessants més pronunciats, i l'altre a l'est més redu"it i de menor altura
( 12) Pla. 1960, 223: Pla. 1963. S6: Pla. 1968. 71.
(13) VuU expre5SII' a Norben Mesado d meo agraiment pd fet d' haver-me faciliw la documcntació fotogrlfica de l'any 1965.
que per 1116 de ser la darrera obcinguda abans de la desuucci6 de la M.untanyeta resulta de gran valor histOrie.
(14) VegeualtTeS refmnc:iesaljacimcnt en Castell6. 1970. s. u. "Almenara", GECI.641: i P1a. 1973,s. u. "Almeoara".GERV.
l. 200.
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Flpn 9.- Dlbuixos de Martúa (1970) de les peca cerim.lqua recupencla etJ les pniSpeCdocas tubmarfaes.
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Figura 10.- Fotografies de Mesado (1966): 1) Vista de la Muntanyeta, a mb cls Estanys aJ fons;
2) Sector nordest del monoment C.
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Figura 11.- Fotografies de Mesado (1966): 1) Sector nordoest del monumcnt C;
2) Cambra funera ria del monument C.
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Figura J2.- Fotografics de Mesado (1966): 1) Capitell de pilastra que es trobava
en casa de J, Pcris (Borria na); 2) Element de cornisa reuliUtzada en l'edilici C.
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que s ' al~ava sobre els Estanys (fig. 3, 2). En l'actualitat només es conserva el vessant meridional
del cim oest i la part baixa d ' aquest en el cim est, on encara es poden veure alguns murs i carreus
de les estructures esmentades perla bibliografía. La restaba estat destruida perles obres d' una
pedrera, paralitzades ja fa anys.
En les primeres referencies al jaciment s'esmenten unes graos carrilades que pujaven pel
vessant nord del collet que unía la Muntanyeta amb la Muntanya Blanca, el següent graó de la
serra cap a l'oest. Pla (182la. 13) les descriu de la següent forma:"( ...) los grandes carriles que
se ven socavados en peña viva en las faldas de aquellos montes, que siguen basta el mismo borde,
que al cabo de tantos siglos que está sin curso su tráfico y comercio se conservan profundos y
permanentes,(...)". Quan Mesado (1966, 192, nota 16) les va veure l'any 1965 tenien una long.itud de 1Om i una fondAria mbima de 50 cm. Com la vía Augusta passa a 1,5lan cap a I'ONO,
és molt possible que el jaciment hi comptas amb accessos propis, tal vegada en ambdós sentits.
Pero aquestes carrilades, possiblement excavades i no conseqU~ncia l1nica del pas deis carros,
també poden trobar explicació en l 'exist~ncia d'un canú que comunicava el sector septentrional
-on també s'ban trobat restes- amb aquesta zona, jaque el pas no podía efectuar-se perla vora
deis Estanys per arribar aquests fins a la vora de la Muntanyeta.
El lloc fou ocupat per un assentament almenys en el període ~ric Final. Ribelles i Pla
esmenten la troballa de monedes i~riques i consulars. Posteriorment, Alcina esmenta la troballa
d' alguns fragments de ceramica i~rica amb "decoración rojiza geométrica muy vulgar: enrejado,
círculos concéntricos, etc". Mesado ( 1966) bi va realitzar una intensa prospecció, en la qual va
trobar algunes restes i~riques en els aterrassaments que van desemboscar la part baixa de la
Muntanyeta. Entre els materials trobats esmenta part d'una possiblefalcata i dues monedes republicanes. En les nostres prospeccions bem pogut trobar dos fragments d'Amfora republicana d ' origen campa, un a l' extrem est i l'altre a l' oest del cim oriental. També se'ns ha comunicat la tro·
balta de dues monedes d'Arse en la part oest de la Muntanyeta. Aquestes restes permeten assenyalar l'exist~ncia d' una primera ocupació que pot datar-se almenys entre el segle Di la primera
meitat de 1'1 aC (Arasa, en premsa a).
Sobre la importAncia de les restes, Pla (1807, 25-26) assenyala inicialment: "(...) Su contorno
está quaxado de vestigios de paredes antiquísimas, ( ... ), cornisas, ( ... )". Més endavant toma a
repetir (Pla. 1821a. 10): ''Todo su contorno está lleno de vestigios de paredes romanas,(...)". Pero
P1a ( 1821 b, 4-5) explica que les restes no sois es trobaven a la Muntanyeta: "Asimismo es otra
prueba nada equívoca la grande poblacion que ocupaba no solo la extremidad del monte que
lamen las aguas del lago, y en que estaba el templo de Venus, sino tambien gran parte de la
antigua llanura oriental, en que se encuentran á cada paso ladrillos sepulcrales, fragmentos de
vasos purpúreos, anforas y otros vasos de alfareria gruesa, que con dificultad se hallará igual
muchedumbre en ninguna parte del reino en tan corto espacio tantos restos de antigüedad ( ... ) Lo
cierto es que los naturales del país trabajando en sus labores encuentran continuamente ramales
de paredes enteras; ( ...) que todo anuncia haber existido allí una ciudad opulenta".
Al seu toro, Ribelles (1820, 221-222 i 228) també parla de ]'abundancia de les restes: ''Tiene
por todos lados sembrada la superficie de restos de pavimentos antiquísimos, ( ... )". A continuació afegeix: "( ...) á espaldas de este cerro hubo en tiempos antiguos una grande poblacion,
como lo evidencian los fragmentos de tinajas, anforas, ladrillos, tejas y barros saguntinos que
cubren la tierra en la extension de un cuarto de legua ( 1,3 km)", tal vegada la ciutat de
Cherronessos esmentada per Es trabó. En un dels seus manuscrits (ms. 17, 26) en qu~ parla del
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monetari del capella J. B. Figols, explica: "Todas han sido halladas en las referidas ruinas, y en
otras de mayor extension que se ven entre Almenara y la Llosa á la parte septentrional del
Collado". Laborde (1811) afegeix que "al costal de l'estany, hom veu altres rumes que testimonien l'extensió de l'antiga ciutat".
Pel que fa a les troballes ceramiques, Pla (1807, 25-26; 1821a, 10) parla de "trozos de urnas
sepulcrales,(...) barros y ánforas" i de "fragmentos de urnas, (...) de anforas cinerarias, vasos purpt1reos, ladriUos sepulcrales". Ribelles (1820, 221-222) esmenta "tinajas, anforas, barros saguntinos y ladrillos sin cocer de varias figuras y dimensiones"; en un deis seus manuscrits (ms. 81 ,
757-765) esmenta la troballa d'una "amphora cineraria destrozada de piedra cenicienta" i de
"ladrillos sin cocer de varias dimensiones y tamaños, habiendo algunos hasta de 6 y 7 dedos de
gordos". Valcárcel (1852, 18) parla de "ánforas y vasos de barros saguntinos". Alcina (1950, 110111) indica que la terrissa medieval era abundant i la romana escassa; d'aquesta va trobar alguns
fragments de terra sigillata i gran quantitat de tegu/ae i imbrices, alguns amb marques digitals.
A més va trobar alguns fragments de vidre, claus i grapes metaJ.liques. De les prospeccions subaquatiques de l'Estany Gran del 1958 (Martín, 1971, 97-98) es van recuperar diverses peces ceramiques d'epoca romana (fig. 9), entre les quals hi havia fragments d'amfores (núm. 1-4), un plat
de TS Africana (núm. 5), tres tubs ceramics (núms. 6-8), un opercul (núm. 9) i dos petits recipients (núm. 10-11). L'estiu de 1970 s'hi van realitzar noves prospeccions subaquatiques en que
es va recuperar almenys un p1at de terra sigillata sudgaHica (Durá, 1972, 26), conservat en l'actualitat al Museu Arqueologic de Borriana.
Aquestes referencies ens indiquen clarament que al voltant de la Muntanyeta hi havia un
important assentament. Tanmateix, els darrers treballs en el jaciment van proporcionar escasses
troballes de material moble, si ens atenem a les referencies d' Alcina i Mesado. Nosaltres hem
pogut comprovar l' extensió de les restes pels bancals situats al sud de la Muntanyeta i la
presencia de ceramiques romanes en la petita altura situada al nord de l' Estany Gran, a l'altre
costat de la carretera de la platja, que possiblement és el Uoc indicat per Ribelles. Entre les restes
trobades, a més de materi.al ceramic de construcció (lateres, tegulae, imbrices), cal destacar la
presencia d'escassos fragments de TSH. TSA A i O, ceramica comuna i més nombrosos d'amfora, entre els quals es poden distingir alguns de procedencia africana. D'altra banda, les prospeccions per la zona on devia estendre's la part residencial han permés trobar una tesseJ.la de
pasta vítria de color blau que confirma !'existencia de paviments mosaics d'opus tessel/atum
(Arasa, 1998b, 221 ). Aquestes tesseJ.les s' utilitzen tant en els mosaics polícroms, com en mosaics
bfcroms per a real~ar detalls de les figures.
La troballa de diversos elements d'almassera resulta fonamental per detenninar la practica
d'activitats propies d'un assentament rural. Segons Pla (182la, 13-14), "a menos de medio cuarto
de camino, a la parte oriental del templo de Vénus, encontré cubierto de tierra un rollo de piedra
azul de mas de 500 arrobas de peso (més de 5 tones) con sus muescas laterales para el encaje de
las vigas, que lo levantan para la compresion de la oliva (...)". Més endavant afegeix la troballa
d' al tres dos contrapesos: "En el mismo campo encontré otra piedra, que consideré de igual peso
de la otra, pero de figura cuadrangular, con sus dos grandes muescas, que es la libra segun aquí
se explican 6 el contrapeso. A la falda del montecillo hay un trozo de otra piedra de igual configuracion que la pri.mera, y será como una cuarta parte de su todo(...)". Finalment, Alcina (1950,
108, fig. 10) esmenta, també al vessant de la Muntanyeta, una base de premsa que reprodueix en
una fotografía i atribueix amb dubtes a una base de columna. La descripció d'aquestes peces
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s' adiu amb la tipología deis contrapesos i bases de premsa (ej. Brun, 1986), deis quals s'han
trobat diversos exemplars en nombroses vil-les del territori de Sagunt, com ara la Torrassa (BetxíVüa-real) (Doiiate, 1969, 224 i 232, fig. 19, núm. 57, lam IV).
Quant a les necropolis, gracies a Chabret ( 1888, l, 24, nota 2) i a les notes de Cebrián consultades per Alcina (1950, 119) sabem que a la darreria del segle XIX 1' alesbores propietari de
les finques immediates a la Muntanyeta, V. Melchor Polo, va extraure tota la terra del vessant
meridional per fer els horts de tarongers situats a la vora deis Estanys, operació en que va trobar
diverses sepullures, carreus i nombrosos objectes ceramics, tot malauradament perdut. El propi
Cebrián va excavar en aquesta zona altres tombes semblants sense trobar cap aixovar. Resulta
impossible adscriure aquests enterramets a les epoques romana o medieval. També Alcina va
arreplegar una not!cia sobre l'aparició de tombes fetes amb tegulae disposades en doble vessant en un deis horts de tarongers proxims als Estanys. Finalment, Mesado (1966, 192-194)
recull la noticia sobre la darrera transfonnació, 1' any 196 1, de la zona situada al sud de la
Muntanyeta, un camp de garroferes que s' estenia als dos costats del Cam! de Tallola que es van
arrancar pera la instal·lació de regadiu (tarongers). L'acció del tractor va destruir nombrosos
enterraments coberts amb una llosa, entre els quals apareixien ferros quasi desfets.
Segons Pla (182la, 13- 14), en el contrapés d'almassera trobat cap a l'est de la Muntanyeta
descansaven alguns enterraments, "pues encontré pegados en la misma muchos de sus ladrillos
sepulcrales, y una redomita de bronce 6 lacrimatorio, y dentro una tortita petrificada, (...); al
arrancamiento 6 raíz del cuello, tiene dos asas con un pedacito de cadena de bronce cada una, la
que entregué al mismo Cura, y posee con mucho aprecio por ser un monumento de los mas raros
de la antigüedad". Coneixem aquesta ~agracies a la reproducci6 de Valcárcel ( 1852, 19, lam.
46, núm. 272) (fig. 4, 3). Es tracta d' una botella de cos esteric, coll estret i vora recta. És una
forma assimilable a la tipologia de la vaixella metaJ.lica tardo-romana que no arreplega Palol,
pero que compta amb un paral·lel aproximat en l'aixovar de la tomba 1 de la necropolis de
Fuentespreadas (Caballero, 1974, 138 i 141-142, núm. 2, fig. 35, 2), que l'autor denomina tipus
11 coma continuació de la classificaci6 de Palol, i es data en el segle IV. Fuentes ( 1989, 155)
assenyala que en realitat aquesta ~a ha de considerar-se com una variant del ti pus 1OOecit) de
Palol (1970, 233, fig. 11 ) (15). Aix!, dones, la ~a d'Almenara possiblement té una cronología
semblant i pot situar-se en la fase tardo-romana de la vil·la.
D'altra banda, Pla (1807, 34) esmenta "varias clavijas y clavos de bronce, que algunos
existen en poder del expresado Cura Párroco". En un altre lloc (Pla, 1821 a, 11) explica que es
tracta de "16 clavos, 6 bien sean pernos romanos de bronce torneados de figura de tocho cabeteado á entrambos extremos, unos de bellotas con filetes, otros redondos con cuatro cordones, 6
trenzas á la romana, y otros de forma de cascabel piramidal afiligranado, algunas planchas de
plomo y de hierro, pero tan envejecido, que apenas parece serlo: uno y otro entregué al seiior
Cura, que con mucho gusto y aprecio lo posee" (fig. 4, 5-7). Valcárcel ( 1852, 19, lam. 46, núm.
274-276) reprodueix tres dels suposats claus de bronze que considera omaments de dona.
Tota la zona fou objecte d' una intensa reocupació, possiblement des de 1 Alta Edat Mitiana.
'
Així ho indiquen la reutilització deis edificis, arnb les consegUents reformes interiors, l' abundant
(IS) Palol rec:ull tres exemplats d' aquest tipus procedents d' Homillo del Camino (Burgos). T111111C'Ueila (SOOa) i Ventosa de
Pisuerp (~ncia). Cree. amb Caballero. que veritabk:ment les difmocies entres aquests exemplars 1 els de Fuentespreadas 1
Almenata justifK¡uen la seua ldscripció a tipus diferents.
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ceramica medieval trobada per tot arreu i els nombrosos enterraments descoberts. Possiblement
d ' aquesta epoca eren els enterraments coberts amb una llosa destru'its en la darrera transformaci6
soferta perla zona de l' any 1961. En el tall existent al peu de la Muntanyeta sobre el primer d'aquests camps, Mesado encara va poder veure tres d'aquests enterraments.
Respecte als Estanys, Pla ( 1821 a, 13) hi va identificar un port que atribueix a epoca fenícia:
"El estanque 6 lago, que casi lame el montecillo del templo de Vénus, se divide en tres ramos 6
estanques; y el del centro tiene casi en su comedio un resto de torre de piedras sillares, que conserva 28 palroos (6,3 m) bajo del agua, y diez desde su superficie basta la cara de ella. Habiendo
calado en muchísimas partes de los tres estanques, hallé de profundidad 6 mayor fondo 40 paJroos
(9 m) de agua. En el espacio de 20 palroos {4,5 m) valencianos, observé en el borde de los estanques que lame el montecillo indicado en fonna obtusa fortísimos restos de barbacana 6 pretil de
bormigon antiqufsimo, por cuyas circunstancias no dudaré afirmar que fue puerto y obra de los
Fenicios,( ...)".
En un croquis deis Estanys, Valcárcel situa el mur de fonnig6 a mode de ma1ec6 i la suposada torre. Cueco ( 1960) va centrar les seues exploracions en les notícies sobre el mur existent
a la vora de l'Estany Gran i la suposada torre que hi havia enmig d'aquest. Arnbd6s elements
tenien més de 4 m d ' al~Aria ; La torre tenia 1,75 m de diW1letre i al seu voltant bi bavia una gran
quantitat de carreus amuntegats; a la vora oest d 'aquest estany va reconéixer una alineaci6 de
carreus que fonnaven un mur de contenci6 de més de 100 m de llargAria, a traros ensulsit i
esmotxat En les prospeccions submarines realitzades l' any 1958 es va poder confumar !' existencia d ' aquest mur, fet de pedra seca amb carreus de dimensioos regulars, que arriba a una
profuoditat de 5 a 7 m; en el centre d 'aquest estany es va localitzar un amuntegament de carreus
de factura semblant i forma circular, amb un diW1letre en la base de 8-10 mi d' uns 3 m en la part
superior (Martín, 1971 , 96-97). L'estiatge d'anys de sequera com ell994 ha permes observar-lo
directament ( 16).
L' existencia d'aquests elements resulta inqUestionable i denoten una forta antropitzaci6 d'aquest espai aquAtic en l' antigu.itat. La interpretaci6 que pot fer-se del mur és senzilla: si la zona
residencial s'estenia als peus de la Muntanyeta, en la terrassa existent a la banda oest de I' Estany
Gran, sembla logic que els propietaris de la vil·la volgueren assegurar el terreny sobre el qual
s'assentava i controlar les crescudes de la Uacuna m.itjan~ant la construcci6 d' una mena de dic.
Quant a l'amuntegament de blocs existent al centre d'aquest estany, l'aoomenada torre, l' explicaci6 més raonable sembla considerar-la una mena d'insula artificial, la base de substentaci6
d' una petita terrassa o potser d ' una construcci6 que, amb una finalitat recreativa, van construir
els propietaris. Per l'empla~arnent de la vil·la a la vora d 'aquest estany, creiem molt possible que
l'aprofitAs a mode de /acus.
( 16) Scgons arreplcga Alcina ( 1950. 120). la lradició popular diu que en c.l lloc on avui día es trobcn cls Estanys hl bavia en
un temps el poble de la Uosa. que fou nega1 per l.es aigllcs. per l.a qual cosa els seus habilaniS bagucren de fugir a un lloc situal IMs
a !'interior, on actualmenl es ltOba. L' anti.c poblc va quedar davall les aigllcs. i diucn que en els dies clars es pot veure encara el
campanar. afeginl alguns que la nil de San1 Joan se senten tocar les campanes.
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EL CONJUNT MONUMENTAL DE LA MUNTANYETA DELS ESTANYS O' ALMENARA
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3. ELEMENTS ARQUITECTONICS 1 DECORATIUS
Molts deis elements arquitectonics decorats que s'esmenten no tenen una procedencia clara
o no s'especifica on foren trobats. D' altres, en canvi, s'indica ellloc on es conservaven. Aix!, a
la Torre del Mar, "que se fabricó en el reinado del Emperador Carlos V" i "mináron los ingleses
á 7 de Junio de 1801 ", segons Pla (1807, 33) es va trobar "una inmesa porcion de piedras azuladas sillares del mismo tamaño y disposicion de las encontradas en el montecillo de las excavaciones, que patentizan ser unas y otras de una misma fábrica. Las pilastras y otros fragmentos del
Templo antiguo se han invertido en la reedificacion de la Torre, que vi concluir" ( 17).
Al principi del segle XIX, el CapitA General F. X. Ello va realitzar unes excavacions en la
part septentrional de la muntanya en que es van trobar nombrases peces. Segons R.ibeUes ( 1820,
223-224), aquestes excavacions tenien unes dimensions de 20 x 12 x 3 vares ( 18,2 x 10,9 x 2,7
m). Les dimensions que dóna Pla ( l821b, 6) són prou més redu'ídes. de 20 x 12 x 3 pams (4,5 x
2,7 x 0,67 m).
La capella nova del convent de la població fou bastida amb materials procedents de la
Muntanyeta; segons Pla (1807, 26), "la mayor parte de la obra (de la Capilla de nuestra Señora
del Rosario, que están construyendo) es de piedras sillares de un color azulado de las consabidas
excavaciones" ( 18). Fou tanta la pedra transportada, segons Figols, que ocupa va tota la pla~
Ribelles (ms. 17, 24) descriu i reprodueix tres elements de pilastra conservats en les parets
de l' Ermita de Sant Joan d ' Almenara ( 19), que es trobava prou allunyada de la Muntanyeta deis
Estanys, de manera que no és segur que aquestes peces foren transportades des d'aquest jaciment,
encara que ho considerem probable.
Segons Pla ( 1821 b, 5), "otras muchas piedras labradas que se ven frecuentemente por las
calles en paredes, umbrales y poyos de la villa, son del mis mo monte del templo".
També en l'excavació del Punt del Cid, la muntanya proxima on hi ha una gran fortificació
alto-medieval, es van trobar diversos carreus i fragments motllurats de pedra calcArla que deuen
tenir la mateixa procedencia (Arasa, 1980, 229).
Els elements arquitectonics decorats són nombrosos i deuen pertAnyer a diferents monuments i ambients, tot i que no resulta tacil atribuir-los a algun en particular. Els repassarem a cootinuació:
Pla (1807, 34) explica que en las ruinas de la Torre del Mar "se halláron algunas pilastras
istriadas, y una con su capitel bien entendido, la llave de un arco toral". En un altre lloc (Pla,
1821 a, 10-11 ) esmenta la troballa "de pedestales, de colunas istriadas, molduras del gusto griego
y romano, de volutas 6 espiras con su sistelo y rosa, de comisas, y ( ...) tres basas enteras de piedra
azul saguntina de grandor de cuatro palmos por banda (90 cm) ( ...). Al declive del montecillo
encontré una llave de arco toral de mármol blanco ( ...)". Entre al tres peces que guardava el rector
d' Almenara hi havia mitja voluta de marbre, possiblement d' un capitel jonic, que ti havia regalat
el CapitA General del Regne D. Domingo Izquierdo (Pla, 182lb, 4). D'altra banda, en l'excavació
( 17) Al cosw d'aquesta torre. a la qual fa refetmcia Escolano (16 11. SS8). es va al~ una ermita dedicada a la Mate de Déu
de la Torre. que va ser destrulda pels 111glesos en la maacixa acció (Duri.. 1972, 91).
(18) Aquest convc:nt dels Dominics va ser desttuit l'any 1839. quan es va refer la muralla de la població (Madoz. 1845.
117. s. u. ..Almenara": Mundína. 1873. 6 1).
(1 9) Aquesta ermita estava situada a 1'oest de la població. a la muntanyeta que porta el seu nom (Duri.. 1972, 9). Actualment
desapareguda. en queda eltopbnim d'una partida del tenne municipal.
n.
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practicada pel Capita General F. X. Elío es van trobar "muchos trozos de mánnol fuúsimo con
diferentes molduras; otros de igual especie, pero de piedra blanca muy semejante al mármol"
(Pla, 182lb, 6).
Laborde (1811, 57-58, pi. CVffi-CJX) reprodueix també alguns elements arquitectonics (fig.
4, 8): les bases motllurades de dues pilastres, la segona de les quals servía de suport a una creu
davant el coovent dels dominics (A-8); un fragment de mur d ' opus quadratum amb encoixioat
(C); un fragment motllurat d'uoa "base que bom suposa que havia estat la de l'estilobat" (D); i
dos fragments de fust de pilastres estriades (E).
Ribelles (1820, 222 i 224) recorda que "en el siglo pasado se sacaron de él muchas piedras
de marmol azul saguntino, y en algunas de ellas babia molduras muy diferentes de las que trabajaron los griegos y romanos". Més endavant afegeix que "algunas de estas piedras eran almohadilladas, y en otras babia estrías ya semicirculares, ya angulares entalladas con singular primor".
Cooclou ambla ootfcia de la troballa de molts fragmeots de marbre fiofssim en l' excavació que
va dirigir el Capita General F. X. Elío. En un deis seus manuscrits Ribelles (ms. 81, 757-758)
esmenta "dos zocatos de pilastras de quatro caras" i explica que les pedres manifestaven haver
estar exposades a un incendi. En l'altre manuscrit (ms. 17, 24, 27-28 i 672) descriu i reprodueix
diverses peces (fig. 5), en primer Uoc quatre elements arquitectonics de marbre blanc que guardava el mateix J. B. Figols (miro. 1-4): un element de cornisa decorada de 4 x 1 pams (90 x 22,5
cm); un e1ement motllurat, possiblement de cornisa llisa, d' 1.5 pams x 5 quarts (34 x 28 cm); una
columneta adossada amb el fust estriat de 2 x 1 pams (45 x 22,5 cm); i un fragrnent llis de volta
d' 1,5 x 1 paros (34 x 22,5 cm). De calcArla eren un element decorat amb una doble voluta, de
2 x 2 paros (45 cm) (núm. 5); un element de pilastra estriada de 2 x 3 pams (45 x 68 cm) (núm.
6); la base d' una pilastra de 2 x 2 paros (45 cm) amb un plint de 4 x 4 pams (90 cm) que servía
de base a la creu que hi havia davant del Convent (núm. 7); i 3 elements de pilastra estriada (núm.
8- 10), un d' l,5 x 1,5 pams (34 x 34 cm), el segon d' l pam d' amplma (22,5 cm) i el tercer de
2 x 2,5 paros (45 x 56,5 cm).
Valcárce1 ( 1852, 18- 19, llrn. 46, núm. 270) esmenta "trozos de cornisas" i reprodueix la base
que servía de pedestal a la creu del convent (fig. 4, 1), i esmeota les peces emprades pera la construcció de la Torre del Mar, entre les quals bi bavia algunes de pilatres estriades, tambors de
columna, dos capiteUs i altres fragments.
Chabret ( 1888, n, 21 i 24, nota 2, fig. 14) reprodueix una base atica de pilastra estriada i el
capitell d'una pilastra (fig. 7, 3-4). Aquest autor especifica que V. Melchor Polo, propietari dels
camps immediats, va traure "muchísimos sillares con estrías y molduras, basas y capiteles que ha
aprovechado para formar las lindes de su propiedad". Possiblement en aquests treballs degué
trobar-se també el capitell jonic que Cbabret va donar a conéixer per primera vegada (fig. 7, 5).
Huguet (1913) esmenta, entre els fons de l'antic Museu Provincial de Castelló, un capiteU
trobat prop d' Almenara 1' any 1868, actualrnent desaparegut. En un altre lloc, afegeix que del
monument es veo "un capitel dórico, que no acusa gran pureza de estilo" i reprodueix una fotografía del cim est de la Muntanyeta oo es veu la base d' una pilastra estriada (fig. 7, 6) (Huguet,
a Sartbou, s/a, 199-201). En l' inventari del Museu de Belles Arts de CasteUó figura un capitell
(Codina, 1946, 40, núm. 137), pero es tracta d ' un capitell gotic (20).
(20) Segons m' ha eonflllllAI Ferran Olucba, cfuector del Museu de Selles Arts de Castclló, a qui agralse la IIOifcia. en els seus
fons no bi ha cap capitel! rotnA, de manera que pot suposar-se que deu baver una oonfusíó.
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EL CONJUNT MONUMENTAL DE LA MUNTANYETA OELS ESTANYS O' ALMENARA
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Alcina (1950, 107-110), que fa una síntesi de les notf'cies deis altres autors i indica que en
1' excavació no va trobar cap element arquitectonic, afegeix les notícies de Cebrián sobre "un fundamento de columna" quadrat, amb un forat en el centre reblit de pedres i argamassa; una base
de columna que creu probable que fos una que va veure a uns 1O m del monument, de la qual
publica una fotografia; un fragment de pilastra arnb estries; diversos fragments de metopes i triglifs i mitja voluta ja esmentada per Pla. Finalment. en un deis bancals existents al peu de La
Muntanyeta va veure un fragment de marbre blanc amb motllures.
Mesado ( 1966, 194-195, Jaro. m, 3-4; IV, 2-3) assenyala que entre els elements trobats en
els darrers treballs de desemboscament hi havia més de vuit peces de pilastra estriada, que foren
trencades i reaprofitades en els parats deis borts. Ell va veure un capiteU de pilastra a 1,5 m a
l'oest de !'escala principal, que era semblant al que tenia Peris a la seua casa de Borriana (21)
(fig. 12, l ); ambdós amidaven 33 x 60 x 100 cm. Reutilitzat en el monument C va trobar un element motllurat, possiblement el cimaci d'una comisa amb una motJiura en forma de gola o cyma
recta, en la part inferior de la qual es veu una mossa en forma de cua de miiA (fig. 12, 2). En el
vessant meridional va veure un cilindre de marbre blanc de 56 x 40 cm, amb )' interior buidat fins
a 26 cm, ara conservat al museu de Sagunl AJtres dues peces que va veure eren un tambor de
columna de 53 x 30 cm que es trobava en el camí d' accés a la finca, i una base de calcma que
amida va 37 x 30 cm i es trobava a uns l 00 m de 1'estació del tren.
Entre els elements decorats reprodu!ts per Ribelles destaquen els quatre de marbre blanc que
conservava J. B. Figols (fig. 5, 1-4). La colomneta adossada tenia el fust estriat i sembla estar
coronada per un capiteU d' ordre toscA, sobre el qual es distingeix l' arquitrau. De les altres dues
peces motllurades, la Uisa pot ser el cimaci d' una comisa i presenta una motJ1ura de taló. La
segona sembla igualment el cimaci d'una comisa i té un perfil similar, pero estA decorada amb
estrigiles moh separarles tallades en el seu extrem inferior a causa de la fractura de la ~a. La
falta d'altres motius decoratius impossibilita qualsevol aproximació cronologica. La quarta ~a
és un fragment de volta llisa. L'element de calcma decorat amb una doble voluta pot tenir diferents funcions (fig. 5, 5).
D'aquestes peces -de proced~ncia concreta i cronología incertes- pot deduir-se l'exi s~ncia
d'un edifici que comptava amb una voha i almenys una comisa de marbre blanc. Les seues proporcions permeten identificar-les seos dubtes amb elements arquitectonics, tot i que no és segura
la pertinen~a de les tres al mateix edifici. La columneta adossada sembla de carActer ornamental,
pot pertAnyer a diferents ambients i és més insegura la seua adscripció.
Els altres elements poden ser estudiats amb major profunditat D'aquests, l'únic que ha estat ben
tractat per la bibliografía és el capiteU jonic. Els elements de pilastra no han estat estudiats fins ara.
ELS ELEMENTS DE PILASTRA
Ribelles, ms. 81 , 24 i 28; Chabret, 1888, ll, 21, fig. 14; Laborde, 1811, pi. CIX, E; Huguet,
a Sarthou, s/a, 200-201; Mesado, 1966, 195, IV, 2-3.
(21) Poucr aqueSta~ formava pan de la coHecei6 de Pms que va ser adquirida pel Muscu Arqucolbgic de Barcelona.
segons nodcia d' Almagro (194S, 21·22). encara que no hi apareix esmentada. L'ahra es conserva en els fons del Cen1re Arqueolbglc
Sagunll.
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En coojuot, apareixen representats nou elements de pilastra estriada: 4 de fust reproduits per
RibeUes, una base reprodui'da per Cbabret i Huguet, dos més de fust amb el capitell representats
per Chabret i Mesado i altres dos de fust reprodui'ts per Laborde. D'aquestes peces, només
coneixem les dimensions de les que va veure Mesado, corresponents als capitells, que amidaven
33 x 60 x 100 cm i tenien en el costat oposat al front decorat un ressalt de 62 cm d'amplaria. Entre
aquests, Ribelles ja indica que uns tenien estries "semicirculars" i al tres les tenien "angulars", de
la qual cosa es pot deduir que probablement pertanyien a edificis diferents. La discordan~ en el
nombre d'estries, 6 en la base i alguns elements de fust i 5 en els capiteUs i altres elements de
fust, no ha de ser necessariament indicativa de la seua pertinen~a a dos monuments diferents,
encara que aquesta no es puga descartar (22).
Pel que fa a la base, és Atica i de cantó, amb dos boceUs separats per sengles ftlets i una
escocia, i no té plint (fig. 7, 3 i 6). La base i 1' imoscap del fust estan llaurats en una mateixa pe~a.
Segons es pot apreciar en la fotografía de Sarthou, en el fust les estries estan reomplertes amb
baquetons o rudenturae. En els altres elements de pilastra reprodu'its per Laborde i Ribelles es
veuen les estries, que pareiJten filetejades.
La base pot assimiJar-se a la variant italica del ti pus atic (Wesenberg, 1994, s. u. "Base",
EAA, Su p. TI, 1, 608-609). La Uaura en una mateiJta ~a de la base i de 1' imoscap del fust és una
característica de les bases itMiques, que a Hisparua s'observa en edificis augusteus i perdura en
el període juli-claudi i fins al primer momeot del flavi. De la mateiJta manera, el bocell superior
es redueix i s'estreny des d'~poca d'August. Paral·lelament, )'escocia comen~a a adoptar la tradicional forma parabOlica a partir del període augusteu. Les bases atiques sense plint són molt
freqUents en ~poca tardo-republicana i es fan estranyes entre August i Adria. En aquesta línia, per
a Jirnénez ( 1975, 290-29 1) a Hisparua tindrieo el seu auge entre els anys 100 aC i 50 dC i desapareixerien quasi per completa continuació. De fet, en !'arquitectura hispanica es pot veure que
la rnajoria deis monuments d' ~poca d' August no tenen plint (23). Amb posterioritat, les bases atiques sense plint són poc freqUents, pero segueixen utilitzant-se, segons podem veure en l' Are
quadrifonte de Caparra (Caceres) d '~poca flavia (NUnnerich-Asmus, 1996, 43, fig. 35), els dos
monuments d' Edeta (Aranegui, 1995, 200-202, fig. 7 i 13a) i el monument turriforme de Daimús
(Val~nc ia) del segle O dC (Abad i Bendala. 1985, 149- 150 i 169, fig. 5). El plint és un element
que a ltaJia no es generalitza fins al període augusteu, quan encara segueixen construint-se alguns
edificis que no en tenen (Amy i Gros, 1979, 123). La seua pre~ncia en )'arquitectura hispanoromana es confirma a partir d ' ~poca júlio-claudia (24). Per la seua proximitat i simiJtud en el
(22) Aquesla dif~neia poc donar-se. per exemple. en les pilastres de cantó. segons veicm en el petilfomix d'Edeta. on en
una cara n'hi ha S i en l'ahra 6 (Arancgui. 1995. 200. fig. 7). Diferents ampiAries. pero. no corresponen nccessAriament a diferent
nombre d'esuies. comes poi veure en l'altre monu.ment d'aquesta eiulat en forma d'cdlcula sobre podl. on ambdues cares teoen
diferent amplAria i 4 esuies (Aranegui. 1995. 202-203. fig. 13a).
(23) L' Are de BetA de Tanagona (Dupti. 1994. 158. fig. 65-66): el temple de Diana d' &nerita Awgus ta (Áivarez Martfnez.
1992. 9l.llm. 7: De la Barrera. 1993. 358): el temple de Barcino (GuútrrezBehemerid, 19928.97. llm. l. 3): el tnonumcnt sepulcral
de lulipa (García y Bellido i Mentnda Pida!, 1963. 42, fig. 16): el capitoli de Baelo. amb el problema de la seua hipoc~tica rcconslniCCió en ~poca elludio-neroniana (SiUia-es. 1995. 91: SiUiaes. 1998. 2&9), etc.
(24) Trobc:m bases d'aquest ti pus en el teatre de Sogunrum (Chiner. 1990. 39 i 102. B.P. 10): el p(lnic exterior oest del mactllum
de Bado. que es data al final del segle 1 dC (Didieljean. Ney i Paillet. 1986. 157- 160. fig. 115· 117): en monuments funetaris com
els de Saragossa: el deis Atilii de~ d'q,oca severiana (Me001de2 Pida!. 1970. 92. fig. 8-11: Lostal. 1980. 69. fig. 1: Sanmartí.
1984. 99. fi¡. 5): Chiprana. del segle U dC (Los1al. 1980. 173. fig. 12: Sanm.artl. 1984. 100. fig. 6): Favara. que es data entre la
segona meiw del segle U i el principi del mdC (Lostal. 1980. 181. 6g. 16: Sanm.artl. 1984. 91 ): i Miratpeix. que es data entre el
segle U 1prineipis del 111 (Lostal. 1980. 165-170. 6g. 9-11: Sanmartí. 1984. 108- 112. fig. 10.12). Al País Valeneil tenim el monument
funetari de la Vilajoiosa (Aiacant). tamb6 del segle U dC (Abad i &odala. 1985. 157 1 169. fig. 25). etc.
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EL CONJUNT MONUMENTAL DE LA MUNTANYETA DELS ESTANYS O' ALMENARA
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perfil, destaquen les bases del monument funerari deis Sergii de Sagunt. que es data entre el final
del segle 1 i el principi del n dC (Jiménez Salvador, 1989, 210, fig. 1-2).
D'aquesta manera, a partir del principal d' August i sobretot en els períodes juli-claudi i tlavi,
la base ~tica adquireix unes característiques formals que l'acompanyaran alllarg de tot el període
imperial: pre~ncia de plint. desenvolupament de l'escocia en altura fins a adquirir la forma
parabOlica per unir els bocells de diferents amplmes i independ~ncia del fust.l'imoscap del qual
no es Uaura en la mateixa ~a que la base (Márquez, 1998, 116-117). La base de pilastra
d' Almenara pot pertanyer a aquesta curta ~rie de bases sense plint que pot datar-se amb posterioritat a l'~poca d'August. La forma de l'escocia aixf ho indica. La Uaura de la base i de
l'imoscap del fust en una mateixa ~a poden prolongar la seua datació almenys fins al principi
deis tlavis.
Pel que fa a les dimensions, segons Mesado 1 ampl~ria del fust és de 33 cm, major que bona
'
part de les pilastres conegudes d' aquests monuments: 24 cm a Sádaba, 26 cm a Cbiprana i 31 cm
a La lglesuela del Cid (25); en altres, pero, és superior, com en els monuments d' Edeta, on es
donen amplmes des de 39,5 fins a 45 cm. Si apliquem la proporció vitruviana de 8,5 vegades
l'amplma de la pilastra per calcular la seua al~ma. obtindrem 280.5 cm. als quals caldria afegir
l'al~a de la base i del capitell.
Quant als capiteUs de pilastra, els dos exemplars coneguts tenen 5 estries filetejades ben marcades, coronades per un bocell sobre el qual hi ha un capitell corinti de fulles llises (fig. 7, 4; 12,
1). El capitell i el summoscap estan Uaurats en la mateixa pe~a . L'exemplar fotografiar per
Mesado presenta els cantons esvoreUats, el que afecta a la decoració. Aquesta apareix en dos
camps: el fons l11s del c~lat i el primer pla constitu'it per tres fulles esquematitzades de la corona
inferior. Aquestes apareixen completes, són molt ah.es i s'estenen per tota la superffcie, sense
arribar a tocar-se, ocupant la part superior del capitell normalment decorada pels altres elements,
sense que en les zones lliures del cllat aparega cap moti u més. L' extrem superior de les fulles
es~ trencat. perla qual cosa no s'aprecia si sobresurt del piAnol de Uaura
Entre els tipus de capitells que coronen les pilastres trobem freqüentment els corintis i, en
menor mesura, els toscans (26). L' exemplar estudiat és un capitell corinti de fulles llises decorat
només ambles tres de la corona inferior, el que resulta fo~a atfpic i en dificulta l'estudi. Hi destaca el seu esquematisme i un alt grau d'abstracció. El capitell de fuiJes Jlises deriva del capiteiJ
(25) Arasa. 1987. En el moment ele realitzar l'estudi sobre aquest monument. el mur que es conserva al vestfbul ele l'ennilll
es trobava encana emblanquinat: posterionnent va ser netejat i aleshores es va descobrir una pilastra acanalada amb una base •tica
en el cantó NE. Aquest mooument ha esllt consiclerat per Beltrán Fones (1990. 198) com un mausoleu en forma d'altar perla
~¡.ele dos pwlwini mooumenlals reutilitzaU en I'Clltrem superior del mur roml. 101 i que asscnyala que les restes ele l'cdificac:ió s6n ele dimensions molt grans. En aquesta matcixa Unia s'ha pronuncia! Cancela ( 1993. 251-252: Cancela i Manfn-Bue110.
1993. 406). Cree que 110 poc desc:artar-se la penlne~ d'aquests elements a dos monuments diferents: un mausoleu en forma d'altar
al qual cleuen COI'TCSpOIIdre sens dubte els pwluini, i un cdifici clels tipus cdfcula sobre pbdium o tuniforme al qua! correspon possiblement el mur conservaL Podria tractat-se llm~ d'un mausoleu en forma d'altar sobre p()dium. L'aparició ele la pilastra en el cant.ó
d'aquest mur 110 permet cletcnninar eltipus d'cdifi~i ele q~ es t:ractava. puiJC aquestes aparel11en en diversos tipus.
(26) Trobem ~apiteUs cori.ntis, per exemple. en 1' Are quadrifonte ele Clparra (Ckcres) (NUnnerich-Asmus. 1996. 44-45. fig.
6S~) 1 1' Are ele Berl (Dupré, 1994. 160-162. fig. 58 168-70): i e. els monuments funeraris ele Slldaba (MeMndez Pidal. 1970. 92.
n
fig. 7- 11), Chiprana (Lostal. 1980. 173. fig. 12). Miralpeix (Lostal, 1980, 169. fig. 10-11 : Cancela. 1993. 243-244. IAm. 11. 1).
Sofuentcs (Fatás í Martín-Bueno. 1977. 244 i 262, Taf. 48d). Nunu\ncia (Gutil!rrez Bebemerid. 1993. fig. l. llm. n. l. 3). Dalmús
(Abad i Bendala, 198S. ISO. fig. S). Rcquena (Val~ia) {Martínez Valle. 1995. 264-265. fig. 6-7) 1 Mengfbar i Costwfo (Beltrán 1
Baena. 1996. 106 i 114-IIS, fig. 48 i SS). En altres casos. ml!s cstranys. els capitells s6n toscans. com en els monuments ele Favara
(]..o)lll. 1980. 179-181. figs. 16-17) i Sagunt (Ji~nez Salvador. 1989. 210. figs. 1-2).
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corinti. Concebuts inicialment com capitells corintis canonics als quals els falta va la darrera talla,
a partir del segle U comencen a desenvolupar-se de manera autonoma (Pensabene, 1986, 387394). Al final d' aquest segle i en el m comencen a faltar en aquests alguns elements per analogia
amb els corintis de fulles Uaurades. Els usos que se'ls donaven eren molt variats, pero majoritAriament en l' Ambit domestic i públic no religiós, tot i que bi ha algunes excepcions. Si els capitells corintis de fuiJes llises són freqüents (27), no bo són tant els corintitzants de fulles llises (ej.
Pensabene, 1973, 116-12 1; Gutiérrez Bebemerid, 1992b, 162- 163). És j ustament a Ostia on
trobem alguns exemplars proxims que es daten en els segles ill-IV, encara que en la major part
deis casos completen la decoració del cAlat altres elements com els caulicles (cf Pensabene,
1973, 120 i 247-248, núm. 453).
L' extrema simplificació deis elements compositius del capitell el separa deis ti pus més freqUents i permet atribuir-lo a un taller local. El grau d' abstracció de l'element vegetal que es refletecteix en les seues fuJJes l' allunya de la trad.ició cltsssica i sembla propi de momeots avao~ats .
No pot descartar-se, pero, que la seua simplicitat no trobe explicació únicament en la seua pertinen~a a una fase evolucionada del propi desenvolupament de l'ordre corinti, sinó que siga intencionada. En conseqUencia, creiem que aquests exemplars poden datar-se de manera aproximada
en els segles U-JLI.
EL CAPITELL JONIC
Cbabret, 1888, ll, 24-25, fig . 15; Paris, 1903, 1, 46, nota 1, fig. 15; Albertini, 1913,352-353,
núm. 42, fig. 56; Paris, 1921, 139; Puig i Cadafalcb, 1934, 375, fig. 505; Von Mercklin, 1962,
219, m1m. 539, Abb. 1020-102 1; Balil, 1962, 156, núm. 14; Balil, 1979, 201; Balil, 1981, 218;
Jiménez, 1995,219.
El capitell jonic de pilastra reprodwt per Chabret era de ti pus figurat, de 60 cm d ' amplana i
possiblement de calcma blavenca (fig . 7, 5). L'abac era llis i sembla rectangular en el dibuix, per
la qual cosa podria ser de pilastra. Els coixinets laterals també eren llisos, sense cap ti pus de decoració. Les volutes eren circulars, sense canal, i en els ulls estaven decorades amb flors de quatre
petals amb botó central. A la part central de l' equí figuraven dos dofins afrontats flaoquejant un
trident. El collarí estava trencat i no es veu rastre de la seua possible decoració. Segons notícia
de Tramoyeres citada per Albertini, va ser destru'it.
Quant a la decoració de l' equí, la representació de dofins és freqUent en l'antiguitat sobre tot
tipus de suports (28), tant associats a la figura d' Afrodita com amb un sentit funerari (Cumont,
1942, 155, nota 4). El primer grup d' aquestes representacions marines decora edificis com balnea,
termes, domus i vil·les (29), mentre que el segon apareix en monuments funeraris (30). El dofins
(27) Cf. De la Bamra. 1984. 96-98: Gutimez Bdlemerid. 1992b. IS3-163: Múquez. 1993, 203-206. Hi deslacarem cls de
Sa¡unt pcr la seua proximitat: Chincr, 1990, 85-87. Entre cls de pilasua. podcm cítar-nc cls deis monumcnts de la Vilajoiosa (Abld
i Bcndala. 198S. 160. fig. 17-18) i La lglcsucla del Cid (Ansa. 1987. 164-16S. fi¡s. S. l. i 7. 1).
(28) Wclmann. s. 11. '"Dclphin". RE. IV. 2. 2.S04-2S09: Toynbce. 1973. 206-208.
(29) Dccorcn. pcr cumple. osci/ID, com un de Tarrqona amb dos dofms en actitud de ~-se al'aigua (Koppel. 1993. 11.
fig. 7). un alue de Badalona amb dos dofms ambles cucs ~sobre un timó (Koppel. 1993, JS-16, fig. 23) i un altrc de
Pompcia en q~ lplleixcn úronws amb el limó cnmig (Dwyer, 1981. 28S, nllm. 14S. Taf. 127. 4).
(30) Enue cls cscassos cumples ~ trobcm el de La I¡lesucla del Cid (Arasa. 1987. 1S l. fi¡. 6) i cls de Valmtia, Ed~ta
í Benífairó de les Valls a Sa¡unt (ftmmez. J99S).
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EL CONIUNT MONUMENTAL DE LA MUNTANYETA DELS ESTANYS O' ALMENARA
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apareixen en composicions aillades o en combinació amb aJtres motius de carncter marl, com petxines, rems, tridents, etc. Donat el carncter marl d'aquest repertori iconogrMic, capitells amb
aquests motius es localitzen de manera preferent en termes. Les peces més antigues conegudes
amb aquesta omamentació procedeixen de Pompeia. A Hispania, aquesta mateixa composició apareix en un capitelJ de pilastra o placa de marbre de Saguntum, igualment desaparegut (31 ). Els
dofins els ttobem també decorant les volutes d' un capitell jonic d'aquesta mateixa ciutat (32). A
ItAlia, peces amb figures de dofins i petxines sobre plaques-capitells, molt semblants a la de
Saguntum, hi ha a Ostia, amb una datació en el segle II, i Mill, amb la mateixa datació (33).
Aquests motius són relativament freqüents en els capitells figurats romans, pero quasi sempre apareixen sobre els d'ordre corinti. En aquest sentit. és simptomAtic el fet que de tots els capitells
hispAoics amb dofms, només els de Saguntum i Almenara corresponen a aquesta modalitat jonica
(Gutiérrez Behemerid, 1988, 96-97). Von Mercklin ( 1962) en recuU 37 casos, en 5 deis quals els
dofins flanquegen un trident. Balil assenyaJa la possibilitat d'una datació tardana pera aquests
capitells, en els segles D-m , quan esdevé un nou auge del capitelljonic. Garcfa-Bellido (1990, 7881) alribueix aquest capiteU aJ temple d' Afrodita marina situat junt aJ suposat campament romA.
Pel que fa a les flors amb quatre petals i botó central, també són un motiu freqüent en el món
romA, que decora en ocasions 1'ull de les volutes deis capitells jonics. Al País VaJenci~ bi ha un
exemplar a Saetabis que es data en el segle II dC; posteriors en són un d'Estepona (MMaga), que
es data entre el fmaJ del segle II i el principi del
i un d' Astorga (Lleó), del segle m (34). El
conjunt més ampli, pero, el trobem a Corduba, oo la decoració floral en l'uU de la voluta és un
deis trets caracterfstics de la producció locaJ (35).
Sobre la seua datació, les vol utes circulars, sense canaJ, amb la flor ocupant tot 1' espai, i els
coixinets llisos, suggereixen una ~poca avan~da. entre la segona meitat del segle II i el m.
m.
4. FRAGMENTS ESCULTORICS
Els fragments escultorics esmentats per la bibliografia, que han estat donats a conéixer
recentment (Arasa, 1998c, i en premsa b), sóo tres:
1) Ribelles, 1820, 224; Ribelles, ms. 17, 670; Ribelles, ms. 81 , 760-761; Pla, 182la, 10; Pla,
1821b, 6; Alcina. 1950, 111; Corell, 1988, 781, lrun. m; Corell, 1996, 133.
La primera ~a és un baix relleu d'armes que Ribelles reprodueix en el manuscrit 17 i descriu com ..un baxo relieve entallado en piedra blanca muy parecida al marmol que se descubrió
en la misma pieza semicircular (...) El baxo relieve tiene un dedo (...) Parece ser un trozo de
(31) Valcirecl. 1852. SS. llm. xm. núm. liS: Balil. 1979.200: Balil. 1981 . 219. nllm. 60.
(32) Balil. 1979. 199-200: Balil. 1981. 217-218, nllm. 57. llm. l. 2: Gutimu Bebemerid. 1988. n-18. núm. 29. llm. XV:
Chiner, 1990, 20. 87-SS. Ilm. 111. C. t6: Gutiá'rez Bebemerid. 1992. 220. ollm. 921.
(33) Penslbene. 1973. 174. nílm. 732-734. lllv. LXVID i CVIJ; Bdloru. 1958.64. oílm. 57.
(34) Gutimu Bebemerid. 1988. n-19. o4m. 28. 31 i 33: Gutibtez Bebemerid, 1992. 35-36, n4m. 104 i 109.
(35) Abres exemple:s bispUúcs els trobem a Linares (Jaál) i Sos del Rey Católico (s.r.,ossa): Gutiá'rez Bebemerid. 1992b,
35-36. oílm. 107- 108: quan1 als de Corduba: Múqucz. 1993,21-24,26-28. 30. 32-33 i 182. oílm. 6-13. 18-19.21. 23.28 i 32-24.
A Ostia IIOOib n'hi ha un que es dala en la segooa metial de.l segle IV dC (~nsabene. 1973. SO. nllm. 184. lllv. XVI). A Mill hi ha
un altre exemplat que es data. amb dubces. en~ d'August (Bellooi. 1958. 69-70. nílm. a3). Un altre exemplar bi ha al Museo
di Sasani (Equini Schneider. 1979. 47-48. n4m. 42. Tav. XXXIX. nílm. 1). A I'África Proconsular hi ha un eumplar a Testour que
es dala entre el final del segle 1 i el O {Ferthiou, 1989. 191-192. pi. Ul. a).
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FERRAN ARASA 1 GIL
Trofeo militar. El día 9 de Febrero de 1820 estaba depositada esta piedra en la casa de Dn. Juan
Bautista Figols Cura de Almenara" (fig. 6, 1). En un altre Uoc (RibelJes, 1820) el descriu com
"una losa de esta piedra, de cuatro palmos en cuadro, con un bájo relieve, en cuyo centro se ve
una coraza con todos sus colgantes, rodeada de escudos, paveses y picas, á manera de trofeo
militar". Al se u tom, PI a el descriu com "un losange de cuatro palmos en cuadro con un trofeo
militar de bajo relieve". Segons la primera referencia es va trobar a 1 exedra oest de la construcció
'
amb doble absis en que es cooservaveo 8 pedestals (edifici D), alguns d'ells amb inscripció. Aixo
no implica que aquest fos el seu lloc de procedencia, puix també s' hi van trobar dos fragments
d'una inscripció monumental que podria pertAnyer a un altre edifici.
En l'actualitat es conserva en un domicili particular d'Almenara, encastat en una paret (fig.
6, 2). Les seues dimensions són 65 x 54 cm i estA tallat en una pedra calcarla blanca d'aspecte
marmori. Tot i que Ribelles no precisa la seua grossaria, per les proporcions del seu dibuix i el
testimoni deis actuals propietaris deu tractar-se d'una llosa de no més de 10/12 cm. La seua cooservació és en general bona i els trencalls que té són antics. Respecte a l'estat que presenta en el
dibuix de Ribelles, pareix haver sofert mutilacions en els laterals, particulannent en el superior
dret, on falta la punta de llan~a representada en aquell, i en menor mesura en els dos inferiors. La
superficie estA polida i un poc erosionada en el te~ inferior. Els extrems superior i inferior són
originals, segons pot apreciar-se en el dibuix de Ribelles. En la part superior estAdelimitat per un
Uistell i en l' inferior el relJeu deixa una estreta franja rebaixada fins a la vora de la ~a. És un
baix relleu de no més de 2 cm. Representa un tropaeum arnb una composició simetrica en que
figura al centre un tors thoracato i als dos costats sengles grups d'escuts i piques; tots ells són
Uisos, sense decoració alguna. La /orica amida 55 cm d ' al~a. estAdisposada verticalment amb
una lleugera asimetría i apareix travessada longitudinalment per un sote un poc inclinat cap a la
dreta que representa de manera esquemlttica la musculatura. El coll estA rematat per un engrossiment a mode de borlet Les bocamltnegues estan representades en 1'espai que queda entre aquella
i els escuts. La part inferior representa el plec inguinal Ueugerament asimetric. Por davall, una
franja llisa amb el rnateix perfil ocupa ellloc deis llambrequins, que no s'han representat. En la
part inferior pengen verticalment les llaunes Uises en nombre de set, separades per líoies incises
i disposades també de forma asimetrica, que acaben abruptament en una línia horitzontal. En el
costat dret es veuen dos escuts rectangulars inclinats disposats en dos plans, per darrere deis quals
sobresurten les astes de dues llanees; falta la superior que segons el dibuix de RibelJes tenia la
punta triangular. En el costat esquerre es veuen dos escuts ovalats, per darrere deis quals sobresurten també les astes de tres llanees, de les quals tal vegada la superior tenia representada la
punta ara danyada. La disposició de les tres astes és similar en els dos costats: la superior sobresurt per darrere del primer escut i esta inclinada cap al centre; la d'enmig arranca del punt on es
juxtaposen ambdós escuts en posició horitzontal; i la inferior sorgeix igualment por davall del
segon escut i estA inclinada cap al centre.
2) Ribelles, 1820, 221; Ribelles, ms. 17, 25; Ribelles, ms. 81, 757; Pla, 182 la, JO.
La segona pe~a és un gran carreu de pedra de Sagunt (calcarla gris-blavenca) de 6 x 3 pams
( 135 x 68 cm) que PI a descriu com "una perfecta concha con sus estrias que se desprenden de un
triángulo entallado en su basa de órden jónico, todo de una pieza", que es trobava a la vora de la
U
acuna major l'any 1804. El reprodueix RibelJes en el manuscrit 17, d'on reproduisc el dibuix
(fig. 6, 3).
3) Pla, 1807, 34; Pla, 182 la, 10; Valcárcel, 1852, 19, lltm. 46, ndm. 27 1.
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EL CONJUNT MONUMENTAL DE LA MUNTANYETA DELS ESTANYS
o·ALMENARA
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La tercera i última ~a la descriu Pla com un "género de canal de mánnol blanco de cerca
de dos palmos y tercio de largo, y uno y tercio de ancho (52 x 29 cm) (...), en bajo relieve en
figura de conchas cóncavas convexas". La va veure reaprofitada coma material constructiu, junt
a al tres elements arquitectbnics, a la Torre del Mar. La reprodueix Valcárcel, de qui també reprodu'isc el dibuix (fig. 4, 2).
La interpretació, aixf com la datació d'aquestes peces no és tacil, pero deuen pertAnyer a
diferents ambients i sens dubte són un reflex del que degué ser un conjunt escultbric més ampli
i luxós de la vil·la, proxima a la ciutat de Saguntum, on es conserva una de las col·leccions
escultbriques més importants de les ciutats romanes del Pafs ValenciA (Aranegui dir., 1990).
La primera pe~a i única conservada és el relleu d'arrnes. És d'una gran simplicitat, tant des
del punt de vista t~cnic com del temAtic. Hi destaca la falta de detalls i motius decoratius que sol
caracteritzar aquest ti pus de composicions, particularment la cuirassa i els escuts, per la qual cosa
pot tractar-se de !'obra d'una officina local. Les armes o spolia representarles són de tres tipus: la
cuirassa, els escuts i les llanees. Els escuts, al seu tom, són de dos tipus: el rectangular o scutum
i el circular o clipeus (Albert, s. u. "Ciipeus", DS, 1, 2, 1248- 1260; Feugere, 1993, 109-117). De
les Uances. en el dibuix de Ribelles se'n veu la punta d'una. ampla i de forma triangular, que en
l'actualitat no es conserva (Beurlier, s. u. "Hasta". DS, m, l . 33-42). Quant a la lorica, la seua
simplicitat i la manca de motius decoratius no en permeten fer precisions d'índole tipolbgica o
cronolbgica (Stemmer, 1978).
Els relleus decorats amb spolia no són molt nombrosos a HispAnia: a Emuita Augusta es
coneixen els del temple de Mart (León, 1974) i del sacel/um del peristil del teatre (Salcedo,
1983). A la Meseta nord s'han estudiat els de Cbria (Dfaz Martos, 1957-58), Clunia (AcuñaFemández. 1974) i San Esteban de Gormaz (García Merino, 1977 i 1986). AAragó s'ban publicat
els de Sofuentes (Fatás i Martín-Bueno, 1977) i al País ValenciA només es coneixia fms ara el
d' llici (36). La complexitat i la qualitat artística de tots ells és notablement superior a les del
relleu d' Almenara.
El tipus de composició sim&rica acf representat és freqUent i entre els seus precedents figura
el trofeu cesaríA de Pompeia (Picard, 1957, pi. Vll). Pel que fa als relleus hispAnics, recorda la
composició que apareix en tres deis relleus de Clunia: el núm. 1 i el que formen els núm. 3-4,
amb el tors thoracato al centre i als seus costats escuts i armes vAríes. Aquest sentit de la simetría es manifesta també en els de Sofuentes, on l'element central és un escut. Quant als motius
representats, generalment són molt estereotipats, puix es tracta de reproduccions de cartons que
van tenir una gran difusió.
L' ai~Aria del reUeu respon al mMul de 2,2 peus. No és possible deduir el tipus de monument
a que degué pertAnyer: una ara, un friso un relleu (37). Respecte a la funció, els relleus d'armes
decoren sovint monuments funeraris, com és el cas del mausoleo de Sofuentes i d' altres monuments més senzills com ares i esteles. A HispAnia podem citar !'estela d ' Astorga dedicada a
Su/picio Placidino, en la qual es poden veure dues llanees creuades, un case i un gladius al centre,
(36) Ramos. 1963. 239. 1ig. 36; Ramos. 1975. 196. 219-220. llm. CXXXV. lig. 6; Noguera. 1996. 303-304.
(37} Els fri505 decorats amb armes fonnen part sovint de moouments sepulcrals í commeii'IOfatius. oom ara els ares. Els
cxemples. 1 banda deis mú eoneguts. en s6n nombrosos. Entre els primers tenim dos bloes conscrvats al Museo Nuionale Romano
(Bonamone. 1 Giuliano. 1985. 336-338. ntlm. vn. 5b-c}. Entre els segons hi ha un fris de Panna (Frova í Scarani. 1965. 155. núm.
8-9. Tav. XCV). o ·a11n1 banda. els relleus d'annes s6n IIOf:ntK'osos a Narbooa. focus que alguns autors creuen que podria bavu innun
en els hisplnics: ej. Esperandieu. 1907. m1m. 688-702.
-331 -
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FERRAN ARASA 1 GIL
i una pelta i un scutum en eJs costats (Mañanes, 1982, 71-72, núm. 56, lam. XXID). Entre les ares
podem recordar alguns exemplars de Pola. a la Cisalpina, que representen armes ai1Jades o en
grup (Franzoni. 1987, 17-19, 21-22, tav. 1-II, 4). Quant a la seua cronología, de manera general
aquest tipus de reUeus es data en el segle 1 dC. Aquesta és la datació que es dóna als exemplars
de Clunia i Sofuentes (Cancela, 1993, 249-250). Per aixo, considerem que -tot i la seua senziUesa- el reUeu d'armes d' Almenara pot datar-se també en el segle 1 dC (38).
Pel que fa al segon relleu que representa una gran petxina, desconeixem si formava part -com
sembla probable- d'un conjunt major. Segons Pla, descansava sobre un capitell jonic. La figura
d' una petxina -a banda del seu simbolisme erotic- pot relacionar-se amb Afrodita (Becatti, 1971,
27-28 i 38). Aquesta era una deessa del mar, cosa perla qualla petxina era un del seus atributs
(39). Es deia que la deessa havia estat transportada a Xipre en una petxina, o fins i tot que havia
nascut en una petxina, versions aquestes que possiblement deriven de les mateixes representacions artístiques (DeUvonias, s. u. "Aphrodite", UMC, II, 1, 103-104, núm. 1011-1017). Ambla
seua assimilació a Venus, aquests atributs passaran a la iconografía de la deessa romana. D'altra
banda, la petxina també és un atribut de les nimfes. Els escuJtors repetien aquest motiu per a la
decoració de fonts, nimfeus, banys i termes (Saglio, s. u. "Concha", DS, J, 2, 1431). Com atribut
d' Afrodita, la deessa es representa en ocasions amb una petxina en les mans sobre la zona púbica,
comes pot veure en la nimfa o Afrodita púdica de Saguntum (40) i en dues nimfes de Tarraco
(Koppel, 1985, 118-119, núm. 196-187, Taf. 83); aquesta serveix en algun cas coma boca pera
la font (Kapossy, 1969, 12-14, Abb. 1-3). També en els mosaics es representa la deessa navegant
cap a Citerea i Xipre, asseguda sobre una gran petxina normalment transportada per tritons (41).
Per les seues graos dimensions aquesta ~a degué figurar en un Uoc obert i en un context
aqu~tic, possiblement el jardí d'un peristilo tal vegada en unes termes. EJ seu cmcter d'atribut
permet suposar que degué formar part d' un conjunt major. La tercera ~a encaixa en un conjunt
d'aquestes característiques, puix presenta un canal la funció indubtable del qual era el pas de
l'aigua, i anava decorada amb una serie de protubemncies que també poden representar petxines
de menor grandaria. Possiblement ens trobem ambles restes del programa ornamental d ' una o
més fonts en l'ambient privat d' una vil-la, del qual es coneixen una gran petx.ina que va poder
formar part de la base d' un grup escuJtoric, i una eixida d'aigua. Jardins i peristils, on se situen
les fonts i els nimfeus,junt a les termes, on se'n traben sobretot en elsfrigidaria, són els espais
de les uillae on apareixen les estatues-fonts (Letzner, 1990, 258-262). Aquest tipus de decoració
és relativament freqUent en les vil·les hisparuques (Koppel, 1995, 42), que ha estat estudiada per
Loza (1992 i 1993).
(38) CoreU ( 1989, 188-189) relac. ona ~quest reUcu amb els fngments d' inscripcions ele cadlcter monumental en q~ figlftn
i
membres de la fanúlia deis Sef8ii. tant ele la mateixa Almenan com ele Benavites, puix un deis signants d'una inscripció dedicada
a L. Antonius Numida. militar saguntf relacional ambla famflia Sef8iD, es diu M. Sef8ius T/-/. d'on infereix que aquest tam~
podda ser militar i ser el pe.rsonatge que figun en una d' aquestes insc:ripc:ions monumentals.
(39) Sccban, s. u. "Venus". DS. V 721-736; Wissowa. s. u. "Venus", a Rosc:ber, VJ. 183-209; Koc:h, s. u. "Venus", RE. VIDA,
.
l. 828-887; Cbarbonneaux, s. u. "Venere", EM . VII, 112 1-1128.
(40) Balil, 1983; Balil. 1985. 228-230. nWn. 172. IUn. Xlll. 1; Scbroecler, en Aranegui dir.. 1990, 103 i lOS.
(41 ) És una composició bastant freqllent, que trobem a Ottama (Müaga) (Bib.quez, 1981, 85-88. mlm. 61 , IUn. 70-761A),
La Quintanilla (MI1n:ia) (RamaUo. 198S. 9S-99. fig. 17). la Domus del Oiosc:uri d' Ostia (B«atti. 1961 , 119-120, tav. CCXIV) i,
sobretoc. a I'Amca.tCom per exemple a la Maison ele I'Áne ele Cuicul (Bianchard-Lem6e. 197S). a la sala principal d'uns banys
pri vats ele Setif (Lassus. J96S, 177-178, Fig. 3). i en altres mosaics ele Tungad. Cbercbel. Canbago. etc. Vegen, sobre aquest tema.
el treball ele San Nioolás ( 1194).
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o·ALMENARA
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També la petxina apareix en la decoració arquitectonica saguntina. concretament en un capitell jonic figurat, associada a dos dofins (42). La representació de petxines és freqUent en epoca
imperial. Soleo aparéixer en combinació amb altres motius de camcter marf, com dofins, rems,
tridents, etc. Donat el camcter marf d'aquest repertori iconogrttfic, capitells amb aquests motius
es 1ocalitzen de manera preferent en conjunts tennals.
D' altra banda. a Sagunt la introducció de la uenera esdevé a través de la numismatica en una
epoca molt primerenca. Garc!a-Bellido (1990, 78-83, lam. V, 11 ) ha assenyalat que en les encunyacions d'Arse-Saguntum apareix en les emissions de finals del seg1e mi del II aC. La seua
associació a la proa de nau, motiu utilitzat en el revers de les encunyacions romanes, sembla que
pennet confirmar que s'introdueix per primera vegada després de la conquesta romana (Ripolles,
1991. 26, fig. 1). Pera Garc!a-Bemdo es tractaria d' un s!mbol que faria referencia a la divinitat
femenina esmentada pels textos al final del segle m en el passatge citat de Polibi, amb atributs
de fertilitat marina, deessa de la ca~a i protectora de la ciutat.
S. ELS EDIFICIS
Els edificis que apareixen descrits en la bibliografía són quatre (fig. 3, 2). Un estava situat al
cim oest (A) i els altres tres estaven distribwts de manera escalonada en tres terrasses situades al
cim est de la Muntanyeta {B) i el seu vessant meridional (C i 0 ). Els estudiarem en aquest ordre,
analitzant la informació que ens proporciona la bibliografia i cercant bipatesis sobre la seua
funció i cronología.
EDIFICIA
Com bem vist, estava situat al cim oest i ha desaparegut quasi en la seua totalitat. Alcina
( 1950, 103- 104, fig. 3) assenyala que florejaven alguns deis seus murs, a partir deis quals va
poder al~ar una planta preliminar que va completar obrint diversos sondeigs (fig. 13). L'edifici
estava oriental al NO i tenia una planta rectangular de 9,1 x 7,7 m, amb un absis central que li
donava una Uargana maxima de 10,8 mi una disposició simetrica (43). L'interior es distribui'a en
tres naus: la central (B) tenia 3,1 m d'amplana i es prolongava en la petita ca~alera (A) a través
d ' una porta; a dreta i esquerra s'obrien quatre peces amb accés des de la nau central, dues més
petites proximes a l'absis (C i 0 ) i altres dues allargades i majors en el costat de la porta (E i F).
En els primers sondeigs va trobar el paviment a una profunditat de 30 cm des de 1' altura conservada dels murs. La grossAria d'aquests variava entre 60 i 70 cm i l'al~a conservada anava
des deis 1Ocm en les zones més arrasades, com el murs SO de les cambres O i F, fins als 40 o
50 cm en els millor conservats, com els murs de les sales B i C. Els murs estaven llliits amb un
estuc molt feble i deteriorat per les arrels de les plantes, que conservava restes de pintura verda i
(42) Balil, 1962. !56. nllm. 14: Balll. 1979, 199- 200; Balil. 1984, 217-218. nllm. S7. llm.. l. 2: Guti~rret Behemerid, 1988.
77-78. nllm. 29. 1lm. XV: Chíner. 1990.20. 87-88. llm. IU, C. l6.
(43) Alci.na no dóna d'aquesl edilici ~s dimensions que l'al~a conservada deis murs i la seua grosslria. Les dimensions
que jo done SÓil puramen1 aproximalives i eslan calculades a partir de !'escala grifica que apareix en el croquis de la planla que
inclou en el seu ueball. sobn: el qua! be preplt&l el dibuix de la figura 13.
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334
.FERRAN ARASA 1 GlL
o
2m.
Ffaura 13.- Croquis de l'ediftd A a partir dd dlbuh d'Ak6cer (19SO).
roja. Un sondeig en la sala B va proporcionar gran quantitat de fragments cemrnics: anses, vores,
bases, etc, amb una decoració de canalats que va considerar medieval. També va trobar grans
rajoles amb signes digitals i grao abundancia de tegules amb o sense signes digitals, semblants a
les que després va trobar en els sondeigs de l'edifici C. Algunes d'aquestes tegules van ser trobades formant un bloc, unides amb argamassa, i va considerar que indubtablement procedien de
la teulada de la construcció.
Pel que considerava 1' orientació quasi perfecta de 1
'edifici, la seua planta amb una oau central, ca~alera situada aproximadament a l'est, entrada en l' extrem oposat i petites sales laterals,
i per la gran quantitat de cerlunica que coosiderava procedent segurament de les voltes o ares,
Alcina va identificar aquest edifici amb una ermita o capella medieval molt pobra i de construcció prou simple. Pel fet que les nüoes eren perfectament visibles, es mostrava estranyat de no
trobar cap referencia en la bibliografía, i més en considerar que per 1' epoca del seu descobriment
els seus murs devieo estar millor conservats.
En l' actualitat, el cim oest ha estat destniit quasi en la seua totalitat i només queda una zona
redu1da en que es veuen dos murs fonnant un angle recte, amb un parament de pedres irreguJars
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EL CONJUNT MONUMENTAL DE LA MUNTANYETA OELS ESTANYS O' ALMENARA
33S
i algun carreu travats arnb morter, en la mateixa vora de la pedrera. i dos carreus de calcruia solts,
un arnb una mossa profunda. El material ceramic de construcció ~s relativament freqUent i de factura romana (lateres, tegulae, imbrices). Encara es poden trobar fragments de cerWnica comuna
d ' aspecte "medieval", amb decoració de canalats al coU i anses de cinta.
Pérez Sánchez ( 1985, 167) va assenyalar la possibilitat que es tractAs d' un edifici arnb una
funció religioso/funerAria de cronología tardana. En efecte, l'edifici rec'orda la planta d' algunes
esglésies paleocristianes hlspAniques, amb una estructura tripartita que s'assembla a la planta
basilical (44). La forma de l'absis encaixa perfectament en la tipología d'aquesta part deis edificis de culte cristians (cf. CerriJJo, 1994). Aquest tipus de cawalera exempta de planta aproximadament rectangular, que a )' interior pot ser semicircular, ha estat estudiat per Palol (1987,
297), que ha destacat la seua gran difusió des de les Dles Balears fms a la LusitAnia, on compta
amb diversos paral·lels (45). La redu'ida arnplruia de la nau (8) respon a les modestes proporcions
de l'edifici. Com va assenyalar Llobregat ( 1977, 129) en referencia a les basíliques valencianes,
és normal que tinguen unes dimensions redu'ides, com els 11 x 8 m de la d'/lici i els 7 x 6 de la
de Saerabis. L' arnplruia de la nau central és també redu'ida en altres basOiques com les de San
Pedro de M~rida, de 2 m; San Giilo, de 4 m; i es Cap des Pon, de 5 m.
En l'organització de l'espai ütúrgic, l'absis (A) correspondria al sanctuarium, on estaria
empla~t l'altar. Pel que fa a les dues petites carnbres situades prop de la ca~era (C i 0), la
interpretació més senzilla en faria els Ambits de servei del cler: una podria ser el sacrarium on es
guardaven els objectes litúrgics, i l'altra podria ser elthesaurum on es guarda ven els objectes ~
preciats de l'església. Aquestes cambres podien estar situades als costats laterals de l'absis, amb
accés des d'aquest a través de sengles portes laterals -les conegudes cawaleres tripartites (Godoy,
1995, 88-103)-, pero en ocasions es troben endarrerides respecte d'aquest, de forma que l' accés
s'hi efectua des de la nau central (46).
La distribució interna de l'edifici és semblant a la de l'església de San Giilo, encara que en
aquesta les naus laterals tenen una divisió tripartita. Es tractaria d'una petita església d'aula
única, d' una sola nau, segons un tipus no molt est~s a HispW1ia: es FomAs de Torelló, es Cap des
Pon, Santa Margarida de Martorell, el Gatillo, etc (Godoy, 1995, 104- 106). No és inversemblant
pensar en la possible exist~ncia d'un pis superior pera la ubicació d' una tribuna pera les dones.
Possiblement hit~ relació un tret que a niveUarquitectbnic crida l' atenció: la major grossAria deis
dos murs que separen les cambres laterals C-E i 0-F.
(44) Cal recordar que aques1 tipus de planea va ser u1ilitzada wn~ a r África en el seale V pera edif~eis amb allres fUDCioos.
identifiCalS ltlldicionalmenl amb baniques i martirio: Duval i Ouval. 1972.
(4S) Sanca Maria del Caml (Mallorca). que es data en el se¡le VI (Palol. 1967. 8-10. ría. 1: Schlunk 1 Hauschild. 1978. 79.
i
Abb. SS: Godoy. 199S. 161-164. ría. 16): Soo Pere1ó ~. Mallorca). en la seua primen~ fase que es data ablw de la me. lal
del sesJe VI (Palol. 1989. 1988-199S); es Fomls de Torell6 (Maó. Mmon:a). que es data en la segooa meilal del seale VI (PaJol.
1967. 18-23. fi&. S; Godoy. 199S. 180. rí¡. 22); es Cap des PM (ForneiJs. Mmon:a). que es dala cap a principis del teaJe VI (PaJol.
1983. 3SS; Palol. 1989. 1977-1985: Godoy. 199S. 168.• fig. 19bis); San Pedro de Mbida (Bidajoz). que lal1lbl! es data en el sesJe
VI (Aima¡ro 1 Mareos. 19S8. fig. S: Palol. 1967. 97-99. fig. 29: Sdllunk i HauschiJd. 1978. 4S~. Abb. 23: Godoy. 199S. 283. ríg.
60): Sio Gilo (Nazatt. I'Mupl) (Sdllunk 1 HauschiJd. 1978. 213-214. Abb. 125: Godoy. 199S. ría. 71) i Slo Pedro de Balsemlo
(PoftuaaJ) (Sehlunk 1 Hauschild. 1971.217-218. Abb. J27a; Godoy. 199S. 334. fia. SS).
(46) ~emples d'esaJbies amb IQIICSI.I disposició les ll'dlem en la des Cap des Pon. qons la inle:rpl'etliCió proposada per
Godoy (199S. 170-172. fl¡. 19bis): la vil ·la de FortiUiatru (Fnp. Osea). despr& de la CXIIlSinlcd6 de l'absis en la fase lll (Palol.
1967. 88-90. fi&. 26; Seblunk i Hauseb.ild. 1978. 162-163. Abb. 94: Palol. 1989.2000-2004: Godoy. 199S. 232-2.34. fi&. 41 ): í Zorita
de los Canes (Guadalajanl). ~ seaoos la lnlet)lrellció de Godoy (199S. 242. ría. 42).
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FERRAN ARASA 1 GIL
Una vegada desaparegut l'edifici, no podem aportar infonnació complementaria que possibilite determinar amb seguretat la seua funció. Alcina en va fer una aproximació, ja que el va
identificar amb un edifici de culte cristia Possiblemeot ja el degué veure saquejat i destnüt, de
manera que objectes fooamentals pera determinar les funcions litúrgiques, com ara l'altar i el
mobiJiari, no han pogut ser documentats. lgualmeot, el fet que no s'bagen trobat cancells, restes
del baptisteri, reUeus omamentals i l'apareot inexistencia de tombes a l'ioterior i pels seus voltants immediats sóo problemes afegits; aquestes, pero. podien trobar-se als peus del cim on
s' al~ava l'església. Només ens queda la planta. La seua coberta amb tegulae i imbrices permet
adscriure'l a la tradició edilicia romana. La oostra ioterpretació, dones, és que ens trobem davant
una basflica, un edifici de culte eucarístic, que possiblement pot datar-se en el segle VI. El fet que
es trobe a"illat, sense altres estructures al seu voltant, permet deduir que no es tractava de l'església d'un monestir, sinó que devia tractar-se d'una xicoteta parroquia d'una redliida comunitat
cristiana que va habitar aquest Uogaret situat no molt Uuny de la ciutat de Saguntum.
D'altra banda, entre l'epigrafia Uatioa d'aquest Uoc bi ha una inscripció de difícil lectura, que
pot ser interpretada coma cristiana. Es tracta de la part dreta d'una Uosa de gres, trencada i molt
erosionada, trobada cap a l'any 1970 en unes prospeccions submarines a I' Estany Gran i conservada al Museu de BeUes Arts de CasteUó (47). Gimeno (1988. 55) la inclou entre les possibles
mencions d'oficis en l'epigrafia Uatina hlspruuca perla termioació -tor. Nosaltres, pero, creiem
més prompte en la seua consideració com una ioscripció cristiana, en la qual aquesta terminació
podria correspondre -entre altres possibilitats- a un deis dos termes utilitzats en l'epigrafia pera
cridar l'atenció de qui passava per davant del mooument: uiator o lector, utilitzats mpliament
amb anterioritat en l'epigrafia pagana; aquests rarament apareixen a l'inici del text (cf Muñoz,
1995, 278-280). La confiiiiUlció del seu caracter cristi~ reforyaria la bi¡XItesi de la presencia d' un
edifici de culte.
EDIFICI B
En el cim oriental se situava l'edifici 8 , que és el pitjor conegut. Tal vegada la seua primera
menció és de La borde ( 18 11, 57, pi. CVID), puix en fer referencia a les rumes del suposat temple
de Venus, diu que es trobava al costat de construccions modemes que situa al nord d' aquest, al
cirn de la Muntanyeta, segons es pot veure en el seu dibuix (fig. 4, 8). En la fotografía que va
publicar Sarthou (s/a, 742-745) a primeries de segle, es veuen restes d'un mur d'un metre
d'al~ma i la base de pilastra estriada anteriorment estudiada (fig. 7, 6).
Segons la noúcia d' Alcina, el cim oriental de la Muntanyeta havia estat objecte d'una reocupació que havia deixat nombroses estructures de difícil interpretació. Almenys una part d' aquestes construccions devia correspoodre a l'assentament alto-medieval que va deixar restes evideots en tot el jaciment, a les quals possiblement es re feria Laborde. Alcioa ( 1950, 104) va trobar
aquest edifici molt arrasat i no el va excavar en la seua totalitat, per la qual cosa no va dibuixar(47) RipoU~. 1976.236. ndm. IS: Behrin UOOs. 1980. 275. núm. 33S. Ilm. LXXXVD: Corell. 1989. 194. núm. 22. fig. 22;
ClL U'/14. 707. E.l costal dret i probablementla part superior s6o originals. Les seues dimcnsions s6n 53 x 32 x 13 cm i 1'~ de
les lletm~ & de 3.5-7 cm. La part legible del text & com segueix: 1-/+cd(... ?J1 !-/++sil+ 1 1- /+m+s 1 1-/+tor. La seua
factu111 & molt grollera. Les IInies estan inclinades cap a la dreta. Les llettes s6o molt im:gulan. fins i 101 en una maceixa IInia.
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EL CONJUNT MONUMENTAL DE LA MUNTANYETA DELS ESTANYS O' ALMENARA
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ne la planta. En el vessant nord es veía el taiJ d' un paviment des d'on va tra~ar una trinxera
oblíqua per tot el cim al llarg de la qual va trobar una serie de murs que formaven diversos angles;
un d'aquests tenia 150 cm de grossaria pero estava molt arrasat. El material trobat va ser majoritAriament ceramica medieval, pero també vidres, una base d'amfora, gran quantitat de claus i
fragments de grapes de ferro. Hi bavia signes evidents d'incendi en el terra i les parets. Com la
disposició deis murs no es corresponia amb la planta de l'edifici que buscava, no hi va prosseguir els treballs.
En la descripció d' Alcina destaca el mur d' 1,50 m de grossAria que devia pertrutyer a un edifici de proporcions monumentals. D'altra banda, la base de pilastra que es veu en la fotografía
publicada per Sarthou esta situada en la zona que devien ocupar aquestes ru'ines, que aleshores
es trobaven miJior conservades, puix hi apareixen un mur de certa al~ada i una escalinata.
Considere molt possible la pertinen~ d'aquest element de pilastra a l'edifici que s'erigia en
aquest cim de la Muntanyeta, tant per raons de proximitat com per altres de tipus arquitectonic,
ja que no pareix encaixar en els altres edificis identificats (C i D). Amb ell poden relacionar-se
almenys una part deis altres elements de pilastra anteriorment vistos i, tal vegada, el tros de mur
amb encoixinat que representa Laborde. La datació posterior deis altres dos edificis (C i D) que
analitzarem a continuació ens dóna un major marge de certesa. Tanmateix, les diferencies observades entre els elements de pilastra, com són les estríes filetejades i planes, i 1'aparent caracter
tardA del capitell corinti de fuUes llises, no permeten descartar la possible exist~nc ia de dos edificis decorats amb pilastres.
De manera general, la coJ.locació de pilastres en la superficie externa deis monuments,
dotant-los d'una estructura pseudoarquitectonica, correspon a un esquema de decoració ben
documental en l' arquitectura funeraria romana des d'~poca tardo-republicana (Mansuelli, s. u.
"Monumento funerario", EAA, V, 195; Von Hesberg, 1992, 128). Els tipus de monuments que utilitzen les pilastres estriades com elements sustentants o omarnentals són variats: de ti pus naomorf
(Sagunt, Chiprana i Sádaba}, de tipus d'edícula sobre podi (Favara, MiraJpeix i Numancia}, de
tipus turriforme (Daimús i la Vilajoiosa) i fms i tot del tipus d' altar monumental (ej. Beltrán
Fortes, 1990). La cronología d'aquests monumeots és Amplia i s'estén entre les ~poques d' August
i severiana.
Aquest edifici, dones, devia comptar amb pilastres, de les quals coneixem una base cantonera representada per Chabret. Si els capitells pertanyien al mateix edifici, perles seues dimensions (1 m de llargAria) devien correspondre a murs molt solids, tal vegada d' un edifici de gran
al~Aria. En aquest sentit, cal recordar el mur d' 1,5 m de grossAria que va veure Alcina. És evidenl
que amb aquests escassos elements no podem determinar el tipus d'edifici de que es tractava:
podía ser de quaJsevol deis anteriorment vistos. Tanmateix, murs d'aquesta grossAria poden
correspondre a un monument del tipus d 'edícula sobre podi, que pot arribar a tenir una aJ~Aria
considerable i és freqüent en !'arquitectura funerAria romana (Yon Hesberg, 1992, 144-184).
Atenent a la ubicació de la vil·la, el monurneot podía estar oriental cap al sud, ambla fa~ana principal visible des de la zona residencial, on possiblement figurarla una inscripció de caracters
monumentals.
Sobre aquesta qUestió, en la descripció de Ribelles de l' Edifici D esmenta la troballa en
l'exedra de ponent de part d' una inscripció de caracters monumentals trencada en tres trossos, de
7 parns de llargAria per 4 d' aJ~a (1 ,58 x 0,9 m), amb Uetres d' un pam d ' al~Aria (22.6 cm) i el
següent text: Sergio M. [- ] . Aquesta al~Aria només es veu superada en !'epigrafía saguntina per
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FERRAN ARASA 1 GIL
les lletres de la inscripció del fOrum, de 28/30 cm (CIL IP / 14, 374). La seua restitució, ambla
resta de la filiació i el cognom, donarla un mínim de 3 m de llargma. Com ja va assenyalar Alcina
(1950, 124), aquesta inscripció, que possiblement es trobava despla~da, pertanyia amb seguretat
a un edifici de caracter monumental, on figuraría en la f~ana principal sobre la porta. El cognom
Sergia el trobem també en una familia de la ciutat de Saguntum, on es conserven alguns epitafis
d'una dona anomenada Sergia M(arci) Jfilia) Peregrina, nom que presenta una gran semblan~
amb el que apareix incomplet en aquesta inscripció. No resultaria molt agosarat plantejar la hipOtesi que, més que una simple coincidencia onomastica. es ttactas de la mateixa persona, com ja
va assenyalar el mateix Ribelles (ms. 17, 668), membre d' una rica famfiia saguntina, que bauria
erigit un monument en la seua vil·la, situada a poca distancia de la ciutat. Sergia M. f Peregrina
és precisament un deis personatges que apareix en quatre de les dedicatbries que figuraven en el
'
monument funerari deis Sergii de Sagunt (CIL IP / 14, 339, 340, 344 i 345), que tant per 1 epigrafia com per la tipología de 1' edifici pot datar-se entre el final del segle 1 i el principi del D. A
partir deis pocs elements amb que comptem, la base ~tica de pilastra i aquesta inscripció monumental, l'edifici a que pertanyien pot datar-se de manera aproximada en els segles 1 Devia
-D.
tractar-se, dones, d'un monument que aquest mateix personatge va erigir en el cim oriental de la
Muntanyeta amb una funció indeterminada, perb possiblement funerma.
EDIFICI C
El tercer conjunt de ruines (C) és l'únic del qual dibuixen la planta Chabret i Cebrián i també
el que va centrar els treballs d' Alcina i Mesado. Estava situat en el vessant meridional del cim
oriental, a uns 10m al sud de les restes de l' anterior (fig. 3, 2). La seua planta estava desfigurada
per una serie de compartimentacions interiors producte de la seua reutilit.zació, possiblement des
de 1' Alta Edat Mitjana.
El primer autor que identifica aquest edifici com un monument fune.rari va ser Cebrián,
segons sabe m per Lloren te ( 1887' 260), qui afirma va que les ruines de 1' edifici e, "con mejor criterio en mi concepto, los considera vestigios de algún edfculo sepulcral".
Cbabret (1888, D, 19-20, fig. 12) el descriu com un edifici de planta rectangular que estava
orientat seguint l'eix major de la muntanya, d'oest a est (fig. 7, 1). Deis murs a penes quedava 1
m d'al~ma i estaven fets d'argamassa amb fi1ades de pedres desiguals. L'interpreta com un
temple de tres cel·les amb adytum, al qual s' accedia per dues portes des de les naus laterals. En
J'extrem del rectangle (A) es veien vestigis de !'escala d'accés, mentre que un altre mur (B) transversal separava les dues zones. Hi bavia senyals evidents que aquest edifici bavia comptat amb
un pbrtic columnat avan~at, perla qual cosa considerava que era un temple prbstil. El croquis de
Cebrián (fig. 7, 2), amb l'error en l'orientació, no difereix massa del de Chabret.
Com hem vist, Alcina va centrar els seus treballs en aquest monument, que identificava amb
el descrit per Pla (fig. 8). El descriu com un edifici de planta rectangular oriental ESE-O NO, amb
unes dimensions mWmes de 12,8 x 3,8 m, amb el ter~ oest de major amptma (4,2 m) (48).
(48) D '~quest
Alcina oo d6oa tamp0t: les dimensions. ni tan sol.s la grosslria del seus murs. Les que jo dooe s6o
i estan calc:ulades a partir de !'escala grifica que apareix en el croquis de la planta que incJou en d seu
edü~ei
puramen1 aproximatives
udlall.
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EL CONJUNT MONUMENTAL DE LA MUNTANYETA DELS ESTANYS
o· ALMENARA
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Aquesta nau comptava amb dues portes: una en el costal sud, despla~ cap a l'est, i l'altra en
el lateral oest,junt a l'angle SO, amb dos graons d' una escala. en el vessant sud, pero despla~ada
;
cap a l'est de la línia de la porta, bi bavia una altra escalinata més ampla. Els mues estaven fets
amb un parament irregular de pedres travades amb morter i conservaven fins a 1, 1 m d'al~ana.
En Uocs senyalats com els angles i les portes s'bavien utilitzat carreus. En l'angle NEva veure
un revestirnent de carreus regulars de pedra de Sagunt, cosa de la qual dedueix que tot I'edifici
devia estar recobert d'aquesta pedra. Davant de la porta oest hl bavia un pavimeot fet de grans
lloses, tovots i pedres de menor grandaria.
El mur nord era d'uo sol tram i d'ell arrancava un mur perpendicular en direcció nord a uns
5 m de l'angle NE, potser un contrafort. El mur sud constava de tres trarns, deis quals el de l'oest
estava un poc despla~at cap al sud, raó perla qualla oau ací era més ampla. D'aquest mur sud
arrancaven al tres tres perpendiculars de diferent llargaria: el de J'extrem oest era la continuació
del mateix costat de la nau i feia angle amb el tram corresponent del mur sud; a poc més de 3 m
cap a l'est n'arrancava un altre fent angle amb l'altre tram del mur sud, acf lleugerament despl~at cap al nord, per la qual cosa quedava un buit entre ambdós trams del mur sud, sense que
hi baja seguretat que es tractava d' una porta; a uns 5,5 m cap a l'est es trobava el tercer, que arraocava a uns 2m de l' angle SE de la nau i era el més llarg deis tres.
Del paviment de morter esmentat per Pla, RibeUes i Valcárcel, que creu pertanyent a aquest
edifici, Alcina diu que no veié vestigis, ni creu que pogués existir en el Uoc on el situen aquests
autors, com no fos sobre un gran terraplé; assenyala com possible la seua existencia a l'oest de
l'edifici. Tanmateix, en el text de la descripció i en la planta situa el tall d'un paviment enfront
de l'escalinata meridional, on es trobava l'edifici D al qual realment pertanyia.
A !'interior de la nau, adosada al mur nord, va trobar una cambra funemria de planta rectangular, amb unes dimensions de 8,80 x 4 m. EJ costar est estava tancat per una paret de 60 cm de
grossaria en qu~ s' obria una porta de 0,64 m de Uw:n. situada a 1,6 m del mur nord i cegada amb
pedres i terra, queja apareix en els croquis de Chabret i Cebrián; el fet que en 1' angle SE pareixia
no baver cap carreu ti fa suposar que aquest mur podía prolongar-se cap al sud. El mur sud, també
de 60 cm de grossaria, tenia en el seu extrem oest dos graos carreus, l'inferior deis quals sobreixia
cap al sud, com si s'bagués prolongat en aquesta direcció; de fet , Alcina hi situa un mur. D'altra
banda, pegots de morter en la cara nord d 'aquest angle permeten suposar que la cambra funemria
estava tancada pel costat oest amb un altre mur ja desaparegut. El mur existent en aquest costat
es trobava a uns 80 cm de l'angle SO i estava fet de fragments de paviment i pedres irregulars
travades amb terra. Un altre mur de semblants caracterfstiques i 3 m de llargaria arranca del mur
meridional de la cambra funeraria en direcció sud. Alcina dibuixa un altre mur en direcció E-0
que arranca del costat oest a )'altura del brancal sud de la porta lateral, possiblement de les
mateixes caracterfstiques que els dos anteriors, que Mesado no va trobar. Possiblement, en el
moment d' aquestes reformes degué cegar-se la porta est de la cambra funemria i obrir-se una altra
en el costat sud, que és la que va trobar Alcina
La celia funemria contenía tres tombes d' inhumació situades en el costat est (fig. 8, 3-4).
Estaven constnüdes amb lloses verticals travades amb morter i tapades amb altres Uoses irregulars recobertes de morter. La primera amidava 190 x 50 cm i contenía les restes d'una persona
anciana, tal vegada una dona. La segona estava orientada cap a l'est i es va trabar mig remoguda.
La tercera estava intacta, també orientada cap a J'est i contenía les restes d ' un borne jove. No contenien aixovar, tan sois alguns fragments de cetamica iberica. Per la disposició de les tombes,
creu que la segona i la tercera són contemporarues a l'edifici i totes són d'~poca romana.
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FERRAN ARASA 1 GIL
Segons Mesado (1966), aquest monument tenia una planta rectangular de 17,05 x 8,45 m,
amb una superffcie construXda de 144 m1 i dues portes. La principal, que alesbores ja havia desaparegut, devia estar situada en el costal sud, possiblemen1 a !' altura de !'escalinata, que quedava
despla~da cap a J'es1 de l'eix longitudinal i conservava 4,50 m de llargAria: dos petits carreus
clavats a terra i separals 1,80 m senyalaven possiblement el lloc que ocupava la porta i en
dona ven la llum. La porta secundAria és laja senyalada per Alcina en el costal oest. que tenia 1,40
m de llum i quedaría despla~da cap al nord de l'eix transversal, a 2,65 m de J'angle NO; dels
dos carreus que formaven els brancals, el del costal nord era un element reaprofitat, una ~
motllurada amb una gola, possiblemenl de cornisa (fig. 12, 2), el que Ji feia planlejar-se la possibilitat que aquesta porta fos posterior. Mesado apunta la possibilitat d'un tercer accés pel costal
est. que no quedava ciar i no considerem probable. El mur nord, de 60 cm de grossAria, tenia un
gran carreu en J'angle NO i a 4,6 m d'aques1 arrancava un altre perpendicular en direcció nord;
aproximadamenl a 1,4 m cap a 1' est d' aquest arranca va el mur esmental per Alcina en la mateixa
direcció. El mur meridional comp1ava amb una solida base formada per graos carreus, deis quals
veié encara el de l'extrem oest in situ i el segUent despla~at. de 0,45 x 1,80 x 0,50 m. El mur oes1
tenia 60 cm de grossAria i de l'angle SO arrancava un fort conglomera1 de morter i pedres mitjanes, a mode d'anta, d' l ,85 m de Uargru-ia, que Ji donava una longitud total de 10,30 m; el corresponent del costat esl es va trobar en una neteja superficial. Del mur est. que no va excavar,
sobreixia un carreu situat a 3,35 m de l' angle NE que tenia 45 cm de grossAria. Aquest pot ser
l' únic element visible d'aquest edifici avui dia.
En l'actualitat les seues restes a penes s'hi poden distingir. Queden alguns graos carreus solts
pel vessant meridional de la muntanya que hi poden pertanyer. Tots són de calcArla gris-blavenca
de gran qualitat (pedra de Sagunt) i la majoria conserven adberencies de morter antic. Hi destaca
un en forma de gran llosa de 186 cm de LlargAria i 44 de grossAria, amb dues mosses de 3 cm
d' ampiAria, mides que es corresponen amb les assenyalades per Mesado pera un dels carreus despla~ats del mur meridional. Altres tres fragments de grans lloses trencades i soltes tenen grossaries de 15, 16 i 16,5 cm. A l'oest hi ha un altre carreu trencat i aíllat amb una grossAria de 30 cm.
A 1' extrem sud, sobre els bancals, hi ha un gran carreu de forma cúbica, trencat. que conserva
unes dimensions de 50 x 66 x 61 cm.
La planta que dibuixa Mesado guarda la mateixa orientació pero difereix notablement de la
d' Alcina, i tampoc s'aproxima a les plantes de Chabret i Cebrián. Sobre la planta d' aqueU, els
laterals est i oest es prolonguen cap al sud i es tanquen per aquest costal amb un nou mur que
Alcina no veié, de manera que la nau on va excavar les sepultures es queda com la cambra
funerAria d' un edifici notablemenl major (fig. 14). Aquest edifici tenia afegits posteriors que
deformaven la planta original. Possiblemeot, Alcina va centrar els seus treballs en la zona nord
del monument. sense arribar a tenir-ne una visió completa. Tot i que Alcina suposa que el monument devia anar revestit de carreus de pedra calcArla, i que Mesado restitueix una porta flanquejada amb pilastres, no hi ha iodicis segurs que aquest monument comptAs amb elements arquitectonics decorats. La pre~ncia de dues tecniques constructives clarament diferenciades pennel
distingir els murs de la primera construcció deis afegits posteriors, possiblemeot medievals, que
dividien !'interior en diferents espais. Com ja va assenyalar Alcina, 1 edifici esta va constrWl amb
'
murs fets de pedres de grandAria mitjana travades arnb morter i carreus en determinats punts, com
ara alguns angles. Les tombes estaven construXdes de la mateixa forma i eren iodubtablement
contemporinies.
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EL CONJUNT MONUMENTAL DE LA MUNTANYETA OELS ESTANYS O' ALMENARA
o
341
S m.
Flpra 14.- CroquJs delmoaument Ca partir del dlbulx de M. aclo (1960).
e
Uns 7 m al nord d'aquest edifici {C), a uns 3 m de l'estructura que ocupava el cim oriental
de la Muntanyeta (edifici B), bi bavia pegots de morter roig vinós. Com que del mur nord arcancava almenys un altre en aquesta direcció, i el desnivell existent entre ambdues estructures era
només d' 1,70 m, Mesado creu possible la connexió entre ells.
Com destaca Mesado, davant aquesta confusió de murs i sense haver realitzat excavacions
sistematiques, no resulta estrany que autors com Cebrián -en qui possiblement es basa Chabretinterpretassen de manera erronia la planta d ' aquesta construcció. Els vestigis de l' escala conservats en el costal oest van determinar que l'orientaren E-0; possiblement l' escala principal, en el
costat sud. devia estar completament colgada pels enderrocs. La idea pre-concebuda que es trobaven davant un temple clllssic els va portar a una interpretació fo~ada cercant una divisió interior proxima a aquests, amb pronaos, celia i adytum; si afegim la regularització de la planta resultant. podem comprendre perfectament el resultat final. Aquesta interpretació fou seguida per
Garcfa y Bellido (1947), qui creia que es tractava d ' uo temple itMic de tres ceJ.les que tal vegada
podia datar-se en el segle ll aC o poc més tard.
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FERRAN ARASA 1 GIL
La planta del monument dóna una relació entre llargana i amplana de 2:1. Quant a l'acabat
de la fa~ Mesado va suposar que la porta principal estava flanquejada per pilastres. També
cabria la possibilitat que la f~a estigués precedida d'un ¡>Ortic columnat, com assenyalava
Chabret, ambla qual cosa el monument adoptaría exteriorment la forma d' un temple in antis.
Tanmateix, les seues dimensions no s'avenen a una modulació canonica: pera ser hexAstil els
intercolurnois resultarien petits, amb 2,8 m, i per a ser tetrAstil serien excessivament graos, de
4,25 m. D' altra banda, l'orientació de l'edifici, amb la fa~ana en un deis costats més llargs, no
sembla molt canonica. Donada la seua cronología avan~ada, creiem que aquest edifici no devia
comptar amb elements arquitectonics decorats. Si tenia algun tipus de decoració, tal vegada es
limitava a un recobriment estucat deis paraments exteriors.
La presencia de tombes pennet concloure que es tractava d'un edifici funerari, una tomba de
caracter monumental que palesa un tractament privilegiat deis difunts i és una clara evidencia de
jerarquització (Picard, a AAVV, 1986, 9). La pobresa en la decoració arquitectooica de l'edifici
s'adiu ambla utilització del ritual de la inhumació i ens permet datar el conjunten epoca tardana.
Aixo no obstant, pera la seua datació, donada la manca d' aixovar, hi ha ben pocs elements. En
primer lloc, tenim la utilització del ritual d'inhumació, que ens proporciona una datació avan~ada
pero excessivament Amplia. En segon lloc, amb una importAncia molt relativa, tenim el fet que
en la porta oest del monument s'haja trobat un element arquitectonic motllurat reutilitzat, possiblement una ~a de cornisa: no sabem si la seua inclusió correspon al moment de construcció
del monument o a una reforma posterior. Sobre aquestes bases, només es pot aproximar una
datació entre els segles IV i V.
Encara que no són molt freqüents, coneixem alguns paral-lels de tombes tardanes d'aquestes
característiques. En territori valenci~ s' ba excavat un mausoleu a la necropolis de 1' Albir
(Morote, 1986; Femández Rojo i Amorós, 1991 ), un gran edifici de planta rectangular ( 11 x 5 m)
amb sis contraforts i !'interior dividit en dues habitacions. En l'habitació del costal oest hi bavia
un paviment de morter, sobre el qual es disposaven uns prims tabics llu1ts que formaven una serie
de cambres cobertes amb Uoses precintades amb argamassa. Al voltant hi bavia diverses tombes
de diferents tipus: constrWdes, en Wn.fora i amb teules en doble vessant. Les tombes que hi havia
a !' interior estaven saquejades i destru1des. Les tombes adosades al mausoleu en la seua cara
nord, ben conservades, es daten a partir de l'aixovar cemmic i dues monedes cap al tercer quart
del segle IV. A la necropolis paleocristiana de Tarraco hi ha alguns edificis funeraris de caracter
monumental, algun deis quals presenta tombes similars recobertes amb lloses de morter, com el
roausoleu 8, que es data almenys en la segona meitat del segle IV (Del Amo, 1979, 185-186, fig.
27-28). A Merida coneixem un monument semblant: el mausoleu de la "Casa del Anfiteatro", de
planta rectangular, amb contraforts, que es data en el segle m (Palma i Bejarano, 1997).
EDIFICI D
Al sud d'aquest monument Pla i RibeUes esmenten una quarta construcció on aquell varealitzar les primeres excavacions, que apareix representat en els croquis de Chabret i Cebrián. Com
no ha estat esmentat de manera singularitzada, l'anomenarem edifici D. Es tracta del paviment
de morter en que s'al~aven vuit pedestals, que aqueUs situen al sud del monument C, pero del
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EL CONJUNT MONUMENTAL DE LA MUNTANYETA DELS ESTANYS O' ALMENARA
343
qual ni Alcina ni Mesado van trobar rastre. Com aquests indiquen, podía haver estat situat al peu
de l'escaJa d 'accés a la porta principal del monument C, on hi havia una extensa superfície horitzontal. La seua desaparició pot explicar-se pels treballs d' excavació del propietari de la finca. V.
Melcbor Polo.
En les primeres referencies només s'assenyala la presencia del paviment d'aquesta construcció. D' aquesta manera. Pla (1807, 25) indica: "En la superficie expresada, entre sus ruinas y
excavaciones descubrí un pavimento de ormigon de ladrillo roxo, y piedrecitas menudas, y desde
un extremo á otro, por las partes descubiertas, medí 50 pasos de longitud (45,20 m)". Aquesta
distAncia és excessiva: o esta equivocada o es refereix a l'extensió del conjunt de ruines i no a la
Uargana del paviment, ja que posteriorment el mateix Pla (1821a, lO) assenyala que: "(...)
empezé a excavar la tierra y encontré hasta 40 palmos (9 m) de pavimento fonnado de ladrillo
rojo y piedrecitas menudas ( ...)".
Ribelles ( 1820, 225-226) el descriu de la següent forma: "El sitio que ocu)taba estos restos
de antigüedad tiene como unos 40 palmos de largo y 24 de ancho (9 x 5,4 m). Cerrábanlo por
todas partes paredes de dos palmos (45 cm), de la cuales queda una en pie formada de hiladas de
piedras de diferentes tamaños. A los extremos de este paralelógramo quedan vestigios de dos
piezas semicirculares, y en el pavimento romano de la oriental hay dos agugeros cuadrados, y
otro circular, en cuyo fondo se halló una porcion de carbon de pino. El pavimento de las tres
piezas es uno mismo, y trabajado segun las reglas que prescribió Vitruvio hablando de los pavimentos. En medio del piso del paralelógramo hubo en otro tiempo erigidos ocho pedestales de
marmol azul Saguntino adornados con arreglo al gusto de la arquitectura romana. Cada uno de
ellos estuvo colocado en frente de otro, distando cinco palmos (1,13 m) entre si, y seis (1 ,35 m)
de las paredes laterales, y dejando en medio un tránsito de algo mas de una vara".
Deis 5 pedestals que encara veié in situ, 4 tenien inscripcions i l' altre era anepígraf; d'un
altre pedestal encara va veure alguns fragments que li permeteren reconstruir part del text. En
l' absis de ponent veié el relleu d'armes i els fragments de la inscripció de cañcters monumentals
anteriorment esmentas.
En 1' esborrany del seu article Ribelles (ms. 81, 761) completa la descripció d' aquesta
estan~a: "Cierralo por un lado una pared rustica de pie.dra en seco, y por el otro existen solamente
los fundamentos de otra al parecer semejante. En los extremos se unen las dos formando un semicirculo, dividido en su base por una pared travesera". Pla i Ribelles coincideixen en la llargaria
del paviment i en les seues caracte.rístiques, segons les quals devia ser d' opus signinum. Pero
només Ribelles assenyala !'existencia en els extrems d ' aquest rectangle de 9 x 5,4 m de dues
peces semicirculars, dos absis. La descripció, dones, és clara: era una estan~a amb doble absis.
El fet d ' haver-se trobat acf la inscripció de caracters monumentals no dóna seguretat sobre la seua
pertinen~a a aquest monument, perque tot el conjuntes trobava enderrocat i podía procedir d ' un
altre lloc.
Chabret (1888, ll, 20-21, fig. 12) representa en el seu croquis el paviment situat al costal sud
de 1' anterior monument i explica que estava fet de formigó de rajo! a i grava (C), amb part deis
seus murs est i nord i la localització deis pedestals, quatre a cada extrem, en !' interior (fig. 7, l,
C). M egeix que eU n' havia pogut veure encara un. D' altra banda, en el croquis de Cebrián que
reprodueix Alcina (fig. 7, 2, C) es veu el que sembla l'absis oest representat amb tra~os discontinus.
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FERRAN ARASA 1 GIL
En l' actualitat, l'erosió i probablement alguns treballs d'excavació furtiva han deixat a la
Llum part d' una estructura que pot correspondre a aquest edifici. Es tracta de dos murs
paral·lels disposats en direcció N-S, sobre els quals es conserva una superficie horitzontal de
moner. A 1'oest es veu un altre mur oriental E-0 que no estA exactament alineat arnb les restes
anteriors, pero podría correspondre al mur sud de la terrassa sobre la qual s' al~aria aquest
edifici.
La restitució d'aquesta planta ens dóna un edifici biabsidiat, una celia dicora (fig. 15). La
presencia deis pedestals confereix a aquesta estan~ un inequívoc carncter funerari. Sembla,
dones, que devia tractar-se d'una mena d"'aula de culte" o cenotafi on s'aplegarien les dedicatOries funeduies del grup familiar, possiblement soterrats en la ciutat. No pot descartar-se, pero, la
reutilit.z.ació d'un edifici constru'it amb una funció diferent. Pera la seua datació només comptem
amb les aproximacions cronologiques proporcionades pels pedestals i llurs textos epigrafics, que
els situen entre el final del segle II i el principi del m (cf Corell, 1989). Cal assenyalar un cert
paral·lelisme entre el Monument de la Trinitat de Sagunt i aquest edifici pel que fa al conjunt
epigrAfic, puix e.n aquellles 10 dedicatories a la fanúlia constituida pel matrimoni de L. Antonius
L. f Gal. Numida i Sergia M. f Peregrina i la seua filla Antonia L. f Sergilla, estan signades per
familiars, lliberts i arnics (CIL 112/ , 77), i en aquest figuren dedicatories de familiars i lliberts
-entre altres- a dos magistrats municipals.
Els precedents d' aquest tipus d'estances biabsidiades els tenim en les basiliques alto-imperials. Coro assenyala Gros (1996, 253-259), tot i que la Basilica Úlpia. acabada en el 112/113, és
la més coneguda de les que compten amb dos absis, altres basOiques de les províncies occidentals poden datar-se amb anterioritat: Nyon (GermAnía Superior), en el regnat de Neró; Martigny
(Alpes Poeninae), en el de Claudi i la del primer fOrum de Kempten (Retia), cap al80. Amb posterioritat, aquest tipus de basfiica sera freqüent a África en epoca severiana, segons podem veure
a Bulla Regia, Volubilis, Lepcis Magna, etc.
Trobem estructures semblants en vil·les i conjunts palatins, sobretot en el Baix Imperi, freqUentment com a vestíbuls de les estances senyorials oberts al peristil. Aixf, per exemple, al palau
flavi de Fishboume (Anglaterra) hi ha un corredor biabsidiat en el costal oest, darrere de la sala
d'audiencia (Cunliffe, 1974, 76 ss, fig. 13-14). A la vil·la de la Piazza Armerina (Sicília) la basílica estA precedida per un llarg ambulacrum biabsidiat que dóna al peristil; els banys, l'atri i el
tepidarium són també sales biabsidiades (Carandini, Rici i De Vos, 1982, 194-197, núm. 36; 335
i 362, ntím. 3 i 6). A la vil·la de Latonquette (Fran~a) trobem una llarga estan~a biabsidiada oberta
a mode de pOrtie (Lauffray, Schreyeck i Dupré, 1973, 151, fig. 26). A África hi ha dos exemples
d'aules biabsidiades en sengles cases d' Hippo Regius (Tunísia), la Maison de la Chasse i la
Maison A I' Est du Forum (Rebuffat, 1969, 674). En !'arquitectura privada hispAnica les estances
amb doble absis també són característiques de les vil·les del Baix lmperi i solen tenir un carncter
senyorial (Femández Castro, 1982, 207; Alonso, 1983) (49). Tenim alguns exemples en les vil·les
de La Sevillana (Badajoz), del final del segle IV, on hi ha una estructura biabsidiada a !'exterior
amb funció de criptopc)rtic (Aguilar i Guichard, 1993, 120-121, fig. 38); Bruñel (Jaén), que es
(49) Aquest lipus arquhectbnic: seli igualment empnt en el m6n c:rlstil en la planta d'algunes buniques c:om les ele Casa
Herma (Mmda. B•.Joz), Totre ele Palma (Moofone de Alcmtejo. Portugal). San Pedro ele AlánW11 (La Vega del Mar. Mll.aga).
etc (Godoy. 1995. 284-291. figs. 61-ól: 294-303. fig. 65: 262-266. fig. 52).
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Ftpn 15.- CroquJs del'ediftd D seaoos de 1a detcrlpd6 de Ribelles (1820).
data en el segle IV, situada en un dels costats del peristil, amb unes dimensions d' uns 13 x 40 m
(Palol i Sotomayor, 1972, 377-378, fig. 12; Scblunk i Hauschild, 1978, 116-117); Torre de
Cordeira (Beja, Portugal), que es data en la primera meitat del segle IV, amb dues estances biabsidiades en les tennes (Gorges, 1979, 475-476, pl. LXX); i la de Barros-Oledo, on trobem 2
estructures rectangulars biabsidiades a1s costats d' un pati, que es data entre el final del segle
i el IV (Carvalbo i Costa, 1994, 71, fig. 2). Finalment, en el conjunt palatí de Cercadilla
(Cordova), l'edifici E té igualment un vestíbul biabsidiat (Hidalgo, 1996, 43, fig. 3).
m
6. LES INSCRIPCIONS 1 LES TROBALLES MONETÁRIES
Un deis elements destacats des de les primeres referencies de Pla i RibeUes són les inscripcions, de les quals es van trobar un mínim de tretze, majoritariament de carncter funerari (50).
Pel que fa a 1' onomAstica, com ja va assenyalar Cbabret, "los nombres de las farnilias que suenan
en todas las inscripciones del referido templo, son saguntinos, y como todas las que se hallan en
la jurisdicción de la antigua ciudad tienen hasta las particularidades que usaban en la redacción
de los epígrafes". Aquesta relació de l'epigrafia d' Almenara amb la de Saguntum és palesa no
únicament en l'onomAstica. sinó també en la morfologia del suports. En aquest sentit, bi desta-
(SO) CIL U 3973-3979. 3981-3983 i 6()S4.()()61; Bellrin. 1980. nlim. 319-337: CIL IJ'/ 14. 687-708. L' epi¡raf.a d'Almenara
ba estatestucüadade cnanera monogrif.ca perCordl (1989). La ratad'insaipcions d'IQuesta loc:alillloo tenen ~ia~XlC~a'eta
RJUR per trabar-se mrtilitudes. toe i que se'o poc suposar el maitU ori¡en almenys pera una part (Arasa. en premsa e).
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FERRAN ARASA 1 GU.
quen dos pedestals dedicats a sengles magistrats municipals que, per raons de proximitat, deuen
ser saguntins: [.] Geminius [. ¿ Maxi]mus i L Va/erius Lf. Gal. O[pta]tus.
Pel que fa a la inscripció de caracters monumeotals en que es podía llegir Sergio M.
U. - ], j a hem vist que el gentilici Sergius figura en una família d'aquesta ciutat, on es conserven quatre epígrafs dedicats a una dona anomeoada Sergia M(arci) f(ilia) Peregrina. Corell
(1989, 187-188) relaciona amb aquesta inscripció un fragment trobat a Beoavites, també amb
caracters monumentals, en que es llegeix Ser[--], d 'on restitueix un hlpotetic nom Sergia M.
f. Ser[gil/a]. Aquesta relació entre els fragments d' Almenara i de Benavites ens sembla un tant
for~ada, encara que no és descartable, puix podría tractar-se d' una altra inscripció de caracter
monumental procedent del mateix jaciment on es van trobar al tres epfgrafs cooeguts en aquesta
localitat. De fet, en el mateix monurnent de la Trinitat figura una altra dona de nom Antonia L
f. Sergilla, possiblement ft!Ja de )' anterior i de L. Antonius Numida, el nom de la qual podria
figurar en un monument d' una altra propietat familiar situada a la velna Benavites.
Pero la inscripció més coneguda és aquella en que apareix una dedicatoria religiosa a Venus
(CIL IP/ 14, 688). La troballa d' aquest epfgraf ha estat detenninant en la reducció del santuari
d' aquesta deessa esmentat per Polibi al jaciment de la Muntanyeta. Aquesta interpretació tradicional ha estat represa darrerament per CoreU (1 986). La inscripció estava trencada en quatre
fragments. En els tres primees fragments apareix una dedicatoria votiva, mentre que en el quart
apareix una xifra corresponent a 1' edat. La interpretació dels dos primees fragments difícilment
pot se.r diferent de la que va fer Valcárcel (PIa, 182 Ja, 15): "Me persuado que son de una misma
inscripcion, y podrán leerse los dos primeros VENERI SANCfAE 6 SANCfiSSIMAE (...) El
tercer fragmento que es IN H M significa In Honorem Memoriamque". En el quart es llegeix el
que sembla una referencia a l'edat: [an(norum) ¿ ]XII. Les inscripcions funeraries amb dedicatories a divinitats són relativament freqüeots a Hispmtia (51). Segons Vázquez (1982, 716),
els epitafis hlspans en que es menciona Venus pertanyen només a dones, mentre que els dedicants són generalment bornes. És molt probable, dones, que a continuació de la dedicatoria aparegués el nom de la difunta, potser la filiació i l'edat, que trobaóem possiblement incompleta
en el fragment núm. 4. O' aquesta manera, molt probablement ens trobem amb un epígraf funerari dedicat a Venus. La seua presencia, per tant, no ha d'explicar-se necessariament en relació
amb un hlpotetic culte a aquesta divinitat i la seua identificació amb el santuari esmentat per
Polibi.
Quant a les troballes monetaries, han estat molt nombroses al jaciment. lnicialment, Pla
(1807, 34) dóna unes xifres menors i segurament més proximes a la realitat: "En sus contornos
se han hallado numerosísimas monedas antiguas, (...) Solamente Josef Gomis, de dicha Villa, y
un Pastor de la Llosa, excederán de 200 monedas las que se han encontrado en este parage". Més
endavant, Pla ( 182 la, l3) diu que "en todo su contorno (se hallan) un sinúmero de medallas antiguas, así de letras desconocidas como romanas". A continuació posa diversos exemples per il·lus-
(51) Vcgeu el comen&ari de HUbncr en ClL n 5261: lhdicatiOfltS C
trtis deis deabusvtfactae in hooorem defunctorum nOfl
rarae sunt potissimunr in Hisponia; vegeu lamb6 CIL n, 1194-1 195 i 1202. Les fónnules utilitzades en ~questes dedicatbries eren
diverses: la~ freqllent era in honortm (CIL n 22, 23, 46, 3386, 3786. 5025, 5261); en una ocasió apareix in memoriam (CIL ll
8); sovint es combinaven ambdues fónnules: in hottorem el memoriam (CIL D 4080. 4087. 4458). in honorem memoriamqut (CIL
ll 6181) o simplement in lwnorem memoriae (CIL ll 5522).
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trar la quantitat de monedes que s'hi trobaven (Pia. 1821 b, 4): "solamente el Sr. Arcediano de
Alcira D. Vicente Saus tenia mas de dos mil, así de las mas antiguas de letras desconocidas como
de romanas, que un vecino de la villa de Almenara le recogió de dichos términos. Un pastor de
la Llosa. pueblo anexo de Almenara. á centenares ha vendido al Dr. D. Enrique Palos, de
Murviedro, de todas clases de monedas antiguas halladas en el mismo terreno. Dicho Cura tambien posee una buena porcion, entre ellas una. asimismo hallada en el monte del templo de Venus,
tan preciosa por su antigüedad, que enmudece á todos los críticos mas severos; en el anverso tiene
á Mercurio el dios del comercio, ( ...); en el reverso el caduceo con las. dos sierpes encaramadas,
y en el exergo cuatro letras de un carácter desconocido hasta del mismo Sr. Perez Bayer, versadísimo en todos los alfabetos".
Segons Ribelles ( 1820, 222): "Entre sus ruinas se han descubieno sucesivament mil y mil
medallas de todas clases, y de épocas muy remotas. D. Juan Bautista Figols, cura parroco de esta
Villa, ha juntado en pocos años muchas de los primeros Emperadores Romanos, con otras consulares, coloniales, y de letras desconocidas, ( ...) y por otra parte se sabe, que en el siglo pasado
un vecino de Almenara llegó á recoger mas de dos mil". En un deis seus manuscrits (ms. 17, 26)
parla del monetari d'aquest capellh: "En las mismas ruinas se han hallado varias medallas de
letras desconocidas, de la cuales tiene en su poder el referido Cura una con la inscripcion en el
reverso Saiti, otra con esta Kelse, y otra con esta Arse, y otra con esta Bilbilis y otras muchas
Imperiales de Hadriano, Vespasiano, Domiciano, Claudio, con algunas Consulares, y una municipal de Sagunto". Entre les monedes dibuixades en aquest manuscrit (Arasa i Ripolles, 1996,
409-413, núm. 8, 12 i 19) i vistes en el monetari de l'esmentat rector n'inclou tres, la primera de
les quals diu expressarnent que fou trobada en aquest lloc: una unitat de Saitabi de la segona
meitat del segle U, una unitat d'Arse també de la segona meitat d'aquest segle i una unitat
bilingUe de Kelse de mitjan del segle 1 aC.
Ceán ( 1832, 47, 77), pera qui "pasan de lOO monedas las que se han encontrado" en aquest
lloc, és l'únic autor que ofereix una mínima relació de peces jaque esmenta "diferentes monedas
romanas de Adriano, Antonino Pío y Gordiano, y de las colonias Celsa, 11/ici, /lerda, Cartago
Nova y Corduba". També Valcárcel (1852, 49) recorda !'abundancia de monedes trobades en
aquest lloc: "en este sitio se han encontrado porcion de monedas romanas, de las cuales solo un
vecino de Almenara, llamado José Gomez, recogio cincuenta, y un pastor del pueblo de Losa,
otras tantas" . Mesado (1966, 196) esmenta dues monedes romano-republicanes, arreplegades per
Ripoll~s (1982, 95). Aquest mateix autor va publicar un sesterci de Titus (Ripoll~s. 1980, 33).
Darrerament se'ns ha comunicat la troballa d' altres dues monedes d'Arse en la part oest de la
Muntanyeta.
La importAncia quantitativa de les troballes monethries en aquest lloc, de les quals ben
poques han pogut ser identificades, correspon seos dubte a una llarga ocupació que deu
comen~ar almenys en els segles U-1 aC, quan poden datar-se les monedes i~riques i republicanes ("consulars", de "letras desconocidas" i de les seques Arse, Saitabi i Kelse). Amb posterioritat destaca el nombre de peces provincials que esmenta Ceán, entre les quals n'hi ha de
Catalunya (/lerda), la VaU de l' Ebre (Celsa), el País ValenciA (llic1 Mtlrcia (Carthago Nova)
),
i Andalusia (Corduba). La seqU~ncia corresponent a les encunyacions imperials comprén els
segles l-ID, amb peces de Titus, Adrih, Antoní Pius i Gordia; hi destaca l'ab~ncia de monedes
del Baix lmperi.
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348
FERRAN ARASA 1 GD..
7. CONCLUSIONS
Comen~m amb eltext de Polibi (ID, 97, 6-8) que es troba en la base del corrent d'opinió
sobre la identificació del jaciment que perdura fins a l'actualitat (52), el qual es complementa
amb un altre de Livi (XXD, 22, 4) sobre el mateix fet (53). En la narració de la Segona Guerra
Púnica, Polibi conta que 1' any 217 els romans, comandats pel proconsol P. Comeli Escipió, després de passar l'Ebre van dirigir-se cap a Saguntum i van acampar a uns 40 estadis (7,4 km) d'aquesta ciutat, prop d'un temple dedicat a Afrodita. El passatge de Livi narra el mateix esdeveniment, pero no conté els detalls del temple i de la distancia del campament a Sagunt. Aquest és el
primer contacte entre ambdós ex~rcits en terres valencianes, del qual no hi ha constancia sobre
un enfrontament militar. Després, els romans tomen al seu campament d'hivem al nord de l'Ebre.
En el passatge de Polibi apareixen dos elements de gran interés: el campament dels romans
i un temple consagrat a Afrodita. Com bem vist, aquest santuari va ser redu'it des d'un principi a
les ruines trobades a la Muntanyeta deis Estanys. L'aparició d'una dedicatoria a Venus va donar
suport -nútjan~ant una interpretació interessada- a aquesta hipbtesi, que va arrelar molt entre els
erudits i historiadors valencians i es va popularitzar fins al punt que encara perdura. La dedicatoria, pero, correspon a una inscripció funernria i cal considerar-la insuficient per admetre la
pre~ncia d'un santuari (54). La identificació del campament amb el recinte emmurallat de la
muntanya del Punt del Cid va ser posterior (55). Esmentat inicialment per Chabret ( 1888, 25-28),
va ser identificat per Cebrián -segons sabem pel primer- i Schulten amb el campament al~at pels
Escipions en aquest primer a van~ cap a Sagunt, que passava així a ser el més antic d'Hispania (56).
La reducció del temple va trobar suport en la del campament; tots plegats confumaven el text de
Polibi. Aquesta opinió ha estat seguida per la major part dels autors posteriors. Encara García y
Bellido (1976, 64) i, més recentment, Morillo (1991 , 148), han seguit considerant aquest recinte
el campament roma més antic d' HispAnia. L'excavació realitzada en aquestjaciment l'any 1980,
pero, ha permés confirmar que es tracta d'una fortificació alto-medieval (Arasa. 1980).
(S2) Polibi, m. 97. 6-8: 6 · ~¡¡T¡ )'i:lp KmaAATJ~áJI.EVOt tou¡; 112p\ 'li¡v lltáPacnv ohcou~ tcbY '1
1}1\paw flmv ltpOc;
ti\VtCÍJY 1.a1CQV9a(O)Y JtÓAtv, c'Jlrooxó~ ot®Co\X; die; wttQj)(ÍICOvta 112p\ tO tf\~ ' A~tTJ~ itpOV ltaUO'tpatoú&ooav.
7 Aaj)ó~ tÓitOV ttltucilc; !CrlJit!VOV !tp~ u ti\V UM tCÍJY JtO).qlÍO)Y aa.cxAe~av m\ ~ ti¡v h.: eaAáttTJ~ xopTJyíav
• 8 ~ou .,op airtai~ c:ruvéjSatve m\ wv otó>.ov JtOteio8al (mi] tov ltapáltAouv. ~Evea 11ft -y{vetaí t u; ltjl(Xll.látO)Y
JQ19tltÍUia totá&.
"En efecte. despi'Es d 'intimidar les tribus ibc:res que habilllven vora el pas del riu, arribaren • la ciutat de S1gunt i ~eamparen
a la distlncla d 'uns qiWIDta eslldis prop del temple d ' Afrodita. Escolliren un indrel moh ben sitlllt, tant perla segwcw contta els
enemics com per 1• facilitat per a rebre recursos del mar, com fos que la
anava costejant albol8 amb ells".
(S3) Livi. XXIJ. 22. 4: Occupatis igltur Canhoginirnsibus !Altibrrico br/lo houd cunctantu Hibrrum Trunsgrrdiuntur nrc
noca
•11/o uiso hostr Saguntum prrgunt irr. quod ibi obsidu totius Hispaniae trad/tos ab Hannibalt fama eral modico In arce custodisi
pratsidlo.
"Aixf dones. com els cana¡inesos estaven ocupatS en la gu.ena oontl'8 els celtfbers, van ttavessar I'Ebre sense dubtar-bo i.
sense baver vlst cap enemic. es van diposar a marxar a Sagunt, perqub se sabia que els bostatges de tOla Hisl*úa entregats per
Annlblllli eren custodiats en una petita fonalesa".
(S4) No po1 descllltlr-se un culte en rel~eió amb 1• deu dels Estanys. com per exemple el que demostr1 la inscripció dedicada
a lu nimfes junta un lloc semblut • la ciutat d 'Ede~a (Cll. ll'/14. 121), pero no bl ha testimonis epigrilics ni represeniiCió
escultbrica del nunH'n que ho clocumenten.
(SS) UDI de les primen:s ref~ncies documenlals sobfe .quest jiCiment ha esw localittadl • 1' Aníu Histbric d' Almenara i
transcrita per J. A. Vicent. • qui a¡raJm la noticia. Es lliCia d'u01 Wsuro del DOiari Mananacb de 1' 11 de novembre de 1656 en q~
es descriu la visita del muswaf i proboms de la viJa: ~ ...) bavent 1011 a veure la •YBIII que baiu del puig del sid en tempS de
• ygues han vist que per temps passú. en una paret que y.• alli o fooaments vells y utlclts se ha fet un ponell (...) los tres determinen que 1• dita • Y
BIII gire per dalt de les mateixcs ruines de la paret y v1ja per la nweixa montany• deves lo esta.ny (...)".
(56) Scbulten. 1927b. 232-23S; SchuJten. 19281. 36: Sdtulten. 1928b: SchuJten. 1933. S22-S21. Curiosament. Plrls (1921 .
14().141. PI. xxxvn peDSIIVI que era un recinte ibmc.
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EL CONJUNT MONUMENTAL DE LA MUNTANYETA DELS ESTANYS
o·ALMENARA
349
A l'bora d'analitzar els elements que apareixen en aquest episodi, si cerquem un marc
geogrMic concret. les muntanyes d' Almenara no s' bi adeqüen en absolut La Muntanyeta dels
Estanys, situada avui dia a 2 km de la costa, no deu baver estat accessible des del mar en epoca
bistorica -sinó era a través d'un canal- a causa de la barrera formada perla restinga litoral, cooeguda amb el nom del Serradal; a més a més justament alesbores el nivell del mar era més baix
que en l' actualitat, i entre aquest i els Estaoys hi havia una extensa franja d'albufera. En cooseqü~ncia, la bipatesi del port és completament descartable. El santuari de Venus, sobre 1'exist~ncia
del qual no deu haver inicialment dubtes, és més probable que estigués situat en un Uoc proxim
a la mar com el Cap de Canet. accident més propi pera la localització d'aquest tipus de llocs
sacres lligats estretament a la navegació. Quant al campament deis Escipions, si 1' episodi de
Polibi respon a un avan~ real de l'exercit romA, cosa que no admeten tots els historiadors, degué
estar situat en un punt més proxim a la costa, on l' albufera no dificultés la comunicació entre
l 'ex~rcit de terra i la flota, possiblement prop de l'esmentat cap on podía trobar-se el santuari.
Tots els autors coincideixen a atribuir l'extensió i importAncia de les troballes a una gran
població. Així, Ribelles va considerar que tal vegada es tractava de la ciutat de Cherrónesos
es mentada per Estrabó. Per a Pla, al voltant del santuari devia haver una important població que
comptaria amb un pon, bipatesi que va arrelar i durant algun temps es va creure que podía ser el
port de la ciutat de Saguntum (57). Encara Alcina creu probable l'exist~ncia d' un port. al voltant
del qual es desenvoluparia una petita població comercial.
Segons hom pot deduir de les restes arqueologiques trobades, l'ocupació dellloc s'inicia en
~poca i~rica, com ho indiquen la ceramica pintada propia d' aquesta cultura, els fragments d' W:nfora romano-republicana i les monedes hispano-romanes. Desconeixem, pero, la importancia i
caracteñstiques d ' aquesta ocupació, probablement contemporbia de la darrera fase i~rica del
Castell d' Almenara (Arasa, en premsa a). Possiblement es tractava d' un petit assentament rural
situat als peus del vessant meridional de la Muntanyeta deis Estanys, semblant a tants altres que
existien pel territori de la ciutat d'Arse-Saguntum. En aquest sentit. cal recordar que als Estanys
s'han trobat indicis d'ocupació humana de l'Epipaleolític i que a la ve'ina Muntanya Blanca bi ha
restes d'un assentament de l'Edat del Bronze. Ellloc, dones, ha estat freqüentat o ocupat directament des de la Prehistoria.
El conjunt de les ruines descrites i excavades parcialment per diferents autors correspon a un
imponant assentament rom~. en 1' empla~ament del qual sens dubte va ser detenninant la
pre~ncia deis Estanys. Devia tractar-se d'una vil·la que s'estendria al voltant de la Muntaoyeta
deis Estanys, amb una Atea monumental en el seu cim i vessant meridional i la zona residencial
que possiblement ocuparía I'W:nplia terrassa existent als peus d'aquesta, a l'oest de I'Estany Gran.
La vil·la comptava amb un camí propi apte pera carros que possiblement hi permetia l' accés des
de la via Augusta. Algunes de les troballes com el capitell jonic, dos fragments escultorics que
poden relacionar-se amb un ambient aqu~tic, nombrosos fragments de marbre possiblement de
crustae i tessel·les de mosaic, deuen correspondre a la pars urbana de la vil·la. Possiblement
també s'bi poden relacionar la construcció de defenses a la vora de l' Estany Gran, una mena de
die per protegir la zona residencial, així com una illa artificial en el seu centre, elements que han
estat identificats tradicionalment amb les restes d'un port i una torre, respectivament. La
(S7) Aquem idea va pusar fins ilot a la lileniiUrl en l'obra de V Blaseo lb66ez S6niro IDcort~SDIID ~iL 1923). escrita
.
en 1909.
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350
FERRAN ARASA 1 GIL
p~ncia de contrapesos i altres elements d'almassera, almenys en part trobats al NE de la zona
residencial, corresponen a la pars fructuario i indiquen la realització d'activitats agrícoles que
proveo el caracter rural de J'assentament. Les cerWniques i monedes trobades en confirmen l'ocupació i permeten determinar-ne la datació general, almenys en els segles 1-IV.
La part millor coneguda i l'única en que s'han efectual excavacions és la zona monumental
que s'estenia des del cim i de forma escalonada per tot el vessant meridional. Acf van anar construint-se fins a tres monuments de diferents epoques i tipología. El primer descrit per Pla i
Ribelles, l'edifici O, era el situat més avall, en ellloc més proxim a la zona residencial. Tenia
planta rectangular biabsidiada i en el seu interior hi havia fins a vuit pedestals, que poden datarse entre el darrer te~ del segle II i el primer del m. En relació amb el caracter funerari deis pedestals, sembla tractar-se d' una mena de recinte de culte funerari de caracter familiar. En una terrassa
superior hi havia J'edifici C excavar per Alcina i Mesado, un mausoleu funerari -com ja va
suposar Cebrián- d'epoca tardana, que possiblemeot pot datar-se en els segles IV-V. Finalment,
al cim de la Muntanyeta, en un lloc preeminent que permetia una perfecta visualització, degué
existir un tercer edifici (B), tal vegada de caracter funerari, possiblemeot d'epoca altoimperial del
qual només s'han conservar alguos elements arquitectonics decorats.
Ellloc ha proporcional un ampli conjunt epigratic, majoritAriament de caracter funerari, que
dC, amb una major concentració en el 1I. Hi
pot datar-se almeoys entre el fmal del segle 1 i el
destaca la presencia de dos magistrats municipals que degueren exercir els seus carrecs en la prOxima ciutat de Saguntum. L' onomastica permet establir una estreta relació amb algunes de les
més il·lustres famílies saguntines, com els Baebii, Sergii i Va/erii. En un d'aquests epígrafs, de
caracter monumental, es llegia el nom d ' una dona anomenada Sergio M. lf. - ), que devia
figurar en un mur d 'algun dels monuments identificats en el jacimeot, possiblemeotl'existeot en
el cim est de la Muntanyeta (B). La vil·la, dones, degué ser propietat -almenys en alguna epocad'aquesta família saguntina.
En aquest seotit, devia ser una més de les nombroses vil·les pertanyents als membres de
l'elit saguntina, seos dubte importants possessores en el territori municipal, com possiblement
tarnbé ho eren altres com l'existent en les proximitats de Benavites (Valcárcel, 1852, 24-25}, on
també s'esmenta la troballa d' un fragment d' ioscripció amb caracters monumentals (Corell,
1988, 93-94, núm. 3, Jam. VI); 1' Antigor d' Albasset de Benifairó (Valcárcel, 1852, 26), on
s'esmenta la presencia d'una escultura; el Cabeyolet (Sagunt), on es va trobar una berma de
Bacus (58); el Cabeyol (Sagunt), on s'ban trobat carreus d'algun edifici monumental (Bru, 1958,
157), etc.
En relació amb la continunat en J'ocupació en l'antiguitat tardana, l'edifici existent al cim
oest de la Muntanyeta (edifici A) pot identificar-se per la seua tipologia amb un edifici de culte,
possiblement una petita basllica paleocristiaoa al servei d'una redu"ida comunitat rural que pot
datar-se en el segle VI. La seua destrucció impedeix confinnar la presencia d'indicadors arqueologics de ritual. Tal vegada a aquesta epoca correspon la inscripció esmeotada, possiblement
cristiana. L'ocupació del lloc sembla continuar al Uarg de 1 Alta Edat Mitjaoa, període al qual
'
deuen pertAnyer alguns dels enterraments i construccions esmentats. Els nombrosos fragments de
m
(SS) Bru. 19S8. ISS.IS9 i 169-171.1lm. rv. 1-2; BaliL 1981. 12-13. núm. 6S. Ilm. IV. 3: Baena. en Anlnegui dir~ 1990.87-88.
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EL CONJlJNT MONUMENTAL DE LA MUNTANYETA DELS ESTANYS O' ALMENARA
351
ceramica medieval que es trobaven per tota la seua superficie indiquen una intensa ocupació del
Uoc en aquesta epoca, quan també degueren reutilitzar~se els edificis romans millor conservats.
En un moment indeterminat d'aquest període, possiblement en els primers moments de l'ocu~
pació andalusí, s'inicia el procés de destrucció dellJoc amb el reaprofitament de carreus pera la
construcció del recinte mural del Punt del Cid.
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nl1mero 36. 46003 Valencia (España).
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LAS OPINIONES VEJmDAS EN LOS TRABAJOS INSER10S EN ESTE VOLUMEN DEBEN ESTIMARSE COMO JUI-
CIOS PERSONALES DE LOS RESPECI1VOS A1JI'ORES
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El Paleolítico superior de la Cova de les Cendres (Teulada-Moraira, Alicante). Datos proporcionados por el sondeo efectuado en los cuadros A/B-17
Valentín Villaverde Bonilla / Rafael Martínez Valle / Ernestina Badal García / Pere Miquel Guillem Calatayud / R. GarcíaPag. 9-66descarregarLa necróplis megalítica del Argilagar del Mas de García (Morella, Castellón)
Norbert Mesado Oliver / Joaquín Andrés BoschPag. 85-156descarregarLes gravures rupestres du Signal de la Lichère (Branoux-les-Taillades, Gard)
Philippe Hameau / D. VaillantPag. 157-178descarregarAnálisis del registro lítico de “El Recuenco” (Cervera del Llano, Cuenca)
Juan Francisco Gibaja BaoPag. 197-208descarregarEl “Sector S” del Pic dels Corbs de Sagunt: materiales cerámicos de la fase final de su ocupación. Campañas de 1990 y 1991
Amparo M. Barrachina IbáñezPag. 209-232descarregarCampesinado e historia. Consideraciones sobre las comunidades agropecuarias de la Edad del Bronce en el Corredor del Vinalopó
Francisco Javier Jover Maestre / Juan Antonio López PadillaPag. 233-258descarregarLa imagen de la memoria. Antecedentes, tipología e iconografía de las estelas de época ibérica
María Isabel Izquierdo Peraile / Ferran Arasa GilPag. 259-300descarregar