La labor del Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo en los años 1935 a 1939
1942
, ISBN 1989-508 , 168 p.
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DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE VALENCIA
LA LABOR DEL SERVICIO
DE
INVESTIGACIÓN PREHISTÓRICA
Y SU MUSEO EN LOS AÑOS
1935 A 1939
Memoria elevada a la Diputación por el Director del S.I.P.
I. BALLESTER TORMO
VALENCIA
EDITORIAL F. DOMENECH, S. A.
1942
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DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE VALENCIA
SERVICIO DE INVESTIGACION PREHISTORICA
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PUBLICACIONES DE ESTA SERIE
"El Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo de Prehistoria, en 1928" (1929).
"La labor del Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo
en el pasado año 1929" (1930, agotada).
"La labor del Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo
en el pasado año 1930" (1931).
"La labor del Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo
en el pasado año 1931". Con 6 láminas. (1932).
"La labor del Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo
en el pasado año 1932" (1933).
"La labor del Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo
en el pasado año 1933" (1934).
"La labor del Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo
en el pasado año 1934". Con 9 láminas. (1935).
"La labor del Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo
en los años 1935 a 1939". Con 12 láminas. (1942).
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DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE VALENCIA
LA LABOR DEL SERVICIO
DE
INVESTIGACIÓN PREHISTÓRICA
Y SU MUSEO EN LOS AÑOS
1935 A 1939
Memoria elevada a la Diputación por el Director del S.I.P.
I. BALLESTER TORMO
VALENCIA
EDITORIAL F. DOMENECH, S. A.
1942
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SERVICIO DE INVESTIGACION PREHISTORICA
y MUSEO PROVINCIAL DE PREHISTORIA
DIRECTOR
D. Isidro Ballester Tormo.
SUBDIRECTOR
D. Luis Pericot García.
COLABORADORES
D. Mariano Jornet Perales.
D. Gonzalo Viñes Masip. (†)
D. Fernando Ponsell Cortés.
D. F. Porcar López.
AGREGADOS
D. Domingo Fletcher Valls.
D. Ernesto Jiménez Navarro.
D. Julián San-Valero Aparici.
D. Manuel Vidal López.
D. J. Chocomeli Galán.
D. J. Alcácer Grau.
D. E. Plá Ballester.
El Museo, la Biblioteca y el Laboratorio del Servicio se hallan instalados en
el Palacio de la Diputación de la Generalidad del Reino de Valencia (Calle de
Caballeros, núm. 2).
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LA LABOR DEL SERVICIO DE INVESTIGACION PREHISTORICA y SU
MUSEO, EN LOS AÑOS 1935 A 1939
MEMORIA DE LA DIRECCION
El Director del Servicio de Investigación Prehistórica de la Excma. Diputación Provincial, complácese en elevarle la presente Memoria, que
ha de ser necesaria continuación de la que formuló respecto al año 1934 y referirse al amplio espacio de tiempo que va de 1935 a 1936, ambos inclusive; quedando por tanto en él comprendidos los períodos prerrevolucionario, revolucionario y el posterior a la Liberación, durante los que las actividades fueron normales en el año 1935 y algo más del
primer semestre de 1939, y muy escasas durante la época revolucionaria y en el resto de 1939 hasta que la Diputación pudo alcanzar su vida normal.
De todo ello pasarnos a dar cuenta.
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I
ANTECEDENTES DEL SERVICIO DE INVESTIGACION PREHISTORICA
En las anteriores publicaciones de esta serie de Memorias de la Dirección, han ido exponiéndose los antecedentes relativos a la creación y desarrollo de este Servicio y a las vicisitudes sufridas. El cambio profundo de cosas y de personas que ha traído consigo el glorioso triunfo del Caudillo, y a la vez el haberse agotado la edición de alguna de las publicaciones de esta serie en que se recogían detalles de actuaciones de interés, aconsejan dar aquí un extracto de todo aquello, para el más fácil y completo conocimiento de la vida de este Centro.
Ya estos estudios de prehistoria habían merecido acusada protección de otras Corporaciones públicas (Diputaciones Catalanas y Vascas, Santander, Ayuntamiento de Madrid, etc.) y aun permanecían las valencianas sin prestarles atención alguna, no obstante estar mostrando la extraordinaria riqueza arqueológica del suelo del antiguo Reino de Valencia, los hallazgos ocasionales y las escasas excavaciones arqueológicas llevadas a cabo
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por algunos entusiastas de tales investigaciones, con la limitación propia del esfuerzo individual. Diversas veces intentamos, formando parte de la
Excma. Diputación, la creación del adecuado centro propulsor y ordenador de estas actividades culturales en las comarcas valencianas. La deplorable situación económica en que vivían aquellas Corporaciones, hacía estéril toda buena voluntad; pero logróse con ello la creación de un ambiente favorable a estos estudios, tanto entre los señores Diputados, cuya cultura reconocía la necesidad de protegerlos y de fomentarlos, cual acontecía ya dentro y fuera de España, como entre el alto personal de la Corporación, tan entusiasta del ennoblecimiento de las actividades de la misma. Pero el cambio que en la vida económica provincial trajo, años después, el Estatuto, obra del por tantos motivos digno de constante recuerdo don José Calvo Sotelo, hizo factible, por fortuna, lo que antes no lo fuera. Y así, ofrecida en venta la colección arqueológica del señor Ponsell a la Diputación llamada de la Dictadura, al pedir informe sobre la conveniencia de su adquisición, lo dimos en el sentido de aconsejar la compra sólo para el caso de que ello significara el comienzo de la realización del propósito, tantas veces expuesto, de la fundación de un Museo de prehistoria y de un Servicio de investigación prehistórica con sus secciones de excavaciones, laboratorio y biblioteca especializada, que ordenaran, estimularan y propulsa-
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ran estos estudios. Poco tiempo después, el 20 de Octubre de 1927, acordábase por la Corporación provincial la creación del Servicio de Investigación Prehistórica, y se nos ponía al frente del mismo; siendo aceptada nuestra propuesta del personal que había de ayudarnos, y que vino haciéndolo con tanta modestia y eficacia como poco frecuente desprendimiento (1). Creemos un deber de gratitud hacer constar aquí que la Comisión Permanente de la Diputación que tomara tal acuerdo estaba compuesta por D. José María Carrau Juan (Presidente); D. Juan Noguera Yanguas, Marqués de Cáceres (Vice-presidente); D. Pablo Meléndez
Gonzalo, D. Juan Bta. Robert Mendiolagoitia, don Enrique Castell Oria, D. José Grollo Chiarri, don Manuel Llopis Sapiña, D. Enrique Mariner Gurrea y D. Julio Tarín Sabater, siendo Secretario de la Corporación D. Francisco Monleón (2). A todos ellos debe Valencia el gran servicio de haber propulsado su cultura con la creación de este Centro, cuya Dirección les rinde aquí el respetuoso home-
(1) Fueron nuestros primeros Colaboradores nombrados por la Diputación, D. Luis Pericot García, D. Mariano Jornet Perales, D. Gonzalo Viñes Masip y D. Fernando Ponsell Cortés, a los que debemos todo agradecimiento por su actuación en tiempos estimables como heroicos del S.I.P. Va siendo necesario decir que del entusiasmo y desprendimiento con que se ha trabajado en el
Servicio da idea el hecho de que muy rara vez, y tras períodos de trabajo intenso, a los Colaboradores se les ha entregado una pequeña indemnización; y que la Dirección ha trabajado gratuitamente hasta hace pocos años.
(2) Y se cita aquí al Secretario de la Diputación, junto a los Diputados de la Comisión, porque el señor Monleón, en sus entusiasmos por cuanto enalteciera la personalidad de aquélla, fué uno de los que más laboraron para la fundación del Servicio.
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naje de que son dignos valencianos tan beneméritos.
Tanta importancia concedió aquella Diputación a su recién fundado Servicio, que, aun siendo avanzada la fecha de su creación, encontrándose
ya fijadas en su mayor parte las partidas del Presupuesto para 1928, aun encontró medio de consignar para aquélla cantidad de 12.500 pesetas; consignación que en el año 1929 llegó ya a 25.000 pesetas, fijándose en 30.000 para los presupuestos sucesivos. Pero el advenimiento de la República,
no obstante su tan voceado amor a la cultura, trajo malos tiempos para el S.I.P. En el Presupuesto de 1932 se redujo de golpe la consignación a 10.000
pesetas; y en el mismo año, al preparar el Presupuesto para 1933, un Presidente de la Corporación, cuyo nombre no damos por respeto a su muerte, por motivos que por la propia razón no hemos de exponer, consiguió se redujese la consignación anual a la irrisoria cantidad de 500 pesetas, lo que significaba el inmediato cierre del Servicio; acuerdo que hubo de rectificarse por la fuerte reacción producida en los centros culturales valencianos, manifestada en enérgica campaña de prensa (véase
especialmente en "Las Provincias" de 6 de Enero de 1933 "Un valioso centro cultural valenciano en peligro de desaparecen"), volviéndose a mantener
la consignación de 10.000 pesetas, que algunos años ha sido pagada bien incompletamente.
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Año y medio después de iniciar sus actividades el S.l.P., acudía ya al XII Congreso de La Asociación Española para el Progreso de las Ciencias,
llevando indicación de sus descubrimientos extraordinarios, que merecieron de nacionales y extranjeros las mayores felicitaciones (Barcelona, sesión
22 de Mayo de 1929).
Meses después (en Septiembre del mismo año) concurría también el Servicio al IV Congreso Internacional de Arqueología, presentando sus componentes interesantes comunicaciones sobre importantes hallazgos realizados, que afectaban a trascendentales problemas de la prehistoria; motivando se tomase, en la solemne sesión de clausura, el acuerdo de felicitar a la Excma. Diputación de Valencia y a su Servicio, por la aportación a la ciencia de tan valioso centro de estudio (1).
Y así continuó luego este Servicio de la Diputación haciéndose presente en grandes actos científicos, como en las fiestas del "Archaologischen Instituts" de Berlín, uno de los centros de mayor prestigio mundial, delegando o enviando su representación a Congresos científicos internacionales.
(1 ) La comunicación presentada por Gonzalo Viñes versó sobre las "Excavaciones en Còva Negra (Játiva)"; Luis Pericot y Mariano Jornet, formularon otra sobre la "Cova del Parpalló (Gandia)"; y las de Isidro Ballester trataron de "Los ponderales ibéricos de tipo covaltino" y "Avance al estudio de la necrópolis ibérica de la Casa del Monte (Albacete )".
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Las publicaciones en que el Servicio debía dar a conocer sus trabajos habían de tener un riguroso carácter de especialización.
Se publicó en 1929 el Anuario correspondiente a 1928 ("Archivo de Prehistoria levantina" - Anuario del S.I.P., vol. 1), lujosa publicación conocida en todos los Centros científicos similares; y se preparó luego la publicación del II volumen, que está en parte impreso y no pudo ser terminado luego por la reducción de la consignación y su excesivo coste, y más tarde por dificultades propias de los tiempos; algunos de cuyos trabajos para él redactados y compuestos, han perdido ya actualidad e interés.
Sin perjuicio de que al final de cada período de excavaciones se publicara en la prensa diaria una nota de vulgarización referente a los principales
descubrimientos realizados, se elevó también a la Corporación provincial, anualmente, una pequeña Memoria comprensiva de las actividades todas del
S.I.P. en el año anterior; cuya Memoria, unas veces íntegra como la de 1928 en que quisimos hacer una pequeña guía del Museo con ligera idea de cada cultura, y otras con inserciones de Secretaría de la Diputación, se fué incorporando a la Memoria oficial que aquélla debía rendir anualmente, de
la que se hicieron tiradas a parte de lo referente al Servicio; con lo que quedó provisionalmente servida la necesidad de un medio gráfico en que este
Centro diera a conocer sus actividades. Regla-
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mentado de nuevo el Servicio, ya a partir de 1931, la Dirección del S.I.P. ha conseguido se insertara íntegra, y con las ilustraciones necesarias, su Memoria anual. Ahora, sin perjuicio de incluir en la Memoria de Secretaría lo meramente administrativo, se editará aparte, y completa, la de esta Dirección.
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II
ACTIVIDADES INTERNAS DEL SERVICIO
PUBLICACIONES
La impresión del II volumen de "Archivo de Prehistoria Levantina.-Anuario del Servicio", iniciada hace muchos años, como queda dicho, tuvo que ser paralizada por falta de medios, y detenida la labor de preparación de trabajos para el mismo. Así existen unos en estado de corrección de pruebas de texto y grabados, y otros dispuestos para darlos a la imprenta (1).
Aludimos antes a la serie de tiradas aparte de los particulares que sobre la vida del Servicio se incluían anualmente en la Memoria oficial de la Secretaría de la Diputación. Particulares que, si en los primeros años se limitaron a simples notas aprovechadas por Secretaría para ello, luego se han ido transformando y ampliando, hasta venir a constituir verdaderas Memorias anuales elevadas
(1) El extremado encarecimiento, aparte otras dificultades bien conocidas, alcanzado hoy para la impresión de libros, imposibilita la continuación de tal labor y habremos de repetir aquí, también, que con el transcurso de tanto tiempo se ha restado actualidad a algunos de los trabajos a insertar.
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a la Diputación por esta Dirección (las de 1932 y 1933, que acusan la deficiencia de la consignación real, fueron redactadas por el Subdirector señor
Pericot). La correspondiente a 1934 ("La labor del Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo en el pasado año 1934"), se imprimió y repartió en
1935. No hemos de decir aquí el éxito que, por el solo interés de los descubrimientos de que daba cuenta, tuvo tal publicación. Esta serie de publicaciones, de modesta presentación, recogen todo el extraordinario movimiento de investigación propulsado por el Servicio; lo que las hace indispensables para quien desee conocer debidamente la Prehistoria de los quince últimos años.
Ya en 1937, creado por la Corporación provincial "L'Institut d'Estudis Valencians", ordenada la incorporación de este Servicio al mismo y fijado
el valenciano como lengua oficial de aquél, a tal norma nos hubimos de sujetar en las publicaciones efectuadas en el período rojo. Los trabajos dados
a luz en dicha época fueron los siguientes, que integran la Serie de notas y pequeños trabajos:
l.- "El Castellet del Porquet", por I. Ballester Tormo.
II.- "Breus notes sobre el poblat ibèric de St. Miquel de Lliria", por D. Fletxer Valls.
III.- "Estudis d' Art Originari" - "Els insectes en l' Art quaternari", por M. Vidal y López.
IV.- "Un enterrament prehistòric al Barranc del Cinc (Alcoi)", por C. Visedo Moltó.
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V.- "Col.lecció de treballs del P. J. Furgús sobre prehistòria valenciana".
Y quedó por imprimir "Apunts sobre les estacions prehistòriques de la Serra d' Oriola (1872)", de Santiago Moreno, con notas de N. P. Gómez
Serrano, trabajo cuya edición castellana está ya en prensa.
Y quedan también preparados para publicarse: Dos trabajos de estudio y clasificación del material paleontológico de "Còva Negra de Bellús" y la
"Còva del Parpalló"; otro de Luis Pericot sobre aspectos parciales de material de la «Cóva del Parpalló"; y los de esta Dirección sobre "La Còva del Barranc del Castellet", "El enterramiento en cueva de Rocafort", "El despoblado de la
Muntañeta de Cabrera" y "Una sepultura prehistórica en Cullera".
Todo ello se irá dando a luz a medida que hayan medios y posibilidades de hacerlo.
MUSEO
Cuando redactamos la Memoria relativa a la marcha del Servicio en 1934, las vitrinas con el material de aquél hallábanse dispersas, y mezcladas las de culturas distintas, en diferentes departamentos del edificio, incluso ocupando la mal llamada Sala de Cortes, todo en distribución anticientífica impuesta por las obras de consolidación de las de-
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nominadas salas doradas de los entresuelos de la derecha entrando en el Palacio.
Terminadas las obras, hubimos de proceder, ya en plena revolución (Septiembre de 1933), a una nueva instalación más ordenada y sistemática,
aunque no definitiva, a consecuencia de no poder ocupar la sala entresuelo que da a la plaza del Poeta Liern, por haberse emprendido tiempo antes la
restauración de su artesonado.
Así, la instalación quedó de momento dispuesta del modo que sigue: en el entresuelo de la izquierda, entrando, que abre ventanas a la calle de
Caballeros, se hubieron de acomodar, con sobrada estrechez, todos los materiales existentes y pertenecientes desde el Paleolítico inferior hasta el
Bronce avanzado; enmarcándose y colgándose las magníficas copias que de las pinturas de la "Còva de l' Aranya" encargamos hacía años al señor Benítez Mellado. La instalación de esta sala (la 1.ª) es la más deficiente por haberse tenido que acumular en ella los materiales que antes contuvo, más los
de la sala 2.ª, que no podía aprovecharse por la razón antes expuesta. A la llamada sala ibérica (la tercera), o sea la de la derecha, entrando, se pudo
llevar todo el material que el Servicio posee de estaciones de la Edad del Hierro, así como las series procedentes de Ampurias y de Ibiza, entre
éstas las integradas por las nuevas adquisiciones de que hablaremos luego.
El riquísimo material cerámico procedente de
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San Miguel de Liria, obtenido en las excavaciones de 1932 a 1936, ha ido teniendo instalación adecuada en vitrinas especiales, a medida que se adelantaba su reconstrucción.
En esta sala montáronse de nuevo, y de forma más adecuada, algunas figuras de las series de Ampurias e Ibiza; y ha sido expuesto cuidadosamente, ya en condiciones de defensa contra su oxidación, la mayor parte del material metálico procedente de La Bastida.
También han quedado, si no en las condiciones deseables, sí en las suficientes para su estudio, los materiales paleontológicos que dieran hace años las excavaciones en "Còva Negra de Bellús" y "El Parpalló", materiales que esperaban manos expertas que los pusieran en condiciones de ser expuestos, tras realizarse su estudio y clasificación. La estancia en esta ciudad, durante los años rojos, de una delegación del Museo Nacional de Ciencias Naturales, ha permitido no sólo que se efectuara la operación de limpiar y presentar en condiciones adecuadas dichos materiales, sino que se llevara a efecto la clasificación de los mismos por personas de reconocida competencia.
Material ingresado en el Museo
Aparte el material arqueológico procedente de excavaciones y exploraciones practicadas por el Servicio, cuyos trabajos quedarán reseñados, han
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ingresado en el Museo otros lotes de material; unos por adquisiciones efectuadas, especialmente durante el período rojo, y otros por donativos realizados por personas que prestan así ayuda a estos estudios.
Adquisiciones.- Aprovechando la ayuda que, mediante consignaciones se prestara al S.I.P. en período rojo, nos fué posible adquirir dos interesantes lotes de material.
Desde tiempo atrás, y para nutrir las series de material ibicitano que hace bastantes años adquiriera el Servicio por compra a los herederos del señor Pérez Cabrero, que excavó en Ibiza, teníamos casi convenida con D. Francisco Martínez la compra del material que de tal procedencia contenía su colección; pero la escasez de dotación del Servicio, desde que adviniera la República, impidió realizar tales compras, hasta que las circunstancias dichas lo hicieron posible. Con ello las series de piezas de Ibiza existentes en el Museo se han completado y aumentado, ganando en interés esta sección.
Otro lote de importancia pudo adquirirse en tal período: el obtenido por Ernesto Botella en sus excavaciones de "Mola Alta de Serelles" (Alcoy),
conjunto de material con particularidades ya notadas que le dan gran interés para un Museo de prehistoria valenciana.
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Donativos.- También los donativos han acrecentado el material del Museo.
Merece anotarse en primer término un lote de material que nos diera para el Servicio, a primeros de 1933, su Colaborador activo y entusiasta, víctima sacrificada por la revolución roja, Gonzalo Viñes Masip. Compónese aquél de dos bellas hachas eneolíticas de la misma roca (fibrolita al parecer) y de un afilador rectangular. De su procedencia sólo nos consta que fué hallado este material en las cercanías de Játiva, pues no llegó el señor Viñes a darnos la nota precisa sobre ello. También proceden del mismo unos fragmentos de cerámica incisa y otro de cardial, hallados así mismo en las comarcas de Játiva.
Otro donativo digno de mención es el de una gran hacha eneolítica (de diorita probablemente) de grandes dimensiones, que lleva en su centro una
ancha faja circular sin pulir, para mejor enmangada seguramente. Se debe este donativo al doctor D. Antimo Boscá Seytre, que con tanto entusiasmo como desinterés ha ayudado al S.I.P. desde su fundación .
También José Chocomeli, tan entusiasta siempre del Servicio y hoy Adjunto al mismo, regaló al Museo otra hacha eneolítica de extraordinarias
dimensiones y pulido perfecto, procedente de la comarca de Benasal.
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Una de las mayores preocupaciones de esta Dirección durante el período revolucionario, fué, en sus primeros tiempos, evitar que las masas depredadoras viesen en el material del Museo algode posible provecho personal, que despertase sus apetitos; la ignorancia de las gentes redujo el
peligro por entonces, aunque a prevención habíanse escondido las piezas que más pudieran llamar la atención, no hay que decir que las de oro en primer término.
Aun vino a ser mayor la preocupación tenida, más adelante, a causa de los bombardeos de la aviación, que fué acercando cada vez más sus tiros al
Palacio de la Generalidad, llegando a alcanzar a la cercana iglesia de San Bartolomé, y aun en la más inmediata calle del Reloj Viejo donde derrumbó un edificio distante pocos metros del Museo; lo que nos obligó a pedir con insistencia a la Corporación provincial el acondicionamiento, como refugio, para las series principales del Museo y mediante ligerísima obra, del magnífico sótano de la torre del Palacio dicho, y la defensa, con sacos terreros, de las ventanas bajas que le dan luz; y al no lograrlo, con la prontitud que el caso requería, se empaquetaron las piezas valiosas que lo consentían, y trasladóse cuanto se pudo a los lugares más seguros de los sótanos. Y así estábamos cuando surgió a última hora, y cuando menos lo esperába-
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mas, otro peligro más efectivo o inmediato cuando menos.
No sabemos de quién nació la idea, pero, ya cerca de Valencia el Ejército Nacional (el 21 de Enero de 1939), la Junta Delegada de Incautación y Protección del Tesoro Artístico Nacional de Valencia tomaba el acuerdo de proceder a la recogida de los objetos guardados en el Museo de prehistoria, los que serían conservados y custodiados en los depósitos que la Junta tenía establecidos en Valencia. Así se nos comunicaba por la Corporación provincial pidiéndonos informe urgente sobre la comunicación que la Junta le dirigiera, informe que fué emitido en sentido opuesto a que del Museo se sacara pieza alguna, e insistiendo en pedir la realización inmediata de las obras antes mentadas para hacer más infundado el acuerdo de la Junta. La Corporación opúsose a la entrega; y así, aduciendo cuantos motivos dilatorios había a
mano, se consiguió ir aplazando la resolución, hasta que los triunfos rotundos que pocos días después obtenían las tropas Nacionales, desviaron la atención de los elementos directivos rojos hacia otras preocupaciones más sentidas; dándose con ello lugar al esperado momento de la Liberación y con
ésta la del Museo de los peligros que le amenazaban.
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BIBLIOTECA
Poco podemos decir de la Biblioteca del Servicio, en estos años.
Terminadas las obras en los entresuelos de la derecha entrando, volvióse a instalar la Biblioteca en el que da a la calle de Bailía, donde estuvo antes.
El menage se ha completado estos años con una librería más. Se adquirieron las alfombras necesarias para mejorar la estancia en tal sala, y se instaló el teléfono del Servicio.
Sabido es que desde que se redujo la consignación de este Centro, apenas si se han aumentado los fondos de la Biblioteca, si no es con ejemplares
regalados por sus autores. Las revistas especializadas extranjeras, que en años pasados permitían estar al día en estos estudios y que habían, por el
motivo dicho, quedado ya reducidas a una sola, francesa, dejaron en absoluto de recibirse.
Durante los años rojos se ha completado el fichero bibliográfico por los señores Fletcher Valls y Plá Ballester; y la Dirección ha iniciado el fichero de materias.
También se ha ido encuadernando buen número de volúmenes, según las circunstancias económicas lo consintieron.
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LABORATORiO
En el año 1935 y la primera mitad de 1936, o sea hasta el glorioso Alzamiento Nacional, el trabajo de Laboratorio se ha venido resintiendo, como en años anteriores, de insuficiente, pues era imposible que un solo empleado, el señor Espí, pudiese llevar al día los trabajos de lavado, clasificación y reconstrucción del material cerámico abundantísimo proporcionado por las excavaciones, principalmente de "La Bastida de les Alcuses", en unos años, y del cerro de San Miguel de Liria, después, a la vez que atender a otras ocupaciones múltiples y varias que el Servicio exigía. Y así, dando preferencia a otras más importantes, habían ido quedándose sin reconstruir, aunque estudiadas, buena porción de piezas de Liria, algunas con decoración zoomorfa y vegetal.
El ambiente de inusitado desorden y de extremada violencia en que se ha vivido durante el período rojo, o sea en la mayor parte del tiempo a
que se contrae esta Memoria, imposibilitando casi en absoluto las actividades del S.I.P. en el campo, ha dado lugar a que se intensificaran en lo posible los trabajos de Laboratorio. Y buena falta hacía ello, ya que el exceso de atenciones corrientes e inaplazables, como queda dicho y la casi
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total carencia de personal retribuído que atendiera a las de que nos ocupamos, fué obligando a aplazar para mejor ocasión el atender a alguna de éstas, y ella se presentó al paralizarse la marcha ordinaria y normal del S.I.P., y pudo realizarse, como acabamos de exponer, en el período marxista.
Durante tales años se han silicatado algunas piezas deleznales guardadas en el Laboratorio.
Años hacía que, por las razones apuntadas, esperaba el material de hierro depositado en el Museo, especialmente las series procedentes de La Bastida, que se las defendiera de los efectos de la oxidación. Casi todo este material ha sido cuidadosamente parafinado, mientras pudimos proporcionarnos los necesarios productos para ello. Algunas piezas de bronce, de la misma procedencia, fueron limpiadas con el cuidado y tiempo que requerían sus adherencias, viéndonos sorprendidos por la aparición de alguna decoración con nielados de plata.
Las figuras de la recién adquirida colección ibicitana de D. Francisco Martínez, así como otras procedentes de la de Pérez Cabrero, y aun algunas
de Ampurias, que carecían de condiciones de presentación por su inestabilidad, fueron montadas en soportes adecuados que permiten su mejor presentación y más fácil estudio.
También eran necesarios, y pudieron llevarse a efecto, los trabajos de ordenación y clasificación
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del material de estaciones diversas, aun no en condiciones de exponerse.
SOBRE LA lNSTALACION DE ESTE CENTRO
El local que el Servicio ocupa desde hace sobre quince años (entresuelos y parte de los sótanos del Palacio de la Generalidad) aun no siendo lo suficiente y adecuado que se desearía para establecimientos de esta clase, como es natural que ocurra en locales no construídos al efecto, puede calificarse de aceptable, si se tiene en cuenta la espléndida presentación de sus principales salas, capaces por sí de atraer a la vez a arqueólogos y turistas, a mayor abundamiento con la presentación del interesante material del Museo. Siendo otra de sus mejores condiciones la situación céntrica del edificio, que es un motivo más que atrae al visitante y al estudioso que necesita consultar la Biblioteca especializada del S.I.P. Si a los departamentos de que se dispone se agregara el sótano correspondiente a la planta de la torre del edificio, se cubriría la necesidad de un amplio local destinado a depósito, lavado y clasificación de los materiales cerámicos para lo que resulta insuficiente el departamento dedicado hoy a Laboratorio. Así cabría esperar, sin grandes dificultades, la solución única de lo relativo al establecimiento definitivo del Ser-
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vicio, que sólo puede tenerla total mediante la construcción de un edificio adecuado.
Esta cuestión quedó planteada desde el mismo día de la creación del S.I.P. En 1927 se solucionó de momento instalándose provisionalmente el Laboratorio en el local del Servicio Agrícola provincial (bajos del edificio de la Diputación), y colocándose las vitrinas en uno de los pasillos del piso principal. Poco después tuvo que acordarse su traslado a los locales, aun ocupados, del Palacio de la Generalidad.
Pocos años después, sintiéndose la necesidad de una instalación definitiva, la Diputación llamada de la Dictadura pensó en el traslado del Servicio y Museo al viejo edificio del Padre de Huérfanos, llegándose incluso a desalojar a algunos de los inquilinos ocupantes de las diversas habitaciones de aquél; pero pedido informe a esta Dirección lo dió en sentido rotundamente opuesto a tal traslado; en primer término porque las condiciones del edificio, con gruesos paredones que dan a sus huecos aspecto de tragaluces, y la dificultad de abrir amplios ventanales necesarios para Museo y locales de estudio, dificultad aumentada por la estrechez extremada de los callejones que rodean las principales fachadas de aquel, y en segundo lugar el situar el Museo en lugar tan descentrado que equivale a alejarle de los estudiosos, hicieron com-
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prender que, ni con una costosa y amplia reforma del viejo edificio, podía conseguirse la instalación aceptable.
Llegada la República, surgió de nuevo la idea del traslado al Padre de Huérfanos, y aun se dieron de modo incomprensible atropelladas órdenes
para su inmediata realización, no obstante no haberse efectuado las obras necesarias para una instalación medianamente decorosa; pero aducidas
las mismas razones y estimándolas fundadas, se desistió de ello.
Ya en período rojo, llegado a Valencia el Gobierno marxista, con su Cámara, intentó la Presidencia de ella ocupar el edificio, instalándose en
los entresuelos aprovechados por el S.I.P., llegando incluso a tomarse medidas para su distribución en despachos; lo que fué puesto en conocimiento de la Corporación, y recordando ésta seguramente los daños producidos en las salas cuando alojaron dependencias judiciales, dió orden de que prohibiéramos rigurosamente la entrada a quien no tuviese expresa autorización por ello; y así quedó cortado este intento de ocupación.
Tales han sido las vicisitudes por que ha pasado la instalación del S.I.P., con sus series arqueológicas de importancia excepcional, en el Palacio de la Generalidad, que si no es inmejorable para ello, es, por las razones que a su tiempo expusimos, la mejor de las de posible realización en edificios
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antiguos; y pudiera continuar así el Servicio hasta que la construcción de uno ad hoc sea factible (1).
El extraordinario interés científico de algunas series del Museo, tan conocidas en España y fuera de ella, ha de impedir, para evitar duras críticas,
una instalación poco adecuada. Gastar en excavaciones y exponer pobre e insuficientemente lo obtenido, sobre todo cuando los descubrimientos son
excepcionales, sería cosa inexplicable.
(1) Al publicarse esta Memoria parece cosa decidida por la Diputación el traslado del S.l.P. a los locales que aquélla ocupa actualmente, terminadas que sean las obras en el Palacio de la Generalidad.
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III
EXPLORACIONES Y ESCAVACIONES
Lo reducido de la consignación para el Servicio, en los años normales 1935 y 1936, no consintió más excavaciones que las de San Miguel de Liria; y la misma causa, agravada con las dificultades para practicar trabajos de campo en el período revolucionario, y luego hasta que la Diputación provincial normalizó su vida en lo que restaba del año 1939, fueron motivos que impidieron, en tan largo período, otras exploraciones que las que fueran imponiendo algunos casos de urgencia, de que haremos mención en esta Memoria.
Todo ello originó que, en el expresado período, especialmente desde 1937 a 1939, dedicase el S.I.P. sus actividades a los trabajos de prospección
posibles.
La estancia del señor Chocomeli en la comarca de Benasal, en 1935, dió ocasión a que sus no frecuentes aptitudes de prospector inteligente, hallaren fecunda aplicación. Y así, además de los trabajos de que iremos dando cuenta luego, realizó descubrimientos tan interesantes como los de varios grupos de pinturas rupestres esquemáticas,
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principalmente en las siguientes estaciones: Abrigo del Ros, "Còva Fosca" de Mauricio y "Roca del Senallo", en el término de Benasal; y abrigos de "Roca del Molinell", Bobalar y "Covacha de Félix", en el término de Culla. Algunos de estos abrigos fueron visitados, más tarde, por una comisión del Servicio presidida por Francisco Porcar. De todos ellos pidió Chocomeli, para el S.l.P., la
autorización necesaria para su estudio y exploración. Tales trabajos están en manos de Juan Cabré y José Chocomeli; lo que nos impide entrar en
detalles de los descubrimientos.
En el primer semestre de 1936 algunos elementos del Servicio, dirigidos por D. Fletcher, visitaron, en el término de Monforte del Cid, los restos de un monumento que se juzgaba de gran interés; verificando su ligera exploración y estudio.
También en 1936 el señor Chocomeli y el capataz del Servicio señor Espí, efectuaron, en temporadas distintas, algunas exploraciones en una estación posiblemente palafítica, sita en "Les Marjals" de Navarrés, de que el S.I.P. tenía ya la concesión de excavaciones.
En 1937 y 1938 el Director del Servicio, acompañado por los señores Chocomeli y Espí, practicó un cuidadoso reconocimiento de las estaciones situadas en la solana de Sierra Bernisa y en Peña de San Diego. Algunos pequeños lotes de material ingresaron con tal motivo en el Museo.
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Así mismo, en la primavera de 1938, y para comprobar algunos detalles en el "Castellet del Parquet", se practicó un laborioso reconocimiento por el Director del Servicio, ayudado por el capataz Espí y el auxiliar Enrique Plá Ballester.
Los trabajos de fortificación y de construcción de refugios, en período rojo, motivaron otras actividades exploratorias del Servicio, las pocas veces que llegaron a él noticias de descubrimientos. Entre ellas, y aparte el interesante hallazgo de Cullera, de que habremos de ocuparnos luego, mencionaremos el reconocimiento de silos descubiertos en una calle del pueblo de Villamarchante, efectuado por el Director, D. Mariano Jomet y el señor Espí; y otra visita hecha a Moncada por Espí junto con don Emilio Lluch, donde con
motivo de la construcción de un refugio habían sido descubiertas, dentro de la población, unas ánforas, romanas al parecer; visita inútil, porque cuando la comisión llegó a Moncada ya se habían apresurado a efectuar obras que ocultaban el lugar del hallazgo e imposibilitaban todo estudio.
Dicho queda que, por las razones expuestas, no pudieron ser muchas las excavaciones efectuadas en el largo período a que esta Memoria se refiere;
y que, aparte otras exploraciones de escasa importancia, sólo pudieron realizarse en los años 1935 y 1936, las excavaciones corrientes en San Miguel
de Liria, en éste dándose por conclusas cuando
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comenzaron los desórdenes revolucionarios, y las excavaciones que con urgencia impusieron los casuales descubrimientos de las sepulturas de Rocafort y de Cullera, de que hablaremos luego.
Pasamos a dar cuenta de los descubrimientos y excavaciones cuya publicidad consideramos conveniente; y, como otras veces, lo haremos más
detenidamente de aquello cuyo conocimiento juzgamos de interés mayor; y muy especialmente nos detendremos en lo que se refiera a estaciones y materiales que no han de ser motivo de posterior publicación.
LAS PINTURAS NATURALISTAS "DELS COVARJOS" (BENASAL)
Uno de los hallazgos más interesantes a que dieron lugar, en 1935, las prospecciones que realizara el Agregado José Chocomeli en el término de Benasal, es el de un grupo de pinturas naturalistas, en los "Covarjos", serie de abrigos rocosos que aparecen a lo largo de un cinto de escarpes existentes en la vertiente montuosa que cierra por N. el llamado "Barranc del Bort". En la figura B de la lámina 1.ª damos una vista de la ladera dicha, percibiéndose en la parte inferior el cinto de escarpes con los "covarjos" o pequeños abrigos,
siendo el de las pinturas el segundo de ellos contando de derecha a izquierda. En la figura A de la propia lámina se reproduce, a tamaño reducido, el
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calco que de las pinturas hicieron los señores Chocomeli y Francisco Porcar. Trátase, como se ve, de una escena de caza: unos cazadores (sólo dos son visibles) acorralan a unas reses y disparan sobre ellas sus flechas. Las figuras, algunas fragmentariamente visibles, ofrecen dudas en su clasificación; una semeja cérvido, pero algunas otras parecen équidos. Sin tener este conjunto pictórico, por su extensión, la importancia de otros conocidos en aquellas comarcas, no deja de ser de interés su hallazgo y localización.
En otro abrigo del mismo escarpe, unos centenares de pasos a P. del de las pinturas mencionadas, percíbense restos indeterminables de otras
también naturalistas.
Y algo más lejos, en la misma orientación, en la llamada "Roca del Senallo", descubrió también Chocomeli, junto con un importante grupo de pinturas esquemáticas, algunos restos de naturalistas.
No hacemos referencias más extensas de tales descubrimientos, por tener preparados su estudio y publicación, como se ha dicho, Juan Cabré y José Chocomeli.
LA "COVA DE LA SARSA" (BOCAIRENTE)
Hace bastantes años que esperamos poder dar término a las excavaciones de esta cueva labor que tenemos encomendada, bajo nuestra dirección, al Colaborador de este Centro Fernando
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Ponsell y a Camilo Visedo, de Alcoy, descubridor, el primero, de la Sarsa, y concesionario de su exploración, que cedió luego al S.I.P.; pero la especial disposición de la cueva, dando lugar a que penetren en ella las aguas pluviales, embarrándose el estrato y dificultando su excavación cuidadosa,
aun en plena canícula, tiempo en el que por la altura de sierra Mariola ha de hacerse necesariamente, nos ha ido obligando a aplazamientos y suspensiones, especialmente cuando se dan lluvias tardías de primavera, por insignificantes que sean, como aconteció en la campaña preparada para
Agosto de 1935, con la cariñosa ayuda de aquel benemérito valenciano que se llamó D. Manuel Simó Marín, elevado por los rojos a categoría de mártir, quien nos ofreciera toda clase de facilidades y acogida en su cercana finca de veraneo. A tales dificultades agréguense ahora las relativas a la manutención y alojamiento de peones a tan larga distancia de poblado.
El señor Ponsell, aprovechando circunstancias favorables en los años 1935 y 1939 (los otros los pasó en las cárceles rojas), ha explorado las diversas galerías irregulares, de centenares de metros de recorrido, que no ha logrado reconocer totalmente, y en las que, no obstante la altura de su situación, existen fuertes corrientes de agua. Se ha comprobado por Ponsell que sólo en la entrada existe yacimiento arqueológico.
Deseando dar a conocer, mientras la excava-
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ción de la Sarsa se termina, algunos de sus más interesantes vasos, publicamos en la lámina II.ª de esta Memoria dos bellas piezas halladas por nuestro Colaborador. Al de la figura A sólo le falta, como se ve, parte del cuello y borde, y un asa; y el de la figura B es sólo algo más de la mitad de la
pieza. Los dos muestran la típica decoración de zonas de rayado horizontal, conseguido mediante impresiones de borde de cardium, de las que penden, a modo de graciosos colgantes, líneas paralelas obtenidas de igual modo y terminadas en finas impresiones del natis de aquél. El tono obscuro de la pulida superficie de estos vasos, sobre la que se destacaría le decoración empastada en rojo, que algunos fragmentos acusan, debió darles gran belleza.
EL ENTERRAMIENTO DE "MOLA REMIGIA" (ARES)
Con ocasión de una visita de estudio hecha en 1935 por el Agregado de este Servicio José Chocomeli a los abrigos con pinturas de ·"Mola Remigia", del término de Ares, encontró al pie mismo del cinto de escarpes en que están aquéllas y a unos centenares de pasos a la izquierda de las mismas, un enterramiento prehistórico, ya profanado, que reconocido dió aún el cuchillo y las tres puntas de flecha de sílex que reproducimos en la figura A de la lámina III. El cuchillo, bien cortado, con lomo de tres chaflanes regulares y algo
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curvo, es una pieza bastante perfecta, que mide 120 mm . Y de las puntas de flecha, todas de uniforme perfil ligeramente romboidal estirado, la de
tamaño mayor es de buena piedra y labra, y las restantes de pedernal más basto y talla menos cuidada; no siendo éstos los únicos tipos dados por la sepultura, como veremos.
De la disposición del enterramiento nada puede precisarse, porque, cuando lo encontró Chocomeli, veíase ya sólo el hoyo propio de una rebusca
desordenada, como puede observarse en la figura B de la misma lámina.
Del restante material que pudo hallarse, sólo sabemos que Francisco Porcar y José Chocomeli, en otra visita a "Mola Remigia", vieron algunas
puntas de flecha, de la misma procedencia, pero de pedúnculo y aletas, en poder del masovero de la masada de dicho nombre.
Es de interés anotar que, frente al enterramiento, cerca del mismo y ya bajo la vertiente, existen restos de un despoblado de la misma cultura, del
que el propio masovero tenía una pequeña pieza esferoidal de cobre, que parecía cuenta de collar.
LA SEPULTURA EN CUEVA DE ROCAFORT
Al atardecer el 2 de Julio de 1933 nos enterábamos, por el diario valenciano "Las Provincias", del descubrimiento de una sepultura prehistórica en el cercano pueblo de Rocafort, y de que se re-
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quería al Servicio para que se encargase de su exploración. Supimos luego que también el Alcalde de Rocafort habíase dirigido al señor Presidente
de la Diputación con el mismo objeto; conducta que estimamos digna de aplauso, por lo poco frecuente. En la mañana del siguiente día se hallaba
ya en Rocafort una comisión del Servicio compuesta de los Colaboradores Mariano Jornet y Francisco Porcar, el reconstructor Espí y el Director de aquél. El Secretario y el Alguacil del Ayuntamiento tuvieron la amabilidad de acompañarnos al lugar del enterramiento.
El rocoso altozano en cuya ladera SE. asiéntase Rocafort, remata en estrecha y alargada cima orientada de Norte a Sur, con pronunciadas pendientes por todos aires menos por aquél, ya que en tal sentido se prolonga ampliamente. A lo largo de ella, partiendo de la inmediación del núcleo
antiguo de la población agrupada en la vertiente Mediodía, extiéndese la linda avenida de palacetes llamada entonces de Blasco Ibáñez, y, paralelamente a ella, ya iniciándose la pendiente Oeste, una nueva calle a la que dan las espaldas de los edificios con numeración impar de la avenida, entre ellos las paredes del corral del chalet de don Ricardo Rovira. El terreno montuoso de la loma, que viene a ser casi todo lo que resta sin edificar, llega hasta la calle de Calvo Sotelo (entonces de García Hernández), estrechándola en algunos sitios, especialmente frente a las tapias del corral
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mencionado. Al tratar Francisco Sanchis, propietario de la casa frontera, de desmontar parte de dicha zona para dar a la calle el ancho regular encontró una gruesa losa, de sobre setenta centímetros de diámetro, toscamente redondeada, que cubría un agujero de forma semejante y dimensiones suficientes para permitir el no muy holgado paso a una oquedad descubierta, a la que facilitaban el descenso dos gruesas piedras dispuestas a manera de toscos escalones. El relleno de la sima, que de momento apenas permitía permanecer sentada una persona, se inclinaba fuertemente hacia el NNE., donde una pared de piedra en seco, que alcanzaba hasta la bóveda, cerraba una rinconada avanzando ligeramente en ángulo hacia el centro, sin más finalidad, al parecer, que apoyar el techo muy plano de la cueva. Debajo mismo del agujero de entrada, así corno de un orificio que a modo de respiradero aparecía hacia el extremo S. de la bóveda, se veían sendos montoncitos de tierra muy lavada procedente seguramente de arrastres producidos por filtraciones de las aguas pluviales. Lo único que mereció la atención de los descubridores fué el hallazgo superficial, en el lugar más hondo de la cueva, de la bóveda craneana de que luego hemos de ocuparnos. Tomamos todos estos datos de las referencias hechas por los Sanchis.
No hay que decir que, primero los descubridores de la cueva, luego los convecinos más pró-
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ximos y más tarde hasta las personas que por sus cargos eran llamadas a evitarlo, dedicáronse a ensanchar la entrada, a destruir la pared encontrada
y a revolver el estrato en busca del siempre esperado tesoro, extrayendo y depositando en plena calle, para la mayor comodidad de sus indagaciones, casi la totalidad del depósito de la cueva; y cuando la rebusca resultó infructuosa, o sea a los diez o doce días del descubrimiento, fué cuando
se acudió a requerir la intervención del Servicio.
En casa de los Sanchis, frontera, como queda dicho, al lugar del hallazgo, guardábase lo poco encontrado: bastantes huesos humanos, especialmente de cráneo, y fragmentos de un vaso cerámico en forma de cuenco. De todo ello nos hicimos cargo para el Museo de Prehistoria, por donación de los Sanchis.
Así las cosas, nada cabía hacer si no era la toma de los datos necesarios, y el cribado de las tierras del relleno; primero las de las rinconadas que
pudieran quedar intactas, luego la removida que quedaba en la cueva y últimamente la amontonada en la calle; todo con la premura que imponía el
encontrarse ésta a disposición de los curiosos, y con la prudencia necesaria para evitar que despertase de nuevo en la gente el afán de rebuscas.
Reconocimos, pues, la cueva que por lo dicho, no contenía ya más que algunas bolsadas de tierra rellenando los hoyos del fondo y las rinco-
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nadas extremas, que podían quedar en parte intactas.
De lo último nada pudo saberse con claridad. Sólo al tantear con las manos Salvador Espí la tierra de uno de los rincones para una prueba de
cribado, halló la mayor de las puntas de flecha de que hablaremos. Nada más de importancia dió el interior de la cueva, salvo unos fragmentos de huesos humanos.
Mariano Jornet tomó los datos necesarios para levantar el croquis y trazar las secciones de la sima con suficiente amplitud para que quedara bien fijada su situación con relación a la calle. Véanse plano y proyecciones en la figura 1.ª
También Francisco Porcar tomó las fotos precisas, una de la entrada a la cueva según quedó después de las rebuscas, y otra del interior de la
misma dando idea de su formación y de la disposición de la bóveda, casi del todo plana.
Vaciada la sima de los materiales de relleno que restaban, dejó ver que se trataba de una oquedad natural, aprovechada como enterramiento sin casi modificación ni adaptación alguna debida a la mano del hombre. Es su planta de perfil aproximadamente oval, salvo pronunciada depresión al NO., o sea cerca de la boca de entrada, que se encuentra desviada hacia dicho lado (E del croquis). Miden sus diámetros mayores, el de L. a P. (AB figura 1.ª) 650 cts. y 570 el de N. a S. (CD).
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DIBUJO PLANO
Rocafort.- Calle de Calvo Sotelo
Figura 1.ª
Croquis de la cueva y sus inmediaciones, y secciones de aquella.
(Por Mariano Jornet Perales.)
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La entrada, que parece tuvo forma redondeada al descubrirla, quedó con perfil oval al ensancharla los buscadores de tesoros. El mentado orificio
de la bóveda tenía forma irregular, como debido a la fuerza erosiva de las aguas pluviales en el suelo en pendiente, viniendo a caer cerca del extremo
Sur de la cueva, un poco desviado a Poniente, por lo que no le alcanza la sección NS. del croquis. El vaciado completo de la oquedad mostró un fondo
rocoso extremadamente accidentado e irregular, con pronunciada pendiente al NE., que ya se acusaba con el estrato intacto, lo cual dificulta la fijación de la altura, pudiendo sólo decir que oscila, en el centro, entre 60 y 180 cts.; dándose esta última medida en la rinconada G, es decir, en el sitio por donde se trazó la pared destruída de la que no quedaba el menor rastro. Como se ve en el croquis, la planta de la cueva se prolonga sensiblemente hacia el NE., hasta rebasar la ya mentada pared del corral del chalet del señor Rovira.
Los restos humanos encontrados consistieron en una bóveda craneana y varios otros restos de cráneos; según éstos cabe deducir, a juicio del Dr. D. Antimo Boscá, que fué el primero en estudiarlos, que los enterrados fueron lo menos cuatro, y que entre ellos había dos adultos, un niño y una joven a quien correspondía el cráneo casi completo; todo ello además de algunas porciones de huesos largos. Merece hacerse constar que la
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mencionada bóveda pertenece a un cráneo de mediano tamaño, de huesos delgados extraordinariamente ligeros, la que muestra un pronunciado
aplanamiento en la parte posterior, que alcanza al occipital y porción de los parietales; planteándose la interesante cuestión de si tal deformación es natural o artificialmente producida en vivo, práctica que se creyó ver ya en cráneos eneolíticos franceses, que se conoce en la Edad del Bronce húngara,
y que se cree pasada de Egipto al cercano N. africano (Lebzelter). Se ha encargado del estudio de este cráneo el catedrático de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Barcelona D. Santiago Alcobé.
Pasamos a hacer una ligera enumeración del material encontrado.
Puñal de cobre. Dió esta sepultura el pequeño cuchillo o puñal de lengüeta, cuyo perfil y secciones reproducimos en la figura 2.ª Es esta pieza,
como se ve, de perfil lateral ligeramente reentrante en su hoja, punta bastante roma y lengüeta algo evolucionada. Parece labrado a golpes, en frío.
Mide 108 mm. de largo por 14 de ancho medio y grueso máximo de 3 mm. en la línea de separación de las porciones destinadas a empuñadura y hoja.
No se ha practicado hasta ahora análisis, pero semeja de cobre. Hallóse esta pieza completa, aunque fuertemente oxidada en buena parte del borde; por lo que bastó una pequeña inadvertencia para
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DIBUJO
Figura 2.ª
Perfil y secciones del puñal (t. l.)
(Por E. Plá Ballester).
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que quedara en la forma que se ve en la figura dicha.
Puntas de flechas en sílex. Fueron cinco las puntas de flecha en sílex halladas en el enterramiento, todas ellas con pedúnculo y aletas bien
desarrolladas, cuerpo biconvexo robusto y fuerte, con la misma técnica de obtención y la propia perfección de retoque, constituyendo un lote de interés, del que admira la uniformidad de sus piezas. En la figura 5.ª reproducimos la punta de mayor tamaño, con sus secciones.
Raspador de sílex. También fué encontrado un raspador de sílex, de mediano tamaño y forma aproximadamente triangular, grueso por un lado
en el que conserva parte de la envoltura del nódulo originario, y con fuertes retoques en el borde. El abultamiento dicho y la disposición del borde retocado hacen de cómodo y eficaz uso este útil. Lo reproducimos, con sus secciones, a tamaño natural en la figura 4ª.
Fragmento de lámina de sílex. Se encontró así mismo un fragmento de lámina de sílex melado ligeramente traslúcido, que semeja punta de cuchillo.
Cerámica. Según la referencia que nos hicieran los Sanchis, primeros escudriñadores de la cueva, no vieron entonces más restos cerámicos que los
que guardaban en su poder, y que, junto con otros fragmentos hallados luego, han permitido recons-
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DIBUJO
Figura 3.ª
Cuenco a mano.
(Por E. Plá Ballester).
DIBUJO
Figura 4.ª
Raspador de sílex. (t. l.)
(Por Francisco Jordá).
DIBUJO
Figura 5.ª
Punta de flecha de sílex. (t. l.)
(Por Francisco Jordá).
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truir el cuenco hecho a mano, liso, sin restos de pulido, ni decoración alguna, que reproducimos en la figura 3.ª y que mide sobre 5 cts. de alto por 10 de ancho máximo. Debió ser el único vaso depositado en la cueva, pues no se vió el menor resto de otra pieza.
Perlas de collar. Fueron numerosísimas las cuentas discoidales de materias blancas, tan conocidas en las cuevas coetáneas valencianas, que diera este enterramiento; todas de escaso grueso y taladradas en el centro por el reiterado procedimiento de dobles conos en sentido opuesto. Parecen unas hechas de caliza y otras de gruesas conchas. Pueden calcularse en 2.500 perlas las que se logró recoger enteras.
También del mismo tipo, pero de materias grises y negruzcas, se hallaron sobre 400 enteras y muchas más incompletas. Semejan de algo como
pizarra y suelen ir en el antiguo Reino de Valencia asociadas con las anteriores.
Como hallazgo excepcional en territorios valencianos, podemos dar el de algunas cuentas del repetido tipo discoidal, pero en materia roja indeterminable y de tamaños graduales.
También puede considerarse extraordinario el hallazgo de una cuenta cilíndrica, con taladro longitudinal, al parecer de una piedra blanda rosada
clara, con manchas blanquecinas difusas que en nada recuerdan las aguas de otras piedras conoci-
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das. Mide la encontrada 22 mm. de largo por 6 de grueso.
Colgante de concha. Así mismo dió este enterramiento un colgante constituído por la parte superior de una concha de púrpura (púrpura
hemastoma L.). No es raro este hallazgo en cuevas levantinas.
Restos de lámina de hueso. Halláronse también dos fragmentos pertenecientes, al parecer, a una lámina de hueso estrecha y alargada, que acusan la descomposición producida por las humedades de la cueva; restos que nos hacen pensar en el astil de una de esas piezas que encontramos en otras cuevas valencianas y que hemos denominado alfileres planos.
Colmillo de jabalí. Hallamos uno con la punta truncada y al que le falta además parte de la base. Pudo servir de colgante, lo que hubiera podido
comprobarse de encontrarse taladrada la porción desaparecida.
Nos hemos limitado sólo aquí a dar un avance para el conocimiento de esta sepultura. Su estudio queda hecho en un trabajo aparte, que, con el
título que encabeza este apartado, espera mejor ocasión de ser publicado.
Puede atribuirse la sepultura de Rocafort a lo que se denominó Eneolítico final, y luego estimó Bosch Gimpera como Eneolítico retardado o Bronce inicial.
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ENTERRAMIENTO PREHISTORICO EN CULLERA
En Noviembre de 1938 se inició en Cullera, de cuenta de la Delegación de Asistencia Social de Valencia, la construcción de un refugio contra bombardeos en el edificio de la fundación Bort ("Casa Benéfica para Niñas"). Respaldada la construcción en uno de los bajos contrafuertes de la sierra en cuya falda se asienta la población, inicióse la obra con la apertura de una galería que desde las espaldas del edificio y a nivel de su suelo penetraba en la montaña. Apenas iniciada la perforación, dióse en una oquedad rellena de grandes y medianas piedras procedentes de remotos desprendimientos, y de materiales de arrastre traídos principalmente por antiguas corrientes de agua
que fueron penetrando por la entrada natural de la sima, la que veíase en lo alto cerrada por pedruscos ya casi totalmente cementados.
Los obreros fueron cortando el relleno en una casi total obscuridad y vaciando los materiales, que se transportaban a puntos diversos. Hasta que
los trabajos llegaron a la parte alta y descubrióse un puñal de bronce, nada se había visto que anunciase un enterramiento prehistórico. Sólo entonces observóse que restaban en el lugar unos pocos huesos humanos y una piedra de las supuestas de afilar con taladros en los extremos.
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Pocos días después D. Luis Sánchez Cuesta, Delegado de Asistencia Social, regalaba al Museo de Prehistoria los objetos encontrados y nos ofrecía medio de que el S.I.P. se trasladara a Cullera y pudiera hacer el estudio de lo que restase del enterramiento, para lo que había ordenado se suspendieran los trabajos en la parte alta de la sima. Fué éste uno de los pocos casos en que, persona constituída en autoridad o técnico a su órdenes, durante el período revolucionario, se tomara la molestia de adoptar elementales medidas para evitar la destrucción y pérdida de los muchos restos arqueológicos encontrados con motivo de los extraordinarios trabajos de remoción del suelo que la construcción de fortificaciones y refugios ocasionaban.
El Director del Servicio, con el capataz Espí, hizo el reconocimiento del lugar de la sepultura. Nada más pudo hallarse que viniera a completar el conocimiento de la misma, no obstante hacerse un detenido examen de la oquedad, y Espí revolver las tierras procedentes del relleno, en los diversos sitios donde se fueron transportando, y controlarse todos los trabajos subsiguientes a nuestra visita.
A decir de los obreros, los restos humanos y los objetos que les acompañaban debieran estar al lado de una gran piedra, en la parte alta del relleno y aproximadamente debajo del primitivo agu-
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jero de entrada. Así se explica que, por las aun frecuentes filtraciones de agua, se descompusiesen los restos esqueléticos hasta apenas ser notados.
Del material encontrado, damos los perfiles en las adjuntas figuras 6.ª y 7.&.
El puñal es de hoja alargada, bordes rectos, punta bien aguzada, lengüeta destacada mediante amplias escotaduras laterales practicadas en la porción triangular truncada destinada a enmangadura y hoja de tres mesas en ambas caras, con el chaflán central en ángulo estrecho y muy agudo, cuyas líneas se van desvaneciendo en el vértice. Mide 160 mm. de largo por 35 de ancho en la base de la hoja y 3 de grueso máximo. No se ha practicado análisis, pero parece de bronce. Produce esta pieza la impresión de algo muy evolucionado y perfecto.
La piedra de afilar no es de menos interés por constituir un tipo casi del todo desconocido en el antiguo Reino de Valencia. Trátase de una loseta
de arenisca, de superficie ligeramente cóncavo-convexa, perfil aproximadamente rectangular con ángulos redondeados y lados en suave curva reentrante, que lleva sendos taladros en los extremos. Tipos de perfil semejante, con uno o varios agujeros en los extremos, se dan frecuentemente en las estaciones del avanzado período argárico, como es sabido. Mide esta pieza 135 mm. de largo, por 40 de ancho, y sobre 6'5 de grueso en el centro.
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DIBUJO
Figura 6.ª
Puñal de bronce (2/3).
(Por José Alcácer)
DIBUJO
Figura 7.ª
Afilador (2/3).
(Por José Alcácer)
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Es éste un enterramiento de interés, por lo que escasean los de su clase en tierras valencianas. Por ello le dedicamos un trabajo aparte, que está para
publicarse.
LAS EXCAVACIONES EN SAN MIGUEL DE LIRIA
La extraordinaria importancia de estas excavaciones nos induce ahora, como en la Memoria precedente, a hacer de ellas la referencia amplia que
su interés requiere y el avance de estudio de las cerámicas con escenas humanas, de San Miguel, aunque se desequilibre así un poco el proporcionado desarrollo de las diversas materias que el presente trabajo ha de comprender.
Por motivos bien manifiestos no pudieron efectuarse en San Miguel de Liria más excavaciones, durante el período a que se refiere esta Memoria, que las de las campañas de Julio de 1935 y 1936. Se realizaron bajo la Dirección de la del Servicio y del Subdirector del mismo Luis Pericot, venido para ello de Barcelona, a cuya Universidad había sido ya destinado, ayudados en las de 1935 por el Agregado Domingo Fletcher, a quien, siguiendo el plan de que los elementos jóvenes del S.I.P. adquirieran práctica en esta clase de intervenciones, se encargó de llevar el diario, haciéndolo con evidente acierto, sustituyéndole al final de la campaña el Colaborador Mariano Jornet;
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en los trabajos de 1936, no pudiendo asistir el Agregado Julián San-Valero, que debía desempeñar aquella función, fué suplido por el señor Porcar.
Las autoridades de Liria, muy especialmente la Alcaldía, tuvieron con la Comisión de excavaciones, durante estas campañas, toda clase de atenciones, y prestáronle las ayudas que les fueron pedidas, por lo que hemos de hacer constar aquí nuestro agradecimiento. Y nada hay que decir de la acogida cariñosa que el S.I.P. encontró estos años, como en los anteriores, en casa del Colaborador Francisco Porcar.
Habiéndose efectuado en el cerro de San Miguel, en los años 1933 y 1934, más que excavaciones, ligeras aunque bien afortunadas catas exploratorias, necesariamente dispersas, al decidir la excavación del despoblado escogimos un amplio espacio capaz de enlazar todas aquéllas, coincidente en su mayor parte con una zona yerma, que en la rauda vertiente del cerro llaneaba ligeramente, y se extendía por debajo y al SE. del gran margen de piedra sostén de un largo campo de formación reciente, y de una serie de grandes pedruscos y de escarpes que cortaban transversalmente la loma, y quedaba limitada a los lados (al NE. y SO.) por rápidas pendientes a sendas hondonadas ocupadas por algarrobales, y por casi todas partes rodeada por gran número de bancales,
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antiguos y recientes, con extensos márgenes construídos a expensas de las ruínas, y cruzada transversalmente por estrechas y espaciadas tablas de
cultivo, plantadas de raquíticos algarrobos. Creyendo que tal terreno era propio del Municipio de Liria, a él acudimos en solicitud de su autorización
para excavarlo, que nos fué concedida sin dilación; pero ya empezados los trabajos nos enteramos de que se trataba de una propiedad de la Sra. Viuda de Nadal, de Benisanó, de la que obtuvimos permiso para proceder en él como las necesidades de la excavación lo exigiesen; por lo que queda el Servicio obligado a dicha señora, y hace aquí resaltar conducta tan ejemplar como poco frecuente.
En la campaña de 1935 descubriéronse los departamentos números 16 a 29, y en la de 1936 hasta el número 46; bien entendido que tal numeración,
dada provisionalmente y para facilitar la referencia en los diarios de excavaciones a espacios que semejan habitaciones, no siempre merecen tal denominación; pues unas veces resultan luego incompletas o dudosas, y, otras, construcciones dedicadas a fines diversos, como a pasillos o desagües de las pluviales recogidas en las zonas altas del cerro.
Las construcciones, aunque generalmente de piedra y barro en la parte inferior de las paredes, a modo de zócalo, como dijimos en la precedente
Memoria, debieron ser en algunos casos de la mis-
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ma técnica que las que descubrimos en "Covalta" y "La Bastida de les Alcuses", o sea rematándose la alzada con adobes, incluso en las del fondo de
departamentos empotradas en la vertiente, donde servían para contención de tierras. Como se vió también en los despoblados mencionados, los compartimientos tienden generalmente a formas rectangulares, adaptándose otras veces a las que les permiten las condiciones del terreno; y se agrupan
diversas piezas para constituir una vivienda, aquí como allí imprecisable en muchas ocasiones.
También siguieron en estos años apareciendo en algunas habitaciones los ya conocidos poyos de piedra y barro, arrimados a las paredes; más frecuentemente a las del fondo, metidas en la pendiente, soliendo servir, como queda dicho, para sustentación de las tierras, actuando entonces el
poyo de estribo que las refuerce. En San Miguel, más claramente que en Covalta y La Bastida, se ve que tales poyos hicieron generalmente de vasar,
pues varias veces han sido halladas buen número de vasijas, de todos tamaños, aplastadas por los derrumbamientos sobre los mismos poyos o rodadas al pie de ellos, habiendo podido fotografiarse una de aquéllas tumbada normalmente.
Alguna vez, como en La Bastida, se descubrieron los molinos domésticos en su lugar y en posición normal sus piezas, y en otras con la piedra
móvil caída al lado.
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No obstante las extensas excavaciones realizadas estos años, no ha podido precisarse la disposición de las construcciones en las calles y sobre terrazas; aunque siga sospechándose así por la disposición del terreno y por la existencia de escaleras.
Tampoco suelen hallarse, si no es excepcionalmente, las puertas de comunicación entre departamentos diversos; y más raramente las de entrada
a las casas.
Una impresión clara sacada de estas excavaciones es la de que las ruínas de San Miguel sufrieron no sólo el saqueo coincidente con el asalto a la población (como vimos también de modo clarísimo en Covalta y La Bastida), sino reiteradas rebuscas en épocas inmediatas a aquél y parece que también en tiempos bastante posteriores. Las excavaciones de los nombrados despoblados ibéricos serranos, fueron extraordinariamente ricas y fecundas en bronces, hierros, plomos, huesos labrados y vasos cerámicos: todo ello había quedado in situ. No así en San Miguel, donde sólo restan las vasijas aplastadas o rotas, o entero algún pequeño vasito de valor ínfimo, insuficiente para compensar el esfuerzo de las rebuscas. Todo lo demás aprovechable, de algún valor, ha desaparecido; sin que valga invocar, para justificar el hecho, las fuertes condiciones oxidantes del suelo en San Miguel, particularidad que sólo contribuiría al peor
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estado de conservación de los metales. La destrucción, apreciable en la mayor parte de las construcciones, y el hecho de que los tiestos de algunos vasos grandes aparezcan repartidos en compartimentos colindantes, dan idea de lo revuelto que ha sido el estrato. Nada de estratificación capaz de indicar
momentos distintos de la vida del despoblado se ha dado hasta ahora. En el relleno de las habitaciones aparece en general la siguiente estratificación normal, después del abandono: capa mantillosa con piedras y tiestos rodados: otra amplia zona de tierra rojizo-amarillenta que parece proceder de adobes descompuestos o de enlucidos de barro: una tercera semejante, pero que suele tomar un tono grisáceo y algunas veces contiene en el fondo mancha más o menos intensa de cenizas, estrato este último que suele ser fecundo. Tal estratificación coincide, fundamentalmente, con la que encontramos en los despoblados montañeros de Covalta y La Bastida (1), y es la que se irá encontrando, probablemente, en otros semejantes.
No se han descubierto hasta ahora, como en los despoblados aludidos, habitaciones enlosadas, aunque sí restos de ensolados de barro.
Ya hemos dicho que, aparte vajilla ibérica, son escasos los hallazgos arqueológicos en el cerro de
(1) l. Ballester y L. Pericot: "La Bastida de les Alcuses"; en "Archivo de Prehistoria Levantina.-Anuario del S.I.P.".- Vol.I, págs. 183-5.-Valencia, 1928.
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San Miguel. Haremos una ligera enumeración de lo hallado.
De hierro, y siempre en pésimas condiciones de conservación, se descubrieron en estas campañas, entre unos pocos hierros informes, algunas
lanzas, hojas de jabalina, fragmentos de láminas que parecen de hojas de espadas, trozo de sierra, anillas, clavos, y alguna otra cosa de escasa monta.
De bronce algunas pocas fíbulas y fragmentos, dos de aquéllas de cola revertida; placa pasiva rectangular de agrafe; dos hebillas y varias anillitas. De plomo una pequeña masa esferoidal, fragmento de lámina y algún otro pequeño resto.
De piedra, aparte las molederas corrientes en estos despoblados, algunas piedras con un hoyo dispuestas para goznes; otra que semeja pesa de telar o contrapeso; afiladores, uno de gran tamaño y excepcionalmente perfecto, dispuesto para ser enmangado. Trozos de adobes, restos de yeso, improntas de troncos; todo escaso; y carbón, abundante, alguna vez suelto y en forma de rollizo otras.
La vajilla ibérica es lo único abundante en San Miguel, aunque no tanto como en los despoblados serranos mentados, y más destrozada generalmente que en La Bastida. Por su decoración pintada puede separarse en los dos corrientes grupos de cerámica de ornamentación pobre o geométrica, y de decoración variada con temas vegetales zoo-
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morfos e incluso escenas humanas, motivos frecuentemente combinados entre sí y acompañados algunas veces de aquéllos, aunque como temas secundarios. Las formas predominantes son: las de platos, embudos, tapaderas, morteros con sus manos de mango acodado, y soportes; vasijas en forma de oinochoe, "sombreros de copa", y otras semejantes de borde curvo; grandes tinajas esferoides, y otras más o menos cilíndricas y apuntadas en la base; una típica forma de grande y mediano vaso de cuerpo esferoidal, de sobre dos tercios a tres cuartos de esfera, con borde revertido hacia afuera y estrecho pie que se levanta ligeramente, tipo que un poco arbitrariamente venimos denominando gran copa de pie bajo, y que suele aparecer con excepcionales ornamentaciones pintadas; pequeños cálices generalmente sin decoración, que, de perfil más o menos correcto, abundan en todos los despoblados ibéricos valencianos y llegan a la invasión romana cuando menos; y otra serie de formas con boca estrecha y cuerpo troncocónico, alguna vez invertido, y otros de vientre abombado, tipos todos éstos que generalmente se dan en piezas de pequeño o mediano tamaño.
De cerámicas de importación hay que indicar un fondo de copa griega de figuras rojas (única muestra hallada); y una pequeña crátera y algunos
platos y fragmentados fondos de otros, todos cam-
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panienses, unos de buena época, iguales a los de Covalta y La Bastida, y otros que semejan imitaciones; y un cuello de ánfora romana de baja época, fragmento único visto en San Miguel, donde no hemos encontrado tiesto alguno de sigillata, que se da bastante en la parte baja de la Liria actual.
Entre otros objetos cerámicos hay que citar: la parte inferior de la pata de una probable estatuíta de caballo; pesas de telar y fusayolas esporádicas, casi todas de forma cónica rematada en esferita.
Interesantes y alguna vez extensos letreros ibéricos han aparecido en cerámicas obtenidas en estas excavaciones, de las que, por quedar reseñadas en el Corpus que insertamos luego (núms. 20 al 40), no nos ocupamos en este lugar.
De un lamentable contratiempo hemos de dar cuenta a propósito del material cerámico obtenido en las excavaciones de 1936. Acabadas éstas a mediados de Julio y almacenadas las cajas de tiestos, como otros años, en el domicilio de D. Francisco Porcar, que por las condiciones de amplitud de sus
dependencias y la contigüidad a una gran acequia reúne inmejorables condiciones para efectuar tras de las excavaciones un primer lavado y clasificación del material, y desde donde lo aprovechable se traslada al Laboratorio del Servicio para terminar su limpieza y ordenación, ya comenzados tales
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trabajos advino la revolución, que a los pocos días tomaba el cariz destructor y sangriento que la caracterizó, teniendo que suspenderse aquéllos y disponer precipitadamente el reconstructor señor Espí, con los obreros prácticos en estas operaciones José M.ª Montañana y Rafael Morrió, el traslado del material ya limpio y lo más interesante de lo por lavar; quedando en "Ca Porcar" gran número de cajas a la espera de poder terminar la limpieza. Poco tiempo después ocupaban el edificio las tropas rojas, que no encontraron medio más cómodo de proveerse de combustible para sus necesidades
que echar mano a las cajas de madera guardadas, desparramando su contenido por el huerto de la casa, con la consiguiente pérdida de las fichas que contenían y de las indicaciones de procedencia que llevaban los envases. De las dificultades creadas con el desorden así producido, no hemos de hablar. Gran parte del material cerámico quedado en "Ca Porcar" se hizo así inaprovechable, habiendo sido gran fortuna que lo más interesante se trasladara prontamente al Museo y se salvara así de su inutilización.
El período rojo no fué ciertamente muy favorable a la conservación de las ruínas puestas a luz por las excavaciones. A los inconvenientes propios de la contigüidad de un importante núcleo urbano que atrayendo la curiosidad de las gentes, incítalas a sus rebuscas y despierta los apetitos de chamarile-
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ros mejor o peor disfrazados de aficionados, sabido es que hay que agregar en San Miguel la labor destructiva del paso diario, cuando no pasturación, de varios pequeños ganados de cabrío regidos por chicos, y la de los cazadores de conejos en lugar de tan fácil acceso; todo ello agravado por la general indisciplina de los tiempos y por la seguida estancia de guarnición en el contiguo castillo durante los años de guerra, con el consiguiente ambular por aquellas laderas de los soldados desocupados. Así, al volver a San Miguel, llegado que fué el momento liberador, eran bien manifiestos en las ruínas los daños causados por la mano del hombre.
Agréguense a todo esto los efectos de los fuertes temporales sufridos en esos años, que si en tiempos normales son dañosos en aquella ladera rauda por donde se precipitan las aguas recogidas en la parte alta del cerro, muy especialmente en la submeseta del SE. del castillo (posible albacar), hasta el
punto de que las excavaciones dan indicios de haberlas ya querido evitar en tiempos ibéricos, guiándolas adecuadamente, no hay que decir sus efectos en períodos de fuertes y repetidas lluvias, y en tiempos en que no había medio de acudir a repararlos o aminorarlos. La serie de departamentos núms. 41 a 46, que apoyaban sus fondos en la base de un escarpe compuesto de grandes pedruscos por donde cayeron a plomo las aguas, fueron los que más sufrieron al rodar las grandes piedras de la
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base, a las que se les restara cimentación al excavar aquéllos. Si la elemental técnica de las construcciones ibéricas las hace en general tan débiles, piénsese en el efecto de las fuertes aguas pluviales en las paredes de piedra y barro, cuando no de adobes, que sirvieron de sostén de tierras en el fondo de las habitaciones ibéricas excavadas en parte, como se ha dicho, en la ladera y empotradas en ella.
LAS CERAMICAS DE SAN MIGUEL, CON DECORACION ANTROPOMORFA
Continuando en esta Memoria la labor que iniciamos en la precedente, seguimos publicando ahora los vasos de San Miguel ornadas con escenas
humanas. La importancia arqueológica y etnográfica de esta serie nos obliga a darla a conocer lo antes posible.
Fragmentos varios.
Interesando que sean conocidos también aquellos fragmentos guardados hace tiempo en el Museo, en inútil espera de que pudieran descubrirse otros tiestos de las mismas piezas, comenzamos su publicación en esta Memoria.
Fragmento de oinochoe.- Damos en la figura A de la lámina IV.ª un bello fragmento de oinochoe
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de boca trilobulada, que comprende algo más de la mitad lateral del cuello y parte del vientre del vaso. Un pequeño bordón, sobre el que corre una de las habituales cintas pintadas, separa la panza y el cuello propiamente dicho y divide así las dos zonas de decoración, que va sentada directamente sobre la rojiza cerámica. En lo alto del cuello y sobre la parte externa correspondiente del lóbulo central, se representa un ojo mediante grueso punto comprendido entre dos series de líneas paralelas y zonas rayadas en espina, con inflexiones centrales opuestas. Ocupa el resto del espacio una densa decoración de relleno, con temas tan conocidos como las series verticales de postas, el tan frecuente trilobulado de estilización floral, alguna hoja de yedra perfilada por líneas nacidas de su propio tallo y que acaban bifurcándose en rizos desarrollados en sentido opuesto, llevando en las axilas de los tallos yemas o botones, detalle éste no muy acusado en las cerámicas lirianas. Más interesante es la ornamentación que muestra el pequeño trozo del vientre del vaso, consistente en apretado grupo de tres cabezas de damas ibéricas, restos de una bella composición en que debió figurar una teoría de ellas, puestas de perfil, como es corriente en estas decoraciones. Indícanse los ojos por círculos punteados, y, excepcionalmente, dibújanse las cejas mediante finas líneas de amplia ondulación. Cúbrense, como la casi totalidad de figuras femeniles
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de San Miguel, con un tocado a modo de pequeña mitra de perfil puntiagudo, muy echada atrás (1), tipo bien distinto del alto y vertical tocado que lleva la flautista del vaso de la danza guerrera que describiremos luego, forma vista también en las estatuas del Cerro de los Santos y en exvotos femeniles de los santuarios andaluces y murciano, coexistiendo ambos tipos en el valenciano de la Serreta. Es una particularidad digna de notarse la de que, en el tocado de las damas del oinochoe, como en el de la auletrís mentada, se ven unos espacios reservados en el claro tono de la cerámica, como indicando calados de algunas de las partes de aquella cobertura de cabeza de las damas ibéricas a que aludiera Estrabón. Del resto de la indumentaria de tales figuras nada puede deducirse del fragmento, si no es que usaron vestiduras de alto cuello, como deja ver la figura central del grupo.
De qué composición formaron parte estas mujeres nada puede conjeturarse; pero la gran contigüidad de las figuras nos hace excluir la posibilidad de que se trate de un fragmento de danza. Más posible es que se representara una procesión.
Como se ve, pertenece este fragmento al tipo de cerámica ibérica con decoración rica y profusa, aunque no muy cuidada; manera bien dife-
(1) I. Ballester Tormo: "La labor del S.I.P. y su Museo en el pasado año 1934".-Memoria elevada a la Diputación Valencia. 1935. Láms. V.ª , A, y VIII.ª, A.
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rente, como iremos viendo, de otra coetánea, de que habremos de hablar, también de decoración zoomorfa y antropomorfa, en la que total o casi
totalmente se excluyen los motivos ornamentales de relleno.
Encontróse este fragmento en las excavaciones de 1935, en un espacio alargado y estrecho que separaba los departamentos 13, 12 y 24 de un
lado y 27, 26 y 22 de otro, el que por estimarse habitación señalóse con el núm. 25, y que más adelante vióse que no era sino un a modo de desaguador donde se recogían y guiaban las aguas pluviales de la zona más alta del despoblado; espacio relleno de tierras de arrastre y tiestos esporádicos, entre los que, por más cuidado que se puso, sólo pudo hallarse del oinochoe su larga asa casi completa.
El fragmento del flautista.- Es éste un pequeño tiesto de vaso de forma indeterminable, cuya decoración damos en la figura B de la lámina IV.ª. Sobre un engobe blanco amarillento se destaca bien, en tono obscuro achocolatado, la ornamentación siguiente. En la parte superior un grupo de cintas, y el amplio espacio quedado entre las dos inferiores, más distanciadas, constituye un friso dividido en rectángulos iguales decorados con series opuestas de ángulos inscritos; composición muy decorativa dentro de su geométrica simplicidad y nueva en San Miguel. De la escena que fué
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ornato principal del vaso sólo resta el busto de un tañedor de flauta doble, tras el que debió continuar la composición, pues se percibe luego la borrosa cabeza de otra figura cortada por la rotura. El espacio libre ocúpanlo una rosácea multipétala, el tenido por signo del rayo y algún otro conocido. De tales restos de decoración humana imposible es deducir la escena a que pertenecieron; pero la disposición del flautista, seguido de otra figura, hace pensar en la posibilidad de una nueva escena de danza.
Descubrióse este fragmento en las excavaciones de 1935.
El tiesto del jinete barbado.- Es éste un fragmento perteneciente a un vaso de forma indeterminable y rica decoración, de la que sólo es posible ver, en lo poco que queda de la zona alta, algunos restos de decoración vegetal, en el friso inferior, en el que se desarrolló la composición principal, la figura incompleta de un jinete en actitud de lanzar un dardo esquemáticamente trazado. El ojo del jinete se representó, como en las figuras del fragmento de oinochoe, por un círculo punteado en el centro. Cúbrese aquél con casco bajo, del que se destaca ligera cresta, y luce amplias barbas, ornato masculino excepcional en las decoraciones ibéricas, del que con referencia principal a San Miguel nos ocupamos en corta nota para publicar, en "Ampurias". El cuello del caballo aparece rica-
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mente ornado con superpuestas series curvas de postas y claros punteados. Damos el calco de este fragmento en la figura B de la lámina V.ª
Procede tal tiesto de las excavaciones de 1935.
El vaso de los ciervos estilizados.
Trátase de un vaso completo, salvo unos insignificantes fragmentos perdidos, de los llamados sombreros de copa, descubierto en el departamento n.º 16, en las excavaciones de 1935. Mide 86 mm. de alto por 115 de ancho medio. En las figuras A y A' de la lámina V.ª damos el fotograbado del vaso y el desarrollo de su ornamentación.
Entre dos grupos de cintas pintadas, uno cercano al borde y el otro inmediato a la base, se desarrolla la única escena que llena el amplio friso,
reproduciendo una cacería de reses. Tras unos elementales trazos ramiformes, aparece superpuesta la silueta de un ciervo a la de un cazador en pie,
entremezclándose y confundiéndose ambas de tal modo que se imposibilita el examen aislado de las figuras. Parece como si el cazador, asiendo por los
cuernos al animal, se dispusiera a herirle con un dardo. En el espacio inmediato, donde un rozado en el vaso borró casi la decoración, se vislumbra
la cabeza y cuerpo de otro cazador del que son claramente perceptibles parte de las piernas y brazos, el que empuñando en una mano la falcata
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trata de rematar con el dardo que lleva en la otra a un ciervo herido ya de un lanzazo. Más trazos ramiformes separan la res herida de otra que parece huir y cuya clasificación es difícil, siendo manifiesto que no lleva, corno las anteriores, ramosos cuernos ni pezuñas hendidas. En cambio muestra,
sobresaliendo exageradamente del espinazo, unos trazos paralelos que parecen corresponderse con otros curvos destacados en una zona reservada en claro y hacen pensar si se quiso representar costillas y vértebras; particularidad observada en otros vasos de San Miguel, de que hablaremos luego.
De las figuras humanas la que aparece en segundo término no permite observación alguna por lo borrosa, y la primera en su extremada tosquedad sólo deja ver el tocado, con algo como boina, y el modo elemental de representar la cara, de frente (cosa excepcional) mediante un espacio reservado en claro, con dos puntos por ojos.
Los dardos manejados por los cazadores son de punta con aletas, y en cambio es foliácea la del que atraviesa el ciervo. La sumaria forma de la falcata no consiente observación alguna.
La estilización de las reses es tal que en los indudablemente cérvidos se llega a una forma absolutamente convencional en la reproducción de los
cuernos, y la de la boca en una elemental forma bífida. Pero la máxima estilización puede observarse en la cabeza del animal descrito en último
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término, cuyo belfo transfórmase en recurvado tallo vegetal.
El espacio sobrante del friso, tras desarrollarse la escena descrita, complétase con reticulado, serie vertical de postas reseguidas de puntos y un ajedrezado, también con lo blancos punteados; motivos todos ejecutados con manifiesta inhabilidad.
Lo más importante de este vaso es la inscripción ibérica que lleva. En el espacio libre que queda sobre el cuadrúpedo no clasificable, van escritos, en linea, los signos s, a, gu, claros en buena parte aquél y éste, y legible, aunque con dificultad, el segundo. Junto al pecho del animal aparece el ds, y ante él, más abajo, los ti y ko. Las interesantes deducciones sacadas por Pío Beltrán de la lectura sagu-ds-tiko, letrero de este vaso descubierto en los aledaños de Sagunto, quedan por él expuestas en un trabajo que estará ya publicado o para publicarse por el S.l.P. cuando salga a luz la presente Memoria.
La decoración, siluetada, en campo limpio de ornamentación de relleno, pues los trazos ramiformes, más que ornamentales parecen tener la finalidad de ambientar el paisaje montuoso en que se desenvuelve la escena de caza, pertenece a una manera decorativa ya conocida en San Miguel, como opuesta a la floral exuberante.
Es este pequeño vaso uno de los de decoración más ruda entre los de tal despoblado.
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Fragmentos del vaso del hombre de la sítula.
En las excavaciones de Julio de 1936, y en el departamento 14, se descubrieron, entre las cenizas de una intensa hoguera (tal vez incendio de
la ciudad), los tiestos de un vaso de buen tamaño, de los en forma de gran copa de pie bajo, frecuente en San Miguel; restos tan afectados por el fuego
que han sido en su mayoría inaprovechables. Un paciente trabajo de laboratorío logró obtener de aquel montón de cerámica, casi calcinada, los tiestos que, en parte reconstruídos, se ven en la lámina VI.ª. La recocción sufrida les ha dado un tono gris tostado, y a la decoración pintada un color
vinoso que la destaca poco.
Como se ve en el mayor de los fragmentos (B), la composición principal de la ornamentación la constituyó una escena de danza, que debió ser semejante en la disposición de las figuras a la ya conocida por publicada en nuestra Memoria relativa a 1924 (1). Series de bailadores de ambos sexos van danzando en fila, cogidos de las manos, los varones delante y las mujeres detrás, al son de unos instrumentos. El fragmento sólo muestra, y no muy completas, las figuras de tres bailadoras y de uno de los bailarines que las precedían. Tam-
(1) I. Ballester: Ibid, pág. 37, lám. VIII, A, A'.
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bién en un tiesto aparte (C) aparece, andando como aquéllos de izquierda a derecha, un músico que tañe un gran instrumento de viento, que se curva engrosándose, y fué probablemente semejante a otro de que nos ocuparemos al hablar del vaso de la danza guerrera y a uno entrevisto sólo, a causa de rotura, en el vaso con danza ya dado a conocer. Esta figura da por supuesta la existencia, en la composición, de una tañedora de aulós sencillo o doble; porque la melodía para el baile debió llevarla este instrumento, no el que tañía el músico del fragmento aparte, que sólo pudo ser adecuado, por su indudable sonido grave, para acompañar a aquél; como se vislumbró ya en una de las composiciones del oinochoe publicado en la anterior Memoria (lám. VII.ª) y se ve en la de la danza guerrera dada a conocer ahora.
La reiteración del tema decorativo de la danza con series bisexuales de bailadores formados en fila, acompañados de músicos, hace pensar cuán
en auge debió estar en tiempos ibéricos esta modalidad de baile. Danzas semejantes son conocidas entre las numerosas de Grecia, y parecidas perduran aún en algunos puntos de la cuenca mediterránea. No conocemos representaciones gráficas, en cerámicas griegas, de danzas con bailadores dispuestos al estilo de las ibéricas bisexuales, pero sí algunas que las recuerdan. Como antecedente remoto de agrupación coreográfica en series de sexos
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diversos, puede citarse la escena del cuello del jarro de Analatos, del Museo Nacional de Atenas, perteneciente a la iniciación del período orientalizante, en el que dos grupos de danzantes de sexo distinto, uno frente a otro, se enlazan por las manos los de cada grupo, de las que surgen a manera de palmas; y de las agrupaciones con alternación de sexos, la viva danza reproducida en el oinochoe italo-geométrico de procedencia etrusca, del Museo Británico, donde dos hembras entre tres varones bailan cogidos de las manos; y más acá la del
vaso "François" (Museo de Florencia), si por su solemnidad no pareciera más que danza una procesión (1).
La figura que aparece a la izquierda en el fragmento B, y la que se ve en el A, son restos de otra composición que debió consistir en una serie de jinetes que, al correr de sus caballos, se representan en actitud de lanzar o haber lanzado sus dardos, sin que se vea el objeto perseguido en la carrera. Los caballos se trazaron en silueta, salvo las cabezas, reservadas en claro, así como una zona en la parte inferior del cuello, que se decora en sus límites, con líneas onduladas; y llevan campanilla del tipo habitual en San Miguel y frontal discoidal. Es evidente que el fragmento A, debió estar a la izquierda del B. Esta carrera de jinetes,
(1) Ducati: Storia della Ceramica Greca; figuras 104 y 105, 116 y 117 y 183.
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sin justificación representada, nos inclina a creer que, como algunas otras, fué composición secundaria destinada a completar el decorado en el resto de la zona quedada sobrante tras de la escena principal. El mismo objeto debió tener la escena que, incompleta, se deja ver en el fragmento D. Un individuo sentado, del que sólo son perceptibles las piernas, una mano y parte de la cara, parece gesticular frente a otro que lleva colgando del brazo algo que por su aparente ingravidez nos pareció una cesta de asa doble, alto pie y forma esferoidal truncada; pero que en realidad no es sino una sítula (según García Bellido, tarentina y del siglo III). No puede precisarse a qué lugar del friso corresponde el tiesto que soporta esta fragmentada composición, que no cabe enlazar con el final de la cabalgada, ni tiene conexión con la composición de la danza.
En esta danza logró el decorador dar a las bailarinas la impresión de movilidad relativa, que no se obtuviera en la composición similar ya conocida; acudiendo para ello al recurso de hacerlas andar de puntillas, modo observado en otros vasos, en los que pudo tener la misma significación. En cambio acertó, imprimiendo adecuado movimiento de marcha a la figura del músico.
Pocas novedades son de notar en la indumentaria de las figuras de este vaso. En los varones se ven iguales calzones, el mismo largo jubón con
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mangas, sostenido en lo alto por los propios tirantes cruzados y con la misma excepción (v. el músico) de sustituirlos por dos bandas en ángulo, detalle ya observado en el vaso de los jinetes desmontados (1) y ya también visto en exvotos andaluces y murcianos.
Ni los jinetes ni el instrumentista se cubren con cascos, pero sí lo lleva el danzante.
Las bailarinas visten trajes sin mangas, con faldas ligeramente acampanadas que alguna vez terminan en volante o cenefa, como en la otra composición similar de referencia, tipo visto en cerámicas arcaicas (2), decorados en nuestros casos con alguna cenefa ajedrezada. Ornato éste mostrado también en la parte alta del pecho de la primera de aquéllas, que, por ser la única que además luce gran número de brazaletes, nos hace recordar lo que expusimos en la Memoria anterior sobre la posibilidad de que el orden de la danza se estableciera por jerarquías. Se cubren todas con el tocado puntiagudo, de escasa altura y echado atrás, que, como hemos dicho, es el más general en las decoraciones de San Miguel. Una particularidad ha de
notarse, y es que dos de las bailarinas muestran un doble largo cordón que pende de la cintura y
(1) I. Ballester: Ibid, lám. VIII, B.
(2) Corpus Vasorum Antiquorum.- Francia 7, Bibl. Nat. 1; láms. 15 y 16: skyphos de estilo corintio con una danza. Y Brit. Mus. II, C, c, lám. 8: vaso chipriota de la Media Edad del Hierro.
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termina en sendas borlas, lo que pudiera ser colgante de cíngulo si de él hubiese indicación, que no la hay, en las figuras. Se recordará que de ello
ya existe antecedente en la figura de la flautista del vaso de la danza primeramente publicado.
En cuanto a las armas, aparte la jabalina de punta acorazonada bien trazada que empuña un jinete, sólo es de mencionarse la falcata que cuelga
de la cintura del bailarín único; siendo de observar la forma incorrecta, si no es excepcional, de la empuñadura, y el modo de llevarla colgada, de cuya sujeción hay indicación borrosa, siendo bien distinta de la que veremos en el vaso de la danza guerrera, y del bien conocido en la plástica ibérica, de la que pudiéramos citar como ejemplo el jinete exvoto de "La Bastida de les Alcuses" (1).
El vaso, por la frondosidad, aunque no exagerada, de su decoración de relleno, hay que situarlo en el nutrido grupo de piezas pertenecientes a la
manera denominada rica. Además de los motivos más corrientes, como hojas de yedra, SS, rosáceas, esquemas de signos del rayo, todo tratado ligeramente, abundan los típicos motivos trilobulados, entre ellos uno más complejo que los ordinariamente vistos. Un solo tema decorativo puede señalarse como original, y es el signo de triple cola curvada
(1) "La labor del S.I.P. y su Museo en el pasado año 1931". Memoria de la Dirección, lám. V-1.- Valencia, 1932.
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cuyo extremo acaba en punta de flecha, que puede observarse en la parte alta del lado izquierdo del fragmento B, y sobre el que se repintaron unas SS
de relleno y parte de la figura del jinete.
Sobre el jinete dicho y hasta sobre la última de las danzantes, corre una larga inscripción truncada, que es la que lleva en el Corpus el número XVIII y que lo mismo puede referirse a la cabalgada que a la danza representada.
El vaso del caballo espantado.
Afecta este vaso la forma de tinaja, tan repetida en San Miguel, pero en este caso más apuntada en la base que las demás conocidas. Aunque no son
muchos los fragmentos hallados, sí fueron los suficientes para la reconstrucción de buena parte de la pieza, salvo el fondo que fué rehecho aproximadamente. Mide este vaso, que se reproduce en la figura A de la lámina VII, sobre 46 cmts. de altura, por 45 de diámetro máximo en el vientre; y descubriéronse sus tiestos en el departamento n.º 20, en las excavaciones de 1935.
La decoración estuvo contenida en un amplio friso, que, desde cerca del borde hasta medio vientre, debía dar la vuelta al vaso; no conservándose más que la mitad de aquél que aparece dividido en dos zonas separadas por los acostum-
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brados grupos de cintas. La zona inferior muestra parejas de aves enfrentadas, separadas por unos trazos ramiformes terminados en espirales. Las aves, trazadas linealmente con manifiesta dejadez, muestran alzadas las alas, las colas estilizadas con gracia escasa, y algunas llevan el cuerpo decorado con rayado o con una hoja de yedra. No tienen más característica acusada que un largo pico ganchudo, insuficiente para intentar su clasificación
ornitológica.
La zona superior del friso, en la parte que ocupa el espacio comprendido entre las asas (que es lo que ha podido reconstruirse), contiene una escena interesante por su novedad. Un guerrero desmontado y en actitud de lanzar su jabalina, sujeta por el ronzal un caballo espantado situado frente a él; y más adelante, tras de un grupo de hojas de yedra, aparece una gran fiera de larga cola y exageradas garras, inclasificable por faltarle cabeza y cuello, que marcha en dirección al grupo anterior; justificándose así la actitud del hombre y el espanto de su montura . Las figuras son siluetadas, sin más reservas en el tono claro del barro que los espacios para situar los ojos (círculos con puntos centrales) en el guerrero y en el caballo, y la porción media del cuerpo de la fiera, donde parecen acusarse los costillares por serie de trazos paralelos sobre el fondo claro del barro, como en carnívoros de Elche y en algún perro de la urna de Archena, y con
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antecedentes abundantes tan remotos como por ejemplo los de las cerámicas orientalizantes, en las que es característico tal modo de detallar por reserva, pudiendo recordar un vaso chipriota de este estilo, en el que se ve el mismo rayado en el lomo de unos toros enfrentados (1).
El guerrero no muestra detalle alguno de indumentaria. Cúbrese con casco de cimera elevada, adornada con algo que parecen grandes plumas; y la jabalina se indica sumariamente.
Al caballo, de perfil acertado, erizadas las crines, en actitud de saltar, consiguió dársele la movilidad adecuada. Lleva frontal triangular rayado,
y la campanilla, de forma habitual, pero en silueta y no colgando del cuello como se la representa otras veces, sino de una línea que subiendo por el
pecho dóblase paralelamente al cuello y la sotabarba, y parece llegar a la mano del jinete; trazado un poco ilógico si se tratara de ronzal. Lo más interesante de observar en el caballo es la montura, que, por su ligereza, acertada curvatura del asiento y resalte de sus extremos, parece un sillín o galápago moderno. Alguna otra vez se muestra la silla en las decoraciones de San Miguel (véase lámina XI.ª) pero más alta y toscamente figurada. En la
plástica ibérica tampoco se la representa de modo
(1) Bosch: "El problema de la cerámica ibérica", láms. I, 4; II, 5; III, 2. Corpus V. A., Francia, fas. 5 del Louvre, lám. 20, figs. 1 a 5.
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tan perfecto. En los restos de una escultura de caballo del Cerro de los Santos, se ve una mantilla, más que silla (1). En las figurillas de jinetes del
Santuario de la Luz (Murcia), se observan caballos con sillas más llanas, no con el acertado perfil de las de Liria (2). En el material de la Cueva del
Collado de los Jardines, aparece, como se sabe, desde la mantilla con curvatura inicial, junto con otras lisas, con cincha, hasta alguna mucho más
perfecta, curvada, que va sobre una pieza a modo de sudadero y lleva baticola y petral, todo lo que le da manifiesto aire de relativa modernidad (3).
Difícil es la cronología del material de los santuarios ibéricos, y por tanto inútil tratar de establecer la de las diversas representaciones de sillas. Las de San Miguel, por la cronología dada al despoblado, pueden calcularse de sobre el último tercio del siglo III; y por lo que se ve ya en dicho período había alcanzado la silla un perfecto grado de evolución. No debió llegar de Grecia, donde se sabe que con el nombre ephippión se conoció desde la simple cobertura colocada en el lomo del caballo, hasta las piezas sucesivamente incorporadas para su ornamentación o comodidad, no pare-
(1) P. Paris: Essai ... , II, fig. 294.
(2) P. Bosch Gimpera: "Las figurillas del Santuario de la Luz".- "A.I.E.C." 1921-23, pág. 164, figs. 283, 284, 288, 289 y 296.
(3) J . Cabré e I. Calvo: "Excavaciones de la cueva del Collado de los Jardines", fig. 4.ª, lám. VIII, y la 1.ª y 3.ª de la IX.ª.
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ciendo haberse usado hasta el siglo V antes de Cristo ninguna clase de ephippión; creyéndose llegó allí, y se perfeccionó, bajo la influencia de
modelos extranjeros (1). Cosa semejante pudo suceder en Iberia.
El vaso de la escena de enlazar
Así se denomina, por la composición más destacada de las de su ornamentación, un vaso de buen tamaño, de la conocida forma de copa de pie
bajo, hallado en las excavaciones de 1935 en el departamento n.º 20. Mide 380 mm. de altura por 550 de ancho máximo.
Va la decoración en un friso único, delimitado por sendas cintas entre filetes, que ocupa la mitad superior del vientre del vaso y comprende, cuando menos, cuatro escenas distintas, trazadas sucesivamente, sin la separación gráfica que otras veces suele verse, lo que motiva dudas al tratar de describirlas y delimitarlas. En la lámina VIIIª. reproducimos el vaso y el calco del desarrollo de su ornamentación.
La decoración figurada es toda en silueta, dejando sólo reservados, en el tono rojizo del barro sobre que se pintó, algunos pequeños detalles; lo
que a pesar de la ligera tendencia realista sugiere
(1) G. Lafaye: Ephippium.- "Dic ... " de Saglio.
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un vivo recuerdo de las remotas cerámicas geométricas y tal vez su lejana influencia, o cuando menos de los posteriores renacimientos de ese estilo, como el del período orientalizante por ejemplo.
El total siluetado impide hacer apreciación alguna sobre indumentaria.
Comenzando a examinar la ornamentación de izquierda a derecha, y aparte las patas delanteras, armadas de garras, resto probable de la figura de
un perro que formaría parte de la escena de caza con que finaliza la reproducción del friso, aparece un animal inclasificable por incompleto, aunque se ve que es de pezuña hendida. Tampoco puede afirmarse si es figura llevada a la decoración para rellenar espacio; cosa probable por su falta de conexión con la que le antecede y con la composición que le sigue, consistente en una figura de perrito, de la que nos ocuparemos luego al hablar de otras semejantes.
Sigue la escena en que un hombre, sujetando del ronzal a un caballo, le amenaza con el palo. El animal parece espantarse o defenderse. Por pérdida de decoración la cabeza del caballo está incompleta en su parte inferior. Un jinete, la mano apoyada en la grupa de la montura y alzada la otra en actitud gesticulante, dirígese al grupo anterior.
A continuación, sin más separación que un pequeño espacio libre, desarróllase otra escena, tal
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vez la de más interés del vaso. Frente a la figura pesada de un toro de grueso morrillo y exageradas papadas, con los cuernos reproducidos en proyección vertical, al estilo de las pinturas rupestres naturalistas valencianas y de las losetas del Parpalló, aparece un hombre en pie, que, mientras levanta un brazo en actitud propia de quien realiza movimiento que requiere rapidez y atención, esgrime aún en la otra un útil compuesto de un mango a cuyo extremo se articula una pieza periforme, cuya pesantez se evidencia. Arrancando de junto a tal dispositivo, desarrollándose encima de la cabeza del toro, como amenazando caer sobre ella, un trazo lineal se incurva y cierra a modo de cuerda en lazo. La composición da la impresión del enlazamiento de un toro salvaje o semidomesticado; pareciendo confirmarlo la intervención de otro personaje que corre en auxilio del anterior, llevando en alto algo a que se semejaría el artefacto descrito si se le plegase al extremo lo que suponemos cuerda del lazo.
No encontramos mejor interpretación de la composición, que la que queda expuesta.
Sin apenas espacio separatorio, sigue otra escena de lucha entre dos guerreros, tema tan conocido en las cerámicas griegas arcaicas. Uno frente
a otro, defendiéndose con escudos de anverso cóncavo (caetra) y umbos troncocónicos, aquellos escudos pequeñísimos, de nervios trenzados y de
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solidez sobrada, que los textos (Posidonio-Diodoro) dan equivocadamente como exclusivos de los Lusitanos, afirmación que las excavaciones de San
Miguel contradicen, y de que Cabré ha tratado con fortuna recientemente (1); tipo que viene representándose en Liria, no de frente, como los oblongos, por desconocimiento del escorzo, sino en proyección horizontal, aunque no tan esquemática ahora como la que vimos en el vaso del combate entre barcas (2), pues pretende acusarse aquí la concavidad mediante franja de pequeñas líneas paralelas perpendiculares a lo que figura borde del escudo. También ahora, como en la escena citada, no embrazan los luchadores los escudos, sino que, sujetándolos por el centro con la mano, úsanlos con el brazo extendido. Uno de los guerreros, lanzada ya la jabalina a su contrario, esgrime la falcata, cuya funda le cruza el cinto. Su contrincante, a quien el dardo arrojado atravesándole el escudo hirió en el antebrazo, que sangra, se dispone a lanzar la jabalina, cuyo astil se representa arbitrariamente por un trazo quebrado. También este combatiente va armado de falcata que semeja
llevar en bandolera, y cuya empuñadura aparece cerrada, tal vez por inhabilidad del decorador.
(1) J. Cabré: "La Cetra y el Scutum en Hispania durante la 2.ª Edad del Hierro".- Bol. del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología. Facultad de H.ª de Valladolid. Tomo VI, página 57.
(2) I. Ballester Tormo: Ibid, lám. V.ª-C.
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Una rotura del vaso interrumpe la decoración. Por sobre aquélla asoman las orejas erectas de un cuadrúpedo, caballo probablemente; y entre el
rompimiento y la composición anterior se ve la pierna de otro personaje caído boca abajo. No puede saberse si la composición cuyos restos describimos formaba parte de la escena antes descrita o es composición independiente, y si a ella pertenece la figura de otro individuo que aparece gesticulando al extremo opuesto de la rotura.
Unas hojas de yedra, ocupando el ancho del friso, tal vez son elementos complementarios del espacio sobrante de aquél. En el calco que publicamos aislan, de la ornamentación antes reseñada, otra escena de caza en la que tres perros acorralan a uno de los dos jabalís representados. En los cuerpos de los dos canes y especialmente en el de un jabalí, aparecen adornos de series de rayas, puntos y triángulos destacados sobre el fondo de color del barro, que recuerdan las ornamentaciones grafíticas o por reserva vistas en siluetas de aves y cuadrúpedos en cerámicas arcaicas griegas. Terminadas las composiciones a lo largo del friso, la pequeñez de las figuras hizo que quedara
una zona libre en la parte inferior, en casi toda la extensión de aquél, que, como algunos claros excesivos resultantes entre las figuras, hubo que ocupar con alguna decoración de relleno.
Por tal razón casi toda la parte baja del friso
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muestra series de postas y hojas de yedra, sencillas unas, sueltas o al final de un simple tallo punteado, y otras de las de perfil contorneado por sendas
líneas nacidas opuestamente de la base y que rematan junto al ápice rizándose en sentidos contrarios; temas ambos bien conocidos, el primero en
vasos de figuras negras de estilo jónico-etrusco; y la hoja contorneada, tan generalizada en lo ibérico, vista ya en cerámica apulia geométrica y de derivación (Messapica) (1).
También aparecen empleados aquí, para llenar espacios libres, aquellos motivos triangulares que, con series de pequeños postecitos paralelos en la
base vimos en el mentado vaso del combate entre barcas, que por estar colocados en espacios representando lagunas nos hicieron pensar en habitaciones palafiticas, y que ahora se muestran aquí con aditamentos de rizos que les dan cierto carácter decorativo.
Así mismo figura en este vaso, empleado con el mismo objeto, el extraordinario motivo del rapaz en vuelo, que tanto se da en las cerámicas griegas. Desconocemos otro caso igual en la decoración de cerámicas ibéricas, aunque puede hallarse algo parecido en la plástica. No tiene aquí el rapaz (águila o halcón) conexión aparente con las escenas inmediatas; semejando más bien, como decirnos, un
(1) Corpus V. A., Italia: M.º Villa - Giullia, fas. I.º, lám. 2ª 1 y 2.- Y M.º Lecce, fas. I.º, lám. 8.ª, 12.
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motivo decorativo secundario. Su representación es bien esquemática y geométrica. Indícase el cuerpo por fuerte trazo rectilíneo que se ensancha
triangularmente en un extremo para formar la cola y por el otro se curva en gancho para acusar la cabeza y el pico robusto; un tanto atrás se muestran las fuertes garras, y las alas figúranse por tres trazos rectilíneos en forma de U cuyo centro corta el cuerpo perpendicularmente. Así, la cabeza y garras se representan de perfil y la cola y las alas en proyección vertical o sea de modo igual a la cornamenta del toro antes descrito. No obstante dibujo tan sumario, acusando mucho las características se logró dar un expresivo esquema de rapaz. Parecería lógico que se tomara este motivo decorativo de cerámicas griegas coetáneas o cercanas a la cultura ibérica del siglo IV o III; pero
es tan violento el contraste entre aquellas bellas representaciones y la nuestra tan infantilmente geometrizada, y aun entre ésta y otras realistas de aves en cerámicas ibéricas levantinas, los mismos vasos de San Miguel inclusive, que llega a pensarse si de propósito se tomó como modelo alguna representación esquemática anterior, como las vistas en cerámicas del estilo orientalizante, con perfiles predominantemente curvilíneos, que tienen semejanza con el rapaz valenciano (1). Pudiera verse en ello una tendencia a lo arcaico en los ceramistas
(1) Ducati: Ibid, pág. 106, fig. 87.
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ibéricos, también apreciable en algunos otros elementos decorativos de que vamos a ocuparnos.
Pero lo más grato de la decoración complementaria y tal vez de toda la del vaso, es un grupo de perritos que componen la escena necesaria para llenar el hueco quedado bajo la composición que denominamos de doma. Trátase de unos menudos canes rabicortos y agalgados, semejantes a cierta variedad que estuvo de moda a principios del siglo. Ya aludimos antes a uno de ellos, que, llenando el claro existente a la izquierda de tal escena, aparece descansando en las dobladas patas, erguido el cuerpo sobre las manos y erectas las orejas, en actitud de contemplar aquélla. Debajo de la misma otros tres animalillos se agrupan en la siguiente graciosa composición: uno, asentado, con las patas plegadas, ráscase o sacúdese con una mano el hocico en movimiento natural característico; frente a éste, otro, echadas atrás las orejas, en flexión las piernas y enarcando el espinazo, inicia un córcovo certeramente expresado; y el tercero, más a la derecha, echado sobre las piernas, erguido el cuello, adelante las orejas, semeja disponerse a
participar en el juego. Desconocemos, en los vasos propiamente ibéricos, composición tan realista como la descrita.
Salta a la vista el fuerte contraste entre el sentido naturalista que inspira esta composición y las restantes del vaso. No tiene explicación fácil que
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quien dibujó con acierto realista el grupo de perrillos y supo dar vida a tal escena, no hiciera otro tanto con la restante ornamentación zoomorfa.
Esta importante pieza cerámica es una de las de más clara atribución a la manera opuesta a la cerámica llamada rica.
El vaso escrito
Afecta la forma de tinaja, con cuello constituído por un estrecho borde recto, corriente en San Miguel. Fáltale el fondo y desgraciadamente buena parte de las paredes; pero con los fragmentos hallados ha podido reconstruirse, como se ve en la figura A de la lámina IX. ª. Mide 45 centímetros de diámetro de boca por 39 de altura en la parte reconstruída.
Fueron encontrados los restos de esta pieza en las excavaciones de 1936, en el compartimiento número 31.
Es uno de los vasos más extraordinarios de este despoblado, no ya por su decoración, sino por los abundantísimos letreros que contiene y le dan nombre en el Museo; haciendo pensar que, de ser hallado completo, tal vez se hubiese tenido la tentación de llamarle vaso biblioteca.
La decoración va en una amplia faja delimitada por grupos de cintas, y dividida de igual modo en dos zonas, de las que la superior ocupa como un
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tercio del espacio de aquélla y el resto aproximadamente la inferior. Véase el desarrollo en la citada lámina, figura B.
La faja superior debió estar amada mediante la repetición, con escasas variantes, del motivo que se vislumbra, consistente en series verticales,
respaldadas en otras de sencillas SS, de historiadas postas en las que la línea que las genera se bifurca formando rizos en sentidos opuestos, rellenándose
el espacio intermedio con fino rayado, motivo de conjunto agradable.
La zona inferior necesita descripción más detenida. De los fragmentos hallados se puede deducir que su decoración la constituía una escena de combate, de la que restan cuatro guerreros persiguiendo, montados, jabalina en mano, a otro jinete que se vuelve hacia ellos en actitud de lanzarles su
dardo. Un motivo decorativo de los descritos al hablar de la zona superior, limita el espacio final de la escena. A continuación otro guerrero, del que sólo es visible cabeza y busto, debió enfrentarse con uno del que nada más se percibe desde los muslos a los pies, semeja cubrirse con escudo oblongo y muestra las piernas heridas por dardos; siendo extraño que no obstante constituir ambas figuras una composición, aparezcan separadas por otra serie vertical de postas.
Las figuras de las composiciones descritas son siluetadas, salvo las cabezas de los guerreros, con-
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servadas en el tono de la cerámica, con algún otro detalle acusado por reserva en los cuerpos de los combatientes y de los caballos.
Las cabezas de los guerreros son dignas de descripción. Los ojos, que se interpretan del modo más variado y con pestañas exageradas, son unas veces circulares, otras ovales y alguna en forma semejante al signo be ibérico; detalle éste de las variantes a tener presente para evitar deducciones falsas, de paralelismos erróneos. Las barbas, cuya indicación se cuida aquí, como en otras piezas del mismo despoblado, se representan por zonas punteadas que van de la sien a la barbilla, respetando los labios; en una de las cabezas se prolongan, no como en otros fragmentos en largas y amplias barbas (véase lámina V.ª B), sino en forma de larga perilla hirsuta que trae a la memoria aquello de Cratino, escritor anterior al 420 antes de Cristo, relativo al íbero de barbas de chivo; lo que vendría a suponer que, al destruirse el despoblado de
San Miguel, perduraba aún un tocado de más allá del último tercio del siglo V; pequeña deducción, ésta como otras, a tener necesariamente en cuenta al tratar de fijar la cronología de estas cerámicas.
Todas las cabezas defiéndense con ceñidos cascos, dos de ellos con ligera cresta punteada; pero el del que parece jinete perseguido, indicado como
los anteriores, pero sin cresta, muestra una línea que espaciadamente perfila la parte superior, como
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queriendo representar una cimera, pero con cuernos bien determinados; y el incompleto del guerrero de la escena completamentaria lleva también una gran cimera.
De armas ofensivas sólo se ven dardos con puntas de aletas muy abiertas; y de defensivas, el guerrero del que sólo son visibles las piernas, parece cubrirse con un gran escudo de extremos redondeados.
El siluetado de los cuerpos raquíticos no permite conocer nada de indumentaria, si no es el pequeño rectángulo, en claro por reserva, que muestran en la parte alta del pecho y cruzan menudas aspas: representación esquemática tal vez de las ya mentadas bandas o tirantes que cruzan el pecho
de los varones en otras escenas vistas en vasos de San Miguel y aun en exvotos de los Santuarios.
Los caballos, a juzgar por lo que dejan ver sus representaciones fragmentadas, son bastante realistas. Los ojos se indican por un pequeño círculo punteado, con rayado a modo de pestañas, y otros concéntricos en número variado. Muestran en el cuello una zona decorada por líneas en zig-zag, que cuando es baja recuerda un lujoso petral, frontal estilizado de forma floral y campanilla de tipo habitual. Las camas de los frenos, que en otros vasos represéntanse curvadas en forma de U de extremos en espiral, son aquí rectilíneas y se colocan absurdamente a uno y otro lado de la cabeza.
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Carece este vaso de decoración de relleno, que es sustituída por los numerosos letreros. Sólo delante del guerrero herido aparecen varias estrellas
elementalmente compuestas por cuatro diámetros que se entrecruzan y constituyen a modo de signo ibérico bo del tipo mismo que se ve en las inscripciones.
Pero lo que le da a esta pieza una extremada importancia son sus letreros ibéricos, de que nos ocupamos en el pequeño corpus que publicamos de los en cerámicas de San Miguel. Todo el espacio que dejaron libre las figuras de la escena de lucha debió estar cubierto de inscripciones, a juzgar por los restos del vaso. La parte alta del friso lleva una larga inscripción horizontal que puede seguirse a través de diversas roturas; pero por el espacio que queda entre aquélla y los guerreros, por junto a las cabezas de éstos, frente a los pechos de los caballos, tras de sus ancas y bajo sus vientres, las inscripciones se extienden llenando los claros oblicuamente, verticalmente y hasta ocupando los extremos de los diámetros de una especie de rosa de los vientos.
No obstante hallarse el friso incompleto en su longitud y en algunos trozos intermedios, y haber desaparecido lo pintado en otros, aun se cuentan en él unos 157 signos; lo que puede servir de base para calcular la importancia filológica que hubiera tenido el vaso completo. Y extrémase el interés si
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se tiene en consideración la relación indudable que debe haber entre los textos y la escena.
No conocemos nada parecido a este modo de escribir un vaso, si no es la pyxis de Chaves existente en el Museo de Louvre, perteneciente al siglo VII (estilo orientalizante), en cuyo friso se representa una lucha entre jinetes en la que también en los espacios libres y hasta bajo el vientre de los pesados caballos galopantes, extiéndense, en forma bien semejante al vaso liriano, las inscripciones portadoras de los nombres de los combatientes (1).
No creemos que en la pieza de San Miguel se tratara de perpetuar sólo el nombre de unos guerreros, sino, como la amplitud de las inscripciones deja sospechar, tal vez de conmemorar un combate hazañoso con una somera referencia del mismo, y puede que nominal recuerdo de los que se distinguieran; costumbre tomada por los iberos de los vasos griegos, a los que llega según Pottier por influencias orientales.
(1) Pottier: Catalogue ...; II, página 442.
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El vaso de la danza ritual
En las excavaciones de 1935 se descubrieron, en el centro del departamento n.º 16, sobre el que se extendía una de las tablas de cultivo que cruzan la pendiente, y entre las raíces de uno de los desmedrados algarrobos reviejos plantados en aquéllas, los tiestos con que se ha reconstruído la mayor parte de este vaso, cuyo fotograbado aparece en la figura A de la lámina X; al que luego se han incorporado unos pequeños fragmentos hallados recientemente, y ya incluídos en el desarrollo que damos en la figura A', y los restantes debieron ser dispersados, y la mayoría destruídos, al practicarse el hoyo para plantar el árbol. Trátase de un mediano vaso de los en forma de tinaja, de fondo más o menos apuntado, que mide 22 centímetros de diámetro en la boca y cuya altura desconocemos por no haberse podido reconstruir totalmente.
Va la decoración sobre el acostumbrado amplio friso, que en este caso ocupó, entre cintas, sobre dos tercios del vientre del vaso, partiendo de la
parte superior; friso dividido en dos zonas horizontales por otra cinta flanqueada de filetes.
La faja inferior está pobremente decorada con campos de filas de rombos sobre otras de palos, alternando con otros campos de series de líneas
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fuertemente onduladas, hechas como con peine de pinceles por púas.
La ornamentación de la faja superior es extraordinariamente interesante. Intégranla dos escenas compuestas sólo con figuras humanas, casi en absoluto siluetadas en el color habitual; una, la principal, ocupa la mayor parte del friso, y la otra tuvo la finalidad de completar la decoración en el espacio sobrante quedado tras la primera, cosa corriente, como se viene observando, en los vasos de Liria.
La primera y principal composición, desarrollada a partir de un asa de la vasija, y de izquierda a derecha, es la siguiente: una desnuda figura fálica baila o corre tras de cuatro damas ibéricas mitradas, que, cogidas de las manos y mirando a la derecha, parecen también danzar, no obstante su
aparente inmovilidad, que, como ya dijimos en otra ocasión, no es sino incapacidad del decorador para dar movimiento a las figuras femeninas;
achaque propio de todo arte arcaico; pudiendo recordarse por ejemplo la danza de tres varones y dos hembras del ya citado oinochoe italo-geométrico de procedencia etrusca, con figuras masculinas bien movidas y las femeninas rígidas (1). Cortada la escena, y en buena parte las dos bailarinas últimas, por otra rotura de la vasija, continúa
(1) Ducati: Ibid, pág. 141, figs. 116 y 117.
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aquélla en el fragmento siguiente, en el que una dama, con el mismo atuendo que las anteriores, ofrece un ave a un personaje que, vuelto hacia ella, con la lanza sujeta al parecer bajo el sobaco y en la mano un puñal de ancha hoja y antenas acusadas, se dispone a recibir la ofrenda; tras de cuyo personaje, y dándole las espaldas, otro, adornada la frente con algo como diadema, adelanta los brazos hacia una figura incompleta y borrosa que, por lo que cabe apreciarse, pudiera ser una representación ictifálica; quedando cortado el final de la composición por otra rotura. Los dos fragmentos de decoración descritos, separados por el espacio en que se asentó el asa restante del vaso, de la que hay indicios en un extremo del segundo trozo constituyeron indudablemente una sola composición, en la que se representó una danza o procesión ritual (más aquéllo que esto), con motivo de la ofrenda hecha a una divinidad probablemente fálica, suposición ésta reforzada, por la presencia de la figura desnuda inicial de la composición. La reconstrucción del vaso no ha
tenido dificultad por enlazar todos los tiestos (algunos sólo por la parte de la boca), por lo que si hay error será en la colocación de la fragmentada figura cuarta de danzante, ya que el pequeño tiesto en que aparece (uno de los recientemente hallados) no enlaza con los que le anteceden y ha sido
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situado aproximadamente donde exigía su conexión con la figura que inmediatamente le precede.
El total siluetado de las figuras, del que son excepción sólo los pequeños espacios punteados de los ojos y los escasos adornos de que hablaremos, permite pocas deducciones respecto a indumentaria. Tócanse las mujeres con las pequeñas mitras puntiagudas, echadas atrás, de que nos hemos ocupado en otros sitios de esta Memoria, y llevan amplias vestes de caídas rectas, que dan a los cuerpos una extraña forma rectangular, en vez de la ligeramente acampanada, de tan rancia ascendencia, observada en las otras representaciones femeninas de los vasos de San Miguel. No se aprecian más adornos que alguna faja horizontal sobre el pecho o dos cruzadas en aspa, al estilo varonil, conseguidas mediante reserva en el color natural del tiesto, y rellenas de líneas de puntos. Uno de los varones, además de las dos fajas en ángulo, ostenta, como se ha dicho, algo como diadema obtenida de igual modo.
De las armas, llevadas sólo por uno de los personajes, es de observar la acusada forma triangular de la hoja de la lanza, y muy especialmente el puñal de ancha base redondeada y amplias antenas dispares, tipo manifiestamente arcaico en relación con la cronología atribuible a San Miguel.
Acudiendo también a la cerámica helénica en busca de influencias, cada vez más evidentes cuan-
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to más se investiga en la ibérica, pudiera verse un antecedente de esa danza ritual unisexual femenina, sin músicos que la acompañen, en la de dieciséis mujeres que bailan cogidas de las manos y alrededor de un ara, en la decoración de un vaso de Clazomene atribuible al siglo VI a. de C.; así como en otra danza de mujeres representadas de igual modo en un skyphos de estilo corintio, ya antes citado, tenida también por ritual, aun desconociéndose su finalidad, tan clara en el vaso de Liria (1). Coincidencias son éstas de escaso interés. Pero lo que lo tiene extraordinario es que la descrita composición del vaso de San Miguel no sea sino una mera reproducción, salvo ligera variante, de la siguiente escena que decora un kilix ático de figuras negras atribuible al siglo VI a. de C. (2). Una figura sedente, algo alejada de la escena principal, parece tener la misma finalidad secundaria que la de lucha del vaso liriano. A continuación un hombre desnudo semeja perseguir o bailar tras cinco mujeres, que cogidas de las manos danzan de
izquierda a derecha hacia un ara llameante, ante la que la primera bailarina levanta el brazo en actitud de adoración, mientras al otro lado de aquélla
la sacerdotisa vacía sobre el fuego el contenido de una cesta, que debió constituir la ofrenda. Como
(1) Ducat: Ibid, pág. 174, fig. 135. Y Corpus Vasorum Antiquorum, Francia, fas. 7, láms. 15 y 16.
(2) Corpus Vasorum Antiquorum - Brits. Mus. fas. n.º 2; Black figured pottery of Attica (III, H. c), lám. 10, 6, a.
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se ve, ambas escenas, la del vaso ático y la del de San Miguel, coinciden en todo salvo en el detalle de la ofrenda; es decir, que el vaso valenciano del
final del siglo III a. de C., no es sino una tosca versión ibérica de la bella composición que ornaba, sobre tres siglos antes, un vaso griego arcaico.
Bien interesantes (tan interesantes como de solución difícil) son las cuestiones que este hecho plantea. Atrevido sería pensar que el decorador
de Liria tuviese como modelo directo un vaso griego con la escena dicha, conservado a través de siglos. Algo más factible pudiera ser que perdurase
la composición a lo largo del siglo V o más, en vasos tardíos de figuras negras; pero aun así, siempre quedaría sobrado lapso de tiempo entre la pieza original y su imitación; y cuéntese que la gran escasez en Levante de tiestos de vasos de figuras negras parece argüir contra tal suposición. También pudiera pensarse en que esta danza ritual viviese aún en el siglo III en las colonias de la costa y fuese por ello conocida del artista de San Miguel; pero cabe reparar tal hipótesis con la observación de que el vaso de Liria no se limita a reproducir una danza de esta clase, sino que transcribe casi al detalle la composición del vaso griego. Ello es obstáculo a que se pueda buscar la solución estimando el paralelismo de la decoración de ambos vasos como mera coincidencia ornamental al reproducir artistas lejanos danzas semejantes; pues,
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como se ve, no se trata en verdad de una sola concordancia, sino de múltiples coincidencias en la concepción y en los detalles de realización de esta escena compleja. Lo que diferencia una y otra decoración no es sino lo necesario para adaptar la escena ritual griega a las creencias o ritos ibéricos.
La escena secundada que completó el friso del vaso de San Miguel aparece también incompleta. Resta de ella lo siguiente: dos figuras varoniles
represéntanse dándose las espaldas. De la de la derecha, por estar incompleta, sólo puede verse que se halla en pie; la figura de la izquierda es
interesante por su expresión y movilidad, dentro de la tosquedad dominante en la total decoración. Trátase de un guerrero que, alcanzado en el pecho por una jabalina lanzada por otro combatiente que debió figurar frente a él, desplómase sin tiempo para abandonar el escudo, colgante el brazo derecho cuya mano ya no aprisiona arma alguna. Y es detalle interesante que, en el astil del dardo que hiere al guerrero, se percibe claramente el amentum en la forma propia de asa de la lazada, no del modo arbitrario de ojal, visto en otros casos de Liria (1).
Sabido es que consistió el amentum en un lazo de cuerda o correa, hecho en el astil del dardo, para que, pasado el dedo índice o del corazón por
(1) I. Ballester Tormo: Ibid; pág. 28, lám. VI, figs. B y B'. Ver la cierva herida y la escena del granado.
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él, continuara impulsándole al arrojarse el arma. Parece que se le daba así mayor alcance y se obtenía más seguridad de tiro.
Fué empleado por los griegos, que lo tomaron de Iliria, y ya en el siglo V habíase extendido por Grecia, de donde pasó a Roma. Los diversos ejemplos que del amentum vemos en las decoraciones de los vasos de Liria, demuestran cuán generalizado estaba su empleo en el Levante ibérico en el
siglo III, donde debió llegar de Grecia, bien difundido por las colonias próximas, o lo que es más lógico traído a las costas mediterráneas por los
mercenarios ibéricos que a final del siglo V y durante parte del IV sirvieron en los ejércitos griegos. Del amentum en estas cerámicas nos ocupamos en un pequeño trabajo próximo a publicarse (1).
La tosquedad e inhabilidad de la decoración de este vaso es poco frecuente en San Miguel. Tampoco entre los vasos de este despoblado, con
figuras humanas, existe un ejemplar en que, como en éste, se llegue a la total eliminación de los motivos decorativos de relleno, viniendo a ser el prototipo de una manera que puede llamarse sobria, opuesta a la de ornamentación exuberante en que se manifiesta el horror al vacío.
(l) l. Ballester: "El amentum en los vasos de San Miguel de Liria".-Para publicarse en "Archivo Español de Arqueología".
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El vaso de la danza guerrera
Se denomina así por la escena principal de su decoración. Afecta la conocida forma de copa grande de pie bajo, midiendo 43 cms. de diámetro
mayor, por 30 de altura, y ha podido reconstruirse casi completamente. Se encontró en el departamento 42, en las excavaciones de 1935, tan afectado por el fuego que fué de reconstrucción difícil, y lo retostado de la cerámica hace que se destaque poco su decoración. En la figura A de la lámina XI
damos un fotograbado de esta pieza, y el desarrollo de su ornamentación en la figura A'.
La decoración total se extiende en ancho friso, que, dándole vuelta al vaso, ocupa más de la mitad de su ancho, desde el mismo borde hasta su diámetro mayor. Agrupadas series verticales y paralelas de sencillas postas, SS enlazadas y volutas, dividen el friso en dos sectores; el primero conteniendo la escena más importante y el otro las necesarias para completar la decoración del cinto; y quedado aun así espacio sobrante, se llenó con una composición integrada por dos series verticales de SS enlazadas, y apoyándose en éstas, pero en sentido opuesto, otras dos de ricas postas cuya curva fundamental se bifurca en la parte superior, originando voluta a cada lado, dejando entre ambas un espacio que aloja al ya citado
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motivo floral trilobulado tan frecuente en estas cerámicas. Alguna vez terminan también las volutas en puntas de flecha.
La escena principal, tema no visto hasta ahora, constitúyela una de esas danzas guerreras tan antiguas entre los griegos. Dos guerreros, armados uno
de lanza y otro de falcata, y defendiéndose con escudos oblongos, luchan al son de unos instrumentos, el aulós doble tañido por una mujer situada a un lado, y un grande, grave y serpenteante instrumento manejado por un varón colocado en el opuesto. A la izquierda de esta escena se ve un caballo ensillado; y a la derecha un jinete que, marchando en tal sentido, apréstase a lanzar la jabalina. Estas composiciones, sin conexión con la principal, aunque incluídas en el mismo tramo del friso, sólo se destinaron a rellenar éste. Siendo aun más evidente que tal destino tuvo también la escena que sigue, compuesta de otro jinete, en la misma actitud que el antedicho, tras el que camina un peón con lanza al hombro.
Todo el espacio libre entre las figuras aparece ocupado por profusión de hojas de yedra decoradas con variantes múltiples, y lo mismo acontece con el antes aludido motivo vegetal trilobulado; y aun los pequeños espacios que entre ello quedan se rellenan con series de SS, de volutas alternas, de los llamados esquemas de rayo; todo esto con una exuberancia y profusión no igualada hasta
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ahora en San Miguel, aunque algunos vasos le ganen en perfección. Decoración tan frondosa y nutrida ahoga y obscurece las escenas representadas.
En las figuras equinas, siluetadas con relativo acierto, resérvase sólo, en el tono del barro, el espacio punteado expresión de la pupila y a su alrededor una zona rayada que completa el ojo. Los crines se indican, como otras veces, por series de pequeños semicírculos tangentes o secantes; y los frontales con el repetido motivo floral trilobulado. Uno de los caballos lleva alta silla, de asiento bien curvado.
Las figuras humanas son menos uniformes; pues unas veces se siluetan totalmente, excepto las caras (véanse el músico y el jinete inmediato), y otras sólo el cuerpo, salvo alguna indicación para destacar el antebrazo (como en uno de los combatientes) o alguna particularidad del atuendo. Todo ello hace recordar los diversos estadios de la pugna desarrollada en el período griego orientalizante, y aun algo después, entre la tendencia a la silueta y la de su eliminación. Los ojos se interpretan en las figuras humanas de forma bien diversa; y en las cabezas varoniles, reservadas en claro, se subrayan hirsutas cejas.
Del indumento de los varones poco puede apreciarse. El cuerpo de uno de los luchadores muestra un espacio limitado por punteado que alcanza al pecho y vientre, y que, más que detalle de ves-
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tido, parece indicación de coraza. Todos lo varones no siluetados visten amplios calzones, que hasta la rodilla rellenan líneas ligeramente onduladas, que en la precedente Memoria, ante otras figuras semejantes, interpretamos como pliegues de aquéllos; pero aunque bien pudieran ser a modo de lambrequines formados por tiras de cuero que defendieran no ya el bajo vientre, sino también los muslos, parece contradecirlo la falta de reproducción acertada, que aquí era tan sencilla y que en cambio ya aparece bien conseguida en los guerreros del conocido vaso de Micenas. También muestran las pantorrillas cubiertas con calzas parecidas a las de los varones de los vasos de la ya conocida danza, de los guerreros desmontados y de los con loriga, reproduciéndose en la parte alta los mismos o muy parecidos adornos que recuerdan los calados de las modernas calzas. Casi todos los varones se tocan con casco del que resalta la cresta formada por serie de menudos semicírculos, ya también vistos en otras representaciones lirianas; los restantes (el músico y el peón, éste sobre todo) parecen cubrirse, como otros guerreros de San Miguel, con algo como capacete ceñido y liso, tal vez de cuero. Los escudos usados por los danzantes son oblongos y de buen tamaño,
y no los llevan embrazados, como sería propio del momento y del tipo de escudo grande, sino aparentemente cogidos por el centro con la mano, lo que
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también pudiera obedecer a incapacidad técnica para interpretarlo de otro modo.
De armas ofensivas sólo se ven una falcata de empuñadura lisa, trazada someramente y con poco acierto, y cuya funda cuelga mediante cuerda o
correa del hombro de un danzarín, modo no frecuente de llevarla, pero visto por ejemplo en una figura de guerrero de La Luz; y varias lanzas y jabalinas, todas de punta acorazonada y aletas bajas, mostrando una sola el regatón en forma de flecha. Uno de los jinetes calza acicates.
Párrafo aparte merece la figura de la auletrís, representación que ya se dió en el vaso de la danza primeramente conocida. Tócase con alta montera o mitra, no apuntada e inclinada atrás como en la mayoría de las figuras femeninas de Liria (véanse las composiciones todas en que aparecen en esta
Memoria y en la precedente), sino alta y asentada verticalmente, como las frecuentes en las figuras de la Serreta, tipo que también se ve en el Cerro de los Santos, en Osuna y en algunas del antecitado santuario murciano.
Aquí, como en las figuras del oinochoe de la lámina IV.ª, no se dejan de acusar en tal tocado unos espacios reservados en el tono del barro, que, más que adornos parecen querer dar la impresión de transparencia o trasluz, indicadora de la ingravidez de tal cobertura. Esta, en el presente caso,
semeja prolongarse hacia bajo a manera de cogote-
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ra. Cúbrese la flautista con túnica rematada, como en las otras figuras femeninas, con cenefa ajedrezada, y sobre ella, como en la flautista de la danza publicada en la Memoria de 1924, un a modo de gabán, cuya limitación está bien indicada por línea punteada; pero sin los borlones aparecidos en aquélla y vistos también en otro vaso dado a conocer en esta Memoria (lámina VI).
De los instrumentos, el doble aulós está someramente indicado, como otras veces, por dos sencillas líneas casi paralelas, que no permiten hacer
apreciación alguna. Del otro instrumento no conocemos más antecedentes, en los vasos ibéricos, que el semejante de que nos hemos ocupado antes al
describir la decoración de danza reproducida en la aludida lámina VI, y el que, incompleto por rotura del vaso, no podía apreciarse en el instrumentista de la danza inserta en la Memoria sobre 1934, pero que estos hallazgos posteriores permiten estimar debidamente. Trátase de un instrumento de viento, exageradamente grande y grueso, y ligeramente serpenteante, con ancha boca revuelta, algo tomo el orlo, especie de oboe rústico alpino, y que recuerda el perfil de un gran saxofón grave, con la boca menos retorcida. El representado en las cerámicas de Liria coincide con el litus romano en que ambos tienen un pabellón circular exvasado, y se diferencia en que el instrumento romano es recto; y en cambio, siendo serpenteado, como
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el carnyx, instrumento griego que parece proceder de los pueblos célticos, ni acaba en cabeza de animal, ni se revuelve tan extremadamente.
Es indudable que la escena principal del vaso representa una danza guerrera. No parece la de los Curetes, danza armada pero de carácter ritual,
pues nada en la composición indica su carácter religioso. Más pudiera ser la pírrica, que se ejecutaba generalmente al ritmo de la flauta, con mímica
guerrera, y que según un texto de Platón representaba pasajes diversos de un combate. Introducida en Atenas durante el siglo VI parece que obtuvo gran predicamento (1). Se tiene como una representación arcaica de la danza armada la que decora un cantharo de estilo de Dipylon ornado con escenas de combates simulados. Es frecuente luego, en decoraciones de vasos griegos, representar esta danza con el tañedor del aulós al lado de los combatientes danzantes.
En este, como en otros casos de manifiestas influencias griegas en nuestra cerámica ibérica, plantéase la interrogación de si la escena representada fué transcripción de algo, ya propio, entrado en la vida ibérica a través de las colonias costeras o si se limitaron los decoradores ceramistas a reproducir, traduciéndolas a su modo,
(1) Louis Sechan: Saltalio. (En. "Dict ..." de Saglio et D., tomo IV 2.°, pág. 1.030).
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escenas representadas en vasos griegos, llegados a sus manos como en el caso de la danza ritual.
Este vaso de San Miguel es, como se ve, el prototipo de los de decoración rica, exuberante, llevando a extremos no frecuente el horror al vacío; término éste, como hemos visto ya, mal empleado como característica general de la ornamentación ibérica, pero que tiene en este caso la más cabal aplicación; manera, como se ve, antitética de la de las figuras siluetadas agrupadas en escenas sobre campo limpio de decoración de relleno.
ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE ESTAS CERAMICAS
DE SAN MIGUEL
El examen del nutrido lote de cerámicas de San Miguel, decorados con escenas humanas, que llevamos publicadas, permite ya apuntar algunas
consideraciones que, vislumbradas al darse a luz la Memoria relativa a las actividades del S.I.P. en 1934, pueden ahora formularse con mayor base. Y
ello es lo que intentamos hacer en las presentes notas con la concisión que impone este tipo de publicaciones, aun siendo aquéllas merecedoras de que
les demos trato más amplio.
El examen de tales ornamentaciones da base para ensayar la formación de dos grupos bien definidos de vasos, con algunas piezas típicas, y más
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abundantes casos de paso de uno a otro estilo o de influencias recíprocas propias de su convivencia; intento de clasificación al que ha de darse aun carácter provisional, por referirse sólo a un despoblado que ni siquiera ha sido excavado totalmente.
Constituyen el primer grupo vasos decorados con escenas de figuras humanas siluetadas total o casi totalmente en tinta rojo-oscura (muy excepcionalmente perfiladas), con los campos de los frisos completa o casi completamente exentos de decoración de relleno; la que, cuando se emplea,
consiste en algún animal de estilo arcaizante (halcón, lechuza y peces en raspa, por ejemplo) o en motivos fitomorfos de igual carácter (hojas de
yedra, ya sencillas, sueltas o al extremo de tallos, ora perfiladas de puntos o líneas continuas) o ajedrezados, y postas simples; es frecuente hallar
coincidencias, paralelos y alguna vez algo más definido, como hemos ido viendo a través de las fatigosas descripciones de los vasos, entre estas cerámicas y las griegas de figuras negras y aun de épocas más remotas, como denotando una enraizada tradición de aquellos estilos arcaicos, conocidos bien directamente o ya mediante persistentes y difundidas influencias lejanas. No es ciertamente característico de estas cerámicas aquel tan mentado horror al vacío que se venía estimando propio de las ibéricas; sino precisamente lo opuesto, es decir, el manifiesto horror al relleno. Pertenecen
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a este estilo el vaso de las escenas de pesca y caza, el de la caza con redes y el de la lucha entre barcas (pieza ésta en la que excepcionalmente la silueta se sustituye por el perfil), entre los dados a conocer en la Memoria anterior (1); y los de los ciervos estilizados, la escena de enlazar y la danza ritual, de los que publicamos ahora (láminas V.ª-A, y III.ª y X.ª), este último prototipo de tal manera. No le iría mal a este estilo la denominación de sobrio.
En el segundo grupo la ornamentación es menos tosca. Tiéndese, como en especies arcaicas griegas, a eliminar la silueta comenzando por reservar en claro las cabezas humanas; se indican en las masas siluetadas de los elementos zoomorfos y antropomorfos detalles faciales, particularidades del indumento, armas, etc., o rasgos anatómicos, unas veces por reserva, y otras mediante trazos grafíticos, llegando en algunas decoraciones a la total eliminación de la silueta, como en la danza dada a conocer en la Memoria precedente y muy especialmente en el vaso del combate entre guerreros con lorigas (lám. IX.ª de la misma). Es típico de esta manera decorativa el horror al vado, salvado no con motivos geométricos, como en estilos remotos de tal tendencia, sino mediante una ornamentación barroca, exuberante, generalmente de origen vegetal, con la que se rellenan los espa-
(1) I. Ballester: Ibid, láms. V y VI- A y B.
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cios libres en las zonas portadoras de las escenas, hasta llegar en ocasiones a obscurecerlas y ahogarlas con su frondosidad, como es de ver en el vaso de la danza guerrera que insertamos en la lám. XI.ª. Se emplean también los temas de relleno del primer grupo, como postas y hojas de yedra, pero no con la sencillez allí vista, sino ya más varias, historiadas y decorativas; y aparecen temas no conocidos en él, como las rosetas multipétalas de tan vieja ascendencia, el supuesto esquema del rayo, las líneas con extremos rizados en sentidos opuestos, que para simplificar su denominación venimos con
alguna inexactitud denominándolas SS, las que en las obras mejores de esta manera adquieren gran variedad, perfección y riqueza (véanse en el citado
vaso de los guerreros con lorigas), y predominando entre los otros temas vegetales el trilobulado que unas veces semeja estilización de palmeta y otras
de capullo; todo con profusión grande y embellecido en ocasiones con adornos sutiles y delicados, como en el vaso antecitado, obra maestra del arte cerámico ibérico. Esta decoración, que puede denominarse rica, es la más frecuente en las cerámicas de San Miguel, y se dan en ella menos elementos arcaizantes que en el otro estilo, dentro del arcaismo o pseudo arcaismo propio del arte ibérico.
El contraste entre ambas maneras decorativas es tan vivo que justifica dudas sobre su sincronis-
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mo. No podemos tenerlas, hoy por hoy, los que hemos dirigido las excavaciones de San Miguel; ya que hasta el presente no ha podido apreciarse distinción alguna de niveles capaz de servir de base a diferenciaciones cronológicas entre los dos grupos. Cabría pensar que a la apreciación de distintos niveles habían sido obstáculo los sucesivos y reiterados saqueos y consiguientes alteraciones sufridas por el estrato; pero hemos de recordar que en las habitaciones encontradas con estratificación
intacta, tampoco se vió el menor indicio de ello. La estratificación normal es la especificada antes, al hacer referencia a las excavaciones de este despoblado; y en su nivel inferior, frecuentemente fecundo, hemos descubierto vasos ya de decoración geométrica más o menos pura, o bien con estos mezclados los de uno y otro estilos citados, sobre los poyos de las habitaciones o caídos junto
a ellos, aplastados por el peso de los desprendimientos de techumbres y paredes, pero completos o casi completos. Difícil sería que permaneciesen
enteros o poco menos los vasos procedentes de un estrato más antiguo sujeto a remociones y reconstrucciones tan acusadas en San Miguel; ni cabe pensar en que algunos de esos vasos de aspecto más arcaico procedan de habitaciones asoladas y no reconstruídas, en tiempos anteriores a la total destrucción del poblado, pues no hay el menor indicio en qué fundar tal suposición. Aunque con menos
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fuerza persuasiva cabría aportarse también en pro de la unidad cronológica el hecho de que una y otra clase de maneras decorativas se vean en vasijas de la misma forma, propias de San Miguel; pues sería poco explicable que perdurasen piezas de perfiles idénticos en dos épocas, necesariamente muy lejanas entre sí, supuesto preciso en que ha de estribar la tesis opuesta. Aparte todo ello estimamos irrebatible, de momento, el hecho de que en los departamentos 12 y 13 aparecieran juntos el vaso del combate entre barcas, y los de los guerreros y la danza ya conocida, de tan opuestos estilos.
Estos dos mismos estilos cerámicos sincrónicos, de San Miguel, o algo semejante, es de esperar que se dé también en otras estaciones del levante
ibérico, cuando se excaven a fondo algunas de las más importantes, Elche por ejemplo, tan prometedora, fecunda y fácil, que aun espera la exploración total que su interés exige. Aquí y allá, en tiestos levantinos de diversas procedencias, parece vislumbrarse esa tendencia característica del primer grupo a la decoración con figuras en silueta, desarrollada en zonas libres de ornamentación de relleno, conviviendo alguna vez con muestras de cerámica rica. Así se ve en el interesante vaso del Cabecico del Tesoro, de Verdolay, ornado con un realista grupo de cabras siluetadas, en friso totalmente exento de decoración secundaria y en un
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medio arqueológico con abundante cerámica de decoración fitomorfa (1). Lo mismo se da, pero en ambiente de decoración geométrica, en un buen
fragmento de plato descubierto por nosotros en el despoblado de Covalta, con ornamentación de peces en silueta naturalista y zona sin otra decoración que unos escasos y espaciados motivos de circulitos concéntricos punteados, ornamentación conocida en remotas culturas mediterráneas (véase el vaso de guerreros de Micenas, por ejemplo); y recuérdese cómo aparece, entre los bellos vasos tan ricamente amados de Archena, la conocida urna de los guerreros, con friso sin apenas decoración secundaria, vaso que cae de lleno en el primero de los estilos dichos, aun no estando las figuras totalmente siluetadas. La persistencia en el gusto por la silueta total, se deja entrever en muchos tiestos sueltos. Recuérdense, por ejemplo, entre los recogidos por P. Paris, el del personaje entrando en una barca (Meca), otros con peces en silueta semejante a los de Covalta, y el fragmento de Tarragona con una serie de aves siluetadas volando en fila en campo libre de ornamentación (2).
De ambos estilos cerámicos precedería, en su caso, el del gusto por la silueta y la sobriedad deco-
(1) G. Nieto: "Noticias de las excavaciones realizadas en la necrópolis hispánica de Cabecico del Tesoro, Verdolay (Murcia)". En "Boletín del Seminario de estudios de Arte y Arqueología". Facultad de H.ª de Valladolid, tomo VI, 1939-1940.
(2) P. Paris: Essai ..., tomo II, figs. 158, 159, 190 y 198.
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rativa, al llamado rico por la profusión de su ornato; pudiendo fundarse tal hipótesis en el mayor arcaísmo de aquél, en sus semejanzas con el estilo
griego de figuras negras que justificaría su más cercana cronología, y en su mayor tosquedad; pareciendo también confirmarlo el que a variedades
cerámicas ricas que semejan algo más evolucionadas, como las de Archena y la Albufereta de Alicante, las acompañe alguna vez cerámica sigillata. Esta situación creada por la concurrencia de ambas tendencias, recuerda un momento del estilo ático-primitivo en que acaban por distinguirse dos grupos cerámicos sucesivos caracterizados así mismo por el mantenimiento o el abandono de los motivos decorativos de relleno.
A lo largo de la descripción hecha de estas cerámicas de San Miguel, se han ido destacando, más o menos manifiestamente, relaciones de semejanzas, coincidencias o influencias, con las griegas. Ya hace años las estableciera Bosch Gimpera a base sólo de similitudes encontradas entre
motivos meramente ornamentales ibéricos y los que acompañan a las figuras en vasos griegos, especialmente en la cerámica jónica del VI siglo antesde Cristo (1); coincidiendo así con Carpenter que ya apreciara esas mismas analogías (2). Las exca-
(1) Bosch Gimpera : "El estado actual de la investigación de la cultura ibérica".- Madrid, 1929.
(2) Rhys Carpenter: The Greeks in Spain; Bryn - Mawr, 1925.
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vaciones de San Miguel han suministrado más y mejor base para establecer tales relaciones, incluso evidenciando las fuertes influencias ejercidas por
los grandes estilos cerámicos griegos ornamentados con figuras; siendo así rectificada la afirmación de Bosch de que tales cerámicas influyeron muy poco
en la ibérica, y la de Carpenter de que en ésta no dejaron rastro alguno los grandes estilos áticos; errores en que incidieran investigadores tan eminentes, por la escasez y pobreza del material tenido entonces a la vista.
La impresión de conjunto producida por las cerámicas de Liria, aunque en algún caso recuerden estilos más remotos, es la de un fuerte influjo del
estilo griego de figuras negras. De las caracterÍsticas de éste (dadas por Pottier en cuanto al estilo ático propiamente dicho) se aprecian en el ibérico,
principalmente: la representación de objetos y de seres en silueta obscura, directamente pintada sobre el fondo de arcilla; el estar los motivos dispuestos generalmente sobre zonas horizontales; el que los elementos vegetales decorativos, si no desaparecen, pasen a desempeñar un papel secundario; el llegar a ser también elemento esencial de la decoración una escena con personajes; y el poner en estas escenas de personajes, tratadas en sentido "narrativo" (de "historicista", lo califica acertadamente García Bellido (1)), todo el interés
(1) H. Obermaier y A. García Bellido: "El Hombre Prehistórico", pág. 282.
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de la ornamentación (1). Un elemento propio de tal especie griega queda casi del todo excluído en nuestras cerámicas, y es el empleo de la incisión para destacar detalles en el siluetado; inclinándose el ceramista ibero a hacerlo (como en el estilo orientalizante y luego repetido en lo jónico samiense) mediante espacios o trazos por reserva, corno fuimos observando al describir algunos vasos. Además de esa fuerte impresión de conjunto, es indicio de dicha influencia la persistencia en lo ibérico de temas frecuentemente empleados en vasos griegos de figuras negras, con paralelismo en el desarrollo de la composición; tal por ejemplo como el de la caza de ciervos a caballo, en que se persigue o se acorrala a la res herida para rematarla, escena muy vista en Liria (2). Y en definitiva evidencia la gran influencia ejercida por la especie de figuras negras, el vaso de la danza ritual (lám. X), ornado corno es visto con escena transcrita de un vaso ático de dicha clase, atribuible a mediados del siglo VI a. de Cristo.
También fueron hace tiempo apreciadas en las cerámicas ibéricas influencias de las especies orientalizante (siglo VII) y geométrica (VIII), pero
sólo en lo relativo a motivos decorativos secunda-
(1) Ch. Dugas (E. Pottier): Vasa, en Dict. de Daremberg y Saglio, tomo V.
(2) I. Ballester: Ibid, lám. VI, B; y vaso inédito con escenas de ambas variantes, en sendos frisos.- Y Corpus V. A.: Italia, Villa-Giulia, fas. III, lám. 25, figs. 2, 10 y 11; y British Mus., fas. VI, lám. 82, fig. 3.
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rios. En los vasos de San Miguel (a ellos solos se contraen estas notas) tal vez pueda, además de ello, reconocerse lo orientalizante en la manifiesta tendencia a eliminar de la silueta la cabeza de los personajes, como puede observarse especialmente en la composición de la danza guerrera (lám. XI),
y en la reproducción, en algunos casos, de escenas no en silueta sino perfiladas linealmente (véase el vaso del combate entre barcas, lám. V de la Memoria de 1934, y el inédito con guerreros y peces), lo que semeja un modo elemental de imitar la llamada "silueta clara" conocida en algunos momentos del estilo orientalizante en pugna con la arraigada silueta obscura persistente desde las remota especies geométrica. Y de éstas cabría apreciar en Liria, además también de los elementos ornamentales secundarios de tal tipo, tan conocidos y generalizados, algunas especiales composiciones con figuras, como la del ciervo paciendo (lám. VI de la Memoria antes citada), tema que se cree propio de los viejos modelos geométricos (1), y la de la cierva o cabra amamantando a la cría, que también se da en la estela de Marchena, en la que se apreciaron influencias orientales o del Africa cartaginesa, y en un perdido relieve de Osuna (2), tema bien conocido en lo mediterráneo arcaico, visto en un ánfora beocia del propio estilo, donde se
(1) Ducati: Ibid, pág. 128.
(2) P. Paris : Essai, tomo I, pág. 328.
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reproduce la escena dispuesta del mismo modo que en un vaso ya publicado de San Miguel (véanse las antecitadas Memoria y lámina) (1). Y estas conjeturas sobre influencias de cerámicas griegas anteriores al siglo VI quedan reforzadas con el empleo por los ceramistas de Liria de un elemento
decorativo de tan gran arcaísmo como lo es el pez representado en raspa, que vemos reproducido en vasos ya dados a conocer en nuestra Memoria tocante a 1934. Una gran copa de pie bajo, decorada con la escena de combate entre barcas, muestra rellenando los espacios alrededor de ellas y el campo libre de ornamentación, buen número de peces esquemática y descuidadamente dibujados de perfil, con reproducción de la raspa dorsal y somera representación de las aletas y de la cabeza con un punto por ojo (lám . V, C); y en una gran tinaja otro pez semejante aparece como elemento de relleno en unas escenas de pesca, lucha y caza, en las que figuran otros de sentido realista (lám. VI, B). Este motivo ornamental tiene bien remota y larga ascendencia. En una crátera chipriota de es-
(1) Es este tema conocido en las remotas culturas mediterráneas, y tiene antecedentes vetustos, pues se ve ya en losetas grabadas del paleolítico superior (L. Pericot: "La Cueva del Parpalló", fig. 125). Atrajo también la atención de los artistas cretenses, que reproducen la escena de modo admirable en dos lozas de Cnosos, en una pieza a modo de tina cerámica de Gurnia, y en el Minoico tardío repítese la composición en piedras talladas de sellos (H. Bossert: Altkreten, láms. 82, 83 y 174). En cuanto a la citada ánfora beocia ver Corpus V. A., Mus. Nac. de Copenhague. fas. II, lám. 68, figs. 1-6.
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tilo geométrico, ya con tendencia a curvilíneo y comenzando a mezclarse motivos orientalizantes (período que probablemente alcanza los siglos VIII-VII, según Pottier) y entre elementos de relleno de significación solar, se ven, a uno y otro lado del friso, en el espacio libre sobre dos toros en disposición heráldica (enfrentados a un motivo floral), sendos peces reproducidos también en raspa (en uno trazada en sentido contrario), pero más cuidadamente y con mayor detalle que los de Liria (1). Así mismo se hallan estos tipos de peces en una crátera de más puro estilo geométrico, procedente de Milo y de fabricación argólica, en la que rellenan, junto con otros motivos de manifiesta filiación geométrica, los claros quedados libres bajo el vientre de dos caballos, también en disposición heráldica (2). Y es de sumo interés hacer constar, que este tipo de peces parece haber tenido empleo aún más remoto, pues en cerámica de estilo proto-elamita del segundo período, que se inicia, según Pottier, aproximadamente en el 3.000 ó 2.800 a. de Cristo, y entre otras reproducciones de peces más realistas, hállanse algunos de perfil semejante a los de Liria, uno de ellos representado en raspa y sin más diferencia con aquéllos que la cabeza y una
(1) Corpus V. A.- Francia, Louvre, fas . V, lám. 20, pág. 21.
(2) Véase tal vaso en Ducati: Storia della c. g. fig. 44 y pag. 54. Y detalle en el Dict. de Daremberg y Saglio, tomo V, figura 7.269, pág. 634.
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aleta siluetadas, y otros con la espina dorsal acusada y las laterales indicadas, aunque sin formar ángulo agudo con aquélla (1). Hay, pues, base para pensar si este extraño tema tuvo origen asiático, llegando y perdurando en culturas griegas remotas, y alcanzando luego las costas valencianas traído ya
directamente, ya por influencias de tiempos de las especies geométricas o de iniciación de las orientalizantes. Sería más violento tratar de explicarlo por
propagación directa de los cretenses en remotos viajes, quienes pudieron haberlo tomado de las cercanas culturas asiáticas.
Es una natural consecuencia del arraigo de todas esas viejas influencias, la fuerte sensación de arcaísmo que se observa en las cerámicas de San Miguel; arcaísmo y relaciones ya vistas por los investigadores del arte ibérico en general; pero acreditando el examen de nuestras cerámicas que las fuentes de ese arcaísmo no deben buscarse sólo en culturas griegas del siglo VI, sino también en otras muy remotas.
De cómo esas influencias de siglos tan lejanos perduran aún en Liria sobre el final del siglo III, es cosa difícil de explicar. Recordemos que se ha
pretendido hacerlo, en cuanto a la perduración de otros viejos estilos cerámicos, como supervivencias prolongadas por tradición y por rutina. Nos-
(1) Corpus V. A.- Louvre (Francia), fas. II, lám. 1, figs. 1 y 2; lám. 85, fig. 36; y pág. 3.
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otros hemos ido destacando en la descripción de las series de San Miguel, cómo en algunos vasos (el de la escena de enlazar, por ejemplo) los decoradores parecían impulsados por una tendencia, casi diríamos complacencia, en dar a sus obras ese marcado sabor de arcaicas. Ya hicimos ver que en el indicado vaso, el decorador, que supo dar a las figuras de los perritos un fuerte sentido naturalista, trazó las restantes con una acusada, tal vez afectada, infantilidad. Mejor que de arcaísmo debiéramos calificar de pseudo-arcaísmo esa manera de los ceramistas lirianos. Parecida apreciación fué ya hecha, como es sabido, en lo que respecta al arte ibérico, escultura especialmente: Carpenter lo vió así en las esculturas del Cerro de los Santos,
donde junto a estatuas de gran rudeza, que juzgó indígenas, observó un sedimento de arcaísmo griego persistente hasta períodos más avanzados, con
influencias de escuelas de bajo helenismo y hasta de época romana; y Bosch lo percibió también en esculturas de Osuna, donde, entre los relieves más caracterizados por ello, se halla el del guerrero con falcata, cuya cronología, en cambio, queda fijada por el escudo y su umbo, atribuibles al segundo período de la Tene o sea hacia los siglos IV-III a. de Cristo. No es, pues, nuevo en cuanto al arte ibérico, pero sí de mayor evidencia y precisión este pseudo-arcaísmo apreciable en las cerámicas de San Miguel.
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SOBRE LA CRONOLOGIA DE ESTE DESPOBLADO
Concretadas estas notas a San Miguel de Liria, a la cronología de esta estación hemos de referirnos solamente, prescindiendo de problemas de
mayor amplitud impropios de este lugar.
Ya en la Memoria referente a 1934 intentamos dar la cronología de este despoblado, a base de los escasos elementos suministrados por las excavaciones, entre los que se contaban el broche de cinturón, nielado de plata, con gancho de perfil en zig-zag y cuerpo rectangular, hallado en estrato intacto, tipo que Bosch atribuyera al siglo III antes de Cristo, y las cerámicas campanienses, de cronología semejante. A esto puede agregarse la observación de que estas últimas cerámicas son, aparte las que parecen imitación indígena, iguales a las halladas en Covalta, Bastida y el Charpolar. De ello dedujimos la posible destrucción del despoblado al final del siglo III, tal vez alrededor del 215, fecha aproximada del paso de los romanos invasores por la comarca.
Esta supuesta cronología puede reforzarse ahora con la aparición de un vaso completo, de mediano tamaño y tipo tronco-cónico, en cerámica gris, de indudable pertenencia a la cultura ibérica de la costa catalana, y también de buena parte de
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un ánfora de las de boca plana, parecida a las de la propia cultura, datada, como es sabido, en el mismo siglo III. El hecho de que el antedicho vaso se hallara completo, hace sospechar que presenció los últimos días de la población, y ello parece datar con más firmeza su destrucción.
Frente a todo esto no puede hoy oponerse hallazgo alguno de material francamente romano; pues el encuentro de algún fragmento de ánfora
romana en estrato revuelto, significa igual que el descubrimiento de tiestos medievales hallados de igual modo en la vertiente inmediata al Castillo y
en lo que fué albacar, zona ocupada en todo tiempo.
Si alguna enseñanza puede deducirse, a este respecto, de las cerámicas con escenas humanas de San Miguel, es la de que no cabe rebajarse mucho
su cronología, sin hacer paralelamente más difícil e inexplicable la perduración de sus arcaísmos.
Todo ello nos induce a mantener, por ahora y provisionalmente, para San Miguel, la cronología del final del siglo III o tal vez comienzos del II.
NUEVAS INSCRIPCIONES IBÉRICAS DE SAN MIGUEL
Han sido halladas nuevas inscripciones en las excavaciones practicadas en San Miguel en 1935 y 1936. Todas las entonces descubiertas, salvo un grafito, aparecen pintadas en tiestos y ascienden a 23, figurando entre ellas frases cortas y aun parte
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de palabras, pero también textos completos, alguno de extensión extraordinaria, como en las inscripciones del llamado vaso de los letreros.
Con las 17 inscripciones ya publicadas y las 23 luego descubiertas, formamos el Corpus que insertamos al final de esta Memoria.
Todos los últimamente descubiertos están escritos, como era de suponer, en el mismo alfabeto que los ya conocidos del propio despoblado.
ESTELA IBERICA LABRADA
También las actividades prospectoras de Chocomeli en la alta provincia de Castellón, han descubierto esta pieza cerca de un despoblado ocupante la cima del "Tossal de la Serrá", en el término de Ares.
Fórmala una piedra tronco-piramidal, muy alargada y estrecha (840 mm. de alto por 185 de ancho medio, y 100 de grueso), con basto raigón en la base para sujetarle al suelo, y rota por la parte superior, que lleva esculpida en una de las caras mayores una incompleta figura de dama ibérica. Los bordes resaltados de la cara labrada fueron ornados con un grupo de líneas en zig-zag continuado que parecen indicar los bordes del manto. Desaparecido de antiguo el extremo donde debió labrarse la cabeza, muéstranse en lo que
queda de parte alta, correspondiente al pecho, dos
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gruesos collares con tres colgantes discoidales de tamaños graduales. A como dos tercios del extremo superior, una amplia zona transversal, delimitada por bordones resaltados, y rellena de reticulado inciso, da la impresión de faja o cinturón de la figura, del que pende una fila de colgantes circulares; y la larga túnica remata, por bajo, en una resaltada franja ornada de serie de cuadradillos con circulitos en el centro. No hay la menor indicación de pies ni de brazos, como dando aquéllos por cubiertos por el borde de la túnica y éstos por el manto. Es bien de lamentar que la rotura, de antiguo, del extremo en que iba la cabeza, nos impida conocer detalles de la misma; habiendo sido inútil su búsqueda en el terreno inmediato al sitio de
hallazgo.
Recogióse esta estela, rota en dos pedazos, en un margen de piedras sacadas de los campos aledaños; y parece que fué encontrada al ensanchar
uno de ellos a expensas del monte lindante. Ha sido infructuosa la exploración del terreno en busca de otros restos; pues aparte unos pocos huesos que se creen humanos, sólo se hallaron dos piedras circulares de molino ibérico.
Ayuda a la reconstitución ideal de la estela, el conocimiento de una figurilla que publicara P. Paris (1), procedente de la colección Vives, que la
cedió al Museo Arqueológico Nacional, pieza de
(1) P. Paris: Ibid, tomo II, fig. 298, pág. 188.
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manifiesto paralelismo con la de que nos ocupamos. Constitúyela una simple lámina de cobre, redondeada en la parte superior, indicando la cabeza, y cuyos bordes son ornados con decoración en mecha, de modo y disposición semejante a la de la estela, figurando los bordes del velo caído desde la cabeza a los pies, de los que, como de los brazos, no hay trazas. También ostenta la figurilla, cuando menos un grueso collar del que pende voluminosa bola; conjunto que de no estar situado un poco alto, bien pudiera tomarse también por los brazos y las manos unidas y ocultas por el velo; algo como otra figura, publicada también por París, que lleva aquéllos del supuesto modo (1).
No es infundada la clasificación, como ibérica, de la estela de La Serrá; pero si hubiese dudas ayudaría a disiparlas el encuentro de las piedras de molino ibérico, y todo ello en la vertiente del despoblado.
En la figura C de la lámina XII reproducimos la estela como quedó después de unidos sus trozos.
(1) P. Paris: Ibid, tomo II, fig. 3.ª, lám. II.ª
El antecitado bronce publicado por P. Paris en la fig. 298, y con el que tratamos de establecer semejanzas, no figura en el "Catálogo de los exvotos de bronce ibéricos" recién publicado por el señor Alvarez-Ossorio; en el que, en cambio aparecen otros dos, también en placas, y de la misma procedencia. dignos de tomarse en cuenta a los efectos de la cita hecha: uno es el catalogado con el número 1.590, lámina CXV, figura mitrada en la que son visibles los pies; y la otra, n.º 1599, también con manto y tocado semicircular, a la que se ven los pies y, en bajo relieve, los brazos sobre el pecho. Ambas figuras, aunque no con tanta semejanza como la de referencia, no dejan de recordar la de la estela.
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Esta pieza es probablemente de baja época ibérica; y parece confirmarlo el que en la rebusca efectuada por orden de Chocomeli en el lugar del
hallazgo, encontráranse, no cenizas, sino unos pocos huesos que acreditan tiempos en que la incineración había ya sido sustituída por la inhumación.
En 1935 solicitó Chocomeli, a nombre del S.I.P., autorización para excavar el despoblado y sus vertientes.
ESTELA IBERICA ESCRITA
Ya queda dicho cuán intensa fué la actividad exploratoria desarrollada por el Agregado del Servicio señor Chocomeli en la comarca de Benasal, en la primavera de 1935.
Una de las zonas más cuidadosamente explorada fué la comprendida entre las casas de campo llamadas "Mas de Centelles" y "Mas de Carbó de Dalt", del término de Benasal, donde en la cumbre de un cerrillo eran visibles las ruínas de un poblado ibérico. El reconocimiento detenido de los campos que se extienden desde el despoblado hasta el "Mas de Carbó" dió ocasión al hallazgo, en uno de ellos, de la estela de que damos cuenta aquí, indicio único de la necrópolis.
Trátase de una piedra arenisca aproximadamente prismática cuadrangular, de basta cantería, incompleta en su parte superior, que mide 435 mm.
de altura, por 345 de ancho y 110 de grueso medio.
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Una inscripción, en alfabeto ibérico, de grandes caracteres grabados a trazos profundos que los hacen fácilmente legibles, ocupó la parte superior de uno de los lados mayores, restando de ellos, al romperse, sólo nueve signos, seis inscritos en un rectángulo del ancho de la losa, y coincidente en su lado superior con la línea de rotura, y los tres restantes en el centro y por debajo del lado inferior.
En las figuras A y A' de la lámina XII reproducimos la estela y el calco de su inscripción.
Leído lo que resta del texto, conforme a las equivalencias dadas por el señor Gómez Moreno, diría dsagarrbe(e)tan.ui, que según Pío Beltrán parece indicar que lo enterrado en el sitio era un niño.
De aceptar ideas, hace tiempo expuestas por Beltrán, habría que atribuir la sepultura a baja época; pues ya la influencia romana es manifiesta en la inscripción, donde se ve sustituída la u ibérica del tipo de punta de dardo por otra de forma más en armonía con la latina.
El señor Chocomeli solicitó así mismo a favor del Servicio la autorización para excavar el despoblado y la zona de la supuesta necrópoli.
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IV
CORPUS DE INSCRIPCIONES IBERICAS EN
CERAMICAS DE SAN MIGUEL
Ya en la Memoria relativa a las actividades del Servicio en 1934 tratamos de iniciar, con los 17 letreros entonces conocidos, un pequeño corpus de inscripciones en cerámicas de San Miguel, con el plan de irlo aumentando, completando y rectificando en algún caso, en las sucesivas Memorias anuales al recogerse los resultados de las subsiguientes excavaciones; teniéndose así al corriente de los nuevos descubrimientos a los especializados en tales estudios. Pero la necesidad de insertar en aquella Memoria el interesante trabajo de Pío Beltrán sobre la posible lectura de los letreros, dió al pretendido avance de corpus un carácter distinto al propuesto. Ahora, aumentado considerablemente el número de inscripciones descubiertas y en la necesidad de rectificar y ampliar algunas de las ya publicadas, formamos una relación de todas las halladas hasta las últimas excavaciones practicadas en San Miguel a que puede referirse este trabajo, que alcanza sólo, como se ha dicho, desde 1935 a 1939, ambos inclusive.
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Dejando para los especialistas el estudio y la fijación de las equivalencias de las inscripciones, nos limitaremos aquí a darles una numeración correlativa coincidente casi siempre con el orden cronológico de su hallazgo, a fijar el año en que se realizó, el departamento en que se descubrió, el tamaño a que se reproduce, el tipo del vaso en que aparece, cuando sea posible, y algunos otros detalles que juzguemos de interés.
En las sucesivas Memorias se continuará la publicación de los nuevos hallazgos, y creemos del caso que periódicamente, para evitar a los estudiosos la molestia del manejo de varias Memorias, se haga una separada edición del Corpus.
I
a) IMAGEN b)IMAGEN
Constituyen esta inscripción dos fragmentos aparecidos en otros tantos trozos del borde de un vaso en forma de sombrero de copa; uno de los cuales, el b), conserva parte de la superficie lateral de aquél en la que se ven restos de la decoración pintada y entre ellos parte de una figura femenina, que debió estar sentada y parece mirarse en algo como espejo llevado en la mano, tiesto éste
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esporádico hallado hace años por D. Domingo Uriel; y el segundo, con la parte a) de la inscripción, se encontró en las excavaciones practicadas en 1933, en el departamento n.º 4 descubierto en un campo cultivado, y precisamente donde, superficial, hallara Uriel el tiesto con la figura.
Reproducido a 1/3.
No se tiene la seguridad de que pertenezcan ambos fragmentos de borde al propio vaso; pero el hallarse en el mismo sitio, la igualdad de la cerámica, de las letras y del tamaño del borde, han hecho creer que se trata de la misma pieza, aun notándose alguna diferencia de disposición en los dos fragmentos escritos.
II
IMAGEN
Se halla en un borde redondeado de vaso, desgastado de rodar por la vertiente. La inscripción pintada aparece algo desvanecida, siendo muy
dudosos los signos 1° y 2.º
Descubrióse en las excavaciones de 1933, en el área ocupada por el departamento n.º 3.
Se reproduce a 1/3.
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III
IMAGEN
Hallada esta inscripción en el fragmento de un borde de vaso del tipo denominado sombrero de copa. Los caracteres, pintados, son gruesos y burdos. El signo 1.º, aunque incompleto, parece igual al 5; como semeja el séptimo serlo del 3.
El señor Beltrán cree ver en el 2 una a y en el 6 una variante de du o tu (referencia al llamado alfabeto de Gómez-Moreno).
Encontrado en 1933.- Compartimiento n.º 4.
Reproducción a 1/3.
IV
IMAGEN
Encontrado en un trozo de borde del tipo sombrero de copa. Pintado en tinta roja muy obscura. El signo 1 incompleto.
Año 1933.- Departamento n.º 4.
Reproducción a 1/2.
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138
V
IMAGEN
Descubierto este letrero en el fragmento de un borde de pieza indeterminable. Letras de color pardo.
Año 1933.- Departamento n.º 4.
Reproducción a 1/3.
VI
IMAGEN
Grafito puesto en blando en un borde de pieza no determinable (pudiera pensarse en una de las llamadas sostenes).
El signo 1 incierto y el 4 incompleto.
Año 1933.- Departamento n.º 4.
Reproducción a 1/2.
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VII
IMAGEN
Grafito de trazos hondos hecho en blando en un tiesto de barro claro.
Sólo dos de los signos son evidentes, pareciendo que la palabra se inicia con el primero.
Año 1933.- Departamento n.º 4.
Reproducción a 1/3.
VIII
IMAGEN
Dos fragmentos de una inscripción escrita en el cuello de un vaso en forma de copa de pie bajo,
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140
decorado con finos motivos geométricos y vegetales, en friso. Signos pintados uniformes y correctos. Parece todo constituir una sola inscripción, a la que se puede calcular. por el espacio de la rotura, que le faltan unos tres signos. Obsérvese la carencia de puntuación separatoria de palabras.
Año 1933.- Compartimiento n.º 7.
Reproducción a tamaño natural.
IX
IMAGEN
Inscripción casi completa, pintada en el borde de un vaso en forma de sombrero de copa, decorado bellamente con un par de jinetes en caballos
de exagerada arrogancia y la particularidad de ser uno de aquellos de sexo femenino (1).
Parecen faltar dos o tres signos en el comienzo de la inscripción y el que debe llevar el n.º 35, del que sólo se percibe la porción inferior de un rasgo
en una rotura de parte del borde.
Aunque la inscripción aparece en realidad curvada siguiendo la línea continua del borde, para
(1) I. Ballester Tormo: Ibid, lámina VII, A.
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141
que cupiera a tamaño legible en la paginación de la Memoria, tuvimos que reproducirla linealmente y en dos porciones.
Año 1934.-Encontrada junto al muro exterior de los compartimientos 12 y 13.
Reproducción a 1/3.
X
a) IMAGEN b) IMAGEN
Aparece en la parte interior del borde redondeado de un vaso en forma de gran copa de pie bajo, decorado con un friso compuesto de escenas diversas, entre ellas la de unos guerreros desmontados llevando del ronzal las cabalgaduras (1), pieza bastante incompleta y requemada.
Reproducimos dos fragmentos que constituyen el principio y el final de la misma inscripción, cuya parte central es apenas perceptible.
Excavaciones de 1934. - Encontrado el vaso en los departamentos 12 y 13.
Reproducción a 1/3.
(1) I. Ballester Tormo: Ibid, lámina VIII, B y B'.
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142
XI
a) IMAGEN
Se ve esta inscripción, incompleta, en una porción del borde plano de un vaso en forma de sombrero de copa, que ostenta el interesante friso con
escena de danza de varones y mujeres cogidos de las manos y precedidos de flautistas (1). Constituye el comienzo de un texto, y los caracteres son claros, estando incompleto el último.
Excavaciones de 1934. - Descubierto el vaso en los compartimientos 12 y 13.
Reproducción a 1/3 .
XII
IMAGEN
Aparece este letrero en el vientre de un mediano vaso de la frecuente forma de copa de pie bajo, como explicando la escena principal del friso
consistente en un combate entre unas barcas y un peón desde tierra (2). Este interesante conjunto
(1) I. Ballester Tormo: Ibid, lámina VIII, A. A y A'.
(2) I. Ballester Tormo: Ibid, lámina V, C. y C',
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sirvió de base a Pío Beltrán para asentar su tesis (desarrollada en la citada Memoria) revivando sobre bases lógicas la teoría vasquista; pues la lectura
de esta inscripción, por el llamado alfabeto del señor Gómez Moreno, da la equivalencia gudua deitzdea, que traducida por el vasco viene a significar llamada o grito de guerra, texto en consonancia con la escena a que se refiere; tesis ésta que parece confirmada, por el mismo procedimiento, en otros vasos de San Miguel. El texto es completo y perfectamente legible.
Procede de las excavaciones de 1934.- Se encontró el vaso fragmentado en los departamentos 12 y 13.
Reproducimos la inscripción a 1/3.
XIII
IMAGEN
Está este letrero constituído, como se ve, por dos caracteres repetidos; siendo de observar su poca igualdad de tipos en la reproducción; y aparece debajo de la figura de un caballo, muy sumariamente perfilado, en el mismo friso y vaso que la precedente inscripción.
Reproducción a 1/3.
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144
XIV
IMAGEN
Este fragmento de inscripción aparece en un trozo de borde de vaso de forma sombrero de copa. Los caracteres son claros.
Excavaciones de 1934.- Departamento 15.
Reproducida a 1/2.
XV
IMAGEN
Partes de un texto escrito sobre el borde plano de un vaso sombrero de copa. En la Memoria anterior reproducimos, bajo el n.º XIV, los fragmen-
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145
tos entonces conocidos (a y b), uno de los cuales ha sido completado posteriormente (c) al encontrarse otro tiesto de la misma pieza. El texto, escrito en letras claras, está incompleto como se ve.
Encontrados los fragmentos a y b en las excavaciones de 1934 en el departamento n.º 15, y el c, posteriormente, en el cribado de las tierras que
se sacaron de aquél.
Reproducción a 1/3.
XVI
IMAGEN
Las dos inscripciones que publicamos bajo este número, la primera incompleta en su iniciación y falta de un signo o puntuación en el centro, y la
segunda íntegra, aparecen en una gran tinaja, en la forma en que las reproducimos, en lo alto de una composición que integran un caballo atado a
unos trazos ramiformes y el combate de dos peones con un jinete, y forma parte de un interesante friso en que figuran curiosas escenas de pesca, de caza y de pradera, que pueden verse calcadas en nuestra antecitada Memoria (lámina VI, figuras B y B'); donde se observará que, por no haberse expresado en forma suficiente en el calco la existencia de
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una rotura en el centro de la primera parte de la inscripción, aparece ésta como dividida en dos. Obsérvese también que el signo séptimo del letrero, que se veía incompleto en la lámina antedicha, ha sido ahora completado.
Los caracteres son claros, aunque un poco toscos. No obstante la acusada separación de las dos inscripciones, que induce a pensar en falta de relación entre ellas, pudiera inclinarnos a estimarlas como constituyendo un solo texto el hecho de que figuren sobre una misma escena, a la que deben referirse.
Excavaciones de 1934.- Departamento 15.
Reproducción a 1/3.
XVII
IMAGEN
En el mismo vaso antes descrito y en su zona inferior, no decorada, se ve esta inscripción incompleta, grabada a punzón en el vaso ya cocido.
Reproducida a 1/3.
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XVIII
a) IMAGEN
b) IMAGEN
Figuran estas inscripciones en la parte superior del friso, la b) en el campo sobre el último de unos jinetes armados de jabalina, y la a) a continuación,
hasta sobre la dama final de una danza, que aparece, entre otras escenas, en un gran vaso incompleto, de la habitual forma de copa de pie bajo, con tiestos tan tostados que en parte perdieron la decoración, tomando la pintura un tono vinoso obscuro. Por extenderse el texto en lo alto y a lo largo del friso y a un solo nivel, parecen constituir ambos letreros una sola inscripción, aunque la falta de un fragmento del vaso la haya dividido en dos trozos; aconteciendo lo mismo en el fragmento a), en cuyo texto se interpola parte de la decoración.
Excavaciones de 1934.- Departamento 14.
Reproducción a 1/2.
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XIX
IMAGEN
Va esta inscripción sobre la parte superior de una zona de cintas horizontales, en un fragmento que parece pertenecer al vientre de un vaso de
forma indeterminable. Los signos son claros y bien trazados, aunque el último es imprecisable por incompleto.
Excavaciones de 1934.- Departamento 14.
Reproducción a 1/3.
XX
IMAGEN
Se encuentra también esta inscripción en un tiesto perteneciente al vientre de un vaso de forma imprecisable. Los signos son bien legibles, salvo el último, incompleto también por la línea de rotura.
Excavaciones de 1935.- Departamento 16.
Reproducción a 1/3.
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XXI
IMAGEN
Figura esta inscripción en el cuello, casi vertical, de un vaso esférico, con decoración vegetal, sobre una cinta horizontal que aparece en ella. La inscripción es incompleta por uno y otro extremo, por estarlo dicha porción de vaso.
Excavaciones de 1935.- Departamento 16.
Reproducida a 1/3.
XXII
IMAGEN
Figura esta inscripción, incompleta por ambos extremos, en el dorso de un fragmento de borde de vaso de los denominados sombreros de copa. Los caracteres fueron trazados de modo poco seguro y aun con rectificaciones manifiestas.
Excavaciones de 1935.- Compartimiento 19.
Reproducción a 1/3.
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XXIII
IMAGEN
Pequeña inscripción que aparece sobre un fragmento de borde de vaso, de cuello exvasado. Letras poco cuidadas.
Excavaciones de 1935.- Departamento 19.
Reproducción a 1/3.
XXIV
IMAGEN
Se encuentra esta inscripción también sobre un fragmento de borde incompleto de un vaso de sombrero de copa. Debió figurar, por lo poco que
deja ver el tiesto, debajo y a lo largo de una de esas cintas circulares que suelen decorar esta clase de cerámica. Está el texto incompleto por ambos
extremos.
Excavaciones de 1935.- Departamento 25.
Reproducción a 1/2.
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XXV
IMAGEN
Figura esta inscripción, completa en su iniciación y al parecer en su final, pero no en toda su extensión, en un espacio limitado de un lado por una línea recta, y por bajo por tres trazos curvos sucesivos, sobre el cuerpo de un ánfora panzuda. La primera parte de la inscripción hállase escrita en forma normal y con caracteres claros; no así lo que debieron ser últimas letras que parecen escritas en sentido inverso.
Excavaciones de 1935.- Habitación 25.
Reproducida a 1/3.
XXVI
IMAGEN
Este letrero, incompleto por ambos extremos, y con letras bien legibles y de buen tamaño, apa-
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rece sobre el borde, incompleto, de un vaso sombrero de copa.
Excavaciones de 1935.- Departamento 25.
Reproducción a 1/3.
XXVII
IMAGEN
Pequeña parte de inscripción aparecida en un fragmento de cuello de pieza indeterminable. Semeja iniciación de un texto.
Excavaciones de 1935.- Departamento 26.
Reproducción a 1/3.
XXVIII
IMAGEN
Fragmento de inscripción, incompleta por ambos extremos, pintada sobre un tiesto indeterminable. Letras poco correctas.
Excavaciones de 1935.- Departamento 26.
La reproducimos a 1/3.
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XXIX
IMAGEN
Inscripción incompleta, también por ambos extremos, pintada sobre un fragmento de vaso de los llamados sombrero de copa. Caracteres claros
extendidos en el sentido de la curvatura del tiesto.
Excavaciones de 1935 .- Departamento 28.
Reproducida a 1/3.
XXX
IMAGEN
Pequeño fragmento de inscripción escrita sobre la parte interna de un fragmento de cuello exvasado. Signos bastantes claros.
Excavaciones de 1935.- Departamento 28.
Reproducido a 1/3.
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154
XXXI
IMAGEN
Inscripción incompleta aparecida en un fragmento de borde de cuello exvasado, de pieza indeterminable.
Excavaciones de 1935.- Departamento 28.
Reproducción a 1/3.
XXXII
IMAGEN
Parte de una sola inscripción, con signos incompletos en sus extremos, sobre otro fragmento de cuello exvasado de pieza de tipo indeterminable.
Excavaciones de 1936.- Departamento 29.
Reproducida a 1/3.
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XXXIII
IMAGEN
Fragmento de inscripción escrita sobre un trozo de borde curvo de un vaso semejante a los llamados sombreros de copa. Caracteres bastante claros.
Excavaciones de 1936.- Departamento 31.
Reproducción a 1/3.
XXXIV
IMAGEN
Grafito escrito en la parte interna de un fragmento de borde de cuello exvasado, de pieza imprecisable.
Excavaciones de 1936.- Departamentos 33 y 34.
Reproducción a 1/2.
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XXXV
IMAGEN
Dos fragmentos incompletos de una misma inscripción pintada sobre el borde interno de un vaso troncocónico de cuello exvasado. Caracteres bastante claros, salvo algunos borrosos que se extendieron sobre parte de una decoración de "dientes de lobo", de la que quedan manchas desvaídas.
Excavaciones de 1936.- Departamento 41.
Reproducida a 1/3.
XXXVI
IMAGEN
Inscripción incompleta, apoyada en la parte inferior de una cinta en curva, pintada sobre un fragmento de borde de vaso de buen tamaño, tipo sombrero de copa. Caracteres claros, e incompletos el primero y último.
Excavaciones de 1936.- Departamento 44.
Reproducida a 1/3.
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XXXVII
IMAGEN
Inscripción incompleta pintada sobre un fragmento de borde de vaso tipo sombrero de copa. Caracteres claros, salvo los dos primeros dudosos por estar incompletos.
Excavaciones de 1936.- Departamento 44.
Reproducción a 1/3.
XXXVIII
IMAGEN
Varios trozos de una inscripción, en dos líneas, apoyada también la primera sobre la parte inferior de una cinta en curva, pintada sobre el vientre de un vaso incompleto con decoración de caballos y guerreros . Caracteres desiguales e indeterminables algunos de la segunda línea, por las roturas del
vaso.
Excavaciones de 1936.- Departamento 46.
Reproducida a 1/3.
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XXXIX
IMAGEN
Inscripción que aparece pintada en el espacio libre quedado sobre la figura de una cierva extremadamente estilizada, y delante de la misma, en un pequeño vaso tipo sombrero de copa, que lleva como decoración una escena de caza de ciervos, representada con tosquedad máxima entre los vasos de Liria. Véase el vaso y su desarrollo en la lámina Vª, figuras A y A'.
Constituyen la inscripción los siguientes signos: sobre la cierva una s borrosa en parte, a la que sigue una a visible con dificultad, y a continuación
un claro signo gu; frente al pecho de la cierva el signo ds; y delante de las piernas de la misma los ti y ko. Don Pío Beltrán lee, pues, s-a-gu-ds-ti-ko,
llegando, al relacionarla con la cerámica del cercano Sagunto, a conclusiones muy interesantes, en un trabajo próximo a publicarse.
Excavaciones de 1935.- Departamento 16, G.
Reproducción a 1/3.
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159
IMAGEN
Fragmento A del vaso escrito.
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160
XL
IMAGEN
Fragmento B, C y D del vaso escrito.
Incluímos bajo este número, como si se tratase de un solo letrero, la totalidad de las inscripciones aparecidas en los cuatro tiestos que se ven escritos entre los diversos con que pudo reconstruírse, en gran parte, el llamado vaso escrito, que es el que reproducimos en la lámina IX y del que damos aquí las porciones que interesan; y lo hemos hecho así, no ya sólo por la imposibilidad de dividir el texto en inscripciones distintas, si no es de modo
arbitrario, sino por estimar que debe haber entre todo lo escrito un indudable nexo que le dé unidad.
Sobre 157 signos pueden contarse en los cuatro fragmentos escritos (130 corresponden al mayor
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161
de éstos), repartidas las letras en largos letreros que del modo más diverso y alguna vez pintoresco, rellenan los espacios quedados libres entre las figuras de la decoración. A lo largo de la parte alta del friso, alrededor de las cabezas de los jinetes, ya dispuestos horizontalmente en cortas líneas, ya oblicua o verticalmente, bien bajo el vientre de los caballos, delante del pecho o tras de
la grupa de los mismos, y hasta ocupando algunos signos los extremos de una especie de rosa de los vientos, se reparte la profusa escritura, que en parte se perdió en algún tiesto. Es muy de lamentar tal desaparición, pero más aun la pérdida de los fragmentos complementarios del friso, que debieron también estar ampliamente escritos.
Para facilitar las citas de los letreros hemos indicado, mediante destacadas letras mayúsculas (A, B, C y D), cada uno de los tiestos escritos. Pero la dificultad mayor habían de encontrarla quienes emprendiesen el estudio de estos textos, al tener que hacer referencia a algunos de los letreros tan entremezclados en el tiesto A. Hemos creído que para evitarlo no había otro medio mejor que enumerarlos mediante cifras puestas en lugar adecuado de la parte externa del grabado; y así lo hemos realizado.
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162
Son bastante claras y legibles, salvo en alguna parte del letrero de B, las inscripciones de este vaso.
Excavaciones de 1936.- Departamento 31.
En las Memorias sucesivas se irán incorporando al Corpus los letreros que se descubran.
I. BALLESTER TORMO
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Estando en formación la Biblioteca general de la Diputación provincial, y dada la necesidad de completarse la especializada de Prehistoria, se permite el S.I.P. rogar a quienes reciban sus publicaciones, las consideren a cambio de las suyas propias, que se servirán remitir a una u otra de aquéllas, según su carácter.
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INDICE
Páginas
I.- ANTECEDENTES DEL S.I.P. ..................................7
II.- ACTIVIDADES INTERNAS DEL SERVICIO..............14
Publicaciones.................................................14
Museo...........................................................16
Biblioteca......................................................23
Laboratorio....................................................24
Sobre la instalación de este Centro...................26
III.- EXPLORACIONES y EXCAVACIONES.....................30
Las pinturas naturalistas "Dels Covarjos" (Benasal).....33
La "Cova de la Sarsa" (Bocairente)............................34
El enterramiento de "Mola Remigia" (Ares).................36
La sepultura en cueva de Rocafort.............................37
Enterramiento prehistórico en Cullera.........................50
Las excavaciones en San Miguel de Liria.....................54
Las cerámicas de San Miguel con decoración
antropomorfa.....................................................65
Fragmentos varios..............................................65
El vaso de los ciervos estilizados...........................70
Fragmentos del vaso del hombre de la sítula...........73
El vaso del caballo espantado...............................79
El vaso de la escena de enlazar.............................83
El vaso escrito....................................................91
El vaso de la danza ritual.....................................97
El vaso de la danza guerrera................................105
Algunas consideraciones sobre estas cerámicas
de San Miguel....................................................112
Sobre la cronología de este despoblado.................127
Nuevas inscripciones ibéricas de San Miguel...........128
Estela ibérica labrada...............................................129
Estela ibérica escrita................................................132
IV.- CORPUS DE INSCRIPCIONES IBERICAS EN
CERAMICAS DE SAN MIGUEL...............................134
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PUBLICACIONES DEL S.I.P.
SERIE DE ANUARIOS
Archivo de Prehistoria Levantina.- Anuario del S.I.P., 1928, Valencia, 1929.
Archivo de Prehistoria Levantina.- Anuario del S.I.P., 1929 a 1942 (Impreso en parte).
SERIE DE MEMORIAS ANUALES DE LA DIRECCION
El S.I.P. y su Museo en el año 1928.- Valencia, 1929.
La labor del S.I.P. y su Museo en el pasado año 1929. (Nota inserta de L. Pericot sobre las excavaciones de Parpalló).- Valencia, 1930.
La labor del S.I.P. y su Museo en el año 1930 (con nota de L. Pericot sobre las excavaciones en Parpalló).- Valencia, 1931.
La labor del S.I.P. y su Museo en el año 1931 (con nota de L. Pericot sobre las excavaciones en Parpalló).- Valencia, 1932. (Con 6 láminas).
La labor del S.I.P. y su Museo en el año 1932.- Valencia, 1933.
La labor del S.I.P.. y su Museo en el año 1933.- Valencia, 1934.
La labor del S.I.P. y su Museo en el año 1934.- Valencia, 1935. (Con 9 láminas).
La labor del S.I.P. y su Museo en los años 1935 a 1939.- Valencia, 1942. (Con 12 láminas).
La labor del S.I.P. y su Museo en los años 1940 a 1942. (En preparación).
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SERIE DE TRABAJOS VARIOS
1.- "El Castellet del Porquet"; por I. Ballester Tormo.
2.- "Breus notes sobre el poblat iberic de St. Miquel de Lliria"; por D. Fletcher Valls.
3.- "Estudis d'Art Originari.- Els insectes en l'Art quaternari"; por M. Vidal y López.
4.- "Un enterrament prehistoric al Barranc del Cinc" (Alcoy); por C. Visedo.
5.- "Col.lecció de treballs del P. J. Furgús sobre prehistoria valenciana".
6.- Estudios sobre las cuevas paleolíticas valencianas.- "Cova Negra de Bellús", por G. Viñes y J. Royo Gómez; y "Cóva del Parpalló", por V. Sos Bainat. (Con una nota necrológica de G. Viñes).
7.- Apuntes sobre las estaciones prehistóricas de la Sierra de Orihuela, por Santiago Moreno. (Manuscrito de 1872, con notas y comentarios de su poseedor, Nicolás Primitivo Gómez Serrano).
8.- Sobre un interesante vaso escrito de San Miguel de Liria, por Pío Beltrán Vllagrasa.
SERIE DE MONOGRAFIAS
"El cráneo del Parpalló", por el Dr. S. Alcobé. (Para imprimir).
PUBLICADO POR EL CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTIFICAS
Instituto Diego Velázquez
"La cueva del Parpalló (Gandla)".- Excavaciones del S.l.P. de la Excma. Diputación Provincial de Valencia.- Por Luis Pericot García.- Madrid, 1942. (Con 351 páginas, 650 figuras y XXXII láminas).
Esta obra ha sido galardonada con el "Premln Martorell", correspondiente a 1942
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S.I.P.- MEMORIA 1935-39
LAM. I
IMAGEN A
IMAGEN B
A.- Calco de las pinturas rupestres del "Barranç dels Covarjos" (Benasal)
B.- Covachas de la cingla del mismo nombre, donde se hallan las pinturas
(Foto de J. Chocomeli. Calcos de éste y de D. F. Porcar)
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S.I.P.- MEMORIA 1935-39
LAM. II
IMAGEN A
IMAGEN B
Vasos de "Cova de la Sarsa"
(Fotos de J. Adell)
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S.I.P.- MEMORIA 1935-39
LAM. III
IMAGEN A
IMAGEN B
Sepultura bajo los escarpes de "Mola Remigia" (Ares)
(Fotos de J. Adell y J. Chocomeli)
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S.I.P.- MEMORIA 1935-39
LAM. IV
IMAGEN A
IMAGEN B
San Miguel de Liria.
Fragmentos de vasos. (1/2)
(Calcos de F. Porcar)
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S.I.P.- MEMORIA 1935-39
LAM. V
IMAGEN A
IMAGEN A'
IMAGEN B
San Miguel de Liria
A.- Vaso de los ciervos estilizados
A'.- Desarrollo de su decoración
B.- Fragmento de vaso
(Foto de J. Adell. Calco F. Porcar y J. Alcácer.)
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S.I.P.- MEMORIA 1935-39
LAM. VI
IMAGEN A
IMAGEN B
IMAGEN C
IMAGEN D
San Miguel de Liria.
Fragmentos del vaso del hombre de la sítula
(Calcos de J. Alcácer y de F Porcar)
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S.I.P.- MEMORIA 1935-39
LAM. VII
IMAGEN A
IMAGEN A'
San Miguel de Liria.- Vaso del caballo espantado
(Foto J. Adell. Calco J. Alcácer)
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S.I.P.- MEMORIA 1935-39
LAM. VIII
IMAGEN A
IMAGEN A'
San Miguel de Liria. Vaso de la escena de enlazar
(Foto J. Adell. Calco F. Porcar)
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S.I.P.- MEMORIA 1935-39
LAM. IX
IMAGEN A
IMAGEN A'
San Miguel de Liria.- El vaso escrito
(Foto J. Adell. Calco de J. Alcácer)
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S.I.P.- MEMORIA 1935-39
LAM. X
IMAGEN A
IMAGEN A'
San Miguel de Liria
Vaso de la danza de la ofrenda
(Foto Adell. Calco J. Alcácer y Porcar)
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S.I.P.- MEMORIA 1935-39
LAM. XI
IMAGEN A
IMAGEN A'
San Miguel de Liria.
Vaso de la danza guerrera
(Foto J. Adell. Calco A. Goñi)
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S.I.P.- MEMORIA 1935-39
LAM. XII
IMAGEN A
IMAGEN A'
IMAGEN B
A.- Estela escrita de Benasal. (Algo más de 1/5).- A' Texto.
B.-Estela de Ares (1/8 aproximado).
(Fotos de J. Adell. Calco de J. Alcácer)
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S.I.P.
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DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE VALENCIA
LA LABOR DEL SERVICIO
DE
INVESTIGACIÓN PREHISTÓRICA
Y SU MUSEO EN LOS AÑOS
1935 A 1939
Memoria elevada a la Diputación por el Director del S.I.P.
I. BALLESTER TORMO
VALENCIA
EDITORIAL F. DOMENECH, S. A.
1942
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DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE VALENCIA
SERVICIO DE INVESTIGACION PREHISTORICA
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PUBLICACIONES DE ESTA SERIE
"El Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo de Prehistoria, en 1928" (1929).
"La labor del Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo
en el pasado año 1929" (1930, agotada).
"La labor del Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo
en el pasado año 1930" (1931).
"La labor del Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo
en el pasado año 1931". Con 6 láminas. (1932).
"La labor del Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo
en el pasado año 1932" (1933).
"La labor del Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo
en el pasado año 1933" (1934).
"La labor del Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo
en el pasado año 1934". Con 9 láminas. (1935).
"La labor del Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo
en los años 1935 a 1939". Con 12 láminas. (1942).
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DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE VALENCIA
LA LABOR DEL SERVICIO
DE
INVESTIGACIÓN PREHISTÓRICA
Y SU MUSEO EN LOS AÑOS
1935 A 1939
Memoria elevada a la Diputación por el Director del S.I.P.
I. BALLESTER TORMO
VALENCIA
EDITORIAL F. DOMENECH, S. A.
1942
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SERVICIO DE INVESTIGACION PREHISTORICA
y MUSEO PROVINCIAL DE PREHISTORIA
DIRECTOR
D. Isidro Ballester Tormo.
SUBDIRECTOR
D. Luis Pericot García.
COLABORADORES
D. Mariano Jornet Perales.
D. Gonzalo Viñes Masip. (†)
D. Fernando Ponsell Cortés.
D. F. Porcar López.
AGREGADOS
D. Domingo Fletcher Valls.
D. Ernesto Jiménez Navarro.
D. Julián San-Valero Aparici.
D. Manuel Vidal López.
D. J. Chocomeli Galán.
D. J. Alcácer Grau.
D. E. Plá Ballester.
El Museo, la Biblioteca y el Laboratorio del Servicio se hallan instalados en
el Palacio de la Diputación de la Generalidad del Reino de Valencia (Calle de
Caballeros, núm. 2).
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LA LABOR DEL SERVICIO DE INVESTIGACION PREHISTORICA y SU
MUSEO, EN LOS AÑOS 1935 A 1939
MEMORIA DE LA DIRECCION
El Director del Servicio de Investigación Prehistórica de la Excma. Diputación Provincial, complácese en elevarle la presente Memoria, que
ha de ser necesaria continuación de la que formuló respecto al año 1934 y referirse al amplio espacio de tiempo que va de 1935 a 1936, ambos inclusive; quedando por tanto en él comprendidos los períodos prerrevolucionario, revolucionario y el posterior a la Liberación, durante los que las actividades fueron normales en el año 1935 y algo más del
primer semestre de 1939, y muy escasas durante la época revolucionaria y en el resto de 1939 hasta que la Diputación pudo alcanzar su vida normal.
De todo ello pasarnos a dar cuenta.
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I
ANTECEDENTES DEL SERVICIO DE INVESTIGACION PREHISTORICA
En las anteriores publicaciones de esta serie de Memorias de la Dirección, han ido exponiéndose los antecedentes relativos a la creación y desarrollo de este Servicio y a las vicisitudes sufridas. El cambio profundo de cosas y de personas que ha traído consigo el glorioso triunfo del Caudillo, y a la vez el haberse agotado la edición de alguna de las publicaciones de esta serie en que se recogían detalles de actuaciones de interés, aconsejan dar aquí un extracto de todo aquello, para el más fácil y completo conocimiento de la vida de este Centro.
Ya estos estudios de prehistoria habían merecido acusada protección de otras Corporaciones públicas (Diputaciones Catalanas y Vascas, Santander, Ayuntamiento de Madrid, etc.) y aun permanecían las valencianas sin prestarles atención alguna, no obstante estar mostrando la extraordinaria riqueza arqueológica del suelo del antiguo Reino de Valencia, los hallazgos ocasionales y las escasas excavaciones arqueológicas llevadas a cabo
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8
por algunos entusiastas de tales investigaciones, con la limitación propia del esfuerzo individual. Diversas veces intentamos, formando parte de la
Excma. Diputación, la creación del adecuado centro propulsor y ordenador de estas actividades culturales en las comarcas valencianas. La deplorable situación económica en que vivían aquellas Corporaciones, hacía estéril toda buena voluntad; pero logróse con ello la creación de un ambiente favorable a estos estudios, tanto entre los señores Diputados, cuya cultura reconocía la necesidad de protegerlos y de fomentarlos, cual acontecía ya dentro y fuera de España, como entre el alto personal de la Corporación, tan entusiasta del ennoblecimiento de las actividades de la misma. Pero el cambio que en la vida económica provincial trajo, años después, el Estatuto, obra del por tantos motivos digno de constante recuerdo don José Calvo Sotelo, hizo factible, por fortuna, lo que antes no lo fuera. Y así, ofrecida en venta la colección arqueológica del señor Ponsell a la Diputación llamada de la Dictadura, al pedir informe sobre la conveniencia de su adquisición, lo dimos en el sentido de aconsejar la compra sólo para el caso de que ello significara el comienzo de la realización del propósito, tantas veces expuesto, de la fundación de un Museo de prehistoria y de un Servicio de investigación prehistórica con sus secciones de excavaciones, laboratorio y biblioteca especializada, que ordenaran, estimularan y propulsa-
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9
ran estos estudios. Poco tiempo después, el 20 de Octubre de 1927, acordábase por la Corporación provincial la creación del Servicio de Investigación Prehistórica, y se nos ponía al frente del mismo; siendo aceptada nuestra propuesta del personal que había de ayudarnos, y que vino haciéndolo con tanta modestia y eficacia como poco frecuente desprendimiento (1). Creemos un deber de gratitud hacer constar aquí que la Comisión Permanente de la Diputación que tomara tal acuerdo estaba compuesta por D. José María Carrau Juan (Presidente); D. Juan Noguera Yanguas, Marqués de Cáceres (Vice-presidente); D. Pablo Meléndez
Gonzalo, D. Juan Bta. Robert Mendiolagoitia, don Enrique Castell Oria, D. José Grollo Chiarri, don Manuel Llopis Sapiña, D. Enrique Mariner Gurrea y D. Julio Tarín Sabater, siendo Secretario de la Corporación D. Francisco Monleón (2). A todos ellos debe Valencia el gran servicio de haber propulsado su cultura con la creación de este Centro, cuya Dirección les rinde aquí el respetuoso home-
(1) Fueron nuestros primeros Colaboradores nombrados por la Diputación, D. Luis Pericot García, D. Mariano Jornet Perales, D. Gonzalo Viñes Masip y D. Fernando Ponsell Cortés, a los que debemos todo agradecimiento por su actuación en tiempos estimables como heroicos del S.I.P. Va siendo necesario decir que del entusiasmo y desprendimiento con que se ha trabajado en el
Servicio da idea el hecho de que muy rara vez, y tras períodos de trabajo intenso, a los Colaboradores se les ha entregado una pequeña indemnización; y que la Dirección ha trabajado gratuitamente hasta hace pocos años.
(2) Y se cita aquí al Secretario de la Diputación, junto a los Diputados de la Comisión, porque el señor Monleón, en sus entusiasmos por cuanto enalteciera la personalidad de aquélla, fué uno de los que más laboraron para la fundación del Servicio.
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naje de que son dignos valencianos tan beneméritos.
Tanta importancia concedió aquella Diputación a su recién fundado Servicio, que, aun siendo avanzada la fecha de su creación, encontrándose
ya fijadas en su mayor parte las partidas del Presupuesto para 1928, aun encontró medio de consignar para aquélla cantidad de 12.500 pesetas; consignación que en el año 1929 llegó ya a 25.000 pesetas, fijándose en 30.000 para los presupuestos sucesivos. Pero el advenimiento de la República,
no obstante su tan voceado amor a la cultura, trajo malos tiempos para el S.I.P. En el Presupuesto de 1932 se redujo de golpe la consignación a 10.000
pesetas; y en el mismo año, al preparar el Presupuesto para 1933, un Presidente de la Corporación, cuyo nombre no damos por respeto a su muerte, por motivos que por la propia razón no hemos de exponer, consiguió se redujese la consignación anual a la irrisoria cantidad de 500 pesetas, lo que significaba el inmediato cierre del Servicio; acuerdo que hubo de rectificarse por la fuerte reacción producida en los centros culturales valencianos, manifestada en enérgica campaña de prensa (véase
especialmente en "Las Provincias" de 6 de Enero de 1933 "Un valioso centro cultural valenciano en peligro de desaparecen"), volviéndose a mantener
la consignación de 10.000 pesetas, que algunos años ha sido pagada bien incompletamente.
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Año y medio después de iniciar sus actividades el S.l.P., acudía ya al XII Congreso de La Asociación Española para el Progreso de las Ciencias,
llevando indicación de sus descubrimientos extraordinarios, que merecieron de nacionales y extranjeros las mayores felicitaciones (Barcelona, sesión
22 de Mayo de 1929).
Meses después (en Septiembre del mismo año) concurría también el Servicio al IV Congreso Internacional de Arqueología, presentando sus componentes interesantes comunicaciones sobre importantes hallazgos realizados, que afectaban a trascendentales problemas de la prehistoria; motivando se tomase, en la solemne sesión de clausura, el acuerdo de felicitar a la Excma. Diputación de Valencia y a su Servicio, por la aportación a la ciencia de tan valioso centro de estudio (1).
Y así continuó luego este Servicio de la Diputación haciéndose presente en grandes actos científicos, como en las fiestas del "Archaologischen Instituts" de Berlín, uno de los centros de mayor prestigio mundial, delegando o enviando su representación a Congresos científicos internacionales.
(1 ) La comunicación presentada por Gonzalo Viñes versó sobre las "Excavaciones en Còva Negra (Játiva)"; Luis Pericot y Mariano Jornet, formularon otra sobre la "Cova del Parpalló (Gandia)"; y las de Isidro Ballester trataron de "Los ponderales ibéricos de tipo covaltino" y "Avance al estudio de la necrópolis ibérica de la Casa del Monte (Albacete )".
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12
Las publicaciones en que el Servicio debía dar a conocer sus trabajos habían de tener un riguroso carácter de especialización.
Se publicó en 1929 el Anuario correspondiente a 1928 ("Archivo de Prehistoria levantina" - Anuario del S.I.P., vol. 1), lujosa publicación conocida en todos los Centros científicos similares; y se preparó luego la publicación del II volumen, que está en parte impreso y no pudo ser terminado luego por la reducción de la consignación y su excesivo coste, y más tarde por dificultades propias de los tiempos; algunos de cuyos trabajos para él redactados y compuestos, han perdido ya actualidad e interés.
Sin perjuicio de que al final de cada período de excavaciones se publicara en la prensa diaria una nota de vulgarización referente a los principales
descubrimientos realizados, se elevó también a la Corporación provincial, anualmente, una pequeña Memoria comprensiva de las actividades todas del
S.I.P. en el año anterior; cuya Memoria, unas veces íntegra como la de 1928 en que quisimos hacer una pequeña guía del Museo con ligera idea de cada cultura, y otras con inserciones de Secretaría de la Diputación, se fué incorporando a la Memoria oficial que aquélla debía rendir anualmente, de
la que se hicieron tiradas a parte de lo referente al Servicio; con lo que quedó provisionalmente servida la necesidad de un medio gráfico en que este
Centro diera a conocer sus actividades. Regla-
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13
mentado de nuevo el Servicio, ya a partir de 1931, la Dirección del S.I.P. ha conseguido se insertara íntegra, y con las ilustraciones necesarias, su Memoria anual. Ahora, sin perjuicio de incluir en la Memoria de Secretaría lo meramente administrativo, se editará aparte, y completa, la de esta Dirección.
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II
ACTIVIDADES INTERNAS DEL SERVICIO
PUBLICACIONES
La impresión del II volumen de "Archivo de Prehistoria Levantina.-Anuario del Servicio", iniciada hace muchos años, como queda dicho, tuvo que ser paralizada por falta de medios, y detenida la labor de preparación de trabajos para el mismo. Así existen unos en estado de corrección de pruebas de texto y grabados, y otros dispuestos para darlos a la imprenta (1).
Aludimos antes a la serie de tiradas aparte de los particulares que sobre la vida del Servicio se incluían anualmente en la Memoria oficial de la Secretaría de la Diputación. Particulares que, si en los primeros años se limitaron a simples notas aprovechadas por Secretaría para ello, luego se han ido transformando y ampliando, hasta venir a constituir verdaderas Memorias anuales elevadas
(1) El extremado encarecimiento, aparte otras dificultades bien conocidas, alcanzado hoy para la impresión de libros, imposibilita la continuación de tal labor y habremos de repetir aquí, también, que con el transcurso de tanto tiempo se ha restado actualidad a algunos de los trabajos a insertar.
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15
a la Diputación por esta Dirección (las de 1932 y 1933, que acusan la deficiencia de la consignación real, fueron redactadas por el Subdirector señor
Pericot). La correspondiente a 1934 ("La labor del Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo en el pasado año 1934"), se imprimió y repartió en
1935. No hemos de decir aquí el éxito que, por el solo interés de los descubrimientos de que daba cuenta, tuvo tal publicación. Esta serie de publicaciones, de modesta presentación, recogen todo el extraordinario movimiento de investigación propulsado por el Servicio; lo que las hace indispensables para quien desee conocer debidamente la Prehistoria de los quince últimos años.
Ya en 1937, creado por la Corporación provincial "L'Institut d'Estudis Valencians", ordenada la incorporación de este Servicio al mismo y fijado
el valenciano como lengua oficial de aquél, a tal norma nos hubimos de sujetar en las publicaciones efectuadas en el período rojo. Los trabajos dados
a luz en dicha época fueron los siguientes, que integran la Serie de notas y pequeños trabajos:
l.- "El Castellet del Porquet", por I. Ballester Tormo.
II.- "Breus notes sobre el poblat ibèric de St. Miquel de Lliria", por D. Fletxer Valls.
III.- "Estudis d' Art Originari" - "Els insectes en l' Art quaternari", por M. Vidal y López.
IV.- "Un enterrament prehistòric al Barranc del Cinc (Alcoi)", por C. Visedo Moltó.
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V.- "Col.lecció de treballs del P. J. Furgús sobre prehistòria valenciana".
Y quedó por imprimir "Apunts sobre les estacions prehistòriques de la Serra d' Oriola (1872)", de Santiago Moreno, con notas de N. P. Gómez
Serrano, trabajo cuya edición castellana está ya en prensa.
Y quedan también preparados para publicarse: Dos trabajos de estudio y clasificación del material paleontológico de "Còva Negra de Bellús" y la
"Còva del Parpalló"; otro de Luis Pericot sobre aspectos parciales de material de la «Cóva del Parpalló"; y los de esta Dirección sobre "La Còva del Barranc del Castellet", "El enterramiento en cueva de Rocafort", "El despoblado de la
Muntañeta de Cabrera" y "Una sepultura prehistórica en Cullera".
Todo ello se irá dando a luz a medida que hayan medios y posibilidades de hacerlo.
MUSEO
Cuando redactamos la Memoria relativa a la marcha del Servicio en 1934, las vitrinas con el material de aquél hallábanse dispersas, y mezcladas las de culturas distintas, en diferentes departamentos del edificio, incluso ocupando la mal llamada Sala de Cortes, todo en distribución anticientífica impuesta por las obras de consolidación de las de-
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17
nominadas salas doradas de los entresuelos de la derecha entrando en el Palacio.
Terminadas las obras, hubimos de proceder, ya en plena revolución (Septiembre de 1933), a una nueva instalación más ordenada y sistemática,
aunque no definitiva, a consecuencia de no poder ocupar la sala entresuelo que da a la plaza del Poeta Liern, por haberse emprendido tiempo antes la
restauración de su artesonado.
Así, la instalación quedó de momento dispuesta del modo que sigue: en el entresuelo de la izquierda, entrando, que abre ventanas a la calle de
Caballeros, se hubieron de acomodar, con sobrada estrechez, todos los materiales existentes y pertenecientes desde el Paleolítico inferior hasta el
Bronce avanzado; enmarcándose y colgándose las magníficas copias que de las pinturas de la "Còva de l' Aranya" encargamos hacía años al señor Benítez Mellado. La instalación de esta sala (la 1.ª) es la más deficiente por haberse tenido que acumular en ella los materiales que antes contuvo, más los
de la sala 2.ª, que no podía aprovecharse por la razón antes expuesta. A la llamada sala ibérica (la tercera), o sea la de la derecha, entrando, se pudo
llevar todo el material que el Servicio posee de estaciones de la Edad del Hierro, así como las series procedentes de Ampurias y de Ibiza, entre
éstas las integradas por las nuevas adquisiciones de que hablaremos luego.
El riquísimo material cerámico procedente de
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18
San Miguel de Liria, obtenido en las excavaciones de 1932 a 1936, ha ido teniendo instalación adecuada en vitrinas especiales, a medida que se adelantaba su reconstrucción.
En esta sala montáronse de nuevo, y de forma más adecuada, algunas figuras de las series de Ampurias e Ibiza; y ha sido expuesto cuidadosamente, ya en condiciones de defensa contra su oxidación, la mayor parte del material metálico procedente de La Bastida.
También han quedado, si no en las condiciones deseables, sí en las suficientes para su estudio, los materiales paleontológicos que dieran hace años las excavaciones en "Còva Negra de Bellús" y "El Parpalló", materiales que esperaban manos expertas que los pusieran en condiciones de ser expuestos, tras realizarse su estudio y clasificación. La estancia en esta ciudad, durante los años rojos, de una delegación del Museo Nacional de Ciencias Naturales, ha permitido no sólo que se efectuara la operación de limpiar y presentar en condiciones adecuadas dichos materiales, sino que se llevara a efecto la clasificación de los mismos por personas de reconocida competencia.
Material ingresado en el Museo
Aparte el material arqueológico procedente de excavaciones y exploraciones practicadas por el Servicio, cuyos trabajos quedarán reseñados, han
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ingresado en el Museo otros lotes de material; unos por adquisiciones efectuadas, especialmente durante el período rojo, y otros por donativos realizados por personas que prestan así ayuda a estos estudios.
Adquisiciones.- Aprovechando la ayuda que, mediante consignaciones se prestara al S.I.P. en período rojo, nos fué posible adquirir dos interesantes lotes de material.
Desde tiempo atrás, y para nutrir las series de material ibicitano que hace bastantes años adquiriera el Servicio por compra a los herederos del señor Pérez Cabrero, que excavó en Ibiza, teníamos casi convenida con D. Francisco Martínez la compra del material que de tal procedencia contenía su colección; pero la escasez de dotación del Servicio, desde que adviniera la República, impidió realizar tales compras, hasta que las circunstancias dichas lo hicieron posible. Con ello las series de piezas de Ibiza existentes en el Museo se han completado y aumentado, ganando en interés esta sección.
Otro lote de importancia pudo adquirirse en tal período: el obtenido por Ernesto Botella en sus excavaciones de "Mola Alta de Serelles" (Alcoy),
conjunto de material con particularidades ya notadas que le dan gran interés para un Museo de prehistoria valenciana.
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Donativos.- También los donativos han acrecentado el material del Museo.
Merece anotarse en primer término un lote de material que nos diera para el Servicio, a primeros de 1933, su Colaborador activo y entusiasta, víctima sacrificada por la revolución roja, Gonzalo Viñes Masip. Compónese aquél de dos bellas hachas eneolíticas de la misma roca (fibrolita al parecer) y de un afilador rectangular. De su procedencia sólo nos consta que fué hallado este material en las cercanías de Játiva, pues no llegó el señor Viñes a darnos la nota precisa sobre ello. También proceden del mismo unos fragmentos de cerámica incisa y otro de cardial, hallados así mismo en las comarcas de Játiva.
Otro donativo digno de mención es el de una gran hacha eneolítica (de diorita probablemente) de grandes dimensiones, que lleva en su centro una
ancha faja circular sin pulir, para mejor enmangada seguramente. Se debe este donativo al doctor D. Antimo Boscá Seytre, que con tanto entusiasmo como desinterés ha ayudado al S.I.P. desde su fundación .
También José Chocomeli, tan entusiasta siempre del Servicio y hoy Adjunto al mismo, regaló al Museo otra hacha eneolítica de extraordinarias
dimensiones y pulido perfecto, procedente de la comarca de Benasal.
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Una de las mayores preocupaciones de esta Dirección durante el período revolucionario, fué, en sus primeros tiempos, evitar que las masas depredadoras viesen en el material del Museo algode posible provecho personal, que despertase sus apetitos; la ignorancia de las gentes redujo el
peligro por entonces, aunque a prevención habíanse escondido las piezas que más pudieran llamar la atención, no hay que decir que las de oro en primer término.
Aun vino a ser mayor la preocupación tenida, más adelante, a causa de los bombardeos de la aviación, que fué acercando cada vez más sus tiros al
Palacio de la Generalidad, llegando a alcanzar a la cercana iglesia de San Bartolomé, y aun en la más inmediata calle del Reloj Viejo donde derrumbó un edificio distante pocos metros del Museo; lo que nos obligó a pedir con insistencia a la Corporación provincial el acondicionamiento, como refugio, para las series principales del Museo y mediante ligerísima obra, del magnífico sótano de la torre del Palacio dicho, y la defensa, con sacos terreros, de las ventanas bajas que le dan luz; y al no lograrlo, con la prontitud que el caso requería, se empaquetaron las piezas valiosas que lo consentían, y trasladóse cuanto se pudo a los lugares más seguros de los sótanos. Y así estábamos cuando surgió a última hora, y cuando menos lo esperába-
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mas, otro peligro más efectivo o inmediato cuando menos.
No sabemos de quién nació la idea, pero, ya cerca de Valencia el Ejército Nacional (el 21 de Enero de 1939), la Junta Delegada de Incautación y Protección del Tesoro Artístico Nacional de Valencia tomaba el acuerdo de proceder a la recogida de los objetos guardados en el Museo de prehistoria, los que serían conservados y custodiados en los depósitos que la Junta tenía establecidos en Valencia. Así se nos comunicaba por la Corporación provincial pidiéndonos informe urgente sobre la comunicación que la Junta le dirigiera, informe que fué emitido en sentido opuesto a que del Museo se sacara pieza alguna, e insistiendo en pedir la realización inmediata de las obras antes mentadas para hacer más infundado el acuerdo de la Junta. La Corporación opúsose a la entrega; y así, aduciendo cuantos motivos dilatorios había a
mano, se consiguió ir aplazando la resolución, hasta que los triunfos rotundos que pocos días después obtenían las tropas Nacionales, desviaron la atención de los elementos directivos rojos hacia otras preocupaciones más sentidas; dándose con ello lugar al esperado momento de la Liberación y con
ésta la del Museo de los peligros que le amenazaban.
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BIBLIOTECA
Poco podemos decir de la Biblioteca del Servicio, en estos años.
Terminadas las obras en los entresuelos de la derecha entrando, volvióse a instalar la Biblioteca en el que da a la calle de Bailía, donde estuvo antes.
El menage se ha completado estos años con una librería más. Se adquirieron las alfombras necesarias para mejorar la estancia en tal sala, y se instaló el teléfono del Servicio.
Sabido es que desde que se redujo la consignación de este Centro, apenas si se han aumentado los fondos de la Biblioteca, si no es con ejemplares
regalados por sus autores. Las revistas especializadas extranjeras, que en años pasados permitían estar al día en estos estudios y que habían, por el
motivo dicho, quedado ya reducidas a una sola, francesa, dejaron en absoluto de recibirse.
Durante los años rojos se ha completado el fichero bibliográfico por los señores Fletcher Valls y Plá Ballester; y la Dirección ha iniciado el fichero de materias.
También se ha ido encuadernando buen número de volúmenes, según las circunstancias económicas lo consintieron.
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LABORATORiO
En el año 1935 y la primera mitad de 1936, o sea hasta el glorioso Alzamiento Nacional, el trabajo de Laboratorio se ha venido resintiendo, como en años anteriores, de insuficiente, pues era imposible que un solo empleado, el señor Espí, pudiese llevar al día los trabajos de lavado, clasificación y reconstrucción del material cerámico abundantísimo proporcionado por las excavaciones, principalmente de "La Bastida de les Alcuses", en unos años, y del cerro de San Miguel de Liria, después, a la vez que atender a otras ocupaciones múltiples y varias que el Servicio exigía. Y así, dando preferencia a otras más importantes, habían ido quedándose sin reconstruir, aunque estudiadas, buena porción de piezas de Liria, algunas con decoración zoomorfa y vegetal.
El ambiente de inusitado desorden y de extremada violencia en que se ha vivido durante el período rojo, o sea en la mayor parte del tiempo a
que se contrae esta Memoria, imposibilitando casi en absoluto las actividades del S.I.P. en el campo, ha dado lugar a que se intensificaran en lo posible los trabajos de Laboratorio. Y buena falta hacía ello, ya que el exceso de atenciones corrientes e inaplazables, como queda dicho y la casi
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total carencia de personal retribuído que atendiera a las de que nos ocupamos, fué obligando a aplazar para mejor ocasión el atender a alguna de éstas, y ella se presentó al paralizarse la marcha ordinaria y normal del S.I.P., y pudo realizarse, como acabamos de exponer, en el período marxista.
Durante tales años se han silicatado algunas piezas deleznales guardadas en el Laboratorio.
Años hacía que, por las razones apuntadas, esperaba el material de hierro depositado en el Museo, especialmente las series procedentes de La Bastida, que se las defendiera de los efectos de la oxidación. Casi todo este material ha sido cuidadosamente parafinado, mientras pudimos proporcionarnos los necesarios productos para ello. Algunas piezas de bronce, de la misma procedencia, fueron limpiadas con el cuidado y tiempo que requerían sus adherencias, viéndonos sorprendidos por la aparición de alguna decoración con nielados de plata.
Las figuras de la recién adquirida colección ibicitana de D. Francisco Martínez, así como otras procedentes de la de Pérez Cabrero, y aun algunas
de Ampurias, que carecían de condiciones de presentación por su inestabilidad, fueron montadas en soportes adecuados que permiten su mejor presentación y más fácil estudio.
También eran necesarios, y pudieron llevarse a efecto, los trabajos de ordenación y clasificación
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del material de estaciones diversas, aun no en condiciones de exponerse.
SOBRE LA lNSTALACION DE ESTE CENTRO
El local que el Servicio ocupa desde hace sobre quince años (entresuelos y parte de los sótanos del Palacio de la Generalidad) aun no siendo lo suficiente y adecuado que se desearía para establecimientos de esta clase, como es natural que ocurra en locales no construídos al efecto, puede calificarse de aceptable, si se tiene en cuenta la espléndida presentación de sus principales salas, capaces por sí de atraer a la vez a arqueólogos y turistas, a mayor abundamiento con la presentación del interesante material del Museo. Siendo otra de sus mejores condiciones la situación céntrica del edificio, que es un motivo más que atrae al visitante y al estudioso que necesita consultar la Biblioteca especializada del S.I.P. Si a los departamentos de que se dispone se agregara el sótano correspondiente a la planta de la torre del edificio, se cubriría la necesidad de un amplio local destinado a depósito, lavado y clasificación de los materiales cerámicos para lo que resulta insuficiente el departamento dedicado hoy a Laboratorio. Así cabría esperar, sin grandes dificultades, la solución única de lo relativo al establecimiento definitivo del Ser-
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vicio, que sólo puede tenerla total mediante la construcción de un edificio adecuado.
Esta cuestión quedó planteada desde el mismo día de la creación del S.I.P. En 1927 se solucionó de momento instalándose provisionalmente el Laboratorio en el local del Servicio Agrícola provincial (bajos del edificio de la Diputación), y colocándose las vitrinas en uno de los pasillos del piso principal. Poco después tuvo que acordarse su traslado a los locales, aun ocupados, del Palacio de la Generalidad.
Pocos años después, sintiéndose la necesidad de una instalación definitiva, la Diputación llamada de la Dictadura pensó en el traslado del Servicio y Museo al viejo edificio del Padre de Huérfanos, llegándose incluso a desalojar a algunos de los inquilinos ocupantes de las diversas habitaciones de aquél; pero pedido informe a esta Dirección lo dió en sentido rotundamente opuesto a tal traslado; en primer término porque las condiciones del edificio, con gruesos paredones que dan a sus huecos aspecto de tragaluces, y la dificultad de abrir amplios ventanales necesarios para Museo y locales de estudio, dificultad aumentada por la estrechez extremada de los callejones que rodean las principales fachadas de aquel, y en segundo lugar el situar el Museo en lugar tan descentrado que equivale a alejarle de los estudiosos, hicieron com-
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prender que, ni con una costosa y amplia reforma del viejo edificio, podía conseguirse la instalación aceptable.
Llegada la República, surgió de nuevo la idea del traslado al Padre de Huérfanos, y aun se dieron de modo incomprensible atropelladas órdenes
para su inmediata realización, no obstante no haberse efectuado las obras necesarias para una instalación medianamente decorosa; pero aducidas
las mismas razones y estimándolas fundadas, se desistió de ello.
Ya en período rojo, llegado a Valencia el Gobierno marxista, con su Cámara, intentó la Presidencia de ella ocupar el edificio, instalándose en
los entresuelos aprovechados por el S.I.P., llegando incluso a tomarse medidas para su distribución en despachos; lo que fué puesto en conocimiento de la Corporación, y recordando ésta seguramente los daños producidos en las salas cuando alojaron dependencias judiciales, dió orden de que prohibiéramos rigurosamente la entrada a quien no tuviese expresa autorización por ello; y así quedó cortado este intento de ocupación.
Tales han sido las vicisitudes por que ha pasado la instalación del S.I.P., con sus series arqueológicas de importancia excepcional, en el Palacio de la Generalidad, que si no es inmejorable para ello, es, por las razones que a su tiempo expusimos, la mejor de las de posible realización en edificios
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antiguos; y pudiera continuar así el Servicio hasta que la construcción de uno ad hoc sea factible (1).
El extraordinario interés científico de algunas series del Museo, tan conocidas en España y fuera de ella, ha de impedir, para evitar duras críticas,
una instalación poco adecuada. Gastar en excavaciones y exponer pobre e insuficientemente lo obtenido, sobre todo cuando los descubrimientos son
excepcionales, sería cosa inexplicable.
(1) Al publicarse esta Memoria parece cosa decidida por la Diputación el traslado del S.l.P. a los locales que aquélla ocupa actualmente, terminadas que sean las obras en el Palacio de la Generalidad.
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III
EXPLORACIONES Y ESCAVACIONES
Lo reducido de la consignación para el Servicio, en los años normales 1935 y 1936, no consintió más excavaciones que las de San Miguel de Liria; y la misma causa, agravada con las dificultades para practicar trabajos de campo en el período revolucionario, y luego hasta que la Diputación provincial normalizó su vida en lo que restaba del año 1939, fueron motivos que impidieron, en tan largo período, otras exploraciones que las que fueran imponiendo algunos casos de urgencia, de que haremos mención en esta Memoria.
Todo ello originó que, en el expresado período, especialmente desde 1937 a 1939, dedicase el S.I.P. sus actividades a los trabajos de prospección
posibles.
La estancia del señor Chocomeli en la comarca de Benasal, en 1935, dió ocasión a que sus no frecuentes aptitudes de prospector inteligente, hallaren fecunda aplicación. Y así, además de los trabajos de que iremos dando cuenta luego, realizó descubrimientos tan interesantes como los de varios grupos de pinturas rupestres esquemáticas,
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principalmente en las siguientes estaciones: Abrigo del Ros, "Còva Fosca" de Mauricio y "Roca del Senallo", en el término de Benasal; y abrigos de "Roca del Molinell", Bobalar y "Covacha de Félix", en el término de Culla. Algunos de estos abrigos fueron visitados, más tarde, por una comisión del Servicio presidida por Francisco Porcar. De todos ellos pidió Chocomeli, para el S.l.P., la
autorización necesaria para su estudio y exploración. Tales trabajos están en manos de Juan Cabré y José Chocomeli; lo que nos impide entrar en
detalles de los descubrimientos.
En el primer semestre de 1936 algunos elementos del Servicio, dirigidos por D. Fletcher, visitaron, en el término de Monforte del Cid, los restos de un monumento que se juzgaba de gran interés; verificando su ligera exploración y estudio.
También en 1936 el señor Chocomeli y el capataz del Servicio señor Espí, efectuaron, en temporadas distintas, algunas exploraciones en una estación posiblemente palafítica, sita en "Les Marjals" de Navarrés, de que el S.I.P. tenía ya la concesión de excavaciones.
En 1937 y 1938 el Director del Servicio, acompañado por los señores Chocomeli y Espí, practicó un cuidadoso reconocimiento de las estaciones situadas en la solana de Sierra Bernisa y en Peña de San Diego. Algunos pequeños lotes de material ingresaron con tal motivo en el Museo.
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Así mismo, en la primavera de 1938, y para comprobar algunos detalles en el "Castellet del Parquet", se practicó un laborioso reconocimiento por el Director del Servicio, ayudado por el capataz Espí y el auxiliar Enrique Plá Ballester.
Los trabajos de fortificación y de construcción de refugios, en período rojo, motivaron otras actividades exploratorias del Servicio, las pocas veces que llegaron a él noticias de descubrimientos. Entre ellas, y aparte el interesante hallazgo de Cullera, de que habremos de ocuparnos luego, mencionaremos el reconocimiento de silos descubiertos en una calle del pueblo de Villamarchante, efectuado por el Director, D. Mariano Jomet y el señor Espí; y otra visita hecha a Moncada por Espí junto con don Emilio Lluch, donde con
motivo de la construcción de un refugio habían sido descubiertas, dentro de la población, unas ánforas, romanas al parecer; visita inútil, porque cuando la comisión llegó a Moncada ya se habían apresurado a efectuar obras que ocultaban el lugar del hallazgo e imposibilitaban todo estudio.
Dicho queda que, por las razones expuestas, no pudieron ser muchas las excavaciones efectuadas en el largo período a que esta Memoria se refiere;
y que, aparte otras exploraciones de escasa importancia, sólo pudieron realizarse en los años 1935 y 1936, las excavaciones corrientes en San Miguel
de Liria, en éste dándose por conclusas cuando
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comenzaron los desórdenes revolucionarios, y las excavaciones que con urgencia impusieron los casuales descubrimientos de las sepulturas de Rocafort y de Cullera, de que hablaremos luego.
Pasamos a dar cuenta de los descubrimientos y excavaciones cuya publicidad consideramos conveniente; y, como otras veces, lo haremos más
detenidamente de aquello cuyo conocimiento juzgamos de interés mayor; y muy especialmente nos detendremos en lo que se refiera a estaciones y materiales que no han de ser motivo de posterior publicación.
LAS PINTURAS NATURALISTAS "DELS COVARJOS" (BENASAL)
Uno de los hallazgos más interesantes a que dieron lugar, en 1935, las prospecciones que realizara el Agregado José Chocomeli en el término de Benasal, es el de un grupo de pinturas naturalistas, en los "Covarjos", serie de abrigos rocosos que aparecen a lo largo de un cinto de escarpes existentes en la vertiente montuosa que cierra por N. el llamado "Barranc del Bort". En la figura B de la lámina 1.ª damos una vista de la ladera dicha, percibiéndose en la parte inferior el cinto de escarpes con los "covarjos" o pequeños abrigos,
siendo el de las pinturas el segundo de ellos contando de derecha a izquierda. En la figura A de la propia lámina se reproduce, a tamaño reducido, el
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calco que de las pinturas hicieron los señores Chocomeli y Francisco Porcar. Trátase, como se ve, de una escena de caza: unos cazadores (sólo dos son visibles) acorralan a unas reses y disparan sobre ellas sus flechas. Las figuras, algunas fragmentariamente visibles, ofrecen dudas en su clasificación; una semeja cérvido, pero algunas otras parecen équidos. Sin tener este conjunto pictórico, por su extensión, la importancia de otros conocidos en aquellas comarcas, no deja de ser de interés su hallazgo y localización.
En otro abrigo del mismo escarpe, unos centenares de pasos a P. del de las pinturas mencionadas, percíbense restos indeterminables de otras
también naturalistas.
Y algo más lejos, en la misma orientación, en la llamada "Roca del Senallo", descubrió también Chocomeli, junto con un importante grupo de pinturas esquemáticas, algunos restos de naturalistas.
No hacemos referencias más extensas de tales descubrimientos, por tener preparados su estudio y publicación, como se ha dicho, Juan Cabré y José Chocomeli.
LA "COVA DE LA SARSA" (BOCAIRENTE)
Hace bastantes años que esperamos poder dar término a las excavaciones de esta cueva labor que tenemos encomendada, bajo nuestra dirección, al Colaborador de este Centro Fernando
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Ponsell y a Camilo Visedo, de Alcoy, descubridor, el primero, de la Sarsa, y concesionario de su exploración, que cedió luego al S.I.P.; pero la especial disposición de la cueva, dando lugar a que penetren en ella las aguas pluviales, embarrándose el estrato y dificultando su excavación cuidadosa,
aun en plena canícula, tiempo en el que por la altura de sierra Mariola ha de hacerse necesariamente, nos ha ido obligando a aplazamientos y suspensiones, especialmente cuando se dan lluvias tardías de primavera, por insignificantes que sean, como aconteció en la campaña preparada para
Agosto de 1935, con la cariñosa ayuda de aquel benemérito valenciano que se llamó D. Manuel Simó Marín, elevado por los rojos a categoría de mártir, quien nos ofreciera toda clase de facilidades y acogida en su cercana finca de veraneo. A tales dificultades agréguense ahora las relativas a la manutención y alojamiento de peones a tan larga distancia de poblado.
El señor Ponsell, aprovechando circunstancias favorables en los años 1935 y 1939 (los otros los pasó en las cárceles rojas), ha explorado las diversas galerías irregulares, de centenares de metros de recorrido, que no ha logrado reconocer totalmente, y en las que, no obstante la altura de su situación, existen fuertes corrientes de agua. Se ha comprobado por Ponsell que sólo en la entrada existe yacimiento arqueológico.
Deseando dar a conocer, mientras la excava-
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ción de la Sarsa se termina, algunos de sus más interesantes vasos, publicamos en la lámina II.ª de esta Memoria dos bellas piezas halladas por nuestro Colaborador. Al de la figura A sólo le falta, como se ve, parte del cuello y borde, y un asa; y el de la figura B es sólo algo más de la mitad de la
pieza. Los dos muestran la típica decoración de zonas de rayado horizontal, conseguido mediante impresiones de borde de cardium, de las que penden, a modo de graciosos colgantes, líneas paralelas obtenidas de igual modo y terminadas en finas impresiones del natis de aquél. El tono obscuro de la pulida superficie de estos vasos, sobre la que se destacaría le decoración empastada en rojo, que algunos fragmentos acusan, debió darles gran belleza.
EL ENTERRAMIENTO DE "MOLA REMIGIA" (ARES)
Con ocasión de una visita de estudio hecha en 1935 por el Agregado de este Servicio José Chocomeli a los abrigos con pinturas de ·"Mola Remigia", del término de Ares, encontró al pie mismo del cinto de escarpes en que están aquéllas y a unos centenares de pasos a la izquierda de las mismas, un enterramiento prehistórico, ya profanado, que reconocido dió aún el cuchillo y las tres puntas de flecha de sílex que reproducimos en la figura A de la lámina III. El cuchillo, bien cortado, con lomo de tres chaflanes regulares y algo
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curvo, es una pieza bastante perfecta, que mide 120 mm . Y de las puntas de flecha, todas de uniforme perfil ligeramente romboidal estirado, la de
tamaño mayor es de buena piedra y labra, y las restantes de pedernal más basto y talla menos cuidada; no siendo éstos los únicos tipos dados por la sepultura, como veremos.
De la disposición del enterramiento nada puede precisarse, porque, cuando lo encontró Chocomeli, veíase ya sólo el hoyo propio de una rebusca
desordenada, como puede observarse en la figura B de la misma lámina.
Del restante material que pudo hallarse, sólo sabemos que Francisco Porcar y José Chocomeli, en otra visita a "Mola Remigia", vieron algunas
puntas de flecha, de la misma procedencia, pero de pedúnculo y aletas, en poder del masovero de la masada de dicho nombre.
Es de interés anotar que, frente al enterramiento, cerca del mismo y ya bajo la vertiente, existen restos de un despoblado de la misma cultura, del
que el propio masovero tenía una pequeña pieza esferoidal de cobre, que parecía cuenta de collar.
LA SEPULTURA EN CUEVA DE ROCAFORT
Al atardecer el 2 de Julio de 1933 nos enterábamos, por el diario valenciano "Las Provincias", del descubrimiento de una sepultura prehistórica en el cercano pueblo de Rocafort, y de que se re-
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quería al Servicio para que se encargase de su exploración. Supimos luego que también el Alcalde de Rocafort habíase dirigido al señor Presidente
de la Diputación con el mismo objeto; conducta que estimamos digna de aplauso, por lo poco frecuente. En la mañana del siguiente día se hallaba
ya en Rocafort una comisión del Servicio compuesta de los Colaboradores Mariano Jornet y Francisco Porcar, el reconstructor Espí y el Director de aquél. El Secretario y el Alguacil del Ayuntamiento tuvieron la amabilidad de acompañarnos al lugar del enterramiento.
El rocoso altozano en cuya ladera SE. asiéntase Rocafort, remata en estrecha y alargada cima orientada de Norte a Sur, con pronunciadas pendientes por todos aires menos por aquél, ya que en tal sentido se prolonga ampliamente. A lo largo de ella, partiendo de la inmediación del núcleo
antiguo de la población agrupada en la vertiente Mediodía, extiéndese la linda avenida de palacetes llamada entonces de Blasco Ibáñez, y, paralelamente a ella, ya iniciándose la pendiente Oeste, una nueva calle a la que dan las espaldas de los edificios con numeración impar de la avenida, entre ellos las paredes del corral del chalet de don Ricardo Rovira. El terreno montuoso de la loma, que viene a ser casi todo lo que resta sin edificar, llega hasta la calle de Calvo Sotelo (entonces de García Hernández), estrechándola en algunos sitios, especialmente frente a las tapias del corral
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mencionado. Al tratar Francisco Sanchis, propietario de la casa frontera, de desmontar parte de dicha zona para dar a la calle el ancho regular encontró una gruesa losa, de sobre setenta centímetros de diámetro, toscamente redondeada, que cubría un agujero de forma semejante y dimensiones suficientes para permitir el no muy holgado paso a una oquedad descubierta, a la que facilitaban el descenso dos gruesas piedras dispuestas a manera de toscos escalones. El relleno de la sima, que de momento apenas permitía permanecer sentada una persona, se inclinaba fuertemente hacia el NNE., donde una pared de piedra en seco, que alcanzaba hasta la bóveda, cerraba una rinconada avanzando ligeramente en ángulo hacia el centro, sin más finalidad, al parecer, que apoyar el techo muy plano de la cueva. Debajo mismo del agujero de entrada, así corno de un orificio que a modo de respiradero aparecía hacia el extremo S. de la bóveda, se veían sendos montoncitos de tierra muy lavada procedente seguramente de arrastres producidos por filtraciones de las aguas pluviales. Lo único que mereció la atención de los descubridores fué el hallazgo superficial, en el lugar más hondo de la cueva, de la bóveda craneana de que luego hemos de ocuparnos. Tomamos todos estos datos de las referencias hechas por los Sanchis.
No hay que decir que, primero los descubridores de la cueva, luego los convecinos más pró-
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ximos y más tarde hasta las personas que por sus cargos eran llamadas a evitarlo, dedicáronse a ensanchar la entrada, a destruir la pared encontrada
y a revolver el estrato en busca del siempre esperado tesoro, extrayendo y depositando en plena calle, para la mayor comodidad de sus indagaciones, casi la totalidad del depósito de la cueva; y cuando la rebusca resultó infructuosa, o sea a los diez o doce días del descubrimiento, fué cuando
se acudió a requerir la intervención del Servicio.
En casa de los Sanchis, frontera, como queda dicho, al lugar del hallazgo, guardábase lo poco encontrado: bastantes huesos humanos, especialmente de cráneo, y fragmentos de un vaso cerámico en forma de cuenco. De todo ello nos hicimos cargo para el Museo de Prehistoria, por donación de los Sanchis.
Así las cosas, nada cabía hacer si no era la toma de los datos necesarios, y el cribado de las tierras del relleno; primero las de las rinconadas que
pudieran quedar intactas, luego la removida que quedaba en la cueva y últimamente la amontonada en la calle; todo con la premura que imponía el
encontrarse ésta a disposición de los curiosos, y con la prudencia necesaria para evitar que despertase de nuevo en la gente el afán de rebuscas.
Reconocimos, pues, la cueva que por lo dicho, no contenía ya más que algunas bolsadas de tierra rellenando los hoyos del fondo y las rinco-
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nadas extremas, que podían quedar en parte intactas.
De lo último nada pudo saberse con claridad. Sólo al tantear con las manos Salvador Espí la tierra de uno de los rincones para una prueba de
cribado, halló la mayor de las puntas de flecha de que hablaremos. Nada más de importancia dió el interior de la cueva, salvo unos fragmentos de huesos humanos.
Mariano Jornet tomó los datos necesarios para levantar el croquis y trazar las secciones de la sima con suficiente amplitud para que quedara bien fijada su situación con relación a la calle. Véanse plano y proyecciones en la figura 1.ª
También Francisco Porcar tomó las fotos precisas, una de la entrada a la cueva según quedó después de las rebuscas, y otra del interior de la
misma dando idea de su formación y de la disposición de la bóveda, casi del todo plana.
Vaciada la sima de los materiales de relleno que restaban, dejó ver que se trataba de una oquedad natural, aprovechada como enterramiento sin casi modificación ni adaptación alguna debida a la mano del hombre. Es su planta de perfil aproximadamente oval, salvo pronunciada depresión al NO., o sea cerca de la boca de entrada, que se encuentra desviada hacia dicho lado (E del croquis). Miden sus diámetros mayores, el de L. a P. (AB figura 1.ª) 650 cts. y 570 el de N. a S. (CD).
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DIBUJO PLANO
Rocafort.- Calle de Calvo Sotelo
Figura 1.ª
Croquis de la cueva y sus inmediaciones, y secciones de aquella.
(Por Mariano Jornet Perales.)
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La entrada, que parece tuvo forma redondeada al descubrirla, quedó con perfil oval al ensancharla los buscadores de tesoros. El mentado orificio
de la bóveda tenía forma irregular, como debido a la fuerza erosiva de las aguas pluviales en el suelo en pendiente, viniendo a caer cerca del extremo
Sur de la cueva, un poco desviado a Poniente, por lo que no le alcanza la sección NS. del croquis. El vaciado completo de la oquedad mostró un fondo
rocoso extremadamente accidentado e irregular, con pronunciada pendiente al NE., que ya se acusaba con el estrato intacto, lo cual dificulta la fijación de la altura, pudiendo sólo decir que oscila, en el centro, entre 60 y 180 cts.; dándose esta última medida en la rinconada G, es decir, en el sitio por donde se trazó la pared destruída de la que no quedaba el menor rastro. Como se ve en el croquis, la planta de la cueva se prolonga sensiblemente hacia el NE., hasta rebasar la ya mentada pared del corral del chalet del señor Rovira.
Los restos humanos encontrados consistieron en una bóveda craneana y varios otros restos de cráneos; según éstos cabe deducir, a juicio del Dr. D. Antimo Boscá, que fué el primero en estudiarlos, que los enterrados fueron lo menos cuatro, y que entre ellos había dos adultos, un niño y una joven a quien correspondía el cráneo casi completo; todo ello además de algunas porciones de huesos largos. Merece hacerse constar que la
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mencionada bóveda pertenece a un cráneo de mediano tamaño, de huesos delgados extraordinariamente ligeros, la que muestra un pronunciado
aplanamiento en la parte posterior, que alcanza al occipital y porción de los parietales; planteándose la interesante cuestión de si tal deformación es natural o artificialmente producida en vivo, práctica que se creyó ver ya en cráneos eneolíticos franceses, que se conoce en la Edad del Bronce húngara,
y que se cree pasada de Egipto al cercano N. africano (Lebzelter). Se ha encargado del estudio de este cráneo el catedrático de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Barcelona D. Santiago Alcobé.
Pasamos a hacer una ligera enumeración del material encontrado.
Puñal de cobre. Dió esta sepultura el pequeño cuchillo o puñal de lengüeta, cuyo perfil y secciones reproducimos en la figura 2.ª Es esta pieza,
como se ve, de perfil lateral ligeramente reentrante en su hoja, punta bastante roma y lengüeta algo evolucionada. Parece labrado a golpes, en frío.
Mide 108 mm. de largo por 14 de ancho medio y grueso máximo de 3 mm. en la línea de separación de las porciones destinadas a empuñadura y hoja.
No se ha practicado hasta ahora análisis, pero semeja de cobre. Hallóse esta pieza completa, aunque fuertemente oxidada en buena parte del borde; por lo que bastó una pequeña inadvertencia para
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DIBUJO
Figura 2.ª
Perfil y secciones del puñal (t. l.)
(Por E. Plá Ballester).
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que quedara en la forma que se ve en la figura dicha.
Puntas de flechas en sílex. Fueron cinco las puntas de flecha en sílex halladas en el enterramiento, todas ellas con pedúnculo y aletas bien
desarrolladas, cuerpo biconvexo robusto y fuerte, con la misma técnica de obtención y la propia perfección de retoque, constituyendo un lote de interés, del que admira la uniformidad de sus piezas. En la figura 5.ª reproducimos la punta de mayor tamaño, con sus secciones.
Raspador de sílex. También fué encontrado un raspador de sílex, de mediano tamaño y forma aproximadamente triangular, grueso por un lado
en el que conserva parte de la envoltura del nódulo originario, y con fuertes retoques en el borde. El abultamiento dicho y la disposición del borde retocado hacen de cómodo y eficaz uso este útil. Lo reproducimos, con sus secciones, a tamaño natural en la figura 4ª.
Fragmento de lámina de sílex. Se encontró así mismo un fragmento de lámina de sílex melado ligeramente traslúcido, que semeja punta de cuchillo.
Cerámica. Según la referencia que nos hicieran los Sanchis, primeros escudriñadores de la cueva, no vieron entonces más restos cerámicos que los
que guardaban en su poder, y que, junto con otros fragmentos hallados luego, han permitido recons-
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DIBUJO
Figura 3.ª
Cuenco a mano.
(Por E. Plá Ballester).
DIBUJO
Figura 4.ª
Raspador de sílex. (t. l.)
(Por Francisco Jordá).
DIBUJO
Figura 5.ª
Punta de flecha de sílex. (t. l.)
(Por Francisco Jordá).
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truir el cuenco hecho a mano, liso, sin restos de pulido, ni decoración alguna, que reproducimos en la figura 3.ª y que mide sobre 5 cts. de alto por 10 de ancho máximo. Debió ser el único vaso depositado en la cueva, pues no se vió el menor resto de otra pieza.
Perlas de collar. Fueron numerosísimas las cuentas discoidales de materias blancas, tan conocidas en las cuevas coetáneas valencianas, que diera este enterramiento; todas de escaso grueso y taladradas en el centro por el reiterado procedimiento de dobles conos en sentido opuesto. Parecen unas hechas de caliza y otras de gruesas conchas. Pueden calcularse en 2.500 perlas las que se logró recoger enteras.
También del mismo tipo, pero de materias grises y negruzcas, se hallaron sobre 400 enteras y muchas más incompletas. Semejan de algo como
pizarra y suelen ir en el antiguo Reino de Valencia asociadas con las anteriores.
Como hallazgo excepcional en territorios valencianos, podemos dar el de algunas cuentas del repetido tipo discoidal, pero en materia roja indeterminable y de tamaños graduales.
También puede considerarse extraordinario el hallazgo de una cuenta cilíndrica, con taladro longitudinal, al parecer de una piedra blanda rosada
clara, con manchas blanquecinas difusas que en nada recuerdan las aguas de otras piedras conoci-
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das. Mide la encontrada 22 mm. de largo por 6 de grueso.
Colgante de concha. Así mismo dió este enterramiento un colgante constituído por la parte superior de una concha de púrpura (púrpura
hemastoma L.). No es raro este hallazgo en cuevas levantinas.
Restos de lámina de hueso. Halláronse también dos fragmentos pertenecientes, al parecer, a una lámina de hueso estrecha y alargada, que acusan la descomposición producida por las humedades de la cueva; restos que nos hacen pensar en el astil de una de esas piezas que encontramos en otras cuevas valencianas y que hemos denominado alfileres planos.
Colmillo de jabalí. Hallamos uno con la punta truncada y al que le falta además parte de la base. Pudo servir de colgante, lo que hubiera podido
comprobarse de encontrarse taladrada la porción desaparecida.
Nos hemos limitado sólo aquí a dar un avance para el conocimiento de esta sepultura. Su estudio queda hecho en un trabajo aparte, que, con el
título que encabeza este apartado, espera mejor ocasión de ser publicado.
Puede atribuirse la sepultura de Rocafort a lo que se denominó Eneolítico final, y luego estimó Bosch Gimpera como Eneolítico retardado o Bronce inicial.
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ENTERRAMIENTO PREHISTORICO EN CULLERA
En Noviembre de 1938 se inició en Cullera, de cuenta de la Delegación de Asistencia Social de Valencia, la construcción de un refugio contra bombardeos en el edificio de la fundación Bort ("Casa Benéfica para Niñas"). Respaldada la construcción en uno de los bajos contrafuertes de la sierra en cuya falda se asienta la población, inicióse la obra con la apertura de una galería que desde las espaldas del edificio y a nivel de su suelo penetraba en la montaña. Apenas iniciada la perforación, dióse en una oquedad rellena de grandes y medianas piedras procedentes de remotos desprendimientos, y de materiales de arrastre traídos principalmente por antiguas corrientes de agua
que fueron penetrando por la entrada natural de la sima, la que veíase en lo alto cerrada por pedruscos ya casi totalmente cementados.
Los obreros fueron cortando el relleno en una casi total obscuridad y vaciando los materiales, que se transportaban a puntos diversos. Hasta que
los trabajos llegaron a la parte alta y descubrióse un puñal de bronce, nada se había visto que anunciase un enterramiento prehistórico. Sólo entonces observóse que restaban en el lugar unos pocos huesos humanos y una piedra de las supuestas de afilar con taladros en los extremos.
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Pocos días después D. Luis Sánchez Cuesta, Delegado de Asistencia Social, regalaba al Museo de Prehistoria los objetos encontrados y nos ofrecía medio de que el S.I.P. se trasladara a Cullera y pudiera hacer el estudio de lo que restase del enterramiento, para lo que había ordenado se suspendieran los trabajos en la parte alta de la sima. Fué éste uno de los pocos casos en que, persona constituída en autoridad o técnico a su órdenes, durante el período revolucionario, se tomara la molestia de adoptar elementales medidas para evitar la destrucción y pérdida de los muchos restos arqueológicos encontrados con motivo de los extraordinarios trabajos de remoción del suelo que la construcción de fortificaciones y refugios ocasionaban.
El Director del Servicio, con el capataz Espí, hizo el reconocimiento del lugar de la sepultura. Nada más pudo hallarse que viniera a completar el conocimiento de la misma, no obstante hacerse un detenido examen de la oquedad, y Espí revolver las tierras procedentes del relleno, en los diversos sitios donde se fueron transportando, y controlarse todos los trabajos subsiguientes a nuestra visita.
A decir de los obreros, los restos humanos y los objetos que les acompañaban debieran estar al lado de una gran piedra, en la parte alta del relleno y aproximadamente debajo del primitivo agu-
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jero de entrada. Así se explica que, por las aun frecuentes filtraciones de agua, se descompusiesen los restos esqueléticos hasta apenas ser notados.
Del material encontrado, damos los perfiles en las adjuntas figuras 6.ª y 7.&.
El puñal es de hoja alargada, bordes rectos, punta bien aguzada, lengüeta destacada mediante amplias escotaduras laterales practicadas en la porción triangular truncada destinada a enmangadura y hoja de tres mesas en ambas caras, con el chaflán central en ángulo estrecho y muy agudo, cuyas líneas se van desvaneciendo en el vértice. Mide 160 mm. de largo por 35 de ancho en la base de la hoja y 3 de grueso máximo. No se ha practicado análisis, pero parece de bronce. Produce esta pieza la impresión de algo muy evolucionado y perfecto.
La piedra de afilar no es de menos interés por constituir un tipo casi del todo desconocido en el antiguo Reino de Valencia. Trátase de una loseta
de arenisca, de superficie ligeramente cóncavo-convexa, perfil aproximadamente rectangular con ángulos redondeados y lados en suave curva reentrante, que lleva sendos taladros en los extremos. Tipos de perfil semejante, con uno o varios agujeros en los extremos, se dan frecuentemente en las estaciones del avanzado período argárico, como es sabido. Mide esta pieza 135 mm. de largo, por 40 de ancho, y sobre 6'5 de grueso en el centro.
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DIBUJO
Figura 6.ª
Puñal de bronce (2/3).
(Por José Alcácer)
DIBUJO
Figura 7.ª
Afilador (2/3).
(Por José Alcácer)
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Es éste un enterramiento de interés, por lo que escasean los de su clase en tierras valencianas. Por ello le dedicamos un trabajo aparte, que está para
publicarse.
LAS EXCAVACIONES EN SAN MIGUEL DE LIRIA
La extraordinaria importancia de estas excavaciones nos induce ahora, como en la Memoria precedente, a hacer de ellas la referencia amplia que
su interés requiere y el avance de estudio de las cerámicas con escenas humanas, de San Miguel, aunque se desequilibre así un poco el proporcionado desarrollo de las diversas materias que el presente trabajo ha de comprender.
Por motivos bien manifiestos no pudieron efectuarse en San Miguel de Liria más excavaciones, durante el período a que se refiere esta Memoria, que las de las campañas de Julio de 1935 y 1936. Se realizaron bajo la Dirección de la del Servicio y del Subdirector del mismo Luis Pericot, venido para ello de Barcelona, a cuya Universidad había sido ya destinado, ayudados en las de 1935 por el Agregado Domingo Fletcher, a quien, siguiendo el plan de que los elementos jóvenes del S.I.P. adquirieran práctica en esta clase de intervenciones, se encargó de llevar el diario, haciéndolo con evidente acierto, sustituyéndole al final de la campaña el Colaborador Mariano Jornet;
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en los trabajos de 1936, no pudiendo asistir el Agregado Julián San-Valero, que debía desempeñar aquella función, fué suplido por el señor Porcar.
Las autoridades de Liria, muy especialmente la Alcaldía, tuvieron con la Comisión de excavaciones, durante estas campañas, toda clase de atenciones, y prestáronle las ayudas que les fueron pedidas, por lo que hemos de hacer constar aquí nuestro agradecimiento. Y nada hay que decir de la acogida cariñosa que el S.I.P. encontró estos años, como en los anteriores, en casa del Colaborador Francisco Porcar.
Habiéndose efectuado en el cerro de San Miguel, en los años 1933 y 1934, más que excavaciones, ligeras aunque bien afortunadas catas exploratorias, necesariamente dispersas, al decidir la excavación del despoblado escogimos un amplio espacio capaz de enlazar todas aquéllas, coincidente en su mayor parte con una zona yerma, que en la rauda vertiente del cerro llaneaba ligeramente, y se extendía por debajo y al SE. del gran margen de piedra sostén de un largo campo de formación reciente, y de una serie de grandes pedruscos y de escarpes que cortaban transversalmente la loma, y quedaba limitada a los lados (al NE. y SO.) por rápidas pendientes a sendas hondonadas ocupadas por algarrobales, y por casi todas partes rodeada por gran número de bancales,
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antiguos y recientes, con extensos márgenes construídos a expensas de las ruínas, y cruzada transversalmente por estrechas y espaciadas tablas de
cultivo, plantadas de raquíticos algarrobos. Creyendo que tal terreno era propio del Municipio de Liria, a él acudimos en solicitud de su autorización
para excavarlo, que nos fué concedida sin dilación; pero ya empezados los trabajos nos enteramos de que se trataba de una propiedad de la Sra. Viuda de Nadal, de Benisanó, de la que obtuvimos permiso para proceder en él como las necesidades de la excavación lo exigiesen; por lo que queda el Servicio obligado a dicha señora, y hace aquí resaltar conducta tan ejemplar como poco frecuente.
En la campaña de 1935 descubriéronse los departamentos números 16 a 29, y en la de 1936 hasta el número 46; bien entendido que tal numeración,
dada provisionalmente y para facilitar la referencia en los diarios de excavaciones a espacios que semejan habitaciones, no siempre merecen tal denominación; pues unas veces resultan luego incompletas o dudosas, y, otras, construcciones dedicadas a fines diversos, como a pasillos o desagües de las pluviales recogidas en las zonas altas del cerro.
Las construcciones, aunque generalmente de piedra y barro en la parte inferior de las paredes, a modo de zócalo, como dijimos en la precedente
Memoria, debieron ser en algunos casos de la mis-
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ma técnica que las que descubrimos en "Covalta" y "La Bastida de les Alcuses", o sea rematándose la alzada con adobes, incluso en las del fondo de
departamentos empotradas en la vertiente, donde servían para contención de tierras. Como se vió también en los despoblados mencionados, los compartimientos tienden generalmente a formas rectangulares, adaptándose otras veces a las que les permiten las condiciones del terreno; y se agrupan
diversas piezas para constituir una vivienda, aquí como allí imprecisable en muchas ocasiones.
También siguieron en estos años apareciendo en algunas habitaciones los ya conocidos poyos de piedra y barro, arrimados a las paredes; más frecuentemente a las del fondo, metidas en la pendiente, soliendo servir, como queda dicho, para sustentación de las tierras, actuando entonces el
poyo de estribo que las refuerce. En San Miguel, más claramente que en Covalta y La Bastida, se ve que tales poyos hicieron generalmente de vasar,
pues varias veces han sido halladas buen número de vasijas, de todos tamaños, aplastadas por los derrumbamientos sobre los mismos poyos o rodadas al pie de ellos, habiendo podido fotografiarse una de aquéllas tumbada normalmente.
Alguna vez, como en La Bastida, se descubrieron los molinos domésticos en su lugar y en posición normal sus piezas, y en otras con la piedra
móvil caída al lado.
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No obstante las extensas excavaciones realizadas estos años, no ha podido precisarse la disposición de las construcciones en las calles y sobre terrazas; aunque siga sospechándose así por la disposición del terreno y por la existencia de escaleras.
Tampoco suelen hallarse, si no es excepcionalmente, las puertas de comunicación entre departamentos diversos; y más raramente las de entrada
a las casas.
Una impresión clara sacada de estas excavaciones es la de que las ruínas de San Miguel sufrieron no sólo el saqueo coincidente con el asalto a la población (como vimos también de modo clarísimo en Covalta y La Bastida), sino reiteradas rebuscas en épocas inmediatas a aquél y parece que también en tiempos bastante posteriores. Las excavaciones de los nombrados despoblados ibéricos serranos, fueron extraordinariamente ricas y fecundas en bronces, hierros, plomos, huesos labrados y vasos cerámicos: todo ello había quedado in situ. No así en San Miguel, donde sólo restan las vasijas aplastadas o rotas, o entero algún pequeño vasito de valor ínfimo, insuficiente para compensar el esfuerzo de las rebuscas. Todo lo demás aprovechable, de algún valor, ha desaparecido; sin que valga invocar, para justificar el hecho, las fuertes condiciones oxidantes del suelo en San Miguel, particularidad que sólo contribuiría al peor
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estado de conservación de los metales. La destrucción, apreciable en la mayor parte de las construcciones, y el hecho de que los tiestos de algunos vasos grandes aparezcan repartidos en compartimentos colindantes, dan idea de lo revuelto que ha sido el estrato. Nada de estratificación capaz de indicar
momentos distintos de la vida del despoblado se ha dado hasta ahora. En el relleno de las habitaciones aparece en general la siguiente estratificación normal, después del abandono: capa mantillosa con piedras y tiestos rodados: otra amplia zona de tierra rojizo-amarillenta que parece proceder de adobes descompuestos o de enlucidos de barro: una tercera semejante, pero que suele tomar un tono grisáceo y algunas veces contiene en el fondo mancha más o menos intensa de cenizas, estrato este último que suele ser fecundo. Tal estratificación coincide, fundamentalmente, con la que encontramos en los despoblados montañeros de Covalta y La Bastida (1), y es la que se irá encontrando, probablemente, en otros semejantes.
No se han descubierto hasta ahora, como en los despoblados aludidos, habitaciones enlosadas, aunque sí restos de ensolados de barro.
Ya hemos dicho que, aparte vajilla ibérica, son escasos los hallazgos arqueológicos en el cerro de
(1) l. Ballester y L. Pericot: "La Bastida de les Alcuses"; en "Archivo de Prehistoria Levantina.-Anuario del S.I.P.".- Vol.I, págs. 183-5.-Valencia, 1928.
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San Miguel. Haremos una ligera enumeración de lo hallado.
De hierro, y siempre en pésimas condiciones de conservación, se descubrieron en estas campañas, entre unos pocos hierros informes, algunas
lanzas, hojas de jabalina, fragmentos de láminas que parecen de hojas de espadas, trozo de sierra, anillas, clavos, y alguna otra cosa de escasa monta.
De bronce algunas pocas fíbulas y fragmentos, dos de aquéllas de cola revertida; placa pasiva rectangular de agrafe; dos hebillas y varias anillitas. De plomo una pequeña masa esferoidal, fragmento de lámina y algún otro pequeño resto.
De piedra, aparte las molederas corrientes en estos despoblados, algunas piedras con un hoyo dispuestas para goznes; otra que semeja pesa de telar o contrapeso; afiladores, uno de gran tamaño y excepcionalmente perfecto, dispuesto para ser enmangado. Trozos de adobes, restos de yeso, improntas de troncos; todo escaso; y carbón, abundante, alguna vez suelto y en forma de rollizo otras.
La vajilla ibérica es lo único abundante en San Miguel, aunque no tanto como en los despoblados serranos mentados, y más destrozada generalmente que en La Bastida. Por su decoración pintada puede separarse en los dos corrientes grupos de cerámica de ornamentación pobre o geométrica, y de decoración variada con temas vegetales zoo-
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morfos e incluso escenas humanas, motivos frecuentemente combinados entre sí y acompañados algunas veces de aquéllos, aunque como temas secundarios. Las formas predominantes son: las de platos, embudos, tapaderas, morteros con sus manos de mango acodado, y soportes; vasijas en forma de oinochoe, "sombreros de copa", y otras semejantes de borde curvo; grandes tinajas esferoides, y otras más o menos cilíndricas y apuntadas en la base; una típica forma de grande y mediano vaso de cuerpo esferoidal, de sobre dos tercios a tres cuartos de esfera, con borde revertido hacia afuera y estrecho pie que se levanta ligeramente, tipo que un poco arbitrariamente venimos denominando gran copa de pie bajo, y que suele aparecer con excepcionales ornamentaciones pintadas; pequeños cálices generalmente sin decoración, que, de perfil más o menos correcto, abundan en todos los despoblados ibéricos valencianos y llegan a la invasión romana cuando menos; y otra serie de formas con boca estrecha y cuerpo troncocónico, alguna vez invertido, y otros de vientre abombado, tipos todos éstos que generalmente se dan en piezas de pequeño o mediano tamaño.
De cerámicas de importación hay que indicar un fondo de copa griega de figuras rojas (única muestra hallada); y una pequeña crátera y algunos
platos y fragmentados fondos de otros, todos cam-
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panienses, unos de buena época, iguales a los de Covalta y La Bastida, y otros que semejan imitaciones; y un cuello de ánfora romana de baja época, fragmento único visto en San Miguel, donde no hemos encontrado tiesto alguno de sigillata, que se da bastante en la parte baja de la Liria actual.
Entre otros objetos cerámicos hay que citar: la parte inferior de la pata de una probable estatuíta de caballo; pesas de telar y fusayolas esporádicas, casi todas de forma cónica rematada en esferita.
Interesantes y alguna vez extensos letreros ibéricos han aparecido en cerámicas obtenidas en estas excavaciones, de las que, por quedar reseñadas en el Corpus que insertamos luego (núms. 20 al 40), no nos ocupamos en este lugar.
De un lamentable contratiempo hemos de dar cuenta a propósito del material cerámico obtenido en las excavaciones de 1936. Acabadas éstas a mediados de Julio y almacenadas las cajas de tiestos, como otros años, en el domicilio de D. Francisco Porcar, que por las condiciones de amplitud de sus
dependencias y la contigüidad a una gran acequia reúne inmejorables condiciones para efectuar tras de las excavaciones un primer lavado y clasificación del material, y desde donde lo aprovechable se traslada al Laboratorio del Servicio para terminar su limpieza y ordenación, ya comenzados tales
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trabajos advino la revolución, que a los pocos días tomaba el cariz destructor y sangriento que la caracterizó, teniendo que suspenderse aquéllos y disponer precipitadamente el reconstructor señor Espí, con los obreros prácticos en estas operaciones José M.ª Montañana y Rafael Morrió, el traslado del material ya limpio y lo más interesante de lo por lavar; quedando en "Ca Porcar" gran número de cajas a la espera de poder terminar la limpieza. Poco tiempo después ocupaban el edificio las tropas rojas, que no encontraron medio más cómodo de proveerse de combustible para sus necesidades
que echar mano a las cajas de madera guardadas, desparramando su contenido por el huerto de la casa, con la consiguiente pérdida de las fichas que contenían y de las indicaciones de procedencia que llevaban los envases. De las dificultades creadas con el desorden así producido, no hemos de hablar. Gran parte del material cerámico quedado en "Ca Porcar" se hizo así inaprovechable, habiendo sido gran fortuna que lo más interesante se trasladara prontamente al Museo y se salvara así de su inutilización.
El período rojo no fué ciertamente muy favorable a la conservación de las ruínas puestas a luz por las excavaciones. A los inconvenientes propios de la contigüidad de un importante núcleo urbano que atrayendo la curiosidad de las gentes, incítalas a sus rebuscas y despierta los apetitos de chamarile-
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ros mejor o peor disfrazados de aficionados, sabido es que hay que agregar en San Miguel la labor destructiva del paso diario, cuando no pasturación, de varios pequeños ganados de cabrío regidos por chicos, y la de los cazadores de conejos en lugar de tan fácil acceso; todo ello agravado por la general indisciplina de los tiempos y por la seguida estancia de guarnición en el contiguo castillo durante los años de guerra, con el consiguiente ambular por aquellas laderas de los soldados desocupados. Así, al volver a San Miguel, llegado que fué el momento liberador, eran bien manifiestos en las ruínas los daños causados por la mano del hombre.
Agréguense a todo esto los efectos de los fuertes temporales sufridos en esos años, que si en tiempos normales son dañosos en aquella ladera rauda por donde se precipitan las aguas recogidas en la parte alta del cerro, muy especialmente en la submeseta del SE. del castillo (posible albacar), hasta el
punto de que las excavaciones dan indicios de haberlas ya querido evitar en tiempos ibéricos, guiándolas adecuadamente, no hay que decir sus efectos en períodos de fuertes y repetidas lluvias, y en tiempos en que no había medio de acudir a repararlos o aminorarlos. La serie de departamentos núms. 41 a 46, que apoyaban sus fondos en la base de un escarpe compuesto de grandes pedruscos por donde cayeron a plomo las aguas, fueron los que más sufrieron al rodar las grandes piedras de la
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base, a las que se les restara cimentación al excavar aquéllos. Si la elemental técnica de las construcciones ibéricas las hace en general tan débiles, piénsese en el efecto de las fuertes aguas pluviales en las paredes de piedra y barro, cuando no de adobes, que sirvieron de sostén de tierras en el fondo de las habitaciones ibéricas excavadas en parte, como se ha dicho, en la ladera y empotradas en ella.
LAS CERAMICAS DE SAN MIGUEL, CON DECORACION ANTROPOMORFA
Continuando en esta Memoria la labor que iniciamos en la precedente, seguimos publicando ahora los vasos de San Miguel ornadas con escenas
humanas. La importancia arqueológica y etnográfica de esta serie nos obliga a darla a conocer lo antes posible.
Fragmentos varios.
Interesando que sean conocidos también aquellos fragmentos guardados hace tiempo en el Museo, en inútil espera de que pudieran descubrirse otros tiestos de las mismas piezas, comenzamos su publicación en esta Memoria.
Fragmento de oinochoe.- Damos en la figura A de la lámina IV.ª un bello fragmento de oinochoe
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de boca trilobulada, que comprende algo más de la mitad lateral del cuello y parte del vientre del vaso. Un pequeño bordón, sobre el que corre una de las habituales cintas pintadas, separa la panza y el cuello propiamente dicho y divide así las dos zonas de decoración, que va sentada directamente sobre la rojiza cerámica. En lo alto del cuello y sobre la parte externa correspondiente del lóbulo central, se representa un ojo mediante grueso punto comprendido entre dos series de líneas paralelas y zonas rayadas en espina, con inflexiones centrales opuestas. Ocupa el resto del espacio una densa decoración de relleno, con temas tan conocidos como las series verticales de postas, el tan frecuente trilobulado de estilización floral, alguna hoja de yedra perfilada por líneas nacidas de su propio tallo y que acaban bifurcándose en rizos desarrollados en sentido opuesto, llevando en las axilas de los tallos yemas o botones, detalle éste no muy acusado en las cerámicas lirianas. Más interesante es la ornamentación que muestra el pequeño trozo del vientre del vaso, consistente en apretado grupo de tres cabezas de damas ibéricas, restos de una bella composición en que debió figurar una teoría de ellas, puestas de perfil, como es corriente en estas decoraciones. Indícanse los ojos por círculos punteados, y, excepcionalmente, dibújanse las cejas mediante finas líneas de amplia ondulación. Cúbrense, como la casi totalidad de figuras femeniles
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de San Miguel, con un tocado a modo de pequeña mitra de perfil puntiagudo, muy echada atrás (1), tipo bien distinto del alto y vertical tocado que lleva la flautista del vaso de la danza guerrera que describiremos luego, forma vista también en las estatuas del Cerro de los Santos y en exvotos femeniles de los santuarios andaluces y murciano, coexistiendo ambos tipos en el valenciano de la Serreta. Es una particularidad digna de notarse la de que, en el tocado de las damas del oinochoe, como en el de la auletrís mentada, se ven unos espacios reservados en el claro tono de la cerámica, como indicando calados de algunas de las partes de aquella cobertura de cabeza de las damas ibéricas a que aludiera Estrabón. Del resto de la indumentaria de tales figuras nada puede deducirse del fragmento, si no es que usaron vestiduras de alto cuello, como deja ver la figura central del grupo.
De qué composición formaron parte estas mujeres nada puede conjeturarse; pero la gran contigüidad de las figuras nos hace excluir la posibilidad de que se trate de un fragmento de danza. Más posible es que se representara una procesión.
Como se ve, pertenece este fragmento al tipo de cerámica ibérica con decoración rica y profusa, aunque no muy cuidada; manera bien dife-
(1) I. Ballester Tormo: "La labor del S.I.P. y su Museo en el pasado año 1934".-Memoria elevada a la Diputación Valencia. 1935. Láms. V.ª , A, y VIII.ª, A.
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rente, como iremos viendo, de otra coetánea, de que habremos de hablar, también de decoración zoomorfa y antropomorfa, en la que total o casi
totalmente se excluyen los motivos ornamentales de relleno.
Encontróse este fragmento en las excavaciones de 1935, en un espacio alargado y estrecho que separaba los departamentos 13, 12 y 24 de un
lado y 27, 26 y 22 de otro, el que por estimarse habitación señalóse con el núm. 25, y que más adelante vióse que no era sino un a modo de desaguador donde se recogían y guiaban las aguas pluviales de la zona más alta del despoblado; espacio relleno de tierras de arrastre y tiestos esporádicos, entre los que, por más cuidado que se puso, sólo pudo hallarse del oinochoe su larga asa casi completa.
El fragmento del flautista.- Es éste un pequeño tiesto de vaso de forma indeterminable, cuya decoración damos en la figura B de la lámina IV.ª. Sobre un engobe blanco amarillento se destaca bien, en tono obscuro achocolatado, la ornamentación siguiente. En la parte superior un grupo de cintas, y el amplio espacio quedado entre las dos inferiores, más distanciadas, constituye un friso dividido en rectángulos iguales decorados con series opuestas de ángulos inscritos; composición muy decorativa dentro de su geométrica simplicidad y nueva en San Miguel. De la escena que fué
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ornato principal del vaso sólo resta el busto de un tañedor de flauta doble, tras el que debió continuar la composición, pues se percibe luego la borrosa cabeza de otra figura cortada por la rotura. El espacio libre ocúpanlo una rosácea multipétala, el tenido por signo del rayo y algún otro conocido. De tales restos de decoración humana imposible es deducir la escena a que pertenecieron; pero la disposición del flautista, seguido de otra figura, hace pensar en la posibilidad de una nueva escena de danza.
Descubrióse este fragmento en las excavaciones de 1935.
El tiesto del jinete barbado.- Es éste un fragmento perteneciente a un vaso de forma indeterminable y rica decoración, de la que sólo es posible ver, en lo poco que queda de la zona alta, algunos restos de decoración vegetal, en el friso inferior, en el que se desarrolló la composición principal, la figura incompleta de un jinete en actitud de lanzar un dardo esquemáticamente trazado. El ojo del jinete se representó, como en las figuras del fragmento de oinochoe, por un círculo punteado en el centro. Cúbrese aquél con casco bajo, del que se destaca ligera cresta, y luce amplias barbas, ornato masculino excepcional en las decoraciones ibéricas, del que con referencia principal a San Miguel nos ocupamos en corta nota para publicar, en "Ampurias". El cuello del caballo aparece rica-
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mente ornado con superpuestas series curvas de postas y claros punteados. Damos el calco de este fragmento en la figura B de la lámina V.ª
Procede tal tiesto de las excavaciones de 1935.
El vaso de los ciervos estilizados.
Trátase de un vaso completo, salvo unos insignificantes fragmentos perdidos, de los llamados sombreros de copa, descubierto en el departamento n.º 16, en las excavaciones de 1935. Mide 86 mm. de alto por 115 de ancho medio. En las figuras A y A' de la lámina V.ª damos el fotograbado del vaso y el desarrollo de su ornamentación.
Entre dos grupos de cintas pintadas, uno cercano al borde y el otro inmediato a la base, se desarrolla la única escena que llena el amplio friso,
reproduciendo una cacería de reses. Tras unos elementales trazos ramiformes, aparece superpuesta la silueta de un ciervo a la de un cazador en pie,
entremezclándose y confundiéndose ambas de tal modo que se imposibilita el examen aislado de las figuras. Parece como si el cazador, asiendo por los
cuernos al animal, se dispusiera a herirle con un dardo. En el espacio inmediato, donde un rozado en el vaso borró casi la decoración, se vislumbra
la cabeza y cuerpo de otro cazador del que son claramente perceptibles parte de las piernas y brazos, el que empuñando en una mano la falcata
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trata de rematar con el dardo que lleva en la otra a un ciervo herido ya de un lanzazo. Más trazos ramiformes separan la res herida de otra que parece huir y cuya clasificación es difícil, siendo manifiesto que no lleva, corno las anteriores, ramosos cuernos ni pezuñas hendidas. En cambio muestra,
sobresaliendo exageradamente del espinazo, unos trazos paralelos que parecen corresponderse con otros curvos destacados en una zona reservada en claro y hacen pensar si se quiso representar costillas y vértebras; particularidad observada en otros vasos de San Miguel, de que hablaremos luego.
De las figuras humanas la que aparece en segundo término no permite observación alguna por lo borrosa, y la primera en su extremada tosquedad sólo deja ver el tocado, con algo como boina, y el modo elemental de representar la cara, de frente (cosa excepcional) mediante un espacio reservado en claro, con dos puntos por ojos.
Los dardos manejados por los cazadores son de punta con aletas, y en cambio es foliácea la del que atraviesa el ciervo. La sumaria forma de la falcata no consiente observación alguna.
La estilización de las reses es tal que en los indudablemente cérvidos se llega a una forma absolutamente convencional en la reproducción de los
cuernos, y la de la boca en una elemental forma bífida. Pero la máxima estilización puede observarse en la cabeza del animal descrito en último
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término, cuyo belfo transfórmase en recurvado tallo vegetal.
El espacio sobrante del friso, tras desarrollarse la escena descrita, complétase con reticulado, serie vertical de postas reseguidas de puntos y un ajedrezado, también con lo blancos punteados; motivos todos ejecutados con manifiesta inhabilidad.
Lo más importante de este vaso es la inscripción ibérica que lleva. En el espacio libre que queda sobre el cuadrúpedo no clasificable, van escritos, en linea, los signos s, a, gu, claros en buena parte aquél y éste, y legible, aunque con dificultad, el segundo. Junto al pecho del animal aparece el ds, y ante él, más abajo, los ti y ko. Las interesantes deducciones sacadas por Pío Beltrán de la lectura sagu-ds-tiko, letrero de este vaso descubierto en los aledaños de Sagunto, quedan por él expuestas en un trabajo que estará ya publicado o para publicarse por el S.l.P. cuando salga a luz la presente Memoria.
La decoración, siluetada, en campo limpio de ornamentación de relleno, pues los trazos ramiformes, más que ornamentales parecen tener la finalidad de ambientar el paisaje montuoso en que se desenvuelve la escena de caza, pertenece a una manera decorativa ya conocida en San Miguel, como opuesta a la floral exuberante.
Es este pequeño vaso uno de los de decoración más ruda entre los de tal despoblado.
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Fragmentos del vaso del hombre de la sítula.
En las excavaciones de Julio de 1936, y en el departamento 14, se descubrieron, entre las cenizas de una intensa hoguera (tal vez incendio de
la ciudad), los tiestos de un vaso de buen tamaño, de los en forma de gran copa de pie bajo, frecuente en San Miguel; restos tan afectados por el fuego
que han sido en su mayoría inaprovechables. Un paciente trabajo de laboratorío logró obtener de aquel montón de cerámica, casi calcinada, los tiestos que, en parte reconstruídos, se ven en la lámina VI.ª. La recocción sufrida les ha dado un tono gris tostado, y a la decoración pintada un color
vinoso que la destaca poco.
Como se ve en el mayor de los fragmentos (B), la composición principal de la ornamentación la constituyó una escena de danza, que debió ser semejante en la disposición de las figuras a la ya conocida por publicada en nuestra Memoria relativa a 1924 (1). Series de bailadores de ambos sexos van danzando en fila, cogidos de las manos, los varones delante y las mujeres detrás, al son de unos instrumentos. El fragmento sólo muestra, y no muy completas, las figuras de tres bailadoras y de uno de los bailarines que las precedían. Tam-
(1) I. Ballester: Ibid, pág. 37, lám. VIII, A, A'.
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bién en un tiesto aparte (C) aparece, andando como aquéllos de izquierda a derecha, un músico que tañe un gran instrumento de viento, que se curva engrosándose, y fué probablemente semejante a otro de que nos ocuparemos al hablar del vaso de la danza guerrera y a uno entrevisto sólo, a causa de rotura, en el vaso con danza ya dado a conocer. Esta figura da por supuesta la existencia, en la composición, de una tañedora de aulós sencillo o doble; porque la melodía para el baile debió llevarla este instrumento, no el que tañía el músico del fragmento aparte, que sólo pudo ser adecuado, por su indudable sonido grave, para acompañar a aquél; como se vislumbró ya en una de las composiciones del oinochoe publicado en la anterior Memoria (lám. VII.ª) y se ve en la de la danza guerrera dada a conocer ahora.
La reiteración del tema decorativo de la danza con series bisexuales de bailadores formados en fila, acompañados de músicos, hace pensar cuán
en auge debió estar en tiempos ibéricos esta modalidad de baile. Danzas semejantes son conocidas entre las numerosas de Grecia, y parecidas perduran aún en algunos puntos de la cuenca mediterránea. No conocemos representaciones gráficas, en cerámicas griegas, de danzas con bailadores dispuestos al estilo de las ibéricas bisexuales, pero sí algunas que las recuerdan. Como antecedente remoto de agrupación coreográfica en series de sexos
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diversos, puede citarse la escena del cuello del jarro de Analatos, del Museo Nacional de Atenas, perteneciente a la iniciación del período orientalizante, en el que dos grupos de danzantes de sexo distinto, uno frente a otro, se enlazan por las manos los de cada grupo, de las que surgen a manera de palmas; y de las agrupaciones con alternación de sexos, la viva danza reproducida en el oinochoe italo-geométrico de procedencia etrusca, del Museo Británico, donde dos hembras entre tres varones bailan cogidos de las manos; y más acá la del
vaso "François" (Museo de Florencia), si por su solemnidad no pareciera más que danza una procesión (1).
La figura que aparece a la izquierda en el fragmento B, y la que se ve en el A, son restos de otra composición que debió consistir en una serie de jinetes que, al correr de sus caballos, se representan en actitud de lanzar o haber lanzado sus dardos, sin que se vea el objeto perseguido en la carrera. Los caballos se trazaron en silueta, salvo las cabezas, reservadas en claro, así como una zona en la parte inferior del cuello, que se decora en sus límites, con líneas onduladas; y llevan campanilla del tipo habitual en San Miguel y frontal discoidal. Es evidente que el fragmento A, debió estar a la izquierda del B. Esta carrera de jinetes,
(1) Ducati: Storia della Ceramica Greca; figuras 104 y 105, 116 y 117 y 183.
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sin justificación representada, nos inclina a creer que, como algunas otras, fué composición secundaria destinada a completar el decorado en el resto de la zona quedada sobrante tras de la escena principal. El mismo objeto debió tener la escena que, incompleta, se deja ver en el fragmento D. Un individuo sentado, del que sólo son perceptibles las piernas, una mano y parte de la cara, parece gesticular frente a otro que lleva colgando del brazo algo que por su aparente ingravidez nos pareció una cesta de asa doble, alto pie y forma esferoidal truncada; pero que en realidad no es sino una sítula (según García Bellido, tarentina y del siglo III). No puede precisarse a qué lugar del friso corresponde el tiesto que soporta esta fragmentada composición, que no cabe enlazar con el final de la cabalgada, ni tiene conexión con la composición de la danza.
En esta danza logró el decorador dar a las bailarinas la impresión de movilidad relativa, que no se obtuviera en la composición similar ya conocida; acudiendo para ello al recurso de hacerlas andar de puntillas, modo observado en otros vasos, en los que pudo tener la misma significación. En cambio acertó, imprimiendo adecuado movimiento de marcha a la figura del músico.
Pocas novedades son de notar en la indumentaria de las figuras de este vaso. En los varones se ven iguales calzones, el mismo largo jubón con
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mangas, sostenido en lo alto por los propios tirantes cruzados y con la misma excepción (v. el músico) de sustituirlos por dos bandas en ángulo, detalle ya observado en el vaso de los jinetes desmontados (1) y ya también visto en exvotos andaluces y murcianos.
Ni los jinetes ni el instrumentista se cubren con cascos, pero sí lo lleva el danzante.
Las bailarinas visten trajes sin mangas, con faldas ligeramente acampanadas que alguna vez terminan en volante o cenefa, como en la otra composición similar de referencia, tipo visto en cerámicas arcaicas (2), decorados en nuestros casos con alguna cenefa ajedrezada. Ornato éste mostrado también en la parte alta del pecho de la primera de aquéllas, que, por ser la única que además luce gran número de brazaletes, nos hace recordar lo que expusimos en la Memoria anterior sobre la posibilidad de que el orden de la danza se estableciera por jerarquías. Se cubren todas con el tocado puntiagudo, de escasa altura y echado atrás, que, como hemos dicho, es el más general en las decoraciones de San Miguel. Una particularidad ha de
notarse, y es que dos de las bailarinas muestran un doble largo cordón que pende de la cintura y
(1) I. Ballester: Ibid, lám. VIII, B.
(2) Corpus Vasorum Antiquorum.- Francia 7, Bibl. Nat. 1; láms. 15 y 16: skyphos de estilo corintio con una danza. Y Brit. Mus. II, C, c, lám. 8: vaso chipriota de la Media Edad del Hierro.
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termina en sendas borlas, lo que pudiera ser colgante de cíngulo si de él hubiese indicación, que no la hay, en las figuras. Se recordará que de ello
ya existe antecedente en la figura de la flautista del vaso de la danza primeramente publicado.
En cuanto a las armas, aparte la jabalina de punta acorazonada bien trazada que empuña un jinete, sólo es de mencionarse la falcata que cuelga
de la cintura del bailarín único; siendo de observar la forma incorrecta, si no es excepcional, de la empuñadura, y el modo de llevarla colgada, de cuya sujeción hay indicación borrosa, siendo bien distinta de la que veremos en el vaso de la danza guerrera, y del bien conocido en la plástica ibérica, de la que pudiéramos citar como ejemplo el jinete exvoto de "La Bastida de les Alcuses" (1).
El vaso, por la frondosidad, aunque no exagerada, de su decoración de relleno, hay que situarlo en el nutrido grupo de piezas pertenecientes a la
manera denominada rica. Además de los motivos más corrientes, como hojas de yedra, SS, rosáceas, esquemas de signos del rayo, todo tratado ligeramente, abundan los típicos motivos trilobulados, entre ellos uno más complejo que los ordinariamente vistos. Un solo tema decorativo puede señalarse como original, y es el signo de triple cola curvada
(1) "La labor del S.I.P. y su Museo en el pasado año 1931". Memoria de la Dirección, lám. V-1.- Valencia, 1932.
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cuyo extremo acaba en punta de flecha, que puede observarse en la parte alta del lado izquierdo del fragmento B, y sobre el que se repintaron unas SS
de relleno y parte de la figura del jinete.
Sobre el jinete dicho y hasta sobre la última de las danzantes, corre una larga inscripción truncada, que es la que lleva en el Corpus el número XVIII y que lo mismo puede referirse a la cabalgada que a la danza representada.
El vaso del caballo espantado.
Afecta este vaso la forma de tinaja, tan repetida en San Miguel, pero en este caso más apuntada en la base que las demás conocidas. Aunque no son
muchos los fragmentos hallados, sí fueron los suficientes para la reconstrucción de buena parte de la pieza, salvo el fondo que fué rehecho aproximadamente. Mide este vaso, que se reproduce en la figura A de la lámina VII, sobre 46 cmts. de altura, por 45 de diámetro máximo en el vientre; y descubriéronse sus tiestos en el departamento n.º 20, en las excavaciones de 1935.
La decoración estuvo contenida en un amplio friso, que, desde cerca del borde hasta medio vientre, debía dar la vuelta al vaso; no conservándose más que la mitad de aquél que aparece dividido en dos zonas separadas por los acostum-
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brados grupos de cintas. La zona inferior muestra parejas de aves enfrentadas, separadas por unos trazos ramiformes terminados en espirales. Las aves, trazadas linealmente con manifiesta dejadez, muestran alzadas las alas, las colas estilizadas con gracia escasa, y algunas llevan el cuerpo decorado con rayado o con una hoja de yedra. No tienen más característica acusada que un largo pico ganchudo, insuficiente para intentar su clasificación
ornitológica.
La zona superior del friso, en la parte que ocupa el espacio comprendido entre las asas (que es lo que ha podido reconstruirse), contiene una escena interesante por su novedad. Un guerrero desmontado y en actitud de lanzar su jabalina, sujeta por el ronzal un caballo espantado situado frente a él; y más adelante, tras de un grupo de hojas de yedra, aparece una gran fiera de larga cola y exageradas garras, inclasificable por faltarle cabeza y cuello, que marcha en dirección al grupo anterior; justificándose así la actitud del hombre y el espanto de su montura . Las figuras son siluetadas, sin más reservas en el tono claro del barro que los espacios para situar los ojos (círculos con puntos centrales) en el guerrero y en el caballo, y la porción media del cuerpo de la fiera, donde parecen acusarse los costillares por serie de trazos paralelos sobre el fondo claro del barro, como en carnívoros de Elche y en algún perro de la urna de Archena, y con
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antecedentes abundantes tan remotos como por ejemplo los de las cerámicas orientalizantes, en las que es característico tal modo de detallar por reserva, pudiendo recordar un vaso chipriota de este estilo, en el que se ve el mismo rayado en el lomo de unos toros enfrentados (1).
El guerrero no muestra detalle alguno de indumentaria. Cúbrese con casco de cimera elevada, adornada con algo que parecen grandes plumas; y la jabalina se indica sumariamente.
Al caballo, de perfil acertado, erizadas las crines, en actitud de saltar, consiguió dársele la movilidad adecuada. Lleva frontal triangular rayado,
y la campanilla, de forma habitual, pero en silueta y no colgando del cuello como se la representa otras veces, sino de una línea que subiendo por el
pecho dóblase paralelamente al cuello y la sotabarba, y parece llegar a la mano del jinete; trazado un poco ilógico si se tratara de ronzal. Lo más interesante de observar en el caballo es la montura, que, por su ligereza, acertada curvatura del asiento y resalte de sus extremos, parece un sillín o galápago moderno. Alguna otra vez se muestra la silla en las decoraciones de San Miguel (véase lámina XI.ª) pero más alta y toscamente figurada. En la
plástica ibérica tampoco se la representa de modo
(1) Bosch: "El problema de la cerámica ibérica", láms. I, 4; II, 5; III, 2. Corpus V. A., Francia, fas. 5 del Louvre, lám. 20, figs. 1 a 5.
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tan perfecto. En los restos de una escultura de caballo del Cerro de los Santos, se ve una mantilla, más que silla (1). En las figurillas de jinetes del
Santuario de la Luz (Murcia), se observan caballos con sillas más llanas, no con el acertado perfil de las de Liria (2). En el material de la Cueva del
Collado de los Jardines, aparece, como se sabe, desde la mantilla con curvatura inicial, junto con otras lisas, con cincha, hasta alguna mucho más
perfecta, curvada, que va sobre una pieza a modo de sudadero y lleva baticola y petral, todo lo que le da manifiesto aire de relativa modernidad (3).
Difícil es la cronología del material de los santuarios ibéricos, y por tanto inútil tratar de establecer la de las diversas representaciones de sillas. Las de San Miguel, por la cronología dada al despoblado, pueden calcularse de sobre el último tercio del siglo III; y por lo que se ve ya en dicho período había alcanzado la silla un perfecto grado de evolución. No debió llegar de Grecia, donde se sabe que con el nombre ephippión se conoció desde la simple cobertura colocada en el lomo del caballo, hasta las piezas sucesivamente incorporadas para su ornamentación o comodidad, no pare-
(1) P. Paris: Essai ... , II, fig. 294.
(2) P. Bosch Gimpera: "Las figurillas del Santuario de la Luz".- "A.I.E.C." 1921-23, pág. 164, figs. 283, 284, 288, 289 y 296.
(3) J . Cabré e I. Calvo: "Excavaciones de la cueva del Collado de los Jardines", fig. 4.ª, lám. VIII, y la 1.ª y 3.ª de la IX.ª.
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ciendo haberse usado hasta el siglo V antes de Cristo ninguna clase de ephippión; creyéndose llegó allí, y se perfeccionó, bajo la influencia de
modelos extranjeros (1). Cosa semejante pudo suceder en Iberia.
El vaso de la escena de enlazar
Así se denomina, por la composición más destacada de las de su ornamentación, un vaso de buen tamaño, de la conocida forma de copa de pie
bajo, hallado en las excavaciones de 1935 en el departamento n.º 20. Mide 380 mm. de altura por 550 de ancho máximo.
Va la decoración en un friso único, delimitado por sendas cintas entre filetes, que ocupa la mitad superior del vientre del vaso y comprende, cuando menos, cuatro escenas distintas, trazadas sucesivamente, sin la separación gráfica que otras veces suele verse, lo que motiva dudas al tratar de describirlas y delimitarlas. En la lámina VIIIª. reproducimos el vaso y el calco del desarrollo de su ornamentación.
La decoración figurada es toda en silueta, dejando sólo reservados, en el tono rojizo del barro sobre que se pintó, algunos pequeños detalles; lo
que a pesar de la ligera tendencia realista sugiere
(1) G. Lafaye: Ephippium.- "Dic ... " de Saglio.
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un vivo recuerdo de las remotas cerámicas geométricas y tal vez su lejana influencia, o cuando menos de los posteriores renacimientos de ese estilo, como el del período orientalizante por ejemplo.
El total siluetado impide hacer apreciación alguna sobre indumentaria.
Comenzando a examinar la ornamentación de izquierda a derecha, y aparte las patas delanteras, armadas de garras, resto probable de la figura de
un perro que formaría parte de la escena de caza con que finaliza la reproducción del friso, aparece un animal inclasificable por incompleto, aunque se ve que es de pezuña hendida. Tampoco puede afirmarse si es figura llevada a la decoración para rellenar espacio; cosa probable por su falta de conexión con la que le antecede y con la composición que le sigue, consistente en una figura de perrito, de la que nos ocuparemos luego al hablar de otras semejantes.
Sigue la escena en que un hombre, sujetando del ronzal a un caballo, le amenaza con el palo. El animal parece espantarse o defenderse. Por pérdida de decoración la cabeza del caballo está incompleta en su parte inferior. Un jinete, la mano apoyada en la grupa de la montura y alzada la otra en actitud gesticulante, dirígese al grupo anterior.
A continuación, sin más separación que un pequeño espacio libre, desarróllase otra escena, tal
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vez la de más interés del vaso. Frente a la figura pesada de un toro de grueso morrillo y exageradas papadas, con los cuernos reproducidos en proyección vertical, al estilo de las pinturas rupestres naturalistas valencianas y de las losetas del Parpalló, aparece un hombre en pie, que, mientras levanta un brazo en actitud propia de quien realiza movimiento que requiere rapidez y atención, esgrime aún en la otra un útil compuesto de un mango a cuyo extremo se articula una pieza periforme, cuya pesantez se evidencia. Arrancando de junto a tal dispositivo, desarrollándose encima de la cabeza del toro, como amenazando caer sobre ella, un trazo lineal se incurva y cierra a modo de cuerda en lazo. La composición da la impresión del enlazamiento de un toro salvaje o semidomesticado; pareciendo confirmarlo la intervención de otro personaje que corre en auxilio del anterior, llevando en alto algo a que se semejaría el artefacto descrito si se le plegase al extremo lo que suponemos cuerda del lazo.
No encontramos mejor interpretación de la composición, que la que queda expuesta.
Sin apenas espacio separatorio, sigue otra escena de lucha entre dos guerreros, tema tan conocido en las cerámicas griegas arcaicas. Uno frente
a otro, defendiéndose con escudos de anverso cóncavo (caetra) y umbos troncocónicos, aquellos escudos pequeñísimos, de nervios trenzados y de
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solidez sobrada, que los textos (Posidonio-Diodoro) dan equivocadamente como exclusivos de los Lusitanos, afirmación que las excavaciones de San
Miguel contradicen, y de que Cabré ha tratado con fortuna recientemente (1); tipo que viene representándose en Liria, no de frente, como los oblongos, por desconocimiento del escorzo, sino en proyección horizontal, aunque no tan esquemática ahora como la que vimos en el vaso del combate entre barcas (2), pues pretende acusarse aquí la concavidad mediante franja de pequeñas líneas paralelas perpendiculares a lo que figura borde del escudo. También ahora, como en la escena citada, no embrazan los luchadores los escudos, sino que, sujetándolos por el centro con la mano, úsanlos con el brazo extendido. Uno de los guerreros, lanzada ya la jabalina a su contrario, esgrime la falcata, cuya funda le cruza el cinto. Su contrincante, a quien el dardo arrojado atravesándole el escudo hirió en el antebrazo, que sangra, se dispone a lanzar la jabalina, cuyo astil se representa arbitrariamente por un trazo quebrado. También este combatiente va armado de falcata que semeja
llevar en bandolera, y cuya empuñadura aparece cerrada, tal vez por inhabilidad del decorador.
(1) J. Cabré: "La Cetra y el Scutum en Hispania durante la 2.ª Edad del Hierro".- Bol. del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología. Facultad de H.ª de Valladolid. Tomo VI, página 57.
(2) I. Ballester Tormo: Ibid, lám. V.ª-C.
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Una rotura del vaso interrumpe la decoración. Por sobre aquélla asoman las orejas erectas de un cuadrúpedo, caballo probablemente; y entre el
rompimiento y la composición anterior se ve la pierna de otro personaje caído boca abajo. No puede saberse si la composición cuyos restos describimos formaba parte de la escena antes descrita o es composición independiente, y si a ella pertenece la figura de otro individuo que aparece gesticulando al extremo opuesto de la rotura.
Unas hojas de yedra, ocupando el ancho del friso, tal vez son elementos complementarios del espacio sobrante de aquél. En el calco que publicamos aislan, de la ornamentación antes reseñada, otra escena de caza en la que tres perros acorralan a uno de los dos jabalís representados. En los cuerpos de los dos canes y especialmente en el de un jabalí, aparecen adornos de series de rayas, puntos y triángulos destacados sobre el fondo de color del barro, que recuerdan las ornamentaciones grafíticas o por reserva vistas en siluetas de aves y cuadrúpedos en cerámicas arcaicas griegas. Terminadas las composiciones a lo largo del friso, la pequeñez de las figuras hizo que quedara
una zona libre en la parte inferior, en casi toda la extensión de aquél, que, como algunos claros excesivos resultantes entre las figuras, hubo que ocupar con alguna decoración de relleno.
Por tal razón casi toda la parte baja del friso
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muestra series de postas y hojas de yedra, sencillas unas, sueltas o al final de un simple tallo punteado, y otras de las de perfil contorneado por sendas
líneas nacidas opuestamente de la base y que rematan junto al ápice rizándose en sentidos contrarios; temas ambos bien conocidos, el primero en
vasos de figuras negras de estilo jónico-etrusco; y la hoja contorneada, tan generalizada en lo ibérico, vista ya en cerámica apulia geométrica y de derivación (Messapica) (1).
También aparecen empleados aquí, para llenar espacios libres, aquellos motivos triangulares que, con series de pequeños postecitos paralelos en la
base vimos en el mentado vaso del combate entre barcas, que por estar colocados en espacios representando lagunas nos hicieron pensar en habitaciones palafiticas, y que ahora se muestran aquí con aditamentos de rizos que les dan cierto carácter decorativo.
Así mismo figura en este vaso, empleado con el mismo objeto, el extraordinario motivo del rapaz en vuelo, que tanto se da en las cerámicas griegas. Desconocemos otro caso igual en la decoración de cerámicas ibéricas, aunque puede hallarse algo parecido en la plástica. No tiene aquí el rapaz (águila o halcón) conexión aparente con las escenas inmediatas; semejando más bien, como decirnos, un
(1) Corpus V. A., Italia: M.º Villa - Giullia, fas. I.º, lám. 2ª 1 y 2.- Y M.º Lecce, fas. I.º, lám. 8.ª, 12.
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motivo decorativo secundario. Su representación es bien esquemática y geométrica. Indícase el cuerpo por fuerte trazo rectilíneo que se ensancha
triangularmente en un extremo para formar la cola y por el otro se curva en gancho para acusar la cabeza y el pico robusto; un tanto atrás se muestran las fuertes garras, y las alas figúranse por tres trazos rectilíneos en forma de U cuyo centro corta el cuerpo perpendicularmente. Así, la cabeza y garras se representan de perfil y la cola y las alas en proyección vertical o sea de modo igual a la cornamenta del toro antes descrito. No obstante dibujo tan sumario, acusando mucho las características se logró dar un expresivo esquema de rapaz. Parecería lógico que se tomara este motivo decorativo de cerámicas griegas coetáneas o cercanas a la cultura ibérica del siglo IV o III; pero
es tan violento el contraste entre aquellas bellas representaciones y la nuestra tan infantilmente geometrizada, y aun entre ésta y otras realistas de aves en cerámicas ibéricas levantinas, los mismos vasos de San Miguel inclusive, que llega a pensarse si de propósito se tomó como modelo alguna representación esquemática anterior, como las vistas en cerámicas del estilo orientalizante, con perfiles predominantemente curvilíneos, que tienen semejanza con el rapaz valenciano (1). Pudiera verse en ello una tendencia a lo arcaico en los ceramistas
(1) Ducati: Ibid, pág. 106, fig. 87.
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ibéricos, también apreciable en algunos otros elementos decorativos de que vamos a ocuparnos.
Pero lo más grato de la decoración complementaria y tal vez de toda la del vaso, es un grupo de perritos que componen la escena necesaria para llenar el hueco quedado bajo la composición que denominamos de doma. Trátase de unos menudos canes rabicortos y agalgados, semejantes a cierta variedad que estuvo de moda a principios del siglo. Ya aludimos antes a uno de ellos, que, llenando el claro existente a la izquierda de tal escena, aparece descansando en las dobladas patas, erguido el cuerpo sobre las manos y erectas las orejas, en actitud de contemplar aquélla. Debajo de la misma otros tres animalillos se agrupan en la siguiente graciosa composición: uno, asentado, con las patas plegadas, ráscase o sacúdese con una mano el hocico en movimiento natural característico; frente a éste, otro, echadas atrás las orejas, en flexión las piernas y enarcando el espinazo, inicia un córcovo certeramente expresado; y el tercero, más a la derecha, echado sobre las piernas, erguido el cuello, adelante las orejas, semeja disponerse a
participar en el juego. Desconocemos, en los vasos propiamente ibéricos, composición tan realista como la descrita.
Salta a la vista el fuerte contraste entre el sentido naturalista que inspira esta composición y las restantes del vaso. No tiene explicación fácil que
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quien dibujó con acierto realista el grupo de perrillos y supo dar vida a tal escena, no hiciera otro tanto con la restante ornamentación zoomorfa.
Esta importante pieza cerámica es una de las de más clara atribución a la manera opuesta a la cerámica llamada rica.
El vaso escrito
Afecta la forma de tinaja, con cuello constituído por un estrecho borde recto, corriente en San Miguel. Fáltale el fondo y desgraciadamente buena parte de las paredes; pero con los fragmentos hallados ha podido reconstruirse, como se ve en la figura A de la lámina IX. ª. Mide 45 centímetros de diámetro de boca por 39 de altura en la parte reconstruída.
Fueron encontrados los restos de esta pieza en las excavaciones de 1936, en el compartimiento número 31.
Es uno de los vasos más extraordinarios de este despoblado, no ya por su decoración, sino por los abundantísimos letreros que contiene y le dan nombre en el Museo; haciendo pensar que, de ser hallado completo, tal vez se hubiese tenido la tentación de llamarle vaso biblioteca.
La decoración va en una amplia faja delimitada por grupos de cintas, y dividida de igual modo en dos zonas, de las que la superior ocupa como un
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tercio del espacio de aquélla y el resto aproximadamente la inferior. Véase el desarrollo en la citada lámina, figura B.
La faja superior debió estar amada mediante la repetición, con escasas variantes, del motivo que se vislumbra, consistente en series verticales,
respaldadas en otras de sencillas SS, de historiadas postas en las que la línea que las genera se bifurca formando rizos en sentidos opuestos, rellenándose
el espacio intermedio con fino rayado, motivo de conjunto agradable.
La zona inferior necesita descripción más detenida. De los fragmentos hallados se puede deducir que su decoración la constituía una escena de combate, de la que restan cuatro guerreros persiguiendo, montados, jabalina en mano, a otro jinete que se vuelve hacia ellos en actitud de lanzarles su
dardo. Un motivo decorativo de los descritos al hablar de la zona superior, limita el espacio final de la escena. A continuación otro guerrero, del que sólo es visible cabeza y busto, debió enfrentarse con uno del que nada más se percibe desde los muslos a los pies, semeja cubrirse con escudo oblongo y muestra las piernas heridas por dardos; siendo extraño que no obstante constituir ambas figuras una composición, aparezcan separadas por otra serie vertical de postas.
Las figuras de las composiciones descritas son siluetadas, salvo las cabezas de los guerreros, con-
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servadas en el tono de la cerámica, con algún otro detalle acusado por reserva en los cuerpos de los combatientes y de los caballos.
Las cabezas de los guerreros son dignas de descripción. Los ojos, que se interpretan del modo más variado y con pestañas exageradas, son unas veces circulares, otras ovales y alguna en forma semejante al signo be ibérico; detalle éste de las variantes a tener presente para evitar deducciones falsas, de paralelismos erróneos. Las barbas, cuya indicación se cuida aquí, como en otras piezas del mismo despoblado, se representan por zonas punteadas que van de la sien a la barbilla, respetando los labios; en una de las cabezas se prolongan, no como en otros fragmentos en largas y amplias barbas (véase lámina V.ª B), sino en forma de larga perilla hirsuta que trae a la memoria aquello de Cratino, escritor anterior al 420 antes de Cristo, relativo al íbero de barbas de chivo; lo que vendría a suponer que, al destruirse el despoblado de
San Miguel, perduraba aún un tocado de más allá del último tercio del siglo V; pequeña deducción, ésta como otras, a tener necesariamente en cuenta al tratar de fijar la cronología de estas cerámicas.
Todas las cabezas defiéndense con ceñidos cascos, dos de ellos con ligera cresta punteada; pero el del que parece jinete perseguido, indicado como
los anteriores, pero sin cresta, muestra una línea que espaciadamente perfila la parte superior, como
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queriendo representar una cimera, pero con cuernos bien determinados; y el incompleto del guerrero de la escena completamentaria lleva también una gran cimera.
De armas ofensivas sólo se ven dardos con puntas de aletas muy abiertas; y de defensivas, el guerrero del que sólo son visibles las piernas, parece cubrirse con un gran escudo de extremos redondeados.
El siluetado de los cuerpos raquíticos no permite conocer nada de indumentaria, si no es el pequeño rectángulo, en claro por reserva, que muestran en la parte alta del pecho y cruzan menudas aspas: representación esquemática tal vez de las ya mentadas bandas o tirantes que cruzan el pecho
de los varones en otras escenas vistas en vasos de San Miguel y aun en exvotos de los Santuarios.
Los caballos, a juzgar por lo que dejan ver sus representaciones fragmentadas, son bastante realistas. Los ojos se indican por un pequeño círculo punteado, con rayado a modo de pestañas, y otros concéntricos en número variado. Muestran en el cuello una zona decorada por líneas en zig-zag, que cuando es baja recuerda un lujoso petral, frontal estilizado de forma floral y campanilla de tipo habitual. Las camas de los frenos, que en otros vasos represéntanse curvadas en forma de U de extremos en espiral, son aquí rectilíneas y se colocan absurdamente a uno y otro lado de la cabeza.
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Carece este vaso de decoración de relleno, que es sustituída por los numerosos letreros. Sólo delante del guerrero herido aparecen varias estrellas
elementalmente compuestas por cuatro diámetros que se entrecruzan y constituyen a modo de signo ibérico bo del tipo mismo que se ve en las inscripciones.
Pero lo que le da a esta pieza una extremada importancia son sus letreros ibéricos, de que nos ocupamos en el pequeño corpus que publicamos de los en cerámicas de San Miguel. Todo el espacio que dejaron libre las figuras de la escena de lucha debió estar cubierto de inscripciones, a juzgar por los restos del vaso. La parte alta del friso lleva una larga inscripción horizontal que puede seguirse a través de diversas roturas; pero por el espacio que queda entre aquélla y los guerreros, por junto a las cabezas de éstos, frente a los pechos de los caballos, tras de sus ancas y bajo sus vientres, las inscripciones se extienden llenando los claros oblicuamente, verticalmente y hasta ocupando los extremos de los diámetros de una especie de rosa de los vientos.
No obstante hallarse el friso incompleto en su longitud y en algunos trozos intermedios, y haber desaparecido lo pintado en otros, aun se cuentan en él unos 157 signos; lo que puede servir de base para calcular la importancia filológica que hubiera tenido el vaso completo. Y extrémase el interés si
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se tiene en consideración la relación indudable que debe haber entre los textos y la escena.
No conocemos nada parecido a este modo de escribir un vaso, si no es la pyxis de Chaves existente en el Museo de Louvre, perteneciente al siglo VII (estilo orientalizante), en cuyo friso se representa una lucha entre jinetes en la que también en los espacios libres y hasta bajo el vientre de los pesados caballos galopantes, extiéndense, en forma bien semejante al vaso liriano, las inscripciones portadoras de los nombres de los combatientes (1).
No creemos que en la pieza de San Miguel se tratara de perpetuar sólo el nombre de unos guerreros, sino, como la amplitud de las inscripciones deja sospechar, tal vez de conmemorar un combate hazañoso con una somera referencia del mismo, y puede que nominal recuerdo de los que se distinguieran; costumbre tomada por los iberos de los vasos griegos, a los que llega según Pottier por influencias orientales.
(1) Pottier: Catalogue ...; II, página 442.
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El vaso de la danza ritual
En las excavaciones de 1935 se descubrieron, en el centro del departamento n.º 16, sobre el que se extendía una de las tablas de cultivo que cruzan la pendiente, y entre las raíces de uno de los desmedrados algarrobos reviejos plantados en aquéllas, los tiestos con que se ha reconstruído la mayor parte de este vaso, cuyo fotograbado aparece en la figura A de la lámina X; al que luego se han incorporado unos pequeños fragmentos hallados recientemente, y ya incluídos en el desarrollo que damos en la figura A', y los restantes debieron ser dispersados, y la mayoría destruídos, al practicarse el hoyo para plantar el árbol. Trátase de un mediano vaso de los en forma de tinaja, de fondo más o menos apuntado, que mide 22 centímetros de diámetro en la boca y cuya altura desconocemos por no haberse podido reconstruir totalmente.
Va la decoración sobre el acostumbrado amplio friso, que en este caso ocupó, entre cintas, sobre dos tercios del vientre del vaso, partiendo de la
parte superior; friso dividido en dos zonas horizontales por otra cinta flanqueada de filetes.
La faja inferior está pobremente decorada con campos de filas de rombos sobre otras de palos, alternando con otros campos de series de líneas
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fuertemente onduladas, hechas como con peine de pinceles por púas.
La ornamentación de la faja superior es extraordinariamente interesante. Intégranla dos escenas compuestas sólo con figuras humanas, casi en absoluto siluetadas en el color habitual; una, la principal, ocupa la mayor parte del friso, y la otra tuvo la finalidad de completar la decoración en el espacio sobrante quedado tras la primera, cosa corriente, como se viene observando, en los vasos de Liria.
La primera y principal composición, desarrollada a partir de un asa de la vasija, y de izquierda a derecha, es la siguiente: una desnuda figura fálica baila o corre tras de cuatro damas ibéricas mitradas, que, cogidas de las manos y mirando a la derecha, parecen también danzar, no obstante su
aparente inmovilidad, que, como ya dijimos en otra ocasión, no es sino incapacidad del decorador para dar movimiento a las figuras femeninas;
achaque propio de todo arte arcaico; pudiendo recordarse por ejemplo la danza de tres varones y dos hembras del ya citado oinochoe italo-geométrico de procedencia etrusca, con figuras masculinas bien movidas y las femeninas rígidas (1). Cortada la escena, y en buena parte las dos bailarinas últimas, por otra rotura de la vasija, continúa
(1) Ducati: Ibid, pág. 141, figs. 116 y 117.
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aquélla en el fragmento siguiente, en el que una dama, con el mismo atuendo que las anteriores, ofrece un ave a un personaje que, vuelto hacia ella, con la lanza sujeta al parecer bajo el sobaco y en la mano un puñal de ancha hoja y antenas acusadas, se dispone a recibir la ofrenda; tras de cuyo personaje, y dándole las espaldas, otro, adornada la frente con algo como diadema, adelanta los brazos hacia una figura incompleta y borrosa que, por lo que cabe apreciarse, pudiera ser una representación ictifálica; quedando cortado el final de la composición por otra rotura. Los dos fragmentos de decoración descritos, separados por el espacio en que se asentó el asa restante del vaso, de la que hay indicios en un extremo del segundo trozo constituyeron indudablemente una sola composición, en la que se representó una danza o procesión ritual (más aquéllo que esto), con motivo de la ofrenda hecha a una divinidad probablemente fálica, suposición ésta reforzada, por la presencia de la figura desnuda inicial de la composición. La reconstrucción del vaso no ha
tenido dificultad por enlazar todos los tiestos (algunos sólo por la parte de la boca), por lo que si hay error será en la colocación de la fragmentada figura cuarta de danzante, ya que el pequeño tiesto en que aparece (uno de los recientemente hallados) no enlaza con los que le anteceden y ha sido
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situado aproximadamente donde exigía su conexión con la figura que inmediatamente le precede.
El total siluetado de las figuras, del que son excepción sólo los pequeños espacios punteados de los ojos y los escasos adornos de que hablaremos, permite pocas deducciones respecto a indumentaria. Tócanse las mujeres con las pequeñas mitras puntiagudas, echadas atrás, de que nos hemos ocupado en otros sitios de esta Memoria, y llevan amplias vestes de caídas rectas, que dan a los cuerpos una extraña forma rectangular, en vez de la ligeramente acampanada, de tan rancia ascendencia, observada en las otras representaciones femeninas de los vasos de San Miguel. No se aprecian más adornos que alguna faja horizontal sobre el pecho o dos cruzadas en aspa, al estilo varonil, conseguidas mediante reserva en el color natural del tiesto, y rellenas de líneas de puntos. Uno de los varones, además de las dos fajas en ángulo, ostenta, como se ha dicho, algo como diadema obtenida de igual modo.
De las armas, llevadas sólo por uno de los personajes, es de observar la acusada forma triangular de la hoja de la lanza, y muy especialmente el puñal de ancha base redondeada y amplias antenas dispares, tipo manifiestamente arcaico en relación con la cronología atribuible a San Miguel.
Acudiendo también a la cerámica helénica en busca de influencias, cada vez más evidentes cuan-
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to más se investiga en la ibérica, pudiera verse un antecedente de esa danza ritual unisexual femenina, sin músicos que la acompañen, en la de dieciséis mujeres que bailan cogidas de las manos y alrededor de un ara, en la decoración de un vaso de Clazomene atribuible al siglo VI a. de C.; así como en otra danza de mujeres representadas de igual modo en un skyphos de estilo corintio, ya antes citado, tenida también por ritual, aun desconociéndose su finalidad, tan clara en el vaso de Liria (1). Coincidencias son éstas de escaso interés. Pero lo que lo tiene extraordinario es que la descrita composición del vaso de San Miguel no sea sino una mera reproducción, salvo ligera variante, de la siguiente escena que decora un kilix ático de figuras negras atribuible al siglo VI a. de C. (2). Una figura sedente, algo alejada de la escena principal, parece tener la misma finalidad secundaria que la de lucha del vaso liriano. A continuación un hombre desnudo semeja perseguir o bailar tras cinco mujeres, que cogidas de las manos danzan de
izquierda a derecha hacia un ara llameante, ante la que la primera bailarina levanta el brazo en actitud de adoración, mientras al otro lado de aquélla
la sacerdotisa vacía sobre el fuego el contenido de una cesta, que debió constituir la ofrenda. Como
(1) Ducat: Ibid, pág. 174, fig. 135. Y Corpus Vasorum Antiquorum, Francia, fas. 7, láms. 15 y 16.
(2) Corpus Vasorum Antiquorum - Brits. Mus. fas. n.º 2; Black figured pottery of Attica (III, H. c), lám. 10, 6, a.
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se ve, ambas escenas, la del vaso ático y la del de San Miguel, coinciden en todo salvo en el detalle de la ofrenda; es decir, que el vaso valenciano del
final del siglo III a. de C., no es sino una tosca versión ibérica de la bella composición que ornaba, sobre tres siglos antes, un vaso griego arcaico.
Bien interesantes (tan interesantes como de solución difícil) son las cuestiones que este hecho plantea. Atrevido sería pensar que el decorador
de Liria tuviese como modelo directo un vaso griego con la escena dicha, conservado a través de siglos. Algo más factible pudiera ser que perdurase
la composición a lo largo del siglo V o más, en vasos tardíos de figuras negras; pero aun así, siempre quedaría sobrado lapso de tiempo entre la pieza original y su imitación; y cuéntese que la gran escasez en Levante de tiestos de vasos de figuras negras parece argüir contra tal suposición. También pudiera pensarse en que esta danza ritual viviese aún en el siglo III en las colonias de la costa y fuese por ello conocida del artista de San Miguel; pero cabe reparar tal hipótesis con la observación de que el vaso de Liria no se limita a reproducir una danza de esta clase, sino que transcribe casi al detalle la composición del vaso griego. Ello es obstáculo a que se pueda buscar la solución estimando el paralelismo de la decoración de ambos vasos como mera coincidencia ornamental al reproducir artistas lejanos danzas semejantes; pues,
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como se ve, no se trata en verdad de una sola concordancia, sino de múltiples coincidencias en la concepción y en los detalles de realización de esta escena compleja. Lo que diferencia una y otra decoración no es sino lo necesario para adaptar la escena ritual griega a las creencias o ritos ibéricos.
La escena secundada que completó el friso del vaso de San Miguel aparece también incompleta. Resta de ella lo siguiente: dos figuras varoniles
represéntanse dándose las espaldas. De la de la derecha, por estar incompleta, sólo puede verse que se halla en pie; la figura de la izquierda es
interesante por su expresión y movilidad, dentro de la tosquedad dominante en la total decoración. Trátase de un guerrero que, alcanzado en el pecho por una jabalina lanzada por otro combatiente que debió figurar frente a él, desplómase sin tiempo para abandonar el escudo, colgante el brazo derecho cuya mano ya no aprisiona arma alguna. Y es detalle interesante que, en el astil del dardo que hiere al guerrero, se percibe claramente el amentum en la forma propia de asa de la lazada, no del modo arbitrario de ojal, visto en otros casos de Liria (1).
Sabido es que consistió el amentum en un lazo de cuerda o correa, hecho en el astil del dardo, para que, pasado el dedo índice o del corazón por
(1) I. Ballester Tormo: Ibid; pág. 28, lám. VI, figs. B y B'. Ver la cierva herida y la escena del granado.
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él, continuara impulsándole al arrojarse el arma. Parece que se le daba así mayor alcance y se obtenía más seguridad de tiro.
Fué empleado por los griegos, que lo tomaron de Iliria, y ya en el siglo V habíase extendido por Grecia, de donde pasó a Roma. Los diversos ejemplos que del amentum vemos en las decoraciones de los vasos de Liria, demuestran cuán generalizado estaba su empleo en el Levante ibérico en el
siglo III, donde debió llegar de Grecia, bien difundido por las colonias próximas, o lo que es más lógico traído a las costas mediterráneas por los
mercenarios ibéricos que a final del siglo V y durante parte del IV sirvieron en los ejércitos griegos. Del amentum en estas cerámicas nos ocupamos en un pequeño trabajo próximo a publicarse (1).
La tosquedad e inhabilidad de la decoración de este vaso es poco frecuente en San Miguel. Tampoco entre los vasos de este despoblado, con
figuras humanas, existe un ejemplar en que, como en éste, se llegue a la total eliminación de los motivos decorativos de relleno, viniendo a ser el prototipo de una manera que puede llamarse sobria, opuesta a la de ornamentación exuberante en que se manifiesta el horror al vacío.
(l) l. Ballester: "El amentum en los vasos de San Miguel de Liria".-Para publicarse en "Archivo Español de Arqueología".
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El vaso de la danza guerrera
Se denomina así por la escena principal de su decoración. Afecta la conocida forma de copa grande de pie bajo, midiendo 43 cms. de diámetro
mayor, por 30 de altura, y ha podido reconstruirse casi completamente. Se encontró en el departamento 42, en las excavaciones de 1935, tan afectado por el fuego que fué de reconstrucción difícil, y lo retostado de la cerámica hace que se destaque poco su decoración. En la figura A de la lámina XI
damos un fotograbado de esta pieza, y el desarrollo de su ornamentación en la figura A'.
La decoración total se extiende en ancho friso, que, dándole vuelta al vaso, ocupa más de la mitad de su ancho, desde el mismo borde hasta su diámetro mayor. Agrupadas series verticales y paralelas de sencillas postas, SS enlazadas y volutas, dividen el friso en dos sectores; el primero conteniendo la escena más importante y el otro las necesarias para completar la decoración del cinto; y quedado aun así espacio sobrante, se llenó con una composición integrada por dos series verticales de SS enlazadas, y apoyándose en éstas, pero en sentido opuesto, otras dos de ricas postas cuya curva fundamental se bifurca en la parte superior, originando voluta a cada lado, dejando entre ambas un espacio que aloja al ya citado
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motivo floral trilobulado tan frecuente en estas cerámicas. Alguna vez terminan también las volutas en puntas de flecha.
La escena principal, tema no visto hasta ahora, constitúyela una de esas danzas guerreras tan antiguas entre los griegos. Dos guerreros, armados uno
de lanza y otro de falcata, y defendiéndose con escudos oblongos, luchan al son de unos instrumentos, el aulós doble tañido por una mujer situada a un lado, y un grande, grave y serpenteante instrumento manejado por un varón colocado en el opuesto. A la izquierda de esta escena se ve un caballo ensillado; y a la derecha un jinete que, marchando en tal sentido, apréstase a lanzar la jabalina. Estas composiciones, sin conexión con la principal, aunque incluídas en el mismo tramo del friso, sólo se destinaron a rellenar éste. Siendo aun más evidente que tal destino tuvo también la escena que sigue, compuesta de otro jinete, en la misma actitud que el antedicho, tras el que camina un peón con lanza al hombro.
Todo el espacio libre entre las figuras aparece ocupado por profusión de hojas de yedra decoradas con variantes múltiples, y lo mismo acontece con el antes aludido motivo vegetal trilobulado; y aun los pequeños espacios que entre ello quedan se rellenan con series de SS, de volutas alternas, de los llamados esquemas de rayo; todo esto con una exuberancia y profusión no igualada hasta
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ahora en San Miguel, aunque algunos vasos le ganen en perfección. Decoración tan frondosa y nutrida ahoga y obscurece las escenas representadas.
En las figuras equinas, siluetadas con relativo acierto, resérvase sólo, en el tono del barro, el espacio punteado expresión de la pupila y a su alrededor una zona rayada que completa el ojo. Los crines se indican, como otras veces, por series de pequeños semicírculos tangentes o secantes; y los frontales con el repetido motivo floral trilobulado. Uno de los caballos lleva alta silla, de asiento bien curvado.
Las figuras humanas son menos uniformes; pues unas veces se siluetan totalmente, excepto las caras (véanse el músico y el jinete inmediato), y otras sólo el cuerpo, salvo alguna indicación para destacar el antebrazo (como en uno de los combatientes) o alguna particularidad del atuendo. Todo ello hace recordar los diversos estadios de la pugna desarrollada en el período griego orientalizante, y aun algo después, entre la tendencia a la silueta y la de su eliminación. Los ojos se interpretan en las figuras humanas de forma bien diversa; y en las cabezas varoniles, reservadas en claro, se subrayan hirsutas cejas.
Del indumento de los varones poco puede apreciarse. El cuerpo de uno de los luchadores muestra un espacio limitado por punteado que alcanza al pecho y vientre, y que, más que detalle de ves-
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tido, parece indicación de coraza. Todos lo varones no siluetados visten amplios calzones, que hasta la rodilla rellenan líneas ligeramente onduladas, que en la precedente Memoria, ante otras figuras semejantes, interpretamos como pliegues de aquéllos; pero aunque bien pudieran ser a modo de lambrequines formados por tiras de cuero que defendieran no ya el bajo vientre, sino también los muslos, parece contradecirlo la falta de reproducción acertada, que aquí era tan sencilla y que en cambio ya aparece bien conseguida en los guerreros del conocido vaso de Micenas. También muestran las pantorrillas cubiertas con calzas parecidas a las de los varones de los vasos de la ya conocida danza, de los guerreros desmontados y de los con loriga, reproduciéndose en la parte alta los mismos o muy parecidos adornos que recuerdan los calados de las modernas calzas. Casi todos los varones se tocan con casco del que resalta la cresta formada por serie de menudos semicírculos, ya también vistos en otras representaciones lirianas; los restantes (el músico y el peón, éste sobre todo) parecen cubrirse, como otros guerreros de San Miguel, con algo como capacete ceñido y liso, tal vez de cuero. Los escudos usados por los danzantes son oblongos y de buen tamaño,
y no los llevan embrazados, como sería propio del momento y del tipo de escudo grande, sino aparentemente cogidos por el centro con la mano, lo que
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también pudiera obedecer a incapacidad técnica para interpretarlo de otro modo.
De armas ofensivas sólo se ven una falcata de empuñadura lisa, trazada someramente y con poco acierto, y cuya funda cuelga mediante cuerda o
correa del hombro de un danzarín, modo no frecuente de llevarla, pero visto por ejemplo en una figura de guerrero de La Luz; y varias lanzas y jabalinas, todas de punta acorazonada y aletas bajas, mostrando una sola el regatón en forma de flecha. Uno de los jinetes calza acicates.
Párrafo aparte merece la figura de la auletrís, representación que ya se dió en el vaso de la danza primeramente conocida. Tócase con alta montera o mitra, no apuntada e inclinada atrás como en la mayoría de las figuras femeninas de Liria (véanse las composiciones todas en que aparecen en esta
Memoria y en la precedente), sino alta y asentada verticalmente, como las frecuentes en las figuras de la Serreta, tipo que también se ve en el Cerro de los Santos, en Osuna y en algunas del antecitado santuario murciano.
Aquí, como en las figuras del oinochoe de la lámina IV.ª, no se dejan de acusar en tal tocado unos espacios reservados en el tono del barro, que, más que adornos parecen querer dar la impresión de transparencia o trasluz, indicadora de la ingravidez de tal cobertura. Esta, en el presente caso,
semeja prolongarse hacia bajo a manera de cogote-
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ra. Cúbrese la flautista con túnica rematada, como en las otras figuras femeninas, con cenefa ajedrezada, y sobre ella, como en la flautista de la danza publicada en la Memoria de 1924, un a modo de gabán, cuya limitación está bien indicada por línea punteada; pero sin los borlones aparecidos en aquélla y vistos también en otro vaso dado a conocer en esta Memoria (lámina VI).
De los instrumentos, el doble aulós está someramente indicado, como otras veces, por dos sencillas líneas casi paralelas, que no permiten hacer
apreciación alguna. Del otro instrumento no conocemos más antecedentes, en los vasos ibéricos, que el semejante de que nos hemos ocupado antes al
describir la decoración de danza reproducida en la aludida lámina VI, y el que, incompleto por rotura del vaso, no podía apreciarse en el instrumentista de la danza inserta en la Memoria sobre 1934, pero que estos hallazgos posteriores permiten estimar debidamente. Trátase de un instrumento de viento, exageradamente grande y grueso, y ligeramente serpenteante, con ancha boca revuelta, algo tomo el orlo, especie de oboe rústico alpino, y que recuerda el perfil de un gran saxofón grave, con la boca menos retorcida. El representado en las cerámicas de Liria coincide con el litus romano en que ambos tienen un pabellón circular exvasado, y se diferencia en que el instrumento romano es recto; y en cambio, siendo serpenteado, como
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el carnyx, instrumento griego que parece proceder de los pueblos célticos, ni acaba en cabeza de animal, ni se revuelve tan extremadamente.
Es indudable que la escena principal del vaso representa una danza guerrera. No parece la de los Curetes, danza armada pero de carácter ritual,
pues nada en la composición indica su carácter religioso. Más pudiera ser la pírrica, que se ejecutaba generalmente al ritmo de la flauta, con mímica
guerrera, y que según un texto de Platón representaba pasajes diversos de un combate. Introducida en Atenas durante el siglo VI parece que obtuvo gran predicamento (1). Se tiene como una representación arcaica de la danza armada la que decora un cantharo de estilo de Dipylon ornado con escenas de combates simulados. Es frecuente luego, en decoraciones de vasos griegos, representar esta danza con el tañedor del aulós al lado de los combatientes danzantes.
En este, como en otros casos de manifiestas influencias griegas en nuestra cerámica ibérica, plantéase la interrogación de si la escena representada fué transcripción de algo, ya propio, entrado en la vida ibérica a través de las colonias costeras o si se limitaron los decoradores ceramistas a reproducir, traduciéndolas a su modo,
(1) Louis Sechan: Saltalio. (En. "Dict ..." de Saglio et D., tomo IV 2.°, pág. 1.030).
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escenas representadas en vasos griegos, llegados a sus manos como en el caso de la danza ritual.
Este vaso de San Miguel es, como se ve, el prototipo de los de decoración rica, exuberante, llevando a extremos no frecuente el horror al vacío; término éste, como hemos visto ya, mal empleado como característica general de la ornamentación ibérica, pero que tiene en este caso la más cabal aplicación; manera, como se ve, antitética de la de las figuras siluetadas agrupadas en escenas sobre campo limpio de decoración de relleno.
ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE ESTAS CERAMICAS
DE SAN MIGUEL
El examen del nutrido lote de cerámicas de San Miguel, decorados con escenas humanas, que llevamos publicadas, permite ya apuntar algunas
consideraciones que, vislumbradas al darse a luz la Memoria relativa a las actividades del S.I.P. en 1934, pueden ahora formularse con mayor base. Y
ello es lo que intentamos hacer en las presentes notas con la concisión que impone este tipo de publicaciones, aun siendo aquéllas merecedoras de que
les demos trato más amplio.
El examen de tales ornamentaciones da base para ensayar la formación de dos grupos bien definidos de vasos, con algunas piezas típicas, y más
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abundantes casos de paso de uno a otro estilo o de influencias recíprocas propias de su convivencia; intento de clasificación al que ha de darse aun carácter provisional, por referirse sólo a un despoblado que ni siquiera ha sido excavado totalmente.
Constituyen el primer grupo vasos decorados con escenas de figuras humanas siluetadas total o casi totalmente en tinta rojo-oscura (muy excepcionalmente perfiladas), con los campos de los frisos completa o casi completamente exentos de decoración de relleno; la que, cuando se emplea,
consiste en algún animal de estilo arcaizante (halcón, lechuza y peces en raspa, por ejemplo) o en motivos fitomorfos de igual carácter (hojas de
yedra, ya sencillas, sueltas o al extremo de tallos, ora perfiladas de puntos o líneas continuas) o ajedrezados, y postas simples; es frecuente hallar
coincidencias, paralelos y alguna vez algo más definido, como hemos ido viendo a través de las fatigosas descripciones de los vasos, entre estas cerámicas y las griegas de figuras negras y aun de épocas más remotas, como denotando una enraizada tradición de aquellos estilos arcaicos, conocidos bien directamente o ya mediante persistentes y difundidas influencias lejanas. No es ciertamente característico de estas cerámicas aquel tan mentado horror al vacío que se venía estimando propio de las ibéricas; sino precisamente lo opuesto, es decir, el manifiesto horror al relleno. Pertenecen
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a este estilo el vaso de las escenas de pesca y caza, el de la caza con redes y el de la lucha entre barcas (pieza ésta en la que excepcionalmente la silueta se sustituye por el perfil), entre los dados a conocer en la Memoria anterior (1); y los de los ciervos estilizados, la escena de enlazar y la danza ritual, de los que publicamos ahora (láminas V.ª-A, y III.ª y X.ª), este último prototipo de tal manera. No le iría mal a este estilo la denominación de sobrio.
En el segundo grupo la ornamentación es menos tosca. Tiéndese, como en especies arcaicas griegas, a eliminar la silueta comenzando por reservar en claro las cabezas humanas; se indican en las masas siluetadas de los elementos zoomorfos y antropomorfos detalles faciales, particularidades del indumento, armas, etc., o rasgos anatómicos, unas veces por reserva, y otras mediante trazos grafíticos, llegando en algunas decoraciones a la total eliminación de la silueta, como en la danza dada a conocer en la Memoria precedente y muy especialmente en el vaso del combate entre guerreros con lorigas (lám. IX.ª de la misma). Es típico de esta manera decorativa el horror al vado, salvado no con motivos geométricos, como en estilos remotos de tal tendencia, sino mediante una ornamentación barroca, exuberante, generalmente de origen vegetal, con la que se rellenan los espa-
(1) I. Ballester: Ibid, láms. V y VI- A y B.
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cios libres en las zonas portadoras de las escenas, hasta llegar en ocasiones a obscurecerlas y ahogarlas con su frondosidad, como es de ver en el vaso de la danza guerrera que insertamos en la lám. XI.ª. Se emplean también los temas de relleno del primer grupo, como postas y hojas de yedra, pero no con la sencillez allí vista, sino ya más varias, historiadas y decorativas; y aparecen temas no conocidos en él, como las rosetas multipétalas de tan vieja ascendencia, el supuesto esquema del rayo, las líneas con extremos rizados en sentidos opuestos, que para simplificar su denominación venimos con
alguna inexactitud denominándolas SS, las que en las obras mejores de esta manera adquieren gran variedad, perfección y riqueza (véanse en el citado
vaso de los guerreros con lorigas), y predominando entre los otros temas vegetales el trilobulado que unas veces semeja estilización de palmeta y otras
de capullo; todo con profusión grande y embellecido en ocasiones con adornos sutiles y delicados, como en el vaso antecitado, obra maestra del arte cerámico ibérico. Esta decoración, que puede denominarse rica, es la más frecuente en las cerámicas de San Miguel, y se dan en ella menos elementos arcaizantes que en el otro estilo, dentro del arcaismo o pseudo arcaismo propio del arte ibérico.
El contraste entre ambas maneras decorativas es tan vivo que justifica dudas sobre su sincronis-
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mo. No podemos tenerlas, hoy por hoy, los que hemos dirigido las excavaciones de San Miguel; ya que hasta el presente no ha podido apreciarse distinción alguna de niveles capaz de servir de base a diferenciaciones cronológicas entre los dos grupos. Cabría pensar que a la apreciación de distintos niveles habían sido obstáculo los sucesivos y reiterados saqueos y consiguientes alteraciones sufridas por el estrato; pero hemos de recordar que en las habitaciones encontradas con estratificación
intacta, tampoco se vió el menor indicio de ello. La estratificación normal es la especificada antes, al hacer referencia a las excavaciones de este despoblado; y en su nivel inferior, frecuentemente fecundo, hemos descubierto vasos ya de decoración geométrica más o menos pura, o bien con estos mezclados los de uno y otro estilos citados, sobre los poyos de las habitaciones o caídos junto
a ellos, aplastados por el peso de los desprendimientos de techumbres y paredes, pero completos o casi completos. Difícil sería que permaneciesen
enteros o poco menos los vasos procedentes de un estrato más antiguo sujeto a remociones y reconstrucciones tan acusadas en San Miguel; ni cabe pensar en que algunos de esos vasos de aspecto más arcaico procedan de habitaciones asoladas y no reconstruídas, en tiempos anteriores a la total destrucción del poblado, pues no hay el menor indicio en qué fundar tal suposición. Aunque con menos
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fuerza persuasiva cabría aportarse también en pro de la unidad cronológica el hecho de que una y otra clase de maneras decorativas se vean en vasijas de la misma forma, propias de San Miguel; pues sería poco explicable que perdurasen piezas de perfiles idénticos en dos épocas, necesariamente muy lejanas entre sí, supuesto preciso en que ha de estribar la tesis opuesta. Aparte todo ello estimamos irrebatible, de momento, el hecho de que en los departamentos 12 y 13 aparecieran juntos el vaso del combate entre barcas, y los de los guerreros y la danza ya conocida, de tan opuestos estilos.
Estos dos mismos estilos cerámicos sincrónicos, de San Miguel, o algo semejante, es de esperar que se dé también en otras estaciones del levante
ibérico, cuando se excaven a fondo algunas de las más importantes, Elche por ejemplo, tan prometedora, fecunda y fácil, que aun espera la exploración total que su interés exige. Aquí y allá, en tiestos levantinos de diversas procedencias, parece vislumbrarse esa tendencia característica del primer grupo a la decoración con figuras en silueta, desarrollada en zonas libres de ornamentación de relleno, conviviendo alguna vez con muestras de cerámica rica. Así se ve en el interesante vaso del Cabecico del Tesoro, de Verdolay, ornado con un realista grupo de cabras siluetadas, en friso totalmente exento de decoración secundaria y en un
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medio arqueológico con abundante cerámica de decoración fitomorfa (1). Lo mismo se da, pero en ambiente de decoración geométrica, en un buen
fragmento de plato descubierto por nosotros en el despoblado de Covalta, con ornamentación de peces en silueta naturalista y zona sin otra decoración que unos escasos y espaciados motivos de circulitos concéntricos punteados, ornamentación conocida en remotas culturas mediterráneas (véase el vaso de guerreros de Micenas, por ejemplo); y recuérdese cómo aparece, entre los bellos vasos tan ricamente amados de Archena, la conocida urna de los guerreros, con friso sin apenas decoración secundaria, vaso que cae de lleno en el primero de los estilos dichos, aun no estando las figuras totalmente siluetadas. La persistencia en el gusto por la silueta total, se deja entrever en muchos tiestos sueltos. Recuérdense, por ejemplo, entre los recogidos por P. Paris, el del personaje entrando en una barca (Meca), otros con peces en silueta semejante a los de Covalta, y el fragmento de Tarragona con una serie de aves siluetadas volando en fila en campo libre de ornamentación (2).
De ambos estilos cerámicos precedería, en su caso, el del gusto por la silueta y la sobriedad deco-
(1) G. Nieto: "Noticias de las excavaciones realizadas en la necrópolis hispánica de Cabecico del Tesoro, Verdolay (Murcia)". En "Boletín del Seminario de estudios de Arte y Arqueología". Facultad de H.ª de Valladolid, tomo VI, 1939-1940.
(2) P. Paris: Essai ..., tomo II, figs. 158, 159, 190 y 198.
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rativa, al llamado rico por la profusión de su ornato; pudiendo fundarse tal hipótesis en el mayor arcaísmo de aquél, en sus semejanzas con el estilo
griego de figuras negras que justificaría su más cercana cronología, y en su mayor tosquedad; pareciendo también confirmarlo el que a variedades
cerámicas ricas que semejan algo más evolucionadas, como las de Archena y la Albufereta de Alicante, las acompañe alguna vez cerámica sigillata. Esta situación creada por la concurrencia de ambas tendencias, recuerda un momento del estilo ático-primitivo en que acaban por distinguirse dos grupos cerámicos sucesivos caracterizados así mismo por el mantenimiento o el abandono de los motivos decorativos de relleno.
A lo largo de la descripción hecha de estas cerámicas de San Miguel, se han ido destacando, más o menos manifiestamente, relaciones de semejanzas, coincidencias o influencias, con las griegas. Ya hace años las estableciera Bosch Gimpera a base sólo de similitudes encontradas entre
motivos meramente ornamentales ibéricos y los que acompañan a las figuras en vasos griegos, especialmente en la cerámica jónica del VI siglo antesde Cristo (1); coincidiendo así con Carpenter que ya apreciara esas mismas analogías (2). Las exca-
(1) Bosch Gimpera : "El estado actual de la investigación de la cultura ibérica".- Madrid, 1929.
(2) Rhys Carpenter: The Greeks in Spain; Bryn - Mawr, 1925.
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vaciones de San Miguel han suministrado más y mejor base para establecer tales relaciones, incluso evidenciando las fuertes influencias ejercidas por
los grandes estilos cerámicos griegos ornamentados con figuras; siendo así rectificada la afirmación de Bosch de que tales cerámicas influyeron muy poco
en la ibérica, y la de Carpenter de que en ésta no dejaron rastro alguno los grandes estilos áticos; errores en que incidieran investigadores tan eminentes, por la escasez y pobreza del material tenido entonces a la vista.
La impresión de conjunto producida por las cerámicas de Liria, aunque en algún caso recuerden estilos más remotos, es la de un fuerte influjo del
estilo griego de figuras negras. De las caracterÍsticas de éste (dadas por Pottier en cuanto al estilo ático propiamente dicho) se aprecian en el ibérico,
principalmente: la representación de objetos y de seres en silueta obscura, directamente pintada sobre el fondo de arcilla; el estar los motivos dispuestos generalmente sobre zonas horizontales; el que los elementos vegetales decorativos, si no desaparecen, pasen a desempeñar un papel secundario; el llegar a ser también elemento esencial de la decoración una escena con personajes; y el poner en estas escenas de personajes, tratadas en sentido "narrativo" (de "historicista", lo califica acertadamente García Bellido (1)), todo el interés
(1) H. Obermaier y A. García Bellido: "El Hombre Prehistórico", pág. 282.
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de la ornamentación (1). Un elemento propio de tal especie griega queda casi del todo excluído en nuestras cerámicas, y es el empleo de la incisión para destacar detalles en el siluetado; inclinándose el ceramista ibero a hacerlo (como en el estilo orientalizante y luego repetido en lo jónico samiense) mediante espacios o trazos por reserva, corno fuimos observando al describir algunos vasos. Además de esa fuerte impresión de conjunto, es indicio de dicha influencia la persistencia en lo ibérico de temas frecuentemente empleados en vasos griegos de figuras negras, con paralelismo en el desarrollo de la composición; tal por ejemplo como el de la caza de ciervos a caballo, en que se persigue o se acorrala a la res herida para rematarla, escena muy vista en Liria (2). Y en definitiva evidencia la gran influencia ejercida por la especie de figuras negras, el vaso de la danza ritual (lám. X), ornado corno es visto con escena transcrita de un vaso ático de dicha clase, atribuible a mediados del siglo VI a. de Cristo.
También fueron hace tiempo apreciadas en las cerámicas ibéricas influencias de las especies orientalizante (siglo VII) y geométrica (VIII), pero
sólo en lo relativo a motivos decorativos secunda-
(1) Ch. Dugas (E. Pottier): Vasa, en Dict. de Daremberg y Saglio, tomo V.
(2) I. Ballester: Ibid, lám. VI, B; y vaso inédito con escenas de ambas variantes, en sendos frisos.- Y Corpus V. A.: Italia, Villa-Giulia, fas. III, lám. 25, figs. 2, 10 y 11; y British Mus., fas. VI, lám. 82, fig. 3.
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rios. En los vasos de San Miguel (a ellos solos se contraen estas notas) tal vez pueda, además de ello, reconocerse lo orientalizante en la manifiesta tendencia a eliminar de la silueta la cabeza de los personajes, como puede observarse especialmente en la composición de la danza guerrera (lám. XI),
y en la reproducción, en algunos casos, de escenas no en silueta sino perfiladas linealmente (véase el vaso del combate entre barcas, lám. V de la Memoria de 1934, y el inédito con guerreros y peces), lo que semeja un modo elemental de imitar la llamada "silueta clara" conocida en algunos momentos del estilo orientalizante en pugna con la arraigada silueta obscura persistente desde las remota especies geométrica. Y de éstas cabría apreciar en Liria, además también de los elementos ornamentales secundarios de tal tipo, tan conocidos y generalizados, algunas especiales composiciones con figuras, como la del ciervo paciendo (lám. VI de la Memoria antes citada), tema que se cree propio de los viejos modelos geométricos (1), y la de la cierva o cabra amamantando a la cría, que también se da en la estela de Marchena, en la que se apreciaron influencias orientales o del Africa cartaginesa, y en un perdido relieve de Osuna (2), tema bien conocido en lo mediterráneo arcaico, visto en un ánfora beocia del propio estilo, donde se
(1) Ducati: Ibid, pág. 128.
(2) P. Paris : Essai, tomo I, pág. 328.
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reproduce la escena dispuesta del mismo modo que en un vaso ya publicado de San Miguel (véanse las antecitadas Memoria y lámina) (1). Y estas conjeturas sobre influencias de cerámicas griegas anteriores al siglo VI quedan reforzadas con el empleo por los ceramistas de Liria de un elemento
decorativo de tan gran arcaísmo como lo es el pez representado en raspa, que vemos reproducido en vasos ya dados a conocer en nuestra Memoria tocante a 1934. Una gran copa de pie bajo, decorada con la escena de combate entre barcas, muestra rellenando los espacios alrededor de ellas y el campo libre de ornamentación, buen número de peces esquemática y descuidadamente dibujados de perfil, con reproducción de la raspa dorsal y somera representación de las aletas y de la cabeza con un punto por ojo (lám . V, C); y en una gran tinaja otro pez semejante aparece como elemento de relleno en unas escenas de pesca, lucha y caza, en las que figuran otros de sentido realista (lám. VI, B). Este motivo ornamental tiene bien remota y larga ascendencia. En una crátera chipriota de es-
(1) Es este tema conocido en las remotas culturas mediterráneas, y tiene antecedentes vetustos, pues se ve ya en losetas grabadas del paleolítico superior (L. Pericot: "La Cueva del Parpalló", fig. 125). Atrajo también la atención de los artistas cretenses, que reproducen la escena de modo admirable en dos lozas de Cnosos, en una pieza a modo de tina cerámica de Gurnia, y en el Minoico tardío repítese la composición en piedras talladas de sellos (H. Bossert: Altkreten, láms. 82, 83 y 174). En cuanto a la citada ánfora beocia ver Corpus V. A., Mus. Nac. de Copenhague. fas. II, lám. 68, figs. 1-6.
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tilo geométrico, ya con tendencia a curvilíneo y comenzando a mezclarse motivos orientalizantes (período que probablemente alcanza los siglos VIII-VII, según Pottier) y entre elementos de relleno de significación solar, se ven, a uno y otro lado del friso, en el espacio libre sobre dos toros en disposición heráldica (enfrentados a un motivo floral), sendos peces reproducidos también en raspa (en uno trazada en sentido contrario), pero más cuidadamente y con mayor detalle que los de Liria (1). Así mismo se hallan estos tipos de peces en una crátera de más puro estilo geométrico, procedente de Milo y de fabricación argólica, en la que rellenan, junto con otros motivos de manifiesta filiación geométrica, los claros quedados libres bajo el vientre de dos caballos, también en disposición heráldica (2). Y es de sumo interés hacer constar, que este tipo de peces parece haber tenido empleo aún más remoto, pues en cerámica de estilo proto-elamita del segundo período, que se inicia, según Pottier, aproximadamente en el 3.000 ó 2.800 a. de Cristo, y entre otras reproducciones de peces más realistas, hállanse algunos de perfil semejante a los de Liria, uno de ellos representado en raspa y sin más diferencia con aquéllos que la cabeza y una
(1) Corpus V. A.- Francia, Louvre, fas . V, lám. 20, pág. 21.
(2) Véase tal vaso en Ducati: Storia della c. g. fig. 44 y pag. 54. Y detalle en el Dict. de Daremberg y Saglio, tomo V, figura 7.269, pág. 634.
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aleta siluetadas, y otros con la espina dorsal acusada y las laterales indicadas, aunque sin formar ángulo agudo con aquélla (1). Hay, pues, base para pensar si este extraño tema tuvo origen asiático, llegando y perdurando en culturas griegas remotas, y alcanzando luego las costas valencianas traído ya
directamente, ya por influencias de tiempos de las especies geométricas o de iniciación de las orientalizantes. Sería más violento tratar de explicarlo por
propagación directa de los cretenses en remotos viajes, quienes pudieron haberlo tomado de las cercanas culturas asiáticas.
Es una natural consecuencia del arraigo de todas esas viejas influencias, la fuerte sensación de arcaísmo que se observa en las cerámicas de San Miguel; arcaísmo y relaciones ya vistas por los investigadores del arte ibérico en general; pero acreditando el examen de nuestras cerámicas que las fuentes de ese arcaísmo no deben buscarse sólo en culturas griegas del siglo VI, sino también en otras muy remotas.
De cómo esas influencias de siglos tan lejanos perduran aún en Liria sobre el final del siglo III, es cosa difícil de explicar. Recordemos que se ha
pretendido hacerlo, en cuanto a la perduración de otros viejos estilos cerámicos, como supervivencias prolongadas por tradición y por rutina. Nos-
(1) Corpus V. A.- Louvre (Francia), fas. II, lám. 1, figs. 1 y 2; lám. 85, fig. 36; y pág. 3.
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otros hemos ido destacando en la descripción de las series de San Miguel, cómo en algunos vasos (el de la escena de enlazar, por ejemplo) los decoradores parecían impulsados por una tendencia, casi diríamos complacencia, en dar a sus obras ese marcado sabor de arcaicas. Ya hicimos ver que en el indicado vaso, el decorador, que supo dar a las figuras de los perritos un fuerte sentido naturalista, trazó las restantes con una acusada, tal vez afectada, infantilidad. Mejor que de arcaísmo debiéramos calificar de pseudo-arcaísmo esa manera de los ceramistas lirianos. Parecida apreciación fué ya hecha, como es sabido, en lo que respecta al arte ibérico, escultura especialmente: Carpenter lo vió así en las esculturas del Cerro de los Santos,
donde junto a estatuas de gran rudeza, que juzgó indígenas, observó un sedimento de arcaísmo griego persistente hasta períodos más avanzados, con
influencias de escuelas de bajo helenismo y hasta de época romana; y Bosch lo percibió también en esculturas de Osuna, donde, entre los relieves más caracterizados por ello, se halla el del guerrero con falcata, cuya cronología, en cambio, queda fijada por el escudo y su umbo, atribuibles al segundo período de la Tene o sea hacia los siglos IV-III a. de Cristo. No es, pues, nuevo en cuanto al arte ibérico, pero sí de mayor evidencia y precisión este pseudo-arcaísmo apreciable en las cerámicas de San Miguel.
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SOBRE LA CRONOLOGIA DE ESTE DESPOBLADO
Concretadas estas notas a San Miguel de Liria, a la cronología de esta estación hemos de referirnos solamente, prescindiendo de problemas de
mayor amplitud impropios de este lugar.
Ya en la Memoria referente a 1934 intentamos dar la cronología de este despoblado, a base de los escasos elementos suministrados por las excavaciones, entre los que se contaban el broche de cinturón, nielado de plata, con gancho de perfil en zig-zag y cuerpo rectangular, hallado en estrato intacto, tipo que Bosch atribuyera al siglo III antes de Cristo, y las cerámicas campanienses, de cronología semejante. A esto puede agregarse la observación de que estas últimas cerámicas son, aparte las que parecen imitación indígena, iguales a las halladas en Covalta, Bastida y el Charpolar. De ello dedujimos la posible destrucción del despoblado al final del siglo III, tal vez alrededor del 215, fecha aproximada del paso de los romanos invasores por la comarca.
Esta supuesta cronología puede reforzarse ahora con la aparición de un vaso completo, de mediano tamaño y tipo tronco-cónico, en cerámica gris, de indudable pertenencia a la cultura ibérica de la costa catalana, y también de buena parte de
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un ánfora de las de boca plana, parecida a las de la propia cultura, datada, como es sabido, en el mismo siglo III. El hecho de que el antedicho vaso se hallara completo, hace sospechar que presenció los últimos días de la población, y ello parece datar con más firmeza su destrucción.
Frente a todo esto no puede hoy oponerse hallazgo alguno de material francamente romano; pues el encuentro de algún fragmento de ánfora
romana en estrato revuelto, significa igual que el descubrimiento de tiestos medievales hallados de igual modo en la vertiente inmediata al Castillo y
en lo que fué albacar, zona ocupada en todo tiempo.
Si alguna enseñanza puede deducirse, a este respecto, de las cerámicas con escenas humanas de San Miguel, es la de que no cabe rebajarse mucho
su cronología, sin hacer paralelamente más difícil e inexplicable la perduración de sus arcaísmos.
Todo ello nos induce a mantener, por ahora y provisionalmente, para San Miguel, la cronología del final del siglo III o tal vez comienzos del II.
NUEVAS INSCRIPCIONES IBÉRICAS DE SAN MIGUEL
Han sido halladas nuevas inscripciones en las excavaciones practicadas en San Miguel en 1935 y 1936. Todas las entonces descubiertas, salvo un grafito, aparecen pintadas en tiestos y ascienden a 23, figurando entre ellas frases cortas y aun parte
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de palabras, pero también textos completos, alguno de extensión extraordinaria, como en las inscripciones del llamado vaso de los letreros.
Con las 17 inscripciones ya publicadas y las 23 luego descubiertas, formamos el Corpus que insertamos al final de esta Memoria.
Todos los últimamente descubiertos están escritos, como era de suponer, en el mismo alfabeto que los ya conocidos del propio despoblado.
ESTELA IBERICA LABRADA
También las actividades prospectoras de Chocomeli en la alta provincia de Castellón, han descubierto esta pieza cerca de un despoblado ocupante la cima del "Tossal de la Serrá", en el término de Ares.
Fórmala una piedra tronco-piramidal, muy alargada y estrecha (840 mm. de alto por 185 de ancho medio, y 100 de grueso), con basto raigón en la base para sujetarle al suelo, y rota por la parte superior, que lleva esculpida en una de las caras mayores una incompleta figura de dama ibérica. Los bordes resaltados de la cara labrada fueron ornados con un grupo de líneas en zig-zag continuado que parecen indicar los bordes del manto. Desaparecido de antiguo el extremo donde debió labrarse la cabeza, muéstranse en lo que
queda de parte alta, correspondiente al pecho, dos
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gruesos collares con tres colgantes discoidales de tamaños graduales. A como dos tercios del extremo superior, una amplia zona transversal, delimitada por bordones resaltados, y rellena de reticulado inciso, da la impresión de faja o cinturón de la figura, del que pende una fila de colgantes circulares; y la larga túnica remata, por bajo, en una resaltada franja ornada de serie de cuadradillos con circulitos en el centro. No hay la menor indicación de pies ni de brazos, como dando aquéllos por cubiertos por el borde de la túnica y éstos por el manto. Es bien de lamentar que la rotura, de antiguo, del extremo en que iba la cabeza, nos impida conocer detalles de la misma; habiendo sido inútil su búsqueda en el terreno inmediato al sitio de
hallazgo.
Recogióse esta estela, rota en dos pedazos, en un margen de piedras sacadas de los campos aledaños; y parece que fué encontrada al ensanchar
uno de ellos a expensas del monte lindante. Ha sido infructuosa la exploración del terreno en busca de otros restos; pues aparte unos pocos huesos que se creen humanos, sólo se hallaron dos piedras circulares de molino ibérico.
Ayuda a la reconstitución ideal de la estela, el conocimiento de una figurilla que publicara P. Paris (1), procedente de la colección Vives, que la
cedió al Museo Arqueológico Nacional, pieza de
(1) P. Paris: Ibid, tomo II, fig. 298, pág. 188.
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manifiesto paralelismo con la de que nos ocupamos. Constitúyela una simple lámina de cobre, redondeada en la parte superior, indicando la cabeza, y cuyos bordes son ornados con decoración en mecha, de modo y disposición semejante a la de la estela, figurando los bordes del velo caído desde la cabeza a los pies, de los que, como de los brazos, no hay trazas. También ostenta la figurilla, cuando menos un grueso collar del que pende voluminosa bola; conjunto que de no estar situado un poco alto, bien pudiera tomarse también por los brazos y las manos unidas y ocultas por el velo; algo como otra figura, publicada también por París, que lleva aquéllos del supuesto modo (1).
No es infundada la clasificación, como ibérica, de la estela de La Serrá; pero si hubiese dudas ayudaría a disiparlas el encuentro de las piedras de molino ibérico, y todo ello en la vertiente del despoblado.
En la figura C de la lámina XII reproducimos la estela como quedó después de unidos sus trozos.
(1) P. Paris: Ibid, tomo II, fig. 3.ª, lám. II.ª
El antecitado bronce publicado por P. Paris en la fig. 298, y con el que tratamos de establecer semejanzas, no figura en el "Catálogo de los exvotos de bronce ibéricos" recién publicado por el señor Alvarez-Ossorio; en el que, en cambio aparecen otros dos, también en placas, y de la misma procedencia. dignos de tomarse en cuenta a los efectos de la cita hecha: uno es el catalogado con el número 1.590, lámina CXV, figura mitrada en la que son visibles los pies; y la otra, n.º 1599, también con manto y tocado semicircular, a la que se ven los pies y, en bajo relieve, los brazos sobre el pecho. Ambas figuras, aunque no con tanta semejanza como la de referencia, no dejan de recordar la de la estela.
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Esta pieza es probablemente de baja época ibérica; y parece confirmarlo el que en la rebusca efectuada por orden de Chocomeli en el lugar del
hallazgo, encontráranse, no cenizas, sino unos pocos huesos que acreditan tiempos en que la incineración había ya sido sustituída por la inhumación.
En 1935 solicitó Chocomeli, a nombre del S.I.P., autorización para excavar el despoblado y sus vertientes.
ESTELA IBERICA ESCRITA
Ya queda dicho cuán intensa fué la actividad exploratoria desarrollada por el Agregado del Servicio señor Chocomeli en la comarca de Benasal, en la primavera de 1935.
Una de las zonas más cuidadosamente explorada fué la comprendida entre las casas de campo llamadas "Mas de Centelles" y "Mas de Carbó de Dalt", del término de Benasal, donde en la cumbre de un cerrillo eran visibles las ruínas de un poblado ibérico. El reconocimiento detenido de los campos que se extienden desde el despoblado hasta el "Mas de Carbó" dió ocasión al hallazgo, en uno de ellos, de la estela de que damos cuenta aquí, indicio único de la necrópolis.
Trátase de una piedra arenisca aproximadamente prismática cuadrangular, de basta cantería, incompleta en su parte superior, que mide 435 mm.
de altura, por 345 de ancho y 110 de grueso medio.
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Una inscripción, en alfabeto ibérico, de grandes caracteres grabados a trazos profundos que los hacen fácilmente legibles, ocupó la parte superior de uno de los lados mayores, restando de ellos, al romperse, sólo nueve signos, seis inscritos en un rectángulo del ancho de la losa, y coincidente en su lado superior con la línea de rotura, y los tres restantes en el centro y por debajo del lado inferior.
En las figuras A y A' de la lámina XII reproducimos la estela y el calco de su inscripción.
Leído lo que resta del texto, conforme a las equivalencias dadas por el señor Gómez Moreno, diría dsagarrbe(e)tan.ui, que según Pío Beltrán parece indicar que lo enterrado en el sitio era un niño.
De aceptar ideas, hace tiempo expuestas por Beltrán, habría que atribuir la sepultura a baja época; pues ya la influencia romana es manifiesta en la inscripción, donde se ve sustituída la u ibérica del tipo de punta de dardo por otra de forma más en armonía con la latina.
El señor Chocomeli solicitó así mismo a favor del Servicio la autorización para excavar el despoblado y la zona de la supuesta necrópoli.
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IV
CORPUS DE INSCRIPCIONES IBERICAS EN
CERAMICAS DE SAN MIGUEL
Ya en la Memoria relativa a las actividades del Servicio en 1934 tratamos de iniciar, con los 17 letreros entonces conocidos, un pequeño corpus de inscripciones en cerámicas de San Miguel, con el plan de irlo aumentando, completando y rectificando en algún caso, en las sucesivas Memorias anuales al recogerse los resultados de las subsiguientes excavaciones; teniéndose así al corriente de los nuevos descubrimientos a los especializados en tales estudios. Pero la necesidad de insertar en aquella Memoria el interesante trabajo de Pío Beltrán sobre la posible lectura de los letreros, dió al pretendido avance de corpus un carácter distinto al propuesto. Ahora, aumentado considerablemente el número de inscripciones descubiertas y en la necesidad de rectificar y ampliar algunas de las ya publicadas, formamos una relación de todas las halladas hasta las últimas excavaciones practicadas en San Miguel a que puede referirse este trabajo, que alcanza sólo, como se ha dicho, desde 1935 a 1939, ambos inclusive.
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Dejando para los especialistas el estudio y la fijación de las equivalencias de las inscripciones, nos limitaremos aquí a darles una numeración correlativa coincidente casi siempre con el orden cronológico de su hallazgo, a fijar el año en que se realizó, el departamento en que se descubrió, el tamaño a que se reproduce, el tipo del vaso en que aparece, cuando sea posible, y algunos otros detalles que juzguemos de interés.
En las sucesivas Memorias se continuará la publicación de los nuevos hallazgos, y creemos del caso que periódicamente, para evitar a los estudiosos la molestia del manejo de varias Memorias, se haga una separada edición del Corpus.
I
a) IMAGEN b)IMAGEN
Constituyen esta inscripción dos fragmentos aparecidos en otros tantos trozos del borde de un vaso en forma de sombrero de copa; uno de los cuales, el b), conserva parte de la superficie lateral de aquél en la que se ven restos de la decoración pintada y entre ellos parte de una figura femenina, que debió estar sentada y parece mirarse en algo como espejo llevado en la mano, tiesto éste
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esporádico hallado hace años por D. Domingo Uriel; y el segundo, con la parte a) de la inscripción, se encontró en las excavaciones practicadas en 1933, en el departamento n.º 4 descubierto en un campo cultivado, y precisamente donde, superficial, hallara Uriel el tiesto con la figura.
Reproducido a 1/3.
No se tiene la seguridad de que pertenezcan ambos fragmentos de borde al propio vaso; pero el hallarse en el mismo sitio, la igualdad de la cerámica, de las letras y del tamaño del borde, han hecho creer que se trata de la misma pieza, aun notándose alguna diferencia de disposición en los dos fragmentos escritos.
II
IMAGEN
Se halla en un borde redondeado de vaso, desgastado de rodar por la vertiente. La inscripción pintada aparece algo desvanecida, siendo muy
dudosos los signos 1° y 2.º
Descubrióse en las excavaciones de 1933, en el área ocupada por el departamento n.º 3.
Se reproduce a 1/3.
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III
IMAGEN
Hallada esta inscripción en el fragmento de un borde de vaso del tipo denominado sombrero de copa. Los caracteres, pintados, son gruesos y burdos. El signo 1.º, aunque incompleto, parece igual al 5; como semeja el séptimo serlo del 3.
El señor Beltrán cree ver en el 2 una a y en el 6 una variante de du o tu (referencia al llamado alfabeto de Gómez-Moreno).
Encontrado en 1933.- Compartimiento n.º 4.
Reproducción a 1/3.
IV
IMAGEN
Encontrado en un trozo de borde del tipo sombrero de copa. Pintado en tinta roja muy obscura. El signo 1 incompleto.
Año 1933.- Departamento n.º 4.
Reproducción a 1/2.
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V
IMAGEN
Descubierto este letrero en el fragmento de un borde de pieza indeterminable. Letras de color pardo.
Año 1933.- Departamento n.º 4.
Reproducción a 1/3.
VI
IMAGEN
Grafito puesto en blando en un borde de pieza no determinable (pudiera pensarse en una de las llamadas sostenes).
El signo 1 incierto y el 4 incompleto.
Año 1933.- Departamento n.º 4.
Reproducción a 1/2.
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VII
IMAGEN
Grafito de trazos hondos hecho en blando en un tiesto de barro claro.
Sólo dos de los signos son evidentes, pareciendo que la palabra se inicia con el primero.
Año 1933.- Departamento n.º 4.
Reproducción a 1/3.
VIII
IMAGEN
Dos fragmentos de una inscripción escrita en el cuello de un vaso en forma de copa de pie bajo,
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decorado con finos motivos geométricos y vegetales, en friso. Signos pintados uniformes y correctos. Parece todo constituir una sola inscripción, a la que se puede calcular. por el espacio de la rotura, que le faltan unos tres signos. Obsérvese la carencia de puntuación separatoria de palabras.
Año 1933.- Compartimiento n.º 7.
Reproducción a tamaño natural.
IX
IMAGEN
Inscripción casi completa, pintada en el borde de un vaso en forma de sombrero de copa, decorado bellamente con un par de jinetes en caballos
de exagerada arrogancia y la particularidad de ser uno de aquellos de sexo femenino (1).
Parecen faltar dos o tres signos en el comienzo de la inscripción y el que debe llevar el n.º 35, del que sólo se percibe la porción inferior de un rasgo
en una rotura de parte del borde.
Aunque la inscripción aparece en realidad curvada siguiendo la línea continua del borde, para
(1) I. Ballester Tormo: Ibid, lámina VII, A.
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que cupiera a tamaño legible en la paginación de la Memoria, tuvimos que reproducirla linealmente y en dos porciones.
Año 1934.-Encontrada junto al muro exterior de los compartimientos 12 y 13.
Reproducción a 1/3.
X
a) IMAGEN b) IMAGEN
Aparece en la parte interior del borde redondeado de un vaso en forma de gran copa de pie bajo, decorado con un friso compuesto de escenas diversas, entre ellas la de unos guerreros desmontados llevando del ronzal las cabalgaduras (1), pieza bastante incompleta y requemada.
Reproducimos dos fragmentos que constituyen el principio y el final de la misma inscripción, cuya parte central es apenas perceptible.
Excavaciones de 1934. - Encontrado el vaso en los departamentos 12 y 13.
Reproducción a 1/3.
(1) I. Ballester Tormo: Ibid, lámina VIII, B y B'.
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142
XI
a) IMAGEN
Se ve esta inscripción, incompleta, en una porción del borde plano de un vaso en forma de sombrero de copa, que ostenta el interesante friso con
escena de danza de varones y mujeres cogidos de las manos y precedidos de flautistas (1). Constituye el comienzo de un texto, y los caracteres son claros, estando incompleto el último.
Excavaciones de 1934. - Descubierto el vaso en los compartimientos 12 y 13.
Reproducción a 1/3 .
XII
IMAGEN
Aparece este letrero en el vientre de un mediano vaso de la frecuente forma de copa de pie bajo, como explicando la escena principal del friso
consistente en un combate entre unas barcas y un peón desde tierra (2). Este interesante conjunto
(1) I. Ballester Tormo: Ibid, lámina VIII, A. A y A'.
(2) I. Ballester Tormo: Ibid, lámina V, C. y C',
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143
sirvió de base a Pío Beltrán para asentar su tesis (desarrollada en la citada Memoria) revivando sobre bases lógicas la teoría vasquista; pues la lectura
de esta inscripción, por el llamado alfabeto del señor Gómez Moreno, da la equivalencia gudua deitzdea, que traducida por el vasco viene a significar llamada o grito de guerra, texto en consonancia con la escena a que se refiere; tesis ésta que parece confirmada, por el mismo procedimiento, en otros vasos de San Miguel. El texto es completo y perfectamente legible.
Procede de las excavaciones de 1934.- Se encontró el vaso fragmentado en los departamentos 12 y 13.
Reproducimos la inscripción a 1/3.
XIII
IMAGEN
Está este letrero constituído, como se ve, por dos caracteres repetidos; siendo de observar su poca igualdad de tipos en la reproducción; y aparece debajo de la figura de un caballo, muy sumariamente perfilado, en el mismo friso y vaso que la precedente inscripción.
Reproducción a 1/3.
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144
XIV
IMAGEN
Este fragmento de inscripción aparece en un trozo de borde de vaso de forma sombrero de copa. Los caracteres son claros.
Excavaciones de 1934.- Departamento 15.
Reproducida a 1/2.
XV
IMAGEN
Partes de un texto escrito sobre el borde plano de un vaso sombrero de copa. En la Memoria anterior reproducimos, bajo el n.º XIV, los fragmen-
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145
tos entonces conocidos (a y b), uno de los cuales ha sido completado posteriormente (c) al encontrarse otro tiesto de la misma pieza. El texto, escrito en letras claras, está incompleto como se ve.
Encontrados los fragmentos a y b en las excavaciones de 1934 en el departamento n.º 15, y el c, posteriormente, en el cribado de las tierras que
se sacaron de aquél.
Reproducción a 1/3.
XVI
IMAGEN
Las dos inscripciones que publicamos bajo este número, la primera incompleta en su iniciación y falta de un signo o puntuación en el centro, y la
segunda íntegra, aparecen en una gran tinaja, en la forma en que las reproducimos, en lo alto de una composición que integran un caballo atado a
unos trazos ramiformes y el combate de dos peones con un jinete, y forma parte de un interesante friso en que figuran curiosas escenas de pesca, de caza y de pradera, que pueden verse calcadas en nuestra antecitada Memoria (lámina VI, figuras B y B'); donde se observará que, por no haberse expresado en forma suficiente en el calco la existencia de
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146
una rotura en el centro de la primera parte de la inscripción, aparece ésta como dividida en dos. Obsérvese también que el signo séptimo del letrero, que se veía incompleto en la lámina antedicha, ha sido ahora completado.
Los caracteres son claros, aunque un poco toscos. No obstante la acusada separación de las dos inscripciones, que induce a pensar en falta de relación entre ellas, pudiera inclinarnos a estimarlas como constituyendo un solo texto el hecho de que figuren sobre una misma escena, a la que deben referirse.
Excavaciones de 1934.- Departamento 15.
Reproducción a 1/3.
XVII
IMAGEN
En el mismo vaso antes descrito y en su zona inferior, no decorada, se ve esta inscripción incompleta, grabada a punzón en el vaso ya cocido.
Reproducida a 1/3.
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147
XVIII
a) IMAGEN
b) IMAGEN
Figuran estas inscripciones en la parte superior del friso, la b) en el campo sobre el último de unos jinetes armados de jabalina, y la a) a continuación,
hasta sobre la dama final de una danza, que aparece, entre otras escenas, en un gran vaso incompleto, de la habitual forma de copa de pie bajo, con tiestos tan tostados que en parte perdieron la decoración, tomando la pintura un tono vinoso obscuro. Por extenderse el texto en lo alto y a lo largo del friso y a un solo nivel, parecen constituir ambos letreros una sola inscripción, aunque la falta de un fragmento del vaso la haya dividido en dos trozos; aconteciendo lo mismo en el fragmento a), en cuyo texto se interpola parte de la decoración.
Excavaciones de 1934.- Departamento 14.
Reproducción a 1/2.
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148
XIX
IMAGEN
Va esta inscripción sobre la parte superior de una zona de cintas horizontales, en un fragmento que parece pertenecer al vientre de un vaso de
forma indeterminable. Los signos son claros y bien trazados, aunque el último es imprecisable por incompleto.
Excavaciones de 1934.- Departamento 14.
Reproducción a 1/3.
XX
IMAGEN
Se encuentra también esta inscripción en un tiesto perteneciente al vientre de un vaso de forma imprecisable. Los signos son bien legibles, salvo el último, incompleto también por la línea de rotura.
Excavaciones de 1935.- Departamento 16.
Reproducción a 1/3.
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149
XXI
IMAGEN
Figura esta inscripción en el cuello, casi vertical, de un vaso esférico, con decoración vegetal, sobre una cinta horizontal que aparece en ella. La inscripción es incompleta por uno y otro extremo, por estarlo dicha porción de vaso.
Excavaciones de 1935.- Departamento 16.
Reproducida a 1/3.
XXII
IMAGEN
Figura esta inscripción, incompleta por ambos extremos, en el dorso de un fragmento de borde de vaso de los denominados sombreros de copa. Los caracteres fueron trazados de modo poco seguro y aun con rectificaciones manifiestas.
Excavaciones de 1935.- Compartimiento 19.
Reproducción a 1/3.
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150
XXIII
IMAGEN
Pequeña inscripción que aparece sobre un fragmento de borde de vaso, de cuello exvasado. Letras poco cuidadas.
Excavaciones de 1935.- Departamento 19.
Reproducción a 1/3.
XXIV
IMAGEN
Se encuentra esta inscripción también sobre un fragmento de borde incompleto de un vaso de sombrero de copa. Debió figurar, por lo poco que
deja ver el tiesto, debajo y a lo largo de una de esas cintas circulares que suelen decorar esta clase de cerámica. Está el texto incompleto por ambos
extremos.
Excavaciones de 1935.- Departamento 25.
Reproducción a 1/2.
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151
XXV
IMAGEN
Figura esta inscripción, completa en su iniciación y al parecer en su final, pero no en toda su extensión, en un espacio limitado de un lado por una línea recta, y por bajo por tres trazos curvos sucesivos, sobre el cuerpo de un ánfora panzuda. La primera parte de la inscripción hállase escrita en forma normal y con caracteres claros; no así lo que debieron ser últimas letras que parecen escritas en sentido inverso.
Excavaciones de 1935.- Habitación 25.
Reproducida a 1/3.
XXVI
IMAGEN
Este letrero, incompleto por ambos extremos, y con letras bien legibles y de buen tamaño, apa-
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152
rece sobre el borde, incompleto, de un vaso sombrero de copa.
Excavaciones de 1935.- Departamento 25.
Reproducción a 1/3.
XXVII
IMAGEN
Pequeña parte de inscripción aparecida en un fragmento de cuello de pieza indeterminable. Semeja iniciación de un texto.
Excavaciones de 1935.- Departamento 26.
Reproducción a 1/3.
XXVIII
IMAGEN
Fragmento de inscripción, incompleta por ambos extremos, pintada sobre un tiesto indeterminable. Letras poco correctas.
Excavaciones de 1935.- Departamento 26.
La reproducimos a 1/3.
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153
XXIX
IMAGEN
Inscripción incompleta, también por ambos extremos, pintada sobre un fragmento de vaso de los llamados sombrero de copa. Caracteres claros
extendidos en el sentido de la curvatura del tiesto.
Excavaciones de 1935 .- Departamento 28.
Reproducida a 1/3.
XXX
IMAGEN
Pequeño fragmento de inscripción escrita sobre la parte interna de un fragmento de cuello exvasado. Signos bastantes claros.
Excavaciones de 1935.- Departamento 28.
Reproducido a 1/3.
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154
XXXI
IMAGEN
Inscripción incompleta aparecida en un fragmento de borde de cuello exvasado, de pieza indeterminable.
Excavaciones de 1935.- Departamento 28.
Reproducción a 1/3.
XXXII
IMAGEN
Parte de una sola inscripción, con signos incompletos en sus extremos, sobre otro fragmento de cuello exvasado de pieza de tipo indeterminable.
Excavaciones de 1936.- Departamento 29.
Reproducida a 1/3.
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155
XXXIII
IMAGEN
Fragmento de inscripción escrita sobre un trozo de borde curvo de un vaso semejante a los llamados sombreros de copa. Caracteres bastante claros.
Excavaciones de 1936.- Departamento 31.
Reproducción a 1/3.
XXXIV
IMAGEN
Grafito escrito en la parte interna de un fragmento de borde de cuello exvasado, de pieza imprecisable.
Excavaciones de 1936.- Departamentos 33 y 34.
Reproducción a 1/2.
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156
XXXV
IMAGEN
Dos fragmentos incompletos de una misma inscripción pintada sobre el borde interno de un vaso troncocónico de cuello exvasado. Caracteres bastante claros, salvo algunos borrosos que se extendieron sobre parte de una decoración de "dientes de lobo", de la que quedan manchas desvaídas.
Excavaciones de 1936.- Departamento 41.
Reproducida a 1/3.
XXXVI
IMAGEN
Inscripción incompleta, apoyada en la parte inferior de una cinta en curva, pintada sobre un fragmento de borde de vaso de buen tamaño, tipo sombrero de copa. Caracteres claros, e incompletos el primero y último.
Excavaciones de 1936.- Departamento 44.
Reproducida a 1/3.
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157
XXXVII
IMAGEN
Inscripción incompleta pintada sobre un fragmento de borde de vaso tipo sombrero de copa. Caracteres claros, salvo los dos primeros dudosos por estar incompletos.
Excavaciones de 1936.- Departamento 44.
Reproducción a 1/3.
XXXVIII
IMAGEN
Varios trozos de una inscripción, en dos líneas, apoyada también la primera sobre la parte inferior de una cinta en curva, pintada sobre el vientre de un vaso incompleto con decoración de caballos y guerreros . Caracteres desiguales e indeterminables algunos de la segunda línea, por las roturas del
vaso.
Excavaciones de 1936.- Departamento 46.
Reproducida a 1/3.
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158
XXXIX
IMAGEN
Inscripción que aparece pintada en el espacio libre quedado sobre la figura de una cierva extremadamente estilizada, y delante de la misma, en un pequeño vaso tipo sombrero de copa, que lleva como decoración una escena de caza de ciervos, representada con tosquedad máxima entre los vasos de Liria. Véase el vaso y su desarrollo en la lámina Vª, figuras A y A'.
Constituyen la inscripción los siguientes signos: sobre la cierva una s borrosa en parte, a la que sigue una a visible con dificultad, y a continuación
un claro signo gu; frente al pecho de la cierva el signo ds; y delante de las piernas de la misma los ti y ko. Don Pío Beltrán lee, pues, s-a-gu-ds-ti-ko,
llegando, al relacionarla con la cerámica del cercano Sagunto, a conclusiones muy interesantes, en un trabajo próximo a publicarse.
Excavaciones de 1935.- Departamento 16, G.
Reproducción a 1/3.
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159
IMAGEN
Fragmento A del vaso escrito.
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160
XL
IMAGEN
Fragmento B, C y D del vaso escrito.
Incluímos bajo este número, como si se tratase de un solo letrero, la totalidad de las inscripciones aparecidas en los cuatro tiestos que se ven escritos entre los diversos con que pudo reconstruírse, en gran parte, el llamado vaso escrito, que es el que reproducimos en la lámina IX y del que damos aquí las porciones que interesan; y lo hemos hecho así, no ya sólo por la imposibilidad de dividir el texto en inscripciones distintas, si no es de modo
arbitrario, sino por estimar que debe haber entre todo lo escrito un indudable nexo que le dé unidad.
Sobre 157 signos pueden contarse en los cuatro fragmentos escritos (130 corresponden al mayor
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161
de éstos), repartidas las letras en largos letreros que del modo más diverso y alguna vez pintoresco, rellenan los espacios quedados libres entre las figuras de la decoración. A lo largo de la parte alta del friso, alrededor de las cabezas de los jinetes, ya dispuestos horizontalmente en cortas líneas, ya oblicua o verticalmente, bien bajo el vientre de los caballos, delante del pecho o tras de
la grupa de los mismos, y hasta ocupando algunos signos los extremos de una especie de rosa de los vientos, se reparte la profusa escritura, que en parte se perdió en algún tiesto. Es muy de lamentar tal desaparición, pero más aun la pérdida de los fragmentos complementarios del friso, que debieron también estar ampliamente escritos.
Para facilitar las citas de los letreros hemos indicado, mediante destacadas letras mayúsculas (A, B, C y D), cada uno de los tiestos escritos. Pero la dificultad mayor habían de encontrarla quienes emprendiesen el estudio de estos textos, al tener que hacer referencia a algunos de los letreros tan entremezclados en el tiesto A. Hemos creído que para evitarlo no había otro medio mejor que enumerarlos mediante cifras puestas en lugar adecuado de la parte externa del grabado; y así lo hemos realizado.
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162
Son bastante claras y legibles, salvo en alguna parte del letrero de B, las inscripciones de este vaso.
Excavaciones de 1936.- Departamento 31.
En las Memorias sucesivas se irán incorporando al Corpus los letreros que se descubran.
I. BALLESTER TORMO
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Estando en formación la Biblioteca general de la Diputación provincial, y dada la necesidad de completarse la especializada de Prehistoria, se permite el S.I.P. rogar a quienes reciban sus publicaciones, las consideren a cambio de las suyas propias, que se servirán remitir a una u otra de aquéllas, según su carácter.
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INDICE
Páginas
I.- ANTECEDENTES DEL S.I.P. ..................................7
II.- ACTIVIDADES INTERNAS DEL SERVICIO..............14
Publicaciones.................................................14
Museo...........................................................16
Biblioteca......................................................23
Laboratorio....................................................24
Sobre la instalación de este Centro...................26
III.- EXPLORACIONES y EXCAVACIONES.....................30
Las pinturas naturalistas "Dels Covarjos" (Benasal).....33
La "Cova de la Sarsa" (Bocairente)............................34
El enterramiento de "Mola Remigia" (Ares).................36
La sepultura en cueva de Rocafort.............................37
Enterramiento prehistórico en Cullera.........................50
Las excavaciones en San Miguel de Liria.....................54
Las cerámicas de San Miguel con decoración
antropomorfa.....................................................65
Fragmentos varios..............................................65
El vaso de los ciervos estilizados...........................70
Fragmentos del vaso del hombre de la sítula...........73
El vaso del caballo espantado...............................79
El vaso de la escena de enlazar.............................83
El vaso escrito....................................................91
El vaso de la danza ritual.....................................97
El vaso de la danza guerrera................................105
Algunas consideraciones sobre estas cerámicas
de San Miguel....................................................112
Sobre la cronología de este despoblado.................127
Nuevas inscripciones ibéricas de San Miguel...........128
Estela ibérica labrada...............................................129
Estela ibérica escrita................................................132
IV.- CORPUS DE INSCRIPCIONES IBERICAS EN
CERAMICAS DE SAN MIGUEL...............................134
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PUBLICACIONES DEL S.I.P.
SERIE DE ANUARIOS
Archivo de Prehistoria Levantina.- Anuario del S.I.P., 1928, Valencia, 1929.
Archivo de Prehistoria Levantina.- Anuario del S.I.P., 1929 a 1942 (Impreso en parte).
SERIE DE MEMORIAS ANUALES DE LA DIRECCION
El S.I.P. y su Museo en el año 1928.- Valencia, 1929.
La labor del S.I.P. y su Museo en el pasado año 1929. (Nota inserta de L. Pericot sobre las excavaciones de Parpalló).- Valencia, 1930.
La labor del S.I.P. y su Museo en el año 1930 (con nota de L. Pericot sobre las excavaciones en Parpalló).- Valencia, 1931.
La labor del S.I.P. y su Museo en el año 1931 (con nota de L. Pericot sobre las excavaciones en Parpalló).- Valencia, 1932. (Con 6 láminas).
La labor del S.I.P. y su Museo en el año 1932.- Valencia, 1933.
La labor del S.I.P.. y su Museo en el año 1933.- Valencia, 1934.
La labor del S.I.P. y su Museo en el año 1934.- Valencia, 1935. (Con 9 láminas).
La labor del S.I.P. y su Museo en los años 1935 a 1939.- Valencia, 1942. (Con 12 láminas).
La labor del S.I.P. y su Museo en los años 1940 a 1942. (En preparación).
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168
SERIE DE TRABAJOS VARIOS
1.- "El Castellet del Porquet"; por I. Ballester Tormo.
2.- "Breus notes sobre el poblat iberic de St. Miquel de Lliria"; por D. Fletcher Valls.
3.- "Estudis d'Art Originari.- Els insectes en l'Art quaternari"; por M. Vidal y López.
4.- "Un enterrament prehistoric al Barranc del Cinc" (Alcoy); por C. Visedo.
5.- "Col.lecció de treballs del P. J. Furgús sobre prehistoria valenciana".
6.- Estudios sobre las cuevas paleolíticas valencianas.- "Cova Negra de Bellús", por G. Viñes y J. Royo Gómez; y "Cóva del Parpalló", por V. Sos Bainat. (Con una nota necrológica de G. Viñes).
7.- Apuntes sobre las estaciones prehistóricas de la Sierra de Orihuela, por Santiago Moreno. (Manuscrito de 1872, con notas y comentarios de su poseedor, Nicolás Primitivo Gómez Serrano).
8.- Sobre un interesante vaso escrito de San Miguel de Liria, por Pío Beltrán Vllagrasa.
SERIE DE MONOGRAFIAS
"El cráneo del Parpalló", por el Dr. S. Alcobé. (Para imprimir).
PUBLICADO POR EL CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTIFICAS
Instituto Diego Velázquez
"La cueva del Parpalló (Gandla)".- Excavaciones del S.l.P. de la Excma. Diputación Provincial de Valencia.- Por Luis Pericot García.- Madrid, 1942. (Con 351 páginas, 650 figuras y XXXII láminas).
Esta obra ha sido galardonada con el "Premln Martorell", correspondiente a 1942
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S.I.P.- MEMORIA 1935-39
LAM. I
IMAGEN A
IMAGEN B
A.- Calco de las pinturas rupestres del "Barranç dels Covarjos" (Benasal)
B.- Covachas de la cingla del mismo nombre, donde se hallan las pinturas
(Foto de J. Chocomeli. Calcos de éste y de D. F. Porcar)
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S.I.P.- MEMORIA 1935-39
LAM. II
IMAGEN A
IMAGEN B
Vasos de "Cova de la Sarsa"
(Fotos de J. Adell)
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S.I.P.- MEMORIA 1935-39
LAM. III
IMAGEN A
IMAGEN B
Sepultura bajo los escarpes de "Mola Remigia" (Ares)
(Fotos de J. Adell y J. Chocomeli)
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S.I.P.- MEMORIA 1935-39
LAM. IV
IMAGEN A
IMAGEN B
San Miguel de Liria.
Fragmentos de vasos. (1/2)
(Calcos de F. Porcar)
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S.I.P.- MEMORIA 1935-39
LAM. V
IMAGEN A
IMAGEN A'
IMAGEN B
San Miguel de Liria
A.- Vaso de los ciervos estilizados
A'.- Desarrollo de su decoración
B.- Fragmento de vaso
(Foto de J. Adell. Calco F. Porcar y J. Alcácer.)
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S.I.P.- MEMORIA 1935-39
LAM. VI
IMAGEN A
IMAGEN B
IMAGEN C
IMAGEN D
San Miguel de Liria.
Fragmentos del vaso del hombre de la sítula
(Calcos de J. Alcácer y de F Porcar)
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S.I.P.- MEMORIA 1935-39
LAM. VII
IMAGEN A
IMAGEN A'
San Miguel de Liria.- Vaso del caballo espantado
(Foto J. Adell. Calco J. Alcácer)
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S.I.P.- MEMORIA 1935-39
LAM. VIII
IMAGEN A
IMAGEN A'
San Miguel de Liria. Vaso de la escena de enlazar
(Foto J. Adell. Calco F. Porcar)
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S.I.P.- MEMORIA 1935-39
LAM. IX
IMAGEN A
IMAGEN A'
San Miguel de Liria.- El vaso escrito
(Foto J. Adell. Calco de J. Alcácer)
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S.I.P.- MEMORIA 1935-39
LAM. X
IMAGEN A
IMAGEN A'
San Miguel de Liria
Vaso de la danza de la ofrenda
(Foto Adell. Calco J. Alcácer y Porcar)
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S.I.P.- MEMORIA 1935-39
LAM. XI
IMAGEN A
IMAGEN A'
San Miguel de Liria.
Vaso de la danza guerrera
(Foto J. Adell. Calco A. Goñi)
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S.I.P.- MEMORIA 1935-39
LAM. XII
IMAGEN A
IMAGEN A'
IMAGEN B
A.- Estela escrita de Benasal. (Algo más de 1/5).- A' Texto.
B.-Estela de Ares (1/8 aproximado).
(Fotos de J. Adell. Calco de J. Alcácer)
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S.I.P.
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