La epigrafía funeraria
Lorenzo Abad Casal
Juan Manuel Abascal Palazón
Rosario Cebrián Fernández
1991
[page-n-1]
LA EPIGRAFÍA FUNERARIA
LORENZO ABAD Y JUAN MANUEL ABASCAL
Universidad de Alicante
ROSARIO CEBRIÁN
Departament de Prehistòria i Arqueologia. Universitat de València
No hay dos inscripciones iguales. Cada inscripción es un documento original y genuino, resultado de horas de paciente labor por parte de un cantero, un quadratario o un aficionado; seguramente algunos epígrafes son resultado de más de un intento por obtener un producto que se quebraba en el último momento, en el que aparecían repentinas grietas o que no quedaba al gusto del
cliente o del fabricante una vez terminado.
Si las canteras del mundo romano están llenas de objetos quebrados en el momento de iniciarse
el transporte o de dar los últimos retoques para su envío a un taller, las officinae epigráficas debieron
ser escenario de mil y un fracasos que terminarían convertidos en placas para cubrir paredes, teselas
de mosaico o piezas de opus sectile en el mejor de los casos. El precio de los productos de calidad a
pie de cantera y el transporte hacían de los materiales nobles un producto que se aprovechaba hasta
el final, incluso en sus retazos; las simples calizas tenían un destino menos noble, y los fracasos epigráficos terminarían con frecuencia en hornos de cal.
Cada uno de los cientos de miles de epígrafes que quedan del mundo romano tiene su historia
particular, aunque el estudio de estos soportes ha sido relegado con frecuencia por los estudios del
contenido, más evidente y a fin de cuentas objeto primordial de la comunicación entre el fabricante y
el resto de la sociedad. Sólo en los últimos cuarenta años se ha revalorizado el soporte, tanto por la
necesidad del historiador de analizar el contexto en que se generan sus fuentes como por las propias
tendencias de la arqueología y de la historia del arte.
Las tierras valencianas han proporcionado hasta la fecha cerca de 1.200 inscripciones latinas, con
un reparto muy desigual no sólo por provincias sino también dentro de éstas entre unas zonas y
otras. La provincia de Valencia, con importantes ciudades antiguas en su solar, acumula casi el 70%
del total del conjunto, repartiéndose el resto casi por igual entre Alicante y Castellón.
Desde el punto de vista geográfico, la epigrafía latina del territorio es eminentemente urbana, es
decir, se concentra mayoritariamente en las ciudades y en su periferia inmediata; sólo una pequeña
parte de los hallazgos procede de zonas rurales alejadas de los grandes centros urbanos. De ello es
buena prueba la cuantificación de las inscripciones saguntinas tras la reciente edición del nuevo fascículo del Corpus Inscriptionum Latinarum con los epígrafes de la parte meridional del conventus Tarraconensis; Saguntum y su territorium concentran algo más de 500 inscripciones, Valentia algo más de
150; Edeta unas 115, y cantidades por debajo del centenar se registran en ciudades como Saetabis, el
núcleo cercano a Jérica y en todas las alicantinas.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
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LA EPIGRAFÍA FUNERARIA • LORENZO ABAD, JUAN MANUEL ABASCAL Y ROSARIO CEBRIÁN
La mayor parte de las inscripciones procede de la región situada al norte del río
Júcar, es decir, de las ciudades del sur del convento Tarraconense, con clara diferencia sobre la zona sur, correspondiente al convento Cartaginense. Tal diferencia parece tener diversas explicaciones.
En efecto, las ciudades meridionales del conventus Tarraconensis
fueron lugar de residencia y centros de promoción de importantes
familias con un fuerte protagonismo en la vida de Hispania durante los dos primeros siglos de nuestra Era; sus ciudades se
vieron favorecidas con programas arquitectónicos a los que siguió un desarrollo epigráfico importante, que se manifiesta en
ocasiones a través de las series de pedestales forenses; en el territorio circundante y en las necrópolis urbanas asoman con
fuerza sus epígrafes funerarios y los de sus libertos.
Otro factor que condiciona la dispersión de los epígrafes es
la riqueza del suelo y sus posibilidades de aprovechamiento,
como se observa en los territorios de Ilici, Dianium o en la zona
cercana a Villar del Arzobispo, en donde el volumen de textos
parece estar más en relación con la densidad demográfica y la
actividad agrícola que con la fuerza de los grupos familiares.
Una tercera razón que explica la distribución de los epígrafes es
la cercanía a la costa, pues la mayor concentración de población
y su reflejo epigráfico guardan relación con la intensidad de las
actividades industriales y comerciales relacionadas con el tráfico
portuario y los intercambios marítimos.
LA EPIGRAFÍA FUNERARIA
Del conjunto de inscripciones conocido hasta la fecha en las
tierras valencianas, más del 60%, unos 750 textos, son de tipo funerario; este conjunto es bastante heterogéneo en sus modelos
formales y en los materiales utilizados.
Estela de Tempestiva, hallada en Pedralba.
[Museo de Prehistoria de Valencia].
Las estelas, hincadas en el suelo, se utilizaron para señalar el lugar de una sepultura
en las necrópolis.
En las necrópolis se situaron buena parte de los monumentos
epigráficos atestiguados en el área valenciana. En ellas, cada sepultura contó con un elemento distintivo, con el fin de realizar las ceremonias funerarias en honor
del difunto, aunque bien es verdad que no todos poseyeron inscripción y otros muchos se enterraron
en columbarios o simplemente en tierra, sin que se les recordara con un epitafio. La gran diversidad
de las sepulturas reflejaba todos los estamentos de la sociedad.
▲
Los distintos talleres lapidarios que trabajaron en el área valenciana ofrecieron a su clientela una
variada gama de soportes pétreos con inscripción para señalizar sus tumbas en las necrópolis. A lo
largo del período imperial, su producción siguió los estilos y las modas desarrolladas en Roma y en
las capitales provinciales de Tarraco y Carthago Noua. El ambiente artesanal de las officinae lapidarias valencianas se caracterizó por una forma de trabajo similar, repitiéndose los mismos tipos de soportes en
El aprovisionamiento del material lapídeo para la realización de soportes epigráficos se obtuvo de las canteras cercanas a
los núcleos urbanos. La dispersión de las inscripciones valencianas muestra un mayor uso de la epigrafía en las ciudades
y desde aquí se difundió a las zonas rurales. [Tratamiento gráfico R. Cebrián-A. Sánchez].
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Placa funeraria de Otacilia
Silvana de Valentia. [Ajuntament de València].
En las necrópolis, las placas
funerarias se insertaron en
estructuras arquitectónicas,
preferentemente en forma
de mausoleos.
Epígrafe del monumento
funerario de algunos miembros de la familia de los
Caecilii de Edeta. [Museo
de Prehistoria de Valencia].
La aparición de varias inscripciones en el mismo soporte evidencia el carácter
colectivo de los mausoleos
funerarios.
▲
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cada período en función de las modas del momento. Sólo a partir de finales del siglo I, los talleres lapidarios de las ciudades valencianas se alejaron de los modelos canónicos y comenzaron a imprimir
un estilo propio a sus manufacturas. Es el caso de las officinae identificadas en la zona del Alto Palancia y en Villajoyosa, a partir de su producción epigráfica de carácter funerario. El taller de Jérica-Viver, en activo desde finales del siglo I y la primera mitad del siglo II, centró su producción en la elaboración de soportes funerarios, preferentemente bloques y estelas, a los que dotó de una decoración
arquitectónica figurada en la cara frontal del monumento. En Villajoyosa se produjeron aras funerarias con una tipología estandarizada, caracterizadas por la inserción de un motivo decorativo en
forma de lengüetas alrededor del foculus.
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LA EPIGRAFÍA FUNERARIA • LORENZO ABAD, JUAN MANUEL ABASCAL Y ROSARIO CEBRIÁN
LOS MATERIALES
La piedra más utilizada en la realización de los soportes funerarios con
inscripción fue la misma que se empleó en la construcción de edificios de
carácter publico y privado, de producción local. De esta manera, se consiguió abaratar el coste final del monumento. Sólo unos pocos, los mejor situados social y económicamente hicieron uso de materiales importados.
El material local fue utilizado en la construcción de un gran número de
mausoleos monumentales, en los que la inscripción se grabó en uno de los
bloques del edificio. Es el caso, entre otros, del de M. Cornelius Nigrinus Cu2
riatius Maternus (CIL II /14, 124), el rico senador de origen edetano que,
probablemente, fue enterrado en su propia uilla a las afueras de la ciudad;
del de Domitia Iusta (La Calerilla, Requena), en el que se combinaron dos
tipos de piedra local, una arenisca de color amarillo y una caliza de color
gris; y del de Baebia Quieta en Daimuz.
Junto a la piedra de producción local se empleó la caliza de buixcarró,
producida en Saetabis y que tuvo una gran aceptación entre los talleres lapidarios del área valenciana, encargados de elaborar, entre otros, los monumentos funerarios con inscripción. Su demanda tuvo mucho que ver con sus
excelentes cualidades para el pulido, su apariencia marmórea y su precio, inferior a los mármoles que circulaban a través de las redes comerciales del
Mediterráneo. En el ámbito funerario, lógicamente fue Saetabis la ciudad que
más usó este material para la elaboración de placas, aras, bloques e incluso
estelas, pero también se documentan soportes funerarios realizados con esta
caliza, sobre todo, en Valentia.
Los mármoles importados hacen su aparición en las necrópolis de Saguntum, Edeta, Valentia y Dianium en forma de placa, aunque también hay
Urceus tallado en una de las caras
ejemplos de aras realizadas sobre materiales marmóreos. El matrimonio de
laterales de un ara hallada en Riba2
roja de Túria. [Museo de Bellas
libertos formado por Corn(elia) Pantera y L. Lic(inius) Nicomedes (CIL II /14,
Artes de Valencia].
156), posiblemente relacionados con Nigrinus, pagaron un soporte funeraEn ocasiones, en los soportes
rio realizado en mármol blanco, importado de las canteras de Carrara (Itaepigráficos de carácter funeralia). También el ara funeraria de un miembro femenino de la familia de los
rio se grabaron algunos de los
2
objetos utilizados en las cereMarcii en Valentia (CIL II /14, 70) y la placa funeraria de Capraria en Diamonias religiosas.
nium (CIL II, 5963), utilizaron este tipo de mármol. El monumento funera2
rio de Baebius Eros Chilonianus y su esposa (CIL II /14, 407) fue tallado sobre una placa de mármol blanco, importado de las canteras de la isla de Paros (Egeo, Grecia). En su
epitafio se escribieron las medidas de su sepultura, un monumento de 20 x 20 pies. El mármol de Hipona (Túnez) se utilizó en las placas funerarias de algunos libertos de la familia de los Fulcinii (CIL
2
2
II /14, 120 a) y de la liberta Iulia Tyche (CIL II /14, 64) en Valentia.
LOS SOPORTES
Los tipos de los soportes epigráficos utilizados en el ámbito funerario del área valenciana proporcionan una valiosa información sobre los monumentos que se situaron en las necrópolis. En los grandes centros urbanos, como Saguntum, Valentia o Edeta, las necrópolis albergaron una gran variedad
de monumentos epigráficos, mientras que en las zonas rurales y núcleos pequeños predominó la señalización de los lugares de enterramiento mediante soportes en forma de estelas.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Placa funeraria de la Vila Joiosa (Alicante). [Museo Municipal d’Arqueologia i
Etnologia, la Vila Joiosa].
La placa funeraria de Voconia Macedonia se puede singularizar por la curiosa
forma circular del soporte, que sirvió para tapar o sellar el nicho funerario de
esta joven de 26 años de edad, que debió morir en los albores del siglo III.
Las familias más solventes económicamente construyeron conjuntos monumentales, tipo mausoleo,
en cuyo interior fueron enterrados sus miembros.
La aparición de soportes con forma de paralelepípedos permite conocer el nombre de algunas
de estas familias, como la de los Sergii en Sagun2
tum (CIL II /14, 337-346), los Domitii en Lesera
2
(CIL II /14, 778-779) o los Antonii en Valentia (CIL
2
II /14, 24-25). En la inscripción funeraria de L.
Antonius Crescens, el ordo Valentinorum (veteranorum) fue el encargado de otorgar el lugar de la sepultura, de cubrir los gastos económicos del entierro
y de pagar una estatua en su honor. También los soportes en forma de placa se insertaron en algunas de estas estructuras, siempre en un lugar destacado que no ofreciese dudas sobre quién o quienes estaban allí enterrados. Las placas funerarias atestiguadas en el área
valenciana corresponden principalmente a libertos y esclavos, que fueron enterrados en el interior
del mausoleo de sus patronos.
En las necrópolis urbanas se situaron los columbarios o sepulturas en común, donde algunas placas pudieron servir como cierre de los loculi, pequeños nichos donde se colocaban las urnas cinerarias. En el interior de los columbaria también se colocaron las aras funerarias de pequeño tamaño.
La presencia de estelas nos informa de la existencia de áreas funerarias a cielo abierto, donde fueron
hincadas en el suelo para señalar el lugar de enterramiento.
LA DECORACIÓN
La población empleó la decoración en los monumentos epigráficos para acentuar el valor conmemorativo y de señalización del soporte, teniendo siempre en cuenta el lugar donde iba a colocarse.
Los motivos decorativos que se representaron en algunos de los soportes colocados en las necrópolis
estuvieron en estrecha relación con el mundo de los difuntos y las creencias, cultos y ritos de la población romana. La importancia del culto a los difuntos y del hábito epigráfico explica la cantidad y
diversidad de los motivos decorativos de carácter funerario utilizados para señalar el lugar de enterramiento.
Los estamentos sociales que hicieron un mayor uso de los elementos decorativos en los soportes
funerarios fueron los libertos, a pesar de que, lógicamente, la ornamentación aumentaría el coste del
producto. La explicación hay que buscarla en el afán por destacar de algunas familias, enriquecidas
gracias a la explotación de los recursos agrarios del entorno o a las actividades comerciales y, por
tanto, con los suficientes recursos económicos para costeárselo.
En las necrópolis valencianas, la decoración aparece, en un mayor número de ocasiones, en los
monumentos funerarios exentos: aras, bloques y estelas. En ocasiones, las aras contaron con el gra-
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LA EPIGRAFÍA FUNERARIA • LORENZO ABAD, JUAN MANUEL ABASCAL Y ROSARIO CEBRIÁN
Inscripción funeraria de dos libertos de la familia Egnatia
de Saguntum. [Museu Arqueològic de Sagunt].
Los libertos podían ser enterrados en los mausoleos de sus
patronos. La placa fue grabada en dos momentos distintos.
Estela de Fabia Pieris. [Museo de Prehistoria de Valencia].
La gran altura de las estelas edetanas confirma que fueron
empleadas para señalizar las sepulturas en áreas funerarias a cielo abierto.
bado de la patera y el urceus, objetos empleados por los
sacerdotes en las libaciones realizadas a los dioses. También se representaron animales con carácter funerario, ta2
les como el águila, que alude al difunto (CIL II /14, 156),
pájaros con referencia al alma del difunto (CIL II 3578,
2
II /14, 584), delfines como símbolo del tránsito de las almas al más allá, etc. Desde Roma, se extendió la costumbre de representar el busto de los difuntos en sus propios
epitafios. Entre ellos, destacamos la estela de M. Acilius
Eros (CIL II, 5975) en Almoines.
Junto a los motivos figurativos, aparecen en algunos soportes funerarios los motivos vegetales
como elementos secundarios: rosetas, roleos de vides, hojas de palma, peltas, etc.
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LORENZO ABAD Y JUAN MANUEL ABASCAL
Universidad de Alicante
ROSARIO CEBRIÁN
Departament de Prehistòria i Arqueologia. Universitat de València
No hay dos inscripciones iguales. Cada inscripción es un documento original y genuino, resultado de horas de paciente labor por parte de un cantero, un quadratario o un aficionado; seguramente algunos epígrafes son resultado de más de un intento por obtener un producto que se quebraba en el último momento, en el que aparecían repentinas grietas o que no quedaba al gusto del
cliente o del fabricante una vez terminado.
Si las canteras del mundo romano están llenas de objetos quebrados en el momento de iniciarse
el transporte o de dar los últimos retoques para su envío a un taller, las officinae epigráficas debieron
ser escenario de mil y un fracasos que terminarían convertidos en placas para cubrir paredes, teselas
de mosaico o piezas de opus sectile en el mejor de los casos. El precio de los productos de calidad a
pie de cantera y el transporte hacían de los materiales nobles un producto que se aprovechaba hasta
el final, incluso en sus retazos; las simples calizas tenían un destino menos noble, y los fracasos epigráficos terminarían con frecuencia en hornos de cal.
Cada uno de los cientos de miles de epígrafes que quedan del mundo romano tiene su historia
particular, aunque el estudio de estos soportes ha sido relegado con frecuencia por los estudios del
contenido, más evidente y a fin de cuentas objeto primordial de la comunicación entre el fabricante y
el resto de la sociedad. Sólo en los últimos cuarenta años se ha revalorizado el soporte, tanto por la
necesidad del historiador de analizar el contexto en que se generan sus fuentes como por las propias
tendencias de la arqueología y de la historia del arte.
Las tierras valencianas han proporcionado hasta la fecha cerca de 1.200 inscripciones latinas, con
un reparto muy desigual no sólo por provincias sino también dentro de éstas entre unas zonas y
otras. La provincia de Valencia, con importantes ciudades antiguas en su solar, acumula casi el 70%
del total del conjunto, repartiéndose el resto casi por igual entre Alicante y Castellón.
Desde el punto de vista geográfico, la epigrafía latina del territorio es eminentemente urbana, es
decir, se concentra mayoritariamente en las ciudades y en su periferia inmediata; sólo una pequeña
parte de los hallazgos procede de zonas rurales alejadas de los grandes centros urbanos. De ello es
buena prueba la cuantificación de las inscripciones saguntinas tras la reciente edición del nuevo fascículo del Corpus Inscriptionum Latinarum con los epígrafes de la parte meridional del conventus Tarraconensis; Saguntum y su territorium concentran algo más de 500 inscripciones, Valentia algo más de
150; Edeta unas 115, y cantidades por debajo del centenar se registran en ciudades como Saetabis, el
núcleo cercano a Jérica y en todas las alicantinas.
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LA EPIGRAFÍA FUNERARIA • LORENZO ABAD, JUAN MANUEL ABASCAL Y ROSARIO CEBRIÁN
La mayor parte de las inscripciones procede de la región situada al norte del río
Júcar, es decir, de las ciudades del sur del convento Tarraconense, con clara diferencia sobre la zona sur, correspondiente al convento Cartaginense. Tal diferencia parece tener diversas explicaciones.
En efecto, las ciudades meridionales del conventus Tarraconensis
fueron lugar de residencia y centros de promoción de importantes
familias con un fuerte protagonismo en la vida de Hispania durante los dos primeros siglos de nuestra Era; sus ciudades se
vieron favorecidas con programas arquitectónicos a los que siguió un desarrollo epigráfico importante, que se manifiesta en
ocasiones a través de las series de pedestales forenses; en el territorio circundante y en las necrópolis urbanas asoman con
fuerza sus epígrafes funerarios y los de sus libertos.
Otro factor que condiciona la dispersión de los epígrafes es
la riqueza del suelo y sus posibilidades de aprovechamiento,
como se observa en los territorios de Ilici, Dianium o en la zona
cercana a Villar del Arzobispo, en donde el volumen de textos
parece estar más en relación con la densidad demográfica y la
actividad agrícola que con la fuerza de los grupos familiares.
Una tercera razón que explica la distribución de los epígrafes es
la cercanía a la costa, pues la mayor concentración de población
y su reflejo epigráfico guardan relación con la intensidad de las
actividades industriales y comerciales relacionadas con el tráfico
portuario y los intercambios marítimos.
LA EPIGRAFÍA FUNERARIA
Del conjunto de inscripciones conocido hasta la fecha en las
tierras valencianas, más del 60%, unos 750 textos, son de tipo funerario; este conjunto es bastante heterogéneo en sus modelos
formales y en los materiales utilizados.
Estela de Tempestiva, hallada en Pedralba.
[Museo de Prehistoria de Valencia].
Las estelas, hincadas en el suelo, se utilizaron para señalar el lugar de una sepultura
en las necrópolis.
En las necrópolis se situaron buena parte de los monumentos
epigráficos atestiguados en el área valenciana. En ellas, cada sepultura contó con un elemento distintivo, con el fin de realizar las ceremonias funerarias en honor
del difunto, aunque bien es verdad que no todos poseyeron inscripción y otros muchos se enterraron
en columbarios o simplemente en tierra, sin que se les recordara con un epitafio. La gran diversidad
de las sepulturas reflejaba todos los estamentos de la sociedad.
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Los distintos talleres lapidarios que trabajaron en el área valenciana ofrecieron a su clientela una
variada gama de soportes pétreos con inscripción para señalizar sus tumbas en las necrópolis. A lo
largo del período imperial, su producción siguió los estilos y las modas desarrolladas en Roma y en
las capitales provinciales de Tarraco y Carthago Noua. El ambiente artesanal de las officinae lapidarias valencianas se caracterizó por una forma de trabajo similar, repitiéndose los mismos tipos de soportes en
El aprovisionamiento del material lapídeo para la realización de soportes epigráficos se obtuvo de las canteras cercanas a
los núcleos urbanos. La dispersión de las inscripciones valencianas muestra un mayor uso de la epigrafía en las ciudades
y desde aquí se difundió a las zonas rurales. [Tratamiento gráfico R. Cebrián-A. Sánchez].
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Placa funeraria de Otacilia
Silvana de Valentia. [Ajuntament de València].
En las necrópolis, las placas
funerarias se insertaron en
estructuras arquitectónicas,
preferentemente en forma
de mausoleos.
Epígrafe del monumento
funerario de algunos miembros de la familia de los
Caecilii de Edeta. [Museo
de Prehistoria de Valencia].
La aparición de varias inscripciones en el mismo soporte evidencia el carácter
colectivo de los mausoleos
funerarios.
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cada período en función de las modas del momento. Sólo a partir de finales del siglo I, los talleres lapidarios de las ciudades valencianas se alejaron de los modelos canónicos y comenzaron a imprimir
un estilo propio a sus manufacturas. Es el caso de las officinae identificadas en la zona del Alto Palancia y en Villajoyosa, a partir de su producción epigráfica de carácter funerario. El taller de Jérica-Viver, en activo desde finales del siglo I y la primera mitad del siglo II, centró su producción en la elaboración de soportes funerarios, preferentemente bloques y estelas, a los que dotó de una decoración
arquitectónica figurada en la cara frontal del monumento. En Villajoyosa se produjeron aras funerarias con una tipología estandarizada, caracterizadas por la inserción de un motivo decorativo en
forma de lengüetas alrededor del foculus.
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LOS MATERIALES
La piedra más utilizada en la realización de los soportes funerarios con
inscripción fue la misma que se empleó en la construcción de edificios de
carácter publico y privado, de producción local. De esta manera, se consiguió abaratar el coste final del monumento. Sólo unos pocos, los mejor situados social y económicamente hicieron uso de materiales importados.
El material local fue utilizado en la construcción de un gran número de
mausoleos monumentales, en los que la inscripción se grabó en uno de los
bloques del edificio. Es el caso, entre otros, del de M. Cornelius Nigrinus Cu2
riatius Maternus (CIL II /14, 124), el rico senador de origen edetano que,
probablemente, fue enterrado en su propia uilla a las afueras de la ciudad;
del de Domitia Iusta (La Calerilla, Requena), en el que se combinaron dos
tipos de piedra local, una arenisca de color amarillo y una caliza de color
gris; y del de Baebia Quieta en Daimuz.
Junto a la piedra de producción local se empleó la caliza de buixcarró,
producida en Saetabis y que tuvo una gran aceptación entre los talleres lapidarios del área valenciana, encargados de elaborar, entre otros, los monumentos funerarios con inscripción. Su demanda tuvo mucho que ver con sus
excelentes cualidades para el pulido, su apariencia marmórea y su precio, inferior a los mármoles que circulaban a través de las redes comerciales del
Mediterráneo. En el ámbito funerario, lógicamente fue Saetabis la ciudad que
más usó este material para la elaboración de placas, aras, bloques e incluso
estelas, pero también se documentan soportes funerarios realizados con esta
caliza, sobre todo, en Valentia.
Los mármoles importados hacen su aparición en las necrópolis de Saguntum, Edeta, Valentia y Dianium en forma de placa, aunque también hay
Urceus tallado en una de las caras
ejemplos de aras realizadas sobre materiales marmóreos. El matrimonio de
laterales de un ara hallada en Riba2
roja de Túria. [Museo de Bellas
libertos formado por Corn(elia) Pantera y L. Lic(inius) Nicomedes (CIL II /14,
Artes de Valencia].
156), posiblemente relacionados con Nigrinus, pagaron un soporte funeraEn ocasiones, en los soportes
rio realizado en mármol blanco, importado de las canteras de Carrara (Itaepigráficos de carácter funeralia). También el ara funeraria de un miembro femenino de la familia de los
rio se grabaron algunos de los
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objetos utilizados en las cereMarcii en Valentia (CIL II /14, 70) y la placa funeraria de Capraria en Diamonias religiosas.
nium (CIL II, 5963), utilizaron este tipo de mármol. El monumento funera2
rio de Baebius Eros Chilonianus y su esposa (CIL II /14, 407) fue tallado sobre una placa de mármol blanco, importado de las canteras de la isla de Paros (Egeo, Grecia). En su
epitafio se escribieron las medidas de su sepultura, un monumento de 20 x 20 pies. El mármol de Hipona (Túnez) se utilizó en las placas funerarias de algunos libertos de la familia de los Fulcinii (CIL
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II /14, 120 a) y de la liberta Iulia Tyche (CIL II /14, 64) en Valentia.
LOS SOPORTES
Los tipos de los soportes epigráficos utilizados en el ámbito funerario del área valenciana proporcionan una valiosa información sobre los monumentos que se situaron en las necrópolis. En los grandes centros urbanos, como Saguntum, Valentia o Edeta, las necrópolis albergaron una gran variedad
de monumentos epigráficos, mientras que en las zonas rurales y núcleos pequeños predominó la señalización de los lugares de enterramiento mediante soportes en forma de estelas.
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Placa funeraria de la Vila Joiosa (Alicante). [Museo Municipal d’Arqueologia i
Etnologia, la Vila Joiosa].
La placa funeraria de Voconia Macedonia se puede singularizar por la curiosa
forma circular del soporte, que sirvió para tapar o sellar el nicho funerario de
esta joven de 26 años de edad, que debió morir en los albores del siglo III.
Las familias más solventes económicamente construyeron conjuntos monumentales, tipo mausoleo,
en cuyo interior fueron enterrados sus miembros.
La aparición de soportes con forma de paralelepípedos permite conocer el nombre de algunas
de estas familias, como la de los Sergii en Sagun2
tum (CIL II /14, 337-346), los Domitii en Lesera
2
(CIL II /14, 778-779) o los Antonii en Valentia (CIL
2
II /14, 24-25). En la inscripción funeraria de L.
Antonius Crescens, el ordo Valentinorum (veteranorum) fue el encargado de otorgar el lugar de la sepultura, de cubrir los gastos económicos del entierro
y de pagar una estatua en su honor. También los soportes en forma de placa se insertaron en algunas de estas estructuras, siempre en un lugar destacado que no ofreciese dudas sobre quién o quienes estaban allí enterrados. Las placas funerarias atestiguadas en el área
valenciana corresponden principalmente a libertos y esclavos, que fueron enterrados en el interior
del mausoleo de sus patronos.
En las necrópolis urbanas se situaron los columbarios o sepulturas en común, donde algunas placas pudieron servir como cierre de los loculi, pequeños nichos donde se colocaban las urnas cinerarias. En el interior de los columbaria también se colocaron las aras funerarias de pequeño tamaño.
La presencia de estelas nos informa de la existencia de áreas funerarias a cielo abierto, donde fueron
hincadas en el suelo para señalar el lugar de enterramiento.
LA DECORACIÓN
La población empleó la decoración en los monumentos epigráficos para acentuar el valor conmemorativo y de señalización del soporte, teniendo siempre en cuenta el lugar donde iba a colocarse.
Los motivos decorativos que se representaron en algunos de los soportes colocados en las necrópolis
estuvieron en estrecha relación con el mundo de los difuntos y las creencias, cultos y ritos de la población romana. La importancia del culto a los difuntos y del hábito epigráfico explica la cantidad y
diversidad de los motivos decorativos de carácter funerario utilizados para señalar el lugar de enterramiento.
Los estamentos sociales que hicieron un mayor uso de los elementos decorativos en los soportes
funerarios fueron los libertos, a pesar de que, lógicamente, la ornamentación aumentaría el coste del
producto. La explicación hay que buscarla en el afán por destacar de algunas familias, enriquecidas
gracias a la explotación de los recursos agrarios del entorno o a las actividades comerciales y, por
tanto, con los suficientes recursos económicos para costeárselo.
En las necrópolis valencianas, la decoración aparece, en un mayor número de ocasiones, en los
monumentos funerarios exentos: aras, bloques y estelas. En ocasiones, las aras contaron con el gra-
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Inscripción funeraria de dos libertos de la familia Egnatia
de Saguntum. [Museu Arqueològic de Sagunt].
Los libertos podían ser enterrados en los mausoleos de sus
patronos. La placa fue grabada en dos momentos distintos.
Estela de Fabia Pieris. [Museo de Prehistoria de Valencia].
La gran altura de las estelas edetanas confirma que fueron
empleadas para señalizar las sepulturas en áreas funerarias a cielo abierto.
bado de la patera y el urceus, objetos empleados por los
sacerdotes en las libaciones realizadas a los dioses. También se representaron animales con carácter funerario, ta2
les como el águila, que alude al difunto (CIL II /14, 156),
pájaros con referencia al alma del difunto (CIL II 3578,
2
II /14, 584), delfines como símbolo del tránsito de las almas al más allá, etc. Desde Roma, se extendió la costumbre de representar el busto de los difuntos en sus propios
epitafios. Entre ellos, destacamos la estela de M. Acilius
Eros (CIL II, 5975) en Almoines.
Junto a los motivos figurativos, aparecen en algunos soportes funerarios los motivos vegetales
como elementos secundarios: rosetas, roleos de vides, hojas de palma, peltas, etc.
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