La explotación de los recursos pesqueros en la costa mediterránea de la Península Ibérica: del Neolítico a Época Ibérica
Ricard Marlasca Martín
2019
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LA EXPLOTACIÓN DE LOS RECURSOS PESQUEROS EN LA
COSTA MEDITERRÁNEA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA: DEL
NEOLÍTICO A ÉPOCA IBÉRICA
Ricard Marlasca Martín
ABSTRACT
The exploitation of fishery resources on the Mediterranean coast of the Iberian Peninsula throughout recent prehistory, is a very poorly known subject of which we have hardly any data. The shortage of good archaeological
records, involving the recovery of fish remains, has long weighed the investigations. However, some developments of recent years could indicate
an improvement in this regard. To this we must add the isotope analysis,
which complements the direct information obtained by the fish remains.
We present here a complete and interpretative study of all the data we currently have in this field of study.
INTRODUCCIÓN
Parece una temeridad abordar en un artículo un hecho tan significativo
como la pesca, en un periodo de tiempo tan dilatado; son prácticamente
7000 años. Sin embargo, el estado actual de las investigaciones respecto
al tema que nos ocupa, esta lejos de ser el deseado, y muestra más lagunas (en realidad océanos) que respuestas, lo que no nos permite obtener
la perspectiva deseada, pero sí relatar en detalle el statu quo en un trabajo de síntesis como este.
En este análisis, para no forzar un encuadre geográfico hispánico, artificial y más amplio, que englobará incluso diferentes mares, se ha optado
Recursos marins en el passat. IV Jornades d’arqueozoologia.
Museu de Prehistòria de València (2019): 135-164.
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RICARD MARLASCA MARTÍN
por un ámbito más natural, como es la costa mediterránea de la península ibérica, donde se encuentran las costas valencianas, el eje de estas
jornadas, dejando de lado otras costas con dinámicas diferentes. Hay que
destacar que se trata de una oportunidad inmejorable para intentar obtener una imagen general, si no de quienes y de como se gestionó la explotación de los recursos pesqueros a lo largo de todo ese tiempo en este
marco geográfico, porque no hay datos para hacerlo, sí al menos de en
qué punto se encuentran las investigaciones, y de cuales son las carencias
más significativas. De hecho, se trata de la primera vez en que se aborda
de forma detallada nuestro conocimiento sobre la pesca en este ámbito
geográfico durante la prehistoria reciente.
EL NEOLÍTICO ANTIGUO (SEGUNDA MITAD DEL VI MILENIO)
Sin línea de continuidad con los contextos anteriores, y con secuencias estratigráficas bien definidas y diferenciadas respecto a las predecesoras, los
primeros horizontes neolíticos en la costa mediterránea ibérica suponen
una aportación nueva, desconectada de las dinámicas culturales precedentes. Estas primeras fases, están además sumamente ligadas al mar y a corrientes y movimientos de población a lo largo de varios siglos. Este acontecimiento, que se inició en nuestra zona de estudio a finales de la primera
mitad y mediados del VI milenio AC, con implantaciones pioneras previas
al horizonte cardial (por ejemplo, Guilaine, 2000; García Atiénzar, 2010),
presenta una complejidad y riqueza de matices lejos de dilucidar, por lo que
no podemos todavía inferir ningún detalle o matiz secuencial con respecto a la explotación de los recursos marinos y la posible implicación en su
desarrollo. Al contrario, los datos son todavía muy escasos y planteamos el
escenario a un nivel general.
Por otro lado, es imposible entender la importancia de las actividades
pesqueras en las estrategias de supervivencia de estos primeros “colonos”
neolíticos, sin acudir a ultramar, allí donde podemos detectar las huellas
de los antepasados de los marineros que se asentarán en estas costas. Como
recientemente hemos dedicado un trabajo de síntesis tratando este tema y
en este horizonte (Marlasca Martín, 2013), aquí se intentará dar un enfoque
breve y diferente, aunque no haya ningún cambio en cuanto al análisis e
interpretación de las evidencias de las que disponemos. También recordar
que aunque en este trabajo no hagamos mención, en estos yacimientos y
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Los recursos pesqueros en el Mediterráneo peninsular del Neolítico a época Ibérica
FIGURA 1. Yacimientos del Neolítico antiguo mencionados en el texto: 1. Grotta
dell’Uzzo; 2. Arene Candide; 3. Cap Ragnon; 4. Leucate; 5. La Draga; 6. Caserna de
Sant Pau; 7. Cavet; 8. Barranquet d’Oliva; 9. Cova de les Cendres; 10. Cueva de Nerja;
11. Retamar.
muchos otros existe siempre una gran cantidad de restos de malacofaunas
de origen marino que complementan (a menudo son los únicos recuperados), la dieta de origen marino de estas comunidades. Proponemos entonces un viaje que desde el Mediterráneo central llegaría a nuestras costas,
destacando fundamentalmente tres yacimientos, paradigmáticos y relevantes para la interpretación que queremos destacar (figura 1).
Los primeros rastros de esta intensa relación con el mar y de la increíble
aventura marinera que tuvo lugar en el Neolítico antiguo en esta parte del
Mediterráneo, vamos a buscarla en la isla de Sicilia. En la Grotta dell’Uzzo,
en la costa occidental de la isla, se ha documentado un magnífico contexto
del primer neolítico (Piperno et al., 1980), datado a principios del VI milenio Cal BC (Piperno, 1985; Mannino et al., 2006), con una importante fase
previa de “transición” con el Mesolítico. La cavidad, se encuentra actualmente a 260 m del mar, y el elemento más característico de los diferentes contextos de la cueva, es el hallazgo de miles de restos de todo tipo de
animales marinos, desde crustáceos y gasterópodos a delfines y focas. Los
restos de peces, alcanzan los valores más elevados en los niveles del Neolí-
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tico antiguo (Tagliacozzo, 1993; Cassoli e Tagliacozzo, 1995: fig. 9), donde
los grandes protagonistas, con porcentajes superiores al 80%, son siempre
meros de gran tamaño, entre los que destaca el mero (Epinephelus marginatus), aunque también se documentan el cherne dentón (Epinephelus caninus) y el falso abadejo (Epinephelus alexandrinus). Se trata de un lugar en
el que se llevó a cabo una pesca en costas rocosas, orientada a los individuos
de grandes dimensiones de las especies más valiosas que ofrecía ese nicho
ecológico, los meros.
La situación de este yacimiento, y las cronologías de sus contextos relacionados a la explotación de los recursos marinos, lo convierten en un
perfecto punto de partida (sin que ello implique que se trate de una zona de
origen o punto cero) a partir del cual buscar la pista del camino que en esa
época emprendieron algunos aventureros, en una navegación que los llevaría tanto por la costa de la península italiana hacia el norte, como a cruzar el
Mediterráneo en dirección sur, siguiendo después por las costas africanas.
Los siguientes yacimientos a destacar los encontramos ya en la zona ligur y
del golfo de León.
Este es el caso de la cueva de Arene Candide en la costa ligur, donde se
documenta una pesca costera de fondos arenosos (Desse y Desse-Berset,
1999), o de Cap Ragnon (Bouches-du-Rhône), otro abrigo rocoso cercano al
mar, a solo 20 msnm, donde en contextos del Neolítico antiguo se recuperaron también restos de grandes ejemplares de mero, atún, y otras especies
de zonas rocosas (Ledoux y Grenier, 1970/1972). Pero queremos destacar el
yacimiento de Leucate (Aude), un hábitat al aire libre donde se explotaron
los recursos de un medio lagunar. En este asentamiento se han recuperado
restos fundamentalmente de dorada (Sparus aurata), con una representación esquelética fuera de lo normal, donde básicamente aparecen huesos
craneales y de las primeras vértebras. Este hecho llevó a pensar a los investigadores que los huesos hallados son desechos de una preparación: el
ahumado o secado del cuerpo de los peces, ya descabezados, que seguirían
con la mayor parte de las vértebras y que se habrían consumido en otro lugar (Desse y Desse, 1984).
Ya en la península ibérica, hay un gran vacío generalizado por lo que se
refiere a la documentación de restos de peces en contextos cardiales, destacando los casos de la Caserna de Sant Pau (Barcelona) (Molist et al., 2008),
de el Cavet (Cambrils, Tarragona) (Oms y Morales, 2009) o el Barranquet
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Los recursos pesqueros en el Mediterráneo peninsular del Neolítico a época Ibérica
d’Oliva (Valencia) (Esquembre et al., 2008), por citar algunos ejemplos,
donde sea quizás cuestión de tiempo que estos se recuperen, ampliando los
datos de este importante horizonte. Aunque no se trate de un yacimiento
costero, sí queremos hacer mención del poblado lacustre de la Draga (Banyoles, Girona), donde en este periodo sí se ha documentado cierta actividad pesquera (Juan-Muns, 2000), aunque esta no debía significar un gran
aporte cárnico a la dieta de sus habitantes, dado el pequeño tamaño de los
especímenes del lago (Antolín et al., 2017: 45).
El contraste para estos yacimientos al aire libre, esta representado por
la Cova de les Cendres (Teulada, Alicante) (Bernabeu y Molina, 2009), que
al tratarse de una cavidad, presentaría una concentración de las actividades allí realizadas, y quizás un tratamiento de los restos alimenticios (por
no hablar de los posteriores fenómenos tafonómicos y estratigráficos, ya
relacionados a la idiosincrasia de cada yacimiento), muy diferente a la que
encontramos en hábitats al aire libre, y que ha permitido recuperar un depósito extraordinario. En los horizontes impreso y cardial de esta cueva,
que domina un acantilado costero, a 50 msnm en la actualidad, se han documentado contextos de estos primeros horizontes neolíticos en los que
los recursos marinos juegan un importante papel. Se han recuperado 1588
restos de peces, de los que 689 se han podido determinar. De nuevo las especies que aparecen mejor representadas son los meros, con valores de un
60% en el Neolítico IA y un 44% en el IB, y los espáridos, con un 34% y 46%
respectivamente, en su mayoría pargos (Pagrus pagrus). Se trata además de
ejemplares de dimensiones grandes y medianas. Nos encontramos otra vez
ante una pesca enfocada a los grandes ejemplares de especies con un gran
aporte cárnico en una zona costera rocosa (Rodrigo, 1991 y 2006; Rodrigo
y Marlasca, 2009). Como en Leucate, en Cendres también se documentó la
presencia de restos óseos craneales y de las primeras vértebras, en prejuicio
de las vértebras caudales, lo que cabe vincular al tratamiento del cuerpo
de estos pescados para su ahumado y probablemente su consumo en otro
lugar. En Cendres, además, este hecho se puede relacionar claramente a dos
hogares, al menos en los momentos iniciales del Neolítico IC (Bernabeu y
Fumanal, 2009: 45-46) (figura 2).
Un caso muy similar en la península, es el documentado en el yacimiento gaditano de Retamar (Puerto Real, Cádiz). En este asentamiento costero
del horizonte cardial, se han vinculado los restos de pescado -en mayor pro-
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FIGURA 2. Hueso Praeoperculare de diferentes Serranidos provenientes de la Cova
de les Cendres: A. Mero (Epinephelus marginatus); B Cherne de ley (Epinephelus aeneus); C. los dos de la izquierda son de dentón (Epinephelus caninus) y a la derecha de
falso abadejo (Epinephelus alexandrinus).
porción grandes espáridos, de nuevo doradas (Sparus aurata), y en valores
inferiores de otras especies-, a una serie de hogares, aunque allí se localizan
restos de todo el cuerpo. (Ramos et al., 2001: 149-153; Soriguer at al., 2002).
Por último, en la cueva de Nerja (Málaga), aunque no se ha documentado
cerámica cardial, sí que presenta una facies de cerámicas impresas en su
horizonte más antiguo, y con diversas decoraciones en la segunda mitad
del VI milenio (García Borja et al., 2014), que creemos cabe relacionarlas a
estos grupos pioneros. Allí también se ha documentado la explotación de
los recursos marinos, aunque siempre a la sombra de la espectacularidad de
los contextos del Mesolítico. A pesar de que el número de restos aumentará
enormemente por lo que hace a los niveles del Neolítico una vez se estudien
los provenientes de las campañas realizadas por Jordà (Aura et al., 2001), de
momento podemos citar los recuperados en las campañas de Pellicer en los
años 1979, 1980 y 1982 (Boessneck y von den Driesh, 1980; Morales et al.,
1994; Roselló et al,. 1995). Se contabilizan 212 restos del Neolítico, donde
los protagonistas son de nuevo especímenes de costas rocosas, de grandes
dimensiones como los meros (Epinephelus marginatus), los pargos (Pagrus
pagrus) o las doradas (Sparus aurata), siguiendo con esta pauta de buscar la
captura de peces de grandes dimensiones. Los datos obtenidos del estudio
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Los recursos pesqueros en el Mediterráneo peninsular del Neolítico a época Ibérica
de isótopos en tres muestras humanas de diferentes contextos neolíticos de
esta cueva, señalarían como la dieta sería fundamentalmente de recursos
terrestres, y solo en un individuo de la fase NM-7 (5300-5100 BC), se detectó
consumo de recursos marinos (Salazar et al., 2017). Si en base al estudio de
isótopos en la cueva de Nerja, se interpreta que los primeros grupos neolíticos interactuarían con los últimos cazadores recolectores “and migh have
adoptes or shared some of their economic practices (i.e. marine explotation)” (Salazar et al., 2017: 302), creemos que la explotación de recursos
marinos era una parte fundamental e incluso definitoria de la cultura de
estos primeros colonos neolíticos (Marlasca Martín, 2013), sin necesidad de
adoptarla de posibles poblaciones indígenas.
En nuestra opinión, en Cendres vemos representada una tradición de
varios siglos de antigüedad. En los horizontes del primer neolítico de la
Grotta dell’Uzzo, en el Mediterráneo central, a inicios del VI milenio AC,
se están explotando los recursos pesqueros con un alto conocimiento del
medio, e interés por un determinado tipo de pescado de gran aporte cárnico, en aquel caso los meros. Más tarde encontramos ya en el Golfo de
León, Leucate, como se sigue orientando la pesca a la especie más valiosa de
un medio marino diferente como es la lagunar, la dorada (Sparus aurata),
y además como se procesa este pescado con el fin de obtener un recurso
cárnico perdurable en el tiempo. Desde mediados hasta finales del VI milenio AC, en Cendres vemos el reflejo de esta práctica, que habría viajado
a lo largo de 400-300 años por las costas del Tirreno, Liguria, Provenza, el
Languedoc-Rousillon, hasta alcanzar las costas catalano valencianas, y de
la que habrían formado parte unas 10-12 generaciones de viajeros neolíticos
vinculados al mar y sus recursos.
Las evidencias sugieren que no se trataría de un hecho lineal y continuo,
ni siquiera uniforme a nivel étnico o numérico, por ello los procesos y la
diversidad cultural que hoy solo podemos vislumbrar, nos obligan a adquirir cierta perspectiva y, en este caso, simplificar el relato que las futuras
investigaciones permitirán ir enriqueciendo. Lo que sí podemos inferir, es
que durante estos siglos, en los que poblaciones con una nueva manera de
enfocar la supervivencia viajaron por estas costas salvajes, buscando nuevos
lugares en los que asentarse y transportando todo lo necesario para este
fin, explotaron los recursos del mar, demostrando no solo un gran conocimiento de las posibilidades que los diferentes lechos marinos ofrecían, sino
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también una gran capacidad para obtener los mejores resultados en la pesca
costera y en el posterior tratamiento de las carnes de sus presas. Como la
lógica invita a pensar, estos agricultores-marineros, eran grandes pescadores, y mientras durara su convivencia con la costa, ya sea transitándola o
en asentamientos próximos más o menos estables, explotaron sus recursos
con un conocimiento experto, sabiendo del valor y la aportación que estos
podían tener en su supervivencia. Como se ha interpretado anteriormente,
estos pioneros “desarrollan una serie de prácticas económicas tendentes a
minimizar los riesgos propios de las economías agropastoríles primitivas,
complementándola con la recolección intensiva de moluscos o la caza”
(García Atiénzar, 2011/2012: 111). Los recursos del mar se convertirían así en
un elemento característico de su vida cotidiana, un elemento identificador
que definiría su estrecho vínculo con el mar, quizás un rasgo identitario que
los enlazaría con sus antepasados, sus conocimientos del mar y sus hábitos
alimenticios. En este sentido, quizás podrían tener un papel simbólico los
abalorios realizados en todo tipo de materias primas de origen marino, y
que encontramos en yacimientos costeros o más al interior, convocando ese
vinculo antiguo con el mar. Se trata de un brillante capítulo en el que se
conjugaron perfectamente el mar y todas las posibilidades que este ofrece
a las poblaciones humanas, como vía de comunicación y como fuente de
recursos alimenticios.
Hasta donde hoy sabemos, este vínculo con el mar, haría del primer Neolítico en nuestras costas el episodio más significativo por lo que hace a la
explotación de los recursos pesqueros durante el periodo en estudio. Allí, se
dibuja un panorama que, lejos de tener una continuidad y fijar una dinámica
histórica, se percibe como un espejismo, casi una imagen ideal de lo que el
conocimiento y la convivencia con el medio marino podían representar para
los habitantes del litoral. Sin embargo, este paisaje cambiaría en poco tiempo.
DEL NEOLÍTICO MEDIO AL CALCOLÍTICO (VI AL II MILENIO)
Una vez estas u otras poblaciones se establecieron tierra a dentro, en valles
y zonas fértiles en las que implementar todos sus conocimientos agrícolas y
pastoriles, ¿Hasta que punto dieron la espalda al mar?
Los yacimientos en los que se han recuperado restos de pescado a lo
largo de estos 4000 años son escasísimos (figura 3). En primer lugar cabe
mencionar el horizonte del Neolítico IC de la Cova de les Cendres (Ber-
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Los recursos pesqueros en el Mediterráneo peninsular del Neolítico a época Ibérica
FIGURA 3. Yacimientos del V-III milenio aC. mencionados en el texto: 1. Bobila Madurell-Can Gambús; 2. Gavà; 3. Costamar; 4. La Vital; 5. Cova de les Cendres; 6. Tossal
de les Basses; 7. Platja del Carabassí; 8. Las Amoladeras; 9. Cerro de la Virgen; 10.
Cueva de Nerja; 11. Valencina de la Concepción.
nabeu y Fumanal, 2009). En el nivel H15 que iniciaría este horizonte, en
el tránsito al V milenio y relacionados a un horizonte cultural diferente,
el denominado Neolítico antiguo evolucionado de cerámicas peinadas, se
documenta una continuidad con la dinámica del horizonte anterior, protagonizada aún por restos de las mismas especies y características, con pocos
cambios importantes, pero en menor número. Dicha dinámica acabaría en
realidad a inicios de este periodo, en los albores del V milenio. Ahora son
599 restos, de los que 229 son determinables, con 111, un 48% de restos de
meros, y un 48%, 109 restos, de espáridos (Rodrigo y Marlasca, 2009). Como
se indicó anteriormente, a inicios de este horizonte pertenecen los dos hogares del nivel H15 (Bernabeu y Fumanal, 2009: 45-46), relacionados con
numerosos restos de pescado (en realidad de donde provienen todos los
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restos), y que se podrían vincular al procesado del pescado para su conservación. Este contexto marca una conexión de este nuevo horizonte cultural
con el anterior, pero también marca el final de esta tradición, y las actividades pesqueras protagonistas hasta ahora en la cueva, pierden ese papel en
la primera mitad del V milenio. Del horizonte Neolítico IIA, de la segunda
mitad del V milenio, se recuperaron solo 79 escamas. Al mismo horizonte
del Neolítico IC valenciano, pertenece una de las ocupaciones del yacimiento
de los Limoneros (Barciela et al., 2014), ubicado en un entorno de llanos de
inundación del actual rio Vinalopó, y donde se habrían recuperado restos de
peces, aun por estudiar (comunicación de Barciela en este mismo congreso).
Por último, hay que dirigirse a la costa catalana, donde se encuentra el
excepcional yacimiento de las minas de Gavà (Barcelona), de un horizonte
del Neolítico medio catalán de los sepulcros de fosas, de mediados del IV
milenio. Allí se han recuperado 161 restos de peces, y la mayoría de los identificados y determinados taxonómicamente son espáridos adultos (Bosch
et al., 1999: 179-180). Interesante en este ámbito es de nuevo la producción
de abalorios usando como materia prima diferentes tipos de conchas, entre
las que destacan los brazaletes realizados a partir de Glycymeris glycymeris. Estas se documentan repartidas por un amplio marco geográfico, que
incidiría en la continuidad del simbolismo a estas ligado a la convivencia de
algunos grupos con la costa.
Aunque como vemos las evidencias directas son escasas, cabe contrastarlas con algunos datos obtenidos por isotopos estables. En un marco general
en el que se documenta una dieta basada en recursos terrestres tanto en estos
análisis (Salazar et al., 2018, en prensa), como ocurre con los restos de fauna
y vegetales provenientes de los yacimientos, cabe destacar algunas evidencias
fuera de esta norma. Destaca el caso de la necrópolis de sepulcros de fosa de
la Bòbila Madurell - Can Gambús (Sabadell, Barcelona), de la primera mitad
del IV milenio, a 15 Km de la costa, en el que se documentó consumo de recursos marinos en un individuo senil masculino, de entre 92 muestras humanas
estudiadas (Fontanals-Coll et al., 2015). Se trata de un hecho significativo ya
que nos encontramos en una zona de interior, en un valle rico y fértil, pero a
una distancia de la costa suficientemente pequeña para que se pueda documentar lo que supuestamente sería una cierta movilidad de personas o población entre la costa y el interior, contrastando las diversas alimentaciones
entre los habitantes de una zona y otra (no hay espacio para discutir otras in-
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Los recursos pesqueros en el Mediterráneo peninsular del Neolítico a época Ibérica
terpretaciones, como una posible alimentación diferencial para alguien que
difícilmente podría consumir carne que no fuera de pescado).
En otros dos yacimientos valencianos, en individuos del Neolítico medio
del Tossal de les Basses (Albufereta, Alacant) y del Neolítico final de Costamar (Ribera de Cabanes, Castelló), ambos asentamientos costeros, se ha
detectado el consumo de proteínas de origen marino (Salazar García, 2009 y
2017). En la cueva de Nerja, en un individuo de este periodo analizado no se
detectaron huellas de un consumo de recursos marinos (Salazar et al., 2017).
La reciente documentación de yacimientos costeros al aire libre de este
periodo y en esta área, como los antes citados, o el de la Platja del Carabassí
(Elx, Alacant) y el de Las Amoladeras (Cartagena, Murcia), por citar algunos ejemplos, nos alerta de que la costa, lejos de estar deshabitada, seguía
siendo una importante zona de asentamiento y captación de recursos. Los
restos de malacofaunas recogidos en ellos, por ejemplo los casi 18.500 del
Tossal de les Basses, en un entorno de albuferas (Luján y Roser, 2013), o los
documentados en Platja del Carabassí, en playas de arena (Soler et al., 2014),
evidencian la explotación y el consumo de recursos marinos, los cuales sin
duda debemos pensar que eran uno, sino el principal de los alicientes de su
establecimiento en la costa. En el caso de Platja del Carabassí, se interpreta
como de frecuentación puntual o estacional, dirigido a la obtención y consumo de gasterópodos marinos, pero en el Tossal de les Basses, se advierte una
dinámica diferente, de carácter más estable y permanente. Sea como fuere,
se vinculan a un “modo de vida mixto” (Guilavert et al., 1999), donde la caza,
el marisqueo, la recolección y la pesca “debió seguir jugando un importante
papel” (Soler et al., 2014: 113), porque, aunque no se hayan documentado
restos de peces, por la razón que sea, ¿podemos creer que los habitantes de
estos asentamientos costeros no pescaban y consumían pescado?
Por lo que hace al Calcolítico, los datos solo hacen que empeorar. De este
horizonte podemos citar los 35 restos que provendrían de la cueva de Nerja,
de una fase de transición entre Neolítico y Calcolítico, y los 72 restos ya del
Calcolítico (Boessneck y von den Driesh, 1980; Morales et al., 1994; Roselló
et al., 1995). En la Cova de les Cendres se recuperaron 66 restos del horizonte Neolítico IIB, que ya pertenece al III milenio, y un solo resto al horizonte
campaniforme. Solo cinco de estos restos son determinables, con un resto
de lábrido, uno de mero y uno de centrachantidae, especies comunes de la
costa rocosa a pies de la cueva.
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RICARD MARLASCA MARTÍN
En cuanto a la zona meridional, se recuperaron restos en el yacimiento andaluz de interior del Cerro de la Virgen (Galera, Granada), de donde
procede un resto de pescado de agua dulce, un ciprínido (Driesch, 1972), y
otros cinco restos, tres placas de esturión (Acipenser sturio), uno de corballo (Argirosomus regius) y otro de perlón (Trigla sp.), de Valencina de la
Concepción (Sevilla) (Hain, 1982).
Para añadir más leña al fuego, tenemos los datos provenientes del estudio de isótopos a partir de tres individuos del horizonte campaniforme del
yacimiento valenciano de La Vital. Este asentamiento se sitúa en la zona
privilegiada de lo que sería la desembocadura ya colmatada del actual río
Serpis. Los datos del estudio son compatibles con una dieta completamente
terrestre, lo que ha servido para afirmar que “con los datos isotópicos de los
que se dispone a día de hoy, se puede decir que en momentos neolíticos
tardíos, en la fachada mediterránea peninsular ya se ha abandonado el consumo de recursos proteicos de origen marino, a diferencia de lo que ocurría
en momentos neolíticos anteriores” (Salazar-García, 2011). A pesar de ello,
en el yacimiento, aunque se han documentado escasos restos de ictiofauna,
sí se han recuperado numerosos restos de malacofaunas marinas recolectadas sin duda para su consumo (Pascual Benito, 2011).
Con este pobre bagaje, se acaba el recorrido por estos 3000 años. Si exceptuamos los dos yacimientos que más datos aportan a lo largo de toda nuestra
prehistoria, la Cova de les Cendres y la cueva de Nerja (de la que cabe esperar
en el futuro un aumento significativo del número de restos una vez se estudien los de este periodo), el panorama es desolador. Hemos querido incluir
el caso de Valencina de la Concepción, aunque queda al margen del área en
estudio, porque sin duda se trata de un caso paradigmático, y quizás con Los
Millares (Almería), el más importante del Calcolítico peninsular. Este enorme asentamiento y su necrópolis, se situaban a orillas de una zona privilegiada por lo que hace a los recursos pesqueros, la gran bahía de la desembocadura del actual Guadalquivir, el Lacus Ligustinus de la antigüedad, hoy
colmatado. Se trata de un yacimiento donde se han realizado innumerables
campañas de excavación, y donde se han recuperado miles de fragmentos
de fauna de diferentes sectores. Allí, llegaban materias primas de ultramar,
como el marfil africano u oriental, así como ámbar siciliano, evidenciando no
solo la convivencia con el medio marino, sino su tránsito y navegación. ¿Es
posible creer que en un asentamiento de estas características, tan cercano
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Los recursos pesqueros en el Mediterráneo peninsular del Neolítico a época Ibérica
a un medio marino de potencial pesquero superlativo, la pesca no era una
actividad cotidiana? Lo mismo podríamos preguntarnos de un yacimiento
más humilde como el de La Vital - Sanxo LLop por ejemplo. ¿Porqué asentarse en la costa, en nichos ecológicos especialmente ricos como son desembocaduras o lagunas, y no consumir los alimentos que con tanta facilidad se
podrían obtener? No parece tener tiene ningún sentido.
LA EDAD DEL BRONCE (II MILENIO)
La Edad de Bronce no supone en general, ningún avance respecto a los periodos precedentes, y seguimos en el mismo desconcertante erial, a excepción de algún caso prometedor.
La ocupación costera en este periodo es bien conocida (ver por ejemplo
Gusi et al., 2010). Sin embargo, los restos de peces provenientes de yacimientos son poquísimos. A nivel general, hay que decir que seguramente,
de hacerse hoy muchas de las excavaciones que ya tienen algunos años,
en asentamientos costeros, como por ejemplo Oropesa la Vella (Orpesa
del mar, Castelló) (Gusi y Olaria, 2014) o la Illeta des Banyets (Soler Díaz,
2006), por citar dos enclaves clásicos, los resultados serían probablemente
muy diferentes, y en ellos se recuperarían sin duda ictiofaunas, además de
las malacofaunas documentadas.
Los datos que tenemos en la actualidad, de norte a sur, los encontramos
en primer lugar en la Lloma de Betxí (Valencia), un pequeño asentamiento del Bronce Valenciano en lo alto de un cerro a 89 msnm, situado en la
llanura aluvial del Turia, a pocos kilómetros de la antigua desembocadura.
Con una ocupación en la primera mitad del II milenio aC, se recuperaron
numerosos restos de pescado aún por estudiar, de los que solo podemos por
el momento citar los 40 restos mencionados en una publicación (Tormo y
de Pedro, 2013) (figura 4).
En el poblado del Cabezo Redondo (Villena, Alicante), del horizonte
argárico, con diversas fases situadas en los 400 años centrales del II milenio,
se recuperó en excavaciones de los años 60 un resto de barbo mediterráneo
(Luciobarbus guiraonis) (Driesh y Boesneck, 1969). Recientemente, se han
identificado allí, por análisis de isótopos, individuos que habrían tenido
una alimentación con recursos acuáticos de forma regular, algo remarcable
al tratarse de un poblado a 45 km del mar, mientras otros habrían consumido casi exclusivamente productos terrestres (Salazar-García, 2016: 89).
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RICARD MARLASCA MARTÍN
FIGURA 4. Yacimientos del II-I Milenio AC mencionados en el texto: 1. Albion; 2. Tonere
I; 3. Sant Martí d’Empuries; 4. Oropesa la Vella; 5. Lloma del Betxí; 6. Cabezo Redondo;
7. Illeta des Banyets; 8. Cabezo Pardo; 9. Fuente Álamo; 10. Punta de los Gavilanes; 11.
Cerro de la Encina; 12. Cova des Riuets; 13. Sa Caleta; 14. La Fonteta; 15. La Rebanadilla;
16. Cerro del Villar; 17. Castillo de Doña Blanca; 18. Huelva.
Un yacimiento cercano, y que puede marcar un cambio de tendencia, es
el Cabezo Pardo (San Isidro, Alicante). En este, se han documentado tres
fases dentro de la primera mitad del II milenio, relacionables también al
mundo argárico de periferia, donde se han recuperado 439 restos, de los
que el 93,48% de los determinados pertenecen a un pez de aguas fluviales, el barbo mediterráneo (Luciobarbus guiraonis), y el resto a especies de
aguas salobres, como los múgiles, anguilas, el mero blanco o algún espárido
(Roselló y Morales, 2014). Todo ello indicaría la explotación no solo de la
bahía que tendría a sus pies el asentamiento, sino especialmente de algún
curso fluvial cercano.
Otra excavación reciente con datos aun por publicar, pero muy
prometedores y que acentuarían este cambio de tendencia, es la realizada
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Los recursos pesqueros en el Mediterráneo peninsular del Neolítico a época Ibérica
en el horizonte argárico del yacimiento costero de la Punta de los Gavilanes
(puerto de Mazarrón, Murcia), en el que se habrían documentado
estructuras para el tratamiento de ahumado de pescado/moluscos. Se trata
de una cabaña de inicios del II milenio (contexto de finales del Argar I)
donde también se habrían encontrado restos de jábegas relacionados a
restos de fauna marina (Ros Sala, 2008: 61).
De nuevo en excavaciones más antiguas, en Fuente Álamo (Cuevas de
Almanzora, Almería), a pocos kilómetros de la costa, se documentó un resto de mero (Epinephelus marginatus) de 80 cm de LT y uno de corvina (Argyrosomus regius), de 70 cm de LT (Driesch et al., 1985).
Un caso interesante es el de el Cerro de la Encina (Monachil, Granada)
un yacimiento de interior del que provienen restos de peces marinos de
grandes dimensiones, en contextos ya de la segunda mitad del II milenio
(su fase IIb), un resto de mero (Epinephelus sp.), dentón (Dentex sp.) y pargo (Pagrus pagrus) (Lauk, 1976).
Los restos de peces provenientes de yacimientos del II milenio han
sido, hasta hace poco, casi inexistentes, y hoy por hoy se concentran en
su mayoría en la costa sureste. Los restos de excavaciones antiguas, de
grandes dimensiones, evidencian que se habrían identificado, y por ello
recuperado, en la misma excavación, y no en un tratamiento de los sedimentos, que sin duda habría permitido la recuperación de un mayor
número de ellos. En algunas excavaciones recientes son más numerosos,
porque provienen de contextos donde se ha utilizado una metodología
correcta, y empiezan a ofrecernos una perspectiva más real. El yacimiento de Cabezo Pardo, no solo es importante porque evidencia el papel de la
pesca en ese poblado, sino porque a nuestro parecer sirve de paradigma.
Si observamos el patrón de asentamiento en la zona donde se encuentra,
en este periodo, el bajo Segura y el bajo Vinalopó, podemos ver como en
realidad, hay una gran cantidad de yacimientos que, aunque no están
en la costa, permiten inferir que “las comunidades argáricas prefirieron
asentarse en torno a los márgenes de las zonas de aguas tranquilas del
área lacustre y ciertas elevaciones que f lanqueaban el curso del Segura,
frente a un litoral directamente expuesto al mar” (Martínez, 2014: 56; ver
también, Simón García, 1999). A pesar de ello, también habría poblados
costeros, como por ejemplo la Illeta des Banyets, donde los únicos rastros
de ictiofaunas son un diente de tiburón y una vértebra de Alopiidae usada
149
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RICARD MARLASCA MARTÍN
como cuenta de collar (Simón, 1997: 103, fig. 32: 16; López Padilla 2001:
fig. IV.3.20: 2), o el ya mencionado de la Punta de los Gavilanes.
El horizonte argárico es en realidad una cultura abierta al mar, en la que
esta bien documentada la llegada de materiales exóticos, como por ejemplo
los marfiles, tanto de origen africano como oriental, en menor número. Este
comercio, a diferencia del Calcolítico, donde estaba más repartido en todo
el cuadrante meridional, ahora se concentra en la zona sureste, con los horizontes del Argar y del Bronce Valenciano como principales receptores de
estos materiales. Estos objetos no son más que la punta del iceberg de unas
redes de intercambio marítimas, que nos tienen que hacer valorar más el
papel de la costa y los asentamientos costeros en este periodo.
Otro elemento muy revelador, es la gran cantidad de cuentas de collar
realizadas en vértebras de diferentes especies marinas (fundamentalmente dasyatis), que encontramos en contextos funerarios argáricos sobretodo
(ver Pascual Benito y Marlasca en este volumen). Estos, sitúan de nuevo
el elemento marino en la cotidianeidad de esta sociedad, y aunque se nos
pueda escapar el simbolismo que pudieran tener estos abalorios, sí que nos
alertan del papel del mar y la pesca en esta sociedad, que se ha hecho tan
esquivo hasta ahora. Los restos de peces marinos en un poblado como el
Cerro de la Encina, a 45 km en línea recta del mar, no hacen sino resaltar la
permeabilidad hacia el interior de este vínculo.
Por todo ello, si bien no tenemos ninguna duda de que en un futuro aumentarán los datos respecto a las actividades pesqueras de la Edad de Bronce en toda la costa mediterránea peninsular, creemos que podríamos estar
ante un “episodio argárico”. Este horizonte podría representar un momento
álgido, un hito, en cuanto a las actividades pesqueras y el consumo de pescado, en relación a los horizontes culturales precedentes y posteriores. Se
trataría de una actividad claramente emparentada a la vocación comercial
marítima, que la mantendría ligada al mar.
Un caso también por dilucidar tuvo lugar en las Baleares. Allí, a pesar de
tratarse de islas, con el potencial pesquero que esto implica, de momento
no hay datos que apoyen la explotación pesquera y el consumo de pescado,
ya sea por restos provenientes de los yacimientos o por isótopos, más bien
al contrario. En las Pitiusas sin embargo, al menos en Formentera de momento, se podría dar un episodio diverso y, a diferencia de las demás islas,
se han documentado restos de pescado en algún yacimiento, como la Cova
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Los recursos pesqueros en el Mediterráneo peninsular del Neolítico a época Ibérica
des Riuets, de inicios del II milenio (Marlasca Martín, 2008), y el consumo
de recursos marinos por isótopos (Van Strydonk et al., 2002). Aunque son
necesarios más estudios, podría plantearse una dieta más diversificada en
aquellas islas (especialmente Formentera), donde el medio es más limitado
y duro, y donde la presencia del mar es absoluta (López Garí et al., 2014).
En el resto de islas, el consumo de pescado quizás se vería muy limitado a
los poblados localizados en la costa o muy cerca de ella, aunque se trata de
un extremo no documentado que se debe contrastar arqueológicamente.
Volviendo a la península, la segunda mitad del segundo milenio, es hoy
día un agujero negro, sin datos de ningún tipo, otra travesía desértica más
de nuestra prehistoria, de la que solo se sale llegando al I milenio.
EL I MILENIO. EL FINAL DE LA EDAD DEL BRONCE Y LOS
FENICIOS
En la primera mitad de este milenio, se produce un acontecimiento que
cambiará definitivamente la relación de los pobladores de estas costas con
el mar. No obstante, y siguiendo con la pauta marcada a finales del anterior,
para los primeros siglos del I milenio no tenemos datos a los que aferrarnos en los contextos indígenas costeros (Marlasca Martín, en prensa). El
Bronce final es otro erial ictiológico, a pesar de que el comercio marítimo
se intensifica, o de que los yacimientos costeros conocidos de este periodo
siguen siendo muchos, o que podrían incluso aumentar respecto al periodo
anterior (Gusi et al., 2010). Se trata de un hecho que hay que achacar a que
seguimos sin contar con una buena documentación.
Los únicos restos a los que podemos hacer mención, son los provenientes de Sant Martí d’Empúries (Alt Empordà, Girona). En este poblado situado en un pequeño islote-península costero, de un contexto de entorno el s.
IX aC. (Aquilué et al., 1999), proceden 124 restos, 39 determinables, identificados como 30 de anguila, tres de espáridos y seis de ciprínidos (JuanMuns, 1999). La documentación en algunos yacimientos del Golfo de León
cercanos a Empúries de este periodo, dibujaría un panorama en el que se
está pescando y aprovechando los recursos que los ricos ecosistemas marinos y lagunares ofrecían, como Abion (Martigues, Bouches-du-Rhône) o
Tonnerre I (Mauguio, Herault) (Sternberg y Volle, 2004; Sternberg, 2008).
Más al sur, ningún yacimiento ofrece datos al respecto, y aunque en muchos
casos se trata de excavaciones sin una metodología adecuada para la recupe-
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RICARD MARLASCA MARTÍN
ración de este tipo de restos, en otras, como la Vital (Valencia), se hace más
difícil de explicar. En este yacimiento, como ya vimos también en periodos
anteriores, no se han encontrado restos de peces, aunque sí malacofaunas en
poca abundancia (García Borja et al., 2013).
Solo la práctica de una buena praxis arqueológica, aplicada en nuevas
excavaciones nos aclarará hasta que punto los habitantes de estas costas
aprovechaban los recursos marinos y el papel que estos tenían en su dieta
a lo largo de estos 400 años del Bronce final. Una vez más, parece difícil
pensar que estos no jugaran al menos un papel secundario.
Pero, ya en el siglo IX aC., y especialmente a lo largo del siglo VIII aC.,
empieza en el sur de la península un proceso que no presenta ningún género de dudas al respecto. Desde los contextos más antiguos del asentamiento
fenicio en las costas del sur peninsular, como por ejemplo en Huelva (González et al., 2006: 25; Marlasca, informe inédito a) o la Rebanadilla (Málaga)
(Marcos et al., 2012; Marlasca informe inédito b), se constata la importancia
de los recursos marinos en su alimentación, ya sea por los restos de peces
como por las malacofaunas.
Recientemente se han dedicado algunos trabajos de síntesis a la pesca en
ámbito fenicio-púnico (Sáez Romero, 2011; Morales y Roselló, 2012; Moya,
2016), por lo que no se entrará a detallar cada uno de los contextos. Sin embargo cabe destacar algunos poblados donde se han recuperado colecciones
muy representativas del papel de la pesca en este ámbito, como por ejemplo
en el Castillo de Doña Blanca (Puerto de Santa María, Cádiz) (Roselló y Morales, 1994), el Cerro del Villar (Málaga) (Rodríguez Santana, 1999) o Lixus
(Larache, Marruecos) (Rodríguez y Rodrigo, 2005), y, por último, un yacimiento extraordinario, en el que mejor se aprecia el valor se estos recursos
y su importancia en la dieta de los colonos, la Fonteta (Guardamar del Segura, Alicante). Situado en un gran estuario hoy desaparecido en la desembocadura del actual río Segura, es un paradigma de asentamiento costero
que podía explotar diversos nichos marinos de una riqueza increíble, como
eran la zona costera abierto al mar, el estuario, y el río. Se han recuperado
miles de restos de todo tipo de especies marinas que evidencian la pesca en
los diferentes ecosistemas desde su fundación en el siglo VIII aC. hasta el
abandono en el VI aC. (Sternberg, 2007; Marlasca, informe inédito c). Para
incidir en que se trata de una cuestión metodológica, tenemos el contraste
a estos yacimientos representado por Sa Caleta (Ibiza) (Ramon, 2007), una
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Los recursos pesqueros en el Mediterráneo peninsular del Neolítico a época Ibérica
excavación donde la falta de una buena práctica arqueológica no permitió
recuperar los restos de ictiofaunas de los depósitos arqueológicos, haciendo
planear de nuevo el fantasma del silencio, protagonista como hemos visto
en los periodos precedentes, pero superado en general en los yacimientos
fenicios donde se ha venido trabajando de otra manera.
Otra aportación fenicia trascendental, es el uso del bronce en la producción del utillaje pesquero (Bernal, 2010: 87). Aunque parezca extraño, no se
han documentado hasta el momento anzuelos de bronce en nuestra prehistoria. Con la llegada de los fenicios, estos se hacen comunes y se generaliza
su uso por todo el litoral, lo que supuso un avance significativo, al facilitar
enormemente las actividades pesqueras, y aumentando las posibilidades de
obtener mejores resultados.
Aunque es cuestión de tiempo que aparezcan contextos del Bronce final
que nos permitan ir perfilando el papel y características de la pesca en las poblaciones indígenas, creemos que esta nunca alcanzará el protagonismo que
tenía entre los colonos fenicios, ni el significado cultural que hacía de esta
un rasgo genético de esta cultura. Solo a partir de la impronta que estos dejarían, se convertiría ya en una señal de identidad de las ciudades portuarias,
en una actividad común y cotidiana, extendida y claramente identificable.
Con el tiempo, las colonias arcaicas localizadas en el sur y sureste de la
península ibérica, irían aumentando en número y dimensiones, o abandonándose y trasladándose a lugares más adecuados, donde se convertirían en
ciudades. Este proceso hacia el urbanismo, tendría un gran efecto llamada,
que las convertiría en aglutinadoras de población de todo tipo, y que serían
los precedentes de muchas de las actuales ciudades que hoy jalonan estas
costas. Este nuevo escenario, con una demografía efervescente, fue el crisol
necesario, hacia los siglos VI-V aC., en el que germinó una gigantesca industria dedicada a la explotación de los recursos marinos y su transformación,
para convertirlos en productos de consumo, salazones o salsas, exportados
por todo el Mediterráneo. Con esta, se alcanzaría un punto culminante, el
mayor exponente de los conocimientos pesqueros y de las posibilidades de
transformación de los frutos de la pesca, dedicada a extraer el máximo provecho económico.
Este mismo proceso urbano se viviría en las comunidades indígenas, plasmado por el horizonte ibérico en toda la zona costera en estudio. El nacimiento
y crecimiento de importantes localidades costeras, así como el papel jugado
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RICARD MARLASCA MARTÍN
Yacimiento
Periodo
Cronol
NR
Familia
Posible especie
La Draga
NA
2ª m VI Mil
312
Ciprinido
Barbus meridionalis y
Squalius cephalus
C. Cendres
NA
2ª m VI Mil
1588
Serranidae 60-44%;
Sparidae 34-46%
Epinephelus marginatus;
Pagrus pagrus
El Retamar
NA
2ª m VI Mil
1756
Sparidae; Sciaenidae;
Condrictido
Sparus aurata 98%
C. de Nerja
NA
2ª m VI Mil
212
Serranidae; Sparidae
Epinephelus sp.; Pagrus
pagrus; Sparus aurata
C. Cendres
NIC
1ª m V Mil
599
Serranidae 48%;
Sparidae 48 %
Epinephelus sp.;
Pagrus pagrus
Los Limoneros
NIC
1ª m V Mil
?
?
?
Gavà
NM
1ª m IV Mil
161
Sparidae
NF/Calc
IV-III Mil
107
Serranidae 46%;
Sparidae 54 %
C. de les Cendres
Calc
2ª m VI Mil
67
Labridae; Serranidae;
Centrachantidae
Ce. de la Virgen
Calc
III Mil
1
Ciprinido
Valencina
Calc
III Mil
5
3 Acipenser sturio; 1 Sciaenidae;
1 Triglidae
Lloma del Betxí
BA
1ª m II Mil
>40
?
?
Cabezo Pardo
BA
1ª m II Mil
439
Ciprinidae
Luciobarbus guiraonis 93%
Gavilanes
BA
1ª m II Mil
?
?
?
Fuente Álamo
BA
1ª m II Mil
2
Epinephelus sp.;
Argyrosomus regius
Ce. de la Encina
BA
1ª m II Mil
3
Epinephelus sp.;
Dentex sp; Pagrus sp.
C. des Riuets
BA
1ª m II Mil
852
Sparidae-40%;
Labridae 9%;
Serranidae 5%
Pagrus pagrus;
Dentex dentex; Pagellus;
Epinephelus marginatus;
Cabezo Redondo
BA
m II Mil
1
Ciprinidae
Luciobarbus guiraonis
S. M. Empúries
BF
S. IX
124
Angulidae 73%; Sparidae; Ciprinidae
Anguilla anguilla
C. de Nerja
Epinephelus marginatus;
Pagrus pagrus
3 Acipenser sturio;
1 Sciaenidae
CUADRO 1. Yacimientos de la prehistoria reciente del litoral mediterráneo con ictiofaunas documentadas. Se hace mención al número de restos recuperados y a la familia
o las especies representadas, o más representadas.
por la pesca en la vida cotidiana de estos emplazamientos, y el consumo de salsas y salazones producidas en el sur, crearan un precedente y punto de inflexión
que tendrá continuidad a lo largo de toda la antigüedad (para una síntesis reciente de la pesca en ámbito ibérico, Mata et al., 2014: 91-103) (cuadro 1).
154
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Los recursos pesqueros en el Mediterráneo peninsular del Neolítico a época Ibérica
CONCLUSIONES
Acorde con los restos recuperados hasta el momento, la explotación de los
recursos pesqueros en nuestra prehistoria reciente se nos aparece como un
desierto, en el que prácticamente no se vislumbran relieves, enmarcado por
dos picos, que representarían el Neolítico antiguo en un extremo y el mundo fenicio, en el otro.
Las preguntas que han ido jalonando este trabajo, las incógnitas, son
reflejo de un estado de la cuestión del todo anómalo. La ocupación de la
costa en todos los periodos esta más que documentada, el consumo de marisco marino también se hace presente en un gran número de yacimientos
a lo largo del tiempo. Los estudios de isótopos son, de momento pocos, y
parece pronto para poder tomar conclusiones solo a partir de ellos, aunque
coincidimos con el último razonamiento realizado a partir de estos, de una
lógica aplastante: “Con los nuevos datos se establece una pauta geográfica
con respecto al tipo de alimentos consumidos por las poblaciones prehistóricas, independientemente del periodo cronológico” (Salazar-García, 2017:
195). En las zonas costeras encontraremos rastros de alimentación marina,
y en el interior, no, o raramente. El factor más débil de la ecuación es, casi
siempre, la ínfima documentación de restos de peces en los yacimientos,
con una presencia intermitente, o invisible.
Si la falta de una huella isotópica de recursos marinos en poblaciones
neolíticas europeas ha llevado al planteamiento de aspectos sociales, culturales o religiosos que la expliquen (Whittle, 1996; Richards et al., 2001),
la escasez de evidencias de cualquier tipo en nuestro caso, ¿podría llevarnos a plantearnos dicha propuesta? Por nuestra parte, no conocemos el
caso de ninguna religión que haya eliminado explícitamente a los recursos marinos de su dieta. Cuando se produce algún tipo de prohibición,
estas parecen estar muy bien sustentadas por una lógica relacionada a la
supervivencia y a aspectos socio-culturales. Por citar ejemplos cercanos
y bien conocidos, cuando se está eliminando el cerdo en la religión judía
o musulmana, hay que tener en cuenta que se trataba de poblaciones
nómadas-pastoriles, con una dietas basada en la cabra y la oveja, donde el
cerdo no tenía un papel relevante, además de ser un elemento caro y escaso, por lo que no se estaba impidiendo el consumo de ningún alimento
común o capital. Al contrario, serviría para remarcar diferencias respecto
a otras poblaciones, en las que el cerdo si tenía un rol más relevante. En
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RICARD MARLASCA MARTÍN
el caso de la prohibición del consumo de pescados en la religión judía,
esta solo afecta a los pescados sin aletas y sin escamas. Lejos de dificultar
y complicar la supervivencia, la religión “juega” con un tipo de pescado
muy poco común, en realidad de consumo anecdótico o inexistente hasta
para poblaciones costera en general (esta prohibición básicamente implicaba especies como las anguilas, morenas, tiburones o delfines por ejemplo). El razonamiento religioso no elimina de la dieta peces con escamas,
que entonces sí representaría un perjuicio para los fieles, sino que solo
elimina, aludiendo a un aspecto anómalo de esos animales, una mínima
parte de estos, con escasa o ninguna incidencia en la dieta cotidiana de
cualquier comunidad costera. La religión se yergue como reguladora del
día a día del colectivo, pero hábilmente evita el conf licto, al no hacer ninguna prohibición que perturbe o ponga en peligro su supervivencia. Por
ello, se hace difícil pensar que en sociedades prehistóricas se planteara la
eliminación de un recurso tan abundante y fácil de obtener como son los
recursos marinos. Más aún cuando hablamos de poblaciones cuya supervivencia estaba aquejada de un alto grado de inestabilidad e incertidumbre, debido a gran cantidad de variables, en los que este tipo de recursos
serían aún más valiosos, por su presencia permanente y abundante, y la
poca carga de trabajo que significan.
En nuestra opinión, el mayor problema hasta ahora es que la investigación estaba lastrada por la carencia de una metodología que contemplara la
recuperación de este tipo de restos. Aunque esperamos que en los próximos
años seamos capaces de superar esta deficiencia, la realización de muchas
excavaciones con una mala praxis arqueológica sigue siendo generalizada,
excusada a menudo en la urgencia de estas, y es notorio que cabe incrementar la calidad de la metodología empleada.
Por otra parte, la identificación de la huella isotópica del consumo de
recursos marinos, necesitará de un aumento considerable de individuos
analizados, especialmente provenientes de áreas costeras. A pesar de todo,
hay elementos para la esperanza como hemos visto. La continuidad en la
ocupación de zonas costeras a lo largo de toda la prehistoria parece el principal argumento para defender el consumo de productos marinos por sus
pobladores, porque, ¿no estarían allí solo para mirar el mar, no?
Yacimientos como la Cova de les Cendres sirven para ilustrar, en el
Neolítico antiguo, una costa habitada por agricultores marineros, que co-
156
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Los recursos pesqueros en el Mediterráneo peninsular del Neolítico a época Ibérica
nocían y pescaban en todos los medios con maestría. La pesca orientada
fundamentalmente a la captura de grandes ejemplares de las especies de
mayor aporte cárnico de los nichos explotados (generalmente meros),
podría ser una particularidad de este horizonte. La colonización agrícola del territorio continental no significó el abandono de las costas, que
seguirían pobladas y explotadas (quizás en menor medida) como demostrarían yacimientos como las minas de Gavà o el Tossal de les Basses,
así como análisis de los individuos de Costamar, Tossal de les Basses o
la Bobila Madurell. En el Calcolítico y Bronce, casi todo son incógnitas,
y solo las evidencias, especialmente las más recientes, relacionadas con
el horizonte de El Argar, nos muestran a una cultura abierta al mar y a
sus recursos. Este “episodio argárico”, debería verse contextualizado en
el futuro en un amplio marco de culturas que adquieran también cierto
protagonismo en las redes de intercambio marítimas, y que se muestren
también como consumidoras de recursos marinos. Hoy, empieza a dibujarse como un oasis rodeado de un silencio absoluto. Y tras el mutismo
del Bronce final, llegan los fenicios, asentando una mirada nueva, que
daría al mar definitivamente el protagonismo, y a sus recursos un papel
fundamental en los platos.
Las investigaciones futuras deberán dar relieves a este páramo que hemos atravesado, rodeado de dos picos, donde habitan agricultores y comerciantes que, por una razón u otra, eran marineros y expertos pescadores.
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COSTA MEDITERRÁNEA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA: DEL
NEOLÍTICO A ÉPOCA IBÉRICA
Ricard Marlasca Martín
ABSTRACT
The exploitation of fishery resources on the Mediterranean coast of the Iberian Peninsula throughout recent prehistory, is a very poorly known subject of which we have hardly any data. The shortage of good archaeological
records, involving the recovery of fish remains, has long weighed the investigations. However, some developments of recent years could indicate
an improvement in this regard. To this we must add the isotope analysis,
which complements the direct information obtained by the fish remains.
We present here a complete and interpretative study of all the data we currently have in this field of study.
INTRODUCCIÓN
Parece una temeridad abordar en un artículo un hecho tan significativo
como la pesca, en un periodo de tiempo tan dilatado; son prácticamente
7000 años. Sin embargo, el estado actual de las investigaciones respecto
al tema que nos ocupa, esta lejos de ser el deseado, y muestra más lagunas (en realidad océanos) que respuestas, lo que no nos permite obtener
la perspectiva deseada, pero sí relatar en detalle el statu quo en un trabajo de síntesis como este.
En este análisis, para no forzar un encuadre geográfico hispánico, artificial y más amplio, que englobará incluso diferentes mares, se ha optado
Recursos marins en el passat. IV Jornades d’arqueozoologia.
Museu de Prehistòria de València (2019): 135-164.
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RICARD MARLASCA MARTÍN
por un ámbito más natural, como es la costa mediterránea de la península ibérica, donde se encuentran las costas valencianas, el eje de estas
jornadas, dejando de lado otras costas con dinámicas diferentes. Hay que
destacar que se trata de una oportunidad inmejorable para intentar obtener una imagen general, si no de quienes y de como se gestionó la explotación de los recursos pesqueros a lo largo de todo ese tiempo en este
marco geográfico, porque no hay datos para hacerlo, sí al menos de en
qué punto se encuentran las investigaciones, y de cuales son las carencias
más significativas. De hecho, se trata de la primera vez en que se aborda
de forma detallada nuestro conocimiento sobre la pesca en este ámbito
geográfico durante la prehistoria reciente.
EL NEOLÍTICO ANTIGUO (SEGUNDA MITAD DEL VI MILENIO)
Sin línea de continuidad con los contextos anteriores, y con secuencias estratigráficas bien definidas y diferenciadas respecto a las predecesoras, los
primeros horizontes neolíticos en la costa mediterránea ibérica suponen
una aportación nueva, desconectada de las dinámicas culturales precedentes. Estas primeras fases, están además sumamente ligadas al mar y a corrientes y movimientos de población a lo largo de varios siglos. Este acontecimiento, que se inició en nuestra zona de estudio a finales de la primera
mitad y mediados del VI milenio AC, con implantaciones pioneras previas
al horizonte cardial (por ejemplo, Guilaine, 2000; García Atiénzar, 2010),
presenta una complejidad y riqueza de matices lejos de dilucidar, por lo que
no podemos todavía inferir ningún detalle o matiz secuencial con respecto a la explotación de los recursos marinos y la posible implicación en su
desarrollo. Al contrario, los datos son todavía muy escasos y planteamos el
escenario a un nivel general.
Por otro lado, es imposible entender la importancia de las actividades
pesqueras en las estrategias de supervivencia de estos primeros “colonos”
neolíticos, sin acudir a ultramar, allí donde podemos detectar las huellas
de los antepasados de los marineros que se asentarán en estas costas. Como
recientemente hemos dedicado un trabajo de síntesis tratando este tema y
en este horizonte (Marlasca Martín, 2013), aquí se intentará dar un enfoque
breve y diferente, aunque no haya ningún cambio en cuanto al análisis e
interpretación de las evidencias de las que disponemos. También recordar
que aunque en este trabajo no hagamos mención, en estos yacimientos y
136
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Los recursos pesqueros en el Mediterráneo peninsular del Neolítico a época Ibérica
FIGURA 1. Yacimientos del Neolítico antiguo mencionados en el texto: 1. Grotta
dell’Uzzo; 2. Arene Candide; 3. Cap Ragnon; 4. Leucate; 5. La Draga; 6. Caserna de
Sant Pau; 7. Cavet; 8. Barranquet d’Oliva; 9. Cova de les Cendres; 10. Cueva de Nerja;
11. Retamar.
muchos otros existe siempre una gran cantidad de restos de malacofaunas
de origen marino que complementan (a menudo son los únicos recuperados), la dieta de origen marino de estas comunidades. Proponemos entonces un viaje que desde el Mediterráneo central llegaría a nuestras costas,
destacando fundamentalmente tres yacimientos, paradigmáticos y relevantes para la interpretación que queremos destacar (figura 1).
Los primeros rastros de esta intensa relación con el mar y de la increíble
aventura marinera que tuvo lugar en el Neolítico antiguo en esta parte del
Mediterráneo, vamos a buscarla en la isla de Sicilia. En la Grotta dell’Uzzo,
en la costa occidental de la isla, se ha documentado un magnífico contexto
del primer neolítico (Piperno et al., 1980), datado a principios del VI milenio Cal BC (Piperno, 1985; Mannino et al., 2006), con una importante fase
previa de “transición” con el Mesolítico. La cavidad, se encuentra actualmente a 260 m del mar, y el elemento más característico de los diferentes contextos de la cueva, es el hallazgo de miles de restos de todo tipo de
animales marinos, desde crustáceos y gasterópodos a delfines y focas. Los
restos de peces, alcanzan los valores más elevados en los niveles del Neolí-
137
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RICARD MARLASCA MARTÍN
tico antiguo (Tagliacozzo, 1993; Cassoli e Tagliacozzo, 1995: fig. 9), donde
los grandes protagonistas, con porcentajes superiores al 80%, son siempre
meros de gran tamaño, entre los que destaca el mero (Epinephelus marginatus), aunque también se documentan el cherne dentón (Epinephelus caninus) y el falso abadejo (Epinephelus alexandrinus). Se trata de un lugar en
el que se llevó a cabo una pesca en costas rocosas, orientada a los individuos
de grandes dimensiones de las especies más valiosas que ofrecía ese nicho
ecológico, los meros.
La situación de este yacimiento, y las cronologías de sus contextos relacionados a la explotación de los recursos marinos, lo convierten en un
perfecto punto de partida (sin que ello implique que se trate de una zona de
origen o punto cero) a partir del cual buscar la pista del camino que en esa
época emprendieron algunos aventureros, en una navegación que los llevaría tanto por la costa de la península italiana hacia el norte, como a cruzar el
Mediterráneo en dirección sur, siguiendo después por las costas africanas.
Los siguientes yacimientos a destacar los encontramos ya en la zona ligur y
del golfo de León.
Este es el caso de la cueva de Arene Candide en la costa ligur, donde se
documenta una pesca costera de fondos arenosos (Desse y Desse-Berset,
1999), o de Cap Ragnon (Bouches-du-Rhône), otro abrigo rocoso cercano al
mar, a solo 20 msnm, donde en contextos del Neolítico antiguo se recuperaron también restos de grandes ejemplares de mero, atún, y otras especies
de zonas rocosas (Ledoux y Grenier, 1970/1972). Pero queremos destacar el
yacimiento de Leucate (Aude), un hábitat al aire libre donde se explotaron
los recursos de un medio lagunar. En este asentamiento se han recuperado
restos fundamentalmente de dorada (Sparus aurata), con una representación esquelética fuera de lo normal, donde básicamente aparecen huesos
craneales y de las primeras vértebras. Este hecho llevó a pensar a los investigadores que los huesos hallados son desechos de una preparación: el
ahumado o secado del cuerpo de los peces, ya descabezados, que seguirían
con la mayor parte de las vértebras y que se habrían consumido en otro lugar (Desse y Desse, 1984).
Ya en la península ibérica, hay un gran vacío generalizado por lo que se
refiere a la documentación de restos de peces en contextos cardiales, destacando los casos de la Caserna de Sant Pau (Barcelona) (Molist et al., 2008),
de el Cavet (Cambrils, Tarragona) (Oms y Morales, 2009) o el Barranquet
138
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Los recursos pesqueros en el Mediterráneo peninsular del Neolítico a época Ibérica
d’Oliva (Valencia) (Esquembre et al., 2008), por citar algunos ejemplos,
donde sea quizás cuestión de tiempo que estos se recuperen, ampliando los
datos de este importante horizonte. Aunque no se trate de un yacimiento
costero, sí queremos hacer mención del poblado lacustre de la Draga (Banyoles, Girona), donde en este periodo sí se ha documentado cierta actividad pesquera (Juan-Muns, 2000), aunque esta no debía significar un gran
aporte cárnico a la dieta de sus habitantes, dado el pequeño tamaño de los
especímenes del lago (Antolín et al., 2017: 45).
El contraste para estos yacimientos al aire libre, esta representado por
la Cova de les Cendres (Teulada, Alicante) (Bernabeu y Molina, 2009), que
al tratarse de una cavidad, presentaría una concentración de las actividades allí realizadas, y quizás un tratamiento de los restos alimenticios (por
no hablar de los posteriores fenómenos tafonómicos y estratigráficos, ya
relacionados a la idiosincrasia de cada yacimiento), muy diferente a la que
encontramos en hábitats al aire libre, y que ha permitido recuperar un depósito extraordinario. En los horizontes impreso y cardial de esta cueva,
que domina un acantilado costero, a 50 msnm en la actualidad, se han documentado contextos de estos primeros horizontes neolíticos en los que
los recursos marinos juegan un importante papel. Se han recuperado 1588
restos de peces, de los que 689 se han podido determinar. De nuevo las especies que aparecen mejor representadas son los meros, con valores de un
60% en el Neolítico IA y un 44% en el IB, y los espáridos, con un 34% y 46%
respectivamente, en su mayoría pargos (Pagrus pagrus). Se trata además de
ejemplares de dimensiones grandes y medianas. Nos encontramos otra vez
ante una pesca enfocada a los grandes ejemplares de especies con un gran
aporte cárnico en una zona costera rocosa (Rodrigo, 1991 y 2006; Rodrigo
y Marlasca, 2009). Como en Leucate, en Cendres también se documentó la
presencia de restos óseos craneales y de las primeras vértebras, en prejuicio
de las vértebras caudales, lo que cabe vincular al tratamiento del cuerpo
de estos pescados para su ahumado y probablemente su consumo en otro
lugar. En Cendres, además, este hecho se puede relacionar claramente a dos
hogares, al menos en los momentos iniciales del Neolítico IC (Bernabeu y
Fumanal, 2009: 45-46) (figura 2).
Un caso muy similar en la península, es el documentado en el yacimiento gaditano de Retamar (Puerto Real, Cádiz). En este asentamiento costero
del horizonte cardial, se han vinculado los restos de pescado -en mayor pro-
139
[page-n-6]
RICARD MARLASCA MARTÍN
FIGURA 2. Hueso Praeoperculare de diferentes Serranidos provenientes de la Cova
de les Cendres: A. Mero (Epinephelus marginatus); B Cherne de ley (Epinephelus aeneus); C. los dos de la izquierda son de dentón (Epinephelus caninus) y a la derecha de
falso abadejo (Epinephelus alexandrinus).
porción grandes espáridos, de nuevo doradas (Sparus aurata), y en valores
inferiores de otras especies-, a una serie de hogares, aunque allí se localizan
restos de todo el cuerpo. (Ramos et al., 2001: 149-153; Soriguer at al., 2002).
Por último, en la cueva de Nerja (Málaga), aunque no se ha documentado
cerámica cardial, sí que presenta una facies de cerámicas impresas en su
horizonte más antiguo, y con diversas decoraciones en la segunda mitad
del VI milenio (García Borja et al., 2014), que creemos cabe relacionarlas a
estos grupos pioneros. Allí también se ha documentado la explotación de
los recursos marinos, aunque siempre a la sombra de la espectacularidad de
los contextos del Mesolítico. A pesar de que el número de restos aumentará
enormemente por lo que hace a los niveles del Neolítico una vez se estudien
los provenientes de las campañas realizadas por Jordà (Aura et al., 2001), de
momento podemos citar los recuperados en las campañas de Pellicer en los
años 1979, 1980 y 1982 (Boessneck y von den Driesh, 1980; Morales et al.,
1994; Roselló et al,. 1995). Se contabilizan 212 restos del Neolítico, donde
los protagonistas son de nuevo especímenes de costas rocosas, de grandes
dimensiones como los meros (Epinephelus marginatus), los pargos (Pagrus
pagrus) o las doradas (Sparus aurata), siguiendo con esta pauta de buscar la
captura de peces de grandes dimensiones. Los datos obtenidos del estudio
140
[page-n-7]
Los recursos pesqueros en el Mediterráneo peninsular del Neolítico a época Ibérica
de isótopos en tres muestras humanas de diferentes contextos neolíticos de
esta cueva, señalarían como la dieta sería fundamentalmente de recursos
terrestres, y solo en un individuo de la fase NM-7 (5300-5100 BC), se detectó
consumo de recursos marinos (Salazar et al., 2017). Si en base al estudio de
isótopos en la cueva de Nerja, se interpreta que los primeros grupos neolíticos interactuarían con los últimos cazadores recolectores “and migh have
adoptes or shared some of their economic practices (i.e. marine explotation)” (Salazar et al., 2017: 302), creemos que la explotación de recursos
marinos era una parte fundamental e incluso definitoria de la cultura de
estos primeros colonos neolíticos (Marlasca Martín, 2013), sin necesidad de
adoptarla de posibles poblaciones indígenas.
En nuestra opinión, en Cendres vemos representada una tradición de
varios siglos de antigüedad. En los horizontes del primer neolítico de la
Grotta dell’Uzzo, en el Mediterráneo central, a inicios del VI milenio AC,
se están explotando los recursos pesqueros con un alto conocimiento del
medio, e interés por un determinado tipo de pescado de gran aporte cárnico, en aquel caso los meros. Más tarde encontramos ya en el Golfo de
León, Leucate, como se sigue orientando la pesca a la especie más valiosa de
un medio marino diferente como es la lagunar, la dorada (Sparus aurata),
y además como se procesa este pescado con el fin de obtener un recurso
cárnico perdurable en el tiempo. Desde mediados hasta finales del VI milenio AC, en Cendres vemos el reflejo de esta práctica, que habría viajado
a lo largo de 400-300 años por las costas del Tirreno, Liguria, Provenza, el
Languedoc-Rousillon, hasta alcanzar las costas catalano valencianas, y de
la que habrían formado parte unas 10-12 generaciones de viajeros neolíticos
vinculados al mar y sus recursos.
Las evidencias sugieren que no se trataría de un hecho lineal y continuo,
ni siquiera uniforme a nivel étnico o numérico, por ello los procesos y la
diversidad cultural que hoy solo podemos vislumbrar, nos obligan a adquirir cierta perspectiva y, en este caso, simplificar el relato que las futuras
investigaciones permitirán ir enriqueciendo. Lo que sí podemos inferir, es
que durante estos siglos, en los que poblaciones con una nueva manera de
enfocar la supervivencia viajaron por estas costas salvajes, buscando nuevos
lugares en los que asentarse y transportando todo lo necesario para este
fin, explotaron los recursos del mar, demostrando no solo un gran conocimiento de las posibilidades que los diferentes lechos marinos ofrecían, sino
141
[page-n-8]
RICARD MARLASCA MARTÍN
también una gran capacidad para obtener los mejores resultados en la pesca
costera y en el posterior tratamiento de las carnes de sus presas. Como la
lógica invita a pensar, estos agricultores-marineros, eran grandes pescadores, y mientras durara su convivencia con la costa, ya sea transitándola o
en asentamientos próximos más o menos estables, explotaron sus recursos
con un conocimiento experto, sabiendo del valor y la aportación que estos
podían tener en su supervivencia. Como se ha interpretado anteriormente,
estos pioneros “desarrollan una serie de prácticas económicas tendentes a
minimizar los riesgos propios de las economías agropastoríles primitivas,
complementándola con la recolección intensiva de moluscos o la caza”
(García Atiénzar, 2011/2012: 111). Los recursos del mar se convertirían así en
un elemento característico de su vida cotidiana, un elemento identificador
que definiría su estrecho vínculo con el mar, quizás un rasgo identitario que
los enlazaría con sus antepasados, sus conocimientos del mar y sus hábitos
alimenticios. En este sentido, quizás podrían tener un papel simbólico los
abalorios realizados en todo tipo de materias primas de origen marino, y
que encontramos en yacimientos costeros o más al interior, convocando ese
vinculo antiguo con el mar. Se trata de un brillante capítulo en el que se
conjugaron perfectamente el mar y todas las posibilidades que este ofrece
a las poblaciones humanas, como vía de comunicación y como fuente de
recursos alimenticios.
Hasta donde hoy sabemos, este vínculo con el mar, haría del primer Neolítico en nuestras costas el episodio más significativo por lo que hace a la
explotación de los recursos pesqueros durante el periodo en estudio. Allí, se
dibuja un panorama que, lejos de tener una continuidad y fijar una dinámica
histórica, se percibe como un espejismo, casi una imagen ideal de lo que el
conocimiento y la convivencia con el medio marino podían representar para
los habitantes del litoral. Sin embargo, este paisaje cambiaría en poco tiempo.
DEL NEOLÍTICO MEDIO AL CALCOLÍTICO (VI AL II MILENIO)
Una vez estas u otras poblaciones se establecieron tierra a dentro, en valles
y zonas fértiles en las que implementar todos sus conocimientos agrícolas y
pastoriles, ¿Hasta que punto dieron la espalda al mar?
Los yacimientos en los que se han recuperado restos de pescado a lo
largo de estos 4000 años son escasísimos (figura 3). En primer lugar cabe
mencionar el horizonte del Neolítico IC de la Cova de les Cendres (Ber-
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[page-n-9]
Los recursos pesqueros en el Mediterráneo peninsular del Neolítico a época Ibérica
FIGURA 3. Yacimientos del V-III milenio aC. mencionados en el texto: 1. Bobila Madurell-Can Gambús; 2. Gavà; 3. Costamar; 4. La Vital; 5. Cova de les Cendres; 6. Tossal
de les Basses; 7. Platja del Carabassí; 8. Las Amoladeras; 9. Cerro de la Virgen; 10.
Cueva de Nerja; 11. Valencina de la Concepción.
nabeu y Fumanal, 2009). En el nivel H15 que iniciaría este horizonte, en
el tránsito al V milenio y relacionados a un horizonte cultural diferente,
el denominado Neolítico antiguo evolucionado de cerámicas peinadas, se
documenta una continuidad con la dinámica del horizonte anterior, protagonizada aún por restos de las mismas especies y características, con pocos
cambios importantes, pero en menor número. Dicha dinámica acabaría en
realidad a inicios de este periodo, en los albores del V milenio. Ahora son
599 restos, de los que 229 son determinables, con 111, un 48% de restos de
meros, y un 48%, 109 restos, de espáridos (Rodrigo y Marlasca, 2009). Como
se indicó anteriormente, a inicios de este horizonte pertenecen los dos hogares del nivel H15 (Bernabeu y Fumanal, 2009: 45-46), relacionados con
numerosos restos de pescado (en realidad de donde provienen todos los
143
[page-n-10]
RICARD MARLASCA MARTÍN
restos), y que se podrían vincular al procesado del pescado para su conservación. Este contexto marca una conexión de este nuevo horizonte cultural
con el anterior, pero también marca el final de esta tradición, y las actividades pesqueras protagonistas hasta ahora en la cueva, pierden ese papel en
la primera mitad del V milenio. Del horizonte Neolítico IIA, de la segunda
mitad del V milenio, se recuperaron solo 79 escamas. Al mismo horizonte
del Neolítico IC valenciano, pertenece una de las ocupaciones del yacimiento
de los Limoneros (Barciela et al., 2014), ubicado en un entorno de llanos de
inundación del actual rio Vinalopó, y donde se habrían recuperado restos de
peces, aun por estudiar (comunicación de Barciela en este mismo congreso).
Por último, hay que dirigirse a la costa catalana, donde se encuentra el
excepcional yacimiento de las minas de Gavà (Barcelona), de un horizonte
del Neolítico medio catalán de los sepulcros de fosas, de mediados del IV
milenio. Allí se han recuperado 161 restos de peces, y la mayoría de los identificados y determinados taxonómicamente son espáridos adultos (Bosch
et al., 1999: 179-180). Interesante en este ámbito es de nuevo la producción
de abalorios usando como materia prima diferentes tipos de conchas, entre
las que destacan los brazaletes realizados a partir de Glycymeris glycymeris. Estas se documentan repartidas por un amplio marco geográfico, que
incidiría en la continuidad del simbolismo a estas ligado a la convivencia de
algunos grupos con la costa.
Aunque como vemos las evidencias directas son escasas, cabe contrastarlas con algunos datos obtenidos por isotopos estables. En un marco general
en el que se documenta una dieta basada en recursos terrestres tanto en estos
análisis (Salazar et al., 2018, en prensa), como ocurre con los restos de fauna
y vegetales provenientes de los yacimientos, cabe destacar algunas evidencias
fuera de esta norma. Destaca el caso de la necrópolis de sepulcros de fosa de
la Bòbila Madurell - Can Gambús (Sabadell, Barcelona), de la primera mitad
del IV milenio, a 15 Km de la costa, en el que se documentó consumo de recursos marinos en un individuo senil masculino, de entre 92 muestras humanas
estudiadas (Fontanals-Coll et al., 2015). Se trata de un hecho significativo ya
que nos encontramos en una zona de interior, en un valle rico y fértil, pero a
una distancia de la costa suficientemente pequeña para que se pueda documentar lo que supuestamente sería una cierta movilidad de personas o población entre la costa y el interior, contrastando las diversas alimentaciones
entre los habitantes de una zona y otra (no hay espacio para discutir otras in-
144
[page-n-11]
Los recursos pesqueros en el Mediterráneo peninsular del Neolítico a época Ibérica
terpretaciones, como una posible alimentación diferencial para alguien que
difícilmente podría consumir carne que no fuera de pescado).
En otros dos yacimientos valencianos, en individuos del Neolítico medio
del Tossal de les Basses (Albufereta, Alacant) y del Neolítico final de Costamar (Ribera de Cabanes, Castelló), ambos asentamientos costeros, se ha
detectado el consumo de proteínas de origen marino (Salazar García, 2009 y
2017). En la cueva de Nerja, en un individuo de este periodo analizado no se
detectaron huellas de un consumo de recursos marinos (Salazar et al., 2017).
La reciente documentación de yacimientos costeros al aire libre de este
periodo y en esta área, como los antes citados, o el de la Platja del Carabassí
(Elx, Alacant) y el de Las Amoladeras (Cartagena, Murcia), por citar algunos ejemplos, nos alerta de que la costa, lejos de estar deshabitada, seguía
siendo una importante zona de asentamiento y captación de recursos. Los
restos de malacofaunas recogidos en ellos, por ejemplo los casi 18.500 del
Tossal de les Basses, en un entorno de albuferas (Luján y Roser, 2013), o los
documentados en Platja del Carabassí, en playas de arena (Soler et al., 2014),
evidencian la explotación y el consumo de recursos marinos, los cuales sin
duda debemos pensar que eran uno, sino el principal de los alicientes de su
establecimiento en la costa. En el caso de Platja del Carabassí, se interpreta
como de frecuentación puntual o estacional, dirigido a la obtención y consumo de gasterópodos marinos, pero en el Tossal de les Basses, se advierte una
dinámica diferente, de carácter más estable y permanente. Sea como fuere,
se vinculan a un “modo de vida mixto” (Guilavert et al., 1999), donde la caza,
el marisqueo, la recolección y la pesca “debió seguir jugando un importante
papel” (Soler et al., 2014: 113), porque, aunque no se hayan documentado
restos de peces, por la razón que sea, ¿podemos creer que los habitantes de
estos asentamientos costeros no pescaban y consumían pescado?
Por lo que hace al Calcolítico, los datos solo hacen que empeorar. De este
horizonte podemos citar los 35 restos que provendrían de la cueva de Nerja,
de una fase de transición entre Neolítico y Calcolítico, y los 72 restos ya del
Calcolítico (Boessneck y von den Driesh, 1980; Morales et al., 1994; Roselló
et al., 1995). En la Cova de les Cendres se recuperaron 66 restos del horizonte Neolítico IIB, que ya pertenece al III milenio, y un solo resto al horizonte
campaniforme. Solo cinco de estos restos son determinables, con un resto
de lábrido, uno de mero y uno de centrachantidae, especies comunes de la
costa rocosa a pies de la cueva.
145
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RICARD MARLASCA MARTÍN
En cuanto a la zona meridional, se recuperaron restos en el yacimiento andaluz de interior del Cerro de la Virgen (Galera, Granada), de donde
procede un resto de pescado de agua dulce, un ciprínido (Driesch, 1972), y
otros cinco restos, tres placas de esturión (Acipenser sturio), uno de corballo (Argirosomus regius) y otro de perlón (Trigla sp.), de Valencina de la
Concepción (Sevilla) (Hain, 1982).
Para añadir más leña al fuego, tenemos los datos provenientes del estudio de isótopos a partir de tres individuos del horizonte campaniforme del
yacimiento valenciano de La Vital. Este asentamiento se sitúa en la zona
privilegiada de lo que sería la desembocadura ya colmatada del actual río
Serpis. Los datos del estudio son compatibles con una dieta completamente
terrestre, lo que ha servido para afirmar que “con los datos isotópicos de los
que se dispone a día de hoy, se puede decir que en momentos neolíticos
tardíos, en la fachada mediterránea peninsular ya se ha abandonado el consumo de recursos proteicos de origen marino, a diferencia de lo que ocurría
en momentos neolíticos anteriores” (Salazar-García, 2011). A pesar de ello,
en el yacimiento, aunque se han documentado escasos restos de ictiofauna,
sí se han recuperado numerosos restos de malacofaunas marinas recolectadas sin duda para su consumo (Pascual Benito, 2011).
Con este pobre bagaje, se acaba el recorrido por estos 3000 años. Si exceptuamos los dos yacimientos que más datos aportan a lo largo de toda nuestra
prehistoria, la Cova de les Cendres y la cueva de Nerja (de la que cabe esperar
en el futuro un aumento significativo del número de restos una vez se estudien los de este periodo), el panorama es desolador. Hemos querido incluir
el caso de Valencina de la Concepción, aunque queda al margen del área en
estudio, porque sin duda se trata de un caso paradigmático, y quizás con Los
Millares (Almería), el más importante del Calcolítico peninsular. Este enorme asentamiento y su necrópolis, se situaban a orillas de una zona privilegiada por lo que hace a los recursos pesqueros, la gran bahía de la desembocadura del actual Guadalquivir, el Lacus Ligustinus de la antigüedad, hoy
colmatado. Se trata de un yacimiento donde se han realizado innumerables
campañas de excavación, y donde se han recuperado miles de fragmentos
de fauna de diferentes sectores. Allí, llegaban materias primas de ultramar,
como el marfil africano u oriental, así como ámbar siciliano, evidenciando no
solo la convivencia con el medio marino, sino su tránsito y navegación. ¿Es
posible creer que en un asentamiento de estas características, tan cercano
146
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Los recursos pesqueros en el Mediterráneo peninsular del Neolítico a época Ibérica
a un medio marino de potencial pesquero superlativo, la pesca no era una
actividad cotidiana? Lo mismo podríamos preguntarnos de un yacimiento
más humilde como el de La Vital - Sanxo LLop por ejemplo. ¿Porqué asentarse en la costa, en nichos ecológicos especialmente ricos como son desembocaduras o lagunas, y no consumir los alimentos que con tanta facilidad se
podrían obtener? No parece tener tiene ningún sentido.
LA EDAD DEL BRONCE (II MILENIO)
La Edad de Bronce no supone en general, ningún avance respecto a los periodos precedentes, y seguimos en el mismo desconcertante erial, a excepción de algún caso prometedor.
La ocupación costera en este periodo es bien conocida (ver por ejemplo
Gusi et al., 2010). Sin embargo, los restos de peces provenientes de yacimientos son poquísimos. A nivel general, hay que decir que seguramente,
de hacerse hoy muchas de las excavaciones que ya tienen algunos años,
en asentamientos costeros, como por ejemplo Oropesa la Vella (Orpesa
del mar, Castelló) (Gusi y Olaria, 2014) o la Illeta des Banyets (Soler Díaz,
2006), por citar dos enclaves clásicos, los resultados serían probablemente
muy diferentes, y en ellos se recuperarían sin duda ictiofaunas, además de
las malacofaunas documentadas.
Los datos que tenemos en la actualidad, de norte a sur, los encontramos
en primer lugar en la Lloma de Betxí (Valencia), un pequeño asentamiento del Bronce Valenciano en lo alto de un cerro a 89 msnm, situado en la
llanura aluvial del Turia, a pocos kilómetros de la antigua desembocadura.
Con una ocupación en la primera mitad del II milenio aC, se recuperaron
numerosos restos de pescado aún por estudiar, de los que solo podemos por
el momento citar los 40 restos mencionados en una publicación (Tormo y
de Pedro, 2013) (figura 4).
En el poblado del Cabezo Redondo (Villena, Alicante), del horizonte
argárico, con diversas fases situadas en los 400 años centrales del II milenio,
se recuperó en excavaciones de los años 60 un resto de barbo mediterráneo
(Luciobarbus guiraonis) (Driesh y Boesneck, 1969). Recientemente, se han
identificado allí, por análisis de isótopos, individuos que habrían tenido
una alimentación con recursos acuáticos de forma regular, algo remarcable
al tratarse de un poblado a 45 km del mar, mientras otros habrían consumido casi exclusivamente productos terrestres (Salazar-García, 2016: 89).
147
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RICARD MARLASCA MARTÍN
FIGURA 4. Yacimientos del II-I Milenio AC mencionados en el texto: 1. Albion; 2. Tonere
I; 3. Sant Martí d’Empuries; 4. Oropesa la Vella; 5. Lloma del Betxí; 6. Cabezo Redondo;
7. Illeta des Banyets; 8. Cabezo Pardo; 9. Fuente Álamo; 10. Punta de los Gavilanes; 11.
Cerro de la Encina; 12. Cova des Riuets; 13. Sa Caleta; 14. La Fonteta; 15. La Rebanadilla;
16. Cerro del Villar; 17. Castillo de Doña Blanca; 18. Huelva.
Un yacimiento cercano, y que puede marcar un cambio de tendencia, es
el Cabezo Pardo (San Isidro, Alicante). En este, se han documentado tres
fases dentro de la primera mitad del II milenio, relacionables también al
mundo argárico de periferia, donde se han recuperado 439 restos, de los
que el 93,48% de los determinados pertenecen a un pez de aguas fluviales, el barbo mediterráneo (Luciobarbus guiraonis), y el resto a especies de
aguas salobres, como los múgiles, anguilas, el mero blanco o algún espárido
(Roselló y Morales, 2014). Todo ello indicaría la explotación no solo de la
bahía que tendría a sus pies el asentamiento, sino especialmente de algún
curso fluvial cercano.
Otra excavación reciente con datos aun por publicar, pero muy
prometedores y que acentuarían este cambio de tendencia, es la realizada
148
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Los recursos pesqueros en el Mediterráneo peninsular del Neolítico a época Ibérica
en el horizonte argárico del yacimiento costero de la Punta de los Gavilanes
(puerto de Mazarrón, Murcia), en el que se habrían documentado
estructuras para el tratamiento de ahumado de pescado/moluscos. Se trata
de una cabaña de inicios del II milenio (contexto de finales del Argar I)
donde también se habrían encontrado restos de jábegas relacionados a
restos de fauna marina (Ros Sala, 2008: 61).
De nuevo en excavaciones más antiguas, en Fuente Álamo (Cuevas de
Almanzora, Almería), a pocos kilómetros de la costa, se documentó un resto de mero (Epinephelus marginatus) de 80 cm de LT y uno de corvina (Argyrosomus regius), de 70 cm de LT (Driesch et al., 1985).
Un caso interesante es el de el Cerro de la Encina (Monachil, Granada)
un yacimiento de interior del que provienen restos de peces marinos de
grandes dimensiones, en contextos ya de la segunda mitad del II milenio
(su fase IIb), un resto de mero (Epinephelus sp.), dentón (Dentex sp.) y pargo (Pagrus pagrus) (Lauk, 1976).
Los restos de peces provenientes de yacimientos del II milenio han
sido, hasta hace poco, casi inexistentes, y hoy por hoy se concentran en
su mayoría en la costa sureste. Los restos de excavaciones antiguas, de
grandes dimensiones, evidencian que se habrían identificado, y por ello
recuperado, en la misma excavación, y no en un tratamiento de los sedimentos, que sin duda habría permitido la recuperación de un mayor
número de ellos. En algunas excavaciones recientes son más numerosos,
porque provienen de contextos donde se ha utilizado una metodología
correcta, y empiezan a ofrecernos una perspectiva más real. El yacimiento de Cabezo Pardo, no solo es importante porque evidencia el papel de la
pesca en ese poblado, sino porque a nuestro parecer sirve de paradigma.
Si observamos el patrón de asentamiento en la zona donde se encuentra,
en este periodo, el bajo Segura y el bajo Vinalopó, podemos ver como en
realidad, hay una gran cantidad de yacimientos que, aunque no están
en la costa, permiten inferir que “las comunidades argáricas prefirieron
asentarse en torno a los márgenes de las zonas de aguas tranquilas del
área lacustre y ciertas elevaciones que f lanqueaban el curso del Segura,
frente a un litoral directamente expuesto al mar” (Martínez, 2014: 56; ver
también, Simón García, 1999). A pesar de ello, también habría poblados
costeros, como por ejemplo la Illeta des Banyets, donde los únicos rastros
de ictiofaunas son un diente de tiburón y una vértebra de Alopiidae usada
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RICARD MARLASCA MARTÍN
como cuenta de collar (Simón, 1997: 103, fig. 32: 16; López Padilla 2001:
fig. IV.3.20: 2), o el ya mencionado de la Punta de los Gavilanes.
El horizonte argárico es en realidad una cultura abierta al mar, en la que
esta bien documentada la llegada de materiales exóticos, como por ejemplo
los marfiles, tanto de origen africano como oriental, en menor número. Este
comercio, a diferencia del Calcolítico, donde estaba más repartido en todo
el cuadrante meridional, ahora se concentra en la zona sureste, con los horizontes del Argar y del Bronce Valenciano como principales receptores de
estos materiales. Estos objetos no son más que la punta del iceberg de unas
redes de intercambio marítimas, que nos tienen que hacer valorar más el
papel de la costa y los asentamientos costeros en este periodo.
Otro elemento muy revelador, es la gran cantidad de cuentas de collar
realizadas en vértebras de diferentes especies marinas (fundamentalmente dasyatis), que encontramos en contextos funerarios argáricos sobretodo
(ver Pascual Benito y Marlasca en este volumen). Estos, sitúan de nuevo
el elemento marino en la cotidianeidad de esta sociedad, y aunque se nos
pueda escapar el simbolismo que pudieran tener estos abalorios, sí que nos
alertan del papel del mar y la pesca en esta sociedad, que se ha hecho tan
esquivo hasta ahora. Los restos de peces marinos en un poblado como el
Cerro de la Encina, a 45 km en línea recta del mar, no hacen sino resaltar la
permeabilidad hacia el interior de este vínculo.
Por todo ello, si bien no tenemos ninguna duda de que en un futuro aumentarán los datos respecto a las actividades pesqueras de la Edad de Bronce en toda la costa mediterránea peninsular, creemos que podríamos estar
ante un “episodio argárico”. Este horizonte podría representar un momento
álgido, un hito, en cuanto a las actividades pesqueras y el consumo de pescado, en relación a los horizontes culturales precedentes y posteriores. Se
trataría de una actividad claramente emparentada a la vocación comercial
marítima, que la mantendría ligada al mar.
Un caso también por dilucidar tuvo lugar en las Baleares. Allí, a pesar de
tratarse de islas, con el potencial pesquero que esto implica, de momento
no hay datos que apoyen la explotación pesquera y el consumo de pescado,
ya sea por restos provenientes de los yacimientos o por isótopos, más bien
al contrario. En las Pitiusas sin embargo, al menos en Formentera de momento, se podría dar un episodio diverso y, a diferencia de las demás islas,
se han documentado restos de pescado en algún yacimiento, como la Cova
150
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Los recursos pesqueros en el Mediterráneo peninsular del Neolítico a época Ibérica
des Riuets, de inicios del II milenio (Marlasca Martín, 2008), y el consumo
de recursos marinos por isótopos (Van Strydonk et al., 2002). Aunque son
necesarios más estudios, podría plantearse una dieta más diversificada en
aquellas islas (especialmente Formentera), donde el medio es más limitado
y duro, y donde la presencia del mar es absoluta (López Garí et al., 2014).
En el resto de islas, el consumo de pescado quizás se vería muy limitado a
los poblados localizados en la costa o muy cerca de ella, aunque se trata de
un extremo no documentado que se debe contrastar arqueológicamente.
Volviendo a la península, la segunda mitad del segundo milenio, es hoy
día un agujero negro, sin datos de ningún tipo, otra travesía desértica más
de nuestra prehistoria, de la que solo se sale llegando al I milenio.
EL I MILENIO. EL FINAL DE LA EDAD DEL BRONCE Y LOS
FENICIOS
En la primera mitad de este milenio, se produce un acontecimiento que
cambiará definitivamente la relación de los pobladores de estas costas con
el mar. No obstante, y siguiendo con la pauta marcada a finales del anterior,
para los primeros siglos del I milenio no tenemos datos a los que aferrarnos en los contextos indígenas costeros (Marlasca Martín, en prensa). El
Bronce final es otro erial ictiológico, a pesar de que el comercio marítimo
se intensifica, o de que los yacimientos costeros conocidos de este periodo
siguen siendo muchos, o que podrían incluso aumentar respecto al periodo
anterior (Gusi et al., 2010). Se trata de un hecho que hay que achacar a que
seguimos sin contar con una buena documentación.
Los únicos restos a los que podemos hacer mención, son los provenientes de Sant Martí d’Empúries (Alt Empordà, Girona). En este poblado situado en un pequeño islote-península costero, de un contexto de entorno el s.
IX aC. (Aquilué et al., 1999), proceden 124 restos, 39 determinables, identificados como 30 de anguila, tres de espáridos y seis de ciprínidos (JuanMuns, 1999). La documentación en algunos yacimientos del Golfo de León
cercanos a Empúries de este periodo, dibujaría un panorama en el que se
está pescando y aprovechando los recursos que los ricos ecosistemas marinos y lagunares ofrecían, como Abion (Martigues, Bouches-du-Rhône) o
Tonnerre I (Mauguio, Herault) (Sternberg y Volle, 2004; Sternberg, 2008).
Más al sur, ningún yacimiento ofrece datos al respecto, y aunque en muchos
casos se trata de excavaciones sin una metodología adecuada para la recupe-
151
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RICARD MARLASCA MARTÍN
ración de este tipo de restos, en otras, como la Vital (Valencia), se hace más
difícil de explicar. En este yacimiento, como ya vimos también en periodos
anteriores, no se han encontrado restos de peces, aunque sí malacofaunas en
poca abundancia (García Borja et al., 2013).
Solo la práctica de una buena praxis arqueológica, aplicada en nuevas
excavaciones nos aclarará hasta que punto los habitantes de estas costas
aprovechaban los recursos marinos y el papel que estos tenían en su dieta
a lo largo de estos 400 años del Bronce final. Una vez más, parece difícil
pensar que estos no jugaran al menos un papel secundario.
Pero, ya en el siglo IX aC., y especialmente a lo largo del siglo VIII aC.,
empieza en el sur de la península un proceso que no presenta ningún género de dudas al respecto. Desde los contextos más antiguos del asentamiento
fenicio en las costas del sur peninsular, como por ejemplo en Huelva (González et al., 2006: 25; Marlasca, informe inédito a) o la Rebanadilla (Málaga)
(Marcos et al., 2012; Marlasca informe inédito b), se constata la importancia
de los recursos marinos en su alimentación, ya sea por los restos de peces
como por las malacofaunas.
Recientemente se han dedicado algunos trabajos de síntesis a la pesca en
ámbito fenicio-púnico (Sáez Romero, 2011; Morales y Roselló, 2012; Moya,
2016), por lo que no se entrará a detallar cada uno de los contextos. Sin embargo cabe destacar algunos poblados donde se han recuperado colecciones
muy representativas del papel de la pesca en este ámbito, como por ejemplo
en el Castillo de Doña Blanca (Puerto de Santa María, Cádiz) (Roselló y Morales, 1994), el Cerro del Villar (Málaga) (Rodríguez Santana, 1999) o Lixus
(Larache, Marruecos) (Rodríguez y Rodrigo, 2005), y, por último, un yacimiento extraordinario, en el que mejor se aprecia el valor se estos recursos
y su importancia en la dieta de los colonos, la Fonteta (Guardamar del Segura, Alicante). Situado en un gran estuario hoy desaparecido en la desembocadura del actual río Segura, es un paradigma de asentamiento costero
que podía explotar diversos nichos marinos de una riqueza increíble, como
eran la zona costera abierto al mar, el estuario, y el río. Se han recuperado
miles de restos de todo tipo de especies marinas que evidencian la pesca en
los diferentes ecosistemas desde su fundación en el siglo VIII aC. hasta el
abandono en el VI aC. (Sternberg, 2007; Marlasca, informe inédito c). Para
incidir en que se trata de una cuestión metodológica, tenemos el contraste
a estos yacimientos representado por Sa Caleta (Ibiza) (Ramon, 2007), una
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Los recursos pesqueros en el Mediterráneo peninsular del Neolítico a época Ibérica
excavación donde la falta de una buena práctica arqueológica no permitió
recuperar los restos de ictiofaunas de los depósitos arqueológicos, haciendo
planear de nuevo el fantasma del silencio, protagonista como hemos visto
en los periodos precedentes, pero superado en general en los yacimientos
fenicios donde se ha venido trabajando de otra manera.
Otra aportación fenicia trascendental, es el uso del bronce en la producción del utillaje pesquero (Bernal, 2010: 87). Aunque parezca extraño, no se
han documentado hasta el momento anzuelos de bronce en nuestra prehistoria. Con la llegada de los fenicios, estos se hacen comunes y se generaliza
su uso por todo el litoral, lo que supuso un avance significativo, al facilitar
enormemente las actividades pesqueras, y aumentando las posibilidades de
obtener mejores resultados.
Aunque es cuestión de tiempo que aparezcan contextos del Bronce final
que nos permitan ir perfilando el papel y características de la pesca en las poblaciones indígenas, creemos que esta nunca alcanzará el protagonismo que
tenía entre los colonos fenicios, ni el significado cultural que hacía de esta
un rasgo genético de esta cultura. Solo a partir de la impronta que estos dejarían, se convertiría ya en una señal de identidad de las ciudades portuarias,
en una actividad común y cotidiana, extendida y claramente identificable.
Con el tiempo, las colonias arcaicas localizadas en el sur y sureste de la
península ibérica, irían aumentando en número y dimensiones, o abandonándose y trasladándose a lugares más adecuados, donde se convertirían en
ciudades. Este proceso hacia el urbanismo, tendría un gran efecto llamada,
que las convertiría en aglutinadoras de población de todo tipo, y que serían
los precedentes de muchas de las actuales ciudades que hoy jalonan estas
costas. Este nuevo escenario, con una demografía efervescente, fue el crisol
necesario, hacia los siglos VI-V aC., en el que germinó una gigantesca industria dedicada a la explotación de los recursos marinos y su transformación,
para convertirlos en productos de consumo, salazones o salsas, exportados
por todo el Mediterráneo. Con esta, se alcanzaría un punto culminante, el
mayor exponente de los conocimientos pesqueros y de las posibilidades de
transformación de los frutos de la pesca, dedicada a extraer el máximo provecho económico.
Este mismo proceso urbano se viviría en las comunidades indígenas, plasmado por el horizonte ibérico en toda la zona costera en estudio. El nacimiento
y crecimiento de importantes localidades costeras, así como el papel jugado
153
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RICARD MARLASCA MARTÍN
Yacimiento
Periodo
Cronol
NR
Familia
Posible especie
La Draga
NA
2ª m VI Mil
312
Ciprinido
Barbus meridionalis y
Squalius cephalus
C. Cendres
NA
2ª m VI Mil
1588
Serranidae 60-44%;
Sparidae 34-46%
Epinephelus marginatus;
Pagrus pagrus
El Retamar
NA
2ª m VI Mil
1756
Sparidae; Sciaenidae;
Condrictido
Sparus aurata 98%
C. de Nerja
NA
2ª m VI Mil
212
Serranidae; Sparidae
Epinephelus sp.; Pagrus
pagrus; Sparus aurata
C. Cendres
NIC
1ª m V Mil
599
Serranidae 48%;
Sparidae 48 %
Epinephelus sp.;
Pagrus pagrus
Los Limoneros
NIC
1ª m V Mil
?
?
?
Gavà
NM
1ª m IV Mil
161
Sparidae
NF/Calc
IV-III Mil
107
Serranidae 46%;
Sparidae 54 %
C. de les Cendres
Calc
2ª m VI Mil
67
Labridae; Serranidae;
Centrachantidae
Ce. de la Virgen
Calc
III Mil
1
Ciprinido
Valencina
Calc
III Mil
5
3 Acipenser sturio; 1 Sciaenidae;
1 Triglidae
Lloma del Betxí
BA
1ª m II Mil
>40
?
?
Cabezo Pardo
BA
1ª m II Mil
439
Ciprinidae
Luciobarbus guiraonis 93%
Gavilanes
BA
1ª m II Mil
?
?
?
Fuente Álamo
BA
1ª m II Mil
2
Epinephelus sp.;
Argyrosomus regius
Ce. de la Encina
BA
1ª m II Mil
3
Epinephelus sp.;
Dentex sp; Pagrus sp.
C. des Riuets
BA
1ª m II Mil
852
Sparidae-40%;
Labridae 9%;
Serranidae 5%
Pagrus pagrus;
Dentex dentex; Pagellus;
Epinephelus marginatus;
Cabezo Redondo
BA
m II Mil
1
Ciprinidae
Luciobarbus guiraonis
S. M. Empúries
BF
S. IX
124
Angulidae 73%; Sparidae; Ciprinidae
Anguilla anguilla
C. de Nerja
Epinephelus marginatus;
Pagrus pagrus
3 Acipenser sturio;
1 Sciaenidae
CUADRO 1. Yacimientos de la prehistoria reciente del litoral mediterráneo con ictiofaunas documentadas. Se hace mención al número de restos recuperados y a la familia
o las especies representadas, o más representadas.
por la pesca en la vida cotidiana de estos emplazamientos, y el consumo de salsas y salazones producidas en el sur, crearan un precedente y punto de inflexión
que tendrá continuidad a lo largo de toda la antigüedad (para una síntesis reciente de la pesca en ámbito ibérico, Mata et al., 2014: 91-103) (cuadro 1).
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Los recursos pesqueros en el Mediterráneo peninsular del Neolítico a época Ibérica
CONCLUSIONES
Acorde con los restos recuperados hasta el momento, la explotación de los
recursos pesqueros en nuestra prehistoria reciente se nos aparece como un
desierto, en el que prácticamente no se vislumbran relieves, enmarcado por
dos picos, que representarían el Neolítico antiguo en un extremo y el mundo fenicio, en el otro.
Las preguntas que han ido jalonando este trabajo, las incógnitas, son
reflejo de un estado de la cuestión del todo anómalo. La ocupación de la
costa en todos los periodos esta más que documentada, el consumo de marisco marino también se hace presente en un gran número de yacimientos
a lo largo del tiempo. Los estudios de isótopos son, de momento pocos, y
parece pronto para poder tomar conclusiones solo a partir de ellos, aunque
coincidimos con el último razonamiento realizado a partir de estos, de una
lógica aplastante: “Con los nuevos datos se establece una pauta geográfica
con respecto al tipo de alimentos consumidos por las poblaciones prehistóricas, independientemente del periodo cronológico” (Salazar-García, 2017:
195). En las zonas costeras encontraremos rastros de alimentación marina,
y en el interior, no, o raramente. El factor más débil de la ecuación es, casi
siempre, la ínfima documentación de restos de peces en los yacimientos,
con una presencia intermitente, o invisible.
Si la falta de una huella isotópica de recursos marinos en poblaciones
neolíticas europeas ha llevado al planteamiento de aspectos sociales, culturales o religiosos que la expliquen (Whittle, 1996; Richards et al., 2001),
la escasez de evidencias de cualquier tipo en nuestro caso, ¿podría llevarnos a plantearnos dicha propuesta? Por nuestra parte, no conocemos el
caso de ninguna religión que haya eliminado explícitamente a los recursos marinos de su dieta. Cuando se produce algún tipo de prohibición,
estas parecen estar muy bien sustentadas por una lógica relacionada a la
supervivencia y a aspectos socio-culturales. Por citar ejemplos cercanos
y bien conocidos, cuando se está eliminando el cerdo en la religión judía
o musulmana, hay que tener en cuenta que se trataba de poblaciones
nómadas-pastoriles, con una dietas basada en la cabra y la oveja, donde el
cerdo no tenía un papel relevante, además de ser un elemento caro y escaso, por lo que no se estaba impidiendo el consumo de ningún alimento
común o capital. Al contrario, serviría para remarcar diferencias respecto
a otras poblaciones, en las que el cerdo si tenía un rol más relevante. En
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RICARD MARLASCA MARTÍN
el caso de la prohibición del consumo de pescados en la religión judía,
esta solo afecta a los pescados sin aletas y sin escamas. Lejos de dificultar
y complicar la supervivencia, la religión “juega” con un tipo de pescado
muy poco común, en realidad de consumo anecdótico o inexistente hasta
para poblaciones costera en general (esta prohibición básicamente implicaba especies como las anguilas, morenas, tiburones o delfines por ejemplo). El razonamiento religioso no elimina de la dieta peces con escamas,
que entonces sí representaría un perjuicio para los fieles, sino que solo
elimina, aludiendo a un aspecto anómalo de esos animales, una mínima
parte de estos, con escasa o ninguna incidencia en la dieta cotidiana de
cualquier comunidad costera. La religión se yergue como reguladora del
día a día del colectivo, pero hábilmente evita el conf licto, al no hacer ninguna prohibición que perturbe o ponga en peligro su supervivencia. Por
ello, se hace difícil pensar que en sociedades prehistóricas se planteara la
eliminación de un recurso tan abundante y fácil de obtener como son los
recursos marinos. Más aún cuando hablamos de poblaciones cuya supervivencia estaba aquejada de un alto grado de inestabilidad e incertidumbre, debido a gran cantidad de variables, en los que este tipo de recursos
serían aún más valiosos, por su presencia permanente y abundante, y la
poca carga de trabajo que significan.
En nuestra opinión, el mayor problema hasta ahora es que la investigación estaba lastrada por la carencia de una metodología que contemplara la
recuperación de este tipo de restos. Aunque esperamos que en los próximos
años seamos capaces de superar esta deficiencia, la realización de muchas
excavaciones con una mala praxis arqueológica sigue siendo generalizada,
excusada a menudo en la urgencia de estas, y es notorio que cabe incrementar la calidad de la metodología empleada.
Por otra parte, la identificación de la huella isotópica del consumo de
recursos marinos, necesitará de un aumento considerable de individuos
analizados, especialmente provenientes de áreas costeras. A pesar de todo,
hay elementos para la esperanza como hemos visto. La continuidad en la
ocupación de zonas costeras a lo largo de toda la prehistoria parece el principal argumento para defender el consumo de productos marinos por sus
pobladores, porque, ¿no estarían allí solo para mirar el mar, no?
Yacimientos como la Cova de les Cendres sirven para ilustrar, en el
Neolítico antiguo, una costa habitada por agricultores marineros, que co-
156
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Los recursos pesqueros en el Mediterráneo peninsular del Neolítico a época Ibérica
nocían y pescaban en todos los medios con maestría. La pesca orientada
fundamentalmente a la captura de grandes ejemplares de las especies de
mayor aporte cárnico de los nichos explotados (generalmente meros),
podría ser una particularidad de este horizonte. La colonización agrícola del territorio continental no significó el abandono de las costas, que
seguirían pobladas y explotadas (quizás en menor medida) como demostrarían yacimientos como las minas de Gavà o el Tossal de les Basses,
así como análisis de los individuos de Costamar, Tossal de les Basses o
la Bobila Madurell. En el Calcolítico y Bronce, casi todo son incógnitas,
y solo las evidencias, especialmente las más recientes, relacionadas con
el horizonte de El Argar, nos muestran a una cultura abierta al mar y a
sus recursos. Este “episodio argárico”, debería verse contextualizado en
el futuro en un amplio marco de culturas que adquieran también cierto
protagonismo en las redes de intercambio marítimas, y que se muestren
también como consumidoras de recursos marinos. Hoy, empieza a dibujarse como un oasis rodeado de un silencio absoluto. Y tras el mutismo
del Bronce final, llegan los fenicios, asentando una mirada nueva, que
daría al mar definitivamente el protagonismo, y a sus recursos un papel
fundamental en los platos.
Las investigaciones futuras deberán dar relieves a este páramo que hemos atravesado, rodeado de dos picos, donde habitan agricultores y comerciantes que, por una razón u otra, eran marineros y expertos pescadores.
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