La malacofauna marina de un oppidum ibérico: la Bastida de les Alcusses (Moixent, València)
Josep Lluís Pascual Benito
Jaime Vives-Ferrándiz Sánchez
2015
[page-n-1]
8
LA MALACOFAUNA MARINA DE UN OPPIDUM IBÉRICO:
LA BASTIDA DE LES ALCUSSES (MOIXENT, VALENCIA)
Josep L. Pascual y Jaime Vives-Ferrándiz
ABSTRACT
In this paper we present the marine shells recovered in the Iberian oppidum
of La Bastida de les Alcusses (Moixent, Valencia) (5th-4th centuries BC). Bivalves belonging to Glycymeridae and Cardidae families are the most common
types. After undertaking their taxonomic classification and spatial distribution in the settlement we compare these results with other Iron Age contexts.
An interpretation of the presence of marine shells in a site located around 100
km inland provided. According to their scarcity in the site and the fact that
they are naturally smoothed -suggesting they were collected once the animal
was dead- we can rule out that they were food remains. A small group of
valves present human alterations -perforations- and we argue that they were
amulets and personal ornaments, whereas smoothened shells may have been
used as tools. However, because the vast majority does not have any traces
of alterations, we explore an interpretation in terms of magic and symbolic
objects of the households.
LA ÉPOCA DE LOS OPPIDA Y LA BASTIDA DE LES ALCUSSES
En este trabajo presentamos la malacofauna marina hallada en la Bastida
de les Alcusses (Moixent, Valencia), un asentamiento amurallado ocupado
entre finales del s. V y mediados del s. IV a.C. La muralla, las entradas fortificadas, los viales preparados para la circulación de carros, las manzanas de
viviendas y los edificios públicos, como un lugar para reuniones y un gran
almacén colectivo, indican el carácter del lugar como un oppidum, es decir,
Preses petites i grups humans en el passat. II Jornades d’arqueozoologia.
Museu de Prehistòria de València (2015): 155-180.
[page-n-2]
JOSEP L. PASCUAL Y JAIME VIVES-FERRÁNDIZ
un espacio del poder que controlaría la explotación del territorio, el comercio y las comunicaciones.
La muralla es un perímetro de forma aproximadamente elíptica, de tendencia sinuosa, que rodea un espacio de unas cuatro hectáreas. Hay cuatro
entradas, tres en la parte occidental (Puerta Oeste, Norte y Sur) y una en el
extremo oriental (Puerta Este). Pudieron llegar a residir en torno a quinientas
personas, una comunidad socialmente heterogénea formada por miembros de
la elite y sus sirvientes, que se identifican en grandes residencias, junto a otras
familias que vivieron en casas más sencillas (Bonet y Vives-Ferrándiz, 2011).
Las siguientes características permiten emprender un estudio de distribución
como el que sigue con garantías de fiabilidad: estuvo ocupado durante un periodo muy corto de tiempo antes de ser abandonado, no hay superposición de
construcciones y el abandono fue desencadenado por un episodio violento.
El patrón de asentamiento de la zona muestra una serie de oppida ubicados en altura como la Bastida de les Alcusses, u otros como el Castellaret de
Baix (Moixent), Covalta (Albaida), el Puig d’Alcoi, el Puntal de Salinas (Villena), por citar los más cercanos a la Bastida. Además, controlarían unidades
espaciales pequeñas con asentamientos menores, localizados junto a tierras
aptas para el cultivo. Aunque hay diferencias que atañen al espacio ocupado,
la organización urbana y las fortificaciones de los oppida, en todos ellos se
han documentado restos de malacofauna marina.
CLASIFICACIÓN TAXONÓMICA Y CUANTIFICACIÓN
En el análisis de los moluscos marinos documentados en la Bastida de les
Alcusses se tienen en consideración, por un lado, las campañas de excavación
en extensión realizadas entre 1928 y 1931 y que sacaron a la luz un tercio del
yacimiento -campañas localizadas en la parte central del asentamiento- y,
por otro, los materiales obtenidos en las excavaciones recientes, llevadas a
cabo desde 1990. Éstas campañas han tenido lugar en diversos sectores, e
incluyen desde sondeos junto a la muralla hasta la excavación de espacios
domésticos (Casa 11, zona Este, zona Oeste), así como las entradas del asentamiento e incluso contextos de ocupación fechados con posterioridad al abandono generalizado del poblado (UE 1147 en Muralla Oeste).
Las conchas marinas procedentes de las dos primeras campañas de excavación -1928 y 1929- ya fueron inventariadas en dos monografías, en las que se
indicaban sus dimensiones y presentaban dibujos de buena parte de ellas (se
156
[page-n-3]
La malacofauna marina de un oppidum ibérico: La Bastida de les Alcusses
trata de los departamentos 1-100: Fletcher et al., 1965, 1969). La revisión de todos los materiales inéditos de las campañas de 1930 y 1931 (departamentos 101245) nos ha permitido publicar la información recogida en el cuadro 1. En las
excavaciones recientes -en las que se han aplicado protocolos sistemáticos para
la recuperación de restos bioarqueológicos- se han recuperado conchas que
ofrecen un patrón de representación de especies y número de individuos similar (cuadro 2), lo que corrobora la minuciosidad del registro de las excavaciones
pioneras y, por tanto, una aceptable representatividad de toda la muestra.
El número total de restos documentados asciende a 166, de los que 132
proceden de las excavaciones antiguas y 34 de las recientes. Se han identificado 14 especies, de las que seis pertenecen a la clase bivalvos y ocho a la de
gasterópodos. Los bivalvos son los más numerosos, sumando el 83,13 % del
total entre las familias Glycymerididae y Cardiidae (cuadro 3).
A continuación se especifican las características de las especies
documentadas, indicando la nomenclatura científica de la especie, género
o familia, el primer autor y año en que la describe, el nombre común en
castellano, el número de efectivos documentados en el yacimiento, el estado y
grado de erosión que presentan y las dimensiones de su altura. Se ha empleado
la nomenclatura taxonómica de la lista “Word Register of Marine Species”.
Los bivalvos
Glycymeris nummaria (Linnaeus, 1758). Almendra de mar.
Setenta valvas completas, de las que algo más de la mitad presenta erosión en
diverso grado, tres se encuentran quemadas y veinticinco tienen perforación
en el natis, todas ellas producto de la erosión natural y la mayor parte irregulares. Su altura oscila entre 29 y 63 mm, encontrándose la mayoría entre 40
y 45 mm, lo que supone una selección por el tamaño en la recolección de las
valvas (figura 1: 1-7).
Glycymeris sp. (da Costa, 1778). Almendra de mar.
Veintiún fragmentos de valvas, uno de ellos quemado, que posiblemente pertenezcan a la especie G. nummaria, si bien su estado de fragmentación no permite una clasificación taxonómica más allá del género. Los restos de la familia
Glycymerididae representan algo más de la mitad del total de taxones malacológicos recuperados, el 54,82%, y se documentan en casi todos los conjuntos
y espacios abiertos.
157
[page-n-4]
1
2
4
10
8
16
21
22
1
23
13
26
28
30
9
37
38/39
44
10
45
50
52
63
5
65
145
6
146
101
107
123
126
7
128
129
165
154
167
174
2
175
177
187
193
3
200
237
208
210
4
218
219
18
217
Total conjuntos
17
1
1
1
3
1
1
1
2
2
1
1
1
2
1
1
2
1
1
1
1
2
27 13
1
1
1
2
1
2
2
1
1
1
5
1
1
18
1
1
1
2
1
2
1
1
1
1
1
158
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
2
1
1
TOTAL
Fragmento indeterminado
Ranedillae
Cerithium vulgatum
Hexaplex trunculus
Luria lurida
Stramonita haemastoma perf.
Bolinus brandaris
Spondylus gaederopus
Pecten sp.
Pecten jacobaeus
Venus verrucosa
Acanthocardia tuberculata
Cerastoderma glaucum,frag.
Cerastoderma glaucum perf.
Cerastoderma glaucum
Glycymeris sp., fragmento
Glycymeris nummaria perf.
Glycymeris nummaria
Departamento
Conjunto
JOSEP L. PASCUAL Y JAIME VIVES-FERRÁNDIZ
1
1
1
1
2
1
1
1
1
1
1
1
4
2
1
2
2
1
2
1
2
1
1
2
2
3
3
1
2
3
2
2
3
2
1
1
1
2
2
3
2
2
71
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1
5
3
1
1
1
1
6
1
1
1
Ranedillae
Cerithium vulgatum
Hexaplex trunculus
Bolinus brandaris
Stramonita haemastoma perf.
Luria lurida
Spondylus gaederopus
Pecten sp.
Pecten jacobaeus
Venus verrucosa
Acanthocardia tuberculata
Cerastoderma glaucum,frag.
Cerastoderma glaucum perf.
Cerastoderma glaucum
Glycymeris sp., fragmento
2
1
1
1
1
TOTAL
1
3
2
1
Fragmento indeterminado
Espacios abiertos
57
78
83
99
100
103
122
125
142
194
209
cW.III
cI-IV
cD.VI
Sup.
Total e. abiertos
TOTAL
Glycymeris nummaria perf.
Glycymeris nummaria
La malacofauna marina de un oppidum ibérico: La Bastida de les Alcusses
1
3
7
1
3
5
1
2
1
15
10
1
1
1
3
7
61
132
2
2
1
1
1
4
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
2 2 3
13 8 14 16
40 21 19 34
1
1
2
1
1
2
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
3
3
Cuadro 1. Restos malacológicos documentados en las campañas de 1928 a 1931. En
la tabla correspondiente a espacios abiertos: 57= entre conjuntos 5 y 6; 78= fuera del
conjunto 11; 83= entre conjuntos 11 y 20; 99 y 100= entre conjuntos 13 y 15; 103= al norte
del conjunto 7; 122= entre conjuntos 7 y 9; 125= al sur del conjunto 7; 142= entre los
conjuntos 2 y 7; 194= entre conjuntos 2 y 18; 290=al sur del conjunto 3; cW.III= calle
al oeste del grupo III; cI-IV= calle entre los grupos I y IV; cD.VI= calle D’ del grupo VI.
Cerastoderma glaucum (Bruguière, 1789). Berberecho común.
Cuarenta y cinco valvas, de las que cuarenta y tres están completas -dos de
ellas quemadas y otras dos con el natis perforado por erosión natural- y dos
corresponden a fragmentos. Casi un tercio presentan erosión en diverso grado. Representan el 27,11% de los restos recuperados. Su altura oscila entre 16,5
y 36 mm, estando la mayoría entre 24 y 28 mm (figura 1: 8-12).
Acanthocardia tuberculata (Linnaeus, 1758). Berberecho verrugoso.
Dos valvas completas sin indicios de erosión, con alturas de 33 y 38 mm, fragmentadas parcialmente durante el proceso de excavación (figura 1: 13-14).
159
[page-n-6]
ESTE
1995
2005
2007
1998
OESTE
2000
250
PE
267
262
269
2008
270
1
4
3
5
2
7
1000
1
1
2
1
TOTAL
1
1
2008
2011
Bolinus brandaris
Stramonita haemastoma consul
Stramonita haemastoma
Semicassis undulata
Cerithium vulgatum
Luria lurida
Osilinus turbinatus
Spondylus gaederopus
Acanthocardia tuberculata
Cerastoderma glaucum perf.
1
1
C-2
1
1
1
1
2
1
6
C-1
1
1
1001
1
1
1002
1
1
1008
2
1028
2009
273
1011
2013
MO
1147
TOTAL
Cerastoderma glaucum
Sup
248
Glycymeris sp., fragmento
UE/capa
Conj.1
Glycymeris nummaria perf.
Contexto
1991
Glycymeris nummaria
Campaña
Sector
JOSEP L. PASCUAL Y JAIME VIVES-FERRÁNDIZ
2
1
1
2
1
1
1
1
4
2
1
2
34
1
3
4
4
7
1
1
1
1
1
1
5
1
Cuadro 2. Restos malacológicos de las excavaciones recientes (1991-2013).
Spondylus gaederopus (Linnaeus, 1758). Ostra roja.
Dos valvas completas y erosionadas pertenecientes a diferentes individuos,
de 62 y 61 mm de altura, una izquierda plana (figura 1: 15) y otra derecha
convexa. Esta última se encuentra muy erosionada en su cara exterior, con la
superficie repleta de pequeños hoyos producidos por bioerosión de esponjas
y una parte del borde regularizado mediante retoque por presión desde la
parte exterior (figura 1: 16 y figura 5).
Venus verrucosa (Linnaeus, 1758). Almeja vieja.
Dos valvas a las que les falta parte de labio, no erosionadas, una de ellas quemada y con una pequeña perforación producida por un predador marino.
Altura conservada: 18 y 21 mm (figura 1: 19-20).
160
[page-n-7]
La malacofauna marina de un oppidum ibérico: La Bastida de les Alcusses
Total
%
Glycymeris nummaria
70
42,17
Glycymeris sp.
21
12,65
Cerastoderma glaucum
45
27,11
Acanthocardia tuberculata
2
1,20
Venus verrucosa
2
1,20
Spondylus gaederopus
2
1,20
Pecten jacobaeus
1
0,60
Pecten sp.
1
0,60
Stramonita haemastoma
4
2,41
Bolinus brandaris
3
1,81
Hexaplex trunculus
1
0,60
Phorcus turbinatus
1
0,60
Semicassis undulata
1
0,60
Cerithium vulgatum
6
3,61
Luria lurida
2
1,20
Ranellidae
3
1,81
Fragmento indeterminado
1
0,60
166
100,00
Cerastoderma glaucum
27,11%
Glycymeris sp.
54,82%
Otros bivalvos
4,82%
Gasterópodos
13,25%
Cuadro 3. Total de los restos malacológicos analizados en la Bastida de les Alcusses.
161
[page-n-8]
JOSEP L. PASCUAL Y JAIME VIVES-FERRÁNDIZ
Figura 1. Bivalvos: Glycymeris nummaria (1-7), Cerastoderma glaucum (8-12), Acanthocardia tuberculata (13-14), Spondylus gaederopus (15-16), Pecten jacobaeus (17),
Pecten sp. (18) y Venus verrucosa (19-20).
162
[page-n-9]
La malacofauna marina de un oppidum ibérico: La Bastida de les Alcusses
Pecten jacobaeus (Linnaeus, 1758). Concha de peregrino.
Un fragmento de valva izquierda, la plana, de forma triangular con las fracturas antiguas. Altura: 63 mm (figura 1: 17).
Pecten sp. (Müller, 1776). Concha de peregrino.
Un fragmento de labio y cuerpo de la parte lateral de una valva derecha, la
cóncava, erosionado y quemado. Altura: 43,5 mm (figura 1: 18).
Los gasterópodos
Luria lurida (Linnaeus, 1758). Porcelana.
Dos conchas no erosionadas de 35,5 y 33 mm de altura, una de ellas parcialmente quemada y con finas estrías de abrasión en la cara ventral. Ambas tienen perforación antrópica en un extremo de la cara dorsal, una de morfología
circular de 2,7 mm de diámetro ejecutada mediante taladro, y otra más irregular, de 8,5 x 5 mm, fragmentada por la acción del fuego y desgastada por el
uso en la parte superior (figura 2: 1-2 y figura 4).
Cerithium vulgatum (Bruguière, 1792). Pada.
Es la especie de gasterópodo mejor representada en el yacimiento, con seis
ejemplares, de los que cinco proceden de la Casa 11 y se encuentran quemados. A todos ellos les falta la última vuelta y ninguno está erosionado. Su
altura oscila entre 43,5 y 34,5 mm (figura 2: 3).
Phorcus turbinatus (Born, 1778). Peonza.
Una concha no erosionada que conserva el ornato característico de esta especie, de manchas subcuadrangulares de color rojizo-marrón. Altura: 19 mm
(figura 2: 4).
Hexaplex trunculus (Linnaeus, 1758). Busano.
Una concha poco erosionada a la que le falta un fragmento del labio y del
canal sifonal. Altura: 41 mm (figura 2: 5).
Bolinus brandaris (Linnaeus, 1758). Cañadilla.
Tres conchas, dos de ellas erosionadas, de las que una presenta una pequeña perforación en el lateral de la última vuelta producida por un predador
163
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JOSEP L. PASCUAL Y JAIME VIVES-FERRÁNDIZ
Figura 2. Gasterópodos: Luria lurida (1-2), Cerithium vulgatum (3), Phorcus turbinatus (4), Hexaplex trunculus (5), Bolinus brandaris (6-8), Stramonia haemastoma
(9-12), Semicassis undulada (13) y Ranellidae (14-16).
164
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La malacofauna marina de un oppidum ibérico: La Bastida de les Alcusses
marino, y otra sin señales de erosión y quemada que conserva dos hileras de
dientes en la última vuelta y restos de espina en el canal sifonal. Alturas: 39,5,
46,5 y 34 mm (figura 2: 6-8).
Stramonita haemastoma (Linnaeus, 1767). Púrpura.
Cuatro conchas, una no erosionada y las otras erosionadas en diverso grado.
La que presenta una erosión más intensa ha perdido el ápice y la última vuelta, y muestra una amplia perforación natural con los bordes redondeados en
la segunda vuelta. La de mayor tamaño, poco rodada y quemada, corresponde
a la variedad cónsul. Alturas entre 55 y 29 mm (figura 2: 9-12).
Semicassis granulata undulata (Gmelin, 1791). Yelmo.
Una concha no erosionada, fragmentada durante el proceso de excavación.
Altura: 59 mm (figura 2: 13).
Ranellidae (Gray, 1854). Tritón.
De esta familia, conocida con anterioridad como Cymatidae y que agrupa especies de tamaño mediano a grande, se documentan tres fragmentos. El de
mayor tamaño corresponde a parte del cuerpo y del canal sifonal de un individuo de grandes dimensiones, con las fracturas antiguas vivas, por lo que es
posible que se fragmentara en el yacimiento. Los otros dos fragmentos se encuentran muy erosionados y corresponden a las protuberancias internas del
labio. Longitud máxima de los fragmentos: 72, 25 y 22 mm (figura 2: 14-16).
DISTRIBUCIÓN ESPACIAL
Los espacios excavados y departamentos del yacimiento se agrupan en bloques constructivos que llamamos conjuntos, y que reciben una numeración
corrida a medida que se investigan y excavan. Los conjuntos son diversos en
tamaños, organización interna y morfología, pues los hay desde muy pequeños, formados por un par de departamentos aislados, hasta otros de varios
centenares de metros cuadrados. Un conjunto puede corresponder a una
casa -el número 1, por ejemplo, es la Casa 1- o estar formado por varias casas
agrupadas -conjuntos 2, 3 y 8- e incluso algunos no se identifican con casas
sino con otro tipo de edificios, como el 7, formado por un granero y una zona
artesanal con talleres metalúrgicos, o el 5 que es un edifico público para reuniones (Bonet y Vives-Ferrándiz, 2011).
165
[page-n-12]
JOSEP L. PASCUAL Y JAIME VIVES-FERRÁNDIZ
Como se observa en la figura 3, la distribución de los restos malacológicos
muestra que no existen concentraciones significativas en un solo espacio o
conjunto sino que se distribuyen regularmente por el oppidum. Con todo, hay
algunos conjuntos sin conchas (c. 11, 12, 15, 16, 18 y 19) que quizás se explican
por problemas del registro de la excavación, mientras que otros conjuntos
con moluscos muestran pequeñas variaciones en las especies representadas
y su número. Por ejemplo hay catorce moluscos en el conjunto 2 (distribuidos en seis departamentos); once en el conjunto 10 (en cinco departamentos), o nueve en el conjunto 4 (en cuatro departamentos). En los espacios
domésticos excavados recientemente hay proporcionalmente más moluscos
documentados, como en la Casa 11 con doce ejemplares repartidos tan sólo en
dos habitaciones; o el departamento 267 con ocho ejemplares y los espacios
domésticos del sector Oeste junto a la muralla (departamentos 269, 270 y
273) con nueve ejemplares.
Otra observación sobre la distribución atañe al hecho de que se documentan conchas marinas tanto en el interior de los espacios construidos (56%)
como en espacios abiertos (44%). En los espacios abiertos (calles, plazas) es
donde se encuentran las mayores concentraciones: quince conchas (entre los
conjuntos 2 y 7), diez (entre los conjuntos 2 y 28), ocho (entre los conjuntos
13 y 15) o siete (fuera del conjunto 11). Respecto al interior de los espacios
construidos hay normalmente entre uno y cuatro moluscos, excepto en los
departamentos de la zona Este citados arriba (casa 11 y departamento 267).
En relación a las especies representadas espacialmente, observamos que
en el interior de las zonas construidas hay sobre todo valvas de los géneros
Glycymeris y Cerastoderma, siendo más excepcionales los gasterópodos. Finalmente, hay una selección de especies en el conjunto 1 con sólo Cerastoderma y en el conjunto 3 con solo Glycymeris, al igual que ocurre en algunos
departamentos del sector Oeste.
LAS CONCHAS MARINAS EN EL MUNDO IBÉRICO
La presencia de conchas de moluscos marinos en yacimientos ibéricos es un
hecho bastante habitual, aunque son escasas las publicaciones en las que son
analizados de manera detallada y rigurosa. En general, cuando se menciona
la presencia de malacofauna, no se proporciona la identificación taxonómica
o la cuantificación de los restos, y existen casos con notables errores en la
clasificación de especies. A pesar de ello, contamos con una base de datos
166
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La malacofauna marina de un oppidum ibérico: La Bastida de les Alcusses
Figura 3. Distribución de los restos malacológicos en la Bastida de les Alcusses.
en red sobre los restos de flora y fauna publicados hasta 2012 procedentes de
yacimientos de la ibéricos (www.florayfaunaiberica.org) que hemos utilizado
para exponer la información de este apartado junto con otras publicaciones
167
[page-n-14]
JOSEP L. PASCUAL Y JAIME VIVES-FERRÁNDIZ
no incluidas en esa base de datos. A partir de las referencias publicadas se observa que las conchas de moluscos aparecen en contextos muy diversos, tanto
en lugares de habitación como en necrópolis. Repasaremos a continuación
cada caso y las representaciones y la iconografía de estos elementos.
Lugares de hábitat
A partir del análisis de la malacofauna marina de 36 yacimientos mencionada
en diversas publicaciones, se constata la presencia en ellos de 67 especies diferentes. El número de restos y de taxones por yacimiento es, salvo contadas
excepciones, bastante reducido, y una o dos especies son las mayoritarias,
como sucede en la Bastida de les Alcusses. En yacimientos completamente
excavados, como el Puntal dels Llops (Olocau, Valencia), los 15 fragmentos
se agrupan en cuatro especies (Sarrión, 1981). En El Oral (San Fulgencio, Alicante) hay 46 restos de 11 especies, sin contar con los que conforman pavimentos (Hernández, 1992). Un caso diferente es el Puig de la Nau (Benicarló,
Castellón), donde los 2962 restos corresponden a 27 especies (Forner, 2006:
171). Del repaso a los datos publicados queda manifiestamente claro que en
los lugares de hábitat resulta mayoritario el género Glycymeris, seguido de
cerca por Cerastoderma, al igual que ocurre en la Bastida. En menor número
se documentan Stramonita haemastoma, pectínidos, Sepia officinalis, Hexaplex trunculus, Bolinus brandaris, Spondylus gaederopus y patélidos. Otras
especies tienen una presencia muy minoritaria (Pascual, 2014: 103).
En los asentamientos ibéricos en el entorno de la Bastida de les Alcusses donde
hay datos disponibles o publicados hemos constatado que se seleccionaron las
mismas especies. Así se observa en oppida próximos y coetáneos como Covalta
(Albaida, Valencia) o el Puig d’Alcoi. Entre los materiales inéditos de Covalta
que se conservan en el Museu de Prehistòria de València hemos documentado,
al menos, ocho especies de moluscos, todas presentes en la Bastida, y en
las recientes excavaciones del Puig d’Alcoi se citan moluscos de la familia
Glycymerididae en el hábitat del siglo IV a.C. (Pérez Jordà et al., 2013: 209-211).
En los yacimientos estudiados no se constatan concentraciones significativas de conchas salvo en los casos que los moluscos forman parte de pavimentos y constituyen decoraciones arquitectónicas, sobre los que nos ocupamos más adelante. Hay excepciones, como las grandes acumulaciones de
tellinas (género Donax) halladas en Alorda Park (Calafell, Tarragona) consideradas como restos alimenticios (Albizuri y Nadal, 1992: 291) o las “diez
168
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La malacofauna marina de un oppidum ibérico: La Bastida de les Alcusses
conchas de cardium edule con el natis perforado” documentadas en el centro
de una habitación de El Oral (Abad y Sala, 1992: 87).
Los pavimentos construidos con conchas marinas, especialmente de la
familia Glycymerididae, se conocen en el sur de Portugal, el litoral malagueño y el Bajo Guadalquivir entre los siglos VII y VI a.C. En la costa oriental
peninsular también hay suelos con conchas, pero están datados a partir de
mediados del primer milenio a.C. (Escacena y Vázquez, 2009) Por ejemplo,
en El Oral las valvas de gliciméridos se utilizaron como elementos constructivos para diversos fines: pavimentos, umbrales de puertas, revestimiento de
un pequeño canal y como decoraciones parietales adheridas al enlucido de
las paredes (Abad y Sala, 1992, 2001). Más al norte, en La Solana del Castell
(Xàtiva, Valencia) un hogar muy destruido conservaba parte de una alineación de valvas de Glycimeris violacescens delimitándolo (Pérez Ballester et
al., 2008: 239). En el Puig de la Nau, se documenta un pavimento de valvas de
gliciméridos en la entrada de un recinto que, junto a otros, formaría un gran
edificio con posible uso público. En este asentamiento también se utilizaron
en el revestimiento de paredes e, incluso, en un escalón se documentaron
tres valvas dispuestas en forma de trébol (Oliver, 2006). Asimismo se conoce
una decoración de valvas de cardíidos en Illa d’en Reixach (Ullastret, Girona),
en un edificio de carácter ritual datado en la segunda mitad del siglo III a.C.
con cráneos humanos tratados ritualmente, una habitación con depósito de
ofrendas y otras depositadas en fosas. Allí se documentó un conjunto de 36
valvas dispuestas cuidadosamente en tres hileras, posiblemente colocadas
sobre una estructura de madera (Martín et al., 1997: 61, lám. III). La utilización de estas soluciones arquitectónicas y decorativas se ha relacionado, para
el sur peninsular, con grupos fenicios y orientales desplazados a Occidente a
partir de los siglos IX-VIII a.C. en el marco de una diáspora comercial y, luego, con los grupos púnicos a lo largo de todo el primer milenio a.C. Algunos
investigadores han relacionado los espacios con decoraciones con conchas
como capillas para el culto y para acciones rituales vinculadas estrechamente
a la ideología y la religiosidad oriental (Escacena y Vázquez, 2009: 66 y 72).
Al respecto, nosotros matizaríamos una interpretación unívoca para estos
elementos y abogamos, en cambio, por lecturas acordes a los contextos de
hallazgo donde quepan, también, usos rituales en sentido amplio o reinterpretaciones del simbolismo de las conchas en términos locales como dan a
entender los contextos al norte del cabo de la Nao.
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JOSEP L. PASCUAL Y JAIME VIVES-FERRÁNDIZ
De hecho, las conchas de molusco aparecen en contextos cultuales diversos, como ofrendas o símbolos con connotaciones rituales, como en Alorda
Park donde conchas de los géneros Glycymeris y Donax aparecen junto con
restos de ovicaprinos, perros y gallos en cuatro de las siete pequeñas fosas del
siglo IV a.C. que han sido consideradas como sacrificios de fundación (Albizuri y Nadal, 1992: 292-298), o en l’Illa d’en Reixac, donde en algún hogar se
ha incorporado como elemento central una concha de cardíido en el suelo de
cerámica (Martín et al., 1997: 61).
Contextos funerarios
Las conchas marinas también se documentan en contextos funerarios. Aquí
el número de especies presentes es menor con venticuatro taxones. Las familias con mayor número de efectivos son Cardiidae, seguidas por Glycymerididae, Pectinidae y Cypraeidae.
Hay diversidad de usos. En algunos casos los moluscos se hallan en el
interior de las sepulturas, bien como adorno o amuleto que portaba el difunto o como ofrenda funeraria. Un ejemplo del primer caso es una sepultura infantil del Castellet de Bernabé (Llíria, Valencia) datada en el siglo
IV a.C., donde un niño de entre 5-7 meses dentro de una urna se acompaña
de una concha de caracol marino, una campanita de bronce, una alcotana en miniatura y una anilla de bronce (Guérin, 2003: 47). La especie de
esa concha, descrita incorrectamente como Cypraea en algunos trabajos
(Oliver, 1996: 301), es en realidad un Cerithium vulgatum perforado en la
última vuelta.
La asociación de campanitas de bronce y conchas marinas se repite en
otras tumbas. En la necrópolis de Les Casetes (La Vila Joiosa, Alicante), la
tumba 23 tiene además una Cypraea y una valva de cardíido perforada en el
natis que contenía un fragmento de esqueleto de erizo de mar. Resulta interesante resaltar que en esta necrópolis, al menos en dos ocasiones, las conchas marinas también se asocian a enterramientos infantiles (García Gandía,
2009), lo que podría interpretarse en un sentido apotropaico para los niños.
Además, aparece otra concha en la tumba 17 de la misma necrópolis, una cámara funeraria bajo túmulo del siglo VI a.C. La estructura de esta tumba destaca en el panorama funerario local y el ajuar también, pues estaba formado
por un broche de cinturón, una fíbula, un clavo de hierro y dos pendientes de
plata (García Gandía, 2003).
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La malacofauna marina de un oppidum ibérico: La Bastida de les Alcusses
En la necrópolis del Cigarralejo (Mula, Murcia) se documentan, al menos,
dieciocho tumbas que contienen conchas marinas, inventariadas y dibujadas
en la publicación de la necrópolis. Entre las especies que se mencionan, las
más abundantes son gliciméridos y cardíidos. Según su excavador, en base al
ajuar presente, la mayor parte corresponderían a tumbas femeninas, con las
cautelas que esta identificación conlleva. Por otro lado, solo tres de las tumbas con conchas marinas tienen ajuares con armas (Cuadrado, 1987).
Las conchas también sellan las sepulturas, como se observó en El Molar
(San Fulgencio-Guardamar del Segura, Alicante), donde algunas tumbas se
cubrieron con una fina capa de ocre y una capa de conchas que su excavador
denominó “concheros”, formados por valvas de gran tamaño de gliciméridos,
spondilos y ostreidos, que abarcaban grandes espacios, donde fueron colocados con “sumo cuidado y pulcritud” y después recubiertos de tierra (Senent,
1930: 9).
Las conchas marinas también parecen formar parte de banquetes funerarios. En la necrópolis de El Molar se describe un silicernio datado en el primer
cuarto del siglo IV a.C., consistente en una fosa que contenía numerosos restos de vertebrados, bolsadas de moluscos terrestres, moluscos fluviales y doce
moluscos marinos de los géneros Glycymeris y Cerastoderma y de la especie
Trunculanopsis trunculus (Hexaplex trunculus) todos con las superficies muy
rodadas, por lo que se ha descartado que fueran restos alimenticios (Monraval y López-Piñol, 1984).
Iconografía
Las representaciones de conchas marinas durante el periodo ibérico son
escasas si se comparan con las de otros animales (Mata et al., 2014). Las
conocidas se limitan a representar dos tipos de bivalvos, uno del género Pecten
y otro de la familia Cardiidae. Las valvas de cardíidos son imitadas en bronce
a escala natural. Aunque se conocen diversos ejemplares distribuidos por toda
la geografía ibérica, solo en dos casos se encuentran contextualizas. Un par
de ellas proceden de un contexto de hábitat, no muy lejos precisamente de la
Bastida de les Alcusses. Se trata de dos valvas de berberecho documentadas en el
poblado de El Xarpolar (Planes, Alicante), una de ellas conservada en el Museu
de Prehistòria de València (Pericot, 1928: 158, lám. II, 4; Pascual, 2014: 107, fig.
190), de 3,1 cm de altura y cuyo peso es 26,5 g. y otra en el Museu Arqueològic
Municipal d’Alcoi (Grau y Amorós, 2014: fig. 8: 37). Algunos investigadores
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señalan que estas conchas de bronce y plomo se utilizarían como moneda y
también como pesas comerciales (Álvarez, 2008) y, de hecho, el peso de la
primera pieza de El Xarpolar, es similar al de un ponderal romano de 27 g.
Otras dos piezas de bronce de este tipo proceden del santuario de Los
Altos del Sotillo (Castellar, Jaén) y han sido consideradas exvotos de veneras y
asociadas a la fertilidad por la vinculación de este tipo de imágenes a la diosa
Venus en época romana. Su ausencia en el otro santuario de la zona, Collado de los Jardines, sugiere que quizás el primero tuvo un “marcado carácter
femenino”, pues además dominan ampliamente los exvotos que representan
mujeres (Rueda, 2011: 130, fig. 60).
Algunos divisores de monedas de diversas cecas ibéricas representan un
pectínido o venera, generalmente en el anverso. De ellas, Arse-Saguntum lo
hizo con mayor antigüedad en numerosas emisiones, desde fines del III a.C.
y con mayor profusión durante el II y la primera mitad del I a.C., por lo que
posiblemente fue la difusora del diseño entre el resto de cecas peninsulares
que lo adoptaron: Kili, Saitabi, Lauro y Lakite. Es muy probable que su diseño
proceda originalmente de la ciudad de Tarento (Sicilia), donde se utilizó como
anverso en gran cantidad de divisores durante los años 520/473-209 a.C. (Ripollès y Llorens, 2002: 84-85). Existen diversas interpretaciones sobre el significado simbólico de la venera asociada al delfín de las monedas de Arse, desde
considerarla atributo de una divinidad masculina, quizás de Apolo (Villaronga, 1967: 52), hasta vincularlo con una divinidad femenina, marina y guerrera
como Diana o Afrodita (García-Bellido, 1990: 79-83). En todo caso es posible
que haga alusión a las actividades marineras de la ciudad y a su importante
puerto y, en relación con ello, a alguna divinidad protectora de la navegación.
Por último, y aunque no es una imagen tan clara como las anteriores, recogemos un caso de representación de una valva de posible vieira -según los
excavadores- esculpida en una basa de piedra a la entrada del santuario del
Cerro de las Cabezas (Valdepeñas, Ciudad Real) (Vélez y Pérez, 2008: 39-41).
EL SIGNIFICADO DE LAS CONCHAS MARINAS EN
LA BASTIDA DE LES ALCUSSES
¿Qué significado pudieron tener los moluscos marinos en un lugar de interior, alejado del mar a varios días de camino? En primer lugar hay que excluir
que en el conjunto malacológico que nos ocupa existan restos de carácter
bromatológico. Así se deduce del grado de erosión natural que muchas con-
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La malacofauna marina de un oppidum ibérico: La Bastida de les Alcusses
chas presentan -en torno a la mitad muestran evidencias de erosión natural-,
indicativo de que la mayor parte se recogió en las playas, una vez muerto el
animal y expuesta la concha al oleaje. Además, la ausencia de conchas en los
basureros con vertidos de restos alimenticios donde hay restos de vertebrados
consumidos (Iborra y Vives-Ferrándiz en este mismo volumen) y su escaso
número, a diferencia de las grandes concentraciones que se encuentran en
los concheros de deshechos alimenticios, permiten descartar esta hipótesis.
Un pequeña parte del conjunto (ocho individuos) son conchas de moluscos de tres especies de la familia Muricidae de las que se extrae la púrpura
(Bolinus brandaris, Stramonita haemastoma y Hexaplex trunculus), pero no
creemos que fueran aprovechados para obtener ese colorante. Su escaso número y el hecho de que solo dos ejemplares pudieron haberse recogido vivos y
que todas las conchas se encuentren enteras, excluye también esta hipótesis.
Con todo ello, las conchas marinas en la Bastida de les Alcusses pueden
interpretarse de varios modos. Como adornos y colgantes pueden considerarse las dos conchas de Luria luria con perforación antrópica, una de ellas con
desgaste en la parte superior de la perforación, por lo que se llevó colgada (figura 4). Es posible que la concha de Hexaplex trunculus con una gran perforación producida por erosión natural (figura 2: 12), y las de Cerithium vulgatum,
fragmentadas en la última vuelta, y quizás perforadas, podrían tener también
esa funcionalidad. Las perforaciones antrópicas sobre los moluscos son, sin
embargo, excepcionales en este conjunto (tan sólo un 1,2% de la muestra).
Conviene reiterar que hay un buen número de valvas perforadas, como las de
Glycymeris, Cerastoderma y Venus que no son perforaciones antrópicas por
lo que tampoco se puede asegurar su uso como colgante a falta de señales de
uso que así lo indiquen. Con todo se ha propuesto para un cardíido y un glicimérido perforados del conjunto 5 su uso como “objeto de adorno personal
como colgantes” (Díes y Álvarez, 1997).
Para estas y otras conchas perforadas de modo natural proponemos otros
usos. Así, hay un fragmento de tritón (Ranellidae) que pudo haber sido
utilizado como instrumento sonoro o bocina (Montagu, 1981), aunque lo
planteamos con cautela porque se trata de un fragmento, si bien los planos
de fracturas antiguas se encuentran vivas, por lo que es posible que formara
parte de un ejemplar entero y se fragmentara en el poblado.
Es probable que otras conchas hayan sido utilizadas como utensilios: los
bivalvos como pequeños contenedores, por ejemplo, de lo que hay ejemplos
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Figura 4. Luria lurida. Detalle de las perforaciones.
en contextos más antiguos (Pascual, 2008). La regularización del borde de
un Spondylus gaederopus (figura 5) de un contexto de ocupación posterior
al abandono (cuadro 2: UE 1147) quizás obedezca a esa finalidad, aunque no
se puede descartar su uso como pulidor o alisador ya que no presenta trazas
de uso en este sentido. Para el resto de ejemplares hay que pensar en usos
diversos como fichas o piezas de juegos e incluso no excluir la posibilidad de
ser instrumentos de percusión y, por tanto, elementos productores de sonido
y música (López-Bertran y García-Ventura, 2008: 32).
Sin duda, la mayor parte de las conchas tendría un carácter simbólico,
como atestigua su presencia en los contextos funerarios o rituales recogidos
más arriba y como se documenta ampliamente en ejemplos etnográficos.
Sobre el significado simbólico de las conchas marinas existen opiniones diversas que pueden resumirse en dos grupos. Por una parte están aquellos investigadores que ven en las conchas un símbolo de protección. Las conchas
en pavimentos, umbrales o escalones tendrían una función mágica y como
protectoras del edificio. En el Próximo Oriente se hallan incluso en las murallas, pues se creían protectoras de enemigos “imaginados” y de amenazas
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La malacofauna marina de un oppidum ibérico: La Bastida de les Alcusses
Figura 5. Spondylus gaederopus. Detalle de la zona retocada.
reales, como un ejército atacante (Escacena y Vázquez, 2009: 78). Incluso ya
en los años 30 del siglo pasado el excavador del Molar interpretó las capas de
conchas que cubren las tumbas como “influencia de cultos de los antiguos
pueblos colonizadores y navegantes”, añadiendo que “no sería extraño que
guardaran los despojos de sus muertos, evitando su profanación, poniéndolos bajo la tutela de los dioses marinos, simbolizados en este caso por
las conchas” (Senent, 1930: 11). Las conchas halladas en tumbas infantiles
poseerían un valor apotropaico y representarían un atributo femenino destinado a ejercer la protección materna, o serían un poderoso amuleto para
proteger en el último viaje y proporcionar vitalidad en el más allá (Eliade,
1952; Jordán y López, 1993).
Otros investigadores vinculan las conchas marinas con la fecundidad o
con la vitalidad. El simbolismo sexual de las conchas por su relación con los
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JOSEP L. PASCUAL Y JAIME VIVES-FERRÁNDIZ
genitales femeninos ha perdurado hasta la actualidad (Muriel y Playà, 2008:
655). Las conchas serían, pues, sinónimo de vida y simbolizarían, para algunos, a Venus (Eliade, 1952). Desde este punto de vista, su presencia en ambientes domésticos, como es el caso de hogares con una concha en el centro,
tendría un simbolismo propiciatorio para la fecundidad del hogar (Oliver,
1996: 301). A estas interpretaciones hay que añadir la frecuente identificación con los ciclos eternos, resaltando el valor y el simbolismo de fertilidad y
energía vital. En el mundo romano, finalmente, resulta común la presencia
de conchas en tumbas como ofrendas, además de estar presentes decorando
altares y sarcófagos. Su simbología está relacionada con el renacimiento y la
eternidad, apareciendo en ocasiones en el culto a Mitra y perdurando como
símbolo cristiano (Pérez Almoguera, 1998: 205).
Para acabar, queremos destacar la relación cotidiana que se tendría con las
conchas marinas en asentamientos ibéricos, incluyendo aquellos ubicados
en el interior del territorio y muy alejados de la costa pero vinculados estrechamente con el mar a través de comerciantes o artesanos y de episodios de
movilidad personal. Su importancia en el mundo simbólico ibérico deriva, en
parte de este hecho, por tratarse de elementos exóticos y lejanos, pero también porque en ellas se materializaban creencias vinculadas a la protección y
a la fecundidad.
AGRADECIMIENTOS
Este trabajo se ha llevado a cabo en el marco de los proyectos de investigación del
Museu de Prehistòria de València.
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LA MALACOFAUNA MARINA DE UN OPPIDUM IBÉRICO:
LA BASTIDA DE LES ALCUSSES (MOIXENT, VALENCIA)
Josep L. Pascual y Jaime Vives-Ferrándiz
ABSTRACT
In this paper we present the marine shells recovered in the Iberian oppidum
of La Bastida de les Alcusses (Moixent, Valencia) (5th-4th centuries BC). Bivalves belonging to Glycymeridae and Cardidae families are the most common
types. After undertaking their taxonomic classification and spatial distribution in the settlement we compare these results with other Iron Age contexts.
An interpretation of the presence of marine shells in a site located around 100
km inland provided. According to their scarcity in the site and the fact that
they are naturally smoothed -suggesting they were collected once the animal
was dead- we can rule out that they were food remains. A small group of
valves present human alterations -perforations- and we argue that they were
amulets and personal ornaments, whereas smoothened shells may have been
used as tools. However, because the vast majority does not have any traces
of alterations, we explore an interpretation in terms of magic and symbolic
objects of the households.
LA ÉPOCA DE LOS OPPIDA Y LA BASTIDA DE LES ALCUSSES
En este trabajo presentamos la malacofauna marina hallada en la Bastida
de les Alcusses (Moixent, Valencia), un asentamiento amurallado ocupado
entre finales del s. V y mediados del s. IV a.C. La muralla, las entradas fortificadas, los viales preparados para la circulación de carros, las manzanas de
viviendas y los edificios públicos, como un lugar para reuniones y un gran
almacén colectivo, indican el carácter del lugar como un oppidum, es decir,
Preses petites i grups humans en el passat. II Jornades d’arqueozoologia.
Museu de Prehistòria de València (2015): 155-180.
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JOSEP L. PASCUAL Y JAIME VIVES-FERRÁNDIZ
un espacio del poder que controlaría la explotación del territorio, el comercio y las comunicaciones.
La muralla es un perímetro de forma aproximadamente elíptica, de tendencia sinuosa, que rodea un espacio de unas cuatro hectáreas. Hay cuatro
entradas, tres en la parte occidental (Puerta Oeste, Norte y Sur) y una en el
extremo oriental (Puerta Este). Pudieron llegar a residir en torno a quinientas
personas, una comunidad socialmente heterogénea formada por miembros de
la elite y sus sirvientes, que se identifican en grandes residencias, junto a otras
familias que vivieron en casas más sencillas (Bonet y Vives-Ferrándiz, 2011).
Las siguientes características permiten emprender un estudio de distribución
como el que sigue con garantías de fiabilidad: estuvo ocupado durante un periodo muy corto de tiempo antes de ser abandonado, no hay superposición de
construcciones y el abandono fue desencadenado por un episodio violento.
El patrón de asentamiento de la zona muestra una serie de oppida ubicados en altura como la Bastida de les Alcusses, u otros como el Castellaret de
Baix (Moixent), Covalta (Albaida), el Puig d’Alcoi, el Puntal de Salinas (Villena), por citar los más cercanos a la Bastida. Además, controlarían unidades
espaciales pequeñas con asentamientos menores, localizados junto a tierras
aptas para el cultivo. Aunque hay diferencias que atañen al espacio ocupado,
la organización urbana y las fortificaciones de los oppida, en todos ellos se
han documentado restos de malacofauna marina.
CLASIFICACIÓN TAXONÓMICA Y CUANTIFICACIÓN
En el análisis de los moluscos marinos documentados en la Bastida de les
Alcusses se tienen en consideración, por un lado, las campañas de excavación
en extensión realizadas entre 1928 y 1931 y que sacaron a la luz un tercio del
yacimiento -campañas localizadas en la parte central del asentamiento- y,
por otro, los materiales obtenidos en las excavaciones recientes, llevadas a
cabo desde 1990. Éstas campañas han tenido lugar en diversos sectores, e
incluyen desde sondeos junto a la muralla hasta la excavación de espacios
domésticos (Casa 11, zona Este, zona Oeste), así como las entradas del asentamiento e incluso contextos de ocupación fechados con posterioridad al abandono generalizado del poblado (UE 1147 en Muralla Oeste).
Las conchas marinas procedentes de las dos primeras campañas de excavación -1928 y 1929- ya fueron inventariadas en dos monografías, en las que se
indicaban sus dimensiones y presentaban dibujos de buena parte de ellas (se
156
[page-n-3]
La malacofauna marina de un oppidum ibérico: La Bastida de les Alcusses
trata de los departamentos 1-100: Fletcher et al., 1965, 1969). La revisión de todos los materiales inéditos de las campañas de 1930 y 1931 (departamentos 101245) nos ha permitido publicar la información recogida en el cuadro 1. En las
excavaciones recientes -en las que se han aplicado protocolos sistemáticos para
la recuperación de restos bioarqueológicos- se han recuperado conchas que
ofrecen un patrón de representación de especies y número de individuos similar (cuadro 2), lo que corrobora la minuciosidad del registro de las excavaciones
pioneras y, por tanto, una aceptable representatividad de toda la muestra.
El número total de restos documentados asciende a 166, de los que 132
proceden de las excavaciones antiguas y 34 de las recientes. Se han identificado 14 especies, de las que seis pertenecen a la clase bivalvos y ocho a la de
gasterópodos. Los bivalvos son los más numerosos, sumando el 83,13 % del
total entre las familias Glycymerididae y Cardiidae (cuadro 3).
A continuación se especifican las características de las especies
documentadas, indicando la nomenclatura científica de la especie, género
o familia, el primer autor y año en que la describe, el nombre común en
castellano, el número de efectivos documentados en el yacimiento, el estado y
grado de erosión que presentan y las dimensiones de su altura. Se ha empleado
la nomenclatura taxonómica de la lista “Word Register of Marine Species”.
Los bivalvos
Glycymeris nummaria (Linnaeus, 1758). Almendra de mar.
Setenta valvas completas, de las que algo más de la mitad presenta erosión en
diverso grado, tres se encuentran quemadas y veinticinco tienen perforación
en el natis, todas ellas producto de la erosión natural y la mayor parte irregulares. Su altura oscila entre 29 y 63 mm, encontrándose la mayoría entre 40
y 45 mm, lo que supone una selección por el tamaño en la recolección de las
valvas (figura 1: 1-7).
Glycymeris sp. (da Costa, 1778). Almendra de mar.
Veintiún fragmentos de valvas, uno de ellos quemado, que posiblemente pertenezcan a la especie G. nummaria, si bien su estado de fragmentación no permite una clasificación taxonómica más allá del género. Los restos de la familia
Glycymerididae representan algo más de la mitad del total de taxones malacológicos recuperados, el 54,82%, y se documentan en casi todos los conjuntos
y espacios abiertos.
157
[page-n-4]
1
2
4
10
8
16
21
22
1
23
13
26
28
30
9
37
38/39
44
10
45
50
52
63
5
65
145
6
146
101
107
123
126
7
128
129
165
154
167
174
2
175
177
187
193
3
200
237
208
210
4
218
219
18
217
Total conjuntos
17
1
1
1
3
1
1
1
2
2
1
1
1
2
1
1
2
1
1
1
1
2
27 13
1
1
1
2
1
2
2
1
1
1
5
1
1
18
1
1
1
2
1
2
1
1
1
1
1
158
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
2
1
1
TOTAL
Fragmento indeterminado
Ranedillae
Cerithium vulgatum
Hexaplex trunculus
Luria lurida
Stramonita haemastoma perf.
Bolinus brandaris
Spondylus gaederopus
Pecten sp.
Pecten jacobaeus
Venus verrucosa
Acanthocardia tuberculata
Cerastoderma glaucum,frag.
Cerastoderma glaucum perf.
Cerastoderma glaucum
Glycymeris sp., fragmento
Glycymeris nummaria perf.
Glycymeris nummaria
Departamento
Conjunto
JOSEP L. PASCUAL Y JAIME VIVES-FERRÁNDIZ
1
1
1
1
2
1
1
1
1
1
1
1
4
2
1
2
2
1
2
1
2
1
1
2
2
3
3
1
2
3
2
2
3
2
1
1
1
2
2
3
2
2
71
[page-n-5]
1
5
3
1
1
1
1
6
1
1
1
Ranedillae
Cerithium vulgatum
Hexaplex trunculus
Bolinus brandaris
Stramonita haemastoma perf.
Luria lurida
Spondylus gaederopus
Pecten sp.
Pecten jacobaeus
Venus verrucosa
Acanthocardia tuberculata
Cerastoderma glaucum,frag.
Cerastoderma glaucum perf.
Cerastoderma glaucum
Glycymeris sp., fragmento
2
1
1
1
1
TOTAL
1
3
2
1
Fragmento indeterminado
Espacios abiertos
57
78
83
99
100
103
122
125
142
194
209
cW.III
cI-IV
cD.VI
Sup.
Total e. abiertos
TOTAL
Glycymeris nummaria perf.
Glycymeris nummaria
La malacofauna marina de un oppidum ibérico: La Bastida de les Alcusses
1
3
7
1
3
5
1
2
1
15
10
1
1
1
3
7
61
132
2
2
1
1
1
4
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
2 2 3
13 8 14 16
40 21 19 34
1
1
2
1
1
2
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
3
3
Cuadro 1. Restos malacológicos documentados en las campañas de 1928 a 1931. En
la tabla correspondiente a espacios abiertos: 57= entre conjuntos 5 y 6; 78= fuera del
conjunto 11; 83= entre conjuntos 11 y 20; 99 y 100= entre conjuntos 13 y 15; 103= al norte
del conjunto 7; 122= entre conjuntos 7 y 9; 125= al sur del conjunto 7; 142= entre los
conjuntos 2 y 7; 194= entre conjuntos 2 y 18; 290=al sur del conjunto 3; cW.III= calle
al oeste del grupo III; cI-IV= calle entre los grupos I y IV; cD.VI= calle D’ del grupo VI.
Cerastoderma glaucum (Bruguière, 1789). Berberecho común.
Cuarenta y cinco valvas, de las que cuarenta y tres están completas -dos de
ellas quemadas y otras dos con el natis perforado por erosión natural- y dos
corresponden a fragmentos. Casi un tercio presentan erosión en diverso grado. Representan el 27,11% de los restos recuperados. Su altura oscila entre 16,5
y 36 mm, estando la mayoría entre 24 y 28 mm (figura 1: 8-12).
Acanthocardia tuberculata (Linnaeus, 1758). Berberecho verrugoso.
Dos valvas completas sin indicios de erosión, con alturas de 33 y 38 mm, fragmentadas parcialmente durante el proceso de excavación (figura 1: 13-14).
159
[page-n-6]
ESTE
1995
2005
2007
1998
OESTE
2000
250
PE
267
262
269
2008
270
1
4
3
5
2
7
1000
1
1
2
1
TOTAL
1
1
2008
2011
Bolinus brandaris
Stramonita haemastoma consul
Stramonita haemastoma
Semicassis undulata
Cerithium vulgatum
Luria lurida
Osilinus turbinatus
Spondylus gaederopus
Acanthocardia tuberculata
Cerastoderma glaucum perf.
1
1
C-2
1
1
1
1
2
1
6
C-1
1
1
1001
1
1
1002
1
1
1008
2
1028
2009
273
1011
2013
MO
1147
TOTAL
Cerastoderma glaucum
Sup
248
Glycymeris sp., fragmento
UE/capa
Conj.1
Glycymeris nummaria perf.
Contexto
1991
Glycymeris nummaria
Campaña
Sector
JOSEP L. PASCUAL Y JAIME VIVES-FERRÁNDIZ
2
1
1
2
1
1
1
1
4
2
1
2
34
1
3
4
4
7
1
1
1
1
1
1
5
1
Cuadro 2. Restos malacológicos de las excavaciones recientes (1991-2013).
Spondylus gaederopus (Linnaeus, 1758). Ostra roja.
Dos valvas completas y erosionadas pertenecientes a diferentes individuos,
de 62 y 61 mm de altura, una izquierda plana (figura 1: 15) y otra derecha
convexa. Esta última se encuentra muy erosionada en su cara exterior, con la
superficie repleta de pequeños hoyos producidos por bioerosión de esponjas
y una parte del borde regularizado mediante retoque por presión desde la
parte exterior (figura 1: 16 y figura 5).
Venus verrucosa (Linnaeus, 1758). Almeja vieja.
Dos valvas a las que les falta parte de labio, no erosionadas, una de ellas quemada y con una pequeña perforación producida por un predador marino.
Altura conservada: 18 y 21 mm (figura 1: 19-20).
160
[page-n-7]
La malacofauna marina de un oppidum ibérico: La Bastida de les Alcusses
Total
%
Glycymeris nummaria
70
42,17
Glycymeris sp.
21
12,65
Cerastoderma glaucum
45
27,11
Acanthocardia tuberculata
2
1,20
Venus verrucosa
2
1,20
Spondylus gaederopus
2
1,20
Pecten jacobaeus
1
0,60
Pecten sp.
1
0,60
Stramonita haemastoma
4
2,41
Bolinus brandaris
3
1,81
Hexaplex trunculus
1
0,60
Phorcus turbinatus
1
0,60
Semicassis undulata
1
0,60
Cerithium vulgatum
6
3,61
Luria lurida
2
1,20
Ranellidae
3
1,81
Fragmento indeterminado
1
0,60
166
100,00
Cerastoderma glaucum
27,11%
Glycymeris sp.
54,82%
Otros bivalvos
4,82%
Gasterópodos
13,25%
Cuadro 3. Total de los restos malacológicos analizados en la Bastida de les Alcusses.
161
[page-n-8]
JOSEP L. PASCUAL Y JAIME VIVES-FERRÁNDIZ
Figura 1. Bivalvos: Glycymeris nummaria (1-7), Cerastoderma glaucum (8-12), Acanthocardia tuberculata (13-14), Spondylus gaederopus (15-16), Pecten jacobaeus (17),
Pecten sp. (18) y Venus verrucosa (19-20).
162
[page-n-9]
La malacofauna marina de un oppidum ibérico: La Bastida de les Alcusses
Pecten jacobaeus (Linnaeus, 1758). Concha de peregrino.
Un fragmento de valva izquierda, la plana, de forma triangular con las fracturas antiguas. Altura: 63 mm (figura 1: 17).
Pecten sp. (Müller, 1776). Concha de peregrino.
Un fragmento de labio y cuerpo de la parte lateral de una valva derecha, la
cóncava, erosionado y quemado. Altura: 43,5 mm (figura 1: 18).
Los gasterópodos
Luria lurida (Linnaeus, 1758). Porcelana.
Dos conchas no erosionadas de 35,5 y 33 mm de altura, una de ellas parcialmente quemada y con finas estrías de abrasión en la cara ventral. Ambas tienen perforación antrópica en un extremo de la cara dorsal, una de morfología
circular de 2,7 mm de diámetro ejecutada mediante taladro, y otra más irregular, de 8,5 x 5 mm, fragmentada por la acción del fuego y desgastada por el
uso en la parte superior (figura 2: 1-2 y figura 4).
Cerithium vulgatum (Bruguière, 1792). Pada.
Es la especie de gasterópodo mejor representada en el yacimiento, con seis
ejemplares, de los que cinco proceden de la Casa 11 y se encuentran quemados. A todos ellos les falta la última vuelta y ninguno está erosionado. Su
altura oscila entre 43,5 y 34,5 mm (figura 2: 3).
Phorcus turbinatus (Born, 1778). Peonza.
Una concha no erosionada que conserva el ornato característico de esta especie, de manchas subcuadrangulares de color rojizo-marrón. Altura: 19 mm
(figura 2: 4).
Hexaplex trunculus (Linnaeus, 1758). Busano.
Una concha poco erosionada a la que le falta un fragmento del labio y del
canal sifonal. Altura: 41 mm (figura 2: 5).
Bolinus brandaris (Linnaeus, 1758). Cañadilla.
Tres conchas, dos de ellas erosionadas, de las que una presenta una pequeña perforación en el lateral de la última vuelta producida por un predador
163
[page-n-10]
JOSEP L. PASCUAL Y JAIME VIVES-FERRÁNDIZ
Figura 2. Gasterópodos: Luria lurida (1-2), Cerithium vulgatum (3), Phorcus turbinatus (4), Hexaplex trunculus (5), Bolinus brandaris (6-8), Stramonia haemastoma
(9-12), Semicassis undulada (13) y Ranellidae (14-16).
164
[page-n-11]
La malacofauna marina de un oppidum ibérico: La Bastida de les Alcusses
marino, y otra sin señales de erosión y quemada que conserva dos hileras de
dientes en la última vuelta y restos de espina en el canal sifonal. Alturas: 39,5,
46,5 y 34 mm (figura 2: 6-8).
Stramonita haemastoma (Linnaeus, 1767). Púrpura.
Cuatro conchas, una no erosionada y las otras erosionadas en diverso grado.
La que presenta una erosión más intensa ha perdido el ápice y la última vuelta, y muestra una amplia perforación natural con los bordes redondeados en
la segunda vuelta. La de mayor tamaño, poco rodada y quemada, corresponde
a la variedad cónsul. Alturas entre 55 y 29 mm (figura 2: 9-12).
Semicassis granulata undulata (Gmelin, 1791). Yelmo.
Una concha no erosionada, fragmentada durante el proceso de excavación.
Altura: 59 mm (figura 2: 13).
Ranellidae (Gray, 1854). Tritón.
De esta familia, conocida con anterioridad como Cymatidae y que agrupa especies de tamaño mediano a grande, se documentan tres fragmentos. El de
mayor tamaño corresponde a parte del cuerpo y del canal sifonal de un individuo de grandes dimensiones, con las fracturas antiguas vivas, por lo que es
posible que se fragmentara en el yacimiento. Los otros dos fragmentos se encuentran muy erosionados y corresponden a las protuberancias internas del
labio. Longitud máxima de los fragmentos: 72, 25 y 22 mm (figura 2: 14-16).
DISTRIBUCIÓN ESPACIAL
Los espacios excavados y departamentos del yacimiento se agrupan en bloques constructivos que llamamos conjuntos, y que reciben una numeración
corrida a medida que se investigan y excavan. Los conjuntos son diversos en
tamaños, organización interna y morfología, pues los hay desde muy pequeños, formados por un par de departamentos aislados, hasta otros de varios
centenares de metros cuadrados. Un conjunto puede corresponder a una
casa -el número 1, por ejemplo, es la Casa 1- o estar formado por varias casas
agrupadas -conjuntos 2, 3 y 8- e incluso algunos no se identifican con casas
sino con otro tipo de edificios, como el 7, formado por un granero y una zona
artesanal con talleres metalúrgicos, o el 5 que es un edifico público para reuniones (Bonet y Vives-Ferrándiz, 2011).
165
[page-n-12]
JOSEP L. PASCUAL Y JAIME VIVES-FERRÁNDIZ
Como se observa en la figura 3, la distribución de los restos malacológicos
muestra que no existen concentraciones significativas en un solo espacio o
conjunto sino que se distribuyen regularmente por el oppidum. Con todo, hay
algunos conjuntos sin conchas (c. 11, 12, 15, 16, 18 y 19) que quizás se explican
por problemas del registro de la excavación, mientras que otros conjuntos
con moluscos muestran pequeñas variaciones en las especies representadas
y su número. Por ejemplo hay catorce moluscos en el conjunto 2 (distribuidos en seis departamentos); once en el conjunto 10 (en cinco departamentos), o nueve en el conjunto 4 (en cuatro departamentos). En los espacios
domésticos excavados recientemente hay proporcionalmente más moluscos
documentados, como en la Casa 11 con doce ejemplares repartidos tan sólo en
dos habitaciones; o el departamento 267 con ocho ejemplares y los espacios
domésticos del sector Oeste junto a la muralla (departamentos 269, 270 y
273) con nueve ejemplares.
Otra observación sobre la distribución atañe al hecho de que se documentan conchas marinas tanto en el interior de los espacios construidos (56%)
como en espacios abiertos (44%). En los espacios abiertos (calles, plazas) es
donde se encuentran las mayores concentraciones: quince conchas (entre los
conjuntos 2 y 7), diez (entre los conjuntos 2 y 28), ocho (entre los conjuntos
13 y 15) o siete (fuera del conjunto 11). Respecto al interior de los espacios
construidos hay normalmente entre uno y cuatro moluscos, excepto en los
departamentos de la zona Este citados arriba (casa 11 y departamento 267).
En relación a las especies representadas espacialmente, observamos que
en el interior de las zonas construidas hay sobre todo valvas de los géneros
Glycymeris y Cerastoderma, siendo más excepcionales los gasterópodos. Finalmente, hay una selección de especies en el conjunto 1 con sólo Cerastoderma y en el conjunto 3 con solo Glycymeris, al igual que ocurre en algunos
departamentos del sector Oeste.
LAS CONCHAS MARINAS EN EL MUNDO IBÉRICO
La presencia de conchas de moluscos marinos en yacimientos ibéricos es un
hecho bastante habitual, aunque son escasas las publicaciones en las que son
analizados de manera detallada y rigurosa. En general, cuando se menciona
la presencia de malacofauna, no se proporciona la identificación taxonómica
o la cuantificación de los restos, y existen casos con notables errores en la
clasificación de especies. A pesar de ello, contamos con una base de datos
166
[page-n-13]
La malacofauna marina de un oppidum ibérico: La Bastida de les Alcusses
Figura 3. Distribución de los restos malacológicos en la Bastida de les Alcusses.
en red sobre los restos de flora y fauna publicados hasta 2012 procedentes de
yacimientos de la ibéricos (www.florayfaunaiberica.org) que hemos utilizado
para exponer la información de este apartado junto con otras publicaciones
167
[page-n-14]
JOSEP L. PASCUAL Y JAIME VIVES-FERRÁNDIZ
no incluidas en esa base de datos. A partir de las referencias publicadas se observa que las conchas de moluscos aparecen en contextos muy diversos, tanto
en lugares de habitación como en necrópolis. Repasaremos a continuación
cada caso y las representaciones y la iconografía de estos elementos.
Lugares de hábitat
A partir del análisis de la malacofauna marina de 36 yacimientos mencionada
en diversas publicaciones, se constata la presencia en ellos de 67 especies diferentes. El número de restos y de taxones por yacimiento es, salvo contadas
excepciones, bastante reducido, y una o dos especies son las mayoritarias,
como sucede en la Bastida de les Alcusses. En yacimientos completamente
excavados, como el Puntal dels Llops (Olocau, Valencia), los 15 fragmentos
se agrupan en cuatro especies (Sarrión, 1981). En El Oral (San Fulgencio, Alicante) hay 46 restos de 11 especies, sin contar con los que conforman pavimentos (Hernández, 1992). Un caso diferente es el Puig de la Nau (Benicarló,
Castellón), donde los 2962 restos corresponden a 27 especies (Forner, 2006:
171). Del repaso a los datos publicados queda manifiestamente claro que en
los lugares de hábitat resulta mayoritario el género Glycymeris, seguido de
cerca por Cerastoderma, al igual que ocurre en la Bastida. En menor número
se documentan Stramonita haemastoma, pectínidos, Sepia officinalis, Hexaplex trunculus, Bolinus brandaris, Spondylus gaederopus y patélidos. Otras
especies tienen una presencia muy minoritaria (Pascual, 2014: 103).
En los asentamientos ibéricos en el entorno de la Bastida de les Alcusses donde
hay datos disponibles o publicados hemos constatado que se seleccionaron las
mismas especies. Así se observa en oppida próximos y coetáneos como Covalta
(Albaida, Valencia) o el Puig d’Alcoi. Entre los materiales inéditos de Covalta
que se conservan en el Museu de Prehistòria de València hemos documentado,
al menos, ocho especies de moluscos, todas presentes en la Bastida, y en
las recientes excavaciones del Puig d’Alcoi se citan moluscos de la familia
Glycymerididae en el hábitat del siglo IV a.C. (Pérez Jordà et al., 2013: 209-211).
En los yacimientos estudiados no se constatan concentraciones significativas de conchas salvo en los casos que los moluscos forman parte de pavimentos y constituyen decoraciones arquitectónicas, sobre los que nos ocupamos más adelante. Hay excepciones, como las grandes acumulaciones de
tellinas (género Donax) halladas en Alorda Park (Calafell, Tarragona) consideradas como restos alimenticios (Albizuri y Nadal, 1992: 291) o las “diez
168
[page-n-15]
La malacofauna marina de un oppidum ibérico: La Bastida de les Alcusses
conchas de cardium edule con el natis perforado” documentadas en el centro
de una habitación de El Oral (Abad y Sala, 1992: 87).
Los pavimentos construidos con conchas marinas, especialmente de la
familia Glycymerididae, se conocen en el sur de Portugal, el litoral malagueño y el Bajo Guadalquivir entre los siglos VII y VI a.C. En la costa oriental
peninsular también hay suelos con conchas, pero están datados a partir de
mediados del primer milenio a.C. (Escacena y Vázquez, 2009) Por ejemplo,
en El Oral las valvas de gliciméridos se utilizaron como elementos constructivos para diversos fines: pavimentos, umbrales de puertas, revestimiento de
un pequeño canal y como decoraciones parietales adheridas al enlucido de
las paredes (Abad y Sala, 1992, 2001). Más al norte, en La Solana del Castell
(Xàtiva, Valencia) un hogar muy destruido conservaba parte de una alineación de valvas de Glycimeris violacescens delimitándolo (Pérez Ballester et
al., 2008: 239). En el Puig de la Nau, se documenta un pavimento de valvas de
gliciméridos en la entrada de un recinto que, junto a otros, formaría un gran
edificio con posible uso público. En este asentamiento también se utilizaron
en el revestimiento de paredes e, incluso, en un escalón se documentaron
tres valvas dispuestas en forma de trébol (Oliver, 2006). Asimismo se conoce
una decoración de valvas de cardíidos en Illa d’en Reixach (Ullastret, Girona),
en un edificio de carácter ritual datado en la segunda mitad del siglo III a.C.
con cráneos humanos tratados ritualmente, una habitación con depósito de
ofrendas y otras depositadas en fosas. Allí se documentó un conjunto de 36
valvas dispuestas cuidadosamente en tres hileras, posiblemente colocadas
sobre una estructura de madera (Martín et al., 1997: 61, lám. III). La utilización de estas soluciones arquitectónicas y decorativas se ha relacionado, para
el sur peninsular, con grupos fenicios y orientales desplazados a Occidente a
partir de los siglos IX-VIII a.C. en el marco de una diáspora comercial y, luego, con los grupos púnicos a lo largo de todo el primer milenio a.C. Algunos
investigadores han relacionado los espacios con decoraciones con conchas
como capillas para el culto y para acciones rituales vinculadas estrechamente
a la ideología y la religiosidad oriental (Escacena y Vázquez, 2009: 66 y 72).
Al respecto, nosotros matizaríamos una interpretación unívoca para estos
elementos y abogamos, en cambio, por lecturas acordes a los contextos de
hallazgo donde quepan, también, usos rituales en sentido amplio o reinterpretaciones del simbolismo de las conchas en términos locales como dan a
entender los contextos al norte del cabo de la Nao.
169
[page-n-16]
JOSEP L. PASCUAL Y JAIME VIVES-FERRÁNDIZ
De hecho, las conchas de molusco aparecen en contextos cultuales diversos, como ofrendas o símbolos con connotaciones rituales, como en Alorda
Park donde conchas de los géneros Glycymeris y Donax aparecen junto con
restos de ovicaprinos, perros y gallos en cuatro de las siete pequeñas fosas del
siglo IV a.C. que han sido consideradas como sacrificios de fundación (Albizuri y Nadal, 1992: 292-298), o en l’Illa d’en Reixac, donde en algún hogar se
ha incorporado como elemento central una concha de cardíido en el suelo de
cerámica (Martín et al., 1997: 61).
Contextos funerarios
Las conchas marinas también se documentan en contextos funerarios. Aquí
el número de especies presentes es menor con venticuatro taxones. Las familias con mayor número de efectivos son Cardiidae, seguidas por Glycymerididae, Pectinidae y Cypraeidae.
Hay diversidad de usos. En algunos casos los moluscos se hallan en el
interior de las sepulturas, bien como adorno o amuleto que portaba el difunto o como ofrenda funeraria. Un ejemplo del primer caso es una sepultura infantil del Castellet de Bernabé (Llíria, Valencia) datada en el siglo
IV a.C., donde un niño de entre 5-7 meses dentro de una urna se acompaña
de una concha de caracol marino, una campanita de bronce, una alcotana en miniatura y una anilla de bronce (Guérin, 2003: 47). La especie de
esa concha, descrita incorrectamente como Cypraea en algunos trabajos
(Oliver, 1996: 301), es en realidad un Cerithium vulgatum perforado en la
última vuelta.
La asociación de campanitas de bronce y conchas marinas se repite en
otras tumbas. En la necrópolis de Les Casetes (La Vila Joiosa, Alicante), la
tumba 23 tiene además una Cypraea y una valva de cardíido perforada en el
natis que contenía un fragmento de esqueleto de erizo de mar. Resulta interesante resaltar que en esta necrópolis, al menos en dos ocasiones, las conchas marinas también se asocian a enterramientos infantiles (García Gandía,
2009), lo que podría interpretarse en un sentido apotropaico para los niños.
Además, aparece otra concha en la tumba 17 de la misma necrópolis, una cámara funeraria bajo túmulo del siglo VI a.C. La estructura de esta tumba destaca en el panorama funerario local y el ajuar también, pues estaba formado
por un broche de cinturón, una fíbula, un clavo de hierro y dos pendientes de
plata (García Gandía, 2003).
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La malacofauna marina de un oppidum ibérico: La Bastida de les Alcusses
En la necrópolis del Cigarralejo (Mula, Murcia) se documentan, al menos,
dieciocho tumbas que contienen conchas marinas, inventariadas y dibujadas
en la publicación de la necrópolis. Entre las especies que se mencionan, las
más abundantes son gliciméridos y cardíidos. Según su excavador, en base al
ajuar presente, la mayor parte corresponderían a tumbas femeninas, con las
cautelas que esta identificación conlleva. Por otro lado, solo tres de las tumbas con conchas marinas tienen ajuares con armas (Cuadrado, 1987).
Las conchas también sellan las sepulturas, como se observó en El Molar
(San Fulgencio-Guardamar del Segura, Alicante), donde algunas tumbas se
cubrieron con una fina capa de ocre y una capa de conchas que su excavador
denominó “concheros”, formados por valvas de gran tamaño de gliciméridos,
spondilos y ostreidos, que abarcaban grandes espacios, donde fueron colocados con “sumo cuidado y pulcritud” y después recubiertos de tierra (Senent,
1930: 9).
Las conchas marinas también parecen formar parte de banquetes funerarios. En la necrópolis de El Molar se describe un silicernio datado en el primer
cuarto del siglo IV a.C., consistente en una fosa que contenía numerosos restos de vertebrados, bolsadas de moluscos terrestres, moluscos fluviales y doce
moluscos marinos de los géneros Glycymeris y Cerastoderma y de la especie
Trunculanopsis trunculus (Hexaplex trunculus) todos con las superficies muy
rodadas, por lo que se ha descartado que fueran restos alimenticios (Monraval y López-Piñol, 1984).
Iconografía
Las representaciones de conchas marinas durante el periodo ibérico son
escasas si se comparan con las de otros animales (Mata et al., 2014). Las
conocidas se limitan a representar dos tipos de bivalvos, uno del género Pecten
y otro de la familia Cardiidae. Las valvas de cardíidos son imitadas en bronce
a escala natural. Aunque se conocen diversos ejemplares distribuidos por toda
la geografía ibérica, solo en dos casos se encuentran contextualizas. Un par
de ellas proceden de un contexto de hábitat, no muy lejos precisamente de la
Bastida de les Alcusses. Se trata de dos valvas de berberecho documentadas en el
poblado de El Xarpolar (Planes, Alicante), una de ellas conservada en el Museu
de Prehistòria de València (Pericot, 1928: 158, lám. II, 4; Pascual, 2014: 107, fig.
190), de 3,1 cm de altura y cuyo peso es 26,5 g. y otra en el Museu Arqueològic
Municipal d’Alcoi (Grau y Amorós, 2014: fig. 8: 37). Algunos investigadores
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JOSEP L. PASCUAL Y JAIME VIVES-FERRÁNDIZ
señalan que estas conchas de bronce y plomo se utilizarían como moneda y
también como pesas comerciales (Álvarez, 2008) y, de hecho, el peso de la
primera pieza de El Xarpolar, es similar al de un ponderal romano de 27 g.
Otras dos piezas de bronce de este tipo proceden del santuario de Los
Altos del Sotillo (Castellar, Jaén) y han sido consideradas exvotos de veneras y
asociadas a la fertilidad por la vinculación de este tipo de imágenes a la diosa
Venus en época romana. Su ausencia en el otro santuario de la zona, Collado de los Jardines, sugiere que quizás el primero tuvo un “marcado carácter
femenino”, pues además dominan ampliamente los exvotos que representan
mujeres (Rueda, 2011: 130, fig. 60).
Algunos divisores de monedas de diversas cecas ibéricas representan un
pectínido o venera, generalmente en el anverso. De ellas, Arse-Saguntum lo
hizo con mayor antigüedad en numerosas emisiones, desde fines del III a.C.
y con mayor profusión durante el II y la primera mitad del I a.C., por lo que
posiblemente fue la difusora del diseño entre el resto de cecas peninsulares
que lo adoptaron: Kili, Saitabi, Lauro y Lakite. Es muy probable que su diseño
proceda originalmente de la ciudad de Tarento (Sicilia), donde se utilizó como
anverso en gran cantidad de divisores durante los años 520/473-209 a.C. (Ripollès y Llorens, 2002: 84-85). Existen diversas interpretaciones sobre el significado simbólico de la venera asociada al delfín de las monedas de Arse, desde
considerarla atributo de una divinidad masculina, quizás de Apolo (Villaronga, 1967: 52), hasta vincularlo con una divinidad femenina, marina y guerrera
como Diana o Afrodita (García-Bellido, 1990: 79-83). En todo caso es posible
que haga alusión a las actividades marineras de la ciudad y a su importante
puerto y, en relación con ello, a alguna divinidad protectora de la navegación.
Por último, y aunque no es una imagen tan clara como las anteriores, recogemos un caso de representación de una valva de posible vieira -según los
excavadores- esculpida en una basa de piedra a la entrada del santuario del
Cerro de las Cabezas (Valdepeñas, Ciudad Real) (Vélez y Pérez, 2008: 39-41).
EL SIGNIFICADO DE LAS CONCHAS MARINAS EN
LA BASTIDA DE LES ALCUSSES
¿Qué significado pudieron tener los moluscos marinos en un lugar de interior, alejado del mar a varios días de camino? En primer lugar hay que excluir
que en el conjunto malacológico que nos ocupa existan restos de carácter
bromatológico. Así se deduce del grado de erosión natural que muchas con-
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La malacofauna marina de un oppidum ibérico: La Bastida de les Alcusses
chas presentan -en torno a la mitad muestran evidencias de erosión natural-,
indicativo de que la mayor parte se recogió en las playas, una vez muerto el
animal y expuesta la concha al oleaje. Además, la ausencia de conchas en los
basureros con vertidos de restos alimenticios donde hay restos de vertebrados
consumidos (Iborra y Vives-Ferrándiz en este mismo volumen) y su escaso
número, a diferencia de las grandes concentraciones que se encuentran en
los concheros de deshechos alimenticios, permiten descartar esta hipótesis.
Un pequeña parte del conjunto (ocho individuos) son conchas de moluscos de tres especies de la familia Muricidae de las que se extrae la púrpura
(Bolinus brandaris, Stramonita haemastoma y Hexaplex trunculus), pero no
creemos que fueran aprovechados para obtener ese colorante. Su escaso número y el hecho de que solo dos ejemplares pudieron haberse recogido vivos y
que todas las conchas se encuentren enteras, excluye también esta hipótesis.
Con todo ello, las conchas marinas en la Bastida de les Alcusses pueden
interpretarse de varios modos. Como adornos y colgantes pueden considerarse las dos conchas de Luria luria con perforación antrópica, una de ellas con
desgaste en la parte superior de la perforación, por lo que se llevó colgada (figura 4). Es posible que la concha de Hexaplex trunculus con una gran perforación producida por erosión natural (figura 2: 12), y las de Cerithium vulgatum,
fragmentadas en la última vuelta, y quizás perforadas, podrían tener también
esa funcionalidad. Las perforaciones antrópicas sobre los moluscos son, sin
embargo, excepcionales en este conjunto (tan sólo un 1,2% de la muestra).
Conviene reiterar que hay un buen número de valvas perforadas, como las de
Glycymeris, Cerastoderma y Venus que no son perforaciones antrópicas por
lo que tampoco se puede asegurar su uso como colgante a falta de señales de
uso que así lo indiquen. Con todo se ha propuesto para un cardíido y un glicimérido perforados del conjunto 5 su uso como “objeto de adorno personal
como colgantes” (Díes y Álvarez, 1997).
Para estas y otras conchas perforadas de modo natural proponemos otros
usos. Así, hay un fragmento de tritón (Ranellidae) que pudo haber sido
utilizado como instrumento sonoro o bocina (Montagu, 1981), aunque lo
planteamos con cautela porque se trata de un fragmento, si bien los planos
de fracturas antiguas se encuentran vivas, por lo que es posible que formara
parte de un ejemplar entero y se fragmentara en el poblado.
Es probable que otras conchas hayan sido utilizadas como utensilios: los
bivalvos como pequeños contenedores, por ejemplo, de lo que hay ejemplos
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Figura 4. Luria lurida. Detalle de las perforaciones.
en contextos más antiguos (Pascual, 2008). La regularización del borde de
un Spondylus gaederopus (figura 5) de un contexto de ocupación posterior
al abandono (cuadro 2: UE 1147) quizás obedezca a esa finalidad, aunque no
se puede descartar su uso como pulidor o alisador ya que no presenta trazas
de uso en este sentido. Para el resto de ejemplares hay que pensar en usos
diversos como fichas o piezas de juegos e incluso no excluir la posibilidad de
ser instrumentos de percusión y, por tanto, elementos productores de sonido
y música (López-Bertran y García-Ventura, 2008: 32).
Sin duda, la mayor parte de las conchas tendría un carácter simbólico,
como atestigua su presencia en los contextos funerarios o rituales recogidos
más arriba y como se documenta ampliamente en ejemplos etnográficos.
Sobre el significado simbólico de las conchas marinas existen opiniones diversas que pueden resumirse en dos grupos. Por una parte están aquellos investigadores que ven en las conchas un símbolo de protección. Las conchas
en pavimentos, umbrales o escalones tendrían una función mágica y como
protectoras del edificio. En el Próximo Oriente se hallan incluso en las murallas, pues se creían protectoras de enemigos “imaginados” y de amenazas
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La malacofauna marina de un oppidum ibérico: La Bastida de les Alcusses
Figura 5. Spondylus gaederopus. Detalle de la zona retocada.
reales, como un ejército atacante (Escacena y Vázquez, 2009: 78). Incluso ya
en los años 30 del siglo pasado el excavador del Molar interpretó las capas de
conchas que cubren las tumbas como “influencia de cultos de los antiguos
pueblos colonizadores y navegantes”, añadiendo que “no sería extraño que
guardaran los despojos de sus muertos, evitando su profanación, poniéndolos bajo la tutela de los dioses marinos, simbolizados en este caso por
las conchas” (Senent, 1930: 11). Las conchas halladas en tumbas infantiles
poseerían un valor apotropaico y representarían un atributo femenino destinado a ejercer la protección materna, o serían un poderoso amuleto para
proteger en el último viaje y proporcionar vitalidad en el más allá (Eliade,
1952; Jordán y López, 1993).
Otros investigadores vinculan las conchas marinas con la fecundidad o
con la vitalidad. El simbolismo sexual de las conchas por su relación con los
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JOSEP L. PASCUAL Y JAIME VIVES-FERRÁNDIZ
genitales femeninos ha perdurado hasta la actualidad (Muriel y Playà, 2008:
655). Las conchas serían, pues, sinónimo de vida y simbolizarían, para algunos, a Venus (Eliade, 1952). Desde este punto de vista, su presencia en ambientes domésticos, como es el caso de hogares con una concha en el centro,
tendría un simbolismo propiciatorio para la fecundidad del hogar (Oliver,
1996: 301). A estas interpretaciones hay que añadir la frecuente identificación con los ciclos eternos, resaltando el valor y el simbolismo de fertilidad y
energía vital. En el mundo romano, finalmente, resulta común la presencia
de conchas en tumbas como ofrendas, además de estar presentes decorando
altares y sarcófagos. Su simbología está relacionada con el renacimiento y la
eternidad, apareciendo en ocasiones en el culto a Mitra y perdurando como
símbolo cristiano (Pérez Almoguera, 1998: 205).
Para acabar, queremos destacar la relación cotidiana que se tendría con las
conchas marinas en asentamientos ibéricos, incluyendo aquellos ubicados
en el interior del territorio y muy alejados de la costa pero vinculados estrechamente con el mar a través de comerciantes o artesanos y de episodios de
movilidad personal. Su importancia en el mundo simbólico ibérico deriva, en
parte de este hecho, por tratarse de elementos exóticos y lejanos, pero también porque en ellas se materializaban creencias vinculadas a la protección y
a la fecundidad.
AGRADECIMIENTOS
Este trabajo se ha llevado a cabo en el marco de los proyectos de investigación del
Museu de Prehistòria de València.
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