Patrimonio arqueológico. Aprendizaje de la historia y educación
Pilar Sada Castillo
2012
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PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO
APRENDIZAJE DE LA HISTORIA Y EDUCACIÓN
Pilar Sada Castillo
Sobre el concepto de educación patrimonial y sobre la importancia del patrimonio para el conocimiento y el aprendizaje de la historia, así como sobre
su metodología y formalizaciones, se ha producido en los últimos 20 años en
nuestro entorno más inmediato un numeroso y significativo cuerpo teórico,
desarrollado, entre otros, por algunos de los participantes en estas jornadas
(Ballart, 1997; Belarte et al., 2002; Calaf y Fontal, 2004; Fontal, 2003; Henson,
2004; Merriman, 2004; Ruiz Zapatero, 1998; Santacana y Serrat, 2005; VV.AA,
2004).
Más, pues, que una revisión sobre los conceptos que se citan en el título de
esta ponencia, las líneas que siguen a continuación quieren ser una reflexión
sobre el papel y la implicación que deberían o podrían tener dichos conceptos
en una gestión del patrimonio desde y para el momento actual. Intentando
responder a algunas de las cuestiones que los organizadores de estas Jornadas
han planteado, entre ellas, cómo debe el museo integrar el nuevo paradigma
en su función social de difusión y educación, cómo incorporar los diversos
intereses sociales a la presentación de los restos del pasado y en qué medida
puede cooperar el museo con otros agentes en la conservación del territorio
y en el desarrollo local.
Algunas de las posibles respuestas podrían hallarse en acciones que contemplaran el patrimonio como un elemento significativo de conocimiento,
de dinamización socio-económica, de cohesión y equilibrio territorial, de
mejora social, teniendo como uno de sus principales objetivos la educación.
Una acción en la que el patrimonio debe sentirse, también, responsable y
para la cual debe estar disponible.
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PATRIMONIO
EDUCACIÓN, CIUDADANÍA Y CULTURA
Aunque en el título de la ponencia la educación aparece en el último lugar, parece indicado empezar por las cuestiones que pueden incidir en
los objetivos educativos de las acciones que pueden desarrollarse desde el
patrimonio.
Nos encontramos en un mundo complejo, incierto, cada vez más global, más interdependiente, que con el efecto de las nuevas tecnologías
para la información y la comunicación se acelera cada vez más. En este
mundo complejo e incierto, convendría plantearse cómo debería entenderse la educación. Seguramente, debería serlo como la acción de formar
personas con interés de conocer, de informarse con capacidad para poder
escoger, desarrollar un pensamiento crítico y analizar la realidad desde
valores como la solidaridad, la justicia, la interculturalidad. Debería desarrollarse la dimensión ética y política de lo educativo. Educar hoy debería significar “trabajar los entornos emocionales, la profundidad política,
la educación para la ciudadanía global”1. Enseñar a hacerse preguntas. En
algunos entornos educativos se valora más las respuestas que las preguntas, cuando lo verdaderamente difícil es saber preguntar, más que saber
responder.
Tenemos en nuestra sociedad una hiperinformación. Disponemos
de mucha información, pero comprendemos poco. Somos una sociedad
multimediática. Disponemos de una gran diversidad de medios para hacer llegar los conocimientos. Muchas veces se concentra la educación en
la técnica y se deja de lado la ética. Una cuestión que no invalida la necesidad de manejar los diferentes medios que actualmente están a nuestro
alcance para facilitar la comprensión, para transmitir conocimiento, para
educar.
En este entorno, ¿cómo recuperar o desarrollar el sentido de la educación?
¿Cómo utilizar los diferentes medios e instrumentos de que disponemos para
educar de una manera integral, no instrumental? ¿Cómo colaborar desde la
acción sobre el patrimonio en el objetivo de formar personas y facilitar la
comprensión del mundo que vivimos?
1
Así lo señala Carlos Aldana en su documento De Freire a la Educación para la Ciudadanía
Global. Curso Educar para la Ciudadanía Global. Intermón Oxfam de marzo 2007.
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Con relación a la educación se plantea otro elemento significativo: la defensa de la necesidad de contemplarla como un eje central de desarrollo de
las personas, no como una fase temporal de las mismas. El conocimiento, la
formación deben ser actualizados constantemente y no podemos quedarnos
en la idea de una educación que se inicia a los tres años y se acaba a los dieciséis, a los veintidós, a los treinta…
Estas cuestiones influyen, o deberían influir, en la labor que debe realizarse desde los museos y desde el patrimonio en general. Como referentes
culturales deben responder a una necesidad que ya es explícita: el aprendizaje de la ciudadanía a lo largo de toda la vida y el cambio radical de perspectiva que ello implica.
No es una novedad decir que en los últimos tiempos el patrimonio se
ha convertido en un espacio privilegiado para el desarrollo de la cultura y
la educación de la ciudadanía. La educación, asimismo, es una de las funciones y objetivos –junto con un compromiso– señalados como prioritarios
e irrenunciables para una gran parte de los profesionales que trabajan en el
entorno patrimonial.
A pesar de ello y en general, estamos lejos de tener en el patrimonio –y en el
caso de reflexión que plantean estas jornadas, específicamente en el arqueológico– un instrumento fundamental de desarrollo socio-cultural. Salvo honrosas
excepciones, la mayor parte de las propuestas adolecen de proyectos integrales, en
los que se contemplen las diversas necesidades y cuestiones a considerar: sobre la
sociedad, sobre el propio patrimonio (investigación, conservación, presentación,
comunicación, educación...), así como sobre el territorio de contexto.
En un mundo globalizado, en continuo cambio, en un momento de crisis,
con una sociedad multicultural, con la incidencia de las nuevas tecnologías,
el patrimonio y sus gestores no pueden –ni deben– quedarse al margen a la
hora de buscar nuevas fórmulas de desarrollo y progreso, definiendo acciones
y proyectos sobre el patrimonio que tiendan a fortalecer la diversidad cultural
y la integración social (figura 1).
Unas acciones que deberían partir del análisis y la reflexión sobre la situación de las relaciones entre el patrimonio y los museos y las políticas culturales. Análisis que debe tener en cuenta a la sociedad y su participación y
que debe buscar soluciones a las cuestiones que plantea la sociedad actual:
globalización, diversidad cultural, diversidad identitaria, sostenibilidad, desarrollo local... Pasando de la teoría a la práctica.
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Figura 1. Cada visitante es portador de una cultura, de conocimientos, de códigos
de interpretación, que deben tenerse en cuenta para crear la conexión entre éste y el
patrimonio que se le presenta.
LA HISTORIA: CENTRO DE INTERÉS PARA LA FORMACIÓN Y EL
APRENDIZAJE. EL PATRIMONIO: FUENTE DEL CONOCIMIENTO
HISTÓRICO
En este esquema, ¿por qué la historia y su conocimiento son, pueden o deberían ser un instrumento fundamental para la formación personal?
Cicerón decía de la historia que es “maestra de la vida” y el profesor Fontana (Fontana, 1992: 123)2 destacaba: “Que la historia sea importante para
comprender el mundo nos lo dicen cada día científicos de otros campos y
lo demuestran los gobiernos, cuando se esfuerzan en transmitir sus propias
‘visiones de la historia’ a los ciudadanos mediante festivales y conmemoraciones en los que se malbaratan unos recursos que a menudo se escatiman en los
programas de asistencia social (y, naturalmente, en los de una investigación
histórica que no esté dirigida a dar soporte a estos festivales)”, significando
2
Publicado en 1992, el libro del profesor Fontana contiene acertadísimos análisis, muy útiles
para la actual situación. Entre otras muchas interesantes reflexiones señalaba el papel de los
banqueros en las crisis que nos azotan (Fontana, 1992: 109).
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que “entre las ciencias sociales, la historia tiene el privilegio de ser la más
próxima a la vida cotidiana y la única que abraza todo lo que es humano en
su globalidad. Es también aquella que, cuando se lo propone, tiene la virtud
de ser la mas inteligible para un mayor número de receptores de su mensaje”. Concluía el profesor Fontana con una recomendación, que se nos plantea
como absolutamente vigente: “Vale la pena, en consecuencia, que nos esforcemos en recoger de tierra este espléndido instrumento de conocimiento y
crítica que se nos ha confiado, y que nos pongamos conjuntamente a repararla y a ponerla a punto para poder afrontar un futuro difícil e incierto”.
Para poder navegar en el complejo mundo actual el ciudadano necesita
información histórica que le permita conocer los antecedentes del presente,
para poder decidir con mayor conocimiento y racionalidad.
El manifiesto firmado por los participantes en el Seminario Internacional
de Didáctica de la Historia celebrado en Barcelona en 2007 reivindicaba este
“valor social y educativo del conocimiento histórico y la necesidad de profundizar en la innovación y en la investigación didáctica de esta disciplina”,
afirmando que “el aprendizaje de la Historia es una pieza importante en la
construcción de una ciudadanía con criterio propio, que comprenda críticamente su propia identidad y la pueda contextualizar en un mundo global”.3
Como afirmaba el profesor Joaquim Prats, “la Historia es cada vez más
necesaria para formar personas con criterio y con una visión lo más fundada
posible de un mundo desbocado y lleno de incertidumbres”.4
Es por ello que uno de los factores más importantes en el aprendizaje de
la historia es saber como podemos conocerla, a través de que elementos, y de
que manera estos elementos nos permiten explicarla, más que la misma explicación de un hecho o periodo concreto de la historia. Trabajar a partir de las
fuentes, conocer su naturaleza, saber analizarlas, obtener información, interpretarlas. Acercarnos a la historia a partir de las fuentes, de una manera crítica,
no dogmática.
La historia es una ciencia que tiene en el patrimonio la fuente más directa
de conocimiento y en su didáctica un campo muy significativo para la innovación de su enseñanza-aprendizaje. Si se prescinde de enseñar la historia
3
Manifiesto. Taula d’Història. Seminari Internacional de Didàctica de la Història. Barcelona.
Julio 2007.
4
Entrevista. Joaquín Prats Cuevas. Catedrático de Didáctica de la Historia de la Universidad de
Barcelona. Escuela, núm. 3753. 21 de junio de 2007.
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mediante las fuentes se olvida que no es posible aprenderla sin conocer su
método de análisis (Hernàndez, 1998).
En este sentido, la arqueología –como ciencia que se basa en el conocimiento de los humanos a través de sus productos materiales y de restos de su
actividad– y el patrimonio arqueológico tienen un potencial inmenso. Como
señalaba Joan Santacana ya hace unos años, refiriéndose a la utilidad de la arqueología como recurso didáctico, “a ningún educador se le escapa la utilidad
didáctica de una disciplina que se basa en el análisis de los objetos materiales,
concretos” (Santacana, 1999: 64), y a su método, que no es otra cosa que la
aplicación del método hipotético-deductivo. En el sistema educativo formal,
el patrimonio debería convertirse en un instrumento fundamental (figura 2).
Los museos –el patrimonio en sentido amplio– son, o deberían ser, espacios de cultura y conocimiento, con un papel fundamental para la educación.
Son contenedores de conocimiento y deberían ser un extraordinario recurso
didáctico.
LOS MUSEOS Y EL PATRIMONIO EN EL SIGLO XXI:
ESPACIOS PARA LA EDUCACIÓN
En el campo de los museos –del patrimonio en general– venimos de una
época en la que se han definido unos nuevos principios de actuación en
los que la democracia cultural, la comunidad, el territorio, la concienciación, el sistema abierto e interactivo, el diálogo entre sujetos y la multidisciplinariedad han significado una fuerte sacudida a los cimientos de
la museología y del patrimonio cultural, modificando las bases sobre las
que se asentaban la museología tradicional o convencional o el patrimonio
histórico-artístico.
La asunción de esos principios –al menos nominalmente– está ampliamente extendida dentro de los campos patrimonial y museístico, aunque la
praxis museística y patrimonial está bastante lejos de aquella teoría. Unos
principios que, sometidos a crítica, siguen siendo válidos, actualizándolos a
los tiempos que corren.
Unos tiempos que son de crisis, y que vienen acompañados de grandes
cambios, en los que el planteamiento sobre el patrimonio y su papel no pueden quedar al margen de esta realidad, deben ser reconsiderados. Los museos en particular –la acción sobre el patrimonio, en un ámbito más general–,
deben servir para difundir los derechos educativos y culturales entre la ciu-
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Figura 2. “Objectiu neolític”. Aula de experimentación didáctica del Parque Arqueológico de las Minas Neolíticas de Gavà (Barcelona).
dadanía, buscando implicar un máximo de sectores sociales en la iniciativa
educativa y cultural.
Se confunde muchas veces cultura/educación con mercado. En la acción
sobre el patrimonio, sobre los museos, se ha puesto un acento especial sobre
la gestión (entendida, también y fundamentalmente, desde los resultados
económicos). Evidentemente la gestión es básica, es fundamental, pero el
aspecto más relevante son, o deberían ser, los objetivos de dicha gestión y,
entre estos, la educación debería tener un lugar destacado. La gestión eficaz,
en todo caso, debe darse por añadidura.
Cuestión de objetivos y de acentos y según sean estos, una u otra elección a
la hora de definir los nuevos retos sobre el papel del patrimonio en el desarrollo
global de la sociedad, así como para facilitar su valorización y su conservación.
¿Qué se puede promover desde los museos, desde el patrimonio, para desarrollar esta vía?
• Cooperación (trabajo en red). El patrimonio no tiene todas las claves,
debe cooperar con otros agentes.
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•
•
•
•
Interacción (del patrimonio hacia la sociedad / de la sociedad hacia
el patrimonio) con una gran carga de humildad en el desarrollo de
nuestro trabajo.
Participación. Desarrollar la implicación social. Desde el patrimonio
existe una responsabilidad de acción. Hay que buscar la colaboración,
la implicación de la sociedad (Arrieta, 2008 y 2009).
Accesibilidad. Plantearse cuestiones tan necesarias y básicas como
la accesibilidad, las desigualdades, las cuestiones de género. Temas
todos ellos que no pueden quedar al margen al actuar sobre el patrimonio. En este sentido, el territorio es el escenario natural de todas
aquellas acciones de reconversión del sector patrimonial, desde productos patrimoniales clásicos con finalidades exclusivamente simbólicas a verdaderos servicios públicos de calidad dirigidos al conjunto
de los ciudadanos (Vicente, 2005: 135).
Coherencia y sostenibilidad. Necesidad de favorecer infraestructuras
adecuadas. Ello quiere decir, derivadas de planes directores, consensuadas, mesuradas. Hemos asistido en los últimos tiempos al desarrollo de grandes infraestructuras, muchas veces sin programa, sin proyecto, otras con una dimensión desmesurada, o que plantean problemas de mantenimiento, de gestión, pero, también de implicación social –aunque mediáticamente puedan tener una gran influencia– y que
acaban muchas veces generando grandes desequilibrios territoriales.
En nuestro entorno más cercano, desde finales de los 80 y con aceleración
en los últimos años se han llevado a cabo una serie de proyectos en torno al
patrimonio que, entre otros aspectos, han planteado la necesidad de acercar el patrimonio al conjunto de la sociedad, de hacerlo comprensible. En el
campo del patrimonio arqueológico podríamos señalar la evolución en los
equipamientos museísticos, desde el Museo Nacional de Arte Romano de
Mérida –inaugurado en 1986– hasta el nuevo Museo de la Evolución Humana
de Burgos, inaugurado “regiamente” en julio de 2010 en Burgos, derivado del
fenómeno Atapuerca (figura 3).
Tenemos, de todos modos, pocos estudios sobre la real incidencia de los
proyectos en los públicos y su utilidad5. Cuestión que debería ser fundamental. La mesura de la bonanza de un proyecto se queda muchas veces en sus
5
Algunas excepciones significativas, como el estudio realizado por Clara Masriera (2009).
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Figura 3. El Museo de la Evolución Humana de Burgos, uno de los últimos equipamientos en torno a la difusión del patrimonio arqueológico.
números e incluso cuando estos números no cuadran con las expectativas,
que, en realidad, eran el principal objetivo, no existe una revisión de los conceptos –si es el caso– ni de las formas –muchas veces poco acordes con la
realidad y la necesidad de intervención sobre dicho patrimonio.
La necesidad, pues, de adecuar objetivos, recursos y formas es fundamental si lo que se pretende es realizar proyectos que puedan tener un uso y
una utilidad coherente, que cubra las diferentes necesidades en torno al patrimonio. Evaluar dichos proyectos y corregir o variar las propuestas en ellos
contenidas para poder avanzar en la formulación y aplicación de propuestas
En el terreno de los programas no permanentes se han venido realizado,
también, propuestas –en general con costes astronómicos– que, en una gran
parte, no han generado ni conocimiento, ni formación, ni una mejor presentación y valoración del patrimonio y que no han colaborado en la transformación o mejora significativa de los entornos en los que estos proyectos
se han desarrollado. El formato de la “magna exposición”, a honra y gloria
del comisario/comisaria de turno o de la institución/empresa promotora, ha
disfrutado en los tiempos más recientes de un gran predicamento, sin ser
prácticamente cuestionada dicha práctica. Proyectos inútiles que, podríamos
decir, “han caído en saco roto” (figura 4). Frente a este tipo de propuestas,
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Figura 4. La exposición “SPQR. Roma”, presentada en el Canal Isabel II de Madrid,
es un ejemplo de exposición inútil. Un “hipermercado” romano sin ningún tipo de
objetivo educativo, didáctico o de difusión.
otras más modestas, pero con una voluntad didáctica y educativa, y con unos
procesos de elaboración y desarrollo participativos. Como ejemplo la exposición sobre arqueología y género “Les dones a la prehistòria”, un proyecto del
Museu de Prehistòria de Valencia –organizador de estas jornadas– en la que
se ponía de relieve el papel social, económico y cultural que tuvo la mujer a lo
largo de la prehistoria, analizando las relaciones, trabajos y actividades que
la hacen visible y protagonista de un periodo fundamental de la historia. Una
ocasión para acercarse a las últimas corrientes de la investigación, así como
una oportunidad para la educación en la igualdad. Una exposición itinerante
que tenía en el territorio, también, uno de sus objetivos de vinculación prioritarios (figura 5).
Frente a los macro-proyectos –esa macro-museología muchas veces inútil– sería necesario dirigir los pasos hacia un concepto más próximo a una
“micro-museología” –tan ambiciosa como se quiera, pero ligada al sentido
común–, una museología de proximidad, con proyectos definidos y ligados
a realidades y objetivos culturales, sociales y económicos concretos y evaluables en y para un territorio preciso.
Es cierto, también, que en los últimos años se han producido, en
torno al patrimonio –y, en particular, al patrimonio arqueológico– una
gran cantidad de propuestas –algunas de ellas significativas–, realiza-
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Figura 5. Exposición “Mujeres en la Prehistoria”, presentada en el Museu Nacional
Arqueològic de Tarragona.
Figura 6. La utilización de las nuevas tecnologías deben tener como objetivo mejorar y facilitar la comprensión del patrimonio. Un ejemplo sencillo e interesante es la
propuesta del Museo de Badalona para el “Jardín de Quinto Licinio”.
das a partir de una diversificación de formatos –con voluntad didáctica
introduciendo conceptos de interpretación, interactividad, multidisciplinariedad, innovación– y con la aportación de las nuevas tecnologías
(figura 6) –sobre las que no deberíamos perder de vista que su uso es un
medio, no un fin– que podría inducir a pensar que la acción generalizada
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sobre el patrimonio es alentadora, o como mínimo, que las líneas básicas de actuación sobre el mismo están trazadas y lo hacen en la buena
dirección.
¿Por qué, entonces, la valoración sobre la actualidad del patrimonio, su
utilización para la educación y su papel dentro de las políticas culturales presenta, a mi entender, una situación claramente negativa? Seguramente sea el
reflejo de una situación más general, que ha afectado y afecta a otros ámbitos
(no hace falta comentar la situación económica, industrial, etc. que vivimos
en estos momentos). Pero en el caso del patrimonio, los tiempos de desarrollo
teórico, de asentamiento de las bases metodológicas, de la concreción en las
formas, y también, por qué no decirlo, de una supuesta bonanza económica,
no han sido aprovechados para definir unas líneas de actuación coherentes y
con visión de futuro, sino más bien de una utilización de las mismas en pro
de una idea del patrimonio instrumentalizada y con la finalidad de colocar
cada uno “su proyecto”. El “qué hay de lo mío” frente a lo que es lo nuestro.6
La actual situación nos plantea nuevos retos y deben buscarse nuevas formas para definir el papel que podría tener el patrimonio en el desarrollo global de la sociedad, así como para facilitar su valorización y su conservación.
Algunas cuestiones a tener en cuenta podrían ser:
• El conocimiento del entorno social y sus demandas, a partir del cual
poder planificar proyectos que faciliten su uso y la inclusión social,
eliminando barreras, empezando por las de orden intelectual.
• El desarrollo de proyectos basados en el conocimiento, en el estudio
riguroso de la materia sobre la que se quiere actuar.
• La elaboración de proyectos integrales, que concreten las intervenciones teniendo en cuenta la diversidad de necesidades y que partan
de la definición de objetivos precisos, recursos mesurados y formas
comprensibles.
• La optimización de recursos y el desarrollo del trabajo en red y en
colaboración, que facilite y promueva proyectos adecuados, consensuados y útiles. Que evite repeticiones y subsane carencias.
6
Esta visión resultaba “pesimista” y un punto agorera en el marco de las Jornadas, en octubre de
2010. Con posterioridad a las mismas se produjeron las manifestaciones y movilizaciones del
15M de 2011, que han puesto de manifiesto –aunque muchos ya lo percibíamos y defendíamos
desde hace tiempo– la necesidad y la urgencia de plantear cambios estructurales profundos: en
los objetivos generales de nuestra sociedad, en las formas en como se plantea llevarlos a cabo y
en los valores finales que dicha sociedad pretende defender. Unos objetivos, procesos y valores
en los que el patrimonio, también, debería estar implicado.
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•
La interacción, desde el patrimonio hacia la sociedad y desde esta
hacia el patrimonio, facilitando espacios de complicidad y de participación.
El problema, pues, a mi entender radica, fundamentalmente, en los objetivos y en los procesos. No tanto en los conceptos –para los que, seguramente, encontraríamos un amplio consenso- y, quizás más en las formas, aunque
contamos con un conjunto de propuestas bastante amplio, con ejemplos que
funcionan y que son más comprensibles, más cercanos, más activos y abiertos,
y otros que no. Pero en los objetivos y en los procesos y en su consolidación,
presentamos un panorama bastante negativo, en relación al valor y uso del patrimonio y en relación a su participación en el desarrollo de la sociedad actual.
UN CASO CONCRETO
TÁRRACO Y LA UTILIZACIÓN DE SU PATRIMONIO PARA EL
APRENDIZAJE DE LA HISTORIA, PARA LA EDUCACIÓN Y PARA EL
DESARROLLO TERRITORIAL
Un caso paradigmático de nuestro entorno más cercano, en el que se pueden
concretar algunas de las reflexiones hasta aquí expresadas, es el de la ciudad
de Tarragona y su patrimonio arqueológico.
Tarragona –con alrededor de 140.000 habitantes–, capital de provincia,
con una admirable situación geográfica, instalada en un promontorio junto
al Mediterráneo, en el centro de una zona turística consolidada –como es la
Costa Dorada–, con una potente industria química –que ocupa el 20% de la
población activa– y con un importante sector de servicios –administración y
turismo– que emplea a dos tercios de la población, es una ciudad que en el
terreno patrimonial presenta una singularidad importante: el conjunto de
la ciudad romana de Tárraco, declarado Patrimonio Mundial el año 20007
(figura 7).
Cuenta, también, con un importante patrimonio medieval y modernista,
así como un patrimonio natural significativo, en el que destacan sus playas
–de alto valor natural y paisajístico– así como el paisaje de su entorno –el
Camp de Tarragona–, a pesar de la dinámica de transformación, muy intensa,
a la que ha sido sometido a lo largo del tiempo.
7
Esta declaración se concretó, no en el conjunto de la ciudad romana, sino en trece de sus
elementos monumentales. Una cuestión que pone en evidencia una visión restrictiva en
cuanto al compromiso global sobre dicho patrimonio y a la acción que se derive de ello.
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Figura 7. Dibujo hipotético de Tárraco en el siglo II, según F. Tarrats (Dibujo A.
Latre). Una propuesta de iconografía didáctica.
Una ciudad con un urbanismo disperso, en el que conviven barrios muy diversos –social y físicamente–. Un núcleo histórico –que corresponde aproximadamente a la ciudad medieval, surgida de la repoblación a partir del siglo xii–,
amurallado y establecido sobre los restos monumentales de época romana,
unos restos que han marcado históricamente la evolución de la ciudad. La instalación de una refinería petrolera, en los años sesenta del siglo pasado, generó
la creación de barrios obreros, alejados del centro urbano y situados anárquicamente, que han condicionado, también, el urbanismo de la ciudad. Una ciudad
que tiene en su puerto un elemento fundamental para su dinámica económica
y en sus alrededores realidades tan diversas como la comercial ciudad de Reus,
el complejo turístico Salou - Vilaseca - La Pineda - Cambrils, o Port Aventura,
el gigantesco parque de atracciones inaugurado en 1995.
En este contexto, si tuviéramos que señalar uno de los elementos definitorios y singulares de la ciudad de Tarragona sería, sin duda, su patrimonio arqueológico de época romana: Tárraco, base militar durante la Segunda
Guerra Púnica (218-206 a.C.), colonia de derecho romano con Julio César y, a
partir de la remodelación de Augusto de las provincias de Hispania, capital de
la Provincia Hispania Citerior.
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Figura 8. Reflejo en la prensa de la visión negativa sobre el patrimonio arqueológico
en el desarrollo y la evolución de la ciudad basado. Dibujo de Napi, publicado en
Catalunya Sud el 21 de enero de 1987.
Un patrimonio que ha formado parte importante del paisaje urbano y social de la ciudad, desde siempre. Y desde siempre, también, ha formado parte
importante del debate social. Un debate en el que, de momento, no ha conseguido constituirse como uno de los ejes de desarrollo de la ciudad (figura 8).
Comentaremos brevemente algunas de las causas y sus efectos.
En el caso de los elementos declarados Patrimonio Mundial son cuatro las
entidades municipales implicadas (Tarragona, Altafulla, Constantí y Roda de
Barà), tres las administraciones titulares (Ministerio de Cultura, Generalitat
de Catalunya y Ayuntamiento de Tarragona) y dos las gestoras (Departament
de Cultura de la Generalitat de Catalunya, a través del Museu Nacional Arqueològic de Tarragona y Ayuntamiento de Tarragona, a través del Museu
d’Història de Tarragona).
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Existen, además, otras instituciones e instancias relacionadas con dicho
patrimonio arqueológico, en diferentes ámbitos y temáticas, que vienen a
completar el contexto en el que se desarrolla la acción sobre el patrimonio
y su utilización. La variedad de criterios, la falta de consenso, la duplicidad
en las acciones y la falta de una planificación global, hacen que dominen la
indefinición y la improvisación.
Otra cuestión a tener en cuenta es la de su utilización por parte de los ciudadanos. En este aspecto, –como en una gran parte de nuestro patrimonio– no disponemos de estudios rigurosos de público/públicos, de conocimiento de hábitos
en torno al patrimonio, así como de la evaluación de las acciones llevadas a cabo.
Unos datos que deberían ser fundamentales para poder incidir en las programaciones y en la definición de los proyectos. De todos modos, si nos atenemos a los
datos cuantitativos, podemos observar un interés creciente por el patrimonio de
Tárraco. En el caso de los centros gestionados por el Museu d’Història de Tarragona se ha pasado de los 347.748 visitantes del año 1999 a los 576.291 del 2009
(anfiteatro 98.103, Circo-Pretorio 156.443; Murallas 105.298, Foro de la Colonia
22.859; Maqueta de Tárraco 125.699...). En el caso del Museu Nacional Arqueològic de Tarragona se ha pasado de los 19.628 de 1980 a los 113.235 en 2010. Unos
datos que demuestran el interés que dicho patrimonio genera.
En el campo del conocimiento, en los últimos años se han llevado a cabo
un elevadísimo número de intervenciones arqueológicas8, pero casi ninguna
explotación científica de la mayor parte de ellas y menos, todavía, intervenciones significativas para su difusión y utilización social. En este aspecto tampoco existe una planificación. La investigación arqueológica viene definida
–en su gran mayoría– por las necesidades de la planificación (por definirla de
alguna manera) urbanística y ésta –a pesar de contar con un marco legal de
protección del patrimonio histórico, que permitiría una labor de valorización
del mismo– se limita en su gran mayoría a “cumplir el expediente”, buscando
las soluciones más favorables para los intereses de la promoción urbanística, en las que el patrimonio interfiera lo menos posible9. Casos como el del
8
De 1982 al 2007 se han efectuado en el término municipal de Tarragona un total de 1.342 intervenciones
arqueológicas (excavaciones, seguimientos de obras, adecuaciones o documentaciones). Escasas
publicaciones, informes y memorias de calidad desigual y una ingente cantidad de material
esperando su estudio es el resultado de una falta de proyecto, planificación y objetivos evidente.
9
No es nuestro objetivo hacer un repaso de las vicisitudes por las que ha pasado el patrimonio arqueológico tarraconense, ni sobre las decisiones –o la falta de ellas–, que le han llevado hasta la actual
situación. Para tener un balance de la misma: Dupré, 1983; Miró, 1997; Mar y Ruiz de Arbulo, 1999.
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Patrimonio arqueológico, aprendizaje de la historia y educación
Figura 9. Estado a día de hoy de la “reserva arqueológica” producida por la actividad urbanística del PERI Jaume I-Tabacalera. Un ejemplo de actuación parcial y sin
ningún valor y significado para la recuperación del patrimonio de Tárraco.
complejo comercial Eroski-Parc Central, el desarrollo del PERI Jaume I-Tabacalera (figura 9) o la más reciente intervención de reforma en el sector del
Mercado Central en el corazón del centro contemporáneo de la ciudad, junto
al Foro de la Colonia de Tárraco, demuestran que el papel que se le otorga
al patrimonio, como elemento de desarrollo, de identidad, de formación e
incluso de sentimiento colectivo en el proyecto global de la ciudad es, en el
mejor de los casos escaso, cuando no, inexistente.
No se puede obviar, sin embargo, que son muchas las iniciativas que se
han ido desarrollando en el entorno del patrimonio Arqueológico de Tárraco desde las diferentes instituciones. Unas con objetivos y planteamientos
más coherentes, abiertos, participativos y de futuro. Otras más coyunturales
y oportunistas, que han acabado sin aportar un valor significativo.
Por poner un ejemplo, desde el Museu Nacional Arqueològic de Tarragona –el más antiguo de Cataluña en su especialidad– se trabaja, partiendo de
unas infraestructuras obsoletas y pendientes siempre de actualización, con
los proyectos aparcados sine die, con una voluntad de desarrollar su labor
desde una óptica integral, como espacio para la memoria, para el conocimien-
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to, para la formación, para el debate, para el placer y para el ocio. Una labor
–fundamentada en el conocimiento– que tiene en su proyecto educativo uno
de los ejes de su programación. Bajo el lema de “Un viaje a la cultura romana”,
dicho proyecto parte del convencimiento del valor educativo de los museos,
de la responsabilidad de poner en contacto a la sociedad con las fuentes directas de la Historia –el patrimonio del que es responsable–, así como de la
voluntad de implicar a la sociedad en su uso y valoración. Un proyecto10 que
se ha ido concretando mediante propuestas muy diversas: exposiciones temporales, audiovisuales, iconografía didáctica, itinerarios, talleres, actividades
de reconstrucción histórica, clubs de lectura… (Sada, 1992; Sada, 2009), unas
propuestas entre las que destacan los talleres, que se desarrollan en los diferentes espacios patrimoniales que dependen de la institución, con interesantes materiales de mediación entre el patrimonio y los diferentes grupos que
se acercan hasta él. Unas propuestas y unos materiales que intentan paliar los
carencias infraestructurales y didácticas de las instalaciones permanentes de
dichos espacios (figura 10).
Otro elemento interesante entre dichas propuestas es el festival Tarraco
Viva –pensado en sus inicios para fomentar la complicidad de los ciudadanos
en la candidatura presentada por el Ayuntamiento de Tarragona para obtener
la declaración de Tárraco como Patrimonio Mundial– que, en sus sucesivas
ediciones, se ha convertido en una de las referencias obligadas en relación a
los certámenes de reconstrucción histórica. Con muchos aspectos positivos
en cuanto al concepto y a las posibilidades de difusión de la historia y del
patrimonio, quizás debería haber una reflexión profunda en relación a la estructura, al número de actividades y, en especial, a los aspectos participativos
de la población, ya que “Tarraco Viva se presenta ante todo como una fiesta
de reconstrucción histórica y la participación de la población queda bastante
reducida al papel clásico de usuaria/espectadora de la fiesta, es ante todo una
fiesta de la contemplación y no de la participación, el protagonismo lo tienen
los diferentes grupos de recreación histórica que representan sus escenificaciones en el marco de la fiesta temática” (Andreu, 2007: 84).
Un tema que nos enlaza con la necesidad de valorar, también, la cuestión
del turismo cultural. Replantear lo que se entiende por turismo, por cultura
y por patrimonio. Teniendo en cuenta el rol de estos conceptos en las expec10
Este proyecto recibió en el año 2004 el Primer Premio Innova de Expodidáctica en la categoria
de servicios para la educación.
170
[page-n-19]
Patrimonio arqueológico, aprendizaje de la historia y educación
Figura 10. Algunos elementos de mediación y actividades educativas desarrolladas en el proyecto “MNAT. Un viaje a la cultura romana”, desde el Museu Nacional
Arqueològic de Tarragona.
171
[page-n-20]
PILAR SADA CASTILLO
tativas culturales del ciudadano, situándolo en las actuales expectativas y en
su futuro. Bondad de proyectos de ocio cultural que logran armonizar valores e intereses económico, social y cultural. Planteados desde la óptica de la
globalidad, pero teniendo como referencia el desarrollo territorial próximo y
su influencia en la mejora social del entorno. En este sentido hay mucho por
hacer. 11 La creación del Consorcio constituido en julio de 2009 para el Plan de
competitividad Turística de la Tárraco romana, ha abierto una nueva línea de
acción, que habrá que ver qué deriva toma y cuáles son sus frutos.
Como en casi todas las cosas, la acción sobre el patrimonio de Tárraco –al
que nos estamos refiriendo– muestra aspectos positivos y también negativos.
Entre los primeros, la existencia de una demanda, de un interés por parte de
la ciudadanía; la concreción de algunos proyectos parciales con espíritu integral; la existencia de proyectos significativos en el ámbito de la educación y de
la comunicación y la voluntad por parte de algunas instituciones y responsables de buscar complicidades y proyectos de confluencia. Entre los negativos:
la falta de un plan director de actuación integral en el que se contemplen todos los aspectos derivados de una acción sobre el patrimonio: investigación,
conservación, presentación, comunicación, difusión, educación; la falta de
una gestión coordinada; la existencia, a causa de esta falta de coordinación,
de duplicidades, superposiciones y, a la vez, graves carencias.
Lamentablemente persiste un enorme vacío en lo que se refiere a las cuestiones de planeamiento, programación, definición del marco general –las
más imprescindibles– y su asunción real por parte de la sociedad que las impulsa, así como la dotación de los recursos necesarios para llevarlas a cabo.
Llenar dicho vacío es fundamental si se quiere avanzar en la valoración del
patrimonio y en el desarrollo de un papel activo del mismo (Tarrats, 1986).
El caso del patrimonio arqueológico de Tarragona, aunque no único, es
paradigmático. En este sentido y como ejemplos esperanzadores podríamos
hablar de algunos casos, también cercanos, en los que la actuación sobre el
patrimonio arqueológico ha derivado de los postulados más arriba señalados
como imprescindibles: planificación, definición y programación de acciones
coherentes y significativas. Por poner dos ejemplos, el caso del patrimonio
arqueológico de Cartagena, auténtico motor de renovación y desarrollo de la
ciudad, o el de “La ruta romana” de la ciudad de Astorga, más humilde, pero
coherente y de un gran valor social.
11
Una reflexión sobre estos conceptos en Prats, 2003.
172
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Patrimonio arqueológico, aprendizaje de la historia y educación
COMO RESUMEN
A lo largo de esta sucinta reflexión y, en especial, a través de las diferentes
aportaciones desarrolladas en el conjunto de las Jornadas, ha podido apreciarse una gran cantidad de propuestas, ejemplos y realizaciones que en los
últimos años se han desarrollado en torno al patrimonio, con algunos ejemplos útiles y significativos y con muchos por evaluar, para poder proceder a
reconsiderar su propia existencia, viabilidad y adecuación. En este sentido es
significativo el comentario de uno de los ponentes en relación a la proporción
de espacios patrimoniales sobre los que se ha actuado en los últimos tiempos, invirtiendo recursos y desarrollando equipamientos y propuestas, que,
al cabo de tres, cinco años, no han tenido la continuidad que se les suponía.
En este contexto falta, fundamentalmente, la definición de políticas culturales, en las que el patrimonio como conjunto de bienes que conforman
nuestra memoria, que son colectivos y que tienen en la colectividad su argumento y proyección, debiera ocupar un lugar destacado como un espacio
donde asentar las bases de un desarrollo equilibrado, igualitario y de futuro.
Con posterioridad a la celebración de estas Jornadas, en las que podían apreciarse posiciones diversas –entre las más cercanas al “negocio” del y sobre el patrimonio hasta las más proclives a buscar (utilizando los recursos más variados)
nuevos caminos, más cercanos a una museología “concienciadora”– se han publicado unas reflexiones en torno a este concepto que resumen de una manera
muy acertada alguna de las ideas que se han intentado reflejar en estas páginas:
la necesidad de hacer del patrimonio un elemento útil para la sociedad de hoy:
“Más allá de la clásica interpretación de colecciones y de las exposiciones por
medios renovados respetuosos de la cultura de los habitantes y de los visitantes,
el museo puede (y debe) utilizar su lenguaje (el del objeto y de la exposición) y
los recursos patrimoniales de su territorio para contribuir a resolver ciertos problemas del mundo actual” (Varine, 2010: 16). Unas reflexiones lejanas a las contenidas en otras propuestas que se cuestionan “hasta qué punto el ocio cultural
que se puede ofrecer desde el museo” –reflexionando en este caso sobre el papel
de los museos locales en la actualidad– “ha de ser un servicio que la sociedad
debe ofrecer a todos los ciudadanos como un derecho más o, por el contrario,
debe formar parte de los productos que libremente ofrece el mercado y que los
ciudadanos adquieren en función de su interés o de su capacidad adquisitiva”
(Santacana y Llonch, 2008: 230). Un cuestionamiento que responde a un proceso de mercantilización del discurso y de la función de los museos desarrollado
173
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PILAR SADA CASTILLO
en los últimos años, que ha avanzado con fuerza y que recientemente continúa
percibiéndose en algunos ámbitos y del cual ya hace tiempo alertaban algunos
profesionales (Alcalde, 2000) y en el que “la turistización” de nuestros museos
puede acabar imponiéndose al modelo de museo implicado más genéricamente
en el desarrollo socio-comunitario, que no se mide exclusivamente en función
del consumo. La clave en este caso se encuentra en buscar fórmulas para compaginar el papel del museo en el desarrollo económico y turístico sin renunciar
a sus funciones sociales (García Hermosilla, 2008: 93).
Una cuestión de objetivos, de acentos y de definición de procesos, en los
que el patrimonio podría y debería constituirse en un elemento fundamental
para el desarrollo territorial y en el ideario de los cuales las finalidades educativas, de formación personal y de colaboración en un desarrollo social equilibrado, democrático y participativo deberían ocupar un lugar preeminente.
Una visión comprometida del patrimonio en una época de desconcierto y
de carencia de programas, en la que que, los que nos dedicamos a él, podríamos
(o deberíamos) desempeñar una papel fundamental en el sentido que ya hace
tiempo señalaba el profesor Fontana, refiriéndose al papel de la enseñanza de
las ciencias sociales: “Por desconcertados que podamos sentirnos, sabemos que
nuestra obligación es ayudar a que se mantenga viva, al menos, la capacidad
de nuestras generaciones para razonar, preguntar y criticar, mientras, entre todos, rehacemos los programas para una nueva esperanza y evitamos que, con
la excusa del fin de la historia, lo que nos frenen sean nuestras posibilidades de
cambiar el presente y de construir un futuro mejor” (Fontana, 1992: 122).
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PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO
APRENDIZAJE DE LA HISTORIA Y EDUCACIÓN
Pilar Sada Castillo
Sobre el concepto de educación patrimonial y sobre la importancia del patrimonio para el conocimiento y el aprendizaje de la historia, así como sobre
su metodología y formalizaciones, se ha producido en los últimos 20 años en
nuestro entorno más inmediato un numeroso y significativo cuerpo teórico,
desarrollado, entre otros, por algunos de los participantes en estas jornadas
(Ballart, 1997; Belarte et al., 2002; Calaf y Fontal, 2004; Fontal, 2003; Henson,
2004; Merriman, 2004; Ruiz Zapatero, 1998; Santacana y Serrat, 2005; VV.AA,
2004).
Más, pues, que una revisión sobre los conceptos que se citan en el título de
esta ponencia, las líneas que siguen a continuación quieren ser una reflexión
sobre el papel y la implicación que deberían o podrían tener dichos conceptos
en una gestión del patrimonio desde y para el momento actual. Intentando
responder a algunas de las cuestiones que los organizadores de estas Jornadas
han planteado, entre ellas, cómo debe el museo integrar el nuevo paradigma
en su función social de difusión y educación, cómo incorporar los diversos
intereses sociales a la presentación de los restos del pasado y en qué medida
puede cooperar el museo con otros agentes en la conservación del territorio
y en el desarrollo local.
Algunas de las posibles respuestas podrían hallarse en acciones que contemplaran el patrimonio como un elemento significativo de conocimiento,
de dinamización socio-económica, de cohesión y equilibrio territorial, de
mejora social, teniendo como uno de sus principales objetivos la educación.
Una acción en la que el patrimonio debe sentirse, también, responsable y
para la cual debe estar disponible.
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PILAR SADA CASTILLO
PATRIMONIO
EDUCACIÓN, CIUDADANÍA Y CULTURA
Aunque en el título de la ponencia la educación aparece en el último lugar, parece indicado empezar por las cuestiones que pueden incidir en
los objetivos educativos de las acciones que pueden desarrollarse desde el
patrimonio.
Nos encontramos en un mundo complejo, incierto, cada vez más global, más interdependiente, que con el efecto de las nuevas tecnologías
para la información y la comunicación se acelera cada vez más. En este
mundo complejo e incierto, convendría plantearse cómo debería entenderse la educación. Seguramente, debería serlo como la acción de formar
personas con interés de conocer, de informarse con capacidad para poder
escoger, desarrollar un pensamiento crítico y analizar la realidad desde
valores como la solidaridad, la justicia, la interculturalidad. Debería desarrollarse la dimensión ética y política de lo educativo. Educar hoy debería significar “trabajar los entornos emocionales, la profundidad política,
la educación para la ciudadanía global”1. Enseñar a hacerse preguntas. En
algunos entornos educativos se valora más las respuestas que las preguntas, cuando lo verdaderamente difícil es saber preguntar, más que saber
responder.
Tenemos en nuestra sociedad una hiperinformación. Disponemos
de mucha información, pero comprendemos poco. Somos una sociedad
multimediática. Disponemos de una gran diversidad de medios para hacer llegar los conocimientos. Muchas veces se concentra la educación en
la técnica y se deja de lado la ética. Una cuestión que no invalida la necesidad de manejar los diferentes medios que actualmente están a nuestro
alcance para facilitar la comprensión, para transmitir conocimiento, para
educar.
En este entorno, ¿cómo recuperar o desarrollar el sentido de la educación?
¿Cómo utilizar los diferentes medios e instrumentos de que disponemos para
educar de una manera integral, no instrumental? ¿Cómo colaborar desde la
acción sobre el patrimonio en el objetivo de formar personas y facilitar la
comprensión del mundo que vivimos?
1
Así lo señala Carlos Aldana en su documento De Freire a la Educación para la Ciudadanía
Global. Curso Educar para la Ciudadanía Global. Intermón Oxfam de marzo 2007.
154
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Patrimonio arqueológico, aprendizaje de la historia y educación
Con relación a la educación se plantea otro elemento significativo: la defensa de la necesidad de contemplarla como un eje central de desarrollo de
las personas, no como una fase temporal de las mismas. El conocimiento, la
formación deben ser actualizados constantemente y no podemos quedarnos
en la idea de una educación que se inicia a los tres años y se acaba a los dieciséis, a los veintidós, a los treinta…
Estas cuestiones influyen, o deberían influir, en la labor que debe realizarse desde los museos y desde el patrimonio en general. Como referentes
culturales deben responder a una necesidad que ya es explícita: el aprendizaje de la ciudadanía a lo largo de toda la vida y el cambio radical de perspectiva que ello implica.
No es una novedad decir que en los últimos tiempos el patrimonio se
ha convertido en un espacio privilegiado para el desarrollo de la cultura y
la educación de la ciudadanía. La educación, asimismo, es una de las funciones y objetivos –junto con un compromiso– señalados como prioritarios
e irrenunciables para una gran parte de los profesionales que trabajan en el
entorno patrimonial.
A pesar de ello y en general, estamos lejos de tener en el patrimonio –y en el
caso de reflexión que plantean estas jornadas, específicamente en el arqueológico– un instrumento fundamental de desarrollo socio-cultural. Salvo honrosas
excepciones, la mayor parte de las propuestas adolecen de proyectos integrales, en
los que se contemplen las diversas necesidades y cuestiones a considerar: sobre la
sociedad, sobre el propio patrimonio (investigación, conservación, presentación,
comunicación, educación...), así como sobre el territorio de contexto.
En un mundo globalizado, en continuo cambio, en un momento de crisis,
con una sociedad multicultural, con la incidencia de las nuevas tecnologías,
el patrimonio y sus gestores no pueden –ni deben– quedarse al margen a la
hora de buscar nuevas fórmulas de desarrollo y progreso, definiendo acciones
y proyectos sobre el patrimonio que tiendan a fortalecer la diversidad cultural
y la integración social (figura 1).
Unas acciones que deberían partir del análisis y la reflexión sobre la situación de las relaciones entre el patrimonio y los museos y las políticas culturales. Análisis que debe tener en cuenta a la sociedad y su participación y
que debe buscar soluciones a las cuestiones que plantea la sociedad actual:
globalización, diversidad cultural, diversidad identitaria, sostenibilidad, desarrollo local... Pasando de la teoría a la práctica.
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PILAR SADA CASTILLO
Figura 1. Cada visitante es portador de una cultura, de conocimientos, de códigos
de interpretación, que deben tenerse en cuenta para crear la conexión entre éste y el
patrimonio que se le presenta.
LA HISTORIA: CENTRO DE INTERÉS PARA LA FORMACIÓN Y EL
APRENDIZAJE. EL PATRIMONIO: FUENTE DEL CONOCIMIENTO
HISTÓRICO
En este esquema, ¿por qué la historia y su conocimiento son, pueden o deberían ser un instrumento fundamental para la formación personal?
Cicerón decía de la historia que es “maestra de la vida” y el profesor Fontana (Fontana, 1992: 123)2 destacaba: “Que la historia sea importante para
comprender el mundo nos lo dicen cada día científicos de otros campos y
lo demuestran los gobiernos, cuando se esfuerzan en transmitir sus propias
‘visiones de la historia’ a los ciudadanos mediante festivales y conmemoraciones en los que se malbaratan unos recursos que a menudo se escatiman en los
programas de asistencia social (y, naturalmente, en los de una investigación
histórica que no esté dirigida a dar soporte a estos festivales)”, significando
2
Publicado en 1992, el libro del profesor Fontana contiene acertadísimos análisis, muy útiles
para la actual situación. Entre otras muchas interesantes reflexiones señalaba el papel de los
banqueros en las crisis que nos azotan (Fontana, 1992: 109).
156
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Patrimonio arqueológico, aprendizaje de la historia y educación
que “entre las ciencias sociales, la historia tiene el privilegio de ser la más
próxima a la vida cotidiana y la única que abraza todo lo que es humano en
su globalidad. Es también aquella que, cuando se lo propone, tiene la virtud
de ser la mas inteligible para un mayor número de receptores de su mensaje”. Concluía el profesor Fontana con una recomendación, que se nos plantea
como absolutamente vigente: “Vale la pena, en consecuencia, que nos esforcemos en recoger de tierra este espléndido instrumento de conocimiento y
crítica que se nos ha confiado, y que nos pongamos conjuntamente a repararla y a ponerla a punto para poder afrontar un futuro difícil e incierto”.
Para poder navegar en el complejo mundo actual el ciudadano necesita
información histórica que le permita conocer los antecedentes del presente,
para poder decidir con mayor conocimiento y racionalidad.
El manifiesto firmado por los participantes en el Seminario Internacional
de Didáctica de la Historia celebrado en Barcelona en 2007 reivindicaba este
“valor social y educativo del conocimiento histórico y la necesidad de profundizar en la innovación y en la investigación didáctica de esta disciplina”,
afirmando que “el aprendizaje de la Historia es una pieza importante en la
construcción de una ciudadanía con criterio propio, que comprenda críticamente su propia identidad y la pueda contextualizar en un mundo global”.3
Como afirmaba el profesor Joaquim Prats, “la Historia es cada vez más
necesaria para formar personas con criterio y con una visión lo más fundada
posible de un mundo desbocado y lleno de incertidumbres”.4
Es por ello que uno de los factores más importantes en el aprendizaje de
la historia es saber como podemos conocerla, a través de que elementos, y de
que manera estos elementos nos permiten explicarla, más que la misma explicación de un hecho o periodo concreto de la historia. Trabajar a partir de las
fuentes, conocer su naturaleza, saber analizarlas, obtener información, interpretarlas. Acercarnos a la historia a partir de las fuentes, de una manera crítica,
no dogmática.
La historia es una ciencia que tiene en el patrimonio la fuente más directa
de conocimiento y en su didáctica un campo muy significativo para la innovación de su enseñanza-aprendizaje. Si se prescinde de enseñar la historia
3
Manifiesto. Taula d’Història. Seminari Internacional de Didàctica de la Història. Barcelona.
Julio 2007.
4
Entrevista. Joaquín Prats Cuevas. Catedrático de Didáctica de la Historia de la Universidad de
Barcelona. Escuela, núm. 3753. 21 de junio de 2007.
157
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PILAR SADA CASTILLO
mediante las fuentes se olvida que no es posible aprenderla sin conocer su
método de análisis (Hernàndez, 1998).
En este sentido, la arqueología –como ciencia que se basa en el conocimiento de los humanos a través de sus productos materiales y de restos de su
actividad– y el patrimonio arqueológico tienen un potencial inmenso. Como
señalaba Joan Santacana ya hace unos años, refiriéndose a la utilidad de la arqueología como recurso didáctico, “a ningún educador se le escapa la utilidad
didáctica de una disciplina que se basa en el análisis de los objetos materiales,
concretos” (Santacana, 1999: 64), y a su método, que no es otra cosa que la
aplicación del método hipotético-deductivo. En el sistema educativo formal,
el patrimonio debería convertirse en un instrumento fundamental (figura 2).
Los museos –el patrimonio en sentido amplio– son, o deberían ser, espacios de cultura y conocimiento, con un papel fundamental para la educación.
Son contenedores de conocimiento y deberían ser un extraordinario recurso
didáctico.
LOS MUSEOS Y EL PATRIMONIO EN EL SIGLO XXI:
ESPACIOS PARA LA EDUCACIÓN
En el campo de los museos –del patrimonio en general– venimos de una
época en la que se han definido unos nuevos principios de actuación en
los que la democracia cultural, la comunidad, el territorio, la concienciación, el sistema abierto e interactivo, el diálogo entre sujetos y la multidisciplinariedad han significado una fuerte sacudida a los cimientos de
la museología y del patrimonio cultural, modificando las bases sobre las
que se asentaban la museología tradicional o convencional o el patrimonio
histórico-artístico.
La asunción de esos principios –al menos nominalmente– está ampliamente extendida dentro de los campos patrimonial y museístico, aunque la
praxis museística y patrimonial está bastante lejos de aquella teoría. Unos
principios que, sometidos a crítica, siguen siendo válidos, actualizándolos a
los tiempos que corren.
Unos tiempos que son de crisis, y que vienen acompañados de grandes
cambios, en los que el planteamiento sobre el patrimonio y su papel no pueden quedar al margen de esta realidad, deben ser reconsiderados. Los museos en particular –la acción sobre el patrimonio, en un ámbito más general–,
deben servir para difundir los derechos educativos y culturales entre la ciu-
158
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Patrimonio arqueológico, aprendizaje de la historia y educación
Figura 2. “Objectiu neolític”. Aula de experimentación didáctica del Parque Arqueológico de las Minas Neolíticas de Gavà (Barcelona).
dadanía, buscando implicar un máximo de sectores sociales en la iniciativa
educativa y cultural.
Se confunde muchas veces cultura/educación con mercado. En la acción
sobre el patrimonio, sobre los museos, se ha puesto un acento especial sobre
la gestión (entendida, también y fundamentalmente, desde los resultados
económicos). Evidentemente la gestión es básica, es fundamental, pero el
aspecto más relevante son, o deberían ser, los objetivos de dicha gestión y,
entre estos, la educación debería tener un lugar destacado. La gestión eficaz,
en todo caso, debe darse por añadidura.
Cuestión de objetivos y de acentos y según sean estos, una u otra elección a
la hora de definir los nuevos retos sobre el papel del patrimonio en el desarrollo
global de la sociedad, así como para facilitar su valorización y su conservación.
¿Qué se puede promover desde los museos, desde el patrimonio, para desarrollar esta vía?
• Cooperación (trabajo en red). El patrimonio no tiene todas las claves,
debe cooperar con otros agentes.
159
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PILAR SADA CASTILLO
•
•
•
•
Interacción (del patrimonio hacia la sociedad / de la sociedad hacia
el patrimonio) con una gran carga de humildad en el desarrollo de
nuestro trabajo.
Participación. Desarrollar la implicación social. Desde el patrimonio
existe una responsabilidad de acción. Hay que buscar la colaboración,
la implicación de la sociedad (Arrieta, 2008 y 2009).
Accesibilidad. Plantearse cuestiones tan necesarias y básicas como
la accesibilidad, las desigualdades, las cuestiones de género. Temas
todos ellos que no pueden quedar al margen al actuar sobre el patrimonio. En este sentido, el territorio es el escenario natural de todas
aquellas acciones de reconversión del sector patrimonial, desde productos patrimoniales clásicos con finalidades exclusivamente simbólicas a verdaderos servicios públicos de calidad dirigidos al conjunto
de los ciudadanos (Vicente, 2005: 135).
Coherencia y sostenibilidad. Necesidad de favorecer infraestructuras
adecuadas. Ello quiere decir, derivadas de planes directores, consensuadas, mesuradas. Hemos asistido en los últimos tiempos al desarrollo de grandes infraestructuras, muchas veces sin programa, sin proyecto, otras con una dimensión desmesurada, o que plantean problemas de mantenimiento, de gestión, pero, también de implicación social –aunque mediáticamente puedan tener una gran influencia– y que
acaban muchas veces generando grandes desequilibrios territoriales.
En nuestro entorno más cercano, desde finales de los 80 y con aceleración
en los últimos años se han llevado a cabo una serie de proyectos en torno al
patrimonio que, entre otros aspectos, han planteado la necesidad de acercar el patrimonio al conjunto de la sociedad, de hacerlo comprensible. En el
campo del patrimonio arqueológico podríamos señalar la evolución en los
equipamientos museísticos, desde el Museo Nacional de Arte Romano de
Mérida –inaugurado en 1986– hasta el nuevo Museo de la Evolución Humana
de Burgos, inaugurado “regiamente” en julio de 2010 en Burgos, derivado del
fenómeno Atapuerca (figura 3).
Tenemos, de todos modos, pocos estudios sobre la real incidencia de los
proyectos en los públicos y su utilidad5. Cuestión que debería ser fundamental. La mesura de la bonanza de un proyecto se queda muchas veces en sus
5
Algunas excepciones significativas, como el estudio realizado por Clara Masriera (2009).
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Patrimonio arqueológico, aprendizaje de la historia y educación
Figura 3. El Museo de la Evolución Humana de Burgos, uno de los últimos equipamientos en torno a la difusión del patrimonio arqueológico.
números e incluso cuando estos números no cuadran con las expectativas,
que, en realidad, eran el principal objetivo, no existe una revisión de los conceptos –si es el caso– ni de las formas –muchas veces poco acordes con la
realidad y la necesidad de intervención sobre dicho patrimonio.
La necesidad, pues, de adecuar objetivos, recursos y formas es fundamental si lo que se pretende es realizar proyectos que puedan tener un uso y
una utilidad coherente, que cubra las diferentes necesidades en torno al patrimonio. Evaluar dichos proyectos y corregir o variar las propuestas en ellos
contenidas para poder avanzar en la formulación y aplicación de propuestas
En el terreno de los programas no permanentes se han venido realizado,
también, propuestas –en general con costes astronómicos– que, en una gran
parte, no han generado ni conocimiento, ni formación, ni una mejor presentación y valoración del patrimonio y que no han colaborado en la transformación o mejora significativa de los entornos en los que estos proyectos
se han desarrollado. El formato de la “magna exposición”, a honra y gloria
del comisario/comisaria de turno o de la institución/empresa promotora, ha
disfrutado en los tiempos más recientes de un gran predicamento, sin ser
prácticamente cuestionada dicha práctica. Proyectos inútiles que, podríamos
decir, “han caído en saco roto” (figura 4). Frente a este tipo de propuestas,
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PILAR SADA CASTILLO
Figura 4. La exposición “SPQR. Roma”, presentada en el Canal Isabel II de Madrid,
es un ejemplo de exposición inútil. Un “hipermercado” romano sin ningún tipo de
objetivo educativo, didáctico o de difusión.
otras más modestas, pero con una voluntad didáctica y educativa, y con unos
procesos de elaboración y desarrollo participativos. Como ejemplo la exposición sobre arqueología y género “Les dones a la prehistòria”, un proyecto del
Museu de Prehistòria de Valencia –organizador de estas jornadas– en la que
se ponía de relieve el papel social, económico y cultural que tuvo la mujer a lo
largo de la prehistoria, analizando las relaciones, trabajos y actividades que
la hacen visible y protagonista de un periodo fundamental de la historia. Una
ocasión para acercarse a las últimas corrientes de la investigación, así como
una oportunidad para la educación en la igualdad. Una exposición itinerante
que tenía en el territorio, también, uno de sus objetivos de vinculación prioritarios (figura 5).
Frente a los macro-proyectos –esa macro-museología muchas veces inútil– sería necesario dirigir los pasos hacia un concepto más próximo a una
“micro-museología” –tan ambiciosa como se quiera, pero ligada al sentido
común–, una museología de proximidad, con proyectos definidos y ligados
a realidades y objetivos culturales, sociales y económicos concretos y evaluables en y para un territorio preciso.
Es cierto, también, que en los últimos años se han producido, en
torno al patrimonio –y, en particular, al patrimonio arqueológico– una
gran cantidad de propuestas –algunas de ellas significativas–, realiza-
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Patrimonio arqueológico, aprendizaje de la historia y educación
Figura 5. Exposición “Mujeres en la Prehistoria”, presentada en el Museu Nacional
Arqueològic de Tarragona.
Figura 6. La utilización de las nuevas tecnologías deben tener como objetivo mejorar y facilitar la comprensión del patrimonio. Un ejemplo sencillo e interesante es la
propuesta del Museo de Badalona para el “Jardín de Quinto Licinio”.
das a partir de una diversificación de formatos –con voluntad didáctica
introduciendo conceptos de interpretación, interactividad, multidisciplinariedad, innovación– y con la aportación de las nuevas tecnologías
(figura 6) –sobre las que no deberíamos perder de vista que su uso es un
medio, no un fin– que podría inducir a pensar que la acción generalizada
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PILAR SADA CASTILLO
sobre el patrimonio es alentadora, o como mínimo, que las líneas básicas de actuación sobre el mismo están trazadas y lo hacen en la buena
dirección.
¿Por qué, entonces, la valoración sobre la actualidad del patrimonio, su
utilización para la educación y su papel dentro de las políticas culturales presenta, a mi entender, una situación claramente negativa? Seguramente sea el
reflejo de una situación más general, que ha afectado y afecta a otros ámbitos
(no hace falta comentar la situación económica, industrial, etc. que vivimos
en estos momentos). Pero en el caso del patrimonio, los tiempos de desarrollo
teórico, de asentamiento de las bases metodológicas, de la concreción en las
formas, y también, por qué no decirlo, de una supuesta bonanza económica,
no han sido aprovechados para definir unas líneas de actuación coherentes y
con visión de futuro, sino más bien de una utilización de las mismas en pro
de una idea del patrimonio instrumentalizada y con la finalidad de colocar
cada uno “su proyecto”. El “qué hay de lo mío” frente a lo que es lo nuestro.6
La actual situación nos plantea nuevos retos y deben buscarse nuevas formas para definir el papel que podría tener el patrimonio en el desarrollo global de la sociedad, así como para facilitar su valorización y su conservación.
Algunas cuestiones a tener en cuenta podrían ser:
• El conocimiento del entorno social y sus demandas, a partir del cual
poder planificar proyectos que faciliten su uso y la inclusión social,
eliminando barreras, empezando por las de orden intelectual.
• El desarrollo de proyectos basados en el conocimiento, en el estudio
riguroso de la materia sobre la que se quiere actuar.
• La elaboración de proyectos integrales, que concreten las intervenciones teniendo en cuenta la diversidad de necesidades y que partan
de la definición de objetivos precisos, recursos mesurados y formas
comprensibles.
• La optimización de recursos y el desarrollo del trabajo en red y en
colaboración, que facilite y promueva proyectos adecuados, consensuados y útiles. Que evite repeticiones y subsane carencias.
6
Esta visión resultaba “pesimista” y un punto agorera en el marco de las Jornadas, en octubre de
2010. Con posterioridad a las mismas se produjeron las manifestaciones y movilizaciones del
15M de 2011, que han puesto de manifiesto –aunque muchos ya lo percibíamos y defendíamos
desde hace tiempo– la necesidad y la urgencia de plantear cambios estructurales profundos: en
los objetivos generales de nuestra sociedad, en las formas en como se plantea llevarlos a cabo y
en los valores finales que dicha sociedad pretende defender. Unos objetivos, procesos y valores
en los que el patrimonio, también, debería estar implicado.
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•
La interacción, desde el patrimonio hacia la sociedad y desde esta
hacia el patrimonio, facilitando espacios de complicidad y de participación.
El problema, pues, a mi entender radica, fundamentalmente, en los objetivos y en los procesos. No tanto en los conceptos –para los que, seguramente, encontraríamos un amplio consenso- y, quizás más en las formas, aunque
contamos con un conjunto de propuestas bastante amplio, con ejemplos que
funcionan y que son más comprensibles, más cercanos, más activos y abiertos,
y otros que no. Pero en los objetivos y en los procesos y en su consolidación,
presentamos un panorama bastante negativo, en relación al valor y uso del patrimonio y en relación a su participación en el desarrollo de la sociedad actual.
UN CASO CONCRETO
TÁRRACO Y LA UTILIZACIÓN DE SU PATRIMONIO PARA EL
APRENDIZAJE DE LA HISTORIA, PARA LA EDUCACIÓN Y PARA EL
DESARROLLO TERRITORIAL
Un caso paradigmático de nuestro entorno más cercano, en el que se pueden
concretar algunas de las reflexiones hasta aquí expresadas, es el de la ciudad
de Tarragona y su patrimonio arqueológico.
Tarragona –con alrededor de 140.000 habitantes–, capital de provincia,
con una admirable situación geográfica, instalada en un promontorio junto
al Mediterráneo, en el centro de una zona turística consolidada –como es la
Costa Dorada–, con una potente industria química –que ocupa el 20% de la
población activa– y con un importante sector de servicios –administración y
turismo– que emplea a dos tercios de la población, es una ciudad que en el
terreno patrimonial presenta una singularidad importante: el conjunto de
la ciudad romana de Tárraco, declarado Patrimonio Mundial el año 20007
(figura 7).
Cuenta, también, con un importante patrimonio medieval y modernista,
así como un patrimonio natural significativo, en el que destacan sus playas
–de alto valor natural y paisajístico– así como el paisaje de su entorno –el
Camp de Tarragona–, a pesar de la dinámica de transformación, muy intensa,
a la que ha sido sometido a lo largo del tiempo.
7
Esta declaración se concretó, no en el conjunto de la ciudad romana, sino en trece de sus
elementos monumentales. Una cuestión que pone en evidencia una visión restrictiva en
cuanto al compromiso global sobre dicho patrimonio y a la acción que se derive de ello.
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Figura 7. Dibujo hipotético de Tárraco en el siglo II, según F. Tarrats (Dibujo A.
Latre). Una propuesta de iconografía didáctica.
Una ciudad con un urbanismo disperso, en el que conviven barrios muy diversos –social y físicamente–. Un núcleo histórico –que corresponde aproximadamente a la ciudad medieval, surgida de la repoblación a partir del siglo xii–,
amurallado y establecido sobre los restos monumentales de época romana,
unos restos que han marcado históricamente la evolución de la ciudad. La instalación de una refinería petrolera, en los años sesenta del siglo pasado, generó
la creación de barrios obreros, alejados del centro urbano y situados anárquicamente, que han condicionado, también, el urbanismo de la ciudad. Una ciudad
que tiene en su puerto un elemento fundamental para su dinámica económica
y en sus alrededores realidades tan diversas como la comercial ciudad de Reus,
el complejo turístico Salou - Vilaseca - La Pineda - Cambrils, o Port Aventura,
el gigantesco parque de atracciones inaugurado en 1995.
En este contexto, si tuviéramos que señalar uno de los elementos definitorios y singulares de la ciudad de Tarragona sería, sin duda, su patrimonio arqueológico de época romana: Tárraco, base militar durante la Segunda
Guerra Púnica (218-206 a.C.), colonia de derecho romano con Julio César y, a
partir de la remodelación de Augusto de las provincias de Hispania, capital de
la Provincia Hispania Citerior.
166
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Figura 8. Reflejo en la prensa de la visión negativa sobre el patrimonio arqueológico
en el desarrollo y la evolución de la ciudad basado. Dibujo de Napi, publicado en
Catalunya Sud el 21 de enero de 1987.
Un patrimonio que ha formado parte importante del paisaje urbano y social de la ciudad, desde siempre. Y desde siempre, también, ha formado parte
importante del debate social. Un debate en el que, de momento, no ha conseguido constituirse como uno de los ejes de desarrollo de la ciudad (figura 8).
Comentaremos brevemente algunas de las causas y sus efectos.
En el caso de los elementos declarados Patrimonio Mundial son cuatro las
entidades municipales implicadas (Tarragona, Altafulla, Constantí y Roda de
Barà), tres las administraciones titulares (Ministerio de Cultura, Generalitat
de Catalunya y Ayuntamiento de Tarragona) y dos las gestoras (Departament
de Cultura de la Generalitat de Catalunya, a través del Museu Nacional Arqueològic de Tarragona y Ayuntamiento de Tarragona, a través del Museu
d’Història de Tarragona).
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Existen, además, otras instituciones e instancias relacionadas con dicho
patrimonio arqueológico, en diferentes ámbitos y temáticas, que vienen a
completar el contexto en el que se desarrolla la acción sobre el patrimonio
y su utilización. La variedad de criterios, la falta de consenso, la duplicidad
en las acciones y la falta de una planificación global, hacen que dominen la
indefinición y la improvisación.
Otra cuestión a tener en cuenta es la de su utilización por parte de los ciudadanos. En este aspecto, –como en una gran parte de nuestro patrimonio– no disponemos de estudios rigurosos de público/públicos, de conocimiento de hábitos
en torno al patrimonio, así como de la evaluación de las acciones llevadas a cabo.
Unos datos que deberían ser fundamentales para poder incidir en las programaciones y en la definición de los proyectos. De todos modos, si nos atenemos a los
datos cuantitativos, podemos observar un interés creciente por el patrimonio de
Tárraco. En el caso de los centros gestionados por el Museu d’Història de Tarragona se ha pasado de los 347.748 visitantes del año 1999 a los 576.291 del 2009
(anfiteatro 98.103, Circo-Pretorio 156.443; Murallas 105.298, Foro de la Colonia
22.859; Maqueta de Tárraco 125.699...). En el caso del Museu Nacional Arqueològic de Tarragona se ha pasado de los 19.628 de 1980 a los 113.235 en 2010. Unos
datos que demuestran el interés que dicho patrimonio genera.
En el campo del conocimiento, en los últimos años se han llevado a cabo
un elevadísimo número de intervenciones arqueológicas8, pero casi ninguna
explotación científica de la mayor parte de ellas y menos, todavía, intervenciones significativas para su difusión y utilización social. En este aspecto tampoco existe una planificación. La investigación arqueológica viene definida
–en su gran mayoría– por las necesidades de la planificación (por definirla de
alguna manera) urbanística y ésta –a pesar de contar con un marco legal de
protección del patrimonio histórico, que permitiría una labor de valorización
del mismo– se limita en su gran mayoría a “cumplir el expediente”, buscando
las soluciones más favorables para los intereses de la promoción urbanística, en las que el patrimonio interfiera lo menos posible9. Casos como el del
8
De 1982 al 2007 se han efectuado en el término municipal de Tarragona un total de 1.342 intervenciones
arqueológicas (excavaciones, seguimientos de obras, adecuaciones o documentaciones). Escasas
publicaciones, informes y memorias de calidad desigual y una ingente cantidad de material
esperando su estudio es el resultado de una falta de proyecto, planificación y objetivos evidente.
9
No es nuestro objetivo hacer un repaso de las vicisitudes por las que ha pasado el patrimonio arqueológico tarraconense, ni sobre las decisiones –o la falta de ellas–, que le han llevado hasta la actual
situación. Para tener un balance de la misma: Dupré, 1983; Miró, 1997; Mar y Ruiz de Arbulo, 1999.
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Figura 9. Estado a día de hoy de la “reserva arqueológica” producida por la actividad urbanística del PERI Jaume I-Tabacalera. Un ejemplo de actuación parcial y sin
ningún valor y significado para la recuperación del patrimonio de Tárraco.
complejo comercial Eroski-Parc Central, el desarrollo del PERI Jaume I-Tabacalera (figura 9) o la más reciente intervención de reforma en el sector del
Mercado Central en el corazón del centro contemporáneo de la ciudad, junto
al Foro de la Colonia de Tárraco, demuestran que el papel que se le otorga
al patrimonio, como elemento de desarrollo, de identidad, de formación e
incluso de sentimiento colectivo en el proyecto global de la ciudad es, en el
mejor de los casos escaso, cuando no, inexistente.
No se puede obviar, sin embargo, que son muchas las iniciativas que se
han ido desarrollando en el entorno del patrimonio Arqueológico de Tárraco desde las diferentes instituciones. Unas con objetivos y planteamientos
más coherentes, abiertos, participativos y de futuro. Otras más coyunturales
y oportunistas, que han acabado sin aportar un valor significativo.
Por poner un ejemplo, desde el Museu Nacional Arqueològic de Tarragona –el más antiguo de Cataluña en su especialidad– se trabaja, partiendo de
unas infraestructuras obsoletas y pendientes siempre de actualización, con
los proyectos aparcados sine die, con una voluntad de desarrollar su labor
desde una óptica integral, como espacio para la memoria, para el conocimien-
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to, para la formación, para el debate, para el placer y para el ocio. Una labor
–fundamentada en el conocimiento– que tiene en su proyecto educativo uno
de los ejes de su programación. Bajo el lema de “Un viaje a la cultura romana”,
dicho proyecto parte del convencimiento del valor educativo de los museos,
de la responsabilidad de poner en contacto a la sociedad con las fuentes directas de la Historia –el patrimonio del que es responsable–, así como de la
voluntad de implicar a la sociedad en su uso y valoración. Un proyecto10 que
se ha ido concretando mediante propuestas muy diversas: exposiciones temporales, audiovisuales, iconografía didáctica, itinerarios, talleres, actividades
de reconstrucción histórica, clubs de lectura… (Sada, 1992; Sada, 2009), unas
propuestas entre las que destacan los talleres, que se desarrollan en los diferentes espacios patrimoniales que dependen de la institución, con interesantes materiales de mediación entre el patrimonio y los diferentes grupos que
se acercan hasta él. Unas propuestas y unos materiales que intentan paliar los
carencias infraestructurales y didácticas de las instalaciones permanentes de
dichos espacios (figura 10).
Otro elemento interesante entre dichas propuestas es el festival Tarraco
Viva –pensado en sus inicios para fomentar la complicidad de los ciudadanos
en la candidatura presentada por el Ayuntamiento de Tarragona para obtener
la declaración de Tárraco como Patrimonio Mundial– que, en sus sucesivas
ediciones, se ha convertido en una de las referencias obligadas en relación a
los certámenes de reconstrucción histórica. Con muchos aspectos positivos
en cuanto al concepto y a las posibilidades de difusión de la historia y del
patrimonio, quizás debería haber una reflexión profunda en relación a la estructura, al número de actividades y, en especial, a los aspectos participativos
de la población, ya que “Tarraco Viva se presenta ante todo como una fiesta
de reconstrucción histórica y la participación de la población queda bastante
reducida al papel clásico de usuaria/espectadora de la fiesta, es ante todo una
fiesta de la contemplación y no de la participación, el protagonismo lo tienen
los diferentes grupos de recreación histórica que representan sus escenificaciones en el marco de la fiesta temática” (Andreu, 2007: 84).
Un tema que nos enlaza con la necesidad de valorar, también, la cuestión
del turismo cultural. Replantear lo que se entiende por turismo, por cultura
y por patrimonio. Teniendo en cuenta el rol de estos conceptos en las expec10
Este proyecto recibió en el año 2004 el Primer Premio Innova de Expodidáctica en la categoria
de servicios para la educación.
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Figura 10. Algunos elementos de mediación y actividades educativas desarrolladas en el proyecto “MNAT. Un viaje a la cultura romana”, desde el Museu Nacional
Arqueològic de Tarragona.
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tativas culturales del ciudadano, situándolo en las actuales expectativas y en
su futuro. Bondad de proyectos de ocio cultural que logran armonizar valores e intereses económico, social y cultural. Planteados desde la óptica de la
globalidad, pero teniendo como referencia el desarrollo territorial próximo y
su influencia en la mejora social del entorno. En este sentido hay mucho por
hacer. 11 La creación del Consorcio constituido en julio de 2009 para el Plan de
competitividad Turística de la Tárraco romana, ha abierto una nueva línea de
acción, que habrá que ver qué deriva toma y cuáles son sus frutos.
Como en casi todas las cosas, la acción sobre el patrimonio de Tárraco –al
que nos estamos refiriendo– muestra aspectos positivos y también negativos.
Entre los primeros, la existencia de una demanda, de un interés por parte de
la ciudadanía; la concreción de algunos proyectos parciales con espíritu integral; la existencia de proyectos significativos en el ámbito de la educación y de
la comunicación y la voluntad por parte de algunas instituciones y responsables de buscar complicidades y proyectos de confluencia. Entre los negativos:
la falta de un plan director de actuación integral en el que se contemplen todos los aspectos derivados de una acción sobre el patrimonio: investigación,
conservación, presentación, comunicación, difusión, educación; la falta de
una gestión coordinada; la existencia, a causa de esta falta de coordinación,
de duplicidades, superposiciones y, a la vez, graves carencias.
Lamentablemente persiste un enorme vacío en lo que se refiere a las cuestiones de planeamiento, programación, definición del marco general –las
más imprescindibles– y su asunción real por parte de la sociedad que las impulsa, así como la dotación de los recursos necesarios para llevarlas a cabo.
Llenar dicho vacío es fundamental si se quiere avanzar en la valoración del
patrimonio y en el desarrollo de un papel activo del mismo (Tarrats, 1986).
El caso del patrimonio arqueológico de Tarragona, aunque no único, es
paradigmático. En este sentido y como ejemplos esperanzadores podríamos
hablar de algunos casos, también cercanos, en los que la actuación sobre el
patrimonio arqueológico ha derivado de los postulados más arriba señalados
como imprescindibles: planificación, definición y programación de acciones
coherentes y significativas. Por poner dos ejemplos, el caso del patrimonio
arqueológico de Cartagena, auténtico motor de renovación y desarrollo de la
ciudad, o el de “La ruta romana” de la ciudad de Astorga, más humilde, pero
coherente y de un gran valor social.
11
Una reflexión sobre estos conceptos en Prats, 2003.
172
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COMO RESUMEN
A lo largo de esta sucinta reflexión y, en especial, a través de las diferentes
aportaciones desarrolladas en el conjunto de las Jornadas, ha podido apreciarse una gran cantidad de propuestas, ejemplos y realizaciones que en los
últimos años se han desarrollado en torno al patrimonio, con algunos ejemplos útiles y significativos y con muchos por evaluar, para poder proceder a
reconsiderar su propia existencia, viabilidad y adecuación. En este sentido es
significativo el comentario de uno de los ponentes en relación a la proporción
de espacios patrimoniales sobre los que se ha actuado en los últimos tiempos, invirtiendo recursos y desarrollando equipamientos y propuestas, que,
al cabo de tres, cinco años, no han tenido la continuidad que se les suponía.
En este contexto falta, fundamentalmente, la definición de políticas culturales, en las que el patrimonio como conjunto de bienes que conforman
nuestra memoria, que son colectivos y que tienen en la colectividad su argumento y proyección, debiera ocupar un lugar destacado como un espacio
donde asentar las bases de un desarrollo equilibrado, igualitario y de futuro.
Con posterioridad a la celebración de estas Jornadas, en las que podían apreciarse posiciones diversas –entre las más cercanas al “negocio” del y sobre el patrimonio hasta las más proclives a buscar (utilizando los recursos más variados)
nuevos caminos, más cercanos a una museología “concienciadora”– se han publicado unas reflexiones en torno a este concepto que resumen de una manera
muy acertada alguna de las ideas que se han intentado reflejar en estas páginas:
la necesidad de hacer del patrimonio un elemento útil para la sociedad de hoy:
“Más allá de la clásica interpretación de colecciones y de las exposiciones por
medios renovados respetuosos de la cultura de los habitantes y de los visitantes,
el museo puede (y debe) utilizar su lenguaje (el del objeto y de la exposición) y
los recursos patrimoniales de su territorio para contribuir a resolver ciertos problemas del mundo actual” (Varine, 2010: 16). Unas reflexiones lejanas a las contenidas en otras propuestas que se cuestionan “hasta qué punto el ocio cultural
que se puede ofrecer desde el museo” –reflexionando en este caso sobre el papel
de los museos locales en la actualidad– “ha de ser un servicio que la sociedad
debe ofrecer a todos los ciudadanos como un derecho más o, por el contrario,
debe formar parte de los productos que libremente ofrece el mercado y que los
ciudadanos adquieren en función de su interés o de su capacidad adquisitiva”
(Santacana y Llonch, 2008: 230). Un cuestionamiento que responde a un proceso de mercantilización del discurso y de la función de los museos desarrollado
173
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en los últimos años, que ha avanzado con fuerza y que recientemente continúa
percibiéndose en algunos ámbitos y del cual ya hace tiempo alertaban algunos
profesionales (Alcalde, 2000) y en el que “la turistización” de nuestros museos
puede acabar imponiéndose al modelo de museo implicado más genéricamente
en el desarrollo socio-comunitario, que no se mide exclusivamente en función
del consumo. La clave en este caso se encuentra en buscar fórmulas para compaginar el papel del museo en el desarrollo económico y turístico sin renunciar
a sus funciones sociales (García Hermosilla, 2008: 93).
Una cuestión de objetivos, de acentos y de definición de procesos, en los
que el patrimonio podría y debería constituirse en un elemento fundamental
para el desarrollo territorial y en el ideario de los cuales las finalidades educativas, de formación personal y de colaboración en un desarrollo social equilibrado, democrático y participativo deberían ocupar un lugar preeminente.
Una visión comprometida del patrimonio en una época de desconcierto y
de carencia de programas, en la que que, los que nos dedicamos a él, podríamos
(o deberíamos) desempeñar una papel fundamental en el sentido que ya hace
tiempo señalaba el profesor Fontana, refiriéndose al papel de la enseñanza de
las ciencias sociales: “Por desconcertados que podamos sentirnos, sabemos que
nuestra obligación es ayudar a que se mantenga viva, al menos, la capacidad
de nuestras generaciones para razonar, preguntar y criticar, mientras, entre todos, rehacemos los programas para una nueva esperanza y evitamos que, con
la excusa del fin de la historia, lo que nos frenen sean nuestras posibilidades de
cambiar el presente y de construir un futuro mejor” (Fontana, 1992: 122).
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