Por qué una exposición sobre mundos tribales y por qué desde una perspectiva etnoarqueológica
Helena Bonet Rosado
2008
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POR QUÉ UNA EXPOSICIÓN
SOBRE MUNDOS TRIBALES Y POR
QUÉ DESDE UNA PERSPECTIVA
ETNOARQUEOLÓGICA
HELENA BONET
La exposición Mundos Tribales: una visión etnoarqueológica se inscribe en las actuales
corrientes disciplinares de los estudios prehistóricos que abogan por profundizar en la
lectura del registro arqueológico. Sabemos que a través de las estructuras y de los materiales recuperados en una excavación podemos conocer el modo de vida de los grupos
humanos que investigamos: su relación con el medio ambiente, sus poblados y principales actividades económicas, sus manifestaciones artísticas o los rituales funerarios. Sin
embargo, también somos conscientes de que escapan a nuestro estudio partes fundamentales de esas sociedades, como sería el caso de su mundo simbólico y religioso, entre
otros muchos elementos culturales desaparecidos para siempre. En este sentido, los estudios etnoarqueológicos amplían la perspectiva con la que contemplamos la documentación arqueológica a la vez que nos ayudan a comprender la singularidad y complejidad
de las culturas humanas al aproximarnos a la gran diversidad de los pueblos indígenas
actuales. Y así, de la confluencia entre la etnología, que analiza la culturas vivas, y la
prehistoria, que estudia las sociedades desaparecidas, parten las hipótesis con las que
construimos los modelos sociales. Lo específico de la investigación etnoarqueológica es
que este diálogo implica el contacto real y directo con los pueblos indígenas de las diversas partes del mundo, como sucede con la presente exposición.
El Museu de Prehistòria de València pretende despertar el interés de sus visitantes por esta perspectiva etnoarqueológica mediante una exposición que insiste en el
diálogo entre la etnología y la arqueología. Este diálogo y sus correspondientes líneas
de trabajo han trascendido muy poco en los discursos expositivos de la mayoría de los
museos, cuyas salas de exposición parecen limitarse a presentar los objetos conservados
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de aquellas sociedades. El recorrido a través del tiempo que podemos seguir mediante
la contemplación de los materiales de nuestro museo muestra la dificultad y fragilidad,
pero también el gran potencial informativo, de la documentación arqueológica, de
modo que comprobamos cómo se suceden distintos estadios tecnológicos, aumenta la
complejidad social y el tamaño de los grupos humanos o van conformándose las altas
culturas de la antigüedad. Una perspectiva etnoarqueológica es la que reclama que
todos estos testimonios de sucesión y evolución de las culturas no se contemplen como
pasos de un proceso lineal que conduce a situarnos a nosotros mismos en su punto culminante, sino que en cada una de las culturas veamos un ejemplo del pasado y del presente diversos de la humanidad sobre el que reflexionar para seguir aprendiendo sobre
nosotros mismos.
Mundos tribales: una visión etnoarqueológica, la primera muestra sobre etnoarqueología de pueblos foráneos en nuestras tierras, nos aproxima a seis comunidades
indígenas muy dispares entre sí, singulares como lo fueron tantas y tantas sociedades
en el pasado, y como lo somos nosotros mismos. La exposición nos muestra la vida
cotidiana, los ritos y ceremonias y las creaciones artísticas en tres áreas geográficas: el
bajo río Omo en Etiopía, las Tierras Altas de Papúa y la Tierra de Arnhem en Australia.
En estas zonas los grupos humanos que las habitan cultivan la tierra y crían animales
domésticos, con el complemento de la caza y la recolección, mantienen su forma de
vida tradicional, los poblados, la cultura material, el mundo ceremonial... Esto se nos
muestra a través de un conjunto extraordinario de más de 100 objetos y 130 fotografías y filmaciones procedentes de las comunidades indígenas que viven en estos territorios. Para el Museu de Prehistòria de València esta muestra es un nuevo reto expositivo, como lo fue en 2006 la exposición “Mujeres en la Prehistoria” al tratar un tema
sobre la Arqueología de Género en las primeras etapas de la historia humana en nuestras tierras. En esta ocasión hemos querido ofrecer una exposición que no se limitase a
presentar una excelente exposición fotográfica acompañada de objetos exóticos, sino
que incitase al visitante a la reflexión sobre la situación actual de muchos de estos grupos “indígenas”, culturas supervivientes frente al poderoso avance de la globalización.
Además, nuestro compromiso, como institución museística donde se forman generaciones de escolares y de ciudadanos, es transmitir la complejidad y diversidad de todas
y cada una de las culturas que componen el mosaico de la humanidad y, puesto que la
Historia del mundo es plural y multicultural, mientras más abiertos estemos al conocimiento de todos los pueblos, pasados y presentes, más posibilidades tenemos de
“entender” nuestra propia realidad.
En relación con estos temas, cabe destacar que existe en el Museo de Prehistoria
una línea de estudios etnoarqueológicos centrados en la Cultura Ibérica. El interés por el
conocimiento de otras culturas actuales, como referencia y apoyo para comprender determinados aspectos de la protohistoria valenciana, se inició en los años 80 del siglo pasado
siguiendo las líneas de investigación, ya consolidadas en la década precedente, que pretendían establecer marcos de referencia contrastables para entender mejor, mediante la
analogía, determinados aspectos de la vida cotidiana de las sociedades antiguas. El coloquio y publicación sobre “Ethno-archéologie Méditerranéenne” realizado por la Casa de
Velázquez de Madrid en 1995, nos brindó la oportunidad de reflexionar, desde la pers-
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MUNDOS TRIBALES. UNA VISIÓN ETNOARQUEOLÓGICA
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Mujeres tejiendo en un telar vertical en la kasba de Ait-Benhaddou,
Marruecos. Año 2007.
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pectiva aportada por el conocimiento de algunas sociedades tradicionales, sobre algunos
aspectos de la arquitectura y las actividades domésticas en el mundo ibérico.
Nuestra mirada se dirigió al otro lado del Mediterráneo, al Magreb donde todavía muchas aldeas bereberes, alejadas del mundo industrial, conservan modos de vida tradicionales con una base de subsistencia agrícola-ganadera, técnicas constructivas y enseres de la vida cotidiana similares a los testimonios
hallados en los poblados ibéricos de nuestra península
Esta “comparación etnoarqueológica” se planteaba para
obtener respuestas a preguntas y problemas, generalmente puntuales, que nos surgían en el estudio de la
documentación arqueológica sin que en ningún caso
se intentase establecer una analogía entre ambas culturas, por otro lado tan dispares en el tiempo y en el espacio. De modo que esta observación etnográfica se revela como una herramienta para comprender el funcionamiento de determinados útiles, técnicas constructivas o procesos de fabricación, que su vez nos ha permitido entender muchos aspectos de la cultura ibérica e ir
más allá de la tipología del objeto o la tecnología. En
los años 80 del siglo pasado, los resultados de las excavaciones arqueológicas en los poblados ibéricos del
entorno de la ciudad de Edeta/Tossal de Sant Miquel
de Llíria, nos permitieron ir definiendo materiales, técnicas y soluciones arquitectónicas, como la fabricación
de adobes, enlucidos, cubiertas y problemas de ventilación, desagües, accesos o escaleras, apoyándonos en
gran parte en la observación etnográfica. Estos estudios
etnoarqueológicos no se limitaban a la arquitectura tradicional de barro sino al conjunto de elementos que
configuran el hábitat, como hogares, hornos, recipientes de almacenaje y cocina, herramientas agrícolas y
artesanales y un largo etcetera, que permiten comprender la distribución, el uso y la
dimensión social de los enseres y equipamientos domésticos (fig. 1).
Con todo este bagaje documental que nos ha permitido conocer la vivienda ibérica, tanto desde el punto de vista arquitectónico como de la funcionalidad de espacios,
emprendimos en los años 90 un proyecto de investigación y de arqueología experimental en el oppidum ibérico de la Bastida de les Alcusses en Moixent. Se llevó a cabo la
reconstrucción de una gran vivienda con los mismos materiales y técnicas constructivas
que emplearon los iberos y se recreó en su interior el ambiente de una casa de agricultores del siglo IV a.C. (fig. 2). Si bien el planteamiento inicial de este proyecto era experimental y didáctico, hoy en día nuestro objetivo es saber leer más allá de la funcionalidad
de los objetos, de la tecnología constructiva o del modelo de poblado cuestionándonos
otras problemáticas como su significado social y simbólico. Se trata de buscar a los protagonistas de esa historia y hacer posible la reconstrucción de la vida humana y para ello,
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si bien la etnoarqueología nos amplía el abanico de modelos culturales, nunca hay que
descuidar el contexto socio-cultural y el momento histórico de la sociedad en estudio.
Sin duda, realizar esta exposición nos ha dado la oportunidad de reflexionar
sobre nuestras líneas de trabajo, además de tomar conciencia sobre el pasado, presente y futuro de los pueblos indígenas. Muestra de ello es el presente catálogo que recoge una selección de 70 fotos de las piezas y fotografías más representativas de la exposición y reúne ocho artículos de gran interés etnoarqueológico, algunos de ellos escritos
por destacados especialistas que han desarrollado sus trabajos en Etiopía, Papúa y
Australia.
Alfredo González Rubial, inicia este catálogo con el artículo De la etnoarquelogía
a la arquelogía del presente, una revisión y puesta al día de las distintas tendencias y líneas de investigación dentro de esta disciplina. Su mayor aportación es la reflexión que
hace sobre los problemas de tipo epistemológico y ético que plantea la etnoarqueología,
proponiendo transformar esta práctica científica en una arqueología del presente. Para
González Ruibal, la arqueología del presente es una forma menos colonial y más comprometida de llevar a cabo el trabajo etnoarqueológico, procurando comprender las culturas locales, su contexto histórico y sus problemas políticos actuales.
Jose Azcárraga, autor de la mayoría de las imágenes de la exposición y del catálogo, ha sabido captar a través de su cámara los aspectos y los temas que más interesaban desde el punto de vista etnoarquelógico. El papel de la fotografía en el encuentro del
otro nos da una lectura historiográfica de la visión que tuvieron los primeros fotógrafos
sobre las poblaciones indígenas de Australia, Etiopía y Papúa, así como sus técnicas
fotográficas, testimonios y experiencias. En definitiva, una documentación etnológica
e histórica de gran valor para conocer la vida, costumbres y mitos de estas sociedades.
Concluye con una reflexión crítica sobre el papel que está jugando, en la actualidad, la
fotografía en los viajes turísticos.
Juan Salazar aborda un tema historiográfico de máxima actualidad en Primeros
contactos en la Tierra de Arnhem, Bajo Omo y Tierras altas de Papúa donde recoge interesantísimos testimonios de los nativos que relatan cómo fueron los primeros contactos
entre los exploradores y colonos occidentales y las comunidades que habitaban aquellas
tierras. Un encuentro, en la mayoría de las ocasiones brutal, donde el exterminio diezmó comunidades enteras mientras que en otras regiones, más aisladas, el contacto con
las poblaciones indígenas fue más pacífico. Temas como las políticas colonialistas, el
papel de los misioneros, el racismo o la resistencia y supervivencia de los grupos nativos
nos muestran las grandes transformaciones del mundo entre finales del siglo XIX y primera mitad del XX.
David Turton, en su artículo Intercambiando heridas: la violencia masculina ritualizada o los duelos mursi nos ofrece un magnífico estudio antropológico sobre los combates ritualizados, o thagine, de los mursi, pueblo ganadero y agricultor que habita en
el valle del Omo. En este trabajo muestra como estos combates no son considerados
acontecimientos aislados, o excepcionales, sino que tanto los duelos entre los grupos
locales mursi como la guerra sirven para crear una imagen propia y diferencial no sólo
entre clanes sino entre otros grupos culturales, reforzando de esta manera la identidad
político-territorial del pueblo mursi.
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MUNDOS TRIBALES. UNA VISIÓN ETNOARQUEOLÓGICA
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Reconstrucción de una vivienda
de época ibérica en la Bastida de les
Alcusses siguiendo las técnicas constructivas tradicionales. Año 1999.
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El trabajo de Pierre y Anne Marie Pétrequin sobre El arco de las mujeres y la red
de los hombres. Útiles y mitos de Nueva Guinea es, una vez más, un referente en los estudios etnoarqueológicos. A través de la cultura material de varias etnias de Tierras Altas
de Papúa, como son las hachas de piedra, los arcos y las flechas o la red y el palo excavador, los autores profundizan en el significado y el mundo
simbólico de los objetos. Al estudiar los procesos tecnológicos
de los útiles, muestran cómo estas habilidades técnicas no tendrían ninguna función por sí mismas si no estuvieran socializadas y ritualizadas.
Inés Domingo y Sally K. May nos sumergen en el
mundo del arte rupestre de los aborígenes australianos en La
pintura y su simbología en la comunidades de cazadores recolectores en la Tierra de Arnhem, uno de los escasos ejemplos donde
todavía perdura esta antiquísima tradición, eso sí adaptada a los
constantes cambios socioculturales y ambientales. De este estudio se desprende lo esencial que resulta, para los arqueólogos, la
etnografía a la hora de entender las dificultades de reconstruir
el significado y la función del arte. Además, destacan la importancia que tiene para los aborígenes el arte rupestre como trasmisión de conocimiento y de su imaginario colectivo.
El artículo de Claire Smith, La supervicencia de las culturas indígenas, se centra igualmente en las comunidades aborígenes del norte de Australia pero es, ante todo, un llamamiento a la concienciación de la situación actual de las distintas poblaciones indígenas. Considera clave el trabajo conjunto de los investigadores con los aborígenes tanto en los trabajos de campo como en las publicaciones para ayudar así a
transmitir sus conocimientos culturales pero, sobre todo,
insiste en que la supervivencia cultural de estas poblaciones
frente a la globalización sólo es posible desde la continuidad
de sus prácticas culturales que depende, a su vez, del control
indígena sobre su propia cultura.
Joan B. Llinares, a modo de conclusión, reflexiona en Los pueblos preindustriales
y su sentido en una antropología autocrítica sobre la mirada con que contemplamos a los
demás en el presente contexto multicultural. Retrocediendo hasta los versos de la
Odisea, nos muestra como también la literatura, el arte en su más amplio conjunto,
puede colaborar con la mirada etnoarqueológica. Lejos han de quedar los esquemas de
la arqueología prehistórica decimonónica que veía en los otros pueblos el reflejo de pasados estadios de nuestro desarrollo. Hoy los percibimos sobre todo como nuestros contemporáneos, plenamente dignos de atención y de estudio por sí mismos en cuanto
ejemplos de una plural humanidad repleta afortunadamente de diferencias.
Ésta es la visión que pretende ofrecer la presente exposición, la de que la historia de estos “mundos tribales” es también la nuestra, la de que todos compartimos el presente y somos coautores del futuro.
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POR QUÉ UNA EXPOSICIÓN
SOBRE MUNDOS TRIBALES Y POR
QUÉ DESDE UNA PERSPECTIVA
ETNOARQUEOLÓGICA
HELENA BONET
La exposición Mundos Tribales: una visión etnoarqueológica se inscribe en las actuales
corrientes disciplinares de los estudios prehistóricos que abogan por profundizar en la
lectura del registro arqueológico. Sabemos que a través de las estructuras y de los materiales recuperados en una excavación podemos conocer el modo de vida de los grupos
humanos que investigamos: su relación con el medio ambiente, sus poblados y principales actividades económicas, sus manifestaciones artísticas o los rituales funerarios. Sin
embargo, también somos conscientes de que escapan a nuestro estudio partes fundamentales de esas sociedades, como sería el caso de su mundo simbólico y religioso, entre
otros muchos elementos culturales desaparecidos para siempre. En este sentido, los estudios etnoarqueológicos amplían la perspectiva con la que contemplamos la documentación arqueológica a la vez que nos ayudan a comprender la singularidad y complejidad
de las culturas humanas al aproximarnos a la gran diversidad de los pueblos indígenas
actuales. Y así, de la confluencia entre la etnología, que analiza la culturas vivas, y la
prehistoria, que estudia las sociedades desaparecidas, parten las hipótesis con las que
construimos los modelos sociales. Lo específico de la investigación etnoarqueológica es
que este diálogo implica el contacto real y directo con los pueblos indígenas de las diversas partes del mundo, como sucede con la presente exposición.
El Museu de Prehistòria de València pretende despertar el interés de sus visitantes por esta perspectiva etnoarqueológica mediante una exposición que insiste en el
diálogo entre la etnología y la arqueología. Este diálogo y sus correspondientes líneas
de trabajo han trascendido muy poco en los discursos expositivos de la mayoría de los
museos, cuyas salas de exposición parecen limitarse a presentar los objetos conservados
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de aquellas sociedades. El recorrido a través del tiempo que podemos seguir mediante
la contemplación de los materiales de nuestro museo muestra la dificultad y fragilidad,
pero también el gran potencial informativo, de la documentación arqueológica, de
modo que comprobamos cómo se suceden distintos estadios tecnológicos, aumenta la
complejidad social y el tamaño de los grupos humanos o van conformándose las altas
culturas de la antigüedad. Una perspectiva etnoarqueológica es la que reclama que
todos estos testimonios de sucesión y evolución de las culturas no se contemplen como
pasos de un proceso lineal que conduce a situarnos a nosotros mismos en su punto culminante, sino que en cada una de las culturas veamos un ejemplo del pasado y del presente diversos de la humanidad sobre el que reflexionar para seguir aprendiendo sobre
nosotros mismos.
Mundos tribales: una visión etnoarqueológica, la primera muestra sobre etnoarqueología de pueblos foráneos en nuestras tierras, nos aproxima a seis comunidades
indígenas muy dispares entre sí, singulares como lo fueron tantas y tantas sociedades
en el pasado, y como lo somos nosotros mismos. La exposición nos muestra la vida
cotidiana, los ritos y ceremonias y las creaciones artísticas en tres áreas geográficas: el
bajo río Omo en Etiopía, las Tierras Altas de Papúa y la Tierra de Arnhem en Australia.
En estas zonas los grupos humanos que las habitan cultivan la tierra y crían animales
domésticos, con el complemento de la caza y la recolección, mantienen su forma de
vida tradicional, los poblados, la cultura material, el mundo ceremonial... Esto se nos
muestra a través de un conjunto extraordinario de más de 100 objetos y 130 fotografías y filmaciones procedentes de las comunidades indígenas que viven en estos territorios. Para el Museu de Prehistòria de València esta muestra es un nuevo reto expositivo, como lo fue en 2006 la exposición “Mujeres en la Prehistoria” al tratar un tema
sobre la Arqueología de Género en las primeras etapas de la historia humana en nuestras tierras. En esta ocasión hemos querido ofrecer una exposición que no se limitase a
presentar una excelente exposición fotográfica acompañada de objetos exóticos, sino
que incitase al visitante a la reflexión sobre la situación actual de muchos de estos grupos “indígenas”, culturas supervivientes frente al poderoso avance de la globalización.
Además, nuestro compromiso, como institución museística donde se forman generaciones de escolares y de ciudadanos, es transmitir la complejidad y diversidad de todas
y cada una de las culturas que componen el mosaico de la humanidad y, puesto que la
Historia del mundo es plural y multicultural, mientras más abiertos estemos al conocimiento de todos los pueblos, pasados y presentes, más posibilidades tenemos de
“entender” nuestra propia realidad.
En relación con estos temas, cabe destacar que existe en el Museo de Prehistoria
una línea de estudios etnoarqueológicos centrados en la Cultura Ibérica. El interés por el
conocimiento de otras culturas actuales, como referencia y apoyo para comprender determinados aspectos de la protohistoria valenciana, se inició en los años 80 del siglo pasado
siguiendo las líneas de investigación, ya consolidadas en la década precedente, que pretendían establecer marcos de referencia contrastables para entender mejor, mediante la
analogía, determinados aspectos de la vida cotidiana de las sociedades antiguas. El coloquio y publicación sobre “Ethno-archéologie Méditerranéenne” realizado por la Casa de
Velázquez de Madrid en 1995, nos brindó la oportunidad de reflexionar, desde la pers-
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Mujeres tejiendo en un telar vertical en la kasba de Ait-Benhaddou,
Marruecos. Año 2007.
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pectiva aportada por el conocimiento de algunas sociedades tradicionales, sobre algunos
aspectos de la arquitectura y las actividades domésticas en el mundo ibérico.
Nuestra mirada se dirigió al otro lado del Mediterráneo, al Magreb donde todavía muchas aldeas bereberes, alejadas del mundo industrial, conservan modos de vida tradicionales con una base de subsistencia agrícola-ganadera, técnicas constructivas y enseres de la vida cotidiana similares a los testimonios
hallados en los poblados ibéricos de nuestra península
Esta “comparación etnoarqueológica” se planteaba para
obtener respuestas a preguntas y problemas, generalmente puntuales, que nos surgían en el estudio de la
documentación arqueológica sin que en ningún caso
se intentase establecer una analogía entre ambas culturas, por otro lado tan dispares en el tiempo y en el espacio. De modo que esta observación etnográfica se revela como una herramienta para comprender el funcionamiento de determinados útiles, técnicas constructivas o procesos de fabricación, que su vez nos ha permitido entender muchos aspectos de la cultura ibérica e ir
más allá de la tipología del objeto o la tecnología. En
los años 80 del siglo pasado, los resultados de las excavaciones arqueológicas en los poblados ibéricos del
entorno de la ciudad de Edeta/Tossal de Sant Miquel
de Llíria, nos permitieron ir definiendo materiales, técnicas y soluciones arquitectónicas, como la fabricación
de adobes, enlucidos, cubiertas y problemas de ventilación, desagües, accesos o escaleras, apoyándonos en
gran parte en la observación etnográfica. Estos estudios
etnoarqueológicos no se limitaban a la arquitectura tradicional de barro sino al conjunto de elementos que
configuran el hábitat, como hogares, hornos, recipientes de almacenaje y cocina, herramientas agrícolas y
artesanales y un largo etcetera, que permiten comprender la distribución, el uso y la
dimensión social de los enseres y equipamientos domésticos (fig. 1).
Con todo este bagaje documental que nos ha permitido conocer la vivienda ibérica, tanto desde el punto de vista arquitectónico como de la funcionalidad de espacios,
emprendimos en los años 90 un proyecto de investigación y de arqueología experimental en el oppidum ibérico de la Bastida de les Alcusses en Moixent. Se llevó a cabo la
reconstrucción de una gran vivienda con los mismos materiales y técnicas constructivas
que emplearon los iberos y se recreó en su interior el ambiente de una casa de agricultores del siglo IV a.C. (fig. 2). Si bien el planteamiento inicial de este proyecto era experimental y didáctico, hoy en día nuestro objetivo es saber leer más allá de la funcionalidad
de los objetos, de la tecnología constructiva o del modelo de poblado cuestionándonos
otras problemáticas como su significado social y simbólico. Se trata de buscar a los protagonistas de esa historia y hacer posible la reconstrucción de la vida humana y para ello,
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si bien la etnoarqueología nos amplía el abanico de modelos culturales, nunca hay que
descuidar el contexto socio-cultural y el momento histórico de la sociedad en estudio.
Sin duda, realizar esta exposición nos ha dado la oportunidad de reflexionar
sobre nuestras líneas de trabajo, además de tomar conciencia sobre el pasado, presente y futuro de los pueblos indígenas. Muestra de ello es el presente catálogo que recoge una selección de 70 fotos de las piezas y fotografías más representativas de la exposición y reúne ocho artículos de gran interés etnoarqueológico, algunos de ellos escritos
por destacados especialistas que han desarrollado sus trabajos en Etiopía, Papúa y
Australia.
Alfredo González Rubial, inicia este catálogo con el artículo De la etnoarquelogía
a la arquelogía del presente, una revisión y puesta al día de las distintas tendencias y líneas de investigación dentro de esta disciplina. Su mayor aportación es la reflexión que
hace sobre los problemas de tipo epistemológico y ético que plantea la etnoarqueología,
proponiendo transformar esta práctica científica en una arqueología del presente. Para
González Ruibal, la arqueología del presente es una forma menos colonial y más comprometida de llevar a cabo el trabajo etnoarqueológico, procurando comprender las culturas locales, su contexto histórico y sus problemas políticos actuales.
Jose Azcárraga, autor de la mayoría de las imágenes de la exposición y del catálogo, ha sabido captar a través de su cámara los aspectos y los temas que más interesaban desde el punto de vista etnoarquelógico. El papel de la fotografía en el encuentro del
otro nos da una lectura historiográfica de la visión que tuvieron los primeros fotógrafos
sobre las poblaciones indígenas de Australia, Etiopía y Papúa, así como sus técnicas
fotográficas, testimonios y experiencias. En definitiva, una documentación etnológica
e histórica de gran valor para conocer la vida, costumbres y mitos de estas sociedades.
Concluye con una reflexión crítica sobre el papel que está jugando, en la actualidad, la
fotografía en los viajes turísticos.
Juan Salazar aborda un tema historiográfico de máxima actualidad en Primeros
contactos en la Tierra de Arnhem, Bajo Omo y Tierras altas de Papúa donde recoge interesantísimos testimonios de los nativos que relatan cómo fueron los primeros contactos
entre los exploradores y colonos occidentales y las comunidades que habitaban aquellas
tierras. Un encuentro, en la mayoría de las ocasiones brutal, donde el exterminio diezmó comunidades enteras mientras que en otras regiones, más aisladas, el contacto con
las poblaciones indígenas fue más pacífico. Temas como las políticas colonialistas, el
papel de los misioneros, el racismo o la resistencia y supervivencia de los grupos nativos
nos muestran las grandes transformaciones del mundo entre finales del siglo XIX y primera mitad del XX.
David Turton, en su artículo Intercambiando heridas: la violencia masculina ritualizada o los duelos mursi nos ofrece un magnífico estudio antropológico sobre los combates ritualizados, o thagine, de los mursi, pueblo ganadero y agricultor que habita en
el valle del Omo. En este trabajo muestra como estos combates no son considerados
acontecimientos aislados, o excepcionales, sino que tanto los duelos entre los grupos
locales mursi como la guerra sirven para crear una imagen propia y diferencial no sólo
entre clanes sino entre otros grupos culturales, reforzando de esta manera la identidad
político-territorial del pueblo mursi.
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Reconstrucción de una vivienda
de época ibérica en la Bastida de les
Alcusses siguiendo las técnicas constructivas tradicionales. Año 1999.
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El trabajo de Pierre y Anne Marie Pétrequin sobre El arco de las mujeres y la red
de los hombres. Útiles y mitos de Nueva Guinea es, una vez más, un referente en los estudios etnoarqueológicos. A través de la cultura material de varias etnias de Tierras Altas
de Papúa, como son las hachas de piedra, los arcos y las flechas o la red y el palo excavador, los autores profundizan en el significado y el mundo
simbólico de los objetos. Al estudiar los procesos tecnológicos
de los útiles, muestran cómo estas habilidades técnicas no tendrían ninguna función por sí mismas si no estuvieran socializadas y ritualizadas.
Inés Domingo y Sally K. May nos sumergen en el
mundo del arte rupestre de los aborígenes australianos en La
pintura y su simbología en la comunidades de cazadores recolectores en la Tierra de Arnhem, uno de los escasos ejemplos donde
todavía perdura esta antiquísima tradición, eso sí adaptada a los
constantes cambios socioculturales y ambientales. De este estudio se desprende lo esencial que resulta, para los arqueólogos, la
etnografía a la hora de entender las dificultades de reconstruir
el significado y la función del arte. Además, destacan la importancia que tiene para los aborígenes el arte rupestre como trasmisión de conocimiento y de su imaginario colectivo.
El artículo de Claire Smith, La supervicencia de las culturas indígenas, se centra igualmente en las comunidades aborígenes del norte de Australia pero es, ante todo, un llamamiento a la concienciación de la situación actual de las distintas poblaciones indígenas. Considera clave el trabajo conjunto de los investigadores con los aborígenes tanto en los trabajos de campo como en las publicaciones para ayudar así a
transmitir sus conocimientos culturales pero, sobre todo,
insiste en que la supervivencia cultural de estas poblaciones
frente a la globalización sólo es posible desde la continuidad
de sus prácticas culturales que depende, a su vez, del control
indígena sobre su propia cultura.
Joan B. Llinares, a modo de conclusión, reflexiona en Los pueblos preindustriales
y su sentido en una antropología autocrítica sobre la mirada con que contemplamos a los
demás en el presente contexto multicultural. Retrocediendo hasta los versos de la
Odisea, nos muestra como también la literatura, el arte en su más amplio conjunto,
puede colaborar con la mirada etnoarqueológica. Lejos han de quedar los esquemas de
la arqueología prehistórica decimonónica que veía en los otros pueblos el reflejo de pasados estadios de nuestro desarrollo. Hoy los percibimos sobre todo como nuestros contemporáneos, plenamente dignos de atención y de estudio por sí mismos en cuanto
ejemplos de una plural humanidad repleta afortunadamente de diferencias.
Ésta es la visión que pretende ofrecer la presente exposición, la de que la historia de estos “mundos tribales” es también la nuestra, la de que todos compartimos el presente y somos coautores del futuro.
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