Hallazgos monetarios en la villa romana de Los Villaricos (Mula, Murcia)
David Martínez Chico
Rafael González Fernández
2018
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Archivo de Prehistoria Levantina
Vol. XXXII, Valencia, 2018, p. 285-299
ISSN: 0210-3230 / eISSN: 1989-0508
David MARTÍNEZ CHICO a y Rafael GONZÁLEZ FERNÁNDEZ b
Hallazgos monetarios en la villa romana
de Los Villaricos (Mula, Murcia)
RESUMEN: Este artículo estudia las monedas exhumadas durante las últimas excavaciones realizadas en
la villa romana de Los Villaricos (Mula, Murcia). Se tratan de 20 hallazgos monetarios, datados entre los
siglos II y IV d.C. Las monedas tienen contexto arqueológico y la mayoría de ellas se encuentran asociadas
a las zonas industriales de la villa. Los presentes materiales numismáticos constituyen la moneda cotidiana
utilizada por el campesinado, asociado directa o indirectamente con la villa. En acuerdo con esto, y gracias
a las monedas de Los Villaricos, podemos comprender mejor la monetización rural romana en la actual
Región de Murcia, prácticamente embrionaria.
PALABRAS CLAVE: circulación monetaria, siglos II-IV d.C., monetización rural
Coin Finds in the Roman villa of Los Villaricos (Mula, Murcia)
ABSTRACT: This paper aims to study the coins found in the excavations of recent years, from the Roman
villa of Los Villaricos (Mula, Murcia). There are 20 coin finds, dated between the II and IV centuries A.D.
The coins have an archaeological context and have been found in the industrial zones of the villa. The
present numismatic materials constitute the daily coin used by the peasantry, directly or indirectly associated
with the villa. According to this, and thanks to the coins of Los Villaricos, we are able to have a better
understanding of the Roman rural monetization in the current Region of Murcia, practically embryonic.
KEYWORDS: monetary circulation, II-IV century A.D., rural monetization.
a
b
Universitat de València.
david_ele@live.com
Universidad de Murcia.
rafaelg@um.es
Recibido: 14/05/2018. Aceptado: 19/07/2018.
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D. Martínez Chico y R. González Fernández
1. INTRODUCCIÓN
La villa está emplazada en el paraje denominado El Arreaque, antiguo muladar, concretamente a unos 5
km del municipio murciano de Mula (fig. 1). El emplazamiento arqueológico se encontraba comunicado
con la calzada romana que unía Cartago Nova con Complutum, gracias a la posible existencia de un actus
que enlazaría con esta vía principal siguiendo el curso del río Mula (Brotóns Yagüe y Ramallo Asensio,
1989: 109-117), bien a través del conocido Camino Viejo de Yéchar (González Fernández, 1988: 61-64),
cuyos tramos empedrados salvan el desnivel existente entre el lecho del río y la meseta donde se localiza el
yacimiento, uniéndolo con la actual Archena, punto importante, según Sillières (1982: 247-257), dentro de
la conexión con el eje viario romano antes citado. En este sentido, se encontraría dentro de los parámetros
sugeridos por los tratadistas agrónomos clásicos que subrayaban la importancia de dotar a las villae de un
acceso fácil y rápido a las principales vías de comunicación, tanto terrestres como fluviales (Catón I, 1,
2; Varrón, I, 16, 6; Columela, I, 3, 3-4 y I, 5, 7). Toda esta zona se encuentra en una posición estratégica
muy destacada y ha sido habitada desde tiempos prerromanos, como evidencia el yacimiento ibérico de El
Cigarralejo, clave para comprender el proceso de romanización en toda esta comarca.
Las investigaciones arqueológicas desarrolladas en la villa romana de Los Villaricos desde mediados
de la década de 1980, han documentado una serie de elementos que convierten este yacimiento en uno de
los ejemplos más notables de villa romana conservados en la Península Ibérica. La identificación de áreas
de carácter residencial junto con otras relacionadas con la transformación y almacenamiento de productos
de primera necesidad en el mundo antiguo, como son el aceite y el vino, así lo manifiestan. Asimismo, las
últimas investigaciones se han orientado a reconocer y estudiar las características que definen el poblamiento
rural romano del sureste peninsular. Partiendo de los elementos y zonas ya conocidas desde el principio de
los trabajos, se ha ido esbozando, de forma paulatina pero constante, un completo conjunto rural, con dos
áreas bien diferenciadas.
Por un lado, las partes rustica y frumentaria, áreas destinadas a dependencias de trabajo, almacenamiento
y transformación de los productos obtenidos. En el caso de nuestra villa, tenemos constatados cuatro
sectores a los que podemos asignar una clara intención productiva. Dos de ellos los tenemos claramente
identificados. Se trata de dos torcularia, uno dedicado a la producción de aceite, la almazara del sector sur
(González Fernández et al., 2018b) y otro, dedicado a la elaboración de vino, la bodega del sector norte
(González Fernández et al., 2018a). Existe un tercer sector, situado al norte, junto al edificio absidal, lo que
se denominó Hab. 46, en donde se documentaron restos de estructuras hidráulicas, pero cuya función aún
no hemos sido capaces de interpretar. En la actualidad, estamos trabajando en un cuarto sector, en el que
hay localizadas cuatro cubetas, cuyo uso todavía está por identificar.
En la villa también encontramos la pars urbana, o zona residencial, en la que se incluirían los restos
de unas termas domésticas (Lechuga Galindo, 2001-2002), así como diversas habitaciones con mosaicos
polícromos, cuyos motivos decorativos, entre los que se encuentran los cuadrilóbulos de peltas, revelan
un ambiente artístico análogo al de las villae del Altiplano murciano, propio del siglo IV d.C. avanzado.
Estos recintos estarían destinados a la estancia, bien temporal, bien permanente, del propietario y su familia
(González Fernández y Fernández Matallana, 2010: 325-327). Todavía no se han hallado restos, si es que
los hubo, de lo que podría haber sido el lugar de habitación de los trabajadores del asentamiento. En este
sentido, hemos de decir que, dada la potente industria dedicada al vino y al aceite, se necesitaría mucha
mano de obra en determinadas épocas del año, bien fueran temporeros o trabajadores fijos del fundus, para
los que habría que disponer de algún tipo de alojamiento.
El área residencial de Los Villaricos está dividida en dos partes (fig. 2); por un lado, la zona residencial,
propiamente dicha, la domus, situada en el centro del edificio con un patio central en torno al cual se
articulaban las distintas habitaciones y espacios domésticos y, por otro, la zona termal situada en el lado
oeste del edificio, con espacios destinados a los baños de agua caliente, templada y fría. Al este de la
domus y unida a ella mediante un amplio “porche”, se documentó la primera de las zonas de producción
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Fig. 1. Localización de Los Villaricos. Por J. G. Gómez Carrasco (Aerograph Studio).
identificadas en la villa. Ésta formaría parte del primer complejo torculario que, aunque en un primer
momento, se consideró dedicado a la producción de aceite, se ha demostrado que se dedicó a elaboración
de vino (González Fernández et al., 2018a). La segunda área de producción se encontraba situada en el
sector sur, en donde se ha testimoniado un gran edificio rectangular de unos 684 m2, interpretado como
torcularium, con todas las estancias vinculadas al proceso de recepción, elaboración y almacenamiento de
aceite (González Fernández et al., 2018b).
La continuidad en el tiempo de este significativo establecimiento rural como residencia y explotación
agropecuaria, ha quedado claramente constatada merced a la identificación de un total de 5 fases desarrolladas
a lo largo de casi siete siglos de existencia. La primera de estas fases proporciona una cronología en torno a
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Fig. 2. Planimetría de la villa romana de Los Villaricos con indicación de sus diferentes áreas y habitaciones. Realizada
por J. G. Gómez Carrasco (Aerograph Studio).
la segunda mitad del siglo I d.C. proporcionada por las cimentaciones de los espacios A y B de la Hab. 3. La
segunda fase está representada por la construcción del caldarium y el laconicum del balneum, y la primera
fase de construcción del patio central donde los fragmentos de cerámica de producción africana A (formas
Hayes 26 y 27) situados sobre el primer pavimento de opus signinum, nos proporcionan una cronología que
oscila entre finales del siglo II d.C. y principios del III d.C.
La tercera fase correspondería a la reorganización de todo el patio central y el peristilo, y la pavimentación
con mosaicos de algunas de estas estancias, que nos sitúa en torno a la segunda mitad del siglo IV d.C. y
primera mitad del V d.C., si atendemos tanto al estilo y decoración de los pavimentos de opus tessellatum,
comparándolos con los aparecidos en la villa romana de Los Cipreses de Jumilla (Ramallo Asensio, 1985:
121-128; Noguera Celdrán y Antolinos Marín, 2009: 193, nota 6), como a la cerámica aparecida en los
niveles que amortizan el pavimento (formas Hayes 59B y 67).
La cuarta fase estaría representada por los enterramientos documentados, aprovechando el
abandono de algunas estructuras y las distintas reutilizaciones y reestructuraciones de varios espacios
del establecimiento (rebancos adosados y la división de algunas de las habitaciones), realizadas con
materiales de muy baja calidad y aparejo muy pobre; se trataría del momento de ocupación más tardía del
yacimiento. La cronología de esta fase estaría atestiguada por la presencia de los distintos fragmentos de
lucernas de producción africana, decorados con iconografía cristiana y hallados, sobre todo, en el edificio
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de planta absidal, así como una lucerna completa de características similares procedente de la Hab. 47,
fechados entre finales del siglo V e inicios del VII d.C. En este punto cabría incluir, como una quinta fase,
la transformación del gran aula/triclinium en un espacio absidiado (Lechuga Galindo et al., 2004: 171181) de posible funcionalidad religiosa en torno al cual se situarían las 42 tumbas documentadas hasta el
momento en todo el espacio doméstico.
Partiendo de los datos y estructuras documentadas sabemos que el mejor momento de expansión y
explotación de la villa se situaría en torno al siglo IV d.C., lo que coincidiría a su vez con el período
de mayor esplendor de la urbs localizada en el Cerro de la Almagra, la antigua ciudad de Mula, situada
a escasos 2,5 km de la villa. Hoy día ya se admite como un planteamiento cierto que las villae, en
muchos casos, no sólo existen junto a la ciudad, sino que “son” también de la ciudad, por lo que
el Cerro de la Almagra se presenta como eje central de la relación entre la urbe y su territorium,
asociación que también se proyecta en la villa como parte que es de la ciudad (González Fernández y
Fernández Matallana, 2010: 324).
La parte occidental del Imperio Romano es, durante el siglo IV d.C., testigo de un auge de la arquitectura
rural residencial, siendo un fiel reflejo del poder de sus propietarios y de la extensión y riquezas de sus
tierras (Chavarría i Arnau, 2006: 17). Esta situación se inicia en Hispania a finales del siglo III d.C., pero
sobre todo en torno a mediados del IV d.C., fundamentalmente en el sur y levante peninsular, en donde se
produce el período de máximo crecimiento, auge económico y monumentalización de numerosas villae
(Rodríguez Aguilera et al., 2013-2014: 498).
Este hecho no sólo puede observarse en los espacios domésticos de la pars urbana, incluidas las termas,
sino que también es muy evidente en la ampliación y rediseño de los torcularia destinados, el primero,
una almazara, a la producción de aceite, excavado en el sector sur, con la documentación de varias fases
constructivas y de reestructuración de espacios con el consiguiente aumento del volumen de producción
oleícola, así como el segundo torcularium de la zona norte, dedicado a la elaboración de vino, una bodega,
que se localiza, sin solución de continuidad, junto a la pars urbana. Estos dos elementos convierten,
además, a la villa romana de Los Villaricos en uno de los principales centros de producción de aceite y vino
de la Hispania romana.
2. ¿UNA CIRCULACIÓN TARDÍA EN LA VILLA?
Las monedas que aquí estudiamos,1 proceden de hallazgos ocurridos tras las campañas efectuadas en los años
2007, 2009, 2014, 2015, 2016 y 2017, más concretamente de distintas zonas, tanto de la parte residencial
como, mayoritariamente, del torcularium dedicado a la producción de aceite, de la villa romana de Los
Villaricos (fig. 3). La moneda más antigua, del siglo II d.C. corresponde en el análisis cuantitativo con un
5%; el resto pertenece a un momento tardío. De esta manera, 10 son del siglo III d.C., lo que suponen un
50% de todo el material numismático exhumado. Al siglo IV d.C., pertenecen 8 monedas, lo que representa
un ligero descenso, pues se reduce la presencia a un 40%; el resto, es 1 moneda sin determinar e ilegible,
pero supone otro 5% residual, aunque bien podría tratarse de un antoniniano del siglo tercero.
Hay que tener en cuenta que, hasta el momento, no se había localizado moneda alguna en las
excavaciones realizadas en la pars urbana, cuyos orígenes se remontan con seguridad al siglo II d.C. El
presente lote, constituido por 20 piezas, puede conducirnos a la arriesgada conclusión de que el uso de la
moneda en la villa no llegó hasta bien entrado el siglo III d.C. En cualquier caso, los datos arqueológicos
comentados anteriormente no nos aclaran completamente en qué momento la villa romana pudo convertirse
en residencia permanente.
1
Todas las piezas serán depositadas en el Museo ‘Ciudad de Mula’ (Murcia), como establece la legislación actual, una vez que haya
finalizado su estudio.
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Fig. 3. Planimetría de la villa y demás zonas donde se distribuyen los distintos hallazgos monetarios (vid. cat. mon.).
Por J. G. Gómez Carrasco (Aerograph Studio).
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Por otro lado, que en villas romanas de la Península Ibérica escaseen monedas de los primeros siglos,
no sólo ya en plata u oro, tampoco ha de extrañarnos (cf. Bost et al., 1979 y 1983; Bost, 1992-1993).
Inicialmente el uso de la moneda, tanto broncínea como argéntea, se circunscribía a las propias ciudades
hispano-latinas (Ripollès 2002 y Arias Ferrer 2005), aunque la segunda –de plata– generalmente era la más
proclive a atesorarse (Volk, 1997). Además, el nivel monetización alcanzado en las villae rusticae se ha
estimado muchas veces como relativamente escaso2 y es sólo a partir de mediados del siglo II d.C. cuando
se documenta, en los ámbitos rurales hispanos, un uso cada vez más intenso de la moneda (Arrizabalaga
Lafuente, 1994 y Arias Ferrer, 2012).
El valor menudo de las monedas de Los Villaricos y su carácter como hallazgos involuntarios en las
principales zonas productivas de la villa, parecen concordar con una actividad más o menos intensa, aunque
ésta no se haya materializado en forma de un tesoro, como sí ocurre en otros emplazamientos murcianos e
incluso de una entidad inferior (Amante Sánchez y Lechuga Galindo, 1986; Lechuga Galindo, 1985 y 1988;
Arias Ferrer et al., 2011). No obstante, la ocultación de un pequeño ahorro y su no recuperación es un hecho
meramente accidental, se trate de un monedero o una ocultación.
El nivel de desgaste que presentan las monedas de Los Villaricos es francamente muy acusado, hasta
el extremo de que todas ellas se han podido identificar tras el rastro de sus bustos. En este sentido, si bien
la cantidad de monedas descubiertas no nos permiten ofrecer muchas precisiones, el desgaste de las piezas
sugiere un uso como mínimo de entre cincuenta y cien años. Asimismo, el contexto arqueológico de las
monedas invita a pensar que sus pérdidas pudieron correr a cargo de los propios trabajadores o campesinos
de la villa, y, sobre todo, y más específicamente en las distintas zonas de trabajo, como la almazara y la zona
junto al edificio absidal con estructuras hidráulicas, en donde han aparecido la mayoría de las monedas.
El abanico cronológico se inicia al frente de 1 sestercio de Adriano (cat. mon. nº 1), para cerrar dicha
tipología monetaria con otros 2 sestercios, pero pertenecientes a Alejandro Severo y Maximino I (cat. mon.
nº 2 y 3). Sea cual sea el reverso de estas tres piezas, su uso debe situarse en el primer tercio del siglo III
d.C., aunque, como apunta el contexto arqueológico, pudieron tener una perduración prolongada hasta los
últimos años de dicha centuria e incluso más.3 En cambio, la circulación del antoniniano, una moneda que
copó a nivel económico cualquier estamento (Callu, 1969: 214-218), parece resistirse en Los Villaricos, y
sólo se documenta con Galieno y Claudio II (cat. mon. 4, 5 y 6), al menos de forma oficial pues los restantes
del segundo emperador son las famosas imitaciones hispánicas4 con reverso CONSECRATIO (cat. mon. nº
7, 8 y, con seguridad, la nº 9), siguiendo los fieles prototipos de altar o pira funeraria encendida (e.g. RIC
V-1 257), acuñados bajo Quintilo y Aureliano desde el 270 d.C. Estos antoninianos hispánicos circulan
en Los Villaricos desde finales del siglo III y perduran todo el siglo IV d.C., sin ser descabellado su uso
residual durante los primeros años del V d.C., como ilustran importantes estudios monográficos (Callu,
1974; Bost et al., 1987: 76).
El radiado de Aureliano (cat. mon. nº 10) es, sin embargo, una excepción. La reforma monetaria de dicho
gobernante reestructuró por completo el devaluado antoniniano, hasta tal punto que su composición, en la
aleación, mejoró significativamente de un 2,5% de plata a un 4,3%, incluyéndose inclusive un aumento
del peso (Carson, 1965). El radiado aureliano de la villa presenta un peso de 3,5 g, justo en el peso medio
oficial y su uso en la circulación, en el último tercio del siglo III d.C., se encuentra asociado con los demás
antoninianos de Galieno y Claudio II, uno de ellos hispánico. Se trataría de la U.E. 2424, donde se localizó,
2 Algunas críticas, bajo tendencias monetaristas, se pueden encontrar firmadas por Bost (1992-1993) y Howgego (1995: 22-23).
3 Al menos los sestercios de Adriano y Maximino I, porque el de Alejandro Severo procede de la terrera de la ‘zona puerta’, donde
también se halló y tras una criba con detector de metales el nummus póstumo del Divino Constantino I (cat. mon. nº 12).
4 No nos vamos a detener en las causas y/o evolución del fenómeno imitativo llevada a cabo, con total seguridad en Hispania, entre
los siglos III-IV d.C. (que no delictivo o de falsificación, cf. Grierson 1956), pues tiene una amplia bibliografía (e.g. Bastien, 1985:
146; Cepeda Ocampo, 1991: 378-379; Harl, 1996: 167-171 y Martínez Chico, 2014: 163-164). Incluso algunos tesoros hispanos,
como el de Cortijo de Acevedo (Mijas, Málaga), evidencian una importante producción local de Divo Claudios mediante el
proceso de la fundición (Carcedo Rozada et al., 2007: 39 y 42-43).
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el sestercio de Maximino I. Aun así, la villa romana, al tratarse de un lugar situado en el interior de la
región murciana, e independientemente del carácter de los ‘Divos Claudios’, no parece experimentar un
aprovisionamiento muy significativo. A pesar de todo, los antoninianos de finales del siglo III d.C. son muy
comunes a lo largo de las costas tarraconenses (Lledó Cardona, 2007: 291). Por otra parte, habría que sumar
otro antoniniano, aunque frustro (cat. mon. nº 11), procedente de la misma unidad estratigráfica.
La numismática del siglo IV d.C. se jalona con los típicos nummi5 de Constante o Constancio II muy
mal conservados. La relación que hemos podido identificar, si bien a modo de sumario, es la siguiente:
Divino Constantino I (cat. mon. nº 12), seguramente el reverso sea el de la cuadriga siendo conducida por
el emperador; Constante (cat. mon. nº 13), con el reverso de las dos victorias enfrentadas y sosteniendo
corona y, finalmente, Constancio II (cat. mon. nº 14 y 15, esta última quizás de Lugdunum), con reverso
FEL TEMP REPARATIO. De las restantes monedas se puede vislumbrar que son también nummi con FEL
TEMP REPARATIO (cat. mon. nº 16, 18 y 19), una segunda, seguramente, emitida por Constante (cat.
mon. nº 17) y la otra, en principio, ilegible o incatalogable (cat. mon. nº 20).
Desde un enfoque arqueológico, atendiendo a la procedencia exacta dentro del yacimiento, pasamos a
continuación a comentar cada una de las piezas. La distribución de las monedas, con relación al catálogo,
está presente en la propia planimetría de la fig. 3. La campaña de 2007, en la Hab. 46 y junto al edificio
absidal del sector norte originó el hallazgo de las monedas nº 3 (Maximino I), 4 (Galieno), 5 (Claudio II),
7 (Claudio II, ¿imitación?), 10 (‘radiado’ de Aureliano) y 11 (antoniniano frustro) de nuestro catálogo,
asociadas a la U.E. 2424. Las monedas, de finales del siglo III d.C., se encuentran vinculadas con fragmentos
de marmita y cerámica común tardoantigua, con pellas de barro destinadas al almacenaje. Considerando el
desgaste de las monedas y el abanico cronológico que nos ofrecen indirectamente los elementos cerámicos,
procedentes de esta segunda pars frumentaria de Los Villaricos (IV-V d.C.), estaríamos hablando, con
propiedad, de una circulación de los numismas de un siglo y medio como mínimo.
En efecto, el objetivo de 2007 fue excavar la Hab. 46 de la pars urbana, que se localizaba al norte de la
planta absidal o basílica. Esta habitación corresponde a un área con estructuras hidráulicas, cuya utilización
aún no ha sido precisada (fig. 4), aunque se halló derrumbe de techumbre con mortero de cal y fragmentos
de tegulae. Al norte de esta habitación se encontraba asimismo la Hab. 49, de donde pudimos exhumar
otra moneda (cat. mon. nº 14). Se trata de un nummus de Constancio II aparecido entre el común derrumbe
(U.E. 2427), aunque esta vez formado por un fuerte nivel de piedras irregulares y restos de teja. El contexto
pertenece completamente al siglo IV d.C.
El año 2009 centró, nuevamente, nuestra atención en el denominado sector sur, donde había una tumba
excavada en la roca. A partir de la limpieza de esta zona, se descubrió la existencia de otros dos muros
que cerraban dicha estructura. En la parte oriental de este recinto se documentaba, incluso, otra pequeña
estructura de dos habitaciones y cuyas caras internas estaban enlucidas. Pero fue en la primera estructura
donde se encontraron (U.E. 2455), entre restos de cerámica producida a mano, dos monedas (cat. mon. nº
8 y 16) de Claudio II y Constante o Constancio II, por lo que la zona quedaría datada entre finales del siglo
III y principios del IV d.C.
Entre los años 2014 y 2015, se registró también un número importante de hallazgos monetarios. De
este modo, se recuperaron, gracias a un plan de definición de estancias, diferentes monedas procedentes
del segundo torcularium de la villa, una almazara (González Fernández et al., 2018b) (fig. 5). Durante el
transcurso de las excavaciones del verano de 2014, acaecieron los primeros hallazgos en la U.E. 2532; se
tratan de simples ejemplares aislados de Constante o Constancio II y un ejemplar frustro (cat. mon. nº 18 y
20), aparecidos sobre roca natural. De 2014 también procede otro hallazgo en la U.E. 2555, donde apareció
un antoniniano de Claudio II, de imitación hispánica (cat. mon. nº 9).
5 Para una visión global del siglo IV d.C. y desde la economía monetaria, vid. González García (2011). No obstante, otros
planteamientos, aunque generales, sobre la moneda romana, se pueden encontrar en Crawford (1986), Burnett (1987 y 1991) así
como en Howgego (1995).
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Fig. 4. Vista de la Hab. 46. Se trata de un área con estructuras hidráulicas, cuya utilización aún no ha sido
concretada. Fotografía de F. Fernández Matallana (Arqueología Integral S.L.).
Fig. 5. Torcularium sur, almazara y tumba excavada en la roca. Fotografía cenital realizada por J. G. Gómez
Carrasco (Aerograph Studio).
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Al año siguiente, en 2015, sobre el suelo (U.E. 2569) se localizó un nummus de Constante (cat. mon.
nº 13). También, del siglo IV d.C., son algunos hallazgos procedentes del sur de la nave del torcularium.
Nos referimos a los nummi de Constancio II y Constante (?) (U.E. 2569 y 2576) (cat. mon. nº 15 y 17).
Todos estos materiales numismáticos exhumados en el torcularium son sumamente importantes, al aportar
una franja cronológica de mediados y finales del siglo IV d.C. Durante estos siglos el torcularium está a
pleno rendimiento produciendo aceite. El abandono del complejo se produce a mediados del siglo V d.C.,
momento que coincidió con su incendio y posterior abandono como centro productor.
Los trabajos de 2016 se ejecutaron en la prolongación de los dos muros situados en la esquina NW de
la cella olearia. La excavación exhumó diversos fragmentos de cerámica común, algunos huesos de origen
animal, fragmentos de metal, semillas, 1 sestercio de Adriano, 1 antoniniano de Claudio II y 1 nummus
de Constante o Constancio II (cat. mons. nº 1, 6 y 19); piezas asociadas además a 2 fíbulas, 1 cencerro de
bronce, 1 lucerna y gran cantidad de cerámica de producción africana. Finalmente se comprobó que no se
trataba de un acceso al recinto de la villa, sino una muestra más de la amplitud cronológica que, observada
en las distintas remodelaciones, concordaba con las monedas como testigos de dicho proceso. Cada una
de las monedas fue localizada en un estrato respectivamente diferente; U.E. 2594, 2595 y 2586, por lo que
hemos podido documentar tres fases.
Finalmente, en la campaña de 2017 sólo localizamos un sestercio de Alejandro Severo (cat. mon. nº
2) y un nummus póstumo del Divino Constantino I (cat. mon. nº 12), ambos ejemplares procedentes de la
misma terrera.
3. REFLEXIONES FINALES
Entre los siglos II y IV d.C., la villa romana de Los Villaricos (Mula, Murcia) asumió un papel destacado
como centro productor, de carácter industrial, tanto de vino como de aceite (González Fernández et
al., 2018a y 2018b), especialmente en el siglo IV d.C. En este aspecto, en la actualidad y a la luz de
los hallazgos hispanos, constituye uno de los yacimientos más representativos de la Hispania romana.
La producción de la villa estaba destinada fundamentalmente a la exportación y sólo una pequeña
parte de lo producido se destinaría hacia el autoconsumo. Una vez superado el mito historiográfico
de la decadencia de las villae rusticae entre los siglos III y IV d.C., podemos concluir una intensísima
actividad económica en Los Villaricos, incluso a pesar de que el yacimiento no haya aportado, al menos
en el transcurso de las diferentes excavaciones oficiales, altos índices de pérdidas monetarias, como sí se
han producido en otros emplazamientos hispanos, bien del Levante, bien de la Bética. Aun así, el siglo
III d.C., centuria que coincide con la producción de cantidades inusitadas de antoninianos devaluados, se
despunta lógicamente como el más destacado.
Ya son muchos los autores que proponen para los siglos III y IV d.C., y sobre todo para este último, y
visible sobre todo en las villae, un verdadero resurgir de la vida económica, en donde el uso de la moneda
fue más intenso que durante los primeros siglos (Bost, 1992-1993: 225; Cepeda Ocampo, 1996; Banaji,
2001: 39-88; Lewit, 2004; Bowes, 2013: 194 y 218-219). Este modelo explicativo puede adoptarse para
la villa de Los Villaricos, cuyos orígenes constructivos se remontarían, además, a un período cronológico
situado entre finales del siglo I y principios del II d.C., por lo que cabría esperar que, de estos siglos, no
se produjeran muchos hallazgos monetarios. No obstante, también habría que tener en cuenta diversos
factores, como, por ejemplo, la localización del emplazamiento, pues parece que sólo los lugares más
alejados y con malas comunicaciones no llegaron a tener una economía monetaria (Howgego, 1992: 22),
y éste no es el caso.
En conclusión, la procedencia de las zonas de trabajo de la gran mayoría de monedas aquí estudiadas, y
al tratarse de pérdidas involuntarias, creemos que pueden vincularse con los propios trabajadores de la villa.
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Hallazgos monetarios en la villa romana de Los Villaricos (Mula, Murcia)
CATÁLOGO DE MONEDAS 6
1. Sestercio de Adriano (117 - 138 d.C.)
A/ Busto laureado de Adriano a derecha.
R/ Frustro.
Ceca/fecha: Roma.
Peso: 21,92 g.
U.E.: 2594 (campaña de 2016). Procedencia: Muro
de aterrazamiento.
2. Sestercio de Alejandro Severo (222 - 235 d.C.)
A/ Busto laureado de Alejandro Severo a derecha.
R/ Frustro.
Ceca/fecha: Roma.
Peso: 16,78 g.
Procedencia: Terrera de la ‘zona puerta’ (campaña de
2017).
3. Sestercio de Maximino I (235 - 238 d.C.)
A/ Busto laureado de Maximino I a derecha.
R/ Frustro.
Ceca/fecha: Roma.
Peso: 19,89 g.
U.E.: 2424 (campaña de 2007). Procedencia: Hab.
46, junto a edificio absidal.
4. Antoniniano de Galieno (253 - 268 d.C.)
A/ [GALLIENVS AVG]. Busto radiado de Galieno a
derecha.
R/ Frustro.
Peso: 4,29 g.
U.E.: 2424 (campaña de 2007). Procedencia: Hab.
46, junto a edificio absidal.
5. Antoniniano de Claudio II (268 - 270 d.C.)
A/ Busto radiado de Claudio II a derecha.
R/ Frustro.
Ceca/fecha: Roma (?).
Peso: 1,75 g.
U.E.: 2424 (campaña de 2007). Procedencia: Hab.
46, junto a edificio absidal.
6
Respecto al apartado de las citaciones catalográficas,
únicamente hemos podido referenciar con seguridad los
prototipos de los Claudios II hispánicos (cat. mon. nº 7, 8
y 9); en el resto las monedas, bien por la conservación, bien
por las leyendas o por la ausencia de determinar las cecas,
dicho espacio no se ha podido completar. La aproximación,
por ende, no tan efectiva de lo que quisiéramos, se ha podido
acometer obedeciendo a la cronología de los reinados o, más
sucintamente, por algunas determinadas series monetales.
295
6. Antoniniano de Claudio II (268 - 270 d.C.).
A/ [¿IMP C CLAVDIVS AVG?]. Busto radiado de
Claudio II a derecha.
R/ [¿AEQVITAS AVG?]. ¿Aequitas sosteniendo
balanza y cornucopia?
Ceca/fecha: Roma, 268-270 d.C. (?).
Peso: 2,21 g.
Ref.: ¿RIC V-1 14?
U.E.: 2595 (campaña de 2016). Procedencia: Muro
de aterrazamiento.
7. Antoniniano de Claudio II (268 - 270 d.C.).
¿Imitación hispánica?
A/ [DIVO CLA]VDIO. Busto radiado de Claudio II
a derecha.
R/ CON[SECR]ATIO. Altar encendido de
consagración. Dividido en cuatro secciones o plano.
Ceca/fecha: post 270 d.C.
Peso: 1,90 g.
Ref.: RIC V-1 257.
U.E.: 2424 (campaña de 2007). Procedencia: Hab.
46, junto a edificio absidal.
8. Antoniniano de Claudio II (268 - 270 d.C.).
¿Imitación hispánica?
A/ [DIVO CLAVDIO]. Busto radiado de Claudio II a
derecha.
R/ [CONSECR]ATIO. Altar encendido de
consagración. Dividido en cuatro secciones o plano.
Ceca/fecha: post 270 d.C.
Peso: 3,00 g.
Ref.: RIC V-1 257.
U.E.: 2455 (campaña de 2009). Procedencia: Sector sur.
9. Antoniniano de Claudio II (268 - 270 d.C.). Imitación
hispánica.
A/ [DIVO CLAVDIO]. Busto radiado de Claudio II a
derecha.
R/ [CONSECRATIO]. Altar encendido de
consagración. Dividido en cuatro secciones o plano.
Ceca/fecha: post 270 d.C.
Peso: 0,87 g.
Ref.: RIC V-1 257.
U.E.: 2555 (campaña de 2014). Procedencia:
Torcularium.
10. ‘Radiado’ de Aureliano (270 - 275 d.C.)
A/ IMP C AVRELIANVS AVG. Busto radiado de
Aureliano a derecha.
R/ Frustro.
Peso: 3,50 g.
U.E.: 2424 (campaña de 2007). Procedencia: Hab.
46, junto a edificio absidal.
APL XXXII, 2018
[page-n-12]
296
D. Martínez Chico y R. González Fernández
11. Antoniniano frustro (?)
A/ Busto radiado (?) del emperador a derecha.
R/ Frustro.
Peso: 1,18 g.
U.E.: 2424 (campaña de 2007). Procedencia: Hab.
46, junto a edificio absidal.
12. Nummus póstumo del Divino Constantino I
A/ [DV CONSTANTINVS PT AVGG]. Busto de
Constantino I velado a derecha.
R/ Frustro (muy seguramente se trate del emperador
conduciendo cuadriga a derecha).
Ceca/fecha: ca. 337-340 d.C. (Acuñación bajo
los reinados de Constantino II, Constancio II y
Constante, sus hijos).
Peso: 1,53 g.
Procedencia: Terrera de la ‘zona puerta’ (campaña de
2017).
13. Nummus de Constante (337 - 350 d.C.)
A/ [CONSTANS P F AVG]. Busto laureado de
Constante a derecha.
R/ [VICTORIAE DD AVGG Q NN --]. Dos victorias
enfrentadas y sosteniendo corona.
Peso: 0,93 g.
U.E.: 2569 (campaña de 2015). Procedencia: Sobre
suelo del torcularium.
14. Nummus de Constancio II (337 - 361 d.C.)
A/ [D N CONSTAN] TIVS [P F AVG]. Busto
diademado y drapeado de Constancio II a derecha.
R/ [FEL TEMP RE PARATIO]. Soldado armado
llevando un escudo en su brazo izquierdo y
lanceando a un jinete tirado en el suelo sobre su
caballo.
Peso: 2,15 g.
U.E.: 2427 (campaña de 2007). Procedencia:
Derrumbe de la Hab. 49.
15. Nummus de Constancio II (337 - 361 d.C.)
A/ [D N CONSTAN] TIVS [P F AVG]. Busto
diademado y drapeado de Constancio II a derecha.
R/ [FEL TEMP RE PARATIO]. Soldado armado
llevando un escudo en su brazo izquierdo y
lanceando a un jinete tirado en el suelo sobre su
caballo.
Ceca/fecha: Lugdunum (?), ca. 353-356 d.C.
Peso: 1,76 g.
U.E.: 2569 (campaña de 2015). Procedencia: Nave
sur del torcularium.
APL XXXII, 2018
16. Nummus de Constante o Constancio II (?)
A/ Busto diademado y drapeado del emperador a
derecha.
R/ [FEL TEMP RE PARATIO]. Soldado armado
llevando un escudo en su brazo izquierdo y
lanceando a un jinete tirado en el suelo sobre su
caballo.
Peso: 1,52 g.
U.E.: 2455 (campaña de 2009). Procedencia: Sector
sur.
17. Nummus de Constante (?)
A/ Busto diademado y drapeado del emperador a
derecha.
R/ Frustro.
Peso: 1,59 g.
U.E.: 2576 (campaña de 2015). Procedencia: Nave
sur del torcularium.
18. Nummus de Constante o Constancio II (?)
A/ Busto diademado y drapeado del emperador a
derecha.
R/ [FEL TEMP RE PARATIO]. Soldado armado
llevando un escudo en su brazo izquierdo y
lanceando a un jinete tirado en el suelo sobre su
caballo.
Peso: 1,38 g.
U.E.: 2532 (campaña de 2014). Procedencia: Sobre
roca natural del torcularium.
19. Nummus de Constante o Constancio II (?)
A/ Busto diademado y drapeado del emperador a
derecha.
R/ [FEL TEMP RE PARATIO]. Soldado armado
llevando un escudo en su brazo izquierdo y
lanceando a un jinete tirado en el suelo sobre su
caballo.
Peso: 2,10 g.
U.E.: 2586 (campaña de 2016). Procedencia: Muro
de aterrazamiento.
20. Frustra
A/ Busto a derecha.
R/ Frustro.
Peso: 0,82 g.
U.E.: 2532 (campaña de 2014). Procedencia: Sobre
roca natural del torcularium.
[page-n-13]
Hallazgos monetarios en la villa romana de Los Villaricos (Mula, Murcia)
297
APL XXXII, 2018
[page-n-14]
298
D. Martínez Chico y R. González Fernández
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Hallazgos monetarios en la villa romana de Los Villaricos (Mula, Murcia)
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APL XXXII, 2018
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[page-n-17]
Archivo de Prehistoria Levantina
Vol. XXXII, Valencia, 2018, p. 285-299
ISSN: 0210-3230 / eISSN: 1989-0508
David MARTÍNEZ CHICO a y Rafael GONZÁLEZ FERNÁNDEZ b
Hallazgos monetarios en la villa romana
de Los Villaricos (Mula, Murcia)
RESUMEN: Este artículo estudia las monedas exhumadas durante las últimas excavaciones realizadas en
la villa romana de Los Villaricos (Mula, Murcia). Se tratan de 20 hallazgos monetarios, datados entre los
siglos II y IV d.C. Las monedas tienen contexto arqueológico y la mayoría de ellas se encuentran asociadas
a las zonas industriales de la villa. Los presentes materiales numismáticos constituyen la moneda cotidiana
utilizada por el campesinado, asociado directa o indirectamente con la villa. En acuerdo con esto, y gracias
a las monedas de Los Villaricos, podemos comprender mejor la monetización rural romana en la actual
Región de Murcia, prácticamente embrionaria.
PALABRAS CLAVE: circulación monetaria, siglos II-IV d.C., monetización rural
Coin Finds in the Roman villa of Los Villaricos (Mula, Murcia)
ABSTRACT: This paper aims to study the coins found in the excavations of recent years, from the Roman
villa of Los Villaricos (Mula, Murcia). There are 20 coin finds, dated between the II and IV centuries A.D.
The coins have an archaeological context and have been found in the industrial zones of the villa. The
present numismatic materials constitute the daily coin used by the peasantry, directly or indirectly associated
with the villa. According to this, and thanks to the coins of Los Villaricos, we are able to have a better
understanding of the Roman rural monetization in the current Region of Murcia, practically embryonic.
KEYWORDS: monetary circulation, II-IV century A.D., rural monetization.
a
b
Universitat de València.
david_ele@live.com
Universidad de Murcia.
rafaelg@um.es
Recibido: 14/05/2018. Aceptado: 19/07/2018.
[page-n-2]
286
D. Martínez Chico y R. González Fernández
1. INTRODUCCIÓN
La villa está emplazada en el paraje denominado El Arreaque, antiguo muladar, concretamente a unos 5
km del municipio murciano de Mula (fig. 1). El emplazamiento arqueológico se encontraba comunicado
con la calzada romana que unía Cartago Nova con Complutum, gracias a la posible existencia de un actus
que enlazaría con esta vía principal siguiendo el curso del río Mula (Brotóns Yagüe y Ramallo Asensio,
1989: 109-117), bien a través del conocido Camino Viejo de Yéchar (González Fernández, 1988: 61-64),
cuyos tramos empedrados salvan el desnivel existente entre el lecho del río y la meseta donde se localiza el
yacimiento, uniéndolo con la actual Archena, punto importante, según Sillières (1982: 247-257), dentro de
la conexión con el eje viario romano antes citado. En este sentido, se encontraría dentro de los parámetros
sugeridos por los tratadistas agrónomos clásicos que subrayaban la importancia de dotar a las villae de un
acceso fácil y rápido a las principales vías de comunicación, tanto terrestres como fluviales (Catón I, 1,
2; Varrón, I, 16, 6; Columela, I, 3, 3-4 y I, 5, 7). Toda esta zona se encuentra en una posición estratégica
muy destacada y ha sido habitada desde tiempos prerromanos, como evidencia el yacimiento ibérico de El
Cigarralejo, clave para comprender el proceso de romanización en toda esta comarca.
Las investigaciones arqueológicas desarrolladas en la villa romana de Los Villaricos desde mediados
de la década de 1980, han documentado una serie de elementos que convierten este yacimiento en uno de
los ejemplos más notables de villa romana conservados en la Península Ibérica. La identificación de áreas
de carácter residencial junto con otras relacionadas con la transformación y almacenamiento de productos
de primera necesidad en el mundo antiguo, como son el aceite y el vino, así lo manifiestan. Asimismo, las
últimas investigaciones se han orientado a reconocer y estudiar las características que definen el poblamiento
rural romano del sureste peninsular. Partiendo de los elementos y zonas ya conocidas desde el principio de
los trabajos, se ha ido esbozando, de forma paulatina pero constante, un completo conjunto rural, con dos
áreas bien diferenciadas.
Por un lado, las partes rustica y frumentaria, áreas destinadas a dependencias de trabajo, almacenamiento
y transformación de los productos obtenidos. En el caso de nuestra villa, tenemos constatados cuatro
sectores a los que podemos asignar una clara intención productiva. Dos de ellos los tenemos claramente
identificados. Se trata de dos torcularia, uno dedicado a la producción de aceite, la almazara del sector sur
(González Fernández et al., 2018b) y otro, dedicado a la elaboración de vino, la bodega del sector norte
(González Fernández et al., 2018a). Existe un tercer sector, situado al norte, junto al edificio absidal, lo que
se denominó Hab. 46, en donde se documentaron restos de estructuras hidráulicas, pero cuya función aún
no hemos sido capaces de interpretar. En la actualidad, estamos trabajando en un cuarto sector, en el que
hay localizadas cuatro cubetas, cuyo uso todavía está por identificar.
En la villa también encontramos la pars urbana, o zona residencial, en la que se incluirían los restos
de unas termas domésticas (Lechuga Galindo, 2001-2002), así como diversas habitaciones con mosaicos
polícromos, cuyos motivos decorativos, entre los que se encuentran los cuadrilóbulos de peltas, revelan
un ambiente artístico análogo al de las villae del Altiplano murciano, propio del siglo IV d.C. avanzado.
Estos recintos estarían destinados a la estancia, bien temporal, bien permanente, del propietario y su familia
(González Fernández y Fernández Matallana, 2010: 325-327). Todavía no se han hallado restos, si es que
los hubo, de lo que podría haber sido el lugar de habitación de los trabajadores del asentamiento. En este
sentido, hemos de decir que, dada la potente industria dedicada al vino y al aceite, se necesitaría mucha
mano de obra en determinadas épocas del año, bien fueran temporeros o trabajadores fijos del fundus, para
los que habría que disponer de algún tipo de alojamiento.
El área residencial de Los Villaricos está dividida en dos partes (fig. 2); por un lado, la zona residencial,
propiamente dicha, la domus, situada en el centro del edificio con un patio central en torno al cual se
articulaban las distintas habitaciones y espacios domésticos y, por otro, la zona termal situada en el lado
oeste del edificio, con espacios destinados a los baños de agua caliente, templada y fría. Al este de la
domus y unida a ella mediante un amplio “porche”, se documentó la primera de las zonas de producción
APL XXXII, 2018
[page-n-3]
Hallazgos monetarios en la villa romana de Los Villaricos (Mula, Murcia)
287
Fig. 1. Localización de Los Villaricos. Por J. G. Gómez Carrasco (Aerograph Studio).
identificadas en la villa. Ésta formaría parte del primer complejo torculario que, aunque en un primer
momento, se consideró dedicado a la producción de aceite, se ha demostrado que se dedicó a elaboración
de vino (González Fernández et al., 2018a). La segunda área de producción se encontraba situada en el
sector sur, en donde se ha testimoniado un gran edificio rectangular de unos 684 m2, interpretado como
torcularium, con todas las estancias vinculadas al proceso de recepción, elaboración y almacenamiento de
aceite (González Fernández et al., 2018b).
La continuidad en el tiempo de este significativo establecimiento rural como residencia y explotación
agropecuaria, ha quedado claramente constatada merced a la identificación de un total de 5 fases desarrolladas
a lo largo de casi siete siglos de existencia. La primera de estas fases proporciona una cronología en torno a
APL XXXII, 2018
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288
D. Martínez Chico y R. González Fernández
Fig. 2. Planimetría de la villa romana de Los Villaricos con indicación de sus diferentes áreas y habitaciones. Realizada
por J. G. Gómez Carrasco (Aerograph Studio).
la segunda mitad del siglo I d.C. proporcionada por las cimentaciones de los espacios A y B de la Hab. 3. La
segunda fase está representada por la construcción del caldarium y el laconicum del balneum, y la primera
fase de construcción del patio central donde los fragmentos de cerámica de producción africana A (formas
Hayes 26 y 27) situados sobre el primer pavimento de opus signinum, nos proporcionan una cronología que
oscila entre finales del siglo II d.C. y principios del III d.C.
La tercera fase correspondería a la reorganización de todo el patio central y el peristilo, y la pavimentación
con mosaicos de algunas de estas estancias, que nos sitúa en torno a la segunda mitad del siglo IV d.C. y
primera mitad del V d.C., si atendemos tanto al estilo y decoración de los pavimentos de opus tessellatum,
comparándolos con los aparecidos en la villa romana de Los Cipreses de Jumilla (Ramallo Asensio, 1985:
121-128; Noguera Celdrán y Antolinos Marín, 2009: 193, nota 6), como a la cerámica aparecida en los
niveles que amortizan el pavimento (formas Hayes 59B y 67).
La cuarta fase estaría representada por los enterramientos documentados, aprovechando el
abandono de algunas estructuras y las distintas reutilizaciones y reestructuraciones de varios espacios
del establecimiento (rebancos adosados y la división de algunas de las habitaciones), realizadas con
materiales de muy baja calidad y aparejo muy pobre; se trataría del momento de ocupación más tardía del
yacimiento. La cronología de esta fase estaría atestiguada por la presencia de los distintos fragmentos de
lucernas de producción africana, decorados con iconografía cristiana y hallados, sobre todo, en el edificio
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de planta absidal, así como una lucerna completa de características similares procedente de la Hab. 47,
fechados entre finales del siglo V e inicios del VII d.C. En este punto cabría incluir, como una quinta fase,
la transformación del gran aula/triclinium en un espacio absidiado (Lechuga Galindo et al., 2004: 171181) de posible funcionalidad religiosa en torno al cual se situarían las 42 tumbas documentadas hasta el
momento en todo el espacio doméstico.
Partiendo de los datos y estructuras documentadas sabemos que el mejor momento de expansión y
explotación de la villa se situaría en torno al siglo IV d.C., lo que coincidiría a su vez con el período
de mayor esplendor de la urbs localizada en el Cerro de la Almagra, la antigua ciudad de Mula, situada
a escasos 2,5 km de la villa. Hoy día ya se admite como un planteamiento cierto que las villae, en
muchos casos, no sólo existen junto a la ciudad, sino que “son” también de la ciudad, por lo que
el Cerro de la Almagra se presenta como eje central de la relación entre la urbe y su territorium,
asociación que también se proyecta en la villa como parte que es de la ciudad (González Fernández y
Fernández Matallana, 2010: 324).
La parte occidental del Imperio Romano es, durante el siglo IV d.C., testigo de un auge de la arquitectura
rural residencial, siendo un fiel reflejo del poder de sus propietarios y de la extensión y riquezas de sus
tierras (Chavarría i Arnau, 2006: 17). Esta situación se inicia en Hispania a finales del siglo III d.C., pero
sobre todo en torno a mediados del IV d.C., fundamentalmente en el sur y levante peninsular, en donde se
produce el período de máximo crecimiento, auge económico y monumentalización de numerosas villae
(Rodríguez Aguilera et al., 2013-2014: 498).
Este hecho no sólo puede observarse en los espacios domésticos de la pars urbana, incluidas las termas,
sino que también es muy evidente en la ampliación y rediseño de los torcularia destinados, el primero,
una almazara, a la producción de aceite, excavado en el sector sur, con la documentación de varias fases
constructivas y de reestructuración de espacios con el consiguiente aumento del volumen de producción
oleícola, así como el segundo torcularium de la zona norte, dedicado a la elaboración de vino, una bodega,
que se localiza, sin solución de continuidad, junto a la pars urbana. Estos dos elementos convierten,
además, a la villa romana de Los Villaricos en uno de los principales centros de producción de aceite y vino
de la Hispania romana.
2. ¿UNA CIRCULACIÓN TARDÍA EN LA VILLA?
Las monedas que aquí estudiamos,1 proceden de hallazgos ocurridos tras las campañas efectuadas en los años
2007, 2009, 2014, 2015, 2016 y 2017, más concretamente de distintas zonas, tanto de la parte residencial
como, mayoritariamente, del torcularium dedicado a la producción de aceite, de la villa romana de Los
Villaricos (fig. 3). La moneda más antigua, del siglo II d.C. corresponde en el análisis cuantitativo con un
5%; el resto pertenece a un momento tardío. De esta manera, 10 son del siglo III d.C., lo que suponen un
50% de todo el material numismático exhumado. Al siglo IV d.C., pertenecen 8 monedas, lo que representa
un ligero descenso, pues se reduce la presencia a un 40%; el resto, es 1 moneda sin determinar e ilegible,
pero supone otro 5% residual, aunque bien podría tratarse de un antoniniano del siglo tercero.
Hay que tener en cuenta que, hasta el momento, no se había localizado moneda alguna en las
excavaciones realizadas en la pars urbana, cuyos orígenes se remontan con seguridad al siglo II d.C. El
presente lote, constituido por 20 piezas, puede conducirnos a la arriesgada conclusión de que el uso de la
moneda en la villa no llegó hasta bien entrado el siglo III d.C. En cualquier caso, los datos arqueológicos
comentados anteriormente no nos aclaran completamente en qué momento la villa romana pudo convertirse
en residencia permanente.
1
Todas las piezas serán depositadas en el Museo ‘Ciudad de Mula’ (Murcia), como establece la legislación actual, una vez que haya
finalizado su estudio.
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Fig. 3. Planimetría de la villa y demás zonas donde se distribuyen los distintos hallazgos monetarios (vid. cat. mon.).
Por J. G. Gómez Carrasco (Aerograph Studio).
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Por otro lado, que en villas romanas de la Península Ibérica escaseen monedas de los primeros siglos,
no sólo ya en plata u oro, tampoco ha de extrañarnos (cf. Bost et al., 1979 y 1983; Bost, 1992-1993).
Inicialmente el uso de la moneda, tanto broncínea como argéntea, se circunscribía a las propias ciudades
hispano-latinas (Ripollès 2002 y Arias Ferrer 2005), aunque la segunda –de plata– generalmente era la más
proclive a atesorarse (Volk, 1997). Además, el nivel monetización alcanzado en las villae rusticae se ha
estimado muchas veces como relativamente escaso2 y es sólo a partir de mediados del siglo II d.C. cuando
se documenta, en los ámbitos rurales hispanos, un uso cada vez más intenso de la moneda (Arrizabalaga
Lafuente, 1994 y Arias Ferrer, 2012).
El valor menudo de las monedas de Los Villaricos y su carácter como hallazgos involuntarios en las
principales zonas productivas de la villa, parecen concordar con una actividad más o menos intensa, aunque
ésta no se haya materializado en forma de un tesoro, como sí ocurre en otros emplazamientos murcianos e
incluso de una entidad inferior (Amante Sánchez y Lechuga Galindo, 1986; Lechuga Galindo, 1985 y 1988;
Arias Ferrer et al., 2011). No obstante, la ocultación de un pequeño ahorro y su no recuperación es un hecho
meramente accidental, se trate de un monedero o una ocultación.
El nivel de desgaste que presentan las monedas de Los Villaricos es francamente muy acusado, hasta
el extremo de que todas ellas se han podido identificar tras el rastro de sus bustos. En este sentido, si bien
la cantidad de monedas descubiertas no nos permiten ofrecer muchas precisiones, el desgaste de las piezas
sugiere un uso como mínimo de entre cincuenta y cien años. Asimismo, el contexto arqueológico de las
monedas invita a pensar que sus pérdidas pudieron correr a cargo de los propios trabajadores o campesinos
de la villa, y, sobre todo, y más específicamente en las distintas zonas de trabajo, como la almazara y la zona
junto al edificio absidal con estructuras hidráulicas, en donde han aparecido la mayoría de las monedas.
El abanico cronológico se inicia al frente de 1 sestercio de Adriano (cat. mon. nº 1), para cerrar dicha
tipología monetaria con otros 2 sestercios, pero pertenecientes a Alejandro Severo y Maximino I (cat. mon.
nº 2 y 3). Sea cual sea el reverso de estas tres piezas, su uso debe situarse en el primer tercio del siglo III
d.C., aunque, como apunta el contexto arqueológico, pudieron tener una perduración prolongada hasta los
últimos años de dicha centuria e incluso más.3 En cambio, la circulación del antoniniano, una moneda que
copó a nivel económico cualquier estamento (Callu, 1969: 214-218), parece resistirse en Los Villaricos, y
sólo se documenta con Galieno y Claudio II (cat. mon. 4, 5 y 6), al menos de forma oficial pues los restantes
del segundo emperador son las famosas imitaciones hispánicas4 con reverso CONSECRATIO (cat. mon. nº
7, 8 y, con seguridad, la nº 9), siguiendo los fieles prototipos de altar o pira funeraria encendida (e.g. RIC
V-1 257), acuñados bajo Quintilo y Aureliano desde el 270 d.C. Estos antoninianos hispánicos circulan
en Los Villaricos desde finales del siglo III y perduran todo el siglo IV d.C., sin ser descabellado su uso
residual durante los primeros años del V d.C., como ilustran importantes estudios monográficos (Callu,
1974; Bost et al., 1987: 76).
El radiado de Aureliano (cat. mon. nº 10) es, sin embargo, una excepción. La reforma monetaria de dicho
gobernante reestructuró por completo el devaluado antoniniano, hasta tal punto que su composición, en la
aleación, mejoró significativamente de un 2,5% de plata a un 4,3%, incluyéndose inclusive un aumento
del peso (Carson, 1965). El radiado aureliano de la villa presenta un peso de 3,5 g, justo en el peso medio
oficial y su uso en la circulación, en el último tercio del siglo III d.C., se encuentra asociado con los demás
antoninianos de Galieno y Claudio II, uno de ellos hispánico. Se trataría de la U.E. 2424, donde se localizó,
2 Algunas críticas, bajo tendencias monetaristas, se pueden encontrar firmadas por Bost (1992-1993) y Howgego (1995: 22-23).
3 Al menos los sestercios de Adriano y Maximino I, porque el de Alejandro Severo procede de la terrera de la ‘zona puerta’, donde
también se halló y tras una criba con detector de metales el nummus póstumo del Divino Constantino I (cat. mon. nº 12).
4 No nos vamos a detener en las causas y/o evolución del fenómeno imitativo llevada a cabo, con total seguridad en Hispania, entre
los siglos III-IV d.C. (que no delictivo o de falsificación, cf. Grierson 1956), pues tiene una amplia bibliografía (e.g. Bastien, 1985:
146; Cepeda Ocampo, 1991: 378-379; Harl, 1996: 167-171 y Martínez Chico, 2014: 163-164). Incluso algunos tesoros hispanos,
como el de Cortijo de Acevedo (Mijas, Málaga), evidencian una importante producción local de Divo Claudios mediante el
proceso de la fundición (Carcedo Rozada et al., 2007: 39 y 42-43).
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el sestercio de Maximino I. Aun así, la villa romana, al tratarse de un lugar situado en el interior de la
región murciana, e independientemente del carácter de los ‘Divos Claudios’, no parece experimentar un
aprovisionamiento muy significativo. A pesar de todo, los antoninianos de finales del siglo III d.C. son muy
comunes a lo largo de las costas tarraconenses (Lledó Cardona, 2007: 291). Por otra parte, habría que sumar
otro antoniniano, aunque frustro (cat. mon. nº 11), procedente de la misma unidad estratigráfica.
La numismática del siglo IV d.C. se jalona con los típicos nummi5 de Constante o Constancio II muy
mal conservados. La relación que hemos podido identificar, si bien a modo de sumario, es la siguiente:
Divino Constantino I (cat. mon. nº 12), seguramente el reverso sea el de la cuadriga siendo conducida por
el emperador; Constante (cat. mon. nº 13), con el reverso de las dos victorias enfrentadas y sosteniendo
corona y, finalmente, Constancio II (cat. mon. nº 14 y 15, esta última quizás de Lugdunum), con reverso
FEL TEMP REPARATIO. De las restantes monedas se puede vislumbrar que son también nummi con FEL
TEMP REPARATIO (cat. mon. nº 16, 18 y 19), una segunda, seguramente, emitida por Constante (cat.
mon. nº 17) y la otra, en principio, ilegible o incatalogable (cat. mon. nº 20).
Desde un enfoque arqueológico, atendiendo a la procedencia exacta dentro del yacimiento, pasamos a
continuación a comentar cada una de las piezas. La distribución de las monedas, con relación al catálogo,
está presente en la propia planimetría de la fig. 3. La campaña de 2007, en la Hab. 46 y junto al edificio
absidal del sector norte originó el hallazgo de las monedas nº 3 (Maximino I), 4 (Galieno), 5 (Claudio II),
7 (Claudio II, ¿imitación?), 10 (‘radiado’ de Aureliano) y 11 (antoniniano frustro) de nuestro catálogo,
asociadas a la U.E. 2424. Las monedas, de finales del siglo III d.C., se encuentran vinculadas con fragmentos
de marmita y cerámica común tardoantigua, con pellas de barro destinadas al almacenaje. Considerando el
desgaste de las monedas y el abanico cronológico que nos ofrecen indirectamente los elementos cerámicos,
procedentes de esta segunda pars frumentaria de Los Villaricos (IV-V d.C.), estaríamos hablando, con
propiedad, de una circulación de los numismas de un siglo y medio como mínimo.
En efecto, el objetivo de 2007 fue excavar la Hab. 46 de la pars urbana, que se localizaba al norte de la
planta absidal o basílica. Esta habitación corresponde a un área con estructuras hidráulicas, cuya utilización
aún no ha sido precisada (fig. 4), aunque se halló derrumbe de techumbre con mortero de cal y fragmentos
de tegulae. Al norte de esta habitación se encontraba asimismo la Hab. 49, de donde pudimos exhumar
otra moneda (cat. mon. nº 14). Se trata de un nummus de Constancio II aparecido entre el común derrumbe
(U.E. 2427), aunque esta vez formado por un fuerte nivel de piedras irregulares y restos de teja. El contexto
pertenece completamente al siglo IV d.C.
El año 2009 centró, nuevamente, nuestra atención en el denominado sector sur, donde había una tumba
excavada en la roca. A partir de la limpieza de esta zona, se descubrió la existencia de otros dos muros
que cerraban dicha estructura. En la parte oriental de este recinto se documentaba, incluso, otra pequeña
estructura de dos habitaciones y cuyas caras internas estaban enlucidas. Pero fue en la primera estructura
donde se encontraron (U.E. 2455), entre restos de cerámica producida a mano, dos monedas (cat. mon. nº
8 y 16) de Claudio II y Constante o Constancio II, por lo que la zona quedaría datada entre finales del siglo
III y principios del IV d.C.
Entre los años 2014 y 2015, se registró también un número importante de hallazgos monetarios. De
este modo, se recuperaron, gracias a un plan de definición de estancias, diferentes monedas procedentes
del segundo torcularium de la villa, una almazara (González Fernández et al., 2018b) (fig. 5). Durante el
transcurso de las excavaciones del verano de 2014, acaecieron los primeros hallazgos en la U.E. 2532; se
tratan de simples ejemplares aislados de Constante o Constancio II y un ejemplar frustro (cat. mon. nº 18 y
20), aparecidos sobre roca natural. De 2014 también procede otro hallazgo en la U.E. 2555, donde apareció
un antoniniano de Claudio II, de imitación hispánica (cat. mon. nº 9).
5 Para una visión global del siglo IV d.C. y desde la economía monetaria, vid. González García (2011). No obstante, otros
planteamientos, aunque generales, sobre la moneda romana, se pueden encontrar en Crawford (1986), Burnett (1987 y 1991) así
como en Howgego (1995).
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Hallazgos monetarios en la villa romana de Los Villaricos (Mula, Murcia)
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Fig. 4. Vista de la Hab. 46. Se trata de un área con estructuras hidráulicas, cuya utilización aún no ha sido
concretada. Fotografía de F. Fernández Matallana (Arqueología Integral S.L.).
Fig. 5. Torcularium sur, almazara y tumba excavada en la roca. Fotografía cenital realizada por J. G. Gómez
Carrasco (Aerograph Studio).
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D. Martínez Chico y R. González Fernández
Al año siguiente, en 2015, sobre el suelo (U.E. 2569) se localizó un nummus de Constante (cat. mon.
nº 13). También, del siglo IV d.C., son algunos hallazgos procedentes del sur de la nave del torcularium.
Nos referimos a los nummi de Constancio II y Constante (?) (U.E. 2569 y 2576) (cat. mon. nº 15 y 17).
Todos estos materiales numismáticos exhumados en el torcularium son sumamente importantes, al aportar
una franja cronológica de mediados y finales del siglo IV d.C. Durante estos siglos el torcularium está a
pleno rendimiento produciendo aceite. El abandono del complejo se produce a mediados del siglo V d.C.,
momento que coincidió con su incendio y posterior abandono como centro productor.
Los trabajos de 2016 se ejecutaron en la prolongación de los dos muros situados en la esquina NW de
la cella olearia. La excavación exhumó diversos fragmentos de cerámica común, algunos huesos de origen
animal, fragmentos de metal, semillas, 1 sestercio de Adriano, 1 antoniniano de Claudio II y 1 nummus
de Constante o Constancio II (cat. mons. nº 1, 6 y 19); piezas asociadas además a 2 fíbulas, 1 cencerro de
bronce, 1 lucerna y gran cantidad de cerámica de producción africana. Finalmente se comprobó que no se
trataba de un acceso al recinto de la villa, sino una muestra más de la amplitud cronológica que, observada
en las distintas remodelaciones, concordaba con las monedas como testigos de dicho proceso. Cada una
de las monedas fue localizada en un estrato respectivamente diferente; U.E. 2594, 2595 y 2586, por lo que
hemos podido documentar tres fases.
Finalmente, en la campaña de 2017 sólo localizamos un sestercio de Alejandro Severo (cat. mon. nº
2) y un nummus póstumo del Divino Constantino I (cat. mon. nº 12), ambos ejemplares procedentes de la
misma terrera.
3. REFLEXIONES FINALES
Entre los siglos II y IV d.C., la villa romana de Los Villaricos (Mula, Murcia) asumió un papel destacado
como centro productor, de carácter industrial, tanto de vino como de aceite (González Fernández et
al., 2018a y 2018b), especialmente en el siglo IV d.C. En este aspecto, en la actualidad y a la luz de
los hallazgos hispanos, constituye uno de los yacimientos más representativos de la Hispania romana.
La producción de la villa estaba destinada fundamentalmente a la exportación y sólo una pequeña
parte de lo producido se destinaría hacia el autoconsumo. Una vez superado el mito historiográfico
de la decadencia de las villae rusticae entre los siglos III y IV d.C., podemos concluir una intensísima
actividad económica en Los Villaricos, incluso a pesar de que el yacimiento no haya aportado, al menos
en el transcurso de las diferentes excavaciones oficiales, altos índices de pérdidas monetarias, como sí se
han producido en otros emplazamientos hispanos, bien del Levante, bien de la Bética. Aun así, el siglo
III d.C., centuria que coincide con la producción de cantidades inusitadas de antoninianos devaluados, se
despunta lógicamente como el más destacado.
Ya son muchos los autores que proponen para los siglos III y IV d.C., y sobre todo para este último, y
visible sobre todo en las villae, un verdadero resurgir de la vida económica, en donde el uso de la moneda
fue más intenso que durante los primeros siglos (Bost, 1992-1993: 225; Cepeda Ocampo, 1996; Banaji,
2001: 39-88; Lewit, 2004; Bowes, 2013: 194 y 218-219). Este modelo explicativo puede adoptarse para
la villa de Los Villaricos, cuyos orígenes constructivos se remontarían, además, a un período cronológico
situado entre finales del siglo I y principios del II d.C., por lo que cabría esperar que, de estos siglos, no
se produjeran muchos hallazgos monetarios. No obstante, también habría que tener en cuenta diversos
factores, como, por ejemplo, la localización del emplazamiento, pues parece que sólo los lugares más
alejados y con malas comunicaciones no llegaron a tener una economía monetaria (Howgego, 1992: 22),
y éste no es el caso.
En conclusión, la procedencia de las zonas de trabajo de la gran mayoría de monedas aquí estudiadas, y
al tratarse de pérdidas involuntarias, creemos que pueden vincularse con los propios trabajadores de la villa.
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Hallazgos monetarios en la villa romana de Los Villaricos (Mula, Murcia)
CATÁLOGO DE MONEDAS 6
1. Sestercio de Adriano (117 - 138 d.C.)
A/ Busto laureado de Adriano a derecha.
R/ Frustro.
Ceca/fecha: Roma.
Peso: 21,92 g.
U.E.: 2594 (campaña de 2016). Procedencia: Muro
de aterrazamiento.
2. Sestercio de Alejandro Severo (222 - 235 d.C.)
A/ Busto laureado de Alejandro Severo a derecha.
R/ Frustro.
Ceca/fecha: Roma.
Peso: 16,78 g.
Procedencia: Terrera de la ‘zona puerta’ (campaña de
2017).
3. Sestercio de Maximino I (235 - 238 d.C.)
A/ Busto laureado de Maximino I a derecha.
R/ Frustro.
Ceca/fecha: Roma.
Peso: 19,89 g.
U.E.: 2424 (campaña de 2007). Procedencia: Hab.
46, junto a edificio absidal.
4. Antoniniano de Galieno (253 - 268 d.C.)
A/ [GALLIENVS AVG]. Busto radiado de Galieno a
derecha.
R/ Frustro.
Peso: 4,29 g.
U.E.: 2424 (campaña de 2007). Procedencia: Hab.
46, junto a edificio absidal.
5. Antoniniano de Claudio II (268 - 270 d.C.)
A/ Busto radiado de Claudio II a derecha.
R/ Frustro.
Ceca/fecha: Roma (?).
Peso: 1,75 g.
U.E.: 2424 (campaña de 2007). Procedencia: Hab.
46, junto a edificio absidal.
6
Respecto al apartado de las citaciones catalográficas,
únicamente hemos podido referenciar con seguridad los
prototipos de los Claudios II hispánicos (cat. mon. nº 7, 8
y 9); en el resto las monedas, bien por la conservación, bien
por las leyendas o por la ausencia de determinar las cecas,
dicho espacio no se ha podido completar. La aproximación,
por ende, no tan efectiva de lo que quisiéramos, se ha podido
acometer obedeciendo a la cronología de los reinados o, más
sucintamente, por algunas determinadas series monetales.
295
6. Antoniniano de Claudio II (268 - 270 d.C.).
A/ [¿IMP C CLAVDIVS AVG?]. Busto radiado de
Claudio II a derecha.
R/ [¿AEQVITAS AVG?]. ¿Aequitas sosteniendo
balanza y cornucopia?
Ceca/fecha: Roma, 268-270 d.C. (?).
Peso: 2,21 g.
Ref.: ¿RIC V-1 14?
U.E.: 2595 (campaña de 2016). Procedencia: Muro
de aterrazamiento.
7. Antoniniano de Claudio II (268 - 270 d.C.).
¿Imitación hispánica?
A/ [DIVO CLA]VDIO. Busto radiado de Claudio II
a derecha.
R/ CON[SECR]ATIO. Altar encendido de
consagración. Dividido en cuatro secciones o plano.
Ceca/fecha: post 270 d.C.
Peso: 1,90 g.
Ref.: RIC V-1 257.
U.E.: 2424 (campaña de 2007). Procedencia: Hab.
46, junto a edificio absidal.
8. Antoniniano de Claudio II (268 - 270 d.C.).
¿Imitación hispánica?
A/ [DIVO CLAVDIO]. Busto radiado de Claudio II a
derecha.
R/ [CONSECR]ATIO. Altar encendido de
consagración. Dividido en cuatro secciones o plano.
Ceca/fecha: post 270 d.C.
Peso: 3,00 g.
Ref.: RIC V-1 257.
U.E.: 2455 (campaña de 2009). Procedencia: Sector sur.
9. Antoniniano de Claudio II (268 - 270 d.C.). Imitación
hispánica.
A/ [DIVO CLAVDIO]. Busto radiado de Claudio II a
derecha.
R/ [CONSECRATIO]. Altar encendido de
consagración. Dividido en cuatro secciones o plano.
Ceca/fecha: post 270 d.C.
Peso: 0,87 g.
Ref.: RIC V-1 257.
U.E.: 2555 (campaña de 2014). Procedencia:
Torcularium.
10. ‘Radiado’ de Aureliano (270 - 275 d.C.)
A/ IMP C AVRELIANVS AVG. Busto radiado de
Aureliano a derecha.
R/ Frustro.
Peso: 3,50 g.
U.E.: 2424 (campaña de 2007). Procedencia: Hab.
46, junto a edificio absidal.
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296
D. Martínez Chico y R. González Fernández
11. Antoniniano frustro (?)
A/ Busto radiado (?) del emperador a derecha.
R/ Frustro.
Peso: 1,18 g.
U.E.: 2424 (campaña de 2007). Procedencia: Hab.
46, junto a edificio absidal.
12. Nummus póstumo del Divino Constantino I
A/ [DV CONSTANTINVS PT AVGG]. Busto de
Constantino I velado a derecha.
R/ Frustro (muy seguramente se trate del emperador
conduciendo cuadriga a derecha).
Ceca/fecha: ca. 337-340 d.C. (Acuñación bajo
los reinados de Constantino II, Constancio II y
Constante, sus hijos).
Peso: 1,53 g.
Procedencia: Terrera de la ‘zona puerta’ (campaña de
2017).
13. Nummus de Constante (337 - 350 d.C.)
A/ [CONSTANS P F AVG]. Busto laureado de
Constante a derecha.
R/ [VICTORIAE DD AVGG Q NN --]. Dos victorias
enfrentadas y sosteniendo corona.
Peso: 0,93 g.
U.E.: 2569 (campaña de 2015). Procedencia: Sobre
suelo del torcularium.
14. Nummus de Constancio II (337 - 361 d.C.)
A/ [D N CONSTAN] TIVS [P F AVG]. Busto
diademado y drapeado de Constancio II a derecha.
R/ [FEL TEMP RE PARATIO]. Soldado armado
llevando un escudo en su brazo izquierdo y
lanceando a un jinete tirado en el suelo sobre su
caballo.
Peso: 2,15 g.
U.E.: 2427 (campaña de 2007). Procedencia:
Derrumbe de la Hab. 49.
15. Nummus de Constancio II (337 - 361 d.C.)
A/ [D N CONSTAN] TIVS [P F AVG]. Busto
diademado y drapeado de Constancio II a derecha.
R/ [FEL TEMP RE PARATIO]. Soldado armado
llevando un escudo en su brazo izquierdo y
lanceando a un jinete tirado en el suelo sobre su
caballo.
Ceca/fecha: Lugdunum (?), ca. 353-356 d.C.
Peso: 1,76 g.
U.E.: 2569 (campaña de 2015). Procedencia: Nave
sur del torcularium.
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16. Nummus de Constante o Constancio II (?)
A/ Busto diademado y drapeado del emperador a
derecha.
R/ [FEL TEMP RE PARATIO]. Soldado armado
llevando un escudo en su brazo izquierdo y
lanceando a un jinete tirado en el suelo sobre su
caballo.
Peso: 1,52 g.
U.E.: 2455 (campaña de 2009). Procedencia: Sector
sur.
17. Nummus de Constante (?)
A/ Busto diademado y drapeado del emperador a
derecha.
R/ Frustro.
Peso: 1,59 g.
U.E.: 2576 (campaña de 2015). Procedencia: Nave
sur del torcularium.
18. Nummus de Constante o Constancio II (?)
A/ Busto diademado y drapeado del emperador a
derecha.
R/ [FEL TEMP RE PARATIO]. Soldado armado
llevando un escudo en su brazo izquierdo y
lanceando a un jinete tirado en el suelo sobre su
caballo.
Peso: 1,38 g.
U.E.: 2532 (campaña de 2014). Procedencia: Sobre
roca natural del torcularium.
19. Nummus de Constante o Constancio II (?)
A/ Busto diademado y drapeado del emperador a
derecha.
R/ [FEL TEMP RE PARATIO]. Soldado armado
llevando un escudo en su brazo izquierdo y
lanceando a un jinete tirado en el suelo sobre su
caballo.
Peso: 2,10 g.
U.E.: 2586 (campaña de 2016). Procedencia: Muro
de aterrazamiento.
20. Frustra
A/ Busto a derecha.
R/ Frustro.
Peso: 0,82 g.
U.E.: 2532 (campaña de 2014). Procedencia: Sobre
roca natural del torcularium.
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Hallazgos monetarios en la villa romana de Los Villaricos (Mula, Murcia)
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