La Cañada. Aras de los Olmos. 1975
14-04-197518-04-1975
El día 5 de abril de 1975, una caballería, al transitar por una senda cercana al caserío de La Cañada, anejo a Villar de Olmos, aldea del término de Requena, hundióse en la tierra dejando una oquedad al descubierto, que fue luego ensanchada por los vecinos del caserío ante la creencia de que en el interior iban a encontrar un tesoro: en esta búsqueda lo que quedó de manifiesto fueron unas estructuras arquitectónicas. Tras el fracaso de la exploración, dichos vecinos recordaron que al otro lado de la carretera aparecieron, cuando fue construida, numerosas tumbas, por lo que trasladárnosle a esta zona para continuar la busca del tesoro, encontrando esta vez un suelo de "opus spicatum", ya muy estropeado y que se encargaron de destruir por completo, arrancando más de doscientos ladrillos romboidales.
Llegada la noticia al SIP, comenzó una excavación de urgencia. Se iniciaron las tareas en una primera zona, donde se había hundido la caballería, situada a unos cien metros al suroeste del caserío de La Cañada, limitándose a la extracción de la tierra y escombros que los rebuscadores habían vertido en el interior de la construcción. Una vez limpia, quedó al descubierto un recinto aproximadamente rectangular excavado en la arcilla natural del suelo, uno de cuyos lados se había reforzado con ladrillos rectangulares, y en el que se abría la boca de un horno, y los tres restantes estaban endurecidos como por la acción del fuego; en el interior, dos arcos de medio punto de ladrillos, también rectangulares, puestos en doble fila, servían de apoyo a la cámara de cocción o laboratorio, que recibía el calor mediante ocho registros abiertos en el suelo, en cada uno de los tres espacios que quedaban delimitados por paredes y arcos. En el interior del horno no se encontró, aparte de las tierras y escombros caídos de la superficie, ningún recto cerámico, pero se comprobó la existencia de una capa de cenizas y carbones que cubrían el suelo de la cámara de fuego. Se le atribuyó una antigüedad de entre 200 a 500 años, estando sin relación con la villa romana.
Se prosiguieron los trabajos en una segunda zona, cercana a la anterior, situada junto a la carretera y a unos setenta y cinco metros del caserío. Es el lugar antes mencionado, que fue removido por los habitantes del caserío cuando recordaron el descubrimiento, hace ya años, de unas tubas. La excavación fue realizada junto a la parte removida, en una extensión de seis metros de largo, descubriéndose los siguientes tres recintos:
Recinto primero.- Es de 6 X 3 metros de superficie y está formado por muros de medio metro de espesor y de unos 80 centímetros de altura en algunos puntos: cercanos al ángulo al que se le puso el número IV aparecieron muchos carbones y cenizas y dos muretes paralelos que hicieron pensar que se trataba de un hogar. Solamente se recogieron fragmentos de cerámica común romana, grandes pedazos de dalia y algunos de tegulae y de vasos de terra sigillata hispánica.
Recinto segundo.- Contiguo al anterior, mide 6 metros de largo por 1'10 de ancho, aunque no se encontraron los muros laterales. Contenía un nivel único de tierras de color castaño, que, en el ángulo norte, estaban mezcladas con restos de adobes, carbones y cenizas. Fue abundante la terra sigillata hispánica y en menor cantidad la clara.
Recinto tercero.- Se excavó englobado en el primero, pero al llegar al piso se observó que el muro separatorio había sido destruido por los vecinos del lugar en sus rebuscas, pues quedaban las hiladas de piedra de su base. De igual longitud que los dos antes descritos, tiene en la actualidad 1'65 metros de anchura por haber sido cortado por la carretera. Parece probable que los ladrillos romboidales encontrados formaran su suelo, pero no se encontró "in situ" ninguno, ni siquiera el mortero basal. Lo más destacable fue el hallazgo de una tumba con inhumación doble, de la que sólo se conservaba en buenas condiciones un esqueleto, siendo escasos los restos del otro, entre los que quedaba el cráneo. Para enterrar estos muertos se rompió el piso del recinto. Uno de ellos tenía la cabeza reposando sobre una losa de arenisca roja de forma rectangular, y el otro, sobre una piedra sin característica especial alguna; las piernas del primero, que estaba en posición de decúbito supino, se hallaban encima de una piedra y les faltaban los huesos de un pie. El ajuar consistió en un pequeño vaso, aplastado por la presión de las tierras, de cuello largo y estrello y pasta y superficie gris.
Por las observaciones efectuadas y los materiales hallados, a espera de un estudio más detenido, podría adelantarse la opinión de que las edificaciones corresponden a una villa romana, que debió existir entre los siglos II y III de la Era, y el enterramiento realizado posteriormente, tal vez en los siglos IV o V.
(La labor del Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo en el pasado año 1975, pp. 51-54).
Llegada la noticia al SIP, comenzó una excavación de urgencia. Se iniciaron las tareas en una primera zona, donde se había hundido la caballería, situada a unos cien metros al suroeste del caserío de La Cañada, limitándose a la extracción de la tierra y escombros que los rebuscadores habían vertido en el interior de la construcción. Una vez limpia, quedó al descubierto un recinto aproximadamente rectangular excavado en la arcilla natural del suelo, uno de cuyos lados se había reforzado con ladrillos rectangulares, y en el que se abría la boca de un horno, y los tres restantes estaban endurecidos como por la acción del fuego; en el interior, dos arcos de medio punto de ladrillos, también rectangulares, puestos en doble fila, servían de apoyo a la cámara de cocción o laboratorio, que recibía el calor mediante ocho registros abiertos en el suelo, en cada uno de los tres espacios que quedaban delimitados por paredes y arcos. En el interior del horno no se encontró, aparte de las tierras y escombros caídos de la superficie, ningún recto cerámico, pero se comprobó la existencia de una capa de cenizas y carbones que cubrían el suelo de la cámara de fuego. Se le atribuyó una antigüedad de entre 200 a 500 años, estando sin relación con la villa romana.
Se prosiguieron los trabajos en una segunda zona, cercana a la anterior, situada junto a la carretera y a unos setenta y cinco metros del caserío. Es el lugar antes mencionado, que fue removido por los habitantes del caserío cuando recordaron el descubrimiento, hace ya años, de unas tubas. La excavación fue realizada junto a la parte removida, en una extensión de seis metros de largo, descubriéndose los siguientes tres recintos:
Recinto primero.- Es de 6 X 3 metros de superficie y está formado por muros de medio metro de espesor y de unos 80 centímetros de altura en algunos puntos: cercanos al ángulo al que se le puso el número IV aparecieron muchos carbones y cenizas y dos muretes paralelos que hicieron pensar que se trataba de un hogar. Solamente se recogieron fragmentos de cerámica común romana, grandes pedazos de dalia y algunos de tegulae y de vasos de terra sigillata hispánica.
Recinto segundo.- Contiguo al anterior, mide 6 metros de largo por 1'10 de ancho, aunque no se encontraron los muros laterales. Contenía un nivel único de tierras de color castaño, que, en el ángulo norte, estaban mezcladas con restos de adobes, carbones y cenizas. Fue abundante la terra sigillata hispánica y en menor cantidad la clara.
Recinto tercero.- Se excavó englobado en el primero, pero al llegar al piso se observó que el muro separatorio había sido destruido por los vecinos del lugar en sus rebuscas, pues quedaban las hiladas de piedra de su base. De igual longitud que los dos antes descritos, tiene en la actualidad 1'65 metros de anchura por haber sido cortado por la carretera. Parece probable que los ladrillos romboidales encontrados formaran su suelo, pero no se encontró "in situ" ninguno, ni siquiera el mortero basal. Lo más destacable fue el hallazgo de una tumba con inhumación doble, de la que sólo se conservaba en buenas condiciones un esqueleto, siendo escasos los restos del otro, entre los que quedaba el cráneo. Para enterrar estos muertos se rompió el piso del recinto. Uno de ellos tenía la cabeza reposando sobre una losa de arenisca roja de forma rectangular, y el otro, sobre una piedra sin característica especial alguna; las piernas del primero, que estaba en posición de decúbito supino, se hallaban encima de una piedra y les faltaban los huesos de un pie. El ajuar consistió en un pequeño vaso, aplastado por la presión de las tierras, de cuello largo y estrello y pasta y superficie gris.
Por las observaciones efectuadas y los materiales hallados, a espera de un estudio más detenido, podría adelantarse la opinión de que las edificaciones corresponden a una villa romana, que debió existir entre los siglos II y III de la Era, y el enterramiento realizado posteriormente, tal vez en los siglos IV o V.
(La labor del Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo en el pasado año 1975, pp. 51-54).