La Carència. Turís. 1971
05-07-197112-07-1971José Aparicio Pérez
El poblado se asienta en la parte alta del cerro de La Carencia, aislado en medio de la llanura, con una altitud de 378 metros sobre el nivel del mar. De difícil acceso por poniente, norte y sur, solo es posible alcanzar la cima, con relativa facilidad, por la parte oriental. La porción superior del cerro está rematada por una pequeña meseta que, hacia el oeste, se inclina con suavidad hasta alcanzar otra meseta algo inferior situada al suroeste. Por toda la superficie es abundandísimo el material arqueológico y se ven abundantes restos de construcciones, así como parte de caminos con rodadas de carros dejadas sobre las rocas del suelo. Del informe presentado por la directora de las excavaciones, Dra. Gil-Mascarell, resumimos los siguientes resultados. Se efectuaron dos catas, una en la meseta superior y otra en la ladera, a mitad de su altura.
La zona I, en lo alto de la meseta, en la parte más elevada del poblado, se halla rodeada de murallas. La muralla sur, que se conserva en unos 21 metros de su trazado, está formada por buenos sillares paralelepipédicos y tiene como un saliente en forma de torre. Por la parte oeste, que es la más vulnerable, y por tanto por donde hasta ahora se suele acceder a la cima, apenas si quedan tres metros de muralla, de buenos y grandes sillares, alguno de hasta medio metro de longitud. En el centro de esta zona amurallada se realizó una cata, descubriéndose algo más de la mitad de una habitación de planta rectangular, con paredes de piedra trabadas con barro y piso formado por un relleno de tierras, piedras pequeñas y cerámica troceada. Junto a la pared noroeste se halló un banco o poyo y en la misma una puerta que fue tapiada en una reutilización de la casa, puerta que primitivamente se abría a un pequeño callejón de 0'80 metros de ancho y que sigue una dirección NO-SE. Los materiales recogidos son: cerámica sillata, campaniense e ibérica, una fíbula de bronce completa y fragmentos de objetos de hierro, bronce, plomo y hueso.
La zona II, situada a media ladera, también fue objeto de una cata en la que se puso al descubierto un muro, probablemente de sostén. Tiene unos trece metros de longitud y un metro de ancho y adosada a su parte norte apareció una habitación de pequeño tamaño, de un metro de lado, orientada hacia el este. En la porción meridional del largo muro surgieron otros dos a él perpendiculares, que solo se excavaron en parte. Fueron escasos los materiales recogidos y entre ellos, cerámicas campanienses e ibéricas, una pieza de molino y fragmentos informes de hierro.
En resumen, la excavadora deduce, provisionalmente y a resultas de lo que den de sí otras futuras campañas, la existencia de un poblado ibérico cuya parte superior, o acrópolis, totalmente amurallada, empieza su vida alrededor del siglo IV a. de C., se romaniza con posterioridad, después de sufrir un incendio o una destrucción y que, continúa habitada hasta época medieval, sin que, por ahora, se pueda afirmar si la sucesión que se ha apuntado fue ininterrumpida o si hubo algún período en el que la población quedara deshabitada. Al parecer fue esto último lo que debió ocurrir, pues los materiales romanos y medievales son muy escasos y no se ha encontrado cerámica romana de los últimos tiempos del Imperio ni de época visigoda. Por otra parte, gran parte del yacimiento no parece llegar a tiempos imperiales, sino que quedó deshabitado en fechas anteriores. Pudo ser que, con el cambio de era la población se concentrara en la parte superior y la excedente se dispersara por la llanura, como parece comprobarse por la abundancia de yacimientos de esta época que en ella se conocen. Además, concluye igualmente la excavadora que, dadas las condiciones estratégicas que presenta el cerro, podría pensarse que ya en época romana e indudablemente en tiempos medievales, el monte jugaría un papel de puesto de vigilancia, de atalaya, siendo por tanto ocupado por un número muy reducido de personas. Dado el interés que esta campaña de excavaciones ha puesto de manifiesto, se pretende continuar los trabajos en la próxima primavera.
(La labor del Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo en el pasado año 1971, pp. 98-101).
La zona I, en lo alto de la meseta, en la parte más elevada del poblado, se halla rodeada de murallas. La muralla sur, que se conserva en unos 21 metros de su trazado, está formada por buenos sillares paralelepipédicos y tiene como un saliente en forma de torre. Por la parte oeste, que es la más vulnerable, y por tanto por donde hasta ahora se suele acceder a la cima, apenas si quedan tres metros de muralla, de buenos y grandes sillares, alguno de hasta medio metro de longitud. En el centro de esta zona amurallada se realizó una cata, descubriéndose algo más de la mitad de una habitación de planta rectangular, con paredes de piedra trabadas con barro y piso formado por un relleno de tierras, piedras pequeñas y cerámica troceada. Junto a la pared noroeste se halló un banco o poyo y en la misma una puerta que fue tapiada en una reutilización de la casa, puerta que primitivamente se abría a un pequeño callejón de 0'80 metros de ancho y que sigue una dirección NO-SE. Los materiales recogidos son: cerámica sillata, campaniense e ibérica, una fíbula de bronce completa y fragmentos de objetos de hierro, bronce, plomo y hueso.
La zona II, situada a media ladera, también fue objeto de una cata en la que se puso al descubierto un muro, probablemente de sostén. Tiene unos trece metros de longitud y un metro de ancho y adosada a su parte norte apareció una habitación de pequeño tamaño, de un metro de lado, orientada hacia el este. En la porción meridional del largo muro surgieron otros dos a él perpendiculares, que solo se excavaron en parte. Fueron escasos los materiales recogidos y entre ellos, cerámicas campanienses e ibéricas, una pieza de molino y fragmentos informes de hierro.
En resumen, la excavadora deduce, provisionalmente y a resultas de lo que den de sí otras futuras campañas, la existencia de un poblado ibérico cuya parte superior, o acrópolis, totalmente amurallada, empieza su vida alrededor del siglo IV a. de C., se romaniza con posterioridad, después de sufrir un incendio o una destrucción y que, continúa habitada hasta época medieval, sin que, por ahora, se pueda afirmar si la sucesión que se ha apuntado fue ininterrumpida o si hubo algún período en el que la población quedara deshabitada. Al parecer fue esto último lo que debió ocurrir, pues los materiales romanos y medievales son muy escasos y no se ha encontrado cerámica romana de los últimos tiempos del Imperio ni de época visigoda. Por otra parte, gran parte del yacimiento no parece llegar a tiempos imperiales, sino que quedó deshabitado en fechas anteriores. Pudo ser que, con el cambio de era la población se concentrara en la parte superior y la excedente se dispersara por la llanura, como parece comprobarse por la abundancia de yacimientos de esta época que en ella se conocen. Además, concluye igualmente la excavadora que, dadas las condiciones estratégicas que presenta el cerro, podría pensarse que ya en época romana e indudablemente en tiempos medievales, el monte jugaría un papel de puesto de vigilancia, de atalaya, siendo por tanto ocupado por un número muy reducido de personas. Dado el interés que esta campaña de excavaciones ha puesto de manifiesto, se pretende continuar los trabajos en la próxima primavera.
(La labor del Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo en el pasado año 1971, pp. 98-101).