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Archivo
de
Prehistoria Levantina
Servicio de Investigación Prehistórica
del
Museo de Prehistoria de Valencia
Vol. XXX
Diputación de Valencia
Valencia, 2014
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA (APL)
Revista del Museu de Prehistòria de València.
Fundada en 1928 por D. Isidro Ballester Tormo como Anuario del Servicio de Investigación Prehistórica
de la Diputación Provincial de Valencia.
Directora: Helena Bonet Rosado (MPV).
Editor: Joaquim Juan Cabanilles (MPV).
Consejo de redacción: Ferran Arasa i Gil (Universitat de València), Mauro S. Hernández Pérez (Universidad
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Alicante), Carmen Aranegui Gascó (Universitat de València), M.ª Eugènia Aubet Semmler (Universitat Pompeu
Fabra, Barcelona), J. Emili Aura Tortosa (Universitat de València), Ernestina Badal García (Universitat de València),
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Edita: MUSEU DE PREHISTÒRIA DE VALÈNCIA. DIPUTACIÓ DE VALÈNCIA
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ISSN: 0210-3230
eISSN: 1989-0508
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Maquetación: Museu de Prehistòria de València
Imprime: Imprenta Provincial
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ÍNDICE
1
17
A. García Moreno
El poblamiento paleolítico de la cuenca del río Mundo (Albacete)
D. Roman Monroig y V. Villaverde Bonilla
Dos retocadores solutrenses de la Cova de les Cendres (Teulada-Moraira, la Marina Alta,
País Valenciano)
27 E. Duarte Matías, M. de la Rasilla Vives y J. E. Aura Tortosa
La técnica pseudoexcisa en el Badeguliense / Magdaleniense arcaico de Asturias
57
J. Carrasco Rus y F. Martínez-Sevilla
Las cronologías absolutas del Neolítico Antiguo en el sur de la península ibérica. Nuevas
dataciones
81
P. García Borja, J. E. Aura Tortosa, J. F. Jordá Pardo y D. C. Salazar-García
La cerámica neolítica de la Cueva de Nerja (Málaga, España): salas del Vestíbulo y la Mina
133
J. A. Afonso Marrero, J. A. Cámara Serrano, L. Spanedda, J. A. Esquivel Guerrero,
R. Lizcano Prestel, C. Pérez Bareas y J. A. Riquelme Cantal
Nuevas aportaciones para la periodización del yacimiento del Polideportivo de Martos (Jaén):
la evaluación estadística de las dataciones obtenidas para contextos rituales
159
O. García Puchol, L. Molina Balaguer, F. Cotino Villa, J. L. Pascual Benito,
T. Orozco Köhler, S. Pardo Gordó, Y. Carrión Marco, G. Pérez Jordà, M. Clausí Sifre y
L. Gimeno Martínez
Hábitat, marco radiométrico y producción artesanal durante el final del Neolítico y el Horizonte
Campaniforme en el corredor de Montesa (Valencia). Los yacimientos de Quintaret y Corcot
213
A. J. Lorrio, P. Iborra Eres y M.ª D. Sánchez de Prado
Depósitos rituales de fauna en el oppidum prerromano de El Molón (Camporrobles, Valencia)
239
I. Grau Mira e I. Amorós López
Secuencia de ocupación y análisis territorial del poblado ibérico de El Xarpolar
(Vall d’Alcalà, Alacant)
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263
I. Simón Cornago y C. Jordán Cólera
Ildi: un grafito de La Alcudia de Elche (Alicante)
275
M. Gozalbes y J. M. Torregrosa
De Iberia a Hispania. Plata, dracmas y denarios entre los siglos VI y I a.C.
317
P. P. Ripollès y G. Cores
Las monedas de la ceca de Oskumken
327
J. M. Torregrosa y F. Arasa
La circulación monetaria en la ciudad romana de Lesera (La Moleta dels Frares, El Forcall,
Castellón) y su territorium
375
R. Cebrián Fernández
Dos inscripciones funerarias inéditas procedentes de Cañada del Hoyo, Cuenca
(territorio de Valeria, Conventus Carthaginiensis)
383
F. J. Puchalt Fortea e I. Fortea Beneyto
Evidencias de traumatismos craneales en la población cristiana de Gandía (Valencia)
389
T. Pasíes Oviedo
La villa de Cornelius (l’Ènova, Valencia): trabajos de conservación y restauración
para un proyecto expositivo
401
I. Izquierdo Peraile, C. López Ruiz y L. Prados Torreira
Infancia, museología y arqueología. Reflexiones en torno a los museos arqueológicos
y el público infantil
419
Normas para la presentación de originales
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Archivo de Prehistoria Levantina
Vol. XXX, Valencia, 2014, p. 1-16
Alejandro GARCÍA MORENO a
El poblamiento paleolítico
de la cuenca del río Mundo (Albacete)
RESUMEN: En este artículo se presentan los datos disponibles acerca del poblamiento de la cuenca del río
Mundo (sur de Albacete) durante el Paleolítico. En esta región se ha documentado un número significativo de
yacimientos, que abarcarían desde el Paleolítico Inferior hasta el Mesolítico y los comienzos del Neolítico,
aunque el conocimiento que se tiene del poblamiento prehistórico de la región es fragmentario. Por ello,
es necesario establecer una visión de conjunto, englobando la información aportada por los yacimientos
documentados hasta el momento, que nos permita comprobar cuál es el estado de la cuestión en esta área.
La revisión de esta información, a pesar de ser todavía muy limitada, permite plantear la existencia de un
poblamiento más complejo de lo que se ha supuesto para esta zona para algunos periodos.
PALABRAS CLAVE: poblamiento, Paleolítico Medio, Paleolítico Superior, Epipaleolítico, sureste de la
Península Ibérica.
The Palaeolithic settlement of El Mundo river basin (Albacete, Spain)
ABSTRACT: In this paper, the available archaeological information regarding the Palaeolithic settlement
of el Mundo river basin and the Alcaraz Sierra is presented. This region has yielded a significant number
of Paleolithic sites. These sites range from the Lower Paleolithic to the Mesolithic and early Neolithic,
although the knowledge we have of prehistoric settlement in the region is still fragmentary. It is therefore
necessary to broadly approach this context, encompassing the information provided by the sites documented
to date, providing a state of the art of Palaeolithic settlement in this region. The review of this information,
despite being still very limited, shows a more complex settlement than it has been assumed for some periods.
KEY WORDS: settlement, Middle Palaeolithic, Upper Palaeolithic, Epipaleolithic, southeast of Iberian
Peninsula.
a Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria, Universidad de Cantabria.
alejandro.garciamoreno@hotmail.com
Recibido: 12/11/2012. Aceptado: 20/02/2014.
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2
A. García Moreno
1. INTRODUCCIÓN
Los primeros estudios sobre el poblamiento prehistórico del sureste de la provincia de Albacete y, más
concretamente, de la Sierra de Alcaraz y del Segura, se remontan a las primeras décadas del siglo XX, con
el descubrimiento de materiales tardenoisienses en el Abrigo de Alpera, en Almansa (Obermaier, 1916), o
de tipología musteriense en el yacimiento del Canalizo del Rayo, en Hellín (Breuil, 1928) (fig. 1). También
en estos años se lleva a cabo el estudio y valoración del arte rupestre Levantino, considerado por algunos
autores de la época, como Breuil o Cabré, de cronología paleolítica (Alonso Tejada y Grimal, 1994; Ripoll
Perelló, 2001). A lo largo de la primera mitad del siglo XX se producen algunos hallazgos puntuales, como
la posible presencia de materiales de cronología magdaleniense en la Cueva de los Morciguillos (Letur), en
la cuenca del río Taibilla, afluente del Segura (Cuadrado Díaz, 1947).
Sin embargo, no es hasta los años 70 y 80 cuando se produce un aumento considerable en el corpus
de información disponible sobre el poblamiento paleolítico en las serranías del sur de Albacete, debido
a dos fenómenos: por un lado, la realización de una serie de cartas arqueológicas de los municipios de
la región (Jordán Montés, 1992), así como a la puesta en marcha de varios proyectos de investigación
que permitirán documentar las secuencias arqueológicas y los materiales de la Cueva del Niño, en Ayna
(Higgs et al., 1976), junto a otros conjuntos de la cuenca media del río Mundo (Serna López, 1990), o del
Abrigo del Molino del Vadico (Córdoba de Oya y Vega Toscano, 1988). A estos proyectos hay que añadir
el descubrimiento y/o revisión de diversos sitios realizados en las últimas décadas.
Como resultado, contamos en la actualidad de un corpus de datos abundante para esta zona, lo que en
nuestra opinión requería una puesta en conjunto de todos ellos. Aunque la mayor parte de la información
existente procede de recogidas de materiales líticos de superficie, lo que ofrece una visión muy fragmentaria,
los datos disponibles permiten aproximarnos al poblamiento paleolítico de la región, ofreciendo una imagen
más rica y compleja de lo que pudiera suponerse inicialmente.
Fig. 1. Materiales procedentes del yacimiento
del Canalizo del Rayo (Breuil, 1928).
APL XXX, 2014
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El poblamiento paleolítico de la cuenca del río Mundo (Albacete)
3
2. LOCALIZACIÓN Y DESCRIPCIÓN DEL ÁREA DE ESTUDIO
La cuenca del río Mundo se localiza al sur de la provincia de Albacete, marcando la transición entre
la llanura manchega y la Cordillera Bética (fig. 2). Se enmarca dentro de la Sierra de Alcaraz, un área
montañosa formada por las últimas estribaciones del Sistema Prebético, que a su vez forma parte de la
Sierra del Segura. Esta región se caracteriza por una gran complejidad estructural, debido a la alternancia
de elevaciones y depresiones, que dan lugar a un relieve en general abrupto y de carácter montañoso.
Las alineaciones montañosas siguen una orientación general SW-NE, con la mayoría de sus picos
presentando altitudes superiores a los 1.500 metros, destacando el Pico de Las Almenaras (1798 m), la
mayor cota del sistema.
El río Mundo cuenta con una cuenca de recepción de aproximadamente 2400 km2 y una longitud de
unos 150 kilómetros, presentando un carácter marcadamente estacional y torrencial en su cuenca alta y
media. Inicialmente sigue una orientación SW-NE, para cambiar hacía el NW-SE en un segundo tramo,
hasta su desembocadura en el río Segura, en la vertiente mediterránea de la Sierra de Alcaraz (López
Vélez, 1996). En su primera mitad el Mundo discurre encajonado a través de la garganta excavada en las
calizas del Jurásico, dando lugar a hoces y cañones, al que se suman ramblas y barrancos subsidiarios,
configurando una orografía compleja y fracturada (fig. 3).
No obstante, en esta parte alta de la cuenca también pueden encontrarse terrenos más suaves y abiertos,
formados por pequeños valles de relleno cuaternario y altiplanicies calizas denominadas calares (fig. 4).
En su cuenca baja el río atraviesa el paisaje más suave y ondulado del Campo de Hellín, transición entre las
sierras del interior y el Altiplano de Yecla; es aquí donde finalmente se une al río Segura.
Desde el punto de vista biogeográfico, la cuenca del río Mundo se encuadra en la Región Mediterránea,
por lo que presenta una marcada estación estival, con una aridez de al menos dos meses al año (López Vélez,
1996). La vegetación propia de esta región estaría formada principalmente por encinares, aunque hoy día
Fig. 2. Localización de la cuenca del río Mundo y la Sierra de Alcaraz con los yacimientos mencionados en el texto.
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4
A. García Moreno
Fig. 3. Vista del cañón formado por el río Mundo en su cauce medio, a su paso por la aldea de Royo Odrea.
Fig. 4. Vista desde la aldea de Casas del Ginete de las altiplanicies existentes en la cuenca media del río Mundo. Al
fondo a la derecha se observa la Peña de la Albarda (1.256 m s. n. m.).
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El poblamiento paleolítico de la cuenca del río Mundo (Albacete)
5
se encuentra escasamente representada por la acción antrópica (Verde et al., 1998). Desgraciadamente, no
contamos con datos paleobotánicos o paleoclimáticos que nos permitan aproximarnos a las condiciones
climáticas y al medio ambiente de la región durante el Cuaternario; no obstante, los datos obtenidos en el
Mar de Alborán indican que el sureste de la Península Ibérica se vio afectado por las mismas oscilaciones
climáticas que el resto del continente europeo, aunque contaría con un clima más suave en las fases estadiales
(Cacho et al., 1999). Es de suponer una evolución semejante en la Sierra de Alcaraz y la cuenca del Mundo.
3. ALGUNAS CONSIDERACIONES PREVIAS: LIMITACIONES
El análisis del poblamiento paleolítico de un territorio determinado está siempre condicionado por una serie
de limitaciones, que en el caso concreto de la cuenca del río Mundo se ven acentuadas por lo fragmentario
de la información disponible, en la mayoría de los casos procedente de recogidas de materiales líticos de
superficie. La ausencia de secuencias estratigráficas locales bien datadas en las que sea posible contrastar
la evolución temporal de las técnicas de producción lítica hace que la atribución crono-cultural de estos
hallazgos de superficie sea incierta, basándose exclusivamente en criterios tipológicos.
Este hecho podría explicar la desproporción existente entre la presencia de yacimientos asignados al
Paleolítico Medio y, en menor medida, al Epipaleolítico, con respecto a la de aquellos correspondientes al
Paleolítico Superior. La escasez de evidencias de ocupaciones en el interior peninsular durante el Paleolítico
Superior llevó a algunos autores (Corchón Rodríguez, 2006; Vallespí Pérez et al., 1988) a plantear la
posibilidad de que la Meseta hubiese quedado prácticamente deshabitada durante este periodo, limitándose
la presencia humana a incursiones esporádicas desde zonas periféricas como el Levante (Davidson, 1983,
1986). Sin embargo, la escasa representación de yacimientos adscritos al Paleolítico Superior en el interior
peninsular puede deberse a problemas en la identificación y definición de los conjuntos, más que a un vacío
poblacional real (Davidson, 1991).
Así pues, esta imagen podría estar sin duda condicionada por la mayor visibilidad arqueológica y el
carácter diagnóstico de los elementos líticos que componen los conjuntos musterienses; debe tenerse en
cuenta que, a excepción de unos pocos casos, como la cueva del Niño, el resto de yacimientos considerados
han sido identificados y definidos a partir de recogidas de materiales líticos en superficie que, siendo
considerados como un todo homogéneo cultural y cronológicamente, podrían corresponder en realidad a
diferentes ocupaciones en periodos distintos. De hecho, la aparición de útiles característicos del Paleolítico
Superior, como raspadores, buriles, perforadores o núcleos prismáticos, en algunos de los yacimientos
asignados al musteriense, como el Canalizo del Rayo, la Laguna del Polope, el Pedernaloso o La Fuente,
podría estar indicando que la ocupación de estos asentamientos abarcó diferentes periodos del Paleolítico,
incluyendo el Superior.
De igual modo, el bagaje industrial de algunos de los yacimientos asignados al Epipaleolítico por la
aparición de laminillas de dorso, microburiles y raspadores podría corresponder a conjuntos del Paleolítico
Superior Final, donde este tipo de elementos son comunes.
Por lo tanto, la identificación de conjuntos líticos pertenecientes al Paleolítico Superior, ante la falta
de elementos claramente diagnósticos, sería menos evidente que en el caso de los conjuntos musterienses,
lo que podría estar sesgando nuestra imagen del poblamiento en la región durante el Pleistoceno Superior.
El descubrimiento de los yacimientos de El Palomar (Vega Toscano y Martín Blanco, 2006) y del Molino
del Vadico (Vega Toscano, 1993), así como la existencia de diversas estaciones de arte rupestre (Balbín y
Alcolea, 1994, 2003) y yacimientos arqueológicos datados en el Paleolítico Superior en la Submeseta sur,
como el abrigo de Verdelpino, en Cuenca (Rasilla Vives et al., 1996), corroborarían que el interior peninsular
en general, y la Sierra del Segura en particular, estuvieron poblados durante el Pleistoceno Superior, si bien
es cierto que el número de yacimientos adscritos a la primera mitad del Paleolítico Superior sigue siendo
muy reducido para el interior de la Península Ibérica, especialmente en la Submeseta sur (Cacho et al., 2010).
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A. García Moreno
En segundo lugar, otro problema fundamental al abordar el estudio del poblamiento prehistórico de
esta región es el de la imposibilidad de concretar la “contemporaneidad” del conjunto de yacimientos
documentados en la cuenca del Mundo. Si bien todos ellos comparten una serie de características que
permiten englobarlos dentro del mismo periodo cronocultural (o tecnocomplejo), fundamentalmente por
la homogeneidad de sus conjuntos líticos, a la hora de establecer relaciones entre yacimientos es necesario
contar con una precisa información sedimentológica, paleoclimática y cronológica para considerar a un
grupo de asentamientos como parte de un mismo esquema de ocupación del territorio, máxime si se trata de
periodos que abarcan una extensión temporal prolongada, como el Paleolítico Medio (Zilhão y Villaverde,
2008: 245). De lo contrario, podríamos caer en lo que Jochim (1991) definió como archaeology as a long
term anthropology, es decir, tratar como algo homogéneo y estático un registro que pudo haberse formado
por dinámicas complejas y cambiantes a corto plazo, mientras que otros autores hablan del problema de
time averaging (Bailey, 1983, 2007).
En cualquier caso, pueden apuntarse algunas observaciones en cuanto a los patrones de asentamiento
y las estrategias de subsistencia de las sociedades prehistóricas que ocuparon la cuenca del río Mundo a lo
largo del Paleolítico, especialmente durante el Paleolítico Medio, aunque éstas deberán ser necesariamente
generales y preliminares, dado lo fragmentario de la información arqueológica disponible hasta el momento.
4. EL PRIMER POBLAMIENTO: PALEOLÍTICO INFERIOR
Apenas contamos con datos sobre los comienzos del poblamiento humano en la cuenca del Segura. Hasta
la fecha, únicamente se ha documentado un yacimiento que podría corresponder al Paleolítico Inferior, el
yacimiento de La Fuente, en Hellín, propuesto como el yacimiento más antiguo de la provincia de Albacete
(Hernández Pérez, 2002; Vallespí Pérez et al., 1988). La industria lítica está dominada por cantos trabajados
tanto unifacial como bifacialmente, bifaces y hendedores, junto con otros tipos como raederas, denticulados
o raspadores (Montes Bernárdez y Rodríguez Estrella, 1985), por lo que se ha atribuido al Achelense. No
obstante, debe tenerse en cuenta que se trata de una recogida superficial de material lítico, sin atribución
estratigráfica, por lo que su cronología se basa en criterios tipológicos.
5. EL PALEOLÍTICO MEDIO: LA EXPANSIÓN NEANDERTAL
El Paleolítico Medio constituye el periodo mejor documentado en la cuenca media del río Mundo. Como
ya se ha comentado más arriba, la importante representación de yacimientos musterienses puede deberse a
la mayor facilidad para identificar estos conjuntos líticos; no obstante, el elevado número de sitios adscritos
al Paleolítico Medio existentes en la cuenca del río Mundo indican un poblamiento intenso y/o complejo
de la región en ese periodo.
A pesar del elevado número de yacimientos documentados, tan sólo la Cueva del Niño ha proporcionado
materiales arqueológicos en contexto estratigráfico, mientras que el resto procede de recogidas superficiales.
Por su parte, en la cercana cuenca del río Segura se encuentra el yacimiento del Abrigo del Palomar, donde
también se ha documentado una secuencia correspondiente al musteriense.
La Cueva del Niño (Ayna) fue descubierta en 1970, cuando se dieron a conocer sus pinturas rupestres
paleolíticas (Almagro Gorbea, 1971), aunque no fue hasta 1973 cuando se llevó a cabo la excavación
parcial de su depósito arqueológico (Higgs et al., 1976). Esta intervención permitió documentar un
conjunto de niveles arqueológicos correspondientes a una serie de ocupaciones a lo largo del Paleolítico
Medio, de acuerdo a la industria lítica aparecida en ellos. Esta industria estaba formada principalmente
por lascas, producidas mediante talla discoide, aunque también se documentan productos fruto de la talla
Levallois así como el reavivado de raederas tipo Quina. Entre los escasos útiles recuperados en este paquete
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El poblamiento paleolítico de la cuenca del río Mundo (Albacete)
7
estratigráfico destacan una raedera recta sobre sílex, un canto de cuarcita trabajado y un raspador carenado
(Davidson, 1981, capítulo 10; Davidson y García Moreno, 2013). La materia prima dominante es la cuarcita,
posiblemente de origen local, aunque en el nivel inferior de la secuencia, Nivel XI, que proporcionó la
mayor muestra lítica, la proporción entre sílex y cuarcita está equilibrada.
Al igual que sucedía con la industria lítica, los restos óseos de macromamíferos resultaron también muy
escasos, procediendo la mayoría nuevamente del Nivel XI. El espectro faunístico estaba dominado por el
caballo, seguido por la cabra y el uro (Davidson, 1981, capítulo 10; Davidson y García Moreno, 2013). También
se documentó una presencia significativa de restos de lepóridos, aunque en este caso fue imposible discriminar
si su presencia se debía a la actividad cinegética de los ocupantes de la cavidad, o a la acción de depredadores.
En la vecina cuenca del río Segura encontramos el yacimiento del Abrigo del Palomar (Yeste), descubierto
en los años 80 durante el desarrollo del proyecto “El Paleolítico de la Sierra del Segura” (Córdoba de Oya
y Vega Toscano, 1988). Posteriormente, en el año 1996 se llevó a cabo una primera campaña de excavación
arqueológica, continuada a partir del año 2004. Fruto de estas intervenciones se documentó una unidad
sedimentaria, formada por los niveles inferiores (Niveles XII-VII), que constituía un conjunto homogéneo
de estratos de tipo limoarenoso con presencia de gravas. A esta unidad cabría incluir el Nivel VI, de matriz
arenosa, y adscrito al Paleolítico Medio por su industria; no obstante, la interpretación crono-cultural de
este nivel ha sido cuestionada, debido a que ha sido datado en 28050±230 BP (Peña Alonso, 2011).1 Esta
datación situaría el Nivel VI del Palomar en el Paleolítico Medio, y entroncaría con el debate suscitado en
torno a la pervivencia de comunidades neandertales en el sur de la Península Ibérica más allá del 40000
BP (Baena et al., 2012; Cortés, 2010). En cualquier caso, independientemente de la problemática en torno
al nivel VI, la industria lítica de este paquete resulta homogénea, con un claro predominio de la cuarcita, y
orientada principalmente a la obtención de lascas mediante un esquema dominante discoide, aunque la talla
bipolar está también bien representada, por lo que todo el paquete de niveles subyacentes al nivel V han
sido adscritos al Musteriense (Peña Alonso, 2011; Vega Toscano y Martín Blanco, 2006).
Junto a los trabajos de excavación realizados en la Cueva del Niño, durante el verano de 1973 se llevó a
cabo también una campaña de prospección arqueológica en el cauce medio del río Mundo, aunque dado el
relieve escarpado de la zona, ésta fue necesariamente limitada. No obstante, fruto de estas prospecciones se
documentaron diversas áreas de concentración de restos líticos, en su mayor parte asignables al Paleolítico
Medio (Davidson, 1986), dado que se trata de “conjuntos formados por piezas realizadas básicamente sobre
cuarcita, generalmente de tamaño medio y grande, […] presencia en ellos de raederas, piezas de muesca y
núcleos discoides y levallois” (Serna López, 1990: 5). Algunos de estos conjuntos están formados por tan
sólo unas pocas piezas líticas, como los de la Rambla del Fontanar, la Rambla de Moriscote o la Rambla de
la Jara, mientras que otros se componen de varias decenas de artefactos, como los yacimientos del Cerro de la
Cantera, el Calderón del Moro o la Rambla del Talave (Serna López, 1990). En todos ellos la materia prima
empleada es casi exclusivamente la cuarcita en forma de cantos, predominando entre los útiles las raederas,
los cuchillos de dorso, los cantos trabajados o los productos de talla Levallois (Serna López, 1999).
Además de los documentados durante la mencionada campaña de prospecciones, existen en la cuenca
media del río Mundo otros yacimientos que podrían adscribirse al musteriense. Entre estos destaca el de La
Fuente del Halcón (López Campuzano et al., 2003), muy próximo a la cueva del Niño, donde se localizaron
un total de 13 piezas líticas, fundamentalmente núcleos y lascas corticales, realizadas todas ellas sobre
cuarcitas locales.
En la cuenca baja del río Mundo el poblamiento humano durante el Paleolítico Medio está también bien
representado por una serie de yacimientos en superficie, como los de Canalizo del Rayo, la Laguna del Polope
o el Pedernaloso (Jordán Montés, 1992; López Campuzano, 1993-1994). Los dos primeros presentan unos
conjuntos líticos similares a los de los yacimientos de la cuenca media del Mundo, dominando ampliamente
1 Para una discusión más precisa sobre la problemática asociada a las dataciones de los niveles VI y IV del Palomar consultar
Peña Alonso, 2011.
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A. García Moreno
la cuarcita sobre el sílex y útiles típicos del Musteriense como raederas, denticulados, núcleos, lascas y
puntas Levallois, núcleos discoides, etc. (López Campuzano y Jordán Montés, 1995; Serna López, 1999).
Por el contrario, el yacimiento de El Pedernaloso se localiza sobre un afloramiento silíceo, por lo que la
mayoría del repertorio industrial del mismo está fabricado sobre sílex (Montes Bernárdez et al., 1984); de
este afloramiento procede en gran medida el sílex empleado en otros yacimientos de la zona, como en la
Laguna del Polope, distante 12 km del Pedernaloso (López Campuzano y Jordán Montés, 1995).
En definitiva, contamos para la región con un importante número de yacimientos que por el carácter de
sus industrias líticas podrían corresponder al Paleolítico Medio, aunque el hecho de que la mayoría de ellos
estén formados por hallazgos de superficie impide un acercamiento exhaustivo al poblamiento de la región
durante este periodo. No obstante, pueden apuntarse algunas hipótesis al respecto. En primer lugar, podrían
identificarse dos entidades geográficas diferenciadas, cada una de ellas correspondiente a un tipo de paisaje
y biotopo característico; por un lado, la cuenca alta-media del río Mundo y el área del Calar del Mundo,
donde se encuentra la Cueva del Niño, de paisaje abrupto y encajado, dominado por barrancos cortados
sobre los sedimentos de Liásico; por otro lado, la cuenca baja del río y el Altiplano de Yecla, mucho más
abierta o de relieve más suave, donde los asentamientos se localizan en llanuras de inundación y terrazas
fluviales, generalmente asociados a puntos de agua estables (López Campuzano, 1993-1994). Este mismo
patrón parece observarse en regiones vecinas (Montes Bernárdez et al., 1984; Zilhão y Villaverde, 2008),
donde los yacimientos adscritos al Paleolítico Medio se sitúan bien en ramblas bien en las tierras bajas de
media-montaña y el litoral.
Este doble patrón de ocupación podría deberse a una complementariedad funcional (y puede que
estacional) entre los asentamientos de la cuenca alta-media y los de la cuenca baja, en un modelo de
ocupación del territorio basado en movimientos entre las zonas bajas y llanas del Campo de Hellín y las
serranías de la cuenca media y alta (López Campuzano, 1993-1994). En cualquier caso, debido a la falta de
evidencias que nos permitan plantear una cierta “contemporaneidad” entre estos conjuntos, así como datos
sobre la funcionalidad y época de habitación de cada sitio, este planteamiento debe quedar necesariamente
como una hipótesis meramente teórica. Más complicado aún resulta concretar si este patrón respondería a
desplazamientos de mayor envergadura, que tuviesen su origen en la costa levantina (Serna López, 1997),
debido a la ausencia de evidencias que permitan corroborar este extremo.
Respecto a la explotación del medio, la materia prima empleada en casi todos los yacimientos es
fundamentalmente la cuarcita, probablemente de origen local. La única excepción clara es el yacimiento de
El Pedernaloso, situado sobre un afloramiento silíceo (Montes Bernárdez et al., 1984). En el Nivel XI de la
Cueva del Niño, el sílex es empleado en una proporción similar a la cuarcita, aunque dado el escaso número
de efectivos recuperados en este estrato es difícil valorar la representatividad exacta de estos porcentajes.
Aparentemente el escaso sílex aparecido en los yacimientos es transportado desde varios kilómetros, pero
cuando las fuentes de aprovisionamiento se encuentran demasiado distantes se recurre a materias locales,
como la cuarcita, formando conjuntos líticos en los que destacan los denticulados, muescas y productos
derivados de la talla Levallois (Serna López, 1999; Zilhão y Villaverde, 2008).
Los únicos datos disponibles sobre las bases de la subsistencia provienen de los escasos restos de fauna
obtenidos en la Cueva del Niño, aunque la ausencia de un estudio tafonómico y la naturaleza preliminar del
estudio arqueozoológico impiden la completa valoración de estos datos. En principio, los niveles inferiores
de la secuencia del Niño estarían dominados por la presencia de grandes ungulados, como caballo y uro,
así como cabra, abundante a lo largo de toda la secuencia, mientras que el número relativamente elevado
de lagomorfos parece corresponderse con agentes de acumulación no antrópicos, como las rapaces (Pérez
Ripoll, 1977; Sanchis Serra, 2012). Esta asociación faunística sería similar a la observada en otros yacimientos
musterienses del Levante Peninsular (Yravedra Sáinz de los Terreros, 2004-2005), donde además parece
documentarse en muchos casos una alternancia entre humanos y otros carnívoros en la ocupación de las
cavidades; este podría ser el caso de la Cueva del Niño, donde se ha documentado la presencia de lobo y oso
en los niveles inferiores (Davidson, 1981, capítulo 10; Davidson y García Moreno, 2013).
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El poblamiento paleolítico de la cuenca del río Mundo (Albacete)
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6. PALEOLÍTICO SUPERIOR, ¿VACÍO POBLACIONAL?
Como ya se comentó más arriba, apenas contamos con evidencias sobre la ocupación de la Sierra de
Alcaraz durante el Paleolítico Superior (Hernández Pérez, 2002), lo que llevó a algunos autores a plantear
la existencia de un hiato poblacional en este periodo (Vallespí Pérez et al., 1988), limitándose la presencia
humana a incursiones esporádicas desde la zona levantina (Davidson, 1986).
Efectivamente, la Cueva del Niño constituye la única muestra clara de presencia humana en la cuenca del
río Mundo a lo largo del Paleolítico Superior, fundamentalmente debido a la existencia de pinturas rupestres
de estilo claramente paleolítico en su interior (Almagro Gorbea, 1971; Gárate Maidagán y García Moreno,
2011). Durante la excavación del yacimiento en 1973 se documentó en el vestíbulo de la cavidad, bajo el
panel principal de pinturas rupestres, una serie de tres pequeños niveles de ceniza con abundantes carbones, de
escasa potencia, de cronología incierta por su pobreza en material arqueológico (Davidson y García Moreno,
2013). Sin embargo, en el año 2010, en el marco de un proyecto de datación del yacimiento, se obtuvo una
muestra de hueso procedente del Nivel 2 de esta Tricnhera Interior, cuya datación por AMS-Bioapatito arrojó
una fecha de 22780±60 BP (UGAMS-7738) (Gárate Maidagán y García Moreno, 2011). Esta datación, podría
indicar el momento de realización de las pinturas rupestres parietales, o al menos parte de ellas, lo que sería
coherente con sus características estilísticas (Gárate Maidagán y García Moreno, 2011), aunque propuestas
anteriores situaban estas representaciones en torno al Solutrense y/o Magdaleniense (Almagro Gorbea, 1971;
Balbín Berhmann y Alcolea González, 1994; Fortea Pérez, 1978). En cualquier caso, e independientemente de
su cronología, las pinturas rupestres de la Cueva del Niño evidencian la presencia humana en este yacimiento
durante el Paleolítico Superior, aunque no ofrecen información acerca del carácter de la misma.
Fuera de la Sierra de Alcaraz, en la cercana cuenca del río Segura, los yacimientos de Tus, Molino del
Vadico y El Palomar parecen confirman la presencia humana en el sur de la provincia de Albacete durante
este periodo. Así pues, el abrigo del Molino del Vadico, en el valle del río Zumeta, presenta en la base de
su secuencia estratigráfica, bajo una serie de niveles epipaleolíticos, un conjunto de niveles denominados
Unidad D, en los que se aprecian procesos de gelifracción, y que parecen corresponder a ocupaciones del
Tardiglaciar (Vega Toscano, 1993).
En la cuenca del río Tus, también en la Sierra del Segura, se encuentran los abrigos de Tus I y El
Palomar. Mientras que el primero tan sólo ha proporcionado un limitado volumen de industria lítica y
fauna, que impiden una valoración precisa del conjunto (Córdoba de Oya y Vega Toscano, 1988), el
segundo ha arrojado una secuencia más completa con ocupaciones atribuibles al Paleolítico Superior. La
unidades estratigráfica correspondiente a los niveles V, IV y III ha sido asignada al Gravetiense a partir de
las características de su industria lítica, mientras que el nivel IV ha sido datado en 26430±210 BP (Beta185410) (Peña Alonso, 2011; Vega Toscano y Martín Blanco, 2006). Sobre éste se asienta un estrato con
importantes evidencias de gelifracción (Nivel III), mientras que el Nivel I ha sido atribuido inicialmente al
Magdaleniense Final.
Todavía dentro del área geográfica de la Sierra del Segura, pero ya en la provincia de Jaén, se
encuentra el yacimiento de la cueva del Nacimiento (Pontones), que presenta evidencias de ocupaciones
correspondientes al Paleolítico Superior final-Epipaleolítico, datadas en torno al 11200 BP (GIF-3472), y
caracterizado por la presencia de raspadores, buriles y láminas de sílex con y sin retoque (Rodríguez, 1979).
En definitiva, son muy pocos los datos de los que disponemos para evaluar el poblamiento de esta región
durante el Paleolítico Superior. La imagen, sin duda incompleta, que se nos presenta de este periodo es
la de una total inexistencia de evidencias correspondientes al Paleolítico Superior Inicial (Auriñaciense),
situándose las ocupaciones más antiguas documentadas hasta ahora en el Gravetiense. Parece también
atestiguada la presencia humana durante el Paleolítico Superior final, aunque resulta difícil discriminar
entre el Magdaleniense Superior y el Epipaleolítico. La ausencia de secuencias continuas y bien datadas
impide seguir la evolución cronocultural del Paleolítico Superior en esta región del interior del sureste
peninsular, así como su comparación con las dinámicas observadas en otras regiones, como el Levante.
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A. García Moreno
7. EPIPALEOLÍTICO: LOS ÚLTIMOS CAZADORES DE LA SIERRA
Al contrario de lo que sucedía con el Paleolítico Superior, sí disponemos en cambio de un mayor volumen
de información para la primera mitad del Holoceno, aunque en la mayoría de los casos ésta es de carácter
fragmentario, dado que nuevamente la mayoría de los yacimientos documentados corresponden a recogidas
superficiales de material lítico. Este hecho condiciona nuestro conocimiento sobre las últimas comunidades
cazadoras de la región y la introducción de la economía de producción.
Los niveles superiores de la secuencia estratigráfica de la Cueva del Niño proporcionaron una
importante colección de elementos líticos que podrían corresponder al Epipaleolítico, con un uso
extensivo del sílex, una alta laminaridad y presencia de microlitos geométricos (Davidson y García
Moreno, 2013). Sin embargo, durante el proceso de excavación no fue posible diferenciar entre un
posible nivel de cronología epipaleolítica de las ocupaciones ya correspondientes al Neolítico, mientras
que la mayor parte de la industria lítica podría corresponder a ambos periodos. No obstante, en 1973 se
efectuó una datación radiocarbónica sobre una muestra de carbón procedente del Nivel II de la zona de
excavación denominada Trench 2, que arrojó una fecha de 6990±80 BP (Birm-1113), lo que evidenciaría
algún tipo de presencia humana en el yacimiento durante el Epipaleolítico (Davidson y García Moreno,
2013). Por lo que respecta a la fauna recuperada en estos niveles, se atestigua una presencia importante
de animales salvajes, como cabra, ciervo y principalmente conejo, así como la posible presencia de
ovicápridos domésticos (Davidson, 1981, capítulo 10).
Junto a la evidencia aportada por la propia Cueva del Niño, las prospecciones desarrolladas a lo largo
de la cuenca del río Mundo permitieron documentar diversas concentraciones de material, entre los que
destacaba la Cueva de Moriscote (mencionada por Vita-Finzi, 1978), y que dadas sus características fueron
adscritos al Epipaleolítico, puesto que se trataba de “conjuntos líticos realizados principalmente en sílex,
con piezas de carácter microlítico tales como laminitas de borde abatido, microburiles, raspadores de
pequeño tamaño, etc., siendo escasos los geométricos” (Serna López, 1990: 5). De igual modo, algunos
hallazgos puntuales sugieren la presencia de yacimientos de cronología epipaleolítica en el cauce del río
Talave, en la cuenca baja del Mundo (Jordán Montés, 1992: 198).
Por su parte, el abrigo del Molino del Vadico también proporcionó un conjunto de niveles asignados
al Epipaleolítico, basándose en su posición estratigráfica bajo otra unidad con presencia cerámica, y en
su bagaje industrial (Córdoba de Oya y Vega Toscano, 1988). Al igual que en la Cueva del Niño, en el
Molino del Vadico la industria lítica estaba realizada fundamentalmente en sílex, destacando los elementos
microlíticos; en este sentido, la abundancia de núcleos, percutores y restos de talla parecen indicar una
importante labor de talla en el mismo yacimiento (Vega Toscano, 1993). Entre la fauna documentada, las
especies mejor representadas son la cabra y el conejo, de forma paralela a lo observado en el yacimiento
ayniego. También en la cueva del Nacimiento, en Pontones (Jaén), se documentó un nivel correspondiente
al Epipaleolítico con geométricos (Rodríguez, 1979), datado hacia el 7620 BP (GIF-3471).
El epílogo a estas ocupaciones mesolíticas lo encontramos nuevamente en la Cueva del Niño, donde en los
niveles superiores se documentaron diversos restos de cerámica impresa correspondiente probablemente al
Neolítico Antiguo (Martí Oliver, 1988), así como industria lítica microlaminar que incluía algunos geométricos
(Davidson y García Moreno, 2013). Además, algunos de los restos de ovicaprinos procedentes de estos niveles
podrían pertenecer a animales domésticos, lo que atestiguaría la introducción del pastoreo en la Sierra de
Alcaraz (Rodríguez González, 2008). También el abrigo del Molino del Vadico proporcionó evidencias de
ocupaciones neolíticas, concretadas principalmente en el nivel A1.1, donde la cerámica constituye el principal
componente de la cultura material recuperada, mientras que entre la industria lítica, netamente diferente de lo
existente en los niveles inferiores, aparecen algunos elementos geométricos (Vega Toscano, 1993).
Finalmente, debe tenerse en cuenta la presencia en la región de un buen número de estaciones de arte
rupestre de estilo Levantino, destacando dos núcleos fundamentales: los conjuntos de Nerpio y el Campo
de Hellín, donde se localiza el clásico yacimiento del Abrigo Grande de Minateda en Hellín (Alonso Tejada
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El poblamiento paleolítico de la cuenca del río Mundo (Albacete)
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y Grimal, 2002; García Atiénzar, 2011; Pérez Burgos, 1996). Estas representaciones constituyen sin duda
una excelente evidencia del poblamiento humano en esta región durante la primera mitad del Holoceno,
dado el bajo número de yacimientos arqueológicos documentados hasta el momento, aunque su adscripción
cronológica es todavía motivo de controversia (Alonso Tejada y Grimal, 1994; García Atiénzar, 2011;
Mateo Saura, 1997-1998).
8. DISCUSIÓN: EVOLUCIÓN DEL POBLAMIENTO PALEOLÍTICO
DE LA CUENCA DEL RÍO MUNDO
Como hemos visto en las líneas precedentes, la evidencia sobre el poblamiento prehistórico de la cuenca
del río Mundo y la Sierra de Alcaraz es desigual, según el periodo del que se trate (tabla 1): muy poco
representados el Paleolítico Inferior y Superior, frente a un número mayor de sitios epipaleolíticos y,
fundamentalmente, del Paleolítico Medio, aunque es posible que este desequilibrio se deba en parte a
la mayor o menor representatividad de los conjuntos. En cualquier caso, la información procedente de
todos ellos resulta fragmentaria, puesto que en la mayoría de los casos se trata de recogidas superficiales
de material lítico, mientras que de los pocos yacimientos con secuencia estratigráfica (Cueva del Niño,
Abrigo del Molino del Vadico y Abrigo del Palomar, estos últimos en la cuenca del río Segura) apenas
hay datos publicados. Por lo tanto, únicamente podemos abordar el poblamiento de la región de una forma
discontinua, sin que puedan establecerse claramente las dinámicas de transición entre periodos (fig. 2).
El primer poblamiento de la región parece atestiguado por el yacimiento de La Fuente, en Hellín,
asociado al Achelense Medio (Vallespí Pérez et al., 1988), aunque su cronología exacta y antigüedad
resultan desconocidas. Este sitio indica que las sierras del sur de Albacete fueron ocupadas en un momento
temprano, tratándose por el momento del yacimiento al que mayor antigüedad se otorga en la provincia
(Hernández Pérez, 2002).
La imagen resulta mucho más rica para el Paleolítico Medio, puesto que son varios los sitios
adscritos al musteriense que existen a lo largo de la cuenca del río Mundo. En general, en todos
ellos predomina el empleo de la cuarcita como materia prima, destinada a la producción de soportes
generalmente de gran tamaño, mediante la talla discoide y Levallois. No obstante, el único yacimiento
de la región que ha proporcionado materiales arqueológicos del Paleolítico Medio en contexto
estratigráfico es la Cueva del Niño. En éste, la industria lítica sigue una pauta similar a lo observado en
el resto de conjuntos líticos, especialmente en los hallazgos de superficie de la cuenca media, aunque
en el Nivel XI, uno de los más ricos desde el punto de vista del material arqueológico, el sílex alcanza
valores similares a la cuarcita.
La Cueva del Niño proporciona también los únicos datos referidos a las bases de subsistencia de las
comunidades neandertales que ocuparon la cuenca del río Mundo durante el Musteriense. El espectro
faunístico de los niveles inferiores está dominado por cabra, así como por la presencia significativa de
ungulados de gran talla, como caballos y uros. Mientras que la cabra es característica del entorno de roquedo
donde se localiza la cavidad, los grandes ungulados son propios de espacios abiertos, que habría que buscar
en las altiplanicies que rodean el cañón del río, lo que probablemente esté indicando una explotación
importante de terrenos relativamente alejados del asentamiento, además de los estrictamente locales. Sin
embargo, al carecer de información referida al resto de yacimientos de la zona, no podemos extrapolar este
patrón al conjunto de la región.
A tenor de la localización de los yacimientos musterienses, puede plantearse la existencia de dos focos
de poblamiento: por un lado, los de la cuenca media, situados en zonas de sierra, en ocasiones enclavados
en terrenos abruptos; y los del Campo de Hellín, en un paisaje más abierto. A modo de hipótesis, debido a
la ausencia de datos, esta dicotomía podría ser interpretada como una estrategia de ocupación del territorio
basada en la complementariedad (p.e. económica, funcional, puede que estacional) entre ambos focos
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A. García Moreno
Tabla 1. Yacimientos paleolíticos y epipaleolíticos en las cuencas baja y media del río Mundo y alta del río Segura.
Nombre
Cuenca
Procedencia
Cronología
La Fuente
Mundo (baja)
Superficial
Paleo. Inferior
Cueva del Niño
Mundo (media)
Cueva*
Paleo. Medio
Paleo. Superior
¿Epipaleolítico?
Neolítico
Abrigo del Palomar
Segura (Tus)
Abrigo*
Paleo. Medio
Gravetiense
¿Magdaleniense?
Rambla del Fontanar
Mundo (media)
Superficial
Paleo. Medio
Rambla de Moriscote
Mundo (media)
Superficial
Paleo. Medio
Rambla de la Jara
Mundo (media)
Superficial
Paleo. Medio
Cerro de la Cantera
Mundo (media)
Superficial
Paleo. Medio
Calderón del Moro
Mundo (media)
Superficial
Paleo. Medio
Rambla del Talave
Mundo (media)
Superficial
Paleo. Medio
Fuente del Halcón
Mundo (media)
Superficial
Paleo. Medio
Laguna del Polote
Mundo (baja)
Superficial
Paleo. Medio
El Pedernaloso
Mundo (baja)
Superficial
Paleo. Medio
¿Otros?
Canalizo del Rayo
Mundo (baja)
Superficial
Paleo. Medio
Molino del Vadico
Segura (Zumeta)
Abrigo*
¿Magdaleniense?
Epipaleolítico
Neolítico
Tus I
Segura (Tus)
Abrigo
Indeterminado
Cueva del Nacimiento
Segura
Cueva*
Paleo. Superior Final
Epipaleolítico
Neolítico
Los Morciguillos
Segura (Taibilla)
Cueva
¿Magdaleniense?
Cueva del Moriscote
Mundo (media)
Superficial
Epipaleolítico
Río Mundo
Mundo (media)
Superficial
Epipaleolítico
Río Talave
Mundo (baja)
Superficial
Epipaleolítico
* Contexto estratigráfico.
(López Campuzano, 1993-1994), lo que implicaría un poblamiento escalonado desde la cuenca baja hacía
las tierras altas de la Sierra (Serna López, 1997), y que podría haber incluido desplazamientos de mayor
envergadura, que incluyesen el interior de la región o la costa levantina.
La transición del Paleolítico Medio al Superior es por el momento prácticamente desconocida en la región.
A falta de elementos de definición cronológica, que permitan identificar las ocupaciones correspondientes
al final del Paleolítico Medio, tan sólo contamos con la datación del nivel 6 del Abrigo del Palomar (tabla
2), que podría indicar que el Paleolítico Medio, y probablemente grupos neandertales, habrían perdurado en
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El poblamiento paleolítico de la cuenca del río Mundo (Albacete)
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Tabla 2. Dataciones radiocarbónicas disponibles para los yacimientos de la cuenca del río Mundo y sierra del Segura.
Yacimiento
Nivel
C-14 BP
Ref.
Cal. BP*
Material
Cueva del Niño
Trinch. Int.
22780±60
UGAMS-7738
27058 – 27848
Hueso
Nivel II
6990±80
Birm-1113
7739 – 7912
Hueso
Nivel VI
28050±230
Beta-185412
32198 – 32857
Hueso
Nivel IV
26430±210
Beta-85410
30843 – 31581
Hueso
Nivel D
11200?
GIF-3472
13008 – 13206?
?
Nivel B
7620?
GIF-3471
8408 – 8416?
?
Abrigo del Palomar
Cueva del Nacimiento
*CalPal, curva HULU2007, 1σ.
esta zona hasta una fecha temprana, más allá del 40 ka BP, tal y como ha sido planteado para otras partes de
la Península Ibérica (Baena et al., 2012; Finlayson et al., 2006; Jennings et al., 2011), aunque esta posible
continuidad sigue suscitando un intenso debate (Maroto et al., 2012).
La pervivencia del Musteriense también podría explicar la ausencia de evidencias del Paleolítico
Superior Inicial. Las primeras ocupaciones correspondientes a este periodo se documentan nuevamente
en el nivel IV del Abrigo del Palomar, adscrito al Gravetiense, periodo al que correspondería también
la datación de la Cueva del Niño (tabla 2). Esto estaría en consonancia con lo observado en el sureste
peninsular, donde el poblamiento humano parece cobrar intensidad a partir del Gravetiense, siendo pocos
los yacimientos datados en el Auriñaciense (Fullola i Pericot et al., 2007; Peña Alonso, 2009).
Resulta difícil seguir la evolución del poblamiento humano en la región durante la segunda mitad del
Paleolítico Superior. No se ha registrado ningún yacimiento de cronología Solutrense, y tan sólo algunas de
las representaciones rupestres de la Cueva del Niño podrían datar de este periodo (Almagro Gorbea, 1971;
Balbín Berhmann y Alcolea González, 1994).
Respecto al final del Paleolítico, resulta difícil distinguir en muchos casos entre ocupaciones que
podrían corresponder al Magdaleniense de otras de cronología postpaleolítica. Así pues, sólo contamos con
algunas referencias a posibles niveles de final del Paleolítico, como en el Abrigo del Molino del Vadico o
en Tus I, ambos en la cuenca del Segura, mientras que un bueno número de conjuntos han sido atribuidos
al Epipaleolítico, la mayoría de ellos formados por concentraciones superficiales de material lítico. Resulta
nuevamente imposible analizar las posibles transformaciones económicas, tecnológicas o sociales que
podrían haber tenido lugar a comienzos del Holoceno en la región, más allá de apuntar la consolidación
de una industria microlaminar y la aparición de elementos geométricos, siguiendo una pauta similar a lo
observado en áreas cercanas, como el Levante (Aura Tortosa et al., 2006).
9. CONCLUSIONES
La revisión de la información arqueológica procedente del conjunto de yacimientos documentados a lo largo
de la cuenca del río Mundo, como la Cueva del Niño, así como de otros conjuntos cercanos localizados en la
vecina Sierra del Segura, nos permiten aproximarnos a la evolución del poblamiento paleolítico de esta región.
Dicho poblamiento abarcaría desde el Paleolítico Inferior hasta el Epipaleolítico, aunque los datos
disponibles para cada periodo son desiguales. Así pues, apenas contamos con información acerca de la presencia
humana en la región durante el Paleolítico Inferior y el Superior, mientras que ésta es más abundante durante
el Paleolítico Medio y el Epipaleolítico. Así pues, el Musteriense es el tecnocomplejo mejor representado en
la zona, lo que permite plantear algunas hipótesis acerca de los patrones de asentamiento y ocupación del
territorio de las comunidades que poblaron la cuenca del río Mundo en ese periodo.
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A. García Moreno
En definitiva, esta región cuenta con un gran potencial para el análisis de algunos procesos clave en
el estudio del Paleolítico peninsular, como la transición del Paleolítico Medio al Superior, el supuesto
abandono de la Meseta durante el Paleolítico Superior, o las últimas sociedades de cazadores y recolectores
y su transición al Neolítico. Futuras investigaciones permitirán completar los vacíos de información
existentes y aproximarnos a estas problemáticas históricas de una forma más precisa.
AGRADECIMIENTOS
Deseo expresar mi agradecimiento al Museo Arqueológico de Albacete, y en especial a Blanco Gamo, por su
predisposición y colaboración para la consulta de los materiales arqueológicos en él depositados. También deseo
agradecer a Juan Jordán su ayuda a la hora de facilitarnos algunos datos, así como a Iain Davidson por su colaboración
y ayuda en la revisión del yacimiento de la Cueva del Niño.
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APL XXX, 2014
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Archivo de Prehistoria Levantina
Vol. XXX, Valencia, 2014, p. 17-25
Dídac ROMAN MONROIG a y Valentín VILLAVERDE BONILLA b
Dos retocadores solutrenses
de la Cova de les Cendres
(Teulada-Moraira, La Marina Alta, País Valenciano)
RESUMEN: En este trabajo presentamos dos piezas recuperadas en los niveles solutrenses de la Cova de les
Cendres que su singularidad, tipología y escasez de paralelos justifica su presentación individualizada. Se
trata de dos pequeños cantos aplanados que debido a sus características pueden vincularse claramente a las
labores de talla, especialmente en las fases de preparación previa a la extracción del soporte o del retoque.
PALABRAS CLAVE: Cova de les Cendres, Paleolítico superior, Solutrense, retocador, compressor, Canto
rodado.
Two Solutrean retouchers of Cendres Cave
(Teulada-Moraira, La Marina Alta, Valencian Country)
ABSTRACT: In this paper we study two pieces recovered in Solutrean levels of Cendres Cave. Its
uniqueness, typology and scarcity of parallels justify its individual presentation. These are two small and
flattened pebbles, due to its characteristics can be clearly linked to flint knapping work, especially in the
stages of preparation before the blank extraction or the stone tools retouch.
KEY WORDS: Cendres Cave, Upper Palaeolithic, Solutrean, retoucher, compressor, pebble.
a
b
Investigador postdoctoral. Programa VALI+D de la Generalitat Valenciana.
Departament de Prehistòria i Arqueologia, Universitat de València.
TRACES UMR-5608, Université de Toulouse-Le Mirail.
didac.roman@uv.es
Departament de Prehistòria i Arqueologia, Universitat de València.
valentin.villaverde@uv.es
Recibido: 05/12/2013. Aceptado: 24/02/2014.
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18
D. Roman Monroig y V. Villaverde Bonilla
1. INTRODUCCIÓN
La Cova de les Cendres se localiza en la punta de Moraira, en el término municipal de Teulada-Moraira
(La Marina Alta, Alicante). La cavidad, de amplia boca, se sitúa en un alto acantilado, justo en la línea de
la costa, a 60 metros sobre el nivel del mar.
El presente trabajo tiene como propósito presentar dos piezas singulares aparecidas en la campaña
del 1999 y que corresponden a los niveles solutrenses excavados en el denominado sector B (cuadros A,
B y C/18-21) y el sondeo (cuadros A y B/17). Se trata de dos piezas que, como veremos a continuación,
interpretamos como retocadores/abrasionadores, y que poseen la singularidad de ser bastante escasos en los
yacimientos paleolíticos, lo que les confiere un interés especial para su publicación individualizada.
2. LA SECUENCIA PALEOLÍTICA DE LA COVA DE LES CENDRES:
LOS NIVELES SOLUTRENSES
La Cova de les Cendres posee una de las secuencias prehistóricas más importantes del Mediterráneo
occidental, siendo conocida por su secuencia neolítica y del Paleolítico superior (Bernabeu y Molina, eds.,
2009; Villaverde et al., 2010).
Dejando a un lado los niveles neolíticos, la secuencia paleolítica del yacimiento, en el que todavía no se
ha llegado a la base, se inicia con unos potentes niveles del Gravetiense (niveles XVI-XIV), con diversas
dataciones entre el 25850±260 BP (31266-30490 cal. BP) y el 21230±80 BP (25714 -25057 cal. BP). Estos
niveles se caracterizan por la presencia de utillaje lítico de dorso, con puntas de la gravette, microgravettes
y puntas tipo Cendres, así como puntas dobles y de base poligonal en la industria ósea (Villaverde y
Roman, 2004; Villaverde et al., 2007-2008). Viene después, superpuesta, la secuencia del Solutrense, que
comentaremos más detenidamente a continuación (nivel XIII) y finalmente la larga y compleja secuencia
Magdaleniense, que incluye los niveles XII a IX, este último en contacto erosivo con el Neolítico. Pendiente
de definir con exactitud, en esta parte de la secuencia, de base a muro, podemos distinguir: un Magdaleniense
inferior, con dataciones entre el 16030±60 BP (19360-19050 cal. BP) y el 14850±100 BP (18441-17907 cal.
BP) (Villaverde et al., 2012); un Magdaleniense medio, con dataciones entre el 14510±50 BP (17710-17260
cal. BP) y el 13690±120 BP (17037-16476 cal. BP) (Villaverde et al., 1999; Villaverde, 2001; Villaverde et
al., 2012), caracterizado por el dominio del grupo microlaminar, especialmente de las laminitas con finos
retoques directos o inversos y las laminitas truncadas, un dominio de los raspadores sobre los buriles, y una
buena representación las piezas del sustrato, mientras que en la industria ósea están presentes las azagayas
de bisel simple y las varillas; y diversos niveles del Magdaleniense superior, datado entre el 13350±50 BP
(15980-15690 cal. BP) y el 12470±100 BP (15093-14392 cal. BP) (Villaverde et al., 1999; Villaverde y
Roman, 2005-2006; Villaverde, 2001; Villaverde et al., 2010; Roman y Villaverde, 2011) caracterizados
por el marcado dominio del grupo microlaminar y por un equilibrio o un ligero dominio de los buriles sobre
los raspadores, y en la industria ósea una elevada presencia de arpones, varillas, agujas, azagayas de bisel
doble y simple y algunas puntas de base recortada.
El contacto del Solutrense del nivel XIII con los niveles subyacentes es erosivo y afecta de manera
desigual a estos paquetes, como consecuencia de la formación de canales, rellenos y desplazamientos que
dificultan particularmente la atribución industrial del nivel XIV.
El nivel XIII, de unos 30 cm de potencia media, posee una estructura laminada compleja, formada por
lentejones de extensión limitada, que testimonian la complejidad del proceso de formación del relleno
y la existencia de continuas fases de erosión y redeposición sedimentaria. Además, la existencia en la
zona excavada de una colada estalagmítica sobre la que apoya este nivel hace que la estratigrafía muestre
una dislocación de pendiente en algunas zonas con respecto a la tendencia general del paquete. Estas
circunstancias explican la elevada dificultad para, durante el proceso de excavación, establecer el detalle
APL XXX, 2014
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Dos retocadores solutrenses de la Cova de les Cendres
19
estratigráfico del paquete, razón que nos ha llevado a estudiar el material del conjunto del nivel como una
sola unidad, aun a sabiendas de la amplitud cronológica y la estratificación que es posible observar en
algunas zonas (Villaverde et al., 2010).
Poseemos diversas dataciones que nos permiten delimitar las ocupaciones del Solutrense evolucionado
del nivel XIII. La base del nivel estaría indicada por las fechas de 18920±180 BP (23135-22471 cal. BP)
y 18750±130 BP (22789-22093 cal. BP), mientras que el final de esta ocupación nos la indica la fecha del
17210±60 BP (20440-20220 cal. BP). No podemos obviar que en la serie de dataciones de este nivel, así
como entre las de la base del XII existen algunas fechas discordantes que nos indican los problemas para
su definición que hemos destacado anteriormente.
El material recuperado en el nivel XIII supera los 5.200 restos líticos (de los cuales un 64,8% son
esquirlas). Entre los elementos de producción (1.689 piezas) dominan claramente las lascas (64,2%) sobre
laminitas (15,1%), láminas (12,6%) y lascas laminares (8,1%). Pese a este dominio de las lascas, tanto su
posición dentro de la cadena operativa, como los negativos dorsales de los soportes y las características de
los núcleos nos indican que el objetivo de la explotación lítica era el laminar. También existen 36 núcleos
y diversos productos de acondicionamiento, como tabletas, semitabletas o semicrestas.
El material retocado asciende a 296 piezas. Entre estas destaca la presencia de puntas escotadas, una
punta de pedúnculo y aletas, hojas de laurel y alguna punta de cara plana, que sumadas suponen un 11,4%
del material retocado. Por su parte, el retoque solutrense supone un 6,4%. Entre el resto de retocados
destaca el dominio de los raspadores (15,5%) sobre los buriles (9,1%), la buena proporción de piezas con
retoques en uno o dos bordes (29,4%) y de piezas astilladas (10,1%), así como una buena presencia de
utillaje microlaminar (7,4%).
Otro dato destacado del nivel XIII es la abundancia de industria ósea y adorno. Entre la primera se han
recuperado 19 piezas, con dominio de las puntas dobles y presencia de una punta de base redondeada, base
poligonal, azagayas monobiseladas, agujas con perforación en la base, puntas finas dobles, un punzón y
una punta plana. Por lo que respecta al adorno merece la pena destacar que entre las 70 piezas recuperadas
existen 14 especies diferentes, dominando claramente Theodoxus fluviatilis (42,8%).
Todos estos datos nos inclinan a pensar que nos encontramos con un nivel que pertenece al Solutrense
evolucionado II o Solútreo-gravetiense I, siendo escasos los datos que sugieran la presencia de Solutrense
evolucionado I o Solutrense superior.
3. DESCRIPCIÓN Y UBICACIÓN DE LAS PIEZAS OBJETO DE ESTUDIO
Las piezas que centran este trabajo se recuperaron en la campaña de 1999 (fig. 1). La primera se recuperó
en la capa 8 del cuadro A-19. Se trata de un pequeño canto rodado, de morfología aplanada, de arenisca
(cuarzoarenita) de grano fino equigranular.1 Sus dimensiones son 38,7 mm de longitud, 36 mm de anchura
y 11,1 mm de espesor y el peso es de 23,69 g. Presenta las dos caras planas lisas y todo el borde rebajado
debido a una fuerte abrasión, con lo que acaba por conformar una especie de disco lítico. En una de sus
caras posee una pequeña fractura debido a su uso en tareas de percusión, ya sea en un uso anterior como
percutor propiamente dicho, ya sea por su utilización como retocador.
La segunda de las piezas se recuperó en la capa 9 del cuadro A-19 (fig. 2). Se trata de un pequeño canto
rodado, de morfología aplanada, de arenisca (cuarzoarenita) de grano fino equigranular. Sus dimensiones
son 42,6 mm de longitud, 37,8 mm de anchura y 12,9 de espesor, con un peso de 26,85 g. Al igual que la
pieza anterior, posee las dos caras planas lisas y prácticamente todo el borde rebajado debido a una fuerte
abrasión, con lo que acaba por conformar una especie de disco lítico. La única parte que no presenta
esta abrasión es una pequeña porción, de 6,5 mm, en la que se puede apreciar la morfología original del
1 Agradecemos a Xavier Mangado sus observaciones sobre la naturaleza geológica de las piezas.
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D. Roman Monroig y V. Villaverde Bonilla
Fig. 1. Retocador del cuadro
A-19 capa 8.
Fig. 2. Retocador del cuadro
A-19 capa 9.
soporte, lo que nos permite observar que se trata de un pequeño canto rodado aplanado. En una de sus
caras posee también una fractura plana algo mayor que la anterior y para cuya explicación recurrimos a las
consideraciones efectuadas en la otra pieza.
En definitiva, se trata de dos piezas de tamaño y características similares, probablemente usadas en un
mismo contexto y cronología, que a pesar de proceder de dos capas artificiales distintas apenas distan 2 cm
de profundidad, y cuyo análisis y difusión, por la falta de paralelos y rareza, nos parece oportuno.
El análisis realizado con una lupa binocular no nos ha permitido observar marcas de abrasión o estrías
marcadas en las caras planas, por lo que deducimos que su superficie es natural (fig. 3 y 4). Únicamente la
segunda de las piezas presenta unas finísimas estrías vinculadas al borde rebajado que muestran un trabajo
longitudinal, tal y como correspondería a un uso del borde del soporte como retocador o, ya en menor
medida, abrasionador (fig. 4).
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Dos retocadores solutrenses de la Cova de les Cendres
21
Fig. 3. Detalle con
la lupa binocular del
retocador del cuadro
A-19 capa 8.
Fig. 4. Detalle con la lupa binocular del retocador del cuadro A-19 capa 9.
APL XXX, 2014
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D. Roman Monroig y V. Villaverde Bonilla
Sobre el mismo perímetro de las piezas, que ha sido rebajado, se han observado estrías de muy escasa
entidad. Este hecho, unido a las fracturas observadas, parecen indicar que el rebaje se ha producido por
percusión, lo que también apoyaría la idea de que fue usado como retocador, ya sea para la preparación del
filo de útiles ya para la preparación de las cornisas de núcleos.
4. FUNCIONALIDAD DE LOS RETOCADORES-ABRASIONADORES
No son muchas las referencias que existen de este tipo de piezas. Desde un principio su morfología, con los
bordes rebajados y en forma de disco, nos hizo pensar en una funcionalidad vinculada a la talla, aunque no
podíamos descartar otro tipo de usos, como soportes para la elaboración de arte mueble o funcionalidades
que no resulta fácil de demostrar, como piezas de algún tipo de juego. Otra posibilidad sería que fuesen
contrapesos vinculados a cordajes o redes, aunque como seguidamente veremos esta idea tampoco se puede
mantener. Finalmente, la existencia de algunos paralelos (alguno de ellos con arte figurativo en la cara plana)
y los comentarios efectuados por algunos investigadores con amplia experiencia en la experimentación2 nos
han inclinado a considerar su función de retocadores, con un posible uso anterior como percutores.
El paralelo de más reciente publicación es una placa, con un grabado de una cierva, procedente de los
niveles gravetienses de Antoliñako Koba (Aguirre y González, 2012). Se trata de una plaqueta de arenisca,
también en forma de disco aunque ligeramente más grande, de 52 mm de longitud, 55 mm de anchura y
18 mm de espesor. Según estos investigadores, el contorno es circular debido a una intensa utilización en
labores de talla, más específicamente en tareas de retoque o abrasión de partes proximales de productos
laminares. Las fracturas observadas se corresponderían con un uso como percutor en una fase anterior.
En el Magdaleniense superior del Abri Morin existe otra pieza de arte mueble que se ha realizado
sobre un posible abrasionador (Defarge et al., 1975). Se trata de una pieza de 64 mm de largo y 75 mm
de ancho que posee el borde regularizado y con fracturas posteriores a la realización del motivo grabado
(antropomorfo o ave). Según estos autores, la pieza debió servir como percutor-abrasionador.
En el Protomagdaleniense de Laugerie-Haute se cita una pieza como abraseur (Bordes, 1978: 513),
aunque no se acompaña de ninguna imagen. Según este investigador, se trata de un canto fracturado que
debió servir como abrasionador del borde de los núcleos como preparación para la talla. Asimismo destaca
que existen piezas similares en el Gravetiense de Roc de Combe y de Corbiac.
El uso de abrasionadores para la preparación de las cornisas de los núcleos antes de la extracción de la pieza
correspondiente, a parte de las observaciones experimentales, ha sido citado en muchas ocasiones, empezando
por el clásico trabajo de Bordes sobre las técnicas de talla en el Paleolítico (Bordes, 1967). En este sentido,
merece la pena destacar que con el término “abrasionador” en muchos casos los investigadores se refieren a
piezas que se han utilizado desde su cara plana, para ser usados “frotando” las cornisas, lo que provoca marcas
de tipo ranuras o incisiones en estas caras, pero no en los bordes propiamente dichos, como seria en nuestro
caso. Sirva como ejemplo el primer caso de abrasionador citado, que corresponde al yacimiento auriñaciense
de Corbiac-Vignoble 2, donde se cita un abrasionador que posee “ranuras de uso” (Tixier y Réduron, 1991).
Asimismo, algunos talones en éperon o facetados parecen haberse preparado mediante el uso de estas
piezas (Surmely y Alix, 2005), en este caso más que abrasionadores podríamos hablar de retocadores, en el
sentido de útiles para extraer esquirlas o pequeñas lascas, ya sean para la configuración de un útil (retoque
propiamente dicho) o para la preparación de los talones.
El uso de estas piezas como retocadores para la fabricación de útiles, principalmente de dorso, es otra de
las funciones que se muestra con más posibilidades. A nivel experimental, la fabricación de dorsos mediante el
uso de percutores blandos de piedra se muestra como una técnica apropiada (J. Costa, com. pers.). También ha
sido comprobado su uso para realizar retoques simples sobre algunas piezas (Bodu y Mevel, 2008: 536-539).
2 Queremos agradecer los diversos comentarios que sobre las piezas nos han realizado Felipe Cuartero, Jofre Costa y Antoni Palomo.
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Dos retocadores solutrenses de la Cova de les Cendres
23
A nivel experimental y en relación con la talla, el uso de percutores blandos de piedra está demostrado
gracias sobre todo a los trabajos de Pelegrin (1991 y 2000). La talla de productos laminares mediante el
uso de percutores blandos de piedra (calizas blandas o areniscas) está atestiguado en el Paleolítico superior,
especialmente a partir del Magdaleniense, aunque existe al menos desde el Gravetiense (Klaric, 2003). En
nuestro caso, vistas las dimensiones, dureza y peso de las piezas que estamos estudiando, no parece que
la talla de láminas haya sido el objetivo de su uso como percutor, siendo más probable alguna de las otras
propuestas realizadas. Pese a ello, y vistas las dimensiones reducidas de una buena parte del utillaje laminar/
microlaminar del Solutrense de la Cova de les Cendres, tampoco debemos ser tajantes en este aspecto.
La morfología de los pesos de red o de línea publicados para conjuntos de tierra de Fuego (Torres,
2007 y 2009) y el Neolítico francés (Nougier, 1951 y 1952), que en ocasiones son también cantos rodados
planos, se caracteriza por la presencia de muescas opuestas en los bordes. Lo que nos inclina a desestimar
esta función para las dos piezas de Cendres. Además, el peso de estas piezas, comprendido entre los 23
y los 27 g resulta contradictorio con su función de peso de red, pues, según indica Torres (2007) “los
ejemplares del norte de Tierra del Fuego, presentan una amplia distri ución entre los 200 y 900 g y se
b
concentran entre los 400 y 600 g”, mientras que las piezas procedentes de los grupos canoeros de la Región
de Magallanes poseen pesos algo menores, “entre los 100 y 400 g, y que no sobrepasan los 650 g”. Unos
valores considerablemente más altos que los de las dos piezas de Cendres. Este mismo hecho impide
considerarlas como boleadoras o cantos vinculados a sistemas de cordajes relacionados con la caza.
Con estos datos, y teniendo en cuenta que algunos útiles han sido multifuncionales, por lo que una
misma pieza podría haberse usado para más de una tarea, es posible hacer una distinción entre:
1. Abrasionadores de cornisas: piezas que poseen marcas de uso en una o las dos caras planas como
resultado de un acto de frotado intenso para preparar la cornisa antes de la talla. Esta acción suele dejar
estrías o surcos visibles en su superficie.
2. Retocadores de cornisas: piezas que se han utilizado para extraer pequeñas esquirlas o lasquitas como
paso previo a la extracción de un soporte. Poseerán las marcas de uso en los bordes y serán piezas poco espesas
o planas, ya que esta morfología facilita su manejabilidad en tareas que requieren una cierta precisión.
3. Retocadores de útiles: piezas que se han utilizado para realizar retoques, principalmente abruptos,
usando los bordes de una pieza plana, ya sea de tipo plaqueta o canto aplanado. Este retoque se podría haber
realizado tanto por percusión directa (retocadores) como por presión (compresores). El uso del borde del
canto como retocador provocará un desgaste del contorno.
Por lo tanto, si tenemos en cuenta los paralelos citados anteriormente y los tres grupos que acabamos de
exponer, parece que las piezas recuperadas en Cendres deberían incluirse en el grupo de los retocadores, sin
que se pueda hacer distinción con respecto a su uso específico
5. CONCLUSIONES
Como hemos podido observar a lo largo de este trabajo la tipología y la escasez de piezas como estas
justifica su presentación individualizada. Se trata de útiles líticos que poseen unas características que los
vinculan claramente a las labores de talla, especialmente en las fases de preparación previa a la extracción
del soporte (preparación de la cornisa y/o abrasionado) o del retoque (por percusión directa o por presión).
Entre las pocas piezas publicadas sobre las que hemos podido realizar una comparación, merece la pena
destacar por su similitud con las de la Cova de les Cendres, la de Antoliñako Koba (Aguirre y González,
2012) que posee una morfología aplanada y con todo el contorno con profundas marcas de uso. En ese caso
se ha vinculado a las tareas de retoque o abrasión de partes proximales de productos laminares.
A nivel teórico, piezas de este tipo se pueden producir debido tanto a las tareas de abrasionado de la
cornisa mediante un frotado intensivo, como por el uso como pequeños retocadores para la preparación
de las cornisas o el retoque de piezas de dorso. Aunque la falta de estrías o surcos en las caras planas de
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24
D. Roman Monroig y V. Villaverde Bonilla
las piezas nos permite concluir un uso más bien como retocadores. Así mismo, las fracturas planas que
observamos en algunas de sus caras nos confirman un posible uso mediante percusión, ya sea para estas
preparaciones o retoques, como para la extracción de soportes laminares de pequeñas dimensiones.
AGRADECIMIENTOS
Este trabajo se ha realizado en el marco de dos proyectos de investigación: “El final del Paleolítico medio y el Paleolítico
superior en la región central del Mediterráneo ibérico” (FFI 2008-01200/FISO) y “Paleolítico medio final y Paleolítico
superior inicial en la región central mediterránea ibérica (Valencia y Murcia)” (HAR 2011-24878), y (PROMETEOII/2013-016) “Más allá de la Historia. Origen y consolidación del poblamiento paleolítico valenciano”.
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Archivo de Prehistoria Levantina
Vol. XXX, Valencia, 2014, p. 27-55
Elsa DUARTE MATÍAS a, Marco de la RASILLA VIVES a y J. Emili AURA TORTOSA b
La técnica pseudoexcisa
en el Badeguliense / Magdaleniense arcaico de Asturias
RESUMEN: Presentamos varias piezas óseas de yacimientos asturianos cuyo grabado está hecho mediante
la técnica pseudoexcisa. Algunas de ellas se incorporan por primera vez al listado del Badeguliense/
Magdaleniense arcaico franco-cantábrico, confirmando una geografía occidental amplia de ese período,
pero limitada a un número reducido de objetos en cada uno de los yacimientos. Asimismo se precisan
algunos parámetros específicos para definir la citada técnica.
PALABRAS CLAVE: Industria ósea, técnica pseudoexcisa, Badeguliense, Magdaleniense arcaico, Asturias,
península Ibérica.
Pseudo-excise carving technique during
the Badegulian / Archaic Magdalenian period in Asturias (Spain)
ABSTRACT: We present some bone tools from certain sites of Asturias whose engraving is done by the
pseudo-excise carving technique. Some ones are added for the first time in the franco-cantabrian Badegulian/
Archaic Magdalenian bone tool list, confirming a broad western geography in that period, but limited to
a small number of pieces in each site. Additionally we specify some particular parameters to define that
technique.
KEY WORDS: Bone industry, pseudo-excise carving technique, Badegoulian, Archaic Magdalenian,
Asturias, Iberian Peninsula.
a Área de Prehistoria, Departamento de Historia, Universidad de Oviedo.
elduarma@gmail.com | mrasilla@uniovi.es
b Departament de Prehistòria i Arqueologia, Universitat de València.
emilio.aura@uv.es
Recibido: 11/01/2014. Aceptado: 23/05/2014.
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E. Duarte Matías, M. de la Rasilla Vives y J. E. Aura Tortosa
1. INTRODUCCIÓN
En este artículo presentamos un análisis tecno-tipológico de varias piezas óseas de la Cueva de Llonin en
las que se ha utilizado la técnica pseudoexcisa,1 las cuales hemos comparado con otras procedentes de Cova
Rosa y del Abrigo de Cueto de la Mina (fig. 1) que muestran la misma técnica. De hecho la del segundo
yacimiento no estaba catalogada como tal.2 Además, al hilo de este estudio se establecen unos criterios
específicos para definir dicha técnica y se insiste en incorporar al Badeguliense dentro de la periodización
del paleolítico cantábrico.
Somos conscientes, sin embargo, de que el reconocimiento de esa etapa en el Cantábrico y sus posibles
filiaciones (solutrenses, magdalenienses o propiamente badegulienses) constituye un debate ya planteado
hace tiempo pero que aún está vigente (Bosselin y Djindjian, 1999; Straus y Clark, 2000; Utrilla, 2004;
Corchón, 2005; Utrilla et al., 2012; Aura et al., 2012). Con todo, lo relevante es constatar que en Llonin
se han hallado en el denominado nivel III, que está por encima de otro perteneciente al solutrense superior
(nivel IV) de la Galería, una serie de restos pertenecientes a lo que en su momento se consideró como
Magdaleniense arcaico y, más recientemente, como de tipo badeguliense, a partir de la asociación de
raclettes, azagayas tipo Le Placard, técnica pseudoexcisa y el uso de materias primas locales (Fortea et al.,
1995, 1999, 2004; Aura et al., 2012).
En función de esa circunstancia consideramos más acorde con la realidad denominar a esa etapa
Badeguliense, aunque para evitar complicaciones empleamos indistintamente ese término y el de
Magdaleniense arcaico, a la espera de que se documenten más evidencias en el Cantábrico y en la península
para poder tomar una decisión definitiva; lo que a su vez nos permitirá establecer con mayor claridad cómo
se ha articulado la transición Solutrense/Magdaleniense.
En ese sentido, ya P. E. L. Smith en su clásico libro del solutrense en Francia hace una reflexión sobre
lo que sucede con los primeros signos que anuncian una nueva “cultura” arqueológica, siempre poco
numerosos y magros, y trae a colación un enjundioso texto de Spaulding (1960: 454-455): “… una forma
típica de cambio cultural es la realización de un invento clave –una especie de avance cuántico– seguido
rápidamente por un gran número de innovaciones auxiliares unidas funcionalmente. Los cortos períodos
de cambios rápidos estarían separados por relativamente largos en relativa calma, pero naturalmente sin un
estancamiento cultural total […] Los conjuntos morfológicamente transicionales entre los tipos de cultura
que se suceden y que son netamente distintivos deben ser raros, y los conjuntos que se sitúan bien en el
interior de los límites de los tipos culturales deben ser relativamente abundantes […] Los diversos sucesos
que marcan el principio o el fin de un período se concentran en el tiempo, de tal manera que la mayoría de
los conjuntos no parecen pertenecer a dos períodos”.
Otro asunto que ha jugado un papel importante en la falta de reconocimiento de ese momento –llámese
como se llame–, situado en la región cantábrica a caballo entre el Solutrense superior y el Magdaleniense
inferior, tiene que ver con la tafonomía y con la sistematización inicial del Magdaleniense. Así, en
primer lugar, su escasa potencia en algunos casos y las discordancias erosivas existentes en ese lapso
temporal asociadas a la crisis de Lascaux han podido, respectivamente, enmascarar o eliminar eventuales
ocupaciones o depósitos de ese episodio. En segundo lugar, como la investigación consideró que el
primer Magdaleniense cantábrico había llegado desde Francia más tarde y, por tanto, su inicio a escala
1 Esta investigación estuvo integrada en el Proyecto de Investigación HAR2008-03005: “La Transición Solutrense - Magdaleniense
- Badeguliense en la Península Ibérica (19.000-15.000 BP): contrastación de los datos del Cantábrico occidental (Asturias) y del
Mediterráneo central (Valencia) (SOBAMAπ)”. Ministerio de Ciencia y Tecnología. Gobierno de España.
2 En este punto hay que traer a colación a Ducasse (2010: 360) pues incluye a Cueto de la Mina entre los yacimientos con
pseudoexcisión, pero en puridad lo incluye porque Utrilla (1986) señaló una pieza de dicho yacimiento como un paralelo
morfológico del tema decorativo (tres líneas onduladas) de la de Aitzbitarte IV. Sin embargo, la pieza a la que se refiere
Utrilla no tiene pseudoexcisión y pertenece al nivel C, esto es al Magdaleniense medio, luego no tiene nada que ver con el
asunto que nos ocupa.
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La técnica pseudoexcisa en el Badeguliense / Magdaleniense arcaico de Asturias
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Fig. 1. Mapa de la zona cantábrica con los yacimientos estudiados. Dibujo D. Santamaría.
regional era más tardío (Magdaleniense III), se estimaron como del Magdaleniense inferior aquellos
niveles situados estratigráficamente por encima de las puntas solutrenses y por debajo de los arpones
(Jordá, 1958; González Echegaray, 1960).
Más adelante, comenzaron a verse diferencias tipológicas dentro del gran paquete del Magdaleniense
inferior y entonces se individualizó una etapa antigua, en algunos casos en contacto con el Solutrense
superior, que se denominó en esta zona Magdaleniense arcaico (Utrilla, 1981). La técnica pseudoexcisa junto
con el tema de las tres líneas onduladas vino a establecer paralelos claros con el entonces Magdaleniense 0
de Laugerie-Haute, lo cual ayudó a definir mejor esta etapa en el Cantábrico tanto desde el punto de vista
cronológico e industrial (Utrilla, 1986).
Dada la escasez generalizada de la industria ósea en el Badeguliense/ Magdaleniense arcaico y que no
han aparecido nuevos fósiles directores óseos, el modelo propuesto por Utrilla (pseudoexcisión y tres líneas
onduladas) se ha mantenido vigente a lo largo de estos años y ha sido aplicado sistemáticamente en Francia
a medida que el número de piezas con pseudoexcisión ha ido aumentando. Por otro lado, el progresivo
avance de la investigación ha modificado el modelo, puesto que ya se trata de la técnica (pseudoexcisión)
independientemente del tema (líneas onduladas); pero desde nuestro punto de vista el problema surge al
incluir dentro de dicha pseudoexcisión a piezas con una técnica distinta, sin que por otra parte pierdan su
condición de materiales badegulienses/magdalenienses arcaicos.
2. LA TÉCNICA PSEUDOEXCISA
Esta técnica fue definida por Barandiarán (1967) y matizada por él mismo con el paso de los años y el
hallazgo de nuevas piezas (Barandiarán, 1973, 1975, 1981). Los antecedentes de su identificación se
rastrean en los pies de figuras de cinceles, alisadores y azagayas del Magdaleniense I-II de Le Placard
con motivos singulares y decorados con “traits ponctués et pectinés” (Breuil, 1934: Fig. 21 y 22). Sin
embargo, el grabado de todas esas piezas no era idéntico y así se puede ver que aquellas más singulares
de Le Placard (Breuil y Saint-Périer, 1927: 30 –Fig. 11.1–, 148 –Fig. 70.4–) y de Laugerie-Haute
(Peyrony, 1938: 50 –Fig. 39.2–) llamaron la atención de los autores y fueron descritas con mayor
detalle. Por su parte, Cheynier (1949: 227) describió el grabado de las por él denominadas ranuras
longitudinales de varias piezas de Badegoule como “plusieurs points en coup de silex; c’est-à-dire
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E. Duarte Matías, M. de la Rasilla Vives y J. E. Aura Tortosa
enlèvement d’une simple esquille triangulaire”, pero esta descripción pasó igualmente desapercibida
hasta que Utrilla (1986) hizo el compendio de las piezas con pseudoexcisión y estableció la similitud
entre la varilla de Aitzbitarte IV y varias piezas de Laugerie-Haute, Badegoule y Le Placard.
Inicialmente, Barandiarán lo define como “surco por excisión” y lo explica del siguiente modo: “Parece
que se hubiera utilizado una punta aguda de sílex (posiblemente con corte de buril) que, introducida
perpendicularmente en la materia ósea, se movía luego a modo de palanca para ‘excindir’ una pequeña
cantidad de la masa. Así se produce una excisión de huella triédrica que, agrupada con otras semejantes en
filas continuas, puede formar una línea” (Barandiarán, 1967: 359). Posteriormente, emplea ya el término
pseudoexcisión, para los trazos que “muerden profundamente en la materia córnea, hasta producir sensación
de técnica excisa” (Barandiarán, 1973: 60). Se aprecian pues una serie de atributos, como una sucesión de
trazos cortos profundos relativamente oblicuos, incisos y yuxtapuestos, cuyo resultado es una especie de
surco. Finalmente, con el hallazgo de la azagaya de Rascaño se incorporaría como gesto técnico la torsión,
que en ese caso concreto además sustituiría al movimiento de palanca (Barandiarán, 1981: 98).
Utrilla (1986) utiliza el término pseudoexcisión siguiendo a Barandiarán, pues para ella los trazos están
realizados “levantando y rehundiendo la punta del buril alternativamente” (Utrilla, 1986: 210); pero además
se centra en otros criterios tecnológicos como el orden de ejecución, que para el caso de Laugerie-Haute los
pasos son: 1. Línea corrida longitudinal, 2. Retoque de la línea anterior mediante rehundido “en pequeños
trazos que mordían el surco, (…) siguiendo la dirección longitudinal y no atacándola desde los laterales de
la línea” (Utrilla, 1986: 210), 3. Retoque con una nueva línea incisa. Por su parte, la varilla de Aitzbitarte
IV contaría con un paso 1 idéntico al descrito de Laugerie-Haute, mientras que el paso 2 sería una excisión
de la línea en trazos cortos oblicuos al surco, ya no rectos como en el anterior, y el paso 3 no existe.
La relación entre motivo decorativo, técnica y cronología permitían reconocer un fósil director para
la época más antigua del Magdaleniense e identificar así dicha etapa tanto en la zona francesa como en la
cantábrica (Utrilla, 1986).
Como señala Barandiarán (1973), una realidad palpable es que existe una variedad de formas relacionadas
con la presencia de trazos cortos yuxtapuestos y que no son fáciles de clasificar morfológicamente, lo
cual influye en la clasificación tecnológica. Así, Chollot-Varagnac sin incorporar la pseudoexcisión utiliza
términos diversos para referirse a estas líneas: formada por entalladuras (Chollot-Varagnac, 1980: 236,
nº 55.121; 240, nº 55.033; 280, nº 55.020.1) o por puntillado (ibíd.: 216, nº 55.021.11; 216, nº 55.069) o
nervaduras cantonadas de estrías oblicuas (ibíd.: 274, nº 59.480; 302, nº 55.014; 334, nº 54.996).
Por su parte, Corchón (1986, 2005) se queda tanto con la primera aproximación de Barandiarán como
con la segunda. En el primer caso, utiliza “surco por excisión” como equivalente de “ranura estriada” o
“grabado por trazo compuesto” para Aitzbitarte IV y Cova Rosa. En el segundo, la “serie de incisiones
cortas en paralelo” de la azagaya de Rascaño lo considera como pseudoexcisión (Corchón, 1986: 333) Para
esta autora, se produce primeramente la incisión que genera primeramente el surco y, posteriormente, una
profundización considerable en la materia lo cual no ocurre en el caso de Rascaño.
Fortea y otros utilizarán pseudoexcisión como Barandiarán (1973) en el caso del motivo decorativo de
una pieza de Llonin (Llonin nº 1 de este artículo), que asimilan con la pieza de Cova Rosa como “paralelo
técnico más próximo” (Fortea et al., 1995: 34).
Por último, los estudios recientes son más analíticos a la hora de referirse a esta técnica. Así, SéronieVivien, siguiendo la explicación tecnológica ya comentada de Cheynier, lo denomina “gravure par encoches
courtes juxtaposées” (Séronie-Vivien, 2005: 157); por su parte, Sauvet et al. como “sucesión de cortos
levantamientos oblicuos” (Sauvet et al., 2008: 48).
Además, algunos autores han propuesto interpretaciones diversas para esta técnica, relacionándola
por ejemplo con el momento de abandono de la pieza. Para Hemingway (1980: 206) se trataría de un
grabado técnico previo al de la línea continua que permitiría ganar en profundidad (preparación de ranuras);
mientras que para Barandiarán (1967, 1973) y Séronie-Vivien (2005) se trataría de una técnica decorativa
y para otros autores (Utrilla, 1986) las posibilidades son múltiples.
APL XXX, 2014
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La técnica pseudoexcisa en el Badeguliense / Magdaleniense arcaico de Asturias
31
La utilización del término pseudoexcisión está consolidada en la literatura científica (Utrilla, 1986;
Séronie-Vivien, 2005; Ducasse, 2010; Aura et al., 2012) y, además, es acertado porque se trata de una excisión
de materia. Obviamente, el prefijo pseudo precisa ese acto y su resultado porque no sucede exactamente
igual a lo que ocurre en la cerámica.3 Puesto que existen diferentes procedimientos técnicos que consiguen
formas similares, es necesario establecer unos criterios que permitan reconstruir ese conjunto de técnicas
y que al mismo tiempo aísle esa acción técnica (pseudoexcisión) de otras, más cuando ésta ha pasado a
proponerse como un fósil director independientemente del motivo decorativo inicialmente propuesto por
Utrilla (Utrilla, 1986, 1990, 1996, 2004; Utrilla y Martínez Bea, 2008; Sauvet et al., 2008; Ducasse, 2010;
Aura et al., 2012).
Escindir procede del latín scindere y significa cortar, dividir, separar. Por su parte, excisión es
un término que no recoge el diccionario de la RAE, pero sí lo hace con escisión que procede el
latín scissio y significa cortadura o rompimiento. Según Caro (2008) procede del latín excido, y es
empleado en la nomenclatura cerámica como “sacar o extraer cortando, con un instrumento estrecho,
duro y cortante” o “extraer con instrumento cortante parte de la pasta superficial […] sin llegar a
taladrarla” (Caro, 2008: 115). El resultado es un motivo decorativo en relieve, el cual presenta dos
niveles claramente diferenciados, un nivel superficial y uno profundo, estando este último delimitado
por paredes inclinadas o abruptas.
Aquí, la principal diferencia radica en la materia trabajada, pues la ósea no es tan blanda ni maleable
como la cerámica “a punto de oreo” y, además, las características internas del tejido óseo (grado de
osificación, canales de Havers, etc.) determinan el trazo en mayor grado que las partículas de la cerámica.
El resto de las diferencias se derivan del tipo de utensilios empleados para transformar la materia (piedra en
el caso de la materia ósea paleolítica).
Así, la materia ósea opone resistencia y por ello se realizan pequeños levantamientos encadenados
(yuxtapuestos o superpuestos), lo cual permite mayor dinamicidad y eficiencia a la hora de realizar una
“línea corrida” o contornos, pues no se aplica a rellenos de figuras, al contrario de otros recursos como las
series de tracitos cortos. La materia extraída, previamente cortada como en la excisión es sin embargo poco
espesa y poco dúctil, desarrollándose el “vaciado” en una superficie de dimensiones reducidas y, por tanto,
el efecto visual es una línea de profundidad irregular, separada o no por tramos de materia en superficie, que
produce un claroscuro irregular y poco marcado.
En este sentido, la sensación que provoca se relaciona como apuntaba Utrilla (1986) con el boquique
(i.e. morfología lineal y claroscuro). Sin embargo, el boquique diverge de la excisión cerámica (y de la
pseudoexcisión que tratamos) porque es un relieve menos acusado derivado del proceso técnico, pues no
se extrae materia sino que ésta se ve desplazada al arrastrar el instrumento por la superficie y variando
la inclinación del útil con que se decora, esto es, puntillado+incisión o punto-línea. En la Prehistoria
reciente peninsular, la cerámica puede combinar en una misma pieza excisión-incisión, excisión-boquique
(puntillado-incisión) o no, dependiendo de las áreas culturales. Algo similar encontramos en la materia
ósea, existiendo asociaciones y formas de paso entre pseudoexcisión y grabado simple (línea estriada,
trazos cortos oblicuos o pectiniforme).
Si tenemos en cuenta el procedimiento técnico, aquí se produce una extracción de materia mediante una
presión puntual, lo cual choca con, por ejemplo, las ranuras, que sería mediante pasadas continuadas del útil
(grabado profundo) y pueden contener estriaciones o trazos oblicuos posteriores. De tal modo que el término
“ranura estriada” (Corchón, 1986) no es sinónimo de pseudoexcisión, aunque exista una similitud morfológica.
Por otra parte, “surco por excisión” (Barandiarán, 1967; Corchón, 1986) implica una profundidad importante,
pero dado que estos levantamientos de materia se desarrollan más superficialmente, pocos cumplirían este
requisito y por tanto no sería adecuado denominarlo así. Tampoco es idóneo el término “muescas cortas”
3 Aunque ese término también es empleado en el lenguaje cerámico como una variedad de la excisión (Fernández-Posse, 1982;
Barrio, 1984-85).
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(Séronie-Vivien, 2005) porque una muesca se situaría en el ámbito de la incisión y no contempla la excisión
de materia. Por último, “pequeños levantamientos oblicuos” (Sauvet et al., 2008) no comporta yuxtaposición
o superposición y en el caso de no existir es difícil distinguir entre puntillado, piqueteado o entalladuras.
Pero la técnica pseudoexcisa no se ha planteado sólo en el soporte óseo ni en el mobiliar. Así, Corchón
(1986) había propuesto el uso de esta técnica en un canto de La Paloma; y en lo que se refiere al arte parietal,
se ha formulado por una parte el paralelismo técnico de este grabado con el piqueteado como por ejemplo el
de Foz Côa (Séronie-Vivien, 2005). Si bien la sensación visual es similar, la técnica no lo es, determinada
por el tipo de soporte, las herramientas y el gesto técnico empleados (piqueteado), y morfológicamente se
emparenta más con el puntillado o las entalladuras del arte mueble que con lo que nos atañe.
Por otro lado, en Llonin se ha propuesto la trasposición de la pseudoexcisión al soporte parietal mediante
pigmento (Fortea et al., 2004). Esto es verosímil en tanto que se aprecia una yuxtaposición de trazos de
silueta triangular-trapezoidal y la cronología relativa lo sitúa entre la fase Ib y la fase III, esto es, anterior
al grabado de trazo múltiple, por tanto anterior o contemporáneo del Magdaleniense inferior, este último
no representado arqueológicamente en el yacimiento (Fortea et al., 2004). Al respecto, es importante tener
en cuenta que el cambio de materia no permite los mismos resultados ni procesos técnicos, de modo que
a la hora de compararlos habrá variables que no estarán presentes y es necesario discriminar entre las
fundamentales para detallar el tipo de trasposición.
3. METODOLOGÍA
Las diferentes clasificaciones y descripciones tecnológicas recogidas en el punto anterior han prestado
atención tanto a la diversidad morfológica de los trazos (o levantamientos) como a su asociación y
composición; pero identificamos tres aspectos básicos que concentran buena parte de las dificultades que
plantea su sistematización, repercutiendo sobre la definición de la técnica pseudoexcisa:
1. Los trazos cortos carecen de un análisis en el que se compute su forma, sección y profundidad y han
sido descritos de forma diversa (puntillado, piqueteado, entalladura, muesca, línea cosida, línea quebrada,
tracitos cortos).
2. Otro tanto ocurre con la relación entre los trazos cortos. Su sucesión, la separación o el grado de
superposición entre ellos, y la zona de contacto, si es que existe, entre unos y otros.
3. En los casos en que los trazos cortos se asocian a una línea larga, tanto en su exterior como en
su interior, a veces no se especifica la diferencia entre surco, ranura o línea simple; y además existen
distintos tipos de relación entre esa línea larga y los trazos cortos lo que ha dado lugar al establecimiento
de diferentes términos (pectiniforme, alambre de espino, dentado) cuya diferencia no está suficientemente
computada para formalizar la distinción entre ellos.
Para poder especificar nuestro punto de vista, partimos de una caracterización tecnológica, que coincide
con la primera descripción de Barandiarán (1967) y con la ejecución de la excisión como en la cerámica,
según la cual esta técnica consiste en una sucesión de levantamientos de materia (excisión) mediante la
aplicación del útil en varios movimientos para cada trazo resultante (fig. 2):
1. Incisión perpendicular en la materia generándose un trazo corto de profundidad variable (de mayor a
menor) a lo largo de su recorrido (fig. 2, A1), o bien mediante una incisión oblicua en la materia que permite
ir ganando profundidad a medida que se realiza el trazo (fig. 2, B1).
2. Movimiento de vaivén y posible torsión que permita enganchar una parte de materia para escindirla
posteriormente (fig. 2, A2 y B2).
3. Levantamiento y extracción de la materia acumulada (fig. 2, A3 y B3).
4. Las posibilidades posteriores a este trazo son diversas, pudiendo yuxtaponerse o superponerse el
trazo siguiente a la pared corta o larga este levantamiento.
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A
B
Fig. 2. Propuesta de los gestos
y acciones técnicas en la
pseudoexcisión.
Hay que tener en cuenta que un trazo aislado puede haber sido realizado con este mismo procedimiento,
aunque es muy difícil de observar. En tal caso hablaremos de levantamiento o trazo pseudoexciso y de
pseudoexcisión cuando se trate de varios levantamientos continuados.
Por otra parte, se observan dos tipos morfológicos en la pseudoexcisión tal como apuntó Utrilla (1986):
1. Aquélla en la que la superposición o yuxtaposición se produce en los lados cortos de los levantamientos,
caso de Aitzbitarte IV (fig. 3, A).
2. Aquélla en la que los lados largos se superponen o yuxtaponen a una parte de los largos, caso de
Rascaño (fig. 3, B).
El análisis del material que nos ocupa se ha realizado mediante lupas binoculares (Nikon SMZ-100 y
Nikon SMZ-800, ambas con oculares de 10x), si bien no se ha seguido de forma íntegra la reconstrucción de
la dirección del trazo según los criterios propuestos por Fritz (1999) y Rivero (2010) porque habitualmente
la propia técnica elimina ciertas huellas y las piezas están alteradas. No obstante, siempre que estuvieran
presentes se ha utilizado el orden de superposición y la localización de los remanentes de materia para la
reconstrucción de la dirección del trazo.
A
B
Fig. 3. Tipos morfológicos: A. Tipo 1, Aitzbitarte IV (según Utrilla, 1986). B. Tipo 2, Rascaño
(según Barandiarán, 1981).
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Tabla 1. Variables analizadas de la morfología del grabado.
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Teniendo en cuenta la problemática antes presentada, hemos establecido unos parámetros que definen la
pseudoexcisión si se dan de forma conjunta, permitiéndonos a su vez distinguirla de otros recursos técnicos
y de las diversas morfologías.4 Por tanto, para nosotros los rasgos que definen la pseudoexcisión y que
permiten evaluar las diferencias con otros tipos de grabado son los siguientes:
1. Yuxtaposición o superposición entre levantamientos en sus lados cortos o en parte de los lados largos.
2. Levantamientos alargados pero de reducidas dimensiones y estrechos, con una profundidad variable
entre la parte proximal y la distal (sección longitudinal asimétrica) (tabla 1).
4. YACIMIENTOS Y ANÁLISIS
4.1. Llonin
Es un yacimiento con varias zonas de excavación y una cronología larga tanto en el yacimiento (Musteriense,
Gravetiense, Solutrense, Magdaleniense, Aziliense y Edad del Bronce) como en el arte parietal (del
Gravetiense al Magdaleniense superior) (Fortea et al., 1995, 1999, 2004). Las piezas que estudiamos han
aparecido en el nivel III de la Galería que consiste en una pequeña sala conectada con el vestíbulo a
través de un estrecho pasillo y con la sala grande a través de un conducto (fig. 4). Este nivel, excavado en
una extensión de unos 5m², tiene un espesor medio de 30 cm, encontrándose a muro un nivel Solutrense
superior y a techo uno Magdaleniense superior también en curso de estudio por uno de nosotros (EDM).
Como ya se ha dicho, el nivel III se caracteriza por la existencia de numerosos restos de combustión
y piezas líticas principalmente en cuarcita, que cuentan con escasa microlaminaridad y una reducida
laminaridad, así como un utillaje con predominio de los raspadores, las piezas astilladas y el grupo de las
lascas retocadas, raederas y denticulados, además de contar con raclettes y azagayas de Placard.
Las piezas con técnica pseudoexcisa seleccionadas se encontraban al menos a ~10 cm por debajo del
techo del nivel III, coincidiendo con la mayor acumulación de raclettes y piezas astilladas, lo cual elimina
–o amortigua– una posible contaminación con el Solutrense superior (nivel IV). Las piezas analizadas son:
1. Llonin nº 1. Azagaya biapuntada losángica con decoración zoomorfa (fig. 5).
Se trata de una azagaya completa biapuntada con silueta de forma losángica de asta (111,6 x 14,4 x 4,5
mm). Fue clasificada por Fortea et al. (1995: 34) como varilla, puesto que es “demasiado frágil para ser una
azagaya” (ídem, 1995: 34). Sin embargo, si nos atenemos a sus caracteres morfológicos silueta, sección y perfil,
tipológicamente encaja en la azagaya (Hahn, 1988). La anchura máxima se localiza a 43,62 mm de la base
coincidiendo con su espesor máximo y su perfil es recto. Por su parte, la sección de sus extremos es circular.
Carecemos asimismo de criterios para clasificarla como varilla (Feruglio, 1992), pues no tiene bordes
paralelos y, además, ambas extremidades están apuntadas y ambas caras están muy trabajadas. Ciertamente,
la sección central es ovalada-aplanada (“plano-convexa muy aplanada”, según Fortea et al., 1995: 34),
aspecto asociado generalmente a las varillas, pero hay que tener en cuenta que este tipo de sección es
un rasgo común del tecno-complejo óseo del nivel III de Llonin. Las azagayas y los fragmentos que
tipométricamente encajan en este grupo (fragmentos apuntados –proximales o distales– y fragmentos
mesiales) cuentan con un diámetro de sección comprendido entre 4 y 14 mm de anchura (la moda de la
anchura es 5 mm) y aquéllas con sección ovalada (o tendente a ovalada; agrupando aquí las clasificadas en
el estudio como: ovalada irregular, subcircular y subrectangular) suponen el 75% de los efectivos (n= 40).
Al igual que en la pieza en estudio, se registran cambios de sección en los extremos apuntados, pasando a
circular en un 15% de los casos. Este tipo de secciones también son abundantes en el Cantábrico en Rascaño
5 (Barandiarán, 1981) y La Riera 16-8 (González Morales, 1986).
4 Además, hay que tener en cuenta la existencia de una variabilidad formal relacionada con la situación en la que estaban las piezas
en el momento de su abandono: en curso de fabricación o de uso y su posterior conservación.
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Fig. 4. Planos de los yacimientos en estudio. Arriba: Izq. Cova Rosa. Dcha. Cueto de la Mina. Abajo: Llonin.
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Fig. 5. Llonin nº 1. Azagaya losángica con decoración zoomorfa. Dibujo A. Fernández Rey. Fotografías E. Duarte.
Las marcas funcionales no aportan mucha información, pues encontramos brillos en toda la pieza que,
asociados a las marcas de raspado y pulido, pueden estar relacionadas tanto con la manufactura como con
el uso. No obstante, ha sido muy modificada pues no conserva partes corticales y apenas tejido esponjoso
(<10% en la cara inferior). Por otra parte, la ausencia de fracturas y el carácter romo de sus extremos
apuntados (con estrías y pulidos) sugiere un posible uso como punzón (LeMoine, 1997). También presenta
brillos en el resto de la pieza, pero alterados por la conservación a causa de numerosas cupulillas de
disolución y marcas de raíces, así como concreción y coloraciones irregulares, debidas a la proximidad
con fuentes de calor y al sedimento carbonoso. A todo ello se añaden algún saltado actual producto de las
labores de excavación.
Contiene un grabado en la mitad superior izquierda, que mide 35,8 x 7,0 mm. Se trata de un cuadrúpedo
con rabo, cuerpo y cuello largos que contrastan con la cabeza y las patas cortas. Según la posición subvertical
de las patas delanteras y la escasa individualización del lomo de la cabeza y el cuello, se asemeja a un
carnívoro (mustélido) en postura semierguida, en acción de oteo (fig. 11, 11). Su perspectiva es lineal con
representación de la pata trasera a modo de una pata por par. Tiene un perfil muy esquemático, donde se
pueden observar principalmente la cabeza (en la parte superior), la pata trasera y la cola (en la inferior),
esta última equivalente a un tercio de la longitud total del cuerpo. Carece de otros caracteres anatómicos, a
excepción del trazo irregular del lomo (lateral derecho del grabado) y los trazos oblicuos del interior, que
podrían hacer alusión al tipo de pelaje.
La técnica del grabado del trazo lateral derecho (nuestro lomo o línea cérvico-dorsal) fue señalada por
Fortea et al. (1995: 37) como pseudoexcisa, mientras que el resto de trazos no fueron descritos como tal.
Este estudio tampoco lo ha confirmado, pues en la pata trasera (fig. 5, 1), la cabeza, el hocico y los trazos
interiores (pelaje) (fig. 5, 2) encontramos grabado lineal de sección en V. En el cuello, el grabado tiene
sección en U y se produce un ligero relieve diferencial (fig. 5, 3), con varios enganches y salidas del útil.
En la cola el paso de la pseudoexcisión al grabado lineal se realiza mediante dos líneas relativamente largas
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y, por último, la parte inferior es una línea más ancha y profunda que el resto de la figura, con sección V
asimétrica sin paredes abruptas con varias pasadas de útil, donde no hay restos de pseudoexcisión (si la
hubo, ha sido borrada).
El grabado pseudoexciso tiene una trama apretada (8 levantamientos en 2 cm) y un grado elevado de
superposición, pues cada levantamiento elimina los restos del trazo anterior (remanente) y la intersección
entre dichos levantamientos se produce a un nivel intermedio entre la superficie de la pieza y la parte
más profunda de cada levantamiento. Éstos son de dimensiones pequeñas (4 x 1,5-2 mm), con una
profundidad variable, proximal 0,5 mm y distal 0,5-1 mm. La silueta es un rectángulo obtusángulo. La
sección longitudinal es en V asimétrica, con pared abrupta en la parte distal, y la transversal también en V
asimétrica con pared abrupta izquierda. Esta línea ha sido realizada desde la cabeza hacia la cola, primero
los trazos que ganan en profundidad y posteriormente se realiza el levantamiento de materia, tal y como
indican las salidas del útil (fig. 5, 4) y las marcas de la pared izquierda (fig. 5, 5). En ambos extremos de la
línea pseudoexcisa se han realizado retoques, con trazos en dirección opuesta (fig. 5, 6 y 5, 7), para enlazar
con los trazos siguientes (hocico y rabo). La pseudoexcisión seguiría pues el Modelo 1 y es posterior a la
regularización de la superficie (fig. 5, 8).
2. Llonin nº 2. Varilla (fig. 6).
Fragmento transversal mesial de varilla ovalada irregular (74,8 x 15,4 x 8,0 mm), que apareció rota en
la excavación, a 7 cm de distancia un fragmento del otro. No se producen cambios de sección a lo largo de
toda la pieza, sus bordes son paralelos, relativamente convergentes hacia el extremo distal, y su perfil es
arqueado. La cara inferior no está muy trabajada, puesto que conserva una parte importante en superficie
(90%) y profundidad (~3 mm) de tejido esponjoso. La parte central de la cara inferior no está regularizada
pero sí las zonas próximas a los bordes. Las fracturas no son determinantes (irregulares, en dientes de
sierra), por lo que excluimos el impacto como causa de la fractura y aquí se podría barajar un amplio
Fig. 6. Llonin nº 2. Varilla. Dibujo E. Duarte. Fotografía J. Fortea. Fotografías detalle de E. Duarte.
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La técnica pseudoexcisa en el Badeguliense / Magdaleniense arcaico de Asturias
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abanico de posibilidades (p. ej. flexión). Las marcas de raspado y de abrasión se registran a lo largo de
toda la pieza. En general, la conservación es mala y presenta disgregación en la parte proximal, cambios de
coloración (rubefacción) y concreción que afecta en parte al grabado.
El motivo decorativo son dos líneas longitudinales de las que parte una serie de trazos oblicuos paralelos
(pectiniforme doble), ocupando la mitad proximal de la pieza (34,4 x 5,7 mm, medidas máximas del
conjunto). Ambas líneas están relativamente centradas en el campo gráfico, de modo que la distancia entre
ellas es equiparable a la existente entre cada una de ellas y cada borde de la pieza (~4 mm). En ambos
casos, la línea larga cuenta con una delineación recta un poco sinuosa y es anterior a los trazos cortos (fig.
6, 1). Éstos parten de la primera, registrándose salidas del útil en algún caso (fig. 6, 2) y enganche del útil
(fig. 6, 3), en el caso de la línea de la derecha. En esta última, se puede señalar la dirección, de abajo hacia
arriba, por las salidas del útil (fig. 6, 4), mientras que en el caso de la línea izquierda es dudoso, aunque el
pequeño código de barras de la pared derecha lleva a sospechar una misma dirección. Los trazos pequeños
son equidistantes unos de otros (2 mm). Se trata de un grabado de poca profundidad (<0,5 mm), que se
mantiene constante a lo largo de cada trazo, así como su longitud (2 mm), y de trazos poco anchos (0,6 mm
máx.) con una sección transversal en V asimétrica con una pared casi abrupta, abrupta en algunos trazos
(fig. 6, 5). Así, los trazos cortos de la parte superior de la línea izquierda tienden a una silueta semicircular
y la parte curva de cada uno de ellos llega a tocar con la parte recta del siguiente, generando sensación de
pseudoexcisión. Se trata en realidad de un cambio de inclinación del útil (fig. 6, 6). El resto de los trazos
generan una silueta lineal.
3. Llonin nº 3. Azagaya biapuntada losángica (fig. 7).
Azagaya biapuntada de sección ovalada. Está casi entera (80,8 x 8,8 x 4,7 mm). La parte distal muestra
un lustre y su extremo está redondeado, mientras que la proximal tiene una pequeña fractura en lengüeta en
charnela (6 mm) que se puede relacionar con un impacto (Pétillon, 2006). La forma de esta pieza es tendente
Fig. 7. Llonin nº 3. Azagaya biapuntada losángica. Dibujo E. Duarte. Fotografía J. Fortea. Fotografías detalle E. Duarte.
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a la losángica, su anchura máxima se localiza a 23 mm de la base y su espesor máximo a 30 mm también
de la base (y, por tanto, anchura y espesor máximos no coinciden en el mismo punto), la cual consiste en un
aplastamiento. La sección se hace circular hacia el extremo distal. Los bordes son convergentes convexos
asimétricos y el perfil ligeramente arqueado (1,5 mm flecha).
Esta pieza ha sido muy trabajada, siendo las marcas de abrasión y pulido las que mejor se conservan.
Las primeras se concentran en los bordes, más marcadas en el lado izquierdo. Por su parte, las estrías se
concentran en el extremo distal de la cara dorsal. El brillo de la pieza está acentuado por su estado de
conservación, pues se encuentra totalmente rubefactada. Sin embargo, la materia no llega a desintegrarse, al
contrario de lo que ocurre en otras piezas del nivel. No conserva parte cortical y el tejido esponjoso, apenas
existente, se concentra en la cara ventral (<10%). Conserva algunas partes con concreción.
En la parte distal, sobre la superficie lisa/ligeramente convexa de la cara dorsal encontramos un grabado,
sometido a pulido posterior (y acaso uso) que a causa de ello se ha difuminado, de modo que sólo se puede
ver actualmente una pequeña parte con un grabado más profundo.
Describe una forma abierta, con dimensiones máximas de 43 x 8,1 mm. Hacia la base de la azagaya
encontramos dos líneas paralelas, divergentes en su parte más distal donde cada una “engancha” con una
línea convexa, con forma general de óvalo abierto (fig. 7, 2). Este motivo recuerda al cuadrúpedo de Llonin
nº 1, en tanto que conjunción de masa y apéndice alargado (¿a modo de cola?). Dado que no se puede
observar la parte distal, pasamos a considerarla como una figura incompleta.
El pulido y la intensa rubefacción hacen que sea difícil afirmar que al menos una parte del grabado se
haya hecho mediante pseudoexcisión, pero en la otra parte se puede distinguir dicha técnica por tener una
serie de trazos pequeños alargados de silueta rectangular y superpuestos, con una sección longitudinal en
V asimétrica y una trama apretada (5 levantamientos en 1 cm) (fig. 7, 1 a 3). Nosotros pensamos, y estaba
de acuerdo J. Fortea cuando se comenzó a fotografiar (marzo 2009) y a estudiar el material, que tiene esa
técnica aunque con una mínima reserva.
4.2. Cova Rosa
Este yacimiento fue excavado por F. Jordá y A. Gómez Fuentes entre 1975 y 1979 (fig. 4). Anteriormente,
Jordá había regularizado un corte dejado por actuaciones incontroladas previas (Utrilla, 1981; Jordá et al.,
1982). Los materiales procedentes de las primeras actividades fueron estudiados y publicados por Jordá
(1976, 1977), así como por Barandiarán (1973), Corchón (1986), Straus (1983), Utrilla (1981), González
Sainz (1989) y Adán (1997).
La problemática de esta pieza reside en su dudosa procedencia estratigráfica. De ahí que a lo largo de los
años haya sido adscrita a diversos horizontes culturales según su decoración y su tipología, y, por tanto, se
hayan ido acumulando incorrecciones sobre su origen y su clasificación cultural. Con todo, el mismo Jordá
fue cambiando su adscripción crono-cultural, Magdaleniense inferior primero y, luego, Solutrense superior,
que Corchón asociaría con el Magdaleniense medio, a partir de criterios formales. Jordá no da información
sobre la recogida de esta pieza, mientras que Utrilla y Straus mantienen posturas enfrentadas (tabla 2).
Puesto que Barandiarán escribe en su catálogo “En Museo Arqueológico de Oviedo: capa 6ª” (1973: 117)
suponemos que la pieza tenía una etiqueta que acreditaba su procedencia, lo cual explica el hecho de que Straus
no viera ningún problema en relacionarla con esa capa y dar por buena la estratigrafía, aunque Utrilla presenta
dudas al respecto por tratarse de una zona revuelta y que, según una comunicación personal con Jordá, él había
realizado la atribución cultural de la misma atendiendo a criterios morfológicos (Utrilla, 1981: 59).
Podemos concluir que aunque no quede claro que la pieza provenga del nivel superficial, sabemos
que fue recogida durante las primeras actuaciones arqueológicas de Jordá que consistieron en la limpieza
y regularización del corte dejado por las acciones furtivas (1957 según Jordá, 1976; 1958 según Straus,
1983; 1959 según Jordá et al., 1982). Podría haber sido recogida por tanto en superficie o en alguno de
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Tabla 2. Adscripción cultural de la azagaya-varilla de Cova Rosa según diferentes autores y publicaciones.
Autor
Nivel / Campaña
Horizonte cultural
Referencia
Jordá
-
SS
1976: 149
-
SS
1977: 99
-
MI
1982: 36 y 175
-
SS sic Jordá
1981: 1
-
SS o MM
2007: 424
Capa 6ª
MM sic Corchón
1973: 117
-
MM
1975: Lám. 1.2
Capa 6ª
MM
1981: 98 y 136
-
MM provisional
1971: 34
-
MI o MM
1986: 356
Utrilla
EEF / 1ª actuación
MI sic Jordá / MM sic Corchón
1981: 58
Straus
Capa 6ª / 1958
S
1983: 41
Escortell
-
MI
1988: 21
Adán
EEF
S sic Jordá / MI o MM sic Corchón
1997: 155
Fortea et al.
-
S, MI, MM “según autores”
1995: 38
Rodríguez Muñoz
Barandiarán
Corchón
Nivel / campaña: EEF: Escombrera de excavación furtiva.
Horizonte cultural: S: Solutrense; SS: Solutrense superior; MI: Magdaleniense inferior; MM: Magdaleniense medio.
los niveles que define Jordá durante la regularización del corte, pero hay que tener en cuenta que dicha
división estratigráfica ofrecía dudas (Utrilla, 1981: 59) y por tanto considerarla perteneciente a uno de esos
niveles sería igualmente arbitrario. Además, esa zona de trabajo de Jordá se efectuó en el corte dejado por
las actuaciones furtivas previas (Jordá, 1977: 66, Fig. inf.). Existiría pues una elevada probabilidad de que
los materiales se hubieran mezclado durante el tiempo transcurrido entre dichas actuaciones furtivas y la
regularización de Jordá, dado que era una zona expuesta al borde de la cata donde los agentes naturales y
antrópicos habrían tenido gran incidencia (bien por movimiento natural de las piezas al verse sometidas a
los fenómenos climáticos, bien por el simple pisoteo humano y animal, pues siempre ha sido un complejo
kárstico muy concurrido [Rodríguez Calvo, 1993]).
Por tanto, la procedencia estratigráfica de esta pieza es incierta, si bien queda abierta la posibilidad de que
en Cova Rosa hubiera existido un nivel Badeguliense/ Magdaleniense arcaico del que la pieza en cuestión
procediera originalmente. Por los estudios líticos, las capas 2, 3 y 4 pertenecerían a un Magdaleniense
indefinido (Utrilla, 1981), la capa 5, arcillosa, sería estéril (Utrilla, 1981) y la 6 al Solutrense (Straus, 1983).
Sin embargo, los análisis factoriales realizados por Bosselin y Djindjian (1999), a partir de los datos de Utrilla
(1981), han ubicado Cova Rosa (capas 2, 3 y 4) en su Badeguliense cantábrico, a pesar de carecer de raclettes
(Utrilla, 2004: 257) y otros materiales de tipo Badeguliense/ Magdaleniense arcaico (Aura et al., 2012: 77).
La pieza analizada es:
1. Varilla (fig. 8).
Se trata de una varilla con extremo distal roto (160,5 x 17,5 x 11,0 mm), tal y como han señalado algunos
autores (Corchón, 1971; Jordá, 1976, 1977; Jordá et al., 1982; Straus, 1983; Escortell, 1988) aunque otros
lo han interpretado como una punta o azagaya (Barandiarán, 1973, 1981; Rodríguez Muñoz, 1981; Utrilla,
1981; Corchón, 1986; Adán, 1997).
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42
E. Duarte Matías, M. de la Rasilla Vives y J. E. Aura Tortosa
Fig. 8. Varilla de Cova Rosa. Dibujo según Corchón (1986). Fotografías E. Duarte.
Nos inclinamos por considerarla como varilla por la sección ovalada, la anchura considerablemente
mayor en comparación con el resto de azagayas del yacimiento (Utrilla, 1981) y que la cara inferior está
poco trabajada a excepción del extremo proximal redondeado con aplastamiento. Conserva el tejido
esponjoso de forma casi completa en su cara inferior y sólo han sido trabajados los bordes, mediante
raspado y abrasión, además de la citada parte proximal, adelgazada y un tanto apuntada. A 40 mm del
extremo proximal se produce un afilamiento de los bordes. En ese extremo y en el distal la pieza conserva
una fractura en dientes de sierra. La pieza está restaurada de antiguo porque según Utrilla había aparecido
rota en dos fragmentos (Utrilla, 1981). La sección es plano-convexa en la parte del aplastamiento y ovalada
en el resto de la pieza. El perfil es ligeramente curvo (2 mm flecha) y los bordes son rectilíneos tendentes a
convexos, describiendo una silueta subrectangular. El máximo espesor de la pieza se encuentra en la parte
distal. Cuanto más hacia la parte distal nos encontramos, los bordes son más redondeados (tendentes a lo
abrupto) y la pieza es más espesa.
Como ya se ha comentado, tiene marcas de raspado en los laterales y también en la cara superior, tanto
de abrasión como de pulido, predominando en la parte proximal el segundo sobre la primero.
En cuanto al motivo decorativo, se trata de “un ‘cuerpo’ rectangular con sendos apéndices delante y
detrás (corto el uno, muy largo el otro)” (Barandiarán, 1973: 116), que ha sido clasificado mayoritariamente
como un motivo vegetal (Jordá, 1976, 1977, 1983; Rodríguez Muñoz, 1981; Jordá et al., 1982; Straus,
1983; Escortell, 1988). Otras interpretaciones son la de un pez estilizado (Barandiarán, 1973) o una flecha
compuesta (Corchón, 1986). La línea longitudinal que discurre por el eje central de la pieza se desarrolla
ocupando casi todo el campo gráfico. La forma cerrada rectangular está compuesta por una sucesión de
trazos oblicuos en disposición radial. En su interior se encuentran restos de sedimento o mineral ferruginoso.
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La técnica pseudoexcisa en el Badeguliense / Magdaleniense arcaico de Asturias
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La técnica ha sido clasificada como pseudoexcisa y esta pieza ha constituido uno de los prototipos de la
misma (Barandiarán, 1973, 1981). Al igual que en el caso de Llonin nº 1, sólo una parte del motivo puede
ser considerada como pseudoexcisión, la línea larga.
Se trata de una trama muy apretada, 9 levantamientos en 2 cm, con una yuxtaposición muy estrecha que se
produce principalmente entre la parte inferior del lateral izquierdo de cada levantamiento, confluyendo hacia
el lateral derecho del levantamiento siguiente. En la parte inferior de la pieza, en los primeros 30 mm partiendo
de la base, vemos sin embargo la superposición en los lados estrechos, del tipo a la vista en la pieza Llonin nº
1. Los levantamientos (medidas 3,5 x 2 mm) tienen una silueta en rectángulo obtusángulo que se estrechan
hacia la parte superior. La sección longitudinal es en V asimétrica con pared abrupta en la parte superior o
distal y profundidad variable, 1 mm en la parte distal y casi inexistente en la proximal. La sección transversal
es en U con fondo en pendiente, siendo más profunda la parte izquierda que la derecha. Los trazos se juntan
en el medio en el lateral derecho con la parte distal del siguiente. La silueta se estrecha un poco en la parte
proximal de cada levantamiento, lo cual sumado a la sección longitudinal de profundidad mayor en la parte
proximal (fig. 8, 1) y a la existencia de escalones en el interior de algunos levantamientos (fig. 8, 2), junto
con las líneas marcadas en la pared derecha (fig. 8, 3) nos lleva a deducir que la ejecución arranca desde la
parte proximal derecha y se desarrolla desde abajo hacia arriba. Por tanto, el trazo se realiza según el Modelo
2 propuesto y la morfología se corresponde con el Tipo 2 (Rascaño) aunque en la parte proximal combina el
Tipo 1 (Aitzbitarte IV), el citado Tipo 2 y se aprecia la forma de paso entre ambos.
En contraposición a la línea descrita por la pseudoexcisión, el cuerpo rectangular del motivo está
formado por pequeños trazos que cuentan con una sección transversal constante en U. Comparados con
los levantamientos de la línea, son un poco más largos (8 mm), el doble más anchos (4 mm) y menos
profundos, lo cual indica un cambio de inclinación del útil respecto a la línea (fig. 8, 4).
4.3. Cueto de la Mina
El yacimiento fue excavado por el Conde de la Vega del Sella (1916) y posteriormente por Rasilla (Rasilla y
Hoyos, 1988) (fig. 4). Las dos piezas analizadas aparecieron en los subtramos 1 y 2 del nivel E (Solutrense
superior) de las primeras excavaciones. Con todo, en la sigla de una de ellas (Cueto de la Mina nº 1) pone
que pertenece al subtramo 1, luego estaba en la parte superior del nivel.
Aquí hay que tener en cuenta ciertos problemas estratigráficos que afectan tanto al nivel E como al
D (Magdaleniense inferior) en la primera sección, es decir en la covacha, y que pueden enmascarar un
nivel del periodo Badeguliense/Magdaleniense arcaico. Vega del Sella comenta que la separación entre el
tramo superior del nivel E del nivel D era complicada, pues: “…apenas estaba delimitado, siendo por tanto
de temer la transgresión de elementos de uno a otro nivel, especialmente por algunas oquedades que se
presentaban en las orillas de la pared…” (Vega del Sella, 1916: 29) y la “…capa magdaleniense, de unos
50 centímetros de espesor, se sobreponía al solutrense; en el interior de la cueva estaba en contacto, sin
separación visible, y con idéntica coloración oscura, por lo que no se podía distinguir uno de otro…” (Vega
del Sella, 1916: 45).
Así explicamos la existencia de una elipse, una azagaya con silueta losángica, un fragmento de varilla con
pseudoexcisión y una azagaya de Placard en los tramos superiores del nivel E y varias azagayas de Placard
en el nivel D (Vega del Sella, 1916: Lám. XXII, XXV, XXVI, XXXII y Fig. 15), elementos igualmente
presentes por ejemplo en el nivel III de Llonin. En cuanto a la colección lítica, Vega del Sella parece haberse
quedado con las piezas más significativas de los niveles solutrenses y magdalenienses, destacando las puntas
solutrenses en el nivel E y los raspadores abultados, buriles y laminillas con dorso para el D.5
5 Por otra parte, se ha excluido del estudio una varilla de Cueto de la Mina (Vega del Sella, 1916: Lám. XXV, 7; Aura et al., 2012:
Fig. 3, 6) porque, aunque pudiera tener pseudoexcisión, su grado de alteración (térmica, bioturbación, etc.) no permite analizar las
variables aquí propuestas.
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E. Duarte Matías, M. de la Rasilla Vives y J. E. Aura Tortosa
Las piezas analizadas son:
1. Cueto de la Mina nº 1 (Nº Inv. MNCN: 5963). Varilla (fig. 9).
Fragmento mesial de varilla (21,2 x 9,6 x 0,4 mm) (Vega del Sella, 1916). El borde lateral derecho
se conserva sólo en la parte proximal de la pieza y las fracturas son indeterminables. La sección es
subcuadrangular y la cara superior presenta un amplio hundimiento longitudinal, mientras que los bordes
son relativamente convexos.
Está muy afectada por la disgregación de materia y, por tanto, la observación de la decoración no
es óptima. Ésta (21,2 x 4,3 mm) se desarrolla a lo largo de todo el fragmento y consiste en dos líneas
longitudinales paralelas que se encuentran muy cerca una de otra, sobre todo hacia el centro de la pieza,
siendo la distancia entre ellas (1,2 mm) más corta que entre cada una y los bordes de la pieza (~2 mm). En la
parte derecha de esta misma cara, bajo la sigla S.S.1, hay una tercera línea, aunque muy perdida (fig. 9, 1).
De las tres líneas, sólo se analizan tecnológicamente la de la izquierda y la del centro por ser las que mejor
se conservan aunque la última está en peor estado que la izquierda.
La línea de la izquierda tiene una trama no apretada (6 levantamientos en 2 cm). Las dimensiones medias
de cada levantamiento son 3,5 x 1,2 mm. La silueta de los levantamientos es un rectángulo obtusángulo y
éstos se encuentran superpuestos, ya que no se ven espacios sin grabado y la línea abrupta corta siempre la
inclinada. La sección longitudinal es en V asimétrica abrupta la parte distal, así como la sección transversal,
en V asimétrica con la pared izquierda bastante abrupta y con marcas del filo del útil (fig. 9, 2). La sección
longitudinal está en pendiente y tiene una profundidad distal de <1 mm y la proximal es casi inexistente. A lo
largo de la línea este escalonamiento se marca bien en el fondo de los levantamientos y es menos acentuada
en la pared izquierda, donde se van sucediendo los trazos transversales, que indican una ejecución del
conjunto desde arriba hacia abajo. Aun así, sería necesario ver las rebabas en el fondo y las salidas del útil
en superficie, como en el caso de Llonin nº 1, y que no son observables principalmente debido a la peor
conservación de la pieza. La morfología del levantamiento inferior de la línea izquierda se ve una forma en
U en el fondo del trazo (fig. 9, 3), que apoya la hipótesis del Modelo 1, y la línea del centro, aunque menos
marcada, sigue el mismo modelo (fig. 9, 1).
2. Cueto de la Mina nº 2 (Nº Inv. MNCN: 485). Varilla o azagaya (fig. 10).
Fragmento mesial de varilla o azagaya, pues la sección y anchura de la misma tiene unas dimensiones
intermedias entre las varillas y azagayas del conjunto (Vega del Sella, 1916; Corchón, 1986) de sección
ovalada irregular, con la cara inferior poco trabajada (19,6 x 5,7 x 3,3 mm). Las fracturas, en dientes de
sierra, son indeterminables. Presenta marcas de abrasión aunque su conservación es bastante mala, pues
cuenta con numerosas cupulillas de disolución, bioturbaciones y fisuras.
Fig. 9. Cueto de la Mina nº 1. Varilla. Dibujo A. Fernández Rey. Fotografías J. Fortea.
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La técnica pseudoexcisa en el Badeguliense / Magdaleniense arcaico de Asturias
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Fig. 10. Cueto de la Mina nº 2. Varilla o azagaya. Dibujo A. Fernández Rey. Fotografías J. Fortea.
La decoración consiste en dos series de trazos cortos oblicuos paralelos que no se tocan entre sí y que
forman bandas longitudinales que se desarrollan a lo largo de todo el fragmento conservado. Si comparamos
la trama de la banda derecha con la pieza anterior, ésta no es apretada: 5 trazos en 2 cm. La línea de la
izquierda se desarrolla en el interior de un surco natural. Se trata de una yuxtaposición distante, pues entre
trazo y trazo median 2 mm. Las medidas medias de los trazos son 3,4 x 2,5 mm. La profundidad es regular
en cada trazo, <1 mm.
La silueta es triangular-lenticular y la sección longitudinal recta y la transversal en V simétrica, mientras
que la longitudinal es en V asimétrica. Algunos trazos de la línea derecha tienen una sección longitudinal
en V asimétrica, siendo semiabrupta la pared distal y se parecen a alguno de los levantamientos de Cueto
de la Mina nº 1, por lo que podría ser un trazo pseudoexciso (fig. 10, 1, 2b y 2c). Sin embargo, carece de
remanente en ese punto y la silueta no es rectangular. En el resto de los trazos no se ve un levantamiento
claro de materia ni una sección longitudinal con una pared abrupta, por lo que esto sugiere un cambio de
inclinación del útil con apariencia pseudoexcisa, tal y como observamos en Llonin nº 2. La silueta y el
punto más profundo hacia el centro de los trazos, sobre todo el 8 de la línea de la derecha (fig. 10, 2a),
parece indicar el piqueteado.
5. PARALELOS
Como ya hemos visto, de las piezas que hemos estudiado sólo la nº 1 de Llonin, la de Cova Rosa y la nº 1
de Cueto de la Mina contienen pseudoexcisión, más una parte de la pieza de Llonin nº 3 con las reservas
señaladas (figs. 5, 8, 9 y 7). De ellas, ninguna tiene el mismo motivo decorativo, pero vemos un rasgo
común: la realización de la pseudoexcisión tiende a hacerse en líneas rectas dispuestas a lo largo del eje más
largo y en las caras más anchas, sobre soportes con sección aplanada-oval.
Si comparamos Llonin nº 1 con Llonin nº 3, ambas líneas tienen una trama similar (~4 y 5 levantamientos
en 1 cm respectivamente) y la figura es parecida a muy grandes rasgos, pues se trata de una forma cerrada con
una parte ancha y otra estrecha y alargada, a modo de apéndice, aunque la nº 3 tiende a la forma circular y la
nº 1 a la rectangular. No podemos afinar más por las razones de conservación ya aludidas de la segunda pieza.
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E. Duarte Matías, M. de la Rasilla Vives y J. E. Aura Tortosa
Los paralelos con piezas de otros yacimientos que tienen técnica pseudoexcisa, según la propuesta
de Utrilla (1986), a la vez que ilustraciones y descripciones detalladas se presentan en la tabla 3,
independientemente de si tienen o no líneas longitudinales superpuestas. Todas ellas cuentan con: 1.
Sucesión de levantamientos en yuxtaposición o superposición en sus lados estrechos o anchos y 2. Silueta
rectangular-trapezoidal y sección irregular de dichos levantamientos.
Hay otros posibles paralelos, no señalados previamente, pero al contar sólo con ilustraciones es más
complicado afinar de modo que las incluimos de forma provisional en la tabla 4. No obstante, el tipo
de sucesión yuxtapuesta de los trazos en las partes proximal y distal y las secciones longitudinales con
profundidad en pendiente de los mismos, a partir de las sombras que se aprecian en las ilustraciones, nos
lleva a considerar que también tienen técnica pseudoexcisa.
Estos criterios obligan a reducir algo más el catálogo de piezas con pseudoexcisión expuesto por SéronieVivien (2005), ya criticado por Ducasse (2010), en relación con los ejemplares de Isturitz. En cuanto a los
de Laugerie-Basse, dado que no contamos con buenas reproducciones de las piezas, existe la posibilidad de
que se tratara de ranuras estriadas, tal y como se observan en algunas piezas de este yacimiento o en Mas
d’Azil (Chollot-Varagnac, 1980), que serían abundantes en el Magdaleniense superior-final y, por tanto,
más acordes con la cronología propuesta desde antiguo para este yacimiento. En el caso de Le Chaffaud,
también de cronología dudosa, los trazos cortos y finos y la existencia de líneas largas de las que éstos
Tabla 3. Paralelos con pseudoexcisión clara.
Yacimiento
Tipo
Fr
Sc
MF
CD
Tecno
N/HC
Referencia
Le Placard
Az
D
-
1 LC
Sup
Ps
MI p
(1) 217:
55.021.11
Az/Va
M
-
3 LO + trazos oblicuos=
Pisciforme
Sup
Ps+In
MI p
(1) 237: 54.995
Ci
P
-
3 LO + trazos oblicuos=
Pisciforme
Sup
Ps+In
MI p
(1) 303: 55.014
Va
P
PCx 3 LO + puntos
Sup
Ps+¿Pq? MI p
(1) Fig. 96
LM
M
-
3 LC + LC cortas = ¿asta?
Sup
Ps
MI p
(1) Fig. 99
¿Va?
M
-
3 LC + LC cortas = ¿asta?
Sup
Ps
MI p
(2) Fig. 21, 3º
por la izda.
¿Va?
M
-
Pisciforme
Sup
Ps+In
MI p
(3) Fig. 9.1
Ci
D
-
3 LO
Sup
Ps
II/Ba
(1) 275: 59.480
Va
D
Ov
1 LR + puntos
Sup
Ps+Pq
II/Ba
(4) Pl. XII.1
AzBS
P
Ov
3 LO
Inf
Ps
9a/Ba
(5) Fig. 2.5
AzBS
C
Ov
3 LOb
Inf
Ps
8c/Ba
(5) Fig. 2.1
AzBS
Badegoule
Pégourié
Jolivet
TP
-
1 LR + incisiones oblicuas
Sup
Ps+In
B o C / ¿Ba?
(5) Fig. 4.9
Laugerie-Haute AzBS
P
Ov
3 LO
Inf
Ps
Ic/MI
(6) Fig. 2
Aitzbitarte IV
Va
M
PCx 3 LO
Sup
Ps
IV/Ba
(6) Fig. 1
Rascaño
AzBS
P
Ov
Sup
Ps Tipo2 5/¿Ba?
1 LC
(7) Fig. 43.2
Tipo (tipología): Az: Azagaya; AzBS: Azagaya bisel simple; Ci: Cincel; Va: Varilla. Fr (fracturas): C: Completa; D: Distal; M:
Marginal; P: Proximal; TP: Transversal proximal. Sc (sección): Ov: Ovalada; PCx: Plano-convexa. MF (morfología del grabado): LC:
Líneas curvas; LO: Líneas onduladas; LOb: Líneas oblicuas; LR: Líneas rectas. CD (cara decorada): Inf: Inferior; Sup: Superior. Tecno
(tecnología de la MF): In: Incisión; Pq: Piqueteado; Ps: Pseudoexcisión. N/HC (nivel y horizonte cultural): Ba: Badeguliense; MI p:
Magdaleniense I posible. Referencia: (1) Chollot-Varagnac, 1980; (2) Breuil, 1937; (3) Breuil y Saint-Périer, 1927; (4) Cheynier, 1939;
(5) Séronie-Vivien, 2005; (6) Utrilla, 1986; (7) Barandiarán, 1981.
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La técnica pseudoexcisa en el Badeguliense / Magdaleniense arcaico de Asturias
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parten se asemejan más al pectiniforme que a la pseudoexcisión y su parecido con el ejemplar de El Gato 2
es notable (Utrilla et al., 2012). Por otro lado, hay que tener en cuenta que existen ejemplares con motivos
pisciformes con pseudoexcisión (tabla 3), por lo que no excluimos que se trate de esa técnica. No obstante,
es necesario estudiarlos con la metodología propuesta.
En el conjunto de piezas con pseudoexcisión clara, los motivos decorativos son múltiples y las
recurrencias escasas (tabla 3). El más repetido es sin duda el de las tres líneas onduladas, pudiendo estar
asociado o no a otros trazos y formar una figura un tanto más compleja.
No existen tampoco paralelos en la morfología del grabado entre las piezas estudiadas y las recogidas en
las tablas 3 y 4. Sin embargo, si atendemos a la decoración de algunas piezas de época Solutrense superior
o Magdaleniense inferior, sin atrevernos a atribuirlas al Badeguliense por la antigüedad de algunas de las
excavaciones, encontramos alguna similitud que pasamos a tratar (fig. 11):
- Llonin nº 1 (fig. 5).
Como decíamos más arriba, este cuadrúpedo se asemeja a un carnívoro (mustélido) en acción de oteo
(fig. 11, 1 y 11), pero en el Cantábrico no hemos encontrado por ahora un paralelo directo. De hecho, los
cuadrúpedos aislados no abundan y menos en piezas funcionales. Sólo podemos señalar, muy lejanamente,
una azagaya de La Paloma con un cuadrúpedo de perfil (Barandiarán, 1971) y otra con un signo enigmático
de Cueto de la Mina, nivel E (Vega del Sella, 1916: Lám. XXII). Descrito inicialmente por Vega del Sella
como un pez (Vega del Sella, 1916: 22) o por Corchón (1986: 264) como “ramiforme en forma de ‘cola’ o de
‘penacho’”, en el motivo de Cueto de la Mina (fig. 11, 3) se puede observar una línea larga a la izquierda, que
podría corresponderse con el lomo y la cola de un cuadrúpedo. A la derecha, otra línea un tanto convexa y que
cuenta con una línea oblicua en cada extremo, a modo de pata por par. La cabeza no es perceptible. Se parece
a Llonin en que se trata de un cuerpo y rabo alargados, junto con unas patas cortas, de forma cuadrangular.
En el caso de La Paloma (fig. 11, 2) además del cuadrúpedo hay una cabeza animal. El primero está de
perfil y tiene una representación de pata por par. El lomo y el rabo están realizados por medio de una sola
Tabla 4. Paralelos con pseudoexcisión posible.
Yacimiento Tipo
Fr
Sc
MF
CD
Tecno
N/
HC
Referencia*
Le Placard
Va/Ci
M
-
4 LR + elipse
Sup
¿Ps?
¿MI?
195: 55.069
Ci
M
-
3 LR + trazos oblicuos
Sup
¿Ps?+Gs
¿MI?
195: 55.015
Al
TM
-
2 LC + trazos oblicuos
= Animal posible
Sup
¿Ps?+In
¿MI?
195: 55.046
Va/Ci
TD
-
3 LC + LR
Sup
¿Ps?+Gs
¿MI?
217: 55.069
Va
TM
-
2 LO = Serpentiforme
Sup
¿Ps?
¿MI?
237: 55.121
Va/Az
¿TD?
-
3 LR
Sup
¿Ps?
¿MI?
241: 55.129
Va
TM
PCx 2 motivos bífidos
Sup
¿Ps?
¿MI?
335: 54.992
Va
TM
-
2 LO
Sup
¿Ps?
Posible línea cosida
¿MI?
241: 55.033
¿Az/Va?
TM
-
Elipse
Sup
¿Ps?
¿MI?
335: 54.996
Tipo (tipología): Al: Alisador; Az: Azagaya; Ci: Cincel; Va: Varilla. Fr (fracturas): M: Marginal; TD: Transversal distal; TM:
Transversal mesial. Sc (sección): PCx: Plano-convexa. MF (morfología del grabado): LC: Líneas curvas; LO: Líneas onduladas; LR:
Líneas rectas. CD (cara decorada): Sup: Superior. Tecno (tecnología de la MF): Gs: Grabado simple; In: Incisión; Ps: Pseudoexcisión.
N/HC (nivel y horizonte cultural): MI: Magdaleniense I.
* Todas pertenecen a Chollot-Varagnac, 1980: en la tabla se indica la página y el nº de referencia.
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E. Duarte Matías, M. de la Rasilla Vives y J. E. Aura Tortosa
Fig. 11. Paralelos del cuadrúpedo de Llonin nº 1: 1. Llonin nº 1, dibujo A. Fernández Rey. 2. La Paloma (Barandiarán,
1971). 3. Cueto de la Mina (Vega del Sella, 1916). 4-9. Le Placard (Breuil y Saint-Périer, 1927). 10. Laugerie-Haute
(Peyrony, 1939). 11. Mustélido: Armiño (Mustela erminea) (Vázquez y Díaz, 2006). Las piezas nº 1-3 y 11 no tienen
escala y las nº 3-4 están reflejadas del original hacia la izquierda.
línea. Al contrario que el ejemplo anterior, tiene representada la cabeza. Se diferencia del de Llonin en que
las patas están mucho más inclinadas, tiene un lomo más corto y cuenta con la curvatura del lomo en el
tren anterior, además de que la cabeza mira al frente en vez de hacia abajo y es más detallada, se trataría
de un caballo y procedería del “Magdaleniense superior” de las excavaciones de Hernández-Pacheco
(Barandiarán, 1971).
Tras una recopilación de los motivos decorativos en piezas adscritas al Badeguliense en Francia,
independientemente de su técnica, encontramos unos diseños en Laugerie-Haute y Le Placard que forzando
algo tienen alguna similitud con estos cantábricos.
En un cincel de Laugerie-Haute (fig. 11, 10), Breuil veía una representación de un asta de reno, que sin
embargo para D. y E. Peyrony podría tratarse de “un profil d’animal très schématisé: tête longue, œil rond,
pattes portées en avant, dans la position d’une bête, s’arc boutant et tirant quelque chose avec la gueule,
grosse queue tendue dans le prolongement du corps et petites ponctuations indiquant le poil” (Peyrony,
1938: Fig. 39.1). Aquí, si cambiamos la interpretación y vemos la cabeza donde D. y E. Peyrony sitúan la
cola, tendríamos una serie de coincidencias con la figura de Llonin: 1. Perfil de cuadrúpedo alargado con
representación de pata por par, 2. Cola larga, 3. Una parte alargada: el cuello o el tronco, 4. Trazo no continuo,
esto es, línea quebrada que da sensación de representación del pelaje en el contorno, 5. Representación del
pelaje en la parte interior del contorno mediante trazos cortos oblicuos. En la de Laugerie-Haute faltaría la
cabeza, pues la pieza está rota, y contaría con un menor grado de esquematismo que la de Llonin.
En Le Placard (fig. 11, 4-9) hay unas piezas con unas representaciones interpretadas por los autores
como estilizaciones de serpientes, “le contour, marqué par deux traits parallèles, porte une saillie qui doit
figurer le pénis” (Breuil y Saint-Périer, 1927: Fig. 69.1-4, 6-7). Si tomamos como la cola el apéndice del
extremo proximal tenemos igualmente: 1. Perfil de cuadrúpedo alargado con representación de pata por
par, 2. Cola larga, 3. Una parte alargada: el cuello o el tronco, 4. Trazo no continuo, esto es, línea quebrada
que da sensación de representación del pelaje en el contorno. Aquí todas carecerían de cabeza de forma
intencional puesto que las piezas no están rotas en la zona donde se localizaría la cabeza.
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La técnica pseudoexcisa en el Badeguliense / Magdaleniense arcaico de Asturias
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- Cova Rosa (fig. 8).
Dado que este motivo había sido emparentado principalmente con los motivos vegetales (véase apartado
4.2.), este tipo de representaciones no constituye un tema recurrente en el Paleolítico (Leroi-Gourhan,
1995) ni de forma aislada ni asociada a animales. En el caso que nos ocupa, es verosímil su parecido con
plantas con infloración en espiga, tal y como señaló Jordá (1976, 1977, 1983) y que son abundantes en esta
zona geográfica.
No hemos encontrado ningún paralelo directo, no en vano no se había propuesto ninguno hasta el
momento. Es más común encontrar varias líneas con tendencia curva asociadas a otros trazos y formando
otro tipo de figuras (tablas 3 y 4). De éstos, el más similar es un pisciforme de Le Placard (Breuil y SaintPérier, 1927: Fig. 9.1.), lo cual apoyaría en cierta medida la interpretación de Barandiarán (1973) como
estilización de pez y además se trata de un tema decorativo frecuente en este periodo.
- Cueto de la Mina nº 1 (fig. 9).
Hay que tener en cuenta que se trata de un fragmento muy pequeño y que le falta una parte de la derecha.
No podemos saber si esta pieza tenía más líneas, al estilo de la azagaya de Pégourié (nivel 9a). El caso
es que el tema de las dos líneas rectilíneas no es común, siendo, sin embargo, frecuentes una o tres líneas
(tablas 3 y 4).
Por último, se puede observar en varios yacimientos atribuibles a este periodo la convivencia de
la pseudoexcisión (independientemente de su motivo decorativo) y el grabado simple con el motivo
pectiniforme, como ya señaló en su momento Utrilla (1986) a propósito de las similitudes formales de la
pseudoexcisión y algunas piezas de Badegoule (tal es el caso de Llonin III, Rascaño 5 y Badegoule II).
Incluso se documenta la convivencia entre la pseudoexcisión y el motivo ramiforme (como en Llonin III)
y, con más dudas, las series de trazos cortos paralelos que forman bandas longitudinales (Cueto de la Mina,
Parpalló), estos últimos similares a las “marcas de caza” solutrenses. Por otro lado, en otros yacimientos
de este horizonte cultural están presentes el pectiniforme y/o el ramiforme sin que se haya identificado la
pseudoexcisión como en El Gato (Utrilla et al., 2012) o en Lachaud (Cheynier, 1965: 36).
Entonces, este sería el momento (Badeguliense/Magdaleniense arcaico) de aparición tanto de la
pseudoexcisión como del motivo pectiniforme y probablemente del ramiforme, los cuales se desarrollaran
plenamente a partir del Magdaleniense inferior. Con todo, falta comprobar lo que sucede en los yacimientos
franceses y mediterráneos.
La distribución territorial de las piezas con pseudoexcisión (fig. 12) abarca por ahora desde La Charente
(Le Placard) hasta el Sella (Cova Rosa) en el occidente cantábrico, pasando por la Dordoña y el Lot (LaugerieHaute, Jolivet, Badegoule y Pégourié).6 Entre la Dordoña-Lot y el comienzo de la cornisa cantábrica (Aitzbitarte
IV) existe un vacío territorial importante (~300 km en línea recta), que abarca principalmente Las Landas y
los Pirineos donde por el momento se han documentado muy pocos yacimientos de cronología adscribible al
Badeguliense (Banks et al., 2011). Concretando más, la presencia del Badeguliense/Magdaleniense arcaico
con piezas pseudoexcisas en estratigrafías claras se reduce, de momento, a los yacimientos de Llonin, Rascaño
y Pégourié; mientras que en estratigrafías poco claras, bien por excavación antigua o por los avatares que han
sufrido las colecciones, podemos asignar a ese episodio los yacimientos de Cueto de la Mina,7 Aitzbitarte IV,
Laugerie-Haute, Badegoule, y Le Placard. No obstante, contrasta el número de yacimientos adscribibles al
Badeguliense sensu lato, tanto en Francia (Banks et al., 2011) como en la Península ibérica (Aura et al., 2012),
con la escasez de los mismos donde existe pseudoexcisión.
6
A partir de los criterios definidos en este texto, cabe la posibilidad de que haya pseudoexcisión en Volcán del Faro y en principio se
descarta para la pieza de Parpalló (Aura et al., 2012: fig. 3.8). Su descripción y discusión será retomada en un artículo más amplio.
7 A este conjunto pueden añadirse Jolivet y, sin olvidar su grave problemática, Cova Rosa.
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Fig. 12. Distribución de las piezas con pseudoexcisión en la Península Ibérica y Francia. A la cantidad de piezas
anotadas deben añadirse ocho posibles en Le Placard.
Además, es necesario tener en cuenta, según los yacimientos que conocemos en la actualidad, que
durante esta época no se elaboraba una amplia producción ósea si lo comparamos con el Magdaleniense
inferior y el medio, aunque es relativamente mayor que en el solutrense, y ello sumado a que ésta se
conserva en pocos yacimientos. Por tanto, con la información disponible el carácter de los marcadores
propuestos, y los que puedan proponerse, no podrá ser equiparado al de épocas posteriores.
Por otra parte, la abrumadora concentración en Le Placard podría llevarnos a considerar este yacimiento
como el núcleo de la pseudoexcisión (al estilo de Isturitz o Mas d’Azil durante el Magdaleniense medio [Utrilla
y Martínez Bea, 2008; Rivero, 2010]). Lamentablemente, no conocemos si todas las piezas pertenecen a un
mismo nivel ni tampoco su posición estratigráfica clara en el conjunto del yacimiento, aunque los nuevos
estudios podrán aportar datos importantes (Dujardin y Pinçon, 2000; Clottes et al., 2011).
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La técnica pseudoexcisa en el Badeguliense / Magdaleniense arcaico de Asturias
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6. CONCLUSIONES Y PERSPECTIVAS
Las piezas estudiadas añaden dos ejemplares claros (Llonin nº 1 y Cueto de la Mina nº 1) y una parte de otra
(Llonin nº 3) a la lista de piezas con pseudoexcisión inscritas en el Badeguliense/Magdaleniense arcaico.
Se han propuesto unos parámetros específicos para diferenciar esta técnica de otras, con el objetivo de
eliminar confusión y de evaluar si se trata de una técnica exclusiva de esta época y que permita, al mismo
tiempo, ver los cambios que se producen en cronologías posteriores y en otros soportes. En este análisis se han
visto dos modalidades de ejecución, así como dos tipos morfológicos resultantes, estos últimos ya contemplados
en su momento por Utrilla (1986). De ellos, el Tipo 1 (Aitzbitarte IV) es más evidente que el Tipo 2 (Rascaño)
en el que resulta más difícil aislar algunas variables (como ocurre con el ejemplar de Cova Rosa).
En lo que se refiere a la forma de ejecución, conviven los dos modelos y, en el caso de Cova Rosa, se
observa el paso de uno a otro. Además en Llonin nº 1, Cova Rosa y Cueto de la Mina nº 1 coincide una factura
de arriba abajo tal y como hemos orientado las piezas. Igualmente, no se ha añadido ningún tipo nuevo de
soporte. Así, se sigue tratando de soportes alargados en los que se decora una sola cara (Utrilla, 1986).
En cuanto al carácter funcional o no de la pseudoexcisión, ninguna de las estudiadas cuenta con microlitos
o, aparentemente, resinas. Además, ninguna de las líneas con trazo pseudoexciso alcanza una profundidad
notable (siempre <1 mm) como para ser contenedora de elementos, del tipo de las registradas en algunos
yacimientos (Santamaría et al., 2001; Pétillon et al., 2011), ni se localiza en otra cara que no sea la más
ancha, todo lo cual nos lleva a rechazar, a falta de más datos, la hipótesis funcional de la pseudoexcisión.
Por otro lado, no estamos de acuerdo con la interpretación tecnológica de Hemingway (1980) según la
cual la pseudoexcisión es una preparación para hacer ranuras. Así, en Le Placard, donde se ha recopilado
un mayor número de piezas con pseudoexcisión (y teniendo en cuenta todos sus problemas estratigráficos),
las piezas con ranuras deberían dominar o al menos constituir un número elevado. Sin embargo, si tomamos
como muestra las piezas recogidas por Chollot-Varagnac (1980), vemos que sólo una pieza es clasificada
como “rainure” y otra como “nervure”, ¿acaso sólo hubieran quedado en el yacimiento las piezas que
estaban en curso de fabricación, puesto que la pseudoexcisión, según Hemingway, sería un paso previo
a la profundización final de la ranura? A mayor abundamiento, en Llonin no hay piezas con ranuras, hay
pseudoexcisión y ésta representa una figura completa.
Como paralelos tecnológicos se han recogido catorce, asumidos por la comunidad científica (Utrilla,
1986; Séronie-Vivien, 2005; Ducasse, 2010), y ocho con posibilidad de serlo. No obstante, es necesario
estudiarlos directamente con la metodología propuesta y seguir profundizando en el estudio tecnológico
con nuevas técnicas de observación (MEB, microtopografía 3D, escáner micro-CT), dadas las limitaciones
con que nos hemos encontrado y que aportará nuevos datos sobre la relación entre los dos tipos de
pseudoexcisión señalados y el trazo simple de tipo pectiniforme.
Los motivos decorativos realizados mediante la técnica pseudoexcisa muestran una variabilidad
abundante y un carácter marcadamente no figurativo aunque existen serpentiformes y pisciformes. A éstos
se puede añadir el cuadrúpedo de Llonin nº 1, para el cual, por otra parte, no hemos encontrado paralelos
claros. En esta pieza se observa además un claroscuro producto de la pseudoexcisión, reproduciendo la
sensación del pelaje del animal, que se combina con otros recursos técnicos como un leve relieve diferencial.
Por otra parte, si la asociación de motivos no figurativos es frecuente en el Magdaleniense (Corchón,
1986) en las piezas del Badeguliense no lo es. Ésta se realiza entre líneas, curvas por ejemplo, que pueden
llegar a formar un motivo relativamente complejo (pez, mustélido, etc.) pero siempre en un mismo campo
gráfico y sin invadir otras caras de la pieza.
En el caso del pectiniforme estudiado en Llonin nº 2, este motivo decorativo se realiza en grabado
simple, no en pseudoexcisión, y está presente en varios yacimientos atribuibles a esta época, a veces
conviviendo con la pseudoexcisión en un mismo yacimiento. Aquí, el pectiniforme estudiado de la varilla
de Llonin no tiene nada que ver con el de la placa ósea del Magdaleniense superior del mismo yacimiento
(Duarte et al., 2012).
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Como ya se ha comentado, algunas de las piezas estudiadas se corresponden con el Badeguliense, tal
y como se ha venido definiendo en la zona cantábrica (Utrilla, 1981, 2004; Rasilla, 1994; Fortea et al.,
1999, 2004; Bosselin y Djindjian, 1999; Sauvet et al., 2008; Aura et al., 2012), a pesar de que algunos
autores no reconozcan este horizonte en la Península ibérica (Corchón, 2005; Banks et al., 2011). Con todo,
la pseudoexcisión refuerza las similitudes entre los yacimientos estudiados y otros cantábricos con los
franceses (Utrilla, 1986) y, posiblemente, con otros yacimientos peninsulares (Aura et al., 2012).
La pseudoexcisión, el pectiniforme y la diversificación de los tipos óseos constituyen novedades
respecto al Solutrense, y en relación al Magdaleniense se establecen distancias debido a la complejización
de la decoración, de la morfología del grabado y de los morfotipos que se produce en ese momento. Faltaría
comprobar la continuidad de la pseudoexcisión a partir del Magdaleniense inferior.
No obstante, hay que tener en cuenta que la industria ósea y el arte mobiliar y parietal atribuidos con
certeza a este momento son escasos. Así, existe un sesgo relacionado con las vicisitudes que ha seguido el
reconocimiento de este periodo y es muy probable que una parte de sus materiales aún estén catalogados como
solutrenses o magdalenienses, por lo que es necesaria una revisión a fondo de las colecciones y estratigrafías
problemáticas, así como una eventual datación directa de las piezas. Debido a estas circunstancias y quizá
también a causa de lo exiguo de los yacimientos, parece que la producción artística no ha sido intensa ni en
lo mueble ni en lo parietal, pero convendrá integrar los datos conocidos con los nuevos para plantear una más
completa evaluación de estas producciones (se denominen badegulienses, magdalenienses arcaicos o de esa
parte que se encuentra entre el final del Solutrense y el Magdaleniense inferior). Por último, en un gran número
de yacimientos no se han conservado muchos restos orgánicos (p. ej. Bassin parisien), lo cual no permite
actualmente una buena caracterización tecno-tipológica del conjunto óseo ni tampoco la determinación de
marcadores culturales franco-peninsulares de la magnitud de los propuestos para el Magdaleniense (véase
recopilación en Duarte, e. p.), por lo que las nuevas excavaciones aportarán datos muy valiosos.
AGRADECIMIENTOS
A Javier Fortea que como codirector de las investigaciones en la Cueva de Llonin tenía que haber participado en este
artículo y por haberse dado cuenta de la singularidad de las piezas de Cueto de la Mina. A David Santamaría Álvarez
(Universidad de Oviedo) y a María D. Simón Vallejo (Museo de Frigiliana, Málaga) por su colaboración e intercambio
de información y opiniones. A José M.ª Rodanés Vicente y M.ª Fernanda Blasco Sancho (Universidad de Zaragoza) por
facilitar a EDM el estudio de la industria lítica y ósea del yacimiento de El Gato. A José Javier Fernández Moreno, Jorge
Camino Mayor y Beatriz García Alonso del Museo Arqueológico de Asturias; a Begoña Sánchez Chillón y Patricia
Pérez Dios del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid; a Helena Bonet Rosado y Josep Lluís Pascual Benito
del Museo de Prehistoria de Valencia-SIP; a Pau García Borja y María I. Borao Álvarez (Universidad de Valencia).
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Javier CARRASCO RUS a y Francisco MARTÍNEZ-SEVILLA a
Las cronologías absolutas del Neolítico Antiguo
en el sur de la península ibérica. Nuevas dataciones
RESUMEN: Se presentan nuevas dataciones absolutas obtenidas por AMS sobre muestras de restos óseos
humanos procedentes de enclaves neolíticos en Andalucía. Su contrastación con el resto de dataciones
antiguas obtenidas en otros ámbitos neolíticos de esta geografía, principalmente del VI milenio a.C.,
nos aproximarán a la realidad cronológica de este período inicial de la Prehistoria reciente en el sur de
la península ibérica. Considerándose la posibilidad de una facies neolítica antigua, con o sin cardial, más
propiciada por estímulos quizás llegados desde el Norte de África que desde el Levante mediterráneo.
PALABRAS CLAVE: Neolítico Antiguo, Andalucía, cerámica cardial, AMS, C14.
The absolute chronology of the early Neolithic in southern Iberia. New dates
ABSTRACT: This paper presents new absolute dating results obtained through AMS, which belong to
human remains from different Neolithic sites in Andalucía. By contrasting the new results with previous
ones from other Neolithic sites from the same region, most of them belonging to the IV millennium B.C., we
obtain a better idea of the chronological reality of this initial period of recent prehistory of the South of the
Iberian Peninsula. We consider the possibility of the existence of an Early Neolithic phase, with or without
cardium pottery, which maybe was more incentivized by influences from the North of Africa than from the
Mediterranean Levant.
KEY WORDS: Early Neolithic, Andalusia, cardium pottery, AMS, C14.
a Departamento de Prehistoria y Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Granada.
jcrus@ugr.es | martinezsevilla@ugr.es
Recibido: 19/09/2013. Aceptado: 08/04/2014.
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58
J. Carrasco Rus y F. Martínez-Sevilla
1. INTRODUCCIÓN
La revisión de registros neolíticos, que en los últimos años realizamos (Carrasco et al., 2009 a y b; 2010 a, b y
c; 2011 a, b y c; 2012), con el fin de contextualizar el Neolítico Antiguo en amplios ámbitos de Andalucía nos
ha conducido, al margen de los análisis tipológicos cerámicos y de otros tipos, a obtener muestras sobre restos
óseos humanos depositados en museos y otras instituciones, como único argumento en la actualidad, para poder
ser datados o en último caso, aproximarnos mínimamente a sus cronologías reales. En este trabajo, aportamos
nuevas dataciones por AMS, que serán objeto de comentario junto con las obtenidas en excavaciones antiguas,
olvidadas en algunos casos o, en nuestra opinión, no bien valoradas. Tanto las nuevas como las anteriores,
tendrían una mejor justificación si se hubiesen obtenido en conjuntos cerrados y aislados sin contaminar, propio
de una buena gestión arqueológica. Pero este no es el caso que nos ocupa, ni pretendemos hacer una crítica
severa de las actuaciones arqueológicas realizadas a partir de los años cincuenta, principalmente en cuevas,
pues una secuencia estratigráfica, en nuestra opinión, puede de igual forma ser invalidada de forma ortodoxa
que heterodoxa ya que en último término la verdadera problemática reside en conocer lo que se excava y a qué
fines científicos responde. Y en este caso, los problemas no han sido coyunturales ni propios en el fondo de una
buena o mala praxis arqueológica, sino de un desconocimiento global de lo que se investigaba. Esto se hace
evidente cuando comprobamos que en toda la geografía andaluza son múltiples, desde el siglo XIX hasta la
actualidad, las cuevas objeto de excavación y ninguna de ellas ha proporcionado una sola secuencia estratigráfica
en que contextualizarse fiablemente sus registros arqueológicos. Que con siglas aparentes y demás parafernalias,
están depositados en organismos y colecciones, habiendo sido en algunos casos objeto en los últimos años de
múltiples análisis, pero que siguen teniendo una difícil secuenciación cultural y cronológica. Consideramos que
el verdadero problema de esta cuestión se remonta a mediados del siglo pasado, con los modelos explicativos que
imperaban sobre el Neolítico en la península ibérica, caracterizados en Andalucía por asentamientos en cuevas
con cerámicas decoradas. Lo cual originó que, a partir de los años cincuenta y sesenta, la investigación sobre él se
centrase exclusivamente en el estudio de las cuevas y, en consecuencia, la adecuación de sus registros a la triple
división, caracterizada sin más y en último extremo por la consecuente y ficticia evolución de ciertas decoraciones
cerámicas. Solamente importaba documentar la existencia de un hábitat troglodita, con sus correspondientes y
“secuenciados” registros arqueológicos, bien adaptados al consabido modelo. En otro sentido, la aparición de
multitud de restos óseos humanos en estas secuencias, a veces, según su entidad, documentados y otras no,
eran asumidos como “enterramientos colectivos”, propio de los hábitats neolíticos en cuevas. No se cuestionó
nunca la falta de una tradición generalizada de estos en tiempos inmediatamente anteriores y que la mayoría de
las cuevas y simas andaluzas excavadas no reunían requisitos medianamente aceptables para ser ocupadas de
forma más o menos estable. Su situación a veces en sitios inhóspitos, sin luz natural y configuraciones interiores
angostas, no fue óbice para su consideración de hábitat y forzar sus registros en relación a ellos. Aunque fuesen
localizados a muchos metros de profundidad, en verdaderas simas, justificándose en último caso por los supuestos
conocimientos de escalada que debieron tener sus moradores.
De los trabajos de excavación realizados en los últimos cincuenta o sesenta años en cuevas andaluzas,
por no remontarnos a tiempos anteriores, sólo queda un abundante y sesgado registro arqueológico
descontextualizado, más que nada de tipo funerario. En cierta forma, diferenciado del procedente de los
escasos asentamientos al aire libre conocidos o que han sido más recientemente objeto de excavación. Entre
los que destaca, Abrigo del Nacimiento, Los Castillejos de Montefrío, Cabecicos Negros, Cerro Virtud, El
Cabezo de Lebrija, El Retamar, La Esperilla, etc., cuyos registros cerámicos son de los pocos conocidos, por
no decir los únicos, que pueden contrastarse con los de tipo funerario, mayoritariamente extraídos de cuevas.
En la actualidad, sabemos que la secuencia lineal: cerámicas impresas, de otros tipos y lisas, no tiene
sentido porque en mayor o menor porcentaje se constatan desde el Neolítico Antiguo. Aunque también es
asumible que existe, a lo largo del tiempo neolítico, una tendencia a la simplificación en las decoraciones
cerámicas, desde las más barrocas y complejas hasta las más simples o inexistentes. Pero que en último
caso, podríamos cuestionarnos cuándo aparecen unas y otras y cuándo se sustituyen y renuevan los tipos.
APL XXX, 2014
[page-n-68]
Las cronologías absolutas del Neolítico Antiguo en el sur de la península ibérica
59
En relación al Neolítico Antiguo andaluz, solamente tenemos la seguridad de la existencia en él de un
horizonte antiguo, que no sabemos si es el más arcaico, el inmediato o el posterior, caracterizado por la
presencia de cerámica decorada con Cardium junto a otros conjuntos cerámicos impresos o no. Al margen
de ello, podemos intuir más que asegurar, por no estar correctamente señalado o cuantificado, sobre el otro
registro cerámico que las acompaña, precede o sucede, pero sin excesivos argumentos. En otro sentido, no
sabemos si constituye el horizonte cerámico más antiguo conocido o es uno más dentro de la secuencia
antigua neolítica. Dilema que, en el registro actual, tiene difícil solución.
Toda esta problemática se agudiza cuando abordamos la transición Epipaleolítico/Neolítico, sobre la
que no tenemos una sola secuencia en que sustentarnos y siempre recurrimos a modelos generales expuestos
con mayor o menor éxito en otras geografías próximas o lejanas, que podrían no ser válidos o, en todo caso,
no aplicables al caso andaluz. También se han ofrecido tablas de dataciones absolutas para la transición
Epipaleolítico/Neolítico y Neolítico Antiguo en la fachada occidental mediterránea (Manen y Sabatier,
2003; Manen et al., 2007; Marchand y Manen, 2010), en donde se han obviado o no se han considerado las
obtenidas en el sur de la península ibérica, quizás por considerarse que este reducto geográfico, sin mayor
trascendencia, fue el último en neolitizarse. Cuestión esta última de plena actualidad, pues una alternativa,
cada vez con mayor énfasis y quizás lógica, a la tradicional difusión neolítica Este/Oeste por las costas
septentrionales del Mediterráneo y sus islas, pudo ocurrir a partir del norte de África desde otros ámbitos
subsaharianos, en donde últimamente se han obtenido altas dataciones para manufacturas cerámicas
(Jórdeczka et al., 2011). Desde aquí, tras un proceso prolongado de progresiva desertización, pequeños
grupos humanos o por influencias suyas, llegarían al sur de Italia y de la península ibérica, como áreas
geográficas europeas más próximas al continente africano. Argumentos a tener en cuenta, para este factible
proceso, no faltan aunque siguen siendo escasos o deficientemente contrastados. Sería esta una opción muy
a tener en cuenta, si se confirmase que las escasas dataciones absolutas, obtenidas para el Neolítico Antiguo
en el sur de la península ibérica, a falta de mejores argumentos estratigráficos, fuesen más antiguas que las
obtenidas en áreas costeras más orientales del Levante y nordeste peninsular.
En último caso, solamente podemos aproximarnos de una forma insegura a la cronología del
Neolítico Antiguo andaluz, pues la mayoría de las dataciones absolutas en que se sustenta, son aleatorias
y no definitivas, ya que provienen de cuevas funerarias sin estratigrafías o muy alteradas. Una mayor
precisión cronológica requeriría la exhaustiva obtención de muestras, para datar la mayor cantidad de
restos orgánicos domésticos exhumados en ellas. Pues de no ser así, se podrían fechar otras factibles
ocupaciones funerarias prehistóricas o sucesos históricos acaecidos en las cuevas, como hemos
comprobado recientemente en Cueva de Nerja y Pileta. Dataciones absolutas, primordialmente, sobre
todos los restos óseos humanos posibles, únicas que pueden aportar en la actualidad argumentos fiables
sobre la cronología de las ocupaciones funerarias ocurridas en ellas. Muestreos sobre estos registros
pueden, con suerte, dar informaciones cronológicas aproximadas, pero no definitivas y concluyentes.
Teniéndose siempre en cuenta que sólo se indaga el dato cronológico y que las primeras inhumaciones
en estas cuevas, correspondientes en muchos de los casos a enterramientos del Neolítico Antiguo, son
lógicamente las más escasas y alteradas o incluso destruidas, por lo que la obtención de muestras para
datar sobre ellas ofrece mayores dificultades que para el resto de inhumaciones posteriores. De aquí
nuestra insistencia sobre la exhaustividad en el muestreo a realizar, pues de otra forma es difícil definir
con precisión la cronología ocupacional en estas cuevas.
En los siguientes apartados detallamos los enclaves arqueológicos que de una u otra forma han ofrecido
fechas absolutas del Neolítico Antiguo. Distinguiéndose entre las que presentan o no muestra cardial o
impresas antiguas, con el fin de ser contrastadas y poder establecer a partir de ellas una posible secuencia
cronológica. En general, la mayor parte de las datas antiguas han sido recogidas o comentadas en trabajos
anteriores ya citados, siendo de nuevo incluidas y ampliadas en este trabajo de síntesis, junto con las
inéditas que aportamos, computándolas entre sí, sobrevalorándose especialmente las relacionadas con el VI
e incluso de finales del VII milenio a.C., propias del Neolítico Antiguo o de la transición hacia él.
APL XXX, 2014
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60
J. Carrasco Rus y F. Martínez-Sevilla
2. DATACIONES ABSOLUTAS Y ENCLAVES ARQUEOLÓGICOS
No son excesivos los asentamientos al aire libre y cuevas con ocupaciones funerarias que han aportado
cronologías absolutas del Neolítico Antiguo en el sur peninsular. Más aún, cuando comprobamos el
número de unos y otras conocido, incrementado considerablemente en los últimos años, con ocupaciones
al aire libre, constatadas en prácticamente todos los ámbitos andaluces factibles, es decir, con entornos
favorables y propicios recursos naturales. De aquí sus difíciles localizaciones en profundidad y sus más
que posibles destrucciones por las continuadas acciones antrópicas a las que han sido sometidos en el
transcurso de los años. Fenómeno que no ha sucedido con las cuevas, localizadas en ámbitos calizos, apenas
antropizadas, pero sí manipulados sus registros por deficientes gestiones arqueológicas y actividades de
dudosa filiación. Quedando de ellas sólo su continente y su localización en los ámbitos serranos, ofreciendo
para la investigación tradicional una imagen distorsionada sobre sus verdaderas funcionalidades, más de
tipo funerario que de ocupaciones estables. Desde ese punto de vista, las dataciones que se han obtenido de
cuevas sólo indican un momento de su ocupación, no el de su fundación, el resto que se puede obtener o
deducir de ellas no deja de ser en la actualidad una mera especulación. Lo que no sucede con las obtenidas
en las estratigrafías de los escasos asentamientos al aire libre conocidos. En donde sí pueden constituir
parámetros cronológicos en donde sustentar fundaciones y desarrollos poblacionales ocurridos en ellos.
Desde este sintético punto de vista, tendríamos que considerar los yacimientos y dataciones absolutas, que
a continuación, sucintamente comentaremos (fig. 1 y tabla1).
Cueva del Nacimiento (Pontones, Jaén)
Gran abrigo, con amplia cornisa calcárea, sin inhumaciones. Ha proporcionado cinco fechas absolutas
por C14 convencional, con desviaciones tipo muy altas, que encuadrarían una secuencia estratigráfica
incompleta o mal definida, entre finales del Paleolítico Superior y un Cobre Pleno. Para el tema que nos
ocupa, importan dos de ellas, como son la obtenida en el Nivel B-Capa III del 7620±120 BP, considerada,
con excesivas dudas, como propia de un “Epipaleolítico muy tardío con geométricos” (s.p.). Y una
segunda, del 6780±130 BP, que puede corresponder a un horizonte del Neolítico Antiguo sin cardial, o
al menos, esta muestra aún no ha sido determinada. En la actualidad desconocemos la localización del
registro arqueológico obtenido en esta excavación, depositado en teoría en el Museo Provincial de Jaén,
que no es así, y que sería necesario de nuevo revisar. En nuestra opinión, su registro cerámico quizás no
sea de los tradicionalmente considerados antiguos, si es comparado con el de otros contextos andaluces,
especialmente sepulcrales. Aunque puede estar justificado, más por proceder de un ámbito doméstico que
de cueva funeraria. En realidad no conocemos el posible potencial de este enclave, pues la información
que existe de él es controvertida y sesgada, aunque consideramos que sigue guardando una información
importante para futuras investigaciones.
Cueva de la Pastora (Caniles, Granada)
Cueva o gran abrigo destruido, que ha proporcionado desde los años sesenta/setenta amplios registros
arqueológicos, parte de ellos depositados en instituciones oficiales y otro tipo de colecciones. De este
enclave no se conocen restos humanos aunque sí una abundante fauna animal. Se han obtenido cuatro
dataciones absolutas por AMS sobre muestras de restos animales.
El registro cerámico, que hemos revisado, apenas presenta decoraciones antiguas impresas y sí un alto
porcentaje de motivos plásticos, incisos y de prensión. Su secuencia cultural, a tenor de los materiales
estudiados, más propios de hábitat que de necrópolis, pudo trascurrir entre una facies del Neolítico Antiguo
Epicardial (CNA-554 y 1197) y un Neolítico Tardío (CNA-553: 5335±45 BP [Canis familiaris] y CNA1198: 5160±35 BP [ovicaprino]). No consideramos otro tipo de ocupaciones, ni más antiguas ni más tardías.
APL XXX, 2014
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Las cronologías absolutas del Neolítico Antiguo en el sur de la península ibérica
61
Fig. 1. Principales yacimientos citados en el texto: 1. Cueva del Nacimiento (Pontones, Jaén); 2. Cueva de la Pastora
(Caniles, Granada); 3. Cerro Virtud (Cuevas de Almanzora, Almería); 4. Cueva de la Carigüela (Píñar, Granada); 5.
Cueva del Agua o de la Mujer (Alhama de Granada, Granada); 6. Sima LJ-11 (Loja, Granada); 7. Cueva de Malalmuerzo
(Moclín, Granada); 8. Los Castillejos (Montefrío, Granada); 9. Cueva de los Murciélagos (Albuñol, Granada); 10. Cueva
de las Palomas (Teba, Málaga); 11. Cerro de Capellanía (Periana, Málaga); 12. Cueva de Nerja (Nerja, Málaga); 13. Roca
Chica (Torremolinos, Málaga); 14. Cueva del Hostal Guadalupe (Torremolinos, Málaga); 15. Cueva del Toro (Antequera,
Málaga); 16. Cueva del Hoyo de la Mina (Málaga); 17. Bajondillo (Torremolinos, Málaga); 18. Cueva Hundidero-Gato
(Benaoján/Montejaque, Málaga); 19. Cueva de los Murciélagos (Zuheros, Córdoba); 20. Cueva de los Mármoles (Priego
de Córdoba, Córdoba); 21. El Retamar (Puerto de Santa María, Cádiz); 22. Cueva Chica de Santiago (Cazalla de la Sierra,
Sevilla); 23. La Dehesilla (Arcos de la Frontera, Cádiz); 24. Cueva del Esqueleto (Cortes de la Frontera, Málaga).
Cerro Virtud (Cuevas de Almanzora, Almería)
Asentamiento al aire libre, en la cima del Cabezo de Herrerías, asociado desde su fundación a una necrópolis
en fosas en el interior del mismo poblado. Su mayor conocimiento y comprensión lo debemos a las
excavaciones de urgencia realizadas en 1994 por I. Montero y A. Ruiz Taboada, que pusieron al descubierto
fases inéditas de una ocupación neolítica al aire libre. Existen de este enclave diez dataciones absolutas por
C14 convencional, mostrando una secuencia ocupacional contrastada por el registro arqueológico estudiado,
que aproximadamente transcurriría entre un Neolítico Antiguo Epicardial muy evolucionado y un Neolítico
Medio con posibles pervivencias hasta el Neolítico Final/Cobre Antiguo. Una de las datas absolutas obtenida
del nivel 9 de la Fase I (Beta-1014249), la más antigua, a pesar de su amplia desviación tipo, marcaría una
fundación para este enclave de finales del VI milenio a.C. Algunas otras pueden hacer alusión a este momento,
pero en nuestra opinión corresponderían con mayor seguridad a un Neolítico Medio.
Cueva de la Carigüela (Píñar, Granada)
A pesar de las seudosecuencias estratigráficas obtenidas y la amplia bibliografía generada, seguimos
insistiendo, como en recientes trabajos hemos expresado (Carrasco et al., 2010a y 2010b), que esta
cueva responde más a patrones funerarios que de hábitat. No obviándose la posible existencia en ella de
algún episodio habitacional esporádico o coyuntural. Recientemente, se ha cuestionado esta posibilidad,
APL XXX, 2014
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62
J. Carrasco Rus y F. Martínez-Sevilla
Tabla 1
Yacimiento
Ref. lab.
Muestra
Fecha BP
Cal. AC (1σ)
Cal. AC (2σ)
Media*
Bibliografía
C. Nacimiento
Gif-2368
carbón
6780±130
5806-5560
5914-5482
5704±118
Asquerino y López, 1981
C. Pastora
CNA-554
Canis lupus 6210±50
5225-5064
5304-5038
5170±84
Inédita
CNA-1197
Bos taurus
6080±40
5050-4939
5078-4847
4999±52
Inédita
Beta-101424
carbón
6160±180
5308-4900
5477-4694
5084±209
Ruiz y Montero, 1999
OxA-6714
Homo
6030±55
4992-4848
5063-4785
4930±71
Ruiz y Montero, 1999
OxA-1131
Equus ferus 7010±70
5985-5816
6008-5744
5892±78
Castro et al., 1996
Beta-141150
¿polen?
6910±70
5876-5725
5977-5666
5809±70
Fernández et al., 2007
Pta-9163
¿polen?
6260±20
5297-5219
5301-5215
5261±29
Fernández et al., 2007
CNA-1129
Homo
6220±35
5289-5076
5330-5061
5183±83
Inédita
CNA-1128
Homo
6080±35
5039-4944
5204-4849
4998±43
Inédita
CNA-1125
Homo
6120±35
5205-4989
5208-4957
5094±85
Inédita
Cerro Virtud
C. Carigüela
C. Agua/Mujer
LJ-11
CNA- 1124
Homo
6095±35
5053-4952
5207-4859
5023±51
Inédita
C. Malalmuerzo
CNA-1127
Homo
6295±45
5313-5224
5373-5079
5275±41
Inédita
Los Castillejos
Beta-135664
carbón
6470±150
5608-5306
5670-5063
5417±137
Martínez et al., 2010
Ua-36215
cereal
6310±45
5322-5224
5463-5209
5288±47
Martínez et al., 2010
Ua-36214
cereal
6260±45
5305-5213
5323-5068
5228±66
Martínez et al., 2010
Beta-145302
carbón
6250±80
5313-5075
5463-4995
5198±104
Cámara et al., 2005
Ua-36212
cereal
6240±45
5803-5080
5313-5061
5200±84
Martínez et al., 2010
Ua-37835
cereal
6155±45
52207-5050
5220-4963
5116±72
Martínez et al., 2010
Ua-37844
cereal
6140±45
5207-5005
5214-4961
5105±79
Martínez et al., 2010
Ua-37839
cereal
6130±50
5207-4997
5215-4997
5094±87
Martínez et al., 2010
Beta-135663
carbón
6120±40
5206-4986
5208-4953
5091±86
Cámara et al., 2005
Ua-36208
cereal
6120±40
5206-4986
5208-4953
5091±86
Martínez et al., 2010
Ua-36213
carbón
6120±40
5206-4986
5208-4953
5091±86
Martínez et al., 2010
Ua-36203
cereal
6115±40
5204-4963
5208-4945
5086±88
Martínez et al., 2010
Ua 36210
cereal
6100±45
5199-4944
5208-4859
5060±91
Martínez et al., 2010
Ua-37838
cereal
6095±45
5197-4942
5208-4856
5048±87
Martínez et al., 2010
Ua-36209
cereal
6090±40
5188-4942
5081-4853
5021±61
Martínez et al., 2010
Ua-37834
cereal
6085±45
5192-4935
5207-4849
5018±69
Martínez et al., 2010
Ua-37837
cereal
6065±50
5044-4856
5207-4809
4976±70
Martínez et al., 2010
Ua-37836
carbón
6050±50
5020-4851
5202-4799
4952±70
Martínez et al., 2010
CSIC-247
madera
7440±100
6415-6229
6459-6085
6301±98
Alonso et al., 1978
CSIC-1133
esparto
6086±45
5192-4935
5207-4849
5022±73
Cacho et al., 1996
CSIC-1134
esparto
5900±38
4823-4721
4848-4690
4776±42
Cacho et al., 1996
Ugra-204
carbón
5840±210
4944-4460
5226-4266
4741±242
Castro et al., 1996
carbón
5920±130
4982-4618
5207-4492
4796±163
Martín et al., 1995
C. Murciélagos
Albuñol
C. Palomas
Cerro Capellanía Ly-4420
APL XXX, 2014
[page-n-72]
Las cronologías absolutas del Neolítico Antiguo en el sur de la península ibérica
Yacimiento
Ref. lab.
Muestra
Fecha BP
Cal. AC (1σ)
Cal. AC (2σ)
Media*
Bibliografía
C. Nerja
GAK-8968
cereal
7390±120
6394-6104
6453-6032
6252±125
Pellicer y Acosta, 1986
Ly-5217
carbón
7240±80
6211-6032
6331-5926
6124±78
Aura et al., 1998
GAK-8971
carbón
7170±150
6218-5902
6363-5745
6053±152
Pellicer y Acosta, 1986
GAK-8973
bellota
7160±180
6225-5845
6396-5718
6041±179
Pellicer y Acosta, 1986
GAK-8963
carbón
7160±150
6212-5899
6361-5736
6044±153
Pellicer y Acosta, 1986
GAK-8975
carbón
7130±150
6206-5845
6353-5718
6015±157
Pellicer y Acosta, 1986
Beta-131577
Ovis aries 6590±40
5603-5489
5616-5480
5550±43
Aura et al., 1998
GAK-8959
carbón
6480±180
5621-5233
5729-5020
5414±169
Pellicer y Acosta, 1995
Ly-5218
carbón
6420±60
5471-5360
5488-5230
5401±56
Aura et al., 1998
Ugra-261
carbón
6200±100
5297-5042
5371-4851
5149±124
Pellicer y Acosta, 1995
Beta-193269
carbón
6180±40
5211-5066
5285-5002
5136±61
Sanchidrián y Márquez,
2005
Beta-193268
carbón
6000±40
4943-4838
4994-4793
4896±50
Sanchidrián y Márquez,
2005
Ua-34135
Hordeum
vulgare
6265±30
5298-5220
5319-5082
5262±32
Cortés et al., 2012
Wk-27462
Ovis aries 6234±30
5299-5091
5304-5072
5206±76
Cortés et al., 2012
Wk-25172
Hordeum
vulgare
6185-30
5211-5073
5221-5039
5137±54
Cortés et al., 2012
Wk-25169
Homo
6298±30
5313-5226
5324-5216
5274±35
Cortés et al., 2012
Wk-25167
Ovis aries 6249±30
5297-5231
5310-5079
5255±34
Cortés et al., 2012
Wk-25168
Hordeum
vulgare
6197±35
5215-5172
5292-5045
5148±61
Cortés et al., 2012
Ua-34136
Hordeum
vulgare
6190±50
5216-5059
5296-5007
5144±71
Cortés et al., 2012
Beta-174305
?
6540±110
5615-5379
5666-5304
5492±99
Martín et al., 2004
Ugra-194
?
6400±280
5620-5048
5848-4706
5292±286
Martín et al., 2004
GRN-15443
?
6320±70
5369-5218
5472-5078
5307±75
Martín et al.,2004
Beta-174308
?
6160±40
5207-5054
5216-4999
5122±66
Martín et al., 2004
GRN-15444
?
6030±70
5017-4810
5206-4728
4938±90
Martín et al., 2004
C. Hoyo Mina
Ua-19444
carbón
6140±65
5207-5004
5228-4907
5095±94
Baldomero et al., 2005
C. Bajondillo
Ua-21999
carbón
7325±65
6237-6088
6364-6058
6188±79
Cortés et al., 2007
Hundidero-Gato
CNA-1132
Homo
6270±50
5310-5214
5356-5069
5237±64
Inédita
CNA-1131
Homo
6055±35
5004-4858
5047-4848
4960±47
Inédita
Beta-
Homo
7560±40
6456-6408
6478-6366
6430±22
Com. pers. A. Morgado
Beta-
Homo
6560±40
5539-5480
5567-5473
5523±29
Com. pers. A. Morgado
Beta-
Homo
5960±35
4853-4791
4940-4766
4851±48
Com. pers. A. Morgado
I-17772
carbón
6430±130
5523-5231
5624-5072
5383±121
Gavilán et al., 1996
I-17776
carbón
6310±120
5467-5080
5506-4963
5259±149
Gavilán et al., 1996
GrN-6926
carbón
6295±45
5313-5224
5373-5079
5275±41
Pellicer y Acosta, 1997
I-17774
carbón
6279±120
5370-5063
5478-4951
5226±144
Gavilán et al., 1996
I-17773
carbón
6260±120
5356-5056
5476-4938
5206±143
Gavilán et al., 1996
GrN-6638
carbón
6250±35
5298-5214
5312-5076
5248±41
63
Pellicer y Acosta, 1997
Roca Chica
C. Hostal
Guadalupe
C. Toro
C. Esqueleto
C. Murciélagos
Zuheros
APL XXX, 2014
[page-n-73]
64
J. Carrasco Rus y F. Martínez-Sevilla
Yacimiento
Ref. lab.
Muestra
Fecha BP
Cal. AC (1σ)
Cal. AC (2σ)
Media*
Bibliografía
C. Murciélagos
Zuheros (cont.)
OxA-15648
cereal
6199±36
5216-5071
5294-5017
5150±62
Carvalho et al., 2012
OxA-15647
cereal
6192±35
5214-5203
5228-5035
5144±60
Carvalho et al., 2012
CSIC-53
cereal
6190±130
5305-4994
5466-4805
5128±156
Pellicer y Acosta, 1997
CSIC-54
carbón
6190±100
5294-5020
5364-4850
5139±125
Pellicer y Acosta, 1997
I-17771
carbón
6190±120
5298-5004
5464-4809
5132±146
Gavilán et al., 1996
OxA-15646
cereal
6184±35
5211-5070
5225-5019
5138±58
Carvalho et al., 2012
CSIC-55
cereal
6170±130
5297-4963
5463-4789
5108±159
Pellicer y Acosta, 1997
GrN-6169
cereal
6150±45
5207-5042
5218-4963
5112±74
Pellicer y Acosta, 1997
CSIC-58
carbón
6100±130
5211-4851
5319-4718
5032±165
Pellicer y Acosta, 1997
OxA-15649
cereal
6056±35
5005-4909
5048-4848
4961±47
Carvalho et al., 2012
GrN-6639
cereal
6025±45
4983-4848
5032-4798
4922±61
Pellicer y Acosta, 1997
CSIC-57
cereal
5980±130
5039-4714
5214-4554
4893±162
Pellicer y Acosta, 1997
CSIC-56
carbón
5960±130
5011-4691
5208-4549
4866±160
Pellicer y Acosta, 1997
CSIC-59
cereal
5930±160
5006-4603
5217-4457
4829±200
Pellicer y Acosta, 1997
I-17775
carbón
5900±120
4935-4617
5194-4464
4782±151
Gavilán et al., 1996
C. Mármoles
Wk-25171
cereal
6198±31
5215-5074
5290-5267
5148±60
Carvalho et al., 2010
El Retamar
Sac-1676
concha
marina
7400±100
6009-5806
6116-5700
6261±113
Ramos, 2004
Sac-1525
concha
marina
7280±60
5858-5724
5931-5662
6148±61
Ramos, 2004
Beta-90122
concha
marina
6780±80
5444-5293
5498-5202
5689±59
Ramos, 2004
GAk-8957
carbón
7440±230
6497-6057
6821-5810
6311±222
Pellicer y Acosta, 1982, 1997
GAk-8949
carbón
6380±150
5511-5209
5618-5002
5312±160
Pellicer y Acosta, 1982, 1997
Ugra-254
carbón
6160±100
5223-4979
5320-4842
5102±126
Pellicer y Acosta, 1982, 1997
GAk-8957
carbón
7420±200
6446-6077
6660-5881
6279±183
Pellicer y Acosta, 1982, 1997
GAk-8954
carbón
7120±200
6212-5809
6390-5657
6007±197
Pellicer y Acosta, 1982, 1997
GAk-8955
carbón
7040±170
6054-5742
6239-5623
5925±157
Pellicer y Acosta, 1982, 1997
Ugra-259
carbón
6260±100
5325-5062
5395-4991
5207±123
Pellicer y Acosta, 1982, 1997
GAk-8956
carbón
5920±120
4976-4619
5525-4494
4807±151
Pellicer y Acosta, 1982, 1997
C. Chica Santiago
C. Dehesilla
* La media se ha obtenido con el programa CalPal Online (Danzeglocke et al., 2012).
aludiéndose a la presencia en ella de unidades estratigráficas quemadas, instrumentos líticos y la propia
articulación de la cueva, que al parecer, no responde a nuestro modelo funerario de ocupación. Al
respecto, siempre desde nuestra perspectiva, consideramos que con mayor seguridad el instrumental
lítico tallado y pulimentado es más propio de un ambiente funerario. De igual forma, la calidad de los
tipos cerámicos y sus motivos decorativos son más comunes de ajuares funerarios que de actividades
domésticas. Asimismo, la propia configuración de la cueva, formada a partir de una dolina de colapso,
constituyendo un pozo profundo, rellenado a lo largo del tiempo por multitud de derrubios e innumerables
inhumaciones difíciles de cuantificar, no presenta ningún tipo de adecuación para asentamiento estable.
Aunque a lo largo de su pervivencia, relacionada con actividades antrópicas, pudo ser visitada, ocupada
temporalmente o ser objeto de rituales de difícil filiación. Los estratos quemados sin estructuras visibles,
de igual forma, pudieran relacionarse con estas inconcretas actividades. En relación a los enterramientos
APL XXX, 2014
[page-n-74]
Las cronologías absolutas del Neolítico Antiguo en el sur de la península ibérica
65
colectivos descritos en este lugar, hemos expresado en diversas ocasiones nuestra opinión en trabajos ya
citados. Constituyen numerosísimas inhumaciones individuales en un lugar común, que a lo largo del
tiempo conformarían una intensa necrópolis.
Aunque muy sugerentes para el tema que nos ocupa, las dataciones absolutas procedentes de esta
cueva hay que considerarlas con cierto cuidado, pues las muestras orgánicas, como pólenes, fauna salvaje,
etc., sobre las que se obtuvieron, no pueden con seguridad ser consideradas como propias de una acción
antrópica (Carrasco et al., 2010). De todas formas, el registro cerámico conocido de esta cueva relacionado
con un Neolítico Antiguo con cardial lo justifica suficientemente, aunque desconocemos su verdadera
secuenciación crono-cultural. Para una mejor visualización cronológica de ella, serían necesarias dataciones
absolutas sobre muestras de todos los restos óseos humanos obtenidos en sus variopintas intervenciones.
Cuestión que, por diversos motivos, es harto difícil de realizar.
La Loma (Illora, Granada)
De este erosionado asentamiento al aire libre en el borde de La Vega, del que solamente se conservaron
algunas fosas con restos de variados registros arqueológicos, se obtuvieron una serie de dataciones absolutas
por AMS sobre muestras de conchas marinas, que aludían a un Neolítico Reciente. Sin embargo, el análisis
de una de ellas, procedente de la Estructura E03 (Beta-296955) dio un 6750±40 (1σ: 5400/5300; 2σ:
5450/5260), lo que requiere un mínimo comentario. En un reciente trabajo, tras un conocimiento directo de
los registros arqueológicos de este enclave y previo a la publicación de su monografía (Aranda et al., 2012),
señalábamos que “la cronología del conjunto podría estar comprendida entre finales del V y IV milenio
a.C.” (Carrasco et al., 2012: 44). Grosso modo, las datas absolutas obtenidas han confirmado nuestro primer
análisis. Sin embargo, la que alude a la referenciada del VI milenio, solamente indicaría la muerte biológica
del bivalvo datado y no puede ser justificada, según alguno de los autores de la monografía, por la presencia
en algunas fosas del propio yacimiento de ciertos registros cerámicos, no bien catalogados. Nos referimos a
la presencia de dos fragmentos de toberas o, en todo caso, boquillas de tobera, que jamás por tipología, pasta
cerámica, grosor de paredes, tamaño, etc., pueden corresponder a “asas pitorros”. Tipos que, en todo caso,
aparecen con mayor frecuencia en ambientes funerarios del Neolítico Antiguo/Medio y este no es el caso
de La Loma. Tampoco la presencia de algunas cerámicas lisas con restos de pintura, no de las consideradas
antiguas (Carrasco et al., 2012), puede justificar una alta cronología del VI milenio a.C. Este enclave no
ofrece mayores argumentos cronológicos que los ofertados por las propias datas absolutas obtenidas en él,
obviando sin lugar a dudas la que citamos a modo de información.
Cueva del Agua/Mujer (Alhama de Granada, Granada)
En un reciente trabajo, hemos tratado la problemática de este complejo cavernícola, excavado entre
otros por McPherson (1870) y M. Pellicer (1964), comprobándose que corresponden a una misma cueva
con al menos dos entradas, Agua y Mujer (Carrasco et al., 2010b). Indicábamos para este enclave un
uso exclusivamente funerario y una cronología de fundación del Neolítico Antiguo Epicardial. Las datas
absolutas obtenidas por AMS, sobre muestras óseas humanas procedentes de las inhumaciones excavadas
por Pellicer en el sector Cueva del Agua, así lo han confirmado. El registro cerámico de este enclave está
exento de decoraciones impresas antiguas, por lo que sería necesaria una revisión del material arqueológico
obtenido por McPherson en el sector de La Mujer, depositado en diversos museos italianos (Catania y
Brescia), para poder contrastarlo con la escasa documentación expresada en su publicación original.
Sima LJ-11 (Loja, Granada)
Profunda sima, de uso exclusivamente funerario, revisada recientemente (Carrasco et al., 2010b). Del
estudio de sus registros cerámicos, con mínimas decoraciones impresas y abundantes motivos incisos,
plásticos y de prensión, concluíamos para ella una cronología de fundación del Neolítico Antiguo Epicardial,
APL XXX, 2014
[page-n-75]
66
J. Carrasco Rus y F. Martínez-Sevilla
como así ha sido confirmado. Las muestras analizadas por AMS se han realizado a partir de restos óseos
humanos depositados en el Laboratorio de Antropología de la Universidad de Granada, correspondientes a
un individuo adulto y otro infantil, en proceso de publicación.
Cueva de Malalmuerzo (Moclín, Granada)
Cueva de uso exclusivamente funerario, al menos durante la Prehistoria Reciente. No olvidemos que
este enclave ha proporcionado una secuencia funeraria, con episodios de ocupación desde el Paleolítico
Superior hasta la Edad del Cobre. Habiéndose documentado de ellos múltiples inhumaciones
correspondientes, posiblemente entre otros periodos, a toda la secuencia neolítica. Las cerámicas
impresas con o sin cardial están bien representadas, pero se haría necesario, como único argumento,
un análisis más exhaustivo del total de restos óseos humanos exhumados, para obtener datos más
precisos sobre su verdadera ocupación funeraria. Se han obtenido dataciones absolutas por AMS sobre
dos muestras extraídas al azar de restos óseos humanos pertenecientes a un individuo infantil y otro
adulto, exhumados en las excavaciones realizadas por F. Carrión y F. Contreras (1979, 1981, 1983),
que aluden a una fase antigua del Neolítico Antiguo Epicardial (CNA-1127) y del Neolítico Reciente/
Final (CNA-1126: 5220±30 BP)
Los Castillejos (Montefrío, Granada)
Asentamiento al aire libre con gran tradición arqueológica. Su secuencia estratigráfica, en la actualidad,
quizás sea la más completa conocida en el sur de la península y muy posiblemente en territorio nacional
(Afonso et al., 1996; Cámara et al., 2005 y 2010). De este yacimiento se han obtenido gran número de
muestras, principalmente sobre cereal doméstico y carbón, con datas absolutas que irían desde el Neolítico
Antiguo Epicardial hasta un Cobre Final. En la tabla1, exclusivamente incluimos las datas absolutas
referentes a sus niveles antiguos.
Cueva de las Campanas (Gualchos, Granada)
Responde al status de cueva/sima profunda, de difícil acceso, con escasas posibilidades para desarrollar
en su área de influencia inmediata una mínima eco omía doméstica de sustento. Con estas dificultades,
n
ofrece en su interior una sur encia de agua, que justificaría visitas continuadas durante el Neolítico
g
Antiguo, al margen de las propias para inhumar. La datación absoluta por AMS obtenida sobre muestra de
resto óseo humano, perteneciente al Neolítico Reciente/Final (CNA-1130: 5390±35BP), ha sido incluida
en este apartado, exclusivamente por constituir un referente novedoso. Por el conocimiento del registro
arqueológico de esta cueva (Mengíbar et al., 1983), su cronología tendría que elevarse mínimamente a un
Neolítico Antiguo Epicardial.
Sima de los Intentos (Gualchos, Granada)
De esta profunda sima, próxima a la costa granadina, procede un amplio registro neolítico (Navarrete et
al., 1986), habiendo sido parte de él objeto de revisión en trabajos recientes (Carrasco et al., 2009b, 2010c,
2011c y 2012). Ofreciéndose para ella, cronologías al menos desde el Neolítico Antiguo, especialmente por
sus registros cerámicos. La datación absoluta obtenida por AMS sobre uno de los múltiples restos humanos
de este contexto sepulcral (CNA-1133: 5165±45BP), solamente se refiere a una inhumación secundaria,
propia de un Neolítico Tardío/Final.
Cueva de los Murciélagos (Albuñol, Granada)
Cueva con funcionalidad de necrópolis, conocida desde mediados del siglo XIX (Góngora, 1868), habiendo
generado una amplia bibliografía. Últimamente, ha sido objeto de una revisión parcial (Carrasco y Pachón,
2009b). El conjunto de las datas absolutas por C14 convencional, obtenidas sobre madera y esparto,
APL XXX, 2014
[page-n-76]
Las cronologías absolutas del Neolítico Antiguo en el sur de la península ibérica
67
aluden a una cronología comprendida entre un Neolítico Antiguo y Medio/Reciente. De ellas entresacamos
dos, la primera de ellas y más antigua sobre madera, no muy tenida en cuenta, puede corresponder a un
instrumento de largo uso, que desconocemos cuándo y de qué forma se introdujo en la cueva pero que
puede perfectamente corresponder a un Neolítico Antiguo sensu stricto. La segunda data, sobre esparto,
corresponde a un Neolítico Antiguo Epicardial.
Cueva de las Palomas (Teba, Málaga)
De esta amplia cueva, asociada al asentamiento al aire libre del Llano Espada (Morgado y Martínez, 2005),
con estratigrafía confusa y funcionalidad básicamente funeraria, procede una datación absoluta de amplia
desviación tipo. Obtenida por C14 convencional sobre muestra de carbón, sólo es indicativa de un momento
de su amplia ocupación (Ugra-204). Pues del registro arqueológico conocido, tanto de la cueva como del
asentamiento, podríamos concluir para estos enclaves una cronología del Neolítico Antiguo sensu stricto,
al margen de otras ocupaciones anteriores y posteriores que desconocemos.
Cerro de Capellanía (Periana, Málaga)
Amplio asentamiento al aire libre, conformado por una serie de aldeas monofásicas con débiles estructuras
de ocupación. De su denominada Fase I, más antigua, procede una datación absoluta por C14 convencional
sobre muestra de carbón, que puede indicar una cronología de fundación para este asentamiento del
Neolítico Epicardial reciente/Neolítico Medio.
Cueva de Nerja (Nerja, Málaga)
Posiblemente, junto al poblado de Los Castillejos de Montefrío, constituya el enclave arqueológico andaluz
que mayor número de dataciones absolutas haya proporcionado. La única diferencia es que las obtenidas en
este último datan niveles y contextos culturales precisos y las procedentes de Nerja, tienen valor solamente
en sí mismas. En trabajos recientes ya hemos expuesto nuestra valoración sobre la Prehistoria Reciente
de esta cueva y de algunos de sus registros materiales, así como de su funcionalidad funeraria (Carrasco
y Pachón, 2009b). En este apartado, sólo hemos seleccionado algunas de las datas obtenidas, que pueden
estar relacionadas cronológicamente con los inicios del Neolítico en la costa, aunque se podrían haber
incluido otras muchas más. Recientemente, hemos obtenido por AMS sobre muestras óseas de perros
procedentes de niveles de excavación, considerados del Neolítico Antiguo, dataciones históricas (CNA556: 230±35 BP y CNA-557: 335±30 BP). Desde este punto de vista, al margen de otras consideraciones,
en esta cueva solamente sería importante la datación absoluta sobre restos óseos humanos y especies
domésticas. De las que sólo se ha realizado una (Ua-12467), el resto de ellas sobre carbones y cereales
para datar niveles estratigráficos, fosas y otras entelequias, etc., hay que considerarlas con sumo cuidado
en relación a lo que se ha intentado fechar. De gran interés es la data por AMS obtenida sobre restos de
Ovis aries (Beta-131577).
Cueva del Toro (Antequera, Málaga)
De esta cueva, referenciada en nuestros trabajos en múltiples ocasiones, con funcionalidad, desde nuestro
punto de vista, básicamente funeraria, proceden una serie de dataciones absolutas sobre carbones, conchas,
etc., que aluden a una cronología discontinua desde el Neolítico Antiguo con cardial, Neolítico Medio
según sus investigadores (Martín et al., 2004), hasta un Cobre/Bronce.
Cueva del Hoyo de la Mina (Málaga)
Localizada en la bahía de Málaga, próxima a la línea de farallones, que delimita la costa del mar, hoy día
desaparecida por la extracción de piedra de una cantera de áridos. Excavada a principios del siglo XX por
M. Such (1920) y objeto en años posteriores de múltiples referencias y comentarios científicos. Tras su total
APL XXX, 2014
[page-n-77]
68
J. Carrasco Rus y F. Martínez-Sevilla
destrucción, fue objeto entre 1999/2001 de nuevas excavaciones por el Departamento de Prehistoria de la
Universidad de Málaga (Baldomero et al., 2005). De los registros obtenidos por M. Such, configuración de la
cavidad y los procedentes de las últimas limpiezas realizadas, así como por la gran cantidad de restos óseos
humanos exhumados, al margen de otras precisiones, consideramos para ella al menos, durante la Prehistoria
Reciente, una funcionalidad básicamente funeraria, aunque también es factible, algún tipo de ocupación
coyuntural doméstica. Se ha obtenido una datación absoluta por AMS sobre muestra de carbón referida a
un Neolítico Antiguo Epicardial evolucionado. Por comparación con los registros cerámicos obtenidos en
algunas grietas próximas, en los acantilados del Complejo del Humo, consideramos que la datación absoluta
obtenida no expresa la mayor antigüedad de este enclave, aunque no se atestigua muestra cardial.
Bajondillo (Torremolinos, Málaga)
Cueva o abrigo destruido, del que sólo subsisten restos de una posible secuencia estratigráfica colgada. El
escaso material rodado que se conserva de este enclave, hace difícil una precisión sobre su funcionalidad.
Se constata algún fragmento cerámico con decoración impresa antigua y un diente hoz que de igual forma
puede ser adscrito al Epipaleolítico que al Neolítico, diferenciado sólo por el uso o no en él del tratamiento
térmico, que desconocemos. De las dos datas absolutas obtenidas por AMS sobre muestras de carbón solo
hemos incluido en la tabla1 la más reciente (Cortés, 2007).
Cueva del Hostal Guadalupe (Torremolinos, Málaga)
La cavidad, probablemente sepulcral, se localiza a unos 600 m hacia el este de la anterior, en el mismo
complejo travertínico de Torremolinos, habiendo sido parcialmente destruida durante unos trabajos de
edificación. El material carpológico depositado en el Museo Provincial de Málaga se asocia a registros
arqueológicos que pueden corresponder, sin excesiva precisión, a un Neolítico Antiguo posiblemente
Epicardial corroborado por sus dataciones absolutas (Cortés et al., 2012).
Roca Chica (Torremolinos, Málaga)
Abrigo abierto en el complejo travertínico de Torremolinos (Málaga), localizado a escasas decenas de
metros de la costa, en una cota inferior a 10 m s.n.m. Durante los trabajos de construcción de un complejo
de apartamentos se seccionó un silo con cereal doméstico, asociado a registros arqueológicos neolíticos,
que desconocemos. Existe un análisis preliminar de los restos carpológicos recuperados en el yacimiento,
bajo la denominación Cueva del Bajoncillo, sustituida, a partir de una revisión de la toponimia de los
yacimientos de Torremolinos (Cortés, 2007), por la que encabeza este epígrafe. Los datos disponibles,
especialmente por las dataciones absolutas obtenidas (Cortés et al., 2012), apuntan a un Neolítico Antiguo
Epicardial. No se han encontrado restos humanos asociados. La propia morfología del abrigo y la posible
existencia en él de una secuencia más amplia, parece indicarnos, sin seguridad, un enclave con factibles e
intermitentes ocupaciones humanas durante la Prehistoria Reciente.
Cueva Hundidero-Gato (Benaoján/Montejaque, Málaga)
De las excavaciones realizadas en los años setenta por Mora Figueroa (1976) en la galería del Caballo,
situada en la entrada del gran complejo cavernícola Hundidero-Gato, se documentaron restos óseos al menos
de tres individuos adultos, asociados a un rico registro funerario, destacando entre otros tipos cerámicos,
asas pitorro y decoraciones cardiales. Sin embargo, la que se documenta como tal en la publicación original,
no la consideramos así, aunque se trata de una impresa de las consideradas antiguas. Las datas absolutas
por AMS, se han obtenido sobre restos óseos humanos pertenecientes a dos de los individuos exhumados
del Neolítico Antiguo Epicardial, aunque las cronologías de otras ocupaciones funerarias en esta cueva
pudieran corresponder a momentos anteriores.
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Las cronologías absolutas del Neolítico Antiguo en el sur de la península ibérica
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Cueva del Esqueleto (Cortes de la Frontera, Málaga)
Pequeña y angosta cavidad sepulcral que en los años setenta proporcionó restos óseos humanos de un mínimo
de tres individuos adultos, depositados en el Ayuntamiento de Cortes de la Frontera. Junto a ellos apareció
algún resto cerámico encastrado en una colada estalagmítica (comunicación personal de A. Morgado). Se han
obtenidos tres dataciones absolutas por AMS sobre muestras óseas de los citados individuos, siendo en la
actualidad su registro óseo y arqueológico objeto de estudio por parte de A. Morgado y colaboradores.
Cueva de los Murciélagos (Zuheros, Córdoba)
Cueva sobre diaclasa de difícil y compleja filiación funcional. De ella, en un primer momento se obtuvieron
dataciones por C14 convencional, sobre carbón y semillas, con altas desviaciones tipo, que en algunos casos
aluden a un Neolítico Epicardial evolucionado. Posteriormente Gavilán y otros obtuvieron nuevas datas
absolutas sobre muestras de carbón, coincidentes con la serie anteriormente obtenida, también con altas
desviaciones tipo. Últimamente, se han realizado nuevos análisis sobre cereales, que han proporcionado
datas absolutas más precisas, pero de similar entidad cronológica que las series anteriores. Del registro
arqueológico conocido de esta cueva, así como por la homogeneidad de sus datas absolutas, consideramos
ocupaciones no bien especificadas en la Prehistoria Reciente a partir de un Neolítico Antiguo Epicardial.
Evidentemente, las ocupaciones ocurridas en esta cueva, no sabemos de qué tipo, en nuestra opinión
funerarias, están bien datadas a lo largo del Neolítico Antiguo Epicardial y Medio, pero también sería
necesario, su justificación cultural con los correspondientes registros arqueológicos obtenidos de estos
períodos, que desconocemos, especialmente los procedentes de las últimas excavaciones.
Cueva de los Mármoles (Priego de Córdoba, Córdoba)
En nuestra opinión, constituye una de las cavidades más importantes con vestigios arqueológicos en la
Provincia de Córdoba. En relación con su funcionalidad durante la Prehistoria Reciente, no tenemos una
información precisa. En este aspecto, los datos más relevantes proceden de R. Carmona, a partir de una
prospección, que realizó en los años noventa (Carmona et al., 1999). Este enclave no es una cueva usual de
las normalmente conocidas en Andalucía, aquí hay espacios abiertos y configuraciones internas, factibles
para la posible existencia de un hábitat esporádico, así se ha podido documentar por la presencia de un
taller de brazaletes de piedra que hay que relacionar con estas ocupaciones en el Neolítico Antiguo/Medio
(Martinez-Sevilla, 2010). También se han constatado ocupaciones esporádicas en momentos pleistocénicos,
holocenos antiguos e incluso históricos. Lo que sí parece evidente es la constatación en ella de múltiples
inhumaciones desde el Neolítico Antiguo hasta época histórica. La datación absoluta obtenida sobre
muestra de cebada (Hordeum vulgare L.), procedente, según los autores, de un posible “silo”, corresponde
en nuestra opinión a un Neolítico Antiguo Epicardial. Cronología, que en el caso de esta cueva, no es
determinante, pues se conocen de ella registros cerámicos que podrían considerarse más antiguos.
El Retamar (Puerto de Santa María, Cádiz)
De este asentamiento costero al aire libre con cardial, existen tres dataciones absolutas sobre muestras de
conchas. Dos fechan el Hogar 18 y la tercera el Conchero 6 (Ramos, 2004: 78-79). Una media ponderada
de sus calibraciones ofrece una cronología entre 5939/5716 a.C., es decir, en la parte alta de lo que grosso
modo puede constituir una facies del Neolítico Antiguo con cardial.
Cueva Chica de Santiago (Cazalla de la Sierra, Sevilla)
Cueva de funcionalidad no precisada, pero con innumerables y no bien especificadas inhumaciones en su
interior. El registro cerámico, sin cardial, alude a un Neolítico Antiguo y las dataciones absolutas obtenidas
en ella, aunque con problemas, así lo corroboran.
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J. Carrasco Rus y F. Martínez-Sevilla
La Dehesilla (Arcos de la Frontera, Cádiz)
Cueva de funcionalidad no precisada, pero con numerosas y no bien especificadas inhumaciones en su
interior. El registro cerámico alude a un Neolítico Antiguo con cardial y las dataciones absolutas obtenidas
en ella, aunque en parte y con problemas, así lo testifican.
3. DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES
Previo a la discusión de los resultados ofrecidos por las nuevas y viejas dataciones absolutas expuestas en la
tabla1, hemos de efectuar algunas breves reflexiones de orden metodológico en relación a lo que expondremos
a continuación. Siguiendo a los clásicos, podríamos intuir que el historiador, en este caso el prehistoriador, en
sus trabajos y síntesis, pudiera ofertar modelos, incluso en algunos casos, desde su propia óptica interpretarlos,
con el fin de dinamizar y hacerlos más creíbles. Es decir, utiliza diferentes variantes en sus procesos de
investigación, que pueden o no cambiar con el devenir de los tiempos. Sin embargo, esto no debe realizarse
con el control de ellos, en este caso con la cronología absoluta. Los acontecimientos en Prehistoria tienen
validez cuando se constatan en el espacio y el tiempo, lo contrario sería entrar en ámbitos de leyendas y mitos.
De aquí la obligación de encontrar puntos de anclaje en el tiempo, alrededor de los cuales poder mínimamente
agrupar los datos. En la actualidad, estos puntos para algunos periodos de la Prehistoria, solamente en ciertas
situaciones sólo los ofrece la cronología absoluta. A partir de la cual, se puede en ciertos supuestos, interpretar,
especular, etc., pero sus datos numéricos, en nuestra opinión, deben ser inamovibles por mucho que nos cueste
aceptarlos. Buscar puntos débiles y utilizar sesgadamente las diferentes alternativas, que ofrece este tipo de
cronologías, de igual forma que dar o no validez a las muestras analizadas sobre las que se han obtenido los
análisis, no deja de constituir en ocasiones una manipulación interesada de las datas cronológicas obtenidas,
generada por no concordar o ser afín con ciertos modelos preestablecidos. En este caso, las fechas absolutas
que hemos reunido en relación al Neolítico Antiguo en el sur peninsular, no por escasas y en algún caso
problemáticas, dejan de ser sugerentes y en algún caso esclarecedoras. No pretendemos con ellas secuenciar
fielmente esos silentes registros arqueológicos depositados en Museos y Colecciones, procedentes de cuevas
sin estratificar, aunque en la mayoría de los casos provengan de excavaciones regladas. Solamente intentamos
ofrecer un bosquejo del armazón y puntos de anclaje para este período cronocultural.
Al analizarse más detenidamente las dataciones absolutas para las fases antiguas, obtenidas en
los diferentes ámbitos neolíticos del sur peninsular comprobamos en su cómputo ciertas carencias,
principalmente relacionadas con las denominadas de transición Epipaleolítico/Neolítico y Neolítico Antiguo.
Por el contrario están bien representadas las que podrían entrar en lo que se ha venido denominando como
Neolítico Antiguo Epicardial, es decir, aproximadamente entre el 5500/4900 AC. Y no es que sean excesivos
los enclaves datados sino que algunos de ellos han proporcionado un gran número de ellas. Hemos recogido
en la tabla1, cien dataciones absolutas obtenidas en veinticuatro enclaves, de los cuales cinco corresponden
a asentamientos al aire libre y diecinueve a cuevas, que en su mayoría pudiésemos considerar de carácter
funerario. Este cómputo de dataciones, constituiría en principio, un número relativamente representativo,
pero por dos motivos básicos no es así. En primer lugar, porque los veinticuatro yacimientos que han
proporcionado dataciones absolutas, representan sólo un porcentaje mínimo de los que actualmente se
conocen en Andalucía con registros adscribibles a fases antiguas neolíticas. En segundo lugar, porque de
las cien dataciones, cincuenta y una provienen de solo tres yacimientos: dieciocho de Los Castillejos, doce
de Cueva de Nerja y veintiuna de Cueva de Los Murciélagos de Zuheros, el resto, es decir cuarenta y nueve
se han obtenido en veintiún enclaves diferenciados.
De contextos perfectamente secuenciados, serían las datas procedentes de asentamientos, como Los
Castillejos, Cerro de la Virtud, Retamar y Cueva del Nacimiento, en el orden citado. De las obtenidas en
cuevas, tendrían mayor firmeza las realizadas sobre muestras de especies animales o vegetales domésticas,
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Las cronologías absolutas del Neolítico Antiguo en el sur de la península ibérica
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o incluso de restos óseos de Homo, avaladas por registros materiales clasificados, procedentes o no, de
excavaciones. En este caso, por su uniformidad y coherencia, es muy sugerente la serie de datas obtenidas
en Los Murciélagos de Zuheros, que parecen proceder tanto las más antiguas obtenidas, como las más
recientes, de un similar contexto arqueológico, que seguimos sin conocer después de los años transcurridos
desde su excavación. Ofreciendo ésta, la impresión de estar en un proceso de continua reelaboración,
sin conocerse con seguridad el verdadero status ocupacional de la cavidad. La data de Los Mármoles,
sobre cereal doméstico, consideramos que no es representativa de un momento antiguo de su secuencia
ocupacional, pues existen evidencias materiales en ella que podrían elevarla en un futuro. Las datas aisladas,
de cuevas como Agua/Mujer, LJ11, Malalmuerzo, Hoyo de la Mina y Gato, obtenidas por AMS sobre
muestras de restos óseos humanos, algunas procedentes de excavaciones antiguas, están perfectamente
avaladas y acordes con los registros arqueológicos que se les asocian. Las dos, procedentes de Cueva de las
Palomas y asentamiento al aire libre de Cerro de Capellanías, tienen en nuestra opinión diferentes lecturas.
La primera hace alusión a un momento de ocupación, diríamos que funeraria, en el devenir de la cueva,
pues por el descontextualizado registro arqueológico, que conocemos, procedente de ella, no consideramos
haga alusión a momentos antiguos de su ocupación. Por el contrario la de Capellanías, es indicativa de la
fundación de uno de los reducidos asentamientos, que conforman el conjunto del yacimiento. Una especial
atención merecen las tres datas obtenidas sobre restos de Homo en Cueva del Esqueleto que pueden aludir a
la ocupación funeraria de una estrecha cavidad desde finales del Epipaleolítico hasta un Neolítico Antiguo
avanzado. Aunque en el estado actual de la investigación, podríamos en este caso cuestionarnos, si estas
datas fechan una población retardataria de tipo epipaleolítico o por el contrario los inicios de un Neolítico
Antiguo. En último caso, la fecha antigua (Beta-324381) es la primera que se obtiene sobre un Homo de
esta cronología, sea el último epipaleolítico o el primer neolítico. El resto de los enclaves en cuevas, de
los más importantes con dataciones absolutas, para la comprensión de los inicios del Neolítico Antiguo
andaluz, presentan otro tipo de problemática. Nos referimos a Murciélagos de Albuñol, Cueva del Toro,
Carigüela, Nerja y Dehesilla.
De la Cueva de los Murciélagos de Albuñol no es excesivo lo conocido de sus sesgados registros
funerarios. Las dataciones absolutas recientemente obtenidas sobre espartos, muestran una gran coherencia
a partir de una fase evolucionada del Neolítico Epicardial y posteriores períodos. Solamente la data antigua
(CSIC-247) obtenida sobre madera, que desconocemos si procedía o no de un útil, ofrece dificultades de
interpretación. Más que nada, por el desconocimiento del total del registro arqueológico, que en su momento
debió proporcionar esta cueva, que en principio, no alude a la antigüedad mostrada por esta fecha absoluta.
Sin embargo, no descartamos su validez, especialmente la del tramo bajo de su calibración, en relación
con la posible cronología de una facies antigua neolítica. Más aún, cuando se puede considerar, que la
madera de la que se obtuvo la data, por la especial localización de esta cueva, debió ser introducida en ella,
exclusivamente por una acción antrópica. En definitiva, en la actualidad desconocemos los orígenes de las
primeras ocupaciones funerarias ocurridas en esta cueva, próxima a la costa, que no constituye un hallazgo
aislado sino que está relacionada con otras cuevas utilizadas como necrópolis y registros cerámicos propios
de una facies antigua del Neolítico con cardial, pero sin dataciones absolutas.
De Cueva del Toro, la más recientemente excavada del último grupo señalado, en el interior del sistema
kárstico de Antequera, proceden datas absolutas, algunas con altas desviaciones tipo, pero coherentes con
los registros exhumados en ella. Aunque no con la secuenciación cronocultural que sus investigadores han
intentado ofrecer de ellos, muy lineal, que en nuestra opinión, no responde a la realidad arqueológica de
esta cueva. Sus registros materiales con un muy alto matiz funerario, pueden ser referentes de una secuencia
cronológica, que transcurriría con intervalos ocupacionales más o menos intensos a lo largo de todo el
Neolítico. Desde sus fases antiguas con cardial hasta momentos epigonales y posteriores ocupaciones
durante la Edad del Cobre y períodos históricos. Las datas obtenidas, pueden reflejar esta situación, pero
no las consideramos definitivas, pues en el futuro nuevas de ellas podrían sobrepasar perfectamente el 5500
a.C., como sucede con algunas de las calibraciones ya realizadas, especialmente para sus tramos altos.
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J. Carrasco Rus y F. Martínez-Sevilla
Por último, en este apartado, tendríamos que realizar unas breves reflexiones sobre las dataciones
absolutas aportadas por los tres yacimientos andaluces en cuevas que completarían este último grupo,
en nuestra opinión, con diferentes problemáticas. Sucintamente ya se ha comprobado, como Cueva de
Carigüela, quizás el enclave más paradigmático del Neolítico andaluz, ha proporcionado una serie de datas,
de confusos contextos, no obtenidas en excavaciones regladas y finalidades no muy precisadas. En síntesis,
pocos argumentos absolutos en donde anclar de forma fidedigna los ricos registros funerarios conocidos de
esta cueva. Parece ser, que se están o se van a realizar análisis más exhaustivos sobre restos óseos humanos
exhumados en ella, con la finalidad, entre otras, de obtenerse un mayor número de dataciones absolutas.
Que no dejarán de ser nuevos puntos de anclaje en esta cueva, pero de difícil asociación con los registros
arqueológicos, que se pretenden contextualizar. Las dataciones absolutas obtenidas sobre muestras no bien
especificadas ¡si son por acción antrópica!, hacen alusión con seguridad, a la presencia en la cueva, de fases
de ocupación correspondientes al Neolítico Antiguo con o sin cardial, bien justificadas tipológicamente.
La segunda sería Cueva de Nerja, con importante presencia neolítica y suficientes datas absolutas,
obtenidas en excavaciones antiguas y en tiempos recientes. De hecho no han cesado de obtenerse, para fechar
los más variados contextos, fases, estratos, etc. Sus registros arqueológicos hacen referencia, al margen de
los propiamente pleistocenos, a toda la Prehistoria Reciente y diríamos que tiempos históricos. Es decir, en
esta cueva existen dataciones y registros arqueológicos que los pueden justificar. El problema, es que estos,
por mucho que se intente y por multitud de datas absolutas, que se obtengan, no pueden ser correctamente
secuenciados y esta constituiría su verdadera problemática. Las dataciones absolutas de esta cueva con altas
desviaciones tipo, indican para ella, en muchos de los casos, ocupaciones neolíticas con o sin cardial, al
menos, desde los inicios del VI o incluso desde finales del VII milenio a.C. Aunque, si somos muy estrictos, la
única data absoluta, con verdadera entidad neolítica en sí misma, es la Beta-131577, que alude a la presencia
en la península ibérica de ovejas domésticas con cronología antigua de mediados del VI milenio a.C.
Cueva de la Dehesilla completaría este último grupo, siendo, en nuestra opinión, la más enigmática
y quizás históricamente la más obviada en la investigación que nos ocupa. Desde un principio, fue
cuestionada por las altas datas absolutas para el momento en que se obtuvieron y sus calibraciones con
elevadas desviaciones tipo, no bien asumidas por la investigación oficial de la época. Posiblemente también
por la complejidad de su registro arqueológico, quizás en origen no bien secuenciado, muy propio, como
se ha comprobado, de los contextos sepulcrales andaluces. Al margen de estas problemáticas, los anclajes
cronológicos obtenidos en esta cueva, los consideramos en la actualidad, plenamente justificados por la
existencia en ella de registros cerámicos antiguos, con o sin cardial.
En resumen podemos considerar, que de una u otra forma, todas las datas absolutas, que numéricamente
trataremos seguidamente, tienen suficiente justificación cultural para ser consideradas como anclajes
cronológicos en los inicios del devenir neolítico del sur peninsular. Por el contrario, si queremos visualizarlas
desde un punto de vista reduccionista, con valor en sí mismas, son muy escasas las que pudiésemos valorar.
En este caso, y no es nuestra opción, solo las que aludirían a especies animales/vegetales domésticas y
huesos contextualizados de Homo. El resto, por diversos motivos interesados, en algunos casos espurios
y manipulados, no tendría validez. No siendo esta la versión, que en el precario estado actual de la
investigación sobre el Neolítico Antiguo, nos puede ocupar o preocupar.
A partir del registro arqueológico de cuevas y asentamientos al aire libre, que han proporcionado
dataciones absolutas, comprobamos que solamente nueve de estos enclaves han ofrecido valores calibrados
por encima del 5450/5500 AC. Cronología que en la actualidad consideramos como divisoria entre lo que
podríamos denominar Neolítico Antiguo sensu stricto y Neolítico Epicardial, hasta aproximadamente
el 4900/4850 AC, que grosso modo iniciaría la transición hacia lo que se ha denominado, sin excesivos
argumentos contrastados, como Neolítico Medio. Esta cronología la consideramos firme, avalada por la
secuencia cronoestratigráfica de Los Castillejos de Montefrío. En cuyos niveles antiguos de ocupación,
junto a una extensa y variada muestra de cerámicas decoradas y lisas, se comprueba una muy escasa
presencia de amortizados fragmentos impresos antiguos, propios de un ambiente epicardial antiguo. En
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Las cronologías absolutas del Neolítico Antiguo en el sur de la península ibérica
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general, registros cerámicos evolucionados en relación a los que podríamos considerar propios de una fase
anterior, con mayores porcentajes de impresas antiguas y motivos más barrocos. Todo relacionado, en este
asentamiento al aire libre, plenamente consolidado, con una agricultura y ganadería desarrollada y variedad
de especies domésticas animales y vegetales como bóvidos, ovicápridos, suidos, cánidos, diferentes tipos
de cebada, trigo, guisantes, habas, etc. Junto con el aprovechamiento de otras especies salvajes como vid,
aceituna, zarzamora, bellota, etc., y una gran variedad de malas hierbas explotadas y animales obtenidos por
actividades cinegéticas (Cámara et al., 2010). Con estos sintéticos datos, bien contrastados en Los Castillejos
de las Peñas de los Gitanos, solamente intentamos incidir que el 5500/5450 AC, solamente representa una
data intermedia diríamos que evolucionada, en el devenir del Neolítico Antiguo andaluz. Enclaves que han
proporcionado esta cronología o pueden mínimamente proporcionarla, son multitud hoy día en la geografía
andaluza. Especialmente conocidos por sus extensas y ricas necrópolis en cuevas, próximas a entornos
abiertos y favorables para explotaciones agrícolas y ganaderas. Solamente su dispersión en multivariados
nichos ecológicos muy distantes entre sí, indicaría el conocimiento arraigado a través de generaciones, que
tendrían estas poblaciones de los diversos entornos andaluces y estas experiencias no pueden justificarse por
simples trasvases de poblaciones o trasmisiones precipitadas de conocimientos con dirección Este/Oeste.
A partir de este supuesto, consideramos que la madurez alcanzada por las poblaciones neolíticas andaluzas
de mediados del VI milenio a.C., con entornos bien seleccionados para sus prácticas agrícolas y ganaderas,
variedad de especies animales/vegetales domésticas y control de otras salvajes, solo estaría justificada por la
acumulación de conocimientos de otras poblaciones asentadas con anterioridad en similares nichos ecológicos
o próximos a ellos, que habrían transmitido sus experiencias. No tenemos excesivos conocimientos sobre
ellas, pero sus registros poco conocidos, son cada vez más frecuentes a lo largo y ancho del extenso territorio
andaluz. En la actualidad, cuantificar su muestra, es difícil de precisar, no sólo a nivel tecnológico sino de
localización puntual, pues en el registro actual aún sigue existiendo confusión entre las cerámicas impresas
antiguas y las que no lo son. De igual forma, existen multitud de cerámicas con decoración cardial, no bien
catalogadas y mal ubicadas en el espacio y tiempo. En definitiva, son antiguos y paradigmáticos muchos de
los enclaves, que en teoría o en la realidad, han ofrecido registros de los denominados como antiguos, dentro
del periodo neolítico, por encima del 5500/5400 AC, pero escasos los anclajes cronológicos absolutos en que
sustentarlos. Sin embargo, una lectura más ponderada y no interesada de ellos, puede ofrecer a nivel global
y con ciertos matices, algunos datos más esclarecedores sobre el tema que nos ocupa.
Si visualizamos el cómputo de dataciones absolutas expuesto en la tabla1, comprobamos que sólo siete
enclaves con registros neolíticos (Nacimiento, Carigüela, Nerja, Retamar, Cueva Chica, La Dehesilla y
El Esqueleto) y posiblemente otros dos (Murciélagos de Albuñol y Bajondillo) sobrepasan la mitad del
VI Milenio AC. Muestra muy escasa en relación al porcentaje de yacimientos al aire libre y necrópolis
en cuevas conocidos actualmente en la geografía andaluza con potencial para proporcionarlas. Pero,
centrándonos en estos seis yacimientos que las han proporcionado, con la única duda de Cueva Chica y
posiblemente Nacimiento, comprobamos, que todos ellos, de una u otra forma, han ofrecido, con mayor
o menor porcentaje entre sus registros cerámicos con impresas antiguas, decoraciones con cardium, muy
tenidas en cuenta para definir más fiablemente los niveles antiguos de las correspondientes secuencias
estratigráficas en donde aparecieron. Se podrá argüir que las datas absolutas de estos yacimientos no son
correctas, alteradas, contaminadas, laboratorios poco fiables, desviaciones tipo altas, carbones de “maderas
viejas”, etc. Sin embargo, qué duda cabe, si obviamos estos argumentos, en ciertos casos interesados, que
todas ellas proceden o han sido obtenidas de contextos antiguos o en relación a ellos, con o sin cardial. De
estos yacimientos, las altas datas absolutas de Murciélagos de Albuñol y Bajondillo no son muy indicativas
por la escasez o desconocimiento de registros arqueológicos asociados a ellas. La data del abrigo del
Nacimiento, relacionada con un Neolítico Antiguo denominado de “montaña” por uno de sus excavadores
(Rodríguez, 1997), puede tener una lectura especial. O bien, que efectivamente no contenga muestra cardial,
que esté mal determinada entre los registros extraídos o, que no se haya localizado en los escasos sondeos
realizados en este yacimiento. Teniéndose en este último supuesto, siempre en cuenta, que los porcentajes,
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J. Carrasco Rus y F. Martínez-Sevilla
que proporcionan los asentamientos son muy inferiores a los obtenidos en cuevas con usos funerarios.
En este sentido, no descartaríamos en Andalucía, con ciertas dudas, que la cerámica con decoración
impresa con cardium, entre otros tipos, constituyese prioritariamente un tipo de vajilla específicamente de
representación o más propia de ajuares funerarios, con escasas apariciones ya amortizadas en ambientes
domésticos, cuestión por contrastar con datos más precisos. De igual forma se podría argumentar que en
Nerja y Retamar existen sustratos epipaleolíticos, que para ciertas investigaciones, pudieran justificar las
altas cronologías de estos enclaves. Aunque no así para los registros antiguos de la Dehesilla y Carigüela,
en donde no se han detectado este tipo de ocupaciones.
Se comprueba, que los escasos yacimientos andaluces, parcialmente datados, ofrecen cronologías
básicamente de la segunda mitad del VI milenio a.C., correspondientes grosso modo a la secuencia cardial
en el área levantina, que en Andalucía podría considerarse como una fase postcardial o epicardial, más
tardía. Considerándose una mayor antigüedad para su Neolítico Antiguo sensu stricto, por encima del 5500
a.C. Periodo caracterizado entre otros argumentos, por la eclosión precoz de las cerámicas impresas, entre
las que con un mayor o menor porcentaje aparecerían las realizadas con cardium y dataciones más elevadas,
que en los contextos regionales limítrofes. En el registro arqueológico actual, desde nuestras perspectivas,
no podríamos hacerlas subsidiarias o justificativas de una expansión démica o de influencias llegadas, como
tradicionalmente se ha considerado, desde el área levantina ni menos aún desde otras áreas peninsulares.
En la actualidad, dentro de la escasez de dataciones antiguas conocidas, casi siempre asociadas a
conjuntos muy precarios con cardial, podríamos a priori realizar una primera lectura de ellas en relación a
estos ítems y sus concentradas apariciones en ciertos ámbitos geográficos. Lectura, en cierta forma
distorsionada, por falta de precisiones y escasez, como ya se ha indicado, de datas absolutas asociadas a
ajustados contextos. Desde este punto de vista, es muy sugerente el grupo de asentamientos al aire libre y
cuevas funerarias con registros antiguos, descubiertos en los últimos años en la región más meridional del
sur peninsular, en la provincia de Cádiz. Asentamientos entre otros como Retamar, La Esperilla, Bustos,
Cabezo de Hortales, etc., y cuevas funerarias como Dehesilla y Parralejo, que con altas cronologías podrían
estar en el origen del Neolítico peninsular, relacionado con la precoz llegada de posibles influencias desde
el continente africano. Hipótesis no muy novedosa, pues, a intervalos, desde mediados del siglo pasado se
ha venido insistiendo en ello, aunque últimamente se ha postulado con una mayor insistencia y argumentos
(Cortés et al., 2012). Sin embargo, aun dentro de su atractivo, el considerar en la actualidad como único
subterfugio o aval, la llegada de los nuevos presupuestos neolíticos, exclusivamente por el Estrecho de
Gibraltar hasta la provincia de Cádiz, como entorno más próximo a África, no debe, con el actual registro
arqueológico, obsesionarnos. De igual forma, las costas de Málaga, desde Estepona hasta Nerja, con altas
dataciones en este último punto asociadas a registros antiguos, también pudieron ser pioneras en este tipo
de relaciones con el Norte de África. No obviándose en este aspecto, que toda la costa malagueña ha
proporcionado multitud de cuevas, en nuestra opinión de tipo funerario, muchas de ellas con registros
cerámicos antiguos mal estructurados o desaparecidos. De igual forma, que sus primarios asentamientos al
aire libre, próximos a las costas, destruidos o desaparecidos por la antropización intensiva que en los últimos
cincuenta o sesenta años han sufrido estos entornos turísticos. Sin embargo, no solamente se detectan
vestigios del Neolítico Antiguo en ámbitos costeros, sino que más al interior en las mismas provincias de
Cádiz y Málaga, se han localizado núcleos con registros antiguos y cerámica cardial, como son los casos de
Acinipo en Ronda, Complejo Hundidero-Gato, Cueva de las Goteras de Mollina, Cueva del Toro, el
Charcón (Alozaina), etc. En Sevilla, el Cabezo de Lebrija, Los Álamos (Prado del Rey), etc. Más al norte y
al este, en ámbitos geográficos de Andalucía Oriental, existen ciertos vacíos incomprensibles, sin lugar a
dudas por una manifiesta falta de investigación. Así en la provincia de Córdoba, son escasos o nulos los
registros que se pueden asociar a un Neolítico Antiguo por encima del 5500 a.C., las datas absolutas
obtenidas así lo manifiestan junto a la no existencia de muestras cardiales como referente “arcaico tipo”
mejor conocido. Quizás, Cueva de los Mármoles, en la Subbética las proporcione en un futuro próximo,
junto a otros registros cerámicos antiguos, que sí existen en ella. Cuestión no de extrañar, pues el cardial y
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Las cronologías absolutas del Neolítico Antiguo en el sur de la península ibérica
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otros registros cerámicos antiguos sí han sido contrastados en la cueva funeraria de Malalmuerzo, muy
cerca de Los Mármoles, en la vertiente externa de las Sierras Subbéticas, ya en tierras granadinas. De igual
forma, el asentamiento al aire libre de Los Castillejos de Montefrío, también ha proporcionado en sus
niveles más antiguos algunos fragmentos amortizados de cerámica impresa cardial, quizás como recuerdo
o revival de tiempos pasados. Cuestión que se repite en otros muchos enclaves, que podríamos denominar
epicardiales, entre el 5500/4900 a.C., en donde son muy escasas o aisladas las cerámicas con decoraciones
impresas antiguas a favor de las mayoritarias incisas y con decoraciones plásticas. Al margen de otras
impresas evolucionadas, almagras, inicio de las boquiques, etc. En la provincia de Granada, más al nordeste,
se documentan con mayor insistencia registros antiguos con o sin cardial, que en cierta forma, jalonan gran
parte de su geografía. Muchos desaparecidos por actividades irregulares o por una mala gestión arqueológica
y en el fondo, no bien datados o deficientemente interpretados. Existen registros antiguos, al margen de los
señalados en Malalmuerzo y Castillejos de Montefrío, Cueva del Capitán en la costa granadina y Sima del
Carburero y con dudas en Cacín en Tierras de Alhama de Granada. Otros enclaves, en los entornos de La
Vega de Granada, han proporcionado muestras antiguas pero sin cardial, como puede ser Las Catorce
Fanegas y La Molaina. Pero a nivel bibliográfico, quizás los más paradigmáticos y conocidos son los
enclaves situados en los entornos de Sierra Harana. Destacando Cueva de Carigüela, Ventanas, Pagarecio,
Agua de Prado Negro, Majolicas, CV-3 de Cogollos, con registros cerámicos que podrían considerarse
antiguos con o sin cardial. Algunos, con grandes porcentajes de esta muestra, asociados casi con seguridad
a registros funerarios y con datas antiguas, si son asumibles, las proporcionadas por Carigüela, entre finales
del VII e inicios del VI a.C. Cronología, muy similar a la ofertada por algunos enclaves costeros en Málaga
(Nerja) y Cádiz (Dehesilla y Retamar) y más antiguas que las aportadas por los clásicos yacimientos
levantinos con cardial, como paradigma, no contrastado, de antigüedad. Desde este punto de vista no
tenemos un mínimo de argumentos ni cronológicos ni tipológicos, para considerar el núcleo de yacimientos
de Sierra Harana y sus cerámicas cardiales, especialmente de Carigüela y Ventanas, como una extensión o
área de influencia de la propiamente levantina, como tradicionalmente se ha asumido. Sólo por incidir en
un tipo cerámico funerario clásico, como pueden ser las vasijas con asa-pitorro, comprobamos diferencias
manifiestas. Las levantinas normalmente se corresponden con botellas mientras que en Andalucía se
presentan formas más simples como cuencos y ollas. Pero insistiendo en el tema que nos ocupa, comprobamos
que entre Carigüela y la zona levantina, al margen del extenso espacio físico que los separa, no existe o no
se han constatado registros arqueológicos antiguos con cardial que pudieran justificar algún tipo de relación
entre estos dos ámbitos geográficos diferenciados. Solamente dos yacimientos, uno en cueva y otro un gran
abrigo, muy alejados de Carigüela, en los límites con las provincias de Albacete y Murcia, podrían al
respecto ofertar algún tipo de información. El primero de ellos en cueva o abrigo destruido, corresponde a
Cueva de Pastora (Caniles, Granada) con cuatro dataciones absolutas comprendidas entre los últimos
tercios del VI y V milenio a.C. El amplio registro material que hemos podido documentar de este enclave,
muy posiblemente doméstico, algo excepcional entre el conjunto de cuevas conocido en Andalucía, no
presenta muestra cardial y el grueso de las cerámicas, con mínima representación de las impresas a
instrumento, lo componen las decoraciones incisas y plásticas. El segundo correspondería a Cueva del
Nacimiento (Pontones, Jaén), anteriormente comentado, con una datación absoluta adscrita a un Neolítico
Antiguo sin cardial, más antigua que las obtenidas en los ámbitos levantinos. Otros contextos antiguos con
cardial, al aire libre, se han documentado en regiones costeras y del interior en la Provincia almeriense,
como son Cabecicos Negros, Peñón de las Ánimas, etc., sin cronologías absolutas y no bien estructurados.
Por último, comprobamos cómo del área más septentrional de la región andaluza, en la Provincia de Jaén,
al margen de los registros cerámicos de cuevas conocidos desde antiguo (Navarrete y Carrasco, 1978),
posiblemente correspondientes a un Neolítico Antiguo epicardial, poco más se ha ofertado con posterioridad.
Recientemente, en áreas de campiñas, entre el Subbético y Sierra Morena, encuadrables en la Cuenca del
Guadalquivir, se han señalado registros cerámicos antiguos, sin cronologías absolutas, en Horneros de
Baeza y Peña Prieta de Porcuna.
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En este sucinto recorrido, en el que sólo hemos señalado yacimientos o registros potencialmente
antiguos y referenciados en bibliografía, la mayoría sin cronologías absolutas, ocupando ámbitos
geográficos y nichos ecológicos muy diferenciados, comprobamos una cierta homogeneidad en sus
registros arqueológicos conocidos. Diferenciados, en parte, sólo por su origen, sea procedente de
cuevas funerarias o asentamientos al aire libre, que la investigación tradicional no ha sabido o no le ha
interesado discernir, aunque hoy día, desde nuestra opción, nos aparecen incuestionables. De igual forma,
comprobamos ciertas homogeneidades cronológicas de finales del VII y principios del VI milenio a.C.,
para los escasos enclaves datados con mayor o menor éxito, que por su amplia dispersión y distanciamiento
entre ellos, aluden a un conocimiento del territorio en fechas aún más arcaicas. Lo cual, dificulta en la
actualidad el poder establecer sus relaciones inmediatas con otras zonas limítrofes, si es que existieron,
en orden a analizar el precoz desarrollo del mal comprendido y peor sistematizado Neolítico andaluz.
En la actualidad, de las hipótesis tradicionalmente emitidas, en relación a la búsqueda de sus orígenes,
no aceptaríamos algunas de ellas, como son las que lo justifican por influencias, no sabemos de qué tipo,
desde el área levantina o por el oeste peninsular. Sin embargo, la tercera vía, a partir del Norte de África,
con más adeptos en la actualidad y quizás, mejores argumentos científicos, aunque por el momento, no
excesivos, sí nos parece más atractiva y consistente, especialmente por lo que puede aportar en el futuro
que por la realidad actual. Las cronologías absolutas, hasta el momento, obtenidas en algunos de sus
yacimientos clásicos, no ayudan a la comprensión de estas relaciones Sur-Norte, ya que no indican una
prelación en relación a las obtenidas en los yacimientos andaluces. De igual forma las investigaciones
que en los últimos años se vienen realizando en zonas del Norte de Marruecos (El Idrisi, 2012), entre el
Río Muluya por el este y las montañas del Rif en el oeste por un equipo alemán/marroquí, han puesto al
descubierto una serie de pequeños asentamientos al aire libre y abrigos (Linstädter, 2010 a y b; Morales
et al., 2013) con secuencias del Epipaleolítico/Neolítico, que por el momento, no consideramos aporten
excesivos datos para la comprensión de los orígenes del Neolítico Antiguo andaluz. Las datas absolutas
procedentes de Ifri Oudadane, Hassi Ouenzga, etc., sobre especies vegetales autóctonas, de igual
forma, que las secuencias estratigráficas obtenidas en estos pequeños enclaves, no guardan una especial
relevancia en relación a lo similar conocido en el sur peninsular. No sólo por sus cronologías absolutas,
sino por el uso de terminologías no muy adecuadas como es por ejemplo “Epipaleolítico con cerámicas”,
término arcaico poco precisado en la actualidad. De igual forma que el concepto de Neolítico Antiguo A,
B y C, que por sus datas absolutas ocuparía toda la secuencia neolítica de Oudadane, poco contrastable
con los desarrollos andaluces. En resumen, una investigación con posibilidades de futuro en orden a la
posible comprensión del Neolítico andaluz, pero no en el momento actual, dado su estadio embrionario.
Sugerentes y de gran interés, son los registros cerámicos obtenidos en los lejanos poblados de NabtaPlaya en el Sahara Oriental (Jórdeczka et al., 2010), también considerados epipaleolíticos con cerámicas
impresas y cronologías absolutas muy altas del IX milenio a.C. Cerámicas realizadas con ruedecillas
dentadas y otras con peines arrastrados, tradiciones decorativas muy en sintonía con similares, aunque
más tardías, detectadas en algunas cuevas andaluzas del Neolítico Antiguo.
En resumen, detectamos en el Neolítico andaluz una fase antigua de difícil filiación por encima del
5500 a.C., que factiblemente lo iniciaríamos, con una cronología no bien contrastada, en la transición
del VII/VI milenio o inicios de este último no bien conectada con los últimos momentos epipaleolíticos
y una plena consolidación, que denominamos Neolítico Antiguo Epicardial, aproximadamente entre
el 5500-4900/4800 a.C. Los registros cerámicos que se asocian a esta secuencia son relativamente
homogéneos en todo el ámbito andaluz. Quizás, al margen de pequeñas matizaciones, solamente
se diferenciarían por su procedencia, sea de cuevas sepulcrales o de asentamientos domésticos. Por
cronologías, sensiblemente más antiguas y tipos cerámicos, especialmente por las formas cerámicas
sepulcrales, que en la actualidad son las más contrastables, no comprobamos excesivas afinidades con
similares en el Levante mediterráneo, por lo que a priori, no consideramos esta área geográfica próxima,
como relevante para la comprensión de los orígenes del Neolítico en el sur peninsular. De igual forma,
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Las cronologías absolutas del Neolítico Antiguo en el sur de la península ibérica
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en relación a sus posibles conexiones en origen con ciertos ámbitos africanos, no los descartamos aunque
el registro arqueológico que actualmente conocemos de ellos, especialmente en lo relacionado con sus
anclajes cronológicos por el momento, no los consideramos definitivos ni determinantes. Aunque sí
más sugerentes, por la presencia en ciertos ambientes subsaharianos, más al interior del continente,
de algunos ítems cerámicos antiguos como pueden ser las comentadas decoraciones impresas con
ruedecilla y su presencia no bien clasificada ni cuantificada en algunos contextos del sur peninsular, que
pudieran ser anteriores a lo propiamente cardial. A partir de aquí, en orden a sus orígenes, son escasas las
conclusiones consistentes, que en la actualidad se pueden obtener de los registros descontextualizados y
peor estructurados del intenso y floreciente Neolítico andaluz.
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el Neolítico andaluz y peninsular. Partiendo de la caracterización de sus cerámicas, su estratigrafía y sus
dataciones radiocarbónicas, presentamos una propuesta de secuencia evolutiva neolítica. Dicha secuencia
se contextualiza en los marcos andaluz y peninsular, y también en un marco mediterráneo más amplio para
explicar la llegada del Neolítico a la costa malagueña. Asimismo, se da validez al concepto de Cultura de las
Cuevas, entidad arqueológica con la que tradicionalmente se ha relacionado la Cueva de Nerja.
PALABRAS CLAVE: Neolítico, secuencia cerámica, Andalucía, dataciones radiocarbónicas, Cultura de
las Cuevas.
Neolithic pottery from the Cave of Nerja (Málaga, Spain):
the ‘Vestíbulo’ and ‘Mina’ galleries
ABSTRACT: The Cave of Nerja is a key site for an understanding of the Neolithic period in the Iberian
Peninsula and specifically in Andalusia. In this paper we present the sequence for the Neolithic occupation
of the cave based on the study of pottery, the stratigraphy and radiocarbon dates. The occupation sequence
is contextualized in the regional area and we argue that neolithization was driven by a process with
distinctive Mediterranean traits. Moreover, we support that the concept of Culture of Caves is useful as an
archaeological entity and that the Cave of Nerja fits well in this framework.
KEY WORDS: Neolithic, pottery sequence, Andalusia, radiocarbon dating, Culture of Caves.
a
b
c
d
Investigador independiente.
paucanals@hotmail.com
Departament de Prehistòria i Arqueologia, Universitat de València.
emilio.aura@uv.es
Departamento de Prehistoria e Historia Antigua, Universidad Nacional de Educación a Distancia-Madrid.
jjorda@geo.uned.es
Department of Human Evolution, Max-Planck Institute for Evolutionary Anthropology.
Department of Archaeology, University of Cape Town.
Departament de Prehistòria i Arqueologia, Universitat de València.
domingo_carlos@eva.mpg.de
Recibido: 10/03/2014. Aceptado: 27/03/2014.
[page-n-91]
82
P. García Borja, J. E. Aura Tortosa, J. F. Jordá Pardo y D. C. Salazar-García
1. INTRODUCCIÓN
Las intervenciones arqueológicas realizadas en la Cueva de Nerja a lo largo de la segunda mitad del siglo XX
constituyen un referente a la hora de valorar la aparición del Neolítico en el sur de la península Ibérica. De
hecho, la interpretación de la documentación obtenida ha abierto diversos debates que siguen manteniendo
actualidad. En este contexto, los estudios que se vienen realizando sobre los materiales arqueológicos
recuperados en las intervenciones dirigidas por F. Jordá Cerdá en las salas del Vestíbulo y la Mina, entre los
años 1979-1987, aportan importantes datos a esta discusión.
En este trabajo se presentan los resultados del estudio de los materiales cerámicos procedentes de la Sala
de la Mina y los nuevos recuentos establecidos tras la revisión de un mayor número de materiales de la Sala
del Vestíbulo. En la medida de lo posible, estos materiales han sido equiparados a los de los cortes NM80A
y NM80B de la Sala de la Mina, en su momento publicados por M. Pellicer y P. Acosta (1997), parte de los
cuales también hemos examinado. La puesta en común del estudio cerámico, la secuencia estratigráfica y
las dataciones radiocarbónicas ha permitido establecer una propuesta de periodización para el Neolítico de
Nerja. En todo momento se ha intentando discriminar aquellos aspectos de la cultura material que podrían
no encontrarse en su posición originaria, así como correlacionar las ocupaciones de las salas del Vestíbulo
y la Mina, entendidas como espacios de un mismo hábitat.
Una vez expuestos los datos, pasaremos a revisar el marco de aparición de las primeras producciones
cerámicas de Nerja en el proceso de expansión del Neolítico en el Mediterráneo occidental, valorando su
aportación al Neolítico andaluz y más concretamente al de la costa malagueña.
2. LA CUEVA DE NERJA
Está situada en el extremo occidental de la provincia de Málaga, cerca del pueblo de Maro, término
municipal de Nerja (fig. 1A). Sus galerías externas contienen una importante secuencia litoestratigráfica
y arqueológica (salas de la Torca, la Mina y el Vestíbulo), abarcando el Pleistoceno superior final y gran
parte del Holoceno (Jordá Pardo y Aura, 2008). Esta secuencia está distribuida en las diferentes salas de
la cueva y plantea una cuestión que no conviene olvidar: se trata de un único yacimiento y las diferencias
que se aprecian entre los depósitos conservados en sus salas, contemporáneos en términos geológicos y
arqueológicos, deben ser vinculadas al uso de un gran espacio.
Los materiales que se presentan de las salas de la Mina y el Vestíbulo corresponden a las campañas de
1982 a 1985. La cerámica de la Sala del Vestíbulo ha sido objeto de publicaciones detalladas (García Borja
et al., 2010 y 2011a), por lo que en este trabajo expondremos los datos que han sufrido alguna modificación
estadística o tipológica. Las cerámicas de la Sala de la Mina se ofrecen con detalle por primera vez.
La Cueva de Nerja cuenta con una amplia serie de dataciones radiocarbónicas (Jordá Pardo y Aura, 2008).
En este trabajo únicamente se considerarán las realizadas por AMS sobre restos singulares identificados como
domésticos y que ofrecen un margen de error inferior a 100 años (tabla 1). De toda la serie obtenida, se ha
separado la fecha proveniente de un resto de ovicaprino de NM-8 (OxA-X-2457-57) por no ser coherente ni
con la sucesión estratigráfica ni con el contexto arqueológico (Aura et al., 2013). Sí incluimos el resultado de
una semilla fechada en NV-2 (Beta-284149), aunque tras el estudio estadístico y comparativo de las cerámicas
de esta sala (Vestíbulo) con las de la Mina y la relación de fechas sobre fauna de la propia Sala del Vestíbulo,
es evidente que no puede ser considerada válida a la hora de acotar su contexto material. Sin embargo, esta
última fecha refuerza la hipótesis que apunta a una ocupación de la Sala del Vestíbulo durante el Neolítico
medio, de la que no nos ha quedado rastro más allá de algunos elementos de la cultura material de fácil
percolación estratigráfica. Las fechas obtenidas presentan una gradación coherente que, de algún modo,
refuerza la secuencia de fases de ocupación de Nerja que aquí se propone.
APL XXX, 2014
[page-n-92]
La cerámica neolítica de la Cueva de Nerja: salas del Vestíbulo y la Mina
83
Fig. 1. Localización geográfica de la Cueva de Nerja y planta del primer tramo (A). Planimetría de las salas de la Mina,
el Vestíbulo y la Torca con zonas de excavación (B). Secuencia estratigráfica de los cuadros F5/E5 de la sala de la Mina
y B5/C4 de la Sala del Vestíbulo (C).
APL XXX, 2014
[page-n-93]
84
P. García Borja, J. E. Aura Tortosa, J. F. Jordá Pardo y D. C. Salazar-García
Tabla 1. Dataciones radiocarbónicas AMS sobre elemento identificado como doméstico de las salas de la Mina y el
Vestíbulo calibradas a 2 sigmas mediante curva INTCAL 2013 (Reimer et al., 2013), utilizando el software CalPal
(versión 2013) (Weniger y Jöris, 2004).
Estrato
Soporte
Ref. Lab.
Fecha BP
SD
Cal. BC (95%)
Cal. BP (95%)
NM-5
Ovis/Capra
OxA-26077
5998
31
4990 - 4790
6940 - 6740
NM-5
NM-5
Hordeum sp
Beta-284147
6070
40
5100 - 4860
7050 - 6810
Ovis aries
OxA-26078
6149
31
5250 - 4970
7200 - 6920
NM-6
Ovis/Capra
OxA-26079
6207
32
5290 - 5010
7240 - 6960
NM-7
Ovis/Capra
OxA-26080
6196
31
5260 - 5020
7210 - 6970
NM-7
Ovis/Capra
OxA-26081
6219
33
5330 - 5010
7280 - 6960
NM-8
Ovis/Capra
OxA-26082
6214
35
5330 - 5010
7280 - 6960
NM-9
Ovis/Capra
OxA-26084
6254
33
5320 - 5160
7270 - 7110
NM-10
Ovis/Capra
OxA-26085
6342
37
5410 - 5250
7360 - 7200
NM-12
Ovis/Capra
OxA-26086
6466
33
5510 - 5350
7460 - 7300
NV-2
Hordeum vulgare
Beta-284149
5050
40
3990 - 3710
5940 - 5660
NV-2
Ovis/Capra
MAMS-20437
6185
21
5230 - 5030
7180 - 6980
NV-3
Ovis aries
Beta-369357
6300
40
5350 - 5190
7300 - 7140
NV-3 (fosa)
Ovis aries
Beta-131577
6590
40
5620 - 5460
7570 - 7410
3. LA SALA DEL VESTÍBULO
La Sala del Vestíbulo ocupa el extremo meridional de una amplia boca en forma de media luna que permitía
el acceso a las primeras salas (fig. 1B). Debido a las transformaciones producidas desde 1959 para facilitar
los accesos turísticos a las galerías interiores, resulta difícil reconstruir el talud, los posibles colapsos y
la topografía de todo el arco exterior. Posiblemente estas obras pudieron sellar el yacimiento externo,
como ya hemos señalado en alguna ocasión (Aura et al., 2010a). Definida la secuencia litoestratigráfica y
arqueológica holocena, no parece necesario extendernos en este punto.
Únicamente recordar que la cerámica se documentó en cuatro niveles (fig. 1C). El primero fue
considerado como superficial por ser el que encontramos en planta una vez retirado parte del sedimento de
la sala (NV-1), si bien la mayoría del material cerámico puede adscribirse al Neolítico antiguo. El segundo
sólo presentaba materiales arqueológicos del Neolítico antiguo (NV-2). En el tercero (NV-3), junto a los
materiales arqueológicos de indudable adscripción neolítica, se documentan otros de filiación epipaleolítica
y mesolítica, cuya presencia se considera intrusiva como consecuencia del contacto irregular entre NV-3 y
NV-2 (Aura et al., 2009; Aura et al., 2010a). En definitiva, las primeras evidencias neolíticas corresponden
a los materiales incluidos en una fosa que corta NV-4 y que finalmente hemos constatado que arranca de
NV-3 y no de NV-2, como habíamos publicado en un primer momento. De esta fosa procede un resto de
Ovis aries cuya datación mediante AMS ha proporcionado la fecha de 6590±40 BP (Beta-131577), que
calibrada a dos sigmas mediante la curva INTCAL 2013 (Reimer et al., 2013), incluida en el software
CalPal versión 2013 (Weniger y Jöris 2004), nos ofrece una horquilla de 5620-5460 cal BC. En este trabajo
se presenta una nueva datación AMS realizada sobre una fragmento de epífisis distal de un radio de Ovis
aries aparecido en la capa NV-3, con resultado de 6300±40 BP (Beta-369357), y cuya calibración a dos
sigmas ofrece los límites de 5350-5190 cal BC.
APL XXX, 2014
[page-n-94]
La cerámica neolítica de la Cueva de Nerja: salas del Vestíbulo y la Mina
85
3.1. La cerámica de la Sala del Vestíbulo
El total de fragmentos analizados respecto de los anteriores trabajos (Aura et al., 2005; García Borja et al.,
2010 y 2011a) ha sufrido variaciones significativas. Ello se debe a la revisión que hemos realizado de parte
de la colección de Nerja depositada en el Museo Arqueológico de Málaga, que ha ocasionado cambios
en los porcentajes de cerámicas decoradas, especialmente en las almagras. Además, creemos conveniente
definir de forma más específica el tipo de decoraciones, pues algunas técnicas sólo aparecen en momentos
puntuales de la secuencia neolítica de la cueva. La clasificación tipológica de algunos recipientes también
Tabla 2. Técnicas decorativas de la Sala del Vestíbulo.
NV-1
Cordones lisos
Cordones impresos
Impresiones concha no dentada
Impresiones punta múltiple
Impresiones punzón romo
Impresiones punzóm afilado obícuo
Impresiones espatula
Impresiones instrumento dos puntas
Impresiones indeterminadas
Incisiones
Almagras
Labios impresos
Incrustación pasta roja
Incrustación pasta blanca
Técnicas decorativas
Fragmentos decorados
Total fragmentos
14
26%
1
NV-2
2
1%
48
24%
2
NV-3
1
1%
23
28%
2
NV-4
Limp.
-
-
1
3
9%
-
2%
1%
2%
100%
1
1
-
-
-
-
-
-
2%
5
9%
2
4%
6
11%
1
2%
6
11%
6
11%
8
15%
4
17
8%
6
3%
12
6%
7
3%
3
1%
20
10%
60
30%
6
3%
17
7
9%
2
2%
3
4%
2
2%
1
1%
12
15%
15
19%
5
6%
8
-
2
18%
1
9%
-
-
-
-
-
2
18%
-
-
-
-
-
3
3
1%
88
25%
6
2%
2
1%
29
8%
10
3%
22
6%
9
3%
5
1%
40
12%
81
23%
19
6%
32
7%
8%
10%
-
1
-
-
-
-
81
1
-
3%
58
1
-
2%
100%
17
1448
54
16%
45
16%
575
40%
202
58%
165
60%
590
41%
23%
21%
253
17%
13
1%
27%
Total
11
6
1%
9%
1
347
100%
275
100%
APL XXX, 2014
[page-n-95]
86
P. García Borja, J. E. Aura Tortosa, J. F. Jordá Pardo y D. C. Salazar-García
Fig. 2. Selección de fragmentos decorados de NV-1.
Fig. 3. Selección de fragmentos decorados de NV-2.
APL XXX, 2014
[page-n-96]
La cerámica neolítica de la Cueva de Nerja: salas del Vestíbulo y la Mina
87
ha sufrido modificaciones. Ello se debe a la utilización de una tabla tipológica que consideramos más
operativa (García Borja et al., 2011b; García Borja y Pérez Jordà, 2012), con variaciones respecto de la
utilizada en anteriores trabajos (Bernabeu et al., 2009a).
Se han analizado 1.448 fragmentos cerámicos, repartidos del siguiente modo: 575 fragmentos en NV-1,
590 en NV-2, 253 en NV-3 y 13 en NV-4 (fosa), a los que se suman 17 fragmentos procedentes de diferentes
limpiezas. A excepción del apartado de técnicas decorativas (tabla 2), las características formales del conjunto
no han sufrido variaciones importantes respecto de lo ya publicado. El cambio más significativo en las
decoraciones (figs. 2, 3 y 4) viene motivado por el aumento porcentual de cerámicas a la almagra desde los
inicios de la secuencia. Ello provoca que sus porcentajes se igualen con los de impresiones sobre el cuerpo
del vaso y cordones. Sigue sin documentarse la técnica de la impresión cardial en la sala, siendo mayoritarias
las realizadas con instrumentos apuntados en diferente posición. También destaca la inexistencia de cerámicas
impresas con gradina hasta NV-1 (fig. 2, 3). La revisión de los casos inventariados como impresiones con
instrumento de punta múltiple no ha permitido identificar la presencia de impresiones de este tipo en NV-2 y
NV-3. Se ha clasificado un fragmento en NV-2 (fig. 3, 12), si bien la técnica es impresión y leve arrastre, no
descartando que se trate de una sucesión de impresiones con instrumento de punta única.
Por lo que respecta al estudio de los vasos, finalmente el número mínimo ha quedado establecido en
50 (tabla 3). Los vasos cerámicos de la Sala del Vestíbulo presentan una tecnología con grosor de paredes
medio y fino, y superficies en su mayoría erosionadas. La colección cerámica viene marcada por el alto
grado de fragmentación de las piezas, lo que ha provocado que 17 individuos (35,4% de los vasos) queden
encuadrados en la Clase F de recipientes indeterminados.
La imagen que se desprende es la de una vajilla heterogénea, con preferencia por los recipientes
hemisféricos simples pertenecientes a la Clase B y con poca representación de contenedores medios y grandes
de la Clase C (grupos 14 y 15).
Fig. 4. Selección de fragmentos decorados de NV-3 y NV-4.
APL XXX, 2014
[page-n-97]
88
P. García Borja, J. E. Aura Tortosa, J. F. Jordá Pardo y D. C. Salazar-García
Tabla 3. Grupos tipológicos clasificados en la Sala del Vestíbulo aplicando nuestra tabla
tipológica de referencia (García Borja y Pérez Jordà, 2012).
NV-1
NV-2
NV-3
NV-4
2
-
-
-
2
Cuencos abiertos (B.6.I)
-
3
2
-
5
Cuencos cerrados (B.6.II)
1
5
2
-
8
Jarras (C.10.I)
-
1
-
-
1
Pitorros (C.10.III)
1
-
2
-
3
Cubiletes (C.11.II)
-
2
-
-
2
Cántaros (C.12.I)
2
-
1
-
3
Ollas simples (C.13.I)
-
2
-
-
2
Ollas con borde (C.13.III)
1
3
-
-
4
Contenedores (C.14.I)
-
1
-
-
1
Botellitas (D.16)
-
2
-
-
2
Microvasos (D.18)
-
1
-
1
2
Indeterminados (Clase F)
4
7
6
-
17
Total
11
27
13
1
52
Escudillas (A.2)
Total
4. LA SALA DE LA MINA
Presenta una longitud máxima de 15 m y anchura de 10 m, alcanzando una altura que oscila entre los 2 y
los 0,5 m. Su forma es irregular, aunque sensiblemente rectangular. El acceso actual a la Sala de la Mina
se realiza por la escalera que sirve de salida al recorrido turístico. Desde esta sala se accede directamente
a la Sala de la Torca, pero, en la actualidad, carece de acceso directo practicable a la del Vestíbulo, a la
que se llega desde la escalera de entrada al circuito de visita. A la Sala de la Mina, y muy probablemente
también a la del Vestíbulo, se podía acceder desde el exterior en época neolítica, pues todavía no se habían
depositado los coluviones y el caos de bloques que, procedentes de la ladera, fueron cerrando la boca
durante el Holoceno.
La pared suroeste está constituida por formaciones columnares antiguas y recientes que fosilizan
una serie de derrubios procedentes de la primitiva entrada a la sala. La pared noreste es una superficie
rocosa cóncava que desciende hasta el centro de la sala y queda revestida en su parte superior por una
brecha encostrada en las últimas etapas del Holoceno, mientras que en su parte más basal aparecen coladas
estalagmíticas anteriores a los depósitos que rellenan la sala. Su techo es plano y está constituido por
una concreción tabular de unos 30 cm de espesor máximo, laminada y continua, que alterna con zonas
de mármoles diaclasados, apareciendo en algunos puntos restos de la brecha antigua formada por clastos
angulosos de mármol rodeados por un cemento rosáceo. Las formas de reconstrucción litoquímica son
escasas y consisten en formaciones columnares antiguas muy degradadas y estalactitas de pequeña entidad
asociadas a fracturas de techo. Esta sala se encuentra rellenada de depósitos arqueológicos que tienen una
potencia máxima visible de 4-5 m, sin conocerse hasta el momento su sustrato rocoso (Jordá Pardo, 1986).
En su extremo sureste encontramos una estrecha abertura desarrollada en plano inclinado que alcanza la
escalera actual por la que, tras 10 m de angosto recorrido, comunica con la Sala del Vestíbulo y la Sala del
Colmillo (Jordá Pardo, 1986).
APL XXX, 2014
[page-n-98]
La cerámica neolítica de la Cueva de Nerja: salas del Vestíbulo y la Mina
89
4.1. Secuencia sedimentológica-litoestratigráfica
Los depósitos holocenos conservados en la Sala de la Mina poseen una complejidad ligada a la intervención
de procesos erosivos. El corte estratigráfico efectuado en la sala del que provienen los materiales que
presentamos tiene una potencia de 3,50 m, sin alcanzar la roca del sustrato. Se compone de 19 niveles
estratigráficos y siete unidades litoestratigráficas (Jordá Pardo, Aura y Jordá Cerdá, 1990; Aura et al.,
2010b) que definen los grandes eventos de sedimentación (fig. 1C).
El muro de los niveles neolíticos puede ser descrito a partir de la arroyada identificada como NM-13,
sobre la que se reconoció un nivel de dispersión desigual con morfotipos líticos, óseos y elementos de adorno
epipaleolíticos y mesolíticos (NM-12). El siguiente nivel estaba afectado por intrusiones y alguna madriguera
que incluían materiales neolíticos (NM-11, y también NM-10 en alguna de las cuadrículas). Este contexto
arqueoestratigráfico puede ser considerado similar a las fosas excavadas en NV-4, aunque la documentación
no es tan resolutiva (Aura et al., 2009 y 2013). Las intrusiones de NM-11 y NM-10 incluyen los primeros
restos neolíticos de la sala (Aura et al., 2010a). A partir de este momento las interrupciones en el registro son
apenas perceptibles hasta NM-6, donde se documenta una cicatriz erosiva que da paso a la última unidad
sedimentaria. A techo de esta cicatriz se encuentran las últimas ocupaciones neolíticas, selladas por una brecha
coronada por una corteza estalagmítica desarrollada al final del Subboreal o hacia el cambio de era.
4.2. La cerámica de la Sala de la Mina
El volumen de material analizado para la sala es de 4.107 fragmentos repartidos de la siguiente forma:
144 en NM-2, 76 en NM-3, 146 en NM-4, 33 en NM-4/5, 373 en NM-5, 183 en NM-6, 691 en NM-7, 901
en NM-8, 694 NM-9, 194 en NM-10, 89 NM-11 y 583 en lo que hemos denominado “otros”, campo que
agrupa las diferentes limpiezas de perfil y los restos recuperados en 1983 tras el derrumbe de una gran losa
en la zona de excavación que afectó a los perfiles neolíticos.
Se ha podido revisar completamente el material de NM-11 a NM-7, mientras que el resto de niveles
queda representado por una selección entre la que no se encuentran los fragmentos informes. Considerando
el porcentaje de labios aparecidos en las capas en las que no hemos podido revisar todos los fragmentos, se
calcula que la colección que presentamos ascendería a más de 7.000 fragmentos.
Se han inventariado 941 fragmentos con labio, siendo los redondeados los mejor representados (tabla
4). También aparecen labios planos, biselados y engrosados. Como hecho más significativo, cabría destacar
el porcentaje de labios biselados en NM-6 y NM-7, así como la buena representación de los engrosados
dobles en NM-4 y NM-4/5. Los labios engrosados internos almendrados, asociados a platos, escudillas y
fuentes de borde vuelto, se concentran en NM-2.
Se han identificado 831 fragmentos de borde (tabla 5), siendo los no diferenciados los más abundantes,
seguidos de los salientes, rectos y vueltos. Por capas, existen algunas variaciones porcentuales significativas,
ya que en NM-6 y NM-7 el número de bordes no diferenciados decrece, alcanzando los salientes y rectos
su mayor representación. Desde NM-5, el porcentaje de estos últimos disminuye, documentándose ahora
bordes vueltos, que en NM-2 aparecen mejor representados.
De las 36 bases identificadas (tabla 6), 10 han quedado clasificadas como convexas y 14 como planas
(10 aplanadas y 4 de pie macizo). También se han catalogado dos bases cóncavas. Por niveles, destaca el
cambio observado en NM-2, que sólo presenta bases aplanadas en número superior al resto de niveles. Las
únicas bases de tendencia cónica se han documentado en NM-4.
Se han contabilizado 580 elementos de prensión, 50 de los cuales son arranques de asa que no han
podido ser clasificados (tabla 7). Por niveles, es NM-5 el que mayor número de elementos de prensión
concentra, vislumbrándose un claro retroceso desde este momento. Los niveles NM-9 a NM-6 reúnen
gran parte de estos elementos, siendo NM-8 el segundo nivel con mayor representación. Los cordones son
APL XXX, 2014
[page-n-99]
90
P. García Borja, J. E. Aura Tortosa, J. F. Jordá Pardo y D. C. Salazar-García
Tabla 4. Fragmentos de la Sala de la Mina con labio redondeado (1), plano (2), biselado (3), engrosado interno (4),
engrosado externo (5) y engrosado doble (6). El valor 1.1 corresponde a los labios redondeados con resalte u ondulación.
1
NM-2
NM-3
NM-4
NM-4/5
NM-5
NM-6
NM-7
NM-8
NM-9
NM-10
NM-11
Otros
Total labios
78
79%
42
79%
73
78%
18
86%
1.1
-
168
13
57
5
76
9
90
7
75
3
10
3
11
3
70
6
768
49
79%
78%
84%
86%
85%
77%
100%
86%
82%
2
5
5%
6
11%
2
3
7
7%
1
2%
8
2%
9%
-
-
13
6%
6
8%
1
1%
4
4%
5
6%
2
12
6%
8
11%
9
10%
4
4%
2
2%
1
15%
8%
-
-
2
2%
46
5%
4
5%
56
6%
4
2
2%
2
1%
2
2%
1
5
6
6%
4
8%
10
11%
3
14%
16
7%
2
3%
3
3%
4
4%
4
6
1
1%
3
1%
1
1%
1
1%
1
1%
5%
1%
-
-
-
-
-
-
7
1%
3
4%
55
6%
2
2%
9
1%
Total labios
Total frag.
99
144
53
76
93
146
21
33
214
373
73
183
90
691
105
901
88
694
13
194
11
89
81
583
941
4107
11%
6%
10%
2%
23%
8%
10%
11%
9%
1%
1%
9%
100%
los más utilizados, seguidos de asas de cinta, asas anulares y mamelones. Por niveles, destaca la elevada
proporción de cordones de NM-11 a NM-6. Desde este nivel, el porcentaje decrece, pasando en NM-4 a ser
éstos poco significativos, erigiéndose los mamelones como elemento de prensión más característico. Las
asas de cinta aparecen a lo largo de todo el Neolítico antiguo (NM-11 a NM-5). En NM-5 alcanzan notable
representación, si bien se detecta su progresiva desaparición en NM-4. Las grandes asas de cinta con resalte
basal aparecen en NM-9 y NM-8. Las asas anulares están presentes a lo largo de toda la secuencia neolítica,
si bien es en su fase final cuando ofrecen mayores porcentajes. Entre las particularidades a resaltar:
los mangos de vasos sólo aparecen al final de la secuencia en NM-4 y NM-3; los únicos agujeros de
suspensión asociados a un cuello se dan en NM-9; no se han documentado asas planas de tipo cazoleta en
los niveles del Neolítico antiguo; por último, las asas pitorro se constatan en el Neolítico antiguo y medio,
no documentándose ningún ejemplar desde NM-4/5.
Técnicas decorativas
Se han contabilizado un total de 901 decoraciones sobre 728 fragmentos decorados (tabla 8; fig. 5 a 13).
La técnica mejor representada es la impresión, alcanzando mayor significación sobre cordones que sobre
cuerpos o labios.
APL XXX, 2014
[page-n-100]
La cerámica neolítica de la Cueva de Nerja: salas del Vestíbulo y la Mina
Tabla 5. Fragmentos de la Sala de la Mina con borde no
diferenciado (0), recto (1), saliente (2) y vuelto (3).
0
NM-2
NM-3
NM-4
N M 4/5
NM-5
NM-6
NM-7
NM-8
NM-9
NM-10
NM-11
Otros
Total
65
77%
35
71%
52
61%
16
76%
105
55%
25
41%
42
48%
62
64%
50
64%
4
67%
5
63%
37
58%
498
60%
1
6
7%
3
6%
10
12%
3
14%
28
15%
14
23%
16
18%
20
21%
10
13%
2
25%
6
9%
118
14%
2
9
11%
10
20%
22
26%
2
10%
56
29%
22
36%
27
31%
15
15%
18
23%
2
33%
1
13%
20
31%
204
25%
3
4
5%
1
2%
1
1%
2
1%
2
2%
1
2%
11
1%
Tot. bordes
91
Tabla 6. Bases convexas (1), cóncavas (3), planas
aplanadas (4.1) y planas de pie macizo (4.2).
Tot. frag.
1
84
144
NM-2
49
76
NM-3
85
146
NM-4
21
33
NM-5
191
373
NM-6
61
183
NM-7
87
691
NM-8
97
901
NM-9
78
694
Otros
6
194
Total
8
-
-
-
Total
4107
10%
6%
10%
3%
23%
7%
10%
11%
9%
1%
1%
8%
99%
3
4
4.2
583
831
-
4.1
89
64
3
100%
1
100%
-
-
-
1
-
-
-
-
75%
1
50%
1
33%
3
75%
2
50%
10
38%
1
50%
2
8%
1
1
25%
2
33%
67%
-
-
2
67%
2
50%
10
39%
1
25%
4
15%
4
15%
1
4%
4
15%
1
4%
3
12%
2
8%
3
12%
4
15%
4
15%
26
100%
Los cordones impresos aparecen a lo largo de toda la secuencia, concentrándose en número y porcentaje
entre NM-9 y NM-5, siendo menos significativa su presencia en el resto de niveles. Los cordones lisos,
en cambio, aparecen de forma más modesta. La frecuencia de impresiones sobre el cuerpo del vaso varía
a lo largo de la secuencia, perdurando en el Neolítico medio (NM-4 y NM-3). Dentro de las impresiones
(tabla 9), las realizadas con punzón son las más abundantes, concentrándose entre NM-9 y NM-5. Las
impresiones con gradina ocupan el segundo lugar en representación. Aparecen en NM-9 y NM-8, si bien la
gran mayoría de fragmentos pertenecen a dos únicos vasos.
Solo un ejemplar presenta impresiones pivotantes realizadas con concha no dentada en NM-10 (fig. 13,
6). Al igual que en la vecina Sala del Vestíbulo, aparece en los niveles antiguos de la secuencia. A estas
decoraciones pivotantes con instrumento curvo no dentado también nos referiremos como impresiones en
rocker. Junto al ejemplar con rocker de NM-10, hallamos dos fragmentos pertenecientes a un mismo vaso
decorados con impresiones de pequeña concha dentada que finalmente hemos clasificado como cardiales (fig.
13, 3 y 5). Además de estos fragmentos, existe otro en NM-11 que incluso valoramos pudiera ser cardial (fig.
13, 11), aunque se ha clasificado finalmente como impresión indeterminada. La categoría indeterminados
agrupa una serie de impresiones cuya matriz no ha podido ser correlacionada con un instrumento concreto.
También se han identificado impresiones de espátula, digitaciones, impresiones de tubo y de punto y raya (fig.
10, 4 y 13; fig. 8, 4), que no deben confundirse con el boquique y sus derivados (Alday y Moral, 2011).
APL XXX, 2014
[page-n-101]
92
P. García Borja, J. E. Aura Tortosa, J. F. Jordá Pardo y D. C. Salazar-García
Tabla 7. Sala de la Mina. Elementos de prensión: cordones (1), mamelones (3), mamelones perforados (4), lengüetas
(5), perforaciones de suspensión bajo el labio (6), asa pitorro (7), asa de túnel (8), mangos (9), asa plana tipo cazoleta
(10), asa de cinta (11), asa de cinta con resalte basal (13), asa anular (15) asa bi o trilobulada (16) y arranque de asa (17).
1
NM-2
NM-3
NM-4
NM-4/5
NM-5
NM-6
NM-7
NM-8
NM-9
NM-10
NM-11
Otros
Total
2
10%
2
18%
1
7%
4
36%
42
33%
17
40%
36
52%
77
65%
73
77%
8
67%
3
60%
31
56%
296
51%
3
10
50%
4
36%
1
4
1
7%
7%
-
-
15
12%
4
10%
5
7%
5
4%
2
1
2%
1
1%
6
2%
6%
-
-
1
20%
5
9%
55
9%
9
2%
5
1
5%
3
20%
1
9%
6
5%
6
14%
7
10%
10
8%
1
1%
2
17%
1
20%
3
5%
41
7%
6
7
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
1
8
4
20%
2
1%
2%
-
-
1
1%
1
1%
1
9
1
9%
1
7%
-
10
1
5%
1
1%
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
1%
2
2%
1%
1%
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
1%
9
2
-
4
2%
1
2%
3
1%
11
13
-
-
2
18%
5
45%
21
17%
2
5%
7
10%
11
9%
4
4%
1
8%
5
9%
58
10%
2
2%
1
15
1
5%
2
18%
4
27%
1
9%
19
15%
4
10%
6
9%
4
3%
3
16
4
3%
1
1%
-
1%
3%
-
-
-
-
-
-
3
1%
3
5%
47
8%
5
1%
17
1
5%
4
27%
15
12%
8
19%
6
9%
5
Total
Frag.
20
144
11
76
15
146
11
33
126
373
42
183
69
691
119
901
95
694
12
194
5
89
55
583
580
4107
3%
2%
3%
2%
22%
7%
12%
4%
21%
3
3%
1
16%
8%
7
13%
50
9%
2%
1%
9%
100%
La incisión está presente a lo largo de toda la secuencia, dándose en mayor porcentaje desde NM-4.
De los 147 fragmentos incisos recuperados en estratigrafía, 37 se encuentran combinados con la técnica de
la impresión. Las cerámicas inciso-impresas no hacen su aparición hasta NM-9. Su porcentaje es siempre
menor al de las incisas no combinadas hasta NM-5. En NM-4/5 y NM-4 no se han documentado cerámicas
inciso-impresas, apareciendo de nuevo un fragmento en NM-3 y dos en NM-2.
Otra de las técnicas que aparece en elevado porcentaje es el tratamiento a la almagra (fig. 7, 30 y 31;
fig. 8, 1 a 3; fig. 11, 4, 7, 10 y 28; fig. 12, 2; fig. 13, 10). Esta técnica alcanza su mayor representación
porcentual en NM-7. La ausencia de esta técnica en NM-4/5 a NM-3 debe ser valorada de forma más
detallada. Los fragmentos que hemos revisado de estos estratos corresponden en su mayoría a una selección
de formas y decoraciones realizada tras la excavación. En recientes revisiones sobre fragmentos informes
que se encuentran en el Museo Arqueológico de Málaga se ha detectado que esta selección no siempre es
completa, inventariándose nuevos fragmentos a la almagra tanto en Mina como en Vestíbulo. Por tanto,
aunque es incuestionable el decrecimiento porcentual de esta técnica y su menor calidad en los momentos
finales del Neolítico antiguo (fig. 7, 30 y 31), en próximas revisiones los porcentajes posiblemente variarán.
El tratamiento a la almagra puede aparecer combinado con labios impresos, cordones lisos y, sobre todo,
con incisiones e impresiones.
APL XXX, 2014
[page-n-102]
93
La cerámica neolítica de la Cueva de Nerja: salas del Vestíbulo y la Mina
Tabla 8. Sala de la Mina. Técnicas decorativas esenciales: mamelones (1), cordones lisos (2.1), cordones
impresos (2.2), impresiones (3/4), incisiones (5), peinada (7), almagra (8), pintada (9), labios impresos (10)
y relleno de colorante (11).
1
NM-2
NM-3
NM-4
NM-4/5
NM-5
-
NM-7
NM-8
NM-9
NM-10
NM-11
Otros
Total
13%
-
-
-
-
6
4%
NM-6
2.1
1
1
1%
7
1%
3
2.2
1
3/4
1
5
3
7
1
13%
13%
38%
2
4
10
1
4
52%
2
35
40
9
8
3%
6
27%
2
22%
15
22%
76
8%
2
8
1
19
5%
-
17
23
2
-
13
20%
2%
-
1
40%
7
-
59%
10%
14%
-
56%
39%
13%
12
24%
34
29%
70
38%
65
28%
2
9%
1
11%
16
23%
224
25%
24%
8
16%
27
23%
50
28%
13
27%
16
14%
25
27%
13%
59
17
25%
7
32%
1
11%
12
17%
221
25%
7%
3
14%
1
11%
7
10%
154
17%
-
22%
3%
13%
9
-
11%
30%
16%
-
8
1
3%
17%
1
2%
5
1%
6%
7
14%
31
26%
21
11%
49
21%
2
22%
12
17%
131
15%
2
2%
2
-
10
1
13%
1
6%
1
3%
11
-
-
-
6
5
4%
2
4%
3
3%
7
3%
3
3%
4
Total
8
1%
18
Frag. dec.
6
Frag.
144
17
76
1%
2%
2%
33
32
4%
10
4%
10
1%
1%
144
124
16%
49
5%
118
13%
186
183
103
691
144
901
14%
21%
20%
16
21
235
160
1
5%
1
11%
5
7%
44
5%
3
14%
1
11%
37
4%
26%
22
2%
9
1%
69
8%
901
100%
373
43
6%
2%
9%
33
17%
4%
7%
146
694
22%
18
194
7
89
64
583
728
4107
3%
1%
9%
100%
La utilización de colorante rojo en la decoración de los vasos cerámicos queda también constatada
con la utilización de pasta roja en el relleno de incisiones e impresiones, muy mayoritarias. 37 fragmentos
conservan restos de colorante rellenando el negativo de las decoraciones, todos de color rojo excepto
tres que presentan colorante blanco en NM-5, NM-7 y NM-11. El fragmento de NM-11 muestra también
tratamiento a la almagra (fig. 13, 10), con lo que la pasta blanca le confiere una mayor vistosidad.
Otra de las técnicas que aparece a lo largo de toda la secuencia es la impresión en los labios. Las matrices
resultantes son diversas, pudiendo interpretarse algunas como incisiones o impresiones con instrumento de
más de una punta. Se concentran entre NM-9 y NM-5. La combinación entre labios y cordones impresos
sólo se documenta en NM-9 y NM-8, ocupando un 65% de los fragmentos con labio impreso en NM-9.
Por último, destacar la presencia testimonial de decoración con mamelones en seis fragmentos de NM-5
y otro aparecido en las limpiezas del derrumbe de 1983, de dos fragmentos decorados con pintura negra en
NM-7 (fig. 9, 7) y de cinco fragmentos con superficies peinadas en NM-5 (fig. 7, 25), NM-4 (fig. 6, 2 y 3),
NM-3 (fig. 5, 10) y “Otros”. Además, en NM-3 existen superficies peinadas con una técnica poco cuidada.
Se trata de un tratamiento cuya ejecución nos recuerda a la que se documenta en el este peninsular durante
el Neolítico medio, si bien la matriz resultante es más profunda y menos cuidada.
APL XXX, 2014
[page-n-103]
94
P. García Borja, J. E. Aura Tortosa, J. F. Jordá Pardo y D. C. Salazar-García
Tabla 9. Sala de la Mina. Decoraciones impresas: cardial (3.1), concha no dentada (4.1), gradina (4.2), punzón
en posición vertical (4.3.1), punzón en posición oblicua (4.3.2), punto y raya (4.4), espátula (4.5), digitaciones/
ungulaciones (4.6), tubo (4.7), indeterminadas (4.8), indeterminables (4.9).
3.1
NM-2
4.3.1
4.3.2
4.4
4.5
4.6
4.7
4.8
4.9
1
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
NM-9
-
-
NM-8
-
-
NM-7
-
-
NM-6
-
-
NM-5
-
-
NM-4/5
-
-
NM-4
-
2
1
5
10%
19
32%
-
29%
14%
-
-
-
-
-
-
2
1
-
11%
NM-11
Otros
Total
4.2
-
NM-3
NM-10
4.1
1%
24
2
50%
3
23%
3
75%
9
26%
1
13%
8
30%
11
22%
28
47%
1
14%
5
42%
72
33%
1
25%
4
31%
17
49%
3
38%
9
33%
18
36%
5
8%
3
38%
1
4%
2
4%
-
2
2
15%
1
6%
3%
-
-
1
4%
3
6%
5
2
4%
2
8%
3%
2
6%
1
13%
1
4%
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
4
33%
61
28%
6
3%
11
5%
Fig. 5. Selección de fragmentos de NM-2 (1-4) y NM-3 (5-11).
APL XXX, 2014
1
25%
8
4%
4
2%
1
8%
1
25%
3
3
23%
1
9%
3%
-
-
7
26%
6
3
12%
6%
-
-
3
43%
1
100%
3
25%
25
11%
7
3%
Frag. impr.
1
1%
4
2%
13
6%
4
2%
35
16%
8
4%
27
12%
50
23%
59
27%
7
3%
1
1%
12
5%
221
100%
[page-n-104]
La cerámica neolítica de la Cueva de Nerja: salas del Vestíbulo y la Mina
95
Fig. 6. Selección de fragmentos de NM-4.
Fig. 7. Selección de fragmentos de NM-5.
APL XXX, 2014
[page-n-105]
96
P. García Borja, J. E. Aura Tortosa, J. F. Jordá Pardo y D. C. Salazar-García
Fig. 8. Selección de fragmentos de NM-6 (1-12) y NM-7 (13-30).
Tipología de los vasos
El número mínimo de vasos diferenciados en la Sala de la Mina es de 175. A la hora de asignar a un
fragmento o grupo de fragmentos la categoría de vaso, se han aplicado criterios más restrictivos que en
otras ocasiones (García Borja et al., 2011b). El objetivo es definir la tendencia evolutiva de las formas
cerámicas a partir de parámetros formales y distintivos, siendo la posibilidad de orientar la pieza y establecer
sus características métricas los aspectos que más han primado. Como consecuencia, algunas decoraciones
singulares aparecidas en fragmentos informes no han quedado representadas. Pese a estas premisas, en
28 casos (16%) no se han podido establecer los parámetros necesarios para su clasificación tipológica,
quedando encuadrados en la Clase F o indeterminada (tabla 10).
En conjunto, la Clase C es la mejor representada con un 40% del total. Por niveles, presenta siempre los
porcentajes más elevados hasta NM-4, momento desde el que la tipología presenta cambios significativos
(tabla 11). Dentro de la Clase C, destaca la presencia de la mayoría de contenedores grandes (C.15) a partir
de NM-5, nivel en el que la variabilidad de la vajilla se corresponde con una intensa ocupación de la sala.
Anteriormente a este momento, sólo se documentó un gran contenedor en NM-9, siendo la mayoría de tamaño
medio (C.14), acompañados de cántaros para el almacenamiento de líquido (C.12). Las ollas (C.13) aparecen
desde los momentos iniciales de la secuencia de la sala, con importante presencia a lo largo de todo el Neolítico,
decreciendo su representación a partir de NM-5. Se han identificado tres vasos de pequeñas dimensiones y
APL XXX, 2014
[page-n-106]
La cerámica neolítica de la Cueva de Nerja: salas del Vestíbulo y la Mina
97
Fig. 9. Selección de fragmentos de NM-7.
perfil compuesto (C.9), dos ejemplares en NM-4 y uno en NM-7. El grupo de los cubiletes y cuencos pequeños
(C.11) aparece durante todo el Neolítico antiguo, clasificándose un ejemplar también en NM-2.
La Clase B es la segunda en representación, alcanzando los cuencos de perfil sencillo el porcentaje más
elevado. Éstos aparecen a lo largo de todo el Neolítico antiguo pleno, pero también en los niveles más recientes.
Los subtipos que presentan labio diferenciado no han proporcionado ninguna diferenciación cronológica,
documentándose en NM-8, NM-6, NM-5, NM-4 y NM-3. Los cuencos con borde diferenciado o perfil
compuesto (B.8) aparecen en número muy reducido desde NM-5, evidenciándose su ausencia ya en NM-3.
Los vasos de Clase A se documentan de forma testimonial en el Neolítico medio y antiguo, en esta
última fase únicamente en las excavaciones de Pellicer y Acosta, concentrándose la mayoría de los vasos
en NM-2. Los grupos tipológicos documentados son varios, existiendo escudillas (A.2.I), cazuelas (A.2.II)
y fuentes (A.4), algunas de ellas carenadas (A.3.II y A.5.I) y otras de borde vuelto (A.5.II).
La evolución de la tipología por niveles (figs. 14 a 25) presenta cambios significativos a partir del
Neolítico medio, cuestión que se recoge en el siguiente apartado.
5. LA SECUENCIA EVOLUTIVA DE LA CERÁMICA DE LA CUEVA DE NERJA
La puesta en común de los resultados del estudio de la cerámica, las secuencias estratigráficas de las
salas del Vestíbulo y la Mina, las dataciones radiocarbónicas sobre elementos domésticos, los materiales
arqueológicos no cerámicos y los trabajos realizados por Pellicer y Acosta en la Sala de la Mina, permiten
establecer una propuesta de ordenación cronocultural para las diferentes fases de ocupación de la Cueva de
Nerja en el marco de las periodizaciones de ámbito mediterráneo. En líneas generales discurre paralela a la
APL XXX, 2014
[page-n-107]
98
P. García Borja, J. E. Aura Tortosa, J. F. Jordá Pardo y D. C. Salazar-García
Fig. 10. Selección de fragmentos de NM-8.
Tabla 10. Clases tipológicas a lo largo de la secuencia neolítica en la Sala de la Mina.
2
Clase A
Clase B
Clase C
Clase D
Clase F
Total
APL XXX, 2014
18
53%
6
18%
2
6%
7
21%
1
3%
34
19%
3
1
10%
5
50%
3
30%
1
10%
10
6%
4
5
46%
5
4-5
1
50%
1
46%
50%
-
-
1
9%
11
6%
2
1%
5
6
7
8
9
10
11
Otros
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
11
24%
18
40%
4
9%
12
27%
45
26%
3
43%
4
57%
7
4%
1
6%
11
69%
1
6%
3
19%
16
9%
8
42%
9
47%
2
11%
19
11%
1
5%
12
63%
1
5%
5
26%
19
11%
1
2
3
43%
2
50%
67%
29%
-
-
-
1
50%
2
1%
1
33%
3
2%
2
29%
7
4%
Total
20
11%
43
25%
70
40%
14
8%
28
16%
175
100%
[page-n-108]
La cerámica neolítica de la Cueva de Nerja: salas del Vestíbulo y la Mina
99
Fig. 11. Selección de fragmentos de NM-9.
Fig. 12. Selección de fragmentos
de NM-10 (1) y NM-9 (2-6).
APL XXX, 2014
[page-n-109]
100
P. García Borja, J. E. Aura Tortosa, J. F. Jordá Pardo y D. C. Salazar-García
Tabla 11. Grupos y tipos de los vasos cerámicos diferenciados en los niveles neolíticos de la Sala de la Mina.
2
3
4
4/5
5
6
7
8
9
10
11
Otros
Escudillas/cazuelas
A.2.I
A.2.II
6
5
1
1
1
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
7
6
1
Cazuelas compuestas
A.3.II
2
2
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
2
2
Fuentes sencillas
A.4.I
5
5
-
-
1
1
-
-
-
-
-
-
-
-
6
6
Fuentes compuesta
A.5.I
A.5.II
5
3
2
-
-
-
-
5
3
2
Cuencos sencillos
B.6.I
B.6.II
5
3
2
6
3
3
4
3
1
-
2
2
-
40
19
21
3
1
1
1
-
-
-
-
-
-
-
-
10
4
6
3
1
2
1
1
8
3
5
1
1
-
1
1
-
-
-
-
-
-
-
1
1
-
Total
Cuencos compuestos
B.8.II
B.8.III
B.8.IV
-
-
1
1
-
Compuestos y profundos
C.9.I
C.9.III
-
-
2
1
1
-
-
-
1
1
-
-
-
-
-
3
1
2
Cubiletes
C.11.I
C.11.II
C.11.III
1
1
-
-
-
-
4
2
2
-
3
1
2
-
2
1
1
-
2
1
1
-
-
-
1
1
-
13
4
7
2
Cántaros
3
1
2
C.12.I
C.12.II
-
1
-
-
1
-
-
1
2
1
-
1
1
-
-
-
4
4
Ollas
C.13.I
C.13.II
C.13.III
-
1
1
-
2
1
1
-
7
5
2
4
1
3
3
2
1
3
2
1
5
2
1
2
-
2
1
1
1
1
-
28
16
1
11
Contenedores medios
C.14.I
C.14.II
C.14.III
C.14.IV
-
1
1
-
1
1
-
4
3
1
-
-
1
1
-
3
3
-
2
1
1
-
1
1
-
-
-
13
9
2
1
1
Contenedores grandes
C.15.I
C.15.II
C.15.III
1
1
-
-
-
3
1
2
-
-
-
1
1
-
-
-
-
5
1
1
3
APL XXX, 2014
1
1
8
[page-n-110]
La cerámica neolítica de la Cueva de Nerja: salas del Vestíbulo y la Mina
101
Tabla 11. (cont.)
2
3
4
4/5
5
6
7
8
9
10
11
Otros
Total
Cucharas con mango
D.17.I
1
1
1
1
-
-
2
2
-
-
-
-
-
-
-
4
4
Microvasos
D.18
1
1
-
-
-
1
1
-
1
1
-
1
1
-
-
-
4
4
-
-
-
-
-
-
-
1
1
Tapaderas
D.19.II
-
-
-
-
1
1
Formas de barro cocido
D.20
5
5
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
5
5
Clase F
1
-
1
-
12
-
3
2
5
1
1
2
28
Total
33
11
11
2
45
7
16
19
19
2
3
7
175
Fig. 13. Selección de fragmentos de NM-10 (1-8) y NM-11 (9-13).
APL XXX, 2014
[page-n-111]
102
P. García Borja, J. E. Aura Tortosa, J. F. Jordá Pardo y D. C. Salazar-García
Fig. 14. Selección de vasos de NM-2.
Fig. 15. Selección de vasos de NM-2.
APL XXX, 2014
[page-n-112]
La cerámica neolítica de la Cueva de Nerja: salas del Vestíbulo y la Mina
103
Fig. 16. Selección de vasos de NM-3.
Fig. 17. Selección de vasos de NM-4 y NM-4/5 (121-122).
APL XXX, 2014
[page-n-113]
104
P. García Borja, J. E. Aura Tortosa, J. F. Jordá Pardo y D. C. Salazar-García
Fig. 18. Selección de vasos de NM-5.
Fig. 19. Selección de vasos de NM-5.
APL XXX, 2014
[page-n-114]
La cerámica neolítica de la Cueva de Nerja: salas del Vestíbulo y la Mina
105
Fig. 20. Selección de vasos de NM-5.
Fig. 21. Selección de vasos de NM-6.
APL XXX, 2014
[page-n-115]
106
P. García Borja, J. E. Aura Tortosa, J. F. Jordá Pardo y D. C. Salazar-García
Fig. 22. Selección de vasos de NM-7.
Fig. 23. Selección de vasos de NM-8.
APL XXX, 2014
[page-n-116]
La cerámica neolítica de la Cueva de Nerja: salas del Vestíbulo y la Mina
107
Fig. 24. Selección de vasos de NM-9.
Fig. 25. Selección de vasos de NM-10 (3) y NM-11 (2 y 46).
APL XXX, 2014
[page-n-117]
108
P. García Borja, J. E. Aura Tortosa, J. F. Jordá Pardo y D. C. Salazar-García
propuesta para el Neolítico valenciano (García Borja et al., 2012), con unos límites cronológicos propios
adaptados al Neolítico de la costa malagueña: Neolítico antiguo (circa 5600-4800 cal BC); Neolítico medio
(circa 4800-3700 cal BC) y Neolítico final (circa 3700-2900 cal BC).
Las ocupaciones más intensas se documentan durante el Neolítico antiguo, que hemos subdividido en
4 fases: Neolítico antiguo arcaico (circa 5600-5475 cal BC); Neolítico antiguo inicial (circa 5475-5300
cal BC); Neolítico antiguo pleno (circa 5300-5100 cal BC); Neolítico antiguo final (circa 5100-4800 cal
BC). Durante el Neolítico medio, la cueva sigue siendo utilizada por grupos agricultores en dos fases
que hemos denominado Neolítico medio I (circa 4800-4300 cal BC) y Neolítico medio II (circa 43003700). Finalmente, distinguimos una última fase de ocupación en la Sala de la Mina asociada al Neolítico
final (circa 3700-2900 cal BC), equiparable con el horizonte de las cazuelas carenadas. Existen algunas
formas abiertas con labios almendrados que podrían fecharse en los momentos iniciales del Calcolítico
precampaniforme (circa 2900-2500 cal BC), si bien la gran mayoría remiten al Neolítico final.
Cada uno de los estratos diferenciados durante el proceso de excavación ha sido tratado como una unidad
homogénea, en cuya ordenación última se tendrán en cuenta los materiales cerámicos, dataciones radiocarbónicas
y características litoestratigráficas. La existencia de alteraciones entre los niveles de contacto ha sido una
cuestión que hemos tratado más detenidamente en anteriores publicaciones (Aura et al., 2010a: fig. 2a). Somos
conocedores de la existencia de alteraciones de origen antrópico y medioambiental en las secuencias neolíticas
de cuevas que presentan más de una ocupación (Fortea y Martí, 1984-85; Bernabeu, Pérez y Martínez, 1999;
Zilhão, 2011); Nerja, por tanto, no constituye ninguna excepción (Aura et al., 2010a y 2010b).
Un sencillo análisis de la dispersión estratigráfica de los fragmentos que forman parte de algunos
vasos cerámicos muestra que existe cierta movilidad. En la Sala del Vestíbulo, hay un vaso que presenta
fragmentos en los tres estratos neolíticos diferenciados. En el resto de casos en los que se documenta
movilidad de fragmentos de un mismo vaso, se produce entre NV-3/NV-2 o entre fragmentos de NV-2
y NV-1, nunca entre fragmentos de NV-3 y NV-1. En la Sala de la Mina únicamente se ha documentado
movimiento de fragmentos de un mismo vaso en 12 casos, concentrándose los movimientos entre NM-9
y NM-5. Los vasos 1, 6, 12, 33 y 49 presentan fragmentos cerámicos en NM-9 y NM-8, los vasos 8 y 42
en NM-8 y NM-7 y los vasos 14 y 63 en NM-7 y NM-5. En cuanto al vaso 7, cuatro de sus fragmentos
aparecieron en NM-9 y uno en NM-5, si bien este último presenta un alto grado de erosión y evidencias
de rodadura en su superficie. Existen fragmentos del vaso 24 en NM-8 y NM-5. Finalmente el vaso 30,
encuadrado en NM-8, presenta algún pequeño fragmento en NM-11.
Además, la cerámica de cada sala ofrece alguna particularidad, con porcentajes no siempre coincidentes
entre niveles equivalentes. Ello es debido a la muestra de materiales estudiada, las distintas posibles
funciones de las diferentes salas, la complicada estratigrafía de un yacimiento en cueva con múltiples
ocupaciones, pero, sobre todo, a las propias características del Neolítico antiguo andaluz y su indefinición.
5.1. Neolítico antiguo arcaico
Se ha incluido esta fase a pesar de que, hasta la fecha, no existe ninguna colección claramente asimilable a
ella en toda Andalucía. Los conjuntos peninsulares encuadrados en dicha fase son todavía escasos, si bien
contamos con alguna aproximación a la caracterización de su registro cerámico (Bernabeu et al., 2011a).
Conscientes de la dificultad existente a la hora de discriminar qué fragmentos cerámicos de la Cueva de Nerja
pertenecen a estos momentos arcaicos, únicamente podemos señalar que algunos de ellos y una datación
radiocarbónica de la Sala del Vestíbulo se asociarían a un momento de ocupación pionera. El fragmento de
oveja fechado se localizó en una fosa a la que denominamos NV-4 por encontrarse cortando a este nivel, si
bien arranca de NV-3. En ella se recuperaron escasos fragmentos cerámicos entre los que destaca uno impreso
(fig. 4, 18). Cabe plantearse que parte de los materiales de NV-3 pertenezcan a este momento arcaico y parte a
la fase posterior o Neolítico antiguo inicial, sin poder determinar con exactitud cuáles son.
APL XXX, 2014
[page-n-118]
La cerámica neolítica de la Cueva de Nerja: salas del Vestíbulo y la Mina
109
NV-3 se caracteriza por la presencia de labios redondeados en su gran mayoría, documentándose
también planos, biselados y engrosados. Los bordes no diferenciados presentan porcentajes del 70%,
documentándose también bordes rectos y salientes. No se han identificado bases. Los elementos de prensión
más numerosos son los cordones, seguidos de las asas de cinta, asas anulares, lengüetas y asas pitorro.
Las técnicas decorativas están dominadas por la impresión (fig. 4), tanto en cordones como en el cuerpo
del vaso. Dentro de esta técnica encontramos gran variedad. Las impresiones realizadas con un punzón
romo en posición horizontal son las más numerosas, seguidas de las de espátula (una muy similar a las
realizadas con Pecten jacobaeus reconocidas en yacimientos arcaicos; fig. 4, 1), las pivotantes con concha
no dentada, las de punzón afilado en posición oblicua y las de instrumento de dos puntas. La segunda
técnica en representación es el baño a la almagra, seguida de las incisiones, incrustaciones de pasta roja y
cordones lisos.
Tipológicamente, NV-3 y NV-4 se caracterizan por la presencia de formas derivadas de la esfera,
principalmente cuencos (B.6). También se documentan microvasos (D.18), cántaros (C.12.) y jarras con
asa pitorro (C.10.III).
Para describir las temáticas decorativas utilizaremos la propuesta realizada para el País Valenciano
(Bernabeu et al., 2011b). Son poco complejas, formadas en su mayoría por un único motivo simple. Se
documentan mosaicos que ocupan toda la superficie del vaso, apliques de tendencia horizontal, bandas
simples o limitadas de lectura horizontal que en ocasiones aparecen seriadas, líneas y temáticas cubrientes
realizadas con pinturas (almagras).
No encontramos niveles atribuibles a esta fase en la Sala de la Mina (Pellicer y Acosta, 1997).
5.2. Neolítico antiguo inicial
Fase documentada en las salas del Vestíbulo (parte de los materiales de NV-3 y NV-2) y la Mina (NM-11
y NM-10). A las características descritas en el punto anterior se suman otras que permiten atribuir mayor
complejidad y variedad tanto en la tipología de las producciones como en su decoración. Se define por la
presencia de labios redondeados, documentándose también planos, biselados y engrosados. Los bordes son
en su mayoría no diferenciados, apareciendo en menor porcentaje los bordes rectos y salientes. Las bases
son convexas, con algunos ejemplares de base plana de talón. Los elementos de prensión están dominados
por cordones, acompañados de lengüetas, asas de cinta, asas anulares y asas pitorro.
La técnica decorativa más utilizada es la impresión (figs. 3, 4 y 13), tanto en cordones como en el
cuerpo del vaso. Dentro de esta técnica encontramos gran variedad en las matrices resultantes por la
utilización de numerosos instrumentos. Es significativa la presencia de algunas en particular, como las
realizadas con instrumento curvo o concha no dentada (rocker), que podría ser exclusiva de este horizonte.
Los únicos fragmentos impresos con concha dentada aparecen en estos momentos. En nuestro caso,
aunque consideramos que cualquier decoración realizada con la impresión de una concha dentada debe ser
clasificada como cardial, hay que admitir ciertas particularidades en los escasos fragmentos de Nerja (fig.
13, 3 y 5), que utilizan un tipo de concha poco común por su pequeño tamaño, pese a disponer de las usadas
más frecuentemente en el cardial franco-ibérico como atestiguan los estudios de malacofauna (Aura et al.,
2013). Cabe señalar que en la Sala de la Mina está atestiguada la presencia de, al menos, un fragmento
cardial realizado con concha dentada similar a las empleadas en el País Valenciano (García Borja et al.,
2010: fig. 9, 84), que creemos debe encuadrarse en esta fase si bien carece de contexto estratigráfico.
La diversidad de técnicas decorativas y la utilización de especies marinas poco comunes, llevó a M. Pellicer
a clasificar algunos ejemplares impresos como “cardialoides”. Este término ha introducido cierta confusión,
pues se trata de impresiones realizadas con gradinas, espátulas u otros instrumentos dentados, cuya impronta
resulta similar a la cardial (Pellicer y Acosta, 1997: 170). En la revisión de parte de los materiales cerámicos
recuperados por Pellicer y Acosta en la Sala de la Mina hemos podido localizar fragmentos “cardialoides”
APL XXX, 2014
[page-n-119]
110
P. García Borja, J. E. Aura Tortosa, J. F. Jordá Pardo y D. C. Salazar-García
(fig. 26), comprobando que, en realidad, se trata de cerámicas impresas con instrumento de punta múltiple o
gradina, impresiones con instrumento curvo similar al microrocker e incluso con concha dentada de pequeñas
dimensiones (fig. 26, 2). Este último ejemplar forma parte del mismo vaso cardial que hemos diferenciado en
la Sala de la Mina fruto de las excavaciones de Jordá Cerdá. La gran mayoría de las cerámicas clasificadas
como “cardialoides” aparecen en la fase del Neolítico antiguo pleno.
Además de estas técnicas, se documentan impresiones realizadas con otros instrumentos, siendo las
de punzón en posición horizontal y oblicua las más numerosas. Los labios impresos están documentados.
La almagra ocupa el segundo lugar en porcentaje de representación. La utilización de colorante rojo en
la decoración de las cerámicas también es muy utilizado para rellenar impresiones e incisiones. Otras
decoraciones que aparecen frecuentemente son las incisiones, en contadas ocasiones combinadas con la
impresión y los cordones lisos.
Tipológicamente, la Clase C presenta mayor representación, siendo el grupo de las ollas (C.13) el más
numeroso, seguido de cubiletes (C.11), jarros (C.10), cántaros (C.12), jarras con asa pitorro (C.10.III)
y contenedores de tamaño medio (C.14). La Clase B está representada únicamente por cuencos (B.6).
También aparecen botellitas (D.16) y microvasos (D.18) de la Clase D.
Las temáticas decorativas están formadas en su mayoría por un único motivo simple. Las composiciones
de recorrido vertical quedan constatadas. Se observan apliques de tendencia horizontal y oblicua, bandas
simples o limitadas de lectura horizontal que en ocasiones aparecen seriadas, mosaicos, líneas seriadas,
temáticas cubrientes realizadas con pinturas (almagras), frisos que incorporan composiciones verticales y
las primeras metopas.
El nivel atribuible a esta fase en las excavaciones de Pellicer y Acosta (1997) en el corte NM-80A sería
NM-5, mientras que en el corte NM-80B serían NM-10A y NM-10B.
Fig. 26. Fragmentos cardialoides de la sala de la Mina recuperados en las excavaciones de Pellicer y Acosta (1997).
Todos pertenecientes a nuestra fase plena excepto el nº 4 que se localizó en un estrato de la fase inicial.
APL XXX, 2014
[page-n-120]
La cerámica neolítica de la Cueva de Nerja: salas del Vestíbulo y la Mina
111
5.3. Neolítico antiguo pleno
Fase documentada en parte de NV-2 y de NV-1 de la Sala del Vestíbulo y en NM-9 a NM-6 de la Sala de la Mina
(figs. 2, 8, 9 y 10). Se corresponde con la ocupación más intensa, pasando la cueva a ser utilizada como espacio
en el que se realizan múltiples actividades domésticas, productivas o funerarias. Los labios son generalmente
redondeados, documentándose también planos, biselados y engrosados. Los bordes son mayoritariamente
no diferenciados, con buena representación de bordes salientes y rectos, siendo testimonial la presencia de
bordes vueltos. Las bases son aplanadas, con algún ejemplar de base plana de talón y perduración de bases
convexas. Casi la totalidad de los vasos muestran elementos de prensión, con amplia variabilidad en sus tipos.
Los cordones son los mejor representados, seguidos de asas de cinta verticales, algunas con resalte basal, y
asas anulares. También se documentan mamelones, lengüetas, asas de túnel y asas pitorro.
La técnica decorativa más utilizada es la impresión, en cordones, labios y en el cuerpo del vaso. La
impresión sobre cordones supone el porcentaje más elevado, observándose un cambio de tendencia en NM6, momento en el que los cordones lisos alcanzan mayor representación. Este cambio quedará constatado
en la fase posterior. El porcentaje de impresiones es elevado, superando a las incisiones hasta NM-6. Los
instrumentos utilizados para la realización de impresiones son variados: espátulas, peines, tubos, dedos, uñas
o punzones orientados en diferentes posiciones, incluyéndose la mayoría de las impresiones identificadas
por Pellicer y Acosta como “cardialoides”.
En esta fase se documentan por primera vez las impresiones realizadas con gradina. La cerámica cardial
desaparece, tendencia que también parece documentarse en las impresiones de concha no dentada. Los
porcentajes de tratamientos a la almagra y de relleno de pasta roja en la decoración se mantienen elevados,
constatándose en algún caso el relleno de pasta blanca. Existe algún ejemplo de decoración pintada
formando bandas de color negro.
Tipológicamente, se caracteriza por la elevada presencia de vasos pertenecientes a la Clase C. Los
tipos identificados responden a una vajilla doméstica en la que ollas (C.13), contenedores medios (C.14),
cántaros (C.12) y cubiletes (C.11) están bien representados. Los vasos de Clase B ocupan el segundo lugar
en importancia cuantitativa, documentándose únicamente cuencos de perfil sencillo (B.6). La Clase D es
testimonial, siendo los microvasos (D.18) el único tipo constatado.
Las temáticas decorativas se diversifican, encontrándose composiciones de recorrido horizontal y vertical
formadas por motivos simples y complejos. Los apliques de tendencia horizontal son mayoritarios, y también
aparecen bandas simples o limitadas, frisos formados por ángulos, un glifo representado por un motivo ramiforme
(fig. 10, 5), metopas, líneas, bandas limitadas y temáticas cubrientes realizadas con pinturas (almagras).
Los niveles atribuibles a esta fase en las excavaciones de Pellicer y Acosta (1997) en el corte NM-80A
serían NM-3 y NM-4, y en el corte NM-80B, NM-8 y NM-9.
5.4. Neolítico antiguo final
Localizado en NM-5 (figs. 7, 18, 19 y 20), se caracteriza por la presencia de labios redondeados, existiendo
también planos, biselados y engrosados. Los bordes son en su mayoría no diferenciados, con mayor
proporción de salientes que de rectos. Los bordes vueltos aparecen de forma testimonial.
Los elementos de prensión más utilizados son los cordones, si bien en menor número que en las fases
anteriores. Los mamelones están bien representados, así como las asas de cinta verticales y anulares. Se
documentan por primera vez las asas planas de tipo cazoleta. También hay presencia de asas de túnel, pitorro
y bilobuladas.
El porcentaje de cerámicas decoradas sigue siendo elevado, documentándose algunos cambios respecto
de la fase anterior, como la mayor abundancia de cordones lisos frente a los impresos, o el incremento de
incisiones con respecto a impresiones. Dentro de estas últimas, las realizadas con un instrumento de punta
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P. García Borja, J. E. Aura Tortosa, J. F. Jordá Pardo y D. C. Salazar-García
única en posición oblicua son las mejor representadas, seguidas de las colocadas en posición horizontal.
También se observan impresiones de tubo y de espátula, y digitaciones. No aparecen impresiones cardiales,
de gradina, de concha no dentada o de punto y raya. La proporción de cerámicas a la almagra decrece,
pasando a ser engobes y aguadas, y también disminuyen las incrustaciones de pasta roja en las decoraciones.
Como novedad más significativa, hay que señalar la presencia por primera vez de superficies peinadas y la
decoración mediante pastillaje o mamelones.
Tipológicamente, esta fase se caracteriza por la buena representación de vasos de Clase C y el aumento
de la Clase D. Por grupos, dentro de la Clase C se contabilizan ollas (C.13), contenedores medios (C.14),
cubiletes (C.11), orzas y tinajas (C.15). En la Clase B, son los cuencos de perfil sencillo (B.6) los que siguen
apareciendo con mayor frecuencia, además de algún otro tipo de forma testimonial (B.8). La Clase D aumenta
en número, constatándose cucharas con mango (D.17.I), microvasos (D.18) o tapaderas (D.19). Finalmente,
aunque no ha podido ser clasificado ningún vaso completo, se documentan los primeros perfiles carenados.
Las temáticas decorativas se simplifican, con composiciones de recorrido horizontal y vertical. Las
bandas no limitadas realizadas con punzón en posición oblicua y localizadas en el borde del vaso son
las más numerosas. También se documentan bandas limitadas, metopas, mosaicos y frisos. Las temáticas
cubrientes a base de pintura son más escasas y de menor calidad.
El nivel atribuible a esta fase en las excavaciones de Pellicer y Acosta (1997) en el corte NM-80A sería
NM-2, y NM-7 en el corte NM-80B.
5.5. Neolítico medio I
Documentado en NM-4/5 y NM-4 (figs. 6 y 17), constituye uno de los momentos de cambio más significativos
en la evolución de la vajilla. Señalar que NM-4/5 presenta importantes alteraciones, pudiendo pertenecer
parte de sus materiales a NM-5.
Los labios reducen su variedad, siendo los redondeados los más numerosos, con la particularidad de que
ya no aparecen labios ondulados con apéndices de sujeción. Los labios engrosados externos pasan a ser los
segundos en representación, en un porcentaje superior al 10%. También se documentan labios biselados y
planos. Los bordes no diferenciados son mayoritarios, seguidos de los salientes, mientras que el porcentaje
de los rectos sigue decreciendo. Los bordes vueltos continúan apareciendo en porcentajes testimoniales.
Las bases son convexas y planas, documentándose también aplanadas y de talón.
Los elementos de prensión se reducen considerablemente. Asas anulares y lengüetas pasan a ser las más
utilizadas. Las asas de cinta tienden a desaparecer, pudiendo corresponder las registradas en NM-4/5 al
Neolítico antiguo final. También se constatan cordones, mamelones y mangos.
Las decoraciones incisas superan en porcentaje a las impresas. Los cordones y labios impresos están casi
ausentes. Las impresiones se realizan en su mayoría con punzones en posición oblicua, documentándose también
en posición horizontal, así como algunas digitaciones. Incrustaciones de pasta roja y almagras pasan a ocupar
un papel testimonial, si bien estas últimas podrían presentar porcentajes mayores como ya se ha explicado. La
tecnología de los vasos es menos cuidada, de paredes más gruesas y escasos tratamientos bruñidos.
Tipológicamente, lo más destacado es la aparición de fuentes de Clase A (A.4), que se consolidarán en
las fases posteriores. Las clases B y C son las mejor representadas. Entre la Clase B se han podido catalogar
cuencos carenados (B.8) y de borde no diferenciado (B.6). Entre los vasos de Clase C, destaca la desaparición
de microvasos y cubiletes, sustituidos por los vasos de perfil compuesto y reducidas dimensiones (C.9). Las
ollas (C.13), cántaros (C.12) y contenedores medios (C.14) quedan documentados.
Las temáticas decorativas se reducen en número y complejidad. Las más comunes responden a líneas
y bandas bajo el labio, realizadas con motivos simples mediante incisiones e impresiones. También se
documentan bandas limitadas y frisos, entre los que destacan las composiciones verticales en zigzag. Las
temáticas cubrientes pasan a realizarse con el peinando de la superficie del vaso.
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La cerámica neolítica de la Cueva de Nerja: salas del Vestíbulo y la Mina
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El nivel atribuible a esta fase en las excavaciones de Pellicer y Acosta (1997) en el corte NM-80A sería
NM-1, y en el corte NM-80B, NM-6.
5.6. Neolítico medio II
Identificado en NM-3 (figs. 5 y 16), presenta labios en su mayoría redondeados, y en menor medida planos,
biselados y engrosados externos. Los bordes son principalmente no diferenciados, seguidos de los salientes.
Los bordes rectos y vueltos son testimoniales. Las bases son planas. Los elementos de prensión se reducen
a mamelones y cordones, con presencia poco significativa de asas anulares y asas de cinta verticales. Los
mangos están atestiguados.
Los fragmentos decorados son escasos. La técnica decorativa mejor representada es la incisión,
documentándose también labios y cordones impresos, así como impresiones de punzón y digitaciones.
Entre los fragmentos incisos encontramos ejemplares que presentan superficies bruñidas y decoración
realizada con un instrumento de punta muy aguzada (fig. 5, 6) que recuerda a los motivos esgrafiados del
Neolítico medio valenciano. Algunas superficies muestran un tratamiento similar al peinado, si bien se trata
de una técnica poco cuidada, no contabilizada en las tablas.
Tipológicamente, la Clase C deja de ser la más numerosa en favor de la Clase B, constituida por cuencos
de perfil sencillo (B.6). También se documentan cántaros (C.12), ollas (C.13) y contenedores medios (C.14).
La Clase D está representada por cucharas con mango (D.17.I). Aunque no han podido ser clasificados
tipológicamente, existen algunos fragmentos que presentan carena y superficie bruñida.
Las temáticas decorativas se reducen a bandas no limitadas en el borde, líneas horizontales bajo el labio,
constatándose también bandas limitadas con ángulos.
Los niveles atribuibles a esta fase en las excavaciones de Pellicer y Acosta (1997) en NM-80B serían
NM-4 y NM-5.
5.7. Neolítico final
Identificado en NM-2 (figs. 5, 14 y 15), este horizonte puede ser asimilable al de las características cazuelas
carenadas en Andalucía. Presenta labios en su mayoría redondeados, si bien se documenta cierta variedad
en los tipos, apareciendo también labios planos, biselados y engrosados. Los bordes son mayoritariamente
no diferenciados, con escasa representación de los rectos y salientes. Destaca la presencia de bordes vueltos.
Las bases son planas. Los elementos de prensión son en su mayoría mamelones, documentándose también
lengüetas, cordones, asas de túnel, asas anulares y asas planas tipo cazoleta.
Las cerámicas decoradas aparecen en porcentajes testimoniales, utilizándose cordones lisos e impresos,
incisiones, alguna combinación de incisión e impresión, aguadas y labios impresos.
La tipología de la vajilla presenta cambios importantes. La Clase A pasa a ser la mejor representada, con
escudillas y cazuelas (A.2), algunas carenadas (A.3.II), así como fuentes sencillas (A.4) y de perfil compuesto
(A.5.). La segunda clase en importancia la constituye la Clase D, debido a la aparición de pesas de telar
de barro cocido (D.20), microvasos (D.18) y cucharas con mango (D.17.I). La Clase B está representada
por cuencos sencillos (B.6), mientras que de la Clase C se han identificado cubiletes (C.11) y contenedores
grandes (C.15). Estos cambios formales en la vajilla parecen deberse a maneras novedosas de “cocinar” los
cereales, y no a la introducción de nuevas especies. La presencia de formas vasculares abiertas iría ligada a
la preparación de gachas de cereales más espesas gracias al aumento de la producción cerealista, que genera
mayores excedentes que durante el Neolítico antiguo, periodo en que las gachas serían más líquidas.
Las temáticas decorativas se reducen a apliques, algún posible friso, bandas simples y limitadas.
NM-2 y NM-1 serían los niveles atribuibles a esta fase de las excavaciones de Pellicer y Acosta (1997)
en el corte NM-80B.
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P. García Borja, J. E. Aura Tortosa, J. F. Jordá Pardo y D. C. Salazar-García
6. LAS PRIMERAS PRODUCCIONES CERÁMICAS DE LA CUEVA DE NERJA
EN EL CONTEXTO DEL NEOLÍTICO MEDITERRÁNEO
Los datos obtenidos en las salas del Vestíbulo y la Mina de Nerja muestran la existencia de potentes
ocupaciones epimagdalenienses y neolíticas. Ciertos indicios materiales (armaduras líticas trapeciales) y
algunas dataciones radiocarbónicas indican la probable presencia de ocupaciones mesolíticas que no han
podido ser aisladas estratigráficamente. Es una cuestión que hemos abordado más extensamente en otros
trabajos (Aura et al., 2009, 2010a y 2013). Las dataciones, en concreto, señalan un vacío ocupacional de al
menos 500 años entre estas ocupaciones mesolíticas y las primeras neolíticas. Este vacío se extiende, con
los datos actuales, a la mayor parte de Andalucía, y plantea problemas a cualquier discurso que quiera ver
en la neolitización regional un proceso autóctono o el resultado de una aculturación dilatada en el tiempo.
La aparición del Neolítico en Nerja, por tanto, va ligada a la expansión de la agricultura y la ganadería
por las costas mediterráneas, una expansión de dirección este-oeste en que la navegación y el pionerismo
resultan fundamentales para explicarla (Martí, 2008).
Las características propias de las cerámicas del Neolítico antiguo de la Cueva de Nerja y la datación
obtenida en la Sala del Vestíbulo permiten situar su origen en paralelo a un horizonte arcaico (Tiné, 1999;
Fugazzola, Pessina y Tiné, 2002), impresso (Manen, 2000; Binder y Maggi, 2001; Maggi, 2002; Guilaine
y Manen, 2002; Guilaine y Manen, 2007; Binder y Sénépart, 2010) o formativo (Bernabeu et al., 2009b),
similar al propuesto en diferentes yacimientos neolíticos de la península itálica (Prato Don Michelle,
Rendina, Coppa Nevigata, Torre Sabea, Favella, Grotta del Kronio o Grotta dell’Uzzo), ámbito ligur (Arene
Candide, Arma dell’Aquila, Arma di Nassino o Grota Pollera), sudeste francés (Peiro Signado, Grotte de
Bize, Grotte des Fées, Pont de Roque-Haute, Pendimoun), e incluso País Valenciano (El Barranquet, Mas
d’Is), que en gran parte del ámbito mediterráneo precede al cardial clásico.
Se trata de conjuntos poco definidos a escala peninsular, cuya identificación en los niveles de base de
cuevas con amplias secuencias es sumamente complicada, como venimos comprobando en las revisiones
realizadas sobre algunas de las más conocidas estaciones del País Valenciano. En el caso de las cuevas que
presentan alguna evidencia, se trata de ocupaciones de baja intensidad difíciles de aislar estratigráficamente.
Las cerámicas ligadas al mundo impresso ligur que debieran representar lo que denominamos “fase arcaica”
están ausentes en la Cova de l’Or (Martí, 1977; Martí et al., 1980; Martí, 1983; García Borja et al., 2011b),
la Cova de la Sarsa (Asquerino, 1978; Asquerino et al., 1998; Pérez Botí, 1999; García Borja y Casanova
2010) y en la Cova de les Cendres (Bernabeu y Molina, 2009), localizándose únicamente en yacimientos
al aire libre como El Barranquet y Mas d’Is (Bernabeu et al., 2009b). Una de las características principales
de estos conjuntos es la heterogeneidad de técnicas decorativas empleadas y la escasez de impresiones
cardiales, siempre presentes aunque en escaso porcentaje.
La preferencia por establecer los asentamientos en espacios al aire libre dificulta más el rastreo de
los materiales de estos horizontes en las cuevas, ocupadas de forma mucho más intensa durante las fases
posteriores. No es posible definir la vajilla de este horizonte en la Cueva de Nerja, si bien entre el 5600 y el
5300 cal BC la cerámica ya se caracteriza por: una notable presencia porcentual de la técnica de la incisión,
la utilización de colorante rojo en tratamientos a la almagra y en el relleno de las decoraciones, de técnicas
aplicadas (cordones), de asas pitorro, de decoraciones pivotantes con concha no dentada, la ausencia de
impresiones de punto y raya con arrastre, y la presencia testimonial de impresiones cardiales. Rasgos que
ofrecen escasa afinidad con los conjuntos impresos del Neolítico antiguo arcaico y cardial inicial del sur de
Francia y de la península Ibérica.
Para explicar la particular producción cerámica de los grupos que se asientan en Nerja barajamos
dos hipótesis (García Borja et al., 2010 y 2011a). La primera, ligar el conjunto a la tradición impressa
ligur, admitiendo la existencia de una importante mutación de su estilo en fechas muy tempranas. La
segunda, retomar la idea de una vía de expansión meridional, bordeando la costa norteafricana, que
ayudaría a contextualizar la aparición de colecciones impresas de cronología antigua, como la que
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La cerámica neolítica de la Cueva de Nerja: salas del Vestíbulo y la Mina
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presentamos, con paralelos en el sur de Italia (Fugazzola, Pessina y Tiné, 2002 y 2004) y cuya evolución
es poco afín al cardial franco-ibérico. En estos momentos de la investigación no es posible descartar
ninguna de las dos.
La propuesta de una vía norteafricana se ha planteado desde mediados del siglo XX (San Valero, 1942
y 1946; Balout, 1955; Camps, 1974), pero la escasez de información detallada en la costa mediterránea
magrebí condiciona cualquier planteamiento. Está documentada la presencia de cerámicas impresas en la
zona de Túnez (Vaufrey 1955: 250), cuya adscripción cronológica está en revisión (Ben Moussa, 2008).
También se han constatado contactos de esta zona con Sicilia para la obtención de obsidiana (Ammerman,
1985; Mulazzani, 2003). Otro aspecto a tener en cuenta es la presencia de decoraciones impresas pivotantes
típicas del centro-sur de Italia en toda la zona norte africana (Camps, 1974), y aunque estos materiales son
ligados a corrientes del Atlas (Aumassip, 1970), presentan características propias de un Neolítico impreso
mediterráneo. En la costa de Orán existe un buen número de yacimientos neolíticos con cerámica incisa e
impresa (Camps-Fabrer, 1966; Vaufrey 1955), cuya aparición puede ser explicada por difusión marítima.
Por último, en las costas marroquíes existen conjuntos impresos de similares características a los presentes
en Nerja: es el caso de la Fase C del yacimiento de Mugharet es Saifiya, con decoraciones en rocker no
dentado e impresas con instrumento (Gilman, 1975). En el territorio marroquí, A. El Idrissi (2001) detectó
la presencia de diferentes estilos cerámicos, unos vinculados al mundo cardial y otros a estilos incisoimpresos con gran variedad de matrices.
Algunos autores han ligado los datos que se vienen documentando en la zona de Marruecos y el sur de
Andalucía con un proceso de neolitización de la costa malagueña y norte de África por grupos neolíticos
de pastores pre-cardiales, que se expanden a través del Atlas y cuya economía se enfoca al ganado bovino
(Daugas et al., 2008; Daugas y El Idrissi, 2008; Cortés et al., 2012). Estos planteamientos no serán tomados
en consideración hasta ser corroborados, pues se sustentan en secuencias arqueológicas que precisan de
una revisión exhaustiva; en la presencia del haplogrupo T1 sobre ganado bovino en el norte de África, que
no se ha contrastado con material genético antiguo (Bonfiglio et al., 2012); en suposiciones climáticas no
correlacionadas con datos arqueológicos; y en dataciones realizadas casi en su totalidad sobre carbones.
Además, hasta el momento, las dataciones radiocarbónicas sobre elementos domésticos de
Marruecos y Portugal indican que las cerámicas impresas y las almagras son posteriores a las de
Nerja. La existencia de una vía de expansión neolítica a través del norte de África es una posibilidad
que también se ha retomado en los últimos años para explicar la posible coexistencia de dos estilos
cerámicos en la zona Portuguesa (Manen, Marchand y Carvalho, 2007; Marchand y Manen, 2010): el
estilo A, caracterizado principalmente por la presencia de cerámicas con decoración impresa cardial,
y el estilo B, caracterizado por cerámicas con decoración incisa e impresa utilizando diferentes
instrumentos, con gran variedad de matrices y donde el color rojo está muy presente (Manen,
Marchand y Carvalho, 2007). Estos estilos cerámicos vienen acompañados de una tecnología lítica
en la que el tratamiento térmico y la talla por presión resultan característicos (Carvalho, 2010).
Hasta que no contemos con más datos que corroboren o refuten las hipótesis africanistas, parece
aconsejable desviar el foco de esta corriente neolítica del norte de África a la costa malagueña, donde
se documenta gran parte de la cultura material que acompaña a dicho estilo B, aunque con ciertas
peculiaridades, como el diferente componente geométrico de las industrias líticas.
Tampoco los nuevos trabajos que se vienen realizando en yacimientos neolíticos norteafricanos
situados en la costa del mar de Alborán corroboran la vía de neolitización norteafricana. La datación de
una leguminosa identificada como Lens culinaris en el yacimiento de Ifri Oudadane (Marruecos) (Morales
et al., 2013), cuyo resultado es 6740±50 BP (Beta-295779), podría representar un punto intermedio en
la expansión neolítica entre ambas regiones. Los contextos a los que se asocia la legumbre fechada y la
dificultad que los propios arqueobotánicos admiten a la hora de identificar esta especie con seguridad,
generan cierto grado de incertidumbre sobre su consideración neolítica. La puesta en común del resultado
de la datación con el resto de las fechas radiocarbónicas obtenidas en el yacimiento (Morales et al., 2013:
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P. García Borja, J. E. Aura Tortosa, J. F. Jordá Pardo y D. C. Salazar-García
tabla 2) resulta poco clarificadora y recuerda a otros casos analizados recientemente (Zilhão, 2011),
quedando insertada de forma coherente con el resto de fechas epipaleolíticas y alejándose 600 años de la
siguiente fecha obtenida para el mismo horizonte neolítico sobre un grano de Triticum sp. (Beta-318608:
6140±30 BP). La presencia en este mismo horizonte neolítico inicial de cerámicas impresas (Linstädter
et al., 2012) que son equiparadas a las del yacimiento de Zafrín (Rojo et al., 2010), aumenta las dudas
sobre el resultado, pues este último yacimiento se fecha en momentos más próximos al resultado de la
datación sobre Triticum.
Es una problemática que afecta a otros yacimientos de similares características, en los que se identifican
niveles “epipaleolíticos con cerámica” (Linstädter, 2003, 2004, 2008 y 2011; Linstädter et al., 2012).
La existencia de materiales neolíticos y epipaleolíticos en un mismo estrato no implica la convivencia
de estos dos grupos, siendo necesario un exhaustivo estudio tafonómico y taxonómico de la fauna y el
solapamiento de dataciones radiocarbónicas sobre elementos domésticos y salvajes. En su defecto, para
iniciar una discusión crítica del proceso de interacción que se viene defendiendo, bastaría una secuencia
de dataciones sobre restos de fauna con marcas antrópicas que sobrepasen el primer horizonte neolítico
identificado con claridad. En este sentido, el conjunto de materiales publicados en estos yacimientos y sus
dataciones recuerda la problemática con la que nos hemos encontrado en la propia Cueva de Nerja (Aura et
al., 2009, 2010a, 2010b y 2013).
7. LA CERÁMICA DE LA CUEVA DE NERJA
EN EL CONTEXTO DEL NEOLÍTICO ANDALUZ
Independientemente de cuál sea la vía de expansión neolítica hacia la costa malagueña, los datos presentados
confirman la existencia de una tendencia evolutiva en la cerámica de Nerja, desde fechas antiguas, poco
afín a la documentada en la región valenciana (Martí, 1977; Martí et al., 1980; Martí, 1983; Bernabeu,
1989; Bernabeu y Molina, 2009; García Borja et al., 2011b; Bernabeu et al., 2011a) y a la de algunos de los
yacimientos de la provincia de Granada que se enmarcan en la tradición cardial (Navarrete, 1976), siendo
difícil establecer una clara vinculación del neolítico de Nerja con el cardial franco-ibérico.
La significación cultural y cronológica de la cerámica cardial en Andalucía (Martí y Juan Cabanilles,
1997; Navarrete, 2004) ha sido objeto de discusión a lo largo de la historia de la investigación, constituyendo
el elemento principal a la hora de identificar el horizonte neolítico más antiguo y de definir la Cultura de las
Cuevas en Andalucía oriental, cuyo máximo exponente es la secuencia de la cueva de Carigüela (Navarrete,
1976). Con estas premisas, una parte de la investigación sitúa la neolitización de la zona occidental andaluza
en un momento tardío del Neolítico antiguo de Andalucía oriental (Molina, Cámara y López, 2012), postulado
del que nos hicimos eco en un primer momento (Aura et al., 2005). La escasez de cerámicas cardiales se
explica por la cronología avanzada de los conjuntos occidentales dentro de un horizonte epicardial regional
alejado del catalán o valenciano (Bernabeu, 1989). Su evolución particular sería la causante del aumento
porcentual en la producción de cerámicas a la almagra, asas pitorro, decoraciones inciso-impresas, etc.,
que caracterizan lo que se conoce como Neolítico antiguo de Andalucía Occidental, definido por Pellicer y
Acosta (1997), históricamente asimilado a la Cultura de las Cuevas que Bosch Gimpera empezara a definir
en los años 20 del siglo pasado (Bosch Gimpera, 1932 y 1956).
La lectura crítica del número total de fragmentos impresos cardiales aparecidos en el conjunto de
yacimientos de Andalucía (Jiménez y Conejo, 2006), relativiza la importancia del número de vasos que
presentan esta técnica decorativa fuera del círculo granadino, que aglutina más del 90% de los fragmentos
diferenciados. Si bien la representación cartográfica de los enclaves con cerámica cardial muestra una
amplia distribución de esta técnica a lo largo de Andalucía (fig. 27), al estudiar las colecciones de forma
detenida y contabilizar los fragmentos cardiales con los que cuenta cada yacimiento, se percibe la escasa
representatividad estadística de esta técnica.
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La cerámica neolítica de la Cueva de Nerja: salas del Vestíbulo y la Mina
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Las dataciones neolíticas de Nerja no permiten mantener una cronología tardía para sus ocupaciones
iniciales (Navarrete, 1976; Aura et al., 2005; Molina, Cámara y López, 2012). La serie de 10 dataciones
sobre Ovis aries y Ovis/Capra sitúan sus ocupaciones en paralelo al Cardial. No es posible discriminar de
forma clara el contexto material de cada uno de los episodios correspondientes a las muestras fechadas, pero
existen tantos fragmentos de cerámica con decoración cardial como fechas sobre domésticos anteriores a
5200 cal BC: únicamente dos fragmentos pertenecientes a un mismo vaso en la Sala de la Mina y ningún
fragmento en la Sala del Vestíbulo. Una aproximación cuantitativa del número de fragmentos cardiales
respecto del total en la Cueva de Nerja ofrece resultados muy reveladores. De los cerca de 8.000 fragmentos
cerámicos pertenecientes al Neolítico antiguo recuperados entre las excavaciones de Jordá y Pellicer,
únicamente tres son cardiales y además pertenecen a un mismo vaso. Podríamos estar frente a dos vasos
y cuatro fragmentos si aceptamos que el que encontramos fotografiado en los diarios de Jordá y Arribas
de intervenciones realizadas en la Sala de la Mina entre 1965 y 1966 (García Borja et al., 2010: fig. 9, 84)
no pertenece al borde del mismo vaso ya contabilizado. Por tanto, si aceptamos que en Nerja existieron
ocupaciones neolíticas, esporádicas o no, anteriores al 5200 cal BC, debemos abrir la posibilidad a que lo
que caracteriza sus producciones cerámicas sea la decoración impresa-almagra y no la cardial.
Desconocemos en qué grado las características del conjunto cerámico inicial de Nerja son propias
del núcleo de partida de los colonos que llegan a la costa malagueña o son adquiridas como rasgo propio
diferenciador a medida que avanza la secuencia, pero lo cierto es que desde 5500 cal BC, la Cueva de Nerja
es habitada por grupos neolíticos que presentan una tendencia evolutiva en sus producciones cerámicas
(fig. 28), cuyo valor identitario no es posible asimilar al mundo cardial. La industria lítica tallada también
posee algunos rasgos distintivos entre los que destaca la obtención de láminas por presión, el tratamiento
térmico sobre materias primas de calidad y el predominio de trapecios sobre segmentos (Aura et al., 2013).
Fig. 27. Yacimientos arqueológicos de Andalucía en los que se documenta cerámica impresa cardial: 1, La Dehesa; 2,
Los Pozos; 3, Lebrija; 4, Bustos; 5, Retamar; 6, Parralejo; 7, Esperilla; 8, Hortales; 9,Cueva de la Dehesilla; 10, Los
Álamos; 11, Ronda; 12, El Charcón; 13, Goteras; 14, Cueva del Toro; 15, Cueva del Higuerón; 16, Humo; 17, Cueva de
Nerja, 18, Cueva del Capitán; 19, Peña de la Grieta; 20, Los Castillejos; 21, Cueva de Malalmuerzo; 22, Majolicas; 23,
Cueva de las Ventanas; 24, Cueva de Carigüela; 25, Cerro de las Ánimas; 26, Cabecicos Negros.
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P. García Borja, J. E. Aura Tortosa, J. F. Jordá Pardo y D. C. Salazar-García
N. A. FINAL
N. A. PLENO
N. A. ARCAICO E INICIAL
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Fig. 28. Tendencia evolutiva de la cerámica durante el Neolítico antiguo en la Cueva de Nerja.
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La cerámica neolítica de la Cueva de Nerja: salas del Vestíbulo y la Mina
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Las dataciones de Nerja no generan excesivos problemas a la hora de valorar el proceso de
expansión del Neolítico por la costa mediterránea, insertándose de forma coherente entre las fechas
más antiguas sobre elementos domésticos publicadas (fig. 29A). La importancia de los datos expuestos
reside en la presencia desde los niveles inferiores de la cueva, de buena parte de las características que
definen el Neolítico andaluz o la Cultura de las Cuevas de Andalucía, planteándose la posibilidad de
correlacionar las fases antiguas de la Cueva de Nerja con su formación y desarrollo. Resulta complicado
no vincular parte de la cultura material de Nerja con conocidos yacimientos como la Cueva de la
Fig. 29. A) Gradación cronológica de la llegada del Neolítico. Las fechas corresponden a la media cal BC de dataciones
sobre cereales, excepto Nerja, Chaves (Baldellou, 2011) y Guixeres de Vilobí (Oms et al., 2014) que son sobre sobre ovis
aries y Almonda sobre adorno.
B) Coexistencia de diferentes estilos decorativos en cerámicas neolíticas de la península Ibérica y norte de África entre
5450-5100 cal BC.
C) Expansión del neolítico desde dos de las Culturas neolíticas regionales ubicadas en la costa malagueña y en el
País Valenciano entre 5450-5300 cal BC: 1, Cueva de Nerja (punto que incluye los yacimientos 47 a 51 de Cortés
et al., 2010: 162); 2, Cueva del Capitán; 3, Complejo Humo; 4, Hoyo de la Mina; 5, Cueva del Higuerón (punto que
incluye los yacimientos 34 a 45 de Cortés et al., 2010: 162); 6, Cueva de los Botijos; 7, Bajondillo (punto que incluye
los yacimientos 9 a 30 de Cortés et al., 2010: 162); 8, Cueva del Toro; 10, Cueva del Agua; 11, Cueva de la Mujer;
12, Sima del Conejo; 13, Sima Rica; 14, Parralejo; 15, Dehesilla; 16, Cueva Chica de Santiago; 17, Murcielaguina;
18, Murciélagos de Zuheros; 19, Mármoles; 20, Inocentes; 21, Tocino; 22, Los Castillejos; 23, Malalmuerzo; 24,
Majolicas; 25, Ventanas; 26, Carigüela.
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Dehesilla, Parralejo o Cueva Chica (Pellicer y Acosta, 1981; Acosta, 1987; Acosta y Pellicer, 1990) que
difícilmente pueden ser asimilados a una tradición cardial, aunque también presentan algún fragmento
decorado con esta técnica entre su vajilla (Amores, 2009). También los materiales neolíticos de la
Cueva de los Murciélagos de Zuheros (Vicent y Muñoz, 1973) poseen mayor similitud con los de Nerja
que con los definidos para la tradición cardial granadina. La constitución de una o varias comunidades
neolíticas en sus inmediaciones puede vincularse con la expansión de grupos neolíticos desde la costa
malagueña (fig. 30). En anteriores publicaciones (García Borja et al., 2010) señalamos la existencia
de materiales arqueológicos que jalonan este proceso de expansión hacia el interior en las cuevas de
Tocino, Inocentes o Mármoles (Gavilán, 1986 y 1987). En estas cavidades se documentan cerámicas
decoradas con impresiones pivotantes de instrumento no dentado, impresiones en lágrima, cerámicas
a la almagra, cerámicas que combinan la impresión y la incisión, si bien con menor presencia de
aplicaciones plásticas. Estos conjuntos recuerdan a los que se vienen definiendo en la costa malagueña,
vinculándose de forma directa el Neolítico cordobés a un proceso de expansión costa-interior. La
existencia de decoraciones pivotantes también está documentada en Murciélagos de Zuheros (Vicent
y Muñoz, 1973), aunque en este caso el resultado es algo diferente, observándose pequeños círculos al
final de cada impresión que podrían indicar menos antigüedad.
Fig. 30. Dataciones radiocarbónicas publicadas sobre elemento identificado como doméstico o hueso humano más
antiguas de Andalucía (Fernández et al., 2007; Carvalho, Peña-Chocarro y Gibaja, 2010; Martínez et al., 2010; Cortés et
al., 2012; Carvalho, Gibaja y Gavilán, 2012; Aura et al., 2013; Medved, 2013: 217; Peña-Chocarro et al., 2013): 1, Roca
Chica; 2, Hostal Guadalupe; 3, Cueva de Nerja; 4, Cueva de los Mármoles; 5, Murciélagos de Zuheros; 6, Los Castillejos;
7, Cueva de Carigüela.
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Cabe aquí realizar un pequeño inciso sobre la elección de las muestras a fechar, que en Andalucía ha
experimentado una notable mejora en los últimos años, con nuevas dataciones sobre cereales obtenidas
tanto en yacimientos de tradición cardial (Martínez et al., 2010: tabla 1, fechas lab. UA) como no cardial
(Peña-Chocarro y Zapata, 2010; Carvalho, Peña-Chocarro y Gibaja, 2010; Cortés et al., 2012; Carvalho,
Gibaja y Gavilán, 2012). La mayoría de ellas quedan encuadradas en lo que para Nerja hemos denominado
como Neolítico antiguo pleno (circa 5300-5100 cal BC); un umbral cronológico que hasta ahora sólo han
rebasado las dataciones sobre huesos de fauna de Nerja, haciéndose necesario contar con más dataciones
sobre muestras directas neolíticas.
8. LA CULTURA DE LAS CUEVAS CON CERÁMICA DECORADA EN ANDALUCÍA:
LA COSTA MALAGUEÑA
El modelo de neolitización para el área mediterránea integra dos tipos distintos, si bien sincrónicos, de
desplazamiento de población desde comunidades ya afianzadas territorialmente a zonas deshabitadas (según
el registro arqueológico actual), que resultan fundamentales a la hora de explicar la difusión neolítica. Estos
desplazamientos provocados por el progresivo aumento demográfico en el seno de cada grupo, no parecen
estar ligados al agotamiento de los recursos disponibles en la zona de partida, sino más bien a pautas intrínsecas
de comportamiento de las pequeñas comunidades agrícolas (Martí, 2008) en las que la responsabilidad de
la elección de nuevas zonas de hábitat y la disgregación de parte del grupo reside en las familias que las
conforman. La ocupación exitosa de un nuevo territorio por un grupo de neolíticos implica su visibilidad
arqueológica, expresada en la rápida aparición de diferentes enclaves en torno a una zona nuclear. En función
de en qué momento se produzca cada nuevo desplazamiento, la cultura material que lleven consigo será
más o menos afín a la del grupo de origen, existiendo la posibilidad de que parte de un mismo grupo sufra
disgregaciones en diferentes momentos, no necesariamente unidireccionales. Por una parte, se documentan
largos desplazamientos a territorios ubicados junto a la costa (Zilhão, 1993 y 2001). Producido el asentamiento,
estos largos desplazamientos pueden repetirse hacia puntos del interior o de la misma costa. Paralelamente
se combinan con otros a corta distancia ocupando territorios aledaños, formando nuevas comunidades que
utilizan un buen número de enclaves desde los que se explota un territorio concreto. La interacción exitosa de
estas comunidades provoca la formación de una Cultura Regional Neolítica.
El Neolítico de la costa malagueña queda perfectamente integrado en este modelo de expansión (fig.
30). La presencia de un buen número de yacimientos neolíticos de diferentes características que ocupan
dicha área costera de forma ordenada (Cortés et al., 2010: 162) apuntaría a una cultura regional similar
a la propuesta para el área centro-meridional valenciana (García Borja et al., 2011b, 2011c y 2012). El
surgimiento de una nueva comunidad en territorios cercanos se relaciona con la disgregación de una o
varias familias desde otra comunidad consolidada. La publicación de los materiales de estos yacimientos
y la revisión de las antiguas colecciones permitirá la contrastación de estas propuestas preliminares, en las
que la Cueva de Nerja deberá insertarse de manera coherente.
El mejor conocimiento de los grupos costeros malagueños, su caracterización industrial, económica y
social, posibilitará evaluar el grado de relación de dichos grupos con la Cultura de las Cuevas con cerámica
decorada, denominación a la que damos validez por su peso en la historiografía de Andalucía. Puede asumirse
que la Cultura de las Cuevas de Andalucía, como entidad cultural, posee unos rasgos característicos en su
cultura material, cuya descripción más aproximada sería la de Pellicer y Acosta (1997) para el Neolítico
antiguo de Andalucía Occidental, con importantes matices en la interpretación de la aparición del Neolítico
y su propuesta de perduración de industrias líticas. Esta Cultura de las Cuevas Andaluza especialmente
visible en los enclaves de Cádiz, Córdoba y Málaga, se aleja de la clásica concepción oriental definida por
Navarrete (1976). Debe aceptarse, al menos por ahora, la mayor antigüedad de los grupos que se instalan en
la costa de Málaga, parte de cuya cultura material cerámica sí aparece en los niveles cardiales de Carigüela.
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Es una problemática tratada en diferentes ocasiones, buscando en cada caso ofrecer una caracterización
aproximada y un listado de yacimientos asimilables a la Cultura de las Cuevas, sugiriendo su convivencia
no necesariamente sucesiva con la tradición impresa cardial en el territorio andaluz (Muñoz, 1975 y 1984;
Pellicer y Acosta, 1997; Gavilán, 1997; Asquerino, 2004; Gavilán y Escacena, 2009).
La expansión del Neolítico desde la costa malagueña se hace más notoria a partir de 5350 cal BC, con
el surgimiento de nuevos enclaves y la documentación de cerámicas impresas, incisas y almagras en gran
parte del territorio andaluz, siendo una tradición duradera que conservará algunas de sus características en
el Neolítico medio. Cabe plantearse la existencia de diferentes culturas regionales en el Neolítico antiguo
andaluz. Para el cardial franco-ibérico es posible identificar varias de estas culturas en el noreste italiano,
sur de Francia, Cataluña, País Valenciano y quizás en la zona de Granada, Marruecos y Portugal. Las de
estos tres últimos territorios deben ser valoradas nuevamente, intentando discriminar qué cultura material
proviene de la tradición cardial clásica y cuál de la que podría asimilarse a la Cultura de las Cuevas, para
la que creemos es posible identificar entidades regionales en Málaga y Córdoba, quedando el resto de
Andalucía a expensas de próximos estudios que permitan definir otras de forma más precisa.
En la definición del Neolítico andaluz debe tenerse en cuenta la existencia de contactos con las diferentes
tradiciones neolíticas que se consolidan en la península Ibérica entre 5400 y 5100 cal BC (fig. 29B), así
como entre las propias comunidades que forman cada cultura regional, contactos sin los cuales no es posible
la supervivencia de éstas. En un trabajo anterior propusimos la posible existencia en la península Ibérica
de, al menos, tres diferentes tradiciones alfareras entre el 5400 y el 5100 cal BC (García Borja et al., 2010:
fig. 11.B y 11.C) que en el registro cerámico de Andalucía aparecen representadas de diferente forma: una
que comporta un elevado porcentaje de cerámicas impresas cardiales (Navarrete, 1976); otra que incorpora
entre sus técnicas decorativas las impresiones de tipo boquique (Alday, 2009; Alday y Moral, 2011); y,
finalmente, las colecciones que presentan cerámicas con decoraciones impresas utilizando multitud de
instrumentos, con escasa incidencia de la técnica cardial y con notable importancia de la utilización de
colorante rojo, a la que también denominamos tradición de cerámica Impresa-Almagra y que consideramos
es equiparable a la tradicional Cultura de las Cuevas.
Los datos expuestos y los bibliográficos son contundentes a la hora de señalar la tradición dominante
en la costa malagueña. La presencia de cerámicas decoradas con punto y raya asimilables al boquique
queda atestiguada (Navarrete, 1976; Olaria, 1977; Cortés et al., 2007: fig. 3, 8), si bien, a excepción del
registro de la Cueva de los Botijos (Navarrete, 1976; Olaria, 1977), con poca significación. Esta técnica se
asocia en el norte peninsular a un tipo de poblado (García Gazólaz y Sesma, 2007), un ritual de inhumación
(García Gazólaz y Sesma, 2007; García Gazólaz, 2007; Rojo y Kunst, 1999), una cultura material (Rojo et
al., 2008; García Gazólaz et al., 2011; García Martínez de Lagrán et al., 2011) y a determinadas especies
de cereales (Stika, 2005), todo en conjunto poco afín a lo conocido en Andalucía o el País Valenciano, y
que recuerda a tradiciones más continentales. Es una “cultura” neolítica que merece una reflexión similar
a la que proponemos para el origen y desarrollo del Neolítico andaluz. La lectura que realizamos de la
constatación de elementos de esta tradición en Andalucía es la existencia de contactos e intercambios con
grupos de la meseta.
La tradición cardial sí que parece asentarse de forma estable en la zona granadina (fig. 29C), siendo el
País Valenciano el probable foco de origen, cuya afinidad parece estar fuera de duda. En estos momentos
de la investigación parece más lógico plantear que la llegada de influencias cardiales a la zona granadina es
incluso algo posterior a la de los primeros grupos que se instalan en Nerja. La presencia de cerámica cardial
en yacimientos como la Cueva de las Goteras (Navarrete, 1976), Higuerón (Navarrete, 1976; López y Cacho,
1979), la propia Nerja o Complejo Humo (Ramos y Aguilera, 2005), la interpretamos como consecuencia
de contactos entre la zona malagueña y granadina. La existencia de almagras asociadas a la técnica cardial
en los estratos XV y XVI de la Cueva de Carigüela (Navarrete, 1976; Atoche, 1985-87) podría explicarse
a través de estos intercambios (objetos, técnicas, personas, etc.). Recientes publicaciones incluso matizan
la importancia del componente cardial en Los Castillejos de Montefrío, identificándose gran variedad de
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La cerámica neolítica de la Cueva de Nerja: salas del Vestíbulo y la Mina
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técnicas decorativas en sus niveles iniciales (Blázquez, 2011). La coexistencia de aspectos característicos
del Neolítico malagueño como almagras o tratamiento térmico y talla por presión en el sílex (Martínez et
al., 2010; Morgado y Pelegrin, 2012), junto a otros del mundo cardial valenciano desde los inicios de la
secuencia de Carigüela y la de Castillejos, debe ser objeto de una futura reflexión sobre el origen del círculo
granadino y sus relaciones. Estos dos yacimientos concentran buena parte de las dataciones sobre restos
domésticos más antiguas de Andalucía (Martínez et al., 2010; Medved, 2013). Cabe recordar al respecto
que en la discusión sobre la llegada del Neolítico a cualquier región únicamente deben ser utilizadas las
dataciones sobre elementos domésticos cuya identificación no haya generado dudas en los especialistas que
la han realizado. En el caso de Carigüela, las últimas series de dataciones sobre huesos de animales deben
ser tomadas con suma cautela, pues la identificación de las especies ha generado bastantes de esas dudas,
especialmente en lo que respecta al estatus doméstico o silvestre de los bóvidos. Incluso aceptando que las
muestras identificadas como Ovis/Capra puedan ser realmente restos de animales domésticos, todavía no
es posible aceptar fechas por encima del 5500 cal BC para el Neolítico de Carigüela.
También cabe una revisión profunda del final del Neolítico de este yacimiento y la región donde se
ubica, pues a medida que avanza el Epicardial granadino, la cultura material de este núcleo se asemeja cada
vez más a la de la Cultura de las Cuevas occidental. En este sentido, el concepto “epicardial” sólo puede ser
utilizado para el final del Neolítico antiguo en el círculo granadino o en aquellas regiones en las que se ha
documentado una fase previa cardial, no siendo operativo para definir la fase final del Neolítico antiguo en
zonas para las que no se ha descrito una fase cardial anterior.
Los contactos entre la zona malagueña y granadina tienen también su equivalente entre el este de
Andalucía y el País Valenciano, al reconocerse en esta última zona materias o productos de origen andaluz
como herramientas de piedra pulida (Orozco, 2000) o brazaletes de esquisto (Pascual Benito, 1998).
También podrían explicar estos contactos la presencia de asas pitorro (Martí et al., 2009), de verdaderas
almagras en la Cova de l’Or (Domingo et al., 2007) y la Cova de la Sarsa (Asquerino et al., 1998: 71) o la
semejanza en los utensilios de siega (Gibaja et al., 2010). Otro de estos ejemplos lo constituye la aparición
de decoración pivotante con instrumento no dentado asociada a cerámicas “impresas antiguas” (Bernabeu
y Molina, 2009) en contextos cardiales entre 5450-5300 cal BC, en la Cova de la Sarsa (García Borja y
Casanova, 2010), la Cova de l’Or (Martí et al., 1980; Martí, 1983; García Borja et al., 2011b) o la Cova de
les Cendres (Bernabeu et al., 2009b).
En Andalucía, los momentos finales del Neolítico antiguo se caracterizan por la asimilación en casi
todo el territorio de las producciones cerámicas impresas, incisas y almagras. En la Cueva de Nerja, el
Neolítico medio y el Neolítico final no quedan tan bien articulados en fases como el Neolítico antiguo,
si bien es indudable la ocupación de la cueva ligada a una intensa actividad agrícola, especialmente en el
Neolítico medio, que difiere del modelo de explotación de las grandes cuevas de hábitat valencianas, que
en estos momentos pasan a ser utilizadas como corrales (García Borja et al., 2011b). La tendencia evolutiva
de la cerámica en Nerja muestra cambios significativos en la vajilla, cuyo valor estrictamente funcional se
impone al estético, con una clara tendencia a la abertura de las formas que culminará en el Neolítico final.
9. CONCLUSIONES
Los datos presentados corroboran la antigüedad y extensión cronológica de la secuencia neolítica de
la Cueva de Nerja. Su ordenación ha permitido establecer diferentes fases de ocupación durante el
Neolítico: antiguo, medio y final, utilizándose cada sala en función de las necesidades de sus habitantes.
A su vez, se han diferenciado cuatro horizontes en el Neolítico antiguo: arcaico, inicial, pleno y final. El
Neolítico medio ha quedado dividido en dos fases más. Finalmente, unas ocupaciones eneolíticas que
se extienden hasta el horizonte de las cazuelas carenadas y que constituyen los momentos finales de la
secuencia de la Sala de la Mina.
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El conjunto cerámico de Nerja va ligado a una intensa ocupación, especialmente en el Neolítico antiguo
pleno y final, momento en el que la vajilla presenta mayor heterogeneidad, siendo la técnica de la impresión
sobre el cuerpo del vaso y sobre cordones la que presenta los porcentajes más elevados, seguida de la
almagra. Estas características están ya presentes en la fase inicial. Los datos plantean una escasa ocupación
durante los horizontes inicial y arcaico, sobre todo en comparación con el Neolítico antiguo pleno y final.
El horizonte arcaico presenta demasiadas incertidumbres, pues no existen elementos de comparación
en Andalucía y son todavía escasos a escala peninsular, resultando complicado su individualización
estratigráfica en cueva.
Las ocupaciones se prolongan durante el Neolítico medio, ligadas a una intensa actividad agraria,
al contrario de lo que se viene documentando en grandes cuevas habitadas intensamente durante el
Neolítico antiguo en el País Valenciano. Las cerámicas pierden vistosidad, imponiéndose la técnica de la
incisión sobre la impresión, hecho documentado en gran parte del ámbito mediterráneo. Las ocupaciones
en la Sala de la Mina finalizan en el Neolítico final, documentándose un buen número de vasos que
conforman una amplia y heterogénea vajilla, consolidándose los notables cambios tipológicos que se
inician en el Neolítico medio.
Las características propias del conjunto y su antigüedad, nos llevan a relacionarlo con la llegada por
vía marítima de grupos plenamente neolitizados, siendo imposible desligar una filiación mediterránea en
los orígenes de los niveles neolíticos de la Cueva de Nerja. Sin embargo, el estudio de la cultura material
no permite distinguir con claridad una filiación impressa ligur para estas primeras ocupaciones. Si a ello
añadimos que la tendencia evolutiva de la cerámica se aleja de la constatada en el País Valenciano y
tenemos en cuenta la imposibilidad de ligar las primeras ocupaciones de Nerja a un horizonte epicardial,
cabe admitir también como posible una vía de expansión desde el sur de Italia por la costa norteafricana,
que deberá ser contrastada en futuros trabajos.
Con los datos actuales, no es posible defender que el Neolítico antiguo medio-final de Carigüela equivale
al inicial de Nerja. Hasta que no se documenten yacimientos más antiguos, el foco de expansión hacia gran
parte del interior andaluz queda establecido en la costa malagueña. La constatación de la antigüedad y
continuidad de la secuencia, lo es también del Neolítico andaluz y la Cultura de las Cuevas definida en su
día por Muñoz, Asquerino, Gavilán o Pellicer y Acosta, si bien con importantes matices.
La influencia de otras tradiciones neolíticas será absorbida por esta Cultura de las Cuevas occidental
que también hemos denominado Neolítico de cerámicas Impresas-Almagras. A falta de mayores datos en la
bahía de Cádiz, la tradición cardial únicamente arraigaría en el entorno inmediato de la Cueva de Carigüela,
presentando en su fase epicardial igual o mayor número de similitudes con la tradición de cerámicas a la
almagra que con la valenciana.
La Cueva de Nerja forma parte de un conjunto mayor de yacimientos que parecen conformar una
Cultura Regional Neolítica cuyo origen, consolidación y expansión no supone alteraciones dentro del
modelo de referencia que explica la llegada del Neolítico a los diferentes puntos de la costa mediterránea.
La distribución de estos yacimientos neolíticos y su heterogeneidad recuerda al modelo de comunidades
propuesto para el País Valenciano. La Cueva de Nerja, como gran espacio habitado a lo largo de toda la
etapa neolítica, jugaría un papel importante en el desarrollo de esta cultura regional cuya expansión no solo
afecta al interior de Andalucía, sino también a la costa portuguesa y marroquí, conformando una cultura
material diferenciada de la cardial.
Si aceptamos que la cerámica cardial posee un alto valor identitario (Martí y Juan Cabanilles, 2002;
Martí, 2008; Martí, Capel y Juan Cabanilles, 2009), cabe plantearse si otras producciones cerámicas pueden
alcanzar un rango similar. Las producciones de Nerja, y de gran parte de Andalucía, abren esta segunda
posibilidad. La gran cantidad de yacimientos cuyos materiales son más afines a los descritos en Nerja que
al cardial, posibilita plantear la existencia de una entidad cultural de rango superior, diferenciada del cardial
franco-ibérico, que a su vez podría estar constituida por varias culturas regionales y a la que denominamos
Cultura de las Cuevas Andaluza.
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La cerámica neolítica de la Cueva de Nerja: salas del Vestíbulo y la Mina
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AGRADECIMIENTOS
Parte de las dataciones sobre fauna han contado con la financiación de la Fundação para a Ciência e Tecnologia,
Ministério da Educação e Ciência, República Portuguesa (SFRH/BD/44089/2008).
Las dataciones sobre cereales han sido financiadas por el proyecto de investigación “Origins and Spread of
Agriculture in the western Mediterranean region (ERC-2008-AdG 230561)” y “Stable isotopes in Mediterranean natural and agricultural ecosystems: from a mechanistic understanding of isotope fractionation processes in plants to the
application in paleoenvironmental research (DGI CGL2009-13079-C02-01)”.
A Michael P. Richards y Jean-Jacques Hublin, del Max-Planck Institute for Evolutionary Anthropology, el apoyo
económico y técnico para la realización de parte de las dataciones radiocarbónicas sobre fauna.
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Archivo de Prehistoria Levantina
Vol. XXX, Valencia, 2014, p. 133-158
José Andrés AFONSO MARRERO a, Juan Antonio CÁMARA SERRANO a, Liliana SPANEDDA a,
José Antonio ESQUIVEL GUERRERO a, Rafael LIZCANO PRESTEL b, Cristóbal PÉREZ BAREAS c
y José Antonio RIQUELME CANTAL a
Nuevas aportaciones para la periodización del yacimiento
del Polideportivo de Martos (Jaén): la evaluación estadística
de las dataciones obtenidas para contextos rituales
RESUMEN: Se presentan en este trabajo un conjunto de dataciones radiocarbónicas realizadas sobre
muestras óseas animales del yacimiento del Polideportivo de Martos (Jaén). Con ellas se pretendía por
un lado documentar la continuidad en la ocupación del yacimiento durante el Neolítico Reciente, por otro
obtener las primeras fechas de contextos rituales del Alto Guadalquivir, y por último abordar una evaluación
independiente de las fases de ocupación del mismo partir del análisis estadístico de las dataciones. Aunque
la periodización ofrecida previamente se puede considerar válida, las agrupaciones obtenidas indican que,
en términos de la transformación del espacio, sólo se puede hablar de dos grandes momentos separados por
la inundación que distingue la subfase IIa de la IIb, en torno al 3000 cal A.C. Si bien la cronología general
propuesta para el yacimiento resulta ligeramente más reciente que la propuesta anteriormente, ésta no niega
la continuidad en el hábitat durante un amplio periodo
PALABRAS CLAVE: Alto Guadalquivir, Neolítico Reciente, cronología, periodización, dataciones
radiocarbónicas, ritual.
New contributions to Polideportivo de Martos (Jaén) periodization:
statistical evaluation of radiometric dates obtained from ritual contexts
SUMMARY: A set of radiocarbon dates got from animal bone samples of Polideportivo de Martos site are
presented in this paper. On one hand these dates were made in order to show continuity in the occupation of the site
during the Late Neolithic, on the other hand to get the first dates on ritual contexts in the Upper Guadalquivir, and
finally, get an independent evaluation of the occupation phases proposed for it. A statistical analysis of the dates’
tendencies has been used for this aim. Although some of the analyses carried out suggest that the periodization
previously provided can be considered valid, obtained data implies that, in terms of space transformation, only
two great moments can be distinguished, before and after 3000 cal BC. Although this new chronological frame is
more recent than previous one, settlement continuity during a long period still can be maintained.
KEY WORDS: Upper Guadalquivir valley, Late Neolithic, Chronology, Periodization, Radiocarbon dates,
Ritual.
a
b
c
Departamento de Prehistoria y Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Granada.
jaamarre@ugr.es | jacamara@ugr.es | spanedda@ugr.es | esquivel@ugr.es | riquelme3@telefonica.net
Área de Urbanismo, Ayuntamiento de Úbeda.
arquerra@live.com
Investigador independiente.
arqueocristobal@hotmail.com
Recibido: 30/09/2013. Aceptado: 06/05/2014.
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J. A. Afonso, J. A. Cámara, L. Spanedda, J. A. Esquivel, R. Lizcano, C. Pérez y J. A. Riquelme
1. INTRODUCCIÓN
El yacimiento de El Polideportivo-La Alberquilla (Martos, Jaén) se sitúa en las coordenadas UTM
414635, 4174490 (fig. 1). Descubierto a raíz de las obras para la realización de un pabellón polideportivo
en las afueras de la localidad de Martos, en una segunda campaña se pudieron excavar otros restos
situados su periferia (Cámara y Lizcano, 1996). Además, una gran cantidad de estructuras situadas
a lo largo del Arroyo de la Fuente, correspondiente al Neolítico reciente y al Calcolítico, fueron
destruidas, sobre todo, por obras de infraestructura viaria (Lizcano, 1999). A partir de la importancia
del yacimiento y la configuración del área suburbana en que se inscribía como una zona de crecimiento
de la ciudad de Martos protegida como Zona Arqueológica (fig. 2), nuevas actuaciones tuvieron lugar
desde el año 1993 (Cámara y Lizcano, 1997; Serrano et al., 1997) y especialmente en 2001, 2004
y 2009, aunque sólo algunas de ellas han sido publicadas (Ruiz, 2009; Alegre et al., 2010; Nieto y
Plazas, 2010; Serrano et al., 2010a y 2010b). Incluso en el caso del Polideportivo, cuya construcción
fue financiada también por la Consejería de Cultura y Deporte de la Junta de Andalucía, la que debía
proteger los restos y garantizar su investigación, sólo se pudo investigar menos de una cuarta parte de
la extensión visible (Lizcano et al., 1993) (fig. 3).
Pese al hecho de que sólo se ha excavado una pequeña parte, este yacimiento se ha convertido en los
últimos años en un referente, continuamente citado (Martín et al., 2004; Conlin, 2006; Pérez, 2008; Arteaga
y Roos, 2009; Fernández et al., 2009; Martínez et al., 2009; Nocete et al., 2010; Portero et al., 2010) para
el análisis de las fases recientes del Neolítico andaluz (Pérez et al., 1999), para la discusión del papel de los
sistemas de cierre y para el estudio de los sistemas constructivos hipogeicos (Lizcano et al., 2005; Márquez
y Jiménez, 2010), incluyendo su continuidad, la función que los distintos complejos estructurales tuvieron,
las estructuras presentes al interior de los mismos y los objetos recuperados de ellas.
De hecho, aun con el indudable interés que el yacimiento presenta para el análisis de la cultura material
mueble y los sistemas rituales de las últimas fases del Neolítico, uno de los aspectos más interesantes de su
estudio fue la apuesta metodológica que implicó la creación de una secuencia para la zona excavada a partir
de la seriación de los materiales arqueológicos dado que la estratigrafía era fundamentalmente horizontal
(Lizcano et al., 1991-92; Lizcano, 1999). Los resultados de este análisis condujeron a una división de
la ocupación en tres grandes fases, proponiéndose una vinculación de la Fase I con el Neolítico Tardío
(primera mitad del IV milenio A.C.), la II con el Neolítico Final (segundo mitad del IV milenio A.C.) y la
III (inicios del III milenio A.C.) con los inicios del Calcolítico. Se pretende aquí contrastar esa propuesta
con las dataciones disponibles, pudiéndose adelantar que éstas sugieren unas fechas más recientes para el
yacimiento de las que originalmente se habían manejado.
Fig. 1. Situación del yacimiento del Polideportivo-La Alberquilla (Martos, Jaén), también conocido como Zona
Arqueológica del Polideportivo de Martos (ZAPM).
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Fig. 2. Zona Arqueológica del Polideportivo de Martos incluyendo las áreas de las que se han datado contextos
arqueológicos.
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Fig. 3. Planimetría del área del Polideportivo dentro de la Zona Arqueológica del Polideportivo de Martos.
El yacimiento está caracterizado por estructuras subterráneas de diferente forma y dimensiones. Además
de los tramos de foso, documentados en las diferentes campañas, la mayor parte de las estructuras son
fosas piriformes, a veces conservadas sólo en su parte inferior y a menudo superpuestas, cuyo relleno
estratigráfico, en contra de lo habitualmente considerado, es resultado de distintos usos del espacio y no
de meros rellenos de amortización. Así, junto a evidencias de la existencia de actividades de combustión,
despiece de animales, talla de sílex y almacenamiento, se documentan otras de carácter ritual. Tanto la
cercanía y disposición de ciertas estructuras como el material recuperado de ellas hablan de que la unidad
residencial, que debió integrar también complejos estructurales no hipogeicos o semiexcavados, contó con
varios complejos articulados entre sí (Lizcano, 1999).
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Nuevas aportaciones para la periodización del Polideportivo de Martos
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El contexto material del yacimiento incluye en un primer momento (fase I) formas abiertas con inflexión
marcada y, a menudo, con elementos de suspensión (mamelones), mientras en un segundo momento de
fines del IV Milenio cal BC (fase II) los cambios entre los dos cuerpos de los recipientes compuestos
adquieren la forma de una verdadera carena, y, progresivamente, la parte superior de éstos tiende a abrirse
y el labio a engrosarse. Los recipientes decorados, siempre escasos, tienden a disminuir (Lizcano, 1999).
En la industria lítica tallada están presentes desde el primer momento las hojas obtenidas por presión con
palanca que, en cualquier caso, no presentan lustre de cereal y que fueron usadas fundamentalmente en
actividades de carnicería (Afonso, 1998).
Como hemos dicho, el aspecto que más ha llamado la atención es la frecuencia de inhumaciones de
animales –especialmente perros– en el yacimiento, además de la presencia de un enterramiento humano
en fosa cilíndrica-piriforme (Lizcano et al., 1991-92, 1993; Lizcano, 1999; Lizcano y Cámara, 2004),
fenómenos similares a los documentados en otros yacimientos andaluces (Márquez y Jiménez, 2011)
incluyendo algunos en el Alto Guadalquivir y sus inmediaciones (Martín, 1987; Burgos et al., 2001;
Martínez et al., 2009; Rabanal et al., 2009; Nocete et al., 2010; Portero et al., 2010; Cámara et al., 2012).
Aunque las interpretaciones de estos rituales han sido variadas (Weiss-Krejci, 2006; Cámara et al.,
2008, 2010; Chapman, 2008; García-Moncó, 2008; Valera y Godinho, 2009; Valera et al., 2010; Daza,
2011; Costa y Cabaço, 2012), en principio, debemos señalar que no existen complejos estructurales
específicamente rituales sino que a veces se produce el reaprovechamiento ritual de un complejo estructural
previamente usado para otros fines. En otras ocasiones, de forma previa al uso de los complejos, se llevan
a cabo ceremonias que implican el enterramiento de animales en la base de las fosas. Al primer caso
corresponde la ternera inhumada en complejo estructural (CE) número 15 (fig. 4) y relacionada con la
potenciación de la fertilidad de los rebaños y la demarcación de la propiedad; al segundo, la inhumación de
cánidos en los CE 12, 15 y 16 (fig. 5 y 6) como evidencia de fundación de dichos complejos estructurales
y como reconocimiento de la función de estos animales en la caza y en el pastoreo, como parece sugerir su
asociación a una cabeza de jabalí en el CE 12 (Cámara y Lizcano, 1996; Lizcano et al., 91-92; Cámara et
al., 2008). El cráneo de carnero, previamente descarnado, y colocado cuidadosamente como trofeo dentro
del CE 25a, abre otros interrogantes sobre el papel de la acumulación de riqueza y su exhibición incluso
Fig. 4. Ternera inhumada en el
CE 15 del área del Polideportivo.
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en los contextos domésticos. Otro cráneo de carnero similar se encuentra en el CE 7 de la cercana área de
La Alberquilla, en la misma zona arqueológica (Cámara et al., 2010), constituyendo parte del conjunto de
animales (cinco perros, dos bóvidos y la propia cabeza de carnero) (fig. 7) que acompañan una inhumación
y que implican la movilización de riqueza pecuaria en los funerales, un aspecto bien constatado en el
Fig. 5. Cánidos inhumados
en el fondo del CE 12 del
área del Polideportivo.
Fig. 6. Cánidos inhumados
en los fondos de los CE 15
y CE 16.
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Alto Guadalquivir (Cámara et al., 2012), si bien no generalizado. En el mismo yacimiento, en el área
del Polideportivo, dos mujeres y dos jóvenes se inhumaron en el CE 13 sin ajuar (fig. 8), a no ser que
consideremos como tal (Cámara y Lizcano, 1996; Lizcano et al., 1991-92; Lizcano, 1999) los restos del
nivel de ocupación previo del complejo estructural, desplazados para hacer sitio a los cadáveres.
Fig. 7. Enterramientos
animales del CE 7 en el
área de La Alberquilla.
Fig. 8. Enterramientos
humanos en el CE 13 del
área del Polideportivo.
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J. A. Afonso, J. A. Cámara, L. Spanedda, J. A. Esquivel, R. Lizcano, C. Pérez y J. A. Riquelme
2. OBJETIVOS DE LAS DATACIONES RADIOCARBÓNICAS DE MATERIALES
DE LOS YACIMIENTOS DEL IV Y III MILENIOS EN EL ALTO GUADALQUIVIR.
EL CASO DE MARTOS
Las fechas disponibles en relación con los rituales de inhumación para el Neolítico Reciente y el Calcolítico
del Alto Guadalquivir en particular y para Andalucía en general, no son muy numerosas (García et al., 2011;
Molina et al., 2012). Lo más sorprendente es que, admitiéndose por la mayoría de los investigadores, con
el precedente de Papa Uvas (Aljaraque, Huelva) (Martín, 1985, 1986), la necesidad de que la información
contextual de cada uno de los complejos, sus procesos tafonómicos y la interpretación de los mismos sean
publicados lo más detalladamente posible, por el contrario, no ha sido considerada la necesaria datación
radiométrica de cada uno de los depósitos, de nuevo con la excepción de Papa Uvas (Soares y Martín, 1996)
y algunos otros ejemplos recientes (Nocete et al., 2010; Cámara et al., 2012).
El problema además es que, a menudo, ha existido una preocupación general por datar los fosos como
el de El Negrón (Gilena, Sevilla) (Cruz-Auñón et al., 1995) o los de Marroquíes (Zafra et al., 2003; Zafra,
2007), con los problemas que los rellenos de estos complejos lineales presentan, dado que el material caído
en ellos, arrastrado del entorno en momentos de desuso, puede ser anterior o posterior a la construcción,
sin que sea posible casi en ningún caso afirmar la relación entre el elemento datado y el contenedor, si bien,
incluso reconociendo tales problemas, se sigue pretendiendo obtener series cronológicas a partir de esos
depósitos (Valera y Silva, 2011; Valera, 2013; Valera et al., 2014).
En el caso de El Polideportivo-La Alberquilla nuestro interés fundamental se ha centrado en la datación
de los rituales documentados, no sólo porque éstos están profundamente conectados con la organización
social concreta en que se desarrollan, sino porque los rituales, especialmente en el área del Polideportivo
(Lizcano et al., 1993), tienen una importante relación con la ganadería y su papel en la acumulación de
riqueza (Cámara et al., 2008).
El análisis de las dataciones de El Polideportivo-La Alberquilla buscaba determinar las fechas en las que el
área excavada de este extenso asentamiento estuvo ocupada y contrastar la validez de la periodización efectuada
a partir del estudio de los materiales arqueológicos y la superposición estratigráfica y estructural (Lizcano, 1999).
La valoración de la periodización previamente propuesta para el yacimiento ha pretendido: a) realizar
una aproximación a la sincronía-diacronía de los complejos estructurales de las distintas áreas; b) establecer
pautas de temporalidad en las estratigrafías más complejas, aquéllas correspondientes a los complejos
estructurales dedicados a actividades más diversificadas, p. ej. el 12. La posibilidad de avanzar en ambos
objetivos ha quedado, en cualquier caso, muy limitada por el número final de dataciones disponible.
3. LA MUESTRA ELEGIDA
Aunque se ha llamado la atención sobre los problemas del uso de los restos óseos para datar los contextos
arqueológicos, especialmente en los suelos ácidos (Nieto et al., 2002), es indudable que la única forma de
concretar estadísticamente la cronología de un depósito ritual es datar el elemento concreto –el inhumado–
cuya fecha se quiere conocer, y, de ahí la reciente proliferación de dataciones de huesos humanos y animales
(Castro et al., 1993-94; Mataloto y Boaventura, 2009; Cámara y Molina, 2009; Cámara et al., 2012; Lull et
al., 2013). Es fundamental datar los huesos cuando, como en el caso que nos ocupa, no existen elementos
materiales cuya asociación a los inhumados –personas o animales– corresponda a una decisión coetánea al
enterramiento, sea porque los restos recuperados junto a los inhumados proceden de procesos de remoción
de depósitos anteriores o de relleno, sea porque los ajuares son prácticamente inexistentes. Además, es
especialmente relevante, sin duda, datar los restos óseos si lo que se desea es corroborar la sucesión de las
inhumaciones, o si lo que se quiere, como en el caso de los cinco perros del CE 12, es datar el inicio de la
ocupación que el ritual habría justificado-reproducido.
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Nuevas aportaciones para la periodización del Polideportivo de Martos
141
No nos encontramos aquí con los problemas que otros autores han tenido para relacionar la cronología
de los inhumados con la fecha de construcción de los sepulcros (Persson y Sjøgren, 1995; Rybicka, 2006;
Bayliss y Whittle, 2007; Baldia, 2010; Scarre, 2010; Schulz Paulsson, 2010), a menudo desconocida, en
primer lugar porque no se trata de enterramientos colectivos y en segundo porque la construcción del
complejo debió ser coetánea a los rituales documentados como en los CE 12 y 25a (Lizcano, 1999).
Cuando esta circunstancia no se da, se producen dos fenómenos claramente distinguibles en el registro
estratigráfico, el reaprovechamientos de estructuras previas como el CE 13 (Cámara y Lizcano, 1996), o
episodios puntuales que suponen un interludio dentro de un uso generalmente doméstico del espacio, como
ejemplifica el nivel donde se sitúa la ternera inhumada en el CE 15. Especialmente esta última posibilidad
es un aspecto que algunos autores han rechazado, prefiriendo proponer un uso exclusivamente ritual para
las fosas piriformes de este tipo de poblados (Márquez y Jiménez, 2010).
4. EL ANÁLISIS DE LAS DATACIONES OBTENIDAS. AGRUPACIÓN DE DATACIONES
SEGÚN EL ERROR MÍNIMO GLOBAL VERSUS SUMA DE PROBABILIDADES
Naturalmente lo primero que se debe discutir es si las dataciones radiocarbónicas pueden ser utilizadas
como un argumento definitivo a favor o en contra de una hipótesis cronológica asentada en otros aspectos
–la seriación de los materiales apoyada en secuencias estratigráficas bien estudiadas–, o si, por el contrario,
ambos aspectos –seriación y datación– deben ser integrados en cualquier análisis cronológico. En nuestra
opinión, sólo un abundante conjunto de dataciones para cada contexto, algo inexistente en los yacimientos
andaluces, puede contribuir, en su tratamiento estadístico, a rechazar o corroborar totalmente una propuesta
de seriación basada en la articulación de las estratigrafías con los cambios en los objetos arqueológicos.
Aunque, dado el exiguo número de dataciones, estas premisas no se pueden aplicar totalmente al yacimiento
que estudiamos, también es cierto que el predominio de una secuencia horizontal –aun con la sucesión de
niveles en los rellenos de algunos CE– convierte la secuencia propuesta previamente para el yacimiento
del Polideportivo-La Alberquilla (Lizcano, 1999) en una hipótesis susceptible de ser fácilmente puesta en
cuestión si no existe una cierta relación con las fechas radiocarbónicas obtenidas.
Hechas estas aclaraciones, podemos ahora usar las dataciones disponibles, calibradas a partir de la curva
IntCal13 (Reimer et al., 2013) a través del programa Calib 7.0.2 (tabla 1 y fig. 9), en un ejercicio crítico
sobre la periodización ofrecida para el yacimiento de El Polideportivo-La Alberquilla (Lizcano, 1999) y,
posteriormente, podemos usarlas para discutir sobre la contemporaneidad y/o diacronía de los complejos
estructurales documentados y sobre la continuidad de uso de algunos de ellos.
La primera fecha obtenida, a partir de carbón, para El Polideportivo (Teledyne Isotopes I-17083)
(Lizcano et al., 1991-92; Lizcano, 1999) presentaba problemas para su calibración y uso comparativo, por
proceder de una muestra de vida larga y por su tratamiento radiométrico mediante el método estándar que
proporcionó una datación con una alta desviación típica. La calibración ofrecía una fecha de la primera
mitad del IV Milenio A.C. para un nivel de hogar (US 3) situado en un momento relativamente avanzado
del uso del CE 12, adscrito a la fase Ic del yacimiento (fig. 11).
Las dataciones obtenidas sobre restos óseos animales, analizadas por el Centro Nacional de Aceleradores
(CNA) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en Sevilla, se sitúan todas en la segunda mitad
del IV Milenio A.C. en fechas calibradas, mientras una muestra de restos óseos humanos analizada por el
Laboratorio de la Universidad de Uppsala (Ua) ofrece una datación de mediados del II Milenio A.C.
Todo ello nos lleva, sin ulterior análisis, a considerar que la fechas atribuidas a cada una de las fases
consideradas en los primeros análisis del yacimiento fueron demasiado elevadas (Lizcano, 1999), a raíz
de la evaluación de la única fecha disponible en aquellos momentos, la del laboratorio Teledyne Isotopes.
La combinación de probabilidades a través del programa Calib 7.0.2 nos señala que la mayor parte
de los contextos datados corresponden a un periodo situado entre el 3376 y el 3092 cal A.C. al 84% de
probabilidad dentro del intervalo de 1 σ, y entre el 3520 y el 2877 cal A.C. al 90% de probabilidad para el de
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J. A. Afonso, J. A. Cámara, L. Spanedda, J. A. Esquivel, R. Lizcano, C. Pérez y J. A. Riquelme
Tabla 1. Dataciones disponibles para el yacimiento del Polideportivo de Martos - La Alberquilla, calibradas con el
Programa Calib 7.0.2 y la curva IntCal13 (Reimer et al., 2013).
Nº excav.
Muestra
Fecha BP
Fecha 1 s
Fecha 2 s
Nº laboratorio
Fase
MR14025
Carbón hogar US3
Cánido
5080 ± 140
4465 ± 25
4035-3706
3326-3039
4239-3543
3334-3026
I-17083
CNA603
Fase Ib-c
Alberquilla Fase IIa
MR6249
MR12705
MR12717
MR12719
MR12721
MR12722
Suido
Cánido
Cánido
Cánido
Cánido
Cánido
4550 ± 50
4360 ± 25
4555 ± 30
4610 ± 30
4630 ± 50
4500 ± 40
3367-3113
3011-2918
3365-3128
3493-3355
3510-3355
3336-3105
3495-3092
3080-2907
3482-3105
3509-3146
3627-3127
3355-3034
CNA607
CNA609
CNA610
CNA611
CNA612
CNA613
Fase IIa
Fase Ia
Fase Ia
Fase Ia
Fase Ia
Fase Ia
MR15154
MR15352
MR18138
MR19014
MR16006
MR12703
MR13504
Bóvido
Cánido
Ovicáprido
Cérvido
Cánido
Suido
Humano
4550 ± 25
4530 ± 60
4580 ± 60
4460 ± 30
4295 ± 40
4500 ± 40
3975 ± 33
3362-3132
3358-3106
3497-3116
3323-3030
3000-2880
3336-3105
2565-2467
3367-3108
3493-3025
3516-3096
3336-3021
3076-2872
3355-3034
2577-2350
CNA614
CNA616
CNA617
CNA618
CNA620
CNA621
Ua40060
Fase Ib
Fase Ia
Fase IIa
Fase IIa
Fase IIa
Fase Ia
Fase IIIa
Fig. 9. Representación gráfica de las
dataciones disponibles para el yacimiento
del Polideportivo de Martos-La Alberquilla,
calibradas con el Programa Calib 7.0.2 y la
curva IntCal13 (Reimer et al., 2013).
APL XXX, 2014
[page-n-152]
Nuevas aportaciones para la periodización del Polideportivo de Martos
143
2 σ, si bien, no se alcanza el número de muestras recomendado (20) para minimizar el error cuando se usa
este método (Williams, 2012: 580-581). En cualquier caso, la fecha de la tumba, atribuida a un momento
avanzado de la ocupación del yacimiento, queda fuera de ese intervalo y, por tanto, cabe suponer que la
actividad humana en la zona excavada se prolongó aun más, al menos hasta mediados del III Milenio A.C.
En función de la procedencia las muestras, el grupo de datos usados en este trabajo está constituido por
diez dataciones independientes y dos conjuntos pequeños: a) formado por las fechas obtenidas de muestras
de cinco cánidos y un suido, todos procedentes del CE 12 y de la fase Ia (CNA 609, CNA 610, CNA 611,
CNA 612, CNA 613 y CNA 621); y b) formado por dataciones de muestras del CE 15, correspondientes a
un cánido de la fase Ia y un bóvido de la fase Ib (CNA 614 y CNA 616) (fig. 10).
En el primer caso la combinación de probabilidades a partir del programa Calib 7.0.2 sugiere un uso
del CE 12 entre el 3497 y el 3108 con el 100% de probabilidad dentro del rango 1 σ y cubriendo, por tanto,
prácticamente todo el rango de ocupación del yacimiento sugerido por el análisis conjunto de todas las
dataciones disponibles para éste. Aunque la combinación de probabilidades del intervalo a 1 σ, muestra dos
concentraciones, la primera entre 3497 y 3315 cal A.C. con un 50,12% de probabilidad y la segunda entre
3237 y 3108, con el 46,7%, se debe tener en cuenta, además de los intervalos de baja probabilidad, el hecho
de que no se han tomado muestras de todos los niveles estratigráficos del complejo sino sólo de los niveles
basales en los que tuvieron lugar los enterramientos rituales de animales –cánidos fundamentalmente (fig.
11)–. Por ello, no parece probable que las muestras integradas en este conjunto pertenezcan a momentos
cronológicos diferentes, como después discutiremos, aun con las diferencias temporales sugeridas por
las dataciones obtenidas. De hecho, si atendemos a la suma de probabilidades a 2 σ, las dataciones se
concentran entre 3385 y 3093 con el 69% de probabilidad dentro de ese rango.
En el segundo caso, la combinación de probabilidades de las dataciones calibradas disponibles para el
CE 15 –sólo dos–, sitúan las inhumaciones rituales en este complejo –cánido y ternera– entre el 3358 y
el 3106 cal A.C. con un 100% de probabilidad en el rango a 1 σ, y entre 3374 y 3079 con un 92,96% de
probabilidad dentro del rango 2 σ.
Fig. 10. Sección del CE 15 del área del Polideportivo con indicación del lugar de donde proceden las muestras datadas.
APL XXX, 2014
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144
J. A. Afonso, J. A. Cámara, L. Spanedda, J. A. Esquivel, R. Lizcano, C. Pérez y J. A. Riquelme
Fig. 11. Sección del CE 12 del área del Polideportivo con indicación del lugar de donde proceden las muestras datadas.
Un aspecto a tener en cuenta a la hora de comparar y agrupar las fechas disponibles es que la calibración
implica una modificación de la distribución “normal” de la datación. Se ha optado aquí, en los párrafos que
siguen, por la comparación de las fechas no calibradas. Como en otros casos (Davison et al., 2009), los resultados
serán contrastados con datos ya conocidos, en este caso fundamentalmente el complejo estructural del que
proceden las muestras y su situación estratigráfica, utilizando lo que se conoce como el error mínimo global.
1
1 n 1
A partir de la expresión 2 = ∑ 2 (Dolukhanov et al., 2005), siendo n=nº de datos en el conjunto
n i =1 Σ i
s
y ∑i =máx(σi, σmín), con σi=error de medida y σmín=error mínimo global –no es posible disponer del error
instrumental–, se obtiene una incertidumbre global σ para cada conjunto.
Respecto al grupo a, claramente se tienen tres subgrupos (fig. 12), uno de ellos constituido por las
referencias CNA610, CNA613 y CNA621, que se considera un único dato, con una edad media después
de la calibración de 3450 años, según el método seguido aquí (Dolukhanov et al., 2005). Considerando
un error mínimo global de 30 años, a este conjunto se le asigna una incertidumbre global de 40 años. Este
resultado ofrece una fecha más antigua que la combinación de probabilidades para esas tres dataciones que
se obtiene a través del programa Calib 7.0.2, entre 3361 y 3113 cal A.C. al 100% de probabilidad dentro
del rango 1 σ y entre el 3367 y el 3090 al 99,6% de probabilidad dentro del rango 2 σ. Sin embargo, la
fecha obtenida sí se encuentra dentro del rango de la suma de probabilidades para todas las dataciones del
complejo que, como hemos visto, está entre 3497 y 3108 a 1 σ.
Otro subgrupo está formado por las dataciones CNA611 y CNA612, ligeramente más antiguas. Para este
subgrupo se estima una edad de 3430 años y una incertidumbre global estimada de 36 años, colocándose en
este caso la estimación dentro de la combinación de probabilidades del programa Calib 7.0.2 que situaría la
APL XXX, 2014
[page-n-154]
Nuevas aportaciones para la periodización del Polideportivo de Martos
145
Fig. 12. Histograma para los conjuntos coevales
formados por CNA610, CNA613, CNA621 y
CNA611-CNA612, junto al dato independiente
CAN609.
agrupación de esas dos dataciones entre 3498 y 3353 cal A.C. al 100% de probabilidad dentro del rango 1
σ y entre 3522 y 3335 al 96,18% de probabilidad dentro del rango 2 σ. Finalmente el tercer subgrupo está
formado por un único elemento (CAN609), de edad estimada en 3030 años y una incertidumbre de 30 años
(Dolukhanov et al., 2005; Davison et al., 2009).
De igual forma, para las dos referencias CNA614 y CNA616 pertenecientes al CE 15 se tiene una edad
de 3435 años y un error instrumental que, utilizando la expresión anterior, es σ=±47 años. También en este
caso el método usado ofrece una fecha más antigua a la obtenida por la combinación de probabilidades
que situaría esos enterramientos de animales en el CE 15 entre el 3374 y el 3079 cal A.C. con un 100% de
probabilidad en el rango a 2 σ.
Una vez realizadas las correcciones anteriores, las comparaciones entre dataciones se llevan a cabo
mediante el test t-Student utilizando la varianza conjunta como varianza del grupo y un nivel de significación
α=0.05. Los resultados obtenidos (tabla 2) permiten establecer los siguientes grupos:
1) I17083 5080±140BP
2) CNA 610, 611, 612, 613, 614, 616, 617, 621
3) CNA 603, 618
4) CNA 609, 620
5) Ua40060 3975±33BP
La datación CNA 607 es problemática ya que está en el límite de significación de los grupos 2 y 3, por lo
que no se le puede asignar un valor que pueda discriminar correctamente entre ambos grupos. Posiblemente
sea un dato de transición entre los periodos formados por los anteriores 2 y 3. Estos resultados permiten
establecer dos posibles ordenaciones de los datos –debido a lo expuesto anteriormente– desde los más
antiguos a los más recientes:
ORDEN 1
- I17083 4036-3706 cal A.C.
- CNA 607, 610, 611, 612, 613, 614, 616, 617, 621 3450-3380 cal A.C.
- CNA 603, 618 3340-3320 cal A.C.
- CNA 609, 620 3090-2870 cal A.C.
- Ua40060 2565-2467 cal A.C.
ORDEN 2
- I17083 4036-3706 cal A.C.
- CNA 610, 611, 612, 613, 614, 616, 617, 621 3520-3435 cal A.C.
APL XXX, 2014
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J. A. Afonso, J. A. Cámara, L. Spanedda, J. A. Esquivel, R. Lizcano, C. Pérez y J. A. Riquelme
- CNA 603, 607, 618 3380-3320 cal A.C.
- CNA 609, 620 3090-2870 cal A.C.
- Ua40060 2565-2467 cal A.C.
Dadas las características de la cultura material mueble asociada a la muestra CNA607 (Lizcano, 1999)
será esta última propuesta la que seguiremos en la discusión que sigue.
Así, prescindiendo de las dataciones extremas, grupos 1 y 5, las fechas se pueden agrupar en tres
conjuntos: 3520-3435, 3380-3320 y 3090-2870 A.C.
Para afirmar la cronología de cada uno de los contextos y el periodo global de ocupación del yacimiento,
en nuestra opinión, el primer trabajo que habría que realizar es relacionar cada una de estas agrupaciones,
las fechas concretas que en cada una de ellas se inscriben, con las fases presentadas a partir de la seriación
del material mueble y las estructuras de El Polideportivo-La Alberquilla.
Las dataciones de nuestra primera agrupación (CNA 610, 611, 612, 613, 614, 616, 617, 621), corresponden
a la mayor parte de los perros inhumados en el fondo del CE 12 (MR12717, MR12719, MR12721,
MR12722), al suido al que circundan (MR12703) (Cámara et al., 2008) (fig. 5), a los restos de la ternera del
Tabla 2. Comparación de muestras mediante el test t de Student con nivel de significación α=0.05.
t
CNA610, CNA611,
CNA612,CNA613 y CNA 621
α
2.347
<0.05
1.136
>0.05
1.000
>0.05
2.347
<0.05
7.804
<0.05
CNA614-CAN616
7.263
<0.05
CNA603
7.306
<0.05
CNA607
6.00
<0.05
CNA617
7.304
<0.05
CNA618
7.306
<0.05
CNA620
0.1
>0.05
CNA603
1.703
=0.05
CNA607
0.801
>0.05
CNA617
1.115
>0.05
CNA618
1.703
=0.05
CNA620
6.56
<0.05
CNA607
0.685
>0.05
CNA617
2.68
<0.05
CNA618
0.1
>0.05
CNA620
6.2
<0.05
CNA617
1.792
<0.05
CNA618
0.686
>0.05
CNA620
APL XXX, 2014
>0.05
CNA620
CNA618
0.253
CNA618
CNA607
CNA614-CAN616
CNA617
CNA603
<0.05
CNA607
CNA614-616
8.98
CNA603
CNA609
CNA609
5.466
<0.05
CNA620
6.2
<0.05
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Nuevas aportaciones para la periodización del Polideportivo de Martos
147
CE 15 (MR15154), al perro inhumado en el fondo de éste (MR15352) (fig. 6) y a los restos de un ovicáprido
(MR18138) del CE 18 (fig. 13). Se confirma así que las dataciones de los cánidos del CE 12 corresponden a
un momento antiguo de la ocupación del yacimiento (fase Ia) pero la presencia de fuentes carenadas en el CE
18 había llevado a situar éste en la denominada fase IIa. Por otra parte la adscripción de la ternera localizada
en el CE 15 a esta agrupación, por la fecha obtenida (CNA 614), implica que no existió una amplia diferencia
temporal entre los primeros rituales desarrollados en él, la inhumación de un cánido (CNA 616) (fase Ia), y el
enterramiento de este bóvido algo después (fase Ib) según la evidencia estratigráfica. Aun posteriores serían
los enterramientos de La Alberquilla, para los que, en cualquier caso, sólo contamos con una fecha (CNA 603).
Como hemos dicho el análisis llevaría a situar este momento del yacimiento en 3520-3435 cal A.C.
En cualquier caso habría que señalar que algunas muestras de esta agrupación son ligeramente más
recientes que las otras –especialmente CNA613-MR12722 y CNA621-MR12703– lo que podría deberse
también a una menor cantidad de colágeno en ellas, como se ha sugerido también en otras áreas (Losey et al.,
2011), aunque, desafortunadamente, el laboratorio no ha proporcionado estos datos. Por el contrario, como
ya hemos dicho, existen también dos fechas más antiguas (CNA611-MR12719 y CNA612-MR12721).
De hecho, según la combinación de probabilidades realizadas con el programa Calib 7.0.2, las dataciones
que se han incluido en esta agrupación se situarían entre 3495 y 3115 cal A.C. en el rango 1 σ y entre 3515
y 3090 cal A.C. en el intervalo 2 σ, pero con dos concentraciones, una entre 3515 y 3422 cal A.C. que
supone el 18,31% y otra entre 3385 y 3090 que representa el 80,67%. Dada esta disparidad y el fuerte
solapamiento con el intervalo posterior, se podría plantear una subdivisión entre las fechas más antiguas
(CNA611 y CNA612) y el resto. En este sentido la combinación de las dos primeras fechas se situaría
entre 3498 y 3353 cal A.C. al 100% de probabilidad dentro del rango 1 σ y entre 3522 y 3335 al 96,18% de
probabilidad dentro del rango 2 σ. Éstas son las que se separan claramente del periodo posterior y las que
más se ajustan a los resultados proporcionados por el método propuesto por Dolukhanov y otros (2005)
aquí seguido. Por el contrario el resto de las fechas, cuando se combinan, muestran un fuerte solapamiento
con la agrupación presentada a continuación, con un arco temporal del 3364 al 3113 cal A.C. al 100% de
Fig. 13. Sección del CE 18 del área del Polideportivo con indicación de la UE de la que se ha tomado la muestra datada.
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148
J. A. Afonso, J. A. Cámara, L. Spanedda, J. A. Esquivel, R. Lizcano, C. Pérez y J. A. Riquelme
probabilidad en el rango 1 σ y del 3375 al 3087 con el 95,45% de probabilidad en el intervalo 2 σ. A no ser
que pensemos en el traslado de cuerpos de cánidos desde contextos más antiguos en la deposición ritual
inicial o que planteemos que las remociones rituales en el CE 12, antes del uso doméstico posterior que
hemos documentado, duraron unos doscientos años, hay que pensar que es muy probable que las dataciones
más antiguas se acerquen más a la fecha real de las inhumaciones iniciales y que el resto de las dataciones
son más recientes de lo esperado.
La segunda agrupación de fechas incluye un perro de un complejo estructural con enterramientos
rituales –de humanos y animales– en la zona de la Alberquilla (CNA603- MR14025) (fig. 7), un hueso
de cérvido (CNA618-MR19014) del CE 19 (fig. 14) y finalmente, con un carácter, como hemos visto,
transicional, restos de un suido (CNA607-MR6249) del CE 6 (fig. 15). La mayor parte de los contextos a
que pertenecen estas muestras fueron situados en la fase IIa –CE 6 y CE 19–, por criterios de morfometría
cerámica, mientras el CE 7 de La Alberquilla no fue incluido en la seriación cerámica al haberse excavado
posteriormente (Cámara et al., 2010). Esta agrupación quedaría, por tanto, situada, sobre todo en el siglo
XXXIV A.C., entre 3380 y 3320 cal A.C. En este caso también podemos ver que tales resultados se sitúan
en los límites más antiguos de las fechas que se obtienen de la suma de probabilidades de las dataciones
incluidas en este grupo a partir del programa Calib 7.0.2, que las sitúan entre 3331 y 3089 cal A.C. al
95,8% de probabilidad en el rango 1 σ y entre 3366 y 3080 al 90,07% en el intervalo 2 σ. Dado este arco
cronológico no es imposible que la datación del CE 18 (CNA617) se relacione con este grupo aun cuando
se asocie también significativamente al primero.
Finalmente la tercera agrupación de fechas (4) incluye sólo dos muestras, una de ellas del nivel fundacional
del CE 16 –con inhumación de cánido CNA620-MR16006–, muy arrasado (fig. 6), lo que podría hacer pensar
que pertenecería ciertamente a una fase avanzada del yacimiento, y por tanto ser más reciente de lo que se
pensó en las primeras interpretaciones que tendieron a ubicar todas las deposiciones de cánidos en el mismo
momento inicial del yacimiento. La otra fecha incluida en esta agrupación ha sido obtenida sobre uno de los
cánidos del CE 12 (CNA609-MR12705). Así la procedencia de esta segunda de esas fechas de un contexto
antiguo y la escasa contextualización de la primera de las muestras, nos obliga a ser cautos en cuanto a la
correlación de esta agrupación de fechas –3090-2870 cal A.C.– con una fase concreta de nuestro yacimiento.
En este caso, la coincidencia con los resultados de la suma de probabilidades a partir del programa Calib 7.0.2
es mayor, pues este ofrece para esas dos dataciones combinadas unos resultados de 3010-2888 cal A.C. al
100% de probabilidad para el rango 1 σ y 3025-2878 al 98,68% de probabilidad en el intervalo 2 σ.
Fig. 14. Sección del CE 19 del área del Polideportivo con indicación de la UE de la que se ha tomado la muestra datada.
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Nuevas aportaciones para la periodización del Polideportivo de Martos
149
Fig. 15. Sección del CE 6 del área del Polideportivo con indicación de la UE de la que se ha tomado la muestra datada.
5. LAS DATACIONES EN RELACIÓN CON LA PERIODIZACIÓN DEL YACIMIENTO:
AGRUPACIONES, SUMA DE PROBABILIDADES Y ANÁLISIS BAYESIANOS
Si nos ceñimos a la atribución previa en fases, con ciertas correcciones como la atribución del CE 16 a
un momento no inicial, observamos que los solapamientos entre las fases Ia/Ib y IIa según la suma de
probabilidades de las dataciones disponibles a partir del programa Calib 7.0.2 son considerables. Para las
subases Ia-b obtendríamos un intervalo entre 3497 y 3118 al 100% de probabilidad en el rango 1 σ y entre
3515 y 3093, también al 100% de probabilidad en el intervalo 2 σ, si bien ya se ha dicho que las dataciones que
ofrecen fechas más antiguas (CNA611, CNA612 y, en menor medida, CNA617) conducen a dos agrupaciones
(3497-3458 al 19,1% de probabilidad frente a 3377-3118 al 80,9% en el intervalo 1 σ). Para la fase IIa la
suma de probabilidades con el programa Calib 7.0.2 ofrece un intervalo entre 3361 y 2888 cal A.C. al 100%
de probabilidad en el rango 1 σ y entre 3376 y 2878 cal A.C. al 96,59% en el rango 2 σ, por lo que, si
prescindiéramos de las dataciones que han dado fechas más antiguas, el solapamiento sería absoluto.
En este sentido, la primera impresión sobre la correlación entre las dataciones y la seriación es que,
independientemente de la escasez, por el momento, de muestras de fases avanzadas, dado nuestro interés
en fechar la primera ocupación del lugar, no resulta fácil usar las dataciones para afirmar la sucesión de
las cuatro primeras subfases –Ia, Ib, Ic y IIa– del yacimiento, anteriores a un momento de arrastre de
sedimentos, probablemente relacionados con una inundación (Lizcano, 1999). De hecho, los solapamientos
entre las dos primeras agrupaciones obtenidas a partir del método del error mínimo global sugerido por
Dolukhanov y otros (2005) son aun mayores si atendemos a los resultados de la suma de probabilidades
a partir del programa Calib 7.0.2. Parece, en cualquier caso, probable que nuestra primera agrupación
de fechas corresponda, en su mayoría, a la denominada fase Ia del yacimiento y la segunda agrupación
a elementos procedentes principalmente de la fase IIa aunque con problemas en cuanto a que algunos
contextos, como el CE 18, sorprendentemente, han proporcionado dataciones antiguas (CNA 617).
Dadas las contradicciones que se observan entre la suma de probabilidades proporcionadas por el
programa Calib 7.0.2 y las agrupaciones del método del error mínimo global antes presentado (Dolukhanov
et al., 2005) que se ajustan más a las fases cronoestratigráficas previamente ofrecidas (Lizcano, 1999), se
ha realizado una calibración bayesiana (Bronk Ramsey, 2009) ordenando las dataciones según las fases
cronoestratigráficas de las que fueron obtenidas.
APL XXX, 2014
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150
J. A. Afonso, J. A. Cámara, L. Spanedda, J. A. Esquivel, R. Lizcano, C. Pérez y J. A. Riquelme
En primer lugar hemos utilizado el programa BCal gestionado por el Department of Probability and
Statistics de la University of Sheffield, disponible en el siguiente enlace: http://bcal.sheffield.ac.uk. (Buck
et al., 1999), y que ya ha sido utilizado para casos de la Península Ibérica (Lull et al., 2013). Entre las
diferentes condiciones que el programa nos permite seleccionar los resultados más significativos se han
obtenido considerando que las diferentes fases datadas (Ia, Ib, IIa y IIIa) son sucesivas, sin solapamientos
y con hiatos entre ellas. El análisis de probabilidades señala que, Ia es anterior a Ib con un 99,02% de
probabilidad, Ib es anterior a IIa con el 98,94% y IIa es anterior a IIIa con el 99,93%. La cronología
atribuida a cada fase para 1 y 2 δ puede consultarse en la tabla 3.
Otros autores (Boaventura, 2011; Boaventura y Mataloto, 2103) prefieren utilizar el programa OxCal 4.2,
disponible en la web: https://c14.arch.ox.ac.uk/oxcal/OxCal.html, para realizar los análisis bayesianos. Una
de las ventajas de esta aplicación es que permite mostrar en un mismo gráfico tanto las curvas individuales
de las dataciones como las curvas acumuladas por fases.
En este caso, usando las mismas condiciones, eliminando también del análisis las dataciones CNA 609 y
CNA 620 que el programa considera outlier, la significación obtenida para el modelo que considera las cuatro
fases (Ia, Ib, IIa y IIIa) es del 116,9% (tabla 4 y fig. 16), que constituye un índice de concordancia bastante
bueno ya que a partir de valores superiores al 60% se considera que el modelo bayesiano propuesto es válido.
El método del error mínimo global de Dolukhanov y otros (2005) y el análisis bayesiano nos sugieren
que existe una cierta correlación entre las dataciones y la seriación propuesta, a través de los materiales
arqueológicos, principalmente la cerámica (fig. 17), sin embargo, todos los métodos, y especialmente la
Tabla 3. Resultados de la calibración bayesiana, según la curva IntCal13, realizada con el programa BCal
(http://bcal.sheffield.ac.uk, Buck et al.,1999).
Intervalos de densidad posterior (HPD) máxima (cal BP)
Phase
Name
from
to
%
from
to
%
Boundary Start 1
-5337
-5301
68
-5462
-5290
95
Phase 1
CNA621
CNA616
CNA610
CNA611
CNA612
CNA613
Boundary End 1
Boundary Start 2
-5308
-5312
-5310
-5318
-5322
-5308
-5404
-5295
-5276
-5280
-5291
-5301
-5296
-5275
-5249
-5142
68
68
68
68
68
68
68
68
-5314
-5323
-5319
-5431
-5394
-5314
-5309
-5301
-5225
-5224
-5263
5285
-5275
-5228
-5179
-5129
95
95
95
95
95
95
95
95
Phase 2
CNA614
Boundary End 2
Boundary Start 3
CNA618
CNA603
CNA607
CNA617
Boundary End 3
Boundary Start 4
Ua40060
Boundary End 4
-5182
-5163
-5133
-5124
-5122
-5106
-5103
-5113
-4791
-4514
-4503
-5129
-5082
-5060
-5038
-5040
-5048
-5048
-5008
-4475
-4416
-3378
68
68
68
68
68
68
68
68
68
68
68
-5297
-5289
-5223
-5196
-5202
-5187
-5185
-5171
-5003
-4524
-4514
-5081
-5067
-5047
-4979
-4982
-5034
-5034
-4915
-4427
-4299
-1858
95
95
95
95
95
95
95
95
95
95
95
Phase 3
Phase 4
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suma de probabilidades, indican que la distancia cronológica entre las fases Ia, Ib y IIa es muy corta. Por
tanto lo que podemos asegurar, con mayor certeza, es que la principal transformación tuvo lugar a partir de la
fase IIa, a continuación de la posible inundación, entre fines del IV y principios del III Milenio A.C.
Si atendemos a la problemática de dataciones como la CNA 617 del CE 18, deberíamos plantear
que determinadas diferencias en los materiales pudieron tener más un matiz funcional que cronológico
y que el intento de articular una periodización detallada a partir de la estratigrafía horizontal (Lizcano,
Tabla 4. Resultados de la calibración bayesiana, según la curva IntCal13, realizada con el programa OxCal (https://c14.
arch.ox.ac.uk/oxcal/OxCal.html).
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J. A. Afonso, J. A. Cámara, L. Spanedda, J. A. Esquivel, R. Lizcano, C. Pérez y J. A. Riquelme
Fig. 16. Representación de las calibraciones bayesianas agrupadas por fases según el programa OxCal y la curva IntCal13.
1999) fue ciertamente ambicioso (y optimista), especialmente en lo que respecta a la subdivisión de la
denominada fase I, aunque algunos de los métodos de tratamiento estadístico de las dataciones (error
mínimo global y análisis bayesiano) la corroboren.
Prescindiendo de las dataciones CNA 609 (MR12705) y CNA 620 (MR16006) –tercera agrupación
de fechas, excepto la muestra transicional CNA 607– y de la datación I17085 por su excesiva desviación
típica, la horquilla cronológica en que se sitúan esas 4 subfases quedaría reducida a la segunda mitad del IV
milenio A.C., en lo que en el Sudeste se ha considerado Neolítico Final-Cobre Antiguo (Molina et al., 2004;
Molina y Cámara, 2005), implicando además esa cronología, como hemos repetido, un rejuvenecimiento
de anteriores propuestas (Lizcano, 1999) que tuvieron excesivamente en cuenta la datación I17085. En
cualquier caso determinadas fechas de Papa Uvas (Aljaraque, Huelva) (Soares y Martín, 1996) y Los
Castillejos en las Peñas de los Gitanos (Montefrío, Granada) (Martínez et al., 2010), sugieren que los
cambios del Neolítico Reciente comenzaron a los albores del IV Milenio A.C.
Aunque de momento sólo contamos con una fecha clara para las fases posteriores, correspondiente
a uno de los inhumados en la tumba 13 (Ua40060-MR13504) (fig. 18), ésta muestra una importante
diferencia temporal con los momentos de las primeras inhumaciones rituales de animales, como también
Fig. 17. Evolución de la cerámica en el Polideportivo de Martos con propuesta cronológica.
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Nuevas aportaciones para la periodización del Polideportivo de Martos
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Fig. 18. Sección del CE 13 del área del Polideportivo con indicación de la UE de la que se ha tomado la muestra datada.
se observaba en la calibración bayesiana antes comentada. De hecho, su rango a dos sigmas se sitúa
entre 2577 y 2350 A.C. En este caso, con independencia de la posibilidad de que estemos ante una fecha
ligeramente rejuvenecida, debemos señalar por una parte que las inhumaciones, que se situaron como
se dijo (Cámara y Lizcano, 1996; Lizcano, 1999) en una cabaña anterior cuyo material fue arrinconado
hacia los bordes, pueden ser bastante posteriores a la construcción del complejo estructural en que se
sitúan; en segundo lugar, que éstas pudieron desarrollarse a lo largo de un amplio periodo de tiempo –
aunque en un primer momento se pensara en relaciones parentales directas entre ellas, si bien con dos
mujeres y tres jóvenes–, y, en tercer lugar, que, en cualquier caso, el CE 13 pertenece a un momento
avanzado de la ocupación de esta zona del poblado (fase III).
Un aspecto importante de estas dataciones es que no sólo parecen confirmar, frente a lo que muchos
autores habían pretendido para estas comunidades (Aguayo et al., 1994; Fernández y Márquez, 19992000; Márquez, 2002; Lucena y Martín, 2005; Márquez y Jiménez, 2010), la ocupación continua de este
tipo de poblados, sino también el largo periodo de utilización de cada uno de los complejos estructurales,
corroborado no sólo por el análisis estratigráfico (Lizcano, 1999) sino también por el análisis químico de
los sedimentos (Sánchez et al., 1998).
Tabla 5. Propuestas cronológicas para cada una de las fases en función de los distintos métodos discutidos y de las
muestras disponibles.
Propuesta de
seriación
III
Suma de probabilidades Resultado de la combinación
(Calib 7.0.2)
mediante el método del error
mínimo global
Calibración
bayesiana (Bcal)
Calibración
bayesiana (OxCal)
2577-2350
2565-2467
2524-2299
3041-2079
3376-2878
3090-2870
3223-2915
3222-2934
Ib
3367-3108
3520-3320
3301-3067
3146-3115
Ia
3514-2911
3462-3179
3472-3215
IIIb
IIIa
II
IIb
IIa
I
Ic
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6. CONCLUSIONES
Aun teniendo en cuenta que algunas dataciones resultan más antiguas (CNA607) o más recientes
(CNA609) de lo esperado, el estudio realizado a partir de la combinación de las fechas obtenidas por el
método del error mínimo global o a partir del análisis bayesiano siguiendo la propuesta de periodización
presentada a partir de la seriación de la cultura material mueble del yacimiento, especialmente la
cerámica, nos ha permitido proponer una secuencia de ocupación relativamente amplia. De hecho, se
puede sugerir que el diseño esquemático de la evolución de este yacimiento con estratigrafía horizontal
(Lizcano, 1999) fue correcto.
De hecho, la discusión de las fechas a partir de su análisis estadístico en relación con los contextos y
a la seriación de materiales y complejos de Martos sugiere que la fase Ia se desarrolló a comienzos de la
segunda mitad del IV milenio A.C., la fase Ib a principios del último cuarto del IV milenio y la fase IIa en el
último tercio del IV milenio A.C. (tabla 5). Encontramos además una importante diferencia temporal entre
la mayoría de las dataciones y la fecha de la tumba 13, aunque existe la posibilidad de que hubiera una
amplia diferencia temporal entre la erección del CE 13 y la introducción en él de los cadáveres.
AGRADECIMIENTOS
Este trabajo se inscribe en el desarrollo del Proyecto “Cronología de la consolidación del sedentarismo y la desigualdad
social en el Alto Guadalquivir (HAR2008-04577)” financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación.
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APL XXX, 2014
[page-n-168]
Archivo de Prehistoria Levantina
Vol. XXX, Valencia, 2014, p. 159-211
Oreto GARCÍA PUCHOL a, Lluís MOLINA BALAGUER b, Fernando COTINO VILLA c,
Josep Lluís PASCUAL BENITO d, Teresa OROZCO KÖHLER b, Salvador PARDO GORDÓ b,
Yolanda CARRIÓN MARCO e, Guillem PÉREZ JORDÀ f,
María CLAUSÍ SIFRE c y Luís GIMENO MARTÍNEZ c
Hábitat, marco radiométrico y producción artesanal
durante el final del Neolítico y el Horizonte
Campaniforme en el corredor de Montesa (Valencia).
Los yacimientos de Quintaret y Corcot
RESUMEN: El propósito principal de este artículo reside en la descripción e interpretación del registro arqueológico
correspondiente al Neolítico final y al Horizonte Campaniforme documentado en los yacimientos de Quintaret
(Montesa, Valencia) y Corcot (l’Alcúdia de Crespins, Valencia). Las estructuras aquí reconocidas corresponden a fosas
y silos, de cuyo relleno procede un interesante conjunto de materiales. Las dataciones radiométricas obtenidas sitúan
el desarrollo de los yacimientos al menos entre el último siglo del IV milenio y los siglos centrales del III milenio cal
AC. Cabe destacar la recuperación de varios vasos campaniformes de estilo regional en la estructura Q138 de Quintaret,
así como la documentación en otras estructuras de un elevado número de restos de la fábrica de perlas de collar sobre
lignito y caliza, que evidencian la existencia en el lugar de áreas de actividad relacionadas con estas artesanías.
PALABRAS CLAVE: Neolítico final, Campaniforme, silos, cuentas de lignito y caliza, C14.
Settlement, radiocarbon dates and craft productions during Late Neolithic and Bell Beaker periods
in the ‘corredor de Montesa’ (Valencia, Spain). The sites of Quintaret and Corcot
ABSTRACT: In this paper we present the results related to the excavation works conducted in Late Neolithic and
Bell Beaker sites of Quintaret (Montesa, Valencia) and Corcot (l’Alcúdia de Crespins, Valencia), both in the middle
valley of Canyoles river. The sites, neighboring each other, offer a quite different volume of information (Quintaret: 51
structures; Corcot: 4 structures). 14C dates allow us to define the occupation of this area of the valley along the first half
of the III millennium cal BC. The presence of bell beaker ceramic in archaeological record of Quintaret is limited to just
one structure (Q138), where at least 7 different vessels have been identified. Other prominent point of the record is the
identification of remains related with the production of stone beads. The whole sequence of production is represented,
and also some tools used in the process have been recovered, putting in evidence the existence of some workshop areas.
KEY WORDS: Late Neolithic, Bell Beaker, storage pits, lignite and limestone beads, C14.
a Investigadora Programa Ramón y Cajal.
Departament de Prehistòria i Arqueologia, Universitat de València.
Oreto.garcia@uv.es
b Departament de Prehistòria i Arqueologia, Universitat de València.
Lluis.Molina@uv.es | Teresa.orozco@uv.es | Salvador.pardo@uv.es
c Global Geomática, Valencia.
fcotino@gmail.com
Recibido: 28/03/2014. Aceptado: 05/05/2014.
d
e
f
Museu de Prehistòria de València - SIP.
joseplluis.pascual@dival.es
Universidad Nacional a Distancia (UNED), Valencia.
Yolanda.carrion@uv.es
G.I. Arqueobotánica. IH, CCHS, CSIC.
Guillem.perez@uv.es
[page-n-169]
160
O. García Puchol, L. Molina, F. Cotino, J. L. Pascual, T. Orozco, S. Pardo, Y. Carrión, G. Pérez Jordà, M. Clausí y L. Gimeno
1. PRESENTACIÓN
Las intervenciones arqueológicas desarrolladas por técnicos de la empresa Global Geomática S.L., con motivo
del proyecto del Nuevo Acceso de Alta Velocidad Levante-Madrid-Castilla la Mancha-Región de Murcia
(tramo Moixent-l’Alcúdia de Crespins), han proporcionado nuevos datos sobre las ocupaciones humanas
del final del Neolítico y el Horizonte Campaniforme en el denominado corredor de Montesa (comarca de La
Costera, Valencia). Este espacio conforma un valle encajado entre la Serra d’Enguera y el macizo del Caroig al
N y la Serra Grossa al S, línea de confluencia de los sistemas Ibérico y Bético. El río Cànyoles, afluente del río
Xúquer, constituye el curso de agua destacado en su discurrir desde el SO al NE por el valle de Montesa. Este
valle resulta el principal corredor de comunicación entre el litoral valenciano y el interior de la meseta, aspecto
bien reflejado por la frecuencia de yacimientos arqueológicos de variada cronología documentados en gran
medida al amparo del reciente trazado de la alta velocidad. Un aspecto que tiene su trascendencia directa en la
confluencia diacrónica de ejes vertebradores de comunicación de relevancia, como el paso de la Vía Augusta o
el trazado del Ave que nos ocupa, y tendría también su reflejo en las redes de comunicación establecidas entre
las comunidades prehistóricas. Los resultados aquí presentados corresponden al tramo de la obra comprendido
entre los términos municipales de Moixent y l’Alcúdia de Crespins (fig. 1).
Los trabajos previos de prospección realizados en junio de 2009 en la denominada área de Quintaret
permitieron identificar la existencia de 2 silos cuyos materiales referían una atribución prehistórica neolítica,
confirmada por los trabajos de excavación realizados posteriormente en el año 2012, que además aportaron
evidencias sobre estructuras y materiales del Bronce final, épocas ibérica, romana y andalusí, y otros
restos estructurales de cronología posterior. A unos 3 km en línea recta, las intervenciones de seguimiento
arqueológico efectuadas en la denominada área de Corcot, desde enero de 2012, propiciaron también la
detección de estructuras prehistóricas y de cronología ibérica.
El propósito de este trabajo reside en describir e interpretar los hallazgos en ambas áreas correspondientes
a las ocupaciones del Neolítico final y del Horizonte campaniforme, apoyándonos para ello en la entidad
numérica de las fosas y silos documentados –un número notable de estructuras en Quintaret (51), reducido
en Corcot (4)–, y el interés del registro arqueológico recuperado. Las dataciones radiométricas obtenidas
permiten acotar que esta zona del curso medio del Cànyoles estaría ocupada al menos entre el último siglo
del IV milenio y los siglos centrales del III milenio cal AC.
Fig. 1. Mapa de localización de Quintaret y Corcot.
APL XXX, 2014
[page-n-170]
Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
161
La parcialidad de la excavación, siguiendo las directrices marcadas por el trazado de la obra, no permite
hacernos una idea de la extensión del espacio ocupado, si bien las pautas de distribución son similares
a otros registros conocidos en el territorio valenciano de similar cronología: en el fondo de los valles y
cercanos a cursos de agua. Las concentraciones observadas en algunos puntos (valle del Serpis) remiten a
ocupaciones durante largos períodos de tiempo dando así lugar a extensas áreas con vestigios de habitación
reconocidos sobre todo por la existencia de silos y fosas. Entre los hallazgos destacados avanzamos la
exclusiva concentración de vasos campaniformes en la estructura Q138 de Quintaret, así como los restos
relacionados con la artesanía in situ de perlas de collar sobre lignito y caliza que confirman la existencia en
el lugar de áreas de taller, de las que procederían el millar aproximado de cuentas y restos de la cadena de
producción localizados en el relleno de varias fosas de este mismo yacimiento (Q006, Q226, Q228, Q229,
Q230, Q231 y Q261).
2. LAS ESTRUCTURAS PREHISTÓRICAS DE QUINTARET Y CORCOT
(F. Cotino Vila, O. García Puchol y M. Clausí Sifre)
Tras la detección de materiales durante los trabajos previos de prospección, se procedió al seguimiento
arqueológico del decapado del área afectada por los desmontes de la obra (unos 31.500 m2), lo cual permitió
la identificación de numerosas estructuras de adscripción prehistórica e histórica que fueron seguidamente
excavadas. El registro de la información se realizó mediante las fichas normalizadas para tal fin y los datos
analíticos se incorporaron a una base de datos informatizada que permitió su tratamiento posterior. A estos
efectos se ha desarrollado una aplicación sobre GvSig que permite la gestión del conjunto de la información.
El registro planimétrico se efectuó combinando técnicas de topografía clásica con fotogrametría y láser
escáner3D, obteniéndose como resultados plantas ortofotográficas y modelos tridimensionales de las
estructuras.
Con el fin de recuperar vestigios paleobotánicos y otros restos de interés de reducido tamaño, se procedió
al tamizado con agua de una muestra del relleno de las estructuras (20 litros). Este muestreo fue ampliado
en función de la naturaleza y características de los restos hallados. La muestra biótica (carbones y en menor
medida semillas) no ha sido abundante pero permite realizar una serie de puntualizaciones interesantes
de carácter económico y ambiental. Por el contrario, no se han recuperado restos óseos, ni tan siquiera
pequeños restos entre las muestras flotadas (tampoco en las estructuras de época histórica), lo cual apunta
hacia un problema de conservación relacionado con la naturaleza del sustrato geológico.
2.1. Fosas y silos prehistóricos en Quintaret
El yacimiento de Quintaret se halla en el término municipal de Montesa, a poco más de 2 km al SE del
casco urbano de esta población. El lugar queda ubicado en la parte alta de una suave colina que ofrece una
posición de dominio visual de un tramo importante del valle de Montesa en paralelo al margen izquierdo
del río Cànyoles, que discurre a unos 1.000 m del área de la intervención. El Barranc de la Mentirola al O y
el Barranc del Toll hacia el E delimitan geomorfológicamente el área. Desde el punto de vista geológico se
encuentra en una formación del Mioceno medio-superior, Helvetiense-Tortoniense (TM. Margas blancas y
grises). Dichas margas son amarillas y blancas en superficie mientras que en profundidad pasan a ser gris,
verdosas y negruzcas. Los trabajos de excavación se iniciaron en enero de 2012 bajo la dirección de los
arqueólogos Fernando Cotino Villa y María Clausí Sifre. Las estructuras prehistóricas localizadas –acotadas
lógicamente al trazado de la vía férra– se distribuyen principalmente en la zona alta de la colina (“área de
la viña”) y hacia el Barranc del Toll, sobre todo al N pero también al S de la traza de la vía (fig. 2, A y B).
La prospección arqueológica permitió detectar dos estructuras tanto al N como al S del área intervenida,
APL XXX, 2014
[page-n-171]
162
O. García Puchol, L. Molina, F. Cotino, J. L. Pascual, T. Orozco, S. Pardo, Y. Carrión, G. Pérez Jordà, M. Clausí y L. Gimeno
Q230
Q231
Q228
Q229
Q242
Q024
Q007
Q006
N
Q282
Q283
Q030
Q138
20
Q088 Q090
Q082
Q092
Q089
Q079 Q081 Q083
Q091
Q075
Q084
Q086
Q078 Q080
Q085
Q064 Q071 Q074
Q070 Q072
Q067
Q125
Q069
Q062 Q068
Q077
40
60
80
100 m.
Q263
Q066
Q065
Q223
Q063
Q060
Q197
Q193
Q061
Q059
Q054 Q055 Q057
Q190
Q058
Q175
Q171
Q164
Q162
Q157
0
Q007
N
20
40
60
80
100 m.
Q024
Q081
Q071
Q079
Q074
Q075
Q138
Q083
Q082
Q078
Q085
Q086
Q073
Q125
Q084
Q067 Q062
Q077
Q068
Q072
Q060 Q061 Q069
Q059
Q070
Q055
Q054
Q171
Q282
Q030
Q088 Q090
Q092
Q080 Q089
Q091
Q066
Q065
Q064
Q063
Q006
Q263
Q223
Q197
Q165
Q193
Q190
Q175
Q164
Q162
Q157
N
20
0
40
60
Q230
Q231
80
100 m.
Q228
Q229
Q242
Q007
Q024
Q006
N
Q282
Q283
Q030
Q138
Q088
Q090
Q082
Q092
Q089
Q083
Q091
Q075 Q079 Q081 Q084
Q086
Q078 Q080
Q085
Q064 Q071 Q074
Q070 Q072
Q067
Q125
Q069
Q062 Q068
Q077
20
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80
100 m.
Q263
Q066
Q065
Q223
Q063
Q060
Q197
Q193
Q061
Q059
Q054 Q055 Q057
Q190
Q058
Q175
Q171
Q164
Q162
Q157
0
N
20
40
60
80
100 m.
Q230
Q231
Q242
Q007
Q024 Q006
Q282
N
Q283
20
40
60
80
100 m.
Fig. 2. A y B, planimetría de la excavación en Quintaret.
APL XXX, 2014
Q228
Q229
Q226
Q225
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Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
163
lo que sugiere que la dispersión de las mismas se extiende por una amplia zona, tanto hacia el río como en
dirección N a la traza. El abancalado efectuado a lo largo de diversas épocas ha afectado en gran medida a
la conservación de estos restos, sobre todo, y de forma más marcada, en las partes intermedias de la colina.
Las estructuras prehistóricas corresponden a silos (perfil conservado con paredes rectas o convergentes)
y fosas o cubetas (bien de planta circular de paredes abiertas, o que ofrecen plantas irregulares o de difícil
asignación debido a su estado de conservación). Los rellenos son uniformes, limos y arcillas con fragmentos
de marga (tap) con mayor o menor proporción de materia orgánica. Se han identificado 51 estructuras con
materiales que permiten su directa asignación prehistórica, además de otras 12 posibles, sin materiales, no
incluidas en este trabajo. Se han clasificado como silos/fosas y cubetas 49 de las estructuras, de tamaño y
conservación desigual. Los diámetros máximos fluctúan entre 2,40 y 0,70 m, mientras que las profundidades
varían entre 1,70 y 0,07 m, lo que da cuenta de la variabilidad observada (fig. 3, 4 y 5; tabla 1). Dos de las
N
N
N
S
S
S
O
E
O
E
O
Q006
N
E
O
S
Q058
Q064
N
Q007
O
E
N
N
S
S
S
O
E
UE 152
Q024
Q061
E
O
S
N
NO
Q065
SE
N
O
Q030
N
S
E
NE
SO
E
O
S
Q062
Q054
N
N
S
Q066
S
NO
SO
O
SE
NE
E
O
E
Q055
Q063
Q067
Fig. 3. Secciones de las
estructuras localizadas
en Quintaret.
APL XXX, 2014
[page-n-173]
164
O. García Puchol, L. Molina, F. Cotino, J. L. Pascual, T. Orozco, S. Pardo, Y. Carrión, G. Pérez Jordà, M. Clausí y L. Gimeno
estructuras, Q193 y Q197, obedecen a unas características distintas. Se trata de dos fosas seccionadas por el
trazado de un camino actual, de grandes proporciones (más de 3,5 m de dimensión máxima) y morfología
irregular. Excavadas en el subsuelo, la profundidad conservada es de 0,51 y 0,29 m respectivamente. Los
materiales prehistóricos recuperados son escasos, aspecto que dificulta su interpretación más allá de advertir
su probable función como áreas de actividad.
N
S
N
N
O
N
E
O
N
S
O
E
E
O
Q068
E
S
S
S
Q079
Q074
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E
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Q069
Q085
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Q080
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Q086
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Q075
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Q076
O
SO
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NO
Q072
N
N
NE
E
N
S
O
S
O
N
O
E
E
Q089
N
S
E
E
O
Q073
Q078
Fig. 4. Secciones de las estructuras localizadas en Quintaret.
APL XXX, 2014
S
S
Q083
Q071
N
Q088
O
Q077
O
E
Q082
UE 122
SO
S
SE
UE 121
S
E
Q081
S
O
S
E
SE
Q070
N
N
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NO
O
Q084
E
Q090
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Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
N
N
NE
SO
NO
SE
SO
NE
Q091
NO
Q263
SE
N
N
S
E
N
S
UE 1400
NE
SO
E
O
S
O
S
O
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SE
NO
Q229
Q190
Q164
N
S
E
O
E
O
S
N
O
S
165
E
UE 1400
Q092
Q230
Q165
N
S
NO
SE
SO
NE
NO
Q231
Q197
NO
SE
NNE
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NE
SO
SE
NO
E
SE
Q167
Q125
NO
S
O
N
Q283
Q193
SE
NO
C020
SE
UE 1156
UE 1155
SO
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N
SO
NE
SO
NE
S
NE
SO
UE 1156
UE 1155
Q138
Q168
N
E
NO
SE
SO
NE
Q242
S
N
S
O
Q223
N
E
O
N
S
O
S
E
S
N
C022
Q252
Q226
N
W
OE
Q169
Q157
C021
S
O
E
E
W
UE 1501
UE 1644
W
Q162
Q261
Q175
Q228
C023
Fig. 5. Secciones de las estructuras localizadas en Quintaret y Corcot.
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166
O. García Puchol, L. Molina, F. Cotino, J. L. Pascual, T. Orozco, S. Pardo, Y. Carrión, G. Pérez Jordà, M. Clausí y L. Gimeno
Tabla 1. Características morfométricas de las estructuras localizadas en Quintaret y Corcot.
Estructura
UE
Planta
Sección
L
A
Ø Boca/Sup.
Ø Máximo
Ø Base
Prof.
Q006
19, 20
circular
troncocónica
Q007
213, 214
circular
recta
99
148
148
118
125
125
113
23
Q024
210, 209
circular
recta
Q030
185, 186
ovalada
recta
161
161
147
24
92
92
87
24
Q054
73, 74
circular
abierta
87
87
Q055
75, 300, 76
circular
recta
116
116
113
37
Q061
90, 89, 326, 331
circular
troncocónica
155
230
230
170
Q063
97, 98
circular
recta
132
132
128
23
Q064
330, 332, 316
circular
globular
140
140
130
85
Q065
328, 331, 332
circular
recta
150
150
135
35
Q066
315, 233, 329
circular
globular
120
120
101
74
Q067
100, 99
circular
abierta
Q068
101, 102
circular
recta
Q069
103, 104, 327
circular
abierta
Q070
105, 106
circular
recta
Q071
107, 108
circular
abierta
Q075
28, 20
circular
globular
Q078
123, 124
circular
troncocónico
Q079
125, 126
circular
troncocónico
Q080
133, 134
circular
circular
Q081
135, 136
oval
recta
Q082
127, 128
circular
abierta
Q083
145, 146
circular
irregular
Q084
147, 148
circular
globular
99
Q085
149, 150
circular
recta
230
Q086
155, 156
circular
recta
120
Q088
163, 164
circular
troncocónico
125
Q089
165, 166
circular
troncocónica
Q090
168, 712, 167
oval
abierta
Q091
169, 170
circular
Q092
171, 172
Q125
141, 142
Q138
Q157
20
90
90
90
11
134
134
119
64
97
97
82
30
110
110
95
16
120
120
96
18
130
173
173
65
127
132
132
48
94
106
106
44
106
106
88
11
100
100
82
18
100
100
91
12
97
97
77
35
99
80
52
240
240
54
120
113
37
160
160
37
130
136
136
36
147
147
120
24
abierta
115
115
98
32
circular
abierta
147
147
126
26
oval
globular
113
147
147
76
22, 23, 823, 826
circular
globular
121
122
122
65
1087, 1088
circular
globular
124
127
127
49
Q162
1091, 1092
oval
recta
91
91
63
25
Q164
1095, 1096
oval
abierta
68
68
Q165
1399, 1400
irregular
abierta
165
165
106
49
Q175
1312, 1313
circular
abierta
93
93
73
22
APL XXX, 2014
20
[page-n-176]
Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
167
Tabla 1 (cont.)
Estructura UE
Planta
Sección
Q190
1397, 1398
circular
troncocónico
L
A
Ø Boca/Sup.
Ø Máximo
Ø Base
Prof.
61
61
60
49
Q193
1401, 1402
irregular abierta
370
135
296
51
Q197
1411, 1412
irregular abierta
350
200
Q223
1650, 1651
circular
recta
126
126
292
20
108
47
Q226
1123, 1124
circular
globular
120
120
106
78
Q228
1127, 1128, 1161 circular
troncocónico
Q229
1129, 1130, 1162 circular
globular
127
127
106
135
90
90
73
47
Q230
1131, 1132
circular
globular
Q231
1133, 1134
circular
globular
110
110
78
64
101
101
82
42
Q242
1155, 1156
circular
globular
108
Q261
1500,1501
circular
circular
110
108
77
48
110
108
6
Q263
1298,1299
circular
circular
120
Q283
1230,1231
circular
circular
155
120
112
26
155
147
12
C020
137,138,145,146
circular
globular
65
97
97
106
C021
139, 140
circular
C022
141, 142
circular
troncocónico
98
120
120
74
recto
87
87
72
50
C023
143, 144
ciruclar
globular
90
112
112
52
2.2. Las estructuras prehistóricas de Corcot
El área conocida como Corcot queda ubicada a 1,2 km del casco urbano de l’Alcúdia de Crespins. La excavación
comenzó en enero de 2012, bajo la dirección de los arqueólogos Fernando Cotino Villa y María Clausí Sifre.
En la parte más meridional del área de intervención, tras el decapado de una zona donde previamente se
habían localizado, entre otros, unos pocos restos posiblemente prehistóricos (sílex), fueron documentadas y
excavadas un total de cuatro estructuras prehistóricas (C020, C021, C022 y C023). Éstas se han clasificado
como silos atendiendo a las características de su perfil. Se encuentran conservados parcialmente, con la
excepción del silo C020. Se trata en este caso de una estructura de forma globular que se conserva completa
y ofrece la particularidad de situarse en el interior de una fosa irregular excavada desde donde a su vez se
excavaría el silo, que muestra una gran laja que pudo haber servido de tapadera (fig. 5 y 6, y tabla 1). Todas las
estructuras se encuentran excavadas en una depresión conformada por un sustrato margoso y a escasos metros
de un cambio hacia una interfaz rocosa (pudingas y conglomerados fuertemente cimentados). Al igual que
sucede en Quintaret, apenas se conserva materia orgánica, con la excepción de restos carbonizados de plantas
y semillas y algún resto malacológico. Entre el material arqueológico recuperado predominan los restos de
cerámica a mano, siendo esporádica la presencia de sílex u otros materiales.
2.3. Marco radiométrico
El estudio de los restos paleobotánicos recuperados en el transcurso de la intervención arqueológica ha
guiado, ante la ausencia de restos faunísticos, la selección de muestras de vida corta susceptibles de ser
datadas. En la medida de lo posible hemos preferido muestras de semillas que puedan ser resultado directo
de las actividades antrópicas en el lugar. Finalmente han podido datarse un total de 4 muestras, dos por
APL XXX, 2014
[page-n-177]
168
O. García Puchol, L. Molina, F. Cotino, J. L. Pascual, T. Orozco, S. Pardo, Y. Carrión, G. Pérez Jordà, M. Clausí y L. Gimeno
Fig. 6. Planimetría de la excavación en Corcot.
cada yacimiento (tabla 2). En Quintaret han sido fechadas dos estructuras singulares por su contenido: la
estructura con materiales cerámicos campaniformes Q138 (UE 053) y uno de los silos que concentra restos
de la manufactura de cuentas de collar de lignito y caliza, Q228 (UE 1161). En Corcot las muestras datadas
proceden de dos de las cuatro estructuras prehistóricas documentadas: C020 (UE 145) y C023 (UE 143).
Los resultados proporcionados por el laboratorio Beta Analytic Radiocarbon Dating Laboratory muestran
un rango cronológico que cubre los últimos años del IV hasta mediados del III milenio cal AC. A partir
de las dataciones disponibles podemos apuntar que el área de Quintaret ofrece evidencias de ocupación
prolongadas en el tiempo (desde finales del IV y que alcanzan la mitad del III milenio cal AC), mientras
que para Corcot (sobre dos muestras de estructuras inmediatas) estas ocupaciones quedan ubicadas en el
segundo cuarto del III milenio cal AC.
Tabla 2. Dataciones radiocarbónicas AMS sobre muestras singulares obtenidas en Quintaret y Corcot (laboratorio
Beta-analythics). Calibración realizada con el programa OxCal v4.2.3 (Bronk Ramsey, 2009); r.5; curva IntCal13
(Reimer et al., 2013).
Yacimiento Procedencia
Material
ID muestra
Fecha C14
Error
2 s cal BC
13C/14C
Quintaret
Q138 UE 826
Vicia Sativa
Quintaret
Q228 UE 1161 Hordeum vulgare
Beta-348075
4010
30
2617-2468
-22.4
Beta-348076
4370
30
3089-2907
-22.9
Corcot
Corcot
C020 UE 145
Semilla leguminosa Beta-348070
4130
30
2870-2583
-23.1
C023 UE 143
Semilla leguminosa Beta-348071
4110
30
2865-2575
-23.0
APL XXX, 2014
[page-n-178]
Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
169
3. ANÁLISIS PALEOBOTÁNICO
(Y. Carrión Marco y G. Pérez Jordà)
El análisis paleobotánico de los restos vegetales recuperados en las excavaciones de Quintaret y Corcot
cubre una amplia secuencia cronológica desde época prehistórica a contemporánea. En Quintaret se ha
analizado un total de 1.384 fragmentos de carbón de los que 468 proceden de 25 estructuras prehistóricas
diferentes; por el contrario, en Corcot sólo se han podido extraer tres carbones de una única muestra,
correspondiente a la estructura C021. El número de muestras que han aportado materiales carpológicos es
también muy reducido. El total de materiales estudiados se reduce a seis restos identificables. En el caso
de Quintaret, sólo dos muestras han ofrecido resultados (aportando un total de dos restos). Las otras cuatro
evidencias proceden de tres estructuras diferentes excavadas en Corcot.
3.1. Resultados antracológicos
El yacimiento de Quintaret ha ofrecido muestras de carbón procedentes de rellenos de estructuras excavadas,
que asociamos fundamentalmente a desechos de combustión de estructuras de hogar generalmente no
localizadas in situ. La mayor parte del combustible utilizado procede de madera de acebuche, lentisco y
Quercus perennifolio (carrasca o coscoja), sumando entre los 3 más del 65% del carbón analizado (tabla
3 y fig. 7). Parece, pues, que en esta fase se explotan sistemáticamente las formaciones arbustivas de las
márgenes del valle, sin estar representados taxones de ribera o de otros ambientes ecológicos, es decir,
que la recolección es muy local. Es posible que la presencia de acebuche esté sobrerrepresentada con
respecto a otros taxones, así como que existieran, sin duda, formaciones de mayor riqueza no reflejadas
aquí. Destaca un elevado número de carbones que han quedado indeterminables o determinados en el rango
de Angiosperma; la causa es el estado de conservación y/o tamaño de los fragmentos de carbón, ya que en
muchas muestras, el escaso material recuperado aparecía además rodado, cegado por el sedimento, etc.,
posiblemente como resultado de una deposición menos inmediata que la de otros conjuntos que presentan
un mejor estado de conservación.
Las estructuras que han ofrecido los mejores conjuntos de carbón son: Q077, Q087 y Q175; en las tres se
ha determinado prácticamente un 100% de Olea europaea, con la salvedad de que un alto porcentaje de las
identificaciones queda “a confirmar” (cf.) a causa de alteraciones anatómicas en la madera. En estos casos
se debe a que gran parte de los fragmentos estaban vitrificados (fig. 8), lo que ha llevado a la desaparición
de algunos de los criterios anatómicos de determinación del carbón (Théry-Parisot, 1998: 206-212). La
vitrificación se suele producir por una combustión reductora, en estructuras cerradas con poca entrada de
oxígeno, o en estructuras abiertas que han sido reutilizadas en las que el carbón queda sedimentado entre
gruesas capas de cenizas (Carrión Marco, 2005). De esta forma, se impide la liberación de los gases y
sustancias producidos durante el proceso, que quedan en el carbón y acaban cegando su estructura en mayor
o menor grado. También se baraja como causa de este fenómeno el uso de madera verde, lo que a su vez
explicaría la presencia frecuente de grietas radiales, que se producen con la combustión o el secado rápido
de la madera verde o con un alto contenido en agua, de forma que los tejidos se contraen bruscamente y se
agrietan (Théry-Parisot, 2001). La presencia de este fenómeno parece indicar la relación de estos carbones
con estructuras de combustión cerradas o con varios niveles de aportes de leña.
Las otras dos estructuras que han aportado un volumen de muestra destacable son Q138 y Q228,
si bien, con una composición taxonómica diferente, siendo más ricas en especies, y dominando el
espectro Pistacia y Quercus perennifolio (tabla 3). Todas estas estructuras corresponden a rellenos de
silos que funcionaron como basureros, de modo que las diferencias hay que buscarlas en las estructuras
de combustión de origen de los restos, que desconocemos, para entender que se produzcan vertidos de
diversa naturaleza.
APL XXX, 2014
[page-n-179]
170
O. García Puchol, L. Molina, F. Cotino, J. L. Pascual, T. Orozco, S. Pardo, Y. Carrión, G. Pérez Jordà, M. Clausí y L. Gimeno
TOTAL
Indeterminado
Angiosperma
Corteza
Quercus sp.
Quercus perennifolio
cf. Pistacia sp.
Pistacia sp.
*73
Pistacia lentiscus
Q054
Pistacia cf. rebinthus
6
*185
Yacimiento Hecho
cf. Olea europaea
19
Q030
Olea europaea
Q006
Ficus carica
UE
Erica sp.
Tabla 3. Restos antracológicos recuperados en las estructuras calcolíticas de Quintaret y Corcot.
Quintaret
Q061
89
Q061
315
Q069
1
2
2
3
3
103
6
56
2
9
1
1
1
1
5
6
2
1
1
121
37
Q078
*123
5
Q079
*125
Q083
*145
Q084
*147
Q087
713
Q088
163
Q089
*165
1
Q090
*167
Q091
*169
Q092
*171
Q138
823
14
13
2
Q138
826
Q175
42
57
1
1
3
1
1
2
2
1
8
3
2
1
19
11
13
4
4
2
37
8
2
2
5
43
4
3
80
26
1
1
6
13
3
2
14
2
3
9
2
50
8
2
146
67
6
5
35
3
58
9
2
0,4
31,2
14,3
1,3
1,1
7,5
0,6
12,4
1,9
0,4
6
1
2
1,7
1
2
3
1
1
3
2
* Estructuras que contienen escaso carbón y en mal estado de conservación.
APL XXX, 2014
2
2
n
139
6
2
%
C021
3
15
1134
Total
3
2
1132
Q231
3
1
1
1161
Q230
2
7
1
1
*1401
Q228
60
1
*1397
Q193
7
1
1
1312
Q190
16
1
6
7
Q077
Corcot
5
56
*30
Q066
2
3
*97
Q066
12
2
326
Q063
6
4
76
468
10,9 16,2
51
100
1
3
[page-n-180]
Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
Erica sp.
Ficus carica
Olea europaea
Pistacia
171
Quercus perennifolio
Fig. 7. Representación de los diferentes taxones dentro de la muestra antracológica recuperada en las estructuras
calcolíticas de Quintaret.
Fig. 8. A, plano transversal de Ficus carica procedente de Q057 (x80); B, plano transversal de Olea europaea vitrificado
recogido en Q077 (x350).
Por lo que respecta a la escasa muestra recuperada en Corcot, los tres restos reconocidos (un carbón de
Olea europaea, otro de Pistacia sp. y el último de una angiosperma) en nada modifican la visión ofrecida
por los datos de Quintaret.
El conjunto de especies leñosas silvestres identificado en las diversas fases de Quintaret es coherente
con la presencia de formaciones termófilas termo o mesomediterráneas, con un rico estrato arbustivo (con
labiadas, leguminosas, romero, jaras, brezos, lentisco, acebuche, etc.) y algunos elementos arbóreos, mucho
más escasos, entre los que destaca la carrasca (si bien no se puede distinguir de la especie arbustiva, la
coscoja, parece probable que ambas estarían presentes, ya que comparten nicho ecológico). Pese a que
APL XXX, 2014
[page-n-181]
172
O. García Puchol, L. Molina, F. Cotino, J. L. Pascual, T. Orozco, S. Pardo, Y. Carrión, G. Pérez Jordà, M. Clausí y L. Gimeno
existen escasos datos paleobotánicos para estas cronologías en la zona de estudio, conocemos la existencia
de restos de lentisco dentro de dos silos localizados en el yacimiento de Casa Garrido Nord II, en Moixent,
que viene a corroborar parte de los datos obtenidos (García Borja et al., 2009).
La documentación de estas especies en el carbón de Quintaret se vincula a las formaciones vegetales que
conforman el entorno cercano al yacimiento. Sin embargo, no debemos descartar la presencia de un abanico
mucho más amplio de especies formando parte de estas formaciones, ya que su ausencia se puede deber
únicamente a que éstas no hubieran sido explotadas o a cuestiones tafonómicas, como la conservación diferencial
de los restos. Por ejemplo, la vegetación de ribera está mal representada en casi todas las fases de la secuencia.
En este caso, es probable que las formaciones de ripisilva no se hubieran explotado de forma intensiva en
ningún momento de ocupación; teniendo en cuanta que la zona excavada se localiza en una pequeña elevación
sobre el valle –a mitad de camino entre el fondo del mismo y las formaciones montañosas que lo enmarcan por
el N–, parece que el área de captación de leña se encontraba sistemáticamente en las propias laderas y no en el
fondo del valle. El mismo comentario puede hacerse extensivo respecto a las formaciones de pinares. Para el
período que nos ocupa, estas formaciones ya se muestran dominantes en los entornos montañosos de la comarca
(García Borja et al., 2011), sin embargo, en el registro de Quintaret sólo se documenta su presencia (y siempre de
manera muy tímida) a partir de la fase ibérica del yacimiento. De esta manera, su ausencia del registro, debería
vincularse con un interés por parte de las comunidades humanas implicadas por una explotación sistemática de
las formaciones vegetales localizadas en el entorno inmediato del yacimiento.
3.2. Estudio carpológico
El conjunto aportado por ambos yacimientos es ciertamente exiguo (tabla 4 y fig. 9), con un repertorio de
especies muy reducido y que se limita fundamentalmente a restos de leguminosas. Mayoritariamente son
fragmentos que no es posible determinar ni tan sólo a nivel de género y únicamente en dos casos ha sido
posible confirmar las especies, un haba (Vicia faba) y una veza (Vicia sativa). Las leguminosas son un
género que está presente desde el inicio de la neolitización, a mitad del VI milenio cal AC, pero es cierto
que su presencia siempre es mucho menor que la de los cereales. Resulta difícil pensar que la actividad
agraria de estas comunidades esté centrada de forma fundamental en la producción de legumbres, ya que
el registro de todos los yacimientos del III milenio cal AC que hay tanto en el País Valenciano como en
la Península Ibérica, inciden en remarcar la importancia de la producción de cereales. Hay que pensar en
factores accidentales que hayan acabado motivando la formación de este registro carpológico. La presencia
de una cariópside de cebada (Hordeum vulgare) confirma la actividad cerealícola. Lamentablemente, se
encuentra muy alterada, por lo que es imposible determinar si pertenece a la variedad vestida o a la desnuda.
Las dos especies de leguminosas documentadas, las habas y las vezas, son cultivos que ya aparecen a
mitad del VI milenio en la Cova de les Cendres (Buxó, 1991) y que han seguido presentes en el registro en
los distintos yacimientos valencianos del IV y III milenio cal AC (Pérez Jordà, 2005).
Tabla 4. Restos carpológicos recuperados en las estructuras calcolíticas de Quintaret y Corcot.
Yacimiento Hecho UE
Quintaret
Hordeum vulgare Vicia cf. sativa Vicia faba Leguminosa frag. Chenopodium sp.
826
Q228
1161
C020
137
C020
145
C021
139
1
14
C023
Corcot
Q138
143
1
15
APL XXX, 2014
1
1
12
1
54
1
[page-n-182]
Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
1
173
2
3
4
5
Fig. 9. Restos carpológicos calcolíticos. Quintaret: 1, Hordeum vulgare; 2, Vicia cf. sativa. Corcot: 3, Vicia faba; 4,
Vicia cf. sativa; 5, Chenopodium sp. Escalas a 1 mm.
Chenopodium, otro de los elementos reconocidos, es un género que incluye especies que se desarrollan
como malas hierbas de campos de cultivo, fundamentalmente abonados o ricos en materia orgánica, lo
que podría relacionarse tanto con la presencia de huertos como con campos de secano o baldíos utilizados
para pastar por el ganado. De hecho es muy habitual su presencia en ámbitos dedicados a la estabulación
de ovicápridos, ya que son grandes consumidores de estas especies y al defecar depositan sus semillas sin
alterar entre sus excrementos.
Los datos recuperados en ambos yacimientos no permiten ir más allá de confirmar por tanto el peso
de la producción de cereales y de leguminosas. No es posible entrar en valoraciones sobre el peso que los
distintos cereales y leguminosas tienen en la agricultura de esta comunidad. El registro existente hasta la
actualidad señala entre los cereales un predominio claro de los trigos desnudos y de la cebada desnuda,
mientras que la cebada vestida tiene una presencia más irregular y los trigos vestidos han estado ausentes
entre el V y el IV milenio, para reaparecer en el III milenio, especialmente en la parte final (Pérez Jordà,
2013). La información sobre las leguminosas es menos clara, ya que no parecen detectarse unas tendencias
claras entre los distintos cultivos (habas, guijas, guisantes, lentejas y vezas). Todos estos granos serían
almacenados en los silos que caracterizan estos poblados entre el V y finales del III milenio cal AC.
4. LA CERÁMICA PREHISTÓRICA
(L. Molina Balaguer)
En las actuaciones llevadas a cabo en el yacimiento de Quintaret se han recuperado un total de 4176
fragmentos cerámicos a mano, distribuidos entre 65 estructuras. Mayoritariamente, el material aparece
muy alterado, ofreciendo una gran fragilidad, por lo ha sido necesario aplicar una disolución consolidante
(paraloid) en buena parte del conjunto. Para el estudio de los materiales hemos seguido la metodología que,
desde hace ya varias décadas, viene desarrollándose por el equipo de trabajo de la Universitat de València,
y que está definido especialmente para colecciones neolíticas (Bernabeu, 1989; Bernabeu y Guitart, 1993;
Bernabeu y Orozco, 1994; García Borja, 2004a; Molina, 2006; Bernabeu et al., 2009).
A partir de la revisión de la cerámica a mano recuperada podemos asumir que la colección de Quintaret
responde a dos grandes momentos cronológicos: el primero, más reciente, nos remite a un horizonte de
Bronce final y/o Hierro Antiguo, dentro ya del primer milenio cal AC.; el segundo, prehistórico, que
debemos situar durante el Calcolítico a partir de las dataciones C14 obtenidas, desde finales del IV
milenio y a lo largo de la primera mitad del III milenio cal AC.
APL XXX, 2014
[page-n-183]
174
O. García Puchol, L. Molina, F. Cotino, J. L. Pascual, T. Orozco, S. Pardo, Y. Carrión, G. Pérez Jordà, M. Clausí y L. Gimeno
Dentro de este segundo momento se sitúa el grueso del conjunto de materiales. El lote de fragmentos
vinculados a estructuras de esta fase asciende a 3.790 individuos, repartidos de manera bastante desigual
(tabla 5), ya que tres estructuras concentran cerca de 2.000 restos. Dos de ellas (Q228 y Q138) han sido
datadas y marcan un rango de funcionamiento del asentamiento cercano al medio milenio, en fechas
calibradas. No obstante, es probable que estas ocupaciones no puedan ser leídas desde una óptica de
absoluta continuidad en el poblamiento. Junto a este lote, las cuatro estructuras procedentes del yacimiento
de Corcot que han aportado cerámica a mano, incorporan un lote de 394 fragmentos.
Como suele ser habitual en las industrias cerámicas del Neolítico Final/Calcolítico, las variables morfológicas
delatan una industria extremadamente monótona. Los labios redondeados representan más del 80% de los casos,
seguidos en incidencia por los planos. Los casos de labios engrosados (en su inmensa mayoría externos) se sitúan
en el 8,36% de la colección. Este porcentaje asciende hasta el 10% si dejamos de lado la estructura Q138, la
única con evidencias de cerámica campaniforme. Corcot (con las reservas que ofrece dada su escasa muestra), no
aporta ningún caso de labio engrosado en su colección. Teniendo presentes las dataciones radiométricas, debemos
reconocer que se abren ciertas dudas sobre el valor cronológico de este índice como elemento para seriar las
colecciones cerámicas del momento en el contexto regional, dada su conducta errática.
En semejante proporción que de labios engrosados se documenta la presencia de bordes diferenciados
(10,2%), si bien su distribución se limita a tres estructuras (tabla 5), indicador de su escasa incidencia para
la definición de la industria cerámica. Este aspecto nos remite a un conjunto formado mayoritariamente por
recipientes de perfiles sencillos –globulares, hemisféricos, cilíndricos o troncocónicos–, sin rupturas de los
mismos. Estas formas se asocian tanto a bases redondeadas como aplanadas, presentes ambas en el registro
recuperado. Cuando aparecen elementos de prensión, estos se limitan a algún cordón (vid. infra), pero sobre
todo mamelones y lengüetas, en algunos casos perforados. Únicamente hemos documentado dos ejemplos
de asas –una de cinta y otra anular–, ambas dos recuperadas en la estructura Q125.
Estas variables tienen su reflejo, a nivel tipológico, en el escaso impacto que tienen los grupos
caracterizados por las rupturas de perfil (tabla 6). Así, tanto en la Clase A como en la B (recipientes planos y
de profundidad media, respectivamente), los únicos casos que documentamos de estas variables no comportan
bordes diferenciados (Grupo 3.II, Grupo 7.I). Se trata en ambos casos –vaso 7 (fig. 10) y vaso 101 (fig.
11)– de recipientes cilíndricos que, en el caso del plato del Grupo 3 (vaso 101), une los dos cuerpos del
recipiente por una carena muy suave. Más allá de estos casos, únicamente podemos destacar la importancia
de la asociación de recipientes de la Clase A con los labios engrosados (Grupo 5), incluyendo los únicos casos
de engrosamiento doble e interno. Sólo hemos podido vincular un recipiente de esta clase con la presencia
de elementos de prensión (vaso 52: fig. 11), una lengüeta perforada más concretamente. Por el contrario, los
elementos de prensión aparecen más frecuentemente asociados a los recipientes de la Clase B (cuencos) y
Clase C (recipientes profundos). Dentro de esta última Clase, se impone la presencia del Grupo 13 (ollas),
con más de la mitad de los casos. Ésta es una tónica habitual dentro de las colecciones del Neolítico final/
Calcolítico (Bernabeu y Orozco, 1994; García Borja 2004a). Este peso condiciona la presencia de los otros
grupos, limitados a un papel secundario. Dentro de la colección de Quintaret llama la atención la escasa
importancia del grupo de los contenedores, con una única evidencia –vaso 9 (fig. 10): Grupo 14.II–, por debajo
de aquello que se aprecia en otras colecciones de esta misma cronología. No obstante, dentro de la clase de
recipientes que no ha sido posible asignar (Clase F), tenemos algunos casos de vasos de buen tamaño que
podrían engrosar los grupos correspondientes a recipientes de almacén (Grupos 14 y 15).
La simpleza formal presente en el conjunto se hace extensiva al componente decorativo de la colección
(tabla 7). Si dejamos a un lado las evidencias procedentes de Q138, que se analizarán a continuación, sólo
podemos mencionar la presencia de cordones lisos (dos fragmentos del mismo vaso en Q075: fig. 11) e
incisiones asociadas a un vaso de Q184 (vaso 167: fig. 11).
Q138 es una de las estructuras que ha aportado un mayor volumen de restos cerámicos, con 571
fragmentos correspondientes a un mínimo de 28 vasos. El elemento individualizador de la misma ha sido
la constatación en su registro de materiales decorados de tradición campaniforme. El lote asciende a 25
APL XXX, 2014
[page-n-184]
175
Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
Quintaret
-
57
1
1
Total
t.15
t. 11
t. 5
Elementos
prensión
t. 3
t. 0
1
t. 1
Informes
Carenas
t. 4.1
Bases
t. 3
t. 1
t. 2
t. 1
t. 0
t. 6
t. 5
Labios
t. 4
t. 3
UE
t. 2
Hecho
t. 1
Yacim.
Bordes
Tabla 5. Características morfológicas del conjunto de fragmentos de cerámica a mano recuperados en las estructuras
calcolíticas de Quintaret y Corcot. Clave: Labios: t.1, redondeado; t.2, plano; t.3, biselado; t.4, engrosado interno; t.5,
engrosado externo; t.6, engrosado doble. Bordes: t.0, no diferencado; t.1, recto/reentrante; t.2, saliente. Bases: t.1, cóncava;
t.3, convexa/en ónfalo; t.4.1, aplanada. Elementos de prensión: t.0, arranque no clasificable; t.1, cordón; t.3, mamelón; t.5,
lengüeta; t.11, asa de cinta; t.15, asa anular. Para la descripción de los tipos, ver p. ej. Bernabeu et al., 2009.
2
Q006
19
11
11
Q007
213
14
14
Q055
75
Q056
77
2
9
2
9
1
Q061
89
56
1
44
Q063
97
3
2
4
Q064
32
8
2
15
Q064
316
1
2
Q065
31
8
Q065
328
Q066
30
Q066
315
898
2
957
1
2
220
27
64
5
2
1
47
67
56
6
6
2
1
1
108
9
9
2
1
1
2
47
51
1
233
Q066
1
2
11
203
5
4
3
22
1
4
1
Q067
99
Q068
101
5
Q069
104
1
Q070
105
Q071
107
1
Q072
109
1
Q075
28
12
Q076
113
1
111
12
78
84
1
11
12
11
1
12
6
11
2
4
1
2
11
1
13
1
18
1
19
4
119
19
1
100
2
2
4
2
1
1
Q080
133
127
Q083
145
1
2
1
1
34
23
5
18
135
Q082
7
2
80
22
1
Q081
1
32
19
4
123
125
71
5
Q078
Q079
2
4
Q084
147
Q085
155
1
1
33
20
21
Q086
155
2
2
7
9
Q087
147
7
7
1
34
APL XXX, 2014
[page-n-185]
176
O. García Puchol, L. Molina, F. Cotino, J. L. Pascual, T. Orozco, S. Pardo, Y. Carrión, G. Pérez Jordà, M. Clausí y L. Gimeno
Total
Elem.
prensión
Informes
Carenas
t.15
t. 11
t. 5
t. 0
7
8
6
6
14
1
3
4
81
Q120
139
1
Q122
129
2
Q124
137
Q125
141
Q131
718
Q138
22
Q138
22/23
Q138
823
30
2
19
6
2
Q138
826
6
1
4
2
1
Q157
8
1087
10
2
1
3
14
178
4
1
1
1
34
1
1
62
5
1
2
2
434
25
15
Q162
1091
Q184
1419
Q193
1401
20
Q197
1411
1
Q223
1651
Q226
2
1124
3
2
7
16
2
Q228
1128
1161
16
Q229
1130
1
1
Q228
3
1
40
1
28
1
6
387
4
2
6
55
55
Q229
1162
Q230
1132
5
5
Q231
1134
2
2
Q242
1156
1
22
1
1
52
5
Q261
1501
7
Q263
1299
35
Q283
1231
C020
145
7
C021
139
12
C022
141
10
C023
Corcot
t. 3
2
1
t. 1
3
26
t. 4.1
171
t. 3
Q092
Q120
t. 1
169
t. 2
167
Q091
t. 1
Q090
1
t. 0
165
t. 6
163
Q089
t. 5
Q088
t. 4
Quintaret
t. 3
Hecho
t. 2
Yacim.
t. 1
UE
Bases
Labios
Bordes
Tabla 5 (cont.)
143
APL XXX, 2014
1
3
21
7
4
87
14
6
187
6
75
3
1
1
2
1
1
1
[page-n-186]
177
Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
Grupo 2
1
1
I
1
1
C20
C21
C22
Q231
Q230
Q138
2
Q229
1
1
Q226
1
2
Q184
3
1
3
1
1
1
1
1
Q125
1
Q91
4
1
Q82
1
1
Q79
Q64
1
Grupo 1
Q75
Q63
Clase A total:
Tipologia
Q65
Q.61
Tabla 6. Tipología cerámica. Sólo aparecen representadas las estructuras con material clasificable. Q138: los paréntesis
hacen referencia a la parte del conjunto de vasos con decoración campaniforme. Definición de los grupos tipológicos:
Clase A (recipientes planos): G1, escudillas; G2, platos y fuentes de perfil sencillo; G3, platos y fuentes con ruptura de
perfil (II, carenado); G5, platos y fuentes de labio engrosado (I, interno; II, externo; III, doble). Clase B (recipientes de
profundidad media): G6, cuencos de perfil sencillo (I, hemisférico; II, globular; III, con labio diferenciado); G7, cuencos
de perfil compuesto (I, cilíndricos). Clase C (recipientes profundos): G9, vasos de perfil compuesto (I, carenados; III,
perfil en S); G12, cántaros/recipientes con cuello; G13, ollas (I, globular; III, con borde diferenciado); G14, contenedores
(II, cilíndrico); G15, orzas y tinajas (II, ovoide). Clase D (formas especiales): G18, microvasos. Clase F: recipientes no
clasificables. Para una descripción detallada de los grupos y sus variables definitorias, ver p. ej. Bernaeu et al., 2009.
2
1
1
1
1
1
II
1
1
Grupo 3
1
1
Grupo 5
2
2
I
1
II
1
III
1
1
Clase B total:
5
2
1
1
1
3 (1)
1
Grupo 6
4
2
1
1
1
3 (1)
1
I
3
1
1
1
1
II
1
1
III
1
2 (1)
1
Grupo 7
1
I
1
Clase C total:
6
2
1
1
2
7 (2)
Grupo 9
2 (2)
I
1 (1)
III
1 (1)
Grupo 12
1
Grupo 13
2
2
1
I
1
2
1
III
1
Grupo 14
1
II
1
Grupo 15
1
II
1
Clase D total:
1
Grupo 18
2
1
1
2
1
2
1
3
1
1
3
1
Clase F total:
12
1
5
3
7
1
1
1
10
1
2
1
1
1
10 (4)
8
4
Total vasos
25
2
11
4
13
2
2
2
12
2
3
3
2
2
26 (7)
10
6
1
APL XXX, 2014
[page-n-187]
178
O. García Puchol, L. Molina, F. Cotino, J. L. Pascual, T. Orozco, S. Pardo, Y. Carrión, G. Pérez Jordà, M. Clausí y L. Gimeno
Fig. 10. Materiales cerámicos procedentes de la estructura Q061.
APL XXX, 2014
[page-n-188]
Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
179
Fig. 11. Materiales cerámicos de Quintaret. Procedencia: Q184, vaso 167; Q125, vasos 119 y 121; Q082, vaso 150;
Q229, vaso 182; Q230, vaso 180; Q064, vasos 57, 52, 55 y 58; Q075, vasos 100, 101, 103 y 105; Q063, vaso 159.
APL XXX, 2014
[page-n-189]
180
O. García Puchol, L. Molina, F. Cotino, J. L. Pascual, T. Orozco, S. Pardo, Y. Carrión, G. Pérez Jordà, M. Clausí y L. Gimeno
Tabla 7. Restos cerámicos decorados.
Hecho
UE
Relieves Impresiones
cordón liso
Incisiones
Total
inc. + imp.
Frags. decorados
Frags. lisos
Total
frag.
%
n
%
2
2
n
1,68
117
93,31
119
Q075
28
Q138
823
5
23
23
23
4,8
448
95,11
471
Q138
826
2
2
2
2
6,25
30
93,75
32
Q184
1419
2
2
2
20
8
80
10
fragmentos, que han podido adscribirse a un mínimo de siete vasos (fig. 12). Todos ellos pueden incluirse
dentro del estilo regional (Bernabeu, 1984; Juan-Cabanilles, 2005). La técnica de la incisión está presente
en todos ellos, tratándose siempre de incisiones finas y profundas, nunca acanalados. Acompañando a esta
técnica se documenta en menor medida (siete fragmentos) también la impresión.
En aquellos casos más completos, donde se puede seguir el desarrollo de la decoración, apreciamos
buena parte del elenco de soluciones que definen el mencionado estilo regional: bandas complejas a base
de la superposición de diferentes motivos incisos, esencialmente series de paralelas y reticulados (caso
Fig. 12. Cerámicas con decoración campaniforme de Q138.
APL XXX, 2014
[page-n-190]
Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
181
del vaso 28), o intercalando dichos motivos incisos con otros impresos que, en algún caso (vasos 26 y 31)
pretenden crear un efecto de pseudoexcisión a través de la disposición de las impresiones. Pese a que la
documentación es muy limitada, cabe destacar la búsqueda de la originalidad en cada una de las bandas
desarrolladas, que en ningún caso se repiten exactamente.
El límite inferior de la serie decorativa culmina bien haciendo llegar las bandas hasta la misma base
del recipiente (vaso 28) o mediante el recurso a un friso de triángulos que cuelgan de la última banda y
que cubren el recipiente hasta casi la base (vaso 26). Posiblemente el vaso 32 responda al mismo recurso
decorativo, si bien su limitada conservación impide mayor precisión.
Todos los recipientes, excepto uno, han aparecido muy fragmentados dentro del registro de la estructura.
La única excepción –y no sólo dentro de esta estructura, sino para todo el yacimiento– la constituye el vaso
26, del que se conserva cerca del 50% del mismo, en dos fragmentos que aparecieron juntos. El tamaño y
la entidad del recipiente obligaron a extraerlo en un bloque para, posteriormente, ser llevado al laboratorio
donde se procedió a una “excavación” más controlada del mismo. Este trabajo confirmó que el recipiente
no se arrojó completo a la estructura, como testimonia la presencia de piedras y fragmentos de otros
recipientes en contacto con la pared interna del mismo. Parece, pues, que deberíamos descartar cualquier
depósito intencional, pareciendo la opción más probable su amortización como deshecho, una vez que se
hubiera roto en otro contexto. El recipiente corresponde a un vaso de perfil en S bastante marcado (Clase C,
Grupo 9.III), y de un tamaño nada desdeñable (diámetro de boca: 21 cm; altura: 19 cm).
Pese al general estado de fragmentación, se han podido identificar a nivel tipológico varios de los
recipientes con decoración campaniforme (tabla 6). Junto al recipiente nº 26, la vajilla campaniforme
reconocible incluye un cuenco globular (vaso 31) y dos recipientes de perfil en S (vasos 28 y 40), que
podrían responder a cuencos o a recipientes más profundos, de la Clase C. El primero de ellos muestra el
recurso a la carena para marcar la ruptura del perfil.
Acompañando a los materiales campaniformes, la cerámica lisa recuperada en Q138 ofrece una
interesante variedad tipológica (tabla 6 y fig. 13). Ollas, tinajas, cuencos y alguna escudilla conforman el
repertorio formal del conjunto, donde destaca el peso que muestran los recipientes de la Clase C. Especial
mención merecen las dos tinajas con borde exvasado, forma poco usual dentro del Calcolítico, y que
parecen anunciar los modelos tipológicos que documentamos posteriormente en la Edad del Bronce. En
este sentido cabe ser destacado un cierto cambio en la tecnología cerámica que ofrece Q138 respecto al
resto de la colección del yacimiento. Si los recipientes correspondientes al campaniforme regional suelen
caracterizarse (y Quintaret no es una excepción) por el gusto por las superficies oscuras, bien cuidadas
(bruñidas o espatuladas), este interés se hace extensivo al resto del conjunto cerámico, con pastas igualmente
reductoras bien cuidadas y densas. Este aspecto tecnológico contrasta con el resto de la colección procedente
del resto de estructuras calcolíticas. En ellas advertimos con claridad los patrones de producción propios de
este período y que ya hemos comentado en otra ocasión (Molina y Clop, 2011): cerámicas con pastas mal
cuidadas, poco densas, cocidas a temperaturas bajas en atmósferas poco controladas, que suelen darles un
característico color amarillento.
Esta diferenciación en la forma de hacer, sugiere la hipótesis de desligar la ocupación correspondiente a
Q138 del resto de las estructuras que hemos adscrito al Calcolítico. En este sentido, el hecho de que Q138
aparezca aislada respecto a las áreas donde se concentran la mayoría de las estructuras prehistóricas podría
ser explicado desde la óptica de dos ocupaciones diferenciadas en el tiempo, tal y como parecen corroborar
las fechas radiocarbónicas obtenidas. No obstante, tal y como ya hemos reiterado, las limitaciones impuestas
por el área de afectación de los trabajos y la escasez de muestras susceptibles de ser datadas, limitan nuestra
capacidad de concreción a este nivel.
El registro campaniforme en la comarca cuenta con diversas menciones. Junto a la referencia de
materiales de esta clase en Cova del Barranc Fondo de Xàtiva (Pla, 1972) y noticias de hallazgos puntuales o
descontextualizados, como es el caso del Castell de Moixent (Martínez García y Cháfer, 1998), los referentes
fundamentales los encontramos en sendas cavidades con el mismo nombre: la Cova Santa; una situada en
APL XXX, 2014
[page-n-191]
182
O. García Puchol, L. Molina, F. Cotino, J. L. Pascual, T. Orozco, S. Pardo, Y. Carrión, G. Pérez Jordà, M. Clausí y L. Gimeno
Fig. 13. Materiales cerámicos lisos de Q138.
Vallada y la otra en la Font de la Figuera (fig. 14). Ambas fueron objeto de intervención arqueológica a
finales de los años 70. En el caso del yacimiento de Vallada (Martí, 1981), se documentaron una serie de
enterramientos entre cuyos ajuares se identificó un pequeño cuenco con decoración campaniforme. Más
confusa y compleja, la secuencia del yacimiento de la Font de la Figuera (Aparicio, San Valero y Martínez
Perona, 1979; 1983 y 1984), aporta un importante lote de materiales cerámicos campaniformes, algunos
de los cuales ofrecen interesantes semejanzas con algunos de los restos recuperados en Quintaret (véase la
decoración del vaso 31 y el fragmento nº 3, fig. 14).
APL XXX, 2014
[page-n-192]
Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
183
Fig. 14. Evidencias campaniformes en la Canal de Montesa. 1, Cova Santa de Vallada (a partir de Martí, 1981); 2-4,
Cova Santa de la Font de la Figuera.
A excepción de un pequeño fragmento procedente de Cova Santa de la Font de la Figuera (Bernabeu,
1984: Lám. 6) que podría pertenecer a un vaso impreso, el conjunto de las evidencias disponibles dentro
de este entorno remiten a recipientes decorados dentro del estilo regional. Las informaciones, tanto a nivel
valenciano como en el ámbito peninsular sugieren que la sucesión de estilos se produjo de una manera
bastante rápida, lo que dificulta tanto la secuenciación como la delimitación cronológica del fenómeno de
difusión de la especie cerámica (Bernabeu y Molina, 2011).
5. LOS ADORNOS DE QUINTARET.
LA FABRICACIÓN DE CUENTAS DISCOIDALES DE CALIZA Y DE LIGNITO
(J. L. Pascual Benito)
El conjunto de adornos recuperado en Quintaret, aunque poco variado si lo comparamos con los de otros
yacimientos coetáneos, resulta de notable interés por remitir gran parte de él a una fábrica in situ de cuentas de
materia mineral, concretamente caliza y lignito, un hecho poco frecuente en el registro arqueológico. Frente a
los centenares de estas cuentas (sumadas las piezas enteras, sus fragmentos y sus esbozos), el resto de adornos
se reduce a cinco ejemplares: un colgante sobre piedra verde y cuatro sobre soporte malacológico.
En siete de las estructuras o hechos de Quintaret se ha documentado un numeroso conjunto de materiales
que muestran la existencia en el yacimiento de un taller, como hemos dicho, dedicado a la fabricación de
cuentas de collar discoidales sobre caliza y lignito. Tales estructuras presentan una distribución desigual,
encontrándose cinco de ellas concentradas en el sector oriental de la superficie excavada, donde la estructura
Q228 es la que más vestigios contiene –el 85% de los restos de caliza y el 56% de los de lignito respecto
al total– y en la que se documentan todas las etapas del proceso de fabricación, además de utensilios líticos
APL XXX, 2014
[page-n-193]
184
O. García Puchol, L. Molina, F. Cotino, J. L. Pascual, T. Orozco, S. Pardo, Y. Carrión, G. Pérez Jordà, M. Clausí y L. Gimeno
aptos para la perforación de las cuentas, percutores de piedra y un gran alisador de piedra abrasiva para
facetarlas, por lo que se puede deducir que el área de la actividad de elaboración de adornos se encontraría
cercana a la misma. Como se ha visto anteriormente, esta estructura cuenta con una datación radiocarbónica
que sitúa la actividad de elaboración de cuentas de collar a finales del IV e inicios del III milenio cal AC.
Los materiales recuperados corresponden a todas las fases de fabricación de las cuentas, desde los
fragmentos de materia prima hasta los productos totalmente acabados. Tales restos ascienden a un total de
2.927, de los que 1.520 son de caliza y 1.407 de lignito (tabla 8). Por orden, y en relación con el proceso de
fábrica, se distinguen las siguientes categorías descriptivas:
Materia prima. Las materias primas a partir de las que se elaboran las cuentas son caliza y lignito, ambas
con una dureza de entre 2,35 y 4 en la escala de Mosh, por lo que pueden considerarse materiales blandos
y de fácil labrado. Se trata de pequeñas plaquetas de forma irregular con las superficies generalmente lisas
en el caso del lignito (fig. 15, 15) y rugosas en la caliza (fig. 15, 1-2). La caliza es de textura fina y color
blanco y, en menor proporción, gris claro; el lignito es de color negro. Las dimensiones de estos fragmentos
naturales oscilan entre 8 y 35,5 mm de anchura máxima y los espesores se sitúan entre 3 y 7,5 mm. Las
plaquitas de caliza contabilizadas suman 342 efectivos y proceden de dos estructuras, aunque excepto un
resto, se concentran en Q228. Las de lignito son 186 plaquitas y se distribuyen en cuatro estructuras, si bien
la mayor parte también proceden de Q228.
Preformas. A partir de las plaquitas naturales de materia prima descritas se confeccionaban las preformas.
Son placas con las dos superficies lisas. El alisado de estas superficies, en los casos que no lo estuvieran
de forma natural, se efectuaba mediante abrasión unidireccional según se observa en muchas de ellas.
Tabla 8. Elementos de adorno y restos del proceso de fabricación recuperados en las estructuras de Quintaret.
Q006
Q228
Materia prima bruta
1
341
Preformas
Caliza
Q226
2
345
21
17
1
Preforma en proceso de perforación
Preforma perforada
13
5
1
2
8
19
10
3
6
386
11
8
358
27
3
19
12
1298
136
40
137
30
51
21
Materia prima bruta
Preformas
Preforma en proceso de perforación
3
1
4
Preforma fragmentada por la perforación
Cuenta acabada fragmentada
3
4
1
418
28
5
1520
6
3
3
13
186
3
64
142
2
1
2
2
4
2
10
19
13
8
1
1
530
35
Fragmentos laminares recientes > 5 mm
34
33
9
Cuenta acabada
Fragmentos de preformas < 5 mm
22
267
2
Preforma perforada
Total
18
16
1
Q263
342
70
1
Fragmentos de preformas < 5 mm
Total caliza
Q231
184
1
Cuenta acabada
Lignito
Q230
18
Preforma fragmentada por la perforación
Cuenta acabada fragmentada
Q229
374
949
17
18
Total lignito
4
1
791
89
23
38
461
1407
TOTAL
5
13
2089
225
63
66
466
2927
APL XXX, 2014
48
9
9
83
[page-n-194]
Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
185
Fig. 15. Restos de fabricación y cuentas de collar sobre caliza y lignito de Quintaret.
El contorno se conseguía mediante percusión que deja los bordes abruptos. En función de la morfología
de su contorno y del número de lados rectilíneos se distinguen preformas triangulares, cuadrangulares/
trapezoidales, pentagonales, subcirculares e irregulares. Confeccionadas en caliza se han documentado un
total de 387 preformas en seis estructuras (fig. 15, 3-6) y en lignito 142 en cinco estructuras (fig. 15, 16-17).
Sus tamaños oscilan entre 5 y 17 mm de anchura y 0,9 y 4 mm de espesor, si bien la mayoría presentan unas
dimensiones similares, cercanas a las de las preformas con la perforación iniciada.
Fragmentos de preformas de tamaño inferior a 5 mm. Producto de la confección de las preformas a
partir de la materia prima son pequeños fragmentos con ambas superficies planas de tamaño inferior a 5
mm. Se han documentado 418 de caliza procedentes de seis estructuras y 949 de lignito en cinco estructuras.
Preformas con inicio de perforación. Preformas con la perforación iniciada se han documentado 18
de caliza, 12 localizada en una cara (fig. 15, 7) y 6 por las dos caras (fig. 15, 8), procedentes de dos y una
estructuras respectivamente. De lignito existen en una estructura dos preformas con perforación iniciada en
una cara (fig. 15, 18-19). Sus tamaños oscilan entre 5 y 8,2 mm de anchura y 1,2 y 3 mm de espesor para
las calizas y de 7 a 15 y 1,5 a 2 mm para los lignitos.
Preformas fragmentadas por la perforación. Las preformas fragmentadas al efectuar la perforación son
numerosas, 267 de ellas son de caliza (fig. 15, 9), de las que 161 solo presentan el inicio de la perforación
en una cara y 106 en las dos caras. De lignito son 19 preformas fragmentadas (fig. 15, 20-22), 11 con la
perforación iniciada en una cara y 8 por las dos caras.
Preformas perforadas. Preformas en las que se ha llegado a unir la perforación efectuada a partir de las
dos caras hay 22 de caliza (fig. 15, 10-11) y cuatro de lignito (fig. 15, 23-24). Sus dimensiones se encuentran
entre 5 y 8,3 mm de anchura máxima y 1 a 2,4 mm de espesor para las de caliza, y entre 10 y 7 mm y 1 y
APL XXX, 2014
[page-n-195]
186
O. García Puchol, L. Molina, F. Cotino, J. L. Pascual, T. Orozco, S. Pardo, Y. Carrión, G. Pérez Jordà, M. Clausí y L. Gimeno
2,4 mm para las de lignito. Solo en dos casos de caliza la perforación tiene un tamaño diminuto producto
del contacto de los dos conos de perforación bilaterales (fig. 15, 10). Las perforaciones del resto de piezas
son totalmente circulares y su diámetro es del mismo tamaño que el de las cuentas acabadas.
Cuentas acabadas. Cuentas discoidales acabadas se han documentado 67 de caliza en cinco estructuras
(fig. 15, 12-14), de las que 34 se encuentran fragmentadas, y 22 de lignito en tres estructuras (fig. 15, 2527), 13 de ellas fragmentadas. Las cuentas fragmentadas corresponden en la mayor parte de los casos a
fragmentos de la mitad de la cuenta y pueden haberse producido por las operaciones de calibrado o durante
el proceso de excavación. Las cuentas acabadas presentan un tamaño bastante regular, estando las de caliza
entre 3 y 6,2 mm de diámetro y entre 1,4 y 2 mm de espesor, mientras que las de lignito oscilan entre 3,1 y
4,6 mm de diámetro y 1 y 1,9 mm de espesor. Solo tres cuentas procedentes de la estructura Q228 escapan
a la calibración regular que presentan la mayoría, siendo su tamaño notablemente superior, una de caliza
de 11 x 5 mm (fig. 15, 12) y dos de lignito de 8,5 x 2,5 y 8,5 x 2 mm respectivamente (fig. 15, 25). La
calibración posiblemente se efectuó de forma colectiva, ensartando numerosas cuentas en un hilo para su
regularización y pulido final, tal como se observa en abundantes ejemplos etnográficos y se ha comprobado
mediante la experimentación. Además se han contabilizado 83 fragmentos laminares de lignito de escaso
espesor y una longitud superior a los 5 mm que corresponden a fracturas recientes, posiblemente producidas
durante el proceso de excavación.
Además de las cuentas de collar discoidales de caliza y de lignito, en la estructura Q228 de Quintaret se
han documentado algunos adornos acabados fabricados con otros materiales:
- Un colgante de piedra verde con vetas marrones de contorno ovalado y sección plana con perforación
en el extremo de menor espesor. Sus dimensiones son de 16,2 x 9,8 x 2,7 mm y el diámetro de la perforación
de 1 mm (fig. 16, 1).
- Dos Gibberula miliaria de 5,3 x 3,5 y 5 x 3 mm con perforación irregular que afecta a la última vuelta
y al natis (fig. 16, 2-3).
- Dos Antalis sp. de pequeño tamaño, 11,5 x 3 y 8 x 2,5 mm (fig. 16, 4-5).
Entre los restos malacológicos de origen marino existen otras conchas perforadas pero que por sus
grandes dimensiones, la ausencia de intencionalidad antrópica en las perforaciones y lo observado en otros
yacimientos en las conchas de esa especie, no parecen estar relacionados con el adorno. Se trata de dos
valvas de Glycymeris sp. de gran tamaño con el natis perforado por erosión natural, una de ellas fósil,
procedentes de las estructuras Q138 y Q013, y una valva de Spondylus gaederopus de la estructura Q064
con una gran perforación junto al labio producida por un litófago. En otras estructuras se documentan una
valva entera y diecinueve fragmentos de Glycymeris sp., cuatro pequeños fragmentos de valva de cardíido
indeterminado y otro de pectínido, todos ellos sin señales de manipulación antrópica.
Fig. 16. Otros adornos
documentados en Quintaret.
APL XXX, 2014
[page-n-196]
Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
187
Asimismo existe una concha de Theodoxus fluviatilis infantil procedente de la estructura Q228, especie
que frecuentemente ha sido utilizada para confeccionar adornos, pero en este caso la ausencia de perforación
y su pequeño tamaño, 4 x 3 mm, descartarían tal fin. También se documentó en la estructura Q101 una
concha entera de Theodoxus valentinus, un endemismo valenciano cuya área de distribución actual es muy
reducida, en el tramo inicial del Riu Verd y el Barranc de Misana, y que fue descrito en el Riu dels Sants
de l’Alcúdia de Crespins, donde fue muy abundante hasta finales del siglo pasado (Martínez-Ortí y Robles,
2003: 182) y de la que no se ha atestiguado su utilización en adornos.
Tampoco se detecta el empleo como adorno de los diversos ejemplares de Melanopsis tricarinata. Su
presencia en el yacimiento, al igual que los Theodoxus y de algún fragmento de bivalvo de agua dulce,
debe estar relacionada con la proximidad al mismo de un manantial. El resto de malacofauna documentada
es continental terrestre, con presencia de Pseudotachea splendida, Sphincterochila candidissima, Otala
punctata, Iberus gualterianos alonensis, Teba pisana, Rumina decollata, Hohenwartiana disparata y Jaminia
quadridens que, por su escaso número, deben formar parte del relleno de las estructuras por causas naturales.
A modo de valoración, cabe referir cómo las cuentas de collar, especialmente las discoidales, son
uno de los adornos mejor documentados en los yacimientos prehistóricos. Durante la prehistoria reciente
valenciana estos adornos se han confeccionado con materiales muy diversos, tanto de origen abiótico como
biótico. Entre las materias minerales más utilizadas se encuentran la caliza, el lignito y el esquisto, y, en
menor cantidad, diversos minerales de color verde y rojo, y otros de tonalidades grises y marrones de tacto
jabonoso. Asimismo son abundantes las cuentas fabricadas a partir de conchas marinas, en menor número
de hueso y, de forma esporádica, de cerámica. Entre los objetos recuperados en Quintaret, el colgante
oval descrito resulta peculiar, dado que es el primero de esta morfología sobre piedra verde reconocido
en yacimientos valencianos. Con esa materia, de la que desconocemos las fuentes de aprovisionamiento,
se documentan algunos colgantes triangulares, rectangulares y trapezoidales en escaso número durante el
Neolítico final/Calcolítico en unas pocas cuevas de enterramiento y en el poblado de la Ereta de Pedregal
(Navarrés), donde también se constata su fabricación, al menos de los de forma triangular (Pascual Benito,
1998). Por su parte, los adornos sobre pequeñas conchas marinas son abundantes en ambientes funerarios,
siendo destacables por su relativa proximidad las 144 Gibberula miliaria perforadas provenientes del Avenc
dels Dos Forats (Carcaixent) (Pascual Benito, 2010: 194).
Respecto a las materias primas presentes en Quintaret, en el País Valenciano los adornos de caliza, sobre
todo las cuentas discoidales, se conocen en numerosos yacimientos. El origen local de esta materia prima,
dada su abundancia en todo el territorio, no alberga dudas. En menor número de yacimientos se constata
la presencia de adornos de lignito. Con carbón fósil se fabricaron cuentas discoidales y, en menor número,
cuentas cilíndricas, en oliva, bitroncocónicas y troncocónicas. Las cuentas discoidales de lignito se han
documentado en trece yacimientos, once de los cuales corresponden a cuevas de enterramiento colectivo y
dos a poblados, Ereta del Pedregal y La Vital (Gandia) (Pascual Benito, 1998b, 2011).
En la distribución geográfica de los yacimientos con cuentas de lignito se observa cierta concentración en
el curso alto y medio de los ríos Serpis y Vinalopó, alrededor de la sierra de Mariola, zona donde se localizan
también numerosas formaciones naturales de lignito. El resto son hallazgos aislados que se sitúan, uno, en el
curso bajo del Serpis, otro en la Canal de Navarrés y tres en la desembocadura del Xúquer (Pascual Benito,
1998b). El yacimiento más próximo a Quintaret donde se constatan cuentas de lignito es Avenc dels Dos
Forats, con más de dos centenares de cuentas discoidales (Pascual Benito, 2012: fig. 23, 9-26).
Se ha señalado cómo la presencia de abundantes depósitos de lignito en zonas cercanas a los yacimientos
con adornos confeccionados con ese material apunta hacia un origen local de las fuentes de abastecimiento.
Es el caso del curso medio y alto del Serpis, donde se observa una importante concentración tanto de adornos
como de depósitos naturales de lignito, algunos de ellos explotados en época histórica. Las formaciones de
lignito de las que se tiene noticia más cercanas a Quintaret se localizan a poco más de 10 km, en el Barranc del
Poll (Xàtiva), en una zona situada en las faldas del Puig de Santa Anna, donde el botánico Cavanilles describe
el carbón como “terso y pesado presentando la consistencia y brillantez del azabache”, se encontraría muy
APL XXX, 2014
[page-n-197]
188
O. García Puchol, L. Molina, F. Cotino, J. L. Pascual, T. Orozco, S. Pardo, Y. Carrión, G. Pérez Jordà, M. Clausí y L. Gimeno
fragmentado y en vetas poco gruesas, mencionando, además, que ya era explotado en el siglo XVIII por su
descubridor, un cerrajero de Xàtiva que lo empleaba en su fragua (La Roca, 1997: 447; Casanova, 2009: 269271). La proximidad de esta formación con la Llosa de Ranes ha hecho que en alguna ocasión se atribuya a esta
localidad y descrita como una “formación lacustre representada por capas algo inclinadas de calizas y margas
azuladas, alternando con vetas de lignito” (Sanz, 1875: 214). Algo más alejadas se conocen formaciones de
lignito en Alzira (Roselló, 1995: 203), si bien no puede descartarse la presencia de formaciones de este mineral
en zonas más próximas a Quintaret que hayan pasado inadvertidas en tiempos modernos por ser de menor
entidad que las citadas y, por tanto, de nulo interés en época industrial.
Los yacimientos en los que se documenta la fabricación de cuentas discoidales no son muy abundantes.
En materias duras minerales destaca Ereta del Pedregal donde existen diversos restos que constatan
la elaboración in situ de cuentas de diversos tipos, entre ellas las discoidales a partir de tres minerales
diferentes: piedra verde, con la presencia de preformas, algunas de ellas con la perforación iniciada, y de
cuentas acabadas (Pascual Benito, 1998a: fig. III.109, 1-9); caliza, con varias preformas perforadas y cuentas
acabadas (Pascual Benito, 1998a: fig. III.109, 10-21); y lignito, con una preforma cuadrada perforada y dos
pequeños fragmentos de placa de escaso espesor con estrías de abrasión en ambas caras (Pascual Benito,
1998b: fig. 1). Fuera del ámbito geográfico valenciano destaca la numerosa y variada documentación sobre
la confección de cuentas de variscita, discoidales y de otros tipos, procedente de las minas neolíticas de
Gavà, donde el mineral verde se trabajaba en la propia zona minera (Villalba et al., 1986; Noain, 1999;
Borrell y Estrada, 2009). Son más numerosas las evidencias de fabricación de cuentas discoidales desde el
Neolítico antiguo a partir de fragmentos de valvas de cardíidos, las cuales se distribuyen por toda la fachada
mediterránea peninsular (Pascual Benito, 2005).
En territorio valenciano, los yacimientos donde se observa la fabricación de otros tipos de adornos son
también escasos y las evidencias de productos en proceso de fabricación se limitan solo a una, dos o tres
piezas. Así, en Ereta del Pedregal contamos con una cuenta cilíndrica y un colgante triangular de piedra verde
(Pascual Benito, 1998a: fig. III.114, 31 y III.138, 6); en Les Jovades (Cocentaina), con un colgante acanalado
de hueso y con un colgante rectangular y otro trapezoidal de esquisto (Pascual Benito, 1998a: fig. III-136,
15, III.140, 11 y III.142, 1); en Barranc de la Frontera (Bocairent), con un colgante trapezoidal de piedra
indeterminada (Pascual Benito, 1998a: fig. III.142, 1); en Puntal sobre la Rambla Castellarda (Llíria), con un
colgante oval de caliza (Pascual Benito, 1998a: fig. III.144, 9); y en La Vital, con dos colgantes arciformes
sobre concha y un colgante rectangular de piedra verde (Pascual Benito, 2011: figs. 15.5, 28-30, 15.7 y 15.8).
De estas evidencias se deduce que resulta habitual la fabricación de determinados tipos de adorno en ambientes
domésticos del Neolítico final y el Calcolítico. Sin embargo lo que no resulta habitual es encontrarnos con el
testimonio de todo el proceso productivo de la confección de adornos como ocurre en Quintaret.
Esta producción artesanal de collares plantea algunos interrogantes. En primer lugar desconocemos si
se trataba de una producción doméstica o de una especialización artesanal de algún o algunos miembros de
la comunidad y, por tanto, si existían individuos o familias diferenciadas en lo social y en lo económico. El
hecho de que el yacimiento se encuentre desmantelado en superficie y los hallazgos se hayan encontrado
en posición secundaria no ayuda a indagar sobre esta cuestión. Tampoco sabemos si se trataba de una
producción para el consumo familiar, local o si se destinaba al intercambio con otras comunidades y, de ser
así, cómo se articularía la gestión de ese intercambio, los propios artesanos o los líderes del grupo, y cuál era
el alcance y motivo de ese intercambio. El tipo de materia prima empleada en la confección de los collares –
de origen local y por lo tanto de fácil obtención–, un modo de hacer que no requiere grandes conocimientos
técnicos y el hecho de que en otros asentamientos coetáneos y cercanos se detecte la fabricación de estos
adornos, inclina la balanza hacia un tipo de artesanía doméstica destinada al consumo de la misma unidad
familiar que los produce, o al consumo dentro de la propia comunidad.
En definitiva, el contenido material que nos han ofrecido estas estructuras de Quintaret puede considerarse
excepcional, al contar con una abundante documentación que nos permite conocer con detalle el proceso de
fabricación de unos adornos que se cuentan entre los más abundantes de la prehistoria reciente valenciana.
APL XXX, 2014
[page-n-198]
Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
189
6. MOLINOS, PULIDORES Y HACHAS: EL CONJUNTO LÍTICO DE QUINTARET
(T. Orozco Köhler)
Aunque los útiles pulimentados suelen ser un elemento común en los registros arqueológicos neolíticos y
calcolíticos regionales, en Quintaret su presencia es muy escasa (tabla 9), limitándose a una esquirla, dos
fragmentos distales y un hacha, fracturada (fig. 17), recuperadas formando parte del relleno de las estructuras
negativas. El hacha, de silueta triangular, presenta un desgaste importante en el filo, y una fractura completa
en la zona medial –anterior a la deposición en la estructura Q079– que la inutilizó completamente, obteniendo
dos fragmentos. Ninguno de ambos fragmentos muestra huellas de reutilización en otro trabajo (p. ej. como
percutor), hecho que, atendiendo a la dureza del soporte lítico, suele ser frecuente en otros yacimientos
valencianos (Orozco, 2000), y también se documenta sobre otra pieza pulimentada de Quintaret.
El fragmento de filo recuperado en el relleno de Q064 presenta algunas características que hablan de la
historia de la pieza. Tanto el espesor de dicho fragmento como las fracturas lateral y transversal indican que
correspondía a un útil de filo cortante (hacha) de grandes dimensiones. La presencia en una de las caras de
un surco amplio, poco profundo, sobre la superficie pulida debe relacionarse con el enmangue de la pieza.
No obstante, la localización de este surco (próxima al filo), su desviación en relación al eje transversal de
la pieza y el embotamiento en la zona derecha del filo (fig. 18) permite suponer que, tras la fractura, este
pequeño fragmento fue enmangado y continuó en uso, si bien destinado a tareas de percusión o golpeteo.
Los útiles pulimentados se relacionan, de manera general, con el trabajo de la madera, aunque pueden
ser utilizados en tareas muy diversas. No se han recuperado en este yacimiento las habituales piezas
pulimentadas de pequeño tamaño (azuelas, escoplos) destinadas a trabajos de carpintería, tan frecuentes
en otros yacimientos valencianos del III milenio AC. Para su confección, en el ámbito mediterráneo suele
emplearse de manera preferente rocas de naturaleza ígnea y metamórfica (Orozco, 2000). En el pequeño
conjunto estudiado, la litología utilizada como soporte corresponde a diabasas. Se trata de un litotipo
de origen ígneo, del que hay diferentes asomos rocosos en la zona valenciana, normalmente asociados
a sedimentos triásicos, cuya utilización en el utillaje pulimentado ya se reconoce desde los primeros
horizontes neolíticos. Las intensas tareas extractivas llevadas a cabo, especialmente a lo largo del siglo XX,
conllevan importantes modificaciones de estos afloramientos y su entorno, que enmascaran los indicios
de una explotación prehistórica; en algunos casos se ha llegado al agotamiento total del recurso (Orozco,
1998). Los emplazamientos más cercanos a Quintaret donde se localizan afloramientos de diabasas se
muestran en la figura 19. Aunque los datos iniciales no permiten relacionar estos útiles con un asomo
determinado, la proximidad a este recurso lítico pudo haber sido un criterio para su elección.
El material dedicado a la molturación y trituración se presenta muy fragmentado en Quintaret.
Este utillaje se compone de un elemento inferior denominado molino o muela que se caracteriza
por una superficie de trabajo pasiva, plana, que suele ir ahondándose con el uso, de manera que en
bastantes ocasiones puede presentarse ligeramente cóncava. Las dimensiones y la forma de estas
piezas suelen presentar una alta variabilidad en los yacimientos neolíticos y calcolíticos valencianos,
si bien frecuentemente muestran un alto grado de fragmentación, lo que impide valorar estos rasgos.
Hemos agrupado en la categoría de los molinos aquellas piezas y, sobre todo, fragmentos que presentan
superficies de tendencia plana o ligeramente cóncavas, en las que se aprecian cúpulas de piqueteado
y un pulido posterior, resultado del trabajo de fricción (tabla 10). En el conjunto de Quintaret se
han recuperado varios molinos íntegros (Q228, Q075, Q231) que muestran la variedad de formas y
dimensiones de estas piezas (fig. 20).
Las manos de molino, también llamadas moletas, son el elemento activo. Son las piezas con la que se
realiza la molturación, a través de un movimiento de vaivén. De tamaño menor que el elemento pasivo,
pueden asirse con una o dos manos, dependiendo de sus dimensiones. Las manos elaboradas sobre soportes
líticos suelen ser elementos muy poco transformados: en pocas ocasiones son piezas talladas o recortadas,
y en bastantes ocasiones se utilizan cantos rodados, del tamaño deseado. La fricción que desarrollan
APL XXX, 2014
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190
O. García Puchol, L. Molina, F. Cotino, J. L. Pascual, T. Orozco, S. Pardo, Y. Carrión, G. Pérez Jordà, M. Clausí y L. Gimeno
7
213
1
89
7
8
Q064
316
1
Q064
332
Q065
328
Q075
28
1
Q079
123
1
1
Q080
133
2
1
Q081
135
Q084
147
Q085
155
1
Q088
163
1
Q125
141
Q138
823
Q138
826
Q157
1087
Q193
1401
Q197
1411
Q223
1651
Q226
1124
1
Q228
1128
2
Q228
1161
Q230
1132
Q231
1134
2
1
Q061
1
1
Q007
Canto
19
Percutor
Q006
Mat. abrasivo
/ pulidor
Mano
de molino
Hecho UE
Molino
(o frag.)
Tabla 9. Relación de la industria pulimentada
recuperada en Quintaret. Las dimensiones
(LM= longitud máxima, AM = anchura máxima,
EM= espesor máximo) se expresan en mm.
1
1
2
1
1
2
Fig. 17. Hacha pulimentada recuperada en la estructura Q064.
La fractura es anterior a la deposición, y no se reconocen
marcas que indiquen la reutilización de los fragmentos.
1
1
4
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
Fig. 18. Fragmento distal o filo de hacha, reutilizado como
maza (elemento de percusión, enmangado). Se aprecia
el surco para el enmangue en una cara del fragmento. La
flecha indica la zona desgastada por este trabajo.
produce unas marcas que se aprecian a simple vista: zonas de la superficie con un pulido más intenso o,
en ocasiones, estrías. En determinados casos se pueden encontrar marcas de piqueteado en alguna parte
de la pieza, lo que indicaría un uso –simultáneo o sucesivo– en trabajos de fricción y percusión.
Las litologías empleadas en el instrumental de molienda corresponden a materiales de naturaleza
sedimentaria: calcarenitas, microconglomerados, calizas esparíticas y micríticas son las que tienen mayor
presencia. Estos tipos de rocas conforman los relieves del entorno más cercano a Quintaret, por lo que
son de fácil obtención, y son materiales muy versátiles para este utillaje, ya que su acondicionamiento
no resulta excesivamente costoso. El empleo de rocas sedimentarias para este utillaje, que habitualmente
APL XXX, 2014
[page-n-200]
Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
191
Fig. 19. Mapa de localización de emplazamientos de diabasas. 1, situación de Quintaret; 2, Cerro del cuchillo (Almansa);
3, Quesa; 4, Lloc Nou de Fenollet; 5, depresión del Vinalopó.
Tabla 10. Relación del utillaje de molienda, abrasivos y elementos líticos recuperados en Quintaret. Las dimensiones
se expresan en mm, y corresponden al eje mayor, menor y espesor de la pieza.
Hecho UE
Tipo
LM
AM
EM
Q064
32
Frag. distal
hacha
58
69,5 46,6
Q066
30
Esquirla
45,4 39
Q079
125
Hacha
146
7,7
66,5 42,8
Mat. prima
Superficie
Comentario
Diabasa
Pulida
Surco poco profundo en una cara.
Reutilizado como maza
Pulida y
piqueteada
Forma triangular. Talón apuntado
Diabasa
Diabasa
Fig. 20. Los molinos o muelas que se han
recuperado en Quintaret muestran variedad de
formas y dimensiones: 1, pieza recuperada en
Q228; 2, pieza procedente de Q231; 3, molino
recuperado en Q075.
APL XXX, 2014
[page-n-201]
192
O. García Puchol, L. Molina, F. Cotino, J. L. Pascual, T. Orozco, S. Pardo, Y. Carrión, G. Pérez Jordà, M. Clausí y L. Gimeno
pueden obtenerse en las cercanías del yacimiento, suele ser una constante en los conjuntos líticos estudiados
de yacimientos neolíticos y calcolíticos (Orozco, 2000, 2004, 2011). Únicamente una mano o moleta
del conjunto, que también muestra marcas de percusión en un extremo, se ha elaborado sobre diabasa.
También resulta destacable, en cuanto al soporte, un fragmento de mano de molino recuperado en Q084 y
fabricado sobre granito, material que procede de dominios geológicos alejados de este territorio. Se trata
de una litología utilizada ampliamente en el instrumental de molienda de los conjuntos de la zona central
peninsular (Blasco, Baena y Ríos, 2007-8). El alto grado de alteración de la pieza recuperada en Quintaret
hace necesario un análisis más detallado de su composición, actualmente en curso, que permitirá ahondar
en posibles contactos con otras zonas peninsulares.
Algunos materiales líticos se han clasificado, directamente, como percutores (tabla 10). Bajo esta
denominación se agrupan piezas líticas de morfología diversa que presentan, al menos en un extremo, una
superficie piqueteada o pequeños levantamientos. Para estos útiles son las huellas del trabajo efectuado lo
que permite su catalogación, puesto que –por lo general– no suelen presentar una preparación determinada
del soporte. De forma puntual también se han recuperado materiales líticos que no corresponden a las
categorías citadas, como es el caso de algún canto rodado que no presenta marcas visibles.
Otros instrumentos que aparecen en Quintaret y pueden haber formado parte de procesos de elaboración
variados se definen por las litologías empleadas como soporte, que presentan propiedades erosivas, y se han
agrupado bajo la etiqueta de abrasivos o pulidores, utilizando este último término cuando nos encontramos
ante una pieza completa (tabla 10). Por lo general se han recuperado fragmentos informes, que en ocasiones
pueden mostrar alguna marca de trabajo, como superficies planas, ranuras o surcos, pero es sobre todo
su naturaleza la que permite su clasificación. Las litologías de propiedades abrasivas recuperadas en este
yacimiento corresponden a areniscas, de granulometría variada y coloración diversa. Hay que considerar
que el tamaño y la homogeneidad del grano influye en la calidad del pulido. El trabajo erosivo se realiza con
un movimiento de fricción, y puede realizarse en seco, o también aplicando agua. Algunos de los procesos
en los que pueden participar estos instrumentos consisten en rebajar, pulir, afilar superficies, entre otros. Sin
embargo, no es posible precisar sobre qué materiales se utilizaron.
Conseguir estos soportes no entraña dificultad puesto que las areniscas aparecen en algunas zonas del
valle del Cànyoles, por lo que su obtención pudo realizarse directamente por la comunidad establecida
en Quintaret. Destaca en el conjunto el pulidor recuperado en Q228, de grandes dimensiones (fig. 21)
en cuya superficie activa, que presenta una ligera concavidad (-14 mm), no se aprecian de forma clara
surcos o ranuras. Además de las dimensiones, resulta de enorme interés constatar la naturaleza de esta
pieza, elaborada sobre arenisca ferruginosa, cuyo ámbito litogénico no corresponde al entorno cercano al
yacimiento, lo que contribuye a acentuar su singularidad.
Tal como se ha indicado, el conjunto de útiles pulimentados es exiguo, lo que limita las conclusiones
que puedan extraerse sobre estas piezas. Tanto la pieza fragmentada en dos, como el fragmento distal
reaprovechado son –o han formado parte de– hachas de tamaño notable. La escasez de ejemplares no puede
relacionarse con una falta de soportes líticos ya que, como se indicó con anterioridad, en comarcas cercanas
se localizan diversas fuentes de materia prima, a las que pueden añadirse otros diapiros de diabasas que
aparecen a lo largo del territorio valenciano, especialmente en el área sur. La valoración de este litotipo por
parte de las comunidades prehistóricas queda patente al observar en Quintaret, al igual que en muchos otros
yacimientos, las reutilizaciones de útiles sobre diabasa (Orozco, 2000, 2004, 2011).
En cuanto al utillaje de molienda, habitualmente representado en contextos habitacionales, cabe destacar
la abundancia de elementos y la alta fragmentación del registro estudiado. Si atendemos a la distribución
de piezas o fragmentos en relación a las estructuras excavadas, destaca la acumulación que se localiza
en Q061; en este caso la cantidad es el rasgo que marca diferencias frente a otras estructuras. Asimismo,
destacan por su integridad las piezas procedente de Q228, concretamente de la UE 1161, que corresponden
a un molino y un pulidor de grandes dimensiones; en este caso podemos suponer que estos materiales tienen
alguna relación con las múltiples evidencias de la elaboración de cuentas recuperadas en esta estructura.
APL XXX, 2014
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Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
193
Fig. 21. Pulidor sobre arenisca ferruginosa
procedente del relleno de Q228. Aunque la
superficie activa es aplanada, muestra una ligera
concavidad en relación a los bordes de la pieza.
Y si bien no podemos valorar el papel del molino en relación a los adornos, el pulidor –confeccionado
sobre una arenisca de grano muy fino y homogéneo, coloquialmente conocida como rodeno o piedra de
afilar– sí pudo formar parte del proceso de producción de estos ornamentos, aunque no podamos estimar en
qué fase fue utilizado, como tampoco si se empleó para un pulido o desbaste en seco o con agua. Pese a la
variedad de rocas con propiedades abrasivas que aparecen en los relieves cercanos a Quintaret, este pulidor
corresponde a una arenisca del triásico inferior (Bundsandstein), sedimentos que en tierras valencianas
se localizan en el dominio ibérico, al N del corredor del Cànyoles. Ello indica una selección cuidada del
material lítico y un transporte, que pudo haberse llevado a cabo por este grupo humano. La deposición en la
misma estructura de estos elementos permite establecer una asociación, y suponer que fueron empleados en
alguna de las etapas del trabajo destinado a la fabricación o transformación de cuentas de collar.
7. PRODUCCIÓN Y CONSUMO DE PIEDRA TALLADA
(O. García Puchol)
La presencia de útiles y restos líticos tallados, resultado de las actividades relacionadas con su fabricación y
uso, entre los restos contenidos en las estructuras excavadas, permite plantear hipótesis relativas a los medios
y modos de producción de estas sociedades del IV y III milenio cal AC. Un número moderado de restos
(1.806) procede de las estructuras de Quintaret, en tanto que apenas 2 objetos provienen de las estructuras
de Corcot. Los materiales recuperados en el primer yacimiento manifiestan las características propias de los
conjuntos líticos del final del Neolítico y Calcolítico con la presencia de láminas de cuidada factura y puntas
de flecha de retoque bifacial como elementos comunes (García Puchol, 2005; Juan-Cabanilles, 2008). Su
aparición, amortizando estas estructuras de almacenaje, nos informa sobre las actividades llevadas a cabo
en las inmediaciones de las mismas, tanto a partir del análisis de las características de su composición,
como de su relación con las restantes evidencias que conforman los rellenos.
Conviene subrayar la desigual repartición de objetos líticos entre las diferentes estructuras, tal como
reflejan las tablas 11 a 15. Únicamente 4 estructuras contienen más de 50 objetos tallados y una de ellas
destaca sobremanera con un total de 1.229 restos (Q128). La explicación viene del cribado con agua de
la totalidad del sedimento al coincidir con la concentración de cuentas de collar y restos de su fabricación
(buena parte de estos restos son microlascas y esquirlas –1.017–).
El sílex es la materia prima utilizada, observándose cierta variabilidad en función del tipo de soporte/
útil buscado. Una variedad marrón/beige traslúcida de grano medio y que presenta numeras fisuras resulta
común, generalmente sobre lascas y algún núcleo de talla expeditiva. Al mismo tiempo encontramos
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O. García Puchol, L. Molina, F. Cotino, J. L. Pascual, T. Orozco, S. Pardo, Y. Carrión, G. Pérez Jordà, M. Clausí y L. Gimeno
Tabla 11. Clasificación de los restos de talla documentados en Quintaret.
Q7
UE
Q24
Q55
Q61
Q63
Q64
213
209-10
75
89
97
32
Lasca
3
3
4
Frag. lasca
4
2
7
Frag. lámina
1
Frag. indeterminado
5
Esquirla/microlasca
2
Sílex tabular
1
315
101
3
1
2
1
2
3
1
4
1
9
3
8
6
4
3
30
Q68
1
45
1
13
4
1
3
1
7
5
2
23
TOTAL
328
6
15
Q66
1
1
14
31
9
2
4
Frag. núcleo
Q65
16
17
6
2
14
Tabla 12. Clasificación de los restos de talla documentados en Quintaret.
Q72 Q75 Q78 Q79
Lasca
Q80
Q82
Q85 Q88 Q89
109
28
123
133
127
155
163
165
2
UE
2
2
2
125
20
2
2
1
Frag. lasca
26
1
1
1
Lámina
1
Q138
141
823
2
Frag. núcleo
Q125
79
1
Frag. lámina
Q90
167 712
12
5
1
2
5
4
3
1
1
1
6
1
36
13
10
9
Tableta
Frag. indeterminado
1
46
2
Esquirla/microlasca
2
1
Cúpula térmica
3
2
4
4
2
3
3
1
3
2
2
Sílex tabular
1
1
Nódulo
1
TOTAL
3
100
6
4
6
6
2
15
5
2
69
32
Tabla 13. Clasificación de los restos de talla documentados en Quintaret y Corcot.
Quintaret
Q147 Q193 Q197 Q226 Q228 Q229 Q230
UE
Lasca
84
1401
1411
1130
1132
21
6
2
1243 1298/99
1
61
10
6
C20 C22
2
8
Frag. lámina
137
8
Frag. núcleo
2
Esquirla/microlasca
8
1
87
10
2
1017
1
Cúpula térmica
141
1
2
Frag. indeterminado
APL XXX, 2014
Corcot
1161
2
1
Frag. lasca
TOTAL
Q263
1124
31
5
57
16
1
5
1
18
9
1
2
1
11
1205
1
33
1
1
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195
Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
Q89
Q88
Q84
Q79
Q78
Q75
Q68
Q66
Q65
Q64
Q61
Q55
Q7
Tabla 14. Clasificación del utillaje retocado recuperado en Quintaret.
UE 213 75 89 32 31 30 101 28 123 125 147 163 165
Perforadores/taladros
Perforador
Lascas ret. simple/inv.
1
Lasca ret. marginal
1
Lasca ret. irregular
Lascas borde abatido
Láms. ret. simple/inv.
1
1
1
1
1
Lasca borde abatido
1
Lám. ret. marginal
3
Lám. ret. muy marg./su
1
1
1
Lám. ret. irregular
1
Lám. ret. invasor
2
Muescas y denticulados Lasca con muesca
1
1
1
3
Lámina muesca
1
Lasca denticulada
1
Lámina denticulada
Puntas de flecha
1
Romboidal
1
Pedúnculo y aletas
1
Pedúnculo y aletas inc.
1
Fragmento
1
1
Esbozo
Piezas astilladas
1
1
1
1
1
TOTAL
1
1
10
3
2
1
1
Microburiles
1
4
2
9
2
1
1
2
1
materiales de calidad que responden a distintas variedades principalmente representadas sobre piezas
laminares, con retoque o no. En este caso apenas contamos con restos relacionados con la talla in situ por lo
que debemos suponer que presumiblemente llegan al yacimiento elaborados. El grado de alteración de los
materiales también es variable como resultado bien de actividades antrópicas (alteraciones térmicas debido
al contacto directo con el fuego), o bien de procesos postdeposicionales tales como la aparición de pátinas
blancas que afectan parcialmente al conjunto.
En Quintaret se han clasificado un total de 1.730 restos de talla, la mayoría de los cuales son fragmentos
indeterminados (275) y sobre todo esquirlas (1.120). Entre los productos de talla predominan las lascas y
fragmentos de lascas (112 y 167 respectivamente). Los productos laminares, algunos de ellos de cuidada
factura y tamaño considerable (superan los 150 mm de anchura máxima) son escasos (19). Un conjunto
laminar de pequeño tamaño se concentra en la estructura 228, coincidiendo con una mayor proporción de
restos y la presencia de alguna pieza alargada y estrecha a modo de perforador. Se ha documentado un total
de 19 núcleos, fragmentados, de morfología informe y con restos de extracciones de lascas.
En consonancia, el material retocado recuperado también es escaso (76 objetos) (tablas 14 y 15, fig. 22).
Destacan numéricamente el conjunto de piezas astilladas (21), concentradas principalmente en las estructuras
Q228 y Q229 (15) (fig. 22, 1 a 3). Las características de estas piezas serían indicativas, de un uso –entre otros–
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196
O. García Puchol, L. Molina, F. Cotino, J. L. Pascual, T. Orozco, S. Pardo, Y. Carrión, G. Pérez Jordà, M. Clausí y L. Gimeno
Tabla 15. Clasificación del utillaje retocado recuperado en Quintaret.
Q125 Q138
UE
Raspadores
823
Q228
Q229
Q229
Q230 Q164
1161
1130
1162
1132
6
141
1
1095
1
Perforadores/taladros
Perforador
Lascas retoque simple
Lasca retoque irregular
Muescas y denticulados
Lasca con muesca
1
2
2
Lasca denticulada
1
Lámina denticulada
Diente hoz
Geométricos
1
1
Fragmento
Puntas de flecha
Trapecio retoque abrupto
1
Romboidal
1
Foliácea
Pedúnculo y aletas incip.
1
1
Esbozo
2
Piezas astilladas
1
11
4
1
Diversos
TOTAL
1
3
3
25
6
1
1
1
a modo de cuña/cincel (de la Peña, 2011). La concentración mencionada, coincidente con las estructuras que
han deparado los restos de un taller de cuentas sobre caliza y lignito, sugiere su relación directa con el proceso
de recorte de estos materiales. La presencia en estas estructuras de pequeñas piezas a modo de perforadores
también podría ser relacionada con el proceso de perforación de estas cuentas (fig. 22, 4 a 6). Mencionaremos
además una punta de flecha romboidal (fig. 22, 15), dos esbozos de punta de flecha (fig. 22, 19) y un trapecio
fragmentado (fig. 22, 18). El contenido lítico evoca así la presencia de objetos ligados a diferentes actividades,
cuyo nexo común sería su relación con las tareas asociadas a una unidad doméstica.
Otros objetos destacados del conjunto recuperado serían las láminas con retoque marginal y con retoque
invasor (fig. 22, 13), bien representadas en la estructura Q61. Un fragmento de lámina con retoque invasor
de esta estructura muestra una tenue pátina brillante (lustre de cereales).
Las muescas y denticulados sobre lasca o láminas suponen 13 objetos. Una mención especial merece
una pieza fragmentada con el retoque característico de los dientes de hoz (no se observa lustre de cereal)
entre los objetos líticos de la estructura Q138. Recuperado en la única estructura que ha deparado materiales
campaniformes de estilo regional, corroboraría su adscripción a esta etapa del Campaniforme final inmediata
a la Edad del Bronce, cuando se convierten en el útil lítico tallado destacado.
Un total de 8 puntas de flecha (más 3 esbozos) se han localizado repartidas en diferentes estructuras.
Encontramos piezas de cuidada factura junto a ejemplos de ejecución irregular (fig. 22, 8 y 15). Uno de los
esbozos ofrece signos evidentes de la práctica del tratamiento térmico, aspecto común en otros yacimientos
de esta cronología en el área. Sobre la morfología cabe apuntar su variabilidad, reflejada en la clasificación
de formas romboidales, foliáceas y de pedúnculo y aletas. En este último caso no se ha clasificado ningún
ejemplar de pedúnculo y aletas desarrolladas propio de momentos campaniformes (Juan-Cabanilles, 2008),
lo que podría deberse a lo reducido de la muestra.
APL XXX, 2014
[page-n-206]
Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
197
Fig. 22. Utillaje retocado recuperado en Quintaret. 1 a 3, piezas astilladas (Q228); 4 a 6, microperforadores (Q228);
7, frag. lámina retoque invasor (Q68); 8, frag. punta de flecha (Q66); 9, frag. lámina retoque marginal (Q66); 10,
frag. lámina retoque invasor (Q75); 11, frag. lámina con muescas (Q75); 12, frag. lámina retoque invasor (Q61); 13,
perforador (Q61); 14, frag. placa sílex tabular con retoque bifacial (Q230); 15, punta de flecha romboidal (Q65); 16,
microburil (Q66); 17, microburil (Q75); 18, frag. trapecio asimétrico (Q228).
Entre los geométricos contamos con un fragmento de trapecio, asimétrico de base cóncava, y un fragmento
no determinado, ambos en la estructura Q228 (fig. 22, 18). Sin que podamos establecer una relación directa
con estas piezas, al menos con los ejemplos conocidos de otros yacimientos sincrónicos estudiados hasta
la fecha, hemos clasificado dos microburiles (Q066 y Q075), ambos distales y sobre láminas de mediano
tamaño (fig. 22, 16 y 17). La presencia de microburiles en conjuntos del IV y III milenio se corrobora en
APL XXX, 2014
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198
O. García Puchol, L. Molina, F. Cotino, J. L. Pascual, T. Orozco, S. Pardo, Y. Carrión, G. Pérez Jordà, M. Clausí y L. Gimeno
otros yacimientos valencianos tales como Niuet y Punxó (García Puchol y Molina, 1999). Mencionaremos
finalmente el hallazgo de un fragmento de placa de sílex tabular con retoques bifaciales en la estructura
Q230 (fig. 22, 14), así como dos fragmentos informes sobre este material en la estructura Q024.
Como hemos podido comprobar, el registro de Quintaret ofrece ejemplos concretos de la relación directa
del contenido de los rellenos y las actividades llevadas a cabo en las inmediaciones de las estructuras. El
caso más elocuente viene referido por la concentración de las estructuras Q228 y Q229, cuyos rellenos
incorporan diferentes vestigios relativos a la actividad artesanal vinculada a la fabricación de cuentas de
collar junto con distintas piezas líticas (piezas astilladas, perforadores) que podemos relacionar con su
elaboración. Junto a ellos, otras piezas como la punta de flecha y esbozos recuperados indicarían actividades
relacionadas con su fabricación y/o abandono en un espacio doméstico. En la mayoría de los casos, sin
embargo, el número de restos no permite realizar más apreciaciones. De cualquier modo, y analizados en
su conjunto, los materiales líticos de Quintaret son coincidentes con el equipamiento característico de los
registros de esta cronología en el ámbito regional.
8. VALORACIÓN ESPACIAL, CONTEXTUAL Y FUNCIONAL DE LAS ESTRUCTURAS
DE ALMACENAMIENTO EN EL CONTEXTO DEL IV Y III MILENIO CAL AC
(O. García Puchol y S. Pardo Gordó)
Las estructuras prehistóricas de Quintaret y Corcot conforman un típico contexto prehistórico de hábitats
neolíticos al aire libre caracterizados por la profusión de silos y fosas, aspecto que les ha conferido el
apelativo en la bibliografía de poblados de silos (Gómez Puche et al., 2004; Soler, 2013). Se ubican en las
inmediaciones de cursos de agua, frecuentemente en áreas de interfluvio, ocupando grandes extensiones
donde se observan concentraciones de estructuras excavadas (en algunos casos identificadas como viviendas
–Niuet, Arenal, La Vital–), y con la presencia de fosos segmentados que podrían delimitar el espacio del
poblado. En otros ejemplos, como Les Jovades o los aquí presentados, Quintaret y Corcot, sólo disponemos
de información referida a fosas y silos. Buena parte de los trabajos realizados obedecen a intervenciones de
urgencia que han contemplado generalmente excavaciones parciales siguiendo las directrices de las obras
efectuadas. Su situación en zonas de alto potencial agrícola ha condicionado también un desigual estado de
conservación en función del grado de transformación del terreno y de las prácticas agrícolas allí efectuadas.
Desde los años 1990 se han publicado una serie de registros datados en el IV y III milenio cal AC que
sirven de referencia para contextualizar los datos aquí publicados. Buena parte de los mismos se ubican
en los valles del Serpis, desde su cabecera (Les Jovades –Bernabeu et al., 1993–, Niuet –Bernabeu et al.,
1994–, Benàmer –Torregrosa, Jover y López Seguí, 2011–, Punxó –García Puchol, Barton y Bernabeu,
2008–) hasta su desembocadura (La Vital –Pérez Jordà et al., 2011–), en el vecino valle del río Albaida
(Colata –Gómez Puche et al., 2004–), o en el valle del Vinalopó (La Torreta-El Monastil –Jover Maestre,
2010–). Otros interesantes conjuntos publicados ofrecen registros de ocupaciones neolíticas prolongadas
en el tiempo, desde el Neolítico antiguo y que pueden alcanzar el Neolítico final (cf. Tossal de les Basses,
Alicante –Rosser y Fuentes, 2007– o Costamar, Oropesa, Castellón –Flors, 2009–, y también el yacimiento
mencionado de Benàmer –Torregrosa, Jover y López Seguí, 2011–).
Los datos manejados de todos ellos son parciales aunque permiten, en mayor o menor medida, una
aproximación a las características de estos poblados desde una perspectiva espacial, económica y social.
Sobre sus dimensiones se han realizado cálculos a partir de la distribución de las estructuras conocidas y el
marco cronológico abarcado. Les Jovades ocupa el área mayor hasta la fecha, con un cálculo de dispersión
de las estructuras en torno a las 25 ha que cubrirían un amplio período de tiempo entre el IV y el III milenio
cal AC. Para La Vital este cálculo se sitúa cerca de las 7 ha y una duración de unos 300 años. El tamaño
mínimo calculado mediante el procedimiento Convex Hull o mínima envolvente para Quintaret se situaría
alrededor de 3 ha, referido a una cronología de unos 500 años. En cualquier caso se trata de estimaciones
condicionadas por la extensión del área excavada y que requieren casi siempre más precisión cronológica
APL XXX, 2014
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Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
199
debido al bajo número de dataciones disponibles (sólo La Vital presenta un marco radiométrico programado
sobre buena parte de la superficie excavada atendiendo a criterios espaciales y estratigráficos). Los datos y
análisis que presentamos a continuación se han realizado a partir de los datos de Quintaret dado el escaso
número de estructuras prehistóricas en Corcot (4).
8.1. El espacio habitado
Tal como hemos podido comprobar en la presentación del yacimiento, el estado de conservación de las
estructuras de Quintaret no es óptimo, aspecto que dificulta cualquier tentativa relativa a su interpretación
en el espacio. La altura media conservada de fosas y silos se sitúa en 46 cm, con un máximo de 170 cm
y un mínimo de 11 cm. La conservación diferencial de las profundidades de silos/fosas en una misma
área reflejaría la existencia de estructuras de tamaño variable y cuya función como silos no puede ser
siempre corroborada. Con la excepción de dos estructuras de morfología desigual cortadas por un camino
(Q193 y Q197), el resto obedece a fosas circulares con distintos perfiles (troncocónico, globular, cóncavo)
que hemos considerado silos cuando disponemos de un criterio claro para su asignación (paredes rectas o
que cierran), y la comparación de la profundidad conservada respecto a las estructuras inmediatas. Ante
la ausencia de evidencias claras referidas a restos de viviendas, hemos tratado de retener otras variables
materiales y de localización con el fin de determinar si las estructuras conservadas tendrían una relación
directa con la presencia en las inmediaciones de espacios de habitación.
Con este objetivo hemos realizado un análisis de conglomerados (cluster analysis en terminología anglosajona)
centrado en identificar cuáles son las agrupaciones de silos óptimas a partir de su localización geográfica, y si
la distribución de éstas pueden ser correlacionadas con la presencia de material arqueológico asociado a las
actividades domésticas tales como los molinos/manos y los fragmentos de barro cocido, algunos de ellos con
improntas, que podrían relacionarse directamente con las áreas de hábitat. Entre los diferentes procedimientos
existentes para la realización del análisis de conglomerados nos hemos decantado por un método de agrupamiento
no jerárquico o de partición, el método K-means, utilizando el software R (R Core Team, 2013).
La utilización del análisis K-means requiere realizar dos pasos fundamentales:
a) Dividir el conjunto de datos analizado en n grupos y calcular el centro de gravedad de cada agrupación
resultante. En nuestro caso hemos dividido las estructuras negativas en 2 grupos y hemos repetido el proceso
incrementando el tamaño en 1 hasta llegar a un total de 30 grupos.
b) En segundo lugar se reasigna cada silo al grupo más cercano (cuya distancia al centroide sea menor). En
nuestro caso hemos realizado 100 iteraciones de este procedimiento por cada uno de los 30 casos programados.
Una vez realizado el test K-means, hemos representado los resultados en un gráfico donde observamos
un fuerte descenso en el valor de la suma de los cuadrados en torno a los 4 grupos y una estabilización de
la curva alrededor de los 14 grupos (fig. 23, a).
No obstante, como se remarca en la bibliografía estadística, la selección de un número alto de clusters
puede llegar a representar datos incomprensibles (o complejos en su interpretación), mientras que la
elección de un número reducido de conglomerados suele conllevar la generación de grupos heterogéneos
y artificiales. Con todo ello nos hemos decantado por la utilización de un valor intermedio, 8 grupos, para
tratar de mitigar los problemas remarcados.
La agrupación final de los silos una vez realizado el K-means es la siguiente (fig. 23, b): el grupo 1 está
formado por las estructuras Q054, Q055, Q162, Q164 y Q157. Las estructuras Q075, Q066, Q065, Q064,
Q063, Q067, Q071, Q070, Q069, Q068 y Q061 forman el grupo 2. Por otro lado el grupo 3 está formado
por las estructuras Q082, Q083, Q079, Q078, Q080, Q081, Q084, Q085, Q086 y Q0125. La solitaria
estructura Q175 forma el grupo 4. Mientras que las estructuras Q065 y Q0190 forman el grupo 5, aunque
las estructuras documentadas en el corte del camino (Q193 y Q197) no se han contemplado en el análisis
K-means, éstas podrían formar parte de este cluster. El grupo 6 lo conforman las estructuras Q138, Q030,
APL XXX, 2014
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200
O. García Puchol, L. Molina, F. Cotino, J. L. Pascual, T. Orozco, S. Pardo, Y. Carrión, G. Pérez Jordà, M. Clausí y L. Gimeno
A
Relación Clusters − Suma cuadrados
20
Suma de los cuadrados
15
10
5
0
2
4
6
8
10
B
12
14
16
18
Número de Clusters
20
22
24
26
28
30
Relación gr
4313850
GRUPO 8
4313800
Coordenadas Y
GRUPO 7
GRUPO 6
4313750
GRUPO 3
GRUPO 2
4313700
GRUPO 5
GRUPO 1
GRUPO 4
4313650
705600
705800
Coordenadas X
706000
Fig. 23. Resultados del test K-means.
Q088, Q089, Q090, Q091 y Q092. El séptimo grupo está formado por los silos Q223, Q261, Q263, Q024,
Q007, Q006 y Q283. Finalmente el grupo 8 se sitúa en la parte noreste de la excavación y lo forman las
estructuras Q242, Q231, Q230, Q229, Q228 y Q226.
Si nos atenemos al patrón de distribución espacial de La Vital, estas estructuras se asociarían con
unidades de habitación/espacios domésticos de actividad. En nuestro caso únicamente las estructuras
Q193 y Q197 responderían a un criterio distinto de la observación general de fosas y silos (fosas de
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Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
201
dimensiones mayores), si bien la escasez de materiales recuperados y sus características impiden efectuar
más apreciaciones. Como ya hemos anotado, la presencia de barro cocido y de piezas de molienda en los
silos/fosas podría considerarse un buen indicador de la presencia cercana de estos espacios domésticos.
A este respecto, la mayoría de los grupos determinados confirman la presencia de indicios de actividad
doméstica y constructiva formando parte del relleno de algunas de las estructuras. Algunos de los casos
más elocuentes vendrían conformados por el grupo 2 (la estructura Q61 concentra 15 útiles de molienda y
55 restos de barro cocido con improntas), el grupo 3 con diversas piezas de molino repartidas entre varias
de sus estructuras, el grupo 7 (con molinos y fragmentos de barro cocido en varias de los contenedores
excavados) y el grupo 8 (área donde se detecta una concentración de barro cocido, útiles de molienda,
pulidores, asociado todo ello a restos de fabricación de cuentas de collar de caliza y lignito –Q228–).
8.2. Producción y consumo
La presencia de contenedores de grano u otros productos perecederos de capacidad variable referidos al
hábitat del IV y III milenio cal AC en el territorio valenciano ha sido caracterizada en diversos trabajos
(Pascual Benito, 2003; Gómez Puche et al., 2004; Pérez Jordà, Bernabeu y Gómez Puche, 2011). Apenas
contamos con evidencias directas en el registro de Quintaret sobre el contenido de los mismos, básicamente
cereales si atendemos a los patrones reconocidos de forma generalizada. A partir del cálculo de la capacidad
de estos contenedores se han realizado análisis comparativos que arrojan alguna luz sobre la estructura
social de estas sociedades del IV y III milenio cal AC. Dos trabajos reflejan los cálculos realizados en
diferentes yacimientos (Missena, Jovades, Colata, Vital y Arenal), si bien es cierto que no todos ellos
disponen de un marco radiométrico preciso que permita discernir si la variabilidad acordada puede tener
una lectura diacrónica alternativa (Bernabeu et al., 2006; Pérez Jordà, Bernabeu y Gómez Puche, 2011).
Los resultados de esta contrastación otorgan una mayor capacidad de almacenaje a yacimientos como Les
Jovades (desde mediados del IV y presumiblemente hasta mediados del III milenio cal AC) y La Vital
(segundo tercio del III milenio cal AC). En cualquier caso, lo que resulta más revelador es la existencia
en estos dos yacimientos de grandes estructuras de almacenaje que superan los 10.000 litros (Pérez Jordà,
Bernabeu y Gómez Puche, 2011). El test K-means practicado en La Vital refiere la existencia de al menos
10 agrupaciones de estructuras en el área excavada que comprenderían fosas y silos relacionados en buena
parte de los casos con estructuras de habitación identificados como fondos de cabaña (Gómez Puche, Carrión
Marco y Pérez Jordà, 2011). Los cálculos ofrecen una capacidad de almacenaje variable entre los distintos
grupos, dos de los cuales superan los 20.000 litros mientras que los restantes ofrecen unas cifras a distancia
y también variables (predominan en todos los casos los silos hasta los 1.500 litros). Estos datos han sido
interpretados como el reflejo de la existencia de una acumulación desigual de excedentes entre las distintas
unidades familiares (Pérez Jordà, Bernabeu y Gómez Puche, 2011). En La Vital es posible además acotar
la cronología a la duración calculada del poblado (unos 300 años) durante el Calcolítico precampaniforme
y Campaniforme con evidencias claras de metalurgia. Esta acumulación desigual tendría su reflejo en las
tumbas individuales en silos con ajuares distintivos documentadas en el interior del poblado.
Analizar la capacidad de almacenaje de las estructuras de Quintaret en los términos expuestos no nos
ha parecido aconsejable. El grado de desmantelamiento del nivel de ocupación del yacimiento, si tenemos
en cuenta además la escasa profundidad generalizada de las estructuras documentadas (p. ej., media de 46
cm frente a los 92 cm de La Vital), desaconsejaba el cálculo de la capacidad en litros de las estructuras que
podíamos considerar claramente como silos de almacenamiento. Por ello, y con el fin de poder realizar
estimaciones en este sentido, hemos procedido a evaluar la comparación del diámetro máximo de las
estructuras clasificadas como tales en aquellos yacimientos con información detallada publicada (Jovades,
Arenal, Colata y Vital). De este modo hemos representado gráficamente la distribución de esta medida entre
los distintos yacimientos (fig. 24).
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O. García Puchol, L. Molina, F. Cotino, J. L. Pascual, T. Orozco, S. Pardo, Y. Carrión, G. Pérez Jordà, M. Clausí y L. Gimeno
Arenal
350
300
250
200
150
100
50
10
Jovades
0
10
Quintaret
20
30
diámetros silos
350
300
250
200
150
100
50
5
Colata
350
300
250
200
150
100
50
0
0
10
10
20
Vital
20
30
40
30
50
0
10
20
30
40
número de silos
Fig. 24. Relación del diámetro máximo de las estructuras de los yacimientos de Vital, Colata, Quintaret, Jovades y Arenal.
Los gráficos resultado ofrecen una imagen similar a la mostrada en relación con la capacidad de
estos conjuntos, es decir, dos yacimientos sobresalen con la presencia de unas pocas estructuras que
superan los 300 cm de diámetro máximo (Jovades y Vital), mientras que Quintaret se aproxima a los
datos proporcionados por Colata, donde unas pocas estructuras superan los 250 cm. En el caso de Colata
estas estructuras se sitúan sobre los 4.500 litros de capacidad, similar a la estructura Q061 de Quintaret
(estructura bien conservada que alcanza unas medidas de diámetro de boca de 150 cm, diámetro máximo
230 cm y una profundidad de 170 cm), frente a las capacidades en torno a los 12.000 litros calculadas en
Jovades y Vital para aquellos contenedores de mayor tamaño.
Si los datos presentados fuesen representativos del conjunto de la población podríamos señalar
determinados aspectos relevantes. En primer lugar, La Vital permite plantear que la mayor capacidad de
acumulación de determinadas unidades coincide en este yacimiento con el Calcolítico, en la primera mitad
del III milenio cal AC. Una de las estructuras de gran tamaño de Les Jovades (estructura 129) ofrece dos
dataciones sobre agregados de carbón que podrían retrotraer esta capacidad diferencial de acumulación
a mediados del IV milenio cal AC (en cualquier caso este dato requiere mayor precisión cronológica).
Quintaret y Colata muestran por su parte una imagen también variable del tamaño de las estructuras
conservadas, de modo que aquellas de mayores dimensiones tendrían capacidades en torno a los 5.000
litros. Sin embargo, y aun cuando las escasas dataciones efectuadas no permiten más precisión, ambos
iniciarían su existencia en los siglos finales del IV milenio cal AC, y en el caso de Quintaret se prolongaría
hasta mediados del siguiente milenio (Campaniforme). Arenal corresponde a un registro del campaniforme
regional (aspecto coincidente con la fase reciente de Quintaret) con estructuras de almacenaje que no
muestran signos distintivos de acumulaciones diferenciales. Tampoco los enterramientos individuales
excavados se distinguen por la presencia de ajuares especiales como sí pudimos ver en La Vital.
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Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
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La imagen que cabría dibujar con los datos actuales traduce, de un lado, variabilidad en el seno de
los yacimientos, pero también entre yacimientos. Con la cautela debida a la parcialidad generalizada de
los datos manejados cabe plantearse si somos capaces de encontrar estas mismas pautas de producción y
consumo desigual en otros aspectos que reflejan el comportamiento social y la organización de estos grupos
tales como el papel de las artesanías especializadas en la división social del trabajo, las implicaciones de la
aparición de la metalurgia y su extensión, y el análisis del comportamiento funerario.
9. QUINTARET EN EL CONTEXTO COMARCAL Y REGIONAL
DESDE EL NEOLÍTICO FINAL AL HORIZONTE CAMPANIFORME
(L. Molina Balaguer)
Los datos aportados por los trabajos llevados a cabo en los yacimientos de Quintaret y Corcot complementan
aquellos disponibles respecto a la parte alta del valle del Cànyoles. Fruto tanto de recogidas superficiales
(p. ej. Molina y McClure, 2004) como de excavaciones de urgencia (García Borja et al., 2009), se han
reconocido diversos enclaves al aire libre en los términos de Moixent y la Font de la Figuera (Mas del
Fondo, La Calera, Casa Fossino, Casa Garrido Nord II) que remiten a la existencia de un poblamiento
en llano a lo largo de un genérico Neolítico final/Calcolítico (IV-III milenio cal AC). Con estas nuevas
informaciones podemos incorporar a la misma dinámica la parte más baja del valle –correspondiente a
los términos de Montesa y l’Alcúdia de Crespins–, aquella que se abre a la llamada Costera de Ranes.
Así, la imagen que podemos hacernos del paisaje del valle del Cànyoles a partir del IV milenio cal AC
correspondería a un entorno plenamente antropizado, con una importante presencia de asentamientos más o
menos estables ocupando las zonas llanas, tanto del río como de la cuenca del Pla de les Alcusses.
Esta ocupación, como se ha puesto de manifiesto en múltiples ocasiones (Pla, 1972; Aparicio, San
Valero y Martínez Perona, 1979, 1983, 1984; Molina y McClure, 2004; García Borja y Molina, 2006),
podemos retrotraerla a los primeros momentos del Neolítico. Cova del Barranc Fondo (Xàtiva) y Cova
Santa de la Font de la Figuera (como enclaves más significativos y mejor conocidos) aportan materiales
correspondientes al Neolítico cardial, dentro del VI mileno cal AC. A esta presencia humana pueden
asociarse algunas de las manifestaciones de arte rupestre esquemáticas que se conocen en la zona y,
especialmente, aquellas que evocan el arte macroesquemático documentadas en el área del Bosquet,
en Moixent (Hernández y CEC, 1984; Hernández y Martí, 2000-2001). La situación estratégica de la
comarca la convierte en nudo natural de comunicaciones de primera magnitud entre la llanura costera
valenciana, el altiplano de la meseta manchega y el cordón montañoso de las sierras béticas que se
desarrollan a lo largo del límite de las provincias de Murcia y Albacete. La evidencia de materiales
correspondientes a este primer Neolítico jalonando todo el arco que va desde las comarcas centrales
valencianas hasta el área granadina –Cueva de los Secos, Yecla (Soler, 1988), Cueva del Niño, Ayna
(Martí, 1988), Abrigo del Pozo, Calasparra (Martínez Sánchez, 1994), Abrigo Grande II del Barranco de
los Grajos, Cieza (Walker y Cuenca, 1977), etc.–, ponen en evidencia el funcionamiento de esta vía de
comunicación ya en estos momentos (García Atiénzar, 2011).
Pese a ello, los datos actualmente disponibles sólo nos permiten confirmar la existencia de un poblamiento
estable en el valle del Cànyoles a partir del IV milenio cal AC. El registro comarcal correspondiente al V
milenio, hasta la fecha se limita a los datos aportados por Cova del Barranc Fondo de Xàtiva, donde se cita
la presencia de especies cerámicas peinadas y esgrafiadas (Martí et al., 1980: 151 y 154).
De la misma manera que ocurre en amplias zonas de la península, en las comarcas valencianas se aprecia,
a lo largo del IV milenio cal AC un fuerte impulso en las evidencias de un poblamiento estable ligado a
asentamientos al aire libre que ocupan zonas llanas y que pueden llegar a tener notables extensiones (fig. 25).
Aunque la existencia de poblados al aire libre puede retrotraerse a los mismos momentos iniciales del Neolítico,
los asentamientos que documentamos a partir del Neolítico final responden a un modelo característico que
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O. García Puchol, L. Molina, F. Cotino, J. L. Pascual, T. Orozco, S. Pardo, Y. Carrión, G. Pérez Jordà, M. Clausí y L. Gimeno
Fig. 25. Localización de Quintaret y Corcot con relación a los principales yacimientos citados en el texto.
ha quedado ligado al concepto de “poblados de silos” (Gómez Puche et al., 2004) por la abundante cantidad
de estructuras de este tipo que se documentan. Tradicionalmente, en las comarcas centro-meridionales
valencianas, este tipo de sentamientos, definidos por la existencia constante de estructuras negativas –silos,
cubetas y, en menor medida, fosos y “fondos de cabaña”–, representaba el modelo básico de ocupación de
los grupos humanos desde mediados del IV milenio cal AC. Sin embargo, en la actualidad sabemos que este
modelo podría tener su punto de arranque en el milenio anterior, a tenor de los datos aportados por yacimientos
como Benàmer y Alt del Punxó, en Muro d’Alcoi (Torregrosa, Jover y López Seguí, 2011; García Puchol,
Barton y Bernabeu, 2008) o Tossal de les Basses, Alacant (Rosser y Fuentes, 2007).
En el caso de la comarca de La Costera, la información arqueológica actual no permite conocer los
tiempos de este proceso de ocupación del valle. Corcot y Quintaret son los únicos yacimientos de hábitat
datados en la comarca hasta la fecha. De igual manera, la mayoría de los emplazamientos al aire libre
documentados son fruto de recogidas superficiales sin identificación de estructuras asociadas. La excavación
de dos silos en Casa Garrido Nord II, Moixent (García Borja et al., 2009), sin embargo, reflejaría que el
patrón de asentamiento definido por los dos yacimientos aquí estudiados se repite en la parte alta del valle.
Con las limitaciones expresadas, podemos suponer que, desde algún momento del IV milenio cal AC (muy
posiblemente hacia sus finales), las ocupaciones agrícolas van extendiéndose por las zonas llanas de la
comarca, tanto en el valle del Cànyoles como en el Pla de les Alcusses (fig. 25).
Como ocurriera durante el Neolítico antiguo, estas ocupaciones tienen su continuación geográfica al
otro lado del puerto de Almansa, a lo largo de las estribaciones de la meseta manchega hasta enlazar con la
zona andaluza (Fernández, Simón y Mas, 2002; García Atiénzar y De Miguel, 2009; García Atiénzar, 2010,
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Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
205
2011). Ocupaciones que nos permiten igualmente enlazar tanto con el importante núcleo de asentamientos
que se desarrolla hacia el S, en la cubeta de Villena –Macolla, Casa de Lara, Arenal de la Virgen, etc. (Soler,
1981)– como con los que se extienden hacia el N, en la zona de la Canal de Navarrés, donde destaca la Ereta
del Pedregal (entre otros: Fletcher, Pla y Llobregat, 1964; Juan-Cabanilles, 1994 y 2008).
Volviendo al ámbito comarcal, la consolidación del poblamiento en las zonas llanas se complementa
con un desarrollo del uso de múltiples cavidades que circundan el valle como espacios funerarios. De esta
manera, la dinámica poblacional documentada en la comarca, tal y como se sugería en un reciente trabajo
(García Borja y Pascual, 2010: 307) puede equipararse a aquella descrita en las comarcas vecinas de La
Safor, Vall d’Albaida y Alcoià/Comtat (Barton et al., 2004; Bernabeu et al., 2006; Pérez Jordà et al., 2011).
Es difícil abstraerse de relacionar este proceso de consolidación de un poblamiento estable en toda la
comarca con el cada vez más amplio repertorio de abrigos con arte rupestre (levantino y esquemático) que
se conocen en la zona (Guillem y Martínez Valle, 2012). De esta manera, se establecería una relación entre
la dinámica poblacional descrita y una conciencia de apropiación del paisaje, plasmada a través de este tipo
de manifestaciones, tal y como apuntan estos autores (ibíd.: 42). En este sentido, la asociación de estilos
diferentes y la concentración de manifestaciones en determinados entornos podría también interpretarse
desde una óptica del interés de estas comunidades por perpetuar esa apropiación integrando manifestaciones
más antiguas, como sería el caso del conjunto de la zona del Bosquet (McClure, Molina y Bernabeu, 2008).
El modelo descrito se prolonga durante la fase campaniforme, como atestiguan los datos de Quintaret.
Aunque no especialmente abundantes, las evidencias campaniformes son consistentes con una continuidad
del proceso de asentamiento a nivel comarcal (Cova del Barranc Fondo, Cova Santa de la Font de la
Figuera, Cova Santa de Vallada). La noticia de cerámicas de esta especie en la loma del castillo de Moixent
(Martínez García y Cháfer, 1998) podría sugerir que ya en estos momentos de la segunda mitad del III
milenio cal AC empieza a producirse una transformación del patrón de poblamiento con un traslado de
las ocupaciones hacia puntos elevados. Esta dinámica es el preámbulo a la densa red de asentamientos
en altura que se documenta durante la Edad del Bronce (García Borja, 2004b; García Borja y Pascual,
2010). La reciente datación obtenida en la Mola d’Agres (Aguilera et al., 2012), junto a la identificación de
cerámicas campaniformes en este yacimiento, parecen corroborar este momento de dualidad en las formas
de ocupación, en consonancia con un posible cambio en las estructuras sociopolíticas de estas comunidades
(López Padilla, 2006; Bernabeu y Molina, 2011).
10. VALORACIÓN
Los resultados obtenidos en la excavación de urgencia de Quintaret y Corcot nos adentran en las formas
de vida de las comunidades humanas del Neolítico final/Calcolítico que residían en el valle del Cànyoles
a finales del IV y a lo largo del III milenio cal AC. Aunque determinadas carencias del registro –léase la
falta de restos faunísticos o la escasa muestra carpológica– y las propias características de los trabajos
–obligados a circunscribirse al área de afectación de las obras del trazado del AVE– cercenan nuestra
capacidad interpretativa, la visión global del conjunto remite a la existencia de una comunidad humana
con una clara vocación agrícola –evidente a través de la importancia de las estructuras de almacenaje
subterráneas y la notable presencia de molinos de mano–, que desarrolla además toda una serie de
artesanías, destinadas tanto a las necesidades subsistenciales del grupo –producción cerámica, talla
lítica–, como a las necesidades sociales –producción de cuentas de collar–. Además, el registro es reflejo
de la existencia de redes de contactos (plasmados en la procedencia más o menos lejana de determinadas
litologías identificadas) que permiten imbricar esta comunidad dentro de los circuitos de relaciones e
intercambios a nivel comarcal y supracomarcal. Las características presentadas son coincidentes con los
rasgos reconocidos en las comarcas vecinas y que definen el mundo del Neolítico final y el Calcolítico
de las comarcas centrales valencianas.
APL XXX, 2014
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206
O. García Puchol, L. Molina, F. Cotino, J. L. Pascual, T. Orozco, S. Pardo, Y. Carrión, G. Pérez Jordà, M. Clausí y L. Gimeno
No disponemos de información directa sobre las estructuras de hábitat que, con toda seguridad, se
distribuían en la misma área donde hemos encontrado las estructuras negativas presentadas. Los recientes
datos aportados por La Vital (Pérez Jordà et al., 2011) ponen en evidencia esa asociación entre espacios
de almacén y zonas de habitación, dentro de un modelo definido por la baja densidad de éstas últimas en
el espacio. La presencia en diversas estructuras de restos de barro cocido, en muchos casos con una de
sus superficies claramente aplanada, podría relacionarse con estructuras de hábitat construidas mediante
el recurso a materiales relativamente efímeros –madera, barro, paja–, en la línea de los datos que aportan
yacimientos como La Vital, Niuet y otros.
En este sentido, tanto en Quintaret como en Corcot, el conjunto del registro recuperado debe interpretarse
mayoritariamente como los restos de actividades cotidianas, basura que colmata las estructuras de almacén
una vez han quedado amortizadas.
El rango cronológico disponible para ambos yacimientos refleja un período aproximado de 500 años,
centrado en la primera mitad del III milenio cal AC. Dado el registro disponible, la valoración de la intensidad
de las ocupaciones no resulta fácil. Con todo, parece probable, dadas las características que suponemos a
las formas de ocupación del espacio, que existiera una cierta dinámica de desplazamiento de los grupos
domésticos. Así no sería descabellado, dada su proximidad, que ambos yacimientos se vincularan al mismo
grupo humano. Motivos de higiene, amortización de las estructuras de hábitat, puesta en explotación de
nuevas parcelas, explicarían una dinámica de movimiento de los asentamientos, limitado dentro de un
entorno donde se mantendría el grueso de las actividades de subsistencia.
Los recientes datos publicados en La Vital indican la existencia de actividades metalúrgicas en
momentos precampaniformes (a partir del primer cuarto del III milenio cal AC). En Quintaret, la presencia
de vestigios metalúrgicos no puede confirmarse por el momento. Ciertos indicios como la documentación
de unos pocas “bolitas” en la estructura Q061 deben esperar al resultado de los análisis pertinentes para
corroborar que no se trata de inclusiones relacionadas con la presencia de estructuras históricas en sus
inmediaciones. En cualquier caso, la documentación de la actividad no resultaría extraña, si nos atenemos
a los datos de La Vital (Pérez Jordà et al., 2011). Un aspecto discordante en cambio sería la ausencia en el
área excavada de enterramientos individuales de carácter distintivo en el seno de la comunidad, un hecho
que sí documentamos en La Vital ya desde momentos precampaniformes.
Hasta donde hemos podido constatar, Q138 marca el final de las ocupaciones prehistóricas en el
entorno estudiado. Tal y como hemos referido anteriormente, parece cada vez más claro que, desde la
óptica del poblamiento, asistimos a un momento de dualidad en las formas de ocupación del territorio.
Junto a una perduración del modelo de asentamientos más o menos abiertos, extensivos, situados en zonas
llanas, cada vez más reconocemos la existencia de enclaves en altura que prefiguran el modelo propio de
la Edad del Bronce, en la línea de lo que se constata en las comarcas más meridionales (López Padilla,
2006). Los datos de Ereta del Pedregal nos permiten también advertir, para este entorno geográfico,
el inicio del uso de la piedra como elemento constructivo en una cronología coincidente en parte con
Quintaret (Juan-Cabanilles, 2008).
Tabla 16. Dataciones campaniformes sobre muestras singulares de vida corta en el territorio valenciano.
Quintaret
Beta-348075
Vicia sativa
4010±30
2569-2486
2617-2468 Inédita
La Vital
Beta-229791
Hueso humano
3920±50
2475-2310
2569-2214
*
La Vital
Beta-222443
Hueso humano
3830±40
2388-2202
2458-2148
*
Mola d'Agres
Beta-286988
Triticum aestivum-durum
3790±40
2286-2146
2401-2046
**
Arenal de la Costa
Beta-228894
Hordeum vulgare var. nudum
3700±40
2141-2030
2202-1972
*
* Pérez Jordà et al., 2011 ** Aguilera et al., 2012
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Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
207
La fecha que aporta la estructura Q138 debe ser leída desde la óptica de un proceso de aceptación y
desarrollo de las tradiciones campaniformes muy veloz. Si bien el elenco de dataciones disponibles en
el ámbito valenciano sobre muestras de vida corta es ciertamente exiguo (tabla 16), los datos sugieren
que el margen de desarrollo del fenómeno se ajusta a aquello que documentamos en el conjunto de la
península, donde el grueso de las dataciones (sobre vida corta) remite a mediados del III milenio cal AC
el punto de arranque de las evidencias campaniformes en el registro arqueológico. Pese a que todos los
materiales recuperados pertenecen a recipientes incisos, la fecha de Q138 se muestra más elevada que
aquéllas ofrecidas por La Vital para contextos cerrados con presencia exclusiva de especies marítimas. Se
repite así la situación que evidenciamos en otras regiones, como la meseta, en lo referente a la convivencia
de los diferentes estilos campaniformes –véase el enterramiento múltiple del fondo 139 del Camino de las
Yeseras (Liesau et al., 2008), por poner sólo un ejemplo–. Este hecho no hace más que confirmar el grado
de incerteza que aún planea sobre el registro Calcolítico en el ámbito del País Valenciano.
AGRADECIMIENTOS
Las investigaciones presentadas se han llevado a cabo en el marco del proyecto “MESO COCINA: los últimos cazarecolectores y el paradigma de la neolitización en el Mediterráneo occidental (HAR2012-33111)”, Ministerio de
Economía y Competividad, Gobierno de España.
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Archivo de Prehistoria Levantina
Vol. XXX, Valencia, 2014, p. 213-238
Alberto J. LORRIO a, Pilar IBORRA ERES b y M.ª Dolores SÁNCHEZ DE PRADO a
Depósitos rituales de fauna en el oppidum
prerromano de El Molón (Camporrobles, Valencia)
RESUMEN: Se analizan tres depósitos faunísticos identificadas en el oppidum de El Molón, cuyas
características y localización sugieren su relación con prácticas rituales. Dos proceden de contextos
domésticos, en cada caso dos suidos menores de un mes depositados en el interior de una pequeña fosa.
Presentan marcas de carnicería y evidencias de cocinado y consumo, en una comida o banquete ritual,
relacionada con cultos vinculados al ámbito familiar, quizás fundacionales. El tercero se documentó bajo
la torre que defendía el lado sur del acceso principal al poblado. Incluía dos hemimandíbulas con marcas
de descarnado pertenecientes a una oveja y a un cerdo de la misma edad (4 años), ambas del lado derecho.
Aparecieron en el interior de una fosa sellada por un encachado de piedras, pudiendo interpretarse como una
ofrenda fundacional de carácter público. Los dos primeros conjuntos se fechan hacia finales del siglo III o
el siglo II a.C., mientras que el tercero se relaciona con la remodelación del sistema defensivo de la puerta
principal hacia finales del siglo II o el primer cuarto del I a.C.
PALABRAS CLAVE: Segunda Edad del Hierro, Molón, depósitos fundacionales, sacrificio de fauna, cerdo,
oveja, banquetes rituales.
Ritual deposits of animals from El Molón (Camporrobles, Valencia)
ABSTRACT: : Three faunal deposits from the oppidum of El Molón are analysed which characteristics and
placement suggest to be related to ritual practices. Two of them are of domestic origin, in each case two
piglets of one month of age approximately, which were placed inside a small pit. They present evidence of
having been butchered, cooked and eaten in a ritual banquet linked to familial worship, maybe foundational.
The third one was traced under the south tower of the main access to the settlement. It had two hemimandibles
of a sheep and a pig of the same age (4 years old) both being from the right side of it. They were found
inside a sealed pit covered with an irregular stone pavement, which could be interpreted as a foundational
offering of public nature. The first two groups have been dated being from the end of the III or II century
B.C., whereas the third one is associated to the renovation of the defensive system of the main gate towards
the end of the II or the first quarter of the I century B.C.
KEY WORDS: Late Iron Age, Molón, foundation deposits, animal sacrifice, pig, sheep, ritual banquets.
a
b
Universidad de Alicante.
alberto.lorrio@ua.es | loli.sanchez@ua.es
mpiborraeres@gmail.com
Recibido: 17/02/2014. Aceptado: 29/04/2014.
[page-n-223]
214
A. J. Lorrio, P. Iborra Eres y M. D. Sánchez de Prado
1. INTRODUCCIÓN 1
El Molón es un destacado asentamiento prerromano localizado en el extremo noroccidental de la comarca
valenciana de Requena-Utiel, en el límite con la provincia de Cuenca, que ocuparía una posición privilegiada
en una zona de frontera entre los pueblos ibéricos, al Sur y al Este, y los celtíberos, al Norte (fig. 1, A).
Ofrece una larga secuencia de ocupación a lo largo del primer milenio a.C., entre los siglos VIII/VII y
la segunda mitad del I, abandonándose en torno al año 40 a.C. Su máximo apogeo lo alcanzaría a partir
del siglo IV, cuando se fortifica con potentes defensas que le proporcionaron un aspecto monumental,
configurándose a partir de ese momento como un pequeño oppidum que jerarquizaría un territorio que
incluía las llanadas en torno a las lagunas, hoy desecadas, que se localizaban en las inmediaciones de la
villa de Camporrobles (fig. 1, B). Durante la época romana el lugar debió mantenerse habitado aunque las
evidencias son escasas. Mayor importancia tuvo la intensa ocupación islámica, entre los siglos VIII y X
Fig. 1. A, Plano de localización de El Molón. B, El Molón y la laguna de la ‘balsa’, hacia 1960. C, Planta del poblado durante
su etapa plena y final (ss. IV-I a.C.), con la localización de las inhumaciones infantiles y los depósitos de fauna estudiados.
1 Este trabajo se ha realizado dentro del marco del proyecto HAR2010-20479 del Ministerio de Ciencia e Innovación “Bronce
Final-Edad del Hierro en el Levante y el Sureste de la Península Ibérica: Cambio cultural y procesos de etnogénesis”.
APL XXX, 2014
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Depósitos rituales de fauna en el oppidum prerromano de El Molón
215
d.C., que afectaría de forma notable a los restos constructivos de épocas precedentes, a veces reutilizados
como cimentación de las nuevas edificaciones o desmantelados por completo, a lo que hay que añadir las
importantes alteraciones debidas a los abundantes silos identificados.
Desde el inicio de las excavaciones en El Molón por la Universidad de Alicante en 1995 se ha pretendido
estudiar de forma integral el asentamiento (Lorrio, Almagro-Gorbea y Sánchez de Prado, 2009), con especial
atención, por lo que respecta a la ocupación protohistórica, al potente sistema defensivo, a su urbanismo, al
estudio de determinados departamentos singulares o al conjunto de cisternas rupestres (Lorrio, 2007; Lorrio,
Almagro-Gorbea y Sánchez de Prado, 2009; Lorrio et al., 2011; Lorrio y Sánchez de Prado, 2013). También
se han analizado ciertos espacios y prácticas rituales, como una posible cueva-santuario (Moneo, 2001), la
necrópolis del poblado (Lorrio, 2001) o los enterramientos infantiles, tres individuales y uno doble (fig. 1, C),
localizados bajo el suelo de las viviendas (Lorrio et al., 2010). A ellos añadimos ahora tres depósitos faunísticos,
cuyo carácter ritual puede deducirse tanto de sus características, como de los contextos de deposición. Dos
de estos depósitos “especiales” (A5/504 y C16/16008) se localizaron en otras tantas viviendas, mientras que
el tercero (B8.1a/8032) está en relación con el sistema defensivo del acceso principal al poblado (fig. 1, C).
2. EL DEPARTAMENTO A5 Y SU ENTORNO
El Sector A constituye la zona más occidental de la meseta superior de la muela. Además de una ‘caseta’
relacionada con el aeródromo cercano en uso durante la Guerra Civil, entre 1937 y 1939, se observaban en
superficie diferentes restos constructivos, por lo común pertenecientes a la ocupación islámica del cerro.
Algunos correspondían al muro perimetral del poblado islámico y otros a viviendas de esta misma época,
separadas por espacios libres de construcciones (Lorrio y Sánchez de Prado, 2008; Lorrio, Almagro-Gorbea
y Sánchez de Prado, 2009: 44 ss.). Las intervenciones arqueológicas en este Sector se centraron allí donde
los derrumbes y algunos alineamientos de piedras permitían suponer la presencia de restos constructivos
altomedievales, con el objeto de analizar la organización urbanística del asentamiento durante esta fase, aunque
las frecuentes reutilizaciones de los restos constructivos de la Edad del Hierro por parte de las comunidades
islámicas permitieran hacer igualmente una aproximación al urbanismo prerromano de la zona.
Durante la campaña de 1995 se intervino en la zona al noreste de la ‘caseta’ (Sector A5), donde eran
visibles en superficie los restos de un lienzo que cabía relacionar con el cierre perimetral del recinto
islámico más occidental (UEM 502) (fig. 2, A-B). La intervención se limitó a documentar el trazado
de la estructura, retirando el nivel superficial. El material recuperado remite a las fases más recientes
del yacimiento, con restos de vasijas de época islámica junto a producciones ibéricas, además de dos
pequeños fragmentos de barniz negro correspondientes a la producción tardía de Cales, formas Lamboglia
2 y 3, características de la etapa final del poblado prerromano (Lorrio y Sánchez de Prado, e.p.). En la
campaña de 2000 se amplió la intervención en este Sector, al plantearse una cuadrícula de 8 x 5 m, que
permitió documentar parcialmente un espacio habitacional de época prerromana (A5.1), delimitado por
los restos de dos estructuras murarias conservadas en cimentación y con un alto grado de deterioro, dada
la escasa sedimentación que presenta esta zona (fig. 2, C). El muro que cerraba el departamento hacia el
sureste (UEM 503) aprovechaba como cimentación la base rocosa previamente tallada, lo que permitió
documentarlo a lo largo de 3,55 m. Presentaba una orientación NO-SE, y conservaba algún bloque calizo
de la primera hilada en su extremo noroeste, estando casi perdido en su tramo sureste. Hacia el noroeste,
el departamento debió quedar delimitado por un muro que permitiera salvar el fuerte desnivel de la zona,
cuyos restos se conservaban parcialmente en el extremo norte de la cuadrícula, aunque reaprovechados por
el lienzo del muro perimetral de época islámica (UEM 502), algo habitual en El Molón, con ejemplos en el
propio Sector A (Lorrio y Sánchez de Prado, 2008: fig. 5,2; Lorrio, Almagro-Gorbea y Sánchez de Prado,
2009: 51). Esto explicaría su trazado ligeramente curvilíneo y el sistema de construcción aterrazado que
presenta en algunas zonas. Conservaba una longitud total de unos 4 m, con un primer tramo, al oeste, de
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A. J. Lorrio, P. Iborra Eres y M. D. Sánchez de Prado
Fig. 2. A-B, Vista del sector A5 en 1995, al inicio y al final de la campaña, con el paramento UEM 502 en primer
término y la zona de localización del depósito ritual. C, Planta de la cuadrícula A5 (campaña de 2000), con el depósito
de fauna A5/UE 504. D-E, Vista de la fosa y detalle de los hallazgos.
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Depósitos rituales de fauna en el oppidum prerromano de El Molón
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2,60 m formado por un paramento medieval de bloques calizos de buen tamaño, apoyados contra la roca
natural, por lo que únicamente conservan la cara exterior, y otro de 2,80 m, prerromano en su cimentación,
separado del anterior por una interrupción de 0,80 m, estando perdido en el resto de su trazado.
El departamento A5.1 se encontraba muy arrasado. La roca (UE 513) afloraba en algunas zonas,
conservando un escaso nivel de sedimento. En su interior se documentaron varias zonas afectadas por una
fuerte alteración térmica, dos de ellas de formas irregulares (UE 506 y 508), y la tercera, circular, delimitada
por pequeñas piedras (UE 507), lo que permite identificarlo con un hogar. Todas ellas se relacionan con un
nivel de uso (UE 505) bajo el que se identificaron acumulaciones de guijarros (UE 511) que rellenan las
irregularidades de la roca, algo habitual en El Molón, al presentar una base geológica muy irregular. Hacia el
suroeste de la zona excavada se localizó el derrumbe de una pared de adobes de 16 x 25 cm (UE 509), que
cubría parcialmente una de las placas rubefactadas (UE 508). Lamentablemente el material arqueológico
recuperado era muy escaso y ofrecía poca fiabilidad al proceder en su mayoría de los niveles más superficiales.
Como en la intervención anterior remitía a las etapas tardorrepublicana e islámica.2
Durante esta campaña de 2000 se identificó una pequeña fosa (UE 504) al norte de la UEM 502 (fig. 2, C),
por debajo del nivel superficial (UE 501) y del correspondiente al derrumbe de las construcciones prerromanas
compuesto por la disgregación de los adobes (UE 515). Presentaba unos 25 cm de diámetro y estaba rellena
por un sedimento de tono anaranjado donde se depositaron los restos de dos cerdos (Sus domesticus), menores
de 1 mes, una vez consumidos (vid. infra), con las mandíbulas, agrupadas en dos conjuntos, colocadas en
la parte superior (fig. 2, D-E). Lamentablemente el hallazgo se localiza próximo a la línea de ruptura de
pendiente, lo que ha afectado notablemente a la conservación de las estructuras prerromanas en esta zona (fig.
2, A-B). No obstante, parece localizarse al exterior del departamento A5.1, posiblemente bajo el suelo de lo
que debe interpretarse como una estancia contigua, que debía localizarse en esta zona, a diferente profundidad.
La pendiente en ese punto lo permite, observándose actualmente, entre el departamento A5.1 y la abrupta
ladera oeste del cerro, dos estrechas franjas de terreno de unos 2 m de anchura, separadas por un pequeño
desnivel, con una superficie ‘útil’ de unos 100 m2.
3. EL DEPARTAMENTO C16
El departamento C16 se localiza en el Sector C o zona oriental del poblado, la que mayor información ha
proporcionado respecto al urbanismo de la etapa protohistórica, pues es la que menos se vio afectada por la
ocupación islámica, a pesar de lo cual numerosos silos y fosas de expolio han alterado de forma importante las
construcciones de épocas precedentes (fig. 3, A).
En esta zona3 se ha identificado un edificio de grandes dimensiones (C10-C12) y un posible espacio de carácter
cultual (C14), que vienen a completar la información sobre el urbanismo del Sector, del que ya se conocían
una cisterna rupestre, que ocupa el centro de la plataforma más oriental del cerro, y diversos departamentos
de disposición perimetral, adosados y parcialmente integrados en la muralla donde se desarrollarían diversas
actividades (Lorrio, Almagro-Gorbea y Sánchez de Prado, 2009: 15 ss.; Lorrio y Sánchez de Prado, 2013).
El edificio C10-C12, una vivienda de élite relacionada con quien ejercía el poder en el oppidum, dada su
situación y dimensiones, fue construido hacia finales del siglo III o inicios del II a.C. (Lorrio y Sánchez de
Prado, e.p.), con una orientación ligeramente diferente a la que presentaban los edificios anteriores (C14 y
C14.1), en lo que constituyó una reordenación del Sector, que afectó a otros departamentos de la zona, como
2 El material de la UE 500 proporcionó algunos fragmentos de la cerámica ibérica característica de estos momentos, como un
kalathos troncocónico con decoración pintada en el cuerpo y con dientes de lobo sobre el borde en ala, una base anular con pestaña
interna o las características páteras de borde reentrante, junto a un vaso de paredes finas, tipo Mayet II, además de restos de vasijas
islámicas, presentes de forma habitual en esos niveles más superficiales.
3 La zona localizada al sur de la cisterna rupestre del Sector C ha sido objeto de excavación entre 2008 y 2011, completada durante
2013 con motivo de la consolidación de las estructuras identificadas.
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Fig. 3. Sector C: plano general (A) y vistas de las viviendas al sur de la cisterna rupestre, desde el sureste (B) y desde el
noroeste (C), con la localización del depósito de fauna –1– y de la inhumación infantil –2–. D-E, Detalle del depósito
de fauna (D) y del enterramiento de perinatal (E).
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Depósitos rituales de fauna en el oppidum prerromano de El Molón
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el C1, un lagar reconvertido en almacen (Lorrio y Sánchez de Prado, 2013). La construcción del nuevo edificio
llevó parejo el desmantelamiento de las viviendas precedentes, dada la escasa potencia de la zona, pues la
roca aflora a unos pocos centímetros, como confirma el muro oriental del nuevo edificio (UEM C10b-10007),
que cortaba algunas de estas construcciones previas (C10b-10044), a la vez que rectificaba la orientación
de otras (C11-11029-11047), cuyos restos serían reaprovechados en el trazado de esta nueva estructura. La
remodelación no afectó sin embargo a un departamento localizado en la zona más oriental del Sector (C14),
para el que cabe plantear un carácter cultual debido a: 1) la presencia en su interior de un ‘pozo’ rupestre,
que aprovechaba una grieta natural, cuya boca, circular, había sido intencionalmente acondicionada; 2) su
forma rectangular alargada y su carácter exento, con un espacio o pasillo a su alrededor; y 3) su orientación,
con las esquinas en relación con los puntos cardinales.4 Se trata de una edificación que cabe relacionar con
la planificación del Sector llevada a cabo a mediados del siglo IV a.C., cuando se construyó la muralla y las
edificaciones contiguas (Lorrio, 2007).
Aunque las abundantes alteraciones medievales –tanto los silos, como las fosas de expolio, que
desmantelaron en parte los muros prerromanos– dificultan la interpretación del conjunto, no impiden
identificar una vivienda compleja (C10/C12), con unas dimensiones de 15,5 x 8 m, formada por al menos tres
departamentos (C10b, C10a/c/C12 y C11) (fig. 3, A-C):
1) La estancia C10b es la mayor y principal. Ocupa la zona oriental y ofrece forma ligeramente trapezoidal,
con unas dimensiones internas de 9 (NO-SE) x 4 m (NE-SO), sin evidencia de compartimentación interna, y
los restos de un hogar muy alterado en su centro. Hacia el noreste queda delimitada por la UEM C10b-10007,
un muro que se adosaba a una construcción anterior, parcialmente desmantelada al construirlo, aunque se
mantuvo en su zona más meridonal (C11-11029/11047), donde se localizaba el acceso a la estancia. Hacia
el noroeste el muro había desaparecido practicamente por completo, pues sólo quedaban evidencias de su
trazado en los recortes de la roca. Hacia el sureste se conservaban los restos del muro de cierre, medianero con
un nuevo departamento (C11).
2) La estancia C11 se conoce de forma muy incompleta, pues la fuerte erosión de la zona ha impedido
delimitarla con claridad hacia el noreste y el suroeste, quedando evidencias de su cierre sureste por los recortes
en la roca para encajar el zócalo de la estructura. Sus dimensiones serían de unos 5 m (NO-SE) por unos 8
(NE-SO). Ocupando una posición central se identificaron los restos de una placa de hogar.
3) La estancia C10a/c/C12 se localiza hacia el suroeste, quedando separada de la sala principal por un muro
medianero (C10-10004/C11-11009), con un nuevo acceso, prácticamente alineado con el del lado noreste.
Presenta planta trapezoidal, con una anchura de unos 2,40 m, al noroeste, que se estrecha de forma progresiva
hacia el sureste, con 2,20 m, sin que pudiera documentarse su cierre dada la presencia de silos medievales.
Hacia el noroeste el muro C10c-10030 delimitaba la estancia y hacia el suroeste hacía lo propio el C10c10024, medianero con un nuevo departamento (C16). En su interior se documentó un banco adosado al muro
norte y la base de una plataforma cuadrangular sobre la que se recuperaron algunas bellotas carbonizadas.
El departamento C16 se localizaba contiguo a la vivienda C10/C12, de la que la separa el muro medianero
C10c-10024, habiendo parcialmente excavada en 2010. Parece tratarse de una casa diferente, toda vez que el
nivel del suelo se encontraba algo más elevado, unos 10 cm, lo que cabe relacionar con el desnivel del terreno,
más bajo hacia el este, sin que se evidencie acceso alguno entre ambas viviendas en la zona conservada.
En su interior se identificaron diversos niveles correspondientes a los derrumbes de los alzados del muro
C10c-10024 (UE 16001 y 16002), que cubrían lo que se ha interpretado como el suelo del departamento (UE
16003), documentándose los restos de una placa de hogar (UE 16005), así como dos pequeñas fosas:
4 Su carácter singular explicaría que no se viera afectado por la construcción del nuevo edificio, al contrario de lo que sucedió
con el departamento localizado inmediatamente al norte, cuyos muros aparecen cortados y desmantelados. Cabe suponer que
mantuviera sus funciones hasta el abandono del poblado, aunque apareció prácticamente vacío, habiéndose recuperado tan sólo
algunas cerámicas a mano, en mayor porcentaje en los niveles de regularización de la base rocosa (10068), así como pequeños
fragmentos a torno informes decorados con bandas y filetes de tono vinoso.
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A. J. Lorrio, P. Iborra Eres y M. D. Sánchez de Prado
A) La UE 16006 (fig. 3, D) presentaba forma irregular con tendencia circular y unas dimensiones de 20 x
30 cm. En su relleno (UE 16007) se encontraron los restos de dos pequeños suidos (Sus domesticus) neonatos,
menores de 1 mes (16008), con señales de haber sido consumidos (vid. infra).
B) Algo más al noroeste, se identificó una segunda fosa (UE 16015a) abierta en el terreno y rellenada (UE
16015b) con el mismo tipo de sedimento, por lo que resultaba difícil de diferenciar, como en el caso anterior.
Contenía una inhumación infantil (UE 16014) que apareció junto al muro C10c-10024, prácticamente en la
esquina norte de la estancia –el muro noroeste había sido desmantelado por completo-, bajo un sedimento muy
granuloso y con guijarros (UE 16013) que servía para la regularización de esta zona y sobre el que apoya el
muro citado (fig. 3, E). En el relleno de la fosa se recuperaron, además, tres fragmentos cerámicos informes,
uno realizado a mano y otros dos a torno pintados, que parecen remitir a la etapa inicial del Ibérico Pleno.
Por lo que respecta a la cronología del depósito de fauna y de la inhumación perinatal, hay que señalar que
el importante edificio C10/C12, y por tanto también el departamento C16, se construyeron hacia finales del
siglo III o a inicios del II a.C., estando en funcionamiento a lo largo de toda esa centuria (Lorrio y Sánchez
de Prado, e.p.). Así lo confirma el hallazgo en sus niveles de uso de los restos de dos recipientes de barniz
negro correspondientes a producciones de campaniense A, un pie anular indeterminado y el borde de un
plato Lamboglia 36/Morel 1312a, que parecen corresponder a tipos de su fase clásica-media, fechada entre
el 180-100 a.C., cuando alcanza su mayor difusión. Por su parte, el abandono de la vivienda C10/C12 remite
a un momento ya del siglo I a.C., dada la presencia de un borde de ánfora, tipo Lamboglia 2, en el nivel de
derrumbe, con numerosos hallazgos en las tierras valencianas, como demuestra que resulte el ánfora más
característica de los niveles sertorianos de Valentia (Ribera y Marín, 2004-05: 276). No obstante, el tipo
seguiría en uso posteriormente, encontrándolo en algunos silos de Ampurias fechados hacia el 40-30 a.C. e,
incluso, hacia el cambio de era (Aquilué et al., 2002: figs. 10 y 11).
4. EL SECTOR B: LAS REMODELACIONES DEL SISTEMA DEFENSIVO
Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA TORRE SUR
El complejo sistema defensivo de El Molón, construido en un momento avanzado del siglo IV a.C.
(Lorrio, 2007; Lorrio et al., 2011), parece que fue objeto de remodelaciones significativas hacia finales
del siglo II o inicios del I a.C., lo que hay que poner en relación con los importantes acontecimientos
militares que afectaron de forma determinante a la comarca de Requena-Utiel. Las obras más destacadas
las encontramos en la zona de la puerta principal del poblado, con la amortización del tramo final de la
muralla y de la potente torre que defenderían la antigua entrada, que con los datos que poseemos parece
que se limitaría a una simple interrupción del lienzo defensivo (Lorrio, 2007: 216 y 218, fig. 3; Lorrio,
Almagro-Gorbea y Sánchez de Prado, 2009: 34-35) (fig. 4, A-B).
El acceso al poblado se realizaba por la ladera oeste, siguiendo un camino de unos 2 m de ancho, que
presenta en el tramo final un pasillo recortado en la roca de 13,30 m de largo por 2,25 m de ancho. En esta
zona y otros puntos del camino se localizan dos carriladas paralelas que confirman la circulación de carros;
tienen 0,13 m de ancho y están separadas entre sí 1,24 m, prosiguiendo hacia el interior del recinto. El acceso
estaba delimitado por los lienzos de muralla que convergen desde el norte y el oeste en ese punto, situándose
la puerta principal, ya remodelada, hacia la mitad del pasillo rupestre, protegida por dos torres de planta
cuadrangular que flanquearían la entrada. Se conservan los restos de dos entalladuras paralelepípedas, donde
quedarían encajados cada uno de los dos batientes de este portón o puerta carretera, que tendría una anchura
aproximada de 2,10 m y un grosor de unos 0,25 m, pudiendo alcanzar los 3 m de altura.
De la torre norte no quedan restos, salvo la plataforma rocosa, en ligero talud hacia el camino, sobre
la que se habría levantado la estructura, de tamaño inferior a la que defendería el otro lado. La torre sur
está prácticamente desmantelada, observándose en la roca los entalles que servirían de asiento para los
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Depósitos rituales de fauna en el oppidum prerromano de El Molón
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Fig. 4. La puerta principal y sus defensas: A, restitución ideal (siglos II-I a.C.). B, Planta del sector B8.1a (siglos IV-I a.C.),
con la zona donde se localizó el depósito. C, Plantas del proceso de excavación de la fosa: 1, encachado 8025; 2, fosa
8032/8033, con los restos faunísticos; 3, sección de la fosa y su cubierta. D-E, Detalle del nivel 8021 (D), que cubría el
encachado 8025 (E). F, Detalle de los restos de fauna en el interior de la fosa. G, Materiales más significativos.
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A. J. Lorrio, P. Iborra Eres y M. D. Sánchez de Prado
sillares, lo que permite aventurar su planta, cuadrangular, y sus dimensiones, que serían de 10,50 NE-SO
por 4,80 m NO-SE. Tan sólo conserva los restos del paramento oriental, principalmente por el hecho de
haber servido de cimentación al muro perimetral islámico. En su interior se han detectado alineaciones
de piedras mal careadas paralelas al muro este, que cabe considerar como parte estructural de la torre,
algunas de ellas levantadas sobre los restos de la antigua muralla de la fase plena del poblado, amortizada
como hemos señalado al realizar la nueva construcción (fig. 4, B).
La excavación de los niveles situados al este de la torre durante la campaña de 2001 permitió
documentar la fosa de cimentación de esta estructura defensiva (B8.1-843). La fosa cortaba niveles
anteriores, habiéndose individualizado un potente estrato de regularización (B8.1-807), que proporcionó
un conjunto de materiales entre los que destaca un fragmento de un plato de pescado de campaniense
A (Morel 1122-25/Lamboglia 23), junto a diversas producciones de cerámica ibérica, como tinajillas,
pequeñas páteras, un kalathos de cuerpo troncocónico o un plato de ala que resulta una clara imitación
de la forma Lamboglia 6. Por debajo, se identificó un relleno (B8.1-817) en el que cabe resaltar los restos
de dos ánforas, de las que se han recuperado un asa correspondiente a un ánfora itálica tipo Dressel
y el pivote de otra con un apéndice abotonado parcialmente hueco, relacionado con una producción
ebusitana, el tipo T.8.1.3.3 de Ramón (1995: 224 s., fig. 100). Esta ánfora se fecha a partir del 120/100
a.C., lo que permite ofrecer un terminus post quem para la construcción de la torre sur, cuya fosa de
cimentación cortaba la citada unidad. Esta fecha quedaría corroborada por la presencia de un mortero con
reborde vertical y vertedera, tipo 7b de Vegas, en uno de los niveles inferiores (B8.2-8202) relacionado,
así mismo, con la construcción de la torre, un recipiente bien documentado entre los materiales de época
sertoriana registrados en Valentia, o en los conjuntos de la Tienda del Alfarero de Ilici (Elche, Alicante)
y el departamento 79 de Libisosa (Lezuza, Albacete) (Valentia: Ribera y Marín, 2004-05: 278; Ilici: Sala,
1992: fig. 50, E-126, 128, 120-130; Libisosa: Hernández, 2008: 169, fig. 15; Uroz, 2012: fig. 191, d).
Durante la campaña de 2007 se localizó, en relación con los niveles de construcción de esta torre, un
hallazgo singular, que por sus características cabe interpretar como un depósito fundacional. Se trata de
una fosa abierta en el terreno (B8.1a-8033), rellena por un sedimento de tonalidad grisácea (UE 8032)
(fig. 4, C, 2-3) que proporcionó dos restos faunísticos, cuya singularidad no deja lugar a dudas sobre su
carácter “especial”, además de escasos materiales formando parte del relleno. Todo ello estaba cubierto
con una capa de piedras de pequeño tamaño (UE 8025), dispuestas a modo de encachado (fig. 4, C, 1 y E)
que apareció sellada por un nivel (UE 8021) que parece corresponder al relleno de la estructura (fig. 4, B
y D). La fosa presenta forma semicircular, con un diámetro entre 0,80 y 0,90, y una profundidad de unos
0,20 m, quedando adosada a una alineación de cinco bloques calizos de tamaño medio, entre 0,25 y 0,35
m, dispuestos con una orientación norte-sur (UE 8014). En su interior se recuperaron dos hemimandíbulas
(fig. 4, F) pertenecientes a dos animales domésticos (Ovis aries y Sus domesticus) de la misma edad (4
años) e igual lateralidad (el lado derecho). Estaban depositadas en la misma zona de la fosa, junto a
dos grandes bloques de piedra, con la dentición hacia abajo, en una cota inferior la correspondiente a
la oveja. En el relleno (fig. 4, G) se documentaron una veintena de fragmentos cerámicos informes de
pequeñas dimensiones, además de la parte superior de una tinajilla sin hombro (nº 1), Grupo II.2.2, y un
caliciforme (nº 2), Grupo III.4.1.2 de Mata y Bonet (1992), tipos bien documentados en el Ibérico Pleno,
como atestigua su presencia entre el material procedente de Villares IV (Mata, 1991: fig. 41-12), aunque
seguirán en momentos posteriores, dado su registro en el Sector F de la Serreta (Grau, 1996: fig. 11,4),
que ha proporcionado un repertorio característico del siglo III a.C., y en los niveles de abandono de El
Castellet de Bernabé (Lliria, Valencia), en torno al 200 a.C. (Guérin, 2003: fig. 131 y 145). Junto a ello,
los restos de una base plana de cerámica oxidante, posiblemente parte de una jarra (nº 3), y un fragmento
de una placa de hierro con una perforación (nº 4).
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Depósitos rituales de fauna en el oppidum prerromano de El Molón
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5. ESTUDIO DE LOS DEPÓSITOS
A continuación se analizan los tres conjuntos de fauna recuperados en otros tantos contextos “especiales”
de El Molón: los denominados A5/UE 504 y C16/16008, procedentes de fosas localizadas en viviendas, y el
B8.1a/8032, recuperado en la base de una de las torres de la muralla. El número de restos analizados en total
es de 176 (tabla 1), entre los que se incluyen huesos enteros y fragmentos óseos que pertenecen a dos especies;
el cerdo (Sus domesticus) y la oveja (Ovis aries).
La identificación taxonómica y anatómica se ha realizado con nuestra colección de referencia depositada
en el Área de Arqueología y Paleontología del IVC+R (CulturArts), utilizando también los trabajos de
Halstead, Collins e Isaakidou (2002). Para asignar la edad hemos seguido el método desarrollado por Grant
(1982) referente a la erupción y grado de desgaste de los dientes, así como los grupos de edad establecidos
por Pérez Ripoll (1999) para las ovejas y cabras. Se ha considerado también el grado de osificación de las
epífisis y diáfisis (Ullrey et al., 1965; Prummel, 1987). Para tomar las medidas de los restos hemos seguido
los criterios de Driesch (1976).
Una parte de los restos estudiados presenta marcas de carnicería producidas por la manipulación antrópica
durante el procesado carnicero, como incisiones, cortes y fracturas, así como mordeduras producidas durante
el consumo (Lyman, 1994; Pérez Ripoll, 2005). También son patentes otras marcas postdeposicionales
ocasionadas por agentes de carácter biológico, raíces y bacterias (Lyman, 1994).
Tabla 1. Número de restos de los taxones identificados en cada uno de los contextos analizados.
C16/16008
A5 UE 504
B8 1a/8032
Total
Sus domesticus
Ovis aries
78
96
1
1
175
1
Total
78
96
2
176
5.1. Depósito A5/504
El conjunto que hemos analizado está formado por 96 huesos y fragmentos óseos que pertenecen a dos cerdos
(Sus domesticus) neonatos, menores de 1 mes (tabla 2). Uno de ellos, de mayor talla, está representado por un
número mayor de restos. El segundo individuo, de pocas semanas de vida, cuenta con una menor presencia de
elementos. También hay 43 fragmentos de costillas y vértebras que no hemos podido individualizar (fig. 5, A).
Se trata de esqueletos casi completos que presentan un buen estado de conservación, circunstancia que
ha permitido documentar marcas de desarticulación y descarnado. Éstas se observan en la mayor parte de los
huesos de las diferentes unidades anatómicas, incluso sobre la superficie lateral de los metapodios, lo que
nos indica que aunque sean animales de pocas semanas de vida, fueron desarticulados y consumidos antes de
depositar sus huesos (fig. 5, B).
Algunos huesos han adquirido un color marrón, debido a las alteraciones por fuego. En el individuo 1
estas marcas de cremación están presentes en la tuberosidad del isquion de la pelvis derecha, así como en los
cóndilos occipitales y las bulas timpánicas. También en la superficie distal del húmero izquierdo, en su lado
craneal, y en algunas costillas aparecen termo alteraciones. Estas son la evidencia de un asado previo a su
consumo. Por lo que se refiere al segundo individuo no hay estas pruebas de la acción del fuego en sus huesos.
La escasa incidencia del fuego sobre los huesos pudo ser debida a que los animales fueron asados sin
apenas contacto con las llamas depositándolos sobre las ascuas o mediante el uso de un horno de tierra, aunque
ignoramos cual de las dos técnicas pudo emplearse en el cocinado de los animales.
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A. J. Lorrio, P. Iborra Eres y M. D. Sánchez de Prado
Tabla 2. Representación anatómica de los restos recuperados en A5/504
(DR: elementos derechos; IZ: elementos izquierdos; FG: fragmentos).
DR
Cráneo
Bulla timpanica
Hueso oido
Cóndilo occip.
Maxilar
Hueso nasal
Mandíbula
Costillas
Vértebras
Escápula
Húmero
Radio
Ulna
Pelvis
Fémur
Tibia
Metapodios
Sesamoideo
Falange 1
Falange 2
Total
IZ
1
1
2
2
1
1
2
2
1
10
2
10
2
1
2
FRG
2
2
1
1
1
1
5
1
2
2
1
27
26
20
4
7
1
2
3
43
Total
5
2
2
4
4
1
3
40
4
4
3
3
1
3
3
1
7
1
2
3
96
Descripción de las marcas de carnicería
- Mandíbula: Las marcas se localizan en la rama horizontal, superficie basal. Se trata de finas incisiones
paralelas producidas en el descarnado que hemos identificado en el individuo 1.
- Escápula: En el primer individuo las marcas consisten en cortes profundos localizados en ambas escápulas.
Estas se distribuyen por el cuello, el borde caudal y la espina escapular (fig. 5, B, a). En el individuo 2 las
observamos sobre la escápula izquierda en el borde caudal y sobre el cuello donde hay una fractura (fig. 5, B,
b). Todas ellas están relacionadas con la desarticulación y el descarnado.
- Ulna: En la ulna izquierda del segundo individuo se localizan cortes profundos sobre el olecranon y en la
porción distal de la diáfisis (fig. 5, B, c) realizadas durante el proceso de desarticulación.
- Húmero: En el individuo 1, las marcas se localizan en la porción distal de la diáfisis del húmero izquierdo,
en las superficies craneal y lateral (fig. 6, a). En el individuo 2 en el húmero derecho, en la porción proximal
de la diáfisis, en su cara craneal y en el húmero izquierdo sobre la porción distal de la diáfisis, también en la
superficie craneal, que corresponden al descarnado de los huesos.
- Pelvis: En el individuo 1 observamos marcas de desarticulación en la cresta iliaca, en la superficie lateral y
en la superficie dorsal del isquion, debajo del acetábulo (fig. 6, c).
- Fémur: En el fémur izquierdo del individuo 1 las marcas de descarnado se localizan en la mitad de la diáfisis,
en las superficies medial y caudal. En el individuo 2 en el fémur derecho, en la porción proximal de la diáfisis,
en la superficie caudal (fig. 6, b).
- Tibia: Hay una fractura en la diáfisis de la tibia derecha del individuo 1, producida por una mordedura
humana que ha dejado su impronta.
APL XXX, 2014
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Depósitos rituales de fauna en el oppidum prerromano de El Molón
225
A
B
Fig. 5. Depósito A5/UE 504: elementos anatómicos presentes en los esqueletos de Sus domesticus (A) y algunas
marcas de carnicería identificadas (B).
5.2. La fosa C16/16008
El conjunto analizado está formado por 78 huesos y fragmentos óseos que pertenecen a dos cerdos (Sus
domesticus) neonatos, menores de 1 mes; uno de ellos una hembra según la morfología de los caninos (tabla
3). Hay 51 fragmentos de cráneo, costillas y vértebras que no hemos podido individualizar (fig. 7, A).
APL XXX, 2014
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A. J. Lorrio, P. Iborra Eres y M. D. Sánchez de Prado
Fig. 6. Marcas de carnicería sobre restos de Sus domesticus (A5/UE 504).
El estado de conservación de los huesos es deficiente ya que en muchos casos la cortical está muy afectada
por los procesos postdeposicionales, como consecuencia de la escasa consistencia del tejido óseo, al tratarse
de individuos neonatos. Adherida a algunos restos se encuentra una capa fina e irregular de color blanco, que
tras su análisis hemos podido determinar como carbonato cálcico (CO3CA). Esta capa debió formarse tras una
posible inundación de la fosa o tras la cubrición de los restos con un sedimento más húmedo y con contenidos
orgánicos y minerales diferentes a la matriz excavada, lo que produjo una precipitación del carbonato cálcico
sobre los huesos.
Los restos presentan marcas de carnicería que evidencian la desarticulación de las diferentes unidades del
esqueleto y el consumo. También hay marcas de mordeduras humanas.
Descripción de las marcas de carnicería
- Mandíbula: Fractura sobre la rama horizontal detrás del D4.
- Escápula: Incisiones finas y profundas que se localizan sobre el cuello, tanto en la superficie lateral como en
la medial y también en el borde caudal de la superficie medial. Las interpretamos como consecuencia de la
desarticulación de la escápula del tronco del animal (fig. 7, B, a).
- Húmero: Las marcas consisten en incisiones finas poco profundas que se localizan en la porción proximal
de la diáfisis, en las superficies craneal y medial, así como en la porción media de la diáfisis en la superficie
lateral. Estas marcas se relacionan con el descarnado del hueso. También hemos observado una incisión
APL XXX, 2014
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Depósitos rituales de fauna en el oppidum prerromano de El Molón
227
Tabla 3. Representación anatómica de los restos recuperados en C16/16008
(DR: elementos derecho; IZ: elementos izquierdo; FG: fragmentos).
DR
Cráneo
Maxilar
Mandíbula
Caninos
Incisivo
Vértebra
Costilla
Escápula
Húmero
Radio
Pelvis
Fémur
Tibia
Metapodio
Calcáneo
Astragalo
Falange D
Total
IZ
FG
Total
10
2
10
2
2
2
1
1
36
3
3
4
3
3
2
3
1
1
1
78
2
2
1
1
36
2
1
2
1
1
1
2
2
2
2
1
1
3
1
1
7
14
1
57
profunda en la fracción distal de la diáfisis, en la superficie lateral, que relacionamos con la desarticulación
del húmero y la ulna (fig. 7, B, c). En la parte proximal de un húmero izquierdo se observan mordeduras
humanas (fig. 8, a).
- Radio: Hemos identificado incisiones finas y de diferente longitud. Las de la superficie dorsal son las
más largas, aparecen en disposición paralela y las relacionamos con el descarnado (fig. 7, B, b). Hay una
incisión de trayectoria más corta en el extremo proximal de disposición oblicua que podría vincularse con la
desarticulación.
- Ulna: Presenta cortes profundos realizados sobre la superficie articular de la ulna, en el olecranon producidos
durante la desarticulación.
- Fémur: En la porción media de la diáfisis, en la superficie caudal, hay cortes profundos que se disponen en
sentido horizontal y oblicuo (fig. 7, B, d), producidos durante el descarnado.
- Tibia: Hemos identificado fracturas (cortes) que han separado el extremo proximal del resto de la diáfisis.
5.3. Depósito de la torre B8.1a/8032
En el conjunto analizado hemos identificado dos mandíbulas pertenecientes a una oveja (Ovis aries) y un
cerdo (Sus domesticus).
- Oveja (Ovis aries): Hemimandíbula derecha con un desgaste correspondiente a una edad de 4 años (grupo
IV a, Perez Ripoll, 1999). La asignación taxonómica la hemos realizado considerando la morfología de los
premolares (Halstead, Collins y Isaakidou, 2002). La mandíbula presenta marcas de carnicería en la superficie
lingual; un corte fino de cierta longitud de trayectoria oblicua a la serie dental (fig. 9, a). Las medidas obtenidas
se describen en la tabla 4.
APL XXX, 2014
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228
A. J. Lorrio, P. Iborra Eres y M. D. Sánchez de Prado
A
B
Fig. 7. Depósito C16/16008: elementos anatómicos presentes en los esqueletos de Sus domesticus (A) y algunas marcas
de carnicería identificadas (B).
- Cerdo (Sus domesticus): Hemimandíbula derecha de un individuo de sexo masculino que presenta un
desgaste correspondiente a una edad de 4 años (MWS: m1=f; m2=e; m3=c según Grant, 1982). Presenta
marcas de carnicería en las superficies lingual y labial. En la superficie lingual hay un corte fino de cierta
longitud y de trayectoria perpendicular a la serie dental. También en la superficie labial se observa un corte
fino y corto localizado cerca del foramen mentonar (fig. 9, b). Las medidas de la mandíbula se pueden
observar en la tabla 5.
APL XXX, 2014
[page-n-238]
229
Depósitos rituales de fauna en el oppidum prerromano de El Molón
Fig. 8. Marcas de mordeduras
humanas sobre restos de Sus
domesticus:
a, C16/16008;
b, A5 UE 504.
a
b
Fig. 9. Marcas de carnicería
localizadas sobre:
a, mandíbula derecha de Ovis
aries;
b, mandíbula derecha de Sus
domesticus recuperada en el
depósito de la torre B8.1a/8032.
Tabla 4. Medidas de mandíbula de la oveja (Ovis aries) de B8.1a/8032.
Mandíbula
4
8
9
11
12
15a
15b
15c
Lm3
Am3
B8 1a/8032
110,5
47
21,7
33,5
58,5
35
20
13
20
7
Tabla 5. Medidas de mandíbula del cerdo (Sus domesticus) de B8.1a/8032.
Mandíbula
7a
8
9a
16a
16b
16c
B8 1a/8032
98,5
66,7
34
49,4
41
41,5
APL XXX, 2014
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A. J. Lorrio, P. Iborra Eres y M. D. Sánchez de Prado
6. VALORACIÓN DE LOS RESTOS ANALIZADOS
Las características del material analizado, es decir: los taxones elegidos, la parte esquelética seleccionada, la
edad, el sexo y las marcas observadas sobre los restos, junto a otros aspectos que caracterizan o se integran en
esos contextos, son factores a considerar para realizar las interpretaciones del conjunto (Grant, 1991; Wilson,
1992; Hill, 1995). En el caso de las muestras analizadas de El Molón concurren una serie de rasgos que nos
llevan a considerarlos depósitos “especiales”, expresión de un ritual, como pudo ser una comida ceremonial,
y no simples restos de alimentación.
Los animales elegidos, la oveja y el cerdo, son dos especies que desempeñaban un rol importante en
la economía durante la época ibérica (Iborra, 2004). El registro faunístico de El Molón pone de manifiesto
la existencia de una cabaña variada, en la que destacan los ovicaprinos, con mayor presencia de ovejas
que de cabras, mientras que el ganado vacuno y el de cerda serían especies secundarías, importantes por
lo que respecta al aporte cárnico, observándose un aumento generalizado del consumo de cerdo durante
la Segunda Edad del Hierro (Lorrio, Almagro-Gorbea y Sánchez de Prado, 2009: 36, a partir de los datos
de Iborra). Sin embargo, los contextos aquí estudiados evidencian un claro predominio de los suidos sobre
los ovicaprinos, lo que parece más lógico si se considera la capacidad reproductiva de estas dos especies,
con varias crías la primera y una o dos la segunda, por lo que tendría un menor coste económico para
la comunidad el sacrificio de un cerdo lechal, aunque justamente el hecho de que el cerdo sea el animal
sacrificial más barato, hace que su sacrificio no fuera conclusivo (Burkert, 2013: 393). En cualquier caso,
la decisión de sacrificar un cerdo a una edad tan temprana resulta poco productiva, y sólo se explica por la
exigencia del ritual (Allegro et al., 2008: 119).
La práctica de sacrificios de animales formaba parte de la religiosidad o creencias de los pueblos ibéricos.
Así lo confirman algunas noticias ofrecidas por las fuentes literarias (Str. IV, 1, 5), las representaciones
iconográficas de tales rituales, o el hallazgo en santuarios de restos óseos de animales o de útiles sacrificiales
como cuchillos (Moneo, 2003: 275 ss.; Cabrera, 2010; Almagro-Gorbea y Lorrio, 2011: 43 ss.). Las ofrendas
de animales en espacios domésticos y santuarios, tanto de animales completos como de alguna de sus partes
(pars pro toto), corresponden en su mayoría a ovicápridos, aunque también se documenten suidos y, en
menor medida, vacunos, ciervos y caballos, además de perros y aves. Destacan los hallazgos del Noreste,
principalmente el área catalana (Barrial, 1990; Miró y Molist, 1990; Albizuri, 1990; Albizuri y Nadal, 1992;
Casellas, 1995; Barberá, 1998; Agustí y Casellas, 1999; Pons y Vargas, 2002: 537 ss.; Valenzuela, 2008;
Albizuri, 2011; Graells y Sardá, 2011: 175 s.; Belmonte et al. 2013; Nieto, 2013) y el Levante (Gusi, 1989
y 1995; Oliver, 2006; Iborra, 2004 y 2013), ahora incrementados con los datos de El Molón. El sacrificio de
animales debió ser una práctica común en las festividades y ceremonias, tanto en cultos públicos como privados,
pudiendo relacionarse con festivales en honor a deidades, nacimientos, ritos de fertilidad, substitutivos del ser
humano y como ofrendas para sellar pactos y hostilidades (Jarman, 1973; Méniel, 1992; Chiraldi, 2008).
En El Molón los diferentes contextos nos permiten caracterizar dos tipos de depósitos rituales: uno,
asociado con el ámbito doméstico, donde se observan patrones y asociaciones repetidas, que responde
a ritos bien conocidos en el área ibérica, y otro, relacionado con la construcción de una de las torres que
defendía el acceso principal al poblado, claramente excepcional por sus características en el panorama
protohistórico peninsular.
A. Depósitos asociados a espacios domésticos
Los conjuntos C16/16008 y A5/504 son pequeñas fosas excavadas en el pavimento de las casas. Cada una de
ellas contenía en exclusividad restos de dos esqueletos de cerdos neonatos, que habían sido desmembrados,
cocinados y consumidos, tras lo cual se depositaron en el interior de una fosa. Ambos depósitos resultan
prácticamente idénticos, pues coinciden: 1) en la elección de los animales –misma especie, igual número
APL XXX, 2014
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Depósitos rituales de fauna en el oppidum prerromano de El Molón
231
de individuos y edad de muerte, siendo menos concluyentes los datos sobre el sexo, sólo determinado en
uno de los ejemplares de C16, una hembra–, 2) en el tratamiento de los animales –descuartizados, asados
y consumidos–, y 3) en la forma en la que se depositaron los restos –en un hoyo, bajo el suelo de una
vivienda, junto a uno de sus muros–. Todo ello confirma que responden a un ritual bien conocido, sujeto a
unas normas establecidas.
Buena parte de sus huesos presentan marcas de desarticulación y descarnado, mediante un instrumento
cortante, que cabe suponer sería el cuchillo, al que cabe otorgar un carácter sacrificial. Tras su asado, cuya
evidencia serían los huesos parcialmente quemados, los animales fueron consumidos, quedando marcas
antrópicas de mordeduras. Los esqueletos estaban incompletos, lo que implica que en el momento de hacer
el depósito se separaron algunos restos óseos, aunque no parece que hubiera una selección intencionada, toda
vez que están representadas todas las partes del animal (fig. 5, A y fig. 7, A).
El hecho de que, después del consumo, los huesos fueran depositados en un hoyo intencionadamente
excavado, que cabe interpretar como un bóthros destinado a albergar la ofrenda, y después fueran cubiertos
por tierra para sellar o preservar la actuación realizada, indica un tratamiento especial de los restos. En el
caso del departamento C16 el agujero abierto en la tierra está situado junto al hogar doméstico que podría
haber sido utilizado como eschára o altar donde se habría realizado el sacrificio, como en Alorda Park
(Calafell, Tarragona). Este edifico se consideró como un santuario (Sanmartí y Santacana, 1987; 1992:
41 ss.), posiblemente de tipo doméstico gentilicio (Moneo, 2003: 212 ss.), ya que el hoyo representaría el
bóthros destinado al culto al antepasado, en el que se realizaban los correspondientes sacrificios, en este caso
preferentemente de ovicápridos, vinculados con el hogar doméstico (Moneo, 2003: 409 s.; Almagro-Gorbea
y Lorrio, 2011: 48, Apéndice 4E).
La repetición de esta práctica por diversas unidades familiares de El Molón permite su consideración de
manera conjunta, pudiéndose tal vez relacionar el depósito de restos de cerdos lechales con cultos y fiestas
específicos, de los que conocemos algunos ejemplos en la Antigüedad. La edad de muerte de los individuos
nos indica en qué momento del año se realizó el sacrificio. Suele traerse a colación la cita del agrónomo
Columela (Re Rusticae, cap. IX), según la cual los partos en los cerdos se producían hacia mayo (vid., para el
caso de Els Vilars, Nieto, 2013: 142).
Es posible que los animales identificados en El Molón hubieran sido sacrificados entre finales de mayo
y junio, de acuerdo con el calendario de Columela. En estos meses de primavera se celebrarían festivales
agrícolas, de carácter público, aunque también hay que considerar los de carácter privado y familiar, a los que
igualmente podrían estar asociados estos hallazgos.
En otros yacimientos el hallazgo de cerdos se ha vinculado con festivales como las Tesmoforias
dedicado a Deméter y a su hija Kore/Perséfone (Kron, 1992; Bookidis y Stroud, 1997; Di Stefano, ed.,
2008; Burkert, 2013: 392 ss.). Los análisis faunísticos confirman la presencia de lactantes, juveniles y
animales menores de dos años, observándose en los restos estudiados en diferentes santuarios marcas
de carnicería y evidencias de su exposición al fuego, como parte probablemente de rituales de paso a la
pubertad (Allegro et al., 2008: 119 s.).
En el ámbito ibérico los depósitos faunísticos, en general protagonizados por ovicápridos, se han
relacionado con celebraciones de carácter fundacional como podría ser la construcción de un nuevo edificio o
su remodelación (Graells y Sardà, 2011: 173-175), toda vez que estos ritos podrían incluir banquetes (Barberà
y Sanmartí, 1976-1978: 298 ss.; Sanmartí y Santacana, 1992: 298 ss.; Moneo, 2003: 377 s.; Oliver, 2006:
213; Cabrera, 2010: 166 s.). No obstante, esto no siempre está claro, pues en algunos casos aparecen varios
depósitos sincrónicos de similares características en una misma habitación (Miró y Molist, 1990: 316 y 318).
Una interpretación similar, en relación con ritos de amortización relacionados con el cambio de actividad
del recinto, se ha señalado para las inhumaciones infantiles (Guérin et al., 1989: 71 ss.; una interpretación
diferente en Guérin, 2003: 330 ss.). Este pudiera ser el caso del departamento C1 de El Molón, donde en el
interior de una cubeta relacionada con el procesado del vino se depositaron dos neonatos (fig. 1, C y fig. 3, A),
lo que se ha puesto en relación con la amortización de este espacio industrial y su cambio de funcionalidad, un
APL XXX, 2014
[page-n-241]
232
A. J. Lorrio, P. Iborra Eres y M. D. Sánchez de Prado
hecho que se produjo hacia finales del siglo III o inicios del II a.C. (Lorrio et al., 2010: 252; Lorrio y Sánchez
de Prado, 2013), una fecha que coincide grosso modo con las remodelaciones documentadas en diversos
sectores del poblado, entre ellas la que conllevó la construcción de la vivienda C16, donde igualmente se
identificó la inhumación de un perinatal (fig. 3, A y E). Esta asociación resulta de gran interés, toda vez
que los ‘sacrificios’ infantiles (vid., en contra, Graells y Sardà, 2011: 174-175) podían ir acompañados o ser
sustituidos por el de animales jóvenes, especialmente ovicápridos, de claro valor profiláctico (Oliver y Gómez
Bellard, 1989: 59; Almagro-Gorbea y Moneo, 2000: 157).
La práctica de consumir y realizar depósitos rituales de cerdos en contextos domésticos está bien
documentada a lo largo de la Edad del Hierro en un amplio espacio geográfico centrado preferentemente,
aunque no de forma exclusiva (Almagro-Gorbea y Lorrio, 2011: fig. 18, A, f y Apéndice 4, F; Graells y Sardà,
2011: 174), en las tierras del Noreste y del Levante peninsular (Albizuri, 1990; Iborra, 2004; Oliver, 2006:
212; Valenzuela, 2008; Nieto, 2013). Los casos más próximos a los de El Molón son los esqueletos de cerdos
neonatos recuperados en la habitación 5 de El Torrelló del Boverot (Almassora, Castellón), en contextos del
siglo VII a.C., y en la habitación A de La Morranda (El Ballestar, Castellón), yacimiento del siglo II-I a.C.
(Iborra, 2004: 348). Aunque en ambos casos el estado de conservación de los restos no permitió verificar si
existían marcas de consumo, su coincidencia en los demás aspectos con los depósitos de El Molón es evidente,
más en el caso de La Morranda, al coincidir incluso en su cronología, pudiendo defender igualmente el mismo
carácter doméstico y su vinculación al ámbito familiar.
En otros asentamientos ibéricos también se han identificado depósitos con cerdos completos, algunos de
ellos con marcas de consumo, aunque de edades mayores, desde infantiles hasta adultos (Iborra, 2004: 336 y
348), como en La Seña (Villar del Arzobispo, Valencia), El Puntal del Llops (Olocau, Valencia) y Los Villares
(Caudete de las Fuentes, Valencia). En la costa central de Cataluña, el yacimiento de Alorda Park presenta en
varios recintos de los siglos V-II a.C., entre otras, fosas que contenían los restos de cerdos de entre 6 y 9 meses
de vida y de 12-24 meses (Valenzuela, 2008). En Els Vilars (Arbeca, Lleida), ya en el área ilergeta, se han
descrito diferentes depósitos con restos de cerdo de los siglos VIII al V a.C., aunque las edades de muerte sean
mayores, entre 6 y 18 meses, y difiera también la selección de los restos enterrados, con animales completos
o partes de ellos (cráneos o extremidades) (Nieto, 2013: 139 ss.). La presencia de cerdos se ha señalado,
igualmente, en algunos contextos rituales del Bajo Aragón, como la habitación 2 de San Antonio (Mazaleón,
Teruel) o El Piuró del Barranc Fondo (Mazaleón), asociados a una inhumación infantil (Graells y Sardà, 2011:
175). Es interesante, igualmente, señalar los hallazgos de El Puig de la Nau (Benicarló, Castellón), donde las
ofrendas de animales, al igual que las inhumaciones infantiles, se hallaron bajo los pavimentos y junto a los
muros (Oliver, 2006: 209). Destaca el recinto 38000, con una serie de enterramientos infantiles y de animales
bajo el nivel de pavimento que remiten a ca. 450-425 a.C. (Oliver, 2006: 34, Tab. 1). Se trata de varios
depósitos en los que se han encontrados restos de cerdos con edades comprendidas entre 6 meses (UE 38038)
y un año o año y medio (UE 38033 o 38035). A ellos cabe añadir los documentados en otras zonas del poblado,
como en el recinto 40000, donde el cerdo aparece asociado a una oveja, o en el 59000, donde se enterró un
cerdo bajo el pavimento de la casa, lo que se ha interpretado como un rito fundacional (Oliver, 2006: 212).
Además de los cerdos, los ovicaprinos participan también en depósitos de carácter ritual (Barrial, 1990;
Miró y Molist, 1990; Albizuri, 1990 y 2011; Casellas, 1995; Barberà, 1998; Agustí y Casellas, 1999; Iborra,
2004; Valenzuela 2008; Almagro-Gorbea y Lorrio, 2011: fig. 18, A, e y Apéndice 4, E; Nieto, 2013). En el
caso de El Molón, una mandíbula de oveja testimonia el papel simbólico de esta especie en un acto que se
ha relacionado con la construcción, o remodelación, de las fortificaciones que defendían la puerta principal
y, en última instancia, con la defensa del poblado (vid. infra). En los contextos domésticos de otros poblados
aparecen enterramientos de ovejas completas o de alguna de sus partes anatómicas, como ofrendas en algunos
casos consumidas y en otros no. Muchas veces sus restos acompañan a no natos o neonatos humanos como
ocurre en la vivienda B del Puig de Alcoi (Alicante) (Grau y Segura, 2013; Iborra, 2013: 214-218) y en
poblados del área de la costa catalana, donde se relacionan con ofrendas rituales en las que los animales se
depositaban eviscerados pero no eran consumidos (Albizuri, 2011).
APL XXX, 2014
[page-n-242]
Depósitos rituales de fauna en el oppidum prerromano de El Molón
233
De acuerdo con lo visto, dentro del ámbito doméstico de los poblados, los restos de animales que aparecen
en pequeñas fosas debajo de los pavimentos, o asociados a elementos constructivos pueden ser expresión
de diferentes rituales y tener diferentes significados (Graells y Sardà, 2011: 173-175). Los taxones elegidos,
las unidades anatómicas seleccionadas y sobre todo el tipo de alteraciones (marcas de descuartizado y de
consumo, fuego...) que presenten los restos, así como su posible asociación con otros materiales van a permitir
discriminar si se trata de una comida o banquete ritual, lo que con seguridad fue el caso de los dos depósitos de
El Molón que hemos analizado, relacionados con algún tipo de celebración ritual o simbólica.
B. Depósito asociado a la fortificación de la puerta principal
Un caso por completo diferente es el depósito B8.1a/8032, formado por dos restos pertenecientes a otros tantos
taxones: la oveja y el cerdo. Unos restos que presentan en común: 1) la elección del hueso –las mandíbulas–,
2) la sincronía en la edad de sacrificio, cuatro años en ambos casos, 3) la lateralidad, derecha en las dos
hemimandíbulas depositadas, 4) las marcas de carnicería y 5) la posición que presentaban en el interior de la
fosa, pues las dos aparecieron hincadas entre las piedras de la muralla, con la dentición hacia abajo (fig. 4, F).
Los restos se encontraron sellados por un encachado de piedras de pequeñas dimensiones (UE 8025),
cubierto a su vez por una acumulación de piedras de tamaño mediano (UE 8021), que parecen formar parte
del relleno de la torre, por lo que puede considerarse un contexto cerrado asociado a la remodelación del
sistema defensivo que protegía el acceso principal del poblado, que conllevó la construcción de dos potentes
torres que flanqueaban la puerta (fig. 4, A-E). Se trata de un depósito voluntario e irreversible, realizado
antes o en el momento de la construcción de la torre sur, por lo que debe interpretarse como una ofrenda
fundacional, un hecho de carácter simbólico relacionado con la arquitectura defensiva del poblado, por lo
que su carácter parece ser público y colectivo, y su finalidad protectora (von Nicolai, 2009: 85-86). Cabe
suponer que la ceremonia habría incluido el consumo de ambos animales, lo que igualmente se ha señalado
para el caso de los depósitos de cráneos y patas de ovicápridos, toda vez que, como señalan Miró y Molist
(1990: 316), se trata, como en el caso de El Molón, de las partes del animal que menos aprovechamiento
cárnico ofrecen, reservándose el resto para la posible comida ritual. No podemos descartar que los restos
cerámicos recuperados en la fosa, muy fragmentados y conservados de forma parcial, pudieran relacionarse
con el servicio utilizado en el banquete, al tratarse de un recipiente de almacenamiento de alimentos, ya sean
sólidos, semisólidos o líquidos (fig. 4, G, 1), un vaso para beber (fig. 4, G, 2) y una posible jarra (fig. 4, G, 3),
recipientes directamente relacionados con el consumo de bebidas como el vino (Mata et al., 1997: 48 ss.). La
producción de vino en El Molón está documentada desde el siglo IV a.C. a partir de la presencia de un lagar
(Lorrio y Sánchez de Prado, 2013), aunque las evidencias de su comercialización sean bastante anteriores,
el siglo VI a.C., como confirma el hallazgo de recipientes anfóricos de procedencia fenicia en el yacimiento.
Los depósitos de la Edad del Hierro relacionados con puertas y fortificaciones resultan relativamente
habituales y variados (Buchsenschutz y Ralston, 2007; von Nicolai, 2009). Como señala Alfayé (2007: 9 ss.),
la delimitación y construcción del perímetro amurallado estuvo revestida en la Antigüedad de un carácter
mágico-simbólico, con especial atención a los accesos, realizándose rituales, de carácter cíclico o excepcional,
que incluirían depósitos votivos con el objeto de reforzar “la inviolabilidad y la sacralidad del límite urbano a
través del establecimiento de un vínculo privilegiado entre esa estructura y los poderes numinosos”, depósitos
que podían interpretarse “como rituales edilicios con los que se pretendía garantizar la estabilidad de la
estructura y que poseían igualmente un carácter protector, purificador y sacralizador”.
El depósito de El Molón se relaciona, por su posición, con los depósitos localizados bajo las fortificaciones,
caracterizados por tratarse de conjuntos cerrados en posición primaria e irreversibles, depositados antes o
durante los trabajos de construcción de la muralla (von Nicolai, 2009: 77). No obstante, encontramos algunos
depósitos que por sus características resultan similares al que analizamos, aunque se relacionen con la
arquitectura de la fortificación, por lo que se han depositado durante el proceso de erección de las defensas,
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A. J. Lorrio, P. Iborra Eres y M. D. Sánchez de Prado
y no necesariamente antes como en El Molón. Un ejemplo se documenta en el oppidum de Mont Vully,
Suiza, donde un maxilar inferior completo de un bóvido de unos 5 años se encontró en uno de los agujeros
de poste de la puerta, construida hacia el 120 a.C., ambas piezas mandibulares dispuestas verticalmente,
con una inversión izquierda-derecha (von Nicolai, 2009: 79, fig. 4). Otro caso interesante, en este caso
por las especies seleccionadas, son los depósitos asociados a la puerta de la fortificación de Crickley Hill
(Gloucestershire, Inglaterra), donde en diferentes hoyos se recuperaron cráneos de cabra, a la derecha de la
entrada, y mandíbulas de jabalí, a la izquierda (Dixon, dir., 1994; Buchsenschutz y Ralston, 2007: 761, fig. 8).
Igualmente, se observan casos de lateralidad, en concreto el lado derecho, en la selección de los restos óseos
de la fauna sacrificada en santuarios de Francia y el Sur de Inglaterra (Méniel, 2012: 14).
En cualquier caso, no es un tipo de hallazgo frecuente en la Península Ibérica, en gran medida por la falta
de excavaciones en el interior de las estructuras defensivas. La intervención en El Molón pudo realizarse al
tratarse de un sector especialmente afectado por la ocupación islámica que utilizó este espacio como cantera,
dada su proximidad a la zona de hábitat y la relativa facilidad de extracción de los bloques de mampostería
de las construcciones defensivas del sector. No obstante, se conocen algunos depósitos, generalmente
considerados como rituales, asociados a torres y murallas tanto en el ámbito ibérico, como en el celtibérico
y su entorno, aunque tanto las especies elegidas como la selección de restos y su localización difieran de las
ofrendadas en El Molón. Este es el caso de los depósitos relacionados con las estructuras de defensa de Alorda
Park, con un cráneo y las extremidades de un ovicáprido en el recinto Z y un perro en el Y, depositados bajo
los pavimentos de los dos recintos de la torre YZ (Belarte y Sanmartí, 1997: 12). También de algunos de los
depósitos con fauna que, como señala Alfayé (2007: 31 s.), deben interpretarse como ritos de fundación o de
protección de la fortificación, como el del Cabezo de Alcalá (Azaila, Teruel), de época tardorrepublicana, que
incluía animales incinerados, principalmente ovicápridos, introducidos en ollas, depositados con anteridad a
la construcción de la muralla (Francho y Hernández, 2003-04: 373 ss.), o los de La Hoya (Laguardia, Álava),
donde se identificaron diversas astas de ciervo incrustadas en la base de la muralla (Llanos, 2005: 33, fig. 55).
7. CONCLUSIONES
Las diferentes campañas de excavación llevadas a cabo en El Molón han permitido identificar unos depósitos
especiales con restos faunísticos que cabe relacionar con actividades rituales de sacrificio, cuya cada vez más
frecuente documentación pone de manifiesto la relativa normalidad de estas prácticas durante la época ibérica.
Dos de los depósitos proceden de otros tantos contextos domésticos. Incluían, en cada caso, dos suidos
jóvenes, de apenas un mes de vida, que tras su sacrificio, desmembramiento y cocinado habrían sido
consumidos en una comida o banquete ritual, y finalmente enterrados y depositados en una fosa abierta en la
tierra, próxima en uno de los casos a un hogar, donde se habría realizado el sacrificio. Las fosas se localizaron
junto a uno de los muros de la vivienda, y una de ellas además en las cercanías de un enterramiento infantil.
Ambos tipos de depósitos –fosas con animales e inhumaciones perinatales– se ha interpretado como ofrendas
que se realizaban antes de la construcción de nuevos edificios o de su remodelación con el fin de asegurarse
los parabienes de la divinidad. Un buen ejemplo lo tenemos en los enterramientos infantiles localizados en el
poblado, entre los que destaca la inhumación doble, probablemente de gemelos, que se realizó en el interior
de un departamento de la zona oriental, originalmente un lagar (C1), que cambiaría de funcionalidad hacia
finales del siglo III o a inicios del II a.C., momento en el que se realizó el ritual de enterramiento, en este
caso en el interior de la cubeta de decantación. De igual forma, el depósito de fauna y la inhumación infantil
localizadas en C16 se relacionan con una vivienda cuya construcción se vincula con las remodelaciones ya
comprobadas en C1, llevadas a cabo hacia fines del siglo III-inicios del II a.C., aunque no puede descartarse su
cronología posterior pues este espacio habitacional habría estado en uso a lo largo del siglo II, abandonándose
en un momento indeterminado del siglo I a.C. Más complejo es el caso del depósito localizado en A5, idéntico
al de C16, aunque estos depósitos de fauna en estos ambientes domésticos parecen corresponder al mismo
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Depósitos rituales de fauna en el oppidum prerromano de El Molón
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horizonte que los enterramientos infantiles, dos de los cuales, individuales, se localizaron bajo el suelo de
otros tantos departamentos contiguos localizados en la zona alta del poblado (B5.1 y B5.2), que remiten a un
momento posterior al siglo III a.C., cuando se reestructura este sector.
Finalmente, el depósito localizado en B8.1a se relaciona sin duda con la construcción de la torre sur,
hacia finales del siglo II o, más bien, ya a inicios del I a.C., respondiendo, por tanto, a un acto ritual de
fundación. Presenta claras diferencias respecto a los anteriores. Aquí se han depositado de forma intencionada,
nuevamente, dos animales, pero en este caso se trata de un cerdo y una oveja adultos de la misma edad, de
los que se han seleccionado únicamente las mandíbulas del lado derecho que fueron colocadas de forma
muy determinada, hincadas en la misma posición. Seguramente los animales habrían sido consumidos en un
banquete ritual, depositándose en la fosa una parte de los mismos, correspondiente a una zona de escaso aporte
cárnico, en el que posiblemente se harían consumido bebidas, quizás vino, cuyo servicio podría haber sido
amortizado en el interior de la fosa.
Durante el Ibérico Tardío, el oppidum de El Molón sufrió una serie de reestructuraciones y remodelaciones
de sus espacios, que habrían conllevado la realización de rituales propiciatorios de los que han quedado pruebas
arqueológicas a través de las inhumaciones infantiles y los depósitos de fauna documentados, corroborando,
una vez más, la estrecha relación entre ambas manifestaciones, que nos permiten aproximarnos a la
religiosidad de estas poblaciones. Nuevamente, hacia fines del siglo II o inicios del I a.C., cuando importantes
acontecimientos bélicos asolaban esta comarca, se vuelve a documentar una importante reestructuración, en
este caso de las estructuras defensivas de la puerta principal. Bajo la torre sur se localizó un depósito en el
que fueron enterrados, tras su sacrificio, los restos de dos animales adultos cuidadosamente seleccionados
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mágico que se desprende de estos depósitos “especiales”.
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Archivo de Prehistoria Levantina
Vol. XXX, Valencia, 2014, p. 239-261
Ignasi GRAU MIRA a e Iván AMORÓS LÓPEZ a
Secuencia de ocupación y análisis territorial
del poblado ibérico de El Xarpolar
(Vall d’Alcalà, Alacant)
RESUMEN: El Xarpolar es un oppidum ibérico de mediano tamaño del dominio montañoso de la región
central de la Contestania. En este trabajo realizamos un examen detallado del registro material y un estudio
espacial empleando datos de carácter geoespacial y herramientas de cartografía digital, LiDAR y SIG. El
poblado presenta una amplia secuencia de ocupación, que va desde el Hierro Antiguo, hasta Época Ibérica
final, momento este último en que el enclave parece cobrar importancia. El análisis territorial muestra un
enclave estratégico para el control de la circulación a escala comarcal y especialmente en la conexión del
valle de Alcoi con la costa. Esta función estratégica debió adquirir importancia en época tardoibérica, en el
contexto de la implantación romana en la región.
PALABRAS CLAVE: Época Ibérica, Contestania, oppidum, SIG, análisis espacial.
Settlement sequence and landscape analysis of the Iberian site of ‘El Xarpolar’
(Vall d’Alcalà, Alicante, Spain)
ABSTRACT: The settlement of El Xarpolar is the typical oppidum of medium size of the mountainous
domain of the central region of the Contestania. In this paper we carried out a detailed examination of
the archaeological record and a spatial analysis using geospatial data and digital cartography, LiDAR
and GIS. The analysis allows us to propose a large sequence of occupation, from the Early Iron Age until
the Late Iberian period. Spatial analysis indicates that we have a strategic location for the control of the
movement to regional scale and especially in connection the Mediterranean coast with the Valley of Alcoi.
This strategic function acquired importance in Late Iberian Period, 2nd–1st cents. BC, in the context of the
Roman control of the region.
KEY WORDS: Iberian Iron Age, Contestania, Oppidum, GIS, Spatial Analysis.
a Àrea d’Arqueologia, Universitat d’Alacant.
ignacio.grau@ua.es | ivan.amoros@ua.es
Recibido: 09/12/2013. Aceptado: 02/04/2014.
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I. Grau Mira e I. Amorós López
1. PRESENTACIÓN
El Xarpolar es un asentamiento de altura y fortificado que se emplaza en la unidad geográfica articulada
por el valle del río Serpis, al norte de la provincia de Alicante, ya cerca de la divisoria con la Marina Alta
(fig. 1). Es conocido desde la década de 1920, cuando se daba a conocer precisamente por L. Pericot (1928)
en el primer número de Archivo de Prehistoria Levantina. Casi noventa años después, contamos con un
buen número de estudios parciales y valoraciones generales, pero carecemos de un estudio de detalle del
sitio arqueológico y todo el repertorio material. Precisamente cubrir ese vacío con la caracterización de El
Xarpolar y valorar su papel en la dinámica del poblamiento y articulación territorial en las montañas del
norte de Alicante es el propósito de este trabajo.
Los estudios previos han puesto el acento en lo destacado de un repertorio material que remite a una
secuencia de ocupación dilatada y en la importancia de este oppidum en el control de las comunicaciones
entre la costa y las comarcas del interior alicantino. Ese papel estratégico parece reforzarse en época
ibérica final. Precisamente esos puntos guiarán el trabajo que se desarrolla en las siguientes líneas. Para
ello proponemos un estudio que consta de tres partes, a saber, el estudio del repertorio material, el análisis
morfológico del poblado y el estudio espacial que integre el oppidum en el paisaje. Para el análisis territorial
proponemos metodología de carácter geoespacial basada en cartografía digital, LiDAR (Light Detection
and Ranging) y SIG.
Fig. 1. Localización de El Xarpolar y otros asentamientos ibéricos citados en el texto. 1, El Xarpolar; 2, Castell de
Perputxent; 3, La Covalta; 4, Ermita de Planes; 5, Castell de Cocentaina; 6, El Pitxòcol; 7, Solaneta de Tollos; 8, La
Serreta; 9, El Puig; 10, Castellar d’Alcoi; 11, Castellar d’Oliva; 12, Segària.
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Secuencia de ocupación y análisis territorial del poblado ibérico de El Xarpolar
241
2. HISTORIA DE LA INVESTIGACIÓN
Las primera referencia sobre El Xarpolar es una autorización firmada por el propietario de los terrenos,
Feliciano Lucas Seguí, el día 3 de junio de 1923 por la que autoriza a su descubridor, Fernando Ponsell
“para que pueda efectuar estudio y excavaciones de carácter arqueológico” (Segura y Cortell, 1984: 42).
Desconocemos las circunstancias de estas exploraciones, aunque según describe Luis Pericot se trató
únicamente de “algunas sencillas catas” en una de las habitaciones de las numerosas que se observan
en el poblado (Pericot, 1928: 157). Los objetos hallados en la excavación serían ofrecidos en venta a la
Diputación Provincial de Valencia en 1927 (Segura y Cortell, 1984: 43) constituyendo una de las primeras
colecciones de lo que sería el futuro Museo de Prehistoria de Valencia. A partir de ese momento, Fernando
Ponsell se convierte en colaborador habitual del Servicio de Investigación Prehistórica de Valencia y, por
lo que se desprende de la correspondencia entre Isidro Ballester, director de dicha institución y Fernando
Ponsell, no debe descartarse que se llevaran a cabo más actuaciones en el yacimiento durante esos años.
Este primer lote de materiales depositados en el SIP fue presentado por L. Pericot en la citada publicación
de 1928. Ese conjunto de materiales, que ahora revisamos, es posiblemente fruto de una recogida selectiva
ya que se trata principalmente de piezas completas y en muchos casos muy singulares. En su artículo, Pericot
describe los materiales con los que data el poblado en el s. III a.C. Así mismo, tratará de dar una primera
interpretación acerca de la ubicación del yacimiento destacando la importancia que la Vall de Gallinera “hubo
de tener como vía comercial en los siglos del apogeo ibérico, y a través de ella debieron circular muchas de
las influencias que la cultura griega, desde la costa y en especial desde la cercana factoría de Hemeroscopeion,
ejerció sobre la indígena” (Pericot, 1928: 157). También en estos años se hará referencia al poblado en unas
notas de Isidro Ballester (1929: 19-21) en la que básicamente reafirma lo dicho por Pericot.
Durante los siguientes años no encontramos más referencias al poblado ibérico de El Xarpolar hasta la
publicación del libro Alcoy. Geología. Prehistoria de Camilo Visedo (1959), donde lo caracteriza como uno
de los asentamientos importantes de la zona en época ibérica y destacando de nuevo la importancia de su
ubicación en las relaciones de las poblaciones del interior con la costa (Visedo, 1959: 73-74). En estos años
se reaviva el interés por el sitio y en 1965 se llevó a cabo una pequeña campaña de excavación por parte del
Laboratorio de Arqueología de la Universidad de Valencia, dirigido por Miquel Tarradell en colaboración
con Vicente Pascual, en esos momentos director del Museo Arqueológico de Alcoi y en la que participarán
también Milagro Gil-Mascarell y Enrique Llobregat. Esta campaña tiene lugar entre los días 2 y 6 de julio y
el desarrollo de los trabajos está descrito por Vicente Pascual en el diario de excavaciones depositado en el
Museo de Alcoi por el que sabemos que se trató de un pequeño sondeo en el que se pusieron al descubierto
tres departamentos. Ese mismo verano se llevaron a cabo excavaciones por parte del mismo equipo en
la cercana Cova d’en Pardo entre los días 14 y 29 de junio. Tras la finalización de esta primera fase de
trabajos de campo, Miquel Tarradell manifiesta a Vicente Pascual su interés por continuar los trabajos al
final del verano tanto en la Cova d’en Pardo como en El Xarpolar, lo que conocemos por la correspondencia
conservada en el Museo de Alcoi. Finalmente se realizó una segunda campaña en la cueva entre el 16 de
septiembre y el 30 de octubre al final de la cual tenían previsto excavar unos días en El Xarpolar, pero con
motivo de las lluvias los trabajos fueron pospuestos a finales de noviembre, aunque no conocemos mucho
más de esta segunda campaña en el poblado.
Los materiales de esta campaña fueron depositados en el Museo de Alcoi y ahora también presentamos
en este trabajo. Los resultados de esta breve campaña no fueron publicados, salvo una breve nota de Miquel
Tarradell (1969) en la que amplía la cronología del yacimiento desde el s. IV a.C. por la presencia de
cerámica ática, hasta el s. I a.C., por la aparición de cerámicas campanienses y monedas. De la misma
opinión es Enrique Llobregat que incluye El Xarpolar en su Contestania Ibérica (1972: 51-52). A partir de
este momento El Xarpolar no ha sido objeto de intervenciones importantes, exceptuando los trabajos por
parte del Museo de Alcoi que, ante el progresivo deterioro del yacimiento y las acciones clandestinas de los
expoliadores, elabora la topografía y planimetría del sitio en 1987.
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I. Grau Mira e I. Amorós López
Desde los años 60 El Xarpolar ha sido incluido en diversos estudios de carácter más amplio como el
estudio de las cerámicas pintadas (Nordström, 1973), las cerámicas de origen griego (Rouillard, 1991;
García y Grau, 1997), el análisis del material numismático (Mateu, 1967; Ripollés, 1982; Mellado y
Garrigós, 2008), materiales metálicos como una falcata (Quesada, 1997: 770) y algunos instrumentos
agrícolas de hierro (Pla, 1968; Moratalla, 1994).
Con la información disponible se incluye El Xarpolar en el estudio del poblamiento ibérico en la Marina
Alta (Castelló, 1993), ampliándose la cronología del yacimiento a época orientalizante entre los ss. VIIVI a.C. (Castelló y Espí, 2000: 113-116). El Xarpolar también se incluye en la tesis doctoral de uno de
nosotros (Grau Mira, 2002: 304-305) en la que se realiza una revisión de los materiales y su valoración en
el marco del poblamiento comarcal. Sin embargo, las evidencias materiales y su estudio territorial no se
han abordado de forma monográfica hasta la fecha, objetivo que precisamente pretende el presente trabajo.
3. MORFOLOGÍA DEL OPPIDUM
El Xarpolar es el típico oppidum de mediano tamaño del dominio montañoso de la región central de la
Contestania, que se extiende por el norte de Alicante y el sur de Valencia. Se trata de poblados enriscados
que aprovechan de forma muy precisa las condiciones quebradas del paisaje, delatando que las poblaciones
ibéricas tenían un preciso conocimiento del entorno y lo aprovecharon para fines estratégicos.
En el caso concreto que nos ocupa, nos encontramos con una elevada meseta de altura en el extremo
occidental de la Serra de la Foradà, en un solar que cubre aproximadamente 1,29 ha y con una altura que
oscila entre los 902 m en el punto más elevado del poblado y los 885 en su cota inferior.
Para el análisis morfométrico y la correcta caracterización topográfica hemos empleado una metodología
basada en datos de campo y su combinación con cartografía digital, datos LiDAR y proceso de datos
mediante SIG, que conviene comentar sucintamente.
El levantamiento topográfico se ha realizado mediante la modelización digital de datos espaciales LiDAR
de alta resolución. El LiDAR aerotransportado (Light Detection and Ranging) es un sistema basado en un
sensor láser que se instala en aviones o helicópteros. Esta tecnología permite obtener una gran densidad
de puntos de cota con precisión superior a los 15 cm en altura. En concreto hemos trabajado a partir del
vuelo LiDAR del año 2009 de la Comunidad Valenciana integrado en el Plan Nacional de Observación
del Territorio de España. Estos datos fueron tomados con un escáner ALS50, sobrevolando a una altura
promedio de 1.300 m. La frecuencia de escaneo fue de 32,3 Hz, con precisiones obtenidas con un error
medio de 0,03 m. La densidad promedio de los puntos es de 1 pto/m2.
Para crear el MDT (Modelo Digital del Terreno) hemos interpolado los puntos del último pulso, es
decir, eliminando los puntos de vegetación y demás objetos que no pertenecen a la base del terreno. La
nube de 14.953 puntos fue interpolada en el programa ArcGIS 9.3 para crear un TIN (Triangulated Irregular
Network), del que después se obtuvo el MDT con una resolución de 0,4 m (fig. 2, A).
Este modelo se ha combinado con el alzado topográfico realizado a mediados de los ochenta por el personal
del Museu d’Alcoi, que una vez digitalizado se ha incorporado a una base de curvas de nivel de 1 m creada a
partir del MDT (fig. 2, B). La combinación de estos datos nos permite analizar el solar del poblado y su entorno.
Especialmente importante es la valoración de las pendientes que enmarcan el poblado, por cuanto son
un elemento crucial para asegurar su inaccesibilidad, y por tanto facilitar su defensa. Para ello hemos
elaborado un mapa clinométrico con cuatro franjas de pendientes: 0-20o, 20o-45o, 45o-65o y 65o-90o (fig. 2,
C). Como se puede observar, el poblado se asienta en un rellano aplanado con una ligera inclinación hacia
el noroeste que nunca alcanza los 20o, mientras que en su perímetro se encuentra un reborde de pendientes
acentuadas que definen claramente el perímetro habitado y donde se construyó la muralla de cierre del
poblado. Estos desniveles alcanzan valores de entre 25o a 35o en los flancos oeste y sur del poblado y
se agudizan en el flanco este con niveles de 30o y 45o. El flanco norte es absolutamente inaccesible con
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Fig. 2. Morfología del oppidum de El Xarpolar. A, modelo digital del terreno; B, planta con las estructuras identificadas
(elaboración propia a partir de la planta del Museu d’Alcoi); C, mapa de pendientes.
farallones subverticales de entre 75o y 90o y que forman un precipicio de varias decenas de metros. Este
acantilado de roca no sólo defiende el flanco norte-noreste, por donde no se necesita muralla, sino que
además otorga al poblado la apariencia de inexpugnable para quien lo contemple desde el norte; también
el flanco oriental muestra la inaccesibilidad del lugar. En otro lugar (Grau y Segura, 2013: 61-62), hemos
señalado esta pauta recurrente de existencia de farallones en la mayor parte de los oppida de la comarca.
La defensa natural y la percepción de aislamiento que les proporciona el roquedo sin duda es un factor de
localización relevante para los iberos de la región. Esta pauta contribuyó sin duda a hacer de estos oppida
hitos del paisaje que balizarían el espacio.
Las formas y anomalías topográficas que muestra la cartografía de detalle, nos permite comentar algunos
rasgos formales del lugar (fig. 2 y 3). En la mitad sur del poblado se documenta una serie de 4 terrazas en
sentido norte-sur que discurren paralelas a la muralla. Tienen una longitud de 45-50 m y están separadas por
unos 9-10 m. Probablemente son parte de un acondicionamiento del espacio habitado, como plataformas
sobre las que edificar las viviendas. Otro grupo de plataformas de aterrazamiento, apenas pronunciadas en
el terreno, se identifican al norte de la estructura excavada en 1965; siguen una dirección suroeste-noreste.
En la parte central del poblado, inmediatamente al sur de la edificación excavada, se reconoce una nueva
anomalía, en este caso en forma de una amplia topografía irregular lineal y que se cruzan en ángulo recto,
que pueden hacer pensar en la existencia de otras estructuras de acondicionamiento. Sobre estas anomalías
lineales se reconocen departamentos y construcciones parcialmente enterrados que dibujan un caserío
compacto y denso por toda la superficie de la meseta.
Con los datos disponibles podemos caracterizar El Xarpolar como un poblado de dimensiones medianas,
en torno a 1,3 ha construido en una meseta de altura con una ligera inclinación hacia el oeste-noroeste.
En este solar se debió construir un caserío agrupado en el espacio intramuros disponible. Únicamente se
reconoce claramente los restos excavados de una estructura cuadrangular dividida en tres departamentos
de aproximadamente 10 x 4 m, construida con sólidos muros perimetrales de aproximadamente 50 cm de
grosor. Otros departamentos son parcialmente visibles en superficie.
Estas construcciones se hallaban claramente enmarcadas por límites naturales reforzados por una espesa
muralla de lienzo sencillo. No se identifican restos de torres y tampoco se reconoce con claridad el acceso.
En definitiva, el modelo de poblado debió ser muy semejante al de los oppida de La Covalta (Vall de Pla,
1971) y El Puig (Grau y Segura, 2013: fig. 3.1).
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I. Grau Mira e I. Amorós López
Fig. 3. Vistas desde distintos puntos cardinales del modelo digital del terreno.
4. LA SECUENCIA DE OCUPACIÓN A TRAVÉS DEL REPERTORIO MATERIAL
4.1. Cerámica de importación
Los primeros indicios de la ocupación del sitio vendrían dados por la existencia de ánforas de importación
fenicias de la serie Ramon 10.0.0.0 de la que apenas contamos con algunos fragmentos informes y carenas
del hombro, lo que impide conocer el tipo concreto (Castelló y Espí, 2000: 114); estos materiales se datarían
entre los ss. VII y VI a.C.
Algo más numerosos son los vestigios de importaciones de época plena. Correspondientes al s. IV a.C.
son los fragmentos de cerámica ática de figuras rojas y barniz negro. En la colección del SIP se encuentra
una base de bol con decoración de ruedecillas y palmetas, correspondiente a un cuenco de barniz negro (fig.
4, 2). En la colección del Museu d’Alcoi encontramos un borde de crátera de campana de figuras rojas (fig.
7, 1), un borde vuelto al interior (fig. 7, 2) y una base de bol de barniz negro (fig. 7, 7).
Con cronología del s. III a.C. son dos pequeños cuencos de cerámica púnico-ebusitana, uno de ellos
con el borde anguloso (fig. 4, 3), y otro con el borde ligeramente curvado (fig. 4, 6), que encuentran sus
paralelos en las producciones de esta centuria (Ramon, 2012: 596, fig. 7).
En cerámica Campaniense A, entre fines del s. III y el s. II a.C., contamos con un borde de L27 (fig. 7,
6) y dos bordes de L36 (fig. 7, 3 y 4). En cerámica beoide de mediados del s. II y primera mitad del s. I a.C.,
encontramos una pátera L5 (fig. 4, 1), un cuenco de borde muy exvasado (fig. 7, 10), un borde L5 y una base
(fig. 7, 5 y 9) y un borde de L4 (fig. 7, 11).
Por último, de este mismo tipo de producciones de barniz negro es la base y tercio inferior en el que
se aprecia el arranque de dos asas de una copa de asas verticales del tipo Montagna-Pasquinucci 127/
Morel 3120 (fig. 7, 8), de procedencia etrusca central y oriental que se difundió entre los ss. III-II a.C.
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Fig. 4. Cerámicas de la colección del SIP.
(Montagna-Pasquinucci, 1972: 400-401), más bien en esta segunda centuria (Morel, 1981: 248). En
nuestro entorno está presente en los contextos fundacionales de Valentia a partir del 138 a.C. (Marín y
Ribera, 2000: 95, lám. 3), en Caudete de las Fuentes (Mata, 1991: fig. 16, 11) o en la fase 2b del anfiteatro
de Cartagena datada en el s. II (Pérez Ballester, 2000: lám. 2).
Este conjunto de piezas de vajilla de mesa importada se completaría con un cubilete de paredes finas, que
carece de borde (fig. 4, 14) y que posiblemente pertenecería a la forma Mayet II, datado hacia el s. II a.C.
La vajilla de mesa tardoibérica se acompañaría de algunos fragmentos de ánforas importadas, con un
borde de ánfora del tipo Campos Numantinos o Ramon T-9.1.1.1 (fig. 6, 10) y dos fragmentos de asas de
ánforas itálicas (fig. 6, 11 y 12)
4.2. Cerámica ibérica
Transporte y almacenaje
- Ánforas, tipo A.I.1 de Mata y Bonet. Encontramos un lote de bordes de ánforas ibéricas con perfiles
diversos (fig. 6, 1-9) donde predominan los de perfil almendrado (fig. 6, 2; 6, 4; 6, 5; 6, 9), propios de los
ss. III y II a.C. como se documenta en el alfar del Alcavonet (Grau Mira, 1998-99). Junto a éstos aparecen
bordes de perfil recto (fig. 6, 3) o cuadrangular (fig. 6, 6-7), propios de repertorios del s. IV a.C. de la zona
como en El Puig de Alcoi (Grau y Segura, 2013: 155-159).
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Fig. 5. Metales (nº 1 a 10); fusayolas (nº 11 a 17); cerámicas con decoración compleja del Museu d’Alcoi (nº 18) y del
SIP (nº 19 a 22). La pieza nº 22 tiene una escala aproximada.
- Tinajas, tipo A.I.2. En El Xarpolar no aparecen demasiado representados los grandes recipientes de
almacenaje, posiblemente porque al carecer de piezas completas, ciertos bordes que asociamos a piezas de
mediano y pequeño tamaño pudieron corresponder a grandes vasos. Aparece un borde engrosado recto de
tinaja (fig. 6, 27) que debe corresponder al tipo A.I.2.1. Otro borde es exvasado y posiblemente corresponde
al tipo tinaja sin hombro y con cuello indicado A.I.2.2 (fig. 6, 28). Aparece un asa trífida (fig. 6, 41) que
debe corresponder a una tinaja.
Almacenaje y despensa
- Tinajillas. Corresponden al tipo A.II.2.2 de Mata y Bonet. Se trata de pequeños recipientes de perfil
bitroncocónico ligeramente oval, sin asas y el borde ligeramente exvasado, con labios generalmente
moldurados, aunque también hay labios rectos. En la colección del SIP encontramos dos ejemplares de
este tipo, uno de ellos completo y decorado con bandas (fig. 4, 16) y otro con la superficie deteriorada
y sin muestras de decoración (fig. 4, 17). Los restantes ejemplares se reconocen por una serie de bordes
moldurados (fig. 6, 33-36) y exvasados simples (fig. 6, 37-38) de piezas de mediano tamaño.
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Fig. 6. Cerámicas de la colección del Museu Arqueològic d’Alcoi.
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Fig. 7. Cerámicas de la colección del Museu Arqueològic d’Alcoi.
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- Lebes, tipo A.II.6. Los recipientes abiertos con amplias bocas son poco frecuentes en el repertorio,
únicamente identificamos un borde con arranque de cuerpo de este tipo de vasos (fig. 6, 30).
- Kálathos, tipo A.II.7.2. Este tipo de vaso está representado por un recipiente que se conserva casi entero, pues
falta el tercio inferior. El borde es moldurado y tiene las paredes de tendencia ligeramente troncocónica; posee
decoración geométrica compleja (fig. 4, 18). Este tipo de vasos está muy bien representado en los contextos
del s. III de La Serreta (Grau Mira, 2002: 74-75) y se constata su producción local en el alfar del Alcavonet
(Grau Mira, 1998-99). Aparece el tercio superior de un segundo ejemplar con el labio plano y el cuerpo de
tendencia cilíndrica (fig. 6, 29), así como la base cóncava de un vaso de este tipo (fig. 6, 40).
- Urnas de orejetas. Se documentan dos orejetas de al menos dos piezas diferentes (figs. 6, 31 y 7, 49). Este
tipo de piezas son propias del periodo ibérico antiguo e inicios del pleno, ss. V-IV a.C.
Vajilla de mesa
- Botella, tipo A.III.1.1. Encontramos una pieza casi completa que carece de borde que corresponde a una
botella de forma globular, con cuello abocinado (fig. 4, 15). Está decorada con bandas, filetes y segmentos
de círculo crecientes. Son piezas que aparecen perfectamente enmarcadas cronológicamente en el s. IV a.C.
con paralelos idénticos en El Puig de Alcoi (Grau y Segura, 2013: fig. 5.53, G), o la Bastida de les Alcusses
(Mata y Bonet, 1992: fig. 10). Otros bordes de recipientes de boca cerrada y estrecha (fig. 7, 52 y 56) pueden
corresponder a botellas con un perfil más difícil de reconocer.
- Jarritos, tipo A.III.2 de Mata y Bonet. En la colección del SIP se encuentran dos pequeños jarritos de perfil
de tendencia globular, con cuello destacado, boca amplia y circular así como un asa desde la boca hasta el
cuerpo (fig. 4, 12 y 13); la mayor presenta una clara separación entre el cuello y el borde. Posiblemente nos
encontramos con sendas imitaciones de las típicas jarritas bitroncocónicas con un asa y nervios en relieve
en la carena, datadas fundamentalmente en el s. II a.C. y propias del área ampuritana realizadas en cerámica
gris. Esta jarritas ampuritanas aparecen en el País Valenciano junto con otras de calidad distinta que se
interpretan como producción local que imita aquella (Aranegui, 1975: 368).
- Platos, tipo A.III.8 de Mata y Bonet. Sin duda son las piezas más frecuentes entre el repertorio de El
Xarpolar, aunque la mayor parte de las piezas se encuentran fragmentadas. Se reconocen varios subtipos:
- Platos de ala. Se trata de platos abiertos que muestran un perfil de bordes divergentes y abiertos con el
borde sencillo que se exvasa en forma de ala plana. Contamos con un ejemplar completo que posee el
cuerpo poco profundo y de tendencia carenada (fig. 4, 8) y algunos bordes (fig. 7, 40 y 41). La mayor parte
de estos platos remiten a contextos próximos del s. IV a.C. como el de El Puig de Alcoi (Grau y Segura,
2013: fig. 162, 5 y 83). Paralelos algo más alejados son los ejemplares del tipo P2 de El Cigarralejo, del
primer cuarto del s. IV a.C. (Cuadrado, 1972: P1, t. XXIII; P2, t. XXV), o de la Bastida de les Alcusses
(Bonet y Vives-Ferrándiz, 2011: 160, fig. 22).
- Platos con el borde curvo vuelto al exterior. Se trata de cuencos de perfil curvo que se caracterizan por poseer
un borde exvasado curvo, que recuerdan a los perfiles de la forma L36 de campaniense A. Contamos con un
ejemplar completo (fig. 7, 47) y algunos bordes asociados a este tipo (fig. 7, 13 y 17-23).
- Páteras de borde ligeramente reentrante aparecen en tamaños grande y pequeño; algunas pintadas con
filetes y otras sin decoración (fig. 4, 4 y 5; fig. 7, 24-34 y 45). Los perfiles son variados, algunos presentan
bordes muy reentrantes, mientras otros presentan un ligero engrosamiento que hace inclinar el labio hacia
el interior. Algunas páteras se aproximan a los perfiles de las piezas campanienses de la forma L5/7 (fig. 7,
46) o L55 (fig. 7, 38 y 39).
- Vasos caliciformes, tipo A.III.4. Encontramos dos ejemplares elaborados en cerámica gris uno de ellos con
un perfil bastante achatado que suele corresponder a las formas más antiguas (fig. 4, 9) (Sala, 1997: 115) y
otro es un ejemplar de menor tamaño con un perfil más estilizado (fig. 4, 11).
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- Finalmente, es destacable un recipiente de pasta anaranjada y tamaño muy reducido que podríamos
catalogar como un microvaso (fig. 4, 10).
Cocina
- La cerámica de cocina está muy bien representada con cuatro tapaderas enteras de tamaño mediano y
pequeño (fig. 4, 20-23) y al menos otros cinco ejemplares fragmentarios (fig. 6, 20-26). Estas tapaderas
se acompañan de siete bordes de ollas de mediano tamaño (fig. 6, 13-19), frecuentes en los repertorios
domésticos ibéricos de todas las épocas.
Varios
- Cubilete de cerámica a mano (fig. 4, 19). Se trata de un cubilete de gruesas paredes de forma cilíndrica
y base plana que configura un caso de reducidas dimensiones y aspecto robusto. Se trata de algunos
recipientes de uso doméstico modelados a mano siguiendo una tradición secular que alcanza el s. IV a.C.
en la comarca, como probaría la existencia de una vaso idéntico en El Puig de Alcoi (Grau y Segura, 2013:
143, fig. 5.63, 286/09).
- Tapón (fig. 7, 55). Encontramos una pieza cilíndrica con una protuberancia que corresponde a un tapón
de cerámica.
- Ungüentario, tipo A.IV.2.2 de Mata y Bonet (fig. 7, 48). Aparece un fragmento de pie robusto de un
ungüentario estilizado de tipo fusiforme posiblemente correspondiente al tipo B de Cuadrado (1977-78:
389-404), sin que podamos precisar su forma debido al estado fragmentario.
- Botella con pitorro vertedor (fig. 7, 57). Se trata de un recipiente de cerámica común ibérica de pasta
rosada. Se encuentra fragmentado y se conserva únicamente el tercio superior, con el cuerpo globular del
que parte un cuello cilíndrico acabado en un borde exvasado. La particularidad de este recipiente es que
cuenta con un pitorro vertedor a la altura del hombro, con la finalidad de verter líquidos. Este tipo de vasos
no son muy abundantes y únicamente podemos aludir su semejanza a los recipientes con pitorro para verter
líquidos que aparecen en el ámbito catalán, como en Ampurias (Aranegui, 1975: lám. I, 1).
- Fusayolas, tipo A.V.8 de Mata y Bonet. Se trata de siete de estos objetos elaborados en cerámica cuyo uso
está relacionado con el trabajo textil. Las encontramos con diversos perfiles presentando algunas de ellas
cabeza (fig. 5, 11, 14 y 17) mientras que otras son acéfalas (fig. 5, 12, 13, 15 y 16).
Las cerámicas con decoración compleja
En El Xarpolar se encontraron cinco fragmentos correspondientes a recipientes de gran tamaño, tipo tinajas,
de dos vasos distintos a juzgar por las características de sus pastas y en ambos se identifican decoraciones
zoomorfas de equinos. Cuatro fragmentos fueron recuperados en las excavaciones de los años 20; los dos mejor
conservados fueron publicados (Pericot, 1928: fig. 1 y 2) y muestran fragmentos de patas y el tercio inferior
de caballos rodeados por motivos vegetales (fig. 5, 19 y 22). Dos fragmentos muy deteriorados presentan
motivos vegetales reconocibles, como zarcillos, espirales y hojas rellenas de reticulados y uno de ellos una
pata de equino (fig. 5, 20 y 21). El quinto fragmento corresponde a la parte superior de una tinaja con hombro
y presenta la cabeza de un caballo con el característico ojo circular de los caballos de La Serreta (fig. 5, 18).
Cuenta con riendas que cruzan el cuello y los restos de un posible prometopidion o frontalera frente a la testuz.
Estas piezas, aunque muy fragmentadas y deterioradas, dan cuenta del uso de vasos de prestigio en el
poblado posiblemente mostrando escenas de parada de caballerías, quizá con sus correspondientes jinetes, en
una serie temática muy bien reconocida entre las decoraciones del ámbito de La Serreta (Grau Mira, 2006).
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Secuencia de ocupación y análisis territorial del poblado ibérico de El Xarpolar
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4.3. El repertorio numismático
El conjunto de monedas ha sido tratado de forma pormenorizada en diversas publicaciones (Mateu, 1967;
Ripollés, 1982; Mellado y Garrigós, 2008) y a ellas remitimos al lector interesado. Sin embargo, señalamos
los rasgos principales por la información cronológica que aportan. Contamos con 10 monedas de bronce.
Dos de ellas pertenecen a cecas propiamente ibéricas, como son un as de Cástulo con una datación de
165-80 a.C. y un as de Saiti perteneciente a la segunda mitad del s. II a.C. En cuanto a las emisiones
propiamente romanas se identifican claramente 8 ases republicanos, 7 de ellos del tipo Jano bifronte datadas
a mediados del s. II a.C. (Mellado y Garrigós, 2008: 212). Estas piezas aportan un marco cronológico
bastante coherente que se situaría entre la segunda mitad del s. II y los inicios del s. I a.C. y señalarían la
primera introducción de los usos de las monedas entre las comunidades ibéricas de la zona, preferentemente
a partir de la zona interior de Saitabi (Ripollés, 2007) y de la costa, donde las monedas romanas son
predominantes posiblemente debido a la ubicación intermedia de El Xarpolar entre el litoral y las tierras del
interior (Mellado y Garrigós, 2008: 212).
4.4. Estudio del repertorio metálico
El estudio de los elementos metálicos se aborda a partir de la clasificación de los distintos objetos metálicos
con las limitaciones del mal estado de conservación, lo que nos impide en muchos casos adscribir los
fragmentos a un objeto o herramienta determinados. Se trata de un conjunto formado por 59 objetos, 46 de
ellos depositados en el Museo de Alcoi y 13 en el SIP.
Hierro
- Armas. En esta primera categoría encontramos una falcata ibérica, dividida en dos fragmentos, a la que le
falta parte de la empuñadura y con un estado de conservación bastante deficiente. Presenta una longitud de 61
cm y una anchura de 6,5 cm al inicio de la hoja. Esta arma fue incluida en el amplio estudio de armamento
ibérico de F. Quesada (1997: 844) quien propone una datación genérica entre el s. IV y el s. I a.C.
- Útiles plurifuncionales. Encontramos una posible aguja espartera o saquera (fig. 5, 8) con sección
cuadrangular y 140 mm de longitud. En esta categoría cabría incluir también la punta de un objeto de filo
cortante (fig. 8, 26), seguramente perteneciente a un cuchillo de 122 mm de longitud así como un cuchillo
afalcatado (fig. 8, 30) con remache en la empuñadura y 120 mm de longitud.
- Útiles agrícolas. Las herramientas agrícolas fueron incluidas por J. Moratalla (1994: 122) en su estudio
de los útiles de la comarca, clasificándolas en dos grandes grupos según se empleasen en la preparación
de los terrenos para el cultivo o en la recolección de la cosecha. Dentro del primer grupo incluiríamos un
legón de 200 mm de longitud por 110 mm de anchura utilizado para tareas de remoción y nivelación de la
tierra, normalmente en regadío (fig. 8, 23). También encontramos una azada estrecha (fig. 5, 2) de 170 mm
de longitud por 28 mm de anchura en el filo. Por último, encontramos una laya (fig. 5, 7) de pala estrecha y
alargada y enmangue tubular con unas dimensiones de 100 mm de largo por 17 mm de anchura en la pala.
- Los útiles relacionados con la recolección son un podón (fig. 5, 1) con una longitud de 210 mm, una
anchura de 73 y un grosor máximo en la hoja de 7 mm. Le falta un pequeño fragmento en su extremo
y presenta hoja curva y enmangue tubular por lo que suponemos que sería una herramienta de bastante
longitud relacionada con el cultivo de árboles y arbustos, tanto para tareas de poda como de recolección.
Finalmente, encontramos la hoja de unas tijeras (fig. 8, 24) con una longitud de 170 m, una anchura de 29 mm
y un grosor de 3 mm relacionadas con prácticas de esquilado del ganado ovino. Estas herramientas, aunque
escasas, nos ofrecen un panorama funcional muy interesante, habida cuenta de la gran especialización de
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Fig. 8. Metales de la colección del Museu Arqueològic d’Alcoi.
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Secuencia de ocupación y análisis territorial del poblado ibérico de El Xarpolar
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los útiles para los distintos trabajos del campo. Así encontramos representadas las funciones de trabajo en
los grandes conjuntos de labores agropecuarias reconocidas en el campo ibérico: el trabajo en campos de
secano, tierras de regadío y la ganadería ovina para el aprovechamiento de la lana.
- Útiles artesanos. Entre este tipo de herramientas encontramos lo que podría tratarse de un compás (fig. 8,
14) de sección cuadrangular, en forma de “V” y con unas medidas de 76 mm de longitud, una anchura de
37 mm y 6 mm de grosor. Este tipo de instrumento está muy relacionado con el trabajo de la madera, siendo
utilizado para dibujar circunferencias y también para transportar medidas relativas (Tortajada, 2012: 295).
- Elemento de sujeción. Finalmente, hemos incluido también en este grupo un objeto bastante singular
como es la argolla articulada en la parte central y con dos grandes anillos en sus extremos, con una longitud
máxima de 250 mm y 25 de grosor que L. Pericot interpretó como un instrumento de prisión, una argolla
o dogal para aprisionar el cuello (Pericot, 1928: 158), objeto ciertamente único en los repertorios ibéricos.
- Elementos de construcción o carpintería. Dentro de este grupo hemos incluido una serie de clavos de diferentes
tamaños y formas (fig. 8, 1; 8, 2; 8, 28-29) así como dos anillas, una de ellas de sección cuadrangular, un
diámetro de 32 mm y un grosor de 5 mm (fig. 8, 4) mientras que la otra está compuesta por dos fragmentos de
hierro de sección cuadrangular enlazados de 37 mm de longitud y 4 mm de grosor (fig. 8, 7).
- Elementos domésticos. En este tipo encontramos una varilla de hierro de sección cuadrangular con un
extremo doblado formando dos ángulos rectos y que ha sido interpretada en otros poblados como una llave
(fig. 8, 16) (Grau y Reig, 2002-2003: 113). Una segunda llave con el mango doblado y cuatro dientes en el
extremo fue publicada por Pericot (1928: 158, lám. II, 3). Estos elementos, sin ser abundantes, sí aparecen
en los oppida del área valenciana, como la Bastida de les Alcusses o La Serreta.
- Fragmentos u objetos indeterminados. Dentro de esta categoría incluiríamos toda una serie de objetos
correspondientes a varillas o láminas de hierro que no nos ha sido posible identificar ni adscribir a una
forma concreta por su estado fragmentario (fig. 8, 3; 8, 5-6; 8, 8; 8, 15; 8, 18-20; 8, 25; 8, 27; 8, 44-50)
Bronce
- Fíbulas. Encontramos un fragmento de parte del arco en forma de puente laminar curvo de una fíbula de
doble resorte con un tamaño de 39 x 22 mm y un grosor de 3 mm. Un segundo ejemplar se documenta por
un fragmento de arco en forma de rombo de un puente laminar curvo con repujados circulares superficiales
y unas dimensiones de 55 x 14 x 1,8 mm de una fíbula tipo Alcores (fig. 8, 32) de lo que se deduce que le
falta la mitad, pues suelen estar formadas por dos rombos y la aguja. Se data, aunque no sin dificultades, en
torno a medidos del s. VII a.C. siendo previas a las del tipo Acebuchal (Torres, 2002: 198-199).
- Elementos ornamentales. Dentro de esta categoría cabría incluir un anillo (fig. 5, 5) con sección de
tendencia circular, diámetro exterior de 26 mm y grosor de 5 mm. Dos anillas circulares de sección también
circular (fig. 8, 33 y 34) que presentan 20 mm de diámetro y dos de grosor así como un fragmento de anilla
circular (fig. 8, 10) de 56 mm de longitud y un grosor de 2,5 mm. Finalmente, es destacable la existencia de
dos apliques con forma de concha (fig. 5, 6 y fig. 8, 37) con unas dimensiones de 30 mm de diámetro con
un desgaste en la parte central.
- Útiles plurifuncionales. En esta categoría encontramos dos agujas, una de ellas (fig. 5, 9) de sección
circular, algo doblada y con el ojo fragmentado que presenta una longitud de 140 mm y un grosor de 3 mm.
La otra presenta una perforación circular en la cabeza y unas dimensiones de 83 mm de largo, 4 mm de
ancho y 2 mm de grosor (fig. 8, 35).
- Ponderales. El repertorio del poblado incluye tres ponderales, dos de los cuales fueron publicados en el
estudio sobre los ponderales de la región contestana (Grau y Moratalla, 2003-2004: 36-37). Uno de ellos de
perfil bitroncocónico y orificio central que presenta 20 mm de diámetro en la base, una altura de 17 mm y un
peso de 35 g (fig. 5, 10). Otro de forma troncocónica y perforación central circular a partir de la cual surgen
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4 incisiones radiales en su cara menor, así como una serie de muescas en un lateral y en torno al orificio
central en la cara mayor. Presenta un diámetro de 31 mm en la parte más ancha, 27 mm en la más estrecha,
una altura de 21 mm y un peso de 107,07 g (fig. 8, 36). Finalmente, documentamos un tercero de forma
troncocónica que presenta un orificio en la cara plana mayor y un agujero relleno de plomo en la superficie,
transformación posiblemente destinada a reajustar el peso de la pieza. Presenta un diámetro de 21 mm en la
parte inferior, 18 mm en la superior, una altura de 15 mm y un peso de 35,48 g (fig. 8, 39). Estas dos últimas
piezas poseen un contexto arqueológico algo más fiable, ya que en el diario de campo de la excavación se
afirma que se localizaron acompañados por un contexto de cerámicas ibéricas, vajillas de barniz negro y
dos ases republicanos del tipo Jano Bifronte, elementos que nos remiten a un contexto de mediados del s. II
a.C. (Grau y Moratalla, 2003-2004: 37). En estos momentos del ibérico final parece constatarse un sistema
metrológico en la Contestania basado en un valor aproximado a los 7 gramos (Grau y Moratalla, 20032004: 49) en el que encajarían los tres ponderales de El Xarpolar con un mínimo margen de error.
- Fragmentos u objetos indeterminados. Documentamos un fragmento de plancha de bronce con dos
perforaciones, una rectangular y otra circular con un pasador central de hierro (fig. 8, 9); es posible que se
trate de la parte pasiva de un broche de cinturón, aunque no podamos aseverarlo con certeza. Una segunda
pieza es una placa de bronce con perforación circular en un extremo (fig. 8, 17), un fragmento de placa
de bronce con indicios de dos remaches en su parte interior (fig. 8, 13), una plaquita de bronce con los
extremos doblados hacia el interior en los que aparecen dos pequeñas perforaciones circulares (fig. 8, 21),
dos pequeños fragmentos de varilla (fig. 8, 12 y 22) y un fragmento de plancha enroscada (fig. 8, 31) con
una longitud de 62 mm, una anchura de 18 mm y un grosor de 2 mm.
Plomo
Únicamente contamos con dos elementos elaborados con dicho metal, por una parte un fragmento con forma
de prisma de base triangular del que desconocemos su funcionalidad y que presenta unas medidas de 19
mm de longitud, 11 mm de anchura y un grosor de 8 mm (fig. 8, 11). Por otra parte encontramos un resto de
transformación del metal, en este caso un goterón (fig. 8, 43) fruto del trabajo del plomo mediante el calor.
Podemos concluir el predominio de los elementos de hierro con 37 piezas (62,71%) utilizado básicamente
para la elaboración de herramientas funcionales debido a su dureza y a su relativa abundancia, a pesar de
que el territorio donde se ubica El Xarpolar es un área con escasos recursos metalíferos. El segundo metal
en cuanto a su presencia en el repertorio es el bronce con 20 objetos (33,9%) utilizado principalmente
como elemento ornamental o en objetos que no requieren una especial resistencia del material. Finalmente,
encontramos dos elementos de plomo (3,39%) cuya presencia es prácticamente testimonial. Estos
porcentajes se encuentran en la línea de los de otros poblados de la zona contestana y edetana (Grau y Reig,
2002-2003: 127).
4.5. Valoración general del repertorio
Los materiales cerámicos nos permiten proponer una secuencia de ocupación de amplio marco temporal,
desde sus inicios en época orientalizante, hasta su fin en época tardía. En ese sentido, se corroboran las
propuestas anteriormente realizadas (Castelló y Espí, 2000; Grau Mira, 2002), aunque ahora podemos
precisar con detalle el encuadre cronológico.
Los inicios del enclave se situarían hacia los ss. VII-VI a.C. a juzgar por la presencia de cerámicas
fenicias y algunas piezas metálicas como las fíbulas de doble resorte o la del tipo Alcores. Los vestigios
correspondientes a época ibérica antigua, entre los ss. VI-V a.C., son también muy escasos y se identificarían
a partir de algunos tipos cerámicos como las urnas de orejetas o los cuencos de borde curvo en cerámica
gris, tipo P2 de El Oral, fósiles directores de esta fase (Sala, 1997).
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A partir de época plena aumentan los testimonios cerámicos, con algunas piezas del s. IV a.C. como
son la vajilla ática y los vasos ibéricos como la botella globular o los platos de ala. Otras piezas son propias
del repertorio del s. III a.C. como el kálathos de borde moldurado y decoración geométrica compleja. Pero
la mayor parte de las piezas se pueden datar genéricamente en época plena y perdurando en la fase tardía,
como los recipientes de almacenamiento y la vajilla de mesa.
El registro cerámico datado en los ss. II-I a.C. es el mejor representado, pues a él pertenecen la mayor parte
de las importaciones; en torno al 80% de la vajilla foránea es campaniense, sin incluir los cubiletes de paredes
finas y las jarritas. En correspondencia con este elenco de importaciones, buena parte de las cerámicas ibéricas
deben corresponder a esta fase, aunque la escasa elocuencia cronológica de las tinajillas, páteras o platos no
permita corroborarlo. Únicamente algunas piezas, como el kálathos de ala plana, o los platos de imitación de
campaniense, pueden atribuirse sin duda a la época tardía. El final de la ocupación no puede llevarse más allá
de mediados del s. I a.C. pues carecemos de vestigios que nos lleven hacia aquella época, como la cerámica
terra sigillata. El repertorio monetario corroboraría la importancia del periodo ibérico final representado en
El Xarpolar, especialmente hacia la segunda mitad del s. II a.C. De ello se deduce la importancia de esta fase
tardía en el asentamiento, momento muy escasamente conocido en el contexto comarcal.
5. EL XARPOLAR EN SU ENTORNO TERRITORIAL
El oppidum ibérico de El Xarpolar se ubica en el extremo oriental de la cubeta del río Serpis o de Alcoi, el
eje vertebrador del territorio y al que desaguan toda una serie de cursos menores. Esta unidad geográfica
está caracterizada por la existencia de un paisaje montañoso de carácter quebrado, con orientaciones en
sentido SO-NE, entre las que se localizan valles más o menos amplios. La compartimentación del paisaje
es la que va a dar lugar a un modelo territorial característico y bien definido para época ibérica (Grau Mira,
2002) y que vamos a describir sucintamente.
5.1. Patrón de asentamiento
El modelo de ocupación del territorio se caracteriza por la existencia de unidades de valle, en este caso
la Vall d’Alcalà, donde se disponen una serie de asentamientos de estructura jerarquizada. El primer tipo
sería el propio oppidum de El Xarpolar que es el centro rector del territorio. Se ubica en un emplazamiento
estratégico que favorece el dominio del territorio y el control de las comunicaciones y además posee
importantes defensas naturales a las que se añaden fortificaciones construidas.
El Xarpolar se acompañaría por una serie de poblados dispersos por las tierras bajas que conformarían un
sistema de poblamiento integrado. Las comarcas montañosas de L’Alcoià y El Comtat han ofrecido evidencias
de estos sitios rurales que se clasificarían en dos tipos: asentamientos de pequeño y mediano tamaño, en torno
a unos 1000 m2, que constituyen núcleos dispersos de carácter familiar, o asentamientos de tamaño mediano,
posiblemente formados por la agregación de diversas casas en unidades de aldea de unos 5000-8000 m2 (Grau
Mira, 2002: 242-246). En el caso concreto del territorio de El Xarpolar, este sistema de poblamiento rural es muy
mal conocido y apenas se intuye por escasas evidencias dispersas en algunos lugares. Esta zona de la comarca
no ha sido objeto de prospecciones sistemáticas y únicamente se han realizado exploraciones y reconocimientos
superficiales en algunas parcelas de cultivo próximas a caminos y poblaciones (Faus et al., 1987).
Hasta el momento sólo encontramos algunas evidencias dispersas en el entorno de las laderas al norte
y al sur de la Serra de la Foradà (fig. 9), donde se ubica El Xarpolar. Entre las primeras, cabe citar dos
dispersiones en la partida de Els Llombos, denominadas Llombos 1 y 2, muy próximas a la Cova d’en Pardo,
donde también se localizan algunas evidencias ibéricas (Verdú, 2012); lo escarpado de estos terrenos ofrece
capacidades bajas de uso agrícola. Al sur, donde se emplazan las tierras de cultivo más accesibles desde el
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Fig. 9. Vista desde el oeste del entorno territorial de El Xarpolar. En trama oscura se identifica el área de captación de
la isócrona de 1 hora que se muestra en la parte inferior con las capacidades de uso agrícola. 1, Cova d’en Pardo; 2,
Llombos-1; 3, Llombos-2; 4, Corral de Jover; 5, La Criola; 6, Cova de l’Agüela.
poblado de altura, en el entorno de la Vall d’Alcalà, también encontramos dos dispersiones cerámicas que
pueden atestiguar asentamientos campesinos en la zona, ocupando tierras con capacidades medias para el
uso agrícola. Uno se trata del Corral de Jover, junto al estrecho que separa la Vall de Planes y la de Alcalà
(Faus et al., 1987: 15). El segundo es el de La Criola, en las proximidades de esta alquería del término de
Beniaia (Faus et al., 1987: 22).
Estas evidencias dibujan un panorama semejante al conocido en otros territorios ibéricos de
la comarca, es decir, la localización de núcleos campesinos dependientes que completarían las
posibilidades de explotación agrícola desde el propio poblado, cuyo emplazamiento enriscado dificulta
dicha actividad. En efecto, al observar la localización de estos núcleos se observa que se sitúan en el
reborde del entorno más accesible del poblado y que presumiblemente es el área de explotación directa
del mismo (fig. 9). Es decir, complementarían la explotación agrícola del territorio en los espacios más
alejados del poblado y de mayor dificultad de acceso.
5.2. Control estratégico del espacio
El Xarpolar encuentra su razón de ser en las extraordinarias condiciones estratégicas para el dominio visual
del paisaje. En efecto, emplazado en un cerro de altura, es fácilmente defendible pero sobre todo ofrece
las posibilidades de controlar los accesos al valle del Serpis, las comunicaciones interiores y las redes de
intervisibilidad con la mayoría de los oppida de la comarca. Domina el territorio del extremo occidental
de la Vall d’Alcalá y el contacto con la Vall de Planes, su continuación natural hacia el oeste. Asimismo,
controla perfectamente el acceso de la Vall de Gallinera, el corredor que en sentido este-oeste comunica la
comarca de El Comtat con la costa de la Marina Alta por la zona de Pego.
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El análisis SIG de la visibilidad ha permitido cartografiar con detalle las particularidades de la cuenca
visual desde el poblado. Las técnicas geomáticas se han completado con la comprobación en el campo
y la contrastación directa de las líneas visuales que no aparecen bien reflejadas en la cartografía de la
visibilidad. Este cálculo de visibilidad se ha realizado con un MDT de todo el espacio comarcal (fig. 10),
aproximadamente 50 x 34 km con una resolución de celdas de 20 m. La visibilidad se ha calculado desde
veinte puntos de observación en el perímetro del poblado a unas distancias entre 12 y 24 m y en el punto
más elevado del poblado, para asegurarnos que se cubrían todas las direcciones.
La visibilidad se ha trazado teniendo en cuenta las distancias medias y largas. La primera de ellas
contempla el control visual directo hasta los 8.000 m, que permite la identificación estratégica de grupos
desplazándose por el territorio (aparece en gris oscuro en la fig. 10). La distancia larga (en blanco punteado
en la fig. 10) alcanza hasta los 30 km y no ofrece posibilidades tan eficaces de control estratégico del
espacio y de los grupos desplazándose, pero permite el establecimiento de conexiones visuales básicas que
permitan una red de comunicación entre oppida, especialmente entre los próximos que se sitúan a 10-15
km, por lo que creemos interesante tenerla en cuenta.
La visibilidad hacia el norte establece un control visual sobre la Vall de Gallinera, corredor que enlaza
las tierras del interior con la llanura litoral. Cabe la posibilidad de que en este estrecho valle bajo dominio
visual directo se ubique un asentamiento subordinado de carácter agrícola. No obstante, las dificultades en
el acceso a este valle desde El Xarpolar nos inducen a pensar que el área de explotación agrícola del poblado
se situaría al sur, en la Vall d’Alcalà. Pero sin duda controla el corredor de comunicación de Gallinera que
supone la conexión del valle del Serpis con la zona costera por la zona de Pego-Oliva. Cabe señalar que
controla el espacio interior del corredor, pero no existe conexión visual directa con el área costera. También
hacia el norte, en una distancia mayor, muestra un contacto visual directo con el oppidum vecino del Castell
de Perputxent aunque no con el territorio de este oppidum.
La visibilidad hacia el sur se encuentra limitada por la Serra d’Almudaina y la Serra d’Alfaro,
dominando sin embargo, todo el sector occidental de la Vall d’Alcalà. El acceso al poblado es mucho
más fácil desde estas tierras del sur, por lo que sería en este valle donde se ubicaría su territorio político y
económico. Así mismo existe un contacto visual directo con el pequeño poblado de altura de la Solaneta
de Tollos, que forma parte de la estructura territorial de la Vall de Seta presidida por el oppidum de
El Pitxòcol, con lo que se puede certificar las posibilidades de comunicación visual con ese territorio.
También a través de la Vall d’Alcalà discurriría una vía de comunicación hacia la costa a través de la Vall
d’Ebo, acceso que se controla perfectamente en la distancia media.
El dominio visual hacia el oeste es muy amplio, tanto en la media como en la larga distancia, aunque
esta última no permita distinguir contingentes humanos o cualquier otro elemento con nitidez. No obstante,
en esta larga distancia sí que es posible distinguir algunos límites del valle del río de Alcoi tales como la
Serra del Benicadell, la Serra de Mariola o incluso la Serra del Carrascal de la Font Roja hacia el suroeste.
Y lo que es más importante, también se establece contacto visual con los principales oppida como la
Ermita de Planes, La Covalta, el Castell de Cocentaina, El Castellar o La Serreta (Grau Mira, 2002).
Esta preferencia en la orientación del dominio visual permite deducir que El Xarpolar se integraría
estrechamente en esa estructura de poblamiento que conforman los valles del Alcoià-Comtat en época
ibérica y que constituyó un territorio común, integrando la totalidad de la comarca y presidido por La
Serreta, en el s. III a.C. Con posterioridad al colapso de este espacio político a fines del s. III, El Xarpolar
mantuvo las conexiones visuales con los oppida tardíos de la comarca.
La visibilidad desde El Xarpolar hacia el oriente está muy limitada por macizos montañosos que parecen
marcar un límite entre la estructura de poblamiento del Alcoià-Comtat respecto al sistema territorial de
la zona costera, donde se situarían los poblados de El Castellar en Oliva o Segària en Ondara, por citar
sólo algunos de relevancia (Castelló, 1993). Sin embargo, se controlan los accesos en la media distancia,
hasta aproximadamente 10 km, lo que permite la anticipación y la movilización de un destacamento que
bloquease una incursión hostil, o bien comunicase al resto de poblados la llegada de un peligro.
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Fig. 10. Visibilidad desde El Xarpolar. En gris oscuro, hasta 8 km de radio; en blanco punteado, sin limitación. 1, El
Xarpolar; 2, Castell de Perputxent; 3, La Covalta; 4, Ermita de Planes; 5, Castell de Cocentaina; 6, Solaneta de Tollos;
7, Castellar d’Alcoi; 8, La Serreta.
Queremos destacar, por último, el dominio visual que se establece hacia la zona de la Valleta d’Agres,
perfectamente controlada, aunque a la larga distancia. Este corredor es especialmente relevante en la
configuración de los corredores de comunicación de época ibérica final y lo inicios del dominio romano. La
importancia de este corredor reside en que se trata del único valle que permite el acceso de carruajes a la
comarca, transporte rodado que se impuso en época romana y que condicionó la estructura territorial y de
los corredores de comunicación.
5.3. El espacio simbólico: la sacralización del confín
En el sector oriental de la Vall d’Alcalà se ubica la Cova de l’Agüela (fig. 9, 6) que ha sido catalogada en base a
sus características y a su repertorio material, fundamentalmente cerca de un centenar de vasos caliciformes,
como una cueva-santuario (Amorós, 2012) que tendría seguramente importantes connotaciones simbólicas
para la comunidad que habitaba El Xarpolar.
El papel territorial que pudo haber jugado la Cova de l’Agüela ha sido analizado detalladamente en
trabajos recientes (Grau y Amorós, 2013), pero incluimos aquí sus rasgos principales. La vinculación de
esta cavidad con el territorio político de El Xarpolar es muy clara, pues se sitúa en la unidad geográfica
de la Vall d’Alcalà, por donde se extiende el territorio del poblado, justo en un reborde periférico de este
espacio natural. También debemos valorar su situación equidistante con el poblado de la Solaneta de Tollos,
un asentamiento secundario dependiente de El Pitxòcol, lo que la pone en relación con el espacio político
de este último, emplazado en la Vall de Seta y por tanto en una situación en el límite entre ambos territorios.
APL XXX, 2014
[page-n-268]
Secuencia de ocupación y análisis territorial del poblado ibérico de El Xarpolar
259
Esta pauta liminal se constata en el caso de otras cuevas-santuario del área central de la Contestania
así como la relación con importantes vías de comunicación de época ibérica. El momento de mayor
frecuentación de estas cavidades, ss. V y IV a.C., coincide con la fase de configuración y consolidación
de los territorios políticos ibéricos que de este modo se verían sancionados con la ubicación de un espacio
sacro en sus límites (Grau y Amorós, 2013).
La ubicación de lugares sacros en la periferia del territorio local, o en los límites entre los espacios
apropiados por dos oppida nos permite también adentrarnos en el campo ideológico de las comunidades
ibéricas. Nos encontramos con rituales en cuya práctica se definen por el alejamiento decidido de los
espacios de vida cotidiana en el poblado y su entorno agrícola para adentrarse en las tierras boscosas e
incultas. Esta pauta se condice bien con los ritos de iniciación propuestos para estas cavidades (González
y Chapa, 1993) y que se traslucen en otros aspectos de la materialidad y ubicación de las cuevas rituales
(Grau y Amorós, 2013).
6. VALORACIONES FINALES
Para finalizar este trabajo, queremos hacer una valoración global de los rasgos predominantes de la
historia de ocupación del sitio y su papel en el territorio. Iniciando con el primer aspecto, debemos
señalar el inicio de la ocupación durante el Hierro Antiguo (ss. VII-VI a.C.) con una clara vocación
de control del territorio y de las importantes vías de comunicación que enlazan las tierras del interior
con el litoral. Relacionamos esta ocupación con el momento de apertura de las comunidades locales
al intercambio con el mundo fenicio, según delata la existencia de materiales de importación de esta
filiación. Este mismo modelo es el que va a mantenerse durante todo el período ibérico antiguo (finales
del s. VI-s. V a.C.) y durante el s. IV a.C.
En el s. III a.C. se produce un cambio importante en la configuración territorial de toda el área
comarcal de los valles de Alcoi con el surgimiento de un nuevo rango jerárquico, la ciudad de La Serreta,
que dominara a los restantes poblados. Este proceso supone la agregación de los territorios locales,
quedando El Xarpolar, junto a los demás oppida de esta zona, subordinado al núcleo principal de La
Serreta. Este modelo territorial que integraría toda la comarca tiene una de sus principales evidencias
territoriales en el establecimiento de una densa red de intercomunicaciones entre los oppida, entre la que
El Xarpolar juega una papel decisivo en el control del sector oriental del valle y su conexión a la costa.
Esta unidad geopolítica dominada por La Serreta desaparece con la conquista romana del territorio y
el abandono de esta ciudad a fines del s. III a.C. Durante el Ibérico Final (ss. II-I a.C.), en los inicios del
dominio romano, se vuelve a la compartimentación del territorio en valles bien definidos y articulados por la
continuidad de algunos oppida entre los que se encuentra El Xarpolar, como muestra el repertorio analizado.
La pervivencia de la estructura territorial ibérica en los tiempos de la conquista e implantación romana
de la región nos lleva a suponer que la estrategia del poder imperial se basa en actitudes permisivas ante
la población local, pero también en las necesidades de controlar el espacio indígena, tanto para facilitar
el desarrollo de los intercambios, como para bloquear las vías de comunicación en caso de necesidad.
Tal papel lo pudieron ejercer en la zona alcoyana algunos oppida tardíos, como El Xarpolar, en
los que se atestigua una fuerte revitalización de la ocupación en época tardoibérica, principalmente
durante el s. II a.C. En efecto, el repertorio cerámico recuperado, las monedas atestiguadas, o la frecuente
presencia de ánforas itálicas que se observa en la superficie del poblado nos indica la importancia del
oppidum de El Xarpolar en ese momento decisivo del final del iberismo y los inicios de la dominación
romana. Desgraciadamente, este periodo crucial es ampliamente desconocido en las tierras alcoyanas,
como en general en amplias áreas del territorio valenciano y requiere de nuevas aportaciones científicas
que contribuyan a caracterizar el periodo.
APL XXX, 2014
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260
I. Grau Mira e I. Amorós López
AGRADECIMIENTOS
Este trabajo se ha realizado en el marco del proyecto HAR2012-37003-C03-02 del MINECO y con una ayuda del
Vicerrectorado de Investigación, Desarrollo e Innovación de la Universidad de Alicante destinada a la formación
de doctores.
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APL XXX, 2014
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Archivo de Prehistoria Levantina
Vol. XXX, Valencia, 2014, p. 263-273
I. SIMÓN CORNAGO a y C. JORDÁN CÓLERA b
Ildi: un grafito
de La Alcudia de Elche (Alicante)
RESUMEN: El objetivo de este artículo es proponer una nueva lectura para dos grafitos grabados sobre una
pátera de cerámica campaniense recuperada en la conocida como “tienda del alfarero” (La Alcudia, Elche).
La lectura propuesta para uno de estos esgrafiados es ildi: un nuevo testimonio sobre el discutido grupo
-ld- ibérico.
PALABRAS CLAVE: Epigrafía, inscripción, lengua ibérica, alfabeto latino, esgrafiado.
Ildi: a graffito of La Alcudia, Elche (Alicante, Spain)
ABSTRACT: The aim of this paper is to propose a new lecture of two graffiti scratched over a campanian
ware, that was discovered in the so-called “potter’s shop” (La Alcudia, Elche). The lecture proposed for one
of this grafitti is ildi: a new evidence of the controversial Iberian group -ld-.
KEY WORDS: Epigraphy, inscription, Iberian language, Latin alphabet, graffiti.
a Departamento de Estudios Clásicos, Universidad del País Vasco - Euskal Herriko Unibertsitatea.
i.simon@ehu.es
b Departamento de Ciencias de la Antigüedad, Universidad de Zaragoza.
cjordan@unizar.es
Recibido: 17/12/2013. Aceptado: 07/03/2014.
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I. Simón Cornago y C. Jordán Cólera
1. LAS INSCRIPCIONES PALEOHISPÁNICAS DE LA ALCUDIA DE ELCHE 1
La variedad de tipos epigráficos y escrituras es uno de los principales atractivos del corpus de inscripciones
paleohispánicas de La Alcudia de Elche (Alicante). Además, los cuatro epígrafes que recoge J. Untermann
en los Monumenta Linguarum Hispanicarum (G.12.1-4), que en principio pueden parecer un número
reducido, deben contextualizarse en una región, la meridional y del sureste (H y G en MLH), con una
escasísima densidad epigráfica.2 De hecho, corpora locales con más de cinco inscripciones como los de La
Serreta (Alcoy; G.1.1-8), El Campello (G.9.1-15) y Mogente (G.7.1-4; De Hoz, 2010), son excepcionales
y únicos, y lo más habitual son hallazgos aislados o yacimientos que han proporcionado exclusivamente
uno o dos epígrafes.
La variedad de tipos mencionada se comprueba al repasar las cuatro inscripciones de La Alcudia: un
grafito sobre un bloque de piedra (G.12.1), una estampilla sobre el asa de un ánfora (G.12.3), un esgrafiado
sobre una cerámica campaniense (G.12.2) y, para concluir, un rótulo musivo (G.12.4). Además, los cuatro
ejemplares documentan tres escrituras diferentes: en signario ibérico meridional están redactadas las dos
primeras (G.12.1 y 3), de hecho, el citado sello es el único ejemplo de estampilla que recoge un texto en
este sistema de escritura. Aunque Untermann también clasifica G.12.2 (fig. 1) –el grafito sobre cerámica–
como un epígrafe meridional es más probable que en realidad utilice la escritura ibérica levantina, pues
la lectura que propone (· kaiaka ·) no cuenta con buenos paralelos y, además, es poco habitual el uso de
interpunciones (un trazo vertical) a comienzo y final de texto. R. Ramos (1969: 171) consideraba que en
la inscripción se emplea el signario levantino, con un alógrafo particular de ti, similar a algunas variantes
meridionales de i, y propone la lectura balkatika, que arroja un posible primer formante onomástico balka
(MLH III-1: 214). Sin embargo, la lección no es completamente satisfactoria; a cambio, la nueva propuesta
de J. Rodríguez Ramos (2002-03: 372), también en clave levantina, sí ofrece un texto perfectamente
analizable como un antropónimo ibérico: balkatin, compuesto por los formantes onomásticos balka
y atin (MLH III-1: 212, 214).3 No obstante, conviene subrayar que en la última letra los trazos están
ejecutados de forma menos nítida que los del resto del epígrafe. Por su parte, y para concluir el repaso, el
rótulo musivo emplea el alfabeto latino (G.12.4), aunque lo más probable es que recoja un texto ibérico
o, al menos, antropónimos de dicha lengua, ya que pueden aislarse varios formantes onomásticos (Siles,
1978; MLH III-2: 614).4
La Alcudia se sitúa en una zona del SE donde se emplean dos tipos de escritura diferente (De Hoz,
1993: 659-662): el greco-ibérico, del que no hay ejemplos en este yacimiento, y el ibérico meridional.
Por su parte, el grafito sobre campaniense (G.12.2) es una de las inscripciones en escritura ibérica
levantina halladas más al sur,5 aunque en este caso hay que tener en cuenta que está grabada sobre un
objeto fácilmente transportable. La inscripción musiva, a cambio, se incluye en un pequeño grupo de textos
ibéricos redactados en alfabeto latino: H.3.4, H.6.1 y unas pocas leyendas monetales (MLH III-1: 133;
Untermann, 1995: 311-313). La cronología es, probablemente, un elemento fundamental para analizar de
forma correcta esta variedad gráfica, sin embargo, la datación de algunas de estas inscripciones no es lo
1
Este artículo se incluye en el proyecto «El nacimiento de las culturas epigráficas en el Occidente mediterráneo (II-I a. E.)»,
FFI2012-36069-C03-03, dirigido por F. Beltrán, al que agradecemos sus comentarios sobre este trabajo. La redacción de los
tres primeros apartados corresponde a I. Simón y la del cuarto a C. Jordán, no obstante, la estructura del texto y los principales
argumentos han sido consensuados entre ambos autores.
2 Catálogos de las inscripciones ibéricas de La Alcudia en Ramos (1969; 1975: 271-274) y Llobregat (1972: 11-131), en los que se
recogen algunas piezas que Untermann no incluye en su corpus por los problemas que plantean, ya que en todos los casos puede
dudarse de su ibericidad (MLH III-2: 610).
3 La misma opinión en De Hoz (2011: 373, n.º 28): “creo que se debe leer balkatin, es decir un NP balk(e)-atin”.
4 Véase también X. Ballester (2001a: 481).
5 Existe una serie de esgrafiados procedentes de yacimientos murcianos (Iniesta, García y Berrocal, 1984-85), una parte de los
cuales podría ser latina.
APL XXX, 2014
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Ildi: un grafito de La Alcudia de Elche (Alicante)
265
Fig. 1. Fotografía de detalle de G.12.2 (Museo de la Alcudia, N.º Inv. LA-2272).
suficientemente precisa.6 El esgrafiado sobre campaniense remite a una fecha avanzada y también la del
rótulo musivo: la última revisión de las excavaciones y la estratigrafía del sector 5F, del que procede el
mosaico, ofrece una cronología en torno a la primera mitad del siglo -I (Lara, 2007: 164).
Determinar la datación de las dos inscripciones meridionales es más difícil: el sello, impreso sobre el asa
de un ánfora, procede de las excavaciones del año 1953 (Ramos, 1962: 91, Lám. LXVII, 8), concretamente
del denominado nivel E, que comprende desde mediados del siglo -III hasta el siglo -I, pero no es posible
precisar más su cronología (Ribera, 1982: 84). En el caso de la inscripción sobre piedra, la horquilla de
tiempo en la que se data es igualmente amplia: “cabe incluirla en el período ibérico anterior al s. III a. C. y
posterior al VI a. de C.” (Ramos, 1969: 169).7
2. LA PÁTERA INSCRITA 8
El objeto de este trabajo son dos esgrafiados incisos sobre una pátera de cerámica campaniense recuperada
en la llamada “tienda del alfarero”, situada en el sector conocido como las “casas ibéricas”. Se trata de una
pequeña habitación, de unos seis metros cuadrados, que fue bautizada del tal modo por la gran cantidad de
vasos cerámicos apilados en su interior. En un primer momento se consideró que formaba parte de una casa
pero parece que en realidad, aunque adosada a una vivienda, se trata de una estancia independiente a la que
se accede desde la calle (Sala y Ferrandis, 1997: 223-224). El conjunto cerámico, compuesto por 53 vasos de
barniz negro (Campaniense A media y beoides), otras diez piezas de importación –entre ellas cinco morteros– y
66 recipientes ibéricos, en su mayoría jarros y pithoi con la típica decoración pintada de La Alcudia, ha llevado
a considerar que estamos ante un punto de almacenaje y redistribución (Aranegui, 2004: 126; Sala, 1992: 201).
Este excepcional conjunto cerámico ha sido perfectamente estudiado por F. Sala (1992), monografía en
la que también se recoge el pequeño grupo de inscripciones, apenas cinco grafitos, documentado sobre estas
Sobre los problemas de estratigrafía y cronología del yacimiento, uid. Abad (2004: 71-73) y Moratalla (2004-05). Sobre la
sustitución, en un momento cronológicamente avanzado, de la escritura meridional por la ibérica levantina en esta zona, uid.
Llobregat (1972: 130-131), Rodríguez Ramos (2001: 33-36) y De Hoz (2011: 376, 396).
7 Recientemente, R. Ramos (2011) ha revisado los diarios de excavación y los materiales recuperados junto con el bloque inscrito
–principalmente sillares moldurados– y propone una reutilización de los mismos a partir de finales del siglo -III.
8 La autopsia se realizó el 27 de julio de 2009, gracias a la amable colaboración de los responsables del Museo de La Alcudia
(N.º Inv.: LA 1182).
6
APL XXX, 2014
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266
I. Simón Cornago y C. Jordán Cólera
piezas (Sala, 1992: 187-188). Tres son muy breves y pudieran no tener valor grafemático sino ser sencillas
marcas (para alguna de ellas no puede excluirse la posibilidad de que sea una indicación de tipo numeral).9
Los dos textos más amplios aparecen sobre una misma pieza y son, especialmente uno de ellos, la razón de
este trabajo. Están incisos post cocturam sobre una pátera de cerámica campaniense B de la forma Lamb. 5
(fig. 2 y 3), cuya cronología no está completamente bien fijada y que podría fecharse en la segunda mitad del
siglo -II o en el siglo -I (Sala, 1992: n.º 118, 165-167, Fig. 47, E-53). El grafito que denominaremos 1 está
grabado sobre la pared externa, próximo al pie; y el número 2 se sitúa en el fondo externo de la solera. La
huella del instrumento empleado para grabar estas dos inscripciones es diferente y también el módulo de los
signos, por lo que es probable que fuesen ejecutados en momentos diversos o por manos diferentes. La editora
interpreta ambos esgrafiados como ibéricos, concretamente como textos redactados con el signario levantino,
sin embargo, como vamos a tratar de argumentar es muy probable que en realidad sean dos epígrafes escritos
en alfabeto latino.10
Fig. 2. Dibujo de la pátera inscrita
(Sala, 1992: fig. 47).
Fig. 3. Fotografía de la pátera inscrita
(Museo de la Alcudia, N.º Inv. LA-1182)
9 Sobre este tipo de marcas más breves así como su posible carácter comercial, que no parece discordante con la naturaleza de este
conjunto, uid. De Hoz (2002; 2007).
10 No aparecen en el corpus de epigrafía romana de Corell (1999).
APL XXX, 2014
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Ildi: un grafito de La Alcudia de Elche (Alicante)
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3. LOS ESGRAFIADOS
El grafito 1 se compone de cuatro signos de entre 0,5 y 0,8 cm de altura (fig. 4). F. Sala (1992: 187) entiende
que el texto está redactado con la base de la caja de escritura orientada hacia el borde la pátera y lee: balaba.
El término carece de paralelos en ibérico, aunque no es imposible ensayar algún tipo de segmentación; un
argumento de mayor peso para plantear otra lectura es la peculiar forma de l. Por otra parte, la presencia del
signo compuesto por un único trazo vertical excluye una posible clasificación del texto como meridional,
pues no hay ningún grafema en este sistema de escritura con dicha forma.
Cabe la opción de girar ciento ochenta grados el epígrafe, es decir, considerar que las bases de los signos
son los extremos más próximos al pie de la pátera. En este supuesto la peculiar forma de l se transforma en
ḿ, concretamente en ḿ3-4 según la clasificación paleográfica de Untermann (MLH III-1: 246-247). Una
lectura dextrógira ofrece como resultado barḿba y una hipotética lección de derecha a izquierda: baḿaba,
pero ni una ni otra encuentra paralelos en el corpus ibérico; además, la posición interconsonántica de ḿ en
la primera propuesta es atípica, pues en dichos contextos siempre aparece precedida de n (Quintanilla, 1999:
209; Correa, 1999: 387). Esta ausencia de paralelos no es, ni mucho menos, un argumento concluyente,
pero creemos que la opción de considerar que estamos ante un texto redactado en alfabeto latino resuelve
algunos problemas. Si aceptamos la disposición que propuso la editora es posible leer ildi, con un tipo de
l latina que, si bien no es el más habitual, pues no responde a la forma capital de esta letra, tampoco es
extraña, especialmente en epígrafes esgrafiados como éste.11 Por otro lado, el texto resultante sí cuenta con
paralelos, que se recogen en el último apartado de este trabajo.
El segundo esgrafiado presenta aún más problemas que el primero (fig. 5). Su interpretación como
un texto ibérico es muy insegura y parece más probable, también en este caso, su clasificación como un
epígrafe latino. El principal argumento es el signo con forma de R pues, aunque es un alógrafo de a bien
conocido en ibérico levantino (MLH III-1: a5-6; MLH II: a1-5), su uso se restringe casi exclusivamente a
las inscripciones del sur de Francia y norte de Cataluña (Rodríguez Ramos, 2000: 52).12 Su interpretación
como una r latina, a cambio y a pesar de su forma angulosa, no presenta problema alguno. Sin embargo,
Fig. 4. Fotografía de detalle del grafito 1.
11 Entre la epigrafía romana de Hispania de época republicana pueden señalarse como paralelo dos defixiones: una de las cordobesas
(Navascués, 1934: Lám. I) y la hallada en Carmona (Corell, 1993: 262), además de algunos de los epígrafes de Peñalba de
Villastar (K.3.4-6, 11, 14 y 21, incluido el verso virgiliano). Más inseguro es el posible paralelo que ofrece un grafito sobre
campaniense de Marchena (Ordoñez y García-Dils de la Vega, 2010).
12 Existe algún ejemplo más meridional, como una leyenda monetal de śaiti (A.35.1.1; Ripollés, 2001). Un ejemplo conflictivo lo
proporciona un grafito de Ca n’Oliver, donde aparece junto a formas habituales para a, por lo que su valor en este texto es incierto
(Francés, Velaza y Moncunill, 2008: 223-224, Fig. 12).
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Fig. 5. Fotografías del grafito 2.
y aceptada la clasificación latina del grafito, la lectura plantea serios problemas. El signo que se sitúa a la
derecha de la vibrante no ofrece dificultades: se trata de la vocal a, aunque sólo presenta un trazo interno,
algo que no resulta infrecuente en época republicana y tampoco en textos esgrafiados como éste.13
La mayor dificultad de lectura la representan los trazos que anteceden a R, ya que no es fácil
determinar si son parte de uno o varios grafemas: se observan tres trazos verticales y paralelos de
disímil altura; una línea diagonal que desciende de izquierda a derecha, cruza los dos primeros trazos
y se une al tercero en la base inferior de éste; y, finalmente, un pequeño trazo oblicuo nace del extremo
superior del tercero de los trazos verticales. Pero éstos dos últimos están grabados con una incisión
más suave que el resto y, por tanto, no puede determinarse con seguridad si forman o no parte del
epígrafe.14 Tampoco puede excluirse que en esta primera parte se recoja un numeral seguido de dos
signos de lectura segura: RA, quizá una abreviatura.15 Son varias las lecturas que pueden plantearse y
ninguna plenamente satisfactoria,16 además, no es imposible que los trazos oblicuos de la primera parte
carezcan de valor, lo que multiplica las opciones: IERA, EIRA, EPRA, EFRA, ETRA, HIRA o NIRA.
Ninguna lección resulta convincente, aunque varias cuentan con posibles paralelos en los repertorios
onomásticos: Ierax/Hierax es un antropónimo griego bien atestiguado (Solin, 2003: 1129); Efractor
13 También pudiera interpretarse como el silabograma ibérico ka y, por tanto, una lectura aka, sin embargo, los argumentos
paleográficos, especialmente la distribución geográfica del alógrafo de a idéntico al grafema para la vibrante romana, inclinan la
balanza por la interpretación latina del texto. Una disyuntiva similar se plantea con una de las inscripciones rupestres de Peñalba
(K.3.1c) y con dos breves esgrafiados sobre cerámica, uno hallado en Guissona (Pera 2003, n.º 22, Fig. 3) y otro en La Loba
(Córdoba; Moret, 2002: n.º 9).
14 Con posterioridad a la incisión del grafito se han practicado dos orificios circulares y de sección cónica que no llegan a atravesar
la cerámica; su funcionalidad es incierta.
15 Quizá de un antropónimo como Rabirius o de un término del léxico común como ratio, de hecho este último aparece en un grafito
sobre terra sigillata de Castledykes: “in a military context ratio is associated with pay, perhaps in the sense of of ‘account’” (RIB
II.7: n.º 2501.8). El numeral pudiera ser III o incluso tres X en nexo.
16 Un grafito similar aparece sobre una cerámica de Flavia Solba, para el que el editor tampoco encuentra una solución satisfactoria:
“ein Patronymikon oder Matronymikon Hirae, Terae oder Thrae(---) oder eine Zahlenangabe unbestimmter Funktion. Selbst eine
Weihinschrift Samuca IIIRAII (verschrieben für Herae, freundl. Hinweis Roger Tomlin) ist nicht ausgeschlossen” (Wedenig,
2008: 322).
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está documentado como variante del cognomen Effractor (CIL VIII, 10485,2);17 en CIL XII, 5403 se
atestigua la versión Hiracli[us] del nombre Heracles (Solin, 2003: 523); y Niraemius es un nomen
latino (Solin y Salomies, 1994: 127).18
No hay suficientes datos para determinar la funcionalidad de estos dos grafitos. El primero, ildi,
probablemente fue grabado en la propia Alcudia o, al menos, en territorio peninsular pues, aunque emplea
el alfabeto latino, recoge una secuencia propia de la lengua ibérica. Tampoco hay datos concluyentes para
saber si el redactor del texto fue un romano o un íbero, aunque si esta última opción es la correcta hay que
destacar cómo es precisamente en la parte meridional de Hispania donde se concentran los escasos textos
en lengua ibérica y alfabeto latino; de hecho, en la propia Alcudia fue recuperado uno de estos epígrafes:
la ya citada inscripción musiva (G.12.4). Más incierta aún es la interpretación del segundo texto, inciso
en el interior del pie de la pátera. No obstante, tanto su ubicación como la posibilidad de que recoja una
notación numeral podría ser un indicio para considerar que se trata de una anotación de tipo comercial, lo
que encajaría con la naturaleza del espacio en el que fue recuperada la cerámica.19
4. EL GRUPO LD Y LT
La lectura del primer grafito como ildi cuenta con varios paralelos y ofrece un nuevo testimonio para
el debate sobre un aspecto de la fonética ibérica que ha sido largamente discutido: el grupo ld/lt. Una
secuencia homófona aparece en el comienzo de la leyenda monetal [CNH 360.5] ILDITVRGENSE, ceca
de la que se conocen, además, los testimonios ILVTVRGI e ILVVTRGI.20 En las fuentes clásicas aparece
como Iliturgi (Livio XXVIII, 19; Plinio NH III, 10); Ἰλουργίς (Ptolomeo 2, 4, 9). En la nota 52 de DCPH
II, se indica la importancia de este testimonio para mostrar la pronunciación ibérica /ildi/ de la grafía
que se transcribe como. Siguiendo entonces una sugerencia de J. de Hoz, las autoras se inclinaban
a considerar Ilditurgense como la transcripción al latín de la secuencia por los propios ¿oretanos? (sic).
A juicio de De Hoz (2011: 235-239), el testimonio Ilditurgense podría ser un argumento a favor de la
teoría de Mariner sobre el valor de la grafía indígena -ld-, cuestión que como es bien sabido forma parte de
la discusión sobre el número de consonantes laterales que pudo presentar el ibérico. En efecto, la existencia
de una líquida en esta lengua es aceptada de manera general. El alfabeto greco-ibérico (AGI) presenta el
signo Λ, lambda, que corresponde sin duda a una líquida. El signario paleohispánico levantino (SPL) y el
meridional (SPM) utilizaron también un signo, correspondientemente L y ,, con los respectivos alógrafos.
Remite al lāmedh fenicio, como también lo hace la lambda. En donde ya no existe tanto acuerdo es en
aceptar la existencia de una segunda líquida. El hecho es que desde muy pronto se detectó que la secuencia
<-lt->, <-ld-> en el AGI, era transcrito en el alfabeto latino la mayoría de las veces como <-l-> y a veces
como <-ll->. Esto dio lugar a que Schmoll (1956), a partir de topónimos como salduie y los conocidos en
su época que comenzaban por il-, il-, propusiese la existencia de una líquida retrofleja en ibérico, idea que
seguía años después Quintanilla (1998).
Michelena (1961: 9-10), si bien no terminaba de ver clara la naturaleza retrofleja propuesta por Schmoll,
opinaba que éste acertaba en una cosa esencial y era que las grafías -lt-, -ld-, -l-, -ll-, eran la expresión gráfica
de un sonido monofonemático y no de un grupo de consonantes, al menos a partir de una época difícil
de determinar. Unos años más tarde (Michelena, 1979: 26), indicaba que fuese cual fuese su realización
17 Vid. Kajanto (1982: 267).
18 Una inscripción procedente de Casas de Millán (Cáceres) está dedicada a Deo Eniragillo (AE 1972, 235). Por su parte, epraes, se
documenta en CIL VI, 2384, probablemente como topónimo.
19 Es posible, como ya hemos indicado previamente, que alguno de los otros grafitos que aparecen sobre cerámicas halladas en
la “tienda del alfarero” puedan interpretarse como numerales, especialmente el número cuatro de la monografía de F. Sala
(1992: 188).
20 CIL II2/7 32, 36 y 39.
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fonética, esas grafías habían acabado señalando la contrapartida fuerte de -l- intervocálica. En nota señalaba
que el vasco prehistórico parecía haber distinguido una *l lenis y otra *L fortis, que en la actualidad son en
posición intervocálica una [r] y una [l], respectivamente.
A la opinión de la existencia de dos líquidas diferentes originarias en la lengua ibérica se fue
contraponiendo la de la existencia de una líquida originaria a la que se le pudo oponer una secundaria que
surgiría en el mismo ibérico, como consecuencia de la evolución del grupo consonántico -ld- > -ll-. Así
pensaba Tovar (1962: 179), que databa el fenómeno entre el siglo V-IV a.e. y la época de Pompeyo, esto es,
cuando se escribe el Bronce de Ascoli, el 89 a.e.
En el mismo año, Mariner (1962), revisando una serie de topónimos hispanos prerromanos, también
pensaba que la grafía hispánica -ld- correspondía realmente a un grupo de sonidos ibéricos. Sin embargo, la
asimilación en -ll- se habría dado en boca de latino-hablantes, según la evolución del itálico *-ld- al latino
-ll-, con la consiguiente simplificación del grupo en -l-, al menos en unos determinados contextos: cuando la
geminada era pretónica precedida de vocal breve o cuando iba seguida de consonante distinta de l o r.
Últimamente, Ballester (2001) prefiere la propuesta de Tovar que pensar en una nueva lateral. De Hoz
(2001: 338, n. 13) prefería no especular, por el momento, sobre la posibilidad de dos laterales, que dicho sea
de paso le daría un aire más verosímil al sistema fonológico ibérico, pues se igualaría el número de líquidas
y vibrantes (una lengua suele tener en todo caso más líquidas que vibrantes). En (De Hoz, 2011: 235-239)
sigue en la misma línea de prudencia, tras repasar las propuestas de Schmoll, Michelena y Mariner. De la
de éste último indica los indicios a su favor, entre los que, además de la utilización de la grafía latina -ldreseñada, señala:
- La coincidencia en el recurso entre SPL y SPM no esperable fonéticamente si se trataba de una variedad
de lateral. De Hoz le otorga cierta importancia a este hecho, entrando, a nuestro juicio, en contradicción
con su concepción genética de las escrituras paleohispánicas (SPL <<< SPM). Más sorprendente sería si se
piensa en un origen poligenético de estas escrituras, aunque no tanto si se piensa en términos de desarrollos
paralelos.
- La coincidencia en el recurso entre SPL y AGI, sistemas de escritura de estructura y origen muy
diferente, a una grafía compleja para representar un fonema. En el caso del AGI se recurre a un ápice
para distinguir las dos vibrantes, por ejemplo; y en el SPL no se detecta la combinación de grafemas para
expresar un único fonema. Aunque parece que sí lo hizo para indicar una nasal bilabial en posición inicial
en el caso de formas no ibéricas: ḿbaske = Mascus [B.1.269] y ḿbasi = Massius [B.1.124].
La forma ildi que estamos aquí presentando también podría tener otros dos paralelos exactos en escritura
ibérica en las piezas [B.7.20] y [B.7.24], si se admite que nos hallamos ante casos de escritura dual, debido a
la zona en la que se hallaron. Ambas proceden de Pech Maho (F). La primera es un fragmento de cerámica,
cuya lectura completa es, según MLH II, (a) ilti (b) sale (c) kel. Untermann se preguntaba si podrían tratarse
de la indicación del propietario, del destinatario o ser apelativos, y, para la interpretación de (a), enviaba
al segundo texto, que aparece en un ánfora y su lectura es ilti. En este caso se planteaba si estábamos
ante una abreviatura y daba como referentes iltiŕaŕker [A.6-15] y, como no podía ser de otra manera, la
forma toponímica iltir. El propio autor alemán detectó (MLH III: 223) como formante antroponímico las
variantes iltiŕ / iltiŕ / iltir. De hecho, analizaba Nesille, del Bronce de Ascoli (CIL I2 709), como formado
por nes + ilti(r), preguntándose en nota si se trataba de una variante ilti, como iltu lo era de iltuŕ. Indicaba,
además, “Bis jetzt findet sich kein Beleg in iber. Schrift, auch nicht in appellativischer Verwendung (§573)”.
Seguramente se olvidó de los testimonios franceses. El mismo formante lo detectaba en Lacerilis (CIL II
4625) < laker + ilti(r), aunque aquí planteaba la posibilidad de estar ante un genitivo singular de un nombre
breve (Kurzform) latinizado sin -r.
Si se acepta la relación entre el formante toponímico y el antroponímico, la lista puede incrementarse,
por un lado, con los pocos testimonios en AGI y, por otro, con la relectura del SPL en clave dual. Hemos
encontrado, de momento:
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[G.1.8] La Serreta, Alcoy (AL). Plomo. AGI. ¿Clase de palabra?: toildi++ (lectura según MLH).
[G.9.1] Illeta de Campello (Campello, AL). Cerámica. AGI. Antropónimo: [---]+ildiŕtige+ in o -en
(lectura según MLH).
[B.7.34, 19] Pech Mahó (F). Plomo. SPL. Antropónimo. Lectura según MLH: iltiŕśar. Lectura en clave
dual: ildiŕśar.
[B.7.35, 10] Pech Mahó (F). Plomo. SPL. Antropónimo. Lectura según MLH: iltiŕtikeŕ. Lectura en clave
dual: ildiŕtigeŕ.
[B.7.35, 13] Pech Mahó (F). Plomo. SPL. Antropónimo. Lectura según MLH: iltiŕśar. Lectura en clave
dual: ildiŕśar.
[B.7.35, 14] Pech Mahó (F). Plomo. SPL. ¿Antropónimo. (ildiŕgiś)?: Lectura según MLH:
[---]ḿinḿbailtiŕkiś. Lectura en clave dual: [---]ḿinḿbaildiŕgiś.
[B.7.36, A-5] Pech Mahó (F). Plomo. SPL. Antropónimo. Lectura según MLH: tuŕśiltiŕ. Lectura en clave
dual: tuŕśildiŕ (en [B.7.35, 15] se lee tuŕśiltiŕ).
[B.7.36, B-4] Pech Mahó (F). Plomo. SPL. Antropónimo (ildiŕś/ar). Lectura según MLH:
bilosbinbaśbiniltiŕś/ar. Lectura en clave dual: bilosbinbaśbinildiŕś/ar.
[B.7.36, B-9] Pech Mahó (F). Plomo. SPL. ¿Clase de palabra? Lectura según MLH: kiŕśiltiŕ. Lectura en
clave dual: giŕśildiŕ.
[B.7.37, 4/5] Pech Mahó (F). Plomo. SPL. ¿Clase de palabra? Lectura según MLH: iltiŕ/arebon. Lectura
en clave dual: ildiŕ/aretan.21
[C.2.3, A-5] Ullastret, (GE). Plomo. SPL. ¿Antropónimo (big(i)-ildiŕ-ste)? Lectura según MLH: bikiltiŕste.
Lectura en clave dual: bigildiŕste.
[Francès, Velaza y Moncunill 2008: n.º 3.2] Ca n’Oliver, Cerdanyola del Valls (B). Cerámica. Antropónimo:
ildiŕtan[e]ś.
[Ferrer y Velaza 2008] Pontós (GE). Plomo. ¿Clase de palabra?: [---]i.ildiŕ+[---].
Quizá se podrían añadir a esta lista (las lecturas son, en principio, de MLH):
[A.18] Lérida. Moneda. Topónimo: 1- B.iltiŕta/ma /; 2- B.ilti]ŕtaśalirnai; 3- B.iltiŕtaśaliŕ a; 4- B.iltiŕtaŕ;
5- B.iltiŕtaśalirban; 6- B.iltiŕta; 7- B.ilti/ŕta; [CNH] 4.37(.38) iltiŕtaśalir uśtin. En dual según Ferrer y
Giral 2007, que transcriben ildiŕda.
[B.1.336] Ensérune (F). Cerámica. Posible antropónimo ¿Indicación de propietario o de destinatario?:
[---]ịltiŕṣ+[---]. Posible dual por la zona de hallazgo.
[B.7.20a] Pech Mahó (F). Cerámica. ¿Clase de palabra?: ilti. Posible dual por la zona de hallazgo.
[B.7.24] Pech Mahó (F). Cerámica. ¿Clase de palabra?: ilti. Posible dual por la zona de hallazgo.
[C.2.11] Ullastret, GE. Cerámica. Antropónimo: iltiŕbaś. Posible dual por la zona de hallazgo = ildiŕbaś.
De momento vamos a aventurar de forma muy provisional que en ibérico había una forma /ildi/ que tendría
sentido por sí misma como parece apuntar el hecho de que pueda aparecer tal cual en tres recipientes diferentes,
en dos lugares diferentes y en dos escrituras distintas. Si la homofonía con Ilditurgense no es fortuita y el
análisis de Nesille y Lacerilis es cierto y remite al mismo elemento, entonces éste tenía la capacidad también
de aparecer en la formación tanto de topónimos como de antropónimos. Démonos cuenta que en los análisis
previos siempre se favorece como forma base la que aparece con la vibrante final, pero también cabría pensar
lo contrario, que lo que se añadiese fuese ese elemento precisamente.
21 Lectura dual según la correcta identificación de los silagobramas para bo y ta/da (Ferrer, 2005).
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APL XXX, 2014
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Archivo de Prehistoria Levantina
Vol. XXX, Valencia, 2014, p. 275-316
Manuel GOZALBES a y José Manuel TORREGROSA b
De Iberia a Hispania.
Plata, dracmas y denarios entre los siglos VI y I a.C.
RESUMEN: La plata fue la forma de dinero más importante de la Península Ibérica entre los siglos VI y
I a.C. Durante cerca de tres siglos, Iberia sólo dispuso de escasas acuñaciones locales, piezas importadas
y plata en bruto. Como consecuencia de la Segunda Guerra Púnica se pusieron en circulación numerosas
monedas de autoridades y orígenes diversos, emisiones que serían retiradas de la circulación a inicios del
siglo II a.C. Con Hispania como provincia romana se establecería durante los siglos II-I a.C. una nueva
y homogénea masa monetaria de plata formada por denarios republicanos y autóctonos. Se reflexiona
sobre la cronología, producción, metrología, autoridades, circulación y función de las emisiones de plata
peninsulares.
PALABRAS CLAVE: Monedas, plata, dracmas, denarios, Segunda Guerra Púnica, República romana.
From Iberia to Hispania.
Silver, drachmae and denarii between the 6th and 1st centuries B.C.
ABSTRACT: Silver was the most important form of money in the Iberian Peninsula between the 6th and 1st
centuries B.C. For nearly three centuries, in Iberia there were only available scarce local coinages, imported
coins and Hacksilber. During the Second Punic War, the monetary mass included abundant coinages from
different authorities, mints and territories, series that were withdrawn from circulation at the beginning of
the 2nd century B.C. When Hispania became a Roman province, a new and homogeneous silver currency
of republican and indigenous denarii took form over the 2nd and 1st centuries. This paper deals with the
chronology, production, metrology, authorities, circulation and function of the Iberian Peninsula silver
coinages.
KEY WORDS: Coins, silver, drachmae, denarii, Second Punic War, Roman Republic.
a Museu de Prehistòria de València.
manuel.gozalbes@dival.es
b Departament de Prehistòria i Arqueologia, Universitat de València. Becario del subprograma “Atracció de Talent”
de VLC-CAMPUS.
J.Manuel.Torregrosa@uv.es
Recibido: 10/03/2014. Aceptado: 15/05/2014.
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276
M. Gozalbes y J. M. Torregrosa
1. INTRODUCCIÓN
La plata, en bruto o convertida en moneda, constituyó la principal y más extendida forma de dinero de la
Antigüedad peninsular. Cualquier empresa de envergadura financiada con dinero antes de Augusto pasó por
la utilización de este metal en cualquiera de sus formas, especialmente la monetal, disfrutada por amplios
sectores de la población. Su notable poder adquisitivo fomentó su aprecio y sus motivos iconográficos se
consolidaron como las imágenes recurrentes del poder que acompañaron a las operaciones económicas más
notables. El oro tuvo poca utilidad como instrumento de pago debido a su elevado valor y, en forma de
moneda, sólo normalizaría su presencia a partir de época imperial. Los pagos con moneda de cobre/bronce
fueron más comunes pero resultaron poco adecuados para satisfacer importes elevados.
Las primeras monedas se acuñaron a finales del siglo VI a.C. en la colonia griega de Emporion (Ripollès
y Chevillon, 2013). Hubo que esperar hasta el siglo IV a.C. para que Rhode y la ciudad ibérica de Arse
comenzasen sus emisiones. Las monedas de estos tres talleres junto con algunas piezas importadas fueron
conocidas y empleadas por una pequeña parte de la población peninsular. Entre finales del siglo IV e inicios
del siglo III a.C. se dieron a conocer los talleres púnicos de Ebusus y Gadir. Las monedas de Malaka quizá son
algo posteriores, al igual que las de Saitabi, que ya pertenecen a la Segunda Guerra Púnica (218-202 a.C.). Este
conflicto desencadenó la acuñación masiva de plata por parte de cartagineses, romanos y Emporion. Durante
la guerra y los años posteriores abundan dracmas y divisores sin leyendas que permitan identificar su origen.
Tras dicho conflicto se produjo una eclosión de cecas en diferentes sustratos culturales que emplearon
diseños acordes con sus tradiciones ibérica, celta, vascona, griega y púnica (García-Bellido y Ripollès,
1998; García-Bellido, 1997; Domínguez, 1998, 2001 y 2005; Chaves 2007; Ripollès, 2005a y 2011;
Blázquez Cerrato, 2009). Durante los siglos II-I a.C. cerca de 200 talleres fabricaron moneda en Hispania,
pero sólo 21 de ellos, pertenecientes a la Citerior, acuñaron los llamados denarios ibéricos, adoptando
de manera casi uniforme el binomio tipológico cabeza masculina / jinete. La calificación, aceptable en
un sentido geográfico, resulta imprecisa en términos culturales ya que diferentes pueblos peninsulares
asumieron su producción. Las últimas emisiones de denarios se han relacionado tradicionalmente con las
guerras sertorianas (80-72 a.C.).
2. LA SISTEMATIZACIÓN DE LAS EMISIONES DE PLATA
2.1. Catálogos y estudios
El primer catálogo que organizó las producciones peninsulares antiguas con un rigor notable fue La
Moneda Hispánica (1924-1926) de Antonio Vives, quien supo recoger el legado de trabajos precedentes y
proporcionar un exhaustivo repertorio gráfico donde por vez primera se ilustraban los vaciados de las piezas
originales. Dicha obra sólo se vería superada desde 1994 con el Corpus Nummum Hispaniae ante Augusti
Aetatem de Leandre Villaronga (CNH), que aportaba una cantidad notable de nuevos tipos y proporcionaba
el peso medio de las emisiones. Esta obra ha sido actualizada y rebautizada en 2011 bajo el nombre
Ancient Coinage of the Iberian Peninsula (ACIP). Existen otros catálogos recientes que ofrecen completas
introducciones críticas a los talleres y abordan los aspectos más relevantes de todas estas producciones
(García-Bellido y Blázquez Cerrato, 2001), así como otros más accesibles y manejables que ilustran los
tipos mediante dibujos (Álvarez Burgos, 1987 y 2008).
Los avances más notables en relación con las emisiones de plata peninsulares se deben a los estudios
monográficos de los últimos años. Los más elaborados identifican los cuños de las piezas conservadas y
proporcionan estimaciones estadísticas de sus volúmenes de emisión. Villaronga realizó el primero con una
metodología moderna sobre los denarios de Ikalesken en 1962, aprovechando la amplia muestra del tesoro de
Arcas. En las últimas décadas la investigación sobre las series de plata peninsulares se ha multiplicado:
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De Iberia a Hispania. Plata, dracmas y denarios entre los siglos vi y i a.C.
277
- Dracmas y divisores. Se han estudiado las dracmas y fraccionarias acuñadas por Emporion entre los
siglos VI-II a.C. y por Rhode antes de la Segunda Guerra Púnica (Villaronga, 2000, 2002 y 2003; Ripollès
y Chevillon, 2013), las numerosas dracmas ibéricas de imitación y divisores del tránsito de los siglos III-II
a.C. (Villaronga, 1998), así como las cecas ibéricas de Arse (Ripollès y Llorens, 2002) y Saitabi (Ripollès,
2007). Las producciones de plata púnicas estuvieron a cargo de Ebusus (Campo, 1976), Gadir (Alfaro,
1988) y, quizá, Malaka, que parece la candidata más firme para unas modestas fracciones (Campo y Mora,
1995: 200-202; ACIP 528).
- Shekels. Las importantes emisiones hispano-cartaginesas quedaron organizadas a partir de un trabajo
clásico de L. Villaronga (1973).
- Denarios. Se conocen 21 cecas de denarios, de las que 4 también acuñaron quinarios, durante los
siglos II-I a.C. Una primera ordenación sirvió para describir en detalle y ordenar los talleres del valle
del Ebro (Domínguez, 1979). La síntesis de mayor amplitud fue la monografía de Villaronga dedicada
en exclusiva a las series de plata, donde se abordaron sus aspectos principales, incluyendo estimaciones
de producción (Villaronga, 1995). Siete cecas cuentan con estudios de cuños: Ikalesken, Iltirta, Kese,
Sekaiza, Konterbia Karbika, Belikio y Turiasu (Villaronga, 1962, 1978, 1983 y 1988; Gomis, 2001;
Abascal y Ripollès, 2000; Collado, 2000; Gozalbes, 2009a). Hay también una monografía de Bolskan
que no incluye estudios de cuños (Domínguez, 1991) y trabajos diversos sobre Arekorata (Otero, 1998),
Arsaos (Fernández Gómez, 2009), Bentian (Torregrosa, 2012) y Sekia (Stefanelli, 2012). Producciones
de gran envergadura como las de Sekobirikes y Baskunes no cuentan todavía con ningún estudio.
2.2. Fuentes
Catálogos y estudios monográficos se nutren de las piezas de plata de colecciones públicas, particulares
y de subastas para ilustrar las diferentes variantes. En los últimos años se han publicado los fondos de
grandes colecciones europeas y nacionales: Nationalmuseet de Copenhague (Jenkins, 1979); Bibliothèque
nationale de France de París (Ripollès, 2005b); Royal Coin Cabinet de Estocolmo (Ripollès, 2003); The
British Museum de Londres (Bagwell Purefoy y Meadows, 2002); colecciones de Milán, Bolonia, Roma,
Florencia y Nápoles (Ripollès, 1986); y, de Madrid, la Real Academia de la Historia (Ripollès y Abascal,
2000), el Instituto Valencia de Don Juan (Ruiz Trapero, 2000) y el Museo Arqueológico Nacional que, tras
los pioneros volúmenes de Navascués (1969 y 1971), publicó dos catálogos de las series púnicas e hispanocartaginesas que incluyen emisiones de plata (Alfaro, 1994 y 2004).
Los tesoros resultan esenciales en el caso de la plata por la valiosa información que proporcionan
para fechar series (figs. 4, 6, 8 y 10). La inmensa bibliografía al respecto ha sido recopilada en diferentes
trabajos de síntesis (Thompson, Mørkholm y Kraay, 1973; Crawford, 1969; Blázquez Cerrato, 1987-1988;
Villaronga, 1993; García-Bellido y Blázquez Cerrato, 2001; 156-169).
La consolidación del mercado nacional de subastas numismáticas desde la década de 1980 ha puesto
a disposición de los investigadores catálogos con millares de piezas, cuya visibilidad se ha incrementado
con la era digital. Las empresas nacionales e internacionales dedicadas a estos menesteres son numerosas
y cuentan con una prolongada trayectoria. En los últimos años han publicado un número significativo de
piezas diferentes firmas de Madrid (Jesús Vico, José Antonio Herrero, Ibercoin-Tarkis, Cayón), Barcelona
(Aureo & Calicó, Martí Hervera-Soler y Llach) y Sevilla (Pliego).
Internet ha facilitado la publicación de fondos públicos y privados, pero también ha abierto nuevos
caminos a la investigación y la divulgación numismática. CER.es (Colecciones en Red) es el portal
del Ministerio de Cultura donde se publican fondos de los museos estatales. Diferentes páginas fruto
del esfuerzo personal proporcionan recursos de gran valor y calidad en relación con la plata antigua
peninsular: destacan las páginas web tesorillo.com de M. Pina y denarios.org, así como los blogs sobre
denarios ibéricos de F. Suárez y R. González.
APL XXX, 2014
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M. Gozalbes y J. M. Torregrosa
2.3. Un conocimiento dispar de las emisiones
Las emisiones de plata antiguas son peor conocidas que las recientes. Nuevas variantes de dracmas y divisores
aparecen con relativa frecuencia, mientras que los denarios ofrecen pocas novedades. La mayoría de series
de dracmas y divisores se fabricaron en cantidades modestas, a veces con una sola pareja de cuños tal y como
parece comprobarse para los raros divisores ibéricos de imitación masaliota cuyas variantes tipológicas se
basan en ejemplares únicos en el 80% de los casos (ACIP 453-503). La rareza de estas producciones hace
suponer que seguirán apareciendo nuevas variantes y que incluso una parte de ellas nunca llegarán a conocerse.
La reciente proliferación de tipos inéditos de Emporion y Rhode testimonia esta realidad (Chevillon, 2013;
Chevillon y Ripollès, 2013; Chevillon, Ripollès y Lopez, 2013; Villaronga, 2010; Villaronga, 2013; Melmoux
y Chevillon, 2014). Resulta muy complicado recuperar en excavaciones los diminutos divisores de los siglos
V-III a.C. sin un cribado sistemático de la tierra o sin la ayuda de un detector de metales, metodologías que
no siempre resultan viables. Esta última herramienta ha demostrado su eficacia incluso para períodos más
recientes donde las monedas no son tan pequeñas (Fernández Flores, 1999 y 2003). A estos condicionantes
productivos y metodológicos que limitan el conocimiento de las series antiguas cabe añadir su eficaz retirada
de la circulación a comienzos del siglo II a.C. como parte de los botines hispanos trasladados a Roma.
Los llamados denarios ibéricos están mejor documentados porque su producción fue más abundante y
sistemática. La obra de Vives ya incluyó sus principales variantes y pocas novedades significativas se han
producido desde entonces. Entre diferentes denarios de una misma serie existen diferencias en detalles del
grabado que resultan irrelevantes en relación con el sentido global de la emisión. Algunas variantes de signos
constituyen anécdotas epigráficas dentro de series prolongadas y las singularidades relativas al número, forma
o disposición de los rizos en los peinados son propicias a valoraciones subjetivas y no siempre constituyen
un criterio fiable para diferenciar emisiones. Estas variantes únicamente aportan profundidad con vistas a la
enumeración de un repertorio formal, pero a costa del establecimiento de unas categorías muy imprecisas.
Sólo los estudios de cuños resultan de utilidad para descubrir en qué medida las diferencias tipológicas o de
estilo pueden resultar relevantes. En series prolongadas los cuños evolucionaron de una forma progresiva,
incluyendo cambios y errores de grabado irrelevantes dentro de la emisión considerada como conjunto. No
tendría sentido llegar al extremo de identificar cada cuño como una variante tipológica.
3. UNA MONETIZACIÓN TARDÍA
3.1. Emisiones pioneras en plata
El fenómeno monetal fue inicialmente colonial. Emporion comenzó la producción de dracmas y otras piezas
de peso notablemente elevado a finales del siglo VI a.C. según se ha descubierto recientemente (Ripollès y
Chevillon, 2013) (fig. 1, nº 1 y 2), iniciativa que presupone el conocimiento de piezas griegas importadas
(Ripollès, 2011). Durante los siglos V-IV a.C. las emisiones locales se limitaron a la producción de fracciones
de plata en las colonias griegas de Emporion y Rhode, para evolucionar posteriormente a un modelo basado en
dracmas con una metrología de 4,75 g (Villaronga, 1997 y 2000; Campo, 2006). Quizá desde el siglo IV a.C.
el fenómeno monetal se hizo más visible en la costa mediterránea y Andalucía a partir del incremento de las
piezas importadas, apreciadas por su valor metálico y estético (Ripollès, 2009; Peris, 2011). En este contexto,
la ciudad ibérica de Arse tomó la iniciativa de acuñar plata a finales del siglo IV a.C. combinando una tipología
helenística con leyendas ibéricas (Ripollès y Llorens, 2002: 326), quizá influenciada por comunidades griegas
asentadas en el lugar (fig. 1, nº 7 y 8). Las series púnicas de plata de Ebusus, Gadir o Malaka se desarrollaron
con plenitud a finales del siglo III a.C. Aunque alguna de sus emisiones podría remontarse incluso hasta finales
del siglo IV a.C., no hay todavía datos suficientes para certificarlo (Chaves, 2009: 53-54; Campo, 2013: 61-62).
Todas estas iniciativas monetarias ciudadanas constituyeron una nueva forma de expresión política y crearon un
instrumento económico de gran utilidad para agilizar las transacciones en sus respectivos ámbitos.
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De Iberia a Hispania. Plata, dracmas y denarios entre los siglos vi y i a.C.
279
ca. 510 a.C.
1
2
3
4
ca. 490-450 a.C.
7
ca. 300-250 a.C.
5
6
8
Emporion
Rhode
Arse
Fig. 1. Las primeras monedas acuñadas en la Península Ibérica. Procedencia: (1) Figueres, Girona; (2, 7) Sagunt,
col. S. V.; (3, 5) Col. particular; (4) Triton XVI, 8/1/2013, nº 168; (6) Bibliothèque nationale de France de París;
(8) Royal Coin Cabinet, Estocolmo.
3.2. El incentivo económico de la Segunda Guerra Púnica
La monetización a gran escala se produjo durante la Segunda Guerra Púnica cuando los contendientes
promovieron importantes emisiones para financiar el conflicto (Marchetti, 1978: 369-430; Villaronga, 1987).
Los cartagineses acuñaron todas sus series en lugares inciertos de la Península, mientras que los romanos
importaron monedas desde Roma y acuñaron localmente, al menos, la dracma del juramento (ACIP 537),
una emisión de victoriatos (RRC 96) y el medio victoriato con símbolo R (ACIP 534; García-Bellido, 20002001: 566-573). Se les atribuyen otras piezas de reducido peso con marca R, quizá aquellas referidas por
Varrón como simbellae y libellae (De ling. lat., 5.174; ACIP 535-536; García-Bellido, 2000-2001: 571-573;
García-Bellido, 2011: 680). Estas emisiones romanas peninsulares no fueron económicamente relevantes;
son escasas y su presencia no resulta significativa en los tesoros del conflicto. La singularidad financiera
romana residió en utilizar la ceca de Emporion al servicio de sus intereses, acuñando una gran cantidad de
dracmas con una tipología ligeramente renovada (Villaronga, 1987).
Diferentes estudios han descrito las series empleadas durante la guerra y su circulación (Marchetti, 1978;
Crawford, 1985; Villaronga, 1973 y 1987; Chaves, 1990; García-Bellido, 1993; Chaves, 2012). Junto a las
producciones oficiales de los estados contendientes se emplearon monedas peninsulares e importadas de
procedencias muy diversas (fig. 2). Resta incluso por identificar a las autoridades responsables de algunas
series de divisores anepígrafos de escasa relevancia económica (ACIP 527, 529-533). La principal fuente
para conocer la masa monetaria de la guerra son los tesoros del conflicto y de los años inmediatamente
posteriores (Marchetti, 1978: 355-368; Villaronga, 1993: nº 11-40) (fig. 4), con series de procedencias muy
variadas, poco favorables para estandarizar el lenguaje de las transacciones.
Junto a todas estas monedas también circularon enormes cantidades de plata en bruto. Los tesoros de
Driebes, Cerro Colorado o Armuña de Tajuña, demuestran que la mezcla de formatos y valores alcanzó
unas proporciones inusitadas (Raddatz, 1969: 210-222, lám. 7-21; Bravo et al., 2009; Gozalbes, Cores y
Ripollès, 2011). Otra característica de estos conjuntos es su elevado nivel de fragmentación; monedas y
objetos aparecen recortados bajo un amplio rango de pesos, que incluye desde pequeñas piezas de plata de
apenas 0,1 g hasta grandes fragmentos de objetos o lingotes. Ni las tradiciones metrológicas locales ni las
foráneas llegarían a ejercer una influencia apreciable sobre dicha práctica.
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M. Gozalbes y J. M. Torregrosa
4
Importadas
280
5
À la croix
Aquitania
1
Antíoco I
2
6
3
Atenas
7
Roma
Massalia
Roma
Carthago
Roma
16
12
Arse
Emporion
Peninsulares
8
13
Hispano-cartaginesa
Divisores
?
17
14
Saitabi
?
15
9
Hispano-cartaginesa
10
Ebusus
11
Gadir
?
18
Dracma ibérica
19
Hacksilber
Fig. 2. Ejemplos de la masa monetaria de la Segunda Guerra Púnica. Procedencia: (1, 2, 3, 4 y 18) Ripollès, Cores y
Gozalbes, 2009: nº 2, 1, 3, 4 y 18; (5) Col Cores; (6, 12, 13, 19) Museu de Prehistòria de València 28621, 42267, 29584,
26117-26119, 26122, 26123; (7) NAC 79, 20/10/2014, nº 22; (8) Freeman & Sear, 5/1/2010, nº 35; (9) Goldberg 72,
5-6/2/2013, nº 4032; (10, 14, 16, 17) Col. particular; (11) Vico, 5/6/2008, nº 95; (15) Aureo & Calicó 24/4/2014, nº 79.
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De Iberia a Hispania. Plata, dracmas y denarios entre los siglos vi y i a.C.
281
Los tesoros de la Segunda Guerra Púnica muestran que las monedas hispano-cartaginesas predominan
en el sudeste, las emisiones romanas y las dracmas emporitanas lo hacen en el noreste y que ambas se
mezclan en una amplia zona de contacto (Villaronga, 1993: 72). Resulta sencillo enumerar las series
producidas y señalar patrones de circulación, pero complicado comprender los inconvenientes cotidianos
y las limitaciones derivadas de emplear esta heterogénea masa monetaria. La diversidad de piezas no
facilitaba la realización de transacciones estandarizadas y resulta poco factible que los precios pudiesen
establecerse en diferentes territorios según una moneda de cuenta común.
Tras la victoria romana, las autoridades debieron considerar los beneficios derivados de la superación
de estos inconvenientes. Ello llevaría a sentar las bases para lograr una masa monetaria ordenada que,
adicionalmente, contribuiría a borrar la memoria del enfrentamiento. La variadas monedas de la guerra
circularon durante las primeras décadas del siglo II a.C., pero en pocos años serían retiradas de la
circulación. Los tesoros de mediados de siglo ya no incluyen ninguna de estas piezas, consecuencia de una
desmonetización efectiva de todas estas series quizá operada por los romanos con algún tipo de intimidación
o incentivo. Los botines descritos por Livio entre los años 180 y 170 a.C. ratifican este proceder. Resulta
sorprendente la eficacia de la retirada, ya que los romanos no controlaban por aquel entonces la totalidad
del territorio peninsular. El denario romano, que se había creado hacia el 211 a.C., sería desde entonces la
piedra angular del futuro sistema monetario hispano en su camino hacia la homogeneidad.
La cantidad de plata acuñada en Iberia hasta la Segunda Guerra Púnica habría alcanzado los 174.174
kilos según las estimaciones de Villaronga (1995b: 8-9).1 Curiosamente, esta cifra se encuentra muy
próxima a las cantidades de moneda transportada a Roma entre los años 199-180 a.C. relacionadas por
Livio y que podrían rondar los 182.000 kilos.2 Cadiou calcula que los botines ascendieron a 47 millones
de denarios (Cadiou, 2008: 490-491). Hay que suponer que las retiradas de monedas y plata fueron más
abundantes que las recogidas por las fuentes, que difícilmente pueden ser exhaustivas en este sentido
(Muñoz, 1988). Aunque se trate de estimaciones con un amplio margen de error, sus resultados ofrecen
una aproximación a dichas magnitudes. Según Villaronga los denarios de los siglos II-I a.C. pudieron
alcanzar volumen total de 181.008 kg (1995b: 12), cifra que casualmente también se sitúa próxima a las
anteriormente referidas.
4. PLATA EN BRUTO Y TESOROS
Las emisiones previas a la guerra y las relacionadas con el conflicto representaron un valor modesto en
comparación con la plata en bruto, materia prima que siempre tuvo que ser más abundante que cualquiera
de sus productos y que gozaba de una amplia reputación (Chic y García Vargas, 2006). Estos fragmentos se
refieren como Hacksilber y han recibido una atención creciente desde que se publicaron diversos ejemplos
de su uso como dinero en fechas antiguas en Extremo Oriente (Balmuth, 2001). La plata en bruto de los
tesoros republicanos ha sido catalogada exhaustivamente (Raddatz, 1969; Chaves, 1996), analizada en
estudios regionales (Ripollès, 2009 y 2011; Campo, 2011) y también ha constituido el tema central del
IV Encuentro Peninsular de Numismática Antigua en 2010 (García-Bellido, Callegarin y Jiménez, 2011).
Estrabón refería que los pueblos del interior utilizaban láminas de plata recortadas para los intercambios,
sin embargo los territorios occidentales no cuentan todavía con refrendo arqueológico de esta práctica
(Estrabón, III, 3, 7). La plata predominó en la parte oriental de la Península, mientras que el oro lo hizo en
1
2
Incluye 9.786 kg de fracciones de plata, 9.588 kg y 4.982 kg de dracmas de Emporion y Rhode, 99.458 kg de emisiones
cartaginesas (96.625 kg de hispano-cartaginesas, 1.100 kg de Gadir y 1.733 kg de Ebusus), 39.809 kg de Emporion al servicio de
los romanos, 3.256 kg de Arse y 7.295 kg de dracmas ibéricas de imitación.
Cuatro referencias de Livio incluyen bigati y argentum oscense (Livio 34.10, 4 y 7; 34.46, 2; 36.39, 2) cuyo total no superaría
los 3.000 kg, mientras que las libras de monedas inciertas (Livio 33.27, 2; 34.10, 4 y 7; 34.46, 2), ascenderían a unos 179.192 kg.
Estimaciones realizadas a partir de una libra teórica de 324 g. y un peso hipotético de las monedas de 4 g.
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M. Gozalbes y J. M. Torregrosa
la parte occidental (Raddatz, 1969: mapas 7 y 11; García-Bellido, 2011; Callegarin y García-Bellido, 2012;
121, fig. 2). El oro no pudo asumir un papel comparable al de la plata en la rutinas de pago cotidianas, ya
que fue más escaso, presenta las limitaciones derivadas de un valor intrínseco muy superior, no circuló en
bruto y no se atestiguan objetos fragmentados. Su utilidad económica como atesoramiento de riqueza es
incontestable, pero como medio de pago solo sería transferido excepcionalmente. Laminillas e hilos de oro
se han descrito como Hackgold (García-Bellido, 2011: 125; Callegarin y García-Bellido, 2012: 123), pero
los hallazgos no refrendan todavía que esta práctica gozase de un éxito comparable al de la plata.
Los tesoros son la principal fuente para conocer sus contextos de uso y características, aunque también
algunos hallazgos aislados testimonian este hábito en zonas de intensa actividad económica como Sagunto,
donde se han recuperado multitud de pequeños fragmentos de plata (Ripollès y Llorens, 2002: 217-233).
El depósito del siglo IV a.C. de La Bastida de les Alcusses está formado por cinco pequeñas tortas y no
incluye monedas (Álvarez y Vives-Ferrándiz, 2011: 189-191) (fig. 3). El metal en bruto permitía acumular
riqueza y facilitaba las transacciones, pero no servía como medida de valor estándar al carecer de un peso
regular. Además las piezas de peso elevado eran poco útiles para pagos cotidianos. Los tesoros mixtos con
metal y monedas se extienden entre los siglos IV y I a.C. por toda la Península Ibérica. La recopilación de
Raddatz, que también incluye los hallazgos sin monedas, revela un patrón de pérdida claramente asociado
a los cursos fluviales más importantes que además le permiten organizar los hallazgos en grupos regionales
de cronología aproximadamente común (1969: mapa 1-2) El atesoramiento mixto de monedas, lingotes y
objetos de plata en la Península Ibérica atravesó por diferentes fases con matices propios, que a grandes
rasgos podrían resumirse de la siguiente manera (fig. 4-10).
1) La plata en bruto tuvo un protagonismo notable en los tesoros al menos desde el siglo IV a.C. (fig. 4).
Cuando se combina con monedas como en los tesoros del Montgó, Pont de Molins o Puig de la Nau, éstas
sólo representan una exigua parte por peso y valor (Ripollès, 2013: 12). Lingotes y barritas son el formato más
común de estos conjuntos aunque también se documentan joyas y piezas de vajilla enteras y fragmentadas.
Hasta finales del siglo III a.C. las monedas fueron irrelevantes en términos de valor como parte de los tesoros.
2) Los tesoros de la Segunda Guerra Púnica y los años inmediatamente posteriores incluyen monedas en
abundancia junto a lingotes, joyería y vajilla de plata (fig. 4 y 5). Un cálculo aproximado sobre el conjunto
de tesoros del conflicto revela que el peso de la plata en bruto duplica el de las monedas (Gozalbes, Cores y
Ripollès, 2011: 1169). La cantidad de monedas aumenta considerablemente respecto al período precedente
y se amortizan por recorte una gran cantidad de objetos que abandonan cualquier función distinta a la
económica (van Alfen, Almagro-Gorbea y Ripollès, 2008; Gozalbes, Cores y Ripollès, 2011; Chaves y
Fig. 3. El depósito de lingotes de La Bastida de les Alcusses (Moixent, Valencia). 207,3 g. Siglo IV a.C.
(Museu de Prehistòria de València).
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De Iberia a Hispania. Plata, dracmas y denarios entre los siglos vi y i a.C.
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Fig. 4. Tesoros de los siglos IV-III a.C.
Fig. 5. Fragmentos de plata recortada del tesoro de Armuña de Tajuña (col. Cores).
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M. Gozalbes y J. M. Torregrosa
Fig. 6. Tesoros del siglo II a.C. y comienzos del siglo I a.C.
Fig. 7. Tesoro de Mogón I. Imagen: Ángel Martínez Levas, Museo Arqueológico Nacional.
CER.es (http://ceres.mcu.es), Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, España.
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De Iberia a Hispania. Plata, dracmas y denarios entre los siglos vi y i a.C.
285
Fig. 8. Tesoros del del siglo I a.C. atribuidos a los años de las guerras sertorianas.
Fig. 9. Tesoro de las
Filipenses. Museo de
Palencia. Depósito de las
religiosas filipenses.
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286
M. Gozalbes y J. M. Torregrosa
Fig. 10. Tesoros de mediados del siglo I a.C.
de la Bandera, 2013). Estos hallazgos con recortes son comunes en el interior en un área con centro en
las provincias de Cuenca y Guadalajara (Rodríguez y Canto, 2011), quizá originados en situaciones de
necesidad a consecuencia de la guerra o en contextos como el reparto de botines, donde se hacía necesario
fragmentar las piezas para su distribución. En un contexto donde los recortes parecen una operación
cotidiana cabe preguntarse sobre cuántos disponían de herramientas y de la habilidad necesaria para
llevarlos a cabo. Frente a las monedas, estos fragmentos disfrutaban de la ventaja de no presentar diseños
que sugiriesen afinidad política con cualquiera de los estados beligerantes, aunque para las poblaciones
afectadas representaban la prueba material del sometimiento y el recuerdo del expolio sufrido.
3) Las décadas centrales del siglo II a.C. no proporcionan apenas tesoros. Quizá los traslados de botines
a Roma mermaron considerablemente las capacidades de acumulación de metales preciosos. Pero a finales
del siglo II a.C. se documentan numerosos hallazgos en Andalucía testimonio de una recuperación que
incluye piezas de joyería y vajilla completas y tortas de plata enteras o recortadas (Chaves, 1996) (fig.
6 y 7). Los lingotes parecen normales en este contexto de grandes recursos mineros (Arboledas, 2010) y
los fragmentos de objetos ya no forman parte de este panorama. El tesoro de Salvacañete demuestra que,
a comienzos del siglo I a.C., en un contexto quizá votivo (Cabré, 1936; Marcos et al., 1998), estas piezas
recortadas tampoco formaban ya parte de los ahorros en el entorno conquense.
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De Iberia a Hispania. Plata, dracmas y denarios entre los siglos vi y i a.C.
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4) En los tesoros sertorianos del siglo I a.C. el centro de gravedad de los hallazgos se desplaza al norte
y hacia la fachada atlántica (fig. 8). Las ocultaciones mezclan monedas y joyas enteras, pero la plata en
bruto y los recortes han desaparecido por completo de la circulación (fig. 9). Los conjuntos de Palencia
(Cerro de la Miranda, Filipenses) o de Padilla de Duero (Raddatz, 1969; Delibes et al., 1993) no incluyen
plata en bruto, ni fragmentos recortados que tampoco se atestiguan en fechas más tardías como en el
Castro de Arrabalde (Sánchez de Arza, 1984). Las pesadas joyas de estos conjuntos vacceos tuvieron una
utilidad absolutamente limitada como medio de pago, pero constituyeron una significativa reserva de valor,
como capitalizaciones de particulares o quizá de tesoros públicos (Callegarin y García-Bellido, 2012: 124125). Pudieron servir como valores de cuenta ya que sus pesos siguieron de forma sistemática un patrón
metrológico local. Otros tesoros posteriores a este conflicto quedan fuera del análisis por corresponder a
una época en la que ya no se acuñaba plata en Hispania. A mediados del siglo I a.C. el centro de gravedad
de los hallazgo se desplaza nítidamente hacia el oeste de la Península (fig. 10).
5. ÉXITO DEL MODELO GRIEGO Y PRIMEROS CONTACTOS CON ROMA
Los hábitos monetales se extendieron en la Península Ibérica a raíz de la Segunda Guerra Púnica.
Los romanos pudieron cubrir parte de sus gastos con emisiones de dracmas en Emporion a partir del
218 a.C. manteniendo el diseño y la epigrafía tradicional de la colonia griega (Marchetti, 1978: 382;
Villaronga, 1987), pero transformando la cabeza de Pegaso en una figura masculina que se toca los pies
con las manos (fig. 2, nº 12), ligera modificación del diseño original que contaba con mayor reputación
y potencial económico.
Las series de Emporion con divinidad femenina/Pegaso fueron copiadas durante la guerra y los
años posteriores por nuevas cecas ibéricas que acuñaron las llamadas dracmas ibéricas de imitación
(CNH p. 36-60; ACIP 289-452; Villaronga, 1998). Este fenómeno representa la incorporación masiva
de los pueblos ibéricos a la acuñación de moneda, según se desprende de las originales y variadas
inscripciones que utilizaron. Se han identificado alrededor de un centenar de epígrafes diferentes
en compañía del diseño originalmente emporitano. Algunas reproducen con poco acierto el nombre
ΕΜΠΟΡΙΤWΝ, mientras que otras incluyen leyendas ibéricas reveladoras de su naturaleza autóctona.
También son frecuentes epígrafes con signos de lectura complicada, pseudo-griegos o pseudo-ibéricos
que ocasionalmente siguen patrones susceptibles de ser reconocidos (Crusafont, 2008), quizá ligados
a los hábitos epigráficos de grabadores concretos.
Los escasos indicios disponibles sitúan su acuñación centrada en el territorio catalán, idea ratificada
a partir de los escasos nombres de lugar reconocibles en sus leyendas (Villaronga, 1998: 99-100). Las
dificultades de lectura de muchos epígrafes, impiden estimar la cantidad de autoridades implicadas en
este fenómeno de duración efímera (Villaronga, 1998: 61-67). Algunas leyendas ibéricas reproducen
nombre de lugares, como iltirtar (CNH 41/32-39), orose (CNH 42/40-41), tarankonsalir (CNH 44/56),
barkeno (CNH 51/95) o belse (CNH 52/105), e incluso unas pocas sorprenden con el uso nombres
personales (de Hoz, 1995: 321), rasgo exclusivo de estas producciones, no reconocido sobre ninguna
otra serie autóctona de plata anterior o posterior.
En un mundo de incipiente monetización pudieron funcionar un número limitado de talleres
itinerantes al servicio de las ciudades que disponían de plata y deseaban convertirla en moneda. El
modelo productivo parece reflejar un escaso nivel de organización, el surgimiento espontáneo de los
talleres y la improvisación fruto de una fuerte demanda de moneda. Creadas bajo una relativa autonomía,
las situaciones de premura pudieron favorecer las copias sucesivas y el concurso de grabadores iletrados,
responsables de frecuentes errores y de la creación de epígrafes incongruentes, circunstancia excepcional
en la historia monetaria antigua de la Península Ibérica. Posiblemente, la disponibilidad de plata era la
única condición necesaria para la acuñación de estas monedas.
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En este panorama monetario, las fraccionarias y los fragmentos de plata recortada facilitaban las
transacciones modestas y aportaban precisión en los pagos. Aunque circulaban algunos bronces hispanocartagineses y romanos (Ripollès, 1982 y 1984), los usuarios todavía no contaban con un sistema
bimetálico organizado y significativo cuantitativamente. Un gran bronce romano podía igualar o superar
en valor a los pequeños divisores de plata, singularidad fruto de una masa monetaria excepcional
construida a partir de modelos dispares.
Al finalizar la guerra se dejaron de acuñar los pequeños divisores de plata, los que ya circulaban se
retiraron, y la función que habían desempeñado como moneda de reducido valor comenzaría a ser asumida
por abundantes y variadas series de bronce. Este cambio de modelo sería una de las transformaciones más
notables de la masa monetaria peninsular tras el triunfo romano en la Segunda Guerra Púnica.
En relación con la guerra, algunas cecas locales desarrollaron afinidades productivas, tipológicas y
metrológicas con el modelo monetario romano. Saitabi (Xàtiva, Valencia) acuñó didracmas, dracmas y
hemidracmas con reversos que copiaban las emblemáticas piezas de oro republicanas de 60, 40 y 20 ases
(Ripollès, 2007: 33-35). Es un ejemplo aislado que demuestra la influencia romana en la esfera productiva
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Archivo
de
Prehistoria Levantina
Servicio de Investigación Prehistórica
del
Museo de Prehistoria de Valencia
Vol. XXX
Diputación de Valencia
Valencia, 2014
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA (APL)
Revista del Museu de Prehistòria de València.
Fundada en 1928 por D. Isidro Ballester Tormo como Anuario del Servicio de Investigación Prehistórica
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eISSN: 1989-0508
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Imprime: Imprenta Provincial
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ÍNDICE
1
17
A. García Moreno
El poblamiento paleolítico de la cuenca del río Mundo (Albacete)
D. Roman Monroig y V. Villaverde Bonilla
Dos retocadores solutrenses de la Cova de les Cendres (Teulada-Moraira, la Marina Alta,
País Valenciano)
27 E. Duarte Matías, M. de la Rasilla Vives y J. E. Aura Tortosa
La técnica pseudoexcisa en el Badeguliense / Magdaleniense arcaico de Asturias
57
J. Carrasco Rus y F. Martínez-Sevilla
Las cronologías absolutas del Neolítico Antiguo en el sur de la península ibérica. Nuevas
dataciones
81
P. García Borja, J. E. Aura Tortosa, J. F. Jordá Pardo y D. C. Salazar-García
La cerámica neolítica de la Cueva de Nerja (Málaga, España): salas del Vestíbulo y la Mina
133
J. A. Afonso Marrero, J. A. Cámara Serrano, L. Spanedda, J. A. Esquivel Guerrero,
R. Lizcano Prestel, C. Pérez Bareas y J. A. Riquelme Cantal
Nuevas aportaciones para la periodización del yacimiento del Polideportivo de Martos (Jaén):
la evaluación estadística de las dataciones obtenidas para contextos rituales
159
O. García Puchol, L. Molina Balaguer, F. Cotino Villa, J. L. Pascual Benito,
T. Orozco Köhler, S. Pardo Gordó, Y. Carrión Marco, G. Pérez Jordà, M. Clausí Sifre y
L. Gimeno Martínez
Hábitat, marco radiométrico y producción artesanal durante el final del Neolítico y el Horizonte
Campaniforme en el corredor de Montesa (Valencia). Los yacimientos de Quintaret y Corcot
213
A. J. Lorrio, P. Iborra Eres y M.ª D. Sánchez de Prado
Depósitos rituales de fauna en el oppidum prerromano de El Molón (Camporrobles, Valencia)
239
I. Grau Mira e I. Amorós López
Secuencia de ocupación y análisis territorial del poblado ibérico de El Xarpolar
(Vall d’Alcalà, Alacant)
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263
I. Simón Cornago y C. Jordán Cólera
Ildi: un grafito de La Alcudia de Elche (Alicante)
275
M. Gozalbes y J. M. Torregrosa
De Iberia a Hispania. Plata, dracmas y denarios entre los siglos VI y I a.C.
317
P. P. Ripollès y G. Cores
Las monedas de la ceca de Oskumken
327
J. M. Torregrosa y F. Arasa
La circulación monetaria en la ciudad romana de Lesera (La Moleta dels Frares, El Forcall,
Castellón) y su territorium
375
R. Cebrián Fernández
Dos inscripciones funerarias inéditas procedentes de Cañada del Hoyo, Cuenca
(territorio de Valeria, Conventus Carthaginiensis)
383
F. J. Puchalt Fortea e I. Fortea Beneyto
Evidencias de traumatismos craneales en la población cristiana de Gandía (Valencia)
389
T. Pasíes Oviedo
La villa de Cornelius (l’Ènova, Valencia): trabajos de conservación y restauración
para un proyecto expositivo
401
I. Izquierdo Peraile, C. López Ruiz y L. Prados Torreira
Infancia, museología y arqueología. Reflexiones en torno a los museos arqueológicos
y el público infantil
419
Normas para la presentación de originales
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Archivo de Prehistoria Levantina
Vol. XXX, Valencia, 2014, p. 1-16
Alejandro GARCÍA MORENO a
El poblamiento paleolítico
de la cuenca del río Mundo (Albacete)
RESUMEN: En este artículo se presentan los datos disponibles acerca del poblamiento de la cuenca del río
Mundo (sur de Albacete) durante el Paleolítico. En esta región se ha documentado un número significativo de
yacimientos, que abarcarían desde el Paleolítico Inferior hasta el Mesolítico y los comienzos del Neolítico,
aunque el conocimiento que se tiene del poblamiento prehistórico de la región es fragmentario. Por ello,
es necesario establecer una visión de conjunto, englobando la información aportada por los yacimientos
documentados hasta el momento, que nos permita comprobar cuál es el estado de la cuestión en esta área.
La revisión de esta información, a pesar de ser todavía muy limitada, permite plantear la existencia de un
poblamiento más complejo de lo que se ha supuesto para esta zona para algunos periodos.
PALABRAS CLAVE: poblamiento, Paleolítico Medio, Paleolítico Superior, Epipaleolítico, sureste de la
Península Ibérica.
The Palaeolithic settlement of El Mundo river basin (Albacete, Spain)
ABSTRACT: In this paper, the available archaeological information regarding the Palaeolithic settlement
of el Mundo river basin and the Alcaraz Sierra is presented. This region has yielded a significant number
of Paleolithic sites. These sites range from the Lower Paleolithic to the Mesolithic and early Neolithic,
although the knowledge we have of prehistoric settlement in the region is still fragmentary. It is therefore
necessary to broadly approach this context, encompassing the information provided by the sites documented
to date, providing a state of the art of Palaeolithic settlement in this region. The review of this information,
despite being still very limited, shows a more complex settlement than it has been assumed for some periods.
KEY WORDS: settlement, Middle Palaeolithic, Upper Palaeolithic, Epipaleolithic, southeast of Iberian
Peninsula.
a Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria, Universidad de Cantabria.
alejandro.garciamoreno@hotmail.com
Recibido: 12/11/2012. Aceptado: 20/02/2014.
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2
A. García Moreno
1. INTRODUCCIÓN
Los primeros estudios sobre el poblamiento prehistórico del sureste de la provincia de Albacete y, más
concretamente, de la Sierra de Alcaraz y del Segura, se remontan a las primeras décadas del siglo XX, con
el descubrimiento de materiales tardenoisienses en el Abrigo de Alpera, en Almansa (Obermaier, 1916), o
de tipología musteriense en el yacimiento del Canalizo del Rayo, en Hellín (Breuil, 1928) (fig. 1). También
en estos años se lleva a cabo el estudio y valoración del arte rupestre Levantino, considerado por algunos
autores de la época, como Breuil o Cabré, de cronología paleolítica (Alonso Tejada y Grimal, 1994; Ripoll
Perelló, 2001). A lo largo de la primera mitad del siglo XX se producen algunos hallazgos puntuales, como
la posible presencia de materiales de cronología magdaleniense en la Cueva de los Morciguillos (Letur), en
la cuenca del río Taibilla, afluente del Segura (Cuadrado Díaz, 1947).
Sin embargo, no es hasta los años 70 y 80 cuando se produce un aumento considerable en el corpus
de información disponible sobre el poblamiento paleolítico en las serranías del sur de Albacete, debido
a dos fenómenos: por un lado, la realización de una serie de cartas arqueológicas de los municipios de
la región (Jordán Montés, 1992), así como a la puesta en marcha de varios proyectos de investigación
que permitirán documentar las secuencias arqueológicas y los materiales de la Cueva del Niño, en Ayna
(Higgs et al., 1976), junto a otros conjuntos de la cuenca media del río Mundo (Serna López, 1990), o del
Abrigo del Molino del Vadico (Córdoba de Oya y Vega Toscano, 1988). A estos proyectos hay que añadir
el descubrimiento y/o revisión de diversos sitios realizados en las últimas décadas.
Como resultado, contamos en la actualidad de un corpus de datos abundante para esta zona, lo que en
nuestra opinión requería una puesta en conjunto de todos ellos. Aunque la mayor parte de la información
existente procede de recogidas de materiales líticos de superficie, lo que ofrece una visión muy fragmentaria,
los datos disponibles permiten aproximarnos al poblamiento paleolítico de la región, ofreciendo una imagen
más rica y compleja de lo que pudiera suponerse inicialmente.
Fig. 1. Materiales procedentes del yacimiento
del Canalizo del Rayo (Breuil, 1928).
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El poblamiento paleolítico de la cuenca del río Mundo (Albacete)
3
2. LOCALIZACIÓN Y DESCRIPCIÓN DEL ÁREA DE ESTUDIO
La cuenca del río Mundo se localiza al sur de la provincia de Albacete, marcando la transición entre
la llanura manchega y la Cordillera Bética (fig. 2). Se enmarca dentro de la Sierra de Alcaraz, un área
montañosa formada por las últimas estribaciones del Sistema Prebético, que a su vez forma parte de la
Sierra del Segura. Esta región se caracteriza por una gran complejidad estructural, debido a la alternancia
de elevaciones y depresiones, que dan lugar a un relieve en general abrupto y de carácter montañoso.
Las alineaciones montañosas siguen una orientación general SW-NE, con la mayoría de sus picos
presentando altitudes superiores a los 1.500 metros, destacando el Pico de Las Almenaras (1798 m), la
mayor cota del sistema.
El río Mundo cuenta con una cuenca de recepción de aproximadamente 2400 km2 y una longitud de
unos 150 kilómetros, presentando un carácter marcadamente estacional y torrencial en su cuenca alta y
media. Inicialmente sigue una orientación SW-NE, para cambiar hacía el NW-SE en un segundo tramo,
hasta su desembocadura en el río Segura, en la vertiente mediterránea de la Sierra de Alcaraz (López
Vélez, 1996). En su primera mitad el Mundo discurre encajonado a través de la garganta excavada en las
calizas del Jurásico, dando lugar a hoces y cañones, al que se suman ramblas y barrancos subsidiarios,
configurando una orografía compleja y fracturada (fig. 3).
No obstante, en esta parte alta de la cuenca también pueden encontrarse terrenos más suaves y abiertos,
formados por pequeños valles de relleno cuaternario y altiplanicies calizas denominadas calares (fig. 4).
En su cuenca baja el río atraviesa el paisaje más suave y ondulado del Campo de Hellín, transición entre las
sierras del interior y el Altiplano de Yecla; es aquí donde finalmente se une al río Segura.
Desde el punto de vista biogeográfico, la cuenca del río Mundo se encuadra en la Región Mediterránea,
por lo que presenta una marcada estación estival, con una aridez de al menos dos meses al año (López Vélez,
1996). La vegetación propia de esta región estaría formada principalmente por encinares, aunque hoy día
Fig. 2. Localización de la cuenca del río Mundo y la Sierra de Alcaraz con los yacimientos mencionados en el texto.
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4
A. García Moreno
Fig. 3. Vista del cañón formado por el río Mundo en su cauce medio, a su paso por la aldea de Royo Odrea.
Fig. 4. Vista desde la aldea de Casas del Ginete de las altiplanicies existentes en la cuenca media del río Mundo. Al
fondo a la derecha se observa la Peña de la Albarda (1.256 m s. n. m.).
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El poblamiento paleolítico de la cuenca del río Mundo (Albacete)
5
se encuentra escasamente representada por la acción antrópica (Verde et al., 1998). Desgraciadamente, no
contamos con datos paleobotánicos o paleoclimáticos que nos permitan aproximarnos a las condiciones
climáticas y al medio ambiente de la región durante el Cuaternario; no obstante, los datos obtenidos en el
Mar de Alborán indican que el sureste de la Península Ibérica se vio afectado por las mismas oscilaciones
climáticas que el resto del continente europeo, aunque contaría con un clima más suave en las fases estadiales
(Cacho et al., 1999). Es de suponer una evolución semejante en la Sierra de Alcaraz y la cuenca del Mundo.
3. ALGUNAS CONSIDERACIONES PREVIAS: LIMITACIONES
El análisis del poblamiento paleolítico de un territorio determinado está siempre condicionado por una serie
de limitaciones, que en el caso concreto de la cuenca del río Mundo se ven acentuadas por lo fragmentario
de la información disponible, en la mayoría de los casos procedente de recogidas de materiales líticos de
superficie. La ausencia de secuencias estratigráficas locales bien datadas en las que sea posible contrastar
la evolución temporal de las técnicas de producción lítica hace que la atribución crono-cultural de estos
hallazgos de superficie sea incierta, basándose exclusivamente en criterios tipológicos.
Este hecho podría explicar la desproporción existente entre la presencia de yacimientos asignados al
Paleolítico Medio y, en menor medida, al Epipaleolítico, con respecto a la de aquellos correspondientes al
Paleolítico Superior. La escasez de evidencias de ocupaciones en el interior peninsular durante el Paleolítico
Superior llevó a algunos autores (Corchón Rodríguez, 2006; Vallespí Pérez et al., 1988) a plantear la
posibilidad de que la Meseta hubiese quedado prácticamente deshabitada durante este periodo, limitándose
la presencia humana a incursiones esporádicas desde zonas periféricas como el Levante (Davidson, 1983,
1986). Sin embargo, la escasa representación de yacimientos adscritos al Paleolítico Superior en el interior
peninsular puede deberse a problemas en la identificación y definición de los conjuntos, más que a un vacío
poblacional real (Davidson, 1991).
Así pues, esta imagen podría estar sin duda condicionada por la mayor visibilidad arqueológica y el
carácter diagnóstico de los elementos líticos que componen los conjuntos musterienses; debe tenerse en
cuenta que, a excepción de unos pocos casos, como la cueva del Niño, el resto de yacimientos considerados
han sido identificados y definidos a partir de recogidas de materiales líticos en superficie que, siendo
considerados como un todo homogéneo cultural y cronológicamente, podrían corresponder en realidad a
diferentes ocupaciones en periodos distintos. De hecho, la aparición de útiles característicos del Paleolítico
Superior, como raspadores, buriles, perforadores o núcleos prismáticos, en algunos de los yacimientos
asignados al musteriense, como el Canalizo del Rayo, la Laguna del Polope, el Pedernaloso o La Fuente,
podría estar indicando que la ocupación de estos asentamientos abarcó diferentes periodos del Paleolítico,
incluyendo el Superior.
De igual modo, el bagaje industrial de algunos de los yacimientos asignados al Epipaleolítico por la
aparición de laminillas de dorso, microburiles y raspadores podría corresponder a conjuntos del Paleolítico
Superior Final, donde este tipo de elementos son comunes.
Por lo tanto, la identificación de conjuntos líticos pertenecientes al Paleolítico Superior, ante la falta
de elementos claramente diagnósticos, sería menos evidente que en el caso de los conjuntos musterienses,
lo que podría estar sesgando nuestra imagen del poblamiento en la región durante el Pleistoceno Superior.
El descubrimiento de los yacimientos de El Palomar (Vega Toscano y Martín Blanco, 2006) y del Molino
del Vadico (Vega Toscano, 1993), así como la existencia de diversas estaciones de arte rupestre (Balbín y
Alcolea, 1994, 2003) y yacimientos arqueológicos datados en el Paleolítico Superior en la Submeseta sur,
como el abrigo de Verdelpino, en Cuenca (Rasilla Vives et al., 1996), corroborarían que el interior peninsular
en general, y la Sierra del Segura en particular, estuvieron poblados durante el Pleistoceno Superior, si bien
es cierto que el número de yacimientos adscritos a la primera mitad del Paleolítico Superior sigue siendo
muy reducido para el interior de la Península Ibérica, especialmente en la Submeseta sur (Cacho et al., 2010).
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A. García Moreno
En segundo lugar, otro problema fundamental al abordar el estudio del poblamiento prehistórico de
esta región es el de la imposibilidad de concretar la “contemporaneidad” del conjunto de yacimientos
documentados en la cuenca del Mundo. Si bien todos ellos comparten una serie de características que
permiten englobarlos dentro del mismo periodo cronocultural (o tecnocomplejo), fundamentalmente por
la homogeneidad de sus conjuntos líticos, a la hora de establecer relaciones entre yacimientos es necesario
contar con una precisa información sedimentológica, paleoclimática y cronológica para considerar a un
grupo de asentamientos como parte de un mismo esquema de ocupación del territorio, máxime si se trata de
periodos que abarcan una extensión temporal prolongada, como el Paleolítico Medio (Zilhão y Villaverde,
2008: 245). De lo contrario, podríamos caer en lo que Jochim (1991) definió como archaeology as a long
term anthropology, es decir, tratar como algo homogéneo y estático un registro que pudo haberse formado
por dinámicas complejas y cambiantes a corto plazo, mientras que otros autores hablan del problema de
time averaging (Bailey, 1983, 2007).
En cualquier caso, pueden apuntarse algunas observaciones en cuanto a los patrones de asentamiento
y las estrategias de subsistencia de las sociedades prehistóricas que ocuparon la cuenca del río Mundo a lo
largo del Paleolítico, especialmente durante el Paleolítico Medio, aunque éstas deberán ser necesariamente
generales y preliminares, dado lo fragmentario de la información arqueológica disponible hasta el momento.
4. EL PRIMER POBLAMIENTO: PALEOLÍTICO INFERIOR
Apenas contamos con datos sobre los comienzos del poblamiento humano en la cuenca del Segura. Hasta
la fecha, únicamente se ha documentado un yacimiento que podría corresponder al Paleolítico Inferior, el
yacimiento de La Fuente, en Hellín, propuesto como el yacimiento más antiguo de la provincia de Albacete
(Hernández Pérez, 2002; Vallespí Pérez et al., 1988). La industria lítica está dominada por cantos trabajados
tanto unifacial como bifacialmente, bifaces y hendedores, junto con otros tipos como raederas, denticulados
o raspadores (Montes Bernárdez y Rodríguez Estrella, 1985), por lo que se ha atribuido al Achelense. No
obstante, debe tenerse en cuenta que se trata de una recogida superficial de material lítico, sin atribución
estratigráfica, por lo que su cronología se basa en criterios tipológicos.
5. EL PALEOLÍTICO MEDIO: LA EXPANSIÓN NEANDERTAL
El Paleolítico Medio constituye el periodo mejor documentado en la cuenca media del río Mundo. Como
ya se ha comentado más arriba, la importante representación de yacimientos musterienses puede deberse a
la mayor facilidad para identificar estos conjuntos líticos; no obstante, el elevado número de sitios adscritos
al Paleolítico Medio existentes en la cuenca del río Mundo indican un poblamiento intenso y/o complejo
de la región en ese periodo.
A pesar del elevado número de yacimientos documentados, tan sólo la Cueva del Niño ha proporcionado
materiales arqueológicos en contexto estratigráfico, mientras que el resto procede de recogidas superficiales.
Por su parte, en la cercana cuenca del río Segura se encuentra el yacimiento del Abrigo del Palomar, donde
también se ha documentado una secuencia correspondiente al musteriense.
La Cueva del Niño (Ayna) fue descubierta en 1970, cuando se dieron a conocer sus pinturas rupestres
paleolíticas (Almagro Gorbea, 1971), aunque no fue hasta 1973 cuando se llevó a cabo la excavación
parcial de su depósito arqueológico (Higgs et al., 1976). Esta intervención permitió documentar un
conjunto de niveles arqueológicos correspondientes a una serie de ocupaciones a lo largo del Paleolítico
Medio, de acuerdo a la industria lítica aparecida en ellos. Esta industria estaba formada principalmente
por lascas, producidas mediante talla discoide, aunque también se documentan productos fruto de la talla
Levallois así como el reavivado de raederas tipo Quina. Entre los escasos útiles recuperados en este paquete
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El poblamiento paleolítico de la cuenca del río Mundo (Albacete)
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estratigráfico destacan una raedera recta sobre sílex, un canto de cuarcita trabajado y un raspador carenado
(Davidson, 1981, capítulo 10; Davidson y García Moreno, 2013). La materia prima dominante es la cuarcita,
posiblemente de origen local, aunque en el nivel inferior de la secuencia, Nivel XI, que proporcionó la
mayor muestra lítica, la proporción entre sílex y cuarcita está equilibrada.
Al igual que sucedía con la industria lítica, los restos óseos de macromamíferos resultaron también muy
escasos, procediendo la mayoría nuevamente del Nivel XI. El espectro faunístico estaba dominado por el
caballo, seguido por la cabra y el uro (Davidson, 1981, capítulo 10; Davidson y García Moreno, 2013). También
se documentó una presencia significativa de restos de lepóridos, aunque en este caso fue imposible discriminar
si su presencia se debía a la actividad cinegética de los ocupantes de la cavidad, o a la acción de depredadores.
En la vecina cuenca del río Segura encontramos el yacimiento del Abrigo del Palomar (Yeste), descubierto
en los años 80 durante el desarrollo del proyecto “El Paleolítico de la Sierra del Segura” (Córdoba de Oya
y Vega Toscano, 1988). Posteriormente, en el año 1996 se llevó a cabo una primera campaña de excavación
arqueológica, continuada a partir del año 2004. Fruto de estas intervenciones se documentó una unidad
sedimentaria, formada por los niveles inferiores (Niveles XII-VII), que constituía un conjunto homogéneo
de estratos de tipo limoarenoso con presencia de gravas. A esta unidad cabría incluir el Nivel VI, de matriz
arenosa, y adscrito al Paleolítico Medio por su industria; no obstante, la interpretación crono-cultural de
este nivel ha sido cuestionada, debido a que ha sido datado en 28050±230 BP (Peña Alonso, 2011).1 Esta
datación situaría el Nivel VI del Palomar en el Paleolítico Medio, y entroncaría con el debate suscitado en
torno a la pervivencia de comunidades neandertales en el sur de la Península Ibérica más allá del 40000
BP (Baena et al., 2012; Cortés, 2010). En cualquier caso, independientemente de la problemática en torno
al nivel VI, la industria lítica de este paquete resulta homogénea, con un claro predominio de la cuarcita, y
orientada principalmente a la obtención de lascas mediante un esquema dominante discoide, aunque la talla
bipolar está también bien representada, por lo que todo el paquete de niveles subyacentes al nivel V han
sido adscritos al Musteriense (Peña Alonso, 2011; Vega Toscano y Martín Blanco, 2006).
Junto a los trabajos de excavación realizados en la Cueva del Niño, durante el verano de 1973 se llevó a
cabo también una campaña de prospección arqueológica en el cauce medio del río Mundo, aunque dado el
relieve escarpado de la zona, ésta fue necesariamente limitada. No obstante, fruto de estas prospecciones se
documentaron diversas áreas de concentración de restos líticos, en su mayor parte asignables al Paleolítico
Medio (Davidson, 1986), dado que se trata de “conjuntos formados por piezas realizadas básicamente sobre
cuarcita, generalmente de tamaño medio y grande, […] presencia en ellos de raederas, piezas de muesca y
núcleos discoides y levallois” (Serna López, 1990: 5). Algunos de estos conjuntos están formados por tan
sólo unas pocas piezas líticas, como los de la Rambla del Fontanar, la Rambla de Moriscote o la Rambla de
la Jara, mientras que otros se componen de varias decenas de artefactos, como los yacimientos del Cerro de la
Cantera, el Calderón del Moro o la Rambla del Talave (Serna López, 1990). En todos ellos la materia prima
empleada es casi exclusivamente la cuarcita en forma de cantos, predominando entre los útiles las raederas,
los cuchillos de dorso, los cantos trabajados o los productos de talla Levallois (Serna López, 1999).
Además de los documentados durante la mencionada campaña de prospecciones, existen en la cuenca
media del río Mundo otros yacimientos que podrían adscribirse al musteriense. Entre estos destaca el de La
Fuente del Halcón (López Campuzano et al., 2003), muy próximo a la cueva del Niño, donde se localizaron
un total de 13 piezas líticas, fundamentalmente núcleos y lascas corticales, realizadas todas ellas sobre
cuarcitas locales.
En la cuenca baja del río Mundo el poblamiento humano durante el Paleolítico Medio está también bien
representado por una serie de yacimientos en superficie, como los de Canalizo del Rayo, la Laguna del Polope
o el Pedernaloso (Jordán Montés, 1992; López Campuzano, 1993-1994). Los dos primeros presentan unos
conjuntos líticos similares a los de los yacimientos de la cuenca media del Mundo, dominando ampliamente
1 Para una discusión más precisa sobre la problemática asociada a las dataciones de los niveles VI y IV del Palomar consultar
Peña Alonso, 2011.
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A. García Moreno
la cuarcita sobre el sílex y útiles típicos del Musteriense como raederas, denticulados, núcleos, lascas y
puntas Levallois, núcleos discoides, etc. (López Campuzano y Jordán Montés, 1995; Serna López, 1999).
Por el contrario, el yacimiento de El Pedernaloso se localiza sobre un afloramiento silíceo, por lo que la
mayoría del repertorio industrial del mismo está fabricado sobre sílex (Montes Bernárdez et al., 1984); de
este afloramiento procede en gran medida el sílex empleado en otros yacimientos de la zona, como en la
Laguna del Polope, distante 12 km del Pedernaloso (López Campuzano y Jordán Montés, 1995).
En definitiva, contamos para la región con un importante número de yacimientos que por el carácter de
sus industrias líticas podrían corresponder al Paleolítico Medio, aunque el hecho de que la mayoría de ellos
estén formados por hallazgos de superficie impide un acercamiento exhaustivo al poblamiento de la región
durante este periodo. No obstante, pueden apuntarse algunas hipótesis al respecto. En primer lugar, podrían
identificarse dos entidades geográficas diferenciadas, cada una de ellas correspondiente a un tipo de paisaje
y biotopo característico; por un lado, la cuenca alta-media del río Mundo y el área del Calar del Mundo,
donde se encuentra la Cueva del Niño, de paisaje abrupto y encajado, dominado por barrancos cortados
sobre los sedimentos de Liásico; por otro lado, la cuenca baja del río y el Altiplano de Yecla, mucho más
abierta o de relieve más suave, donde los asentamientos se localizan en llanuras de inundación y terrazas
fluviales, generalmente asociados a puntos de agua estables (López Campuzano, 1993-1994). Este mismo
patrón parece observarse en regiones vecinas (Montes Bernárdez et al., 1984; Zilhão y Villaverde, 2008),
donde los yacimientos adscritos al Paleolítico Medio se sitúan bien en ramblas bien en las tierras bajas de
media-montaña y el litoral.
Este doble patrón de ocupación podría deberse a una complementariedad funcional (y puede que
estacional) entre los asentamientos de la cuenca alta-media y los de la cuenca baja, en un modelo de
ocupación del territorio basado en movimientos entre las zonas bajas y llanas del Campo de Hellín y las
serranías de la cuenca media y alta (López Campuzano, 1993-1994). En cualquier caso, debido a la falta de
evidencias que nos permitan plantear una cierta “contemporaneidad” entre estos conjuntos, así como datos
sobre la funcionalidad y época de habitación de cada sitio, este planteamiento debe quedar necesariamente
como una hipótesis meramente teórica. Más complicado aún resulta concretar si este patrón respondería a
desplazamientos de mayor envergadura, que tuviesen su origen en la costa levantina (Serna López, 1997),
debido a la ausencia de evidencias que permitan corroborar este extremo.
Respecto a la explotación del medio, la materia prima empleada en casi todos los yacimientos es
fundamentalmente la cuarcita, probablemente de origen local. La única excepción clara es el yacimiento de
El Pedernaloso, situado sobre un afloramiento silíceo (Montes Bernárdez et al., 1984). En el Nivel XI de la
Cueva del Niño, el sílex es empleado en una proporción similar a la cuarcita, aunque dado el escaso número
de efectivos recuperados en este estrato es difícil valorar la representatividad exacta de estos porcentajes.
Aparentemente el escaso sílex aparecido en los yacimientos es transportado desde varios kilómetros, pero
cuando las fuentes de aprovisionamiento se encuentran demasiado distantes se recurre a materias locales,
como la cuarcita, formando conjuntos líticos en los que destacan los denticulados, muescas y productos
derivados de la talla Levallois (Serna López, 1999; Zilhão y Villaverde, 2008).
Los únicos datos disponibles sobre las bases de la subsistencia provienen de los escasos restos de fauna
obtenidos en la Cueva del Niño, aunque la ausencia de un estudio tafonómico y la naturaleza preliminar del
estudio arqueozoológico impiden la completa valoración de estos datos. En principio, los niveles inferiores
de la secuencia del Niño estarían dominados por la presencia de grandes ungulados, como caballo y uro,
así como cabra, abundante a lo largo de toda la secuencia, mientras que el número relativamente elevado
de lagomorfos parece corresponderse con agentes de acumulación no antrópicos, como las rapaces (Pérez
Ripoll, 1977; Sanchis Serra, 2012). Esta asociación faunística sería similar a la observada en otros yacimientos
musterienses del Levante Peninsular (Yravedra Sáinz de los Terreros, 2004-2005), donde además parece
documentarse en muchos casos una alternancia entre humanos y otros carnívoros en la ocupación de las
cavidades; este podría ser el caso de la Cueva del Niño, donde se ha documentado la presencia de lobo y oso
en los niveles inferiores (Davidson, 1981, capítulo 10; Davidson y García Moreno, 2013).
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El poblamiento paleolítico de la cuenca del río Mundo (Albacete)
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6. PALEOLÍTICO SUPERIOR, ¿VACÍO POBLACIONAL?
Como ya se comentó más arriba, apenas contamos con evidencias sobre la ocupación de la Sierra de
Alcaraz durante el Paleolítico Superior (Hernández Pérez, 2002), lo que llevó a algunos autores a plantear
la existencia de un hiato poblacional en este periodo (Vallespí Pérez et al., 1988), limitándose la presencia
humana a incursiones esporádicas desde la zona levantina (Davidson, 1986).
Efectivamente, la Cueva del Niño constituye la única muestra clara de presencia humana en la cuenca del
río Mundo a lo largo del Paleolítico Superior, fundamentalmente debido a la existencia de pinturas rupestres
de estilo claramente paleolítico en su interior (Almagro Gorbea, 1971; Gárate Maidagán y García Moreno,
2011). Durante la excavación del yacimiento en 1973 se documentó en el vestíbulo de la cavidad, bajo el
panel principal de pinturas rupestres, una serie de tres pequeños niveles de ceniza con abundantes carbones, de
escasa potencia, de cronología incierta por su pobreza en material arqueológico (Davidson y García Moreno,
2013). Sin embargo, en el año 2010, en el marco de un proyecto de datación del yacimiento, se obtuvo una
muestra de hueso procedente del Nivel 2 de esta Tricnhera Interior, cuya datación por AMS-Bioapatito arrojó
una fecha de 22780±60 BP (UGAMS-7738) (Gárate Maidagán y García Moreno, 2011). Esta datación, podría
indicar el momento de realización de las pinturas rupestres parietales, o al menos parte de ellas, lo que sería
coherente con sus características estilísticas (Gárate Maidagán y García Moreno, 2011), aunque propuestas
anteriores situaban estas representaciones en torno al Solutrense y/o Magdaleniense (Almagro Gorbea, 1971;
Balbín Berhmann y Alcolea González, 1994; Fortea Pérez, 1978). En cualquier caso, e independientemente de
su cronología, las pinturas rupestres de la Cueva del Niño evidencian la presencia humana en este yacimiento
durante el Paleolítico Superior, aunque no ofrecen información acerca del carácter de la misma.
Fuera de la Sierra de Alcaraz, en la cercana cuenca del río Segura, los yacimientos de Tus, Molino del
Vadico y El Palomar parecen confirman la presencia humana en el sur de la provincia de Albacete durante
este periodo. Así pues, el abrigo del Molino del Vadico, en el valle del río Zumeta, presenta en la base de
su secuencia estratigráfica, bajo una serie de niveles epipaleolíticos, un conjunto de niveles denominados
Unidad D, en los que se aprecian procesos de gelifracción, y que parecen corresponder a ocupaciones del
Tardiglaciar (Vega Toscano, 1993).
En la cuenca del río Tus, también en la Sierra del Segura, se encuentran los abrigos de Tus I y El
Palomar. Mientras que el primero tan sólo ha proporcionado un limitado volumen de industria lítica y
fauna, que impiden una valoración precisa del conjunto (Córdoba de Oya y Vega Toscano, 1988), el
segundo ha arrojado una secuencia más completa con ocupaciones atribuibles al Paleolítico Superior. La
unidades estratigráfica correspondiente a los niveles V, IV y III ha sido asignada al Gravetiense a partir de
las características de su industria lítica, mientras que el nivel IV ha sido datado en 26430±210 BP (Beta185410) (Peña Alonso, 2011; Vega Toscano y Martín Blanco, 2006). Sobre éste se asienta un estrato con
importantes evidencias de gelifracción (Nivel III), mientras que el Nivel I ha sido atribuido inicialmente al
Magdaleniense Final.
Todavía dentro del área geográfica de la Sierra del Segura, pero ya en la provincia de Jaén, se
encuentra el yacimiento de la cueva del Nacimiento (Pontones), que presenta evidencias de ocupaciones
correspondientes al Paleolítico Superior final-Epipaleolítico, datadas en torno al 11200 BP (GIF-3472), y
caracterizado por la presencia de raspadores, buriles y láminas de sílex con y sin retoque (Rodríguez, 1979).
En definitiva, son muy pocos los datos de los que disponemos para evaluar el poblamiento de esta región
durante el Paleolítico Superior. La imagen, sin duda incompleta, que se nos presenta de este periodo es
la de una total inexistencia de evidencias correspondientes al Paleolítico Superior Inicial (Auriñaciense),
situándose las ocupaciones más antiguas documentadas hasta ahora en el Gravetiense. Parece también
atestiguada la presencia humana durante el Paleolítico Superior final, aunque resulta difícil discriminar
entre el Magdaleniense Superior y el Epipaleolítico. La ausencia de secuencias continuas y bien datadas
impide seguir la evolución cronocultural del Paleolítico Superior en esta región del interior del sureste
peninsular, así como su comparación con las dinámicas observadas en otras regiones, como el Levante.
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A. García Moreno
7. EPIPALEOLÍTICO: LOS ÚLTIMOS CAZADORES DE LA SIERRA
Al contrario de lo que sucedía con el Paleolítico Superior, sí disponemos en cambio de un mayor volumen
de información para la primera mitad del Holoceno, aunque en la mayoría de los casos ésta es de carácter
fragmentario, dado que nuevamente la mayoría de los yacimientos documentados corresponden a recogidas
superficiales de material lítico. Este hecho condiciona nuestro conocimiento sobre las últimas comunidades
cazadoras de la región y la introducción de la economía de producción.
Los niveles superiores de la secuencia estratigráfica de la Cueva del Niño proporcionaron una
importante colección de elementos líticos que podrían corresponder al Epipaleolítico, con un uso
extensivo del sílex, una alta laminaridad y presencia de microlitos geométricos (Davidson y García
Moreno, 2013). Sin embargo, durante el proceso de excavación no fue posible diferenciar entre un
posible nivel de cronología epipaleolítica de las ocupaciones ya correspondientes al Neolítico, mientras
que la mayor parte de la industria lítica podría corresponder a ambos periodos. No obstante, en 1973 se
efectuó una datación radiocarbónica sobre una muestra de carbón procedente del Nivel II de la zona de
excavación denominada Trench 2, que arrojó una fecha de 6990±80 BP (Birm-1113), lo que evidenciaría
algún tipo de presencia humana en el yacimiento durante el Epipaleolítico (Davidson y García Moreno,
2013). Por lo que respecta a la fauna recuperada en estos niveles, se atestigua una presencia importante
de animales salvajes, como cabra, ciervo y principalmente conejo, así como la posible presencia de
ovicápridos domésticos (Davidson, 1981, capítulo 10).
Junto a la evidencia aportada por la propia Cueva del Niño, las prospecciones desarrolladas a lo largo
de la cuenca del río Mundo permitieron documentar diversas concentraciones de material, entre los que
destacaba la Cueva de Moriscote (mencionada por Vita-Finzi, 1978), y que dadas sus características fueron
adscritos al Epipaleolítico, puesto que se trataba de “conjuntos líticos realizados principalmente en sílex,
con piezas de carácter microlítico tales como laminitas de borde abatido, microburiles, raspadores de
pequeño tamaño, etc., siendo escasos los geométricos” (Serna López, 1990: 5). De igual modo, algunos
hallazgos puntuales sugieren la presencia de yacimientos de cronología epipaleolítica en el cauce del río
Talave, en la cuenca baja del Mundo (Jordán Montés, 1992: 198).
Por su parte, el abrigo del Molino del Vadico también proporcionó un conjunto de niveles asignados
al Epipaleolítico, basándose en su posición estratigráfica bajo otra unidad con presencia cerámica, y en
su bagaje industrial (Córdoba de Oya y Vega Toscano, 1988). Al igual que en la Cueva del Niño, en el
Molino del Vadico la industria lítica estaba realizada fundamentalmente en sílex, destacando los elementos
microlíticos; en este sentido, la abundancia de núcleos, percutores y restos de talla parecen indicar una
importante labor de talla en el mismo yacimiento (Vega Toscano, 1993). Entre la fauna documentada, las
especies mejor representadas son la cabra y el conejo, de forma paralela a lo observado en el yacimiento
ayniego. También en la cueva del Nacimiento, en Pontones (Jaén), se documentó un nivel correspondiente
al Epipaleolítico con geométricos (Rodríguez, 1979), datado hacia el 7620 BP (GIF-3471).
El epílogo a estas ocupaciones mesolíticas lo encontramos nuevamente en la Cueva del Niño, donde en los
niveles superiores se documentaron diversos restos de cerámica impresa correspondiente probablemente al
Neolítico Antiguo (Martí Oliver, 1988), así como industria lítica microlaminar que incluía algunos geométricos
(Davidson y García Moreno, 2013). Además, algunos de los restos de ovicaprinos procedentes de estos niveles
podrían pertenecer a animales domésticos, lo que atestiguaría la introducción del pastoreo en la Sierra de
Alcaraz (Rodríguez González, 2008). También el abrigo del Molino del Vadico proporcionó evidencias de
ocupaciones neolíticas, concretadas principalmente en el nivel A1.1, donde la cerámica constituye el principal
componente de la cultura material recuperada, mientras que entre la industria lítica, netamente diferente de lo
existente en los niveles inferiores, aparecen algunos elementos geométricos (Vega Toscano, 1993).
Finalmente, debe tenerse en cuenta la presencia en la región de un buen número de estaciones de arte
rupestre de estilo Levantino, destacando dos núcleos fundamentales: los conjuntos de Nerpio y el Campo
de Hellín, donde se localiza el clásico yacimiento del Abrigo Grande de Minateda en Hellín (Alonso Tejada
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El poblamiento paleolítico de la cuenca del río Mundo (Albacete)
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y Grimal, 2002; García Atiénzar, 2011; Pérez Burgos, 1996). Estas representaciones constituyen sin duda
una excelente evidencia del poblamiento humano en esta región durante la primera mitad del Holoceno,
dado el bajo número de yacimientos arqueológicos documentados hasta el momento, aunque su adscripción
cronológica es todavía motivo de controversia (Alonso Tejada y Grimal, 1994; García Atiénzar, 2011;
Mateo Saura, 1997-1998).
8. DISCUSIÓN: EVOLUCIÓN DEL POBLAMIENTO PALEOLÍTICO
DE LA CUENCA DEL RÍO MUNDO
Como hemos visto en las líneas precedentes, la evidencia sobre el poblamiento prehistórico de la cuenca
del río Mundo y la Sierra de Alcaraz es desigual, según el periodo del que se trate (tabla 1): muy poco
representados el Paleolítico Inferior y Superior, frente a un número mayor de sitios epipaleolíticos y,
fundamentalmente, del Paleolítico Medio, aunque es posible que este desequilibrio se deba en parte a
la mayor o menor representatividad de los conjuntos. En cualquier caso, la información procedente de
todos ellos resulta fragmentaria, puesto que en la mayoría de los casos se trata de recogidas superficiales
de material lítico, mientras que de los pocos yacimientos con secuencia estratigráfica (Cueva del Niño,
Abrigo del Molino del Vadico y Abrigo del Palomar, estos últimos en la cuenca del río Segura) apenas
hay datos publicados. Por lo tanto, únicamente podemos abordar el poblamiento de la región de una forma
discontinua, sin que puedan establecerse claramente las dinámicas de transición entre periodos (fig. 2).
El primer poblamiento de la región parece atestiguado por el yacimiento de La Fuente, en Hellín,
asociado al Achelense Medio (Vallespí Pérez et al., 1988), aunque su cronología exacta y antigüedad
resultan desconocidas. Este sitio indica que las sierras del sur de Albacete fueron ocupadas en un momento
temprano, tratándose por el momento del yacimiento al que mayor antigüedad se otorga en la provincia
(Hernández Pérez, 2002).
La imagen resulta mucho más rica para el Paleolítico Medio, puesto que son varios los sitios
adscritos al musteriense que existen a lo largo de la cuenca del río Mundo. En general, en todos
ellos predomina el empleo de la cuarcita como materia prima, destinada a la producción de soportes
generalmente de gran tamaño, mediante la talla discoide y Levallois. No obstante, el único yacimiento
de la región que ha proporcionado materiales arqueológicos del Paleolítico Medio en contexto
estratigráfico es la Cueva del Niño. En éste, la industria lítica sigue una pauta similar a lo observado en
el resto de conjuntos líticos, especialmente en los hallazgos de superficie de la cuenca media, aunque
en el Nivel XI, uno de los más ricos desde el punto de vista del material arqueológico, el sílex alcanza
valores similares a la cuarcita.
La Cueva del Niño proporciona también los únicos datos referidos a las bases de subsistencia de las
comunidades neandertales que ocuparon la cuenca del río Mundo durante el Musteriense. El espectro
faunístico de los niveles inferiores está dominado por cabra, así como por la presencia significativa de
ungulados de gran talla, como caballos y uros. Mientras que la cabra es característica del entorno de roquedo
donde se localiza la cavidad, los grandes ungulados son propios de espacios abiertos, que habría que buscar
en las altiplanicies que rodean el cañón del río, lo que probablemente esté indicando una explotación
importante de terrenos relativamente alejados del asentamiento, además de los estrictamente locales. Sin
embargo, al carecer de información referida al resto de yacimientos de la zona, no podemos extrapolar este
patrón al conjunto de la región.
A tenor de la localización de los yacimientos musterienses, puede plantearse la existencia de dos focos
de poblamiento: por un lado, los de la cuenca media, situados en zonas de sierra, en ocasiones enclavados
en terrenos abruptos; y los del Campo de Hellín, en un paisaje más abierto. A modo de hipótesis, debido a
la ausencia de datos, esta dicotomía podría ser interpretada como una estrategia de ocupación del territorio
basada en la complementariedad (p.e. económica, funcional, puede que estacional) entre ambos focos
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A. García Moreno
Tabla 1. Yacimientos paleolíticos y epipaleolíticos en las cuencas baja y media del río Mundo y alta del río Segura.
Nombre
Cuenca
Procedencia
Cronología
La Fuente
Mundo (baja)
Superficial
Paleo. Inferior
Cueva del Niño
Mundo (media)
Cueva*
Paleo. Medio
Paleo. Superior
¿Epipaleolítico?
Neolítico
Abrigo del Palomar
Segura (Tus)
Abrigo*
Paleo. Medio
Gravetiense
¿Magdaleniense?
Rambla del Fontanar
Mundo (media)
Superficial
Paleo. Medio
Rambla de Moriscote
Mundo (media)
Superficial
Paleo. Medio
Rambla de la Jara
Mundo (media)
Superficial
Paleo. Medio
Cerro de la Cantera
Mundo (media)
Superficial
Paleo. Medio
Calderón del Moro
Mundo (media)
Superficial
Paleo. Medio
Rambla del Talave
Mundo (media)
Superficial
Paleo. Medio
Fuente del Halcón
Mundo (media)
Superficial
Paleo. Medio
Laguna del Polote
Mundo (baja)
Superficial
Paleo. Medio
El Pedernaloso
Mundo (baja)
Superficial
Paleo. Medio
¿Otros?
Canalizo del Rayo
Mundo (baja)
Superficial
Paleo. Medio
Molino del Vadico
Segura (Zumeta)
Abrigo*
¿Magdaleniense?
Epipaleolítico
Neolítico
Tus I
Segura (Tus)
Abrigo
Indeterminado
Cueva del Nacimiento
Segura
Cueva*
Paleo. Superior Final
Epipaleolítico
Neolítico
Los Morciguillos
Segura (Taibilla)
Cueva
¿Magdaleniense?
Cueva del Moriscote
Mundo (media)
Superficial
Epipaleolítico
Río Mundo
Mundo (media)
Superficial
Epipaleolítico
Río Talave
Mundo (baja)
Superficial
Epipaleolítico
* Contexto estratigráfico.
(López Campuzano, 1993-1994), lo que implicaría un poblamiento escalonado desde la cuenca baja hacía
las tierras altas de la Sierra (Serna López, 1997), y que podría haber incluido desplazamientos de mayor
envergadura, que incluyesen el interior de la región o la costa levantina.
La transición del Paleolítico Medio al Superior es por el momento prácticamente desconocida en la región.
A falta de elementos de definición cronológica, que permitan identificar las ocupaciones correspondientes
al final del Paleolítico Medio, tan sólo contamos con la datación del nivel 6 del Abrigo del Palomar (tabla
2), que podría indicar que el Paleolítico Medio, y probablemente grupos neandertales, habrían perdurado en
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El poblamiento paleolítico de la cuenca del río Mundo (Albacete)
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Tabla 2. Dataciones radiocarbónicas disponibles para los yacimientos de la cuenca del río Mundo y sierra del Segura.
Yacimiento
Nivel
C-14 BP
Ref.
Cal. BP*
Material
Cueva del Niño
Trinch. Int.
22780±60
UGAMS-7738
27058 – 27848
Hueso
Nivel II
6990±80
Birm-1113
7739 – 7912
Hueso
Nivel VI
28050±230
Beta-185412
32198 – 32857
Hueso
Nivel IV
26430±210
Beta-85410
30843 – 31581
Hueso
Nivel D
11200?
GIF-3472
13008 – 13206?
?
Nivel B
7620?
GIF-3471
8408 – 8416?
?
Abrigo del Palomar
Cueva del Nacimiento
*CalPal, curva HULU2007, 1σ.
esta zona hasta una fecha temprana, más allá del 40 ka BP, tal y como ha sido planteado para otras partes de
la Península Ibérica (Baena et al., 2012; Finlayson et al., 2006; Jennings et al., 2011), aunque esta posible
continuidad sigue suscitando un intenso debate (Maroto et al., 2012).
La pervivencia del Musteriense también podría explicar la ausencia de evidencias del Paleolítico
Superior Inicial. Las primeras ocupaciones correspondientes a este periodo se documentan nuevamente
en el nivel IV del Abrigo del Palomar, adscrito al Gravetiense, periodo al que correspondería también
la datación de la Cueva del Niño (tabla 2). Esto estaría en consonancia con lo observado en el sureste
peninsular, donde el poblamiento humano parece cobrar intensidad a partir del Gravetiense, siendo pocos
los yacimientos datados en el Auriñaciense (Fullola i Pericot et al., 2007; Peña Alonso, 2009).
Resulta difícil seguir la evolución del poblamiento humano en la región durante la segunda mitad del
Paleolítico Superior. No se ha registrado ningún yacimiento de cronología Solutrense, y tan sólo algunas de
las representaciones rupestres de la Cueva del Niño podrían datar de este periodo (Almagro Gorbea, 1971;
Balbín Berhmann y Alcolea González, 1994).
Respecto al final del Paleolítico, resulta difícil distinguir en muchos casos entre ocupaciones que
podrían corresponder al Magdaleniense de otras de cronología postpaleolítica. Así pues, sólo contamos con
algunas referencias a posibles niveles de final del Paleolítico, como en el Abrigo del Molino del Vadico o
en Tus I, ambos en la cuenca del Segura, mientras que un bueno número de conjuntos han sido atribuidos
al Epipaleolítico, la mayoría de ellos formados por concentraciones superficiales de material lítico. Resulta
nuevamente imposible analizar las posibles transformaciones económicas, tecnológicas o sociales que
podrían haber tenido lugar a comienzos del Holoceno en la región, más allá de apuntar la consolidación
de una industria microlaminar y la aparición de elementos geométricos, siguiendo una pauta similar a lo
observado en áreas cercanas, como el Levante (Aura Tortosa et al., 2006).
9. CONCLUSIONES
La revisión de la información arqueológica procedente del conjunto de yacimientos documentados a lo largo
de la cuenca del río Mundo, como la Cueva del Niño, así como de otros conjuntos cercanos localizados en la
vecina Sierra del Segura, nos permiten aproximarnos a la evolución del poblamiento paleolítico de esta región.
Dicho poblamiento abarcaría desde el Paleolítico Inferior hasta el Epipaleolítico, aunque los datos
disponibles para cada periodo son desiguales. Así pues, apenas contamos con información acerca de la presencia
humana en la región durante el Paleolítico Inferior y el Superior, mientras que ésta es más abundante durante
el Paleolítico Medio y el Epipaleolítico. Así pues, el Musteriense es el tecnocomplejo mejor representado en
la zona, lo que permite plantear algunas hipótesis acerca de los patrones de asentamiento y ocupación del
territorio de las comunidades que poblaron la cuenca del río Mundo en ese periodo.
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A. García Moreno
En definitiva, esta región cuenta con un gran potencial para el análisis de algunos procesos clave en
el estudio del Paleolítico peninsular, como la transición del Paleolítico Medio al Superior, el supuesto
abandono de la Meseta durante el Paleolítico Superior, o las últimas sociedades de cazadores y recolectores
y su transición al Neolítico. Futuras investigaciones permitirán completar los vacíos de información
existentes y aproximarnos a estas problemáticas históricas de una forma más precisa.
AGRADECIMIENTOS
Deseo expresar mi agradecimiento al Museo Arqueológico de Albacete, y en especial a Blanco Gamo, por su
predisposición y colaboración para la consulta de los materiales arqueológicos en él depositados. También deseo
agradecer a Juan Jordán su ayuda a la hora de facilitarnos algunos datos, así como a Iain Davidson por su colaboración
y ayuda en la revisión del yacimiento de la Cueva del Niño.
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APL XXX, 2014
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Archivo de Prehistoria Levantina
Vol. XXX, Valencia, 2014, p. 17-25
Dídac ROMAN MONROIG a y Valentín VILLAVERDE BONILLA b
Dos retocadores solutrenses
de la Cova de les Cendres
(Teulada-Moraira, La Marina Alta, País Valenciano)
RESUMEN: En este trabajo presentamos dos piezas recuperadas en los niveles solutrenses de la Cova de les
Cendres que su singularidad, tipología y escasez de paralelos justifica su presentación individualizada. Se
trata de dos pequeños cantos aplanados que debido a sus características pueden vincularse claramente a las
labores de talla, especialmente en las fases de preparación previa a la extracción del soporte o del retoque.
PALABRAS CLAVE: Cova de les Cendres, Paleolítico superior, Solutrense, retocador, compressor, Canto
rodado.
Two Solutrean retouchers of Cendres Cave
(Teulada-Moraira, La Marina Alta, Valencian Country)
ABSTRACT: In this paper we study two pieces recovered in Solutrean levels of Cendres Cave. Its
uniqueness, typology and scarcity of parallels justify its individual presentation. These are two small and
flattened pebbles, due to its characteristics can be clearly linked to flint knapping work, especially in the
stages of preparation before the blank extraction or the stone tools retouch.
KEY WORDS: Cendres Cave, Upper Palaeolithic, Solutrean, retoucher, compressor, pebble.
a
b
Investigador postdoctoral. Programa VALI+D de la Generalitat Valenciana.
Departament de Prehistòria i Arqueologia, Universitat de València.
TRACES UMR-5608, Université de Toulouse-Le Mirail.
didac.roman@uv.es
Departament de Prehistòria i Arqueologia, Universitat de València.
valentin.villaverde@uv.es
Recibido: 05/12/2013. Aceptado: 24/02/2014.
[page-n-27]
18
D. Roman Monroig y V. Villaverde Bonilla
1. INTRODUCCIÓN
La Cova de les Cendres se localiza en la punta de Moraira, en el término municipal de Teulada-Moraira
(La Marina Alta, Alicante). La cavidad, de amplia boca, se sitúa en un alto acantilado, justo en la línea de
la costa, a 60 metros sobre el nivel del mar.
El presente trabajo tiene como propósito presentar dos piezas singulares aparecidas en la campaña
del 1999 y que corresponden a los niveles solutrenses excavados en el denominado sector B (cuadros A,
B y C/18-21) y el sondeo (cuadros A y B/17). Se trata de dos piezas que, como veremos a continuación,
interpretamos como retocadores/abrasionadores, y que poseen la singularidad de ser bastante escasos en los
yacimientos paleolíticos, lo que les confiere un interés especial para su publicación individualizada.
2. LA SECUENCIA PALEOLÍTICA DE LA COVA DE LES CENDRES:
LOS NIVELES SOLUTRENSES
La Cova de les Cendres posee una de las secuencias prehistóricas más importantes del Mediterráneo
occidental, siendo conocida por su secuencia neolítica y del Paleolítico superior (Bernabeu y Molina, eds.,
2009; Villaverde et al., 2010).
Dejando a un lado los niveles neolíticos, la secuencia paleolítica del yacimiento, en el que todavía no se
ha llegado a la base, se inicia con unos potentes niveles del Gravetiense (niveles XVI-XIV), con diversas
dataciones entre el 25850±260 BP (31266-30490 cal. BP) y el 21230±80 BP (25714 -25057 cal. BP). Estos
niveles se caracterizan por la presencia de utillaje lítico de dorso, con puntas de la gravette, microgravettes
y puntas tipo Cendres, así como puntas dobles y de base poligonal en la industria ósea (Villaverde y
Roman, 2004; Villaverde et al., 2007-2008). Viene después, superpuesta, la secuencia del Solutrense, que
comentaremos más detenidamente a continuación (nivel XIII) y finalmente la larga y compleja secuencia
Magdaleniense, que incluye los niveles XII a IX, este último en contacto erosivo con el Neolítico. Pendiente
de definir con exactitud, en esta parte de la secuencia, de base a muro, podemos distinguir: un Magdaleniense
inferior, con dataciones entre el 16030±60 BP (19360-19050 cal. BP) y el 14850±100 BP (18441-17907 cal.
BP) (Villaverde et al., 2012); un Magdaleniense medio, con dataciones entre el 14510±50 BP (17710-17260
cal. BP) y el 13690±120 BP (17037-16476 cal. BP) (Villaverde et al., 1999; Villaverde, 2001; Villaverde et
al., 2012), caracterizado por el dominio del grupo microlaminar, especialmente de las laminitas con finos
retoques directos o inversos y las laminitas truncadas, un dominio de los raspadores sobre los buriles, y una
buena representación las piezas del sustrato, mientras que en la industria ósea están presentes las azagayas
de bisel simple y las varillas; y diversos niveles del Magdaleniense superior, datado entre el 13350±50 BP
(15980-15690 cal. BP) y el 12470±100 BP (15093-14392 cal. BP) (Villaverde et al., 1999; Villaverde y
Roman, 2005-2006; Villaverde, 2001; Villaverde et al., 2010; Roman y Villaverde, 2011) caracterizados
por el marcado dominio del grupo microlaminar y por un equilibrio o un ligero dominio de los buriles sobre
los raspadores, y en la industria ósea una elevada presencia de arpones, varillas, agujas, azagayas de bisel
doble y simple y algunas puntas de base recortada.
El contacto del Solutrense del nivel XIII con los niveles subyacentes es erosivo y afecta de manera
desigual a estos paquetes, como consecuencia de la formación de canales, rellenos y desplazamientos que
dificultan particularmente la atribución industrial del nivel XIV.
El nivel XIII, de unos 30 cm de potencia media, posee una estructura laminada compleja, formada por
lentejones de extensión limitada, que testimonian la complejidad del proceso de formación del relleno
y la existencia de continuas fases de erosión y redeposición sedimentaria. Además, la existencia en la
zona excavada de una colada estalagmítica sobre la que apoya este nivel hace que la estratigrafía muestre
una dislocación de pendiente en algunas zonas con respecto a la tendencia general del paquete. Estas
circunstancias explican la elevada dificultad para, durante el proceso de excavación, establecer el detalle
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Dos retocadores solutrenses de la Cova de les Cendres
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estratigráfico del paquete, razón que nos ha llevado a estudiar el material del conjunto del nivel como una
sola unidad, aun a sabiendas de la amplitud cronológica y la estratificación que es posible observar en
algunas zonas (Villaverde et al., 2010).
Poseemos diversas dataciones que nos permiten delimitar las ocupaciones del Solutrense evolucionado
del nivel XIII. La base del nivel estaría indicada por las fechas de 18920±180 BP (23135-22471 cal. BP)
y 18750±130 BP (22789-22093 cal. BP), mientras que el final de esta ocupación nos la indica la fecha del
17210±60 BP (20440-20220 cal. BP). No podemos obviar que en la serie de dataciones de este nivel, así
como entre las de la base del XII existen algunas fechas discordantes que nos indican los problemas para
su definición que hemos destacado anteriormente.
El material recuperado en el nivel XIII supera los 5.200 restos líticos (de los cuales un 64,8% son
esquirlas). Entre los elementos de producción (1.689 piezas) dominan claramente las lascas (64,2%) sobre
laminitas (15,1%), láminas (12,6%) y lascas laminares (8,1%). Pese a este dominio de las lascas, tanto su
posición dentro de la cadena operativa, como los negativos dorsales de los soportes y las características de
los núcleos nos indican que el objetivo de la explotación lítica era el laminar. También existen 36 núcleos
y diversos productos de acondicionamiento, como tabletas, semitabletas o semicrestas.
El material retocado asciende a 296 piezas. Entre estas destaca la presencia de puntas escotadas, una
punta de pedúnculo y aletas, hojas de laurel y alguna punta de cara plana, que sumadas suponen un 11,4%
del material retocado. Por su parte, el retoque solutrense supone un 6,4%. Entre el resto de retocados
destaca el dominio de los raspadores (15,5%) sobre los buriles (9,1%), la buena proporción de piezas con
retoques en uno o dos bordes (29,4%) y de piezas astilladas (10,1%), así como una buena presencia de
utillaje microlaminar (7,4%).
Otro dato destacado del nivel XIII es la abundancia de industria ósea y adorno. Entre la primera se han
recuperado 19 piezas, con dominio de las puntas dobles y presencia de una punta de base redondeada, base
poligonal, azagayas monobiseladas, agujas con perforación en la base, puntas finas dobles, un punzón y
una punta plana. Por lo que respecta al adorno merece la pena destacar que entre las 70 piezas recuperadas
existen 14 especies diferentes, dominando claramente Theodoxus fluviatilis (42,8%).
Todos estos datos nos inclinan a pensar que nos encontramos con un nivel que pertenece al Solutrense
evolucionado II o Solútreo-gravetiense I, siendo escasos los datos que sugieran la presencia de Solutrense
evolucionado I o Solutrense superior.
3. DESCRIPCIÓN Y UBICACIÓN DE LAS PIEZAS OBJETO DE ESTUDIO
Las piezas que centran este trabajo se recuperaron en la campaña de 1999 (fig. 1). La primera se recuperó
en la capa 8 del cuadro A-19. Se trata de un pequeño canto rodado, de morfología aplanada, de arenisca
(cuarzoarenita) de grano fino equigranular.1 Sus dimensiones son 38,7 mm de longitud, 36 mm de anchura
y 11,1 mm de espesor y el peso es de 23,69 g. Presenta las dos caras planas lisas y todo el borde rebajado
debido a una fuerte abrasión, con lo que acaba por conformar una especie de disco lítico. En una de sus
caras posee una pequeña fractura debido a su uso en tareas de percusión, ya sea en un uso anterior como
percutor propiamente dicho, ya sea por su utilización como retocador.
La segunda de las piezas se recuperó en la capa 9 del cuadro A-19 (fig. 2). Se trata de un pequeño canto
rodado, de morfología aplanada, de arenisca (cuarzoarenita) de grano fino equigranular. Sus dimensiones
son 42,6 mm de longitud, 37,8 mm de anchura y 12,9 de espesor, con un peso de 26,85 g. Al igual que la
pieza anterior, posee las dos caras planas lisas y prácticamente todo el borde rebajado debido a una fuerte
abrasión, con lo que acaba por conformar una especie de disco lítico. La única parte que no presenta
esta abrasión es una pequeña porción, de 6,5 mm, en la que se puede apreciar la morfología original del
1 Agradecemos a Xavier Mangado sus observaciones sobre la naturaleza geológica de las piezas.
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D. Roman Monroig y V. Villaverde Bonilla
Fig. 1. Retocador del cuadro
A-19 capa 8.
Fig. 2. Retocador del cuadro
A-19 capa 9.
soporte, lo que nos permite observar que se trata de un pequeño canto rodado aplanado. En una de sus
caras posee también una fractura plana algo mayor que la anterior y para cuya explicación recurrimos a las
consideraciones efectuadas en la otra pieza.
En definitiva, se trata de dos piezas de tamaño y características similares, probablemente usadas en un
mismo contexto y cronología, que a pesar de proceder de dos capas artificiales distintas apenas distan 2 cm
de profundidad, y cuyo análisis y difusión, por la falta de paralelos y rareza, nos parece oportuno.
El análisis realizado con una lupa binocular no nos ha permitido observar marcas de abrasión o estrías
marcadas en las caras planas, por lo que deducimos que su superficie es natural (fig. 3 y 4). Únicamente la
segunda de las piezas presenta unas finísimas estrías vinculadas al borde rebajado que muestran un trabajo
longitudinal, tal y como correspondería a un uso del borde del soporte como retocador o, ya en menor
medida, abrasionador (fig. 4).
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Dos retocadores solutrenses de la Cova de les Cendres
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Fig. 3. Detalle con
la lupa binocular del
retocador del cuadro
A-19 capa 8.
Fig. 4. Detalle con la lupa binocular del retocador del cuadro A-19 capa 9.
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D. Roman Monroig y V. Villaverde Bonilla
Sobre el mismo perímetro de las piezas, que ha sido rebajado, se han observado estrías de muy escasa
entidad. Este hecho, unido a las fracturas observadas, parecen indicar que el rebaje se ha producido por
percusión, lo que también apoyaría la idea de que fue usado como retocador, ya sea para la preparación del
filo de útiles ya para la preparación de las cornisas de núcleos.
4. FUNCIONALIDAD DE LOS RETOCADORES-ABRASIONADORES
No son muchas las referencias que existen de este tipo de piezas. Desde un principio su morfología, con los
bordes rebajados y en forma de disco, nos hizo pensar en una funcionalidad vinculada a la talla, aunque no
podíamos descartar otro tipo de usos, como soportes para la elaboración de arte mueble o funcionalidades
que no resulta fácil de demostrar, como piezas de algún tipo de juego. Otra posibilidad sería que fuesen
contrapesos vinculados a cordajes o redes, aunque como seguidamente veremos esta idea tampoco se puede
mantener. Finalmente, la existencia de algunos paralelos (alguno de ellos con arte figurativo en la cara plana)
y los comentarios efectuados por algunos investigadores con amplia experiencia en la experimentación2 nos
han inclinado a considerar su función de retocadores, con un posible uso anterior como percutores.
El paralelo de más reciente publicación es una placa, con un grabado de una cierva, procedente de los
niveles gravetienses de Antoliñako Koba (Aguirre y González, 2012). Se trata de una plaqueta de arenisca,
también en forma de disco aunque ligeramente más grande, de 52 mm de longitud, 55 mm de anchura y
18 mm de espesor. Según estos investigadores, el contorno es circular debido a una intensa utilización en
labores de talla, más específicamente en tareas de retoque o abrasión de partes proximales de productos
laminares. Las fracturas observadas se corresponderían con un uso como percutor en una fase anterior.
En el Magdaleniense superior del Abri Morin existe otra pieza de arte mueble que se ha realizado
sobre un posible abrasionador (Defarge et al., 1975). Se trata de una pieza de 64 mm de largo y 75 mm
de ancho que posee el borde regularizado y con fracturas posteriores a la realización del motivo grabado
(antropomorfo o ave). Según estos autores, la pieza debió servir como percutor-abrasionador.
En el Protomagdaleniense de Laugerie-Haute se cita una pieza como abraseur (Bordes, 1978: 513),
aunque no se acompaña de ninguna imagen. Según este investigador, se trata de un canto fracturado que
debió servir como abrasionador del borde de los núcleos como preparación para la talla. Asimismo destaca
que existen piezas similares en el Gravetiense de Roc de Combe y de Corbiac.
El uso de abrasionadores para la preparación de las cornisas de los núcleos antes de la extracción de la pieza
correspondiente, a parte de las observaciones experimentales, ha sido citado en muchas ocasiones, empezando
por el clásico trabajo de Bordes sobre las técnicas de talla en el Paleolítico (Bordes, 1967). En este sentido,
merece la pena destacar que con el término “abrasionador” en muchos casos los investigadores se refieren a
piezas que se han utilizado desde su cara plana, para ser usados “frotando” las cornisas, lo que provoca marcas
de tipo ranuras o incisiones en estas caras, pero no en los bordes propiamente dichos, como seria en nuestro
caso. Sirva como ejemplo el primer caso de abrasionador citado, que corresponde al yacimiento auriñaciense
de Corbiac-Vignoble 2, donde se cita un abrasionador que posee “ranuras de uso” (Tixier y Réduron, 1991).
Asimismo, algunos talones en éperon o facetados parecen haberse preparado mediante el uso de estas
piezas (Surmely y Alix, 2005), en este caso más que abrasionadores podríamos hablar de retocadores, en el
sentido de útiles para extraer esquirlas o pequeñas lascas, ya sean para la configuración de un útil (retoque
propiamente dicho) o para la preparación de los talones.
El uso de estas piezas como retocadores para la fabricación de útiles, principalmente de dorso, es otra de
las funciones que se muestra con más posibilidades. A nivel experimental, la fabricación de dorsos mediante el
uso de percutores blandos de piedra se muestra como una técnica apropiada (J. Costa, com. pers.). También ha
sido comprobado su uso para realizar retoques simples sobre algunas piezas (Bodu y Mevel, 2008: 536-539).
2 Queremos agradecer los diversos comentarios que sobre las piezas nos han realizado Felipe Cuartero, Jofre Costa y Antoni Palomo.
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A nivel experimental y en relación con la talla, el uso de percutores blandos de piedra está demostrado
gracias sobre todo a los trabajos de Pelegrin (1991 y 2000). La talla de productos laminares mediante el
uso de percutores blandos de piedra (calizas blandas o areniscas) está atestiguado en el Paleolítico superior,
especialmente a partir del Magdaleniense, aunque existe al menos desde el Gravetiense (Klaric, 2003). En
nuestro caso, vistas las dimensiones, dureza y peso de las piezas que estamos estudiando, no parece que
la talla de láminas haya sido el objetivo de su uso como percutor, siendo más probable alguna de las otras
propuestas realizadas. Pese a ello, y vistas las dimensiones reducidas de una buena parte del utillaje laminar/
microlaminar del Solutrense de la Cova de les Cendres, tampoco debemos ser tajantes en este aspecto.
La morfología de los pesos de red o de línea publicados para conjuntos de tierra de Fuego (Torres,
2007 y 2009) y el Neolítico francés (Nougier, 1951 y 1952), que en ocasiones son también cantos rodados
planos, se caracteriza por la presencia de muescas opuestas en los bordes. Lo que nos inclina a desestimar
esta función para las dos piezas de Cendres. Además, el peso de estas piezas, comprendido entre los 23
y los 27 g resulta contradictorio con su función de peso de red, pues, según indica Torres (2007) “los
ejemplares del norte de Tierra del Fuego, presentan una amplia distri ución entre los 200 y 900 g y se
b
concentran entre los 400 y 600 g”, mientras que las piezas procedentes de los grupos canoeros de la Región
de Magallanes poseen pesos algo menores, “entre los 100 y 400 g, y que no sobrepasan los 650 g”. Unos
valores considerablemente más altos que los de las dos piezas de Cendres. Este mismo hecho impide
considerarlas como boleadoras o cantos vinculados a sistemas de cordajes relacionados con la caza.
Con estos datos, y teniendo en cuenta que algunos útiles han sido multifuncionales, por lo que una
misma pieza podría haberse usado para más de una tarea, es posible hacer una distinción entre:
1. Abrasionadores de cornisas: piezas que poseen marcas de uso en una o las dos caras planas como
resultado de un acto de frotado intenso para preparar la cornisa antes de la talla. Esta acción suele dejar
estrías o surcos visibles en su superficie.
2. Retocadores de cornisas: piezas que se han utilizado para extraer pequeñas esquirlas o lasquitas como
paso previo a la extracción de un soporte. Poseerán las marcas de uso en los bordes y serán piezas poco espesas
o planas, ya que esta morfología facilita su manejabilidad en tareas que requieren una cierta precisión.
3. Retocadores de útiles: piezas que se han utilizado para realizar retoques, principalmente abruptos,
usando los bordes de una pieza plana, ya sea de tipo plaqueta o canto aplanado. Este retoque se podría haber
realizado tanto por percusión directa (retocadores) como por presión (compresores). El uso del borde del
canto como retocador provocará un desgaste del contorno.
Por lo tanto, si tenemos en cuenta los paralelos citados anteriormente y los tres grupos que acabamos de
exponer, parece que las piezas recuperadas en Cendres deberían incluirse en el grupo de los retocadores, sin
que se pueda hacer distinción con respecto a su uso específico
5. CONCLUSIONES
Como hemos podido observar a lo largo de este trabajo la tipología y la escasez de piezas como estas
justifica su presentación individualizada. Se trata de útiles líticos que poseen unas características que los
vinculan claramente a las labores de talla, especialmente en las fases de preparación previa a la extracción
del soporte (preparación de la cornisa y/o abrasionado) o del retoque (por percusión directa o por presión).
Entre las pocas piezas publicadas sobre las que hemos podido realizar una comparación, merece la pena
destacar por su similitud con las de la Cova de les Cendres, la de Antoliñako Koba (Aguirre y González,
2012) que posee una morfología aplanada y con todo el contorno con profundas marcas de uso. En ese caso
se ha vinculado a las tareas de retoque o abrasión de partes proximales de productos laminares.
A nivel teórico, piezas de este tipo se pueden producir debido tanto a las tareas de abrasionado de la
cornisa mediante un frotado intensivo, como por el uso como pequeños retocadores para la preparación
de las cornisas o el retoque de piezas de dorso. Aunque la falta de estrías o surcos en las caras planas de
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D. Roman Monroig y V. Villaverde Bonilla
las piezas nos permite concluir un uso más bien como retocadores. Así mismo, las fracturas planas que
observamos en algunas de sus caras nos confirman un posible uso mediante percusión, ya sea para estas
preparaciones o retoques, como para la extracción de soportes laminares de pequeñas dimensiones.
AGRADECIMIENTOS
Este trabajo se ha realizado en el marco de dos proyectos de investigación: “El final del Paleolítico medio y el Paleolítico
superior en la región central del Mediterráneo ibérico” (FFI 2008-01200/FISO) y “Paleolítico medio final y Paleolítico
superior inicial en la región central mediterránea ibérica (Valencia y Murcia)” (HAR 2011-24878), y (PROMETEOII/2013-016) “Más allá de la Historia. Origen y consolidación del poblamiento paleolítico valenciano”.
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Archivo de Prehistoria Levantina
Vol. XXX, Valencia, 2014, p. 27-55
Elsa DUARTE MATÍAS a, Marco de la RASILLA VIVES a y J. Emili AURA TORTOSA b
La técnica pseudoexcisa
en el Badeguliense / Magdaleniense arcaico de Asturias
RESUMEN: Presentamos varias piezas óseas de yacimientos asturianos cuyo grabado está hecho mediante
la técnica pseudoexcisa. Algunas de ellas se incorporan por primera vez al listado del Badeguliense/
Magdaleniense arcaico franco-cantábrico, confirmando una geografía occidental amplia de ese período,
pero limitada a un número reducido de objetos en cada uno de los yacimientos. Asimismo se precisan
algunos parámetros específicos para definir la citada técnica.
PALABRAS CLAVE: Industria ósea, técnica pseudoexcisa, Badeguliense, Magdaleniense arcaico, Asturias,
península Ibérica.
Pseudo-excise carving technique during
the Badegulian / Archaic Magdalenian period in Asturias (Spain)
ABSTRACT: We present some bone tools from certain sites of Asturias whose engraving is done by the
pseudo-excise carving technique. Some ones are added for the first time in the franco-cantabrian Badegulian/
Archaic Magdalenian bone tool list, confirming a broad western geography in that period, but limited to
a small number of pieces in each site. Additionally we specify some particular parameters to define that
technique.
KEY WORDS: Bone industry, pseudo-excise carving technique, Badegoulian, Archaic Magdalenian,
Asturias, Iberian Peninsula.
a Área de Prehistoria, Departamento de Historia, Universidad de Oviedo.
elduarma@gmail.com | mrasilla@uniovi.es
b Departament de Prehistòria i Arqueologia, Universitat de València.
emilio.aura@uv.es
Recibido: 11/01/2014. Aceptado: 23/05/2014.
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E. Duarte Matías, M. de la Rasilla Vives y J. E. Aura Tortosa
1. INTRODUCCIÓN
En este artículo presentamos un análisis tecno-tipológico de varias piezas óseas de la Cueva de Llonin en
las que se ha utilizado la técnica pseudoexcisa,1 las cuales hemos comparado con otras procedentes de Cova
Rosa y del Abrigo de Cueto de la Mina (fig. 1) que muestran la misma técnica. De hecho la del segundo
yacimiento no estaba catalogada como tal.2 Además, al hilo de este estudio se establecen unos criterios
específicos para definir dicha técnica y se insiste en incorporar al Badeguliense dentro de la periodización
del paleolítico cantábrico.
Somos conscientes, sin embargo, de que el reconocimiento de esa etapa en el Cantábrico y sus posibles
filiaciones (solutrenses, magdalenienses o propiamente badegulienses) constituye un debate ya planteado
hace tiempo pero que aún está vigente (Bosselin y Djindjian, 1999; Straus y Clark, 2000; Utrilla, 2004;
Corchón, 2005; Utrilla et al., 2012; Aura et al., 2012). Con todo, lo relevante es constatar que en Llonin
se han hallado en el denominado nivel III, que está por encima de otro perteneciente al solutrense superior
(nivel IV) de la Galería, una serie de restos pertenecientes a lo que en su momento se consideró como
Magdaleniense arcaico y, más recientemente, como de tipo badeguliense, a partir de la asociación de
raclettes, azagayas tipo Le Placard, técnica pseudoexcisa y el uso de materias primas locales (Fortea et al.,
1995, 1999, 2004; Aura et al., 2012).
En función de esa circunstancia consideramos más acorde con la realidad denominar a esa etapa
Badeguliense, aunque para evitar complicaciones empleamos indistintamente ese término y el de
Magdaleniense arcaico, a la espera de que se documenten más evidencias en el Cantábrico y en la península
para poder tomar una decisión definitiva; lo que a su vez nos permitirá establecer con mayor claridad cómo
se ha articulado la transición Solutrense/Magdaleniense.
En ese sentido, ya P. E. L. Smith en su clásico libro del solutrense en Francia hace una reflexión sobre
lo que sucede con los primeros signos que anuncian una nueva “cultura” arqueológica, siempre poco
numerosos y magros, y trae a colación un enjundioso texto de Spaulding (1960: 454-455): “… una forma
típica de cambio cultural es la realización de un invento clave –una especie de avance cuántico– seguido
rápidamente por un gran número de innovaciones auxiliares unidas funcionalmente. Los cortos períodos
de cambios rápidos estarían separados por relativamente largos en relativa calma, pero naturalmente sin un
estancamiento cultural total […] Los conjuntos morfológicamente transicionales entre los tipos de cultura
que se suceden y que son netamente distintivos deben ser raros, y los conjuntos que se sitúan bien en el
interior de los límites de los tipos culturales deben ser relativamente abundantes […] Los diversos sucesos
que marcan el principio o el fin de un período se concentran en el tiempo, de tal manera que la mayoría de
los conjuntos no parecen pertenecer a dos períodos”.
Otro asunto que ha jugado un papel importante en la falta de reconocimiento de ese momento –llámese
como se llame–, situado en la región cantábrica a caballo entre el Solutrense superior y el Magdaleniense
inferior, tiene que ver con la tafonomía y con la sistematización inicial del Magdaleniense. Así, en
primer lugar, su escasa potencia en algunos casos y las discordancias erosivas existentes en ese lapso
temporal asociadas a la crisis de Lascaux han podido, respectivamente, enmascarar o eliminar eventuales
ocupaciones o depósitos de ese episodio. En segundo lugar, como la investigación consideró que el
primer Magdaleniense cantábrico había llegado desde Francia más tarde y, por tanto, su inicio a escala
1 Esta investigación estuvo integrada en el Proyecto de Investigación HAR2008-03005: “La Transición Solutrense - Magdaleniense
- Badeguliense en la Península Ibérica (19.000-15.000 BP): contrastación de los datos del Cantábrico occidental (Asturias) y del
Mediterráneo central (Valencia) (SOBAMAπ)”. Ministerio de Ciencia y Tecnología. Gobierno de España.
2 En este punto hay que traer a colación a Ducasse (2010: 360) pues incluye a Cueto de la Mina entre los yacimientos con
pseudoexcisión, pero en puridad lo incluye porque Utrilla (1986) señaló una pieza de dicho yacimiento como un paralelo
morfológico del tema decorativo (tres líneas onduladas) de la de Aitzbitarte IV. Sin embargo, la pieza a la que se refiere
Utrilla no tiene pseudoexcisión y pertenece al nivel C, esto es al Magdaleniense medio, luego no tiene nada que ver con el
asunto que nos ocupa.
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La técnica pseudoexcisa en el Badeguliense / Magdaleniense arcaico de Asturias
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Fig. 1. Mapa de la zona cantábrica con los yacimientos estudiados. Dibujo D. Santamaría.
regional era más tardío (Magdaleniense III), se estimaron como del Magdaleniense inferior aquellos
niveles situados estratigráficamente por encima de las puntas solutrenses y por debajo de los arpones
(Jordá, 1958; González Echegaray, 1960).
Más adelante, comenzaron a verse diferencias tipológicas dentro del gran paquete del Magdaleniense
inferior y entonces se individualizó una etapa antigua, en algunos casos en contacto con el Solutrense
superior, que se denominó en esta zona Magdaleniense arcaico (Utrilla, 1981). La técnica pseudoexcisa junto
con el tema de las tres líneas onduladas vino a establecer paralelos claros con el entonces Magdaleniense 0
de Laugerie-Haute, lo cual ayudó a definir mejor esta etapa en el Cantábrico tanto desde el punto de vista
cronológico e industrial (Utrilla, 1986).
Dada la escasez generalizada de la industria ósea en el Badeguliense/ Magdaleniense arcaico y que no
han aparecido nuevos fósiles directores óseos, el modelo propuesto por Utrilla (pseudoexcisión y tres líneas
onduladas) se ha mantenido vigente a lo largo de estos años y ha sido aplicado sistemáticamente en Francia
a medida que el número de piezas con pseudoexcisión ha ido aumentando. Por otro lado, el progresivo
avance de la investigación ha modificado el modelo, puesto que ya se trata de la técnica (pseudoexcisión)
independientemente del tema (líneas onduladas); pero desde nuestro punto de vista el problema surge al
incluir dentro de dicha pseudoexcisión a piezas con una técnica distinta, sin que por otra parte pierdan su
condición de materiales badegulienses/magdalenienses arcaicos.
2. LA TÉCNICA PSEUDOEXCISA
Esta técnica fue definida por Barandiarán (1967) y matizada por él mismo con el paso de los años y el
hallazgo de nuevas piezas (Barandiarán, 1973, 1975, 1981). Los antecedentes de su identificación se
rastrean en los pies de figuras de cinceles, alisadores y azagayas del Magdaleniense I-II de Le Placard
con motivos singulares y decorados con “traits ponctués et pectinés” (Breuil, 1934: Fig. 21 y 22). Sin
embargo, el grabado de todas esas piezas no era idéntico y así se puede ver que aquellas más singulares
de Le Placard (Breuil y Saint-Périer, 1927: 30 –Fig. 11.1–, 148 –Fig. 70.4–) y de Laugerie-Haute
(Peyrony, 1938: 50 –Fig. 39.2–) llamaron la atención de los autores y fueron descritas con mayor
detalle. Por su parte, Cheynier (1949: 227) describió el grabado de las por él denominadas ranuras
longitudinales de varias piezas de Badegoule como “plusieurs points en coup de silex; c’est-à-dire
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E. Duarte Matías, M. de la Rasilla Vives y J. E. Aura Tortosa
enlèvement d’une simple esquille triangulaire”, pero esta descripción pasó igualmente desapercibida
hasta que Utrilla (1986) hizo el compendio de las piezas con pseudoexcisión y estableció la similitud
entre la varilla de Aitzbitarte IV y varias piezas de Laugerie-Haute, Badegoule y Le Placard.
Inicialmente, Barandiarán lo define como “surco por excisión” y lo explica del siguiente modo: “Parece
que se hubiera utilizado una punta aguda de sílex (posiblemente con corte de buril) que, introducida
perpendicularmente en la materia ósea, se movía luego a modo de palanca para ‘excindir’ una pequeña
cantidad de la masa. Así se produce una excisión de huella triédrica que, agrupada con otras semejantes en
filas continuas, puede formar una línea” (Barandiarán, 1967: 359). Posteriormente, emplea ya el término
pseudoexcisión, para los trazos que “muerden profundamente en la materia córnea, hasta producir sensación
de técnica excisa” (Barandiarán, 1973: 60). Se aprecian pues una serie de atributos, como una sucesión de
trazos cortos profundos relativamente oblicuos, incisos y yuxtapuestos, cuyo resultado es una especie de
surco. Finalmente, con el hallazgo de la azagaya de Rascaño se incorporaría como gesto técnico la torsión,
que en ese caso concreto además sustituiría al movimiento de palanca (Barandiarán, 1981: 98).
Utrilla (1986) utiliza el término pseudoexcisión siguiendo a Barandiarán, pues para ella los trazos están
realizados “levantando y rehundiendo la punta del buril alternativamente” (Utrilla, 1986: 210); pero además
se centra en otros criterios tecnológicos como el orden de ejecución, que para el caso de Laugerie-Haute los
pasos son: 1. Línea corrida longitudinal, 2. Retoque de la línea anterior mediante rehundido “en pequeños
trazos que mordían el surco, (…) siguiendo la dirección longitudinal y no atacándola desde los laterales de
la línea” (Utrilla, 1986: 210), 3. Retoque con una nueva línea incisa. Por su parte, la varilla de Aitzbitarte
IV contaría con un paso 1 idéntico al descrito de Laugerie-Haute, mientras que el paso 2 sería una excisión
de la línea en trazos cortos oblicuos al surco, ya no rectos como en el anterior, y el paso 3 no existe.
La relación entre motivo decorativo, técnica y cronología permitían reconocer un fósil director para
la época más antigua del Magdaleniense e identificar así dicha etapa tanto en la zona francesa como en la
cantábrica (Utrilla, 1986).
Como señala Barandiarán (1973), una realidad palpable es que existe una variedad de formas relacionadas
con la presencia de trazos cortos yuxtapuestos y que no son fáciles de clasificar morfológicamente, lo
cual influye en la clasificación tecnológica. Así, Chollot-Varagnac sin incorporar la pseudoexcisión utiliza
términos diversos para referirse a estas líneas: formada por entalladuras (Chollot-Varagnac, 1980: 236,
nº 55.121; 240, nº 55.033; 280, nº 55.020.1) o por puntillado (ibíd.: 216, nº 55.021.11; 216, nº 55.069) o
nervaduras cantonadas de estrías oblicuas (ibíd.: 274, nº 59.480; 302, nº 55.014; 334, nº 54.996).
Por su parte, Corchón (1986, 2005) se queda tanto con la primera aproximación de Barandiarán como
con la segunda. En el primer caso, utiliza “surco por excisión” como equivalente de “ranura estriada” o
“grabado por trazo compuesto” para Aitzbitarte IV y Cova Rosa. En el segundo, la “serie de incisiones
cortas en paralelo” de la azagaya de Rascaño lo considera como pseudoexcisión (Corchón, 1986: 333) Para
esta autora, se produce primeramente la incisión que genera primeramente el surco y, posteriormente, una
profundización considerable en la materia lo cual no ocurre en el caso de Rascaño.
Fortea y otros utilizarán pseudoexcisión como Barandiarán (1973) en el caso del motivo decorativo de
una pieza de Llonin (Llonin nº 1 de este artículo), que asimilan con la pieza de Cova Rosa como “paralelo
técnico más próximo” (Fortea et al., 1995: 34).
Por último, los estudios recientes son más analíticos a la hora de referirse a esta técnica. Así, SéronieVivien, siguiendo la explicación tecnológica ya comentada de Cheynier, lo denomina “gravure par encoches
courtes juxtaposées” (Séronie-Vivien, 2005: 157); por su parte, Sauvet et al. como “sucesión de cortos
levantamientos oblicuos” (Sauvet et al., 2008: 48).
Además, algunos autores han propuesto interpretaciones diversas para esta técnica, relacionándola
por ejemplo con el momento de abandono de la pieza. Para Hemingway (1980: 206) se trataría de un
grabado técnico previo al de la línea continua que permitiría ganar en profundidad (preparación de ranuras);
mientras que para Barandiarán (1967, 1973) y Séronie-Vivien (2005) se trataría de una técnica decorativa
y para otros autores (Utrilla, 1986) las posibilidades son múltiples.
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La utilización del término pseudoexcisión está consolidada en la literatura científica (Utrilla, 1986;
Séronie-Vivien, 2005; Ducasse, 2010; Aura et al., 2012) y, además, es acertado porque se trata de una excisión
de materia. Obviamente, el prefijo pseudo precisa ese acto y su resultado porque no sucede exactamente
igual a lo que ocurre en la cerámica.3 Puesto que existen diferentes procedimientos técnicos que consiguen
formas similares, es necesario establecer unos criterios que permitan reconstruir ese conjunto de técnicas
y que al mismo tiempo aísle esa acción técnica (pseudoexcisión) de otras, más cuando ésta ha pasado a
proponerse como un fósil director independientemente del motivo decorativo inicialmente propuesto por
Utrilla (Utrilla, 1986, 1990, 1996, 2004; Utrilla y Martínez Bea, 2008; Sauvet et al., 2008; Ducasse, 2010;
Aura et al., 2012).
Escindir procede del latín scindere y significa cortar, dividir, separar. Por su parte, excisión es
un término que no recoge el diccionario de la RAE, pero sí lo hace con escisión que procede el
latín scissio y significa cortadura o rompimiento. Según Caro (2008) procede del latín excido, y es
empleado en la nomenclatura cerámica como “sacar o extraer cortando, con un instrumento estrecho,
duro y cortante” o “extraer con instrumento cortante parte de la pasta superficial […] sin llegar a
taladrarla” (Caro, 2008: 115). El resultado es un motivo decorativo en relieve, el cual presenta dos
niveles claramente diferenciados, un nivel superficial y uno profundo, estando este último delimitado
por paredes inclinadas o abruptas.
Aquí, la principal diferencia radica en la materia trabajada, pues la ósea no es tan blanda ni maleable
como la cerámica “a punto de oreo” y, además, las características internas del tejido óseo (grado de
osificación, canales de Havers, etc.) determinan el trazo en mayor grado que las partículas de la cerámica.
El resto de las diferencias se derivan del tipo de utensilios empleados para transformar la materia (piedra en
el caso de la materia ósea paleolítica).
Así, la materia ósea opone resistencia y por ello se realizan pequeños levantamientos encadenados
(yuxtapuestos o superpuestos), lo cual permite mayor dinamicidad y eficiencia a la hora de realizar una
“línea corrida” o contornos, pues no se aplica a rellenos de figuras, al contrario de otros recursos como las
series de tracitos cortos. La materia extraída, previamente cortada como en la excisión es sin embargo poco
espesa y poco dúctil, desarrollándose el “vaciado” en una superficie de dimensiones reducidas y, por tanto,
el efecto visual es una línea de profundidad irregular, separada o no por tramos de materia en superficie, que
produce un claroscuro irregular y poco marcado.
En este sentido, la sensación que provoca se relaciona como apuntaba Utrilla (1986) con el boquique
(i.e. morfología lineal y claroscuro). Sin embargo, el boquique diverge de la excisión cerámica (y de la
pseudoexcisión que tratamos) porque es un relieve menos acusado derivado del proceso técnico, pues no
se extrae materia sino que ésta se ve desplazada al arrastrar el instrumento por la superficie y variando
la inclinación del útil con que se decora, esto es, puntillado+incisión o punto-línea. En la Prehistoria
reciente peninsular, la cerámica puede combinar en una misma pieza excisión-incisión, excisión-boquique
(puntillado-incisión) o no, dependiendo de las áreas culturales. Algo similar encontramos en la materia
ósea, existiendo asociaciones y formas de paso entre pseudoexcisión y grabado simple (línea estriada,
trazos cortos oblicuos o pectiniforme).
Si tenemos en cuenta el procedimiento técnico, aquí se produce una extracción de materia mediante una
presión puntual, lo cual choca con, por ejemplo, las ranuras, que sería mediante pasadas continuadas del útil
(grabado profundo) y pueden contener estriaciones o trazos oblicuos posteriores. De tal modo que el término
“ranura estriada” (Corchón, 1986) no es sinónimo de pseudoexcisión, aunque exista una similitud morfológica.
Por otra parte, “surco por excisión” (Barandiarán, 1967; Corchón, 1986) implica una profundidad importante,
pero dado que estos levantamientos de materia se desarrollan más superficialmente, pocos cumplirían este
requisito y por tanto no sería adecuado denominarlo así. Tampoco es idóneo el término “muescas cortas”
3 Aunque ese término también es empleado en el lenguaje cerámico como una variedad de la excisión (Fernández-Posse, 1982;
Barrio, 1984-85).
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E. Duarte Matías, M. de la Rasilla Vives y J. E. Aura Tortosa
(Séronie-Vivien, 2005) porque una muesca se situaría en el ámbito de la incisión y no contempla la excisión
de materia. Por último, “pequeños levantamientos oblicuos” (Sauvet et al., 2008) no comporta yuxtaposición
o superposición y en el caso de no existir es difícil distinguir entre puntillado, piqueteado o entalladuras.
Pero la técnica pseudoexcisa no se ha planteado sólo en el soporte óseo ni en el mobiliar. Así, Corchón
(1986) había propuesto el uso de esta técnica en un canto de La Paloma; y en lo que se refiere al arte parietal,
se ha formulado por una parte el paralelismo técnico de este grabado con el piqueteado como por ejemplo el
de Foz Côa (Séronie-Vivien, 2005). Si bien la sensación visual es similar, la técnica no lo es, determinada
por el tipo de soporte, las herramientas y el gesto técnico empleados (piqueteado), y morfológicamente se
emparenta más con el puntillado o las entalladuras del arte mueble que con lo que nos atañe.
Por otro lado, en Llonin se ha propuesto la trasposición de la pseudoexcisión al soporte parietal mediante
pigmento (Fortea et al., 2004). Esto es verosímil en tanto que se aprecia una yuxtaposición de trazos de
silueta triangular-trapezoidal y la cronología relativa lo sitúa entre la fase Ib y la fase III, esto es, anterior
al grabado de trazo múltiple, por tanto anterior o contemporáneo del Magdaleniense inferior, este último
no representado arqueológicamente en el yacimiento (Fortea et al., 2004). Al respecto, es importante tener
en cuenta que el cambio de materia no permite los mismos resultados ni procesos técnicos, de modo que
a la hora de compararlos habrá variables que no estarán presentes y es necesario discriminar entre las
fundamentales para detallar el tipo de trasposición.
3. METODOLOGÍA
Las diferentes clasificaciones y descripciones tecnológicas recogidas en el punto anterior han prestado
atención tanto a la diversidad morfológica de los trazos (o levantamientos) como a su asociación y
composición; pero identificamos tres aspectos básicos que concentran buena parte de las dificultades que
plantea su sistematización, repercutiendo sobre la definición de la técnica pseudoexcisa:
1. Los trazos cortos carecen de un análisis en el que se compute su forma, sección y profundidad y han
sido descritos de forma diversa (puntillado, piqueteado, entalladura, muesca, línea cosida, línea quebrada,
tracitos cortos).
2. Otro tanto ocurre con la relación entre los trazos cortos. Su sucesión, la separación o el grado de
superposición entre ellos, y la zona de contacto, si es que existe, entre unos y otros.
3. En los casos en que los trazos cortos se asocian a una línea larga, tanto en su exterior como en
su interior, a veces no se especifica la diferencia entre surco, ranura o línea simple; y además existen
distintos tipos de relación entre esa línea larga y los trazos cortos lo que ha dado lugar al establecimiento
de diferentes términos (pectiniforme, alambre de espino, dentado) cuya diferencia no está suficientemente
computada para formalizar la distinción entre ellos.
Para poder especificar nuestro punto de vista, partimos de una caracterización tecnológica, que coincide
con la primera descripción de Barandiarán (1967) y con la ejecución de la excisión como en la cerámica,
según la cual esta técnica consiste en una sucesión de levantamientos de materia (excisión) mediante la
aplicación del útil en varios movimientos para cada trazo resultante (fig. 2):
1. Incisión perpendicular en la materia generándose un trazo corto de profundidad variable (de mayor a
menor) a lo largo de su recorrido (fig. 2, A1), o bien mediante una incisión oblicua en la materia que permite
ir ganando profundidad a medida que se realiza el trazo (fig. 2, B1).
2. Movimiento de vaivén y posible torsión que permita enganchar una parte de materia para escindirla
posteriormente (fig. 2, A2 y B2).
3. Levantamiento y extracción de la materia acumulada (fig. 2, A3 y B3).
4. Las posibilidades posteriores a este trazo son diversas, pudiendo yuxtaponerse o superponerse el
trazo siguiente a la pared corta o larga este levantamiento.
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A
B
Fig. 2. Propuesta de los gestos
y acciones técnicas en la
pseudoexcisión.
Hay que tener en cuenta que un trazo aislado puede haber sido realizado con este mismo procedimiento,
aunque es muy difícil de observar. En tal caso hablaremos de levantamiento o trazo pseudoexciso y de
pseudoexcisión cuando se trate de varios levantamientos continuados.
Por otra parte, se observan dos tipos morfológicos en la pseudoexcisión tal como apuntó Utrilla (1986):
1. Aquélla en la que la superposición o yuxtaposición se produce en los lados cortos de los levantamientos,
caso de Aitzbitarte IV (fig. 3, A).
2. Aquélla en la que los lados largos se superponen o yuxtaponen a una parte de los largos, caso de
Rascaño (fig. 3, B).
El análisis del material que nos ocupa se ha realizado mediante lupas binoculares (Nikon SMZ-100 y
Nikon SMZ-800, ambas con oculares de 10x), si bien no se ha seguido de forma íntegra la reconstrucción de
la dirección del trazo según los criterios propuestos por Fritz (1999) y Rivero (2010) porque habitualmente
la propia técnica elimina ciertas huellas y las piezas están alteradas. No obstante, siempre que estuvieran
presentes se ha utilizado el orden de superposición y la localización de los remanentes de materia para la
reconstrucción de la dirección del trazo.
A
B
Fig. 3. Tipos morfológicos: A. Tipo 1, Aitzbitarte IV (según Utrilla, 1986). B. Tipo 2, Rascaño
(según Barandiarán, 1981).
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E. Duarte Matías, M. de la Rasilla Vives y J. E. Aura Tortosa
Tabla 1. Variables analizadas de la morfología del grabado.
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Teniendo en cuenta la problemática antes presentada, hemos establecido unos parámetros que definen la
pseudoexcisión si se dan de forma conjunta, permitiéndonos a su vez distinguirla de otros recursos técnicos
y de las diversas morfologías.4 Por tanto, para nosotros los rasgos que definen la pseudoexcisión y que
permiten evaluar las diferencias con otros tipos de grabado son los siguientes:
1. Yuxtaposición o superposición entre levantamientos en sus lados cortos o en parte de los lados largos.
2. Levantamientos alargados pero de reducidas dimensiones y estrechos, con una profundidad variable
entre la parte proximal y la distal (sección longitudinal asimétrica) (tabla 1).
4. YACIMIENTOS Y ANÁLISIS
4.1. Llonin
Es un yacimiento con varias zonas de excavación y una cronología larga tanto en el yacimiento (Musteriense,
Gravetiense, Solutrense, Magdaleniense, Aziliense y Edad del Bronce) como en el arte parietal (del
Gravetiense al Magdaleniense superior) (Fortea et al., 1995, 1999, 2004). Las piezas que estudiamos han
aparecido en el nivel III de la Galería que consiste en una pequeña sala conectada con el vestíbulo a
través de un estrecho pasillo y con la sala grande a través de un conducto (fig. 4). Este nivel, excavado en
una extensión de unos 5m², tiene un espesor medio de 30 cm, encontrándose a muro un nivel Solutrense
superior y a techo uno Magdaleniense superior también en curso de estudio por uno de nosotros (EDM).
Como ya se ha dicho, el nivel III se caracteriza por la existencia de numerosos restos de combustión
y piezas líticas principalmente en cuarcita, que cuentan con escasa microlaminaridad y una reducida
laminaridad, así como un utillaje con predominio de los raspadores, las piezas astilladas y el grupo de las
lascas retocadas, raederas y denticulados, además de contar con raclettes y azagayas de Placard.
Las piezas con técnica pseudoexcisa seleccionadas se encontraban al menos a ~10 cm por debajo del
techo del nivel III, coincidiendo con la mayor acumulación de raclettes y piezas astilladas, lo cual elimina
–o amortigua– una posible contaminación con el Solutrense superior (nivel IV). Las piezas analizadas son:
1. Llonin nº 1. Azagaya biapuntada losángica con decoración zoomorfa (fig. 5).
Se trata de una azagaya completa biapuntada con silueta de forma losángica de asta (111,6 x 14,4 x 4,5
mm). Fue clasificada por Fortea et al. (1995: 34) como varilla, puesto que es “demasiado frágil para ser una
azagaya” (ídem, 1995: 34). Sin embargo, si nos atenemos a sus caracteres morfológicos silueta, sección y perfil,
tipológicamente encaja en la azagaya (Hahn, 1988). La anchura máxima se localiza a 43,62 mm de la base
coincidiendo con su espesor máximo y su perfil es recto. Por su parte, la sección de sus extremos es circular.
Carecemos asimismo de criterios para clasificarla como varilla (Feruglio, 1992), pues no tiene bordes
paralelos y, además, ambas extremidades están apuntadas y ambas caras están muy trabajadas. Ciertamente,
la sección central es ovalada-aplanada (“plano-convexa muy aplanada”, según Fortea et al., 1995: 34),
aspecto asociado generalmente a las varillas, pero hay que tener en cuenta que este tipo de sección es
un rasgo común del tecno-complejo óseo del nivel III de Llonin. Las azagayas y los fragmentos que
tipométricamente encajan en este grupo (fragmentos apuntados –proximales o distales– y fragmentos
mesiales) cuentan con un diámetro de sección comprendido entre 4 y 14 mm de anchura (la moda de la
anchura es 5 mm) y aquéllas con sección ovalada (o tendente a ovalada; agrupando aquí las clasificadas en
el estudio como: ovalada irregular, subcircular y subrectangular) suponen el 75% de los efectivos (n= 40).
Al igual que en la pieza en estudio, se registran cambios de sección en los extremos apuntados, pasando a
circular en un 15% de los casos. Este tipo de secciones también son abundantes en el Cantábrico en Rascaño
5 (Barandiarán, 1981) y La Riera 16-8 (González Morales, 1986).
4 Además, hay que tener en cuenta la existencia de una variabilidad formal relacionada con la situación en la que estaban las piezas
en el momento de su abandono: en curso de fabricación o de uso y su posterior conservación.
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Fig. 4. Planos de los yacimientos en estudio. Arriba: Izq. Cova Rosa. Dcha. Cueto de la Mina. Abajo: Llonin.
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Fig. 5. Llonin nº 1. Azagaya losángica con decoración zoomorfa. Dibujo A. Fernández Rey. Fotografías E. Duarte.
Las marcas funcionales no aportan mucha información, pues encontramos brillos en toda la pieza que,
asociados a las marcas de raspado y pulido, pueden estar relacionadas tanto con la manufactura como con
el uso. No obstante, ha sido muy modificada pues no conserva partes corticales y apenas tejido esponjoso
(<10% en la cara inferior). Por otra parte, la ausencia de fracturas y el carácter romo de sus extremos
apuntados (con estrías y pulidos) sugiere un posible uso como punzón (LeMoine, 1997). También presenta
brillos en el resto de la pieza, pero alterados por la conservación a causa de numerosas cupulillas de
disolución y marcas de raíces, así como concreción y coloraciones irregulares, debidas a la proximidad
con fuentes de calor y al sedimento carbonoso. A todo ello se añaden algún saltado actual producto de las
labores de excavación.
Contiene un grabado en la mitad superior izquierda, que mide 35,8 x 7,0 mm. Se trata de un cuadrúpedo
con rabo, cuerpo y cuello largos que contrastan con la cabeza y las patas cortas. Según la posición subvertical
de las patas delanteras y la escasa individualización del lomo de la cabeza y el cuello, se asemeja a un
carnívoro (mustélido) en postura semierguida, en acción de oteo (fig. 11, 11). Su perspectiva es lineal con
representación de la pata trasera a modo de una pata por par. Tiene un perfil muy esquemático, donde se
pueden observar principalmente la cabeza (en la parte superior), la pata trasera y la cola (en la inferior),
esta última equivalente a un tercio de la longitud total del cuerpo. Carece de otros caracteres anatómicos, a
excepción del trazo irregular del lomo (lateral derecho del grabado) y los trazos oblicuos del interior, que
podrían hacer alusión al tipo de pelaje.
La técnica del grabado del trazo lateral derecho (nuestro lomo o línea cérvico-dorsal) fue señalada por
Fortea et al. (1995: 37) como pseudoexcisa, mientras que el resto de trazos no fueron descritos como tal.
Este estudio tampoco lo ha confirmado, pues en la pata trasera (fig. 5, 1), la cabeza, el hocico y los trazos
interiores (pelaje) (fig. 5, 2) encontramos grabado lineal de sección en V. En el cuello, el grabado tiene
sección en U y se produce un ligero relieve diferencial (fig. 5, 3), con varios enganches y salidas del útil.
En la cola el paso de la pseudoexcisión al grabado lineal se realiza mediante dos líneas relativamente largas
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y, por último, la parte inferior es una línea más ancha y profunda que el resto de la figura, con sección V
asimétrica sin paredes abruptas con varias pasadas de útil, donde no hay restos de pseudoexcisión (si la
hubo, ha sido borrada).
El grabado pseudoexciso tiene una trama apretada (8 levantamientos en 2 cm) y un grado elevado de
superposición, pues cada levantamiento elimina los restos del trazo anterior (remanente) y la intersección
entre dichos levantamientos se produce a un nivel intermedio entre la superficie de la pieza y la parte
más profunda de cada levantamiento. Éstos son de dimensiones pequeñas (4 x 1,5-2 mm), con una
profundidad variable, proximal 0,5 mm y distal 0,5-1 mm. La silueta es un rectángulo obtusángulo. La
sección longitudinal es en V asimétrica, con pared abrupta en la parte distal, y la transversal también en V
asimétrica con pared abrupta izquierda. Esta línea ha sido realizada desde la cabeza hacia la cola, primero
los trazos que ganan en profundidad y posteriormente se realiza el levantamiento de materia, tal y como
indican las salidas del útil (fig. 5, 4) y las marcas de la pared izquierda (fig. 5, 5). En ambos extremos de la
línea pseudoexcisa se han realizado retoques, con trazos en dirección opuesta (fig. 5, 6 y 5, 7), para enlazar
con los trazos siguientes (hocico y rabo). La pseudoexcisión seguiría pues el Modelo 1 y es posterior a la
regularización de la superficie (fig. 5, 8).
2. Llonin nº 2. Varilla (fig. 6).
Fragmento transversal mesial de varilla ovalada irregular (74,8 x 15,4 x 8,0 mm), que apareció rota en
la excavación, a 7 cm de distancia un fragmento del otro. No se producen cambios de sección a lo largo de
toda la pieza, sus bordes son paralelos, relativamente convergentes hacia el extremo distal, y su perfil es
arqueado. La cara inferior no está muy trabajada, puesto que conserva una parte importante en superficie
(90%) y profundidad (~3 mm) de tejido esponjoso. La parte central de la cara inferior no está regularizada
pero sí las zonas próximas a los bordes. Las fracturas no son determinantes (irregulares, en dientes de
sierra), por lo que excluimos el impacto como causa de la fractura y aquí se podría barajar un amplio
Fig. 6. Llonin nº 2. Varilla. Dibujo E. Duarte. Fotografía J. Fortea. Fotografías detalle de E. Duarte.
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La técnica pseudoexcisa en el Badeguliense / Magdaleniense arcaico de Asturias
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abanico de posibilidades (p. ej. flexión). Las marcas de raspado y de abrasión se registran a lo largo de
toda la pieza. En general, la conservación es mala y presenta disgregación en la parte proximal, cambios de
coloración (rubefacción) y concreción que afecta en parte al grabado.
El motivo decorativo son dos líneas longitudinales de las que parte una serie de trazos oblicuos paralelos
(pectiniforme doble), ocupando la mitad proximal de la pieza (34,4 x 5,7 mm, medidas máximas del
conjunto). Ambas líneas están relativamente centradas en el campo gráfico, de modo que la distancia entre
ellas es equiparable a la existente entre cada una de ellas y cada borde de la pieza (~4 mm). En ambos
casos, la línea larga cuenta con una delineación recta un poco sinuosa y es anterior a los trazos cortos (fig.
6, 1). Éstos parten de la primera, registrándose salidas del útil en algún caso (fig. 6, 2) y enganche del útil
(fig. 6, 3), en el caso de la línea de la derecha. En esta última, se puede señalar la dirección, de abajo hacia
arriba, por las salidas del útil (fig. 6, 4), mientras que en el caso de la línea izquierda es dudoso, aunque el
pequeño código de barras de la pared derecha lleva a sospechar una misma dirección. Los trazos pequeños
son equidistantes unos de otros (2 mm). Se trata de un grabado de poca profundidad (<0,5 mm), que se
mantiene constante a lo largo de cada trazo, así como su longitud (2 mm), y de trazos poco anchos (0,6 mm
máx.) con una sección transversal en V asimétrica con una pared casi abrupta, abrupta en algunos trazos
(fig. 6, 5). Así, los trazos cortos de la parte superior de la línea izquierda tienden a una silueta semicircular
y la parte curva de cada uno de ellos llega a tocar con la parte recta del siguiente, generando sensación de
pseudoexcisión. Se trata en realidad de un cambio de inclinación del útil (fig. 6, 6). El resto de los trazos
generan una silueta lineal.
3. Llonin nº 3. Azagaya biapuntada losángica (fig. 7).
Azagaya biapuntada de sección ovalada. Está casi entera (80,8 x 8,8 x 4,7 mm). La parte distal muestra
un lustre y su extremo está redondeado, mientras que la proximal tiene una pequeña fractura en lengüeta en
charnela (6 mm) que se puede relacionar con un impacto (Pétillon, 2006). La forma de esta pieza es tendente
Fig. 7. Llonin nº 3. Azagaya biapuntada losángica. Dibujo E. Duarte. Fotografía J. Fortea. Fotografías detalle E. Duarte.
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E. Duarte Matías, M. de la Rasilla Vives y J. E. Aura Tortosa
a la losángica, su anchura máxima se localiza a 23 mm de la base y su espesor máximo a 30 mm también
de la base (y, por tanto, anchura y espesor máximos no coinciden en el mismo punto), la cual consiste en un
aplastamiento. La sección se hace circular hacia el extremo distal. Los bordes son convergentes convexos
asimétricos y el perfil ligeramente arqueado (1,5 mm flecha).
Esta pieza ha sido muy trabajada, siendo las marcas de abrasión y pulido las que mejor se conservan.
Las primeras se concentran en los bordes, más marcadas en el lado izquierdo. Por su parte, las estrías se
concentran en el extremo distal de la cara dorsal. El brillo de la pieza está acentuado por su estado de
conservación, pues se encuentra totalmente rubefactada. Sin embargo, la materia no llega a desintegrarse, al
contrario de lo que ocurre en otras piezas del nivel. No conserva parte cortical y el tejido esponjoso, apenas
existente, se concentra en la cara ventral (<10%). Conserva algunas partes con concreción.
En la parte distal, sobre la superficie lisa/ligeramente convexa de la cara dorsal encontramos un grabado,
sometido a pulido posterior (y acaso uso) que a causa de ello se ha difuminado, de modo que sólo se puede
ver actualmente una pequeña parte con un grabado más profundo.
Describe una forma abierta, con dimensiones máximas de 43 x 8,1 mm. Hacia la base de la azagaya
encontramos dos líneas paralelas, divergentes en su parte más distal donde cada una “engancha” con una
línea convexa, con forma general de óvalo abierto (fig. 7, 2). Este motivo recuerda al cuadrúpedo de Llonin
nº 1, en tanto que conjunción de masa y apéndice alargado (¿a modo de cola?). Dado que no se puede
observar la parte distal, pasamos a considerarla como una figura incompleta.
El pulido y la intensa rubefacción hacen que sea difícil afirmar que al menos una parte del grabado se
haya hecho mediante pseudoexcisión, pero en la otra parte se puede distinguir dicha técnica por tener una
serie de trazos pequeños alargados de silueta rectangular y superpuestos, con una sección longitudinal en
V asimétrica y una trama apretada (5 levantamientos en 1 cm) (fig. 7, 1 a 3). Nosotros pensamos, y estaba
de acuerdo J. Fortea cuando se comenzó a fotografiar (marzo 2009) y a estudiar el material, que tiene esa
técnica aunque con una mínima reserva.
4.2. Cova Rosa
Este yacimiento fue excavado por F. Jordá y A. Gómez Fuentes entre 1975 y 1979 (fig. 4). Anteriormente,
Jordá había regularizado un corte dejado por actuaciones incontroladas previas (Utrilla, 1981; Jordá et al.,
1982). Los materiales procedentes de las primeras actividades fueron estudiados y publicados por Jordá
(1976, 1977), así como por Barandiarán (1973), Corchón (1986), Straus (1983), Utrilla (1981), González
Sainz (1989) y Adán (1997).
La problemática de esta pieza reside en su dudosa procedencia estratigráfica. De ahí que a lo largo de los
años haya sido adscrita a diversos horizontes culturales según su decoración y su tipología, y, por tanto, se
hayan ido acumulando incorrecciones sobre su origen y su clasificación cultural. Con todo, el mismo Jordá
fue cambiando su adscripción crono-cultural, Magdaleniense inferior primero y, luego, Solutrense superior,
que Corchón asociaría con el Magdaleniense medio, a partir de criterios formales. Jordá no da información
sobre la recogida de esta pieza, mientras que Utrilla y Straus mantienen posturas enfrentadas (tabla 2).
Puesto que Barandiarán escribe en su catálogo “En Museo Arqueológico de Oviedo: capa 6ª” (1973: 117)
suponemos que la pieza tenía una etiqueta que acreditaba su procedencia, lo cual explica el hecho de que Straus
no viera ningún problema en relacionarla con esa capa y dar por buena la estratigrafía, aunque Utrilla presenta
dudas al respecto por tratarse de una zona revuelta y que, según una comunicación personal con Jordá, él había
realizado la atribución cultural de la misma atendiendo a criterios morfológicos (Utrilla, 1981: 59).
Podemos concluir que aunque no quede claro que la pieza provenga del nivel superficial, sabemos
que fue recogida durante las primeras actuaciones arqueológicas de Jordá que consistieron en la limpieza
y regularización del corte dejado por las acciones furtivas (1957 según Jordá, 1976; 1958 según Straus,
1983; 1959 según Jordá et al., 1982). Podría haber sido recogida por tanto en superficie o en alguno de
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Tabla 2. Adscripción cultural de la azagaya-varilla de Cova Rosa según diferentes autores y publicaciones.
Autor
Nivel / Campaña
Horizonte cultural
Referencia
Jordá
-
SS
1976: 149
-
SS
1977: 99
-
MI
1982: 36 y 175
-
SS sic Jordá
1981: 1
-
SS o MM
2007: 424
Capa 6ª
MM sic Corchón
1973: 117
-
MM
1975: Lám. 1.2
Capa 6ª
MM
1981: 98 y 136
-
MM provisional
1971: 34
-
MI o MM
1986: 356
Utrilla
EEF / 1ª actuación
MI sic Jordá / MM sic Corchón
1981: 58
Straus
Capa 6ª / 1958
S
1983: 41
Escortell
-
MI
1988: 21
Adán
EEF
S sic Jordá / MI o MM sic Corchón
1997: 155
Fortea et al.
-
S, MI, MM “según autores”
1995: 38
Rodríguez Muñoz
Barandiarán
Corchón
Nivel / campaña: EEF: Escombrera de excavación furtiva.
Horizonte cultural: S: Solutrense; SS: Solutrense superior; MI: Magdaleniense inferior; MM: Magdaleniense medio.
los niveles que define Jordá durante la regularización del corte, pero hay que tener en cuenta que dicha
división estratigráfica ofrecía dudas (Utrilla, 1981: 59) y por tanto considerarla perteneciente a uno de esos
niveles sería igualmente arbitrario. Además, esa zona de trabajo de Jordá se efectuó en el corte dejado por
las actuaciones furtivas previas (Jordá, 1977: 66, Fig. inf.). Existiría pues una elevada probabilidad de que
los materiales se hubieran mezclado durante el tiempo transcurrido entre dichas actuaciones furtivas y la
regularización de Jordá, dado que era una zona expuesta al borde de la cata donde los agentes naturales y
antrópicos habrían tenido gran incidencia (bien por movimiento natural de las piezas al verse sometidas a
los fenómenos climáticos, bien por el simple pisoteo humano y animal, pues siempre ha sido un complejo
kárstico muy concurrido [Rodríguez Calvo, 1993]).
Por tanto, la procedencia estratigráfica de esta pieza es incierta, si bien queda abierta la posibilidad de que
en Cova Rosa hubiera existido un nivel Badeguliense/ Magdaleniense arcaico del que la pieza en cuestión
procediera originalmente. Por los estudios líticos, las capas 2, 3 y 4 pertenecerían a un Magdaleniense
indefinido (Utrilla, 1981), la capa 5, arcillosa, sería estéril (Utrilla, 1981) y la 6 al Solutrense (Straus, 1983).
Sin embargo, los análisis factoriales realizados por Bosselin y Djindjian (1999), a partir de los datos de Utrilla
(1981), han ubicado Cova Rosa (capas 2, 3 y 4) en su Badeguliense cantábrico, a pesar de carecer de raclettes
(Utrilla, 2004: 257) y otros materiales de tipo Badeguliense/ Magdaleniense arcaico (Aura et al., 2012: 77).
La pieza analizada es:
1. Varilla (fig. 8).
Se trata de una varilla con extremo distal roto (160,5 x 17,5 x 11,0 mm), tal y como han señalado algunos
autores (Corchón, 1971; Jordá, 1976, 1977; Jordá et al., 1982; Straus, 1983; Escortell, 1988) aunque otros
lo han interpretado como una punta o azagaya (Barandiarán, 1973, 1981; Rodríguez Muñoz, 1981; Utrilla,
1981; Corchón, 1986; Adán, 1997).
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E. Duarte Matías, M. de la Rasilla Vives y J. E. Aura Tortosa
Fig. 8. Varilla de Cova Rosa. Dibujo según Corchón (1986). Fotografías E. Duarte.
Nos inclinamos por considerarla como varilla por la sección ovalada, la anchura considerablemente
mayor en comparación con el resto de azagayas del yacimiento (Utrilla, 1981) y que la cara inferior está
poco trabajada a excepción del extremo proximal redondeado con aplastamiento. Conserva el tejido
esponjoso de forma casi completa en su cara inferior y sólo han sido trabajados los bordes, mediante
raspado y abrasión, además de la citada parte proximal, adelgazada y un tanto apuntada. A 40 mm del
extremo proximal se produce un afilamiento de los bordes. En ese extremo y en el distal la pieza conserva
una fractura en dientes de sierra. La pieza está restaurada de antiguo porque según Utrilla había aparecido
rota en dos fragmentos (Utrilla, 1981). La sección es plano-convexa en la parte del aplastamiento y ovalada
en el resto de la pieza. El perfil es ligeramente curvo (2 mm flecha) y los bordes son rectilíneos tendentes a
convexos, describiendo una silueta subrectangular. El máximo espesor de la pieza se encuentra en la parte
distal. Cuanto más hacia la parte distal nos encontramos, los bordes son más redondeados (tendentes a lo
abrupto) y la pieza es más espesa.
Como ya se ha comentado, tiene marcas de raspado en los laterales y también en la cara superior, tanto
de abrasión como de pulido, predominando en la parte proximal el segundo sobre la primero.
En cuanto al motivo decorativo, se trata de “un ‘cuerpo’ rectangular con sendos apéndices delante y
detrás (corto el uno, muy largo el otro)” (Barandiarán, 1973: 116), que ha sido clasificado mayoritariamente
como un motivo vegetal (Jordá, 1976, 1977, 1983; Rodríguez Muñoz, 1981; Jordá et al., 1982; Straus,
1983; Escortell, 1988). Otras interpretaciones son la de un pez estilizado (Barandiarán, 1973) o una flecha
compuesta (Corchón, 1986). La línea longitudinal que discurre por el eje central de la pieza se desarrolla
ocupando casi todo el campo gráfico. La forma cerrada rectangular está compuesta por una sucesión de
trazos oblicuos en disposición radial. En su interior se encuentran restos de sedimento o mineral ferruginoso.
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La técnica pseudoexcisa en el Badeguliense / Magdaleniense arcaico de Asturias
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La técnica ha sido clasificada como pseudoexcisa y esta pieza ha constituido uno de los prototipos de la
misma (Barandiarán, 1973, 1981). Al igual que en el caso de Llonin nº 1, sólo una parte del motivo puede
ser considerada como pseudoexcisión, la línea larga.
Se trata de una trama muy apretada, 9 levantamientos en 2 cm, con una yuxtaposición muy estrecha que se
produce principalmente entre la parte inferior del lateral izquierdo de cada levantamiento, confluyendo hacia
el lateral derecho del levantamiento siguiente. En la parte inferior de la pieza, en los primeros 30 mm partiendo
de la base, vemos sin embargo la superposición en los lados estrechos, del tipo a la vista en la pieza Llonin nº
1. Los levantamientos (medidas 3,5 x 2 mm) tienen una silueta en rectángulo obtusángulo que se estrechan
hacia la parte superior. La sección longitudinal es en V asimétrica con pared abrupta en la parte superior o
distal y profundidad variable, 1 mm en la parte distal y casi inexistente en la proximal. La sección transversal
es en U con fondo en pendiente, siendo más profunda la parte izquierda que la derecha. Los trazos se juntan
en el medio en el lateral derecho con la parte distal del siguiente. La silueta se estrecha un poco en la parte
proximal de cada levantamiento, lo cual sumado a la sección longitudinal de profundidad mayor en la parte
proximal (fig. 8, 1) y a la existencia de escalones en el interior de algunos levantamientos (fig. 8, 2), junto
con las líneas marcadas en la pared derecha (fig. 8, 3) nos lleva a deducir que la ejecución arranca desde la
parte proximal derecha y se desarrolla desde abajo hacia arriba. Por tanto, el trazo se realiza según el Modelo
2 propuesto y la morfología se corresponde con el Tipo 2 (Rascaño) aunque en la parte proximal combina el
Tipo 1 (Aitzbitarte IV), el citado Tipo 2 y se aprecia la forma de paso entre ambos.
En contraposición a la línea descrita por la pseudoexcisión, el cuerpo rectangular del motivo está
formado por pequeños trazos que cuentan con una sección transversal constante en U. Comparados con
los levantamientos de la línea, son un poco más largos (8 mm), el doble más anchos (4 mm) y menos
profundos, lo cual indica un cambio de inclinación del útil respecto a la línea (fig. 8, 4).
4.3. Cueto de la Mina
El yacimiento fue excavado por el Conde de la Vega del Sella (1916) y posteriormente por Rasilla (Rasilla y
Hoyos, 1988) (fig. 4). Las dos piezas analizadas aparecieron en los subtramos 1 y 2 del nivel E (Solutrense
superior) de las primeras excavaciones. Con todo, en la sigla de una de ellas (Cueto de la Mina nº 1) pone
que pertenece al subtramo 1, luego estaba en la parte superior del nivel.
Aquí hay que tener en cuenta ciertos problemas estratigráficos que afectan tanto al nivel E como al
D (Magdaleniense inferior) en la primera sección, es decir en la covacha, y que pueden enmascarar un
nivel del periodo Badeguliense/Magdaleniense arcaico. Vega del Sella comenta que la separación entre el
tramo superior del nivel E del nivel D era complicada, pues: “…apenas estaba delimitado, siendo por tanto
de temer la transgresión de elementos de uno a otro nivel, especialmente por algunas oquedades que se
presentaban en las orillas de la pared…” (Vega del Sella, 1916: 29) y la “…capa magdaleniense, de unos
50 centímetros de espesor, se sobreponía al solutrense; en el interior de la cueva estaba en contacto, sin
separación visible, y con idéntica coloración oscura, por lo que no se podía distinguir uno de otro…” (Vega
del Sella, 1916: 45).
Así explicamos la existencia de una elipse, una azagaya con silueta losángica, un fragmento de varilla con
pseudoexcisión y una azagaya de Placard en los tramos superiores del nivel E y varias azagayas de Placard
en el nivel D (Vega del Sella, 1916: Lám. XXII, XXV, XXVI, XXXII y Fig. 15), elementos igualmente
presentes por ejemplo en el nivel III de Llonin. En cuanto a la colección lítica, Vega del Sella parece haberse
quedado con las piezas más significativas de los niveles solutrenses y magdalenienses, destacando las puntas
solutrenses en el nivel E y los raspadores abultados, buriles y laminillas con dorso para el D.5
5 Por otra parte, se ha excluido del estudio una varilla de Cueto de la Mina (Vega del Sella, 1916: Lám. XXV, 7; Aura et al., 2012:
Fig. 3, 6) porque, aunque pudiera tener pseudoexcisión, su grado de alteración (térmica, bioturbación, etc.) no permite analizar las
variables aquí propuestas.
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E. Duarte Matías, M. de la Rasilla Vives y J. E. Aura Tortosa
Las piezas analizadas son:
1. Cueto de la Mina nº 1 (Nº Inv. MNCN: 5963). Varilla (fig. 9).
Fragmento mesial de varilla (21,2 x 9,6 x 0,4 mm) (Vega del Sella, 1916). El borde lateral derecho
se conserva sólo en la parte proximal de la pieza y las fracturas son indeterminables. La sección es
subcuadrangular y la cara superior presenta un amplio hundimiento longitudinal, mientras que los bordes
son relativamente convexos.
Está muy afectada por la disgregación de materia y, por tanto, la observación de la decoración no
es óptima. Ésta (21,2 x 4,3 mm) se desarrolla a lo largo de todo el fragmento y consiste en dos líneas
longitudinales paralelas que se encuentran muy cerca una de otra, sobre todo hacia el centro de la pieza,
siendo la distancia entre ellas (1,2 mm) más corta que entre cada una y los bordes de la pieza (~2 mm). En la
parte derecha de esta misma cara, bajo la sigla S.S.1, hay una tercera línea, aunque muy perdida (fig. 9, 1).
De las tres líneas, sólo se analizan tecnológicamente la de la izquierda y la del centro por ser las que mejor
se conservan aunque la última está en peor estado que la izquierda.
La línea de la izquierda tiene una trama no apretada (6 levantamientos en 2 cm). Las dimensiones medias
de cada levantamiento son 3,5 x 1,2 mm. La silueta de los levantamientos es un rectángulo obtusángulo y
éstos se encuentran superpuestos, ya que no se ven espacios sin grabado y la línea abrupta corta siempre la
inclinada. La sección longitudinal es en V asimétrica abrupta la parte distal, así como la sección transversal,
en V asimétrica con la pared izquierda bastante abrupta y con marcas del filo del útil (fig. 9, 2). La sección
longitudinal está en pendiente y tiene una profundidad distal de <1 mm y la proximal es casi inexistente. A lo
largo de la línea este escalonamiento se marca bien en el fondo de los levantamientos y es menos acentuada
en la pared izquierda, donde se van sucediendo los trazos transversales, que indican una ejecución del
conjunto desde arriba hacia abajo. Aun así, sería necesario ver las rebabas en el fondo y las salidas del útil
en superficie, como en el caso de Llonin nº 1, y que no son observables principalmente debido a la peor
conservación de la pieza. La morfología del levantamiento inferior de la línea izquierda se ve una forma en
U en el fondo del trazo (fig. 9, 3), que apoya la hipótesis del Modelo 1, y la línea del centro, aunque menos
marcada, sigue el mismo modelo (fig. 9, 1).
2. Cueto de la Mina nº 2 (Nº Inv. MNCN: 485). Varilla o azagaya (fig. 10).
Fragmento mesial de varilla o azagaya, pues la sección y anchura de la misma tiene unas dimensiones
intermedias entre las varillas y azagayas del conjunto (Vega del Sella, 1916; Corchón, 1986) de sección
ovalada irregular, con la cara inferior poco trabajada (19,6 x 5,7 x 3,3 mm). Las fracturas, en dientes de
sierra, son indeterminables. Presenta marcas de abrasión aunque su conservación es bastante mala, pues
cuenta con numerosas cupulillas de disolución, bioturbaciones y fisuras.
Fig. 9. Cueto de la Mina nº 1. Varilla. Dibujo A. Fernández Rey. Fotografías J. Fortea.
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La técnica pseudoexcisa en el Badeguliense / Magdaleniense arcaico de Asturias
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Fig. 10. Cueto de la Mina nº 2. Varilla o azagaya. Dibujo A. Fernández Rey. Fotografías J. Fortea.
La decoración consiste en dos series de trazos cortos oblicuos paralelos que no se tocan entre sí y que
forman bandas longitudinales que se desarrollan a lo largo de todo el fragmento conservado. Si comparamos
la trama de la banda derecha con la pieza anterior, ésta no es apretada: 5 trazos en 2 cm. La línea de la
izquierda se desarrolla en el interior de un surco natural. Se trata de una yuxtaposición distante, pues entre
trazo y trazo median 2 mm. Las medidas medias de los trazos son 3,4 x 2,5 mm. La profundidad es regular
en cada trazo, <1 mm.
La silueta es triangular-lenticular y la sección longitudinal recta y la transversal en V simétrica, mientras
que la longitudinal es en V asimétrica. Algunos trazos de la línea derecha tienen una sección longitudinal
en V asimétrica, siendo semiabrupta la pared distal y se parecen a alguno de los levantamientos de Cueto
de la Mina nº 1, por lo que podría ser un trazo pseudoexciso (fig. 10, 1, 2b y 2c). Sin embargo, carece de
remanente en ese punto y la silueta no es rectangular. En el resto de los trazos no se ve un levantamiento
claro de materia ni una sección longitudinal con una pared abrupta, por lo que esto sugiere un cambio de
inclinación del útil con apariencia pseudoexcisa, tal y como observamos en Llonin nº 2. La silueta y el
punto más profundo hacia el centro de los trazos, sobre todo el 8 de la línea de la derecha (fig. 10, 2a),
parece indicar el piqueteado.
5. PARALELOS
Como ya hemos visto, de las piezas que hemos estudiado sólo la nº 1 de Llonin, la de Cova Rosa y la nº 1
de Cueto de la Mina contienen pseudoexcisión, más una parte de la pieza de Llonin nº 3 con las reservas
señaladas (figs. 5, 8, 9 y 7). De ellas, ninguna tiene el mismo motivo decorativo, pero vemos un rasgo
común: la realización de la pseudoexcisión tiende a hacerse en líneas rectas dispuestas a lo largo del eje más
largo y en las caras más anchas, sobre soportes con sección aplanada-oval.
Si comparamos Llonin nº 1 con Llonin nº 3, ambas líneas tienen una trama similar (~4 y 5 levantamientos
en 1 cm respectivamente) y la figura es parecida a muy grandes rasgos, pues se trata de una forma cerrada con
una parte ancha y otra estrecha y alargada, a modo de apéndice, aunque la nº 3 tiende a la forma circular y la
nº 1 a la rectangular. No podemos afinar más por las razones de conservación ya aludidas de la segunda pieza.
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E. Duarte Matías, M. de la Rasilla Vives y J. E. Aura Tortosa
Los paralelos con piezas de otros yacimientos que tienen técnica pseudoexcisa, según la propuesta
de Utrilla (1986), a la vez que ilustraciones y descripciones detalladas se presentan en la tabla 3,
independientemente de si tienen o no líneas longitudinales superpuestas. Todas ellas cuentan con: 1.
Sucesión de levantamientos en yuxtaposición o superposición en sus lados estrechos o anchos y 2. Silueta
rectangular-trapezoidal y sección irregular de dichos levantamientos.
Hay otros posibles paralelos, no señalados previamente, pero al contar sólo con ilustraciones es más
complicado afinar de modo que las incluimos de forma provisional en la tabla 4. No obstante, el tipo
de sucesión yuxtapuesta de los trazos en las partes proximal y distal y las secciones longitudinales con
profundidad en pendiente de los mismos, a partir de las sombras que se aprecian en las ilustraciones, nos
lleva a considerar que también tienen técnica pseudoexcisa.
Estos criterios obligan a reducir algo más el catálogo de piezas con pseudoexcisión expuesto por SéronieVivien (2005), ya criticado por Ducasse (2010), en relación con los ejemplares de Isturitz. En cuanto a los
de Laugerie-Basse, dado que no contamos con buenas reproducciones de las piezas, existe la posibilidad de
que se tratara de ranuras estriadas, tal y como se observan en algunas piezas de este yacimiento o en Mas
d’Azil (Chollot-Varagnac, 1980), que serían abundantes en el Magdaleniense superior-final y, por tanto,
más acordes con la cronología propuesta desde antiguo para este yacimiento. En el caso de Le Chaffaud,
también de cronología dudosa, los trazos cortos y finos y la existencia de líneas largas de las que éstos
Tabla 3. Paralelos con pseudoexcisión clara.
Yacimiento
Tipo
Fr
Sc
MF
CD
Tecno
N/HC
Referencia
Le Placard
Az
D
-
1 LC
Sup
Ps
MI p
(1) 217:
55.021.11
Az/Va
M
-
3 LO + trazos oblicuos=
Pisciforme
Sup
Ps+In
MI p
(1) 237: 54.995
Ci
P
-
3 LO + trazos oblicuos=
Pisciforme
Sup
Ps+In
MI p
(1) 303: 55.014
Va
P
PCx 3 LO + puntos
Sup
Ps+¿Pq? MI p
(1) Fig. 96
LM
M
-
3 LC + LC cortas = ¿asta?
Sup
Ps
MI p
(1) Fig. 99
¿Va?
M
-
3 LC + LC cortas = ¿asta?
Sup
Ps
MI p
(2) Fig. 21, 3º
por la izda.
¿Va?
M
-
Pisciforme
Sup
Ps+In
MI p
(3) Fig. 9.1
Ci
D
-
3 LO
Sup
Ps
II/Ba
(1) 275: 59.480
Va
D
Ov
1 LR + puntos
Sup
Ps+Pq
II/Ba
(4) Pl. XII.1
AzBS
P
Ov
3 LO
Inf
Ps
9a/Ba
(5) Fig. 2.5
AzBS
C
Ov
3 LOb
Inf
Ps
8c/Ba
(5) Fig. 2.1
AzBS
Badegoule
Pégourié
Jolivet
TP
-
1 LR + incisiones oblicuas
Sup
Ps+In
B o C / ¿Ba?
(5) Fig. 4.9
Laugerie-Haute AzBS
P
Ov
3 LO
Inf
Ps
Ic/MI
(6) Fig. 2
Aitzbitarte IV
Va
M
PCx 3 LO
Sup
Ps
IV/Ba
(6) Fig. 1
Rascaño
AzBS
P
Ov
Sup
Ps Tipo2 5/¿Ba?
1 LC
(7) Fig. 43.2
Tipo (tipología): Az: Azagaya; AzBS: Azagaya bisel simple; Ci: Cincel; Va: Varilla. Fr (fracturas): C: Completa; D: Distal; M:
Marginal; P: Proximal; TP: Transversal proximal. Sc (sección): Ov: Ovalada; PCx: Plano-convexa. MF (morfología del grabado): LC:
Líneas curvas; LO: Líneas onduladas; LOb: Líneas oblicuas; LR: Líneas rectas. CD (cara decorada): Inf: Inferior; Sup: Superior. Tecno
(tecnología de la MF): In: Incisión; Pq: Piqueteado; Ps: Pseudoexcisión. N/HC (nivel y horizonte cultural): Ba: Badeguliense; MI p:
Magdaleniense I posible. Referencia: (1) Chollot-Varagnac, 1980; (2) Breuil, 1937; (3) Breuil y Saint-Périer, 1927; (4) Cheynier, 1939;
(5) Séronie-Vivien, 2005; (6) Utrilla, 1986; (7) Barandiarán, 1981.
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La técnica pseudoexcisa en el Badeguliense / Magdaleniense arcaico de Asturias
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parten se asemejan más al pectiniforme que a la pseudoexcisión y su parecido con el ejemplar de El Gato 2
es notable (Utrilla et al., 2012). Por otro lado, hay que tener en cuenta que existen ejemplares con motivos
pisciformes con pseudoexcisión (tabla 3), por lo que no excluimos que se trate de esa técnica. No obstante,
es necesario estudiarlos con la metodología propuesta.
En el conjunto de piezas con pseudoexcisión clara, los motivos decorativos son múltiples y las
recurrencias escasas (tabla 3). El más repetido es sin duda el de las tres líneas onduladas, pudiendo estar
asociado o no a otros trazos y formar una figura un tanto más compleja.
No existen tampoco paralelos en la morfología del grabado entre las piezas estudiadas y las recogidas en
las tablas 3 y 4. Sin embargo, si atendemos a la decoración de algunas piezas de época Solutrense superior
o Magdaleniense inferior, sin atrevernos a atribuirlas al Badeguliense por la antigüedad de algunas de las
excavaciones, encontramos alguna similitud que pasamos a tratar (fig. 11):
- Llonin nº 1 (fig. 5).
Como decíamos más arriba, este cuadrúpedo se asemeja a un carnívoro (mustélido) en acción de oteo
(fig. 11, 1 y 11), pero en el Cantábrico no hemos encontrado por ahora un paralelo directo. De hecho, los
cuadrúpedos aislados no abundan y menos en piezas funcionales. Sólo podemos señalar, muy lejanamente,
una azagaya de La Paloma con un cuadrúpedo de perfil (Barandiarán, 1971) y otra con un signo enigmático
de Cueto de la Mina, nivel E (Vega del Sella, 1916: Lám. XXII). Descrito inicialmente por Vega del Sella
como un pez (Vega del Sella, 1916: 22) o por Corchón (1986: 264) como “ramiforme en forma de ‘cola’ o de
‘penacho’”, en el motivo de Cueto de la Mina (fig. 11, 3) se puede observar una línea larga a la izquierda, que
podría corresponderse con el lomo y la cola de un cuadrúpedo. A la derecha, otra línea un tanto convexa y que
cuenta con una línea oblicua en cada extremo, a modo de pata por par. La cabeza no es perceptible. Se parece
a Llonin en que se trata de un cuerpo y rabo alargados, junto con unas patas cortas, de forma cuadrangular.
En el caso de La Paloma (fig. 11, 2) además del cuadrúpedo hay una cabeza animal. El primero está de
perfil y tiene una representación de pata por par. El lomo y el rabo están realizados por medio de una sola
Tabla 4. Paralelos con pseudoexcisión posible.
Yacimiento Tipo
Fr
Sc
MF
CD
Tecno
N/
HC
Referencia*
Le Placard
Va/Ci
M
-
4 LR + elipse
Sup
¿Ps?
¿MI?
195: 55.069
Ci
M
-
3 LR + trazos oblicuos
Sup
¿Ps?+Gs
¿MI?
195: 55.015
Al
TM
-
2 LC + trazos oblicuos
= Animal posible
Sup
¿Ps?+In
¿MI?
195: 55.046
Va/Ci
TD
-
3 LC + LR
Sup
¿Ps?+Gs
¿MI?
217: 55.069
Va
TM
-
2 LO = Serpentiforme
Sup
¿Ps?
¿MI?
237: 55.121
Va/Az
¿TD?
-
3 LR
Sup
¿Ps?
¿MI?
241: 55.129
Va
TM
PCx 2 motivos bífidos
Sup
¿Ps?
¿MI?
335: 54.992
Va
TM
-
2 LO
Sup
¿Ps?
Posible línea cosida
¿MI?
241: 55.033
¿Az/Va?
TM
-
Elipse
Sup
¿Ps?
¿MI?
335: 54.996
Tipo (tipología): Al: Alisador; Az: Azagaya; Ci: Cincel; Va: Varilla. Fr (fracturas): M: Marginal; TD: Transversal distal; TM:
Transversal mesial. Sc (sección): PCx: Plano-convexa. MF (morfología del grabado): LC: Líneas curvas; LO: Líneas onduladas; LR:
Líneas rectas. CD (cara decorada): Sup: Superior. Tecno (tecnología de la MF): Gs: Grabado simple; In: Incisión; Ps: Pseudoexcisión.
N/HC (nivel y horizonte cultural): MI: Magdaleniense I.
* Todas pertenecen a Chollot-Varagnac, 1980: en la tabla se indica la página y el nº de referencia.
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E. Duarte Matías, M. de la Rasilla Vives y J. E. Aura Tortosa
Fig. 11. Paralelos del cuadrúpedo de Llonin nº 1: 1. Llonin nº 1, dibujo A. Fernández Rey. 2. La Paloma (Barandiarán,
1971). 3. Cueto de la Mina (Vega del Sella, 1916). 4-9. Le Placard (Breuil y Saint-Périer, 1927). 10. Laugerie-Haute
(Peyrony, 1939). 11. Mustélido: Armiño (Mustela erminea) (Vázquez y Díaz, 2006). Las piezas nº 1-3 y 11 no tienen
escala y las nº 3-4 están reflejadas del original hacia la izquierda.
línea. Al contrario que el ejemplo anterior, tiene representada la cabeza. Se diferencia del de Llonin en que
las patas están mucho más inclinadas, tiene un lomo más corto y cuenta con la curvatura del lomo en el
tren anterior, además de que la cabeza mira al frente en vez de hacia abajo y es más detallada, se trataría
de un caballo y procedería del “Magdaleniense superior” de las excavaciones de Hernández-Pacheco
(Barandiarán, 1971).
Tras una recopilación de los motivos decorativos en piezas adscritas al Badeguliense en Francia,
independientemente de su técnica, encontramos unos diseños en Laugerie-Haute y Le Placard que forzando
algo tienen alguna similitud con estos cantábricos.
En un cincel de Laugerie-Haute (fig. 11, 10), Breuil veía una representación de un asta de reno, que sin
embargo para D. y E. Peyrony podría tratarse de “un profil d’animal très schématisé: tête longue, œil rond,
pattes portées en avant, dans la position d’une bête, s’arc boutant et tirant quelque chose avec la gueule,
grosse queue tendue dans le prolongement du corps et petites ponctuations indiquant le poil” (Peyrony,
1938: Fig. 39.1). Aquí, si cambiamos la interpretación y vemos la cabeza donde D. y E. Peyrony sitúan la
cola, tendríamos una serie de coincidencias con la figura de Llonin: 1. Perfil de cuadrúpedo alargado con
representación de pata por par, 2. Cola larga, 3. Una parte alargada: el cuello o el tronco, 4. Trazo no continuo,
esto es, línea quebrada que da sensación de representación del pelaje en el contorno, 5. Representación del
pelaje en la parte interior del contorno mediante trazos cortos oblicuos. En la de Laugerie-Haute faltaría la
cabeza, pues la pieza está rota, y contaría con un menor grado de esquematismo que la de Llonin.
En Le Placard (fig. 11, 4-9) hay unas piezas con unas representaciones interpretadas por los autores
como estilizaciones de serpientes, “le contour, marqué par deux traits parallèles, porte une saillie qui doit
figurer le pénis” (Breuil y Saint-Périer, 1927: Fig. 69.1-4, 6-7). Si tomamos como la cola el apéndice del
extremo proximal tenemos igualmente: 1. Perfil de cuadrúpedo alargado con representación de pata por
par, 2. Cola larga, 3. Una parte alargada: el cuello o el tronco, 4. Trazo no continuo, esto es, línea quebrada
que da sensación de representación del pelaje en el contorno. Aquí todas carecerían de cabeza de forma
intencional puesto que las piezas no están rotas en la zona donde se localizaría la cabeza.
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- Cova Rosa (fig. 8).
Dado que este motivo había sido emparentado principalmente con los motivos vegetales (véase apartado
4.2.), este tipo de representaciones no constituye un tema recurrente en el Paleolítico (Leroi-Gourhan,
1995) ni de forma aislada ni asociada a animales. En el caso que nos ocupa, es verosímil su parecido con
plantas con infloración en espiga, tal y como señaló Jordá (1976, 1977, 1983) y que son abundantes en esta
zona geográfica.
No hemos encontrado ningún paralelo directo, no en vano no se había propuesto ninguno hasta el
momento. Es más común encontrar varias líneas con tendencia curva asociadas a otros trazos y formando
otro tipo de figuras (tablas 3 y 4). De éstos, el más similar es un pisciforme de Le Placard (Breuil y SaintPérier, 1927: Fig. 9.1.), lo cual apoyaría en cierta medida la interpretación de Barandiarán (1973) como
estilización de pez y además se trata de un tema decorativo frecuente en este periodo.
- Cueto de la Mina nº 1 (fig. 9).
Hay que tener en cuenta que se trata de un fragmento muy pequeño y que le falta una parte de la derecha.
No podemos saber si esta pieza tenía más líneas, al estilo de la azagaya de Pégourié (nivel 9a). El caso
es que el tema de las dos líneas rectilíneas no es común, siendo, sin embargo, frecuentes una o tres líneas
(tablas 3 y 4).
Por último, se puede observar en varios yacimientos atribuibles a este periodo la convivencia de
la pseudoexcisión (independientemente de su motivo decorativo) y el grabado simple con el motivo
pectiniforme, como ya señaló en su momento Utrilla (1986) a propósito de las similitudes formales de la
pseudoexcisión y algunas piezas de Badegoule (tal es el caso de Llonin III, Rascaño 5 y Badegoule II).
Incluso se documenta la convivencia entre la pseudoexcisión y el motivo ramiforme (como en Llonin III)
y, con más dudas, las series de trazos cortos paralelos que forman bandas longitudinales (Cueto de la Mina,
Parpalló), estos últimos similares a las “marcas de caza” solutrenses. Por otro lado, en otros yacimientos
de este horizonte cultural están presentes el pectiniforme y/o el ramiforme sin que se haya identificado la
pseudoexcisión como en El Gato (Utrilla et al., 2012) o en Lachaud (Cheynier, 1965: 36).
Entonces, este sería el momento (Badeguliense/Magdaleniense arcaico) de aparición tanto de la
pseudoexcisión como del motivo pectiniforme y probablemente del ramiforme, los cuales se desarrollaran
plenamente a partir del Magdaleniense inferior. Con todo, falta comprobar lo que sucede en los yacimientos
franceses y mediterráneos.
La distribución territorial de las piezas con pseudoexcisión (fig. 12) abarca por ahora desde La Charente
(Le Placard) hasta el Sella (Cova Rosa) en el occidente cantábrico, pasando por la Dordoña y el Lot (LaugerieHaute, Jolivet, Badegoule y Pégourié).6 Entre la Dordoña-Lot y el comienzo de la cornisa cantábrica (Aitzbitarte
IV) existe un vacío territorial importante (~300 km en línea recta), que abarca principalmente Las Landas y
los Pirineos donde por el momento se han documentado muy pocos yacimientos de cronología adscribible al
Badeguliense (Banks et al., 2011). Concretando más, la presencia del Badeguliense/Magdaleniense arcaico
con piezas pseudoexcisas en estratigrafías claras se reduce, de momento, a los yacimientos de Llonin, Rascaño
y Pégourié; mientras que en estratigrafías poco claras, bien por excavación antigua o por los avatares que han
sufrido las colecciones, podemos asignar a ese episodio los yacimientos de Cueto de la Mina,7 Aitzbitarte IV,
Laugerie-Haute, Badegoule, y Le Placard. No obstante, contrasta el número de yacimientos adscribibles al
Badeguliense sensu lato, tanto en Francia (Banks et al., 2011) como en la Península ibérica (Aura et al., 2012),
con la escasez de los mismos donde existe pseudoexcisión.
6
A partir de los criterios definidos en este texto, cabe la posibilidad de que haya pseudoexcisión en Volcán del Faro y en principio se
descarta para la pieza de Parpalló (Aura et al., 2012: fig. 3.8). Su descripción y discusión será retomada en un artículo más amplio.
7 A este conjunto pueden añadirse Jolivet y, sin olvidar su grave problemática, Cova Rosa.
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E. Duarte Matías, M. de la Rasilla Vives y J. E. Aura Tortosa
Fig. 12. Distribución de las piezas con pseudoexcisión en la Península Ibérica y Francia. A la cantidad de piezas
anotadas deben añadirse ocho posibles en Le Placard.
Además, es necesario tener en cuenta, según los yacimientos que conocemos en la actualidad, que
durante esta época no se elaboraba una amplia producción ósea si lo comparamos con el Magdaleniense
inferior y el medio, aunque es relativamente mayor que en el solutrense, y ello sumado a que ésta se
conserva en pocos yacimientos. Por tanto, con la información disponible el carácter de los marcadores
propuestos, y los que puedan proponerse, no podrá ser equiparado al de épocas posteriores.
Por otra parte, la abrumadora concentración en Le Placard podría llevarnos a considerar este yacimiento
como el núcleo de la pseudoexcisión (al estilo de Isturitz o Mas d’Azil durante el Magdaleniense medio [Utrilla
y Martínez Bea, 2008; Rivero, 2010]). Lamentablemente, no conocemos si todas las piezas pertenecen a un
mismo nivel ni tampoco su posición estratigráfica clara en el conjunto del yacimiento, aunque los nuevos
estudios podrán aportar datos importantes (Dujardin y Pinçon, 2000; Clottes et al., 2011).
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6. CONCLUSIONES Y PERSPECTIVAS
Las piezas estudiadas añaden dos ejemplares claros (Llonin nº 1 y Cueto de la Mina nº 1) y una parte de otra
(Llonin nº 3) a la lista de piezas con pseudoexcisión inscritas en el Badeguliense/Magdaleniense arcaico.
Se han propuesto unos parámetros específicos para diferenciar esta técnica de otras, con el objetivo de
eliminar confusión y de evaluar si se trata de una técnica exclusiva de esta época y que permita, al mismo
tiempo, ver los cambios que se producen en cronologías posteriores y en otros soportes. En este análisis se han
visto dos modalidades de ejecución, así como dos tipos morfológicos resultantes, estos últimos ya contemplados
en su momento por Utrilla (1986). De ellos, el Tipo 1 (Aitzbitarte IV) es más evidente que el Tipo 2 (Rascaño)
en el que resulta más difícil aislar algunas variables (como ocurre con el ejemplar de Cova Rosa).
En lo que se refiere a la forma de ejecución, conviven los dos modelos y, en el caso de Cova Rosa, se
observa el paso de uno a otro. Además en Llonin nº 1, Cova Rosa y Cueto de la Mina nº 1 coincide una factura
de arriba abajo tal y como hemos orientado las piezas. Igualmente, no se ha añadido ningún tipo nuevo de
soporte. Así, se sigue tratando de soportes alargados en los que se decora una sola cara (Utrilla, 1986).
En cuanto al carácter funcional o no de la pseudoexcisión, ninguna de las estudiadas cuenta con microlitos
o, aparentemente, resinas. Además, ninguna de las líneas con trazo pseudoexciso alcanza una profundidad
notable (siempre <1 mm) como para ser contenedora de elementos, del tipo de las registradas en algunos
yacimientos (Santamaría et al., 2001; Pétillon et al., 2011), ni se localiza en otra cara que no sea la más
ancha, todo lo cual nos lleva a rechazar, a falta de más datos, la hipótesis funcional de la pseudoexcisión.
Por otro lado, no estamos de acuerdo con la interpretación tecnológica de Hemingway (1980) según la
cual la pseudoexcisión es una preparación para hacer ranuras. Así, en Le Placard, donde se ha recopilado
un mayor número de piezas con pseudoexcisión (y teniendo en cuenta todos sus problemas estratigráficos),
las piezas con ranuras deberían dominar o al menos constituir un número elevado. Sin embargo, si tomamos
como muestra las piezas recogidas por Chollot-Varagnac (1980), vemos que sólo una pieza es clasificada
como “rainure” y otra como “nervure”, ¿acaso sólo hubieran quedado en el yacimiento las piezas que
estaban en curso de fabricación, puesto que la pseudoexcisión, según Hemingway, sería un paso previo
a la profundización final de la ranura? A mayor abundamiento, en Llonin no hay piezas con ranuras, hay
pseudoexcisión y ésta representa una figura completa.
Como paralelos tecnológicos se han recogido catorce, asumidos por la comunidad científica (Utrilla,
1986; Séronie-Vivien, 2005; Ducasse, 2010), y ocho con posibilidad de serlo. No obstante, es necesario
estudiarlos directamente con la metodología propuesta y seguir profundizando en el estudio tecnológico
con nuevas técnicas de observación (MEB, microtopografía 3D, escáner micro-CT), dadas las limitaciones
con que nos hemos encontrado y que aportará nuevos datos sobre la relación entre los dos tipos de
pseudoexcisión señalados y el trazo simple de tipo pectiniforme.
Los motivos decorativos realizados mediante la técnica pseudoexcisa muestran una variabilidad
abundante y un carácter marcadamente no figurativo aunque existen serpentiformes y pisciformes. A éstos
se puede añadir el cuadrúpedo de Llonin nº 1, para el cual, por otra parte, no hemos encontrado paralelos
claros. En esta pieza se observa además un claroscuro producto de la pseudoexcisión, reproduciendo la
sensación del pelaje del animal, que se combina con otros recursos técnicos como un leve relieve diferencial.
Por otra parte, si la asociación de motivos no figurativos es frecuente en el Magdaleniense (Corchón,
1986) en las piezas del Badeguliense no lo es. Ésta se realiza entre líneas, curvas por ejemplo, que pueden
llegar a formar un motivo relativamente complejo (pez, mustélido, etc.) pero siempre en un mismo campo
gráfico y sin invadir otras caras de la pieza.
En el caso del pectiniforme estudiado en Llonin nº 2, este motivo decorativo se realiza en grabado
simple, no en pseudoexcisión, y está presente en varios yacimientos atribuibles a esta época, a veces
conviviendo con la pseudoexcisión en un mismo yacimiento. Aquí, el pectiniforme estudiado de la varilla
de Llonin no tiene nada que ver con el de la placa ósea del Magdaleniense superior del mismo yacimiento
(Duarte et al., 2012).
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Como ya se ha comentado, algunas de las piezas estudiadas se corresponden con el Badeguliense, tal
y como se ha venido definiendo en la zona cantábrica (Utrilla, 1981, 2004; Rasilla, 1994; Fortea et al.,
1999, 2004; Bosselin y Djindjian, 1999; Sauvet et al., 2008; Aura et al., 2012), a pesar de que algunos
autores no reconozcan este horizonte en la Península ibérica (Corchón, 2005; Banks et al., 2011). Con todo,
la pseudoexcisión refuerza las similitudes entre los yacimientos estudiados y otros cantábricos con los
franceses (Utrilla, 1986) y, posiblemente, con otros yacimientos peninsulares (Aura et al., 2012).
La pseudoexcisión, el pectiniforme y la diversificación de los tipos óseos constituyen novedades
respecto al Solutrense, y en relación al Magdaleniense se establecen distancias debido a la complejización
de la decoración, de la morfología del grabado y de los morfotipos que se produce en ese momento. Faltaría
comprobar la continuidad de la pseudoexcisión a partir del Magdaleniense inferior.
No obstante, hay que tener en cuenta que la industria ósea y el arte mobiliar y parietal atribuidos con
certeza a este momento son escasos. Así, existe un sesgo relacionado con las vicisitudes que ha seguido el
reconocimiento de este periodo y es muy probable que una parte de sus materiales aún estén catalogados como
solutrenses o magdalenienses, por lo que es necesaria una revisión a fondo de las colecciones y estratigrafías
problemáticas, así como una eventual datación directa de las piezas. Debido a estas circunstancias y quizá
también a causa de lo exiguo de los yacimientos, parece que la producción artística no ha sido intensa ni en
lo mueble ni en lo parietal, pero convendrá integrar los datos conocidos con los nuevos para plantear una más
completa evaluación de estas producciones (se denominen badegulienses, magdalenienses arcaicos o de esa
parte que se encuentra entre el final del Solutrense y el Magdaleniense inferior). Por último, en un gran número
de yacimientos no se han conservado muchos restos orgánicos (p. ej. Bassin parisien), lo cual no permite
actualmente una buena caracterización tecno-tipológica del conjunto óseo ni tampoco la determinación de
marcadores culturales franco-peninsulares de la magnitud de los propuestos para el Magdaleniense (véase
recopilación en Duarte, e. p.), por lo que las nuevas excavaciones aportarán datos muy valiosos.
AGRADECIMIENTOS
A Javier Fortea que como codirector de las investigaciones en la Cueva de Llonin tenía que haber participado en este
artículo y por haberse dado cuenta de la singularidad de las piezas de Cueto de la Mina. A David Santamaría Álvarez
(Universidad de Oviedo) y a María D. Simón Vallejo (Museo de Frigiliana, Málaga) por su colaboración e intercambio
de información y opiniones. A José M.ª Rodanés Vicente y M.ª Fernanda Blasco Sancho (Universidad de Zaragoza) por
facilitar a EDM el estudio de la industria lítica y ósea del yacimiento de El Gato. A José Javier Fernández Moreno, Jorge
Camino Mayor y Beatriz García Alonso del Museo Arqueológico de Asturias; a Begoña Sánchez Chillón y Patricia
Pérez Dios del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid; a Helena Bonet Rosado y Josep Lluís Pascual Benito
del Museo de Prehistoria de Valencia-SIP; a Pau García Borja y María I. Borao Álvarez (Universidad de Valencia).
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Archivo de Prehistoria Levantina
Vol. XXX, Valencia, 2014, p. 57-80
Javier CARRASCO RUS a y Francisco MARTÍNEZ-SEVILLA a
Las cronologías absolutas del Neolítico Antiguo
en el sur de la península ibérica. Nuevas dataciones
RESUMEN: Se presentan nuevas dataciones absolutas obtenidas por AMS sobre muestras de restos óseos
humanos procedentes de enclaves neolíticos en Andalucía. Su contrastación con el resto de dataciones
antiguas obtenidas en otros ámbitos neolíticos de esta geografía, principalmente del VI milenio a.C.,
nos aproximarán a la realidad cronológica de este período inicial de la Prehistoria reciente en el sur de
la península ibérica. Considerándose la posibilidad de una facies neolítica antigua, con o sin cardial, más
propiciada por estímulos quizás llegados desde el Norte de África que desde el Levante mediterráneo.
PALABRAS CLAVE: Neolítico Antiguo, Andalucía, cerámica cardial, AMS, C14.
The absolute chronology of the early Neolithic in southern Iberia. New dates
ABSTRACT: This paper presents new absolute dating results obtained through AMS, which belong to
human remains from different Neolithic sites in Andalucía. By contrasting the new results with previous
ones from other Neolithic sites from the same region, most of them belonging to the IV millennium B.C., we
obtain a better idea of the chronological reality of this initial period of recent prehistory of the South of the
Iberian Peninsula. We consider the possibility of the existence of an Early Neolithic phase, with or without
cardium pottery, which maybe was more incentivized by influences from the North of Africa than from the
Mediterranean Levant.
KEY WORDS: Early Neolithic, Andalusia, cardium pottery, AMS, C14.
a Departamento de Prehistoria y Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Granada.
jcrus@ugr.es | martinezsevilla@ugr.es
Recibido: 19/09/2013. Aceptado: 08/04/2014.
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J. Carrasco Rus y F. Martínez-Sevilla
1. INTRODUCCIÓN
La revisión de registros neolíticos, que en los últimos años realizamos (Carrasco et al., 2009 a y b; 2010 a, b y
c; 2011 a, b y c; 2012), con el fin de contextualizar el Neolítico Antiguo en amplios ámbitos de Andalucía nos
ha conducido, al margen de los análisis tipológicos cerámicos y de otros tipos, a obtener muestras sobre restos
óseos humanos depositados en museos y otras instituciones, como único argumento en la actualidad, para poder
ser datados o en último caso, aproximarnos mínimamente a sus cronologías reales. En este trabajo, aportamos
nuevas dataciones por AMS, que serán objeto de comentario junto con las obtenidas en excavaciones antiguas,
olvidadas en algunos casos o, en nuestra opinión, no bien valoradas. Tanto las nuevas como las anteriores,
tendrían una mejor justificación si se hubiesen obtenido en conjuntos cerrados y aislados sin contaminar, propio
de una buena gestión arqueológica. Pero este no es el caso que nos ocupa, ni pretendemos hacer una crítica
severa de las actuaciones arqueológicas realizadas a partir de los años cincuenta, principalmente en cuevas,
pues una secuencia estratigráfica, en nuestra opinión, puede de igual forma ser invalidada de forma ortodoxa
que heterodoxa ya que en último término la verdadera problemática reside en conocer lo que se excava y a qué
fines científicos responde. Y en este caso, los problemas no han sido coyunturales ni propios en el fondo de una
buena o mala praxis arqueológica, sino de un desconocimiento global de lo que se investigaba. Esto se hace
evidente cuando comprobamos que en toda la geografía andaluza son múltiples, desde el siglo XIX hasta la
actualidad, las cuevas objeto de excavación y ninguna de ellas ha proporcionado una sola secuencia estratigráfica
en que contextualizarse fiablemente sus registros arqueológicos. Que con siglas aparentes y demás parafernalias,
están depositados en organismos y colecciones, habiendo sido en algunos casos objeto en los últimos años de
múltiples análisis, pero que siguen teniendo una difícil secuenciación cultural y cronológica. Consideramos que
el verdadero problema de esta cuestión se remonta a mediados del siglo pasado, con los modelos explicativos que
imperaban sobre el Neolítico en la península ibérica, caracterizados en Andalucía por asentamientos en cuevas
con cerámicas decoradas. Lo cual originó que, a partir de los años cincuenta y sesenta, la investigación sobre él se
centrase exclusivamente en el estudio de las cuevas y, en consecuencia, la adecuación de sus registros a la triple
división, caracterizada sin más y en último extremo por la consecuente y ficticia evolución de ciertas decoraciones
cerámicas. Solamente importaba documentar la existencia de un hábitat troglodita, con sus correspondientes y
“secuenciados” registros arqueológicos, bien adaptados al consabido modelo. En otro sentido, la aparición de
multitud de restos óseos humanos en estas secuencias, a veces, según su entidad, documentados y otras no,
eran asumidos como “enterramientos colectivos”, propio de los hábitats neolíticos en cuevas. No se cuestionó
nunca la falta de una tradición generalizada de estos en tiempos inmediatamente anteriores y que la mayoría de
las cuevas y simas andaluzas excavadas no reunían requisitos medianamente aceptables para ser ocupadas de
forma más o menos estable. Su situación a veces en sitios inhóspitos, sin luz natural y configuraciones interiores
angostas, no fue óbice para su consideración de hábitat y forzar sus registros en relación a ellos. Aunque fuesen
localizados a muchos metros de profundidad, en verdaderas simas, justificándose en último caso por los supuestos
conocimientos de escalada que debieron tener sus moradores.
De los trabajos de excavación realizados en los últimos cincuenta o sesenta años en cuevas andaluzas,
por no remontarnos a tiempos anteriores, sólo queda un abundante y sesgado registro arqueológico
descontextualizado, más que nada de tipo funerario. En cierta forma, diferenciado del procedente de los
escasos asentamientos al aire libre conocidos o que han sido más recientemente objeto de excavación. Entre
los que destaca, Abrigo del Nacimiento, Los Castillejos de Montefrío, Cabecicos Negros, Cerro Virtud, El
Cabezo de Lebrija, El Retamar, La Esperilla, etc., cuyos registros cerámicos son de los pocos conocidos, por
no decir los únicos, que pueden contrastarse con los de tipo funerario, mayoritariamente extraídos de cuevas.
En la actualidad, sabemos que la secuencia lineal: cerámicas impresas, de otros tipos y lisas, no tiene
sentido porque en mayor o menor porcentaje se constatan desde el Neolítico Antiguo. Aunque también es
asumible que existe, a lo largo del tiempo neolítico, una tendencia a la simplificación en las decoraciones
cerámicas, desde las más barrocas y complejas hasta las más simples o inexistentes. Pero que en último
caso, podríamos cuestionarnos cuándo aparecen unas y otras y cuándo se sustituyen y renuevan los tipos.
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Las cronologías absolutas del Neolítico Antiguo en el sur de la península ibérica
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En relación al Neolítico Antiguo andaluz, solamente tenemos la seguridad de la existencia en él de un
horizonte antiguo, que no sabemos si es el más arcaico, el inmediato o el posterior, caracterizado por la
presencia de cerámica decorada con Cardium junto a otros conjuntos cerámicos impresos o no. Al margen
de ello, podemos intuir más que asegurar, por no estar correctamente señalado o cuantificado, sobre el otro
registro cerámico que las acompaña, precede o sucede, pero sin excesivos argumentos. En otro sentido, no
sabemos si constituye el horizonte cerámico más antiguo conocido o es uno más dentro de la secuencia
antigua neolítica. Dilema que, en el registro actual, tiene difícil solución.
Toda esta problemática se agudiza cuando abordamos la transición Epipaleolítico/Neolítico, sobre la
que no tenemos una sola secuencia en que sustentarnos y siempre recurrimos a modelos generales expuestos
con mayor o menor éxito en otras geografías próximas o lejanas, que podrían no ser válidos o, en todo caso,
no aplicables al caso andaluz. También se han ofrecido tablas de dataciones absolutas para la transición
Epipaleolítico/Neolítico y Neolítico Antiguo en la fachada occidental mediterránea (Manen y Sabatier,
2003; Manen et al., 2007; Marchand y Manen, 2010), en donde se han obviado o no se han considerado las
obtenidas en el sur de la península ibérica, quizás por considerarse que este reducto geográfico, sin mayor
trascendencia, fue el último en neolitizarse. Cuestión esta última de plena actualidad, pues una alternativa,
cada vez con mayor énfasis y quizás lógica, a la tradicional difusión neolítica Este/Oeste por las costas
septentrionales del Mediterráneo y sus islas, pudo ocurrir a partir del norte de África desde otros ámbitos
subsaharianos, en donde últimamente se han obtenido altas dataciones para manufacturas cerámicas
(Jórdeczka et al., 2011). Desde aquí, tras un proceso prolongado de progresiva desertización, pequeños
grupos humanos o por influencias suyas, llegarían al sur de Italia y de la península ibérica, como áreas
geográficas europeas más próximas al continente africano. Argumentos a tener en cuenta, para este factible
proceso, no faltan aunque siguen siendo escasos o deficientemente contrastados. Sería esta una opción muy
a tener en cuenta, si se confirmase que las escasas dataciones absolutas, obtenidas para el Neolítico Antiguo
en el sur de la península ibérica, a falta de mejores argumentos estratigráficos, fuesen más antiguas que las
obtenidas en áreas costeras más orientales del Levante y nordeste peninsular.
En último caso, solamente podemos aproximarnos de una forma insegura a la cronología del
Neolítico Antiguo andaluz, pues la mayoría de las dataciones absolutas en que se sustenta, son aleatorias
y no definitivas, ya que provienen de cuevas funerarias sin estratigrafías o muy alteradas. Una mayor
precisión cronológica requeriría la exhaustiva obtención de muestras, para datar la mayor cantidad de
restos orgánicos domésticos exhumados en ellas. Pues de no ser así, se podrían fechar otras factibles
ocupaciones funerarias prehistóricas o sucesos históricos acaecidos en las cuevas, como hemos
comprobado recientemente en Cueva de Nerja y Pileta. Dataciones absolutas, primordialmente, sobre
todos los restos óseos humanos posibles, únicas que pueden aportar en la actualidad argumentos fiables
sobre la cronología de las ocupaciones funerarias ocurridas en ellas. Muestreos sobre estos registros
pueden, con suerte, dar informaciones cronológicas aproximadas, pero no definitivas y concluyentes.
Teniéndose siempre en cuenta que sólo se indaga el dato cronológico y que las primeras inhumaciones
en estas cuevas, correspondientes en muchos de los casos a enterramientos del Neolítico Antiguo, son
lógicamente las más escasas y alteradas o incluso destruidas, por lo que la obtención de muestras para
datar sobre ellas ofrece mayores dificultades que para el resto de inhumaciones posteriores. De aquí
nuestra insistencia sobre la exhaustividad en el muestreo a realizar, pues de otra forma es difícil definir
con precisión la cronología ocupacional en estas cuevas.
En los siguientes apartados detallamos los enclaves arqueológicos que de una u otra forma han ofrecido
fechas absolutas del Neolítico Antiguo. Distinguiéndose entre las que presentan o no muestra cardial o
impresas antiguas, con el fin de ser contrastadas y poder establecer a partir de ellas una posible secuencia
cronológica. En general, la mayor parte de las datas antiguas han sido recogidas o comentadas en trabajos
anteriores ya citados, siendo de nuevo incluidas y ampliadas en este trabajo de síntesis, junto con las
inéditas que aportamos, computándolas entre sí, sobrevalorándose especialmente las relacionadas con el VI
e incluso de finales del VII milenio a.C., propias del Neolítico Antiguo o de la transición hacia él.
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J. Carrasco Rus y F. Martínez-Sevilla
2. DATACIONES ABSOLUTAS Y ENCLAVES ARQUEOLÓGICOS
No son excesivos los asentamientos al aire libre y cuevas con ocupaciones funerarias que han aportado
cronologías absolutas del Neolítico Antiguo en el sur peninsular. Más aún, cuando comprobamos el
número de unos y otras conocido, incrementado considerablemente en los últimos años, con ocupaciones
al aire libre, constatadas en prácticamente todos los ámbitos andaluces factibles, es decir, con entornos
favorables y propicios recursos naturales. De aquí sus difíciles localizaciones en profundidad y sus más
que posibles destrucciones por las continuadas acciones antrópicas a las que han sido sometidos en el
transcurso de los años. Fenómeno que no ha sucedido con las cuevas, localizadas en ámbitos calizos, apenas
antropizadas, pero sí manipulados sus registros por deficientes gestiones arqueológicas y actividades de
dudosa filiación. Quedando de ellas sólo su continente y su localización en los ámbitos serranos, ofreciendo
para la investigación tradicional una imagen distorsionada sobre sus verdaderas funcionalidades, más de
tipo funerario que de ocupaciones estables. Desde ese punto de vista, las dataciones que se han obtenido de
cuevas sólo indican un momento de su ocupación, no el de su fundación, el resto que se puede obtener o
deducir de ellas no deja de ser en la actualidad una mera especulación. Lo que no sucede con las obtenidas
en las estratigrafías de los escasos asentamientos al aire libre conocidos. En donde sí pueden constituir
parámetros cronológicos en donde sustentar fundaciones y desarrollos poblacionales ocurridos en ellos.
Desde este sintético punto de vista, tendríamos que considerar los yacimientos y dataciones absolutas, que
a continuación, sucintamente comentaremos (fig. 1 y tabla1).
Cueva del Nacimiento (Pontones, Jaén)
Gran abrigo, con amplia cornisa calcárea, sin inhumaciones. Ha proporcionado cinco fechas absolutas
por C14 convencional, con desviaciones tipo muy altas, que encuadrarían una secuencia estratigráfica
incompleta o mal definida, entre finales del Paleolítico Superior y un Cobre Pleno. Para el tema que nos
ocupa, importan dos de ellas, como son la obtenida en el Nivel B-Capa III del 7620±120 BP, considerada,
con excesivas dudas, como propia de un “Epipaleolítico muy tardío con geométricos” (s.p.). Y una
segunda, del 6780±130 BP, que puede corresponder a un horizonte del Neolítico Antiguo sin cardial, o
al menos, esta muestra aún no ha sido determinada. En la actualidad desconocemos la localización del
registro arqueológico obtenido en esta excavación, depositado en teoría en el Museo Provincial de Jaén,
que no es así, y que sería necesario de nuevo revisar. En nuestra opinión, su registro cerámico quizás no
sea de los tradicionalmente considerados antiguos, si es comparado con el de otros contextos andaluces,
especialmente sepulcrales. Aunque puede estar justificado, más por proceder de un ámbito doméstico que
de cueva funeraria. En realidad no conocemos el posible potencial de este enclave, pues la información
que existe de él es controvertida y sesgada, aunque consideramos que sigue guardando una información
importante para futuras investigaciones.
Cueva de la Pastora (Caniles, Granada)
Cueva o gran abrigo destruido, que ha proporcionado desde los años sesenta/setenta amplios registros
arqueológicos, parte de ellos depositados en instituciones oficiales y otro tipo de colecciones. De este
enclave no se conocen restos humanos aunque sí una abundante fauna animal. Se han obtenido cuatro
dataciones absolutas por AMS sobre muestras de restos animales.
El registro cerámico, que hemos revisado, apenas presenta decoraciones antiguas impresas y sí un alto
porcentaje de motivos plásticos, incisos y de prensión. Su secuencia cultural, a tenor de los materiales
estudiados, más propios de hábitat que de necrópolis, pudo trascurrir entre una facies del Neolítico Antiguo
Epicardial (CNA-554 y 1197) y un Neolítico Tardío (CNA-553: 5335±45 BP [Canis familiaris] y CNA1198: 5160±35 BP [ovicaprino]). No consideramos otro tipo de ocupaciones, ni más antiguas ni más tardías.
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Las cronologías absolutas del Neolítico Antiguo en el sur de la península ibérica
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Fig. 1. Principales yacimientos citados en el texto: 1. Cueva del Nacimiento (Pontones, Jaén); 2. Cueva de la Pastora
(Caniles, Granada); 3. Cerro Virtud (Cuevas de Almanzora, Almería); 4. Cueva de la Carigüela (Píñar, Granada); 5.
Cueva del Agua o de la Mujer (Alhama de Granada, Granada); 6. Sima LJ-11 (Loja, Granada); 7. Cueva de Malalmuerzo
(Moclín, Granada); 8. Los Castillejos (Montefrío, Granada); 9. Cueva de los Murciélagos (Albuñol, Granada); 10. Cueva
de las Palomas (Teba, Málaga); 11. Cerro de Capellanía (Periana, Málaga); 12. Cueva de Nerja (Nerja, Málaga); 13. Roca
Chica (Torremolinos, Málaga); 14. Cueva del Hostal Guadalupe (Torremolinos, Málaga); 15. Cueva del Toro (Antequera,
Málaga); 16. Cueva del Hoyo de la Mina (Málaga); 17. Bajondillo (Torremolinos, Málaga); 18. Cueva Hundidero-Gato
(Benaoján/Montejaque, Málaga); 19. Cueva de los Murciélagos (Zuheros, Córdoba); 20. Cueva de los Mármoles (Priego
de Córdoba, Córdoba); 21. El Retamar (Puerto de Santa María, Cádiz); 22. Cueva Chica de Santiago (Cazalla de la Sierra,
Sevilla); 23. La Dehesilla (Arcos de la Frontera, Cádiz); 24. Cueva del Esqueleto (Cortes de la Frontera, Málaga).
Cerro Virtud (Cuevas de Almanzora, Almería)
Asentamiento al aire libre, en la cima del Cabezo de Herrerías, asociado desde su fundación a una necrópolis
en fosas en el interior del mismo poblado. Su mayor conocimiento y comprensión lo debemos a las
excavaciones de urgencia realizadas en 1994 por I. Montero y A. Ruiz Taboada, que pusieron al descubierto
fases inéditas de una ocupación neolítica al aire libre. Existen de este enclave diez dataciones absolutas por
C14 convencional, mostrando una secuencia ocupacional contrastada por el registro arqueológico estudiado,
que aproximadamente transcurriría entre un Neolítico Antiguo Epicardial muy evolucionado y un Neolítico
Medio con posibles pervivencias hasta el Neolítico Final/Cobre Antiguo. Una de las datas absolutas obtenida
del nivel 9 de la Fase I (Beta-1014249), la más antigua, a pesar de su amplia desviación tipo, marcaría una
fundación para este enclave de finales del VI milenio a.C. Algunas otras pueden hacer alusión a este momento,
pero en nuestra opinión corresponderían con mayor seguridad a un Neolítico Medio.
Cueva de la Carigüela (Píñar, Granada)
A pesar de las seudosecuencias estratigráficas obtenidas y la amplia bibliografía generada, seguimos
insistiendo, como en recientes trabajos hemos expresado (Carrasco et al., 2010a y 2010b), que esta
cueva responde más a patrones funerarios que de hábitat. No obviándose la posible existencia en ella de
algún episodio habitacional esporádico o coyuntural. Recientemente, se ha cuestionado esta posibilidad,
APL XXX, 2014
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62
J. Carrasco Rus y F. Martínez-Sevilla
Tabla 1
Yacimiento
Ref. lab.
Muestra
Fecha BP
Cal. AC (1σ)
Cal. AC (2σ)
Media*
Bibliografía
C. Nacimiento
Gif-2368
carbón
6780±130
5806-5560
5914-5482
5704±118
Asquerino y López, 1981
C. Pastora
CNA-554
Canis lupus 6210±50
5225-5064
5304-5038
5170±84
Inédita
CNA-1197
Bos taurus
6080±40
5050-4939
5078-4847
4999±52
Inédita
Beta-101424
carbón
6160±180
5308-4900
5477-4694
5084±209
Ruiz y Montero, 1999
OxA-6714
Homo
6030±55
4992-4848
5063-4785
4930±71
Ruiz y Montero, 1999
OxA-1131
Equus ferus 7010±70
5985-5816
6008-5744
5892±78
Castro et al., 1996
Beta-141150
¿polen?
6910±70
5876-5725
5977-5666
5809±70
Fernández et al., 2007
Pta-9163
¿polen?
6260±20
5297-5219
5301-5215
5261±29
Fernández et al., 2007
CNA-1129
Homo
6220±35
5289-5076
5330-5061
5183±83
Inédita
CNA-1128
Homo
6080±35
5039-4944
5204-4849
4998±43
Inédita
CNA-1125
Homo
6120±35
5205-4989
5208-4957
5094±85
Inédita
Cerro Virtud
C. Carigüela
C. Agua/Mujer
LJ-11
CNA- 1124
Homo
6095±35
5053-4952
5207-4859
5023±51
Inédita
C. Malalmuerzo
CNA-1127
Homo
6295±45
5313-5224
5373-5079
5275±41
Inédita
Los Castillejos
Beta-135664
carbón
6470±150
5608-5306
5670-5063
5417±137
Martínez et al., 2010
Ua-36215
cereal
6310±45
5322-5224
5463-5209
5288±47
Martínez et al., 2010
Ua-36214
cereal
6260±45
5305-5213
5323-5068
5228±66
Martínez et al., 2010
Beta-145302
carbón
6250±80
5313-5075
5463-4995
5198±104
Cámara et al., 2005
Ua-36212
cereal
6240±45
5803-5080
5313-5061
5200±84
Martínez et al., 2010
Ua-37835
cereal
6155±45
52207-5050
5220-4963
5116±72
Martínez et al., 2010
Ua-37844
cereal
6140±45
5207-5005
5214-4961
5105±79
Martínez et al., 2010
Ua-37839
cereal
6130±50
5207-4997
5215-4997
5094±87
Martínez et al., 2010
Beta-135663
carbón
6120±40
5206-4986
5208-4953
5091±86
Cámara et al., 2005
Ua-36208
cereal
6120±40
5206-4986
5208-4953
5091±86
Martínez et al., 2010
Ua-36213
carbón
6120±40
5206-4986
5208-4953
5091±86
Martínez et al., 2010
Ua-36203
cereal
6115±40
5204-4963
5208-4945
5086±88
Martínez et al., 2010
Ua 36210
cereal
6100±45
5199-4944
5208-4859
5060±91
Martínez et al., 2010
Ua-37838
cereal
6095±45
5197-4942
5208-4856
5048±87
Martínez et al., 2010
Ua-36209
cereal
6090±40
5188-4942
5081-4853
5021±61
Martínez et al., 2010
Ua-37834
cereal
6085±45
5192-4935
5207-4849
5018±69
Martínez et al., 2010
Ua-37837
cereal
6065±50
5044-4856
5207-4809
4976±70
Martínez et al., 2010
Ua-37836
carbón
6050±50
5020-4851
5202-4799
4952±70
Martínez et al., 2010
CSIC-247
madera
7440±100
6415-6229
6459-6085
6301±98
Alonso et al., 1978
CSIC-1133
esparto
6086±45
5192-4935
5207-4849
5022±73
Cacho et al., 1996
CSIC-1134
esparto
5900±38
4823-4721
4848-4690
4776±42
Cacho et al., 1996
Ugra-204
carbón
5840±210
4944-4460
5226-4266
4741±242
Castro et al., 1996
carbón
5920±130
4982-4618
5207-4492
4796±163
Martín et al., 1995
C. Murciélagos
Albuñol
C. Palomas
Cerro Capellanía Ly-4420
APL XXX, 2014
[page-n-72]
Las cronologías absolutas del Neolítico Antiguo en el sur de la península ibérica
Yacimiento
Ref. lab.
Muestra
Fecha BP
Cal. AC (1σ)
Cal. AC (2σ)
Media*
Bibliografía
C. Nerja
GAK-8968
cereal
7390±120
6394-6104
6453-6032
6252±125
Pellicer y Acosta, 1986
Ly-5217
carbón
7240±80
6211-6032
6331-5926
6124±78
Aura et al., 1998
GAK-8971
carbón
7170±150
6218-5902
6363-5745
6053±152
Pellicer y Acosta, 1986
GAK-8973
bellota
7160±180
6225-5845
6396-5718
6041±179
Pellicer y Acosta, 1986
GAK-8963
carbón
7160±150
6212-5899
6361-5736
6044±153
Pellicer y Acosta, 1986
GAK-8975
carbón
7130±150
6206-5845
6353-5718
6015±157
Pellicer y Acosta, 1986
Beta-131577
Ovis aries 6590±40
5603-5489
5616-5480
5550±43
Aura et al., 1998
GAK-8959
carbón
6480±180
5621-5233
5729-5020
5414±169
Pellicer y Acosta, 1995
Ly-5218
carbón
6420±60
5471-5360
5488-5230
5401±56
Aura et al., 1998
Ugra-261
carbón
6200±100
5297-5042
5371-4851
5149±124
Pellicer y Acosta, 1995
Beta-193269
carbón
6180±40
5211-5066
5285-5002
5136±61
Sanchidrián y Márquez,
2005
Beta-193268
carbón
6000±40
4943-4838
4994-4793
4896±50
Sanchidrián y Márquez,
2005
Ua-34135
Hordeum
vulgare
6265±30
5298-5220
5319-5082
5262±32
Cortés et al., 2012
Wk-27462
Ovis aries 6234±30
5299-5091
5304-5072
5206±76
Cortés et al., 2012
Wk-25172
Hordeum
vulgare
6185-30
5211-5073
5221-5039
5137±54
Cortés et al., 2012
Wk-25169
Homo
6298±30
5313-5226
5324-5216
5274±35
Cortés et al., 2012
Wk-25167
Ovis aries 6249±30
5297-5231
5310-5079
5255±34
Cortés et al., 2012
Wk-25168
Hordeum
vulgare
6197±35
5215-5172
5292-5045
5148±61
Cortés et al., 2012
Ua-34136
Hordeum
vulgare
6190±50
5216-5059
5296-5007
5144±71
Cortés et al., 2012
Beta-174305
?
6540±110
5615-5379
5666-5304
5492±99
Martín et al., 2004
Ugra-194
?
6400±280
5620-5048
5848-4706
5292±286
Martín et al., 2004
GRN-15443
?
6320±70
5369-5218
5472-5078
5307±75
Martín et al.,2004
Beta-174308
?
6160±40
5207-5054
5216-4999
5122±66
Martín et al., 2004
GRN-15444
?
6030±70
5017-4810
5206-4728
4938±90
Martín et al., 2004
C. Hoyo Mina
Ua-19444
carbón
6140±65
5207-5004
5228-4907
5095±94
Baldomero et al., 2005
C. Bajondillo
Ua-21999
carbón
7325±65
6237-6088
6364-6058
6188±79
Cortés et al., 2007
Hundidero-Gato
CNA-1132
Homo
6270±50
5310-5214
5356-5069
5237±64
Inédita
CNA-1131
Homo
6055±35
5004-4858
5047-4848
4960±47
Inédita
Beta-
Homo
7560±40
6456-6408
6478-6366
6430±22
Com. pers. A. Morgado
Beta-
Homo
6560±40
5539-5480
5567-5473
5523±29
Com. pers. A. Morgado
Beta-
Homo
5960±35
4853-4791
4940-4766
4851±48
Com. pers. A. Morgado
I-17772
carbón
6430±130
5523-5231
5624-5072
5383±121
Gavilán et al., 1996
I-17776
carbón
6310±120
5467-5080
5506-4963
5259±149
Gavilán et al., 1996
GrN-6926
carbón
6295±45
5313-5224
5373-5079
5275±41
Pellicer y Acosta, 1997
I-17774
carbón
6279±120
5370-5063
5478-4951
5226±144
Gavilán et al., 1996
I-17773
carbón
6260±120
5356-5056
5476-4938
5206±143
Gavilán et al., 1996
GrN-6638
carbón
6250±35
5298-5214
5312-5076
5248±41
63
Pellicer y Acosta, 1997
Roca Chica
C. Hostal
Guadalupe
C. Toro
C. Esqueleto
C. Murciélagos
Zuheros
APL XXX, 2014
[page-n-73]
64
J. Carrasco Rus y F. Martínez-Sevilla
Yacimiento
Ref. lab.
Muestra
Fecha BP
Cal. AC (1σ)
Cal. AC (2σ)
Media*
Bibliografía
C. Murciélagos
Zuheros (cont.)
OxA-15648
cereal
6199±36
5216-5071
5294-5017
5150±62
Carvalho et al., 2012
OxA-15647
cereal
6192±35
5214-5203
5228-5035
5144±60
Carvalho et al., 2012
CSIC-53
cereal
6190±130
5305-4994
5466-4805
5128±156
Pellicer y Acosta, 1997
CSIC-54
carbón
6190±100
5294-5020
5364-4850
5139±125
Pellicer y Acosta, 1997
I-17771
carbón
6190±120
5298-5004
5464-4809
5132±146
Gavilán et al., 1996
OxA-15646
cereal
6184±35
5211-5070
5225-5019
5138±58
Carvalho et al., 2012
CSIC-55
cereal
6170±130
5297-4963
5463-4789
5108±159
Pellicer y Acosta, 1997
GrN-6169
cereal
6150±45
5207-5042
5218-4963
5112±74
Pellicer y Acosta, 1997
CSIC-58
carbón
6100±130
5211-4851
5319-4718
5032±165
Pellicer y Acosta, 1997
OxA-15649
cereal
6056±35
5005-4909
5048-4848
4961±47
Carvalho et al., 2012
GrN-6639
cereal
6025±45
4983-4848
5032-4798
4922±61
Pellicer y Acosta, 1997
CSIC-57
cereal
5980±130
5039-4714
5214-4554
4893±162
Pellicer y Acosta, 1997
CSIC-56
carbón
5960±130
5011-4691
5208-4549
4866±160
Pellicer y Acosta, 1997
CSIC-59
cereal
5930±160
5006-4603
5217-4457
4829±200
Pellicer y Acosta, 1997
I-17775
carbón
5900±120
4935-4617
5194-4464
4782±151
Gavilán et al., 1996
C. Mármoles
Wk-25171
cereal
6198±31
5215-5074
5290-5267
5148±60
Carvalho et al., 2010
El Retamar
Sac-1676
concha
marina
7400±100
6009-5806
6116-5700
6261±113
Ramos, 2004
Sac-1525
concha
marina
7280±60
5858-5724
5931-5662
6148±61
Ramos, 2004
Beta-90122
concha
marina
6780±80
5444-5293
5498-5202
5689±59
Ramos, 2004
GAk-8957
carbón
7440±230
6497-6057
6821-5810
6311±222
Pellicer y Acosta, 1982, 1997
GAk-8949
carbón
6380±150
5511-5209
5618-5002
5312±160
Pellicer y Acosta, 1982, 1997
Ugra-254
carbón
6160±100
5223-4979
5320-4842
5102±126
Pellicer y Acosta, 1982, 1997
GAk-8957
carbón
7420±200
6446-6077
6660-5881
6279±183
Pellicer y Acosta, 1982, 1997
GAk-8954
carbón
7120±200
6212-5809
6390-5657
6007±197
Pellicer y Acosta, 1982, 1997
GAk-8955
carbón
7040±170
6054-5742
6239-5623
5925±157
Pellicer y Acosta, 1982, 1997
Ugra-259
carbón
6260±100
5325-5062
5395-4991
5207±123
Pellicer y Acosta, 1982, 1997
GAk-8956
carbón
5920±120
4976-4619
5525-4494
4807±151
Pellicer y Acosta, 1982, 1997
C. Chica Santiago
C. Dehesilla
* La media se ha obtenido con el programa CalPal Online (Danzeglocke et al., 2012).
aludiéndose a la presencia en ella de unidades estratigráficas quemadas, instrumentos líticos y la propia
articulación de la cueva, que al parecer, no responde a nuestro modelo funerario de ocupación. Al
respecto, siempre desde nuestra perspectiva, consideramos que con mayor seguridad el instrumental
lítico tallado y pulimentado es más propio de un ambiente funerario. De igual forma, la calidad de los
tipos cerámicos y sus motivos decorativos son más comunes de ajuares funerarios que de actividades
domésticas. Asimismo, la propia configuración de la cueva, formada a partir de una dolina de colapso,
constituyendo un pozo profundo, rellenado a lo largo del tiempo por multitud de derrubios e innumerables
inhumaciones difíciles de cuantificar, no presenta ningún tipo de adecuación para asentamiento estable.
Aunque a lo largo de su pervivencia, relacionada con actividades antrópicas, pudo ser visitada, ocupada
temporalmente o ser objeto de rituales de difícil filiación. Los estratos quemados sin estructuras visibles,
de igual forma, pudieran relacionarse con estas inconcretas actividades. En relación a los enterramientos
APL XXX, 2014
[page-n-74]
Las cronologías absolutas del Neolítico Antiguo en el sur de la península ibérica
65
colectivos descritos en este lugar, hemos expresado en diversas ocasiones nuestra opinión en trabajos ya
citados. Constituyen numerosísimas inhumaciones individuales en un lugar común, que a lo largo del
tiempo conformarían una intensa necrópolis.
Aunque muy sugerentes para el tema que nos ocupa, las dataciones absolutas procedentes de esta
cueva hay que considerarlas con cierto cuidado, pues las muestras orgánicas, como pólenes, fauna salvaje,
etc., sobre las que se obtuvieron, no pueden con seguridad ser consideradas como propias de una acción
antrópica (Carrasco et al., 2010). De todas formas, el registro cerámico conocido de esta cueva relacionado
con un Neolítico Antiguo con cardial lo justifica suficientemente, aunque desconocemos su verdadera
secuenciación crono-cultural. Para una mejor visualización cronológica de ella, serían necesarias dataciones
absolutas sobre muestras de todos los restos óseos humanos obtenidos en sus variopintas intervenciones.
Cuestión que, por diversos motivos, es harto difícil de realizar.
La Loma (Illora, Granada)
De este erosionado asentamiento al aire libre en el borde de La Vega, del que solamente se conservaron
algunas fosas con restos de variados registros arqueológicos, se obtuvieron una serie de dataciones absolutas
por AMS sobre muestras de conchas marinas, que aludían a un Neolítico Reciente. Sin embargo, el análisis
de una de ellas, procedente de la Estructura E03 (Beta-296955) dio un 6750±40 (1σ: 5400/5300; 2σ:
5450/5260), lo que requiere un mínimo comentario. En un reciente trabajo, tras un conocimiento directo de
los registros arqueológicos de este enclave y previo a la publicación de su monografía (Aranda et al., 2012),
señalábamos que “la cronología del conjunto podría estar comprendida entre finales del V y IV milenio
a.C.” (Carrasco et al., 2012: 44). Grosso modo, las datas absolutas obtenidas han confirmado nuestro primer
análisis. Sin embargo, la que alude a la referenciada del VI milenio, solamente indicaría la muerte biológica
del bivalvo datado y no puede ser justificada, según alguno de los autores de la monografía, por la presencia
en algunas fosas del propio yacimiento de ciertos registros cerámicos, no bien catalogados. Nos referimos a
la presencia de dos fragmentos de toberas o, en todo caso, boquillas de tobera, que jamás por tipología, pasta
cerámica, grosor de paredes, tamaño, etc., pueden corresponder a “asas pitorros”. Tipos que, en todo caso,
aparecen con mayor frecuencia en ambientes funerarios del Neolítico Antiguo/Medio y este no es el caso
de La Loma. Tampoco la presencia de algunas cerámicas lisas con restos de pintura, no de las consideradas
antiguas (Carrasco et al., 2012), puede justificar una alta cronología del VI milenio a.C. Este enclave no
ofrece mayores argumentos cronológicos que los ofertados por las propias datas absolutas obtenidas en él,
obviando sin lugar a dudas la que citamos a modo de información.
Cueva del Agua/Mujer (Alhama de Granada, Granada)
En un reciente trabajo, hemos tratado la problemática de este complejo cavernícola, excavado entre
otros por McPherson (1870) y M. Pellicer (1964), comprobándose que corresponden a una misma cueva
con al menos dos entradas, Agua y Mujer (Carrasco et al., 2010b). Indicábamos para este enclave un
uso exclusivamente funerario y una cronología de fundación del Neolítico Antiguo Epicardial. Las datas
absolutas obtenidas por AMS, sobre muestras óseas humanas procedentes de las inhumaciones excavadas
por Pellicer en el sector Cueva del Agua, así lo han confirmado. El registro cerámico de este enclave está
exento de decoraciones impresas antiguas, por lo que sería necesaria una revisión del material arqueológico
obtenido por McPherson en el sector de La Mujer, depositado en diversos museos italianos (Catania y
Brescia), para poder contrastarlo con la escasa documentación expresada en su publicación original.
Sima LJ-11 (Loja, Granada)
Profunda sima, de uso exclusivamente funerario, revisada recientemente (Carrasco et al., 2010b). Del
estudio de sus registros cerámicos, con mínimas decoraciones impresas y abundantes motivos incisos,
plásticos y de prensión, concluíamos para ella una cronología de fundación del Neolítico Antiguo Epicardial,
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como así ha sido confirmado. Las muestras analizadas por AMS se han realizado a partir de restos óseos
humanos depositados en el Laboratorio de Antropología de la Universidad de Granada, correspondientes a
un individuo adulto y otro infantil, en proceso de publicación.
Cueva de Malalmuerzo (Moclín, Granada)
Cueva de uso exclusivamente funerario, al menos durante la Prehistoria Reciente. No olvidemos que
este enclave ha proporcionado una secuencia funeraria, con episodios de ocupación desde el Paleolítico
Superior hasta la Edad del Cobre. Habiéndose documentado de ellos múltiples inhumaciones
correspondientes, posiblemente entre otros periodos, a toda la secuencia neolítica. Las cerámicas
impresas con o sin cardial están bien representadas, pero se haría necesario, como único argumento,
un análisis más exhaustivo del total de restos óseos humanos exhumados, para obtener datos más
precisos sobre su verdadera ocupación funeraria. Se han obtenido dataciones absolutas por AMS sobre
dos muestras extraídas al azar de restos óseos humanos pertenecientes a un individuo infantil y otro
adulto, exhumados en las excavaciones realizadas por F. Carrión y F. Contreras (1979, 1981, 1983),
que aluden a una fase antigua del Neolítico Antiguo Epicardial (CNA-1127) y del Neolítico Reciente/
Final (CNA-1126: 5220±30 BP)
Los Castillejos (Montefrío, Granada)
Asentamiento al aire libre con gran tradición arqueológica. Su secuencia estratigráfica, en la actualidad,
quizás sea la más completa conocida en el sur de la península y muy posiblemente en territorio nacional
(Afonso et al., 1996; Cámara et al., 2005 y 2010). De este yacimiento se han obtenido gran número de
muestras, principalmente sobre cereal doméstico y carbón, con datas absolutas que irían desde el Neolítico
Antiguo Epicardial hasta un Cobre Final. En la tabla1, exclusivamente incluimos las datas absolutas
referentes a sus niveles antiguos.
Cueva de las Campanas (Gualchos, Granada)
Responde al status de cueva/sima profunda, de difícil acceso, con escasas posibilidades para desarrollar
en su área de influencia inmediata una mínima eco omía doméstica de sustento. Con estas dificultades,
n
ofrece en su interior una sur encia de agua, que justificaría visitas continuadas durante el Neolítico
g
Antiguo, al margen de las propias para inhumar. La datación absoluta por AMS obtenida sobre muestra de
resto óseo humano, perteneciente al Neolítico Reciente/Final (CNA-1130: 5390±35BP), ha sido incluida
en este apartado, exclusivamente por constituir un referente novedoso. Por el conocimiento del registro
arqueológico de esta cueva (Mengíbar et al., 1983), su cronología tendría que elevarse mínimamente a un
Neolítico Antiguo Epicardial.
Sima de los Intentos (Gualchos, Granada)
De esta profunda sima, próxima a la costa granadina, procede un amplio registro neolítico (Navarrete et
al., 1986), habiendo sido parte de él objeto de revisión en trabajos recientes (Carrasco et al., 2009b, 2010c,
2011c y 2012). Ofreciéndose para ella, cronologías al menos desde el Neolítico Antiguo, especialmente por
sus registros cerámicos. La datación absoluta obtenida por AMS sobre uno de los múltiples restos humanos
de este contexto sepulcral (CNA-1133: 5165±45BP), solamente se refiere a una inhumación secundaria,
propia de un Neolítico Tardío/Final.
Cueva de los Murciélagos (Albuñol, Granada)
Cueva con funcionalidad de necrópolis, conocida desde mediados del siglo XIX (Góngora, 1868), habiendo
generado una amplia bibliografía. Últimamente, ha sido objeto de una revisión parcial (Carrasco y Pachón,
2009b). El conjunto de las datas absolutas por C14 convencional, obtenidas sobre madera y esparto,
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Las cronologías absolutas del Neolítico Antiguo en el sur de la península ibérica
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aluden a una cronología comprendida entre un Neolítico Antiguo y Medio/Reciente. De ellas entresacamos
dos, la primera de ellas y más antigua sobre madera, no muy tenida en cuenta, puede corresponder a un
instrumento de largo uso, que desconocemos cuándo y de qué forma se introdujo en la cueva pero que
puede perfectamente corresponder a un Neolítico Antiguo sensu stricto. La segunda data, sobre esparto,
corresponde a un Neolítico Antiguo Epicardial.
Cueva de las Palomas (Teba, Málaga)
De esta amplia cueva, asociada al asentamiento al aire libre del Llano Espada (Morgado y Martínez, 2005),
con estratigrafía confusa y funcionalidad básicamente funeraria, procede una datación absoluta de amplia
desviación tipo. Obtenida por C14 convencional sobre muestra de carbón, sólo es indicativa de un momento
de su amplia ocupación (Ugra-204). Pues del registro arqueológico conocido, tanto de la cueva como del
asentamiento, podríamos concluir para estos enclaves una cronología del Neolítico Antiguo sensu stricto,
al margen de otras ocupaciones anteriores y posteriores que desconocemos.
Cerro de Capellanía (Periana, Málaga)
Amplio asentamiento al aire libre, conformado por una serie de aldeas monofásicas con débiles estructuras
de ocupación. De su denominada Fase I, más antigua, procede una datación absoluta por C14 convencional
sobre muestra de carbón, que puede indicar una cronología de fundación para este asentamiento del
Neolítico Epicardial reciente/Neolítico Medio.
Cueva de Nerja (Nerja, Málaga)
Posiblemente, junto al poblado de Los Castillejos de Montefrío, constituya el enclave arqueológico andaluz
que mayor número de dataciones absolutas haya proporcionado. La única diferencia es que las obtenidas en
este último datan niveles y contextos culturales precisos y las procedentes de Nerja, tienen valor solamente
en sí mismas. En trabajos recientes ya hemos expuesto nuestra valoración sobre la Prehistoria Reciente
de esta cueva y de algunos de sus registros materiales, así como de su funcionalidad funeraria (Carrasco
y Pachón, 2009b). En este apartado, sólo hemos seleccionado algunas de las datas obtenidas, que pueden
estar relacionadas cronológicamente con los inicios del Neolítico en la costa, aunque se podrían haber
incluido otras muchas más. Recientemente, hemos obtenido por AMS sobre muestras óseas de perros
procedentes de niveles de excavación, considerados del Neolítico Antiguo, dataciones históricas (CNA556: 230±35 BP y CNA-557: 335±30 BP). Desde este punto de vista, al margen de otras consideraciones,
en esta cueva solamente sería importante la datación absoluta sobre restos óseos humanos y especies
domésticas. De las que sólo se ha realizado una (Ua-12467), el resto de ellas sobre carbones y cereales
para datar niveles estratigráficos, fosas y otras entelequias, etc., hay que considerarlas con sumo cuidado
en relación a lo que se ha intentado fechar. De gran interés es la data por AMS obtenida sobre restos de
Ovis aries (Beta-131577).
Cueva del Toro (Antequera, Málaga)
De esta cueva, referenciada en nuestros trabajos en múltiples ocasiones, con funcionalidad, desde nuestro
punto de vista, básicamente funeraria, proceden una serie de dataciones absolutas sobre carbones, conchas,
etc., que aluden a una cronología discontinua desde el Neolítico Antiguo con cardial, Neolítico Medio
según sus investigadores (Martín et al., 2004), hasta un Cobre/Bronce.
Cueva del Hoyo de la Mina (Málaga)
Localizada en la bahía de Málaga, próxima a la línea de farallones, que delimita la costa del mar, hoy día
desaparecida por la extracción de piedra de una cantera de áridos. Excavada a principios del siglo XX por
M. Such (1920) y objeto en años posteriores de múltiples referencias y comentarios científicos. Tras su total
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destrucción, fue objeto entre 1999/2001 de nuevas excavaciones por el Departamento de Prehistoria de la
Universidad de Málaga (Baldomero et al., 2005). De los registros obtenidos por M. Such, configuración de la
cavidad y los procedentes de las últimas limpiezas realizadas, así como por la gran cantidad de restos óseos
humanos exhumados, al margen de otras precisiones, consideramos para ella al menos, durante la Prehistoria
Reciente, una funcionalidad básicamente funeraria, aunque también es factible, algún tipo de ocupación
coyuntural doméstica. Se ha obtenido una datación absoluta por AMS sobre muestra de carbón referida a
un Neolítico Antiguo Epicardial evolucionado. Por comparación con los registros cerámicos obtenidos en
algunas grietas próximas, en los acantilados del Complejo del Humo, consideramos que la datación absoluta
obtenida no expresa la mayor antigüedad de este enclave, aunque no se atestigua muestra cardial.
Bajondillo (Torremolinos, Málaga)
Cueva o abrigo destruido, del que sólo subsisten restos de una posible secuencia estratigráfica colgada. El
escaso material rodado que se conserva de este enclave, hace difícil una precisión sobre su funcionalidad.
Se constata algún fragmento cerámico con decoración impresa antigua y un diente hoz que de igual forma
puede ser adscrito al Epipaleolítico que al Neolítico, diferenciado sólo por el uso o no en él del tratamiento
térmico, que desconocemos. De las dos datas absolutas obtenidas por AMS sobre muestras de carbón solo
hemos incluido en la tabla1 la más reciente (Cortés, 2007).
Cueva del Hostal Guadalupe (Torremolinos, Málaga)
La cavidad, probablemente sepulcral, se localiza a unos 600 m hacia el este de la anterior, en el mismo
complejo travertínico de Torremolinos, habiendo sido parcialmente destruida durante unos trabajos de
edificación. El material carpológico depositado en el Museo Provincial de Málaga se asocia a registros
arqueológicos que pueden corresponder, sin excesiva precisión, a un Neolítico Antiguo posiblemente
Epicardial corroborado por sus dataciones absolutas (Cortés et al., 2012).
Roca Chica (Torremolinos, Málaga)
Abrigo abierto en el complejo travertínico de Torremolinos (Málaga), localizado a escasas decenas de
metros de la costa, en una cota inferior a 10 m s.n.m. Durante los trabajos de construcción de un complejo
de apartamentos se seccionó un silo con cereal doméstico, asociado a registros arqueológicos neolíticos,
que desconocemos. Existe un análisis preliminar de los restos carpológicos recuperados en el yacimiento,
bajo la denominación Cueva del Bajoncillo, sustituida, a partir de una revisión de la toponimia de los
yacimientos de Torremolinos (Cortés, 2007), por la que encabeza este epígrafe. Los datos disponibles,
especialmente por las dataciones absolutas obtenidas (Cortés et al., 2012), apuntan a un Neolítico Antiguo
Epicardial. No se han encontrado restos humanos asociados. La propia morfología del abrigo y la posible
existencia en él de una secuencia más amplia, parece indicarnos, sin seguridad, un enclave con factibles e
intermitentes ocupaciones humanas durante la Prehistoria Reciente.
Cueva Hundidero-Gato (Benaoján/Montejaque, Málaga)
De las excavaciones realizadas en los años setenta por Mora Figueroa (1976) en la galería del Caballo,
situada en la entrada del gran complejo cavernícola Hundidero-Gato, se documentaron restos óseos al menos
de tres individuos adultos, asociados a un rico registro funerario, destacando entre otros tipos cerámicos,
asas pitorro y decoraciones cardiales. Sin embargo, la que se documenta como tal en la publicación original,
no la consideramos así, aunque se trata de una impresa de las consideradas antiguas. Las datas absolutas
por AMS, se han obtenido sobre restos óseos humanos pertenecientes a dos de los individuos exhumados
del Neolítico Antiguo Epicardial, aunque las cronologías de otras ocupaciones funerarias en esta cueva
pudieran corresponder a momentos anteriores.
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Las cronologías absolutas del Neolítico Antiguo en el sur de la península ibérica
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Cueva del Esqueleto (Cortes de la Frontera, Málaga)
Pequeña y angosta cavidad sepulcral que en los años setenta proporcionó restos óseos humanos de un mínimo
de tres individuos adultos, depositados en el Ayuntamiento de Cortes de la Frontera. Junto a ellos apareció
algún resto cerámico encastrado en una colada estalagmítica (comunicación personal de A. Morgado). Se han
obtenidos tres dataciones absolutas por AMS sobre muestras óseas de los citados individuos, siendo en la
actualidad su registro óseo y arqueológico objeto de estudio por parte de A. Morgado y colaboradores.
Cueva de los Murciélagos (Zuheros, Córdoba)
Cueva sobre diaclasa de difícil y compleja filiación funcional. De ella, en un primer momento se obtuvieron
dataciones por C14 convencional, sobre carbón y semillas, con altas desviaciones tipo, que en algunos casos
aluden a un Neolítico Epicardial evolucionado. Posteriormente Gavilán y otros obtuvieron nuevas datas
absolutas sobre muestras de carbón, coincidentes con la serie anteriormente obtenida, también con altas
desviaciones tipo. Últimamente, se han realizado nuevos análisis sobre cereales, que han proporcionado
datas absolutas más precisas, pero de similar entidad cronológica que las series anteriores. Del registro
arqueológico conocido de esta cueva, así como por la homogeneidad de sus datas absolutas, consideramos
ocupaciones no bien especificadas en la Prehistoria Reciente a partir de un Neolítico Antiguo Epicardial.
Evidentemente, las ocupaciones ocurridas en esta cueva, no sabemos de qué tipo, en nuestra opinión
funerarias, están bien datadas a lo largo del Neolítico Antiguo Epicardial y Medio, pero también sería
necesario, su justificación cultural con los correspondientes registros arqueológicos obtenidos de estos
períodos, que desconocemos, especialmente los procedentes de las últimas excavaciones.
Cueva de los Mármoles (Priego de Córdoba, Córdoba)
En nuestra opinión, constituye una de las cavidades más importantes con vestigios arqueológicos en la
Provincia de Córdoba. En relación con su funcionalidad durante la Prehistoria Reciente, no tenemos una
información precisa. En este aspecto, los datos más relevantes proceden de R. Carmona, a partir de una
prospección, que realizó en los años noventa (Carmona et al., 1999). Este enclave no es una cueva usual de
las normalmente conocidas en Andalucía, aquí hay espacios abiertos y configuraciones internas, factibles
para la posible existencia de un hábitat esporádico, así se ha podido documentar por la presencia de un
taller de brazaletes de piedra que hay que relacionar con estas ocupaciones en el Neolítico Antiguo/Medio
(Martinez-Sevilla, 2010). También se han constatado ocupaciones esporádicas en momentos pleistocénicos,
holocenos antiguos e incluso históricos. Lo que sí parece evidente es la constatación en ella de múltiples
inhumaciones desde el Neolítico Antiguo hasta época histórica. La datación absoluta obtenida sobre
muestra de cebada (Hordeum vulgare L.), procedente, según los autores, de un posible “silo”, corresponde
en nuestra opinión a un Neolítico Antiguo Epicardial. Cronología, que en el caso de esta cueva, no es
determinante, pues se conocen de ella registros cerámicos que podrían considerarse más antiguos.
El Retamar (Puerto de Santa María, Cádiz)
De este asentamiento costero al aire libre con cardial, existen tres dataciones absolutas sobre muestras de
conchas. Dos fechan el Hogar 18 y la tercera el Conchero 6 (Ramos, 2004: 78-79). Una media ponderada
de sus calibraciones ofrece una cronología entre 5939/5716 a.C., es decir, en la parte alta de lo que grosso
modo puede constituir una facies del Neolítico Antiguo con cardial.
Cueva Chica de Santiago (Cazalla de la Sierra, Sevilla)
Cueva de funcionalidad no precisada, pero con innumerables y no bien especificadas inhumaciones en su
interior. El registro cerámico, sin cardial, alude a un Neolítico Antiguo y las dataciones absolutas obtenidas
en ella, aunque con problemas, así lo corroboran.
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La Dehesilla (Arcos de la Frontera, Cádiz)
Cueva de funcionalidad no precisada, pero con numerosas y no bien especificadas inhumaciones en su
interior. El registro cerámico alude a un Neolítico Antiguo con cardial y las dataciones absolutas obtenidas
en ella, aunque en parte y con problemas, así lo testifican.
3. DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES
Previo a la discusión de los resultados ofrecidos por las nuevas y viejas dataciones absolutas expuestas en la
tabla1, hemos de efectuar algunas breves reflexiones de orden metodológico en relación a lo que expondremos
a continuación. Siguiendo a los clásicos, podríamos intuir que el historiador, en este caso el prehistoriador, en
sus trabajos y síntesis, pudiera ofertar modelos, incluso en algunos casos, desde su propia óptica interpretarlos,
con el fin de dinamizar y hacerlos más creíbles. Es decir, utiliza diferentes variantes en sus procesos de
investigación, que pueden o no cambiar con el devenir de los tiempos. Sin embargo, esto no debe realizarse
con el control de ellos, en este caso con la cronología absoluta. Los acontecimientos en Prehistoria tienen
validez cuando se constatan en el espacio y el tiempo, lo contrario sería entrar en ámbitos de leyendas y mitos.
De aquí la obligación de encontrar puntos de anclaje en el tiempo, alrededor de los cuales poder mínimamente
agrupar los datos. En la actualidad, estos puntos para algunos periodos de la Prehistoria, solamente en ciertas
situaciones sólo los ofrece la cronología absoluta. A partir de la cual, se puede en ciertos supuestos, interpretar,
especular, etc., pero sus datos numéricos, en nuestra opinión, deben ser inamovibles por mucho que nos cueste
aceptarlos. Buscar puntos débiles y utilizar sesgadamente las diferentes alternativas, que ofrece este tipo de
cronologías, de igual forma que dar o no validez a las muestras analizadas sobre las que se han obtenido los
análisis, no deja de constituir en ocasiones una manipulación interesada de las datas cronológicas obtenidas,
generada por no concordar o ser afín con ciertos modelos preestablecidos. En este caso, las fechas absolutas
que hemos reunido en relación al Neolítico Antiguo en el sur peninsular, no por escasas y en algún caso
problemáticas, dejan de ser sugerentes y en algún caso esclarecedoras. No pretendemos con ellas secuenciar
fielmente esos silentes registros arqueológicos depositados en Museos y Colecciones, procedentes de cuevas
sin estratificar, aunque en la mayoría de los casos provengan de excavaciones regladas. Solamente intentamos
ofrecer un bosquejo del armazón y puntos de anclaje para este período cronocultural.
Al analizarse más detenidamente las dataciones absolutas para las fases antiguas, obtenidas en
los diferentes ámbitos neolíticos del sur peninsular comprobamos en su cómputo ciertas carencias,
principalmente relacionadas con las denominadas de transición Epipaleolítico/Neolítico y Neolítico Antiguo.
Por el contrario están bien representadas las que podrían entrar en lo que se ha venido denominando como
Neolítico Antiguo Epicardial, es decir, aproximadamente entre el 5500/4900 AC. Y no es que sean excesivos
los enclaves datados sino que algunos de ellos han proporcionado un gran número de ellas. Hemos recogido
en la tabla1, cien dataciones absolutas obtenidas en veinticuatro enclaves, de los cuales cinco corresponden
a asentamientos al aire libre y diecinueve a cuevas, que en su mayoría pudiésemos considerar de carácter
funerario. Este cómputo de dataciones, constituiría en principio, un número relativamente representativo,
pero por dos motivos básicos no es así. En primer lugar, porque los veinticuatro yacimientos que han
proporcionado dataciones absolutas, representan sólo un porcentaje mínimo de los que actualmente se
conocen en Andalucía con registros adscribibles a fases antiguas neolíticas. En segundo lugar, porque de
las cien dataciones, cincuenta y una provienen de solo tres yacimientos: dieciocho de Los Castillejos, doce
de Cueva de Nerja y veintiuna de Cueva de Los Murciélagos de Zuheros, el resto, es decir cuarenta y nueve
se han obtenido en veintiún enclaves diferenciados.
De contextos perfectamente secuenciados, serían las datas procedentes de asentamientos, como Los
Castillejos, Cerro de la Virtud, Retamar y Cueva del Nacimiento, en el orden citado. De las obtenidas en
cuevas, tendrían mayor firmeza las realizadas sobre muestras de especies animales o vegetales domésticas,
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Las cronologías absolutas del Neolítico Antiguo en el sur de la península ibérica
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o incluso de restos óseos de Homo, avaladas por registros materiales clasificados, procedentes o no, de
excavaciones. En este caso, por su uniformidad y coherencia, es muy sugerente la serie de datas obtenidas
en Los Murciélagos de Zuheros, que parecen proceder tanto las más antiguas obtenidas, como las más
recientes, de un similar contexto arqueológico, que seguimos sin conocer después de los años transcurridos
desde su excavación. Ofreciendo ésta, la impresión de estar en un proceso de continua reelaboración,
sin conocerse con seguridad el verdadero status ocupacional de la cavidad. La data de Los Mármoles,
sobre cereal doméstico, consideramos que no es representativa de un momento antiguo de su secuencia
ocupacional, pues existen evidencias materiales en ella que podrían elevarla en un futuro. Las datas aisladas,
de cuevas como Agua/Mujer, LJ11, Malalmuerzo, Hoyo de la Mina y Gato, obtenidas por AMS sobre
muestras de restos óseos humanos, algunas procedentes de excavaciones antiguas, están perfectamente
avaladas y acordes con los registros arqueológicos que se les asocian. Las dos, procedentes de Cueva de las
Palomas y asentamiento al aire libre de Cerro de Capellanías, tienen en nuestra opinión diferentes lecturas.
La primera hace alusión a un momento de ocupación, diríamos que funeraria, en el devenir de la cueva,
pues por el descontextualizado registro arqueológico, que conocemos, procedente de ella, no consideramos
haga alusión a momentos antiguos de su ocupación. Por el contrario la de Capellanías, es indicativa de la
fundación de uno de los reducidos asentamientos, que conforman el conjunto del yacimiento. Una especial
atención merecen las tres datas obtenidas sobre restos de Homo en Cueva del Esqueleto que pueden aludir a
la ocupación funeraria de una estrecha cavidad desde finales del Epipaleolítico hasta un Neolítico Antiguo
avanzado. Aunque en el estado actual de la investigación, podríamos en este caso cuestionarnos, si estas
datas fechan una población retardataria de tipo epipaleolítico o por el contrario los inicios de un Neolítico
Antiguo. En último caso, la fecha antigua (Beta-324381) es la primera que se obtiene sobre un Homo de
esta cronología, sea el último epipaleolítico o el primer neolítico. El resto de los enclaves en cuevas, de
los más importantes con dataciones absolutas, para la comprensión de los inicios del Neolítico Antiguo
andaluz, presentan otro tipo de problemática. Nos referimos a Murciélagos de Albuñol, Cueva del Toro,
Carigüela, Nerja y Dehesilla.
De la Cueva de los Murciélagos de Albuñol no es excesivo lo conocido de sus sesgados registros
funerarios. Las dataciones absolutas recientemente obtenidas sobre espartos, muestran una gran coherencia
a partir de una fase evolucionada del Neolítico Epicardial y posteriores períodos. Solamente la data antigua
(CSIC-247) obtenida sobre madera, que desconocemos si procedía o no de un útil, ofrece dificultades de
interpretación. Más que nada, por el desconocimiento del total del registro arqueológico, que en su momento
debió proporcionar esta cueva, que en principio, no alude a la antigüedad mostrada por esta fecha absoluta.
Sin embargo, no descartamos su validez, especialmente la del tramo bajo de su calibración, en relación
con la posible cronología de una facies antigua neolítica. Más aún, cuando se puede considerar, que la
madera de la que se obtuvo la data, por la especial localización de esta cueva, debió ser introducida en ella,
exclusivamente por una acción antrópica. En definitiva, en la actualidad desconocemos los orígenes de las
primeras ocupaciones funerarias ocurridas en esta cueva, próxima a la costa, que no constituye un hallazgo
aislado sino que está relacionada con otras cuevas utilizadas como necrópolis y registros cerámicos propios
de una facies antigua del Neolítico con cardial, pero sin dataciones absolutas.
De Cueva del Toro, la más recientemente excavada del último grupo señalado, en el interior del sistema
kárstico de Antequera, proceden datas absolutas, algunas con altas desviaciones tipo, pero coherentes con
los registros exhumados en ella. Aunque no con la secuenciación cronocultural que sus investigadores han
intentado ofrecer de ellos, muy lineal, que en nuestra opinión, no responde a la realidad arqueológica de
esta cueva. Sus registros materiales con un muy alto matiz funerario, pueden ser referentes de una secuencia
cronológica, que transcurriría con intervalos ocupacionales más o menos intensos a lo largo de todo el
Neolítico. Desde sus fases antiguas con cardial hasta momentos epigonales y posteriores ocupaciones
durante la Edad del Cobre y períodos históricos. Las datas obtenidas, pueden reflejar esta situación, pero
no las consideramos definitivas, pues en el futuro nuevas de ellas podrían sobrepasar perfectamente el 5500
a.C., como sucede con algunas de las calibraciones ya realizadas, especialmente para sus tramos altos.
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Por último, en este apartado, tendríamos que realizar unas breves reflexiones sobre las dataciones
absolutas aportadas por los tres yacimientos andaluces en cuevas que completarían este último grupo,
en nuestra opinión, con diferentes problemáticas. Sucintamente ya se ha comprobado, como Cueva de
Carigüela, quizás el enclave más paradigmático del Neolítico andaluz, ha proporcionado una serie de datas,
de confusos contextos, no obtenidas en excavaciones regladas y finalidades no muy precisadas. En síntesis,
pocos argumentos absolutos en donde anclar de forma fidedigna los ricos registros funerarios conocidos de
esta cueva. Parece ser, que se están o se van a realizar análisis más exhaustivos sobre restos óseos humanos
exhumados en ella, con la finalidad, entre otras, de obtenerse un mayor número de dataciones absolutas.
Que no dejarán de ser nuevos puntos de anclaje en esta cueva, pero de difícil asociación con los registros
arqueológicos, que se pretenden contextualizar. Las dataciones absolutas obtenidas sobre muestras no bien
especificadas ¡si son por acción antrópica!, hacen alusión con seguridad, a la presencia en la cueva, de fases
de ocupación correspondientes al Neolítico Antiguo con o sin cardial, bien justificadas tipológicamente.
La segunda sería Cueva de Nerja, con importante presencia neolítica y suficientes datas absolutas,
obtenidas en excavaciones antiguas y en tiempos recientes. De hecho no han cesado de obtenerse, para fechar
los más variados contextos, fases, estratos, etc. Sus registros arqueológicos hacen referencia, al margen de
los propiamente pleistocenos, a toda la Prehistoria Reciente y diríamos que tiempos históricos. Es decir, en
esta cueva existen dataciones y registros arqueológicos que los pueden justificar. El problema, es que estos,
por mucho que se intente y por multitud de datas absolutas, que se obtengan, no pueden ser correctamente
secuenciados y esta constituiría su verdadera problemática. Las dataciones absolutas de esta cueva con altas
desviaciones tipo, indican para ella, en muchos de los casos, ocupaciones neolíticas con o sin cardial, al
menos, desde los inicios del VI o incluso desde finales del VII milenio a.C. Aunque, si somos muy estrictos, la
única data absoluta, con verdadera entidad neolítica en sí misma, es la Beta-131577, que alude a la presencia
en la península ibérica de ovejas domésticas con cronología antigua de mediados del VI milenio a.C.
Cueva de la Dehesilla completaría este último grupo, siendo, en nuestra opinión, la más enigmática
y quizás históricamente la más obviada en la investigación que nos ocupa. Desde un principio, fue
cuestionada por las altas datas absolutas para el momento en que se obtuvieron y sus calibraciones con
elevadas desviaciones tipo, no bien asumidas por la investigación oficial de la época. Posiblemente también
por la complejidad de su registro arqueológico, quizás en origen no bien secuenciado, muy propio, como
se ha comprobado, de los contextos sepulcrales andaluces. Al margen de estas problemáticas, los anclajes
cronológicos obtenidos en esta cueva, los consideramos en la actualidad, plenamente justificados por la
existencia en ella de registros cerámicos antiguos, con o sin cardial.
En resumen podemos considerar, que de una u otra forma, todas las datas absolutas, que numéricamente
trataremos seguidamente, tienen suficiente justificación cultural para ser consideradas como anclajes
cronológicos en los inicios del devenir neolítico del sur peninsular. Por el contrario, si queremos visualizarlas
desde un punto de vista reduccionista, con valor en sí mismas, son muy escasas las que pudiésemos valorar.
En este caso, y no es nuestra opción, solo las que aludirían a especies animales/vegetales domésticas y
huesos contextualizados de Homo. El resto, por diversos motivos interesados, en algunos casos espurios
y manipulados, no tendría validez. No siendo esta la versión, que en el precario estado actual de la
investigación sobre el Neolítico Antiguo, nos puede ocupar o preocupar.
A partir del registro arqueológico de cuevas y asentamientos al aire libre, que han proporcionado
dataciones absolutas, comprobamos que solamente nueve de estos enclaves han ofrecido valores calibrados
por encima del 5450/5500 AC. Cronología que en la actualidad consideramos como divisoria entre lo que
podríamos denominar Neolítico Antiguo sensu stricto y Neolítico Epicardial, hasta aproximadamente
el 4900/4850 AC, que grosso modo iniciaría la transición hacia lo que se ha denominado, sin excesivos
argumentos contrastados, como Neolítico Medio. Esta cronología la consideramos firme, avalada por la
secuencia cronoestratigráfica de Los Castillejos de Montefrío. En cuyos niveles antiguos de ocupación,
junto a una extensa y variada muestra de cerámicas decoradas y lisas, se comprueba una muy escasa
presencia de amortizados fragmentos impresos antiguos, propios de un ambiente epicardial antiguo. En
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general, registros cerámicos evolucionados en relación a los que podríamos considerar propios de una fase
anterior, con mayores porcentajes de impresas antiguas y motivos más barrocos. Todo relacionado, en este
asentamiento al aire libre, plenamente consolidado, con una agricultura y ganadería desarrollada y variedad
de especies domésticas animales y vegetales como bóvidos, ovicápridos, suidos, cánidos, diferentes tipos
de cebada, trigo, guisantes, habas, etc. Junto con el aprovechamiento de otras especies salvajes como vid,
aceituna, zarzamora, bellota, etc., y una gran variedad de malas hierbas explotadas y animales obtenidos por
actividades cinegéticas (Cámara et al., 2010). Con estos sintéticos datos, bien contrastados en Los Castillejos
de las Peñas de los Gitanos, solamente intentamos incidir que el 5500/5450 AC, solamente representa una
data intermedia diríamos que evolucionada, en el devenir del Neolítico Antiguo andaluz. Enclaves que han
proporcionado esta cronología o pueden mínimamente proporcionarla, son multitud hoy día en la geografía
andaluza. Especialmente conocidos por sus extensas y ricas necrópolis en cuevas, próximas a entornos
abiertos y favorables para explotaciones agrícolas y ganaderas. Solamente su dispersión en multivariados
nichos ecológicos muy distantes entre sí, indicaría el conocimiento arraigado a través de generaciones, que
tendrían estas poblaciones de los diversos entornos andaluces y estas experiencias no pueden justificarse por
simples trasvases de poblaciones o trasmisiones precipitadas de conocimientos con dirección Este/Oeste.
A partir de este supuesto, consideramos que la madurez alcanzada por las poblaciones neolíticas andaluzas
de mediados del VI milenio a.C., con entornos bien seleccionados para sus prácticas agrícolas y ganaderas,
variedad de especies animales/vegetales domésticas y control de otras salvajes, solo estaría justificada por la
acumulación de conocimientos de otras poblaciones asentadas con anterioridad en similares nichos ecológicos
o próximos a ellos, que habrían transmitido sus experiencias. No tenemos excesivos conocimientos sobre
ellas, pero sus registros poco conocidos, son cada vez más frecuentes a lo largo y ancho del extenso territorio
andaluz. En la actualidad, cuantificar su muestra, es difícil de precisar, no sólo a nivel tecnológico sino de
localización puntual, pues en el registro actual aún sigue existiendo confusión entre las cerámicas impresas
antiguas y las que no lo son. De igual forma, existen multitud de cerámicas con decoración cardial, no bien
catalogadas y mal ubicadas en el espacio y tiempo. En definitiva, son antiguos y paradigmáticos muchos de
los enclaves, que en teoría o en la realidad, han ofrecido registros de los denominados como antiguos, dentro
del periodo neolítico, por encima del 5500/5400 AC, pero escasos los anclajes cronológicos absolutos en que
sustentarlos. Sin embargo, una lectura más ponderada y no interesada de ellos, puede ofrecer a nivel global
y con ciertos matices, algunos datos más esclarecedores sobre el tema que nos ocupa.
Si visualizamos el cómputo de dataciones absolutas expuesto en la tabla1, comprobamos que sólo siete
enclaves con registros neolíticos (Nacimiento, Carigüela, Nerja, Retamar, Cueva Chica, La Dehesilla y
El Esqueleto) y posiblemente otros dos (Murciélagos de Albuñol y Bajondillo) sobrepasan la mitad del
VI Milenio AC. Muestra muy escasa en relación al porcentaje de yacimientos al aire libre y necrópolis
en cuevas conocidos actualmente en la geografía andaluza con potencial para proporcionarlas. Pero,
centrándonos en estos seis yacimientos que las han proporcionado, con la única duda de Cueva Chica y
posiblemente Nacimiento, comprobamos, que todos ellos, de una u otra forma, han ofrecido, con mayor
o menor porcentaje entre sus registros cerámicos con impresas antiguas, decoraciones con cardium, muy
tenidas en cuenta para definir más fiablemente los niveles antiguos de las correspondientes secuencias
estratigráficas en donde aparecieron. Se podrá argüir que las datas absolutas de estos yacimientos no son
correctas, alteradas, contaminadas, laboratorios poco fiables, desviaciones tipo altas, carbones de “maderas
viejas”, etc. Sin embargo, qué duda cabe, si obviamos estos argumentos, en ciertos casos interesados, que
todas ellas proceden o han sido obtenidas de contextos antiguos o en relación a ellos, con o sin cardial. De
estos yacimientos, las altas datas absolutas de Murciélagos de Albuñol y Bajondillo no son muy indicativas
por la escasez o desconocimiento de registros arqueológicos asociados a ellas. La data del abrigo del
Nacimiento, relacionada con un Neolítico Antiguo denominado de “montaña” por uno de sus excavadores
(Rodríguez, 1997), puede tener una lectura especial. O bien, que efectivamente no contenga muestra cardial,
que esté mal determinada entre los registros extraídos o, que no se haya localizado en los escasos sondeos
realizados en este yacimiento. Teniéndose en este último supuesto, siempre en cuenta, que los porcentajes,
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que proporcionan los asentamientos son muy inferiores a los obtenidos en cuevas con usos funerarios.
En este sentido, no descartaríamos en Andalucía, con ciertas dudas, que la cerámica con decoración
impresa con cardium, entre otros tipos, constituyese prioritariamente un tipo de vajilla específicamente de
representación o más propia de ajuares funerarios, con escasas apariciones ya amortizadas en ambientes
domésticos, cuestión por contrastar con datos más precisos. De igual forma se podría argumentar que en
Nerja y Retamar existen sustratos epipaleolíticos, que para ciertas investigaciones, pudieran justificar las
altas cronologías de estos enclaves. Aunque no así para los registros antiguos de la Dehesilla y Carigüela,
en donde no se han detectado este tipo de ocupaciones.
Se comprueba, que los escasos yacimientos andaluces, parcialmente datados, ofrecen cronologías
básicamente de la segunda mitad del VI milenio a.C., correspondientes grosso modo a la secuencia cardial
en el área levantina, que en Andalucía podría considerarse como una fase postcardial o epicardial, más
tardía. Considerándose una mayor antigüedad para su Neolítico Antiguo sensu stricto, por encima del 5500
a.C. Periodo caracterizado entre otros argumentos, por la eclosión precoz de las cerámicas impresas, entre
las que con un mayor o menor porcentaje aparecerían las realizadas con cardium y dataciones más elevadas,
que en los contextos regionales limítrofes. En el registro arqueológico actual, desde nuestras perspectivas,
no podríamos hacerlas subsidiarias o justificativas de una expansión démica o de influencias llegadas, como
tradicionalmente se ha considerado, desde el área levantina ni menos aún desde otras áreas peninsulares.
En la actualidad, dentro de la escasez de dataciones antiguas conocidas, casi siempre asociadas a
conjuntos muy precarios con cardial, podríamos a priori realizar una primera lectura de ellas en relación a
estos ítems y sus concentradas apariciones en ciertos ámbitos geográficos. Lectura, en cierta forma
distorsionada, por falta de precisiones y escasez, como ya se ha indicado, de datas absolutas asociadas a
ajustados contextos. Desde este punto de vista, es muy sugerente el grupo de asentamientos al aire libre y
cuevas funerarias con registros antiguos, descubiertos en los últimos años en la región más meridional del
sur peninsular, en la provincia de Cádiz. Asentamientos entre otros como Retamar, La Esperilla, Bustos,
Cabezo de Hortales, etc., y cuevas funerarias como Dehesilla y Parralejo, que con altas cronologías podrían
estar en el origen del Neolítico peninsular, relacionado con la precoz llegada de posibles influencias desde
el continente africano. Hipótesis no muy novedosa, pues, a intervalos, desde mediados del siglo pasado se
ha venido insistiendo en ello, aunque últimamente se ha postulado con una mayor insistencia y argumentos
(Cortés et al., 2012). Sin embargo, aun dentro de su atractivo, el considerar en la actualidad como único
subterfugio o aval, la llegada de los nuevos presupuestos neolíticos, exclusivamente por el Estrecho de
Gibraltar hasta la provincia de Cádiz, como entorno más próximo a África, no debe, con el actual registro
arqueológico, obsesionarnos. De igual forma, las costas de Málaga, desde Estepona hasta Nerja, con altas
dataciones en este último punto asociadas a registros antiguos, también pudieron ser pioneras en este tipo
de relaciones con el Norte de África. No obviándose en este aspecto, que toda la costa malagueña ha
proporcionado multitud de cuevas, en nuestra opinión de tipo funerario, muchas de ellas con registros
cerámicos antiguos mal estructurados o desaparecidos. De igual forma, que sus primarios asentamientos al
aire libre, próximos a las costas, destruidos o desaparecidos por la antropización intensiva que en los últimos
cincuenta o sesenta años han sufrido estos entornos turísticos. Sin embargo, no solamente se detectan
vestigios del Neolítico Antiguo en ámbitos costeros, sino que más al interior en las mismas provincias de
Cádiz y Málaga, se han localizado núcleos con registros antiguos y cerámica cardial, como son los casos de
Acinipo en Ronda, Complejo Hundidero-Gato, Cueva de las Goteras de Mollina, Cueva del Toro, el
Charcón (Alozaina), etc. En Sevilla, el Cabezo de Lebrija, Los Álamos (Prado del Rey), etc. Más al norte y
al este, en ámbitos geográficos de Andalucía Oriental, existen ciertos vacíos incomprensibles, sin lugar a
dudas por una manifiesta falta de investigación. Así en la provincia de Córdoba, son escasos o nulos los
registros que se pueden asociar a un Neolítico Antiguo por encima del 5500 a.C., las datas absolutas
obtenidas así lo manifiestan junto a la no existencia de muestras cardiales como referente “arcaico tipo”
mejor conocido. Quizás, Cueva de los Mármoles, en la Subbética las proporcione en un futuro próximo,
junto a otros registros cerámicos antiguos, que sí existen en ella. Cuestión no de extrañar, pues el cardial y
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otros registros cerámicos antiguos sí han sido contrastados en la cueva funeraria de Malalmuerzo, muy
cerca de Los Mármoles, en la vertiente externa de las Sierras Subbéticas, ya en tierras granadinas. De igual
forma, el asentamiento al aire libre de Los Castillejos de Montefrío, también ha proporcionado en sus
niveles más antiguos algunos fragmentos amortizados de cerámica impresa cardial, quizás como recuerdo
o revival de tiempos pasados. Cuestión que se repite en otros muchos enclaves, que podríamos denominar
epicardiales, entre el 5500/4900 a.C., en donde son muy escasas o aisladas las cerámicas con decoraciones
impresas antiguas a favor de las mayoritarias incisas y con decoraciones plásticas. Al margen de otras
impresas evolucionadas, almagras, inicio de las boquiques, etc. En la provincia de Granada, más al nordeste,
se documentan con mayor insistencia registros antiguos con o sin cardial, que en cierta forma, jalonan gran
parte de su geografía. Muchos desaparecidos por actividades irregulares o por una mala gestión arqueológica
y en el fondo, no bien datados o deficientemente interpretados. Existen registros antiguos, al margen de los
señalados en Malalmuerzo y Castillejos de Montefrío, Cueva del Capitán en la costa granadina y Sima del
Carburero y con dudas en Cacín en Tierras de Alhama de Granada. Otros enclaves, en los entornos de La
Vega de Granada, han proporcionado muestras antiguas pero sin cardial, como puede ser Las Catorce
Fanegas y La Molaina. Pero a nivel bibliográfico, quizás los más paradigmáticos y conocidos son los
enclaves situados en los entornos de Sierra Harana. Destacando Cueva de Carigüela, Ventanas, Pagarecio,
Agua de Prado Negro, Majolicas, CV-3 de Cogollos, con registros cerámicos que podrían considerarse
antiguos con o sin cardial. Algunos, con grandes porcentajes de esta muestra, asociados casi con seguridad
a registros funerarios y con datas antiguas, si son asumibles, las proporcionadas por Carigüela, entre finales
del VII e inicios del VI a.C. Cronología, muy similar a la ofertada por algunos enclaves costeros en Málaga
(Nerja) y Cádiz (Dehesilla y Retamar) y más antiguas que las aportadas por los clásicos yacimientos
levantinos con cardial, como paradigma, no contrastado, de antigüedad. Desde este punto de vista no
tenemos un mínimo de argumentos ni cronológicos ni tipológicos, para considerar el núcleo de yacimientos
de Sierra Harana y sus cerámicas cardiales, especialmente de Carigüela y Ventanas, como una extensión o
área de influencia de la propiamente levantina, como tradicionalmente se ha asumido. Sólo por incidir en
un tipo cerámico funerario clásico, como pueden ser las vasijas con asa-pitorro, comprobamos diferencias
manifiestas. Las levantinas normalmente se corresponden con botellas mientras que en Andalucía se
presentan formas más simples como cuencos y ollas. Pero insistiendo en el tema que nos ocupa, comprobamos
que entre Carigüela y la zona levantina, al margen del extenso espacio físico que los separa, no existe o no
se han constatado registros arqueológicos antiguos con cardial que pudieran justificar algún tipo de relación
entre estos dos ámbitos geográficos diferenciados. Solamente dos yacimientos, uno en cueva y otro un gran
abrigo, muy alejados de Carigüela, en los límites con las provincias de Albacete y Murcia, podrían al
respecto ofertar algún tipo de información. El primero de ellos en cueva o abrigo destruido, corresponde a
Cueva de Pastora (Caniles, Granada) con cuatro dataciones absolutas comprendidas entre los últimos
tercios del VI y V milenio a.C. El amplio registro material que hemos podido documentar de este enclave,
muy posiblemente doméstico, algo excepcional entre el conjunto de cuevas conocido en Andalucía, no
presenta muestra cardial y el grueso de las cerámicas, con mínima representación de las impresas a
instrumento, lo componen las decoraciones incisas y plásticas. El segundo correspondería a Cueva del
Nacimiento (Pontones, Jaén), anteriormente comentado, con una datación absoluta adscrita a un Neolítico
Antiguo sin cardial, más antigua que las obtenidas en los ámbitos levantinos. Otros contextos antiguos con
cardial, al aire libre, se han documentado en regiones costeras y del interior en la Provincia almeriense,
como son Cabecicos Negros, Peñón de las Ánimas, etc., sin cronologías absolutas y no bien estructurados.
Por último, comprobamos cómo del área más septentrional de la región andaluza, en la Provincia de Jaén,
al margen de los registros cerámicos de cuevas conocidos desde antiguo (Navarrete y Carrasco, 1978),
posiblemente correspondientes a un Neolítico Antiguo epicardial, poco más se ha ofertado con posterioridad.
Recientemente, en áreas de campiñas, entre el Subbético y Sierra Morena, encuadrables en la Cuenca del
Guadalquivir, se han señalado registros cerámicos antiguos, sin cronologías absolutas, en Horneros de
Baeza y Peña Prieta de Porcuna.
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En este sucinto recorrido, en el que sólo hemos señalado yacimientos o registros potencialmente
antiguos y referenciados en bibliografía, la mayoría sin cronologías absolutas, ocupando ámbitos
geográficos y nichos ecológicos muy diferenciados, comprobamos una cierta homogeneidad en sus
registros arqueológicos conocidos. Diferenciados, en parte, sólo por su origen, sea procedente de
cuevas funerarias o asentamientos al aire libre, que la investigación tradicional no ha sabido o no le ha
interesado discernir, aunque hoy día, desde nuestra opción, nos aparecen incuestionables. De igual forma,
comprobamos ciertas homogeneidades cronológicas de finales del VII y principios del VI milenio a.C.,
para los escasos enclaves datados con mayor o menor éxito, que por su amplia dispersión y distanciamiento
entre ellos, aluden a un conocimiento del territorio en fechas aún más arcaicas. Lo cual, dificulta en la
actualidad el poder establecer sus relaciones inmediatas con otras zonas limítrofes, si es que existieron,
en orden a analizar el precoz desarrollo del mal comprendido y peor sistematizado Neolítico andaluz.
En la actualidad, de las hipótesis tradicionalmente emitidas, en relación a la búsqueda de sus orígenes,
no aceptaríamos algunas de ellas, como son las que lo justifican por influencias, no sabemos de qué tipo,
desde el área levantina o por el oeste peninsular. Sin embargo, la tercera vía, a partir del Norte de África,
con más adeptos en la actualidad y quizás, mejores argumentos científicos, aunque por el momento, no
excesivos, sí nos parece más atractiva y consistente, especialmente por lo que puede aportar en el futuro
que por la realidad actual. Las cronologías absolutas, hasta el momento, obtenidas en algunos de sus
yacimientos clásicos, no ayudan a la comprensión de estas relaciones Sur-Norte, ya que no indican una
prelación en relación a las obtenidas en los yacimientos andaluces. De igual forma las investigaciones
que en los últimos años se vienen realizando en zonas del Norte de Marruecos (El Idrisi, 2012), entre el
Río Muluya por el este y las montañas del Rif en el oeste por un equipo alemán/marroquí, han puesto al
descubierto una serie de pequeños asentamientos al aire libre y abrigos (Linstädter, 2010 a y b; Morales
et al., 2013) con secuencias del Epipaleolítico/Neolítico, que por el momento, no consideramos aporten
excesivos datos para la comprensión de los orígenes del Neolítico Antiguo andaluz. Las datas absolutas
procedentes de Ifri Oudadane, Hassi Ouenzga, etc., sobre especies vegetales autóctonas, de igual
forma, que las secuencias estratigráficas obtenidas en estos pequeños enclaves, no guardan una especial
relevancia en relación a lo similar conocido en el sur peninsular. No sólo por sus cronologías absolutas,
sino por el uso de terminologías no muy adecuadas como es por ejemplo “Epipaleolítico con cerámicas”,
término arcaico poco precisado en la actualidad. De igual forma que el concepto de Neolítico Antiguo A,
B y C, que por sus datas absolutas ocuparía toda la secuencia neolítica de Oudadane, poco contrastable
con los desarrollos andaluces. En resumen, una investigación con posibilidades de futuro en orden a la
posible comprensión del Neolítico andaluz, pero no en el momento actual, dado su estadio embrionario.
Sugerentes y de gran interés, son los registros cerámicos obtenidos en los lejanos poblados de NabtaPlaya en el Sahara Oriental (Jórdeczka et al., 2010), también considerados epipaleolíticos con cerámicas
impresas y cronologías absolutas muy altas del IX milenio a.C. Cerámicas realizadas con ruedecillas
dentadas y otras con peines arrastrados, tradiciones decorativas muy en sintonía con similares, aunque
más tardías, detectadas en algunas cuevas andaluzas del Neolítico Antiguo.
En resumen, detectamos en el Neolítico andaluz una fase antigua de difícil filiación por encima del
5500 a.C., que factiblemente lo iniciaríamos, con una cronología no bien contrastada, en la transición
del VII/VI milenio o inicios de este último no bien conectada con los últimos momentos epipaleolíticos
y una plena consolidación, que denominamos Neolítico Antiguo Epicardial, aproximadamente entre
el 5500-4900/4800 a.C. Los registros cerámicos que se asocian a esta secuencia son relativamente
homogéneos en todo el ámbito andaluz. Quizás, al margen de pequeñas matizaciones, solamente
se diferenciarían por su procedencia, sea de cuevas sepulcrales o de asentamientos domésticos. Por
cronologías, sensiblemente más antiguas y tipos cerámicos, especialmente por las formas cerámicas
sepulcrales, que en la actualidad son las más contrastables, no comprobamos excesivas afinidades con
similares en el Levante mediterráneo, por lo que a priori, no consideramos esta área geográfica próxima,
como relevante para la comprensión de los orígenes del Neolítico en el sur peninsular. De igual forma,
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en relación a sus posibles conexiones en origen con ciertos ámbitos africanos, no los descartamos aunque
el registro arqueológico que actualmente conocemos de ellos, especialmente en lo relacionado con sus
anclajes cronológicos por el momento, no los consideramos definitivos ni determinantes. Aunque sí
más sugerentes, por la presencia en ciertos ambientes subsaharianos, más al interior del continente,
de algunos ítems cerámicos antiguos como pueden ser las comentadas decoraciones impresas con
ruedecilla y su presencia no bien clasificada ni cuantificada en algunos contextos del sur peninsular, que
pudieran ser anteriores a lo propiamente cardial. A partir de aquí, en orden a sus orígenes, son escasas las
conclusiones consistentes, que en la actualidad se pueden obtener de los registros descontextualizados y
peor estructurados del intenso y floreciente Neolítico andaluz.
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Archivo de Prehistoria Levantina
Vol. XXX, Valencia, 2014, p. 81-131
Pablo GARCÍA BORJA a, Joan Emili AURA TORTOSA b,
Jesús F. JORDÁ PARDO c y Domingo Carlos SALAZAR-GARCÍA d
La cerámica neolítica
de la Cueva de Nerja (Málaga, España):
salas del Vestíbulo y la Mina
RESUMEN: La Cueva de Nerja es uno de los yacimientos arqueológicos de referencia a la hora de explicar
el Neolítico andaluz y peninsular. Partiendo de la caracterización de sus cerámicas, su estratigrafía y sus
dataciones radiocarbónicas, presentamos una propuesta de secuencia evolutiva neolítica. Dicha secuencia
se contextualiza en los marcos andaluz y peninsular, y también en un marco mediterráneo más amplio para
explicar la llegada del Neolítico a la costa malagueña. Asimismo, se da validez al concepto de Cultura de las
Cuevas, entidad arqueológica con la que tradicionalmente se ha relacionado la Cueva de Nerja.
PALABRAS CLAVE: Neolítico, secuencia cerámica, Andalucía, dataciones radiocarbónicas, Cultura de
las Cuevas.
Neolithic pottery from the Cave of Nerja (Málaga, Spain):
the ‘Vestíbulo’ and ‘Mina’ galleries
ABSTRACT: The Cave of Nerja is a key site for an understanding of the Neolithic period in the Iberian
Peninsula and specifically in Andalusia. In this paper we present the sequence for the Neolithic occupation
of the cave based on the study of pottery, the stratigraphy and radiocarbon dates. The occupation sequence
is contextualized in the regional area and we argue that neolithization was driven by a process with
distinctive Mediterranean traits. Moreover, we support that the concept of Culture of Caves is useful as an
archaeological entity and that the Cave of Nerja fits well in this framework.
KEY WORDS: Neolithic, pottery sequence, Andalusia, radiocarbon dating, Culture of Caves.
a
b
c
d
Investigador independiente.
paucanals@hotmail.com
Departament de Prehistòria i Arqueologia, Universitat de València.
emilio.aura@uv.es
Departamento de Prehistoria e Historia Antigua, Universidad Nacional de Educación a Distancia-Madrid.
jjorda@geo.uned.es
Department of Human Evolution, Max-Planck Institute for Evolutionary Anthropology.
Department of Archaeology, University of Cape Town.
Departament de Prehistòria i Arqueologia, Universitat de València.
domingo_carlos@eva.mpg.de
Recibido: 10/03/2014. Aceptado: 27/03/2014.
[page-n-91]
82
P. García Borja, J. E. Aura Tortosa, J. F. Jordá Pardo y D. C. Salazar-García
1. INTRODUCCIÓN
Las intervenciones arqueológicas realizadas en la Cueva de Nerja a lo largo de la segunda mitad del siglo XX
constituyen un referente a la hora de valorar la aparición del Neolítico en el sur de la península Ibérica. De
hecho, la interpretación de la documentación obtenida ha abierto diversos debates que siguen manteniendo
actualidad. En este contexto, los estudios que se vienen realizando sobre los materiales arqueológicos
recuperados en las intervenciones dirigidas por F. Jordá Cerdá en las salas del Vestíbulo y la Mina, entre los
años 1979-1987, aportan importantes datos a esta discusión.
En este trabajo se presentan los resultados del estudio de los materiales cerámicos procedentes de la Sala
de la Mina y los nuevos recuentos establecidos tras la revisión de un mayor número de materiales de la Sala
del Vestíbulo. En la medida de lo posible, estos materiales han sido equiparados a los de los cortes NM80A
y NM80B de la Sala de la Mina, en su momento publicados por M. Pellicer y P. Acosta (1997), parte de los
cuales también hemos examinado. La puesta en común del estudio cerámico, la secuencia estratigráfica y
las dataciones radiocarbónicas ha permitido establecer una propuesta de periodización para el Neolítico de
Nerja. En todo momento se ha intentando discriminar aquellos aspectos de la cultura material que podrían
no encontrarse en su posición originaria, así como correlacionar las ocupaciones de las salas del Vestíbulo
y la Mina, entendidas como espacios de un mismo hábitat.
Una vez expuestos los datos, pasaremos a revisar el marco de aparición de las primeras producciones
cerámicas de Nerja en el proceso de expansión del Neolítico en el Mediterráneo occidental, valorando su
aportación al Neolítico andaluz y más concretamente al de la costa malagueña.
2. LA CUEVA DE NERJA
Está situada en el extremo occidental de la provincia de Málaga, cerca del pueblo de Maro, término
municipal de Nerja (fig. 1A). Sus galerías externas contienen una importante secuencia litoestratigráfica
y arqueológica (salas de la Torca, la Mina y el Vestíbulo), abarcando el Pleistoceno superior final y gran
parte del Holoceno (Jordá Pardo y Aura, 2008). Esta secuencia está distribuida en las diferentes salas de
la cueva y plantea una cuestión que no conviene olvidar: se trata de un único yacimiento y las diferencias
que se aprecian entre los depósitos conservados en sus salas, contemporáneos en términos geológicos y
arqueológicos, deben ser vinculadas al uso de un gran espacio.
Los materiales que se presentan de las salas de la Mina y el Vestíbulo corresponden a las campañas de
1982 a 1985. La cerámica de la Sala del Vestíbulo ha sido objeto de publicaciones detalladas (García Borja
et al., 2010 y 2011a), por lo que en este trabajo expondremos los datos que han sufrido alguna modificación
estadística o tipológica. Las cerámicas de la Sala de la Mina se ofrecen con detalle por primera vez.
La Cueva de Nerja cuenta con una amplia serie de dataciones radiocarbónicas (Jordá Pardo y Aura, 2008).
En este trabajo únicamente se considerarán las realizadas por AMS sobre restos singulares identificados como
domésticos y que ofrecen un margen de error inferior a 100 años (tabla 1). De toda la serie obtenida, se ha
separado la fecha proveniente de un resto de ovicaprino de NM-8 (OxA-X-2457-57) por no ser coherente ni
con la sucesión estratigráfica ni con el contexto arqueológico (Aura et al., 2013). Sí incluimos el resultado de
una semilla fechada en NV-2 (Beta-284149), aunque tras el estudio estadístico y comparativo de las cerámicas
de esta sala (Vestíbulo) con las de la Mina y la relación de fechas sobre fauna de la propia Sala del Vestíbulo,
es evidente que no puede ser considerada válida a la hora de acotar su contexto material. Sin embargo, esta
última fecha refuerza la hipótesis que apunta a una ocupación de la Sala del Vestíbulo durante el Neolítico
medio, de la que no nos ha quedado rastro más allá de algunos elementos de la cultura material de fácil
percolación estratigráfica. Las fechas obtenidas presentan una gradación coherente que, de algún modo,
refuerza la secuencia de fases de ocupación de Nerja que aquí se propone.
APL XXX, 2014
[page-n-92]
La cerámica neolítica de la Cueva de Nerja: salas del Vestíbulo y la Mina
83
Fig. 1. Localización geográfica de la Cueva de Nerja y planta del primer tramo (A). Planimetría de las salas de la Mina,
el Vestíbulo y la Torca con zonas de excavación (B). Secuencia estratigráfica de los cuadros F5/E5 de la sala de la Mina
y B5/C4 de la Sala del Vestíbulo (C).
APL XXX, 2014
[page-n-93]
84
P. García Borja, J. E. Aura Tortosa, J. F. Jordá Pardo y D. C. Salazar-García
Tabla 1. Dataciones radiocarbónicas AMS sobre elemento identificado como doméstico de las salas de la Mina y el
Vestíbulo calibradas a 2 sigmas mediante curva INTCAL 2013 (Reimer et al., 2013), utilizando el software CalPal
(versión 2013) (Weniger y Jöris, 2004).
Estrato
Soporte
Ref. Lab.
Fecha BP
SD
Cal. BC (95%)
Cal. BP (95%)
NM-5
Ovis/Capra
OxA-26077
5998
31
4990 - 4790
6940 - 6740
NM-5
NM-5
Hordeum sp
Beta-284147
6070
40
5100 - 4860
7050 - 6810
Ovis aries
OxA-26078
6149
31
5250 - 4970
7200 - 6920
NM-6
Ovis/Capra
OxA-26079
6207
32
5290 - 5010
7240 - 6960
NM-7
Ovis/Capra
OxA-26080
6196
31
5260 - 5020
7210 - 6970
NM-7
Ovis/Capra
OxA-26081
6219
33
5330 - 5010
7280 - 6960
NM-8
Ovis/Capra
OxA-26082
6214
35
5330 - 5010
7280 - 6960
NM-9
Ovis/Capra
OxA-26084
6254
33
5320 - 5160
7270 - 7110
NM-10
Ovis/Capra
OxA-26085
6342
37
5410 - 5250
7360 - 7200
NM-12
Ovis/Capra
OxA-26086
6466
33
5510 - 5350
7460 - 7300
NV-2
Hordeum vulgare
Beta-284149
5050
40
3990 - 3710
5940 - 5660
NV-2
Ovis/Capra
MAMS-20437
6185
21
5230 - 5030
7180 - 6980
NV-3
Ovis aries
Beta-369357
6300
40
5350 - 5190
7300 - 7140
NV-3 (fosa)
Ovis aries
Beta-131577
6590
40
5620 - 5460
7570 - 7410
3. LA SALA DEL VESTÍBULO
La Sala del Vestíbulo ocupa el extremo meridional de una amplia boca en forma de media luna que permitía
el acceso a las primeras salas (fig. 1B). Debido a las transformaciones producidas desde 1959 para facilitar
los accesos turísticos a las galerías interiores, resulta difícil reconstruir el talud, los posibles colapsos y
la topografía de todo el arco exterior. Posiblemente estas obras pudieron sellar el yacimiento externo,
como ya hemos señalado en alguna ocasión (Aura et al., 2010a). Definida la secuencia litoestratigráfica y
arqueológica holocena, no parece necesario extendernos en este punto.
Únicamente recordar que la cerámica se documentó en cuatro niveles (fig. 1C). El primero fue
considerado como superficial por ser el que encontramos en planta una vez retirado parte del sedimento de
la sala (NV-1), si bien la mayoría del material cerámico puede adscribirse al Neolítico antiguo. El segundo
sólo presentaba materiales arqueológicos del Neolítico antiguo (NV-2). En el tercero (NV-3), junto a los
materiales arqueológicos de indudable adscripción neolítica, se documentan otros de filiación epipaleolítica
y mesolítica, cuya presencia se considera intrusiva como consecuencia del contacto irregular entre NV-3 y
NV-2 (Aura et al., 2009; Aura et al., 2010a). En definitiva, las primeras evidencias neolíticas corresponden
a los materiales incluidos en una fosa que corta NV-4 y que finalmente hemos constatado que arranca de
NV-3 y no de NV-2, como habíamos publicado en un primer momento. De esta fosa procede un resto de
Ovis aries cuya datación mediante AMS ha proporcionado la fecha de 6590±40 BP (Beta-131577), que
calibrada a dos sigmas mediante la curva INTCAL 2013 (Reimer et al., 2013), incluida en el software
CalPal versión 2013 (Weniger y Jöris 2004), nos ofrece una horquilla de 5620-5460 cal BC. En este trabajo
se presenta una nueva datación AMS realizada sobre una fragmento de epífisis distal de un radio de Ovis
aries aparecido en la capa NV-3, con resultado de 6300±40 BP (Beta-369357), y cuya calibración a dos
sigmas ofrece los límites de 5350-5190 cal BC.
APL XXX, 2014
[page-n-94]
La cerámica neolítica de la Cueva de Nerja: salas del Vestíbulo y la Mina
85
3.1. La cerámica de la Sala del Vestíbulo
El total de fragmentos analizados respecto de los anteriores trabajos (Aura et al., 2005; García Borja et al.,
2010 y 2011a) ha sufrido variaciones significativas. Ello se debe a la revisión que hemos realizado de parte
de la colección de Nerja depositada en el Museo Arqueológico de Málaga, que ha ocasionado cambios
en los porcentajes de cerámicas decoradas, especialmente en las almagras. Además, creemos conveniente
definir de forma más específica el tipo de decoraciones, pues algunas técnicas sólo aparecen en momentos
puntuales de la secuencia neolítica de la cueva. La clasificación tipológica de algunos recipientes también
Tabla 2. Técnicas decorativas de la Sala del Vestíbulo.
NV-1
Cordones lisos
Cordones impresos
Impresiones concha no dentada
Impresiones punta múltiple
Impresiones punzón romo
Impresiones punzóm afilado obícuo
Impresiones espatula
Impresiones instrumento dos puntas
Impresiones indeterminadas
Incisiones
Almagras
Labios impresos
Incrustación pasta roja
Incrustación pasta blanca
Técnicas decorativas
Fragmentos decorados
Total fragmentos
14
26%
1
NV-2
2
1%
48
24%
2
NV-3
1
1%
23
28%
2
NV-4
Limp.
-
-
1
3
9%
-
2%
1%
2%
100%
1
1
-
-
-
-
-
-
2%
5
9%
2
4%
6
11%
1
2%
6
11%
6
11%
8
15%
4
17
8%
6
3%
12
6%
7
3%
3
1%
20
10%
60
30%
6
3%
17
7
9%
2
2%
3
4%
2
2%
1
1%
12
15%
15
19%
5
6%
8
-
2
18%
1
9%
-
-
-
-
-
2
18%
-
-
-
-
-
3
3
1%
88
25%
6
2%
2
1%
29
8%
10
3%
22
6%
9
3%
5
1%
40
12%
81
23%
19
6%
32
7%
8%
10%
-
1
-
-
-
-
81
1
-
3%
58
1
-
2%
100%
17
1448
54
16%
45
16%
575
40%
202
58%
165
60%
590
41%
23%
21%
253
17%
13
1%
27%
Total
11
6
1%
9%
1
347
100%
275
100%
APL XXX, 2014
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86
P. García Borja, J. E. Aura Tortosa, J. F. Jordá Pardo y D. C. Salazar-García
Fig. 2. Selección de fragmentos decorados de NV-1.
Fig. 3. Selección de fragmentos decorados de NV-2.
APL XXX, 2014
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La cerámica neolítica de la Cueva de Nerja: salas del Vestíbulo y la Mina
87
ha sufrido modificaciones. Ello se debe a la utilización de una tabla tipológica que consideramos más
operativa (García Borja et al., 2011b; García Borja y Pérez Jordà, 2012), con variaciones respecto de la
utilizada en anteriores trabajos (Bernabeu et al., 2009a).
Se han analizado 1.448 fragmentos cerámicos, repartidos del siguiente modo: 575 fragmentos en NV-1,
590 en NV-2, 253 en NV-3 y 13 en NV-4 (fosa), a los que se suman 17 fragmentos procedentes de diferentes
limpiezas. A excepción del apartado de técnicas decorativas (tabla 2), las características formales del conjunto
no han sufrido variaciones importantes respecto de lo ya publicado. El cambio más significativo en las
decoraciones (figs. 2, 3 y 4) viene motivado por el aumento porcentual de cerámicas a la almagra desde los
inicios de la secuencia. Ello provoca que sus porcentajes se igualen con los de impresiones sobre el cuerpo
del vaso y cordones. Sigue sin documentarse la técnica de la impresión cardial en la sala, siendo mayoritarias
las realizadas con instrumentos apuntados en diferente posición. También destaca la inexistencia de cerámicas
impresas con gradina hasta NV-1 (fig. 2, 3). La revisión de los casos inventariados como impresiones con
instrumento de punta múltiple no ha permitido identificar la presencia de impresiones de este tipo en NV-2 y
NV-3. Se ha clasificado un fragmento en NV-2 (fig. 3, 12), si bien la técnica es impresión y leve arrastre, no
descartando que se trate de una sucesión de impresiones con instrumento de punta única.
Por lo que respecta al estudio de los vasos, finalmente el número mínimo ha quedado establecido en
50 (tabla 3). Los vasos cerámicos de la Sala del Vestíbulo presentan una tecnología con grosor de paredes
medio y fino, y superficies en su mayoría erosionadas. La colección cerámica viene marcada por el alto
grado de fragmentación de las piezas, lo que ha provocado que 17 individuos (35,4% de los vasos) queden
encuadrados en la Clase F de recipientes indeterminados.
La imagen que se desprende es la de una vajilla heterogénea, con preferencia por los recipientes
hemisféricos simples pertenecientes a la Clase B y con poca representación de contenedores medios y grandes
de la Clase C (grupos 14 y 15).
Fig. 4. Selección de fragmentos decorados de NV-3 y NV-4.
APL XXX, 2014
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88
P. García Borja, J. E. Aura Tortosa, J. F. Jordá Pardo y D. C. Salazar-García
Tabla 3. Grupos tipológicos clasificados en la Sala del Vestíbulo aplicando nuestra tabla
tipológica de referencia (García Borja y Pérez Jordà, 2012).
NV-1
NV-2
NV-3
NV-4
2
-
-
-
2
Cuencos abiertos (B.6.I)
-
3
2
-
5
Cuencos cerrados (B.6.II)
1
5
2
-
8
Jarras (C.10.I)
-
1
-
-
1
Pitorros (C.10.III)
1
-
2
-
3
Cubiletes (C.11.II)
-
2
-
-
2
Cántaros (C.12.I)
2
-
1
-
3
Ollas simples (C.13.I)
-
2
-
-
2
Ollas con borde (C.13.III)
1
3
-
-
4
Contenedores (C.14.I)
-
1
-
-
1
Botellitas (D.16)
-
2
-
-
2
Microvasos (D.18)
-
1
-
1
2
Indeterminados (Clase F)
4
7
6
-
17
Total
11
27
13
1
52
Escudillas (A.2)
Total
4. LA SALA DE LA MINA
Presenta una longitud máxima de 15 m y anchura de 10 m, alcanzando una altura que oscila entre los 2 y
los 0,5 m. Su forma es irregular, aunque sensiblemente rectangular. El acceso actual a la Sala de la Mina
se realiza por la escalera que sirve de salida al recorrido turístico. Desde esta sala se accede directamente
a la Sala de la Torca, pero, en la actualidad, carece de acceso directo practicable a la del Vestíbulo, a la
que se llega desde la escalera de entrada al circuito de visita. A la Sala de la Mina, y muy probablemente
también a la del Vestíbulo, se podía acceder desde el exterior en época neolítica, pues todavía no se habían
depositado los coluviones y el caos de bloques que, procedentes de la ladera, fueron cerrando la boca
durante el Holoceno.
La pared suroeste está constituida por formaciones columnares antiguas y recientes que fosilizan
una serie de derrubios procedentes de la primitiva entrada a la sala. La pared noreste es una superficie
rocosa cóncava que desciende hasta el centro de la sala y queda revestida en su parte superior por una
brecha encostrada en las últimas etapas del Holoceno, mientras que en su parte más basal aparecen coladas
estalagmíticas anteriores a los depósitos que rellenan la sala. Su techo es plano y está constituido por
una concreción tabular de unos 30 cm de espesor máximo, laminada y continua, que alterna con zonas
de mármoles diaclasados, apareciendo en algunos puntos restos de la brecha antigua formada por clastos
angulosos de mármol rodeados por un cemento rosáceo. Las formas de reconstrucción litoquímica son
escasas y consisten en formaciones columnares antiguas muy degradadas y estalactitas de pequeña entidad
asociadas a fracturas de techo. Esta sala se encuentra rellenada de depósitos arqueológicos que tienen una
potencia máxima visible de 4-5 m, sin conocerse hasta el momento su sustrato rocoso (Jordá Pardo, 1986).
En su extremo sureste encontramos una estrecha abertura desarrollada en plano inclinado que alcanza la
escalera actual por la que, tras 10 m de angosto recorrido, comunica con la Sala del Vestíbulo y la Sala del
Colmillo (Jordá Pardo, 1986).
APL XXX, 2014
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La cerámica neolítica de la Cueva de Nerja: salas del Vestíbulo y la Mina
89
4.1. Secuencia sedimentológica-litoestratigráfica
Los depósitos holocenos conservados en la Sala de la Mina poseen una complejidad ligada a la intervención
de procesos erosivos. El corte estratigráfico efectuado en la sala del que provienen los materiales que
presentamos tiene una potencia de 3,50 m, sin alcanzar la roca del sustrato. Se compone de 19 niveles
estratigráficos y siete unidades litoestratigráficas (Jordá Pardo, Aura y Jordá Cerdá, 1990; Aura et al.,
2010b) que definen los grandes eventos de sedimentación (fig. 1C).
El muro de los niveles neolíticos puede ser descrito a partir de la arroyada identificada como NM-13,
sobre la que se reconoció un nivel de dispersión desigual con morfotipos líticos, óseos y elementos de adorno
epipaleolíticos y mesolíticos (NM-12). El siguiente nivel estaba afectado por intrusiones y alguna madriguera
que incluían materiales neolíticos (NM-11, y también NM-10 en alguna de las cuadrículas). Este contexto
arqueoestratigráfico puede ser considerado similar a las fosas excavadas en NV-4, aunque la documentación
no es tan resolutiva (Aura et al., 2009 y 2013). Las intrusiones de NM-11 y NM-10 incluyen los primeros
restos neolíticos de la sala (Aura et al., 2010a). A partir de este momento las interrupciones en el registro son
apenas perceptibles hasta NM-6, donde se documenta una cicatriz erosiva que da paso a la última unidad
sedimentaria. A techo de esta cicatriz se encuentran las últimas ocupaciones neolíticas, selladas por una brecha
coronada por una corteza estalagmítica desarrollada al final del Subboreal o hacia el cambio de era.
4.2. La cerámica de la Sala de la Mina
El volumen de material analizado para la sala es de 4.107 fragmentos repartidos de la siguiente forma:
144 en NM-2, 76 en NM-3, 146 en NM-4, 33 en NM-4/5, 373 en NM-5, 183 en NM-6, 691 en NM-7, 901
en NM-8, 694 NM-9, 194 en NM-10, 89 NM-11 y 583 en lo que hemos denominado “otros”, campo que
agrupa las diferentes limpiezas de perfil y los restos recuperados en 1983 tras el derrumbe de una gran losa
en la zona de excavación que afectó a los perfiles neolíticos.
Se ha podido revisar completamente el material de NM-11 a NM-7, mientras que el resto de niveles
queda representado por una selección entre la que no se encuentran los fragmentos informes. Considerando
el porcentaje de labios aparecidos en las capas en las que no hemos podido revisar todos los fragmentos, se
calcula que la colección que presentamos ascendería a más de 7.000 fragmentos.
Se han inventariado 941 fragmentos con labio, siendo los redondeados los mejor representados (tabla
4). También aparecen labios planos, biselados y engrosados. Como hecho más significativo, cabría destacar
el porcentaje de labios biselados en NM-6 y NM-7, así como la buena representación de los engrosados
dobles en NM-4 y NM-4/5. Los labios engrosados internos almendrados, asociados a platos, escudillas y
fuentes de borde vuelto, se concentran en NM-2.
Se han identificado 831 fragmentos de borde (tabla 5), siendo los no diferenciados los más abundantes,
seguidos de los salientes, rectos y vueltos. Por capas, existen algunas variaciones porcentuales significativas,
ya que en NM-6 y NM-7 el número de bordes no diferenciados decrece, alcanzando los salientes y rectos
su mayor representación. Desde NM-5, el porcentaje de estos últimos disminuye, documentándose ahora
bordes vueltos, que en NM-2 aparecen mejor representados.
De las 36 bases identificadas (tabla 6), 10 han quedado clasificadas como convexas y 14 como planas
(10 aplanadas y 4 de pie macizo). También se han catalogado dos bases cóncavas. Por niveles, destaca el
cambio observado en NM-2, que sólo presenta bases aplanadas en número superior al resto de niveles. Las
únicas bases de tendencia cónica se han documentado en NM-4.
Se han contabilizado 580 elementos de prensión, 50 de los cuales son arranques de asa que no han
podido ser clasificados (tabla 7). Por niveles, es NM-5 el que mayor número de elementos de prensión
concentra, vislumbrándose un claro retroceso desde este momento. Los niveles NM-9 a NM-6 reúnen
gran parte de estos elementos, siendo NM-8 el segundo nivel con mayor representación. Los cordones son
APL XXX, 2014
[page-n-99]
90
P. García Borja, J. E. Aura Tortosa, J. F. Jordá Pardo y D. C. Salazar-García
Tabla 4. Fragmentos de la Sala de la Mina con labio redondeado (1), plano (2), biselado (3), engrosado interno (4),
engrosado externo (5) y engrosado doble (6). El valor 1.1 corresponde a los labios redondeados con resalte u ondulación.
1
NM-2
NM-3
NM-4
NM-4/5
NM-5
NM-6
NM-7
NM-8
NM-9
NM-10
NM-11
Otros
Total labios
78
79%
42
79%
73
78%
18
86%
1.1
-
168
13
57
5
76
9
90
7
75
3
10
3
11
3
70
6
768
49
79%
78%
84%
86%
85%
77%
100%
86%
82%
2
5
5%
6
11%
2
3
7
7%
1
2%
8
2%
9%
-
-
13
6%
6
8%
1
1%
4
4%
5
6%
2
12
6%
8
11%
9
10%
4
4%
2
2%
1
15%
8%
-
-
2
2%
46
5%
4
5%
56
6%
4
2
2%
2
1%
2
2%
1
5
6
6%
4
8%
10
11%
3
14%
16
7%
2
3%
3
3%
4
4%
4
6
1
1%
3
1%
1
1%
1
1%
1
1%
5%
1%
-
-
-
-
-
-
7
1%
3
4%
55
6%
2
2%
9
1%
Total labios
Total frag.
99
144
53
76
93
146
21
33
214
373
73
183
90
691
105
901
88
694
13
194
11
89
81
583
941
4107
11%
6%
10%
2%
23%
8%
10%
11%
9%
1%
1%
9%
100%
los más utilizados, seguidos de asas de cinta, asas anulares y mamelones. Por niveles, destaca la elevada
proporción de cordones de NM-11 a NM-6. Desde este nivel, el porcentaje decrece, pasando en NM-4 a ser
éstos poco significativos, erigiéndose los mamelones como elemento de prensión más característico. Las
asas de cinta aparecen a lo largo de todo el Neolítico antiguo (NM-11 a NM-5). En NM-5 alcanzan notable
representación, si bien se detecta su progresiva desaparición en NM-4. Las grandes asas de cinta con resalte
basal aparecen en NM-9 y NM-8. Las asas anulares están presentes a lo largo de toda la secuencia neolítica,
si bien es en su fase final cuando ofrecen mayores porcentajes. Entre las particularidades a resaltar:
los mangos de vasos sólo aparecen al final de la secuencia en NM-4 y NM-3; los únicos agujeros de
suspensión asociados a un cuello se dan en NM-9; no se han documentado asas planas de tipo cazoleta en
los niveles del Neolítico antiguo; por último, las asas pitorro se constatan en el Neolítico antiguo y medio,
no documentándose ningún ejemplar desde NM-4/5.
Técnicas decorativas
Se han contabilizado un total de 901 decoraciones sobre 728 fragmentos decorados (tabla 8; fig. 5 a 13).
La técnica mejor representada es la impresión, alcanzando mayor significación sobre cordones que sobre
cuerpos o labios.
APL XXX, 2014
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La cerámica neolítica de la Cueva de Nerja: salas del Vestíbulo y la Mina
Tabla 5. Fragmentos de la Sala de la Mina con borde no
diferenciado (0), recto (1), saliente (2) y vuelto (3).
0
NM-2
NM-3
NM-4
N M 4/5
NM-5
NM-6
NM-7
NM-8
NM-9
NM-10
NM-11
Otros
Total
65
77%
35
71%
52
61%
16
76%
105
55%
25
41%
42
48%
62
64%
50
64%
4
67%
5
63%
37
58%
498
60%
1
6
7%
3
6%
10
12%
3
14%
28
15%
14
23%
16
18%
20
21%
10
13%
2
25%
6
9%
118
14%
2
9
11%
10
20%
22
26%
2
10%
56
29%
22
36%
27
31%
15
15%
18
23%
2
33%
1
13%
20
31%
204
25%
3
4
5%
1
2%
1
1%
2
1%
2
2%
1
2%
11
1%
Tot. bordes
91
Tabla 6. Bases convexas (1), cóncavas (3), planas
aplanadas (4.1) y planas de pie macizo (4.2).
Tot. frag.
1
84
144
NM-2
49
76
NM-3
85
146
NM-4
21
33
NM-5
191
373
NM-6
61
183
NM-7
87
691
NM-8
97
901
NM-9
78
694
Otros
6
194
Total
8
-
-
-
Total
4107
10%
6%
10%
3%
23%
7%
10%
11%
9%
1%
1%
8%
99%
3
4
4.2
583
831
-
4.1
89
64
3
100%
1
100%
-
-
-
1
-
-
-
-
75%
1
50%
1
33%
3
75%
2
50%
10
38%
1
50%
2
8%
1
1
25%
2
33%
67%
-
-
2
67%
2
50%
10
39%
1
25%
4
15%
4
15%
1
4%
4
15%
1
4%
3
12%
2
8%
3
12%
4
15%
4
15%
26
100%
Los cordones impresos aparecen a lo largo de toda la secuencia, concentrándose en número y porcentaje
entre NM-9 y NM-5, siendo menos significativa su presencia en el resto de niveles. Los cordones lisos,
en cambio, aparecen de forma más modesta. La frecuencia de impresiones sobre el cuerpo del vaso varía
a lo largo de la secuencia, perdurando en el Neolítico medio (NM-4 y NM-3). Dentro de las impresiones
(tabla 9), las realizadas con punzón son las más abundantes, concentrándose entre NM-9 y NM-5. Las
impresiones con gradina ocupan el segundo lugar en representación. Aparecen en NM-9 y NM-8, si bien la
gran mayoría de fragmentos pertenecen a dos únicos vasos.
Solo un ejemplar presenta impresiones pivotantes realizadas con concha no dentada en NM-10 (fig. 13,
6). Al igual que en la vecina Sala del Vestíbulo, aparece en los niveles antiguos de la secuencia. A estas
decoraciones pivotantes con instrumento curvo no dentado también nos referiremos como impresiones en
rocker. Junto al ejemplar con rocker de NM-10, hallamos dos fragmentos pertenecientes a un mismo vaso
decorados con impresiones de pequeña concha dentada que finalmente hemos clasificado como cardiales (fig.
13, 3 y 5). Además de estos fragmentos, existe otro en NM-11 que incluso valoramos pudiera ser cardial (fig.
13, 11), aunque se ha clasificado finalmente como impresión indeterminada. La categoría indeterminados
agrupa una serie de impresiones cuya matriz no ha podido ser correlacionada con un instrumento concreto.
También se han identificado impresiones de espátula, digitaciones, impresiones de tubo y de punto y raya (fig.
10, 4 y 13; fig. 8, 4), que no deben confundirse con el boquique y sus derivados (Alday y Moral, 2011).
APL XXX, 2014
[page-n-101]
92
P. García Borja, J. E. Aura Tortosa, J. F. Jordá Pardo y D. C. Salazar-García
Tabla 7. Sala de la Mina. Elementos de prensión: cordones (1), mamelones (3), mamelones perforados (4), lengüetas
(5), perforaciones de suspensión bajo el labio (6), asa pitorro (7), asa de túnel (8), mangos (9), asa plana tipo cazoleta
(10), asa de cinta (11), asa de cinta con resalte basal (13), asa anular (15) asa bi o trilobulada (16) y arranque de asa (17).
1
NM-2
NM-3
NM-4
NM-4/5
NM-5
NM-6
NM-7
NM-8
NM-9
NM-10
NM-11
Otros
Total
2
10%
2
18%
1
7%
4
36%
42
33%
17
40%
36
52%
77
65%
73
77%
8
67%
3
60%
31
56%
296
51%
3
10
50%
4
36%
1
4
1
7%
7%
-
-
15
12%
4
10%
5
7%
5
4%
2
1
2%
1
1%
6
2%
6%
-
-
1
20%
5
9%
55
9%
9
2%
5
1
5%
3
20%
1
9%
6
5%
6
14%
7
10%
10
8%
1
1%
2
17%
1
20%
3
5%
41
7%
6
7
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
1
8
4
20%
2
1%
2%
-
-
1
1%
1
1%
1
9
1
9%
1
7%
-
10
1
5%
1
1%
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
1%
2
2%
1%
1%
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
1%
9
2
-
4
2%
1
2%
3
1%
11
13
-
-
2
18%
5
45%
21
17%
2
5%
7
10%
11
9%
4
4%
1
8%
5
9%
58
10%
2
2%
1
15
1
5%
2
18%
4
27%
1
9%
19
15%
4
10%
6
9%
4
3%
3
16
4
3%
1
1%
-
1%
3%
-
-
-
-
-
-
3
1%
3
5%
47
8%
5
1%
17
1
5%
4
27%
15
12%
8
19%
6
9%
5
Total
Frag.
20
144
11
76
15
146
11
33
126
373
42
183
69
691
119
901
95
694
12
194
5
89
55
583
580
4107
3%
2%
3%
2%
22%
7%
12%
4%
21%
3
3%
1
16%
8%
7
13%
50
9%
2%
1%
9%
100%
La incisión está presente a lo largo de toda la secuencia, dándose en mayor porcentaje desde NM-4.
De los 147 fragmentos incisos recuperados en estratigrafía, 37 se encuentran combinados con la técnica de
la impresión. Las cerámicas inciso-impresas no hacen su aparición hasta NM-9. Su porcentaje es siempre
menor al de las incisas no combinadas hasta NM-5. En NM-4/5 y NM-4 no se han documentado cerámicas
inciso-impresas, apareciendo de nuevo un fragmento en NM-3 y dos en NM-2.
Otra de las técnicas que aparece en elevado porcentaje es el tratamiento a la almagra (fig. 7, 30 y 31;
fig. 8, 1 a 3; fig. 11, 4, 7, 10 y 28; fig. 12, 2; fig. 13, 10). Esta técnica alcanza su mayor representación
porcentual en NM-7. La ausencia de esta técnica en NM-4/5 a NM-3 debe ser valorada de forma más
detallada. Los fragmentos que hemos revisado de estos estratos corresponden en su mayoría a una selección
de formas y decoraciones realizada tras la excavación. En recientes revisiones sobre fragmentos informes
que se encuentran en el Museo Arqueológico de Málaga se ha detectado que esta selección no siempre es
completa, inventariándose nuevos fragmentos a la almagra tanto en Mina como en Vestíbulo. Por tanto,
aunque es incuestionable el decrecimiento porcentual de esta técnica y su menor calidad en los momentos
finales del Neolítico antiguo (fig. 7, 30 y 31), en próximas revisiones los porcentajes posiblemente variarán.
El tratamiento a la almagra puede aparecer combinado con labios impresos, cordones lisos y, sobre todo,
con incisiones e impresiones.
APL XXX, 2014
[page-n-102]
93
La cerámica neolítica de la Cueva de Nerja: salas del Vestíbulo y la Mina
Tabla 8. Sala de la Mina. Técnicas decorativas esenciales: mamelones (1), cordones lisos (2.1), cordones
impresos (2.2), impresiones (3/4), incisiones (5), peinada (7), almagra (8), pintada (9), labios impresos (10)
y relleno de colorante (11).
1
NM-2
NM-3
NM-4
NM-4/5
NM-5
-
NM-7
NM-8
NM-9
NM-10
NM-11
Otros
Total
13%
-
-
-
-
6
4%
NM-6
2.1
1
1
1%
7
1%
3
2.2
1
3/4
1
5
3
7
1
13%
13%
38%
2
4
10
1
4
52%
2
35
40
9
8
3%
6
27%
2
22%
15
22%
76
8%
2
8
1
19
5%
-
17
23
2
-
13
20%
2%
-
1
40%
7
-
59%
10%
14%
-
56%
39%
13%
12
24%
34
29%
70
38%
65
28%
2
9%
1
11%
16
23%
224
25%
24%
8
16%
27
23%
50
28%
13
27%
16
14%
25
27%
13%
59
17
25%
7
32%
1
11%
12
17%
221
25%
7%
3
14%
1
11%
7
10%
154
17%
-
22%
3%
13%
9
-
11%
30%
16%
-
8
1
3%
17%
1
2%
5
1%
6%
7
14%
31
26%
21
11%
49
21%
2
22%
12
17%
131
15%
2
2%
2
-
10
1
13%
1
6%
1
3%
11
-
-
-
6
5
4%
2
4%
3
3%
7
3%
3
3%
4
Total
8
1%
18
Frag. dec.
6
Frag.
144
17
76
1%
2%
2%
33
32
4%
10
4%
10
1%
1%
144
124
16%
49
5%
118
13%
186
183
103
691
144
901
14%
21%
20%
16
21
235
160
1
5%
1
11%
5
7%
44
5%
3
14%
1
11%
37
4%
26%
22
2%
9
1%
69
8%
901
100%
373
43
6%
2%
9%
33
17%
4%
7%
146
694
22%
18
194
7
89
64
583
728
4107
3%
1%
9%
100%
La utilización de colorante rojo en la decoración de los vasos cerámicos queda también constatada
con la utilización de pasta roja en el relleno de incisiones e impresiones, muy mayoritarias. 37 fragmentos
conservan restos de colorante rellenando el negativo de las decoraciones, todos de color rojo excepto
tres que presentan colorante blanco en NM-5, NM-7 y NM-11. El fragmento de NM-11 muestra también
tratamiento a la almagra (fig. 13, 10), con lo que la pasta blanca le confiere una mayor vistosidad.
Otra de las técnicas que aparece a lo largo de toda la secuencia es la impresión en los labios. Las matrices
resultantes son diversas, pudiendo interpretarse algunas como incisiones o impresiones con instrumento de
más de una punta. Se concentran entre NM-9 y NM-5. La combinación entre labios y cordones impresos
sólo se documenta en NM-9 y NM-8, ocupando un 65% de los fragmentos con labio impreso en NM-9.
Por último, destacar la presencia testimonial de decoración con mamelones en seis fragmentos de NM-5
y otro aparecido en las limpiezas del derrumbe de 1983, de dos fragmentos decorados con pintura negra en
NM-7 (fig. 9, 7) y de cinco fragmentos con superficies peinadas en NM-5 (fig. 7, 25), NM-4 (fig. 6, 2 y 3),
NM-3 (fig. 5, 10) y “Otros”. Además, en NM-3 existen superficies peinadas con una técnica poco cuidada.
Se trata de un tratamiento cuya ejecución nos recuerda a la que se documenta en el este peninsular durante
el Neolítico medio, si bien la matriz resultante es más profunda y menos cuidada.
APL XXX, 2014
[page-n-103]
94
P. García Borja, J. E. Aura Tortosa, J. F. Jordá Pardo y D. C. Salazar-García
Tabla 9. Sala de la Mina. Decoraciones impresas: cardial (3.1), concha no dentada (4.1), gradina (4.2), punzón
en posición vertical (4.3.1), punzón en posición oblicua (4.3.2), punto y raya (4.4), espátula (4.5), digitaciones/
ungulaciones (4.6), tubo (4.7), indeterminadas (4.8), indeterminables (4.9).
3.1
NM-2
4.3.1
4.3.2
4.4
4.5
4.6
4.7
4.8
4.9
1
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
NM-9
-
-
NM-8
-
-
NM-7
-
-
NM-6
-
-
NM-5
-
-
NM-4/5
-
-
NM-4
-
2
1
5
10%
19
32%
-
29%
14%
-
-
-
-
-
-
2
1
-
11%
NM-11
Otros
Total
4.2
-
NM-3
NM-10
4.1
1%
24
2
50%
3
23%
3
75%
9
26%
1
13%
8
30%
11
22%
28
47%
1
14%
5
42%
72
33%
1
25%
4
31%
17
49%
3
38%
9
33%
18
36%
5
8%
3
38%
1
4%
2
4%
-
2
2
15%
1
6%
3%
-
-
1
4%
3
6%
5
2
4%
2
8%
3%
2
6%
1
13%
1
4%
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
4
33%
61
28%
6
3%
11
5%
Fig. 5. Selección de fragmentos de NM-2 (1-4) y NM-3 (5-11).
APL XXX, 2014
1
25%
8
4%
4
2%
1
8%
1
25%
3
3
23%
1
9%
3%
-
-
7
26%
6
3
12%
6%
-
-
3
43%
1
100%
3
25%
25
11%
7
3%
Frag. impr.
1
1%
4
2%
13
6%
4
2%
35
16%
8
4%
27
12%
50
23%
59
27%
7
3%
1
1%
12
5%
221
100%
[page-n-104]
La cerámica neolítica de la Cueva de Nerja: salas del Vestíbulo y la Mina
95
Fig. 6. Selección de fragmentos de NM-4.
Fig. 7. Selección de fragmentos de NM-5.
APL XXX, 2014
[page-n-105]
96
P. García Borja, J. E. Aura Tortosa, J. F. Jordá Pardo y D. C. Salazar-García
Fig. 8. Selección de fragmentos de NM-6 (1-12) y NM-7 (13-30).
Tipología de los vasos
El número mínimo de vasos diferenciados en la Sala de la Mina es de 175. A la hora de asignar a un
fragmento o grupo de fragmentos la categoría de vaso, se han aplicado criterios más restrictivos que en
otras ocasiones (García Borja et al., 2011b). El objetivo es definir la tendencia evolutiva de las formas
cerámicas a partir de parámetros formales y distintivos, siendo la posibilidad de orientar la pieza y establecer
sus características métricas los aspectos que más han primado. Como consecuencia, algunas decoraciones
singulares aparecidas en fragmentos informes no han quedado representadas. Pese a estas premisas, en
28 casos (16%) no se han podido establecer los parámetros necesarios para su clasificación tipológica,
quedando encuadrados en la Clase F o indeterminada (tabla 10).
En conjunto, la Clase C es la mejor representada con un 40% del total. Por niveles, presenta siempre los
porcentajes más elevados hasta NM-4, momento desde el que la tipología presenta cambios significativos
(tabla 11). Dentro de la Clase C, destaca la presencia de la mayoría de contenedores grandes (C.15) a partir
de NM-5, nivel en el que la variabilidad de la vajilla se corresponde con una intensa ocupación de la sala.
Anteriormente a este momento, sólo se documentó un gran contenedor en NM-9, siendo la mayoría de tamaño
medio (C.14), acompañados de cántaros para el almacenamiento de líquido (C.12). Las ollas (C.13) aparecen
desde los momentos iniciales de la secuencia de la sala, con importante presencia a lo largo de todo el Neolítico,
decreciendo su representación a partir de NM-5. Se han identificado tres vasos de pequeñas dimensiones y
APL XXX, 2014
[page-n-106]
La cerámica neolítica de la Cueva de Nerja: salas del Vestíbulo y la Mina
97
Fig. 9. Selección de fragmentos de NM-7.
perfil compuesto (C.9), dos ejemplares en NM-4 y uno en NM-7. El grupo de los cubiletes y cuencos pequeños
(C.11) aparece durante todo el Neolítico antiguo, clasificándose un ejemplar también en NM-2.
La Clase B es la segunda en representación, alcanzando los cuencos de perfil sencillo el porcentaje más
elevado. Éstos aparecen a lo largo de todo el Neolítico antiguo pleno, pero también en los niveles más recientes.
Los subtipos que presentan labio diferenciado no han proporcionado ninguna diferenciación cronológica,
documentándose en NM-8, NM-6, NM-5, NM-4 y NM-3. Los cuencos con borde diferenciado o perfil
compuesto (B.8) aparecen en número muy reducido desde NM-5, evidenciándose su ausencia ya en NM-3.
Los vasos de Clase A se documentan de forma testimonial en el Neolítico medio y antiguo, en esta
última fase únicamente en las excavaciones de Pellicer y Acosta, concentrándose la mayoría de los vasos
en NM-2. Los grupos tipológicos documentados son varios, existiendo escudillas (A.2.I), cazuelas (A.2.II)
y fuentes (A.4), algunas de ellas carenadas (A.3.II y A.5.I) y otras de borde vuelto (A.5.II).
La evolución de la tipología por niveles (figs. 14 a 25) presenta cambios significativos a partir del
Neolítico medio, cuestión que se recoge en el siguiente apartado.
5. LA SECUENCIA EVOLUTIVA DE LA CERÁMICA DE LA CUEVA DE NERJA
La puesta en común de los resultados del estudio de la cerámica, las secuencias estratigráficas de las
salas del Vestíbulo y la Mina, las dataciones radiocarbónicas sobre elementos domésticos, los materiales
arqueológicos no cerámicos y los trabajos realizados por Pellicer y Acosta en la Sala de la Mina, permiten
establecer una propuesta de ordenación cronocultural para las diferentes fases de ocupación de la Cueva de
Nerja en el marco de las periodizaciones de ámbito mediterráneo. En líneas generales discurre paralela a la
APL XXX, 2014
[page-n-107]
98
P. García Borja, J. E. Aura Tortosa, J. F. Jordá Pardo y D. C. Salazar-García
Fig. 10. Selección de fragmentos de NM-8.
Tabla 10. Clases tipológicas a lo largo de la secuencia neolítica en la Sala de la Mina.
2
Clase A
Clase B
Clase C
Clase D
Clase F
Total
APL XXX, 2014
18
53%
6
18%
2
6%
7
21%
1
3%
34
19%
3
1
10%
5
50%
3
30%
1
10%
10
6%
4
5
46%
5
4-5
1
50%
1
46%
50%
-
-
1
9%
11
6%
2
1%
5
6
7
8
9
10
11
Otros
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
11
24%
18
40%
4
9%
12
27%
45
26%
3
43%
4
57%
7
4%
1
6%
11
69%
1
6%
3
19%
16
9%
8
42%
9
47%
2
11%
19
11%
1
5%
12
63%
1
5%
5
26%
19
11%
1
2
3
43%
2
50%
67%
29%
-
-
-
1
50%
2
1%
1
33%
3
2%
2
29%
7
4%
Total
20
11%
43
25%
70
40%
14
8%
28
16%
175
100%
[page-n-108]
La cerámica neolítica de la Cueva de Nerja: salas del Vestíbulo y la Mina
99
Fig. 11. Selección de fragmentos de NM-9.
Fig. 12. Selección de fragmentos
de NM-10 (1) y NM-9 (2-6).
APL XXX, 2014
[page-n-109]
100
P. García Borja, J. E. Aura Tortosa, J. F. Jordá Pardo y D. C. Salazar-García
Tabla 11. Grupos y tipos de los vasos cerámicos diferenciados en los niveles neolíticos de la Sala de la Mina.
2
3
4
4/5
5
6
7
8
9
10
11
Otros
Escudillas/cazuelas
A.2.I
A.2.II
6
5
1
1
1
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
7
6
1
Cazuelas compuestas
A.3.II
2
2
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
2
2
Fuentes sencillas
A.4.I
5
5
-
-
1
1
-
-
-
-
-
-
-
-
6
6
Fuentes compuesta
A.5.I
A.5.II
5
3
2
-
-
-
-
5
3
2
Cuencos sencillos
B.6.I
B.6.II
5
3
2
6
3
3
4
3
1
-
2
2
-
40
19
21
3
1
1
1
-
-
-
-
-
-
-
-
10
4
6
3
1
2
1
1
8
3
5
1
1
-
1
1
-
-
-
-
-
-
-
1
1
-
Total
Cuencos compuestos
B.8.II
B.8.III
B.8.IV
-
-
1
1
-
Compuestos y profundos
C.9.I
C.9.III
-
-
2
1
1
-
-
-
1
1
-
-
-
-
-
3
1
2
Cubiletes
C.11.I
C.11.II
C.11.III
1
1
-
-
-
-
4
2
2
-
3
1
2
-
2
1
1
-
2
1
1
-
-
-
1
1
-
13
4
7
2
Cántaros
3
1
2
C.12.I
C.12.II
-
1
-
-
1
-
-
1
2
1
-
1
1
-
-
-
4
4
Ollas
C.13.I
C.13.II
C.13.III
-
1
1
-
2
1
1
-
7
5
2
4
1
3
3
2
1
3
2
1
5
2
1
2
-
2
1
1
1
1
-
28
16
1
11
Contenedores medios
C.14.I
C.14.II
C.14.III
C.14.IV
-
1
1
-
1
1
-
4
3
1
-
-
1
1
-
3
3
-
2
1
1
-
1
1
-
-
-
13
9
2
1
1
Contenedores grandes
C.15.I
C.15.II
C.15.III
1
1
-
-
-
3
1
2
-
-
-
1
1
-
-
-
-
5
1
1
3
APL XXX, 2014
1
1
8
[page-n-110]
La cerámica neolítica de la Cueva de Nerja: salas del Vestíbulo y la Mina
101
Tabla 11. (cont.)
2
3
4
4/5
5
6
7
8
9
10
11
Otros
Total
Cucharas con mango
D.17.I
1
1
1
1
-
-
2
2
-
-
-
-
-
-
-
4
4
Microvasos
D.18
1
1
-
-
-
1
1
-
1
1
-
1
1
-
-
-
4
4
-
-
-
-
-
-
-
1
1
Tapaderas
D.19.II
-
-
-
-
1
1
Formas de barro cocido
D.20
5
5
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
5
5
Clase F
1
-
1
-
12
-
3
2
5
1
1
2
28
Total
33
11
11
2
45
7
16
19
19
2
3
7
175
Fig. 13. Selección de fragmentos de NM-10 (1-8) y NM-11 (9-13).
APL XXX, 2014
[page-n-111]
102
P. García Borja, J. E. Aura Tortosa, J. F. Jordá Pardo y D. C. Salazar-García
Fig. 14. Selección de vasos de NM-2.
Fig. 15. Selección de vasos de NM-2.
APL XXX, 2014
[page-n-112]
La cerámica neolítica de la Cueva de Nerja: salas del Vestíbulo y la Mina
103
Fig. 16. Selección de vasos de NM-3.
Fig. 17. Selección de vasos de NM-4 y NM-4/5 (121-122).
APL XXX, 2014
[page-n-113]
104
P. García Borja, J. E. Aura Tortosa, J. F. Jordá Pardo y D. C. Salazar-García
Fig. 18. Selección de vasos de NM-5.
Fig. 19. Selección de vasos de NM-5.
APL XXX, 2014
[page-n-114]
La cerámica neolítica de la Cueva de Nerja: salas del Vestíbulo y la Mina
105
Fig. 20. Selección de vasos de NM-5.
Fig. 21. Selección de vasos de NM-6.
APL XXX, 2014
[page-n-115]
106
P. García Borja, J. E. Aura Tortosa, J. F. Jordá Pardo y D. C. Salazar-García
Fig. 22. Selección de vasos de NM-7.
Fig. 23. Selección de vasos de NM-8.
APL XXX, 2014
[page-n-116]
La cerámica neolítica de la Cueva de Nerja: salas del Vestíbulo y la Mina
107
Fig. 24. Selección de vasos de NM-9.
Fig. 25. Selección de vasos de NM-10 (3) y NM-11 (2 y 46).
APL XXX, 2014
[page-n-117]
108
P. García Borja, J. E. Aura Tortosa, J. F. Jordá Pardo y D. C. Salazar-García
propuesta para el Neolítico valenciano (García Borja et al., 2012), con unos límites cronológicos propios
adaptados al Neolítico de la costa malagueña: Neolítico antiguo (circa 5600-4800 cal BC); Neolítico medio
(circa 4800-3700 cal BC) y Neolítico final (circa 3700-2900 cal BC).
Las ocupaciones más intensas se documentan durante el Neolítico antiguo, que hemos subdividido en
4 fases: Neolítico antiguo arcaico (circa 5600-5475 cal BC); Neolítico antiguo inicial (circa 5475-5300
cal BC); Neolítico antiguo pleno (circa 5300-5100 cal BC); Neolítico antiguo final (circa 5100-4800 cal
BC). Durante el Neolítico medio, la cueva sigue siendo utilizada por grupos agricultores en dos fases
que hemos denominado Neolítico medio I (circa 4800-4300 cal BC) y Neolítico medio II (circa 43003700). Finalmente, distinguimos una última fase de ocupación en la Sala de la Mina asociada al Neolítico
final (circa 3700-2900 cal BC), equiparable con el horizonte de las cazuelas carenadas. Existen algunas
formas abiertas con labios almendrados que podrían fecharse en los momentos iniciales del Calcolítico
precampaniforme (circa 2900-2500 cal BC), si bien la gran mayoría remiten al Neolítico final.
Cada uno de los estratos diferenciados durante el proceso de excavación ha sido tratado como una unidad
homogénea, en cuya ordenación última se tendrán en cuenta los materiales cerámicos, dataciones radiocarbónicas
y características litoestratigráficas. La existencia de alteraciones entre los niveles de contacto ha sido una
cuestión que hemos tratado más detenidamente en anteriores publicaciones (Aura et al., 2010a: fig. 2a). Somos
conocedores de la existencia de alteraciones de origen antrópico y medioambiental en las secuencias neolíticas
de cuevas que presentan más de una ocupación (Fortea y Martí, 1984-85; Bernabeu, Pérez y Martínez, 1999;
Zilhão, 2011); Nerja, por tanto, no constituye ninguna excepción (Aura et al., 2010a y 2010b).
Un sencillo análisis de la dispersión estratigráfica de los fragmentos que forman parte de algunos
vasos cerámicos muestra que existe cierta movilidad. En la Sala del Vestíbulo, hay un vaso que presenta
fragmentos en los tres estratos neolíticos diferenciados. En el resto de casos en los que se documenta
movilidad de fragmentos de un mismo vaso, se produce entre NV-3/NV-2 o entre fragmentos de NV-2
y NV-1, nunca entre fragmentos de NV-3 y NV-1. En la Sala de la Mina únicamente se ha documentado
movimiento de fragmentos de un mismo vaso en 12 casos, concentrándose los movimientos entre NM-9
y NM-5. Los vasos 1, 6, 12, 33 y 49 presentan fragmentos cerámicos en NM-9 y NM-8, los vasos 8 y 42
en NM-8 y NM-7 y los vasos 14 y 63 en NM-7 y NM-5. En cuanto al vaso 7, cuatro de sus fragmentos
aparecieron en NM-9 y uno en NM-5, si bien este último presenta un alto grado de erosión y evidencias
de rodadura en su superficie. Existen fragmentos del vaso 24 en NM-8 y NM-5. Finalmente el vaso 30,
encuadrado en NM-8, presenta algún pequeño fragmento en NM-11.
Además, la cerámica de cada sala ofrece alguna particularidad, con porcentajes no siempre coincidentes
entre niveles equivalentes. Ello es debido a la muestra de materiales estudiada, las distintas posibles
funciones de las diferentes salas, la complicada estratigrafía de un yacimiento en cueva con múltiples
ocupaciones, pero, sobre todo, a las propias características del Neolítico antiguo andaluz y su indefinición.
5.1. Neolítico antiguo arcaico
Se ha incluido esta fase a pesar de que, hasta la fecha, no existe ninguna colección claramente asimilable a
ella en toda Andalucía. Los conjuntos peninsulares encuadrados en dicha fase son todavía escasos, si bien
contamos con alguna aproximación a la caracterización de su registro cerámico (Bernabeu et al., 2011a).
Conscientes de la dificultad existente a la hora de discriminar qué fragmentos cerámicos de la Cueva de Nerja
pertenecen a estos momentos arcaicos, únicamente podemos señalar que algunos de ellos y una datación
radiocarbónica de la Sala del Vestíbulo se asociarían a un momento de ocupación pionera. El fragmento de
oveja fechado se localizó en una fosa a la que denominamos NV-4 por encontrarse cortando a este nivel, si
bien arranca de NV-3. En ella se recuperaron escasos fragmentos cerámicos entre los que destaca uno impreso
(fig. 4, 18). Cabe plantearse que parte de los materiales de NV-3 pertenezcan a este momento arcaico y parte a
la fase posterior o Neolítico antiguo inicial, sin poder determinar con exactitud cuáles son.
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La cerámica neolítica de la Cueva de Nerja: salas del Vestíbulo y la Mina
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NV-3 se caracteriza por la presencia de labios redondeados en su gran mayoría, documentándose
también planos, biselados y engrosados. Los bordes no diferenciados presentan porcentajes del 70%,
documentándose también bordes rectos y salientes. No se han identificado bases. Los elementos de prensión
más numerosos son los cordones, seguidos de las asas de cinta, asas anulares, lengüetas y asas pitorro.
Las técnicas decorativas están dominadas por la impresión (fig. 4), tanto en cordones como en el cuerpo
del vaso. Dentro de esta técnica encontramos gran variedad. Las impresiones realizadas con un punzón
romo en posición horizontal son las más numerosas, seguidas de las de espátula (una muy similar a las
realizadas con Pecten jacobaeus reconocidas en yacimientos arcaicos; fig. 4, 1), las pivotantes con concha
no dentada, las de punzón afilado en posición oblicua y las de instrumento de dos puntas. La segunda
técnica en representación es el baño a la almagra, seguida de las incisiones, incrustaciones de pasta roja y
cordones lisos.
Tipológicamente, NV-3 y NV-4 se caracterizan por la presencia de formas derivadas de la esfera,
principalmente cuencos (B.6). También se documentan microvasos (D.18), cántaros (C.12.) y jarras con
asa pitorro (C.10.III).
Para describir las temáticas decorativas utilizaremos la propuesta realizada para el País Valenciano
(Bernabeu et al., 2011b). Son poco complejas, formadas en su mayoría por un único motivo simple. Se
documentan mosaicos que ocupan toda la superficie del vaso, apliques de tendencia horizontal, bandas
simples o limitadas de lectura horizontal que en ocasiones aparecen seriadas, líneas y temáticas cubrientes
realizadas con pinturas (almagras).
No encontramos niveles atribuibles a esta fase en la Sala de la Mina (Pellicer y Acosta, 1997).
5.2. Neolítico antiguo inicial
Fase documentada en las salas del Vestíbulo (parte de los materiales de NV-3 y NV-2) y la Mina (NM-11
y NM-10). A las características descritas en el punto anterior se suman otras que permiten atribuir mayor
complejidad y variedad tanto en la tipología de las producciones como en su decoración. Se define por la
presencia de labios redondeados, documentándose también planos, biselados y engrosados. Los bordes son
en su mayoría no diferenciados, apareciendo en menor porcentaje los bordes rectos y salientes. Las bases
son convexas, con algunos ejemplares de base plana de talón. Los elementos de prensión están dominados
por cordones, acompañados de lengüetas, asas de cinta, asas anulares y asas pitorro.
La técnica decorativa más utilizada es la impresión (figs. 3, 4 y 13), tanto en cordones como en el
cuerpo del vaso. Dentro de esta técnica encontramos gran variedad en las matrices resultantes por la
utilización de numerosos instrumentos. Es significativa la presencia de algunas en particular, como las
realizadas con instrumento curvo o concha no dentada (rocker), que podría ser exclusiva de este horizonte.
Los únicos fragmentos impresos con concha dentada aparecen en estos momentos. En nuestro caso,
aunque consideramos que cualquier decoración realizada con la impresión de una concha dentada debe ser
clasificada como cardial, hay que admitir ciertas particularidades en los escasos fragmentos de Nerja (fig.
13, 3 y 5), que utilizan un tipo de concha poco común por su pequeño tamaño, pese a disponer de las usadas
más frecuentemente en el cardial franco-ibérico como atestiguan los estudios de malacofauna (Aura et al.,
2013). Cabe señalar que en la Sala de la Mina está atestiguada la presencia de, al menos, un fragmento
cardial realizado con concha dentada similar a las empleadas en el País Valenciano (García Borja et al.,
2010: fig. 9, 84), que creemos debe encuadrarse en esta fase si bien carece de contexto estratigráfico.
La diversidad de técnicas decorativas y la utilización de especies marinas poco comunes, llevó a M. Pellicer
a clasificar algunos ejemplares impresos como “cardialoides”. Este término ha introducido cierta confusión,
pues se trata de impresiones realizadas con gradinas, espátulas u otros instrumentos dentados, cuya impronta
resulta similar a la cardial (Pellicer y Acosta, 1997: 170). En la revisión de parte de los materiales cerámicos
recuperados por Pellicer y Acosta en la Sala de la Mina hemos podido localizar fragmentos “cardialoides”
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P. García Borja, J. E. Aura Tortosa, J. F. Jordá Pardo y D. C. Salazar-García
(fig. 26), comprobando que, en realidad, se trata de cerámicas impresas con instrumento de punta múltiple o
gradina, impresiones con instrumento curvo similar al microrocker e incluso con concha dentada de pequeñas
dimensiones (fig. 26, 2). Este último ejemplar forma parte del mismo vaso cardial que hemos diferenciado en
la Sala de la Mina fruto de las excavaciones de Jordá Cerdá. La gran mayoría de las cerámicas clasificadas
como “cardialoides” aparecen en la fase del Neolítico antiguo pleno.
Además de estas técnicas, se documentan impresiones realizadas con otros instrumentos, siendo las
de punzón en posición horizontal y oblicua las más numerosas. Los labios impresos están documentados.
La almagra ocupa el segundo lugar en porcentaje de representación. La utilización de colorante rojo en
la decoración de las cerámicas también es muy utilizado para rellenar impresiones e incisiones. Otras
decoraciones que aparecen frecuentemente son las incisiones, en contadas ocasiones combinadas con la
impresión y los cordones lisos.
Tipológicamente, la Clase C presenta mayor representación, siendo el grupo de las ollas (C.13) el más
numeroso, seguido de cubiletes (C.11), jarros (C.10), cántaros (C.12), jarras con asa pitorro (C.10.III)
y contenedores de tamaño medio (C.14). La Clase B está representada únicamente por cuencos (B.6).
También aparecen botellitas (D.16) y microvasos (D.18) de la Clase D.
Las temáticas decorativas están formadas en su mayoría por un único motivo simple. Las composiciones
de recorrido vertical quedan constatadas. Se observan apliques de tendencia horizontal y oblicua, bandas
simples o limitadas de lectura horizontal que en ocasiones aparecen seriadas, mosaicos, líneas seriadas,
temáticas cubrientes realizadas con pinturas (almagras), frisos que incorporan composiciones verticales y
las primeras metopas.
El nivel atribuible a esta fase en las excavaciones de Pellicer y Acosta (1997) en el corte NM-80A sería
NM-5, mientras que en el corte NM-80B serían NM-10A y NM-10B.
Fig. 26. Fragmentos cardialoides de la sala de la Mina recuperados en las excavaciones de Pellicer y Acosta (1997).
Todos pertenecientes a nuestra fase plena excepto el nº 4 que se localizó en un estrato de la fase inicial.
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La cerámica neolítica de la Cueva de Nerja: salas del Vestíbulo y la Mina
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5.3. Neolítico antiguo pleno
Fase documentada en parte de NV-2 y de NV-1 de la Sala del Vestíbulo y en NM-9 a NM-6 de la Sala de la Mina
(figs. 2, 8, 9 y 10). Se corresponde con la ocupación más intensa, pasando la cueva a ser utilizada como espacio
en el que se realizan múltiples actividades domésticas, productivas o funerarias. Los labios son generalmente
redondeados, documentándose también planos, biselados y engrosados. Los bordes son mayoritariamente
no diferenciados, con buena representación de bordes salientes y rectos, siendo testimonial la presencia de
bordes vueltos. Las bases son aplanadas, con algún ejemplar de base plana de talón y perduración de bases
convexas. Casi la totalidad de los vasos muestran elementos de prensión, con amplia variabilidad en sus tipos.
Los cordones son los mejor representados, seguidos de asas de cinta verticales, algunas con resalte basal, y
asas anulares. También se documentan mamelones, lengüetas, asas de túnel y asas pitorro.
La técnica decorativa más utilizada es la impresión, en cordones, labios y en el cuerpo del vaso. La
impresión sobre cordones supone el porcentaje más elevado, observándose un cambio de tendencia en NM6, momento en el que los cordones lisos alcanzan mayor representación. Este cambio quedará constatado
en la fase posterior. El porcentaje de impresiones es elevado, superando a las incisiones hasta NM-6. Los
instrumentos utilizados para la realización de impresiones son variados: espátulas, peines, tubos, dedos, uñas
o punzones orientados en diferentes posiciones, incluyéndose la mayoría de las impresiones identificadas
por Pellicer y Acosta como “cardialoides”.
En esta fase se documentan por primera vez las impresiones realizadas con gradina. La cerámica cardial
desaparece, tendencia que también parece documentarse en las impresiones de concha no dentada. Los
porcentajes de tratamientos a la almagra y de relleno de pasta roja en la decoración se mantienen elevados,
constatándose en algún caso el relleno de pasta blanca. Existe algún ejemplo de decoración pintada
formando bandas de color negro.
Tipológicamente, se caracteriza por la elevada presencia de vasos pertenecientes a la Clase C. Los
tipos identificados responden a una vajilla doméstica en la que ollas (C.13), contenedores medios (C.14),
cántaros (C.12) y cubiletes (C.11) están bien representados. Los vasos de Clase B ocupan el segundo lugar
en importancia cuantitativa, documentándose únicamente cuencos de perfil sencillo (B.6). La Clase D es
testimonial, siendo los microvasos (D.18) el único tipo constatado.
Las temáticas decorativas se diversifican, encontrándose composiciones de recorrido horizontal y vertical
formadas por motivos simples y complejos. Los apliques de tendencia horizontal son mayoritarios, y también
aparecen bandas simples o limitadas, frisos formados por ángulos, un glifo representado por un motivo ramiforme
(fig. 10, 5), metopas, líneas, bandas limitadas y temáticas cubrientes realizadas con pinturas (almagras).
Los niveles atribuibles a esta fase en las excavaciones de Pellicer y Acosta (1997) en el corte NM-80A
serían NM-3 y NM-4, y en el corte NM-80B, NM-8 y NM-9.
5.4. Neolítico antiguo final
Localizado en NM-5 (figs. 7, 18, 19 y 20), se caracteriza por la presencia de labios redondeados, existiendo
también planos, biselados y engrosados. Los bordes son en su mayoría no diferenciados, con mayor
proporción de salientes que de rectos. Los bordes vueltos aparecen de forma testimonial.
Los elementos de prensión más utilizados son los cordones, si bien en menor número que en las fases
anteriores. Los mamelones están bien representados, así como las asas de cinta verticales y anulares. Se
documentan por primera vez las asas planas de tipo cazoleta. También hay presencia de asas de túnel, pitorro
y bilobuladas.
El porcentaje de cerámicas decoradas sigue siendo elevado, documentándose algunos cambios respecto
de la fase anterior, como la mayor abundancia de cordones lisos frente a los impresos, o el incremento de
incisiones con respecto a impresiones. Dentro de estas últimas, las realizadas con un instrumento de punta
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P. García Borja, J. E. Aura Tortosa, J. F. Jordá Pardo y D. C. Salazar-García
única en posición oblicua son las mejor representadas, seguidas de las colocadas en posición horizontal.
También se observan impresiones de tubo y de espátula, y digitaciones. No aparecen impresiones cardiales,
de gradina, de concha no dentada o de punto y raya. La proporción de cerámicas a la almagra decrece,
pasando a ser engobes y aguadas, y también disminuyen las incrustaciones de pasta roja en las decoraciones.
Como novedad más significativa, hay que señalar la presencia por primera vez de superficies peinadas y la
decoración mediante pastillaje o mamelones.
Tipológicamente, esta fase se caracteriza por la buena representación de vasos de Clase C y el aumento
de la Clase D. Por grupos, dentro de la Clase C se contabilizan ollas (C.13), contenedores medios (C.14),
cubiletes (C.11), orzas y tinajas (C.15). En la Clase B, son los cuencos de perfil sencillo (B.6) los que siguen
apareciendo con mayor frecuencia, además de algún otro tipo de forma testimonial (B.8). La Clase D aumenta
en número, constatándose cucharas con mango (D.17.I), microvasos (D.18) o tapaderas (D.19). Finalmente,
aunque no ha podido ser clasificado ningún vaso completo, se documentan los primeros perfiles carenados.
Las temáticas decorativas se simplifican, con composiciones de recorrido horizontal y vertical. Las
bandas no limitadas realizadas con punzón en posición oblicua y localizadas en el borde del vaso son
las más numerosas. También se documentan bandas limitadas, metopas, mosaicos y frisos. Las temáticas
cubrientes a base de pintura son más escasas y de menor calidad.
El nivel atribuible a esta fase en las excavaciones de Pellicer y Acosta (1997) en el corte NM-80A sería
NM-2, y NM-7 en el corte NM-80B.
5.5. Neolítico medio I
Documentado en NM-4/5 y NM-4 (figs. 6 y 17), constituye uno de los momentos de cambio más significativos
en la evolución de la vajilla. Señalar que NM-4/5 presenta importantes alteraciones, pudiendo pertenecer
parte de sus materiales a NM-5.
Los labios reducen su variedad, siendo los redondeados los más numerosos, con la particularidad de que
ya no aparecen labios ondulados con apéndices de sujeción. Los labios engrosados externos pasan a ser los
segundos en representación, en un porcentaje superior al 10%. También se documentan labios biselados y
planos. Los bordes no diferenciados son mayoritarios, seguidos de los salientes, mientras que el porcentaje
de los rectos sigue decreciendo. Los bordes vueltos continúan apareciendo en porcentajes testimoniales.
Las bases son convexas y planas, documentándose también aplanadas y de talón.
Los elementos de prensión se reducen considerablemente. Asas anulares y lengüetas pasan a ser las más
utilizadas. Las asas de cinta tienden a desaparecer, pudiendo corresponder las registradas en NM-4/5 al
Neolítico antiguo final. También se constatan cordones, mamelones y mangos.
Las decoraciones incisas superan en porcentaje a las impresas. Los cordones y labios impresos están casi
ausentes. Las impresiones se realizan en su mayoría con punzones en posición oblicua, documentándose también
en posición horizontal, así como algunas digitaciones. Incrustaciones de pasta roja y almagras pasan a ocupar
un papel testimonial, si bien estas últimas podrían presentar porcentajes mayores como ya se ha explicado. La
tecnología de los vasos es menos cuidada, de paredes más gruesas y escasos tratamientos bruñidos.
Tipológicamente, lo más destacado es la aparición de fuentes de Clase A (A.4), que se consolidarán en
las fases posteriores. Las clases B y C son las mejor representadas. Entre la Clase B se han podido catalogar
cuencos carenados (B.8) y de borde no diferenciado (B.6). Entre los vasos de Clase C, destaca la desaparición
de microvasos y cubiletes, sustituidos por los vasos de perfil compuesto y reducidas dimensiones (C.9). Las
ollas (C.13), cántaros (C.12) y contenedores medios (C.14) quedan documentados.
Las temáticas decorativas se reducen en número y complejidad. Las más comunes responden a líneas
y bandas bajo el labio, realizadas con motivos simples mediante incisiones e impresiones. También se
documentan bandas limitadas y frisos, entre los que destacan las composiciones verticales en zigzag. Las
temáticas cubrientes pasan a realizarse con el peinando de la superficie del vaso.
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La cerámica neolítica de la Cueva de Nerja: salas del Vestíbulo y la Mina
113
El nivel atribuible a esta fase en las excavaciones de Pellicer y Acosta (1997) en el corte NM-80A sería
NM-1, y en el corte NM-80B, NM-6.
5.6. Neolítico medio II
Identificado en NM-3 (figs. 5 y 16), presenta labios en su mayoría redondeados, y en menor medida planos,
biselados y engrosados externos. Los bordes son principalmente no diferenciados, seguidos de los salientes.
Los bordes rectos y vueltos son testimoniales. Las bases son planas. Los elementos de prensión se reducen
a mamelones y cordones, con presencia poco significativa de asas anulares y asas de cinta verticales. Los
mangos están atestiguados.
Los fragmentos decorados son escasos. La técnica decorativa mejor representada es la incisión,
documentándose también labios y cordones impresos, así como impresiones de punzón y digitaciones.
Entre los fragmentos incisos encontramos ejemplares que presentan superficies bruñidas y decoración
realizada con un instrumento de punta muy aguzada (fig. 5, 6) que recuerda a los motivos esgrafiados del
Neolítico medio valenciano. Algunas superficies muestran un tratamiento similar al peinado, si bien se trata
de una técnica poco cuidada, no contabilizada en las tablas.
Tipológicamente, la Clase C deja de ser la más numerosa en favor de la Clase B, constituida por cuencos
de perfil sencillo (B.6). También se documentan cántaros (C.12), ollas (C.13) y contenedores medios (C.14).
La Clase D está representada por cucharas con mango (D.17.I). Aunque no han podido ser clasificados
tipológicamente, existen algunos fragmentos que presentan carena y superficie bruñida.
Las temáticas decorativas se reducen a bandas no limitadas en el borde, líneas horizontales bajo el labio,
constatándose también bandas limitadas con ángulos.
Los niveles atribuibles a esta fase en las excavaciones de Pellicer y Acosta (1997) en NM-80B serían
NM-4 y NM-5.
5.7. Neolítico final
Identificado en NM-2 (figs. 5, 14 y 15), este horizonte puede ser asimilable al de las características cazuelas
carenadas en Andalucía. Presenta labios en su mayoría redondeados, si bien se documenta cierta variedad
en los tipos, apareciendo también labios planos, biselados y engrosados. Los bordes son mayoritariamente
no diferenciados, con escasa representación de los rectos y salientes. Destaca la presencia de bordes vueltos.
Las bases son planas. Los elementos de prensión son en su mayoría mamelones, documentándose también
lengüetas, cordones, asas de túnel, asas anulares y asas planas tipo cazoleta.
Las cerámicas decoradas aparecen en porcentajes testimoniales, utilizándose cordones lisos e impresos,
incisiones, alguna combinación de incisión e impresión, aguadas y labios impresos.
La tipología de la vajilla presenta cambios importantes. La Clase A pasa a ser la mejor representada, con
escudillas y cazuelas (A.2), algunas carenadas (A.3.II), así como fuentes sencillas (A.4) y de perfil compuesto
(A.5.). La segunda clase en importancia la constituye la Clase D, debido a la aparición de pesas de telar
de barro cocido (D.20), microvasos (D.18) y cucharas con mango (D.17.I). La Clase B está representada
por cuencos sencillos (B.6), mientras que de la Clase C se han identificado cubiletes (C.11) y contenedores
grandes (C.15). Estos cambios formales en la vajilla parecen deberse a maneras novedosas de “cocinar” los
cereales, y no a la introducción de nuevas especies. La presencia de formas vasculares abiertas iría ligada a
la preparación de gachas de cereales más espesas gracias al aumento de la producción cerealista, que genera
mayores excedentes que durante el Neolítico antiguo, periodo en que las gachas serían más líquidas.
Las temáticas decorativas se reducen a apliques, algún posible friso, bandas simples y limitadas.
NM-2 y NM-1 serían los niveles atribuibles a esta fase de las excavaciones de Pellicer y Acosta (1997)
en el corte NM-80B.
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P. García Borja, J. E. Aura Tortosa, J. F. Jordá Pardo y D. C. Salazar-García
6. LAS PRIMERAS PRODUCCIONES CERÁMICAS DE LA CUEVA DE NERJA
EN EL CONTEXTO DEL NEOLÍTICO MEDITERRÁNEO
Los datos obtenidos en las salas del Vestíbulo y la Mina de Nerja muestran la existencia de potentes
ocupaciones epimagdalenienses y neolíticas. Ciertos indicios materiales (armaduras líticas trapeciales) y
algunas dataciones radiocarbónicas indican la probable presencia de ocupaciones mesolíticas que no han
podido ser aisladas estratigráficamente. Es una cuestión que hemos abordado más extensamente en otros
trabajos (Aura et al., 2009, 2010a y 2013). Las dataciones, en concreto, señalan un vacío ocupacional de al
menos 500 años entre estas ocupaciones mesolíticas y las primeras neolíticas. Este vacío se extiende, con
los datos actuales, a la mayor parte de Andalucía, y plantea problemas a cualquier discurso que quiera ver
en la neolitización regional un proceso autóctono o el resultado de una aculturación dilatada en el tiempo.
La aparición del Neolítico en Nerja, por tanto, va ligada a la expansión de la agricultura y la ganadería
por las costas mediterráneas, una expansión de dirección este-oeste en que la navegación y el pionerismo
resultan fundamentales para explicarla (Martí, 2008).
Las características propias de las cerámicas del Neolítico antiguo de la Cueva de Nerja y la datación
obtenida en la Sala del Vestíbulo permiten situar su origen en paralelo a un horizonte arcaico (Tiné, 1999;
Fugazzola, Pessina y Tiné, 2002), impresso (Manen, 2000; Binder y Maggi, 2001; Maggi, 2002; Guilaine
y Manen, 2002; Guilaine y Manen, 2007; Binder y Sénépart, 2010) o formativo (Bernabeu et al., 2009b),
similar al propuesto en diferentes yacimientos neolíticos de la península itálica (Prato Don Michelle,
Rendina, Coppa Nevigata, Torre Sabea, Favella, Grotta del Kronio o Grotta dell’Uzzo), ámbito ligur (Arene
Candide, Arma dell’Aquila, Arma di Nassino o Grota Pollera), sudeste francés (Peiro Signado, Grotte de
Bize, Grotte des Fées, Pont de Roque-Haute, Pendimoun), e incluso País Valenciano (El Barranquet, Mas
d’Is), que en gran parte del ámbito mediterráneo precede al cardial clásico.
Se trata de conjuntos poco definidos a escala peninsular, cuya identificación en los niveles de base de
cuevas con amplias secuencias es sumamente complicada, como venimos comprobando en las revisiones
realizadas sobre algunas de las más conocidas estaciones del País Valenciano. En el caso de las cuevas que
presentan alguna evidencia, se trata de ocupaciones de baja intensidad difíciles de aislar estratigráficamente.
Las cerámicas ligadas al mundo impresso ligur que debieran representar lo que denominamos “fase arcaica”
están ausentes en la Cova de l’Or (Martí, 1977; Martí et al., 1980; Martí, 1983; García Borja et al., 2011b),
la Cova de la Sarsa (Asquerino, 1978; Asquerino et al., 1998; Pérez Botí, 1999; García Borja y Casanova
2010) y en la Cova de les Cendres (Bernabeu y Molina, 2009), localizándose únicamente en yacimientos
al aire libre como El Barranquet y Mas d’Is (Bernabeu et al., 2009b). Una de las características principales
de estos conjuntos es la heterogeneidad de técnicas decorativas empleadas y la escasez de impresiones
cardiales, siempre presentes aunque en escaso porcentaje.
La preferencia por establecer los asentamientos en espacios al aire libre dificulta más el rastreo de
los materiales de estos horizontes en las cuevas, ocupadas de forma mucho más intensa durante las fases
posteriores. No es posible definir la vajilla de este horizonte en la Cueva de Nerja, si bien entre el 5600 y el
5300 cal BC la cerámica ya se caracteriza por: una notable presencia porcentual de la técnica de la incisión,
la utilización de colorante rojo en tratamientos a la almagra y en el relleno de las decoraciones, de técnicas
aplicadas (cordones), de asas pitorro, de decoraciones pivotantes con concha no dentada, la ausencia de
impresiones de punto y raya con arrastre, y la presencia testimonial de impresiones cardiales. Rasgos que
ofrecen escasa afinidad con los conjuntos impresos del Neolítico antiguo arcaico y cardial inicial del sur de
Francia y de la península Ibérica.
Para explicar la particular producción cerámica de los grupos que se asientan en Nerja barajamos
dos hipótesis (García Borja et al., 2010 y 2011a). La primera, ligar el conjunto a la tradición impressa
ligur, admitiendo la existencia de una importante mutación de su estilo en fechas muy tempranas. La
segunda, retomar la idea de una vía de expansión meridional, bordeando la costa norteafricana, que
ayudaría a contextualizar la aparición de colecciones impresas de cronología antigua, como la que
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La cerámica neolítica de la Cueva de Nerja: salas del Vestíbulo y la Mina
115
presentamos, con paralelos en el sur de Italia (Fugazzola, Pessina y Tiné, 2002 y 2004) y cuya evolución
es poco afín al cardial franco-ibérico. En estos momentos de la investigación no es posible descartar
ninguna de las dos.
La propuesta de una vía norteafricana se ha planteado desde mediados del siglo XX (San Valero, 1942
y 1946; Balout, 1955; Camps, 1974), pero la escasez de información detallada en la costa mediterránea
magrebí condiciona cualquier planteamiento. Está documentada la presencia de cerámicas impresas en la
zona de Túnez (Vaufrey 1955: 250), cuya adscripción cronológica está en revisión (Ben Moussa, 2008).
También se han constatado contactos de esta zona con Sicilia para la obtención de obsidiana (Ammerman,
1985; Mulazzani, 2003). Otro aspecto a tener en cuenta es la presencia de decoraciones impresas pivotantes
típicas del centro-sur de Italia en toda la zona norte africana (Camps, 1974), y aunque estos materiales son
ligados a corrientes del Atlas (Aumassip, 1970), presentan características propias de un Neolítico impreso
mediterráneo. En la costa de Orán existe un buen número de yacimientos neolíticos con cerámica incisa e
impresa (Camps-Fabrer, 1966; Vaufrey 1955), cuya aparición puede ser explicada por difusión marítima.
Por último, en las costas marroquíes existen conjuntos impresos de similares características a los presentes
en Nerja: es el caso de la Fase C del yacimiento de Mugharet es Saifiya, con decoraciones en rocker no
dentado e impresas con instrumento (Gilman, 1975). En el territorio marroquí, A. El Idrissi (2001) detectó
la presencia de diferentes estilos cerámicos, unos vinculados al mundo cardial y otros a estilos incisoimpresos con gran variedad de matrices.
Algunos autores han ligado los datos que se vienen documentando en la zona de Marruecos y el sur de
Andalucía con un proceso de neolitización de la costa malagueña y norte de África por grupos neolíticos
de pastores pre-cardiales, que se expanden a través del Atlas y cuya economía se enfoca al ganado bovino
(Daugas et al., 2008; Daugas y El Idrissi, 2008; Cortés et al., 2012). Estos planteamientos no serán tomados
en consideración hasta ser corroborados, pues se sustentan en secuencias arqueológicas que precisan de
una revisión exhaustiva; en la presencia del haplogrupo T1 sobre ganado bovino en el norte de África, que
no se ha contrastado con material genético antiguo (Bonfiglio et al., 2012); en suposiciones climáticas no
correlacionadas con datos arqueológicos; y en dataciones realizadas casi en su totalidad sobre carbones.
Además, hasta el momento, las dataciones radiocarbónicas sobre elementos domésticos de
Marruecos y Portugal indican que las cerámicas impresas y las almagras son posteriores a las de
Nerja. La existencia de una vía de expansión neolítica a través del norte de África es una posibilidad
que también se ha retomado en los últimos años para explicar la posible coexistencia de dos estilos
cerámicos en la zona Portuguesa (Manen, Marchand y Carvalho, 2007; Marchand y Manen, 2010): el
estilo A, caracterizado principalmente por la presencia de cerámicas con decoración impresa cardial,
y el estilo B, caracterizado por cerámicas con decoración incisa e impresa utilizando diferentes
instrumentos, con gran variedad de matrices y donde el color rojo está muy presente (Manen,
Marchand y Carvalho, 2007). Estos estilos cerámicos vienen acompañados de una tecnología lítica
en la que el tratamiento térmico y la talla por presión resultan característicos (Carvalho, 2010).
Hasta que no contemos con más datos que corroboren o refuten las hipótesis africanistas, parece
aconsejable desviar el foco de esta corriente neolítica del norte de África a la costa malagueña, donde
se documenta gran parte de la cultura material que acompaña a dicho estilo B, aunque con ciertas
peculiaridades, como el diferente componente geométrico de las industrias líticas.
Tampoco los nuevos trabajos que se vienen realizando en yacimientos neolíticos norteafricanos
situados en la costa del mar de Alborán corroboran la vía de neolitización norteafricana. La datación de
una leguminosa identificada como Lens culinaris en el yacimiento de Ifri Oudadane (Marruecos) (Morales
et al., 2013), cuyo resultado es 6740±50 BP (Beta-295779), podría representar un punto intermedio en
la expansión neolítica entre ambas regiones. Los contextos a los que se asocia la legumbre fechada y la
dificultad que los propios arqueobotánicos admiten a la hora de identificar esta especie con seguridad,
generan cierto grado de incertidumbre sobre su consideración neolítica. La puesta en común del resultado
de la datación con el resto de las fechas radiocarbónicas obtenidas en el yacimiento (Morales et al., 2013:
APL XXX, 2014
[page-n-125]
116
P. García Borja, J. E. Aura Tortosa, J. F. Jordá Pardo y D. C. Salazar-García
tabla 2) resulta poco clarificadora y recuerda a otros casos analizados recientemente (Zilhão, 2011),
quedando insertada de forma coherente con el resto de fechas epipaleolíticas y alejándose 600 años de la
siguiente fecha obtenida para el mismo horizonte neolítico sobre un grano de Triticum sp. (Beta-318608:
6140±30 BP). La presencia en este mismo horizonte neolítico inicial de cerámicas impresas (Linstädter
et al., 2012) que son equiparadas a las del yacimiento de Zafrín (Rojo et al., 2010), aumenta las dudas
sobre el resultado, pues este último yacimiento se fecha en momentos más próximos al resultado de la
datación sobre Triticum.
Es una problemática que afecta a otros yacimientos de similares características, en los que se identifican
niveles “epipaleolíticos con cerámica” (Linstädter, 2003, 2004, 2008 y 2011; Linstädter et al., 2012).
La existencia de materiales neolíticos y epipaleolíticos en un mismo estrato no implica la convivencia
de estos dos grupos, siendo necesario un exhaustivo estudio tafonómico y taxonómico de la fauna y el
solapamiento de dataciones radiocarbónicas sobre elementos domésticos y salvajes. En su defecto, para
iniciar una discusión crítica del proceso de interacción que se viene defendiendo, bastaría una secuencia
de dataciones sobre restos de fauna con marcas antrópicas que sobrepasen el primer horizonte neolítico
identificado con claridad. En este sentido, el conjunto de materiales publicados en estos yacimientos y sus
dataciones recuerda la problemática con la que nos hemos encontrado en la propia Cueva de Nerja (Aura et
al., 2009, 2010a, 2010b y 2013).
7. LA CERÁMICA DE LA CUEVA DE NERJA
EN EL CONTEXTO DEL NEOLÍTICO ANDALUZ
Independientemente de cuál sea la vía de expansión neolítica hacia la costa malagueña, los datos presentados
confirman la existencia de una tendencia evolutiva en la cerámica de Nerja, desde fechas antiguas, poco
afín a la documentada en la región valenciana (Martí, 1977; Martí et al., 1980; Martí, 1983; Bernabeu,
1989; Bernabeu y Molina, 2009; García Borja et al., 2011b; Bernabeu et al., 2011a) y a la de algunos de los
yacimientos de la provincia de Granada que se enmarcan en la tradición cardial (Navarrete, 1976), siendo
difícil establecer una clara vinculación del neolítico de Nerja con el cardial franco-ibérico.
La significación cultural y cronológica de la cerámica cardial en Andalucía (Martí y Juan Cabanilles,
1997; Navarrete, 2004) ha sido objeto de discusión a lo largo de la historia de la investigación, constituyendo
el elemento principal a la hora de identificar el horizonte neolítico más antiguo y de definir la Cultura de las
Cuevas en Andalucía oriental, cuyo máximo exponente es la secuencia de la cueva de Carigüela (Navarrete,
1976). Con estas premisas, una parte de la investigación sitúa la neolitización de la zona occidental andaluza
en un momento tardío del Neolítico antiguo de Andalucía oriental (Molina, Cámara y López, 2012), postulado
del que nos hicimos eco en un primer momento (Aura et al., 2005). La escasez de cerámicas cardiales se
explica por la cronología avanzada de los conjuntos occidentales dentro de un horizonte epicardial regional
alejado del catalán o valenciano (Bernabeu, 1989). Su evolución particular sería la causante del aumento
porcentual en la producción de cerámicas a la almagra, asas pitorro, decoraciones inciso-impresas, etc.,
que caracterizan lo que se conoce como Neolítico antiguo de Andalucía Occidental, definido por Pellicer y
Acosta (1997), históricamente asimilado a la Cultura de las Cuevas que Bosch Gimpera empezara a definir
en los años 20 del siglo pasado (Bosch Gimpera, 1932 y 1956).
La lectura crítica del número total de fragmentos impresos cardiales aparecidos en el conjunto de
yacimientos de Andalucía (Jiménez y Conejo, 2006), relativiza la importancia del número de vasos que
presentan esta técnica decorativa fuera del círculo granadino, que aglutina más del 90% de los fragmentos
diferenciados. Si bien la representación cartográfica de los enclaves con cerámica cardial muestra una
amplia distribución de esta técnica a lo largo de Andalucía (fig. 27), al estudiar las colecciones de forma
detenida y contabilizar los fragmentos cardiales con los que cuenta cada yacimiento, se percibe la escasa
representatividad estadística de esta técnica.
APL XXX, 2014
[page-n-126]
La cerámica neolítica de la Cueva de Nerja: salas del Vestíbulo y la Mina
117
Las dataciones neolíticas de Nerja no permiten mantener una cronología tardía para sus ocupaciones
iniciales (Navarrete, 1976; Aura et al., 2005; Molina, Cámara y López, 2012). La serie de 10 dataciones
sobre Ovis aries y Ovis/Capra sitúan sus ocupaciones en paralelo al Cardial. No es posible discriminar de
forma clara el contexto material de cada uno de los episodios correspondientes a las muestras fechadas, pero
existen tantos fragmentos de cerámica con decoración cardial como fechas sobre domésticos anteriores a
5200 cal BC: únicamente dos fragmentos pertenecientes a un mismo vaso en la Sala de la Mina y ningún
fragmento en la Sala del Vestíbulo. Una aproximación cuantitativa del número de fragmentos cardiales
respecto del total en la Cueva de Nerja ofrece resultados muy reveladores. De los cerca de 8.000 fragmentos
cerámicos pertenecientes al Neolítico antiguo recuperados entre las excavaciones de Jordá y Pellicer,
únicamente tres son cardiales y además pertenecen a un mismo vaso. Podríamos estar frente a dos vasos
y cuatro fragmentos si aceptamos que el que encontramos fotografiado en los diarios de Jordá y Arribas
de intervenciones realizadas en la Sala de la Mina entre 1965 y 1966 (García Borja et al., 2010: fig. 9, 84)
no pertenece al borde del mismo vaso ya contabilizado. Por tanto, si aceptamos que en Nerja existieron
ocupaciones neolíticas, esporádicas o no, anteriores al 5200 cal BC, debemos abrir la posibilidad a que lo
que caracteriza sus producciones cerámicas sea la decoración impresa-almagra y no la cardial.
Desconocemos en qué grado las características del conjunto cerámico inicial de Nerja son propias
del núcleo de partida de los colonos que llegan a la costa malagueña o son adquiridas como rasgo propio
diferenciador a medida que avanza la secuencia, pero lo cierto es que desde 5500 cal BC, la Cueva de Nerja
es habitada por grupos neolíticos que presentan una tendencia evolutiva en sus producciones cerámicas
(fig. 28), cuyo valor identitario no es posible asimilar al mundo cardial. La industria lítica tallada también
posee algunos rasgos distintivos entre los que destaca la obtención de láminas por presión, el tratamiento
térmico sobre materias primas de calidad y el predominio de trapecios sobre segmentos (Aura et al., 2013).
Fig. 27. Yacimientos arqueológicos de Andalucía en los que se documenta cerámica impresa cardial: 1, La Dehesa; 2,
Los Pozos; 3, Lebrija; 4, Bustos; 5, Retamar; 6, Parralejo; 7, Esperilla; 8, Hortales; 9,Cueva de la Dehesilla; 10, Los
Álamos; 11, Ronda; 12, El Charcón; 13, Goteras; 14, Cueva del Toro; 15, Cueva del Higuerón; 16, Humo; 17, Cueva de
Nerja, 18, Cueva del Capitán; 19, Peña de la Grieta; 20, Los Castillejos; 21, Cueva de Malalmuerzo; 22, Majolicas; 23,
Cueva de las Ventanas; 24, Cueva de Carigüela; 25, Cerro de las Ánimas; 26, Cabecicos Negros.
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P. García Borja, J. E. Aura Tortosa, J. F. Jordá Pardo y D. C. Salazar-García
N. A. FINAL
N. A. PLENO
N. A. ARCAICO E INICIAL
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Fig. 28. Tendencia evolutiva de la cerámica durante el Neolítico antiguo en la Cueva de Nerja.
APL XXX, 2014
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La cerámica neolítica de la Cueva de Nerja: salas del Vestíbulo y la Mina
119
Las dataciones de Nerja no generan excesivos problemas a la hora de valorar el proceso de
expansión del Neolítico por la costa mediterránea, insertándose de forma coherente entre las fechas
más antiguas sobre elementos domésticos publicadas (fig. 29A). La importancia de los datos expuestos
reside en la presencia desde los niveles inferiores de la cueva, de buena parte de las características que
definen el Neolítico andaluz o la Cultura de las Cuevas de Andalucía, planteándose la posibilidad de
correlacionar las fases antiguas de la Cueva de Nerja con su formación y desarrollo. Resulta complicado
no vincular parte de la cultura material de Nerja con conocidos yacimientos como la Cueva de la
Fig. 29. A) Gradación cronológica de la llegada del Neolítico. Las fechas corresponden a la media cal BC de dataciones
sobre cereales, excepto Nerja, Chaves (Baldellou, 2011) y Guixeres de Vilobí (Oms et al., 2014) que son sobre sobre ovis
aries y Almonda sobre adorno.
B) Coexistencia de diferentes estilos decorativos en cerámicas neolíticas de la península Ibérica y norte de África entre
5450-5100 cal BC.
C) Expansión del neolítico desde dos de las Culturas neolíticas regionales ubicadas en la costa malagueña y en el
País Valenciano entre 5450-5300 cal BC: 1, Cueva de Nerja (punto que incluye los yacimientos 47 a 51 de Cortés
et al., 2010: 162); 2, Cueva del Capitán; 3, Complejo Humo; 4, Hoyo de la Mina; 5, Cueva del Higuerón (punto que
incluye los yacimientos 34 a 45 de Cortés et al., 2010: 162); 6, Cueva de los Botijos; 7, Bajondillo (punto que incluye
los yacimientos 9 a 30 de Cortés et al., 2010: 162); 8, Cueva del Toro; 10, Cueva del Agua; 11, Cueva de la Mujer;
12, Sima del Conejo; 13, Sima Rica; 14, Parralejo; 15, Dehesilla; 16, Cueva Chica de Santiago; 17, Murcielaguina;
18, Murciélagos de Zuheros; 19, Mármoles; 20, Inocentes; 21, Tocino; 22, Los Castillejos; 23, Malalmuerzo; 24,
Majolicas; 25, Ventanas; 26, Carigüela.
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P. García Borja, J. E. Aura Tortosa, J. F. Jordá Pardo y D. C. Salazar-García
Dehesilla, Parralejo o Cueva Chica (Pellicer y Acosta, 1981; Acosta, 1987; Acosta y Pellicer, 1990) que
difícilmente pueden ser asimilados a una tradición cardial, aunque también presentan algún fragmento
decorado con esta técnica entre su vajilla (Amores, 2009). También los materiales neolíticos de la
Cueva de los Murciélagos de Zuheros (Vicent y Muñoz, 1973) poseen mayor similitud con los de Nerja
que con los definidos para la tradición cardial granadina. La constitución de una o varias comunidades
neolíticas en sus inmediaciones puede vincularse con la expansión de grupos neolíticos desde la costa
malagueña (fig. 30). En anteriores publicaciones (García Borja et al., 2010) señalamos la existencia
de materiales arqueológicos que jalonan este proceso de expansión hacia el interior en las cuevas de
Tocino, Inocentes o Mármoles (Gavilán, 1986 y 1987). En estas cavidades se documentan cerámicas
decoradas con impresiones pivotantes de instrumento no dentado, impresiones en lágrima, cerámicas
a la almagra, cerámicas que combinan la impresión y la incisión, si bien con menor presencia de
aplicaciones plásticas. Estos conjuntos recuerdan a los que se vienen definiendo en la costa malagueña,
vinculándose de forma directa el Neolítico cordobés a un proceso de expansión costa-interior. La
existencia de decoraciones pivotantes también está documentada en Murciélagos de Zuheros (Vicent
y Muñoz, 1973), aunque en este caso el resultado es algo diferente, observándose pequeños círculos al
final de cada impresión que podrían indicar menos antigüedad.
Fig. 30. Dataciones radiocarbónicas publicadas sobre elemento identificado como doméstico o hueso humano más
antiguas de Andalucía (Fernández et al., 2007; Carvalho, Peña-Chocarro y Gibaja, 2010; Martínez et al., 2010; Cortés et
al., 2012; Carvalho, Gibaja y Gavilán, 2012; Aura et al., 2013; Medved, 2013: 217; Peña-Chocarro et al., 2013): 1, Roca
Chica; 2, Hostal Guadalupe; 3, Cueva de Nerja; 4, Cueva de los Mármoles; 5, Murciélagos de Zuheros; 6, Los Castillejos;
7, Cueva de Carigüela.
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La cerámica neolítica de la Cueva de Nerja: salas del Vestíbulo y la Mina
121
Cabe aquí realizar un pequeño inciso sobre la elección de las muestras a fechar, que en Andalucía ha
experimentado una notable mejora en los últimos años, con nuevas dataciones sobre cereales obtenidas
tanto en yacimientos de tradición cardial (Martínez et al., 2010: tabla 1, fechas lab. UA) como no cardial
(Peña-Chocarro y Zapata, 2010; Carvalho, Peña-Chocarro y Gibaja, 2010; Cortés et al., 2012; Carvalho,
Gibaja y Gavilán, 2012). La mayoría de ellas quedan encuadradas en lo que para Nerja hemos denominado
como Neolítico antiguo pleno (circa 5300-5100 cal BC); un umbral cronológico que hasta ahora sólo han
rebasado las dataciones sobre huesos de fauna de Nerja, haciéndose necesario contar con más dataciones
sobre muestras directas neolíticas.
8. LA CULTURA DE LAS CUEVAS CON CERÁMICA DECORADA EN ANDALUCÍA:
LA COSTA MALAGUEÑA
El modelo de neolitización para el área mediterránea integra dos tipos distintos, si bien sincrónicos, de
desplazamiento de población desde comunidades ya afianzadas territorialmente a zonas deshabitadas (según
el registro arqueológico actual), que resultan fundamentales a la hora de explicar la difusión neolítica. Estos
desplazamientos provocados por el progresivo aumento demográfico en el seno de cada grupo, no parecen
estar ligados al agotamiento de los recursos disponibles en la zona de partida, sino más bien a pautas intrínsecas
de comportamiento de las pequeñas comunidades agrícolas (Martí, 2008) en las que la responsabilidad de
la elección de nuevas zonas de hábitat y la disgregación de parte del grupo reside en las familias que las
conforman. La ocupación exitosa de un nuevo territorio por un grupo de neolíticos implica su visibilidad
arqueológica, expresada en la rápida aparición de diferentes enclaves en torno a una zona nuclear. En función
de en qué momento se produzca cada nuevo desplazamiento, la cultura material que lleven consigo será
más o menos afín a la del grupo de origen, existiendo la posibilidad de que parte de un mismo grupo sufra
disgregaciones en diferentes momentos, no necesariamente unidireccionales. Por una parte, se documentan
largos desplazamientos a territorios ubicados junto a la costa (Zilhão, 1993 y 2001). Producido el asentamiento,
estos largos desplazamientos pueden repetirse hacia puntos del interior o de la misma costa. Paralelamente
se combinan con otros a corta distancia ocupando territorios aledaños, formando nuevas comunidades que
utilizan un buen número de enclaves desde los que se explota un territorio concreto. La interacción exitosa de
estas comunidades provoca la formación de una Cultura Regional Neolítica.
El Neolítico de la costa malagueña queda perfectamente integrado en este modelo de expansión (fig.
30). La presencia de un buen número de yacimientos neolíticos de diferentes características que ocupan
dicha área costera de forma ordenada (Cortés et al., 2010: 162) apuntaría a una cultura regional similar
a la propuesta para el área centro-meridional valenciana (García Borja et al., 2011b, 2011c y 2012). El
surgimiento de una nueva comunidad en territorios cercanos se relaciona con la disgregación de una o
varias familias desde otra comunidad consolidada. La publicación de los materiales de estos yacimientos
y la revisión de las antiguas colecciones permitirá la contrastación de estas propuestas preliminares, en las
que la Cueva de Nerja deberá insertarse de manera coherente.
El mejor conocimiento de los grupos costeros malagueños, su caracterización industrial, económica y
social, posibilitará evaluar el grado de relación de dichos grupos con la Cultura de las Cuevas con cerámica
decorada, denominación a la que damos validez por su peso en la historiografía de Andalucía. Puede asumirse
que la Cultura de las Cuevas de Andalucía, como entidad cultural, posee unos rasgos característicos en su
cultura material, cuya descripción más aproximada sería la de Pellicer y Acosta (1997) para el Neolítico
antiguo de Andalucía Occidental, con importantes matices en la interpretación de la aparición del Neolítico
y su propuesta de perduración de industrias líticas. Esta Cultura de las Cuevas Andaluza especialmente
visible en los enclaves de Cádiz, Córdoba y Málaga, se aleja de la clásica concepción oriental definida por
Navarrete (1976). Debe aceptarse, al menos por ahora, la mayor antigüedad de los grupos que se instalan en
la costa de Málaga, parte de cuya cultura material cerámica sí aparece en los niveles cardiales de Carigüela.
APL XXX, 2014
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P. García Borja, J. E. Aura Tortosa, J. F. Jordá Pardo y D. C. Salazar-García
Es una problemática tratada en diferentes ocasiones, buscando en cada caso ofrecer una caracterización
aproximada y un listado de yacimientos asimilables a la Cultura de las Cuevas, sugiriendo su convivencia
no necesariamente sucesiva con la tradición impresa cardial en el territorio andaluz (Muñoz, 1975 y 1984;
Pellicer y Acosta, 1997; Gavilán, 1997; Asquerino, 2004; Gavilán y Escacena, 2009).
La expansión del Neolítico desde la costa malagueña se hace más notoria a partir de 5350 cal BC, con
el surgimiento de nuevos enclaves y la documentación de cerámicas impresas, incisas y almagras en gran
parte del territorio andaluz, siendo una tradición duradera que conservará algunas de sus características en
el Neolítico medio. Cabe plantearse la existencia de diferentes culturas regionales en el Neolítico antiguo
andaluz. Para el cardial franco-ibérico es posible identificar varias de estas culturas en el noreste italiano,
sur de Francia, Cataluña, País Valenciano y quizás en la zona de Granada, Marruecos y Portugal. Las de
estos tres últimos territorios deben ser valoradas nuevamente, intentando discriminar qué cultura material
proviene de la tradición cardial clásica y cuál de la que podría asimilarse a la Cultura de las Cuevas, para
la que creemos es posible identificar entidades regionales en Málaga y Córdoba, quedando el resto de
Andalucía a expensas de próximos estudios que permitan definir otras de forma más precisa.
En la definición del Neolítico andaluz debe tenerse en cuenta la existencia de contactos con las diferentes
tradiciones neolíticas que se consolidan en la península Ibérica entre 5400 y 5100 cal BC (fig. 29B), así
como entre las propias comunidades que forman cada cultura regional, contactos sin los cuales no es posible
la supervivencia de éstas. En un trabajo anterior propusimos la posible existencia en la península Ibérica
de, al menos, tres diferentes tradiciones alfareras entre el 5400 y el 5100 cal BC (García Borja et al., 2010:
fig. 11.B y 11.C) que en el registro cerámico de Andalucía aparecen representadas de diferente forma: una
que comporta un elevado porcentaje de cerámicas impresas cardiales (Navarrete, 1976); otra que incorpora
entre sus técnicas decorativas las impresiones de tipo boquique (Alday, 2009; Alday y Moral, 2011); y,
finalmente, las colecciones que presentan cerámicas con decoraciones impresas utilizando multitud de
instrumentos, con escasa incidencia de la técnica cardial y con notable importancia de la utilización de
colorante rojo, a la que también denominamos tradición de cerámica Impresa-Almagra y que consideramos
es equiparable a la tradicional Cultura de las Cuevas.
Los datos expuestos y los bibliográficos son contundentes a la hora de señalar la tradición dominante
en la costa malagueña. La presencia de cerámicas decoradas con punto y raya asimilables al boquique
queda atestiguada (Navarrete, 1976; Olaria, 1977; Cortés et al., 2007: fig. 3, 8), si bien, a excepción del
registro de la Cueva de los Botijos (Navarrete, 1976; Olaria, 1977), con poca significación. Esta técnica se
asocia en el norte peninsular a un tipo de poblado (García Gazólaz y Sesma, 2007), un ritual de inhumación
(García Gazólaz y Sesma, 2007; García Gazólaz, 2007; Rojo y Kunst, 1999), una cultura material (Rojo et
al., 2008; García Gazólaz et al., 2011; García Martínez de Lagrán et al., 2011) y a determinadas especies
de cereales (Stika, 2005), todo en conjunto poco afín a lo conocido en Andalucía o el País Valenciano, y
que recuerda a tradiciones más continentales. Es una “cultura” neolítica que merece una reflexión similar
a la que proponemos para el origen y desarrollo del Neolítico andaluz. La lectura que realizamos de la
constatación de elementos de esta tradición en Andalucía es la existencia de contactos e intercambios con
grupos de la meseta.
La tradición cardial sí que parece asentarse de forma estable en la zona granadina (fig. 29C), siendo el
País Valenciano el probable foco de origen, cuya afinidad parece estar fuera de duda. En estos momentos
de la investigación parece más lógico plantear que la llegada de influencias cardiales a la zona granadina es
incluso algo posterior a la de los primeros grupos que se instalan en Nerja. La presencia de cerámica cardial
en yacimientos como la Cueva de las Goteras (Navarrete, 1976), Higuerón (Navarrete, 1976; López y Cacho,
1979), la propia Nerja o Complejo Humo (Ramos y Aguilera, 2005), la interpretamos como consecuencia
de contactos entre la zona malagueña y granadina. La existencia de almagras asociadas a la técnica cardial
en los estratos XV y XVI de la Cueva de Carigüela (Navarrete, 1976; Atoche, 1985-87) podría explicarse
a través de estos intercambios (objetos, técnicas, personas, etc.). Recientes publicaciones incluso matizan
la importancia del componente cardial en Los Castillejos de Montefrío, identificándose gran variedad de
APL XXX, 2014
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La cerámica neolítica de la Cueva de Nerja: salas del Vestíbulo y la Mina
123
técnicas decorativas en sus niveles iniciales (Blázquez, 2011). La coexistencia de aspectos característicos
del Neolítico malagueño como almagras o tratamiento térmico y talla por presión en el sílex (Martínez et
al., 2010; Morgado y Pelegrin, 2012), junto a otros del mundo cardial valenciano desde los inicios de la
secuencia de Carigüela y la de Castillejos, debe ser objeto de una futura reflexión sobre el origen del círculo
granadino y sus relaciones. Estos dos yacimientos concentran buena parte de las dataciones sobre restos
domésticos más antiguas de Andalucía (Martínez et al., 2010; Medved, 2013). Cabe recordar al respecto
que en la discusión sobre la llegada del Neolítico a cualquier región únicamente deben ser utilizadas las
dataciones sobre elementos domésticos cuya identificación no haya generado dudas en los especialistas que
la han realizado. En el caso de Carigüela, las últimas series de dataciones sobre huesos de animales deben
ser tomadas con suma cautela, pues la identificación de las especies ha generado bastantes de esas dudas,
especialmente en lo que respecta al estatus doméstico o silvestre de los bóvidos. Incluso aceptando que las
muestras identificadas como Ovis/Capra puedan ser realmente restos de animales domésticos, todavía no
es posible aceptar fechas por encima del 5500 cal BC para el Neolítico de Carigüela.
También cabe una revisión profunda del final del Neolítico de este yacimiento y la región donde se
ubica, pues a medida que avanza el Epicardial granadino, la cultura material de este núcleo se asemeja cada
vez más a la de la Cultura de las Cuevas occidental. En este sentido, el concepto “epicardial” sólo puede ser
utilizado para el final del Neolítico antiguo en el círculo granadino o en aquellas regiones en las que se ha
documentado una fase previa cardial, no siendo operativo para definir la fase final del Neolítico antiguo en
zonas para las que no se ha descrito una fase cardial anterior.
Los contactos entre la zona malagueña y granadina tienen también su equivalente entre el este de
Andalucía y el País Valenciano, al reconocerse en esta última zona materias o productos de origen andaluz
como herramientas de piedra pulida (Orozco, 2000) o brazaletes de esquisto (Pascual Benito, 1998).
También podrían explicar estos contactos la presencia de asas pitorro (Martí et al., 2009), de verdaderas
almagras en la Cova de l’Or (Domingo et al., 2007) y la Cova de la Sarsa (Asquerino et al., 1998: 71) o la
semejanza en los utensilios de siega (Gibaja et al., 2010). Otro de estos ejemplos lo constituye la aparición
de decoración pivotante con instrumento no dentado asociada a cerámicas “impresas antiguas” (Bernabeu
y Molina, 2009) en contextos cardiales entre 5450-5300 cal BC, en la Cova de la Sarsa (García Borja y
Casanova, 2010), la Cova de l’Or (Martí et al., 1980; Martí, 1983; García Borja et al., 2011b) o la Cova de
les Cendres (Bernabeu et al., 2009b).
En Andalucía, los momentos finales del Neolítico antiguo se caracterizan por la asimilación en casi
todo el territorio de las producciones cerámicas impresas, incisas y almagras. En la Cueva de Nerja, el
Neolítico medio y el Neolítico final no quedan tan bien articulados en fases como el Neolítico antiguo,
si bien es indudable la ocupación de la cueva ligada a una intensa actividad agrícola, especialmente en el
Neolítico medio, que difiere del modelo de explotación de las grandes cuevas de hábitat valencianas, que
en estos momentos pasan a ser utilizadas como corrales (García Borja et al., 2011b). La tendencia evolutiva
de la cerámica en Nerja muestra cambios significativos en la vajilla, cuyo valor estrictamente funcional se
impone al estético, con una clara tendencia a la abertura de las formas que culminará en el Neolítico final.
9. CONCLUSIONES
Los datos presentados corroboran la antigüedad y extensión cronológica de la secuencia neolítica de
la Cueva de Nerja. Su ordenación ha permitido establecer diferentes fases de ocupación durante el
Neolítico: antiguo, medio y final, utilizándose cada sala en función de las necesidades de sus habitantes.
A su vez, se han diferenciado cuatro horizontes en el Neolítico antiguo: arcaico, inicial, pleno y final. El
Neolítico medio ha quedado dividido en dos fases más. Finalmente, unas ocupaciones eneolíticas que
se extienden hasta el horizonte de las cazuelas carenadas y que constituyen los momentos finales de la
secuencia de la Sala de la Mina.
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El conjunto cerámico de Nerja va ligado a una intensa ocupación, especialmente en el Neolítico antiguo
pleno y final, momento en el que la vajilla presenta mayor heterogeneidad, siendo la técnica de la impresión
sobre el cuerpo del vaso y sobre cordones la que presenta los porcentajes más elevados, seguida de la
almagra. Estas características están ya presentes en la fase inicial. Los datos plantean una escasa ocupación
durante los horizontes inicial y arcaico, sobre todo en comparación con el Neolítico antiguo pleno y final.
El horizonte arcaico presenta demasiadas incertidumbres, pues no existen elementos de comparación
en Andalucía y son todavía escasos a escala peninsular, resultando complicado su individualización
estratigráfica en cueva.
Las ocupaciones se prolongan durante el Neolítico medio, ligadas a una intensa actividad agraria,
al contrario de lo que se viene documentando en grandes cuevas habitadas intensamente durante el
Neolítico antiguo en el País Valenciano. Las cerámicas pierden vistosidad, imponiéndose la técnica de la
incisión sobre la impresión, hecho documentado en gran parte del ámbito mediterráneo. Las ocupaciones
en la Sala de la Mina finalizan en el Neolítico final, documentándose un buen número de vasos que
conforman una amplia y heterogénea vajilla, consolidándose los notables cambios tipológicos que se
inician en el Neolítico medio.
Las características propias del conjunto y su antigüedad, nos llevan a relacionarlo con la llegada por
vía marítima de grupos plenamente neolitizados, siendo imposible desligar una filiación mediterránea en
los orígenes de los niveles neolíticos de la Cueva de Nerja. Sin embargo, el estudio de la cultura material
no permite distinguir con claridad una filiación impressa ligur para estas primeras ocupaciones. Si a ello
añadimos que la tendencia evolutiva de la cerámica se aleja de la constatada en el País Valenciano y
tenemos en cuenta la imposibilidad de ligar las primeras ocupaciones de Nerja a un horizonte epicardial,
cabe admitir también como posible una vía de expansión desde el sur de Italia por la costa norteafricana,
que deberá ser contrastada en futuros trabajos.
Con los datos actuales, no es posible defender que el Neolítico antiguo medio-final de Carigüela equivale
al inicial de Nerja. Hasta que no se documenten yacimientos más antiguos, el foco de expansión hacia gran
parte del interior andaluz queda establecido en la costa malagueña. La constatación de la antigüedad y
continuidad de la secuencia, lo es también del Neolítico andaluz y la Cultura de las Cuevas definida en su
día por Muñoz, Asquerino, Gavilán o Pellicer y Acosta, si bien con importantes matices.
La influencia de otras tradiciones neolíticas será absorbida por esta Cultura de las Cuevas occidental
que también hemos denominado Neolítico de cerámicas Impresas-Almagras. A falta de mayores datos en la
bahía de Cádiz, la tradición cardial únicamente arraigaría en el entorno inmediato de la Cueva de Carigüela,
presentando en su fase epicardial igual o mayor número de similitudes con la tradición de cerámicas a la
almagra que con la valenciana.
La Cueva de Nerja forma parte de un conjunto mayor de yacimientos que parecen conformar una
Cultura Regional Neolítica cuyo origen, consolidación y expansión no supone alteraciones dentro del
modelo de referencia que explica la llegada del Neolítico a los diferentes puntos de la costa mediterránea.
La distribución de estos yacimientos neolíticos y su heterogeneidad recuerda al modelo de comunidades
propuesto para el País Valenciano. La Cueva de Nerja, como gran espacio habitado a lo largo de toda la
etapa neolítica, jugaría un papel importante en el desarrollo de esta cultura regional cuya expansión no solo
afecta al interior de Andalucía, sino también a la costa portuguesa y marroquí, conformando una cultura
material diferenciada de la cardial.
Si aceptamos que la cerámica cardial posee un alto valor identitario (Martí y Juan Cabanilles, 2002;
Martí, 2008; Martí, Capel y Juan Cabanilles, 2009), cabe plantearse si otras producciones cerámicas pueden
alcanzar un rango similar. Las producciones de Nerja, y de gran parte de Andalucía, abren esta segunda
posibilidad. La gran cantidad de yacimientos cuyos materiales son más afines a los descritos en Nerja que
al cardial, posibilita plantear la existencia de una entidad cultural de rango superior, diferenciada del cardial
franco-ibérico, que a su vez podría estar constituida por varias culturas regionales y a la que denominamos
Cultura de las Cuevas Andaluza.
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La cerámica neolítica de la Cueva de Nerja: salas del Vestíbulo y la Mina
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AGRADECIMIENTOS
Parte de las dataciones sobre fauna han contado con la financiación de la Fundação para a Ciência e Tecnologia,
Ministério da Educação e Ciência, República Portuguesa (SFRH/BD/44089/2008).
Las dataciones sobre cereales han sido financiadas por el proyecto de investigación “Origins and Spread of
Agriculture in the western Mediterranean region (ERC-2008-AdG 230561)” y “Stable isotopes in Mediterranean natural and agricultural ecosystems: from a mechanistic understanding of isotope fractionation processes in plants to the
application in paleoenvironmental research (DGI CGL2009-13079-C02-01)”.
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económico y técnico para la realización de parte de las dataciones radiocarbónicas sobre fauna.
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Archivo de Prehistoria Levantina
Vol. XXX, Valencia, 2014, p. 133-158
José Andrés AFONSO MARRERO a, Juan Antonio CÁMARA SERRANO a, Liliana SPANEDDA a,
José Antonio ESQUIVEL GUERRERO a, Rafael LIZCANO PRESTEL b, Cristóbal PÉREZ BAREAS c
y José Antonio RIQUELME CANTAL a
Nuevas aportaciones para la periodización del yacimiento
del Polideportivo de Martos (Jaén): la evaluación estadística
de las dataciones obtenidas para contextos rituales
RESUMEN: Se presentan en este trabajo un conjunto de dataciones radiocarbónicas realizadas sobre
muestras óseas animales del yacimiento del Polideportivo de Martos (Jaén). Con ellas se pretendía por
un lado documentar la continuidad en la ocupación del yacimiento durante el Neolítico Reciente, por otro
obtener las primeras fechas de contextos rituales del Alto Guadalquivir, y por último abordar una evaluación
independiente de las fases de ocupación del mismo partir del análisis estadístico de las dataciones. Aunque
la periodización ofrecida previamente se puede considerar válida, las agrupaciones obtenidas indican que,
en términos de la transformación del espacio, sólo se puede hablar de dos grandes momentos separados por
la inundación que distingue la subfase IIa de la IIb, en torno al 3000 cal A.C. Si bien la cronología general
propuesta para el yacimiento resulta ligeramente más reciente que la propuesta anteriormente, ésta no niega
la continuidad en el hábitat durante un amplio periodo
PALABRAS CLAVE: Alto Guadalquivir, Neolítico Reciente, cronología, periodización, dataciones
radiocarbónicas, ritual.
New contributions to Polideportivo de Martos (Jaén) periodization:
statistical evaluation of radiometric dates obtained from ritual contexts
SUMMARY: A set of radiocarbon dates got from animal bone samples of Polideportivo de Martos site are
presented in this paper. On one hand these dates were made in order to show continuity in the occupation of the site
during the Late Neolithic, on the other hand to get the first dates on ritual contexts in the Upper Guadalquivir, and
finally, get an independent evaluation of the occupation phases proposed for it. A statistical analysis of the dates’
tendencies has been used for this aim. Although some of the analyses carried out suggest that the periodization
previously provided can be considered valid, obtained data implies that, in terms of space transformation, only
two great moments can be distinguished, before and after 3000 cal BC. Although this new chronological frame is
more recent than previous one, settlement continuity during a long period still can be maintained.
KEY WORDS: Upper Guadalquivir valley, Late Neolithic, Chronology, Periodization, Radiocarbon dates,
Ritual.
a
b
c
Departamento de Prehistoria y Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Granada.
jaamarre@ugr.es | jacamara@ugr.es | spanedda@ugr.es | esquivel@ugr.es | riquelme3@telefonica.net
Área de Urbanismo, Ayuntamiento de Úbeda.
arquerra@live.com
Investigador independiente.
arqueocristobal@hotmail.com
Recibido: 30/09/2013. Aceptado: 06/05/2014.
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134
J. A. Afonso, J. A. Cámara, L. Spanedda, J. A. Esquivel, R. Lizcano, C. Pérez y J. A. Riquelme
1. INTRODUCCIÓN
El yacimiento de El Polideportivo-La Alberquilla (Martos, Jaén) se sitúa en las coordenadas UTM
414635, 4174490 (fig. 1). Descubierto a raíz de las obras para la realización de un pabellón polideportivo
en las afueras de la localidad de Martos, en una segunda campaña se pudieron excavar otros restos
situados su periferia (Cámara y Lizcano, 1996). Además, una gran cantidad de estructuras situadas
a lo largo del Arroyo de la Fuente, correspondiente al Neolítico reciente y al Calcolítico, fueron
destruidas, sobre todo, por obras de infraestructura viaria (Lizcano, 1999). A partir de la importancia
del yacimiento y la configuración del área suburbana en que se inscribía como una zona de crecimiento
de la ciudad de Martos protegida como Zona Arqueológica (fig. 2), nuevas actuaciones tuvieron lugar
desde el año 1993 (Cámara y Lizcano, 1997; Serrano et al., 1997) y especialmente en 2001, 2004
y 2009, aunque sólo algunas de ellas han sido publicadas (Ruiz, 2009; Alegre et al., 2010; Nieto y
Plazas, 2010; Serrano et al., 2010a y 2010b). Incluso en el caso del Polideportivo, cuya construcción
fue financiada también por la Consejería de Cultura y Deporte de la Junta de Andalucía, la que debía
proteger los restos y garantizar su investigación, sólo se pudo investigar menos de una cuarta parte de
la extensión visible (Lizcano et al., 1993) (fig. 3).
Pese al hecho de que sólo se ha excavado una pequeña parte, este yacimiento se ha convertido en los
últimos años en un referente, continuamente citado (Martín et al., 2004; Conlin, 2006; Pérez, 2008; Arteaga
y Roos, 2009; Fernández et al., 2009; Martínez et al., 2009; Nocete et al., 2010; Portero et al., 2010) para
el análisis de las fases recientes del Neolítico andaluz (Pérez et al., 1999), para la discusión del papel de los
sistemas de cierre y para el estudio de los sistemas constructivos hipogeicos (Lizcano et al., 2005; Márquez
y Jiménez, 2010), incluyendo su continuidad, la función que los distintos complejos estructurales tuvieron,
las estructuras presentes al interior de los mismos y los objetos recuperados de ellas.
De hecho, aun con el indudable interés que el yacimiento presenta para el análisis de la cultura material
mueble y los sistemas rituales de las últimas fases del Neolítico, uno de los aspectos más interesantes de su
estudio fue la apuesta metodológica que implicó la creación de una secuencia para la zona excavada a partir
de la seriación de los materiales arqueológicos dado que la estratigrafía era fundamentalmente horizontal
(Lizcano et al., 1991-92; Lizcano, 1999). Los resultados de este análisis condujeron a una división de
la ocupación en tres grandes fases, proponiéndose una vinculación de la Fase I con el Neolítico Tardío
(primera mitad del IV milenio A.C.), la II con el Neolítico Final (segundo mitad del IV milenio A.C.) y la
III (inicios del III milenio A.C.) con los inicios del Calcolítico. Se pretende aquí contrastar esa propuesta
con las dataciones disponibles, pudiéndose adelantar que éstas sugieren unas fechas más recientes para el
yacimiento de las que originalmente se habían manejado.
Fig. 1. Situación del yacimiento del Polideportivo-La Alberquilla (Martos, Jaén), también conocido como Zona
Arqueológica del Polideportivo de Martos (ZAPM).
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Nuevas aportaciones para la periodización del Polideportivo de Martos
135
Fig. 2. Zona Arqueológica del Polideportivo de Martos incluyendo las áreas de las que se han datado contextos
arqueológicos.
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J. A. Afonso, J. A. Cámara, L. Spanedda, J. A. Esquivel, R. Lizcano, C. Pérez y J. A. Riquelme
Fig. 3. Planimetría del área del Polideportivo dentro de la Zona Arqueológica del Polideportivo de Martos.
El yacimiento está caracterizado por estructuras subterráneas de diferente forma y dimensiones. Además
de los tramos de foso, documentados en las diferentes campañas, la mayor parte de las estructuras son
fosas piriformes, a veces conservadas sólo en su parte inferior y a menudo superpuestas, cuyo relleno
estratigráfico, en contra de lo habitualmente considerado, es resultado de distintos usos del espacio y no
de meros rellenos de amortización. Así, junto a evidencias de la existencia de actividades de combustión,
despiece de animales, talla de sílex y almacenamiento, se documentan otras de carácter ritual. Tanto la
cercanía y disposición de ciertas estructuras como el material recuperado de ellas hablan de que la unidad
residencial, que debió integrar también complejos estructurales no hipogeicos o semiexcavados, contó con
varios complejos articulados entre sí (Lizcano, 1999).
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Nuevas aportaciones para la periodización del Polideportivo de Martos
137
El contexto material del yacimiento incluye en un primer momento (fase I) formas abiertas con inflexión
marcada y, a menudo, con elementos de suspensión (mamelones), mientras en un segundo momento de
fines del IV Milenio cal BC (fase II) los cambios entre los dos cuerpos de los recipientes compuestos
adquieren la forma de una verdadera carena, y, progresivamente, la parte superior de éstos tiende a abrirse
y el labio a engrosarse. Los recipientes decorados, siempre escasos, tienden a disminuir (Lizcano, 1999).
En la industria lítica tallada están presentes desde el primer momento las hojas obtenidas por presión con
palanca que, en cualquier caso, no presentan lustre de cereal y que fueron usadas fundamentalmente en
actividades de carnicería (Afonso, 1998).
Como hemos dicho, el aspecto que más ha llamado la atención es la frecuencia de inhumaciones de
animales –especialmente perros– en el yacimiento, además de la presencia de un enterramiento humano
en fosa cilíndrica-piriforme (Lizcano et al., 1991-92, 1993; Lizcano, 1999; Lizcano y Cámara, 2004),
fenómenos similares a los documentados en otros yacimientos andaluces (Márquez y Jiménez, 2011)
incluyendo algunos en el Alto Guadalquivir y sus inmediaciones (Martín, 1987; Burgos et al., 2001;
Martínez et al., 2009; Rabanal et al., 2009; Nocete et al., 2010; Portero et al., 2010; Cámara et al., 2012).
Aunque las interpretaciones de estos rituales han sido variadas (Weiss-Krejci, 2006; Cámara et al.,
2008, 2010; Chapman, 2008; García-Moncó, 2008; Valera y Godinho, 2009; Valera et al., 2010; Daza,
2011; Costa y Cabaço, 2012), en principio, debemos señalar que no existen complejos estructurales
específicamente rituales sino que a veces se produce el reaprovechamiento ritual de un complejo estructural
previamente usado para otros fines. En otras ocasiones, de forma previa al uso de los complejos, se llevan
a cabo ceremonias que implican el enterramiento de animales en la base de las fosas. Al primer caso
corresponde la ternera inhumada en complejo estructural (CE) número 15 (fig. 4) y relacionada con la
potenciación de la fertilidad de los rebaños y la demarcación de la propiedad; al segundo, la inhumación de
cánidos en los CE 12, 15 y 16 (fig. 5 y 6) como evidencia de fundación de dichos complejos estructurales
y como reconocimiento de la función de estos animales en la caza y en el pastoreo, como parece sugerir su
asociación a una cabeza de jabalí en el CE 12 (Cámara y Lizcano, 1996; Lizcano et al., 91-92; Cámara et
al., 2008). El cráneo de carnero, previamente descarnado, y colocado cuidadosamente como trofeo dentro
del CE 25a, abre otros interrogantes sobre el papel de la acumulación de riqueza y su exhibición incluso
Fig. 4. Ternera inhumada en el
CE 15 del área del Polideportivo.
APL XXX, 2014
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J. A. Afonso, J. A. Cámara, L. Spanedda, J. A. Esquivel, R. Lizcano, C. Pérez y J. A. Riquelme
en los contextos domésticos. Otro cráneo de carnero similar se encuentra en el CE 7 de la cercana área de
La Alberquilla, en la misma zona arqueológica (Cámara et al., 2010), constituyendo parte del conjunto de
animales (cinco perros, dos bóvidos y la propia cabeza de carnero) (fig. 7) que acompañan una inhumación
y que implican la movilización de riqueza pecuaria en los funerales, un aspecto bien constatado en el
Fig. 5. Cánidos inhumados
en el fondo del CE 12 del
área del Polideportivo.
Fig. 6. Cánidos inhumados
en los fondos de los CE 15
y CE 16.
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Nuevas aportaciones para la periodización del Polideportivo de Martos
139
Alto Guadalquivir (Cámara et al., 2012), si bien no generalizado. En el mismo yacimiento, en el área
del Polideportivo, dos mujeres y dos jóvenes se inhumaron en el CE 13 sin ajuar (fig. 8), a no ser que
consideremos como tal (Cámara y Lizcano, 1996; Lizcano et al., 1991-92; Lizcano, 1999) los restos del
nivel de ocupación previo del complejo estructural, desplazados para hacer sitio a los cadáveres.
Fig. 7. Enterramientos
animales del CE 7 en el
área de La Alberquilla.
Fig. 8. Enterramientos
humanos en el CE 13 del
área del Polideportivo.
APL XXX, 2014
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140
J. A. Afonso, J. A. Cámara, L. Spanedda, J. A. Esquivel, R. Lizcano, C. Pérez y J. A. Riquelme
2. OBJETIVOS DE LAS DATACIONES RADIOCARBÓNICAS DE MATERIALES
DE LOS YACIMIENTOS DEL IV Y III MILENIOS EN EL ALTO GUADALQUIVIR.
EL CASO DE MARTOS
Las fechas disponibles en relación con los rituales de inhumación para el Neolítico Reciente y el Calcolítico
del Alto Guadalquivir en particular y para Andalucía en general, no son muy numerosas (García et al., 2011;
Molina et al., 2012). Lo más sorprendente es que, admitiéndose por la mayoría de los investigadores, con
el precedente de Papa Uvas (Aljaraque, Huelva) (Martín, 1985, 1986), la necesidad de que la información
contextual de cada uno de los complejos, sus procesos tafonómicos y la interpretación de los mismos sean
publicados lo más detalladamente posible, por el contrario, no ha sido considerada la necesaria datación
radiométrica de cada uno de los depósitos, de nuevo con la excepción de Papa Uvas (Soares y Martín, 1996)
y algunos otros ejemplos recientes (Nocete et al., 2010; Cámara et al., 2012).
El problema además es que, a menudo, ha existido una preocupación general por datar los fosos como
el de El Negrón (Gilena, Sevilla) (Cruz-Auñón et al., 1995) o los de Marroquíes (Zafra et al., 2003; Zafra,
2007), con los problemas que los rellenos de estos complejos lineales presentan, dado que el material caído
en ellos, arrastrado del entorno en momentos de desuso, puede ser anterior o posterior a la construcción,
sin que sea posible casi en ningún caso afirmar la relación entre el elemento datado y el contenedor, si bien,
incluso reconociendo tales problemas, se sigue pretendiendo obtener series cronológicas a partir de esos
depósitos (Valera y Silva, 2011; Valera, 2013; Valera et al., 2014).
En el caso de El Polideportivo-La Alberquilla nuestro interés fundamental se ha centrado en la datación
de los rituales documentados, no sólo porque éstos están profundamente conectados con la organización
social concreta en que se desarrollan, sino porque los rituales, especialmente en el área del Polideportivo
(Lizcano et al., 1993), tienen una importante relación con la ganadería y su papel en la acumulación de
riqueza (Cámara et al., 2008).
El análisis de las dataciones de El Polideportivo-La Alberquilla buscaba determinar las fechas en las que el
área excavada de este extenso asentamiento estuvo ocupada y contrastar la validez de la periodización efectuada
a partir del estudio de los materiales arqueológicos y la superposición estratigráfica y estructural (Lizcano, 1999).
La valoración de la periodización previamente propuesta para el yacimiento ha pretendido: a) realizar
una aproximación a la sincronía-diacronía de los complejos estructurales de las distintas áreas; b) establecer
pautas de temporalidad en las estratigrafías más complejas, aquéllas correspondientes a los complejos
estructurales dedicados a actividades más diversificadas, p. ej. el 12. La posibilidad de avanzar en ambos
objetivos ha quedado, en cualquier caso, muy limitada por el número final de dataciones disponible.
3. LA MUESTRA ELEGIDA
Aunque se ha llamado la atención sobre los problemas del uso de los restos óseos para datar los contextos
arqueológicos, especialmente en los suelos ácidos (Nieto et al., 2002), es indudable que la única forma de
concretar estadísticamente la cronología de un depósito ritual es datar el elemento concreto –el inhumado–
cuya fecha se quiere conocer, y, de ahí la reciente proliferación de dataciones de huesos humanos y animales
(Castro et al., 1993-94; Mataloto y Boaventura, 2009; Cámara y Molina, 2009; Cámara et al., 2012; Lull et
al., 2013). Es fundamental datar los huesos cuando, como en el caso que nos ocupa, no existen elementos
materiales cuya asociación a los inhumados –personas o animales– corresponda a una decisión coetánea al
enterramiento, sea porque los restos recuperados junto a los inhumados proceden de procesos de remoción
de depósitos anteriores o de relleno, sea porque los ajuares son prácticamente inexistentes. Además, es
especialmente relevante, sin duda, datar los restos óseos si lo que se desea es corroborar la sucesión de las
inhumaciones, o si lo que se quiere, como en el caso de los cinco perros del CE 12, es datar el inicio de la
ocupación que el ritual habría justificado-reproducido.
APL XXX, 2014
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Nuevas aportaciones para la periodización del Polideportivo de Martos
141
No nos encontramos aquí con los problemas que otros autores han tenido para relacionar la cronología
de los inhumados con la fecha de construcción de los sepulcros (Persson y Sjøgren, 1995; Rybicka, 2006;
Bayliss y Whittle, 2007; Baldia, 2010; Scarre, 2010; Schulz Paulsson, 2010), a menudo desconocida, en
primer lugar porque no se trata de enterramientos colectivos y en segundo porque la construcción del
complejo debió ser coetánea a los rituales documentados como en los CE 12 y 25a (Lizcano, 1999).
Cuando esta circunstancia no se da, se producen dos fenómenos claramente distinguibles en el registro
estratigráfico, el reaprovechamientos de estructuras previas como el CE 13 (Cámara y Lizcano, 1996), o
episodios puntuales que suponen un interludio dentro de un uso generalmente doméstico del espacio, como
ejemplifica el nivel donde se sitúa la ternera inhumada en el CE 15. Especialmente esta última posibilidad
es un aspecto que algunos autores han rechazado, prefiriendo proponer un uso exclusivamente ritual para
las fosas piriformes de este tipo de poblados (Márquez y Jiménez, 2010).
4. EL ANÁLISIS DE LAS DATACIONES OBTENIDAS. AGRUPACIÓN DE DATACIONES
SEGÚN EL ERROR MÍNIMO GLOBAL VERSUS SUMA DE PROBABILIDADES
Naturalmente lo primero que se debe discutir es si las dataciones radiocarbónicas pueden ser utilizadas
como un argumento definitivo a favor o en contra de una hipótesis cronológica asentada en otros aspectos
–la seriación de los materiales apoyada en secuencias estratigráficas bien estudiadas–, o si, por el contrario,
ambos aspectos –seriación y datación– deben ser integrados en cualquier análisis cronológico. En nuestra
opinión, sólo un abundante conjunto de dataciones para cada contexto, algo inexistente en los yacimientos
andaluces, puede contribuir, en su tratamiento estadístico, a rechazar o corroborar totalmente una propuesta
de seriación basada en la articulación de las estratigrafías con los cambios en los objetos arqueológicos.
Aunque, dado el exiguo número de dataciones, estas premisas no se pueden aplicar totalmente al yacimiento
que estudiamos, también es cierto que el predominio de una secuencia horizontal –aun con la sucesión de
niveles en los rellenos de algunos CE– convierte la secuencia propuesta previamente para el yacimiento
del Polideportivo-La Alberquilla (Lizcano, 1999) en una hipótesis susceptible de ser fácilmente puesta en
cuestión si no existe una cierta relación con las fechas radiocarbónicas obtenidas.
Hechas estas aclaraciones, podemos ahora usar las dataciones disponibles, calibradas a partir de la curva
IntCal13 (Reimer et al., 2013) a través del programa Calib 7.0.2 (tabla 1 y fig. 9), en un ejercicio crítico
sobre la periodización ofrecida para el yacimiento de El Polideportivo-La Alberquilla (Lizcano, 1999) y,
posteriormente, podemos usarlas para discutir sobre la contemporaneidad y/o diacronía de los complejos
estructurales documentados y sobre la continuidad de uso de algunos de ellos.
La primera fecha obtenida, a partir de carbón, para El Polideportivo (Teledyne Isotopes I-17083)
(Lizcano et al., 1991-92; Lizcano, 1999) presentaba problemas para su calibración y uso comparativo, por
proceder de una muestra de vida larga y por su tratamiento radiométrico mediante el método estándar que
proporcionó una datación con una alta desviación típica. La calibración ofrecía una fecha de la primera
mitad del IV Milenio A.C. para un nivel de hogar (US 3) situado en un momento relativamente avanzado
del uso del CE 12, adscrito a la fase Ic del yacimiento (fig. 11).
Las dataciones obtenidas sobre restos óseos animales, analizadas por el Centro Nacional de Aceleradores
(CNA) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en Sevilla, se sitúan todas en la segunda mitad
del IV Milenio A.C. en fechas calibradas, mientras una muestra de restos óseos humanos analizada por el
Laboratorio de la Universidad de Uppsala (Ua) ofrece una datación de mediados del II Milenio A.C.
Todo ello nos lleva, sin ulterior análisis, a considerar que la fechas atribuidas a cada una de las fases
consideradas en los primeros análisis del yacimiento fueron demasiado elevadas (Lizcano, 1999), a raíz
de la evaluación de la única fecha disponible en aquellos momentos, la del laboratorio Teledyne Isotopes.
La combinación de probabilidades a través del programa Calib 7.0.2 nos señala que la mayor parte
de los contextos datados corresponden a un periodo situado entre el 3376 y el 3092 cal A.C. al 84% de
probabilidad dentro del intervalo de 1 σ, y entre el 3520 y el 2877 cal A.C. al 90% de probabilidad para el de
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J. A. Afonso, J. A. Cámara, L. Spanedda, J. A. Esquivel, R. Lizcano, C. Pérez y J. A. Riquelme
Tabla 1. Dataciones disponibles para el yacimiento del Polideportivo de Martos - La Alberquilla, calibradas con el
Programa Calib 7.0.2 y la curva IntCal13 (Reimer et al., 2013).
Nº excav.
Muestra
Fecha BP
Fecha 1 s
Fecha 2 s
Nº laboratorio
Fase
MR14025
Carbón hogar US3
Cánido
5080 ± 140
4465 ± 25
4035-3706
3326-3039
4239-3543
3334-3026
I-17083
CNA603
Fase Ib-c
Alberquilla Fase IIa
MR6249
MR12705
MR12717
MR12719
MR12721
MR12722
Suido
Cánido
Cánido
Cánido
Cánido
Cánido
4550 ± 50
4360 ± 25
4555 ± 30
4610 ± 30
4630 ± 50
4500 ± 40
3367-3113
3011-2918
3365-3128
3493-3355
3510-3355
3336-3105
3495-3092
3080-2907
3482-3105
3509-3146
3627-3127
3355-3034
CNA607
CNA609
CNA610
CNA611
CNA612
CNA613
Fase IIa
Fase Ia
Fase Ia
Fase Ia
Fase Ia
Fase Ia
MR15154
MR15352
MR18138
MR19014
MR16006
MR12703
MR13504
Bóvido
Cánido
Ovicáprido
Cérvido
Cánido
Suido
Humano
4550 ± 25
4530 ± 60
4580 ± 60
4460 ± 30
4295 ± 40
4500 ± 40
3975 ± 33
3362-3132
3358-3106
3497-3116
3323-3030
3000-2880
3336-3105
2565-2467
3367-3108
3493-3025
3516-3096
3336-3021
3076-2872
3355-3034
2577-2350
CNA614
CNA616
CNA617
CNA618
CNA620
CNA621
Ua40060
Fase Ib
Fase Ia
Fase IIa
Fase IIa
Fase IIa
Fase Ia
Fase IIIa
Fig. 9. Representación gráfica de las
dataciones disponibles para el yacimiento
del Polideportivo de Martos-La Alberquilla,
calibradas con el Programa Calib 7.0.2 y la
curva IntCal13 (Reimer et al., 2013).
APL XXX, 2014
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Nuevas aportaciones para la periodización del Polideportivo de Martos
143
2 σ, si bien, no se alcanza el número de muestras recomendado (20) para minimizar el error cuando se usa
este método (Williams, 2012: 580-581). En cualquier caso, la fecha de la tumba, atribuida a un momento
avanzado de la ocupación del yacimiento, queda fuera de ese intervalo y, por tanto, cabe suponer que la
actividad humana en la zona excavada se prolongó aun más, al menos hasta mediados del III Milenio A.C.
En función de la procedencia las muestras, el grupo de datos usados en este trabajo está constituido por
diez dataciones independientes y dos conjuntos pequeños: a) formado por las fechas obtenidas de muestras
de cinco cánidos y un suido, todos procedentes del CE 12 y de la fase Ia (CNA 609, CNA 610, CNA 611,
CNA 612, CNA 613 y CNA 621); y b) formado por dataciones de muestras del CE 15, correspondientes a
un cánido de la fase Ia y un bóvido de la fase Ib (CNA 614 y CNA 616) (fig. 10).
En el primer caso la combinación de probabilidades a partir del programa Calib 7.0.2 sugiere un uso
del CE 12 entre el 3497 y el 3108 con el 100% de probabilidad dentro del rango 1 σ y cubriendo, por tanto,
prácticamente todo el rango de ocupación del yacimiento sugerido por el análisis conjunto de todas las
dataciones disponibles para éste. Aunque la combinación de probabilidades del intervalo a 1 σ, muestra dos
concentraciones, la primera entre 3497 y 3315 cal A.C. con un 50,12% de probabilidad y la segunda entre
3237 y 3108, con el 46,7%, se debe tener en cuenta, además de los intervalos de baja probabilidad, el hecho
de que no se han tomado muestras de todos los niveles estratigráficos del complejo sino sólo de los niveles
basales en los que tuvieron lugar los enterramientos rituales de animales –cánidos fundamentalmente (fig.
11)–. Por ello, no parece probable que las muestras integradas en este conjunto pertenezcan a momentos
cronológicos diferentes, como después discutiremos, aun con las diferencias temporales sugeridas por
las dataciones obtenidas. De hecho, si atendemos a la suma de probabilidades a 2 σ, las dataciones se
concentran entre 3385 y 3093 con el 69% de probabilidad dentro de ese rango.
En el segundo caso, la combinación de probabilidades de las dataciones calibradas disponibles para el
CE 15 –sólo dos–, sitúan las inhumaciones rituales en este complejo –cánido y ternera– entre el 3358 y
el 3106 cal A.C. con un 100% de probabilidad en el rango a 1 σ, y entre 3374 y 3079 con un 92,96% de
probabilidad dentro del rango 2 σ.
Fig. 10. Sección del CE 15 del área del Polideportivo con indicación del lugar de donde proceden las muestras datadas.
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J. A. Afonso, J. A. Cámara, L. Spanedda, J. A. Esquivel, R. Lizcano, C. Pérez y J. A. Riquelme
Fig. 11. Sección del CE 12 del área del Polideportivo con indicación del lugar de donde proceden las muestras datadas.
Un aspecto a tener en cuenta a la hora de comparar y agrupar las fechas disponibles es que la calibración
implica una modificación de la distribución “normal” de la datación. Se ha optado aquí, en los párrafos que
siguen, por la comparación de las fechas no calibradas. Como en otros casos (Davison et al., 2009), los resultados
serán contrastados con datos ya conocidos, en este caso fundamentalmente el complejo estructural del que
proceden las muestras y su situación estratigráfica, utilizando lo que se conoce como el error mínimo global.
1
1 n 1
A partir de la expresión 2 = ∑ 2 (Dolukhanov et al., 2005), siendo n=nº de datos en el conjunto
n i =1 Σ i
s
y ∑i =máx(σi, σmín), con σi=error de medida y σmín=error mínimo global –no es posible disponer del error
instrumental–, se obtiene una incertidumbre global σ para cada conjunto.
Respecto al grupo a, claramente se tienen tres subgrupos (fig. 12), uno de ellos constituido por las
referencias CNA610, CNA613 y CNA621, que se considera un único dato, con una edad media después
de la calibración de 3450 años, según el método seguido aquí (Dolukhanov et al., 2005). Considerando
un error mínimo global de 30 años, a este conjunto se le asigna una incertidumbre global de 40 años. Este
resultado ofrece una fecha más antigua que la combinación de probabilidades para esas tres dataciones que
se obtiene a través del programa Calib 7.0.2, entre 3361 y 3113 cal A.C. al 100% de probabilidad dentro
del rango 1 σ y entre el 3367 y el 3090 al 99,6% de probabilidad dentro del rango 2 σ. Sin embargo, la
fecha obtenida sí se encuentra dentro del rango de la suma de probabilidades para todas las dataciones del
complejo que, como hemos visto, está entre 3497 y 3108 a 1 σ.
Otro subgrupo está formado por las dataciones CNA611 y CNA612, ligeramente más antiguas. Para este
subgrupo se estima una edad de 3430 años y una incertidumbre global estimada de 36 años, colocándose en
este caso la estimación dentro de la combinación de probabilidades del programa Calib 7.0.2 que situaría la
APL XXX, 2014
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Nuevas aportaciones para la periodización del Polideportivo de Martos
145
Fig. 12. Histograma para los conjuntos coevales
formados por CNA610, CNA613, CNA621 y
CNA611-CNA612, junto al dato independiente
CAN609.
agrupación de esas dos dataciones entre 3498 y 3353 cal A.C. al 100% de probabilidad dentro del rango 1
σ y entre 3522 y 3335 al 96,18% de probabilidad dentro del rango 2 σ. Finalmente el tercer subgrupo está
formado por un único elemento (CAN609), de edad estimada en 3030 años y una incertidumbre de 30 años
(Dolukhanov et al., 2005; Davison et al., 2009).
De igual forma, para las dos referencias CNA614 y CNA616 pertenecientes al CE 15 se tiene una edad
de 3435 años y un error instrumental que, utilizando la expresión anterior, es σ=±47 años. También en este
caso el método usado ofrece una fecha más antigua a la obtenida por la combinación de probabilidades
que situaría esos enterramientos de animales en el CE 15 entre el 3374 y el 3079 cal A.C. con un 100% de
probabilidad en el rango a 2 σ.
Una vez realizadas las correcciones anteriores, las comparaciones entre dataciones se llevan a cabo
mediante el test t-Student utilizando la varianza conjunta como varianza del grupo y un nivel de significación
α=0.05. Los resultados obtenidos (tabla 2) permiten establecer los siguientes grupos:
1) I17083 5080±140BP
2) CNA 610, 611, 612, 613, 614, 616, 617, 621
3) CNA 603, 618
4) CNA 609, 620
5) Ua40060 3975±33BP
La datación CNA 607 es problemática ya que está en el límite de significación de los grupos 2 y 3, por lo
que no se le puede asignar un valor que pueda discriminar correctamente entre ambos grupos. Posiblemente
sea un dato de transición entre los periodos formados por los anteriores 2 y 3. Estos resultados permiten
establecer dos posibles ordenaciones de los datos –debido a lo expuesto anteriormente– desde los más
antiguos a los más recientes:
ORDEN 1
- I17083 4036-3706 cal A.C.
- CNA 607, 610, 611, 612, 613, 614, 616, 617, 621 3450-3380 cal A.C.
- CNA 603, 618 3340-3320 cal A.C.
- CNA 609, 620 3090-2870 cal A.C.
- Ua40060 2565-2467 cal A.C.
ORDEN 2
- I17083 4036-3706 cal A.C.
- CNA 610, 611, 612, 613, 614, 616, 617, 621 3520-3435 cal A.C.
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J. A. Afonso, J. A. Cámara, L. Spanedda, J. A. Esquivel, R. Lizcano, C. Pérez y J. A. Riquelme
- CNA 603, 607, 618 3380-3320 cal A.C.
- CNA 609, 620 3090-2870 cal A.C.
- Ua40060 2565-2467 cal A.C.
Dadas las características de la cultura material mueble asociada a la muestra CNA607 (Lizcano, 1999)
será esta última propuesta la que seguiremos en la discusión que sigue.
Así, prescindiendo de las dataciones extremas, grupos 1 y 5, las fechas se pueden agrupar en tres
conjuntos: 3520-3435, 3380-3320 y 3090-2870 A.C.
Para afirmar la cronología de cada uno de los contextos y el periodo global de ocupación del yacimiento,
en nuestra opinión, el primer trabajo que habría que realizar es relacionar cada una de estas agrupaciones,
las fechas concretas que en cada una de ellas se inscriben, con las fases presentadas a partir de la seriación
del material mueble y las estructuras de El Polideportivo-La Alberquilla.
Las dataciones de nuestra primera agrupación (CNA 610, 611, 612, 613, 614, 616, 617, 621), corresponden
a la mayor parte de los perros inhumados en el fondo del CE 12 (MR12717, MR12719, MR12721,
MR12722), al suido al que circundan (MR12703) (Cámara et al., 2008) (fig. 5), a los restos de la ternera del
Tabla 2. Comparación de muestras mediante el test t de Student con nivel de significación α=0.05.
t
CNA610, CNA611,
CNA612,CNA613 y CNA 621
α
2.347
<0.05
1.136
>0.05
1.000
>0.05
2.347
<0.05
7.804
<0.05
CNA614-CAN616
7.263
<0.05
CNA603
7.306
<0.05
CNA607
6.00
<0.05
CNA617
7.304
<0.05
CNA618
7.306
<0.05
CNA620
0.1
>0.05
CNA603
1.703
=0.05
CNA607
0.801
>0.05
CNA617
1.115
>0.05
CNA618
1.703
=0.05
CNA620
6.56
<0.05
CNA607
0.685
>0.05
CNA617
2.68
<0.05
CNA618
0.1
>0.05
CNA620
6.2
<0.05
CNA617
1.792
<0.05
CNA618
0.686
>0.05
CNA620
APL XXX, 2014
>0.05
CNA620
CNA618
0.253
CNA618
CNA607
CNA614-CAN616
CNA617
CNA603
<0.05
CNA607
CNA614-616
8.98
CNA603
CNA609
CNA609
5.466
<0.05
CNA620
6.2
<0.05
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Nuevas aportaciones para la periodización del Polideportivo de Martos
147
CE 15 (MR15154), al perro inhumado en el fondo de éste (MR15352) (fig. 6) y a los restos de un ovicáprido
(MR18138) del CE 18 (fig. 13). Se confirma así que las dataciones de los cánidos del CE 12 corresponden a
un momento antiguo de la ocupación del yacimiento (fase Ia) pero la presencia de fuentes carenadas en el CE
18 había llevado a situar éste en la denominada fase IIa. Por otra parte la adscripción de la ternera localizada
en el CE 15 a esta agrupación, por la fecha obtenida (CNA 614), implica que no existió una amplia diferencia
temporal entre los primeros rituales desarrollados en él, la inhumación de un cánido (CNA 616) (fase Ia), y el
enterramiento de este bóvido algo después (fase Ib) según la evidencia estratigráfica. Aun posteriores serían
los enterramientos de La Alberquilla, para los que, en cualquier caso, sólo contamos con una fecha (CNA 603).
Como hemos dicho el análisis llevaría a situar este momento del yacimiento en 3520-3435 cal A.C.
En cualquier caso habría que señalar que algunas muestras de esta agrupación son ligeramente más
recientes que las otras –especialmente CNA613-MR12722 y CNA621-MR12703– lo que podría deberse
también a una menor cantidad de colágeno en ellas, como se ha sugerido también en otras áreas (Losey et al.,
2011), aunque, desafortunadamente, el laboratorio no ha proporcionado estos datos. Por el contrario, como
ya hemos dicho, existen también dos fechas más antiguas (CNA611-MR12719 y CNA612-MR12721).
De hecho, según la combinación de probabilidades realizadas con el programa Calib 7.0.2, las dataciones
que se han incluido en esta agrupación se situarían entre 3495 y 3115 cal A.C. en el rango 1 σ y entre 3515
y 3090 cal A.C. en el intervalo 2 σ, pero con dos concentraciones, una entre 3515 y 3422 cal A.C. que
supone el 18,31% y otra entre 3385 y 3090 que representa el 80,67%. Dada esta disparidad y el fuerte
solapamiento con el intervalo posterior, se podría plantear una subdivisión entre las fechas más antiguas
(CNA611 y CNA612) y el resto. En este sentido la combinación de las dos primeras fechas se situaría
entre 3498 y 3353 cal A.C. al 100% de probabilidad dentro del rango 1 σ y entre 3522 y 3335 al 96,18% de
probabilidad dentro del rango 2 σ. Éstas son las que se separan claramente del periodo posterior y las que
más se ajustan a los resultados proporcionados por el método propuesto por Dolukhanov y otros (2005)
aquí seguido. Por el contrario el resto de las fechas, cuando se combinan, muestran un fuerte solapamiento
con la agrupación presentada a continuación, con un arco temporal del 3364 al 3113 cal A.C. al 100% de
Fig. 13. Sección del CE 18 del área del Polideportivo con indicación de la UE de la que se ha tomado la muestra datada.
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J. A. Afonso, J. A. Cámara, L. Spanedda, J. A. Esquivel, R. Lizcano, C. Pérez y J. A. Riquelme
probabilidad en el rango 1 σ y del 3375 al 3087 con el 95,45% de probabilidad en el intervalo 2 σ. A no ser
que pensemos en el traslado de cuerpos de cánidos desde contextos más antiguos en la deposición ritual
inicial o que planteemos que las remociones rituales en el CE 12, antes del uso doméstico posterior que
hemos documentado, duraron unos doscientos años, hay que pensar que es muy probable que las dataciones
más antiguas se acerquen más a la fecha real de las inhumaciones iniciales y que el resto de las dataciones
son más recientes de lo esperado.
La segunda agrupación de fechas incluye un perro de un complejo estructural con enterramientos
rituales –de humanos y animales– en la zona de la Alberquilla (CNA603- MR14025) (fig. 7), un hueso
de cérvido (CNA618-MR19014) del CE 19 (fig. 14) y finalmente, con un carácter, como hemos visto,
transicional, restos de un suido (CNA607-MR6249) del CE 6 (fig. 15). La mayor parte de los contextos a
que pertenecen estas muestras fueron situados en la fase IIa –CE 6 y CE 19–, por criterios de morfometría
cerámica, mientras el CE 7 de La Alberquilla no fue incluido en la seriación cerámica al haberse excavado
posteriormente (Cámara et al., 2010). Esta agrupación quedaría, por tanto, situada, sobre todo en el siglo
XXXIV A.C., entre 3380 y 3320 cal A.C. En este caso también podemos ver que tales resultados se sitúan
en los límites más antiguos de las fechas que se obtienen de la suma de probabilidades de las dataciones
incluidas en este grupo a partir del programa Calib 7.0.2, que las sitúan entre 3331 y 3089 cal A.C. al
95,8% de probabilidad en el rango 1 σ y entre 3366 y 3080 al 90,07% en el intervalo 2 σ. Dado este arco
cronológico no es imposible que la datación del CE 18 (CNA617) se relacione con este grupo aun cuando
se asocie también significativamente al primero.
Finalmente la tercera agrupación de fechas (4) incluye sólo dos muestras, una de ellas del nivel fundacional
del CE 16 –con inhumación de cánido CNA620-MR16006–, muy arrasado (fig. 6), lo que podría hacer pensar
que pertenecería ciertamente a una fase avanzada del yacimiento, y por tanto ser más reciente de lo que se
pensó en las primeras interpretaciones que tendieron a ubicar todas las deposiciones de cánidos en el mismo
momento inicial del yacimiento. La otra fecha incluida en esta agrupación ha sido obtenida sobre uno de los
cánidos del CE 12 (CNA609-MR12705). Así la procedencia de esta segunda de esas fechas de un contexto
antiguo y la escasa contextualización de la primera de las muestras, nos obliga a ser cautos en cuanto a la
correlación de esta agrupación de fechas –3090-2870 cal A.C.– con una fase concreta de nuestro yacimiento.
En este caso, la coincidencia con los resultados de la suma de probabilidades a partir del programa Calib 7.0.2
es mayor, pues este ofrece para esas dos dataciones combinadas unos resultados de 3010-2888 cal A.C. al
100% de probabilidad para el rango 1 σ y 3025-2878 al 98,68% de probabilidad en el intervalo 2 σ.
Fig. 14. Sección del CE 19 del área del Polideportivo con indicación de la UE de la que se ha tomado la muestra datada.
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Nuevas aportaciones para la periodización del Polideportivo de Martos
149
Fig. 15. Sección del CE 6 del área del Polideportivo con indicación de la UE de la que se ha tomado la muestra datada.
5. LAS DATACIONES EN RELACIÓN CON LA PERIODIZACIÓN DEL YACIMIENTO:
AGRUPACIONES, SUMA DE PROBABILIDADES Y ANÁLISIS BAYESIANOS
Si nos ceñimos a la atribución previa en fases, con ciertas correcciones como la atribución del CE 16 a
un momento no inicial, observamos que los solapamientos entre las fases Ia/Ib y IIa según la suma de
probabilidades de las dataciones disponibles a partir del programa Calib 7.0.2 son considerables. Para las
subases Ia-b obtendríamos un intervalo entre 3497 y 3118 al 100% de probabilidad en el rango 1 σ y entre
3515 y 3093, también al 100% de probabilidad en el intervalo 2 σ, si bien ya se ha dicho que las dataciones que
ofrecen fechas más antiguas (CNA611, CNA612 y, en menor medida, CNA617) conducen a dos agrupaciones
(3497-3458 al 19,1% de probabilidad frente a 3377-3118 al 80,9% en el intervalo 1 σ). Para la fase IIa la
suma de probabilidades con el programa Calib 7.0.2 ofrece un intervalo entre 3361 y 2888 cal A.C. al 100%
de probabilidad en el rango 1 σ y entre 3376 y 2878 cal A.C. al 96,59% en el rango 2 σ, por lo que, si
prescindiéramos de las dataciones que han dado fechas más antiguas, el solapamiento sería absoluto.
En este sentido, la primera impresión sobre la correlación entre las dataciones y la seriación es que,
independientemente de la escasez, por el momento, de muestras de fases avanzadas, dado nuestro interés
en fechar la primera ocupación del lugar, no resulta fácil usar las dataciones para afirmar la sucesión de
las cuatro primeras subfases –Ia, Ib, Ic y IIa– del yacimiento, anteriores a un momento de arrastre de
sedimentos, probablemente relacionados con una inundación (Lizcano, 1999). De hecho, los solapamientos
entre las dos primeras agrupaciones obtenidas a partir del método del error mínimo global sugerido por
Dolukhanov y otros (2005) son aun mayores si atendemos a los resultados de la suma de probabilidades
a partir del programa Calib 7.0.2. Parece, en cualquier caso, probable que nuestra primera agrupación
de fechas corresponda, en su mayoría, a la denominada fase Ia del yacimiento y la segunda agrupación
a elementos procedentes principalmente de la fase IIa aunque con problemas en cuanto a que algunos
contextos, como el CE 18, sorprendentemente, han proporcionado dataciones antiguas (CNA 617).
Dadas las contradicciones que se observan entre la suma de probabilidades proporcionadas por el
programa Calib 7.0.2 y las agrupaciones del método del error mínimo global antes presentado (Dolukhanov
et al., 2005) que se ajustan más a las fases cronoestratigráficas previamente ofrecidas (Lizcano, 1999), se
ha realizado una calibración bayesiana (Bronk Ramsey, 2009) ordenando las dataciones según las fases
cronoestratigráficas de las que fueron obtenidas.
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J. A. Afonso, J. A. Cámara, L. Spanedda, J. A. Esquivel, R. Lizcano, C. Pérez y J. A. Riquelme
En primer lugar hemos utilizado el programa BCal gestionado por el Department of Probability and
Statistics de la University of Sheffield, disponible en el siguiente enlace: http://bcal.sheffield.ac.uk. (Buck
et al., 1999), y que ya ha sido utilizado para casos de la Península Ibérica (Lull et al., 2013). Entre las
diferentes condiciones que el programa nos permite seleccionar los resultados más significativos se han
obtenido considerando que las diferentes fases datadas (Ia, Ib, IIa y IIIa) son sucesivas, sin solapamientos
y con hiatos entre ellas. El análisis de probabilidades señala que, Ia es anterior a Ib con un 99,02% de
probabilidad, Ib es anterior a IIa con el 98,94% y IIa es anterior a IIIa con el 99,93%. La cronología
atribuida a cada fase para 1 y 2 δ puede consultarse en la tabla 3.
Otros autores (Boaventura, 2011; Boaventura y Mataloto, 2103) prefieren utilizar el programa OxCal 4.2,
disponible en la web: https://c14.arch.ox.ac.uk/oxcal/OxCal.html, para realizar los análisis bayesianos. Una
de las ventajas de esta aplicación es que permite mostrar en un mismo gráfico tanto las curvas individuales
de las dataciones como las curvas acumuladas por fases.
En este caso, usando las mismas condiciones, eliminando también del análisis las dataciones CNA 609 y
CNA 620 que el programa considera outlier, la significación obtenida para el modelo que considera las cuatro
fases (Ia, Ib, IIa y IIIa) es del 116,9% (tabla 4 y fig. 16), que constituye un índice de concordancia bastante
bueno ya que a partir de valores superiores al 60% se considera que el modelo bayesiano propuesto es válido.
El método del error mínimo global de Dolukhanov y otros (2005) y el análisis bayesiano nos sugieren
que existe una cierta correlación entre las dataciones y la seriación propuesta, a través de los materiales
arqueológicos, principalmente la cerámica (fig. 17), sin embargo, todos los métodos, y especialmente la
Tabla 3. Resultados de la calibración bayesiana, según la curva IntCal13, realizada con el programa BCal
(http://bcal.sheffield.ac.uk, Buck et al.,1999).
Intervalos de densidad posterior (HPD) máxima (cal BP)
Phase
Name
from
to
%
from
to
%
Boundary Start 1
-5337
-5301
68
-5462
-5290
95
Phase 1
CNA621
CNA616
CNA610
CNA611
CNA612
CNA613
Boundary End 1
Boundary Start 2
-5308
-5312
-5310
-5318
-5322
-5308
-5404
-5295
-5276
-5280
-5291
-5301
-5296
-5275
-5249
-5142
68
68
68
68
68
68
68
68
-5314
-5323
-5319
-5431
-5394
-5314
-5309
-5301
-5225
-5224
-5263
5285
-5275
-5228
-5179
-5129
95
95
95
95
95
95
95
95
Phase 2
CNA614
Boundary End 2
Boundary Start 3
CNA618
CNA603
CNA607
CNA617
Boundary End 3
Boundary Start 4
Ua40060
Boundary End 4
-5182
-5163
-5133
-5124
-5122
-5106
-5103
-5113
-4791
-4514
-4503
-5129
-5082
-5060
-5038
-5040
-5048
-5048
-5008
-4475
-4416
-3378
68
68
68
68
68
68
68
68
68
68
68
-5297
-5289
-5223
-5196
-5202
-5187
-5185
-5171
-5003
-4524
-4514
-5081
-5067
-5047
-4979
-4982
-5034
-5034
-4915
-4427
-4299
-1858
95
95
95
95
95
95
95
95
95
95
95
Phase 3
Phase 4
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Nuevas aportaciones para la periodización del Polideportivo de Martos
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suma de probabilidades, indican que la distancia cronológica entre las fases Ia, Ib y IIa es muy corta. Por
tanto lo que podemos asegurar, con mayor certeza, es que la principal transformación tuvo lugar a partir de la
fase IIa, a continuación de la posible inundación, entre fines del IV y principios del III Milenio A.C.
Si atendemos a la problemática de dataciones como la CNA 617 del CE 18, deberíamos plantear
que determinadas diferencias en los materiales pudieron tener más un matiz funcional que cronológico
y que el intento de articular una periodización detallada a partir de la estratigrafía horizontal (Lizcano,
Tabla 4. Resultados de la calibración bayesiana, según la curva IntCal13, realizada con el programa OxCal (https://c14.
arch.ox.ac.uk/oxcal/OxCal.html).
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J. A. Afonso, J. A. Cámara, L. Spanedda, J. A. Esquivel, R. Lizcano, C. Pérez y J. A. Riquelme
Fig. 16. Representación de las calibraciones bayesianas agrupadas por fases según el programa OxCal y la curva IntCal13.
1999) fue ciertamente ambicioso (y optimista), especialmente en lo que respecta a la subdivisión de la
denominada fase I, aunque algunos de los métodos de tratamiento estadístico de las dataciones (error
mínimo global y análisis bayesiano) la corroboren.
Prescindiendo de las dataciones CNA 609 (MR12705) y CNA 620 (MR16006) –tercera agrupación
de fechas, excepto la muestra transicional CNA 607– y de la datación I17085 por su excesiva desviación
típica, la horquilla cronológica en que se sitúan esas 4 subfases quedaría reducida a la segunda mitad del IV
milenio A.C., en lo que en el Sudeste se ha considerado Neolítico Final-Cobre Antiguo (Molina et al., 2004;
Molina y Cámara, 2005), implicando además esa cronología, como hemos repetido, un rejuvenecimiento
de anteriores propuestas (Lizcano, 1999) que tuvieron excesivamente en cuenta la datación I17085. En
cualquier caso determinadas fechas de Papa Uvas (Aljaraque, Huelva) (Soares y Martín, 1996) y Los
Castillejos en las Peñas de los Gitanos (Montefrío, Granada) (Martínez et al., 2010), sugieren que los
cambios del Neolítico Reciente comenzaron a los albores del IV Milenio A.C.
Aunque de momento sólo contamos con una fecha clara para las fases posteriores, correspondiente
a uno de los inhumados en la tumba 13 (Ua40060-MR13504) (fig. 18), ésta muestra una importante
diferencia temporal con los momentos de las primeras inhumaciones rituales de animales, como también
Fig. 17. Evolución de la cerámica en el Polideportivo de Martos con propuesta cronológica.
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Nuevas aportaciones para la periodización del Polideportivo de Martos
153
Fig. 18. Sección del CE 13 del área del Polideportivo con indicación de la UE de la que se ha tomado la muestra datada.
se observaba en la calibración bayesiana antes comentada. De hecho, su rango a dos sigmas se sitúa
entre 2577 y 2350 A.C. En este caso, con independencia de la posibilidad de que estemos ante una fecha
ligeramente rejuvenecida, debemos señalar por una parte que las inhumaciones, que se situaron como
se dijo (Cámara y Lizcano, 1996; Lizcano, 1999) en una cabaña anterior cuyo material fue arrinconado
hacia los bordes, pueden ser bastante posteriores a la construcción del complejo estructural en que se
sitúan; en segundo lugar, que éstas pudieron desarrollarse a lo largo de un amplio periodo de tiempo –
aunque en un primer momento se pensara en relaciones parentales directas entre ellas, si bien con dos
mujeres y tres jóvenes–, y, en tercer lugar, que, en cualquier caso, el CE 13 pertenece a un momento
avanzado de la ocupación de esta zona del poblado (fase III).
Un aspecto importante de estas dataciones es que no sólo parecen confirmar, frente a lo que muchos
autores habían pretendido para estas comunidades (Aguayo et al., 1994; Fernández y Márquez, 19992000; Márquez, 2002; Lucena y Martín, 2005; Márquez y Jiménez, 2010), la ocupación continua de este
tipo de poblados, sino también el largo periodo de utilización de cada uno de los complejos estructurales,
corroborado no sólo por el análisis estratigráfico (Lizcano, 1999) sino también por el análisis químico de
los sedimentos (Sánchez et al., 1998).
Tabla 5. Propuestas cronológicas para cada una de las fases en función de los distintos métodos discutidos y de las
muestras disponibles.
Propuesta de
seriación
III
Suma de probabilidades Resultado de la combinación
(Calib 7.0.2)
mediante el método del error
mínimo global
Calibración
bayesiana (Bcal)
Calibración
bayesiana (OxCal)
2577-2350
2565-2467
2524-2299
3041-2079
3376-2878
3090-2870
3223-2915
3222-2934
Ib
3367-3108
3520-3320
3301-3067
3146-3115
Ia
3514-2911
3462-3179
3472-3215
IIIb
IIIa
II
IIb
IIa
I
Ic
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154
J. A. Afonso, J. A. Cámara, L. Spanedda, J. A. Esquivel, R. Lizcano, C. Pérez y J. A. Riquelme
6. CONCLUSIONES
Aun teniendo en cuenta que algunas dataciones resultan más antiguas (CNA607) o más recientes
(CNA609) de lo esperado, el estudio realizado a partir de la combinación de las fechas obtenidas por el
método del error mínimo global o a partir del análisis bayesiano siguiendo la propuesta de periodización
presentada a partir de la seriación de la cultura material mueble del yacimiento, especialmente la
cerámica, nos ha permitido proponer una secuencia de ocupación relativamente amplia. De hecho, se
puede sugerir que el diseño esquemático de la evolución de este yacimiento con estratigrafía horizontal
(Lizcano, 1999) fue correcto.
De hecho, la discusión de las fechas a partir de su análisis estadístico en relación con los contextos y
a la seriación de materiales y complejos de Martos sugiere que la fase Ia se desarrolló a comienzos de la
segunda mitad del IV milenio A.C., la fase Ib a principios del último cuarto del IV milenio y la fase IIa en el
último tercio del IV milenio A.C. (tabla 5). Encontramos además una importante diferencia temporal entre
la mayoría de las dataciones y la fecha de la tumba 13, aunque existe la posibilidad de que hubiera una
amplia diferencia temporal entre la erección del CE 13 y la introducción en él de los cadáveres.
AGRADECIMIENTOS
Este trabajo se inscribe en el desarrollo del Proyecto “Cronología de la consolidación del sedentarismo y la desigualdad
social en el Alto Guadalquivir (HAR2008-04577)” financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación.
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Archivo de Prehistoria Levantina
Vol. XXX, Valencia, 2014, p. 159-211
Oreto GARCÍA PUCHOL a, Lluís MOLINA BALAGUER b, Fernando COTINO VILLA c,
Josep Lluís PASCUAL BENITO d, Teresa OROZCO KÖHLER b, Salvador PARDO GORDÓ b,
Yolanda CARRIÓN MARCO e, Guillem PÉREZ JORDÀ f,
María CLAUSÍ SIFRE c y Luís GIMENO MARTÍNEZ c
Hábitat, marco radiométrico y producción artesanal
durante el final del Neolítico y el Horizonte
Campaniforme en el corredor de Montesa (Valencia).
Los yacimientos de Quintaret y Corcot
RESUMEN: El propósito principal de este artículo reside en la descripción e interpretación del registro arqueológico
correspondiente al Neolítico final y al Horizonte Campaniforme documentado en los yacimientos de Quintaret
(Montesa, Valencia) y Corcot (l’Alcúdia de Crespins, Valencia). Las estructuras aquí reconocidas corresponden a fosas
y silos, de cuyo relleno procede un interesante conjunto de materiales. Las dataciones radiométricas obtenidas sitúan
el desarrollo de los yacimientos al menos entre el último siglo del IV milenio y los siglos centrales del III milenio cal
AC. Cabe destacar la recuperación de varios vasos campaniformes de estilo regional en la estructura Q138 de Quintaret,
así como la documentación en otras estructuras de un elevado número de restos de la fábrica de perlas de collar sobre
lignito y caliza, que evidencian la existencia en el lugar de áreas de actividad relacionadas con estas artesanías.
PALABRAS CLAVE: Neolítico final, Campaniforme, silos, cuentas de lignito y caliza, C14.
Settlement, radiocarbon dates and craft productions during Late Neolithic and Bell Beaker periods
in the ‘corredor de Montesa’ (Valencia, Spain). The sites of Quintaret and Corcot
ABSTRACT: In this paper we present the results related to the excavation works conducted in Late Neolithic and
Bell Beaker sites of Quintaret (Montesa, Valencia) and Corcot (l’Alcúdia de Crespins, Valencia), both in the middle
valley of Canyoles river. The sites, neighboring each other, offer a quite different volume of information (Quintaret: 51
structures; Corcot: 4 structures). 14C dates allow us to define the occupation of this area of the valley along the first half
of the III millennium cal BC. The presence of bell beaker ceramic in archaeological record of Quintaret is limited to just
one structure (Q138), where at least 7 different vessels have been identified. Other prominent point of the record is the
identification of remains related with the production of stone beads. The whole sequence of production is represented,
and also some tools used in the process have been recovered, putting in evidence the existence of some workshop areas.
KEY WORDS: Late Neolithic, Bell Beaker, storage pits, lignite and limestone beads, C14.
a Investigadora Programa Ramón y Cajal.
Departament de Prehistòria i Arqueologia, Universitat de València.
Oreto.garcia@uv.es
b Departament de Prehistòria i Arqueologia, Universitat de València.
Lluis.Molina@uv.es | Teresa.orozco@uv.es | Salvador.pardo@uv.es
c Global Geomática, Valencia.
fcotino@gmail.com
Recibido: 28/03/2014. Aceptado: 05/05/2014.
d
e
f
Museu de Prehistòria de València - SIP.
joseplluis.pascual@dival.es
Universidad Nacional a Distancia (UNED), Valencia.
Yolanda.carrion@uv.es
G.I. Arqueobotánica. IH, CCHS, CSIC.
Guillem.perez@uv.es
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160
O. García Puchol, L. Molina, F. Cotino, J. L. Pascual, T. Orozco, S. Pardo, Y. Carrión, G. Pérez Jordà, M. Clausí y L. Gimeno
1. PRESENTACIÓN
Las intervenciones arqueológicas desarrolladas por técnicos de la empresa Global Geomática S.L., con motivo
del proyecto del Nuevo Acceso de Alta Velocidad Levante-Madrid-Castilla la Mancha-Región de Murcia
(tramo Moixent-l’Alcúdia de Crespins), han proporcionado nuevos datos sobre las ocupaciones humanas
del final del Neolítico y el Horizonte Campaniforme en el denominado corredor de Montesa (comarca de La
Costera, Valencia). Este espacio conforma un valle encajado entre la Serra d’Enguera y el macizo del Caroig al
N y la Serra Grossa al S, línea de confluencia de los sistemas Ibérico y Bético. El río Cànyoles, afluente del río
Xúquer, constituye el curso de agua destacado en su discurrir desde el SO al NE por el valle de Montesa. Este
valle resulta el principal corredor de comunicación entre el litoral valenciano y el interior de la meseta, aspecto
bien reflejado por la frecuencia de yacimientos arqueológicos de variada cronología documentados en gran
medida al amparo del reciente trazado de la alta velocidad. Un aspecto que tiene su trascendencia directa en la
confluencia diacrónica de ejes vertebradores de comunicación de relevancia, como el paso de la Vía Augusta o
el trazado del Ave que nos ocupa, y tendría también su reflejo en las redes de comunicación establecidas entre
las comunidades prehistóricas. Los resultados aquí presentados corresponden al tramo de la obra comprendido
entre los términos municipales de Moixent y l’Alcúdia de Crespins (fig. 1).
Los trabajos previos de prospección realizados en junio de 2009 en la denominada área de Quintaret
permitieron identificar la existencia de 2 silos cuyos materiales referían una atribución prehistórica neolítica,
confirmada por los trabajos de excavación realizados posteriormente en el año 2012, que además aportaron
evidencias sobre estructuras y materiales del Bronce final, épocas ibérica, romana y andalusí, y otros
restos estructurales de cronología posterior. A unos 3 km en línea recta, las intervenciones de seguimiento
arqueológico efectuadas en la denominada área de Corcot, desde enero de 2012, propiciaron también la
detección de estructuras prehistóricas y de cronología ibérica.
El propósito de este trabajo reside en describir e interpretar los hallazgos en ambas áreas correspondientes
a las ocupaciones del Neolítico final y del Horizonte campaniforme, apoyándonos para ello en la entidad
numérica de las fosas y silos documentados –un número notable de estructuras en Quintaret (51), reducido
en Corcot (4)–, y el interés del registro arqueológico recuperado. Las dataciones radiométricas obtenidas
permiten acotar que esta zona del curso medio del Cànyoles estaría ocupada al menos entre el último siglo
del IV milenio y los siglos centrales del III milenio cal AC.
Fig. 1. Mapa de localización de Quintaret y Corcot.
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Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
161
La parcialidad de la excavación, siguiendo las directrices marcadas por el trazado de la obra, no permite
hacernos una idea de la extensión del espacio ocupado, si bien las pautas de distribución son similares
a otros registros conocidos en el territorio valenciano de similar cronología: en el fondo de los valles y
cercanos a cursos de agua. Las concentraciones observadas en algunos puntos (valle del Serpis) remiten a
ocupaciones durante largos períodos de tiempo dando así lugar a extensas áreas con vestigios de habitación
reconocidos sobre todo por la existencia de silos y fosas. Entre los hallazgos destacados avanzamos la
exclusiva concentración de vasos campaniformes en la estructura Q138 de Quintaret, así como los restos
relacionados con la artesanía in situ de perlas de collar sobre lignito y caliza que confirman la existencia en
el lugar de áreas de taller, de las que procederían el millar aproximado de cuentas y restos de la cadena de
producción localizados en el relleno de varias fosas de este mismo yacimiento (Q006, Q226, Q228, Q229,
Q230, Q231 y Q261).
2. LAS ESTRUCTURAS PREHISTÓRICAS DE QUINTARET Y CORCOT
(F. Cotino Vila, O. García Puchol y M. Clausí Sifre)
Tras la detección de materiales durante los trabajos previos de prospección, se procedió al seguimiento
arqueológico del decapado del área afectada por los desmontes de la obra (unos 31.500 m2), lo cual permitió
la identificación de numerosas estructuras de adscripción prehistórica e histórica que fueron seguidamente
excavadas. El registro de la información se realizó mediante las fichas normalizadas para tal fin y los datos
analíticos se incorporaron a una base de datos informatizada que permitió su tratamiento posterior. A estos
efectos se ha desarrollado una aplicación sobre GvSig que permite la gestión del conjunto de la información.
El registro planimétrico se efectuó combinando técnicas de topografía clásica con fotogrametría y láser
escáner3D, obteniéndose como resultados plantas ortofotográficas y modelos tridimensionales de las
estructuras.
Con el fin de recuperar vestigios paleobotánicos y otros restos de interés de reducido tamaño, se procedió
al tamizado con agua de una muestra del relleno de las estructuras (20 litros). Este muestreo fue ampliado
en función de la naturaleza y características de los restos hallados. La muestra biótica (carbones y en menor
medida semillas) no ha sido abundante pero permite realizar una serie de puntualizaciones interesantes
de carácter económico y ambiental. Por el contrario, no se han recuperado restos óseos, ni tan siquiera
pequeños restos entre las muestras flotadas (tampoco en las estructuras de época histórica), lo cual apunta
hacia un problema de conservación relacionado con la naturaleza del sustrato geológico.
2.1. Fosas y silos prehistóricos en Quintaret
El yacimiento de Quintaret se halla en el término municipal de Montesa, a poco más de 2 km al SE del
casco urbano de esta población. El lugar queda ubicado en la parte alta de una suave colina que ofrece una
posición de dominio visual de un tramo importante del valle de Montesa en paralelo al margen izquierdo
del río Cànyoles, que discurre a unos 1.000 m del área de la intervención. El Barranc de la Mentirola al O y
el Barranc del Toll hacia el E delimitan geomorfológicamente el área. Desde el punto de vista geológico se
encuentra en una formación del Mioceno medio-superior, Helvetiense-Tortoniense (TM. Margas blancas y
grises). Dichas margas son amarillas y blancas en superficie mientras que en profundidad pasan a ser gris,
verdosas y negruzcas. Los trabajos de excavación se iniciaron en enero de 2012 bajo la dirección de los
arqueólogos Fernando Cotino Villa y María Clausí Sifre. Las estructuras prehistóricas localizadas –acotadas
lógicamente al trazado de la vía férra– se distribuyen principalmente en la zona alta de la colina (“área de
la viña”) y hacia el Barranc del Toll, sobre todo al N pero también al S de la traza de la vía (fig. 2, A y B).
La prospección arqueológica permitió detectar dos estructuras tanto al N como al S del área intervenida,
APL XXX, 2014
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162
O. García Puchol, L. Molina, F. Cotino, J. L. Pascual, T. Orozco, S. Pardo, Y. Carrión, G. Pérez Jordà, M. Clausí y L. Gimeno
Q230
Q231
Q228
Q229
Q242
Q024
Q007
Q006
N
Q282
Q283
Q030
Q138
20
Q088 Q090
Q082
Q092
Q089
Q079 Q081 Q083
Q091
Q075
Q084
Q086
Q078 Q080
Q085
Q064 Q071 Q074
Q070 Q072
Q067
Q125
Q069
Q062 Q068
Q077
40
60
80
100 m.
Q263
Q066
Q065
Q223
Q063
Q060
Q197
Q193
Q061
Q059
Q054 Q055 Q057
Q190
Q058
Q175
Q171
Q164
Q162
Q157
0
Q007
N
20
40
60
80
100 m.
Q024
Q081
Q071
Q079
Q074
Q075
Q138
Q083
Q082
Q078
Q085
Q086
Q073
Q125
Q084
Q067 Q062
Q077
Q068
Q072
Q060 Q061 Q069
Q059
Q070
Q055
Q054
Q171
Q282
Q030
Q088 Q090
Q092
Q080 Q089
Q091
Q066
Q065
Q064
Q063
Q006
Q263
Q223
Q197
Q165
Q193
Q190
Q175
Q164
Q162
Q157
N
20
0
40
60
Q230
Q231
80
100 m.
Q228
Q229
Q242
Q007
Q024
Q006
N
Q282
Q283
Q030
Q138
Q088
Q090
Q082
Q092
Q089
Q083
Q091
Q075 Q079 Q081 Q084
Q086
Q078 Q080
Q085
Q064 Q071 Q074
Q070 Q072
Q067
Q125
Q069
Q062 Q068
Q077
20
40
60
80
100 m.
Q263
Q066
Q065
Q223
Q063
Q060
Q197
Q193
Q061
Q059
Q054 Q055 Q057
Q190
Q058
Q175
Q171
Q164
Q162
Q157
0
N
20
40
60
80
100 m.
Q230
Q231
Q242
Q007
Q024 Q006
Q282
N
Q283
20
40
60
80
100 m.
Fig. 2. A y B, planimetría de la excavación en Quintaret.
APL XXX, 2014
Q228
Q229
Q226
Q225
[page-n-172]
Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
163
lo que sugiere que la dispersión de las mismas se extiende por una amplia zona, tanto hacia el río como en
dirección N a la traza. El abancalado efectuado a lo largo de diversas épocas ha afectado en gran medida a
la conservación de estos restos, sobre todo, y de forma más marcada, en las partes intermedias de la colina.
Las estructuras prehistóricas corresponden a silos (perfil conservado con paredes rectas o convergentes)
y fosas o cubetas (bien de planta circular de paredes abiertas, o que ofrecen plantas irregulares o de difícil
asignación debido a su estado de conservación). Los rellenos son uniformes, limos y arcillas con fragmentos
de marga (tap) con mayor o menor proporción de materia orgánica. Se han identificado 51 estructuras con
materiales que permiten su directa asignación prehistórica, además de otras 12 posibles, sin materiales, no
incluidas en este trabajo. Se han clasificado como silos/fosas y cubetas 49 de las estructuras, de tamaño y
conservación desigual. Los diámetros máximos fluctúan entre 2,40 y 0,70 m, mientras que las profundidades
varían entre 1,70 y 0,07 m, lo que da cuenta de la variabilidad observada (fig. 3, 4 y 5; tabla 1). Dos de las
N
N
N
S
S
S
O
E
O
E
O
Q006
N
E
O
S
Q058
Q064
N
Q007
O
E
N
N
S
S
S
O
E
UE 152
Q024
Q061
E
O
S
N
NO
Q065
SE
N
O
Q030
N
S
E
NE
SO
E
O
S
Q062
Q054
N
N
S
Q066
S
NO
SO
O
SE
NE
E
O
E
Q055
Q063
Q067
Fig. 3. Secciones de las
estructuras localizadas
en Quintaret.
APL XXX, 2014
[page-n-173]
164
O. García Puchol, L. Molina, F. Cotino, J. L. Pascual, T. Orozco, S. Pardo, Y. Carrión, G. Pérez Jordà, M. Clausí y L. Gimeno
estructuras, Q193 y Q197, obedecen a unas características distintas. Se trata de dos fosas seccionadas por el
trazado de un camino actual, de grandes proporciones (más de 3,5 m de dimensión máxima) y morfología
irregular. Excavadas en el subsuelo, la profundidad conservada es de 0,51 y 0,29 m respectivamente. Los
materiales prehistóricos recuperados son escasos, aspecto que dificulta su interpretación más allá de advertir
su probable función como áreas de actividad.
N
S
N
N
O
N
E
O
N
S
O
E
E
O
Q068
E
S
S
S
Q079
Q074
N
E
O
S
N
N
S
E
E
E
O
N
O
O
Q069
Q085
S
Q080
S
N
S
Q086
E
O
Q075
NE
N
Q076
O
SO
E
NO
Q072
N
N
NE
E
N
S
O
S
O
N
O
E
E
Q089
N
S
E
E
O
Q073
Q078
Fig. 4. Secciones de las estructuras localizadas en Quintaret.
APL XXX, 2014
S
S
Q083
Q071
N
Q088
O
Q077
O
E
Q082
UE 122
SO
S
SE
UE 121
S
E
Q081
S
O
S
E
SE
Q070
N
N
O
NO
O
Q084
E
Q090
[page-n-174]
Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
N
N
NE
SO
NO
SE
SO
NE
Q091
NO
Q263
SE
N
N
S
E
N
S
UE 1400
NE
SO
E
O
S
O
S
O
E
SE
NO
Q229
Q190
Q164
N
S
E
O
E
O
S
N
O
S
165
E
UE 1400
Q092
Q230
Q165
N
S
NO
SE
SO
NE
NO
Q231
Q197
NO
SE
NNE
SSO
NE
SO
SE
NO
E
SE
Q167
Q125
NO
S
O
N
Q283
Q193
SE
NO
C020
SE
UE 1156
UE 1155
SO
NE
N
SO
NE
SO
NE
S
NE
SO
UE 1156
UE 1155
Q138
Q168
N
E
NO
SE
SO
NE
Q242
S
N
S
O
Q223
N
E
O
N
S
O
S
E
S
N
C022
Q252
Q226
N
W
OE
Q169
Q157
C021
S
O
E
E
W
UE 1501
UE 1644
W
Q162
Q261
Q175
Q228
C023
Fig. 5. Secciones de las estructuras localizadas en Quintaret y Corcot.
APL XXX, 2014
[page-n-175]
166
O. García Puchol, L. Molina, F. Cotino, J. L. Pascual, T. Orozco, S. Pardo, Y. Carrión, G. Pérez Jordà, M. Clausí y L. Gimeno
Tabla 1. Características morfométricas de las estructuras localizadas en Quintaret y Corcot.
Estructura
UE
Planta
Sección
L
A
Ø Boca/Sup.
Ø Máximo
Ø Base
Prof.
Q006
19, 20
circular
troncocónica
Q007
213, 214
circular
recta
99
148
148
118
125
125
113
23
Q024
210, 209
circular
recta
Q030
185, 186
ovalada
recta
161
161
147
24
92
92
87
24
Q054
73, 74
circular
abierta
87
87
Q055
75, 300, 76
circular
recta
116
116
113
37
Q061
90, 89, 326, 331
circular
troncocónica
155
230
230
170
Q063
97, 98
circular
recta
132
132
128
23
Q064
330, 332, 316
circular
globular
140
140
130
85
Q065
328, 331, 332
circular
recta
150
150
135
35
Q066
315, 233, 329
circular
globular
120
120
101
74
Q067
100, 99
circular
abierta
Q068
101, 102
circular
recta
Q069
103, 104, 327
circular
abierta
Q070
105, 106
circular
recta
Q071
107, 108
circular
abierta
Q075
28, 20
circular
globular
Q078
123, 124
circular
troncocónico
Q079
125, 126
circular
troncocónico
Q080
133, 134
circular
circular
Q081
135, 136
oval
recta
Q082
127, 128
circular
abierta
Q083
145, 146
circular
irregular
Q084
147, 148
circular
globular
99
Q085
149, 150
circular
recta
230
Q086
155, 156
circular
recta
120
Q088
163, 164
circular
troncocónico
125
Q089
165, 166
circular
troncocónica
Q090
168, 712, 167
oval
abierta
Q091
169, 170
circular
Q092
171, 172
Q125
141, 142
Q138
Q157
20
90
90
90
11
134
134
119
64
97
97
82
30
110
110
95
16
120
120
96
18
130
173
173
65
127
132
132
48
94
106
106
44
106
106
88
11
100
100
82
18
100
100
91
12
97
97
77
35
99
80
52
240
240
54
120
113
37
160
160
37
130
136
136
36
147
147
120
24
abierta
115
115
98
32
circular
abierta
147
147
126
26
oval
globular
113
147
147
76
22, 23, 823, 826
circular
globular
121
122
122
65
1087, 1088
circular
globular
124
127
127
49
Q162
1091, 1092
oval
recta
91
91
63
25
Q164
1095, 1096
oval
abierta
68
68
Q165
1399, 1400
irregular
abierta
165
165
106
49
Q175
1312, 1313
circular
abierta
93
93
73
22
APL XXX, 2014
20
[page-n-176]
Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
167
Tabla 1 (cont.)
Estructura UE
Planta
Sección
Q190
1397, 1398
circular
troncocónico
L
A
Ø Boca/Sup.
Ø Máximo
Ø Base
Prof.
61
61
60
49
Q193
1401, 1402
irregular abierta
370
135
296
51
Q197
1411, 1412
irregular abierta
350
200
Q223
1650, 1651
circular
recta
126
126
292
20
108
47
Q226
1123, 1124
circular
globular
120
120
106
78
Q228
1127, 1128, 1161 circular
troncocónico
Q229
1129, 1130, 1162 circular
globular
127
127
106
135
90
90
73
47
Q230
1131, 1132
circular
globular
Q231
1133, 1134
circular
globular
110
110
78
64
101
101
82
42
Q242
1155, 1156
circular
globular
108
Q261
1500,1501
circular
circular
110
108
77
48
110
108
6
Q263
1298,1299
circular
circular
120
Q283
1230,1231
circular
circular
155
120
112
26
155
147
12
C020
137,138,145,146
circular
globular
65
97
97
106
C021
139, 140
circular
C022
141, 142
circular
troncocónico
98
120
120
74
recto
87
87
72
50
C023
143, 144
ciruclar
globular
90
112
112
52
2.2. Las estructuras prehistóricas de Corcot
El área conocida como Corcot queda ubicada a 1,2 km del casco urbano de l’Alcúdia de Crespins. La excavación
comenzó en enero de 2012, bajo la dirección de los arqueólogos Fernando Cotino Villa y María Clausí Sifre.
En la parte más meridional del área de intervención, tras el decapado de una zona donde previamente se
habían localizado, entre otros, unos pocos restos posiblemente prehistóricos (sílex), fueron documentadas y
excavadas un total de cuatro estructuras prehistóricas (C020, C021, C022 y C023). Éstas se han clasificado
como silos atendiendo a las características de su perfil. Se encuentran conservados parcialmente, con la
excepción del silo C020. Se trata en este caso de una estructura de forma globular que se conserva completa
y ofrece la particularidad de situarse en el interior de una fosa irregular excavada desde donde a su vez se
excavaría el silo, que muestra una gran laja que pudo haber servido de tapadera (fig. 5 y 6, y tabla 1). Todas las
estructuras se encuentran excavadas en una depresión conformada por un sustrato margoso y a escasos metros
de un cambio hacia una interfaz rocosa (pudingas y conglomerados fuertemente cimentados). Al igual que
sucede en Quintaret, apenas se conserva materia orgánica, con la excepción de restos carbonizados de plantas
y semillas y algún resto malacológico. Entre el material arqueológico recuperado predominan los restos de
cerámica a mano, siendo esporádica la presencia de sílex u otros materiales.
2.3. Marco radiométrico
El estudio de los restos paleobotánicos recuperados en el transcurso de la intervención arqueológica ha
guiado, ante la ausencia de restos faunísticos, la selección de muestras de vida corta susceptibles de ser
datadas. En la medida de lo posible hemos preferido muestras de semillas que puedan ser resultado directo
de las actividades antrópicas en el lugar. Finalmente han podido datarse un total de 4 muestras, dos por
APL XXX, 2014
[page-n-177]
168
O. García Puchol, L. Molina, F. Cotino, J. L. Pascual, T. Orozco, S. Pardo, Y. Carrión, G. Pérez Jordà, M. Clausí y L. Gimeno
Fig. 6. Planimetría de la excavación en Corcot.
cada yacimiento (tabla 2). En Quintaret han sido fechadas dos estructuras singulares por su contenido: la
estructura con materiales cerámicos campaniformes Q138 (UE 053) y uno de los silos que concentra restos
de la manufactura de cuentas de collar de lignito y caliza, Q228 (UE 1161). En Corcot las muestras datadas
proceden de dos de las cuatro estructuras prehistóricas documentadas: C020 (UE 145) y C023 (UE 143).
Los resultados proporcionados por el laboratorio Beta Analytic Radiocarbon Dating Laboratory muestran
un rango cronológico que cubre los últimos años del IV hasta mediados del III milenio cal AC. A partir
de las dataciones disponibles podemos apuntar que el área de Quintaret ofrece evidencias de ocupación
prolongadas en el tiempo (desde finales del IV y que alcanzan la mitad del III milenio cal AC), mientras
que para Corcot (sobre dos muestras de estructuras inmediatas) estas ocupaciones quedan ubicadas en el
segundo cuarto del III milenio cal AC.
Tabla 2. Dataciones radiocarbónicas AMS sobre muestras singulares obtenidas en Quintaret y Corcot (laboratorio
Beta-analythics). Calibración realizada con el programa OxCal v4.2.3 (Bronk Ramsey, 2009); r.5; curva IntCal13
(Reimer et al., 2013).
Yacimiento Procedencia
Material
ID muestra
Fecha C14
Error
2 s cal BC
13C/14C
Quintaret
Q138 UE 826
Vicia Sativa
Quintaret
Q228 UE 1161 Hordeum vulgare
Beta-348075
4010
30
2617-2468
-22.4
Beta-348076
4370
30
3089-2907
-22.9
Corcot
Corcot
C020 UE 145
Semilla leguminosa Beta-348070
4130
30
2870-2583
-23.1
C023 UE 143
Semilla leguminosa Beta-348071
4110
30
2865-2575
-23.0
APL XXX, 2014
[page-n-178]
Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
169
3. ANÁLISIS PALEOBOTÁNICO
(Y. Carrión Marco y G. Pérez Jordà)
El análisis paleobotánico de los restos vegetales recuperados en las excavaciones de Quintaret y Corcot
cubre una amplia secuencia cronológica desde época prehistórica a contemporánea. En Quintaret se ha
analizado un total de 1.384 fragmentos de carbón de los que 468 proceden de 25 estructuras prehistóricas
diferentes; por el contrario, en Corcot sólo se han podido extraer tres carbones de una única muestra,
correspondiente a la estructura C021. El número de muestras que han aportado materiales carpológicos es
también muy reducido. El total de materiales estudiados se reduce a seis restos identificables. En el caso
de Quintaret, sólo dos muestras han ofrecido resultados (aportando un total de dos restos). Las otras cuatro
evidencias proceden de tres estructuras diferentes excavadas en Corcot.
3.1. Resultados antracológicos
El yacimiento de Quintaret ha ofrecido muestras de carbón procedentes de rellenos de estructuras excavadas,
que asociamos fundamentalmente a desechos de combustión de estructuras de hogar generalmente no
localizadas in situ. La mayor parte del combustible utilizado procede de madera de acebuche, lentisco y
Quercus perennifolio (carrasca o coscoja), sumando entre los 3 más del 65% del carbón analizado (tabla
3 y fig. 7). Parece, pues, que en esta fase se explotan sistemáticamente las formaciones arbustivas de las
márgenes del valle, sin estar representados taxones de ribera o de otros ambientes ecológicos, es decir,
que la recolección es muy local. Es posible que la presencia de acebuche esté sobrerrepresentada con
respecto a otros taxones, así como que existieran, sin duda, formaciones de mayor riqueza no reflejadas
aquí. Destaca un elevado número de carbones que han quedado indeterminables o determinados en el rango
de Angiosperma; la causa es el estado de conservación y/o tamaño de los fragmentos de carbón, ya que en
muchas muestras, el escaso material recuperado aparecía además rodado, cegado por el sedimento, etc.,
posiblemente como resultado de una deposición menos inmediata que la de otros conjuntos que presentan
un mejor estado de conservación.
Las estructuras que han ofrecido los mejores conjuntos de carbón son: Q077, Q087 y Q175; en las tres se
ha determinado prácticamente un 100% de Olea europaea, con la salvedad de que un alto porcentaje de las
identificaciones queda “a confirmar” (cf.) a causa de alteraciones anatómicas en la madera. En estos casos
se debe a que gran parte de los fragmentos estaban vitrificados (fig. 8), lo que ha llevado a la desaparición
de algunos de los criterios anatómicos de determinación del carbón (Théry-Parisot, 1998: 206-212). La
vitrificación se suele producir por una combustión reductora, en estructuras cerradas con poca entrada de
oxígeno, o en estructuras abiertas que han sido reutilizadas en las que el carbón queda sedimentado entre
gruesas capas de cenizas (Carrión Marco, 2005). De esta forma, se impide la liberación de los gases y
sustancias producidos durante el proceso, que quedan en el carbón y acaban cegando su estructura en mayor
o menor grado. También se baraja como causa de este fenómeno el uso de madera verde, lo que a su vez
explicaría la presencia frecuente de grietas radiales, que se producen con la combustión o el secado rápido
de la madera verde o con un alto contenido en agua, de forma que los tejidos se contraen bruscamente y se
agrietan (Théry-Parisot, 2001). La presencia de este fenómeno parece indicar la relación de estos carbones
con estructuras de combustión cerradas o con varios niveles de aportes de leña.
Las otras dos estructuras que han aportado un volumen de muestra destacable son Q138 y Q228,
si bien, con una composición taxonómica diferente, siendo más ricas en especies, y dominando el
espectro Pistacia y Quercus perennifolio (tabla 3). Todas estas estructuras corresponden a rellenos de
silos que funcionaron como basureros, de modo que las diferencias hay que buscarlas en las estructuras
de combustión de origen de los restos, que desconocemos, para entender que se produzcan vertidos de
diversa naturaleza.
APL XXX, 2014
[page-n-179]
170
O. García Puchol, L. Molina, F. Cotino, J. L. Pascual, T. Orozco, S. Pardo, Y. Carrión, G. Pérez Jordà, M. Clausí y L. Gimeno
TOTAL
Indeterminado
Angiosperma
Corteza
Quercus sp.
Quercus perennifolio
cf. Pistacia sp.
Pistacia sp.
*73
Pistacia lentiscus
Q054
Pistacia cf. rebinthus
6
*185
Yacimiento Hecho
cf. Olea europaea
19
Q030
Olea europaea
Q006
Ficus carica
UE
Erica sp.
Tabla 3. Restos antracológicos recuperados en las estructuras calcolíticas de Quintaret y Corcot.
Quintaret
Q061
89
Q061
315
Q069
1
2
2
3
3
103
6
56
2
9
1
1
1
1
5
6
2
1
1
121
37
Q078
*123
5
Q079
*125
Q083
*145
Q084
*147
Q087
713
Q088
163
Q089
*165
1
Q090
*167
Q091
*169
Q092
*171
Q138
823
14
13
2
Q138
826
Q175
42
57
1
1
3
1
1
2
2
1
8
3
2
1
19
11
13
4
4
2
37
8
2
2
5
43
4
3
80
26
1
1
6
13
3
2
14
2
3
9
2
50
8
2
146
67
6
5
35
3
58
9
2
0,4
31,2
14,3
1,3
1,1
7,5
0,6
12,4
1,9
0,4
6
1
2
1,7
1
2
3
1
1
3
2
* Estructuras que contienen escaso carbón y en mal estado de conservación.
APL XXX, 2014
2
2
n
139
6
2
%
C021
3
15
1134
Total
3
2
1132
Q231
3
1
1
1161
Q230
2
7
1
1
*1401
Q228
60
1
*1397
Q193
7
1
1
1312
Q190
16
1
6
7
Q077
Corcot
5
56
*30
Q066
2
3
*97
Q066
12
2
326
Q063
6
4
76
468
10,9 16,2
51
100
1
3
[page-n-180]
Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
Erica sp.
Ficus carica
Olea europaea
Pistacia
171
Quercus perennifolio
Fig. 7. Representación de los diferentes taxones dentro de la muestra antracológica recuperada en las estructuras
calcolíticas de Quintaret.
Fig. 8. A, plano transversal de Ficus carica procedente de Q057 (x80); B, plano transversal de Olea europaea vitrificado
recogido en Q077 (x350).
Por lo que respecta a la escasa muestra recuperada en Corcot, los tres restos reconocidos (un carbón de
Olea europaea, otro de Pistacia sp. y el último de una angiosperma) en nada modifican la visión ofrecida
por los datos de Quintaret.
El conjunto de especies leñosas silvestres identificado en las diversas fases de Quintaret es coherente
con la presencia de formaciones termófilas termo o mesomediterráneas, con un rico estrato arbustivo (con
labiadas, leguminosas, romero, jaras, brezos, lentisco, acebuche, etc.) y algunos elementos arbóreos, mucho
más escasos, entre los que destaca la carrasca (si bien no se puede distinguir de la especie arbustiva, la
coscoja, parece probable que ambas estarían presentes, ya que comparten nicho ecológico). Pese a que
APL XXX, 2014
[page-n-181]
172
O. García Puchol, L. Molina, F. Cotino, J. L. Pascual, T. Orozco, S. Pardo, Y. Carrión, G. Pérez Jordà, M. Clausí y L. Gimeno
existen escasos datos paleobotánicos para estas cronologías en la zona de estudio, conocemos la existencia
de restos de lentisco dentro de dos silos localizados en el yacimiento de Casa Garrido Nord II, en Moixent,
que viene a corroborar parte de los datos obtenidos (García Borja et al., 2009).
La documentación de estas especies en el carbón de Quintaret se vincula a las formaciones vegetales que
conforman el entorno cercano al yacimiento. Sin embargo, no debemos descartar la presencia de un abanico
mucho más amplio de especies formando parte de estas formaciones, ya que su ausencia se puede deber
únicamente a que éstas no hubieran sido explotadas o a cuestiones tafonómicas, como la conservación diferencial
de los restos. Por ejemplo, la vegetación de ribera está mal representada en casi todas las fases de la secuencia.
En este caso, es probable que las formaciones de ripisilva no se hubieran explotado de forma intensiva en
ningún momento de ocupación; teniendo en cuanta que la zona excavada se localiza en una pequeña elevación
sobre el valle –a mitad de camino entre el fondo del mismo y las formaciones montañosas que lo enmarcan por
el N–, parece que el área de captación de leña se encontraba sistemáticamente en las propias laderas y no en el
fondo del valle. El mismo comentario puede hacerse extensivo respecto a las formaciones de pinares. Para el
período que nos ocupa, estas formaciones ya se muestran dominantes en los entornos montañosos de la comarca
(García Borja et al., 2011), sin embargo, en el registro de Quintaret sólo se documenta su presencia (y siempre de
manera muy tímida) a partir de la fase ibérica del yacimiento. De esta manera, su ausencia del registro, debería
vincularse con un interés por parte de las comunidades humanas implicadas por una explotación sistemática de
las formaciones vegetales localizadas en el entorno inmediato del yacimiento.
3.2. Estudio carpológico
El conjunto aportado por ambos yacimientos es ciertamente exiguo (tabla 4 y fig. 9), con un repertorio de
especies muy reducido y que se limita fundamentalmente a restos de leguminosas. Mayoritariamente son
fragmentos que no es posible determinar ni tan sólo a nivel de género y únicamente en dos casos ha sido
posible confirmar las especies, un haba (Vicia faba) y una veza (Vicia sativa). Las leguminosas son un
género que está presente desde el inicio de la neolitización, a mitad del VI milenio cal AC, pero es cierto
que su presencia siempre es mucho menor que la de los cereales. Resulta difícil pensar que la actividad
agraria de estas comunidades esté centrada de forma fundamental en la producción de legumbres, ya que
el registro de todos los yacimientos del III milenio cal AC que hay tanto en el País Valenciano como en
la Península Ibérica, inciden en remarcar la importancia de la producción de cereales. Hay que pensar en
factores accidentales que hayan acabado motivando la formación de este registro carpológico. La presencia
de una cariópside de cebada (Hordeum vulgare) confirma la actividad cerealícola. Lamentablemente, se
encuentra muy alterada, por lo que es imposible determinar si pertenece a la variedad vestida o a la desnuda.
Las dos especies de leguminosas documentadas, las habas y las vezas, son cultivos que ya aparecen a
mitad del VI milenio en la Cova de les Cendres (Buxó, 1991) y que han seguido presentes en el registro en
los distintos yacimientos valencianos del IV y III milenio cal AC (Pérez Jordà, 2005).
Tabla 4. Restos carpológicos recuperados en las estructuras calcolíticas de Quintaret y Corcot.
Yacimiento Hecho UE
Quintaret
Hordeum vulgare Vicia cf. sativa Vicia faba Leguminosa frag. Chenopodium sp.
826
Q228
1161
C020
137
C020
145
C021
139
1
14
C023
Corcot
Q138
143
1
15
APL XXX, 2014
1
1
12
1
54
1
[page-n-182]
Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
1
173
2
3
4
5
Fig. 9. Restos carpológicos calcolíticos. Quintaret: 1, Hordeum vulgare; 2, Vicia cf. sativa. Corcot: 3, Vicia faba; 4,
Vicia cf. sativa; 5, Chenopodium sp. Escalas a 1 mm.
Chenopodium, otro de los elementos reconocidos, es un género que incluye especies que se desarrollan
como malas hierbas de campos de cultivo, fundamentalmente abonados o ricos en materia orgánica, lo
que podría relacionarse tanto con la presencia de huertos como con campos de secano o baldíos utilizados
para pastar por el ganado. De hecho es muy habitual su presencia en ámbitos dedicados a la estabulación
de ovicápridos, ya que son grandes consumidores de estas especies y al defecar depositan sus semillas sin
alterar entre sus excrementos.
Los datos recuperados en ambos yacimientos no permiten ir más allá de confirmar por tanto el peso
de la producción de cereales y de leguminosas. No es posible entrar en valoraciones sobre el peso que los
distintos cereales y leguminosas tienen en la agricultura de esta comunidad. El registro existente hasta la
actualidad señala entre los cereales un predominio claro de los trigos desnudos y de la cebada desnuda,
mientras que la cebada vestida tiene una presencia más irregular y los trigos vestidos han estado ausentes
entre el V y el IV milenio, para reaparecer en el III milenio, especialmente en la parte final (Pérez Jordà,
2013). La información sobre las leguminosas es menos clara, ya que no parecen detectarse unas tendencias
claras entre los distintos cultivos (habas, guijas, guisantes, lentejas y vezas). Todos estos granos serían
almacenados en los silos que caracterizan estos poblados entre el V y finales del III milenio cal AC.
4. LA CERÁMICA PREHISTÓRICA
(L. Molina Balaguer)
En las actuaciones llevadas a cabo en el yacimiento de Quintaret se han recuperado un total de 4176
fragmentos cerámicos a mano, distribuidos entre 65 estructuras. Mayoritariamente, el material aparece
muy alterado, ofreciendo una gran fragilidad, por lo ha sido necesario aplicar una disolución consolidante
(paraloid) en buena parte del conjunto. Para el estudio de los materiales hemos seguido la metodología que,
desde hace ya varias décadas, viene desarrollándose por el equipo de trabajo de la Universitat de València,
y que está definido especialmente para colecciones neolíticas (Bernabeu, 1989; Bernabeu y Guitart, 1993;
Bernabeu y Orozco, 1994; García Borja, 2004a; Molina, 2006; Bernabeu et al., 2009).
A partir de la revisión de la cerámica a mano recuperada podemos asumir que la colección de Quintaret
responde a dos grandes momentos cronológicos: el primero, más reciente, nos remite a un horizonte de
Bronce final y/o Hierro Antiguo, dentro ya del primer milenio cal AC.; el segundo, prehistórico, que
debemos situar durante el Calcolítico a partir de las dataciones C14 obtenidas, desde finales del IV
milenio y a lo largo de la primera mitad del III milenio cal AC.
APL XXX, 2014
[page-n-183]
174
O. García Puchol, L. Molina, F. Cotino, J. L. Pascual, T. Orozco, S. Pardo, Y. Carrión, G. Pérez Jordà, M. Clausí y L. Gimeno
Dentro de este segundo momento se sitúa el grueso del conjunto de materiales. El lote de fragmentos
vinculados a estructuras de esta fase asciende a 3.790 individuos, repartidos de manera bastante desigual
(tabla 5), ya que tres estructuras concentran cerca de 2.000 restos. Dos de ellas (Q228 y Q138) han sido
datadas y marcan un rango de funcionamiento del asentamiento cercano al medio milenio, en fechas
calibradas. No obstante, es probable que estas ocupaciones no puedan ser leídas desde una óptica de
absoluta continuidad en el poblamiento. Junto a este lote, las cuatro estructuras procedentes del yacimiento
de Corcot que han aportado cerámica a mano, incorporan un lote de 394 fragmentos.
Como suele ser habitual en las industrias cerámicas del Neolítico Final/Calcolítico, las variables morfológicas
delatan una industria extremadamente monótona. Los labios redondeados representan más del 80% de los casos,
seguidos en incidencia por los planos. Los casos de labios engrosados (en su inmensa mayoría externos) se sitúan
en el 8,36% de la colección. Este porcentaje asciende hasta el 10% si dejamos de lado la estructura Q138, la
única con evidencias de cerámica campaniforme. Corcot (con las reservas que ofrece dada su escasa muestra), no
aporta ningún caso de labio engrosado en su colección. Teniendo presentes las dataciones radiométricas, debemos
reconocer que se abren ciertas dudas sobre el valor cronológico de este índice como elemento para seriar las
colecciones cerámicas del momento en el contexto regional, dada su conducta errática.
En semejante proporción que de labios engrosados se documenta la presencia de bordes diferenciados
(10,2%), si bien su distribución se limita a tres estructuras (tabla 5), indicador de su escasa incidencia para
la definición de la industria cerámica. Este aspecto nos remite a un conjunto formado mayoritariamente por
recipientes de perfiles sencillos –globulares, hemisféricos, cilíndricos o troncocónicos–, sin rupturas de los
mismos. Estas formas se asocian tanto a bases redondeadas como aplanadas, presentes ambas en el registro
recuperado. Cuando aparecen elementos de prensión, estos se limitan a algún cordón (vid. infra), pero sobre
todo mamelones y lengüetas, en algunos casos perforados. Únicamente hemos documentado dos ejemplos
de asas –una de cinta y otra anular–, ambas dos recuperadas en la estructura Q125.
Estas variables tienen su reflejo, a nivel tipológico, en el escaso impacto que tienen los grupos
caracterizados por las rupturas de perfil (tabla 6). Así, tanto en la Clase A como en la B (recipientes planos y
de profundidad media, respectivamente), los únicos casos que documentamos de estas variables no comportan
bordes diferenciados (Grupo 3.II, Grupo 7.I). Se trata en ambos casos –vaso 7 (fig. 10) y vaso 101 (fig.
11)– de recipientes cilíndricos que, en el caso del plato del Grupo 3 (vaso 101), une los dos cuerpos del
recipiente por una carena muy suave. Más allá de estos casos, únicamente podemos destacar la importancia
de la asociación de recipientes de la Clase A con los labios engrosados (Grupo 5), incluyendo los únicos casos
de engrosamiento doble e interno. Sólo hemos podido vincular un recipiente de esta clase con la presencia
de elementos de prensión (vaso 52: fig. 11), una lengüeta perforada más concretamente. Por el contrario, los
elementos de prensión aparecen más frecuentemente asociados a los recipientes de la Clase B (cuencos) y
Clase C (recipientes profundos). Dentro de esta última Clase, se impone la presencia del Grupo 13 (ollas),
con más de la mitad de los casos. Ésta es una tónica habitual dentro de las colecciones del Neolítico final/
Calcolítico (Bernabeu y Orozco, 1994; García Borja 2004a). Este peso condiciona la presencia de los otros
grupos, limitados a un papel secundario. Dentro de la colección de Quintaret llama la atención la escasa
importancia del grupo de los contenedores, con una única evidencia –vaso 9 (fig. 10): Grupo 14.II–, por debajo
de aquello que se aprecia en otras colecciones de esta misma cronología. No obstante, dentro de la clase de
recipientes que no ha sido posible asignar (Clase F), tenemos algunos casos de vasos de buen tamaño que
podrían engrosar los grupos correspondientes a recipientes de almacén (Grupos 14 y 15).
La simpleza formal presente en el conjunto se hace extensiva al componente decorativo de la colección
(tabla 7). Si dejamos a un lado las evidencias procedentes de Q138, que se analizarán a continuación, sólo
podemos mencionar la presencia de cordones lisos (dos fragmentos del mismo vaso en Q075: fig. 11) e
incisiones asociadas a un vaso de Q184 (vaso 167: fig. 11).
Q138 es una de las estructuras que ha aportado un mayor volumen de restos cerámicos, con 571
fragmentos correspondientes a un mínimo de 28 vasos. El elemento individualizador de la misma ha sido
la constatación en su registro de materiales decorados de tradición campaniforme. El lote asciende a 25
APL XXX, 2014
[page-n-184]
175
Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
Quintaret
-
57
1
1
Total
t.15
t. 11
t. 5
Elementos
prensión
t. 3
t. 0
1
t. 1
Informes
Carenas
t. 4.1
Bases
t. 3
t. 1
t. 2
t. 1
t. 0
t. 6
t. 5
Labios
t. 4
t. 3
UE
t. 2
Hecho
t. 1
Yacim.
Bordes
Tabla 5. Características morfológicas del conjunto de fragmentos de cerámica a mano recuperados en las estructuras
calcolíticas de Quintaret y Corcot. Clave: Labios: t.1, redondeado; t.2, plano; t.3, biselado; t.4, engrosado interno; t.5,
engrosado externo; t.6, engrosado doble. Bordes: t.0, no diferencado; t.1, recto/reentrante; t.2, saliente. Bases: t.1, cóncava;
t.3, convexa/en ónfalo; t.4.1, aplanada. Elementos de prensión: t.0, arranque no clasificable; t.1, cordón; t.3, mamelón; t.5,
lengüeta; t.11, asa de cinta; t.15, asa anular. Para la descripción de los tipos, ver p. ej. Bernabeu et al., 2009.
2
Q006
19
11
11
Q007
213
14
14
Q055
75
Q056
77
2
9
2
9
1
Q061
89
56
1
44
Q063
97
3
2
4
Q064
32
8
2
15
Q064
316
1
2
Q065
31
8
Q065
328
Q066
30
Q066
315
898
2
957
1
2
220
27
64
5
2
1
47
67
56
6
6
2
1
1
108
9
9
2
1
1
2
47
51
1
233
Q066
1
2
11
203
5
4
3
22
1
4
1
Q067
99
Q068
101
5
Q069
104
1
Q070
105
Q071
107
1
Q072
109
1
Q075
28
12
Q076
113
1
111
12
78
84
1
11
12
11
1
12
6
11
2
4
1
2
11
1
13
1
18
1
19
4
119
19
1
100
2
2
4
2
1
1
Q080
133
127
Q083
145
1
2
1
1
34
23
5
18
135
Q082
7
2
80
22
1
Q081
1
32
19
4
123
125
71
5
Q078
Q079
2
4
Q084
147
Q085
155
1
1
33
20
21
Q086
155
2
2
7
9
Q087
147
7
7
1
34
APL XXX, 2014
[page-n-185]
176
O. García Puchol, L. Molina, F. Cotino, J. L. Pascual, T. Orozco, S. Pardo, Y. Carrión, G. Pérez Jordà, M. Clausí y L. Gimeno
Total
Elem.
prensión
Informes
Carenas
t.15
t. 11
t. 5
t. 0
7
8
6
6
14
1
3
4
81
Q120
139
1
Q122
129
2
Q124
137
Q125
141
Q131
718
Q138
22
Q138
22/23
Q138
823
30
2
19
6
2
Q138
826
6
1
4
2
1
Q157
8
1087
10
2
1
3
14
178
4
1
1
1
34
1
1
62
5
1
2
2
434
25
15
Q162
1091
Q184
1419
Q193
1401
20
Q197
1411
1
Q223
1651
Q226
2
1124
3
2
7
16
2
Q228
1128
1161
16
Q229
1130
1
1
Q228
3
1
40
1
28
1
6
387
4
2
6
55
55
Q229
1162
Q230
1132
5
5
Q231
1134
2
2
Q242
1156
1
22
1
1
52
5
Q261
1501
7
Q263
1299
35
Q283
1231
C020
145
7
C021
139
12
C022
141
10
C023
Corcot
t. 3
2
1
t. 1
3
26
t. 4.1
171
t. 3
Q092
Q120
t. 1
169
t. 2
167
Q091
t. 1
Q090
1
t. 0
165
t. 6
163
Q089
t. 5
Q088
t. 4
Quintaret
t. 3
Hecho
t. 2
Yacim.
t. 1
UE
Bases
Labios
Bordes
Tabla 5 (cont.)
143
APL XXX, 2014
1
3
21
7
4
87
14
6
187
6
75
3
1
1
2
1
1
1
[page-n-186]
177
Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
Grupo 2
1
1
I
1
1
C20
C21
C22
Q231
Q230
Q138
2
Q229
1
1
Q226
1
2
Q184
3
1
3
1
1
1
1
1
Q125
1
Q91
4
1
Q82
1
1
Q79
Q64
1
Grupo 1
Q75
Q63
Clase A total:
Tipologia
Q65
Q.61
Tabla 6. Tipología cerámica. Sólo aparecen representadas las estructuras con material clasificable. Q138: los paréntesis
hacen referencia a la parte del conjunto de vasos con decoración campaniforme. Definición de los grupos tipológicos:
Clase A (recipientes planos): G1, escudillas; G2, platos y fuentes de perfil sencillo; G3, platos y fuentes con ruptura de
perfil (II, carenado); G5, platos y fuentes de labio engrosado (I, interno; II, externo; III, doble). Clase B (recipientes de
profundidad media): G6, cuencos de perfil sencillo (I, hemisférico; II, globular; III, con labio diferenciado); G7, cuencos
de perfil compuesto (I, cilíndricos). Clase C (recipientes profundos): G9, vasos de perfil compuesto (I, carenados; III,
perfil en S); G12, cántaros/recipientes con cuello; G13, ollas (I, globular; III, con borde diferenciado); G14, contenedores
(II, cilíndrico); G15, orzas y tinajas (II, ovoide). Clase D (formas especiales): G18, microvasos. Clase F: recipientes no
clasificables. Para una descripción detallada de los grupos y sus variables definitorias, ver p. ej. Bernaeu et al., 2009.
2
1
1
1
1
1
II
1
1
Grupo 3
1
1
Grupo 5
2
2
I
1
II
1
III
1
1
Clase B total:
5
2
1
1
1
3 (1)
1
Grupo 6
4
2
1
1
1
3 (1)
1
I
3
1
1
1
1
II
1
1
III
1
2 (1)
1
Grupo 7
1
I
1
Clase C total:
6
2
1
1
2
7 (2)
Grupo 9
2 (2)
I
1 (1)
III
1 (1)
Grupo 12
1
Grupo 13
2
2
1
I
1
2
1
III
1
Grupo 14
1
II
1
Grupo 15
1
II
1
Clase D total:
1
Grupo 18
2
1
1
2
1
2
1
3
1
1
3
1
Clase F total:
12
1
5
3
7
1
1
1
10
1
2
1
1
1
10 (4)
8
4
Total vasos
25
2
11
4
13
2
2
2
12
2
3
3
2
2
26 (7)
10
6
1
APL XXX, 2014
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O. García Puchol, L. Molina, F. Cotino, J. L. Pascual, T. Orozco, S. Pardo, Y. Carrión, G. Pérez Jordà, M. Clausí y L. Gimeno
Fig. 10. Materiales cerámicos procedentes de la estructura Q061.
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Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
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Fig. 11. Materiales cerámicos de Quintaret. Procedencia: Q184, vaso 167; Q125, vasos 119 y 121; Q082, vaso 150;
Q229, vaso 182; Q230, vaso 180; Q064, vasos 57, 52, 55 y 58; Q075, vasos 100, 101, 103 y 105; Q063, vaso 159.
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O. García Puchol, L. Molina, F. Cotino, J. L. Pascual, T. Orozco, S. Pardo, Y. Carrión, G. Pérez Jordà, M. Clausí y L. Gimeno
Tabla 7. Restos cerámicos decorados.
Hecho
UE
Relieves Impresiones
cordón liso
Incisiones
Total
inc. + imp.
Frags. decorados
Frags. lisos
Total
frag.
%
n
%
2
2
n
1,68
117
93,31
119
Q075
28
Q138
823
5
23
23
23
4,8
448
95,11
471
Q138
826
2
2
2
2
6,25
30
93,75
32
Q184
1419
2
2
2
20
8
80
10
fragmentos, que han podido adscribirse a un mínimo de siete vasos (fig. 12). Todos ellos pueden incluirse
dentro del estilo regional (Bernabeu, 1984; Juan-Cabanilles, 2005). La técnica de la incisión está presente
en todos ellos, tratándose siempre de incisiones finas y profundas, nunca acanalados. Acompañando a esta
técnica se documenta en menor medida (siete fragmentos) también la impresión.
En aquellos casos más completos, donde se puede seguir el desarrollo de la decoración, apreciamos
buena parte del elenco de soluciones que definen el mencionado estilo regional: bandas complejas a base
de la superposición de diferentes motivos incisos, esencialmente series de paralelas y reticulados (caso
Fig. 12. Cerámicas con decoración campaniforme de Q138.
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Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
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del vaso 28), o intercalando dichos motivos incisos con otros impresos que, en algún caso (vasos 26 y 31)
pretenden crear un efecto de pseudoexcisión a través de la disposición de las impresiones. Pese a que la
documentación es muy limitada, cabe destacar la búsqueda de la originalidad en cada una de las bandas
desarrolladas, que en ningún caso se repiten exactamente.
El límite inferior de la serie decorativa culmina bien haciendo llegar las bandas hasta la misma base
del recipiente (vaso 28) o mediante el recurso a un friso de triángulos que cuelgan de la última banda y
que cubren el recipiente hasta casi la base (vaso 26). Posiblemente el vaso 32 responda al mismo recurso
decorativo, si bien su limitada conservación impide mayor precisión.
Todos los recipientes, excepto uno, han aparecido muy fragmentados dentro del registro de la estructura.
La única excepción –y no sólo dentro de esta estructura, sino para todo el yacimiento– la constituye el vaso
26, del que se conserva cerca del 50% del mismo, en dos fragmentos que aparecieron juntos. El tamaño y
la entidad del recipiente obligaron a extraerlo en un bloque para, posteriormente, ser llevado al laboratorio
donde se procedió a una “excavación” más controlada del mismo. Este trabajo confirmó que el recipiente
no se arrojó completo a la estructura, como testimonia la presencia de piedras y fragmentos de otros
recipientes en contacto con la pared interna del mismo. Parece, pues, que deberíamos descartar cualquier
depósito intencional, pareciendo la opción más probable su amortización como deshecho, una vez que se
hubiera roto en otro contexto. El recipiente corresponde a un vaso de perfil en S bastante marcado (Clase C,
Grupo 9.III), y de un tamaño nada desdeñable (diámetro de boca: 21 cm; altura: 19 cm).
Pese al general estado de fragmentación, se han podido identificar a nivel tipológico varios de los
recipientes con decoración campaniforme (tabla 6). Junto al recipiente nº 26, la vajilla campaniforme
reconocible incluye un cuenco globular (vaso 31) y dos recipientes de perfil en S (vasos 28 y 40), que
podrían responder a cuencos o a recipientes más profundos, de la Clase C. El primero de ellos muestra el
recurso a la carena para marcar la ruptura del perfil.
Acompañando a los materiales campaniformes, la cerámica lisa recuperada en Q138 ofrece una
interesante variedad tipológica (tabla 6 y fig. 13). Ollas, tinajas, cuencos y alguna escudilla conforman el
repertorio formal del conjunto, donde destaca el peso que muestran los recipientes de la Clase C. Especial
mención merecen las dos tinajas con borde exvasado, forma poco usual dentro del Calcolítico, y que
parecen anunciar los modelos tipológicos que documentamos posteriormente en la Edad del Bronce. En
este sentido cabe ser destacado un cierto cambio en la tecnología cerámica que ofrece Q138 respecto al
resto de la colección del yacimiento. Si los recipientes correspondientes al campaniforme regional suelen
caracterizarse (y Quintaret no es una excepción) por el gusto por las superficies oscuras, bien cuidadas
(bruñidas o espatuladas), este interés se hace extensivo al resto del conjunto cerámico, con pastas igualmente
reductoras bien cuidadas y densas. Este aspecto tecnológico contrasta con el resto de la colección procedente
del resto de estructuras calcolíticas. En ellas advertimos con claridad los patrones de producción propios de
este período y que ya hemos comentado en otra ocasión (Molina y Clop, 2011): cerámicas con pastas mal
cuidadas, poco densas, cocidas a temperaturas bajas en atmósferas poco controladas, que suelen darles un
característico color amarillento.
Esta diferenciación en la forma de hacer, sugiere la hipótesis de desligar la ocupación correspondiente a
Q138 del resto de las estructuras que hemos adscrito al Calcolítico. En este sentido, el hecho de que Q138
aparezca aislada respecto a las áreas donde se concentran la mayoría de las estructuras prehistóricas podría
ser explicado desde la óptica de dos ocupaciones diferenciadas en el tiempo, tal y como parecen corroborar
las fechas radiocarbónicas obtenidas. No obstante, tal y como ya hemos reiterado, las limitaciones impuestas
por el área de afectación de los trabajos y la escasez de muestras susceptibles de ser datadas, limitan nuestra
capacidad de concreción a este nivel.
El registro campaniforme en la comarca cuenta con diversas menciones. Junto a la referencia de
materiales de esta clase en Cova del Barranc Fondo de Xàtiva (Pla, 1972) y noticias de hallazgos puntuales o
descontextualizados, como es el caso del Castell de Moixent (Martínez García y Cháfer, 1998), los referentes
fundamentales los encontramos en sendas cavidades con el mismo nombre: la Cova Santa; una situada en
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O. García Puchol, L. Molina, F. Cotino, J. L. Pascual, T. Orozco, S. Pardo, Y. Carrión, G. Pérez Jordà, M. Clausí y L. Gimeno
Fig. 13. Materiales cerámicos lisos de Q138.
Vallada y la otra en la Font de la Figuera (fig. 14). Ambas fueron objeto de intervención arqueológica a
finales de los años 70. En el caso del yacimiento de Vallada (Martí, 1981), se documentaron una serie de
enterramientos entre cuyos ajuares se identificó un pequeño cuenco con decoración campaniforme. Más
confusa y compleja, la secuencia del yacimiento de la Font de la Figuera (Aparicio, San Valero y Martínez
Perona, 1979; 1983 y 1984), aporta un importante lote de materiales cerámicos campaniformes, algunos
de los cuales ofrecen interesantes semejanzas con algunos de los restos recuperados en Quintaret (véase la
decoración del vaso 31 y el fragmento nº 3, fig. 14).
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Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
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Fig. 14. Evidencias campaniformes en la Canal de Montesa. 1, Cova Santa de Vallada (a partir de Martí, 1981); 2-4,
Cova Santa de la Font de la Figuera.
A excepción de un pequeño fragmento procedente de Cova Santa de la Font de la Figuera (Bernabeu,
1984: Lám. 6) que podría pertenecer a un vaso impreso, el conjunto de las evidencias disponibles dentro
de este entorno remiten a recipientes decorados dentro del estilo regional. Las informaciones, tanto a nivel
valenciano como en el ámbito peninsular sugieren que la sucesión de estilos se produjo de una manera
bastante rápida, lo que dificulta tanto la secuenciación como la delimitación cronológica del fenómeno de
difusión de la especie cerámica (Bernabeu y Molina, 2011).
5. LOS ADORNOS DE QUINTARET.
LA FABRICACIÓN DE CUENTAS DISCOIDALES DE CALIZA Y DE LIGNITO
(J. L. Pascual Benito)
El conjunto de adornos recuperado en Quintaret, aunque poco variado si lo comparamos con los de otros
yacimientos coetáneos, resulta de notable interés por remitir gran parte de él a una fábrica in situ de cuentas de
materia mineral, concretamente caliza y lignito, un hecho poco frecuente en el registro arqueológico. Frente a
los centenares de estas cuentas (sumadas las piezas enteras, sus fragmentos y sus esbozos), el resto de adornos
se reduce a cinco ejemplares: un colgante sobre piedra verde y cuatro sobre soporte malacológico.
En siete de las estructuras o hechos de Quintaret se ha documentado un numeroso conjunto de materiales
que muestran la existencia en el yacimiento de un taller, como hemos dicho, dedicado a la fabricación de
cuentas de collar discoidales sobre caliza y lignito. Tales estructuras presentan una distribución desigual,
encontrándose cinco de ellas concentradas en el sector oriental de la superficie excavada, donde la estructura
Q228 es la que más vestigios contiene –el 85% de los restos de caliza y el 56% de los de lignito respecto
al total– y en la que se documentan todas las etapas del proceso de fabricación, además de utensilios líticos
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O. García Puchol, L. Molina, F. Cotino, J. L. Pascual, T. Orozco, S. Pardo, Y. Carrión, G. Pérez Jordà, M. Clausí y L. Gimeno
aptos para la perforación de las cuentas, percutores de piedra y un gran alisador de piedra abrasiva para
facetarlas, por lo que se puede deducir que el área de la actividad de elaboración de adornos se encontraría
cercana a la misma. Como se ha visto anteriormente, esta estructura cuenta con una datación radiocarbónica
que sitúa la actividad de elaboración de cuentas de collar a finales del IV e inicios del III milenio cal AC.
Los materiales recuperados corresponden a todas las fases de fabricación de las cuentas, desde los
fragmentos de materia prima hasta los productos totalmente acabados. Tales restos ascienden a un total de
2.927, de los que 1.520 son de caliza y 1.407 de lignito (tabla 8). Por orden, y en relación con el proceso de
fábrica, se distinguen las siguientes categorías descriptivas:
Materia prima. Las materias primas a partir de las que se elaboran las cuentas son caliza y lignito, ambas
con una dureza de entre 2,35 y 4 en la escala de Mosh, por lo que pueden considerarse materiales blandos
y de fácil labrado. Se trata de pequeñas plaquetas de forma irregular con las superficies generalmente lisas
en el caso del lignito (fig. 15, 15) y rugosas en la caliza (fig. 15, 1-2). La caliza es de textura fina y color
blanco y, en menor proporción, gris claro; el lignito es de color negro. Las dimensiones de estos fragmentos
naturales oscilan entre 8 y 35,5 mm de anchura máxima y los espesores se sitúan entre 3 y 7,5 mm. Las
plaquitas de caliza contabilizadas suman 342 efectivos y proceden de dos estructuras, aunque excepto un
resto, se concentran en Q228. Las de lignito son 186 plaquitas y se distribuyen en cuatro estructuras, si bien
la mayor parte también proceden de Q228.
Preformas. A partir de las plaquitas naturales de materia prima descritas se confeccionaban las preformas.
Son placas con las dos superficies lisas. El alisado de estas superficies, en los casos que no lo estuvieran
de forma natural, se efectuaba mediante abrasión unidireccional según se observa en muchas de ellas.
Tabla 8. Elementos de adorno y restos del proceso de fabricación recuperados en las estructuras de Quintaret.
Q006
Q228
Materia prima bruta
1
341
Preformas
Caliza
Q226
2
345
21
17
1
Preforma en proceso de perforación
Preforma perforada
13
5
1
2
8
19
10
3
6
386
11
8
358
27
3
19
12
1298
136
40
137
30
51
21
Materia prima bruta
Preformas
Preforma en proceso de perforación
3
1
4
Preforma fragmentada por la perforación
Cuenta acabada fragmentada
3
4
1
418
28
5
1520
6
3
3
13
186
3
64
142
2
1
2
2
4
2
10
19
13
8
1
1
530
35
Fragmentos laminares recientes > 5 mm
34
33
9
Cuenta acabada
Fragmentos de preformas < 5 mm
22
267
2
Preforma perforada
Total
18
16
1
Q263
342
70
1
Fragmentos de preformas < 5 mm
Total caliza
Q231
184
1
Cuenta acabada
Lignito
Q230
18
Preforma fragmentada por la perforación
Cuenta acabada fragmentada
Q229
374
949
17
18
Total lignito
4
1
791
89
23
38
461
1407
TOTAL
5
13
2089
225
63
66
466
2927
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48
9
9
83
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Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
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Fig. 15. Restos de fabricación y cuentas de collar sobre caliza y lignito de Quintaret.
El contorno se conseguía mediante percusión que deja los bordes abruptos. En función de la morfología
de su contorno y del número de lados rectilíneos se distinguen preformas triangulares, cuadrangulares/
trapezoidales, pentagonales, subcirculares e irregulares. Confeccionadas en caliza se han documentado un
total de 387 preformas en seis estructuras (fig. 15, 3-6) y en lignito 142 en cinco estructuras (fig. 15, 16-17).
Sus tamaños oscilan entre 5 y 17 mm de anchura y 0,9 y 4 mm de espesor, si bien la mayoría presentan unas
dimensiones similares, cercanas a las de las preformas con la perforación iniciada.
Fragmentos de preformas de tamaño inferior a 5 mm. Producto de la confección de las preformas a
partir de la materia prima son pequeños fragmentos con ambas superficies planas de tamaño inferior a 5
mm. Se han documentado 418 de caliza procedentes de seis estructuras y 949 de lignito en cinco estructuras.
Preformas con inicio de perforación. Preformas con la perforación iniciada se han documentado 18
de caliza, 12 localizada en una cara (fig. 15, 7) y 6 por las dos caras (fig. 15, 8), procedentes de dos y una
estructuras respectivamente. De lignito existen en una estructura dos preformas con perforación iniciada en
una cara (fig. 15, 18-19). Sus tamaños oscilan entre 5 y 8,2 mm de anchura y 1,2 y 3 mm de espesor para
las calizas y de 7 a 15 y 1,5 a 2 mm para los lignitos.
Preformas fragmentadas por la perforación. Las preformas fragmentadas al efectuar la perforación son
numerosas, 267 de ellas son de caliza (fig. 15, 9), de las que 161 solo presentan el inicio de la perforación
en una cara y 106 en las dos caras. De lignito son 19 preformas fragmentadas (fig. 15, 20-22), 11 con la
perforación iniciada en una cara y 8 por las dos caras.
Preformas perforadas. Preformas en las que se ha llegado a unir la perforación efectuada a partir de las
dos caras hay 22 de caliza (fig. 15, 10-11) y cuatro de lignito (fig. 15, 23-24). Sus dimensiones se encuentran
entre 5 y 8,3 mm de anchura máxima y 1 a 2,4 mm de espesor para las de caliza, y entre 10 y 7 mm y 1 y
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O. García Puchol, L. Molina, F. Cotino, J. L. Pascual, T. Orozco, S. Pardo, Y. Carrión, G. Pérez Jordà, M. Clausí y L. Gimeno
2,4 mm para las de lignito. Solo en dos casos de caliza la perforación tiene un tamaño diminuto producto
del contacto de los dos conos de perforación bilaterales (fig. 15, 10). Las perforaciones del resto de piezas
son totalmente circulares y su diámetro es del mismo tamaño que el de las cuentas acabadas.
Cuentas acabadas. Cuentas discoidales acabadas se han documentado 67 de caliza en cinco estructuras
(fig. 15, 12-14), de las que 34 se encuentran fragmentadas, y 22 de lignito en tres estructuras (fig. 15, 2527), 13 de ellas fragmentadas. Las cuentas fragmentadas corresponden en la mayor parte de los casos a
fragmentos de la mitad de la cuenta y pueden haberse producido por las operaciones de calibrado o durante
el proceso de excavación. Las cuentas acabadas presentan un tamaño bastante regular, estando las de caliza
entre 3 y 6,2 mm de diámetro y entre 1,4 y 2 mm de espesor, mientras que las de lignito oscilan entre 3,1 y
4,6 mm de diámetro y 1 y 1,9 mm de espesor. Solo tres cuentas procedentes de la estructura Q228 escapan
a la calibración regular que presentan la mayoría, siendo su tamaño notablemente superior, una de caliza
de 11 x 5 mm (fig. 15, 12) y dos de lignito de 8,5 x 2,5 y 8,5 x 2 mm respectivamente (fig. 15, 25). La
calibración posiblemente se efectuó de forma colectiva, ensartando numerosas cuentas en un hilo para su
regularización y pulido final, tal como se observa en abundantes ejemplos etnográficos y se ha comprobado
mediante la experimentación. Además se han contabilizado 83 fragmentos laminares de lignito de escaso
espesor y una longitud superior a los 5 mm que corresponden a fracturas recientes, posiblemente producidas
durante el proceso de excavación.
Además de las cuentas de collar discoidales de caliza y de lignito, en la estructura Q228 de Quintaret se
han documentado algunos adornos acabados fabricados con otros materiales:
- Un colgante de piedra verde con vetas marrones de contorno ovalado y sección plana con perforación
en el extremo de menor espesor. Sus dimensiones son de 16,2 x 9,8 x 2,7 mm y el diámetro de la perforación
de 1 mm (fig. 16, 1).
- Dos Gibberula miliaria de 5,3 x 3,5 y 5 x 3 mm con perforación irregular que afecta a la última vuelta
y al natis (fig. 16, 2-3).
- Dos Antalis sp. de pequeño tamaño, 11,5 x 3 y 8 x 2,5 mm (fig. 16, 4-5).
Entre los restos malacológicos de origen marino existen otras conchas perforadas pero que por sus
grandes dimensiones, la ausencia de intencionalidad antrópica en las perforaciones y lo observado en otros
yacimientos en las conchas de esa especie, no parecen estar relacionados con el adorno. Se trata de dos
valvas de Glycymeris sp. de gran tamaño con el natis perforado por erosión natural, una de ellas fósil,
procedentes de las estructuras Q138 y Q013, y una valva de Spondylus gaederopus de la estructura Q064
con una gran perforación junto al labio producida por un litófago. En otras estructuras se documentan una
valva entera y diecinueve fragmentos de Glycymeris sp., cuatro pequeños fragmentos de valva de cardíido
indeterminado y otro de pectínido, todos ellos sin señales de manipulación antrópica.
Fig. 16. Otros adornos
documentados en Quintaret.
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Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
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Asimismo existe una concha de Theodoxus fluviatilis infantil procedente de la estructura Q228, especie
que frecuentemente ha sido utilizada para confeccionar adornos, pero en este caso la ausencia de perforación
y su pequeño tamaño, 4 x 3 mm, descartarían tal fin. También se documentó en la estructura Q101 una
concha entera de Theodoxus valentinus, un endemismo valenciano cuya área de distribución actual es muy
reducida, en el tramo inicial del Riu Verd y el Barranc de Misana, y que fue descrito en el Riu dels Sants
de l’Alcúdia de Crespins, donde fue muy abundante hasta finales del siglo pasado (Martínez-Ortí y Robles,
2003: 182) y de la que no se ha atestiguado su utilización en adornos.
Tampoco se detecta el empleo como adorno de los diversos ejemplares de Melanopsis tricarinata. Su
presencia en el yacimiento, al igual que los Theodoxus y de algún fragmento de bivalvo de agua dulce,
debe estar relacionada con la proximidad al mismo de un manantial. El resto de malacofauna documentada
es continental terrestre, con presencia de Pseudotachea splendida, Sphincterochila candidissima, Otala
punctata, Iberus gualterianos alonensis, Teba pisana, Rumina decollata, Hohenwartiana disparata y Jaminia
quadridens que, por su escaso número, deben formar parte del relleno de las estructuras por causas naturales.
A modo de valoración, cabe referir cómo las cuentas de collar, especialmente las discoidales, son
uno de los adornos mejor documentados en los yacimientos prehistóricos. Durante la prehistoria reciente
valenciana estos adornos se han confeccionado con materiales muy diversos, tanto de origen abiótico como
biótico. Entre las materias minerales más utilizadas se encuentran la caliza, el lignito y el esquisto, y, en
menor cantidad, diversos minerales de color verde y rojo, y otros de tonalidades grises y marrones de tacto
jabonoso. Asimismo son abundantes las cuentas fabricadas a partir de conchas marinas, en menor número
de hueso y, de forma esporádica, de cerámica. Entre los objetos recuperados en Quintaret, el colgante
oval descrito resulta peculiar, dado que es el primero de esta morfología sobre piedra verde reconocido
en yacimientos valencianos. Con esa materia, de la que desconocemos las fuentes de aprovisionamiento,
se documentan algunos colgantes triangulares, rectangulares y trapezoidales en escaso número durante el
Neolítico final/Calcolítico en unas pocas cuevas de enterramiento y en el poblado de la Ereta de Pedregal
(Navarrés), donde también se constata su fabricación, al menos de los de forma triangular (Pascual Benito,
1998). Por su parte, los adornos sobre pequeñas conchas marinas son abundantes en ambientes funerarios,
siendo destacables por su relativa proximidad las 144 Gibberula miliaria perforadas provenientes del Avenc
dels Dos Forats (Carcaixent) (Pascual Benito, 2010: 194).
Respecto a las materias primas presentes en Quintaret, en el País Valenciano los adornos de caliza, sobre
todo las cuentas discoidales, se conocen en numerosos yacimientos. El origen local de esta materia prima,
dada su abundancia en todo el territorio, no alberga dudas. En menor número de yacimientos se constata
la presencia de adornos de lignito. Con carbón fósil se fabricaron cuentas discoidales y, en menor número,
cuentas cilíndricas, en oliva, bitroncocónicas y troncocónicas. Las cuentas discoidales de lignito se han
documentado en trece yacimientos, once de los cuales corresponden a cuevas de enterramiento colectivo y
dos a poblados, Ereta del Pedregal y La Vital (Gandia) (Pascual Benito, 1998b, 2011).
En la distribución geográfica de los yacimientos con cuentas de lignito se observa cierta concentración en
el curso alto y medio de los ríos Serpis y Vinalopó, alrededor de la sierra de Mariola, zona donde se localizan
también numerosas formaciones naturales de lignito. El resto son hallazgos aislados que se sitúan, uno, en el
curso bajo del Serpis, otro en la Canal de Navarrés y tres en la desembocadura del Xúquer (Pascual Benito,
1998b). El yacimiento más próximo a Quintaret donde se constatan cuentas de lignito es Avenc dels Dos
Forats, con más de dos centenares de cuentas discoidales (Pascual Benito, 2012: fig. 23, 9-26).
Se ha señalado cómo la presencia de abundantes depósitos de lignito en zonas cercanas a los yacimientos
con adornos confeccionados con ese material apunta hacia un origen local de las fuentes de abastecimiento.
Es el caso del curso medio y alto del Serpis, donde se observa una importante concentración tanto de adornos
como de depósitos naturales de lignito, algunos de ellos explotados en época histórica. Las formaciones de
lignito de las que se tiene noticia más cercanas a Quintaret se localizan a poco más de 10 km, en el Barranc del
Poll (Xàtiva), en una zona situada en las faldas del Puig de Santa Anna, donde el botánico Cavanilles describe
el carbón como “terso y pesado presentando la consistencia y brillantez del azabache”, se encontraría muy
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O. García Puchol, L. Molina, F. Cotino, J. L. Pascual, T. Orozco, S. Pardo, Y. Carrión, G. Pérez Jordà, M. Clausí y L. Gimeno
fragmentado y en vetas poco gruesas, mencionando, además, que ya era explotado en el siglo XVIII por su
descubridor, un cerrajero de Xàtiva que lo empleaba en su fragua (La Roca, 1997: 447; Casanova, 2009: 269271). La proximidad de esta formación con la Llosa de Ranes ha hecho que en alguna ocasión se atribuya a esta
localidad y descrita como una “formación lacustre representada por capas algo inclinadas de calizas y margas
azuladas, alternando con vetas de lignito” (Sanz, 1875: 214). Algo más alejadas se conocen formaciones de
lignito en Alzira (Roselló, 1995: 203), si bien no puede descartarse la presencia de formaciones de este mineral
en zonas más próximas a Quintaret que hayan pasado inadvertidas en tiempos modernos por ser de menor
entidad que las citadas y, por tanto, de nulo interés en época industrial.
Los yacimientos en los que se documenta la fabricación de cuentas discoidales no son muy abundantes.
En materias duras minerales destaca Ereta del Pedregal donde existen diversos restos que constatan
la elaboración in situ de cuentas de diversos tipos, entre ellas las discoidales a partir de tres minerales
diferentes: piedra verde, con la presencia de preformas, algunas de ellas con la perforación iniciada, y de
cuentas acabadas (Pascual Benito, 1998a: fig. III.109, 1-9); caliza, con varias preformas perforadas y cuentas
acabadas (Pascual Benito, 1998a: fig. III.109, 10-21); y lignito, con una preforma cuadrada perforada y dos
pequeños fragmentos de placa de escaso espesor con estrías de abrasión en ambas caras (Pascual Benito,
1998b: fig. 1). Fuera del ámbito geográfico valenciano destaca la numerosa y variada documentación sobre
la confección de cuentas de variscita, discoidales y de otros tipos, procedente de las minas neolíticas de
Gavà, donde el mineral verde se trabajaba en la propia zona minera (Villalba et al., 1986; Noain, 1999;
Borrell y Estrada, 2009). Son más numerosas las evidencias de fabricación de cuentas discoidales desde el
Neolítico antiguo a partir de fragmentos de valvas de cardíidos, las cuales se distribuyen por toda la fachada
mediterránea peninsular (Pascual Benito, 2005).
En territorio valenciano, los yacimientos donde se observa la fabricación de otros tipos de adornos son
también escasos y las evidencias de productos en proceso de fabricación se limitan solo a una, dos o tres
piezas. Así, en Ereta del Pedregal contamos con una cuenta cilíndrica y un colgante triangular de piedra verde
(Pascual Benito, 1998a: fig. III.114, 31 y III.138, 6); en Les Jovades (Cocentaina), con un colgante acanalado
de hueso y con un colgante rectangular y otro trapezoidal de esquisto (Pascual Benito, 1998a: fig. III-136,
15, III.140, 11 y III.142, 1); en Barranc de la Frontera (Bocairent), con un colgante trapezoidal de piedra
indeterminada (Pascual Benito, 1998a: fig. III.142, 1); en Puntal sobre la Rambla Castellarda (Llíria), con un
colgante oval de caliza (Pascual Benito, 1998a: fig. III.144, 9); y en La Vital, con dos colgantes arciformes
sobre concha y un colgante rectangular de piedra verde (Pascual Benito, 2011: figs. 15.5, 28-30, 15.7 y 15.8).
De estas evidencias se deduce que resulta habitual la fabricación de determinados tipos de adorno en ambientes
domésticos del Neolítico final y el Calcolítico. Sin embargo lo que no resulta habitual es encontrarnos con el
testimonio de todo el proceso productivo de la confección de adornos como ocurre en Quintaret.
Esta producción artesanal de collares plantea algunos interrogantes. En primer lugar desconocemos si
se trataba de una producción doméstica o de una especialización artesanal de algún o algunos miembros de
la comunidad y, por tanto, si existían individuos o familias diferenciadas en lo social y en lo económico. El
hecho de que el yacimiento se encuentre desmantelado en superficie y los hallazgos se hayan encontrado
en posición secundaria no ayuda a indagar sobre esta cuestión. Tampoco sabemos si se trataba de una
producción para el consumo familiar, local o si se destinaba al intercambio con otras comunidades y, de ser
así, cómo se articularía la gestión de ese intercambio, los propios artesanos o los líderes del grupo, y cuál era
el alcance y motivo de ese intercambio. El tipo de materia prima empleada en la confección de los collares –
de origen local y por lo tanto de fácil obtención–, un modo de hacer que no requiere grandes conocimientos
técnicos y el hecho de que en otros asentamientos coetáneos y cercanos se detecte la fabricación de estos
adornos, inclina la balanza hacia un tipo de artesanía doméstica destinada al consumo de la misma unidad
familiar que los produce, o al consumo dentro de la propia comunidad.
En definitiva, el contenido material que nos han ofrecido estas estructuras de Quintaret puede considerarse
excepcional, al contar con una abundante documentación que nos permite conocer con detalle el proceso de
fabricación de unos adornos que se cuentan entre los más abundantes de la prehistoria reciente valenciana.
APL XXX, 2014
[page-n-198]
Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
189
6. MOLINOS, PULIDORES Y HACHAS: EL CONJUNTO LÍTICO DE QUINTARET
(T. Orozco Köhler)
Aunque los útiles pulimentados suelen ser un elemento común en los registros arqueológicos neolíticos y
calcolíticos regionales, en Quintaret su presencia es muy escasa (tabla 9), limitándose a una esquirla, dos
fragmentos distales y un hacha, fracturada (fig. 17), recuperadas formando parte del relleno de las estructuras
negativas. El hacha, de silueta triangular, presenta un desgaste importante en el filo, y una fractura completa
en la zona medial –anterior a la deposición en la estructura Q079– que la inutilizó completamente, obteniendo
dos fragmentos. Ninguno de ambos fragmentos muestra huellas de reutilización en otro trabajo (p. ej. como
percutor), hecho que, atendiendo a la dureza del soporte lítico, suele ser frecuente en otros yacimientos
valencianos (Orozco, 2000), y también se documenta sobre otra pieza pulimentada de Quintaret.
El fragmento de filo recuperado en el relleno de Q064 presenta algunas características que hablan de la
historia de la pieza. Tanto el espesor de dicho fragmento como las fracturas lateral y transversal indican que
correspondía a un útil de filo cortante (hacha) de grandes dimensiones. La presencia en una de las caras de
un surco amplio, poco profundo, sobre la superficie pulida debe relacionarse con el enmangue de la pieza.
No obstante, la localización de este surco (próxima al filo), su desviación en relación al eje transversal de
la pieza y el embotamiento en la zona derecha del filo (fig. 18) permite suponer que, tras la fractura, este
pequeño fragmento fue enmangado y continuó en uso, si bien destinado a tareas de percusión o golpeteo.
Los útiles pulimentados se relacionan, de manera general, con el trabajo de la madera, aunque pueden
ser utilizados en tareas muy diversas. No se han recuperado en este yacimiento las habituales piezas
pulimentadas de pequeño tamaño (azuelas, escoplos) destinadas a trabajos de carpintería, tan frecuentes
en otros yacimientos valencianos del III milenio AC. Para su confección, en el ámbito mediterráneo suele
emplearse de manera preferente rocas de naturaleza ígnea y metamórfica (Orozco, 2000). En el pequeño
conjunto estudiado, la litología utilizada como soporte corresponde a diabasas. Se trata de un litotipo
de origen ígneo, del que hay diferentes asomos rocosos en la zona valenciana, normalmente asociados
a sedimentos triásicos, cuya utilización en el utillaje pulimentado ya se reconoce desde los primeros
horizontes neolíticos. Las intensas tareas extractivas llevadas a cabo, especialmente a lo largo del siglo XX,
conllevan importantes modificaciones de estos afloramientos y su entorno, que enmascaran los indicios
de una explotación prehistórica; en algunos casos se ha llegado al agotamiento total del recurso (Orozco,
1998). Los emplazamientos más cercanos a Quintaret donde se localizan afloramientos de diabasas se
muestran en la figura 19. Aunque los datos iniciales no permiten relacionar estos útiles con un asomo
determinado, la proximidad a este recurso lítico pudo haber sido un criterio para su elección.
El material dedicado a la molturación y trituración se presenta muy fragmentado en Quintaret.
Este utillaje se compone de un elemento inferior denominado molino o muela que se caracteriza
por una superficie de trabajo pasiva, plana, que suele ir ahondándose con el uso, de manera que en
bastantes ocasiones puede presentarse ligeramente cóncava. Las dimensiones y la forma de estas
piezas suelen presentar una alta variabilidad en los yacimientos neolíticos y calcolíticos valencianos,
si bien frecuentemente muestran un alto grado de fragmentación, lo que impide valorar estos rasgos.
Hemos agrupado en la categoría de los molinos aquellas piezas y, sobre todo, fragmentos que presentan
superficies de tendencia plana o ligeramente cóncavas, en las que se aprecian cúpulas de piqueteado
y un pulido posterior, resultado del trabajo de fricción (tabla 10). En el conjunto de Quintaret se
han recuperado varios molinos íntegros (Q228, Q075, Q231) que muestran la variedad de formas y
dimensiones de estas piezas (fig. 20).
Las manos de molino, también llamadas moletas, son el elemento activo. Son las piezas con la que se
realiza la molturación, a través de un movimiento de vaivén. De tamaño menor que el elemento pasivo,
pueden asirse con una o dos manos, dependiendo de sus dimensiones. Las manos elaboradas sobre soportes
líticos suelen ser elementos muy poco transformados: en pocas ocasiones son piezas talladas o recortadas,
y en bastantes ocasiones se utilizan cantos rodados, del tamaño deseado. La fricción que desarrollan
APL XXX, 2014
[page-n-199]
190
O. García Puchol, L. Molina, F. Cotino, J. L. Pascual, T. Orozco, S. Pardo, Y. Carrión, G. Pérez Jordà, M. Clausí y L. Gimeno
7
213
1
89
7
8
Q064
316
1
Q064
332
Q065
328
Q075
28
1
Q079
123
1
1
Q080
133
2
1
Q081
135
Q084
147
Q085
155
1
Q088
163
1
Q125
141
Q138
823
Q138
826
Q157
1087
Q193
1401
Q197
1411
Q223
1651
Q226
1124
1
Q228
1128
2
Q228
1161
Q230
1132
Q231
1134
2
1
Q061
1
1
Q007
Canto
19
Percutor
Q006
Mat. abrasivo
/ pulidor
Mano
de molino
Hecho UE
Molino
(o frag.)
Tabla 9. Relación de la industria pulimentada
recuperada en Quintaret. Las dimensiones
(LM= longitud máxima, AM = anchura máxima,
EM= espesor máximo) se expresan en mm.
1
1
2
1
1
2
Fig. 17. Hacha pulimentada recuperada en la estructura Q064.
La fractura es anterior a la deposición, y no se reconocen
marcas que indiquen la reutilización de los fragmentos.
1
1
4
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
Fig. 18. Fragmento distal o filo de hacha, reutilizado como
maza (elemento de percusión, enmangado). Se aprecia
el surco para el enmangue en una cara del fragmento. La
flecha indica la zona desgastada por este trabajo.
produce unas marcas que se aprecian a simple vista: zonas de la superficie con un pulido más intenso o,
en ocasiones, estrías. En determinados casos se pueden encontrar marcas de piqueteado en alguna parte
de la pieza, lo que indicaría un uso –simultáneo o sucesivo– en trabajos de fricción y percusión.
Las litologías empleadas en el instrumental de molienda corresponden a materiales de naturaleza
sedimentaria: calcarenitas, microconglomerados, calizas esparíticas y micríticas son las que tienen mayor
presencia. Estos tipos de rocas conforman los relieves del entorno más cercano a Quintaret, por lo que
son de fácil obtención, y son materiales muy versátiles para este utillaje, ya que su acondicionamiento
no resulta excesivamente costoso. El empleo de rocas sedimentarias para este utillaje, que habitualmente
APL XXX, 2014
[page-n-200]
Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
191
Fig. 19. Mapa de localización de emplazamientos de diabasas. 1, situación de Quintaret; 2, Cerro del cuchillo (Almansa);
3, Quesa; 4, Lloc Nou de Fenollet; 5, depresión del Vinalopó.
Tabla 10. Relación del utillaje de molienda, abrasivos y elementos líticos recuperados en Quintaret. Las dimensiones
se expresan en mm, y corresponden al eje mayor, menor y espesor de la pieza.
Hecho UE
Tipo
LM
AM
EM
Q064
32
Frag. distal
hacha
58
69,5 46,6
Q066
30
Esquirla
45,4 39
Q079
125
Hacha
146
7,7
66,5 42,8
Mat. prima
Superficie
Comentario
Diabasa
Pulida
Surco poco profundo en una cara.
Reutilizado como maza
Pulida y
piqueteada
Forma triangular. Talón apuntado
Diabasa
Diabasa
Fig. 20. Los molinos o muelas que se han
recuperado en Quintaret muestran variedad de
formas y dimensiones: 1, pieza recuperada en
Q228; 2, pieza procedente de Q231; 3, molino
recuperado en Q075.
APL XXX, 2014
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192
O. García Puchol, L. Molina, F. Cotino, J. L. Pascual, T. Orozco, S. Pardo, Y. Carrión, G. Pérez Jordà, M. Clausí y L. Gimeno
pueden obtenerse en las cercanías del yacimiento, suele ser una constante en los conjuntos líticos estudiados
de yacimientos neolíticos y calcolíticos (Orozco, 2000, 2004, 2011). Únicamente una mano o moleta
del conjunto, que también muestra marcas de percusión en un extremo, se ha elaborado sobre diabasa.
También resulta destacable, en cuanto al soporte, un fragmento de mano de molino recuperado en Q084 y
fabricado sobre granito, material que procede de dominios geológicos alejados de este territorio. Se trata
de una litología utilizada ampliamente en el instrumental de molienda de los conjuntos de la zona central
peninsular (Blasco, Baena y Ríos, 2007-8). El alto grado de alteración de la pieza recuperada en Quintaret
hace necesario un análisis más detallado de su composición, actualmente en curso, que permitirá ahondar
en posibles contactos con otras zonas peninsulares.
Algunos materiales líticos se han clasificado, directamente, como percutores (tabla 10). Bajo esta
denominación se agrupan piezas líticas de morfología diversa que presentan, al menos en un extremo, una
superficie piqueteada o pequeños levantamientos. Para estos útiles son las huellas del trabajo efectuado lo
que permite su catalogación, puesto que –por lo general– no suelen presentar una preparación determinada
del soporte. De forma puntual también se han recuperado materiales líticos que no corresponden a las
categorías citadas, como es el caso de algún canto rodado que no presenta marcas visibles.
Otros instrumentos que aparecen en Quintaret y pueden haber formado parte de procesos de elaboración
variados se definen por las litologías empleadas como soporte, que presentan propiedades erosivas, y se han
agrupado bajo la etiqueta de abrasivos o pulidores, utilizando este último término cuando nos encontramos
ante una pieza completa (tabla 10). Por lo general se han recuperado fragmentos informes, que en ocasiones
pueden mostrar alguna marca de trabajo, como superficies planas, ranuras o surcos, pero es sobre todo
su naturaleza la que permite su clasificación. Las litologías de propiedades abrasivas recuperadas en este
yacimiento corresponden a areniscas, de granulometría variada y coloración diversa. Hay que considerar
que el tamaño y la homogeneidad del grano influye en la calidad del pulido. El trabajo erosivo se realiza con
un movimiento de fricción, y puede realizarse en seco, o también aplicando agua. Algunos de los procesos
en los que pueden participar estos instrumentos consisten en rebajar, pulir, afilar superficies, entre otros. Sin
embargo, no es posible precisar sobre qué materiales se utilizaron.
Conseguir estos soportes no entraña dificultad puesto que las areniscas aparecen en algunas zonas del
valle del Cànyoles, por lo que su obtención pudo realizarse directamente por la comunidad establecida
en Quintaret. Destaca en el conjunto el pulidor recuperado en Q228, de grandes dimensiones (fig. 21)
en cuya superficie activa, que presenta una ligera concavidad (-14 mm), no se aprecian de forma clara
surcos o ranuras. Además de las dimensiones, resulta de enorme interés constatar la naturaleza de esta
pieza, elaborada sobre arenisca ferruginosa, cuyo ámbito litogénico no corresponde al entorno cercano al
yacimiento, lo que contribuye a acentuar su singularidad.
Tal como se ha indicado, el conjunto de útiles pulimentados es exiguo, lo que limita las conclusiones
que puedan extraerse sobre estas piezas. Tanto la pieza fragmentada en dos, como el fragmento distal
reaprovechado son –o han formado parte de– hachas de tamaño notable. La escasez de ejemplares no puede
relacionarse con una falta de soportes líticos ya que, como se indicó con anterioridad, en comarcas cercanas
se localizan diversas fuentes de materia prima, a las que pueden añadirse otros diapiros de diabasas que
aparecen a lo largo del territorio valenciano, especialmente en el área sur. La valoración de este litotipo por
parte de las comunidades prehistóricas queda patente al observar en Quintaret, al igual que en muchos otros
yacimientos, las reutilizaciones de útiles sobre diabasa (Orozco, 2000, 2004, 2011).
En cuanto al utillaje de molienda, habitualmente representado en contextos habitacionales, cabe destacar
la abundancia de elementos y la alta fragmentación del registro estudiado. Si atendemos a la distribución
de piezas o fragmentos en relación a las estructuras excavadas, destaca la acumulación que se localiza
en Q061; en este caso la cantidad es el rasgo que marca diferencias frente a otras estructuras. Asimismo,
destacan por su integridad las piezas procedente de Q228, concretamente de la UE 1161, que corresponden
a un molino y un pulidor de grandes dimensiones; en este caso podemos suponer que estos materiales tienen
alguna relación con las múltiples evidencias de la elaboración de cuentas recuperadas en esta estructura.
APL XXX, 2014
[page-n-202]
Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
193
Fig. 21. Pulidor sobre arenisca ferruginosa
procedente del relleno de Q228. Aunque la
superficie activa es aplanada, muestra una ligera
concavidad en relación a los bordes de la pieza.
Y si bien no podemos valorar el papel del molino en relación a los adornos, el pulidor –confeccionado
sobre una arenisca de grano muy fino y homogéneo, coloquialmente conocida como rodeno o piedra de
afilar– sí pudo formar parte del proceso de producción de estos ornamentos, aunque no podamos estimar en
qué fase fue utilizado, como tampoco si se empleó para un pulido o desbaste en seco o con agua. Pese a la
variedad de rocas con propiedades abrasivas que aparecen en los relieves cercanos a Quintaret, este pulidor
corresponde a una arenisca del triásico inferior (Bundsandstein), sedimentos que en tierras valencianas
se localizan en el dominio ibérico, al N del corredor del Cànyoles. Ello indica una selección cuidada del
material lítico y un transporte, que pudo haberse llevado a cabo por este grupo humano. La deposición en la
misma estructura de estos elementos permite establecer una asociación, y suponer que fueron empleados en
alguna de las etapas del trabajo destinado a la fabricación o transformación de cuentas de collar.
7. PRODUCCIÓN Y CONSUMO DE PIEDRA TALLADA
(O. García Puchol)
La presencia de útiles y restos líticos tallados, resultado de las actividades relacionadas con su fabricación y
uso, entre los restos contenidos en las estructuras excavadas, permite plantear hipótesis relativas a los medios
y modos de producción de estas sociedades del IV y III milenio cal AC. Un número moderado de restos
(1.806) procede de las estructuras de Quintaret, en tanto que apenas 2 objetos provienen de las estructuras
de Corcot. Los materiales recuperados en el primer yacimiento manifiestan las características propias de los
conjuntos líticos del final del Neolítico y Calcolítico con la presencia de láminas de cuidada factura y puntas
de flecha de retoque bifacial como elementos comunes (García Puchol, 2005; Juan-Cabanilles, 2008). Su
aparición, amortizando estas estructuras de almacenaje, nos informa sobre las actividades llevadas a cabo
en las inmediaciones de las mismas, tanto a partir del análisis de las características de su composición,
como de su relación con las restantes evidencias que conforman los rellenos.
Conviene subrayar la desigual repartición de objetos líticos entre las diferentes estructuras, tal como
reflejan las tablas 11 a 15. Únicamente 4 estructuras contienen más de 50 objetos tallados y una de ellas
destaca sobremanera con un total de 1.229 restos (Q128). La explicación viene del cribado con agua de
la totalidad del sedimento al coincidir con la concentración de cuentas de collar y restos de su fabricación
(buena parte de estos restos son microlascas y esquirlas –1.017–).
El sílex es la materia prima utilizada, observándose cierta variabilidad en función del tipo de soporte/
útil buscado. Una variedad marrón/beige traslúcida de grano medio y que presenta numeras fisuras resulta
común, generalmente sobre lascas y algún núcleo de talla expeditiva. Al mismo tiempo encontramos
APL XXX, 2014
[page-n-203]
194
O. García Puchol, L. Molina, F. Cotino, J. L. Pascual, T. Orozco, S. Pardo, Y. Carrión, G. Pérez Jordà, M. Clausí y L. Gimeno
Tabla 11. Clasificación de los restos de talla documentados en Quintaret.
Q7
UE
Q24
Q55
Q61
Q63
Q64
213
209-10
75
89
97
32
Lasca
3
3
4
Frag. lasca
4
2
7
Frag. lámina
1
Frag. indeterminado
5
Esquirla/microlasca
2
Sílex tabular
1
315
101
3
1
2
1
2
3
1
4
1
9
3
8
6
4
3
30
Q68
1
45
1
13
4
1
3
1
7
5
2
23
TOTAL
328
6
15
Q66
1
1
14
31
9
2
4
Frag. núcleo
Q65
16
17
6
2
14
Tabla 12. Clasificación de los restos de talla documentados en Quintaret.
Q72 Q75 Q78 Q79
Lasca
Q80
Q82
Q85 Q88 Q89
109
28
123
133
127
155
163
165
2
UE
2
2
2
125
20
2
2
1
Frag. lasca
26
1
1
1
Lámina
1
Q138
141
823
2
Frag. núcleo
Q125
79
1
Frag. lámina
Q90
167 712
12
5
1
2
5
4
3
1
1
1
6
1
36
13
10
9
Tableta
Frag. indeterminado
1
46
2
Esquirla/microlasca
2
1
Cúpula térmica
3
2
4
4
2
3
3
1
3
2
2
Sílex tabular
1
1
Nódulo
1
TOTAL
3
100
6
4
6
6
2
15
5
2
69
32
Tabla 13. Clasificación de los restos de talla documentados en Quintaret y Corcot.
Quintaret
Q147 Q193 Q197 Q226 Q228 Q229 Q230
UE
Lasca
84
1401
1411
1130
1132
21
6
2
1243 1298/99
1
61
10
6
C20 C22
2
8
Frag. lámina
137
8
Frag. núcleo
2
Esquirla/microlasca
8
1
87
10
2
1017
1
Cúpula térmica
141
1
2
Frag. indeterminado
APL XXX, 2014
Corcot
1161
2
1
Frag. lasca
TOTAL
Q263
1124
31
5
57
16
1
5
1
18
9
1
2
1
11
1205
1
33
1
1
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195
Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
Q89
Q88
Q84
Q79
Q78
Q75
Q68
Q66
Q65
Q64
Q61
Q55
Q7
Tabla 14. Clasificación del utillaje retocado recuperado en Quintaret.
UE 213 75 89 32 31 30 101 28 123 125 147 163 165
Perforadores/taladros
Perforador
Lascas ret. simple/inv.
1
Lasca ret. marginal
1
Lasca ret. irregular
Lascas borde abatido
Láms. ret. simple/inv.
1
1
1
1
1
Lasca borde abatido
1
Lám. ret. marginal
3
Lám. ret. muy marg./su
1
1
1
Lám. ret. irregular
1
Lám. ret. invasor
2
Muescas y denticulados Lasca con muesca
1
1
1
3
Lámina muesca
1
Lasca denticulada
1
Lámina denticulada
Puntas de flecha
1
Romboidal
1
Pedúnculo y aletas
1
Pedúnculo y aletas inc.
1
Fragmento
1
1
Esbozo
Piezas astilladas
1
1
1
1
1
TOTAL
1
1
10
3
2
1
1
Microburiles
1
4
2
9
2
1
1
2
1
materiales de calidad que responden a distintas variedades principalmente representadas sobre piezas
laminares, con retoque o no. En este caso apenas contamos con restos relacionados con la talla in situ por lo
que debemos suponer que presumiblemente llegan al yacimiento elaborados. El grado de alteración de los
materiales también es variable como resultado bien de actividades antrópicas (alteraciones térmicas debido
al contacto directo con el fuego), o bien de procesos postdeposicionales tales como la aparición de pátinas
blancas que afectan parcialmente al conjunto.
En Quintaret se han clasificado un total de 1.730 restos de talla, la mayoría de los cuales son fragmentos
indeterminados (275) y sobre todo esquirlas (1.120). Entre los productos de talla predominan las lascas y
fragmentos de lascas (112 y 167 respectivamente). Los productos laminares, algunos de ellos de cuidada
factura y tamaño considerable (superan los 150 mm de anchura máxima) son escasos (19). Un conjunto
laminar de pequeño tamaño se concentra en la estructura 228, coincidiendo con una mayor proporción de
restos y la presencia de alguna pieza alargada y estrecha a modo de perforador. Se ha documentado un total
de 19 núcleos, fragmentados, de morfología informe y con restos de extracciones de lascas.
En consonancia, el material retocado recuperado también es escaso (76 objetos) (tablas 14 y 15, fig. 22).
Destacan numéricamente el conjunto de piezas astilladas (21), concentradas principalmente en las estructuras
Q228 y Q229 (15) (fig. 22, 1 a 3). Las características de estas piezas serían indicativas, de un uso –entre otros–
APL XXX, 2014
[page-n-205]
196
O. García Puchol, L. Molina, F. Cotino, J. L. Pascual, T. Orozco, S. Pardo, Y. Carrión, G. Pérez Jordà, M. Clausí y L. Gimeno
Tabla 15. Clasificación del utillaje retocado recuperado en Quintaret.
Q125 Q138
UE
Raspadores
823
Q228
Q229
Q229
Q230 Q164
1161
1130
1162
1132
6
141
1
1095
1
Perforadores/taladros
Perforador
Lascas retoque simple
Lasca retoque irregular
Muescas y denticulados
Lasca con muesca
1
2
2
Lasca denticulada
1
Lámina denticulada
Diente hoz
Geométricos
1
1
Fragmento
Puntas de flecha
Trapecio retoque abrupto
1
Romboidal
1
Foliácea
Pedúnculo y aletas incip.
1
1
Esbozo
2
Piezas astilladas
1
11
4
1
Diversos
TOTAL
1
3
3
25
6
1
1
1
a modo de cuña/cincel (de la Peña, 2011). La concentración mencionada, coincidente con las estructuras que
han deparado los restos de un taller de cuentas sobre caliza y lignito, sugiere su relación directa con el proceso
de recorte de estos materiales. La presencia en estas estructuras de pequeñas piezas a modo de perforadores
también podría ser relacionada con el proceso de perforación de estas cuentas (fig. 22, 4 a 6). Mencionaremos
además una punta de flecha romboidal (fig. 22, 15), dos esbozos de punta de flecha (fig. 22, 19) y un trapecio
fragmentado (fig. 22, 18). El contenido lítico evoca así la presencia de objetos ligados a diferentes actividades,
cuyo nexo común sería su relación con las tareas asociadas a una unidad doméstica.
Otros objetos destacados del conjunto recuperado serían las láminas con retoque marginal y con retoque
invasor (fig. 22, 13), bien representadas en la estructura Q61. Un fragmento de lámina con retoque invasor
de esta estructura muestra una tenue pátina brillante (lustre de cereales).
Las muescas y denticulados sobre lasca o láminas suponen 13 objetos. Una mención especial merece
una pieza fragmentada con el retoque característico de los dientes de hoz (no se observa lustre de cereal)
entre los objetos líticos de la estructura Q138. Recuperado en la única estructura que ha deparado materiales
campaniformes de estilo regional, corroboraría su adscripción a esta etapa del Campaniforme final inmediata
a la Edad del Bronce, cuando se convierten en el útil lítico tallado destacado.
Un total de 8 puntas de flecha (más 3 esbozos) se han localizado repartidas en diferentes estructuras.
Encontramos piezas de cuidada factura junto a ejemplos de ejecución irregular (fig. 22, 8 y 15). Uno de los
esbozos ofrece signos evidentes de la práctica del tratamiento térmico, aspecto común en otros yacimientos
de esta cronología en el área. Sobre la morfología cabe apuntar su variabilidad, reflejada en la clasificación
de formas romboidales, foliáceas y de pedúnculo y aletas. En este último caso no se ha clasificado ningún
ejemplar de pedúnculo y aletas desarrolladas propio de momentos campaniformes (Juan-Cabanilles, 2008),
lo que podría deberse a lo reducido de la muestra.
APL XXX, 2014
[page-n-206]
Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
197
Fig. 22. Utillaje retocado recuperado en Quintaret. 1 a 3, piezas astilladas (Q228); 4 a 6, microperforadores (Q228);
7, frag. lámina retoque invasor (Q68); 8, frag. punta de flecha (Q66); 9, frag. lámina retoque marginal (Q66); 10,
frag. lámina retoque invasor (Q75); 11, frag. lámina con muescas (Q75); 12, frag. lámina retoque invasor (Q61); 13,
perforador (Q61); 14, frag. placa sílex tabular con retoque bifacial (Q230); 15, punta de flecha romboidal (Q65); 16,
microburil (Q66); 17, microburil (Q75); 18, frag. trapecio asimétrico (Q228).
Entre los geométricos contamos con un fragmento de trapecio, asimétrico de base cóncava, y un fragmento
no determinado, ambos en la estructura Q228 (fig. 22, 18). Sin que podamos establecer una relación directa
con estas piezas, al menos con los ejemplos conocidos de otros yacimientos sincrónicos estudiados hasta
la fecha, hemos clasificado dos microburiles (Q066 y Q075), ambos distales y sobre láminas de mediano
tamaño (fig. 22, 16 y 17). La presencia de microburiles en conjuntos del IV y III milenio se corrobora en
APL XXX, 2014
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198
O. García Puchol, L. Molina, F. Cotino, J. L. Pascual, T. Orozco, S. Pardo, Y. Carrión, G. Pérez Jordà, M. Clausí y L. Gimeno
otros yacimientos valencianos tales como Niuet y Punxó (García Puchol y Molina, 1999). Mencionaremos
finalmente el hallazgo de un fragmento de placa de sílex tabular con retoques bifaciales en la estructura
Q230 (fig. 22, 14), así como dos fragmentos informes sobre este material en la estructura Q024.
Como hemos podido comprobar, el registro de Quintaret ofrece ejemplos concretos de la relación directa
del contenido de los rellenos y las actividades llevadas a cabo en las inmediaciones de las estructuras. El
caso más elocuente viene referido por la concentración de las estructuras Q228 y Q229, cuyos rellenos
incorporan diferentes vestigios relativos a la actividad artesanal vinculada a la fabricación de cuentas de
collar junto con distintas piezas líticas (piezas astilladas, perforadores) que podemos relacionar con su
elaboración. Junto a ellos, otras piezas como la punta de flecha y esbozos recuperados indicarían actividades
relacionadas con su fabricación y/o abandono en un espacio doméstico. En la mayoría de los casos, sin
embargo, el número de restos no permite realizar más apreciaciones. De cualquier modo, y analizados en
su conjunto, los materiales líticos de Quintaret son coincidentes con el equipamiento característico de los
registros de esta cronología en el ámbito regional.
8. VALORACIÓN ESPACIAL, CONTEXTUAL Y FUNCIONAL DE LAS ESTRUCTURAS
DE ALMACENAMIENTO EN EL CONTEXTO DEL IV Y III MILENIO CAL AC
(O. García Puchol y S. Pardo Gordó)
Las estructuras prehistóricas de Quintaret y Corcot conforman un típico contexto prehistórico de hábitats
neolíticos al aire libre caracterizados por la profusión de silos y fosas, aspecto que les ha conferido el
apelativo en la bibliografía de poblados de silos (Gómez Puche et al., 2004; Soler, 2013). Se ubican en las
inmediaciones de cursos de agua, frecuentemente en áreas de interfluvio, ocupando grandes extensiones
donde se observan concentraciones de estructuras excavadas (en algunos casos identificadas como viviendas
–Niuet, Arenal, La Vital–), y con la presencia de fosos segmentados que podrían delimitar el espacio del
poblado. En otros ejemplos, como Les Jovades o los aquí presentados, Quintaret y Corcot, sólo disponemos
de información referida a fosas y silos. Buena parte de los trabajos realizados obedecen a intervenciones de
urgencia que han contemplado generalmente excavaciones parciales siguiendo las directrices de las obras
efectuadas. Su situación en zonas de alto potencial agrícola ha condicionado también un desigual estado de
conservación en función del grado de transformación del terreno y de las prácticas agrícolas allí efectuadas.
Desde los años 1990 se han publicado una serie de registros datados en el IV y III milenio cal AC que
sirven de referencia para contextualizar los datos aquí publicados. Buena parte de los mismos se ubican
en los valles del Serpis, desde su cabecera (Les Jovades –Bernabeu et al., 1993–, Niuet –Bernabeu et al.,
1994–, Benàmer –Torregrosa, Jover y López Seguí, 2011–, Punxó –García Puchol, Barton y Bernabeu,
2008–) hasta su desembocadura (La Vital –Pérez Jordà et al., 2011–), en el vecino valle del río Albaida
(Colata –Gómez Puche et al., 2004–), o en el valle del Vinalopó (La Torreta-El Monastil –Jover Maestre,
2010–). Otros interesantes conjuntos publicados ofrecen registros de ocupaciones neolíticas prolongadas
en el tiempo, desde el Neolítico antiguo y que pueden alcanzar el Neolítico final (cf. Tossal de les Basses,
Alicante –Rosser y Fuentes, 2007– o Costamar, Oropesa, Castellón –Flors, 2009–, y también el yacimiento
mencionado de Benàmer –Torregrosa, Jover y López Seguí, 2011–).
Los datos manejados de todos ellos son parciales aunque permiten, en mayor o menor medida, una
aproximación a las características de estos poblados desde una perspectiva espacial, económica y social.
Sobre sus dimensiones se han realizado cálculos a partir de la distribución de las estructuras conocidas y el
marco cronológico abarcado. Les Jovades ocupa el área mayor hasta la fecha, con un cálculo de dispersión
de las estructuras en torno a las 25 ha que cubrirían un amplio período de tiempo entre el IV y el III milenio
cal AC. Para La Vital este cálculo se sitúa cerca de las 7 ha y una duración de unos 300 años. El tamaño
mínimo calculado mediante el procedimiento Convex Hull o mínima envolvente para Quintaret se situaría
alrededor de 3 ha, referido a una cronología de unos 500 años. En cualquier caso se trata de estimaciones
condicionadas por la extensión del área excavada y que requieren casi siempre más precisión cronológica
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Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
199
debido al bajo número de dataciones disponibles (sólo La Vital presenta un marco radiométrico programado
sobre buena parte de la superficie excavada atendiendo a criterios espaciales y estratigráficos). Los datos y
análisis que presentamos a continuación se han realizado a partir de los datos de Quintaret dado el escaso
número de estructuras prehistóricas en Corcot (4).
8.1. El espacio habitado
Tal como hemos podido comprobar en la presentación del yacimiento, el estado de conservación de las
estructuras de Quintaret no es óptimo, aspecto que dificulta cualquier tentativa relativa a su interpretación
en el espacio. La altura media conservada de fosas y silos se sitúa en 46 cm, con un máximo de 170 cm
y un mínimo de 11 cm. La conservación diferencial de las profundidades de silos/fosas en una misma
área reflejaría la existencia de estructuras de tamaño variable y cuya función como silos no puede ser
siempre corroborada. Con la excepción de dos estructuras de morfología desigual cortadas por un camino
(Q193 y Q197), el resto obedece a fosas circulares con distintos perfiles (troncocónico, globular, cóncavo)
que hemos considerado silos cuando disponemos de un criterio claro para su asignación (paredes rectas o
que cierran), y la comparación de la profundidad conservada respecto a las estructuras inmediatas. Ante
la ausencia de evidencias claras referidas a restos de viviendas, hemos tratado de retener otras variables
materiales y de localización con el fin de determinar si las estructuras conservadas tendrían una relación
directa con la presencia en las inmediaciones de espacios de habitación.
Con este objetivo hemos realizado un análisis de conglomerados (cluster analysis en terminología anglosajona)
centrado en identificar cuáles son las agrupaciones de silos óptimas a partir de su localización geográfica, y si
la distribución de éstas pueden ser correlacionadas con la presencia de material arqueológico asociado a las
actividades domésticas tales como los molinos/manos y los fragmentos de barro cocido, algunos de ellos con
improntas, que podrían relacionarse directamente con las áreas de hábitat. Entre los diferentes procedimientos
existentes para la realización del análisis de conglomerados nos hemos decantado por un método de agrupamiento
no jerárquico o de partición, el método K-means, utilizando el software R (R Core Team, 2013).
La utilización del análisis K-means requiere realizar dos pasos fundamentales:
a) Dividir el conjunto de datos analizado en n grupos y calcular el centro de gravedad de cada agrupación
resultante. En nuestro caso hemos dividido las estructuras negativas en 2 grupos y hemos repetido el proceso
incrementando el tamaño en 1 hasta llegar a un total de 30 grupos.
b) En segundo lugar se reasigna cada silo al grupo más cercano (cuya distancia al centroide sea menor). En
nuestro caso hemos realizado 100 iteraciones de este procedimiento por cada uno de los 30 casos programados.
Una vez realizado el test K-means, hemos representado los resultados en un gráfico donde observamos
un fuerte descenso en el valor de la suma de los cuadrados en torno a los 4 grupos y una estabilización de
la curva alrededor de los 14 grupos (fig. 23, a).
No obstante, como se remarca en la bibliografía estadística, la selección de un número alto de clusters
puede llegar a representar datos incomprensibles (o complejos en su interpretación), mientras que la
elección de un número reducido de conglomerados suele conllevar la generación de grupos heterogéneos
y artificiales. Con todo ello nos hemos decantado por la utilización de un valor intermedio, 8 grupos, para
tratar de mitigar los problemas remarcados.
La agrupación final de los silos una vez realizado el K-means es la siguiente (fig. 23, b): el grupo 1 está
formado por las estructuras Q054, Q055, Q162, Q164 y Q157. Las estructuras Q075, Q066, Q065, Q064,
Q063, Q067, Q071, Q070, Q069, Q068 y Q061 forman el grupo 2. Por otro lado el grupo 3 está formado
por las estructuras Q082, Q083, Q079, Q078, Q080, Q081, Q084, Q085, Q086 y Q0125. La solitaria
estructura Q175 forma el grupo 4. Mientras que las estructuras Q065 y Q0190 forman el grupo 5, aunque
las estructuras documentadas en el corte del camino (Q193 y Q197) no se han contemplado en el análisis
K-means, éstas podrían formar parte de este cluster. El grupo 6 lo conforman las estructuras Q138, Q030,
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200
O. García Puchol, L. Molina, F. Cotino, J. L. Pascual, T. Orozco, S. Pardo, Y. Carrión, G. Pérez Jordà, M. Clausí y L. Gimeno
A
Relación Clusters − Suma cuadrados
20
Suma de los cuadrados
15
10
5
0
2
4
6
8
10
B
12
14
16
18
Número de Clusters
20
22
24
26
28
30
Relación gr
4313850
GRUPO 8
4313800
Coordenadas Y
GRUPO 7
GRUPO 6
4313750
GRUPO 3
GRUPO 2
4313700
GRUPO 5
GRUPO 1
GRUPO 4
4313650
705600
705800
Coordenadas X
706000
Fig. 23. Resultados del test K-means.
Q088, Q089, Q090, Q091 y Q092. El séptimo grupo está formado por los silos Q223, Q261, Q263, Q024,
Q007, Q006 y Q283. Finalmente el grupo 8 se sitúa en la parte noreste de la excavación y lo forman las
estructuras Q242, Q231, Q230, Q229, Q228 y Q226.
Si nos atenemos al patrón de distribución espacial de La Vital, estas estructuras se asociarían con
unidades de habitación/espacios domésticos de actividad. En nuestro caso únicamente las estructuras
Q193 y Q197 responderían a un criterio distinto de la observación general de fosas y silos (fosas de
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Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
201
dimensiones mayores), si bien la escasez de materiales recuperados y sus características impiden efectuar
más apreciaciones. Como ya hemos anotado, la presencia de barro cocido y de piezas de molienda en los
silos/fosas podría considerarse un buen indicador de la presencia cercana de estos espacios domésticos.
A este respecto, la mayoría de los grupos determinados confirman la presencia de indicios de actividad
doméstica y constructiva formando parte del relleno de algunas de las estructuras. Algunos de los casos
más elocuentes vendrían conformados por el grupo 2 (la estructura Q61 concentra 15 útiles de molienda y
55 restos de barro cocido con improntas), el grupo 3 con diversas piezas de molino repartidas entre varias
de sus estructuras, el grupo 7 (con molinos y fragmentos de barro cocido en varias de los contenedores
excavados) y el grupo 8 (área donde se detecta una concentración de barro cocido, útiles de molienda,
pulidores, asociado todo ello a restos de fabricación de cuentas de collar de caliza y lignito –Q228–).
8.2. Producción y consumo
La presencia de contenedores de grano u otros productos perecederos de capacidad variable referidos al
hábitat del IV y III milenio cal AC en el territorio valenciano ha sido caracterizada en diversos trabajos
(Pascual Benito, 2003; Gómez Puche et al., 2004; Pérez Jordà, Bernabeu y Gómez Puche, 2011). Apenas
contamos con evidencias directas en el registro de Quintaret sobre el contenido de los mismos, básicamente
cereales si atendemos a los patrones reconocidos de forma generalizada. A partir del cálculo de la capacidad
de estos contenedores se han realizado análisis comparativos que arrojan alguna luz sobre la estructura
social de estas sociedades del IV y III milenio cal AC. Dos trabajos reflejan los cálculos realizados en
diferentes yacimientos (Missena, Jovades, Colata, Vital y Arenal), si bien es cierto que no todos ellos
disponen de un marco radiométrico preciso que permita discernir si la variabilidad acordada puede tener
una lectura diacrónica alternativa (Bernabeu et al., 2006; Pérez Jordà, Bernabeu y Gómez Puche, 2011).
Los resultados de esta contrastación otorgan una mayor capacidad de almacenaje a yacimientos como Les
Jovades (desde mediados del IV y presumiblemente hasta mediados del III milenio cal AC) y La Vital
(segundo tercio del III milenio cal AC). En cualquier caso, lo que resulta más revelador es la existencia
en estos dos yacimientos de grandes estructuras de almacenaje que superan los 10.000 litros (Pérez Jordà,
Bernabeu y Gómez Puche, 2011). El test K-means practicado en La Vital refiere la existencia de al menos
10 agrupaciones de estructuras en el área excavada que comprenderían fosas y silos relacionados en buena
parte de los casos con estructuras de habitación identificados como fondos de cabaña (Gómez Puche, Carrión
Marco y Pérez Jordà, 2011). Los cálculos ofrecen una capacidad de almacenaje variable entre los distintos
grupos, dos de los cuales superan los 20.000 litros mientras que los restantes ofrecen unas cifras a distancia
y también variables (predominan en todos los casos los silos hasta los 1.500 litros). Estos datos han sido
interpretados como el reflejo de la existencia de una acumulación desigual de excedentes entre las distintas
unidades familiares (Pérez Jordà, Bernabeu y Gómez Puche, 2011). En La Vital es posible además acotar
la cronología a la duración calculada del poblado (unos 300 años) durante el Calcolítico precampaniforme
y Campaniforme con evidencias claras de metalurgia. Esta acumulación desigual tendría su reflejo en las
tumbas individuales en silos con ajuares distintivos documentadas en el interior del poblado.
Analizar la capacidad de almacenaje de las estructuras de Quintaret en los términos expuestos no nos
ha parecido aconsejable. El grado de desmantelamiento del nivel de ocupación del yacimiento, si tenemos
en cuenta además la escasa profundidad generalizada de las estructuras documentadas (p. ej., media de 46
cm frente a los 92 cm de La Vital), desaconsejaba el cálculo de la capacidad en litros de las estructuras que
podíamos considerar claramente como silos de almacenamiento. Por ello, y con el fin de poder realizar
estimaciones en este sentido, hemos procedido a evaluar la comparación del diámetro máximo de las
estructuras clasificadas como tales en aquellos yacimientos con información detallada publicada (Jovades,
Arenal, Colata y Vital). De este modo hemos representado gráficamente la distribución de esta medida entre
los distintos yacimientos (fig. 24).
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202
O. García Puchol, L. Molina, F. Cotino, J. L. Pascual, T. Orozco, S. Pardo, Y. Carrión, G. Pérez Jordà, M. Clausí y L. Gimeno
Arenal
350
300
250
200
150
100
50
10
Jovades
0
10
Quintaret
20
30
diámetros silos
350
300
250
200
150
100
50
5
Colata
350
300
250
200
150
100
50
0
0
10
10
20
Vital
20
30
40
30
50
0
10
20
30
40
número de silos
Fig. 24. Relación del diámetro máximo de las estructuras de los yacimientos de Vital, Colata, Quintaret, Jovades y Arenal.
Los gráficos resultado ofrecen una imagen similar a la mostrada en relación con la capacidad de
estos conjuntos, es decir, dos yacimientos sobresalen con la presencia de unas pocas estructuras que
superan los 300 cm de diámetro máximo (Jovades y Vital), mientras que Quintaret se aproxima a los
datos proporcionados por Colata, donde unas pocas estructuras superan los 250 cm. En el caso de Colata
estas estructuras se sitúan sobre los 4.500 litros de capacidad, similar a la estructura Q061 de Quintaret
(estructura bien conservada que alcanza unas medidas de diámetro de boca de 150 cm, diámetro máximo
230 cm y una profundidad de 170 cm), frente a las capacidades en torno a los 12.000 litros calculadas en
Jovades y Vital para aquellos contenedores de mayor tamaño.
Si los datos presentados fuesen representativos del conjunto de la población podríamos señalar
determinados aspectos relevantes. En primer lugar, La Vital permite plantear que la mayor capacidad de
acumulación de determinadas unidades coincide en este yacimiento con el Calcolítico, en la primera mitad
del III milenio cal AC. Una de las estructuras de gran tamaño de Les Jovades (estructura 129) ofrece dos
dataciones sobre agregados de carbón que podrían retrotraer esta capacidad diferencial de acumulación
a mediados del IV milenio cal AC (en cualquier caso este dato requiere mayor precisión cronológica).
Quintaret y Colata muestran por su parte una imagen también variable del tamaño de las estructuras
conservadas, de modo que aquellas de mayores dimensiones tendrían capacidades en torno a los 5.000
litros. Sin embargo, y aun cuando las escasas dataciones efectuadas no permiten más precisión, ambos
iniciarían su existencia en los siglos finales del IV milenio cal AC, y en el caso de Quintaret se prolongaría
hasta mediados del siguiente milenio (Campaniforme). Arenal corresponde a un registro del campaniforme
regional (aspecto coincidente con la fase reciente de Quintaret) con estructuras de almacenaje que no
muestran signos distintivos de acumulaciones diferenciales. Tampoco los enterramientos individuales
excavados se distinguen por la presencia de ajuares especiales como sí pudimos ver en La Vital.
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Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
203
La imagen que cabría dibujar con los datos actuales traduce, de un lado, variabilidad en el seno de
los yacimientos, pero también entre yacimientos. Con la cautela debida a la parcialidad generalizada de
los datos manejados cabe plantearse si somos capaces de encontrar estas mismas pautas de producción y
consumo desigual en otros aspectos que reflejan el comportamiento social y la organización de estos grupos
tales como el papel de las artesanías especializadas en la división social del trabajo, las implicaciones de la
aparición de la metalurgia y su extensión, y el análisis del comportamiento funerario.
9. QUINTARET EN EL CONTEXTO COMARCAL Y REGIONAL
DESDE EL NEOLÍTICO FINAL AL HORIZONTE CAMPANIFORME
(L. Molina Balaguer)
Los datos aportados por los trabajos llevados a cabo en los yacimientos de Quintaret y Corcot complementan
aquellos disponibles respecto a la parte alta del valle del Cànyoles. Fruto tanto de recogidas superficiales
(p. ej. Molina y McClure, 2004) como de excavaciones de urgencia (García Borja et al., 2009), se han
reconocido diversos enclaves al aire libre en los términos de Moixent y la Font de la Figuera (Mas del
Fondo, La Calera, Casa Fossino, Casa Garrido Nord II) que remiten a la existencia de un poblamiento
en llano a lo largo de un genérico Neolítico final/Calcolítico (IV-III milenio cal AC). Con estas nuevas
informaciones podemos incorporar a la misma dinámica la parte más baja del valle –correspondiente a
los términos de Montesa y l’Alcúdia de Crespins–, aquella que se abre a la llamada Costera de Ranes.
Así, la imagen que podemos hacernos del paisaje del valle del Cànyoles a partir del IV milenio cal AC
correspondería a un entorno plenamente antropizado, con una importante presencia de asentamientos más o
menos estables ocupando las zonas llanas, tanto del río como de la cuenca del Pla de les Alcusses.
Esta ocupación, como se ha puesto de manifiesto en múltiples ocasiones (Pla, 1972; Aparicio, San
Valero y Martínez Perona, 1979, 1983, 1984; Molina y McClure, 2004; García Borja y Molina, 2006),
podemos retrotraerla a los primeros momentos del Neolítico. Cova del Barranc Fondo (Xàtiva) y Cova
Santa de la Font de la Figuera (como enclaves más significativos y mejor conocidos) aportan materiales
correspondientes al Neolítico cardial, dentro del VI mileno cal AC. A esta presencia humana pueden
asociarse algunas de las manifestaciones de arte rupestre esquemáticas que se conocen en la zona y,
especialmente, aquellas que evocan el arte macroesquemático documentadas en el área del Bosquet,
en Moixent (Hernández y CEC, 1984; Hernández y Martí, 2000-2001). La situación estratégica de la
comarca la convierte en nudo natural de comunicaciones de primera magnitud entre la llanura costera
valenciana, el altiplano de la meseta manchega y el cordón montañoso de las sierras béticas que se
desarrollan a lo largo del límite de las provincias de Murcia y Albacete. La evidencia de materiales
correspondientes a este primer Neolítico jalonando todo el arco que va desde las comarcas centrales
valencianas hasta el área granadina –Cueva de los Secos, Yecla (Soler, 1988), Cueva del Niño, Ayna
(Martí, 1988), Abrigo del Pozo, Calasparra (Martínez Sánchez, 1994), Abrigo Grande II del Barranco de
los Grajos, Cieza (Walker y Cuenca, 1977), etc.–, ponen en evidencia el funcionamiento de esta vía de
comunicación ya en estos momentos (García Atiénzar, 2011).
Pese a ello, los datos actualmente disponibles sólo nos permiten confirmar la existencia de un poblamiento
estable en el valle del Cànyoles a partir del IV milenio cal AC. El registro comarcal correspondiente al V
milenio, hasta la fecha se limita a los datos aportados por Cova del Barranc Fondo de Xàtiva, donde se cita
la presencia de especies cerámicas peinadas y esgrafiadas (Martí et al., 1980: 151 y 154).
De la misma manera que ocurre en amplias zonas de la península, en las comarcas valencianas se aprecia,
a lo largo del IV milenio cal AC un fuerte impulso en las evidencias de un poblamiento estable ligado a
asentamientos al aire libre que ocupan zonas llanas y que pueden llegar a tener notables extensiones (fig. 25).
Aunque la existencia de poblados al aire libre puede retrotraerse a los mismos momentos iniciales del Neolítico,
los asentamientos que documentamos a partir del Neolítico final responden a un modelo característico que
APL XXX, 2014
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204
O. García Puchol, L. Molina, F. Cotino, J. L. Pascual, T. Orozco, S. Pardo, Y. Carrión, G. Pérez Jordà, M. Clausí y L. Gimeno
Fig. 25. Localización de Quintaret y Corcot con relación a los principales yacimientos citados en el texto.
ha quedado ligado al concepto de “poblados de silos” (Gómez Puche et al., 2004) por la abundante cantidad
de estructuras de este tipo que se documentan. Tradicionalmente, en las comarcas centro-meridionales
valencianas, este tipo de sentamientos, definidos por la existencia constante de estructuras negativas –silos,
cubetas y, en menor medida, fosos y “fondos de cabaña”–, representaba el modelo básico de ocupación de
los grupos humanos desde mediados del IV milenio cal AC. Sin embargo, en la actualidad sabemos que este
modelo podría tener su punto de arranque en el milenio anterior, a tenor de los datos aportados por yacimientos
como Benàmer y Alt del Punxó, en Muro d’Alcoi (Torregrosa, Jover y López Seguí, 2011; García Puchol,
Barton y Bernabeu, 2008) o Tossal de les Basses, Alacant (Rosser y Fuentes, 2007).
En el caso de la comarca de La Costera, la información arqueológica actual no permite conocer los
tiempos de este proceso de ocupación del valle. Corcot y Quintaret son los únicos yacimientos de hábitat
datados en la comarca hasta la fecha. De igual manera, la mayoría de los emplazamientos al aire libre
documentados son fruto de recogidas superficiales sin identificación de estructuras asociadas. La excavación
de dos silos en Casa Garrido Nord II, Moixent (García Borja et al., 2009), sin embargo, reflejaría que el
patrón de asentamiento definido por los dos yacimientos aquí estudiados se repite en la parte alta del valle.
Con las limitaciones expresadas, podemos suponer que, desde algún momento del IV milenio cal AC (muy
posiblemente hacia sus finales), las ocupaciones agrícolas van extendiéndose por las zonas llanas de la
comarca, tanto en el valle del Cànyoles como en el Pla de les Alcusses (fig. 25).
Como ocurriera durante el Neolítico antiguo, estas ocupaciones tienen su continuación geográfica al
otro lado del puerto de Almansa, a lo largo de las estribaciones de la meseta manchega hasta enlazar con la
zona andaluza (Fernández, Simón y Mas, 2002; García Atiénzar y De Miguel, 2009; García Atiénzar, 2010,
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Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
205
2011). Ocupaciones que nos permiten igualmente enlazar tanto con el importante núcleo de asentamientos
que se desarrolla hacia el S, en la cubeta de Villena –Macolla, Casa de Lara, Arenal de la Virgen, etc. (Soler,
1981)– como con los que se extienden hacia el N, en la zona de la Canal de Navarrés, donde destaca la Ereta
del Pedregal (entre otros: Fletcher, Pla y Llobregat, 1964; Juan-Cabanilles, 1994 y 2008).
Volviendo al ámbito comarcal, la consolidación del poblamiento en las zonas llanas se complementa
con un desarrollo del uso de múltiples cavidades que circundan el valle como espacios funerarios. De esta
manera, la dinámica poblacional documentada en la comarca, tal y como se sugería en un reciente trabajo
(García Borja y Pascual, 2010: 307) puede equipararse a aquella descrita en las comarcas vecinas de La
Safor, Vall d’Albaida y Alcoià/Comtat (Barton et al., 2004; Bernabeu et al., 2006; Pérez Jordà et al., 2011).
Es difícil abstraerse de relacionar este proceso de consolidación de un poblamiento estable en toda la
comarca con el cada vez más amplio repertorio de abrigos con arte rupestre (levantino y esquemático) que
se conocen en la zona (Guillem y Martínez Valle, 2012). De esta manera, se establecería una relación entre
la dinámica poblacional descrita y una conciencia de apropiación del paisaje, plasmada a través de este tipo
de manifestaciones, tal y como apuntan estos autores (ibíd.: 42). En este sentido, la asociación de estilos
diferentes y la concentración de manifestaciones en determinados entornos podría también interpretarse
desde una óptica del interés de estas comunidades por perpetuar esa apropiación integrando manifestaciones
más antiguas, como sería el caso del conjunto de la zona del Bosquet (McClure, Molina y Bernabeu, 2008).
El modelo descrito se prolonga durante la fase campaniforme, como atestiguan los datos de Quintaret.
Aunque no especialmente abundantes, las evidencias campaniformes son consistentes con una continuidad
del proceso de asentamiento a nivel comarcal (Cova del Barranc Fondo, Cova Santa de la Font de la
Figuera, Cova Santa de Vallada). La noticia de cerámicas de esta especie en la loma del castillo de Moixent
(Martínez García y Cháfer, 1998) podría sugerir que ya en estos momentos de la segunda mitad del III
milenio cal AC empieza a producirse una transformación del patrón de poblamiento con un traslado de
las ocupaciones hacia puntos elevados. Esta dinámica es el preámbulo a la densa red de asentamientos
en altura que se documenta durante la Edad del Bronce (García Borja, 2004b; García Borja y Pascual,
2010). La reciente datación obtenida en la Mola d’Agres (Aguilera et al., 2012), junto a la identificación de
cerámicas campaniformes en este yacimiento, parecen corroborar este momento de dualidad en las formas
de ocupación, en consonancia con un posible cambio en las estructuras sociopolíticas de estas comunidades
(López Padilla, 2006; Bernabeu y Molina, 2011).
10. VALORACIÓN
Los resultados obtenidos en la excavación de urgencia de Quintaret y Corcot nos adentran en las formas
de vida de las comunidades humanas del Neolítico final/Calcolítico que residían en el valle del Cànyoles
a finales del IV y a lo largo del III milenio cal AC. Aunque determinadas carencias del registro –léase la
falta de restos faunísticos o la escasa muestra carpológica– y las propias características de los trabajos
–obligados a circunscribirse al área de afectación de las obras del trazado del AVE– cercenan nuestra
capacidad interpretativa, la visión global del conjunto remite a la existencia de una comunidad humana
con una clara vocación agrícola –evidente a través de la importancia de las estructuras de almacenaje
subterráneas y la notable presencia de molinos de mano–, que desarrolla además toda una serie de
artesanías, destinadas tanto a las necesidades subsistenciales del grupo –producción cerámica, talla
lítica–, como a las necesidades sociales –producción de cuentas de collar–. Además, el registro es reflejo
de la existencia de redes de contactos (plasmados en la procedencia más o menos lejana de determinadas
litologías identificadas) que permiten imbricar esta comunidad dentro de los circuitos de relaciones e
intercambios a nivel comarcal y supracomarcal. Las características presentadas son coincidentes con los
rasgos reconocidos en las comarcas vecinas y que definen el mundo del Neolítico final y el Calcolítico
de las comarcas centrales valencianas.
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No disponemos de información directa sobre las estructuras de hábitat que, con toda seguridad, se
distribuían en la misma área donde hemos encontrado las estructuras negativas presentadas. Los recientes
datos aportados por La Vital (Pérez Jordà et al., 2011) ponen en evidencia esa asociación entre espacios
de almacén y zonas de habitación, dentro de un modelo definido por la baja densidad de éstas últimas en
el espacio. La presencia en diversas estructuras de restos de barro cocido, en muchos casos con una de
sus superficies claramente aplanada, podría relacionarse con estructuras de hábitat construidas mediante
el recurso a materiales relativamente efímeros –madera, barro, paja–, en la línea de los datos que aportan
yacimientos como La Vital, Niuet y otros.
En este sentido, tanto en Quintaret como en Corcot, el conjunto del registro recuperado debe interpretarse
mayoritariamente como los restos de actividades cotidianas, basura que colmata las estructuras de almacén
una vez han quedado amortizadas.
El rango cronológico disponible para ambos yacimientos refleja un período aproximado de 500 años,
centrado en la primera mitad del III milenio cal AC. Dado el registro disponible, la valoración de la intensidad
de las ocupaciones no resulta fácil. Con todo, parece probable, dadas las características que suponemos a
las formas de ocupación del espacio, que existiera una cierta dinámica de desplazamiento de los grupos
domésticos. Así no sería descabellado, dada su proximidad, que ambos yacimientos se vincularan al mismo
grupo humano. Motivos de higiene, amortización de las estructuras de hábitat, puesta en explotación de
nuevas parcelas, explicarían una dinámica de movimiento de los asentamientos, limitado dentro de un
entorno donde se mantendría el grueso de las actividades de subsistencia.
Los recientes datos publicados en La Vital indican la existencia de actividades metalúrgicas en
momentos precampaniformes (a partir del primer cuarto del III milenio cal AC). En Quintaret, la presencia
de vestigios metalúrgicos no puede confirmarse por el momento. Ciertos indicios como la documentación
de unos pocas “bolitas” en la estructura Q061 deben esperar al resultado de los análisis pertinentes para
corroborar que no se trata de inclusiones relacionadas con la presencia de estructuras históricas en sus
inmediaciones. En cualquier caso, la documentación de la actividad no resultaría extraña, si nos atenemos
a los datos de La Vital (Pérez Jordà et al., 2011). Un aspecto discordante en cambio sería la ausencia en el
área excavada de enterramientos individuales de carácter distintivo en el seno de la comunidad, un hecho
que sí documentamos en La Vital ya desde momentos precampaniformes.
Hasta donde hemos podido constatar, Q138 marca el final de las ocupaciones prehistóricas en el
entorno estudiado. Tal y como hemos referido anteriormente, parece cada vez más claro que, desde la
óptica del poblamiento, asistimos a un momento de dualidad en las formas de ocupación del territorio.
Junto a una perduración del modelo de asentamientos más o menos abiertos, extensivos, situados en zonas
llanas, cada vez más reconocemos la existencia de enclaves en altura que prefiguran el modelo propio de
la Edad del Bronce, en la línea de lo que se constata en las comarcas más meridionales (López Padilla,
2006). Los datos de Ereta del Pedregal nos permiten también advertir, para este entorno geográfico,
el inicio del uso de la piedra como elemento constructivo en una cronología coincidente en parte con
Quintaret (Juan-Cabanilles, 2008).
Tabla 16. Dataciones campaniformes sobre muestras singulares de vida corta en el territorio valenciano.
Quintaret
Beta-348075
Vicia sativa
4010±30
2569-2486
2617-2468 Inédita
La Vital
Beta-229791
Hueso humano
3920±50
2475-2310
2569-2214
*
La Vital
Beta-222443
Hueso humano
3830±40
2388-2202
2458-2148
*
Mola d'Agres
Beta-286988
Triticum aestivum-durum
3790±40
2286-2146
2401-2046
**
Arenal de la Costa
Beta-228894
Hordeum vulgare var. nudum
3700±40
2141-2030
2202-1972
*
* Pérez Jordà et al., 2011 ** Aguilera et al., 2012
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Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
207
La fecha que aporta la estructura Q138 debe ser leída desde la óptica de un proceso de aceptación y
desarrollo de las tradiciones campaniformes muy veloz. Si bien el elenco de dataciones disponibles en
el ámbito valenciano sobre muestras de vida corta es ciertamente exiguo (tabla 16), los datos sugieren
que el margen de desarrollo del fenómeno se ajusta a aquello que documentamos en el conjunto de la
península, donde el grueso de las dataciones (sobre vida corta) remite a mediados del III milenio cal AC
el punto de arranque de las evidencias campaniformes en el registro arqueológico. Pese a que todos los
materiales recuperados pertenecen a recipientes incisos, la fecha de Q138 se muestra más elevada que
aquéllas ofrecidas por La Vital para contextos cerrados con presencia exclusiva de especies marítimas. Se
repite así la situación que evidenciamos en otras regiones, como la meseta, en lo referente a la convivencia
de los diferentes estilos campaniformes –véase el enterramiento múltiple del fondo 139 del Camino de las
Yeseras (Liesau et al., 2008), por poner sólo un ejemplo–. Este hecho no hace más que confirmar el grado
de incerteza que aún planea sobre el registro Calcolítico en el ámbito del País Valenciano.
AGRADECIMIENTOS
Las investigaciones presentadas se han llevado a cabo en el marco del proyecto “MESO COCINA: los últimos cazarecolectores y el paradigma de la neolitización en el Mediterráneo occidental (HAR2012-33111)”, Ministerio de
Economía y Competividad, Gobierno de España.
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Neolítico final y Horizonte Campaniforme en los yacimientos de Quintaret y Corcot
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Archivo de Prehistoria Levantina
Vol. XXX, Valencia, 2014, p. 213-238
Alberto J. LORRIO a, Pilar IBORRA ERES b y M.ª Dolores SÁNCHEZ DE PRADO a
Depósitos rituales de fauna en el oppidum
prerromano de El Molón (Camporrobles, Valencia)
RESUMEN: Se analizan tres depósitos faunísticos identificadas en el oppidum de El Molón, cuyas
características y localización sugieren su relación con prácticas rituales. Dos proceden de contextos
domésticos, en cada caso dos suidos menores de un mes depositados en el interior de una pequeña fosa.
Presentan marcas de carnicería y evidencias de cocinado y consumo, en una comida o banquete ritual,
relacionada con cultos vinculados al ámbito familiar, quizás fundacionales. El tercero se documentó bajo
la torre que defendía el lado sur del acceso principal al poblado. Incluía dos hemimandíbulas con marcas
de descarnado pertenecientes a una oveja y a un cerdo de la misma edad (4 años), ambas del lado derecho.
Aparecieron en el interior de una fosa sellada por un encachado de piedras, pudiendo interpretarse como una
ofrenda fundacional de carácter público. Los dos primeros conjuntos se fechan hacia finales del siglo III o
el siglo II a.C., mientras que el tercero se relaciona con la remodelación del sistema defensivo de la puerta
principal hacia finales del siglo II o el primer cuarto del I a.C.
PALABRAS CLAVE: Segunda Edad del Hierro, Molón, depósitos fundacionales, sacrificio de fauna, cerdo,
oveja, banquetes rituales.
Ritual deposits of animals from El Molón (Camporrobles, Valencia)
ABSTRACT: : Three faunal deposits from the oppidum of El Molón are analysed which characteristics and
placement suggest to be related to ritual practices. Two of them are of domestic origin, in each case two
piglets of one month of age approximately, which were placed inside a small pit. They present evidence of
having been butchered, cooked and eaten in a ritual banquet linked to familial worship, maybe foundational.
The third one was traced under the south tower of the main access to the settlement. It had two hemimandibles
of a sheep and a pig of the same age (4 years old) both being from the right side of it. They were found
inside a sealed pit covered with an irregular stone pavement, which could be interpreted as a foundational
offering of public nature. The first two groups have been dated being from the end of the III or II century
B.C., whereas the third one is associated to the renovation of the defensive system of the main gate towards
the end of the II or the first quarter of the I century B.C.
KEY WORDS: Late Iron Age, Molón, foundation deposits, animal sacrifice, pig, sheep, ritual banquets.
a
b
Universidad de Alicante.
alberto.lorrio@ua.es | loli.sanchez@ua.es
mpiborraeres@gmail.com
Recibido: 17/02/2014. Aceptado: 29/04/2014.
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A. J. Lorrio, P. Iborra Eres y M. D. Sánchez de Prado
1. INTRODUCCIÓN 1
El Molón es un destacado asentamiento prerromano localizado en el extremo noroccidental de la comarca
valenciana de Requena-Utiel, en el límite con la provincia de Cuenca, que ocuparía una posición privilegiada
en una zona de frontera entre los pueblos ibéricos, al Sur y al Este, y los celtíberos, al Norte (fig. 1, A).
Ofrece una larga secuencia de ocupación a lo largo del primer milenio a.C., entre los siglos VIII/VII y
la segunda mitad del I, abandonándose en torno al año 40 a.C. Su máximo apogeo lo alcanzaría a partir
del siglo IV, cuando se fortifica con potentes defensas que le proporcionaron un aspecto monumental,
configurándose a partir de ese momento como un pequeño oppidum que jerarquizaría un territorio que
incluía las llanadas en torno a las lagunas, hoy desecadas, que se localizaban en las inmediaciones de la
villa de Camporrobles (fig. 1, B). Durante la época romana el lugar debió mantenerse habitado aunque las
evidencias son escasas. Mayor importancia tuvo la intensa ocupación islámica, entre los siglos VIII y X
Fig. 1. A, Plano de localización de El Molón. B, El Molón y la laguna de la ‘balsa’, hacia 1960. C, Planta del poblado durante
su etapa plena y final (ss. IV-I a.C.), con la localización de las inhumaciones infantiles y los depósitos de fauna estudiados.
1 Este trabajo se ha realizado dentro del marco del proyecto HAR2010-20479 del Ministerio de Ciencia e Innovación “Bronce
Final-Edad del Hierro en el Levante y el Sureste de la Península Ibérica: Cambio cultural y procesos de etnogénesis”.
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Depósitos rituales de fauna en el oppidum prerromano de El Molón
215
d.C., que afectaría de forma notable a los restos constructivos de épocas precedentes, a veces reutilizados
como cimentación de las nuevas edificaciones o desmantelados por completo, a lo que hay que añadir las
importantes alteraciones debidas a los abundantes silos identificados.
Desde el inicio de las excavaciones en El Molón por la Universidad de Alicante en 1995 se ha pretendido
estudiar de forma integral el asentamiento (Lorrio, Almagro-Gorbea y Sánchez de Prado, 2009), con especial
atención, por lo que respecta a la ocupación protohistórica, al potente sistema defensivo, a su urbanismo, al
estudio de determinados departamentos singulares o al conjunto de cisternas rupestres (Lorrio, 2007; Lorrio,
Almagro-Gorbea y Sánchez de Prado, 2009; Lorrio et al., 2011; Lorrio y Sánchez de Prado, 2013). También
se han analizado ciertos espacios y prácticas rituales, como una posible cueva-santuario (Moneo, 2001), la
necrópolis del poblado (Lorrio, 2001) o los enterramientos infantiles, tres individuales y uno doble (fig. 1, C),
localizados bajo el suelo de las viviendas (Lorrio et al., 2010). A ellos añadimos ahora tres depósitos faunísticos,
cuyo carácter ritual puede deducirse tanto de sus características, como de los contextos de deposición. Dos
de estos depósitos “especiales” (A5/504 y C16/16008) se localizaron en otras tantas viviendas, mientras que
el tercero (B8.1a/8032) está en relación con el sistema defensivo del acceso principal al poblado (fig. 1, C).
2. EL DEPARTAMENTO A5 Y SU ENTORNO
El Sector A constituye la zona más occidental de la meseta superior de la muela. Además de una ‘caseta’
relacionada con el aeródromo cercano en uso durante la Guerra Civil, entre 1937 y 1939, se observaban en
superficie diferentes restos constructivos, por lo común pertenecientes a la ocupación islámica del cerro.
Algunos correspondían al muro perimetral del poblado islámico y otros a viviendas de esta misma época,
separadas por espacios libres de construcciones (Lorrio y Sánchez de Prado, 2008; Lorrio, Almagro-Gorbea
y Sánchez de Prado, 2009: 44 ss.). Las intervenciones arqueológicas en este Sector se centraron allí donde
los derrumbes y algunos alineamientos de piedras permitían suponer la presencia de restos constructivos
altomedievales, con el objeto de analizar la organización urbanística del asentamiento durante esta fase, aunque
las frecuentes reutilizaciones de los restos constructivos de la Edad del Hierro por parte de las comunidades
islámicas permitieran hacer igualmente una aproximación al urbanismo prerromano de la zona.
Durante la campaña de 1995 se intervino en la zona al noreste de la ‘caseta’ (Sector A5), donde eran
visibles en superficie los restos de un lienzo que cabía relacionar con el cierre perimetral del recinto
islámico más occidental (UEM 502) (fig. 2, A-B). La intervención se limitó a documentar el trazado
de la estructura, retirando el nivel superficial. El material recuperado remite a las fases más recientes
del yacimiento, con restos de vasijas de época islámica junto a producciones ibéricas, además de dos
pequeños fragmentos de barniz negro correspondientes a la producción tardía de Cales, formas Lamboglia
2 y 3, características de la etapa final del poblado prerromano (Lorrio y Sánchez de Prado, e.p.). En la
campaña de 2000 se amplió la intervención en este Sector, al plantearse una cuadrícula de 8 x 5 m, que
permitió documentar parcialmente un espacio habitacional de época prerromana (A5.1), delimitado por
los restos de dos estructuras murarias conservadas en cimentación y con un alto grado de deterioro, dada
la escasa sedimentación que presenta esta zona (fig. 2, C). El muro que cerraba el departamento hacia el
sureste (UEM 503) aprovechaba como cimentación la base rocosa previamente tallada, lo que permitió
documentarlo a lo largo de 3,55 m. Presentaba una orientación NO-SE, y conservaba algún bloque calizo
de la primera hilada en su extremo noroeste, estando casi perdido en su tramo sureste. Hacia el noroeste,
el departamento debió quedar delimitado por un muro que permitiera salvar el fuerte desnivel de la zona,
cuyos restos se conservaban parcialmente en el extremo norte de la cuadrícula, aunque reaprovechados por
el lienzo del muro perimetral de época islámica (UEM 502), algo habitual en El Molón, con ejemplos en el
propio Sector A (Lorrio y Sánchez de Prado, 2008: fig. 5,2; Lorrio, Almagro-Gorbea y Sánchez de Prado,
2009: 51). Esto explicaría su trazado ligeramente curvilíneo y el sistema de construcción aterrazado que
presenta en algunas zonas. Conservaba una longitud total de unos 4 m, con un primer tramo, al oeste, de
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A. J. Lorrio, P. Iborra Eres y M. D. Sánchez de Prado
Fig. 2. A-B, Vista del sector A5 en 1995, al inicio y al final de la campaña, con el paramento UEM 502 en primer
término y la zona de localización del depósito ritual. C, Planta de la cuadrícula A5 (campaña de 2000), con el depósito
de fauna A5/UE 504. D-E, Vista de la fosa y detalle de los hallazgos.
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2,60 m formado por un paramento medieval de bloques calizos de buen tamaño, apoyados contra la roca
natural, por lo que únicamente conservan la cara exterior, y otro de 2,80 m, prerromano en su cimentación,
separado del anterior por una interrupción de 0,80 m, estando perdido en el resto de su trazado.
El departamento A5.1 se encontraba muy arrasado. La roca (UE 513) afloraba en algunas zonas,
conservando un escaso nivel de sedimento. En su interior se documentaron varias zonas afectadas por una
fuerte alteración térmica, dos de ellas de formas irregulares (UE 506 y 508), y la tercera, circular, delimitada
por pequeñas piedras (UE 507), lo que permite identificarlo con un hogar. Todas ellas se relacionan con un
nivel de uso (UE 505) bajo el que se identificaron acumulaciones de guijarros (UE 511) que rellenan las
irregularidades de la roca, algo habitual en El Molón, al presentar una base geológica muy irregular. Hacia el
suroeste de la zona excavada se localizó el derrumbe de una pared de adobes de 16 x 25 cm (UE 509), que
cubría parcialmente una de las placas rubefactadas (UE 508). Lamentablemente el material arqueológico
recuperado era muy escaso y ofrecía poca fiabilidad al proceder en su mayoría de los niveles más superficiales.
Como en la intervención anterior remitía a las etapas tardorrepublicana e islámica.2
Durante esta campaña de 2000 se identificó una pequeña fosa (UE 504) al norte de la UEM 502 (fig. 2, C),
por debajo del nivel superficial (UE 501) y del correspondiente al derrumbe de las construcciones prerromanas
compuesto por la disgregación de los adobes (UE 515). Presentaba unos 25 cm de diámetro y estaba rellena
por un sedimento de tono anaranjado donde se depositaron los restos de dos cerdos (Sus domesticus), menores
de 1 mes, una vez consumidos (vid. infra), con las mandíbulas, agrupadas en dos conjuntos, colocadas en
la parte superior (fig. 2, D-E). Lamentablemente el hallazgo se localiza próximo a la línea de ruptura de
pendiente, lo que ha afectado notablemente a la conservación de las estructuras prerromanas en esta zona (fig.
2, A-B). No obstante, parece localizarse al exterior del departamento A5.1, posiblemente bajo el suelo de lo
que debe interpretarse como una estancia contigua, que debía localizarse en esta zona, a diferente profundidad.
La pendiente en ese punto lo permite, observándose actualmente, entre el departamento A5.1 y la abrupta
ladera oeste del cerro, dos estrechas franjas de terreno de unos 2 m de anchura, separadas por un pequeño
desnivel, con una superficie ‘útil’ de unos 100 m2.
3. EL DEPARTAMENTO C16
El departamento C16 se localiza en el Sector C o zona oriental del poblado, la que mayor información ha
proporcionado respecto al urbanismo de la etapa protohistórica, pues es la que menos se vio afectada por la
ocupación islámica, a pesar de lo cual numerosos silos y fosas de expolio han alterado de forma importante las
construcciones de épocas precedentes (fig. 3, A).
En esta zona3 se ha identificado un edificio de grandes dimensiones (C10-C12) y un posible espacio de carácter
cultual (C14), que vienen a completar la información sobre el urbanismo del Sector, del que ya se conocían
una cisterna rupestre, que ocupa el centro de la plataforma más oriental del cerro, y diversos departamentos
de disposición perimetral, adosados y parcialmente integrados en la muralla donde se desarrollarían diversas
actividades (Lorrio, Almagro-Gorbea y Sánchez de Prado, 2009: 15 ss.; Lorrio y Sánchez de Prado, 2013).
El edificio C10-C12, una vivienda de élite relacionada con quien ejercía el poder en el oppidum, dada su
situación y dimensiones, fue construido hacia finales del siglo III o inicios del II a.C. (Lorrio y Sánchez de
Prado, e.p.), con una orientación ligeramente diferente a la que presentaban los edificios anteriores (C14 y
C14.1), en lo que constituyó una reordenación del Sector, que afectó a otros departamentos de la zona, como
2 El material de la UE 500 proporcionó algunos fragmentos de la cerámica ibérica característica de estos momentos, como un
kalathos troncocónico con decoración pintada en el cuerpo y con dientes de lobo sobre el borde en ala, una base anular con pestaña
interna o las características páteras de borde reentrante, junto a un vaso de paredes finas, tipo Mayet II, además de restos de vasijas
islámicas, presentes de forma habitual en esos niveles más superficiales.
3 La zona localizada al sur de la cisterna rupestre del Sector C ha sido objeto de excavación entre 2008 y 2011, completada durante
2013 con motivo de la consolidación de las estructuras identificadas.
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A. J. Lorrio, P. Iborra Eres y M. D. Sánchez de Prado
Fig. 3. Sector C: plano general (A) y vistas de las viviendas al sur de la cisterna rupestre, desde el sureste (B) y desde el
noroeste (C), con la localización del depósito de fauna –1– y de la inhumación infantil –2–. D-E, Detalle del depósito
de fauna (D) y del enterramiento de perinatal (E).
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el C1, un lagar reconvertido en almacen (Lorrio y Sánchez de Prado, 2013). La construcción del nuevo edificio
llevó parejo el desmantelamiento de las viviendas precedentes, dada la escasa potencia de la zona, pues la
roca aflora a unos pocos centímetros, como confirma el muro oriental del nuevo edificio (UEM C10b-10007),
que cortaba algunas de estas construcciones previas (C10b-10044), a la vez que rectificaba la orientación
de otras (C11-11029-11047), cuyos restos serían reaprovechados en el trazado de esta nueva estructura. La
remodelación no afectó sin embargo a un departamento localizado en la zona más oriental del Sector (C14),
para el que cabe plantear un carácter cultual debido a: 1) la presencia en su interior de un ‘pozo’ rupestre,
que aprovechaba una grieta natural, cuya boca, circular, había sido intencionalmente acondicionada; 2) su
forma rectangular alargada y su carácter exento, con un espacio o pasillo a su alrededor; y 3) su orientación,
con las esquinas en relación con los puntos cardinales.4 Se trata de una edificación que cabe relacionar con
la planificación del Sector llevada a cabo a mediados del siglo IV a.C., cuando se construyó la muralla y las
edificaciones contiguas (Lorrio, 2007).
Aunque las abundantes alteraciones medievales –tanto los silos, como las fosas de expolio, que
desmantelaron en parte los muros prerromanos– dificultan la interpretación del conjunto, no impiden
identificar una vivienda compleja (C10/C12), con unas dimensiones de 15,5 x 8 m, formada por al menos tres
departamentos (C10b, C10a/c/C12 y C11) (fig. 3, A-C):
1) La estancia C10b es la mayor y principal. Ocupa la zona oriental y ofrece forma ligeramente trapezoidal,
con unas dimensiones internas de 9 (NO-SE) x 4 m (NE-SO), sin evidencia de compartimentación interna, y
los restos de un hogar muy alterado en su centro. Hacia el noreste queda delimitada por la UEM C10b-10007,
un muro que se adosaba a una construcción anterior, parcialmente desmantelada al construirlo, aunque se
mantuvo en su zona más meridonal (C11-11029/11047), donde se localizaba el acceso a la estancia. Hacia
el noroeste el muro había desaparecido practicamente por completo, pues sólo quedaban evidencias de su
trazado en los recortes de la roca. Hacia el sureste se conservaban los restos del muro de cierre, medianero con
un nuevo departamento (C11).
2) La estancia C11 se conoce de forma muy incompleta, pues la fuerte erosión de la zona ha impedido
delimitarla con claridad hacia el noreste y el suroeste, quedando evidencias de su cierre sureste por los recortes
en la roca para encajar el zócalo de la estructura. Sus dimensiones serían de unos 5 m (NO-SE) por unos 8
(NE-SO). Ocupando una posición central se identificaron los restos de una placa de hogar.
3) La estancia C10a/c/C12 se localiza hacia el suroeste, quedando separada de la sala principal por un muro
medianero (C10-10004/C11-11009), con un nuevo acceso, prácticamente alineado con el del lado noreste.
Presenta planta trapezoidal, con una anchura de unos 2,40 m, al noroeste, que se estrecha de forma progresiva
hacia el sureste, con 2,20 m, sin que pudiera documentarse su cierre dada la presencia de silos medievales.
Hacia el noroeste el muro C10c-10030 delimitaba la estancia y hacia el suroeste hacía lo propio el C10c10024, medianero con un nuevo departamento (C16). En su interior se documentó un banco adosado al muro
norte y la base de una plataforma cuadrangular sobre la que se recuperaron algunas bellotas carbonizadas.
El departamento C16 se localizaba contiguo a la vivienda C10/C12, de la que la separa el muro medianero
C10c-10024, habiendo parcialmente excavada en 2010. Parece tratarse de una casa diferente, toda vez que el
nivel del suelo se encontraba algo más elevado, unos 10 cm, lo que cabe relacionar con el desnivel del terreno,
más bajo hacia el este, sin que se evidencie acceso alguno entre ambas viviendas en la zona conservada.
En su interior se identificaron diversos niveles correspondientes a los derrumbes de los alzados del muro
C10c-10024 (UE 16001 y 16002), que cubrían lo que se ha interpretado como el suelo del departamento (UE
16003), documentándose los restos de una placa de hogar (UE 16005), así como dos pequeñas fosas:
4 Su carácter singular explicaría que no se viera afectado por la construcción del nuevo edificio, al contrario de lo que sucedió
con el departamento localizado inmediatamente al norte, cuyos muros aparecen cortados y desmantelados. Cabe suponer que
mantuviera sus funciones hasta el abandono del poblado, aunque apareció prácticamente vacío, habiéndose recuperado tan sólo
algunas cerámicas a mano, en mayor porcentaje en los niveles de regularización de la base rocosa (10068), así como pequeños
fragmentos a torno informes decorados con bandas y filetes de tono vinoso.
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A. J. Lorrio, P. Iborra Eres y M. D. Sánchez de Prado
A) La UE 16006 (fig. 3, D) presentaba forma irregular con tendencia circular y unas dimensiones de 20 x
30 cm. En su relleno (UE 16007) se encontraron los restos de dos pequeños suidos (Sus domesticus) neonatos,
menores de 1 mes (16008), con señales de haber sido consumidos (vid. infra).
B) Algo más al noroeste, se identificó una segunda fosa (UE 16015a) abierta en el terreno y rellenada (UE
16015b) con el mismo tipo de sedimento, por lo que resultaba difícil de diferenciar, como en el caso anterior.
Contenía una inhumación infantil (UE 16014) que apareció junto al muro C10c-10024, prácticamente en la
esquina norte de la estancia –el muro noroeste había sido desmantelado por completo-, bajo un sedimento muy
granuloso y con guijarros (UE 16013) que servía para la regularización de esta zona y sobre el que apoya el
muro citado (fig. 3, E). En el relleno de la fosa se recuperaron, además, tres fragmentos cerámicos informes,
uno realizado a mano y otros dos a torno pintados, que parecen remitir a la etapa inicial del Ibérico Pleno.
Por lo que respecta a la cronología del depósito de fauna y de la inhumación perinatal, hay que señalar que
el importante edificio C10/C12, y por tanto también el departamento C16, se construyeron hacia finales del
siglo III o a inicios del II a.C., estando en funcionamiento a lo largo de toda esa centuria (Lorrio y Sánchez
de Prado, e.p.). Así lo confirma el hallazgo en sus niveles de uso de los restos de dos recipientes de barniz
negro correspondientes a producciones de campaniense A, un pie anular indeterminado y el borde de un
plato Lamboglia 36/Morel 1312a, que parecen corresponder a tipos de su fase clásica-media, fechada entre
el 180-100 a.C., cuando alcanza su mayor difusión. Por su parte, el abandono de la vivienda C10/C12 remite
a un momento ya del siglo I a.C., dada la presencia de un borde de ánfora, tipo Lamboglia 2, en el nivel de
derrumbe, con numerosos hallazgos en las tierras valencianas, como demuestra que resulte el ánfora más
característica de los niveles sertorianos de Valentia (Ribera y Marín, 2004-05: 276). No obstante, el tipo
seguiría en uso posteriormente, encontrándolo en algunos silos de Ampurias fechados hacia el 40-30 a.C. e,
incluso, hacia el cambio de era (Aquilué et al., 2002: figs. 10 y 11).
4. EL SECTOR B: LAS REMODELACIONES DEL SISTEMA DEFENSIVO
Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA TORRE SUR
El complejo sistema defensivo de El Molón, construido en un momento avanzado del siglo IV a.C.
(Lorrio, 2007; Lorrio et al., 2011), parece que fue objeto de remodelaciones significativas hacia finales
del siglo II o inicios del I a.C., lo que hay que poner en relación con los importantes acontecimientos
militares que afectaron de forma determinante a la comarca de Requena-Utiel. Las obras más destacadas
las encontramos en la zona de la puerta principal del poblado, con la amortización del tramo final de la
muralla y de la potente torre que defenderían la antigua entrada, que con los datos que poseemos parece
que se limitaría a una simple interrupción del lienzo defensivo (Lorrio, 2007: 216 y 218, fig. 3; Lorrio,
Almagro-Gorbea y Sánchez de Prado, 2009: 34-35) (fig. 4, A-B).
El acceso al poblado se realizaba por la ladera oeste, siguiendo un camino de unos 2 m de ancho, que
presenta en el tramo final un pasillo recortado en la roca de 13,30 m de largo por 2,25 m de ancho. En esta
zona y otros puntos del camino se localizan dos carriladas paralelas que confirman la circulación de carros;
tienen 0,13 m de ancho y están separadas entre sí 1,24 m, prosiguiendo hacia el interior del recinto. El acceso
estaba delimitado por los lienzos de muralla que convergen desde el norte y el oeste en ese punto, situándose
la puerta principal, ya remodelada, hacia la mitad del pasillo rupestre, protegida por dos torres de planta
cuadrangular que flanquearían la entrada. Se conservan los restos de dos entalladuras paralelepípedas, donde
quedarían encajados cada uno de los dos batientes de este portón o puerta carretera, que tendría una anchura
aproximada de 2,10 m y un grosor de unos 0,25 m, pudiendo alcanzar los 3 m de altura.
De la torre norte no quedan restos, salvo la plataforma rocosa, en ligero talud hacia el camino, sobre
la que se habría levantado la estructura, de tamaño inferior a la que defendería el otro lado. La torre sur
está prácticamente desmantelada, observándose en la roca los entalles que servirían de asiento para los
APL XXX, 2014
[page-n-230]
Depósitos rituales de fauna en el oppidum prerromano de El Molón
221
Fig. 4. La puerta principal y sus defensas: A, restitución ideal (siglos II-I a.C.). B, Planta del sector B8.1a (siglos IV-I a.C.),
con la zona donde se localizó el depósito. C, Plantas del proceso de excavación de la fosa: 1, encachado 8025; 2, fosa
8032/8033, con los restos faunísticos; 3, sección de la fosa y su cubierta. D-E, Detalle del nivel 8021 (D), que cubría el
encachado 8025 (E). F, Detalle de los restos de fauna en el interior de la fosa. G, Materiales más significativos.
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[page-n-231]
222
A. J. Lorrio, P. Iborra Eres y M. D. Sánchez de Prado
sillares, lo que permite aventurar su planta, cuadrangular, y sus dimensiones, que serían de 10,50 NE-SO
por 4,80 m NO-SE. Tan sólo conserva los restos del paramento oriental, principalmente por el hecho de
haber servido de cimentación al muro perimetral islámico. En su interior se han detectado alineaciones
de piedras mal careadas paralelas al muro este, que cabe considerar como parte estructural de la torre,
algunas de ellas levantadas sobre los restos de la antigua muralla de la fase plena del poblado, amortizada
como hemos señalado al realizar la nueva construcción (fig. 4, B).
La excavación de los niveles situados al este de la torre durante la campaña de 2001 permitió
documentar la fosa de cimentación de esta estructura defensiva (B8.1-843). La fosa cortaba niveles
anteriores, habiéndose individualizado un potente estrato de regularización (B8.1-807), que proporcionó
un conjunto de materiales entre los que destaca un fragmento de un plato de pescado de campaniense
A (Morel 1122-25/Lamboglia 23), junto a diversas producciones de cerámica ibérica, como tinajillas,
pequeñas páteras, un kalathos de cuerpo troncocónico o un plato de ala que resulta una clara imitación
de la forma Lamboglia 6. Por debajo, se identificó un relleno (B8.1-817) en el que cabe resaltar los restos
de dos ánforas, de las que se han recuperado un asa correspondiente a un ánfora itálica tipo Dressel
y el pivote de otra con un apéndice abotonado parcialmente hueco, relacionado con una producción
ebusitana, el tipo T.8.1.3.3 de Ramón (1995: 224 s., fig. 100). Esta ánfora se fecha a partir del 120/100
a.C., lo que permite ofrecer un terminus post quem para la construcción de la torre sur, cuya fosa de
cimentación cortaba la citada unidad. Esta fecha quedaría corroborada por la presencia de un mortero con
reborde vertical y vertedera, tipo 7b de Vegas, en uno de los niveles inferiores (B8.2-8202) relacionado,
así mismo, con la construcción de la torre, un recipiente bien documentado entre los materiales de época
sertoriana registrados en Valentia, o en los conjuntos de la Tienda del Alfarero de Ilici (Elche, Alicante)
y el departamento 79 de Libisosa (Lezuza, Albacete) (Valentia: Ribera y Marín, 2004-05: 278; Ilici: Sala,
1992: fig. 50, E-126, 128, 120-130; Libisosa: Hernández, 2008: 169, fig. 15; Uroz, 2012: fig. 191, d).
Durante la campaña de 2007 se localizó, en relación con los niveles de construcción de esta torre, un
hallazgo singular, que por sus características cabe interpretar como un depósito fundacional. Se trata de
una fosa abierta en el terreno (B8.1a-8033), rellena por un sedimento de tonalidad grisácea (UE 8032)
(fig. 4, C, 2-3) que proporcionó dos restos faunísticos, cuya singularidad no deja lugar a dudas sobre su
carácter “especial”, además de escasos materiales formando parte del relleno. Todo ello estaba cubierto
con una capa de piedras de pequeño tamaño (UE 8025), dispuestas a modo de encachado (fig. 4, C, 1 y E)
que apareció sellada por un nivel (UE 8021) que parece corresponder al relleno de la estructura (fig. 4, B
y D). La fosa presenta forma semicircular, con un diámetro entre 0,80 y 0,90, y una profundidad de unos
0,20 m, quedando adosada a una alineación de cinco bloques calizos de tamaño medio, entre 0,25 y 0,35
m, dispuestos con una orientación norte-sur (UE 8014). En su interior se recuperaron dos hemimandíbulas
(fig. 4, F) pertenecientes a dos animales domésticos (Ovis aries y Sus domesticus) de la misma edad (4
años) e igual lateralidad (el lado derecho). Estaban depositadas en la misma zona de la fosa, junto a
dos grandes bloques de piedra, con la dentición hacia abajo, en una cota inferior la correspondiente a
la oveja. En el relleno (fig. 4, G) se documentaron una veintena de fragmentos cerámicos informes de
pequeñas dimensiones, además de la parte superior de una tinajilla sin hombro (nº 1), Grupo II.2.2, y un
caliciforme (nº 2), Grupo III.4.1.2 de Mata y Bonet (1992), tipos bien documentados en el Ibérico Pleno,
como atestigua su presencia entre el material procedente de Villares IV (Mata, 1991: fig. 41-12), aunque
seguirán en momentos posteriores, dado su registro en el Sector F de la Serreta (Grau, 1996: fig. 11,4),
que ha proporcionado un repertorio característico del siglo III a.C., y en los niveles de abandono de El
Castellet de Bernabé (Lliria, Valencia), en torno al 200 a.C. (Guérin, 2003: fig. 131 y 145). Junto a ello,
los restos de una base plana de cerámica oxidante, posiblemente parte de una jarra (nº 3), y un fragmento
de una placa de hierro con una perforación (nº 4).
APL XXX, 2014
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Depósitos rituales de fauna en el oppidum prerromano de El Molón
223
5. ESTUDIO DE LOS DEPÓSITOS
A continuación se analizan los tres conjuntos de fauna recuperados en otros tantos contextos “especiales”
de El Molón: los denominados A5/UE 504 y C16/16008, procedentes de fosas localizadas en viviendas, y el
B8.1a/8032, recuperado en la base de una de las torres de la muralla. El número de restos analizados en total
es de 176 (tabla 1), entre los que se incluyen huesos enteros y fragmentos óseos que pertenecen a dos especies;
el cerdo (Sus domesticus) y la oveja (Ovis aries).
La identificación taxonómica y anatómica se ha realizado con nuestra colección de referencia depositada
en el Área de Arqueología y Paleontología del IVC+R (CulturArts), utilizando también los trabajos de
Halstead, Collins e Isaakidou (2002). Para asignar la edad hemos seguido el método desarrollado por Grant
(1982) referente a la erupción y grado de desgaste de los dientes, así como los grupos de edad establecidos
por Pérez Ripoll (1999) para las ovejas y cabras. Se ha considerado también el grado de osificación de las
epífisis y diáfisis (Ullrey et al., 1965; Prummel, 1987). Para tomar las medidas de los restos hemos seguido
los criterios de Driesch (1976).
Una parte de los restos estudiados presenta marcas de carnicería producidas por la manipulación antrópica
durante el procesado carnicero, como incisiones, cortes y fracturas, así como mordeduras producidas durante
el consumo (Lyman, 1994; Pérez Ripoll, 2005). También son patentes otras marcas postdeposicionales
ocasionadas por agentes de carácter biológico, raíces y bacterias (Lyman, 1994).
Tabla 1. Número de restos de los taxones identificados en cada uno de los contextos analizados.
C16/16008
A5 UE 504
B8 1a/8032
Total
Sus domesticus
Ovis aries
78
96
1
1
175
1
Total
78
96
2
176
5.1. Depósito A5/504
El conjunto que hemos analizado está formado por 96 huesos y fragmentos óseos que pertenecen a dos cerdos
(Sus domesticus) neonatos, menores de 1 mes (tabla 2). Uno de ellos, de mayor talla, está representado por un
número mayor de restos. El segundo individuo, de pocas semanas de vida, cuenta con una menor presencia de
elementos. También hay 43 fragmentos de costillas y vértebras que no hemos podido individualizar (fig. 5, A).
Se trata de esqueletos casi completos que presentan un buen estado de conservación, circunstancia que
ha permitido documentar marcas de desarticulación y descarnado. Éstas se observan en la mayor parte de los
huesos de las diferentes unidades anatómicas, incluso sobre la superficie lateral de los metapodios, lo que
nos indica que aunque sean animales de pocas semanas de vida, fueron desarticulados y consumidos antes de
depositar sus huesos (fig. 5, B).
Algunos huesos han adquirido un color marrón, debido a las alteraciones por fuego. En el individuo 1
estas marcas de cremación están presentes en la tuberosidad del isquion de la pelvis derecha, así como en los
cóndilos occipitales y las bulas timpánicas. También en la superficie distal del húmero izquierdo, en su lado
craneal, y en algunas costillas aparecen termo alteraciones. Estas son la evidencia de un asado previo a su
consumo. Por lo que se refiere al segundo individuo no hay estas pruebas de la acción del fuego en sus huesos.
La escasa incidencia del fuego sobre los huesos pudo ser debida a que los animales fueron asados sin
apenas contacto con las llamas depositándolos sobre las ascuas o mediante el uso de un horno de tierra, aunque
ignoramos cual de las dos técnicas pudo emplearse en el cocinado de los animales.
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A. J. Lorrio, P. Iborra Eres y M. D. Sánchez de Prado
Tabla 2. Representación anatómica de los restos recuperados en A5/504
(DR: elementos derechos; IZ: elementos izquierdos; FG: fragmentos).
DR
Cráneo
Bulla timpanica
Hueso oido
Cóndilo occip.
Maxilar
Hueso nasal
Mandíbula
Costillas
Vértebras
Escápula
Húmero
Radio
Ulna
Pelvis
Fémur
Tibia
Metapodios
Sesamoideo
Falange 1
Falange 2
Total
IZ
1
1
2
2
1
1
2
2
1
10
2
10
2
1
2
FRG
2
2
1
1
1
1
5
1
2
2
1
27
26
20
4
7
1
2
3
43
Total
5
2
2
4
4
1
3
40
4
4
3
3
1
3
3
1
7
1
2
3
96
Descripción de las marcas de carnicería
- Mandíbula: Las marcas se localizan en la rama horizontal, superficie basal. Se trata de finas incisiones
paralelas producidas en el descarnado que hemos identificado en el individuo 1.
- Escápula: En el primer individuo las marcas consisten en cortes profundos localizados en ambas escápulas.
Estas se distribuyen por el cuello, el borde caudal y la espina escapular (fig. 5, B, a). En el individuo 2 las
observamos sobre la escápula izquierda en el borde caudal y sobre el cuello donde hay una fractura (fig. 5, B,
b). Todas ellas están relacionadas con la desarticulación y el descarnado.
- Ulna: En la ulna izquierda del segundo individuo se localizan cortes profundos sobre el olecranon y en la
porción distal de la diáfisis (fig. 5, B, c) realizadas durante el proceso de desarticulación.
- Húmero: En el individuo 1, las marcas se localizan en la porción distal de la diáfisis del húmero izquierdo,
en las superficies craneal y lateral (fig. 6, a). En el individuo 2 en el húmero derecho, en la porción proximal
de la diáfisis, en su cara craneal y en el húmero izquierdo sobre la porción distal de la diáfisis, también en la
superficie craneal, que corresponden al descarnado de los huesos.
- Pelvis: En el individuo 1 observamos marcas de desarticulación en la cresta iliaca, en la superficie lateral y
en la superficie dorsal del isquion, debajo del acetábulo (fig. 6, c).
- Fémur: En el fémur izquierdo del individuo 1 las marcas de descarnado se localizan en la mitad de la diáfisis,
en las superficies medial y caudal. En el individuo 2 en el fémur derecho, en la porción proximal de la diáfisis,
en la superficie caudal (fig. 6, b).
- Tibia: Hay una fractura en la diáfisis de la tibia derecha del individuo 1, producida por una mordedura
humana que ha dejado su impronta.
APL XXX, 2014
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Depósitos rituales de fauna en el oppidum prerromano de El Molón
225
A
B
Fig. 5. Depósito A5/UE 504: elementos anatómicos presentes en los esqueletos de Sus domesticus (A) y algunas
marcas de carnicería identificadas (B).
5.2. La fosa C16/16008
El conjunto analizado está formado por 78 huesos y fragmentos óseos que pertenecen a dos cerdos (Sus
domesticus) neonatos, menores de 1 mes; uno de ellos una hembra según la morfología de los caninos (tabla
3). Hay 51 fragmentos de cráneo, costillas y vértebras que no hemos podido individualizar (fig. 7, A).
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A. J. Lorrio, P. Iborra Eres y M. D. Sánchez de Prado
Fig. 6. Marcas de carnicería sobre restos de Sus domesticus (A5/UE 504).
El estado de conservación de los huesos es deficiente ya que en muchos casos la cortical está muy afectada
por los procesos postdeposicionales, como consecuencia de la escasa consistencia del tejido óseo, al tratarse
de individuos neonatos. Adherida a algunos restos se encuentra una capa fina e irregular de color blanco, que
tras su análisis hemos podido determinar como carbonato cálcico (CO3CA). Esta capa debió formarse tras una
posible inundación de la fosa o tras la cubrición de los restos con un sedimento más húmedo y con contenidos
orgánicos y minerales diferentes a la matriz excavada, lo que produjo una precipitación del carbonato cálcico
sobre los huesos.
Los restos presentan marcas de carnicería que evidencian la desarticulación de las diferentes unidades del
esqueleto y el consumo. También hay marcas de mordeduras humanas.
Descripción de las marcas de carnicería
- Mandíbula: Fractura sobre la rama horizontal detrás del D4.
- Escápula: Incisiones finas y profundas que se localizan sobre el cuello, tanto en la superficie lateral como en
la medial y también en el borde caudal de la superficie medial. Las interpretamos como consecuencia de la
desarticulación de la escápula del tronco del animal (fig. 7, B, a).
- Húmero: Las marcas consisten en incisiones finas poco profundas que se localizan en la porción proximal
de la diáfisis, en las superficies craneal y medial, así como en la porción media de la diáfisis en la superficie
lateral. Estas marcas se relacionan con el descarnado del hueso. También hemos observado una incisión
APL XXX, 2014
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Depósitos rituales de fauna en el oppidum prerromano de El Molón
227
Tabla 3. Representación anatómica de los restos recuperados en C16/16008
(DR: elementos derecho; IZ: elementos izquierdo; FG: fragmentos).
DR
Cráneo
Maxilar
Mandíbula
Caninos
Incisivo
Vértebra
Costilla
Escápula
Húmero
Radio
Pelvis
Fémur
Tibia
Metapodio
Calcáneo
Astragalo
Falange D
Total
IZ
FG
Total
10
2
10
2
2
2
1
1
36
3
3
4
3
3
2
3
1
1
1
78
2
2
1
1
36
2
1
2
1
1
1
2
2
2
2
1
1
3
1
1
7
14
1
57
profunda en la fracción distal de la diáfisis, en la superficie lateral, que relacionamos con la desarticulación
del húmero y la ulna (fig. 7, B, c). En la parte proximal de un húmero izquierdo se observan mordeduras
humanas (fig. 8, a).
- Radio: Hemos identificado incisiones finas y de diferente longitud. Las de la superficie dorsal son las
más largas, aparecen en disposición paralela y las relacionamos con el descarnado (fig. 7, B, b). Hay una
incisión de trayectoria más corta en el extremo proximal de disposición oblicua que podría vincularse con la
desarticulación.
- Ulna: Presenta cortes profundos realizados sobre la superficie articular de la ulna, en el olecranon producidos
durante la desarticulación.
- Fémur: En la porción media de la diáfisis, en la superficie caudal, hay cortes profundos que se disponen en
sentido horizontal y oblicuo (fig. 7, B, d), producidos durante el descarnado.
- Tibia: Hemos identificado fracturas (cortes) que han separado el extremo proximal del resto de la diáfisis.
5.3. Depósito de la torre B8.1a/8032
En el conjunto analizado hemos identificado dos mandíbulas pertenecientes a una oveja (Ovis aries) y un
cerdo (Sus domesticus).
- Oveja (Ovis aries): Hemimandíbula derecha con un desgaste correspondiente a una edad de 4 años (grupo
IV a, Perez Ripoll, 1999). La asignación taxonómica la hemos realizado considerando la morfología de los
premolares (Halstead, Collins y Isaakidou, 2002). La mandíbula presenta marcas de carnicería en la superficie
lingual; un corte fino de cierta longitud de trayectoria oblicua a la serie dental (fig. 9, a). Las medidas obtenidas
se describen en la tabla 4.
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228
A. J. Lorrio, P. Iborra Eres y M. D. Sánchez de Prado
A
B
Fig. 7. Depósito C16/16008: elementos anatómicos presentes en los esqueletos de Sus domesticus (A) y algunas marcas
de carnicería identificadas (B).
- Cerdo (Sus domesticus): Hemimandíbula derecha de un individuo de sexo masculino que presenta un
desgaste correspondiente a una edad de 4 años (MWS: m1=f; m2=e; m3=c según Grant, 1982). Presenta
marcas de carnicería en las superficies lingual y labial. En la superficie lingual hay un corte fino de cierta
longitud y de trayectoria perpendicular a la serie dental. También en la superficie labial se observa un corte
fino y corto localizado cerca del foramen mentonar (fig. 9, b). Las medidas de la mandíbula se pueden
observar en la tabla 5.
APL XXX, 2014
[page-n-238]
229
Depósitos rituales de fauna en el oppidum prerromano de El Molón
Fig. 8. Marcas de mordeduras
humanas sobre restos de Sus
domesticus:
a, C16/16008;
b, A5 UE 504.
a
b
Fig. 9. Marcas de carnicería
localizadas sobre:
a, mandíbula derecha de Ovis
aries;
b, mandíbula derecha de Sus
domesticus recuperada en el
depósito de la torre B8.1a/8032.
Tabla 4. Medidas de mandíbula de la oveja (Ovis aries) de B8.1a/8032.
Mandíbula
4
8
9
11
12
15a
15b
15c
Lm3
Am3
B8 1a/8032
110,5
47
21,7
33,5
58,5
35
20
13
20
7
Tabla 5. Medidas de mandíbula del cerdo (Sus domesticus) de B8.1a/8032.
Mandíbula
7a
8
9a
16a
16b
16c
B8 1a/8032
98,5
66,7
34
49,4
41
41,5
APL XXX, 2014
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230
A. J. Lorrio, P. Iborra Eres y M. D. Sánchez de Prado
6. VALORACIÓN DE LOS RESTOS ANALIZADOS
Las características del material analizado, es decir: los taxones elegidos, la parte esquelética seleccionada, la
edad, el sexo y las marcas observadas sobre los restos, junto a otros aspectos que caracterizan o se integran en
esos contextos, son factores a considerar para realizar las interpretaciones del conjunto (Grant, 1991; Wilson,
1992; Hill, 1995). En el caso de las muestras analizadas de El Molón concurren una serie de rasgos que nos
llevan a considerarlos depósitos “especiales”, expresión de un ritual, como pudo ser una comida ceremonial,
y no simples restos de alimentación.
Los animales elegidos, la oveja y el cerdo, son dos especies que desempeñaban un rol importante en
la economía durante la época ibérica (Iborra, 2004). El registro faunístico de El Molón pone de manifiesto
la existencia de una cabaña variada, en la que destacan los ovicaprinos, con mayor presencia de ovejas
que de cabras, mientras que el ganado vacuno y el de cerda serían especies secundarías, importantes por
lo que respecta al aporte cárnico, observándose un aumento generalizado del consumo de cerdo durante
la Segunda Edad del Hierro (Lorrio, Almagro-Gorbea y Sánchez de Prado, 2009: 36, a partir de los datos
de Iborra). Sin embargo, los contextos aquí estudiados evidencian un claro predominio de los suidos sobre
los ovicaprinos, lo que parece más lógico si se considera la capacidad reproductiva de estas dos especies,
con varias crías la primera y una o dos la segunda, por lo que tendría un menor coste económico para
la comunidad el sacrificio de un cerdo lechal, aunque justamente el hecho de que el cerdo sea el animal
sacrificial más barato, hace que su sacrificio no fuera conclusivo (Burkert, 2013: 393). En cualquier caso,
la decisión de sacrificar un cerdo a una edad tan temprana resulta poco productiva, y sólo se explica por la
exigencia del ritual (Allegro et al., 2008: 119).
La práctica de sacrificios de animales formaba parte de la religiosidad o creencias de los pueblos ibéricos.
Así lo confirman algunas noticias ofrecidas por las fuentes literarias (Str. IV, 1, 5), las representaciones
iconográficas de tales rituales, o el hallazgo en santuarios de restos óseos de animales o de útiles sacrificiales
como cuchillos (Moneo, 2003: 275 ss.; Cabrera, 2010; Almagro-Gorbea y Lorrio, 2011: 43 ss.). Las ofrendas
de animales en espacios domésticos y santuarios, tanto de animales completos como de alguna de sus partes
(pars pro toto), corresponden en su mayoría a ovicápridos, aunque también se documenten suidos y, en
menor medida, vacunos, ciervos y caballos, además de perros y aves. Destacan los hallazgos del Noreste,
principalmente el área catalana (Barrial, 1990; Miró y Molist, 1990; Albizuri, 1990; Albizuri y Nadal, 1992;
Casellas, 1995; Barberá, 1998; Agustí y Casellas, 1999; Pons y Vargas, 2002: 537 ss.; Valenzuela, 2008;
Albizuri, 2011; Graells y Sardá, 2011: 175 s.; Belmonte et al. 2013; Nieto, 2013) y el Levante (Gusi, 1989
y 1995; Oliver, 2006; Iborra, 2004 y 2013), ahora incrementados con los datos de El Molón. El sacrificio de
animales debió ser una práctica común en las festividades y ceremonias, tanto en cultos públicos como privados,
pudiendo relacionarse con festivales en honor a deidades, nacimientos, ritos de fertilidad, substitutivos del ser
humano y como ofrendas para sellar pactos y hostilidades (Jarman, 1973; Méniel, 1992; Chiraldi, 2008).
En El Molón los diferentes contextos nos permiten caracterizar dos tipos de depósitos rituales: uno,
asociado con el ámbito doméstico, donde se observan patrones y asociaciones repetidas, que responde
a ritos bien conocidos en el área ibérica, y otro, relacionado con la construcción de una de las torres que
defendía el acceso principal al poblado, claramente excepcional por sus características en el panorama
protohistórico peninsular.
A. Depósitos asociados a espacios domésticos
Los conjuntos C16/16008 y A5/504 son pequeñas fosas excavadas en el pavimento de las casas. Cada una de
ellas contenía en exclusividad restos de dos esqueletos de cerdos neonatos, que habían sido desmembrados,
cocinados y consumidos, tras lo cual se depositaron en el interior de una fosa. Ambos depósitos resultan
prácticamente idénticos, pues coinciden: 1) en la elección de los animales –misma especie, igual número
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de individuos y edad de muerte, siendo menos concluyentes los datos sobre el sexo, sólo determinado en
uno de los ejemplares de C16, una hembra–, 2) en el tratamiento de los animales –descuartizados, asados
y consumidos–, y 3) en la forma en la que se depositaron los restos –en un hoyo, bajo el suelo de una
vivienda, junto a uno de sus muros–. Todo ello confirma que responden a un ritual bien conocido, sujeto a
unas normas establecidas.
Buena parte de sus huesos presentan marcas de desarticulación y descarnado, mediante un instrumento
cortante, que cabe suponer sería el cuchillo, al que cabe otorgar un carácter sacrificial. Tras su asado, cuya
evidencia serían los huesos parcialmente quemados, los animales fueron consumidos, quedando marcas
antrópicas de mordeduras. Los esqueletos estaban incompletos, lo que implica que en el momento de hacer
el depósito se separaron algunos restos óseos, aunque no parece que hubiera una selección intencionada, toda
vez que están representadas todas las partes del animal (fig. 5, A y fig. 7, A).
El hecho de que, después del consumo, los huesos fueran depositados en un hoyo intencionadamente
excavado, que cabe interpretar como un bóthros destinado a albergar la ofrenda, y después fueran cubiertos
por tierra para sellar o preservar la actuación realizada, indica un tratamiento especial de los restos. En el
caso del departamento C16 el agujero abierto en la tierra está situado junto al hogar doméstico que podría
haber sido utilizado como eschára o altar donde se habría realizado el sacrificio, como en Alorda Park
(Calafell, Tarragona). Este edifico se consideró como un santuario (Sanmartí y Santacana, 1987; 1992:
41 ss.), posiblemente de tipo doméstico gentilicio (Moneo, 2003: 212 ss.), ya que el hoyo representaría el
bóthros destinado al culto al antepasado, en el que se realizaban los correspondientes sacrificios, en este caso
preferentemente de ovicápridos, vinculados con el hogar doméstico (Moneo, 2003: 409 s.; Almagro-Gorbea
y Lorrio, 2011: 48, Apéndice 4E).
La repetición de esta práctica por diversas unidades familiares de El Molón permite su consideración de
manera conjunta, pudiéndose tal vez relacionar el depósito de restos de cerdos lechales con cultos y fiestas
específicos, de los que conocemos algunos ejemplos en la Antigüedad. La edad de muerte de los individuos
nos indica en qué momento del año se realizó el sacrificio. Suele traerse a colación la cita del agrónomo
Columela (Re Rusticae, cap. IX), según la cual los partos en los cerdos se producían hacia mayo (vid., para el
caso de Els Vilars, Nieto, 2013: 142).
Es posible que los animales identificados en El Molón hubieran sido sacrificados entre finales de mayo
y junio, de acuerdo con el calendario de Columela. En estos meses de primavera se celebrarían festivales
agrícolas, de carácter público, aunque también hay que considerar los de carácter privado y familiar, a los que
igualmente podrían estar asociados estos hallazgos.
En otros yacimientos el hallazgo de cerdos se ha vinculado con festivales como las Tesmoforias
dedicado a Deméter y a su hija Kore/Perséfone (Kron, 1992; Bookidis y Stroud, 1997; Di Stefano, ed.,
2008; Burkert, 2013: 392 ss.). Los análisis faunísticos confirman la presencia de lactantes, juveniles y
animales menores de dos años, observándose en los restos estudiados en diferentes santuarios marcas
de carnicería y evidencias de su exposición al fuego, como parte probablemente de rituales de paso a la
pubertad (Allegro et al., 2008: 119 s.).
En el ámbito ibérico los depósitos faunísticos, en general protagonizados por ovicápridos, se han
relacionado con celebraciones de carácter fundacional como podría ser la construcción de un nuevo edificio o
su remodelación (Graells y Sardà, 2011: 173-175), toda vez que estos ritos podrían incluir banquetes (Barberà
y Sanmartí, 1976-1978: 298 ss.; Sanmartí y Santacana, 1992: 298 ss.; Moneo, 2003: 377 s.; Oliver, 2006:
213; Cabrera, 2010: 166 s.). No obstante, esto no siempre está claro, pues en algunos casos aparecen varios
depósitos sincrónicos de similares características en una misma habitación (Miró y Molist, 1990: 316 y 318).
Una interpretación similar, en relación con ritos de amortización relacionados con el cambio de actividad
del recinto, se ha señalado para las inhumaciones infantiles (Guérin et al., 1989: 71 ss.; una interpretación
diferente en Guérin, 2003: 330 ss.). Este pudiera ser el caso del departamento C1 de El Molón, donde en el
interior de una cubeta relacionada con el procesado del vino se depositaron dos neonatos (fig. 1, C y fig. 3, A),
lo que se ha puesto en relación con la amortización de este espacio industrial y su cambio de funcionalidad, un
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hecho que se produjo hacia finales del siglo III o inicios del II a.C. (Lorrio et al., 2010: 252; Lorrio y Sánchez
de Prado, 2013), una fecha que coincide grosso modo con las remodelaciones documentadas en diversos
sectores del poblado, entre ellas la que conllevó la construcción de la vivienda C16, donde igualmente se
identificó la inhumación de un perinatal (fig. 3, A y E). Esta asociación resulta de gran interés, toda vez
que los ‘sacrificios’ infantiles (vid., en contra, Graells y Sardà, 2011: 174-175) podían ir acompañados o ser
sustituidos por el de animales jóvenes, especialmente ovicápridos, de claro valor profiláctico (Oliver y Gómez
Bellard, 1989: 59; Almagro-Gorbea y Moneo, 2000: 157).
La práctica de consumir y realizar depósitos rituales de cerdos en contextos domésticos está bien
documentada a lo largo de la Edad del Hierro en un amplio espacio geográfico centrado preferentemente,
aunque no de forma exclusiva (Almagro-Gorbea y Lorrio, 2011: fig. 18, A, f y Apéndice 4, F; Graells y Sardà,
2011: 174), en las tierras del Noreste y del Levante peninsular (Albizuri, 1990; Iborra, 2004; Oliver, 2006:
212; Valenzuela, 2008; Nieto, 2013). Los casos más próximos a los de El Molón son los esqueletos de cerdos
neonatos recuperados en la habitación 5 de El Torrelló del Boverot (Almassora, Castellón), en contextos del
siglo VII a.C., y en la habitación A de La Morranda (El Ballestar, Castellón), yacimiento del siglo II-I a.C.
(Iborra, 2004: 348). Aunque en ambos casos el estado de conservación de los restos no permitió verificar si
existían marcas de consumo, su coincidencia en los demás aspectos con los depósitos de El Molón es evidente,
más en el caso de La Morranda, al coincidir incluso en su cronología, pudiendo defender igualmente el mismo
carácter doméstico y su vinculación al ámbito familiar.
En otros asentamientos ibéricos también se han identificado depósitos con cerdos completos, algunos de
ellos con marcas de consumo, aunque de edades mayores, desde infantiles hasta adultos (Iborra, 2004: 336 y
348), como en La Seña (Villar del Arzobispo, Valencia), El Puntal del Llops (Olocau, Valencia) y Los Villares
(Caudete de las Fuentes, Valencia). En la costa central de Cataluña, el yacimiento de Alorda Park presenta en
varios recintos de los siglos V-II a.C., entre otras, fosas que contenían los restos de cerdos de entre 6 y 9 meses
de vida y de 12-24 meses (Valenzuela, 2008). En Els Vilars (Arbeca, Lleida), ya en el área ilergeta, se han
descrito diferentes depósitos con restos de cerdo de los siglos VIII al V a.C., aunque las edades de muerte sean
mayores, entre 6 y 18 meses, y difiera también la selección de los restos enterrados, con animales completos
o partes de ellos (cráneos o extremidades) (Nieto, 2013: 139 ss.). La presencia de cerdos se ha señalado,
igualmente, en algunos contextos rituales del Bajo Aragón, como la habitación 2 de San Antonio (Mazaleón,
Teruel) o El Piuró del Barranc Fondo (Mazaleón), asociados a una inhumación infantil (Graells y Sardà, 2011:
175). Es interesante, igualmente, señalar los hallazgos de El Puig de la Nau (Benicarló, Castellón), donde las
ofrendas de animales, al igual que las inhumaciones infantiles, se hallaron bajo los pavimentos y junto a los
muros (Oliver, 2006: 209). Destaca el recinto 38000, con una serie de enterramientos infantiles y de animales
bajo el nivel de pavimento que remiten a ca. 450-425 a.C. (Oliver, 2006: 34, Tab. 1). Se trata de varios
depósitos en los que se han encontrados restos de cerdos con edades comprendidas entre 6 meses (UE 38038)
y un año o año y medio (UE 38033 o 38035). A ellos cabe añadir los documentados en otras zonas del poblado,
como en el recinto 40000, donde el cerdo aparece asociado a una oveja, o en el 59000, donde se enterró un
cerdo bajo el pavimento de la casa, lo que se ha interpretado como un rito fundacional (Oliver, 2006: 212).
Además de los cerdos, los ovicaprinos participan también en depósitos de carácter ritual (Barrial, 1990;
Miró y Molist, 1990; Albizuri, 1990 y 2011; Casellas, 1995; Barberà, 1998; Agustí y Casellas, 1999; Iborra,
2004; Valenzuela 2008; Almagro-Gorbea y Lorrio, 2011: fig. 18, A, e y Apéndice 4, E; Nieto, 2013). En el
caso de El Molón, una mandíbula de oveja testimonia el papel simbólico de esta especie en un acto que se
ha relacionado con la construcción, o remodelación, de las fortificaciones que defendían la puerta principal
y, en última instancia, con la defensa del poblado (vid. infra). En los contextos domésticos de otros poblados
aparecen enterramientos de ovejas completas o de alguna de sus partes anatómicas, como ofrendas en algunos
casos consumidas y en otros no. Muchas veces sus restos acompañan a no natos o neonatos humanos como
ocurre en la vivienda B del Puig de Alcoi (Alicante) (Grau y Segura, 2013; Iborra, 2013: 214-218) y en
poblados del área de la costa catalana, donde se relacionan con ofrendas rituales en las que los animales se
depositaban eviscerados pero no eran consumidos (Albizuri, 2011).
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De acuerdo con lo visto, dentro del ámbito doméstico de los poblados, los restos de animales que aparecen
en pequeñas fosas debajo de los pavimentos, o asociados a elementos constructivos pueden ser expresión
de diferentes rituales y tener diferentes significados (Graells y Sardà, 2011: 173-175). Los taxones elegidos,
las unidades anatómicas seleccionadas y sobre todo el tipo de alteraciones (marcas de descuartizado y de
consumo, fuego...) que presenten los restos, así como su posible asociación con otros materiales van a permitir
discriminar si se trata de una comida o banquete ritual, lo que con seguridad fue el caso de los dos depósitos de
El Molón que hemos analizado, relacionados con algún tipo de celebración ritual o simbólica.
B. Depósito asociado a la fortificación de la puerta principal
Un caso por completo diferente es el depósito B8.1a/8032, formado por dos restos pertenecientes a otros tantos
taxones: la oveja y el cerdo. Unos restos que presentan en común: 1) la elección del hueso –las mandíbulas–,
2) la sincronía en la edad de sacrificio, cuatro años en ambos casos, 3) la lateralidad, derecha en las dos
hemimandíbulas depositadas, 4) las marcas de carnicería y 5) la posición que presentaban en el interior de la
fosa, pues las dos aparecieron hincadas entre las piedras de la muralla, con la dentición hacia abajo (fig. 4, F).
Los restos se encontraron sellados por un encachado de piedras de pequeñas dimensiones (UE 8025),
cubierto a su vez por una acumulación de piedras de tamaño mediano (UE 8021), que parecen formar parte
del relleno de la torre, por lo que puede considerarse un contexto cerrado asociado a la remodelación del
sistema defensivo que protegía el acceso principal del poblado, que conllevó la construcción de dos potentes
torres que flanqueaban la puerta (fig. 4, A-E). Se trata de un depósito voluntario e irreversible, realizado
antes o en el momento de la construcción de la torre sur, por lo que debe interpretarse como una ofrenda
fundacional, un hecho de carácter simbólico relacionado con la arquitectura defensiva del poblado, por lo
que su carácter parece ser público y colectivo, y su finalidad protectora (von Nicolai, 2009: 85-86). Cabe
suponer que la ceremonia habría incluido el consumo de ambos animales, lo que igualmente se ha señalado
para el caso de los depósitos de cráneos y patas de ovicápridos, toda vez que, como señalan Miró y Molist
(1990: 316), se trata, como en el caso de El Molón, de las partes del animal que menos aprovechamiento
cárnico ofrecen, reservándose el resto para la posible comida ritual. No podemos descartar que los restos
cerámicos recuperados en la fosa, muy fragmentados y conservados de forma parcial, pudieran relacionarse
con el servicio utilizado en el banquete, al tratarse de un recipiente de almacenamiento de alimentos, ya sean
sólidos, semisólidos o líquidos (fig. 4, G, 1), un vaso para beber (fig. 4, G, 2) y una posible jarra (fig. 4, G, 3),
recipientes directamente relacionados con el consumo de bebidas como el vino (Mata et al., 1997: 48 ss.). La
producción de vino en El Molón está documentada desde el siglo IV a.C. a partir de la presencia de un lagar
(Lorrio y Sánchez de Prado, 2013), aunque las evidencias de su comercialización sean bastante anteriores,
el siglo VI a.C., como confirma el hallazgo de recipientes anfóricos de procedencia fenicia en el yacimiento.
Los depósitos de la Edad del Hierro relacionados con puertas y fortificaciones resultan relativamente
habituales y variados (Buchsenschutz y Ralston, 2007; von Nicolai, 2009). Como señala Alfayé (2007: 9 ss.),
la delimitación y construcción del perímetro amurallado estuvo revestida en la Antigüedad de un carácter
mágico-simbólico, con especial atención a los accesos, realizándose rituales, de carácter cíclico o excepcional,
que incluirían depósitos votivos con el objeto de reforzar “la inviolabilidad y la sacralidad del límite urbano a
través del establecimiento de un vínculo privilegiado entre esa estructura y los poderes numinosos”, depósitos
que podían interpretarse “como rituales edilicios con los que se pretendía garantizar la estabilidad de la
estructura y que poseían igualmente un carácter protector, purificador y sacralizador”.
El depósito de El Molón se relaciona, por su posición, con los depósitos localizados bajo las fortificaciones,
caracterizados por tratarse de conjuntos cerrados en posición primaria e irreversibles, depositados antes o
durante los trabajos de construcción de la muralla (von Nicolai, 2009: 77). No obstante, encontramos algunos
depósitos que por sus características resultan similares al que analizamos, aunque se relacionen con la
arquitectura de la fortificación, por lo que se han depositado durante el proceso de erección de las defensas,
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y no necesariamente antes como en El Molón. Un ejemplo se documenta en el oppidum de Mont Vully,
Suiza, donde un maxilar inferior completo de un bóvido de unos 5 años se encontró en uno de los agujeros
de poste de la puerta, construida hacia el 120 a.C., ambas piezas mandibulares dispuestas verticalmente,
con una inversión izquierda-derecha (von Nicolai, 2009: 79, fig. 4). Otro caso interesante, en este caso
por las especies seleccionadas, son los depósitos asociados a la puerta de la fortificación de Crickley Hill
(Gloucestershire, Inglaterra), donde en diferentes hoyos se recuperaron cráneos de cabra, a la derecha de la
entrada, y mandíbulas de jabalí, a la izquierda (Dixon, dir., 1994; Buchsenschutz y Ralston, 2007: 761, fig. 8).
Igualmente, se observan casos de lateralidad, en concreto el lado derecho, en la selección de los restos óseos
de la fauna sacrificada en santuarios de Francia y el Sur de Inglaterra (Méniel, 2012: 14).
En cualquier caso, no es un tipo de hallazgo frecuente en la Península Ibérica, en gran medida por la falta
de excavaciones en el interior de las estructuras defensivas. La intervención en El Molón pudo realizarse al
tratarse de un sector especialmente afectado por la ocupación islámica que utilizó este espacio como cantera,
dada su proximidad a la zona de hábitat y la relativa facilidad de extracción de los bloques de mampostería
de las construcciones defensivas del sector. No obstante, se conocen algunos depósitos, generalmente
considerados como rituales, asociados a torres y murallas tanto en el ámbito ibérico, como en el celtibérico
y su entorno, aunque tanto las especies elegidas como la selección de restos y su localización difieran de las
ofrendadas en El Molón. Este es el caso de los depósitos relacionados con las estructuras de defensa de Alorda
Park, con un cráneo y las extremidades de un ovicáprido en el recinto Z y un perro en el Y, depositados bajo
los pavimentos de los dos recintos de la torre YZ (Belarte y Sanmartí, 1997: 12). También de algunos de los
depósitos con fauna que, como señala Alfayé (2007: 31 s.), deben interpretarse como ritos de fundación o de
protección de la fortificación, como el del Cabezo de Alcalá (Azaila, Teruel), de época tardorrepublicana, que
incluía animales incinerados, principalmente ovicápridos, introducidos en ollas, depositados con anteridad a
la construcción de la muralla (Francho y Hernández, 2003-04: 373 ss.), o los de La Hoya (Laguardia, Álava),
donde se identificaron diversas astas de ciervo incrustadas en la base de la muralla (Llanos, 2005: 33, fig. 55).
7. CONCLUSIONES
Las diferentes campañas de excavación llevadas a cabo en El Molón han permitido identificar unos depósitos
especiales con restos faunísticos que cabe relacionar con actividades rituales de sacrificio, cuya cada vez más
frecuente documentación pone de manifiesto la relativa normalidad de estas prácticas durante la época ibérica.
Dos de los depósitos proceden de otros tantos contextos domésticos. Incluían, en cada caso, dos suidos
jóvenes, de apenas un mes de vida, que tras su sacrificio, desmembramiento y cocinado habrían sido
consumidos en una comida o banquete ritual, y finalmente enterrados y depositados en una fosa abierta en la
tierra, próxima en uno de los casos a un hogar, donde se habría realizado el sacrificio. Las fosas se localizaron
junto a uno de los muros de la vivienda, y una de ellas además en las cercanías de un enterramiento infantil.
Ambos tipos de depósitos –fosas con animales e inhumaciones perinatales– se ha interpretado como ofrendas
que se realizaban antes de la construcción de nuevos edificios o de su remodelación con el fin de asegurarse
los parabienes de la divinidad. Un buen ejemplo lo tenemos en los enterramientos infantiles localizados en el
poblado, entre los que destaca la inhumación doble, probablemente de gemelos, que se realizó en el interior
de un departamento de la zona oriental, originalmente un lagar (C1), que cambiaría de funcionalidad hacia
finales del siglo III o a inicios del II a.C., momento en el que se realizó el ritual de enterramiento, en este
caso en el interior de la cubeta de decantación. De igual forma, el depósito de fauna y la inhumación infantil
localizadas en C16 se relacionan con una vivienda cuya construcción se vincula con las remodelaciones ya
comprobadas en C1, llevadas a cabo hacia fines del siglo III-inicios del II a.C., aunque no puede descartarse su
cronología posterior pues este espacio habitacional habría estado en uso a lo largo del siglo II, abandonándose
en un momento indeterminado del siglo I a.C. Más complejo es el caso del depósito localizado en A5, idéntico
al de C16, aunque estos depósitos de fauna en estos ambientes domésticos parecen corresponder al mismo
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horizonte que los enterramientos infantiles, dos de los cuales, individuales, se localizaron bajo el suelo de
otros tantos departamentos contiguos localizados en la zona alta del poblado (B5.1 y B5.2), que remiten a un
momento posterior al siglo III a.C., cuando se reestructura este sector.
Finalmente, el depósito localizado en B8.1a se relaciona sin duda con la construcción de la torre sur,
hacia finales del siglo II o, más bien, ya a inicios del I a.C., respondiendo, por tanto, a un acto ritual de
fundación. Presenta claras diferencias respecto a los anteriores. Aquí se han depositado de forma intencionada,
nuevamente, dos animales, pero en este caso se trata de un cerdo y una oveja adultos de la misma edad, de
los que se han seleccionado únicamente las mandíbulas del lado derecho que fueron colocadas de forma
muy determinada, hincadas en la misma posición. Seguramente los animales habrían sido consumidos en un
banquete ritual, depositándose en la fosa una parte de los mismos, correspondiente a una zona de escaso aporte
cárnico, en el que posiblemente se harían consumido bebidas, quizás vino, cuyo servicio podría haber sido
amortizado en el interior de la fosa.
Durante el Ibérico Tardío, el oppidum de El Molón sufrió una serie de reestructuraciones y remodelaciones
de sus espacios, que habrían conllevado la realización de rituales propiciatorios de los que han quedado pruebas
arqueológicas a través de las inhumaciones infantiles y los depósitos de fauna documentados, corroborando,
una vez más, la estrecha relación entre ambas manifestaciones, que nos permiten aproximarnos a la
religiosidad de estas poblaciones. Nuevamente, hacia fines del siglo II o inicios del I a.C., cuando importantes
acontecimientos bélicos asolaban esta comarca, se vuelve a documentar una importante reestructuración, en
este caso de las estructuras defensivas de la puerta principal. Bajo la torre sur se localizó un depósito en el
que fueron enterrados, tras su sacrificio, los restos de dos animales adultos cuidadosamente seleccionados
y colocados en una fosa, una ofrenda ritual que constituye una manifestación más del carácter protector y
mágico que se desprende de estos depósitos “especiales”.
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Archivo de Prehistoria Levantina
Vol. XXX, Valencia, 2014, p. 239-261
Ignasi GRAU MIRA a e Iván AMORÓS LÓPEZ a
Secuencia de ocupación y análisis territorial
del poblado ibérico de El Xarpolar
(Vall d’Alcalà, Alacant)
RESUMEN: El Xarpolar es un oppidum ibérico de mediano tamaño del dominio montañoso de la región
central de la Contestania. En este trabajo realizamos un examen detallado del registro material y un estudio
espacial empleando datos de carácter geoespacial y herramientas de cartografía digital, LiDAR y SIG. El
poblado presenta una amplia secuencia de ocupación, que va desde el Hierro Antiguo, hasta Época Ibérica
final, momento este último en que el enclave parece cobrar importancia. El análisis territorial muestra un
enclave estratégico para el control de la circulación a escala comarcal y especialmente en la conexión del
valle de Alcoi con la costa. Esta función estratégica debió adquirir importancia en época tardoibérica, en el
contexto de la implantación romana en la región.
PALABRAS CLAVE: Época Ibérica, Contestania, oppidum, SIG, análisis espacial.
Settlement sequence and landscape analysis of the Iberian site of ‘El Xarpolar’
(Vall d’Alcalà, Alicante, Spain)
ABSTRACT: The settlement of El Xarpolar is the typical oppidum of medium size of the mountainous
domain of the central region of the Contestania. In this paper we carried out a detailed examination of
the archaeological record and a spatial analysis using geospatial data and digital cartography, LiDAR
and GIS. The analysis allows us to propose a large sequence of occupation, from the Early Iron Age until
the Late Iberian period. Spatial analysis indicates that we have a strategic location for the control of the
movement to regional scale and especially in connection the Mediterranean coast with the Valley of Alcoi.
This strategic function acquired importance in Late Iberian Period, 2nd–1st cents. BC, in the context of the
Roman control of the region.
KEY WORDS: Iberian Iron Age, Contestania, Oppidum, GIS, Spatial Analysis.
a Àrea d’Arqueologia, Universitat d’Alacant.
ignacio.grau@ua.es | ivan.amoros@ua.es
Recibido: 09/12/2013. Aceptado: 02/04/2014.
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I. Grau Mira e I. Amorós López
1. PRESENTACIÓN
El Xarpolar es un asentamiento de altura y fortificado que se emplaza en la unidad geográfica articulada
por el valle del río Serpis, al norte de la provincia de Alicante, ya cerca de la divisoria con la Marina Alta
(fig. 1). Es conocido desde la década de 1920, cuando se daba a conocer precisamente por L. Pericot (1928)
en el primer número de Archivo de Prehistoria Levantina. Casi noventa años después, contamos con un
buen número de estudios parciales y valoraciones generales, pero carecemos de un estudio de detalle del
sitio arqueológico y todo el repertorio material. Precisamente cubrir ese vacío con la caracterización de El
Xarpolar y valorar su papel en la dinámica del poblamiento y articulación territorial en las montañas del
norte de Alicante es el propósito de este trabajo.
Los estudios previos han puesto el acento en lo destacado de un repertorio material que remite a una
secuencia de ocupación dilatada y en la importancia de este oppidum en el control de las comunicaciones
entre la costa y las comarcas del interior alicantino. Ese papel estratégico parece reforzarse en época
ibérica final. Precisamente esos puntos guiarán el trabajo que se desarrolla en las siguientes líneas. Para
ello proponemos un estudio que consta de tres partes, a saber, el estudio del repertorio material, el análisis
morfológico del poblado y el estudio espacial que integre el oppidum en el paisaje. Para el análisis territorial
proponemos metodología de carácter geoespacial basada en cartografía digital, LiDAR (Light Detection
and Ranging) y SIG.
Fig. 1. Localización de El Xarpolar y otros asentamientos ibéricos citados en el texto. 1, El Xarpolar; 2, Castell de
Perputxent; 3, La Covalta; 4, Ermita de Planes; 5, Castell de Cocentaina; 6, El Pitxòcol; 7, Solaneta de Tollos; 8, La
Serreta; 9, El Puig; 10, Castellar d’Alcoi; 11, Castellar d’Oliva; 12, Segària.
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Secuencia de ocupación y análisis territorial del poblado ibérico de El Xarpolar
241
2. HISTORIA DE LA INVESTIGACIÓN
Las primera referencia sobre El Xarpolar es una autorización firmada por el propietario de los terrenos,
Feliciano Lucas Seguí, el día 3 de junio de 1923 por la que autoriza a su descubridor, Fernando Ponsell
“para que pueda efectuar estudio y excavaciones de carácter arqueológico” (Segura y Cortell, 1984: 42).
Desconocemos las circunstancias de estas exploraciones, aunque según describe Luis Pericot se trató
únicamente de “algunas sencillas catas” en una de las habitaciones de las numerosas que se observan
en el poblado (Pericot, 1928: 157). Los objetos hallados en la excavación serían ofrecidos en venta a la
Diputación Provincial de Valencia en 1927 (Segura y Cortell, 1984: 43) constituyendo una de las primeras
colecciones de lo que sería el futuro Museo de Prehistoria de Valencia. A partir de ese momento, Fernando
Ponsell se convierte en colaborador habitual del Servicio de Investigación Prehistórica de Valencia y, por
lo que se desprende de la correspondencia entre Isidro Ballester, director de dicha institución y Fernando
Ponsell, no debe descartarse que se llevaran a cabo más actuaciones en el yacimiento durante esos años.
Este primer lote de materiales depositados en el SIP fue presentado por L. Pericot en la citada publicación
de 1928. Ese conjunto de materiales, que ahora revisamos, es posiblemente fruto de una recogida selectiva
ya que se trata principalmente de piezas completas y en muchos casos muy singulares. En su artículo, Pericot
describe los materiales con los que data el poblado en el s. III a.C. Así mismo, tratará de dar una primera
interpretación acerca de la ubicación del yacimiento destacando la importancia que la Vall de Gallinera “hubo
de tener como vía comercial en los siglos del apogeo ibérico, y a través de ella debieron circular muchas de
las influencias que la cultura griega, desde la costa y en especial desde la cercana factoría de Hemeroscopeion,
ejerció sobre la indígena” (Pericot, 1928: 157). También en estos años se hará referencia al poblado en unas
notas de Isidro Ballester (1929: 19-21) en la que básicamente reafirma lo dicho por Pericot.
Durante los siguientes años no encontramos más referencias al poblado ibérico de El Xarpolar hasta la
publicación del libro Alcoy. Geología. Prehistoria de Camilo Visedo (1959), donde lo caracteriza como uno
de los asentamientos importantes de la zona en época ibérica y destacando de nuevo la importancia de su
ubicación en las relaciones de las poblaciones del interior con la costa (Visedo, 1959: 73-74). En estos años
se reaviva el interés por el sitio y en 1965 se llevó a cabo una pequeña campaña de excavación por parte del
Laboratorio de Arqueología de la Universidad de Valencia, dirigido por Miquel Tarradell en colaboración
con Vicente Pascual, en esos momentos director del Museo Arqueológico de Alcoi y en la que participarán
también Milagro Gil-Mascarell y Enrique Llobregat. Esta campaña tiene lugar entre los días 2 y 6 de julio y
el desarrollo de los trabajos está descrito por Vicente Pascual en el diario de excavaciones depositado en el
Museo de Alcoi por el que sabemos que se trató de un pequeño sondeo en el que se pusieron al descubierto
tres departamentos. Ese mismo verano se llevaron a cabo excavaciones por parte del mismo equipo en
la cercana Cova d’en Pardo entre los días 14 y 29 de junio. Tras la finalización de esta primera fase de
trabajos de campo, Miquel Tarradell manifiesta a Vicente Pascual su interés por continuar los trabajos al
final del verano tanto en la Cova d’en Pardo como en El Xarpolar, lo que conocemos por la correspondencia
conservada en el Museo de Alcoi. Finalmente se realizó una segunda campaña en la cueva entre el 16 de
septiembre y el 30 de octubre al final de la cual tenían previsto excavar unos días en El Xarpolar, pero con
motivo de las lluvias los trabajos fueron pospuestos a finales de noviembre, aunque no conocemos mucho
más de esta segunda campaña en el poblado.
Los materiales de esta campaña fueron depositados en el Museo de Alcoi y ahora también presentamos
en este trabajo. Los resultados de esta breve campaña no fueron publicados, salvo una breve nota de Miquel
Tarradell (1969) en la que amplía la cronología del yacimiento desde el s. IV a.C. por la presencia de
cerámica ática, hasta el s. I a.C., por la aparición de cerámicas campanienses y monedas. De la misma
opinión es Enrique Llobregat que incluye El Xarpolar en su Contestania Ibérica (1972: 51-52). A partir de
este momento El Xarpolar no ha sido objeto de intervenciones importantes, exceptuando los trabajos por
parte del Museo de Alcoi que, ante el progresivo deterioro del yacimiento y las acciones clandestinas de los
expoliadores, elabora la topografía y planimetría del sitio en 1987.
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I. Grau Mira e I. Amorós López
Desde los años 60 El Xarpolar ha sido incluido en diversos estudios de carácter más amplio como el
estudio de las cerámicas pintadas (Nordström, 1973), las cerámicas de origen griego (Rouillard, 1991;
García y Grau, 1997), el análisis del material numismático (Mateu, 1967; Ripollés, 1982; Mellado y
Garrigós, 2008), materiales metálicos como una falcata (Quesada, 1997: 770) y algunos instrumentos
agrícolas de hierro (Pla, 1968; Moratalla, 1994).
Con la información disponible se incluye El Xarpolar en el estudio del poblamiento ibérico en la Marina
Alta (Castelló, 1993), ampliándose la cronología del yacimiento a época orientalizante entre los ss. VIIVI a.C. (Castelló y Espí, 2000: 113-116). El Xarpolar también se incluye en la tesis doctoral de uno de
nosotros (Grau Mira, 2002: 304-305) en la que se realiza una revisión de los materiales y su valoración en
el marco del poblamiento comarcal. Sin embargo, las evidencias materiales y su estudio territorial no se
han abordado de forma monográfica hasta la fecha, objetivo que precisamente pretende el presente trabajo.
3. MORFOLOGÍA DEL OPPIDUM
El Xarpolar es el típico oppidum de mediano tamaño del dominio montañoso de la región central de la
Contestania, que se extiende por el norte de Alicante y el sur de Valencia. Se trata de poblados enriscados
que aprovechan de forma muy precisa las condiciones quebradas del paisaje, delatando que las poblaciones
ibéricas tenían un preciso conocimiento del entorno y lo aprovecharon para fines estratégicos.
En el caso concreto que nos ocupa, nos encontramos con una elevada meseta de altura en el extremo
occidental de la Serra de la Foradà, en un solar que cubre aproximadamente 1,29 ha y con una altura que
oscila entre los 902 m en el punto más elevado del poblado y los 885 en su cota inferior.
Para el análisis morfométrico y la correcta caracterización topográfica hemos empleado una metodología
basada en datos de campo y su combinación con cartografía digital, datos LiDAR y proceso de datos
mediante SIG, que conviene comentar sucintamente.
El levantamiento topográfico se ha realizado mediante la modelización digital de datos espaciales LiDAR
de alta resolución. El LiDAR aerotransportado (Light Detection and Ranging) es un sistema basado en un
sensor láser que se instala en aviones o helicópteros. Esta tecnología permite obtener una gran densidad
de puntos de cota con precisión superior a los 15 cm en altura. En concreto hemos trabajado a partir del
vuelo LiDAR del año 2009 de la Comunidad Valenciana integrado en el Plan Nacional de Observación
del Territorio de España. Estos datos fueron tomados con un escáner ALS50, sobrevolando a una altura
promedio de 1.300 m. La frecuencia de escaneo fue de 32,3 Hz, con precisiones obtenidas con un error
medio de 0,03 m. La densidad promedio de los puntos es de 1 pto/m2.
Para crear el MDT (Modelo Digital del Terreno) hemos interpolado los puntos del último pulso, es
decir, eliminando los puntos de vegetación y demás objetos que no pertenecen a la base del terreno. La
nube de 14.953 puntos fue interpolada en el programa ArcGIS 9.3 para crear un TIN (Triangulated Irregular
Network), del que después se obtuvo el MDT con una resolución de 0,4 m (fig. 2, A).
Este modelo se ha combinado con el alzado topográfico realizado a mediados de los ochenta por el personal
del Museu d’Alcoi, que una vez digitalizado se ha incorporado a una base de curvas de nivel de 1 m creada a
partir del MDT (fig. 2, B). La combinación de estos datos nos permite analizar el solar del poblado y su entorno.
Especialmente importante es la valoración de las pendientes que enmarcan el poblado, por cuanto son
un elemento crucial para asegurar su inaccesibilidad, y por tanto facilitar su defensa. Para ello hemos
elaborado un mapa clinométrico con cuatro franjas de pendientes: 0-20o, 20o-45o, 45o-65o y 65o-90o (fig. 2,
C). Como se puede observar, el poblado se asienta en un rellano aplanado con una ligera inclinación hacia
el noroeste que nunca alcanza los 20o, mientras que en su perímetro se encuentra un reborde de pendientes
acentuadas que definen claramente el perímetro habitado y donde se construyó la muralla de cierre del
poblado. Estos desniveles alcanzan valores de entre 25o a 35o en los flancos oeste y sur del poblado y
se agudizan en el flanco este con niveles de 30o y 45o. El flanco norte es absolutamente inaccesible con
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Secuencia de ocupación y análisis territorial del poblado ibérico de El Xarpolar
243
Fig. 2. Morfología del oppidum de El Xarpolar. A, modelo digital del terreno; B, planta con las estructuras identificadas
(elaboración propia a partir de la planta del Museu d’Alcoi); C, mapa de pendientes.
farallones subverticales de entre 75o y 90o y que forman un precipicio de varias decenas de metros. Este
acantilado de roca no sólo defiende el flanco norte-noreste, por donde no se necesita muralla, sino que
además otorga al poblado la apariencia de inexpugnable para quien lo contemple desde el norte; también
el flanco oriental muestra la inaccesibilidad del lugar. En otro lugar (Grau y Segura, 2013: 61-62), hemos
señalado esta pauta recurrente de existencia de farallones en la mayor parte de los oppida de la comarca.
La defensa natural y la percepción de aislamiento que les proporciona el roquedo sin duda es un factor de
localización relevante para los iberos de la región. Esta pauta contribuyó sin duda a hacer de estos oppida
hitos del paisaje que balizarían el espacio.
Las formas y anomalías topográficas que muestra la cartografía de detalle, nos permite comentar algunos
rasgos formales del lugar (fig. 2 y 3). En la mitad sur del poblado se documenta una serie de 4 terrazas en
sentido norte-sur que discurren paralelas a la muralla. Tienen una longitud de 45-50 m y están separadas por
unos 9-10 m. Probablemente son parte de un acondicionamiento del espacio habitado, como plataformas
sobre las que edificar las viviendas. Otro grupo de plataformas de aterrazamiento, apenas pronunciadas en
el terreno, se identifican al norte de la estructura excavada en 1965; siguen una dirección suroeste-noreste.
En la parte central del poblado, inmediatamente al sur de la edificación excavada, se reconoce una nueva
anomalía, en este caso en forma de una amplia topografía irregular lineal y que se cruzan en ángulo recto,
que pueden hacer pensar en la existencia de otras estructuras de acondicionamiento. Sobre estas anomalías
lineales se reconocen departamentos y construcciones parcialmente enterrados que dibujan un caserío
compacto y denso por toda la superficie de la meseta.
Con los datos disponibles podemos caracterizar El Xarpolar como un poblado de dimensiones medianas,
en torno a 1,3 ha construido en una meseta de altura con una ligera inclinación hacia el oeste-noroeste.
En este solar se debió construir un caserío agrupado en el espacio intramuros disponible. Únicamente se
reconoce claramente los restos excavados de una estructura cuadrangular dividida en tres departamentos
de aproximadamente 10 x 4 m, construida con sólidos muros perimetrales de aproximadamente 50 cm de
grosor. Otros departamentos son parcialmente visibles en superficie.
Estas construcciones se hallaban claramente enmarcadas por límites naturales reforzados por una espesa
muralla de lienzo sencillo. No se identifican restos de torres y tampoco se reconoce con claridad el acceso.
En definitiva, el modelo de poblado debió ser muy semejante al de los oppida de La Covalta (Vall de Pla,
1971) y El Puig (Grau y Segura, 2013: fig. 3.1).
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Fig. 3. Vistas desde distintos puntos cardinales del modelo digital del terreno.
4. LA SECUENCIA DE OCUPACIÓN A TRAVÉS DEL REPERTORIO MATERIAL
4.1. Cerámica de importación
Los primeros indicios de la ocupación del sitio vendrían dados por la existencia de ánforas de importación
fenicias de la serie Ramon 10.0.0.0 de la que apenas contamos con algunos fragmentos informes y carenas
del hombro, lo que impide conocer el tipo concreto (Castelló y Espí, 2000: 114); estos materiales se datarían
entre los ss. VII y VI a.C.
Algo más numerosos son los vestigios de importaciones de época plena. Correspondientes al s. IV a.C.
son los fragmentos de cerámica ática de figuras rojas y barniz negro. En la colección del SIP se encuentra
una base de bol con decoración de ruedecillas y palmetas, correspondiente a un cuenco de barniz negro (fig.
4, 2). En la colección del Museu d’Alcoi encontramos un borde de crátera de campana de figuras rojas (fig.
7, 1), un borde vuelto al interior (fig. 7, 2) y una base de bol de barniz negro (fig. 7, 7).
Con cronología del s. III a.C. son dos pequeños cuencos de cerámica púnico-ebusitana, uno de ellos
con el borde anguloso (fig. 4, 3), y otro con el borde ligeramente curvado (fig. 4, 6), que encuentran sus
paralelos en las producciones de esta centuria (Ramon, 2012: 596, fig. 7).
En cerámica Campaniense A, entre fines del s. III y el s. II a.C., contamos con un borde de L27 (fig. 7,
6) y dos bordes de L36 (fig. 7, 3 y 4). En cerámica beoide de mediados del s. II y primera mitad del s. I a.C.,
encontramos una pátera L5 (fig. 4, 1), un cuenco de borde muy exvasado (fig. 7, 10), un borde L5 y una base
(fig. 7, 5 y 9) y un borde de L4 (fig. 7, 11).
Por último, de este mismo tipo de producciones de barniz negro es la base y tercio inferior en el que
se aprecia el arranque de dos asas de una copa de asas verticales del tipo Montagna-Pasquinucci 127/
Morel 3120 (fig. 7, 8), de procedencia etrusca central y oriental que se difundió entre los ss. III-II a.C.
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Fig. 4. Cerámicas de la colección del SIP.
(Montagna-Pasquinucci, 1972: 400-401), más bien en esta segunda centuria (Morel, 1981: 248). En
nuestro entorno está presente en los contextos fundacionales de Valentia a partir del 138 a.C. (Marín y
Ribera, 2000: 95, lám. 3), en Caudete de las Fuentes (Mata, 1991: fig. 16, 11) o en la fase 2b del anfiteatro
de Cartagena datada en el s. II (Pérez Ballester, 2000: lám. 2).
Este conjunto de piezas de vajilla de mesa importada se completaría con un cubilete de paredes finas, que
carece de borde (fig. 4, 14) y que posiblemente pertenecería a la forma Mayet II, datado hacia el s. II a.C.
La vajilla de mesa tardoibérica se acompañaría de algunos fragmentos de ánforas importadas, con un
borde de ánfora del tipo Campos Numantinos o Ramon T-9.1.1.1 (fig. 6, 10) y dos fragmentos de asas de
ánforas itálicas (fig. 6, 11 y 12)
4.2. Cerámica ibérica
Transporte y almacenaje
- Ánforas, tipo A.I.1 de Mata y Bonet. Encontramos un lote de bordes de ánforas ibéricas con perfiles
diversos (fig. 6, 1-9) donde predominan los de perfil almendrado (fig. 6, 2; 6, 4; 6, 5; 6, 9), propios de los
ss. III y II a.C. como se documenta en el alfar del Alcavonet (Grau Mira, 1998-99). Junto a éstos aparecen
bordes de perfil recto (fig. 6, 3) o cuadrangular (fig. 6, 6-7), propios de repertorios del s. IV a.C. de la zona
como en El Puig de Alcoi (Grau y Segura, 2013: 155-159).
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Fig. 5. Metales (nº 1 a 10); fusayolas (nº 11 a 17); cerámicas con decoración compleja del Museu d’Alcoi (nº 18) y del
SIP (nº 19 a 22). La pieza nº 22 tiene una escala aproximada.
- Tinajas, tipo A.I.2. En El Xarpolar no aparecen demasiado representados los grandes recipientes de
almacenaje, posiblemente porque al carecer de piezas completas, ciertos bordes que asociamos a piezas de
mediano y pequeño tamaño pudieron corresponder a grandes vasos. Aparece un borde engrosado recto de
tinaja (fig. 6, 27) que debe corresponder al tipo A.I.2.1. Otro borde es exvasado y posiblemente corresponde
al tipo tinaja sin hombro y con cuello indicado A.I.2.2 (fig. 6, 28). Aparece un asa trífida (fig. 6, 41) que
debe corresponder a una tinaja.
Almacenaje y despensa
- Tinajillas. Corresponden al tipo A.II.2.2 de Mata y Bonet. Se trata de pequeños recipientes de perfil
bitroncocónico ligeramente oval, sin asas y el borde ligeramente exvasado, con labios generalmente
moldurados, aunque también hay labios rectos. En la colección del SIP encontramos dos ejemplares de
este tipo, uno de ellos completo y decorado con bandas (fig. 4, 16) y otro con la superficie deteriorada
y sin muestras de decoración (fig. 4, 17). Los restantes ejemplares se reconocen por una serie de bordes
moldurados (fig. 6, 33-36) y exvasados simples (fig. 6, 37-38) de piezas de mediano tamaño.
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Fig. 6. Cerámicas de la colección del Museu Arqueològic d’Alcoi.
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Fig. 7. Cerámicas de la colección del Museu Arqueològic d’Alcoi.
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- Lebes, tipo A.II.6. Los recipientes abiertos con amplias bocas son poco frecuentes en el repertorio,
únicamente identificamos un borde con arranque de cuerpo de este tipo de vasos (fig. 6, 30).
- Kálathos, tipo A.II.7.2. Este tipo de vaso está representado por un recipiente que se conserva casi entero, pues
falta el tercio inferior. El borde es moldurado y tiene las paredes de tendencia ligeramente troncocónica; posee
decoración geométrica compleja (fig. 4, 18). Este tipo de vasos está muy bien representado en los contextos
del s. III de La Serreta (Grau Mira, 2002: 74-75) y se constata su producción local en el alfar del Alcavonet
(Grau Mira, 1998-99). Aparece el tercio superior de un segundo ejemplar con el labio plano y el cuerpo de
tendencia cilíndrica (fig. 6, 29), así como la base cóncava de un vaso de este tipo (fig. 6, 40).
- Urnas de orejetas. Se documentan dos orejetas de al menos dos piezas diferentes (figs. 6, 31 y 7, 49). Este
tipo de piezas son propias del periodo ibérico antiguo e inicios del pleno, ss. V-IV a.C.
Vajilla de mesa
- Botella, tipo A.III.1.1. Encontramos una pieza casi completa que carece de borde que corresponde a una
botella de forma globular, con cuello abocinado (fig. 4, 15). Está decorada con bandas, filetes y segmentos
de círculo crecientes. Son piezas que aparecen perfectamente enmarcadas cronológicamente en el s. IV a.C.
con paralelos idénticos en El Puig de Alcoi (Grau y Segura, 2013: fig. 5.53, G), o la Bastida de les Alcusses
(Mata y Bonet, 1992: fig. 10). Otros bordes de recipientes de boca cerrada y estrecha (fig. 7, 52 y 56) pueden
corresponder a botellas con un perfil más difícil de reconocer.
- Jarritos, tipo A.III.2 de Mata y Bonet. En la colección del SIP se encuentran dos pequeños jarritos de perfil
de tendencia globular, con cuello destacado, boca amplia y circular así como un asa desde la boca hasta el
cuerpo (fig. 4, 12 y 13); la mayor presenta una clara separación entre el cuello y el borde. Posiblemente nos
encontramos con sendas imitaciones de las típicas jarritas bitroncocónicas con un asa y nervios en relieve
en la carena, datadas fundamentalmente en el s. II a.C. y propias del área ampuritana realizadas en cerámica
gris. Esta jarritas ampuritanas aparecen en el País Valenciano junto con otras de calidad distinta que se
interpretan como producción local que imita aquella (Aranegui, 1975: 368).
- Platos, tipo A.III.8 de Mata y Bonet. Sin duda son las piezas más frecuentes entre el repertorio de El
Xarpolar, aunque la mayor parte de las piezas se encuentran fragmentadas. Se reconocen varios subtipos:
- Platos de ala. Se trata de platos abiertos que muestran un perfil de bordes divergentes y abiertos con el
borde sencillo que se exvasa en forma de ala plana. Contamos con un ejemplar completo que posee el
cuerpo poco profundo y de tendencia carenada (fig. 4, 8) y algunos bordes (fig. 7, 40 y 41). La mayor parte
de estos platos remiten a contextos próximos del s. IV a.C. como el de El Puig de Alcoi (Grau y Segura,
2013: fig. 162, 5 y 83). Paralelos algo más alejados son los ejemplares del tipo P2 de El Cigarralejo, del
primer cuarto del s. IV a.C. (Cuadrado, 1972: P1, t. XXIII; P2, t. XXV), o de la Bastida de les Alcusses
(Bonet y Vives-Ferrándiz, 2011: 160, fig. 22).
- Platos con el borde curvo vuelto al exterior. Se trata de cuencos de perfil curvo que se caracterizan por poseer
un borde exvasado curvo, que recuerdan a los perfiles de la forma L36 de campaniense A. Contamos con un
ejemplar completo (fig. 7, 47) y algunos bordes asociados a este tipo (fig. 7, 13 y 17-23).
- Páteras de borde ligeramente reentrante aparecen en tamaños grande y pequeño; algunas pintadas con
filetes y otras sin decoración (fig. 4, 4 y 5; fig. 7, 24-34 y 45). Los perfiles son variados, algunos presentan
bordes muy reentrantes, mientras otros presentan un ligero engrosamiento que hace inclinar el labio hacia
el interior. Algunas páteras se aproximan a los perfiles de las piezas campanienses de la forma L5/7 (fig. 7,
46) o L55 (fig. 7, 38 y 39).
- Vasos caliciformes, tipo A.III.4. Encontramos dos ejemplares elaborados en cerámica gris uno de ellos con
un perfil bastante achatado que suele corresponder a las formas más antiguas (fig. 4, 9) (Sala, 1997: 115) y
otro es un ejemplar de menor tamaño con un perfil más estilizado (fig. 4, 11).
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- Finalmente, es destacable un recipiente de pasta anaranjada y tamaño muy reducido que podríamos
catalogar como un microvaso (fig. 4, 10).
Cocina
- La cerámica de cocina está muy bien representada con cuatro tapaderas enteras de tamaño mediano y
pequeño (fig. 4, 20-23) y al menos otros cinco ejemplares fragmentarios (fig. 6, 20-26). Estas tapaderas
se acompañan de siete bordes de ollas de mediano tamaño (fig. 6, 13-19), frecuentes en los repertorios
domésticos ibéricos de todas las épocas.
Varios
- Cubilete de cerámica a mano (fig. 4, 19). Se trata de un cubilete de gruesas paredes de forma cilíndrica
y base plana que configura un caso de reducidas dimensiones y aspecto robusto. Se trata de algunos
recipientes de uso doméstico modelados a mano siguiendo una tradición secular que alcanza el s. IV a.C.
en la comarca, como probaría la existencia de una vaso idéntico en El Puig de Alcoi (Grau y Segura, 2013:
143, fig. 5.63, 286/09).
- Tapón (fig. 7, 55). Encontramos una pieza cilíndrica con una protuberancia que corresponde a un tapón
de cerámica.
- Ungüentario, tipo A.IV.2.2 de Mata y Bonet (fig. 7, 48). Aparece un fragmento de pie robusto de un
ungüentario estilizado de tipo fusiforme posiblemente correspondiente al tipo B de Cuadrado (1977-78:
389-404), sin que podamos precisar su forma debido al estado fragmentario.
- Botella con pitorro vertedor (fig. 7, 57). Se trata de un recipiente de cerámica común ibérica de pasta
rosada. Se encuentra fragmentado y se conserva únicamente el tercio superior, con el cuerpo globular del
que parte un cuello cilíndrico acabado en un borde exvasado. La particularidad de este recipiente es que
cuenta con un pitorro vertedor a la altura del hombro, con la finalidad de verter líquidos. Este tipo de vasos
no son muy abundantes y únicamente podemos aludir su semejanza a los recipientes con pitorro para verter
líquidos que aparecen en el ámbito catalán, como en Ampurias (Aranegui, 1975: lám. I, 1).
- Fusayolas, tipo A.V.8 de Mata y Bonet. Se trata de siete de estos objetos elaborados en cerámica cuyo uso
está relacionado con el trabajo textil. Las encontramos con diversos perfiles presentando algunas de ellas
cabeza (fig. 5, 11, 14 y 17) mientras que otras son acéfalas (fig. 5, 12, 13, 15 y 16).
Las cerámicas con decoración compleja
En El Xarpolar se encontraron cinco fragmentos correspondientes a recipientes de gran tamaño, tipo tinajas,
de dos vasos distintos a juzgar por las características de sus pastas y en ambos se identifican decoraciones
zoomorfas de equinos. Cuatro fragmentos fueron recuperados en las excavaciones de los años 20; los dos mejor
conservados fueron publicados (Pericot, 1928: fig. 1 y 2) y muestran fragmentos de patas y el tercio inferior
de caballos rodeados por motivos vegetales (fig. 5, 19 y 22). Dos fragmentos muy deteriorados presentan
motivos vegetales reconocibles, como zarcillos, espirales y hojas rellenas de reticulados y uno de ellos una
pata de equino (fig. 5, 20 y 21). El quinto fragmento corresponde a la parte superior de una tinaja con hombro
y presenta la cabeza de un caballo con el característico ojo circular de los caballos de La Serreta (fig. 5, 18).
Cuenta con riendas que cruzan el cuello y los restos de un posible prometopidion o frontalera frente a la testuz.
Estas piezas, aunque muy fragmentadas y deterioradas, dan cuenta del uso de vasos de prestigio en el
poblado posiblemente mostrando escenas de parada de caballerías, quizá con sus correspondientes jinetes, en
una serie temática muy bien reconocida entre las decoraciones del ámbito de La Serreta (Grau Mira, 2006).
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4.3. El repertorio numismático
El conjunto de monedas ha sido tratado de forma pormenorizada en diversas publicaciones (Mateu, 1967;
Ripollés, 1982; Mellado y Garrigós, 2008) y a ellas remitimos al lector interesado. Sin embargo, señalamos
los rasgos principales por la información cronológica que aportan. Contamos con 10 monedas de bronce.
Dos de ellas pertenecen a cecas propiamente ibéricas, como son un as de Cástulo con una datación de
165-80 a.C. y un as de Saiti perteneciente a la segunda mitad del s. II a.C. En cuanto a las emisiones
propiamente romanas se identifican claramente 8 ases republicanos, 7 de ellos del tipo Jano bifronte datadas
a mediados del s. II a.C. (Mellado y Garrigós, 2008: 212). Estas piezas aportan un marco cronológico
bastante coherente que se situaría entre la segunda mitad del s. II y los inicios del s. I a.C. y señalarían la
primera introducción de los usos de las monedas entre las comunidades ibéricas de la zona, preferentemente
a partir de la zona interior de Saitabi (Ripollés, 2007) y de la costa, donde las monedas romanas son
predominantes posiblemente debido a la ubicación intermedia de El Xarpolar entre el litoral y las tierras del
interior (Mellado y Garrigós, 2008: 212).
4.4. Estudio del repertorio metálico
El estudio de los elementos metálicos se aborda a partir de la clasificación de los distintos objetos metálicos
con las limitaciones del mal estado de conservación, lo que nos impide en muchos casos adscribir los
fragmentos a un objeto o herramienta determinados. Se trata de un conjunto formado por 59 objetos, 46 de
ellos depositados en el Museo de Alcoi y 13 en el SIP.
Hierro
- Armas. En esta primera categoría encontramos una falcata ibérica, dividida en dos fragmentos, a la que le
falta parte de la empuñadura y con un estado de conservación bastante deficiente. Presenta una longitud de 61
cm y una anchura de 6,5 cm al inicio de la hoja. Esta arma fue incluida en el amplio estudio de armamento
ibérico de F. Quesada (1997: 844) quien propone una datación genérica entre el s. IV y el s. I a.C.
- Útiles plurifuncionales. Encontramos una posible aguja espartera o saquera (fig. 5, 8) con sección
cuadrangular y 140 mm de longitud. En esta categoría cabría incluir también la punta de un objeto de filo
cortante (fig. 8, 26), seguramente perteneciente a un cuchillo de 122 mm de longitud así como un cuchillo
afalcatado (fig. 8, 30) con remache en la empuñadura y 120 mm de longitud.
- Útiles agrícolas. Las herramientas agrícolas fueron incluidas por J. Moratalla (1994: 122) en su estudio
de los útiles de la comarca, clasificándolas en dos grandes grupos según se empleasen en la preparación
de los terrenos para el cultivo o en la recolección de la cosecha. Dentro del primer grupo incluiríamos un
legón de 200 mm de longitud por 110 mm de anchura utilizado para tareas de remoción y nivelación de la
tierra, normalmente en regadío (fig. 8, 23). También encontramos una azada estrecha (fig. 5, 2) de 170 mm
de longitud por 28 mm de anchura en el filo. Por último, encontramos una laya (fig. 5, 7) de pala estrecha y
alargada y enmangue tubular con unas dimensiones de 100 mm de largo por 17 mm de anchura en la pala.
- Los útiles relacionados con la recolección son un podón (fig. 5, 1) con una longitud de 210 mm, una
anchura de 73 y un grosor máximo en la hoja de 7 mm. Le falta un pequeño fragmento en su extremo
y presenta hoja curva y enmangue tubular por lo que suponemos que sería una herramienta de bastante
longitud relacionada con el cultivo de árboles y arbustos, tanto para tareas de poda como de recolección.
Finalmente, encontramos la hoja de unas tijeras (fig. 8, 24) con una longitud de 170 m, una anchura de 29 mm
y un grosor de 3 mm relacionadas con prácticas de esquilado del ganado ovino. Estas herramientas, aunque
escasas, nos ofrecen un panorama funcional muy interesante, habida cuenta de la gran especialización de
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Fig. 8. Metales de la colección del Museu Arqueològic d’Alcoi.
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los útiles para los distintos trabajos del campo. Así encontramos representadas las funciones de trabajo en
los grandes conjuntos de labores agropecuarias reconocidas en el campo ibérico: el trabajo en campos de
secano, tierras de regadío y la ganadería ovina para el aprovechamiento de la lana.
- Útiles artesanos. Entre este tipo de herramientas encontramos lo que podría tratarse de un compás (fig. 8,
14) de sección cuadrangular, en forma de “V” y con unas medidas de 76 mm de longitud, una anchura de
37 mm y 6 mm de grosor. Este tipo de instrumento está muy relacionado con el trabajo de la madera, siendo
utilizado para dibujar circunferencias y también para transportar medidas relativas (Tortajada, 2012: 295).
- Elemento de sujeción. Finalmente, hemos incluido también en este grupo un objeto bastante singular
como es la argolla articulada en la parte central y con dos grandes anillos en sus extremos, con una longitud
máxima de 250 mm y 25 de grosor que L. Pericot interpretó como un instrumento de prisión, una argolla
o dogal para aprisionar el cuello (Pericot, 1928: 158), objeto ciertamente único en los repertorios ibéricos.
- Elementos de construcción o carpintería. Dentro de este grupo hemos incluido una serie de clavos de diferentes
tamaños y formas (fig. 8, 1; 8, 2; 8, 28-29) así como dos anillas, una de ellas de sección cuadrangular, un
diámetro de 32 mm y un grosor de 5 mm (fig. 8, 4) mientras que la otra está compuesta por dos fragmentos de
hierro de sección cuadrangular enlazados de 37 mm de longitud y 4 mm de grosor (fig. 8, 7).
- Elementos domésticos. En este tipo encontramos una varilla de hierro de sección cuadrangular con un
extremo doblado formando dos ángulos rectos y que ha sido interpretada en otros poblados como una llave
(fig. 8, 16) (Grau y Reig, 2002-2003: 113). Una segunda llave con el mango doblado y cuatro dientes en el
extremo fue publicada por Pericot (1928: 158, lám. II, 3). Estos elementos, sin ser abundantes, sí aparecen
en los oppida del área valenciana, como la Bastida de les Alcusses o La Serreta.
- Fragmentos u objetos indeterminados. Dentro de esta categoría incluiríamos toda una serie de objetos
correspondientes a varillas o láminas de hierro que no nos ha sido posible identificar ni adscribir a una
forma concreta por su estado fragmentario (fig. 8, 3; 8, 5-6; 8, 8; 8, 15; 8, 18-20; 8, 25; 8, 27; 8, 44-50)
Bronce
- Fíbulas. Encontramos un fragmento de parte del arco en forma de puente laminar curvo de una fíbula de
doble resorte con un tamaño de 39 x 22 mm y un grosor de 3 mm. Un segundo ejemplar se documenta por
un fragmento de arco en forma de rombo de un puente laminar curvo con repujados circulares superficiales
y unas dimensiones de 55 x 14 x 1,8 mm de una fíbula tipo Alcores (fig. 8, 32) de lo que se deduce que le
falta la mitad, pues suelen estar formadas por dos rombos y la aguja. Se data, aunque no sin dificultades, en
torno a medidos del s. VII a.C. siendo previas a las del tipo Acebuchal (Torres, 2002: 198-199).
- Elementos ornamentales. Dentro de esta categoría cabría incluir un anillo (fig. 5, 5) con sección de
tendencia circular, diámetro exterior de 26 mm y grosor de 5 mm. Dos anillas circulares de sección también
circular (fig. 8, 33 y 34) que presentan 20 mm de diámetro y dos de grosor así como un fragmento de anilla
circular (fig. 8, 10) de 56 mm de longitud y un grosor de 2,5 mm. Finalmente, es destacable la existencia de
dos apliques con forma de concha (fig. 5, 6 y fig. 8, 37) con unas dimensiones de 30 mm de diámetro con
un desgaste en la parte central.
- Útiles plurifuncionales. En esta categoría encontramos dos agujas, una de ellas (fig. 5, 9) de sección
circular, algo doblada y con el ojo fragmentado que presenta una longitud de 140 mm y un grosor de 3 mm.
La otra presenta una perforación circular en la cabeza y unas dimensiones de 83 mm de largo, 4 mm de
ancho y 2 mm de grosor (fig. 8, 35).
- Ponderales. El repertorio del poblado incluye tres ponderales, dos de los cuales fueron publicados en el
estudio sobre los ponderales de la región contestana (Grau y Moratalla, 2003-2004: 36-37). Uno de ellos de
perfil bitroncocónico y orificio central que presenta 20 mm de diámetro en la base, una altura de 17 mm y un
peso de 35 g (fig. 5, 10). Otro de forma troncocónica y perforación central circular a partir de la cual surgen
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4 incisiones radiales en su cara menor, así como una serie de muescas en un lateral y en torno al orificio
central en la cara mayor. Presenta un diámetro de 31 mm en la parte más ancha, 27 mm en la más estrecha,
una altura de 21 mm y un peso de 107,07 g (fig. 8, 36). Finalmente, documentamos un tercero de forma
troncocónica que presenta un orificio en la cara plana mayor y un agujero relleno de plomo en la superficie,
transformación posiblemente destinada a reajustar el peso de la pieza. Presenta un diámetro de 21 mm en la
parte inferior, 18 mm en la superior, una altura de 15 mm y un peso de 35,48 g (fig. 8, 39). Estas dos últimas
piezas poseen un contexto arqueológico algo más fiable, ya que en el diario de campo de la excavación se
afirma que se localizaron acompañados por un contexto de cerámicas ibéricas, vajillas de barniz negro y
dos ases republicanos del tipo Jano Bifronte, elementos que nos remiten a un contexto de mediados del s. II
a.C. (Grau y Moratalla, 2003-2004: 37). En estos momentos del ibérico final parece constatarse un sistema
metrológico en la Contestania basado en un valor aproximado a los 7 gramos (Grau y Moratalla, 20032004: 49) en el que encajarían los tres ponderales de El Xarpolar con un mínimo margen de error.
- Fragmentos u objetos indeterminados. Documentamos un fragmento de plancha de bronce con dos
perforaciones, una rectangular y otra circular con un pasador central de hierro (fig. 8, 9); es posible que se
trate de la parte pasiva de un broche de cinturón, aunque no podamos aseverarlo con certeza. Una segunda
pieza es una placa de bronce con perforación circular en un extremo (fig. 8, 17), un fragmento de placa
de bronce con indicios de dos remaches en su parte interior (fig. 8, 13), una plaquita de bronce con los
extremos doblados hacia el interior en los que aparecen dos pequeñas perforaciones circulares (fig. 8, 21),
dos pequeños fragmentos de varilla (fig. 8, 12 y 22) y un fragmento de plancha enroscada (fig. 8, 31) con
una longitud de 62 mm, una anchura de 18 mm y un grosor de 2 mm.
Plomo
Únicamente contamos con dos elementos elaborados con dicho metal, por una parte un fragmento con forma
de prisma de base triangular del que desconocemos su funcionalidad y que presenta unas medidas de 19
mm de longitud, 11 mm de anchura y un grosor de 8 mm (fig. 8, 11). Por otra parte encontramos un resto de
transformación del metal, en este caso un goterón (fig. 8, 43) fruto del trabajo del plomo mediante el calor.
Podemos concluir el predominio de los elementos de hierro con 37 piezas (62,71%) utilizado básicamente
para la elaboración de herramientas funcionales debido a su dureza y a su relativa abundancia, a pesar de
que el territorio donde se ubica El Xarpolar es un área con escasos recursos metalíferos. El segundo metal
en cuanto a su presencia en el repertorio es el bronce con 20 objetos (33,9%) utilizado principalmente
como elemento ornamental o en objetos que no requieren una especial resistencia del material. Finalmente,
encontramos dos elementos de plomo (3,39%) cuya presencia es prácticamente testimonial. Estos
porcentajes se encuentran en la línea de los de otros poblados de la zona contestana y edetana (Grau y Reig,
2002-2003: 127).
4.5. Valoración general del repertorio
Los materiales cerámicos nos permiten proponer una secuencia de ocupación de amplio marco temporal,
desde sus inicios en época orientalizante, hasta su fin en época tardía. En ese sentido, se corroboran las
propuestas anteriormente realizadas (Castelló y Espí, 2000; Grau Mira, 2002), aunque ahora podemos
precisar con detalle el encuadre cronológico.
Los inicios del enclave se situarían hacia los ss. VII-VI a.C. a juzgar por la presencia de cerámicas
fenicias y algunas piezas metálicas como las fíbulas de doble resorte o la del tipo Alcores. Los vestigios
correspondientes a época ibérica antigua, entre los ss. VI-V a.C., son también muy escasos y se identificarían
a partir de algunos tipos cerámicos como las urnas de orejetas o los cuencos de borde curvo en cerámica
gris, tipo P2 de El Oral, fósiles directores de esta fase (Sala, 1997).
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A partir de época plena aumentan los testimonios cerámicos, con algunas piezas del s. IV a.C. como
son la vajilla ática y los vasos ibéricos como la botella globular o los platos de ala. Otras piezas son propias
del repertorio del s. III a.C. como el kálathos de borde moldurado y decoración geométrica compleja. Pero
la mayor parte de las piezas se pueden datar genéricamente en época plena y perdurando en la fase tardía,
como los recipientes de almacenamiento y la vajilla de mesa.
El registro cerámico datado en los ss. II-I a.C. es el mejor representado, pues a él pertenecen la mayor parte
de las importaciones; en torno al 80% de la vajilla foránea es campaniense, sin incluir los cubiletes de paredes
finas y las jarritas. En correspondencia con este elenco de importaciones, buena parte de las cerámicas ibéricas
deben corresponder a esta fase, aunque la escasa elocuencia cronológica de las tinajillas, páteras o platos no
permita corroborarlo. Únicamente algunas piezas, como el kálathos de ala plana, o los platos de imitación de
campaniense, pueden atribuirse sin duda a la época tardía. El final de la ocupación no puede llevarse más allá
de mediados del s. I a.C. pues carecemos de vestigios que nos lleven hacia aquella época, como la cerámica
terra sigillata. El repertorio monetario corroboraría la importancia del periodo ibérico final representado en
El Xarpolar, especialmente hacia la segunda mitad del s. II a.C. De ello se deduce la importancia de esta fase
tardía en el asentamiento, momento muy escasamente conocido en el contexto comarcal.
5. EL XARPOLAR EN SU ENTORNO TERRITORIAL
El oppidum ibérico de El Xarpolar se ubica en el extremo oriental de la cubeta del río Serpis o de Alcoi, el
eje vertebrador del territorio y al que desaguan toda una serie de cursos menores. Esta unidad geográfica
está caracterizada por la existencia de un paisaje montañoso de carácter quebrado, con orientaciones en
sentido SO-NE, entre las que se localizan valles más o menos amplios. La compartimentación del paisaje
es la que va a dar lugar a un modelo territorial característico y bien definido para época ibérica (Grau Mira,
2002) y que vamos a describir sucintamente.
5.1. Patrón de asentamiento
El modelo de ocupación del territorio se caracteriza por la existencia de unidades de valle, en este caso
la Vall d’Alcalà, donde se disponen una serie de asentamientos de estructura jerarquizada. El primer tipo
sería el propio oppidum de El Xarpolar que es el centro rector del territorio. Se ubica en un emplazamiento
estratégico que favorece el dominio del territorio y el control de las comunicaciones y además posee
importantes defensas naturales a las que se añaden fortificaciones construidas.
El Xarpolar se acompañaría por una serie de poblados dispersos por las tierras bajas que conformarían un
sistema de poblamiento integrado. Las comarcas montañosas de L’Alcoià y El Comtat han ofrecido evidencias
de estos sitios rurales que se clasificarían en dos tipos: asentamientos de pequeño y mediano tamaño, en torno
a unos 1000 m2, que constituyen núcleos dispersos de carácter familiar, o asentamientos de tamaño mediano,
posiblemente formados por la agregación de diversas casas en unidades de aldea de unos 5000-8000 m2 (Grau
Mira, 2002: 242-246). En el caso concreto del territorio de El Xarpolar, este sistema de poblamiento rural es muy
mal conocido y apenas se intuye por escasas evidencias dispersas en algunos lugares. Esta zona de la comarca
no ha sido objeto de prospecciones sistemáticas y únicamente se han realizado exploraciones y reconocimientos
superficiales en algunas parcelas de cultivo próximas a caminos y poblaciones (Faus et al., 1987).
Hasta el momento sólo encontramos algunas evidencias dispersas en el entorno de las laderas al norte
y al sur de la Serra de la Foradà (fig. 9), donde se ubica El Xarpolar. Entre las primeras, cabe citar dos
dispersiones en la partida de Els Llombos, denominadas Llombos 1 y 2, muy próximas a la Cova d’en Pardo,
donde también se localizan algunas evidencias ibéricas (Verdú, 2012); lo escarpado de estos terrenos ofrece
capacidades bajas de uso agrícola. Al sur, donde se emplazan las tierras de cultivo más accesibles desde el
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Fig. 9. Vista desde el oeste del entorno territorial de El Xarpolar. En trama oscura se identifica el área de captación de
la isócrona de 1 hora que se muestra en la parte inferior con las capacidades de uso agrícola. 1, Cova d’en Pardo; 2,
Llombos-1; 3, Llombos-2; 4, Corral de Jover; 5, La Criola; 6, Cova de l’Agüela.
poblado de altura, en el entorno de la Vall d’Alcalà, también encontramos dos dispersiones cerámicas que
pueden atestiguar asentamientos campesinos en la zona, ocupando tierras con capacidades medias para el
uso agrícola. Uno se trata del Corral de Jover, junto al estrecho que separa la Vall de Planes y la de Alcalà
(Faus et al., 1987: 15). El segundo es el de La Criola, en las proximidades de esta alquería del término de
Beniaia (Faus et al., 1987: 22).
Estas evidencias dibujan un panorama semejante al conocido en otros territorios ibéricos de
la comarca, es decir, la localización de núcleos campesinos dependientes que completarían las
posibilidades de explotación agrícola desde el propio poblado, cuyo emplazamiento enriscado dificulta
dicha actividad. En efecto, al observar la localización de estos núcleos se observa que se sitúan en el
reborde del entorno más accesible del poblado y que presumiblemente es el área de explotación directa
del mismo (fig. 9). Es decir, complementarían la explotación agrícola del territorio en los espacios más
alejados del poblado y de mayor dificultad de acceso.
5.2. Control estratégico del espacio
El Xarpolar encuentra su razón de ser en las extraordinarias condiciones estratégicas para el dominio visual
del paisaje. En efecto, emplazado en un cerro de altura, es fácilmente defendible pero sobre todo ofrece
las posibilidades de controlar los accesos al valle del Serpis, las comunicaciones interiores y las redes de
intervisibilidad con la mayoría de los oppida de la comarca. Domina el territorio del extremo occidental
de la Vall d’Alcalá y el contacto con la Vall de Planes, su continuación natural hacia el oeste. Asimismo,
controla perfectamente el acceso de la Vall de Gallinera, el corredor que en sentido este-oeste comunica la
comarca de El Comtat con la costa de la Marina Alta por la zona de Pego.
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El análisis SIG de la visibilidad ha permitido cartografiar con detalle las particularidades de la cuenca
visual desde el poblado. Las técnicas geomáticas se han completado con la comprobación en el campo
y la contrastación directa de las líneas visuales que no aparecen bien reflejadas en la cartografía de la
visibilidad. Este cálculo de visibilidad se ha realizado con un MDT de todo el espacio comarcal (fig. 10),
aproximadamente 50 x 34 km con una resolución de celdas de 20 m. La visibilidad se ha calculado desde
veinte puntos de observación en el perímetro del poblado a unas distancias entre 12 y 24 m y en el punto
más elevado del poblado, para asegurarnos que se cubrían todas las direcciones.
La visibilidad se ha trazado teniendo en cuenta las distancias medias y largas. La primera de ellas
contempla el control visual directo hasta los 8.000 m, que permite la identificación estratégica de grupos
desplazándose por el territorio (aparece en gris oscuro en la fig. 10). La distancia larga (en blanco punteado
en la fig. 10) alcanza hasta los 30 km y no ofrece posibilidades tan eficaces de control estratégico del
espacio y de los grupos desplazándose, pero permite el establecimiento de conexiones visuales básicas que
permitan una red de comunicación entre oppida, especialmente entre los próximos que se sitúan a 10-15
km, por lo que creemos interesante tenerla en cuenta.
La visibilidad hacia el norte establece un control visual sobre la Vall de Gallinera, corredor que enlaza
las tierras del interior con la llanura litoral. Cabe la posibilidad de que en este estrecho valle bajo dominio
visual directo se ubique un asentamiento subordinado de carácter agrícola. No obstante, las dificultades en
el acceso a este valle desde El Xarpolar nos inducen a pensar que el área de explotación agrícola del poblado
se situaría al sur, en la Vall d’Alcalà. Pero sin duda controla el corredor de comunicación de Gallinera que
supone la conexión del valle del Serpis con la zona costera por la zona de Pego-Oliva. Cabe señalar que
controla el espacio interior del corredor, pero no existe conexión visual directa con el área costera. También
hacia el norte, en una distancia mayor, muestra un contacto visual directo con el oppidum vecino del Castell
de Perputxent aunque no con el territorio de este oppidum.
La visibilidad hacia el sur se encuentra limitada por la Serra d’Almudaina y la Serra d’Alfaro,
dominando sin embargo, todo el sector occidental de la Vall d’Alcalà. El acceso al poblado es mucho
más fácil desde estas tierras del sur, por lo que sería en este valle donde se ubicaría su territorio político y
económico. Así mismo existe un contacto visual directo con el pequeño poblado de altura de la Solaneta
de Tollos, que forma parte de la estructura territorial de la Vall de Seta presidida por el oppidum de
El Pitxòcol, con lo que se puede certificar las posibilidades de comunicación visual con ese territorio.
También a través de la Vall d’Alcalà discurriría una vía de comunicación hacia la costa a través de la Vall
d’Ebo, acceso que se controla perfectamente en la distancia media.
El dominio visual hacia el oeste es muy amplio, tanto en la media como en la larga distancia, aunque
esta última no permita distinguir contingentes humanos o cualquier otro elemento con nitidez. No obstante,
en esta larga distancia sí que es posible distinguir algunos límites del valle del río de Alcoi tales como la
Serra del Benicadell, la Serra de Mariola o incluso la Serra del Carrascal de la Font Roja hacia el suroeste.
Y lo que es más importante, también se establece contacto visual con los principales oppida como la
Ermita de Planes, La Covalta, el Castell de Cocentaina, El Castellar o La Serreta (Grau Mira, 2002).
Esta preferencia en la orientación del dominio visual permite deducir que El Xarpolar se integraría
estrechamente en esa estructura de poblamiento que conforman los valles del Alcoià-Comtat en época
ibérica y que constituyó un territorio común, integrando la totalidad de la comarca y presidido por La
Serreta, en el s. III a.C. Con posterioridad al colapso de este espacio político a fines del s. III, El Xarpolar
mantuvo las conexiones visuales con los oppida tardíos de la comarca.
La visibilidad desde El Xarpolar hacia el oriente está muy limitada por macizos montañosos que parecen
marcar un límite entre la estructura de poblamiento del Alcoià-Comtat respecto al sistema territorial de
la zona costera, donde se situarían los poblados de El Castellar en Oliva o Segària en Ondara, por citar
sólo algunos de relevancia (Castelló, 1993). Sin embargo, se controlan los accesos en la media distancia,
hasta aproximadamente 10 km, lo que permite la anticipación y la movilización de un destacamento que
bloquease una incursión hostil, o bien comunicase al resto de poblados la llegada de un peligro.
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Fig. 10. Visibilidad desde El Xarpolar. En gris oscuro, hasta 8 km de radio; en blanco punteado, sin limitación. 1, El
Xarpolar; 2, Castell de Perputxent; 3, La Covalta; 4, Ermita de Planes; 5, Castell de Cocentaina; 6, Solaneta de Tollos;
7, Castellar d’Alcoi; 8, La Serreta.
Queremos destacar, por último, el dominio visual que se establece hacia la zona de la Valleta d’Agres,
perfectamente controlada, aunque a la larga distancia. Este corredor es especialmente relevante en la
configuración de los corredores de comunicación de época ibérica final y lo inicios del dominio romano. La
importancia de este corredor reside en que se trata del único valle que permite el acceso de carruajes a la
comarca, transporte rodado que se impuso en época romana y que condicionó la estructura territorial y de
los corredores de comunicación.
5.3. El espacio simbólico: la sacralización del confín
En el sector oriental de la Vall d’Alcalà se ubica la Cova de l’Agüela (fig. 9, 6) que ha sido catalogada en base a
sus características y a su repertorio material, fundamentalmente cerca de un centenar de vasos caliciformes,
como una cueva-santuario (Amorós, 2012) que tendría seguramente importantes connotaciones simbólicas
para la comunidad que habitaba El Xarpolar.
El papel territorial que pudo haber jugado la Cova de l’Agüela ha sido analizado detalladamente en
trabajos recientes (Grau y Amorós, 2013), pero incluimos aquí sus rasgos principales. La vinculación de
esta cavidad con el territorio político de El Xarpolar es muy clara, pues se sitúa en la unidad geográfica
de la Vall d’Alcalà, por donde se extiende el territorio del poblado, justo en un reborde periférico de este
espacio natural. También debemos valorar su situación equidistante con el poblado de la Solaneta de Tollos,
un asentamiento secundario dependiente de El Pitxòcol, lo que la pone en relación con el espacio político
de este último, emplazado en la Vall de Seta y por tanto en una situación en el límite entre ambos territorios.
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Esta pauta liminal se constata en el caso de otras cuevas-santuario del área central de la Contestania
así como la relación con importantes vías de comunicación de época ibérica. El momento de mayor
frecuentación de estas cavidades, ss. V y IV a.C., coincide con la fase de configuración y consolidación
de los territorios políticos ibéricos que de este modo se verían sancionados con la ubicación de un espacio
sacro en sus límites (Grau y Amorós, 2013).
La ubicación de lugares sacros en la periferia del territorio local, o en los límites entre los espacios
apropiados por dos oppida nos permite también adentrarnos en el campo ideológico de las comunidades
ibéricas. Nos encontramos con rituales en cuya práctica se definen por el alejamiento decidido de los
espacios de vida cotidiana en el poblado y su entorno agrícola para adentrarse en las tierras boscosas e
incultas. Esta pauta se condice bien con los ritos de iniciación propuestos para estas cavidades (González
y Chapa, 1993) y que se traslucen en otros aspectos de la materialidad y ubicación de las cuevas rituales
(Grau y Amorós, 2013).
6. VALORACIONES FINALES
Para finalizar este trabajo, queremos hacer una valoración global de los rasgos predominantes de la
historia de ocupación del sitio y su papel en el territorio. Iniciando con el primer aspecto, debemos
señalar el inicio de la ocupación durante el Hierro Antiguo (ss. VII-VI a.C.) con una clara vocación
de control del territorio y de las importantes vías de comunicación que enlazan las tierras del interior
con el litoral. Relacionamos esta ocupación con el momento de apertura de las comunidades locales
al intercambio con el mundo fenicio, según delata la existencia de materiales de importación de esta
filiación. Este mismo modelo es el que va a mantenerse durante todo el período ibérico antiguo (finales
del s. VI-s. V a.C.) y durante el s. IV a.C.
En el s. III a.C. se produce un cambio importante en la configuración territorial de toda el área
comarcal de los valles de Alcoi con el surgimiento de un nuevo rango jerárquico, la ciudad de La Serreta,
que dominara a los restantes poblados. Este proceso supone la agregación de los territorios locales,
quedando El Xarpolar, junto a los demás oppida de esta zona, subordinado al núcleo principal de La
Serreta. Este modelo territorial que integraría toda la comarca tiene una de sus principales evidencias
territoriales en el establecimiento de una densa red de intercomunicaciones entre los oppida, entre la que
El Xarpolar juega una papel decisivo en el control del sector oriental del valle y su conexión a la costa.
Esta unidad geopolítica dominada por La Serreta desaparece con la conquista romana del territorio y
el abandono de esta ciudad a fines del s. III a.C. Durante el Ibérico Final (ss. II-I a.C.), en los inicios del
dominio romano, se vuelve a la compartimentación del territorio en valles bien definidos y articulados por la
continuidad de algunos oppida entre los que se encuentra El Xarpolar, como muestra el repertorio analizado.
La pervivencia de la estructura territorial ibérica en los tiempos de la conquista e implantación romana
de la región nos lleva a suponer que la estrategia del poder imperial se basa en actitudes permisivas ante
la población local, pero también en las necesidades de controlar el espacio indígena, tanto para facilitar
el desarrollo de los intercambios, como para bloquear las vías de comunicación en caso de necesidad.
Tal papel lo pudieron ejercer en la zona alcoyana algunos oppida tardíos, como El Xarpolar, en
los que se atestigua una fuerte revitalización de la ocupación en época tardoibérica, principalmente
durante el s. II a.C. En efecto, el repertorio cerámico recuperado, las monedas atestiguadas, o la frecuente
presencia de ánforas itálicas que se observa en la superficie del poblado nos indica la importancia del
oppidum de El Xarpolar en ese momento decisivo del final del iberismo y los inicios de la dominación
romana. Desgraciadamente, este periodo crucial es ampliamente desconocido en las tierras alcoyanas,
como en general en amplias áreas del territorio valenciano y requiere de nuevas aportaciones científicas
que contribuyan a caracterizar el periodo.
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AGRADECIMIENTOS
Este trabajo se ha realizado en el marco del proyecto HAR2012-37003-C03-02 del MINECO y con una ayuda del
Vicerrectorado de Investigación, Desarrollo e Innovación de la Universidad de Alicante destinada a la formación
de doctores.
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Archivo de Prehistoria Levantina
Vol. XXX, Valencia, 2014, p. 263-273
I. SIMÓN CORNAGO a y C. JORDÁN CÓLERA b
Ildi: un grafito
de La Alcudia de Elche (Alicante)
RESUMEN: El objetivo de este artículo es proponer una nueva lectura para dos grafitos grabados sobre una
pátera de cerámica campaniense recuperada en la conocida como “tienda del alfarero” (La Alcudia, Elche).
La lectura propuesta para uno de estos esgrafiados es ildi: un nuevo testimonio sobre el discutido grupo
-ld- ibérico.
PALABRAS CLAVE: Epigrafía, inscripción, lengua ibérica, alfabeto latino, esgrafiado.
Ildi: a graffito of La Alcudia, Elche (Alicante, Spain)
ABSTRACT: The aim of this paper is to propose a new lecture of two graffiti scratched over a campanian
ware, that was discovered in the so-called “potter’s shop” (La Alcudia, Elche). The lecture proposed for one
of this grafitti is ildi: a new evidence of the controversial Iberian group -ld-.
KEY WORDS: Epigraphy, inscription, Iberian language, Latin alphabet, graffiti.
a Departamento de Estudios Clásicos, Universidad del País Vasco - Euskal Herriko Unibertsitatea.
i.simon@ehu.es
b Departamento de Ciencias de la Antigüedad, Universidad de Zaragoza.
cjordan@unizar.es
Recibido: 17/12/2013. Aceptado: 07/03/2014.
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I. Simón Cornago y C. Jordán Cólera
1. LAS INSCRIPCIONES PALEOHISPÁNICAS DE LA ALCUDIA DE ELCHE 1
La variedad de tipos epigráficos y escrituras es uno de los principales atractivos del corpus de inscripciones
paleohispánicas de La Alcudia de Elche (Alicante). Además, los cuatro epígrafes que recoge J. Untermann
en los Monumenta Linguarum Hispanicarum (G.12.1-4), que en principio pueden parecer un número
reducido, deben contextualizarse en una región, la meridional y del sureste (H y G en MLH), con una
escasísima densidad epigráfica.2 De hecho, corpora locales con más de cinco inscripciones como los de La
Serreta (Alcoy; G.1.1-8), El Campello (G.9.1-15) y Mogente (G.7.1-4; De Hoz, 2010), son excepcionales
y únicos, y lo más habitual son hallazgos aislados o yacimientos que han proporcionado exclusivamente
uno o dos epígrafes.
La variedad de tipos mencionada se comprueba al repasar las cuatro inscripciones de La Alcudia: un
grafito sobre un bloque de piedra (G.12.1), una estampilla sobre el asa de un ánfora (G.12.3), un esgrafiado
sobre una cerámica campaniense (G.12.2) y, para concluir, un rótulo musivo (G.12.4). Además, los cuatro
ejemplares documentan tres escrituras diferentes: en signario ibérico meridional están redactadas las dos
primeras (G.12.1 y 3), de hecho, el citado sello es el único ejemplo de estampilla que recoge un texto en
este sistema de escritura. Aunque Untermann también clasifica G.12.2 (fig. 1) –el grafito sobre cerámica–
como un epígrafe meridional es más probable que en realidad utilice la escritura ibérica levantina, pues
la lectura que propone (· kaiaka ·) no cuenta con buenos paralelos y, además, es poco habitual el uso de
interpunciones (un trazo vertical) a comienzo y final de texto. R. Ramos (1969: 171) consideraba que en
la inscripción se emplea el signario levantino, con un alógrafo particular de ti, similar a algunas variantes
meridionales de i, y propone la lectura balkatika, que arroja un posible primer formante onomástico balka
(MLH III-1: 214). Sin embargo, la lección no es completamente satisfactoria; a cambio, la nueva propuesta
de J. Rodríguez Ramos (2002-03: 372), también en clave levantina, sí ofrece un texto perfectamente
analizable como un antropónimo ibérico: balkatin, compuesto por los formantes onomásticos balka
y atin (MLH III-1: 212, 214).3 No obstante, conviene subrayar que en la última letra los trazos están
ejecutados de forma menos nítida que los del resto del epígrafe. Por su parte, y para concluir el repaso, el
rótulo musivo emplea el alfabeto latino (G.12.4), aunque lo más probable es que recoja un texto ibérico
o, al menos, antropónimos de dicha lengua, ya que pueden aislarse varios formantes onomásticos (Siles,
1978; MLH III-2: 614).4
La Alcudia se sitúa en una zona del SE donde se emplean dos tipos de escritura diferente (De Hoz,
1993: 659-662): el greco-ibérico, del que no hay ejemplos en este yacimiento, y el ibérico meridional.
Por su parte, el grafito sobre campaniense (G.12.2) es una de las inscripciones en escritura ibérica
levantina halladas más al sur,5 aunque en este caso hay que tener en cuenta que está grabada sobre un
objeto fácilmente transportable. La inscripción musiva, a cambio, se incluye en un pequeño grupo de textos
ibéricos redactados en alfabeto latino: H.3.4, H.6.1 y unas pocas leyendas monetales (MLH III-1: 133;
Untermann, 1995: 311-313). La cronología es, probablemente, un elemento fundamental para analizar de
forma correcta esta variedad gráfica, sin embargo, la datación de algunas de estas inscripciones no es lo
1
Este artículo se incluye en el proyecto «El nacimiento de las culturas epigráficas en el Occidente mediterráneo (II-I a. E.)»,
FFI2012-36069-C03-03, dirigido por F. Beltrán, al que agradecemos sus comentarios sobre este trabajo. La redacción de los
tres primeros apartados corresponde a I. Simón y la del cuarto a C. Jordán, no obstante, la estructura del texto y los principales
argumentos han sido consensuados entre ambos autores.
2 Catálogos de las inscripciones ibéricas de La Alcudia en Ramos (1969; 1975: 271-274) y Llobregat (1972: 11-131), en los que se
recogen algunas piezas que Untermann no incluye en su corpus por los problemas que plantean, ya que en todos los casos puede
dudarse de su ibericidad (MLH III-2: 610).
3 La misma opinión en De Hoz (2011: 373, n.º 28): “creo que se debe leer balkatin, es decir un NP balk(e)-atin”.
4 Véase también X. Ballester (2001a: 481).
5 Existe una serie de esgrafiados procedentes de yacimientos murcianos (Iniesta, García y Berrocal, 1984-85), una parte de los
cuales podría ser latina.
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Fig. 1. Fotografía de detalle de G.12.2 (Museo de la Alcudia, N.º Inv. LA-2272).
suficientemente precisa.6 El esgrafiado sobre campaniense remite a una fecha avanzada y también la del
rótulo musivo: la última revisión de las excavaciones y la estratigrafía del sector 5F, del que procede el
mosaico, ofrece una cronología en torno a la primera mitad del siglo -I (Lara, 2007: 164).
Determinar la datación de las dos inscripciones meridionales es más difícil: el sello, impreso sobre el asa
de un ánfora, procede de las excavaciones del año 1953 (Ramos, 1962: 91, Lám. LXVII, 8), concretamente
del denominado nivel E, que comprende desde mediados del siglo -III hasta el siglo -I, pero no es posible
precisar más su cronología (Ribera, 1982: 84). En el caso de la inscripción sobre piedra, la horquilla de
tiempo en la que se data es igualmente amplia: “cabe incluirla en el período ibérico anterior al s. III a. C. y
posterior al VI a. de C.” (Ramos, 1969: 169).7
2. LA PÁTERA INSCRITA 8
El objeto de este trabajo son dos esgrafiados incisos sobre una pátera de cerámica campaniense recuperada
en la llamada “tienda del alfarero”, situada en el sector conocido como las “casas ibéricas”. Se trata de una
pequeña habitación, de unos seis metros cuadrados, que fue bautizada del tal modo por la gran cantidad de
vasos cerámicos apilados en su interior. En un primer momento se consideró que formaba parte de una casa
pero parece que en realidad, aunque adosada a una vivienda, se trata de una estancia independiente a la que
se accede desde la calle (Sala y Ferrandis, 1997: 223-224). El conjunto cerámico, compuesto por 53 vasos de
barniz negro (Campaniense A media y beoides), otras diez piezas de importación –entre ellas cinco morteros– y
66 recipientes ibéricos, en su mayoría jarros y pithoi con la típica decoración pintada de La Alcudia, ha llevado
a considerar que estamos ante un punto de almacenaje y redistribución (Aranegui, 2004: 126; Sala, 1992: 201).
Este excepcional conjunto cerámico ha sido perfectamente estudiado por F. Sala (1992), monografía en
la que también se recoge el pequeño grupo de inscripciones, apenas cinco grafitos, documentado sobre estas
Sobre los problemas de estratigrafía y cronología del yacimiento, uid. Abad (2004: 71-73) y Moratalla (2004-05). Sobre la
sustitución, en un momento cronológicamente avanzado, de la escritura meridional por la ibérica levantina en esta zona, uid.
Llobregat (1972: 130-131), Rodríguez Ramos (2001: 33-36) y De Hoz (2011: 376, 396).
7 Recientemente, R. Ramos (2011) ha revisado los diarios de excavación y los materiales recuperados junto con el bloque inscrito
–principalmente sillares moldurados– y propone una reutilización de los mismos a partir de finales del siglo -III.
8 La autopsia se realizó el 27 de julio de 2009, gracias a la amable colaboración de los responsables del Museo de La Alcudia
(N.º Inv.: LA 1182).
6
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piezas (Sala, 1992: 187-188). Tres son muy breves y pudieran no tener valor grafemático sino ser sencillas
marcas (para alguna de ellas no puede excluirse la posibilidad de que sea una indicación de tipo numeral).9
Los dos textos más amplios aparecen sobre una misma pieza y son, especialmente uno de ellos, la razón de
este trabajo. Están incisos post cocturam sobre una pátera de cerámica campaniense B de la forma Lamb. 5
(fig. 2 y 3), cuya cronología no está completamente bien fijada y que podría fecharse en la segunda mitad del
siglo -II o en el siglo -I (Sala, 1992: n.º 118, 165-167, Fig. 47, E-53). El grafito que denominaremos 1 está
grabado sobre la pared externa, próximo al pie; y el número 2 se sitúa en el fondo externo de la solera. La
huella del instrumento empleado para grabar estas dos inscripciones es diferente y también el módulo de los
signos, por lo que es probable que fuesen ejecutados en momentos diversos o por manos diferentes. La editora
interpreta ambos esgrafiados como ibéricos, concretamente como textos redactados con el signario levantino,
sin embargo, como vamos a tratar de argumentar es muy probable que en realidad sean dos epígrafes escritos
en alfabeto latino.10
Fig. 2. Dibujo de la pátera inscrita
(Sala, 1992: fig. 47).
Fig. 3. Fotografía de la pátera inscrita
(Museo de la Alcudia, N.º Inv. LA-1182)
9 Sobre este tipo de marcas más breves así como su posible carácter comercial, que no parece discordante con la naturaleza de este
conjunto, uid. De Hoz (2002; 2007).
10 No aparecen en el corpus de epigrafía romana de Corell (1999).
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3. LOS ESGRAFIADOS
El grafito 1 se compone de cuatro signos de entre 0,5 y 0,8 cm de altura (fig. 4). F. Sala (1992: 187) entiende
que el texto está redactado con la base de la caja de escritura orientada hacia el borde la pátera y lee: balaba.
El término carece de paralelos en ibérico, aunque no es imposible ensayar algún tipo de segmentación; un
argumento de mayor peso para plantear otra lectura es la peculiar forma de l. Por otra parte, la presencia del
signo compuesto por un único trazo vertical excluye una posible clasificación del texto como meridional,
pues no hay ningún grafema en este sistema de escritura con dicha forma.
Cabe la opción de girar ciento ochenta grados el epígrafe, es decir, considerar que las bases de los signos
son los extremos más próximos al pie de la pátera. En este supuesto la peculiar forma de l se transforma en
ḿ, concretamente en ḿ3-4 según la clasificación paleográfica de Untermann (MLH III-1: 246-247). Una
lectura dextrógira ofrece como resultado barḿba y una hipotética lección de derecha a izquierda: baḿaba,
pero ni una ni otra encuentra paralelos en el corpus ibérico; además, la posición interconsonántica de ḿ en
la primera propuesta es atípica, pues en dichos contextos siempre aparece precedida de n (Quintanilla, 1999:
209; Correa, 1999: 387). Esta ausencia de paralelos no es, ni mucho menos, un argumento concluyente,
pero creemos que la opción de considerar que estamos ante un texto redactado en alfabeto latino resuelve
algunos problemas. Si aceptamos la disposición que propuso la editora es posible leer ildi, con un tipo de
l latina que, si bien no es el más habitual, pues no responde a la forma capital de esta letra, tampoco es
extraña, especialmente en epígrafes esgrafiados como éste.11 Por otro lado, el texto resultante sí cuenta con
paralelos, que se recogen en el último apartado de este trabajo.
El segundo esgrafiado presenta aún más problemas que el primero (fig. 5). Su interpretación como
un texto ibérico es muy insegura y parece más probable, también en este caso, su clasificación como un
epígrafe latino. El principal argumento es el signo con forma de R pues, aunque es un alógrafo de a bien
conocido en ibérico levantino (MLH III-1: a5-6; MLH II: a1-5), su uso se restringe casi exclusivamente a
las inscripciones del sur de Francia y norte de Cataluña (Rodríguez Ramos, 2000: 52).12 Su interpretación
como una r latina, a cambio y a pesar de su forma angulosa, no presenta problema alguno. Sin embargo,
Fig. 4. Fotografía de detalle del grafito 1.
11 Entre la epigrafía romana de Hispania de época republicana pueden señalarse como paralelo dos defixiones: una de las cordobesas
(Navascués, 1934: Lám. I) y la hallada en Carmona (Corell, 1993: 262), además de algunos de los epígrafes de Peñalba de
Villastar (K.3.4-6, 11, 14 y 21, incluido el verso virgiliano). Más inseguro es el posible paralelo que ofrece un grafito sobre
campaniense de Marchena (Ordoñez y García-Dils de la Vega, 2010).
12 Existe algún ejemplo más meridional, como una leyenda monetal de śaiti (A.35.1.1; Ripollés, 2001). Un ejemplo conflictivo lo
proporciona un grafito de Ca n’Oliver, donde aparece junto a formas habituales para a, por lo que su valor en este texto es incierto
(Francés, Velaza y Moncunill, 2008: 223-224, Fig. 12).
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Fig. 5. Fotografías del grafito 2.
y aceptada la clasificación latina del grafito, la lectura plantea serios problemas. El signo que se sitúa a la
derecha de la vibrante no ofrece dificultades: se trata de la vocal a, aunque sólo presenta un trazo interno,
algo que no resulta infrecuente en época republicana y tampoco en textos esgrafiados como éste.13
La mayor dificultad de lectura la representan los trazos que anteceden a R, ya que no es fácil
determinar si son parte de uno o varios grafemas: se observan tres trazos verticales y paralelos de
disímil altura; una línea diagonal que desciende de izquierda a derecha, cruza los dos primeros trazos
y se une al tercero en la base inferior de éste; y, finalmente, un pequeño trazo oblicuo nace del extremo
superior del tercero de los trazos verticales. Pero éstos dos últimos están grabados con una incisión
más suave que el resto y, por tanto, no puede determinarse con seguridad si forman o no parte del
epígrafe.14 Tampoco puede excluirse que en esta primera parte se recoja un numeral seguido de dos
signos de lectura segura: RA, quizá una abreviatura.15 Son varias las lecturas que pueden plantearse y
ninguna plenamente satisfactoria,16 además, no es imposible que los trazos oblicuos de la primera parte
carezcan de valor, lo que multiplica las opciones: IERA, EIRA, EPRA, EFRA, ETRA, HIRA o NIRA.
Ninguna lección resulta convincente, aunque varias cuentan con posibles paralelos en los repertorios
onomásticos: Ierax/Hierax es un antropónimo griego bien atestiguado (Solin, 2003: 1129); Efractor
13 También pudiera interpretarse como el silabograma ibérico ka y, por tanto, una lectura aka, sin embargo, los argumentos
paleográficos, especialmente la distribución geográfica del alógrafo de a idéntico al grafema para la vibrante romana, inclinan la
balanza por la interpretación latina del texto. Una disyuntiva similar se plantea con una de las inscripciones rupestres de Peñalba
(K.3.1c) y con dos breves esgrafiados sobre cerámica, uno hallado en Guissona (Pera 2003, n.º 22, Fig. 3) y otro en La Loba
(Córdoba; Moret, 2002: n.º 9).
14 Con posterioridad a la incisión del grafito se han practicado dos orificios circulares y de sección cónica que no llegan a atravesar
la cerámica; su funcionalidad es incierta.
15 Quizá de un antropónimo como Rabirius o de un término del léxico común como ratio, de hecho este último aparece en un grafito
sobre terra sigillata de Castledykes: “in a military context ratio is associated with pay, perhaps in the sense of of ‘account’” (RIB
II.7: n.º 2501.8). El numeral pudiera ser III o incluso tres X en nexo.
16 Un grafito similar aparece sobre una cerámica de Flavia Solba, para el que el editor tampoco encuentra una solución satisfactoria:
“ein Patronymikon oder Matronymikon Hirae, Terae oder Thrae(---) oder eine Zahlenangabe unbestimmter Funktion. Selbst eine
Weihinschrift Samuca IIIRAII (verschrieben für Herae, freundl. Hinweis Roger Tomlin) ist nicht ausgeschlossen” (Wedenig,
2008: 322).
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está documentado como variante del cognomen Effractor (CIL VIII, 10485,2);17 en CIL XII, 5403 se
atestigua la versión Hiracli[us] del nombre Heracles (Solin, 2003: 523); y Niraemius es un nomen
latino (Solin y Salomies, 1994: 127).18
No hay suficientes datos para determinar la funcionalidad de estos dos grafitos. El primero, ildi,
probablemente fue grabado en la propia Alcudia o, al menos, en territorio peninsular pues, aunque emplea
el alfabeto latino, recoge una secuencia propia de la lengua ibérica. Tampoco hay datos concluyentes para
saber si el redactor del texto fue un romano o un íbero, aunque si esta última opción es la correcta hay que
destacar cómo es precisamente en la parte meridional de Hispania donde se concentran los escasos textos
en lengua ibérica y alfabeto latino; de hecho, en la propia Alcudia fue recuperado uno de estos epígrafes:
la ya citada inscripción musiva (G.12.4). Más incierta aún es la interpretación del segundo texto, inciso
en el interior del pie de la pátera. No obstante, tanto su ubicación como la posibilidad de que recoja una
notación numeral podría ser un indicio para considerar que se trata de una anotación de tipo comercial, lo
que encajaría con la naturaleza del espacio en el que fue recuperada la cerámica.19
4. EL GRUPO LD Y LT
La lectura del primer grafito como ildi cuenta con varios paralelos y ofrece un nuevo testimonio para
el debate sobre un aspecto de la fonética ibérica que ha sido largamente discutido: el grupo ld/lt. Una
secuencia homófona aparece en el comienzo de la leyenda monetal [CNH 360.5] ILDITVRGENSE, ceca
de la que se conocen, además, los testimonios ILVTVRGI e ILVVTRGI.20 En las fuentes clásicas aparece
como Iliturgi (Livio XXVIII, 19; Plinio NH III, 10); Ἰλουργίς (Ptolomeo 2, 4, 9). En la nota 52 de DCPH
II, se indica la importancia de este testimonio para mostrar la pronunciación ibérica /ildi/ de la grafía
que se transcribe como
a considerar Ilditurgense como la transcripción al latín de la secuencia por los propios ¿oretanos? (sic).
A juicio de De Hoz (2011: 235-239), el testimonio Ilditurgense podría ser un argumento a favor de la
teoría de Mariner sobre el valor de la grafía indígena -ld-, cuestión que como es bien sabido forma parte de
la discusión sobre el número de consonantes laterales que pudo presentar el ibérico. En efecto, la existencia
de una líquida en esta lengua es aceptada de manera general. El alfabeto greco-ibérico (AGI) presenta el
signo Λ, lambda, que corresponde sin duda a una líquida. El signario paleohispánico levantino (SPL) y el
meridional (SPM) utilizaron también un signo, correspondientemente L y ,, con los respectivos alógrafos.
Remite al lāmedh fenicio, como también lo hace la lambda. En donde ya no existe tanto acuerdo es en
aceptar la existencia de una segunda líquida. El hecho es que desde muy pronto se detectó que la secuencia
<-lt->, <-ld-> en el AGI, era transcrito en el alfabeto latino la mayoría de las veces como <-l-> y a veces
como <-ll->. Esto dio lugar a que Schmoll (1956), a partir de topónimos como salduie y los conocidos en
su época que comenzaban por il-, il-, propusiese la existencia de una líquida retrofleja en ibérico, idea que
seguía años después Quintanilla (1998).
Michelena (1961: 9-10), si bien no terminaba de ver clara la naturaleza retrofleja propuesta por Schmoll,
opinaba que éste acertaba en una cosa esencial y era que las grafías -lt-, -ld-, -l-, -ll-, eran la expresión gráfica
de un sonido monofonemático y no de un grupo de consonantes, al menos a partir de una época difícil
de determinar. Unos años más tarde (Michelena, 1979: 26), indicaba que fuese cual fuese su realización
17 Vid. Kajanto (1982: 267).
18 Una inscripción procedente de Casas de Millán (Cáceres) está dedicada a Deo Eniragillo (AE 1972, 235). Por su parte, epraes, se
documenta en CIL VI, 2384, probablemente como topónimo.
19 Es posible, como ya hemos indicado previamente, que alguno de los otros grafitos que aparecen sobre cerámicas halladas en
la “tienda del alfarero” puedan interpretarse como numerales, especialmente el número cuatro de la monografía de F. Sala
(1992: 188).
20 CIL II2/7 32, 36 y 39.
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fonética, esas grafías habían acabado señalando la contrapartida fuerte de -l- intervocálica. En nota señalaba
que el vasco prehistórico parecía haber distinguido una *l lenis y otra *L fortis, que en la actualidad son en
posición intervocálica una [r] y una [l], respectivamente.
A la opinión de la existencia de dos líquidas diferentes originarias en la lengua ibérica se fue
contraponiendo la de la existencia de una líquida originaria a la que se le pudo oponer una secundaria que
surgiría en el mismo ibérico, como consecuencia de la evolución del grupo consonántico -ld- > -ll-. Así
pensaba Tovar (1962: 179), que databa el fenómeno entre el siglo V-IV a.e. y la época de Pompeyo, esto es,
cuando se escribe el Bronce de Ascoli, el 89 a.e.
En el mismo año, Mariner (1962), revisando una serie de topónimos hispanos prerromanos, también
pensaba que la grafía hispánica -ld- correspondía realmente a un grupo de sonidos ibéricos. Sin embargo, la
asimilación en -ll- se habría dado en boca de latino-hablantes, según la evolución del itálico *-ld- al latino
-ll-, con la consiguiente simplificación del grupo en -l-, al menos en unos determinados contextos: cuando la
geminada era pretónica precedida de vocal breve o cuando iba seguida de consonante distinta de l o r.
Últimamente, Ballester (2001) prefiere la propuesta de Tovar que pensar en una nueva lateral. De Hoz
(2001: 338, n. 13) prefería no especular, por el momento, sobre la posibilidad de dos laterales, que dicho sea
de paso le daría un aire más verosímil al sistema fonológico ibérico, pues se igualaría el número de líquidas
y vibrantes (una lengua suele tener en todo caso más líquidas que vibrantes). En (De Hoz, 2011: 235-239)
sigue en la misma línea de prudencia, tras repasar las propuestas de Schmoll, Michelena y Mariner. De la
de éste último indica los indicios a su favor, entre los que, además de la utilización de la grafía latina -ldreseñada, señala:
- La coincidencia en el recurso entre SPL y SPM no esperable fonéticamente si se trataba de una variedad
de lateral. De Hoz le otorga cierta importancia a este hecho, entrando, a nuestro juicio, en contradicción
con su concepción genética de las escrituras paleohispánicas (SPL <<< SPM). Más sorprendente sería si se
piensa en un origen poligenético de estas escrituras, aunque no tanto si se piensa en términos de desarrollos
paralelos.
- La coincidencia en el recurso entre SPL y AGI, sistemas de escritura de estructura y origen muy
diferente, a una grafía compleja para representar un fonema. En el caso del AGI se recurre a un ápice
para distinguir las dos vibrantes, por ejemplo; y en el SPL no se detecta la combinación de grafemas para
expresar un único fonema. Aunque parece que sí lo hizo para indicar una nasal bilabial en posición inicial
en el caso de formas no ibéricas: ḿbaske = Mascus [B.1.269] y ḿbasi = Massius [B.1.124].
La forma ildi que estamos aquí presentando también podría tener otros dos paralelos exactos en escritura
ibérica en las piezas [B.7.20] y [B.7.24], si se admite que nos hallamos ante casos de escritura dual, debido a
la zona en la que se hallaron. Ambas proceden de Pech Maho (F). La primera es un fragmento de cerámica,
cuya lectura completa es, según MLH II, (a) ilti (b) sale (c) kel. Untermann se preguntaba si podrían tratarse
de la indicación del propietario, del destinatario o ser apelativos, y, para la interpretación de (a), enviaba
al segundo texto, que aparece en un ánfora y su lectura es ilti. En este caso se planteaba si estábamos
ante una abreviatura y daba como referentes iltiŕaŕker [A.6-15] y, como no podía ser de otra manera, la
forma toponímica iltir. El propio autor alemán detectó (MLH III: 223) como formante antroponímico las
variantes iltiŕ / iltiŕ / iltir. De hecho, analizaba Nesille, del Bronce de Ascoli (CIL I2 709), como formado
por nes + ilti(r), preguntándose en nota si se trataba de una variante ilti, como iltu lo era de iltuŕ. Indicaba,
además, “Bis jetzt findet sich kein Beleg in iber. Schrift, auch nicht in appellativischer Verwendung (§573)”.
Seguramente se olvidó de los testimonios franceses. El mismo formante lo detectaba en Lacerilis (CIL II
4625) < laker + ilti(r), aunque aquí planteaba la posibilidad de estar ante un genitivo singular de un nombre
breve (Kurzform) latinizado sin -r.
Si se acepta la relación entre el formante toponímico y el antroponímico, la lista puede incrementarse,
por un lado, con los pocos testimonios en AGI y, por otro, con la relectura del SPL en clave dual. Hemos
encontrado, de momento:
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Ildi: un grafito de La Alcudia de Elche (Alicante)
271
[G.1.8] La Serreta, Alcoy (AL). Plomo. AGI. ¿Clase de palabra?: toildi++ (lectura según MLH).
[G.9.1] Illeta de Campello (Campello, AL). Cerámica. AGI. Antropónimo: [---]+ildiŕtige+ in o -en
(lectura según MLH).
[B.7.34, 19] Pech Mahó (F). Plomo. SPL. Antropónimo. Lectura según MLH: iltiŕśar. Lectura en clave
dual: ildiŕśar.
[B.7.35, 10] Pech Mahó (F). Plomo. SPL. Antropónimo. Lectura según MLH: iltiŕtikeŕ. Lectura en clave
dual: ildiŕtigeŕ.
[B.7.35, 13] Pech Mahó (F). Plomo. SPL. Antropónimo. Lectura según MLH: iltiŕśar. Lectura en clave
dual: ildiŕśar.
[B.7.35, 14] Pech Mahó (F). Plomo. SPL. ¿Antropónimo. (ildiŕgiś)?: Lectura según MLH:
[---]ḿinḿbailtiŕkiś. Lectura en clave dual: [---]ḿinḿbaildiŕgiś.
[B.7.36, A-5] Pech Mahó (F). Plomo. SPL. Antropónimo. Lectura según MLH: tuŕśiltiŕ. Lectura en clave
dual: tuŕśildiŕ (en [B.7.35, 15] se lee tuŕśiltiŕ).
[B.7.36, B-4] Pech Mahó (F). Plomo. SPL. Antropónimo (ildiŕś/ar). Lectura según MLH:
bilosbinbaśbiniltiŕś/ar. Lectura en clave dual: bilosbinbaśbinildiŕś/ar.
[B.7.36, B-9] Pech Mahó (F). Plomo. SPL. ¿Clase de palabra? Lectura según MLH: kiŕśiltiŕ. Lectura en
clave dual: giŕśildiŕ.
[B.7.37, 4/5] Pech Mahó (F). Plomo. SPL. ¿Clase de palabra? Lectura según MLH: iltiŕ/arebon. Lectura
en clave dual: ildiŕ/aretan.21
[C.2.3, A-5] Ullastret, (GE). Plomo. SPL. ¿Antropónimo (big(i)-ildiŕ-ste)? Lectura según MLH: bikiltiŕste.
Lectura en clave dual: bigildiŕste.
[Francès, Velaza y Moncunill 2008: n.º 3.2] Ca n’Oliver, Cerdanyola del Valls (B). Cerámica. Antropónimo:
ildiŕtan[e]ś.
[Ferrer y Velaza 2008] Pontós (GE). Plomo. ¿Clase de palabra?: [---]i.ildiŕ+[---].
Quizá se podrían añadir a esta lista (las lecturas son, en principio, de MLH):
[A.18] Lérida. Moneda. Topónimo: 1- B.iltiŕta/ma /; 2- B.ilti]ŕtaśalirnai; 3- B.iltiŕtaśaliŕ a; 4- B.iltiŕtaŕ;
5- B.iltiŕtaśalirban; 6- B.iltiŕta; 7- B.ilti/ŕta; [CNH] 4.37(.38) iltiŕtaśalir uśtin. En dual según Ferrer y
Giral 2007, que transcriben ildiŕda.
[B.1.336] Ensérune (F). Cerámica. Posible antropónimo ¿Indicación de propietario o de destinatario?:
[---]ịltiŕṣ+[---]. Posible dual por la zona de hallazgo.
[B.7.20a] Pech Mahó (F). Cerámica. ¿Clase de palabra?: ilti. Posible dual por la zona de hallazgo.
[B.7.24] Pech Mahó (F). Cerámica. ¿Clase de palabra?: ilti. Posible dual por la zona de hallazgo.
[C.2.11] Ullastret, GE. Cerámica. Antropónimo: iltiŕbaś. Posible dual por la zona de hallazgo = ildiŕbaś.
De momento vamos a aventurar de forma muy provisional que en ibérico había una forma /ildi/ que tendría
sentido por sí misma como parece apuntar el hecho de que pueda aparecer tal cual en tres recipientes diferentes,
en dos lugares diferentes y en dos escrituras distintas. Si la homofonía con Ilditurgense no es fortuita y el
análisis de Nesille y Lacerilis es cierto y remite al mismo elemento, entonces éste tenía la capacidad también
de aparecer en la formación tanto de topónimos como de antropónimos. Démonos cuenta que en los análisis
previos siempre se favorece como forma base la que aparece con la vibrante final, pero también cabría pensar
lo contrario, que lo que se añadiese fuese ese elemento precisamente.
21 Lectura dual según la correcta identificación de los silagobramas para bo y ta/da (Ferrer, 2005).
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272
I. Simón Cornago y C. Jordán Cólera
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Archivo de Prehistoria Levantina
Vol. XXX, Valencia, 2014, p. 275-316
Manuel GOZALBES a y José Manuel TORREGROSA b
De Iberia a Hispania.
Plata, dracmas y denarios entre los siglos VI y I a.C.
RESUMEN: La plata fue la forma de dinero más importante de la Península Ibérica entre los siglos VI y
I a.C. Durante cerca de tres siglos, Iberia sólo dispuso de escasas acuñaciones locales, piezas importadas
y plata en bruto. Como consecuencia de la Segunda Guerra Púnica se pusieron en circulación numerosas
monedas de autoridades y orígenes diversos, emisiones que serían retiradas de la circulación a inicios del
siglo II a.C. Con Hispania como provincia romana se establecería durante los siglos II-I a.C. una nueva
y homogénea masa monetaria de plata formada por denarios republicanos y autóctonos. Se reflexiona
sobre la cronología, producción, metrología, autoridades, circulación y función de las emisiones de plata
peninsulares.
PALABRAS CLAVE: Monedas, plata, dracmas, denarios, Segunda Guerra Púnica, República romana.
From Iberia to Hispania.
Silver, drachmae and denarii between the 6th and 1st centuries B.C.
ABSTRACT: Silver was the most important form of money in the Iberian Peninsula between the 6th and 1st
centuries B.C. For nearly three centuries, in Iberia there were only available scarce local coinages, imported
coins and Hacksilber. During the Second Punic War, the monetary mass included abundant coinages from
different authorities, mints and territories, series that were withdrawn from circulation at the beginning of
the 2nd century B.C. When Hispania became a Roman province, a new and homogeneous silver currency
of republican and indigenous denarii took form over the 2nd and 1st centuries. This paper deals with the
chronology, production, metrology, authorities, circulation and function of the Iberian Peninsula silver
coinages.
KEY WORDS: Coins, silver, drachmae, denarii, Second Punic War, Roman Republic.
a Museu de Prehistòria de València.
manuel.gozalbes@dival.es
b Departament de Prehistòria i Arqueologia, Universitat de València. Becario del subprograma “Atracció de Talent”
de VLC-CAMPUS.
J.Manuel.Torregrosa@uv.es
Recibido: 10/03/2014. Aceptado: 15/05/2014.
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M. Gozalbes y J. M. Torregrosa
1. INTRODUCCIÓN
La plata, en bruto o convertida en moneda, constituyó la principal y más extendida forma de dinero de la
Antigüedad peninsular. Cualquier empresa de envergadura financiada con dinero antes de Augusto pasó por
la utilización de este metal en cualquiera de sus formas, especialmente la monetal, disfrutada por amplios
sectores de la población. Su notable poder adquisitivo fomentó su aprecio y sus motivos iconográficos se
consolidaron como las imágenes recurrentes del poder que acompañaron a las operaciones económicas más
notables. El oro tuvo poca utilidad como instrumento de pago debido a su elevado valor y, en forma de
moneda, sólo normalizaría su presencia a partir de época imperial. Los pagos con moneda de cobre/bronce
fueron más comunes pero resultaron poco adecuados para satisfacer importes elevados.
Las primeras monedas se acuñaron a finales del siglo VI a.C. en la colonia griega de Emporion (Ripollès
y Chevillon, 2013). Hubo que esperar hasta el siglo IV a.C. para que Rhode y la ciudad ibérica de Arse
comenzasen sus emisiones. Las monedas de estos tres talleres junto con algunas piezas importadas fueron
conocidas y empleadas por una pequeña parte de la población peninsular. Entre finales del siglo IV e inicios
del siglo III a.C. se dieron a conocer los talleres púnicos de Ebusus y Gadir. Las monedas de Malaka quizá son
algo posteriores, al igual que las de Saitabi, que ya pertenecen a la Segunda Guerra Púnica (218-202 a.C.). Este
conflicto desencadenó la acuñación masiva de plata por parte de cartagineses, romanos y Emporion. Durante
la guerra y los años posteriores abundan dracmas y divisores sin leyendas que permitan identificar su origen.
Tras dicho conflicto se produjo una eclosión de cecas en diferentes sustratos culturales que emplearon
diseños acordes con sus tradiciones ibérica, celta, vascona, griega y púnica (García-Bellido y Ripollès,
1998; García-Bellido, 1997; Domínguez, 1998, 2001 y 2005; Chaves 2007; Ripollès, 2005a y 2011;
Blázquez Cerrato, 2009). Durante los siglos II-I a.C. cerca de 200 talleres fabricaron moneda en Hispania,
pero sólo 21 de ellos, pertenecientes a la Citerior, acuñaron los llamados denarios ibéricos, adoptando
de manera casi uniforme el binomio tipológico cabeza masculina / jinete. La calificación, aceptable en
un sentido geográfico, resulta imprecisa en términos culturales ya que diferentes pueblos peninsulares
asumieron su producción. Las últimas emisiones de denarios se han relacionado tradicionalmente con las
guerras sertorianas (80-72 a.C.).
2. LA SISTEMATIZACIÓN DE LAS EMISIONES DE PLATA
2.1. Catálogos y estudios
El primer catálogo que organizó las producciones peninsulares antiguas con un rigor notable fue La
Moneda Hispánica (1924-1926) de Antonio Vives, quien supo recoger el legado de trabajos precedentes y
proporcionar un exhaustivo repertorio gráfico donde por vez primera se ilustraban los vaciados de las piezas
originales. Dicha obra sólo se vería superada desde 1994 con el Corpus Nummum Hispaniae ante Augusti
Aetatem de Leandre Villaronga (CNH), que aportaba una cantidad notable de nuevos tipos y proporcionaba
el peso medio de las emisiones. Esta obra ha sido actualizada y rebautizada en 2011 bajo el nombre
Ancient Coinage of the Iberian Peninsula (ACIP). Existen otros catálogos recientes que ofrecen completas
introducciones críticas a los talleres y abordan los aspectos más relevantes de todas estas producciones
(García-Bellido y Blázquez Cerrato, 2001), así como otros más accesibles y manejables que ilustran los
tipos mediante dibujos (Álvarez Burgos, 1987 y 2008).
Los avances más notables en relación con las emisiones de plata peninsulares se deben a los estudios
monográficos de los últimos años. Los más elaborados identifican los cuños de las piezas conservadas y
proporcionan estimaciones estadísticas de sus volúmenes de emisión. Villaronga realizó el primero con una
metodología moderna sobre los denarios de Ikalesken en 1962, aprovechando la amplia muestra del tesoro de
Arcas. En las últimas décadas la investigación sobre las series de plata peninsulares se ha multiplicado:
APL XXX, 2014
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De Iberia a Hispania. Plata, dracmas y denarios entre los siglos vi y i a.C.
277
- Dracmas y divisores. Se han estudiado las dracmas y fraccionarias acuñadas por Emporion entre los
siglos VI-II a.C. y por Rhode antes de la Segunda Guerra Púnica (Villaronga, 2000, 2002 y 2003; Ripollès
y Chevillon, 2013), las numerosas dracmas ibéricas de imitación y divisores del tránsito de los siglos III-II
a.C. (Villaronga, 1998), así como las cecas ibéricas de Arse (Ripollès y Llorens, 2002) y Saitabi (Ripollès,
2007). Las producciones de plata púnicas estuvieron a cargo de Ebusus (Campo, 1976), Gadir (Alfaro,
1988) y, quizá, Malaka, que parece la candidata más firme para unas modestas fracciones (Campo y Mora,
1995: 200-202; ACIP 528).
- Shekels. Las importantes emisiones hispano-cartaginesas quedaron organizadas a partir de un trabajo
clásico de L. Villaronga (1973).
- Denarios. Se conocen 21 cecas de denarios, de las que 4 también acuñaron quinarios, durante los
siglos II-I a.C. Una primera ordenación sirvió para describir en detalle y ordenar los talleres del valle
del Ebro (Domínguez, 1979). La síntesis de mayor amplitud fue la monografía de Villaronga dedicada
en exclusiva a las series de plata, donde se abordaron sus aspectos principales, incluyendo estimaciones
de producción (Villaronga, 1995). Siete cecas cuentan con estudios de cuños: Ikalesken, Iltirta, Kese,
Sekaiza, Konterbia Karbika, Belikio y Turiasu (Villaronga, 1962, 1978, 1983 y 1988; Gomis, 2001;
Abascal y Ripollès, 2000; Collado, 2000; Gozalbes, 2009a). Hay también una monografía de Bolskan
que no incluye estudios de cuños (Domínguez, 1991) y trabajos diversos sobre Arekorata (Otero, 1998),
Arsaos (Fernández Gómez, 2009), Bentian (Torregrosa, 2012) y Sekia (Stefanelli, 2012). Producciones
de gran envergadura como las de Sekobirikes y Baskunes no cuentan todavía con ningún estudio.
2.2. Fuentes
Catálogos y estudios monográficos se nutren de las piezas de plata de colecciones públicas, particulares
y de subastas para ilustrar las diferentes variantes. En los últimos años se han publicado los fondos de
grandes colecciones europeas y nacionales: Nationalmuseet de Copenhague (Jenkins, 1979); Bibliothèque
nationale de France de París (Ripollès, 2005b); Royal Coin Cabinet de Estocolmo (Ripollès, 2003); The
British Museum de Londres (Bagwell Purefoy y Meadows, 2002); colecciones de Milán, Bolonia, Roma,
Florencia y Nápoles (Ripollès, 1986); y, de Madrid, la Real Academia de la Historia (Ripollès y Abascal,
2000), el Instituto Valencia de Don Juan (Ruiz Trapero, 2000) y el Museo Arqueológico Nacional que, tras
los pioneros volúmenes de Navascués (1969 y 1971), publicó dos catálogos de las series púnicas e hispanocartaginesas que incluyen emisiones de plata (Alfaro, 1994 y 2004).
Los tesoros resultan esenciales en el caso de la plata por la valiosa información que proporcionan
para fechar series (figs. 4, 6, 8 y 10). La inmensa bibliografía al respecto ha sido recopilada en diferentes
trabajos de síntesis (Thompson, Mørkholm y Kraay, 1973; Crawford, 1969; Blázquez Cerrato, 1987-1988;
Villaronga, 1993; García-Bellido y Blázquez Cerrato, 2001; 156-169).
La consolidación del mercado nacional de subastas numismáticas desde la década de 1980 ha puesto
a disposición de los investigadores catálogos con millares de piezas, cuya visibilidad se ha incrementado
con la era digital. Las empresas nacionales e internacionales dedicadas a estos menesteres son numerosas
y cuentan con una prolongada trayectoria. En los últimos años han publicado un número significativo de
piezas diferentes firmas de Madrid (Jesús Vico, José Antonio Herrero, Ibercoin-Tarkis, Cayón), Barcelona
(Aureo & Calicó, Martí Hervera-Soler y Llach) y Sevilla (Pliego).
Internet ha facilitado la publicación de fondos públicos y privados, pero también ha abierto nuevos
caminos a la investigación y la divulgación numismática. CER.es (Colecciones en Red) es el portal
del Ministerio de Cultura donde se publican fondos de los museos estatales. Diferentes páginas fruto
del esfuerzo personal proporcionan recursos de gran valor y calidad en relación con la plata antigua
peninsular: destacan las páginas web tesorillo.com de M. Pina y denarios.org, así como los blogs sobre
denarios ibéricos de F. Suárez y R. González.
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M. Gozalbes y J. M. Torregrosa
2.3. Un conocimiento dispar de las emisiones
Las emisiones de plata antiguas son peor conocidas que las recientes. Nuevas variantes de dracmas y divisores
aparecen con relativa frecuencia, mientras que los denarios ofrecen pocas novedades. La mayoría de series
de dracmas y divisores se fabricaron en cantidades modestas, a veces con una sola pareja de cuños tal y como
parece comprobarse para los raros divisores ibéricos de imitación masaliota cuyas variantes tipológicas se
basan en ejemplares únicos en el 80% de los casos (ACIP 453-503). La rareza de estas producciones hace
suponer que seguirán apareciendo nuevas variantes y que incluso una parte de ellas nunca llegarán a conocerse.
La reciente proliferación de tipos inéditos de Emporion y Rhode testimonia esta realidad (Chevillon, 2013;
Chevillon y Ripollès, 2013; Chevillon, Ripollès y Lopez, 2013; Villaronga, 2010; Villaronga, 2013; Melmoux
y Chevillon, 2014). Resulta muy complicado recuperar en excavaciones los diminutos divisores de los siglos
V-III a.C. sin un cribado sistemático de la tierra o sin la ayuda de un detector de metales, metodologías que
no siempre resultan viables. Esta última herramienta ha demostrado su eficacia incluso para períodos más
recientes donde las monedas no son tan pequeñas (Fernández Flores, 1999 y 2003). A estos condicionantes
productivos y metodológicos que limitan el conocimiento de las series antiguas cabe añadir su eficaz retirada
de la circulación a comienzos del siglo II a.C. como parte de los botines hispanos trasladados a Roma.
Los llamados denarios ibéricos están mejor documentados porque su producción fue más abundante y
sistemática. La obra de Vives ya incluyó sus principales variantes y pocas novedades significativas se han
producido desde entonces. Entre diferentes denarios de una misma serie existen diferencias en detalles del
grabado que resultan irrelevantes en relación con el sentido global de la emisión. Algunas variantes de signos
constituyen anécdotas epigráficas dentro de series prolongadas y las singularidades relativas al número, forma
o disposición de los rizos en los peinados son propicias a valoraciones subjetivas y no siempre constituyen
un criterio fiable para diferenciar emisiones. Estas variantes únicamente aportan profundidad con vistas a la
enumeración de un repertorio formal, pero a costa del establecimiento de unas categorías muy imprecisas.
Sólo los estudios de cuños resultan de utilidad para descubrir en qué medida las diferencias tipológicas o de
estilo pueden resultar relevantes. En series prolongadas los cuños evolucionaron de una forma progresiva,
incluyendo cambios y errores de grabado irrelevantes dentro de la emisión considerada como conjunto. No
tendría sentido llegar al extremo de identificar cada cuño como una variante tipológica.
3. UNA MONETIZACIÓN TARDÍA
3.1. Emisiones pioneras en plata
El fenómeno monetal fue inicialmente colonial. Emporion comenzó la producción de dracmas y otras piezas
de peso notablemente elevado a finales del siglo VI a.C. según se ha descubierto recientemente (Ripollès y
Chevillon, 2013) (fig. 1, nº 1 y 2), iniciativa que presupone el conocimiento de piezas griegas importadas
(Ripollès, 2011). Durante los siglos V-IV a.C. las emisiones locales se limitaron a la producción de fracciones
de plata en las colonias griegas de Emporion y Rhode, para evolucionar posteriormente a un modelo basado en
dracmas con una metrología de 4,75 g (Villaronga, 1997 y 2000; Campo, 2006). Quizá desde el siglo IV a.C.
el fenómeno monetal se hizo más visible en la costa mediterránea y Andalucía a partir del incremento de las
piezas importadas, apreciadas por su valor metálico y estético (Ripollès, 2009; Peris, 2011). En este contexto,
la ciudad ibérica de Arse tomó la iniciativa de acuñar plata a finales del siglo IV a.C. combinando una tipología
helenística con leyendas ibéricas (Ripollès y Llorens, 2002: 326), quizá influenciada por comunidades griegas
asentadas en el lugar (fig. 1, nº 7 y 8). Las series púnicas de plata de Ebusus, Gadir o Malaka se desarrollaron
con plenitud a finales del siglo III a.C. Aunque alguna de sus emisiones podría remontarse incluso hasta finales
del siglo IV a.C., no hay todavía datos suficientes para certificarlo (Chaves, 2009: 53-54; Campo, 2013: 61-62).
Todas estas iniciativas monetarias ciudadanas constituyeron una nueva forma de expresión política y crearon un
instrumento económico de gran utilidad para agilizar las transacciones en sus respectivos ámbitos.
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De Iberia a Hispania. Plata, dracmas y denarios entre los siglos vi y i a.C.
279
ca. 510 a.C.
1
2
3
4
ca. 490-450 a.C.
7
ca. 300-250 a.C.
5
6
8
Emporion
Rhode
Arse
Fig. 1. Las primeras monedas acuñadas en la Península Ibérica. Procedencia: (1) Figueres, Girona; (2, 7) Sagunt,
col. S. V.; (3, 5) Col. particular; (4) Triton XVI, 8/1/2013, nº 168; (6) Bibliothèque nationale de France de París;
(8) Royal Coin Cabinet, Estocolmo.
3.2. El incentivo económico de la Segunda Guerra Púnica
La monetización a gran escala se produjo durante la Segunda Guerra Púnica cuando los contendientes
promovieron importantes emisiones para financiar el conflicto (Marchetti, 1978: 369-430; Villaronga, 1987).
Los cartagineses acuñaron todas sus series en lugares inciertos de la Península, mientras que los romanos
importaron monedas desde Roma y acuñaron localmente, al menos, la dracma del juramento (ACIP 537),
una emisión de victoriatos (RRC 96) y el medio victoriato con símbolo R (ACIP 534; García-Bellido, 20002001: 566-573). Se les atribuyen otras piezas de reducido peso con marca R, quizá aquellas referidas por
Varrón como simbellae y libellae (De ling. lat., 5.174; ACIP 535-536; García-Bellido, 2000-2001: 571-573;
García-Bellido, 2011: 680). Estas emisiones romanas peninsulares no fueron económicamente relevantes;
son escasas y su presencia no resulta significativa en los tesoros del conflicto. La singularidad financiera
romana residió en utilizar la ceca de Emporion al servicio de sus intereses, acuñando una gran cantidad de
dracmas con una tipología ligeramente renovada (Villaronga, 1987).
Diferentes estudios han descrito las series empleadas durante la guerra y su circulación (Marchetti, 1978;
Crawford, 1985; Villaronga, 1973 y 1987; Chaves, 1990; García-Bellido, 1993; Chaves, 2012). Junto a las
producciones oficiales de los estados contendientes se emplearon monedas peninsulares e importadas de
procedencias muy diversas (fig. 2). Resta incluso por identificar a las autoridades responsables de algunas
series de divisores anepígrafos de escasa relevancia económica (ACIP 527, 529-533). La principal fuente
para conocer la masa monetaria de la guerra son los tesoros del conflicto y de los años inmediatamente
posteriores (Marchetti, 1978: 355-368; Villaronga, 1993: nº 11-40) (fig. 4), con series de procedencias muy
variadas, poco favorables para estandarizar el lenguaje de las transacciones.
Junto a todas estas monedas también circularon enormes cantidades de plata en bruto. Los tesoros de
Driebes, Cerro Colorado o Armuña de Tajuña, demuestran que la mezcla de formatos y valores alcanzó
unas proporciones inusitadas (Raddatz, 1969: 210-222, lám. 7-21; Bravo et al., 2009; Gozalbes, Cores y
Ripollès, 2011). Otra característica de estos conjuntos es su elevado nivel de fragmentación; monedas y
objetos aparecen recortados bajo un amplio rango de pesos, que incluye desde pequeñas piezas de plata de
apenas 0,1 g hasta grandes fragmentos de objetos o lingotes. Ni las tradiciones metrológicas locales ni las
foráneas llegarían a ejercer una influencia apreciable sobre dicha práctica.
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M. Gozalbes y J. M. Torregrosa
4
Importadas
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5
À la croix
Aquitania
1
Antíoco I
2
6
3
Atenas
7
Roma
Massalia
Roma
Carthago
Roma
16
12
Arse
Emporion
Peninsulares
8
13
Hispano-cartaginesa
Divisores
?
17
14
Saitabi
?
15
9
Hispano-cartaginesa
10
Ebusus
11
Gadir
?
18
Dracma ibérica
19
Hacksilber
Fig. 2. Ejemplos de la masa monetaria de la Segunda Guerra Púnica. Procedencia: (1, 2, 3, 4 y 18) Ripollès, Cores y
Gozalbes, 2009: nº 2, 1, 3, 4 y 18; (5) Col Cores; (6, 12, 13, 19) Museu de Prehistòria de València 28621, 42267, 29584,
26117-26119, 26122, 26123; (7) NAC 79, 20/10/2014, nº 22; (8) Freeman & Sear, 5/1/2010, nº 35; (9) Goldberg 72,
5-6/2/2013, nº 4032; (10, 14, 16, 17) Col. particular; (11) Vico, 5/6/2008, nº 95; (15) Aureo & Calicó 24/4/2014, nº 79.
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De Iberia a Hispania. Plata, dracmas y denarios entre los siglos vi y i a.C.
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Los tesoros de la Segunda Guerra Púnica muestran que las monedas hispano-cartaginesas predominan
en el sudeste, las emisiones romanas y las dracmas emporitanas lo hacen en el noreste y que ambas se
mezclan en una amplia zona de contacto (Villaronga, 1993: 72). Resulta sencillo enumerar las series
producidas y señalar patrones de circulación, pero complicado comprender los inconvenientes cotidianos
y las limitaciones derivadas de emplear esta heterogénea masa monetaria. La diversidad de piezas no
facilitaba la realización de transacciones estandarizadas y resulta poco factible que los precios pudiesen
establecerse en diferentes territorios según una moneda de cuenta común.
Tras la victoria romana, las autoridades debieron considerar los beneficios derivados de la superación
de estos inconvenientes. Ello llevaría a sentar las bases para lograr una masa monetaria ordenada que,
adicionalmente, contribuiría a borrar la memoria del enfrentamiento. La variadas monedas de la guerra
circularon durante las primeras décadas del siglo II a.C., pero en pocos años serían retiradas de la
circulación. Los tesoros de mediados de siglo ya no incluyen ninguna de estas piezas, consecuencia de una
desmonetización efectiva de todas estas series quizá operada por los romanos con algún tipo de intimidación
o incentivo. Los botines descritos por Livio entre los años 180 y 170 a.C. ratifican este proceder. Resulta
sorprendente la eficacia de la retirada, ya que los romanos no controlaban por aquel entonces la totalidad
del territorio peninsular. El denario romano, que se había creado hacia el 211 a.C., sería desde entonces la
piedra angular del futuro sistema monetario hispano en su camino hacia la homogeneidad.
La cantidad de plata acuñada en Iberia hasta la Segunda Guerra Púnica habría alcanzado los 174.174
kilos según las estimaciones de Villaronga (1995b: 8-9).1 Curiosamente, esta cifra se encuentra muy
próxima a las cantidades de moneda transportada a Roma entre los años 199-180 a.C. relacionadas por
Livio y que podrían rondar los 182.000 kilos.2 Cadiou calcula que los botines ascendieron a 47 millones
de denarios (Cadiou, 2008: 490-491). Hay que suponer que las retiradas de monedas y plata fueron más
abundantes que las recogidas por las fuentes, que difícilmente pueden ser exhaustivas en este sentido
(Muñoz, 1988). Aunque se trate de estimaciones con un amplio margen de error, sus resultados ofrecen
una aproximación a dichas magnitudes. Según Villaronga los denarios de los siglos II-I a.C. pudieron
alcanzar volumen total de 181.008 kg (1995b: 12), cifra que casualmente también se sitúa próxima a las
anteriormente referidas.
4. PLATA EN BRUTO Y TESOROS
Las emisiones previas a la guerra y las relacionadas con el conflicto representaron un valor modesto en
comparación con la plata en bruto, materia prima que siempre tuvo que ser más abundante que cualquiera
de sus productos y que gozaba de una amplia reputación (Chic y García Vargas, 2006). Estos fragmentos se
refieren como Hacksilber y han recibido una atención creciente desde que se publicaron diversos ejemplos
de su uso como dinero en fechas antiguas en Extremo Oriente (Balmuth, 2001). La plata en bruto de los
tesoros republicanos ha sido catalogada exhaustivamente (Raddatz, 1969; Chaves, 1996), analizada en
estudios regionales (Ripollès, 2009 y 2011; Campo, 2011) y también ha constituido el tema central del
IV Encuentro Peninsular de Numismática Antigua en 2010 (García-Bellido, Callegarin y Jiménez, 2011).
Estrabón refería que los pueblos del interior utilizaban láminas de plata recortadas para los intercambios,
sin embargo los territorios occidentales no cuentan todavía con refrendo arqueológico de esta práctica
(Estrabón, III, 3, 7). La plata predominó en la parte oriental de la Península, mientras que el oro lo hizo en
1
2
Incluye 9.786 kg de fracciones de plata, 9.588 kg y 4.982 kg de dracmas de Emporion y Rhode, 99.458 kg de emisiones
cartaginesas (96.625 kg de hispano-cartaginesas, 1.100 kg de Gadir y 1.733 kg de Ebusus), 39.809 kg de Emporion al servicio de
los romanos, 3.256 kg de Arse y 7.295 kg de dracmas ibéricas de imitación.
Cuatro referencias de Livio incluyen bigati y argentum oscense (Livio 34.10, 4 y 7; 34.46, 2; 36.39, 2) cuyo total no superaría
los 3.000 kg, mientras que las libras de monedas inciertas (Livio 33.27, 2; 34.10, 4 y 7; 34.46, 2), ascenderían a unos 179.192 kg.
Estimaciones realizadas a partir de una libra teórica de 324 g. y un peso hipotético de las monedas de 4 g.
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la parte occidental (Raddatz, 1969: mapas 7 y 11; García-Bellido, 2011; Callegarin y García-Bellido, 2012;
121, fig. 2). El oro no pudo asumir un papel comparable al de la plata en la rutinas de pago cotidianas, ya
que fue más escaso, presenta las limitaciones derivadas de un valor intrínseco muy superior, no circuló en
bruto y no se atestiguan objetos fragmentados. Su utilidad económica como atesoramiento de riqueza es
incontestable, pero como medio de pago solo sería transferido excepcionalmente. Laminillas e hilos de oro
se han descrito como Hackgold (García-Bellido, 2011: 125; Callegarin y García-Bellido, 2012: 123), pero
los hallazgos no refrendan todavía que esta práctica gozase de un éxito comparable al de la plata.
Los tesoros son la principal fuente para conocer sus contextos de uso y características, aunque también
algunos hallazgos aislados testimonian este hábito en zonas de intensa actividad económica como Sagunto,
donde se han recuperado multitud de pequeños fragmentos de plata (Ripollès y Llorens, 2002: 217-233).
El depósito del siglo IV a.C. de La Bastida de les Alcusses está formado por cinco pequeñas tortas y no
incluye monedas (Álvarez y Vives-Ferrándiz, 2011: 189-191) (fig. 3). El metal en bruto permitía acumular
riqueza y facilitaba las transacciones, pero no servía como medida de valor estándar al carecer de un peso
regular. Además las piezas de peso elevado eran poco útiles para pagos cotidianos. Los tesoros mixtos con
metal y monedas se extienden entre los siglos IV y I a.C. por toda la Península Ibérica. La recopilación de
Raddatz, que también incluye los hallazgos sin monedas, revela un patrón de pérdida claramente asociado
a los cursos fluviales más importantes que además le permiten organizar los hallazgos en grupos regionales
de cronología aproximadamente común (1969: mapa 1-2) El atesoramiento mixto de monedas, lingotes y
objetos de plata en la Península Ibérica atravesó por diferentes fases con matices propios, que a grandes
rasgos podrían resumirse de la siguiente manera (fig. 4-10).
1) La plata en bruto tuvo un protagonismo notable en los tesoros al menos desde el siglo IV a.C. (fig. 4).
Cuando se combina con monedas como en los tesoros del Montgó, Pont de Molins o Puig de la Nau, éstas
sólo representan una exigua parte por peso y valor (Ripollès, 2013: 12). Lingotes y barritas son el formato más
común de estos conjuntos aunque también se documentan joyas y piezas de vajilla enteras y fragmentadas.
Hasta finales del siglo III a.C. las monedas fueron irrelevantes en términos de valor como parte de los tesoros.
2) Los tesoros de la Segunda Guerra Púnica y los años inmediatamente posteriores incluyen monedas en
abundancia junto a lingotes, joyería y vajilla de plata (fig. 4 y 5). Un cálculo aproximado sobre el conjunto
de tesoros del conflicto revela que el peso de la plata en bruto duplica el de las monedas (Gozalbes, Cores y
Ripollès, 2011: 1169). La cantidad de monedas aumenta considerablemente respecto al período precedente
y se amortizan por recorte una gran cantidad de objetos que abandonan cualquier función distinta a la
económica (van Alfen, Almagro-Gorbea y Ripollès, 2008; Gozalbes, Cores y Ripollès, 2011; Chaves y
Fig. 3. El depósito de lingotes de La Bastida de les Alcusses (Moixent, Valencia). 207,3 g. Siglo IV a.C.
(Museu de Prehistòria de València).
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Fig. 4. Tesoros de los siglos IV-III a.C.
Fig. 5. Fragmentos de plata recortada del tesoro de Armuña de Tajuña (col. Cores).
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Fig. 6. Tesoros del siglo II a.C. y comienzos del siglo I a.C.
Fig. 7. Tesoro de Mogón I. Imagen: Ángel Martínez Levas, Museo Arqueológico Nacional.
CER.es (http://ceres.mcu.es), Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, España.
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De Iberia a Hispania. Plata, dracmas y denarios entre los siglos vi y i a.C.
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Fig. 8. Tesoros del del siglo I a.C. atribuidos a los años de las guerras sertorianas.
Fig. 9. Tesoro de las
Filipenses. Museo de
Palencia. Depósito de las
religiosas filipenses.
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Fig. 10. Tesoros de mediados del siglo I a.C.
de la Bandera, 2013). Estos hallazgos con recortes son comunes en el interior en un área con centro en
las provincias de Cuenca y Guadalajara (Rodríguez y Canto, 2011), quizá originados en situaciones de
necesidad a consecuencia de la guerra o en contextos como el reparto de botines, donde se hacía necesario
fragmentar las piezas para su distribución. En un contexto donde los recortes parecen una operación
cotidiana cabe preguntarse sobre cuántos disponían de herramientas y de la habilidad necesaria para
llevarlos a cabo. Frente a las monedas, estos fragmentos disfrutaban de la ventaja de no presentar diseños
que sugiriesen afinidad política con cualquiera de los estados beligerantes, aunque para las poblaciones
afectadas representaban la prueba material del sometimiento y el recuerdo del expolio sufrido.
3) Las décadas centrales del siglo II a.C. no proporcionan apenas tesoros. Quizá los traslados de botines
a Roma mermaron considerablemente las capacidades de acumulación de metales preciosos. Pero a finales
del siglo II a.C. se documentan numerosos hallazgos en Andalucía testimonio de una recuperación que
incluye piezas de joyería y vajilla completas y tortas de plata enteras o recortadas (Chaves, 1996) (fig.
6 y 7). Los lingotes parecen normales en este contexto de grandes recursos mineros (Arboledas, 2010) y
los fragmentos de objetos ya no forman parte de este panorama. El tesoro de Salvacañete demuestra que,
a comienzos del siglo I a.C., en un contexto quizá votivo (Cabré, 1936; Marcos et al., 1998), estas piezas
recortadas tampoco formaban ya parte de los ahorros en el entorno conquense.
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De Iberia a Hispania. Plata, dracmas y denarios entre los siglos vi y i a.C.
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4) En los tesoros sertorianos del siglo I a.C. el centro de gravedad de los hallazgos se desplaza al norte
y hacia la fachada atlántica (fig. 8). Las ocultaciones mezclan monedas y joyas enteras, pero la plata en
bruto y los recortes han desaparecido por completo de la circulación (fig. 9). Los conjuntos de Palencia
(Cerro de la Miranda, Filipenses) o de Padilla de Duero (Raddatz, 1969; Delibes et al., 1993) no incluyen
plata en bruto, ni fragmentos recortados que tampoco se atestiguan en fechas más tardías como en el
Castro de Arrabalde (Sánchez de Arza, 1984). Las pesadas joyas de estos conjuntos vacceos tuvieron una
utilidad absolutamente limitada como medio de pago, pero constituyeron una significativa reserva de valor,
como capitalizaciones de particulares o quizá de tesoros públicos (Callegarin y García-Bellido, 2012: 124125). Pudieron servir como valores de cuenta ya que sus pesos siguieron de forma sistemática un patrón
metrológico local. Otros tesoros posteriores a este conflicto quedan fuera del análisis por corresponder a
una época en la que ya no se acuñaba plata en Hispania. A mediados del siglo I a.C. el centro de gravedad
de los hallazgo se desplaza nítidamente hacia el oeste de la Península (fig. 10).
5. ÉXITO DEL MODELO GRIEGO Y PRIMEROS CONTACTOS CON ROMA
Los hábitos monetales se extendieron en la Península Ibérica a raíz de la Segunda Guerra Púnica.
Los romanos pudieron cubrir parte de sus gastos con emisiones de dracmas en Emporion a partir del
218 a.C. manteniendo el diseño y la epigrafía tradicional de la colonia griega (Marchetti, 1978: 382;
Villaronga, 1987), pero transformando la cabeza de Pegaso en una figura masculina que se toca los pies
con las manos (fig. 2, nº 12), ligera modificación del diseño original que contaba con mayor reputación
y potencial económico.
Las series de Emporion con divinidad femenina/Pegaso fueron copiadas durante la guerra y los
años posteriores por nuevas cecas ibéricas que acuñaron las llamadas dracmas ibéricas de imitación
(CNH p. 36-60; ACIP 289-452; Villaronga, 1998). Este fenómeno representa la incorporación masiva
de los pueblos ibéricos a la acuñación de moneda, según se desprende de las originales y variadas
inscripciones que utilizaron. Se han identificado alrededor de un centenar de epígrafes diferentes
en compañía del diseño originalmente emporitano. Algunas reproducen con poco acierto el nombre
ΕΜΠΟΡΙΤWΝ, mientras que otras incluyen leyendas ibéricas reveladoras de su naturaleza autóctona.
También son frecuentes epígrafes con signos de lectura complicada, pseudo-griegos o pseudo-ibéricos
que ocasionalmente siguen patrones susceptibles de ser reconocidos (Crusafont, 2008), quizá ligados
a los hábitos epigráficos de grabadores concretos.
Los escasos indicios disponibles sitúan su acuñación centrada en el territorio catalán, idea ratificada
a partir de los escasos nombres de lugar reconocibles en sus leyendas (Villaronga, 1998: 99-100). Las
dificultades de lectura de muchos epígrafes, impiden estimar la cantidad de autoridades implicadas en
este fenómeno de duración efímera (Villaronga, 1998: 61-67). Algunas leyendas ibéricas reproducen
nombre de lugares, como iltirtar (CNH 41/32-39), orose (CNH 42/40-41), tarankonsalir (CNH 44/56),
barkeno (CNH 51/95) o belse (CNH 52/105), e incluso unas pocas sorprenden con el uso nombres
personales (de Hoz, 1995: 321), rasgo exclusivo de estas producciones, no reconocido sobre ninguna
otra serie autóctona de plata anterior o posterior.
En un mundo de incipiente monetización pudieron funcionar un número limitado de talleres
itinerantes al servicio de las ciudades que disponían de plata y deseaban convertirla en moneda. El
modelo productivo parece reflejar un escaso nivel de organización, el surgimiento espontáneo de los
talleres y la improvisación fruto de una fuerte demanda de moneda. Creadas bajo una relativa autonomía,
las situaciones de premura pudieron favorecer las copias sucesivas y el concurso de grabadores iletrados,
responsables de frecuentes errores y de la creación de epígrafes incongruentes, circunstancia excepcional
en la historia monetaria antigua de la Península Ibérica. Posiblemente, la disponibilidad de plata era la
única condición necesaria para la acuñación de estas monedas.
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En este panorama monetario, las fraccionarias y los fragmentos de plata recortada facilitaban las
transacciones modestas y aportaban precisión en los pagos. Aunque circulaban algunos bronces hispanocartagineses y romanos (Ripollès, 1982 y 1984), los usuarios todavía no contaban con un sistema
bimetálico organizado y significativo cuantitativamente. Un gran bronce romano podía igualar o superar
en valor a los pequeños divisores de plata, singularidad fruto de una masa monetaria excepcional
construida a partir de modelos dispares.
Al finalizar la guerra se dejaron de acuñar los pequeños divisores de plata, los que ya circulaban se
retiraron, y la función que habían desempeñado como moneda de reducido valor comenzaría a ser asumida
por abundantes y variadas series de bronce. Este cambio de modelo sería una de las transformaciones más
notables de la masa monetaria peninsular tras el triunfo romano en la Segunda Guerra Púnica.
En relación con la guerra, algunas cecas locales desarrollaron afinidades productivas, tipológicas y
metrológicas con el modelo monetario romano. Saitabi (Xàtiva, Valencia) acuñó didracmas, dracmas y
hemidracmas con reversos que copiaban las emblemáticas piezas de oro republicanas de 60, 40 y 20 ases
(Ripollès, 2007: 33-35). Es un ejemplo aislado que demuestra la influencia romana en la esfera productiva