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XXIV
2001
A RCHIVO DE P REHISTORIA L EVANTINA
Servicio de Investigación Prehistórica de la Diputación de Valencia
V ALENCIA MMI
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ARCIDVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
XXIV
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ARCHIVO
DE
PREmsToRIA LEvANTINA
SERVICIO DE INVESTIGACIÓN PREHISTÓRICA
DE LA DIPUTACIÓN DE VALENCIA
Vol. XXIV
VALENCIA, MMI
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA, revista fundada en 1928
por D. Isidro Ballester Tormo, se intercambia con publicaciones homólogas dedicadas a la Prehistoria, Arqueología en general y ciencias relacionadas, a fin de incrementar los fondos de la Biblioteca del Servicio de
Investigación Prehistórica de la Diputación de Valencia.
CONSEJO DE REDACCIÓN
Coordinador editorial: Joaquim Juan Cabanilles (S IP)
Vocales: Helena Bonet Rosado (SIP)
Beroat Martl Oliver (SIP)
Consuelo Mata Parreño (Universitat de Valencia)
María Jesús de Pedro Michó {SIP)
Valentln Villaverde Bonilla (Universitat de Valencia)
Correspondencia:
Revista APL
Servicio de Investigación Prehistórica
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Biblioteca del Museu de Prehistoria i de les Cultures de Valencia
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© de la edición digital: Museu de Prehistòria de València, 2012 -- ISSN 1989-0508
C Edita: SERVEI D'INVESTTGACIÓ :eR.EHISTÓRJCA
MUSEU DE PREHISTORIA l DE LES CULTURES DE VALENCIA
Xarxa de Museus 1 Diputació de Valencia
l.S.S.N.: 0210-3230
Depósito Legal: V. 165-1959
Imprime: Artegraf Impressors
Oriente, 5 - Valencia
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ÍNDICE
J.E. AURA TORTOSA, J. JORDÁ PARDO. M. PÉREZ RfPOLL y M." J. RODRJGO GARCÍA: Sobre dunas,
playas y calas. Los pescadores prehistóricos de la Cueva de Nerja (Málaga) y su expresión arqueológica en el tránsito Pleistoceno-lloloccno .............................,....................................................................
9
J. FERNÁNDEZ LÓPEZ DE PABLO, R. MARTÍNEZ-VALLE y P.M. GUlLLEM CALATAYUD: La Muntanya del Cavall (Aibalat deis Tarongers, Valencia), un yacimiento mesolitico en la Serra Calderona ..
41
M. PÉREZ RJPOLL: El proceso de domesticación animal en el Próximo Oriente. Planteamiento y evolución
65
M.A. MATEO SAURA y A. CARREÑO CUEVAS: El arte rupestre de la Tinada del Ciervo (Ncrpio, Albacele). Revisión del conjunto......................................................................................................................
97
N. MESADO OLTVER: Sobre el Eneolltico y la Edad del Bronce en término del municipio de Artana (la
Plana Baixa, Castellón) a través de una "deessa" esculturada y dos cavidades: La Masadeta y Els
CasteUets ......... ....... .... ......... .......... ........... ................ ......... ............. .. .. . ... .. ......... .. . ............. ......... .. .............
119
B. CLOQUELL, F. RODES y J.B. MARTÍ: Estudio antropológico de cuevas de enterramiento procedentes
de Artana (Castellón) ................................................................................................................................
181
J.L. SIMÓN GARCÍA y M.A. ESQUEMBRE BEBlA: Consideraciones en tomo al poblamiento de la Edad
del Bronce en la Marina Alta....................................................................................................................
199
M.S. HERNÁN DEZ PÉREZ y J.A. LÓPEZ PADILLA: EJ Cabezo Redondo (Villena, Alicante) y las puntas
de flecha óseas de tres aletas en la Península Ibérica...............................................................................
223
C. MATA PARREÑO: Limites y fronteras en Edetania .......................................................................................
243
H. BONET ROSADO e l. IZQUIERDO PERAl LE: Vajilla ibérica y vasos singulares del área valenciana entre los siglos rn y 1 a.C. ............................................................................................................................
273
A. MEDEROS MARTíN y O. ESCRlBANO COBO: El comercio de los molinos rotatorios romanos en el
Mediterráneo y litoral atlántico norteafrieano ..........................................................................................
315
R. CEBRLÁN FERNÁNDEZ: Fragmento de friso dórico bailado en Saetabis....................................................
333
R. ALBIACH DESCALS: La"topografia preurbana de la ciudad de Valencia.....................................................
337
M. OOZALBES: El tesorillo republicano de Castilblanques (Cortes de Pallás, Valencia)..................................
351
F.J. PUCHALT FORTEA: Un nuevo tipo de trepanación craneal. (Breve nota arqueológica)............................
357
F.J. PUCHALT fORTEA: Breve historia de la Paleopatología............................................................................
363
NORMAS PARA LA PRESENTACIÓN DE ORIGINALES EN APL......................................................................
375
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ARCHWO DE PREIIISTOR1A lEVANTINA
Vol. XXJV (Valencia, 2001 )
J.E. A URA T ORTOSA*, J. 10RDÁ PARDO* *, M. P ÉREZ RJPOLL*
M .8 J.
R ODRJGO ÜARCÍA
*
Y
SOBRE DUNAS, PLAYAS Y CALAS.
LOS PESCADORES PREHISTÓRICOS DE LA CUEVA DE NERJA (MÁLAGA)
Y SU EXPRESIÓN ARQUEOLÓGICA EN EL TRÁNSITO
PLEISTOCENO-HOLOCENO***
R esume n : Este texto describe los cambios observados en las asociaciones paJeofaunísticas de edad finipleistocena y holocena de la Cueva de Nerja (Málaga). Sus trayectorias pueden ser relacionadas más con una reorientación en las formas de gestión de los recursos que con las variaciones paleogeográfícas, originadas en las oscilaciones eustáticas.
A bstrae/: Data obtainedfrom Cueva de Nerja (Málaga) archaeological deposits are used to outline the
principal environmental and economic aspects during the Late Glacial and the Early
Holocene times. Changes on fauna/ assemblages are probably /inked more lo subsistence strategies than to the Tardiglacial deglaciation.
Se pretende retomar algunas consideraciones sobre los cambios observados en las asociaciones paleofaunísticas recuperadas en los depósitos arqueológicos de edad finip leistocena y
holocena de la Cueva de Nerja (Málaga). Una parte de esta documentación ha servido para correlacionar las variaciones del nivel del mar con las trayectorias recorridas por algunas especies de
malacofauna marina englobada en estos niveles. Igualmente, ha sido utllizada para analizar Las
consecuencias que este proceso tuvo para los grupos humanos que habitaron un entorno cam• Oept. de Pn:hist6ria i d'Arqucologia. Universilatde Val~ncia.
•• Depto. de Prehistoria e Historia Antigua. UNED. Madrid.
••• Este texto fue redactado para formar parte del Memorial Moría Pilar Fumonal Geoarqueologia i Quaternari Litoral,
Univcrsitat de Valencia, Val~neia, 1999. Circunstancias diversas del proceso de edición impidieron su inclusión en ese volumen, a
pesar del interés de sus editores.
- 9-
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J.E. A URA TORTOSA,
J . JORDÁ PARDO,
M. PÉREZ
RIPOLL Y
M.• J.
RODRIGO GAJtd A
biante, en la escala del tiempo arqueológico (AURA, JORDÁ y RODRJGO, 1989; A URA y PÉREZ,
1992).
Este planteamiento puede resultar, aparentemente, tautológico: por un lado, las muestras de
origen antrópico son utilizadas para medir los cambios bioclimáticos y en la paleogeografia costera y, por otro, para argumentar que estas variaciones testimonian utfa reorientación en la forma
de gestión de los recursos durante el tránsito Pleistoceno-Holoccno más que una simple respuesta adaptativa por parte de los grupos humanos ante estos cambios; lo cierto es, que, en último término, remite a una de las cuestiones tradicionales de la investigación arqueológica: la interacción de los humanos con su medio y la consecuente valoración de cómo interactúan los procesos de cambio bioclimático y cultural.
En este caso, ambos procesos pueden considerarse interrelacionados, por su coincidencia
temporal y sus ritmos de manifestación. Esta circunstancia establece un enlace equívoco entre
ambos a la hora de delimitar su relación causal y preeminencia. En este sentido, la posición adoptada en el texto asume que:
1) A lo largo de la historia humana existieron condiciones bioclimáticas interglaciares y
variaciones eustáticas de alcance similar a las descritas en el tránsito Pleistoceno-Holoceno, sin
que en ningún caso conozcamos contextos arqueológicos comparables, independientemente de
la valoración histórica y socio-cultural que puedan merecer. Ciertamente, estas circunstancias
fueron contemporáneas de poblaciones anteriores a las anatómicamente actuales, lo que podría
reforzar los argumentos en contra de las tesis que han defendido que los cambios en la subsistencia deben ser entendidos como respuestas adaptativas frente a los eventos bioclimáticos
- sin considerar por tanto que la subsistencia este ligada a la tecnología y a decisiones sobre las
formas de implantación territorial y de interacción entre grupos, implicaciones que deben de ser
solventadas en contextos socio-culturales.
2) La valoración, en términos evolutivos, de un segmento temporal tan limitado (ca. 12.5008.500 BP) no puede obviar, ni la interacción entre medio natural y formas humanas de organización (tecnología, economía, demografia y sistemas de socialización), ni cómo se organizaron
estas relaciones en los momentos precedentes, ni cuales fueron las trayectorias resultantes.
3) A pesar de lo anecdótico del ejemplo analizado, las ocupaciones humanas de la Cueva de
Nerja, no conviene olvidar que existe una amplia literatura arqueológica que insiste en señalar
que es precisamente durante este proceso de cambio bioclimático cuando se reconocen síntomas
de rápida transformación en la tecnología, en las formas de gestionar el medio -en su sentido más
inmediato, pero también a través de los diferentes ambientes que ahora quedan testimoniados en
variadas asociaciones paleofaunísticas y paleobotánicas- , asi como en las variaciones que en las
formas de asentamiento y en los sistemas de interacción social que se asocian a las variables
anteriores -descritas en otras áreas aunque, por ahora, no es nuestro caso-. Este proceso, que
hemos descrito lineal y genéricamente, se vincula con cambios demográficos e incrementos de
la complejidad socio-cultural, y se produjo con un rango de globalidad similar a La del evento
bioclimático que lo contextualiza: con expresiones desiguales y diversas (BJNFORD, 1968;
FLANNERY, 1969; CLARKE, 1976; BAILEY y PARKINGTON, 1987; STRAUS y ERJKSE 1998, entre
N,
otros).
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SOBRE DUNAS, PLAYAS YCALAS. WS PESCADORES PREHJSTÓRJCOS DE LA CUEVA DE NERJA
11
l. SOBRE LAS MUESTRAS UTILIZADAS EN ESTE TRABAJO
Cueva de Nerja sigue siendo uno de los yacimientos arqueológicos más meridionales del
continente europeo, ofreciendo una de las secuencias más largas, y también más complejas, de
Andalucía. Esta complejidad está ligada a las características del yacimiento - una gt!li1 cavidad
con muestras de arte parietal y mobiliar paleolítico y neolítico (SANCIIIDRIÁN, 1994), unos potentes depósitos arqueológicos distribuidos en varias de sus salas que abarcan desde el Paleolitico
superior al Calcolítico y que engloban variadas muestras de rituales funerarios: con atribuciones
solutrenses, cpipaleolfticas, neolíticas y calcolíticas-, pero también a las diferentes campañas y
equipos implicados en su investigación que, además, han referenciado sus trabajos de forma
desigual (1).
Las diversas muestras arqueológicas obtenidas a lo largo de cuarenta años de trabajos intermitentes han permitido ensamblar una de las escasas secuencias del Pleistoceno superior finalHoloceno de Anda luda apoyada sobre datos litoestratigráficos (JORDÁ PAlillO, 1986b y 1992),
paleobotánicos (BADAL, 1990), paleofaunísticos (BOESSNECK y DRIESCI I, 1980; diversos trabajos
en: JoRDA PARDO, 1986 y PELLICER y MORALES, 1995; así como los citados en este texto), radiométricos (JORDÁ PARDO, 1986; PELLICER y AGOSTA, ] 986; JORDÁ, AURA y JORDÁ, 1990; AURA et
al., 1998) y estudios sobre variados conjuntos de materiales arqueológicos (PELLICER, 1963;
NAVARRETE, 1976; PELLICER y ACOSTA, 1986 y 1997, JORDÁ, 1986b; AURA, 1986 y 1995;
GONZÁLEZ-TABLAS, 1986; ADÁN, 1988; SANCHIDRlÁN, 1994; RODANÉS, 1997; CAVA, 1997; AURA
et al., 1998) que han venido a contextua! izar una secuencia arqueológica sobre la que se han realizado lecturas diversas: contradictorias en algunos casos y excesivamente preliminares y esquemáticas en otros. Desafortunadamente, estas circunstancias han tenido una repercusión muy
negativa sobre un yacimiento que por sus características debería ser una referencia fundamental
para la arqueología de las regiones mediterráneas.
Particularmente, se han presentado hipótesis alternativas sobre las características e integridad de su registro a la hora de evaluar algunos episodios transicionales (cf. PELLICER y AcoSTA,
1986; ZILI IÁO, 1993; BERNABEU, PÉREZ y MARTiNEz, 1999) y se ha cuestionado la validez de la
evidencia fa unística de Nerja (MORALES et al., 1995; MORA L ROSELLÓ y HERNÁNDEZ, 1998),
ES,
tanto por su procedencia al tratarse de una cueva y no de un yacimiento al aire libre -desde luego,
seria interesante valorar los datos proporcionados por este tipo de yacimientos, cuando se conozcan-, como en lo referente a la interpretación de sus resultados, aunque éstos puedan ser integrados en algunas trayectorias generales descritas para el ámbito mediterráneo peninsular (AURA
y PÉREZ, 1992 y 1995; YlLLAVERDE y MARTÍNEZ, 1992 y 1995) (2).
(1) El resumen de los trabajos y equipos implicados puede consuharsc en JORDÁ (1986a}, PEWCER y ACOSTA (1986 y 1997).
PELLICE!t y MORAU:S ( 1995) y diversos trabajos en SANCHIDRIÁN y SIMÓN ( 1998).
(2) Independientemente de cómo evaluemos los cambios diacrónicos de las paleofaunas registradas en Ncrja, resulta relevanle la contextualización arqueológica, estratigráfica y radiométrica que se realiza en unos (MORALES eJ al., 1995; MoRALES, Roseu.ó
y HERNÁNDEZ, 1998) y otros de los trabajos citados (AURA y PEREZ. 1992 y 1995; AU el al., 1998) -tanto en lo refc:rentc al yaciRA
miento estricto de Cueva de Nelja como en relación al problema analizado- . Además, el tamailo y composición de las muestras
manejadas en cada caso revela importantes diferencias en los procedimientos de recuperación del material paleofaunístico, como
acertadamente se ha concluido (HERNÁNDEZ, 1995), lo que también debería haber interferido en su valoración.
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J.E. AURA TORTOSA, J. JORDÁ PARDO, M.
P~REZ
RtPOLL Y M.• J. RODRIGO GARC(A
Los datos que se describen a continuación fueron recuperados durante las campafias de
excavación dirigidas por el prof. Francisco Jordá entre 1979 y 1987. Proceden únicamente de dos
de las salas externas denominadas de la Mina y del Vestíbulo que, en origen, conformaban una
amplia boca que daba acceso al interior de la cavidad, delimitando uo arco de algo más de 30 m
de longitud y en cuya parte externa debe extenderse un potente yacimiento arqueológico, con un
grado de integridad desconocido y actualmente sellado por las obras de infraestructura realizadas para permitir el acceso de los visitantes a la cueva. Ambas salas, que no son las únicas que
contienen depósitos arqueológicos, tienen una superficie que ronda los 200 m1 en cada caso a
techo de los depósitos que Jas colmatan, aunque su extensión es mayor a medida que se profundiza (JORDÁ PARDO, 1986a). Los sedimentos obtenidos fueron cribados con agua a presión y flotados a través de tamices de 10, 5 y 1 mm (BÉCARES y JoRDA PARDO, 1986).
La comparación de las secuencias litoestratigráíicas obtenidas en ambas salas revela importantes coincidencias en los procesos que intervienen en su formación, pero también una desigual
expresión de los mismos, tal y eomo ya se ha señalado en diferentes trabajos (JORDÁ PARDO,
1986b y 1992).
La de la Mina ofrece una secuencia bastante completa entre el 4.000 y el 12.500 BP y un
tramo basal situado a muro de las capas con industrias magdalenienses, de dificil caracterización
arqueológica, que se ha correlacionado con los niveles con ocupaciones del Paleolítico superior
inicial de la sala del Vestíbulo (JORDÁ PARDO, 1986b y 1992; JORDÁ CERDÁ, 1984 y 1986b;
JORDÁ, AURA y JORDÁ, 1990).
La sala del Vestíbulo es la que ofrece la secuencia arqueológica más completa, aunque inte~
rrumpida por procesos erosivos que en algunos episodios llegan a marcar hiatos deposicionaJes
cercanos a los 5.000 años (fig. 1). Los depósitos del área excavada abarcan el segmento comprendido entre el 24.000 y 6.000 BP. Posiblemente, las formaciones columnares y la propia paJeotopografia de esta sala han favorecido que los procesos erosivos de alta energía reconocidos
en la sala de la Mina no hayan desmantelado algunos paquetes de esta sala, favoreciendo una
mejor conservación de la secuencia paleolitica. Igualmente, la distorsión detectada en la sala de
Algunos ejemplos pueden ser ilustrativos al respecto. Los restos de mamíferos englobados en niveles con industrias atribuidas
al Epipaleolítico y Paleolitico superior se distribuyen en 688 efectivos parn el corte NM80 (= Nerja-Mina, con una superficie de 6
m') y 1.547 para el corte NT82 (• Ncrja-Torca: 12 m' ), totalizando 2.235 efectivos, de los que se identifican anatómica y taxonómica mente 609: el 27,25% del total de NR (MORALES y MARTfN, 1995: Tablas S y 7, cuyos recuentos no coinciden con los resultados
globales otrecidos en la Tabla 20).
Por nuestra parte, en el primero de los trabajos rcfcrcnciados manejamos 2 muestras: NM capas 16-13 (• Ncrja-Mina), asociada a industrias del Magdalcnicnsc superior y Epipaleolítico, estaba formada por 2.514 restos identificados que hablan sido recuperados sobre una extensión de 11 m'; y NV capas 7-4 (= Nerja-Vcstibulo), vinculadas a un contexto arqueológico similar, constituida por 2.013 restos con atribución taxonómica, procedentes del sondeo de 1 m', cuadrícula C-4 (AuRA y PI\Rf.Z., 1992). En el caso
de NM no se incluían los restos procedentes de las capas situadas a muro de los depósitos con industrias magdalenienscs: NM-17 a
NM-19, que previsiblemente si lo estaban en la agrupación genérica de Paleolhico de la publicación referenciada anterionneote
(MORALES y MARTíN, 1995).
Estas diferencias son aun mayores si hacemos intervenir los datos manejados en este trabajo (c/Tablas 1, 3 y 4) y especialmente en lo referente a los conjuntos de ictiofauna y malacofauna. Así de NM80 proceden 56 restos ictiológicos de los niveles paleol!ticos y cpipaleollticos (Rosw.ó, MORALES y CA~AS, 1995: Tabla 2), mientras que nuestros recuentos alcanzan los 2.086 restos,
obtenidos a partir de una columna de 1 m' para esta misma sala y niveles (c/Tabla 3 de este trabajo); no obstante, existe un conj unto de materiales en fase de estudio por C.G. Rodríguez Santana (PF.I.t.tCF.R y ACOSTA 1997: 149). En lo que respecta a la malacofauna, en los niveles paleolítios y epipaleollticos se identifican 1.968 ejemplares (SERRANO et al., 1995), mientras que nuestros recuentos parn esta misma sala ascienden a 3.484 (JORDÁ PARDO, 1986c).
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SOBRE DUNAS, PLAYAS Y CALAS. LOS PESCADORES PREHISTÓRJCOS DE LA CUEVA DE NERJA
O Al ACIONES
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PALEOCLIMATOLOGIA
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Fig. l.- Correlación de las secuencias Utoestratigráficas obtenidas en las salas de la Mina y del
Vestíbulo de la Cueva de Nerja.
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J. E. AURA TORTOSA, J. JORDÁ PARDO, M. P ÉREZ RIPOLL Y M." J. RODRIGO GARCÍA
la Mina, por la acción combinada de erosiones y fosas excavadas desde los niveles neolíticos,
que llegan a afectar incluso hasta los niveles magdalenienses en algún sector, no alcanza en la
Sala del Vestíbulo esa profundidad.
La mayor parte de los datos manejados en este trabajo se obtuvieron en las campañas de
excavación llevadas a cabo en la sala del Vestíbulo entre J982 y 1987. En lo que se refiere a esta
saJa, a lo largo de estas campañas se excavaron un total de 10,5 m 3 de depósitos con industrias
del Paleolítico superior y Epipaleolitico, afectando a una extensión media de 4 m 2 por unidad
estratigráfica, con casos extremos en algo más de 2m2 y algo más de 6m2 • Se trata por tanto de
un muestreo que, en este caso, asumimos que es significativo -que no definitivo- de los contenidos del yacimiento arqueológico.
2. ENTORNO PALEOGEOGRÁFICO Y VARIACIONES BIOCLIMÁTICAS
La Cueva de Nerja se abre en la vertiente sur de la Sierra de la Almijara, a 158m de altitud
sobre el nivel de mar, del que apenas dista 1.000 m. E l yacimiento se sitúa justo unos metros por
encima del cambio de pendiente que da paso a una estrecha llanura costera. De espaldas a la
cueva, el relieve es escarpado y con desniveles considerables, alcanzando cotas por encima de
los 1.500 m de altitud a unos 6 km de distancia del yacimiento (fig. 2). Al sur, se abre una superficie plana y basculada hacia el mar, cortada por barrancos que en su tramo final dan Jugar a
pequeñas playas de cantos, gravas y arenas (JoRDA PARDO, 1986b).
El reflejo de los cambios biocümáticos y paleogeográficos, producidos en el lapso temporal
durante el cual se sedimentaron los depósitos arqueológicos de la cavidad puede ser analizado
incorporando a la información aportada por las asociaciones paleobotánicas y paleofaunisticas,
los datos disponibles sobre las características y extensión de la plataforma sumergida por las
variaciones eustáticas.
En general, la lectura que permiten las asociaciones paleofaunísticas recuperadas de esta
cronología es fundamentalmente paleoeconómica, dado su nivel de selección antrópica
(AGUIRRE, 1989), aunque tampoco se puede obviar que en nuestro ámbito los humanos fueron el
principal agente tafonómico, tras la extinción de los hlénidos en el Cuaternario reciente
(PALMQVIST et al., 1999). En este sentido, la macro y mesofauna muestra tan sólo una tendencia
que puede ser correlacionada más con la paleogeografia del entorno de la cavidad que con las
condiciones bioclimáticas. Nos referimos a que la práctica totalidad de restos pertenencientes a
Equus sp y Bos primigenius, así cómo una buena parte de los de Cervus elaphus, se concentran
en los depósitos anteriores al último máximo glacial, cuando la llanura costera disponía de una
extensión mayor y, potencialmente, constituía un hábitat más favorable para estas especies
(PÉREZ RIPOLL, 1997).
En la dirección contraria, la fauna marina - moluscos, peces, aves y mamiferos- se concentran en los depósitos de fines del Pleistoceno y del Holoceno, cuando la línea de costa ocupaba
una posición intermedia, más o menos, entre la del último máximo glacial y la actual, posición
que se alcanzaría en torno al 6.000 BP, si tenemos en cuenta paralelos cercanos (HoFFMAN y
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SOBRE DUNAS, PLAYAS YCALAS. LOS PESCADORES PREHISTÓRICOS DE LA CUEVA DE NERJA
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2
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e 1 e e 10 11 12 13 14 15 11 11 11 1t 20
km
Fig. 2.- Perfil topográfico que muestra la posición de la Cueva de Nerja en relación con la linea de
costa actual y las elevaciones de la Sierra de la Almijara.
ScHULZ, 1987). Tanto la avifauna ligada al medio marino, con la cita de Pinguinus impennis
(BOESSNECK y DRIESCH 1980; EASTHAM, 1986; HERNÁNDEZ, 1995), como la ictiofauna, con la
,
identificación de Melanogramus aeg/efinus (RODRIGO, 1991) y alguna especie malacológica
atlántica (JORDÁ PARDO, 1986c; SERRANO et al., 1995), coinciden en indicar unas condiciones
más frías que las actuales. Este carácter más atlántico de la costa oriental andaluza tardiglacial
está reflejado también por los depósitos de foraminíferos del mar de Alborán. que señalan una
pulsación de fauna fría entre el 12.000-10.000 BP, con presencia de Neogloboquadrina
pachiderma {PUJOL y VERGNAUD, 1989).
Conjuntos como la microfauna suelen ser diagnósticos a la hora de trazar las variaciones
bioclimáticas, aunque en el caso de Nelja los restos disponibles no proceden de un muestreo sistemático, sino de su recuperación en criba. A pesar de estos condicionantes, P. Guu..LEM {1997)
ha identificado Apodemus jlavico//is en prácticamente la totalidad de los depósitos pleistocenos
de la sala del Vestíbulo. Esta especie está ligada a condiciones eurosiberianas y no se documenta en Nerja a partir del final del Tardiglacial.
-15-
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16
J .E. AURA TORTOSA, J. JOROÁ PARDO, M. PÉREZ RIPOLL Y M.•
J.
RODRIGO ÜARCÍA
La dinámica de las asociaciones paleobotánicas, obtenida a partir de los resultados de los
análisis antracológicos realizados en la columna obtenida en la Sala del Vestíbulo, plantea un
descenso de los pisos biocümáticos deJa cJiserie altitudinal durante el Pleistoceno (BADAL, 1990,
1995 y 1998). Así, las condiciones bioclimáticas de tipo termomediterráneo, similares a las
actuales, no parecen establecerse hasta el Epipaleolitico (ca. 10.500 BP). Durante el último máximo glacial, las asociaciones vegetales indican unas condiciones mesomediterráneas en el entorno de la cueva y supramediterráneas entre los 500-1.000 m de altitud (BADAL, 1998).
La última transgresión marina consituyó uno de .los cambios paleogeográficos más drástiéos
en latitudes como la nuestra. El perfil topográfico de Jos fondos marinos en el meridiano de la
cueva y los peñtles sísmicos obtenidos para la plataforma continental en el área de Málaga indican la existencia de depósitos arenosos de playa sobrepuestos a las superficies de erosión de la
plataforma; estos depósitos están vinculados a terrazas erosivas a las profundidades de -90, -80,
-73,-60, 47,-33,-20,-15 y-10M (HERNÁNDEZ-MOLINA et al., 1994).
En la figura 3 se ofrece una hipótesis de reconstrucción de las oscilaciones marinas más relevantes elaborada a partir de los trabajos referenciados (HERNÁNDEZ-MOLINA et al., 1994). En
tomo al 20.000 BP, cuando la cueva registra las ocupaciones solutrenses, la línea de costa se
situaba, apoximadamente, a-120m (fig. 3a). En el inicio de la última transgresión, ca. 14.000
BP, esta posición babia alcanzado los -90 m, siempre respecto de la línea de costa actual. En
ambas situaciones quizás existió una franja de formaciones dunares, con arenas y fangos, de unos
4 km de anchura y con una pendiente media que rondaría el 4 %. En el primero de los casos, la
cueva se situaba a 278 m sobre el nivel del mar, del que distaba algo más de 5 km. Sobre este
sustrato de arenas y gravas ha situado E. BADAL ( 1998) el hábitat idóneo para el Pinus pinea, del
que los cazadores de la Cueva de Nerja obtuvieron los piñones, pero no su leña.
Una nueva ruptura a -73 m ha sido situada en ca. 12.500 BP (HERNÁNDEZ-MOLINA et al.,
1994), precisamente coincidiendo con el umbral en en el que se situan las evidencias de explotación de los recursos marinos por parte de los ocupantes de la Cueva de Nerja (fig. 3b). La línea
de costa se situaba ahora a unos 4 km de la cueva y su sustrato arenoso-fangoso permitió la recolección de especies como Tapes decussatus y Cerastoderma edule, por citar las más significativas (JORDÁ PARDO, 1986c; AURA, JORDÁ y RODRIGO, 1989). Por último, entre ca. 10.000 y 7.000
BP las rupturas señaladas vendrían a indicar sucesivas reducciones de esta franja arenosa hasta
alcanzar el nivel del mar los paleoacantilados en los óvalos y calas (fig. 3c y 3d); circunstrancia
que ya se habria producido en algunos tramos al retrabajarse desde el incio del Holoceno los
esquistos alpujárrides, así como los materiales pliocenos y pleistocenos que los jalonan, como
sería el caso del acantilado de travertino de Maro (JORDÁ PARDO, 1992).
3. EL REGISTRO FAUNÍSTICO
La clasificación de los conjuntos paleofaunísticos obtenidos en la sala del Vestíbulo está
prácticamente concluida. Por ello, será esta serie la que concentre buena parte de la discusión.
Para la sala de la Mina, los datos preliminares publicados para el conjunto de mamíferos y aves
- 16-
[page-n-17]
SOBRE DUNAS, PLAYAS Y CALAS. LOS PESCADORES PREHISTÓRICOS DE LA CUEVA I) E NERJA
17
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- 17-
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18
J.E. A URA TOR1'0 SA1 J. J OROÁ PARDO, M.
PÉREZ RIPOLL Y
M." J.
RODRIGO ÜARCIA
resultan incompletos (PÉREZ RlPOLL, 1986; EASTHAM, 1986; AURA y PÉREZ, 1992 ), por lo que
su referencia no será relevante.
En lo referente a la malacofauna, se maneja la información publicada para ambas salas
(JoRDÁ PARDO, 1986c), aunque igualmente está en curso de revisión la totalidad de restos del
Vestíbulo. Los datos sobre la ictiofauna proceden de sendas columnas de referencia de 1 m2 para
cada sala.
Su estudio indica que la mayor parte de estos conjuntos paleofaunisticos tuvo un origen
antrópico -reconocimiento de marcas, pautas de fracturación, exposición al fuego, selección de
partes esqueléticas... (PÉREZ RrPOLL, 1992)-, aunque puntualmente existen evidencias de aportes
no antrópicos y que pueden vincularse a rapaces y hiénidos, en los momentos más antiguos de
la secuencia.
3.1. MAMÍFEROS
La excavación de la sala del Vestíbulo ha proporcionado cerca de 20.000 restos de mamíferos, de los que algo más del 75% ha podido ser determinado a nivel de especie. Los datos manejados en este texto no incluyen el nivel neolítico (NV2) ni el meso lítico (NV3), datado en 7.240
BP. Este último, testimonial al estar intercalado entre sendos procesos erosivos, presenta importantes intrusiones de su inmediato superior, por lo que la descripción ajustada de sus componentes aconseja un tratamiento específico.
Los restos de los níveles de edad pleistocena y holocena utilizados se han agrupado en dos
bloques con el objeto de centrar la discusión en el tema que nos ocupa (Tabla 1). Conviene recordar que los datos litoestratigráficos sitúan entre ambas agrupaciones una ruptura clara (JORDÁ
PARDO, 1986b), que la información radiométrica expresa en un hiato deposicionaJ, o simplemente en la erosión de los depósitos previamente sedimentados, que tiene una duración cercana
a los 5.000 años (JORDÁ, A URA y JORDÁ, 1990) (fig. 1).
Por un lado, se han acumulado los restos englobados en Jos niveles atribuidos al Paleolítico
e
superior inicial (NV13-NVll) que reci_ ntemente han sido relacionados más con las industrias
gravetienses que con las auriñacienses (AuRA et al., 1998), a los obtenidos en los níveles con
industrias solutrenses (NV10-NV8). Se trata, por tanto, de los restos asociados a las ocupaciones datadas en ca. 24.000-17.500 BP.
Sobre este depósito, y separado por una cicatriz erosiva neta, la secuencia continúa con los
niveles que contienen industrias atribuidas al Magdaleniense superior mediterráneo con arpones
(NV7-NV5) que a techo muestra una nueva cicatriz erosiva rellenada por un depósito antropogénico (NV4), al que hemos denominado comunmente como conchero (JoRDA PARDO, 1986b).
Las ocupaciones magdalenienses de esta sala han sido datadas entre 12.500-1 1.500 BP, mientras
que para la base del conchero epimagdaleniense disponemos de una datación que nos lo sitúa en
torno al 11.000-10.500 BP; su techo no debe estar situado más allá de ca. 9.500 BP, a juzgar por
la evolución de los conjuntos arqueológicos que contiene (JORDÁ, AuRA y JORDÁ, 1990; AuRA et
al., 1998).
-18-
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SOBRE DUNAS, PLAYAS Y CALAS. LOS PESCADORES PREIIISTÓR1COS DE LA CUEVA DE NERJA
CUEVA DE NERJA
Sala del Vestíbulo
Ovis aries
Sus domesticus
Equus sp.
Bos primigenius
Capra pyrenaica
Cervus elaphus
Capreolus capreolus
Sus sc1vpha
Lynx pardina
Fe/is silvestris
Hyaena sp.
Delphinus delphis
Monachus monachus
Oryctolagus cuniculus
Lepus sp.
Restos no identificados
Total NR
NVI3-NV8
(ca 24.000-17.500 BP)
%r
o
o
20
3
2.756
293
1
2
9
12
2
0,64
0,09
88,96
9,45
0,03
0,06
0,29
0,38
0,06
NV7-NV4
(ca 12.500-9.500 BP)
2
3
1
19
%r
0,06
o
o
1.344
50
88,83
3,3
o
o
44
2,9
1,05
0,46
16
7
o
o
0,79
2,57
2.885
12
39
4.361
1
843
tt .335
6.723
o
o
o
o
5.349
o
Tabla 1.- Distribución por especies de macro y mcsomamiferos (N R) contabilizados en la Sala del
Vestíbulo.
Conviene aclarar, para evitar lecturas lineales de los datos contenidos en la tabla l, que la
extensión excavada para cada una de las agrupaciones arqueológicas reconocidas y acumuladas
según los criterios expuestos no es homogénea. Esta desigualdad se debe a la excavación de una
serie de banquetas y testigos, dejados en las excavaciones realizadas en la década de los años
sesentá, y que en buena parte de su extensión habían alcanzado el techo de los niveles solutrenses (AuRA et al., 1998).
Ambas agrupaciones coinciden en destacar algunas pautas observadas en diferentes yacimientos paleolíticos y epipaleolíticos de la región mediterránea peninsular (VlLLAVERDE y
MARTINEZ, 1992 y 1995; AURA y P ÉREZ, 1992 y 1995). Nos referimos a la configuración de un
patrón faunístico dominado por una especie de ungulado, Capra pyrenaica en este caso, complementada, a lo largo de toda la secuencia, por un importante conjunto de restos de lagomorfos.
Esta especie está acompañada de un cortejo de mamíferos que sí muestran alguna variación diacrónica de interés.
En la agrupación inferior destaca la concentración de restos en dos especies, la ya mencionada Capra pyrenaica y Cervus e/aphus, pues el resto de especies no alcanza siquiera valores
cercanos a la unidad en el índice rcstringuido de macro y mesomamíferos, excluyendo los lagomorfas (Tabla L, columna % r). La presencia de Bos primigenius y Equus sp, así como los valores alcanzados por Cervus elaphus, ya han sido valorados en un apartado anterior en relación con
-19-
[page-n-20]
20
J. E. AURA TORTOSA, J. JORDÁ PARDO, M. PÉREZ RrPOI.L Y M." J. RODRIGO GARClA
los cambios paleogeográficos. Otros datos relevantes son la ausencia de mamíferos marinos y la
presencia, testimonial, de coprolitos de Hyaena sp. en una de las cubetas de la colada basal de
esta saJa.
En el conjunto correspondíente a los niveles finipleistocenos y holocenos se incluyen cinco
restos de fauna doméstica que tienen un carácter intrusivo en el techo del conchero y proceden,
con total seguridad, del nivel neolítico (NV2) (3). Respecto de la agrupación anterior, destaca la
práctica desaparición de los grandes ungulados, Bos primigenius y Equus sp, y una cierta redistribución de la frecuencia obtenida por Cervus e/aphus en la unidad inferior entre cuatro especies: el propio Cervus elaphus y los emergentes Sus scropha, Lynx pardina y Monachus monachus. La presencia de mamíferos marinos es significativa y, sobre todo, sintomática de las trayectorias que analizaremos a continuación (PÉREZ RlPOLL y RAGA, 1998). De hecho, la suma de
restos de Monachus y Delphinus nos Jos situa, tanto por NR como por NMl, por delante de
Cervus elaphus.
3.2. lCTIOFAUNA
El total de restos de fauna marina recuperada en las excavaciones dírigidas por Jordá constituyen, fáci lmente, un registro único: por su cronología, su número y su diversidad (c:;(Iistado de
especies Tabla 2) y viene a ampliar las muestras conocidas basta ahora (BoESSNECK y DRIESCH,
1980; ROSELLÓ, MORALES y CAÑAS, 1995).
Un primer dato relevante es la práctica total ausencia de restos ictiológicos en los niveles
premagdalenienses. El segundo, es la diferencia del tamaño de las muestras proporcionadas por
ambas salas y su misma distribución específica. Como trayectorias cot,nunes se aprecia un cierto incremento de C/upeidae y Labridae a medida que nos adentramos en el Holoceno y un recorrido inverso para Scombridae (Tabla 3). Las mayores diferencias se encuentran en los valores
que alcanzan Belonidae y, sobre todo, Gadidae en la sala del Vestíbulo y Mugillidae y Sparidae
en la de la Mina. La cita de Accipenser sturio en Jos niveles magdalenieoses del Vestíbulo, tam-
(3) La numeración correlativa de las 8 mucslras ncolhicas, mesollticas y epipaleolíticas utilizada en un trabajo reciente puede
inducir a errores, puesto que la denominación u1ilizada coincide con la de las unidades estratigráficas y los conjuntos arqueológicos
reconocidos en esta sala: "NV3 y NV4 se atribuyen al Mesolilico reciente. NV3, sin embargo, incorporo cerámicas de estilo epicardial y animales domésticos. La parte inferior de NV3 ha sido datada en 7.240 bp (Ly-5217). Las unidades NV5 á NV8 corresponden
al Mesolltico antiguo, sin restos de cerámica o animales domésticos. Tan sólo NV8 ha sido datada en 10.860 bp (Ly-5216)"
(BERNADEU, PÉitEZ RlPOt..L v MARTiNEZ, 1999: 591). NV3 y NV4 (la cursiva es nuestra) proceden de la unidad estratigráfica, NV3,
con industrias atribuíbles al Mesolitico, pero se encuentra "intercalado entre sendos procesos erosivos (y) presenta importantes intrusiones de su inmediato superior, por lo que la descripción ajustada de sus componemes aconseja un lratamiento especifico" (if eslc
mismo trabajo). En cuanto al resto de muestras mencionadas, NV4 a NV8 com."Sponde a otras tantas suddivisioncs arqueológicas de
la un idad estratigráfica NV4, que engloba industrias Epimagdalenicnses /Epipaleolítico microlaminar y está datada en su base en
10.860 BP(UBAR-153).
Las faunas de nuestras unidades NV5 a NV7 contienen industrias del Magdalcniense superior con arpones y están datados,
respectivamente, en: 11.930 (UBAR-154), 12.190 (UBAR-1 55) y 12.130 (UBAR-156); por último, NV8 englobaba industrias solutrenses, disponiéndose de tres dotaciones para techo, parte media y base: 17.940 (UBAR-98), 15.990 (U.BAR- 157) y 18.420 (UBAR158) (AURA el al.. 1998). Evidentemente, los conjuntos procedentes de las unidades NVS a NV8 no se utili7.an en e l trabajo mencionado (BERNABEU, PÉREZ Rrrou. y MARTiNEZ, 1999), puesto que su composición y cronología excede los límites del problema analizado.
-20-
[page-n-21]
SOBRE DUNAS, PLAYAS Y CALAS. LOS PESCADORES PREHISTÓRICOS DE LA CUEVA DE NERJA
Acipenseridae
Accipenser sturio
Sciaenidae
Argynosomus regius
Clupeidae
Sardinel/a aurita
Sardina pi/chardus
Sparidae
Boops boops
Den/ex sp
Diplodus sp
Diplodus vu/garis
Diplodus sargus
Lithognatus mormyrus
Oblada me/anura
Pagellus eurythinus
Pagellus bogaraveo
Pagrus pagrus
Pagrus sp
Sarpasalpa
Sparus aurata
Spondylosoma cantharus
Sparidae sp
Belonidae
Belone belone
Gadidae
Merlangius mer/angus
Pollachius pollachius
Melanogramus aeglefinus
Phycis phycis
S erranidae
Sen·amts scriba
Serranus cabrilla
Dicentrarchus labrax
Carangidae
Trachums trachunts
21
Scombridae
Scomber scombrus
Scomber japonicus
Sphyraenidae
Sphyraena sp
Mugilidae
C/te/011 labrosus
Mugil sp
Scorpaenidae
Sco1¡1aenidae sp
Triglidae
7iyg la sp
LabridJle
Labrus mero/a
Labros bergylta
Tabla 2.- Jctiofauna. Listado de especies identificadas (muestras obtenidas en las excavaciones
Jordá).
bién está documentada en la sala de la Mina aunque no en esta muestra; junto con los Mugillidae
y alguna especie más puede ser indicativa de la existencia de medios costeros restringidos, con
estuarios y albuferas entre las desembocaduras de los ríos en ca. 12.500-11.000 BP (JORDÁ
PA RDO,
1992).
Estas diferencias son observaciones realizadas sobre un muestreo, aunque simétrico en este
caso por proceder de sendas columnas de 1 m2 • Pero, conviene avanzar, que una situación similar se producirá al comparar la roalacofauna de las ocupaciones de la Mina y del Vestíbulo englobada en níveles arqueológicamente contemporáneos.
Un catálogo tan diverso transmite la idea de una explotación igualmente diversa del com.plejo y altamente estructurado medio marino: desde áreas de sustrato arenoso (pe: los tríglidos)
o estuarino (pe: Mugilidae), a las praderas de Posidonia (pe: algunas especies de Serranidae y
Sparidae) y los sutratos rocosos (pe: algunas especies de lábridos, espáridos y escorpénidos); por
no mencionar el carácter migratorio de algunos gádidos y cscómbridos que llegan a fomar grandes bancos y sólo se aproximan a la costa, preferentemente, en época de freza (WtTHEHEAD et
al., 1986)
Indudablemente, incorporar a esta discusión una descripción más ajustada de las trayectorias recorridas por las diferentes especies, su hábitat, su etología, o el estudio sobre la evolución
- 2l-
[page-n-22]
22
J.E. AURA TORTOSA, J. JORDÁ PARDO, M. P~REZ RtPOLL Y M .• J. RODRIGO GARCIA
CUEVA DE NERJA
Sala del Vestíbulo
Accipenseridae
Clupeidae
Belonidae
Gadidae
Serranidae
Carangidae
Scienidae
Sparidae
Labridae
Scombridae
Sphyraenidae
Mugilidae
Scorpenidae
NV7-NV5
NV4
NV13-NV8
(ca 24.000-17.500 BP) (ca 12.500- 11.500 BP) (ca. 10.700-9.500 BP)
1.03
o
o
o
7,69
46,15
11,78
12,98
0,33
12, 11
5,78
0,21
68,7
o
o
o
o
0,3
o
13,33
10,47
1,05
o
92,85
78,14
83,4
NMJ9-NMl7
NM I6-NM14
NM13
(ante 17.500 BP)
Total determinados
o
47,26
6,34
7,27
0,03
0,8
0,03
( 12.500-1 1.500 BP)
(ca. 10.500-7.500 BP?)
o
o
0,18
3,51
0,61
0,65
o
o
o
0,06
o
2,83
3,05
8, 18
10,98
7,69
30,76
o
o
o
7,69
o
o
0,07
Total Restos: 7.243
CUEVA DE NERJA
Sala de la Mina
Clupeidae
Belonidae
Gadidae
Serranidae
Carangidae
o
0,43
Sparidae
o
o
45,5
47,83
Labridae
o
0,12
0,21
Scombridae
o
o
o
o
Scienidae
Mugilidae
Triglidae
Total detenninados
12,86
o
28,87
33,81
0,73
o
76,17
70,65
TotaJ NR: 2.086
Tabla 3.- Ictiofauna. Distribución por familias del NR contabilizados en las muestras procedentes
de la Sala de la Mina y del Vestíbulo.
- 22-
[page-n-23]
SOBRE DUNAS, PLAYAS YCALAS. LOS PESCADORES PREHISTÓRICOS DE LA CUEVA DE NERJA
23
de las tallas, permitiría comprender mejor la evolución diacrónica en relación con los cambios
en La línea de costa o las mismas diferendas entre las muestras procedentes de ambas salas. Estas
cuestiones y otras de indudable interés, como son las técnicas de pesca desarrolladas para capturar especies tan diversas como la sardina y el abadejo, el esturión o la breca, deberán esperar
un trabajo específico.
3.3.AVES
Todos los trabajos publicados sobre las aves de la Cueva de Nerja coinciden en situar un
importante conjunto de especies marinas en los niveles del Paleolítico final y Epipaleolftico de
las salas de la Mina y de la Torca, ca. 17.000-10.500 BP (BOESSNECKy DRIESCH, 1980; EASTHAM,
1986; HERNÁNDEZ, 1995). En el caso de los restos recuperados en las excavaciones dirigidas por
Jordá, ya se ha mencionado que la serie estudiada por EASTHAM (1986) para la sala de la Mina
está incompleta, pues procedía de la mitad, aproximadamente, de la superficie excavada en esta
sala. La obtenida en la sala del Vesb'bulo sí podrá ayudar a trazar las trayectorias diacrónicas de
este tipo de recursos a lo largo de la secuencia paleolítica, pero sus resultados definitivos todavía no están disponibles. Los datos publicados coinciden en destacar que anátidas y aves marinas son más abundantes a partir de 12.500 BP, documentándose la utilización de sus partes
esqueléticas para la obtención de matrices sobre los que fabricar las puntas finas dobles, consideradas como anzuelos rectos (AURA y PÉREZ HERRERO, 1998: fig. 2. 12).
3.4. MALACOFAUNA
De entre las numerosas clases de invertebrados recuperadas en las muestras analizadas
(Gastrophoda, Scaphopoda, Bivalvia, Cepha/opoda, Crustacea y Echinoidea) algunas son de
dificil cuantificación y otras de cuestionable procedencia antrópica. Nos referimos a que, durante el proceso de limpieza y preparación de algunas especies ictiológicas, reconocimos restos de
Crustacea y Echinoidea que habían constituido parte de la dieta de estos ejemplares y que por
su estado y partes representadas podrían conformar un patrón de restos muy fragmentado, similar al hallado en las muestras recuperadas en contexto arqueológico.
No es este el caso de los conjuntos malacológicos. En ambas salas se han recuperado importantes series, pero sin duda es la del Vestíbulo, con sus más de 12.500 ejemplares para una
columna de 1 m2 y algo más de 3 profundidad, la que previsiblemente permitirá fijar una de las
secuencias malacológicas más sólidas tras su estudio completo. En este texto hemos reducido la
relación de especies identificadas a los tres grupos más significativos: malacofauna continental,
marina de sustrato arenoso y marina de sustrato rocoso, aunque los listados completos pueden
ser consultados en las publicaciones originales (JORDÁPARDO, 1983 y 1986c).
Al igual que en el caso de los mamí.{eros, los valores alcanzados por las diferentes especies
proceden de muestras desiguales, tanto por la superficie excavada para cada sala y el desigual
-23-
[page-n-24]
24
J .E.
AUR.A T ORTOSA, J. JORDÁ PARDO, M.
PÉREZ RIPOLL Y M.•
J. R ODRIGO ÜARCfA
espesor de las capas, como por la existencia de algunos niveles en la sala del Vestíbulo que no
se han conservado en la de la Mina.
Las trayectorias diacrónicas de ambas series muestran algunas coincidencias interesantes.
Así, el recorrido seguido por la malacofauna continental se puede decir que es inverso al trazado por la marina (Tabla 4).
En el Vestíbulo, si exceptuamos los ejemplares utilizados como ornamento (COTINO y
SOLER, 1998), la presencia de malacofauna marina se constata desde el techo de los niveles solutrenses - al igual que ocurre con algunos restos de ictiofauna- , aunque debido al contacto erosivo con el nivel magadaleniense superpuesto persisten ciertas dudas sobre si esta fauna madna
procede del paquete superior, datado en ca. 12.500-1 1.500 BP, o si, por el contrario, marca el inicio de la explotación de los recursos marinos en Nerja (AuRA, 1995) (4). En todo caso, la malacofauna marina identificada en los niveles anteriores al 12.500 BP, supone tan sólo el 1,8 % del
total de la recuperada en esta columna.
La especies marinas son las que concentran el mayor número efectivos, más del 75% sobre
el total de ambas salas. Su distribución entre especies propias de sustrato arenoso-fangoso y
especies de sustrato rocoso muestra una inversión diacrónica clara en la sala de la Mina, circunstancia que en su día ya fue relacionada con la inundación progresiva de las playas hasta
alcanzar los paleoacantilados durante el tránsito Pleistoceno-Holoceno (AURA, JoRDA y
R oDRIGO, 1989). En la del Vestíbulo, esta tendencia se observa muy matizada por los altos valores alcanzados por Mytilus edulis, que dan al conjunto de especies de sustrato rocoso valores
muy superiores (Tabla 4).
4. ELEMENTOS PARA UNA CONTEXTUALIZACIÓN ARQUEOLÓGICA
Cueva de Nerja fue ocupada de manera recurrente a lo largo de miles de años, llegando a
conformar un registro complejo organizado en diferentes salas y, suponemos, en un desconocido espacio externo, delante de la gran boca de acceso a la cavidad. Las trayectorias descritas en
el epígrafre anterior sugieren una obviedad: el yacimiento registra cambios diacrónicos significativos, tanto por las variaciones en el número de especies como por la diferencias en la densidad de acumulación de restos. Esta observación constituye en si misma una estrategia para investigar cuestiones de indudable interés arqueológico: su relación con los cambios bioclimáticos, su
implicación en la duración y ritmo de ocupación o el uso del yacimiento.
Los cambios bioclimáticos, pero fundamentalmente las oscilaciones eustáticas, han servido
como argumento fundamental a la hora de explicar el umbral cronológico en el que se produjo
la explotación del medio marino, vinculando el inicio de las actividades de caza, pesca y reco"lección de especies marinas con la transgresión tardiglacial y el consecuente acercamiento de la
(4) La exposición de los cortes originados en las excavaciones de lps años 60, sin ningún tipo de protección, también ha podido ocasionar puntulcs contaminaciones de fauna marina eo los depósitos anteriores al 12.500 BP. A pesar de que antes de proceder
a su excavación procedimos a su limpieza y refrescado, no es totalmente descartable el que se hayan producido pequeños desplomes
o intrusiones originadas por la acdón de pequeños roedores.
- 24-
[page-n-25]
SOBRE DUNAS, PLAYAS Y CALAS. LOS PESCADORES PREHISTÓRICOS DE LA CUEVA DE NERJA
CUEVA DE NERJA
Sala del Vestfbulo (C-4)
Pote/la sp
Monodonta sp
T. haemastomo
Mylilus edulis
Total sus/rato rocoso
Tapes decussotus
Pectenmaximus
Cerastoderma edule
Total sustrato arenoso
Total marina
Melanopsis sp
Rumínna decollata
lbems alonensis
He/ice/la sp
NV13-NV8
(ca 24.000-17.500 BP)
%
NV7-NV5
(ca 12.500-11.500 BP)
%
NV4
(ca.I0.700-9.500 BP)
%
24
0,93
71
15,7
o
o
o
o
o
o
o
o
274
13
2,92
O,l3
o
o
125
149
33
1
32
66
214
11
12
2316
4,89
5,83
1,29
0,03
1,25
2,58
8,37
0,43
0,46
90,68
271
342
14
1
64
79
421
20
2
7
2
59,95
75,66
3,09
0,22
14,15
17,47
93,14
4,42
0,44
1,54
0,44
8577
8864
3
36
16
55
8919
32
2
408
15
91,47
94,53
0,03
0,38
0,17
0,58
95,12
0,34
0,21
4,35
0,15
91,58
31
6,85
457
4,87
o
Total continental
2339
TOTAL
2554
CUEVA DE NERJA
Sala de la Mina
Pote/la sp
Monodonta turbina/o
T. haemastomo
Mytílus edulís
Total sustrato rocoso
Topes decussatus
Pectenmaximus
Cerastoderma edule
Total sustrato arenoso
Total marina
Melonopsis sp
Rumínna decollata
Jberus alonensis
He/ice/la unifasciata
Total continental
TOTAL
25
452
9376
NM19-NMI7
(ante 17.500 BP)
%
NMI6-NMI4
(ca 12.500-11.500 BP)
%
NMI3
(ca.10.500-7.500 BP?)
%
80
15
4
282
381
974
JI
11 5
1100
1481
70
3,68
0,69
0,18
12,98
17,54
44,8
0,5
5,29
50,64
68,18
3,22
3,03
23,15
2,39
130
11
9,96
0,84
o
o
737
878
46
26
40
112
990
S
42
267
1
56,47
67,27
3,52
1,99
3,06
8,58
75,86
0,38
3,21
20,45
0,07
24,1
3
1
0,59
o
o
o
o
o
o
l
7
0,59
4,16
o
o
3
10
11
l
12
144
1,78
5,95
6,54
0,59
7,14
85,71
o
o
503
52
157
93,45
691
31,81
315
2172
31,81
nos
168
66
Tabla 4.- Malacofauoa. Relación del NMl de las especies seleccionadas.
- 25-
[page-n-26]
26
J.E. AURA TORTOSA, J. JORDÁ
PARDO,
M. P EREZ RIPOLL Y M.• J.
RODRIGO GARCIA
línea de costa al yacimiento (MORALES, R osELLÓ y H ERNÁNDEZ, 1998). La lógica de esta inferencia es incuestionable. Pero, quizás convenga contextualizarla con el fin de evaluarla desde
diferentes ángulos.
Existen algunos datos sobre los depósitos arqueológicos depositados en la sala del Vestíbulo,
no estrictamente tipológicos, que pueden ser incorporados a esta discusión. En primer lugar, conviene precisar que las unidades litoestratigráficas agrupadas en los dos bloques cronológicoarqueológicos que hemos utilizado en este trabajo tienen un espesor similar, aunque no una duración temporal equivalente, por lo que existen diferencias, que puntualmente pueden ser importantes, en lo que se refiere a su génesis, velocidad de sedimentación y procesos postdeposicionales que los han afectado (JORDÁ PARDO, 1986b y 1992). Estas diferencias litoestratigráficas
coinciden -que no explican- con un registro arqueológico que muestra ciertas pautas distintivas;
tal. y como era predecible, insistimos, porque el yacimiento difícilmente funcionó igual a lo largo
del segmento temporal estudiado. Estas diferencias tienen una lectura sencilla en su vertiente
cuantitativa y bastante más compleja a la hora de insertarlas en cuestiones histórico-arqueológicas o socio-culturales.
Las figuras 4 y 5 muestran el número de efectivos recuperados de diferentes categorías
arqueológicas por cada 100 aiíos de supuesta duración de ocupación humana de la cavidad, en la
escala del tiempo arqueológico y sirviéndonos de la secuencia radiométrica disponible (JoRDÁ,
AURA y J ORDÁ, 1990; AuRA et al., 1998). Independientemente del valor de La muestra (5), se
aprecian diferencias importantes en todas las categorías consideradas y particularmente, en lo
que se refiere a lascas, macroútiles -en la que, independientemente de sus dimensiones, se han
englobado todos los objetos que tienen como soporte un canto o bloquf>-, industria ósea y elementos de adorno. En general, se puede concluir que la densidad de evidencias es mayor en los
depósitos más recientes (6). Otra cuestión diferente es explorar si este incremento está vinculado a ocupaciones de mayor duración, más estables, o si por el contrario el origen de este registro puede ser explicado a partir de ocupaciones cortas y recurrentes (7).
Estas pautas diferenciadas coinciden con algunas variaciones en la obtención de materias
primas y algún rasgo tecnológico que tiene una clara transformación diacrónica. Las industrias
lfticas de Nerja están elaboradas mayoritariamente sobre sílex. Los productos de talla presentan
desiguales frecuencias de córtex pudiendo diferenciar, macroscópicamente, lo que hemos deno-
(S) Sin pretender extendemos sobre esta cuestión, se pueden plantear al menos 2 reservas importantes, pero que en todo caso
no deben impedimos su valoración:
a) las muestras proceden de una extensión reducida respecto de la supuesta superficie total del yacimiento;
b) la com:spondencia de esta observación con lo ocurrido en otros sectores y salas, dados los cambios laterales de densidad de
materiales que son comunes en los yacimientos arqueológicos en cueva, son de dificil evaluación.
(6) A la hora de enjuiciar los valores que ofrecen las diferentes categorlas de materiales, conviene recordar la superficie excavada. Igualmente, recomendamos la obtención de lndices similares para yacimientos paleollticos-epipaleollticos e incluso poblados
estables de la prehistoria reciente (cf AURA, 1995: 162). Es cierto que las pautas de abandono y reciclaje operan en contextos culturales diferentes y dificilmcnte comparables, sobre todo en lo que respecta a la acción de los cánidos domésticos sobre los restos de
fauna, pero los resultados pueden ser sugerentes.
(7) Puntualmente, se han controlado algunos momentos de indudadble desocupación humana, sin que por el momento podamos establecer mayores precisiones. La presencia de coprolitos de ffyaena sp en la capa NV 13 asociados a piezas esqueléticas de
Equus sp en posición anatómica y de individuos neonatos de M. myatis-blythii y M. scrheibersii en los niveles NV8, NV3 y NV2,
marcan momentos de desocupación antrópica, al menos durante la primavera y el verano en este último caso (GUILLEM, 1997).
-26-
[page-n-27]
SOBRE DUNAS, PLAYAS Y CALAS. LOS PESCADORES PREHISTÓRICOS DE LA CUEVA DE NERJA
27
80
•
O
70
MSM-EMM
PSI-SOL
60
50
40
30
20
I
JO
o
Nócleos
Lascas
Hojas
U retocado
Fig. 4.- Número de efectivos recuperados de diferentes categorías arqueológicas por cada 100 aftos
de supuesta duración de ocupación humana de la Cueva de Nerja.
2,5
T'"""--- - - - - - - -- ------.
. MSM-EMM
O PSI-SOL
2
1,5
[
0,5
Fig. 5.- Número de efectivos recuperados de diferentes categorías
arqueológicas por cada 100 afios de
supuesta duración de la ocupación
humana de la Cueva de Nerja.
1
o +--~'L---+-----~----~
Macroótiles
!.ósea
Adorno
-27-
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J.E. AURA TORTOSA, J. JOROÁ PARDO, M.
28
PEREZ RIPOLL Y
M." J.
R ODRIGO ÜARCÍA
minado como córtex fresco y córtex rodado. Esta caracterización puede ser relacionada con la
forma de aprovisionamiento: obtenido en posición primaria en el primer caso y en depósitos
secundarios en el segundo. La figura 6a muestra las frecuencias de presencia de estas dos categorías de córtex respecto del total de productos de taUa, excluyendo esquirlas y fragmentos.
La mayor presencia, relativa, de productos que presentan un córtex fresco, se concentra en
el tramo basal de la sala del Vestíbulo (ca. 24.000-17.500 BP), coincidiendo con los mayores
módulos tipométricos de la industria. La figura 7 muestra la longitud media de lascas y hojas
retocadas (MR) y sin retocar (MNR). El tamaño de las soportes laminares que han sido retocados de los niveles con industrias del Paleolitico superior inicial y Solutrense duplica, como
media, el de las hojas magdalenienses y epipaleolíticas; obtenidas, mayoritariamente, a partir de
pequeños cantos recogidos en posición secundaria. Igual de interesante resulta el que por primera
vez se aprecian signos de estabilidad a lo largo de toda la secuencia -en la longitud de lascas y
hojas no retocadas- y el que la longitud media de las hojas retocadas de la agrupación
Magdaleniense-Epipaleolítica sea menor que el de las no retocadas (fig. 7).
Materias primas de la calidad y tamaño de las empleadas en el tramo basal de la secuencia
del Vestfbulo no fueron detectadas por nosotros en el entorno inmediato del yacimiento, ni tampoco los pequeños cantos rodados que por su morfología deben de proceder de depósitos fluvia-
~ ~------------------~
+ MSM-EMM
90
80
D!'Sl-SOL
20
70
60
!5
50
40
10
30
5
I
20
10
0 +----------+--------~
Córtcx
fresco
+ MSl\•1-EMlvl
O PSI-SOl.
Córtex
o
rod
J+CR
Fig. 6a.- Frecuencias de presencia de las dos
categorías de córtex respecto del total de
productos de talla.
Otra~
Fig. 6b.- Frecuencias de presencia de materias
primas, excluyendo el sílex.
- 28-
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SOBRE DUNAS. PLAYAS Y CALAS. LOS PESCADORES PREHISTÓRICOS DE LA CUEVA DE NERJA
29
70
•
60
Lascas~
~ Lasca~MNR
Hojas ~IR
A
Hojas MNR
•
50
.m
20
O'
•
A
o
•
~
-a-
EMM
30
MS!'..i
SOL
lJ
r.\
•
-o
10
o
PSI
Fig. 7.- Longitud media de lascas y hojas retocadas (MR) y sin retocar (MNR).
les y/o marinos. Sin embargo, el estudio mineralógico y cristalográfico de las muestras procedentes de estos niveles concluye en indicar una alta coincidencia con los resultados obtenidos
para las muestras recogidas en los afloramientos de Periana, Alfamate o Zafarraya (GIRALT,
1994), asociados en el primer caso a un taller calcolítico y distantes más de 25 km de Cueva de
Nerja.
Además del sllex, puntualmente, se utilizaron otras rocas que también ofrecen variaciones
interesantes, a pesar de su escaso número de efectivos. En la figura 6b se muestra cómo se distribuyen estas materias primas a lo largo de la secuencia, apreciándose que la mayor parte de productos (MR+ MNR) de materias primas como el cristal de roca y elja~pe (n=95), particularmente
una variedad de coloración amarilla, se concentre en los niveles anteriores al 12.500 BP. Esta
variedad es muy similar, al menos macroscópicamente, al reconocido por M. Martínez Andreu
( 1989) en algunos yacimientos del Magdaleniense superior final de Murcia, está presente en las
series solutrenscs de Cueva Ambrosio -colección F. Motos depositada en el SI P de Valencia- y
es posible rastrearlo también en yacimientos valencianos (pe: la Cova del Parpalló). En la dirección contraria, los productos de talla obtenidos sobre caliza y diferentes rocas metamórficas de
carácter local (8) tienen una cierta entidad (n= 172), precisamente, a partir de esta fecha:
12.500 BP (fig. 6b).
La valoración arqueológica de estas tendencias configura un complejo entrelazado de varia-
(8) Sobre cantos aplanados. posiblemente recogidos en la misma playa.
-29-
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30
J.E. A URA TORTOSA,
J. JORDÁ
PARDO,
M.
PEREZ RIPOLL Y M." J. RODRIGO GARCÍA
bies que permiten investigar los cambios, aparentemente sencillos, en las actividades desarrolladas en el yacimiento, y desde el yacimiento. Particularmente, algunos rasgos de los equipos liticos pueden ser utilizados para delimitar estas observaciones. Así, resulta significativa la desproporción observada entre niveles antiguos y recientes en las categorías de lascas y macroútiles, si
los comparamos con el resto de variables del utiJiaje lítico (figs. 4 y 5). El valor alcanzado por
las primeras en los niveles MSM-EMM no parece estar vinculado, exclusivamente, a las fases
de preparación de núcleos para la producción de hojas-hojitas, puesto que los índices que ofrecen este tipo de soportes es inferior al de los niveles PSI-SOL (9). La producción de lascas y la
densidad de macroútiles -así como su diversidad: retocadores, percutores, pulidores, cantos
tallados y cantos pintados o con restos de ocre- , puede ser indicativa de un incremento de las
actividades de fabricación y reparación de los equipos de piedra y hueso, pero también con el
desarrollo y/o aumento de las tareas de procesado de determinados recursos durante las fases más
recientes (cjCLARKE, 1976). Los datos sobre la industria ósea y los elementos de adorno, mayoritariamente fabricados sobre ejemplares de malacofauna (COTINO y SOLER, 1998), también
registran diferencias (fig. 5).
Estos rasgos coinciden con lo que podemos denominar como un incremento de la estereotipación del utillaje lítico retocado, manifestado en que la diversidad de morfotipos es mayor en
las unidades con industrias del PSI y Solutrense, en las que el número de útiles retocados es sensiblemente menor, respecto de las upidades que engloban industrias magdalenienses y epipaleolíticas, en las que el incremento de efectivos recuperados no está acompañada de una similar
diversidad de morfotipos retocados. Esta tendencia puede complementar una observación anterior: el que en los conjuntos magdalenienses y epipaleolíticos la longitud de las hojas sobre las
que se han fabricado morfotipos retocados sea menor que la de las hojas sin retocar (fig. 7), cuyo
origen puede ser vinculado con el reavivado de los útiles y, especialmente, con aquellos cuya
parte activa se dispone transversalmente sobre el eje técnico y morfológico de los soportes - raspadores, truncaduras y en menor medida buriles.
Los cambios observados en las materias primas -en las formas de captación y en el uso,
marginal, de algunos tipos de materias-, así como en la densidad desigual de diferentes categorías de materiales arqueológicos -con incrementos de aquellas que hemos relacionado con tareas de fabricación y mantenimiento de equipos líticos y óseos y con actividades de procesad
Las tendencias a fabricar un utillaje progresivamente más estereotipado -con indicios de reavivado y reciclaje (1 0)- establecen diferencias entre las ocupaciones datadas en ca. 24.000-17.500
BP y las de edad 12.500-8.500 BP. La lectura de este proceso entrelaza cuestiones complejas que
vinculan de forma estrecha el uso y función del yacimiento, las actividades desarrolladas en y
(9) La captación de materias primas es diferente y tiene una expresión tecnológica y tipométrica explicable probablemente
desde el uso que se hace de la cavidad en estos momentos. Esta situación ha podido ocasionar patrones de residuos de producción
diferentes. Desde luego podemos hacer intervenir la posibilidad de que productos laminares elaborados aquí fueran transportados y
utilizados en otros lugares. Por la misma lógica, podriamos pensar que los elevados nam de los niveles más antiguos se correspondén con una situación de uso aplazado y no de próducci6n laminar en el yacimiento. Los llam de la agrupación inferior (PSI·SOL)
son 58,33 para el MR y 24,89, para el MNR; para la agrupación superior (MSM-EMM) resultan 46 y 13,58 respectivamente.
( IO)lntcncionadamente no estamos vinculando estos términos con conceptos como expedient y curoted(BARTON, 1998). aunque su po1cncialidad para investigar estas cuestiones es indudable (Vlti.AVF.ROE, AURJ\ y BARTON, 1998).
-30-
[page-n-31]
SOBRE DUNAS, PLAYAS YCALAS. LOS PESCADORES PREIIISTÓRICOS DE LA CUEVA DE NERJA
31
desde Cueva de Nerja y su integración en los sistemas regionales -expresada arqueológicamente en la tecnología, la susbsistencia, la interacción y formas de socialización (11)-.
Nuestra percepción de esta trayectoria es que las unidades que engloban industrias del
Paleolítico superior inicial y Solutrense en el yacimiento de Cueva de Ne¡ja reflejan ocupaciones recurrentes, previsiblemente cortas y localizadas, por ahora, en la sala del Vestíbulo ( 12). En
el resto de salas se desconoce su presencia, nunca llegaron a conformarse depósitos arqueológicos de esta edad o se han visto afectados por procesos erosivos ( 13) (JORDÁ PARDO, 1986b y
1992). Independientemente de estas circunstancias, el yacimiento magdaleniense-epipaleolítico
se ha conservado en la totalidad de salas y sectores, ofreciendo en todas las situaciones las mayores densidades de ocupación. Un simple cálculo del volumen de sedimentos arqueológicos contenidos en las tres salas que por ahora contienen industrias magdalenienses y epi paleolíticas ofrecería resultados por encima de los 500 m3 de depósitos para estos momentos.
Se da la circunstancia, además, de que estas unidades finipleistocenas y holocenas muestran
una importante diversidad de especies, causada por la presencia de recursos marinos.
Particularmente, la malacofauna ha servido para correlacionar sus variaciones diacrónicas con el
ascenso del nivel del mar, por ser sensible a registrar estos cambios dada la estructuración de sus
hábitats (Tabla 4). En Nerja cada una de las salas que contiene depósitos con industrias del
Magdaleniense superior, arqueológicamente contemporáneos por tanto, ofrece el dominio de una
especie diferente: Mytilus sp en la sala del Vestíbulo, Tapes decussatus en la de La Mina y Pate/la
sp en la de la Torca (JoRDÁ PARDO, 1983 y 1986c; SERRANO et al., 1995); diferencias que también se registran en La ictiofauna.
Explorar el significado de estas diferencias requiere una reposada contextualización arqueológica pero indudablemente abre múltiples interrogantes: es resultado de una simple distribución aleatoria, es indicativa de cambios diacrónicos relacionados con el ascenso del nivel del
mar o se trata de ocupaciones diferenciadas -salas de tamaño, topografia y orientación desigual,
son ocupadas estacional y/o alternativamente en función de estas variables, o simplemente por
criterios de salubridad- . Al respecto conviene recordar que coincidiendo con la formación de
estos potentes depósitos, se sigue utilizando la cueva como santuario parietal, se documenta un
arte inciso sobre soportes muebles -
(JI) Como ya hemos reiterado en trabajos anteriores, una de las principales dificultades para evaluar Cueva de Ncrja es la esca-
sa información disponible sobre los yacimientos interiores y, potencialmente, integrados en su mismo territorio económico y social.
Entre 1983 y 1996 redactamos tres propuestas para investigar estas cuestiones, sin que en ningún caso fueron consideradas. En cualquier caso, el resultado es que en la costa de Andalucía oriental se ban conservado yacimientos linipleistocenos vinculados con la
explotación de los recursos marinos, mientras que desconocemos totalmente las situaciones arqueológicas de la vecina media monta/la o de las cuencas interiores. Una situación completamente inversa a la registrada en el País Valenciano (AURA, 1995: 159 y ss).
(12) Esta consideración no sólo está apoyada en los datos cuantitativos manejados, también encuentra apoyos en datos tafonómicos (cfnota 7) y en las ca. actcrísticas sedimentarias de estos niveles. A partir de la parte media de NV8 y hasta prácticamente
r
NV 13 se observó una continua sucesión de laminaciones de gravas, arenas y arcillas, que puntualmente incluían restos de materia
orgánica, separadas por intercalaciones de cortezas estalagmiticas incipientes, alteradas y sin contiunuidad lateral (JOROÁ PARDO,
1986b y 1992).
(13) En la sala de la Mina sólo se conservaban niveles del primero de los momentos y con pocos efectivos (JoROA, 1984 y
1986b), se~alándose la presencia puntual de algún morfotipo caractcrlstico del Solutrcogravetiense (CAVA, 1997: 347). En la de la
Torca la excavación parece alcanzar los niveles con industrias magdalenienses, sin llegar a agotar el yacimiento arqueológico de esta
sala (PELLICER y ACOSTA, 1997).
-31-
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32
J.E. A URA TORTOSA, J. JORDÁ
PARDO,
M. PÉREZ
RIPOI.L Y M.• J. RODRIGO GARciA
se fabrica una industria ósea con morfotipos propios - no sólo los arpones, también las micropuntas dobles que hemos denominado anzuelos rectos- y se realizan inhumaciones (GARc!A
SÁNCHEZ, 1982; ÜONZÁLEZ· TABLAS, 1990; AURA, ÜONZÁLEZ-TABLAS y BROBELL, 1998). No se
trata, por tanto, de un yacimiento marginal que podamos equiparar, de manera simple y lineal,
con los pequeños yacimientos en abrigo-cueva que son tan frecuentes en estos momentos (e/ nota
15).
5. VALORACIÓN FINAL
Cie1tamente, la morfología de la plataforma y talud continental sobre el que se ubica la
Cueva de Nerja han permitido la conservación de un yacimiento arqueológico que contiene cambios diacrónicos en las formas de utilización de los recursos prácticamente inéditos en e l resto
del ámbito mediterráneo, si exceptuamos algunos yacimientos de la bahía de Málaga (SucH,
1920; FORTEA, 1973; AURA, JORDÁ y RODRIGO, 1989).
Los cambios bioclimáticos y paleogeográficos detectados muestran, con bastante claridad,
que el territorio de captación inmediato para los habitantes de la Cueva de Nerja nunca tuvo una
disposición radial desde e l yacimiento, pues siempre estuvo condicionado por la posición cambiante de la línea de costa y los relieves de la sierra Almijara (AURA, JORDÁ y RoDRIGO, 1989).
Durante los episodios en que se depositaron las unidades con industrias del Paleolítico superior
inicial y Solutrense la Llanura costera emergida tuvo un importante valor, tanto como vial de
comunicación como por su condición de hábitat preferente para algunas especies de ungulados
y coníferas (PÉREZ RIPOLL, 1997; BADAL,J 998). A partir de fines del Pleistoceno y e l Holoceno
inferior, las calas y acantilados se convirtieron en áreas de obtención de un importante conjunto
de recursos marinos. En ambas situaciones, la caza de la cabra montés, complementada con los
lagomorfos, fue una estrategia de explotación común.
Estas dos situaciones pueden ser correlacionadas con la evolución de la malacofauna marina, pero también con la continental. En Nerja la recolección de moluscos continentales, como
complemento de la caza de mamiferos, se data en los niveles que engloban industrias del
Paleolítico superior inic ial y del Solutrense (JORDÁ PARDO, 1986c: 169).
Ahora bien, podría pensarse, a juzgar por el importante catálogo de especies marinas que se
registra a partir de 12.500 BP, que durante e l primer tramo de las ocupaciones humanas, entre
24.000 -12.500 BP, se produjo un cambio paleogeográfico mayor que el que nuestra hipotésis de
reconstrucción indica (fig. 3). ¿Fue Nerja un yacimiento interior durante el último máximo glacial? Si nuestras proyecciones son ciertas, durante este episodio la línea de costa nunca estuvo
situada a una distancia muy superior a los 5-6 km respecto de la cavidad, y en el momento en
que se documenta una explotación significativa de este medio la costa debia situarse a unos 3-4
km de la cueva (AURA, JORDÁ y RODRIGO, 1989).
Distancias mucho mayores se han descrito para la circulación de materias primas y ornamentos durante el Paleolltico superior e incluso para restos de fauna marina sin función ornamental (14). Cabe pensar, como alternativa a lo anterior, que los ocupantes de la cavidad explo- 32-
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SOBRE DUNAS, PLAYAS Y CALAS. LOS PESCADORES PREHISTÓRICOS DE LA CUEVA DE NERJA
33
taron esa plataforma emergida, pero no el medio marino. Lo inquietante es que existen testimonios de la presencia de recursos marinos englobados en ocupaciones musterienses en el sur
peninsular, caso de las cavidades de Gibraltar (Waechter, 1964), sin que esos primeros testimonios hayan tenido continuidad en los registros posteriores, como sería el caso de Las unidades con
las que se inkia la ocupación de Cueva de Nerja (cfnota 14). Independientemente de esta consideración, convendría disponer de un estudio actual sobre la formación de los yacimientos de
Gibraltar para valorar más ajustadamente el origen y las características de estos conjuntos
(BARTON, 1998).
En el caso de Nerja y sin pretender ser reiterativos -pues al fin y al cabo se trata de un yacimiento aislado, dado el nivel de información disponible sobre el Paleolítico superior de
Andalucía (SANCHIDRIÁN et al., 1996; cfnota 11)- la utilización de los recursos marinos está contextualizada por algunos rasgos que establecen un contenido y una dirección al ser integrados en
las trayectorias diacrónicas (AURA y PÉREZ, 1992 y 1995; YILLAVERDE y MARTÍNEZ, 1992 y 1995;
VIL VERDE, A URA y BARTON, 1998; AURA et al., 1998b)
LA
En Jos trabajos citados se ha argumentado que los cambios en la composición de las asociaciones paleofaunísticas finipleistocenas y holocenas coinciden en configurar una reorientación
económica, expresada en la explotación de un mayor número de recursos y ambientes, contextuatizada por un incremento del número de yacimientos y también por la densidad de categorías
arqueológicas recuperadas ( 15).
Esta diversificación ligada en Nerja a la obtención de recursos marinos, pero expresada también en Jos yacimientos interiores (VILLAVERDE y MARTíNEz, 1995; A uRA y PÉREZ, 1995), plantea algunas incógnitas sobre sus implicaciones en el proceso que trunca las trayectorias evolutivas de los últimos cazadores holocenos: el proceso de neolitización. Cambios económicos similares a los descritos en Nerja han sido reconocidos en al menos dos yacimientos mediterráneos:
(14) Es el caso de la Cova de Santa Muira, por citar un yacimiento en el que trabajamos actualmente, distante unos 30 km de
la costa actual y que hasta la focha ha ofrecido restos de Mugillidae y Sparidae y malacofauna marina, con especies sin valor ornamental reconocido. Otro ejemplo de documentación de restos ictiológicos de especies marinas y/o salobres se ha descrito en el cercano yacimiento del Tossal de la Roca, aunque con un menor número de efectivos y cautelas sobre posibles interferencias de carácter tafonómico (CACHo et al., 1995: 63-65). Eso si, la cronología de los niveles que incluyen estos restos de fauna marina es tardiglacial y holoccna.
Estas referencias y su cronologfa nos remite a una cuestión de dificil solución y que requiere técnicas de muestreo no aplicadas hasta la focha en nuestro ámbito: la arqueologia submarina del Pleistoceno final y Holoocno.
· No nos referimos tan sólo a la probable documentación de yacimientos anteriores al tránsito Pleistoceno-Holoecno que documenten la utilización de los recursos marinos, sino a la posibilidad de que estos yacimientos sean concluyentes sobre la forma en que
se utilizaron estos recursos en momentos pre-tardiglaciales. Sobre la base de refe.rencias diversas, atestiguamos que cuando disponemos de información sobre yacimientos litorales, también disponemos de datos sobre la presencia, puntual., de este tipo de recursos en yacimientos alejados de sus lugares de obtención. El no disponer de datos sobre las fases iniciales del Paleolítico superior nos
impide valorar el papel de este tipo de recursos, pero también si su gestión y consumo inmediatos, en los yacimientos a pie de playa
actualmente sumergidos, los convierten en invisibles en los yacimientos alejados de la costa.
( 15) En un trabajo anterior relacionamos la constatación de que en la mayoria de yacimientos con industrias del Magdaleniense
superior se encuentran similares equipos industriale.~ -aunque con frecuencias relativas que configuran una importante diversidad de
situaciones- con la posibjlidad de que este tipo de registros fuera resultado de ocupaciones recurrentes, originadas por grupos de
pequcilo tamaño que recorren las tierras bajas litorales y los valles a media altura (Aura, 1992 y 1995: 167). Esta situación, de ser
cierta, no impide el que puedan ex.istir yacimientos con las caractcrfsticas descritas para Nerja, dado que la ajustada descripción de
este tipo de yacimieotos-eon una mayor estabilidad residencial o signos de un uso más intensivo de Jos recursos de su entorno- no
constituye un objetivo finalista; lo realmente significativo es llegar a comprender su inserción en la estrategia regional y su transcendencia evolutiva, si es que realmente la tuvo.
-33-
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34
J.E. A URA TORTOSA, J. JORDÁ PARDO, M. P~REZ RIPoLL Y M." J. R ODRIGO GARd
A
Franchthi y Grotta deli'Uzzo, sirviendo en ambos casos para argumentar una mayor estabilidad
en la ocupación de estos yacimientos que es considerada como una pre-adaptaci6n desarrollada
por los grupos cazadores-pescadores holocenos y que vendría a favorecer una rápida asimilación
de la agricultura primitiva (JACOBSEN, 1981; P IPERNO, 1985). Esta situación podría establecer
diferencias entre los grupos de cazadores-pescadores costeros y los cazadores de las tierras interiores, a la hora de configurar el ritmo de asimilación de los elementos tecnoeconómicos neolíticos (B ERNABEU, AURA Y BADAL, 1993).
Lo ocurrido en Nerja no parece avalar que esta pre-adaptación llegara a alcanzar el horizonte cronológico de la Neolitización. Como en tantos otros yacimientos que poseen secuencias largas infrapuestas al primer neolítico, existen dificultades importantes a la hora de delimitar las intrusiones y mezclas que, por procesos naturales o antrópicos, llegan a configurar
contextos arqueológicos transicionales, más aparentes que reales (BERNABEU, PéRF.Z R tPOLL Y
MARTÍNEZ, 1999). En Nerja, este episodio se e ncuentra afectado por varios procesos erosivos
que tienen una expresión desigual en las distintas salas. Sólo en la del Vestíbulo, y con muchas
más dificultades en la de la Mina, hemos reconocido morfotipos característicos del
Epipaleolftico geométrico - algún trapecio, microburil y hojitas de dorso-, que únicamente en
el primero de los casos parece englobarse en un contexto que tiene una cierta entidad estratigráfica: delimitada por sendos contactos erosivos con los niveles situados a muro y techo, pero
con importantes intrusiones neolíticas -presencia de cerámica, elementos de adorno y restos de
ovicápridos domésticos- .
Sobre esta base resulta dificil plantear que las trayectorias descritas para las ocupaciones con
industrias del Magdaleoiense superior y Epi paleolítico micro laminar alcanzaran el horizonte cronológico de la Neolitización y que por tanto, el incremento del número de recursos originado por
la explotación de los recursos marinos y contextualizado por los rasgos arqueológicos descritos,
tuviera alguna transcendencia en el proceso de neolitización, en la linea de lo expresado en párrafos anteriores. Lo cual nos lleva a concluir que la utilización de recursos marinos se generaliza
en el Magdaleniense y Epipaleolítico microlaminar y se constata también en el Neolítico, combinada con la explotación de agriotipos domésticos, sin que podamos ser demasiado concluyentes sobre lo ocurrido durante el Epipaleolítico geométrico-Mesolftico, dada la integridad de los
contextos arqueológicos de este momento.
Sorprendentemente, los mecanismos que guiaron esta repentina adaptación al medio marino no estaban activados en las primera fases de ocupación del yacimiento (24.000-17.500 BP),
cuando los grupos humanos fabricaron, utilizaron y abandonaron una amplia variedad de categarfas arqueológicas en la Cueva de Nerja. Todo apunta a que cazaron cérvidos, bóvidos o équidos y también recolectaron pifiones en las formaciones donares emergidas, aportando al yacimiento materias primas empleadas para la elaboración de sus equipos líticos desde afloramientos localizados a más de 25 km del yacimiento. Pero no dejaron evidencias de la explotación de
los recursos marinos en un momento en que la línea de costa debía estar situada a una distancia
de 5-6 km respecto del yacimiento.
Y es que, quizás, las dunas no les dejaban ver el mar.
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SOBRE DUNAS, PLAYAS Y CALAS. LOS PESCADORES PREHISTÓRICOS DE LA CUEVA DE NERJA
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXIV (Valencia, 2001)
JAVIER FERNÁNDEZ LÓPEZ DE PABLO*, RAFAEL M ARTINEZ-YALLE*"' Y
PERE M. GUILLEM CALATAYUD*
LA MUNTANYA DEL CAVALL (ALBALAT DELS TARONGERS, VALENCIA),
UN YACIMIENTO MESO LÍTICO EN LA SERRA CALDERONA
1. INTRODUCCIÓN
Durante los trabajos de campo desarrollados por uno de los firmantes (RMV) a lo largo del
afio 1997 para el inventario de los conjuntos de arte rupestre de la Comunidad Valenciana (1),
realizamos una visita en compafíia de Pilar Iborra a la Cova de I'Aigua Amarga (Aibalat dels
Tarongers) (Pelejero, 1973; Sarrión, 1975; Aparicio, 1979). Desde este lugar divisamos al otro
lado del barranco, en la cima de un cerro de escasa altura denominado la Muntanya del Cavall,
un conjunto de pequeños abrigos, que decidimos inspeccionar ante la posibilidad de que pudieran conservar muestras de arte rupestre.
Tras el ascenso hasta el cerro comprobamos que buena parte de las cavidades babfan sido
desmanteladas por trabajos de extracción de roca. En su parte central, en tomo a una pequeña
laguna, localizamos una concentración de material lftico tallado en superficie. Tras una primera
recogida de material se realizaroh de forma intermitente, y por espacio de tres afios, diversas visitas al yacimiento. Estos trabajos consistieron en la delimitación del área de distribución del material arqueológico as( como en la recogida de los materiales de superficie.
La mayor parte del material lítico fue recuperado en una superficie de unos 240 metros cuadrados, lo que indica una fuerte densidad. El material arqueológico fue recogido de forma sistemática, recuperando la totalidad de evidencias visibles.
* Instituto de Arte Rupestre. Organismo Público Valenciano de Investigación .
.. Instituto de Arte Rupestre. Organismo Público Valenciano de lnvestigación. Musco de la Val!torta.
( 1) Trabajos promovidos por la Dirección General de Patrimonio Art.isLico de la Consellería de Cultura y Educación de la
Gencralitat Valenciana.
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JAVI ER FERNÁNOEZ LóPEZ DE! PABJ..O, RAFAEL MAIUÍNEZ-YALLE Y PERE
M. G UILI.EM CALATAYUD
2. EL PAISAJE
La Muntanya del Cavall, con una altura máxima de 240 m.s.n.m., es una de las primeras elevaciones de la vertiente meridional de la Serra Calderona.
La Serra Calderona constituye el sector oriental de la unidad Jabalambre-Calderona, perteneciente al dominio estructural y sedimentario del Sistema Ibérico. Sus mayores alturas se alcanzan en el macizo de Jabalambre, con cotas en torno a los 2000 metros desde donde desciende en
dirección sureste hacia el Golfo de Valencia. A lo largo de este recorrido divide las cuencas de
los ríos Mijares y Palancia al norte, y Thria al sur.
Atendiendo a los procesos de formación y a su geología la Serra Calderona puede dividirse
en dos sectores. En el sector occidental predominan los materiales j urásicos, mientras que en el
oriental se presenta como una estructura fallada constituida fundamentalmente por materiales
triásicos (Buntsanstein y Muschelkalk) (Pérez Cueva, 1989). Es en este sector donde se Localiza
la Muntaoya del Cavan.
En las fuentes consultadas aparece bajo diferentes denominaciones. En la cartografia del
Instituto Geográfico y Catastral se cita como Cerro del Cabal/ (sic) (hoja 696, escala 1:50.000)
y como Cabal/ (hoja 696-l, escala 1:25.000). Doménecb Campos ( 1992) la menciona como
Muntanya del Cavall Pelut y los habitantes de su entorno se refieren a ella como Muntanya del
Cavall, denominación que utilizaremos en las páginas siguientes.
Si nos aproximamos hasta eUa desde el sur, atravesando el Pla de Pavia, aparece ante nosotros como un cerro alargado en sentido NO-SE, delimitado por los barrancos del Aigua Amarga
al oeste y de la Calderona al este. Al noreste, a una distancia de apenas dos Km se encuentra el
Coll de la Calderona, paso natural de apenas 200 metros de altitud por donde discurre un antiguo camino que da acceso al valle del Riu Palancia.
Actualmente el paisaje de su entorno se encuentra profundamente alterado. Las zonas más
llanas donde antafio se asentaron campos de secano con algarrobos y olivos han sido transformadas en su mayor parte para cultivo de citricos. Laderas enteras con abancalamientos históricos han sido desmanteladas con esta misma finalidad y se han levantado numerosas v iviendas de
segunda residencia, en lo que constituye un ejemplo claro de vandalismo paisajístico y ambiental.
La montaña se encuentra coronada por sus laderas norte y sur por un pequeño cantil de rodeno que fue parcialmente destruido a principios de siglo por varios frentes de cantera. Del paso
de los canteros se conservan algunos refugios en piedra seca y un camino de herradura parcialmente empedrado que desciende hasta el llano por la ladera sur.
Su extremo oeste abierto hacia el Barranc de 1' Aigua Amarga presenta una configuración
ligeramente cóncava, lo que favorece la acumulación y mantenimiento de una lámina de agua de
basta 300 metros cuadrados de carácter estacional. Informantes de las poblaciones próximas nos
han indicado que hasta los años setenta la "bassa de la Muntanya del Cavall", como así la denominan, mantenía agua durante todo el año. Esta afirmación se ve refrendada por la vegetación
que crece en su entorno compuesta por ciperáceas, juocáceas y algunos pies de sauce (Salix atrocinerea) de porte arbóreo.
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LA MUNTANYA DEL CAVALL (ALBALAT DELS TARONGERS, VALENCIA)
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Sus laderas están cubiertas por un pinar termomediterráneo de pino blanco (Pinus ha/epensis) aclarado por incendios forestales recientes. El estrato arbustivo esta formado principalmente por lentiscos (Pistacea /entiscus), madroños (Arbutus unedo), enebros (Juniperus oxicedrus),
coscojas (Quercus coccifera) y aladiernos (Rammus alaternum) entrelazados con madreselvas
(Lonicera sp.) y zarzaparrillas (Smilax aspersa).
Las coordenadas geográficas del yacimiento son: 0° 21' 5 1" long. E; 39° 38' 52" latitud N
(hoja 696-1 del Instituto Geográfico y Catastral, FJ1:25.000, t• edición, 1976). El yacimiento se
localiza en tomo a la pequeña laguna, con una concentración más elevada de restos en un área
de 200 metros cuadrados en su margen izquierda (Fig. 1).
Fig. 1.- Mapa de localización del yacimiento.
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JAVIER FllRNÁNDEZ LóPllZ DE PABLO, RAFAEL MARTINEZ-VALLE y PERE M. G UtLLEM CALATAYUD
Tenemos pocos datos sobre el poblamiento preltistórico de la zona con anterioridad a la
Edad del Bronce. Inocencio Sarrión menciona la existencia de diversos yacimientos Uticos de
superficie en los que se recogieron industrias con foliáceos {Sarrión, 1975). Quizás uno de los
yacimientos más destacables sea la cueva de enterramiento múltiple de la Coveta del Monte
Picayo, en Sagunto (Lerma y Bemabeu, 1978). Mayor es la información referida a conjuntos de
Arte Rupestre: la Cova del' Aigua Amarga (Sarri.ón, 1975; Pelejero, 1973; Aparicio, 1979), con
estilos Levantino y Esquemático; los Abrigos del Barranc del Llop (Barrachina, 2000), con Arte
Levantino, Esquemático y Macroesquernático, según la autora; El Covacho del Barranco del
Diablo, la Covacha Picayo 1 y II (Ripollés, 1990) y el Peñón de Santo Espíritu (Pelejero, 1971;
Sarrión, 1975; Aparicio, 1979), éstas tres últimas con Arte Esquemático.
3. ESTUDIO MORFOTÉCNICO DE LA INDUSTRIA LÍTICA
3.1. CONSIDERACIONES PREVIAS
La mayor parte de trabajos realizados sobre colecciones procedentes de yacimientos líticos
de superficie post-paleolíticos, en el ámbito mediterráneo de la Penfnsula Ibérica, han sido abordados desde una perspectiva que privilegiaba el análisis morfológico, centrándose en el estudio
del material retocado. La escasa atención recibida por los restos de talla descansaba principalmente en las características propias de este tipo de registro -nula fiabilidad estratigráfica de los
yacimientos y el grado de alteración post-deposicionaJ del material (pátinas, fracturas y retoques
mecánicos, rubefacciones, etc.)-, así como en los objetivos fundamentales de este tipo de investigación: contextualizar la industria respecto a registros estratificados con el fin de proponer una
cronología relativa.
Nuestra experiencia en el análisis de las colecciones de superficie nos ha llevado a buscar
vías de estudio que completen el análisis morfológico de los conjuntos 11ticos contemplando
otros factores que intervienen en la configuración final, es decir, en la colección en sí. Así el alto
grado de variabilidad industrial que advertimos en estos conjuntos puede tener un doble origen:
por un lado podrían señalarse aquellos factores de orden tafonórnico, entre los que destacarían
los procesos post-deposicionales y los palimpsestos de ocupaciones. Y por otro lado, aquellos
factores inherentes a la propia producción lítica corno son la disponibilidad de la materia prima,
las necesidades concretas que suscitaron esa producción y el filtro cultural que condiciona la
puesta en práctica de unas opciones técnicas concretas. Probablemente sea el "efecto palimpsesto" - recurrencia ocupacional en un área determinada dando lugar a diversas unidades deposicionales que con.figurán una estratigrafia horizontal- el que genere mayores problemas de cara a
la interpretación del conjunto.
Los objetivos principales que perseguirnos a través del estudio morfo-técnico de las industrias procedentes de este tipo de yacimientos son dos: en primer lugar, establecer una hipótesis
sobre la cronología relativa de( conjunto industrial sefialando la presencia de uno o varios periodos a partir del reconocimiento de elementos característicos entre el material retocado y los res-
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LA MUNTANYA DEL CAVALL {ALBALAT DELS TARONGERS, VALENCIA)
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tos de talla; y en segundo lugar, intentar definir cuando sea posible, las características generales
del tipo de producción que encontramos en el yacimiento.
Para ello se ba realizado un análisis global del conjunto industrial partiendo del concepto de
cadena operativa. Este concepto que procede originariamente de la etnología fue introducido en
la Prehistoria por Leroi-Gourhan {1971 ), siendo posteriormente desarrollado en los estudios de
tecnología lítica por J. Tixier (1980) y por otros investigadores/as franceses (Perles, 1987;
Pe1egrin, Karlin y Bodu, 1988, entre otros). Su ventaja frente a otros métodos de trabajo como
la tipología, reside en que diferencia diversos procesos que van desde el aprovisiooamniento de
la materia prima hasta su abandono pasando por las etapas de fabricación y utilización del utillaje. A este respecto creemos como Perles (l987: 23) que el concepto de cadena operativa puede
ser empleado a nivel teórico dado su desarrollo lineal, posee un principio y un fin, proporcionando un cuadro cronológico para el estudio de las operaciones técnicas. Es aquí donde reside
su verdadero potencial a nivel metodológico, ya que estructura la utilización de los materiales
por los grupos humanos ubicando cada objeto en un contexto técnico y ofreciendo un cuadro
metodológico a cada nivel de interpretación (Inizan et al., 1995: 14).
3.2. CARACTERÍSTICAS DE LA COLECCIÓN
Como paso previo al análisis de la industria y dadas las especificas características de los
registros de superficie, resulta necesario establecer un primer protocolo que contemple diversos
condicionantes relativos a las características de la colección, como son su procedencia, entidad
y homogeneidad. El material lítico estudiado en este trabajo procede de diversas recogidas realizadas de forma sistemática (ceñida a un área delimitable de unos 240 metros cuadrados, y en
la que se han recuperado la totalidad de evidencias visibles). En segundo lugar la colección está
formada por 1587 objetos líticos (Tabla 1), lo que supone una muestra aceptable para realizar un
estudio morfo-técnico que intente situar cada una de las categorías en los diferentes segmentos
de una cadena operativa. Por último, y tras un examen previo de la industria, se comprobó la
existencia de ciertos elementos que indican un buen grado de homogeneidad, tanto a nivel tipológico, ya que la mayor parte del material retocado puede adscribirse a una fase concreta del
Mesolltico Reciente, como industrial, debido al empleo mayoritario de dos categorías de materia prima en las que se reconocen los diferentes estadios de la cadena operativa.
En líneas generales las condiciones de estudio que presenta el material son buenas si se tiene
en cuenta que estamos ante una colección procedente de un registro de superficie. Encontramos
un reducido número de piezas que posee una pátina muy desarrollada, con signos evidentes de
desilificación, pérdida de masa y un avanzado estado de rodamiento. Sin embargo, la mayor
parte del material presenta alteraciones en las superficies que permiten el reconocimiento de la
coloración del sílex, como es el caso de la pátina poco desarrollada o las rubefacciones parciales. Son sin duda las alteraciones térmicas las que alcanzan una mayor entidad como se puede
desprender del número de debris térmico. En este sentido no se han documentado alteraciones
características que permitan proponer La existencia de un tratamiento térmico del sflex en La línea
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46
JAVIER f ERNÁNDEZ LOPEZ DE PABLO, RAfAEL MARTIN EZ-VALLE Y PERE M.
GUILI..EM CAI.ATAYUD
sefialada por otros autores (Binder y Gassin, 1988). Creemos, sin embargo, que una buena parte
de las alteraciones térmicas son de origen post-deposicional: corno la pátina del desierto (Keeley,
1981) cuyo desarrollo está en relación con el sedimento donde están depositadas (en este caso
arenas), y por el hecho de que rubefacciones y levantamientos térmicos estén presentes indistintamente en las diferentes categorías técnicas.
Las principales alteraciones mecánicas que han sido individualizadas se reparten entre los
desconchados, algunos de los cuales presentan unas morfologías muy clásicas corno los de media
luna, cuya incidencia al iguaJ que ocurre con las fracturas post-deposicionales es superior en las
piezas con un ángulo de falo menor.
Tabla 1.- Clasificación general de la industria en categorías tecnológicas.
M. Bruto
M. Retocado
TOTAL
Bloques, cantos o nódulos
Frag. de bloques, nódulos o cantos
10
10
Núcleos de lascas
Frag. de núcleos de lascas
3
3
3
3
Núcleos de láminas/laminitas
2
2
Frag. de núcleos de láminas/laminitas
1
1
Productos de acondicionamiento
2
9
2
1
145
39
174
3
-Lasca delgada sin córtex
56
15
7
29
34
34
380
3
3
22
59
15
10
30
37
37
404
Lascas y frag. de lascas < 1 cm
672
2
674
Debris térmico
86
86
Debris no térmico
20
20
-Tabletas/semitabletas
-Lascas de mantenimiento de la tabla laminar
-Crestas y semicrestas
Láminasllaminitas
3
9
2
Lascas y frag. de lascas > 1 cm
-Lasca de decalotado
-Lasca espesa cortical
-Lasca espesa no cortical
-Lasca delgada con córtex superior a 2/3
-Lasca delgada con córtex entre 1/3 y 2/3
-Lasca delgada con córtez < 1/3
1510
TOTAL
-46-
3
l
77
1587
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LA MUNTANYA DEL CAVALL (ALBALAT DELS TARONGERS, VALENCIA)
47
3.3. MATERIA PRIMA
El sílex es la materia prima empleada mayoritariamente en la producción lítica del yacimiento, seguida muy de lejos por la cuarcita con 5 efectivos y por la caliza con tan sólo uno. La
mayor parte del silex - aproximadamente el 90o/o- posee unos caracteres macroscópicos muy
similares: la coloración es gris, comprendida entre la gama de los grises y los marrones grisáceos oscuros; su textura es fino-media y es totalmente opaco. El examen del córtex de los productos de talla parece indicar su introducción en el yacimiento bajo dos categorías de soportes
naturales diferentes:
a) Cantos rodados de morfología subcuadrangular, ligeramente angulosos pero con las aristas completamente redondeadas. El córtex presenta una superficie lisa y muy delgada con una
pátina ligera pudiendo ser interpretado como neocórtex producido por rodamiento. El tamafio de
estos cantos es reducido, en ningún caso superior a los 1Ocm de longitud, mientras que la anchura y el espesor presentan unos valores inferiores. Esta categoría es la que ha sido más empleada.
b) Nódulos de morfología irregular con un córtex más claro y grueso con una pequefla zona
de transición subcortical de color gris oscuro. Su representación en el conjunto es mucho más
reducida que la categoría anterior. Por último quedaría un pequeño grupo cuyo córtex de coloración marrón presenta una superficie más rugosa y de apariencia porosa sin que podamos determinar su origen con exactitud.
El resto del sflex documentado en la industria alcanza unos porcentajes muy reducidos,
encontrando además una amplia gama de colores (marrones translúcidos, beige, marrón rojizo
opaco, y blanco) y texturas. De igual forma resulta muy escasa La documentación de otros soportes naturales que no sean cantos rodados, si bien hay que reconocer la presencia de alguna estructura tabular y de diversos fragmentos diaclasivos.
El conocimiento de afloramientos de sílex en esta zona es muy precario, debido principalmente a la falta de prospecciones. Tenemos referencias de sílex con una coloración grisácea en
las proximidades de la Cueva Santa en el término municipal de Altura, donde se localizaron
diversos nódulos de sílex en posición primaria formados en una matriz de calizas liásicas
(Sarrión, 1975). Este afloramiento se encuentra a unos 35 Km en línea recta de La Muntanya del
Cavall. Si tenemos en cuenta su distancia y la ausencia de elementos de análisis, no sería conveniente considerarla como una fuente potencial de aprovisionamiento.
3.4. LA PRODUCCIÓN DE SOPORTES
El alto grado de transformación del material y la baja representatividad alcanzada en la
muestra por los núcleos y otros elementos de técnica característicos, limitan las posibilidades de
estudio de la producción lítica. Sin embargo es posible situar buena parte de los objetos líticos
del yacimiento en diferentes fases de la producción de soportes empleando el concepto de cadena operativa a nivel teórico, con el fin de esbozar algunos rasgos de la producción. La producción de soportes laminares estrechos (de menos de 11 mm) y delgados (2-3 mm) para su utiliza-47-
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2
1
o::::::::::..-===-- 4 cm
c
,
'
'
~·
u ~
4
5
Fig. 2.- Industria lítica. Elementos de técnica.
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LA MUNTANYA DEL CAVALL (ALBALAT DELS TARONGERS, VALENCIA)
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ción directa o para su transformación en un utillaje especializado - microlitos geométricos y hojitas de dorso- constituyen a priori las intenciones de talla que guiarán el proceso productivo. El
alto número de lascas de decaJotado y corticales indican la práctica de operaciones de decorticado en el mismo yacimiento.
No se ha documentado la presencia de crestas en las operaciones de puesta en forma de los
núcleos. Parece existir un aprovechamiento de la propia morfología de la materia prima como se
desprende de la documentación de soportes alargados y estrechos cuya cara superior es plenamente cortical, presentando una arista natural redondeada o formados por la intersección de dos
planos de fractura naturales. A Jo sumo, parece existir un acondicionamiento puntual de estas
superficies con el fin de establecer la convexidad longitudinal buscada, dando lugar a una semicresta con una vertiente (Fig. 2.7). La creación de esta primera arista guia será sucedida por
diversas extracciones alargadas y de sección triangular con la ·finalidad de configurar la superficie de debitage (o tabla laminar del núcleo) (Fig. 2.8).
Tanto los escasos núcleos de láminas conservados como los productos parecen indicar que
la explotación de los núcleos se realiza mayoritariamente desde un solo plano de percusión (Fig.
2.1 ). Se ha documentado un núcleo que presenta dos planos de percusión opuestos que se explotan de forma sucesiva (Fig. 2.2).
La tabla laminar de los núcleos conservados presenta un desarrollo frontal , observándose la
nula preparación del dorso cuya superficie es cortical. En ocasiones el córtex alcanza también a
los flancos del núcleo. El desarrollo frontal de la tabla laminar podría ponerse en relación con la
documentación de productos laminares de sección trapezoidal adscritos a la fase de pleno debitage que presentan córtex con una ubicación lateral delimitados por una arista muy regular.
Pocos son los elementos en la colección que permitan reconstruir las operaciones de mantenimiento de los núcleos en el curso de su explotación. Tan sólo se han documentado dos tabletas de avivado del plano de percusión que presentan un negativo anterior cuya dirección es
secante al eje de debitage. En el otro caso, la extracción ha dado lugar a un soporte espeso que
se ha llevado por delante una parte considerable de la tabla laminar (Fig. 3.27).
La regularización o mantenimiento de las superficies de debitage se produce desde extracciones procedentes del mismo plano de percusión del núcleo (Fig. 2. L4 y 15) o que parten del
flanco (Fig. 2.16 y L7), dando lugar a productos cuyo eje de lascado es perpendicular al sentido
del debitage del núcleo. En ambos casos afectan a la intersección del plano de percusión y la
superfice de debitage. Por otra parte, encontramos extracciones realizadas desde un plano de percusión opuesto a la plataforma de percusión principal, con vistas a restablecer la convexidad longitudinal de la superficie de debitage. El empleo de esta solución se puede apreciar en algunos
soportes laminares, cuyo extremo distal presenta uno o varios negativos de dirección inversa al
resto de las extracciones de la cara superior.
La producción de lascas ha sido documentada a partir de 6 núcleos. Merece ser destacada la
presencia de un núcleo de lascas (Fig. 2.3) que cuenta con una pátina muy desarrollada, con signos evidentes de desilificación y rodamiento, que reúne las características técnicas para ser considerado como Levallois (Boeda, 1993: 392): una jerarquización clara de la superficie de debitage respecto a la superficie de preparación de los planos de percusión, una dirección de las
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J AVIER F ERNÁNDEZ LóPEZ DE PABLO, RAFAEL MARTINEZ-VALLE Y P ERE
M. G UII.LEM CALATAYUD
extracciones de la superficie de debitage paralela al plano de intersección, y por último, la existencia de una convexidad bilateral y distal en la superficie de debitage. La dirección exacta de
las extracciones de la superficie de debitage es complicada de observar en ocasiones debido a la
pátina, aunque en general podrian encajar con un método recurrente centrípeto.
3.5. LOS PRODUCTOS LAMINARES
Si exceptuamos el caso de las lascas y fragmentos de lascas, de las que una buena parte son
desechos de talla asociados a la preparación de los núcleos, la categoría técnológica mejor representada en el conjunto estudiado son sin duda las laminitas y fragmentos de laminitas. La importancia de los productos laminares es todavía más relevante si se tiene en cuenta que constituyen
el 57,3 % de los soportes retocados.
El análisis de los productos laminares será abordado desde una doble perspectiva: en primer
lugar, mediante la clasificación de los soportes en diversas categorías en función de su lugar en
la cadena operativa, con el fin de realizar una caracterización más ajustada de los diferentes atributos técnicos (tipo de talón, preparación, ángulo de fractura , etc.); y en segundo término, en el
estudio tipométrico de los soportes correspondientes a la fase plena de debitage, centrándonos en
el análisis cuantitativo de la anchura y espesor.
Dadas las características de la colección, donde los soportes completos cuentan con una
representación ínfima, resulta necesario introducir categorías que den cuenta de la fracturación
del material. Los soportes laminares fracturados se han clasificado en fragmentos proximales,
mesiales y distales; siendo excluidos del anáUsis morfotécnico y tipométrico aquellos fragmentos de longitud inferior a 1O mm, y también, todos los que no conserven íntegros los dos ejes.
Esta circunstancia es necesaria para la correcta lectura diacritica de la cara superior, así como
para reconstruir con el menor margen de error posible los patrones tipométricos de las anchuras
de los productos laminares. Sin embargo debe reconocerse que esta discriminación - realizada a
efectos puramente anaüticos- puede conducir a una iofrarrepresentación en la muestra de aquellos soportes microlaminares de menor tamaño y espesor, los cuales pueden presentar una mayor
tasa de fracturación post-deposicional. Este problema deberá ser tenido en cuenta de cara a la
futura contrastación de estas categorías con series procedentes de contextos estratificados, en los
que la actuación de los agentes post-deposicionales no baya sido la principal causa de fracturación.
Como se ha señalado más arriba, los soportes ·laminares han sido clasificados en diferentes
categorías en función de su lugar en la cadena operativa. En los productos de pleno debitage se
ha diferenciado, además, el código de extracción. Para ello hemos examinado las caras superiores de los soportes laminares con ayuda de una lupa binocular trabajando entre 1O y 20 aumentos. Se ha tomado como referencia la clasificación propuesta por Bioder para el estudio de series
liticas del Neolítico Antiguo Cardial (1987: 122; y sobre todo 1991 : 34); las recordaremos brevemente:
A.- Negativos de extracciones de puesta en forma o eventualmente de fases de regulariza-
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LA MUNTANYA DEL CAVALL (ALBALAT DELS TARONGERS, VALENCIA)
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ción; pueden presentar un lado con córtex y un negativo de extracción laminar extraído del plano
de percusión principal. En esta categoría han sido también incluidos aquellos productos laminares de aristas y filos irregulares.
B l .- Productos laminares de pleno debitage de sección triangular, sin huellas de córtex o de
extracciones de puesta en forma. Su código de extracción puede ser tanto J-2 como 2- l .
B2.- Productos laminares con más de tres negativos: según Binder son productos que sirven
para corregir la convexidad transversal de la tabla laminar o también pueden estar asociados a
un cambio en la orientación del sentido de las extracciones (izquierda-derecha o derecha izquierda).
Cl.- Productos laminares de pleno debitage de sección trapezoidal cuyo código de extracción es 2-1-2'.
C2.- Productos laminares de pleno debitage de sección trapezoidal cuyo código de extracción está ordenado de izquierda a derecha (1-2-3 o c-1-2) o de derecha a izquierda (3-2-1 ó 21-c).
Como categoría "C?" se han clasificado aquellos productos de pleno debitage de sección trapezoidal cuyo código operativo no ha podido ser determinado por la alteración de la superficie,
mientras que bajo la categorfa "lndet" hemos agrupado aquellos materiales elaborados sobre
soportes laminares pero que no podemos encajar en las diferentes categorfas debido a su grado
de transformación (por ejemplo las hojitas de dorso).
Tabla 2.- Clasificación de los productos laminares.
A
Bl
82
Cl
C2
C?
JNDET
TOTAL
Sopor. Completos
7
-
-
-
1
3
-
11
Frag. Proximales
18
14
2
5
7
4
-
50
Frag. Mesiales
5
3
-
-
7
5
-
20
Frag. Distales
10
2
7
2
3
4
-
27
Material Retocado
5
7
2
2
6
6
12
39
TOTAL
45
26
11
9
24
20
12
147
El primer aspecto que hay que señalar es la buena representación de los soportes pertenecientes a la categorfa A, superando el 30%. Los talones lisos son los documentados mayoritariamente en esta categoría, seguidos por los facetados y corticales (Gráf. 1). Estos talones se
encuentran asociados con frecuencia a unos ángulos de fractura agudos (70-85°), observándose
una escasa, y muchas veces nula, preparación del punto de impacto. En la cara superior es común
encontrar aristas irregulares y en ocasiones sinuosas. Si bien estos rasgos, en especial los referidos a la parte proximal, junto aJ mayor espesor de estos soportes laminares (Gráf. 2), invitarían
-51-
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JAVI ER FERNÁNDEZ LÓPEZ DE PABLO, RAfAEl MARTINEZ·VALLE Y PERE M. ÜUILUlM CALATAYUD
a considerar el empleo de la percusión directa con percutor duro (Calley, 1986), conviene ser
extremadamente cautelosos a la hora de realizar interpretaciones en este sentido, ya que no
hemos podido acceder a buenas series experimentales de referencia para realizar análisis comparativos, y también porque existen determinados atributos que pueden corresponder a diferentes técnicas.
En los soportes laminares asociados a las categorías de pleno debitage (B 1, Cl y C2), se
puede apreciar un claro predominio de los productos de sección trapezoidal. Las diferencias respecto a la categoría anterior son notables. En primer lugar los talones preparados -en especial
los facetados y en menor medida los filiformes y puntiformes- se encuentran en franca mayoría
respecto a los lisos y corticales. Se aprecia además una preparación generalizada del punto de
impacto consistente en la abrasión sistemática de las cornisas (Fig. 2.18, 21-23; y Fig. 3.19),
mientras que los ángulos de fractura tienden hacia la perpendicularidad (85-90°). El espesor de
los soportes laminares oscila entre 1,5 y 3 mm, documentándose la existencia de algunos casos
en los que resulta inferior (1 mm).
El examen de la cara superior puede aportar datos de interés a nivel técnico y estilístico. Los
productos laminares de sección trapezoidal presentan unas aristas que tienden claramente hacia
la convergencia (Fig. 2.20-23) conforme se aproximan a la mitad superior del soporte, aspecto
observable igualmente en buena parte de los productos modificados por retoque (Fig. 3.2-3).
Existe también una documentación mayoritaria de los códigos operativos de tipo sucesivo -ya
sea de izquierda a derecha (1-2-3 ó 1-2-c) o de derecha a izquierda (3-2-1 ó 2-1-c}- respecto a
los códigos alternos (2-1-2 ').
Resulta complicado reconstruir la longitud de estos productos debido a la fracturación del
material. Tan sólo de forma indirecta, a partir del examen de los núcleos y de algunas lascas de
mantenimiento de la tabla laminar, podría considerarse la existencia de dos módulos de longitud
en los soportes de pleno debitage: uno que se situaría aproximadamente entre 15 y 25 mm (Fig.
2.2, 14, 15, 22 y 23), y otro mayor a los 35 mm, sin llegar a superar los 50 mm (Fig. 2.1).
Las anchuras proporcionan un conjunto de evidencias más sólidas a nivel cuantitativo y cualitativo. El gráfico 3 es un histograma construido a partir de las anchuras de los soportes laminares pertenecientes a la·fase de pleno debitage (categorías B1, Cl y C2). Como se puede apreciar, el margen de variación presenta una amplitud de 1O mm, tomando el valor de 4 mm para
los soportes laminares más estrechos y de 14 mm para los más anchos. Sin embargo, observamos una notable concentración de efectivos en el intervalo comprendido entre los 6 y 1O mm,
encontrando un pico máximo en los 8 mm que es el módulo dominante de la serie, y una disminución brusca de los efectivos que se salen de este intervalo. En diferentes estudios tipométricos
efectuados en distintas series del Mesolítico Reciente con trapecios en Europa Occidental, las
anchuras de los productos de pleno debitage parecen mostrar un comportamiento muy similar,
consistente en una curva de variación unimodal c uyo pico máximo se sitúa en unos valores que
muestran un fuerte grado de correlación respecto al de los trapecios (Binder, 1987; Marchand,
1999: 119; Araújo, 2000). Partiendo ya de un ejemplo más próximo como es el caso de los trapecios con dos lados cóncavos de Casa de Lara - yacimiento en el que las últimas revisiones de
materiales han puesto de manifiesto la existencia de un horizonte industrial relacionable con la
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DA
40
35
30
•B1
G C1 y C2
o/c 25
020
15
10
5
o
eo
Ll
FA
Fl
PU
RO
Talones
Gr áfico 1.- Soportes laminares. Talones.
60
DA
50
•B1
G:J C1 y C2
40
% 30
20
10
o
[0,1)
[1,2]
[2,3]
[3,4)
[4,5]
[+5]
Espesor (mm)
Gr áfico 2.- Soportes laminares. Espesores.
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JAVIER fERNÁNDilZ L6Pil7. DE PABtO, R AFAEL M ARTiNEZ-VALLE Y PI!RE M . GUILLEM CALATAYI)D
20
15
%
10
5
o
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
Anchuras (mm)
Gráfico 3.- Módulos de anchura de los soportes laminares de pleno debitage.
50
45
40
35
30
%25
20
15
10
5
~
o
4
7
8
9
10
11
12
Anchuras (mm)
Gráfico 4.- Casa de Lara. Módulos de anchura de los trapecios con dos lados cóncavos.
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LA MUNTANYA DEL CAVALL (ALBALAT DELS TARONGERS. VALENCIA)
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Fase A o Cocina 1 (Femández, J999)- podemos observar cómo los módulos dominantes en este
tipo de armaduras quedan dentro del intervalo definido por los patrones de talla dominantes (61O mm), apreciándose una gran proximidad entre los módulos mayoritarios de ambas colecciones, 8 y 9 mm respectivamente. Este fenómeno puede relacionarse con la búsqueda de una estandarización tipométrica en la producción de soportes.
En estos momentos hemos de reconocer que carecemos de criterios suficientes para pronunciamos sobre la técnica concreta empleada en la extracción de los soportes laminares de
pleno debitage. Este aspecto constituye, a nuestro entender, una carencia en un momento en el
que la determinación de las modalidades de debitage empieza a ocupar un lugar cada vez más
importante en el estudio de estas industrias. En la década de los 80, el análisis de las industrias
del Meso lítico Reciente con trapecios en diversas áreas de Europa Occidental y del Norte África,
junto a la aplicación de estudios de experimentación replicativa, llevaron a diversos investigadores a considerar el empleo de la técnica de la presión para la extracción de soportes laminares
(In izan, 1984; Tixier, 1984; Binder, 1987). Durante los últimos años, son diversos los autores que
para el mismo periodo han identificado series elaboradas por percusión indirecta: en el Macizo
Jurásico (Seara, 1998), el Macizo Armoricano (Marcband, 1999) o en Portugal (Aubry et al.,
1997). En estos casos, se señala el carácter innovador de esta técnica respecto a las producciones documentadas en momentos anteriores del Holoceno. En el caso portugués, además, la percusión indirecta es considerada como un rasgo diferenciador de las industrias del Mesolitico
Reciente frente a las del Neolítico Antiguo.
La importancia conferida a la percusión indirecta contrasta con la escasez y práctica inexistencia de trabajos publicados sobre las industrias de este momento que expongan, de forma
exhaustiva y clara, los criterios morfológicos que permitan el reconocimiento de esta técnica en
series arqueológicas. Recientes estudios experimentales indican un fuerte grado de solapamiento entre los atributos morfológicos de los productos laminares de pleno debitage extraídos por
presión y por percusión indirecta, siendo escasos los rasgos que permiten discriminar entre una
técnica u otra (la ñsuración de los talones, por ejemplo) (Gallct, 1998). El problema fundamental lo volvemos a encontrar en las características de la presente colección, donde contamos con
un alto grado de fracturación postdeposicional de Jos soportes laminares brutos, a lo que debemos añadir que la muestra estudiada no es muy amplia y, sobre todo, por no haber podido realizar comparaciones con series experimentales.
3.6. EL UTILLAJE
Con un total de 77 efectivos, el conjunto de piezas transformadas por retoque puede considerarse como reducido. Tomando como referencia la lista tipo elaborada por Fortea (1973), la
clasificación del material quedaría reflejada en la tabla 3. La documentación de microburiles
bajo unos módulos que encajan con los vistos anteriormente en el apartado de los productos
laminares indica el empleo de esta técnica de fracturación.
Similar grado de correlación tecno-tipométrica respecto a la producción laminar guardan las
armaduras geométricas trapezoidales -en concreto dos trapecios con los dos lados cóncavos y un
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JAVIER FERNÁNDEZ LóPEZ DE PABLO, RAfAEL MAR1ÍNEZ-VALLE Y PERE
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Fig. 3.-lndustria lítica. Material retocado
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L.A MUNTANYA DEL CAVALL (ALBALAT DELS TARONGERS, VALENCIA)
57
tercero que presenta una fractura parcial en el lado inferior, pudiendo corresponder a una forma
asimétrica- y también un triángulo de dos lados cóncavos fracturado (Fig. 3.1-4). Distinto es el
caso de las dos armaduras bipermicroliticas que cierran el grupo de los microlitos geométricos,
en concreto un segmento (Fig. 3.5) y un triángulo escaleno alargado con el lado pequeño corto
(Fig. 3.6). El módulo de estas piezas, en especial el referido al espesor con unos valores inferiores a J mm, es sensiblemente diferente al resto y encuentra además correlación con un fragmento apuntado de laminita de dorso (Fig. 3.7).
Las hojitas de dorso (Fig. 3.7-14) alcanzan cerca del JO % del material retocado.
Exceptuando el caso anteriormente citado, el conjunto de estas armaduras presenta un espesor que
permite ponerlas en relación con los módulos dominantes en los soportes laminares ( 1,5-2 mm).
En el utillaje de fondo común resulta bastante significativa la ausencia de buriles, grupo
tipológico que se encuentra en franca regresión durante el Holoceno. Los raspadores cuentan con
6 efectivos, realizados todos ellos sobre lasca, documentando además el empleo de lascas de
decalotado en tres casos (Fig. 3.25 y 26), lo que indica el aprovechamiento de los productos procedentes de la fase de preparación de los núcleos.
En las muescas y denticulados se observa igualmente el predominio de las lascas como
soporte, resultando también bastante significativo el empleo de productos laminares de Ja categorla A (Fig. 3.27). Las truncaduras cuentan con una buena representación debiendo diferenciar
aquellas configuradas sobre soportes laminares (Fig. 3.29-31 ), de aquellas otras elaboradas sobre
lascas (Fig. 3.32). En algunos casos, como las truncaduras opuestas a fracturas, es dificil saber
si nos encontramos ante auténticas truncaduras o ante trapecios fracturados (Fig. 3.29).
La sobrerrepresentación de las piezas con retoque continuo responde, más que a su importancia real en el conjunto, a la amplia gama de piezas con diferentes rdsgos morfológicos y técnicos que son englobados bajo este morfotipo. Por un lado, deberíamos diferenciar las lascas que
presentan un retoque cuya inclinación oscila entre plana y semiabrupta, y con una amplitud corta,
sin que pueda apreciarse una recurrencia clara a nivel morfológico. Por otra parte, encontramos
soportes laminares de diferente módulo (Fig. 3.20-23) que tienen en común presentar un retoque
de amplitud corta o marginal cuya dirección puede ser alterna, parcial bilateral o parcial unilateral, debiendo reconocer que su incidencia en otras series del McsoHtico Reciente, sin ser mayoritaria, es importante. Así, en otras propuestas tipológicas confeccionadas más recientemente,
podemos observar una mayor sistematización de estas piezas, en especial de las elaboradas sobre
soportes laminares, siendo clasificadas de diferente forma: laminitas con retoques continuos
(Valdeyron, 1994 en Boboeuf, 1998: 479), como laminitas con retoques laterales (no abruptos)
o piezas con extracciones irregulares (Binder, 1987: 66-69), o incluso han llegado a ser mantenidas bajo el grupo genérico de "piezas retocadas" diferenciándolas del grupo de piezas utilizadas (Marcband, 1999: 43) (2).
(2) Para el ámbito mediterráneo de la Península Ibérica la clasificación tipológica que ha reparado de fonna directa en este tipo
de pie1.as procede de conjuntos industriales del Neolltico antiguo Cardial (Juan Cabanillcs, 1984), siendo poca la atención recibida
en las industrias del epipaleolitico reciente. Si bien debe reconocerse que alguna de las piezas (Fig. 2.20) documentadas en el yacimiento no encajan a nivel morfotécnico ni tipométrico con las industrias geométricas, seria inapropiado considerar a estos elementos como neoliticos en la presente colección dada la total ausencia de otros morfotipos que apunten a esta adscripción (taladros, foliáceos, hojas/hojitas con retoque invasor. etc.).
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JAVIER FERNÁNDEZ
LóPE.Z oe PAllJ.O,
RAPAEL MA~triNEZ-YALLE v Pt>RE M . GutLt.E.>vt CALATAvuo
Tabla 3.- Clasificación tipológica del material retocado.
MATERIAL RETOCADO
o
R 1: Raspador simple sobre lasca
R7: Raspador con muescas (muescas laterales)
5
1
6,49
1,29
Pt : Perforador simple
2
2,59
LBAI : Lasca con borde abatido
2
2,59
1 ba2: Laminita apuntada con borde abatido
1ba3: Laminita apuntada con borde abatido rectilíneo y base redondeada
lba7: Laminita con borde abatido arqueado
Iba 11 : Fragmento de laminita con borde abatido
4
1
2
2
5,19
1,29
2,59
2,59
MOl :
Ml>2:
MD3:
MD4:
6
7,79
6,49
2,59
1,29
Lasca con muesca
Lasca denticulada
Lámina o laminita con muesca
Lámina o laminita denticulada
5
2
1
%
FRI: Fractura retocada
8
Gl: Segmento o media luna
G3: Trapecio asimétrico
G6: Trapecio con dos lados cóncavos
Gl6: Triángulo escaleno alargado con el lado pequeño corto
Gl8: Triángulo escaleno tipo Cocina
1
1
2
1
1
1,29
1,29
2,59
1,29
1,29
Ml : Microburil
6
7,79
2
13
2
2,59
16,8
2,59
6
7,79
Dl: Pieza astillada
D2: Pieza con retoque continuo
D3: Raedera
Dcbris de útiles
TOTAL
77
10,3
100
Completarían el conjunto del material retocado dos piezas astilladas y dos raederas, una
doble y otra con el clásico retoque sobreelevado escaleriforme tipo Quina. Por último bemos clasificado como debris de útiles un total de 6 piezas con retoque intencional pero que por su estado de fragmentación no pueden ser adscritas a ningún morfotipo concreto.
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LA MUNTANYA DEL CAVALL (ALBALAT DEI.S TARONGERS, VALENCIA)
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4. CONCLUSIONES
El conjunto litico de la Muntanya del Cavall reúne tanto a nivel morfológico como tecnológico diversas caracteristicas que permiten su adscripción a las industrias del Epipaleolítico
Geométrico de facies Cocina. La documentación de trapecios, microburiles, hojitas de dorso, un
posible triángulo de dos lados cóncavos y un segmento hipermicrolítico, asi como la práctica
ausencia de otros morfotipos con una cronología más reciente, resulta en este sentido significactiva. Por otro lado, los elementos de técnica y los productos laminares presentan un estrecho
grado de similitud con otras colecciones de la misma facies como el Estany Gran de Almenara
(Fortea, 1975: Fig.l), donde se constata la presencia de núcleos de producción laminar con unas
características muy similares.
La mayor presencia de trapecios con dos lados cóncavos entre las armaduras geométricas -a
pesar de lo reducido de la muestra de material retocado- induce a sugerir la adscripción de la
mayor parte del conjunto industrial a la Fase A (Fortea, 1973; Juan-Cabanilles, 1985) del complejo Epipaleolítico Geométrico de facies Cocina, La documentación de dos armaduras bipermicroliticas en la colección -un segmento y un triángulo escaleno alargado con el lado pequeño
corto- es un hecho que merece ser destacado. Si bien estamos hablando únicamente de dos piezas, su identificación resulta altamente significativa dada su común aparición en industrias sauveterrienses cronológicamente avanzadas. Sin embargo, la presencia de segmentos hipermicroliticos también se produce en otros yacimientos al aire libre como Casa de Lara (Fernández,
1999: 80, Fig. 14.20-21) que al igual que la Muntanya del Cavall tienen bien referenciadas las
industrias con trapecios. Ante esta situación, resulta extremadamente complicado situar estos
elementos en un momento concreto de la evolución industrial del Epi paleolítico Geométrico. En
primer lugar, deben recordarse las limitaciones con las que cuentan los registros de superficie
para realizar apreciaciones sobre la secuencia regional. En estos momentos no podemos afirmar
si estos materiales forman parte del bagaje cultural de las primeras industrias con trapecios, o si
por el contrario deben ser puestas en relación con las industrias sauveterrienses. A esta circunstancia debemos añadir la enorme dificultad que conlleva identificar las industrias de momentos
anteriores a la Fase A en las colecciones procedentes de yacimientos llticos de superficie: por un
lado las reducidas dimensiones de algunos elementos característicos -como las armaduras hipermicrolíticas- dificultan su visualización, debiendo tener en cuenta además que La mayor parte de
este tipo de colecciones procede de recogidas selectivas. Por otra parte, la composición de algunas de estas industrias -el caso del Epipaleolítico conocido como "genérico" o " hipermacrolítico" sería relevante- muestra el predominio de elementos de clasificación tipológica muy ambigua (lascas sin retocar, muescas y denticulados), que fuera de su contexto estratigráfico raramente pueden ser adscritas a una entidad arqueográfica concreta.
La documentación de las industrias sauveterrienses al Sur del Ebro Así, en yacimientos con estratigrafia, este horizonte únicamente ha sido identificado en el nivel
IIb del Tossal de la Roca (Cacho et al., 1995) y probablemente también en la Cova dels Blaus
(Casabó, comunicación personal). Para algunos autores este fenómeno podría estar relacionado
con una mayor prolongación de las industrias microlaminares que, en un momento avanzado de
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JAVII!R F ERNÁNDU
lóPEZ DE PABLO,
RAFAEL MARTÍNEZ-VALLE Y PERE M. G UILLEM CA LATAYUD
su evolución industrial, incorporan algunos de los elementos sauveterrienses más característicos
-en este caso las armaduras hipermicroliticas-, de tal forma que la verdadera ruptura a nivel
industrial que encontramos en el Mesolítico Reciente vendría de la mano de la sólida irrupción
de las industrias geométricas con trapecios (Aura y Pérez, 1995).
De admitir que la presencia de armaduras hipermicrolíticas tiene un sentido cronológico y
que éste es anterior a las industrias con trapecios, deberíamos tomar como referencia la secuencia de FiJador donde estos elementos se encuentran en diferente proporción en los niveles 7
(9830±1 60 BP) y 4 (9460±190 BP) (García Argüelles et al., 1999), y también la del Tossal de la
Roca, donde estas piezas aparecen en el nivel ITb del corte exterior con unas dataciones algo más
recientes (9150±1 00 BP y 8530±90 BP) (Cacho et al., 1995).
Resumiendo: la colección de materiales puede adscribirse a la Fase A del complejo geométrico de Facies Cocina existiendo un reducido grupo de piezas que son características de industrias que, atendiendo a la secuencia regional, podrían situarse con una cierta anterioridad. Resulta
complicado profundizar más en este sentido dadas las características específicas de este yacimiento y el escaso conocimiento que todavía tenemos de estas industrias en el País Valenciano.
La cierta homogeneidad que desde el punto de vista tipológico muestra la colección, invita
a realizar otro tipo de apreciaciones que vayan más allá de cuestiones puramente cronológicas.
El análisis morfotécnico del material lítico del yacimiento muestra el empleo de un tipo de sílex
con unas características muy homogéneas y que ha sido introducido mayoritariamente bajo cantos rodados de morfología irregular. Las operaciones de decorticado y preparación de los núcleos
han sido documentadas, siendo éstas últimas bastante simples, aspecto que quizás podamos relacionar con la propia morfología 4e los soportes naturales que son aportados al yacimiento.
La producción de soportes es eminentemente rnicrolarninar, encontrando a nivel morfotécnico y tipométrico un importante grado de correlación -dentro de los productos de pleno debitag~ entre el material modificado por retoque (geométricos, truncaduras y hojitas de dorso) y los
soportes laminares brutos. Las muescas, denticulados y raspadOies suelen configurarse sobre
productos de preparación de los núcleos, productos de regularización o soportes laminares de la
primera fase de explotación.
Esta gestión diferencial de los soportes para la fabricación del utillaje es un fenómeno
ampliamente documentado en multi~d de series del Mesolítico y del Paleolítico Superior final
(In izan, 1980; Doménech, 1998; Marchand, 1999; Ketterer, 1997, entre otros). La parquedad del
análisis tecnológico del material, donde debe recordarse que hemos dispuesto de un conjunto de
elementos de técnica reducido, sobre el que nos ha sido imposible practicar remontajes, ha impedido reconstruir a partir de componentes reales cadenas operativas específicas que estén relacionadas con el margen de variación tipométrica de los soportes laminares. En este sentido los
aspectos vinculados a la economía de debitage deberán esperar a contar con una muestra más
amplia o con un registro más fiable, si bien algunos de estos elementos podrían encajar con una
producción integrada de soportes (Perles, 1991 ).
Diferente es el caso de aquellas piezas de la colección que no parecen relacionarse muy bien
con una producción del Mesolítico Reciente como son el núcleo Levallois recurrente centrípeto
y la raedera transversal tipo Quina. Respecto al primero debe señalarse la documentación de sis-
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LA MUNTANYA DELCAVALL(ALBALAT DELS TARONGERS, VALENCIA)
61
temas de producción de lascas similar al método Jevallois en contextos holocenos como el estrato 2 de FiJador de filiación neolítica (Doménech, 1998: 39). Sin embargo, el avanzado desarrollo de la pátina y el rodamiento del núcleo, al igual que la raedera con retoque tipo Quina, nos
induce a considerar la posibilidad de que estas piezas puedan adscribirse al Paleolítico Medio y
que presenten una posición secundaria en el yacimiento, aspecto que ya ha sido sugerido en otras
colecciones de superficie a partir del rodamiento del material y la escasa densidad de materiales
(Bernabeu et al., 1999). En cualquier caso habrá que esperar a la recuperación de un contingente de materiales más amplio para decantarnos por alguna de estas dos hipótesis.
La Muntanya del Cavall constituye un nuevo asentamiento en el marco de un territorio más
amplio que puede seguirse a través de diversos yacimientos que, situados en diferentes nichos
ecológicos, se localizan entre los ríos Túria y Mijares (Fig. 4). La relativa proximidad de este
asentamiento respecto a otros de tradición industrial geométrica, aunque de una fase inmediatamente posterior (Fase B o Cocina Il), como el Covacho 2 de Can Ballester (Casabó y Rovira,
1991 ), y el Estany Gran de Almenara (Portea, 1975), permite plantear La ocupación de las áreas
litorales y prelitorales en el recorrido anual de estos grupos. IguaLmente podrían realizar desplazamientos, a través de La Serra Calderona, a zonas más interiores de media montafla correspondientes al piso biloclimático mesomediterráneo, si tenemos en cuenta los yacimientos de Llatas
(Fortea, 1973) y Mangranera {éste último en proceso de excavación).
La articulación de estos yacimientos a nivel funcional es todavfa muy dificil de establecer
dadas las características de las actuaciones arqueológicas llevadas a cabo. No obstante, hay dos
D
0-100
100-200
•
200-400
•
40()..6()()
•
600-800
Fig. 4.- Mapa de los principales yacimientos con industrias del Epipaleolftico Geométrico de
Facies Cocina situados entre los Ríos Túria y Mijares: l. Covacho 2 de Can Ballcster; 2. Estany
Gran de Almenara; 3. Muntanya del CavaD; 4. Mangranera-Covacha de Llatas.
--61-
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62
JAVIER F ERNÁNDEZ LóPEZ DE PABLO, RAFAEL MARTiNEZ-VALLE Y PERE M . GUJLLEM CALATAYUD
aspectos que deberán condicionar la investigación futura en el área de estudio: la importancia de
los asentamientos al aire libre en el proceso de configuración de los territorios de los grupos de
cazadores del Mesolftico Reciente, y el impacto de las transformaciones medioambientales relacionadas con la transgresión flandriense y el óptimo climático. La importancia de estos factores
ya ha sido sugerida por diversos autores en el marco de Los estudios sobre el Cuaternario litoral
(Mateu et al., 1985).
Tírig 8 de Febrero de 2000
AGRADECIMiENTOS: Quisieramos agradecer a Joaquim Juan-Cabanilles y a Marc Tiffagom la lectura
y comentarios realizados en el apartado de industria litica.
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXIV(Valcncia,200l)
MANUEL P ÉREZ RIPOLL *
EL PROCESO DE DOMESTICACIÓN ANIMAL EN EL PRÓXIMO ORIENTE.
PLANTEAMIENTO Y EVOLUCIÓN
Resumen: Desde el natufiense se han evidenciado prácticas selectivas por edad y sexo que se aproximan
a los inicios del proceso de domesticación. Pero las manifestaciones más claras se sitúan en el
PPNB medio y en algunos yacimientos incluso en el PPNB antiguo. Los criterios empleados
se basan en la valoración de las pautas selectivas y, en ciertos yacimientos, en las variaciones
morfológicas. No obstante, todos los investigadores no están de acuerdo con estos planteamientos, lo que ha suscitado la existencia de visiones opuestas en la valoración de la información osteológica.
l. INTRODUCC IÓN
El proceso de domesticación de los animales se encuentra inmerso en el tránsito del sistema
económico cazador y recolector al productor. La complejidad del mismo se inscribe en la capacidad de adaptación de los humanos a las distintas áreas titogeográfícas para obtener el mayor
rendimiento de los recursos animales alli existentes, dando lugar a respuestas diferenciadas no
sólo por las potencialidad alimenticia sino también por la organización social que posibilita la
explotación de los recursos según las necesidades de cada momento. Mientras en unos asentamientos sus habitantes iniciaban la domesticación, en otros aún practicaban la caza. La apropiación de la reproducción artificial da inicio al proceso, que supone un aumento de la rentabilidad
animal al ser controlada la cría de los animales, con lo que se accede al control de la producción
(Saña, 1999; Vigne, 2000). Estos momentos iniciales están estrechamente conectados con el sis-
• Dcpanamcnt d' Arqueología i Prehistoria. Facullat de Geogr.úia i Historia. Universilllt de Valencia.
Manuet.perez@uv.es
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MA:-!UEL PER RlPOLL
EZ
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• CATAl. HO'tCII<
Fig. 1.- Localización geogr áfica de los yaci.nUentos citados en el texto.
tema productivo agrario con el que guarda un estrecho equi librio; los subproductos agócolas son
reciclados y transformarlos en proteínas cárnicas, aumentando al máximo la utilidad de los productos agrarios. Esta orientación es clave para entender la problemática del proceso.
El origen de la domesticación en el Próximo Oriente presenta unos planteamientos poco claros en el orden conceptual y muy polémicos en el interpretativo. Cabe añadir, además, que la
valoración cronológica de cada yacimiento y la correlación de los distintos niveles es complicada y a veces sometida a confusión.
Por ello, presentamos en primer lugar el marco cronológico (sometido a reserva), en segundo lugar el planteamiento conceptual, en tercer lugar abordamos los criterios que sirven para
detectar la presencia de animales domésticos y finalmente ofrecemos una visión general del estado de la cuestión.
2. LA CRONOLOGÍA
El sistema cronológico que seguimos es el de Cauvin. El periodo crucial que marca el cambio es el PPNB. Ahora bien, s u cronología es muy larga (unos 1.500 años) y es necesario reali-
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EL PROCESO DE DOMESTICACIÓN ANIMAL EN EL PRÓXIMO ORJENTE
67
zar un seguimiento de los yacimientos que van a ser clave en el proceso de domesticación: Abu
Hureyra, Tell Aswad, Nevali <;ori, Ain Ghazal, Ghoraifé, Halula, Cay6nü Tepesi, Ganj Dareh y
Ali Kosb (Cuadro 1). Las correLaciones entre los distintos yacimientos son aproximadas.
BP
Periodo 1
Periodo2
Pcriodo3
Natuficusc
PPNA
PPNB ant.
l2.000-1
0.300 10.300-9.600 9.600-9.000
Pcriodo3
PPNB mcd.
Pcriodo 4
PPND rcc.
9.000-8.500
8..500-8.000
Fazael V
El-Wad
Hayonim Ca.
Hayonim Te.
Salibiya 1
Mallaba
Hatoula
Nahal Oren
Netív Hagdud
Jericó
Tcll Aswad
Mureybet
Aín Ohazal
Abu Hureyra
Bcidha
<;ayt:>nU
Ghoraifé
Halula
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lA lB 11
1
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IVA
---- -- --- -
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VB
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11
11
lA
Basta
Abu Gosh
Zawi Chcmí Sh.
ShanídarBI
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Nemrík 9
Ganj Darch
Alí Kosh
Fase!
Fase 11
Fase 111
Cuadro 1.- Cronologia aproximada de los yacimientos mencion ados en el texto en BP sin calibrar.
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68
MANUEL P~R EZ R IPOLL
3. LADOMESTlCAClÓN. ACLARACIÓN CONCEPTUAL
Habitualmente se emplea el término domesticación sin que previamente se explique qué es
y qué procesos intervienen en su caracterización. Por ello, es importante responder a estas cuestiones de forma precisa. Para delimitar adecuadamente su contenido, aportamos los puntos de
vista de Uerpmann ( 1996), Helmer ( 1992), Garrard (1984), Gautier ( 1992), Boessneck (1987),
Vigne (2000), Saña ( 1999) y Bokonyi ( 1976); también introducimos apreciaciones personales.
La domesticación se puede definir como el control de una población animal a partir del aislamiento de un grupo de individuos, que son sometidos a una selección artificial para controlar
directamente la reproducción de los animales y para obtener unos caracteres específicos que convienen a los grupos humanos con el fin de satisfacer sus necesidades, ya sea alimenticias o ya
sea de materias primas. En una selección inicial aún puede haber una cierta independencia con
los humanos, pero en una selección avanzada, los animales dependen de ellos, tanto en su alimentación, como en la reproducción y protección. Por ello, a partir de una presión selectiva controlada aparecen cambios morfológicos en los animales, que podrían producirse de un modo
rápido; Bokonyi ( 1976) calcula que después de unas 30 generaciones, las cabras y ovejas, sometidas a presión selectiva, pueden manifestar los cambios deseados en el transcurso de unos 150
años. Pero veremos que no tienen por qué producirse tan aceleradamente y que su manifestación
se mostrará de una manera lenta.
Esta definición es muy general y precisa de una mayor concreción para evitar posibles confusiones. Por ello, la domesticación se determina por los procesos que caracterizan a los cuatro
apartados siguientes:
- Captura y aislamiento de un grupo de animales, siempre a partir de individuos
jóvenes.
- Ruptura del comportamiento biológico natural, fundamentalmente a tres niveles:
a) A nivel reproductivo. La selección natural es sustituida por la selección artificial, que
posibilita que se manifiesten los caracteres que no tendrían éxito en una selección natural,
abriendo los caminos hacia la aparición de una gran variedad de estos últimos y de un control de
los cambios genéticos.
En una selección natural, los machos fuertes dejan su carga genética. En una selección ganadera no sucede así, el macho que se guarda para reproducir será el más dócil. Se evita el más
poderoso porque puede representar un peligro para el pastor o para el control del ganado. No obstante, cuando los animales regresan a un estado de libertad, se puede producir una reversión de
caracteres (el ejemplo más claro es el muflón de Córcega, que se considera descendiente de las
primeras ovejas que llegaron a la isla con las poblaciones neolíticas; algunas de ellas lograron
vivir en libertad y reproducir nuevamente las condiciones naturales - Vigne, 1984-).
La alteración del ciclo reproductivo natural da inicio a una transformación de la madurez
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EL PROCESO DE DOMESTICACIÓN ANIMAL EN EL PRÓXIMO ORIENTE
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sexual, del periodo de celo y de la gestación. Los machos jóvenes/subadultos en condiciones
naturales no tienen posibilidades de cubrir a las hembras porque los machos adultos lo impiden
según las jerarquías marcadas en la época de celo. En un ciclo reproductivo artificial se elimina
la competencia y los jóvenes/subadultos participan en el cubrimiento de las hembras. Además,
se puede alterar el periodo de celo y elegir la estación adecuada. En defmitiva, todas estas modificaciones completan gradualmente el proceso de la domesticación. En los estudios actuales de
sociedades ganaderas tradicionales, los vínculos con los ciclos naturales aún existen. Un ejemplo ilustrativo lo tenemos en la comunidad Pomaka (Tracia, Grecia); la estación de celo, la gestación y el parto de las cabras y ovejas siguen los ritmos naturales de las poblaciones salvajes,
debido a la estrecha adaptación de la reproducción de los animales a los ciclos estacionales para
aprovechar mejor los recursos del medio ambiente.
b) A nivel de protección. Desaparece el control regulador natural de la población por parte
de los animales depredadores. Por un lado, la población humana intenta eliminar a estos últimos,
y por el otro el ganado es protegido de su acción por medio de vallas y por la utilización de los
perros como animales de protección. De este modo, se reduce el comportamiento de autodefensa que en condiciones naturales las hembras desarrollan en sus crías para hacer frente a los depredadores. Las reacciones de defensa de un animal doméstico ante un depredador son inferiores a
las de un animal salvaje. Por ello, la dependencia con los humanos es fuerte.
e) A nivel de alimentación. Se regulan los movimientos migratorios naturales de la población. El rebaño se conduce a los lugares de pasto, según la estación de cada año. Si es necesario, se suministra alimento que proviene de la agricultura. Consecuentemente, el régimen alimenticio está controlado, aunque no es una condición imprescindible. Pueden haber animales
domésticos en estado de semilibcrtad.
- Se reguJan artificialmente las pautas de selección de edad y sexo:
a) La mayor parte de los machos y un número reducido de hembras se sacrifican. De los
primeros sólo se dejan unos pocos para que aseguren la reproducción y regeneración del rebaño.
De las hembras se sacrifican aquéllas que por enfermedad o vejez no pueden reproducir, o las
que no son necesarias para formar el núcleo estable del ganado. Consecuentemente, las hembras
y unos pocos machos forman el rebaño estable.
b) La reproducción del núcleo estable del rebaño guarda equilibrio con la producción de
carne para la subsistencia humana. Esta finalidad se puede lograr por medio de una selección
adecuada de la edad de los animales. El límite del sacrificio de los machos se sitúa en el momento en que éstos están en condiciones de enfrentarse a los restantes machos en la época de celo.
Normalmente, esta circunstancia tiene lugar cuando los jóvenes/subadultos alcanzan el mayor
tamaño corporal, entre un año y dos años en las cabras y ovejas, y su permanencia en el rebaño
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MANUEL P ÉREZ RJPOt.l
no es necesaria para la reproducción. Según informaciones etnográficas, se necesitan dos o tres
machos para cubrir a 100 hembras, de ahí la necesidad de eliminar los restantes machos.
Consecuentemente, los perfiles de sacrificio de una explotación ganadera que pretende obtener
carne se caracterizan, por un Lado por la abundancia de animales jóvenes y subadultos, correspondientes a los machos eliminados y a las hembras que no son necesarias para asegurar el ciclo
reproductor, y por el otro, por La menor importancia de los adultos, constituidos básicamente por
las hembras y los pocos machos reproductores.
- La domesticación no se puede entender como un proceso en sí mismo. Su desarrollo
es la consecuencia de la propia dinámica social y por ello forma parte de las manifestaciones humanas:
a) Sociales. El proceso de domesticación se integra en la organización social y es la respuesta a las necesidades que se plantean en una comunidad. La apropiación de las técnicas selectivas puede tener un principio comunitario, familiar o de propiedad privada. Por ello, el control
de la reproducción puede ser la respuesta a la capacidad de aumentar la producción de alimentos y posibilita la emergencia de una división social. En cronologías más avanzadas, además del
control reproductor se sumaría la apropiación de otras técnicas selectivas con el fin de obtener
distintos productos y controlar y aprovechar la fuerza de ciertos animales. Por otro lado, algunos
animales por sí mismos adquieren rango de prestigio, como el caballo. Otros se convierten en
animal de compafíía, como el perro o el gato.
b) Económicas. La domesticación implica una integración del animal en el sistema productivo humano:
-Agricultura. Los animales domésticos, cabra, oveja, cerdo y bovinos se integran en el sistema productivo agrícola con el fin de aprovechar los subproductos al reciclarlos y transformarlos en proteínas. En este sentido y en términos generales, la ganadería surge después de la aparición de la agricultura y la producción ganadera se complementa con la agrícola al convertirse
en un banco de reservas de alimentos para hacer frente a la inestabilidad cíclica del sistema agrícola.
-Fuerza. La utili.zación de la fuerza de los bovinos, asnos, mulos y camellos abre amplias
posibilidades al proceso productivo al posibilitar la utilización del arado y el empleo de estos animales en trabajos de carga (acarreo de productos agrícolas, Leña, estiércol).
-Transporte. Por otro lado, la utilización de las capacidades de los animales de fuerza, incluyendo el caballo, hizo posible el desarrollo del transporte y, consecuentemente, del comercio
masivo a larga distancia de productos de diversa procedencia.
-Vigilancia. Uno de los objetivos principales del perro fue la labor de control y vigilancia
del ganado. Este animal aparece siempre relacionado con la ganadería, como se puede comprobar en los yacimientos arqueológicos en los que se ha tenido la precaución de estudiar las mar-
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EL PROCESO DE DOMESTICACIÓN ANIMAL EN EL PRÓXIMO ORIENTE
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cas que indican la presencia de este carnívoro, no sólo por la aparición directa de sus restos óseos
sino también por la existencia de huesos mordidos o digeridos.
-ComensaJismo. La agricultura trajo consigo la aparición de animales comensales. Su existencia se comprueba por la aparición de un buen número de huesos mordidos por roedores, en
contraste con la escasez o inexistencia de huesos con estas marcas en los yacimientos de economía cazadora y recolectora. Por ello, la domesticación del gato ten1a una importante fmalidad, la
de limitar las plagas de roedores que podían mermar la producción de una cosecha.
e) Culturales. Las sociedades agropastoriles o pastoriles crean sus propios rasgos de identidad en el proceso de domesticación, de modo que las técnicas empleadas se configuran como una
manifestación cultural.
4. SECUENCIA DEL PROCESO DE DOMESTICACIÓN
El proceso de la domesticación fue muy lento de acuerdo con las necesidades, experiencias
y conocimientos humanos. Las fases iniciales de la domesticación pretendieron, según los estudios realizados en diversos yacimientos, producir carne; para ello no es necesaria la selección de
caracteres concretos y voluntarios. De haberse llevado a cabo de una forma voluntaria, con el
paso de 30 generaciones los cambios genéticos serian evidentes, como ya se ha mencionado
anteriormente. Es más bien un proceso lento e involuntario que pretende realizar un control
directo de la reproducción de los animales capturados con el fin de obtener alimentos, sin que
sea necesario el ejercicio de una selección planificada para obtener unas variedades específicas.
Consecuentemente, los tamaños de los animales son parecidos aJ de los salvajes, y tan sólo
podremos determinar su estado doméstico por los patrones de selección de edad y sexo. Este proceso abre la posibilidad del control de la producción de carne y de su activación en los momentos de necesidad.
Las primeras apreciaciones de cambios genéticos se detectan con posterioridad al control
artificial de la reproducción y se manifiestan directamente en una reducción de la cornamenta en
los machos y en una disminución del tamaño corporal de los animales. Estos cambios morfológicos constituyen la prueba directa de la existencia de unas prácticas selectivas que tienen como
objetivo conseguir los caracteres más ventajosos para los humanos. A partir de aquí, la selección
es ya voluntaria y la domesticación coevoluciona con la propia dinámica socioeconómica humana. El control de los animales supone un aislamiento genético con respecto a los animales salvajes, de modo que los cambios morfológicos introducidos se mantienen. Aunque este periodo
es largo y la ganadería está plenamente integrada en la agricultura, se abren las posibilidades
hacia una ganadería especializada en la producción de leche, materias primas (lana, cuero, pelo)
y en el aprovechamiento de su fuerza.
Consecuentemente con lo expuesto, podemos hablar de una cronología del proceso de la
domesticación.
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MANUEL PÉREZ RIPOLL
S. CRONOLOGÍA DEL PROCESO DE DOMESTICACIÓN
La literatura especializada habitualmente distingue tres fases en el proceso de domesticación:
-Primera Fase: Los animales que se domesticaron en primer lugar fueron el perro, la cabra
y la oveja. El perro fue el primero en domesticarse, durante el natufiense. Los ovicaprinos,
durante el PPNB medio.
-Segunda Fase: Posteriormente se domesticaron los bovinos y el cerdo, durante el PPNB tardío y final.
-Tercera Fase: Se domesticaron el camello y el asno. El caballo se domesticó en las estepas
de Ucrania. Así mismo, tuvo lugar la transformación de los productos secundarios, según
Sherratt ( 1997): leche y derivados, lana y pelo, aunque todos no están de acuerdo con su teoria.
Se utilizan los bovinos, junto a los asnos, como animales de fuerza y transporte. Esta transformación tuvo lugar en el neolítico fmal y el calcolftico.
Actualmente está empezando a cuestionarse este planteamiento cronológico. Es muy dificil
determinar la existencia de un foco único a partir del cual se difundió la domesticación. Más bien
cabe hablar de diversos focos situados tanto en los Zagros, como en los Tauros y en el Levante
(Vigne, 2000). Las pruebas iniciales que demuestren la presencia de una ganadería para cada
yacimiento son muy controvertidas por la existencia de criterios divergentes en el tratamiento del
propio concepto de domesticación, de ahl que los argumentos que se utilizan para demostrar su
presencia son distintos y sometidos a crítica. Por ello, vamos a abordar los argumentos que son
empleados para detectar el origen de la domesticación.
6. CRIT..;RIOS QUE PERMITEN DETECTAR LA PRESENCIA DE ANIMALES
DOMESTICOS
Las prácticas selectivas, que anteriormente hemos detallado, conducen a unas alteraciones
de la vida natural de las especies y a unas modificaciones anatómicas. La determinación de una
o varias de estas prácticas nos aproximan a una precisión cronológica del proceso y a su localización geográfica. Los rasgos identificativos del proceso de domesticación utilizados por distintos investigadores se apuntan seguidamente.
6.1. Variaciones drásticas en las frecuencias taxonómicas
Este criterio se basa en la variación de la tendencia o la aparición por primera vez de una
especie que no es propia del ambiente correspondiente a una zona concreta. En el Levante la
especie representativa es la gacela, que aparece omnipresente a lo largo del natufiense, PPNA y
PPNB antiguo. A partir del PPNB medio surge un cambio en la representación faunistica; el predominio pasa ahora a la cabra. Asilo podemos observar en Jericó, Ain Ghazal y Munhatta 3-6.
En Abu Hureyra el cambio no es tan evidente, porque los ovicaprinos pasan de un 6% en el
natufiense (constituidos exclusivamente por ovejas) a un 12-14% en el PPNB medio (-Nivel 2Aconstituidos mayoritariamente por ovejas; sólo hay unos pocos huesos de cabra), aunque para
Legge esta variación es significativa, y piensa, junto a criterios métricos, que son animales
domésticos (Gráficos 1, 2 y 3).
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EL PROCESO DE DOMESTICACIÓN ANlMAL EN EL PRÓXIMO ORIENTE
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100
00
60
-10
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o
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100
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60
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Naturicnsc
PPNA
PPNB
PPNB
PPNB
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medio
reciente
Gráfico 1.- Evolución de la fauna correspondiente a la zona fitogeográfica mediterrá nea.
Natufiense: 1.· W. Hammeh. 2.-Saübiya. 3.- RatouJa. 4.· MaUaha. 5.- Yiftabel. 6.Fazael. 7.- Hayanim Cueva. 8.- Hayonim Terraza. 9.- Nabal Oren. PPNA: JO.- Nahal
Oren. 11.· Hatula. 12.- Netiv Hagdud. 13.- Jericó. PPNB antiguo: 14.- Nahal Oren. 15.Rorval Galil. 16.- Aswad l. PPNB medio: 17.- Jericó. 18.- Aswad ll. 19.- Ain Gbazal.
20.- Ghoraifé l. 21.- Halula. 22.- Abu Hureyra. PPNB reciente: 23.- Abu Hureyra. 24.Gboraifé U. 25.- Beisamun. 26.- Abu gosh. 27.- Ain Ghazal. 28.- HaJula.
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MANUEL PERfZ RlPOLL
1 00 ~--------------------------------------------------~
no
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20
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Natufiensc- PPNA
7
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PPNB
medio
g
10
11
PPNB
reciente
Gráfico 2.- Evolución de la fauna correspondiente a la zona fitogeográfica irano-turoniaoa.
Natufiense y tránsito al PPNA: 1.- Rosh Horesh.a. 2.- Abu Salero. 3.- Ramat Harif. 4.Shuhat Harif. 5.- Khallat Anaza. 6.- Beidha. PPNB medio: 7.- Beidha. 8.- Ganj Dareh.
PPNB reciente: 9.- Basta. 10.- Wadi Tbeik. 11.- Ujrat el Mehed.
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EL PROCESO DE DOMESTICACIÓN ANIMAL EN EL PRÓXlMO ORIENTE
60
20
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2
3
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Gaz.el/a
60
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20
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20
o+--------
12
13
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00
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20
PPN8
rccieotc
q,ip!llcoUiico
Ncoltico tWfo
Gráfico 3.- Evolución de la fauna correspondiente a la zona fitogeográfica saharo-arabiana.
Epipaleolítico: 1.- Kharaneh. 2.- Uwaynid. 3.- Jilat 6. 4.- Jilat 22. 5.- Azraq 18. 6.- K.
Anaza. PPNB antiguo/medio: 7.- Jilat7. 8.- Jilat 32. PPNB reciente: 9.- Azraq 31. 10.Duweila. Neolítico tardfo: 11.- Jilat 25. 12.- Jilat 13. 14.- Burqu. 15.- Dhuweila.
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MANUEl. PI';REZ RI POLL
60
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20
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Niveles superiores
(PPNB reciente)
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Niveles inferiores
(PPNB antiguo/medio)
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30
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10
o
B
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Ov
G
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S
(
Gráfico 4.- Representación de la fa una de los yacimientos de G horaifé y <;aylinü.
B=Bos. Ca=Capra. Ov=Ovis. G=Gazella. Ce=Cervus. S=Sus. E=Equus.
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EL I'ROCESO DE DOMESTICACIÓN ANIMAL EN EL PRÓXIMO ORIENTE
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En Tell Halula la presencia de cabras en las fases de ocupación más antiguas (de la 1 a la 5)
del PPNB medio es significativa, y pueden hacer pensar, junto a otros criterios, que una parte de
las cabras eran criadas (Saña, 1999).
En tell Aswad (Ducos, 1993) predomina la cabra desde los niveles más antiguos, lo mismo
que en Beidba (Hecker, 1982), en ambos no hay ovejas. Aunque no se aprecia un cambio en la
representación taxonómica, otros criterios (selección por edades y la osteomctría) han inducido
a Legge ( 1996) y a Ducos (1 993) a hablar de domesticación de la cabra (Ducos prefiere hablar
de protodomesticación).
Jericó muestra una importante variación en los ovicaprinos entre los niveles del PPNA y los
del PPNB, que ha llevado a Clutton-Brock (1979) a hablar de su domesticación.
Con respecto a la oveja, los cambios en sus valores a partir del PPNB medio hacen pensar
que su domesticación tuvo lugar en estos momentos cronológicos. En llalula se encuentra a partir de la fase de ocupación 8, tal vez introducida en un estado doméstico (Saña, 1999). Ghoraifé
está muy cerca de Tell Aswad y por esa razón, atendiendo a razones ambientales, la oveja no
debería de estar presente, sin embargo es la tercera especie en importancia en el PPNB medio y
es predominante en el PPNB tardío (Gráfico 4). Si prestamos atención a la localización de Jericó,
la oveja es una especie que no corresponde al ambiente circundante al yacimiento, sin embargo,
hay algunos restos en los niveles del PPNB, que tanto Uerpmann como Clutton-Brock (CiuttonBrock y Uerpmann, 1974; Clutton-Brock, 1979) no descartan que sean introducidos como animales domésticos.
En el PPNB reciente los ovicaprinos prevalecen en todos los yacimientos. Pero si en el
PPNB medio la cabra predominaba sobre la oveja, en estos momentos la oveja se sitúa por delante, iniciando el patrón de representación típico del neolítico cerámico del Próximo Oriente
(Cuadro 2) y del Mediterráneo.
.Ratio a favor de la oveja
Tell Aswad
Tcll Es Sinn
Bouqras
Gri!illc
<;:ay6nü. Niveles superiores
Ghoraifé 11
Tell Rarnad
Basta
3:1
2:1
4:1
3:1
2:1
3:1
3:1
2:3
Cuadro 2.- Ratio Ovis/Capra. Yacimientos correspondientes al PPNB reciente.
Los criterios expuestos pueden ser válidos para las zonas fitogeográficas mediterráneas y
irano-turonianas; sin embargo en los yacimientos situados en las zonas saharo-arabianas la ganadería se instala posteriormente, en el PPNB reciente, y aún asf la presencia de animales salvajes
es muy importante (Gráficos 1, 2 y 3).
- 77-
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MANUEL P ÉREZ RiPOLJ..
6.2. Prácticas selectivas
a) Selección por edad. La selección de animales por edad puede significar la existencia de
una cóa artificial de animales si se cumplen los requisitos mencionados más arriba. Ha sido un
criterio que habitualmente se ba utilizado para establecer la existencia de una práctica selectiva
de tipo ganadero. La abundancia de restos óseos inmaduros de ovejas en Zawi Chemi Sbanidar
y Shanidar Bl hizo suponer a Perkins (1964) que ésta era la evidencia de La domesticación de
este rumiante. Sin embargo, la utilización de este criterio por sí mismo no es suficiente, porque
los yacimientos natufienses del Levante tienen unas elevadas proporciones de gacelas inmaduras, que son el resultado de unas prácticas selectivas de caza, en consonancia con una población
sedentaria que pretende obtener la mayor rentabilidad posible a los recursos explotados
(Tchernov, 1993). Por esta razón la selección por edad es común en gacelas y ovicaprinos de
momentos cronológicos distintos (Gráfico 5) y es necesario emplear otros criterios para asegurar el estado doméstico de una población animal.
Los patrones de selección son muy parecidos tanto en las cabras (Ganj Dareh - Hesse, 1984y Aswad -Ducos, 1993-) como en las ovejas (Ghoraifé - Ducos, 1993- ) del PPNB medio y del
PPNB tardío (Gritille B, Assouad, Ras Sharnra YC - Hesse, 1992- ). Estos perfiles son indicativos de la presencia de la domesticación (que se corrobora con la osteometria), con una finalidad
productora de carne.
b) Selección por sexo. El estudio de la determinación sexual ósea no es muy corriente en las
publicaciones, ya sea por la escasez de material óseo, o porque se encuentra muy deteriorado, o
porque no se le concede la suficiente atención. Sin embargo, su rea1ización es importante, junto
con los estudios de edad, para establecer las pautas selectivas que pueden separar una sociedad
cazadora de otra productora. Los yacimientos estudiados en esta dirección son escasos. No obstante, la información suministrada es muy reveladora.
Los restos óseos de gacelas de algunos yacimientos natufienses, como Hayonim, Mallaba,
y Hatoula muestran una elevado número de machos sacrificados. Las proporciones son variadas
según los huesos uti 1izados. Cope ( 1991) atribuye esta selección a una práctica que se acerca a
la domesticación, pues con ella se pretende eliminar a los machos que no son necesarios en la
reproducción y se preservan las hembras como una garantía de la estabilidad de las manadas.
Este tipo de selección contrasta con el perftl catastrófico que Campana y Crabtree ( 1990.) atribuyen a una estrategia de caza masiva y estacional de las gacelas de Salibiya 1 en sus migraciones estacionales, que ha sido muy criticada por Evans (1991) yRowley-Conwy (t991) y, además, no encaja con la elevada selección de los machos de los yacimientos antes citados y con los
resultados cementocronológicos de Hayonim que indican que la caza no era estacional, sino más
bien repartida a lo largo del año. Estas pautas selectivas recuerdan las efectuadas en Asiab con
los ovicaprinos (Bokonyi, 1977), en donde la mayor parte de huesos pertenecen a machos (95%).
Lo que da a entender que las prácticas selectivas de los cazadores del Levante y de los Zagros
serían muy parecidas (Gráfico 4).
Podemos observar que las prácticas selectivas sexuales se acercan a las efectuadas en una
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EL PROCESO DE DOMESTICACIÓN ANIMAL EN EL PRÓXIMO ORIENTE
79
Selecd6n por sexo. Gacelas (excepto Aslab).% de mac.-hos.
Asiab. Capra
Netiv Hagdud
Hatula. PPNA
Hatula. Natufteose
Malla ha
Hayonim T.
Hayonim C.
o
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60
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80
100
Selecdón por edades. Gacelas. % de Inmaduros.
Netiv Hagdud
Aswad
Murcybet. PPNA
Salibiya 1
N.Oren. PPNA
N. Oren. Natutiense
Hatula. PPNA
Malla ha
Hayonjm T.
Hayonim C.
Selecci6n por edades. Cabra y oveja. % de Inmaduros
CayonU. PPNB 4.0v/Ca
<;ayonü. PPNB 3.0v/Ca
Beidha. Capra
Aswad. Capra
Abu Hureyra. Ov/Ca
Ghoraifé. Ovis
Z. Ch. Shanidar. Ovis
Shanidar B l. Ovis
Shanidar 81. Capra
Z. Ch. Shanidar. Capra
}1!!!!!!!11
o
20
40
Gráfico 5.- Selección por sexo y edades.
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60
80
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80
MANUEL P~REZ RIPOLL
explotación ganadera; las diferencias son pequeñas y basadas en la selección de las edades de los
machos, como podemos comprobar a continuación.
Entre el natufiense y el PPNA parece que no ha habido cambios significativos; los datos de
Netiv Hagdud así lo evidencian. Sólo en Hallan <;:emi (del PPNA) aparecen vestigios de una
selección de edad y sexo en suídos, que según los autores del estudio de este yacimiento se acercan a una domesticación de esta especie (Rosenberg et al., 1998). Por el contrario, en el PPNB
antiguo surgen una serie de transformaciones. El aumento de la representación de los caprinidos
en Nevali <;ori con respecto a los niveles del PPNA de Gobeckü y Cafer, junto a unas pautas de
selección por edad y sexo a favor de machos jóvenes, inducen a pensar en una reproducción en
cautividad en el PPNB antiguo (Vigne, 2000). La edad de sacrificio de los suídos y bovinos de
<;:ayoyü desde los niveles del PPNB antiguo y medio, también son indicios de la domesticación
inicial de estos animales (Óksüz, citado por Vigne, 2000; Hongo y Meadow, 1998). Serían los
vestigios más antiguos de domesticación.
En el PPNB medio, las medidas de los huesos de A in Ghazal señalan una disminución del
tamaño de la mayor parte de la muestra ósea, que Kohler-RoUefson ( 1989) atribuye a una
selección sexual. La mayor parte de los huesos (que tienen estas medidas pequeñas) corresponden a hembras, y constituyen el ganado base reproductor. Los machos son escasos porque
fueron sacrificados cuando eran inmaduros. Esto mismo se observa en el yacimiento de Abu
Hureyra (Legge, 1996) y Ganj Dareh (Hesse, 1984). A diferencia del oatufiense, en el que los
machos se cazaban adultos, ahora se sacrifican cuando son inmaduros. Las pautas selectivas
por edad y sexo reafirman que estamos frente a unas prácticas ganaderas en estos tres yacimientos.
También hay que citar el yacimiento de Asikli; si bien los huesos de cabras y ovejas tienen
unas medidas comparables a las de los animales salvajes (Helmer1 1992), sin embargo la selección por edades corresponde a una caza muy especializada (Buitenhuis, 1997) o incluso a una
reproducción artificial de estos animales (Vigoe y Buitenhuis, en prensa, citado por Vigne,
2000).
6.3. Modificaciones anatómicas
a) Cambio en la forma y tamaño de los cuernos. Es una consecuencia de la selección de los
machos que son utilizados para la reproducción. Se evitan aquéllos que tienen un gran desarrollo de la cornamenta para evitar un peligro. De este modo, se selecciona un carácter que no tendría éxito en un comportamiento naturaL Esta característica fue resaltada por Bokonyi ( 1977)
para demostrar que las cabras del yacimento de Asiab se encontraban inmersas en un proceso inicial de domesticación al presentar unas morfologías intermedias entre los cuernos de cabras salvajes y las de cabras plenamente domésticas. Clutton-Brock (1979) utilizó el mismo argumento
para demostrar la domesticación de las cabras de Jericó en el PPNB; en este yacimiento, además
de los cuernos con morfologías intermedias, aparecieron dos cuernos con morfologías claramente domésticas. Hesse ( 1984) también señala que los cuernos de las cabras de Ganj Dareh
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EL PROCESO DE DOMESTICACIÓN ANIMAL EN EL PRÓXIMO ORIENTE
81
muestran unas morfologías que son indicativas del proceso de cambio, aunque no confía en ellas
como un elemento de diagnóstico seguro.
Este criterio en sí mismo no es muy fiable, pues en poblaciones naturales pueden aparecen
estas morfologías.
Respecto a la oveja, la domesticación posibilita la aparición de un carácter recesivo, como
es el cráneo de hembras sin cornamenta. En Ali Kosh, fase Bus Mordeh, de un total de 128 huesos que se podían determinar como cabra o como oveja, tan sólo uno pertenecía a oveja y los restantes a cabra (flannery, 1969). Este resto era un cráneo que no tenía desarrollada la cornamenta; justamente apareció en la base inicial del poblado. Flannery adujo que este hueso era la prueba de que la domesticación de este rumiante se inició en los momentos iniciales del poblado.
Actualmente se admite que un solo hueso no es prueba suficiente para demostrar la domesticación, ya que en condiciones naturales de vez en cuando aparecen hembras sin cuernos.
b) Disminución de/tamaño de los animales. La disminución del tamaño es un criterio sólido para poder afirmar la existencia de un proceso de domesticación. La selección natural prima
a los tamaños corporales grandes para cada especie por vía de los machos, que se dilucida en los
rangos jerárquicos que se establecen entre éstos y se consolida en el periodo de celo, cuando los
machos más poderosos cubren a las hembras. La selección artificial rompe con esta modalidad
de selección e introduce la posibilidad de primar los tamaños corporales más pequeños.
Este criterio fue empleado por Davis (1981) para poder confirmar la existencia de perros en
los yacimientos natufienses de Hayonim y MaUaha. Las cabras y ovejas de Nevali <;::ori (PPNB
antiguo) presentan una disminución del tamaño de los huesos que, conjuntamente con las pautas
selectivas de edad y sexo, son indicios serios de domesticación (Vigne, 2000).
Utilizando este criterio, los bovinos de Cayonü también muestran una reducción de los
tamaños desde el PPNB antiguo (l·Iongo y Meadow, 1998). Los de Murcybct TV - PPNB antiguo- (Oucos, 1978) se encuentran en un estado de protodomesticación, en terminología del
autor, basándose en los patrones de selección por edad. Ha sido un método válido empleado por
Helmer ( 1989, 1992), Helmer y Saña ( 1996) y Saña ( 1999) para establecer la domesticación del
vacuno y también de los cerdos.
Según los estudios de Saña ( 1999) en Ha lula el descenso de los valores métricos de los huesos a partir de la fase de ocupación 19 perteneciente al PPNB reciente indicarla que los bovinos
estarían sometidos a una cría artificial y que los momentos iniciales se situarían entre las fases 8
a la 17 (PPNB medio y reciente), momento en el que aún no se habría producido una reducción
de la talla. Los escasos restos de Sus hacen dificil conocer el status de estos huesos, pero la autora señala que la reducción de las medidas de los huesos de la fase 11 (PPNB reciente) y La selección a favor de animales jóvenes inducen a pensar que su cría artificial podría situarse en el
PPNB medio, paralelamente al Bos.
Helmer sitúa la domesticación del Bos y Sus en el norte del Levante. En los yacimientos de
Ras Shamra V, Abu Gosh, Bouqras, Tell es Sinn y Gritille. Según este autor, el Bos aparece
doméstico en unos momentos correspondientes al PPNB tardío y fmal. El cerdo lo encontramos
en Ras Sbamra, Abu Gosh y Assouad, también en el mismo periodo. Ahora bien, los recientes
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82
M ANUEL P~RP.Z RIPOL.I,
estudios remontan la domesticación de ambas especies al PPNB antiguo, como hemos visto anteriormente.
Con respecto a Capra y Ovis, el seguimiento del. proceso de domesticación a partir de la
osteometría es mayor que en las especies anteriores. Uerpmann ( 1978) estudió las medidas de
diferentes yacimientos del Próximo Oriente del PPNB y logró detectar la existencia de una disminución del tamafio de los huesos a partir de estos momentos, tanto para la cabra como para la
oveja. Sin embargo, Legge (1996) criticó el método empleado porque englobó en un mismo
periodo los niveles que correspondían a momentos cronológicos distintos del PPNB, resaltando
la necesidad de presentar la información por separado (PPNB antiguo, medio, reciente y fmal)
para precisar los momentos iniciales de la domesticación.
La domesticación de la cabra se detecta en el yacimiento de Nevali <;:ori en el PPNB antiguo, utilizando los criterios de reducción del tamaño de los huesos y las pautas selectivas por
edad y sexo (Vigne, 2000). Posiblemente en Tell Aswad la domesticación tuvo lugar desde los
momentos iniciales del Precerámico, es decir, desde los momentos fina les del PPNA y comienzos del PPNB antiguo, coincidiendo con las primeras evidencias de la existencia de La domesticación de los cereales (Legge, 1996). Legge ha estudiado los valores métricos de otros yacimientos y de acuerdo con ellos ha establecido la domesticación de la cabra en los yacimientos
de Ganj Daren, Beidha, Jericó y Abu Hureyra durante el PPNB medio (Legge, 1.996).
En cuanto a tell Halula, los datos osteométricos indican que la cabra fue domesticada desde
la fase 3 (PPNB medio), es decir, desde los momentos iniciales de la ocupación del yacimiento.
Las fases 1 y 2 presentan poco material óseo y no ha podido ser utilizado en los análisis discriminatorios (Saña, 1999).
Con respecto a la oveja, las medidas de los huesos de Ganj Dareb (Resse, 1984) no muestran evidencias de domesticación. EnAliKosb fase Bus Mordeh sólo hay un hueso de esta especie, como ya hemos visto (un cráneo), y con toda probabilidad pertenece a un muflón. Los huesos de yacimientos del Asia Menor, Cafer, <;:ayonü niveles inferiores, son de mutlones (Helmer,
1989 y 1992; Lawrence, 1982). Las evidencias más antiguas de ovejas domésticas las encontramos en Nevali <;:ori del PPNB antiguo (Vigne, 2000). En otros yacimientos, como Abu Hureyra
(Legge, 1996), Tell Halula (Helmer y Saña, 1996; Saña, 1999) y Gboraifé (Ducos, 1993), su
domesticación se sitúa en el PPNB medio, utilizando como criterios los valores métricos y la
selección por edades, aunque Ducos prefiere hablar de protodomesticación. A partir del PPNB
reciente la oveja aparece en la mayor parte de los yacimientos del Próximo Oriente.
7. OTROS CRITERIOS ÚTILES EN EL ESTUDIO DEL PROCESO DE LA DOMESTICACIÓN
Los criterios anteriormente analizados son los más habituales en los estudios sobre domesticación animal Sin embargo, hay otros que pueden aportar una valiosa información que, cotejada conjuntamente, proporcionan apreciaciones sólidas.
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EL PROCESO DE DOMESTICACIÓN ANrMAL EN EL PRÓXIMO ORJENTE
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7.1. Fracturación ósea
Los estudios tafonómicos son importantes para conocer el grado de fragmentación de una
muestra ósea, junto a las marcas de impactos de fracturas para extracción de la médula y las marcas dejadas por los perros (además de otras tipologías de marcas). La fragmentación de un conjunto perteneciente a una economía cazadora y recolectora es muy elevada, mientras que no lo
es tanto en yacimientos de economía productora (Pérez Ripoll, J 992). Consecuentemente, el
estudio del grado de fragmentación y las marcas serían de gran utilidad en la caracterización de
una muestra ósea.
Según Da vis ( 1989) la fragmentación elevada de muestras pertenecientes a yacimientos
paleolíticos se debe al aprovechamiento máximo de los recursos animales. Los huesos enteros
son excepcionales. Por el contrario, vió que eo el yacimiento de Beisamoun (PPNB tardío) era
frecuente encontrar huesos enteros. Este cambio era indicativo de las transfom1aciones que
habían ocurrido. Con la domesticación de los ungulados el aporte cárnico era seguro y no bacía
falta aprovechar intensamente los recursos faunisticos. Era una forma indirecta de sugerir la existencia de la domesticación.
Saña ha estudiado la fragmentación ósea de HaJula y ha comprobado que el material no se
halla muy afectado, especialmente en los espacios interiores de las estrucuras, cuya causa
habría que buscarla fundamentaJmente en la actividad antrópica en relación con "el aprovechamiento de los recursos de las unidades anatómicas (Saña, 1999). Evidentemente, sería un indicio de la actuación humana en consonancia con la actividad económica de una sociedad productora.
7.2. Huesos digeridos
Un apartado importante de un estudio tafonómico es la determinación de fracturas y huesos
digeridos por los perros. La valoración global de estas marcas, conjuntamente con el grado de
fragmentación, proporciona una información vaJiosa para caracterizar el estado ftnal de una
muestra (Pérez Ripoll, 1992).
Davis utilizó el potencial informativo que tienen Los huesos digeridos por perros en el yacimiento natufiense de Hatoula, para demostrar que este animal se domesticó en el natufiense
(Davis, 1985). Helmer hizo lo mismo con los restos óseos del nivel 1A de Mureybet, en el que
confirmó el punto de vista de Da vis (Helmer, 1991 ). De este modo, cobraba evidencia que el
esqueleto de un cachorro encontrado en una tumba de Mallaha y otra de Hoyonirn podría pertenecer a perro (Da vis, 1991 ).
Saña indica que los huesos aJterados por los perros en Halula son numerosos en toda la
secuencia, circunstancia que se complementa con el grado de fragmentación de la muestra y
refuerza el carácter doméstico del conjunto.
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84
M ANUEL PÉR.EZ. RIPOLL
7.3. La aparición de estercoleros
La microsedimentología ofrece una estimable fuente de información a la arqueologla, entre
la que destaca la determinación y estudio de los restos minerales procedentes de la alimentación
y digestión de los rumiantes, que indica la estancia y estabulación de ganado (Brochier et al.,
1992).
Brocbier ( 1993) ha observado en el yacimiento de <;ayonü la presencia de estiércol acumulado por La estancia de cabras y ovejas en los niveles superiores (PPNB tardío). En los niveles
inferiores no ha detectado tales formaciones. Consiguientemente, es una prueba que concuerda
con los datos faunisticos y viene a certificar la presencia de animales domésticos eo estos
momentos cronológicos.
Sin embargo, estos estudios están en sus balbuceos y en un futuro pueden contribuir a clarificar el proceso de la domesticación.
7.4. Patologías en huesos
En los yacimientos arqueológicos de economía productora suelen aparecer huesos pertenecientes a las patas que tienen fracturas, posteriormente soldadas, producidas por accidentes y
malformaciones óseas debidas a enfermedades. En el yacimiento de Sarab (Bokonyi, 1977) hay
varios huesos de ovicaprinos que tienen exóstosis. También se han determinado dichas malformaciones en las falanges primera y segunda de la cabra del yacimiento de Ain Gbazal, situadas
en niveles del PPNB (Kohler, Gillespie y Metzger, 1988). Estas patologías provocan cojeras en
los animales. Si las poblaciones fuesen naturales, serían presa de los carnívoros, que eran abundantes según el registro faunístico de los distintos yacimientos. Los depredadores como el lobo,
leopardo, zorro, chacal, oso y hiena eran comunes en el Próximo Oriente y se encargarían de
cazar a las presas enfermas y con malformaciones. La aparición de las patología'> descritas son
una prueba clara de que las cabras y las ovejas estaban sometidas a una protección humana y,
consiguientemente, son indicativas de la presencia de una ganadería.
7.5. Marcas de improntas
En adobes del nivel D de Ganj Dareb se han encontrado improntas de pezuñas de cabras y
ovejas, circunstancia que indica que estos animales estuvieron encerrados o transitaron por el
poblado.
8. INTERPRETACIÓN CONJUNTA
Aunando las características analizadas anteriormente, deberíamos concluir que los inicios de
la domesticación se puede establecer hacia el PPNB antiguo y se consolida en el PPNB medio,
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EL PROCESO DE DOMESTICACIÓN ANIMAL EN EL PRÓXIMO ORIENTE
85
tanto en el Levante como en el Éufrates y los Zagros. Sólo los datos de Aswad y Hallan <;;emi
sugieren la existencia de indicios de domesticación en cronologías del PPNA.
En la zona de los Zagros, anterior al 9.000 BP no hay indicios de domesticación. Zawi
Shemi Shanidar y Shanidar Bl muestran una especialización en la caza de ovicaprinos, especialmente ovejas en Zawi Shemi Shanidar y cabras en Shanidar B 1, y una proporción de inmaduros elevada (Perkins, 1964). No obstante, no son evidencias suficientes para establecer su
domesticación. Además, las medidas de los huesos no sefialan una reducción de tamaños
(Uerpmann, 1978).
Respecto a Asiab (Bokonyi, 1977) y Nemrik 9 (Lasota-Moskalewska, L
994) la caza de animales adultos predomina sobre los inmaduros. No obstante, Lasota-Moskalewska indica que los
ovicaprinos y los suídos aparecen domésticos a lo largo de las fases T, 11 y ID, sin aportar prueba alguna. Los bovinos se domesticaron a partir de la fase TI por la abundancia de sus restos y
porque los huesos son de animales adultos, argumento que contradice la selección ganadera que
siempre es a favor de animales inmaduros (Gráfico 6).
Los primeros indicios claros de la domesticación en los Zagros y valle de Kermanshab aparecen en Ganj Dareh y Ali Kosh (Gráfico 7). En el primer yacimiento, la disminución del tamaño de los huesos y el sacrificio de los machos en edad joven y subadulta son argumentos sólidos
a favor de la domesticación de la cabra; la oveja de Ganj Darh es salvaje y en Ali Kosh fase Bus
Mordeh sólo hay un resto. En el segundo yacimiento, el argumento que se utiliza es la selección
de animales jóvenes y subadultos en proporicones semejantes a las de Ganj Dareh.
En Anatolia occidental, Nevali <;ori y <;;ayonü (Gráfico 4) son los yacimientos más antiguos
que tienen animales domésticos (PPNB antiguo); cabras, ovejas y cerdos en el primer yacimiento, bovinos y cerdos en el segundo. En Mureybet IV Ducos habla de la protodomesticación de
los bovinos. En Hallan <;emi (PPNA), la fauna está muy diversificada (Rosenberg y Davis,
1992), aunque se apunta la reproducción artificial de Jos suídos (Rosenberg et al., 1998).
En Anatolia central y oriental la domesticación es algo posterior. Como ya hemos visto en
Asikli, la reproducción artificial de las cabras y ovejas se sitúa en unos momentos correspondientes al PPNB medio, aunque el tamaño de los huesos son semejantes a los salvajes. Los estudios realizados en otro yacimiento del PPNB medio, Cafer Hoyük, por ahora parecen indicar que
este yacimiento no contiene fauna doméstica (Helmer, 1989, 1992).
Los yacimientos de Anatolia del PPNB reciente tienen fauna doméstica: Can Hassan lll,
Suberde, Gritille, Hacilar y <;;atal Hüyük. Aunque para éste último Ducos prefiere hablar de protodomesticación de los bovinos y suídos (Ducos, 1988), para Perkins los bovinos están domesticados {Pcrkins, 1969).
En el Levante, son varios Jos yacimientos que muestran indicios de domesticación a partir
del PNB medio, Jericó, Munhatta 3-6, Ain Ghazal, Aswad, Halula, Goraifé y Beidha. Aquí se utiLizan varios argumentos:
J. - El cambio de rrecuencia de las especies representadas a favor de los ovicaprinos: Jericó,
Munhatta 3-6, posiblemente Nabal Oren, Halula y Abu Hureyra.
2.- Existencia de ovicaprinos en áreas propicias a la gacela: Munbatta 3-6, Jericó, Ain
Ghazal, tal vez Ghoraifé.
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MANUEL P~REZ R.lPOLL
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Gráfico 6.- Representación de la fauna de los yacimientos de Asiab y Nemrik 9.
B=Bos. Ca=Capra. Ov=Ovis. G=GazeUa. Ce=Cervus. D= Dama. S=Sus. A=Antilopinos. E=Equus. Cr=Carnívoros.
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Ali Kosh
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Gráfico 7.- Representación de la fauna de los yacimientos de Ganj Dareh y Ali Kosb.
B=Bos. Ca=Capra. Ov=Ovis. G=Gazella. S=Sus. E=Equus. Cr=Carnívoros.
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88
MANUEL PÉREZ RlPOLL
3.- Disminución del.tamaiio de los huesos: Abu Hureyra, Ain Ghazal, Beidha, Halula,
Ghoraifé y tal vez Aswad.
4.- Selección a favor de los inmaduros y probablemente machos: Ain Gbazal, Abu Hureyra,
Gboraifé, Halula, Aswad.
5.- Las evidencias más claras de la domesticación de Jos bovinos y suídos se encuentran en
el Levante norte durante el PPNB tardío, aunque probablemente se criarían artificialmente
durante el PPNB medio.
9. LA POLÉMICA EN TORNO A LA DOMESTICACIÓN
La discrepancia en la valoración de la información registrada en el material óseo de los distintos yacimientos evidencia la falta de un criterio unitario entre los investigadores. Las posiciones encontradas se observan en la propia valoración del natufiense, que es necesario realizar
como premisa imprescindible para estudiar el paso de una economía cazadora y recolectora a
otra productora
La gacela constituye la especie dominante en la representación faunística de los yacimientos situados en el Levante. Los criterios utilizados en la evaluación de esta especie se basan en
el estudio de los perfiles de edad y en Jos análisis de los valores osteométricos.
Con el natufiense asistimos a unos momentos de cambio, cuya valoración es calificada de
un modo distinto. Hay un punto de partida común, sobre el que se edifican las distintas argumentaciones, basado en la relevancia que se da a la vida sedentaria detectada en los yacimientos
más importantes, como premisa inicial del comienzo del proceso de la domesticación.
Campana y Crabtree ( 1990) hablan de caza comunal de gacelas en el natufiense (Cuadro 3),
que resulta del modelo de organización social desarrollado según las proposiciones de Testart.
La sociedad adquiere un nivel de integración superior al meramente familiar. El líder local toma
decisiones en la recolección intensiva y en la caza comunal; en ella participan varones, mujeres
y niños para conducir los animales a una trampa, tal vez una red, según se infiere de los modelos etnográficos que son empleados para justificar la caza comunal. Este modelo se infiere del
patrón de edad de las gacelas, que según los autores describe un perfil catastrófico. Siguiendo
fielmente la interpretación de los perftles de edad de Cruz-Uribe "un perfil catastrófico implica
el uso de un método de caza, tal como la conducción comunal" hacia una trampa. Los perfiles
de edad de Cruz-Uribe son modelos construidos a partir de ejemplos etnográficos recientes y en
concreto el perfil catastrófico ha sido empleado por Speth (1983) para interpretar la caza masiva de bisontes, por sus costumbres migratorias en las que este gran bóvido se desplaza en masa
a lo largo de centenares de kilómetros. Sin embargo, pensamos que el ·modelo de caza comunal
es muy dudoso aplicado a la gacela, porque no es el método más adecuado para obtener el máximo rendimiento y porque supone la muerte de todo el conjunto de animales que han caído en la
trampa, con lo que no sería posible la caza selectiva que, como hemos observado, es característica del natufiense. Es más apropiado denominar caza especializada a este patrón selectivo,
siguiendo las propuestas de Edwards ( 1991 ).
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EL PROCESO DE DOMESTICACIÓN ANIMAL EN EL PRÓXIMO ORIENTE
Campana y Crabtree
Natufiense
Caza comunal
Tchemov
Natufiense
Caza selectiva
Evans
Natufiense
Caza especializada
Legge, A.J.
Natufiense
Domesticación de la gacela
Cope
Natufiense
Protodomesticación de la gacela
Horwitz
Natutiense
Caza generalizada
Horwitz
PPNA-PPNB ant.
Caza generalizada
Horwitz
PPNB medio
Caza intensiva. B 1
1-lorwitz
PPNB tardío
Caza intensiva. 82
Horwitz
PPNB fmai-NC
Domesticación
Ducos
PPNB medio/fmal
Protodomesticación
Hcckcr
PPNB medio
Control cultural
Kohler-Rollefson
PPNB medio
Domesticación incipiente
Legge, T.
PPNB medio
Domesticación
Aelmer
PPNB medio
89
Domesticación
Cuadro 3.- Los planteamientos diferenciados aportados por diversos investigadores en la evaluación de los procesos del tratamiento animal ba dado lugar al empleo de términos distintos para
explicar dichos procesos desde el natufiense al PPNB.
Hay algunos investigadores que llegan a posiciones más extremas al hablar incluso de la
domesticación de las gacelas, como sería el caso de A.J. Legge ( 1972). Cope ( 1991) llega a
detectar una disminución del tamaño de los huesos como consecuencia de los procesos selectivos por edad y sexo. Estas prácticas se acercan a la domesticación y este autor las califica de protodomesticación. Sin embargo, Dayan y Simberloff (1995) no encuentran motivos métricos para
hablar de una reducción del tamaño de los huesos de la gacela, y consecuentemente no hay evidencias morfológicas de su domesticación. La gacela no se pudo domesticar debido al comportamiento natural de esta especie, que no soporta los espacios cerrados (Uerpmann, 1996).
Tchemov ( 1993) enfatiza que a lo largo del natufiense se produjo una caza selectiva de la
gacela en el Levante, con unos patrones a favor de los machos y de los animales inmaduros. Este
tipo de caza continuó en el PPNA y fue paralelo a un incremento de fauna pequeña, especialmente liebres, perdices y peces. El reemplazo de la gacela por los ovicaprinos en el PPNB hay
que enjuiciarlo como un cambio en las preferencias de caza debido a la sobreexplotación de las
gacelas, como el efecto de un prolongado sedentarismo. Por esa razón, el cambio de frecuencia
de la gacela a los ovicaprinos no debe de interpretarse como una prueba de domesticación.
Horwitz (1993) prefiere hablar de caza generalizada en el natuficnse, PPNAy PPNB anti-
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90
MANUEL PEREZ RlPOLL
guo. El cambio de especies representado a partir del PPNB medio (sustitución de gacelas por
ovicaprinos) se interpreta como una caza intensiva de ovicaprinos. No se puede hablar de domesticación porque no se aprecia una disminución en los tamaños de estos rumiantes. Este tipo de
caza significa el inicio de la fase de la domesticación (estadio Bl, según su terminología). En el
PPNB tardío todavía persiste la caza intensiva, pero supone un paso más en el proceso de incipiente domesticación al producirse el aislamiento de grupos de ovicaprinos (estadio B2). La
domesticación tiene l ugar en el PPNB final y el Neolítico Cerámico.
L.K. Horwitz y P. Ducos indican que las primeras pruebas evidentes de cambios morfológicos en los ovicaprinos no se tienen hasta el PPNB final. La crítica más sistematizada procede de
P. Ducos (1994, 1998), cuyos argumentos son los siguientes:
1.- A lo largo del PPNB medio no hay una ruptura del status natural de los ovicaprinos.
2.- Los desplazamientos de las agrupaciones animales son naturales.
3.- La selección por edad es dificil de realizar a distancia por los cazadores. Por ello, las curvas de edad son aleatorias.
4 .- Aunque predominan los huesos adultos de hembras, ello no quiere decir que es una práctica selectiva ganadera, sino que, y en el caso concreto de Aswad y Ain Ghazal, los cazadores
perseguían a las manadas de hembras.
5.- Las puntas de flecha indican una sociedad cazadora, no ganadera.
6.- Las evidencias morfológicas de cambio aparecen de un modo inmediato a su captura y
reproducción artificial. Es a partir del PPNB reciente o del Neolítico Cerámico cuando se constatan los cambios genéticos.
Ducos en todo momento habla de protodomesticación. Los bovinos de Mureybet IV están
en una fase de protodomesticación ( 1978), asi como los ovicaprinos de Aswad y Ghoraifé
(Ducos, 1993). tncluso usa el mismo término para definir los ovicaprinos, suídos y bovinos de
Abu Gosh. Para él este término implica una especialización de la caza y una selección por edad
y sexo.
Estos dos últimos autores serían los representantes de los criterios puramente zoológicos,
que no tienen en cuenta que la domesticación es el resultado de un proceso de producción de las
diversas comunidades, que según sus necesidades se apropian de la cría artificial de animales sin
que necesariamente se manifiesten cambios morfológicos (Sañ.a, 1999; Vigne, 2000). Consecuentemente, otros autores enfatizan el proceso desde el punto de vista cultural y social, sería el
caso de T. Legge, 1. Kohler-Rollefson, G.O. Rollefson, J. Clutton-Brock, B. Hesse, D. Helmer.
J.-D. Vigne y M.a Saña.
Para Hecker (1982) las cabras de Beidha no muestran rasgos morfológicos de domesticación. Sin embargo, los patrones de selección por edad son semejantes a los de Ali Kosb. Este
investigador emplea el término de control cultural de las cabras para defirnir la relación estrecha que se establece entre ellas y los buma1_1os.
Kobler-Rollefson habla de domesticación incipiente para explicar las pautas selectivas de
los ovicaprinos de Ain Ghazal. Reconoce que no hay evidencias morfológicas que avalen su
domesticación plena, pero las prácticas selectivas demuestran que la domesticación se ha iniciado ya, pero aún no se han producido los cambios morfológicos (K.OhJer-Rollefson, 1989; KohlerRollefson, Gillespie y Metzger, 1988).
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EL PROCESO DE DOMESTICACIÓN ANIMAL EN EL PRÓXIMO ORIENTE
91
T. Legge y Helmer no tienen dudas en hablar de domesticación de los ovicaprinos desde el
PPNB medio, utilizando argumentos métricos referidos al tamaño de los huesos.
Los criterios de estos últimos investigadores se refuerzan con los resultados de las recientes
excavaciones efectuadas en Chipre. El poblamiento inicial se sitúa en el 10.600 BP a ra{z del descubrimiento de Akrotiri-Aekremnos, lugar utilizado como hábitat por grupos humanos que cazaron hipopótamos (95% del total) y elefantes pigmeos (aunque hay autores que piensan que estos
mamíferos ya se habían extinguido con la llegada de los primeros pobladores), además de recolectar moluscos, pescar y cazar aves (Mandel y Simmons, 1997). Posteriormente llegaron las primeras sociedades agrícolas y ganaderas. Las recientes excavaciones realizadas en Sbillourokambos muestran que este yacimiento corresponde al poblamiento neolítico más antiguo de la
isla, contemporáneo al PPNB antiguo del Levante; la fauna está constituida por ovejas, cabras,
bovinos, cerdos y dama mesopotámica. Fueron introducidos como animales domésticos, excepto la dama (Guilaine et al., 1996) y aunque el tamaño de los huesos es parecido al de los respectivos animales salvajes, las pautas selectivas a favor de machos jóvenes y subadultos sugieren una reproducción ganadera. Consecuentemente, su status ya estaba previamente establecido,
al carecer la isla de los agriotipos. La difusión de estos animales se realizaría desde el Éufrates
o las costas mediterráneas y formaría parte de la expansión generalizada de las comunidades productoras a partir del PPNB (Vigne, 2000).
10. CONCLUSIONES
Durante el natufiense se puso en práctica un modelo de caza que tenía la pretensión de intensificar y racionalizar la explotación de los recursos animales por medio de la aplicación de unos
patrones de selección de edad y sexo, que en parte son una respuesta a la vida sedentaria, al
aumento de la población y a una complejidad cultural detectada en varios yacimientos. En el
PPNA los valores representativos de los distintos taxones no eran muy diferentes a los del natufiense, aunque ya se observan los primeros indicios de reproducción artificial en Hallam <;emi y
Aswad. Los síntomas de cambio se dieron en Nevali <;ori, <;ayonü, Mureybet, Ganj Dareh y
Aswad en el PPNB antiguo, pero no se registraron transformaciones genéticas, los tamaños son
idénticos a los de los animales salvajes, y el seguimiento del proceso sólo fue perceptible a partir de las pautas de selección por edad y sexo. En Shillourokambos la explotación ganadera era
evidente desde los momentos iniciales del poblamiento, correspondiente al PPNB antiguo, afectando a los bovinos, cabras, ovejas y cerdos. En üneas generales, el proceso de domesticación
sólo pasa por el control de la reproducción artificial de los animales. La selección está dirigida
hacia esta fmalidad y los cambios genéticos, de producirse, son involuntarios (Cuadro 4).
Durante el PPNB medio se produjeron cambios importantes en el proceso, que se reflejaron
no sólo en las curvas de edad y sexo, sino también en la representación de los taxones y en el
registro de las primeras variaciones genéticas, documentadas en algunos yacimientos a partir de
Las medidas de los buesos, que experimentan una reducción de los tamaños. En estos momentos,
se puede afirmar que las comunidades humanas comienzan a practicar el control genético, selec-
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MANUEL P ÉREZ RIPOLL
Indicios de domesticación
Comienzo de la domesticación
Domesticación
Selección por ednd y sexo
Volwuario
------Control gcn~tico
In vol un trui o
--------
PPNA
PPNB antiguo
Volunuuio
PPNB med io
PPNB reciente
Cuadro 4.- Evolución del proceso de domesticación.
cionando aquellos caracteres que consideran más idóneos, de modo que la dinámica sociaJ y económica coevoluciona con el proceso de domesticación, ya que los caracteres seleccionados sólo
persistirán si los animales se encuentran bajo el control humano. Estos ensayos se dan a lo largo
de una periodo que cubre unos 600 años, en el que aún persisten ganados cuyos animales no
manifiestan manipulaciones genéticas.
En el PPNB reciente, la domesticación se generaliza a la práctica totalidad de los yacim ientos del Próximo Oriente. La reducción de los tamaños de los huesos es común en los registros
óseos de la gran mayoría de yacimientos, evidenciando el progreso de los cambios genéticos.
No obstante, los planteamientos empleados por los distintos investigadores son divergentes
en la valoración de los criterios utilizados en sus estudios. Unos son puramente zoológicos, como
los de Ducos y Horwitz, que se contraponen a los criterios culturales y sociales de Helmer,
K<>hler-Rollefson, Vigne, Saña, Legge o B<>konyi, entre otros. La argumentación utilizada conduce a los investigadores a proponer cronologías distintas en el inicio de la domesticación. Para
los primeros, las pruebas osteológicas aseguran que la domesticación solamente se encuentra en
el PPNB fi nal o incluso en el Neolítico cerámico. Para los segundos, la domesticación inicial,
verificada a partir de las pautas selectivas y la osteometría, se encuentra en el PPNB antiguo o
medio. Así pues, la disminución de tamaños en una primera etapa aún no se había producido,
aspecto que da la razón a Davis, quién indica que los cambios morfológicos pudieron haber tenido lugar en los momentos posteriores a la cría artificial de los animales (Da vis, 1989), y, consiguientemente, hubo un periodo inicial en el que los tamaños eran parecidos a los de los animales salvajes.
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EL PROCESO DE DOMESTICACIÓN ANIMAL EN EL PRÓXIMO ORIENTE
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ARCHlVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXJV (Valencia, 2001)
MIGUEL ÁNGEL MATEO SAURA Y ANTONlO CARREÑO CUEVAS
EL ARTE RUPESTRE DE LA TINADA DEL CIERVO (NERPJO, ALBACETE).
REVISIÓN DEL CONJUNTO
ANTECEDENTES
Las primeras referencias a las pinturas rupestres de la Tinada del Ciervo son de M . Soria y
M.G. López ( 1), quienes, durante los trabajos de prospección desarroLlados en 1997 en la vertiente giennense de la Sierra de Segura, descubren dos de las cavidades que integran el conjunto, en concreto los abrigos r y II.
Por el mismo tiempo, Antonio Carreño descubre en la Sierra de Huebras el conjunto de los
Abrigos de Huerta Andara, muy próximos a la Tinada del Ciervo (2). Será durante los trabajos
de documentación de éste último cuando, con motivo de una visita a la Tinada del Ciervo para
una toma de datos, la inspección del entorno inmediato posibilite el hallazgo de otras tres cavidades pintadas más, inéditas, lo que venía a completar la información ya publicada sobre los dos
abrigos primeros.
Solicitados y concedidos los correspondientes permisos de estudio a la Dirección General
de Patrimonio y Museos de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, abordamos el trabajo de documentación de estos dos nuevos abrigos, así como la revisión de los ya conocidos,
con el fin de analizar todo el yacimiento bajo unos mismos criterios.
(1) M. SORIA LERMAy M.G. LÓPEZ PAYER: Arte esquemático en el Alto Segura. Los abrigos 1 y 11 de la Tinada del Ciervo
(Ncrpio, Albacete). Revista de Arqueología, 214, Madrid, L999, págs. 8-13.
(2) M.A. MATEO SAURA y A. CARREÑO CUEVAS: Aportaciones al estudio del ane rupestre en Nerpio (Aibacete). Los
conjuntos de Mingamao, Sacristanes y Huerta Andara. A1-Basil, 44, Albacete, e.p.
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MIGUEl. ÁNGEL MATEO SAURA Y ANTONIO CARREÑO CUEVAS
Fig. l.- Vista del paraje de la Tinada del Ciervo (T.M. de Nerpio, Albacete).
CONTEXTO FíSICO
Alejado unos 25 km al suroeste de la población de Nerpio y próximo a los límites provinciales con Granada y Jaén, el conjunto de la Tinada del Ciervo queda inscrito en las estribaciones más noroccidentales de la Sierra de Huebras, en el paraje de la Tenada del Encalvo, dentro
del dominio tectosedimentario del subbético. Por encima de los 1.350 m.s.n.m., hay un predominio de dolomías grises de aspecto masivo del Cretácico, mientras que por debajo de esa cota
encontramos afloramientos de materiales terciarios de margocalizas y calizas.
La vegetación espontánea es la típica de un bosque mixto de coníferas, con abundante matorral de monte bajo, y p ino, quercus y reductos de sabina entre las especies de porte arbóreo.
La hidrografía de la zona queda estructurada por el río Zumeta y djversos cursos menores
tributarios suyos. Los abrigos pintados se abren a uno de esos pequef'los barrancos tributarios del
Zumeta, próximos a la confluencia de éste con el llamado río Frío.
TINADA DEL CIERVO 1
Localizado a una altitud de 1.390 m.s.n.m. y con una orientación suroeste, las dimensiones
del abrigo son de 5, 1O m de abertura de boca, 1,80 m de profundidad y 2 m de altura.
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EL ARTE RUPESTRE DE LA TINADA DEL CIERVO (NERPlO, ALBACETE}
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\
•
o _ _ __ _____.
.__
2a
Fig. 2.- Planta y sección de la Tinada del Ciervo l.
Las pinturas se sitúan en la parte central de la cavidad, formando un friso de 0,80 x 0,60 m,
y a una altura respecto al suelo de 0,60 m. Los motivos documentados son:
l. Cérvido. Muestra un excepcional tamaño grande y una cornamenta profusamente ramificada. Mide 28 cm de alto y 24,6 cm de ancho. Color rojo (Pantone 202 U) (3).
2. Cuadrúpedo. Mide 3,5 cm de alto y 5,5 cm de ancho. Color rojo (202 U).
3. Cuadrúpedo. Mide 2,2 cm de alto y 5 cm de ancho. Color rojo (202 U).
4. Arquero. Mide 11,2 cm de alto. Color rojo (202 U).
5. Cáprido. Mide 8 cm de alto y 6,7 cm de ancho. Color rojo (202 U).
6. Restos de una posible figura humana. Mide 5,3 cm de alto y 4,4 cm de ancbo. Color rojo
(202 U).
(3} Para la toma del color hemos utilizado compararivamenie las tablas Pantone Color Formula Guide, 18 th edition, New
fersey, 1986/87.
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MIGUEL ÁNGFJ.. MATEO SAURA Y ANTONIO CARREÑO CUEVAS
\.{- t~·
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Fig. 3.- Tinada del Ciervo l. Dibujo del panel pintado.
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EL ARTE RUI'ESTRE DE LA TINADA DEL CIERVO (NERI'IO, ALBACETE)
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Fig. 4.- Tinada del Ciervo l.
7. Cornamenta de cérvido. Mide 9,7 cm de alto y 6,7 cm de ancho. Color rojo (202 U).
8. Cornamenta de cérvido. Mide 10,4 cm de alto y 6,7 cm de ancho. Color rojo (202 U).
9. Cuadrúpedo, posible cáprido. Mide 9,6 cm de alto y 10 cm de ancho. Color rojo (202 U).
10. Cuadrúpedo. Mide 4,5 cm de alto y 7,8 cm de ancho. Color rojo (202 U).
11. Cuadrúpedo, posible cáprido. Mide 11,8 cm de alto y 8,5 cm de ancho. Color rojo (202 U).
12. Cuadrúpedo, posible cáprido. Mide 8,3 cm de alto y 10,7 cm de ancho. CoJor rojo (202 U).
13. Cuadrúpedo. Mide 8,5 cm de alto y 14,7 cm de ancho. Color rojo (202 U).
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Fig. 5.- Planta y sección de la Tinada del Ciervo TI.
El estado general de conservación de las pinturas de este abrigo 1, con excepciones puntuales en las figuras 7 y 8, es bueno. El principal agente de erosión lo constituye la descamación de
la propia pintura en pequeiias láminas, provocada por la pérdida de adherencia de la misma a la
pared, lo que da a los motivos cierto aspecto fragmentado. Asimismo, el grupo de figuras 9 a 13
se ha visto afectado también por diversos desconchados del soporte, que las ha destruido parcialmente, con mayor incidencia en los cuadrúpedos 9, 1O y 13 que han perdido la parte de la
cabeza. Por su parte, la acción de una colada calcltica ha cubierto los motivos 7 y 8, de cérvidos,
que debieron ser muy similares en su tipología al número 1, pero de los que hoy apenas podemos apreciar parte de sus cornamentas por debajo de una capa blanquecina de cal.
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EL ARTE RUPESTRE DE LA TINADA DEL CIERVO (NERPIO, ALOACETE)
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Fig. 6.- Tinada del Ciervo U. Parte izquierda del panel pintado.
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Fig. 7.- Tinada del Ciervo ll. Parte derecha del panel pintado.
TINADA DE L CIERVO lb
Se trata de una oquedad contigua al abrigo I, situada a su derecha y en un nivel inferior. En
ella no vemos motivos pintados como tales, sino una amplia superficie de la pared rocosa, de
0,50 x 0,50 m completamente embadurnada de pintura.
TINADA DEL CIERVO II
Situada a una altitud de 1.390 m.s.n.m. y con una orientación oeste, esta segunda cavidad se
aleja apenas una veintena de metros aguas arriba del barranco respecto al abrigo I. Sus dimensiones máximas son de 10m de abertura de boca, 3,25 m de profundidad y 4 m de altura.
Las pinturas se ubican en la parte izquierda de la cueva, a una altura de 1 m respecto al suelo
de la misma. Los motivos documentados son:
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EL ARTE RUPESTRE DE LA TINADA DEL CII::.RVO (t ERI'IO. ALI3J\CE'I 1::.)
Fig. 8.- Tinada del Cien ·o 11. C uadrúpedo número l.
Fig. 9.- Tinada del Cier vo ll. Cérvido número 2.
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Fig. 10.- Planta ysección de la Tinada del Ciervo m.
l. Restos de la figura de un cuadrúpedo. Sólo se conservan los cuartos delanteros, la linea
dorsal del cuerpo y la cola. Mide 8,2 cm de alto y 16,1 cm de ancho. Color rojo (201 U).
2. Restos de la figura de un cérvido. Mide 7,2 cm de alto y 11,5 cm de ancho. Color rojo
(202 U).
3. Motivo en forma de 'Y', posible esquema antropomorfo. Mide 15,4 cm de alto y 14 cm
de ancho. Color rojo (202 U).
4. Restos de pintura. Color rojo (202 U).
5. Cérvido. Mide 7,8 cm de alto y 10,3 cm de ancho. Color rojo (202 U).
6. Restos de pintura. Color rojo (202 U).
7. Restos de pintura en forma de trazo vertical. Mide 2, 1 cm. Color rojo (202 U).
8. Restos de pintura. Color rojo (202 U).
9. Trazo vertical. Mide 8,3 cm. Color rojo (202 U).
10. Restos de pintura. Color rojo (202 U).
11. Restos de pintura en forma de trazo vertical. Mide 2,2 cm. Color rojo (202 U).
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EL ARTE RUPESTRE DE LA TINADA DEL CIERVO (NERPIO, ALBACETE)
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Fig. ll.- Tinada del Ciervo ll. Panel 1.
La mayor parte de las representaciones de este segundo abrigo se han visto afectadas por las
descamaciones de la pintura, aunque otros agentes de deterioro afectan por igual a las mismas.
Así, mientras que la figura número 1 se encuentra parcialmente destruida por dos grandes desconchados del soporte, los motivos 5 y 6 están bajo la acción de una colada calcítica que los
cubre en su práctica totalidad.
TINADA DEL CIERVO lll
Situado unos L00 m aguas abajo del barranco respecto del abrigo 1, se eleva a los 1.300
m.s.n.m., mostrando una orientación sor. Las dimensiones máximas son de 10,20 m abertura de
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Fig. 12.- Tinada del Ciervo m. Panel 2.
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Fig. 13.- T inada d el Ciervo 111. Panel 2.
boca, 2,90 m de profundidad y 3,30 m de altura. Las pinturas se distribuyen en dos paneles djstintos.
Panel/
Se localiza en el interior de una pequeña hornacina, en la parte izquierda de la cavidad
mayor. Los motivos pintados son:
l . Restos de pintura que, con reservas, podrían pertenecer a una representación de cuadrúpedo. Mide 5,5 cm de alto y 9,7 cm de ancho. Color rojo (173 U).
2. Restos de pintura en fonna de trazo verticaL Mide 2,9 cm. Color rojo ( 173 U).
Pane/2
3. Cuadrúpedo. Mide 32,5 cm de alto y 14 cm de ancho. Color rojo (173 U).
4. Restos de pintura. Color rojo (202 U).
5. Restos de pintura. Mide 7,6 cm. Color rojo (173 U).
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MIGUEL Á NGEL MATEO SAURA Y A NTONIO
CARR~O CUEVAS
Fig. 14.- Tinada del Ciervo m. Cuadrúpedo núm. 3.
La pérdida de adherencia de la pintura al soporte, provocada por procesos naturales de desecación, ocasiona la descamación de la propia pintura, dándoles a los motivos su actual aspecto
fragmentario. No obstante, en el panel 2 hay que reseñar también la acción de una colada calcítica que ha cubierto por completo las figuras, boy indeterminables en su tipología.
TfNADA DEL C IERVO IV
Este abrigo IV se sitúa en la vertiente contraria del barranco en la que se encuentran las otras
tres cavidades, enfrente de la Tinada del Ciervo II. Con una altitud de 1400 m.s.n.m. y una orien-
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EL ARTE RUPESTRE DE LA TINADA DEL CIERVO (NERPIO, ALBACETE)
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Fig. 15.- Planta y sección de la Tinada del Ciervo IV.
tación noroeste, las dimensiones de la cueva son de 42,5 m de abertura de boca, 6,75 m de profundidad y 4,20 m de altura.
Las pinturas se localizan en la parte izquierda de la covacha, a una altura respecto al suelo
de 1,50 m. Los motivos son:
l. Trazo vertical, con inclinación de izquierda a derecha. Mide 4,3 cm. Color rojo (180 U).
2. Trazo vertical. Mide 6,2 cm. Color rojo ( 180 U).
3. Trazo horizontaL Mide 2 cm. Color rojo ( 180 U).
4. Motivo circular del que parte hacia abajo un trazo vertical. Mide 5,6 cm. Color rojo (180
U).
El estado de conservación de estas pinturas de Tinada IV es muy deficiente, estando, en
parte, determinado por la propia naturaleza del soporte rocoso ya que se trata de una roca caliza
de muy poca consistencia, fácilmente degradable en forma de pequeñas escamas. De hecho, los
motivos se sitúan en una de las zonas del abrigo en donde el soporte ha sufrido una menor alteración, que, no obstante, también ha afectado a los motivos pintados, conservados muy parcialmente.
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Fig. 16.- Tinada del Cier vo 1 . Dibujo del panel pintado.
Fig. 17.- Tinada del C iervo IV.
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EL ARTE RUPESTRE DE LA TINADA DEL CLERVO (NERPIO, ALBACETE)
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TEMÁTICA Y SIGNIFICADO
Una de las características más destacadas de este conjunto de la Tinada del Ciervo La encontramos en la propia temática representada, por cuanto constituye uno de los pocos ejemplos de
la comarca en Los que la pintura esquemática muestra un sentido narrativo claro, frente a la individualidad y la abstracción que por lo común envuelven a los elementos gráficos de este estilo.
De hecho, a excepción del panel pintado en la cavidad 1, las pinturas de las otras covachas son
buenos modelos de la disposición aparentemente desordenada de las figuras dentro de un mismo
espacio de representación. En el abrigo IT encontramos barras verticales, algunos esquemas indeterminables y varios cuadrúpedos, no siendo posible definir el hilo conductor, el nexo de relación entre ellos, sin duda existente, que vaya más allá de la evidente participación en ese mismo
espacio de representación que constituye el abrigo. Algo similar sucede en las cavidades I1J y IV,
más acentuado en ésta última debido a su pésimo estado de conservación, mientras que en la
pequeña cavidad lb lo pintado es una superficie amplia de la pared y no motivos concretos.
Sin embargo, en el abrigo l vemos una de las muestras más destacadas de actividad cinegética en el arte esquemático de la zona. En la acción, un arquero, perfectamente delimitado en sus
formas y de buen trazo, dispara sus flechas contra un grupo de cuadrúpedos que corren delante
de él. Con relación a éstos, discrepamos con la identificación efectuada por M. Soria y M.G.
López (4), primeros estudiosos de este abrigo, y rechazamos su identidad como cánidos puesto
que no percibimos los rasgos anatómicos que nos lleven a aceptarlos como tales. Más bien al
contrario, creemos que Jos pocos detalles que podemos apreciar en las figuras, a excepción del
cérvido número l, hablan a favor de su identidad como cápridos, lo que resulta evidente en el
número 5 si nos atenemos a su diáfana cornamenta, dificilmente explicable si fuera un cánido.
Dentro de este grupo, no cabe duda de que la figura de ciervo que lo preside, por su tamaño y su especial 'engalanamiento', expresado por medio de una cornamenta ramificada en exceso, desempeña un papel destacado, debiendo estar cargada de un especial simbolismo.
Un segundo grupo compositivo, quizás cerrado en sí mismo, lo integran las cinco figuras de
cuadrúpedo, posiblemente de cápridos, que se sitúan en un plano inferior respecto a la escena de
caza (números 9 a 13). En principio sin participación humana, aunque este extremo sería discutible dada la presencia del motivo número 6, estos animales se nos presentan a modo de una simple manada. No obstante, ese motivo número 6, muy mal conservado, se asemeja mucho a la
figura de arquero del plano superior, pudiendo tratarse también de otra representación de arquero. De aceptarse su identidad humana, nos encontraríamos ante un núcleo formado por siete animales, incluidos, tal vez, dos cérvidos de cornamentas muy ramificadas (números 7 y 8) y un
humano muy similar al situado más arriba, en donde el individuo sí se muestra como un cazador
que actúa contra los animales. Aunque tampoco podamos descartar que todas las figuras formen
una única escena, algo para nosotros poco probable, parece como si nos encontrásemos frente a
dos instantes diferentes pero consecutivos de una misma acción, el previo a la caza y el de la caza
(4) SORLA y LÓPEZ: Op. cit. en la nota l.
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propiamente dicho, lo que, de confirmarse, nos hablaría de un concepto narrativo en modo alguno generalizado en el discurso esquemático.
La coetaneidad de todos los motivos representados pudiera ser un elemento de apoyo para
esa lectura que hemos efectuado. La presencia de los mismos convencionalismos en todos los
motivos, y la ausencia de diferencias morfológicas notables o en Jos procedimientos técnicos,
abogan por la realización del panel en un único momento de representación, lo que incide directamente en su significación.
Distinta es la situación del abrigo JI, en el que sí podemos establecer dos fases de desarrollo. En una primera fase incluimos la representación del cuadrúpedo número 1, mientras que el
resto de figuras pertenecen todos a un segundo momento de utilización de la covacha. Ya M.
Soria y M.G. López (5) marcaron cierta lejanía formal de esta figura de cuadrúpedo respecto a
las otras, por cuanto "se trata un figura no totalmente esquemática", en función del trazado abultado del tronco. Es cierto que el tratamiento de los volúmenes que muestra esta representación
la aleja del resto de motivos del friso pintado, pero es que además hay otros detaUes morfológicos, como la forma de la cola, o de procedimientos en el tr;'lzo que la alejan de Lo esquemático y,
con reservas, la aproximan a lo levantino. De hecho, arte levantino lo hallamos en un entorno
próximo, en los conjuntos de las Cuevas del Engarbo y en el Abrigo 1 de Río frío. En este último encontramos como única representación en el conjunto la figura de un cuadrúpedo, posiblemente un cáprido o un cérvido, del que se conserva la cabeza y parte del cuerpo (6).
Sobre la superficie rocosa embadurnada de pintura de la covacha lb, contigua al abrigo I,
digamos que no es algo que veamos generalizado en el estilo esquemático. De hecho, tan sólo
encontramos algo similar en el Abrigo de los Gavilanes de Lorca (Murcia) (7), en el que un
saliente del soporte rocoso que ocupa una superficie de 0,60 m x 0,40 m también está pintado en
rojo, como queriendo con ello resaltar su presencia. Tanto en un caso como en otro se nos escapa su intención última.
Hemos de reflexionar también de forma particular sobre la figura de ciervo número 1 del
abrigo I, sin lugar a dudas la más espectacular de todos los abrigos que integran el conjunto,
acaso también la más importante. Sobre su especial significación ya repararon los primeros
investigadores que estudiaron esta cueva, para quienes, sin la menor duda, esta figura encerraba
un especial simbolismo, tal vez relacionado con rito.s de fecundidad o propiciatorios de la caza,
o también, como forma de exaltación por medio de una cornamenta tan ramificada de las cualidades propias del animal, a saber, su virilidad, fuerza o agilidad, entre otras (8).
Sin que podamos descartar ninguna posibilidad, compartimos esta última en detrimento de
los ritos de fecundidad e, incluso, de la tan recurrida teoría de la magia propiciatoria de la caza,
que fundamentada en los postulados de la llamada 'magia pre-animista' y con referencias en
(5) SORIA y LÓPEZ: Op. cit. en la nota l .
(6) M. SORIA LERMA y M.G. LÓPEZ PAYER: Los abrígos con arte rupestre levantino de las Sierras de Quesada y Segura
(Jaén). Patrimonío de la Hull)anidad. Revista de Arqt1eología, 221, Madrid, 1999, págs. 6-14.
(7) M.A. MATEO SAURA: Arte rupestre en Murcia. Noroesfe y 1íerras Altas de Lorcá, Editorial KR, Murcia, 1999, 278 págínas.
(8) SORTA y LÓPEZ: Op. Cit. en la nota l.
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EL ARTE RUPESTRE DE LA TINADA DEL CIERVO (NERI'IO, ALBACETE)
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determinados hechos etnográfi cos, sólo pretende dar una fácil explicación para aquellos elementos más complejos, no sólo esquemáticos sino también de otros ciclos artísticos, para los que
no tenemos, a priori, otra explicación mejor.
Parece evidente que cada representación animal encierra un simbolismo en sí misma y que
su inclusión en una determinada escena, como pueda ser esta de caza, trasciende más allá del
mero hecho narrativo de una acción concreta. Contamos con ejemplos muy evidentes de ello en
otros ciclos artísticos rupestres, entre ellos, el referido por J. Clottes y D. Lewis-Willians (9)
sobre las escenas de cacerías en las que el protagonista es el muflón, que lejos de ser simples
escenas de caza de esta especie animal, se trata, por el contrario, de un modo de intervención
sobre las fuerzas que provocan la lluvia. También sabemos que algunas especies animales juegan un papel destacado en rituales concretos. El propio ciervo actúa como psicopompo o animalguía en los rituales chamánicos, es el revelador de los caminos espiritua.les y el indicador de los
espacios hierofánicos ( 10).
En este contexto, no parece aventurado suponerle a este ciervo de la Tinada I una función
más allá de la puramente narrativa, simbolizando más bien una conjunción de fuerzas naturales,
como las indicadas por M. Soria y M.G. López, o espirituales, pero, sin duda, todas ellas objeto
de deseo por el hombre, representado aqui bajo La fonna de un cazador.
Si, como pensamos, la pintura esquemática hay que relacionarla con sociedades ya productoras, la presencia de composiciones cinegéticas como ésta de la Tinada l en conjuntos esquemáticos habría que considerarla como una pervivencia de dicha actividad en la economía del
grupo, y desde un plano espiritual, trascendente, como una reminiscencia de una etapa anterior
en la que lo sagrado se capta a través de la figura animal, al encamar éstos las energías vitales
del bosque y las fuerzas supremas de la naturaleza ( 11).
ASPECTOS TÉCNICOS
Interesantes se nos presentan estas pinturas de la Tinada del Ciervo por lo que a los procedimientos técnicos se refiere, sobre todo en los procesos de ejecución y en el concepto de representación y uso de la perspectiva. Sobre el proceso de ejecución hemos de establecer, no obstante, una diferenciación entre los abrigos del conjunto. Mientras que en las covachas lH y IV el
trazo está en consonancia con el tipo más generalizado en la pintura esquemática, caracterizado
por sus perfiles imprecisos y por no cubrir las irregularidades de la roca, impregnando sólo las
partes más sobresalientes de la misma, en los abrigos I y n, el trazo sí destaca por mostrar unos
bordes muy precisos, apreciable incluso en detalles como las puntas de las cornamentas o el arma
(9) J. CLOTTES y D. LEWIS-WILLIANS:Les chamanes de la Préhistoire. TranSI!et magie dans les groues omées, Ed. Seuil,
1996, París.
(lO) J.F. JORDÁN MONTES: Diosas de la montaiia, espíritus IUtelares, seres con máscaras vegetales y cbamanes sobre árboles en el arte rupestre levantino espaMI (Sureste de la Península Ibérica). Zéplryrus, 51, Salamanca, 1999, págs. 111- 136.
(11) P. LEVilQUE: Bestias, Dioses y Hombres. EL imaginario de las primeras religiones, Universidad de Huelva, Huelva,
1997.
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MIGUEL ÁNGEL MATEO $AURA YANTONIO CARRERO CU
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del cazador del abrigo 1 siendo además una línea que impregna todo el soporte. En cierto modo
,
y bien entendido este postulado, diríamos que este trazo nos recuerda mucho más al tipo levantino que al esquemático. Por lo que se refiere a la posible representación levantina de la cavidad
U, ésta muestra la combinación de la línea de perfiles regulares, baste observar el detalle de la
cola, y la superficie homogénea de color a modo de tinta plana para el cuerpo del animal.
Mayor concordancia con las ' directrices generales' del estilo esquemático encontramos en
los conceptos de representación. Aqui también recurre el artista a la abstracción de los motivos,
a la eliminación de detalles superficiales en favor de aquellos otros rasgos que resultan suficientes para su identificación, como son, en este caso, las cornamentas, bien de cápridos o de cérvidos. Quizá la única licencia que el pintor se permitió fue la de mostrar una cornamenta exagerada en algunos de los ciervos de los abrigos l y U, irreal tanto por su tamaño, excesivamente grande, como por su abusiva ramificación. No obstante, como hemos señalado, parece que ello está
supeditado a un simbolismo especial que pudo convertir a esas figuras en las más importantes de
los distintos paneles pintados. Para el resto de motivos que no son los cuadrúpedos o los humanos, el grado de abstracción ha sido tal que sólo se presentan a modo de barras verticales o signos para los cuales no es posible determinar una tipologla explicita que aclare su significado.
Más interés tiene, en cambio, el empleo que se hace de la perspectiva. Tratadas individualmente, Las representaciones permanecen fieles a la norma de mostrarse desde un punto de vista
lateral, aunque con detalles corno las cornamentas pintados en una perspectiva frontal. Todo ello,
en pro de la faciJjdad de identificación de las figuras y de comprensión del mensaje que encierran.
Por su parte, concebidas de forma colectiva es posible percibir una intención de búsqueda
de la tercera dimensión. Lo vemos en la composición de caza del abrigo 1, en La que por delante
del cazador, los tres cuadrúpedos menores van disminuyendo progresivamente su tamaño conforme se alejan del mismo y, a la vez, respecto del punto de vista del espectador. Mientras, el
ciervo, con un tamaño mayor, al margen de su cornamenta, parece situarse en un plano más próximo al espectador con relación a aquellos, intercalado entre los otros cuadrúpedos. Algo parecido nos encontramos también en los cercanos Abrigos de Huerta Andara, concretamente en el
abrigo I, en donde un grupo de tres cuadrúpedos aparece también con una disposición escalonada en el plano de representación y con ligeras variaciones de tamaño entre ellos (12).
Sin embargo, en el otro grupo de animales situados más abajo, la búsqueda de la tercera
dimensión, si es que la hubo, se plasmó tan sólo en el escalonamiento de los animales pero no
en una diferenciación de tamafios.
MARCO CRONOLÓGICO Y CULTURAL
Para el encuadre cronológico de las pinturas, en el estado actual de la investigación hemos
de recurrir a los datos generales con que contamos a la hora de fechar el fenómeno rupestre
( 12) MATEO y CARREÑO: Op. cit. en la nota 2.
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EL ARTE RUPESTRE DE LA TINADA DEL CIERVO (NERPIO, ALBACETE)
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esquemático, aún cuando algunos otros datos parciales como el aportado por M. Soria y M.G.
López ( 13) acerca del hallazgo de un enterramiento en cueva fechable a finales del m milenio a
C. en el entorno próximo a las pinturas pudieran servir para puntualizar un tanto el marco general esbozado.
Por el momento, la pintura rupestre esquemática se nos presenta como una acción cultural
y, sin duda, religiosa, que hunde sus raíces en el Neolítico antiguo y llega en sus últimas manifestaciones hasta fechas más recientes (14). La identificación de representaciones humanas, cuadrúpedos y signos puntiformes, soliformes o ramiformes. entre otros, muy próximos a los modelos pintados y que forman parte de la decoración cerámica en contextos del Neolítico antiguo y
medio en la Comunidad Valenciana y en Andalucía ha permitido adelantar la cronología de parte
del código esquemático hasta esas fechas neolíticas. En este marco hemos de considerar también
la fecha radiocarbónica obtenida en los Abrigos del Pozo de Calasparra (Murcia), en cuyas paredes hay cerca de medio centenar de figuraciones esquemáticas de cuadrúpedos y signos, y en
donde un nivel Neolítico en el que aparecieron restos de pigmento mezclados con el sedimento
aportó la fecha de 6260 ± 120 B.P. (15).
Dados estos paralelos materiaJes y con ellos la cronología neolítica de parte del código
esquemático, hace tiempo que vinculamos su nacimiento con el nuevo sistema económico productor que se va implantando y en el que la pintura sería la forma de expresión de una espiritualidad estrechamente relacionada con esas nuevas formas de vida económica ( 16). Se inicia
entonces un proceso continuo de formación del corpus iconográfico esquemático en el que el
substrato indígena debió jugar un papel destacado, sobre todo si tenemos en cuenta que en algunos lugares ya existe otro arte rupestre, el levantino, desarrollado también con un importante
trasfondo religioso.
Si la superposición de elementos esquemáticos sobre levantinos al modo en que lo vemos
en la Cañada de Marco en Alcaine, el Abric de Jes Torrudanes y Barranc de la Carbonera n en
Beniatjar, la Cueva de la Vieja en AJpera, Molino de Juan Basura en Nerpio o los varios del Rio
Vero, en Huesca, pudieran indicar cierta posterioridad de lo esquemático respecto de lo levantino, la aparición de motivos levantinos sobrepuestos a otros esquemáticos en el Barranc de la
Palla en Tormos, Solana de las Covachas IX y Barranco Bonito en Nerpio, y, aunque más problemáticos, en Cantos de Visera en Yecla y Cueva de la AraBa en Bicorp, revela una más que
probable etapa de convivencia de ambos estilos durante un periodo de tiempo determinado.
A pesar de ello y aunque algún autor considere a la pintura levantina el marco de origen de
(13) SORIA y LÓPEZ: Op. cit. en la nota l.
(14) P. ACOSTA MARTÍNEZ: m arte csqucmáúco ibérico: problemas de cronología preliminares. Scripta Praehistorica.
Francisco Jordá Oblata Salmanticae, Salamanca, 1984, págs. 31-61. B. MARTi OLIVER y M.S. HERNÁNDEZ PÉREZ: El
Neolitic valencia. Art rupestre i cultura material, Valencia, 1988. M. SORJA LERMA y M.G. LÓ PEZ PAYER: Aproximación al
estudio del significado de la pintura rupestre postpaleolitica del sureste peninsular. Ars Praehistorica, Vli-Vlll, Barcelona, 1989,
págs. 167-182.
(15) C. MARTfNEZ SÁNCI·IEZ: Nueva datación de CI 4 para el Neolítico de Murcia: los Abrigos del Pozo (Calasparra).
Trabajas de Prehistoria, 51, n"l, Madrid, 1994, págs. 157-161.
(16) M.A. MATEO SAURA: Las pinturas rupestres esquemáticas del Abrigo de la Fuente, Callado de la Cruz (Moratalla,
Murcia). Caesaraugusta, 68, Zaragoza, 1991, págs. 229-239. MATEO SAURA: Op. cit. en la nota 7.
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M IGUEL Á NGEL MATEO SAURA Y ANToNIO CARREliiO CUEVAS
la esquemática ( J 7), compartimos la idea de que Jos motivos y signos esquemáticos no son consecuencia de una transformación de las formas levantinas, sino que nacen a raíz de la introducción de conceptos simbólicos nuevos (18), aunque esta convivencia entre ambos estilos sí pudo
reportar un trasvase de elementos, no sólo de procedimientos técnicos sino también de conceptos, que se adaptan a L nueva forma de expresión.
a
El perfeccionamiento de las técnicas agrícolas y ganaderas, y la consolidación del sedentarismo, entre otros, podrían ser agentes de cambio en la expresión plástica, cuya complejidad
aumentarla con la asimilación de las técnicas metalúrgicas, el comercio de metales o el dominio
de las rutas comerciales (19). Ejemplo de esta agregación progresiva de motivos puede estar
representada por los llamados ' ídolos', con presencia destacada en contextos calcolíticos y que
parece que el substrato indígena asimila y transforma, adaptándolos a su modo particular de
expresión (20).
Serán esos mismos logros técnicos, las continuas influencias y el estadio evolutivo del grupo
social en que se desenvuelven, entre otros factores, los que darán lugar a una creciente diversidad cultural que, con el paso del tiempo, supondrá el paulatino abandono del arte rupestre como
medio de expresión de las ideas que lo crearon.
(17) E. RlPOLL PERELLÓ: Cuestiones en tomo a la cronología del arte postpaleolltico en la P1.:nínsula Ibérica. Simposio
In/emocional de Arte Rupestre, Barcelona, 1968, págs. 165-192. E. RIPOLL PERELLÓ: Acerca de algunos problemas del arte rupestre postpalcolltico en la Península Ibérica. Espacio, 7iempa y Forma, Serie 1, 3, Madrid, 1990, págs. 71-104.
( 18) A. BELTRÁN MARTÍNEZ: Megalitismo y arte rupestre esquemático: problemas y planteamientos", Mesa redonda sobre
el megalitismo peninsular. Madrid, 1984, Madrid, 1986, págs. 21-32.
(19) BELTRÁN MARTÍNEZ: Op. cit. en la nota 17.
(20) ACOSTA MARTÍNEZ: Op. cit. en la nota 13.
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ARCHIVO Da PREiflSTORIA LEVANTfNA
Vol. XXJV (Valencia, 2001)
NORBERTO M ESADO ÜLIVER
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SOBRE EL ENEOLÍTICO Y LA EDAD DEL BRONCE EN TÉRMINO DEL
MUNICIPIO DE ARTANA (LA PLANA BAIXA, CASTELLÓN) A TRAVÉS DE
UNA "DEESSA" ESCULTURADA Y DOS CAVIDADES:
LA MASADETA Y ELS CASTELLETS
l. INTRODUCCIÓN
E l estudio del Eneolítico en la comarca de la Plana Baixa queda reducido, en la bibliografia
arqueológica, al singular yacimiento de Villa Filomena (Vila-real) (1) y a la sima del Racó de la
Tirana (Artana) (2). El hallazgo casual de la primera estación, acaecido al roturar en 1922 unos
terrenos junto al Millars, en término de Vila-real, propiciaría trabajos de salvamento que, como
recoge el Dr. D. Francisco Esteve Gálvez, se llevaron con excesiva premura y una falta absoluta de método científico, terminando por extraviarse, con el tiempo, el material encontrado, salvo
el recuperado después por el propio Esteve Gálvez. Tuvo mayor suerte la cavidad del Racó de la
Tirana, puesto que su excavación, realizada en 1925, se llevó con método por nuestro amigo D.
Juan Tomas Marti ante la presencia del propio Esteve Gálvez.
Poco más sabremos, hasta que a fmes de la década de los cincuenta recogíamos en las laderas del cerro del CasteU de La Vilavella y en un campo contiguo (El Racó de Focs) algunas puntas llticas de flecha con aletas y dos fragmentos de vaso campaniforme (3); y en 1975, previo los
permisos oficiales pertinentes, excavábamos, conjuntamente con J.L. Viciano, la menuda cavidad de Els Castellets, con enterramientos múltiples pertenecientes al Bronce de Transición,
igualmente en término del municipio de Artana
• Muscu Arqueologic Comarcal de la Plana Baixa - Burriana.
(1) Feo. Esteve Gálvez: "Cerámica de cuerdas en la Plana de Castellón". Tirada a parte de la Crónica del IV Congreso
Internacional de Ciencias Prehistóricas y Protohistóricas (Madrid, 1954), pág.544. Zaragoza, 1956.
(2) Feo. Esteve Gálve-.t: "La cueva sepulcral del Racó de la Tirana (Artana, Cnstcllón)". Pyrenae, 3, págs. 33 a 43. Instituto de
Arqueología y Prehistoria. Universidad de Barcelona, 1967.
(3) J. Vicent Cavaller: "Arqueología". Articulo inserto eo la obra "La Vilavella", por C. Domingo Pércz ct nlii. Lám. U.
Valencia, 1977.
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NORBERTO M L~AI>O ÜUVER
Fig. 1.- " Deessa" de la Vall d ' Artana. Vistn posterior con anterioridad a su restauración.
Fig. 2.- La " Deessa" de la Vall d ' Arta na tras su restauración. Vista frontal.
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También a don Juan Tomás i Martí se debe el hallazgo y conservación en su domicilio de
Artana, hasta su fallecimiento en 1978, de una singular escultura de tipo ancoriforme (fig. 1
),
encontrada hacia 1922 en la partida de "Les MaUades", la cual delimita con L Rapida en las cera
canías de la cavidad de La Masadeta, pieza ya estudiada en 1932 por el propio Esteve, aunque
inédita, hasta que con su restauración en 1997 por la Dirección General de Patrimonio Artístico
de la Generalitat Valenciana (fig. 2), fue presentada en los actos del "XXX Aniversari del Museu
Arqueologic Comarcal de la Plana Baixa - Burriana" (4).
Por tal conjunción de novedades, damos a conocer seguidamente la pieza esculturada y las
dos cavidades - "La Masadeta" y "Els Castellets"- , ampliando el conocimiento que basta ahora
teníamos del horizonte Eneolítico y del Bronce en este sector de Sierra Espadán tan cercano al
Mediterráneo.
ll. LA "DEESSA" DE LA VALLD'ARTANA
Entre las importantes piezas arqueológicas que D. Juan Tomas i Martf poseía, destacaba, por
su enorme curiosidad, una escultura de piedra calcárea común en Las riberas de la Rambla, el
cauce que centra el paisaje de este valle interno perteneciente al municipio de Artana. Pero aunque sepamos con certeza que la estatua es de este término, hay discrepancia en cuanto a su punto
de origen (5).
Se trata de una figura antropomorfa, esquemática, esculpida en piedra toba. Sobre una base
prismática se alza un cuerpo del que nacen dos pares de brazos simétricos que curvan en media
luna hacia lo alto, enmarcando una masa discoidal que se defme como la cabeza de esta singular pieza. Sus caras son lisas, aunque acusan la rusticidad de este tipo de piedra porosa, no apreciándose sef!ales del instrumental de su artífice. Su eje vertical alcanza una altura de 52 cm., siendo su ancho de unos 14 cm. (fig. 3). Es, por ello, la escultura mueble Eneolitica más grande que
conocemos en la Peninsula, puesto que las piezas ancoriformes, sobre hueso, que más paralelos
acusan, son el idolillo de los Blanquizares de Lébor (Totana), con unos 53 mm. de altura, y el de
la Cova de la Barcella (Torremanzaoas), con 38 mm. (6). Estas dos figuri llas serian para Almagro
de origen troyano-cicládico, perteneciendo al "Tipo IJ" de su clasificación, que denomina "cruciformes", aunque dentro del subgrupo de los "ramiformes", siendo en su opinión. estas últimas
piezas, "de la fase más tardia del tipo" (7).
(4) N. Mesado y M. Roca: "L'Idol Eneotiúc d'Artana (La Plana Baixa). Tractament de conscrvació i rcstauració aplica!".
Conscrvació i Restauració del Patrimoni Históric Valencia. Coordinació, J. Ll. Gil i Cabrera. Direcció Territorial. Castelló, 1997.
Dicho trabajo seria reproducido de nuevo, con el título " La Deessa EneoiJtiea de la VaU d' Artana", por la Socictat d' Amics de la
Serra Espadé, en su bolet!o "Camp de 1' Espadar", 2. Agost de 1998, con el aditamento del dibujo frontal de la escultura realizado
por Estcve Gálvez en 1925.
(S) Su fotografia ha sido divulgada por la propia Consclleria de Cultura conjuntamente con otras postales que muestran los
bienes culturales que la Generalitat Valenciana ha ido restaurando.
(6) M. Borrego, F. Sala y J. Trelis: "La «Cova de la Barcella» (ToJTeiJlllliZ8Ilas, Alicante)". Catálogo de Fondos del Museo
Arqueológico (lV), pág. 145, l. Diputación Provincial. Alicante, 1992.
(7) M. Almagro: "Elldolo de Cbillarón y la tipología de los ídolos del Bronce 1 Hispano". Trabajos de Prehistoria, XXll, pág.
23. Madrid, 1966.
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Fig. 3.- Pla no frontal y sección vertical de la " Dccssa" de Artana.
Según relato del propio don Juan Tomás Martí, nuestra escu ltura procedía de la partida de
'·Les Mallades". ubicada a poniente de ese importante cerro ibérico denominado El Solaig. Se
trata de una zona del término del municipio Artana con yacimientos del tercer milenio antes de
Cristo, lugar de origen - Les Mallades- que igualmente recuerda D. José Herrero, excelente
amigo de "Juanito Coloma", mote cariñoso con el que todos conocíamos a don Juan. Por ello
extraña que el propio Estcve Gá lvez, en un original que amablemente nos ha facilitado, datado
en diciembre de 1932, apunte que la pieza fue recogida junto a la ''Cova del Teniente", y por ello
cerca del término de ules; pero igualmente anota que había sido encontrada por D. Vicent
Tomás i Marti. hem1ano de D. Juao, en La Rapita, alto monte que se ubica al NE del pueblo,
junto a Les Penyes Aragoneses, topónimo La Rapita- que habla a las claras de un "ermitatge
musulma fortificat'' (A icover), aunque el ídolo o "deessa" en cuestión bien poco va a tener que
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ver con la religión de Mahoma. El hecho es que el Dr. Esteve Gálvez, no encontrando en la
Rapita restos prehistóricos siguió indagando, y un buen día supo por don Juan Martí Portalés que
tan singular figura fue encontrada, como se ha dicho, junto a la Cova del Teniente, donde Esteve
detectó un menudo covacho con restos humanos y cuentas de collar, a escasos metros de esas dos
magníficas piedras caballeras con pocetas en sus cimas, claro signo de ritos esotéricos (8).
Pero como tantas veces le oímos relatar a don Juan Tomás que la pieza procedía de la partida de Les Mallades, por otro lado cercana al cerro de La Rápita, es de creer que la "deessa" no
proceda de los alrededores de la Cova del Teniente. Lo que sí que todos coinciden es que tras su
descubrimiento, roturando unos bancales, se puso sobre un ribazo en espera de ir a por una cabalgadura para su más cómodo traslado; pero cuando se volvió para recogerla, algún transeúnte, o
animal, la había derribado, rompiéndose al caer los dos brazuelos derechos, rotura que fue restaurada empastando, simplemente con yeso, los brazos. Y así perduraría hasta el año 1997, puesto que tras su adquisición por el Magnífico Ayuntamiento de la Ciudad de Burriana a los herederos de don J. Tomás i Martí, la ConseJleria de Cultura se hizo cargo de su repristinación (9).
Hoy podemos contemplar tan destacado haJlazgo arqueológico en una de las salas del Museu
Arqueologic Comarcal de la Plana Baixa, siendo, sin duda, una de las piezas capitales del tercer
milenio a. de C.
Comentario
Dentro del Arte Esquemático Bneolítico, de un claro y contundente simbolismo, van a ser
los idoliformes los ideogramas más novedosos y representativos, figuras desconocidas en nuestra Península con anterioridad (y posterioridad) a la eclosión de esta foránea manifestación cultural de raíz mediterránea, cuya dispersión no excluye el País Valenciano, puesto que raras son
las estaciones con Arte Naturaüsta que no dispongan, en la periferia de tales representaciones,
de alguno de sus pictogramas. Más raras serán las manifestaciones muebles, la mayoría sobre
hueso, que venían haciendo acto de presencia al sur del río Xúquer (lO), y dejando sin ellas la
zona norte, hasta que la casualidad dio con ese gran idolifonne, esculturado sobre piedra, que
hoy se conoce como la "Deessa d 'Artana". Dentro, pues, de su esquematismo ancoriforme, de
brazos en eje semicircular, abiertos hacia lo alto (simbolismo en los antropomorfos de petición
u oración), tendremos que buscar sus paralelos. Son éstos variados y plurales; pero vamos a fijarnos en los representados en la fig. 4, por creerlos suficientes. Su dispersión cubre una gran área
geográfica, la cual, desde Sierra Morena ascenderá en arco hasta cubrir el País Valenciano y
alcanzar el Alto Aragón.
Los idoliformes sobre huesos L
argos, con decoración pintada o incisa -el "Tipo IV" de
(8) J. Llídó Herrero: "Huellas del Espíritu en la Prehistória Castellonense". Universitat Jaume 1 y Servicio de Publicaciones
de la Diputacióo Provincial. Castellóo, 1999.
N. Mesado y J.LI. Viciaoo: "Petroglifos en el septentrión del Pars Valenciano". A.P.L., vol. XXI, pág. 233. Valencia, 1994.
(9) La estatua había perdido la mayor parte de los dos brazos del lado izquierdo, y el exoeso de yeso ocultaba y defonnaba los
derechos. También presentaba pérdida del extremo derecho de la base.
(JO) J. Oemabcu: "La Cova del Garrofcr (Ontinycnt, Valencia)". A. P. L., vol. XVI, pág. 86. S.l.P. Valencia, 1981.
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Almagro-, como el magnifi co ejemplar de la Ereta de Navarrés, o los de la Cueva de la Pastora
de Alcoi, o los de Almizaraque, sus circulares ojos radiados van a quedar centrando repetidos circulas concéntricos con el objeto de "hipnotizar", creemos, a quienes fijamente los contemplan.
ldoliforrnes muy cercanos a estos aculados, igualmente radiados, comportan los recipientes de
la sepultura n° 15 de Los Millares (11 ), vasos rituales, para La muerte, que también incluyen una
decoración de ciervos machos entre hembras, signo de la renovación y por ello de la vida naciente. El ciervo "es el heraldo de la luz que guia hacia la claridad diurna". También por su alta cornamenta, que muda periódicamente, este animal "se compara a menudo con el árbol de la vida"
( 12), signo siempre de renovación ciclica, fecundidad y longevidad (13);junto a ellos tendremos
los grandes aculados, los "oj os de búho" o " lechuza", animal que "por no afrontar la luz del día
es símbolo de obscuridad", expresando en Egipto "el frío, la noche y la muerte". Tenddamos,
pues, en estos recipientes de los Millares, fabricados y decorados expresamente para acompañar
despojos humanos, el simbolismo de la propia vida.
Similares aculados los veremos repetirse en los ídolos-placa, elementos igualmente funerarios en su mayoría, cuyos ojos soliformes quedan enmarcados por "cejas" y separados por un
tabique vertical que desciende hasta alcanzar, o cortar, varias líneas horizontales bajo las cuales
puede apreciarse una decoración repetitiva en fajas, con teorías de triángulos levemente incisos,
ideograma del vestido de tales deidades. En la secuencia gráfica que hemos citado (fig. 4), podemos ver cómo en los idoliforrnes procedentes del SO los ojos quedan enmarcados por "cejas"
semicirculares (recordemos que el búho real ibérico presenta sobre sus ojos plumas alzadas en
arco), mientras los valencianos hallados en Penya Escrita (Tárbena) (14) o la Vall de Toliu (Gilet)
(15) (n° 7 y 8), o incluso el oscense de Barfaluy (Bárcabo) ( 16) (n° 9), tienen recto el encuadre
superciliar, aunque no faltan los aculados protegidos por un semicírculo solamente, ahora posible representación de la bóveda craneana como veremos en el abrigo del Castell de Vilafamés
(n° 12) (17) y la Roca deis Cirerals de Ares (n° 10) ( 18), ambos en Castellón; o el calificado de
"excelente ejemplar'' hallado en el Abric l del Barranc de Famorca (n° 11) ( 19), figuraciones
igualmente cercanas, aunque ahora sin ojos, al idoliforme encontrado en la Galería de la Partició
(Castellón), paralelizado por Sarriá con los del Peñón del Águila y el Reboso del Chorrillo, estos
ya aculados (20). Tales representaciones, en el SE, llegan a metamorfosearse puesto que se trans-
( 11) Luis Siret: "Orientales y Occidentales en Espaila en los tiempos prehistóricos". Colección Siret de Arqueología, l. Arráez
Editores, pág. 115, figs. 12 y 13. Almeria, 1994.
(12) J. Chevalier y A. Gbeerbrant: uDiecionario de los símbolos". Edit. Herder. Barcelona, 1986.
(13) J.L Morales: "Diccionario de Iconología y Simbología". Ediciones Taurus, S.A. Madrid, 1986.
(14) M. Hemández, P. Ferrcr y E. Catala: "Arte rupestre en Alicante". Banco de Alicante, fig. 400, n• l. Alicante, 1988.
(15) N. Mesado: "El Eneolitico en Villafamés (Castellón)". Pcnyagolosa, 10. Excma. Diputación. Castellón, 1973.
(16) Vte. Baldellou: "Los Covachos Pintados de la Partida de Barfaluy". Parques Culturales de Aragón. Diputación General
de Aragón. Zarago7.a, 1992.
( 17) A. Beltrán: "Las pinturas esquemáticas y abstractas del Castillo de Villafamés (Castellón)'". Tirada a parte de
«Caesaraugusta» y "MonograOas Arqueológicas", 5. Zaragoza, 1968.
( 18) R. Viñas, E. Sarriá y F. Monzonis: "Nuevas manifestaciones de Arte Rupestre en el Maestrazgo". C.P.A.C., n• 6, pág. 113
y fig. 10. Castcllón, 1981.
( 19) Op. cit., nota 14, pág. 291.
(20) E. Sarriá: "Las pinturas esquemáticas de la CJ81erla de la Partició (Morella la Vella, Castellón)". Bajo Aragón, Prehistoria,
VII-VIII, 1986-87, pág. 207, Og. 3. Zaragoza, 1988.
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Fig. 4.- Conjunto de pintoras rupestres con oculados.
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Fig. 6.- Detalle de la cabeza del ídolo de la fig. S.
de la Cabeza, Valencina de la
Concepción, SeviiJa.
Fig. 7.- Ídolo placa procedente del Cerro de la
Cabeza, Sevilla.
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formarán en una figura antrópica sin perder los atributos de los oculados puros, caso de los representados en Cantos de la Visera, Vacas de Retamoso y Los Órganos (fig. 4, n° 4, 5 y 6), éste último ya con un cuerpo bitriangular y grandes ojos mínimamente radiados, recordándonos los de
Las placas de los sepulcros colectivos. Otra sobresaliente estatuilla, ahora de hueso, es la encontrada en el pozo n° 1, a casi 8 m. de profundidad, en el yacimiento sevillano del Cerro de la
Cabeza (Valencina de la Concepción), hoy en el Museo Arqueológico Provincial de Sevilla (fig.
5). Se trata de ''uno de los yacimientos arqueológicos de la Edad del Cobre de mayor importancia de todo el Mediod1a Peninsular" (21). Lo conforman un conjunto de estructuras formadas por
tholos, zanjas, silos y pozos profundos, los cuales estaban colmatados por los detritus de un hábitat entre los que "en algunas ocasiones se hallan también restos humanos, sin que podamos pensar por ello que se hayan utilizado como lugar habitual de enterramiento" (22), idea que convendrla aplicar al yacimiento de Villa Filomena, exponente en nuestro País, junto con los poblados de Les Moreres, Ereta del Pedregal y Arenal de la Costa, del impacto cultural campaniforme. Los restos humanos encontrados en Villa Filomena formaban parte del conglomerado antrópico que rellenaba los silos de esta estación, cuya necrópolis habrá que ubicar en los plurales
covachos colgados de los acantilados que abre el Millars en este tramo del ermitorio de la Virgen
de Gracia de Vila-real, en el que hace asiento esta singular estación arqueológica.
Entre los detritus del Cerro de la Cabeza destacan una pluralidad de idolillos sobre hueso.
Existen igualmente sobre piedra y cerámica. De todos ellos sobresaldrá, como hemos dicho, el
encontrado en el Pozo 1°. Su estilización y excelente morfología realista, si exceptuamos la cabeza, es un buen trasunto de las estatuillas cicládicas del Egeo, influencia ya apuntada por
Fernández y Oliva "puesto que la idea es la misma" (23). También para Almagro las pequeñas
piezas ancoriformes de Lébor y Barcella (variantes de su Tipo ll) tendrlan origen en el
Mediterráneo Oriental (Troya ll, 2400/2300 a.C.), paralelos que también señala para su Tipo I o
"tipo El Garcel", como Jo deben tener los propios "idolos violín", incluyendo igualmente la
pequeña escultura sobre piedra de la Cova de la Pastora, más cercana al Tipo VID en el que
Almagro incluye el ídolo de Almizaraque (24), a no ser que la pieza valenciana sea una adiposa
venus paleolftica, "reciclada".
Pero la pieza de Valencina de la Concepción difiere de tales paralelos por su impactante
cabeza (fig. 6) con su par de ojos circulares en huecorrelieve, enmarcados por los arcos ciliares
y los otros dos, ahora dobles, que en semicirculo y desde la base de la nariz (tenidos, creemos
que impropiamente, por "líneas de tatuaje facial" (25)), cubren las mejillas, elementos que
{21) F. Femández G6mez y D. Oliva Alonso: "Los ídolos calcolíticos del Cerro de la Cabe7,.a (Yaleocina de la Concepción,
SeviUa)". Madrider Mitteilungcn, 21, págs. 20/44. Heidelberg, 1980.
(22) Op. cit. nota 20, pág. 25.
(23) Op. cit. nota 20, pág. 38.
(24) Op. cit. nota 6, pág. 27.
(25) Si la idea de este tipo de faz esquemática derivara de las caras de las aves nocturnas tipo búho, las l.lneas que presentan a
ambos lados del extremo basal de la banda vertical o nariz, serían los plumones a modo de bigotes que tiene, sobre todo, el búho ibérico. Tal representación, por lo anotado con anterioridad, iría ligada a la muerte y no simbolizarla, como ha venido citándose, la divinización de la fertilidad de la tierra; pero si nos fijamos en los ideogramas n" 1, 7, 8 y 9, tales paralelas podrlan representar los brazos de la idea primaria, como parece seguro, cuanto menos, en la pintura rupestre cercana a Sagunto (fig. 4, n• 8).
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Fig. 8.- ldolüormes de la Cova de la BarceDa, Barranc del Garrofer y Vall d' Artana.
siguen recordándonos los pictogramas-ídolos de la fig. 4, idea que perdura igualmente en las placas de pizarra. como podremos observar en la encontrada en el destruido tholos del Cerro de la
Cabeza, cuyos "ojos soles" aparecen radiados por unas pestañas levogiras para acentuar, más si
cabe, su poder hipnótico (fig. 7). Si observamos la acumulación de los idolífonnes de la fig. 4,
será fácil ver cómo Los "motivos primarios" (ojos, banda vertical o nariz y arcos ciliares y mandibulares) de este tipo de faz, aparecen en todos ellos - también en los ídolos placa-, así como
en aquellas figuras (n° 4, 5 y 6) que tienden, con claridad, hacia un proceso de "humanizar" la
propia divinidad que puedan representar, y cuya mayor metamorfosis la alcanzan los idolillos,
sobre huesos largos, de Valencina de la Concepción, con una cronología absoluta que ronda c1
2000 a.C., yacimiento sin campaniforme. Idoliformes, éstos, tan iguales a Jos de Marroquíes
Altos y Torre del Campo de Jaén, que se cree puedan pertenecer a "una misma mano" (26). Se
trata del "Tipo X" de Almagro, que Jos supone "de origen cretense más que cicládico" y corresponderían al Minoico Último m, cerca del 2000 antes de Jesucristo (27). Para Femández y Oliva
estas estatuillas de marfil, con Jos brazos siempre cruzados sobre sus cinturas "confundjdos uno
con otro", son muy frecuentes en las necrópolis de las islas Cícladas, con algunas diferencias de
detalle, pero la idea, dicen, "es la misma" (28). Tales diferencias estarían, sobre todo, en sus ros-
(26) Op. cit, nota 20, pág. 37.
(27) Op. cit. nota 6, págs. 29 y 39.
(28) Op. cit. nota 20, pág. 37.
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tras, así como en la posición de los antebrazos que, en los idolifonnes cicládicos siempre se
superponen individualizados y no confundidos como en las piezas andaluzas. Otra diferencia
estaría en los sexos, pues mientras tales figurillas hispanas son claramente masculinas, las del
Mediterráneo Oriental son femeninas, entroncándose por ello con la idea de la diosa madre vinculada con la ferti lidad. Y es que nuestro mar ha sido en todo tiempo, como apostilla FemándezMiranda, más que una barrera una autentica "autopista" (29), recordándonos la genial frase de
Platón: "nosotros, los que vivimos desde Fáside a las Columnas de Heracles, habitamos en una
minúscula porción (del mundo), agrupados en tomo al mar como hormigas o ranas alrededor de
una charca" (30).
Se trata de un grupo de idoliforrnes e n los que "impone su mirada fija, penetrante e impenetrable", con su "estatismo y mutismo" (31), cuyo mensaje e idea s igue siendo la misma que
milenios después recogeran las deidades de los pantocrators románicos que prodigará el cristianismo, aunque los dioses eneolíticos no "tendrán su continuación en las etapas prehistóricas
siguientes" (32), un hecho más (y ahora muy importante) que apuntala cuanto defendemos: que
la Edad del Cobre bien poco tiene que ver con la del Bronce, puesto que ambos horizontes no
han tenido préstamos cultuaJes psíquicos, de tal modo que el conjunto de tradiciones, creencias
y costumbres propias de las clases populares eneolíticas no van a poderse rastrear, cuanto menos,
en el País Valenciano, hecho que sólo puede tener una lectura: que el denominado Bronce
Valenciano nada tiene que ver con cuanto entendemos como un Eneolftico tardío: el H.C.T.
Es dificil saber, de dónde y por qué vía alcanza la Deessa de Artana nuestra comarca.
También ha podido labrarse aquí, puesto que existe toba, pero con ello se trata de dar cuerpo
material para que sea venerada, a una idea cultual llegada con el Eneolítico, extinguiéndose tras
él, puesto que nada parangonable podemos atribuir a la Edad del Bronce, hecho que pone de evidencia cuanto hemos dicho: la disparidad de ambas culturas, aunque se s igan utilizando como
sepulcros las cuevas, y no creemos que eUo se deba considerar "com una pervivencia de perlodes anteriors" (33). Nada semejante conocemos en el mundo de los Millares, el asentamiento que
con mayor fuerza ha podido catapultar una Cultura.
La singular escultura del término de Artana nos ha llegado s in decoración alguna, aunque no
dudamos que en origen la tuvo, estando, posiblemente, revocada y pintada. En tal sentido tendríamos un buen paralelo en la figura rupestre alicantina del Abric li de Garrofers, con dos pares
de brazos alzados, cabeza aculada y tocada con plumas, o tal vez radiada al estilo de las simbólico-expresionistas de Petracos, figurilla cuya base en "coxis" poco difiere, por su perfil, de la
castellonense (fig. 8, n° 2).
En la fig. 9 hemos agrupado varios "ramifonnes", tanto pintados como incisos, que hay que
darles, también, un significado cultual, en su mayoría con los "brazos" superior alzados en acti-
(29) M. FemAndez-Mitanda: "Secuencia cultural de la Prehistoña de Mallorca". Biblioteca Prachistoñca Hispana, Vol. XV,
pág. 333. Madñd, 1978.
(30) Platón: "Fedón", 109.6
(31) Op. cit. nota 20, pág. 43.
(32) Op. cit. nota 20, pág. 43.
(33) J.l... Simón: "t..es soeietats delll mil.lcnni a.C. al Montgó". Aguaits, n• 13-14, pág. 162. lnstitut d' Estudis Comarcals de
la Mañna Alta. Xllbia, 1998.
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Fig. 9.- Conjunto de pinturas y grabados rupestres con figuras antropomorfas con los brazos
levantados.
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Fig. 10.- Diversos idoliformes del Sureste, seglin Jordá.
tud de oración, siendo curioso los paralelos entre la pintura de Los Guindos (n° 1) y la inscultura de Casagranja (n° 2), puesto que ambas representaciones sostienen a dos cruciformes menores (34). Al publicar la de Cantavieja, escribimos: " ... se trata de ideogramas que aúnan el gran
poder (interpretado por los múltiples brazos-ramas) de una deidad que alza en brazos a su
hijo ...".
No menos singulares son los parecidos de la pintura de Las Palomas, el grabado castellonense de Bruixes y el ideograma, trazado con pigmento blanco, del Mas del Cingle, triada con
las ramas superiores (en tridente) en actitud orante (n° 3, 4 y 5) (35); así como el parecido de
nuestra monumental escultura con dos de las representaciones de los Estrechos del Rio Martín
(n° 12 y 13), pinturas ubicadas a más de 30m. de altura sobre el cauce del río, "en la parte superior de un cantil que rebasa los 40 m." y que Beltrán define como un "santuario colgado sobre el
abismo" (36). Hay, pues, sobre una geografía extensa, un mismo lenguaje cultual representado
por unos ideogramas "similares" inexistentes con anterioridad, nacidos de otros, posiblemente
más arcaicos (fig. 7, excepto los de Lébor y Totana), hecho inequívoco de una misma Cultura de
gran personalidad, la Eneolítica, como su registro mueble, plural, refleja. Su propia pervivencia
a lo largo de todo un horizonte habla, con creces, de su compacteidad.
(34) M.G. López y M. Soria: "El Arte Rupestre en Sierra Morena OrienUll", fig. 58. La Carolina, 1988.
,
N. Mesado y J.L. Viciano: "Petroglifos co el Septentrión del País Valenciano". A.P. L., vol. XXJ, fig. 19, n• 1, y págs 255/6.
SIP. Valencia, 1994.
(35) En el cantil derecho de la desembocadura del barranco del Mas del Cinglc, en Ares, elliste un grupo de cuatro antropomorfos del más puro esquematismo. El central, que es el que hemos reproducido, mide 37 cm. de altura, estando a 1,85 m. del suelo.
Uno de los laterales fue publicado por Villas, Sarriá y Mon;¡:onís (C.P.A.C. n• 6, pág. 108, fig. S-derecha).
(36) A. Beltrán: "El arte rupestre aragonés. Aportaciones de las pinturas prehistóricas de Albalate del Armbispo y Esllldilla",
pág. 133. lbetCaja. Zaragoza, 1989.
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NORBERTO MESADO ÜUVER
ID. LA COVA DE LA MASADETA O DE LA RÁPITA
A fines del año 1990 ingresaba en el Museo Arqueológico Comarcal de la Plana Baixa, un
destacado lote de materiales, preferentemente Eneolíticos, procedente de unas excavaciones
clandestinas realizadas en la Cova de la Masadeta, del término municipal de Artana (la Plana
Baixa).
Situación
La Plana de Castellón forma un gran arco que por cuerda tiene, en un recorrido de 40 kilómetros, el Mediterráneo. Su campo queda partido por el Millars, el cual sirve para separar la zona
norte de la Plana (porción de la Plana Alta), de la sur (porción de la Plana Baixa), llanada delimitada por su interior - o poniente- por un cerco orográfico perteneciente a La Serra del Desert
de les Palmes (Plana Norte) y a la Serra d'Espada (Plana Sur). Este último sector va a quedar
conectado con La interna Vall d ' Artana por un tramo de 5 km. de La carretera de Soneja aNules,
paso natural que bordea por mediodia el gran cerro de El Solaig, asiento de un importante emplazamiento ibérico con niveles Coloniales, que enseñorea toda la comarca (37). Si nos acercamos
al pueblo de Artana por este vial (fig. 11 ), tras rebasar "El Collao" perderemos de vista la Plana
y entraremos en la "Vall d 'Artana", advirtiendo antes de alcanzarla, a mano derecha, su
Cementerio. Junto a él tiene nacimiento un camino que desciende hacia la huerta del Pinar y Les
Penyes Aragoneses, por cuyo pie tiene salida a la Plana, ya en término de Onda, la Rambla,
pedregoso cauce con nacimiento en la confluencia de los barrancos de Castro y de Eslida. Les
Penyes, majestuosas paisajisticamente, han sido heridas por una impactante cantera, pese al
esfuerzo de unos pocos (38); pero para dar con la Cova de la Masadeta no hace falta alcanzar
estas extracciones puesto que una vez rebasado el Campo Santo es conveniente tomar, dirección
SE, el Azagador de La Gitana, que vadeando la hoya de "El Pinar" remonta la cuesta faldeando
el tossal de La Rapita para adentrarse por su collado en busca de la partida de "La Viña de
Piquer", ya en la vertiente E de la sierra. Pero la Cova de la Masadeta queda aún en la vertiente
de mediodía de este collado, a escasos metros del azagador, y a unos LO m. de su carena. Aquí,
con suerte, si es que no vamos acompañados por quien la conozca, abierta al O, advertiremos,
semicamuflada entre crecidos romeros, aliagas y con un degradado algarrobo en su misma boca,
nuestra cavidad, así como el cono deyectivo de las extracciones térreas clandestinas llevadas a
cabo en ella. También se la denominará de "la Rapita" según el "Catálogo Espeleológico del País
Valenciano", quien la sitúa "subiendo a La Rápita, a unos 2,5 km. al NE de la población y a unos
438 m. de altitud"; y puntualiza: "De su interior se ha extraido tierra en gran cantidad" (3'9). Por
este detalle conoceremos que las remociones son anteriores a 1982. Aquí el paisaje acusa viejos
(37) D. Fletcher y N. Mesado: "El poblado ibérico de El Solaig (Bechi, Castcllón). S.T.V. n• 33. Valencia, 1967.
(38) Op. cit. nota 4 : "Camp de !'Espadar", 2.
(39) Catálogo Espeleológico del País Valenciano. Federació valenciana d'espeleologia, Tomo 11, pág. 107. Valencia, 1982.
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SOBRE EL ENEOLfTICO Y LA EDAD DEL BRONCE EN TÉRMINO DEL MUNICIPIO DE ARTANA
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Fig. U .- Ubicación de las cavidades de Masadeta (punto superior) y CasteUets (punto inferior) en
la Hoja N° 640 -"SEGORBE"- del l .G.C.
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Fig. 12.- Cova de la Masadeta.
abancalamientos por ribazo, con tocones de algarrobos, ladera de monte hoy colonizada por el
pino carrasco cuyo dueño es D. Enrique Llidó. El propio cerro del Castillo de Artana queda a
230° de la cueva, estando la cumbre de La Rapita, de 466 m.s.n.m., a 340°, únicos puntos significativos de este paisaje de Espadán que divisaremos desde la cavicbd. Coordenadas: Latitud, 39°
54 ' 05 ", Longitud, 3° 27' 05" del meridiano de Madrid (40).
La boca de la "Cova de la Masadeta" o "Rapita" (fig. 12) mide 95 cm. de ancha por 1,50 m.
de alta, rebasada la cual descenderemos buzadamente 3,15 m. Tras su recorrido hallaremos una
(40) Hoja N" 640 .·'SEGORBE"· D.G.J.G.C. l" Ed. 1952.
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SOBRE EL E EOLiTICO Y LA EDAD DEL BRONCE EN TÉRMINO DEL MUNICIPIO DE ARTANA
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COVA DE LA MASA OETA
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Fig. 13.- Planta y sección vertic.a l de la Cova de la Masadeta.
sala cuyo eje central-de O a E- alcanza 10,70 m., siendo su anchura, de N a S, de 9,30 m. (fig.
13). Hoy, a causa de las excavaciones practicadas sobre el tercio lateral derecho (entrando), su
suelo desciende bruscamente, en particular en su perímetro NE, ya que una especie de angosto
cubículo buzado prolonga unos 3 m. más dicho sector, el cual sufrió las rebuscas incontroladas
de su excavación, en particular las áreas "W" y "Z", cuyo roquedal elástico, procedente de la
bóveda, fue asentado formando talud, mientras la tierra rojiza se cemfa en el exterior en busca
del material arqueológico más significativo. La cota más baja alcanzada, respecto de la boca de
la cavidad, se sitúa en el interior del cub!culo NE (punto "Z"), siendo de unos -6 m.
Según relato de A. Lázaro, el materiaJ cerámico de Masadeta (en concreto dos recipientes y
otros tiestos) fueron recogidos en el "Sector W" de la cavidad a 1 m. de hondo, perteneciendo
culturalmcnte a un Bronce muy avanzado (41); mientras el material Eneolitico se extrajo de la
cota más profunda, como hemos comentado nuestro "Sector Z".
(4 1) N. Mesado: "Los movimientos cuhuralc:s de la Edad del Bronce y el Mediterráneo como vla de llegada". S.T. V. o• 96 (ver
S.J.P. Valencia, 1998.
~Masadeta").
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Desgraciadamente, como viene ocurriendo con demasiada frecuencia, cuando un lote de
materiales es extraído violentamente de su lecho arqueológico sin otra documentación, se le
priva de algo tan importante como pueda ser su vínculo con el contexto cultural íntegro, por
cuanto sólo va a servir ya para su propia valoración crono-cultu.ral.
En 1990 también ingresaban en el "Museu Etnologic del Termet- Vila-real", materiales
arqueológicos procedentes de Masadeta; figurando otras piezas, concretamente extensos collares
y un brazalete de arquero, en colección particular.
Inventario del registro mueble
Material lítico - sílexPuntas de flecha (fig. 14)
1- Punta de flecha foliácea. Retoque bifacial cubriente. Sílex negro. Altura, 28 mm.
2- Punta de flecha foliácea. Retoque cubriente irregular con el reverso plano presentando reserva
central. Sílex blanco-t,>risáceo. Altura, 26 mm.
3- Punta de flecha foliácea. Retoque irregular cubriente. Sílex blanco. Altura, 27 mm.
4- Punta de flecha romboidal. Retoque corto bifacial, con reserva central. Silex laminar blanco.
Altura, 31 mm.
5- Punta de flecha de tendencia romboidal con aletas incipientes. Retoque invasor y bordes aserrados. Presenta reserva central. Sílex negro. Altura, 26 mm.
6- Punta de flecha romboidal, exenta, por rotura, de su extremo distal. Retoque plano. Reserva central en ambas caras. Sílex blanco. Altura, 26 mm.
7- Punta de flecha de tendencia foliaceoromboidal. Retoque plano, cubriente. Sílex blanco. Altura,
29mm.
8- Punta de flecha romboidal. Retoque plano. Caras con reserva central. Presenta una melladura en
su perfil derecho. Sílex blanco. Altura, 42 mm. (fig. 15, n° 1).
9- Punta de flecha triangular y largo pedúnculo de borde aserrado. Retoque cubriente. Exenta de su
extremo distal. Sílex grisáceo-melado. Altura, 27 mm.
10- Punta de flecha triangular. Retoque plano irregular. Sílex blanco-grisáceo. Altura, 20 mm.
ll- Punta de flecha triangular isoscélica, con aletas incipientes y apéndice. Presenta un retoque marginal regular. Con reserva dorsal en ambas caras y bordes aserrados. Exenta, por rotura, de ambos
extremos. Sílex negro mate. Altura, 34 mm.
12- Punta de flecha triangular con aletas incipientes y ancho pedúnculo que ha perdido por rotura proximal. Retoque plano marginal. Bordes de tendencia aserrada. Presenta reserva central en ambas
caras. Sílex blanco. Altura, 27 mm.
13- Punta de flecha ·triangular, con gran pedúnculo. Retoque plano, irregular, cubriente. Bordes aserrados. Sílex blanco. Altura, 41 mm.
14- Punta de flecha triangular, con aletas incipientes y ancho pedúnculo. Presenta reserva en sus
caras. Sílex grisáceo. Altura, 32 mm.
15- Punta de flecha triangular. Aletas incipientes y ancho pedúnculo triangular con el ápice redondeado. Retoque cubriente irregular. Sílex rosado. Altura, 32 mm.
16- Punta de flecha triangular, con aletas incipientes y ancho pedúnculo. Sílex blancuzco. Altlml, 29 mm.
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Fig. 14.- Cova de la Masadcta. Conjunto de las puntas de flecha, de sílex, depositadas en el
M.A.C.P.B.
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Fig. 15.- Cova de la Masadeta. Fotografía de los ej emplares más destacados de las puntas de flecha
de la fi g. precedente.
17- Punta de flecha triangular, con un pedúnculo falto de su extremo proximal. Presenta un retoque,
cubriente, irregular. Sílex blanco. Altura. 22 mm.
18- Punta de flecha triangular con pedúnculo. Exenta de su extremo proximal. Presenta un retoque
plano, irregular. Sílex blanco. Altura, 39 mm .
19- Punta de fl echa triangular con pedúnculo corto, igualmente triangular. Presenta un retoque
cubriente sobre la cara bulbar. Bordes asen·ados. Sílex blanco. Altura, 2 1 mm.
20- Punta de fl echa triangular con ancho pedúnculo, acusando el inicio de sus aletas. Presenta un retoque plano irregular, cubrienre. Sílex negruzco. Altura, 38 mm. (ñg. 15, n° 2).
2 1- Punta de fl echa triangular, con corto y ancho pedúnculo. Presenta un retoque plano sobre su cara
bu lbar, siendo su reverso plano. Tiene los bordes aserrados. Sílex amarfilado. Altura, 27 mm. (fig.
15, n° 3).
22- Punta de flecha triangular, con un pedúnculo triangular, corto. Retoque marginal con reserva central. Bordes aserrados. Sílex blanco. Altura, 27 mm. (fig. 15, nu 4).
23- Punta de fl echa losángica, con un pedúnculo triangular muy corto. Tierle aletas en "espolón". Su
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labra es cubriente, aunque bastante anárquica, presentando nervaduras en ambas caras. Sílex
blanco. Altura, 40 mm. (fig. 15, n° 5).
24- Punta de flecha triangular, con pedúnculo falto de su extremo. Presenta aletas incipientes irregulares. De labra irregular, cubriente. Sílex negro. Altura, 38 mm. (fig. 15, n° 6).
25- Punta de flecha triangular, estrecha, con pedúnculo de perfil casi vertical. Presenta un fuerte retoque bastante regular en la zona lateral izquierda de su cara dorsal, siendo anárquico en el resto.
Exenta por rotura de su punta distal. Bordes aserrados. Aletas irregulares apuntadas. Sílex
negruzco. Altura, 35 mm. (fig. 15, n° 7).
26- Punta de flecha triangular con pedúnculo y aletas arponadas. Retoque regular en la cara dorsal
izquierda, e irregular en el resto. Presenta rotura djstal y punta izquierda de la aleta. Sílex blanco-grisáceo. Altura, 37 mm. (fig. 15, n° 9).
Hojas (fig. 16)
1- Gran lámina con su tercio distal, de sección triangular, curvo, siendo el central y proximal de sección poligonal. Bordes biselados muy cortantes. Las escasas melladuras que presenta parecen
recientes. Sílex gris. Altura, t 55 mm. (fig. 17, n° 1).
2- Lámina de sección trapezoidal ligeramente curva. Su envés presenta un perfilado con un retoque
débil que se hace continuo en su tercio distal, que es, a veces, alterno. Sílex blancogrisáceo.
Altura, 133 mm. (fig. 17, n° 2).
3- Lámina de sección trapezoidal, que podemos considerar de eje vertical. Presenta un retoque, bastante compacto, en parte de su perfil izqujerdo; siendo paralelo, con perfil aserrado, en el derecho. Su extremo distal, recto, presenta un frente de raspador. Altura, 103 mm. (fig. l7, n° 3).
4- Lámina estrecha de sección trapezoidal. Sobre sus biselados bordes presenta un retoque débil.
Exenta de su extremo distal. Sílex blanco. Altura, 63 mm.
5- Lámina fragmentada, exenta de su extremo distal, de sección trapezoidal. Presenta un débil retoque continuo. Silex banco. Altura, 60 mm.
6- Parte superior de una lámina delgada, de filos cortantes, que curva su zona distal. Sílex blanco.
Altura, 68 mm.
Hojitas (fig. 18)
1- Hojita de sección triangular. Sílex, blancogrisáceo.
2- Extremo distal de una boja cuchillo con retoque en su perfil izquierdo. Sección trapezoidal. Silex
blanco.
3- Extremo distal de una hoja de sección triangular. Sílex blanco.
4- Extremo distal de una hoja estrecha de sección poligonal. Sílex, blanco grisáceo.
5- Extremo distal de una hojita cucrullo de sección trapezoidal. Sílex negruzco.
6- Zona proximal de un cuchillito de sección trapezoidal. Sílex blancogrisáceo.
7- Parte proximal de un cuchillito. Sílex melado.
8- Porción media de una hojita cuchillo de sección trapezoidal. Presenta dentado su perftl izquierdo.
Sílex blancuzco.
9- Zona medja de una hojita cuchlllo de sección triangular. Sílex grisáceo.
10- Zona media de un cuchillito de sección trapezoidal. Silex blanco.
11- Porción proximal de una hoja cuchillo de sección distal trapezoidal. Sílex blanco.
12- Zona media de una hoja cuchillo con escotaduras en ambos biseles. Sílex grisáceo.
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Fig. 16.- Cova de la Masadeta. Hojas-cuchillo de silex.
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Fig. 17.- Cova de la Masadeta. Fotografías de las láminas no 1, 2 y 3 de la figura precedente.
13- Extremo distal de una hoja cuchi llo, de sección trapezoida l, con el borde izquierdo microdentado.
Sílex blanco.
14- Lámina central de sección media triangular, presentando el córtex en su plano superior derecho.
Sílex blanco.
15- Zona central de una delgada hoja de secció n trapezoidal. Sílex blanco.
16- Zona proximal de una delgada hoja cuchillo de sección trapezoidal. Sílex blanco.
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Fig. 18.- Cova de la Masadeta. Fragmentos de hojas líticas.
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17- Extremo proximal de una hoja cuchillo. Sílex grisáceo.
18- Hoja de sección media trapezoidal, con perfiles muy cortantes. Sflex blanco.
19 y 20- Hojitas de sección trapezoidal. Sílex grisáceos.
2 1- Extremo proximal de una lámina. Sílex, blancuzco.
22- Frente distal redondeado, con retoque espeso. Sílex blanco-grisáceo.
23- Hojita de sección trapezoidal. Conserva el cortex en su mesa derecha. Sílex blanco-melado.
24- Fragmento distal de una hojita apuntada. Sílex grisáceo.
25- Fragmento de una lámina de sección trapezoidal. Sílex blanco.
26- Trapecio sobre la porción media de una hojita de sección traper.widal. Presenta rotura en su extremo superior, teniendo retocados sus lados convergentes. Sílex blanco.
27- Fragmento indeterminado sobre zona medial de una hojita cuchillo. Tiene retoque tanto en su perfil oblicuo como en el superior. Sílex blanco.
28- Posible trapecio de sección triangular.
Metal (fig. 19, n° 1 y 2)
1- Grao punta de tipo Palmeta cuya hoja es de perfil ligeramente ojival, presentando un prolongado
pedúnculo de lados ügeramente curvos que rematan, extremo proximal, e n una esferulita aplanada. Mientras la sección del enmangue es de tendencia rectangular, la hoja es plana con perfiles
biselados. Pudo tratarse de una hoja de puñaVcuchillo, o ser una especie de lanceta quirúrgica,
aunque tampoco puede negarse su función como punta de dardo o jabalina. Presenta melladuras
en el tercio s uperior. Altura, J45 mm. (fig. 20).
Analizada la pieza por los Servicios Técnicos de la Universidad de Alicante, gentileza que debemos a J.L. Simón García, ha dado como resultado un cobre muy arsenicado "propio del
Calcolltico final o Campaniforme" (42).
2- Pequeña barrita-punzón, de sección cuadrada. Altura, 24 mm.
Piedra (fig. 19, n° 3/12 y 18)
3- Fragmento distal de una azuela de piedra blanca. Presenta un filo regular, curvo, cortante. Altura,
28 mm.
4- Fragmento distal de una azuela de piedra blanca. Presenta un filo ligeramente oblicuo. Altura, 30
mm.
5, 6 y 7- Modelos de formas y taladros de las 21 cuentas de rodonita, ingresadas en el M.A.C.P.B.
8- Modelo de una de las 2003 cuentas de caliza blanca i,ngresadas en el M.A.C. P.B.
9- Modelo de una de las 3 cuentas de piedra verde (posiblemente calaíta) ingresadas en el M.A.C.P.B.
1O. Cuenta discoidea, requemada, posiblemente de ámbar.
Hueso
11 - Extremo distal aguzado, hecho sobre un fragmento diafisario.
(42) N• de análisis, Cl448: Fe 0.10, Cu 93.3 1, Zn 0.33, As 6.16, Sn 0.13, Sb 0.04, Pb 0.08. Carta personal de fecha 3 de abril
de 1998.
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Fig. 19.- Cova de la Masadeta. Material diverso.
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Fig. 20.- Cova de la M asadeta. Fotografia de la punta d e tipo Palmela.
12- Extremo distal aguzado, sobre fragmento diafisario.
Gasterópodos marinos (fig. 19, 0° 13/ 16)
13- Concha de "Luria lurida", perforada para ser usada como colgante.
14- Concha de "Conus mediterraneus", perforada.
15- Concha de "Trivia pulex" con doble perforación.
16- Fragmento de "Pectúnculus gaditanus" con un extremo muy aguzado. Por rotura y pérdida desconocemos su otro extremo. La pieza aparece rebajada por abrasión y Juego pulida.
Mineral (fig. 19,
0°
17)
17- Diminuta forma cristalina -dodecaedro- posiblemente de casiterita.
Toba (fig. 19,
0°
18)
18- Piedra caliza, muy porosa, de forma lenticular y con ambos extremos apuntados. Eje central, 20
cm.
Cerámica (fig. 21)
Conjuntamente con el material Eneolítico reseñado, ingresaron dos recipientes restaurados (un vaso
geminado y un tul'ipiforme "comprimido" (43), y 112 fragmentos, mayormente pertenecientes a zonas
ventrales, catorce de los cuales, por su grosor y ancha curvatura, responderían a recipientes de gran volumen, conteniendo sus pastas gruesos desengrasantes, por lo común rodenos, que pudieron proceder de Jos
cercanos alfares del cerro de Santa Barbara (La Vilavella), el cual comporta eJ mayor de Jos poblados del
"Bronce de Transición" de la Plana Baixa, apenas a 7 Km. de .la Cova de la Masadeta (44). Otro& setenta
y ocho fragmentos, entre 2 y 8 cm. de eje, tiene unos tabiques de unos 5 mm., comportando una superficie mate, alisada, de coloración negruzco-castaño, coligando un desengrasante mejor tratado que el de los
(43) Op. cit. nota 41, pág. 205 y fig. 141.
(44) Op. cit. nota 37.
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Fig. 21.- Cova de la Masadeta. Secciones de las cerámicas de la Edad del Bronce.
fragmentos precedentes. No faltan, aunque muy escasos (4 fragmentos), los barros altomedievales. De
entre las pastas prehistóricas hemos seleccionado aquellos bordes bucales más significativos. Presentan
superficies espatuladas los fragmentos pertenecientes a los tabiques hiperboloides de las tulipas, cuyos
diámetros bucales son iguales o mayores que el de las escoras ( n° 1, 2 y 3). Como podemos apreciar en la
figura mencionada, son formas muy avanzadas que pueden incluso haber rebasado la bisagra del año l 000
a.C., cronología que igualmente apuntará el becbo que entre este lote cerámico no exista ni un solo tiesto
decorado; aunque tampoco se denuncian las bases planas, lo que obligaría a no rebajar en exceso esta
fecha. Su presencia aquí estaría relacionada con el p ropio hábitat del valle, en el que existen asentam.ientos del Bronce ( 45).
Comentario
Si damos una mirada retrospectiva a cuantos yacimientos eneolíticos se conocen en las cer-
(45) D. Juan Tomás i Martí poseía abundantes molinos barquiformes ("moles") recogidos en los oteros que circundan la Yall
d' Altana, hábitats que había descubierto y "bautizado" (era autodidacta), como pertenecientes al "home de la moleta''. Todos ellos
"perecieron" con la demolición de su vieja casona tras el accidente mortal que sufrió en uno de estos cerros, pudiéndose recuperar
(por compra a sus herederos) la escultura eneolítica que hemos comentado en la primera parte de este trabajo.
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canías de Masadeta, tendremos que citar, en primer lugar, el hipogeo del Racó de la Tirana que
en 1925 excavó don Juan Tomás y don Felipe Sales, trabajo que se daría a conocer en 1967 (46).
Se trata de una sima de 13 m. de caída, con una única sala-galería que hacia el O tiene anchuras
de 5 m. y alturas de más de 1Om., cegándose la fractura bruscamente por coladas entre un suelo
de bloques elásticos cuyo recorrido en planta alcanza los 33 m., siendo la profundidad máxima
de - 17,4 m. (47). Arqueológicamente caben destacar sus dos cistas, denominadas en la pubHcación "sepulcros", conteruendo un total de tres inruviduos inhumados, despojos que se encontraron dispersos y "casi pulverizados" (48). Tal arquitectura funeraria en el interior de una sima
sigue siendo única en nuestro País, aunque por ser mayoría las excavaciones clandestinas bien
pudiera haber pasado desapercibida; tampoco consta su existencia en Masadeta, aunque dada la
total inexperiencia de su excavador y la gran cantidad de rocas extraídas, tampoco puede afirmarse. Respecto a los ajuares de Tirana podemos Hstar 5 puntas de flecha sobre sílex (1 romboidal, 2 triangulares con grueso apéndice, y otras 2 triangulares con aletas), sobresaliendo la
hallada en el "Segundo sepulcro", una'' hermosa punta(...) con robustas aletas y corta espiga"
que Esteve sitúa en "un Eneolitico muy avanzado, próximamente contemporáneo del Vaso campaniforme de tipo internacional" (49), puntas que invariablemente repite la cercana estación de
Villa Filomena.
El " Primer sepulcro" contiene, además, 1 hacha de basalto, 2 punzones de hueso, 1 larga
espátula de hueso, 1 estilete, l microlito trapezoidal, 1 fragmento distal de una boja con fuertes
retoque marginales y frente de raspador, y 1 tubillo sobre tibia de animal; conteniendo el
"Segundo sepulcro", 1 pequefio trozo de cerámica, 1 grueso punzón, 1 lámina oval de sílex con
el ápice rectificado por un "ancho retoque lamelar", una gruesa cuenta cilíndrica, de collar, ligeramente abombada, de caliza, y 116 cuentas discoidales sobre concha, y otras 8 labradas sobre
pizarra.
Observamos, pues, la parquedad de Tirana frente a la diversificación de los elementos
Eneoliticos del ajuar procedente de Masadeta. Sus bellos cuchillos líticos no existen en el primer
yacimiento, así como tampoco las hojas tipo Palmeta, o las cuentas tubulares sobre diversas
materias, no seftalándose en Tirana ru la rodoruta, ru los caracolillos marinos (fig. 22), hecho
extrafio si tenemos en cuenta los 15 km. que la separan del Mediterráneo; aunque ello pueda
deberse a un hecho casual dado el elevado número de inhumados en Masadeta frente a los sólo
tres individuos de la sima de Tirana, la cual tampoco ha registrado hábitats posteriores, pese a lo
cual ambas cavidades tuvieron un uso cronológicamente paralelo, cuanto menos durante la fase
Campaniforme. Ninguna de las dos han señalado los botones piramidales de hueso con perforación en V, tan propios del Campaniforme y presentes en La Plana en los sepulcros de la Joquera
(50). En Tirana, por la singularidad de las cistas de ambos enterramientos, diríase que los indi-
(46) Op. ciL nota 2, págs. 33/44.
(47) L.apiaz n• 19, Setembre 1990, págs. 9 y 10. Revista del Centro Excursionista de Valencia.
(48) Op. cit. nota 2, pág. 35.
(49) Op. ciL nota 2, págs. 39 y 42.
(50) Esteve Gálve-z, feo.: " Los sepulcros de <
Barcelona, 1965.
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NORBER M ESADO ÜLI VER
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Fig. 22.- Cova de la Masadeta. Fotografía del conjunto de cuentas Eneolíticas depositadas en el
M.A.C.P.B.
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viduos pudieron pertenecer a un mismo clan famil iar, aunque Esteve da prioridad cronológica al
Primer sepulcro por pervivir en él algunas formas arcaicas (puntas de flecha en losange y triangular pedunculada, y el microlito trapezoidal), pieza ésta última que igualmente encontramos en
Masadeta. Pero es sin discusión en la Plana el yacimiento de "Villa Filomena" La estación
Eneolítica más sobresaliente de cuantas tenemos noticia, aunque por tratarse de excavaciones
antiguas perdiose el magisterio de tan singular yacimiento emplazado a canto del Millars, casi
junto al ermitorio de Nuestra Señora de Gracia. "El Maset d' Afaita Morts" (seudónimo como
vulgarmente se conocía la "Villa Filomena" por ser este el oficio de su dueiio), tributaba, en
1922, al roturar su suelo: 27 silos con detritus de hábitat y en alguno de ellos restos humanos. El
Dr. Esteve Gálvez, a quien debemos, una vez más, un riguroso resumen de cuanto se encontró
(51), reconoce que tales depósitos estaban cubiertos originariamente "por un túmulo" destruido
en 1917. En unos se recogieron "huesos de animales y tiestos de burda cerámica"; otros estaban
"revueltos y profanados", siendo muy pocos los intactos (52). Al listar los hallazgos, junto con
los restos antropológicos y faunísticos, nos dice que tales silos contenían punzones, espátulas,
agujas de hueso, hojas de sllex, hachas de piedra pulimentada, y más de doscientas cuentas de
collar "discoidales o cilindricas" de concha, hueso, pizarra negra, caliza blanca, amarillenta o
rojiza (posiblemente rodonita), y con más frecuencia de calaíta; otras cuentas eran prismáticotriangulares, estando perforadas en sentido transversal, más cuatro colgantes labrados en hueso,
marfil o asta de ciervo. Al referirse a las "bellas" puntas de flecha, labradas sobre sílex, anota
que "repiten siempre una forma evolucionada y tardía, con larga espiga y fuertes aletas", materiales que en gran parte recogió junto con fragmentos de cerámica campaniforme, señalándose
la "cerámica de cuerdas", novedad entonces en el Eneolitico español (53), cuyos restos pertenecerían a unos doce recipientes. Y mientras tales vasos los relaciona con sus homólogos del Rin
y Gran BretaHa, los colgantes, en forma de creciente, con una perforación media, van a tener
paralelos en el Mediterráneo occidental y la misma Italia (54).
Entre el ajuar recuperado notamos a faltar los objetos de cobre más propios del H.C.T., caso
de los puftales de lengüeta y las puntas de tipo Palmela. Esteve fecha Villa Filomena hacia el
1800 a. C., basándose en La corriente internacional de tal vaso campaniforme que pasa a denominar de "tipo internacional cordado", para distinguirlo del "internacional puntillado" (55),
igualmente recogido en esta estación vila-realense.
El "túmulo" que cubría las cavidades subterráneas pudo ser un "tell", y es lógico que Jos
detritos de su población, con el paso del tiempo, fueran colmatando los propios silos. En tal sentido recoge el yacimiento Martí, que no duda calificar de hábitat abierto (56), e igualmente lo
baría con bastante anterioridad el mismo Esteve GáJvez, indicando que los silos de Villa
Filomena " formaron parte de verdaderos poblados" (57), con paralelos en Les Jovades
(S I) Op. cit nota
(52) Op. cit. nota
(53) Op. cit. nota
(54) Op. cit. nota
(55) Op. cit. nota
1, págs. 543-557.
1, pág. 543.
1, pag. 545.
1, pág. 551.
1, pág. 552.
(56) Mani Oliver, B.: uEI Eneolitico", en "Nuestra Historia" l. pág. 139. Mas Jvars, Valencia 1980.
(57) Estevc Oálve7., Feo.: "La cueva sepulcral dci"Calvari d ' Amposta". Pyrenae, 2, pág. 46. Universidad de Barcelona, 1966.
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NORBERTO MESADO ÜUVER
(Cocentaina), Figuera Reona (Elx), Camí de 1' Alfo gas, Caseta del General y 1'Atareó (La ValJ
d ' Albaida), o La MacolJa (Villena), entre otros, todos asentados junto a corrientes de agua o
zonas húmedas (58). En el contexto mueble, de Villa Filomena, tendríamos, cuanto menos en La
Plana, el denominado "ajuar campaniforme", aunque notemos a faltar los típicos objetos metálicos o auténticos "fósiles directores", caso de las Palmelas, los punzones de sección cuadrada, y
los puñales de lengüeta, los dos primeros presentes en la Cova de la Masadeta, aunque falta en
esta la cerámica campaniforme, los huesos -o colgantes- decorados con acanalados, y Jos botones con perforación en V, exentos también de VilJa Filomena; pero ya vimos cómo en opinión de
Simón García la punta de Palmela "presenta una elevación de As muy típica de momentos antiguos dentro de la metalurgia, propios del Calcolítico final o Campaniforme"; igualmente la elevada proporción de cuentas tubulares de rodonita, así como las puntas de sílex con aletas, está
dictándonos un Eneolítico de Transición.
La Cova de la Masadeta entra de pleno en las cavidades de enterramiento múltiple (recordemos que pese a tener, sólo, una zona excavada, y no haberse recogido todas las piezas dentales, el número de las recuperadas asciende a más de 250 piezas, lo que asegura que estamos en
presencia de un elevado porcentaje de individuos inhumados en este hipogeo serrano contigüo a
la Plana, hecho característico de nuestra prehistoria valenciana, aunque no tanto de su septentrión en donde sí que van a ser abundantes los enterramientos de uno o dos individuos en cavidades muy pequeñas, cuyo mejor ejemplo, por excavadas, serían las cuevecillas de la Roca del
Corb de Culla (59).
Las hojas-cuchillo
Las "armaduras de hoz" de Masadeta, según la definición de Juan Cabanilles (60), se avienen bien con las piezas de eje recto, aquellas que presentan un perfil percutido-compacto, caso
de la n° 3 y 5 de Masadeta. No así con los grandes cuchillos, de perfil virgen, extremadamente
cortantes, cuyos extremos distales son curvos, por cuanto la denominación tradicional de "cuchillos" iría mejor a su propio uso, puesto que son excelentes para cortar, asi como para raer y separar la carne de los huesos, aunque raramente presentan señales de uso, pudiendo haber sido fabricados, simplemente, para acompafiar la muerte. Por sus tamaños, las dos piezas mayores de
Masadeta pueden paralelizarse con las encontradas en La Ereta del Pedregal, Cova de La Pastora,
Cova de La Barcella, Covacha sepulcral de Xiva, Cova del Negre, Torre del Mal Paso, etc.
Las pequeñas piezas dentadas que vendrán luego, tan populares en el Bronce, inservibles sin
un mango tipo Mas de Menente, se deben a aquella perdida tecnología para la obtención de otra
(58) B. Marti: "El naixement de l'agricultura en el País Valencia. Del Ncolític a I'Edat del Bronze". Universitat de Valencia.
Secretaria! de Publicacióos, pag. 60. Valencia, 1983.
(59) N. Mesado y J.L. Viciano: "Els hipogeus Eneolític de la Roca del Corb (Culla, Castelló)". Separata de "lmatge de Cuila:
Estudis rccollits en el 750é Aniversari de la Carta de Població (1244- 1994), vol. l. Culla, 1994. Citamos la "separata" - ya cor:regida- dados los graves errores cometidos en la transcripción publicada en el volumen citado.
(60) J. Juan Cabanilles: "La hoz de la Edad del Bronce del «Mas de Menente» (Alcoi, Alacant). Aproximación a su tecnologla y conte.do cultural". Lucentum, IV, págs. 37/53. Anales de la Universidad de Alicante, 1985.
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tipología lítica, puesto que es en este horizonte nuevo cuando la fundición alcanza la gran mayoría de sus asentamientos. La técnica de la talla de estas grandes hojas-cuchillo es exclusiva del
Eneolítico, hecho fundamental para comprender la rotura cultural, aunque sea una faceta más,
que se produce tras el Eneolítico, horizonte que no puede enraizar con la Edad del Bronce, ni
cultural ni cronológicamente, puesto que como apuntará Simón-García "no tenim dades que
assenyalen elements de la forma, la manera, i el moment en el qua! s'implanten les maneres de
viure de I'Edat del Bronze" (61).
Y es que la talla del sílex llega a su cenit durante el Eneolítico y se hunde, irreversiblemente, durante el horizonte cultural posterior, momento con una dieta de base agrícola frente a la
Eneolitica que fue mayormente cinegética, como sus fósiles directores nos seftalan: puntas Lfticas de flecha y largos cuchillos de sílex, la gran mayoría sin pátina, para el Eneolitico; y molinos barquiformes y dientes de hoz, raramente sin pátina, para la Edad del Bronce. Y es que
ambas culturas (incidimos nuevamente en ello), nada van a tener en común puesto que no hay
en la segunda, herencia de la primera, ni en lo anímico, aunque en ambas se entierre en hipogeos subterráneos o puedan usarse los mismos recursos naturales, como son las conchillas marinas
entre otros elementos menos significativos.
Puntas de flecha
En general las 26 puntas que hemos listado presentan similar retoque, con predominio de
una labra regular en sus perfiles izquierdos y anárquica en los derechos, estando mejor dentados
los primeros que los segundos. También advertiremos que la mayor parte de las piezas presentan un retoque parcial en sus mesas, hecho que pudiera deberse a la delgadez de la materia prima
empleada, o a la inexperiencia del tallador. En todo caso se tiende a una mayor perfección cuando la pieza es más compleja (n° 11, 22, 23, 25 y 26), mientras que en aquellas formas simples (n°
1, 2, 3, 4 , 6, 7, 1O ...) el retoque plano y la forma de las propias puntas es más irregular. Hay tres
flechas (n° 12, 13 y 14, posiblemente también la 9) que pudieran estar invertidas, puesto que sus
incipientes aletas así parecen indicarlo; pero hemos dado prioridad a sus zonas mayores, aunque
también pudieron usarse indistintamente. Se trata de las denominadas "romboidales saliciformes
de aletas inversas" (62), que se consideran de "carácter primitivo" puesto que en la Cova d 'En
Pardo aparecen en UD nivel con cerámicas esgrafiadas; así como en el siguiente, ya sin ellas (63).
En lineas generales las puntas de flecha de Masadeta, salvo las mejores, sobre una misma matriz
laminar, parecen pertenecer a UD mismo artesano; aunque ninguna de ellas la podemos catalogar
de excelente pese a sobresalir las n° 23 y 26, definidoras de un "armamento campaniforme",
cariz de todo el contexto material más destacado de la cueva, el cual debe damos la cronología
del yacimiento.
(61 ) Op. cit. nota 32, pág. 170.
(62) J.A. Soler Dlo.z: "La <
Aguaits, n• 13-14, 140. lnstitut d ' Estudis Comarcals de la Marina Alta. Xabia, 1997.
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NoRBERTO MEsADO OuvER
Trapecios
Aunque bien escasos, muchas veces conteniendo una sola pieza -<:omo obedeciendo a una
práctica ritual- , los trapecios suelen estar presentes entre los ajuares funerarios del tercer milenio. Según Vicens serían "elementos con clara tradición de culturas anteriores" (64), aunque no
se vea el modo, ni material ni cuJturalmente, de unir el Eneolítico con el Mesolítico, obviando
una Cultura inmigrada, intercalada, de la magnitud de la Neolitica. En Masadeta tenemos dos
ejemplares confeccionados sobre sendos fragmentos de hojas, uno de sección trapezoidal y el
segundo de sección triangular (fig. 18, n° 26 y 28); otro ejemplar procede del cercano enterramiento l 0 del Racó de La Tirana (65).
Entre el ajuar recuperado en Masadeta (ya lo hemos advertido), notamos a faltar los típicos
botones de hueso con perforación en V, tan comunes entre los ajuares con cerámica campaniforme,
como podemos observar en la cueva sepulcral del "Calvari d ·Amposta" (66), botones, esta vez
decorados con circuliHos grafitados, presentes igualmente en la Plana Alta en el segundo sepulcro
de La Joquera, cuyas piezas las sitúa Esteve-Gálvez "en un Eoeolítico muy avanzado" (67).
Puntas de tipo Palmela
En la provincia de Castellón, además de la que registra Masadeta, tendremos puntas de flecha metálicas en "El Cingle de l'Ermita" (Albocácer). La pieza, de forma ojival muy corta y
largo pedúnculo (próxima al tipo B2 de Delibes), fue recogida en un nivel superficial conjuntamente con un cuchillo de sílex, de sección trapezoidal, de 150 mm. de longitud. Ambos objetos,
evidentemente Eneoliticos, habrían quedado "atrapados" entre una industria litica de taller, escasamente significativa, que se cree "neo-eneolítica" (68), aunque no lejos de la recogida por
Oonzález-Prats en la Font de la Carrasca (Cuila), que hay que situar "entre varios fenómenos tecnológicos" puesto que junto a una industria de "microlitos geométricos" hay "gruesos foliáceos"
y "las típicas puntas de flecha de cuidada factura". Tal contexto es también parangonable al cercano del poblado de "La Font Roja". Por ello G.P. fecha provisionalmente La Font de La Carrasca
"entre fines del m y comienzos del II milenio a.C., en consonancia con la fecha absoluta obtenida para el nivel VI de La Ereta del Pedregal" (69), yacimiento con algunos fragmentos de cuencos campaniformes incisos (70).
(63) Op. cit. nota 55, pág. 140.
(64) J.M. Vicens: "Estudio Arqueológico del Barranc del Sint (Aicoi)". Lucentum, VII-VIII, pág. 60. A.V.A.P.A.H. Alicante,
1988-89.
(65) Op. cit. nota 2, pág. 41.
•
(66) Op. cit. nota SI.
(67) Estcvc Gálvez, Feo.: "Los sepulcros de la Joquera, cerca de Castellón". Pyrenae, 1, pág. 49, 6g. S. Universidad de
Barcelona, 1965.
(68) Gusi Jencr, Feo.: "Un taller de snex bajo abrigo en la 2" cavidad del CiAgle de la Ennita (Aibocácer)". C.P.A.C. n° 2, pág.
50. Excma. Diputación. Castellón, 1975.
(69) A. González Prats: "El poblado calcolitico de la Font de la Carrasca (Cuila, Castellón)''. A.P.L., vol. XVI, pág. 154.
Valencia, 1981 .
(70) B. Martl: "La Cova Santa (Vallada, Valencia)". A.P.L., vol. XVI, pág. 190. Valencia, 1981.
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Fig. 23.- Coveta del Tossal de les Forques, Borriol. Material funerario.
Fig. 24.- Coveta del Tossal de les Forques. Fotografia de la punta de tipo Palmeta.
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Procedente de una covacha, al O del menudo "cingle" contiguo a la carena del poblado ibé-
rico de Les Forques, Borriol (71), D. Juan Serafín recogía, en 1973, del cono deyectivo de esta
pequefia cavidad, hoy impracticable por el desprendimiento de su bóveda de una gran roca, una
punta lanceolada de tipo Palmeta, comportando un largo pedúnculo de sección rectangular, pjeza
que hoy guarda el propio Museo Murucipa1 de Borriol. De la misma boca de este abrigo rupestre recogíamos, días después de conocer dicho hallazgo, un punzón de cobre arsenicado, de sección media cuadrada y extremo circular; un colgante rectangular de pizarra negra, y algunos restos de huesos humanos, por cuanto no hay duda de que la cavidad, en la bisagra del IITIII milenio a.C., fue sepulcral, y posiblemente, por los escasos restos encontrados en el cono deyectivo,
de una sola inhumación (fig. 23 y 24).
Boscb Giro pera, en 1924, daba noticia de otra punta de tipo Palmela hallada en La Serratella
(L' Alt Maestrat), encontrada por el burrianense D. Manuel Peris Fuentes en la "Cova del
Barranquet Fondo". Bosch la califica de "una punta de dart de bronce", en forma de boja y con
un nervio central que se prolonga formando la espiga, que es delgada y bastante larga, pieza
recogida -"segons sembla"- entre cerámica a mano de superficie pulida, sin ornamentar (72).
Recientemente esta Palmela ha vuelto a ser publicada, atribuyéndose a la Colección Senent, anotando que sería de cobre y que el pedúnculo es de sección rectangular (73).
Otra punta de "tendencia romboidal", se halla depositada en el Museo Arqueológico
Comarcal de la Plana Baixa (74). Procede del denominado Pla de la Pitja (La Pobla Tornesa), un
extenso poblado de piedemonte que domina la entrada al "Pla de l'Arc", corredor del interior
castellonense que comunica la propia Plana con el llano de Sant Mateu (el Baix Maestrat) y sus
bifurcaciones hacia els Ports, el Ebro y el Mediterráneo. Entre areniscas triásicas bay un material lítico del cual destaca, por mayoritario, una industria microlitica propia del Mesolitico, aunque existen igualmente láminas calcolíticas y cerámicas lisas de dificil adscripción por la pequeñez de los fragmentos rodados. Esta pieza, confeccionada sobre una delgada lámina de cobre,
sería, "al menos", de inicios del U milenio (75).
También en el "Museu Etnologic del Termet" (Vila-real), ubicado en el complejo del ermitorio de la Virgen de Gracia, junto al Millars, podemos apreciar, en su Sala U, otras cinco
Palmelas (fig. 25), expuestas entre una plural metalistería tanto prehistórica como medieval,
entre la que existen, también, cinco puntas metálicas de arpón, de sección medial cruciforme,
atribuibles a un Protohistórico Orientalizaote, metales mayormente adquiridos por et
Ayuntamiento junto con un destacado lote de cerámicas restauradas, tanto de un Bronce tardío
como ibéricas (76).
(71) J. Bta. Porcar: "La Cultura Ibera a Borrlol, 1 B.S.C.C., tomo XN, págs. 490/499. Castell6, 1933.
".
(72) P. Boscb Gimpera: "Eis problemes arqueologics de la Província de Castell6". S.C.C., "Prehistoria", Lám. VI, 7. CasteU6n,
1924.
(73) J. Rovira i Port: "Una punta metAJ.üca dejavclina de tipus "palmeta" proceden! de la Serratella (1' Alt Mestrat)". Q.P.A.C.,
n• 16, págs. 265-166. Castell6, 1995.
(74) ).L. Simón: "La Metalurgia Prehistórica Valenciana". S.T.V. n• 93, pág. 169 y fig. IOI , n• 11. S.I.P. Valencia, 1998.
(75) Op. cit nota 68, pág. 334.
(76) J.M.• Doñatc: "Gabinete Arqueológico, Guia ilustrada, 4". llustrísimo Ayuntamiento. Delegación Municipal de Cultura.
Vila-real, 1991.
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Fig. 25.- Silueta de las puntas de tipo Palmela depositadas en el Museu Etnologic de Vila-reaL
Hoy, diciembre de 1998, la catalogación y guía de este museo, debida a D. J. Ma. Doñate,
no sirve, pues han sido reestructuradas las salas, retirándose las grandes vitrinas en donde como
puede verse en la fotografia de la propia contraportada de la Guía, figuraba la adquisición realizada por el Ayuntamiento de Vila-real, especialmente la denominada VITRINA N° 10. Doñate al
referirse a estas piezas arqueológicas, escribe: la vitrina "Contiene materiales diversos rescatados por el Ayuntamiento y procedentes del área de la Comunidad Valenciana. Pertenecen a las
culturas Ibérica y del Bronce Valenciano". En realidad se trata de un importante lote de variados
objetos prehistóricos adquiridos por el Municipio en 1988 a un aficionado a la arqueología, un
tal D. Vte. Ferrer, vecino de Valencia, siendo posible que el material proceda del entorno del
Camp de Llíria, piezas que podemos ver en las fotografias de la cubierta y contraportada, y en
las págs. 1, 2, 3, 5, 1O 11, 13, 15, 20, 23 y 25 de la Guía citada. Entre este material extrañan
,
tanto las Palmelas como las cinco puntas de flecha de bronce, con arponcillo, puntas metálicas
desconocidas, al igual que las Palmetas, en esta zona liriana, por cuanto podrían no ser de aquí.
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NORBERTO
MESAOO ÜLJYER
Las Palmelas acaban de ser publicadas por Simón-García, como procedentes: dos de ellas, de la
Cova de La Masadeta (77) (fig. 25, n° 3 y 2) y el resto (78) (fig. 25 n° 1, 2 y 4) se las supone de
un yacimiento desconocido deArtana., pudiendo tratarse, seguimos citando a Simón-García, "del
Racó de la Tirana, la Penya del Migdia o de la Llometa del Fondo" (79). Como Doñate asegura
(80), el lote de las puntas tipo Palmeta no procede deArtana puesto que fue adquirido a V.F. conjuntamente con el resto de la metalistería y recipientes (81).
Otra punta de jabalina, o de tipo Palmela, publica Martí procedente de La Cova Santa (82),
yacimiento con "un mínimo de cuatro individuos adultos y tres jóvenes o niños" inhumados.
Entre su ajuar de sílex destacan cinco puntas de flecha con pedúnculo y aletas incipientes, y otras
tres foliáceas, comportando un retoque plano, bifacial, cubriente; un hacha pulida, quince colgantes sobre concha; un botón piramidal con perforación en V; y, entre varios cuencos lisos, existen dos fragmentos de cerámica "del estilo del vaso campaniforme", hallados fuera del sector
donde se depositaron los restos humanos, pero respondiendo al contexto de los ajuares recuperados, "de finales del eneólítico y principios de la Edad del Bronce" (83).
José María Soler, al excavar la cueva Occidental del Peñón de la Zorra (Villena), una cavidad de solo 4m2 , dio con algunos huesos humanos "muy alterados y removidos", un dentalium,
fragmentos de un cuenco hemisférico, dos cuentas de calaíta en forma de tonelete, una punta de
flecha triangular, con incipientes aletas, y un arete de plata. También al excavar la Cueva Oriental
del mismo peñón, una covacha de techo muy bajo y escasa profundidad, hallaba, iniciado el cribado de tierras, otro arete de plata y un "extraordinario ajuar metálico" constituido por un puñal
de lengüeta y dos puntas foliáceas de larga espiga, que, por su forma y gran tamaño (l5'5 y 16'5
cm.), son, de las valencianas, las más cercanas a la que hemos publicado de Masadeta. Restos
esqueletales, descompuestos y revueltos, pertenecientes a una sola persona inhumada, junto con
otros huesos de carnívoros "probablemente zorras que destrozarían el enterramiento", más 14
vértebras de pez y tres pequeñas lascas de silex confirmarán, también, que la cavidad era sepulcral. E l armamento de esta segunda cueva es, sin discusión, típicamente campaniforme, aunque
para Bemabeu el arete de plata no tiene precedentes en esta etapa, creyéndolo argárico (84),
puesto que su uso queda descartado durante el calcolítico (85). Pese a ello, como el mismo
Montero anotará, "Los elementos campaniformes aparecen basta los momentos iniciales del
(77) Op. cit nota 68, fig. 102, n• 1 y 2.
(78) Op. cil. nota 68, fig. 102, n• 11-14.
(79) Op. cit. nota 68, pág. 176.
(80) Op. cit. nota 70.
(81) Algunas de las cerámicas ibéricas compradas por el Ayuntamiento de Vila-real, ya fueron publicadas sin indicar que no
proceden de este término. C. Aranegui: "Historia de la cerámica valenciana", tomo 1, págs. 80 y 91. Vicens Garcia Editores. Paterna,
1987.
(82) Op. cit. nota 64, págs. 159/196.
(83) Op. cit. nota 64, pág. 184.
(84) J.M' Soler: "El Eneolitico en Villena (Alicante)". Departamento de Historia Antigua. Facultad de Gerografia e Historia.
Serie Arqueologia, n° 7, pág. 104. Valencia, 1981.
Joan Bemabeu: "El vaso campaniforme en el País Valenci.ano". S.T. V. n°. 80. S.(.P. Valenci: , 1984.
a
(85) Ignacio Montero: "El origen de la metalurgia en el Sureste Peninsular". Historia. Colección Investigación. Instituto de
Estudios Almerienses, pág. 264. Almería, 1994.
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período argárico" (86). En ambos covachas del Pefión de la Zorra estaríamos ante una intrusión
argárica - los aretes de plata- que serian cronológicamente ;-aunque no culturalmente- definitorios, puesto que no los creemos posteriores a la deposición de los ajuares campaniformes de
ambas cavidades. En cualquier caso como la plata no antecede, según Schule, al Argar B, su
metalurgia habría de datarse entre los siglos XII y IX a.C. (87), puesto que si realmente tales aretes fuesen del Horizonte Campaniforme, y por ello sin constituir una intrusión cultural Argárica,
estaríamos, como cita Montero, ante la plata manufacturada más primitiva de la Península, hecho
que sería, cuanto menos, anómalo.
Otra Palmeta, de ancha boja y robusto vástago rectangular, de 10'5 cm. de altura, halla
Aparicio en la Sima de la Pedrera (Polinya de la Ribera), importante yacimiento con enterramientos múltiples, con un ajuar compuesto por una vajilla campaniforme. Tal pieza se acompaña de un puñal de lengUeta, un punzón biapuntado de sección cuadrada (o lezna de tipo
"Fontbouisse") (88), una cuenta tubular de rodonita, 139 cuentas discoidales, varios caracolillos
marinos perforados, dos botones circulares con perforación en V, y una punta de flecha de sllex
tallada bifacialmente, con pronunciadas aletas y un pequeño pedúnculo perdido. Estariamos,
pues, en presencia de un perfecto ajuar campaniforme avalado por los propios recipientes, aunque notemos a faltar algunos elementos como los brazaletes de arquero (89).
Es evidente que en nuestro País tal tipo de armamento metálico (puñales de lengüeta y
Palmetas), es escaso (en Castellón no nococemos ni un solo ejemplar de puñal), como también
lo es el propio vaso campaniforme. Ello pudiera deberse a la falta de una metalurgia indígena,
técnica que no alcanza la zona valenciana hasta la Edad del Bronce. La fabricación de las
Palmetas es la misma que La de los puñales de lengüeta (90), puesto que sus pedicelos, por lo
general largos, bao sido obtenidos por el achaflanamiento y estrangulamiento de la zona proximal de una platinita de cobre con un martilleo directo, lo que provoca su sección pararrectangular, mientras la hoja sufre una percusión vertical por ambas caras y un afilado periférico en el
que se combina la percusión con la abrasión, configurando una mesa aplanada aunque de tendencia lenticular. Son piezas foráneas como lo demostraría el hecho de que siendo mayoritarias,
las autóctonas sobre sílex, las de aletas y pedúnculo ("auténticos fós iles-gula de la cultura del
vaso campaniforme" (9 1)), éstas; son minoría entre las metálicas (92).
Las puntas tipo Palmeta serían acronológicas puesto que "una punta de cobre oval pedun-
(86) Op. cit nota 77, pág. 63.
(87) Ruiz Mata: "1 Iuelva: un foco temprano de actividad metalúrgica durante el Bronce Final". Tanessos, Arqueología, pág.
218. Protohistoria del Bajo Guadalquivir. Edil. AUSA. Sabadell, 1989.
(88) M. Louis, D. Pcyrolle et J. Amal: "Les fonds de cabanes enéolitbiqucs de Fontbouisse. Comune de Villevieille (Gard)".
Gallia, V, pág. 31 . 1947.
(89) J. Aparicio: "Sima de la Pedrera (Benicull, Poliñá del Júcar) (Valencia)". A.P.L., vol. XV, págs. 69/91. S.I.P. Valencia,
1978.
(90) G. Delibcs: "El vaso campanifonne en la Meseta Norte Española". Studia Archaeologica, 46, pág. 102. Departamento de
Prehistoria y Arqueologfa, Universidad de Valladolid, 1977.
(91) Op. cit. nota 82, pág. 119.
(92) Simón-Gan:ia, en trabajo reciente, estudia y analiza la totalidad de la metalistería prehistórica valenciana, por cuanto remitimos a este estudio a cuantos estén interesados en las puntas tipo Palmela que hasta el momento han sido encontradas (op. cit. nota
67).
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culada, próxima a los tipos Palmela" ha sido encontrada en el yacimiento turolense de la Hoya
Quemada, con un solo nivel, cuyas fechas absolutas cubren desde el 1600 al 131 O a.C. (93), y
son igualmente "normales" en las estaciones valencianas de la Edad del Bronce, incluso en cronologías muy bajas, aunque ahora empezarán a proliferar las de aletas metálicas (el "Tipo 2" de
Simón-García) como parece señalar un yacimiento tan tardío como el de Orpesa la Vella, que
incluye ya cerámicas orientalizaotes (94); pero parecen firmes Las conclusiones a las que llega
Leona, puesto que las estilizadas hojas foliáceas (que Simón-García incluye en el "Tipo 1"),
serian exclusivas del Eneolítico (cuanto menos valenciano); mientras Las de pequeño tamaño, de
tendencia lenticular (incluidas igualmente por Simón-García en el "Tipo 1), serían más definitorias de la Edad del Bronce (95), como Masadeta y Castellets confirmarían.
Los collares (fig. 22)
Son significativas en Masadeta, por su elevado número, las cuentas recuperadas, muchas de
L cuales lo fueron tras un segundo cribado de las tierras extraídas del covacho, tierras que foras
maban, a partir de su boca, un acusado cono deyectivo. Con ellas A. Lázaro fue recuperando
cuantos restos humanos encontraba.
Las cuentas depositadas en el Museu Arqueologic de la Plana Baixa, atendiendo a su materia y forma, son las siguientes:
Gasterópodos
Luria /urida, 1 ejemplar; Conus mediterraneus, 1 ejemplar; Trivia pu/ex, 4 ejemplares;
Gibberula miliaria, 6 ejemplares; y Tricolia pulla, 1 ejemplar. Existe, también, un diminuto caracol fósil, de morfología espiraliforme cónica.
Tales conchillas, salvo el ejemplar petrificado, aparecen con profusión en la costa marina del
término municipal de Burriana, la más cercana a Masadeta. En tal sector, de unos 1O km., aún
hoy pueden contabilizarse 210 especies de moluscos, algunos de singular belleza (Charonia
nodifera, Dolium galea, Acanthocardia aculeata, Mitra zonata, Murex truncujus, Muricopsis
cristata, Ocenebra erinacea, Cancellaria cancel/ata, o el Aporrhais pespelecani, entre otros)
(96), que nunca, o muy raramente, los vemos engarzados como cuentas o colgantes en los collares Eneolíticos, los cuales repiten incansablemente unas mismas piezas, ''baratija" que pudiera
deberse a un canon marcado por la propia moda en el mundo del ornamento Eneolftico, cuya
(93) M.• Nieves Juste: "El poblamiento de la Edad del Bronce y primera Edad del Kierro en Mora de Rubielos (Tcruel)".
Monograf".as Aqueológicas del S.A.E.T., 3. Pág. 85. Teruel, 1990.
Jesús V. Picazo: "La Edad del Bronce en el Sur del Sistema Ibérico Turolense, 1: Los materiales cerámicos". Monografías
Arqueológicas del S.A.E.T., 7. Págs. 43 y 109. Teruel, 1993.
Ambos trabajos sólo citan la punta de flecha metálica "tipo «Palmeta»" s.ln dar su gráfico, por lo que desconocemos algo tan
importante como es la longitud y fonna de la pie-.l'.a.
(94) Feo. Gusi: "Las sociedades metalúrgicas". En «Historia de Caste116n, 1». Levante de Castellón, 1994.
(95) J. V. Lenna: "Los orígenes de la metalurgia en el Pais Valenciano" A.P.L., vol XVI, págs.l29-140, fig. l. Valencia, 1981.
(96) J. Andrés Gamís: "Los moluscos de nuestra costa". Burriana en su Historia, 11, págs. 545/554. Magnifico Ayuntamiento.
Burriana, 1990.
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SOBRE EL. ENEOI..ÍTICO Y LA EDAD DEL. BRONCE EN TÉRMIN O DEL. M UNICIPIO DE ARTA A
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materia prima emplea recursos naturales próximos, de muy escaso valor, aunque la propia artesanía prehistórica, como el "arte", tiene que ser estudiada, y comprendida, en función de la realidad social del horizonte cultural que la produjo.
Cuentas líticas
Discoidales de yeso cristalizado amelado, 7 piezas.
Tubulares de rodonita, 2 1 piezas. La mayor llega a los 22 mm., por 8 mm. de diámetro.
Presentan muy tina la superficie, pero nunca alcanzan, por la propia piedra, su pulido. Poseen
una perforación bipolar cónica.
Discoidales de calcita, 2003 piezas. En su gran mayoría se encuentran en proceso de descomposición. Sus diámetros suele tener entre 5 y 6 mm., por 3 de grosor; pero igualmente puede
alcanzar algo más de un solo mm . Cuando su grosor es poco, la perforación por tornele de arquillo es siempre de sección paralela.
Bicón icas de calcita, 1 ejemplar.
Fig. 26.- Cova de la Masadeta. Cr áneo Eneolitico.
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Discoidales de caliza dolomítica: negras 353 ejemplares, grisáceas, 171. Las negras no suelen presentar alteración, y mayormente conservan pulimentadas sus caras.
Tubulares de mármol verde, pulido, 1 ejemplar.
Discoideas de mármol verde, pulido, 2 ejemplares.
Discoidales de calaíta (?), 3 piezas.
Cuentas de hueso
Tubito realizado a partir de una sección de fémur de un pequeño mamífero, posiblemente
hurón.
El total de nuestras cuentas de collar asciende a 2577 piezas; existiendo en el Museo
Municipal de Vtla-real un collar formado por unas 1500 piezas; mientras el número ~e las cuentas de la colección Lázaro, rebasa las 7500. Masadeta, pues, como minimo, habría tributado (sin
estar íntegramente excavada) alrededor de doce mil cuentas, dando una elevada proporción de
las confeccionadas con las calizas que configuran el paisaje geológico de la propia Plana, hecho
que hablaría de un taller local.
Son escasas las confeccionadas con mármoles importados, los cuales conservan su pulido original, caso de las cuentas verdosas, posiblemente procedentes de canteras almerienses. Y caso de
ser de resina fósil la cuenta discoidal mayor, tendría paralelos con el colgante de ámbar de la Cova
del Uidoner de Cocentaina, y con el grano de collar de la Cova de la Pastora de Alcoi (97).
Prácticamente en todos los ejemplares de fonila tubular, o las discoidales gruesas, incluyendo la bicónica, la acción del tomete en sus bases ha dejado una sección de entrada ligeramente cónica.
La totalidad del material Eneolitico reseñado, incluyendo los restos humanos recuperados,
entre los que destaca una bóveda craneal casi completa (fig. 26), procede del cubículo más profundo de Masadeta: punto "Z" de la fig. 13, lugar óptimo para este tipo de enterramientos colectivos; mientras. las cerámicas de esta cavidad, al parecer sin otro contexto, pertenecen al Bronce
de Transición y fueron halladas en las cercanías de su boca: punto "W", pudiendo proceder de
un hábitat temporal. El hecho de que Masadeta sea un excelente punto para ocultarse pudo ser la
causa, en un periodo de inestabilidad como éste, de su ocupación; aunque tendrían que excavarse sus niveles, caso de que existan, para poder asegurar cuanto comentamos.
IV. ELS CASTELLETS D'ARTANA
Situación
Si el Tossal de la Rapita, con la cueva de La Masadeta, está en el lado derecho del vial que
(97) J. L. Pascual-Benito: "Les coves sepulcmls de I'A1berri (Cocentaina)". Saguntum, 21, pág. 155. P.L.A.V. Valencia, 1987-88.
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SOBRE EL ENEOÜrJCO Y LA EDAD DEL BRONCE EN TÉRMINO DEL MUNICIPIO DE ARTANA
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desde la Plana nos adentra en Espadán; Els Castellets, con su hipogeo funerario, está en su lado
opuesto. Por ello, en el momento de iniciar el ascenso al "Collao d ' Artana" tomaremos el camino de "AigOes Vives" por el que iremos remontando el barranco de Cuchareros hasta su tramo
inicial, que por estar encajado entre los piedemontes de "El Puntal" y "La Scrra" recibe el topónimo de "Barranc del Racó", cerca del término del municipio de N ules (fig. 11 ). En todo este
recorrido tendremos a la derecha "La Serra", tentáculo de Espadán que cierra por levante el valle
de Artana, proyectando a su vez varios cabezos que fenecen con "cingles" de caliza oxidada, llamativos paredones rojizos que, de mayor a menor y de NE a SO, reciben los nombre de "La
Penya de Migdia" (462 m.s.n.m.), "La Penya Colmenar" (483 m.), " La Penya Roja" (518 m.) y
"Eis Castellets" (443 m.), asentamiento este último de un pobladillo de la Edad del Bronce, el
cual corona la cota mayor de este muñón calizo, por cuyos restos murarios, prehistóricos, denominose con tal topónimo, recordando el tentáculo del cercano cerro del Solaig con igual nombre
y el mismo horizonte cultural en su cima.
El ascenso a esta última cota del término municipal de Artana se hace dificultosa por el
abandono de unos bancales degradados que comportaron algarrobos, siendo hoy dominio de un
monte bajo de compactada garriga, con predominio de aliagas, zarzales y romeros; aunque el
pino rodeno empieza a colonizar su suelo.
El poblado
Si alcanzarnos la cota del roquedal más alto, puesto que varios peñascos de estratificación
vertical enseñorean el paisaje, advertiremos cuatro pequeños pero potentes abancalamientos
escalonados que derraman hacia el E, cortados en su sector S por un largo "cingle" que llega a
tener unos 30m. de altura (fig. 27). La pequeña terraza superior, casi circular, y núcleo del poblado, tiene un diámetro de unos 15m.; pero si este asentamiento alcanzaba los cortos bancales contiguos llegaría a los 34 m. de eje mayor. En cualquier caso la superficie total no rebasaba los 200
m1• El solo hecho de haber encontrado (pese a ser desconocido el yacimiento) medio molino barquiforme y apenas una docena de bastos fragmentos cerámicos, y no advertirse rastro de las
cabaflas (aunque la superficie del pobladillo fue aprovechada para fines agrícolas), babia claro
del escaso número de habitantes que comportó. Tan sólo en el leve colladito que une la plataforma superior con el resto de La Serra, sector de poniente, y allí donde daba comienzo la muralla, podemos ver, aún "in situ", dos grandes calizas hincadas. El resto de los muros-ribazo están
apeados y deformados por las labores practicadas para la contención de tierras con fines agrícolas.
El dominio visual desde tal cota es óptimo, puesto que el Mediterráneo, a unos 14 km., se
divisa desde Jos 60°, término de Benicassim, hasta los 125°, término de Nules, abanico cuaternario con las ciudades de Vi la-real, Almassora, Castelló, Alqueries, Burriana y Nules.
En vida del propio pobladillo de Els Castellets veríanse los y~cimientos coetáneos de " Els
Castellets 1 Solaig", "Sant Antoni" (Betxí), "Santa Barbara" (La Vilavella) y, a lo lejos, delimitando por el N la Plana, tras el curso del Millars, "El Tossal Gros" y "Les Serretes" (Castelló).
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Fig. 27.- Apunte d e la planta del pobladillo de Els Castellcts, Artana, con la situución de l.a
covacha sepulcral.
El covacbo sepulcral
Al alcanzar el "cingle" de Els Castellets, y en su punto más bajo, a dos metros el suelo, se
abre un pequeño abrigo que sirvió como lugar de enterramiento múltiple del pobladillo superior.
Aquí, abierto hacia el SO, tendremos nuestros yacimiento que hemos denominado, por no cooocérsele topónimo, "La Coveta dels Castellets" (fig. 28 y 29).
Se trata de una diaclasa con dirección NE-SO, abierta, como hemos dicho, en la base más
oriental de estos crestones. Arqueológicamente el abrigo fue descubierto por nuestro amigo José
L. Viciano Agramunt, el año 1972.
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Fig. 28.- Fotogra fia de Els Castellets con la scñali.z ación de su covac ha scpulcrul.
Al socaire de este frente de peñascos, laderas de mediodía, la garriga enser1orea hoy un paisaje abierto al MediterTáneo el cual desciende bastante buzado al Barranc del Racó, que de las
cercanías de Font de Cabres, en la falda NE del "Puntal" (692 m.s.n.m.), recoge aguas de toda
esta vertiente serrana que por ponjente configura La Plana. La cavidad está a una altura de un
centenar de rnetros sobre el mentado barranco que, aguas a bajo, alcanza la partida de Aigües
Vives y su fuente, en las cercanías de la Cova del Teniente en donde Esteve-Gálvez señala restos de otros enterramientos eneolíticos (98). Las coordenadas de Els Castcllets, son: latitud, 39"
52' 30"; longitud, 3° 27' (99).
(98) r. E\lc\c üdh ct : ~El ídolo cncolíuco de Altana". XXX \ mvcrsan del \l u~cu Arqueolog1c Comarcal de la !'lana BaJ\8.
Papers. 20. Magrulic AJUI110111cnt. Bumana. 1999.
(99) D.G.I.C.
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Fig. 29.- La covacha sepulcral d e Els C astellcts. Detalle de su exterior.
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Fig. 30.- Planta de la covacha sepulcral con la situación de sus hallazgos.
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Fig. 31.- Sección NE-SO d e la covacba sepulcral de Els CasteUets, con su señalización
estratigráfica.
El abrigo tiene una profundidad de 3,1O m. por 0,95 m. de ancho y una altura de 1,70 m.
(fig. 30), siendo irregular su suelo calizo dado que contiene pocetas que rebasan los 30 cm. de
profundidad. La tierra que cubría este Jecho, sin restos arqueológicos, era de coloración amarillenta, sobre la que se asentaba otra, pulvurulenta, de unos 50 cm. de potencia media, de color
negro. Pese a su cuidadoso cribado sólo fue encontrada un pequeña cuenta discoidal que, conjuntamente con el extremo distal de una punta de flecha, de sílex, con retoque cubriente, pudieran ser testigos de alguna deposición antigua, aunque nos inclinamos a pensar que se trata de pie~
zas recicladas y poseídas por su valor profiláctico, como después comentamos. El resto del escaso ajuar recuperado, salvo las intrusiones de cronología posterior, lo evaluamos como perteneciente al pobladillo de la Edad del Bronce que corona la cota mayor del cerro, cuyos muertos
fueron enterrados en este covacho ubicado en la propia raíz oriental de este tentáculo de "La
Serra".
Un hecho significativo es que la totalidad de las piezas dentales encontradas en cualquier
punto del abrigo (236 enteras más 53 fragmentos) proceden del interior del covacho, puesto que
el cribado del lecho externo, contiguo a las rocas que conñguraron su opérculo, no dio resto alguno, detalle que afmnaría tanto la existencia de un cerramiento fabricado con rocas como la singular pobreza de un ajuar que habría quedado alterado en el propio vaso funerario, el cual datamos en un Bronce evolucionado que venimos denominando "de Transición", el propio de esta
geografia del Septentrión valenciano.
En su entrada, una gran roca asentada horizontalmente sobre otras menores hace hoy de
umbral, y pertenecería al basamento del mentado muro de cierre. Otra de sus rocas aparece caída
hacia el exterior (fig. 32). Con seguridad, pues, como la mayoría de las cavidades sepulcrales que
conocemos (1 00), tras la deposición de los cadáveres sus bocas eran precintadas con una pared
de rocas con el objeto de delimitar el mundo de los muertos.
(lOO) Op. cit. nota 53.
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Fig. 32.- ista interior de la covacha sepulcral d e Els Castellcts, con la señalización, en primer
término, de sus rocas-opérculo.
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Fig. 33.- Lecho del vaso sepulcral con la ubicación del ajuar rec uper ado.
Restos "in situ", o por lo menos procedentes de su nivel deposicional primario, serían una
calota humana y los fragmentos principales de huesos largos, muy troceados (tig. 33), estando
revueltos el resto de los despojos bu manos, en especial las piezas dentales, puesto que igual estaban sobre las rocas del propio vaso funerario como debajo, e incluso aprisionadas entre ellas,
hecho que apunta a que estamos en presencia de un ajuar muy alterado, como nos lo avala la
pequeña moneda de cobre recogida en una de las cotas más hondas del abrigo, y una punta de
tipo Palmela que se halló compactada entre dos rocas que parecían cercar los restos del cráneo
(fig. 34). Cáscaras de almendras en los fondos de pequeñas madrigueras ya cegadas, aseguran,
también, el desplazamiento de las deposiciones de los ajuares, hecho común en cuantos enten·amientos prehistóricos, en abrigo de poca potencia, vienen siendo estudiados. Y puesto que el
genuino vaso sepulcral de esta cavidad sólo mide 100 x 95 cm., los enterramientos se irían suce-
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Fig. 34.- Lecho del vaso sepulcral con la calota humana y la Palmcla " in situ".
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diendo con el tiempo que permaneció habitado el pobladillo de Els Castellets, y con cada nueva
deposición se alterarlan las precedentes por la escasa capacidad del propio lecho sepulcral, seguramente un ritual que se vuelve a repetir en el cercano covacho del cerro de Botifarra de la Vall
d'Uixó, que, como único aj uar, tributó un arete de bronce binario (Cu/Sn).
El ajuar (fig. 35)
Piedra
. -Extremo distal del cuerpo de una punta de flecha. Retoque plano, cubriente, bifacial. Presenta el
ápice perdido, y comporta una superficie muy meteorizada. Altura, 16 mm. (n° 5).
-Cuenta discoidea de caliza blanca con perforación central. Diámetro, 4 mm.; altura, 3 mm. (n° 4).
Metal
-Extremo de un posible punzón de sección cuadrada. Longitud, 22 mm.; grosor, 2 mm. (n° 1).
-Punta de flecha fo liácea, laminar, de tipo Palmela, con ambas caras lisas y extremo distal redondeado. Es de cobre arsenicado. Altura, 61 mm.; grosor del pedúnculo, 2 mm. (n° 2).
-Planchuela de bronce binario (Cu/Sn) cuyo perfil en T recuerda La cabeza de un bóvido, exenta, por
rotura y pérdida, de su rama derecha. Altura, 35 mm.; grosor, 2 mm. (n° 3).
-Moneda muy erosionada - un real vellón- perteneciente a los Reyes Católicos. Diám. 14 mm. {101)
(n° 8).
Hueso
-Pieza tubular adelgazada por abrasión. Altura, 18 mm. Diám. 13 mm. (n° 6).
Restos humanos
-Los principales huesos largos recuperados, alterados por lo revuelto del paquete arqueológico, aparecieron, como la calota, tanto sobre el lecho funerario como clavados entre los resquicios de las medianas rocas del interior del abrigo. Su estudio no ha podido llevarse a cabo, puesto que desconocemos su
actual paradero ( 102).
Cerámica seleccionada
Los restos cerámicos recuperados en el hipogeo - 24 fragmentos a mano y dos torneados, éstos de
cariz ibérico-, son muy pequeños. Hemos seleccionado 4 pequeños tiestos (fig. 35, conjunto n° 7). De ellos
dos pertenecen a recipientes de borde bucal exvasado, y el resto a vasos de cuerpo cerrado, uno de los cuales presenta una carena comprimida sobre cuyo diámetro máximo anclaba La base de un asa (n° 7).
La diversidad de calidades de unas pastas rodadas y fragmentadas hace sospechar que este conjunto
cerámico no proceda de recipientes depositados en el covacho funerario; más bien parece recogido entre
(lO l) " La moneda de Els Castellcts (Artana) me dice Mateu y Llopis que es de Fernando el Católico, pero moneda ((bastante
rara», es decir, poco frecuente". Carta particular de D. Domingo Fletcher, de fecha 10-10-75.
( 102) Los principales restos humanos de este abrigo, entre los cuales sobresalía una e-alota, conjuntamente con otros procedentes de la Roca deis Corbs, Cuila, fueron llevados en 1975 al SIP y recogidos para su estudio por la investigadora madrileña M.O.
Garralda, materiales cuyo paradero hoy desconocemos.
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Fig. 35.- Els CasteUets. Material recuperado en el covacho funerario.
los detritus del propio poblado de Els Castellets y depositado en el abrigo, conjuntamente con las personas inhumadas, tal vez con el valor simbólico de un ajuar funerario, ofrenda que, de ser cierta, hablarla de
la extrema pobreza de esta sociedad rupestre puesto que las tumbas, con sus ritos post mortem, son un fiel
reflejo del "estatus" socioeconómico y ••religioso" que las hace posible.
Comentario
Mientras las cuevas de enterramiento múltiple vienen citándose como "uno de los elementos más característicos de la Prehistoria del País Valenciano" (103), no proliferarán, aún dentro
(103) EJ. Lópe' ., M.A. Oarcla y J.R. Oncga: "La cova deJ Cantal (Biar, Alicante)". Lucentum, LX-X, pág.43. Alicante, 1990-91.
;
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NORBEitTO MESAOO ÚLIVER
de él, en su zona más septentrional. Ya Tarradell hacía notar la pobreza de los hipogeos
Eneolíticos en Castellón (104), concretamente en El Maestrazgo, L 'Aicalatén y Els Ports, con
una orografia importante, hermanándose los enterramientos colectivos Eneolíticos del resto del
País Valenciano con los del Bajo Aragón más cercanos al Ebro. El número de individuos sepultados en una misma cavidad, pues, estaría más en función de la propia geografia (deudora de su
propia economía), que del ritual de cada horizonte cultural y cronológico, como señalarán, tanto
para los inicios del no milenio a.C. como para su final, Masadeta y Castellets, hipogeos a canto
de una ubérrima comarca: la propia Plana de Castellón, en la que se asentaba como hábitat eneolitico más destacado "Villa Filomena", única estación de llanura (aunque sobre el acantilado del
Millars) que dio abundantes fragmentos de vaso campaniforme, testigo de su alto "estatus"
socio-cultural, cerámicas que no incluían las plurales cárcavas sepulcrales abiertas en las pudingas cuaternarias de los cajeros del río contiguas al poblado, cuyos ajuares funerarios, hoy extraviados, repiten las tan populares puntas de flecha con aletas y pedúnculo halladas en los silos de
Villa Filomena. Del grupo de tales cárcavas de erosión sólo conocemos un ajuar compuesto por
una punta de flecha, de aletas, con retoque plano cubriente; un borde de cerámica grosera; y 141
cuentas, de las cuales 137 son discoidales, de caliza, y sólo 4, prácticamente tubulares, lo son de
rodonita. Pero lo que más interesa señalar es, pese a la pequeñez del abrigo (su planta apenas
alcanza los 7 m2), el elevado número de personas inhumadas: "El total de individuos identificados, entre niños y adultos, alcanza el número de once" ( 105), computándose por ello entre los
hipogeos colectivos, al igual que ocurre en Masadeta, característica de un Horizonte propio de
un "estatus" ligado a importantes paisajes de llano o a corredores que los comunican, viales por
los que va a fluir La propia expansión de un, para nosotros, poblamiento nuevo portador de cambios tecnológicos y ergológicos importantes (de cuyo bagaje - y ello es anímicamente destacable-- parece se excluyan los idoliformes óseos (106)), que pudiera explicar el aumento demográfico que sufren ahora tales paisaJes, hecho que no hemos detectado en el "hinterland" castellonense con una orografia dificil sin apenas espacios abiertos capaces y con unos corredores encajados, paisajes en los que su dureza tectónica va a dictar un modo de vida más primaria y por
ello de subsistencia, en los que son plurales los enterramientos eneolíticos de uno o dos individuos en oquedades sólo aptas para alimañas..
Por esto es importante señalar en La Plana Jos enterramientos colectivos de Masadeta y
Castellets, puesto que es innegable que el abrigo segundo, pese a ser minúsculo, sirvió de panteón, o casa de los muertos, a quienes fallecían en el encumbrado pobladillo del Bronce, hecho
que se creia extrafio en el País, puesto que lo general es que los covachos o simples grietas de
las proximidades de tales poblados alberguen restos de uno o dos individuos.
Otro hecho a destacar es la clara disensión que existe en la paJeopatología de quienes fueroo enterrados en ambas cavidades del término castellonense de Artana (véase el artículo de B.
CloqueU, F. Rodes y J.B. Martí en este mismo volumen del APL}, por cuanto hay que deducir
( 104) M. TarradcU : "El País Valenciano, del neolítico a la lbcrización". A.U.V. XXXVI, pág. 113. Valencia, 1963.
(105) C. Olaria: "Covacbo del rio Millars (Almassora, Plana Baixa)". C.P.A.C., 15, pág. 423. Castcllón, 1993.
(106) Op. cit. nota 9, pág. 90.
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que estamos ante gentes con una dieta alimentaria, y por ello cultural, bien diferente; producto,
la Eneolitica, de una alimentación basada en la caza y recolección silvestre, y la del Bronce en
una alimentación derivada, en buena parte, de las plantas cultivadas en la que las harinas borneadas y glucósidos debieron de formar parte importante de la nueva dieta.
Otro hecho a destacar, derivado del elevado número de caries en Castellets, es que las piezas atacadas por úlceras no eran extraídas ''pre mortem", pese al dolor que causan, y su práctica
ausencia en Las piezas eneollticas no debe atribuirse a este hecho (107), sino a la dieta antes citada. Ello asegura, más si cabe, la pluralidad de ambas etnias y la profundidad cronológica que las
separa, por cuanto en modo alguno habría habido una "tradición" generadonal en nuestro Pa{s,
como continuamente se incide, hecho que se subraya en el artículo arriba citado, ya que "Todo
orienta hacia poblaciones diferentes...".
Los tan diminutos taladros de la gran mayoría de las cuentas discoidales encontradas en
Masadeta, son consecuencia de la técnica alcanzada en la confección de los hilos y, por ello, de
las telas.
Tanto Masadeta como el nicho de Castellets fueron espacios naturales elegidos con un fin
funerario, no pudiendo determinar, por razones obvias, si en ellos se practicaron inhumaciones
primarias o sirvieron, simplemente, de osarios. En cambio puede afirmarse que ambos contenedores fueron auténticos panteones funerarios de sus respectivos hábitats, aunque no hayamos
detectado el de Masadeta. Tal hecho no significa, precisamente, que haya existido entre ambos
horizontes crono-culturales una tradición, puesto que el esconder la muerte, por su inquietante
verdad, es inherente a cualquier cultura.
Llama, pues, la atención, cómo pequeños núcleos rupestres de la Edad del Bronce (tanto en
Castellets como en Botifarra sólo detectamos un molino barquiforme) posean en sus laderas una
sola cavidad sepulcral utilizada como panteón tribal, hecho más bien anómalo en tal Horizonte.
Basándonos en el ajuar más significativo de Masadeta, diríamos que su Eneolítico pertenece ya al H.C.T., por cuanto descartamos una larga secuencia cronocultural pese a existir algunas
piezas (trapecios, puntas líticas de aletas invertidas y grandes cuchillos) que parecen apuntar a
momentos cuJturales más antiguos, hecho que creemos ocurre en el resto de los escasos enclaves eneolíticos de la comarca. Las largas secuencias que con frecuencia se citan al estudiar otros
yacimiento valencianos, nacen más del querer enraizarlos con un "antes" y un "después" cultural, que de los propios contextos ergológicos extremos, siempre difíciles de etiquetar. Y es que
los registros culturales estratigráficos aparecen constantemente rotos por biatus de una gran profundidad cronológica, silencios que atañen a aquellos estadios culturales en formación en los que
debiera depurarse la tradición en su fluir hacia la modernidad, que es la que define las Culturas.
Tales vacíos obligan a ser cautos y a escrutar con paciencia cualquier alteración o modificación
de aquello que creemos "tradicional". Basándonos únicamente en los ajuares Eneolíticos recuperados en Masadeta, diríamos que estamos ante una estación tipica del H.C.T., hecho que ocurre, también, en el resto de los materiales y yacimientos Eneoliticos de la comarca, dos de ellos
(107) Feo. Piqueras et alii: "Estudio del material dentario", pág. 432. En C. Olaria: "Covacho de enterramiento colectivo en el
rlo Millars (Almassora, La Plana Alta)". C. P
.A.C., 15, págs. 421/436. Diputación Provincial. CasteUón, 1993.
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- los poblados del Castell de la Vilavella y ViUa Filomena- con auténtico campaniforme (el elemento foráneo más signjficativo del nuevo horizonte) no parece conveniente relacionar con un
ajuar funerario, puesto que Jos covachas de los cantiles del Millar, contiguos a esta segunda estación, con enterramientos en los que se incorporan puntas de aletas de sílex, es dificil de creer que
no pertenezcan a la propia necrópolis del yacimiento, puesto que se concentran aqui y no en el
resto de la crecida brecha que en la Plana abre el río, igualmente con cárcavas de erosión sobre
un conglomerado de pudingas, y, pese a ello, no tributaron con su expolio vaso campaniforme
(108). Por ello, su no existencia en yacimientos que ergológicamente debieran comportarlo (los
que reiteran aquellas piezas que se conocen como "fósiles guia"), no es motivo para creerlos más
antiguos que aquellos otros (tan escasos por otro Lado) que lo detectan.
Hay que aceptar que, en los yacimientos meticulosamente excavados, los Horizontes
Culturales que albergan se suelen presentar " maduros", como producto de corrientes foráneas,
como es el caso del Neolítico, y aun sus "fases" más puntuales (el Neolítico Cardial "tipo Or" y
el Inciso "tipo Fosca") las creemos más propias de etnias plurales que de su propia evolución
interna. Si, como señalamos por vez primera (1 09), quienes decoran la cerámica cardial pintan
l.os grandes temas rupestres del área Contestana Alicantina, su mundo cultural nada va a tener en
común con quienes decoran con la incisión mayoritaria su cerámka y pintan escenas narrativas
en las balmas de su paisaje ( 11 0). Ambos estilos, totalmente antagónicos puesto que son resultado de conceptos culturales discordantes, son sólo producto del plural mundo Neolítico, y cuando en una misma estación se imbrican, el segundo solapa al primero, siendo estilisticamente
imposible hacer derivar el arte naturalista, del simbólico-expresionista tipo Petracos.
Por dar un solo ejemplo, recordemos, en su fase prehistórica, la Cova del Montgó (La
Marina Alta), con secuencias Paleolíticas, Neolíticas, Eneolíticas (campaniformes) y del Bronce,
que, pese a presentarse culturalmente puntuales, están sirviendo para valorar "una ocupació que
en l' estat de la investigació es remunta al Paleolític Superior" ( 111 ), y es que el atrapar determinados yacimientos diversos horizontes crono-culturales no obliga a atribuir a sus moradores una
misma cadena genético-cultural. Simplemente sus horizontes están superpuestos por las propias
características del paisaje y las excelencias, igualmente fisicas, de unos singulares abrigos. Los
propios registros ergológicos que definen las culturas, los denominados "fósiles guía", no responderán a una tradición sino a una novedad cultural, o lo que es lo mismo: a otros modos socioeconómicos (y por ello artísticos y cultuales) que sólo podemos explicar por la llegada, ñsica, de
otras gentes. También es cierto que en todo momento del devenir de la humanidad existen unos
problemas que el hombre, aplicando simplemente la lógica, soluciona del mismo modo. Y en el
campo del adorno personal, tanto en la prehistoria como en nuestros días nos hemos valido, por
ejemplo, de un mismo tipo de conchillas marinas, y no se nos ocurrirá pensar que los largos
( 108) Op. cit. nota 50. Separata., pág. 276.
(109) N. Mesado y J.L. Viciano: "Los grabados <
(110) N. Mesado: "La Cova del Mas d"en Llorens y el Arte Prehistórico del Barranco de Gasulla". A.P.L., vol. XVI, pág. 302.
SIP. Valencia, 198 l.
(111) Op. cit. nota 32.
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collares "hippys", fabricados con ellas, responden a una tradición cultural "amb profundes arrels
des del Neolític". Y es que la presencia de determinados elementos -ahora secundarios- en el
registro material de un yacimiento, carecen de peso a la hora de evaluar sus propias raíces. Toda
dinámica evolutiva de los grupos humanos del pasado, como ya hemos comentado, aparece
siempre seccionada, incluso, por vacios cronológicos profundos. En el momento actual, una propuesta de dinámica cultural que permita una periodización fluida, y por ello sin roturas, sigue
siendo inviable por el hecho de no haberse encontrado, pese a lo mucho excavado, un solo yacimiento con una secuencia generacional sin traumas. Y es que todo yacimiento, como escribe
Martf, oftecerá "grandes diferencias según sea su atribución Eneolítica o del Bronce Valenciano,
resultando dificil precisar los horizontes intermedios" (112).
Frente al elevado número de cuentas recogidas en Masadeta procedentes de collares múltiples (posible ostentación social), sólo una de ellas ha tributado Els Castellets, prueba de que no
puede usarse, "per se", como collar. Tampoco conocemos ningún enterramiento de la Edad del
Bronce que las haya dado en cantidad, como de otros abalorios que puedan ser signos de ostentación funeraria "puesto que no existe un modo uniforme de enterrar a los muertos, porque tampoco son uniformes las creencias religiosas" (113). Por ello, como apuntan Apellániz y
Fernández Medrano, cuando tales piezas son muy escasas entre los ajuares funerarios pueden
tener un valor profiláctico ante males y enfermedades, puesto que el propio adorno tendría la
probable función de defensa ante un medio hostil (114). El mismo simbolismo pudo tener el
extremo distal de la punta de flecha de sílex, claramente eneoiitica, recogida en Els Castellets,
meteorizada en extremo, erosión que no habría tenido que proceder de un enterramiento
Eneolítico tradicional, por cuanto pudo haber formado parte, como la cuenta, de los pequeños
abalorios -con su reiteración morfológica- que en vida pudo llevar encima, como amuleto, alguna de las personas inhumadas en el covacho de Els Castellets, por lo que parece que estemos ante
una sociedad que usa insignificantes piezas que recicla con un valor simbólico, como viene ocurriendo en otros enterramientos de la Edad del Bronce en la provincia de Castellón, caso de aquellos en los que sólo existe un único fragmento cerámico, a veces taladrado, para ser usado como
colgante. Así ocurre en la Roca del Corb (115}, Racó de la Tirana ( 116) o el Covacho de la Mare
de Déu de Gracia (117), cuyos respectivos excavadores inciden en esta idea.
Algo similar ocurre en la Cova del Cantal (Biar, Alicante). Se trata de una cueva de enterramientos múltiples perteneciente al Eneolítico, que se sigue usando durante la fase
Campaniforme y también durante la Edad del Bronce. Ha tributado 34 puntas de flecha de sílex,
(112) Op. cit. nota 64, pág.J89.
(IJ 3) J. M." Luzón: "Imperio y Religión. Del mundo romano al prerrománico". En «Historia del Anc Espailol)), vol. n. pág.
51. Plaoeta-Lunwerg Editores S.A. Bareelona, 1997.
(114) J.M. Apcllániz y D. Fcmández-Mcdrano: uEI sepulcro de galería segmentada de la Chabola de la Hechicera (Eivillar,
Álava). Excavación y restauración". E.A.A .• 9, págs. 14-221. Vitoria, 1978.
C. L. Pérez-Arrondo y C. Lópc:t de Calle: "Aportaciones al estudio de las Culturas en el Valle del Ebro. 1: Elementos de adorno". Historia/3, pág. 143. Instituto de Estudios Riojanos. Logro. lo, 1986.
i
( 115) Op. cit. nota 53, pág. 206.
( 116) Op. cit. nota 2, págs. 38 y 40.
( 117) C. Olaria: "Covacho de enterramiento colectivo en el Riu MiUars (Almassora, La Plana Alta)". C.P.A.C., 15, págs.
4211
425. Castellón, 1993.
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de las que cinco son de aletas desarrolladas y pedúnculo; 1 puiial de lengüeta (fósil director, destacado, del Campaniforme); y 1 punzón biapuntado, de sección cuadrada, de bronce; habiéndose registrado, de nuevo, una cuenta de collar de piedra verde (118).
También en otra cueva alicantina, la Cova del Negre, del término de Cocentaina, pese a su
rico ajuar lítico tan sólo se habría detectado un grano discoidal, aunque la mayor parte del material recuperado procede de rebuscas clandestinas. Se trata de un pequeño covacho con dos personas adultas inhumadas, en el que van a destacar sus soberbias puntas de flecha de aletas y
pedúnculo, con retoque plano, bifacial, cubriente, dos de cuyos ejemplares rebasan los 7 cm. de
altura por lo que se trataría de piezas de gran valor fabricadas para amortajar a los difuntos, formas mayoritarias que conviven con otras, tanto losángicas como foliáceas. También fueron recogidas dos hojas-cuchillo, una de filos vírgenes, de 13 cm. de altura, y la segunda, un fragmento
medial de 8,5 cm., con la típica percusión compacta en su perfll derecho. En metal hay un punzón biapuntado, de sección cuadrada, y en cerámica destaca un fragmento de borde, de tendencia cerrada, de vaso campaniforme de estilo marítimo, así como en piedra blanca un botón piramidal con perforación en V ( 119).
En la Cueva de la Torre del Mal Paso, Castellnovo, los enterramientos formaban seis
"paquetes funerarios", estando los ajuares dispersos, pero en sus proximidades, por lo que Jordá
supuso que la cueva poseía "segundos enterramientos" . De las 40 puntas de flecha, de sílex,
encontradas, 14 poseen aletas y pedúnculo, recogiéndose abundantemente en el Sector E, que es
el de la entrada, mientras las romboidales y foliformes se encontraron con preferencia en el resto
de los sectores, hallándose los materiales de piedra pulimentada, también, en el Sector E, por
cuanto Jordá cree que el material contiguo a la boca de la cavidad, sería, pese al elevado número de puntas de flecha con aletas, "algo más antiguo que los del resto de la cueva". Del Sector D
proceden las dos únicas cuentas discoideas de collar, encontradas en las capas ¡a y 43 •
Pese a la parquedad de tales cuentas discoidales en alguna de estas cuevas, lo normal es,
durante el tercer milenio, contenerlas en abundancia, proliferación que apuntaría hacia una moda
que, aunque no con tanta fuerza, observamos durante la Edad del Bronce, desapareciendo luego,
por cuanto es evidente su escaso valor cronológico ( 120).
De las hojas cuchillo procedentes de la Cueva de la Torre del Mal Paso, destaca, por su longitud (185 mm.), una sin retoque. Y no existe, pese a la importancia de la cueva, cerámica campaniforme; pero un gran fragmento de vaso, procedente del Sector E, comporta una decoración
incisa formada por una guirnalda escoltada por sendas líneas de puntos (121). Pese a este elemento cerámico (de posible antigüedad) la concentración de las puntas barbadas fecharían buena
parte de su contexto mueble (cuanto menos el de la entrada) en la fase de transición. En cualquier caso hay que recordar que Fletcher, al estudiar la covacha sepulcral de la ladera del Castillo
(1 18) E.J. Lóp.ez, M.A. García y J.R.. Ortega: "La Cova del Cantal (Biar, Alicante)". Lucentum, IX-X, pág. 25. Alicante, 1990-
9.1.
( 11 9) J.L. Pascual Benito: "Les coves sepulcrals de 1' Albcrri {Coccntaina). El poblament de la Vall Mitjana del riu d. Alcoi
durant el 10 mil.lenari BC". Saguntum, 21, págs. 109/ 167. P.L.A.V. Valencia, 1987/88.
(120) Op. cit. nota 102, pág. 144.
( 121) F. Jordá Cerdá: "Los enterramientos de la Cueva de la Torre del Mal Paso (Castellnovo - Castellón de la Plana)". A.P.L.>
vol. VIJ, pág. 89, !ig. 18. Valencia, 1958.
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de Xiva, con su variada gama de puntas de flecha procedentes de un mismo nivel, apuntará que
tal pluralidad "no puede inducimos a creer que hubo distintos momentos de enterramiento"
{122). Esta covacha destaca por sus bellas láminas-cuchillo, de sílex (motivo por el cual los
hemos paralelizado con los de Masadeta), y su largo punzón de cobre, elementos propios del
EneoUtico. También recoge Fletcher, en el mismo trabajo, la indicación de Castillo Yurrita: " ... el
vaso campaniforme lleva a todas partes donde va el conocimiento o cuanto menos la presencia
del cobre" ( 123) puesto que "Metal y vaso campaniforme son dos elementos de un mismo fenómeno" ( 124). Y es que, pese a la gran escasez de vaso campaniforme en CasteUón (también en
el resto del País), punzones y Palmelas de cobre, así como las cuentas tubulares de rodonita (125)
y las puntas de sílex barbadas, están pregonando su propio horizonte cultural, exista o no la cerámica que lo personaliza, puesto que si ésta fue sólo una moda avalada por el prestigio de poseer
un ajuar campaniforme (Harrison), habría zonas deprimidas que pudieran no haber tenido acceso a ella, y en modo alguno habría podido ser "un fenómeno unitario, ni durante todo el período, ni en todo el territorio europeo", pudiéndose dar el caso que "un yacimiento con elementos
campaniformes y otro sin ellos sean contemporáneos" (126). Y es que seguimos, tras más de cuarenta años, sin "encontrar la verdadera causa del poco arraigo del vaso campaniforme en nuestra región" ( 127), a no ser que sea la misma del también tao parco arraigo de los monumentos
dolménicos, en cuyo caso vaso campaniforme y dólmenes pertenecerían, como en el S peninsular se certifica (especialmente en la zona cuprífera delAlgarve), a un estatus socioeconómico elevado, síntoma, cuanto menos, de una jerarquía social de prestigio, auténticas elites dominantes
impropias de una geografía, la nuestra, con ausencia de huellas de minería prehistórica, pobreza
que quedará también patente en la gran parquedad de los poblados calcolíticos, hecho que prueba su poco arraigo y posible nomadismo; y la permuta, casi total, de los monumentos funerarios
por las covachas naturales, otro signo que evidenciará el escaso número de individuos sin un
poder ciánico de concentración. Los propios hábitats, aqui, comportan una singular economía
cinegética de subsistencia, otro rasgo que avala un hecho tribal deficiente.
Los tipos de Palmela procedentes de la Meseta Norte, todas ellas de tarnaflo menor (como
en general lo son las encontradas en las grutas artificiales de las cercan las de Palmella, al SE de
Lisboa), son para Delibes "casi exclusivas de la metalurgia hispana de la Edad del Cobre, propias del horizonte del vaso campaniforme", aunque aflade "y aún, en ocasiones; posteriores"
(128). En el País Valenciano tenemos puntas metálicas perfectamente estratigrafiadas en poblados de la Edad del Bronce, caso de La Muntanyeta de Cabrera (129), el asentamiento más sig-
(122) D. F1ctcher Va1ls: "La covacha sepulcral de la ladera del castillo (Chiva)". A.P.L., vol. VI, 16. Valencia, 1957.
(123) Op. cit. nota 52, pág. 24.
(1 24) A. del Castillo: "El Neoeneolítico". En <
Madrid, 1954.
(125) J. V. Lcrma y J. Bemabeu: "La coveta del monte Picayo (Sagunto, Valencia)". A.P.L., vol. XV, pág. 45. Valencia, 1978.
(126) Op. cit. nota 85, pág. 63.
(127) Op. cit. nota 42, pág. 25.
( 128) Op. cit. nota 83, pág. 108.
(129) D. Fletchcr y E. Pla: "El poblado de la Edad del Bronce de la Montanyeta de Cabrera (Vcdat de Torrcnt, Valencia)".
S.T.V. n• 18. SlP. Valencia, 1956.
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Fig. 36.- Els Cermanells (Rafelbunyol, I'Horta). Materiales hallados por l nocencio Sarrión.
Foto S IP.
nificativo, culturalmente, de cuantos podemos incluir en el Bronce Medio. el cual ha tributado
seis puntas de flecha/jabalina, de cobre, de las que al menos tres serían de tipo lanceolado, puesto que existe una de aletas y las otros dos aparecen muy deformadas por la oxidación. De estas
tres, dos, por sus escotaduras laterales, podremos incluirlas en el tipo B de Delibes, habiendo
sido encontrada la mayor, de 9,4 cm., en la superficie del Sector IV de este yacimiento. Pese a
sus variados perfiles las tendremos presentes en casi todos los niveles, lo que indicaría que cultural y cronológicamente perviven juntas. Variada tipología que igualmente recoge el pobladillo
de Els Germanells, Rafelbunyol, armas encontradas por lnocencio Sarrión en 1963, junto con
otras piezas (tig. 36), entre las cenizas de un hogar. Observamos, también aquí, dos puntas del
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tipo 8 de Delibes (n° 3 y 4), otra del tipo A (n° l) y, nuevamente, un solo ejemplar con aletas
(n° 2).
También el poblado de La Muntanya Assolada (Aizira), ha dado dos puntas de esta tipología, una de las cuales, con un largo pedúnculo, es igual a la B l de la clasificación de Delibes;
mientras el estirado perfil ojival de la segunda, es más propio de las piezas valencianas ( 130).
También las señalará, entre otros poblados, el ruvel fundacional de la gran "Habitación 1" de La
Liorna de Betxí (Paterna), igualmente de hoja alargada; y el nivel U, con tres piezas, una de hoja
estirada, pero sin escotaduras, y otras dos del tipo B de Delibes. Igualmente el Nivel II de la
Habitación Ili ba dado cuatro ejemplares, uno de los cuales presenta fuertes aletas (131), viéndose de nuevo la convivencia cronocultural que indicamos pese al elevado porcentaje de las puntas fo liáceas, aletiformes que con el tiempo parecen imponerse por más efectivas, como sería el
caso de las encontradas en un yacimiento tan tardío como el de Orpesa la Vella (132), con cerámicas orientalizantes entre las indígenas (133), única tipología que habría sido fabricada en el
País Valenciano como demuestra el molde recogido en el pobladillo de El Gargao (Vilamarxant)
(134) y cuya pervivencia, cuanto menos formal, alcanza incluso la Cultura Ibérica (135).
V. A MODO DE COLOFÓN
En las cavidades de La Masadeta y Els CasteHets, la primera por tratarse de excavaciones
clandestinas y la segunda por haber sufrido con el paso de los años una fuerte remoción natural,
solamente podemos asegurar su uso colectivo como panteones funerarios, ignorando si fueron
simples osarios o si se practicaron, como en el caso del Racó de la Tirana, enterramientos primarios. Igualmente desconocemos si en la Cova de la Masadeta se practicó algún enterramiento
del H.C.T sobre otros Calcoliticos a los que pudieran pertenecer los largos cuchillos o los trapecios, puesto que "La característica más destacable del ritual de enterramientos campaniforme es
el abandono del enterramiento colectivo y su progresiva sustitución por el enterramiento individual" (136), hecho que pudiera deberse al elevado estatus social de la persona inhumada, puesto que "los personajes más relevantes incorporan en sus ajuares los elementos propios de su condición y del momento" (137). Igualmente cabría la posibi lidad de que en un covacho de enterramiento tradicional (CaJcolítico) se fuesen incorporando nuevos elementos culturales -caso de las
puntas de Palmela- sin haber asumido sus gentes el novedoso progreso del hecho campaniforme
(130) B. Martl Oliver: "La Muntanya Assolada (Alzira, Valencia)". Luccntum, ll, pág. 61, fig. 14. 3. Alicante, 1983.
(131) M.• Jesús de Pedro: "La Liorna de Betxl (Paterna, Valencia). Un poblado de la Edad del Bronce". S.T.V. n• 94, fig.~. 27,
48 y 107. S.I.P. Valencia, 1998.
(132) F'. Gusi: "Las sociedades metalúrgicas". En «Historia de Castellón», vol. l. Prensa Valenciana -"Levante". Castellón,
1992.
(133) O. Clausell: "Nuevos hallazgos fenicios en la J>rovincia de Castellón". Q.P.A.C., vol. 16, pág. 97 y 98. S. LA. P. Castellón,
1995.
(1;34) J. V. Martlnez Pcrona: "Carta arqueológica de Pcdralba y Bugarra". A. P. L., vol. XJV. Valencia, 1975.
(135) Op. cit. nota 68, pág. 378.
(136. Op. cit. nota 108, pág. 351.
(137) Op. cit. nota 95, pág. 361.
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(138), que lo creemos, más que una simple novedad ergológica de prestigio, producto de la llegada de una nueva Cultura puesto que "las ideas sólo pueden ser difundidas a través de agentes
humanos, siendo necesario que éstos se establezcan en un lugar determinado" (139), retomando
con ello las viejas hipótesis lideradas mayormente por Castillo Yurrita ( 140)~ puesto que es indiscutible que con el campaniforme se pluraliza una sociedad de metalúrgicos y, hecho curioso, de
expertos talladores de sílex cuya técnica alcanza en las puntas de aletas de la Cova del Negre de
1'Alberri su máxima perfección, sociedad que debió de introducirse en los territorios valencianos "a finales dellll m ilenio a.C. e inicios del siguiente" (141), hecho innovador sin precedentes puesto que la fundición ''supone un proceso de transformación de los elementos naturales"
dado que "el objeto en sí mismo no basta" (142), estatus que es bien dificil que alcance por ella
misma nuestra sociedad Calcolitica peninsular.
Es seguro que el pobladillo de Els Castellets, que como todos los de este sector de La Plana
pertenece a un Bronce de Transición, utilizó el covacho de la base de su "cingle" para sepultar a
sus muertos, hecho escasamente prodigado en nuestra Comunidad, puesto que en tal horizonte
cultural, lo normal es que los sepulcros contengan uno o dos individuos, muchas veces simples
despojos vertidos en alguna de las grietas de los acantilados de los propios poblados como simples escombros, hecho indicativo de un escaso (o nulo) culto a la muerte, en contrapartida al
hecho Eneolítico con su elevado culto a ella, que a veces incluye en sus enterramientos, al sur
del río Xúquer, los millarenses idolillos-falange, prueba de creencias en una proyección de ultratumba, idoliformes que para Bernabeu estarían ausentes del H.C.T. (143), aunque hay que recordar el magnifico ejemplar de los niveles "campaniformes" de La Ereta del Pedregal (144); y,
ahora, la gran "deessa" esculturada hallada en el entorno de La Rápita, ese cerro que, conjuntamente con Les Penyes Aragoneses, destaca en el paisaje del término de Artana; territorio en el
que el Rdo. J. Llidó Herrero ha encontrado petroglifoides (145), testigos de la sacralización de
este majestuoso enclave a través del tiempo. Parece, pues, que un significativo hábitat Eneolítico
(posiblemente borrado por el secular cultivo de secano), asentose en el piedemonte próximo,
enterrando a sus muertos en la cavidad de La Masadeta o La Rápita. Tal sacralización a través
de culturas y religiones diversas - posible síntoma de la fuerza telúrica de estos crestones rocosos- nos hace recordar la Cova del Cavall (antes de "Alimaymon") de Villar del Arzobispo (els
Serrans), a la que acudían en romería "de todas naciones y creencias", por lo que Calixto m, con
bula dada en Roma, la mandó cerrar a "cal y canto"1 relato que recoge Escolano (1560-1618) en
su "Década primera de la Historia de la insigne y coronada G udad y Reino de Valencia".
Burriana, julio de 1999.
(138) Op. cit. nota 101, pág. 35l.
( 139) J. Sureda: "Historias y fabulaciones de milenios sin historia". En <>. Vol. 1, pág. 400. "Los orígenes. Prehistoria y prime~:as civili7..aciones". Plancta/Lunwcrg. Barcelona, 1997.
(140) A. Del Castillo: ''La Cultura del Vaso Campaniforme. (Su origen y Clltensión en Europa)". Universidad de Barcelona,
1928.
(141) Op. cit. nota 108, pág. 334 y 350.
(. 42) Op. cit. nota 117, pág. 283.
1
(143) Op. cit. nota 9, pág. 99.
()44) Op. cit. nota IÓS, pág. 351.
( 145) Op. cit. nota 7.
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ARCAN O DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXI V (Valencia, 2001)
BLAS CLOQUELL*, FERNANDO R ODES* Y J UAN BAUTISTA M.ARTl*
ESTUDIO ANTROPOLÓGICO DE CUEVAS DE ENTERRAMIENTO
PROCEDENTES DE ARTANA (CASTELLÓN)
INTRODUCCIÓN
El material estudiado procede de dos cuevas de enterramiento situadas en estribaciones
montañosas cercanas al mar, dentro del término municipal de Artana. Actualmente se encuentra
depositado en el Museu Arqueologic de la Plana Baixa-Borriana.
El estudio del ajuar y restos de cerámica hallados en el transcurso de la excavación arqueológica realizada por Norbert Mesado el año 1975 en la Cova deis Castellets, orientan hacia un
entorno cultural perteneciente al Bronce evolucionado o de Transición.
La parte que procede de la Cova de la Masadeta, también llamada de la Rapita, es producto
de excavaciones clandestinas y corresponde fundamentalmente al Eneolítico, aunque también
aparece cerámica del Bronce evolucionado. Posiblemente los restos óseos y dientes pertenecen
a la cultura eneolítica.
MATERIAL Y MÉTODO
El material estudiado lo forman 453 dientes, acompañados de una hemimandíbula derecha
en la Cueva deis Castellets y diversas falanges, fragmentos de huesos largos, vértebras y un cráneo en la Cueva de La Masadeta.
• División de Medicina Legal y Forense. Facultad de Medicina. Campus de San Juan (Alicante). Universidad Miguel
Hemández.
- 181-
[page-n-182]
182
B LAS CLOQUELL, F ERNANDO ROOES Y JUAN B AUTISTA
MARTI
En huesos largos, cráneo y mandíbulas se ba procedido a su descripción y cuando se pudo,
se hallaron medidas e índices. Debido a su escaso número, la información que pudo obtenerse a
partir de ellos fue escasa.
Unicamente 3 dientes dels Castellets y 4 de La Masadeta aparecieron "in situ", hallándose
el resto de forma aislada. Sólo pudo detectarse, de forma indirecta, una agenesia.
Para identificar correctamente los dientes aislados nos hemos basado en el estudio morfométrico (morfología y diámetros máximos MD y VL), observación de las facetas de contacto y
orientación de planos de desgaste en caras oclusales. Cuando se conservaba únicamente parte de
la corona o sólo las raíces, la identificación se convirtió en muy problemática y sujeta a errores.
Los dientes se han designado siguiendo las normas de la Federación Dentaria Internacional:
Dentición defmitiva
Arcada superior derecha Arcada superior izquierda
21 22 23 24 25 26 27 28
18 17 16 15 14 13 12 ll
48 47 46 45 44 43 42 41 31 32 33 34 35 36 37 38
Arcada inferior izquierda
Arcada inferior derecha
Dentición decidua
Arcada superior derecha Arcada superior izquierda
55 54 53 52 51
61 62 63 64 65
85 84 83 82 81
7172 73 7475
Arcada inferior derecha
Arcada inferior izquierda
En cada diente llamaremos:
- Cara mesial: La más cercana a la linea media de la arcada.
- Cara distal: La más alejada de la línea media de la arcada.
- Cara vestibular: La que da al vestíbulo de la boca.
- Cara lingual: La que está en contacto con la lengua.
- Cara oclusal: Superficie de masticación.
Dado el alto porcentaje de dientes aislados y, al no estar documentada la forma en que se
depositaron los dientes en las diversas bolsas o cajas, dentro de cada cueva el total de dientes se
consideró que formaban parte de un mismo conjunto.
Utilizando la tabla de Ubelaker sobre maduración dentaria, para deducir el número mínimo
de individuos y su distribución por edades, se fueron agrupando dientes que pudieran tener los
mismos años, tanto decíduos, como definitivos inmaduros y definitivos completamente formados pero con desgaste nulo. De esta forma se obtuvo un número mínimo de individuos de edad
inferior a los 15-17 años.
Con el resto de dientes que, por estar completamente formados y tener desgastes de mayor
grado, no pudo incluirse en la anterior forma de deducción se fueron haciendo grupos para cada
tipo de diente, deduciendo de esta forma que el grupo que tenía mayor número correspondía con
-182-
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ESTUDIO ANTROPOLÓGICO DE CUEVAS DE ENTERRAMIENTO PROCEDENTES DE ARTANA
183
el nuevo número mínimo de individuos mayores de 17 años. Para disminuir porcentajes de error,
se abrió una horquilla en la que además del diente más numeroso se tuvieron en cuenta los dientes que le seguían en frecuencia. Cuando se pudo, se dedujo la edad atendiendo a los criterios de
Gustafson y BrotbweU.
Para el macrodesgaste dentario se utilizó la escala de Brabant, aunque hay que tener muy
presente lo inespecífico y facilidad de error de las conclusiones que pueden extraerse.
Comentar, por último, que cada diente fue radiografiado y observó la presencia de variaciones anatómicas y patología.
RESULTADOS
A) RESTOS ÓSEOS
Cueva de Els Castellets
Hemimandíbula derecha:
Aspecto grácil. Alvéolo vacío de diente 38. Edad superior a los 18 aftos. Morfometría:
- Espesor cuerpo mandibular : 13,2 mm.
-Altura cuerpo mandibular : 32,4 mm.
- Angulo mandibular: 120°.
-Anchura bigoniónica (reconstruida): 75,4 mm.
- Longitud mandibular (reconstruida): 86,4 mm.
Cueva de La Masadeta
Huesos
45 piezas: huesos enteros, fragmentos de huesos y piezas dentarias, de las que 18 son humanas y el resto corresponde a fauna. Describimos a continuación los huesos y fragmentos humanos:
- Fragmento de tercio superior de fémur derecho. Ausencia postmortal de cabeza y dos tercios distales. No válido para estudio.
- Fragmento de tercio inferior de tibia. No válido para estudio.
- Fragmento de cuerpo de vértebra dorsal. Faltan las apófisis transversas, espinosa y los
arcos o láminas. Hay destrucción postmortal de parte del cuerpo vertebral. Ausencia de estrías.
Epífisis anular fusionada al cuerpo. Edad: 25-35 años. Antropometría: Altura: 23.9 mm.
- 2 falanges proximales de mano.
- 5 falanges mediales de mano.
- 7 falanges proximales de pie.
- 1 falange medial de pie.
Todas las falanges tienen la epífisis proximal fusionada y no muestran signos artrósicos por
Jo que corresponden a sujetos mayores de 20 años y menores de 50-60 afios.
-183-
[page-n-184]
184
BLAS CLOQUELL, FERNANDO RODES Y JUAN BAUTISTA MAKTI
Cráneo
MORFOLOGÍA CRANEAL
1.- NORMA SUPERIOR
Se trata de un cráneo mesaticéfalo, con pérdida de sustancia postmortal del hemifrontal
izquierdo, que presenta las suturas exocranealmente abiertas, y endocranealmente cerradas.
Existe una señal de contusión por instrumento contuso y punzante en parietal derecho de origen
postmortal. De dicha señal parten dos líneas de fractura; una hacia la sutura sagital y otra hacia
la escamosa.
Existe el espacio correspondiente a un hueso sutura! en la sutura lamboidea izquierda y otro
en la derecha.
2.- NORMA LATERAL
Derecha: Ausencia de hemifrontal derecho. Se conserva un fragmento del parietal derecho.
Ausencia del temporal.
Izquierda: Se conservan el hemifrontal izquierdo, el parietal izquierdo, y parte del temporal
izquierdo. Las suturas están abiertas exocranealmente y cerradas endocranealmente. Apófisis
mastoides de tamaffo intermedio. No hay prominencia de la región occipital. Frente algo inclinada. Cierta prominencia de los arcos superciliares.
3.- NORMAANTERIOR
No se puede valorar por ausencia de los huesos que la conforman.
4.- NORMA OCCIPITAL
Sólo se conserva parte del hueso occipital. Ausencia de protuberancia occipital. La sutura
está abierta exocranealmente y cerrada endocraoealmente.
5.- NORMA INFERIOR
No se puede valorar por ausencia de los huesos que la conforman.
CRANIOMETRÍA
1.- NEUROCRÁNEO
Longitud máxima: 173 mm.
Anchura máxima:l35 mm.
Altura auricular: 133 mm.
Arco sagital parietal: 138 mm.
Arco sagital occipital cerebral: 59 mm.
Cuerda sagital parietal: 123 mm.
Cuerda occipital cerebral: 55 mm.
2.- ESPLACNOCRÁNEO
No se pueden tomar medidas.
-184-
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ESTUDIO ANTROPOLÓGICO DE CUEVAS DE ENTERRAMIENTO PROCEDENTES DE ARTANA
185
INDICES CEFALICOS
ÍNDICE CEFÁLICO: 78.03 (Mesaticéfalo).
B) DENTICIÓN
De los 453 dientes estudiados, 20 son dentición decfdua, 53 son dientes definitivos con
algún grado de inmadurez y 380 fueron dientes definitivos completamente formados.
Diente
e
M
Total
Diente
e
M
Total
11
12
13
14
15
16
17
18
21
22
23
24
25
26
27
28
31
32
33
34
35
5
5
11
11
15
3
7
4
7
12
7
4
6
2
12
17
18
15
21
5
17
7
14
16
20
17
17
36
37
38
41
42
43
6
6
4
5
1
12
13
6
44
11
10
6
6
6
6
7
2
8
7
6
10
8
3
3
2
1
2
2
2
JO
3
6
8
3
11
12
13
9
5
6
11
5
8
4
4
2
7
6
3
JO
5
LO
l1
10
11
5
5
45
46
47
48
51
52
53
61
62
63
64
65
75
83
u
14
7
14
7
21
15
16
TOTAL
8
o
o
o
o
1
o
1
l
13
8
14
21
18
9
9
8
1
2
3
2
1
5
4
1
2
3
223
453
1
o
o
230
Tabla l . Total dientes estudiados.
C= Cueva Castellets; M=Cueva Masadeta.
En la tabla 1 aparece su distribución por cuevas.
Mientras que en Castellets aparecen sólo 3 decíduos y 31 de los dientes defwitivos presentaban algún grado de inmadurez, en La Masadeta los dientes decíduos son 17 y 22 eran definitivos inmaduros.
- 185-
[page-n-186]
186
BLAS CLOQUEU., FERNANDO
Rooes v J uAN BAUTtSTA MARTI
C) NÚMERO MÍNlMO DE INDIVIDUOS Y DISTRIBUCIÓN POR EDADES
En total han podido detectarse entre 37 y 41 individuos como mínimo con la distribución
por edades siguiente:
Edades
menores de 6 años
años
6 a 12
años
12 a 17
18 a 25
años
años
25 a 35
mayores 35 años
desconocido
TOTAL
e
o
M
Total
5
5
5
4
2
2
9
3-5
3-5
3
6
6
2
6- 10
15-17
22-24
37-41
4
5
1
Tabla 2. Mortalidad por edades.
C= Cueva Castellets; M=Cueva Masadeta.
En Jos 5 niños menores de 6 años (todos de La Masadeta), la mortalidad desglosada ha sido
la siguiente:
E dades
número
menores de 2 años
2 a 4 años
4 a 6 años
o
TOTAL
5
3
2
Tabla 3. Mortalidad infantil menores de 6 ailos.
D) VARIAC IONES ANATÓMICAS
En este apartado sólo se incluyen alteraciones en el número y morfología dentaria, de componente generalmente hereditario, que no son patologías. En el resto de huesos no se ha observado ninguna alteración de este tipo.
Tubérculo de Carabelli
Este tipo de tubérculo supernumerario, localizado en cara lingual, ha podido observarse sólo
en un molar 26 de Masadeta.
Raíces supernumerarias
Un total de 19 dientes (tabla 4) mostraron la presencia de una raíz accesoria.
- 186-
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ESTUDIO ANTROPOLÓGICO DE CUEVAS DE ENTERRAMIENTO PROCEDENTES DE ARTANA
e
M
Total
14
1
1
2
15
2
o
o
o
o
187
2
Diente
16
24
4
25
6
28
o
o
33
6
1
1
o
o
37
44
TOTAL
4
16
3
19
Tabla 4. Rafees supernumerarias.
C= Cueva CasteJlets; M= Cueva Masadeta.
Únicamente 3 dientes en Castellets y 2 en Masadeta, no son premolares superiores.
Fusión raíces
En 4 dientes definitivos (dos 17, un 26 y un 27) y uno decíduo (el 65) aparecieron algunas
de sus raíces unidas. Todos eran de Castellets.
Diente en pala
La prominencia lingual de los bordes mesial y distal coronarios afectó a ll dientes. Mientras
que en Castellets sólo existía un diente con la alteración (un 21 ), en Masadeta los dientes fueron
1O, todos incisivos laterales (cuatro 12 y seis 22).
Invaginación paracingular
La depresión en forma de surco localizada a nivel del cíngulo coronario se mostró en 3 dientes (un 43 de Castellets y un 12 y un 22 deMasadeta).
Tubérculo lingual muy desarrollado
Únicamente un diente 12 y otro 22 de Masadeta presentaron aumento del tamaño de su
tubérculo lingual.
Agenesia
Aunque debieron de haber más, por las características de la muestra, sólo pudo detectarse la
ausencia por no formación del diente 18 perteneciente al cráneo estudiado.
- 187-
[page-n-188]
188
B LAs CLOQ.UELL, FERNANDO
Rooes v
JuAN BAlTTlSTA
MARTf
Doble canal radicular
La duplicidad de parte o de todo el canal radicular en dientes que morfológicamente tienen
una sola raíz apareció en 35 dientes.
Diente
12
13
14
15
22
23
24
25
31
32
33
34
35
41
42
TOTAL
e
2
2
2
1
3
2
2
2
M
o
o
o
o
o
o
2
2
2
1
2
2
l
o
o
13
2
2
2
1
3
4
4
3
2
4
2
3
1
22
Total
35
Tabla 5. Doble canal radicular.
C= Cueva Castellets; M=Cueva Masadeta.
Únicamente 14 dientes en CasteUets y 9 en Masadeta, no son premolares superiores.
E) PALEOPATOLOGÍA
Debido a la ausencia casi total de maxilares y mandibulas, únicamente ha podido detectarse un corto número de patologías orales. En el resto de huesos no se apreció ninguna enfermedad.
Caída antemortem
Sólo ha podido detectarse el alvéolo reabsorbido de un diente 36 perteneciente a la hemimandíbula de CasteUets.
Sarro
La mineralización de la placa dental afectó a 108 dientes definitivos, 60 en CasteUets y 48
de Masadeta (tabla 6).
- 188-
[page-n-189]
ESTUDIO ANTROPOLÓGICO DE CUEVAS DE ENTERRAMJENTO PROCEDENTES DE ARTANA
Diente
e
11
13
14
15
17
18
21
22
23
24
25
26
27
31
1
M
Total
Diente
o
3
o
2
1
2
3
o
o
o
1
4
3
3
4
5
4
1
2
3
o
o
l
o
3
32
33
34
35
36
37
38
41
42
43
44
45
46
48
4
5
5
2
3
1
4
8
4
3
3
4
TOTAL
e
o
4
4
6
189
M
Total
2
4
2
2
2
8
6
8
o
1
3
1
4
5
2
3
2
2
1
2
3
2
1
1
3
3
4
1
2
6
5
6
2
4
60
48
108
o
l
Tabla 6. Dientes con sarro.
C= Cueva CastelJets; M= Cueva Masadeta.
Caries
Un totaJ de 43 dientes, todos definitivos maduros, mostraban sel'lales de caries. Es más frecuente en Castellets (tabla 7).
Cara
e
M
Total
mesial
distal
lingual
vestibular
oclusal
toda corona
12
15
6
5
18
20
5
o
o
3
3
o
5
4
3
TOTAL
39
12
51
Tabla 7. Localización de las caries.
C= Cueva Castellets; M=Cueva Masadeta.
Las caras más afectadas fueron la distal (20 casos) y mesial (18 casos), seguidas de la cara
vestibular (5 casos), oclusal (4 casos), afe.c ción de toda la corona (3 casos) y lingual (1 caso). El
hecho de que aparezcan más caras afectadas que dientes con caries es debido a que en muchos
casos se afecta más de una cara, bien por la misma caries o por caries distintas.
- 189-
[page-n-190]
190
BLAS CLOQUEL.L, F ERNANDO RODES Y J UAN 8Al!TISTA MARTi
Enfermedad periodontal
La escasez de dientes "in situ" ha originado que en casi todos los casos la patologia se haya
tenido que deducir por la altura del sarro y rugosidad de la raíz.
Un total de 32 dientes, todos definitivos, mostraron signos de haber sufrido la enfermedad.
AJ parecer fue mucho más frecuente en Castellets (tabla 8).
Diente
e
13
14
15
16
18
21
23
24
25
26
28
2
3
3
1
3
M
Total
Diente
e
2
4
4
33
34
35
36
37
38
45
46
47
48
1
1
o
1
o
o
o
o
o
o
o
o
1
3
TOTAL
2
1
2
30
M
o
o
o
o
o
o
o
o
o
o
2
Total
1
2
1
2
32
Tabla 8. Dientes con enfermedad periodontal.
C= Cueva Castellets; M=Cueva Masadeta.
Hipoplasia del esmalte
Las estrías resultantes por la detención de la amelogénesis ha sido encontrada eo 79 dientes,
todos definitivos (tabla 9).
Diente
11
12
13
14
15
17
18
21
22
23
e
o
o
5
3
3
1
1
o
M
Total
Diente
e
M
Total
2
2
2
2
2
7
3
4
1
1
2
2
12
24
25
31
33
34
35
41
43
4
3
1
5
3
2
5
4
3
o
l
o
o
2
l
8
4
44
2
4
3
o
3
1
o
o
o
4
7
5
2
9
52
27
79
45
TOTAL
Tabla 9. Dientes con estrfas hipoplásicas.
C= Cueva Castellets; M=Cueva Masadeta.
- 190-
l
9
2
[page-n-191]
ESTUDIO ANTROPOLóGICO DE CUEVAS DE ENTERRAMIENTO PROCEDENTES DE ARTANA
191
Las estrías aparecieron en 64 casos en el tercio cervical coronario y 29 casos en el tercio
medio. Varios dientes presentaban a la vez hipoplasia en distintos tercios coronarios, sjendo éste
el motivo por el que no cojnciden el número de dientes afectados con el de la localización de
estrías.
CASTELLETS
Dientes
ll
12
13
14
15
cervical
medio
o
o
cervical
medio
Total
2
2
2
1
o
o
3
2
o
o
5
2
3
MASADETA
2
2
17
o
18
21
22
23
24
25
1
1
o
o
o
o
o
o
2
1
o
6
4
3
2
o
o
26
31
33
34
35
41
43
44
3
1
3
2
3
12
1
o
o
6
4
1
1
3
o
o
J
3
3
2
o
o
o
2
1
5
2
o
3
6
o
45
TOTAL
o
o
o
1
1
4
o
o
o
1
1
3
41
9
21
23
1
2
o
o
o
o
o
5
4
5
2
12
o
o
9
8
93
l
2
Tabla 10. Localización estrías hipoplásicas en corona dentaria.
DISCUSIÓN
A) NÚMER O MÍNIMO DE JNDIVIDlJOS Y DISTRIBUCIÓN POR EDADES
Hay que tener mucho cuidado al comparar porcentajes de mortalidad entre yacimientos
cuando la potencia de la muestra es pequeña, el material es fundamentalmente dentario y, además, su procedencia no se enmarca correctamente dentro de un contexto cultural debido a la
mala práctica de excavaciones clandestinas.
- 191-
[page-n-192]
192
BLAS CLOQUELL, FERNANDO RODES V JUAN BAUTISTA MARTÍ
En la tabla 11 aparecen relacionados los yacimientos de Castellón, con los resultados del
estudio de un conjunto de cuevas de enterramiento eneolíticas cercanas a la costa localizadas al
norte de la provincia de Alicante. No se han comparado con otros enterramientos del Bronce por
de.sconocer la existencia de estudios amplios de este tipo cercanos a la costa.
Creemos que la divergencia de porcentajes en la Cova de Castellets se debe a la distorsión
de la muestra originada por ausencia de menores de 6 años. Nada se puede afirmar de esa ausencia, ignorando por el momento si esos niños fueron enterrados en otro lugar o, su ausencia se
debe a que sus restos no fueron recogidos por hallarse muy deteriorados. Esta última hipótesis
parece poco probable porque la recogida de material debió de ser minuciosa debido a la abundancia de pequeños fragmentos no identificados.
Edades
menores de 6 años
6 a 12 año$
12 a 17 años
mayores 17 años
CasteUets
Masadeta
Marina Alta
29,4-33,3
5,9- 6,7
60,0-64,7
20,8-22,7
16,7-18,2
8,3- 9,1
50,0-54,2
15,8
22,4
9,2
52,6
Tabla 11. Comparación porcentajes de mortalidad.
La mortalidad infantil de Masadeta (tabla 3), sigue la misma tendencia de otros yacimientos eneoliticos y puede relacionarse con el abandono de la lactancia, aunque hay que matizar la
poca potencia de la muestra.
B) VARIACJONES ANATÓMICAS
Las variaciones anatómicas son fenotípicas, es decir, expresión del substrato hereditario. Si
se estudiaran porcentajes de aparición de dichas anomalías en muestras poblacionales amplias,
bien datadas cronológicamente y procedentes de diversas zonas geográficas, podríamos acercarnos a movimientos poblacionales de épocas antiguas asociados a la llegada, o no, de nuevas culturas.
Las proporciones de aparición pueden conducir a error si los obtenemos con respecto al total
de dientes estudiados. Existen sesgos que conviene eliminar.
En primer lugar se comparan dientes definitivos únicamente porque la decídua es una dentición distinta~ con fenotipo diferente que, además, presenta frecuencia de apariciones muy divergentes en distintos yacimientos.
Respecto a la dentición definitiva, hay que comparar únicamente los dientes susceptibles de
padecer la alteración. Si no se hiciera de esta forma, el porcentaje quedaría muy distorsionado
por el número de dientes que no son susceptibles de padecer la anomalía. Por ejemplo, si en un
yacimiento los molares representan una proporción muy importante sobre el total de dientes
estudiados y en otro su aparición es escasa, al comparar la aparición de dientes en pala, evidentemente el porcentaje es inferior en el primer yacimiento respecto del segundo, pues en un molar
nunca aparece un diente en pala.
- 192-
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ESTUDIO ANTROPOLÓGICO DE CUEVAS DE ENTERRAMIENTO PROCEDENTES DE ARTANA
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Un tercer motivo de distorsión son los premolares superiores. Es normal en ellos la aparición de una o dos raíces y uno o dos canales y su inclusión en la comparación de fusión raíces,
raíces supernumerarias y doble canal puede ser muy problemática.
Teniendo en cuenta lo dicho anteriormente, los criterios seguidos para comparar porcentajes de aparición de variaciones anatómicas en dentición definitiva de estos yacimientos, han sido
los siguientes:
- Tubérculo de Carabelli: Sólo se han comparado molares superiores.
- Raíces supernumerarias: No se han tenido en cuenta los premolares superiores.
- Fusión rafees: Sólo se han comparado molares superiores.
- Diente en pala, invaginación paracingular y tubérculo lingual muy desarrollado: Sólo se
han comparado incisivos superiores.
- Doble canal: No se han tenido en cuenta molares en total y premolares superiores.
Alteración
Tub Carabelli
Raíces supemum
Fusión raíces
Diente pala
lnvag paracingular
Doble canal
Tubérculo lingual
Castellets
Masadeta
3,2
1,1
1,7
12,9
5,2
Marina Alta
6,4
0,7
6,4
25,0
5,0
6,9
12,4
20,7
5,8
8,0
5,0
Tabla 12. Dentición definitiva. Comparación de porcentajes corregjdos en aparición de
variaciones anatómicas.
En la tabla 12 se comparan, teniendo en cuenta los anteriores criterios, los porcentajes de
aparición de las variaciones anatómicas halladas entre ambas cuevas y la población eneolitica
también cercana a la costa pero situada en el norte de Alicante (colección de Witt).
Las variaciones que más infonnación aportan, por su elevada frecuencia y aparición en
todos los yacimientos comparados, son el diente en pala y doble canal radicular. Se observa que,
a pesar de la gran distancia existente entre Masadeta y el norte de Alicante, los porcentajes son
mucho más coincidentes que con la vecina cueva de Castellets.
La similitud con yacimientos eneoliticos alicantinos orienta a que el material procedente de
Masadeta es Eneolítico y la población cercana al Mediterráneo espaf'lol debió de ser bastante
homogénea.
La divergencia entre Masadeta y Castellets puede deberse a que, en la Plana Baixa, los
pobladores del Bronce de Transición habían cambiado (no se puede af~rtnar si por expulsión o
mestizaje con habitantes anteriores), y su fenotipo era, pues, diferente.
C) PALEOPATOLOGÍA
Al igual que hacíamos con las variaciones anatómicas, hemos comparado los porcentajes
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BLAS CLOQUELL, FERNANDO RODES Y J UAN BAUTISTA MARTI
entre dientes definitivos de Castellets, Masadeta y yacimientos eneolíticos cercanos a la costa
norte alicantina {tabla 13).
Patología
Sarro
Caries
Enf periodontal
Estrías h.ipoplásicas
CasteUets
Masadeta
30,6
15,8
l5,3
22,3
26,1
6,5
1,1
13,1
Marina Alta
42,3
6,1
9,1
16,5%
Tabla 13. Dentición definitiva. Comparación de porcentajes corregidos en aparición de
patologías.
Exceptuando las estrias hipoplásicas, que aparecen mientras el diente se halla en formación,
para el resto de patologías se han descartado los dientes inmaduros pues en ellos no hubo tiempo de enfermar. Si no hiciésemos esto, al comparar patologías de yacimientos con distintas frecuencias de aparición de dientes inmaduros aparecería, evidentemente, un porcentaje menor en
el que más inmaduros tuviera y, lo que pudiera parecer un superior estado de salud, se debe en
realidad a la mayor mortalidad infantil y juvenil.
Los dientes aislados tienen mayor movilidad durante las fases de manipulación y almacenamiento que los dientes in situ. Las variaciones en porcentajes de aparición del sarro se deben más
a las posibilidades de su desprendimiento debido a golpes reiterativos que a una divergencia real.
Las divergencias en la enfermedad periodontal están muy influenciadas porque su diagnóstico, debido a la alta proporción de dientes aislados, se ha realizado casi siempre por signos indirectos, con las enormes posibilidades de error que conlleva.
Respecto de la caries, creemos que no es casual la similitud de porcentajes entre Masadeta
y Marina Alta, pues al ser de la misma cultura la dieta debió de ser similar. Los habitantes de
Castellets debieron de tener una dieta distinta con un incremento notable de hidratos de carbono, responsables del aumento en el número de caries.
Además de la dieta, pensamos que el elevado porcentaje de dientes con caries pudo estar
influenciado por la mayor longevidad de la población de Castellets. La mayor supervivencia dio
tiempo a que apareciera más patología.
Las estrías bipoplásicas ya se ha comentado que aparecen mientras se forma el diente.
Aunque en su etiología se relacionan multitud de patologías, como discrasias sanguíneas, tétanos neonatorum, síndrome nefrótico, malabsorción intestinal, etc., hay bastante unanimidad al
subrayar la importancia que la malnutrición tuvo en poblaciones prehistóricas.
Teniendo en cuenta las tablas de maduración dentaria de Ubelaker, se ha relacionado la ubicación de las hipoplasias de las coronas dentarias con la edad que debió de tener el individuo en
ese momento. De los 28 individuos que pudieron deducirse con este signo indirecto de patologia, en el 82,1% se formó entre los 4 y 6 años, el 1O,7% entre los 2 y 3 af\os y, el 7,2% restante
entre los 11 y 12 afios.
La mayoría de los autores piensan que los problemas de salud originados por el destete son
el desencadenante de la mayor mortalidad infantil y de la aparición de las estrías bipoplásicas.
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ESTUDIO ANTROPOLÓGICO DE CUEVAS DE ENTERRAMI ENTO PROCEDENTES DE ARTANA
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Sin embargo, mientras que la mortalidad infantil es mayor entre los 2 y 4 años, las estrías hipoplásicas son más frecuentes entre los 4 y 6 años.
También puede resultar paradójico el aumento de bipoplasias en CasteUets, donde se supone que la población disfrutaba de mejores condiciones de vida.
Ambas contradicciones no son tales si pensamos que en estrías hipoplásicas hablamos de
supervivientes. Si los individuos hubieran muerto, no habría dado tiempo a que se formaran las
estrías en sus coronas, cosa que no ocurrió al superar, aunque con dificultades, las condiciones
adversas que siguieron manteniéndose varios años después del destete.
CONCLUSIONES
A pesar de la proximidad geográfica, la mortalidad, variaciones anatómicas y patología oral
son muy divergentes entre ambas cuevas. Todo orienta hacia poblaciones diferentes con hábitos
dietéticos distintos, corroborando los datos arqueológicos que indican un horizonte cultural
eneolftico para Masadeta y del bronce para Castellets.
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-195-
[page-n-196]
1
96
B LAS CLOQuELL. FERNAI\'00 RooES v JUAN BA UTI~TA M Atnl
Lá m. 1.- Masadeta. Forma de presentación de los dientes.
Lám. 11.- Masadeta. Reabsorción alveolar, molares 36 y 37, por caida antemortem.
- 196-
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ESTUDIO ANTROPOLóG ICO DE CUEVAS DE ENTERRA \II I:.NTO PROCEDE1 TES DE ARTAI\A
197
6
4
Lám. 111.- Masadeta: 1- Diente en pala; 2- Restos de sarro en cara vest·ibular, signo indirecto de
que la encía no estaba retenidn; 3- Incisivo con invagi nación puracingu lar ; 4- Canino infer ior con
raíz sipcrnumera ria y restos de sarro en estrías hipoplásicas; 5- Incisivo con tubérculo lingual
muy desarrollado. Castellcts: 6- Molar superior con caries y raíces supernumer arias. Restos de
sarro a nivel bifurcación encía por enfermedad periodental.
- 197-
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ARCIIIVO DE PREIIISTORIA LEVANTINA
Vol. XXIV (Valencia, 2001 )
J.L.
SIMÓN ÜARCÍA* y
M.A. ESQUEMBRE BEBrA**
CONSIDERACIONES EN TORNO AL POBLAMIENTO DE LA EDAD DEL
BRONCE EN LA MARINA ALTA
l. INTRODUCCIÓN
Cuando en 1986 efectuamos la primera aproximación a la Edad del Bronce en el término
municipal de Jávea (Simón, 1987), lo hicimos tomando como base los materiales existentes en
el Museo Municipal cuya procedencia tenían como origen prospecciones más o menos sistemáticas, colecciones particulares y donaciones de haUazgos casuales. Aquel breve estudio tan sólo
pretendía establecer una base para posteriores investigaciones que tendr ían como objetivo conocer, con mayor exactitud, las características de las sociedades que habitaron el extremo oriental
de la Marina Alta durante la Edad del Bronce.
Casi una década después, las investigaciones sobre dichas sociedades se tienen que seguir
desarrollando sobre los datos procedentes de prospecciones y materiales de superficie. Estos bao
aportado escasos datos culturales y cronológicos, pues, hasta la fecha, no se ha efectuado ningima excavación sistemática que halla proporcionado un bagaje lo suficientemente amplio para
poder efectuar las primeras matizaciones sobre este periodo y los grupos humanos que en la zona
se desarrollaron. La única novedad basta el momento la ha proporcionado, por un lado, una excavación en área urbana desarrollada por el Museo Soler Blasco de Jávea, en el casco antiguo en
cuyo lugar se han detectados fondos de cabaña fechables en las últimas centurias de la Edad del
Bronce, en un Bronce Final que está por detallar; por otro, tenemos los datos recopilados por el
citado museo de algunas de las actividades clandestinas desarrolladas en la comarca. La revisión
de algunos materiales ya publicados es la única opción que sigue siendo posible (DeHbes, 1997).
• Universidad de Alicante.
Arqucogcstión C.B.
u
-199-
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200
J.L. S IMÓN ÜARCIA y M.A. EsQUEMBRE BEBIA
El análisis del territorio y la profundización en el estudio de la evolución de una actividad
como la metalurgia -tan enormemente valorada por la comunidad cientifica a la hora de poder
observar cambios significativos en las sociedades de este período-, nos ha llevado a plantear una
serie de líneas de investigación e hipótesis que, por el momento, permitan, en la medida de lo
posible, acercarnos a algunos de los aspectos culturales que se desarrollaron en esta comarca.
Ll. EL TRÁNSITO CAMPANIFORME: HACIA UNOS NUEVOS MODELOS SOCIALES
La presencia de determinados elementos en el conjunto ergológico de un yacimiento han
servido para intuir o atribuir en Jas sociedades que los poseían unos determinados niveles tecnológicos, unos modelos sociales y consecuentemente unos cambios culturales, que en ocasiones
pueden tener un origen en su propia evolución interna o en los contactos directos o indirectos
con otros grupos humanos.
El tránsito de las sociedades calcollticas hacia los modos de vida de la Edad del Bronce habitualmente se ha situado, para casi la totalidad del País Valenciano, entre el lll y U milenio a. C.,
en términos de cronología relativa. Este hecho se constata con la aparición de muchos elementos de la cultura material, relacionados con el mundo campaniforme que, además de su presencia material, también nos aporta su carga cultural, simbólica y social, en respuesta, quizás, a una
demanda surgida por los cambios que se están produciendo internamente en los grupos locales.
Sin embargo, está aún por resolver si la llegada de estos elementos es independiente de las relaciones que se mantienen desde finales del IV milenio a. C., de forma directa o indirecta, con el
SE, o poseen, en cambio, un origen multidireccional procedente de varias zonas y por lo tanto
con diversas características.
Independientemente de ello, lo cierto es que estas relaciones con el SE están perfectamente
constatadas en el registro material, no sólo por la tipología de los objetos, sino también por las
materias primas con las que están elaborados. Destacan los bienes efectuados con materias primas suntuarias o un alto valor simbólico, como algunos fragmentos de cerámicas pintadas
(Martín y Camalich, 1982); los ídolos aculados (Soler, 1990) -cada día se tienen mayores noticias sobre su presencia en múltiples cuevas- y, finalmente, los tipos metálicos (Simón, 1998),
que se incorporan a los ajuares funerarios en un proceso, aún por determinar, de asimilación de
rituales (Soler, 1985 y 1990), etc.
Estas influencias meridionales se encuentran tanto en yacimientos de la Marina Alta, como
en otros próximos de la Safor, la Ribera, la Montaña Alicantina o la Marina Baixa. También las
podemos encontrar, esencialmente, en la Cova del Montgó, donde se constata la presencia de
cerámicas con decoraciones campaniformes, adornos de hueso, esencialmente botones de perforación en V, algún brazalete de arquero y elementos metálicos propios de este momento.
En relación con los objetos metálicos que se conservan en el Museo Provincial de Alicante
-seguramente provenientes de las actuaciones que el Padre Belda efectuó en La cueva (1942 y
1953}-, se constata la presencia de una gran lámina foliácea de metal y un puñal de base cuadrangular sin perforación ni remaches (Fig. 2.1-2) y en la Colección Museográfíca de Gata de
- 200--
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CONSIDERACIONES EN TORNO AL POBLAMIENTO DE LA EDAD DEL BRONCE EN LA MARINA ALTA
201
Gorgos se inventaría un punzón biapuntado de sección cuadrangular en el centro y circular en
los extremos.
De las tres piezas, la primera, se situaría cronológicamente, con toda seguridad, en estos
momentos, con paralelos en algunos puñales del SE, dentro del campo cultural de Los Millares
(Arribas, 1975). Además, presenta una gran similitud con los grandes puñales de silex que, por
estos momentos, se encuentran en yacimientos próximos - Barranc de l' lnfem, Ereta del
Pedregal, Covacha de la Ladera del Castillo, Les Moreres, Cova Santa de Vallada- y que Juan
Cabanilles ( 1990) sitúa en el tránsito del
al ll rojlenio a. C. Éstos poseen un importante papel
social dado su carácter votivo, emblemático o de prestigio, funciones que pueden verse apoyadas en su escasa funcionalidad, tal y corno lo muestra la extrema delgadez de la lámina metálica con la que se efectuó tanto la pieza de la Cova del Montgó corno las del resto de las inventariadas en el País Valenciano - Ereta del Pedregal, Cova de la Barsella- , todas en ambientes campaniformes (Simón, 1995). El punzón, por su longitud (Fig. 2.3), se aleja de los típicos punzones calcolíticos, más largos y con una sección cuadrangular a lo largo de toda la pieza, y se aproxima a otros campaniformes, como el de El. Promontori de Elche (Ramós, 1982). El puñal de
base cuadrangular, aún sin remaches ni perforaciones para los mismos, parece que se debe de
adscribir a momentos más tardíos, si bien el enmangue por pinzarniento del mango sobre la hoja
es propio de los puñales campaniformes.
En el caso de la Cova del Pouet o del Tío Cruañes (Simón, 1987) nos encontramos ante una
cueva de enterramiento que fue destruida a principios de siglo y de la cual tan sólo se conservan
dos piezas metálicas en una colección particular, que, seguramente, estarían acompañadas de
otras realizadas en cerámica, lítico, hueso. Son tipológicamente ajenas y extrañas al mundo calcolítico y campaniforme de la zona, al igual que del resto del País Valenciano, tanto individualmente como en conjunto, pero con paralelos dentro del mundo metálico del SE a finales del m
milenio a.C., en el ámbito cultural de Los Millares (Arribas, 1976). Su aparición dentro del ajuar
funerario se engloba dentro de la utilización de objetos con una fuerte carga simbólica en ámbitos meridionales, sin que podamos precisar por el momento el valor que tuvieron en las sociedades calcolfticas y campaniformes de la Marina Alta. Su llegada hasta esta zona muestra, al
igual que los ídolos oculados o las cerámicas pintadas, Jos estrechos contactos, ya sea por vía
terrestre o marítima, directa o indirectamente, de los grupos humanos del entorno del Montgó
con el SE, lo cual los sitúa en la dinámica general de finales del Hl milenio a. C. de la Península
Ibérica. Quizás esta relación sea la vía por la que lleguen al mismo tiempo o con una escasa diferencia cronológica los elementos culturales e ideológicos del campaniforme (Hemández, 1985).
Muchas otras cuevas han aportado materiales encuadrables en el Campaniforme. Se constata la presencia de cerámicas, adornos de hueso o metal -caso de la grieta de la Penya de les
Arboncs de Parcent- con cerámicas con decoración campanifonne, botones de perforación en V
y un punzón biapuntado, claro ejemplo de ajuar de uno o dos individuos, como corresponde a la
concepción funeraria del momento. Algo sjrojlar debió ocurrir en el caso de los pufiales de lengüeta del Rafol d ' Almúnia del cual tan sólo nos ha llegado la parte metálica del ajuar y que debió
de estar acompañado de otros bienes ergológicos, como cerámicas, adornos y armas.
Los datos que se poseen de éstas y otras cuevas de la zona, apuntan hacia una fuerte implan-
m
-201-
[page-n-202]
202
J.L. SIMÓN ÜARC fA Y
M.A. ESQUEMBRE B EBIA
tación en la zona de conjuntos o elementos campaniformes, bien de forma independiente o a través de los caminos ya abiertos con anterioridad y por los cuales Uegan las influencias de los grumilenio a. C. Podemos suponer que los procesos de
pos culturales más meridionales del
estructuración social, tanto a nivel grupal como intergrupal, siguen la dinámica general que se da
en la provincia de Alicante y que se aprecia en otras áreas como el Vinalopó y 1'Aicoia-Comtat
(Bernabeu eL a/ii, 1994 y Bernabeu, 1995). Estos procesos, a una cierta distancia, siguen los
modelos del SE, quedando principalmente constatada esta circunstancia en los ajuares funerarios, pues, por el momento, nó tenemos elementos que nos permitan valorar la entidad de un
posible hábitat en la Cova del Montgó y de los poblados de llanura o ladera que sin lugar a dudas
debieron existir.
m
Ill. LA EDAD DEL BRONCE
ll.l. LA OCUPACIÓN DEL TERRITORIO
Sobre este sustrato, cambiante, y sobre todo diverso, según cada zona, se implantarán los
modos de vida, la economía y el bagaje cultural de la Edad del Bronce, siendo el cambio de lugar
de hábitat una de las características más señaladas por su diferencia con las fases anteriores. En
este instante se eligen pequeños cerros frente al hábitat en Uanura o ladera de los momentos anteriores, y, si bien, el asentamiento en altura será el predominante, no habrá que descartar la posibilidad de la existencia de pequeños hábitats en el llano. Estos últimos, por las intensas remodelaciones agrícolas efectuadas y los aportes de los glacis circundantes, no se han podido detectar
basta la fecha, y, como ejemplo, baste recordar el yacimiento del Pla de Pego (Aparicio y
Climent, 1985), sito sobre una escasísima elevación, posiblemente antrópica junto al marjal
Pego-Oliva (Simón, 1987).
Los datos que, actualmente, se poseen sobre la ocupación del territorio (Simón, 1987;
Femenía, 1990; Bolufer, 1995), son variables, diversos y sobre todo irregulares, fruto de puntuales investigaciones y circunstancias ajenas a un conocimiento exhaustivo de la zona, de ahí
que el mapa de dispersión sea aproximativo y en ocasiones poco representativo de determinadas
zonas (Fig.l). Es necesario un estudio de los poblados desde la perspectiva de su extensión,
visualizadón entre ellos, análisis de las estructuras murar:ias emergentes, etc. Sin embargo, un
dato resalta de forma inmediata - además de la tendencia cultural del momento de situarse en
puntos elevados-: la distribución del poblamiento en función de la orografia marcada, en la
Marina Alta, por un corredor litoral paralelo a la costa de amplitud variable y características
diversas y unos valles transversales que une el jnterior del macizo de Alcoi con la costa, unidos
a su vez entre sí por pequeños pasos o valles.
Sin entrar aquí en un análisis geográfico exhaustivo, queremos hacer hincapié en algunos
datos geoarqueológicos que, en todo momento, creemos que deben de estar presentes para efectuar una interpretación lo más plausible posible. El llano litoral es el extremo meridional de la
vasta y extensa llanura valenciana, limitada por una orla montañosa y numerosas albuferas for-
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Fig. 1.- Yacimientos de
la Edad del Bronce e.n
la Marina Alta.
1 El Castell (Dálil).
2 ~lb (Pedregu.r).
3 Conh del Pitdt I'Águih
(Dé.ai.l).
4 Con Ampla (Deni.l).
S .Barra.ot de Hevn {Dáül)..
6 Caveh dd Mootgó (Xibia).
7 Con de la Solsida (Xibia)..
8 Con del -'loatgó (Xibia).
9 Con de la Rabosa (Xibia)..
JO Cons Slates (Xibia)
11 Samta Llúda (Xibi.l).
11 C:llal r rb111o (Xibia).
13 l'm~·a del C'mgle
(Ptdrtgaer).
J4 (OYII dd RarulmJ
(Pedrq¡uer)..
15 Tossal del Casttllu (Uibr.r).
16 fJs Poeu (Uiber).
17. Tossal del Moro (GataSeaip).
18 Con del Fanlauo
(Teubda).
19 \ 'essant Est del Castellar
(Te.Jlada).
lO Morm de la Gllrganta
(Te.~ lada).
e~
=~""A. .
24 Coma dfl Fltre o del TiG
36 Llelll {Beo.is~).
37 Co,·a del Solil2ri (Btai»a).
38 El Cooou2ri (Beaissi-Calp).
39 La Peoya Roja (El \'ergu).
40 Ca'-a &Jumini ([1 Vuger).
41 El Pla (Pego).
4J CaneO d'OrbJ (Orba).
43 Rd ú la ~loru
d'Almáaia).
49 Cadinu dd Rti Moro H
46 Tossal de la Font de les
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64
Crude:s (Xibi.l).
15 CDn dt la :\liu (Xjbia).
26 Con Abrigo del Cap ~egre
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madas por el cierre de cordones dunares y como ejemplo de elJo tenemos el Pla de Pego. Este
pasillo, estrechado en la parte septentrional de la Marina Alta, finaliza en el Montgó, y deja atrás
un reducido espacio llano formado por la desembocadura del río Gorgos. Asimismo, se ve
ampLiado en ocasiones por la unión tangencial de los valles que ponen en contacto el interior
montañoso con el litoral y, a su vez, estos valles mayores se unen entre ellos con otros de menor
envergadura o a través de pasos montañosos. En la parte más occidental de la Marina Alta se concentran las tierras más elevadas con picos y serranías que separan las vertientes de aguas hacia
el litoral o hacia el valle del Serpis, con alturas que llegan a superar los 1000 metros a tan sólo
una treintena de kilómetros lineales de la línea de costa.
Es este paisaje - y los biotopos que en él se desarrollan- los que condicionarán el hábitat de
la Edad del Bronce. Los poblados se sitúan en cerros de mediana altura respecto del llano, en
salientes rocosos de vertientes serranas a media ladera y, más ocasionalmente, en picos o espolones que dominan importantes áreas de los valles. Sin embargo, será la proximidad y control de
las tierras llanas de cultivo la que marcara de forma prioritaria la organización espacial de los
poblados.
Este control de los recursos -prioritario con relación a otros parámetros sociopoUticosqueda evidenciado en el Montgó -macizo montañoso de inmejorable posición para efectuar una
observación del territorio circundante-, o Segaría, de idénticas características. Ambos se descartan como lugares para instalar asentamientos de una mínima envergadura y sólo se localizan en
ellos pequeñas cabañas relacionadas seguramente con actividades económicas estacionales o
temporales. Únicamente, la Cova del Montgó en la Edad del Bronce puede ser considerada como
un hábitat continuado en el macizo que le da nombre, y muy posiblemente lo sea por su relación
con la explotación ganadera de las laderas del macizo.
La distribución de los poblados de la Marina Alta intenta optimizar los pequeños valles y
tierras cultivables, como se puede apreciar en el plano de distribución (Fig. 1). Algunos de ellos
son de un tamaño ínfimo, tratándose en ocasiones de una o dos cabañas relacionadas con actividades estacionales vinculadas con los recursos específicos de la zona.
El tamaño de los poblados no supera casi nunca los 1000 o 1500 m1 , lo cual unido a su distribución en el territorio y a los materiales que de ellos conocemos parecen apuntar hacia una
escasa jerarquización y estructuración del espacio, tal y como aparece en áreas más meridionales, donde un poblado de gran tamaño se ve rodeado de otros menores (Hemández, 1997 a y b).
Parece más bien que se trata de pequeñas comunidades campesinas que debieron estar vinculadas por relaciones de parentesco.
Mientras el sistema económico y los recursos del medio circundante fueron suficientes para
mantener a la población existente, los conflictos entre ellas y las necesidades de aJjanzas como
medio de protección fueron escasos o muy poco significativos. Así la escasa relevancia de las
estructuras defensivas sería indicativa no sólo de los escasos peligros sino de la falta de la necesidad de efectuar obras colectivas de prestigio frente a grupos externos (Bernabeu, 1995). La
organización politicosocial viene marcada por los accidentes geográficos que en su disposición
mediante valles orientados de este a oeste, unen la zona montañosa interior con el llano litoral.
Las cuevas han dejado de ocuparse como lugares donde albergar a un amplio grupo huma-
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no. Su función durante el segundo milenio será como asentamiento temporal íntimamente relacionado con una explotación económica del entorno. Por un lado, puede tener un carácter ganadero, como en el caso de la Cova del Montgó en la que en el material ergológico adscribible a la
Edad del Bronce se constata la presencia de queseras o encellas (Fig. 3.2), y una ausencia numéricamente significativa, en relación con el resto de Jos poblados al aire libre, de dientes de hoz,
azuelas, hachas, molinos, manos de molino, morteros, etc. (Simón, 1987). Por otro, puede relacionarse con la explotación de productos marinos, por su proximidad con el litoral rocoso, como
los casos de Coves Santes, de la Mina, de les Rates y Cendres, a los cuales se le sumarían poblados como el Cap Negret. En todos ellos abundan los restos malacológicos localizados, no siendo posible por el momento evaluar la intensidad de esta actividad que, sin duda, no debió de ser
despreciable.
Sin embargo, las cuevas de la Marina Alta mantienen en el II milenio a. C. una clara función funeraria -podría ser pervivencia de periodos anteriores- si bien tanto el número de individuos inhumados, simple o muy reducido, como los ajuares y las formas de deposición se ajustan
a los parámetros que son propios de la Edad del Bronce (Martí y Bemabeu, 1992).
Este hecho no significa que no se implante la moda de enterramientos en fosas o cistas de
mampostería dentro de los poblados, o en grietas próximas, tal y como ocurre en el resto del País
Valenciano. Al igual que se constata en comarcas próximas -como l'Aicoia-Comtat y la Saforla característica funeraria de la Edad del Bronce en esta zona será la convivencia de diversidad
de lugares de inhumación, producto de la pervivencia de tradiciones profundamente arraigadas
desde el Neolítico, y la adopción de nuevas costumbres funerarias, fruto de los procesos de
estructuración social que de forma local se están produciendo (Martí y De Pedro, 1995), tal y
como hemos señalado con anterioridad.
El macizo del Montgó desarrollará un importante papel dentro de las sociedades delll milenio a. C., en esta actividad funeraria. Aunque en periodos anteriores albergó numerosos enterramientos en grietas y covachas, procedentes de las poblaciones sitas en los llanos circundantes,
en la Edad del Bronce esta función continúa (Jover y López, 1994) y hasta cierto punto se intensifica, todo ello dentro de la precariedad que da usar datos procedentes de las múltiples expoliaciones efectuadas en la zona. Los sucintos datos existentes apuntan hacia la realización de enterramientos individuales con ajuares del periodo aquí tratado en las cuevas del Pie de 1' Águila,
Ampla, Barranc d 'Heura, Coveta del Montgó, de la Solsida y muy posiblemente en la propia
Cova del Montgó, además de otras que esperemos estén intactas. Esta utilización del macizo del
Montgó pudo proporcionarle una fuerte carga simbólica a los grupos humanos instalados en sus
alrededores, quizás similar a la que en otras áreas peninsulares juegan algunas necrópolis, del
tipo tumular, fosa, o megalito, siendo un gran panteón funerario de carácter comarcal, con adscripciones familiares o ciánicas concretas en cada uno de los covacbos.
Finalmente, parece que algunas cuevas ocupadas en periodos anteriores cambiaron su uso
principal de hábitat hacia uno funerario, en ocasiones tras un largo abandono, sin que por lo tanto
podamos establecer una relación continuada entre los grupos existentes en su entorno, los cuales pudieron efectuar inhumaciones sin ser conscientes de su ocupación anterior, como parece
producirse en la Cova del Randero.
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Fig. 3.- Dominios territoriales en función de la estructuración geográfica d.e los yacimientos.
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ID.2. ECONOMÍA Y EXPLOTACIÓN DEL MEDIO AMBIENTE
La falta de estudios faunísticos, botánicos o carpológicos nos lleva a planteamos el acercamiento a este elemento tan decisivo en las sociedades prehistóricas como una mera propuesta
deductiva de otros factores.
La base esencialmente cerealista de estos grupos, al igual que las de sus antepasados calcolíticos, debe ser, como en el resto de La Península Ibérica (Gil-Mascarell, 1992; Bemabeu, 1995),
el componente principal de la economía de estos poblados. Y ello pese a alejarse el lugar de hábitat, ahora en altura, de los campos de cultivo. Los asentamientos se distribuirán en las inmediaciones montañosas a los mismos. Sin embargo, deberemos tener presente la amplia variedad y
las peculiaridades de los nichos ecológicos (Badal y Roirón, 1995), a lo cual habrá que añadir eJ
componente marino, tanto como fuente de explotación de una serie de recursos, como el ser vía
de un posible comercio de media distancia, apoyado en una navegación de cabotaje.
En el entorno del Montgó, y desde una perspectiva arqueológica, nos encontramos con tres
claras zonas geográficas: el llano litoral, con su vertiente marítima y terrestre; los valles transversales, dispuestos perpendicularmente a la línea de costa y, finalmente, Ja parte más occidental de dichos valles donde se encuentran las tierras más altas y agrestes que limitan con los valles
interiores del macizo Alcoyano.
El llano litoral se inicia en su margen septentrional con los marjales de Pego y Oliva
(Fumanal, 1990; VVAA, 1991) tras los cuales continúan, en Vergel y Ondara, una serie de tierras bajas, pantanosas, separadas del mar por cordones litorales que, poco a poco, se fueron colmatando por los aportes de los glacis interiores. Los asentamientos documentados basta la fecha
se sitúan en la orla montafiosa que delimita dichas tierras, permitiéndoles aprovechar la riqueza
en recursos de este tipo de biotopos.
La explotación de este medio silvestre, sin ser decisivo, debió ser similar al que se constata
en otros poblados como el Cabezo Redondo (Ddesch y Boesneck, 1969), la llleta dels Banyets
(Pascual Benito, 1994) o Muntaoya Assolada (Martí, 1983), por lo que su evaluación debería ser
objeto prioritario de futuros estudios.
Una segunda zona la encontramos en el valle que forma el río Gorgos, el cual finalizaba en
un marjal que ocupaba casi la totalidad de la Babia de Jábega, lo que hoy son la Playa del Arenal
y el Portet. Los poblados, en cerros de escasa altitud, como Santa Llúcia, Alt de les Capsades,
Tossalet, Sella o ya más en el interior como Els Poets y Tossal del Castellar (Fig. 1), explotarían cerealísticamente las inmejorables terrazas fluviales, a las que, quizás, se les unirfan las posibilidades hortícolas de los márgenes inmediatos del río y las posibilidades cinegéticas y recolectivas del marjal y la desembocadura del rfo.
Las prácticas de algunas de estas actividades quedan reflejadas en la cultura material de
algunos poblados, sobre todo en los numerosos dientes de hoz, las hachas y azuelas de piedra y
los molinos. Evidentemente, y tal y como ocurre en otros poblados de L Edad del Bronce, las
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economías de estos poblados se verian complementadas con actividades ganaderas y sus productos secundarios, posiblemente desarrollados desde los mismos poblados o desde lugares temporales más próximos a las zonas de pasto, al tiempo que alejadas de las zonas de cultivo.
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Finalmente, la zona más meridional está ocupada por pequeñas, pero numerosas, sierras,
cerros y zonas elevadas separadas entre sí por angostos valles formados por la erosión. Esto ha
dejado un paisaje de laderas y terrazas de escasa extensión y fuerte pendiente que sirvió a los
habitantes de la Edad del Bronce para desarrollar cultivos cerealistas con rendimientos proporcionales a las zonas cultivadas y a la tecnología empleada. En esta situación se encuentran yacimientos como los Tossales de Amau, de la Font Santa, Redó, de Cabrera, deis Avenes, Lleus y
Cocentarí, cuyos recursos en otros campos son similares y en ocasiones mayores, aunque en una
posición más desfavorable para el desarrollo de la agricultura respecto de los situados en el valle
del Gorgos.
El peso de los recursos marinos está por determinar a causa de la ausencia de estudios comparativos de otras áreas y la falta de análisis detallados de la zona. Lo cierto es que se constatan
asentamientos tanto en cerros próximos al mar, como en las cuevas de los acantilados que, indudablemente, debieron servir de L
ugar, fijo o temporal, para exploraciones de los recursos de las
bahías y acantilados. Por su tamaño podríamos deducir su importancia en la economía de los
poblados circundantes, si bien la cada vez más frecuente localización de concheros nos lleva a
esperar estudios específicos.
Poblados junto al mar son los de Penya Gurugú, Punta de Moraira y Cap Prim, y cuevas
posiblemente relacionadas con actividades marinas son la Cova de la Mina, del Cap Negre,
Cendres y Rates. La mayoría de los yacimientos de la comarca usan los recursos marinos como
fuentes alimenticias y para la realización de adornos, en el radio próximo de explotación. En la
cultura material, destaca la presencia de una pieza lítica del Cap Prim que podría ser una pesa de
red, al igual que un fragmento de azuela de Santa Llúcia, o una pieza cerámica del Pla de Pego
(Simón, 1987) que se puede paraleliz.ar con otras del mismo yacimiento (Aparicio y Climent,
1985).
En el campo de las actividades artesanales, contamos con pocos datos, aunque las prospecciones han mostrado una industria lítica y ósea similar a la de otras áreas del País Valenciano, o
una actividad textil que permite suponer Ja utilización de los recursos secundarios de la ganadería, como se manifiesta con la presencia de pesas de telar de tipología variada. Asimismo, el
mundo de los adornos - especialmente el que hace uso de los recursos naturales como son L
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conchas marinas- , no hace sino continuar una larga tradición con implantación en la zona desde
varios milenios de anterioridad.
La metalurgia está inmersa en la dinámica general del País Valenciano y se caracteriza por
la continuación de ciertos aspectos de momentos anteriores y por la incorporación de la zona a
las modas e influencias que proceden de áreas más meridionales. Como casi en el resto del País
Valenciano, se carece de afloramientos de cualquier tipo de metal que permitan una industria a
partir de tareas extractivas, y, por lo tanto, en cierto modo, se está a expensas de la obtención de
recursos en las redes de comercio. Este hecho implicará, por un lado, que la producción estará
en función de los medios obtenidos, ya sea mineral reducido o chatarra. Por otro, significa que
los cambios tipológicos y las cargas simbólicas de los objetos elaborados serán prontamente asumidas en la zona por Jos contactos que se mantienen por la primera circunstancia, lo cual ya se
vio para los objetos metálicos de momentos campaniformes.
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Las aleaciones, técnicas, tipos y usos se situarán dentro de los parámetros generales de la
Península Ibérica, sin ser la zona un lugar de innovación en cualquiera de Los aspectos señalados, pero no estando nunca al margen de las citadas dinámicas (Simón, 1995). Los objetos inventariados, tanto los obtenidos en las redes de intercambio como los fabricados en la zona, responden a las necesidades del momento, habiéndose constatado útiles -hachas, punzones, cinceles y sierras- , armas - puñales de remaches y puntas de flecha- y adornos personales - aretes y
brazaletes.
Las actividades de transformación metalúrgica sólo se han constatado en el Cap Prim, donde
apareció un molde de arenisca para la realización de varios cinceles con señales de uso, posibles
nódulos de cobre, fragmentos de objetos de metal para reutilizar y un fragmento de galena. Los
datos parecen apuntar hacia una producción modesta con carácter local y destinado esencialmente a cubrir las pequeñas necesidades comarcales.
El panorama que parece dibujarse es el de pequeñas comunidades humanas que intentan
explotar los ecosistemas de su entorno desarrollando una actividad eminentemente agrícola, muy
posiblemente ceramista, complementada por la ganadería, la recolección de productos vegetales
y marinos y una actividad cinegética con un peso que hoy está por determinar (Gil-Mascarell,
1992).
Los intercambios comerciales continúan durante la Edad del Bronce siendo muy evidentes,
al igual que en los periodos anteriores, y creemos que las vías terrestres y sobre todo las marítimas desempeñan un papel muy importante, aunque, como en otras áreas, caso de la Illeta deis
Banyets de El CampeUo en l'Aiacantí (Simón, 1986), se producirán fases de mayor o menor relación.
ID.J. PERIODIZACIÓN Y EVOLUCIÓN CULTURAL
El principal problema que nos encontramos a la hora de efectuar una aproximación de la
Edad del Bronce en la Marina Alta, y más concretamente en el entorno del Montgó, sigue siendo el desconocimiento de la dinámica cultural de este periodo y su relación cronológica. U na de
las primeras cuestiones es saber cuándo y de qué forma se fueron implantando los modos de vida
y la cultura que hoy consideramos como propias de la Edad del Bronce (Martí y Bemabeu,
1992). Cabe suponer que el proceso debió de ser gradual, tal y como se constata en otras áreas,
pero aquí debieron de desempeñar un papel importante las tradiciones culturales existentes, con
profundas raíces desde el Neolítico, en aspectos como los tipos de hábitat, explotación económica y del medio circundante y la ocupación del territorio. Un segundo factor sería el modo en
el cual se debieron de implantar los elementos campaniformes, ya que de ello y de las peculiaridades de dicha adopción el resultado será diferente y, por lo tanto, más o menos permeable a los
posteriores cambios socioculturales.
El espacio temporal necesario para llevar a cabo este proceso será fundamental para poder
entender la Edad del Bronce en la Marina Alta. Si el proceso de asimilación de elementos campaniformes fue conjunto o paralelo a la llegada de otros elementos culturales, como los proce-
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CONSIDERACIONES EN TORNO AL POBLAMIENTO DE LA EDAD DEL BRONCE EN LA MARINA ALTA
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dentes del círculo de Los Millares (Hemández, 1985), los grupos humanos existentes estarían en
disposición de adoptar las características culturales de la Edad del Bronce en un momento muy
temprano del 11 milenio a. C., más aún cuando los contactos con las áreas más meridionales parecen ser fluidos, pues aprovechan las rutas terrestes y marítimas.
Sin embargo, un factor que no podemos precisar por el momento es durante cuánto tiempo
estuvieron en vigencia los modelos y aspectos campaniformes, puesto que una prolongación de
los mismos en el tiempo - bien por un conservadurismo o estabilización de Jas sociedades agrícolas o por la falta de impulsos internos o externos por su situación geografia- , podría llevar a
una prolongación de una fase "campaniforme" mas aUá de los parámetros cronológicos generales. De este modo, tendríamos una fase de transición amplia en el tiempo que tendría su reflejo
en la cultura material, pues careceríamos de un Bronce Antiguo, entendido éste tal como lo concebimos para el SE y las comarcas meridionales del País Valenciano.
En esta dinámica, constatada en otras áreas como el Vinalopó y l'Alcoia-Comtat, nos podríamos encontrar que la incorporación plena de los grupos humanos de la Marina Alta a la Edad
del Bronce -entendida ésta como la ubicación de los asentamientos en altura; realización de ciertos elementos con apariencias "defensivas"; enterramientos en los poblados y cuevas, próximas
o alejadas, con uno o unos pocos individuos y con ajuares propios del momento, e incorporando
el conjunto ergológico de la Edad del Bronce, sin perjuicio de la pervivencia de elementos y técnicas tradicionales, aunque desaparecen objetos con valores simbólicos propios de momentos
anteriores: ídolos, tipos cerámicos y decoraciones, tipos y técnicas líticas y metálicas, etc.- sería
entre el segundo cuarto y la mitad del II milenio a. C., lo cual supone una fase de transición o
pervivencia de los modos calcolíticos o campaniformes mayor del que hasta la fecha se ha
supuesto.
Los materiales recogidos en los poblados no sefl.alan la existencia, por el momento, de elementos que en otras áreas se bao situado en el Bronce Antiguo, y no queremos buscar en estas
tierras conjuntos ni elementos argáricos antiguos - los cuales podrían haber llegado, al igual que
otras piezas, adscritas al mundo de Los Millares- sino objetos o conjuntos culturales que apunten hacia estos momentos.
Dichos materiales muestran que el conjunto ceramológico es propio de la Edad del Bronce,
con formas sencillas y carenadas, o específicas, como las queseras, sin decoraciones propias del
Calcolítico o el Campaniforme, con elementos de prensión propios del momento, al igual que los
tratamientos de las superficies y las cocciones. En el utillaje lítico se implanta el diente de hoz,
las azuelas, las hachas, el molino barquiforme y los morteros y van en descenso, no desapareciendo totalmente, el empleo de pequeños cuchillos o puntas de flecha de sílex y los brazaletes
de arquero. En hueso y marfil se generalizan los punzones, se mantienen los botones de perforación en V y desaparecen los ídolos.
Las pesas están presentes en varías formas y tipos, efectuándose tanto en barro como en piedra, pudiendo estar relacionadas con actividades textiles o la pesca, ya sea en río, albuferas, marjales o en mar abierto. El utillaje metálico no parece estar muy presente en estos momentos, ya
que el inventariado hasta la fecha se relaciona con conjuntos fechables por paralelos en momentos posteriores.
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J.L. SJMÓN ÜARciA y M.A.
EsQUEMBRE BEBJA
La presencia de un vaso geminado, de factura muy local, en el Cocentarí, apunta hacia una
de Las formas que más han llamado la atención y que se presenta en cronologías que abarcan
desde el Bronce Medio al Bronce Tardío, con una relación que apunta hacia influencias o contactos con pueblos Mediterráneos.
La falta de un mayor numero de datos impide, por el momento, efectuar mayores precisiones de estos primeros asentamiento de la Edad del Bronce, si bien su pequeño tamaño, la elección de cerros de no muy elevada altura y la falta de defensas artificiales de envergadura, parecen apuntar hacia una adopción de estos parámetros más por una dinámica cultural de carácter
general que por unas necesidades estratégicas.
IV. EL BRONCE TARDÍO Y FINAL
Por la defmición que se ha realizado en otras áreas de las últimas fases de La Edad del Bronce
(Molina, 1978; Gil-Mascarell, 1981; Hernández, 1985; Marti y De Pedro, 1997) y que, por el
momento, se vienen denominando como Bronce Tardío, y los múltiples estudios específicos
efectuados, se pueden adscribir algunos de los conjuntos ergólogicos estudiados a esta fase cronocultural.
La presencia de cerámicas con decoraciones -con un origen, tanto temática como técnicamente, en el Horizonte cultural de Cogotas I-, la existencia de vasos con carenas altas, bases planas o anulares, superficies alisadas o bruñidas y pequeñas asas verticales, parecen ser las características más comunes en el País Valenciano (Gil-Mascarell, 1981), al igual que en el SE
(Molioa, 1978), para definir este momento.
A ello se le ha sumado, últimamente, la generalización de la aleación de estaño-cobre
(Montero, 1994 ; Femández-Miranda et a/ii, 1995; Simón, 1995 y 1998) y una concreta tipología en las pesas de telar (López Mira, 1992). Si se le añaden, además, características de otros
tipos de elementos, parecen formar un conjunto érgologico propio y diferenciado de los momentos anteriores de los cuales perviven en todos los campos una serie de elementos, quizás por su
funcionalidad o tipología.
Su llegada, como en épocas anteriores, parece proceder del SE (Hemández Pérez, 1986), ya
sea directa o indirectamente, por vía terrestre o marítima, viéndose ahora esta última reforzada
por la situación en el territorio de varios de los yacimientos en donde se encuentran los conjuntos ergológicos con las características anteriormente citadas.
Los encontramos en el Cap Prim, Santa Llúcia y el Tossal d'Arnau. El primero en un cabo
saliente y los otros dos en unas posiciones algo más alejadas de la línea marina pero con fáciles
accesos a ella. En el caso de Lleus, la presencia de cerámicas con cordones decorados, especialmente un cordón impreso con círculos, llevan a la autora de su estudio a situarlo entre el Bronce
Medio y Tardío (Ronda, 1990).
El Cap Prim destaca tanto por su ubicación, como por las características del asentamiento,
su relación con el mar y la totalidad de su conjunto ergológico. En este último aspecto, destaca,
en primer lugar, la presencia de cerámicas que, por su tipología y decoraciones, se sitúan entre
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CONSLDERACIONES EN TORNO AL POBLAMIENTO DE LA EDAD DEL BRONCE EN LA MARINA ALTA
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el Bronce Tardío y el Bronce Final (Hemández y López Mira, 1992; Simón, 1987).
Relacionadas con el Bronce Tardío se encontrarían una botella con decoración impresa de
triángulos rellenos de puntos, alcanzando éstos últimos al asa, mientras que el borde y de forma
transversal al mismo presenta una decoración de impresiones lineales. La forma, a modo de bote-lla, no posee antecedentes en las tipologías locales, sino en áreas meridionales (Mederos, 1983)
y en momentos finales del 11 milenio a. C. (Molina, 1978). La decoración, en cuanto al motivo
básico de triángulos rellenos de puntos, posee sus paralelos más próximos en la llleta deis
Banyets de El Campello (Simón, 1988), si bien la composición de triángulos dispuestos en bandas alternantes es exclusiva de esta pieza en el País Valenciano.
Entre el Bronce Tardío y el Bronce Final se situaría el vaso de carena alta y asa vertical, el
cual posee paralelos entre otros en la llleta deis Banyets (Simón, 1988), fechados en un Bronce
Tardío y en El Tabayá (Hernández y López Mira, 1992), fechados por Jos autores en el Bronce
Final.
Por último, se inventarían dos piezas (Simón, 1987) que, por las formas del vaso, en concreto del cuello y el borde, y por las decoraciones y motivos, incisiones desarrollando Líneas
paralelas y triángulos incisos, poseen unos paralelos en los conjuntos 1 y 2 de El Tabayá de Aspe
(Hemández y López Mira, 1992), ambos fechados por los autores en el Bronce Final l.
En el resto del conjunto cerámologico sin decoración, las piezas se agrupan en aquellas que
poseen una tipología local y propia de un Bronce Medio, con vasos esféricos y suavemente carenados, y las que poseen formas propias del Bronce Tardío y del Bronce Final inicial.
La existencia de una actividad metalúrgica local se constata en la existencia de un molde de
arenisca para efectuar tres cinceles o barras, posibles nódulos de cobre, fragmentos de piezas en
desuso y un fragmento de galena argentifera. Como pieza elaborada, destaca un fragmento de
sierra, la cual es por el momento la más septentrional de este tipo en el País Valenciano y con
paralelos en la de Mas de Menente (Pericot y Ponsell, 1929), San Antón y las Laderas del
Castillo de Callosa de Segura (Furgús, 1937; Simón, 1987, 1998).
En lítico destaca un brazalete de arquero usado como colgante, varios dientes de hoz y una
pieza tubular de piedra perforada que podría servir de pesa, bien de red o telar, o como tobera en
el campo de la metalurgia (Simón, 1987). Finalmente, son numerosas las conchas de variada
tipología preparadas como elementos de adorno.
El yacimiento, por su situación, está clarísimamente orientado hacia el mar, ya sea para
explorar sus recursos o para desempeñar un papel determinante en el ámbito de un comercio de
navegación de cabotaje que una las islas del Mediterráneo Occidental y el litoral catalán y valenciano con las costas alicantinas, murcianas y almerienses (Chapman, 1991 ). Su ubicación -dominio de la Bahía de Jávea y su imposible establecimiento en los cabos de la Nao y San Antonio
por la altura de sus acantilados- sería necesaria dentro del marco de una red de establecimientos
costeros que permitirían el cabotaje, las reparaciones, el avituallamiento, el intercambio y el control de la ruta. Así, el Cap Prim podría ser un eslabón más de esta cadena que tiene en Oropesa
la Vella y en La Illeta dels Banyets otros representantes.
Quizás, este hecho explique la actividad metalúrgica del poblado, gracias a una fácil vía de
abastecimiento de mineral o cbatarra, sin descartar su papel como difusor, hacia el interior, de
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modas, técnicas y objetos que, de otro modo, no encuentran una fácil explicación, como la composición estannífera de los adornos de Beni Sid en la Vall d'Ebo (Simón, 1998). El poblado tendría su propia economía local, pues cultivaría las laderas próximas como lo muestran los dientes de hoz, presentes pero no muy abundantes.
En Santa Llúcia encontramos, nuevamente, cerámicas lisas y decoradas que se sitúan, tipológicamente, en momentos del Bronce Tardio o el Bronce Final: en la primera fase por sus formas, y en la segunda, por los temas decorativos, cuyos paralelos encontrarnos en El Tabayá
(Hemández y López Mira, 1992). Como objetos metálicos aparece un pequeño puñal de remaches y un fragmento de hacha, lo cual muestra, junto con los datos anteriormente expuestos, que
la metalurgia alcanza en esta fase su pleno desarrollo y difusión entre los grupos humanos de la
zona.
En el Tossal d'Arnau la pieza más significativa de este momento es una pesa de telar de
forma cilíndrica, con perforación central, que López Mira ha situado tipológicamente en el
Bronce Tardío (López Mira, e.p.), teniendo en el Cabezo Redondo de Villena sus paralelos más
claros (Soler, 1987), fechados en los últimos siglos del U milenio a. C.
Finalmente, en Lleus, se catalogaron, por un lado, cerámicas con formas y tipología de tradición local y fechadas en el Bronce Medio, sobre todo vasos esféricos, semiesféricos y carenados, con una gran profusión de asas de tipo lengüeta. Por otro, se encuentran vasos de formas
simples pero decorados mediante el uso de pequeños mamelones, situados tanto en el borde, en
el cuello, como en el cuerpo, cuyos paralelos encontramos tanto en el País Valenciano -en concreto en yacimientos como La Roma (Hem ández, 1994) o la Illeta deis Banyets (Simón, 1988)-,
como en otros más meridionales -caso de El Picacho (Hémaodez y Dug, 1977)- con fecha, en
todos los lugares, en el Bronce Tardío. Un fragmento con círculos impresos es temáticamente y
técnicamente relacionable con el Horizonte de Cogotas l.
Se ha constatado un elevado conjunto de vasos con cordones decorados que presentan paralelos en los yacimientos septentrionales del Júcar. También, un fragmento con dos cordones
superpuestos y decorados mediante prismas sucesivos posee un paralelo en la llleta deis Banyets
(Simón, 1988), en un contexto del Bronce Tardío. Al igual que en el resto de los yacimientos, el
metal, en este caso un hacha, aparece con mayor profusión en estos momentos que en los anteriores.
Respecto a los datos que se poseen sobre el Bronce Final, además de los ya señalados en el
Cap Prim y Santa Llúcia, queremos volver a llamar la atención sobre una serie de cerámicas y,
en concreto, La de un vaso procedente de la Cueva del Montgó que ya, en su día, apuntamos su
vinculación tipológica con los Campos de Urnas (Fig. 3.1) (Simón, 1987). Esto se ha visto reforzado últimamente por la localización en la Calle Santa Marta n° 1 de Jávea de una serie de fondos de cabaña con materiales cerámicos que lleva al director de los trabajos de urgencia a situarlos provisionalmente en estos momentos ( 1), hecho que, por otra parte, no resulta sorprendente
dentro de la dinámica ocupacional de otras áreas próximas.
(1) Queremos agradecer a D. Albcno González Alonso, director de los trabajos de campo y a D. Josep Casabó i Bemad, la
información verbal sobre los resultados de la excavación de urgencia llevados a cabo en el solar sito en el n• 1 de la calle Santa
Marta, en pleno Casco Histórico de Jávea.
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CONSIDERACIONES EN TORNO AL POBLAMIENTO DE LA EDAD DEL BRONCE EN LA MARINA ALTA
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V. CONSIDERACIONES FINALES
Con las limitaciones que por el momento se tienen del conocimiento de los yacimientos de
la Edad del Bronce en la Marina Alta, en donde hasta la fecha no ha sido excavado ni un solo
poblado de forma sistemática, tan sólo podemos efectuar una propuesta que con el desarrollo de
la investigación muy posiblemente se verá substancialmente modificada.
Parece claro que el Montgó como macizo desempeiia durante la Edad del Bronce un papel
secundario dentro de la ocupación, explotación y dinámica evolutiva de los grupos humanos que
ocupan la zona. En él tan sólo parecen desarrollarse actividades secundarias desde el punto de
vista económico, con hábitats temporales o de escasa relevancia, como en el caso de la Cueva
del Montgó, posiblemente utilizada como lugar desde donde efectuar una explotación ganadera
del macizo. En el resto del mismo, se utilizarán, al igual que en épocas anteriores, sus múltiples
grietas, covachas y simas para efectuar enterramientos simples o de escasos individuos con ajuares propios de la Edad del Bronce, y aunarán antiguas tradiciones con ritos y ajuares propios del
momento.
En su entorno se despliegan toda una serie de asentamientos que tienen por denominador
común una ubicación en cerros de escasa altura, situados en los márgenes de las áreas susceptibles de ser explotadas agricolamente, con escasos o nulos elementos defensivos y con unos tamaños que no superan los 1000 m2• Su distribución en el espacio parece estar relacionada con varios
factores, geográficos, económicos, culturales y sociales. EL marco geográfico determina el espacio. Así, los macizos montaiiosos forman valles perpendiculares a la costa, la cual los une
mediante un llano litoral muy cambiante por las dinámicas erosivas terrestres y marítimas. Se
configura, de este modo, una línea de la costa inundable pero con amplios espacios cultivables.
Los objetivos de explotación agropecuaria del territorio conllevan una distribución del
poblamiento orientada hacia un aprovechamiento integral de todas sus posibilidades, teniendo
como objetivo secundario el control visual de los pasos de comunicación o una ocupación del
mismo desde una perspectiva sociopolítica. El modelo se complementa con una serie de peque.ños poblados -ocupaciones temporales de cuevas, y estructuras anexas a hábitat de mayor envergadura- que debemos relacionar con la citada explotación intensiva de las posibilidades y peculiaridades de los nichos ecológicos existentes, donde la recolección, la caza y la explotación de
productos secundarios -<:aza, pesca, marisqueo, ganadería, etc.- , complementarán La producción
básica de carácter cerealista.
Los datos y elementos que pennitan una periodización o una propuesta de dinámica cultural son casi inexistentes. El material recogido del mundo calcolitico y campaniforme muestra,
por un Lado, los intensos contactos que mantiene la zona con otras zonas peninsulares, a través
de las cuales llegan objetos de alto valor simbólico y social, predominando los elementos del
mundo de Los Millares, como los ídolos oculados, cerámicas pintadas, adornos de hueso y cáscara de avestruz y varios tipos de objetos metálicos, entre otros. A ellos se sumarán, por otro
lado, de forma paralela, o inmediatamente a continuación, los elementos del mundo campaniforme, con cerámicas decoradas, brazaletes de arquero, botones de perforación en V y algunos
tipos metálicos. En ambos casos, se produce la simbiosis de lo local con lo foráneo, que no sólo
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J.L. SIMÓN GARCÍA y M.A.
EsQUEMBRE B EBIA
se limita a la adquisición o imitación de las formas, sino que alcanza en parte a su carga y valor
simbólico. Este hecho parece apuntar hacia sociedades con procesos de estructuración interna
cada vez más complejos.
Los márgenes cronológicos en los cuales se desarrolla este proceso son por el momento
imposibles de determinar, más aún cuando no poseemos datos que señalen elementos de la
forma, el modo y el momento en que se implantan los modos de vida de la Edad del Bronce.
Entre este momento, quizás en los primeros siglos del n milenio a. C., y la aparición de elementos propios del Bronce Tardío, se enmarcan la mayoría de los yacimientos aquí citados.
En un momento, que, grosso modo, situaríamos en la mitad del 11 milenio a. C., se comienzan a documentar cerámicas que, por sus características tipológicas y decorativas, se incluirían
en lo que, por el momento, denominamos para áreas más meridionales como Bronce Tardío, y
que, en un futuro, puede tratarse de los momentos iniciales de un Bronce Final. Por el momento desconocemos sus características locales, pero empiezan a vislumbrarse en las últimas actuaciones arqueológicas efectuadas.
Lo esencial, a nuestro juicio, de esta última fase del II milenio a. C. es la posible relación
existente entre la ubicación de los yacimientos, las rutas de navegación, los objetos y mercancías
de intercambio y los bagajes culturales que transitan por ellas. Esto puede llegar a explicar los
conjuntos ergológicos existentes en estos yacimientos y en otros más interiores, y quizás la dinámica cultural que con posterioridad llega a desarrollarse en esta comarca.
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXJV (Valencia, 2001)
MAURO
S. H ERNÁNDEZ PÉREZ* y J UAN A. LóPEZ PADILLA**
EL CABEZO REDONDO (VILLENA, ALICANTE) Y LAS PUNTAS
DE FLECHA ÓSEAS DE TRES ALETAS EN LA PENÍNSULA ffiÉRICA
La presencia en el registro arqueológico de objetos interpretados como cabezas de proyec-
til es un hecho frecuente, ya se trate de puntas de jabalina, de lanza o de flechas. Desde las primeras etapas postpaleolíticas está documentado el empleo del arco y es muy probable que se
conociera ya a fi.Jlales del Paleolítico Superior. A partir de estos momentos las puntas de flecha
aparecerán con frecuencia en los yacimientos arqueológicos, primero fabricadas en sílex y
comenzándose más tarde su fabricación en otros tipos de materia prima como son el metal y, por
supuesto, el hueso. Tradicionalmente la fabricación de puntas de flecha en estos dos últimos tipos
de material se asocia en el Occidente de Europa al surgimiento de las primeras sociedades metalúrgicas (Séronie-Vivien, 1968, 1995; Pape, 1982; Arnal y Séronie-Vivien, 1983; Rodanés,
1987).
La singularidad de las puntas de flecha de hueso en cuanto a su diversidad morfológica y el
valor que como indicador cronológico y cultural se les concedió desde los primeros estudios
prehistóricos y arqueológicos, ha hecho que se conviertan en elementos sujetos a múltiples intentos de seriación y clasificación tipológica. Éstos han tratado de superar -con éxito dispar, ciertamente- algunos problemas insoslayables queban ido basta el momento inseparablemente unidos
al estudio y clasificación de las puntas de flecha prehistóricas: un amplio espectro cronológico
que abarca desde el Neolítico hasta el Bronce Final, una amplia dispersión cultural que alcanza
a todo el continente europeo y una más que exigua información "contextual'' con la que arropar
a una mínima parte de las piezas conocidas.
• Universidad de Alicante.
•• MARQ. Musco Arqueológico de Alicante.
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MAURO
S.
H ERNÁNOEZ PÉREZ Y JUAN
A.
LóPEZ PADILLA
EL hallazgo en el yacimiento villenense del Cabezo Redondo de varias puntas de flecha de
diversa morfología elaboradas en hueso y asta, movió en su día a uno de nosotros (López Padilla,
1993) a interesarnos por el estado de la cuestión en las investigaciones realizadas en la Península
y a tratar de incorporar Jos ejemplares hallados a las tipologías establecidas hasta ese momento.
Ahora, el descubrimiento de nuevas piezas en los más recientes trabajos arqueológicos realizados en el yacimiento, nos permite una nueva reflexión en tomo a la presencia de un tipo singular de puntas de flecha óseas cuya existencia en Los yacimientos de la Edad del Bronce peninsular ya no es, como podremos comprobar, anecdótica.
El yacimiento de Cabezo Redondo, ampliamente referenciado en la bibliografia arqueológica peninsular, es un importante yacimiento de la Edad del Bronce situado al Noroeste de la ciudad de Yillena, sobre uno de los pequeños cerros que se alzan en el paraje conocido con el nombre de "Los Cabecicos". Las primeras actuaciones -realizadas bajo la dirección de J. M. Soler
García- ya revelaron la categoría del emplazamiento, confmnada posteriormente en las excavaciones sistemáticas que se prolongaron durante 1959 y 1960, afectando a una superficie de algo
más de 1.000 m2 y poniendo al descubierto un conjunto de 18 departamentos que asoció a habitaciones, aunque algunos correspondan a calles o pasillos. Las excavaciones y los materiales
arqueológicos recuperados en estas antiguas campañas fueron publicados en detalle por J. M.
Soler en 1987. A partir de 1988 se reiniciaron las actuaciones, ahora bajo la dirección conjunta
de J. M. Soler y uno de nosotros (M. S. Hernández) en una primera etapa y desde 1997 en solitario hasta la actualidad.
La indudable importancia que adquirió este enclave durante el Il milenio a. C. se evidencia
en las dimensiones que llegó a alcanzar el poblado -alrededor de unos diez mil metros cuadrados-, la ausencia de murallas, la complejidad de su arquitectura con casas adosadas y agrupadas
en manzanas y la riqueza de la que hicieron ostentación sus habitantes en sus ajuares domésticos y funerarios, que tiene su más conocido reflejo en el conjunto del "Tesorillo del Cabezo
Redondo", compuesto por 35 piezas de oro con un peso global de 147.0831 gr - 1 diadema, 3
espirales, 3 brazaletes abiertos, 2 cintas, 13 anillos, 1O colgantes en forma de trompetilla con una
o dos perforaciones, l cuenta de collar globular, 1 fragmento de brazalete con púas y 1 lingote
de forma cilindrjca-, con evidentes paralelos en el propio yacimiento, tanto en tumbas como en
ambientes domésticos, y en el propio Tesoro de ViUena (Hernández Pérez, 1997 y 2001).
LAS PUNTAS DE FLECHA DE HUESO DEL CABEZO REDONDO
El actual registro de puntas de flecha del Cabezo Redondo se compone de 1O ejemplares,
de las cuales tres proceden de las antiguas excavaciones de J. M. Soler y las restantes han sido
recuperadas en las recientes excavaciones. Las primeras, ya publicadas y descritas (Soler
García, 1987: 114) corresponden al tipo de pedúnculo y aletas agudas, el más común y generalizado e idéntico al prototipo metálico que parece predominar en el yacimiento, incluso en el
extremo redondeado (Soler García, 1987: 125; Simón, 1998) (fig. 1. 1, 2). Según J. M. Soler,
todos los ejemplares se han fabricado sobre huesos de bóvido, extremo que no hemos podido
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PUNTAS DE FLECHA ÓSEAS DE TRES ALETAS EN LA PENÍNSULA IBÉRICA
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2
3 cm
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3
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5
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Fig. 1.- Puntas de flecha de dos aletas en ángulo agudo y pedúnculo macizo de CabC'lO Redondo
(ViUena, Alicante).
2
1
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3 cm
---===--
Fig. 2.- Puntas de flecha de dos aletas sobre asta de cérvido de Cabezo Redondo (ViUena,
Alicante).
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MAURO
S.
HERNÁNDEZ l>ÉREZ y JUAN A. LóPEZ PADILLA
confmnar, al menos en las piezas acabadas. De los datos publicados se deduce que las tres piezas se encontraban en idéntica posición estratigráfica, al localizarse en los niveles más profundos, frecuentemente en contacto con la roca natural o con el estrato geológico. Incluso dos de
las puntas parecen compartir un mismo depósito arqueológico caracterizado por un sedimento
de arcillas verdosas con presencia abundante de restos de fauna y otros residuos orgánicos. A
falta todavía de concretar la secuencia de fechas absolutas proporcionada por las excavaciones
que se vienen desarrollando en la actualidad y en qué medida podrían matizar la que se desprende de las excavaciones de J. M. Soler, el contexto de estos tres hallazgos debe situarse de
modo general entre mediados y fmales de la segunda mitad delll milenio (en cronología convencional), como hacen suponer las dos fechas de C14 obtenidas hasta el momento y que se
remontan a1 1650 ± 55 a.C. (1997-1738 CAL BC) y 1370 ±55 a.C. (1699- 1495 CAL BC) (Gusi
y Olaria, 1995).
Las ocho puntas de flecha restantes proceden, como ya se ha indicado, de las excavaciones
llevadas a cabo en el yacimiento a partir de 1987 (fig. 1, 3-6; fig. 2 y fig. 3). Entre ellas cabría
distinguir tres grupos atendiendo a su tamaño, la forma del pedúnculo y el pronunciamiento de
las aletas. Uno de éstos, del que se han documentado dos ejemplares, se caracteriza por un
pedúnculo ancho, de sección rectangular o de tendencia rectangular, y unas aletas en ángulo
recto o incluso obtuso respecto del pedúnculo (fig. 2). Otras son semejantes a los ejemplares
pubUcados por J. M. Soler. Sorprende, sin embargo, lo reducido del tamaño de tres de ellas, pues
la de mayor longitud apenas rebasa los 3,2 cm. Tan sólo una de las piezas presenta roturas significativas, faltándote una aleta completa.
Por último, de los otros dos ejemplares - sobre los que centraremos nuestra atención en el
presente artículo- resulta imposible precisar el tipo de materia prima empleado en su fabricación,
dado su grado de elaboración. Se caracterizan por la presencia de tres aletas de aristas vivas en
ángulo agudo respecto del pedúnculo (fig. 3) y una diferente forma en el pedúnculo.
La primera fue hallada durante la campaña de excavaciones de 1990 ( fig. 3. 1). Presenta un
pedúnculo fragmentado de sección circular que se une a un cuerpo formado por tres aletas agudas equidistantes entre sí, con una arista longitudinal que las recorre completamente de un extremo a otro. Su largo actual es de 3,3 cm y su anchura y espesor máximos es de 0,9 cm. Fue localizada en la capa ID del Departamento XXI, dentro de un paquete sedimentario de tierras grisáceo-verdosas - las mismas en las que se encontraron los ejemplares publicados por J. M. Soler- ,
bastante afectado por madrigueras.
.La última, localizada en 1997 en la UE 3001 , en el Departamento XXII, es un excepcional
ejemplar que, aunque comparte con la pieza precedente la forma del cuerpo y de las aletas, difiere de forma notable en el resto, presentando un tope - también con tres aletas agudas- y un
pedúnculo hueco (fig. 3. 2). El acabado perfecto de la pieza, con múltiples sefiales de raspado en
toda su superficie que denotan una gran inversión de tiempo en su elaboración, impide concretar el soporte óseo utilizado. Presenta una longitud máxima de 5,57 cm, una anchura máxima de
0,94 cm y un espesor máximo de 0,82 cm.
La excepcional morfología de estos dos últimos ejemplares nos ha incitado a indagar en
busca de piezas similares en los yacimientos de la Edad del Bronce de la Península Ibérica y de
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PUNTAS DE FLECHA ÓSEAS DE TRES ALETAS EN LA PENÍNSULA IBÉRICA
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1
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3 cm
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Fig. 3.- Puntas de flecha de tres aletas en ángulo agudo de Cabezo Redondo (Villena, Alicante).
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Fig. 4.- Puntas de flecha de Cabezo Redondo (1), Mal Paso (Jordá, 1958) (2), El CasteUón
(Espadas, Poyato y CabaUero, 1987) (3) y Castione Marchesi (Provenzano,1988) (4).
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MAURO
S.
H ERNÁNDEZ PEREZ Y JUAN A.
LóPF.Z PADILLA
Europa, hallándonos de pronto con un sugestivo rosario de localizaciones que se extienden desde
el sudeste de la Península Ibérica a las costas adriáticas.
ALGUNAS CO NSIDE RACIONES SOBRE LA TIPO LOGiA DE LAS PUNTAS DE FLECHADE HUESO
La primera punta de flecha de hueso publicada en Europa por Gastaldi en 1865 procedía de
las terramara del Norte de Italia (Pape, 1982). Desde entonces se ha incrementado de manera
significativa el número de piezas, no así nuestro conocimiento acerca de ellas, a pesar de que
desde hace tiempo se intenta fijar su cronología y su distribución temporal y espacial.
Todas las propuestas manifiestan un marcado carácter pan-europeista (Schrickel, 1966;
Séronie-Vivien, 1968 y 1995; Feustel, 1972; Pape, 1982; Amal y Séronie-Vivien, 1983), en ocasiones atemporal, por lo que adolecen de una evidente falta de operatividad cuando nos ceñimos
a ámbitos geográficos o culturales concretos. El trabajo de M. R. Séronie-Vivien ( 1968) puede
considerarse el primer intento de establecer sobre bases sólidas una ordenación morfológica de
un conjunto de elementos arqueológicos europeos, en un momento de verdadero " furor" tipologizante. En aquella ocasión se analizan 21 puntas de flecha procedentes de 13 yacimientos, agrupándolas, de acuerdo con el tipo de enmangamiento, en tres categorías y un cuarto tipo de
Diversos, al tiempo que se establecía una serie de índices a partir de la relación entre las longitudes del cuerpo y del pedúnculo y las del cuerpo con la anchura máxima.
A partir de este momento se realizaron otros intentos de sistematizar los diferentes tipos de
puntas de flecha de hueso hallados en algunos puntos de Europa, cuyo más significativo ejemplo es el de R. Feustel (1972), con ocasión del descubrimiento de 10 puntas de flecha de hueso
en los ajuares de un cementerio del Grupo de la Schunkeramik en Thringia. En 1982 W. Pape
publicó un artículo que, pese a centrarse en un tipo de puntas de flecha específico hasta cierto
punto olvidado por las tipologías anteriores - las puntas pedunculadas, incluidas por M. R.
Séronie-Vivien en el grupo de Diversos-, retomó y completó la información anterior, al tiempo
que estableció un mayor número de tipos. Todo el conjunto de piezas quedó dividido en principio en tres grandes grupos: puntas con aletas, puntas sin aletas y formas especiales o únicas,
designando los tipos mediante letras según una ordenación alfabética.
En su artículo, W. Pape señaló! asimismo, Jos dos principales obstáculos que a su juicio
impedían que su ensayo de clasificación tuviera la consistencia deseada: las deficiencias en la
publicación de las piezas y, sobre todo, la falta de un contexto arqueológico definido para la
mayoría de ellas. Pese al tiempo transcurrido, el estudio de W. Pape continúa vigente, aunque
resulta de dificil aplicación por su carácter globalizador.
En la pasada década, M. R. Séronie-Vivien publicó una nueva propuesta de clasificación de
las puntas de flecha europeas en el Cahier VII de las Fiches Typologiques de /'Industrie osseuse
préhistorique (Averbouh et alii, 1995), en gran medida deudora de la clasificación que elaborara junto con J. Ama! en el XXI Congres Préhistorique de France (Ama! y Séronie-Vivien, 1983).
Esta nueva propuesta, ilustrada tan sólo con lOO ejemplares de puntas de hueso de toda Europa,
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se concreta en 1O clases -designadas por números romanos- divididas en algún caso en subclases - identificadas por letras mayúsculas.
De la Península lbérica W. Pape incluyó en su inventario 26 yacimientos con puntas de flecha, incrementando notablemente el conjunto utilizado por Séronie-Yivien en 1968. Sin embargo, el resultado de un somero repaso a la bibliografia actual nos proporciona información -aunque bien es cierto que de calidad muy dispar- de más de un centenar de puntas de flecha de hueso
procedentes de cerca de 55 yacimientos arqueológicos españoles (López Padilla, 1993). Buena
parte de ellas fueron ya objeto de un intento de clasificación tipológica por J. M. Rodanés (1987),
quien se ocupó de analizar y sistematizar los conjuntos de industria ósea postpaleolíticos del
Valle del Ebro. Este investigador se basó en unos criterios de ordenación exclusivamente morfo lógicos y de carácter general, estableciendo los rasgos que definen los distintos tipos -por
orden decreciente en importancia- en la existencia o no de pedúnculo y aletas, en la forma de los
bordes y en las secciones. De este modo J. M. Rodanés creó tres grandes grupos de puntas: romboidales, puntas con pedúnculo y puntas con pedúnculo y aletas. E l modelo de J. M. Rodanés
es, en la práctica, el último de Jos propuestos para la Prehistoria peninsular.
Como ya se ha puesto de manifiesto (López Padilla, 1993) las puntas de flecha de hueso no
son un elemento excepcional en la cultura material de los poblados de la Edad del Bronce de
Alicante, en los que, además, se puede conocer su proceso de fabricación, sobre el que trabaja
en estos momentos uno de nosotros (J. A. López).
Además de las puntas de flecha con dos aletas y pedúnculo, de amplia distribución europea
y peninsular, en las tierras alicantinas y en su entorno geográfico se han localizado varias puntas de flecha de morfología dispar que tienen en común más de dos aletas en la hoja. De entre
todas ellas, sin duda los dos ejemplares más sobresalientes son los procedentes del Cabezo
Redondo de Yillena, pero contamos también con alguna pieza excepcional como el ejemplar
exhumado por J. Colominas (1936) en las Laderas del Castillo de Callosa de Segura.
A continuación trataremos acerca de cada una de ellas y de su contexto general dentro de la
secuencia de la Edad del Bronce en la Fachada Oriental de la Península Ibérica.
PUNTAS CON HOJA DE SECCIÓN TRIANGULAR, PEDÚNC ULO Y TRES ALE TAS
AGUDAS
Como ya hemos adelantado, se podrían establecer dos variantes atendiendo a la morfología
del pedúnculo. Pese a su singularidad, no son únicas en la Península Ibérica, aunque resultan al
parecer más frecuentes en otros ámbitos europeos, constatándose su presencia en yacimientos de
la Edad del Bronce de Austria y, especialmente, del Norte de Italia. W. Pape ( 1982) las incluyó
entre sus Formes spéciales ou uniques, más concretamente en su Forme Z, eo la cual se agrupaban en realidad varios tipos -de cuatro y tres aletas y formas diversas- de varias cronologías y
amplia dispersión geográfica.
a) Punta de tres aletas agudas y pedúnculo macizo
De la primera de estas variantes, caracterizada por la ausencia de tope y la presencia de un
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MAURO S. HERNÁNDEZ PtREZ Y JUAN A. LóPEZ PADILLA
pedúnculo macizo de sección circular, conocemos tres ejemplares peninsulares idénticos, dos de
los cuales proceden también de las tierras valencianas y un tercero, de las manchegas. Éste último se localizó en El Castellón (Villanueva de los Infantes, Ciudad Real), en el que se señala
(Espadas et alii, 1987) la presencia de una importante industria lítica -en su mayoría de facies
calcolítica- y de cerámicas campaniformes puntilladas, incisas e impresas. En uno de los niveles más profundos -nivel 2- se halló una punta de flecha (Espadas et alii, 1987, 52, fig. 7. 1) de
tres aletas agudas y pedúnculo de sección circular que responde fielmente al modelo hallado en
el Cabezo Redondo (fig. 4. 3).
De los yacimientos valencianos, una procede de la Cueva de la Torre de Mal Paso
(Castellnovo, Castellón), un yacimiento del que se conocen materiales arqueológicos de una
cueva de enterramiento y de un poblado próximo (Fletcher, 1954; Jordá, 1958). La cueva se
fecha en el Ill milenio a.C. por las inhumaciones colectivas; y de su ajuar, además de adornos de
hueso y cerámicas decoradas con acanaladuras, incisiones y cordones, se publica una punta de
flecha de hueso (fig. 4. 2). La otra, inédita y que conocemos gracias a la amabilidad de A.
Barrachina, se ha recuperado en sus últimas excavaciones en el Pie deis Corbs (Sagunto,
Valencia) y es semejante a las anteri.ores, aunque en este caso su contexto es indudablemente del
n milenio a.C. (Barrachlna, 1999).
En principio se podría situar la cronología de las puntas de El Castellón y Mal Paso en
momento anteriores al campaniforme. Las de Villena y Sagunto son incuestionablemente de
momentos finales de la Edad del Bronce. Por otro lado, creemos oportuno llamar aquí la atención sobre otra pieza castellonense -en este caso con un tope con tres aletas, lo cual la pone también en relación con la segunda variante de estas puntas hallada en Villena y que trataremos a
continuación- localizada en el Torrelló de Onda (Castellón) (Gusi, 1974) (fig. 5. 3) en un nivel
cubierto por una capa de carbones que proporcionó una fecha de 1315 ± 90 a.C. (1556 cal B.C.)
(Gusi y Olaria, 1995). Así pues, considerando la cronología de las piezas de Cabezo Redondo,
Pie deis Corbs y Torrelló de Onda, creemos razonable proponer una situación cronológica de este
tipo de puntas de flecha en momentos avanzados de la Edad del Bronce.
b) Punta de tres aletas, tope y pedúnculo ahuecado
La segunda de las variantes se caracteriza por la presencia de un pedúnculo ahuecado y de
un tope -también con tres aletas agudas- situado entre el pedúnculo y el extremo distal de la
punta. Aunque escasos, en la Península Ibérica nos encontramos con algunos ejemplos de puntas de flecha que presentan al menos alguno de los rasgos que acabamos de describir.
La presencia de un "tope" o ensanchamiento entre el cuerpo superior de la punta de flecha
y el pedúnculo es un rasgo hasta el momento poco corriente en las piezas publicadas. J. M.
Rodanés (1987) recoge un ejemplar en la Cueva Josefina (Escomalbou, Tarragona) y otro en el
nivel llA de Moncín (Borja, Zaragoza). A éstos debe añadirse el ya mencionado de El Torrelló
(Onda, Castellón) (Gusj, 1974). Esta última punta de flecha es similar a la del Cabezo Redondo,
aunque con las aletas menos definidas que en el ejemplar villenense, donde aparecen claramente marcadas conformando una especie de segundo cuerpo de la flecha.
Tampoco el pedúnculo ahuecado es frecuente, aunque se conocen ejemplares de Castillarejo
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Fig. S.- Puntas de Oecha de tres aletas con tope dentado de Cabezo Redondo (1), Moncín
(Harrison, Moreno y Legge, 1994) (2), Torrelló de Onda (Gusi, 1974) (3) y Gottolengo (Saflund,
1939) (4).
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Fig. 6.- Puntas de flecha de pedúnculo hueco de Castillarejo de los Moros (Fietcher y Alcácer,
1958) (1), Moncfn (Rodanés, 1987) (2), y Barranco de San Bias (3).
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MAURO S. HERNÁNOEZ PÉREZ y J UAN A. LóPEZ PADILLA
de los Moros (Andilla, Valencia) (Fletcher y Alcácer, 1958; López Padilla, 1993) (fig. 6. 1),
Barranco de San Bias (Requena, Valencia) (fig. 6. 3), Moncín (Borja, Zaragoza) (Harrison,
Moreno y Legge, 1994, 193) (fig. 5. 2; fig. 6. 2) y en un yacimiento de las Bárdenas Reales
(Navarra) (Femández lbafiez, 1998). La pieza de Moncln dispone, al igual que la de Vi llena, de
ese peculiar tope de tres aletas agudas con un pedúnculo ahuecado. Se trata de una pieza, identificada por sus excavadores como "arpón", localizada en el nivel IIB y que se diferencia de la
del Cabezo Redondo por la menor longitud del pedúnculo.
PUNTAS CON ROJA APLANADA, PEDÚNCULO Y CUATRO ALETAS AGUDAS
Se trata de un tipo de punta de flecha tan peculiar que W. Pape (1982, 154) apenas pudo contabilizar dos ejemplares publicados en toda Europa. Poco después, J. Amal y M. R. SéronieVivien (1983, 1 L) lo incluyeron en su grupo de Diversos, para posteriom1ente desaparecer como
tipo propiamente dicho en su última propuesta (Séronie-Vivien, 1995). En realidad, se trata de
una característica bastante excepcional, que sin embargo podemos hallar en varios yacimientos
de la Península Ibérica, entre ellos en el yacimiento alicantino de Las Laderas del Castillo, en
Callosa de Segura (fig. 7. 1). Aunque ya se había dado noticia de la existencia de puntas de flecha de hueso en el yacimiento (Furgús, 1937; López Padilla, 1993) -todas ellas puntas de flecha
de hoja aplanada y dos aletas agudas- y el propio J. Colominas publicó alguna foto de la misma
(Colominas, 1936), la pieza ha permanecido inédita en lo sustancial. E l cuerpo presenta una sección aplanada y una longitud dos veces superior a la del pedúnculo, también de sección aplanada. La característica más destacable de esta punta de flecha son las cuatro pequeñas aletas situadas justo en el ángulo de separación entre la hoja y el pedúnculo. Mide 6,4 cm de largo y 2,1 cm
de ancho máximo, mientras las pequeñas aletas apenas rebasan los 0,4 cm de longitud.
Es, sin duda, una punta de flecha excepcional, ya que los restantes ejemplares con cuatro
aletas agudas que conocemos guardan una relación formal más estrecha entre si que con el ejemplar de Callosa de Segura, cuya segunda hilera de aletas agudas podría funcionar como tope. En
cambio, tanto la pieza de la Cueva de Sargel (Aroal y Séronie-Vivien, 1983) (fig. 7. 3) como la
de Castione Marchesi (Pape, 1982) (fig. 7. 4) presentan claramente dos hileras de aletas agudas
netamente separadas del pedúnculo, al igual que sucede con los dos ejemplares peninsulares
recogidos por nosotros, procedentes del Cerro de El Cuchillo (AJmansa, Albacete) (López
Padilla, 1995) (fig. 7. 2) y Encantadas de Martis (Esponellá, Girona) (Corominas y Marqués,
1967).
NUEVAS FLECHAS DE HUESO PARA EL BRONCE TARDÍO
Si bien no es una característica demasiado fre.c uente entre las piezas publicadas basta la
fecha, la presencia de tres aletas agudas y del pedúnculo ahuecado o "de tubo" aparece recogida
en las tipo logias de W. Pape ( 1982) -Formas· S y ~y M. R. Séronie-Vivien (1995) -Clases VII
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3 cm
Fig. 7.- Puntas de Oecba de cuatro aletas de Laderas del Castillo (Colominas, 1927) (1), Cerro de
los Cuchillos (2), Sargcl (Séronie-Vivien, 1968) (3) y Castione Marcbesi (Pape, 1982) (4).
y VIO- , repartiéndose geográficamente desde España y Francia hasta Rumania y Ucrania.
Respecto a las puntas de flecha de cuerpo piramidal y tres aletas agudas todos los autores han
señalado repetidamente su especial concentración en los yacimientos de la llanura del Po y en
general en el grupo de Polada, donde baiLamos los ejemplares más afmes a la morfología de las
piezas peninsulares. En concreto, del yacimiento de Castione dei Marchesi, cerca de Parma, procede un importante número de puntas de flecha de tres aletas agudas y pedúnculo de sección circular, con y sin tope, elaboradas en asta de cérvido y perfectamente paralelizables con los ejemplares de Cabezo Redondo, Pie deis Corbs, Moncín o Torrelló de Onda. El estudio realizado por
N. Provenzano ( 1988) de los materiales de hueso exhumados en las antiguas excavaciones de
Pigorini en esta terramara del norte de Italia ha puesto de relieve, además, la presencia en estos
enclaves de los procesos de elaboración de este tipo de puntas de flecha, documentándose diversos ejemplares inacabados. En los ejemplares de otros yacimientos, como Gazzoldo o Gorzano,
el "tope" resulta menos destacado, aunque está netamente visible (Montelius, 1895; Saflund,
1939). Sin embargo, el "tope" dentado resulta mucho menos frecuente, aunque es también en el
ámbito cultural de las terramara italianas donde hallamos por el momento los paralelos más próximos para el tipo de tope presente en los ejemplares de Moncin, Cabezo Redondo y, sobre todo,
el Torrelló de Onda (fig. 5. 4).
La presencia del pedúnculo de tubo resulta todavía más extraña, seí'lalándose basta la fecha
apenas media docena de piezas en toda Europa repartidas por Francia, Alemania, Polonia,
Rumania y Bosnia (Pape, 1982), a los que podemos ahora sumar los ejemplares peninsulares
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MAURO
S.
H ERNÁNDEZ P liREZ Y JUAN
A. LÓPEZ PADILLA
hallados en Andilla, Requena, Villena, Barja y las Bárdenas Reales. Se trata de un conjunto bastante heterogéneo con significativas diferencias morfológicas y con el pedúnculo hueco como
único elemento en común. El ejemplar escogido por M. R. Séronie-Vivien (1995) como prototipo de su Clase VII - procedente de Periam, en Rumanía- , aunque carente de tope dentado, parece ofrecer una hoja con tres aletas agudas (Florescu y Miclea, 1980).
De todas estas puntas de flecha, son muy pocas las que se acompañan de una información
estratigráfica segura, por lo que la cronología de los distintos tipos y variantes depende de un
reducido número de piezas. J.Arnal y M. R. Séronie-Vivien (1983) proponían una cronología del
Bronce Medio-Final para los ejemplares franceses de cuerpo piramidal y del Bronce Final-Edad
del Hierro para los de pedúnculo hueco. De similar opinión era W. Pape (1982) en relación con
las primeras, aunque consideraba necesario establecer subdivisiones regionales en Europa a fin
de concretar su cronología; en cambio, rehusó pronunciarse respecto de las puntas de flecha de
pedúnculo hueco señalando con claridad su relación con los tipos metálicos.
La mayoría de las puntas de flecha de hueso de los yacimientos terramaricolanos, procedentes de excavaciones antiguas, carecen de un contexto estratigráfico seguro. Es el caso de Las
piezas de Castione dei Marchesi relacionadas con un impreciso Bronce Medio-Final (Mutti et
alii, 1988). Algo similar ocurre con la mayoría de los restantes ejemplares europeos, como los
de Periam (Florescu y Miclea, 1980) o Boheimkirchen (Neugebauer, 1977). En la Península
Ibérica, sin embargo, las nuevas excavaciones realizadas en las dos últimas décadas del siglo XX
nos han proporcionado un marco cronológico más concreto. Las puntas de flecha de Pie dels
Corbs, Torrelló, Moncín y Cabezo Redondo se asocian a contextos claramente del Bronce
Tardío-Final, pudiéndose presumir igualmente una cronología similar para las piezas de El
Castellón y Cueva del Mal Paso.
Las puntas con pedúnculo hueco, más escasas y con menores referencias estratigráficas, presentan similares dificultades para su encuadre cronológico, tradicionalmente deducido de su
semejanza formal con los tipos metálicos que aparecen a finales de la Edad del Bronce, lo que
indujo a fechar en el Bronce Final y los inicios de la Edad del Hierro el ejemplar del Mas d' Azil
(Séronie-Vivien, 1995). Las piezas halladas en los yacimientos de Moncín y Cabezo Redondo,
sin embargo, se sitúan en contextos del Bronce Tardío, y podemos suponer una cronología semejante para La pieza de Castillarejo de los Moros, yacimiento en el que aparecen también materiales relacionados con el Bronce Tardío (Martí y De Pedro, 1997). De los ejemplares de Barranco
de San Bias y Bárdenas Reales no conocemos el contexto. Estas puntas con pedúnculo hueco
serían en la Península Ibérica contemporáneas a las de cuerpo piramidal y aletas agudas.
Por último, para las escasísimas puntas de flecha de cuatro aletas documentadas, tan sólo
para la pieza del Cerro de El Cuchillo disponemos de referencias estratigráficas, registrándose
en los estratos superiores del Departamento IV del yacimiento, los cuales coronan una secuencia en cuya base se obtuvo una datación del3.500 ± 90 B.P. (Hemández, Simón y López, 1994).
La pieza de la Cueva de Sargel, en Saint-Rome-de-Cemon, carece de contexto estratigráfico
(Amal y Séronie-Vivien, 1983) y lo mismo sucede con la de Encantadas de Martís (Corominas
y Marqués, 1967) aunque en ambas cavidades, no obstante, se ha apreciado una secuencia que
abarca desde el Neolítico Final hasta la Edad del Hierro. La punta de Castione de Marchesi se
relaciona con los otros ejemplares del yacimiento, citados más arriba.
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o
Cuatro aletas agudas \}:
Cuerpo piramidal con tres o cuatro aletas agudas
Pedúnculo hueco
Fig. 8.- Mapa de Europa occidental seftalando la presencia de los rasgos formales estudiados (a
partir de Pape, 1982).
A partir de los mapas de dispersión de los tipos de puntas de flecha de hueso europeas publicados por W. Pape ( 1982) hemos elaborado un nuevo mapa en el que se ha reflejado la distribución de los tres rasgos morfológicos estudiados, añadiendo los de los ejemplares de la Peninsula
Ibérica recogidos en este articulo (fig. 8). Aunque el vacío en la investigación todavía es grande,
en el mapa se puede apreciar una clara concentración de la mayoría de los ejemplares conocidos
en yacimientos situados en la fachada litoral mediterránea o en sus proximidades, o bien en
valles bien comunicados con el Mediterráneo. Esto último resulta especialmente evidente en el
caso de las puntas de flecha de pedúnculo hueco, cuya concentración en el valle del Ebro y en
las comarcas septentrionales valencianas llama indudablemente la atención.
A pesar de que la fabricación de puntas de flecha de hueso es un fenómeno que se ha rela-
- 235-
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236
MAURO S. HERNÁNOEZ P ÉREZ Y J UAN A. LóPEZ PADTLLA
cionado casi siempre con la copia de modelos metálicos -desde autores europeos como M. R.
Séronie-Vivien (1995) o W. Pape ( 1982) hasta autores españoles como P. U trilla y V. Baldellou
(1982), Rodanés (1987) o el propio J. M. Soler (1987)- creemos que los datos expuestos hasta
ahora hacen necesaria una nueva reflexión, ya que lo que subyace bajo esa aparente generalización de la copia de los modelos metálicos podría resultar una realidad mucho más compleja.
La mayoría de los autores mencionados se han referido de manera directa a las puntas de
flecha metálicas de tipo "escita" como el modelo a partir del cual se copiaron en hueso las puntas de flecha de cuerpo piramidal y tres aletas agudas (Pape, 1982, 157). No obstante, estos prototipos metálicos están ausentes en el registro de la Europa Occidental, ya que las primeras puntas metálicas de tres aletas o de tres aristas se fechan hacia el siglo VIII a.C. en la Península
Ibérica (Ramón, 1983) y en Francia (Kieeman, 1955; Briard y Mohen, 1983).
Su origen parece encontrarse en La Europa Oriental, en donde hallaríamos extendido su uso
ya en la cultura kurgana del sur de Rusia, desde donde tal vez se extendieran al Norte de ftalia a
partir de mediados del ll milenio a.C. O. Kleeman (1954, 103) ya sefialaba, sin embargo, el
hecho de que la relativa abundancia de puntas de flecha de hueso de tres aletas en tierras italianas no se viese correspondida con la presencia de réplicas metálicas contemporáneas. Es posible
que las ventajas que ofrecía este tipo de punta de flecha promovieran su difusión desde la Europa
Oriental hasiji las terramara del Valle del Po durante el Bronce Medio, sitúandose en este camino de difusión las piezas centroeuropeas como la hallada en Boheimkirchen, en Austria, dada la
mayor antigüedad de los contextos en los que se han hallado (Pape, 1982). Los diversos tipos de
puntas elaborados en los yacimientos del Norte de Italia podrían haberse extendido desde allí al
resto del occidente mediterráneo europeo a lo largo de la segunda mitad del TI milenio a.C. En
ese sentido esa expansión podría ser un elemento más que evidencie el estrecho contacto que
parece detectarse en el Bronce Tardío y Final entre la mitad oriental de la Península y el
Mediterráneo Central y que, entre otros elementos, ya ha puesto de manifiesto la presencia de
algunos excepcionales materiales como la fíbula ad occhio o el pequeño peine de marfil hallados en la Mola d'Agres (Agres, Alicante) (GiJ-MascareU y Peña, 1989).
A partir de la información disponible, resulta evidente que durante ese período ni en Italia
ni en la Península Ibérica se puso la tecnología metalúrgica al servicio de la fabricación de este
tipo de puntas de flecha. De hecho, como en el resto de Europa Occidental, habrá que esperar a
la entrada en el I milenio a.C. para hallar las primeras puntas metálicas de tres aletas, dentro de
contextos culturales claramente relacionados ya con las colonizaciones (Ramón, 1983; Briard y
Mohen, 1983; Simón, 1997). Es posible que aún no resultara .rentable su fabricación en metal o
tal vez la copia de unos pocos ejemplares metálicos, unido a las ventajas evidentes que este tipo
de punta ofrecía respecto a una mejor sujeción de la flecha en el objetivo, generó una demanda
que no se pudo satisfacer de torma inmediata, provocando la producción de piezas en hueso y la
rápida difusión de las m ismas por toda la orla mediterránea occidental a partir del 1500 cal. B.
C. En cualquier caso, lo que resulta indiscutible es que en las terramara se registra toda una artesanía del hueso y del asta de ciervo destinada a la fabricación de puntas de flecha de tres aletas
que generó una gama propia de variantes cuya diversidad aparece boy reflejada en los yacimientos de la Edad del Bronce de la fachada mediterránea de la Península Ibérica.
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PUNTAS DE FLECHA ÓSEAS DE TRES ALETAS EN LA PENINSULA IBÉRICA
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240
M AURO
S.
HERNÁNDI/. Pr' REZ Y JUAN A.
l órE7
PADILLA
Lám. 1.- Punta de flecha con tres aletas y pedúnculo hueco. Cabezo Redondo, Villena, Alicante.
Foto: Espí.
Lám. 11.- Puntas de fl echa de hueso y asta de ciervo. Cabezo Red ondo, Villeoa, Alicante.
Foto: Espí.
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PUNTAS DE FLECHA ÓSEAS DE TRES ALETAS E LA I'ENÍ
ULA IBERICA
U.m. 111 .- Pun ta de fl echa.
Laderas del CastiiJo de
Callosa del Segura, Alicante.
Foto: Manua l Colo r,
Barcelona.
Lám. IV.- Punta de
!lecha de pedt'utculo hueco. San
Bias, Requena, Vale ncia.
Foto: Espí.
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241
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ARCHIVO DE PREinSTORIA LEVANTINA
Vol. XXIV (Valencia, 2001)
CONSUELO MATA PARREÑO*
LÍMITES Y FRONTERAS EN EDETANIA**
Desde la publicación de los primeros volúmenes de las Fontes Hispaniae Antiquae
(Schulten 1922-1952), han sido muchos los trabajos dirigidos a ubicar espacialmente los pueblos
ibéricos. Las referencias literarias sobre su localización geográfica son tan escasas que, tras las
propuestas elaboradas por Schulten (1922-1952), Bosch ( 1932), Garcia y Bellido (1 978) ( 1) y
Almagro Basch ( 1952), apenas se ha avanzado a la hora de identificar alguna de las etnias citadas en las fuentes con una zona geográfica concreta. Por ello, a pesar de los años transcurridos
y de las matizaciones más recientes (Abad, 1992, 157-160), sigue siendo modélico y, casi un unicum, el trabajo sobre la Regio Contestona de Llobregat (1972). Una visión actualizada sobre la
información étnica aportada por las fuentes se puede encontrar en el libro sobre los iberos publicado por Ruiz Rodríguez y Molinos (1993, 240-257).
En consecuencia, hoy por hoy, con las fuentes explotadas aJ máximo, hay que esforzarse
para establecer indicadores arqueológicos adecuados que se puedan considerar como propios de
las distintas etnias y formaciones socioeconómicas, si se quiere elaborar alguna hipótesis sobre
sus límites y fronteras. En caso contrario, se tratará de simples propuestas sin bases argumentales para rechazarlas o aceptarlas.
.
Los trabajos de prospección y excavación que se están desarrollando en las comarcas centrales del País Valenciano en los últimos años sirven para avalar documentalmente las hjpótesis
• Dcpanament de Prehistoria i Arqueología. Universitat de Val~oci.a. Con.suelo.Mata@uv.es
•• Versión actualizada del texto presentado a la n Reunión Internacional sobre los Origenes de la Civilización en la Europa
Mediterránea, celebrada en Baezn entre los días 18 y 20 de Diciembre de 1995, organi7..ada por la Universidad lntemaciooal de
Andalueia-Sede Antonio Machado y la Universidad de Jaén.
( 1) Primera edición de 1945.
- 243-
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244
CONSUELO MATA PARRERO
que se presentan en este trabajo (2). Los elementos que se pueden barajar son numerosos, pero
en su selección ha primado L sincronía y un buen registro de los mismos.
a
I. LA REGIO EDETANIA: CONCEPTO Y LÍMITES
La regio Edelania es una denominación latina citada por Plinio el viejo, procurador de
Hispania, razón por la cual sus escritos sobre la península Ibérica gozan de una amplia consideración. Sin embargo, conviene tener presente que las regiones eran divisiones administrativas
romanas del siglo n a. C. cuyos Limites podían ser tanto étnicos como geográficos (Knapp, 1977,
69 y 78-79). Es dificil, en el estado actual de la cuestión, saber si los edetanos, tal y como aparecen en las fuentes, llegaron a tener conciencia de pertenecer a un mismo grupo, pero lo que sí
parece cierto es que no constituyeron una única formación socioeconómica antes del siglo II
a.C .. Solamente la escritura/lengua, las costumbres funerarias y, tal vez, la religión, se pueden
rastrear como comunes; aspectos todos ellos que, por otro lado, tampoco son exclusivos de los
edetanos.
El trabajo de Uroz ( 1983) sobre la regio Edetania fue un intento de justificar La existencia
de esta entidad, utilizando todas las fuentes arqueológicas y literarias a su alcance. Los límites
propuestos por éste siguen siendo los más aceptables (Uroz, 1983, 17-19) a pesar de que en
recientes publicaciones, y sin nuevos datos que lo justifiquen, se varía el limite occidental,
haciéndolo coincidir a grandes rasgos con la actual provincia de Valencia (Abad, 1992, fig. 1).
A la hora de determinar cuál es el área ocupada por los edetanos no se pueden obviar los
territorios Limítrofes, problemática que afecta, en mayor medida, a los pueblos del interior por
las escasas referencias literarias existentes sobre los mismos (Femández Nieto, 1968-69, 134135).
Los contestanos, al Sur, y los ilercavones, al Norte, son los pueblos vecinos de los edetanos
reconocidos unánimemente. No sucede lo mismo con el límite occidental, aspecto ciertamente
controvertido pues, si se tienen en cuenta las propuestas elaboradas, se observa cómo la actual
provincia de Cuenca pasa de ser ibérica (Almagro Garbea, 1976-78, fig. 14; López Rozas, 1987,
fig. 1) a ser celtibérica (Almagro Gorbea, 1995, 61 y fig. 1; González-Conde, 1992, fig. 1) utilizando los mismos datos. En publicaciones más recientes, se ha empezado a plantear la dificultad de una clasificación étnica concreta para esta zona (Almagro Garbea, 1999; Burillo, 1998,
146, 151-154).
(2) Excavaciones en Puntal deis Llops (Oiocau, Valencia) (dirigida por H. Bonet y C. Mata}, La Scfta (Vi llar del Arzobispo,
Valencia) (dirigida por H. Bonet), El Castellet de Bemabé (LIIria, Valencia) (dirigida por P. Guérin) y Los Villares (Caudete de las
Fuentes, Valencia) (dirigida por C. Mata), revisión y publicaciones de las excavaciones antiguas del Tossal de Sant Miquel (Llíria,
Valencia) (Booet, 1995) y los proyectos de investigación para el estudio de la organización territorial de Edeta y Ke/in, éste último
en curso de realización y subvencionado, en años sucesivos, por la lnstitució Valenciana d'Estudis i lnvestigació -08/82-, la
Universitat de Valencia y la Generalitat Valenciana -GV-240/94.
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LIMITES Y FRONTERAS EN EDETANIA
245
................
- ~IRf·
t e..-...
·~-
Flg. 1.· Distribución de.l poblamiento del Bronce Final en el País Valenciano: 1, Tossal de les Reates (MoreDa); 2, Herbeset (Morella); 3,
St. Antoni de Morella la VeDa (Morella); 4, Mola del Mas d' AguiJar (Morella); S, Mas de Sabater (Morella); 6, Mas de Vito (Rossell); 7,
Pulg de la Nau (BenirJ~rló); 8, Mola Uarga (Xert); 9, HosW Nou (Ares del Maestral); 10, Mas de Rosco (Benassal); ll, Tossal de les Tres
Forques (Benawl); 12, Tossal d'Eo Ramos (Benwal- VUafrane11 del Maestral)¡ 13, Font de la Carrasta (Cuila); 14, Castellet
(VIstabella); IS, Cabanes; 16, El CasteUet (Castelló); 17, Cueva del Mojón Terrero (Cint); 18, Cueva Honda (Cint); 19, Torrelló del
Bomot (Almassora); 20, VmarragtU (Borrlana); 21, Cueva de Cerdaña (Pina de Montalgrao); 22, Mas del Baile (Pina de Montalgrao);
23, Umbrfa Mala (Pina de Montalgrao); 24, Cneva del tío Paco (Sacdet); 25, La Noria (Matet); 26, PunWes del Pollino (Altura); 27,
Cueva del Murciélago (Aitun); 28, Punta de Orleyl (La VaU d'Uixo); 29, Pie deis Corbs (Sagunt); 30, Cañada Palomera (Vlllar del
Arzobispo); 31, Cova del Cavall (LUria); 32, Escotes Pies (Ab:ira); 33, Cova d' Al.fons (Aizira); 34, Castell (Sumacireer); 35, Cova de
Bolumini (Beniarbeig-Benimeli); 36, Cap Prlm (Xibia); 37, Tossal de Sta. Llúc.ia (Xibia); 38, Cova de les Rates (Teuladll Moralra); 39,
La Mola (Agres); 40, Cova del Moro (Agres); 41, Cova deis Pilars (Agres); 42, Cutell de Perputxent (l'Ona); 43, Cova deis Coloms
(Coeentaina); 44, Cova de la Petxlneta (Coeentaina); 45, Cova de I'Esbarzer (Vall de Gallinera); 46, Banuls de Satorre (Balones); 47,
Cova de Bolumini (Aifafara); 48, Cova d'En Pardo (Planes); 49, Ermita del Cristo (Planes); SO, CasteU de Xlvert (Aicali de Xlvert); 51,
Cabezo Redondo (VIIIena); 52, El MonastU (Eida); 53, El Tabaia (Asp); 54, VEsparraguera (Novelda); SS, IUeta deis lJanyets (El
CampeUo); 56, Penya Negra 1Les Moreres (Crevillent); 57, Caramoro (Eix); 58, Los Saladares (Orihuela); 59, San Miguel (Orlhuela);
60, Cabezo del Mojón (Aimoradí); 61, Laderas del Castillo o Palmeral (Callosa del Segura); 62, Cabezo de las Part.iclones (Rojales); 63,
Barranc de la GasuUa (Ares del Maestral); 64, Nules; 65, Caudete de las Fuentes o Coves de Vmromi; 66, Bétera; 67, El Boscb
(Crevillent); 68, La Solana (Beniglnim); 69, CasteUet de Bernabé (Liíria); 70, Torls; 71, La Serreta (Aicoi-Coeentaina-Peni.gulla).
-245-
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246
CONSUELO MATA PARREÑO
I.l. LOS LÍMITES MERIDIONAL Y SEPTENTRIONAL
En la actualidad, existe un total acuerdo a la hora de identificar los ríos Xúquer/Júcar, al Sur,
y Millars/Mijares, al Norte, con los bidrónimos Suero y Udiva, respectivamente, límites geográficos de Edetania. Sin embargo, los elementos culturales que se pueden cartografiar en este espacio no tienen unos límites tan nítidos.
Durante la Edad del Bronce, las comarcas valencianas meridionales quedan englobadas dentro del llamado Bronce argárico, cuya expansión máxima se puede llevar hasta el río Vinalopó
por el interior y las sierras y valles prebéticos, al Norte (Hemández Pérez, 1997; Jover y López
Padilla, 1995). Estos relieves prebéticos están incluidos en Jos procesos meridionales que dan
lugar al Bronce Reciente, caracterizados por la presencia de cerámicas tipo Cogotas tanto en
asentamientos con niveles anteriores como en otros de nueva p lanta (fig. 1). Mientras tanto, la
zona ocupada por el llamado Bronce Valenciano tiene una evolución que apenas se puede entrever con los datos existentes en la actualidad (González Prats, 1992; Jover, 1999; Martí Oliver y
de Pedro, 1997; Mata et a/ii, 1994-96).
El Bronce Final supone en el País Valenciano una ruptura del patrón de asentamiento conocido en la etapa anterior, pues son muy pocos los lugares que mantienen una continuidad, situándose la mayor parte de los mismos en la actual provincia de Alacant (fig. 1). Otro rasgo distintivo referido al poblamiento es el importante número de cuevas ocupadas en este período frente a
etapas anteriores, tipo de hábitat que, por otra parte, no está extendido más al Sur de la hoya de
Alcoi (:fig. 1). A nivel de cultura material, los elementos de Campos de Urnas son los indicadores principales para identificar este período y, aunque se concentran mayoritariamente en las
comarcas septentrionales, se pueden rastrear hasta el río Vinalopó (Bonet y Mata, 2000; Mata et
alii, 1994-96).
Durante el Hierro Antiguo se producirá una mayor estabilidad en el poblamiento, intensificándose la ocupación del territorio, tendencias que tendrán su continuidad durante el Ibérico
Antiguo (Bonet y Mata, 2000 y 2001; Mata et alii, 1994-96). Para esta última etapa, serán los
hábitos funerarios y la escultura los que marquen las diferencias. Las necrópolis ibéricas valencianas muestran una distribución muy desigual con significativas concentraciones en las comarcas septentrionales y meridionales (fig. 2); desigualdad que se acentúa sí se consideran únicamente las que tienen cronología conocida, ya que son pocas las necrópolis al Norte del río
Xúquer que perduran durante el Ibérico Pleno, provocando un inquietante vacío hasta la aparición de las necrópolis romanas (Bonet y Mata, 1995 ~. 171; Mata, 1993) (fi'g. 3).
Por su parte, la escultura es un fenómeno de variada cronol ogía fechado, mayoritariamente,
entre los siglos V1 y V a.C., cuya significación funeraria ha sido aceptada sin ninguna duda hasta
el descubrimiento del conjunto monumental de El Pajarillo (Huelma, Jaén) (Molinos et alii,
1998). Dejando de lado las hipótesis sobre el significado de la escultura ya que ello no interfiere en su distribución,. se puede ver en cualquier mapa de dispersión de escultura ibérica -zoomorfa o antropomorfa- que ésta apenas sobrepasa el límite del Xúquer (Abad y Sala, 1992, 153l 57; Chapa, 1980 y 1993; Izquierdo, 1995, fig. l) (fig. 2). ·
En época Ibérica Plena, es decir, entre finales del siglo V y el primer cuarto del ll a.C., se
- 246-
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LÍMITES Y FRONTERAS EN EDETANIA
247
Fig. 2.- Mapa de las necrópolis ibéric.as del Pais Valenciano: 1, Mas de Caperó (Tralguera)¡ 2, Mas Nou de Bernabé (Tirlg- Salzadella);
3, El Bovalar (Benlcarló); 4, Pulg de la Nau (Benicarló); S, Mas d'En Rieres (Coves de Vlnroml); 6, Sant Pau (Aicocisser); 7,
Almtdlxer (Aicali de Xlvert)¡ 8, Repliegue, Xlvert o Emborró (Aicali de Xivert); 9, La Palava (Aicali de Xlvert)¡ JO, El Cam (Alcali
de Xivert); 11, El Palau (Akall de Xivert); 12, El Mas (Aicali de Xlvert); 13, Finca de D. Dlmas Bosch (Aicall de Xlvert)¡ 14, Corral
del Royo (Aicall de Xlvert); 15, Bailador d'Aicossebre {Aicali de Xivert)¡ J6, La Sollvella (Aicali de Xivert); 17, Castell d'Asens
(Benassal)¡ 18, Les Silges (forre d'En Doménecb)¡ 19, Torre de Foios (l.Jucena); 20, Torre la Sal {Cabanes); 21, Corral d'En Llopis
{LI Pobla Tornesa)¡ 22, Tossai de les Forqaes (Borriol)¡ 23, Tossal de I'Assut (Borriol)¡ 24, El Quadro (Castelló)¡ 25, Masla del Plano
(Araíl uel); 26, La Conema (Betn); 27, Orleyl (La Vall d'Uilo)¡ 28, Vessant del Castell (Almenara); 29, Calvar! (Aibalat dels
Tarongers); JO, CasteU(Sagunt); JI, La Mina (Gátova); 32, La Monravana (Lllria); 33, El Puntalet (LUria); 34, Collado de la Cova
del Cavan (Liirla); 35, El Rondón (Titaguas)¡ 36, Caaada del Salitrar (Siaarcas)¡ 37, El~ollno (Slnarcas)¡ 38, Fuente de Santa Úrsuta
y Tejerla (Sinarcas); 39, Los Cbotiles (Sinarcas)¡ 40, Pozo Y tejo (Sin arcas); 41, Els Ebols (L' Akúdia); 42, Las Pellas (larra); 43,
Corral de Saus (Moilent)¡ 44, Cami del Bosquet (Moixent); 45, Castellar (Oliva); 46, La Serreta (Aicoi-Cocentalna-Penigulla)¡ 47,
Pe.llón del Rey (Villena)¡ 48, Altea la V (Altea); 49, L' Albufereta y Parque de las Naciones (Aiacant); SO, El Campet o Las Agua lejas
ella
(Monforte del Cid); SI, Figuera Redona (Eix); 52, El Gallet (Elx); 53, Cementeri Vell (Eix); 54, El Motar (San Fuigendo); 55, Cabezo
Lucero (Guardamar del Segura)¡ 56, Ladera de San Antón (Orihuela); 57, Puntal (SaUnas); 58, Los Corrales de la Nava
(Castielfabib); 59, TorreJió del Boverot (Almwora); 60, Requena; 61, Las Cejas (Requena); 62, Cerro de la Pelad.illa (Fuenterrobles);
63, Punto de Agua (Beoagéber)¡ 64, El Molón (Camporrobles)¡ 65, Cerrito de la Horca (Sinarcas)¡ 66, La Cabezuela (Utiel).
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248
C ONSUEI.O M ATA PARR.EÑO
NECRÓPOLIS
CRONOLOGÍA*
NÚM.
SEPS.
500
2. Mas Nou de Bernabé (Tirig/Salz.)
3. El Bovalar (Benicarló)
4. El Puig de la Nau (Benicarló)
7. Almedíxer (Aicala de Xivert)
15. Baixador d'Aicossebre (Aicala X.)
16. La Solivella (Aleara de Xivert)
19. Torre de Foios (Liucena)
27. Orleyt (La Vall d'Uixo)
28. Vessant del Castell (Almenara)
31 . La Mina (Gátova)
33. El Puntalet (Ltrria)
34. Collado de la C. del Cavall (Liíria)
35. El Hondón (Titaguas)
37. El Molino (Sinarcas)
42. Las Peñas (larra)
43. Corral de Saus (Moixent)
44. Camf del Bosquet (Moixent)
45. Castellar (Oliva)
46. La Serreta (Aicoi/Coc./Penag.)
47. Peñón del Rey (Villana)
48. Altea la Vella (Altea)
49. Albufereta/P.Naciones (Aiacant)
50. Campet o Agualejas (Monforte)
54. El Molar (San Fulgencio)
55. Cabezo lucero (Guardamar)
56. Ladera de San Antón (Orihuela)
57. Puntal (Salinas)
58. los Corrales (Castielfabib)
59. Torrelló del Boverot (Aimassora)
63. Punto de Agua (Benagéber)
7
7
17
3
19
28(+31)
2
>2
1
1
3
2
2
1
20
400
300
200
-
1-
-
1-
-
r--
-
1-
-
-
>3
1
37
80
>6
9
267
?
>30
94
600
37
1
23
>7
• Cronologías actualizadas
Fig. 3.- Necrópolis ibéricas valencianas con cronologfa.
produce una estabiHdad en el poblamiento más generalizada de lo que supuso TarradeU en su día
{Tarradell, 1961). Se trata de una magnífica propuesta que ha tenido un amplio eco (Ruiz
Rodríguez y Molinos, 1993, 271) pero que, en la actualidad, debe matizarse pues no sólo existen nuevos datos en favor de una estabilidad del poblamiento sino que, además, alguna de las
cronologías utilizadas han sido revisadas en este mismo sentido (Izquierdo, 1995; Raga, 1995).
Por eUo, y a pesar de la documentación de algunos abandonos y destrucciones (Grau, 1998,3 17;
Grau y MorataUa, 1997, 233-234), lo que se produce, a nivel general, es un aumento considerable del número de asentamientos, consolidándose una organización jerarquizada en los distintos
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LIMITES Y FRONTERAS EN EDETANIA
249
territorios ibéricos (Bonet y Mata, 1995 a, 168-169; Grau, 1998, 318; Martí Bonafé, 1998, cap.
VIJ.l; Mata, 2000, fig. 2, 2; Mata y Martí Bonafé, 1993, 407).
Lo incipiente de la información publicada impide llegar a un conocimiento detallado sobre
el funcionamiento de los territorios, pero sí es posible apreciar una distribución regular de las
ciudades ibéricas en Edetania y Contestania, mientras que los asentamientos mayores de 4 ha
escasean al Norte del río Millars. Circunstancia que, al menos por lo que respecta a la franja costera, no es achacable a una laguna en la documentación, sino que parece responder a un patrón
de asentamiento diferente (Oliver, 1996, 9 1-1 20) (fig. 4).
Parafraseando a Tarradell ( 1974), un aspecto todavía poco valorado en relación con el poblamiento ibérico es la existencia de cuevas, santuario o refugio, a pesar de algún trabajo reciente
(González Alcalde, 1993). Sin embargo, un simple catálogo de cuevas refleja una importante
concentración de las mismas en las comarcas centrales del Pais Valenciano, sobrepasando
ampliamente el Xúquer/Júcar, al Sur, pero sin alcanzar el Millars por el Norte (Abad, 1987, 163;
González Alcalde, 1993, 67). Este aspecto de la religiosidad debe completarse con el estudio de
otros espacios como santuarios, templos urbanos y capillas domésticas, puesto que las investigaciones referidas a espacios geográficos concretos pueden mostrar pautas específicas. Así, por
ejemplo, j unto al hecho bien conocido de la ausencia de santuarios en Edetania (Bonet et alii,
1994, 119-120), se constata la presencia de un templo urbano, varias capillas domésticas y una
sola cueva en el territorio de Edeta (Bonet y Mata, 1997) frente a las 8 cuevas catalogadas de la
comarca de Kelin.
Los sistemas de escritura utilizados por los iberos también permiten establecer algún tipo de
regionalización. Así, el alfabeto oriental se emplea al Norte del Xúquer/Júcar, mientras que los
sistemas meridional y greco-ibérico no alcanzan dicho río (Fletcher, 1985, 288; Hoz, 1985-86,
285; Untermann, 1984, fig. 10). Los soportes empleados y, por consiguiente, su funcionalidad
añaden un factor diferenciador, como por ejemplo La escasez de plomos escritos al Norte del
Millars frente a una importante presencia de lápidas funerarias con escritura ibérica (Arasa,
J995; Fletcher, 1985, 293; Oliver, 1995, 113-l 14).
Otra variable a considerar, por su carácter excepcional, es la decoración pintada compleja
sobre cerámica. La decoración del llamado estilo Elx/Archena no sobrepasa el límite del
Xúquer/Júcar (Santos Velasco, 1992, tig. 4), mientras que el estilo narrativo supera tanto el
Millars, hacia el Norte, como el Xúquer/Júcar, hacia el Sur (Arasa, 1995; Tarradell y Sanmartí,
1980, 314). No obstante, ambos estilos ya no se pueden considerar conjuntos con un origen
único, sino que existen focos de producción diferenciados pudiéndose establecer áreas de distribución más concretas (Abad y Sanz, 1995; Aranegui et alii, 1997 b; Mata, 1997; Mata et alii,
2000; Pérez Ballester y Mata, 1998).
Todos los aspectos analizados hasta aquí, muestran la existencia, desde la prehistoria reciente, de una regionalización en la que las comarcas valencianas meridionales presentan una dinámica asociada a los procesos históricos del Sur de la península lbérica tales como el mundo argárico y el período orientalizante. Los diferentes elementos considerados, y otros muchos que se
podrían haber utilizado, nunca se ajustan a los limites asignados a las regiones Conteslania y
Edetania, superponiéndose en muchas ocasiones, por lo que al parecer marcan más bien las di fe-
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250
CoNSUEW MATA PARREJ\10
·•
o.daducv.••
Fig. 4.- Ciudades ibéricas valencianas.
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LÍMITES Y FRONTERAS EN EDETANIA
251
rencias existentes entre los Iberos del Sur y los del Norte (Ruiz Rodríguez y Molinos, 1993, cap.
6.2), que entre contestaDos y edetanos.
1.2. EL LÍMITE OCCIDENTAL
Ninguna de las referencias literarias permite señalar con claridad la extensión de la regio
Edetania hacia el interior, pues tanto Avieno como Estrabón se limitan a describir la costa y sólo
Pünio habla de la existencia de una "laguna que penetra hasta los celtíberos" (Uroz, 1983, 1114).
En la actualidad, apenas hay razones para variar la propuesta de límites hecha por Uroz
(1983). Las matizaciones podrían hacerse respecto a la inclusión de las comarcas de Los
Serranos y Alto Palancia, pero los datos siguen siendo insuficientes y no pueden excluirse con
seguridad (Bemabeu et alii, 1987, 138). No se puede decir lo núsmo de la comarca de La Plana
de Utiel, sobre la que la información existente confirma su carácter ibérico, pero no edetano.
Los argumentos que se pueden esgrimir son múltiples y, de entre eiJos, no se puede obviar
el factor geográfico. La Plana de Utiel constituye un ambiente claramente diferenciado de la llanura costera, pues es un apéndice de la submeseta meridional castellana, desgajada de la misma
por el río Cabriel, que bascula de Noroeste a Sureste entre los 900 y los 600 m s.n.m.. La unidad
morfoestructural más importante es un llano central con los relieves más importantes situados al
Noreste (Sierras del Tejo y Malacara); su clima es mesomediterráneo seco con cierta tendencia
a la continentalidad (Cendrero el a/ii, 1986; Piqueras, 1990). Estas condiciones geográficas, sin
ser determinantes, significan recursos diferentes y, probablemente, una estrategia distinta en la
ocupación del territorio.
Fue éste uno de los motivos para iniciar un proyecto de investigación sobre la organización
del poblamiento ibérico en dicha comarca (3). Y, aunque poco se puede avanzar sobre ella puesto que los trabajos se encuentran en curso de elaboración, sí que pueden aportarse datos más concluyentes referidos a la presencial ausencia de determinados elementos, cuya distribución sirve
para marcar las diferencias entre los Iberos de la costa y los del interior.
El patrón de asentamiento adquiere ciertas peculiaridades debido a las características geográficas de la zona. Los poblados se sitúan preferentemente en cotas medias y bajas; los recintos son escasos y parece existir un elevado porcentaje de hábitat disperso (Mata et a/ii, e.p.).
La ceca ibérica de Ke/in ha sido localizada en el asentamiento de Los Villares (Ripolles,
1982, 407, mapa 30), el yacinúento más grande de la comarca. Su acuñación fue muy reducida
tanto en cantidad como en cronología y su distribución se limita a los asentamientos de su territorio, a excepción del Pico de los Ajos (Yátova, Valencia). Los escasos baUazgos publicados con
posterioridad a 1982 no hacen sino confirmar esta dispersión (Arroyo et alii, 1989, 384 y 385;
Iranzo, 1990, 26).
(3) Ver nota 2. A todo ello hay que sumar el estudio sobre el poblamiento de la Serrania de Cuenca realizado por E. Marín
Rubio (1997) y que permanece inédito.
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CONSUELO MATA PARJI.ERO
La asociación moneda/territorio no sólo avala la ibericidad de la comarca sino que, según la
hipótesis que se propone, es un argumento a favor de considerar esta área como no edetana, puesto que como sefiala Knapp (1977, 79) las regiones son unidades fiscales y militares que pueden
reforzarse con una acuñación. En efecto, si se tienen en cuenta las cecas localizadas con seguridad en e1 País Valenciano, se puede ver cómo, a diferencia de otras zonas, sólo existen tres y cada
una de ellas, de acuerdo con la línea argumental, se sitúa en una regio diferente: Arse en
Edetania, Saiti en Contestania y Kelin en un área todavía innominada (fig. 4). Reforzando esta
argumentación se encuentran los análisis metalográficos realizados sobre monedas ibéricas. De
acuerdo con ellos, los cospeles empleados por la ceca de Kelin presentan una aleación binaria de
cobre y plomo, al igual que los de Obu/co y algunas monedas de Castulo e l kale(n)sken. Como
sugieren Ripolles y Abascal (1995, 139, 147- 148), esta composición binaria distinta a la de las
demás cecas peninsulares puede ser una de las caracterlsticas propias de los Iberos del interior.
Éstos, al menos en lo que a la provincia de Cuenca se refiere, llegan con seguridad hasta el rfo
o
10
20km
Fig. 5.- Distribución de cerámicas con decoración impresa en las comarcas centrales del País
Valenciano (equidistancia curvas de nivel200 m): 1, Kelinl Los Villares; 2, Casilla GateU (Sinarcas);
3, Cerro Carpio (Sinarcas); 4, Cerro de San Cristóbal (Sinarcas); S, El Molón (Camporrobles); 6,
Peña Lisa (Fuenterrobles); 7, Cerro de la Peladilla (Fuenterrobles); 8, Umbrfa de la EsteriUa
(Requena); 9, El Moluengo (Villargordo del Cabriel); 10, Covarrobles (Fuenterrobles); 11, CasiUa
del Cura (Venta del Moro); 12, El Nacimiento (Requena); 13, Edeta/ TSM (Llfria); 14, La Seña
(ViUar del Arzobispo); 15, Cerro Partido (Pedralba); 16,Arse/ Saguntum (Sagunt); 17, La Carencia
(Torís); 18, Pico de los Ajos (Yátova); 19, Camino Casa Zapata (Villargordo del Cabriel); 20, La
Atalaya (Cbelva); 21, Cerro Escorpión (CaUes); 22, Cañada del Pozuelo (Sinarcas).
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LÍMITES Y FRONTERAS EN EDETANIA
1
253
2
3
4
-EnQOberolo
Fig. 6.- Producciones de Kelin y su territorio: l , Lebes mediano; 2, Imitación de F. 28 Lamb.; 3,
Plato pequello; 4, Tinajilla con engobe rojo; S, Caliciforme con decoración impresa.
Xúquer/Júcar, zona en la que se sitúa la ceca ibérica de lkale(n)sken (Arroyo et alii, 1989, 385;
Martínez Valle, 1994; Ripolles, 1999; ViUaronga, 1988).
Así mismo, todos los textos escritos encontrados hasta ahora son ibéricos para lo cual sólo
hay que consultar el catálogo publicado por Fletcber ( 1985, 292) en el que aparecen cuatro yacimientos de esta comarca. A este repertorio sólo hay que añadir algunos ejemplares procedentes
de Kelin/ Los ViUares, del Cerro de San Cristóbal (Sinarcas, Valencia) y del Cerro Santo
(Requena, Valencia) (4) (Iranzo, 1988; Mata, 1991, 178 y 179; Mata et alii, 1999 y 2000). Debió
(4) También conocido como Castellar de Hortunas. De él procede un letrero postcocción sobre cerámica ibérica, recuperado
durante la campana de prospección de 1996.
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CONSUELO M ATA PARREÑO
/
)
\
)
J
•
> 10 .
o
3-10 • 1-2
10
20km
Fig. 7.- Distribución de cerámicas con engobe rojo en la Plana de Reqoena-Uticl (equidistancia curvas de nivel 200 m): 1, Ke/in/ Los Villares; 2, El Molón (Camporrobles); 3, El Cerrito (Utiel); 4,
Cerro de la Peladilla (Fuenterrobles); 5, Rambla de los Tocares (Reqoena); 6, Rincón de Gregorio
(Caudete de las Fuentes); 7, La Atalaya (Caudete de las Fuentes); 8, P.U.R.-2 (Villargordo del
Cabriel); 9, El Moluengo (Villargordo del Cabriel); 10, Fuente de la Reina (Venta del Moro); 11,
Muela de Arriba (Requena); 12, Villares de los Duques (Requena); 13, Rambla del Sapo (Requena);
14, Loma del Moral (Requena); 15, El Zoquete (Requena); 16, Cerro de la Cabeza (Requena); 17,
Vado Cañas (Cuenca); 18, Casa Guerra (Requena).
de ser un sistema bien arraigado pues todavía en época alto-imperial se escriben pequeños letreros en ibérico (Martínez Valle, 1993) (5).
(5) En base a ello, Burillo (1998, 128- 129) ha recti ficado los límites propuestos porUntermann (1995, mapa 1) para la leogua celtibérica.
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LfMITES Y FRONTERAS EN EDETANIA
255
En cuanto a los materiales cerámicos hay que considerar necesariamente la distribución de
la decoración impresa, técnica totalmente ajena a los Iberos de la costa a excepción de Catalunya
(Cura, 1971 y 1975; de la Pinta, 1986-89 y 1993, entre otros). Ello no quiere decir que se encuentre totalmente ausente de Los yacimientos costeros, con especial concentración en las ciudades
ibéricas de Edeta (Llíria, Valencia) y Arse (Sagunt, Valencia) (Bonet, 1995, 433-434, fig. 215;
Martí Bonafé, 1994; Mata, 1985 y 1991, 137-140; Mata et aiii, 2000) (figs. S y 6, 5).
Existen otras cerámicas, aunque menos conocidas por estar parcialmente inéditas, que pueden considerarse como características de Kelin y su territorio. Se trata de una variante de plato
pequeño, de superficies pulidas, con acanalados o incisiones por el exterior (Mata, 1991, 142,
fig. 46, 13- 15 y 18) (fig. 6, 3); una imitación de la F 28 Lamb. con decoración pintada (Bonet y
Mata, 1988, fig . 7, 2 y 6; Mata, 1991, 103, fig. 54, 10) (fig. 6, 2); una variante de lebes mediano, de superficies pulidas, decorado bien con impresiones, bien con un suave baquetón en el tercio superior (Mata, 1991, fig. 34, 3) (fig. 6, 1); y, fmalmente, recipientes de pequeflo y mediano
tamaño cubiertos con engobe o barniz rojo (Mata, 1991, 140-1 41 ; Mata et alii, 2000) (figs. 6, 4;
7).
También son significativas Las ausencias, como por ejemplo la del kalathos, tipo realmente
escaso en Kelin/ Los Villares y su territorio. Cuando éstos aparecen o bien tienen características
propias similares a la del lebes descrito con anterioridad, es decir, superficies pulidas y decoración de baquetones en el tercio superior, o bien se pueden considerar como importaciones costeras (Mata, 1991, 75).
Todos estos argumentos nos inclinan a considerar que esta comarca, cuya capitalidad ostenta Kelin, más la franja comprendida entre los ríos Cabriel y Júcar, no pertenece a La regio
Edetania sino a otra u otras etnias ibéricas de nombres desconocidos o en discusión. La identificación que se hizo, en su día, con los olcades (Uroz, 1983, 24 y 25; Bemabeu et alii, 1987,
139), y que Almagro Gorbea, ha vuelto a proponer recientemente (Almagro Gorbea, 1999, 37),
pasa por aceptar que éstos sean un pueblo ibérico y no celtibérico, hecho este último que empieza a ponerse en duda puesto que Las fuentes tampoco son explícitas al respecto (Almagro Garbea,
1969, 155-162; Burillo, 1998, 153).
II. EL TERRITORIO DE EDETAI TOSSAL DE SANT MJQUEL
A lo largo de las páginas anteriores, se ha intentado mostrar lo impreciso del término
Edelania referido a los límites propuestos por las fuentes clásicas. No se han podido encontrar,
basta ahora, en una región tan amplia elementos comunes de carácter ideológico, económico,
militar o político que permitan hablar de una realidad étnica o sociopolítica (Mano, 1991 , 15).
Sin embargo, el panorama cambia sustancialmente si se circunscribe a áreas mucho más pequeñas.
En lo que se refiere al Ibérico Pleno (siglos l V-m a.C.), la Arqueología muestra la existencia de al menos cuatro ciudades dentro de la Edetania romana, espaciadas entre veintiocho y
treinta kilómetros en línea recta, distancias que se mantienen constantes si se tienen en cuenta
- 255-
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CONSUELO MATA PARREÑO
otras ciudades ibéricas valencianas (fig. 4). Los territorios obtenidos mediante los polígonos de
Tbiessen tienen superficies similares a las de las poleis griegas, es decir, de tamaño ideal para
controlar un territorio de forma efectiva y eficaz de acuerdo con los medios de transporte existentes en la época (Duthoy, 1986, 10-12; Mann, 1991, 25-26; Renfrew, 1975, 13-14).
Se cübuja, así, un mosaico de territorios con cümensiones similares en el que ningún dato
permite suponer el dominio de una ciudad sobre otrals. Más bien al contrario, parecen situarse
en un plano de igualdad, manteniendo contactos pacíficos entre sí, como demuestran diversos
materiales que se analizarán a continuación (Mata et alii, 2000). Ello no es óbice para que consideremos este panorama como estático y permanente. Con seguridad, evolucionó a lo largo del
tiempo y, probablemente, pucüeron desarrollarse pactos y alianzas entre territorios que no han
dejado huella en el registro arqueológico.
De todos estos territorios, sólo del de Edeta se puede hacer un estudio en profundidad, aunque otros presentan indicios suficientes como para suponer que se organizan autónomamente, tal
es el caso de Arse, Kelin, Saiti o La Serreta (Martí Bonafé, 1998; Mata et alii, e.p.; Pérez
Ba11ester y Borreda, 1998; Grau, 1998).
De todos ellos, el único centro perteneciente a la regio Edetania es Arse/ Saguntum, ciudad
amplíamente citada en las fuentes por ser la causa detonante de la 2a Guerra Púnica. Tito Livio,
al narrar los avatares del asedio a la ciudad, cita la existencia de un pretor y un senado como instituciones de gobierno (Uroz, 1983, 167-168). Independientemente de la interpretación que se
pueda dar a ambas instituciones, está claro que se trata de una organización distinta a la que
representaba el régulo Edecón y, por ello, autónoma. Además, es una ciudad que acuña moneda
desde finales del siglo
a. C. con las leyendas arsesken y arse.etar.kiterter. Todos los ftlólogos
están de acuerdo en considerar los sufijos -sken y -etar como las formas utilizadas para señalar
a los habitantes de una ciudad y/o su origen étnico (Ripolles, 1992-93; Siles, 1985, 69-70;
Untermann, 1992, 25), con lo que se detecta una clara voluntad de diferenciarse de los habitantes de otros territorios. Además, salvando las distancias cronológicas, se puede ver cómo los
límites trazados mecüante los polígonos de Thiessen alrededor de Arse/ Saguntum coinciden, a
grandes rasgos, con la distribución de lápidas romanas (Beltrán Lloris, 1980, mapa 2) y en cuyo
interior se empieza a intuir una organización territorial propia (Martí Bonafé, 1998) en la que se
dibuja una clara línea fronteriza de atalayas entre Arse y su vecina Edeta (fig. 8).
Pero estas reflexiones no dejan de ser mas que unos breves apuntes sobre lo que un estudio
más detallado de este territorio, como el llevado a cabo en Edeta, podría proporcionar.
El espacio, de unos 900 Km\ en el que se desarrolla el poblamiento articulado alrededor de
Edeta tiene unos limites geográficos bien definidos (Bonet, 1995, 51 -53) (fig. 8) con las sierras
mesozoicas que constituyen las últimas estribaciones del Sistema Ibérico por el Norte y Oeste;
el vaUe medio-bajo del río Túria al Sur; y la llanura aluvial costera al Este.
En su interior se han localizado cincuenta asentamientos datados entre fmales del siglo V y
el primer cuarto del U a. C., es decir en el horizonte Ibérico P leno, y cuya evolución puede
seguirse sin interrupción desde el siglo Vlll a.C. (Bonet y Mata, 2001). Este hábitat se estructura jerárquicamente en tres tamaños (Bemabeu et alii, 1987; Bonet y Guérin, 1989; Guérin el alii,
1989):
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LÍMITES Y FRONTERAS EN EDETANIA
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Fig. 8.- El poblamiento de los territorios de Edeta y Arse durante el Ibérico Pleno (según Bonet y
Mata, 2001 y MartíBonafé, 1998) (equidistancia curvas 200m): J , Tossal delBardinal (Liiria); 2, El
Caballó (Lifria); 3, Els Tres Pies (LUria); 4, Castellet de Bernabé (Liíria); 5, El Castellar (Casinos);
6, La Cúa (Casinos); 7, Pico de los Serranos (Pedralba); 8, Corral de Ajau (Pedralba).
- Un asentamiento grande con una superficie entre 1O y 15 ha.
- Cinco asentamientos medianos entre 0,5 y 2 ba.
-Veintisiete asentamientos pequeños entre 500 y 2500 m2 •
- Y diecisiete sin limites claros.
De acuerdo con los datos proporcionados por las excavaciones realizadas en siete de estos
yacimientos, a los que se han afiadido otros como la ubicación topográfica, la visibilidad y las
·características de las estructuras defensivas, se ban clasificado en cuatro categorías (fig. 8):
- La ciudad, representada por el Tossal de Sant Miquel, identificado con la antigua Edeta.
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C ONSUELO MATA PAAAI!FIO
Es el asentamiento mayor de toda la zona, cuya ocupación inicial se remonta al Bronce Medio.
Concentra un número excepcional de textos escritos y una variedad de importaciones sin parangón en ningún otro hábitat del territorio. La tradición historiográfica considera que sería la sede
del régulo Edecón (Bonet, 1995, 500-501).
- Los pueblos o aldeas son asentamientos medianos, situados en alturas medias y bajas, con
recinto perimetral pero sin estructuras defensivas adicionales tales como torres, bastiones o
fosos. Se han realizado excavaciones en tres de ellos: Torre Seca (Liíria), La Monravana (Llíria)
y La Seña (Villar del Arzobispo) (Aparicio et alii, 1979, 1983 y 1984; Bonet et alii, 1999;
Fletcher, 1940-41 y 1947; Gil-Mascarell, 1969). En los dos últimos se han localizado estructuras para producción de aceite o vino que confirman, entre otras cosas, su funcionalidad primordialmente agrícola (Pérez Jorda, 2000; Pérez Jorda et a/ii, 1999).
-Los caseríos son pequeños asentamientos entre 1000 y 2500 m2 ubicados en cotas bajas,
también sin estructuras defensivas adicionales al recinto perimetral. Para su estudio se cuenta
con las excavaciones del Castellet de Bemabé (Llíria) en el curso de las cuáles se ha detectado
una gran vivienda de 170 m2 a la que se puede acceder desde el interior del poblado, pero también desde el exterior mediante una entrada de uso exclusivo. En esta vivienda se ha localizado
un espacio dedicado a la molienda, mientras que los demás son una capilla y áreas de actividades domésticas. En los otros departamentos se han identificado almazaras, áreas de molienda,
almacenes y talleres metalúrgicos (Guérin, 1989, 1995 y 1999).
-Las atalayas o fortines son poblados de dimensiones reducidas, entre 500 y 2500 m2, situados en lugares elevados y de dificil acceso. Sus recintos perimetrales suelen estar dotados de una
torre. Se bao hecho excavaciones en dos de ellos: Puntal deis Llops y Cova Foradada (Bonet y
Mata, 1981; Gil-Mascarell, 1970). El primero se ha excavado en su totalidad por lo que aporta
una información excepcional. En su interior el espacio se reparte de forma igualitaria entre diecisiete departamentos, colocados a un lado y otro de un pasillo central. El estudio de sus ajuares
ha permitido establecer diferentes actividades complementarias y no recurrentes. Entre eJJas destaca la ausencia de actividades de transformación agrícola, a excepción de la molienda, y la existencia de dos departamentos dedicados a actividades cultuales (Bemabeu et alii, 1986; Bonet y
Mata, 1981; Bonet y Mata, 1997).
Los doce fortines conocidos están localizados a lo largo del río y en la entrada de Jos pasos
naturales de las sierras que delimitan el valle medio del Túria, conformando una verdadera frontera cadena pues casi todas ellas están conectadas visualmente entre sí y, a su vez, con eJ lugar
central. De esta forma se crea una red mediante la cual es posible tener a la vista toda la superficie del territorio y controlar Las fronteras con Los territorios limítrofes (fig. 8). Este sistema de
defensa se construyó a finales del siglo V a. C. y fue desmantelado en el primer cuarto del II a.
C., momento en el cual los romanos empiezan a organizar administrativamente Hispania tras las
revueltas del t97 a. C. La destrucción violenta de estos fortines se puede relacionar con el mensaje difundido por Catón entre los iberos en el que ordenaba demoler todas las murallas
(Schulten, 1935), murallas que en el caso de Edeta se identificaban con su red defensiva de atalayas (Bonet y Mata, 1991 , 27-31; Bonet y Mata, 1998, 69-70; Knapp, 1977).
La cerámica es un producto al alcance de cualquier comunidad, por lo tanto, como señala
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More! ( 1983, 67), hay que suponer a priori que su comercialización es básicamente local; las
excepciones se producen en piezas consideradas como de lujo o en los recipientes de transporte.
Por ello, resulta relativamente sencillo diferenciar, en un lote cerámico, los productos procedentes de lugares alejados; sin embargo, es bastante más complicado reconocer el origen de las cerámicas de áreas cuJturalmente próximas o talleres dentro de la producción local. En el caso de la
cerámica ibérica, se pueden llegar a establecer orígenes distintos cuando se cuenta con lotes
importantes de material o con producciones muy bien determinadas, como es el caso de los
ka/athoi (Conde, 1992) o del barniz rojo ilergeta (Junyent y Alastuey, 1991 ), por sólo citar dos
ejemplos bien conocidos.
A pesar de no haberse localizado ningún horno alfarero, la información procedente de siete
asentamientos excavados, más la proporcionada por las prospecciones realizadas, ha permitido
diferenciar tipos y variantes cerámicos de distribución casi exclusiva en el territorio de Edeta, de
tal manera que pueden considerarse corno producciones propiamente edetanas (Bonet, 1995,
435).
Un primer tipo a tener en cuenta es la colmena cerámica, pieza cilíndrica, entre 53 y 58 cm
de altura, con borde diferenciado y superficie interior estriada. Se ha localizado en setenta y
nueve yacimientos, de los que sólo cinco son totalmente ajenos al territorio de Edeta (6).
Diecinueve de estos yacimientos se fechan exclusivamente entre los siglos IV y lll a. C., por lo
que se trata de un fenómeno claramente prerromano, aunque su uso perdure después de la conquista (Bonet y Mata, 1995 b; Mata y Bonet, 1992, 137) (fig. 9, 9).
En segundo lugar hay que considerar sendas variantes de kalathos y /ebes, en ambos casos
con labio plano o moldurado, que sirven de soporte o bien a una decoración geométrica muy
estandarizada o bien a una decoración compleja, narrativa o vegetal. La decoración geométrica
citada se organiza en dos bandas superpuestas, separadas por banda entre filetes, y en cada una
de ellas aparecen series alternantes de zig-zags y tejadillos (fíg. 9, 1-3 y 5). Esta misma composición se puede encontrar también en las tinajillas (Bonet, 1995, 410-411 , figs. 207-209; Guérin,
1995; Mata, 199 1, 75) (fig. 9, 7). Ambos recipientes, sobre todo los que llevan decoración geométrica, están arnpJiamente difundidos por todo el territorio.
Algo semejante sucede con la pátera grande con pie alto, aunque en este caso la decoración
es bastante más simple, compuesta por banda entre filetes tanto en el interior como en el exterior (Bonet, 1995, 414, fig. 21 O; Guérin, 1995; Mata, 1991, 89) (fig. 9, 6 y 8).
Frente a estos tipos cerámicos presentes en la mayor parte de los asentamientos del territorio y en un número importante, están los recipientes con decoración compleja. Se diferencian de
las cerámicas de uso común por su decoración, su concentración en el lugar central y su distribución restringida tanto en el interior del asentamiento como en los poblados dependientes.
La decoración compleja no geométrica se desarrolla a partir de la 2° mitad del siglo m a. C.
en una zona comprendida entre los ríos Segura, al Sur, y Millars, al Norte, y, por el interior, basta
el río Cabriel y bajo Aragón. Dentro de esta moda decorativa que perdura hasta el primer cuarto
(6) A los publicados (Bonet y Mata, 1995 b) hay que añadir uno más- Molino de las Fuentes (Chcra)- al sur del Túria. localizado durante la campana de prospección de 1999.
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CONSUELO M A PARRERO
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Fig. 9.- Algunas producciones edetanas: 1 y 2, Kalathos y lebes de Edeta/ TSM (según 'Bonct); 3 y 4,
Kalathos y lebes de Castellet de Bernabé (según Guérin); S, 6 y 7, Kalathos, pátera y tinajilla de
Puntal deis Llops (Oiocau); 8, Pátera de CastelJet de Bernabé (según Guérin); 9, Colmena de La
Monravana (Lliria).
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Fig. 10.- l. Tinaja con decoración figurada y letreros pintados de Edeto/ TSM (según Bonet);
2. Tinaja con decoración vegetal de Edeto/ TSM (según Bonct).
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CONSUELO MA PARREÑO
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del siglo l a. C., se pueden distinguir tres centros principales de cronología diversa: Edeta entre
el siglo
y el primer cuarto del U a. C., L'AJcúdia (Elx, Alacant) y Cabezo de Alcalá (Azaila,
Teruel) en los siglos ll-1 a. C .. Los proyectos de investigación desarrollados en los últimos añ.os
con el objetivo de estudiar las decoraciones de dos de estos núcleos han puesto de manifiesto que
bajo las clásicas etiquetas "estilos Llíria/ Oliva y Elx/ Arcbena", acuñadas a principios de siglo
(Aranegui, 1974), se oculta una realidad mucho más diversificada de lo que inducen a pensar los
extremos geográficos de estas denominaciones.
Por lo que respecta al conocido como estilo Llíria/Oliva, la catalogación minuciosa y el estudio analítico de sus decoraciones en el Tossa1 de Sant Miquel han venido a demostrar la personalidad de las mismas frente a otras incluidas en la misma denominación. Estas decoraciones, tal
y como se han definido recientemente (Aranegui et alii, 1997 a y b; Pérez Ballester y Mata,
1998), se caracterizan por tener un repertorio formal limitado, dedicado al almacenaje en grandes y medianas cantidades - tinajas, tinajillas, lebetes, kalathoi- junto a algún recipiente de vaj illa de mesa - platos, botellas, jarros- . Las decoraciones figuradas se desarrollan a lo largo de una
banda, situada en el tercio superior de la pieza, y las escenas se disponen en un único plano con
un inequívoco carácter narrativo; las decoraciones vegetales, sin abandonar la banda, adoptan en
mayor medida una composición metopada (fig. 10). Se han podido diferenciar, dos estilos en
base a la asociación de motivos y a su modo de realización:
- Estilo 1: figuras humanas y animales, en tinta plana, de factura tosca; con escasa decoración secundaria pero abundante de tipo complementario.
- Estilo ll: motivos perfilados y abundante decoración secundaria (fig. 10);
También se pueden llegar a distinguir talleres o manos de acuerdo con el tipo de escenas y
su diseño (Bonet, 1995, 440 y 443).
Otra de las características propias de estas decoraciones es la presencia de letreros pintados
en cualquiera de los dos estilos diferenciados, lo que les confiere un valor ideológico añ.adido
(fig. 1 1).
Esta cerámica con decoración compleja se encuentra desigualmente distribuida entre Los
ciento treinta y un departamentos excavados en el Tossal de Sant Mi que!. Sólo un 4 7% posee
recipientes con estas decoraciones; de este porcentaje un 14% acumula entre cinco y doce ejemplares, mientras que el resto sólo tiene entre uno y tres. El máximo de doce se da en un único
departamento (Mata, 1997, 43-45).
En los asentamientos circundantes también se distribuye esta cerámica, pero en número infinitamente menor (222 recipientes frente a 5/6 como máximo). Fuera de las fronteras edetanas,
existen algunas piezas importadas, sobre todo, en asentamientos de grandes dimensiones (fig. 11).
En definitiva, se trata de un territorio con un poblamiento bien estructurado y delimitado por
una frontera en cuyo interior se distribuyen de forma igualitaria alg-unos medios de producción
-colmenas- y los bienes de consumo -lebetes, ka/athoi, páteras- , mientras que Los bienes de
prestigio muestran una circulación bastante más restringida (7).
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(7) L.a cerámica de importación se comporta de fonna similar, pero no se incluye aquí porque eUo supondría utilizar datos inéditos no siempre al alcance de la autora (Bonet y Mata, 1998; Mata y Burriel, 2000).
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Fig. 11.- Distribución cerámica con decoración compleja del grupo Tossal de Sant Miquel y letreros
pintados sobre cerámica en el País Valenciano: 1, Edeta (Liria); 2, Puig de la Misericordia (Vinarós);
3, Pou Neriol (Cervera del Maestre); 4, Torre del Mal Paso (Castellnovo); S, Arse/ Saguntum; 6,
Puntal dels Llops (Oiocau); 7, CasteUet de Bemabé (Llíria); 8, Torre Seca (Llíria); 9, La Sella (VUlar
del Arzobispo); 10, Villaricos (Bugarra); 11, La Monravana (Llírill); 12, Cova Foradada (Llíria); 13,
Kelin (Caudcte de las Fuentes); 14, CasteUar de Meca (Ayora); 15, L' AJcúdia (Eix); 16, TorreUó del
Boverot (Aimassora); 17, El Solaig (Betxí).
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CONSUELO MATA PARREÑO
ID. CONSIDERACJONES FINALES
En definitiva, la hipótesis que se plantea en este trabajo es que el término Edetania tiene dos
acepciones distintas correspondientes a dos realidades. En primer lugar, el concepto de regio que
transmiten las fuentes corresponde a unos límites geográficos no siempre precisos que, a doras
penas, se justifican con rasgos culturales propios en los que se pueda reconocer a Los edetanos
como entidad étnica. Todos los indicadores que se pueden utilizar o no alcanzan o rebasan
ampliamente los límites geográficos propuestos; difícilmente se pueden hallar elementos sincrónicos y casi ninguno de ellos se refiere a la etapa iberorromana. Por tanto, esta división ad~
nistrativa debió responder a un criterio geográfico más que étnico y estuvo apoyada por las acuñaciones de Arse/ Saguntum (Knapp, 1977, 69 y 79).
En segundo lugar, la filología apunta La posibilidad de que se haya utilizado el nombre de
un lugar- Edeta- para denominar a uD colectivo - edetani-, a UD territorio - Edetania- y a su epónimo - Edecón- (Untermann, 1992, 21 ). La Arqueología ha permitido delimitar, con bastante
precisión, este territorio prerromano en el que pueden rastrearse Jas cuatro fuentes del poder
social definidas por Mann ( 1991 , 15):
- Las relaciones ideológicas están representadas, entre otras cosas, por las decoraciones
complejas, sobre todo las narrativas cuya iconografla muestra a las jerarquías edetanas en actividades de carácter colectivo e individual (danzas, enfrentamientos, cacerías). Su circulación restringida refuerza su calidad de cerámica de prestigio con fuerte carga ideológica. También la
escritura, algunas veces asociada a la cerámica, marca la diferencia entre la ciudad y los asentamientos dependientes (Fletcher, 1985, 292) (fígs. lO, 1; 11 ).
-Las relaciones económicas han quedado demostradas tanto por la especialización de los
asentamientos, como por la distribución de algunos productos cerámicos, sobre todo de las
colmenas porque es el testimonio indirecto de una actividad productiva como la apicultura
(fig. 9, 9).
- Las relaciones militares y políticas se han podido establecer a través de la estructuración
del poblamiento y de la construcción de una red fronteriza a finales del siglo V a. C., frontera
que constituye una clara voluntad de diferenciarse de sus vecinos (fig. 8).
Reforzando esta segunda acepción, y aunque se trata de fuentes tardías, se encuentran las
seis lápidas romano-imperiales en las que aparece el etnónimo edetano (Bonet, 1995, 497-498)
(8). De las seis, dos proceden de la actual Llíria y sus alrededores; una tercera hace referencia a
un ciudadano nacido en Edetal Llíria (AltOldy y Halfmann, 1973, 55-59); tres asocian la etnia
edetana y la tribu Galería. a la que también pertenecían los ciudadanos de Edeta (Alfóldy y
Halfmann, 1973, 21 ); y dos, incompletas, carecen de información complementaria. No deja de
llamar la atención que, en una época tan tardía, las únicas personas que se identifican como edetanas sean, la mayoría, originarias de Edetal Lliria.
En conclusión, las ciudades ibéricas del actual país Valenciano debieron formar una red de
(8) La sexta inscripción en la que aparece el etn6nimo edetano se encontró en las excavaciones del solar de L' Almoína de
Valéncia en 1997 (Marín Jordá el alii, 1999, 30).
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LÍMITES Y FRONTERAS EN EDETANIA
KEUN
EDETA
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ARSE
Pueblos
Ca serios
Fortines/Recintos
Fig. 12.- Las ciudades ibéricas según el modelo de Módulos Estatales Primitivos de Renfrew.
territorios cuyo modelo más próximo es el de los módulos estatales primitivos (MEPs) definidos
por Renfrew ( 1975) (figs. 4 y 12) (9).
Edeta mantiene relaciones económicas con los asentamientos de su territorio como queda
reflejado en la especialización agrícola de muchos de ellos y en la distribución de detenninadas
cerámicas. En el último nivel, los fortines, con escasa dedicación agrícola, podrían estar directamente vinculados a un caserío pues, en algunos casos, se ha podjdo documentar esta proximidad
(Bonet y Mata, 199 1, 31, fig. 13) (figs. 8 y 12).
Además, los contactos con otras ciudades ibéricas también están constatados. Cerámicas con
decoración compleja procedente de Edeta se encuentra en Arse/ Saguntum y Kelin (fig. ll); al
mismo tiempo hay cerámicas impresas de Ke/in, en Arse/ Saguntum, Pico de los Ajos, Edeta y
algunos asentamientos de su territorio (Bonet, 1995, 433-444; Martí Bonafé, 1994, 208; Mata,
1985, 177; Mata et alii, 2000) (fig. 5).
Ninguno de estos MEPs llegó a tener supremacía sobre los demás, proceso que si estuvo en
marcha no dejó huellas en el registro arqueológico y, en cualquier caso, quedó abortado por la
intervención romana. En conclusión, Edetania entre finales del siglo V y el primer cuarto del
siglo TI a. C. se circunscribía al territorio controlado por el Tossal de Sant Miquel (Bemabeu et
alii, 1987; Guérin et alii, 1989), mientras que a partir de esa fecha pasa a denominar un espacio
geográfico mayor con la paradoja de que será Arse/ Saguntum la ciudad que acuñe moneda y no
Edeta.
(9) En la 1Taula Rodona Internacional "'Territori politic i territori rural durant l'Ednt del Ferro a In Mcditcm\nia Occidental"
celebrada en Ullastn:t, c:n Mayo de 2000, Joan Sanmartí C<~:puso una hipótesis similar para los territorios costeros de Catalunya.
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CONSUELO MATA PARREÑO
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXIV (Valencia, 2001)
H ELENA BONET ROSADO* E I SABEL IZQUIERDO P ERAILE**
VAJILLA IBÉRICA Y VASOS SINGULARES DEL ÁREA VALENCIANA
ENTRE LOS SIGLOS fll Y 1 A.C. (1)
La cerámica constituye una de las manifestaciones artesanales y artísticas que mejor refleja, junto con la plástica en piedra, el grado de complejidad de la sociedad ibérica. A través de
ella, es posible valorar aspectos tecnológicos y funcionales que nos aproximan a la vida cotidiana de los iberos, en sus distintas facetas, doméstica y económica. Pero, además, determinadas
piezas de prestigio, como son los vasos plásticos, Las imitaciones helenísticas y, sobre todo, las
cerámicas con decoración figurada, nos introducen en un complejo mundo iconográfico, con
escenas y ambientes de carácter cívico, religioso y ritual, de una sociedad altamente desarrollada. Las imágenes y las formas, en sus contextos, nos acercan, pues, a las costumbres, los gustos,
las creencias y, en última instancia, la ideología de los iberos.
La amplitud de un análisis en profundidad sobre la temática decorativa, unido a la variedad
tipológica y la multifuncionaüdad de la vajilla ibérica, hace imposible abordar en este trabajo
todos los aspectos mencionados, es por esto que hemos seleccionado únicamente el estudio de
los vasos que por su decoración pintada, se consideran piezas singulares o únicas. Esta singularidad viene, además, reforzada por el valor arqueológico y documental que representan al tratarse de piezas que han marcado, y marcan, hitos en la historia de los estudios ibéricos, puesto que
permiten precisar la periodización y la cronologia de la cerámica ibérica; diferenciar los distin-
•servicio de Investigación Prehistórica. Valencia. E-mail: helena.booet@diputacion.m400.gva.es.
••secaría postdoctoral por la Comunidad de Madrid. Consejo Superior de Investigaciones Cicntllicas. Madrid. E-mail:
cehi309@ceh.esic.cs
( 1) Este texto es una versión ampliada, y con mayor parte gr.ilica, del artículo elaborado en el marco del S.:minario Vajilla ibérica en época helrmfstica: Modelos y práctica (Casa de Velázque7, Madrid, enero de 2001), dirigido por R. Olmos (CSIC, Madrid)
y P. Rouillard (CNRS, Paris).
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274
H ELENA B ONET R OSADO E ISAllEL IzQUIERDO PERAl LE
tos taUeres y sus áreas de influencia, y sobre todo, conocer las características de la sociedad o el
segmento social que encargó dichos vasos.
l. VASOS IBÉRICOS SINGULARES CON DECORACIÓN FIGURADA
En la aproximación al concepto de vaso singular en la antigüedad influye decisivamente esta
concepción corno producto de encargo o pieza única, fuera de las series de producción ordinarias,
destinados a una ocasión particular o uso distintivo, tal como fue definido para el mundo griego
por Webster (1972) o por Olmos (1987) y Aranegui (1997 y 2000) para el caso ibérico. A tal fin
se destinan vasos, como por ejemplo, una urna receptora de las cenizas del difunto en la tumba,
un recipiente ritual de un recinto votivo o sacro, un gran contenedor de lujo en una vivienda aristocrática, que son excepcionales por sus formas, pero sobre todo en la cultura de los iberos, por
sus decoraciones, Y en este conjunto, aquellos vasos que presentan escenas figuradas, con una circulación restringida, minoritarios y distintivos de rango, constituyen el mejor ejemplo al representar idealmente las altas jerarquías de la sociedad ibérica. Son piezas singulares, por tanto,
encargadas, que poseen un carácter extraordinario, selectivo y reproducen imágenes únicas, que
podemos no obstante agrupar, de cara a su estudio, desde un criterio tipológico o temático.
Conocemos pocos ejemplos de escenas repetidas (2). Las decoraciones complejas con figuración
se combinan generalmente, salvo alguna excepción, con motivos vegetales y florales - brotes,
rosetas, roleos, bojas-, signos geométricos -delimitadores de escenas, con variedad de tipos-, asl
como otras formas abstractas - "zapateros", etc.- que matizan el significado de las imágenes. En
ocasiones, además, signos de escritura enfatizan el carácter aristocrático de las escenas, tal vez
ugares o algún acontecimiento concreindividualizando a los protagonistas de las acciones, los L
to. Nos hablan, a su vez, de la existencia de una clientela ilustrada en la ciudad ibérica.
En síntesis, sin olvidar la forma del soporte, son los temas representados, la presencia de
letreros o el uso de la pieza los indicadores más significativos del vaso singular. La valoración
de los ajuares en el contexto de hallazgo corrobora esta hipótesis. A modo de ejemplo, si obser~
vamos la distribución de las cerámicas figuradas en Llíria (Bonet, 1995, fig. 220), los departamentos donde se han hallado los vasos más sobresalientes coinciden con una mayor concentra~
ción de cerámicas importadas - las perduraciones áticas del siglo IV a.C., el barniz negro dellll
y la campaniense A-, un elemento más que incide en el carácter elitista de sus propietarios. Por
otra parte, el estudio de los vasos con letreros ibéricos del territorio edetano ha revelado su defi~
nición como encargos de las familias nobles a artesanos especializados que trabajan a petición
de la élite, reflejando actividades propias de su clase (Eadem, 464).
El hilo argumental de nuestro trabajo, tras un análisis general de la vajilla ibérica en el área
valenciana, se centra en una selección de vasos excepcionales dentro del repertorio cerámico,
muchos ya conocidos y otros resultado de recientes hallazgos o publicaciones (cuadro l), fabri-
(2) La repetición de una misma decoración en dos vasos sólo se reconoce en los ejemplos de Alcorisa y Azai la, con escenas
de salutación, yunta de bueyes y jinetes; asi como en algún ejemplo de Elx con representación de aves (Aranegui, 2000, 294).
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\ AJ ILI ,\ IOFRI CA Y VASOS SI Gt..LARES DEL AREA VALE~CI ¡\ A ENTRE LOS SIGLOS 111 Y 1A.('.
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•7
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e l8
Fig. 1.- Localización de los yacimientos citados en el texto. 1- La l\lor ra nda, Ballcstar, Castcllón. 2- Puig
de la Misericordia, Vi naros, Castellón. 3- Torrelló Boverot, Almassora, Cas tellón. 4- El Torrelló, Onda,
Castellón. 5- El olaig, Betxi. Castellón. 6- La Torre de Onda, Borriana, Castellón. 7- Pei1a de las
Majadas, El Toro, Castellón. 8- Torre del tal Paso, Castellnovo, Castellón. 9- Arse 1 Saguutum, agun to,
Valencia. 10- Edeut 1 Lliria, ale neia. 11- Torre Seca, Casinos, Valencia. 12- Castellct de Bernabé, Lliria.
_
Valencia. 13- L;a eña, Villar del Arzobispo, Valencia. 14- Castellar, Chulilla, Valencia. 15- La
Monravana, Llíria, Valencia. 16- Cova Forad:i, Llíria, Valencia. 17- Puntal Llops, Olocau, Vale ncia. 18Va/eutitt, Valencia. 19- Los Villares, Caudete, Valencia. 20- Cerro Santo, Requena, Valencia. 21- Pico de
los Ajos, Yátova, Valencia. 22- La Carencia, Turís, Valencia. 23- El Castella r de l\leca, Ayora, Valencia.
2-t- Cerro Lucena, Eng uera. Valencia. 25- Cor ral de Saus, i\loixent, Va lencia. 26- El Raba t, Rafeleofer,
Valencia. 27- El Castellar, Oliva. Valencia. 28- Covalta, Albaida, Valencia. 29- El Xa rpolar, i\la rgarida,
Valencia. 30- La Ser reta, Alcoi. Alicante. 3 1- Tossal de la Cala, Bcnidorm, Alicante.
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276
1[ELENA 80NET ROSAOO E ISABEL IZQUIERDO PERAl LE
cados entre mediados del siglo lll y ell a.C., por tanto de la denominada época helenística mediterránea, en su fase tardía. Dentro de este periodo hemos distinguido, a su vez, una primera fase,
entre mediados del siglo 111 y mediados del n a.C., y una segunda fase, entre mediados del siglo
ll a.C. y ell a.C. claramente diferenciadas por el estilo y la temática de las piezas. El comentario de los vasos se ha ordenado geográficamente, de norte a sur, procediendo todos ellos de asentamientos, a excepción de las necrópolis del Castellar de Oliva y del Corral de Saus de Moixent.
Por otro lado, dada la variedad y riqueza iconográficas de las cerámicas valencianas con decoración figurada, en especial del área de Llfria, se ha seleccionado y dado preferencia a la valoración de un tema de elevado interés social, de carácter aristocrático y muy extendido en toda el
área mediterránea: el de la danza y la música. Además, se ba prestado una consideración especial a algunas piezas inéditas como son los vasos del Torrelló de Almassora (Castellón), del
Puntal deis LLops de Olocau (Valencia), de la ciudad romana de Valentia, o del Rabat de
Rafelcofer (Valencia), que amplían el repertorio conocido de imágenes de este periodo. En cuanto al marco espacial, los yacimientos que presentamos se localizan preferentemente en la zona
central del País Valenciano (fig. l; cuadro 1), entre las comarcas meridionales de Castellón y
toda La provincia de Valencia, tierras que corresponden a los territorios que ocuparon los edetanos, entre el río Millars y el Xúquer, con las ciudades de Arse/Saguntum y Edeta!Llíria, y las
comarcas septentrionales de la Contestania, al sur del río Xúquer, con la ciudad ibérica de
Saiti!Xativa como núcleo principal.
N•
YACIMIENTO/ LOCALIZACIÓN
1
La Morranda, Ballcstar, Castellón
1
Flors y Marcos, 1998
2
Puig de la Misericordia, Vinaros, Castellón
2
Otiver, 1994, ligs. 70 y 79
3
Torrelló Bovcrot, A1massora, Castellón
4
Clauscll el alii, 2000
4
El Torrelló, Onda, Castellón
Gusi, 1974, fig. 3
5
El Solaig, Betxí, Castellón
Mesado y Sarrión, 1999, 92
6
La Torre de Onda, Burriana, Castcllón
7
Peña de las Majadas, El Toro, Castellón
Sarrión, 1978, 16
8
Torre del Mal Paso, Castellnovo, Castellón
Fletcher, 1954, lig. 16
9
Arse 1Saguntum, Sagunto, Valencia
Gil-Mascaren y Aranegui, 1977, 221
10
Edeta 1 Llíria, Valencia
NÚM. MÍ.NlMO
VASOS FIGURADOS
2
200
BIBLIOGRAFÍA
Mesado, 1967
Bonet, 1995
Maestro Zaldívar, 1989, 188-189
11 Torre Seca, Casinos, Valencia
12
Castetlet de Bemabé, Lllria, Valencia
1
Guérin, comunicación oral
13
La Seña, Villar del Arzobispo, Valencia
2
Bonet et alii, 1999, fig. 42
14
Castellar, Chulilla, Valencia
1
Sebastián, 1989, fig. 1
15
La Monravana, Llíria, Valencia
3
Maestro Zaldívar, 1989, 88-92
16
Cova Forada, Llíria, Valencia
Maestro Zaldívar, 1989, 87-88
- 276-
[page-n-277]
VAJILLA IBÉRICA Y VASOS SINGULARES DEL ÁREA VALENCIANA ENTRE LOS SIGLOS 111 Y 1A.C.
277
17
Puntal Llops, Olocau, Valencia
2
Bonet y Mata, 1981
18
Va/entia, Valencia
4
Serrano, 1999; Olmos, 2000
19
Ke/in, Los Villares, Caudete de las Fuentes, Valencia
3
Mata, 1991
20
Cerro Santo, Requena, Valencia
Aparicio y Latorre, 1977
21
Pico de Jos Ajos, Yátova, Valencia
Muscu de Prehistoria de Valencia
22
La Carencia, Turis, Valencia
23
El Castellar de Meca, Ayora, Valencia
Maestro, 1989, 86-87, fig. 20
24
Cerro Luccna, Enguera, Valencia
Museu de Prehistoria de Valencia
25
Corral de Saus, Moixent, Valencia
10
Izquierdo, 2000
26
El Rabat, Rafelcofer, Valencia
l
Morote, 1984
27
El Castellar, Oliva, Valencia
3
Colominas, 1944
28
Covalta, Albaida, Valencia
Raga, 1994
29
El Xarpolar, Margarida, Valencia
Pericot, 1928
30
La Serreta, Alcoi, Alicante
31
Tossal de la Cala, Benidorrn. Alicante
3
10
Serrano, 1987
Grau, 1996
NordstrOm, 1973
Cuadro l.- Vasos singulares figurados del área valenciana citados en el texto. Siglos
m-I a.C.
11. VAJILLA ffiÉRICA DEL ÁREA VALENCIANA ENTRE LOS SIGLOS IV AL I A.C.
Tras La etapa del Ibérico Antiguo -siglos VI y V a.C.- , las características técnicas de la cerámica ibérica están claramente definidas y se mantendrán a lo largo de toda la época ibérica, prácticamente hasta el siglo 1 a.C. sin grandes variaciones. Sin embargo, en estos seis siglos de producción alfarera, la tipología y el desarrollo de los temas decorativos irán evolucionando y
ampliando sus repertorios, según las influencias externas y modas del momento, pudiéndose, hoy
en día, identificar, con gran precisión, las producciones cerámicas de las distintas áreas geográficas y diferenciar, dentro de las tres grandes etapas establecidas para la Cultura Ibérica - Ibérico
Antiguo, Pleno y Tardío-, las características técnicas, morfológicas o decorativas de la vajilla en
cada siglo. AJ tratar en este trabajo los vasos de prestigio del área valenciana, nos centraremos
exclusivamente en la ceránúca fina (clase A) dejando de lado la cerámica tosca, o de cocina,
(clase B) (Mata y Bonet, 1992) que, sin quitarle importancia, se aparta del objetivo de nuestro
trabajo.
En un reciente trabajo sobre las ceránúcas del siglo V a.C. en el País Valenciano (Bonet y
Mata, 1997) se define, con bastante precisión, este horizonte cultural que abre las puertas al
periodo clásico, o Ibérico Pleno, que aqui nos interesa. La cerámica del siglo V hereda el repertorio tipológico del periodo anterior, sobre todo los contenedores y grandes recipientes como las
ánforas, las tinajas, o las urnas de orejetas, pero será en la vajilla de mesa, formada casi exclusivamente por platos/escudillas durante el siglo VI a.C., donde se comience a ver una mayor varíe-
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H ELENA BONET ROSADO E ISABEL IZQUIERDO PERAILE
dad de formas, apareciendo los platos de ala ancha, las páteras, los vasos a chardon, los calicifonnes y enócoes, pero siempre con una representación muy escasa. En cuanto a las decoraciones, la simplicidad de los motivos geométricos del siglo VJ - bandas, filetes- se amplía a lo largo
del V con la introducción de círculos, semicírculos, segmentos de círculos, aspas dispuestas
radialmente, lineas onduladas, trazos cortos para, fmalmente, ir adquiriendo las decoraciones una
mayor complejidad en la combinación de los motivos geométricos apareciendo, finalmente, las
series de rombos, las retículas y algún motivo arboriforme (Bonet y Mata, 1997, 46-47). Es una
etapa esencial en la formación del repertorio de fonnas de la cerámica ibérica, pues si bien el
siglo VI tiene una clara influencia fenicia, a mediados del V empieza a vislumbrarse la influencia griega, sobre todo en la introducción de vasos de pequeño formato que arrasarán en el periodo siguiente.
El siglo IV a.C., en el País Valenciano, está representado por el yacimiento de la Bastida de
les Alcusses de Moixent cuyos ajuares han sido, desde la década de los treinta, ampliamente estudiados, sirviendo de base a varios trabajos tipológicos sobre la cerámica ibérica (Aranegui y P1a,
1981 ; Mata y Bonet, 1992). De los 45 tipos de recipientes y elementos auxiliares que hemos distinguido a lo largo de toda la producción de la cerámica de clase fina, en el siglo IV se utilizan
prácticamente todas las formas - ánforas, tinajas y tinajillas, lebetas, toneletes, botellas, jarras,
caliciformes, platos, escudillas, cuencos, tapaderas, soportes etc. (en total 34)-, a excepción de
algunos vasos caídos en desuso, como los vasos a chardon o la urna de orejetas, y los que serán
creaciones propias del siglo liJ a.C., como el cálato.
La gran novedad de este periodo es, además de la ampliación del repertorio de vajilla fina
de mesa, el gusto por los microvasos (copitas, cubiletes, tarritos, platitos, botellitas) y, sobre
todo, la creación de nuevas formas (8 tipos diferentes) que imitaron, más o menos fielmente, los
vasos griegos que circulaban por todo el territorio ibérico peninsular en esa misma época, como
son los enocóes, cráteras, cántaros, cílicas, escifos o platos claramente relacionablcs con las formas 21 y 22 Lamb. Estas imitaciones (Page, 1984; Olmos, 1990) son una manifestación más de
la aculturación de la sociedad ibérica ante la presencia comercial y artesanal griega desde época
muy temprana, aunque en nuestras tierras no parece remontarse más allá del siglo V a.C. Sin
embargo, las imitaciones ibéricas no son fieles copias de sus modelos, puesto que en ningún
momento intentan emular el barniz negro, o imitar las decoraciones iconográficas de las figuras
rojas, sino que adoptan o interpretan las nuevas formas, decorándolas, o añadiendo atributos
morfológicos, dentro del más puro estilo ibérico. Así, contamos con cráteras, cUicas, platos o
escifos ricamente decorados que sólo por su forma, y su funcionalidad, se acercan a sus prototipos helenísticos. Es muy posible que muchas de estas piezas sean vasos de prestigio, y de encargo, pero de momento carecemos de documentación adecuada sobre los contextos que nos permita relacionarlos con espacios o funciones específicas. Por ejemplo, las clepsidras de la Bastida
de les Alcusses, recipientes vinculados al desarrollo de un ritual de libación (Pereira, 1990, 219,
fig. 2), clasificados con anterioridad erróneamente como coladores (Mata y Bonet, 1992, 138,
fig. 20), se han hallado siempre en ambientes domésticos.
En cuanto a las decoraciones, los artistas recogen los motivos geométricos del siglo precedente pero ampliando las posibilidades de combinación de las bandas, líneas, círculos, semicír-
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VAJILLA IBERJCA Y VASOS SINGULARES DEL ÁREA VALENCIANA ENTRE LOS SIGLOS 111 Y 1A.C.
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culos y segmentos concéntricos, líneas onduladas, trazos, rombos, etc., utilizando para ello ya el
pincel múltiple. La mayor riqueza decorativa se aprecia, sobre todo, en los platos donde no se
limitan a pintar bandas y filetes sino que combinan todos estos elementos creando la característica vajilla ibérica que perdurará a lo largo de toda la etapa ibérica.
A partir del siglo liT a.C. y sobre todo en su último cuarto, se producen una serie de cambios en la vajilla ibérica que se aprecia tanto en las innovaciones de tipo formal como artístico,
sin duda reflejo de las nuevas influencias helenísticas procedentes de la Península Itálica. La proliferación de talleres de cerámica de barniz negro durante el siglo 111 a.C. y el intenso intercambio comercial entre las distintas comunidades del mediterráneo occidental influyó en los repertorios indígenas aumentando el número de imitaciones de las cerámicas importadas y adquiriendo la cerámica ibérica una mayor diversidad tipológica y riqueza decorativa.
Para esta etapa será el Tossal de Sant Miquel de Llíria y su territorio el máximo exponente
del auge y del grado de perfeccionamiento que alcanzó la cerámica ibérica (figs. 2 y 3). Perdura
el repertorio de formas de la etapa anterior, lógicamente con cambios y evoluciones en los atributos morfológicos que no podemos detallar aquí, y se crean nuevos tipos, como el cálato, el
Jebes con pie, el a/barello, el pixis, la cantimplora, las colmenas, los vasos de doble boca o el
característico enócoe de cuerpo quebrado, con un total de 39 tipos diferentes. De todos ellos, es
el cálato la forma mejor estudiada habiéndose convertido en un fósil director para datar los contextos indígenas que carecen de importaciones o hallazgos numismáticos. Hay que destacar en
este siglo la adopción en el repertorio ibérico de los vasos plásticos, de clara inspiración helenística y púnica, como son los gttfti, los askoi, los vasos zoomorfos o los vasos plásticos en forma
de paloma.
Con la introducción masiva de las cerámicas itálicas de barniz negro y, sobre todo, de La
campaniense A en los circuitos comerciales ibéricos, comienzan en fecha temprana a fabricarse
imitaciones de estas producciones (Page, J984, Bonct y Mata, 1988). En esta ocasión no copian
únicamente las formas de la Campaniense A (copas, cuencos, platos, fiales, etc.), pintándolas al
modo ibérico, sino que se inicia una producción, que perdurará en las centurias siguientes, que
intentará imitar de estos prototipos mediterráneos, también, las decoraciones y acabados. Así,
dentro de las cerámicas ibéricas del área valenciana hay que distinguir una producción minoritaria de piezas muy cuidadas, con superficies pulidas o con engobe, y decoradas, muchas veces,
con palmetas y rosetas impresas que intenta no sólo copiar, sino sustituir a las vajillas de lujo de
importación para uso cotidiano. La decoración impresa sobre cerámica ibérica tendrá, en el territorio en torno a Los ViUares!Kelin, una producción propia y característica (ovas, espigas, rosetas, volutas, etc.) que perdurará toda centuria siguiente (Mata, 1985). La libertad de creación, o
imaginación, de los alfareros ibéricos de este periodo es mucho mayor, fabricándose piezas únicas y originales que, unido a la gran variedad decorativa, hace que el repertorio ibérico parezca
todavía más diversificado y rico de lo que es en realidad.
El siglo m a.C. abre un gran capítulo en la evolución artística de la cerámica ibérica con la
aparición, entre mediados y el último cuarto, de las primeras decoraciones vegetales y figuradas,
siendo, precisamente, en el área valenciana donde se inicia el llamado estilo de Lliria-Oliva.
Mientras este término se acuñó en la década de los años treinta (Ballester, 1935, 46; Pericot,
-279-
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280
IIELENA
BONET R OSADO E ISABEL IZQUIEltOO P ERAILE
•••
,
Flg. 2.- VajiiJa ibérica edetana de la 2" mitad dellll 1 1° cuarto del 11 a.C. (Tossal de Sant Miquel de
Llíria y Puntal del Llops de Olocau). A.I y A.ll: Recipientes de almacenaje (ánfora y tinaja) y vasos
domésticos (tinajilJas, albarello, vaso de doble boca, Jebes, cálatos y pixis). A.JU: VajiUa de mesa:
Jarros, plato, pátera y cuenco. A.ill y AJV: Paterita, caliciforme y microvasos. A. V: Mortero. A. VI:
Imitaciones de cerámicas de barniz negro. (Según Bonet, 1995 y Bonet y Mata, en prensa).
- 280-
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VAJILLA IBÉRICA Y VASOS SINGULARES DEL ÁREA VALENCIANA ENTRE LOS SIGLOS Tll Y 1 A.C.
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Fig. 3.- Formas con decoración figurada del Tossal de Sant Miquel de Lllria: tinaja, tinajilla, Jebes,
cálatos, enócoe, plato (según Aranegui et alü, 1997, fig. 2).
- 281-
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282
HELENA BONET ROSADO E ISABEL IZQUIERDO PERAl LE
1936), la denominación de estilo narrativo se gestó en los años cuarenta fruto (García y Bellido,
1943, 89) de los intensos debates sobre la cerámica ibérica y en contraposición del denominado
estilo simbólico de Elx-Archena. Aunque el territorio edetano fue la cuna de esta expresión artística, hoy en dia, el estilo narrativo no se limita al área valenciana sino que abarca un marco geográfico más amplio, que se extiende desde el sureste peninsular hasta el valle del Ebro, y refleja
una forma de lenguaje iconográfico común desde finales del liT basta bien entrado el siglo I a.C.
Como veremos a lo largo de las páginas siguientes, las decoraciones con temáticas vegetal y
figurada de este periodo se desarrollan mayoritariamente en bandas continuas, o en frisos, y
representan escenas de carácter heroizado o cultual, impregnadas de una fuerte simbología donde
aparecen mezclados personajes nobles (caballeros, damas, guerreros), animales fantásticos, símbolos e, incluso, divinidades que reflejan el desconocido mundo mítico - religioso ibérico así
como las actividades propias de la clase aristocrática y guerrera: desfiles y combates militares,
cacerías, ceremonias y danzas festivo-- religiosas. Mientras las imitaciones formales de la cerámica ibérica son fieles a sus modelos mediterráneos, las decoraciones figuradas de los vasos ibéricos no copian los mitos y esquemas representativos griegos o itálicos sino que los artistas ibéricos reelaboraron algunos de aquellos temas, ampllamente difundidos, creando sus propias
composiciones con el fin de plasmar y dar a conocer su sistema ideal de valores. Así, por ejemplo, el caso de los platos pintados de peces constituye una asimilación evidente de un tema de
los talleres áticos e itálicos de los siglos TV y comienzos del Ill a.C. que los iberos, a partir de
mediados del siglo III, hacen suyo y plasman en platos y fiales de clara connotación ritual
(Aranegui, 1997, 58).
En nueslTa zona de estudio, la vajWa del U a.C. seguirá las pautas formales y estilísticas del
siglo precedente. A pesar de contar con numerosos yacimientos, la mayoría de ellos como Cerro
Lucena de Enguera, El Rabat de Rafelcofer o La Carencia de Turís, excavados en los años 70 y
80, siguen sin contar con publicaciones. En otros casos, como en Los Villares/Ke!in (Mata,
199 J), hasta la fecha no se han podido excavar los niveles de época iberorromana. Sin embargo,
las excavaciones de los últimos años en la provincia de Castellón, como el Puig de la
Misericordia de Vinarós (Oliver, 1994) y la necrópolis y poblado del Torrelló de Almassora
(Clausell, 1999 a y b), o la ciudad de Valentia (Ribera 1998) son esenciales para rastrear la evolución de la cerámica ibérica de estos siglos.
A pesar de la información dispersa, muchas veces carente de contexto, de esta etapa es posible observar, en lineas generales, que a lo largo del siglo TI se mantiene la tipología cerámica de
la etapa anterior, con ligeras variaciones en los atributos morfológicos, produciéndose los verdaderos cambios formales a partir de la segunda mitad del siglo I a.C. cuando el repertorio tipológico refleja, cada vez más, los modelos de la vajilla romana. A partir de mediados del TI a.C.,
el repertorio de imitaciones del barniz negro aumenta, fundamentalmente de formas de la campaniense By en menor medida de la campaniense A - formas Lamb. 1, 2, 3, 5, 6, 23, 27, 68(Bonet y Mata, 1988). Ya a finales del siglo Il y durante todo el J a.C. irán apareciendo, pero en
menor medida, imitaciones de copas y cubiletes de paredes finas.
En cuanto a las decoraciones de los vasos, continua la presencia de los motivos geométricos, característicos del siglo III, aunque cada vez más estereotipados -así por ejemplo, los rom-
- 282-
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VAJILLA LBÉRICA Y VASOS SINGULARES DEL ÁR EA VALENCIANA ENTRE LOS SIGLOS n1 Y 1A.C.
283
bos se han transformado en líneas en zig-zag- , con un empleo masivo del pincel múltiple, apreciable sobre todo en los motivos circulares, tejadillos, melenas, lineas onduladas, etc. Los motivos vegetales son cada vez más abundantes y, como veremos, la decorac.ión figurada seguirá las
pautas marcadas en la centuria anterior, aunque con cambios notables a nivel temático. Mientras
en la provincia de Alicante se desarrolla el conocido estilo de Elx-Archena, en el área valenciana se aprecia, más que un cambio en el estilo Llíria-Oliva, una evolución del mismo. A la espera de nuevos conjuntos, o hallazgos, bien fechados, de la documentación actual se desprende que
el lenguaje iconográfico tiende a ser cada vez menos narrativo, reflejando un mundo irreal y simbólico. Este dato parece acentuarse hacia flllales del siglo U, cuando dejan de ser mostradas las
actividades, festejos y ritos de aquella clase dirigente edetana, para representar un mundo mítico y simbólico, cuyas imágenes estamos empezando a interpretar.
m. EL HORIZONTE DEL SIGLO lli A.C. A MEDIADOS DEL IIA.C.
La consolidación de los territorios ibéricos a partir del siglo 1V a.C. y el protagonismo que
van tomando las ciudades, desde donde la clase dirigente gobierna sus tierras y su pueblo, propiciará un nuevo gusto aristocrático cuyas manifestaciones artísticas culminarán, a mediados del
siglo m , con las ricas y complejas decoraciones vegetales y figuradas de la cerámica ibérica.
Será precisamente en este ambiente, entre mediados y finales de este siglo, cuando se inicien las
primeras representaciones figuradas. Así, el plato de Covalta (Albaida), decorado con peces y
guirnaldas (Raga 1994; Bonet y Mata, 1998, 68) constituye, por el momento, la primera manifestación cerámica con decoración figurada bien fechada, a mediados del siglo Til a.C., por la
ausencia de campaniense A antigua.
Ya a caballo entre el siglo rn y el primer cuarto del lJ, coincidiendo con la contienda de la
Segunda Guerra Púnica y la conquista romana de la Península, se encuadra el conjunto de Llíria
y su territorio. La historia de la investigación de la cerámica edetana se vincula al análisis de sus
decoraciones, desde finales del siglo XIX a la actualidad (Bonet; 1995, 437-439). Distintas líneas
de trabajo han pautado la orientación de Los estudios, centrándose en la clasificación de Jos motivos y temas (Ballester et alii, 1954), la definición de su estilo (Aranegui, 1975), los aspectos tecnológicos, tipológicos, la valoración de los contextos (Bonet, 1992) y la interpretación de las
escenas, más recientemente (Olmos, 1992; Aranegui, 1997, 1999; Aranegui et alii, 1997). La
serie de vasos con decoración compleja figurada de la ciudad de Lliria ba sido analizada e interpretada en distintas ocasiones, constituyendo un extraordinario material de estudio para el conocimiento de la sociedad ibérica. Con respecto a los soportes, de los 36 tipos cerámicos que se han
repertoriado en el TossaJ de Sant Mique1, según la propuesta de ordenación de Mata y Bonet
(1992), únicamente 11 presentan decoración vegetal y 6 figurada (fig. 3), siendo las formas más
frecuentes la tinaja, tinajiJia, el lebes y el cálato, a pesar de que no existen recipientes exclusivamente especializados en decoraciones complejas (Mata en Aranegui et alii, 1997). Esta producción de prestigio edetana cuenta con un volumen total de alrededor de 200 piezas. El con-
- 283-
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284
H ELENA B ONET ROSADO E ISABEL IZQlnERDO P ERAIL.E
junto de todos estos vasos corresponden a la etapa final de la ciudad, destruida e incendiada en
torno al primer cuarto del siglo D a.C.
Del hinterland del Tossal de Sant Miquel, conocemos un vaso del Puntal deis LLops (Bonet
y Mata, 1981, fig. 28 y 29) y fragmentos con figuraciones, tanto zoomorfas como antropomorfas, en Cova Forada (Maestro, 1990, 87-88, fig. 20b), La Monravana (Eadem, 88-92, fig. 21 y
22), Torre Seca (Casinos) (Eadem, 188-189, fig. 63e), Castellet de Bemabé (Llíria) (Guérin,
comunicación oral), La Seña (Bonet et alii, 1999, :fig. 42) y en El Castellar de ChuliUa
(Sebastián, 1989, lám. lii, :fig. 1). En esta misma etapa habría que situar los escasos ejemplares
de Sagunto (Martí Bonafé, 1998, 226-227) y del Solaig (Betxí) este último con dos fragmentos
de un cálato decorados con caballos y jinete, hallados junto con Campaniense A (Mesado y
Sarrión, 1999, 92, fig. 6); además del fragmento de tinajilla con decoración zoomorfa de Los
Vtllares (Mata el alii, 2000, 394, fig. 4) y, ya en tierras alicantinas, los vasos de La Serreta de
Alcoi (Abad, 1983; Grau, 1996). DeJa segunda mitad del siglo JI, en contextos fechados, contamos con los ejemplos de la provincia de Castellón del Puig de la Misericordia (Vinaros)
(Oliver,1994, fig. 70 y 79) - temas zoomorfos con ave y pez- , La Morranda (Ballestar) - aves y
cierva- (Flors y Marcos, 1998, fig. 1) y el Torre lió de Almassora (Clausell et alii, 2000) -<;on
figuración zoomorfa y antropomorfa, cf infra.
De un periodo más amplio e impreciso, que podría abarcar todo el ~iglo U, y de contextos
poco precisos, o carentes de él, proceden los fragmentos que, dispersos por toda la geografia
valenciana (fig. 1), van completando la secuencia cronológica de la cerámica de estilo narrativo.
De todos ellos cabe destacar los ejemplares contestanos del Castellar de Oliva (Colominas,
1944), El Rabat (Morote, 1984) y el Corral de Saus (lzquierdo, 2000), que comentaremos con
más detalle. E l resto de poblados con decoraciones claramente vinculadas al estilo de Llíria,
como el Torrelló de Onda (Gusi,l974, fig. 3), Peña de las Majadas de El Toro (Satrión, 1978,
16), Torre de Mal Paso (Castelnovo) (Fletcher, 1954, fig. 16), Castellar de Meca (Ayora) (París,
1904, figs. 192-198; Broncano y Al faro, 1990, fig. 34, 71 y 73), Pico de los Ajos (Ayora) (Museo
de Prehistoria de Valencia), Castellar de Hortunas (Requena) (Aparicio y Latorre, 1977), Cerro
Lucena (Enguera) (Museu de Prehistoria de Valencia) o el Xarpolar (Planes de la Baronia)
(Pericot, 1928, fig. l y 2; Castelló y Espí, 2000, 115), no dejan de ser, hasta el momento, meras
referencias en un mapa de dispersión de yacimientos, cada vez más detallado. A partir de la
segunda mitad del siglo ll a.C., serán cada vez más evidentes los cambios que vivió la sociedad
ibérica durante el proceso de romanización, transformaciones que, lógicamente, también se
verán reflejados en la iconografia ibérica como apreciaremos, más adelante.
A continuación, comentaremos con mayor profundidad una selección de vasos singulares de
este periodo, algunos de ellos inéditos, agrupándolos en tres b loques temáticos: las escenas de
danza y música; aquellas que manifiestan el tránsito funerario y las representaciones navales .
. t. LA DANZA Y LA MÚSlCA
m.
La danza y la música, en general, constituyen dos de los componentes esenciales en la esfe-284-
[page-n-285]
VAJILLA IBÉRICA Y VASOS SINGULARES DEL ÁREA VALENCIANA ENTRE LOS SIGLOS ILI Y 1A.C.
285
ra de las ceremonias cívicas, religiosas o rituales del Mediterráneo en la antigüedad y los iberos
no son una excepción. Forman parte inherente del ambiente festivo o ritual. Ya desde el Próximo
Oriente antiguo y en Egipto se documenta la presencia de flautistas, bailarines y cantantes participando en este tipo de actos (Franckfort, 1939, pi. X Va; Starr, 1978, 403, o. p.p. 10). El instrumento más representado en las imágenes ibéricas, el aulós, aparece ligado en Grecia al estilo de
vida aristocrático - se emplea en el symposium, los juegos de palestra o en las escenas teatralesy los ritos religiosos, de tránsito y funerarios - fiestas de matrimonio, trenos y lamentos fünebrcs- . Especialmente destacable es el valor del au/ós y las danzas en ceremonias iniciáticas de
las y los jóvenes griegos - paides y parthenoi- (Brelich, 1969, 32, 38, 69, 145, 175 ..). En Iberia
la doble flauta (Griñó de, 1985) se vincula a ambientes sacros - La Serreta de Alcoi- , contextos
funerarios - El Cigarralejo de Mula-, pero sobre todo a Jos asentamientos con rango de ciudad,
como Llíria, en procesiones, desfiles y cortejos rituales. El valor de la música, según se ha visto
en esta ciudad, sin parangón en la representación del tema musical en la cultura ibérica, adopta
un valor de memoria histórica, un ambiente de aedos (Aranegui, 1997). La danza, por otro lado,
en el Mediterráneo antiguo ha sido definida como la respuesta flsica a emociones de alegría,
tránsito o devoción cuya cualidad esencial es el ritmo, pautado por la melodía musical
(Johnstone, 1956, 2-1 0). La danza antigua ha sido estudiada en profundidad en el mundo griego
(Delavaud-Roux, 1994 a y b y 1995), en su expresión cívica, pacífica, guerrera y dionisiaca. En
la cultura ibérica es conocida sobre todo a través de la iconografía (Blázquez, 1997; Ruano,
1977; Castelo, 1989 y 1990; Aranegui, 1997). Algún texto antiguo a inicios de nuestra era cita la
existencia de danzas (Estrabón, lll,3,7) en la Bastetania en las que participan hombres y mujeres. Las danzas ibéricas forman parte de celebraciones públicas, competiciones, cortejos de guerreros o ritos de tránsito, masculinos o femeninos, a la edad adulta o el matrimonio sin que se
conocen danzas de tipo orgiástico ni dionisiaco entre los iberos y sólo en el ejemplo de El
Cigarralejo (Mula) (Cuadrado, 1990) o Torredonjimeno (Jaén) (Olmos et alii, 1999, 78.7) se
relacionan, acompañadas de música, con ceremonias fúnebres. Sin duda, donde el fenómeno de
la danza es mejor conocido es, de nuevo, en Llíria, donde se han documentado tres sistemas
representativos diferenciados (Aranegui, 1997): al modo de un relato con músicos y bailarines
- tal vez una reproducción de mitos en relación con los orígenes de la ciudad evocados a través
de celebraciones-, a través de competiciones guerreras al ritmo de la música o, finalmente, en
cortejos y procesiones. Eo Edeta no se conocen danzas individuales, sino colectivas, aunque
como veremos más adelante en otros yacimientos si hay ejemplos de danza individual.
Danza y música constituyen, por tanto, temas que ilustran el repertorio del vaso singular.
Exponentes de la cultura de las élites ibéricas, estas representaciones, restringidas, excepcionales, ofrecen un testimonio único sobre la ideologia y los ritos aristocráticos, quedando reservada
su presencia a contextos urbanos fundamentalmente , como en especial Edeta/LUria o
Arse/Saguntum y La Serreta, aunque no de manera exclusiva como veremos. Las categorías
temáticas reconocidas pueden ser genéricamente agrupadas entorno a danzas individuales, procesiones o desfiles femeninos, masculinos o mixtos y combates rituales al son de la música, con
independencia de la interpretación concreta de cada uno de los vasos.
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HELENA BONET ROSADO E ISABEL. LZQUIEROO PERAIL.E
01.1.1. Danza individual
El ftagmento "con flautista y danzante" (fig. 6, 1) del Torelló del Boverot de Almassora
(Castellón) (Clause11, 1999a; Clausell et alii, 2000) corresponde a la fase del Ibérico tardío del
asentamiento, fechada a mediados del siglo U a.C. Se trata de una tinaja o, más bien, un lebes
que muestra una escena con dos personajes, uno probablemente femenino y otro masculino,
enmarcada mediante motivos geométricos y vegetales. A la izquierda se representa la mujer
que tañe la doble flauta o aulós. Un elemento cruzado parece ir ceñido a su cuerpo y sobresale por La parte anterior de la figura. Frente a ella, un personaje masculino caracterizado con
algunos rasgos animales danza al son de la múska. Este personaje masculino es excepcional
en la combinación de su escala, representación, atributos y gesto. Son singulares sus rasgos formales, el volumen considerable y La caracterización animal de su cuerpo. Parece ejecutar una
danza particular, siguiendo el ritmo de la música. Tal vez el atributo, difícilmente ideotjficable,
que podría portar con una de sus manos - ¿una estaca o un instrwnento musical que seguiría el
ritmo de la flauta?- complementaría la ejecución de algún paso en su danza. La iconografia de
este personaje cuenta, sin embargo, con paralelos puntuales en lo que se refiere al tocado de
crines, grueso volumen o el gesto de la danza. Pero esta imagen ofrece la particularidad de una
naturaleza híbrida que proyecta rasgos animales, un tema de transformación o de "disfraz",
conocido desde el Oriente antiguo en ambientes rituales, religiosos y festivos del Mediterráneo
antiguo.
Por otra parte, la escena que muestra este fragmento se desarrolla en un espacio articulado
por motivos geométricos. Un espacio perfectamente delimitado, cuadrangular, casi asfixiante.
No se trata tanto del horror vacui que manifiestan algunas decoraciones figuradas de vasos ibéricos, sino de la creación, mediante la pintura de tipo geométrico, de un recinto cerrado donde
tiene lugar una escena singular. Tal vez los motivos en forma de retícula o con rombos, además
de esa función delimitadora, de metopar el tema, tuvieran otro tipo de significado, desconocido,
incluso la trasposición con algún elemento "real" - ¿una puerta, un paramento ligero?-. Los componentes que entran en juego en la escena del Torrelló, en definitiva, inducen a considerarla dentro de una ceremonia ibérica y m editerránea, festiva o ritual. El varón, caracterizado como animal, danza sólo - y tal vez, complementariamente, haría sonar algún instrumento- frente a la
flautista. La lectura de esta figura no obstante queda condicionada por su carácter pseudoanimal.
La gruesa envoJtura o piel sobre el cuetpo, el perfil de su rostro y sus gestos podrían poner de
manifiesto una intención mostrativa, casi teatral. Por vez primera estamos ante dos figuras
enfrentadas y no ante un desfile o cortejo por parejas o tríos mixtos como veíamos en Llíria. Se
unen, por tanto, en este vaso de un contexto tardío, de entorno a mediados del siglo U a.C., temas
de hondas raíces mediterráneas como la música y la danza, a través de una escena única, donde
se funden en perfecta armonía lo femenino y lo masculino, el sonido de la flauta y la ejecución
rítmica de un paso de danza; la naturaleza hwnaoa y la animal, tal vez con un fin propiciatorio
de fecundidad colectiva o, sin necesidad de evocar un tema mítico-religioso, con un interés más
bien lúdico o festivo.
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DJ.l.2. Combates aJ son de la música
Programas de exbjbjción masculina de lucha y caza se acompañan de música; son los ejercicios de la élite. El "Jebes de la danza guerrera" (fig. 4, 2) de Edeta/ Tossal de San Miguel de
Llíria (Valencia) (Ballester el alii, 1954, 60, fig. 44, lám. LXIll; Bonet, 1995, 176, fig. 85;
Aranegui, 1996, fig. 2 1; Olmos el alii, 1999, 78.4) procedente del departamento 41 , hace referencia a los ideales aristocráticos del ciudadano ibérico, entrenado en la lucha y excelente jinete. La mujer, con la doble tlauta, y el varón, con la tuba, acompañan en su lucha a la pareja de
guerreros, en un marco idealizado, asfixiante, pleno de símbolos florales. La escena se ha interpretado como la representación de un entrenamiento competitivo de la juventud ibérica en la
manipulación de armas, al ritmo de la música y la danza, al modo de un juego o espectáculo gladiatorio (Aranegui, 1992). Otra lectura apuesta por la evocación de un certamen heroico en honor
de un antepasado o un difunto (Olmos, 1992). Asimjsmo se ha apostado por la representación de
un duelo j udicial (Femández Nieto, 1992). En cualquier caso, nos encontramos ante La celebración de certámenes masculinos donde la música, de La mano de la auleter y el tubicen, y la danza
cumplen un papel esencial; son mediadoras de un rito de paso, ya sea funerario, o más bien, de
iniciación a las armas, la sociedad guerrera o la edad adulta, al són de la tuba y el aulós.
También el "vaso del combate de Jos flautistas" (fig. 4, 1) de Llíria (Ballester et alii, 1954,
39, fig. 22,lám. XXXVUl,1 ; Bonet, 1995, 84, fig. 23; Aranegui et alii, 1997, fig. 50) muestra un
tema musical, que no de danza, donde dos personajes masculinos tocan la tuba cara a cara. La
música proporciona aquí, de nuevo, la ambientación sonora en el marco de un universo de flores y signos geométricos. Asimismo, el "vaso de los guerreros" de La Serreta de Alcoi (Alicante)
(Grau, 1996, 103-105, fig. 6, 15 y 18; Aranegui et alii, 1997, fig. 51), de evidentes paralelos con
el estilo de Llíria, muestra certámenes entre infantes, luchas contra temibles animales y el emblema de la caza, valores masculinos de la sociedad. La música del aulós, en este caso de la mano
femenina, acompai'la las escenas. El cordón terminado en borlas o colgantes que porta la flautista, posiblemente juvenil ha llevado a plantear la correspondencia con una especie de tintinabulum o sonaja, que sonaría con el movimiento de la figura (Ruano, 1987, 11J , 140-141, fig. 1 bis).
Su hallazgo junto a cerámica carnpaniense A (F. 27 y 36 de Lamb.) y una lucerna helenística tipo
Ricci D sugiere una datación en los momentos iniciales del siglo II a.C.
ID.l.3. Procesiones o desfiJes mixtos
Se integran aquí tres vasos. El "cálato de la danza" (fig. 4, 3) (conocido como de La danza
bastetana o la sardana) de Llíria (Ballester et a/ii, l954, 36, lám. XXXIII fig. 20; Bonet, 1995
núm. 3, 87 fig. 26; Aranegui el alii, 1997, fig. ll.50; Olmos el alii, 1999, 86.1) del departamento 12 muestra un friso donde hombres y mujeres, distribujdos en grupos de género, danzan; cogidos de la mano, al son de la doble tlauta que toca una mujer, que junto a un músico encabeza el
cortejo. Se ba planteado que se trate de jóvenes eo plena danza de iniciación, tal vez al matrimonio (Araneguj, 1996, fig. 22). Otro fragmento conocido como "la cabalgata nupcial", proce-
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H ELENA BONET ROSADO E ISABEL IZQUIERDO PERAILE
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Fig. 4.- l. "Vaso del combate de los flautistas", del Tossal de San Miguel de LJíria (según Bonet, 1995,
84, fig. 23). 2. "Vaso de la danza guerrera" del Tossal de Sant Miquel de Llíria (según Bonct, 1995,
176, fig. 85). 3. "Cálato de la danza" del Tossal de Sant Miquel de Llfria (según Bonet, 1995 núm. 3,
87' fig. 26).
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dente del departamento 118 del mismo yacimiento (Bonet, 1995, 268, fig. 13; Aranegui et alii,
1997, fig. 11.64; Olmos et alii, 1999, 48.5.2) apoyaría esta interpretación al mostrar una pareja a
caballo que va precedida por un ser fantástico alado, posiblemente una "sirena", con cabeza de
mujer y cuerpo de ave. Su interpretación ha oscilado entre la descripción de un cortejo nupcial
o un tema funerario de tránsito al allende. En el caso de optar por la primera hipótesis, atendiendo al contexto de hallazgo de la pieza, propondríamos, teniendo en cuenta el ejemplo del
fragmento anterior, la existencia de este tipo de rituales ibéricos de matrimonio, de ambiente
mediterráneo, plasmados en las prestigiosas imágenes de la ciudad. A modo de ejemplo, la iconografía cerámica griega - además de los textos- ilustra el tema del matrimonio, como un episodio central de la vida cotidiana, mostrando coros de jóvenes danzantes, que aparecen unidas por
manos, muffecas, cabellos o cintura (Delavaud-Roux, 1994b, fig. 32 y ss.). La fiesta del matrimonio en la antigtiedad, además de mostrar el gusto por la danza y la música, parece propiciar
el encuentro de jóvenes de ambos sexos, de alto rango, y asegurar el buen funcionamiento de la
sociedad por su renovación.
Por su parte, el '"Jebes del hombre de la sítula o de los bailarines" (fig. 5, 1) de Lliria
(Ballester et alii, 1954, 61-64, figs. 48-54; Bonet, 1995 núm. 20, 50,48 y 49, fig. 35; Aranegui,
1996, fig. 26; Olmos el alii, 1999, 86.2) representa, fragmentariamente, el grupo final de una
danza con cinco personajes cogidos de la mano. Los hombres preceden a las mujeres, como en
el caso anterior. Aparecen en algún caso letreros pintados, pudiéndo tal vez ser antropónimos. La
escena parece mostrar también una procesión de infantes y jinetes, con músicos -de nuevo suena
la tuba- . Uno de los participantes, que encabeza el desfile, porta la sítula, un vaso de doble asa
vinculado a un uso ritual. Podríamos estar ante la representación de un desfile mixto con motivo de alguna fiesta, donde participan damas, guerreros y músicos. Vinculable, por el estilo y La
temática, al vaso anterior es un fragmento de Jebes con flauti sta (Ballester et alii, 1954, lám.
LXXLL, 3; Bonet, 1995, 124, fig. 53). Este fragmento del departamento 18, permite apreciar,
bajo una cenefa de aspas, un personaje masculino tañendo el aulós.
Finalmente, el "vaso con procesión y figura fálica" (fig. 5, 2) de Llíria (Ballester et alii,
1954,51, figs. 35; Bonet, 1995 núm. 12, 122 fig. 51; Aranegui et a/ii, 1997, fig.ll.43) sugiere
un ambiente ritual y ha suscitado interpretaciones diversas. Asl, una hipótesis insiste en el carácter festivo y sacro de la escena, interpretando la presencia del personaje desnudo como un varón
propiciador de fecundidad. La figura con el ave, según esta lectura (Olmos et alii, 1999, 86.3) se
trataría en realidad de una estatua divina que presenciaría el certamen funerario del grupo masculino. Otra lectura más novedosa (Aranegui, 1995 y 1996, 10 1, fig. 12) interpreta este friso
como la escenificación de un rito de adivinación o augurio. Es sin duda una representación compleja donde se combinan djversos elementos rituales: el varón desnudo, la procesión o danza de
personajes femeninos (3); la presencia del ave, asociada a la esfera sagrada y del rito y, por último, la escena con guerreros en plena lucha.
(3) En opinión de Aranegui (1995 y 1996, 101, fig. 12) se trata de representaciones masculinas al considerar exclusivo de este
género la distintiva tira cruzada sobre el pecho. Sin embargo, un busto femenino en terracota del Puntal deis Llops (Bonet, Mata y
Guérin 1990, fig. 2), con arranque de alto tocado. el rOStro pintado en blanco y sus labios de rojo se diferencia claramente de las
terracotas masculinas y también Lleva la tira cruzada en el cuello.
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Fig. 5.- l. "Vaso del hombre de la sftula o de los bailarines" del Tossal de Sant Miquel de Lliria
(según Bonet, 1995, núm. 20, 50, 48 y 49, fig. 35). 2. "Vaso con procesión y figura fálica" del Tossal
de Sant Miquel de Llfria (según Bonet, 1995, núm. 12, 122, fig. 51). 3. ''Vaso de los guerreros perfilados" del Tossal de Sant Miquel de Llfria (según Bonet, 1995, núm. 2691, fig. 83).
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ID.l.4. Procesiones o desfiles femeninos
Presentamos los "vasos de las bailarinas" (fig. 6, 2) (Bonet, 1995, 260) del departamento
11 4 de Llíria, que refieren otra categoría de imágenes. A través de los fragmentos conservados
intuimos la presencia de, al menos, dos vasos, posiblemente una tinajilla y/o enócoe, inéditos,
similares en su decoración al vaso de Arse/Saguntum, con escena de procesión o danza ritual de
personajes femeninos. En los fragmentos edetanos se aprecia un coro de, al menos, cinco personajes femeninos que danzan ¿cogidas de la mano? A pesar de la fragmentación de las piezas, se
observa la calidad de las túnicas y velos decorados que visten las damas, con cenefas inferiores
bordadas. Un desfile aristocrático femenino, desconocemos si al son de la música, podría representar algún tipo de ceremonia cívica, ritual o religiosa. En Sagunto se han documentado fragmentos con temas vegetales y figuraciones de animales -caballo, pez, ave y otros indeterminados- (Martl Bonafé, 1996, 226-228) y un fragmento con representación antropomorfa masculina (Maestro, 1987, 98-99, fig. 24), todos ellos del estilo de Llíria. De un horno cercano a
Sagunto, a orillas del río Palancia (Gii-Mascarell y Aranegui, 1977, 221, 5; Maestro, 1989, 9597, fig. 24), proceden varios fragmentos del vaso decorado con figuras aludido, que muestra la
parte inferior de siete personajes femeninos (fig. 6, 3), posiblemente danzando, junto con motivos vegetales y florales. La pieza constituye un claro paralelo con los "vasos de las bailarinas"
de Llíria antes comentados y con el conocido "cálato de la danza". Si en realidad estos fragmentos proceden de un horno, y no de un asentamiento, de las proximidades del río Paláncia,
tendríamos la evidencia de que los grandes centros ibéricos, como es el caso de la ciudad de
Arse, cuentan con su propia producción cerámica, dentro del más fiel estilo de Llíria.
En el enócoe con ¿danzantes? de Llíria (Ballester et alii, 1954, fig. 40, 2, lám. XXXVlll, 2;
Bonet, 1995, 149, fig. 70;Aranegui, 1997, fig. 62) del departamento 25 se representa, en el arranque del cuerpo, parte de una escena en la que se observan tres cabezas femeninas tocadas con
cofias que portan una flor en la mano (según Ballester et a/ii, 1954) no apreciable en el fragmento, pudiéndose tratar asimismo de algún tipo de procesión o danza femenina.
111.1.5. Procesiones o desflles masculinos
La "tinaja de los guerreros perfilados" (fig. 5, 3) de Llíria (Ballester et alii, 1954, 48-1, fig.
32, lám. L; Bonet, 1995, 172, fig. 83; Aranegui et alii, 1997,94, fig. II.5. l) con desfile de guerreros ha sido interpretada según Aranegui ( 1996) como una escena de danza masculina pautada, donde los participantes se presentan con tocados, tiras cruzadas bajo el cuello - signos de
prestigio-cinturón y brazaletes. Por su parte, según Olmos et alii ( 1999, 67.3) se plantea si estos
personajes se hallan emboscados ante un oponente invisible, o si estamos ante una narración
heroica incompleta, o en la línea de la lectura anterior, ante un desfile ritual, reservado a guerreros, en el que interviene el elemento mágico y singular de la transformación.
Finalmente, hemos de señalar que en ninguno de los asentamientos vinculados territorialmente a Llíria se ban identificado, hasta el momento, escenas de danza o música, aunque cabria
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Flg. 6.- l. "Vaso con flautista y danzante" del TorreUó del Boverot de Almassora (según ClauseU,
Izquierdo y Arasa, 2000). 2. "Vaso de las bailarinas" del Tossal de Sant Miquel de LUrla. 3. ''Vaso
de las bailarinas" de un horno cercano a Arse (Sagunto) (según Gil-Mascaren y Aranegui, 1977,
221, S).
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destacar la representación en una enócoe del Puntal deis Llops (Valencia) (Bonet y Mata, 1981,
69, fig. 28) con una escena de dos personajes mascutinos armados, afrontados, tal vez en actitud
de ¿danza?, en tomo a la presa herida, un ave, delimitados por elementos geométricos con reticulado. Todo ello pintado de manera esquemática, casi ingenua.
ill.2. ESCENAS DE TRÁNSITO FUNERARIO
La muerte constituye, en general, una ocasión única para afirmar y demostrar el poder; para
marcar y exaltar un rango, en las sociedades de la antigüedad. La ibérica no es una excepción y
en los programas iconográficos de algunas de sus urnas funerarias muestra imágenes a la memoria del difunto, heroizándolo. Frente a los anteriores ambientes con danza o música que evocan
aspectos festivos o rituales de la sociedad de los iberos, la muerte se representa en las cerámicas
figuradas a través de escenas explicitas, crudas por su realismo, como en el caso de Oliva, o
metafóricas, corno en el ejemplo del Corral de Saus. Del conjunto del Castellar de Oliva
(Valencia) es destacable sin duda el vaso con representación de guerreros de la tumba 4
(Colominas, 1944, 158, láms. X-XI; Olmos, 1992, 139; Les Tberes, 1997, 245, núm. 36) que
expresa el furor del combate y La muerte, con paralelos en la ejecución y la temática de lucha y
muerte en el vaso de Archena (Murcia) (Olmos, 1992, 50) o algunas escenas de La Serreta y el
Tossal de San Miguel de Llíria como la del "vaso de los letreros" (Ballester et alii, 1954, 5 1-1,
lám. Lfl a y b; Bonet, 1995, 154-6, fig. 73).
El "vaso del héroe y La esfinge" {fig. 7, 3) del Corral de Saus de Moixent (Valencia) forma
parte de los ajuares de esta necrópolis del Corral de Saus que han proporcionado cerámicas ibéricas pintadas, correspondientes a su fase entre los siglos m y U a.C. (Izquierdo, 1995; 1996). El
contexto funerario de la pieza, unido al simbolismo de los certámenes individuales, dotados de
carácter heroico, así como la compleja función funeraria de la esfinge, induce a la interpretación
del enfrentamiento héroe-monstruo como la metáfora del triunfo de la vida sobre la muerte. La
cuestión de fondo que traducen estas imágenes es si se plasma la representación funeraria de una
lucha simbólica, o su evocación a través de un mito. Además de este vaso, destacaremos otros
ejemplos como el "vaso de los gigantes", con personajes masculinos y caballos, cuyo paralelo se
sitúa en un fragmento del Tossa1 de la Cala (Alicante) con sucesión de guerreros con escudos
redondos profusamente decorados (Nordstrom, 1973, 309, fig. 47.1 y 2). Otros fragmentos con
figuración zoomorfa del Corral de Saus muestran un repertorio diverso, en el que podemos destacar la presencia de aves, peces o temas acuáticos, caballos o el jabalí, en un vaso con decoración pintada singular, posible imitación de crátera, así como otros indeterminados. Al denominado estilo simbólico, claramente vinculado al estilo Elx-Archena, pertenece un caliciforme o el
cálato con la representación del ave ideal que se acompaña de un universo de motivos florales y
vegetales, como brotes, flores, espirales o rosetas (Izquierdo, 2000, figs. 103, ll6-117) que nos
remite ya a finales del siglo ll a.C.
Finalmente, el "cálato de los caballos" (fig. 7, l) del asentamiento del Rabat de Rafelcofer,
próximo a la necrópolis del Castellar de Oliva, muestra una decoración pintada incompleta sin-
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HELENA BONIIT ROSADO ll ISABEL IZQU!EROO PERAl LE
Fig. 7.- l. "Vaso de los caballos" de El Rabat de Rafelcofer. 2. Fragmento del "Vaso con proa de
nave" del Puntal deis Llops en Oloca u (según Bonet y Mata, en prensa). 3. " Vaso del héroe y la esfinge" del Corral de Saus de Moixeot (según Izquierdo, 1995).
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guiar: la representación seriada con caballos, dentro de una exuberante naturaleza de roleos, brotes florales y hojas. Sus fragmentos aparecieron en el nivel II de la excavación al que se asocian
tres monedas en bronce de la ceca de Roma con el conocido tipo de Jano bifronte en el anverso
y proa de nave en el reverso, datadas a principios del siglo ll a.C., y una fonna 1 Lamb. de campaniense B (Morote, 1984) que nos lleva a la segunda mitad del mismo siglo. Llama la atención
la representación de dos caballos, en posición de parada con la pata derecha doblada, en una
secuencia de tránsito. El gesto del caballo recuerda a los ejemplos de Oliva o al que aparece
alado en el cálato de Elche de la Sierra (Albacete). Tal vez se aluda en este último vaso al tema
del carro funerario, en el que el ibero debe partir, acompañado tal vez por el auriga alado, hacia
el allende (Olmos el a/ii, 1999, 88.4).
A pesar de su hallazgo en un área de habitat, las imágenes del Rabat con caballos sin j inetes podrían evocar una representación metonímica del signo por el significado, tal vez funerario.
El caballo enjaezado evoca una metáfora de tránsito al allende. Se trata de una idea que cuenta
con un profundo arraigo en la iconografia peninsular. Ya en las estelas decoradas del suroeste con
cronologías entre el siglo IX e inicios del VIl a.C., según Almagro Gorbea (1977, 185), se vincula el caballo con el mundo funerario, aunque el j inete heroizado es una aportación de la plástica ibérica, según se aprecia en Los Villares de Hoya Gonzalo (Albacete), el cipo de Jumilla
(Murcia) o el monumento de Osuna (Sevilla). El bloque con jinete de la necrópolis del Corral de
Saus permite apreciar un caballo que adelanta una de sus patas delanteras, indicando el momento de la partida (Izquierdo, 2000, 282-283), muy en consonancia con ese ambiente de tránsito de
las necrópolis.
En general, el tema del caballo y del jinete ha sido vinculado tradicionalmente a la idea o
arquetipo, común a muchos pueblos de La antigüedad, de la heroización del difunto (Benoit,
1953; Blázquez, 1959; Aranegui, 1994). En el contexto del mediterráneo, la idea del carro funerario y el carácter psicopompo del caballo cuajará especialmente en el mundo etrusco (Chapa,
1985, 176-177). Tránsito o pasaje al allende, por tanto, pero también el caballo representa La
heroización del difunto o el mundo aristocrático en el imaginario ibérico. Según F. Quesada
(1997, 190) entre los siglos VI y lii a.C. en los territorios ibéricos el caballo era un importante
símbolo de estatus, empleado como tal en los monumentos funerarios. Su utilización estaría limitada a los elementos dominantes de la sociedad ibérica, que lo mostraba orgullosamente en los
programas escultóricos colocados sobre sus tumbas. En el contexto del Ibérico Tardío, imágenes
sobre cerámicas como la del Rabat podrían evocar, a través de la imagen aislada del caballo, una
abstracción del tema del tránsito funerario restringido a las élites.
lll.3. REPRESENTACIONES DE NAVES
La revisión de los materiales del Puntal del Llops (Oiocau) (Bonet y Mata, en prensa), ha
propiciado la publicación de un fragmento cerámico con representación de una proa de nave (fig.
7, 2). La iconografia ibérica se muestra parca en este tipo de imágenes, por ello consideramos de
interés este fragmento procedente del departamento 8 de este poblado, con proa de barco donde
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el mascarón, o akroteria, representa una cabeza de animal, un caballo, con ojo punteado y crines
indicadas con lineas radiales (4). La decoración que presenta, entre la quilla y la roda, de un círculo con líneas radiales, a modo de sol, podóa tener similar función a los gigantes ojos apotropaicos de las naves griegas, como representación de un ser viviente que guiaba el camino. Los
trazos paralelos dibujados sobre el costado del barco, así como la franja incompleta de la quilla,
forman parte de la decoración de la embarcación. Su paralelo ibérico más próximo se encuentra
en los grafitos sobre una jarrita ampuritana que representan a dos triacónteras griegas (Maluquer,
1965, figs. 1 y 2; Guerrero, 1993, 150, fig. 38), una de ellas con un akroteria, muy similar a la
del Puntal, y círculo concéntrico con lineas radiales en la roda que se interpreta como el orificio
por donde se deslizaban las cadenas del ancla. También el barco grabado en una cajita del cerro
de San Cristobal (Sinarcas, Valencia), poblado situado en las tierras mesetefias valencianas
(Martínez, 1986, fig. 3), es otra de las escasas referencias a la naútica ibérica. Pero vuelve a ser
el repertorio de vasos de Llíria el que nos ofrece prácticamente los ún.icos ejemplos pictóricos de
barcos ibéricos (Ballester et alii, 1954, 125). Las embarcaciones del "vaso de la batalla naval"
resultan francamente esquemáticas comparadas con la del Puntal, presentando una quilla muy
plana, terminada en una proa alargada con mascarón en forma de cabeza de animal, dificil de
identificar, posiblemente un caballo o un lobo. Este tipo de casco alargado correspondería a
embarcaciones monóxilas, de perfil asimétricq, perfectamente adaptadas a los medios acuáticos
lacunosos, de estuarios y fluviales (Pérez Ballester, en prensa). La gran tinaja, decorada con la
conocida "escena de recolección de granadas" y con el friso de escena de cacería de ciervos y de
pesca, muestra la popa (Ballester et alii, 1954, 47, fig. 33) de una gran embarcación, hoy muy
perdida (Bonet, 1995, fig. 44), con profusión de motivos decorativos en el puente, entre ellos dos
lanzas y otros elementos de dificil interpretación que podrían ser fardos o recipientes, que han
sido interpetads como la carga de la nave. La hipótesis de que se trate de una embarcación monóxila con la borda recrecida nos parece más acertada que la propuesta de una nave con bodega
(Pérez Ballester, en prensa). Frente a la esquematización escénica de estas piezas cabe destacar,
también, un fragmento de Llíria que representa a cuatro remeros sobre un navío (Ballester et alii,
1954, fig. 87; Bonet, 1995, 135, fíg. 63) donde se aprecia el arranque del codaste y el inicio del
costado de estribor decorado con motivos decorativos curvos. Otros autores (Mayoral en
Izquierdo et a/ii, en prensa) han planteado que las imágenes de Llíria muestran pequefias embarcaciones a remo, mientras que las de Sinarcas o Mas Boscá parecen corresponder a naves de tipo
comercial, con un sistema mixto de remos y vela.
Retomando la pieza del Puntal deis Llops, la representación esquemática de cabeza de caballo, como mascarón de proa, nos lleva inmediatamente a emparentarlo con los hippoi fenicios y
púnicos, pequeñas naves mercantes "capaces de realizar travesías de varios días sin recalar en
tierra "...... "poco confortables, de capacidad limitada, pero ligeras y de fácil manejo, útiles
para remontar ríos, manejables para varar/as y dejarlas en seco con los parejos desmontados "
(Guerrero, 1998, 220). Aunque de origen fenicio, este tipo de embarcaciones aparece documen(4) Otra posibilidad, mucho más remota a nuestto juicio, es que se tratara de la representación de un ave muy esquemática.
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tado por todo el mediterráneo, a lo largo de Ja época helenística (Guerrero, 1993, 14 7 y 1998,
213-224), y nuestras costas peninsulares no iban a ser una excepción. Consideramos que el ejemplar del Puntal representa un nave ibérica y no una embarcación foránea, pues como la mayor
parte de imágenes del universo edetano, el ibero tiende a reflejar en las decoraciones cerámicas
su propio mundo, influenciado no obstante por las corrientes artísticas y culturales helenísticas.
f V. EL HORIZO NTE DE MEDIADOS DEL SI GLO U Y EL 1 A.C.
En el área valenciana, a partir de la segunda mitad del siglo ll a.C., como resultado de nuevos y crecientes gustos romanizados y de una sociedad ibérica cambiante, las decoraciones cerámicas muestran un lenguaje iconográfico diferente, más cercano al conocido de Elx, aunque con
claras diferencias. Por un lado, ya hemos visto como algunos de los fragmentos figurados no se
pueden adscribir a un momento concreto del siglo D, por falta de contextos fiables, máxime
cuando carecemos de escenas completas. De ahí la importancia de excavaciones con niveles bien
datados como el caso del asentamiento costero de la Torre de Onda (Burriana) donde se documentaron dos vasos con figuraciones de fauna marina, caballos y jinete, asociados a la fase republicana (Mesado, 1967; Maestro, 1989, 77), datados entre el último cuarto del siglo U y mediados del I a.C. por la presencia de campaniense B, ánforas Dr. lA y algún fragmento de cerámica de paredes finas (Arasa, 1987, 45-49). Por otro lado, en los últimos años, las excavaciones en
la ciudad romana de Valentia han proporcionado vasos ibéricos con decoraciones geométricas,
zoomorfas y, en algún caso excepcional, figuradas en contextos bien estratificados entre el año
138, momento de la fundación de la ciudad, y el cambio de era. Así, al primer nivel fundacional,
entre el 138 al 130 a.C., se asocian dos cálatos con decoración floral y zoomorfa y un plato con
decoración geométrica de origen catalán (Fontscaldes) (Ribera, 1998, 322). Del siguiente nivel
republicano, entre el 135 y 80 a.C., procede el "cálato con palomas" que comentaremos con más
detalle; y finalmente, al nivel de destrucción de época sertoriana (75 a.C.), (Idem, 351 ), pertenece otro cálato con decoración vegetal, así como las piezas de las Cortes valencianas y de la Plaza
de Cisneros, recientemente excavada, que ha proporcionado una pieza de extraordinaria iconografla, "el vaso del ciclo de la vida".
El estilo de todas estas decoraciones tardías remite a la tradic.ión edetana, aunque se aprecia
una nueva temática con animales fantásticos y vegetación exuberante donde la figura humana,
en especial el j inete, está cada vez menos presente. Surgen personajes y seres mitológicos, complejos y alejados de la realidad cotidiana, ya sea bélica, funeraria o festiva. Desde el punto de
vista estilístico, se ve una evolución en el tratamiento de los cuerpos de los animales y, en general, de todas las figuras, con trazos sinuosos y formas sorprendentes que puntualmente evocan
determinadas formas del estilo de Elx. Asimismo se aprecia una menor preocupación por los
detalles morfológicos de las figuras, nada comparable a los primeros vasos de los talleres de
Llíria. La naturaleza animal, en sus dos vertientes, fantástica y "naturalista", se encuentra representada en este contexto a través de significativos ejemplos que analizaremos a continuación.
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A ELENA BONET ROSADO E ISABEL IZQUIERDO PERAltE
IV.l. ANIMALES FANTÁSTICOS DE NATURALEZA HÍBRIDA
Tal y como está mostrando la investigación arqueológica de los orígenes romano-itálicos de
Valentia (Ribera, 1998 y en prensa), la creación de esta ciudad, en el año 138 a.C. y la formación de su territorio, extendido principalmente al norte y al sur de la Vía Hercúlea, afectaría e
influiría más en el entorno ibérico que cualquier fenómeno a la inversa. El influjo ibérico, pues,
en esta ciudad romana aparece escasamente documentado a través, básicamente, de las cerámicas, alguna posible tumba incineración y las monedas de cecas ibéricas. Valentía crecerá en un
contexto en que Edeta ya no existía como gran centro urbano ibérico.
El "vaso del ciclo de la vida" (fig. 8,1) es sin duda la pieza más excepcional, recientemente
descubierta en las excavaciones de la Plaza de Cisneros de la ciudad (Serrano, 1999). Se trata de
una tinaja de perfil troncocónico que apareció en un nivel de destrucción de la Valencia republicana, asociado a las acciones de Pompeyo del 75 a.C. en esta ciudad. Junto al mismo aparecieron materiales cerámicos fechados en el primer cuarto del siglo 1 a.C.: campaoiense B-oide (F.
1, 2, 4, s. 8 y 10 Lamb.), imitaciones de formas campanienses, cerámica gris ampuritana, ánforas itálicas (Dr. 1B y 1C) y púnicas (Maña C-2), lucernas (Dr. 2), paredes finas (Mayet ll y Ill)
y cerámica de cocina itálica, vasos ibéricos (cálatos, Jebes, alpes, páteras, platos, tinajas y caliciformes), además de materiales en hueso trabajado y elementos metálicos de indumentaria y
armamento. La lectura de la iconografla del vaso por parte de Olmos (2000) ha valorado el tema
del engendramiento de los originarios guerreros míticos que dieron origen a la fundación de la
ciudad de Valencia, en tiempos de Sertorio, en el contexto de los relatos mediterráneos de época
helenística.
Es necesario, resaltar el entorno cultural en el que se inserta este vaso, evidentemente ibérico por la forma, el estilo y composición, en un contexto dominado por ánforas y cerámicas de
mesa de talleres itálicos. Y en este sentido, como vaso ibérico singular, de encargo, su lenguaJe
pictórico es equiparable a representaciones de similar cronología como el vaso de Los Villares o
de La Carencia de Turís. La cultura del destinatario del vaso pudo condicionar la interpretación
de sus escenas. La cronología de su ejecución nos sitúa en un momento de disolución de la cultura ibérica y su sociedad, ante el desarrollo creciente de Valentía, teniendo en cuenta además el
nuLo influjo ibérico constatado en los primeros niveles de esta ciudad romana. Con respecto al
tema representado, se plasma una narración mítica, tal vez relacionable con los mitos de origen,
en este caso, de una ciudad o un ejército, tal y como se ha planteado (Serrano, 1999; Olmos,
2000), o bien, con fábulas o leyendas de marinos llegadas a la ciudad entre los nuevos contingentes de soldados, interpretadas y plasmadas en las cerámicas al modo ibérico, con una referencia reiterada y explícita a la idea de la fecundidad y la generación, animal y humana, y la prosperidad, por tanto.
Del destacado asentamiento identificado con la ciudad ibérica de Kelin (Mata, 1991), se
recuperaron dos magníficos vasos, junto con otros fragmentos con decoración zoomorfa, que
desgraciadamente proceden de hallazgos casuales del nivel superior de Los Villares (nivel V)
fechado entre los siglos II y 1 a.C. (Mata, 1991, 129-133 y 194), aunque los dos grandes vasos
comentados podrían datarse entre fines del siglo Il y primer cuarto dell a.C. (PI a y Ribera, 1980,
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O
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5 cm
~
2
5cm
líííil
Fig. 8.- l. "Vaso del ciclo de la vida", de la Plaza de Cisneros de Valencia (según Serrano, 1999). 2.
"Vaso con monstruo marino" de Los Villares de Caudete de las Fuentes (según Pla y Ribera, 1980,
fig. 11, lám. XLI). 3. "Vaso con hipocampos y jinete marino" de Los Villares de Caudete de las
Fuentes (según Pla y RJbera, 1980, 99, fig. 12). 4. "Vaso con hipocampos" de La Carencia de Turís
(Va.lencia), según Serrano (1987, fig. 1).
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HELENA BONET ROSADO E 1S.ABEL l.ZQUIER.OO PERAl LE
106). El gran "vaso de la lucha mítica con monstruo marino" (fig. 8, 2) (Play Ribera, 1980, fig.
11, lám. XLIT, Olmos et alii, 1999, 67.2) presenta un ser fantástico, junto con otros animales,
algunos de naturaleza híbrida. Un personaje masculino, carente de vida, yace bajo el monstruo.
Olmos ( 1992) ha apuntado indicios de una escatología marina de origen mediterráneo: el tránsito a la muerte a través del mar y la lucha del varón con un monstruo marino, metamórfico y escurridizo, Proteo. También en la iconografía celtibérica los hipocampos representan el viaje marino a la ultratumba. Por su parte, el "gran vaso con hipocampos y jinete" (fig. 8, 3) (Play Ribera,
1980, 99, fig. 12; Olmos, 1992, 121; Olmos et alii, 1999, 84.5) muestra en una de sus caras dos
caballos marinos afrontados que protegen una pequeña ánfora, un tema helenístico extendido por
todo el Mediterráneo en soportes diversos. En la otra cara de esta gran tinaja se presenta un jinete heroizado y bajo las patas del caballo, un extraño ser semimarino, tal vez una foca. Ambos
temas se han interpretado como la metáfora del tránsito a la muerte a través del mar. Los hipocampos, seres psicopompos, protegerían el acceso al más allá del jinete.
De la Carencia de Turis, importante ciudad ibérica e iberorromana, se conoce una gran tinaja fragmentada (Serrano, 1987, fig. 3) que permite apreciar una escena compleja protagonizada
por animales fantásticos, de naturaleza híbrida, los hipocampos, acompañados por aves y peces
(fig. 8, 4). Otros fragmentos muestran temas figurados zoomorfos -caballitos y aves- además de
motivos florales. Interesa desde nuestra perspectiva, valorar el vaso con escena de hipocampos,
comparable en la forma e iconografia con uno de los vasos de Los ViHares de Caudete (Pla y
Ribera, 1980, fig. 12). La datación de esta pieza, procedente como el resto de materiales que les
acompaña de "superficie", se sitúa entre finales del siglo IJ y principios del I a.C., apoyada por
la presencia de cerámicas campanienses B, formas 1, 3, 5 y 9 Lamb.
En definitiva, estos testimonios de época tardía comparten un mismo lenguaje pictórico
donde se funden la naturaleza en sus vertientes, vegetal, animal y humana, terrestre y marina.
Seres fantásticos, híbridos, protagonizan escenas de contenido simbólico, diferenciadas del universo edetano, difíciles de interpretar. El llamado "vaso del ciclo de la vida" de Valentía, las tinajas con hipocampos y monstruos marinos de Kelin o el fragmentado vaso de La Carencia, también con hipocampos, evocan tal vez leyendas que circulan por el Mediterráneo y son transmitidas a la Península desde ambientes portuarios, en un momento en que Roma afianza progresivamente su poder.
JV.2. UN MUNDO DE AVES
El "cálato de las palomas" (fig. 9) de Valentía (Valencia) procedente de las excavaciones de
la plaza de la Almoina (5), se asocia a un contexto de finales del siglo TI (135-80 a.C.), y corresponde a los niveles fundacionales de la ciudad, cuando todavía era un campamento militar de
alargados barracones, con zócalos de piedra y alzado de muros de tierra, rodeados de numerosos
(5) Agradecemos a Albert Ribera Uloomba, arqueólogo del S.L.A.M. de Valencia y director de las excavaciones de la f>laza de
la Almoina, la amabilidad de ofreecmos la posibilidad de presentar este vaso inédito.
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Fig. 9.- l. "Cálato de las palomas" de la Almoina de Valencia.
basureros. Este nivel ocupacional se repite en varias excavaciones de Valencia (Plaza de la
Almoina, Corts Valencianes, Roe Cbabás, Plaza Cisneros, Barón de Petrés y Cabillers) todas
ellas bien fechadas, por el barniz negro, ánforas itálicas y púnicas, paredes finas, cerám ica itálica de cocina, y una pátera de cerámica ibérica en tomo al 130 a.C (Ribera, 1998, 332; Ribera, en
prensa).
La disposición, compartimentada en metopas, de los cuatro animales que configuran el cálaa
to de Valentia rompe el ritmo narrativo de la etapa precedente, como manifiesta por ejemplo L
escena con serie de palomas de Lliria (Bonet, 1995, fig. 76), para encontrarnos ante La representación de carácter simbólico con una disposición muy similar a la encontrada en la urna cineraria celtibérica de Úxama, en Soria (Olmos, 1992, 166), con aves y cabecitas humanas, donde se
representa simbólicamente el ascenso del difunto al mundo superior celeste. De las tres aves que
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H EL.ENA BONET ROSADO E lSABEL lZQlJlER.DO PERAILE
aparecen e.n el vaso valenciano, dos podrían corresponder a palomas, cuya imagen se ha representado abundantemente en soportes diversos -cerámicas, terracotas, exvotos metálicos- en el
Ibérico Pleno, mientras que el cuerpo esférico y grotesco de la tercera podría también corresponder al mismo animal. El pico poco pronunciado de las aves de Valentia las diferencia tipológicamente de las de Cabezo de Alcalá de Azaila (Teruel), el Castelillo de Alloza (Teruel)
(Maestro, 1989, 49-72) o de Llíria, donde los picos mucho más ganchudos, pudiendo corresponder a aves rapaces. La cuarta figura es un cuadrúpedo, o fiera, cuyas extremidades en forma
de garras evocan al ser híbrido con cabeza humana (¿un centauro?) del "vaso de lucha mítica con
monstruo marino" de Los Villares (cf supra). También el cuadrúpedo del cálato de Valentía
podría tener rostro humano, como parece indicar la representación del ojo. Un ser por tanto de
naturaleza híbrida que aparece integrado en una serie metopada de aves. El protagonismo de
estas imágenes corresponde sin duda a la naturaleza exclusivamente animal. Bajo grandes círculos concéntricos, las aves se presentan en movimiento; también e] cuadrúpedo aparece en actitud dinámica, con sus garras y patas delanteras en movimiento. La quinta metopa cede su protagonismo a un motivo circular, con decoración geométrica, que evoca el elemento generador que
se repite en la decoración del "vaso del ciclo de la vida" de Valentia. En síntesis, un nuevo esquema compositivo en la pintura de los vasos cerámicos para plasmar, tal vez, la idea de la fecundidad, de larga tradición en la iconografía ibérica.
Otros vasos figurados procedentes de Va/entia aparecen decorados con aves, como el ejemplo del cálato hallado en la calle Cabillers (Ribera, 1998, 322), formando parte de un bogar ritual
bailado extramuros de la ciudad del138-135 a.C.; o La tinajilla hallada en las excavaciones de
las Cortes valencianas (López et alii, 1994, lám. 20.4), procedente de niveles tardo-republicanos
entre el 120 y el lOO a.C., donde se desarrolla una escena figurada incompleta con la presencia
de garras de ave.
V. CONCLUSIONES
V.l. LOS VASOS FIGURADOS EN EL ÁREA VALENClANA: ESTADO DE LA CUESTIÓN
En el mosaico cultural mediterráneo de época helenística - según las clásicas fechas entre la
muerte de Alejandro y la batalla de Actium, 323-31 a.C.-, que se diluirá finalmente bajo el apogeo de Roma, prima la diversidad cultural y el surgimiento de nuevas modas, estilos e ideas. En
este mundo heterogéneo, de intercambio de productos y difusión de modelos, la civilización de
los iberos destaca a través de una cultura material sobresaliente. Las cerámicas constituyen un
documento excepcional para aproximarnos a una sociedad jerarquizada, la del período Ibérico
P leno (siglo JV hasta el primer cuarto del ll a.C.), que posteriormente desaparecerá ante el paulatino proceso de Romanización peninsular, en el período tardío (siglos U y I a.C.).
La arqueología, en efecto, ha evidenciado cómo la sociedad ibérica a partir de la segunda
mitad del s. V a.C. manifiesta una serie de cambios, según los distintos territorios, en relación a
momentos precedentes: nuevos patrones de asentamiento, proliferación de yacimientos, gran
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variabilidad de los ajuares depositados en las necrópolis y de acumulaciones de materiales
importados en las necrópolis -notablemente, la llegada masiva de cerámicas áticas-. Parece configurarse en época plena una estructura social en la que las aristocracias locales se han consolidado y las relaciones de parentesco han sido sustituidas por relaciones sociales de clase (Ruiz y
Molinos, 1993). En este momento además, la escultura que se exhibe en las necrópolis se aleja
de los programas iconográficos anteriores (siglos VI-V a.C.) que exaltan al héroe aristócrata y
amplia su repertorio incorporando reiteradamente figuras femeninas, de distintas categorías de
edad, que se muestran en distintas disposiciones. La interpretación de estas imágenes, que revelan un nuevo universo femenino, se ha efectuado en clave social, partiendo de la tesis de la diversificación de las jerarquías en la sociedad ibérica (Aranegui, 1994; Izquierdo, 1998). La culminación de este proceso se documenta, por otra parte, en un momento posterior, desde mediados
o finales del siglo IU a.C. a través de las figuraciones cerámicas, como las del conjunto de Llfria.
En ciertos vasos prestigiosos, se plasma la iconografía de la ciudad ibérica en la que participa la
dama, guardiana del oikos y de Jos valores que los hombres confieren a la familia (Aranegui,
1997).
Tras la desaparición de los programas iconográficos escultóricos y arquitectónicos monumentales exhibidos en algunos recintos funerarios basta mediados del siglo IV por causas diversas, serán fundamentalmente las cerámicas, aunque también en menor medida la coroplastia, el
soporte de la iconografia de las élites. Como consecuencia se producirá un cambio en la escala
de representación y el formato de las mismas. Pero además, serán Jos asentamientos, y fundamentalmente, los espacios domésticos de las ciudades los que acojan estas imágenes de prestigio. Si en un momento anterior, toros, leones, caballos o animales fantásticos, junto con representaciones humanas de jinetes o damas, labradas en piedra, se exhiben en las necrópolis, se produce ahora una apropiación, incluso doméstica, de la iconografía. Los programas iconográficos
reservados a las clases aristocráticas en el Ibérico Tardío son pintados en un soporte más modesto que la plástica en piedra, la vajilla cerámica, a una escala muy inferior, y depositados en los
hogares, fundamentalmente, así como en santuarios y necrópolis. Se pueden aducir cambios en
el gusto, la mentalidad y las costumbres, de una sociedad cambiante y dinámica, en continua
evolución.
¿Cuando aparecen estas nuevas figuraciones sobre cerámica? La cronología inicial de las
manifestaciones figuradas se sitúa en este área a mediados del siglo Ili a.C., entre la Segunda
Guerra Púnica y la conquista de Roma (Bonet, 1995, 447), quedando en suspenso ese hipotético
horizonte de cerámica figurada de cronología antigua -siglo IV a.C.- en el que se han incluido
piezas como el vaso de Santa Catalina del Monte de Murcia, entre otros (Conde, 1998, 306-308;
Tortosa, 1998, 145-151 ), carente de contextos precisos. En esta primera etapa, entre el 250/225
al 175/150 a.C., la asociación de temas vegetales, con figuraciones animales y humanas se hace
frecuente, no sólo en el País Valenciano donde el territorio de Camp de Turia y La Serreta son
los exponentes más destacados, sino en la Cataluña meridional, con centro en las comarcas de
Lérida y concretamente entre Les Garrigues y L'Urgell - yacimientos de Margalef en Torregrossa, Tossal de les Tenalles de Sidamunt y El Molí d'Espígol de Tomabous-, así como en el
sureste, con centro en la zona murciana (Conde, 1998, 309).
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HELENA BONET ROSADO E ISABEL IzQUIERDO PERAILE
El eje temático seleccionado dentro de los repertorios iconográficos plasmados en esta
etapa, el de la danza y la música, ha sido referenciado a través de cuatro yacimientos de manera
excepcional, Sant Miquel de Llíria, Sagunto, El Torrelló y La Serreta, en territorios distantes,
donde se constata la influencia del primero. Los iberos, conocedores de la iconografía griega de
contenido musica, están familiarizados con escenas sobre cerámicas de importación áticas de
corte dionisiaco o de symposion, sin embargo, este tipo de representaciones se hallan ausentes en
el corpus de imágenes ibéricas. El ibero dota al tema de la .música de otras formas y contenidos.
En las escenas rituales de Llíria se representan cortejos precedidos por una mujer que toca la
doble flauta, como en el conocido "vaso de la danza guerrera", donde los guerreros combaten en
duelo aL son de la música, o el "cálato de la danza" donde se desarrolla una desfile colectivo con
música, de hombres y mujeres. En las decoraciones cerámicas, la música y la danza acompañan
en los asentamientos con rango de ciudad (Llíria, Sagunto y La Serreta) y algunos poblados de
menor entidad (Torrelló del Boverot) actos esenciales de la sociedad urbana del Mediterráneo
antiguo que son ritualizados. Dichos actos pueden resumirse en ritos de paso masculinos a la
edad adulta o de carácter funerario; ritos femeninos de cara al matrimonio; así como desfiles o
procesiones cívicas con participación masculina, femenina o mixtas. El único caso conocido de
danza individual -en el fragmento del Torrelió- podría evocar un ambiente lúdico o i,ncluso, teatral de un momento posterior al horizonte edetano. En todos los otros casos, la música actúa
como un elemento catártico, mágico. La iconografia de la danza y la música en Iberia se desarrollará decisivamente durante la época helenística. Los ejemplos conocidos sobre soportes
diversos no cerámicos, como en piedra (Osuna, Torredonjimeno) o terracota (Alcoi e Ibiza)
apuntan su desarrollo máximo desde el último cuarto del siglo UI y la primera mitad del Il a.C.
(Clausell et alii, 2000).
Además de estas imágenes de vida, el imaginario de la muerte también está presente en las
decoraciones cerámicas de estas cronologías (siglos ill-II a.C.). Sangrientas luchas colectivas
contra el enemigo o el enfrentamiento individual del héroe contra terribles animales fantásticos
alados constituyen, a través de los ejemplos de Oliva y Moixent, relatos excepcionales que se
])resentan en vasos con formas de uso común como tinajas o tinajillas.
Si avanzamos en el tiempo, entre el 150 y el 50 a.C., en pleno proceso de romanización de
la Península, L cerámicas denominadas de estilo Elx-Archena (Tortosa, 1998) constituirán las
as
manifestaciones cerámicas más destacadas, desde el punto de vista de la definición de un estilo,
con un repertorio iconográfico propio en el que la figuración humana y animal aparece imbricada con temas vegetales y motivos geométricos. Sin embargo, en el área valenciana se está empezando a conocer una producción tardía, que evoca algunos rasgos del estilo narrativo de Llíria,
gracias a los recientes hallazgos. Los vasos hallados en las excavaciones de Valentía, sumados a
los ejemplos de Kelin o La Carencia revelan los nuevos gustos de una sociedad en transición al
mundo romano.
V.2. LÍNEAS DE INVESTIGACJÓN ACTUALES Y PERSPECTIVAS DE FUTURO
El repertorio temático de las cerámicas figuradas ibéricas del área de Valencia constituye
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una fuente inagotable para los estudios de interpretación iconográfica. Sin embargo, en el estado actual de la investigación y para avanzar en otros aspectos de la sociedad ibérica es preciso
abordar el análisis de los vasos singulares, o de prestigio, desde otras perspectivas. En este sentido, fonnando parte de nuevas lineas de trabajo de prometedores resultados, podríamos situar la
propuesta de Mata el alii (2000) de estudiar, a través de las cerámicas como objeto de intercambio entre las ciudades de Arse, Kelin y Edeta, La definición de los límites de las diferentes unidades territoriales ibéricas, así como la existencia de un comercio interno, local, entre territorios.
E n lo que respecta a las cerámicas de lujo, con decoraciones complejas vegetales y figuradas,
éstas tuvieron una circulación restringida dentro de los propios territorios, explicable por el
carácter elitista de la piezas. Por otro lado, también se está viendo que, a pesar de la influencia
artística que ejercieron las cerámicas decoradas de Llíria, desde el valle del Ebro hasta Alicante,
tuvieron una escasa difusión comercial fuera de su territorio (Bonet, t 995, 436; Mata, 1997,4248) debido, sin duda, a la multiplicidad de· centros alfareros en otras zonas que suplieron la
demanda de los vasos ricamente decorados.
Estrechamente relacionada con los trabajos de territorialidad e intercambios comerciales
entre Jas distintas ciudades ibéricas está la problemática de la localización de los hornos y talleres cerámicos que además podría iluminar otros aspectos esenciales en relación con la actividad
socio-económica y los procesos técnicos. Desgraciadamente no se han localizado alfares en los
alrededores de Llíria a excepción de un gran horno, ubicado en la actual ciudad de Llíria, de cronología tardía, siglos JI o l a.C., que producía cerámica ibérica pero que no ha proporcionado
piezas figuradas (comunicación oral de Vicent Escriva y Xavier Vidal). Asimismo, el horno próximo a Sagunto, a orillas del río Palancia, de donde procede el "vaso con danzarinas", indica que
esta ciudad tuvo su propia producción alfarera y, lo que es más interesante, pintores especializados que decoraron vasos de encargo, gemelos a los de Llíria. En cuanto a la ciudad de Kelin, a
pesar de los numerosos hornos localizados en su territorio (Duarte et alii, 2000) ninguno ha proporcionado cerámicas con decoraciones figuradas. Sin embargo, los resultados de los análisis de
pasta efectuados en las cerámicas con decoración figurada procedentes de los yacimientos del
territorio de Edeta definieron un grupo homogéneo, con unos componentes y características técnicas similares entre si, que se diferencia claramente de la muestra, con decoración figurada, analizada de Los Villares/Kelin (Mata el a/ii, 1990, 615-616), lo que corrobora producciones diferentes entre estas dos ciudades que, a su vez, suministrarían a los asentamientos menores la
mayor parte de la vajilla de uso y, desde luego, las escasas piezas de encargo y de prestigio.
En cualquier caso, los artesanos especializados de la ciudad de Edeta crearon un estilo propio que se extenderá, no sólo por las comarcas edetanas, sino en otros grandes centros fuera de
sus fronteras, como es el caso de La Serreta de Alcoi, donde sus artistas desarrollarán una forma
de expresión narrativa similar, con temáticas semejantes, aunque mucho más reducidas, y con la
misma técnica pictórica. En La Serreta, cuyo repertorio iconográfico encuentra su referente en
Lliria y concretamente en el taiJer H de figuras contorneadas, se planteó la actividad de un taller
propio (Grau, 1996, l 07), hipótesis recientemente corroborada ante el hallazgo de un testar en la
localidad de Cocentaina, a 8 km de La Serreta, con cerámicas con figuración figurada (Grau,
200 l ). Por tanto, a finales del siglo lli y principios del II a.C. se intuye la existencia de distintos
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talleres de alfareros y pintores, que en muchos casos dominan la escritura ibérica, distribuidos
por la geografía valenciana, trabajando al servicio de las élites urbanas. A su vez, estos talleres
parecen acoger a diferentes pintores, unas veces verdaderos artistas cualificados y otros meros
aprendices como ocurre en Llíria (Bonet, 1995, 440), pero todos ellos seguidores de la escuela
artística y del lenguaje iconográfico surgido en la capital edetana, concebido para plasmar los
ideales y las actividades universalmente atribuidas a las clases dominantes.
La vinculación entre pintores especializados y ciudad queda bastante evidente en el ejemplo
de Edeta y su territorio. Aunque los yacimientos en tomo a Lliria han proporcionado cerámicas
con decoración figurada, su número no es comparable con los hallazgos del núcleo que ostenta
la capitalidad del territorio, allí donde reside la clase dirigente. En estos yacimientos de menor
categoría, el porcentaje de cerámica de lujo es mínimo con respecto a la cerámica común lisa o
la decorada con temas geométricos simples. Ni siquiera reuniendo todos los fragmentos, con
decoración figurada, de los cinco asentamientos ibéricos excavados de la zona -La Monravana
Castellet de Bemabé, Cova Foradada, La Seña y Puntal deis LLops- el volumen sería comparable con el de una sola vivienda del sector aristocrático de Edeta. Estas diferencias se mantienen
si tenemos en cuenta el número de recipientes encontrados en cada uno de estos yacimientos que
en el mejor de los casos llega a cinco piezas (Mata en Aranegui, 1997, 43-47). Se trata de un
fenómeno, por otro lado lógico: la constatación de una mayor riqueza allí donde se concentra el
poder.
Finalmente, la consideración del contexto donde fueron hallados los vasos singulares es
esencial para comprender su valor y significado ya que en muchos casos el lugar al que fueron
destinados, ya sea una vivienda, un recinto cultual o un enterramiento, permite aproximamos a
la funcionalidad de estos recipientes. La mayoría de los vasos presentados en este trabajo han
sido recuperados en asentamientos, a excepción de las urnas de enterramiento de las necrópolis
del Corral de Saus y del Castellar de Oliva. Aunque es probable que el destino final de muchas
de estas piezas no fuera el mismo para el que fue concebido, pues es bien conocida la multifuncionalidad de los vasos ibéricos, lo que parece evidente es que los vasos de encargo se fabricaron con un objetivo concreto diferente al resto de los recipientes domésticos, ya sean ofrenda,
vajilla de lujo o urna cineraria. De todos los yacimientos presentados vuelve a ser eJ Tossal de
SaotMiquel de Llíria quien aporta más información sobre los vasos con decoración figurada, con
un total 40 piezas restauradas que permiten identificar el tipo de recipiente. A través de su estudio tipológico se ha podido observar la relación entre las formas y las decoraciones complejas,
así como su contextualización microespacial en el yacimiento (Bonet, 1995, 443-448). Únicamente seis formas se decoran con escenas figuradas (fig. 2), siendo el lebes, con diferencia, la
forma preferida para desarrollar los frisos narrativos, seguida de las grandes tinajas, tinajillas,
cálatos, enócoes y platos. La concentración de vasos figurados, sobre todo lebetas, en el recinto
sacro del Tossal de Sant Miquel, otorga indiscutiblemente un carácter ritual a los vasos de Llíria
a la vez que refleja el alcance colectivo que debieron tener las ceremonias que se celebraron en
este edificio cultual.
Si bien la mayoría de los vasos singulares ibéricos parece que tengan un evidente carácter
ritual, la presencia de un elevado número de recipientes de almacenaje ricamente decorados
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- tinajas, tinajillas y cálatos- hallados en ambientes claramente domésticos plantea otra posibilidad funciona l para detenninados vasos de prestigio. Por un lado, su distribución espacial no es
igualitaria, pues sólo el 47% de los departamentos excavados tienen este tipo de vasos lo que ya
nos está indicando que no todos los habitantes de La ciudad tenJan acceso a ellos. Además, su
concentración en un sector de grandes viviendas privadas, con importantes equipamientos
domésticos y una gran riqueza de ajuares, nos indica que los propietarios que ocupaban este
barrio colocaban sus magnificas vasos en lugares bien visibles de la vivienda como elemento de
uso, pero también decorativo, claro exponente de su alto nivel adquisitivo (Bonet, 1995, 464;
Mata, 1997, 37). No podemos tenninar estas líneas sin mencionar la importancia que supone el
que los textos pintados de la cerámica de Llíria acompaffen siempre a las decoraciones vegetales y figuradas, nunca a las decoraciones geométricas exclusivamente. Por tanto, un elemento
más que insiste en el carácter excepcional de estos vasos. Muchos de los letreros pintados en los
bordes de los cálatos y de las tinajillas expresan fórmulas dedicatorias donde los nombres propios no son del artista sino del propietario que encargó el vaso, siendo muy probable que dicho
nombre vaya acompafiado de un título o apelativo que indica su rango (Bonet, 1995, 462). Por
tanto estamos hablando de vasos únicos, y de lujo, que las fam ilias nobles de la sociedad edetana encargaban a los artesanos especializados bien para depositar como ofrendas en las ceremonias religiosas, bien para enterrar a sus muertos, o simplemente como bienes suntuarios de sus
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ARCHIVO DB PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXIV (Valencia, 2001)
ALFREDO MEDEROS MARTíN* Y GABRIEL ESCRIBANO
Coso**
EL COMERCIO DE LOS MOLINOS ROTATORIOS ROMANOS
EN EL MEDITERRÁNEO Y LITORAL ATLÁNTICO NORTEAFRICANO
Probablemente la innovación tecnológica más importante en las actividades productivas,
después del tomo de alfarero, fue el molino rotatorio manual utilizado en la moUenda diaria del
cereal o las bellotas (Curwen, 1941 : 15; Childe, 1943: 19). Esta innovación, al reemplazar un
movimiento de vaivén por otro giratorio, permitió con el tiempo aprovechar la fuerza animal
(donkeymills), del agua (watermills) y del viento (windmills}, convirtiéndose en uno de los
cimientos básicos para la revolución industrial (Runnels, 1990: 14 7).
El molino rotatorio manual pudo llegar a aumentar 1O veces la producción de harina de los
molinos de vaivén alternativo, de 0.6 Kg. hora a 6 Kg. hora (Dembinska, 1985: 113), aunque estimaciones etnográficas en el Abaggar más realistas obtienen en los molinos de vaivén entre 2.73.6 Kg de harina por hora de trabajo (Gast, 1968), lo que implicaría que sólo se duplicaría la producción. No menos importante es que, simultáneamente, redujo el esfuerzo flsico al disminuir la
presión de los brazos y poder mantenerse ergido y no de rodillas durante la molienda.
Sin embargo, los molinos, aunque su importancia era fundamental porque fue el paso previo antes de poder consumir el cereal, alimento básico diario de las poblaciones prehistóricas e
históricas, no han gozado de una similar consideración que la cerámica o el instrumental lítico
tallado en los estudios arqueológicos hasta fechas recientes. La razón quizás haya sido la continuidad formal en las tipologías de los molinos de vaivén y rotatorios, junto a su imprecisión cronológica respecto a la cerámica.
• Oepanameoto de Prehistoria de la UniveTSidad Complutense de Madrid. Facultad de Geograt~a e Historia. Ciudad
UniveTSitaria. 28.040 Madrid. E-maiJ: mederos@eucmax.sim.ucm.es & Deparunent of Anthropology, Peabody Museum, Harvard
University, 11 Divinity Avenue, Cambridge, Massacbusctts, 02138-2019. E-mail: mederos@fas.harvard.edu
•• Programa de doctorado. Área de Arqucologia. Departamento de Prehistoria, Antropología e Historia Antigua. Facultad de
Geografla e Historia. Universidad de La Laguna. Campus de Guajara. 38071 La Laguna. Tenerife.
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A LFREDO MEoEROS
MAKriN Y GABRIEL EsCRIBANO Coso
La situación ha cambiado a partir de los afios ochenta cuando se han desarrollado analíticas
que han puesto de manifiesto la procedencia de los molinos desde regiones distantes, lo cual ha
eJtigido una mayor atención en el encuadre cronológico de los ejemplares analizados, y simultáneamente, una reevaluación de la importancia de la molienda en las actividades productivas a fin
de diferenciar producción doméstica o indicios de producción centralizada.
TIPOLOGÍA
El molino barquiforme o naviforme exigía un movim iento de vaivén con una moledera agarrada por ambas manos en posición de rodillas que acababa produciendo un desgaste diferencial
en el centro del molino, forma caracterlstica de la que deriva la denominación barquiforme o
naviforme.
En general pueden distinguirse tres grandes tipos de molinos a partir del siglo V AC
(Williams-Thorpe, 1988: 260-263, table 2; Williams-Thorpe y Thorpe, 1993: 279, table 5).
1) Molinos de tolva (mola trusatilis o hopper-rubber), conocidos en Atenas desde finales del
siglo V AC, ca. 425-400AC (Runnels, 1981: 127), son muy numerosos en Israel, Anatolia, Egeo,
Grecia y Sicilia, pero completamente desconocidos en Cerdeiia, Península Ibérica o Marruecos.
Se caracterizan por presentar en la muela superior una ranura central longitudinal e inclinada en forma de doble vertiente invertida por donde se vertía el grano, y una muela plana de base
sobre la que se realizaba un movimiento de vaivén con un mango de madera sujeto a la muela
superior con grapas de hierro y a un pivote basculante (Fig. 1/7).
2) Los molinos rotativos bicónicos, presentan dos variantes, el tipo Morgantina (Morgantina
milis) (Fig. 1/9) cuyos ejemplares más antiguos en Morgantina (Sicilia) son del siglo ID AC
(White, 1963: 205) y una variente más evolucionada o tipo Pompeyano (Pompeian milis) (Fig.
118). Se distribuyen principalmente en Sicilia, particularmente la variante tipo Morgantina, siendo también predominantes en Cerdeña, Túnez, Argelia y Marruecos, con porcentajes notables en
Chipre e Israel.
Ambos presentan una muela inferior fija en forma de cono invertido y una muela superior
bicónica. Sin embargo, el tipo Pompeyano aumenta el tamafl.o de ambas, permite la tracción animal y la muela superior presenta proporciones más equilibradas entre las dimensiones de sus dos
conos que conforman la caracterlstica forma bicónica.
3) Finalmente, los molinos rotatorios se dividen en manuales (rotary quern) (Fig. 1/l-6),
predominantes en la Península Ibérica y Francia, siendo abundantes en Marruecos y Cerdeña,
sobre los que vamos a centrar este trabajo, y molinos rotatorios de tracción animal (cylindrical
milistones), de grandes dimensiones, hasta 80 cms. de diámetro, presentes en la Península Ibérica
y Cerdeña.
Frente a los moHnos rotatorios ibéricos, en epoca romana los molinos adoptarán una forma
cada vez más plana que ayudó a disminuir el coste en materia prima utilizada y, sobre todo, redujo su peso al transportarlos (Moritz, 1958: 11 7).
Los molinos de época medieval o moderna, tanto en los países mediterráneos como en
Canarias, suelen presentar una lavija (rynd) interior en la base o superficie interior de la pieza de
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Fig. 1.- Tipos de molinos en época romana. 1: rotatorio Bl. 2: rotatorio B2c. 3: rotatorio B2d. 4:
rotatorio B2e. 5: rotatorio B2f. 6: rotatorio B2g. 7: tolva. 8: pompeyano. 9: morgantina. Fuentes:
Arribas (1987: 575, fig. 7); Py (1992: 191 fig. 6/14, 194 fig. 8/29, 200 fig. 11/48, 202 tig. 13/58-59, 206
fig. 15/66 y 15172, 207 fig. 16174).
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molino superior que facilita el engarce del eje de madera o la utilización de una manivela (wooden hand/e) con mango de madera. Esta lavija, en época romana avanzada, se situa en la superficie superior del catillus o pieza superior del molino.
Otra tendencia desde época medieval es La presencia de un gollete o cuello alzado (raised
collar) más marcado alrededor del eje en la pieza superior del molino (Runnels, 1990: 151 ), lo
que se confirma en Canarias durante el siglo XV, el periodo simultáneo a la conquista, en la excavación de la Cueva de los Cabezazos (Tegueste, Tenerife) (Diego Cuscoy, 1975: 300, 326, 328).
ORIGEN Y CRONOLOGÍA DE LOS MOLINOS ROTATORIOS
Los primeros estudios sobre los molinos rotatorios se basaron en la ausencia de referencias
en los autores griegos para sostener su cronología romana, dato que confirmaba un texto de
Columella (R.R., XTII, 50), del 42 DC, quien utiliza el término de mola para un molino rotatorio
(Bennett y El ton, 1898: 130-135; Lindet, 1900: 17, 25). Los datos arqueológicos en Grecia
actualmente confirman esta tesis pues, como plantea Runnels ( 1990: 147, 149), no existe ningún
contexto arqueológico anterior del siglo I AC o durante los inicios del dominio romano, dentro
de un muestra de más de 250 yacimientos. Además, los ejemplares griegos bien datados son del
siglo m DC en adelante.
Será en el Reino Unido donde primero se evaluará un significativo n úmero de molinos rotatorios manuales de contextos arqueológicos, proponiéndose su aparición entre el 100-50 AC
durante la Edad del Hierro B (Curwen, 1937: 138,40-151 y 1941: 15-22), con antecedentes en
eJ molino rotatorio bicónico pompeyano con tracción animal, generalmente un burro (mo/ae asinariae o donkey mi/l), citado por Catón (R. R., De Agricultura, X, 4 y Xl, 4) hacia el 160-150 A C.
Sin embargo, Curwen sugiere su origen en Grecia, y no en la Península Itálica, concretamente
inventado por un supuesto seguidor de Arquímides hacia fines del siglo lii AC o inicios del siglo
IIAC.
Siguiendo a Scbulten (1927: 265), VG. Childe (1943: 25) volverá a resaltar la estrecha vinculación de la difusión del molino rotatorio manual (molae manuariae o hand-mill) con el ejército romano, ya que cada contubernium de 5 ó 1Ohombres tenía en su equipamiento un molino
rotatorio manual (Strat., IV, 1, 6; Veget., Mil. , II, 8, 13).
La difusión de los molinos rotatorios manuales a partir del siglo m DC en Alemania y
Escandinavia estaría vinculada a la influencia ejercida desde el limes del Imperio Romano. En la
propuesta de Childe (1943: 19-20) serán decisivos los molinos rotatorios romanos utilizados en
la conquista de N umancia el 150 AC (Schulten, 1927: 265, taf 29/3; 1929: 227, lám. 50a-fy
1931: 244) y varios molinos ibéricos con asas verticales de los poblados de El Piuró del Barranc
Fondo (Mayalió) (Bosch Gimpera, 1915-20: 653-654, fig. 490-492), y SantAntoni de Calaceit
(Bosch Gimpera, 1915-20: 660), de fines del siglo fV y siglo Ill AC, que apoyaba textualmente
en la referencia de Catón (R.R., X, 4) sobre las molae hispaniensis, transfiriendo a la Península
Ibérica y el Mediterráneo Occidental un papel clave en esta innovación tecnológica.
Esta atribución a la mola hispaniensis será aceptada por Moritz ( 1958: 104, 11 O, 115), quien
también propugna un origen hispano de los molinos rotatorios manuales, expandiéndose hacia
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Italia y el resto del Imperio a partir de la conquista romana de la Península Ibérica. Por el contrario, defiende un origen independiente de los molinos rotatorios bicónicos pompeyanos de tracción animal que considera originarios de Italia (Moritz, 1958: 74, 115).
Ante estos datos, Runnels ( 1990: 153) sugiere como lugar de origen del molino rotatorio
bien la Península Ibérica o bien Sicilia, ante la serie de molinos documentados en Morgantina
(White, 1963). En esta línea, Py ( 1992: 195, 197) considera que la innovación del movimiento
rotatorio debería atribuirse al mundo púnico en la Península Ibérica, desde donde se expandería
hacia el Sur de Francia e Italia.
Estudios más recientes han retrotraído la cronología de los molinos rotatorios en Inglaterra
hasta el siglo V AC, durante la Edad del Hierro. Ejemplares en arenisca rojiza y conglomerado
de Puddlehill se remontan en dos casos al 450-300 AC, otros dos al 300- 100 AC y uno al 500100 AC (King, 1986: 80-81, 88-9 1). Por el contrario, molinos elaborados sobre rocas volcánicas
no se retrotraen a fechas anteriores al 50 DC en Saint Albans o 50-100 OC e n London-Watling
Court y London-Tokenhouse Yard, procedentes de áreas fuentes e n Mayen (Alemania) y Volvic
(Francia), lo que implica que estas importaciones se produjeron a partir de la conquista romana
de Inglaterra (King, 1986: 94-95, 102-104).
Para el Mediterráneo, la serie de Lattes en el Sur de Francia es la que aporta un mejor encuadre cronológico. Molinos de tolva o tipo A3 tienen fechas de hasta el 350-325 AC (Py, 1992:
192-193). Un molino próximo al tipo pompeyano o Cl está fechado en el SO AC-25 OC (Py,
1992:2 13-214, fig. 21 / 100).
Además, los moHnos rotatorios son los que presentan el mayor número de subtipos fechados. El tipo B 1 de gran espesor, con la muela superior perforada y la inferior sólo parcialmente,
se retrotrae hasta el 300-250 AC, prolongándose hasta el 200 AC (Py, 1992: 192, 194 íig. 8/26,
29) (Fig. 1/ 1).
El tipo 82 puede estar perforado, 82b, o no, B2a, pero presenta gran espesor, fechándose
entre el 250-125 AC (Py, 1982: 196-197, fig. 9/35-37).
En cambio, el tipo 8 2d, perforado (Fig. 113), y el B2c (Fig. 112), no perforado, reducen notablemente el espesor del molino, caso de uno tipo B2d del 50-1 AC (Py, 1992: 199, 196 fig. 9/33)
o dos del tipo 8 2c del 100 AC-50 OC (Py, 1992: 199, 201 fig. 12/52 y 54).
Finalmente, los tipos B2e-g presentan dos caras cóncavas en la muela superior, dividiéndose entre el tipo B2e (Fig. 1/4), sin banda en relieve alrededor de su borde, del J50-125 AC (Py,
1992: 203, 206 fig. 15/67) y el 82g, con dicha banda en relieve, del 50 AC-1 00 OC (Py, 1992:
205, 207 fig. 16/79 y 208 fig. 17/80 y 82) (Fig. 1/6).
LOS MOLINOS ROTATORIOS EN LA PENÍNSULA IBÉRICA
La falta de estratigrafias adecuadas ha creado una notable incertidumbre sobre la aparición
de los molinos rotatorios en la Penlnsula Ibérica. L.A. Moritz (1958: 105) sefiala también a los
ejemplares de Numancia del 150 AC como los primeros molinos rotatorios manuales seguros,
que el nuevo equipo de excavadores (Checa et alii, e.p.) no retrotraen a más de siglo I AC por la
falta de referencias estratigráficas en los ejemplares de las excavaciones antiguas.
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En el litoral mediterráneo, la falta de buenos contextos estratigráficos se aprecia en notables
colecciones de molinos rotatorios ibéricos como los de la Bastida de les Alcuses (Mogente,
Valencia), excavado a fines de los afíos veinte, que resultan cronológicamente inutilizables
(Fletcher et alii, 1965 y 1969) o en la amplia serie de Coimbriga, quizás la mayor en Portugal
(Borges, 1978). Una cronología más precisa fue propuesta por Junyent y Baldellou (1972a: 59,
fig 4/63 y l972b: 57-59), en torno al 250-200 AC, por la vinculación con cerámicas campaniense A, aunque los ejemplares del nivel I1I de Mas Bosca, proceden de un nivel con intrusiones
estratigráficas. Sin embargo, la presencia de cerámica campaniense A quizás lleve estos contextos hasta un 150 AC.
En el caso de Coimbra del Barranco Ancho (Jumilla, Murcia) (Molina García el alii, 1976:
71-73, 97), dos molinos rotatorios localizados in situ en los hogares 2 y 7 pueden prolongar su
cronología hasta un momento avanzado del siglo n AC, dada la falta de niveles estratigráficos
adecuados.
La excepción fue el poblado ibérico de La Escudilla (Zucaina, Castelló) (Gusi, 1971: 205216, 234), excavado entre 1968-69, el cual aunque se encontraba parcialmente arrasado, aportó
un molino con dos agarraderas laterales en la vivienda H-1 del estrato Il de ocupación, sellado
por un nivel de incendio o estrato I, fechable hacia el410-390 AC.
No obstante, el contexto más claro procede del pecio de Isla Pedrosa (Torroella de Montgrí,
Girona), excavado entre 1964-70 (Foerster, 1975), donde se recuperaron unas 150-200 piezas de
molinos rotatorios manuales, esto es unos 100 molinos (Foerster, 1966: 6). Gracias a una importante serie de cerámica campaniense A se propondrá una cronología del130-100 AC (Barberá,
1959: 29), 150 AC (Morel, 1981: 63) o 150-140 AC (Parker, 1992: 520). Sin embargo, como
correctamente comenta Parker (1992: 520), la presencia de ánforas Dressel lA (130-50 AC), lB
(100-25 AC) y 6 o Lamboglia 2-Class 8 (200-50 AC) resulta algo dificil de correlacionar con la
cerámica campaniense A, siendo posible la coexistencia de dos o más pecios distintos, aunque
según el reportaje más extenso de las excavaciones (Foerster, 1975) se documentan asociadas a
la cerámica campaniense y los molinos, por lo que puede proponerse quizás una cronología más
cercana al 125-100 AC.
Un primer paso para retrotraer esta cronología hasta la segunda mitad del siglo AC, 250210 AC, fue aportada por dos molinos rotatorios de la casa 3, estancia B, del Puig Castellet
(Lloret del Mar, Girona) (Genis, 1985: 120-121, fig. 16) y un posible contexto de finales del siglo
IV, 330-300 AC, en Ullastret (Genis, 1986: 11 0).
Esta imprecisión cronológíca finalmente cambió con la publicación de los resultados de la
excavación del Tossal del Moro de Pinyeres (Batea, Tarragona) (Arteaga et alii, 1990: 136) que
retrotrayó al 500-400 AC la presencia de un molino rotatorio perforado verticalmente y otros dos
con agarraderas JateraJes, documentados en la fase Tossal del Moro 2. Esta nueva información
confirmó la cronología que inicialmente babia sugerido el molino del poblado de La Escudilla.
En los últimos años se han ido publicando contextos de similar antigüedad en tomo al siglo
V AC, caso del 575/550-425 AC en Los Villares m (Caudete de las Fuentes, Valencia) con un
contexto del Ibérico Antiguo (Mata, 1991: 175) y 450-400 AC, en el Puig de la Nao V
(Benicarló, Castelló) (Olivery Gusi, 1995: 183).
m
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Para Cataluña tenemos una similar banda temporal, 550-400 AC en Els Vilars llb y ll
(Arbeca, Lleida) (Alonso, 1995: 24 y 1996: 189, fig. 5/ 1-2). 525-400 AC en Ca n'Oiivé lb
(Cerdanyola del Valles, Barcelona) (Alonso, 1995: 24 y 1996: 189-190, fig. 5/3-4). 500-400 AC
en AJorda Park (Calafell, Tarragona) (Sanmartí y Santacana, 1992: 89-90). Y 500-300 AC en
Penya del Moro (Sant Just Desvem, Barcelona) (Alonso, 1996: 188).
Sin embargo, no deja de llamar bastante la atención la práctica ausencia de molinos rotatorios manuales en un número significativo de poblados ibéricos, caso del Puig de Castellet (Lloret
de Mar, Girona), con una clara cronología entre el 250-200 AC gracias a un repertorio cerámico
de cerámicas de barniz negro y ánforas púnico-ebusitanas como la PE 16 o púnicas como Mañá
Cl y D (Liorens y Pons, 1987: 4 1, 44).
En este sentido, es bastante interesante la información contextua! proporcionada por el
poblado ibérico de El Taratrato (Alcañiz, Teruel) (Bardaviu, 1926; París y Bardaviu, 1926: 49;
Burillo, 1982: 59), excavado en su totalidad, que sólo en la vivienda 18 presentó 3 molinos circulares rotatorios. Estos datos confirman el escaso número de molinos rotatorios documentados
por poblado donde sólo tenemos 1 caso en el Tossal del Moro 2, l en Los ViUares lll, 1 en La
Escudilla, l en Alorda Park, 2 en Puig de la Nau V, 1 en Mas Bosca, 2 en Puig CasteUet o 2 en
Coimbra del Barranco Ancho, yacimientos donde se ha excavado una superficie significativa del
área de hábitat.
EL CASO CANARIO
A la hora de establecer la tipología de los molinos canarios, Serra Ráfols y Diego Cuscoy
(1950: 395-397) recurrirán a dos molinos romanos del Museo Arqueológico de Zaragoza y al
Musée des Antiquités de Rabat, para proponer la aparición del molino rotatorio manual con la
"romanización" en la Península Ibérica, Marruecos y como fecha ante quem para Canarias.
Este planteamiento será discutido por Hemández Benítez ( 1951: 134-135) quien recordó la
presencia de los molinos rotatorios desde el siglo IV AC en época ibérica, presumiblemente
basándose en Boscb O impera ( 1915-20), para después propugnar su desarrollo autóctono en
Canarias independiente de cualquier corriente foránea y retrotraer la cronología del poblamiento de las islas hasta el Neolítico y Eneolitico.
Poco después, Jiménez Sáncbez (1952: 71-72) lo relacionó con los molinos de Ifni y el
Sabara Occidental (Caro Baroja, 1955), particularmente con los de Rlo de Oro con "el que casi
se identifica".
A finales de los años sesenta, poco después de la creación del Departamento de Prehistoria y
Arqueo logia en la Universidad de La Laguna, M. Pellicer ( 1971-72: 61) planteará que los molinos
rotatorios habían sidos traídos por los fenicios al Mediterráneo Occidental hacia los siglos VIII-VII
a.C., generalizándose en la Península Ibérica a fines del primer milenio a.C. con la iberización y
penetrando en el Norte de África y Sabara durante el Bajo Imperio romano, desde donde pasarian
a las Islas Canarias ya en una época cristiana avanzada o preferiblemente medieval.
No obstante, ya desde la primera excavación desarrollada en 1971 por P. Acosta y M.
Pellicer (1976: 149-151, 160-163) en Tenerife, se conseguirá localizar estratigráficamente la pre-
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A LFRlloo MEoEROS MAJtTIN v OAIIRIEL Esc&mANo Couo
sencia de molinos rotatorios en el nivel U (lb) de la Cueva del Barranco de la Arena (Candelaria),
fechado por carbono 14 en el 240 DC.
Poco tiempo después, la excavación por L. Diego Cuscoy (Diego Cuscoy, 1975: 300, 326,
328) de la Cueva de los Cabezazos (Tegueste, Tenerife) ponía de manifiesto la continuidad de su
uso hasta la llegada de los castellanos en el siglo XV, al detectar en su nivel III, 2 molinos rotatorios con gollete o cuello alzado, fechados en el 1450 DC.
La visión más reciente seria la aportada por R. González Antón y A. Tejera ( 1981: 34, 224)
quienes defienden un origen púnico de los molinos rotatorios en el Norte de África, generalizándose posteriormente en época romana, aunque su trasmisión hacia Canarias, en tomo a inicios del siglo l DC, seria a través de pueblos bereberes que poblarían las islas.
Los únicos casos de molinos con buenos contextos estratigráficos localizados en los últimos
aftos en Canarias hao sido uno del estrato IV, nivel Vl, de la Cueva de Don Gaspar (lcod,
Tenerife), fechado ca. 260-320 DC (del Arco, 1985:295,357,285 fig. 13/2369), y varios ejemplares del estrato 4 de El Bebedero (Teguise, Lanzarote) (Atoche, 1995-96: 39), nivel del que
proceden tres fechas del 30-50, 120 y 215 DC.
Es particularmente interesante, de acuerdo con la estratigrafía de Lattes, quizás el yacimiento con la serie de molinos romanos más detallada del Mediterráneo Occidental, que el molino rotativo del tipo B2d (Py, 1982: 199, 202-203, fig. 12/56-60), con perforación central que
atraviesa todo el eje, la variante más próxima a los ejemplares canarios, que su cronología se
enmarca entre el 25 AC y el 100 DC, lo que implica fechas prácticamente simultáneas entre los
ejemplares de la Galia meridional romana y Canarias.
CANTERAS Y PROCESO DE FABRICACIÓN EN CANARIAS
Actualmente sólo conocemos canteras de explotación de molinos en las islas de Grao
Canaria y Tenerife. En general se situan dentro de la serie basáltica 11, aprovechando bien pirocLastos soldados o lavas alveolares vacuolares. En Gran Canaria se conocen 4 canteras (Artiles
et alii, 1984: 31 ), pero no han sido publicadas en detall.e. Dos de e!Jas están en las inmediaciones de yacimientos arqueológicos, una necrópolis y un grupo de cuevas artificiales excavadas en
La roca.
El sistema de extracción se realizaba excavando un surco ancho en forma de circunferencia
con las dimensiones deseadas en una superficie horizontal o vertical; posteriormente, mediante
un golpe seco se extraía la pieza, que después debía ser tallada para darle un acabado más regular. Esta técnica puede ser observada en una cantera del Sureste de Gran Canaria pues conserva
piezas in situ a punto de ser extraídas y unos 130 huecos donde se efectuaron extracciones.
En Tenerife se conocen tres "canteras" en la Cafiada de Pedro Méodez, Cañadas del Teide
(La Orotava), los altos del Ravelo (El Sauzal) (Serra Ráfols y Diego Cuscoy, 1950: 386; Diego
Cuscoy, 1953: 26) y Jos altos de San Antonio (La Matanza). En ellas, una vez localizados los
·puntos que eran susceptibles de aprovechamiento por la presencia de traquibasaltos o de basaltos vesiculares óptimos, se beneficiaban de la fracturacióo natural de La "piedra molinera" para
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realizar una explotación oportunista que minimizaba el coste de extracción de la roca volcánica.
En ambos casos, se aprecian restos de estructuras de habitación aborigen en su área circundante.
En La Palma, en época histórica, se extraían en Topo del Morrocoyo y Charco del Tanque
(Puntagorda) (Noda y Siemens, 1982: 70), pero no hemos podido encontrar aún evidencias claras de su utilización en época aborigen.
A la hora de elaborar un molino intervenían distintos factores. En primer lugar, el tipo de
roca, puesto que los traquibasaltos tienen un grano fino o medio mientras los basaltos vesiculares suelen tener grano grueso. En segundo lugar, del tipo de cereal destinado a ser molido, cebada habitualmente, pero también trigo, puesto que ambos requieren distinto tipo de picado de la
piedra. En tercer lugar, dependiendo de cuanto más fino se desease obtener la harina, se trabajaba de forma diferente cada pieza de molino.
En todo caso, el recurso a basaltos vesiculares muy porosos evitaba tener que picar las
superficies interiores de las piezas superior e inferior de los molinos para estriarlas, trazando surcos radiales que facilitaban la molienda, los cuales exigían un reavivamiento del surco e n función del uso regular del molino.
Estos basaltos vesiculares muy porosos presentan, además, la ventaja de ser muy ligeros, lo
que facilita su transporte tanto en caso de transhumancia ganadera como para llevar un molino
elaborado o un bloque de materia prima al poblado.
La pieza inferior, solera o meta, quedaba f0a, mientras la pieza superior o catillus, daba
vueltas encima de ella alrededor de un eje (spindle) que atravesaba el catillus y se clavaba en la
meta. El eje, de madera en Gran Canaria (Pérez de Barradas, 1944: 53) o hueso, como sucedía
en Lanzarote (Abreu, 1590-163V1977: 58), podía atravesar completamente las piezas superior e
inferior, clavándose en el suelo para fijar de forma más sólida el molino al suelo. O bien, si la
pieza inferior no estaba perforada totalmente, insertarse en el agujero (eye) de la meta, por lo cual
su agujero central solía ser de dimensiones más reducidas, a veces con forma cónica invertida,
para facilitar su agarre.
La otra razón para hacer el agujero de la pieza superior más grande era que así permitía que
se fuera introduciendo grano por el agujero, mientras que al fijarse completamente el eje en la
pieza inferior impedía la pérdida de grano. El movimiento rotatorio distribuía el grano a todo el
plano de molienda de la muela inferior. En Tenerife el agujero de la pieza superior tiene una
forma cónica, mientras en Gran Canaria prima más una forma cilíndrica.
En la pieza superior o catillus, se realizaba en un lado un hoyelo (handle socket) para fijar
un mango de madera vertical con el que se imprimía un movimiento rotatorio manual.
Habitualmente en Canarias suelen presentar de 2 a 6 hoyuelos, pero esto puede deberse a dos
razones. Bien como previsión o elaboración posterior de uno o más hoyuelos en caso de que se
estropeara, como se advierte en algunos molinos fragmentados, ya que por allí solia fragmentarse la pieza a causa de su uso continuado. O bien para imprimir un movimiento rotatorio semicircular de forma alternativa hacia cada uno de los dos lados opuestos.
La mayor abundancia de piezas superiores o catillus podría deberse no sólo a la mayor elaboración de esta pieza en contraposición con la pieza inferior, sino también a que se pudiese
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aprovechar una superficie de roca preparada, con forma más o menos plana y un agujero al que
se fijaría la muela superior, lo que evitaría en ocasiones el transporte de la muela inferior.
COMERCIO DE MOLINOS EN EL MEDITERRÁNEO
Han sido los análisis de procedencia de materias primas los que han puesto de manifiesto la
importancia del comercio marítimo romano de molinos rotatorios. Las analíticas desarrolladas
por Williams-Thorpe (1988: 268-269) han puesto en evidencia que dificilmente pueden discriminarse sólo mediante estudios petrológicos de lámina delgada, siendo necesarios también análisis químicos mediante Fluorescencia de Rayos X (Potts et alii, 1984).
En la Península Ibérica existen cuatro áreas con afloramientos de rocas volcánicas susceptibles de ser aprovechadas, la Península de Lisboa, Ciudad Real, Almería en el Sureste peninsular y la comarca de Olot en Girona. Aunque sólo 24 molinos rotatorios procedentes de Girona
han sido objeto de análisis (Williams-Thorpe y Thorpe, 1987: 56-58), resulta muy llamativo que
el 46 % de los molinos sean de procedencia extrapeninsular, cuando se disponía incluso de una
fuente local en Olot, que se carece en la mayor parte de la Península Ibérica. En orden decreciente proceden del Sur de Francia (16.6 %), Cerdefia (12.5 %), Sicilia (8.3 %), Eolias (4.16 %),
lo que suma un 25% del Sur de Italia y, finalmente, el Norte de Marruecos con un 4.16 %. Del
mismo modo, aún más llamativo es el hecho que 1O de los 13 molinos analizados procedentes
de Olot son del pecio de Isla Pedrosa (Girona), presumiblemente destinados a la exportación, con
lo cual el porcentaje de molinos de Olot en Girona se reduce del 54 % a sólo un 25 %.
En Marruecos, rocas volcánicas del Atlas Medio (Williams-Thorpe, 1988: 296-297) suministran la mayor parte de los molinos utilizados en la Mauritania Tingitana, caso de Lixus,
Banasa, Thamusida y Volubilis, mientras que rocas volcánicas del Rif procedentes de Farkana
suministran a Tamuda, otras de Nador a Melilla y, en un caso, a Catalufia. No obstante, un molino de Lixus carece de un área-fuente conocida. Por otra parte, la única importación en Marruecos
es un molino pompeyano de Cerdefia, actualmente en el museo de Tetuán.
Existe una práctica división del Mediterráneo en tres regiones entre las que no se intercambian molinos, el Mediterráneo Occidental, incluyendo la Península Ibérica, Baleares, Cerdeña y
la Mauritania Tingitana. El Mediterráneo Central con Italia central y meridonal, islas Eolias,
Túnez y Libia. Y el Mediterráneo Oriental, con Egipto, Levante, Chipre, Anatolia, las islas del
Egeo y Grecia. Del mismo modo, molinos de las canteras alemanas en Mayen, Alemania
(Williams-Thorpe, 1988: 283), tampoco llegaron a alcanzar el Mediterráneo
En este sentido, no existe ni un solo molino de un área fuente del Mediterráneo Oriental en
el Mediterráneo Occidental y Jo mismo sucede a la inversa. Respecto al único ejemplo esgrimido de un molino de tolva de la isla de Nsyros en el Egeo procedente del pecio del Sec en
Mallorca (Arribas, 1987: 564; Williams-Thorpe y Thorpe, 1990: 133 y 1993: 301) no debe olvidarse que quien lo excavó, de acuerdo a su emplazamiento, en contacto con el casco del barco y
su posición (Pallarés, 1972: 320-321, 292 fig. 6), sugiere que iban como piedras de lastre, mientras el resto de los molinos son de la isla de Pantellaria en el Mediterráneo Central y deconoce-
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mos cualquier molino de tolva utilizado en Cerdeña, islas Baleares, Península Ibérica o
Marruecos. No obstante, Arribas (1987: 571, 576) duda de la función de lastre ya que considera
que se utilizarían simples piedras sin trabajar, quijarros de río o grava.
El Mediterráneo Central, incluyendo la Península Itálica, las islas Eolias, Sicilia y
Pantellaria, apenas aporta un posible molino rotatorio enAmpurias, quizás de Lípari, siendo particularmente significativo que Mulargia en Cerdeña no exporte ni un solo molino a La Península
Italiana, ni tampoco la región de Orvieto hacia Cerdeila (Williams-Thorpe, 1988: 285; WilliamsThorpe y Thorpe, 1989: l08-l 09). No obstante, Cerdefta aunque envía molinos hacia la
Península Jbérica y el Norte de Marruecos, la mayor parte de sus exportaciones se dirigen hacia
Sicilia y Túnez.
En todo caso, Sicilia tiene mayor relación con el Mediterráneo Oriental como ejemplifican
los molinos pompeyanos que desde Italia y Sicilia, se extienen hacia Grecia, Israel, Chipre,
Túnez, Ccrdeña, Argelia e incluso Marruecos (Luquet, 1966), siendo excepcionales en el Sur de
Francia y la Península Ibérica. Otro tanto sucede con los molinos de tolva, también muy abundantes en Sicilia (Williams-Thorpe, 1988: 263, table 2; WiUiams~Thorpe y Thorpe, 1993: 279,
table 5).
CONCLUSIONES
En el comercio de molinos del Mediterráneo, al tratarse de objetos de piedra volcánica relativamente pesados, se priorizó la explotación de áreas-fuente cercanas al mar, que servían como
vía rápida para su exportación y comercialización, caso de canteras próximas a la costa en
Aoatolia Occidental, las islas de Nisyros (Egeo), Egina (Grecia), PateUaria, Ústica (Sicilia),
Lípari (Eolias), La Murlargia (Cerdefia), Agde (Languedoc), Girona (Cataluña), Cabo de Gata
(Alrnería), Sintra (Península de Lisboa) o el Rif (Marruecos).
O. Williams-Thorpe ( 1988: 286; Williams-Tborpe y Thorpe, 1991.: 157) ha propuesto como
modelo explicativo que los barcos procedentes de Roma e Italia que iban a buscar grano a
Espai'ia, Túnez, Sicilla y Cerdeña, transportarían molinos entre su carga en el viaje de ida y volverían exclusivamente cargados de grano. Sin embargo, la ausencia de molinos procedentes de
canteras italianas en la Península Ibérica o Cerdeña no parece ratificar este modelo.
Tampoco Cartago recibe molinos desde Italia, aunque sí proceden del arco formado por
Pantellaria, Ústica, Sicilia, Lípari y Cerdeña. Sicilia se autoabastece principalmente en las regiones del Etna, Lípari y Cerdeña, siendo poco significativas las importaciones procedentes de
Italia.
Finalmente, la presencia de molinos de Cerdeña y Laoguedoc en Mallorca, tampoco confirma el modelo, puesto que hay ausencia total de molinos italianos y responde a un aprovisionamiento desde las áreas fuentes más próximas que, potencialmente, son Girona, Languedoc,
Cerdeña y quizás Almería.
Si asumimos que las Islas Canarias fueron una posible escala de navíos romanos entre los
siglos I AC-V OC de acuerdo con la distribución de las ánforas romanas en las islas de Tenerife,
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ALI'REDO M EOEROS MARTiN Y GABRIEl. ESCRIBANO C OSO
Gran Canaria, Fuerteventura, Lanzarote y La Graciosa (Escribano y Mederos, 1996a y 1996b),
podría sugerirse, a modo de hipótesis, que quizás áreas-fuentes de .roca volcánica presentes en
las Islas Canarias pudieron también ser objeto de algún tipo de aprovechamiento ocasional, siempre con la necesaria colaboración de la población aborigen de las islas que habitualmente las
explotaban.
Al jnterés por acceder a una roca volcáruca potencialmente aprovechable, presumiblemente
molinos aún sin acabar de manufacturar, como sucede a veces en el Mediterráneo, caso de un
molino del Rifen Cataluña (Williams-Tborpe, 1988: 287), pudo haberse añadido la necesidad de
cargar "lastre" en los barcos. Ya que la mayor parte de las ánforas localizadas en Canarias transportaron vino que pudo intercambiarse con los aborígenes insulares, para sustiturrlas exjgiría
contar con una carga o "lastre" mínimo para afrontar el viaje de vuelta.
Estos datos merecen tenerse en cuenta, puesto que, actualmente, un 23 % de los molinos
estudiados en el Mediterráneo Occidental carecen de una fuente de procedencia segura
(Williams-Tborpe, 1988: 295). En este sentido, si bien aún no se han podido muestrear Cabo de
Gata en Almería y el Campo de Calatrava en Ciudad Real, la actual muestra incluye la práctica
totalidad de las posibles áreas-fuente: Cataluña, Portugal, Languedoc, Francia Central,
Alemarua, Italia, Cerdeña, Ústica. Sicilia, Lípari, Marruecos y Libia.
Además, un posterior análisis de casi todas las áreas-fuente del Mediterráneo Oriental
(Wituams-Thorpe y Thorpe, 1993: 301) sólo consiguió asignar una de estas muestras sin procedencia del Mediterráneo Occidental, hipóteticamente, a la isla de Patmos, en el Egeo.
Ello implica que aún seguimos desconociendo las areas-fuente de procedencia de casi el 25
% de los molinos analizados del Mediterráneo Occidental, incluyendo dos molinos analizados de
Ampu.rias (Williams-Thorpe, 1988: 298).
Si sumamos la compartimentación del comercio de molinos en el Mediterráneo, confirmada por los análisis realizados y la tipo logia, que documentan un área homogénea donde circulapor
ron molinos dentro del Mediterráneo Occidental constituido _ la costa atlántica y mediterránea marroqui, la Penfusula Ibérica, el Sur de Francia, Baleares, Cerdefia y a veces Sicilia.
Creemos que merecerá explorarse también en detalle la posibilidad que abre la geología volcáruca de Canarias, más aún cuando la cronología y tipología de los molinos romanos y canarios
presentan este alto grado de coincidencias.
AGRADECIMIENTOS
Queremos agradecer la autorización de consultar los fondos del Museo Arqueológico de
Tenerife de R. González Antón, y la colaboración prestada por M. del Arco y Ma.c. Rosario
durante dicha consulta. J.A. Hemández Marrero nos ayúdó a localizar uno de los puntos de
extracción de molmos y C. Martín Lujs en su determinación geológica. X. Nieto y X. Raurich
aportaron comentarios y bibliografia sobre el pecio de lsla Pedrosa y A. Jimeno la publicación
en prensa de Numancia.
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EL COMERCIO DE LOS MOLINOS ROTATORIOS ROMANOS
331
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Roman Periods". Geoarchaeology, 6 (1): 27-60.
- 33 1-
[page-n-332]
[page-n-333]
ARCHIVO DE PREHlSTORIA LEVANTINA
Vol. XXIV (Valencia, 2001 )
ROSARIO CEBRIÁN FERNÁNDEZ*
FRAGMENTO DE FRISO DÓRICO HALLADO EN SAETABIS
El conocimiento de la ciudad romana de Saetabis sigue planteando muchos problemas. La
aparición de algunos tramos de muralla en las excavaciones arqueológicas realizadas en las cercanlas de las iglesias de Sant Josep y Sant Feliu (Martfnez, 1987: 47-59), pavimentos de opus
signinum y diversas cisternas para la recogida y almacenamiento de agua en la misma zona permiten situar al núcleo romano en la ladera norte del Cerro del Castell, en la parte denominada la
Costa.
A pesar de la escasez de hallazgos arqueológicos, Saetabis continua siendo una de las ciudades del área valenciana mejor conocidas en cuanto a la documentación epigráfica. Las 60 inscripciones que conocemos de la ciudad han aparecido en el espacio sobre el que se asentó la antigua Saetabis, preferentemente reaprovechadas como bloques en la construcción de la muralla y
puertas de la ciudad medieval.
La mayoría de los epígrafes de Saetabis tienen carácter funerario. El predominio de soportes en forma de bloques y placas (23) permite considerar que las necrópolis de la ciudad albergaron un buen número de mausoleos y/o monumentos funerarios de obra. Además, la presencia
de aras ( 15) también obliga a pensar en la existencia de monumentos de cierta envergadura en
las necrópolis, ya que debieron situarse en el interior de construcciones. Por otra parte, la aparición de estelas (2) evidencia áreas funerarias a cielo abierto, donde sirvieron para señalizar el
lugar de enterramiento de un difunto.
En este sentido, el hallazgo de un fragmento de entablamento perteneciente a un monumento funerario permite conocer mejor el paisaje interior de las necrópolis de Saetabis. En 1994,
• Avda. del Cid, 122, 26'. 46018 Valencia.
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ROSARIO CEBIUÁN F ERNÁNDEZ
---
O
Fig. 1.- F riso d órico de Saetabis.
20cm
Fig. 2.- Dibujo del fragmento de friso haUado
en Saetabis.
durante los trabajos de consolidación de la parte oeste de la muralla medieval de Saetabis, en el
tramo entre la Cova dels Coloms y la antigua ermita de Les Santes se descubrieron tres aras
(CoreU, 1994, n° 30, 33 y 45; Cebrián, 1995, 275-278) y un fragmento de friso dórico, cuyas
metopas presentan una decoración en forma de cabezas de toro (Levante 29 abril 1994, 32). En
la actualidad, se conservan en el Museo de I'Almodi (Xativa) (fig. 1).
DESCRIPCIÓN
El friso que estudiamos está realizado en piedra caliza de color gris, extraída del mismo
cerro sobre el que se asentó la antigua Saetabis. Las medidas originales son 63 cm de altura y 24
cm de profundidad, mientras que la anchura conservada es de 66 cm. La cara frontal, superior e
inferior del bloque fueron alisadas, mientras que la posterior aparece simplemente desbastada.
En la cara superior presenta la huella de una grapa para su ensamblaje en la construcción. La
pieza conserva un surco tallado con posterioridad para su reutilización.
La decoración aparece corrida en la parte superior del bloque, utilizando una franja de 20,5
cm de anchura. El friso de Saetabis presenta una decoración arquitectónica de estilo dórico, en
el que alternan triglifos y metopas. Los triglifos tienen forma rectangular y están compuestos por
dos canales entre tres machones (Joulin, 1988, J6-l7). La anchura de los triglifos conservados
en este friso es de 14,1 cm cada uno de ellos. Por su parte, la única metopa conservada en su totalidad tiene unas dimensiones de 20,5 cm de altura y 22,5 cm de anchura.
El motivo figurativo que aparece representado en la metopa corresponde a una cabeza de
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FRAGMENTO DE FRISO DÓRICO HALLADO EN SAETA BIS
335
bóvido. El artesano que realizó la decoración cinceló muy toscamente los principales rasgos de
la cara anterior de la cabeza. Los cuernos aparecen poco curvados y sus extremos coinciden con
los ángulos superiores de la metopa en el que han sido dibujados. Las orejas están situadas debajo de los cuernos dispuestas de forma horizontal. El morro del bóvido está limitado por una doble
línea que arranca en las orejas y suponemos que terminarla, aunque no se conserva, en la boca.
Los ojos están representados mediante un pequeño círculo, de forma muy esquemática (fig. 2).
COMENTARIO
Las representaciones de cabezas de toro en algunos frisos dóricos pertenecientes a monumentos funerarios no resultan extraños en época romana, a pesar de que su origen baya que buscarlo en el mundo griego (Napp, 1933). El motivo helenístico de la cabeza de toro fue muy utilizado y sirvió de modelo a la representación típicamente romana del bucráneo, que se repitió
con un claro carácter funerario (Beltrán Portes, 1984-1985, 163).
En el área valenciana, conocemos otros dos ejemplos de frisos dóricos con representación
figurada de una cabeza de toro (fig. 3). En Saguntum, fuera de contexto arqueológico pero en una
zona de necrópolis, se encontraron tres sillares pertenecientes a un friso dórico, que presentan
una decoración de triglifos y metopas, entre las que se alternan cabezas de toros y rosetas con
umbo (Aimagro-Gorbea, 1980, 127-135). En el yacimiento de La Alcudia (Elche) se halló,
durante las excavaciones realizadas en los años 30, una metopa decorada con una patena con
umbo (Ramos, 1933, 106). Las analogías con el friso dórico saguntino permitieron a Almagro-
Fig. 3.- Friso dórico de Saguntum.
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ROSARIO CEBRIÁN FERNÁNDEZ
Gorbea (1980, 128) considerar que en la decoración del monumento funerario de llici también
estarían presentes la cabezas de toro.
En Hispania, también conocemos algunos relieves con cabeza frontal de toro entre metopas.
En 'Barcelona, reaprovecbados en la muralla, se hallaron cinco bloques decorados con cabezas
de toro, rosetas y tres cabezas humanas diferentes, sin duda, de máscaras (Tarradell, 1969, 7677, fig. 61-62, 167-168, .fig. 147-148). Además, en Zaragoza se documentan algunas aras con
representación de toros (Aguarod y Mostalac, 1983, 311-329). Tampoco faltan ejemplos en otras
provincias del Imperio (Filippi, 1991,397-398, taf. XL, 3; Pezet, 1962, 100, fig. 105).
La presencia de un friso dórico en el ámbito funerario de Saetabis documenta la existencia
de monumentos funerarios de cierta entidad en las necrópolis. La población mostró un gusto
determinado, en un período concreto, en la decoración arquitectónica de algunas construcciones
funerarias. Nada sabemos sobre la tipología del monumento del que formó parte, ya que el fragmento apareció fuera de contexto.
Las mismas dificultades nos encontramos a la hora de fechar este friso de Saetabis. La arquitectura funeraria de época romana manifestó el gusto por una decoración de frisos dóricos con
cabezas de bóvidos y rosetas vegetales a partir de Augusto y durante todo el período julio-claudio (Joulin, 1988, 214). Este modelo de monumento funerario fue introducido por los inmigrantes itálicos, asentados en Hispania a partir de la época de César y de Augusto.
BffiLTOGRAFÍA
AGUAROD, M.• C. y MOSTALAC, A. O983): ''Nuevos hallazgos de aras taurobólicas en la provincia de
Zaragoza". Homenaje al Prof M Almagro Basch, Madrid, pp. 311-329.
ALMAGRO-GORBEA, M. (1980): "El monumento funerario romano con friso dórico de Sagunto".
Saguntum, 15, pp. 127-135.
BELTRÁN FORTES, J. (1984-1985): ''El tema decorativo de bucranios y guirnaldas en las arae béticas".
Mainake, VI-VII, pp. 163-176.
CEBRlÁN, R. (1995): ''Un beneficiarius consularis documentado en Saetabi". Saguntum, 28, pp. 275-277.
CORELL, J. (1994): lnscripcions romanes de Saetabis i el seu territori. Valencia.
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NAPP, E. (1933): Bukranion und Guirlande. Heidelberg.
PEZET, M. (1962): Sur les traces d'Hercule. París.
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TARRADELL, M. ( 1969): Art romain en Espagne. Barcelona.
- 336-
[page-n-337]
ARCHJVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXIV (Valencia, 2001)
ROSA ALBIACH D ESCALS*
LA TOPOGRAFÍA PREURBANA DE LA CWDAD DE VALENCIA
La ciudad que hoy conocemos por Valencia no es una entelequia circunstancial, es la consecuencia de lo que se ha venido en llamar el devenir histórico. Con el paso del tiempo, las diversas culturas han ido imprimiendo un carácter no siempre visible que diferencia entre una
Valencia actual y otras ciudades, llámense Balansiya, Valentía ..., que ocupaban el lugar de ésta
y son su antecedente. Esto la convierte en una ciudad repleta de pasado donde las excavaciones
arqueológicas han permitido dilucidar la estratigrafia que tanto la naturaleza como el hombre han
ido depositando sobre el área donde se asienta la ciudad.
Por topografia se entiende la ciencia de representar gráficamente sobre un plano la superficie de un terreno. El plano más antiguo que se conoce donde se representan las curvas de nivel
del antiguo recinto urbano de Valencia es de 1894, un anónimo a escala 1:2.000 (Herrera et al.,
1985, 130-131 ). Ésta es la documentación gráfica más antigua a la que podemos recurrir para
conocer la topografía preurbana, pero no es el único modo de acercamos a ese relieve.
En el presente trabajo se ha emprendido la labor de aproximamos a conocer esta topogratla,
para lo cual se ha contado con datos de cotas estratigráficas de 21 intervenciones arqueológicas
dentro del" enclave histórico del centro del Valencia, ocupando tanto los límites de la ciudad
romana como la medieval. Como consecuencia se ha elaborado un mapa de isohipsas que reprea
senta una hipótesis de la topografia prerromana de L ciudad de Valencia, siempre considerando
los datos con los que hemos podido contar y sin llegar a ser una reconstrucción precisa, la cual
sólo sería posible sobre la base de la excavación de numerosos solares hasta niveles pre-ocupacionales, hecho que no siempre ha podido ser realizado.
• Servicio de Investigación Prehistórica. Diputación de Valencia.
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338
ROSA A LBIACH DESCAI.S
ESTADO DE LA CUESTIÓN
Los diferentes autores que han abordado el estudio y conocimiento del relieve prerromano
se han encontrado con el obstáculo de la escasez de datos debido a que la superficie pre-ocupacional no es visible, dado que este espacio ha estado alterado ininterrumpidamente. Su meritorio
trabajo se ha centrado en hacer una descripción del relieve que existiría basándose en la topografia actual, en textos antiguos y en registros estratigráficos.
Uno de los cronistas que tuvo la ciudad, V. Boix (Boix, 1862, 11), cuando habla de Valencia
nos dice que "su primitivo asiento era reducido y ocuparía tal vez el punto más culminante, que
pareció mas propio entre los varios accidentes que ofrecía entonces el terreno sobre la orilla del
Turia".
En la segunda década del siglo pasado J. Rodrigo Pertegás (Pertegás, 1922, 10-17) hace una
descripción de La orografía de la llanura valenciana. Expone que no existe un trazado gráfico que
señale los puntos de menos de 100 m, por lo que, a falta de un plano de curvas de nivel, se sirve
de las noticias que proporcionan los documentos conservados en el Archivo Municipal, los dietarios y la prensa periódica referentes a las inundaciones del Turia desde la época foral. Una parte
de su descripción se refiere al centro histórico de la ciudad, donde después de nombrar la elevación del "To9al", actual plaza de Sant Jaume, nos sefiala otra situada enfrente y separada por una
estrecha hondonada que culmina en el punto donde se edificaron la Catedral y el Palau
Arquebisbal, desde los que por cuestas bien marcadas primero y suaves pendientes después se
llega a sus limites, situados en el Mercat por Mediodía, en la Glorieta y plaza de Tetuán por
Levante, y en el actual cauce del río por el Norte.
Las investigaciones realizadas por P. Carrnona sobre la llanura aluvial valenciana aportan
nuevas e importantes consideraciones al respecto, sobre todo teniendo en cuenta que los estudios
están hechos sobre la base de datos estratigráficos (Carrnona, 1987, 11-12). Para la autora la ciudad actual tiene un relieve suave y una topografia escasamente diferenciada, pero en el momento de la instalación romana los rasgos topográficos y flsicos eran más acusados y éstos han sido
sepultados por las inundaciones crónicas. Las terrazas y motas aún visibles en época musulmana son poco a poco enterradas por la aluviación progresiva del río, que se va convirtiendo en
"braided" y va sepultándolo todo (Carmona, 1986, 51). Dentro del asentamiento urbano se observan las deposiciones del barrio del Carme y la plaza de Tetuán, y el relieve en la zona central
señala una mota que corresponde al actual área de la Catedral y alrededores, con alturas superiores a 17m s/n/m (Carrnona, 1990, 125).
El trabajo sobre el relieve pre-ocupacional realizado por J. Esteve Forriol (Esteve, 1978) y
la obtenida según las referencias altitudinales de la red de abastecimiento de agua a inicios de
este siglo (Rosselló y Teixidor, 1991, 209) coinciden con elevaciones alrededor de los 18,50 m.
La hipótesis del relieve preurbano presentada por V. Rosselló Verger (Rosselló, 1980, 2535) expone unas cotas maximas con una elevación superior a 16 m. Para el recinto romanoimperial de 14 y 15m, y desciende a 13m para el asentamiento romanorrepublicano.
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LA TOPOGRAFiA PREURBANA DE LA CIUDAD DE VALENCIA
339
MÉTODO DE TRABAJO
El proceso seguido para obtener una aproximación a la topografla preurbana se inició con
un vaciado de la documentación de las excavaciones arqueológicas en las que se había llegado a
niveles estériles, que resultaron ser 2 1.
Dentro de las excavaciones se comenzaron las investigaciones considerando el punto O de
cada solar. El punto O es una medida establecida fuera del área estricta de excavación y es fijada al inicio de la misma. Se mantiene a lo largo de todos los trabajos ya que ella será el referente diario al que acude el técnico para medir La profundidad de los hallazgos, siempre considerados a partir de esa medida establecida. Este punto está sobre el nivel superficial, generalmente
entre 0,50 y 1,25 metros.
Posteriormente se debla averiguar a qué cota s/n/m se encontraba cada solar. En este
punto, se supo que sólo en alguna excavación había sido obtenida, por lo que hubo que trasladarse a la calle para conseguir esas cotas absolutas s/n/m. Para ello se siguieron los siguientes
pasos: el proceso se inició en cada excavación y desde ésta trasladamos mediante estaciones
totales el punto O del solar basta una cota s/n/m actual. Los puntos acotados actuales han sido
obtenidos del plano catastral municipal que está a escala 1:1.000, con curvas de nivel que distan un metro entre ellas. En este plano hay cotas absolutas, exactas, ubicadas en algunos puntos del firme de las calles de la ciudad y, cuando hemos ido a buscarlas, en algunos casos ya
no estaban debido a reformas urbanísticas, y, al mimo tiempo, existen otras cotas relativas, no
tan exactas, en otros lugares, los cuales son muchos más. Los técnicos municipales nos aseguraron que las cotas relativas son fiables y pueden ser consideradas por su escaso margen de
diferencia. La cota s/n/m ya conocida a la que acudimos en cada caso fue la absoluta siempre
que había una cerca y si ya no existía, se tomaron las cotas relativas más próximas.
Después de este proceso de traslado y conversión mediante el uso de las estaciones se consiguió saber la cota s/n/m del ponto inical, es decir, la de.l solar. El siguiente paso consistió en
averiguar .las cotas iniciales a las que aparece el nivel estéril o pre-ocupacional del solar, es
decir, los estratos de arenas, arcillas y gravas donde no hay restos materiales nj constructivos.
De entre las medidas que se tienen, siempre fue elegida la menos profunda. Después de obtenidas éstas mediante la consulta de las fichas de trabajo, convertimos las cotas relacionadas
con el punto Oa las cotas s/n/m. Para ello partimos primero de averiguar la diferencia de acumulación estratigráfica en cm que existe entre la cota s/n/m del solar y el punto O. Después
calculamos la profundidad en cm que existe entre el punto O y el inicio de la cota estéril. A
estos centímetros de estratigrafia les restamos los centímetros de diferencia entre el punto Oy
la cota s/n/m del solar, de este modo supimos la cota s/n/m a que se encuentra el nivel preocupacional.
Esta operación se realizó y repitió en los 21 solares considerados, de modo que después de
obtener todos los datos ya nos encontrábamos en disposición de empezar a elaborar el plano
hipotético de curvas de nivel del paisaje pre-ocupacional de Valencia. Situados los puntos acotados sobre un plano a escala 1: 1.000 se procedió a trazar las isohipsas con equjdistancias de 0,5
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340
ROSA ALBIACH OESCAl.S
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341
LA TOPOGRAFiA PREURBANA DE LA CIUDAD DE VALENCIA
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Fig. 2.- Secciones A y B.
m y como resultado se han conseguido unas curvas de nivel aproximadas del relieve prefundacionaJ del enclave (fig. 1) (1).
Del mismo modo que han sido averiguadas las cotas s/n/m de los niveles pre-ocupacionales
pueden ser establecidas para otros períodos, en cuanto a fases constructivas u otras consideraciones.
La documentación ha sido ampliada mediante la realización de dos secciones que transcurren Norte-Sur y Este-Oeste. La sección Norte-Sur (A-A') ocupa un tramo de 580 m y abarca
todo el espacio que ocupa la ciudad romaoorrepublicana y parte de la romaooimperial. La sección Este-Oeste (B-B') se extiende en un segmento de 420 m y recoge los limites de las dos ciudades (fig. 2).
El presente trabajo se ha basado en la documentación obtenida de las excavaciones arqueológicas, pero para poder realizar un estudio más completo existen otros aspectos que podrían ser
considerados en futuras investigaciones (2). Éstos son los siguientes:
- Cotejar otros planos acotados actuales existentes en la ciudad de Valencia, ya que se ha
podido comprobar que existen diferencias de centímetros e incluso metros entre ellos, aunque
para este trabajo se ha partido del plano catastral municipal, el cual se nos recomendó por ser
aproximado.
( 1) Para el trazado de estas curvas hemos de agradecer la amable ayuda prestada por el Servi.cio Técnico de Topografla del
Ayuntamiento de Valencia, en especial a Oon Jesús de la Calle.
(2) Agradecemos al catedrático Don Vicent Rossclló i Verger su ayuda e interés en valorar estos estudios y proponer un futuro trabajo más completo.
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RoSA ALBIACH 0 ESCALS
- Tener en cuenta el resto de Las excavaciones en las cuales no se ha llegado a niveles de fundación, ya que las diferentes acumulaciones estratigráficas siempre son datos que aportan más
información sobre el aumento estratigráfico habido.
- Realizar un trabajo comparativo a partir de un plano acotado actual al cual se le rebajan 2
metros de sus cotas, considerando esta cantidad como una media general, y así compararlo con
el plano presentado aquí para el relieve preurbano y poder ver las similitudes y diferencias.
- Realizar la observación de la red de acequias medievales conocidas de la ciudad, estudio
ya realizado por Caries Sanchis, basándonos sobre todo en la situación, dirección y pendiente de
éstas porque para su construcción existió una mediatización y consideración topográfica.
- El Servicio de Investigación Municipal del Ayuntamiento de Valencia está realizando un
estudio sobre soporte informático del plano de Valencia de 1894, ya citado por nosotros, por lo que
un estudio comprativo con éste podría aumentar el conocimiento de la topogratla preurbana (3).
- Contar con los resultados de los trabajos de sondeos del terreno realizados por empresas
constructoras que nos ofrecen muestras del subsuelo.
EL RELIEVE PREURBANO
En casi todos los solares sondeados y excavados hasta el año 1992 en el recinto histórico de
la ciudad de Valencia se ha llegado aniveles estériles, es decir, al paleosuelo sobre el que se fundó
L ciudad romana en el año 138 aC. Se trata de estratos que poseen sedimentos muy finos, arcia
llas Limosas, pertenecientes a un llano de inundación más o menos estable no afectado por episodios de desbordamientos fuertes. Por los estudios de C 14 pertenecientes a los estratos de La excavación de la Plaza de 1' Almoina se puede datar alrededor del 11.100 BP (Carroona, 1990, 167).
Estos niveles aparecen a una profundidad mínima de 1,35 m y a una máxima de 5,50 m,
dependiendo del punto de la ciudad que se considere, por lo que la cantidad acumulada de sedimentos antrópicos se encuentra entre estas dos cifras.
Seguidamente se expone una tabla donde constan los datos que hemos recopilado y sobre
los que nos hemos basado para conseguir la altimetría del. nivel preurbano.
EXCAVACIÓN
AÑOS
P.A.A.
U.E.
ESTRAT.
P.A.P.
Palau de Benicarló-C/ Unió 4-6
1985-1989
16,60
2.832
4,00
12,60
Banys de l'AlmiraU
1985, 1986, 1988
15,00
2.077
3,21
11 ,66
Presó-Almoina
1985-1989
15,41
2.015
4,55
10,86
Cl Costera del Toleda 6
1990
16,00
1.027
4,22
11,41
Palau d'Almansa
1990
11,35
1,027
3,10
8,25
Cl Corretgeria 2
1988
14,08
1.070
3,50
10,58
(3) Agradecemos a los arqueólogos municipales Don Albert Ribera y Don Javier Martí su interés y apoyo en este trabajo.
- 342-
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LA TOPOGRAFÍA PREURBANA DE LA CIUDAD DE VALENCIA
PI. Napols i SicíUa 1
1988
Cl Tapineria 18
PI. Mercat 12-16
343
1.161
1,96
10,82
1991
U,78
13,39
1.053
2,25
11,14
11,17
1987
12,90
1.009
1,73
PI. Mariano Benlliure 2
1987
13,80
1.034
4,00
9,80
Cl Mar 19, 21 , 23
1981-1985
12,75
1.153
4,16
8,59
Cl Comte Trenor-Liibertat
1987
14,20
1.053
4,02
10,18
Cl Comedies-PI. S. Yicent Ferrer
1991
11,20
1.044
2,90
8,30
Palau de la Generalitat
1991
16,50
2.022
4,66
11,84
PI. Rcina-C/ Mar
1991
13,45
1.062
3,35
10,1
C/ Calderers
1990-1991
15,80
1.259
3,93
11,87
Palau de Pineda
1989
14,80
1.075
1,53
13,27
Cl Cabillers-PI. Saragossa
1986
14,60
1.591
2,88
11,72
PI. Negrito-C/ Calatrava
1990
15,90
1.307
5,45
10,45
Baró de Petrés-PI. Napols i Sicília
1987
12,50
1.230
3,84
8,66
PI. de I'Almoina
1985-1991
16,30
1.923
4,21
12,09
Abreviaturas:
P.A.A.: Punto acotado actual sobre el nivel del mar.
U.E.: Unidad Estratigráfica perteneciente a los niveles de paleosuclo que son estériles.
ESTRAT.: Estratigrafia acumulada hasta los niveles estériles en metros.
P.A.P.: Punto acotado sobre el nivel del mar resultante de restar la estratigrafia acumulada al
punto acotado actual.
Las medidas acotadas están consideradas en metros.
RESULTADOS Y CONSIDERACIONES
El trabajo realizado nos ba dado como resultado un plano de curvas de nivel y dos secciones (figs. 1 y 2) que reflejan la altimetría de una topografla preurbana de Valencia, los cuales
pasamos a describir. Ocupan un área que abarca la ciudad romanorrepublicana e imperial e
incluyen parte de la medieval islámica y cristiana. Se puede apreciar que es poco el desnivel existente, aunque son varios los pequeños montículos y algunas más las vaguadas presentes.
En los alrededores de la Plaza del Carmen se encuentra una elevación de 13 m s/n/m, obtenida de la excavación del Palau de Pineda. Esta cota corresponde a niveles islámicos del siglo
XI, que son los más antiguos documentados arqueológicamente en este punto, pero cabe pensar
que durante el siglo ll aC el nivel debió estar más bajo. Desciende hacia el sur, centro y este con
curvas de 12,50 y 12,00 m s/n/m pasando por el Palau de la Generalitat donde hay una curva de
nivel de 11 ,50 m.
Una isohipsa de 11,00 m nos describe, en la parte occidental del plano curvado, el inicio de
una zona más· baja que ocuparía parte de las calles Cabillers, Calatrava, Catalans, Cuines, Bany
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ROSA Ai.BIACH 0 ESCALS
deis Pavesos y Corretgeria. Finaliza con un fuerte desnivel situado en los alrededores de la Plaza
del Negrito, que desciende a 10,50 m sin/m y que será utilizado como basurero durante algún
tiempo en el período romanoimperial.
Dentro del área donde se ubica la ciudad romana, que corresponde a la oriental del plano de
curvas de nivel, el punto más elevado es de 12,09 m s/n/m y se encuentra en los alrededores de
la excavación de 1'AJmoina. Podemos apreciar que hay un pcquei'io cerro en el que la curva de
nivel es de 12,00 m y sobre él hay niveles de ocupación que corresponden a la fase fundacional
de la ciudad, segunda mitad del siglo II aC y, posteriormente, se sucede el hábitat durante todo
el período romano.
1,50 m hasta los 8,50
Este altozano desciende progresivamente hacia el este y sur desde los L
m. La curva de nivel de los 11,50 m viene desde las cercanías de las torres de Serrans, pasando
por la Plaza de Cisneros donde las excavaciones de 1999 mostraron niveles fundacionales,
siguiendo hacia la excavación del Palau de Benicarló, en el cual también encontramos evidencias de la primera ocupación de la ciudad. Esta isohipsa ocupa un amplio espacio abarcando Las
plazas de Crespins y de la Verge. Desde este punto retranquea por la calle del Sant Calze para
continuar por el Palau de la Generalitat, donde las excavaciones realizadas en los afios 1945 y
1991 muestran restos romanorrepnblicanos. Prosigue esta isohipsa equidistante a las curvas de
la boya de La Playa del Negrito.
La curva de nivel de los 11,00 m discurre por las proximidades de la calle Mur Santa Ana
hasta la Plaza de Sant Lloreny, donde retranquea y se une a la divisoria del Palau de Benicarló,
descendiendo después por la iglesia del Salvador, Palau del Marqués de Campo, Plaza de
I'Aimoina, atraviesa la Catedral, desciende por la iglesia de Santa Catalina hasta la avenida de
M 8 Cristina.
La curva de nivel de los 10,50 m transcurre equidistante a la anterior hasta La Plaza del
Arquebisbe, donde se desvía hacia el este para llegar hasta la plaza de Napols i Sicilia, donde los
restos de estructuras de época republicana son inexistentes; en cambio durante la época imperial
se construye un circo que se prolonga desde esta zona hasta pasada la actual calle de la Paz
(Ribera, 1998, 318-337). Desde aqui tuerce hacia el oeste pasando por la calle del Miracle, la
parte central de la plaza de la Reina y desciende por la plaza Redonda hacia el sur.
El resto de curvas hasta los 8,50 m s/n/m descienden hacia el este y son equidistantes a las
anteriores, aunque se van perdiendo en diferentes puntos.
Otra de las elevaciones que tendría la terraza aluvial se ubica en el sureste de la ciudad, entre
las excavaciones de Banys de 1'Almirall y la calle Cabillers, ocupando el cruce la calle
Avellanes. El montículo resultante es de planta rectangular-oblonga y está comprendido en la
isohipsa de los 11,50 m sin/m. En este lugar no se habita hasta los inicios de la época imperial.
Otra curva de 11,00 m circunda el altozano y abarca la casi totalidad del Palau Arquebisbal y
parte de la plaza de la Reina por el este.
A partir de este punto van descendiendo las cotas progresivamente hasta los 8,50 m y, entre
esta elevación y los 9,00 m, se construye el circo de época romanoimperial.
Por lo tanto, dentro del área que ocupa la ciudad republicana, la mayor elevación está sobre
los 12,00- 12,09 m, y se sitúa en las cercanías de la plaza de l'Aimoina, estando el resto de cotas
entre los 11,50 y 10,50 m.
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LA TOPOGRAFÍA PREURBANA DE LA CruDA O DE VALENCIA
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Otro altozano que le sigue en altura con 11,50 m está centrado en las cercanía deis Banys de
1'Almirall y la calle Cabillers y desciende progresivamente hasta los 8,50 m, pero este punto no
es ocupado hasta la etapa romanoimperial, cuando se amplia la ciudad hasta las cotas comprendidas entre los 9,50 y 8,50 m s/n/m.
La importancia que reporta el conocimiento de esta topografia preurbana se basa, primeramente, en aproximarse a saber cóomo pudo ser ésta. La suave topografía actual de la ciudad es
conocida por todos y aunque era de suponer que la preurbana también lo sería, requería ser comprobado, aunque sólo fuese en la medida de lo posible.
En segundo lugar, el conocimiento de la topografta prefundacional es de gran ayuda para La
arqueología porque ésta es la base para los estudios urbanísticos y arquitectónicos, ya que todo
asentamiento urbano romano precisa una planificación previa que requiere una adaptación o
modificación del terreno, y dependiendo de cómo sea éste, será mayor o menor la mediatización
que presuponga. Hemos visto que, en general, existen diferencias de nivel muy escasas, de 1,50
m para época romanorrepublicana y algo superior a los 2,00 m para la imperial teniendo en cuenta que hay uo aumento de la estratigrafía durante la ocupación anterior (figs. l y 2). Estas oscilaciones son insignificantes dentro del espacio de la ciudad romana de Valencia, aunque la superficie que hemos trabajado es mucho mayor de lo que ocupó ésta durante los periodos repubHcaoo e imperial. Por lo tanto, resultaría relativamente fácil urbanizar y edificar el área donde se
decidió establecer el asentamiento, es decir, en la terraza aluvial cuyo mayor desnivel no supera
los 4 m, por lo que carece de complejidad topográfica. Dentro de esta escasa variabilidad de nivel
sabemos, gracias a las excavaciones arqueológicas, que el espacio que ocupó la ciudad romanorrepublicana fue totalmente urbanizado, aunque esta afirmación nunca podra tomarse como cierta hasta que todo el subsuelo del recinto romano haya sido excavado, cuestión dificultosa, o más
bien imposible. Así también. las excavaciones realizadas dentro del espacio ocupado por la ciudad romanorrepublicana, tanto por su número como por su dispersión, han mostrado una aproximación a la visión general de toda la ciudad; por tanto, podemos atrevemos a hacer este tipo
de afirmación urbanística, de un asentamiento romano con calles, cloacas, edificios públicos,
casas y otras construcciones.
En la actualidad el río Turia se encuentra a la misma cota que los niveles republicanos, como
se ha podido comprobar en la excavación de Pintor López (Carmona, 1990, 137-138), pero
durante la época romana el lugar elegido para ubicar el núcleo quedaría más elevado que el rio
Turia porque sobre el lecho inicial del río se han ido acumulando sedimentos de modo ininterrumpido, lo que ha provocado un aumento del nivel del Turia.
A pesar de la altura superior a la que quedaría el asentamiento, los habitantes de la ciudad
se tendrían que enfrentar a las riadas periódicas del rio, sobre todo con los eventuales desbordamientos intensos ya documentados durante la época romana en diferentes excavaciones, entre
otras las de la calle del Mar, plaza de l'Almoina y Costera del Toleda. Un fragmento de friso perteneciente probablemente a un edificio público (Pereira, 1979, 29-3 1) y que nombra la palabra
c/adem se ha venido relacionando con alguna catástrofe natural o de otro tipo que acaeció en la
ciudad.
La cuestión de solventar el aprovisionamiento de agua y la evacuación de las aguas resi-345-
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ROSA A LBIACH 0 ESCALS
duales también está directamente relacionada con la topografía. Previamente a la construcción
de las calles se precisa determinar cuál será el curso que seguirá tanto la entrada de agua como
el desagüe de la misma, porque, entre otras cosas, están en función de la pendiente del terreno
que será observada desde la llegada de agua por el acueducto, su paso por el castel/um aquae, la
distribución por la ciudad y su vertido al río. Aunque es poco el desnivel existente en la topografía preurbana, es suficiente para que antes de construir haya de procederse a hacer zanjas en
la tierra y medir las caídas de nivel.
Cuando el agua transportada por los acueductos llegaba a las ciudades ésta era almacenada
en castella aquae, es decir, en grandes depósitos públicos desde donde se redistribuía gradualmente por la ciudad. Para abastecerse existió, al menos, un acueducto que traía el agua por el sur
desde la porta Sucronensis, como podemos leer en una inscripción que menciona la llegada del
agua por esta puerta hasta la ciudad (Pereira, 1979, 48-49). De este acueducto se hao localizado
3 tramos, 2 en la calle Quart y otro cerca de la cárcel Modelo (Ribera y Jiménez, 2000, 10-37).
El fragmento de una inscripción (Pereira, 1979, 77-78) encontrada en la ciudad podría relacionarse con la existencia de esta construcción. Existe una propuesta de Esteve Forriol (Esteve,
1978, 156) de situar el castellum al inicio de la caUe del Mar esquina con la plaza de la Reina,
pero las excavaciones de Cabillers y de la plaza de la Reina n° 2 esquina con la calle del Mar no
han proporcionado restos de esta construcción sino otras edificaciones romanas.
La obtención de agua dulce también provenía de manantiales naturales situados en el subsuelo de Valentia y sus alrededores, así como de algún pozo, como los hallados en la plaza de
I'Aimoina (Aibiach el alii, 1999, en prensa) y Roque Chabás. La evacuación de aguas residuales durante la época romana se hacía mediante una red de cloacas y canales que discurrían por
debajo de las calles. Nos vamos a limitar a exponer la mediatización que supone la topografía
para los desagües, porque el agua tiene que discurrir con cierta pendiente desde los puntos en que
es evacuada basta el lugar donde será vertida, para lo que el río sería el lugar elegido por estar
cerca de todos los puntos de La ciudad, ya que la rodea y porque evita insalubridades al correr el
agua continuamente. Los hallazgos encontrados cerca del río se sitúan en la calle Llibertat y
Comte Tréoor (Burriel, Ribera y Serrano, 2001 ).
También es de interés observar la acumulación estratigráfica que se lleva a cabo en la ciudad durante toda su existencia y que viene motivada por dos acciones fundamentales: la actuación de la deposición antropógena y la deposición o arrastre del río Turia de gravas y arenas. En
la primera vemos, a grandes rasgos, cómo ha actuado el hombre en las diferentes áreas de la ciudad alterando su fisonomía originaría porque, como se aprecia en las excavaciones, el nivel del
terreno se ha elevado por La acumulación que suponen los derribos de edificaciones, por aportes
de tierra y escombro, ya sea con fmes constructivos (por ejemplo una nivelación) o simplemente porque La zona está abandonada y se usa de escombrera. Así, por ejemplo, durante la época
republicana, y en la excavación de la Costera del Toleda, se produce una acumulación estratigráfica de 1,00 m aproximadamente como máximo. Más de la mitad de la parte superior de esos
niveles corresponde a rellenos, que es muy posible que sean el resultado de la nivelación hecha
por los nuevos habitantes de la ciudad a partir del inicio de la época imperial, cuando a su llegada encuentran una ciudad destruída que tienen que rehacer. En segundo lugar, los materiales
de arrastre provenientes de las avenidas del río (gravas y arenas mayoritariamente) aparecen por
-346-
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LA TOPOGRAFÍA PREURBANA DE LA CIUDAD DE VALENCIA
347
toda la ciudad, aunque suelen ser vaciados de las viviendas; pero hay excepciones como Jos
abandonos debido a riadas de grandes magnitudes. También pudieron existir otras posibles razones que influyeron en la alteración del relieve originario, como por ejemplo terremotos o pequeños movimientos de tierra que hicieron bascular el terreno, como es el caso visto en la excavación de la calle Calabazas-Plaza de la Merced (Albiach, 1994).
La topografía actual respecto de la preurbana, como hemos visto, ha cambiado en algunas
zonas. En puntos se ha mantenido la rnisma cota y en otros ha variado, aumentando o disminuyendo. Presentamos una tabla donde se expone, en metros, la cantidad de acumulación estratigráfica que hay en Valencia desde su fundación hasta la actualidad, diferenciándose la estratigrafia que se encuentra dentro de las ciudades romanorrepublicana e imperial, la que pertenece
al Jugar donde se construye el circo y la que queda extramuros de la ciudad.
EXCAVACIÓN
V.REP.
Palau de Benicarló
4,21
Presó-Almoina
4,55
P. Generalitat
4,66
Costera del Toleda
EXTRAMUR.
4,00
Almoina
V. IMP.
4,22
4,02
Comte Trenor
Cabillers
2,88
Banys de l'Almirall
3,21
PI. Reina-C/ Mar
3,35
C/ Mar
4,1 6
PI. Mariano Benlliure
4,00
PaJau d'Almansa
3,10
Napols i Sicília
1,96
C/ Comedies
2,90
PI. Negrito
5,45
Palau Pineda
1,53
C/ Calderers
3,93
PI. Mercat
1,73
Cl Tapineria
2,25
Cl Corretgeria
3,50
Abreviaturas:
V. REP.: Valentia Republicana.
V. IMP.: Va/entia Imperial.
EXTRAMUR.: Área fuera del recinto urbano.
Las cantidades de acumulación estratigráfica están representadas en metros.
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Así pues, podemos decir que con este trabajo se .ha pretendido una aproximación al conocimiento de cómo pudo ser la topografía con que se encontraron los fundadores de la ciudad romana de Valentía, sobre la cual se asentaron y urbanizaron. Para ello se ha trabajado sobre la base
de cotas preurbanas obtenidas de las diferentes intervenciones arqueológicas realizadas en la ciudad, así como con cotas actuales s/n/m, contrastadas éstas con las anteriores. De todo ello, el
resultado ha sido un plano de curvas de nivel que, hoy por hoy, es la hipótesis más cercana al
relieve preurbano con que podemos contar, y que pretende aportar datos y dar un primer paso
para investigaciones ·que en un futuro podrán completar este trabajo.
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ARCJIIVO DE PREIIISTORIA LEVANTINA
Vol. XXN (Valencia, 2001)
.MANUEL ÜOZALBES*
EL TESORILLO REPUBLICANO DE CASTILBLANQVES
(CORTES DE PALLÁS, VALENCIA)
La bibliografia antigua proporciona en ocasiones datos de interés sobre hallazgos numis-
máticos. Es el caso de la Geograjia General del Reino de Valencia de C. Sartbou Carreres y J.
Martínez Al oy de 1919, en cuya p. 209 podemos leer: "En el afio 1909 fueron halladas varias
vasijas de barro de escasas proporciones, que contenían de 150 a 200 monedas de plata, romanas. Fueron encontradas en un campo propio de Josefa Castiblanquer, en la partida de Cbapoli,
junto al caserío de Castiblanquer, que radica en este término municipal de Cortes".
Una casualidad propició que en 1999 conociésemos a una persona que tenía 6 denarios
romano-republicanos procedentes de Castilblanques (Cortes de PaUás, Valencia) (Fig. l ). Según
su información el hallazgo se babia producido a principios de siglo y el conjunto habla sido cuantitativamente modesto, señalándonos que posiblemente no contenía más allá de una veintena de
piezas. Se nos indicó que el pequeño lote se habría repartido entre tres personas en partes iguales. Las 6 piezas que se recogen en el presente trabajo corresponden a una de esas tres partes. El
único dato adicional que podía aportar sobre el hallazgo es que las monedas aparecieron dentro
de un recipiente cerámico que no se conserva en la actualidad.
Los datos publicados en 1919 coinciden con la información recogida por nosotros en lo que
respecta al lugar, fecha y tipo de hallazgo. La única discrepancia notable es la referencia a la cantidad de piezas que formaban el tesoro, ya que en la publicación de 19 19 se habla de 150-200
piezas, mientras que a nosotros se nos habló de unas 20 piezas con una cierta seguridad. Aunque
no podemos asegurarlo, parece lógico pensar que en ambos casos estamos hablando de un mismo
• Servicio de Investigación Prehistórica. CJ Corona 36, 46003 VALENCIA.
-35 1-
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352
VALENCIA
a Castilblanques
o
25
50 km
F ig. 1.- Situación de CastUblanques.
hallazgo y que las monedas que hemos podido conocer no son más que una parte de aquel conjunto de 150-200 piezas.
Gracias a la gentileza de los propietarios hemos podido acceder a seis de las piezas que formaban aquel tesoro. Tal y como se puede apreciar en las fotografias estas monedas fueron engarzadas hace años para formar una pulsera (Figs. 2 y 3). El peso total de La joya es de 28,3 g, y la
relación de las monedas que la forman es la siguiente:
l . Denario. L. Piso L. F. L. N. Frugi. Roma. 90 a.C. RRC 340.
Anv. Cabeza laureada de Apolo.
Rev. L PISO FRVGI. Jinete a der. con palma.
3 b.
- 352-
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El. TESORILLO REPUBLICA O DE CASTILBLA QUES
Fig. 2.
Fig. 3.
-353-
353
[page-n-354]
354
MANUEL GOZALBES
4
2
5
3
6
Fig. 4.
2. Denario. Mn. Acilius Illvir. Roma. 49 a.C. RRC 442/la.
Anv. SALVTIS. Cabeza laureada de Salus a der.
Rev. .MN. ACILIVS a la der., ID VIR VALETV a la izq. Valetudo de pie a izq. apoyada
sobre columna y sosteniendo una serpiente con la mano izq.
4 h.
3. Denario. Caesar. Ceca móvil. con César. 49-48 a.C. RRC 443/ l.
Anv. Emblemas pontificales.
Rev. CAESAR. Elefante a der. aplastando un dragón.
11 h.
4 . Denario. L. Hostilius Saserna. Roma. 48 a.C. RRC 448/ Ja.
Anv. Cabeza femenina a der. tocada con corona y diadema.
Rev. L. HOSTILIVS a la der., SASERNA a la izq. Victoria avanzando hacia la der.
llevando UD trofeo con la mano izq. y UD caduceo con la der.
9 h.
5. Denario. Mn. Cordius Rufos mvir. Roma. 46 a.C. RRC 463/ la.
Anv. RVFVS IJIVIR. Cabezas de los Dioscuros a der. con pilei laureados.
Rev. MN. CORDIVS. Venus de pie a izq. sosteniendo balanza con la mano der. y cetro
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EL TESORJLLO REPUBLlCANO DE CASTILBLANQUES
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con la izq. y Cupido situado sobre su espalda.
9 h.
6. Denario. P. Sepullius Macer. Roma. 44 a.C. RRC 480/ 13.
Anv. CAESAR DICT PERPETVO. Cabeza laureada de César con velo a izq.
Rev. P SEPVLLIVS MACER. Venus a izq. sosteniendo Victoria con la mano der. y cetro
con la izq. Escudo junto a la base del cetro.
7 h.
Ante una cantidad tan escasa de piezas son pocas las conclusiones que se pueden establecer.
Respecto a la cronología del conjunto parece muy probable que corresponda aJ período de las
guerras cesarianas. No obstante la prudencia nos obliga a mantener abierta la posibilidad que
pueda pertenecer a un momento algo posterior. A pesar de la modestia de la muestra, su composición llama la atención por su homogeneidad, con cinco ejemplares situados entre los afios 4944 a.C., y tan sólo uno que se remonta al 90 a.C. Según se deduce de todo esto el depósito debió
formarse durante la guerra civil y parece verosimil que su pérdida se produjese en algún momento próximo al año 44 a.C. Vuelve a resultar evidente que dicho conflicto puso en circulación una
cantidad importante de plata en la Península Ibérica.
Las tierras valencianas han proporcionado el importante tesoro de Liria de época de César
(Ripolles 1982, 38-42) con cerca de un millar de piezas y cuyo último ejemplar se fecha también
en el 44 a.C. La recopilación de tesoros de Cruces Blázquez ( 1987-1988, 130-133), muestra que
las ocultaciones de este período son abundantes en la mitad suroccidental de la Península Ibérica.
La zona portuguesa comprendida entre los cauces del Duero y del Tajo y el cauce deJ
Guadalquivir son los ejes fundamentales en los que se han recuperado conjuntos con esta cronología. Un trabajo reciente se ha ocupado de estudiar en profundidad los tesoros andaluces y
entre ellos los de esta cronología (Chaves 1996, 560-563). La muestra representativa del período procedente de la fachada oriental de la Península está formada por dos conjuntos procedentes de Tarragona (Figueras y Tortosa), otro incierto de Cataluña y los valencianos de Liria y
Castilblanques.
BffiLIOGRAFíA
8AMPO, M., 1984, "Tesorillo de denarios romano-republicanos hallado en Cataluña", Saguntum 18, pp.
229-248.
CHAVES, F, 1996, Los /f!$oros en el sur de Hispania, Sevilla.
CRUCES BLÁZQUEZ, 1987-1988, "TesoriUos de moneda republicana en la penfnsula ibérica. Addenda
a Roman Republican Coin Hoards", Acta Numismática 17-18, pp. 105-142
RIPOLLÉS, P.P., 1982, La Circulación Monetaria en la Tarraconense Mediterránea, Valencia.
SARTHOU CARRERES, C.; MARTÍNEZ ALOY, J., 1919, Geografia General del Reino de Valencia.
Provincia de Valencia, Tomo /1, Barcelona.
- 355-
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ARCHIVO DE I'REIIISTORIA lEVANTINA
Vol. XXIV (Valencia, 2001)
F. J. PUCHALT FORTEA *
UN NUEVO TIPO DE TREPANACIÓN CRANEAL
(BREVE NOTA ARQUEOLÓGICA)
El estudio de los restos humanos aflorados en excavaciones arqueológicas ofrece valiosos
datos sobre el protagonista por excelencia de la Historia: El Hombre. Poco a poco se han descrito múltiples enfermedades, signos de violencia y malformaciones, habiéndose pasado de una
fase puramente descriptiva de lesiones a una fase más amplia, integrando estos hallazgos en el
conjunto general de la colectividad que se estudia. Se da así una imagen más concreta de colectividades que nos precedieron, uniendo estos datos, en un pie de igualdad, con los procedentes
del estudio de las estructuras arquitectónicas, cerámica y utensilios, retazos de literatura y filosoña, crónicas, etc. Es el continuo reescribir de la Historia.
Pero no todo está dicho en la fase puramente descriptiva de las huellas de enfermar. A pesar
de excelentes y exhaustivos estudios sobre las huellas de enfermedad en los restos esqueléticos
de épocas pasadas, nos podemos encontrar con hallazgos inesperados cuyo estudio ha de incOJ:porarse al acervo común de conocimientos. Este es el caso que nos ocupa.
La pieza objeto de este estudio fue hallada en la necrópolis morisca de Benipeixcar, sita en
la ciudad de Gandfa, provincia de Valencia. Esta necrópolis salió a la luz en las campañas arqueológicas efectuadas en 1993 y 1994. Por las características de esta necrópolis cabe fecharla entre
los siglos XV y XVI.
Corresponde a un frontal de un sujeto probablemente adulto. No se pueden dar más datos,
por el estado de conservación de los restos esqueléticos. Los arqueólogos del municipio de
Gandía comunicaron que se le había adjudicado como identificación la U.E. 1603.
Es un frontal roto en dos partes, que se unen para mejor estudio e interpretación. Es de
• Unidad docente de Medicina legal. Facultad de Medicina. Universitat de Valencia. (Estudi General).
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F. J. P UCIIALT FOR
TEA
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.
.
. .
1
Fig. J.
pequeñas dimensiones. La anchura máxima es de 107 mm en el plano transversal. La distancia
entTe escotadura nasal y bregma es de 108 mm. La distancia entre las apófisis orbitarias externas
es de 89 mm (Fig. 1).
Por encima del reborde orbitario de la cavidad ocular derecha, a 8 trun, en su extremo más
interno, entre la escotadura orbital intema y línea media del frontal, aparece un agujero de contorno circular de 5 mm de diámetro. No tiene bordes sobreelevados ni cortantes. No hay hundimiento de la tabla frontal externa, ni fisuras que irradien del orificio (Fig. 2). Este orificio pone
en comunicación el seno frontal derecho con el exterior. No atraviesa la parte posterio de la cavidad.
Al efectuar el análisis radiográfico se hizo en incidencia perpendicular al orificio visible
frontal. Se observó que el contorno del orificio es regular, sin signos de condensación ni rarefacción ósea periorificial, de trayecto recto, rozando el techo de la cavidad sinusal derecha.
Las paredes de ambos senos frontales no presentan signos de condensación ósea atípica ni
de destrucción de sus contornos (Fig. 3).
La morfología recta del orificio, la ausencia de signos de inflamación, que se verían reflejados por signos de condensación y de destrucción de contornos tanto a nivel de las cámaras de los
senos frontales como del trayecto del mismo oriticio, hacen pensar que estamos ante la presencia de una lTepanación que afecta al seno frontal derecho, sin signos de supervivencia.
No es fácil llegar a esta conclusión pues el primer pensamiento que asalta al investigador, al
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U
' UEVO TIPO DE TREPA 'ACIÓN CRA EAL
Fig. 2.
Fig. 3.
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f . J. PUCHALT FORTEA
ver una lesión de esta morfología, es el de hacer un diagnóstico de sinusitis crónica fistulizada.
Pero se puede descartar este diagnóstico si se piensa que el proceso de fistu lización no se debe
a un aumento de presión dentro de la cavidad del seno por agentes patológicos. Esta fistulización
de la sinusitis crónica es debida a la participación del epitelio respiratorio, que tapiza normalmente las paredes de los senos respiratorios, en los fenómenos corrosivos-inflamatorios de una
sinusitis de larga duración, crónica, y que se producirían normalmente por infección. Todo este
proceso produciría, a nivel radiológico, signos de osteítis y destrucción de las paredes del seno
frontal afectado y del conducto de drenaje al exterior, destruyendo la regularidad de sus contornos. Al no existir estos signos objetivos, mal se podría decir que es una sinusitis frontal cronificada con fi stulización (l , 2, 3).
Un traumatismo tampoco parece ser el diagnóstico de esta lesión. No hay hundimiento de la
superficie externa craneal ni fisuras radiadas que indiquen, tanto macroscópicamente como
radiológicamente, un evento de semejante entidad.
La ausencia de signos de reacción ósea periorificial, en forma de osteocondensación, ni de
sobreelevación de los bordes indica que el sujeto que sufrió esta trepanación, o no estaba vivo
cuando se efectuó la misma o fal leció poco después por alguna otra causa. Dada la morfología
del orificio, muy regular y de trayecto recto, parece ser que se efectuó esta trepanación con un
taladro o barrena fija a un instrumento muy parecido a nuestro actual berbiquí.
A pesar de la bibliografía consultada (4, 5, 6, 7, 8, 9, 1O, 11) este autor no ha encontrado ninguna referencia o precedente de una trepanación de estas características. Ante esta falta de antecedentes se propone denominarla como: Trepanación craneo-sinusal tipo Gandía, salvo que existiese publicada y denominada anteriormente una trepanación de semejantes características.
Poco hay descrito sobre la minoría musulmana que, bajo pesado dominio cristiano, habitaba en nuestra península: Los moriscos. El estudio de García Ballester sobre medicina morisca
( 12) documenta la existencia de varios médicos moriscos en esta zona geográfica, basándose en
documentos de la Santa Inquisición. Este estudio pone de manifiesto la posesión de un bagaje
médico importante como es el galenismo arabizado. La posible tenencia de material quirúrgico
se pone de manifiesto en el acta inquisitorial de un médico morisco de Cáceres. El estudio de
este autor apoya la posesión de un extenso bagaje de conocimientos médicos en esta población
minoritaria como para hacer intervenciones sofisticadas.
La falta de más piezas craneales, impiden que se pueda asignar un motivo concreto terapéutico.
Mi agradecimiento a las autoridades municipales y de arqueología de la ciudad de Gandía.
Su apoyo y confianza han hecho posibles muchas cosas en el campo de la Paleopatología
BffiLIOGRAFÍA
1.- D EWEES, D. Y SAUNDERS, W.: Tratado de Otorrinolaringología. Editoriallnteramericana. Méjico, 1986.
2.- R IVRON, A. ET BOURD!NIERE, J.: Mucocéles et pneumosinus dilatans. Éditions techniques-Encycl. Méd.
Chir. (Paris-France) Oto-rhino-laryngologie, 20465 A-10, 12-1990, 12 p.
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UN NUEVO TfPO DE TREPANACIÓN CRANEAL
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3.- ROUVIER, P.; ÜARCÍA, C.; DEHON, A. ET COLOGNOLJ, R.: Sinusites Frontales. Éditions tecbniquesEncycl. Méd. Chir. (Paris-France) Oto-rhino-laryngologie, 20430 0-10, 1991 , 10 p.
4.- ÜRAÑA, F.; RoccA, E. y ÜRAÑA, L.: Las trepanaciones en el Perú en la Época Pre-llispánica. Imprenta
Santa Maria. Lima. 1954.
5.- WEISS, P.: Osteologia Cultural, 1" parte: l. Prácticas cefálicas en general. 11. Prácticas cefálicas médicas. Anales de la Facultad de Medicina de Lima: 505-655, 1958.
6.- BROTHWELL, D. & SANDISON, A.T.: Diseases in Antiquity. Ch. C. Thomas. Jllinois, 1967, pp. 651-672.
7.- LISOWSKJ, F.P.: Prehistoric and Early Historie Trepanation. In: Brothwell, D. & Sandison, A.T.:
Diseases in Antiquity. Ch. C. Thomas. UHnois, 1967, pp. 65 1-672.
8.- ÜRTNER J.D. & PUTSCHAR W.G.: Identifica/ion of Pathological Conditions in Human Squeletal
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Remains. Smithsonian lnstitution Press. Washington, 1985.
9.- CAMI'IL.LO, D.: Paleopatología del cráneo en Cataluña, Valencia y Baleares. Ed. Montblanc Martín.
Barcelona, 1977.
10.- GERMANA, F. ET FORNAC!ARI, G.: Trapanazioni, Craniotomie el Traumi Cranici in Italia. Pisa Giardini
Editori e Stampatori. 1992.
11.- AUFDERHEIDE, A. D. & RODRÍGUEZ MARTIN, C.: The Cambridge Encyclopedia of Human
Paleopathology. Cambridge University Press. 1998.
12.- GARCÍA BAL.LESTER, L.: Los Moriscos y la Medicina. Ed. Labor Universitaria. Barcelona, 1984.
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ARCHIVO DE PREmSTORIA LEVANTINA
Vol. XXIV (Valencia, 2001)
FRANCISCO-JOSÉ PuCI-IALT FORTEA
*
BREVE HISTORIA DE LA PALEOPATOLOGÍA
Con fuerza creciente se expanden en nuestro país los estudios de Paleopatología. En cuestión de poco mas de quince aflos el número de trabajos surgidos a la luz pública sobre las evidencias de enfermar ha ido creciendo paulatinamente, dejando de ser cosa de unos pocos científicos solitarios y poco comprendidos. La difusión de libros y revistas, la aparición de congresos
específicos, fundación de asociaciones y una mayor amplitud de pensamiento científico en el
mundo de la arqueología, paleontología y medicina, hace que los estudios en este campo aumenten progresivamente y, sobre todo, de manera continuada. Poco a poco nuestras autoridades culturales van ayudando a difundir estos estudios y aportaciones al conocimiento, si bien hay que
decir que aún se espera de ellas mucho más.
Pero ¿Qué es la Paleopatología? Hay que definirla, pero no basta con ello. Hay que saber,
aparte de su definición, como aparece y como se desarrolla, en definitiva hay que saber su historia. Viendo esto podremos sorprendemos gratamente al ver que el hombre se ha interesado
mucho y, desde hace bastante tiempo, por esta clase de conocimientos que aporta el estudio de
las evidencias de enfermar en restos de organismos, ya sean humanos, vegetales o animales, de
épocas pasadas. El que decida integrarse en esta rama científica ha de saber que no cae en un
sitio por desarrollar ni va en una dirección desconocida, y ha de saber que no está solo.
Estudiemos pues la definición de lo que es La Paleopatologfa y, sobre todo, estudiemos su
historia, esa vista hacia atrás tan necesaria para tener conciencia de lo que cada uno de nosotros
va a encontrar al mirar hacia delante.
La Paleopatologia es el estudio de las evidencias de enfermedad encontradas en los restos
• Unidad docente de Medicina Legal. Facultad de Medicina. Universitat de Val~cia. (Estudi General).
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FRANOSCQ-JOSE PUCIIALT F ORTEA
de seres vivos de épocas antiguas. Esta definición es la natural unión de la propuesta por Sir
Marc Armand Ruffer en 1914 y la que da Vuillemín al incluir a los vegetales, como organismos
vivos que son, en el campo de estudio de la Paleopatologla, unión de conceptos ya efectuada por
León Palés (1 ).
La enfennedad en Paleopatología hay que entenderla como toda desviación del estado sano
o normal del cuerpo que ha dejado una huella visible sobre los restos que han llegado hasta nosotros. Esta idea propuesta por Roy Moodie es acertada y fundamental para explicar el objeto del
estudio: La enfermedad y sus evidencias (2).
Es una ciencia pluridisciplinar, pues, aunque tenga un fuerte contenido médico-biológico,
todos pueden aportar algo, todos debemos estudiar mucho, todos somos necesarios. No se puede
prescindir de nadie que pueda aportar nuevos conocimientos al acervo común. Alguien descubre
los restos, alguien los estudia y clasifica, alguien aplica técnicas para su datación y estudio,
alguien aplica, o modifica, técnicas especiales de estudio ya desarrolladas con otros fines,
alguien integra los datos obtenidos en estudios generales, tanto de población como de salud o de
propagación de una enfermedad.
Se pueden, y deben, aprovechar estos datos para dar cada vez una idea más exacta del
mundo que nos rodea, tanto desde el punto de vista de estudio de las especies animales y vegetales ya extintas, evolucionadas, o llegadas hasta nosotros sin haber cambiado, como desde el
punto de vista del estudio del hombre. Preciosos datos que nos hablarán de épocas pasadas, ayudando al continuo reescribir de la historia, tanto del hombre como de los demás seres que le rodearon en tiempops antiguos, o le antecedieron.
¿Qué ideas han hecho posible el grado de desarrollo de esta ciencia? ¿Cuáles han sido los
primeros estudios? ¿Qué camino han seguido y qué desarrollo han tenido los estudios y las
ideas? Entramos en la Historia de la Paleopatologia.
Las aportaciones al conocimiento de los procesos de enfermar han sido numerosas a lo largo
de los años, contribuyendo con conceptos, ideas, hallazgos, interpretaciones. Cosas éstas que han
de estar en permanente revisión, pues al plantear dudas creamos nuevas ideas, siendo la certidumbre un elemento de corrosión.
Los estudios de Paleopatología se han centrado mucho en el hombre, Paleopatología humana, poco en los animales, Zoopaleopatologia, y casi nada en los restos fosilizados de plantas,
Fitopaleopatologia. No se pueden ignorar ninguno de estos campos, pero el hecho es que los
estudios sobre el hombre están mucho más desarrollados. Este extremo se justifica porque cuando el hombre abre su mente al conocimiento y mira a su alrededor ve que está rodeado de otros
hombres, hay una especie de antropocentrismo investigador que tendrá que ir desapareciendo.
Esta Historia de la Paleopatologia, por ende, también tiene que incurrir muchas veces en este antropocentrismo casi obligado.
Ya en La época clásica aparecen las primeras anotaciones sobre fenómenos observados en
esqueletos antiguos. Es de Herodoto de quien nos llegan las primeras noticias. Relata la aparición de una calavera toda de una pieza, sin huellas de unión entre sus elementos óseos, y la existencia de un esqueleto de cinco codos, entre las osamentas de los combatientes de la batalla de
Platea.
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BREVE HlSTORIA DE LA PALEOPATOLOGÍA
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Relata este mismo autor que pudo observar, él mismo, en un campo de batalla en el bajo
Egipto, que el cráneo de los persas de Cambises era mucho más frágil que las calaveras egipcias
procedentes del mismo combate (3).
No cabe duda que existieron más observaciones por parte de los estudiosos clásicos, medievales y del renacimiento. Forzoso es decir que no tendrían ni gran difusión, ni fueron de tipo continuado. Son estudios meramente descriptivos y totalmente empíricos. Pero no por esto hay que
desestimarlos alegremente. Muchas muestras han llegado hasta nosotros, y no necesariamente de
la mano de médicos. El cuadro de Santa Teresa, efectuado por Rubens y sito hoy en Rotterdam,
presenta una curiosa calavera con sutura metópica, al igual que en algunos de los dibujos de la:
"Nueva crónica y buen gobierno", ejecutados por su autor: Guaman Poma de Ayala (4). De
nuevo, y siempre, el interés del hombre por el hombre y lo que le rodea.
Realmente los estudios de los vestigios de enfermedad en los restos antiguos empiezan a
finales del siglo XVIII. Con Morgagni la ciencia se dota de un precioso concepto: El anatomopatológico. Se ponen en relación las alteraciones de la salud del sujeto con las observadas en su
organismo después de la muerte. Este concepto empieza a ser aplicado al campo de los estudios
sobre restos esqueléticos en 1774 por Esper que, estudiando la pelvis de un mamífero fósil del
Pleistoceno, describe una fractura consolidada, confirmada por reexámenes modernos. También
describe un tumor óseo femoral en un oso de las cavernas y que atribuye a un tumor maligno, un
osteosarcoma. Se empieza a atribuir una enfermedad al hallazgo de una lesión. Es el verdadero
comienzo de la Paleopatología (2, 5).
Los primeros investigadores en este dominio, tales como Cuvier o Walther, limitan su curiosidad a la patología traumática más evidente y a las afecciones reumáticas en los animales fósiles, al ser el material más accesible en los museos. Es solamente a partir de la segunda mitad del
siglo XIX, con la fijación y revisión completa de la doctrina y de los métodos de la anatomía
patológica efectuadas por Rokitansky y Vrrchow, cuando los antropólogos, paleontólogos y los
médicos abordan con detenimiento y continuidad el estudio de los vestigios de enfermedad en
restos antiguos animales, humanos y vegetales.
Es, sobre todo gracias a los trabajos de Rudolph Virchow y al antropólogo y cirujano Paul
Broca, cuando se admite ya de una forma generalizada, la existencia de indicios de trazas patológicas sobre las osamentas humanas y se reconoce el interés de su estudio sistemático. Prunieres
y Lucas-Championniere exponen en esta tan fecunda época sus trabajos clásicos sobre las trepanaciones y su significado. Cráneos trepanados y otras piezas de interés son analizados ávidamente por estos científicos, contribuyendo a la difusión del interés sobre estos estudios. Es descrita, dentro de esta misma época, la criba orbitaria por Welcker, estudiando cráneos de origen
peruano, de Java, etruscos y africanos. Czermak inaugura el estudio microscópico de tejidos
momificados, que tendrán continuidad 50 años más tarde en la obra de Ruffer. Incluso el estudio
de cráneos deformados precolombinos halla su hueco en el ingente trabajo de antropología de
Topinard, de más de 1100 páginas de extensión. Como se puede ver, la segunda mitad del siglo
XIX es, en efecto, fecunda en esta clase de investigaciones. Parrot, Le Baron, Bartels y otros,
tomaron esta vía examinando los restos humanos prehistóricos y galo-romanos de Europa occidental. A pesar de que se pueda poner en cuestión el diagnóstico de determinadas lesiones atri-365-
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FRANcrsco-Jostt PUCHALT FoRTEA
buidas a La sífilis y al raquitismo, el trabajo de estos sabios nutre a La ciencia de conocimientos
médico-históricos nuevos e incontestables. Al final de este siglo ya hay pruebas ciertas de la presencia, sobre las osamentas humanas de épocas pasadas, de enfermedades diversas: Traumatismos, procesos inflamatorios purulentos y tuberculosos, neoplasias, afecciones reumáticas, caries
dentarias, raquitismo, etc. (2, 5, 6, 7, 8, 9).
Muchos autores, al hacer un estudio por fases, al intentar encuadrar la historia en secciones
temporales, hacen aquí una separación, como si al pasar del siglo XIX al XX se pasase un capítulo. Creo que no debe ser así pues no hay un hiatus en el discurso investigador ni ruptura con
fundamentos ya establecidos. Al contrario, hay una continuación en progresión casi geométrica
y aplicaciones de técnicas de estudio ya existentes a nuevas fuentes de hallazgos: sólo se puede
hablar de expansión. ¡Y vaya expansión!
El primer tercio del siglo XX es la continuación casi frenética de los avances conseguidos a
finales del siglo precedente en una p rogresión casi de vértigo. Aprovechando los progresos en
conocimientos generales en patología ósea y en bacteriología, usando las técnicas de cortes histológicos y sirviéndose de las aplicaciones que ofrecen los rayos X, los científicos de este periodo identifican un número importante de enfermedades que habían dejado sus buenas en los tejidos de los cuerpos humanos, de animales, y aparecen también trabajos sobre fitopaleopatologia.
Las adquisiciones cientificas en este periodo transcurrido son recogidas en los excelentes
trabajos monográficos de Marc Armand Ruffer, Roy Moodie y León Patés ( 1, 2, 9).
Es a principios de este siglo cuando se empiezan a hacer estudios serios sobre las momias
de Egipto. Aunque los miembros de la exped ición Booaparte, Denon y Larrey, ya habían empezado a indagar en este tan interesante campo, es en estos inicios del siglo XX cuando se efectúan estudios con detenimiento sobre los cuerpos momificados egipcios, ayudándose para eU de
o
los rayos X y de técnicas histológicas. El periodo de la escuela inglesa de medicina en Egipto,
desde finales del siglo XIX, es particularmente extraordinario. Gente de la taHa de Elliot Smitb
(anatomista), Armand Ruffer (bacteriólogo), Alfred Lucas (químico), y D. E. Derry (anatomista), fueron Los protagonistas principales.
Un auténtico primer hito sobre la materia lo constituyen los primeros estudios efectuados
sobre los cuerpos egipcios momificados de la Tebaida por Elliot Smith entre 1901 y 1905, y el
primer análisis radiográfico, efectuado en 1903 tambien por Elliot Smith, analizando la momia
de Tutmosis IV, ayudado por Howard Carter. Esta última proeza, y la forma de llevarla a cabo,
ocupa una página propia en la Historia de la Medicina. Imagínese el lector una noche bien cerrada, buscando un coche de caballos en la ciudad de El Calro, y cargando un fardo levemente parecido al cuerpo de un hombre envuelto en telas. Con todo sigilo es llevado ese fardo a una clínica de maternidad, donde había, desde bacía poco tiempo, el único aparato de rayos X existente
en Egipto, para practicar el primer estudio radiográfico a una momia. Pocas veces la reaHdad
supera tanto a la ficción (7, 8, 10).
Ruffer explora en profundidad el amplio campo de la Paleopatologia en cuerpos momificados egipcios describiendo, entre numerosas patologías macroscópicas y microscópicas, la presencia de huevos calciñcados de Scbistosoma Haematobium en el aparato urinario de dos
momias de la XX Dinastía. Renueva Jos procesos necesarios para hidratar tejidos momificados,
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BREVE HlSTORIA DE LA PALEOPATOLOGÍA
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para su estudio al microscopio, con soluciones carbonatadas. Aplicando tinciones propias de técnicas de estudio con microscopio, realiza estudios no soñados hasta entonces, sentando bases y
procedimientos vigentes hasta ahora. Sus estudios de PaJeopatologia fueron interrumpidos bruscamente, víctima su autor de la 1 Guerra Mundial (1, 2, 5, 9).
Esta especie de era dorada de la Paleopatologfa se documenta en el trabajo de Patés que, en
su obra: " Paléopathologie et pathologie comparative", recoge una lista de seiscientos sesenta trabajos importantes sobre la materia (1).
Otra figura principal de este periodo de principios de siglo es la de A les Hdrücka. Creador
de lo que es hoy el núcleo de la californiana colección del Museo del Hombre de San Diego, y
autor de un renombrado manual sobre antropología fisica, describe en 1913 de una manera detallada la porosidad craneal parietal en cráneos precolombinos provenientes del Perú. Esta alteración fue denominada por su descubridor: Osteoporosis simétrica, atribuyéndole algo más que un
origen de lesión local, afirmando que era el reflejo de un desorden más generalizado en el estado de salud del individuo portador de la misma. En 1929, Herbert Williams estudia los aspectos
radiográficos e histológicos de esta osteopatía y explica estas lesiones por una hiperplasia funcional de la médula ósea, que acababan de ser descritas en ciertas anemias. Hallazgo y conclusión importantes para el desarrollo de estudios sobre anemias en poblaciones, aparte de como
indicador individual de la misma (5, 9, 12, 13).
Aparentemente, a partir de los años 30 del siglo XX, y hasta la década de los años 50, la
Paleopatología cae en una especie de letargo. Son años sociológicamente dificiles, secuelas de
una gran depresión económica y de la terrible Segunda Guerra Mundial, y parece que encierren
una congelación en la evolución de la investigación paleopatológica. Se confirman diagnósticos
o se rectifican los ya hechos, pero parece que no hay mucho más.
Empieza la década de 1950 cuando, de la mano de los estudios de Lawrence Angel, se
marca un nuevo punto importante: El estudio del estado de salud en el ámbito de colectividades.
Todo esto sin abandonar el estudio descriptivo de huellas de enfermedad y su repercusión sobre
el sujeto cuyos restos se estudian, dotándose de una rigurosidad cada vez más grande. A los
medios de estudio desarrollados anteriormente, se afiaden nuevos métodos y descripciones actualizadas de patologla.
Se inician los estudios de la colectividad como unidad. Este enfoque novedoso permitirá en
los sucesivos aftos el aportar datos valiosos sobre poblaciones, sus periodos de padecimiento, el
estudio de la sociedad y su relación con su entorno. Hambres, epidemias, alteraciones más o
menos bruscas de sus costumbres alimenticias, sus reacciones ante episodios hostiles y las repercusiones sobre esa sociedad, la relación entre distintos periodos temporales de una misma comunidad, costumbres, modos de vida, higiene y sanidad, morbilidad, etc. Aunque nuestros mayores
dejaron casi siempre relatos, no es posible saberlo todo a través de ellos. Incluso existieron sociedades ágrafas que desaparecieron ha tiempo, no dejando tras sí más que un puiíado de monumentos, los restos esqueléticos de sus protagonistas, y algunos nebulosos relatos de sus conquistadores.
Se empiezan a hacer estudios paleodemográficos, tablas de supervivencia, estudios de parasitología ... Se aplican procedimientos estadísticos. Se inician estudios de enfermedades concre--
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FRANCISCo-JOSÉ PUCHALT FORTEA
tas, comparando su evidencia en diversas sociedades, como la treponematosis venérea y las anemias. Los avances técnicos hacen posible incluso el estudio del estado de nutrición en poblaciones, por espectrografía y fluorescencia a rayos X.
Pero todo esto no es posible sin un mayor refinamiento de la Paleopatología descriptiva, que
es la que proporciona el material adecuado de análisis de huellas de enfermedad. Evidentemente
no todas las patologías existentes se pueden identificar por las huellas que dejan en los restos de
seres vivos que han llegado hasta nosotros. La calidad de esos restos que llegan a nuestros laboratorios es, a veces, bastante pobre. Otras veces es La naturaleza misma de la reacción del organismo ante una noxa, la que impide una investigación profunda de cuales son las causas, pues
puede ser pobre o inespecíñca.
Nuevamente es la medicina, muchas de sus ramas, y la biología, las que proporcionan valiosas herramientas como, por ejemplo, la mayor accesibilidad a aparatos de rayos X, la disponibilidad de pruebas de laboratorio mas sofisticadas, L datos que aportan los métodos de la antroos
pología forense, los análisis de D.N.A., la determinación isotópica de elementos en tej ido óseo
para la indagación de los tipos de alimentación... Todo esto acompañado por labores de divulgación, enseñanza y comunicación impensables en épocas anteriores.
Son muchos los que brillan con luz propia desde 1950 en este panorama actual que es el
nuestro. A partir de aquí se produce un progresivo aumento en el número y calidad de libros y
trabajos en el terreno paleopatológico, de forma casi logarítmica.
Angel, con sus estudios sobre poblaciones griegas y M.D. Grmek con su concepto de patoceoosis y su aplicación a los estudios del autor anterior, nos presentan nuevas perspectivas en el
campo de la Paleopatología (5, 14).
Graña, Rocca, Grana Tello, Weiss, Lastres y Cabieses, nos hablan de los vestigios de enfermedad, procesos sanadores e incluso de costumbres sociológicas, a través del estudio de los restos de poblaciones sudamericanas. Moller-Christensen dota a la colectividad científica, paleopatológica y médica, en 1953, de preciosos datos sobre la enfermedad de Hansen, estudiando restos esqueléticos de leproserías en Dinamarca (5, 11, 15, 16, 17, 18).
Clásico es el trabajo de Brothwell, traducido al castellano con el nombre de: «Desenterrando
huesos". Como clásicos son los trabajos generales y recopilaciones de Janssens, Jarcho, CaJvin
Wells, los de Morse sobre la tuberculosis, ... Es esencial la reunión de trabajos en un solo volumen efectuada por BrothweU y Sandison, muy necesarios para cualquier investigador en
Paleopatología; como esencial también e1libro que reúne trabajos y técnicas en el estudio de Las
momias, editado por Aidan y Eve Cockburn; y la compilación hecha por Brothwell e Higgs de
técnicas con el nombre de "Ciencia en Arqueología".
El diagnóstico de enfermedades en restos esqueléticos sufre un intensísimo impulso con el
libro fundamental de Steinbock denominado: "Paleopathological diagnosis and interpretation".
En él se establecen criterios diagnósticos precisos y preciosos para la Palcopato1ogía humana.
Este libro, junto con el de Ortner y Putschar denominado: "Jdentification of Pathological
Conditions in Human Skeletal Remains", marca todo un hito en el diagnóstico riguroso de vestigios de enfermedad en restos esqueléticos.
Entre otros autores más recientes podemos citar a Jean Dastugue y Veronique Gervais, con
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la obra titulada "Paléopathologie du Squelette Humain"; L. Capasso con su obra: "L'Origine de
la Malattie". No quiero dejar de citar la monumental obra de Aufderbeide y Conrado Rodríguez
Martín: "The Cambridge Eocyclopedia ofHuman Paleopathology", indispensable para el que se
inicie ahora en el campo de la Paleopatología. Por otra parte, la difusión, cada vez más rápida y
extendida de estudios y trabajos, poco creíble hace menos de treinta años, contribuye también a
unas mayores cotas de conocimiento. Bancos de datos, repertorios de bibliografía, revistas e
lnternet, lo hacen así posible (8, 11, 19, 20, 21, 22, 23, 24, 25, 26, 27, 28).
Muchos y complejos métodos facilitados por el avance de las técnicas diagnósticas y medios
físicos de estudio, hacen posible extender el conocimiento a unos niveles impensables tao siquiera hace 50 años. La edad-barrera histórica. por debajo de la cual no se consideraba el hacer estudios en restos esqueléti ~os, ha desaparecido, procediéndose en nuestros días a efectuar estudios
de poblaciones de hace pocos centenares de años. La bibliografía últimamente recensada habla
ya de más de 2 1000 referencias útiles en el campo de la Paleopatologia... y esta cifra es muy
superior si se añade al repertorio bibliográfico del Museo de San Diego, en un pie de igualdad
con sus homólogos americanos, todas las comunicaciones de congresos nacionales de países
europeos, poco citadas en esta publicación (29).
Hay que citar en lugar especia1 1a creación de la Paleopathology Association, en el afio 1971.
Con mas de 500 socios repartidos por todos los países del mundo sirve de auténtica red que une
y provee de canales de comunicación a los que investigan en el campo de la Paleopatología. Sus
convocatorias de congresos, anuales en E.E.U.U. y bianuales en Europa, son siempre esperadas
y la asistencia a ellos es cada vez más nutrida, exponiéndose los estudios y avances más recientes. Su medio de expresión, el Paleopathology Newsletter, es siempre esperado y comentado, sirviendo para intercambiar noticias y procedimientos, dar avances sobre libros e investigaciones.
LA PALEOPATOLOGÍA EN ESPAÑA
El estudio hecho por Ayarzagüena pone de manifiesto diversos trabajos sobre restos humanos hechos a lo largo del siglo XIX. El retraso cultural de nuestro país en este tiempo, afirma
este autor, hace que el desarrollo de estos esfuerzos y trabajos vaya a remolque de los avances
de lo realizado en el resto de Europa, Francia principalmente. Señala los tímidos principios del
estudio de restos antiguos aparecidos un poco antes de la mitad de este siglo, citando a Manuel
de Assas, José Plá y Varela de Montes. Este último autor con la obra titulada: "Ensayo de
Antropología, o sea Historia Fisiológica del Hombre en sus Relaciones con las Ciencias
Sociales, y especialm ente con la Patología y la Higiene".
·Poco a poco, a partir de 1860, el interés por las ciencias que estudian los restos del hombre
de épocas pasadas, va en aumento, si bien muy tímidamente. A partir de 1880 van apareciendo
importantes trabajos efectuados sobre restos esqueléticos nacionales, por autores extranjeros y
españoles: Vemeau, Oloriz, Barras de Aragón, Hoyos Sainz, Aranzadi... Se estudian siguiendo
metodología y procedimientos de la escuela francesa (30, 31 ).
Los primeros estudios serios sobre hallazgos en nuestra nación se hacen sobre material osteológico proveniente de las islas Canarias. Chil y Naranjo publica unas notas sobre anatomía
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fRANCISCo-Jost P VCIIALT fORTEA
patológica de los aborígenes canarios, en 1900. Vemeau, Hooton y Luscha publican también trabajos sobre el tema.
A partir de 1900 y hasta 1967, la tónica seguida fue principalmente la de estudiar cráneos
trepanados, o presumiblemente trepanados, y la de publicaciones aisladas y, casi todas ellas de
difusión un tanto limitada, con sus excepciones. Fusté, Fenollosa. Martínez Santa-Oialla, Rincón
de Arellano, Barras de Aragón, fueron los autores principales de este periodo. Casi todos los trabajos desarrollados se Limitaron a cráneos trepanados, algunas malformaciones y casos tumorales. Estos diagnósticos hechos por aquel entonces necesitaron ser fuertemente revisados posteriormente.
Vemos, pues, que hay una primera fase de indefinición general.
En este panorama una persona brilla con derecho propio: Juan Bosch Millares. Dedicó parte
de su tiempo a estudios antropológicos y paJeopatológicos, con numerosas publicaciones entre
1944 y 1975, culminando con La obra: "Paleopatologia ósea de los primitivos pobladores de
Canarias". En 1970 se inicia la colaboración de Rodríguez Mafiotte con el anterior autor citado,
cerrándose el círculo tan necesario de investigación-docencia para la continuidad de la paleopatología canaria. Esta actividad se ve asegurada con la incesante actividad de Conrado Rodríguez
Martín, que brilla con luz propia, trabajando especialmente en el estudio de momias guanches y
colaborando activamente con universidades americanas. Fruto de ello es, unos ejemplos de entre
muchos posibles, la organización del 1 congreso lntemacional sobre Momias, o el Proyecto
Cronos, sobre momias guanches (32, 33).
En la península los estudios sobre Paleopatologfa tardan en arrancar. Dos son las personas
clave en este despegue: Jose Manuel Reverte Coma y Domingo Campillo Valero.
¿Quién no ha leído con interés el libro de "Antropología Médica P'? ¿Quién no ha quedado
fascinado~ literalmente hablando, por las posibilidades de la Paleopatología al leer el libro:
"Paleopatología del Cráneo en Cataluña, Valencia y Baleares"? Autores los dos de gran prestigio, de abundantes trabajos y comunicaciones, y de estilo distinto y personal, han sido, y son,
responsables de la dirección de muchas tesis doctorales y tesinas, y directores de cursos de divulgación y de doctorado. Ambos son responsables del asentamiento e impulso de la Paleopatología
en nuestro país (34, 35).
En 1986 se celebra el V1 congreso europeo de la Paleopathology Association, en Madrid,
bajo la dirección de J.M. Reverte. En esa ocasión se establecen las bases de la Asociación
Española de Paleopatología, que se funda al año siguiente. En 1988 se celebra su primera reunión en Logroño, a la que seguirán en 1989 y 1990, otras dos, bajo La fonna de Jornadas. A partir de 1991 se celebran con carácter bianual bajo el fonnato de congreso: San Sebastián, Barcelona, Valencia, Cádiz, Alcalá la Real, y próximamente en Madrid.
En 1992, y dirigido por Domingo Campillo, se celebra otro de los congresos europeos de la
Paleopathology Association, el IX. La opinión unánime fue que el nivel organizativo y científico sería muy dificil de superar en adelante. El techo se puso muy alto debido a su extraordinaria
calidad (31, 36, 37, 38, 39, 40, 41, 42, 43).
Poco citados todavía, y escasos en número, son los trabajos de paleopatología sobre animales de épocas pasadas. Algo se ha avanzado desde los Lrabajos de Miralles y Crusafont, en 1952,
hasta los trabajos de De Renzi y Belinchón, en el campo de la Zoopaleopatología. Se espera que
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BREVE HISTORIA DE LA PALEOPATOLOGÍA
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esta clase de investigaciones se expandan aún más, pues gente preparada hay para esto (44).
Varios son los centros que actúan a modo de invernaderos de plantas frágiles. Digo lo de
plantas frágiles pues el paleopatólogo entra en esta ciencia por devoción. y si se descuida tiene
que salir por obligación al necesitar su tiempo para una cosa tao banal como necesaria que es
ganarse la vida. En estos centros se puede encontrar la acogida necesaria para colaborar en estudios amplios, intercambiar opiniones, procurar, y procurarse, información y bibliografia, tan
escasa como de precios prohibitivos.
En Granada, y fundado por Manuel García Sánchez, está el laboratorio interfacultativo de
Antropología, con su trabajo de investigación y de docencia, con Miguel Botella como uno de
sus miembros más activos.
Albergado en la Sociedad de Ciencias Aranzadi está otro de estos centros. Francisco
Etxeverria es uno de sus miembros más conocidos y queridos. Es un honor tener relación con él.
Es autor, entre muchos trabajos suyos, de la recopilación periódica de bibliografía sobre
Paleopatología en España (45).
En Madrid, cobijada en la cátedra de Medicina Legal, está la sede de la Asociación Española
de Paleopatología. Allí se reunen un puñado de excelentes profesionales, encabezados por Jose
Manuel Reverte, presidente honorario de la asociación. Muchos de los paleopatólogos le debemos apoyo, risas, consejos e impulso en el campo de la Paleopatología. Un poco mas allá está
Pilar Julia Pérez, en la Facultad de Geología, siempre dispuesta a ayudar.
En Valencia, gracias a la pura tenacidad de José Delfín Villalaín, catedrático de Medicina
Legal, nos albergamos unos cuantos de nosotros. Su apoyo es imprescindible, estando incluso
dispuesto a batirse en duelo por nosotros, pese a la precariedad local de medios. Actualmente es
el presidente de la Asociación Española de Paleopatología.
Dejo para el final al laboratorio de Paleopatología y Antropología cobijado por el Museo de
Arqueología de Cataluña. Domingo Campillo, impulsor del mismo, es lo suficientemente conocido dentro y fuera de nuestras fronteras como para explicar su brillante andadura. Las deudas de
gratitud contraídas por muchos de los que trabajamos en el campo de la Paleopatología son
inmensas. Tarde o temprano acudimos, y acudiréis, a sus trabajos y cursos, a su apoyo y consejo.
Muchos autores sobresalientes españoles y extranjeros quedan por citar, como Eulalia
Subirá, con su trabajo formidable sobre elementos traza, o Elisenda Vives con su dificil integración de los datos paleopatológicos a la hora de estudiar una población medieval (46, 47). No es
porque no lo merezcan, pero no ha sido el propósito de este autor hacer de este trabajo el catálogo homérico de las naves griegas, además, hay voces más autorizadas que la mía. Pero es indudable que hay un brote imparable de actividad a partir de 1970, sostenido y en aumento, en el
campo de la Paleopatologia en nuestro país.
El último acto, por ahora, en el desarrollo de la Paleopatología en España ha sido la reciente creación de la Sociedad Catalana de Paleopatología. La personalidad recia de sus fundadores
y componentes es una garantía de que va a ser una sociedad abierta y permeable. Todos los que
trabajamos en este campo saludamos con alegría su aparición.
Ha llegado el final de este pequeño bosquejo. Espero y deseo que no por breve haya dejado
de ser de interés.
Y habiendo mjrado hacia atrás, continuemos hacia adelante.
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FRANCISCO-JOSÉ PUCHALT fOI\TEA
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
NORMAS PARA LA PRESENTACIÓN DE ORIGINALES
Archivo de Prehistoria Levantina, revista periódica de carácter bianual, tiene como objetivo editorial la publicación de
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Referencias blbUogréficas
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Si hay más de tres autores: (Mard et al., 1987).
La lista bibliográfica se situará al final del trabajo, siguiendo un orden alfabético, por apellidos. Se incluirán todos los
nombres en las obras colectivas. No son aconsejables las citas en texto de trabajos inéditos (tesis, tesinas); es prefen'ble su
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La resella completa de las citas (lista bibliográfica) atiende a los siguientes criterios: el apellido(s) del autor(es), en
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con letras (a, b, e, etc.) trabajos del mismo autor(es) publicados en el mismo ano. Los títulos de monografías (Hbros u obras
colectivas bajo el mismo lema) o, en su caso, de revistas o actas de Congresos deberán ir en cursiva y sin abreviar. Para las
monografias se señalará la editorial (o entidad editora) y el lugar de edición; para las revistas, el volumen, el lugar de edición y las páginas del articulo; y para los Congresos, el lugar y la fecha de celebración, así como el lugar de edición y páginas. Los siguientes ejemplos ilustran la nonnativa:
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(dirs.): Premieres communautés paysannes en Méditerranée accidenta/e. Acles du Colloque International du CNRS
(Montpellier, 1983). Éditions du CNRS, París, pp. 607-619. [Ejemplo de comunicación a Coloquio, con directores de
pubHcación.]
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monografia (obra colectiva sin editor).)
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Intemational Series 600 (Tempvs Reparatum), Oxford, pp. 127-132. [Ejemplo de contribución a obra colectiva con editores.)
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2001
A RCHIVO DE P REHISTORIA L EVANTINA
Servicio de Investigación Prehistórica de la Diputación de Valencia
V ALENCIA MMI
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ARCIDVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
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ARCHIVO
DE
PREmsToRIA LEvANTINA
SERVICIO DE INVESTIGACIÓN PREHISTÓRICA
DE LA DIPUTACIÓN DE VALENCIA
Vol. XXIV
VALENCIA, MMI
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA, revista fundada en 1928
por D. Isidro Ballester Tormo, se intercambia con publicaciones homólogas dedicadas a la Prehistoria, Arqueología en general y ciencias relacionadas, a fin de incrementar los fondos de la Biblioteca del Servicio de
Investigación Prehistórica de la Diputación de Valencia.
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Beroat Martl Oliver (SIP)
Consuelo Mata Parreño (Universitat de Valencia)
María Jesús de Pedro Michó {SIP)
Valentln Villaverde Bonilla (Universitat de Valencia)
Correspondencia:
Revista APL
Servicio de Investigación Prehistórica
Cl Corona, 36 - 46003 VALENCIA
Trno: 96 388 35 87 1 94; Fax: 96 388 35 36
Intercambios:
Consuelo Martl.n Piera
Biblioteca del Museu de Prehistoria i de les Cultures de Valencia
C/ Corona, 36- 46003 VALENCIA
Tfno: 96 388 35 99; Fax: 96 388 35 36
e-mail: consyelo,martin@djputacjon.m400.¡n:a.es
© de la edición digital: Museu de Prehistòria de València, 2012 -- ISSN 1989-0508
C Edita: SERVEI D'INVESTTGACIÓ :eR.EHISTÓRJCA
MUSEU DE PREHISTORIA l DE LES CULTURES DE VALENCIA
Xarxa de Museus 1 Diputació de Valencia
l.S.S.N.: 0210-3230
Depósito Legal: V. 165-1959
Imprime: Artegraf Impressors
Oriente, 5 - Valencia
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ÍNDICE
J.E. AURA TORTOSA, J. JORDÁ PARDO. M. PÉREZ RfPOLL y M." J. RODRJGO GARCÍA: Sobre dunas,
playas y calas. Los pescadores prehistóricos de la Cueva de Nerja (Málaga) y su expresión arqueológica en el tránsito Pleistoceno-lloloccno .............................,....................................................................
9
J. FERNÁNDEZ LÓPEZ DE PABLO, R. MARTÍNEZ-VALLE y P.M. GUlLLEM CALATAYUD: La Muntanya del Cavall (Aibalat deis Tarongers, Valencia), un yacimiento mesolitico en la Serra Calderona ..
41
M. PÉREZ RJPOLL: El proceso de domesticación animal en el Próximo Oriente. Planteamiento y evolución
65
M.A. MATEO SAURA y A. CARREÑO CUEVAS: El arte rupestre de la Tinada del Ciervo (Ncrpio, Albacele). Revisión del conjunto......................................................................................................................
97
N. MESADO OLTVER: Sobre el Eneolltico y la Edad del Bronce en término del municipio de Artana (la
Plana Baixa, Castellón) a través de una "deessa" esculturada y dos cavidades: La Masadeta y Els
CasteUets ......... ....... .... ......... .......... ........... ................ ......... ............. .. .. . ... .. ......... .. . ............. ......... .. .............
119
B. CLOQUELL, F. RODES y J.B. MARTÍ: Estudio antropológico de cuevas de enterramiento procedentes
de Artana (Castellón) ................................................................................................................................
181
J.L. SIMÓN GARCÍA y M.A. ESQUEMBRE BEBlA: Consideraciones en tomo al poblamiento de la Edad
del Bronce en la Marina Alta....................................................................................................................
199
M.S. HERNÁN DEZ PÉREZ y J.A. LÓPEZ PADILLA: EJ Cabezo Redondo (Villena, Alicante) y las puntas
de flecha óseas de tres aletas en la Península Ibérica...............................................................................
223
C. MATA PARREÑO: Limites y fronteras en Edetania .......................................................................................
243
H. BONET ROSADO e l. IZQUIERDO PERAl LE: Vajilla ibérica y vasos singulares del área valenciana entre los siglos rn y 1 a.C. ............................................................................................................................
273
A. MEDEROS MARTíN y O. ESCRlBANO COBO: El comercio de los molinos rotatorios romanos en el
Mediterráneo y litoral atlántico norteafrieano ..........................................................................................
315
R. CEBRLÁN FERNÁNDEZ: Fragmento de friso dórico bailado en Saetabis....................................................
333
R. ALBIACH DESCALS: La"topografia preurbana de la ciudad de Valencia.....................................................
337
M. OOZALBES: El tesorillo republicano de Castilblanques (Cortes de Pallás, Valencia)..................................
351
F.J. PUCHALT FORTEA: Un nuevo tipo de trepanación craneal. (Breve nota arqueológica)............................
357
F.J. PUCHALT fORTEA: Breve historia de la Paleopatología............................................................................
363
NORMAS PARA LA PRESENTACIÓN DE ORIGINALES EN APL......................................................................
375
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ARCHWO DE PREIIISTOR1A lEVANTINA
Vol. XXJV (Valencia, 2001 )
J.E. A URA T ORTOSA*, J. 10RDÁ PARDO* *, M. P ÉREZ RJPOLL*
M .8 J.
R ODRJGO ÜARCÍA
*
Y
SOBRE DUNAS, PLAYAS Y CALAS.
LOS PESCADORES PREHISTÓRICOS DE LA CUEVA DE NERJA (MÁLAGA)
Y SU EXPRESIÓN ARQUEOLÓGICA EN EL TRÁNSITO
PLEISTOCENO-HOLOCENO***
R esume n : Este texto describe los cambios observados en las asociaciones paJeofaunísticas de edad finipleistocena y holocena de la Cueva de Nerja (Málaga). Sus trayectorias pueden ser relacionadas más con una reorientación en las formas de gestión de los recursos que con las variaciones paleogeográfícas, originadas en las oscilaciones eustáticas.
A bstrae/: Data obtainedfrom Cueva de Nerja (Málaga) archaeological deposits are used to outline the
principal environmental and economic aspects during the Late Glacial and the Early
Holocene times. Changes on fauna/ assemblages are probably /inked more lo subsistence strategies than to the Tardiglacial deglaciation.
Se pretende retomar algunas consideraciones sobre los cambios observados en las asociaciones paleofaunísticas recuperadas en los depósitos arqueológicos de edad finip leistocena y
holocena de la Cueva de Nerja (Málaga). Una parte de esta documentación ha servido para correlacionar las variaciones del nivel del mar con las trayectorias recorridas por algunas especies de
malacofauna marina englobada en estos niveles. Igualmente, ha sido utllizada para analizar Las
consecuencias que este proceso tuvo para los grupos humanos que habitaron un entorno cam• Oept. de Pn:hist6ria i d'Arqucologia. Universilatde Val~ncia.
•• Depto. de Prehistoria e Historia Antigua. UNED. Madrid.
••• Este texto fue redactado para formar parte del Memorial Moría Pilar Fumonal Geoarqueologia i Quaternari Litoral,
Univcrsitat de Valencia, Val~neia, 1999. Circunstancias diversas del proceso de edición impidieron su inclusión en ese volumen, a
pesar del interés de sus editores.
- 9-
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10
J.E. A URA TORTOSA,
J . JORDÁ PARDO,
M. PÉREZ
RIPOLL Y
M.• J.
RODRIGO GAJtd A
biante, en la escala del tiempo arqueológico (AURA, JORDÁ y RODRJGO, 1989; A URA y PÉREZ,
1992).
Este planteamiento puede resultar, aparentemente, tautológico: por un lado, las muestras de
origen antrópico son utilizadas para medir los cambios bioclimáticos y en la paleogeografia costera y, por otro, para argumentar que estas variaciones testimonian utfa reorientación en la forma
de gestión de los recursos durante el tránsito Pleistoceno-Holoccno más que una simple respuesta adaptativa por parte de los grupos humanos ante estos cambios; lo cierto es, que, en último término, remite a una de las cuestiones tradicionales de la investigación arqueológica: la interacción de los humanos con su medio y la consecuente valoración de cómo interactúan los procesos de cambio bioclimático y cultural.
En este caso, ambos procesos pueden considerarse interrelacionados, por su coincidencia
temporal y sus ritmos de manifestación. Esta circunstancia establece un enlace equívoco entre
ambos a la hora de delimitar su relación causal y preeminencia. En este sentido, la posición adoptada en el texto asume que:
1) A lo largo de la historia humana existieron condiciones bioclimáticas interglaciares y
variaciones eustáticas de alcance similar a las descritas en el tránsito Pleistoceno-Holoceno, sin
que en ningún caso conozcamos contextos arqueológicos comparables, independientemente de
la valoración histórica y socio-cultural que puedan merecer. Ciertamente, estas circunstancias
fueron contemporáneas de poblaciones anteriores a las anatómicamente actuales, lo que podría
reforzar los argumentos en contra de las tesis que han defendido que los cambios en la subsistencia deben ser entendidos como respuestas adaptativas frente a los eventos bioclimáticos
- sin considerar por tanto que la subsistencia este ligada a la tecnología y a decisiones sobre las
formas de implantación territorial y de interacción entre grupos, implicaciones que deben de ser
solventadas en contextos socio-culturales.
2) La valoración, en términos evolutivos, de un segmento temporal tan limitado (ca. 12.5008.500 BP) no puede obviar, ni la interacción entre medio natural y formas humanas de organización (tecnología, economía, demografia y sistemas de socialización), ni cómo se organizaron
estas relaciones en los momentos precedentes, ni cuales fueron las trayectorias resultantes.
3) A pesar de lo anecdótico del ejemplo analizado, las ocupaciones humanas de la Cueva de
Nerja, no conviene olvidar que existe una amplia literatura arqueológica que insiste en señalar
que es precisamente durante este proceso de cambio bioclimático cuando se reconocen síntomas
de rápida transformación en la tecnología, en las formas de gestionar el medio -en su sentido más
inmediato, pero también a través de los diferentes ambientes que ahora quedan testimoniados en
variadas asociaciones paleofaunísticas y paleobotánicas- , asi como en las variaciones que en las
formas de asentamiento y en los sistemas de interacción social que se asocian a las variables
anteriores -descritas en otras áreas aunque, por ahora, no es nuestro caso-. Este proceso, que
hemos descrito lineal y genéricamente, se vincula con cambios demográficos e incrementos de
la complejidad socio-cultural, y se produjo con un rango de globalidad similar a La del evento
bioclimático que lo contextualiza: con expresiones desiguales y diversas (BJNFORD, 1968;
FLANNERY, 1969; CLARKE, 1976; BAILEY y PARKINGTON, 1987; STRAUS y ERJKSE 1998, entre
N,
otros).
- 10-
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SOBRE DUNAS, PLAYAS YCALAS. WS PESCADORES PREHJSTÓRJCOS DE LA CUEVA DE NERJA
11
l. SOBRE LAS MUESTRAS UTILIZADAS EN ESTE TRABAJO
Cueva de Nerja sigue siendo uno de los yacimientos arqueológicos más meridionales del
continente europeo, ofreciendo una de las secuencias más largas, y también más complejas, de
Andalucía. Esta complejidad está ligada a las características del yacimiento - una gt!li1 cavidad
con muestras de arte parietal y mobiliar paleolítico y neolítico (SANCIIIDRIÁN, 1994), unos potentes depósitos arqueológicos distribuidos en varias de sus salas que abarcan desde el Paleolitico
superior al Calcolítico y que engloban variadas muestras de rituales funerarios: con atribuciones
solutrenses, cpipaleolfticas, neolíticas y calcolíticas-, pero también a las diferentes campañas y
equipos implicados en su investigación que, además, han referenciado sus trabajos de forma
desigual (1).
Las diversas muestras arqueológicas obtenidas a lo largo de cuarenta años de trabajos intermitentes han permitido ensamblar una de las escasas secuencias del Pleistoceno superior finalHoloceno de Anda luda apoyada sobre datos litoestratigráficos (JORDÁ PAlillO, 1986b y 1992),
paleobotánicos (BADAL, 1990), paleofaunísticos (BOESSNECK y DRIESCI I, 1980; diversos trabajos
en: JoRDA PARDO, 1986 y PELLICER y MORALES, 1995; así como los citados en este texto), radiométricos (JORDÁ PARDO, 1986; PELLICER y AGOSTA, ] 986; JORDÁ, AURA y JORDÁ, 1990; AURA et
al., 1998) y estudios sobre variados conjuntos de materiales arqueológicos (PELLICER, 1963;
NAVARRETE, 1976; PELLICER y ACOSTA, 1986 y 1997, JORDÁ, 1986b; AURA, 1986 y 1995;
GONZÁLEZ-TABLAS, 1986; ADÁN, 1988; SANCHIDRlÁN, 1994; RODANÉS, 1997; CAVA, 1997; AURA
et al., 1998) que han venido a contextua! izar una secuencia arqueológica sobre la que se han realizado lecturas diversas: contradictorias en algunos casos y excesivamente preliminares y esquemáticas en otros. Desafortunadamente, estas circunstancias han tenido una repercusión muy
negativa sobre un yacimiento que por sus características debería ser una referencia fundamental
para la arqueología de las regiones mediterráneas.
Particularmente, se han presentado hipótesis alternativas sobre las características e integridad de su registro a la hora de evaluar algunos episodios transicionales (cf. PELLICER y AcoSTA,
1986; ZILI IÁO, 1993; BERNABEU, PÉREZ y MARTiNEz, 1999) y se ha cuestionado la validez de la
evidencia fa unística de Nerja (MORALES et al., 1995; MORA L ROSELLÓ y HERNÁNDEZ, 1998),
ES,
tanto por su procedencia al tratarse de una cueva y no de un yacimiento al aire libre -desde luego,
seria interesante valorar los datos proporcionados por este tipo de yacimientos, cuando se conozcan-, como en lo referente a la interpretación de sus resultados, aunque éstos puedan ser integrados en algunas trayectorias generales descritas para el ámbito mediterráneo peninsular (AURA
y PÉREZ, 1992 y 1995; YlLLAVERDE y MARTÍNEZ, 1992 y 1995) (2).
(1) El resumen de los trabajos y equipos implicados puede consuharsc en JORDÁ (1986a}, PEWCER y ACOSTA (1986 y 1997).
PELLICE!t y MORAU:S ( 1995) y diversos trabajos en SANCHIDRIÁN y SIMÓN ( 1998).
(2) Independientemente de cómo evaluemos los cambios diacrónicos de las paleofaunas registradas en Ncrja, resulta relevanle la contextualización arqueológica, estratigráfica y radiométrica que se realiza en unos (MORALES eJ al., 1995; MoRALES, Roseu.ó
y HERNÁNDEZ, 1998) y otros de los trabajos citados (AURA y PEREZ. 1992 y 1995; AU el al., 1998) -tanto en lo refc:rentc al yaciRA
miento estricto de Cueva de Nelja como en relación al problema analizado- . Además, el tamailo y composición de las muestras
manejadas en cada caso revela importantes diferencias en los procedimientos de recuperación del material paleofaunístico, como
acertadamente se ha concluido (HERNÁNDEZ, 1995), lo que también debería haber interferido en su valoración.
- 11-
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J.E. AURA TORTOSA, J. JORDÁ PARDO, M.
P~REZ
RtPOLL Y M.• J. RODRIGO GARC(A
Los datos que se describen a continuación fueron recuperados durante las campafias de
excavación dirigidas por el prof. Francisco Jordá entre 1979 y 1987. Proceden únicamente de dos
de las salas externas denominadas de la Mina y del Vestíbulo que, en origen, conformaban una
amplia boca que daba acceso al interior de la cavidad, delimitando uo arco de algo más de 30 m
de longitud y en cuya parte externa debe extenderse un potente yacimiento arqueológico, con un
grado de integridad desconocido y actualmente sellado por las obras de infraestructura realizadas para permitir el acceso de los visitantes a la cueva. Ambas salas, que no son las únicas que
contienen depósitos arqueológicos, tienen una superficie que ronda los 200 m1 en cada caso a
techo de los depósitos que Jas colmatan, aunque su extensión es mayor a medida que se profundiza (JORDÁ PARDO, 1986a). Los sedimentos obtenidos fueron cribados con agua a presión y flotados a través de tamices de 10, 5 y 1 mm (BÉCARES y JoRDA PARDO, 1986).
La comparación de las secuencias litoestratigráíicas obtenidas en ambas salas revela importantes coincidencias en los procesos que intervienen en su formación, pero también una desigual
expresión de los mismos, tal y eomo ya se ha señalado en diferentes trabajos (JORDÁ PARDO,
1986b y 1992).
La de la Mina ofrece una secuencia bastante completa entre el 4.000 y el 12.500 BP y un
tramo basal situado a muro de las capas con industrias magdalenienses, de dificil caracterización
arqueológica, que se ha correlacionado con los niveles con ocupaciones del Paleolítico superior
inicial de la sala del Vestíbulo (JORDÁ PARDO, 1986b y 1992; JORDÁ CERDÁ, 1984 y 1986b;
JORDÁ, AURA y JORDÁ, 1990).
La sala del Vestíbulo es la que ofrece la secuencia arqueológica más completa, aunque inte~
rrumpida por procesos erosivos que en algunos episodios llegan a marcar hiatos deposicionaJes
cercanos a los 5.000 años (fig. 1). Los depósitos del área excavada abarcan el segmento comprendido entre el 24.000 y 6.000 BP. Posiblemente, las formaciones columnares y la propia paJeotopografia de esta sala han favorecido que los procesos erosivos de alta energía reconocidos
en la sala de la Mina no hayan desmantelado algunos paquetes de esta sala, favoreciendo una
mejor conservación de la secuencia paleolitica. Igualmente, la distorsión detectada en la sala de
Algunos ejemplos pueden ser ilustrativos al respecto. Los restos de mamíferos englobados en niveles con industrias atribuidas
al Epipaleolítico y Paleolitico superior se distribuyen en 688 efectivos parn el corte NM80 (= Nerja-Mina, con una superficie de 6
m') y 1.547 para el corte NT82 (• Ncrja-Torca: 12 m' ), totalizando 2.235 efectivos, de los que se identifican anatómica y taxonómica mente 609: el 27,25% del total de NR (MORALES y MARTfN, 1995: Tablas S y 7, cuyos recuentos no coinciden con los resultados
globales otrecidos en la Tabla 20).
Por nuestra parte, en el primero de los trabajos rcfcrcnciados manejamos 2 muestras: NM capas 16-13 (• Ncrja-Mina), asociada a industrias del Magdalcnicnsc superior y Epipaleolítico, estaba formada por 2.514 restos identificados que hablan sido recuperados sobre una extensión de 11 m'; y NV capas 7-4 (= Nerja-Vcstibulo), vinculadas a un contexto arqueológico similar, constituida por 2.013 restos con atribución taxonómica, procedentes del sondeo de 1 m', cuadrícula C-4 (AuRA y PI\Rf.Z., 1992). En el caso
de NM no se incluían los restos procedentes de las capas situadas a muro de los depósitos con industrias magdalenienscs: NM-17 a
NM-19, que previsiblemente si lo estaban en la agrupación genérica de Paleolhico de la publicación referenciada anterionneote
(MORALES y MARTíN, 1995).
Estas diferencias son aun mayores si hacemos intervenir los datos manejados en este trabajo (c/Tablas 1, 3 y 4) y especialmente en lo referente a los conjuntos de ictiofauna y malacofauna. Así de NM80 proceden 56 restos ictiológicos de los niveles paleol!ticos y cpipaleollticos (Rosw.ó, MORALES y CA~AS, 1995: Tabla 2), mientras que nuestros recuentos alcanzan los 2.086 restos,
obtenidos a partir de una columna de 1 m' para esta misma sala y niveles (c/Tabla 3 de este trabajo); no obstante, existe un conj unto de materiales en fase de estudio por C.G. Rodríguez Santana (PF.I.t.tCF.R y ACOSTA 1997: 149). En lo que respecta a la malacofauna, en los niveles paleolítios y epipaleollticos se identifican 1.968 ejemplares (SERRANO et al., 1995), mientras que nuestros recuentos parn esta misma sala ascienden a 3.484 (JORDÁ PARDO, 1986c).
- 12-
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SOBRE DUNAS, PLAYAS Y CALAS. LOS PESCADORES PREHISTÓRJCOS DE LA CUEVA DE NERJA
O Al ACIONES
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PALEOCLIMATOLOGIA
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Fig. l.- Correlación de las secuencias Utoestratigráficas obtenidas en las salas de la Mina y del
Vestíbulo de la Cueva de Nerja.
- 13-
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J. E. AURA TORTOSA, J. JORDÁ PARDO, M. P ÉREZ RIPOLL Y M." J. RODRIGO GARCÍA
la Mina, por la acción combinada de erosiones y fosas excavadas desde los niveles neolíticos,
que llegan a afectar incluso hasta los niveles magdalenienses en algún sector, no alcanza en la
Sala del Vestíbulo esa profundidad.
La mayor parte de los datos manejados en este trabajo se obtuvieron en las campañas de
excavación llevadas a cabo en la sala del Vestíbulo entre J982 y 1987. En lo que se refiere a esta
saJa, a lo largo de estas campañas se excavaron un total de 10,5 m 3 de depósitos con industrias
del Paleolítico superior y Epipaleolitico, afectando a una extensión media de 4 m 2 por unidad
estratigráfica, con casos extremos en algo más de 2m2 y algo más de 6m2 • Se trata por tanto de
un muestreo que, en este caso, asumimos que es significativo -que no definitivo- de los contenidos del yacimiento arqueológico.
2. ENTORNO PALEOGEOGRÁFICO Y VARIACIONES BIOCLIMÁTICAS
La Cueva de Nerja se abre en la vertiente sur de la Sierra de la Almijara, a 158m de altitud
sobre el nivel de mar, del que apenas dista 1.000 m. E l yacimiento se sitúa justo unos metros por
encima del cambio de pendiente que da paso a una estrecha llanura costera. De espaldas a la
cueva, el relieve es escarpado y con desniveles considerables, alcanzando cotas por encima de
los 1.500 m de altitud a unos 6 km de distancia del yacimiento (fig. 2). Al sur, se abre una superficie plana y basculada hacia el mar, cortada por barrancos que en su tramo final dan Jugar a
pequeñas playas de cantos, gravas y arenas (JoRDA PARDO, 1986b).
El reflejo de los cambios biocümáticos y paleogeográficos, producidos en el lapso temporal
durante el cual se sedimentaron los depósitos arqueológicos de la cavidad puede ser analizado
incorporando a la información aportada por las asociaciones paleobotánicas y paleofaunisticas,
los datos disponibles sobre las características y extensión de la plataforma sumergida por las
variaciones eustáticas.
En general, la lectura que permiten las asociaciones paleofaunísticas recuperadas de esta
cronología es fundamentalmente paleoeconómica, dado su nivel de selección antrópica
(AGUIRRE, 1989), aunque tampoco se puede obviar que en nuestro ámbito los humanos fueron el
principal agente tafonómico, tras la extinción de los hlénidos en el Cuaternario reciente
(PALMQVIST et al., 1999). En este sentido, la macro y mesofauna muestra tan sólo una tendencia
que puede ser correlacionada más con la paleogeografia del entorno de la cavidad que con las
condiciones bioclimáticas. Nos referimos a que la práctica totalidad de restos pertenencientes a
Equus sp y Bos primigenius, así cómo una buena parte de los de Cervus elaphus, se concentran
en los depósitos anteriores al último máximo glacial, cuando la llanura costera disponía de una
extensión mayor y, potencialmente, constituía un hábitat más favorable para estas especies
(PÉREZ RIPOLL, 1997).
En la dirección contraria, la fauna marina - moluscos, peces, aves y mamiferos- se concentran en los depósitos de fines del Pleistoceno y del Holoceno, cuando la línea de costa ocupaba
una posición intermedia, más o menos, entre la del último máximo glacial y la actual, posición
que se alcanzaría en torno al 6.000 BP, si tenemos en cuenta paralelos cercanos (HoFFMAN y
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SOBRE DUNAS, PLAYAS YCALAS. LOS PESCADORES PREHISTÓRICOS DE LA CUEVA DE NERJA
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km
Fig. 2.- Perfil topográfico que muestra la posición de la Cueva de Nerja en relación con la linea de
costa actual y las elevaciones de la Sierra de la Almijara.
ScHULZ, 1987). Tanto la avifauna ligada al medio marino, con la cita de Pinguinus impennis
(BOESSNECK y DRIESCH 1980; EASTHAM, 1986; HERNÁNDEZ, 1995), como la ictiofauna, con la
,
identificación de Melanogramus aeg/efinus (RODRIGO, 1991) y alguna especie malacológica
atlántica (JORDÁ PARDO, 1986c; SERRANO et al., 1995), coinciden en indicar unas condiciones
más frías que las actuales. Este carácter más atlántico de la costa oriental andaluza tardiglacial
está reflejado también por los depósitos de foraminíferos del mar de Alborán. que señalan una
pulsación de fauna fría entre el 12.000-10.000 BP, con presencia de Neogloboquadrina
pachiderma {PUJOL y VERGNAUD, 1989).
Conjuntos como la microfauna suelen ser diagnósticos a la hora de trazar las variaciones
bioclimáticas, aunque en el caso de Nelja los restos disponibles no proceden de un muestreo sistemático, sino de su recuperación en criba. A pesar de estos condicionantes, P. Guu..LEM {1997)
ha identificado Apodemus jlavico//is en prácticamente la totalidad de los depósitos pleistocenos
de la sala del Vestíbulo. Esta especie está ligada a condiciones eurosiberianas y no se documenta en Nerja a partir del final del Tardiglacial.
-15-
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16
J .E. AURA TORTOSA, J. JOROÁ PARDO, M. PÉREZ RIPOLL Y M.•
J.
RODRIGO ÜARCÍA
La dinámica de las asociaciones paleobotánicas, obtenida a partir de los resultados de los
análisis antracológicos realizados en la columna obtenida en la Sala del Vestíbulo, plantea un
descenso de los pisos biocümáticos deJa cJiserie altitudinal durante el Pleistoceno (BADAL, 1990,
1995 y 1998). Así, las condiciones bioclimáticas de tipo termomediterráneo, similares a las
actuales, no parecen establecerse hasta el Epipaleolitico (ca. 10.500 BP). Durante el último máximo glacial, las asociaciones vegetales indican unas condiciones mesomediterráneas en el entorno de la cueva y supramediterráneas entre los 500-1.000 m de altitud (BADAL, 1998).
La última transgresión marina consituyó uno de .los cambios paleogeográficos más drástiéos
en latitudes como la nuestra. El perfil topográfico de Jos fondos marinos en el meridiano de la
cueva y los peñtles sísmicos obtenidos para la plataforma continental en el área de Málaga indican la existencia de depósitos arenosos de playa sobrepuestos a las superficies de erosión de la
plataforma; estos depósitos están vinculados a terrazas erosivas a las profundidades de -90, -80,
-73,-60, 47,-33,-20,-15 y-10M (HERNÁNDEZ-MOLINA et al., 1994).
En la figura 3 se ofrece una hipótesis de reconstrucción de las oscilaciones marinas más relevantes elaborada a partir de los trabajos referenciados (HERNÁNDEZ-MOLINA et al., 1994). En
tomo al 20.000 BP, cuando la cueva registra las ocupaciones solutrenses, la línea de costa se
situaba, apoximadamente, a-120m (fig. 3a). En el inicio de la última transgresión, ca. 14.000
BP, esta posición babia alcanzado los -90 m, siempre respecto de la línea de costa actual. En
ambas situaciones quizás existió una franja de formaciones dunares, con arenas y fangos, de unos
4 km de anchura y con una pendiente media que rondaría el 4 %. En el primero de los casos, la
cueva se situaba a 278 m sobre el nivel del mar, del que distaba algo más de 5 km. Sobre este
sustrato de arenas y gravas ha situado E. BADAL ( 1998) el hábitat idóneo para el Pinus pinea, del
que los cazadores de la Cueva de Nerja obtuvieron los piñones, pero no su leña.
Una nueva ruptura a -73 m ha sido situada en ca. 12.500 BP (HERNÁNDEZ-MOLINA et al.,
1994), precisamente coincidiendo con el umbral en en el que se situan las evidencias de explotación de los recursos marinos por parte de los ocupantes de la Cueva de Nerja (fig. 3b). La línea
de costa se situaba ahora a unos 4 km de la cueva y su sustrato arenoso-fangoso permitió la recolección de especies como Tapes decussatus y Cerastoderma edule, por citar las más significativas (JORDÁ PARDO, 1986c; AURA, JORDÁ y RODRIGO, 1989). Por último, entre ca. 10.000 y 7.000
BP las rupturas señaladas vendrían a indicar sucesivas reducciones de esta franja arenosa hasta
alcanzar el nivel del mar los paleoacantilados en los óvalos y calas (fig. 3c y 3d); circunstrancia
que ya se habria producido en algunos tramos al retrabajarse desde el incio del Holoceno los
esquistos alpujárrides, así como los materiales pliocenos y pleistocenos que los jalonan, como
sería el caso del acantilado de travertino de Maro (JORDÁ PARDO, 1992).
3. EL REGISTRO FAUNÍSTICO
La clasificación de los conjuntos paleofaunísticos obtenidos en la sala del Vestíbulo está
prácticamente concluida. Por ello, será esta serie la que concentre buena parte de la discusión.
Para la sala de la Mina, los datos preliminares publicados para el conjunto de mamíferos y aves
- 16-
[page-n-17]
SOBRE DUNAS, PLAYAS Y CALAS. LOS PESCADORES PREHISTÓRICOS DE LA CUEVA I) E NERJA
17
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- 17-
[page-n-18]
18
J.E. A URA TOR1'0 SA1 J. J OROÁ PARDO, M.
PÉREZ RIPOLL Y
M." J.
RODRIGO ÜARCIA
resultan incompletos (PÉREZ RlPOLL, 1986; EASTHAM, 1986; AURA y PÉREZ, 1992 ), por lo que
su referencia no será relevante.
En lo referente a la malacofauna, se maneja la información publicada para ambas salas
(JoRDÁ PARDO, 1986c), aunque igualmente está en curso de revisión la totalidad de restos del
Vestíbulo. Los datos sobre la ictiofauna proceden de sendas columnas de referencia de 1 m2 para
cada sala.
Su estudio indica que la mayor parte de estos conjuntos paleofaunisticos tuvo un origen
antrópico -reconocimiento de marcas, pautas de fracturación, exposición al fuego, selección de
partes esqueléticas... (PÉREZ RrPOLL, 1992)-, aunque puntualmente existen evidencias de aportes
no antrópicos y que pueden vincularse a rapaces y hiénidos, en los momentos más antiguos de
la secuencia.
3.1. MAMÍFEROS
La excavación de la sala del Vestíbulo ha proporcionado cerca de 20.000 restos de mamíferos, de los que algo más del 75% ha podido ser determinado a nivel de especie. Los datos manejados en este texto no incluyen el nivel neolítico (NV2) ni el meso lítico (NV3), datado en 7.240
BP. Este último, testimonial al estar intercalado entre sendos procesos erosivos, presenta importantes intrusiones de su inmediato superior, por lo que la descripción ajustada de sus componentes aconseja un tratamiento específico.
Los restos de los níveles de edad pleistocena y holocena utilizados se han agrupado en dos
bloques con el objeto de centrar la discusión en el tema que nos ocupa (Tabla 1). Conviene recordar que los datos litoestratigráficos sitúan entre ambas agrupaciones una ruptura clara (JORDÁ
PARDO, 1986b), que la información radiométrica expresa en un hiato deposicionaJ, o simplemente en la erosión de los depósitos previamente sedimentados, que tiene una duración cercana
a los 5.000 años (JORDÁ, A URA y JORDÁ, 1990) (fig. 1).
Por un lado, se han acumulado los restos englobados en Jos niveles atribuidos al Paleolítico
e
superior inicial (NV13-NVll) que reci_ ntemente han sido relacionados más con las industrias
gravetienses que con las auriñacienses (AuRA et al., 1998), a los obtenidos en los níveles con
industrias solutrenses (NV10-NV8). Se trata, por tanto, de los restos asociados a las ocupaciones datadas en ca. 24.000-17.500 BP.
Sobre este depósito, y separado por una cicatriz erosiva neta, la secuencia continúa con los
niveles que contienen industrias atribuidas al Magdaleniense superior mediterráneo con arpones
(NV7-NV5) que a techo muestra una nueva cicatriz erosiva rellenada por un depósito antropogénico (NV4), al que hemos denominado comunmente como conchero (JoRDA PARDO, 1986b).
Las ocupaciones magdalenienses de esta sala han sido datadas entre 12.500-1 1.500 BP, mientras
que para la base del conchero epimagdaleniense disponemos de una datación que nos lo sitúa en
torno al 11.000-10.500 BP; su techo no debe estar situado más allá de ca. 9.500 BP, a juzgar por
la evolución de los conjuntos arqueológicos que contiene (JORDÁ, AuRA y JORDÁ, 1990; AuRA et
al., 1998).
-18-
[page-n-19]
SOBRE DUNAS, PLAYAS Y CALAS. LOS PESCADORES PREIIISTÓR1COS DE LA CUEVA DE NERJA
CUEVA DE NERJA
Sala del Vestíbulo
Ovis aries
Sus domesticus
Equus sp.
Bos primigenius
Capra pyrenaica
Cervus elaphus
Capreolus capreolus
Sus sc1vpha
Lynx pardina
Fe/is silvestris
Hyaena sp.
Delphinus delphis
Monachus monachus
Oryctolagus cuniculus
Lepus sp.
Restos no identificados
Total NR
NVI3-NV8
(ca 24.000-17.500 BP)
%r
o
o
20
3
2.756
293
1
2
9
12
2
0,64
0,09
88,96
9,45
0,03
0,06
0,29
0,38
0,06
NV7-NV4
(ca 12.500-9.500 BP)
2
3
1
19
%r
0,06
o
o
1.344
50
88,83
3,3
o
o
44
2,9
1,05
0,46
16
7
o
o
0,79
2,57
2.885
12
39
4.361
1
843
tt .335
6.723
o
o
o
o
5.349
o
Tabla 1.- Distribución por especies de macro y mcsomamiferos (N R) contabilizados en la Sala del
Vestíbulo.
Conviene aclarar, para evitar lecturas lineales de los datos contenidos en la tabla l, que la
extensión excavada para cada una de las agrupaciones arqueológicas reconocidas y acumuladas
según los criterios expuestos no es homogénea. Esta desigualdad se debe a la excavación de una
serie de banquetas y testigos, dejados en las excavaciones realizadas en la década de los años
sesentá, y que en buena parte de su extensión habían alcanzado el techo de los niveles solutrenses (AuRA et al., 1998).
Ambas agrupaciones coinciden en destacar algunas pautas observadas en diferentes yacimientos paleolíticos y epipaleolíticos de la región mediterránea peninsular (VlLLAVERDE y
MARTINEZ, 1992 y 1995; AURA y P ÉREZ, 1992 y 1995). Nos referimos a la configuración de un
patrón faunístico dominado por una especie de ungulado, Capra pyrenaica en este caso, complementada, a lo largo de toda la secuencia, por un importante conjunto de restos de lagomorfos.
Esta especie está acompañada de un cortejo de mamíferos que sí muestran alguna variación diacrónica de interés.
En la agrupación inferior destaca la concentración de restos en dos especies, la ya mencionada Capra pyrenaica y Cervus e/aphus, pues el resto de especies no alcanza siquiera valores
cercanos a la unidad en el índice rcstringuido de macro y mesomamíferos, excluyendo los lagomorfas (Tabla L, columna % r). La presencia de Bos primigenius y Equus sp, así como los valores alcanzados por Cervus elaphus, ya han sido valorados en un apartado anterior en relación con
-19-
[page-n-20]
20
J. E. AURA TORTOSA, J. JORDÁ PARDO, M. PÉREZ RrPOI.L Y M." J. RODRIGO GARClA
los cambios paleogeográficos. Otros datos relevantes son la ausencia de mamíferos marinos y la
presencia, testimonial, de coprolitos de Hyaena sp. en una de las cubetas de la colada basal de
esta saJa.
En el conjunto correspondíente a los niveles finipleistocenos y holocenos se incluyen cinco
restos de fauna doméstica que tienen un carácter intrusivo en el techo del conchero y proceden,
con total seguridad, del nivel neolítico (NV2) (3). Respecto de la agrupación anterior, destaca la
práctica desaparición de los grandes ungulados, Bos primigenius y Equus sp, y una cierta redistribución de la frecuencia obtenida por Cervus e/aphus en la unidad inferior entre cuatro especies: el propio Cervus elaphus y los emergentes Sus scropha, Lynx pardina y Monachus monachus. La presencia de mamíferos marinos es significativa y, sobre todo, sintomática de las trayectorias que analizaremos a continuación (PÉREZ RlPOLL y RAGA, 1998). De hecho, la suma de
restos de Monachus y Delphinus nos Jos situa, tanto por NR como por NMl, por delante de
Cervus elaphus.
3.2. lCTIOFAUNA
El total de restos de fauna marina recuperada en las excavaciones dírigidas por Jordá constituyen, fáci lmente, un registro único: por su cronología, su número y su diversidad (c:;(Iistado de
especies Tabla 2) y viene a ampliar las muestras conocidas basta ahora (BoESSNECK y DRIESCH,
1980; ROSELLÓ, MORALES y CAÑAS, 1995).
Un primer dato relevante es la práctica total ausencia de restos ictiológicos en los niveles
premagdalenienses. El segundo, es la diferencia del tamaño de las muestras proporcionadas por
ambas salas y su misma distribución específica. Como trayectorias cot,nunes se aprecia un cierto incremento de C/upeidae y Labridae a medida que nos adentramos en el Holoceno y un recorrido inverso para Scombridae (Tabla 3). Las mayores diferencias se encuentran en los valores
que alcanzan Belonidae y, sobre todo, Gadidae en la sala del Vestíbulo y Mugillidae y Sparidae
en la de la Mina. La cita de Accipenser sturio en Jos niveles magdalenieoses del Vestíbulo, tam-
(3) La numeración correlativa de las 8 mucslras ncolhicas, mesollticas y epipaleolíticas utilizada en un trabajo reciente puede
inducir a errores, puesto que la denominación u1ilizada coincide con la de las unidades estratigráficas y los conjuntos arqueológicos
reconocidos en esta sala: "NV3 y NV4 se atribuyen al Mesolilico reciente. NV3, sin embargo, incorporo cerámicas de estilo epicardial y animales domésticos. La parte inferior de NV3 ha sido datada en 7.240 bp (Ly-5217). Las unidades NV5 á NV8 corresponden
al Mesolltico antiguo, sin restos de cerámica o animales domésticos. Tan sólo NV8 ha sido datada en 10.860 bp (Ly-5216)"
(BERNADEU, PÉitEZ RlPOt..L v MARTiNEZ, 1999: 591). NV3 y NV4 (la cursiva es nuestra) proceden de la unidad estratigráfica, NV3,
con industrias atribuíbles al Mesolitico, pero se encuentra "intercalado entre sendos procesos erosivos (y) presenta importantes intrusiones de su inmediato superior, por lo que la descripción ajustada de sus componemes aconseja un lratamiento especifico" (if eslc
mismo trabajo). En cuanto al resto de muestras mencionadas, NV4 a NV8 com."Sponde a otras tantas suddivisioncs arqueológicas de
la un idad estratigráfica NV4, que engloba industrias Epimagdalenicnses /Epipaleolítico microlaminar y está datada en su base en
10.860 BP(UBAR-153).
Las faunas de nuestras unidades NV5 a NV7 contienen industrias del Magdalcniense superior con arpones y están datados,
respectivamente, en: 11.930 (UBAR-154), 12.190 (UBAR-1 55) y 12.130 (UBAR-156); por último, NV8 englobaba industrias solutrenses, disponiéndose de tres dotaciones para techo, parte media y base: 17.940 (UBAR-98), 15.990 (U.BAR- 157) y 18.420 (UBAR158) (AURA el al.. 1998). Evidentemente, los conjuntos procedentes de las unidades NVS a NV8 no se utili7.an en e l trabajo mencionado (BERNABEU, PÉREZ Rrrou. y MARTiNEZ, 1999), puesto que su composición y cronología excede los límites del problema analizado.
-20-
[page-n-21]
SOBRE DUNAS, PLAYAS Y CALAS. LOS PESCADORES PREHISTÓRICOS DE LA CUEVA DE NERJA
Acipenseridae
Accipenser sturio
Sciaenidae
Argynosomus regius
Clupeidae
Sardinel/a aurita
Sardina pi/chardus
Sparidae
Boops boops
Den/ex sp
Diplodus sp
Diplodus vu/garis
Diplodus sargus
Lithognatus mormyrus
Oblada me/anura
Pagellus eurythinus
Pagellus bogaraveo
Pagrus pagrus
Pagrus sp
Sarpasalpa
Sparus aurata
Spondylosoma cantharus
Sparidae sp
Belonidae
Belone belone
Gadidae
Merlangius mer/angus
Pollachius pollachius
Melanogramus aeglefinus
Phycis phycis
S erranidae
Sen·amts scriba
Serranus cabrilla
Dicentrarchus labrax
Carangidae
Trachums trachunts
21
Scombridae
Scomber scombrus
Scomber japonicus
Sphyraenidae
Sphyraena sp
Mugilidae
C/te/011 labrosus
Mugil sp
Scorpaenidae
Sco1¡1aenidae sp
Triglidae
7iyg la sp
LabridJle
Labrus mero/a
Labros bergylta
Tabla 2.- Jctiofauna. Listado de especies identificadas (muestras obtenidas en las excavaciones
Jordá).
bién está documentada en la sala de la Mina aunque no en esta muestra; junto con los Mugillidae
y alguna especie más puede ser indicativa de la existencia de medios costeros restringidos, con
estuarios y albuferas entre las desembocaduras de los ríos en ca. 12.500-11.000 BP (JORDÁ
PA RDO,
1992).
Estas diferencias son observaciones realizadas sobre un muestreo, aunque simétrico en este
caso por proceder de sendas columnas de 1 m2 • Pero, conviene avanzar, que una situación similar se producirá al comparar la roalacofauna de las ocupaciones de la Mina y del Vestíbulo englobada en níveles arqueológicamente contemporáneos.
Un catálogo tan diverso transmite la idea de una explotación igualmente diversa del com.plejo y altamente estructurado medio marino: desde áreas de sustrato arenoso (pe: los tríglidos)
o estuarino (pe: Mugilidae), a las praderas de Posidonia (pe: algunas especies de Serranidae y
Sparidae) y los sutratos rocosos (pe: algunas especies de lábridos, espáridos y escorpénidos); por
no mencionar el carácter migratorio de algunos gádidos y cscómbridos que llegan a fomar grandes bancos y sólo se aproximan a la costa, preferentemente, en época de freza (WtTHEHEAD et
al., 1986)
Indudablemente, incorporar a esta discusión una descripción más ajustada de las trayectorias recorridas por las diferentes especies, su hábitat, su etología, o el estudio sobre la evolución
- 2l-
[page-n-22]
22
J.E. AURA TORTOSA, J. JORDÁ PARDO, M. P~REZ RtPOLL Y M .• J. RODRIGO GARCIA
CUEVA DE NERJA
Sala del Vestíbulo
Accipenseridae
Clupeidae
Belonidae
Gadidae
Serranidae
Carangidae
Scienidae
Sparidae
Labridae
Scombridae
Sphyraenidae
Mugilidae
Scorpenidae
NV7-NV5
NV4
NV13-NV8
(ca 24.000-17.500 BP) (ca 12.500- 11.500 BP) (ca. 10.700-9.500 BP)
1.03
o
o
o
7,69
46,15
11,78
12,98
0,33
12, 11
5,78
0,21
68,7
o
o
o
o
0,3
o
13,33
10,47
1,05
o
92,85
78,14
83,4
NMJ9-NMl7
NM I6-NM14
NM13
(ante 17.500 BP)
Total determinados
o
47,26
6,34
7,27
0,03
0,8
0,03
( 12.500-1 1.500 BP)
(ca. 10.500-7.500 BP?)
o
o
0,18
3,51
0,61
0,65
o
o
o
0,06
o
2,83
3,05
8, 18
10,98
7,69
30,76
o
o
o
7,69
o
o
0,07
Total Restos: 7.243
CUEVA DE NERJA
Sala de la Mina
Clupeidae
Belonidae
Gadidae
Serranidae
Carangidae
o
0,43
Sparidae
o
o
45,5
47,83
Labridae
o
0,12
0,21
Scombridae
o
o
o
o
Scienidae
Mugilidae
Triglidae
Total detenninados
12,86
o
28,87
33,81
0,73
o
76,17
70,65
TotaJ NR: 2.086
Tabla 3.- Ictiofauna. Distribución por familias del NR contabilizados en las muestras procedentes
de la Sala de la Mina y del Vestíbulo.
- 22-
[page-n-23]
SOBRE DUNAS, PLAYAS YCALAS. LOS PESCADORES PREHISTÓRICOS DE LA CUEVA DE NERJA
23
de las tallas, permitiría comprender mejor la evolución diacrónica en relación con los cambios
en La línea de costa o las mismas diferendas entre las muestras procedentes de ambas salas. Estas
cuestiones y otras de indudable interés, como son las técnicas de pesca desarrolladas para capturar especies tan diversas como la sardina y el abadejo, el esturión o la breca, deberán esperar
un trabajo específico.
3.3.AVES
Todos los trabajos publicados sobre las aves de la Cueva de Nerja coinciden en situar un
importante conjunto de especies marinas en los niveles del Paleolítico final y Epipaleolftico de
las salas de la Mina y de la Torca, ca. 17.000-10.500 BP (BOESSNECKy DRIESCH, 1980; EASTHAM,
1986; HERNÁNDEZ, 1995). En el caso de los restos recuperados en las excavaciones dirigidas por
Jordá, ya se ha mencionado que la serie estudiada por EASTHAM (1986) para la sala de la Mina
está incompleta, pues procedía de la mitad, aproximadamente, de la superficie excavada en esta
sala. La obtenida en la sala del Vesb'bulo sí podrá ayudar a trazar las trayectorias diacrónicas de
este tipo de recursos a lo largo de la secuencia paleolítica, pero sus resultados definitivos todavía no están disponibles. Los datos publicados coinciden en destacar que anátidas y aves marinas son más abundantes a partir de 12.500 BP, documentándose la utilización de sus partes
esqueléticas para la obtención de matrices sobre los que fabricar las puntas finas dobles, consideradas como anzuelos rectos (AURA y PÉREZ HERRERO, 1998: fig. 2. 12).
3.4. MALACOFAUNA
De entre las numerosas clases de invertebrados recuperadas en las muestras analizadas
(Gastrophoda, Scaphopoda, Bivalvia, Cepha/opoda, Crustacea y Echinoidea) algunas son de
dificil cuantificación y otras de cuestionable procedencia antrópica. Nos referimos a que, durante el proceso de limpieza y preparación de algunas especies ictiológicas, reconocimos restos de
Crustacea y Echinoidea que habían constituido parte de la dieta de estos ejemplares y que por
su estado y partes representadas podrían conformar un patrón de restos muy fragmentado, similar al hallado en las muestras recuperadas en contexto arqueológico.
No es este el caso de los conjuntos malacológicos. En ambas salas se han recuperado importantes series, pero sin duda es la del Vestíbulo, con sus más de 12.500 ejemplares para una
columna de 1 m2 y algo más de 3 profundidad, la que previsiblemente permitirá fijar una de las
secuencias malacológicas más sólidas tras su estudio completo. En este texto hemos reducido la
relación de especies identificadas a los tres grupos más significativos: malacofauna continental,
marina de sustrato arenoso y marina de sustrato rocoso, aunque los listados completos pueden
ser consultados en las publicaciones originales (JORDÁPARDO, 1983 y 1986c).
Al igual que en el caso de los mamí.{eros, los valores alcanzados por las diferentes especies
proceden de muestras desiguales, tanto por la superficie excavada para cada sala y el desigual
-23-
[page-n-24]
24
J .E.
AUR.A T ORTOSA, J. JORDÁ PARDO, M.
PÉREZ RIPOLL Y M.•
J. R ODRIGO ÜARCfA
espesor de las capas, como por la existencia de algunos niveles en la sala del Vestíbulo que no
se han conservado en la de la Mina.
Las trayectorias diacrónicas de ambas series muestran algunas coincidencias interesantes.
Así, el recorrido seguido por la malacofauna continental se puede decir que es inverso al trazado por la marina (Tabla 4).
En el Vestíbulo, si exceptuamos los ejemplares utilizados como ornamento (COTINO y
SOLER, 1998), la presencia de malacofauna marina se constata desde el techo de los niveles solutrenses - al igual que ocurre con algunos restos de ictiofauna- , aunque debido al contacto erosivo con el nivel magadaleniense superpuesto persisten ciertas dudas sobre si esta fauna madna
procede del paquete superior, datado en ca. 12.500-1 1.500 BP, o si, por el contrario, marca el inicio de la explotación de los recursos marinos en Nerja (AuRA, 1995) (4). En todo caso, la malacofauna marina identificada en los niveles anteriores al 12.500 BP, supone tan sólo el 1,8 % del
total de la recuperada en esta columna.
La especies marinas son las que concentran el mayor número efectivos, más del 75% sobre
el total de ambas salas. Su distribución entre especies propias de sustrato arenoso-fangoso y
especies de sustrato rocoso muestra una inversión diacrónica clara en la sala de la Mina, circunstancia que en su día ya fue relacionada con la inundación progresiva de las playas hasta
alcanzar los paleoacantilados durante el tránsito Pleistoceno-Holoceno (AURA, JoRDA y
R oDRIGO, 1989). En la del Vestíbulo, esta tendencia se observa muy matizada por los altos valores alcanzados por Mytilus edulis, que dan al conjunto de especies de sustrato rocoso valores
muy superiores (Tabla 4).
4. ELEMENTOS PARA UNA CONTEXTUALIZACIÓN ARQUEOLÓGICA
Cueva de Nerja fue ocupada de manera recurrente a lo largo de miles de años, llegando a
conformar un registro complejo organizado en diferentes salas y, suponemos, en un desconocido espacio externo, delante de la gran boca de acceso a la cavidad. Las trayectorias descritas en
el epígrafre anterior sugieren una obviedad: el yacimiento registra cambios diacrónicos significativos, tanto por las variaciones en el número de especies como por la diferencias en la densidad de acumulación de restos. Esta observación constituye en si misma una estrategia para investigar cuestiones de indudable interés arqueológico: su relación con los cambios bioclimáticos, su
implicación en la duración y ritmo de ocupación o el uso del yacimiento.
Los cambios bioclimáticos, pero fundamentalmente las oscilaciones eustáticas, han servido
como argumento fundamental a la hora de explicar el umbral cronológico en el que se produjo
la explotación del medio marino, vinculando el inicio de las actividades de caza, pesca y reco"lección de especies marinas con la transgresión tardiglacial y el consecuente acercamiento de la
(4) La exposición de los cortes originados en las excavaciones de lps años 60, sin ningún tipo de protección, también ha podido ocasionar puntulcs contaminaciones de fauna marina eo los depósitos anteriores al 12.500 BP. A pesar de que antes de proceder
a su excavación procedimos a su limpieza y refrescado, no es totalmente descartable el que se hayan producido pequeños desplomes
o intrusiones originadas por la acdón de pequeños roedores.
- 24-
[page-n-25]
SOBRE DUNAS, PLAYAS Y CALAS. LOS PESCADORES PREHISTÓRICOS DE LA CUEVA DE NERJA
CUEVA DE NERJA
Sala del Vestfbulo (C-4)
Pote/la sp
Monodonta sp
T. haemastomo
Mylilus edulis
Total sus/rato rocoso
Tapes decussotus
Pectenmaximus
Cerastoderma edule
Total sustrato arenoso
Total marina
Melanopsis sp
Rumínna decollata
lbems alonensis
He/ice/la sp
NV13-NV8
(ca 24.000-17.500 BP)
%
NV7-NV5
(ca 12.500-11.500 BP)
%
NV4
(ca.I0.700-9.500 BP)
%
24
0,93
71
15,7
o
o
o
o
o
o
o
o
274
13
2,92
O,l3
o
o
125
149
33
1
32
66
214
11
12
2316
4,89
5,83
1,29
0,03
1,25
2,58
8,37
0,43
0,46
90,68
271
342
14
1
64
79
421
20
2
7
2
59,95
75,66
3,09
0,22
14,15
17,47
93,14
4,42
0,44
1,54
0,44
8577
8864
3
36
16
55
8919
32
2
408
15
91,47
94,53
0,03
0,38
0,17
0,58
95,12
0,34
0,21
4,35
0,15
91,58
31
6,85
457
4,87
o
Total continental
2339
TOTAL
2554
CUEVA DE NERJA
Sala de la Mina
Pote/la sp
Monodonta turbina/o
T. haemastomo
Mytílus edulís
Total sustrato rocoso
Topes decussatus
Pectenmaximus
Cerastoderma edule
Total sustrato arenoso
Total marina
Melonopsis sp
Rumínna decollata
Jberus alonensis
He/ice/la unifasciata
Total continental
TOTAL
25
452
9376
NM19-NMI7
(ante 17.500 BP)
%
NMI6-NMI4
(ca 12.500-11.500 BP)
%
NMI3
(ca.10.500-7.500 BP?)
%
80
15
4
282
381
974
JI
11 5
1100
1481
70
3,68
0,69
0,18
12,98
17,54
44,8
0,5
5,29
50,64
68,18
3,22
3,03
23,15
2,39
130
11
9,96
0,84
o
o
737
878
46
26
40
112
990
S
42
267
1
56,47
67,27
3,52
1,99
3,06
8,58
75,86
0,38
3,21
20,45
0,07
24,1
3
1
0,59
o
o
o
o
o
o
l
7
0,59
4,16
o
o
3
10
11
l
12
144
1,78
5,95
6,54
0,59
7,14
85,71
o
o
503
52
157
93,45
691
31,81
315
2172
31,81
nos
168
66
Tabla 4.- Malacofauoa. Relación del NMl de las especies seleccionadas.
- 25-
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26
J.E. AURA TORTOSA, J. JORDÁ
PARDO,
M. P EREZ RIPOLL Y M.• J.
RODRIGO GARCIA
línea de costa al yacimiento (MORALES, R osELLÓ y H ERNÁNDEZ, 1998). La lógica de esta inferencia es incuestionable. Pero, quizás convenga contextualizarla con el fin de evaluarla desde
diferentes ángulos.
Existen algunos datos sobre los depósitos arqueológicos depositados en la sala del Vestíbulo,
no estrictamente tipológicos, que pueden ser incorporados a esta discusión. En primer lugar, conviene precisar que las unidades litoestratigráficas agrupadas en los dos bloques cronológicoarqueológicos que hemos utilizado en este trabajo tienen un espesor similar, aunque no una duración temporal equivalente, por lo que existen diferencias, que puntualmente pueden ser importantes, en lo que se refiere a su génesis, velocidad de sedimentación y procesos postdeposicionales que los han afectado (JORDÁ PARDO, 1986b y 1992). Estas diferencias litoestratigráficas
coinciden -que no explican- con un registro arqueológico que muestra ciertas pautas distintivas;
tal. y como era predecible, insistimos, porque el yacimiento difícilmente funcionó igual a lo largo
del segmento temporal estudiado. Estas diferencias tienen una lectura sencilla en su vertiente
cuantitativa y bastante más compleja a la hora de insertarlas en cuestiones histórico-arqueológicas o socio-culturales.
Las figuras 4 y 5 muestran el número de efectivos recuperados de diferentes categorías
arqueológicas por cada 100 aiíos de supuesta duración de ocupación humana de la cavidad, en la
escala del tiempo arqueológico y sirviéndonos de la secuencia radiométrica disponible (JoRDÁ,
AURA y J ORDÁ, 1990; AuRA et al., 1998). Independientemente del valor de La muestra (5), se
aprecian diferencias importantes en todas las categorías consideradas y particularmente, en lo
que se refiere a lascas, macroútiles -en la que, independientemente de sus dimensiones, se han
englobado todos los objetos que tienen como soporte un canto o bloquf>-, industria ósea y elementos de adorno. En general, se puede concluir que la densidad de evidencias es mayor en los
depósitos más recientes (6). Otra cuestión diferente es explorar si este incremento está vinculado a ocupaciones de mayor duración, más estables, o si por el contrario el origen de este registro puede ser explicado a partir de ocupaciones cortas y recurrentes (7).
Estas pautas diferenciadas coinciden con algunas variaciones en la obtención de materias
primas y algún rasgo tecnológico que tiene una clara transformación diacrónica. Las industrias
lfticas de Nerja están elaboradas mayoritariamente sobre sílex. Los productos de talla presentan
desiguales frecuencias de córtex pudiendo diferenciar, macroscópicamente, lo que hemos deno-
(S) Sin pretender extendemos sobre esta cuestión, se pueden plantear al menos 2 reservas importantes, pero que en todo caso
no deben impedimos su valoración:
a) las muestras proceden de una extensión reducida respecto de la supuesta superficie total del yacimiento;
b) la com:spondencia de esta observación con lo ocurrido en otros sectores y salas, dados los cambios laterales de densidad de
materiales que son comunes en los yacimientos arqueológicos en cueva, son de dificil evaluación.
(6) A la hora de enjuiciar los valores que ofrecen las diferentes categorlas de materiales, conviene recordar la superficie excavada. Igualmente, recomendamos la obtención de lndices similares para yacimientos paleollticos-epipaleollticos e incluso poblados
estables de la prehistoria reciente (cf AURA, 1995: 162). Es cierto que las pautas de abandono y reciclaje operan en contextos culturales diferentes y dificilmcnte comparables, sobre todo en lo que respecta a la acción de los cánidos domésticos sobre los restos de
fauna, pero los resultados pueden ser sugerentes.
(7) Puntualmente, se han controlado algunos momentos de indudadble desocupación humana, sin que por el momento podamos establecer mayores precisiones. La presencia de coprolitos de ffyaena sp en la capa NV 13 asociados a piezas esqueléticas de
Equus sp en posición anatómica y de individuos neonatos de M. myatis-blythii y M. scrheibersii en los niveles NV8, NV3 y NV2,
marcan momentos de desocupación antrópica, al menos durante la primavera y el verano en este último caso (GUILLEM, 1997).
-26-
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SOBRE DUNAS, PLAYAS Y CALAS. LOS PESCADORES PREHISTÓRICOS DE LA CUEVA DE NERJA
27
80
•
O
70
MSM-EMM
PSI-SOL
60
50
40
30
20
I
JO
o
Nócleos
Lascas
Hojas
U retocado
Fig. 4.- Número de efectivos recuperados de diferentes categorías arqueológicas por cada 100 aftos
de supuesta duración de ocupación humana de la Cueva de Nerja.
2,5
T'"""--- - - - - - - -- ------.
. MSM-EMM
O PSI-SOL
2
1,5
[
0,5
Fig. 5.- Número de efectivos recuperados de diferentes categorías
arqueológicas por cada 100 afios de
supuesta duración de la ocupación
humana de la Cueva de Nerja.
1
o +--~'L---+-----~----~
Macroótiles
!.ósea
Adorno
-27-
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J.E. AURA TORTOSA, J. JOROÁ PARDO, M.
28
PEREZ RIPOLL Y
M." J.
R ODRIGO ÜARCÍA
minado como córtex fresco y córtex rodado. Esta caracterización puede ser relacionada con la
forma de aprovisionamiento: obtenido en posición primaria en el primer caso y en depósitos
secundarios en el segundo. La figura 6a muestra las frecuencias de presencia de estas dos categorías de córtex respecto del total de productos de taUa, excluyendo esquirlas y fragmentos.
La mayor presencia, relativa, de productos que presentan un córtex fresco, se concentra en
el tramo basal de la sala del Vestíbulo (ca. 24.000-17.500 BP), coincidiendo con los mayores
módulos tipométricos de la industria. La figura 7 muestra la longitud media de lascas y hojas
retocadas (MR) y sin retocar (MNR). El tamaño de las soportes laminares que han sido retocados de los niveles con industrias del Paleolitico superior inicial y Solutrense duplica, como
media, el de las hojas magdalenienses y epipaleolíticas; obtenidas, mayoritariamente, a partir de
pequeños cantos recogidos en posición secundaria. Igual de interesante resulta el que por primera
vez se aprecian signos de estabilidad a lo largo de toda la secuencia -en la longitud de lascas y
hojas no retocadas- y el que la longitud media de las hojas retocadas de la agrupación
Magdaleniense-Epipaleolítica sea menor que el de las no retocadas (fig. 7).
Materias primas de la calidad y tamaño de las empleadas en el tramo basal de la secuencia
del Vestfbulo no fueron detectadas por nosotros en el entorno inmediato del yacimiento, ni tampoco los pequeños cantos rodados que por su morfología deben de proceder de depósitos fluvia-
~ ~------------------~
+ MSM-EMM
90
80
D!'Sl-SOL
20
70
60
!5
50
40
10
30
5
I
20
10
0 +----------+--------~
Córtcx
fresco
+ MSl\•1-EMlvl
O PSI-SOl.
Córtex
o
rod
J+CR
Fig. 6a.- Frecuencias de presencia de las dos
categorías de córtex respecto del total de
productos de talla.
Otra~
Fig. 6b.- Frecuencias de presencia de materias
primas, excluyendo el sílex.
- 28-
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SOBRE DUNAS. PLAYAS Y CALAS. LOS PESCADORES PREHISTÓRICOS DE LA CUEVA DE NERJA
29
70
•
60
Lascas~
~ Lasca~MNR
Hojas ~IR
A
Hojas MNR
•
50
.m
20
O'
•
A
o
•
~
-a-
EMM
30
MS!'..i
SOL
lJ
r.\
•
-o
10
o
PSI
Fig. 7.- Longitud media de lascas y hojas retocadas (MR) y sin retocar (MNR).
les y/o marinos. Sin embargo, el estudio mineralógico y cristalográfico de las muestras procedentes de estos niveles concluye en indicar una alta coincidencia con los resultados obtenidos
para las muestras recogidas en los afloramientos de Periana, Alfamate o Zafarraya (GIRALT,
1994), asociados en el primer caso a un taller calcolítico y distantes más de 25 km de Cueva de
Nerja.
Además del sllex, puntualmente, se utilizaron otras rocas que también ofrecen variaciones
interesantes, a pesar de su escaso número de efectivos. En la figura 6b se muestra cómo se distribuyen estas materias primas a lo largo de la secuencia, apreciándose que la mayor parte de productos (MR+ MNR) de materias primas como el cristal de roca y elja~pe (n=95), particularmente
una variedad de coloración amarilla, se concentre en los niveles anteriores al 12.500 BP. Esta
variedad es muy similar, al menos macroscópicamente, al reconocido por M. Martínez Andreu
( 1989) en algunos yacimientos del Magdaleniense superior final de Murcia, está presente en las
series solutrenscs de Cueva Ambrosio -colección F. Motos depositada en el SI P de Valencia- y
es posible rastrearlo también en yacimientos valencianos (pe: la Cova del Parpalló). En la dirección contraria, los productos de talla obtenidos sobre caliza y diferentes rocas metamórficas de
carácter local (8) tienen una cierta entidad (n= 172), precisamente, a partir de esta fecha:
12.500 BP (fig. 6b).
La valoración arqueológica de estas tendencias configura un complejo entrelazado de varia-
(8) Sobre cantos aplanados. posiblemente recogidos en la misma playa.
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30
J.E. A URA TORTOSA,
J. JORDÁ
PARDO,
M.
PEREZ RIPOLL Y M." J. RODRIGO GARCÍA
bies que permiten investigar los cambios, aparentemente sencillos, en las actividades desarrolladas en el yacimiento, y desde el yacimiento. Particularmente, algunos rasgos de los equipos liticos pueden ser utilizados para delimitar estas observaciones. Así, resulta significativa la desproporción observada entre niveles antiguos y recientes en las categorías de lascas y macroútiles, si
los comparamos con el resto de variables del utiJiaje lítico (figs. 4 y 5). El valor alcanzado por
las primeras en los niveles MSM-EMM no parece estar vinculado, exclusivamente, a las fases
de preparación de núcleos para la producción de hojas-hojitas, puesto que los índices que ofrecen este tipo de soportes es inferior al de los niveles PSI-SOL (9). La producción de lascas y la
densidad de macroútiles -así como su diversidad: retocadores, percutores, pulidores, cantos
tallados y cantos pintados o con restos de ocre- , puede ser indicativa de un incremento de las
actividades de fabricación y reparación de los equipos de piedra y hueso, pero también con el
desarrollo y/o aumento de las tareas de procesado de determinados recursos durante las fases más
recientes (cjCLARKE, 1976). Los datos sobre la industria ósea y los elementos de adorno, mayoritariamente fabricados sobre ejemplares de malacofauna (COTINO y SOLER, 1998), también
registran diferencias (fig. 5).
Estos rasgos coinciden con lo que podemos denominar como un incremento de la estereotipación del utillaje lítico retocado, manifestado en que la diversidad de morfotipos es mayor en
las unidades con industrias del PSI y Solutrense, en las que el número de útiles retocados es sensiblemente menor, respecto de las upidades que engloban industrias magdalenienses y epipaleolíticas, en las que el incremento de efectivos recuperados no está acompañada de una similar
diversidad de morfotipos retocados. Esta tendencia puede complementar una observación anterior: el que en los conjuntos magdalenienses y epipaleolíticos la longitud de las hojas sobre las
que se han fabricado morfotipos retocados sea menor que la de las hojas sin retocar (fig. 7), cuyo
origen puede ser vinculado con el reavivado de los útiles y, especialmente, con aquellos cuya
parte activa se dispone transversalmente sobre el eje técnico y morfológico de los soportes - raspadores, truncaduras y en menor medida buriles.
Los cambios observados en las materias primas -en las formas de captación y en el uso,
marginal, de algunos tipos de materias-, así como en la densidad desigual de diferentes categorías de materiales arqueológicos -con incrementos de aquellas que hemos relacionado con tareas de fabricación y mantenimiento de equipos líticos y óseos y con actividades de procesad
BP y las de edad 12.500-8.500 BP. La lectura de este proceso entrelaza cuestiones complejas que
vinculan de forma estrecha el uso y función del yacimiento, las actividades desarrolladas en y
(9) La captación de materias primas es diferente y tiene una expresión tecnológica y tipométrica explicable probablemente
desde el uso que se hace de la cavidad en estos momentos. Esta situación ha podido ocasionar patrones de residuos de producción
diferentes. Desde luego podemos hacer intervenir la posibilidad de que productos laminares elaborados aquí fueran transportados y
utilizados en otros lugares. Por la misma lógica, podriamos pensar que los elevados nam de los niveles más antiguos se correspondén con una situación de uso aplazado y no de próducci6n laminar en el yacimiento. Los llam de la agrupación inferior (PSI·SOL)
son 58,33 para el MR y 24,89, para el MNR; para la agrupación superior (MSM-EMM) resultan 46 y 13,58 respectivamente.
( IO)lntcncionadamente no estamos vinculando estos términos con conceptos como expedient y curoted(BARTON, 1998). aunque su po1cncialidad para investigar estas cuestiones es indudable (Vlti.AVF.ROE, AURJ\ y BARTON, 1998).
-30-
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SOBRE DUNAS, PLAYAS YCALAS. LOS PESCADORES PREIIISTÓRICOS DE LA CUEVA DE NERJA
31
desde Cueva de Nerja y su integración en los sistemas regionales -expresada arqueológicamente en la tecnología, la susbsistencia, la interacción y formas de socialización (11)-.
Nuestra percepción de esta trayectoria es que las unidades que engloban industrias del
Paleolítico superior inicial y Solutrense en el yacimiento de Cueva de Ne¡ja reflejan ocupaciones recurrentes, previsiblemente cortas y localizadas, por ahora, en la sala del Vestíbulo ( 12). En
el resto de salas se desconoce su presencia, nunca llegaron a conformarse depósitos arqueológicos de esta edad o se han visto afectados por procesos erosivos ( 13) (JORDÁ PARDO, 1986b y
1992). Independientemente de estas circunstancias, el yacimiento magdaleniense-epipaleolítico
se ha conservado en la totalidad de salas y sectores, ofreciendo en todas las situaciones las mayores densidades de ocupación. Un simple cálculo del volumen de sedimentos arqueológicos contenidos en las tres salas que por ahora contienen industrias magdalenienses y epi paleolíticas ofrecería resultados por encima de los 500 m3 de depósitos para estos momentos.
Se da la circunstancia, además, de que estas unidades finipleistocenas y holocenas muestran
una importante diversidad de especies, causada por la presencia de recursos marinos.
Particularmente, la malacofauna ha servido para correlacionar sus variaciones diacrónicas con el
ascenso del nivel del mar, por ser sensible a registrar estos cambios dada la estructuración de sus
hábitats (Tabla 4). En Nerja cada una de las salas que contiene depósitos con industrias del
Magdaleniense superior, arqueológicamente contemporáneos por tanto, ofrece el dominio de una
especie diferente: Mytilus sp en la sala del Vestíbulo, Tapes decussatus en la de La Mina y Pate/la
sp en la de la Torca (JoRDÁ PARDO, 1983 y 1986c; SERRANO et al., 1995); diferencias que también se registran en La ictiofauna.
Explorar el significado de estas diferencias requiere una reposada contextualización arqueológica pero indudablemente abre múltiples interrogantes: es resultado de una simple distribución aleatoria, es indicativa de cambios diacrónicos relacionados con el ascenso del nivel del
mar o se trata de ocupaciones diferenciadas -salas de tamaño, topografia y orientación desigual,
son ocupadas estacional y/o alternativamente en función de estas variables, o simplemente por
criterios de salubridad- . Al respecto conviene recordar que coincidiendo con la formación de
estos potentes depósitos, se sigue utilizando la cueva como santuario parietal, se documenta un
arte inciso sobre soportes muebles -
(JI) Como ya hemos reiterado en trabajos anteriores, una de las principales dificultades para evaluar Cueva de Ncrja es la esca-
sa información disponible sobre los yacimientos interiores y, potencialmente, integrados en su mismo territorio económico y social.
Entre 1983 y 1996 redactamos tres propuestas para investigar estas cuestiones, sin que en ningún caso fueron consideradas. En cualquier caso, el resultado es que en la costa de Andalucía oriental se ban conservado yacimientos linipleistocenos vinculados con la
explotación de los recursos marinos, mientras que desconocemos totalmente las situaciones arqueológicas de la vecina media monta/la o de las cuencas interiores. Una situación completamente inversa a la registrada en el País Valenciano (AURA, 1995: 159 y ss).
(12) Esta consideración no sólo está apoyada en los datos cuantitativos manejados, también encuentra apoyos en datos tafonómicos (cfnota 7) y en las ca. actcrísticas sedimentarias de estos niveles. A partir de la parte media de NV8 y hasta prácticamente
r
NV 13 se observó una continua sucesión de laminaciones de gravas, arenas y arcillas, que puntualmente incluían restos de materia
orgánica, separadas por intercalaciones de cortezas estalagmiticas incipientes, alteradas y sin contiunuidad lateral (JOROÁ PARDO,
1986b y 1992).
(13) En la sala de la Mina sólo se conservaban niveles del primero de los momentos y con pocos efectivos (JoROA, 1984 y
1986b), se~alándose la presencia puntual de algún morfotipo caractcrlstico del Solutrcogravetiense (CAVA, 1997: 347). En la de la
Torca la excavación parece alcanzar los niveles con industrias magdalenienses, sin llegar a agotar el yacimiento arqueológico de esta
sala (PELLICER y ACOSTA, 1997).
-31-
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32
J.E. A URA TORTOSA, J. JORDÁ
PARDO,
M. PÉREZ
RIPOI.L Y M.• J. RODRIGO GARciA
se fabrica una industria ósea con morfotipos propios - no sólo los arpones, también las micropuntas dobles que hemos denominado anzuelos rectos- y se realizan inhumaciones (GARc!A
SÁNCHEZ, 1982; ÜONZÁLEZ· TABLAS, 1990; AURA, ÜONZÁLEZ-TABLAS y BROBELL, 1998). No se
trata, por tanto, de un yacimiento marginal que podamos equiparar, de manera simple y lineal,
con los pequeños yacimientos en abrigo-cueva que son tan frecuentes en estos momentos (e/ nota
15).
5. VALORACIÓN FINAL
Cie1tamente, la morfología de la plataforma y talud continental sobre el que se ubica la
Cueva de Nerja han permitido la conservación de un yacimiento arqueológico que contiene cambios diacrónicos en las formas de utilización de los recursos prácticamente inéditos en e l resto
del ámbito mediterráneo, si exceptuamos algunos yacimientos de la bahía de Málaga (SucH,
1920; FORTEA, 1973; AURA, JORDÁ y RODRIGO, 1989).
Los cambios bioclimáticos y paleogeográficos detectados muestran, con bastante claridad,
que el territorio de captación inmediato para los habitantes de la Cueva de Nerja nunca tuvo una
disposición radial desde e l yacimiento, pues siempre estuvo condicionado por la posición cambiante de la línea de costa y los relieves de la sierra Almijara (AURA, JORDÁ y RoDRIGO, 1989).
Durante los episodios en que se depositaron las unidades con industrias del Paleolítico superior
inicial y Solutrense la Llanura costera emergida tuvo un importante valor, tanto como vial de
comunicación como por su condición de hábitat preferente para algunas especies de ungulados
y coníferas (PÉREZ RIPOLL, 1997; BADAL,J 998). A partir de fines del Pleistoceno y e l Holoceno
inferior, las calas y acantilados se convirtieron en áreas de obtención de un importante conjunto
de recursos marinos. En ambas situaciones, la caza de la cabra montés, complementada con los
lagomorfos, fue una estrategia de explotación común.
Estas dos situaciones pueden ser correlacionadas con la evolución de la malacofauna marina, pero también con la continental. En Nerja la recolección de moluscos continentales, como
complemento de la caza de mamiferos, se data en los niveles que engloban industrias del
Paleolítico superior inic ial y del Solutrense (JORDÁ PARDO, 1986c: 169).
Ahora bien, podría pensarse, a juzgar por el importante catálogo de especies marinas que se
registra a partir de 12.500 BP, que durante e l primer tramo de las ocupaciones humanas, entre
24.000 -12.500 BP, se produjo un cambio paleogeográfico mayor que el que nuestra hipotésis de
reconstrucción indica (fig. 3). ¿Fue Nerja un yacimiento interior durante el último máximo glacial? Si nuestras proyecciones son ciertas, durante este episodio la línea de costa nunca estuvo
situada a una distancia muy superior a los 5-6 km respecto de la cavidad, y en el momento en
que se documenta una explotación significativa de este medio la costa debia situarse a unos 3-4
km de la cueva (AURA, JORDÁ y RODRIGO, 1989).
Distancias mucho mayores se han descrito para la circulación de materias primas y ornamentos durante el Paleolltico superior e incluso para restos de fauna marina sin función ornamental (14). Cabe pensar, como alternativa a lo anterior, que los ocupantes de la cavidad explo- 32-
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SOBRE DUNAS, PLAYAS Y CALAS. LOS PESCADORES PREHISTÓRICOS DE LA CUEVA DE NERJA
33
taron esa plataforma emergida, pero no el medio marino. Lo inquietante es que existen testimonios de la presencia de recursos marinos englobados en ocupaciones musterienses en el sur
peninsular, caso de las cavidades de Gibraltar (Waechter, 1964), sin que esos primeros testimonios hayan tenido continuidad en los registros posteriores, como sería el caso de Las unidades con
las que se inkia la ocupación de Cueva de Nerja (cfnota 14). Independientemente de esta consideración, convendría disponer de un estudio actual sobre la formación de los yacimientos de
Gibraltar para valorar más ajustadamente el origen y las características de estos conjuntos
(BARTON, 1998).
En el caso de Nerja y sin pretender ser reiterativos -pues al fin y al cabo se trata de un yacimiento aislado, dado el nivel de información disponible sobre el Paleolítico superior de
Andalucía (SANCHIDRIÁN et al., 1996; cfnota 11)- la utilización de los recursos marinos está contextualizada por algunos rasgos que establecen un contenido y una dirección al ser integrados en
las trayectorias diacrónicas (AURA y PÉREZ, 1992 y 1995; YILLAVERDE y MARTÍNEZ, 1992 y 1995;
VIL VERDE, A URA y BARTON, 1998; AURA et al., 1998b)
LA
En Jos trabajos citados se ha argumentado que los cambios en la composición de las asociaciones paleofaunísticas finipleistocenas y holocenas coinciden en configurar una reorientación
económica, expresada en la explotación de un mayor número de recursos y ambientes, contextuatizada por un incremento del número de yacimientos y también por la densidad de categorías
arqueológicas recuperadas ( 15).
Esta diversificación ligada en Nerja a la obtención de recursos marinos, pero expresada también en Jos yacimientos interiores (VILLAVERDE y MARTíNEz, 1995; A uRA y PÉREZ, 1995), plantea algunas incógnitas sobre sus implicaciones en el proceso que trunca las trayectorias evolutivas de los últimos cazadores holocenos: el proceso de neolitización. Cambios económicos similares a los descritos en Nerja han sido reconocidos en al menos dos yacimientos mediterráneos:
(14) Es el caso de la Cova de Santa Muira, por citar un yacimiento en el que trabajamos actualmente, distante unos 30 km de
la costa actual y que hasta la focha ha ofrecido restos de Mugillidae y Sparidae y malacofauna marina, con especies sin valor ornamental reconocido. Otro ejemplo de documentación de restos ictiológicos de especies marinas y/o salobres se ha descrito en el cercano yacimiento del Tossal de la Roca, aunque con un menor número de efectivos y cautelas sobre posibles interferencias de carácter tafonómico (CACHo et al., 1995: 63-65). Eso si, la cronología de los niveles que incluyen estos restos de fauna marina es tardiglacial y holoccna.
Estas referencias y su cronologfa nos remite a una cuestión de dificil solución y que requiere técnicas de muestreo no aplicadas hasta la focha en nuestro ámbito: la arqueologia submarina del Pleistoceno final y Holoocno.
· No nos referimos tan sólo a la probable documentación de yacimientos anteriores al tránsito Pleistoceno-Holoecno que documenten la utilización de los recursos marinos, sino a la posibilidad de que estos yacimientos sean concluyentes sobre la forma en que
se utilizaron estos recursos en momentos pre-tardiglaciales. Sobre la base de refe.rencias diversas, atestiguamos que cuando disponemos de información sobre yacimientos litorales, también disponemos de datos sobre la presencia, puntual., de este tipo de recursos en yacimientos alejados de sus lugares de obtención. El no disponer de datos sobre las fases iniciales del Paleolítico superior nos
impide valorar el papel de este tipo de recursos, pero también si su gestión y consumo inmediatos, en los yacimientos a pie de playa
actualmente sumergidos, los convierten en invisibles en los yacimientos alejados de la costa.
( 15) En un trabajo anterior relacionamos la constatación de que en la mayoria de yacimientos con industrias del Magdaleniense
superior se encuentran similares equipos industriale.~ -aunque con frecuencias relativas que configuran una importante diversidad de
situaciones- con la posibjlidad de que este tipo de registros fuera resultado de ocupaciones recurrentes, originadas por grupos de
pequcilo tamaño que recorren las tierras bajas litorales y los valles a media altura (Aura, 1992 y 1995: 167). Esta situación, de ser
cierta, no impide el que puedan ex.istir yacimientos con las caractcrfsticas descritas para Nerja, dado que la ajustada descripción de
este tipo de yacimieotos-eon una mayor estabilidad residencial o signos de un uso más intensivo de Jos recursos de su entorno- no
constituye un objetivo finalista; lo realmente significativo es llegar a comprender su inserción en la estrategia regional y su transcendencia evolutiva, si es que realmente la tuvo.
-33-
[page-n-34]
34
J.E. A URA TORTOSA, J. JORDÁ PARDO, M. P~REZ RIPoLL Y M." J. R ODRIGO GARd
A
Franchthi y Grotta deli'Uzzo, sirviendo en ambos casos para argumentar una mayor estabilidad
en la ocupación de estos yacimientos que es considerada como una pre-adaptaci6n desarrollada
por los grupos cazadores-pescadores holocenos y que vendría a favorecer una rápida asimilación
de la agricultura primitiva (JACOBSEN, 1981; P IPERNO, 1985). Esta situación podría establecer
diferencias entre los grupos de cazadores-pescadores costeros y los cazadores de las tierras interiores, a la hora de configurar el ritmo de asimilación de los elementos tecnoeconómicos neolíticos (B ERNABEU, AURA Y BADAL, 1993).
Lo ocurrido en Nerja no parece avalar que esta pre-adaptación llegara a alcanzar el horizonte cronológico de la Neolitización. Como en tantos otros yacimientos que poseen secuencias largas infrapuestas al primer neolítico, existen dificultades importantes a la hora de delimitar las intrusiones y mezclas que, por procesos naturales o antrópicos, llegan a configurar
contextos arqueológicos transicionales, más aparentes que reales (BERNABEU, PéRF.Z R tPOLL Y
MARTÍNEZ, 1999). En Nerja, este episodio se e ncuentra afectado por varios procesos erosivos
que tienen una expresión desigual en las distintas salas. Sólo en la del Vestíbulo, y con muchas
más dificultades en la de la Mina, hemos reconocido morfotipos característicos del
Epipaleolftico geométrico - algún trapecio, microburil y hojitas de dorso-, que únicamente en
el primero de los casos parece englobarse en un contexto que tiene una cierta entidad estratigráfica: delimitada por sendos contactos erosivos con los niveles situados a muro y techo, pero
con importantes intrusiones neolíticas -presencia de cerámica, elementos de adorno y restos de
ovicápridos domésticos- .
Sobre esta base resulta dificil plantear que las trayectorias descritas para las ocupaciones con
industrias del Magdaleoiense superior y Epi paleolítico micro laminar alcanzaran el horizonte cronológico de la Neolitización y que por tanto, el incremento del número de recursos originado por
la explotación de los recursos marinos y contextualizado por los rasgos arqueológicos descritos,
tuviera alguna transcendencia en el proceso de neolitización, en la linea de lo expresado en párrafos anteriores. Lo cual nos lleva a concluir que la utilización de recursos marinos se generaliza
en el Magdaleniense y Epipaleolítico microlaminar y se constata también en el Neolítico, combinada con la explotación de agriotipos domésticos, sin que podamos ser demasiado concluyentes sobre lo ocurrido durante el Epipaleolítico geométrico-Mesolftico, dada la integridad de los
contextos arqueológicos de este momento.
Sorprendentemente, los mecanismos que guiaron esta repentina adaptación al medio marino no estaban activados en las primera fases de ocupación del yacimiento (24.000-17.500 BP),
cuando los grupos humanos fabricaron, utilizaron y abandonaron una amplia variedad de categarfas arqueológicas en la Cueva de Nerja. Todo apunta a que cazaron cérvidos, bóvidos o équidos y también recolectaron pifiones en las formaciones donares emergidas, aportando al yacimiento materias primas empleadas para la elaboración de sus equipos líticos desde afloramientos localizados a más de 25 km del yacimiento. Pero no dejaron evidencias de la explotación de
los recursos marinos en un momento en que la línea de costa debía estar situada a una distancia
de 5-6 km respecto del yacimiento.
Y es que, quizás, las dunas no les dejaban ver el mar.
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SOBRE DUNAS, PLAYAS Y CALAS. LOS PESCADORES PREHISTÓRICOS DE LA CUEVA DE NERJA
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXIV (Valencia, 2001)
JAVIER FERNÁNDEZ LÓPEZ DE PABLO*, RAFAEL M ARTINEZ-YALLE*"' Y
PERE M. GUILLEM CALATAYUD*
LA MUNTANYA DEL CAVALL (ALBALAT DELS TARONGERS, VALENCIA),
UN YACIMIENTO MESO LÍTICO EN LA SERRA CALDERONA
1. INTRODUCCIÓN
Durante los trabajos de campo desarrollados por uno de los firmantes (RMV) a lo largo del
afio 1997 para el inventario de los conjuntos de arte rupestre de la Comunidad Valenciana (1),
realizamos una visita en compafíia de Pilar Iborra a la Cova de I'Aigua Amarga (Aibalat dels
Tarongers) (Pelejero, 1973; Sarrión, 1975; Aparicio, 1979). Desde este lugar divisamos al otro
lado del barranco, en la cima de un cerro de escasa altura denominado la Muntanya del Cavall,
un conjunto de pequeños abrigos, que decidimos inspeccionar ante la posibilidad de que pudieran conservar muestras de arte rupestre.
Tras el ascenso hasta el cerro comprobamos que buena parte de las cavidades babfan sido
desmanteladas por trabajos de extracción de roca. En su parte central, en tomo a una pequeña
laguna, localizamos una concentración de material lftico tallado en superficie. Tras una primera
recogida de material se realizaroh de forma intermitente, y por espacio de tres afios, diversas visitas al yacimiento. Estos trabajos consistieron en la delimitación del área de distribución del material arqueológico as( como en la recogida de los materiales de superficie.
La mayor parte del material lítico fue recuperado en una superficie de unos 240 metros cuadrados, lo que indica una fuerte densidad. El material arqueológico fue recogido de forma sistemática, recuperando la totalidad de evidencias visibles.
* Instituto de Arte Rupestre. Organismo Público Valenciano de Investigación .
.. Instituto de Arte Rupestre. Organismo Público Valenciano de lnvestigación. Musco de la Val!torta.
( 1) Trabajos promovidos por la Dirección General de Patrimonio Art.isLico de la Consellería de Cultura y Educación de la
Gencralitat Valenciana.
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JAVI ER FERNÁNOEZ LóPEZ DE! PABJ..O, RAFAEL MAIUÍNEZ-YALLE Y PERE
M. G UILI.EM CALATAYUD
2. EL PAISAJE
La Muntanya del Cavall, con una altura máxima de 240 m.s.n.m., es una de las primeras elevaciones de la vertiente meridional de la Serra Calderona.
La Serra Calderona constituye el sector oriental de la unidad Jabalambre-Calderona, perteneciente al dominio estructural y sedimentario del Sistema Ibérico. Sus mayores alturas se alcanzan en el macizo de Jabalambre, con cotas en torno a los 2000 metros desde donde desciende en
dirección sureste hacia el Golfo de Valencia. A lo largo de este recorrido divide las cuencas de
los ríos Mijares y Palancia al norte, y Thria al sur.
Atendiendo a los procesos de formación y a su geología la Serra Calderona puede dividirse
en dos sectores. En el sector occidental predominan los materiales j urásicos, mientras que en el
oriental se presenta como una estructura fallada constituida fundamentalmente por materiales
triásicos (Buntsanstein y Muschelkalk) (Pérez Cueva, 1989). Es en este sector donde se Localiza
la Muntaoya del Cavan.
En las fuentes consultadas aparece bajo diferentes denominaciones. En la cartografia del
Instituto Geográfico y Catastral se cita como Cerro del Cabal/ (sic) (hoja 696, escala 1:50.000)
y como Cabal/ (hoja 696-l, escala 1:25.000). Doménecb Campos ( 1992) la menciona como
Muntanya del Cavall Pelut y los habitantes de su entorno se refieren a ella como Muntanya del
Cavall, denominación que utilizaremos en las páginas siguientes.
Si nos aproximamos hasta eUa desde el sur, atravesando el Pla de Pavia, aparece ante nosotros como un cerro alargado en sentido NO-SE, delimitado por los barrancos del Aigua Amarga
al oeste y de la Calderona al este. Al noreste, a una distancia de apenas dos Km se encuentra el
Coll de la Calderona, paso natural de apenas 200 metros de altitud por donde discurre un antiguo camino que da acceso al valle del Riu Palancia.
Actualmente el paisaje de su entorno se encuentra profundamente alterado. Las zonas más
llanas donde antafio se asentaron campos de secano con algarrobos y olivos han sido transformadas en su mayor parte para cultivo de citricos. Laderas enteras con abancalamientos históricos han sido desmanteladas con esta misma finalidad y se han levantado numerosas v iviendas de
segunda residencia, en lo que constituye un ejemplo claro de vandalismo paisajístico y ambiental.
La montaña se encuentra coronada por sus laderas norte y sur por un pequeño cantil de rodeno que fue parcialmente destruido a principios de siglo por varios frentes de cantera. Del paso
de los canteros se conservan algunos refugios en piedra seca y un camino de herradura parcialmente empedrado que desciende hasta el llano por la ladera sur.
Su extremo oeste abierto hacia el Barranc de 1' Aigua Amarga presenta una configuración
ligeramente cóncava, lo que favorece la acumulación y mantenimiento de una lámina de agua de
basta 300 metros cuadrados de carácter estacional. Informantes de las poblaciones próximas nos
han indicado que hasta los años setenta la "bassa de la Muntanya del Cavall", como así la denominan, mantenía agua durante todo el año. Esta afirmación se ve refrendada por la vegetación
que crece en su entorno compuesta por ciperáceas, juocáceas y algunos pies de sauce (Salix atrocinerea) de porte arbóreo.
~2-
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LA MUNTANYA DEL CAVALL (ALBALAT DELS TARONGERS, VALENCIA)
43
Sus laderas están cubiertas por un pinar termomediterráneo de pino blanco (Pinus ha/epensis) aclarado por incendios forestales recientes. El estrato arbustivo esta formado principalmente por lentiscos (Pistacea /entiscus), madroños (Arbutus unedo), enebros (Juniperus oxicedrus),
coscojas (Quercus coccifera) y aladiernos (Rammus alaternum) entrelazados con madreselvas
(Lonicera sp.) y zarzaparrillas (Smilax aspersa).
Las coordenadas geográficas del yacimiento son: 0° 21' 5 1" long. E; 39° 38' 52" latitud N
(hoja 696-1 del Instituto Geográfico y Catastral, FJ1:25.000, t• edición, 1976). El yacimiento se
localiza en tomo a la pequeña laguna, con una concentración más elevada de restos en un área
de 200 metros cuadrados en su margen izquierda (Fig. 1).
Fig. 1.- Mapa de localización del yacimiento.
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JAVIER FllRNÁNDEZ LóPllZ DE PABLO, RAFAEL MARTINEZ-VALLE y PERE M. G UtLLEM CALATAYUD
Tenemos pocos datos sobre el poblamiento preltistórico de la zona con anterioridad a la
Edad del Bronce. Inocencio Sarrión menciona la existencia de diversos yacimientos Uticos de
superficie en los que se recogieron industrias con foliáceos {Sarrión, 1975). Quizás uno de los
yacimientos más destacables sea la cueva de enterramiento múltiple de la Coveta del Monte
Picayo, en Sagunto (Lerma y Bemabeu, 1978). Mayor es la información referida a conjuntos de
Arte Rupestre: la Cova del' Aigua Amarga (Sarri.ón, 1975; Pelejero, 1973; Aparicio, 1979), con
estilos Levantino y Esquemático; los Abrigos del Barranc del Llop (Barrachina, 2000), con Arte
Levantino, Esquemático y Macroesquernático, según la autora; El Covacho del Barranco del
Diablo, la Covacha Picayo 1 y II (Ripollés, 1990) y el Peñón de Santo Espíritu (Pelejero, 1971;
Sarrión, 1975; Aparicio, 1979), éstas tres últimas con Arte Esquemático.
3. ESTUDIO MORFOTÉCNICO DE LA INDUSTRIA LÍTICA
3.1. CONSIDERACIONES PREVIAS
La mayor parte de trabajos realizados sobre colecciones procedentes de yacimientos líticos
de superficie post-paleolíticos, en el ámbito mediterráneo de la Penfnsula Ibérica, han sido abordados desde una perspectiva que privilegiaba el análisis morfológico, centrándose en el estudio
del material retocado. La escasa atención recibida por los restos de talla descansaba principalmente en las características propias de este tipo de registro -nula fiabilidad estratigráfica de los
yacimientos y el grado de alteración post-deposicionaJ del material (pátinas, fracturas y retoques
mecánicos, rubefacciones, etc.)-, así como en los objetivos fundamentales de este tipo de investigación: contextualizar la industria respecto a registros estratificados con el fin de proponer una
cronología relativa.
Nuestra experiencia en el análisis de las colecciones de superficie nos ha llevado a buscar
vías de estudio que completen el análisis morfológico de los conjuntos 11ticos contemplando
otros factores que intervienen en la configuración final, es decir, en la colección en sí. Así el alto
grado de variabilidad industrial que advertimos en estos conjuntos puede tener un doble origen:
por un lado podrían señalarse aquellos factores de orden tafonórnico, entre los que destacarían
los procesos post-deposicionales y los palimpsestos de ocupaciones. Y por otro lado, aquellos
factores inherentes a la propia producción lítica corno son la disponibilidad de la materia prima,
las necesidades concretas que suscitaron esa producción y el filtro cultural que condiciona la
puesta en práctica de unas opciones técnicas concretas. Probablemente sea el "efecto palimpsesto" - recurrencia ocupacional en un área determinada dando lugar a diversas unidades deposicionales que con.figurán una estratigrafia horizontal- el que genere mayores problemas de cara a
la interpretación del conjunto.
Los objetivos principales que perseguirnos a través del estudio morfo-técnico de las industrias procedentes de este tipo de yacimientos son dos: en primer lugar, establecer una hipótesis
sobre la cronología relativa de( conjunto industrial sefialando la presencia de uno o varios periodos a partir del reconocimiento de elementos característicos entre el material retocado y los res-
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LA MUNTANYA DEL CAVALL {ALBALAT DELS TARONGERS, VALENCIA)
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tos de talla; y en segundo lugar, intentar definir cuando sea posible, las características generales
del tipo de producción que encontramos en el yacimiento.
Para ello se ba realizado un análisis global del conjunto industrial partiendo del concepto de
cadena operativa. Este concepto que procede originariamente de la etnología fue introducido en
la Prehistoria por Leroi-Gourhan {1971 ), siendo posteriormente desarrollado en los estudios de
tecnología lítica por J. Tixier (1980) y por otros investigadores/as franceses (Perles, 1987;
Pe1egrin, Karlin y Bodu, 1988, entre otros). Su ventaja frente a otros métodos de trabajo como
la tipología, reside en que diferencia diversos procesos que van desde el aprovisiooamniento de
la materia prima hasta su abandono pasando por las etapas de fabricación y utilización del utillaje. A este respecto creemos como Perles (l987: 23) que el concepto de cadena operativa puede
ser empleado a nivel teórico dado su desarrollo lineal, posee un principio y un fin, proporcionando un cuadro cronológico para el estudio de las operaciones técnicas. Es aquí donde reside
su verdadero potencial a nivel metodológico, ya que estructura la utilización de los materiales
por los grupos humanos ubicando cada objeto en un contexto técnico y ofreciendo un cuadro
metodológico a cada nivel de interpretación (Inizan et al., 1995: 14).
3.2. CARACTERÍSTICAS DE LA COLECCIÓN
Como paso previo al análisis de la industria y dadas las especificas características de los
registros de superficie, resulta necesario establecer un primer protocolo que contemple diversos
condicionantes relativos a las características de la colección, como son su procedencia, entidad
y homogeneidad. El material lítico estudiado en este trabajo procede de diversas recogidas realizadas de forma sistemática (ceñida a un área delimitable de unos 240 metros cuadrados, y en
la que se han recuperado la totalidad de evidencias visibles). En segundo lugar la colección está
formada por 1587 objetos líticos (Tabla 1), lo que supone una muestra aceptable para realizar un
estudio morfo-técnico que intente situar cada una de las categorías en los diferentes segmentos
de una cadena operativa. Por último, y tras un examen previo de la industria, se comprobó la
existencia de ciertos elementos que indican un buen grado de homogeneidad, tanto a nivel tipológico, ya que la mayor parte del material retocado puede adscribirse a una fase concreta del
Mesolltico Reciente, como industrial, debido al empleo mayoritario de dos categorías de materia prima en las que se reconocen los diferentes estadios de la cadena operativa.
En líneas generales las condiciones de estudio que presenta el material son buenas si se tiene
en cuenta que estamos ante una colección procedente de un registro de superficie. Encontramos
un reducido número de piezas que posee una pátina muy desarrollada, con signos evidentes de
desilificación, pérdida de masa y un avanzado estado de rodamiento. Sin embargo, la mayor
parte del material presenta alteraciones en las superficies que permiten el reconocimiento de la
coloración del sílex, como es el caso de la pátina poco desarrollada o las rubefacciones parciales. Son sin duda las alteraciones térmicas las que alcanzan una mayor entidad como se puede
desprender del número de debris térmico. En este sentido no se han documentado alteraciones
características que permitan proponer La existencia de un tratamiento térmico del sflex en La línea
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JAVIER f ERNÁNDEZ LOPEZ DE PABLO, RAfAEL MARTIN EZ-VALLE Y PERE M.
GUILI..EM CAI.ATAYUD
sefialada por otros autores (Binder y Gassin, 1988). Creemos, sin embargo, que una buena parte
de las alteraciones térmicas son de origen post-deposicional: corno la pátina del desierto (Keeley,
1981) cuyo desarrollo está en relación con el sedimento donde están depositadas (en este caso
arenas), y por el hecho de que rubefacciones y levantamientos térmicos estén presentes indistintamente en las diferentes categorías técnicas.
Las principales alteraciones mecánicas que han sido individualizadas se reparten entre los
desconchados, algunos de los cuales presentan unas morfologías muy clásicas corno los de media
luna, cuya incidencia al iguaJ que ocurre con las fracturas post-deposicionales es superior en las
piezas con un ángulo de falo menor.
Tabla 1.- Clasificación general de la industria en categorías tecnológicas.
M. Bruto
M. Retocado
TOTAL
Bloques, cantos o nódulos
Frag. de bloques, nódulos o cantos
10
10
Núcleos de lascas
Frag. de núcleos de lascas
3
3
3
3
Núcleos de láminas/laminitas
2
2
Frag. de núcleos de láminas/laminitas
1
1
Productos de acondicionamiento
2
9
2
1
145
39
174
3
-Lasca delgada sin córtex
56
15
7
29
34
34
380
3
3
22
59
15
10
30
37
37
404
Lascas y frag. de lascas < 1 cm
672
2
674
Debris térmico
86
86
Debris no térmico
20
20
-Tabletas/semitabletas
-Lascas de mantenimiento de la tabla laminar
-Crestas y semicrestas
Láminasllaminitas
3
9
2
Lascas y frag. de lascas > 1 cm
-Lasca de decalotado
-Lasca espesa cortical
-Lasca espesa no cortical
-Lasca delgada con córtex superior a 2/3
-Lasca delgada con córtex entre 1/3 y 2/3
-Lasca delgada con córtez < 1/3
1510
TOTAL
-46-
3
l
77
1587
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LA MUNTANYA DEL CAVALL (ALBALAT DELS TARONGERS, VALENCIA)
47
3.3. MATERIA PRIMA
El sílex es la materia prima empleada mayoritariamente en la producción lítica del yacimiento, seguida muy de lejos por la cuarcita con 5 efectivos y por la caliza con tan sólo uno. La
mayor parte del silex - aproximadamente el 90o/o- posee unos caracteres macroscópicos muy
similares: la coloración es gris, comprendida entre la gama de los grises y los marrones grisáceos oscuros; su textura es fino-media y es totalmente opaco. El examen del córtex de los productos de talla parece indicar su introducción en el yacimiento bajo dos categorías de soportes
naturales diferentes:
a) Cantos rodados de morfología subcuadrangular, ligeramente angulosos pero con las aristas completamente redondeadas. El córtex presenta una superficie lisa y muy delgada con una
pátina ligera pudiendo ser interpretado como neocórtex producido por rodamiento. El tamafio de
estos cantos es reducido, en ningún caso superior a los 1Ocm de longitud, mientras que la anchura y el espesor presentan unos valores inferiores. Esta categoría es la que ha sido más empleada.
b) Nódulos de morfología irregular con un córtex más claro y grueso con una pequefla zona
de transición subcortical de color gris oscuro. Su representación en el conjunto es mucho más
reducida que la categoría anterior. Por último quedaría un pequeño grupo cuyo córtex de coloración marrón presenta una superficie más rugosa y de apariencia porosa sin que podamos determinar su origen con exactitud.
El resto del sflex documentado en la industria alcanza unos porcentajes muy reducidos,
encontrando además una amplia gama de colores (marrones translúcidos, beige, marrón rojizo
opaco, y blanco) y texturas. De igual forma resulta muy escasa La documentación de otros soportes naturales que no sean cantos rodados, si bien hay que reconocer la presencia de alguna estructura tabular y de diversos fragmentos diaclasivos.
El conocimiento de afloramientos de sílex en esta zona es muy precario, debido principalmente a la falta de prospecciones. Tenemos referencias de sílex con una coloración grisácea en
las proximidades de la Cueva Santa en el término municipal de Altura, donde se localizaron
diversos nódulos de sílex en posición primaria formados en una matriz de calizas liásicas
(Sarrión, 1975). Este afloramiento se encuentra a unos 35 Km en línea recta de La Muntanya del
Cavall. Si tenemos en cuenta su distancia y la ausencia de elementos de análisis, no sería conveniente considerarla como una fuente potencial de aprovisionamiento.
3.4. LA PRODUCCIÓN DE SOPORTES
El alto grado de transformación del material y la baja representatividad alcanzada en la
muestra por los núcleos y otros elementos de técnica característicos, limitan las posibilidades de
estudio de la producción lítica. Sin embargo es posible situar buena parte de los objetos líticos
del yacimiento en diferentes fases de la producción de soportes empleando el concepto de cadena operativa a nivel teórico, con el fin de esbozar algunos rasgos de la producción. La producción de soportes laminares estrechos (de menos de 11 mm) y delgados (2-3 mm) para su utiliza-47-
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2
1
o::::::::::..-===-- 4 cm
c
,
'
'
~·
u ~
4
5
Fig. 2.- Industria lítica. Elementos de técnica.
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LA MUNTANYA DEL CAVALL (ALBALAT DELS TARONGERS, VALENCIA)
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ción directa o para su transformación en un utillaje especializado - microlitos geométricos y hojitas de dorso- constituyen a priori las intenciones de talla que guiarán el proceso productivo. El
alto número de lascas de decaJotado y corticales indican la práctica de operaciones de decorticado en el mismo yacimiento.
No se ha documentado la presencia de crestas en las operaciones de puesta en forma de los
núcleos. Parece existir un aprovechamiento de la propia morfología de la materia prima como se
desprende de la documentación de soportes alargados y estrechos cuya cara superior es plenamente cortical, presentando una arista natural redondeada o formados por la intersección de dos
planos de fractura naturales. A Jo sumo, parece existir un acondicionamiento puntual de estas
superficies con el fin de establecer la convexidad longitudinal buscada, dando lugar a una semicresta con una vertiente (Fig. 2.7). La creación de esta primera arista guia será sucedida por
diversas extracciones alargadas y de sección triangular con la ·finalidad de configurar la superficie de debitage (o tabla laminar del núcleo) (Fig. 2.8).
Tanto los escasos núcleos de láminas conservados como los productos parecen indicar que
la explotación de los núcleos se realiza mayoritariamente desde un solo plano de percusión (Fig.
2.1 ). Se ha documentado un núcleo que presenta dos planos de percusión opuestos que se explotan de forma sucesiva (Fig. 2.2).
La tabla laminar de los núcleos conservados presenta un desarrollo frontal , observándose la
nula preparación del dorso cuya superficie es cortical. En ocasiones el córtex alcanza también a
los flancos del núcleo. El desarrollo frontal de la tabla laminar podría ponerse en relación con la
documentación de productos laminares de sección trapezoidal adscritos a la fase de pleno debitage que presentan córtex con una ubicación lateral delimitados por una arista muy regular.
Pocos son los elementos en la colección que permitan reconstruir las operaciones de mantenimiento de los núcleos en el curso de su explotación. Tan sólo se han documentado dos tabletas de avivado del plano de percusión que presentan un negativo anterior cuya dirección es
secante al eje de debitage. En el otro caso, la extracción ha dado lugar a un soporte espeso que
se ha llevado por delante una parte considerable de la tabla laminar (Fig. 3.27).
La regularización o mantenimiento de las superficies de debitage se produce desde extracciones procedentes del mismo plano de percusión del núcleo (Fig. 2. L4 y 15) o que parten del
flanco (Fig. 2.16 y L7), dando lugar a productos cuyo eje de lascado es perpendicular al sentido
del debitage del núcleo. En ambos casos afectan a la intersección del plano de percusión y la
superfice de debitage. Por otra parte, encontramos extracciones realizadas desde un plano de percusión opuesto a la plataforma de percusión principal, con vistas a restablecer la convexidad longitudinal de la superficie de debitage. El empleo de esta solución se puede apreciar en algunos
soportes laminares, cuyo extremo distal presenta uno o varios negativos de dirección inversa al
resto de las extracciones de la cara superior.
La producción de lascas ha sido documentada a partir de 6 núcleos. Merece ser destacada la
presencia de un núcleo de lascas (Fig. 2.3) que cuenta con una pátina muy desarrollada, con signos evidentes de desilificación y rodamiento, que reúne las características técnicas para ser considerado como Levallois (Boeda, 1993: 392): una jerarquización clara de la superficie de debitage respecto a la superficie de preparación de los planos de percusión, una dirección de las
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M. G UII.LEM CALATAYUD
extracciones de la superficie de debitage paralela al plano de intersección, y por último, la existencia de una convexidad bilateral y distal en la superficie de debitage. La dirección exacta de
las extracciones de la superficie de debitage es complicada de observar en ocasiones debido a la
pátina, aunque en general podrian encajar con un método recurrente centrípeto.
3.5. LOS PRODUCTOS LAMINARES
Si exceptuamos el caso de las lascas y fragmentos de lascas, de las que una buena parte son
desechos de talla asociados a la preparación de los núcleos, la categoría técnológica mejor representada en el conjunto estudiado son sin duda las laminitas y fragmentos de laminitas. La importancia de los productos laminares es todavía más relevante si se tiene en cuenta que constituyen
el 57,3 % de los soportes retocados.
El análisis de los productos laminares será abordado desde una doble perspectiva: en primer
lugar, mediante la clasificación de los soportes en diversas categorías en función de su lugar en
la cadena operativa, con el fin de realizar una caracterización más ajustada de los diferentes atributos técnicos (tipo de talón, preparación, ángulo de fractura , etc.); y en segundo término, en el
estudio tipométrico de los soportes correspondientes a la fase plena de debitage, centrándonos en
el análisis cuantitativo de la anchura y espesor.
Dadas las características de la colección, donde los soportes completos cuentan con una
representación ínfima, resulta necesario introducir categorías que den cuenta de la fracturación
del material. Los soportes laminares fracturados se han clasificado en fragmentos proximales,
mesiales y distales; siendo excluidos del anáUsis morfotécnico y tipométrico aquellos fragmentos de longitud inferior a 1O mm, y también, todos los que no conserven íntegros los dos ejes.
Esta circunstancia es necesaria para la correcta lectura diacritica de la cara superior, así como
para reconstruir con el menor margen de error posible los patrones tipométricos de las anchuras
de los productos laminares. Sin embargo debe reconocerse que esta discriminación - realizada a
efectos puramente anaüticos- puede conducir a una iofrarrepresentación en la muestra de aquellos soportes microlaminares de menor tamaño y espesor, los cuales pueden presentar una mayor
tasa de fracturación post-deposicional. Este problema deberá ser tenido en cuenta de cara a la
futura contrastación de estas categorías con series procedentes de contextos estratificados, en los
que la actuación de los agentes post-deposicionales no baya sido la principal causa de fracturación.
Como se ha señalado más arriba, los soportes ·laminares han sido clasificados en diferentes
categorías en función de su lugar en la cadena operativa. En los productos de pleno debitage se
ha diferenciado, además, el código de extracción. Para ello hemos examinado las caras superiores de los soportes laminares con ayuda de una lupa binocular trabajando entre 1O y 20 aumentos. Se ha tomado como referencia la clasificación propuesta por Bioder para el estudio de series
liticas del Neolítico Antiguo Cardial (1987: 122; y sobre todo 1991 : 34); las recordaremos brevemente:
A.- Negativos de extracciones de puesta en forma o eventualmente de fases de regulariza-
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LA MUNTANYA DEL CAVALL (ALBALAT DELS TARONGERS, VALENCIA)
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ción; pueden presentar un lado con córtex y un negativo de extracción laminar extraído del plano
de percusión principal. En esta categoría han sido también incluidos aquellos productos laminares de aristas y filos irregulares.
B l .- Productos laminares de pleno debitage de sección triangular, sin huellas de córtex o de
extracciones de puesta en forma. Su código de extracción puede ser tanto J-2 como 2- l .
B2.- Productos laminares con más de tres negativos: según Binder son productos que sirven
para corregir la convexidad transversal de la tabla laminar o también pueden estar asociados a
un cambio en la orientación del sentido de las extracciones (izquierda-derecha o derecha izquierda).
Cl.- Productos laminares de pleno debitage de sección trapezoidal cuyo código de extracción es 2-1-2'.
C2.- Productos laminares de pleno debitage de sección trapezoidal cuyo código de extracción está ordenado de izquierda a derecha (1-2-3 o c-1-2) o de derecha a izquierda (3-2-1 ó 21-c).
Como categoría "C?" se han clasificado aquellos productos de pleno debitage de sección trapezoidal cuyo código operativo no ha podido ser determinado por la alteración de la superficie,
mientras que bajo la categorfa "lndet" hemos agrupado aquellos materiales elaborados sobre
soportes laminares pero que no podemos encajar en las diferentes categorfas debido a su grado
de transformación (por ejemplo las hojitas de dorso).
Tabla 2.- Clasificación de los productos laminares.
A
Bl
82
Cl
C2
C?
JNDET
TOTAL
Sopor. Completos
7
-
-
-
1
3
-
11
Frag. Proximales
18
14
2
5
7
4
-
50
Frag. Mesiales
5
3
-
-
7
5
-
20
Frag. Distales
10
2
7
2
3
4
-
27
Material Retocado
5
7
2
2
6
6
12
39
TOTAL
45
26
11
9
24
20
12
147
El primer aspecto que hay que señalar es la buena representación de los soportes pertenecientes a la categorfa A, superando el 30%. Los talones lisos son los documentados mayoritariamente en esta categoría, seguidos por los facetados y corticales (Gráf. 1). Estos talones se
encuentran asociados con frecuencia a unos ángulos de fractura agudos (70-85°), observándose
una escasa, y muchas veces nula, preparación del punto de impacto. En la cara superior es común
encontrar aristas irregulares y en ocasiones sinuosas. Si bien estos rasgos, en especial los referidos a la parte proximal, junto aJ mayor espesor de estos soportes laminares (Gráf. 2), invitarían
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JAVI ER FERNÁNDEZ LÓPEZ DE PABLO, RAfAEl MARTINEZ·VALLE Y PERE M. ÜUILUlM CALATAYUD
a considerar el empleo de la percusión directa con percutor duro (Calley, 1986), conviene ser
extremadamente cautelosos a la hora de realizar interpretaciones en este sentido, ya que no
hemos podido acceder a buenas series experimentales de referencia para realizar análisis comparativos, y también porque existen determinados atributos que pueden corresponder a diferentes técnicas.
En los soportes laminares asociados a las categorías de pleno debitage (B 1, Cl y C2), se
puede apreciar un claro predominio de los productos de sección trapezoidal. Las diferencias respecto a la categoría anterior son notables. En primer lugar los talones preparados -en especial
los facetados y en menor medida los filiformes y puntiformes- se encuentran en franca mayoría
respecto a los lisos y corticales. Se aprecia además una preparación generalizada del punto de
impacto consistente en la abrasión sistemática de las cornisas (Fig. 2.18, 21-23; y Fig. 3.19),
mientras que los ángulos de fractura tienden hacia la perpendicularidad (85-90°). El espesor de
los soportes laminares oscila entre 1,5 y 3 mm, documentándose la existencia de algunos casos
en los que resulta inferior (1 mm).
El examen de la cara superior puede aportar datos de interés a nivel técnico y estilístico. Los
productos laminares de sección trapezoidal presentan unas aristas que tienden claramente hacia
la convergencia (Fig. 2.20-23) conforme se aproximan a la mitad superior del soporte, aspecto
observable igualmente en buena parte de los productos modificados por retoque (Fig. 3.2-3).
Existe también una documentación mayoritaria de los códigos operativos de tipo sucesivo -ya
sea de izquierda a derecha (1-2-3 ó 1-2-c) o de derecha a izquierda (3-2-1 ó 2-1-c}- respecto a
los códigos alternos (2-1-2 ').
Resulta complicado reconstruir la longitud de estos productos debido a la fracturación del
material. Tan sólo de forma indirecta, a partir del examen de los núcleos y de algunas lascas de
mantenimiento de la tabla laminar, podría considerarse la existencia de dos módulos de longitud
en los soportes de pleno debitage: uno que se situaría aproximadamente entre 15 y 25 mm (Fig.
2.2, 14, 15, 22 y 23), y otro mayor a los 35 mm, sin llegar a superar los 50 mm (Fig. 2.1).
Las anchuras proporcionan un conjunto de evidencias más sólidas a nivel cuantitativo y cualitativo. El gráfico 3 es un histograma construido a partir de las anchuras de los soportes laminares pertenecientes a la·fase de pleno debitage (categorías B1, Cl y C2). Como se puede apreciar, el margen de variación presenta una amplitud de 1O mm, tomando el valor de 4 mm para
los soportes laminares más estrechos y de 14 mm para los más anchos. Sin embargo, observamos una notable concentración de efectivos en el intervalo comprendido entre los 6 y 1O mm,
encontrando un pico máximo en los 8 mm que es el módulo dominante de la serie, y una disminución brusca de los efectivos que se salen de este intervalo. En diferentes estudios tipométricos
efectuados en distintas series del Mesolítico Reciente con trapecios en Europa Occidental, las
anchuras de los productos de pleno debitage parecen mostrar un comportamiento muy similar,
consistente en una curva de variación unimodal c uyo pico máximo se sitúa en unos valores que
muestran un fuerte grado de correlación respecto al de los trapecios (Binder, 1987; Marchand,
1999: 119; Araújo, 2000). Partiendo ya de un ejemplo más próximo como es el caso de los trapecios con dos lados cóncavos de Casa de Lara - yacimiento en el que las últimas revisiones de
materiales han puesto de manifiesto la existencia de un horizonte industrial relacionable con la
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DA
40
35
30
•B1
G C1 y C2
o/c 25
020
15
10
5
o
eo
Ll
FA
Fl
PU
RO
Talones
Gr áfico 1.- Soportes laminares. Talones.
60
DA
50
•B1
G:J C1 y C2
40
% 30
20
10
o
[0,1)
[1,2]
[2,3]
[3,4)
[4,5]
[+5]
Espesor (mm)
Gr áfico 2.- Soportes laminares. Espesores.
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JAVIER fERNÁNDilZ L6Pil7. DE PABtO, R AFAEL M ARTiNEZ-VALLE Y PI!RE M . GUILLEM CALATAYI)D
20
15
%
10
5
o
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
Anchuras (mm)
Gráfico 3.- Módulos de anchura de los soportes laminares de pleno debitage.
50
45
40
35
30
%25
20
15
10
5
~
o
4
7
8
9
10
11
12
Anchuras (mm)
Gráfico 4.- Casa de Lara. Módulos de anchura de los trapecios con dos lados cóncavos.
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LA MUNTANYA DEL CAVALL (ALBALAT DELS TARONGERS. VALENCIA)
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Fase A o Cocina 1 (Femández, J999)- podemos observar cómo los módulos dominantes en este
tipo de armaduras quedan dentro del intervalo definido por los patrones de talla dominantes (61O mm), apreciándose una gran proximidad entre los módulos mayoritarios de ambas colecciones, 8 y 9 mm respectivamente. Este fenómeno puede relacionarse con la búsqueda de una estandarización tipométrica en la producción de soportes.
En estos momentos hemos de reconocer que carecemos de criterios suficientes para pronunciamos sobre la técnica concreta empleada en la extracción de los soportes laminares de
pleno debitage. Este aspecto constituye, a nuestro entender, una carencia en un momento en el
que la determinación de las modalidades de debitage empieza a ocupar un lugar cada vez más
importante en el estudio de estas industrias. En la década de los 80, el análisis de las industrias
del Meso lítico Reciente con trapecios en diversas áreas de Europa Occidental y del Norte África,
junto a la aplicación de estudios de experimentación replicativa, llevaron a diversos investigadores a considerar el empleo de la técnica de la presión para la extracción de soportes laminares
(In izan, 1984; Tixier, 1984; Binder, 1987). Durante los últimos años, son diversos los autores que
para el mismo periodo han identificado series elaboradas por percusión indirecta: en el Macizo
Jurásico (Seara, 1998), el Macizo Armoricano (Marcband, 1999) o en Portugal (Aubry et al.,
1997). En estos casos, se señala el carácter innovador de esta técnica respecto a las producciones documentadas en momentos anteriores del Holoceno. En el caso portugués, además, la percusión indirecta es considerada como un rasgo diferenciador de las industrias del Mesolitico
Reciente frente a las del Neolítico Antiguo.
La importancia conferida a la percusión indirecta contrasta con la escasez y práctica inexistencia de trabajos publicados sobre las industrias de este momento que expongan, de forma
exhaustiva y clara, los criterios morfológicos que permitan el reconocimiento de esta técnica en
series arqueológicas. Recientes estudios experimentales indican un fuerte grado de solapamiento entre los atributos morfológicos de los productos laminares de pleno debitage extraídos por
presión y por percusión indirecta, siendo escasos los rasgos que permiten discriminar entre una
técnica u otra (la ñsuración de los talones, por ejemplo) (Gallct, 1998). El problema fundamental lo volvemos a encontrar en las características de la presente colección, donde contamos con
un alto grado de fracturación postdeposicional de Jos soportes laminares brutos, a lo que debemos añadir que la muestra estudiada no es muy amplia y, sobre todo, por no haber podido realizar comparaciones con series experimentales.
3.6. EL UTILLAJE
Con un total de 77 efectivos, el conjunto de piezas transformadas por retoque puede considerarse como reducido. Tomando como referencia la lista tipo elaborada por Fortea (1973), la
clasificación del material quedaría reflejada en la tabla 3. La documentación de microburiles
bajo unos módulos que encajan con los vistos anteriormente en el apartado de los productos
laminares indica el empleo de esta técnica de fracturación.
Similar grado de correlación tecno-tipométrica respecto a la producción laminar guardan las
armaduras geométricas trapezoidales -en concreto dos trapecios con los dos lados cóncavos y un
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Fig. 3.-lndustria lítica. Material retocado
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L.A MUNTANYA DEL CAVALL (ALBALAT DELS TARONGERS, VALENCIA)
57
tercero que presenta una fractura parcial en el lado inferior, pudiendo corresponder a una forma
asimétrica- y también un triángulo de dos lados cóncavos fracturado (Fig. 3.1-4). Distinto es el
caso de las dos armaduras bipermicroliticas que cierran el grupo de los microlitos geométricos,
en concreto un segmento (Fig. 3.5) y un triángulo escaleno alargado con el lado pequeño corto
(Fig. 3.6). El módulo de estas piezas, en especial el referido al espesor con unos valores inferiores a J mm, es sensiblemente diferente al resto y encuentra además correlación con un fragmento apuntado de laminita de dorso (Fig. 3.7).
Las hojitas de dorso (Fig. 3.7-14) alcanzan cerca del JO % del material retocado.
Exceptuando el caso anteriormente citado, el conjunto de estas armaduras presenta un espesor que
permite ponerlas en relación con los módulos dominantes en los soportes laminares ( 1,5-2 mm).
En el utillaje de fondo común resulta bastante significativa la ausencia de buriles, grupo
tipológico que se encuentra en franca regresión durante el Holoceno. Los raspadores cuentan con
6 efectivos, realizados todos ellos sobre lasca, documentando además el empleo de lascas de
decalotado en tres casos (Fig. 3.25 y 26), lo que indica el aprovechamiento de los productos procedentes de la fase de preparación de los núcleos.
En las muescas y denticulados se observa igualmente el predominio de las lascas como
soporte, resultando también bastante significativo el empleo de productos laminares de Ja categorla A (Fig. 3.27). Las truncaduras cuentan con una buena representación debiendo diferenciar
aquellas configuradas sobre soportes laminares (Fig. 3.29-31 ), de aquellas otras elaboradas sobre
lascas (Fig. 3.32). En algunos casos, como las truncaduras opuestas a fracturas, es dificil saber
si nos encontramos ante auténticas truncaduras o ante trapecios fracturados (Fig. 3.29).
La sobrerrepresentación de las piezas con retoque continuo responde, más que a su importancia real en el conjunto, a la amplia gama de piezas con diferentes rdsgos morfológicos y técnicos que son englobados bajo este morfotipo. Por un lado, deberíamos diferenciar las lascas que
presentan un retoque cuya inclinación oscila entre plana y semiabrupta, y con una amplitud corta,
sin que pueda apreciarse una recurrencia clara a nivel morfológico. Por otra parte, encontramos
soportes laminares de diferente módulo (Fig. 3.20-23) que tienen en común presentar un retoque
de amplitud corta o marginal cuya dirección puede ser alterna, parcial bilateral o parcial unilateral, debiendo reconocer que su incidencia en otras series del McsoHtico Reciente, sin ser mayoritaria, es importante. Así, en otras propuestas tipológicas confeccionadas más recientemente,
podemos observar una mayor sistematización de estas piezas, en especial de las elaboradas sobre
soportes laminares, siendo clasificadas de diferente forma: laminitas con retoques continuos
(Valdeyron, 1994 en Boboeuf, 1998: 479), como laminitas con retoques laterales (no abruptos)
o piezas con extracciones irregulares (Binder, 1987: 66-69), o incluso han llegado a ser mantenidas bajo el grupo genérico de "piezas retocadas" diferenciándolas del grupo de piezas utilizadas (Marcband, 1999: 43) (2).
(2) Para el ámbito mediterráneo de la Península Ibérica la clasificación tipológica que ha reparado de fonna directa en este tipo
de pie1.as procede de conjuntos industriales del Neolltico antiguo Cardial (Juan Cabanillcs, 1984), siendo poca la atención recibida
en las industrias del epipaleolitico reciente. Si bien debe reconocerse que alguna de las piezas (Fig. 2.20) documentadas en el yacimiento no encajan a nivel morfotécnico ni tipométrico con las industrias geométricas, seria inapropiado considerar a estos elementos como neoliticos en la presente colección dada la total ausencia de otros morfotipos que apunten a esta adscripción (taladros, foliáceos, hojas/hojitas con retoque invasor. etc.).
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JAVIER FERNÁNDEZ
LóPE.Z oe PAllJ.O,
RAPAEL MA~triNEZ-YALLE v Pt>RE M . GutLt.E.>vt CALATAvuo
Tabla 3.- Clasificación tipológica del material retocado.
MATERIAL RETOCADO
o
R 1: Raspador simple sobre lasca
R7: Raspador con muescas (muescas laterales)
5
1
6,49
1,29
Pt : Perforador simple
2
2,59
LBAI : Lasca con borde abatido
2
2,59
1 ba2: Laminita apuntada con borde abatido
1ba3: Laminita apuntada con borde abatido rectilíneo y base redondeada
lba7: Laminita con borde abatido arqueado
Iba 11 : Fragmento de laminita con borde abatido
4
1
2
2
5,19
1,29
2,59
2,59
MOl :
Ml>2:
MD3:
MD4:
6
7,79
6,49
2,59
1,29
Lasca con muesca
Lasca denticulada
Lámina o laminita con muesca
Lámina o laminita denticulada
5
2
1
%
FRI: Fractura retocada
8
Gl: Segmento o media luna
G3: Trapecio asimétrico
G6: Trapecio con dos lados cóncavos
Gl6: Triángulo escaleno alargado con el lado pequeño corto
Gl8: Triángulo escaleno tipo Cocina
1
1
2
1
1
1,29
1,29
2,59
1,29
1,29
Ml : Microburil
6
7,79
2
13
2
2,59
16,8
2,59
6
7,79
Dl: Pieza astillada
D2: Pieza con retoque continuo
D3: Raedera
Dcbris de útiles
TOTAL
77
10,3
100
Completarían el conjunto del material retocado dos piezas astilladas y dos raederas, una
doble y otra con el clásico retoque sobreelevado escaleriforme tipo Quina. Por último bemos clasificado como debris de útiles un total de 6 piezas con retoque intencional pero que por su estado de fragmentación no pueden ser adscritas a ningún morfotipo concreto.
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LA MUNTANYA DEL CAVALL (ALBALAT DEI.S TARONGERS, VALENCIA)
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4. CONCLUSIONES
El conjunto litico de la Muntanya del Cavall reúne tanto a nivel morfológico como tecnológico diversas caracteristicas que permiten su adscripción a las industrias del Epipaleolítico
Geométrico de facies Cocina. La documentación de trapecios, microburiles, hojitas de dorso, un
posible triángulo de dos lados cóncavos y un segmento hipermicrolítico, asi como la práctica
ausencia de otros morfotipos con una cronología más reciente, resulta en este sentido significactiva. Por otro lado, los elementos de técnica y los productos laminares presentan un estrecho
grado de similitud con otras colecciones de la misma facies como el Estany Gran de Almenara
(Fortea, 1975: Fig.l), donde se constata la presencia de núcleos de producción laminar con unas
características muy similares.
La mayor presencia de trapecios con dos lados cóncavos entre las armaduras geométricas -a
pesar de lo reducido de la muestra de material retocado- induce a sugerir la adscripción de la
mayor parte del conjunto industrial a la Fase A (Fortea, 1973; Juan-Cabanilles, 1985) del complejo Epipaleolítico Geométrico de facies Cocina, La documentación de dos armaduras bipermicroliticas en la colección -un segmento y un triángulo escaleno alargado con el lado pequeño
corto- es un hecho que merece ser destacado. Si bien estamos hablando únicamente de dos piezas, su identificación resulta altamente significativa dada su común aparición en industrias sauveterrienses cronológicamente avanzadas. Sin embargo, la presencia de segmentos hipermicroliticos también se produce en otros yacimientos al aire libre como Casa de Lara (Fernández,
1999: 80, Fig. 14.20-21) que al igual que la Muntanya del Cavall tienen bien referenciadas las
industrias con trapecios. Ante esta situación, resulta extremadamente complicado situar estos
elementos en un momento concreto de la evolución industrial del Epi paleolítico Geométrico. En
primer lugar, deben recordarse las limitaciones con las que cuentan los registros de superficie
para realizar apreciaciones sobre la secuencia regional. En estos momentos no podemos afirmar
si estos materiales forman parte del bagaje cultural de las primeras industrias con trapecios, o si
por el contrario deben ser puestas en relación con las industrias sauveterrienses. A esta circunstancia debemos añadir la enorme dificultad que conlleva identificar las industrias de momentos
anteriores a la Fase A en las colecciones procedentes de yacimientos llticos de superficie: por un
lado las reducidas dimensiones de algunos elementos característicos -como las armaduras hipermicrolíticas- dificultan su visualización, debiendo tener en cuenta además que La mayor parte de
este tipo de colecciones procede de recogidas selectivas. Por otra parte, la composición de algunas de estas industrias -el caso del Epipaleolítico conocido como "genérico" o " hipermacrolítico" sería relevante- muestra el predominio de elementos de clasificación tipológica muy ambigua (lascas sin retocar, muescas y denticulados), que fuera de su contexto estratigráfico raramente pueden ser adscritas a una entidad arqueográfica concreta.
La documentación de las industrias sauveterrienses al Sur del Ebro Así, en yacimientos con estratigrafia, este horizonte únicamente ha sido identificado en el nivel
IIb del Tossal de la Roca (Cacho et al., 1995) y probablemente también en la Cova dels Blaus
(Casabó, comunicación personal). Para algunos autores este fenómeno podría estar relacionado
con una mayor prolongación de las industrias microlaminares que, en un momento avanzado de
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JAVII!R F ERNÁNDU
lóPEZ DE PABLO,
RAFAEL MARTÍNEZ-VALLE Y PERE M. G UILLEM CA LATAYUD
su evolución industrial, incorporan algunos de los elementos sauveterrienses más característicos
-en este caso las armaduras hipermicroliticas-, de tal forma que la verdadera ruptura a nivel
industrial que encontramos en el Mesolítico Reciente vendría de la mano de la sólida irrupción
de las industrias geométricas con trapecios (Aura y Pérez, 1995).
De admitir que la presencia de armaduras hipermicrolíticas tiene un sentido cronológico y
que éste es anterior a las industrias con trapecios, deberíamos tomar como referencia la secuencia de FiJador donde estos elementos se encuentran en diferente proporción en los niveles 7
(9830±1 60 BP) y 4 (9460±190 BP) (García Argüelles et al., 1999), y también la del Tossal de la
Roca, donde estas piezas aparecen en el nivel ITb del corte exterior con unas dataciones algo más
recientes (9150±1 00 BP y 8530±90 BP) (Cacho et al., 1995).
Resumiendo: la colección de materiales puede adscribirse a la Fase A del complejo geométrico de Facies Cocina existiendo un reducido grupo de piezas que son características de industrias que, atendiendo a la secuencia regional, podrían situarse con una cierta anterioridad. Resulta
complicado profundizar más en este sentido dadas las características específicas de este yacimiento y el escaso conocimiento que todavía tenemos de estas industrias en el País Valenciano.
La cierta homogeneidad que desde el punto de vista tipológico muestra la colección, invita
a realizar otro tipo de apreciaciones que vayan más allá de cuestiones puramente cronológicas.
El análisis morfotécnico del material lítico del yacimiento muestra el empleo de un tipo de sílex
con unas características muy homogéneas y que ha sido introducido mayoritariamente bajo cantos rodados de morfología irregular. Las operaciones de decorticado y preparación de los núcleos
han sido documentadas, siendo éstas últimas bastante simples, aspecto que quizás podamos relacionar con la propia morfología 4e los soportes naturales que son aportados al yacimiento.
La producción de soportes es eminentemente rnicrolarninar, encontrando a nivel morfotécnico y tipométrico un importante grado de correlación -dentro de los productos de pleno debitag~ entre el material modificado por retoque (geométricos, truncaduras y hojitas de dorso) y los
soportes laminares brutos. Las muescas, denticulados y raspadOies suelen configurarse sobre
productos de preparación de los núcleos, productos de regularización o soportes laminares de la
primera fase de explotación.
Esta gestión diferencial de los soportes para la fabricación del utillaje es un fenómeno
ampliamente documentado en multi~d de series del Mesolítico y del Paleolítico Superior final
(In izan, 1980; Doménech, 1998; Marchand, 1999; Ketterer, 1997, entre otros). La parquedad del
análisis tecnológico del material, donde debe recordarse que hemos dispuesto de un conjunto de
elementos de técnica reducido, sobre el que nos ha sido imposible practicar remontajes, ha impedido reconstruir a partir de componentes reales cadenas operativas específicas que estén relacionadas con el margen de variación tipométrica de los soportes laminares. En este sentido los
aspectos vinculados a la economía de debitage deberán esperar a contar con una muestra más
amplia o con un registro más fiable, si bien algunos de estos elementos podrían encajar con una
producción integrada de soportes (Perles, 1991 ).
Diferente es el caso de aquellas piezas de la colección que no parecen relacionarse muy bien
con una producción del Mesolítico Reciente como son el núcleo Levallois recurrente centrípeto
y la raedera transversal tipo Quina. Respecto al primero debe señalarse la documentación de sis-
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LA MUNTANYA DELCAVALL(ALBALAT DELS TARONGERS, VALENCIA)
61
temas de producción de lascas similar al método Jevallois en contextos holocenos como el estrato 2 de FiJador de filiación neolítica (Doménech, 1998: 39). Sin embargo, el avanzado desarrollo de la pátina y el rodamiento del núcleo, al igual que la raedera con retoque tipo Quina, nos
induce a considerar la posibilidad de que estas piezas puedan adscribirse al Paleolítico Medio y
que presenten una posición secundaria en el yacimiento, aspecto que ya ha sido sugerido en otras
colecciones de superficie a partir del rodamiento del material y la escasa densidad de materiales
(Bernabeu et al., 1999). En cualquier caso habrá que esperar a la recuperación de un contingente de materiales más amplio para decantarnos por alguna de estas dos hipótesis.
La Muntanya del Cavall constituye un nuevo asentamiento en el marco de un territorio más
amplio que puede seguirse a través de diversos yacimientos que, situados en diferentes nichos
ecológicos, se localizan entre los ríos Túria y Mijares (Fig. 4). La relativa proximidad de este
asentamiento respecto a otros de tradición industrial geométrica, aunque de una fase inmediatamente posterior (Fase B o Cocina Il), como el Covacho 2 de Can Ballester (Casabó y Rovira,
1991 ), y el Estany Gran de Almenara (Portea, 1975), permite plantear La ocupación de las áreas
litorales y prelitorales en el recorrido anual de estos grupos. IguaLmente podrían realizar desplazamientos, a través de La Serra Calderona, a zonas más interiores de media montafla correspondientes al piso biloclimático mesomediterráneo, si tenemos en cuenta los yacimientos de Llatas
(Fortea, 1973) y Mangranera {éste último en proceso de excavación).
La articulación de estos yacimientos a nivel funcional es todavfa muy dificil de establecer
dadas las características de las actuaciones arqueológicas llevadas a cabo. No obstante, hay dos
D
0-100
100-200
•
200-400
•
40()..6()()
•
600-800
Fig. 4.- Mapa de los principales yacimientos con industrias del Epipaleolftico Geométrico de
Facies Cocina situados entre los Ríos Túria y Mijares: l. Covacho 2 de Can Ballcster; 2. Estany
Gran de Almenara; 3. Muntanya del CavaD; 4. Mangranera-Covacha de Llatas.
--61-
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62
JAVIER F ERNÁNDEZ LóPEZ DE PABLO, RAFAEL MARTiNEZ-VALLE Y PERE M . GUJLLEM CALATAYUD
aspectos que deberán condicionar la investigación futura en el área de estudio: la importancia de
los asentamientos al aire libre en el proceso de configuración de los territorios de los grupos de
cazadores del Mesolftico Reciente, y el impacto de las transformaciones medioambientales relacionadas con la transgresión flandriense y el óptimo climático. La importancia de estos factores
ya ha sido sugerida por diversos autores en el marco de Los estudios sobre el Cuaternario litoral
(Mateu et al., 1985).
Tírig 8 de Febrero de 2000
AGRADECIMiENTOS: Quisieramos agradecer a Joaquim Juan-Cabanilles y a Marc Tiffagom la lectura
y comentarios realizados en el apartado de industria litica.
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXIV(Valcncia,200l)
MANUEL P ÉREZ RIPOLL *
EL PROCESO DE DOMESTICACIÓN ANIMAL EN EL PRÓXIMO ORIENTE.
PLANTEAMIENTO Y EVOLUCIÓN
Resumen: Desde el natufiense se han evidenciado prácticas selectivas por edad y sexo que se aproximan
a los inicios del proceso de domesticación. Pero las manifestaciones más claras se sitúan en el
PPNB medio y en algunos yacimientos incluso en el PPNB antiguo. Los criterios empleados
se basan en la valoración de las pautas selectivas y, en ciertos yacimientos, en las variaciones
morfológicas. No obstante, todos los investigadores no están de acuerdo con estos planteamientos, lo que ha suscitado la existencia de visiones opuestas en la valoración de la información osteológica.
l. INTRODUCC IÓN
El proceso de domesticación de los animales se encuentra inmerso en el tránsito del sistema
económico cazador y recolector al productor. La complejidad del mismo se inscribe en la capacidad de adaptación de los humanos a las distintas áreas titogeográfícas para obtener el mayor
rendimiento de los recursos animales alli existentes, dando lugar a respuestas diferenciadas no
sólo por las potencialidad alimenticia sino también por la organización social que posibilita la
explotación de los recursos según las necesidades de cada momento. Mientras en unos asentamientos sus habitantes iniciaban la domesticación, en otros aún practicaban la caza. La apropiación de la reproducción artificial da inicio al proceso, que supone un aumento de la rentabilidad
animal al ser controlada la cría de los animales, con lo que se accede al control de la producción
(Saña, 1999; Vigne, 2000). Estos momentos iniciales están estrechamente conectados con el sis-
• Dcpanamcnt d' Arqueología i Prehistoria. Facullat de Geogr.úia i Historia. Universilllt de Valencia.
Manuet.perez@uv.es
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MA:-!UEL PER RlPOLL
EZ
66
• CATAl. HO'tCII<
Fig. 1.- Localización geogr áfica de los yaci.nUentos citados en el texto.
tema productivo agrario con el que guarda un estrecho equi librio; los subproductos agócolas son
reciclados y transformarlos en proteínas cárnicas, aumentando al máximo la utilidad de los productos agrarios. Esta orientación es clave para entender la problemática del proceso.
El origen de la domesticación en el Próximo Oriente presenta unos planteamientos poco claros en el orden conceptual y muy polémicos en el interpretativo. Cabe añadir, además, que la
valoración cronológica de cada yacimiento y la correlación de los distintos niveles es complicada y a veces sometida a confusión.
Por ello, presentamos en primer lugar el marco cronológico (sometido a reserva), en segundo lugar el planteamiento conceptual, en tercer lugar abordamos los criterios que sirven para
detectar la presencia de animales domésticos y finalmente ofrecemos una visión general del estado de la cuestión.
2. LA CRONOLOGÍA
El sistema cronológico que seguimos es el de Cauvin. El periodo crucial que marca el cambio es el PPNB. Ahora bien, s u cronología es muy larga (unos 1.500 años) y es necesario reali-
- 66-
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EL PROCESO DE DOMESTICACIÓN ANIMAL EN EL PRÓXIMO ORJENTE
67
zar un seguimiento de los yacimientos que van a ser clave en el proceso de domesticación: Abu
Hureyra, Tell Aswad, Nevali <;ori, Ain Ghazal, Ghoraifé, Halula, Cay6nü Tepesi, Ganj Dareh y
Ali Kosb (Cuadro 1). Las correLaciones entre los distintos yacimientos son aproximadas.
BP
Periodo 1
Periodo2
Pcriodo3
Natuficusc
PPNA
PPNB ant.
l2.000-1
0.300 10.300-9.600 9.600-9.000
Pcriodo3
PPNB mcd.
Pcriodo 4
PPND rcc.
9.000-8.500
8..500-8.000
Fazael V
El-Wad
Hayonim Ca.
Hayonim Te.
Salibiya 1
Mallaba
Hatoula
Nahal Oren
Netív Hagdud
Jericó
Tcll Aswad
Mureybet
Aín Ohazal
Abu Hureyra
Bcidha
<;ayt:>nU
Ghoraifé
Halula
Beísamun
lA lB 11
1
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IVA
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VB
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lA
Basta
Abu Gosh
Zawi Chcmí Sh.
ShanídarBI
Asiab
Nemrík 9
Ganj Darch
Alí Kosh
Fase!
Fase 11
Fase 111
Cuadro 1.- Cronologia aproximada de los yacimientos mencion ados en el texto en BP sin calibrar.
-67-
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68
MANUEL P~R EZ R IPOLL
3. LADOMESTlCAClÓN. ACLARACIÓN CONCEPTUAL
Habitualmente se emplea el término domesticación sin que previamente se explique qué es
y qué procesos intervienen en su caracterización. Por ello, es importante responder a estas cuestiones de forma precisa. Para delimitar adecuadamente su contenido, aportamos los puntos de
vista de Uerpmann ( 1996), Helmer ( 1992), Garrard (1984), Gautier ( 1992), Boessneck (1987),
Vigne (2000), Saña ( 1999) y Bokonyi ( 1976); también introducimos apreciaciones personales.
La domesticación se puede definir como el control de una población animal a partir del aislamiento de un grupo de individuos, que son sometidos a una selección artificial para controlar
directamente la reproducción de los animales y para obtener unos caracteres específicos que convienen a los grupos humanos con el fin de satisfacer sus necesidades, ya sea alimenticias o ya
sea de materias primas. En una selección inicial aún puede haber una cierta independencia con
los humanos, pero en una selección avanzada, los animales dependen de ellos, tanto en su alimentación, como en la reproducción y protección. Por ello, a partir de una presión selectiva controlada aparecen cambios morfológicos en los animales, que podrían producirse de un modo
rápido; Bokonyi ( 1976) calcula que después de unas 30 generaciones, las cabras y ovejas, sometidas a presión selectiva, pueden manifestar los cambios deseados en el transcurso de unos 150
años. Pero veremos que no tienen por qué producirse tan aceleradamente y que su manifestación
se mostrará de una manera lenta.
Esta definición es muy general y precisa de una mayor concreción para evitar posibles confusiones. Por ello, la domesticación se determina por los procesos que caracterizan a los cuatro
apartados siguientes:
- Captura y aislamiento de un grupo de animales, siempre a partir de individuos
jóvenes.
- Ruptura del comportamiento biológico natural, fundamentalmente a tres niveles:
a) A nivel reproductivo. La selección natural es sustituida por la selección artificial, que
posibilita que se manifiesten los caracteres que no tendrían éxito en una selección natural,
abriendo los caminos hacia la aparición de una gran variedad de estos últimos y de un control de
los cambios genéticos.
En una selección natural, los machos fuertes dejan su carga genética. En una selección ganadera no sucede así, el macho que se guarda para reproducir será el más dócil. Se evita el más
poderoso porque puede representar un peligro para el pastor o para el control del ganado. No obstante, cuando los animales regresan a un estado de libertad, se puede producir una reversión de
caracteres (el ejemplo más claro es el muflón de Córcega, que se considera descendiente de las
primeras ovejas que llegaron a la isla con las poblaciones neolíticas; algunas de ellas lograron
vivir en libertad y reproducir nuevamente las condiciones naturales - Vigne, 1984-).
La alteración del ciclo reproductivo natural da inicio a una transformación de la madurez
-68-
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EL PROCESO DE DOMESTICACIÓN ANIMAL EN EL PRÓXIMO ORIENTE
69
sexual, del periodo de celo y de la gestación. Los machos jóvenes/subadultos en condiciones
naturales no tienen posibilidades de cubrir a las hembras porque los machos adultos lo impiden
según las jerarquías marcadas en la época de celo. En un ciclo reproductivo artificial se elimina
la competencia y los jóvenes/subadultos participan en el cubrimiento de las hembras. Además,
se puede alterar el periodo de celo y elegir la estación adecuada. En defmitiva, todas estas modificaciones completan gradualmente el proceso de la domesticación. En los estudios actuales de
sociedades ganaderas tradicionales, los vínculos con los ciclos naturales aún existen. Un ejemplo ilustrativo lo tenemos en la comunidad Pomaka (Tracia, Grecia); la estación de celo, la gestación y el parto de las cabras y ovejas siguen los ritmos naturales de las poblaciones salvajes,
debido a la estrecha adaptación de la reproducción de los animales a los ciclos estacionales para
aprovechar mejor los recursos del medio ambiente.
b) A nivel de protección. Desaparece el control regulador natural de la población por parte
de los animales depredadores. Por un lado, la población humana intenta eliminar a estos últimos,
y por el otro el ganado es protegido de su acción por medio de vallas y por la utilización de los
perros como animales de protección. De este modo, se reduce el comportamiento de autodefensa que en condiciones naturales las hembras desarrollan en sus crías para hacer frente a los depredadores. Las reacciones de defensa de un animal doméstico ante un depredador son inferiores a
las de un animal salvaje. Por ello, la dependencia con los humanos es fuerte.
e) A nivel de alimentación. Se regulan los movimientos migratorios naturales de la población. El rebaño se conduce a los lugares de pasto, según la estación de cada año. Si es necesario, se suministra alimento que proviene de la agricultura. Consecuentemente, el régimen alimenticio está controlado, aunque no es una condición imprescindible. Pueden haber animales
domésticos en estado de semilibcrtad.
- Se reguJan artificialmente las pautas de selección de edad y sexo:
a) La mayor parte de los machos y un número reducido de hembras se sacrifican. De los
primeros sólo se dejan unos pocos para que aseguren la reproducción y regeneración del rebaño.
De las hembras se sacrifican aquéllas que por enfermedad o vejez no pueden reproducir, o las
que no son necesarias para formar el núcleo estable del ganado. Consecuentemente, las hembras
y unos pocos machos forman el rebaño estable.
b) La reproducción del núcleo estable del rebaño guarda equilibrio con la producción de
carne para la subsistencia humana. Esta finalidad se puede lograr por medio de una selección
adecuada de la edad de los animales. El límite del sacrificio de los machos se sitúa en el momento en que éstos están en condiciones de enfrentarse a los restantes machos en la época de celo.
Normalmente, esta circunstancia tiene lugar cuando los jóvenes/subadultos alcanzan el mayor
tamaño corporal, entre un año y dos años en las cabras y ovejas, y su permanencia en el rebaño
--69-
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70
MANUEL P ÉREZ RJPOt.l
no es necesaria para la reproducción. Según informaciones etnográficas, se necesitan dos o tres
machos para cubrir a 100 hembras, de ahí la necesidad de eliminar los restantes machos.
Consecuentemente, los perfiles de sacrificio de una explotación ganadera que pretende obtener
carne se caracterizan, por un Lado por la abundancia de animales jóvenes y subadultos, correspondientes a los machos eliminados y a las hembras que no son necesarias para asegurar el ciclo
reproductor, y por el otro, por La menor importancia de los adultos, constituidos básicamente por
las hembras y los pocos machos reproductores.
- La domesticación no se puede entender como un proceso en sí mismo. Su desarrollo
es la consecuencia de la propia dinámica social y por ello forma parte de las manifestaciones humanas:
a) Sociales. El proceso de domesticación se integra en la organización social y es la respuesta a las necesidades que se plantean en una comunidad. La apropiación de las técnicas selectivas puede tener un principio comunitario, familiar o de propiedad privada. Por ello, el control
de la reproducción puede ser la respuesta a la capacidad de aumentar la producción de alimentos y posibilita la emergencia de una división social. En cronologías más avanzadas, además del
control reproductor se sumaría la apropiación de otras técnicas selectivas con el fin de obtener
distintos productos y controlar y aprovechar la fuerza de ciertos animales. Por otro lado, algunos
animales por sí mismos adquieren rango de prestigio, como el caballo. Otros se convierten en
animal de compafíía, como el perro o el gato.
b) Económicas. La domesticación implica una integración del animal en el sistema productivo humano:
-Agricultura. Los animales domésticos, cabra, oveja, cerdo y bovinos se integran en el sistema productivo agrícola con el fin de aprovechar los subproductos al reciclarlos y transformarlos en proteínas. En este sentido y en términos generales, la ganadería surge después de la aparición de la agricultura y la producción ganadera se complementa con la agrícola al convertirse
en un banco de reservas de alimentos para hacer frente a la inestabilidad cíclica del sistema agrícola.
-Fuerza. La utili.zación de la fuerza de los bovinos, asnos, mulos y camellos abre amplias
posibilidades al proceso productivo al posibilitar la utilización del arado y el empleo de estos animales en trabajos de carga (acarreo de productos agrícolas, Leña, estiércol).
-Transporte. Por otro lado, la utilización de las capacidades de los animales de fuerza, incluyendo el caballo, hizo posible el desarrollo del transporte y, consecuentemente, del comercio
masivo a larga distancia de productos de diversa procedencia.
-Vigilancia. Uno de los objetivos principales del perro fue la labor de control y vigilancia
del ganado. Este animal aparece siempre relacionado con la ganadería, como se puede comprobar en los yacimientos arqueológicos en los que se ha tenido la precaución de estudiar las mar-
-70-
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EL PROCESO DE DOMESTICACIÓN ANIMAL EN EL PRÓXIMO ORIENTE
71
cas que indican la presencia de este carnívoro, no sólo por la aparición directa de sus restos óseos
sino también por la existencia de huesos mordidos o digeridos.
-ComensaJismo. La agricultura trajo consigo la aparición de animales comensales. Su existencia se comprueba por la aparición de un buen número de huesos mordidos por roedores, en
contraste con la escasez o inexistencia de huesos con estas marcas en los yacimientos de economía cazadora y recolectora. Por ello, la domesticación del gato ten1a una importante fmalidad, la
de limitar las plagas de roedores que podían mermar la producción de una cosecha.
e) Culturales. Las sociedades agropastoriles o pastoriles crean sus propios rasgos de identidad en el proceso de domesticación, de modo que las técnicas empleadas se configuran como una
manifestación cultural.
4. SECUENCIA DEL PROCESO DE DOMESTICACIÓN
El proceso de la domesticación fue muy lento de acuerdo con las necesidades, experiencias
y conocimientos humanos. Las fases iniciales de la domesticación pretendieron, según los estudios realizados en diversos yacimientos, producir carne; para ello no es necesaria la selección de
caracteres concretos y voluntarios. De haberse llevado a cabo de una forma voluntaria, con el
paso de 30 generaciones los cambios genéticos serian evidentes, como ya se ha mencionado
anteriormente. Es más bien un proceso lento e involuntario que pretende realizar un control
directo de la reproducción de los animales capturados con el fin de obtener alimentos, sin que
sea necesario el ejercicio de una selección planificada para obtener unas variedades específicas.
Consecuentemente, los tamaños de los animales son parecidos aJ de los salvajes, y tan sólo
podremos determinar su estado doméstico por los patrones de selección de edad y sexo. Este proceso abre la posibilidad del control de la producción de carne y de su activación en los momentos de necesidad.
Las primeras apreciaciones de cambios genéticos se detectan con posterioridad al control
artificial de la reproducción y se manifiestan directamente en una reducción de la cornamenta en
los machos y en una disminución del tamaño corporal de los animales. Estos cambios morfológicos constituyen la prueba directa de la existencia de unas prácticas selectivas que tienen como
objetivo conseguir los caracteres más ventajosos para los humanos. A partir de aquí, la selección
es ya voluntaria y la domesticación coevoluciona con la propia dinámica socioeconómica humana. El control de los animales supone un aislamiento genético con respecto a los animales salvajes, de modo que los cambios morfológicos introducidos se mantienen. Aunque este periodo
es largo y la ganadería está plenamente integrada en la agricultura, se abren las posibilidades
hacia una ganadería especializada en la producción de leche, materias primas (lana, cuero, pelo)
y en el aprovechamiento de su fuerza.
Consecuentemente con lo expuesto, podemos hablar de una cronología del proceso de la
domesticación.
- 71-
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72
MANUEL PÉREZ RIPOLL
S. CRONOLOGÍA DEL PROCESO DE DOMESTICACIÓN
La literatura especializada habitualmente distingue tres fases en el proceso de domesticación:
-Primera Fase: Los animales que se domesticaron en primer lugar fueron el perro, la cabra
y la oveja. El perro fue el primero en domesticarse, durante el natufiense. Los ovicaprinos,
durante el PPNB medio.
-Segunda Fase: Posteriormente se domesticaron los bovinos y el cerdo, durante el PPNB tardío y final.
-Tercera Fase: Se domesticaron el camello y el asno. El caballo se domesticó en las estepas
de Ucrania. Así mismo, tuvo lugar la transformación de los productos secundarios, según
Sherratt ( 1997): leche y derivados, lana y pelo, aunque todos no están de acuerdo con su teoria.
Se utilizan los bovinos, junto a los asnos, como animales de fuerza y transporte. Esta transformación tuvo lugar en el neolítico fmal y el calcolftico.
Actualmente está empezando a cuestionarse este planteamiento cronológico. Es muy dificil
determinar la existencia de un foco único a partir del cual se difundió la domesticación. Más bien
cabe hablar de diversos focos situados tanto en los Zagros, como en los Tauros y en el Levante
(Vigne, 2000). Las pruebas iniciales que demuestren la presencia de una ganadería para cada
yacimiento son muy controvertidas por la existencia de criterios divergentes en el tratamiento del
propio concepto de domesticación, de ahl que los argumentos que se utilizan para demostrar su
presencia son distintos y sometidos a crítica. Por ello, vamos a abordar los argumentos que son
empleados para detectar el origen de la domesticación.
6. CRIT..;RIOS QUE PERMITEN DETECTAR LA PRESENCIA DE ANIMALES
DOMESTICOS
Las prácticas selectivas, que anteriormente hemos detallado, conducen a unas alteraciones
de la vida natural de las especies y a unas modificaciones anatómicas. La determinación de una
o varias de estas prácticas nos aproximan a una precisión cronológica del proceso y a su localización geográfica. Los rasgos identificativos del proceso de domesticación utilizados por distintos investigadores se apuntan seguidamente.
6.1. Variaciones drásticas en las frecuencias taxonómicas
Este criterio se basa en la variación de la tendencia o la aparición por primera vez de una
especie que no es propia del ambiente correspondiente a una zona concreta. En el Levante la
especie representativa es la gacela, que aparece omnipresente a lo largo del natufiense, PPNA y
PPNB antiguo. A partir del PPNB medio surge un cambio en la representación faunistica; el predominio pasa ahora a la cabra. Asilo podemos observar en Jericó, Ain Ghazal y Munhatta 3-6.
En Abu Hureyra el cambio no es tan evidente, porque los ovicaprinos pasan de un 6% en el
natufiense (constituidos exclusivamente por ovejas) a un 12-14% en el PPNB medio (-Nivel 2Aconstituidos mayoritariamente por ovejas; sólo hay unos pocos huesos de cabra), aunque para
Legge esta variación es significativa, y piensa, junto a criterios métricos, que son animales
domésticos (Gráficos 1, 2 y 3).
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EL PROCESO DE DOMESTICACIÓN ANlMAL EN EL PRÓXIMO ORIENTE
73
100
00
60
-10
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100
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60
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Naturicnsc
PPNA
PPNB
PPNB
PPNB
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medio
reciente
Gráfico 1.- Evolución de la fauna correspondiente a la zona fitogeográfica mediterrá nea.
Natufiense: 1.· W. Hammeh. 2.-Saübiya. 3.- RatouJa. 4.· MaUaha. 5.- Yiftabel. 6.Fazael. 7.- Hayanim Cueva. 8.- Hayonim Terraza. 9.- Nabal Oren. PPNA: JO.- Nahal
Oren. 11.· Hatula. 12.- Netiv Hagdud. 13.- Jericó. PPNB antiguo: 14.- Nahal Oren. 15.Rorval Galil. 16.- Aswad l. PPNB medio: 17.- Jericó. 18.- Aswad ll. 19.- Ain Gbazal.
20.- Ghoraifé l. 21.- Halula. 22.- Abu Hureyra. PPNB reciente: 23.- Abu Hureyra. 24.Gboraifé U. 25.- Beisamun. 26.- Abu gosh. 27.- Ain Ghazal. 28.- HaJula.
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MANUEL PERfZ RlPOLL
1 00 ~--------------------------------------------------~
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20
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7
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PPNB
medio
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10
11
PPNB
reciente
Gráfico 2.- Evolución de la fauna correspondiente a la zona fitogeográfica irano-turoniaoa.
Natufiense y tránsito al PPNA: 1.- Rosh Horesh.a. 2.- Abu Salero. 3.- Ramat Harif. 4.Shuhat Harif. 5.- Khallat Anaza. 6.- Beidha. PPNB medio: 7.- Beidha. 8.- Ganj Dareh.
PPNB reciente: 9.- Basta. 10.- Wadi Tbeik. 11.- Ujrat el Mehed.
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EL PROCESO DE DOMESTICACIÓN ANIMAL EN EL PRÓXlMO ORIENTE
60
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2
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Gaz.el/a
60
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20
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20
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12
13
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20
PPN8
rccieotc
q,ip!llcoUiico
Ncoltico tWfo
Gráfico 3.- Evolución de la fauna correspondiente a la zona fitogeográfica saharo-arabiana.
Epipaleolítico: 1.- Kharaneh. 2.- Uwaynid. 3.- Jilat 6. 4.- Jilat 22. 5.- Azraq 18. 6.- K.
Anaza. PPNB antiguo/medio: 7.- Jilat7. 8.- Jilat 32. PPNB reciente: 9.- Azraq 31. 10.Duweila. Neolítico tardfo: 11.- Jilat 25. 12.- Jilat 13. 14.- Burqu. 15.- Dhuweila.
-75-
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MANUEl. PI';REZ RI POLL
60
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Niveles superiores
(PPNB reciente)
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60
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Niveles inferiores
(PPNB antiguo/medio)
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30
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B
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Ov
G
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S
(
Gráfico 4.- Representación de la fa una de los yacimientos de G horaifé y <;aylinü.
B=Bos. Ca=Capra. Ov=Ovis. G=Gazella. Ce=Cervus. S=Sus. E=Equus.
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EL I'ROCESO DE DOMESTICACIÓN ANIMAL EN EL PRÓXIMO ORIENTE
77
En Tell Halula la presencia de cabras en las fases de ocupación más antiguas (de la 1 a la 5)
del PPNB medio es significativa, y pueden hacer pensar, junto a otros criterios, que una parte de
las cabras eran criadas (Saña, 1999).
En tell Aswad (Ducos, 1993) predomina la cabra desde los niveles más antiguos, lo mismo
que en Beidba (Hecker, 1982), en ambos no hay ovejas. Aunque no se aprecia un cambio en la
representación taxonómica, otros criterios (selección por edades y la osteomctría) han inducido
a Legge ( 1996) y a Ducos (1 993) a hablar de domesticación de la cabra (Ducos prefiere hablar
de protodomesticación).
Jericó muestra una importante variación en los ovicaprinos entre los niveles del PPNA y los
del PPNB, que ha llevado a Clutton-Brock (1979) a hablar de su domesticación.
Con respecto a la oveja, los cambios en sus valores a partir del PPNB medio hacen pensar
que su domesticación tuvo lugar en estos momentos cronológicos. En llalula se encuentra a partir de la fase de ocupación 8, tal vez introducida en un estado doméstico (Saña, 1999). Ghoraifé
está muy cerca de Tell Aswad y por esa razón, atendiendo a razones ambientales, la oveja no
debería de estar presente, sin embargo es la tercera especie en importancia en el PPNB medio y
es predominante en el PPNB tardío (Gráfico 4). Si prestamos atención a la localización de Jericó,
la oveja es una especie que no corresponde al ambiente circundante al yacimiento, sin embargo,
hay algunos restos en los niveles del PPNB, que tanto Uerpmann como Clutton-Brock (CiuttonBrock y Uerpmann, 1974; Clutton-Brock, 1979) no descartan que sean introducidos como animales domésticos.
En el PPNB reciente los ovicaprinos prevalecen en todos los yacimientos. Pero si en el
PPNB medio la cabra predominaba sobre la oveja, en estos momentos la oveja se sitúa por delante, iniciando el patrón de representación típico del neolítico cerámico del Próximo Oriente
(Cuadro 2) y del Mediterráneo.
.Ratio a favor de la oveja
Tell Aswad
Tcll Es Sinn
Bouqras
Gri!illc
<;:ay6nü. Niveles superiores
Ghoraifé 11
Tell Rarnad
Basta
3:1
2:1
4:1
3:1
2:1
3:1
3:1
2:3
Cuadro 2.- Ratio Ovis/Capra. Yacimientos correspondientes al PPNB reciente.
Los criterios expuestos pueden ser válidos para las zonas fitogeográficas mediterráneas y
irano-turonianas; sin embargo en los yacimientos situados en las zonas saharo-arabianas la ganadería se instala posteriormente, en el PPNB reciente, y aún asf la presencia de animales salvajes
es muy importante (Gráficos 1, 2 y 3).
- 77-
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78
MANUEL P ÉREZ RiPOLJ..
6.2. Prácticas selectivas
a) Selección por edad. La selección de animales por edad puede significar la existencia de
una cóa artificial de animales si se cumplen los requisitos mencionados más arriba. Ha sido un
criterio que habitualmente se ba utilizado para establecer la existencia de una práctica selectiva
de tipo ganadero. La abundancia de restos óseos inmaduros de ovejas en Zawi Chemi Sbanidar
y Shanidar Bl hizo suponer a Perkins (1964) que ésta era la evidencia de La domesticación de
este rumiante. Sin embargo, la utilización de este criterio por sí mismo no es suficiente, porque
los yacimientos natufienses del Levante tienen unas elevadas proporciones de gacelas inmaduras, que son el resultado de unas prácticas selectivas de caza, en consonancia con una población
sedentaria que pretende obtener la mayor rentabilidad posible a los recursos explotados
(Tchernov, 1993). Por esta razón la selección por edad es común en gacelas y ovicaprinos de
momentos cronológicos distintos (Gráfico 5) y es necesario emplear otros criterios para asegurar el estado doméstico de una población animal.
Los patrones de selección son muy parecidos tanto en las cabras (Ganj Dareh - Hesse, 1984y Aswad -Ducos, 1993-) como en las ovejas (Ghoraifé - Ducos, 1993- ) del PPNB medio y del
PPNB tardío (Gritille B, Assouad, Ras Sharnra YC - Hesse, 1992- ). Estos perfiles son indicativos de la presencia de la domesticación (que se corrobora con la osteometria), con una finalidad
productora de carne.
b) Selección por sexo. El estudio de la determinación sexual ósea no es muy corriente en las
publicaciones, ya sea por la escasez de material óseo, o porque se encuentra muy deteriorado, o
porque no se le concede la suficiente atención. Sin embargo, su rea1ización es importante, junto
con los estudios de edad, para establecer las pautas selectivas que pueden separar una sociedad
cazadora de otra productora. Los yacimientos estudiados en esta dirección son escasos. No obstante, la información suministrada es muy reveladora.
Los restos óseos de gacelas de algunos yacimientos natufienses, como Hayonim, Mallaba,
y Hatoula muestran una elevado número de machos sacrificados. Las proporciones son variadas
según los huesos uti 1izados. Cope ( 1991) atribuye esta selección a una práctica que se acerca a
la domesticación, pues con ella se pretende eliminar a los machos que no son necesarios en la
reproducción y se preservan las hembras como una garantía de la estabilidad de las manadas.
Este tipo de selección contrasta con el perftl catastrófico que Campana y Crabtree ( 1990.) atribuyen a una estrategia de caza masiva y estacional de las gacelas de Salibiya 1 en sus migraciones estacionales, que ha sido muy criticada por Evans (1991) yRowley-Conwy (t991) y, además, no encaja con la elevada selección de los machos de los yacimientos antes citados y con los
resultados cementocronológicos de Hayonim que indican que la caza no era estacional, sino más
bien repartida a lo largo del año. Estas pautas selectivas recuerdan las efectuadas en Asiab con
los ovicaprinos (Bokonyi, 1977), en donde la mayor parte de huesos pertenecen a machos (95%).
Lo que da a entender que las prácticas selectivas de los cazadores del Levante y de los Zagros
serían muy parecidas (Gráfico 4).
Podemos observar que las prácticas selectivas sexuales se acercan a las efectuadas en una
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EL PROCESO DE DOMESTICACIÓN ANIMAL EN EL PRÓXIMO ORIENTE
79
Selecd6n por sexo. Gacelas (excepto Aslab).% de mac.-hos.
Asiab. Capra
Netiv Hagdud
Hatula. PPNA
Hatula. Natufteose
Malla ha
Hayonim T.
Hayonim C.
o
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60
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80
100
Selecdón por edades. Gacelas. % de Inmaduros.
Netiv Hagdud
Aswad
Murcybet. PPNA
Salibiya 1
N.Oren. PPNA
N. Oren. Natutiense
Hatula. PPNA
Malla ha
Hayonjm T.
Hayonim C.
Selecci6n por edades. Cabra y oveja. % de Inmaduros
CayonU. PPNB 4.0v/Ca
<;ayonü. PPNB 3.0v/Ca
Beidha. Capra
Aswad. Capra
Abu Hureyra. Ov/Ca
Ghoraifé. Ovis
Z. Ch. Shanidar. Ovis
Shanidar B l. Ovis
Shanidar 81. Capra
Z. Ch. Shanidar. Capra
}1!!!!!!!11
o
20
40
Gráfico 5.- Selección por sexo y edades.
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MANUEL P~REZ RIPOLL
explotación ganadera; las diferencias son pequeñas y basadas en la selección de las edades de los
machos, como podemos comprobar a continuación.
Entre el natufiense y el PPNA parece que no ha habido cambios significativos; los datos de
Netiv Hagdud así lo evidencian. Sólo en Hallan <;:emi (del PPNA) aparecen vestigios de una
selección de edad y sexo en suídos, que según los autores del estudio de este yacimiento se acercan a una domesticación de esta especie (Rosenberg et al., 1998). Por el contrario, en el PPNB
antiguo surgen una serie de transformaciones. El aumento de la representación de los caprinidos
en Nevali <;ori con respecto a los niveles del PPNA de Gobeckü y Cafer, junto a unas pautas de
selección por edad y sexo a favor de machos jóvenes, inducen a pensar en una reproducción en
cautividad en el PPNB antiguo (Vigne, 2000). La edad de sacrificio de los suídos y bovinos de
<;:ayoyü desde los niveles del PPNB antiguo y medio, también son indicios de la domesticación
inicial de estos animales (Óksüz, citado por Vigne, 2000; Hongo y Meadow, 1998). Serían los
vestigios más antiguos de domesticación.
En el PPNB medio, las medidas de los huesos de A in Ghazal señalan una disminución del
tamaño de la mayor parte de la muestra ósea, que Kohler-RoUefson ( 1989) atribuye a una
selección sexual. La mayor parte de los huesos (que tienen estas medidas pequeñas) corresponden a hembras, y constituyen el ganado base reproductor. Los machos son escasos porque
fueron sacrificados cuando eran inmaduros. Esto mismo se observa en el yacimiento de Abu
Hureyra (Legge, 1996) y Ganj Dareh (Hesse, 1984). A diferencia del oatufiense, en el que los
machos se cazaban adultos, ahora se sacrifican cuando son inmaduros. Las pautas selectivas
por edad y sexo reafirman que estamos frente a unas prácticas ganaderas en estos tres yacimientos.
También hay que citar el yacimiento de Asikli; si bien los huesos de cabras y ovejas tienen
unas medidas comparables a las de los animales salvajes (Helmer1 1992), sin embargo la selección por edades corresponde a una caza muy especializada (Buitenhuis, 1997) o incluso a una
reproducción artificial de estos animales (Vigoe y Buitenhuis, en prensa, citado por Vigne,
2000).
6.3. Modificaciones anatómicas
a) Cambio en la forma y tamaño de los cuernos. Es una consecuencia de la selección de los
machos que son utilizados para la reproducción. Se evitan aquéllos que tienen un gran desarrollo de la cornamenta para evitar un peligro. De este modo, se selecciona un carácter que no tendría éxito en un comportamiento naturaL Esta característica fue resaltada por Bokonyi ( 1977)
para demostrar que las cabras del yacimento de Asiab se encontraban inmersas en un proceso inicial de domesticación al presentar unas morfologías intermedias entre los cuernos de cabras salvajes y las de cabras plenamente domésticas. Clutton-Brock (1979) utilizó el mismo argumento
para demostrar la domesticación de las cabras de Jericó en el PPNB; en este yacimiento, además
de los cuernos con morfologías intermedias, aparecieron dos cuernos con morfologías claramente domésticas. Hesse ( 1984) también señala que los cuernos de las cabras de Ganj Dareh
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EL PROCESO DE DOMESTICACIÓN ANIMAL EN EL PRÓXIMO ORIENTE
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muestran unas morfologías que son indicativas del proceso de cambio, aunque no confía en ellas
como un elemento de diagnóstico seguro.
Este criterio en sí mismo no es muy fiable, pues en poblaciones naturales pueden aparecen
estas morfologías.
Respecto a la oveja, la domesticación posibilita la aparición de un carácter recesivo, como
es el cráneo de hembras sin cornamenta. En Ali Kosh, fase Bus Mordeh, de un total de 128 huesos que se podían determinar como cabra o como oveja, tan sólo uno pertenecía a oveja y los restantes a cabra (flannery, 1969). Este resto era un cráneo que no tenía desarrollada la cornamenta; justamente apareció en la base inicial del poblado. Flannery adujo que este hueso era la prueba de que la domesticación de este rumiante se inició en los momentos iniciales del poblado.
Actualmente se admite que un solo hueso no es prueba suficiente para demostrar la domesticación, ya que en condiciones naturales de vez en cuando aparecen hembras sin cuernos.
b) Disminución de/tamaño de los animales. La disminución del tamaño es un criterio sólido para poder afirmar la existencia de un proceso de domesticación. La selección natural prima
a los tamaños corporales grandes para cada especie por vía de los machos, que se dilucida en los
rangos jerárquicos que se establecen entre éstos y se consolida en el periodo de celo, cuando los
machos más poderosos cubren a las hembras. La selección artificial rompe con esta modalidad
de selección e introduce la posibilidad de primar los tamaños corporales más pequeños.
Este criterio fue empleado por Davis (1981) para poder confirmar la existencia de perros en
los yacimientos natufienses de Hayonim y MaUaha. Las cabras y ovejas de Nevali <;::ori (PPNB
antiguo) presentan una disminución del tamaño de los huesos que, conjuntamente con las pautas
selectivas de edad y sexo, son indicios serios de domesticación (Vigne, 2000).
Utilizando este criterio, los bovinos de Cayonü también muestran una reducción de los
tamaños desde el PPNB antiguo (l·Iongo y Meadow, 1998). Los de Murcybct TV - PPNB antiguo- (Oucos, 1978) se encuentran en un estado de protodomesticación, en terminología del
autor, basándose en los patrones de selección por edad. Ha sido un método válido empleado por
Helmer ( 1989, 1992), Helmer y Saña ( 1996) y Saña ( 1999) para establecer la domesticación del
vacuno y también de los cerdos.
Según los estudios de Saña ( 1999) en Ha lula el descenso de los valores métricos de los huesos a partir de la fase de ocupación 19 perteneciente al PPNB reciente indicarla que los bovinos
estarían sometidos a una cría artificial y que los momentos iniciales se situarían entre las fases 8
a la 17 (PPNB medio y reciente), momento en el que aún no se habría producido una reducción
de la talla. Los escasos restos de Sus hacen dificil conocer el status de estos huesos, pero la autora señala que la reducción de las medidas de los huesos de la fase 11 (PPNB reciente) y La selección a favor de animales jóvenes inducen a pensar que su cría artificial podría situarse en el
PPNB medio, paralelamente al Bos.
Helmer sitúa la domesticación del Bos y Sus en el norte del Levante. En los yacimientos de
Ras Shamra V, Abu Gosh, Bouqras, Tell es Sinn y Gritille. Según este autor, el Bos aparece
doméstico en unos momentos correspondientes al PPNB tardío y fmal. El cerdo lo encontramos
en Ras Sbamra, Abu Gosh y Assouad, también en el mismo periodo. Ahora bien, los recientes
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M ANUEL P~RP.Z RIPOL.I,
estudios remontan la domesticación de ambas especies al PPNB antiguo, como hemos visto anteriormente.
Con respecto a Capra y Ovis, el seguimiento del. proceso de domesticación a partir de la
osteometría es mayor que en las especies anteriores. Uerpmann ( 1978) estudió las medidas de
diferentes yacimientos del Próximo Oriente del PPNB y logró detectar la existencia de una disminución del tamafio de los huesos a partir de estos momentos, tanto para la cabra como para la
oveja. Sin embargo, Legge (1996) criticó el método empleado porque englobó en un mismo
periodo los niveles que correspondían a momentos cronológicos distintos del PPNB, resaltando
la necesidad de presentar la información por separado (PPNB antiguo, medio, reciente y fmal)
para precisar los momentos iniciales de la domesticación.
La domesticación de la cabra se detecta en el yacimiento de Nevali <;:ori en el PPNB antiguo, utilizando los criterios de reducción del tamaño de los huesos y las pautas selectivas por
edad y sexo (Vigne, 2000). Posiblemente en Tell Aswad la domesticación tuvo lugar desde los
momentos iniciales del Precerámico, es decir, desde los momentos fina les del PPNA y comienzos del PPNB antiguo, coincidiendo con las primeras evidencias de la existencia de La domesticación de los cereales (Legge, 1996). Legge ha estudiado los valores métricos de otros yacimientos y de acuerdo con ellos ha establecido la domesticación de la cabra en los yacimientos
de Ganj Daren, Beidha, Jericó y Abu Hureyra durante el PPNB medio (Legge, 1.996).
En cuanto a tell Halula, los datos osteométricos indican que la cabra fue domesticada desde
la fase 3 (PPNB medio), es decir, desde los momentos iniciales de la ocupación del yacimiento.
Las fases 1 y 2 presentan poco material óseo y no ha podido ser utilizado en los análisis discriminatorios (Saña, 1999).
Con respecto a la oveja, las medidas de los huesos de Ganj Dareb (Resse, 1984) no muestran evidencias de domesticación. EnAliKosb fase Bus Mordeh sólo hay un hueso de esta especie, como ya hemos visto (un cráneo), y con toda probabilidad pertenece a un muflón. Los huesos de yacimientos del Asia Menor, Cafer, <;:ayonü niveles inferiores, son de mutlones (Helmer,
1989 y 1992; Lawrence, 1982). Las evidencias más antiguas de ovejas domésticas las encontramos en Nevali <;:ori del PPNB antiguo (Vigne, 2000). En otros yacimientos, como Abu Hureyra
(Legge, 1996), Tell Halula (Helmer y Saña, 1996; Saña, 1999) y Gboraifé (Ducos, 1993), su
domesticación se sitúa en el PPNB medio, utilizando como criterios los valores métricos y la
selección por edades, aunque Ducos prefiere hablar de protodomesticación. A partir del PPNB
reciente la oveja aparece en la mayor parte de los yacimientos del Próximo Oriente.
7. OTROS CRITERIOS ÚTILES EN EL ESTUDIO DEL PROCESO DE LA DOMESTICACIÓN
Los criterios anteriormente analizados son los más habituales en los estudios sobre domesticación animal Sin embargo, hay otros que pueden aportar una valiosa información que, cotejada conjuntamente, proporcionan apreciaciones sólidas.
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EL PROCESO DE DOMESTICACIÓN ANrMAL EN EL PRÓXIMO ORJENTE
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7.1. Fracturación ósea
Los estudios tafonómicos son importantes para conocer el grado de fragmentación de una
muestra ósea, junto a las marcas de impactos de fracturas para extracción de la médula y las marcas dejadas por los perros (además de otras tipologías de marcas). La fragmentación de un conjunto perteneciente a una economía cazadora y recolectora es muy elevada, mientras que no lo
es tanto en yacimientos de economía productora (Pérez Ripoll, J 992). Consecuentemente, el
estudio del grado de fragmentación y las marcas serían de gran utilidad en la caracterización de
una muestra ósea.
Según Da vis ( 1989) la fragmentación elevada de muestras pertenecientes a yacimientos
paleolíticos se debe al aprovechamiento máximo de los recursos animales. Los huesos enteros
son excepcionales. Por el contrario, vió que eo el yacimiento de Beisamoun (PPNB tardío) era
frecuente encontrar huesos enteros. Este cambio era indicativo de las transfom1aciones que
habían ocurrido. Con la domesticación de los ungulados el aporte cárnico era seguro y no bacía
falta aprovechar intensamente los recursos faunisticos. Era una forma indirecta de sugerir la existencia de la domesticación.
Saña ha estudiado la fragmentación ósea de HaJula y ha comprobado que el material no se
halla muy afectado, especialmente en los espacios interiores de las estrucuras, cuya causa
habría que buscarla fundamentaJmente en la actividad antrópica en relación con "el aprovechamiento de los recursos de las unidades anatómicas (Saña, 1999). Evidentemente, sería un indicio de la actuación humana en consonancia con la actividad económica de una sociedad productora.
7.2. Huesos digeridos
Un apartado importante de un estudio tafonómico es la determinación de fracturas y huesos
digeridos por los perros. La valoración global de estas marcas, conjuntamente con el grado de
fragmentación, proporciona una información vaJiosa para caracterizar el estado ftnal de una
muestra (Pérez Ripoll, 1992).
Davis utilizó el potencial informativo que tienen Los huesos digeridos por perros en el yacimiento natufiense de Hatoula, para demostrar que este animal se domesticó en el natufiense
(Davis, 1985). Helmer hizo lo mismo con los restos óseos del nivel 1A de Mureybet, en el que
confirmó el punto de vista de Da vis (Helmer, 1991 ). De este modo, cobraba evidencia que el
esqueleto de un cachorro encontrado en una tumba de Mallaha y otra de Hoyonirn podría pertenecer a perro (Da vis, 1991 ).
Saña indica que los huesos aJterados por los perros en Halula son numerosos en toda la
secuencia, circunstancia que se complementa con el grado de fragmentación de la muestra y
refuerza el carácter doméstico del conjunto.
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M ANUEL PÉR.EZ. RIPOLL
7.3. La aparición de estercoleros
La microsedimentología ofrece una estimable fuente de información a la arqueologla, entre
la que destaca la determinación y estudio de los restos minerales procedentes de la alimentación
y digestión de los rumiantes, que indica la estancia y estabulación de ganado (Brochier et al.,
1992).
Brocbier ( 1993) ha observado en el yacimiento de <;ayonü la presencia de estiércol acumulado por La estancia de cabras y ovejas en los niveles superiores (PPNB tardío). En los niveles
inferiores no ha detectado tales formaciones. Consiguientemente, es una prueba que concuerda
con los datos faunisticos y viene a certificar la presencia de animales domésticos eo estos
momentos cronológicos.
Sin embargo, estos estudios están en sus balbuceos y en un futuro pueden contribuir a clarificar el proceso de la domesticación.
7.4. Patologías en huesos
En los yacimientos arqueológicos de economía productora suelen aparecer huesos pertenecientes a las patas que tienen fracturas, posteriormente soldadas, producidas por accidentes y
malformaciones óseas debidas a enfermedades. En el yacimiento de Sarab (Bokonyi, 1977) hay
varios huesos de ovicaprinos que tienen exóstosis. También se han determinado dichas malformaciones en las falanges primera y segunda de la cabra del yacimiento de Ain Gbazal, situadas
en niveles del PPNB (Kohler, Gillespie y Metzger, 1988). Estas patologías provocan cojeras en
los animales. Si las poblaciones fuesen naturales, serían presa de los carnívoros, que eran abundantes según el registro faunístico de los distintos yacimientos. Los depredadores como el lobo,
leopardo, zorro, chacal, oso y hiena eran comunes en el Próximo Oriente y se encargarían de
cazar a las presas enfermas y con malformaciones. La aparición de las patología'> descritas son
una prueba clara de que las cabras y las ovejas estaban sometidas a una protección humana y,
consiguientemente, son indicativas de la presencia de una ganadería.
7.5. Marcas de improntas
En adobes del nivel D de Ganj Dareb se han encontrado improntas de pezuñas de cabras y
ovejas, circunstancia que indica que estos animales estuvieron encerrados o transitaron por el
poblado.
8. INTERPRETACIÓN CONJUNTA
Aunando las características analizadas anteriormente, deberíamos concluir que los inicios de
la domesticación se puede establecer hacia el PPNB antiguo y se consolida en el PPNB medio,
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EL PROCESO DE DOMESTICACIÓN ANIMAL EN EL PRÓXIMO ORIENTE
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tanto en el Levante como en el Éufrates y los Zagros. Sólo los datos de Aswad y Hallan <;;emi
sugieren la existencia de indicios de domesticación en cronologías del PPNA.
En la zona de los Zagros, anterior al 9.000 BP no hay indicios de domesticación. Zawi
Shemi Shanidar y Shanidar Bl muestran una especialización en la caza de ovicaprinos, especialmente ovejas en Zawi Shemi Shanidar y cabras en Shanidar B 1, y una proporción de inmaduros elevada (Perkins, 1964). No obstante, no son evidencias suficientes para establecer su
domesticación. Además, las medidas de los huesos no sefialan una reducción de tamaños
(Uerpmann, 1978).
Respecto a Asiab (Bokonyi, 1977) y Nemrik 9 (Lasota-Moskalewska, L
994) la caza de animales adultos predomina sobre los inmaduros. No obstante, Lasota-Moskalewska indica que los
ovicaprinos y los suídos aparecen domésticos a lo largo de las fases T, 11 y ID, sin aportar prueba alguna. Los bovinos se domesticaron a partir de la fase TI por la abundancia de sus restos y
porque los huesos son de animales adultos, argumento que contradice la selección ganadera que
siempre es a favor de animales inmaduros (Gráfico 6).
Los primeros indicios claros de la domesticación en los Zagros y valle de Kermanshab aparecen en Ganj Dareh y Ali Kosh (Gráfico 7). En el primer yacimiento, la disminución del tamaño de los huesos y el sacrificio de los machos en edad joven y subadulta son argumentos sólidos
a favor de la domesticación de la cabra; la oveja de Ganj Darh es salvaje y en Ali Kosh fase Bus
Mordeh sólo hay un resto. En el segundo yacimiento, el argumento que se utiliza es la selección
de animales jóvenes y subadultos en proporicones semejantes a las de Ganj Dareh.
En Anatolia occidental, Nevali <;ori y <;;ayonü (Gráfico 4) son los yacimientos más antiguos
que tienen animales domésticos (PPNB antiguo); cabras, ovejas y cerdos en el primer yacimiento, bovinos y cerdos en el segundo. En Mureybet IV Ducos habla de la protodomesticación de
los bovinos. En Hallan <;emi (PPNA), la fauna está muy diversificada (Rosenberg y Davis,
1992), aunque se apunta la reproducción artificial de Jos suídos (Rosenberg et al., 1998).
En Anatolia central y oriental la domesticación es algo posterior. Como ya hemos visto en
Asikli, la reproducción artificial de las cabras y ovejas se sitúa en unos momentos correspondientes al PPNB medio, aunque el tamaño de los huesos son semejantes a los salvajes. Los estudios realizados en otro yacimiento del PPNB medio, Cafer Hoyük, por ahora parecen indicar que
este yacimiento no contiene fauna doméstica (Helmer, 1989, 1992).
Los yacimientos de Anatolia del PPNB reciente tienen fauna doméstica: Can Hassan lll,
Suberde, Gritille, Hacilar y <;;atal Hüyük. Aunque para éste último Ducos prefiere hablar de protodomesticación de los bovinos y suídos (Ducos, 1988), para Perkins los bovinos están domesticados {Pcrkins, 1969).
En el Levante, son varios Jos yacimientos que muestran indicios de domesticación a partir
del PNB medio, Jericó, Munhatta 3-6, Ain Ghazal, Aswad, Halula, Goraifé y Beidha. Aquí se utiLizan varios argumentos:
J. - El cambio de rrecuencia de las especies representadas a favor de los ovicaprinos: Jericó,
Munhatta 3-6, posiblemente Nabal Oren, Halula y Abu Hureyra.
2.- Existencia de ovicaprinos en áreas propicias a la gacela: Munbatta 3-6, Jericó, Ain
Ghazal, tal vez Ghoraifé.
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Gráfico 6.- Representación de la fauna de los yacimientos de Asiab y Nemrik 9.
B=Bos. Ca=Capra. Ov=Ovis. G=GazeUa. Ce=Cervus. D= Dama. S=Sus. A=Antilopinos. E=Equus. Cr=Carnívoros.
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Ali Kosh
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Gráfico 7.- Representación de la fauna de los yacimientos de Ganj Dareh y Ali Kosb.
B=Bos. Ca=Capra. Ov=Ovis. G=Gazella. S=Sus. E=Equus. Cr=Carnívoros.
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MANUEL PÉREZ RlPOLL
3.- Disminución del.tamaiio de los huesos: Abu Hureyra, Ain Ghazal, Beidha, Halula,
Ghoraifé y tal vez Aswad.
4.- Selección a favor de los inmaduros y probablemente machos: Ain Gbazal, Abu Hureyra,
Gboraifé, Halula, Aswad.
5.- Las evidencias más claras de la domesticación de Jos bovinos y suídos se encuentran en
el Levante norte durante el PPNB tardío, aunque probablemente se criarían artificialmente
durante el PPNB medio.
9. LA POLÉMICA EN TORNO A LA DOMESTICACIÓN
La discrepancia en la valoración de la información registrada en el material óseo de los distintos yacimientos evidencia la falta de un criterio unitario entre los investigadores. Las posiciones encontradas se observan en la propia valoración del natufiense, que es necesario realizar
como premisa imprescindible para estudiar el paso de una economía cazadora y recolectora a
otra productora
La gacela constituye la especie dominante en la representación faunística de los yacimientos situados en el Levante. Los criterios utilizados en la evaluación de esta especie se basan en
el estudio de los perfiles de edad y en Jos análisis de los valores osteométricos.
Con el natufiense asistimos a unos momentos de cambio, cuya valoración es calificada de
un modo distinto. Hay un punto de partida común, sobre el que se edifican las distintas argumentaciones, basado en la relevancia que se da a la vida sedentaria detectada en los yacimientos
más importantes, como premisa inicial del comienzo del proceso de la domesticación.
Campana y Crabtree ( 1990) hablan de caza comunal de gacelas en el natufiense (Cuadro 3),
que resulta del modelo de organización social desarrollado según las proposiciones de Testart.
La sociedad adquiere un nivel de integración superior al meramente familiar. El líder local toma
decisiones en la recolección intensiva y en la caza comunal; en ella participan varones, mujeres
y niños para conducir los animales a una trampa, tal vez una red, según se infiere de los modelos etnográficos que son empleados para justificar la caza comunal. Este modelo se infiere del
patrón de edad de las gacelas, que según los autores describe un perfil catastrófico. Siguiendo
fielmente la interpretación de los perftles de edad de Cruz-Uribe "un perfil catastrófico implica
el uso de un método de caza, tal como la conducción comunal" hacia una trampa. Los perfiles
de edad de Cruz-Uribe son modelos construidos a partir de ejemplos etnográficos recientes y en
concreto el perfil catastrófico ha sido empleado por Speth (1983) para interpretar la caza masiva de bisontes, por sus costumbres migratorias en las que este gran bóvido se desplaza en masa
a lo largo de centenares de kilómetros. Sin embargo, pensamos que el ·modelo de caza comunal
es muy dudoso aplicado a la gacela, porque no es el método más adecuado para obtener el máximo rendimiento y porque supone la muerte de todo el conjunto de animales que han caído en la
trampa, con lo que no sería posible la caza selectiva que, como hemos observado, es característica del natufiense. Es más apropiado denominar caza especializada a este patrón selectivo,
siguiendo las propuestas de Edwards ( 1991 ).
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EL PROCESO DE DOMESTICACIÓN ANIMAL EN EL PRÓXIMO ORIENTE
Campana y Crabtree
Natufiense
Caza comunal
Tchemov
Natufiense
Caza selectiva
Evans
Natufiense
Caza especializada
Legge, A.J.
Natufiense
Domesticación de la gacela
Cope
Natufiense
Protodomesticación de la gacela
Horwitz
Natutiense
Caza generalizada
Horwitz
PPNA-PPNB ant.
Caza generalizada
Horwitz
PPNB medio
Caza intensiva. B 1
1-lorwitz
PPNB tardío
Caza intensiva. 82
Horwitz
PPNB fmai-NC
Domesticación
Ducos
PPNB medio/fmal
Protodomesticación
Hcckcr
PPNB medio
Control cultural
Kohler-Rollefson
PPNB medio
Domesticación incipiente
Legge, T.
PPNB medio
Domesticación
Aelmer
PPNB medio
89
Domesticación
Cuadro 3.- Los planteamientos diferenciados aportados por diversos investigadores en la evaluación de los procesos del tratamiento animal ba dado lugar al empleo de términos distintos para
explicar dichos procesos desde el natufiense al PPNB.
Hay algunos investigadores que llegan a posiciones más extremas al hablar incluso de la
domesticación de las gacelas, como sería el caso de A.J. Legge ( 1972). Cope ( 1991) llega a
detectar una disminución del tamaño de los huesos como consecuencia de los procesos selectivos por edad y sexo. Estas prácticas se acercan a la domesticación y este autor las califica de protodomesticación. Sin embargo, Dayan y Simberloff (1995) no encuentran motivos métricos para
hablar de una reducción del tamaño de los huesos de la gacela, y consecuentemente no hay evidencias morfológicas de su domesticación. La gacela no se pudo domesticar debido al comportamiento natural de esta especie, que no soporta los espacios cerrados (Uerpmann, 1996).
Tchemov ( 1993) enfatiza que a lo largo del natufiense se produjo una caza selectiva de la
gacela en el Levante, con unos patrones a favor de los machos y de los animales inmaduros. Este
tipo de caza continuó en el PPNA y fue paralelo a un incremento de fauna pequeña, especialmente liebres, perdices y peces. El reemplazo de la gacela por los ovicaprinos en el PPNB hay
que enjuiciarlo como un cambio en las preferencias de caza debido a la sobreexplotación de las
gacelas, como el efecto de un prolongado sedentarismo. Por esa razón, el cambio de frecuencia
de la gacela a los ovicaprinos no debe de interpretarse como una prueba de domesticación.
Horwitz (1993) prefiere hablar de caza generalizada en el natuficnse, PPNAy PPNB anti-
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MANUEL PEREZ RlPOLL
guo. El cambio de especies representado a partir del PPNB medio (sustitución de gacelas por
ovicaprinos) se interpreta como una caza intensiva de ovicaprinos. No se puede hablar de domesticación porque no se aprecia una disminución en los tamaños de estos rumiantes. Este tipo de
caza significa el inicio de la fase de la domesticación (estadio Bl, según su terminología). En el
PPNB tardío todavía persiste la caza intensiva, pero supone un paso más en el proceso de incipiente domesticación al producirse el aislamiento de grupos de ovicaprinos (estadio B2). La
domesticación tiene l ugar en el PPNB final y el Neolítico Cerámico.
L.K. Horwitz y P. Ducos indican que las primeras pruebas evidentes de cambios morfológicos en los ovicaprinos no se tienen hasta el PPNB final. La crítica más sistematizada procede de
P. Ducos (1994, 1998), cuyos argumentos son los siguientes:
1.- A lo largo del PPNB medio no hay una ruptura del status natural de los ovicaprinos.
2.- Los desplazamientos de las agrupaciones animales son naturales.
3.- La selección por edad es dificil de realizar a distancia por los cazadores. Por ello, las curvas de edad son aleatorias.
4 .- Aunque predominan los huesos adultos de hembras, ello no quiere decir que es una práctica selectiva ganadera, sino que, y en el caso concreto de Aswad y Ain Ghazal, los cazadores
perseguían a las manadas de hembras.
5.- Las puntas de flecha indican una sociedad cazadora, no ganadera.
6.- Las evidencias morfológicas de cambio aparecen de un modo inmediato a su captura y
reproducción artificial. Es a partir del PPNB reciente o del Neolítico Cerámico cuando se constatan los cambios genéticos.
Ducos en todo momento habla de protodomesticación. Los bovinos de Mureybet IV están
en una fase de protodomesticación ( 1978), asi como los ovicaprinos de Aswad y Ghoraifé
(Ducos, 1993). tncluso usa el mismo término para definir los ovicaprinos, suídos y bovinos de
Abu Gosh. Para él este término implica una especialización de la caza y una selección por edad
y sexo.
Estos dos últimos autores serían los representantes de los criterios puramente zoológicos,
que no tienen en cuenta que la domesticación es el resultado de un proceso de producción de las
diversas comunidades, que según sus necesidades se apropian de la cría artificial de animales sin
que necesariamente se manifiesten cambios morfológicos (Sañ.a, 1999; Vigne, 2000). Consecuentemente, otros autores enfatizan el proceso desde el punto de vista cultural y social, sería el
caso de T. Legge, 1. Kohler-Rollefson, G.O. Rollefson, J. Clutton-Brock, B. Hesse, D. Helmer.
J.-D. Vigne y M.a Saña.
Para Hecker (1982) las cabras de Beidha no muestran rasgos morfológicos de domesticación. Sin embargo, los patrones de selección por edad son semejantes a los de Ali Kosb. Este
investigador emplea el término de control cultural de las cabras para defirnir la relación estrecha que se establece entre ellas y los buma1_1os.
Kobler-Rollefson habla de domesticación incipiente para explicar las pautas selectivas de
los ovicaprinos de Ain Ghazal. Reconoce que no hay evidencias morfológicas que avalen su
domesticación plena, pero las prácticas selectivas demuestran que la domesticación se ha iniciado ya, pero aún no se han producido los cambios morfológicos (K.OhJer-Rollefson, 1989; KohlerRollefson, Gillespie y Metzger, 1988).
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EL PROCESO DE DOMESTICACIÓN ANIMAL EN EL PRÓXIMO ORIENTE
91
T. Legge y Helmer no tienen dudas en hablar de domesticación de los ovicaprinos desde el
PPNB medio, utilizando argumentos métricos referidos al tamaño de los huesos.
Los criterios de estos últimos investigadores se refuerzan con los resultados de las recientes
excavaciones efectuadas en Chipre. El poblamiento inicial se sitúa en el 10.600 BP a ra{z del descubrimiento de Akrotiri-Aekremnos, lugar utilizado como hábitat por grupos humanos que cazaron hipopótamos (95% del total) y elefantes pigmeos (aunque hay autores que piensan que estos
mamíferos ya se habían extinguido con la llegada de los primeros pobladores), además de recolectar moluscos, pescar y cazar aves (Mandel y Simmons, 1997). Posteriormente llegaron las primeras sociedades agrícolas y ganaderas. Las recientes excavaciones realizadas en Sbillourokambos muestran que este yacimiento corresponde al poblamiento neolítico más antiguo de la
isla, contemporáneo al PPNB antiguo del Levante; la fauna está constituida por ovejas, cabras,
bovinos, cerdos y dama mesopotámica. Fueron introducidos como animales domésticos, excepto la dama (Guilaine et al., 1996) y aunque el tamaño de los huesos es parecido al de los respectivos animales salvajes, las pautas selectivas a favor de machos jóvenes y subadultos sugieren una reproducción ganadera. Consecuentemente, su status ya estaba previamente establecido,
al carecer la isla de los agriotipos. La difusión de estos animales se realizaría desde el Éufrates
o las costas mediterráneas y formaría parte de la expansión generalizada de las comunidades productoras a partir del PPNB (Vigne, 2000).
10. CONCLUSIONES
Durante el natufiense se puso en práctica un modelo de caza que tenía la pretensión de intensificar y racionalizar la explotación de los recursos animales por medio de la aplicación de unos
patrones de selección de edad y sexo, que en parte son una respuesta a la vida sedentaria, al
aumento de la población y a una complejidad cultural detectada en varios yacimientos. En el
PPNA los valores representativos de los distintos taxones no eran muy diferentes a los del natufiense, aunque ya se observan los primeros indicios de reproducción artificial en Hallam <;emi y
Aswad. Los síntomas de cambio se dieron en Nevali <;ori, <;ayonü, Mureybet, Ganj Dareh y
Aswad en el PPNB antiguo, pero no se registraron transformaciones genéticas, los tamaños son
idénticos a los de los animales salvajes, y el seguimiento del proceso sólo fue perceptible a partir de las pautas de selección por edad y sexo. En Shillourokambos la explotación ganadera era
evidente desde los momentos iniciales del poblamiento, correspondiente al PPNB antiguo, afectando a los bovinos, cabras, ovejas y cerdos. En üneas generales, el proceso de domesticación
sólo pasa por el control de la reproducción artificial de los animales. La selección está dirigida
hacia esta fmalidad y los cambios genéticos, de producirse, son involuntarios (Cuadro 4).
Durante el PPNB medio se produjeron cambios importantes en el proceso, que se reflejaron
no sólo en las curvas de edad y sexo, sino también en la representación de los taxones y en el
registro de las primeras variaciones genéticas, documentadas en algunos yacimientos a partir de
Las medidas de los buesos, que experimentan una reducción de los tamaños. En estos momentos,
se puede afirmar que las comunidades humanas comienzan a practicar el control genético, selec-
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MANUEL P ÉREZ RIPOLL
Indicios de domesticación
Comienzo de la domesticación
Domesticación
Selección por ednd y sexo
Volwuario
------Control gcn~tico
In vol un trui o
--------
PPNA
PPNB antiguo
Volunuuio
PPNB med io
PPNB reciente
Cuadro 4.- Evolución del proceso de domesticación.
cionando aquellos caracteres que consideran más idóneos, de modo que la dinámica sociaJ y económica coevoluciona con el proceso de domesticación, ya que los caracteres seleccionados sólo
persistirán si los animales se encuentran bajo el control humano. Estos ensayos se dan a lo largo
de una periodo que cubre unos 600 años, en el que aún persisten ganados cuyos animales no
manifiestan manipulaciones genéticas.
En el PPNB reciente, la domesticación se generaliza a la práctica totalidad de los yacim ientos del Próximo Oriente. La reducción de los tamaños de los huesos es común en los registros
óseos de la gran mayoría de yacimientos, evidenciando el progreso de los cambios genéticos.
No obstante, los planteamientos empleados por los distintos investigadores son divergentes
en la valoración de los criterios utilizados en sus estudios. Unos son puramente zoológicos, como
los de Ducos y Horwitz, que se contraponen a los criterios culturales y sociales de Helmer,
K<>hler-Rollefson, Vigne, Saña, Legge o B<>konyi, entre otros. La argumentación utilizada conduce a los investigadores a proponer cronologías distintas en el inicio de la domesticación. Para
los primeros, las pruebas osteológicas aseguran que la domesticación solamente se encuentra en
el PPNB fi nal o incluso en el Neolítico cerámico. Para los segundos, la domesticación inicial,
verificada a partir de las pautas selectivas y la osteometría, se encuentra en el PPNB antiguo o
medio. Así pues, la disminución de tamaños en una primera etapa aún no se había producido,
aspecto que da la razón a Davis, quién indica que los cambios morfológicos pudieron haber tenido lugar en los momentos posteriores a la cría artificial de los animales (Da vis, 1989), y, consiguientemente, hubo un periodo inicial en el que los tamaños eran parecidos a los de los animales salvajes.
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EL PROCESO DE DOMESTICACIÓN ANIMAL EN EL PRÓXIMO ORIENTE
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ARCHlVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXJV (Valencia, 2001)
MIGUEL ÁNGEL MATEO SAURA Y ANTONlO CARREÑO CUEVAS
EL ARTE RUPESTRE DE LA TINADA DEL CIERVO (NERPJO, ALBACETE).
REVISIÓN DEL CONJUNTO
ANTECEDENTES
Las primeras referencias a las pinturas rupestres de la Tinada del Ciervo son de M . Soria y
M.G. López ( 1), quienes, durante los trabajos de prospección desarroLlados en 1997 en la vertiente giennense de la Sierra de Segura, descubren dos de las cavidades que integran el conjunto, en concreto los abrigos r y II.
Por el mismo tiempo, Antonio Carreño descubre en la Sierra de Huebras el conjunto de los
Abrigos de Huerta Andara, muy próximos a la Tinada del Ciervo (2). Será durante los trabajos
de documentación de éste último cuando, con motivo de una visita a la Tinada del Ciervo para
una toma de datos, la inspección del entorno inmediato posibilite el hallazgo de otras tres cavidades pintadas más, inéditas, lo que venía a completar la información ya publicada sobre los dos
abrigos primeros.
Solicitados y concedidos los correspondientes permisos de estudio a la Dirección General
de Patrimonio y Museos de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, abordamos el trabajo de documentación de estos dos nuevos abrigos, así como la revisión de los ya conocidos,
con el fin de analizar todo el yacimiento bajo unos mismos criterios.
(1) M. SORIA LERMAy M.G. LÓPEZ PAYER: Arte esquemático en el Alto Segura. Los abrigos 1 y 11 de la Tinada del Ciervo
(Ncrpio, Albacete). Revista de Arqueología, 214, Madrid, L999, págs. 8-13.
(2) M.A. MATEO SAURA y A. CARREÑO CUEVAS: Aportaciones al estudio del ane rupestre en Nerpio (Aibacete). Los
conjuntos de Mingamao, Sacristanes y Huerta Andara. A1-Basil, 44, Albacete, e.p.
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MIGUEl. ÁNGEL MATEO SAURA Y ANTONIO CARREÑO CUEVAS
Fig. l.- Vista del paraje de la Tinada del Ciervo (T.M. de Nerpio, Albacete).
CONTEXTO FíSICO
Alejado unos 25 km al suroeste de la población de Nerpio y próximo a los límites provinciales con Granada y Jaén, el conjunto de la Tinada del Ciervo queda inscrito en las estribaciones más noroccidentales de la Sierra de Huebras, en el paraje de la Tenada del Encalvo, dentro
del dominio tectosedimentario del subbético. Por encima de los 1.350 m.s.n.m., hay un predominio de dolomías grises de aspecto masivo del Cretácico, mientras que por debajo de esa cota
encontramos afloramientos de materiales terciarios de margocalizas y calizas.
La vegetación espontánea es la típica de un bosque mixto de coníferas, con abundante matorral de monte bajo, y p ino, quercus y reductos de sabina entre las especies de porte arbóreo.
La hidrografía de la zona queda estructurada por el río Zumeta y djversos cursos menores
tributarios suyos. Los abrigos pintados se abren a uno de esos pequef'los barrancos tributarios del
Zumeta, próximos a la confluencia de éste con el llamado río Frío.
TINADA DEL CIERVO 1
Localizado a una altitud de 1.390 m.s.n.m. y con una orientación suroeste, las dimensiones
del abrigo son de 5, 1O m de abertura de boca, 1,80 m de profundidad y 2 m de altura.
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EL ARTE RUPESTRE DE LA TINADA DEL CIERVO (NERPlO, ALBACETE}
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•
o _ _ __ _____.
.__
2a
Fig. 2.- Planta y sección de la Tinada del Ciervo l.
Las pinturas se sitúan en la parte central de la cavidad, formando un friso de 0,80 x 0,60 m,
y a una altura respecto al suelo de 0,60 m. Los motivos documentados son:
l. Cérvido. Muestra un excepcional tamaño grande y una cornamenta profusamente ramificada. Mide 28 cm de alto y 24,6 cm de ancho. Color rojo (Pantone 202 U) (3).
2. Cuadrúpedo. Mide 3,5 cm de alto y 5,5 cm de ancho. Color rojo (202 U).
3. Cuadrúpedo. Mide 2,2 cm de alto y 5 cm de ancho. Color rojo (202 U).
4. Arquero. Mide 11,2 cm de alto. Color rojo (202 U).
5. Cáprido. Mide 8 cm de alto y 6,7 cm de ancho. Color rojo (202 U).
6. Restos de una posible figura humana. Mide 5,3 cm de alto y 4,4 cm de ancbo. Color rojo
(202 U).
(3} Para la toma del color hemos utilizado compararivamenie las tablas Pantone Color Formula Guide, 18 th edition, New
fersey, 1986/87.
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MIGUEL ÁNGFJ.. MATEO SAURA Y ANTONIO CARREÑO CUEVAS
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Fig. 3.- Tinada del Ciervo l. Dibujo del panel pintado.
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EL ARTE RUI'ESTRE DE LA TINADA DEL CIERVO (NERI'IO, ALBACETE)
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Fig. 4.- Tinada del Ciervo l.
7. Cornamenta de cérvido. Mide 9,7 cm de alto y 6,7 cm de ancho. Color rojo (202 U).
8. Cornamenta de cérvido. Mide 10,4 cm de alto y 6,7 cm de ancho. Color rojo (202 U).
9. Cuadrúpedo, posible cáprido. Mide 9,6 cm de alto y 10 cm de ancho. Color rojo (202 U).
10. Cuadrúpedo. Mide 4,5 cm de alto y 7,8 cm de ancho. Color rojo (202 U).
11. Cuadrúpedo, posible cáprido. Mide 11,8 cm de alto y 8,5 cm de ancho. Color rojo (202 U).
12. Cuadrúpedo, posible cáprido. Mide 8,3 cm de alto y 10,7 cm de ancho. CoJor rojo (202 U).
13. Cuadrúpedo. Mide 8,5 cm de alto y 14,7 cm de ancho. Color rojo (202 U).
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MIGUEL ÁNGEL MATEO SAURA Y ANTONIO CARREÑO CUEVAS
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Fig. 5.- Planta y sección de la Tinada del Ciervo TI.
El estado general de conservación de las pinturas de este abrigo 1, con excepciones puntuales en las figuras 7 y 8, es bueno. El principal agente de erosión lo constituye la descamación de
la propia pintura en pequeiias láminas, provocada por la pérdida de adherencia de la misma a la
pared, lo que da a los motivos cierto aspecto fragmentado. Asimismo, el grupo de figuras 9 a 13
se ha visto afectado también por diversos desconchados del soporte, que las ha destruido parcialmente, con mayor incidencia en los cuadrúpedos 9, 1O y 13 que han perdido la parte de la
cabeza. Por su parte, la acción de una colada calcltica ha cubierto los motivos 7 y 8, de cérvidos,
que debieron ser muy similares en su tipología al número 1, pero de los que hoy apenas podemos apreciar parte de sus cornamentas por debajo de una capa blanquecina de cal.
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EL ARTE RUPESTRE DE LA TINADA DEL CIERVO (NERPIO, ALOACETE)
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Fig. 6.- Tinada del Ciervo U. Parte izquierda del panel pintado.
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Fig. 7.- Tinada del Ciervo ll. Parte derecha del panel pintado.
TINADA DE L CIERVO lb
Se trata de una oquedad contigua al abrigo I, situada a su derecha y en un nivel inferior. En
ella no vemos motivos pintados como tales, sino una amplia superficie de la pared rocosa, de
0,50 x 0,50 m completamente embadurnada de pintura.
TINADA DEL CIERVO II
Situada a una altitud de 1.390 m.s.n.m. y con una orientación oeste, esta segunda cavidad se
aleja apenas una veintena de metros aguas arriba del barranco respecto al abrigo I. Sus dimensiones máximas son de 10m de abertura de boca, 3,25 m de profundidad y 4 m de altura.
Las pinturas se ubican en la parte izquierda de la cueva, a una altura de 1 m respecto al suelo
de la misma. Los motivos documentados son:
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EL ARTE RUPESTRE DE LA TINADA DEL CII::.RVO (t ERI'IO. ALI3J\CE'I 1::.)
Fig. 8.- Tinada del Cien ·o 11. C uadrúpedo número l.
Fig. 9.- Tinada del Cier vo ll. Cérvido número 2.
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Fig. 10.- Planta ysección de la Tinada del Ciervo m.
l. Restos de la figura de un cuadrúpedo. Sólo se conservan los cuartos delanteros, la linea
dorsal del cuerpo y la cola. Mide 8,2 cm de alto y 16,1 cm de ancho. Color rojo (201 U).
2. Restos de la figura de un cérvido. Mide 7,2 cm de alto y 11,5 cm de ancho. Color rojo
(202 U).
3. Motivo en forma de 'Y', posible esquema antropomorfo. Mide 15,4 cm de alto y 14 cm
de ancho. Color rojo (202 U).
4. Restos de pintura. Color rojo (202 U).
5. Cérvido. Mide 7,8 cm de alto y 10,3 cm de ancho. Color rojo (202 U).
6. Restos de pintura. Color rojo (202 U).
7. Restos de pintura en forma de trazo vertical. Mide 2, 1 cm. Color rojo (202 U).
8. Restos de pintura. Color rojo (202 U).
9. Trazo vertical. Mide 8,3 cm. Color rojo (202 U).
10. Restos de pintura. Color rojo (202 U).
11. Restos de pintura en forma de trazo vertical. Mide 2,2 cm. Color rojo (202 U).
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EL ARTE RUPESTRE DE LA TINADA DEL CIERVO (NERPIO, ALBACETE)
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Fig. ll.- Tinada del Ciervo ll. Panel 1.
La mayor parte de las representaciones de este segundo abrigo se han visto afectadas por las
descamaciones de la pintura, aunque otros agentes de deterioro afectan por igual a las mismas.
Así, mientras que la figura número 1 se encuentra parcialmente destruida por dos grandes desconchados del soporte, los motivos 5 y 6 están bajo la acción de una colada calcítica que los
cubre en su práctica totalidad.
TINADA DEL CIERVO lll
Situado unos L00 m aguas abajo del barranco respecto del abrigo 1, se eleva a los 1.300
m.s.n.m., mostrando una orientación sor. Las dimensiones máximas son de 10,20 m abertura de
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Fig. 12.- Tinada del Ciervo m. Panel 2.
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Fig. 13.- T inada d el Ciervo 111. Panel 2.
boca, 2,90 m de profundidad y 3,30 m de altura. Las pinturas se distribuyen en dos paneles djstintos.
Panel/
Se localiza en el interior de una pequeña hornacina, en la parte izquierda de la cavidad
mayor. Los motivos pintados son:
l . Restos de pintura que, con reservas, podrían pertenecer a una representación de cuadrúpedo. Mide 5,5 cm de alto y 9,7 cm de ancho. Color rojo (173 U).
2. Restos de pintura en fonna de trazo verticaL Mide 2,9 cm. Color rojo ( 173 U).
Pane/2
3. Cuadrúpedo. Mide 32,5 cm de alto y 14 cm de ancho. Color rojo (173 U).
4. Restos de pintura. Color rojo (202 U).
5. Restos de pintura. Mide 7,6 cm. Color rojo (173 U).
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MIGUEL Á NGEL MATEO SAURA Y A NTONIO
CARR~O CUEVAS
Fig. 14.- Tinada del Ciervo m. Cuadrúpedo núm. 3.
La pérdida de adherencia de la pintura al soporte, provocada por procesos naturales de desecación, ocasiona la descamación de la propia pintura, dándoles a los motivos su actual aspecto
fragmentario. No obstante, en el panel 2 hay que reseñar también la acción de una colada calcítica que ha cubierto por completo las figuras, boy indeterminables en su tipología.
TfNADA DEL C IERVO IV
Este abrigo IV se sitúa en la vertiente contraria del barranco en la que se encuentran las otras
tres cavidades, enfrente de la Tinada del Ciervo II. Con una altitud de 1400 m.s.n.m. y una orien-
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EL ARTE RUPESTRE DE LA TINADA DEL CIERVO (NERPIO, ALBACETE)
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Fig. 15.- Planta y sección de la Tinada del Ciervo IV.
tación noroeste, las dimensiones de la cueva son de 42,5 m de abertura de boca, 6,75 m de profundidad y 4,20 m de altura.
Las pinturas se localizan en la parte izquierda de la covacha, a una altura respecto al suelo
de 1,50 m. Los motivos son:
l. Trazo vertical, con inclinación de izquierda a derecha. Mide 4,3 cm. Color rojo (180 U).
2. Trazo vertical. Mide 6,2 cm. Color rojo ( 180 U).
3. Trazo horizontaL Mide 2 cm. Color rojo ( 180 U).
4. Motivo circular del que parte hacia abajo un trazo vertical. Mide 5,6 cm. Color rojo (180
U).
El estado de conservación de estas pinturas de Tinada IV es muy deficiente, estando, en
parte, determinado por la propia naturaleza del soporte rocoso ya que se trata de una roca caliza
de muy poca consistencia, fácilmente degradable en forma de pequeñas escamas. De hecho, los
motivos se sitúan en una de las zonas del abrigo en donde el soporte ha sufrido una menor alteración, que, no obstante, también ha afectado a los motivos pintados, conservados muy parcialmente.
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Fig. 16.- Tinada del Cier vo 1 . Dibujo del panel pintado.
Fig. 17.- Tinada del C iervo IV.
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EL ARTE RUPESTRE DE LA TINADA DEL CLERVO (NERPIO, ALBACETE)
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TEMÁTICA Y SIGNIFICADO
Una de las características más destacadas de este conjunto de la Tinada del Ciervo La encontramos en la propia temática representada, por cuanto constituye uno de los pocos ejemplos de
la comarca en Los que la pintura esquemática muestra un sentido narrativo claro, frente a la individualidad y la abstracción que por lo común envuelven a los elementos gráficos de este estilo.
De hecho, a excepción del panel pintado en la cavidad 1, las pinturas de las otras covachas son
buenos modelos de la disposición aparentemente desordenada de las figuras dentro de un mismo
espacio de representación. En el abrigo IT encontramos barras verticales, algunos esquemas indeterminables y varios cuadrúpedos, no siendo posible definir el hilo conductor, el nexo de relación entre ellos, sin duda existente, que vaya más allá de la evidente participación en ese mismo
espacio de representación que constituye el abrigo. Algo similar sucede en las cavidades I1J y IV,
más acentuado en ésta última debido a su pésimo estado de conservación, mientras que en la
pequeña cavidad lb lo pintado es una superficie amplia de la pared y no motivos concretos.
Sin embargo, en el abrigo l vemos una de las muestras más destacadas de actividad cinegética en el arte esquemático de la zona. En la acción, un arquero, perfectamente delimitado en sus
formas y de buen trazo, dispara sus flechas contra un grupo de cuadrúpedos que corren delante
de él. Con relación a éstos, discrepamos con la identificación efectuada por M. Soria y M.G.
López (4), primeros estudiosos de este abrigo, y rechazamos su identidad como cánidos puesto
que no percibimos los rasgos anatómicos que nos lleven a aceptarlos como tales. Más bien al
contrario, creemos que Jos pocos detalles que podemos apreciar en las figuras, a excepción del
cérvido número l, hablan a favor de su identidad como cápridos, lo que resulta evidente en el
número 5 si nos atenemos a su diáfana cornamenta, dificilmente explicable si fuera un cánido.
Dentro de este grupo, no cabe duda de que la figura de ciervo que lo preside, por su tamaño y su especial 'engalanamiento', expresado por medio de una cornamenta ramificada en exceso, desempeña un papel destacado, debiendo estar cargada de un especial simbolismo.
Un segundo grupo compositivo, quizás cerrado en sí mismo, lo integran las cinco figuras de
cuadrúpedo, posiblemente de cápridos, que se sitúan en un plano inferior respecto a la escena de
caza (números 9 a 13). En principio sin participación humana, aunque este extremo sería discutible dada la presencia del motivo número 6, estos animales se nos presentan a modo de una simple manada. No obstante, ese motivo número 6, muy mal conservado, se asemeja mucho a la
figura de arquero del plano superior, pudiendo tratarse también de otra representación de arquero. De aceptarse su identidad humana, nos encontraríamos ante un núcleo formado por siete animales, incluidos, tal vez, dos cérvidos de cornamentas muy ramificadas (números 7 y 8) y un
humano muy similar al situado más arriba, en donde el individuo sí se muestra como un cazador
que actúa contra los animales. Aunque tampoco podamos descartar que todas las figuras formen
una única escena, algo para nosotros poco probable, parece como si nos encontrásemos frente a
dos instantes diferentes pero consecutivos de una misma acción, el previo a la caza y el de la caza
(4) SORLA y LÓPEZ: Op. cit. en la nota l.
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propiamente dicho, lo que, de confirmarse, nos hablaría de un concepto narrativo en modo alguno generalizado en el discurso esquemático.
La coetaneidad de todos los motivos representados pudiera ser un elemento de apoyo para
esa lectura que hemos efectuado. La presencia de los mismos convencionalismos en todos los
motivos, y la ausencia de diferencias morfológicas notables o en Jos procedimientos técnicos,
abogan por la realización del panel en un único momento de representación, lo que incide directamente en su significación.
Distinta es la situación del abrigo JI, en el que sí podemos establecer dos fases de desarrollo. En una primera fase incluimos la representación del cuadrúpedo número 1, mientras que el
resto de figuras pertenecen todos a un segundo momento de utilización de la covacha. Ya M.
Soria y M.G. López (5) marcaron cierta lejanía formal de esta figura de cuadrúpedo respecto a
las otras, por cuanto "se trata un figura no totalmente esquemática", en función del trazado abultado del tronco. Es cierto que el tratamiento de los volúmenes que muestra esta representación
la aleja del resto de motivos del friso pintado, pero es que además hay otros detaUes morfológicos, como la forma de la cola, o de procedimientos en el tr;'lzo que la alejan de Lo esquemático y,
con reservas, la aproximan a lo levantino. De hecho, arte levantino lo hallamos en un entorno
próximo, en los conjuntos de las Cuevas del Engarbo y en el Abrigo 1 de Río frío. En este último encontramos como única representación en el conjunto la figura de un cuadrúpedo, posiblemente un cáprido o un cérvido, del que se conserva la cabeza y parte del cuerpo (6).
Sobre la superficie rocosa embadurnada de pintura de la covacha lb, contigua al abrigo I,
digamos que no es algo que veamos generalizado en el estilo esquemático. De hecho, tan sólo
encontramos algo similar en el Abrigo de los Gavilanes de Lorca (Murcia) (7), en el que un
saliente del soporte rocoso que ocupa una superficie de 0,60 m x 0,40 m también está pintado en
rojo, como queriendo con ello resaltar su presencia. Tanto en un caso como en otro se nos escapa su intención última.
Hemos de reflexionar también de forma particular sobre la figura de ciervo número 1 del
abrigo I, sin lugar a dudas la más espectacular de todos los abrigos que integran el conjunto,
acaso también la más importante. Sobre su especial significación ya repararon los primeros
investigadores que estudiaron esta cueva, para quienes, sin la menor duda, esta figura encerraba
un especial simbolismo, tal vez relacionado con rito.s de fecundidad o propiciatorios de la caza,
o también, como forma de exaltación por medio de una cornamenta tan ramificada de las cualidades propias del animal, a saber, su virilidad, fuerza o agilidad, entre otras (8).
Sin que podamos descartar ninguna posibilidad, compartimos esta última en detrimento de
los ritos de fecundidad e, incluso, de la tan recurrida teoría de la magia propiciatoria de la caza,
que fundamentada en los postulados de la llamada 'magia pre-animista' y con referencias en
(5) SORIA y LÓPEZ: Op. cit. en la nota l .
(6) M. SORIA LERMA y M.G. LÓPEZ PAYER: Los abrígos con arte rupestre levantino de las Sierras de Quesada y Segura
(Jaén). Patrimonío de la Hull)anidad. Revista de Arqt1eología, 221, Madrid, 1999, págs. 6-14.
(7) M.A. MATEO SAURA: Arte rupestre en Murcia. Noroesfe y 1íerras Altas de Lorcá, Editorial KR, Murcia, 1999, 278 págínas.
(8) SORTA y LÓPEZ: Op. Cit. en la nota l.
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EL ARTE RUPESTRE DE LA TINADA DEL CIERVO (NERI'IO, ALBACETE)
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determinados hechos etnográfi cos, sólo pretende dar una fácil explicación para aquellos elementos más complejos, no sólo esquemáticos sino también de otros ciclos artísticos, para los que
no tenemos, a priori, otra explicación mejor.
Parece evidente que cada representación animal encierra un simbolismo en sí misma y que
su inclusión en una determinada escena, como pueda ser esta de caza, trasciende más allá del
mero hecho narrativo de una acción concreta. Contamos con ejemplos muy evidentes de ello en
otros ciclos artísticos rupestres, entre ellos, el referido por J. Clottes y D. Lewis-Willians (9)
sobre las escenas de cacerías en las que el protagonista es el muflón, que lejos de ser simples
escenas de caza de esta especie animal, se trata, por el contrario, de un modo de intervención
sobre las fuerzas que provocan la lluvia. También sabemos que algunas especies animales juegan un papel destacado en rituales concretos. El propio ciervo actúa como psicopompo o animalguía en los rituales chamánicos, es el revelador de los caminos espiritua.les y el indicador de los
espacios hierofánicos ( 10).
En este contexto, no parece aventurado suponerle a este ciervo de la Tinada I una función
más allá de la puramente narrativa, simbolizando más bien una conjunción de fuerzas naturales,
como las indicadas por M. Soria y M.G. López, o espirituales, pero, sin duda, todas ellas objeto
de deseo por el hombre, representado aqui bajo La fonna de un cazador.
Si, como pensamos, la pintura esquemática hay que relacionarla con sociedades ya productoras, la presencia de composiciones cinegéticas como ésta de la Tinada l en conjuntos esquemáticos habría que considerarla como una pervivencia de dicha actividad en la economía del
grupo, y desde un plano espiritual, trascendente, como una reminiscencia de una etapa anterior
en la que lo sagrado se capta a través de la figura animal, al encamar éstos las energías vitales
del bosque y las fuerzas supremas de la naturaleza ( 11).
ASPECTOS TÉCNICOS
Interesantes se nos presentan estas pinturas de la Tinada del Ciervo por lo que a los procedimientos técnicos se refiere, sobre todo en los procesos de ejecución y en el concepto de representación y uso de la perspectiva. Sobre el proceso de ejecución hemos de establecer, no obstante, una diferenciación entre los abrigos del conjunto. Mientras que en las covachas lH y IV el
trazo está en consonancia con el tipo más generalizado en la pintura esquemática, caracterizado
por sus perfiles imprecisos y por no cubrir las irregularidades de la roca, impregnando sólo las
partes más sobresalientes de la misma, en los abrigos I y n, el trazo sí destaca por mostrar unos
bordes muy precisos, apreciable incluso en detalles como las puntas de las cornamentas o el arma
(9) J. CLOTTES y D. LEWIS-WILLIANS:Les chamanes de la Préhistoire. TranSI!et magie dans les groues omées, Ed. Seuil,
1996, París.
(lO) J.F. JORDÁN MONTES: Diosas de la montaiia, espíritus IUtelares, seres con máscaras vegetales y cbamanes sobre árboles en el arte rupestre levantino espaMI (Sureste de la Península Ibérica). Zéplryrus, 51, Salamanca, 1999, págs. 111- 136.
(11) P. LEVilQUE: Bestias, Dioses y Hombres. EL imaginario de las primeras religiones, Universidad de Huelva, Huelva,
1997.
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MIGUEL ÁNGEL MATEO $AURA YANTONIO CARRERO CU
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del cazador del abrigo 1 siendo además una línea que impregna todo el soporte. En cierto modo
,
y bien entendido este postulado, diríamos que este trazo nos recuerda mucho más al tipo levantino que al esquemático. Por lo que se refiere a la posible representación levantina de la cavidad
U, ésta muestra la combinación de la línea de perfiles regulares, baste observar el detalle de la
cola, y la superficie homogénea de color a modo de tinta plana para el cuerpo del animal.
Mayor concordancia con las ' directrices generales' del estilo esquemático encontramos en
los conceptos de representación. Aqui también recurre el artista a la abstracción de los motivos,
a la eliminación de detalles superficiales en favor de aquellos otros rasgos que resultan suficientes para su identificación, como son, en este caso, las cornamentas, bien de cápridos o de cérvidos. Quizá la única licencia que el pintor se permitió fue la de mostrar una cornamenta exagerada en algunos de los ciervos de los abrigos l y U, irreal tanto por su tamaño, excesivamente grande, como por su abusiva ramificación. No obstante, como hemos señalado, parece que ello está
supeditado a un simbolismo especial que pudo convertir a esas figuras en las más importantes de
los distintos paneles pintados. Para el resto de motivos que no son los cuadrúpedos o los humanos, el grado de abstracción ha sido tal que sólo se presentan a modo de barras verticales o signos para los cuales no es posible determinar una tipologla explicita que aclare su significado.
Más interés tiene, en cambio, el empleo que se hace de la perspectiva. Tratadas individualmente, Las representaciones permanecen fieles a la norma de mostrarse desde un punto de vista
lateral, aunque con detalles corno las cornamentas pintados en una perspectiva frontal. Todo ello,
en pro de la faciJjdad de identificación de las figuras y de comprensión del mensaje que encierran.
Por su parte, concebidas de forma colectiva es posible percibir una intención de búsqueda
de la tercera dimensión. Lo vemos en la composición de caza del abrigo 1, en La que por delante
del cazador, los tres cuadrúpedos menores van disminuyendo progresivamente su tamaño conforme se alejan del mismo y, a la vez, respecto del punto de vista del espectador. Mientras, el
ciervo, con un tamaño mayor, al margen de su cornamenta, parece situarse en un plano más próximo al espectador con relación a aquellos, intercalado entre los otros cuadrúpedos. Algo parecido nos encontramos también en los cercanos Abrigos de Huerta Andara, concretamente en el
abrigo I, en donde un grupo de tres cuadrúpedos aparece también con una disposición escalonada en el plano de representación y con ligeras variaciones de tamaño entre ellos (12).
Sin embargo, en el otro grupo de animales situados más abajo, la búsqueda de la tercera
dimensión, si es que la hubo, se plasmó tan sólo en el escalonamiento de los animales pero no
en una diferenciación de tamafios.
MARCO CRONOLÓGICO Y CULTURAL
Para el encuadre cronológico de las pinturas, en el estado actual de la investigación hemos
de recurrir a los datos generales con que contamos a la hora de fechar el fenómeno rupestre
( 12) MATEO y CARREÑO: Op. cit. en la nota 2.
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EL ARTE RUPESTRE DE LA TINADA DEL CIERVO (NERPIO, ALBACETE)
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esquemático, aún cuando algunos otros datos parciales como el aportado por M. Soria y M.G.
López ( 13) acerca del hallazgo de un enterramiento en cueva fechable a finales del m milenio a
C. en el entorno próximo a las pinturas pudieran servir para puntualizar un tanto el marco general esbozado.
Por el momento, la pintura rupestre esquemática se nos presenta como una acción cultural
y, sin duda, religiosa, que hunde sus raíces en el Neolítico antiguo y llega en sus últimas manifestaciones hasta fechas más recientes (14). La identificación de representaciones humanas, cuadrúpedos y signos puntiformes, soliformes o ramiformes. entre otros, muy próximos a los modelos pintados y que forman parte de la decoración cerámica en contextos del Neolítico antiguo y
medio en la Comunidad Valenciana y en Andalucía ha permitido adelantar la cronología de parte
del código esquemático hasta esas fechas neolíticas. En este marco hemos de considerar también
la fecha radiocarbónica obtenida en los Abrigos del Pozo de Calasparra (Murcia), en cuyas paredes hay cerca de medio centenar de figuraciones esquemáticas de cuadrúpedos y signos, y en
donde un nivel Neolítico en el que aparecieron restos de pigmento mezclados con el sedimento
aportó la fecha de 6260 ± 120 B.P. (15).
Dados estos paralelos materiaJes y con ellos la cronología neolítica de parte del código
esquemático, hace tiempo que vinculamos su nacimiento con el nuevo sistema económico productor que se va implantando y en el que la pintura sería la forma de expresión de una espiritualidad estrechamente relacionada con esas nuevas formas de vida económica ( 16). Se inicia
entonces un proceso continuo de formación del corpus iconográfico esquemático en el que el
substrato indígena debió jugar un papel destacado, sobre todo si tenemos en cuenta que en algunos lugares ya existe otro arte rupestre, el levantino, desarrollado también con un importante
trasfondo religioso.
Si la superposición de elementos esquemáticos sobre levantinos al modo en que lo vemos
en la Cañada de Marco en Alcaine, el Abric de Jes Torrudanes y Barranc de la Carbonera n en
Beniatjar, la Cueva de la Vieja en AJpera, Molino de Juan Basura en Nerpio o los varios del Rio
Vero, en Huesca, pudieran indicar cierta posterioridad de lo esquemático respecto de lo levantino, la aparición de motivos levantinos sobrepuestos a otros esquemáticos en el Barranc de la
Palla en Tormos, Solana de las Covachas IX y Barranco Bonito en Nerpio, y, aunque más problemáticos, en Cantos de Visera en Yecla y Cueva de la AraBa en Bicorp, revela una más que
probable etapa de convivencia de ambos estilos durante un periodo de tiempo determinado.
A pesar de ello y aunque algún autor considere a la pintura levantina el marco de origen de
(13) SORIA y LÓPEZ: Op. cit. en la nota l.
(14) P. ACOSTA MARTÍNEZ: m arte csqucmáúco ibérico: problemas de cronología preliminares. Scripta Praehistorica.
Francisco Jordá Oblata Salmanticae, Salamanca, 1984, págs. 31-61. B. MARTi OLIVER y M.S. HERNÁNDEZ PÉREZ: El
Neolitic valencia. Art rupestre i cultura material, Valencia, 1988. M. SORJA LERMA y M.G. LÓ PEZ PAYER: Aproximación al
estudio del significado de la pintura rupestre postpaleolitica del sureste peninsular. Ars Praehistorica, Vli-Vlll, Barcelona, 1989,
págs. 167-182.
(15) C. MARTfNEZ SÁNCI·IEZ: Nueva datación de CI 4 para el Neolítico de Murcia: los Abrigos del Pozo (Calasparra).
Trabajas de Prehistoria, 51, n"l, Madrid, 1994, págs. 157-161.
(16) M.A. MATEO SAURA: Las pinturas rupestres esquemáticas del Abrigo de la Fuente, Callado de la Cruz (Moratalla,
Murcia). Caesaraugusta, 68, Zaragoza, 1991, págs. 229-239. MATEO SAURA: Op. cit. en la nota 7.
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M IGUEL Á NGEL MATEO SAURA Y ANToNIO CARREliiO CUEVAS
la esquemática ( J 7), compartimos la idea de que Jos motivos y signos esquemáticos no son consecuencia de una transformación de las formas levantinas, sino que nacen a raíz de la introducción de conceptos simbólicos nuevos (18), aunque esta convivencia entre ambos estilos sí pudo
reportar un trasvase de elementos, no sólo de procedimientos técnicos sino también de conceptos, que se adaptan a L nueva forma de expresión.
a
El perfeccionamiento de las técnicas agrícolas y ganaderas, y la consolidación del sedentarismo, entre otros, podrían ser agentes de cambio en la expresión plástica, cuya complejidad
aumentarla con la asimilación de las técnicas metalúrgicas, el comercio de metales o el dominio
de las rutas comerciales (19). Ejemplo de esta agregación progresiva de motivos puede estar
representada por los llamados ' ídolos', con presencia destacada en contextos calcolíticos y que
parece que el substrato indígena asimila y transforma, adaptándolos a su modo particular de
expresión (20).
Serán esos mismos logros técnicos, las continuas influencias y el estadio evolutivo del grupo
social en que se desenvuelven, entre otros factores, los que darán lugar a una creciente diversidad cultural que, con el paso del tiempo, supondrá el paulatino abandono del arte rupestre como
medio de expresión de las ideas que lo crearon.
(17) E. RlPOLL PERELLÓ: Cuestiones en tomo a la cronología del arte postpaleolltico en la P1.:nínsula Ibérica. Simposio
In/emocional de Arte Rupestre, Barcelona, 1968, págs. 165-192. E. RIPOLL PERELLÓ: Acerca de algunos problemas del arte rupestre postpalcolltico en la Península Ibérica. Espacio, 7iempa y Forma, Serie 1, 3, Madrid, 1990, págs. 71-104.
( 18) A. BELTRÁN MARTÍNEZ: Megalitismo y arte rupestre esquemático: problemas y planteamientos", Mesa redonda sobre
el megalitismo peninsular. Madrid, 1984, Madrid, 1986, págs. 21-32.
(19) BELTRÁN MARTÍNEZ: Op. cit. en la nota 17.
(20) ACOSTA MARTÍNEZ: Op. cit. en la nota 13.
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ARCHIVO Da PREiflSTORIA LEVANTfNA
Vol. XXJV (Valencia, 2001)
NORBERTO M ESADO ÜLIVER
*
SOBRE EL ENEOLÍTICO Y LA EDAD DEL BRONCE EN TÉRMINO DEL
MUNICIPIO DE ARTANA (LA PLANA BAIXA, CASTELLÓN) A TRAVÉS DE
UNA "DEESSA" ESCULTURADA Y DOS CAVIDADES:
LA MASADETA Y ELS CASTELLETS
l. INTRODUCCIÓN
E l estudio del Eneolítico en la comarca de la Plana Baixa queda reducido, en la bibliografia
arqueológica, al singular yacimiento de Villa Filomena (Vila-real) (1) y a la sima del Racó de la
Tirana (Artana) (2). El hallazgo casual de la primera estación, acaecido al roturar en 1922 unos
terrenos junto al Millars, en término de Vila-real, propiciaría trabajos de salvamento que, como
recoge el Dr. D. Francisco Esteve Gálvez, se llevaron con excesiva premura y una falta absoluta de método científico, terminando por extraviarse, con el tiempo, el material encontrado, salvo
el recuperado después por el propio Esteve Gálvez. Tuvo mayor suerte la cavidad del Racó de la
Tirana, puesto que su excavación, realizada en 1925, se llevó con método por nuestro amigo D.
Juan Tomas Marti ante la presencia del propio Esteve Gálvez.
Poco más sabremos, hasta que a fmes de la década de los cincuenta recogíamos en las laderas del cerro del CasteU de La Vilavella y en un campo contiguo (El Racó de Focs) algunas puntas llticas de flecha con aletas y dos fragmentos de vaso campaniforme (3); y en 1975, previo los
permisos oficiales pertinentes, excavábamos, conjuntamente con J.L. Viciano, la menuda cavidad de Els Castellets, con enterramientos múltiples pertenecientes al Bronce de Transición,
igualmente en término del municipio de Artana
• Muscu Arqueologic Comarcal de la Plana Baixa - Burriana.
(1) Feo. Esteve Gálvez: "Cerámica de cuerdas en la Plana de Castellón". Tirada a parte de la Crónica del IV Congreso
Internacional de Ciencias Prehistóricas y Protohistóricas (Madrid, 1954), pág.544. Zaragoza, 1956.
(2) Feo. Esteve Gálve-.t: "La cueva sepulcral del Racó de la Tirana (Artana, Cnstcllón)". Pyrenae, 3, págs. 33 a 43. Instituto de
Arqueología y Prehistoria. Universidad de Barcelona, 1967.
(3) J. Vicent Cavaller: "Arqueología". Articulo inserto eo la obra "La Vilavella", por C. Domingo Pércz ct nlii. Lám. U.
Valencia, 1977.
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Fig. 1.- " Deessa" de la Vall d ' Artana. Vistn posterior con anterioridad a su restauración.
Fig. 2.- La " Deessa" de la Vall d ' Arta na tras su restauración. Vista frontal.
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También a don Juan Tomás i Martí se debe el hallazgo y conservación en su domicilio de
Artana, hasta su fallecimiento en 1978, de una singular escultura de tipo ancoriforme (fig. 1
),
encontrada hacia 1922 en la partida de "Les MaUades", la cual delimita con L Rapida en las cera
canías de la cavidad de La Masadeta, pieza ya estudiada en 1932 por el propio Esteve, aunque
inédita, hasta que con su restauración en 1997 por la Dirección General de Patrimonio Artístico
de la Generalitat Valenciana (fig. 2), fue presentada en los actos del "XXX Aniversari del Museu
Arqueologic Comarcal de la Plana Baixa - Burriana" (4).
Por tal conjunción de novedades, damos a conocer seguidamente la pieza esculturada y las
dos cavidades - "La Masadeta" y "Els Castellets"- , ampliando el conocimiento que basta ahora
teníamos del horizonte Eneolítico y del Bronce en este sector de Sierra Espadán tan cercano al
Mediterráneo.
ll. LA "DEESSA" DE LA VALLD'ARTANA
Entre las importantes piezas arqueológicas que D. Juan Tomas i Martf poseía, destacaba, por
su enorme curiosidad, una escultura de piedra calcárea común en Las riberas de la Rambla, el
cauce que centra el paisaje de este valle interno perteneciente al municipio de Artana. Pero aunque sepamos con certeza que la estatua es de este término, hay discrepancia en cuanto a su punto
de origen (5).
Se trata de una figura antropomorfa, esquemática, esculpida en piedra toba. Sobre una base
prismática se alza un cuerpo del que nacen dos pares de brazos simétricos que curvan en media
luna hacia lo alto, enmarcando una masa discoidal que se defme como la cabeza de esta singular pieza. Sus caras son lisas, aunque acusan la rusticidad de este tipo de piedra porosa, no apreciándose sef!ales del instrumental de su artífice. Su eje vertical alcanza una altura de 52 cm., siendo su ancho de unos 14 cm. (fig. 3). Es, por ello, la escultura mueble Eneolitica más grande que
conocemos en la Peninsula, puesto que las piezas ancoriformes, sobre hueso, que más paralelos
acusan, son el idolillo de los Blanquizares de Lébor (Totana), con unos 53 mm. de altura, y el de
la Cova de la Barcella (Torremanzaoas), con 38 mm. (6). Estas dos figuri llas serian para Almagro
de origen troyano-cicládico, perteneciendo al "Tipo IJ" de su clasificación, que denomina "cruciformes", aunque dentro del subgrupo de los "ramiformes", siendo en su opinión. estas últimas
piezas, "de la fase más tardia del tipo" (7).
(4) N. Mesado y M. Roca: "L'Idol Eneotiúc d'Artana (La Plana Baixa). Tractament de conscrvació i rcstauració aplica!".
Conscrvació i Restauració del Patrimoni Históric Valencia. Coordinació, J. Ll. Gil i Cabrera. Direcció Territorial. Castelló, 1997.
Dicho trabajo seria reproducido de nuevo, con el título " La Deessa EneoiJtiea de la VaU d' Artana", por la Socictat d' Amics de la
Serra Espadé, en su bolet!o "Camp de 1' Espadar", 2. Agost de 1998, con el aditamento del dibujo frontal de la escultura realizado
por Estcve Gálvez en 1925.
(S) Su fotografia ha sido divulgada por la propia Consclleria de Cultura conjuntamente con otras postales que muestran los
bienes culturales que la Generalitat Valenciana ha ido restaurando.
(6) M. Borrego, F. Sala y J. Trelis: "La «Cova de la Barcella» (ToJTeiJlllliZ8Ilas, Alicante)". Catálogo de Fondos del Museo
Arqueológico (lV), pág. 145, l. Diputación Provincial. Alicante, 1992.
(7) M. Almagro: "Elldolo de Cbillarón y la tipología de los ídolos del Bronce 1 Hispano". Trabajos de Prehistoria, XXll, pág.
23. Madrid, 1966.
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Fig. 3.- Pla no frontal y sección vertical de la " Dccssa" de Artana.
Según relato del propio don Juan Tomás Martí, nuestra escu ltura procedía de la partida de
'·Les Mallades". ubicada a poniente de ese importante cerro ibérico denominado El Solaig. Se
trata de una zona del término del municipio Artana con yacimientos del tercer milenio antes de
Cristo, lugar de origen - Les Mallades- que igualmente recuerda D. José Herrero, excelente
amigo de "Juanito Coloma", mote cariñoso con el que todos conocíamos a don Juan. Por ello
extraña que el propio Estcve Gá lvez, en un original que amablemente nos ha facilitado, datado
en diciembre de 1932, apunte que la pieza fue recogida junto a la ''Cova del Teniente", y por ello
cerca del término de ules; pero igualmente anota que había sido encontrada por D. Vicent
Tomás i Marti. hem1ano de D. Juao, en La Rapita, alto monte que se ubica al NE del pueblo,
junto a Les Penyes Aragoneses, topónimo La Rapita- que habla a las claras de un "ermitatge
musulma fortificat'' (A icover), aunque el ídolo o "deessa" en cuestión bien poco va a tener que
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SO ORE EL ENEOLÍTICO Y LA EDAD DEL BRONCE EN TÉRMINO DEL MUNICIPIO DE ARTANA
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ver con la religión de Mahoma. El hecho es que el Dr. Esteve Gálvez, no encontrando en la
Rapita restos prehistóricos siguió indagando, y un buen día supo por don Juan Martí Portalés que
tan singular figura fue encontrada, como se ha dicho, junto a la Cova del Teniente, donde Esteve
detectó un menudo covacho con restos humanos y cuentas de collar, a escasos metros de esas dos
magníficas piedras caballeras con pocetas en sus cimas, claro signo de ritos esotéricos (8).
Pero como tantas veces le oímos relatar a don Juan Tomás que la pieza procedía de la partida de Les Mallades, por otro lado cercana al cerro de La Rápita, es de creer que la "deessa" no
proceda de los alrededores de la Cova del Teniente. Lo que sí que todos coinciden es que tras su
descubrimiento, roturando unos bancales, se puso sobre un ribazo en espera de ir a por una cabalgadura para su más cómodo traslado; pero cuando se volvió para recogerla, algún transeúnte, o
animal, la había derribado, rompiéndose al caer los dos brazuelos derechos, rotura que fue restaurada empastando, simplemente con yeso, los brazos. Y así perduraría hasta el año 1997, puesto que tras su adquisición por el Magnífico Ayuntamiento de la Ciudad de Burriana a los herederos de don J. Tomás i Martí, la ConseJleria de Cultura se hizo cargo de su repristinación (9).
Hoy podemos contemplar tan destacado haJlazgo arqueológico en una de las salas del Museu
Arqueologic Comarcal de la Plana Baixa, siendo, sin duda, una de las piezas capitales del tercer
milenio a. de C.
Comentario
Dentro del Arte Esquemático Bneolítico, de un claro y contundente simbolismo, van a ser
los idoliformes los ideogramas más novedosos y representativos, figuras desconocidas en nuestra Península con anterioridad (y posterioridad) a la eclosión de esta foránea manifestación cultural de raíz mediterránea, cuya dispersión no excluye el País Valenciano, puesto que raras son
las estaciones con Arte Naturaüsta que no dispongan, en la periferia de tales representaciones,
de alguno de sus pictogramas. Más raras serán las manifestaciones muebles, la mayoría sobre
hueso, que venían haciendo acto de presencia al sur del río Xúquer (lO), y dejando sin ellas la
zona norte, hasta que la casualidad dio con ese gran idolifonne, esculturado sobre piedra, que
hoy se conoce como la "Deessa d 'Artana". Dentro, pues, de su esquematismo ancoriforme, de
brazos en eje semicircular, abiertos hacia lo alto (simbolismo en los antropomorfos de petición
u oración), tendremos que buscar sus paralelos. Son éstos variados y plurales; pero vamos a fijarnos en los representados en la fig. 4, por creerlos suficientes. Su dispersión cubre una gran área
geográfica, la cual, desde Sierra Morena ascenderá en arco hasta cubrir el País Valenciano y
alcanzar el Alto Aragón.
Los idoliformes sobre huesos L
argos, con decoración pintada o incisa -el "Tipo IV" de
(8) J. Llídó Herrero: "Huellas del Espíritu en la Prehistória Castellonense". Universitat Jaume 1 y Servicio de Publicaciones
de la Diputacióo Provincial. Castellóo, 1999.
N. Mesado y J.LI. Viciaoo: "Petroglifos en el septentrión del Pars Valenciano". A.P.L., vol. XXI, pág. 233. Valencia, 1994.
(9) La estatua había perdido la mayor parte de los dos brazos del lado izquierdo, y el exoeso de yeso ocultaba y defonnaba los
derechos. También presentaba pérdida del extremo derecho de la base.
(JO) J. Oemabcu: "La Cova del Garrofcr (Ontinycnt, Valencia)". A. P. L., vol. XVI, pág. 86. S.l.P. Valencia, 1981.
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Almagro-, como el magnifi co ejemplar de la Ereta de Navarrés, o los de la Cueva de la Pastora
de Alcoi, o los de Almizaraque, sus circulares ojos radiados van a quedar centrando repetidos circulas concéntricos con el objeto de "hipnotizar", creemos, a quienes fijamente los contemplan.
ldoliforrnes muy cercanos a estos aculados, igualmente radiados, comportan los recipientes de
la sepultura n° 15 de Los Millares (11 ), vasos rituales, para La muerte, que también incluyen una
decoración de ciervos machos entre hembras, signo de la renovación y por ello de la vida naciente. El ciervo "es el heraldo de la luz que guia hacia la claridad diurna". También por su alta cornamenta, que muda periódicamente, este animal "se compara a menudo con el árbol de la vida"
( 12), signo siempre de renovación ciclica, fecundidad y longevidad (13);junto a ellos tendremos
los grandes aculados, los "oj os de búho" o " lechuza", animal que "por no afrontar la luz del día
es símbolo de obscuridad", expresando en Egipto "el frío, la noche y la muerte". Tenddamos,
pues, en estos recipientes de los Millares, fabricados y decorados expresamente para acompañar
despojos humanos, el simbolismo de la propia vida.
Similares aculados los veremos repetirse en los ídolos-placa, elementos igualmente funerarios en su mayoría, cuyos ojos soliformes quedan enmarcados por "cejas" y separados por un
tabique vertical que desciende hasta alcanzar, o cortar, varias líneas horizontales bajo las cuales
puede apreciarse una decoración repetitiva en fajas, con teorías de triángulos levemente incisos,
ideograma del vestido de tales deidades. En la secuencia gráfica que hemos citado (fig. 4), podemos ver cómo en los idoliforrnes procedentes del SO los ojos quedan enmarcados por "cejas"
semicirculares (recordemos que el búho real ibérico presenta sobre sus ojos plumas alzadas en
arco), mientras los valencianos hallados en Penya Escrita (Tárbena) (14) o la Vall de Toliu (Gilet)
(15) (n° 7 y 8), o incluso el oscense de Barfaluy (Bárcabo) ( 16) (n° 9), tienen recto el encuadre
superciliar, aunque no faltan los aculados protegidos por un semicírculo solamente, ahora posible representación de la bóveda craneana como veremos en el abrigo del Castell de Vilafamés
(n° 12) (17) y la Roca deis Cirerals de Ares (n° 10) ( 18), ambos en Castellón; o el calificado de
"excelente ejemplar'' hallado en el Abric l del Barranc de Famorca (n° 11) ( 19), figuraciones
igualmente cercanas, aunque ahora sin ojos, al idoliforme encontrado en la Galería de la Partició
(Castellón), paralelizado por Sarriá con los del Peñón del Águila y el Reboso del Chorrillo, estos
ya aculados (20). Tales representaciones, en el SE, llegan a metamorfosearse puesto que se trans-
( 11) Luis Siret: "Orientales y Occidentales en Espaila en los tiempos prehistóricos". Colección Siret de Arqueología, l. Arráez
Editores, pág. 115, figs. 12 y 13. Almeria, 1994.
(12) J. Chevalier y A. Gbeerbrant: uDiecionario de los símbolos". Edit. Herder. Barcelona, 1986.
(13) J.L Morales: "Diccionario de Iconología y Simbología". Ediciones Taurus, S.A. Madrid, 1986.
(14) M. Hemández, P. Ferrcr y E. Catala: "Arte rupestre en Alicante". Banco de Alicante, fig. 400, n• l. Alicante, 1988.
(15) N. Mesado: "El Eneolitico en Villafamés (Castellón)". Pcnyagolosa, 10. Excma. Diputación. Castellón, 1973.
(16) Vte. Baldellou: "Los Covachos Pintados de la Partida de Barfaluy". Parques Culturales de Aragón. Diputación General
de Aragón. Zarago7.a, 1992.
( 17) A. Beltrán: "Las pinturas esquemáticas y abstractas del Castillo de Villafamés (Castellón)'". Tirada a parte de
«Caesaraugusta» y "MonograOas Arqueológicas", 5. Zaragoza, 1968.
( 18) R. Viñas, E. Sarriá y F. Monzonis: "Nuevas manifestaciones de Arte Rupestre en el Maestrazgo". C.P.A.C., n• 6, pág. 113
y fig. 10. Castcllón, 1981.
( 19) Op. cit., nota 14, pág. 291.
(20) E. Sarriá: "Las pinturas esquemáticas de la CJ81erla de la Partició (Morella la Vella, Castellón)". Bajo Aragón, Prehistoria,
VII-VIII, 1986-87, pág. 207, Og. 3. Zaragoza, 1988.
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Fig. 4.- Conjunto de pintoras rupestres con oculados.
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Fig. 6.- Detalle de la cabeza del ídolo de la fig. S.
de la Cabeza, Valencina de la
Concepción, SeviiJa.
Fig. 7.- Ídolo placa procedente del Cerro de la
Cabeza, Sevilla.
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formarán en una figura antrópica sin perder los atributos de los oculados puros, caso de los representados en Cantos de la Visera, Vacas de Retamoso y Los Órganos (fig. 4, n° 4, 5 y 6), éste último ya con un cuerpo bitriangular y grandes ojos mínimamente radiados, recordándonos los de
Las placas de los sepulcros colectivos. Otra sobresaliente estatuilla, ahora de hueso, es la encontrada en el pozo n° 1, a casi 8 m. de profundidad, en el yacimiento sevillano del Cerro de la
Cabeza (Valencina de la Concepción), hoy en el Museo Arqueológico Provincial de Sevilla (fig.
5). Se trata de ''uno de los yacimientos arqueológicos de la Edad del Cobre de mayor importancia de todo el Mediod1a Peninsular" (21). Lo conforman un conjunto de estructuras formadas por
tholos, zanjas, silos y pozos profundos, los cuales estaban colmatados por los detritus de un hábitat entre los que "en algunas ocasiones se hallan también restos humanos, sin que podamos pensar por ello que se hayan utilizado como lugar habitual de enterramiento" (22), idea que convendrla aplicar al yacimiento de Villa Filomena, exponente en nuestro País, junto con los poblados de Les Moreres, Ereta del Pedregal y Arenal de la Costa, del impacto cultural campaniforme. Los restos humanos encontrados en Villa Filomena formaban parte del conglomerado antrópico que rellenaba los silos de esta estación, cuya necrópolis habrá que ubicar en los plurales
covachos colgados de los acantilados que abre el Millars en este tramo del ermitorio de la Virgen
de Gracia de Vila-real, en el que hace asiento esta singular estación arqueológica.
Entre los detritus del Cerro de la Cabeza destacan una pluralidad de idolillos sobre hueso.
Existen igualmente sobre piedra y cerámica. De todos ellos sobresaldrá, como hemos dicho, el
encontrado en el Pozo 1°. Su estilización y excelente morfología realista, si exceptuamos la cabeza, es un buen trasunto de las estatuillas cicládicas del Egeo, influencia ya apuntada por
Fernández y Oliva "puesto que la idea es la misma" (23). También para Almagro las pequeñas
piezas ancoriformes de Lébor y Barcella (variantes de su Tipo ll) tendrlan origen en el
Mediterráneo Oriental (Troya ll, 2400/2300 a.C.), paralelos que también señala para su Tipo I o
"tipo El Garcel", como Jo deben tener los propios "idolos violín", incluyendo igualmente la
pequeña escultura sobre piedra de la Cova de la Pastora, más cercana al Tipo VID en el que
Almagro incluye el ídolo de Almizaraque (24), a no ser que la pieza valenciana sea una adiposa
venus paleolftica, "reciclada".
Pero la pieza de Valencina de la Concepción difiere de tales paralelos por su impactante
cabeza (fig. 6) con su par de ojos circulares en huecorrelieve, enmarcados por los arcos ciliares
y los otros dos, ahora dobles, que en semicirculo y desde la base de la nariz (tenidos, creemos
que impropiamente, por "líneas de tatuaje facial" (25)), cubren las mejillas, elementos que
{21) F. Femández G6mez y D. Oliva Alonso: "Los ídolos calcolíticos del Cerro de la Cabe7,.a (Yaleocina de la Concepción,
SeviUa)". Madrider Mitteilungcn, 21, págs. 20/44. Heidelberg, 1980.
(22) Op. cit. nota 20, pág. 25.
(23) Op. cit. nota 20, pág. 38.
(24) Op. cit. nota 6, pág. 27.
(25) Si la idea de este tipo de faz esquemática derivara de las caras de las aves nocturnas tipo búho, las l.lneas que presentan a
ambos lados del extremo basal de la banda vertical o nariz, serían los plumones a modo de bigotes que tiene, sobre todo, el búho ibérico. Tal representación, por lo anotado con anterioridad, iría ligada a la muerte y no simbolizarla, como ha venido citándose, la divinización de la fertilidad de la tierra; pero si nos fijamos en los ideogramas n" 1, 7, 8 y 9, tales paralelas podrlan representar los brazos de la idea primaria, como parece seguro, cuanto menos, en la pintura rupestre cercana a Sagunto (fig. 4, n• 8).
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Fig. 8.- ldolüormes de la Cova de la BarceDa, Barranc del Garrofer y Vall d' Artana.
siguen recordándonos los pictogramas-ídolos de la fig. 4, idea que perdura igualmente en las placas de pizarra. como podremos observar en la encontrada en el destruido tholos del Cerro de la
Cabeza, cuyos "ojos soles" aparecen radiados por unas pestañas levogiras para acentuar, más si
cabe, su poder hipnótico (fig. 7). Si observamos la acumulación de los idolífonnes de la fig. 4,
será fácil ver cómo Los "motivos primarios" (ojos, banda vertical o nariz y arcos ciliares y mandibulares) de este tipo de faz, aparecen en todos ellos - también en los ídolos placa-, así como
en aquellas figuras (n° 4, 5 y 6) que tienden, con claridad, hacia un proceso de "humanizar" la
propia divinidad que puedan representar, y cuya mayor metamorfosis la alcanzan los idolillos,
sobre huesos largos, de Valencina de la Concepción, con una cronología absoluta que ronda c1
2000 a.C., yacimiento sin campaniforme. Idoliformes, éstos, tan iguales a Jos de Marroquíes
Altos y Torre del Campo de Jaén, que se cree puedan pertenecer a "una misma mano" (26). Se
trata del "Tipo X" de Almagro, que Jos supone "de origen cretense más que cicládico" y corresponderían al Minoico Último m, cerca del 2000 antes de Jesucristo (27). Para Femández y Oliva
estas estatuillas de marfil, con Jos brazos siempre cruzados sobre sus cinturas "confundjdos uno
con otro", son muy frecuentes en las necrópolis de las islas Cícladas, con algunas diferencias de
detalle, pero la idea, dicen, "es la misma" (28). Tales diferencias estarían, sobre todo, en sus ros-
(26) Op. cit, nota 20, pág. 37.
(27) Op. cit. nota 6, págs. 29 y 39.
(28) Op. cit. nota 20, pág. 37.
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tras, así como en la posición de los antebrazos que, en los idolifonnes cicládicos siempre se
superponen individualizados y no confundidos como en las piezas andaluzas. Otra diferencia
estaría en los sexos, pues mientras tales figurillas hispanas son claramente masculinas, las del
Mediterráneo Oriental son femeninas, entroncándose por ello con la idea de la diosa madre vinculada con la ferti lidad. Y es que nuestro mar ha sido en todo tiempo, como apostilla FemándezMiranda, más que una barrera una autentica "autopista" (29), recordándonos la genial frase de
Platón: "nosotros, los que vivimos desde Fáside a las Columnas de Heracles, habitamos en una
minúscula porción (del mundo), agrupados en tomo al mar como hormigas o ranas alrededor de
una charca" (30).
Se trata de un grupo de idoliforrnes e n los que "impone su mirada fija, penetrante e impenetrable", con su "estatismo y mutismo" (31), cuyo mensaje e idea s igue siendo la misma que
milenios después recogeran las deidades de los pantocrators románicos que prodigará el cristianismo, aunque los dioses eneolíticos no "tendrán su continuación en las etapas prehistóricas
siguientes" (32), un hecho más (y ahora muy importante) que apuntala cuanto defendemos: que
la Edad del Cobre bien poco tiene que ver con la del Bronce, puesto que ambos horizontes no
han tenido préstamos cultuaJes psíquicos, de tal modo que el conjunto de tradiciones, creencias
y costumbres propias de las clases populares eneolíticas no van a poderse rastrear, cuanto menos,
en el País Valenciano, hecho que sólo puede tener una lectura: que el denominado Bronce
Valenciano nada tiene que ver con cuanto entendemos como un Eneolftico tardío: el H.C.T.
Es dificil saber, de dónde y por qué vía alcanza la Deessa de Artana nuestra comarca.
También ha podido labrarse aquí, puesto que existe toba, pero con ello se trata de dar cuerpo
material para que sea venerada, a una idea cultual llegada con el Eneolítico, extinguiéndose tras
él, puesto que nada parangonable podemos atribuir a la Edad del Bronce, hecho que pone de evidencia cuanto hemos dicho: la disparidad de ambas culturas, aunque se s igan utilizando como
sepulcros las cuevas, y no creemos que eUo se deba considerar "com una pervivencia de perlodes anteriors" (33). Nada semejante conocemos en el mundo de los Millares, el asentamiento que
con mayor fuerza ha podido catapultar una Cultura.
La singular escultura del término de Artana nos ha llegado s in decoración alguna, aunque no
dudamos que en origen la tuvo, estando, posiblemente, revocada y pintada. En tal sentido tendríamos un buen paralelo en la figura rupestre alicantina del Abric li de Garrofers, con dos pares
de brazos alzados, cabeza aculada y tocada con plumas, o tal vez radiada al estilo de las simbólico-expresionistas de Petracos, figurilla cuya base en "coxis" poco difiere, por su perfil, de la
castellonense (fig. 8, n° 2).
En la fig. 9 hemos agrupado varios "ramifonnes", tanto pintados como incisos, que hay que
darles, también, un significado cultual, en su mayoría con los "brazos" superior alzados en acti-
(29) M. FemAndez-Mitanda: "Secuencia cultural de la Prehistoña de Mallorca". Biblioteca Prachistoñca Hispana, Vol. XV,
pág. 333. Madñd, 1978.
(30) Platón: "Fedón", 109.6
(31) Op. cit. nota 20, pág. 43.
(32) Op. cit. nota 20, pág. 43.
(33) J.l... Simón: "t..es soeietats delll mil.lcnni a.C. al Montgó". Aguaits, n• 13-14, pág. 162. lnstitut d' Estudis Comarcals de
la Mañna Alta. Xllbia, 1998.
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Fig. 9.- Conjunto de pinturas y grabados rupestres con figuras antropomorfas con los brazos
levantados.
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Fig. 10.- Diversos idoliformes del Sureste, seglin Jordá.
tud de oración, siendo curioso los paralelos entre la pintura de Los Guindos (n° 1) y la inscultura de Casagranja (n° 2), puesto que ambas representaciones sostienen a dos cruciformes menores (34). Al publicar la de Cantavieja, escribimos: " ... se trata de ideogramas que aúnan el gran
poder (interpretado por los múltiples brazos-ramas) de una deidad que alza en brazos a su
hijo ...".
No menos singulares son los parecidos de la pintura de Las Palomas, el grabado castellonense de Bruixes y el ideograma, trazado con pigmento blanco, del Mas del Cingle, triada con
las ramas superiores (en tridente) en actitud orante (n° 3, 4 y 5) (35); así como el parecido de
nuestra monumental escultura con dos de las representaciones de los Estrechos del Rio Martín
(n° 12 y 13), pinturas ubicadas a más de 30m. de altura sobre el cauce del río, "en la parte superior de un cantil que rebasa los 40 m." y que Beltrán define como un "santuario colgado sobre el
abismo" (36). Hay, pues, sobre una geografía extensa, un mismo lenguaje cultual representado
por unos ideogramas "similares" inexistentes con anterioridad, nacidos de otros, posiblemente
más arcaicos (fig. 7, excepto los de Lébor y Totana), hecho inequívoco de una misma Cultura de
gran personalidad, la Eneolítica, como su registro mueble, plural, refleja. Su propia pervivencia
a lo largo de todo un horizonte habla, con creces, de su compacteidad.
(34) M.G. López y M. Soria: "El Arte Rupestre en Sierra Morena OrienUll", fig. 58. La Carolina, 1988.
,
N. Mesado y J.L. Viciano: "Petroglifos co el Septentrión del País Valenciano". A.P. L., vol. XXJ, fig. 19, n• 1, y págs 255/6.
SIP. Valencia, 1994.
(35) En el cantil derecho de la desembocadura del barranco del Mas del Cinglc, en Ares, elliste un grupo de cuatro antropomorfos del más puro esquematismo. El central, que es el que hemos reproducido, mide 37 cm. de altura, estando a 1,85 m. del suelo.
Uno de los laterales fue publicado por Villas, Sarriá y Mon;¡:onís (C.P.A.C. n• 6, pág. 108, fig. S-derecha).
(36) A. Beltrán: "El arte rupestre aragonés. Aportaciones de las pinturas prehistóricas de Albalate del Armbispo y Esllldilla",
pág. 133. lbetCaja. Zaragoza, 1989.
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NORBERTO MESADO ÜUVER
ID. LA COVA DE LA MASADETA O DE LA RÁPITA
A fines del año 1990 ingresaba en el Museo Arqueológico Comarcal de la Plana Baixa, un
destacado lote de materiales, preferentemente Eneolíticos, procedente de unas excavaciones
clandestinas realizadas en la Cova de la Masadeta, del término municipal de Artana (la Plana
Baixa).
Situación
La Plana de Castellón forma un gran arco que por cuerda tiene, en un recorrido de 40 kilómetros, el Mediterráneo. Su campo queda partido por el Millars, el cual sirve para separar la zona
norte de la Plana (porción de la Plana Alta), de la sur (porción de la Plana Baixa), llanada delimitada por su interior - o poniente- por un cerco orográfico perteneciente a La Serra del Desert
de les Palmes (Plana Norte) y a la Serra d'Espada (Plana Sur). Este último sector va a quedar
conectado con La interna Vall d ' Artana por un tramo de 5 km. de La carretera de Soneja aNules,
paso natural que bordea por mediodia el gran cerro de El Solaig, asiento de un importante emplazamiento ibérico con niveles Coloniales, que enseñorea toda la comarca (37). Si nos acercamos
al pueblo de Artana por este vial (fig. 11 ), tras rebasar "El Collao" perderemos de vista la Plana
y entraremos en la "Vall d 'Artana", advirtiendo antes de alcanzarla, a mano derecha, su
Cementerio. Junto a él tiene nacimiento un camino que desciende hacia la huerta del Pinar y Les
Penyes Aragoneses, por cuyo pie tiene salida a la Plana, ya en término de Onda, la Rambla,
pedregoso cauce con nacimiento en la confluencia de los barrancos de Castro y de Eslida. Les
Penyes, majestuosas paisajisticamente, han sido heridas por una impactante cantera, pese al
esfuerzo de unos pocos (38); pero para dar con la Cova de la Masadeta no hace falta alcanzar
estas extracciones puesto que una vez rebasado el Campo Santo es conveniente tomar, dirección
SE, el Azagador de La Gitana, que vadeando la hoya de "El Pinar" remonta la cuesta faldeando
el tossal de La Rapita para adentrarse por su collado en busca de la partida de "La Viña de
Piquer", ya en la vertiente E de la sierra. Pero la Cova de la Masadeta queda aún en la vertiente
de mediodía de este collado, a escasos metros del azagador, y a unos LO m. de su carena. Aquí,
con suerte, si es que no vamos acompañados por quien la conozca, abierta al O, advertiremos,
semicamuflada entre crecidos romeros, aliagas y con un degradado algarrobo en su misma boca,
nuestra cavidad, así como el cono deyectivo de las extracciones térreas clandestinas llevadas a
cabo en ella. También se la denominará de "la Rapita" según el "Catálogo Espeleológico del País
Valenciano", quien la sitúa "subiendo a La Rápita, a unos 2,5 km. al NE de la población y a unos
438 m. de altitud"; y puntualiza: "De su interior se ha extraido tierra en gran cantidad" (3'9). Por
este detalle conoceremos que las remociones son anteriores a 1982. Aquí el paisaje acusa viejos
(37) D. Fletcher y N. Mesado: "El poblado ibérico de El Solaig (Bechi, Castcllón). S.T.V. n• 33. Valencia, 1967.
(38) Op. cit. nota 4 : "Camp de !'Espadar", 2.
(39) Catálogo Espeleológico del País Valenciano. Federació valenciana d'espeleologia, Tomo 11, pág. 107. Valencia, 1982.
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SOBRE EL ENEOLfTICO Y LA EDAD DEL BRONCE EN TÉRMINO DEL MUNICIPIO DE ARTANA
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Fig. U .- Ubicación de las cavidades de Masadeta (punto superior) y CasteUets (punto inferior) en
la Hoja N° 640 -"SEGORBE"- del l .G.C.
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Fig. 12.- Cova de la Masadeta.
abancalamientos por ribazo, con tocones de algarrobos, ladera de monte hoy colonizada por el
pino carrasco cuyo dueño es D. Enrique Llidó. El propio cerro del Castillo de Artana queda a
230° de la cueva, estando la cumbre de La Rapita, de 466 m.s.n.m., a 340°, únicos puntos significativos de este paisaje de Espadán que divisaremos desde la cavicbd. Coordenadas: Latitud, 39°
54 ' 05 ", Longitud, 3° 27' 05" del meridiano de Madrid (40).
La boca de la "Cova de la Masadeta" o "Rapita" (fig. 12) mide 95 cm. de ancha por 1,50 m.
de alta, rebasada la cual descenderemos buzadamente 3,15 m. Tras su recorrido hallaremos una
(40) Hoja N" 640 .·'SEGORBE"· D.G.J.G.C. l" Ed. 1952.
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COVA DE LA MASA OETA
AATANA plana balu
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Fig. 13.- Planta y sección vertic.a l de la Cova de la Masadeta.
sala cuyo eje central-de O a E- alcanza 10,70 m., siendo su anchura, de N a S, de 9,30 m. (fig.
13). Hoy, a causa de las excavaciones practicadas sobre el tercio lateral derecho (entrando), su
suelo desciende bruscamente, en particular en su perímetro NE, ya que una especie de angosto
cubículo buzado prolonga unos 3 m. más dicho sector, el cual sufrió las rebuscas incontroladas
de su excavación, en particular las áreas "W" y "Z", cuyo roquedal elástico, procedente de la
bóveda, fue asentado formando talud, mientras la tierra rojiza se cemfa en el exterior en busca
del material arqueológico más significativo. La cota más baja alcanzada, respecto de la boca de
la cavidad, se sitúa en el interior del cub!culo NE (punto "Z"), siendo de unos -6 m.
Según relato de A. Lázaro, el materiaJ cerámico de Masadeta (en concreto dos recipientes y
otros tiestos) fueron recogidos en el "Sector W" de la cavidad a 1 m. de hondo, perteneciendo
culturalmcnte a un Bronce muy avanzado (41); mientras el material Eneolitico se extrajo de la
cota más profunda, como hemos comentado nuestro "Sector Z".
(4 1) N. Mesado: "Los movimientos cuhuralc:s de la Edad del Bronce y el Mediterráneo como vla de llegada". S.T. V. o• 96 (ver
S.J.P. Valencia, 1998.
~Masadeta").
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Desgraciadamente, como viene ocurriendo con demasiada frecuencia, cuando un lote de
materiales es extraído violentamente de su lecho arqueológico sin otra documentación, se le
priva de algo tan importante como pueda ser su vínculo con el contexto cultural íntegro, por
cuanto sólo va a servir ya para su propia valoración crono-cultu.ral.
En 1990 también ingresaban en el "Museu Etnologic del Termet- Vila-real", materiales
arqueológicos procedentes de Masadeta; figurando otras piezas, concretamente extensos collares
y un brazalete de arquero, en colección particular.
Inventario del registro mueble
Material lítico - sílexPuntas de flecha (fig. 14)
1- Punta de flecha foliácea. Retoque bifacial cubriente. Sílex negro. Altura, 28 mm.
2- Punta de flecha foliácea. Retoque cubriente irregular con el reverso plano presentando reserva
central. Sílex blanco-t,>risáceo. Altura, 26 mm.
3- Punta de flecha foliácea. Retoque irregular cubriente. Sílex blanco. Altura, 27 mm.
4- Punta de flecha romboidal. Retoque corto bifacial, con reserva central. Silex laminar blanco.
Altura, 31 mm.
5- Punta de flecha de tendencia romboidal con aletas incipientes. Retoque invasor y bordes aserrados. Presenta reserva central. Sílex negro. Altura, 26 mm.
6- Punta de flecha romboidal, exenta, por rotura, de su extremo distal. Retoque plano. Reserva central en ambas caras. Sílex blanco. Altura, 26 mm.
7- Punta de flecha de tendencia foliaceoromboidal. Retoque plano, cubriente. Sílex blanco. Altura,
29mm.
8- Punta de flecha romboidal. Retoque plano. Caras con reserva central. Presenta una melladura en
su perfil derecho. Sílex blanco. Altura, 42 mm. (fig. 15, n° 1).
9- Punta de flecha triangular y largo pedúnculo de borde aserrado. Retoque cubriente. Exenta de su
extremo distal. Sílex grisáceo-melado. Altura, 27 mm.
10- Punta de flecha triangular. Retoque plano irregular. Sílex blanco-grisáceo. Altura, 20 mm.
ll- Punta de flecha triangular isoscélica, con aletas incipientes y apéndice. Presenta un retoque marginal regular. Con reserva dorsal en ambas caras y bordes aserrados. Exenta, por rotura, de ambos
extremos. Sílex negro mate. Altura, 34 mm.
12- Punta de flecha triangular con aletas incipientes y ancho pedúnculo que ha perdido por rotura proximal. Retoque plano marginal. Bordes de tendencia aserrada. Presenta reserva central en ambas
caras. Sílex blanco. Altura, 27 mm.
13- Punta de flecha ·triangular, con gran pedúnculo. Retoque plano, irregular, cubriente. Bordes aserrados. Sílex blanco. Altura, 41 mm.
14- Punta de flecha triangular, con aletas incipientes y ancho pedúnculo. Presenta reserva en sus
caras. Sílex grisáceo. Altura, 32 mm.
15- Punta de flecha triangular. Aletas incipientes y ancho pedúnculo triangular con el ápice redondeado. Retoque cubriente irregular. Sílex rosado. Altura, 32 mm.
16- Punta de flecha triangular, con aletas incipientes y ancho pedúnculo. Sílex blancuzco. Altlml, 29 mm.
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Fig. 14.- Cova de la Masadcta. Conjunto de las puntas de flecha, de sílex, depositadas en el
M.A.C.P.B.
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Fig. 15.- Cova de la Masadeta. Fotografía de los ej emplares más destacados de las puntas de flecha
de la fi g. precedente.
17- Punta de flecha triangular, con un pedúnculo falto de su extremo proximal. Presenta un retoque,
cubriente, irregular. Sílex blanco. Altura. 22 mm.
18- Punta de flecha triangular con pedúnculo. Exenta de su extremo proximal. Presenta un retoque
plano, irregular. Sílex blanco. Altura, 39 mm .
19- Punta de fl echa triangular con pedúnculo corto, igualmente triangular. Presenta un retoque
cubriente sobre la cara bulbar. Bordes asen·ados. Sílex blanco. Altura, 2 1 mm.
20- Punta de fl echa triangular con ancho pedúnculo, acusando el inicio de sus aletas. Presenta un retoque plano irregular, cubrienre. Sílex negruzco. Altura, 38 mm. (ñg. 15, n° 2).
2 1- Punta de fl echa triangular, con corto y ancho pedúnculo. Presenta un retoque plano sobre su cara
bu lbar, siendo su reverso plano. Tiene los bordes aserrados. Sílex amarfilado. Altura, 27 mm. (fig.
15, n° 3).
22- Punta de flecha triangular, con un pedúnculo triangular, corto. Retoque marginal con reserva central. Bordes aserrados. Sílex blanco. Altura, 27 mm. (fig. 15, nu 4).
23- Punta de fl echa losángica, con un pedúnculo triangular muy corto. Tierle aletas en "espolón". Su
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labra es cubriente, aunque bastante anárquica, presentando nervaduras en ambas caras. Sílex
blanco. Altura, 40 mm. (fig. 15, n° 5).
24- Punta de flecha triangular, con pedúnculo falto de su extremo. Presenta aletas incipientes irregulares. De labra irregular, cubriente. Sílex negro. Altura, 38 mm. (fig. 15, n° 6).
25- Punta de flecha triangular, estrecha, con pedúnculo de perfil casi vertical. Presenta un fuerte retoque bastante regular en la zona lateral izquierda de su cara dorsal, siendo anárquico en el resto.
Exenta por rotura de su punta distal. Bordes aserrados. Aletas irregulares apuntadas. Sílex
negruzco. Altura, 35 mm. (fig. 15, n° 7).
26- Punta de flecha triangular con pedúnculo y aletas arponadas. Retoque regular en la cara dorsal
izquierda, e irregular en el resto. Presenta rotura djstal y punta izquierda de la aleta. Sílex blanco-grisáceo. Altura, 37 mm. (fig. 15, n° 9).
Hojas (fig. 16)
1- Gran lámina con su tercio distal, de sección triangular, curvo, siendo el central y proximal de sección poligonal. Bordes biselados muy cortantes. Las escasas melladuras que presenta parecen
recientes. Sílex gris. Altura, t 55 mm. (fig. 17, n° 1).
2- Lámina de sección trapezoidal ligeramente curva. Su envés presenta un perfilado con un retoque
débil que se hace continuo en su tercio distal, que es, a veces, alterno. Sílex blancogrisáceo.
Altura, 133 mm. (fig. 17, n° 2).
3- Lámina de sección trapezoidal, que podemos considerar de eje vertical. Presenta un retoque, bastante compacto, en parte de su perfil izqujerdo; siendo paralelo, con perfil aserrado, en el derecho. Su extremo distal, recto, presenta un frente de raspador. Altura, 103 mm. (fig. l7, n° 3).
4- Lámina estrecha de sección trapezoidal. Sobre sus biselados bordes presenta un retoque débil.
Exenta de su extremo distal. Sílex blanco. Altura, 63 mm.
5- Lámina fragmentada, exenta de su extremo distal, de sección trapezoidal. Presenta un débil retoque continuo. Silex banco. Altura, 60 mm.
6- Parte superior de una lámina delgada, de filos cortantes, que curva su zona distal. Sílex blanco.
Altura, 68 mm.
Hojitas (fig. 18)
1- Hojita de sección triangular. Sílex, blancogrisáceo.
2- Extremo distal de una boja cuchillo con retoque en su perfil izquierdo. Sección trapezoidal. Silex
blanco.
3- Extremo distal de una hoja de sección triangular. Sílex blanco.
4- Extremo distal de una hoja estrecha de sección poligonal. Sílex, blanco grisáceo.
5- Extremo distal de una hojita cucrullo de sección trapezoidal. Sílex negruzco.
6- Zona proximal de un cuchillito de sección trapezoidal. Sílex blancogrisáceo.
7- Parte proximal de un cuchillito. Sílex melado.
8- Porción media de una hojita cuchillo de sección trapezoidal. Presenta dentado su perftl izquierdo.
Sílex blancuzco.
9- Zona medja de una hojita cuchlllo de sección triangular. Sílex grisáceo.
10- Zona media de un cuchillito de sección trapezoidal. Silex blanco.
11- Porción proximal de una hoja cuchillo de sección distal trapezoidal. Sílex blanco.
12- Zona media de una hoja cuchillo con escotaduras en ambos biseles. Sílex grisáceo.
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Fig. 16.- Cova de la Masadeta. Hojas-cuchillo de silex.
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Fig. 17.- Cova de la Masadeta. Fotografías de las láminas no 1, 2 y 3 de la figura precedente.
13- Extremo distal de una hoja cuchi llo, de sección trapezoida l, con el borde izquierdo microdentado.
Sílex blanco.
14- Lámina central de sección media triangular, presentando el córtex en su plano superior derecho.
Sílex blanco.
15- Zona central de una delgada hoja de secció n trapezoidal. Sílex blanco.
16- Zona proximal de una delgada hoja cuchillo de sección trapezoidal. Sílex blanco.
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Fig. 18.- Cova de la Masadeta. Fragmentos de hojas líticas.
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17- Extremo proximal de una hoja cuchillo. Sílex grisáceo.
18- Hoja de sección media trapezoidal, con perfiles muy cortantes. Sflex blanco.
19 y 20- Hojitas de sección trapezoidal. Sílex grisáceos.
2 1- Extremo proximal de una lámina. Sílex, blancuzco.
22- Frente distal redondeado, con retoque espeso. Sílex blanco-grisáceo.
23- Hojita de sección trapezoidal. Conserva el cortex en su mesa derecha. Sílex blanco-melado.
24- Fragmento distal de una hojita apuntada. Sílex grisáceo.
25- Fragmento de una lámina de sección trapezoidal. Sílex blanco.
26- Trapecio sobre la porción media de una hojita de sección traper.widal. Presenta rotura en su extremo superior, teniendo retocados sus lados convergentes. Sílex blanco.
27- Fragmento indeterminado sobre zona medial de una hojita cuchillo. Tiene retoque tanto en su perfil oblicuo como en el superior. Sílex blanco.
28- Posible trapecio de sección triangular.
Metal (fig. 19, n° 1 y 2)
1- Grao punta de tipo Palmeta cuya hoja es de perfil ligeramente ojival, presentando un prolongado
pedúnculo de lados ügeramente curvos que rematan, extremo proximal, e n una esferulita aplanada. Mientras la sección del enmangue es de tendencia rectangular, la hoja es plana con perfiles
biselados. Pudo tratarse de una hoja de puñaVcuchillo, o ser una especie de lanceta quirúrgica,
aunque tampoco puede negarse su función como punta de dardo o jabalina. Presenta melladuras
en el tercio s uperior. Altura, J45 mm. (fig. 20).
Analizada la pieza por los Servicios Técnicos de la Universidad de Alicante, gentileza que debemos a J.L. Simón García, ha dado como resultado un cobre muy arsenicado "propio del
Calcolltico final o Campaniforme" (42).
2- Pequeña barrita-punzón, de sección cuadrada. Altura, 24 mm.
Piedra (fig. 19, n° 3/12 y 18)
3- Fragmento distal de una azuela de piedra blanca. Presenta un filo regular, curvo, cortante. Altura,
28 mm.
4- Fragmento distal de una azuela de piedra blanca. Presenta un filo ligeramente oblicuo. Altura, 30
mm.
5, 6 y 7- Modelos de formas y taladros de las 21 cuentas de rodonita, ingresadas en el M.A.C.P.B.
8- Modelo de una de las 2003 cuentas de caliza blanca i,ngresadas en el M.A.C. P.B.
9- Modelo de una de las 3 cuentas de piedra verde (posiblemente calaíta) ingresadas en el M.A.C.P.B.
1O. Cuenta discoidea, requemada, posiblemente de ámbar.
Hueso
11 - Extremo distal aguzado, hecho sobre un fragmento diafisario.
(42) N• de análisis, Cl448: Fe 0.10, Cu 93.3 1, Zn 0.33, As 6.16, Sn 0.13, Sb 0.04, Pb 0.08. Carta personal de fecha 3 de abril
de 1998.
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Fig. 19.- Cova de la Masadeta. Material diverso.
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Fig. 20.- Cova de la M asadeta. Fotografia de la punta d e tipo Palmela.
12- Extremo distal aguzado, sobre fragmento diafisario.
Gasterópodos marinos (fig. 19, 0° 13/ 16)
13- Concha de "Luria lurida", perforada para ser usada como colgante.
14- Concha de "Conus mediterraneus", perforada.
15- Concha de "Trivia pulex" con doble perforación.
16- Fragmento de "Pectúnculus gaditanus" con un extremo muy aguzado. Por rotura y pérdida desconocemos su otro extremo. La pieza aparece rebajada por abrasión y Juego pulida.
Mineral (fig. 19,
0°
17)
17- Diminuta forma cristalina -dodecaedro- posiblemente de casiterita.
Toba (fig. 19,
0°
18)
18- Piedra caliza, muy porosa, de forma lenticular y con ambos extremos apuntados. Eje central, 20
cm.
Cerámica (fig. 21)
Conjuntamente con el material Eneolítico reseñado, ingresaron dos recipientes restaurados (un vaso
geminado y un tul'ipiforme "comprimido" (43), y 112 fragmentos, mayormente pertenecientes a zonas
ventrales, catorce de los cuales, por su grosor y ancha curvatura, responderían a recipientes de gran volumen, conteniendo sus pastas gruesos desengrasantes, por lo común rodenos, que pudieron proceder de Jos
cercanos alfares del cerro de Santa Barbara (La Vilavella), el cual comporta eJ mayor de Jos poblados del
"Bronce de Transición" de la Plana Baixa, apenas a 7 Km. de .la Cova de la Masadeta (44). Otro& setenta
y ocho fragmentos, entre 2 y 8 cm. de eje, tiene unos tabiques de unos 5 mm., comportando una superficie mate, alisada, de coloración negruzco-castaño, coligando un desengrasante mejor tratado que el de los
(43) Op. cit. nota 41, pág. 205 y fig. 141.
(44) Op. cit. nota 37.
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Fig. 21.- Cova de la Masadeta. Secciones de las cerámicas de la Edad del Bronce.
fragmentos precedentes. No faltan, aunque muy escasos (4 fragmentos), los barros altomedievales. De
entre las pastas prehistóricas hemos seleccionado aquellos bordes bucales más significativos. Presentan
superficies espatuladas los fragmentos pertenecientes a los tabiques hiperboloides de las tulipas, cuyos
diámetros bucales son iguales o mayores que el de las escoras ( n° 1, 2 y 3). Como podemos apreciar en la
figura mencionada, son formas muy avanzadas que pueden incluso haber rebasado la bisagra del año l 000
a.C., cronología que igualmente apuntará el becbo que entre este lote cerámico no exista ni un solo tiesto
decorado; aunque tampoco se denuncian las bases planas, lo que obligaría a no rebajar en exceso esta
fecha. Su presencia aquí estaría relacionada con el p ropio hábitat del valle, en el que existen asentam.ientos del Bronce ( 45).
Comentario
Si damos una mirada retrospectiva a cuantos yacimientos eneolíticos se conocen en las cer-
(45) D. Juan Tomás i Martí poseía abundantes molinos barquiformes ("moles") recogidos en los oteros que circundan la Yall
d' Altana, hábitats que había descubierto y "bautizado" (era autodidacta), como pertenecientes al "home de la moleta''. Todos ellos
"perecieron" con la demolición de su vieja casona tras el accidente mortal que sufrió en uno de estos cerros, pudiéndose recuperar
(por compra a sus herederos) la escultura eneolítica que hemos comentado en la primera parte de este trabajo.
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canías de Masadeta, tendremos que citar, en primer lugar, el hipogeo del Racó de la Tirana que
en 1925 excavó don Juan Tomás y don Felipe Sales, trabajo que se daría a conocer en 1967 (46).
Se trata de una sima de 13 m. de caída, con una única sala-galería que hacia el O tiene anchuras
de 5 m. y alturas de más de 1Om., cegándose la fractura bruscamente por coladas entre un suelo
de bloques elásticos cuyo recorrido en planta alcanza los 33 m., siendo la profundidad máxima
de - 17,4 m. (47). Arqueológicamente caben destacar sus dos cistas, denominadas en la pubHcación "sepulcros", conteruendo un total de tres inruviduos inhumados, despojos que se encontraron dispersos y "casi pulverizados" (48). Tal arquitectura funeraria en el interior de una sima
sigue siendo única en nuestro País, aunque por ser mayoría las excavaciones clandestinas bien
pudiera haber pasado desapercibida; tampoco consta su existencia en Masadeta, aunque dada la
total inexperiencia de su excavador y la gran cantidad de rocas extraídas, tampoco puede afirmarse. Respecto a los ajuares de Tirana podemos Hstar 5 puntas de flecha sobre sílex (1 romboidal, 2 triangulares con grueso apéndice, y otras 2 triangulares con aletas), sobresaliendo la
hallada en el "Segundo sepulcro", una'' hermosa punta(...) con robustas aletas y corta espiga"
que Esteve sitúa en "un Eneolitico muy avanzado, próximamente contemporáneo del Vaso campaniforme de tipo internacional" (49), puntas que invariablemente repite la cercana estación de
Villa Filomena.
El " Primer sepulcro" contiene, además, 1 hacha de basalto, 2 punzones de hueso, 1 larga
espátula de hueso, 1 estilete, l microlito trapezoidal, 1 fragmento distal de una boja con fuertes
retoque marginales y frente de raspador, y 1 tubillo sobre tibia de animal; conteniendo el
"Segundo sepulcro", 1 pequefio trozo de cerámica, 1 grueso punzón, 1 lámina oval de sílex con
el ápice rectificado por un "ancho retoque lamelar", una gruesa cuenta cilíndrica, de collar, ligeramente abombada, de caliza, y 116 cuentas discoidales sobre concha, y otras 8 labradas sobre
pizarra.
Observamos, pues, la parquedad de Tirana frente a la diversificación de los elementos
Eneoliticos del ajuar procedente de Masadeta. Sus bellos cuchillos líticos no existen en el primer
yacimiento, así como tampoco las hojas tipo Palmeta, o las cuentas tubulares sobre diversas
materias, no seftalándose en Tirana ru la rodoruta, ru los caracolillos marinos (fig. 22), hecho
extrafio si tenemos en cuenta los 15 km. que la separan del Mediterráneo; aunque ello pueda
deberse a un hecho casual dado el elevado número de inhumados en Masadeta frente a los sólo
tres individuos de la sima de Tirana, la cual tampoco ha registrado hábitats posteriores, pese a lo
cual ambas cavidades tuvieron un uso cronológicamente paralelo, cuanto menos durante la fase
Campaniforme. Ninguna de las dos han señalado los botones piramidales de hueso con perforación en V, tan propios del Campaniforme y presentes en La Plana en los sepulcros de la Joquera
(50). En Tirana, por la singularidad de las cistas de ambos enterramientos, diríase que los indi-
(46) Op. ciL nota 2, págs. 33/44.
(47) L.apiaz n• 19, Setembre 1990, págs. 9 y 10. Revista del Centro Excursionista de Valencia.
(48) Op. cit. nota 2, pág. 35.
(49) Op. ciL nota 2, págs. 39 y 42.
(50) Esteve Gálve-z, feo.: " Los sepulcros de <
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NORBER M ESADO ÜLI VER
TO
Fig. 22.- Cova de la Masadeta. Fotografía del conjunto de cuentas Eneolíticas depositadas en el
M.A.C.P.B.
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viduos pudieron pertenecer a un mismo clan famil iar, aunque Esteve da prioridad cronológica al
Primer sepulcro por pervivir en él algunas formas arcaicas (puntas de flecha en losange y triangular pedunculada, y el microlito trapezoidal), pieza ésta última que igualmente encontramos en
Masadeta. Pero es sin discusión en la Plana el yacimiento de "Villa Filomena" La estación
Eneolítica más sobresaliente de cuantas tenemos noticia, aunque por tratarse de excavaciones
antiguas perdiose el magisterio de tan singular yacimiento emplazado a canto del Millars, casi
junto al ermitorio de Nuestra Señora de Gracia. "El Maset d' Afaita Morts" (seudónimo como
vulgarmente se conocía la "Villa Filomena" por ser este el oficio de su dueiio), tributaba, en
1922, al roturar su suelo: 27 silos con detritus de hábitat y en alguno de ellos restos humanos. El
Dr. Esteve Gálvez, a quien debemos, una vez más, un riguroso resumen de cuanto se encontró
(51), reconoce que tales depósitos estaban cubiertos originariamente "por un túmulo" destruido
en 1917. En unos se recogieron "huesos de animales y tiestos de burda cerámica"; otros estaban
"revueltos y profanados", siendo muy pocos los intactos (52). Al listar los hallazgos, junto con
los restos antropológicos y faunísticos, nos dice que tales silos contenían punzones, espátulas,
agujas de hueso, hojas de sllex, hachas de piedra pulimentada, y más de doscientas cuentas de
collar "discoidales o cilindricas" de concha, hueso, pizarra negra, caliza blanca, amarillenta o
rojiza (posiblemente rodonita), y con más frecuencia de calaíta; otras cuentas eran prismáticotriangulares, estando perforadas en sentido transversal, más cuatro colgantes labrados en hueso,
marfil o asta de ciervo. Al referirse a las "bellas" puntas de flecha, labradas sobre sílex, anota
que "repiten siempre una forma evolucionada y tardía, con larga espiga y fuertes aletas", materiales que en gran parte recogió junto con fragmentos de cerámica campaniforme, señalándose
la "cerámica de cuerdas", novedad entonces en el Eneolitico español (53), cuyos restos pertenecerían a unos doce recipientes. Y mientras tales vasos los relaciona con sus homólogos del Rin
y Gran BretaHa, los colgantes, en forma de creciente, con una perforación media, van a tener
paralelos en el Mediterráneo occidental y la misma Italia (54).
Entre el ajuar recuperado notamos a faltar los objetos de cobre más propios del H.C.T., caso
de los puftales de lengüeta y las puntas de tipo Palmela. Esteve fecha Villa Filomena hacia el
1800 a. C., basándose en La corriente internacional de tal vaso campaniforme que pasa a denominar de "tipo internacional cordado", para distinguirlo del "internacional puntillado" (55),
igualmente recogido en esta estación vila-realense.
El "túmulo" que cubría las cavidades subterráneas pudo ser un "tell", y es lógico que Jos
detritos de su población, con el paso del tiempo, fueran colmatando los propios silos. En tal sentido recoge el yacimiento Martí, que no duda calificar de hábitat abierto (56), e igualmente lo
baría con bastante anterioridad el mismo Esteve GáJvez, indicando que los silos de Villa
Filomena " formaron parte de verdaderos poblados" (57), con paralelos en Les Jovades
(S I) Op. cit nota
(52) Op. cit. nota
(53) Op. cit. nota
(54) Op. cit. nota
(55) Op. cit. nota
1, págs. 543-557.
1, pág. 543.
1, pag. 545.
1, pág. 551.
1, pág. 552.
(56) Mani Oliver, B.: uEI Eneolitico", en "Nuestra Historia" l. pág. 139. Mas Jvars, Valencia 1980.
(57) Estevc Oálve7., Feo.: "La cueva sepulcral dci"Calvari d ' Amposta". Pyrenae, 2, pág. 46. Universidad de Barcelona, 1966.
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NORBERTO MESADO ÜUVER
(Cocentaina), Figuera Reona (Elx), Camí de 1' Alfo gas, Caseta del General y 1'Atareó (La ValJ
d ' Albaida), o La MacolJa (Villena), entre otros, todos asentados junto a corrientes de agua o
zonas húmedas (58). En el contexto mueble, de Villa Filomena, tendríamos, cuanto menos en La
Plana, el denominado "ajuar campaniforme", aunque notemos a faltar los típicos objetos metálicos o auténticos "fósiles directores", caso de las Palmelas, los punzones de sección cuadrada, y
los puñales de lengüeta, los dos primeros presentes en la Cova de la Masadeta, aunque falta en
esta la cerámica campaniforme, los huesos -o colgantes- decorados con acanalados, y Jos botones con perforación en V, exentos también de VilJa Filomena; pero ya vimos cómo en opinión de
Simón García la punta de Palmela "presenta una elevación de As muy típica de momentos antiguos dentro de la metalurgia, propios del Calcolítico final o Campaniforme"; igualmente la elevada proporción de cuentas tubulares de rodonita, así como las puntas de sílex con aletas, está
dictándonos un Eneolítico de Transición.
La Cova de la Masadeta entra de pleno en las cavidades de enterramiento múltiple (recordemos que pese a tener, sólo, una zona excavada, y no haberse recogido todas las piezas dentales, el número de las recuperadas asciende a más de 250 piezas, lo que asegura que estamos en
presencia de un elevado porcentaje de individuos inhumados en este hipogeo serrano contigüo a
la Plana, hecho característico de nuestra prehistoria valenciana, aunque no tanto de su septentrión en donde sí que van a ser abundantes los enterramientos de uno o dos individuos en cavidades muy pequeñas, cuyo mejor ejemplo, por excavadas, serían las cuevecillas de la Roca del
Corb de Culla (59).
Las hojas-cuchillo
Las "armaduras de hoz" de Masadeta, según la definición de Juan Cabanilles (60), se avienen bien con las piezas de eje recto, aquellas que presentan un perfil percutido-compacto, caso
de la n° 3 y 5 de Masadeta. No así con los grandes cuchillos, de perfil virgen, extremadamente
cortantes, cuyos extremos distales son curvos, por cuanto la denominación tradicional de "cuchillos" iría mejor a su propio uso, puesto que son excelentes para cortar, asi como para raer y separar la carne de los huesos, aunque raramente presentan señales de uso, pudiendo haber sido fabricados, simplemente, para acompafiar la muerte. Por sus tamaños, las dos piezas mayores de
Masadeta pueden paralelizarse con las encontradas en La Ereta del Pedregal, Cova de La Pastora,
Cova de La Barcella, Covacha sepulcral de Xiva, Cova del Negre, Torre del Mal Paso, etc.
Las pequeñas piezas dentadas que vendrán luego, tan populares en el Bronce, inservibles sin
un mango tipo Mas de Menente, se deben a aquella perdida tecnología para la obtención de otra
(58) B. Marti: "El naixement de l'agricultura en el País Valencia. Del Ncolític a I'Edat del Bronze". Universitat de Valencia.
Secretaria! de Publicacióos, pag. 60. Valencia, 1983.
(59) N. Mesado y J.L. Viciano: "Els hipogeus Eneolític de la Roca del Corb (Culla, Castelló)". Separata de "lmatge de Cuila:
Estudis rccollits en el 750é Aniversari de la Carta de Població (1244- 1994), vol. l. Culla, 1994. Citamos la "separata" - ya cor:regida- dados los graves errores cometidos en la transcripción publicada en el volumen citado.
(60) J. Juan Cabanilles: "La hoz de la Edad del Bronce del «Mas de Menente» (Alcoi, Alacant). Aproximación a su tecnologla y conte.do cultural". Lucentum, IV, págs. 37/53. Anales de la Universidad de Alicante, 1985.
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tipología lítica, puesto que es en este horizonte nuevo cuando la fundición alcanza la gran mayoría de sus asentamientos. La técnica de la talla de estas grandes hojas-cuchillo es exclusiva del
Eneolítico, hecho fundamental para comprender la rotura cultural, aunque sea una faceta más,
que se produce tras el Eneolítico, horizonte que no puede enraizar con la Edad del Bronce, ni
cultural ni cronológicamente, puesto que como apuntará Simón-García "no tenim dades que
assenyalen elements de la forma, la manera, i el moment en el qua! s'implanten les maneres de
viure de I'Edat del Bronze" (61).
Y es que la talla del sílex llega a su cenit durante el Eneolítico y se hunde, irreversiblemente, durante el horizonte cultural posterior, momento con una dieta de base agrícola frente a la
Eneolitica que fue mayormente cinegética, como sus fósiles directores nos seftalan: puntas Lfticas de flecha y largos cuchillos de sílex, la gran mayoría sin pátina, para el Eneolitico; y molinos barquiformes y dientes de hoz, raramente sin pátina, para la Edad del Bronce. Y es que
ambas culturas (incidimos nuevamente en ello), nada van a tener en común puesto que no hay
en la segunda, herencia de la primera, ni en lo anímico, aunque en ambas se entierre en hipogeos subterráneos o puedan usarse los mismos recursos naturales, como son las conchillas marinas
entre otros elementos menos significativos.
Puntas de flecha
En general las 26 puntas que hemos listado presentan similar retoque, con predominio de
una labra regular en sus perfiles izquierdos y anárquica en los derechos, estando mejor dentados
los primeros que los segundos. También advertiremos que la mayor parte de las piezas presentan un retoque parcial en sus mesas, hecho que pudiera deberse a la delgadez de la materia prima
empleada, o a la inexperiencia del tallador. En todo caso se tiende a una mayor perfección cuando la pieza es más compleja (n° 11, 22, 23, 25 y 26), mientras que en aquellas formas simples (n°
1, 2, 3, 4 , 6, 7, 1O ...) el retoque plano y la forma de las propias puntas es más irregular. Hay tres
flechas (n° 12, 13 y 14, posiblemente también la 9) que pudieran estar invertidas, puesto que sus
incipientes aletas así parecen indicarlo; pero hemos dado prioridad a sus zonas mayores, aunque
también pudieron usarse indistintamente. Se trata de las denominadas "romboidales saliciformes
de aletas inversas" (62), que se consideran de "carácter primitivo" puesto que en la Cova d 'En
Pardo aparecen en UD nivel con cerámicas esgrafiadas; así como en el siguiente, ya sin ellas (63).
En lineas generales las puntas de flecha de Masadeta, salvo las mejores, sobre una misma matriz
laminar, parecen pertenecer a UD mismo artesano; aunque ninguna de ellas la podemos catalogar
de excelente pese a sobresalir las n° 23 y 26, definidoras de un "armamento campaniforme",
cariz de todo el contexto material más destacado de la cueva, el cual debe damos la cronología
del yacimiento.
(61 ) Op. cit. nota 32, pág. 170.
(62) J.A. Soler Dlo.z: "La <
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NoRBERTO MEsADO OuvER
Trapecios
Aunque bien escasos, muchas veces conteniendo una sola pieza -<:omo obedeciendo a una
práctica ritual- , los trapecios suelen estar presentes entre los ajuares funerarios del tercer milenio. Según Vicens serían "elementos con clara tradición de culturas anteriores" (64), aunque no
se vea el modo, ni material ni cuJturalmente, de unir el Eneolítico con el Mesolítico, obviando
una Cultura inmigrada, intercalada, de la magnitud de la Neolitica. En Masadeta tenemos dos
ejemplares confeccionados sobre sendos fragmentos de hojas, uno de sección trapezoidal y el
segundo de sección triangular (fig. 18, n° 26 y 28); otro ejemplar procede del cercano enterramiento l 0 del Racó de La Tirana (65).
Entre el ajuar recuperado en Masadeta (ya lo hemos advertido), notamos a faltar los típicos
botones de hueso con perforación en V, tan comunes entre los ajuares con cerámica campaniforme,
como podemos observar en la cueva sepulcral del "Calvari d ·Amposta" (66), botones, esta vez
decorados con circuliHos grafitados, presentes igualmente en la Plana Alta en el segundo sepulcro
de La Joquera, cuyas piezas las sitúa Esteve-Gálvez "en un Eoeolítico muy avanzado" (67).
Puntas de tipo Palmela
En la provincia de Castellón, además de la que registra Masadeta, tendremos puntas de flecha metálicas en "El Cingle de l'Ermita" (Albocácer). La pieza, de forma ojival muy corta y
largo pedúnculo (próxima al tipo B2 de Delibes), fue recogida en un nivel superficial conjuntamente con un cuchillo de sílex, de sección trapezoidal, de 150 mm. de longitud. Ambos objetos,
evidentemente Eneoliticos, habrían quedado "atrapados" entre una industria litica de taller, escasamente significativa, que se cree "neo-eneolítica" (68), aunque no lejos de la recogida por
Oonzález-Prats en la Font de la Carrasca (Cuila), que hay que situar "entre varios fenómenos tecnológicos" puesto que junto a una industria de "microlitos geométricos" hay "gruesos foliáceos"
y "las típicas puntas de flecha de cuidada factura". Tal contexto es también parangonable al cercano del poblado de "La Font Roja". Por ello G.P. fecha provisionalmente La Font de La Carrasca
"entre fines del m y comienzos del II milenio a.C., en consonancia con la fecha absoluta obtenida para el nivel VI de La Ereta del Pedregal" (69), yacimiento con algunos fragmentos de cuencos campaniformes incisos (70).
(63) Op. cit. nota 55, pág. 140.
(64) J.M. Vicens: "Estudio Arqueológico del Barranc del Sint (Aicoi)". Lucentum, VII-VIII, pág. 60. A.V.A.P.A.H. Alicante,
1988-89.
(65) Op. cit. nota 2, pág. 41.
•
(66) Op. cit. nota SI.
(67) Estcvc Gálvez, Feo.: "Los sepulcros de la Joquera, cerca de Castellón". Pyrenae, 1, pág. 49, 6g. S. Universidad de
Barcelona, 1965.
(68) Gusi Jencr, Feo.: "Un taller de snex bajo abrigo en la 2" cavidad del CiAgle de la Ennita (Aibocácer)". C.P.A.C. n° 2, pág.
50. Excma. Diputación. Castellón, 1975.
(69) A. González Prats: "El poblado calcolitico de la Font de la Carrasca (Cuila, Castellón)''. A.P.L., vol. XVI, pág. 154.
Valencia, 1981 .
(70) B. Martl: "La Cova Santa (Vallada, Valencia)". A.P.L., vol. XVI, pág. 190. Valencia, 1981.
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Fig. 23.- Coveta del Tossal de les Forques, Borriol. Material funerario.
Fig. 24.- Coveta del Tossal de les Forques. Fotografia de la punta de tipo Palmeta.
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NORBERTO M ESADO. ÜLIVER
Procedente de una covacha, al O del menudo "cingle" contiguo a la carena del poblado ibé-
rico de Les Forques, Borriol (71), D. Juan Serafín recogía, en 1973, del cono deyectivo de esta
pequefia cavidad, hoy impracticable por el desprendimiento de su bóveda de una gran roca, una
punta lanceolada de tipo Palmeta, comportando un largo pedúnculo de sección rectangular, pjeza
que hoy guarda el propio Museo Murucipa1 de Borriol. De la misma boca de este abrigo rupestre recogíamos, días después de conocer dicho hallazgo, un punzón de cobre arsenicado, de sección media cuadrada y extremo circular; un colgante rectangular de pizarra negra, y algunos restos de huesos humanos, por cuanto no hay duda de que la cavidad, en la bisagra del IITIII milenio a.C., fue sepulcral, y posiblemente, por los escasos restos encontrados en el cono deyectivo,
de una sola inhumación (fig. 23 y 24).
Boscb Giro pera, en 1924, daba noticia de otra punta de tipo Palmela hallada en La Serratella
(L' Alt Maestrat), encontrada por el burrianense D. Manuel Peris Fuentes en la "Cova del
Barranquet Fondo". Bosch la califica de "una punta de dart de bronce", en forma de boja y con
un nervio central que se prolonga formando la espiga, que es delgada y bastante larga, pieza
recogida -"segons sembla"- entre cerámica a mano de superficie pulida, sin ornamentar (72).
Recientemente esta Palmela ha vuelto a ser publicada, atribuyéndose a la Colección Senent, anotando que sería de cobre y que el pedúnculo es de sección rectangular (73).
Otra punta de "tendencia romboidal", se halla depositada en el Museo Arqueológico
Comarcal de la Plana Baixa (74). Procede del denominado Pla de la Pitja (La Pobla Tornesa), un
extenso poblado de piedemonte que domina la entrada al "Pla de l'Arc", corredor del interior
castellonense que comunica la propia Plana con el llano de Sant Mateu (el Baix Maestrat) y sus
bifurcaciones hacia els Ports, el Ebro y el Mediterráneo. Entre areniscas triásicas bay un material lítico del cual destaca, por mayoritario, una industria microlitica propia del Mesolitico, aunque existen igualmente láminas calcolíticas y cerámicas lisas de dificil adscripción por la pequeñez de los fragmentos rodados. Esta pieza, confeccionada sobre una delgada lámina de cobre,
sería, "al menos", de inicios del U milenio (75).
También en el "Museu Etnologic del Termet" (Vila-real), ubicado en el complejo del ermitorio de la Virgen de Gracia, junto al Millars, podemos apreciar, en su Sala U, otras cinco
Palmelas (fig. 25), expuestas entre una plural metalistería tanto prehistórica como medieval,
entre la que existen, también, cinco puntas metálicas de arpón, de sección medial cruciforme,
atribuibles a un Protohistórico Orientalizaote, metales mayormente adquiridos por et
Ayuntamiento junto con un destacado lote de cerámicas restauradas, tanto de un Bronce tardío
como ibéricas (76).
(71) J. Bta. Porcar: "La Cultura Ibera a Borrlol, 1 B.S.C.C., tomo XN, págs. 490/499. Castell6, 1933.
".
(72) P. Boscb Gimpera: "Eis problemes arqueologics de la Província de Castell6". S.C.C., "Prehistoria", Lám. VI, 7. CasteU6n,
1924.
(73) J. Rovira i Port: "Una punta metAJ.üca dejavclina de tipus "palmeta" proceden! de la Serratella (1' Alt Mestrat)". Q.P.A.C.,
n• 16, págs. 265-166. Castell6, 1995.
(74) ).L. Simón: "La Metalurgia Prehistórica Valenciana". S.T.V. n• 93, pág. 169 y fig. IOI , n• 11. S.I.P. Valencia, 1998.
(75) Op. cit nota 68, pág. 334.
(76) J.M.• Doñatc: "Gabinete Arqueológico, Guia ilustrada, 4". llustrísimo Ayuntamiento. Delegación Municipal de Cultura.
Vila-real, 1991.
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Fig. 25.- Silueta de las puntas de tipo Palmela depositadas en el Museu Etnologic de Vila-reaL
Hoy, diciembre de 1998, la catalogación y guía de este museo, debida a D. J. Ma. Doñate,
no sirve, pues han sido reestructuradas las salas, retirándose las grandes vitrinas en donde como
puede verse en la fotografia de la propia contraportada de la Guía, figuraba la adquisición realizada por el Ayuntamiento de Vila-real, especialmente la denominada VITRINA N° 10. Doñate al
referirse a estas piezas arqueológicas, escribe: la vitrina "Contiene materiales diversos rescatados por el Ayuntamiento y procedentes del área de la Comunidad Valenciana. Pertenecen a las
culturas Ibérica y del Bronce Valenciano". En realidad se trata de un importante lote de variados
objetos prehistóricos adquiridos por el Municipio en 1988 a un aficionado a la arqueología, un
tal D. Vte. Ferrer, vecino de Valencia, siendo posible que el material proceda del entorno del
Camp de Llíria, piezas que podemos ver en las fotografias de la cubierta y contraportada, y en
las págs. 1, 2, 3, 5, 1O 11, 13, 15, 20, 23 y 25 de la Guía citada. Entre este material extrañan
,
tanto las Palmelas como las cinco puntas de flecha de bronce, con arponcillo, puntas metálicas
desconocidas, al igual que las Palmetas, en esta zona liriana, por cuanto podrían no ser de aquí.
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NORBERTO
MESAOO ÜLJYER
Las Palmelas acaban de ser publicadas por Simón-García, como procedentes: dos de ellas, de la
Cova de La Masadeta (77) (fig. 25, n° 3 y 2) y el resto (78) (fig. 25 n° 1, 2 y 4) se las supone de
un yacimiento desconocido deArtana., pudiendo tratarse, seguimos citando a Simón-García, "del
Racó de la Tirana, la Penya del Migdia o de la Llometa del Fondo" (79). Como Doñate asegura
(80), el lote de las puntas tipo Palmeta no procede deArtana puesto que fue adquirido a V.F. conjuntamente con el resto de la metalistería y recipientes (81).
Otra punta de jabalina, o de tipo Palmela, publica Martí procedente de La Cova Santa (82),
yacimiento con "un mínimo de cuatro individuos adultos y tres jóvenes o niños" inhumados.
Entre su ajuar de sílex destacan cinco puntas de flecha con pedúnculo y aletas incipientes, y otras
tres foliáceas, comportando un retoque plano, bifacial, cubriente; un hacha pulida, quince colgantes sobre concha; un botón piramidal con perforación en V; y, entre varios cuencos lisos, existen dos fragmentos de cerámica "del estilo del vaso campaniforme", hallados fuera del sector
donde se depositaron los restos humanos, pero respondiendo al contexto de los ajuares recuperados, "de finales del eneólítico y principios de la Edad del Bronce" (83).
José María Soler, al excavar la cueva Occidental del Peñón de la Zorra (Villena), una cavidad de solo 4m2 , dio con algunos huesos humanos "muy alterados y removidos", un dentalium,
fragmentos de un cuenco hemisférico, dos cuentas de calaíta en forma de tonelete, una punta de
flecha triangular, con incipientes aletas, y un arete de plata. También al excavar la Cueva Oriental
del mismo peñón, una covacha de techo muy bajo y escasa profundidad, hallaba, iniciado el cribado de tierras, otro arete de plata y un "extraordinario ajuar metálico" constituido por un puñal
de lengüeta y dos puntas foliáceas de larga espiga, que, por su forma y gran tamaño (l5'5 y 16'5
cm.), son, de las valencianas, las más cercanas a la que hemos publicado de Masadeta. Restos
esqueletales, descompuestos y revueltos, pertenecientes a una sola persona inhumada, junto con
otros huesos de carnívoros "probablemente zorras que destrozarían el enterramiento", más 14
vértebras de pez y tres pequeñas lascas de silex confirmarán, también, que la cavidad era sepulcral. E l armamento de esta segunda cueva es, sin discusión, típicamente campaniforme, aunque
para Bemabeu el arete de plata no tiene precedentes en esta etapa, creyéndolo argárico (84),
puesto que su uso queda descartado durante el calcolítico (85). Pese a ello, como el mismo
Montero anotará, "Los elementos campaniformes aparecen basta los momentos iniciales del
(77) Op. cit nota 68, fig. 102, n• 1 y 2.
(78) Op. cil. nota 68, fig. 102, n• 11-14.
(79) Op. cit. nota 68, pág. 176.
(80) Op. cit. nota 70.
(81) Algunas de las cerámicas ibéricas compradas por el Ayuntamiento de Vila-real, ya fueron publicadas sin indicar que no
proceden de este término. C. Aranegui: "Historia de la cerámica valenciana", tomo 1, págs. 80 y 91. Vicens Garcia Editores. Paterna,
1987.
(82) Op. cit. nota 64, págs. 159/196.
(83) Op. cit. nota 64, pág. 184.
(84) J.M' Soler: "El Eneolitico en Villena (Alicante)". Departamento de Historia Antigua. Facultad de Gerografia e Historia.
Serie Arqueologia, n° 7, pág. 104. Valencia, 1981.
Joan Bemabeu: "El vaso campaniforme en el País Valenci.ano". S.T. V. n°. 80. S.(.P. Valenci: , 1984.
a
(85) Ignacio Montero: "El origen de la metalurgia en el Sureste Peninsular". Historia. Colección Investigación. Instituto de
Estudios Almerienses, pág. 264. Almería, 1994.
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período argárico" (86). En ambos covachas del Pefión de la Zorra estaríamos ante una intrusión
argárica - los aretes de plata- que serian cronológicamente ;-aunque no culturalmente- definitorios, puesto que no los creemos posteriores a la deposición de los ajuares campaniformes de
ambas cavidades. En cualquier caso como la plata no antecede, según Schule, al Argar B, su
metalurgia habría de datarse entre los siglos XII y IX a.C. (87), puesto que si realmente tales aretes fuesen del Horizonte Campaniforme, y por ello sin constituir una intrusión cultural Argárica,
estaríamos, como cita Montero, ante la plata manufacturada más primitiva de la Península, hecho
que sería, cuanto menos, anómalo.
Otra Palmeta, de ancha boja y robusto vástago rectangular, de 10'5 cm. de altura, halla
Aparicio en la Sima de la Pedrera (Polinya de la Ribera), importante yacimiento con enterramientos múltiples, con un ajuar compuesto por una vajilla campaniforme. Tal pieza se acompaña de un puñal de lengUeta, un punzón biapuntado de sección cuadrada (o lezna de tipo
"Fontbouisse") (88), una cuenta tubular de rodonita, 139 cuentas discoidales, varios caracolillos
marinos perforados, dos botones circulares con perforación en V, y una punta de flecha de sllex
tallada bifacialmente, con pronunciadas aletas y un pequeño pedúnculo perdido. Estariamos,
pues, en presencia de un perfecto ajuar campaniforme avalado por los propios recipientes, aunque notemos a faltar algunos elementos como los brazaletes de arquero (89).
Es evidente que en nuestro País tal tipo de armamento metálico (puñales de lengüeta y
Palmetas), es escaso (en Castellón no nococemos ni un solo ejemplar de puñal), como también
lo es el propio vaso campaniforme. Ello pudiera deberse a la falta de una metalurgia indígena,
técnica que no alcanza la zona valenciana hasta la Edad del Bronce. La fabricación de las
Palmetas es la misma que La de los puñales de lengüeta (90), puesto que sus pedicelos, por lo
general largos, bao sido obtenidos por el achaflanamiento y estrangulamiento de la zona proximal de una platinita de cobre con un martilleo directo, lo que provoca su sección pararrectangular, mientras la hoja sufre una percusión vertical por ambas caras y un afilado periférico en el
que se combina la percusión con la abrasión, configurando una mesa aplanada aunque de tendencia lenticular. Son piezas foráneas como lo demostraría el hecho de que siendo mayoritarias,
las autóctonas sobre sílex, las de aletas y pedúnculo ("auténticos fós iles-gula de la cultura del
vaso campaniforme" (9 1)), éstas; son minoría entre las metálicas (92).
Las puntas tipo Palmeta serían acronológicas puesto que "una punta de cobre oval pedun-
(86) Op. cit nota 77, pág. 63.
(87) Ruiz Mata: "1 Iuelva: un foco temprano de actividad metalúrgica durante el Bronce Final". Tanessos, Arqueología, pág.
218. Protohistoria del Bajo Guadalquivir. Edil. AUSA. Sabadell, 1989.
(88) M. Louis, D. Pcyrolle et J. Amal: "Les fonds de cabanes enéolitbiqucs de Fontbouisse. Comune de Villevieille (Gard)".
Gallia, V, pág. 31 . 1947.
(89) J. Aparicio: "Sima de la Pedrera (Benicull, Poliñá del Júcar) (Valencia)". A.P.L., vol. XV, págs. 69/91. S.I.P. Valencia,
1978.
(90) G. Delibcs: "El vaso campanifonne en la Meseta Norte Española". Studia Archaeologica, 46, pág. 102. Departamento de
Prehistoria y Arqueologfa, Universidad de Valladolid, 1977.
(91) Op. cit. nota 82, pág. 119.
(92) Simón-Gan:ia, en trabajo reciente, estudia y analiza la totalidad de la metalistería prehistórica valenciana, por cuanto remitimos a este estudio a cuantos estén interesados en las puntas tipo Palmela que hasta el momento han sido encontradas (op. cit. nota
67).
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culada, próxima a los tipos Palmela" ha sido encontrada en el yacimiento turolense de la Hoya
Quemada, con un solo nivel, cuyas fechas absolutas cubren desde el 1600 al 131 O a.C. (93), y
son igualmente "normales" en las estaciones valencianas de la Edad del Bronce, incluso en cronologías muy bajas, aunque ahora empezarán a proliferar las de aletas metálicas (el "Tipo 2" de
Simón-García) como parece señalar un yacimiento tan tardío como el de Orpesa la Vella, que
incluye ya cerámicas orientalizaotes (94); pero parecen firmes Las conclusiones a las que llega
Leona, puesto que las estilizadas hojas foliáceas (que Simón-García incluye en el "Tipo 1"),
serian exclusivas del Eneolítico (cuanto menos valenciano); mientras Las de pequeño tamaño, de
tendencia lenticular (incluidas igualmente por Simón-García en el "Tipo 1), serían más definitorias de la Edad del Bronce (95), como Masadeta y Castellets confirmarían.
Los collares (fig. 22)
Son significativas en Masadeta, por su elevado número, las cuentas recuperadas, muchas de
L cuales lo fueron tras un segundo cribado de las tierras extraídas del covacho, tierras que foras
maban, a partir de su boca, un acusado cono deyectivo. Con ellas A. Lázaro fue recuperando
cuantos restos humanos encontraba.
Las cuentas depositadas en el Museu Arqueologic de la Plana Baixa, atendiendo a su materia y forma, son las siguientes:
Gasterópodos
Luria /urida, 1 ejemplar; Conus mediterraneus, 1 ejemplar; Trivia pu/ex, 4 ejemplares;
Gibberula miliaria, 6 ejemplares; y Tricolia pulla, 1 ejemplar. Existe, también, un diminuto caracol fósil, de morfología espiraliforme cónica.
Tales conchillas, salvo el ejemplar petrificado, aparecen con profusión en la costa marina del
término municipal de Burriana, la más cercana a Masadeta. En tal sector, de unos 1O km., aún
hoy pueden contabilizarse 210 especies de moluscos, algunos de singular belleza (Charonia
nodifera, Dolium galea, Acanthocardia aculeata, Mitra zonata, Murex truncujus, Muricopsis
cristata, Ocenebra erinacea, Cancellaria cancel/ata, o el Aporrhais pespelecani, entre otros)
(96), que nunca, o muy raramente, los vemos engarzados como cuentas o colgantes en los collares Eneolíticos, los cuales repiten incansablemente unas mismas piezas, ''baratija" que pudiera
deberse a un canon marcado por la propia moda en el mundo del ornamento Eneolftico, cuya
(93) M.• Nieves Juste: "El poblamiento de la Edad del Bronce y primera Edad del Kierro en Mora de Rubielos (Tcruel)".
Monograf".as Aqueológicas del S.A.E.T., 3. Pág. 85. Teruel, 1990.
Jesús V. Picazo: "La Edad del Bronce en el Sur del Sistema Ibérico Turolense, 1: Los materiales cerámicos". Monografías
Arqueológicas del S.A.E.T., 7. Págs. 43 y 109. Teruel, 1993.
Ambos trabajos sólo citan la punta de flecha metálica "tipo «Palmeta»" s.ln dar su gráfico, por lo que desconocemos algo tan
importante como es la longitud y fonna de la pie-.l'.a.
(94) Feo. Gusi: "Las sociedades metalúrgicas". En «Historia de Caste116n, 1». Levante de Castellón, 1994.
(95) J. V. Lenna: "Los orígenes de la metalurgia en el Pais Valenciano" A.P.L., vol XVI, págs.l29-140, fig. l. Valencia, 1981.
(96) J. Andrés Gamís: "Los moluscos de nuestra costa". Burriana en su Historia, 11, págs. 545/554. Magnifico Ayuntamiento.
Burriana, 1990.
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SOBRE EL. ENEOI..ÍTICO Y LA EDAD DEL. BRONCE EN TÉRMIN O DEL. M UNICIPIO DE ARTA A
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materia prima emplea recursos naturales próximos, de muy escaso valor, aunque la propia artesanía prehistórica, como el "arte", tiene que ser estudiada, y comprendida, en función de la realidad social del horizonte cultural que la produjo.
Cuentas líticas
Discoidales de yeso cristalizado amelado, 7 piezas.
Tubulares de rodonita, 2 1 piezas. La mayor llega a los 22 mm., por 8 mm. de diámetro.
Presentan muy tina la superficie, pero nunca alcanzan, por la propia piedra, su pulido. Poseen
una perforación bipolar cónica.
Discoidales de calcita, 2003 piezas. En su gran mayoría se encuentran en proceso de descomposición. Sus diámetros suele tener entre 5 y 6 mm., por 3 de grosor; pero igualmente puede
alcanzar algo más de un solo mm . Cuando su grosor es poco, la perforación por tornele de arquillo es siempre de sección paralela.
Bicón icas de calcita, 1 ejemplar.
Fig. 26.- Cova de la Masadeta. Cr áneo Eneolitico.
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Discoidales de caliza dolomítica: negras 353 ejemplares, grisáceas, 171. Las negras no suelen presentar alteración, y mayormente conservan pulimentadas sus caras.
Tubulares de mármol verde, pulido, 1 ejemplar.
Discoideas de mármol verde, pulido, 2 ejemplares.
Discoidales de calaíta (?), 3 piezas.
Cuentas de hueso
Tubito realizado a partir de una sección de fémur de un pequeño mamífero, posiblemente
hurón.
El total de nuestras cuentas de collar asciende a 2577 piezas; existiendo en el Museo
Municipal de Vtla-real un collar formado por unas 1500 piezas; mientras el número ~e las cuentas de la colección Lázaro, rebasa las 7500. Masadeta, pues, como minimo, habría tributado (sin
estar íntegramente excavada) alrededor de doce mil cuentas, dando una elevada proporción de
las confeccionadas con las calizas que configuran el paisaje geológico de la propia Plana, hecho
que hablaría de un taller local.
Son escasas las confeccionadas con mármoles importados, los cuales conservan su pulido original, caso de las cuentas verdosas, posiblemente procedentes de canteras almerienses. Y caso de
ser de resina fósil la cuenta discoidal mayor, tendría paralelos con el colgante de ámbar de la Cova
del Uidoner de Cocentaina, y con el grano de collar de la Cova de la Pastora de Alcoi (97).
Prácticamente en todos los ejemplares de fonila tubular, o las discoidales gruesas, incluyendo la bicónica, la acción del tomete en sus bases ha dejado una sección de entrada ligeramente cónica.
La totalidad del material Eneolitico reseñado, incluyendo los restos humanos recuperados,
entre los que destaca una bóveda craneal casi completa (fig. 26), procede del cubículo más profundo de Masadeta: punto "Z" de la fig. 13, lugar óptimo para este tipo de enterramientos colectivos; mientras. las cerámicas de esta cavidad, al parecer sin otro contexto, pertenecen al Bronce
de Transición y fueron halladas en las cercanías de su boca: punto "W", pudiendo proceder de
un hábitat temporal. El hecho de que Masadeta sea un excelente punto para ocultarse pudo ser la
causa, en un periodo de inestabilidad como éste, de su ocupación; aunque tendrían que excavarse sus niveles, caso de que existan, para poder asegurar cuanto comentamos.
IV. ELS CASTELLETS D'ARTANA
Situación
Si el Tossal de la Rapita, con la cueva de La Masadeta, está en el lado derecho del vial que
(97) J. L. Pascual-Benito: "Les coves sepulcmls de I'A1berri (Cocentaina)". Saguntum, 21, pág. 155. P.L.A.V. Valencia, 1987-88.
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SOBRE EL ENEOÜrJCO Y LA EDAD DEL BRONCE EN TÉRMINO DEL MUNICIPIO DE ARTANA
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desde la Plana nos adentra en Espadán; Els Castellets, con su hipogeo funerario, está en su lado
opuesto. Por ello, en el momento de iniciar el ascenso al "Collao d ' Artana" tomaremos el camino de "AigOes Vives" por el que iremos remontando el barranco de Cuchareros hasta su tramo
inicial, que por estar encajado entre los piedemontes de "El Puntal" y "La Scrra" recibe el topónimo de "Barranc del Racó", cerca del término del municipio de N ules (fig. 11 ). En todo este
recorrido tendremos a la derecha "La Serra", tentáculo de Espadán que cierra por levante el valle
de Artana, proyectando a su vez varios cabezos que fenecen con "cingles" de caliza oxidada, llamativos paredones rojizos que, de mayor a menor y de NE a SO, reciben los nombre de "La
Penya de Migdia" (462 m.s.n.m.), "La Penya Colmenar" (483 m.), " La Penya Roja" (518 m.) y
"Eis Castellets" (443 m.), asentamiento este último de un pobladillo de la Edad del Bronce, el
cual corona la cota mayor de este muñón calizo, por cuyos restos murarios, prehistóricos, denominose con tal topónimo, recordando el tentáculo del cercano cerro del Solaig con igual nombre
y el mismo horizonte cultural en su cima.
El ascenso a esta última cota del término municipal de Artana se hace dificultosa por el
abandono de unos bancales degradados que comportaron algarrobos, siendo hoy dominio de un
monte bajo de compactada garriga, con predominio de aliagas, zarzales y romeros; aunque el
pino rodeno empieza a colonizar su suelo.
El poblado
Si alcanzarnos la cota del roquedal más alto, puesto que varios peñascos de estratificación
vertical enseñorean el paisaje, advertiremos cuatro pequeños pero potentes abancalamientos
escalonados que derraman hacia el E, cortados en su sector S por un largo "cingle" que llega a
tener unos 30m. de altura (fig. 27). La pequeña terraza superior, casi circular, y núcleo del poblado, tiene un diámetro de unos 15m.; pero si este asentamiento alcanzaba los cortos bancales contiguos llegaría a los 34 m. de eje mayor. En cualquier caso la superficie total no rebasaba los 200
m1• El solo hecho de haber encontrado (pese a ser desconocido el yacimiento) medio molino barquiforme y apenas una docena de bastos fragmentos cerámicos, y no advertirse rastro de las
cabaflas (aunque la superficie del pobladillo fue aprovechada para fines agrícolas), babia claro
del escaso número de habitantes que comportó. Tan sólo en el leve colladito que une la plataforma superior con el resto de La Serra, sector de poniente, y allí donde daba comienzo la muralla, podemos ver, aún "in situ", dos grandes calizas hincadas. El resto de los muros-ribazo están
apeados y deformados por las labores practicadas para la contención de tierras con fines agrícolas.
El dominio visual desde tal cota es óptimo, puesto que el Mediterráneo, a unos 14 km., se
divisa desde Jos 60°, término de Benicassim, hasta los 125°, término de Nules, abanico cuaternario con las ciudades de Vi la-real, Almassora, Castelló, Alqueries, Burriana y Nules.
En vida del propio pobladillo de Els Castellets veríanse los y~cimientos coetáneos de " Els
Castellets 1 Solaig", "Sant Antoni" (Betxí), "Santa Barbara" (La Vilavella) y, a lo lejos, delimitando por el N la Plana, tras el curso del Millars, "El Tossal Gros" y "Les Serretes" (Castelló).
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Fig. 27.- Apunte d e la planta del pobladillo de Els Castellcts, Artana, con la situución de l.a
covacha sepulcral.
El covacbo sepulcral
Al alcanzar el "cingle" de Els Castellets, y en su punto más bajo, a dos metros el suelo, se
abre un pequeño abrigo que sirvió como lugar de enterramiento múltiple del pobladillo superior.
Aquí, abierto hacia el SO, tendremos nuestros yacimiento que hemos denominado, por no cooocérsele topónimo, "La Coveta dels Castellets" (fig. 28 y 29).
Se trata de una diaclasa con dirección NE-SO, abierta, como hemos dicho, en la base más
oriental de estos crestones. Arqueológicamente el abrigo fue descubierto por nuestro amigo José
L. Viciano Agramunt, el año 1972.
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Fig. 28.- Fotogra fia de Els Castellets con la scñali.z ación de su covac ha scpulcrul.
Al socaire de este frente de peñascos, laderas de mediodía, la garriga enser1orea hoy un paisaje abierto al MediterTáneo el cual desciende bastante buzado al Barranc del Racó, que de las
cercanías de Font de Cabres, en la falda NE del "Puntal" (692 m.s.n.m.), recoge aguas de toda
esta vertiente serrana que por ponjente configura La Plana. La cavidad está a una altura de un
centenar de rnetros sobre el mentado barranco que, aguas a bajo, alcanza la partida de Aigües
Vives y su fuente, en las cercanías de la Cova del Teniente en donde Esteve-Gálvez señala restos de otros enterramientos eneolíticos (98). Las coordenadas de Els Castcllets, son: latitud, 39"
52' 30"; longitud, 3° 27' (99).
(98) r. E\lc\c üdh ct : ~El ídolo cncolíuco de Altana". XXX \ mvcrsan del \l u~cu Arqueolog1c Comarcal de la !'lana BaJ\8.
Papers. 20. Magrulic AJUI110111cnt. Bumana. 1999.
(99) D.G.I.C.
"!:.cgorbc", IIOJ3 640. 1" edic. \l adnd. 1952.
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Fig. 29.- La covacha sepulcral d e Els C astellcts. Detalle de su exterior.
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Fig. 30.- Planta de la covacha sepulcral con la situación de sus hallazgos.
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Fig. 31.- Sección NE-SO d e la covacba sepulcral de Els CasteUets, con su señalización
estratigráfica.
El abrigo tiene una profundidad de 3,1O m. por 0,95 m. de ancho y una altura de 1,70 m.
(fig. 30), siendo irregular su suelo calizo dado que contiene pocetas que rebasan los 30 cm. de
profundidad. La tierra que cubría este Jecho, sin restos arqueológicos, era de coloración amarillenta, sobre la que se asentaba otra, pulvurulenta, de unos 50 cm. de potencia media, de color
negro. Pese a su cuidadoso cribado sólo fue encontrada un pequeña cuenta discoidal que, conjuntamente con el extremo distal de una punta de flecha, de sílex, con retoque cubriente, pudieran ser testigos de alguna deposición antigua, aunque nos inclinamos a pensar que se trata de pie~
zas recicladas y poseídas por su valor profiláctico, como después comentamos. El resto del escaso ajuar recuperado, salvo las intrusiones de cronología posterior, lo evaluamos como perteneciente al pobladillo de la Edad del Bronce que corona la cota mayor del cerro, cuyos muertos
fueron enterrados en este covacho ubicado en la propia raíz oriental de este tentáculo de "La
Serra".
Un hecho significativo es que la totalidad de las piezas dentales encontradas en cualquier
punto del abrigo (236 enteras más 53 fragmentos) proceden del interior del covacho, puesto que
el cribado del lecho externo, contiguo a las rocas que conñguraron su opérculo, no dio resto alguno, detalle que afmnaría tanto la existencia de un cerramiento fabricado con rocas como la singular pobreza de un ajuar que habría quedado alterado en el propio vaso funerario, el cual datamos en un Bronce evolucionado que venimos denominando "de Transición", el propio de esta
geografia del Septentrión valenciano.
En su entrada, una gran roca asentada horizontalmente sobre otras menores hace hoy de
umbral, y pertenecería al basamento del mentado muro de cierre. Otra de sus rocas aparece caída
hacia el exterior (fig. 32). Con seguridad, pues, como la mayoría de las cavidades sepulcrales que
conocemos (1 00), tras la deposición de los cadáveres sus bocas eran precintadas con una pared
de rocas con el objeto de delimitar el mundo de los muertos.
(lOO) Op. cit. nota 53.
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Fig. 32.- ista interior de la covacha sepulcral d e Els Castellcts, con la señalización, en primer
término, de sus rocas-opérculo.
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Fig. 33.- Lecho del vaso sepulcral con la ubicación del ajuar rec uper ado.
Restos "in situ", o por lo menos procedentes de su nivel deposicional primario, serían una
calota humana y los fragmentos principales de huesos largos, muy troceados (tig. 33), estando
revueltos el resto de los despojos bu manos, en especial las piezas dentales, puesto que igual estaban sobre las rocas del propio vaso funerario como debajo, e incluso aprisionadas entre ellas,
hecho que apunta a que estamos en presencia de un ajuar muy alterado, como nos lo avala la
pequeña moneda de cobre recogida en una de las cotas más hondas del abrigo, y una punta de
tipo Palmela que se halló compactada entre dos rocas que parecían cercar los restos del cráneo
(fig. 34). Cáscaras de almendras en los fondos de pequeñas madrigueras ya cegadas, aseguran,
también, el desplazamiento de las deposiciones de los ajuares, hecho común en cuantos enten·amientos prehistóricos, en abrigo de poca potencia, vienen siendo estudiados. Y puesto que el
genuino vaso sepulcral de esta cavidad sólo mide 100 x 95 cm., los enterramientos se irían suce-
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Fig. 34.- Lecho del vaso sepulcral con la calota humana y la Palmcla " in situ".
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diendo con el tiempo que permaneció habitado el pobladillo de Els Castellets, y con cada nueva
deposición se alterarlan las precedentes por la escasa capacidad del propio lecho sepulcral, seguramente un ritual que se vuelve a repetir en el cercano covacho del cerro de Botifarra de la Vall
d'Uixó, que, como único aj uar, tributó un arete de bronce binario (Cu/Sn).
El ajuar (fig. 35)
Piedra
. -Extremo distal del cuerpo de una punta de flecha. Retoque plano, cubriente, bifacial. Presenta el
ápice perdido, y comporta una superficie muy meteorizada. Altura, 16 mm. (n° 5).
-Cuenta discoidea de caliza blanca con perforación central. Diámetro, 4 mm.; altura, 3 mm. (n° 4).
Metal
-Extremo de un posible punzón de sección cuadrada. Longitud, 22 mm.; grosor, 2 mm. (n° 1).
-Punta de flecha fo liácea, laminar, de tipo Palmela, con ambas caras lisas y extremo distal redondeado. Es de cobre arsenicado. Altura, 61 mm.; grosor del pedúnculo, 2 mm. (n° 2).
-Planchuela de bronce binario (Cu/Sn) cuyo perfil en T recuerda La cabeza de un bóvido, exenta, por
rotura y pérdida, de su rama derecha. Altura, 35 mm.; grosor, 2 mm. (n° 3).
-Moneda muy erosionada - un real vellón- perteneciente a los Reyes Católicos. Diám. 14 mm. {101)
(n° 8).
Hueso
-Pieza tubular adelgazada por abrasión. Altura, 18 mm. Diám. 13 mm. (n° 6).
Restos humanos
-Los principales huesos largos recuperados, alterados por lo revuelto del paquete arqueológico, aparecieron, como la calota, tanto sobre el lecho funerario como clavados entre los resquicios de las medianas rocas del interior del abrigo. Su estudio no ha podido llevarse a cabo, puesto que desconocemos su
actual paradero ( 102).
Cerámica seleccionada
Los restos cerámicos recuperados en el hipogeo - 24 fragmentos a mano y dos torneados, éstos de
cariz ibérico-, son muy pequeños. Hemos seleccionado 4 pequeños tiestos (fig. 35, conjunto n° 7). De ellos
dos pertenecen a recipientes de borde bucal exvasado, y el resto a vasos de cuerpo cerrado, uno de los cuales presenta una carena comprimida sobre cuyo diámetro máximo anclaba La base de un asa (n° 7).
La diversidad de calidades de unas pastas rodadas y fragmentadas hace sospechar que este conjunto
cerámico no proceda de recipientes depositados en el covacho funerario; más bien parece recogido entre
(lO l) " La moneda de Els Castellcts (Artana) me dice Mateu y Llopis que es de Fernando el Católico, pero moneda ((bastante
rara», es decir, poco frecuente". Carta particular de D. Domingo Fletcher, de fecha 10-10-75.
( 102) Los principales restos humanos de este abrigo, entre los cuales sobresalía una e-alota, conjuntamente con otros procedentes de la Roca deis Corbs, Cuila, fueron llevados en 1975 al SIP y recogidos para su estudio por la investigadora madrileña M.O.
Garralda, materiales cuyo paradero hoy desconocemos.
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Fig. 35.- Els CasteUets. Material recuperado en el covacho funerario.
los detritus del propio poblado de Els Castellets y depositado en el abrigo, conjuntamente con las personas inhumadas, tal vez con el valor simbólico de un ajuar funerario, ofrenda que, de ser cierta, hablarla de
la extrema pobreza de esta sociedad rupestre puesto que las tumbas, con sus ritos post mortem, son un fiel
reflejo del "estatus" socioeconómico y ••religioso" que las hace posible.
Comentario
Mientras las cuevas de enterramiento múltiple vienen citándose como "uno de los elementos más característicos de la Prehistoria del País Valenciano" (103), no proliferarán, aún dentro
(103) EJ. Lópe' ., M.A. Oarcla y J.R. Oncga: "La cova deJ Cantal (Biar, Alicante)". Lucentum, LX-X, pág.43. Alicante, 1990-91.
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de él, en su zona más septentrional. Ya Tarradell hacía notar la pobreza de los hipogeos
Eneolíticos en Castellón (104), concretamente en El Maestrazgo, L 'Aicalatén y Els Ports, con
una orografia importante, hermanándose los enterramientos colectivos Eneolíticos del resto del
País Valenciano con los del Bajo Aragón más cercanos al Ebro. El número de individuos sepultados en una misma cavidad, pues, estaría más en función de la propia geografia (deudora de su
propia economía), que del ritual de cada horizonte cultural y cronológico, como señalarán, tanto
para los inicios del no milenio a.C. como para su final, Masadeta y Castellets, hipogeos a canto
de una ubérrima comarca: la propia Plana de Castellón, en la que se asentaba como hábitat eneolitico más destacado "Villa Filomena", única estación de llanura (aunque sobre el acantilado del
Millars) que dio abundantes fragmentos de vaso campaniforme, testigo de su alto "estatus"
socio-cultural, cerámicas que no incluían las plurales cárcavas sepulcrales abiertas en las pudingas cuaternarias de los cajeros del río contiguas al poblado, cuyos ajuares funerarios, hoy extraviados, repiten las tan populares puntas de flecha con aletas y pedúnculo halladas en los silos de
Villa Filomena. Del grupo de tales cárcavas de erosión sólo conocemos un ajuar compuesto por
una punta de flecha, de aletas, con retoque plano cubriente; un borde de cerámica grosera; y 141
cuentas, de las cuales 137 son discoidales, de caliza, y sólo 4, prácticamente tubulares, lo son de
rodonita. Pero lo que más interesa señalar es, pese a la pequeñez del abrigo (su planta apenas
alcanza los 7 m2), el elevado número de personas inhumadas: "El total de individuos identificados, entre niños y adultos, alcanza el número de once" ( 105), computándose por ello entre los
hipogeos colectivos, al igual que ocurre en Masadeta, característica de un Horizonte propio de
un "estatus" ligado a importantes paisajes de llano o a corredores que los comunican, viales por
los que va a fluir La propia expansión de un, para nosotros, poblamiento nuevo portador de cambios tecnológicos y ergológicos importantes (de cuyo bagaje - y ello es anímicamente destacable-- parece se excluyan los idoliformes óseos (106)), que pudiera explicar el aumento demográfico que sufren ahora tales paisaJes, hecho que no hemos detectado en el "hinterland" castellonense con una orografia dificil sin apenas espacios abiertos capaces y con unos corredores encajados, paisajes en los que su dureza tectónica va a dictar un modo de vida más primaria y por
ello de subsistencia, en los que son plurales los enterramientos eneolíticos de uno o dos individuos en oquedades sólo aptas para alimañas..
Por esto es importante señalar en La Plana Jos enterramientos colectivos de Masadeta y
Castellets, puesto que es innegable que el abrigo segundo, pese a ser minúsculo, sirvió de panteón, o casa de los muertos, a quienes fallecían en el encumbrado pobladillo del Bronce, hecho
que se creia extrafio en el País, puesto que lo general es que los covachos o simples grietas de
las proximidades de tales poblados alberguen restos de uno o dos individuos.
Otro hecho a destacar es la clara disensión que existe en la paJeopatología de quienes fueroo enterrados en ambas cavidades del término castellonense de Artana (véase el artículo de B.
CloqueU, F. Rodes y J.B. Martí en este mismo volumen del APL}, por cuanto hay que deducir
( 104) M. TarradcU : "El País Valenciano, del neolítico a la lbcrización". A.U.V. XXXVI, pág. 113. Valencia, 1963.
(105) C. Olaria: "Covacbo del rio Millars (Almassora, Plana Baixa)". C.P.A.C., 15, pág. 423. Castcllón, 1993.
(106) Op. cit. nota 9, pág. 90.
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que estamos ante gentes con una dieta alimentaria, y por ello cultural, bien diferente; producto,
la Eneolitica, de una alimentación basada en la caza y recolección silvestre, y la del Bronce en
una alimentación derivada, en buena parte, de las plantas cultivadas en la que las harinas borneadas y glucósidos debieron de formar parte importante de la nueva dieta.
Otro hecho a destacar, derivado del elevado número de caries en Castellets, es que las piezas atacadas por úlceras no eran extraídas ''pre mortem", pese al dolor que causan, y su práctica
ausencia en Las piezas eneollticas no debe atribuirse a este hecho (107), sino a la dieta antes citada. Ello asegura, más si cabe, la pluralidad de ambas etnias y la profundidad cronológica que las
separa, por cuanto en modo alguno habría habido una "tradición" generadonal en nuestro Pa{s,
como continuamente se incide, hecho que se subraya en el artículo arriba citado, ya que "Todo
orienta hacia poblaciones diferentes...".
Los tan diminutos taladros de la gran mayoría de las cuentas discoidales encontradas en
Masadeta, son consecuencia de la técnica alcanzada en la confección de los hilos y, por ello, de
las telas.
Tanto Masadeta como el nicho de Castellets fueron espacios naturales elegidos con un fin
funerario, no pudiendo determinar, por razones obvias, si en ellos se practicaron inhumaciones
primarias o sirvieron, simplemente, de osarios. En cambio puede afirmarse que ambos contenedores fueron auténticos panteones funerarios de sus respectivos hábitats, aunque no hayamos
detectado el de Masadeta. Tal hecho no significa, precisamente, que haya existido entre ambos
horizontes crono-culturales una tradición, puesto que el esconder la muerte, por su inquietante
verdad, es inherente a cualquier cultura.
Llama, pues, la atención, cómo pequeños núcleos rupestres de la Edad del Bronce (tanto en
Castellets como en Botifarra sólo detectamos un molino barquiforme) posean en sus laderas una
sola cavidad sepulcral utilizada como panteón tribal, hecho más bien anómalo en tal Horizonte.
Basándonos en el ajuar más significativo de Masadeta, diríamos que su Eneolítico pertenece ya al H.C.T., por cuanto descartamos una larga secuencia cronocultural pese a existir algunas
piezas (trapecios, puntas líticas de aletas invertidas y grandes cuchillos) que parecen apuntar a
momentos cuJturales más antiguos, hecho que creemos ocurre en el resto de los escasos enclaves eneolíticos de la comarca. Las largas secuencias que con frecuencia se citan al estudiar otros
yacimiento valencianos, nacen más del querer enraizarlos con un "antes" y un "después" cultural, que de los propios contextos ergológicos extremos, siempre difíciles de etiquetar. Y es que
los registros culturales estratigráficos aparecen constantemente rotos por biatus de una gran profundidad cronológica, silencios que atañen a aquellos estadios culturales en formación en los que
debiera depurarse la tradición en su fluir hacia la modernidad, que es la que define las Culturas.
Tales vacíos obligan a ser cautos y a escrutar con paciencia cualquier alteración o modificación
de aquello que creemos "tradicional". Basándonos únicamente en los ajuares Eneolíticos recuperados en Masadeta, diríamos que estamos ante una estación tipica del H.C.T., hecho que ocurre, también, en el resto de los materiales y yacimientos Eneoliticos de la comarca, dos de ellos
(107) Feo. Piqueras et alii: "Estudio del material dentario", pág. 432. En C. Olaria: "Covacho de enterramiento colectivo en el
rlo Millars (Almassora, La Plana Alta)". C. P
.A.C., 15, págs. 421/436. Diputación Provincial. CasteUón, 1993.
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- los poblados del Castell de la Vilavella y ViUa Filomena- con auténtico campaniforme (el elemento foráneo más signjficativo del nuevo horizonte) no parece conveniente relacionar con un
ajuar funerario, puesto que Jos covachas de los cantiles del Millar, contiguos a esta segunda estación, con enterramientos en los que se incorporan puntas de aletas de sílex, es dificil de creer que
no pertenezcan a la propia necrópolis del yacimiento, puesto que se concentran aqui y no en el
resto de la crecida brecha que en la Plana abre el río, igualmente con cárcavas de erosión sobre
un conglomerado de pudingas, y, pese a ello, no tributaron con su expolio vaso campaniforme
(108). Por ello, su no existencia en yacimientos que ergológicamente debieran comportarlo (los
que reiteran aquellas piezas que se conocen como "fósiles guia"), no es motivo para creerlos más
antiguos que aquellos otros (tan escasos por otro Lado) que lo detectan.
Hay que aceptar que, en los yacimientos meticulosamente excavados, los Horizontes
Culturales que albergan se suelen presentar " maduros", como producto de corrientes foráneas,
como es el caso del Neolítico, y aun sus "fases" más puntuales (el Neolítico Cardial "tipo Or" y
el Inciso "tipo Fosca") las creemos más propias de etnias plurales que de su propia evolución
interna. Si, como señalamos por vez primera (1 09), quienes decoran la cerámica cardial pintan
l.os grandes temas rupestres del área Contestana Alicantina, su mundo cultural nada va a tener en
común con quienes decoran con la incisión mayoritaria su cerámka y pintan escenas narrativas
en las balmas de su paisaje ( 11 0). Ambos estilos, totalmente antagónicos puesto que son resultado de conceptos culturales discordantes, son sólo producto del plural mundo Neolítico, y cuando en una misma estación se imbrican, el segundo solapa al primero, siendo estilisticamente
imposible hacer derivar el arte naturalista, del simbólico-expresionista tipo Petracos.
Por dar un solo ejemplo, recordemos, en su fase prehistórica, la Cova del Montgó (La
Marina Alta), con secuencias Paleolíticas, Neolíticas, Eneolíticas (campaniformes) y del Bronce,
que, pese a presentarse culturalmente puntuales, están sirviendo para valorar "una ocupació que
en l' estat de la investigació es remunta al Paleolític Superior" ( 111 ), y es que el atrapar determinados yacimientos diversos horizontes crono-culturales no obliga a atribuir a sus moradores una
misma cadena genético-cultural. Simplemente sus horizontes están superpuestos por las propias
características del paisaje y las excelencias, igualmente fisicas, de unos singulares abrigos. Los
propios registros ergológicos que definen las culturas, los denominados "fósiles guía", no responderán a una tradición sino a una novedad cultural, o lo que es lo mismo: a otros modos socioeconómicos (y por ello artísticos y cultuales) que sólo podemos explicar por la llegada, ñsica, de
otras gentes. También es cierto que en todo momento del devenir de la humanidad existen unos
problemas que el hombre, aplicando simplemente la lógica, soluciona del mismo modo. Y en el
campo del adorno personal, tanto en la prehistoria como en nuestros días nos hemos valido, por
ejemplo, de un mismo tipo de conchillas marinas, y no se nos ocurrirá pensar que los largos
( 108) Op. cit. nota 50. Separata., pág. 276.
(109) N. Mesado y J.L. Viciano: "Los grabados <
SIP. Valencia, 198 l.
(111) Op. cit. nota 32.
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collares "hippys", fabricados con ellas, responden a una tradición cultural "amb profundes arrels
des del Neolític". Y es que la presencia de determinados elementos -ahora secundarios- en el
registro material de un yacimiento, carecen de peso a la hora de evaluar sus propias raíces. Toda
dinámica evolutiva de los grupos humanos del pasado, como ya hemos comentado, aparece
siempre seccionada, incluso, por vacios cronológicos profundos. En el momento actual, una propuesta de dinámica cultural que permita una periodización fluida, y por ello sin roturas, sigue
siendo inviable por el hecho de no haberse encontrado, pese a lo mucho excavado, un solo yacimiento con una secuencia generacional sin traumas. Y es que todo yacimiento, como escribe
Martf, oftecerá "grandes diferencias según sea su atribución Eneolítica o del Bronce Valenciano,
resultando dificil precisar los horizontes intermedios" (112).
Frente al elevado número de cuentas recogidas en Masadeta procedentes de collares múltiples (posible ostentación social), sólo una de ellas ha tributado Els Castellets, prueba de que no
puede usarse, "per se", como collar. Tampoco conocemos ningún enterramiento de la Edad del
Bronce que las haya dado en cantidad, como de otros abalorios que puedan ser signos de ostentación funeraria "puesto que no existe un modo uniforme de enterrar a los muertos, porque tampoco son uniformes las creencias religiosas" (113). Por ello, como apuntan Apellániz y
Fernández Medrano, cuando tales piezas son muy escasas entre los ajuares funerarios pueden
tener un valor profiláctico ante males y enfermedades, puesto que el propio adorno tendría la
probable función de defensa ante un medio hostil (114). El mismo simbolismo pudo tener el
extremo distal de la punta de flecha de sílex, claramente eneoiitica, recogida en Els Castellets,
meteorizada en extremo, erosión que no habría tenido que proceder de un enterramiento
Eneolítico tradicional, por cuanto pudo haber formado parte, como la cuenta, de los pequeños
abalorios -con su reiteración morfológica- que en vida pudo llevar encima, como amuleto, alguna de las personas inhumadas en el covacho de Els Castellets, por lo que parece que estemos ante
una sociedad que usa insignificantes piezas que recicla con un valor simbólico, como viene ocurriendo en otros enterramientos de la Edad del Bronce en la provincia de Castellón, caso de aquellos en los que sólo existe un único fragmento cerámico, a veces taladrado, para ser usado como
colgante. Así ocurre en la Roca del Corb (115}, Racó de la Tirana ( 116) o el Covacho de la Mare
de Déu de Gracia (117), cuyos respectivos excavadores inciden en esta idea.
Algo similar ocurre en la Cova del Cantal (Biar, Alicante). Se trata de una cueva de enterramientos múltiples perteneciente al Eneolítico, que se sigue usando durante la fase
Campaniforme y también durante la Edad del Bronce. Ha tributado 34 puntas de flecha de sílex,
(112) Op. cit. nota 64, pág.J89.
(IJ 3) J. M." Luzón: "Imperio y Religión. Del mundo romano al prerrománico". En «Historia del Anc Espailol)), vol. n. pág.
51. Plaoeta-Lunwerg Editores S.A. Bareelona, 1997.
(114) J.M. Apcllániz y D. Fcmández-Mcdrano: uEI sepulcro de galería segmentada de la Chabola de la Hechicera (Eivillar,
Álava). Excavación y restauración". E.A.A .• 9, págs. 14-221. Vitoria, 1978.
C. L. Pérez-Arrondo y C. Lópc:t de Calle: "Aportaciones al estudio de las Culturas en el Valle del Ebro. 1: Elementos de adorno". Historia/3, pág. 143. Instituto de Estudios Riojanos. Logro. lo, 1986.
i
( 115) Op. cit. nota 53, pág. 206.
( 116) Op. cit. nota 2, págs. 38 y 40.
( 117) C. Olaria: "Covacho de enterramiento colectivo en el Riu MiUars (Almassora, La Plana Alta)". C.P.A.C., 15, págs.
4211
425. Castellón, 1993.
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de las que cinco son de aletas desarrolladas y pedúnculo; 1 puiial de lengüeta (fósil director, destacado, del Campaniforme); y 1 punzón biapuntado, de sección cuadrada, de bronce; habiéndose registrado, de nuevo, una cuenta de collar de piedra verde (118).
También en otra cueva alicantina, la Cova del Negre, del término de Cocentaina, pese a su
rico ajuar lítico tan sólo se habría detectado un grano discoidal, aunque la mayor parte del material recuperado procede de rebuscas clandestinas. Se trata de un pequeño covacho con dos personas adultas inhumadas, en el que van a destacar sus soberbias puntas de flecha de aletas y
pedúnculo, con retoque plano, bifacial, cubriente, dos de cuyos ejemplares rebasan los 7 cm. de
altura por lo que se trataría de piezas de gran valor fabricadas para amortajar a los difuntos, formas mayoritarias que conviven con otras, tanto losángicas como foliáceas. También fueron recogidas dos hojas-cuchillo, una de filos vírgenes, de 13 cm. de altura, y la segunda, un fragmento
medial de 8,5 cm., con la típica percusión compacta en su perfll derecho. En metal hay un punzón biapuntado, de sección cuadrada, y en cerámica destaca un fragmento de borde, de tendencia cerrada, de vaso campaniforme de estilo marítimo, así como en piedra blanca un botón piramidal con perforación en V ( 119).
En la Cueva de la Torre del Mal Paso, Castellnovo, los enterramientos formaban seis
"paquetes funerarios", estando los ajuares dispersos, pero en sus proximidades, por lo que Jordá
supuso que la cueva poseía "segundos enterramientos" . De las 40 puntas de flecha, de sílex,
encontradas, 14 poseen aletas y pedúnculo, recogiéndose abundantemente en el Sector E, que es
el de la entrada, mientras las romboidales y foliformes se encontraron con preferencia en el resto
de los sectores, hallándose los materiales de piedra pulimentada, también, en el Sector E, por
cuanto Jordá cree que el material contiguo a la boca de la cavidad, sería, pese al elevado número de puntas de flecha con aletas, "algo más antiguo que los del resto de la cueva". Del Sector D
proceden las dos únicas cuentas discoideas de collar, encontradas en las capas ¡a y 43 •
Pese a la parquedad de tales cuentas discoidales en alguna de estas cuevas, lo normal es,
durante el tercer milenio, contenerlas en abundancia, proliferación que apuntaría hacia una moda
que, aunque no con tanta fuerza, observamos durante la Edad del Bronce, desapareciendo luego,
por cuanto es evidente su escaso valor cronológico ( 120).
De las hojas cuchillo procedentes de la Cueva de la Torre del Mal Paso, destaca, por su longitud (185 mm.), una sin retoque. Y no existe, pese a la importancia de la cueva, cerámica campaniforme; pero un gran fragmento de vaso, procedente del Sector E, comporta una decoración
incisa formada por una guirnalda escoltada por sendas líneas de puntos (121). Pese a este elemento cerámico (de posible antigüedad) la concentración de las puntas barbadas fecharían buena
parte de su contexto mueble (cuanto menos el de la entrada) en la fase de transición. En cualquier caso hay que recordar que Fletcher, al estudiar la covacha sepulcral de la ladera del Castillo
(1 18) E.J. Lóp.ez, M.A. García y J.R.. Ortega: "La Cova del Cantal (Biar, Alicante)". Lucentum, IX-X, pág. 25. Alicante, 1990-
9.1.
( 11 9) J.L. Pascual Benito: "Les coves sepulcrals de 1' Albcrri {Coccntaina). El poblament de la Vall Mitjana del riu d. Alcoi
durant el 10 mil.lenari BC". Saguntum, 21, págs. 109/ 167. P.L.A.V. Valencia, 1987/88.
(120) Op. cit. nota 102, pág. 144.
( 121) F. Jordá Cerdá: "Los enterramientos de la Cueva de la Torre del Mal Paso (Castellnovo - Castellón de la Plana)". A.P.L.>
vol. VIJ, pág. 89, !ig. 18. Valencia, 1958.
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de Xiva, con su variada gama de puntas de flecha procedentes de un mismo nivel, apuntará que
tal pluralidad "no puede inducimos a creer que hubo distintos momentos de enterramiento"
{122). Esta covacha destaca por sus bellas láminas-cuchillo, de sílex (motivo por el cual los
hemos paralelizado con los de Masadeta), y su largo punzón de cobre, elementos propios del
EneoUtico. También recoge Fletcher, en el mismo trabajo, la indicación de Castillo Yurrita: " ... el
vaso campaniforme lleva a todas partes donde va el conocimiento o cuanto menos la presencia
del cobre" ( 123) puesto que "Metal y vaso campaniforme son dos elementos de un mismo fenómeno" ( 124). Y es que, pese a la gran escasez de vaso campaniforme en CasteUón (también en
el resto del País), punzones y Palmelas de cobre, así como las cuentas tubulares de rodonita (125)
y las puntas de sílex barbadas, están pregonando su propio horizonte cultural, exista o no la cerámica que lo personaliza, puesto que si ésta fue sólo una moda avalada por el prestigio de poseer
un ajuar campaniforme (Harrison), habría zonas deprimidas que pudieran no haber tenido acceso a ella, y en modo alguno habría podido ser "un fenómeno unitario, ni durante todo el período, ni en todo el territorio europeo", pudiéndose dar el caso que "un yacimiento con elementos
campaniformes y otro sin ellos sean contemporáneos" (126). Y es que seguimos, tras más de cuarenta años, sin "encontrar la verdadera causa del poco arraigo del vaso campaniforme en nuestra región" ( 127), a no ser que sea la misma del también tao parco arraigo de los monumentos
dolménicos, en cuyo caso vaso campaniforme y dólmenes pertenecerían, como en el S peninsular se certifica (especialmente en la zona cuprífera delAlgarve), a un estatus socioeconómico elevado, síntoma, cuanto menos, de una jerarquía social de prestigio, auténticas elites dominantes
impropias de una geografía, la nuestra, con ausencia de huellas de minería prehistórica, pobreza
que quedará también patente en la gran parquedad de los poblados calcolíticos, hecho que prueba su poco arraigo y posible nomadismo; y la permuta, casi total, de los monumentos funerarios
por las covachas naturales, otro signo que evidenciará el escaso número de individuos sin un
poder ciánico de concentración. Los propios hábitats, aqui, comportan una singular economía
cinegética de subsistencia, otro rasgo que avala un hecho tribal deficiente.
Los tipos de Palmela procedentes de la Meseta Norte, todas ellas de tarnaflo menor (como
en general lo son las encontradas en las grutas artificiales de las cercan las de Palmella, al SE de
Lisboa), son para Delibes "casi exclusivas de la metalurgia hispana de la Edad del Cobre, propias del horizonte del vaso campaniforme", aunque aflade "y aún, en ocasiones; posteriores"
(128). En el País Valenciano tenemos puntas metálicas perfectamente estratigrafiadas en poblados de la Edad del Bronce, caso de La Muntanyeta de Cabrera (129), el asentamiento más sig-
(122) D. F1ctcher Va1ls: "La covacha sepulcral de la ladera del castillo (Chiva)". A.P.L., vol. VI, 16. Valencia, 1957.
(123) Op. cit. nota 52, pág. 24.
(1 24) A. del Castillo: "El Neoeneolítico". En <
(125) J. V. Lcrma y J. Bemabeu: "La coveta del monte Picayo (Sagunto, Valencia)". A.P.L., vol. XV, pág. 45. Valencia, 1978.
(126) Op. cit. nota 85, pág. 63.
(127) Op. cit. nota 42, pág. 25.
( 128) Op. cit. nota 83, pág. 108.
(129) D. Fletchcr y E. Pla: "El poblado de la Edad del Bronce de la Montanyeta de Cabrera (Vcdat de Torrcnt, Valencia)".
S.T.V. n• 18. SlP. Valencia, 1956.
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Mrs,, oo Ouvt:R
Fig. 36.- Els Cermanells (Rafelbunyol, I'Horta). Materiales hallados por l nocencio Sarrión.
Foto S IP.
nificativo, culturalmente, de cuantos podemos incluir en el Bronce Medio. el cual ha tributado
seis puntas de flecha/jabalina, de cobre, de las que al menos tres serían de tipo lanceolado, puesto que existe una de aletas y las otros dos aparecen muy deformadas por la oxidación. De estas
tres, dos, por sus escotaduras laterales, podremos incluirlas en el tipo B de Delibes, habiendo
sido encontrada la mayor, de 9,4 cm., en la superficie del Sector IV de este yacimiento. Pese a
sus variados perfiles las tendremos presentes en casi todos los niveles, lo que indicaría que cultural y cronológicamente perviven juntas. Variada tipología que igualmente recoge el pobladillo
de Els Germanells, Rafelbunyol, armas encontradas por lnocencio Sarrión en 1963, junto con
otras piezas (tig. 36), entre las cenizas de un hogar. Observamos, también aquí, dos puntas del
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tipo 8 de Delibes (n° 3 y 4), otra del tipo A (n° l) y, nuevamente, un solo ejemplar con aletas
(n° 2).
También el poblado de La Muntanya Assolada (Aizira), ha dado dos puntas de esta tipología, una de las cuales, con un largo pedúnculo, es igual a la B l de la clasificación de Delibes;
mientras el estirado perfil ojival de la segunda, es más propio de las piezas valencianas ( 130).
También las señalará, entre otros poblados, el ruvel fundacional de la gran "Habitación 1" de La
Liorna de Betxí (Paterna), igualmente de hoja alargada; y el nivel U, con tres piezas, una de hoja
estirada, pero sin escotaduras, y otras dos del tipo B de Delibes. Igualmente el Nivel II de la
Habitación Ili ba dado cuatro ejemplares, uno de los cuales presenta fuertes aletas (131), viéndose de nuevo la convivencia cronocultural que indicamos pese al elevado porcentaje de las puntas fo liáceas, aletiformes que con el tiempo parecen imponerse por más efectivas, como sería el
caso de las encontradas en un yacimiento tan tardío como el de Orpesa la Vella (132), con cerámicas orientalizantes entre las indígenas (133), única tipología que habría sido fabricada en el
País Valenciano como demuestra el molde recogido en el pobladillo de El Gargao (Vilamarxant)
(134) y cuya pervivencia, cuanto menos formal, alcanza incluso la Cultura Ibérica (135).
V. A MODO DE COLOFÓN
En las cavidades de La Masadeta y Els CasteHets, la primera por tratarse de excavaciones
clandestinas y la segunda por haber sufrido con el paso de los años una fuerte remoción natural,
solamente podemos asegurar su uso colectivo como panteones funerarios, ignorando si fueron
simples osarios o si se practicaron, como en el caso del Racó de la Tirana, enterramientos primarios. Igualmente desconocemos si en la Cova de la Masadeta se practicó algún enterramiento
del H.C.T sobre otros Calcoliticos a los que pudieran pertenecer los largos cuchillos o los trapecios, puesto que "La característica más destacable del ritual de enterramientos campaniforme es
el abandono del enterramiento colectivo y su progresiva sustitución por el enterramiento individual" (136), hecho que pudiera deberse al elevado estatus social de la persona inhumada, puesto que "los personajes más relevantes incorporan en sus ajuares los elementos propios de su condición y del momento" (137). Igualmente cabría la posibi lidad de que en un covacho de enterramiento tradicional (CaJcolítico) se fuesen incorporando nuevos elementos culturales -caso de las
puntas de Palmela- sin haber asumido sus gentes el novedoso progreso del hecho campaniforme
(130) B. Martl Oliver: "La Muntanya Assolada (Alzira, Valencia)". Luccntum, ll, pág. 61, fig. 14. 3. Alicante, 1983.
(131) M.• Jesús de Pedro: "La Liorna de Betxl (Paterna, Valencia). Un poblado de la Edad del Bronce". S.T.V. n• 94, fig.~. 27,
48 y 107. S.I.P. Valencia, 1998.
(132) F'. Gusi: "Las sociedades metalúrgicas". En «Historia de Castellón», vol. l. Prensa Valenciana -"Levante". Castellón,
1992.
(133) O. Clausell: "Nuevos hallazgos fenicios en la J>rovincia de Castellón". Q.P.A.C., vol. 16, pág. 97 y 98. S. LA. P. Castellón,
1995.
(1;34) J. V. Martlnez Pcrona: "Carta arqueológica de Pcdralba y Bugarra". A. P. L., vol. XJV. Valencia, 1975.
(135) Op. cit. nota 68, pág. 378.
(136. Op. cit. nota 108, pág. 351.
(137) Op. cit. nota 95, pág. 361.
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OuvER
(138), que lo creemos, más que una simple novedad ergológica de prestigio, producto de la llegada de una nueva Cultura puesto que "las ideas sólo pueden ser difundidas a través de agentes
humanos, siendo necesario que éstos se establezcan en un lugar determinado" (139), retomando
con ello las viejas hipótesis lideradas mayormente por Castillo Yurrita ( 140)~ puesto que es indiscutible que con el campaniforme se pluraliza una sociedad de metalúrgicos y, hecho curioso, de
expertos talladores de sílex cuya técnica alcanza en las puntas de aletas de la Cova del Negre de
1'Alberri su máxima perfección, sociedad que debió de introducirse en los territorios valencianos "a finales dellll m ilenio a.C. e inicios del siguiente" (141), hecho innovador sin precedentes puesto que la fundición ''supone un proceso de transformación de los elementos naturales"
dado que "el objeto en sí mismo no basta" (142), estatus que es bien dificil que alcance por ella
misma nuestra sociedad Calcolitica peninsular.
Es seguro que el pobladillo de Els Castellets, que como todos los de este sector de La Plana
pertenece a un Bronce de Transición, utilizó el covacho de la base de su "cingle" para sepultar a
sus muertos, hecho escasamente prodigado en nuestra Comunidad, puesto que en tal horizonte
cultural, lo normal es que los sepulcros contengan uno o dos individuos, muchas veces simples
despojos vertidos en alguna de las grietas de los acantilados de los propios poblados como simples escombros, hecho indicativo de un escaso (o nulo) culto a la muerte, en contrapartida al
hecho Eneolítico con su elevado culto a ella, que a veces incluye en sus enterramientos, al sur
del río Xúquer, los millarenses idolillos-falange, prueba de creencias en una proyección de ultratumba, idoliformes que para Bernabeu estarían ausentes del H.C.T. (143), aunque hay que recordar el magnifico ejemplar de los niveles "campaniformes" de La Ereta del Pedregal (144); y,
ahora, la gran "deessa" esculturada hallada en el entorno de La Rápita, ese cerro que, conjuntamente con Les Penyes Aragoneses, destaca en el paisaje del término de Artana; territorio en el
que el Rdo. J. Llidó Herrero ha encontrado petroglifoides (145), testigos de la sacralización de
este majestuoso enclave a través del tiempo. Parece, pues, que un significativo hábitat Eneolítico
(posiblemente borrado por el secular cultivo de secano), asentose en el piedemonte próximo,
enterrando a sus muertos en la cavidad de La Masadeta o La Rápita. Tal sacralización a través
de culturas y religiones diversas - posible síntoma de la fuerza telúrica de estos crestones rocosos- nos hace recordar la Cova del Cavall (antes de "Alimaymon") de Villar del Arzobispo (els
Serrans), a la que acudían en romería "de todas naciones y creencias", por lo que Calixto m, con
bula dada en Roma, la mandó cerrar a "cal y canto"1 relato que recoge Escolano (1560-1618) en
su "Década primera de la Historia de la insigne y coronada G udad y Reino de Valencia".
Burriana, julio de 1999.
(138) Op. cit. nota 101, pág. 35l.
( 139) J. Sureda: "Historias y fabulaciones de milenios sin historia". En <
(140) A. Del Castillo: ''La Cultura del Vaso Campaniforme. (Su origen y Clltensión en Europa)". Universidad de Barcelona,
1928.
(141) Op. cit. nota 108, pág. 334 y 350.
(. 42) Op. cit. nota 117, pág. 283.
1
(143) Op. cit. nota 9, pág. 99.
()44) Op. cit. nota IÓS, pág. 351.
( 145) Op. cit. nota 7.
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ARCAN O DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXI V (Valencia, 2001)
BLAS CLOQUELL*, FERNANDO R ODES* Y J UAN BAUTISTA M.ARTl*
ESTUDIO ANTROPOLÓGICO DE CUEVAS DE ENTERRAMIENTO
PROCEDENTES DE ARTANA (CASTELLÓN)
INTRODUCCIÓN
El material estudiado procede de dos cuevas de enterramiento situadas en estribaciones
montañosas cercanas al mar, dentro del término municipal de Artana. Actualmente se encuentra
depositado en el Museu Arqueologic de la Plana Baixa-Borriana.
El estudio del ajuar y restos de cerámica hallados en el transcurso de la excavación arqueológica realizada por Norbert Mesado el año 1975 en la Cova deis Castellets, orientan hacia un
entorno cultural perteneciente al Bronce evolucionado o de Transición.
La parte que procede de la Cova de la Masadeta, también llamada de la Rapita, es producto
de excavaciones clandestinas y corresponde fundamentalmente al Eneolítico, aunque también
aparece cerámica del Bronce evolucionado. Posiblemente los restos óseos y dientes pertenecen
a la cultura eneolítica.
MATERIAL Y MÉTODO
El material estudiado lo forman 453 dientes, acompañados de una hemimandíbula derecha
en la Cueva deis Castellets y diversas falanges, fragmentos de huesos largos, vértebras y un cráneo en la Cueva de La Masadeta.
• División de Medicina Legal y Forense. Facultad de Medicina. Campus de San Juan (Alicante). Universidad Miguel
Hemández.
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B LAS CLOQUELL, F ERNANDO ROOES Y JUAN B AUTISTA
MARTI
En huesos largos, cráneo y mandíbulas se ba procedido a su descripción y cuando se pudo,
se hallaron medidas e índices. Debido a su escaso número, la información que pudo obtenerse a
partir de ellos fue escasa.
Unicamente 3 dientes dels Castellets y 4 de La Masadeta aparecieron "in situ", hallándose
el resto de forma aislada. Sólo pudo detectarse, de forma indirecta, una agenesia.
Para identificar correctamente los dientes aislados nos hemos basado en el estudio morfométrico (morfología y diámetros máximos MD y VL), observación de las facetas de contacto y
orientación de planos de desgaste en caras oclusales. Cuando se conservaba únicamente parte de
la corona o sólo las raíces, la identificación se convirtió en muy problemática y sujeta a errores.
Los dientes se han designado siguiendo las normas de la Federación Dentaria Internacional:
Dentición defmitiva
Arcada superior derecha Arcada superior izquierda
21 22 23 24 25 26 27 28
18 17 16 15 14 13 12 ll
48 47 46 45 44 43 42 41 31 32 33 34 35 36 37 38
Arcada inferior izquierda
Arcada inferior derecha
Dentición decidua
Arcada superior derecha Arcada superior izquierda
55 54 53 52 51
61 62 63 64 65
85 84 83 82 81
7172 73 7475
Arcada inferior derecha
Arcada inferior izquierda
En cada diente llamaremos:
- Cara mesial: La más cercana a la linea media de la arcada.
- Cara distal: La más alejada de la línea media de la arcada.
- Cara vestibular: La que da al vestíbulo de la boca.
- Cara lingual: La que está en contacto con la lengua.
- Cara oclusal: Superficie de masticación.
Dado el alto porcentaje de dientes aislados y, al no estar documentada la forma en que se
depositaron los dientes en las diversas bolsas o cajas, dentro de cada cueva el total de dientes se
consideró que formaban parte de un mismo conjunto.
Utilizando la tabla de Ubelaker sobre maduración dentaria, para deducir el número mínimo
de individuos y su distribución por edades, se fueron agrupando dientes que pudieran tener los
mismos años, tanto decíduos, como definitivos inmaduros y definitivos completamente formados pero con desgaste nulo. De esta forma se obtuvo un número mínimo de individuos de edad
inferior a los 15-17 años.
Con el resto de dientes que, por estar completamente formados y tener desgastes de mayor
grado, no pudo incluirse en la anterior forma de deducción se fueron haciendo grupos para cada
tipo de diente, deduciendo de esta forma que el grupo que tenía mayor número correspondía con
-182-
[page-n-183]
ESTUDIO ANTROPOLÓGICO DE CUEVAS DE ENTERRAMIENTO PROCEDENTES DE ARTANA
183
el nuevo número mínimo de individuos mayores de 17 años. Para disminuir porcentajes de error,
se abrió una horquilla en la que además del diente más numeroso se tuvieron en cuenta los dientes que le seguían en frecuencia. Cuando se pudo, se dedujo la edad atendiendo a los criterios de
Gustafson y BrotbweU.
Para el macrodesgaste dentario se utilizó la escala de Brabant, aunque hay que tener muy
presente lo inespecífico y facilidad de error de las conclusiones que pueden extraerse.
Comentar, por último, que cada diente fue radiografiado y observó la presencia de variaciones anatómicas y patología.
RESULTADOS
A) RESTOS ÓSEOS
Cueva de Els Castellets
Hemimandíbula derecha:
Aspecto grácil. Alvéolo vacío de diente 38. Edad superior a los 18 aftos. Morfometría:
- Espesor cuerpo mandibular : 13,2 mm.
-Altura cuerpo mandibular : 32,4 mm.
- Angulo mandibular: 120°.
-Anchura bigoniónica (reconstruida): 75,4 mm.
- Longitud mandibular (reconstruida): 86,4 mm.
Cueva de La Masadeta
Huesos
45 piezas: huesos enteros, fragmentos de huesos y piezas dentarias, de las que 18 son humanas y el resto corresponde a fauna. Describimos a continuación los huesos y fragmentos humanos:
- Fragmento de tercio superior de fémur derecho. Ausencia postmortal de cabeza y dos tercios distales. No válido para estudio.
- Fragmento de tercio inferior de tibia. No válido para estudio.
- Fragmento de cuerpo de vértebra dorsal. Faltan las apófisis transversas, espinosa y los
arcos o láminas. Hay destrucción postmortal de parte del cuerpo vertebral. Ausencia de estrías.
Epífisis anular fusionada al cuerpo. Edad: 25-35 años. Antropometría: Altura: 23.9 mm.
- 2 falanges proximales de mano.
- 5 falanges mediales de mano.
- 7 falanges proximales de pie.
- 1 falange medial de pie.
Todas las falanges tienen la epífisis proximal fusionada y no muestran signos artrósicos por
Jo que corresponden a sujetos mayores de 20 años y menores de 50-60 afios.
-183-
[page-n-184]
184
BLAS CLOQUELL, FERNANDO RODES Y JUAN BAUTISTA MAKTI
Cráneo
MORFOLOGÍA CRANEAL
1.- NORMA SUPERIOR
Se trata de un cráneo mesaticéfalo, con pérdida de sustancia postmortal del hemifrontal
izquierdo, que presenta las suturas exocranealmente abiertas, y endocranealmente cerradas.
Existe una señal de contusión por instrumento contuso y punzante en parietal derecho de origen
postmortal. De dicha señal parten dos líneas de fractura; una hacia la sutura sagital y otra hacia
la escamosa.
Existe el espacio correspondiente a un hueso sutura! en la sutura lamboidea izquierda y otro
en la derecha.
2.- NORMA LATERAL
Derecha: Ausencia de hemifrontal derecho. Se conserva un fragmento del parietal derecho.
Ausencia del temporal.
Izquierda: Se conservan el hemifrontal izquierdo, el parietal izquierdo, y parte del temporal
izquierdo. Las suturas están abiertas exocranealmente y cerradas endocranealmente. Apófisis
mastoides de tamaffo intermedio. No hay prominencia de la región occipital. Frente algo inclinada. Cierta prominencia de los arcos superciliares.
3.- NORMAANTERIOR
No se puede valorar por ausencia de los huesos que la conforman.
4.- NORMA OCCIPITAL
Sólo se conserva parte del hueso occipital. Ausencia de protuberancia occipital. La sutura
está abierta exocranealmente y cerrada endocraoealmente.
5.- NORMA INFERIOR
No se puede valorar por ausencia de los huesos que la conforman.
CRANIOMETRÍA
1.- NEUROCRÁNEO
Longitud máxima: 173 mm.
Anchura máxima:l35 mm.
Altura auricular: 133 mm.
Arco sagital parietal: 138 mm.
Arco sagital occipital cerebral: 59 mm.
Cuerda sagital parietal: 123 mm.
Cuerda occipital cerebral: 55 mm.
2.- ESPLACNOCRÁNEO
No se pueden tomar medidas.
-184-
[page-n-185]
ESTUDIO ANTROPOLÓGICO DE CUEVAS DE ENTERRAMIENTO PROCEDENTES DE ARTANA
185
INDICES CEFALICOS
ÍNDICE CEFÁLICO: 78.03 (Mesaticéfalo).
B) DENTICIÓN
De los 453 dientes estudiados, 20 son dentición decfdua, 53 son dientes definitivos con
algún grado de inmadurez y 380 fueron dientes definitivos completamente formados.
Diente
e
M
Total
Diente
e
M
Total
11
12
13
14
15
16
17
18
21
22
23
24
25
26
27
28
31
32
33
34
35
5
5
11
11
15
3
7
4
7
12
7
4
6
2
12
17
18
15
21
5
17
7
14
16
20
17
17
36
37
38
41
42
43
6
6
4
5
1
12
13
6
44
11
10
6
6
6
6
7
2
8
7
6
10
8
3
3
2
1
2
2
2
JO
3
6
8
3
11
12
13
9
5
6
11
5
8
4
4
2
7
6
3
JO
5
LO
l1
10
11
5
5
45
46
47
48
51
52
53
61
62
63
64
65
75
83
u
14
7
14
7
21
15
16
TOTAL
8
o
o
o
o
1
o
1
l
13
8
14
21
18
9
9
8
1
2
3
2
1
5
4
1
2
3
223
453
1
o
o
230
Tabla l . Total dientes estudiados.
C= Cueva Castellets; M=Cueva Masadeta.
En la tabla 1 aparece su distribución por cuevas.
Mientras que en Castellets aparecen sólo 3 decíduos y 31 de los dientes defwitivos presentaban algún grado de inmadurez, en La Masadeta los dientes decíduos son 17 y 22 eran definitivos inmaduros.
- 185-
[page-n-186]
186
BLAS CLOQUEU., FERNANDO
Rooes v J uAN BAUTtSTA MARTI
C) NÚMERO MÍNlMO DE INDIVIDUOS Y DISTRIBUCIÓN POR EDADES
En total han podido detectarse entre 37 y 41 individuos como mínimo con la distribución
por edades siguiente:
Edades
menores de 6 años
años
6 a 12
años
12 a 17
18 a 25
años
años
25 a 35
mayores 35 años
desconocido
TOTAL
e
o
M
Total
5
5
5
4
2
2
9
3-5
3-5
3
6
6
2
6- 10
15-17
22-24
37-41
4
5
1
Tabla 2. Mortalidad por edades.
C= Cueva Castellets; M=Cueva Masadeta.
En Jos 5 niños menores de 6 años (todos de La Masadeta), la mortalidad desglosada ha sido
la siguiente:
E dades
número
menores de 2 años
2 a 4 años
4 a 6 años
o
TOTAL
5
3
2
Tabla 3. Mortalidad infantil menores de 6 ailos.
D) VARIAC IONES ANATÓMICAS
En este apartado sólo se incluyen alteraciones en el número y morfología dentaria, de componente generalmente hereditario, que no son patologías. En el resto de huesos no se ha observado ninguna alteración de este tipo.
Tubérculo de Carabelli
Este tipo de tubérculo supernumerario, localizado en cara lingual, ha podido observarse sólo
en un molar 26 de Masadeta.
Raíces supernumerarias
Un total de 19 dientes (tabla 4) mostraron la presencia de una raíz accesoria.
- 186-
[page-n-187]
ESTUDIO ANTROPOLÓGICO DE CUEVAS DE ENTERRAMIENTO PROCEDENTES DE ARTANA
e
M
Total
14
1
1
2
15
2
o
o
o
o
187
2
Diente
16
24
4
25
6
28
o
o
33
6
1
1
o
o
37
44
TOTAL
4
16
3
19
Tabla 4. Rafees supernumerarias.
C= Cueva CasteJlets; M= Cueva Masadeta.
Únicamente 3 dientes en Castellets y 2 en Masadeta, no son premolares superiores.
Fusión raíces
En 4 dientes definitivos (dos 17, un 26 y un 27) y uno decíduo (el 65) aparecieron algunas
de sus raíces unidas. Todos eran de Castellets.
Diente en pala
La prominencia lingual de los bordes mesial y distal coronarios afectó a ll dientes. Mientras
que en Castellets sólo existía un diente con la alteración (un 21 ), en Masadeta los dientes fueron
1O, todos incisivos laterales (cuatro 12 y seis 22).
Invaginación paracingular
La depresión en forma de surco localizada a nivel del cíngulo coronario se mostró en 3 dientes (un 43 de Castellets y un 12 y un 22 deMasadeta).
Tubérculo lingual muy desarrollado
Únicamente un diente 12 y otro 22 de Masadeta presentaron aumento del tamaño de su
tubérculo lingual.
Agenesia
Aunque debieron de haber más, por las características de la muestra, sólo pudo detectarse la
ausencia por no formación del diente 18 perteneciente al cráneo estudiado.
- 187-
[page-n-188]
188
B LAs CLOQ.UELL, FERNANDO
Rooes v
JuAN BAlTTlSTA
MARTf
Doble canal radicular
La duplicidad de parte o de todo el canal radicular en dientes que morfológicamente tienen
una sola raíz apareció en 35 dientes.
Diente
12
13
14
15
22
23
24
25
31
32
33
34
35
41
42
TOTAL
e
2
2
2
1
3
2
2
2
M
o
o
o
o
o
o
2
2
2
1
2
2
l
o
o
13
2
2
2
1
3
4
4
3
2
4
2
3
1
22
Total
35
Tabla 5. Doble canal radicular.
C= Cueva Castellets; M=Cueva Masadeta.
Únicamente 14 dientes en CasteUets y 9 en Masadeta, no son premolares superiores.
E) PALEOPATOLOGÍA
Debido a la ausencia casi total de maxilares y mandibulas, únicamente ha podido detectarse un corto número de patologías orales. En el resto de huesos no se apreció ninguna enfermedad.
Caída antemortem
Sólo ha podido detectarse el alvéolo reabsorbido de un diente 36 perteneciente a la hemimandíbula de CasteUets.
Sarro
La mineralización de la placa dental afectó a 108 dientes definitivos, 60 en CasteUets y 48
de Masadeta (tabla 6).
- 188-
[page-n-189]
ESTUDIO ANTROPOLÓGICO DE CUEVAS DE ENTERRAMJENTO PROCEDENTES DE ARTANA
Diente
e
11
13
14
15
17
18
21
22
23
24
25
26
27
31
1
M
Total
Diente
o
3
o
2
1
2
3
o
o
o
1
4
3
3
4
5
4
1
2
3
o
o
l
o
3
32
33
34
35
36
37
38
41
42
43
44
45
46
48
4
5
5
2
3
1
4
8
4
3
3
4
TOTAL
e
o
4
4
6
189
M
Total
2
4
2
2
2
8
6
8
o
1
3
1
4
5
2
3
2
2
1
2
3
2
1
1
3
3
4
1
2
6
5
6
2
4
60
48
108
o
l
Tabla 6. Dientes con sarro.
C= Cueva CastelJets; M= Cueva Masadeta.
Caries
Un totaJ de 43 dientes, todos definitivos maduros, mostraban sel'lales de caries. Es más frecuente en Castellets (tabla 7).
Cara
e
M
Total
mesial
distal
lingual
vestibular
oclusal
toda corona
12
15
6
5
18
20
5
o
o
3
3
o
5
4
3
TOTAL
39
12
51
Tabla 7. Localización de las caries.
C= Cueva Castellets; M=Cueva Masadeta.
Las caras más afectadas fueron la distal (20 casos) y mesial (18 casos), seguidas de la cara
vestibular (5 casos), oclusal (4 casos), afe.c ción de toda la corona (3 casos) y lingual (1 caso). El
hecho de que aparezcan más caras afectadas que dientes con caries es debido a que en muchos
casos se afecta más de una cara, bien por la misma caries o por caries distintas.
- 189-
[page-n-190]
190
BLAS CLOQUEL.L, F ERNANDO RODES Y J UAN 8Al!TISTA MARTi
Enfermedad periodontal
La escasez de dientes "in situ" ha originado que en casi todos los casos la patologia se haya
tenido que deducir por la altura del sarro y rugosidad de la raíz.
Un total de 32 dientes, todos definitivos, mostraron signos de haber sufrido la enfermedad.
AJ parecer fue mucho más frecuente en Castellets (tabla 8).
Diente
e
13
14
15
16
18
21
23
24
25
26
28
2
3
3
1
3
M
Total
Diente
e
2
4
4
33
34
35
36
37
38
45
46
47
48
1
1
o
1
o
o
o
o
o
o
o
o
1
3
TOTAL
2
1
2
30
M
o
o
o
o
o
o
o
o
o
o
2
Total
1
2
1
2
32
Tabla 8. Dientes con enfermedad periodontal.
C= Cueva Castellets; M=Cueva Masadeta.
Hipoplasia del esmalte
Las estrías resultantes por la detención de la amelogénesis ha sido encontrada eo 79 dientes,
todos definitivos (tabla 9).
Diente
11
12
13
14
15
17
18
21
22
23
e
o
o
5
3
3
1
1
o
M
Total
Diente
e
M
Total
2
2
2
2
2
7
3
4
1
1
2
2
12
24
25
31
33
34
35
41
43
4
3
1
5
3
2
5
4
3
o
l
o
o
2
l
8
4
44
2
4
3
o
3
1
o
o
o
4
7
5
2
9
52
27
79
45
TOTAL
Tabla 9. Dientes con estrfas hipoplásicas.
C= Cueva Castellets; M=Cueva Masadeta.
- 190-
l
9
2
[page-n-191]
ESTUDIO ANTROPOLóGICO DE CUEVAS DE ENTERRAMIENTO PROCEDENTES DE ARTANA
191
Las estrías aparecieron en 64 casos en el tercio cervical coronario y 29 casos en el tercio
medio. Varios dientes presentaban a la vez hipoplasia en distintos tercios coronarios, sjendo éste
el motivo por el que no cojnciden el número de dientes afectados con el de la localización de
estrías.
CASTELLETS
Dientes
ll
12
13
14
15
cervical
medio
o
o
cervical
medio
Total
2
2
2
1
o
o
3
2
o
o
5
2
3
MASADETA
2
2
17
o
18
21
22
23
24
25
1
1
o
o
o
o
o
o
2
1
o
6
4
3
2
o
o
26
31
33
34
35
41
43
44
3
1
3
2
3
12
1
o
o
6
4
1
1
3
o
o
J
3
3
2
o
o
o
2
1
5
2
o
3
6
o
45
TOTAL
o
o
o
1
1
4
o
o
o
1
1
3
41
9
21
23
1
2
o
o
o
o
o
5
4
5
2
12
o
o
9
8
93
l
2
Tabla 10. Localización estrías hipoplásicas en corona dentaria.
DISCUSIÓN
A) NÚMER O MÍNIMO DE JNDIVIDlJOS Y DISTRIBUCIÓN POR EDADES
Hay que tener mucho cuidado al comparar porcentajes de mortalidad entre yacimientos
cuando la potencia de la muestra es pequeña, el material es fundamentalmente dentario y, además, su procedencia no se enmarca correctamente dentro de un contexto cultural debido a la
mala práctica de excavaciones clandestinas.
- 191-
[page-n-192]
192
BLAS CLOQUELL, FERNANDO RODES V JUAN BAUTISTA MARTÍ
En la tabla 11 aparecen relacionados los yacimientos de Castellón, con los resultados del
estudio de un conjunto de cuevas de enterramiento eneolíticas cercanas a la costa localizadas al
norte de la provincia de Alicante. No se han comparado con otros enterramientos del Bronce por
de.sconocer la existencia de estudios amplios de este tipo cercanos a la costa.
Creemos que la divergencia de porcentajes en la Cova de Castellets se debe a la distorsión
de la muestra originada por ausencia de menores de 6 años. Nada se puede afirmar de esa ausencia, ignorando por el momento si esos niños fueron enterrados en otro lugar o, su ausencia se
debe a que sus restos no fueron recogidos por hallarse muy deteriorados. Esta última hipótesis
parece poco probable porque la recogida de material debió de ser minuciosa debido a la abundancia de pequeños fragmentos no identificados.
Edades
menores de 6 años
6 a 12 año$
12 a 17 años
mayores 17 años
CasteUets
Masadeta
Marina Alta
29,4-33,3
5,9- 6,7
60,0-64,7
20,8-22,7
16,7-18,2
8,3- 9,1
50,0-54,2
15,8
22,4
9,2
52,6
Tabla 11. Comparación porcentajes de mortalidad.
La mortalidad infantil de Masadeta (tabla 3), sigue la misma tendencia de otros yacimientos eneoliticos y puede relacionarse con el abandono de la lactancia, aunque hay que matizar la
poca potencia de la muestra.
B) VARIACJONES ANATÓMICAS
Las variaciones anatómicas son fenotípicas, es decir, expresión del substrato hereditario. Si
se estudiaran porcentajes de aparición de dichas anomalías en muestras poblacionales amplias,
bien datadas cronológicamente y procedentes de diversas zonas geográficas, podríamos acercarnos a movimientos poblacionales de épocas antiguas asociados a la llegada, o no, de nuevas culturas.
Las proporciones de aparición pueden conducir a error si los obtenemos con respecto al total
de dientes estudiados. Existen sesgos que conviene eliminar.
En primer lugar se comparan dientes definitivos únicamente porque la decídua es una dentición distinta~ con fenotipo diferente que, además, presenta frecuencia de apariciones muy divergentes en distintos yacimientos.
Respecto a la dentición definitiva, hay que comparar únicamente los dientes susceptibles de
padecer la alteración. Si no se hiciera de esta forma, el porcentaje quedaría muy distorsionado
por el número de dientes que no son susceptibles de padecer la anomalía. Por ejemplo, si en un
yacimiento los molares representan una proporción muy importante sobre el total de dientes
estudiados y en otro su aparición es escasa, al comparar la aparición de dientes en pala, evidentemente el porcentaje es inferior en el primer yacimiento respecto del segundo, pues en un molar
nunca aparece un diente en pala.
- 192-
[page-n-193]
ESTUDIO ANTROPOLÓGICO DE CUEVAS DE ENTERRAMIENTO PROCEDENTES DE ARTANA
193
Un tercer motivo de distorsión son los premolares superiores. Es normal en ellos la aparición de una o dos raíces y uno o dos canales y su inclusión en la comparación de fusión raíces,
raíces supernumerarias y doble canal puede ser muy problemática.
Teniendo en cuenta lo dicho anteriormente, los criterios seguidos para comparar porcentajes de aparición de variaciones anatómicas en dentición definitiva de estos yacimientos, han sido
los siguientes:
- Tubérculo de Carabelli: Sólo se han comparado molares superiores.
- Raíces supernumerarias: No se han tenido en cuenta los premolares superiores.
- Fusión rafees: Sólo se han comparado molares superiores.
- Diente en pala, invaginación paracingular y tubérculo lingual muy desarrollado: Sólo se
han comparado incisivos superiores.
- Doble canal: No se han tenido en cuenta molares en total y premolares superiores.
Alteración
Tub Carabelli
Raíces supemum
Fusión raíces
Diente pala
lnvag paracingular
Doble canal
Tubérculo lingual
Castellets
Masadeta
3,2
1,1
1,7
12,9
5,2
Marina Alta
6,4
0,7
6,4
25,0
5,0
6,9
12,4
20,7
5,8
8,0
5,0
Tabla 12. Dentición definitiva. Comparación de porcentajes corregjdos en aparición de
variaciones anatómicas.
En la tabla 12 se comparan, teniendo en cuenta los anteriores criterios, los porcentajes de
aparición de las variaciones anatómicas halladas entre ambas cuevas y la población eneolitica
también cercana a la costa pero situada en el norte de Alicante (colección de Witt).
Las variaciones que más infonnación aportan, por su elevada frecuencia y aparición en
todos los yacimientos comparados, son el diente en pala y doble canal radicular. Se observa que,
a pesar de la gran distancia existente entre Masadeta y el norte de Alicante, los porcentajes son
mucho más coincidentes que con la vecina cueva de Castellets.
La similitud con yacimientos eneoliticos alicantinos orienta a que el material procedente de
Masadeta es Eneolítico y la población cercana al Mediterráneo espaf'lol debió de ser bastante
homogénea.
La divergencia entre Masadeta y Castellets puede deberse a que, en la Plana Baixa, los
pobladores del Bronce de Transición habían cambiado (no se puede af~rtnar si por expulsión o
mestizaje con habitantes anteriores), y su fenotipo era, pues, diferente.
C) PALEOPATOLOGÍA
Al igual que hacíamos con las variaciones anatómicas, hemos comparado los porcentajes
-193-
[page-n-194]
194
BLAS CLOQUELL, FERNANDO RODES Y J UAN BAUTISTA MARTI
entre dientes definitivos de Castellets, Masadeta y yacimientos eneolíticos cercanos a la costa
norte alicantina {tabla 13).
Patología
Sarro
Caries
Enf periodontal
Estrías h.ipoplásicas
CasteUets
Masadeta
30,6
15,8
l5,3
22,3
26,1
6,5
1,1
13,1
Marina Alta
42,3
6,1
9,1
16,5%
Tabla 13. Dentición definitiva. Comparación de porcentajes corregidos en aparición de
patologías.
Exceptuando las estrias hipoplásicas, que aparecen mientras el diente se halla en formación,
para el resto de patologías se han descartado los dientes inmaduros pues en ellos no hubo tiempo de enfermar. Si no hiciésemos esto, al comparar patologías de yacimientos con distintas frecuencias de aparición de dientes inmaduros aparecería, evidentemente, un porcentaje menor en
el que más inmaduros tuviera y, lo que pudiera parecer un superior estado de salud, se debe en
realidad a la mayor mortalidad infantil y juvenil.
Los dientes aislados tienen mayor movilidad durante las fases de manipulación y almacenamiento que los dientes in situ. Las variaciones en porcentajes de aparición del sarro se deben más
a las posibilidades de su desprendimiento debido a golpes reiterativos que a una divergencia real.
Las divergencias en la enfermedad periodontal están muy influenciadas porque su diagnóstico, debido a la alta proporción de dientes aislados, se ha realizado casi siempre por signos indirectos, con las enormes posibilidades de error que conlleva.
Respecto de la caries, creemos que no es casual la similitud de porcentajes entre Masadeta
y Marina Alta, pues al ser de la misma cultura la dieta debió de ser similar. Los habitantes de
Castellets debieron de tener una dieta distinta con un incremento notable de hidratos de carbono, responsables del aumento en el número de caries.
Además de la dieta, pensamos que el elevado porcentaje de dientes con caries pudo estar
influenciado por la mayor longevidad de la población de Castellets. La mayor supervivencia dio
tiempo a que apareciera más patología.
Las estrías bipoplásicas ya se ha comentado que aparecen mientras se forma el diente.
Aunque en su etiología se relacionan multitud de patologías, como discrasias sanguíneas, tétanos neonatorum, síndrome nefrótico, malabsorción intestinal, etc., hay bastante unanimidad al
subrayar la importancia que la malnutrición tuvo en poblaciones prehistóricas.
Teniendo en cuenta las tablas de maduración dentaria de Ubelaker, se ha relacionado la ubicación de las hipoplasias de las coronas dentarias con la edad que debió de tener el individuo en
ese momento. De los 28 individuos que pudieron deducirse con este signo indirecto de patologia, en el 82,1% se formó entre los 4 y 6 años, el 1O,7% entre los 2 y 3 af\os y, el 7,2% restante
entre los 11 y 12 afios.
La mayoría de los autores piensan que los problemas de salud originados por el destete son
el desencadenante de la mayor mortalidad infantil y de la aparición de las estrías bipoplásicas.
- 194-
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ESTUDIO ANTROPOLÓGICO DE CUEVAS DE ENTERRAMI ENTO PROCEDENTES DE ARTANA
195
Sin embargo, mientras que la mortalidad infantil es mayor entre los 2 y 4 años, las estrías hipoplásicas son más frecuentes entre los 4 y 6 años.
También puede resultar paradójico el aumento de bipoplasias en CasteUets, donde se supone que la población disfrutaba de mejores condiciones de vida.
Ambas contradicciones no son tales si pensamos que en estrías hipoplásicas hablamos de
supervivientes. Si los individuos hubieran muerto, no habría dado tiempo a que se formaran las
estrías en sus coronas, cosa que no ocurrió al superar, aunque con dificultades, las condiciones
adversas que siguieron manteniéndose varios años después del destete.
CONCLUSIONES
A pesar de la proximidad geográfica, la mortalidad, variaciones anatómicas y patología oral
son muy divergentes entre ambas cuevas. Todo orienta hacia poblaciones diferentes con hábitos
dietéticos distintos, corroborando los datos arqueológicos que indican un horizonte cultural
eneolftico para Masadeta y del bronce para Castellets.
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96
B LAS CLOQuELL. FERNAI\'00 RooES v JUAN BA UTI~TA M Atnl
Lá m. 1.- Masadeta. Forma de presentación de los dientes.
Lám. 11.- Masadeta. Reabsorción alveolar, molares 36 y 37, por caida antemortem.
- 196-
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ESTUDIO ANTROPOLóG ICO DE CUEVAS DE ENTERRA \II I:.NTO PROCEDE1 TES DE ARTAI\A
197
6
4
Lám. 111.- Masadeta: 1- Diente en pala; 2- Restos de sarro en cara vest·ibular, signo indirecto de
que la encía no estaba retenidn; 3- Incisivo con invagi nación puracingu lar ; 4- Canino infer ior con
raíz sipcrnumera ria y restos de sarro en estrías hipoplásicas; 5- Incisivo con tubérculo lingual
muy desarrollado. Castellcts: 6- Molar superior con caries y raíces supernumer arias. Restos de
sarro a nivel bifurcación encía por enfermedad periodental.
- 197-
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ARCIIIVO DE PREIIISTORIA LEVANTINA
Vol. XXIV (Valencia, 2001 )
J.L.
SIMÓN ÜARCÍA* y
M.A. ESQUEMBRE BEBrA**
CONSIDERACIONES EN TORNO AL POBLAMIENTO DE LA EDAD DEL
BRONCE EN LA MARINA ALTA
l. INTRODUCCIÓN
Cuando en 1986 efectuamos la primera aproximación a la Edad del Bronce en el término
municipal de Jávea (Simón, 1987), lo hicimos tomando como base los materiales existentes en
el Museo Municipal cuya procedencia tenían como origen prospecciones más o menos sistemáticas, colecciones particulares y donaciones de haUazgos casuales. Aquel breve estudio tan sólo
pretendía establecer una base para posteriores investigaciones que tendr ían como objetivo conocer, con mayor exactitud, las características de las sociedades que habitaron el extremo oriental
de la Marina Alta durante la Edad del Bronce.
Casi una década después, las investigaciones sobre dichas sociedades se tienen que seguir
desarrollando sobre los datos procedentes de prospecciones y materiales de superficie. Estos bao
aportado escasos datos culturales y cronológicos, pues, hasta la fecha, no se ha efectuado ningima excavación sistemática que halla proporcionado un bagaje lo suficientemente amplio para
poder efectuar las primeras matizaciones sobre este periodo y los grupos humanos que en la zona
se desarrollaron. La única novedad basta el momento la ha proporcionado, por un lado, una excavación en área urbana desarrollada por el Museo Soler Blasco de Jávea, en el casco antiguo en
cuyo lugar se han detectados fondos de cabaña fechables en las últimas centurias de la Edad del
Bronce, en un Bronce Final que está por detallar; por otro, tenemos los datos recopilados por el
citado museo de algunas de las actividades clandestinas desarrolladas en la comarca. La revisión
de algunos materiales ya publicados es la única opción que sigue siendo posible (DeHbes, 1997).
• Universidad de Alicante.
Arqucogcstión C.B.
u
-199-
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200
J.L. S IMÓN ÜARCIA y M.A. EsQUEMBRE BEBIA
El análisis del territorio y la profundización en el estudio de la evolución de una actividad
como la metalurgia -tan enormemente valorada por la comunidad cientifica a la hora de poder
observar cambios significativos en las sociedades de este período-, nos ha llevado a plantear una
serie de líneas de investigación e hipótesis que, por el momento, permitan, en la medida de lo
posible, acercarnos a algunos de los aspectos culturales que se desarrollaron en esta comarca.
Ll. EL TRÁNSITO CAMPANIFORME: HACIA UNOS NUEVOS MODELOS SOCIALES
La presencia de determinados elementos en el conjunto ergológico de un yacimiento han
servido para intuir o atribuir en Jas sociedades que los poseían unos determinados niveles tecnológicos, unos modelos sociales y consecuentemente unos cambios culturales, que en ocasiones
pueden tener un origen en su propia evolución interna o en los contactos directos o indirectos
con otros grupos humanos.
El tránsito de las sociedades calcollticas hacia los modos de vida de la Edad del Bronce habitualmente se ha situado, para casi la totalidad del País Valenciano, entre el lll y U milenio a. C.,
en términos de cronología relativa. Este hecho se constata con la aparición de muchos elementos de la cultura material, relacionados con el mundo campaniforme que, además de su presencia material, también nos aporta su carga cultural, simbólica y social, en respuesta, quizás, a una
demanda surgida por los cambios que se están produciendo internamente en los grupos locales.
Sin embargo, está aún por resolver si la llegada de estos elementos es independiente de las relaciones que se mantienen desde finales del IV milenio a. C., de forma directa o indirecta, con el
SE, o poseen, en cambio, un origen multidireccional procedente de varias zonas y por lo tanto
con diversas características.
Independientemente de ello, lo cierto es que estas relaciones con el SE están perfectamente
constatadas en el registro material, no sólo por la tipología de los objetos, sino también por las
materias primas con las que están elaborados. Destacan los bienes efectuados con materias primas suntuarias o un alto valor simbólico, como algunos fragmentos de cerámicas pintadas
(Martín y Camalich, 1982); los ídolos aculados (Soler, 1990) -cada día se tienen mayores noticias sobre su presencia en múltiples cuevas- y, finalmente, los tipos metálicos (Simón, 1998),
que se incorporan a los ajuares funerarios en un proceso, aún por determinar, de asimilación de
rituales (Soler, 1985 y 1990), etc.
Estas influencias meridionales se encuentran tanto en yacimientos de la Marina Alta, como
en otros próximos de la Safor, la Ribera, la Montaña Alicantina o la Marina Baixa. También las
podemos encontrar, esencialmente, en la Cova del Montgó, donde se constata la presencia de
cerámicas con decoraciones campaniformes, adornos de hueso, esencialmente botones de perforación en V, algún brazalete de arquero y elementos metálicos propios de este momento.
En relación con los objetos metálicos que se conservan en el Museo Provincial de Alicante
-seguramente provenientes de las actuaciones que el Padre Belda efectuó en La cueva (1942 y
1953}-, se constata la presencia de una gran lámina foliácea de metal y un puñal de base cuadrangular sin perforación ni remaches (Fig. 2.1-2) y en la Colección Museográfíca de Gata de
- 200--
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CONSIDERACIONES EN TORNO AL POBLAMIENTO DE LA EDAD DEL BRONCE EN LA MARINA ALTA
201
Gorgos se inventaría un punzón biapuntado de sección cuadrangular en el centro y circular en
los extremos.
De las tres piezas, la primera, se situaría cronológicamente, con toda seguridad, en estos
momentos, con paralelos en algunos puñales del SE, dentro del campo cultural de Los Millares
(Arribas, 1975). Además, presenta una gran similitud con los grandes puñales de silex que, por
estos momentos, se encuentran en yacimientos próximos - Barranc de l' lnfem, Ereta del
Pedregal, Covacha de la Ladera del Castillo, Les Moreres, Cova Santa de Vallada- y que Juan
Cabanilles ( 1990) sitúa en el tránsito del
al ll rojlenio a. C. Éstos poseen un importante papel
social dado su carácter votivo, emblemático o de prestigio, funciones que pueden verse apoyadas en su escasa funcionalidad, tal y corno lo muestra la extrema delgadez de la lámina metálica con la que se efectuó tanto la pieza de la Cova del Montgó corno las del resto de las inventariadas en el País Valenciano - Ereta del Pedregal, Cova de la Barsella- , todas en ambientes campaniformes (Simón, 1995). El punzón, por su longitud (Fig. 2.3), se aleja de los típicos punzones calcolíticos, más largos y con una sección cuadrangular a lo largo de toda la pieza, y se aproxima a otros campaniformes, como el de El. Promontori de Elche (Ramós, 1982). El puñal de
base cuadrangular, aún sin remaches ni perforaciones para los mismos, parece que se debe de
adscribir a momentos más tardíos, si bien el enmangue por pinzarniento del mango sobre la hoja
es propio de los puñales campaniformes.
En el caso de la Cova del Pouet o del Tío Cruañes (Simón, 1987) nos encontramos ante una
cueva de enterramiento que fue destruida a principios de siglo y de la cual tan sólo se conservan
dos piezas metálicas en una colección particular, que, seguramente, estarían acompañadas de
otras realizadas en cerámica, lítico, hueso. Son tipológicamente ajenas y extrañas al mundo calcolítico y campaniforme de la zona, al igual que del resto del País Valenciano, tanto individualmente como en conjunto, pero con paralelos dentro del mundo metálico del SE a finales del m
milenio a.C., en el ámbito cultural de Los Millares (Arribas, 1976). Su aparición dentro del ajuar
funerario se engloba dentro de la utilización de objetos con una fuerte carga simbólica en ámbitos meridionales, sin que podamos precisar por el momento el valor que tuvieron en las sociedades calcolfticas y campaniformes de la Marina Alta. Su llegada hasta esta zona muestra, al
igual que los ídolos oculados o las cerámicas pintadas, Jos estrechos contactos, ya sea por vía
terrestre o marítima, directa o indirectamente, de los grupos humanos del entorno del Montgó
con el SE, lo cual los sitúa en la dinámica general de finales del Hl milenio a. C. de la Península
Ibérica. Quizás esta relación sea la vía por la que lleguen al mismo tiempo o con una escasa diferencia cronológica los elementos culturales e ideológicos del campaniforme (Hemández, 1985).
Muchas otras cuevas han aportado materiales encuadrables en el Campaniforme. Se constata la presencia de cerámicas, adornos de hueso o metal -caso de la grieta de la Penya de les
Arboncs de Parcent- con cerámicas con decoración campanifonne, botones de perforación en V
y un punzón biapuntado, claro ejemplo de ajuar de uno o dos individuos, como corresponde a la
concepción funeraria del momento. Algo sjrojlar debió ocurrir en el caso de los pufiales de lengüeta del Rafol d ' Almúnia del cual tan sólo nos ha llegado la parte metálica del ajuar y que debió
de estar acompañado de otros bienes ergológicos, como cerámicas, adornos y armas.
Los datos que se poseen de éstas y otras cuevas de la zona, apuntan hacia una fuerte implan-
m
-201-
[page-n-202]
202
J.L. SIMÓN ÜARC fA Y
M.A. ESQUEMBRE B EBIA
tación en la zona de conjuntos o elementos campaniformes, bien de forma independiente o a través de los caminos ya abiertos con anterioridad y por los cuales Uegan las influencias de los grumilenio a. C. Podemos suponer que los procesos de
pos culturales más meridionales del
estructuración social, tanto a nivel grupal como intergrupal, siguen la dinámica general que se da
en la provincia de Alicante y que se aprecia en otras áreas como el Vinalopó y 1'Aicoia-Comtat
(Bernabeu eL a/ii, 1994 y Bernabeu, 1995). Estos procesos, a una cierta distancia, siguen los
modelos del SE, quedando principalmente constatada esta circunstancia en los ajuares funerarios, pues, por el momento, nó tenemos elementos que nos permitan valorar la entidad de un
posible hábitat en la Cova del Montgó y de los poblados de llanura o ladera que sin lugar a dudas
debieron existir.
m
Ill. LA EDAD DEL BRONCE
ll.l. LA OCUPACIÓN DEL TERRITORIO
Sobre este sustrato, cambiante, y sobre todo diverso, según cada zona, se implantarán los
modos de vida, la economía y el bagaje cultural de la Edad del Bronce, siendo el cambio de lugar
de hábitat una de las características más señaladas por su diferencia con las fases anteriores. En
este instante se eligen pequeños cerros frente al hábitat en Uanura o ladera de los momentos anteriores, y, si bien, el asentamiento en altura será el predominante, no habrá que descartar la posibilidad de la existencia de pequeños hábitats en el llano. Estos últimos, por las intensas remodelaciones agrícolas efectuadas y los aportes de los glacis circundantes, no se han podido detectar
basta la fecha, y, como ejemplo, baste recordar el yacimiento del Pla de Pego (Aparicio y
Climent, 1985), sito sobre una escasísima elevación, posiblemente antrópica junto al marjal
Pego-Oliva (Simón, 1987).
Los datos que, actualmente, se poseen sobre la ocupación del territorio (Simón, 1987;
Femenía, 1990; Bolufer, 1995), son variables, diversos y sobre todo irregulares, fruto de puntuales investigaciones y circunstancias ajenas a un conocimiento exhaustivo de la zona, de ahí
que el mapa de dispersión sea aproximativo y en ocasiones poco representativo de determinadas
zonas (Fig.l). Es necesario un estudio de los poblados desde la perspectiva de su extensión,
visualizadón entre ellos, análisis de las estructuras murar:ias emergentes, etc. Sin embargo, un
dato resalta de forma inmediata - además de la tendencia cultural del momento de situarse en
puntos elevados-: la distribución del poblamiento en función de la orografia marcada, en la
Marina Alta, por un corredor litoral paralelo a la costa de amplitud variable y características
diversas y unos valles transversales que une el jnterior del macizo de Alcoi con la costa, unidos
a su vez entre sí por pequeños pasos o valles.
Sin entrar aquí en un análisis geográfico exhaustivo, queremos hacer hincapié en algunos
datos geoarqueológicos que, en todo momento, creemos que deben de estar presentes para efectuar una interpretación lo más plausible posible. El llano litoral es el extremo meridional de la
vasta y extensa llanura valenciana, limitada por una orla montañosa y numerosas albuferas for-
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Fig. 1.- Yacimientos de
la Edad del Bronce e.n
la Marina Alta.
1 El Castell (Dálil).
2 ~lb (Pedregu.r).
3 Conh del Pitdt I'Águih
(Dé.ai.l).
4 Con Ampla (Deni.l).
S .Barra.ot de Hevn {Dáül)..
6 Caveh dd Mootgó (Xibia).
7 Con de la Solsida (Xibia)..
8 Con del -'loatgó (Xibia).
9 Con de la Rabosa (Xibia)..
JO Cons Slates (Xibia)
11 Samta Llúda (Xibi.l).
11 C:llal r rb111o (Xibia).
13 l'm~·a del C'mgle
(Ptdrtgaer).
J4 (OYII dd RarulmJ
(Pedrq¡uer)..
15 Tossal del Casttllu (Uibr.r).
16 fJs Poeu (Uiber).
17. Tossal del Moro (GataSeaip).
18 Con del Fanlauo
(Teubda).
19 \ 'essant Est del Castellar
(Te.Jlada).
lO Morm de la Gllrganta
(Te.~ lada).
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24 Coma dfl Fltre o del TiG
36 Llelll {Beo.is~).
37 Co,·a del Solil2ri (Btai»a).
38 El Cooou2ri (Beaissi-Calp).
39 La Peoya Roja (El \'ergu).
40 Ca'-a &Jumini ([1 Vuger).
41 El Pla (Pego).
4J CaneO d'OrbJ (Orba).
43 Rd ú la ~loru
d'Almáaia).
49 Cadinu dd Rti Moro H
46 Tossal de la Font de les
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Crude:s (Xibi.l).
15 CDn dt la :\liu (Xjbia).
26 Con Abrigo del Cap ~egre
(Xjbia).
27 Pem)-a del Gu:rugú (Xabla).
28 TllSSal d'Anlau (BemitatteU).
29 TllSSal de la Font Santa
(Trillada).
30 TllSSal Redó (Twlad.a).
31 Co,·a de les Rate:s (ft'ulada).
32 Co,·a de les Ct.ndm
(I'eulada).
(lknimeb).
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Cabm(PIIlUIIt).
47 T~KU.I dtls Anuh {Pa:rat~t).
48 Sem de Seg._.ria (II Rif11l
Belliquasi (Alctlah).
4S C~direta dd Reí .\loro
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33 Punta de .\loraíra (feulada).
J4 Tonal deb A\·eacs (Teulada}.
35 Tossal dt Cabrera (Bemiisa).
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21 All d.e la Capsades (Xibia).
22 To5:5alel (Xilbia).
23 Cap Prim (Xibb).
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50 Cocom (\'all d' Ebo).
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GalliDera).
52 Castellet dt G1rga (\'aD dt
Lagnrt).
5J Toml de BlJJ(Castell de
CaruDs).
S4 Tossal de BiLla (Canell de
Casttlh).
55 Pt~~ya d' Espr.Ua (Castril de
o
Cutells}.
56 El Somo (Cantil de
Castells).
51 Peaya de Pert Maní
(Castell de Caudls).
58 SellJ IJ (Pedl'fgl!U).
59 Con Fosa (\'aD d'Ebo).
60 Bmi Sid (\·an d'EOO).
61 Pea~-a Fondi (\'all de
GllliDera).
62 Co\-a de I' Esbaru (\'all dt
GllliDera).
63 Tossal de b Roca { \ 'all
d'Alcaü).
6.t Pea~-al d' lfac (Calp).
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204
J.L.
SIMÓN GARCIA Y
M.A. EsQUEMBRE B EBIA
madas por el cierre de cordones dunares y como ejemplo de elJo tenemos el Pla de Pego. Este
pasillo, estrechado en la parte septentrional de la Marina Alta, finaliza en el Montgó, y deja atrás
un reducido espacio llano formado por la desembocadura del río Gorgos. Asimismo, se ve
ampLiado en ocasiones por la unión tangencial de los valles que ponen en contacto el interior
montañoso con el litoral y, a su vez, estos valles mayores se unen entre ellos con otros de menor
envergadura o a través de pasos montañosos. En la parte más occidental de la Marina Alta se concentran las tierras más elevadas con picos y serranías que separan las vertientes de aguas hacia
el litoral o hacia el valle del Serpis, con alturas que llegan a superar los 1000 metros a tan sólo
una treintena de kilómetros lineales de la línea de costa.
Es este paisaje - y los biotopos que en él se desarrollan- los que condicionarán el hábitat de
la Edad del Bronce. Los poblados se sitúan en cerros de mediana altura respecto del llano, en
salientes rocosos de vertientes serranas a media ladera y, más ocasionalmente, en picos o espolones que dominan importantes áreas de los valles. Sin embargo, será la proximidad y control de
las tierras llanas de cultivo la que marcara de forma prioritaria la organización espacial de los
poblados.
Este control de los recursos -prioritario con relación a otros parámetros sociopoUticosqueda evidenciado en el Montgó -macizo montañoso de inmejorable posición para efectuar una
observación del territorio circundante-, o Segaría, de idénticas características. Ambos se descartan como lugares para instalar asentamientos de una mínima envergadura y sólo se localizan en
ellos pequeñas cabañas relacionadas seguramente con actividades económicas estacionales o
temporales. Únicamente, la Cova del Montgó en la Edad del Bronce puede ser considerada como
un hábitat continuado en el macizo que le da nombre, y muy posiblemente lo sea por su relación
con la explotación ganadera de las laderas del macizo.
La distribución de los poblados de la Marina Alta intenta optimizar los pequeños valles y
tierras cultivables, como se puede apreciar en el plano de distribución (Fig. 1). Algunos de ellos
son de un tamaño ínfimo, tratándose en ocasiones de una o dos cabañas relacionadas con actividades estacionales vinculadas con los recursos específicos de la zona.
El tamaño de los poblados no supera casi nunca los 1000 o 1500 m1 , lo cual unido a su distribución en el territorio y a los materiales que de ellos conocemos parecen apuntar hacia una
escasa jerarquización y estructuración del espacio, tal y como aparece en áreas más meridionales, donde un poblado de gran tamaño se ve rodeado de otros menores (Hemández, 1997 a y b).
Parece más bien que se trata de pequeñas comunidades campesinas que debieron estar vinculadas por relaciones de parentesco.
Mientras el sistema económico y los recursos del medio circundante fueron suficientes para
mantener a la población existente, los conflictos entre ellas y las necesidades de aJjanzas como
medio de protección fueron escasos o muy poco significativos. Así la escasa relevancia de las
estructuras defensivas sería indicativa no sólo de los escasos peligros sino de la falta de la necesidad de efectuar obras colectivas de prestigio frente a grupos externos (Bernabeu, 1995). La
organización politicosocial viene marcada por los accidentes geográficos que en su disposición
mediante valles orientados de este a oeste, unen la zona montañosa interior con el llano litoral.
Las cuevas han dejado de ocuparse como lugares donde albergar a un amplio grupo huma-
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no. Su función durante el segundo milenio será como asentamiento temporal íntimamente relacionado con una explotación económica del entorno. Por un lado, puede tener un carácter ganadero, como en el caso de la Cova del Montgó en la que en el material ergológico adscribible a la
Edad del Bronce se constata la presencia de queseras o encellas (Fig. 3.2), y una ausencia numéricamente significativa, en relación con el resto de Jos poblados al aire libre, de dientes de hoz,
azuelas, hachas, molinos, manos de molino, morteros, etc. (Simón, 1987). Por otro, puede relacionarse con la explotación de productos marinos, por su proximidad con el litoral rocoso, como
los casos de Coves Santes, de la Mina, de les Rates y Cendres, a los cuales se le sumarían poblados como el Cap Negret. En todos ellos abundan los restos malacológicos localizados, no siendo posible por el momento evaluar la intensidad de esta actividad que, sin duda, no debió de ser
despreciable.
Sin embargo, las cuevas de la Marina Alta mantienen en el II milenio a. C. una clara función funeraria -podría ser pervivencia de periodos anteriores- si bien tanto el número de individuos inhumados, simple o muy reducido, como los ajuares y las formas de deposición se ajustan
a los parámetros que son propios de la Edad del Bronce (Martí y Bemabeu, 1992).
Este hecho no significa que no se implante la moda de enterramientos en fosas o cistas de
mampostería dentro de los poblados, o en grietas próximas, tal y como ocurre en el resto del País
Valenciano. Al igual que se constata en comarcas próximas -como l'Aicoia-Comtat y la Saforla característica funeraria de la Edad del Bronce en esta zona será la convivencia de diversidad
de lugares de inhumación, producto de la pervivencia de tradiciones profundamente arraigadas
desde el Neolítico, y la adopción de nuevas costumbres funerarias, fruto de los procesos de
estructuración social que de forma local se están produciendo (Martí y De Pedro, 1995), tal y
como hemos señalado con anterioridad.
El macizo del Montgó desarrollará un importante papel dentro de las sociedades delll milenio a. C., en esta actividad funeraria. Aunque en periodos anteriores albergó numerosos enterramientos en grietas y covachas, procedentes de las poblaciones sitas en los llanos circundantes,
en la Edad del Bronce esta función continúa (Jover y López, 1994) y hasta cierto punto se intensifica, todo ello dentro de la precariedad que da usar datos procedentes de las múltiples expoliaciones efectuadas en la zona. Los sucintos datos existentes apuntan hacia la realización de enterramientos individuales con ajuares del periodo aquí tratado en las cuevas del Pie de 1' Águila,
Ampla, Barranc d 'Heura, Coveta del Montgó, de la Solsida y muy posiblemente en la propia
Cova del Montgó, además de otras que esperemos estén intactas. Esta utilización del macizo del
Montgó pudo proporcionarle una fuerte carga simbólica a los grupos humanos instalados en sus
alrededores, quizás similar a la que en otras áreas peninsulares juegan algunas necrópolis, del
tipo tumular, fosa, o megalito, siendo un gran panteón funerario de carácter comarcal, con adscripciones familiares o ciánicas concretas en cada uno de los covacbos.
Finalmente, parece que algunas cuevas ocupadas en periodos anteriores cambiaron su uso
principal de hábitat hacia uno funerario, en ocasiones tras un largo abandono, sin que por lo tanto
podamos establecer una relación continuada entre los grupos existentes en su entorno, los cuales pudieron efectuar inhumaciones sin ser conscientes de su ocupación anterior, como parece
producirse en la Cova del Randero.
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Fig. 3.- Dominios territoriales en función de la estructuración geográfica d.e los yacimientos.
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ID.2. ECONOMÍA Y EXPLOTACIÓN DEL MEDIO AMBIENTE
La falta de estudios faunísticos, botánicos o carpológicos nos lleva a planteamos el acercamiento a este elemento tan decisivo en las sociedades prehistóricas como una mera propuesta
deductiva de otros factores.
La base esencialmente cerealista de estos grupos, al igual que las de sus antepasados calcolíticos, debe ser, como en el resto de La Península Ibérica (Gil-Mascarell, 1992; Bemabeu, 1995),
el componente principal de la economía de estos poblados. Y ello pese a alejarse el lugar de hábitat, ahora en altura, de los campos de cultivo. Los asentamientos se distribuirán en las inmediaciones montañosas a los mismos. Sin embargo, deberemos tener presente la amplia variedad y
las peculiaridades de los nichos ecológicos (Badal y Roirón, 1995), a lo cual habrá que añadir eJ
componente marino, tanto como fuente de explotación de una serie de recursos, como el ser vía
de un posible comercio de media distancia, apoyado en una navegación de cabotaje.
En el entorno del Montgó, y desde una perspectiva arqueológica, nos encontramos con tres
claras zonas geográficas: el llano litoral, con su vertiente marítima y terrestre; los valles transversales, dispuestos perpendicularmente a la línea de costa y, finalmente, Ja parte más occidental de dichos valles donde se encuentran las tierras más altas y agrestes que limitan con los valles
interiores del macizo Alcoyano.
El llano litoral se inicia en su margen septentrional con los marjales de Pego y Oliva
(Fumanal, 1990; VVAA, 1991) tras los cuales continúan, en Vergel y Ondara, una serie de tierras bajas, pantanosas, separadas del mar por cordones litorales que, poco a poco, se fueron colmatando por los aportes de los glacis interiores. Los asentamientos documentados basta la fecha
se sitúan en la orla montafiosa que delimita dichas tierras, permitiéndoles aprovechar la riqueza
en recursos de este tipo de biotopos.
La explotación de este medio silvestre, sin ser decisivo, debió ser similar al que se constata
en otros poblados como el Cabezo Redondo (Ddesch y Boesneck, 1969), la llleta dels Banyets
(Pascual Benito, 1994) o Muntaoya Assolada (Martí, 1983), por lo que su evaluación debería ser
objeto prioritario de futuros estudios.
Una segunda zona la encontramos en el valle que forma el río Gorgos, el cual finalizaba en
un marjal que ocupaba casi la totalidad de la Babia de Jábega, lo que hoy son la Playa del Arenal
y el Portet. Los poblados, en cerros de escasa altitud, como Santa Llúcia, Alt de les Capsades,
Tossalet, Sella o ya más en el interior como Els Poets y Tossal del Castellar (Fig. 1), explotarían cerealísticamente las inmejorables terrazas fluviales, a las que, quizás, se les unirfan las posibilidades hortícolas de los márgenes inmediatos del río y las posibilidades cinegéticas y recolectivas del marjal y la desembocadura del rfo.
Las prácticas de algunas de estas actividades quedan reflejadas en la cultura material de
algunos poblados, sobre todo en los numerosos dientes de hoz, las hachas y azuelas de piedra y
los molinos. Evidentemente, y tal y como ocurre en otros poblados de L Edad del Bronce, las
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economías de estos poblados se verian complementadas con actividades ganaderas y sus productos secundarios, posiblemente desarrollados desde los mismos poblados o desde lugares temporales más próximos a las zonas de pasto, al tiempo que alejadas de las zonas de cultivo.
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Finalmente, la zona más meridional está ocupada por pequeñas, pero numerosas, sierras,
cerros y zonas elevadas separadas entre sí por angostos valles formados por la erosión. Esto ha
dejado un paisaje de laderas y terrazas de escasa extensión y fuerte pendiente que sirvió a los
habitantes de la Edad del Bronce para desarrollar cultivos cerealistas con rendimientos proporcionales a las zonas cultivadas y a la tecnología empleada. En esta situación se encuentran yacimientos como los Tossales de Amau, de la Font Santa, Redó, de Cabrera, deis Avenes, Lleus y
Cocentarí, cuyos recursos en otros campos son similares y en ocasiones mayores, aunque en una
posición más desfavorable para el desarrollo de la agricultura respecto de los situados en el valle
del Gorgos.
El peso de los recursos marinos está por determinar a causa de la ausencia de estudios comparativos de otras áreas y la falta de análisis detallados de la zona. Lo cierto es que se constatan
asentamientos tanto en cerros próximos al mar, como en las cuevas de los acantilados que, indudablemente, debieron servir de L
ugar, fijo o temporal, para exploraciones de los recursos de las
bahías y acantilados. Por su tamaño podríamos deducir su importancia en la economía de los
poblados circundantes, si bien la cada vez más frecuente localización de concheros nos lleva a
esperar estudios específicos.
Poblados junto al mar son los de Penya Gurugú, Punta de Moraira y Cap Prim, y cuevas
posiblemente relacionadas con actividades marinas son la Cova de la Mina, del Cap Negre,
Cendres y Rates. La mayoría de los yacimientos de la comarca usan los recursos marinos como
fuentes alimenticias y para la realización de adornos, en el radio próximo de explotación. En la
cultura material, destaca la presencia de una pieza lítica del Cap Prim que podría ser una pesa de
red, al igual que un fragmento de azuela de Santa Llúcia, o una pieza cerámica del Pla de Pego
(Simón, 1987) que se puede paraleliz.ar con otras del mismo yacimiento (Aparicio y Climent,
1985).
En el campo de las actividades artesanales, contamos con pocos datos, aunque las prospecciones han mostrado una industria lítica y ósea similar a la de otras áreas del País Valenciano, o
una actividad textil que permite suponer Ja utilización de los recursos secundarios de la ganadería, como se manifiesta con la presencia de pesas de telar de tipología variada. Asimismo, el
mundo de los adornos - especialmente el que hace uso de los recursos naturales como son L
as
conchas marinas- , no hace sino continuar una larga tradición con implantación en la zona desde
varios milenios de anterioridad.
La metalurgia está inmersa en la dinámica general del País Valenciano y se caracteriza por
la continuación de ciertos aspectos de momentos anteriores y por la incorporación de la zona a
las modas e influencias que proceden de áreas más meridionales. Como casi en el resto del País
Valenciano, se carece de afloramientos de cualquier tipo de metal que permitan una industria a
partir de tareas extractivas, y, por lo tanto, en cierto modo, se está a expensas de la obtención de
recursos en las redes de comercio. Este hecho implicará, por un lado, que la producción estará
en función de los medios obtenidos, ya sea mineral reducido o chatarra. Por otro, significa que
los cambios tipológicos y las cargas simbólicas de los objetos elaborados serán prontamente asumidas en la zona por Jos contactos que se mantienen por la primera circunstancia, lo cual ya se
vio para los objetos metálicos de momentos campaniformes.
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Las aleaciones, técnicas, tipos y usos se situarán dentro de los parámetros generales de la
Península Ibérica, sin ser la zona un lugar de innovación en cualquiera de Los aspectos señalados, pero no estando nunca al margen de las citadas dinámicas (Simón, 1995). Los objetos inventariados, tanto los obtenidos en las redes de intercambio como los fabricados en la zona, responden a las necesidades del momento, habiéndose constatado útiles -hachas, punzones, cinceles y sierras- , armas - puñales de remaches y puntas de flecha- y adornos personales - aretes y
brazaletes.
Las actividades de transformación metalúrgica sólo se han constatado en el Cap Prim, donde
apareció un molde de arenisca para la realización de varios cinceles con señales de uso, posibles
nódulos de cobre, fragmentos de objetos de metal para reutilizar y un fragmento de galena. Los
datos parecen apuntar hacia una producción modesta con carácter local y destinado esencialmente a cubrir las pequeñas necesidades comarcales.
El panorama que parece dibujarse es el de pequeñas comunidades humanas que intentan
explotar los ecosistemas de su entorno desarrollando una actividad eminentemente agrícola, muy
posiblemente ceramista, complementada por la ganadería, la recolección de productos vegetales
y marinos y una actividad cinegética con un peso que hoy está por determinar (Gil-Mascarell,
1992).
Los intercambios comerciales continúan durante la Edad del Bronce siendo muy evidentes,
al igual que en los periodos anteriores, y creemos que las vías terrestres y sobre todo las marítimas desempeñan un papel muy importante, aunque, como en otras áreas, caso de la Illeta deis
Banyets de El CampeUo en l'Aiacantí (Simón, 1986), se producirán fases de mayor o menor relación.
ID.J. PERIODIZACIÓN Y EVOLUCIÓN CULTURAL
El principal problema que nos encontramos a la hora de efectuar una aproximación de la
Edad del Bronce en la Marina Alta, y más concretamente en el entorno del Montgó, sigue siendo el desconocimiento de la dinámica cultural de este periodo y su relación cronológica. U na de
las primeras cuestiones es saber cuándo y de qué forma se fueron implantando los modos de vida
y la cultura que hoy consideramos como propias de la Edad del Bronce (Martí y Bemabeu,
1992). Cabe suponer que el proceso debió de ser gradual, tal y como se constata en otras áreas,
pero aquí debieron de desempeñar un papel importante las tradiciones culturales existentes, con
profundas raíces desde el Neolítico, en aspectos como los tipos de hábitat, explotación económica y del medio circundante y la ocupación del territorio. Un segundo factor sería el modo en
el cual se debieron de implantar los elementos campaniformes, ya que de ello y de las peculiaridades de dicha adopción el resultado será diferente y, por lo tanto, más o menos permeable a los
posteriores cambios socioculturales.
El espacio temporal necesario para llevar a cabo este proceso será fundamental para poder
entender la Edad del Bronce en la Marina Alta. Si el proceso de asimilación de elementos campaniformes fue conjunto o paralelo a la llegada de otros elementos culturales, como los proce-
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dentes del círculo de Los Millares (Hemández, 1985), los grupos humanos existentes estarían en
disposición de adoptar las características culturales de la Edad del Bronce en un momento muy
temprano del 11 milenio a. C., más aún cuando los contactos con las áreas más meridionales parecen ser fluidos, pues aprovechan las rutas terrestes y marítimas.
Sin embargo, un factor que no podemos precisar por el momento es durante cuánto tiempo
estuvieron en vigencia los modelos y aspectos campaniformes, puesto que una prolongación de
los mismos en el tiempo - bien por un conservadurismo o estabilización de Jas sociedades agrícolas o por la falta de impulsos internos o externos por su situación geografia- , podría llevar a
una prolongación de una fase "campaniforme" mas aUá de los parámetros cronológicos generales. De este modo, tendríamos una fase de transición amplia en el tiempo que tendría su reflejo
en la cultura material, pues careceríamos de un Bronce Antiguo, entendido éste tal como lo concebimos para el SE y las comarcas meridionales del País Valenciano.
En esta dinámica, constatada en otras áreas como el Vinalopó y l'Alcoia-Comtat, nos podríamos encontrar que la incorporación plena de los grupos humanos de la Marina Alta a la Edad
del Bronce -entendida ésta como la ubicación de los asentamientos en altura; realización de ciertos elementos con apariencias "defensivas"; enterramientos en los poblados y cuevas, próximas
o alejadas, con uno o unos pocos individuos y con ajuares propios del momento, e incorporando
el conjunto ergológico de la Edad del Bronce, sin perjuicio de la pervivencia de elementos y técnicas tradicionales, aunque desaparecen objetos con valores simbólicos propios de momentos
anteriores: ídolos, tipos cerámicos y decoraciones, tipos y técnicas líticas y metálicas, etc.- sería
entre el segundo cuarto y la mitad del II milenio a. C., lo cual supone una fase de transición o
pervivencia de los modos calcolíticos o campaniformes mayor del que hasta la fecha se ha
supuesto.
Los materiales recogidos en los poblados no sefl.alan la existencia, por el momento, de elementos que en otras áreas se bao situado en el Bronce Antiguo, y no queremos buscar en estas
tierras conjuntos ni elementos argáricos antiguos - los cuales podrían haber llegado, al igual que
otras piezas, adscritas al mundo de Los Millares- sino objetos o conjuntos culturales que apunten hacia estos momentos.
Dichos materiales muestran que el conjunto ceramológico es propio de la Edad del Bronce,
con formas sencillas y carenadas, o específicas, como las queseras, sin decoraciones propias del
Calcolítico o el Campaniforme, con elementos de prensión propios del momento, al igual que los
tratamientos de las superficies y las cocciones. En el utillaje lítico se implanta el diente de hoz,
las azuelas, las hachas, el molino barquiforme y los morteros y van en descenso, no desapareciendo totalmente, el empleo de pequeños cuchillos o puntas de flecha de sílex y los brazaletes
de arquero. En hueso y marfil se generalizan los punzones, se mantienen los botones de perforación en V y desaparecen los ídolos.
Las pesas están presentes en varías formas y tipos, efectuándose tanto en barro como en piedra, pudiendo estar relacionadas con actividades textiles o la pesca, ya sea en río, albuferas, marjales o en mar abierto. El utillaje metálico no parece estar muy presente en estos momentos, ya
que el inventariado hasta la fecha se relaciona con conjuntos fechables por paralelos en momentos posteriores.
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La presencia de un vaso geminado, de factura muy local, en el Cocentarí, apunta hacia una
de Las formas que más han llamado la atención y que se presenta en cronologías que abarcan
desde el Bronce Medio al Bronce Tardío, con una relación que apunta hacia influencias o contactos con pueblos Mediterráneos.
La falta de un mayor numero de datos impide, por el momento, efectuar mayores precisiones de estos primeros asentamiento de la Edad del Bronce, si bien su pequeño tamaño, la elección de cerros de no muy elevada altura y la falta de defensas artificiales de envergadura, parecen apuntar hacia una adopción de estos parámetros más por una dinámica cultural de carácter
general que por unas necesidades estratégicas.
IV. EL BRONCE TARDÍO Y FINAL
Por la defmición que se ha realizado en otras áreas de las últimas fases de La Edad del Bronce
(Molina, 1978; Gil-Mascarell, 1981; Hernández, 1985; Marti y De Pedro, 1997) y que, por el
momento, se vienen denominando como Bronce Tardío, y los múltiples estudios específicos
efectuados, se pueden adscribir algunos de los conjuntos ergólogicos estudiados a esta fase cronocultural.
La presencia de cerámicas con decoraciones -con un origen, tanto temática como técnicamente, en el Horizonte cultural de Cogotas I-, la existencia de vasos con carenas altas, bases planas o anulares, superficies alisadas o bruñidas y pequeñas asas verticales, parecen ser las características más comunes en el País Valenciano (Gil-Mascarell, 1981), al igual que en el SE
(Molioa, 1978), para definir este momento.
A ello se le ha sumado, últimamente, la generalización de la aleación de estaño-cobre
(Montero, 1994 ; Femández-Miranda et a/ii, 1995; Simón, 1995 y 1998) y una concreta tipología en las pesas de telar (López Mira, 1992). Si se le añaden, además, características de otros
tipos de elementos, parecen formar un conjunto érgologico propio y diferenciado de los momentos anteriores de los cuales perviven en todos los campos una serie de elementos, quizás por su
funcionalidad o tipología.
Su llegada, como en épocas anteriores, parece proceder del SE (Hemández Pérez, 1986), ya
sea directa o indirectamente, por vía terrestre o marítima, viéndose ahora esta última reforzada
por la situación en el territorio de varios de los yacimientos en donde se encuentran los conjuntos ergológicos con las características anteriormente citadas.
Los encontramos en el Cap Prim, Santa Llúcia y el Tossal d'Arnau. El primero en un cabo
saliente y los otros dos en unas posiciones algo más alejadas de la línea marina pero con fáciles
accesos a ella. En el caso de Lleus, la presencia de cerámicas con cordones decorados, especialmente un cordón impreso con círculos, llevan a la autora de su estudio a situarlo entre el Bronce
Medio y Tardío (Ronda, 1990).
El Cap Prim destaca tanto por su ubicación, como por las características del asentamiento,
su relación con el mar y la totalidad de su conjunto ergológico. En este último aspecto, destaca,
en primer lugar, la presencia de cerámicas que, por su tipología y decoraciones, se sitúan entre
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el Bronce Tardío y el Bronce Final (Hemández y López Mira, 1992; Simón, 1987).
Relacionadas con el Bronce Tardío se encontrarían una botella con decoración impresa de
triángulos rellenos de puntos, alcanzando éstos últimos al asa, mientras que el borde y de forma
transversal al mismo presenta una decoración de impresiones lineales. La forma, a modo de bote-lla, no posee antecedentes en las tipologías locales, sino en áreas meridionales (Mederos, 1983)
y en momentos finales del 11 milenio a. C. (Molina, 1978). La decoración, en cuanto al motivo
básico de triángulos rellenos de puntos, posee sus paralelos más próximos en la llleta deis
Banyets de El Campello (Simón, 1988), si bien la composición de triángulos dispuestos en bandas alternantes es exclusiva de esta pieza en el País Valenciano.
Entre el Bronce Tardío y el Bronce Final se situaría el vaso de carena alta y asa vertical, el
cual posee paralelos entre otros en la llleta deis Banyets (Simón, 1988), fechados en un Bronce
Tardío y en El Tabayá (Hernández y López Mira, 1992), fechados por Jos autores en el Bronce
Final.
Por último, se inventarían dos piezas (Simón, 1987) que, por las formas del vaso, en concreto del cuello y el borde, y por las decoraciones y motivos, incisiones desarrollando Líneas
paralelas y triángulos incisos, poseen unos paralelos en los conjuntos 1 y 2 de El Tabayá de Aspe
(Hemández y López Mira, 1992), ambos fechados por los autores en el Bronce Final l.
En el resto del conjunto cerámologico sin decoración, las piezas se agrupan en aquellas que
poseen una tipología local y propia de un Bronce Medio, con vasos esféricos y suavemente carenados, y las que poseen formas propias del Bronce Tardío y del Bronce Final inicial.
La existencia de una actividad metalúrgica local se constata en la existencia de un molde de
arenisca para efectuar tres cinceles o barras, posibles nódulos de cobre, fragmentos de piezas en
desuso y un fragmento de galena argentifera. Como pieza elaborada, destaca un fragmento de
sierra, la cual es por el momento la más septentrional de este tipo en el País Valenciano y con
paralelos en la de Mas de Menente (Pericot y Ponsell, 1929), San Antón y las Laderas del
Castillo de Callosa de Segura (Furgús, 1937; Simón, 1987, 1998).
En lítico destaca un brazalete de arquero usado como colgante, varios dientes de hoz y una
pieza tubular de piedra perforada que podría servir de pesa, bien de red o telar, o como tobera en
el campo de la metalurgia (Simón, 1987). Finalmente, son numerosas las conchas de variada
tipología preparadas como elementos de adorno.
El yacimiento, por su situación, está clarísimamente orientado hacia el mar, ya sea para
explorar sus recursos o para desempeñar un papel determinante en el ámbito de un comercio de
navegación de cabotaje que una las islas del Mediterráneo Occidental y el litoral catalán y valenciano con las costas alicantinas, murcianas y almerienses (Chapman, 1991 ). Su ubicación -dominio de la Bahía de Jávea y su imposible establecimiento en los cabos de la Nao y San Antonio
por la altura de sus acantilados- sería necesaria dentro del marco de una red de establecimientos
costeros que permitirían el cabotaje, las reparaciones, el avituallamiento, el intercambio y el control de la ruta. Así, el Cap Prim podría ser un eslabón más de esta cadena que tiene en Oropesa
la Vella y en La Illeta dels Banyets otros representantes.
Quizás, este hecho explique la actividad metalúrgica del poblado, gracias a una fácil vía de
abastecimiento de mineral o cbatarra, sin descartar su papel como difusor, hacia el interior, de
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modas, técnicas y objetos que, de otro modo, no encuentran una fácil explicación, como la composición estannífera de los adornos de Beni Sid en la Vall d'Ebo (Simón, 1998). El poblado tendría su propia economía local, pues cultivaría las laderas próximas como lo muestran los dientes de hoz, presentes pero no muy abundantes.
En Santa Llúcia encontramos, nuevamente, cerámicas lisas y decoradas que se sitúan, tipológicamente, en momentos del Bronce Tardio o el Bronce Final: en la primera fase por sus formas, y en la segunda, por los temas decorativos, cuyos paralelos encontrarnos en El Tabayá
(Hemández y López Mira, 1992). Como objetos metálicos aparece un pequeño puñal de remaches y un fragmento de hacha, lo cual muestra, junto con los datos anteriormente expuestos, que
la metalurgia alcanza en esta fase su pleno desarrollo y difusión entre los grupos humanos de la
zona.
En el Tossal d'Arnau la pieza más significativa de este momento es una pesa de telar de
forma cilíndrica, con perforación central, que López Mira ha situado tipológicamente en el
Bronce Tardío (López Mira, e.p.), teniendo en el Cabezo Redondo de Villena sus paralelos más
claros (Soler, 1987), fechados en los últimos siglos del U milenio a. C.
Finalmente, en Lleus, se catalogaron, por un lado, cerámicas con formas y tipología de tradición local y fechadas en el Bronce Medio, sobre todo vasos esféricos, semiesféricos y carenados, con una gran profusión de asas de tipo lengüeta. Por otro, se encuentran vasos de formas
simples pero decorados mediante el uso de pequeños mamelones, situados tanto en el borde, en
el cuello, como en el cuerpo, cuyos paralelos encontramos tanto en el País Valenciano -en concreto en yacimientos como La Roma (Hem ández, 1994) o la Illeta deis Banyets (Simón, 1988)-,
como en otros más meridionales -caso de El Picacho (Hémaodez y Dug, 1977)- con fecha, en
todos los lugares, en el Bronce Tardío. Un fragmento con círculos impresos es temáticamente y
técnicamente relacionable con el Horizonte de Cogotas l.
Se ha constatado un elevado conjunto de vasos con cordones decorados que presentan paralelos en los yacimientos septentrionales del Júcar. También, un fragmento con dos cordones
superpuestos y decorados mediante prismas sucesivos posee un paralelo en la llleta deis Banyets
(Simón, 1988), en un contexto del Bronce Tardío. Al igual que en el resto de los yacimientos, el
metal, en este caso un hacha, aparece con mayor profusión en estos momentos que en los anteriores.
Respecto a los datos que se poseen sobre el Bronce Final, además de los ya señalados en el
Cap Prim y Santa Llúcia, queremos volver a llamar la atención sobre una serie de cerámicas y,
en concreto, La de un vaso procedente de la Cueva del Montgó que ya, en su día, apuntamos su
vinculación tipológica con los Campos de Urnas (Fig. 3.1) (Simón, 1987). Esto se ha visto reforzado últimamente por la localización en la Calle Santa Marta n° 1 de Jávea de una serie de fondos de cabaña con materiales cerámicos que lleva al director de los trabajos de urgencia a situarlos provisionalmente en estos momentos ( 1), hecho que, por otra parte, no resulta sorprendente
dentro de la dinámica ocupacional de otras áreas próximas.
(1) Queremos agradecer a D. Albcno González Alonso, director de los trabajos de campo y a D. Josep Casabó i Bemad, la
información verbal sobre los resultados de la excavación de urgencia llevados a cabo en el solar sito en el n• 1 de la calle Santa
Marta, en pleno Casco Histórico de Jávea.
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CONSIDERACIONES EN TORNO AL POBLAMIENTO DE LA EDAD DEL BRONCE EN LA MARINA ALTA
215
V. CONSIDERACIONES FINALES
Con las limitaciones que por el momento se tienen del conocimiento de los yacimientos de
la Edad del Bronce en la Marina Alta, en donde hasta la fecha no ha sido excavado ni un solo
poblado de forma sistemática, tan sólo podemos efectuar una propuesta que con el desarrollo de
la investigación muy posiblemente se verá substancialmente modificada.
Parece claro que el Montgó como macizo desempeiia durante la Edad del Bronce un papel
secundario dentro de la ocupación, explotación y dinámica evolutiva de los grupos humanos que
ocupan la zona. En él tan sólo parecen desarrollarse actividades secundarias desde el punto de
vista económico, con hábitats temporales o de escasa relevancia, como en el caso de la Cueva
del Montgó, posiblemente utilizada como lugar desde donde efectuar una explotación ganadera
del macizo. En el resto del mismo, se utilizarán, al igual que en épocas anteriores, sus múltiples
grietas, covachas y simas para efectuar enterramientos simples o de escasos individuos con ajuares propios de la Edad del Bronce, y aunarán antiguas tradiciones con ritos y ajuares propios del
momento.
En su entorno se despliegan toda una serie de asentamientos que tienen por denominador
común una ubicación en cerros de escasa altura, situados en los márgenes de las áreas susceptibles de ser explotadas agricolamente, con escasos o nulos elementos defensivos y con unos tamaños que no superan los 1000 m2• Su distribución en el espacio parece estar relacionada con varios
factores, geográficos, económicos, culturales y sociales. EL marco geográfico determina el espacio. Así, los macizos montaiiosos forman valles perpendiculares a la costa, la cual los une
mediante un llano litoral muy cambiante por las dinámicas erosivas terrestres y marítimas. Se
configura, de este modo, una línea de la costa inundable pero con amplios espacios cultivables.
Los objetivos de explotación agropecuaria del territorio conllevan una distribución del
poblamiento orientada hacia un aprovechamiento integral de todas sus posibilidades, teniendo
como objetivo secundario el control visual de los pasos de comunicación o una ocupación del
mismo desde una perspectiva sociopolítica. El modelo se complementa con una serie de peque.ños poblados -ocupaciones temporales de cuevas, y estructuras anexas a hábitat de mayor envergadura- que debemos relacionar con la citada explotación intensiva de las posibilidades y peculiaridades de los nichos ecológicos existentes, donde la recolección, la caza y la explotación de
productos secundarios -<:aza, pesca, marisqueo, ganadería, etc.- , complementarán La producción
básica de carácter cerealista.
Los datos y elementos que pennitan una periodización o una propuesta de dinámica cultural son casi inexistentes. El material recogido del mundo calcolitico y campaniforme muestra,
por un Lado, los intensos contactos que mantiene la zona con otras zonas peninsulares, a través
de las cuales llegan objetos de alto valor simbólico y social, predominando los elementos del
mundo de Los Millares, como los ídolos oculados, cerámicas pintadas, adornos de hueso y cáscara de avestruz y varios tipos de objetos metálicos, entre otros. A ellos se sumarán, por otro
lado, de forma paralela, o inmediatamente a continuación, los elementos del mundo campaniforme, con cerámicas decoradas, brazaletes de arquero, botones de perforación en V y algunos
tipos metálicos. En ambos casos, se produce la simbiosis de lo local con lo foráneo, que no sólo
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216
J.L. SIMÓN GARCÍA y M.A.
EsQUEMBRE B EBIA
se limita a la adquisición o imitación de las formas, sino que alcanza en parte a su carga y valor
simbólico. Este hecho parece apuntar hacia sociedades con procesos de estructuración interna
cada vez más complejos.
Los márgenes cronológicos en los cuales se desarrolla este proceso son por el momento
imposibles de determinar, más aún cuando no poseemos datos que señalen elementos de la
forma, el modo y el momento en que se implantan los modos de vida de la Edad del Bronce.
Entre este momento, quizás en los primeros siglos del n milenio a. C., y la aparición de elementos propios del Bronce Tardío, se enmarcan la mayoría de los yacimientos aquí citados.
En un momento, que, grosso modo, situaríamos en la mitad del 11 milenio a. C., se comienzan a documentar cerámicas que, por sus características tipológicas y decorativas, se incluirían
en lo que, por el momento, denominamos para áreas más meridionales como Bronce Tardío, y
que, en un futuro, puede tratarse de los momentos iniciales de un Bronce Final. Por el momento desconocemos sus características locales, pero empiezan a vislumbrarse en las últimas actuaciones arqueológicas efectuadas.
Lo esencial, a nuestro juicio, de esta última fase del II milenio a. C. es la posible relación
existente entre la ubicación de los yacimientos, las rutas de navegación, los objetos y mercancías
de intercambio y los bagajes culturales que transitan por ellas. Esto puede llegar a explicar los
conjuntos ergológicos existentes en estos yacimientos y en otros más interiores, y quizás la dinámica cultural que con posterioridad llega a desarrollarse en esta comarca.
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Lám. 1.- Vista genera l del poblado de la Edad del Bronce del Penyal d' lfac (Calpe/Calp).
Lá m. 2.- Vista general del Cap Prim (J ávea/Xabia).
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J.L.
SIMÓN G ARC'iA y
M .A.
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Lám. 3.- ista general de la Cova del Montgó (J ávea/Xabia).
Lám. 4.- Vista General de ella (Pcdrcgucr).
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXJV (Valencia, 2001)
MAURO
S. H ERNÁNDEZ PÉREZ* y J UAN A. LóPEZ PADILLA**
EL CABEZO REDONDO (VILLENA, ALICANTE) Y LAS PUNTAS
DE FLECHA ÓSEAS DE TRES ALETAS EN LA PENÍNSULA ffiÉRICA
La presencia en el registro arqueológico de objetos interpretados como cabezas de proyec-
til es un hecho frecuente, ya se trate de puntas de jabalina, de lanza o de flechas. Desde las primeras etapas postpaleolíticas está documentado el empleo del arco y es muy probable que se
conociera ya a fi.Jlales del Paleolítico Superior. A partir de estos momentos las puntas de flecha
aparecerán con frecuencia en los yacimientos arqueológicos, primero fabricadas en sílex y
comenzándose más tarde su fabricación en otros tipos de materia prima como son el metal y, por
supuesto, el hueso. Tradicionalmente la fabricación de puntas de flecha en estos dos últimos tipos
de material se asocia en el Occidente de Europa al surgimiento de las primeras sociedades metalúrgicas (Séronie-Vivien, 1968, 1995; Pape, 1982; Arnal y Séronie-Vivien, 1983; Rodanés,
1987).
La singularidad de las puntas de flecha de hueso en cuanto a su diversidad morfológica y el
valor que como indicador cronológico y cultural se les concedió desde los primeros estudios
prehistóricos y arqueológicos, ha hecho que se conviertan en elementos sujetos a múltiples intentos de seriación y clasificación tipológica. Éstos han tratado de superar -con éxito dispar, ciertamente- algunos problemas insoslayables queban ido basta el momento inseparablemente unidos
al estudio y clasificación de las puntas de flecha prehistóricas: un amplio espectro cronológico
que abarca desde el Neolítico hasta el Bronce Final, una amplia dispersión cultural que alcanza
a todo el continente europeo y una más que exigua información "contextual'' con la que arropar
a una mínima parte de las piezas conocidas.
• Universidad de Alicante.
•• MARQ. Musco Arqueológico de Alicante.
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224
MAURO
S.
H ERNÁNOEZ PÉREZ Y JUAN
A.
LóPEZ PADILLA
EL hallazgo en el yacimiento villenense del Cabezo Redondo de varias puntas de flecha de
diversa morfología elaboradas en hueso y asta, movió en su día a uno de nosotros (López Padilla,
1993) a interesarnos por el estado de la cuestión en las investigaciones realizadas en la Península
y a tratar de incorporar Jos ejemplares hallados a las tipologías establecidas hasta ese momento.
Ahora, el descubrimiento de nuevas piezas en los más recientes trabajos arqueológicos realizados en el yacimiento, nos permite una nueva reflexión en tomo a la presencia de un tipo singular de puntas de flecha óseas cuya existencia en Los yacimientos de la Edad del Bronce peninsular ya no es, como podremos comprobar, anecdótica.
El yacimiento de Cabezo Redondo, ampliamente referenciado en la bibliografia arqueológica peninsular, es un importante yacimiento de la Edad del Bronce situado al Noroeste de la ciudad de Yillena, sobre uno de los pequeños cerros que se alzan en el paraje conocido con el nombre de "Los Cabecicos". Las primeras actuaciones -realizadas bajo la dirección de J. M. Soler
García- ya revelaron la categoría del emplazamiento, confmnada posteriormente en las excavaciones sistemáticas que se prolongaron durante 1959 y 1960, afectando a una superficie de algo
más de 1.000 m2 y poniendo al descubierto un conjunto de 18 departamentos que asoció a habitaciones, aunque algunos correspondan a calles o pasillos. Las excavaciones y los materiales
arqueológicos recuperados en estas antiguas campañas fueron publicados en detalle por J. M.
Soler en 1987. A partir de 1988 se reiniciaron las actuaciones, ahora bajo la dirección conjunta
de J. M. Soler y uno de nosotros (M. S. Hernández) en una primera etapa y desde 1997 en solitario hasta la actualidad.
La indudable importancia que adquirió este enclave durante el Il milenio a. C. se evidencia
en las dimensiones que llegó a alcanzar el poblado -alrededor de unos diez mil metros cuadrados-, la ausencia de murallas, la complejidad de su arquitectura con casas adosadas y agrupadas
en manzanas y la riqueza de la que hicieron ostentación sus habitantes en sus ajuares domésticos y funerarios, que tiene su más conocido reflejo en el conjunto del "Tesorillo del Cabezo
Redondo", compuesto por 35 piezas de oro con un peso global de 147.0831 gr - 1 diadema, 3
espirales, 3 brazaletes abiertos, 2 cintas, 13 anillos, 1O colgantes en forma de trompetilla con una
o dos perforaciones, l cuenta de collar globular, 1 fragmento de brazalete con púas y 1 lingote
de forma cilindrjca-, con evidentes paralelos en el propio yacimiento, tanto en tumbas como en
ambientes domésticos, y en el propio Tesoro de ViUena (Hernández Pérez, 1997 y 2001).
LAS PUNTAS DE FLECHA DE HUESO DEL CABEZO REDONDO
El actual registro de puntas de flecha del Cabezo Redondo se compone de 1O ejemplares,
de las cuales tres proceden de las antiguas excavaciones de J. M. Soler y las restantes han sido
recuperadas en las recientes excavaciones. Las primeras, ya publicadas y descritas (Soler
García, 1987: 114) corresponden al tipo de pedúnculo y aletas agudas, el más común y generalizado e idéntico al prototipo metálico que parece predominar en el yacimiento, incluso en el
extremo redondeado (Soler García, 1987: 125; Simón, 1998) (fig. 1. 1, 2). Según J. M. Soler,
todos los ejemplares se han fabricado sobre huesos de bóvido, extremo que no hemos podido
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PUNTAS DE FLECHA ÓSEAS DE TRES ALETAS EN LA PENÍNSULA IBÉRICA
O
225
2
3 cm
- -===--
3
4
5
6
Fig. 1.- Puntas de flecha de dos aletas en ángulo agudo y pedúnculo macizo de CabC'lO Redondo
(ViUena, Alicante).
2
1
O
3 cm
---===--
Fig. 2.- Puntas de flecha de dos aletas sobre asta de cérvido de Cabezo Redondo (ViUena,
Alicante).
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226
MAURO
S.
HERNÁNDEZ l>ÉREZ y JUAN A. LóPEZ PADILLA
confmnar, al menos en las piezas acabadas. De los datos publicados se deduce que las tres piezas se encontraban en idéntica posición estratigráfica, al localizarse en los niveles más profundos, frecuentemente en contacto con la roca natural o con el estrato geológico. Incluso dos de
las puntas parecen compartir un mismo depósito arqueológico caracterizado por un sedimento
de arcillas verdosas con presencia abundante de restos de fauna y otros residuos orgánicos. A
falta todavía de concretar la secuencia de fechas absolutas proporcionada por las excavaciones
que se vienen desarrollando en la actualidad y en qué medida podrían matizar la que se desprende de las excavaciones de J. M. Soler, el contexto de estos tres hallazgos debe situarse de
modo general entre mediados y fmales de la segunda mitad delll milenio (en cronología convencional), como hacen suponer las dos fechas de C14 obtenidas hasta el momento y que se
remontan a1 1650 ± 55 a.C. (1997-1738 CAL BC) y 1370 ±55 a.C. (1699- 1495 CAL BC) (Gusi
y Olaria, 1995).
Las ocho puntas de flecha restantes proceden, como ya se ha indicado, de las excavaciones
llevadas a cabo en el yacimiento a partir de 1987 (fig. 1, 3-6; fig. 2 y fig. 3). Entre ellas cabría
distinguir tres grupos atendiendo a su tamaño, la forma del pedúnculo y el pronunciamiento de
las aletas. Uno de éstos, del que se han documentado dos ejemplares, se caracteriza por un
pedúnculo ancho, de sección rectangular o de tendencia rectangular, y unas aletas en ángulo
recto o incluso obtuso respecto del pedúnculo (fig. 2). Otras son semejantes a los ejemplares
pubUcados por J. M. Soler. Sorprende, sin embargo, lo reducido del tamaño de tres de ellas, pues
la de mayor longitud apenas rebasa los 3,2 cm. Tan sólo una de las piezas presenta roturas significativas, faltándote una aleta completa.
Por último, de los otros dos ejemplares - sobre los que centraremos nuestra atención en el
presente artículo- resulta imposible precisar el tipo de materia prima empleado en su fabricación,
dado su grado de elaboración. Se caracterizan por la presencia de tres aletas de aristas vivas en
ángulo agudo respecto del pedúnculo (fig. 3) y una diferente forma en el pedúnculo.
La primera fue hallada durante la campaña de excavaciones de 1990 ( fig. 3. 1). Presenta un
pedúnculo fragmentado de sección circular que se une a un cuerpo formado por tres aletas agudas equidistantes entre sí, con una arista longitudinal que las recorre completamente de un extremo a otro. Su largo actual es de 3,3 cm y su anchura y espesor máximos es de 0,9 cm. Fue localizada en la capa ID del Departamento XXI, dentro de un paquete sedimentario de tierras grisáceo-verdosas - las mismas en las que se encontraron los ejemplares publicados por J. M. Soler- ,
bastante afectado por madrigueras.
.La última, localizada en 1997 en la UE 3001 , en el Departamento XXII, es un excepcional
ejemplar que, aunque comparte con la pieza precedente la forma del cuerpo y de las aletas, difiere de forma notable en el resto, presentando un tope - también con tres aletas agudas- y un
pedúnculo hueco (fig. 3. 2). El acabado perfecto de la pieza, con múltiples sefiales de raspado en
toda su superficie que denotan una gran inversión de tiempo en su elaboración, impide concretar el soporte óseo utilizado. Presenta una longitud máxima de 5,57 cm, una anchura máxima de
0,94 cm y un espesor máximo de 0,82 cm.
La excepcional morfología de estos dos últimos ejemplares nos ha incitado a indagar en
busca de piezas similares en los yacimientos de la Edad del Bronce de la Península Ibérica y de
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PUNTAS DE FLECHA ÓSEAS DE TRES ALETAS EN LA PENÍNSULA IBÉRICA
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3 cm
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Fig. 3.- Puntas de flecha de tres aletas en ángulo agudo de Cabezo Redondo (Villena, Alicante).
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Fig. 4.- Puntas de flecha de Cabezo Redondo (1), Mal Paso (Jordá, 1958) (2), El CasteUón
(Espadas, Poyato y CabaUero, 1987) (3) y Castione Marchesi (Provenzano,1988) (4).
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MAURO
S.
H ERNÁNDEZ PEREZ Y JUAN A.
LóPF.Z PADILLA
Europa, hallándonos de pronto con un sugestivo rosario de localizaciones que se extienden desde
el sudeste de la Península Ibérica a las costas adriáticas.
ALGUNAS CO NSIDE RACIONES SOBRE LA TIPO LOGiA DE LAS PUNTAS DE FLECHADE HUESO
La primera punta de flecha de hueso publicada en Europa por Gastaldi en 1865 procedía de
las terramara del Norte de Italia (Pape, 1982). Desde entonces se ha incrementado de manera
significativa el número de piezas, no así nuestro conocimiento acerca de ellas, a pesar de que
desde hace tiempo se intenta fijar su cronología y su distribución temporal y espacial.
Todas las propuestas manifiestan un marcado carácter pan-europeista (Schrickel, 1966;
Séronie-Vivien, 1968 y 1995; Feustel, 1972; Pape, 1982; Amal y Séronie-Vivien, 1983), en ocasiones atemporal, por lo que adolecen de una evidente falta de operatividad cuando nos ceñimos
a ámbitos geográficos o culturales concretos. El trabajo de M. R. Séronie-Vivien ( 1968) puede
considerarse el primer intento de establecer sobre bases sólidas una ordenación morfológica de
un conjunto de elementos arqueológicos europeos, en un momento de verdadero " furor" tipologizante. En aquella ocasión se analizan 21 puntas de flecha procedentes de 13 yacimientos, agrupándolas, de acuerdo con el tipo de enmangamiento, en tres categorías y un cuarto tipo de
Diversos, al tiempo que se establecía una serie de índices a partir de la relación entre las longitudes del cuerpo y del pedúnculo y las del cuerpo con la anchura máxima.
A partir de este momento se realizaron otros intentos de sistematizar los diferentes tipos de
puntas de flecha de hueso hallados en algunos puntos de Europa, cuyo más significativo ejemplo es el de R. Feustel (1972), con ocasión del descubrimiento de 10 puntas de flecha de hueso
en los ajuares de un cementerio del Grupo de la Schunkeramik en Thringia. En 1982 W. Pape
publicó un artículo que, pese a centrarse en un tipo de puntas de flecha específico hasta cierto
punto olvidado por las tipologías anteriores - las puntas pedunculadas, incluidas por M. R.
Séronie-Vivien en el grupo de Diversos-, retomó y completó la información anterior, al tiempo
que estableció un mayor número de tipos. Todo el conjunto de piezas quedó dividido en principio en tres grandes grupos: puntas con aletas, puntas sin aletas y formas especiales o únicas,
designando los tipos mediante letras según una ordenación alfabética.
En su artículo, W. Pape señaló! asimismo, Jos dos principales obstáculos que a su juicio
impedían que su ensayo de clasificación tuviera la consistencia deseada: las deficiencias en la
publicación de las piezas y, sobre todo, la falta de un contexto arqueológico definido para la
mayoría de ellas. Pese al tiempo transcurrido, el estudio de W. Pape continúa vigente, aunque
resulta de dificil aplicación por su carácter globalizador.
En la pasada década, M. R. Séronie-Vivien publicó una nueva propuesta de clasificación de
las puntas de flecha europeas en el Cahier VII de las Fiches Typologiques de /'Industrie osseuse
préhistorique (Averbouh et alii, 1995), en gran medida deudora de la clasificación que elaborara junto con J. Ama! en el XXI Congres Préhistorique de France (Ama! y Séronie-Vivien, 1983).
Esta nueva propuesta, ilustrada tan sólo con lOO ejemplares de puntas de hueso de toda Europa,
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PUNTAS DE FLECHA ÓSEAS DE TRES ALETAS EN LA PENINSULA IBÉRICA
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se concreta en 1O clases -designadas por números romanos- divididas en algún caso en subclases - identificadas por letras mayúsculas.
De la Península lbérica W. Pape incluyó en su inventario 26 yacimientos con puntas de flecha, incrementando notablemente el conjunto utilizado por Séronie-Yivien en 1968. Sin embargo, el resultado de un somero repaso a la bibliografia actual nos proporciona información -aunque bien es cierto que de calidad muy dispar- de más de un centenar de puntas de flecha de hueso
procedentes de cerca de 55 yacimientos arqueológicos españoles (López Padilla, 1993). Buena
parte de ellas fueron ya objeto de un intento de clasificación tipológica por J. M. Rodanés (1987),
quien se ocupó de analizar y sistematizar los conjuntos de industria ósea postpaleolíticos del
Valle del Ebro. Este investigador se basó en unos criterios de ordenación exclusivamente morfo lógicos y de carácter general, estableciendo los rasgos que definen los distintos tipos -por
orden decreciente en importancia- en la existencia o no de pedúnculo y aletas, en la forma de los
bordes y en las secciones. De este modo J. M. Rodanés creó tres grandes grupos de puntas: romboidales, puntas con pedúnculo y puntas con pedúnculo y aletas. E l modelo de J. M. Rodanés
es, en la práctica, el último de Jos propuestos para la Prehistoria peninsular.
Como ya se ha puesto de manifiesto (López Padilla, 1993) las puntas de flecha de hueso no
son un elemento excepcional en la cultura material de los poblados de la Edad del Bronce de
Alicante, en los que, además, se puede conocer su proceso de fabricación, sobre el que trabaja
en estos momentos uno de nosotros (J. A. López).
Además de las puntas de flecha con dos aletas y pedúnculo, de amplia distribución europea
y peninsular, en las tierras alicantinas y en su entorno geográfico se han localizado varias puntas de flecha de morfología dispar que tienen en común más de dos aletas en la hoja. De entre
todas ellas, sin duda los dos ejemplares más sobresalientes son los procedentes del Cabezo
Redondo de Yillena, pero contamos también con alguna pieza excepcional como el ejemplar
exhumado por J. Colominas (1936) en las Laderas del Castillo de Callosa de Segura.
A continuación trataremos acerca de cada una de ellas y de su contexto general dentro de la
secuencia de la Edad del Bronce en la Fachada Oriental de la Península Ibérica.
PUNTAS CON HOJA DE SECCIÓN TRIANGULAR, PEDÚNC ULO Y TRES ALE TAS
AGUDAS
Como ya hemos adelantado, se podrían establecer dos variantes atendiendo a la morfología
del pedúnculo. Pese a su singularidad, no son únicas en la Península Ibérica, aunque resultan al
parecer más frecuentes en otros ámbitos europeos, constatándose su presencia en yacimientos de
la Edad del Bronce de Austria y, especialmente, del Norte de Italia. W. Pape ( 1982) las incluyó
entre sus Formes spéciales ou uniques, más concretamente en su Forme Z, eo la cual se agrupaban en realidad varios tipos -de cuatro y tres aletas y formas diversas- de varias cronologías y
amplia dispersión geográfica.
a) Punta de tres aletas agudas y pedúnculo macizo
De la primera de estas variantes, caracterizada por la ausencia de tope y la presencia de un
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MAURO S. HERNÁNDEZ PtREZ Y JUAN A. LóPEZ PADILLA
pedúnculo macizo de sección circular, conocemos tres ejemplares peninsulares idénticos, dos de
los cuales proceden también de las tierras valencianas y un tercero, de las manchegas. Éste último se localizó en El Castellón (Villanueva de los Infantes, Ciudad Real), en el que se señala
(Espadas et alii, 1987) la presencia de una importante industria lítica -en su mayoría de facies
calcolítica- y de cerámicas campaniformes puntilladas, incisas e impresas. En uno de los niveles más profundos -nivel 2- se halló una punta de flecha (Espadas et alii, 1987, 52, fig. 7. 1) de
tres aletas agudas y pedúnculo de sección circular que responde fielmente al modelo hallado en
el Cabezo Redondo (fig. 4. 3).
De los yacimientos valencianos, una procede de la Cueva de la Torre de Mal Paso
(Castellnovo, Castellón), un yacimiento del que se conocen materiales arqueológicos de una
cueva de enterramiento y de un poblado próximo (Fletcher, 1954; Jordá, 1958). La cueva se
fecha en el Ill milenio a.C. por las inhumaciones colectivas; y de su ajuar, además de adornos de
hueso y cerámicas decoradas con acanaladuras, incisiones y cordones, se publica una punta de
flecha de hueso (fig. 4. 2). La otra, inédita y que conocemos gracias a la amabilidad de A.
Barrachina, se ha recuperado en sus últimas excavaciones en el Pie deis Corbs (Sagunto,
Valencia) y es semejante a las anteri.ores, aunque en este caso su contexto es indudablemente del
n milenio a.C. (Barrachlna, 1999).
En principio se podría situar la cronología de las puntas de El Castellón y Mal Paso en
momento anteriores al campaniforme. Las de Villena y Sagunto son incuestionablemente de
momentos finales de la Edad del Bronce. Por otro lado, creemos oportuno llamar aquí la atención sobre otra pieza castellonense -en este caso con un tope con tres aletas, lo cual la pone también en relación con la segunda variante de estas puntas hallada en Villena y que trataremos a
continuación- localizada en el Torrelló de Onda (Castellón) (Gusi, 1974) (fig. 5. 3) en un nivel
cubierto por una capa de carbones que proporcionó una fecha de 1315 ± 90 a.C. (1556 cal B.C.)
(Gusi y Olaria, 1995). Así pues, considerando la cronología de las piezas de Cabezo Redondo,
Pie deis Corbs y Torrelló de Onda, creemos razonable proponer una situación cronológica de este
tipo de puntas de flecha en momentos avanzados de la Edad del Bronce.
b) Punta de tres aletas, tope y pedúnculo ahuecado
La segunda de las variantes se caracteriza por la presencia de un pedúnculo ahuecado y de
un tope -también con tres aletas agudas- situado entre el pedúnculo y el extremo distal de la
punta. Aunque escasos, en la Península Ibérica nos encontramos con algunos ejemplos de puntas de flecha que presentan al menos alguno de los rasgos que acabamos de describir.
La presencia de un "tope" o ensanchamiento entre el cuerpo superior de la punta de flecha
y el pedúnculo es un rasgo hasta el momento poco corriente en las piezas publicadas. J. M.
Rodanés (1987) recoge un ejemplar en la Cueva Josefina (Escomalbou, Tarragona) y otro en el
nivel llA de Moncín (Borja, Zaragoza). A éstos debe añadirse el ya mencionado de El Torrelló
(Onda, Castellón) (Gusj, 1974). Esta última punta de flecha es similar a la del Cabezo Redondo,
aunque con las aletas menos definidas que en el ejemplar villenense, donde aparecen claramente marcadas conformando una especie de segundo cuerpo de la flecha.
Tampoco el pedúnculo ahuecado es frecuente, aunque se conocen ejemplares de Castillarejo
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PUNTAS DE FLECHA ÓSEAS DE TRES ALETAS EN LA PENÍNSULA IBÉRJCA
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Fig. S.- Puntas de Oecha de tres aletas con tope dentado de Cabezo Redondo (1), Moncín
(Harrison, Moreno y Legge, 1994) (2), Torrelló de Onda (Gusi, 1974) (3) y Gottolengo (Saflund,
1939) (4).
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3 cm
Fig. 6.- Puntas de flecha de pedúnculo hueco de Castillarejo de los Moros (Fietcher y Alcácer,
1958) (1), Moncfn (Rodanés, 1987) (2), y Barranco de San Bias (3).
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MAURO S. HERNÁNOEZ PÉREZ y J UAN A. LóPEZ PADILLA
de los Moros (Andilla, Valencia) (Fletcher y Alcácer, 1958; López Padilla, 1993) (fig. 6. 1),
Barranco de San Bias (Requena, Valencia) (fig. 6. 3), Moncín (Borja, Zaragoza) (Harrison,
Moreno y Legge, 1994, 193) (fig. 5. 2; fig. 6. 2) y en un yacimiento de las Bárdenas Reales
(Navarra) (Femández lbafiez, 1998). La pieza de Moncln dispone, al igual que la de Vi llena, de
ese peculiar tope de tres aletas agudas con un pedúnculo ahuecado. Se trata de una pieza, identificada por sus excavadores como "arpón", localizada en el nivel IIB y que se diferencia de la
del Cabezo Redondo por la menor longitud del pedúnculo.
PUNTAS CON ROJA APLANADA, PEDÚNCULO Y CUATRO ALETAS AGUDAS
Se trata de un tipo de punta de flecha tan peculiar que W. Pape (1982, 154) apenas pudo contabilizar dos ejemplares publicados en toda Europa. Poco después, J. Amal y M. R. SéronieVivien (1983, 1 L) lo incluyeron en su grupo de Diversos, para posteriom1ente desaparecer como
tipo propiamente dicho en su última propuesta (Séronie-Vivien, 1995). En realidad, se trata de
una característica bastante excepcional, que sin embargo podemos hallar en varios yacimientos
de la Península Ibérica, entre ellos en el yacimiento alicantino de Las Laderas del Castillo, en
Callosa de Segura (fig. 7. 1). Aunque ya se había dado noticia de la existencia de puntas de flecha de hueso en el yacimiento (Furgús, 1937; López Padilla, 1993) -todas ellas puntas de flecha
de hoja aplanada y dos aletas agudas- y el propio J. Colominas publicó alguna foto de la misma
(Colominas, 1936), la pieza ha permanecido inédita en lo sustancial. E l cuerpo presenta una sección aplanada y una longitud dos veces superior a la del pedúnculo, también de sección aplanada. La característica más destacable de esta punta de flecha son las cuatro pequeñas aletas situadas justo en el ángulo de separación entre la hoja y el pedúnculo. Mide 6,4 cm de largo y 2,1 cm
de ancho máximo, mientras las pequeñas aletas apenas rebasan los 0,4 cm de longitud.
Es, sin duda, una punta de flecha excepcional, ya que los restantes ejemplares con cuatro
aletas agudas que conocemos guardan una relación formal más estrecha entre si que con el ejemplar de Callosa de Segura, cuya segunda hilera de aletas agudas podría funcionar como tope. En
cambio, tanto la pieza de la Cueva de Sargel (Aroal y Séronie-Vivien, 1983) (fig. 7. 3) como la
de Castione Marchesi (Pape, 1982) (fig. 7. 4) presentan claramente dos hileras de aletas agudas
netamente separadas del pedúnculo, al igual que sucede con los dos ejemplares peninsulares
recogidos por nosotros, procedentes del Cerro de El Cuchillo (AJmansa, Albacete) (López
Padilla, 1995) (fig. 7. 2) y Encantadas de Martis (Esponellá, Girona) (Corominas y Marqués,
1967).
NUEVAS FLECHAS DE HUESO PARA EL BRONCE TARDÍO
Si bien no es una característica demasiado fre.c uente entre las piezas publicadas basta la
fecha, la presencia de tres aletas agudas y del pedúnculo ahuecado o "de tubo" aparece recogida
en las tipo logias de W. Pape ( 1982) -Formas· S y ~y M. R. Séronie-Vivien (1995) -Clases VII
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3 cm
Fig. 7.- Puntas de Oecba de cuatro aletas de Laderas del Castillo (Colominas, 1927) (1), Cerro de
los Cuchillos (2), Sargcl (Séronie-Vivien, 1968) (3) y Castione Marcbesi (Pape, 1982) (4).
y VIO- , repartiéndose geográficamente desde España y Francia hasta Rumania y Ucrania.
Respecto a las puntas de flecha de cuerpo piramidal y tres aletas agudas todos los autores han
señalado repetidamente su especial concentración en los yacimientos de la llanura del Po y en
general en el grupo de Polada, donde baiLamos los ejemplares más afmes a la morfología de las
piezas peninsulares. En concreto, del yacimiento de Castione dei Marchesi, cerca de Parma, procede un importante número de puntas de flecha de tres aletas agudas y pedúnculo de sección circular, con y sin tope, elaboradas en asta de cérvido y perfectamente paralelizables con los ejemplares de Cabezo Redondo, Pie deis Corbs, Moncín o Torrelló de Onda. El estudio realizado por
N. Provenzano ( 1988) de los materiales de hueso exhumados en las antiguas excavaciones de
Pigorini en esta terramara del norte de Italia ha puesto de relieve, además, la presencia en estos
enclaves de los procesos de elaboración de este tipo de puntas de flecha, documentándose diversos ejemplares inacabados. En los ejemplares de otros yacimientos, como Gazzoldo o Gorzano,
el "tope" resulta menos destacado, aunque está netamente visible (Montelius, 1895; Saflund,
1939). Sin embargo, el "tope" dentado resulta mucho menos frecuente, aunque es también en el
ámbito cultural de las terramara italianas donde hallamos por el momento los paralelos más próximos para el tipo de tope presente en los ejemplares de Moncin, Cabezo Redondo y, sobre todo,
el Torrelló de Onda (fig. 5. 4).
La presencia del pedúnculo de tubo resulta todavía más extraña, seí'lalándose basta la fecha
apenas media docena de piezas en toda Europa repartidas por Francia, Alemania, Polonia,
Rumania y Bosnia (Pape, 1982), a los que podemos ahora sumar los ejemplares peninsulares
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MAURO
S.
H ERNÁNDEZ P liREZ Y JUAN
A. LÓPEZ PADILLA
hallados en Andilla, Requena, Villena, Barja y las Bárdenas Reales. Se trata de un conjunto bastante heterogéneo con significativas diferencias morfológicas y con el pedúnculo hueco como
único elemento en común. El ejemplar escogido por M. R. Séronie-Vivien (1995) como prototipo de su Clase VII - procedente de Periam, en Rumanía- , aunque carente de tope dentado, parece ofrecer una hoja con tres aletas agudas (Florescu y Miclea, 1980).
De todas estas puntas de flecha, son muy pocas las que se acompañan de una información
estratigráfica segura, por lo que la cronología de los distintos tipos y variantes depende de un
reducido número de piezas. J.Arnal y M. R. Séronie-Vivien (1983) proponían una cronología del
Bronce Medio-Final para los ejemplares franceses de cuerpo piramidal y del Bronce Final-Edad
del Hierro para los de pedúnculo hueco. De similar opinión era W. Pape (1982) en relación con
las primeras, aunque consideraba necesario establecer subdivisiones regionales en Europa a fin
de concretar su cronología; en cambio, rehusó pronunciarse respecto de las puntas de flecha de
pedúnculo hueco señalando con claridad su relación con los tipos metálicos.
La mayoría de las puntas de flecha de hueso de los yacimientos terramaricolanos, procedentes de excavaciones antiguas, carecen de un contexto estratigráfico seguro. Es el caso de Las
piezas de Castione dei Marchesi relacionadas con un impreciso Bronce Medio-Final (Mutti et
alii, 1988). Algo similar ocurre con la mayoría de los restantes ejemplares europeos, como los
de Periam (Florescu y Miclea, 1980) o Boheimkirchen (Neugebauer, 1977). En la Península
Ibérica, sin embargo, las nuevas excavaciones realizadas en las dos últimas décadas del siglo XX
nos han proporcionado un marco cronológico más concreto. Las puntas de flecha de Pie dels
Corbs, Torrelló, Moncín y Cabezo Redondo se asocian a contextos claramente del Bronce
Tardío-Final, pudiéndose presumir igualmente una cronología similar para las piezas de El
Castellón y Cueva del Mal Paso.
Las puntas con pedúnculo hueco, más escasas y con menores referencias estratigráficas, presentan similares dificultades para su encuadre cronológico, tradicionalmente deducido de su
semejanza formal con los tipos metálicos que aparecen a finales de la Edad del Bronce, lo que
indujo a fechar en el Bronce Final y los inicios de la Edad del Hierro el ejemplar del Mas d' Azil
(Séronie-Vivien, 1995). Las piezas halladas en los yacimientos de Moncín y Cabezo Redondo,
sin embargo, se sitúan en contextos del Bronce Tardío, y podemos suponer una cronología semejante para La pieza de Castillarejo de los Moros, yacimiento en el que aparecen también materiales relacionados con el Bronce Tardío (Martí y De Pedro, 1997). De los ejemplares de Barranco
de San Bias y Bárdenas Reales no conocemos el contexto. Estas puntas con pedúnculo hueco
serían en la Península Ibérica contemporáneas a las de cuerpo piramidal y aletas agudas.
Por último, para las escasísimas puntas de flecha de cuatro aletas documentadas, tan sólo
para la pieza del Cerro de El Cuchillo disponemos de referencias estratigráficas, registrándose
en los estratos superiores del Departamento IV del yacimiento, los cuales coronan una secuencia en cuya base se obtuvo una datación del3.500 ± 90 B.P. (Hemández, Simón y López, 1994).
La pieza de la Cueva de Sargel, en Saint-Rome-de-Cemon, carece de contexto estratigráfico
(Amal y Séronie-Vivien, 1983) y lo mismo sucede con la de Encantadas de Martís (Corominas
y Marqués, 1967) aunque en ambas cavidades, no obstante, se ha apreciado una secuencia que
abarca desde el Neolítico Final hasta la Edad del Hierro. La punta de Castione de Marchesi se
relaciona con los otros ejemplares del yacimiento, citados más arriba.
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t.7
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Cuatro aletas agudas \}:
Cuerpo piramidal con tres o cuatro aletas agudas
Pedúnculo hueco
Fig. 8.- Mapa de Europa occidental seftalando la presencia de los rasgos formales estudiados (a
partir de Pape, 1982).
A partir de los mapas de dispersión de los tipos de puntas de flecha de hueso europeas publicados por W. Pape ( 1982) hemos elaborado un nuevo mapa en el que se ha reflejado la distribución de los tres rasgos morfológicos estudiados, añadiendo los de los ejemplares de la Peninsula
Ibérica recogidos en este articulo (fig. 8). Aunque el vacío en la investigación todavía es grande,
en el mapa se puede apreciar una clara concentración de la mayoría de los ejemplares conocidos
en yacimientos situados en la fachada litoral mediterránea o en sus proximidades, o bien en
valles bien comunicados con el Mediterráneo. Esto último resulta especialmente evidente en el
caso de las puntas de flecha de pedúnculo hueco, cuya concentración en el valle del Ebro y en
las comarcas septentrionales valencianas llama indudablemente la atención.
A pesar de que la fabricación de puntas de flecha de hueso es un fenómeno que se ha rela-
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MAURO S. HERNÁNOEZ P ÉREZ Y J UAN A. LóPEZ PADTLLA
cionado casi siempre con la copia de modelos metálicos -desde autores europeos como M. R.
Séronie-Vivien (1995) o W. Pape ( 1982) hasta autores españoles como P. U trilla y V. Baldellou
(1982), Rodanés (1987) o el propio J. M. Soler (1987)- creemos que los datos expuestos hasta
ahora hacen necesaria una nueva reflexión, ya que lo que subyace bajo esa aparente generalización de la copia de los modelos metálicos podría resultar una realidad mucho más compleja.
La mayoría de los autores mencionados se han referido de manera directa a las puntas de
flecha metálicas de tipo "escita" como el modelo a partir del cual se copiaron en hueso las puntas de flecha de cuerpo piramidal y tres aletas agudas (Pape, 1982, 157). No obstante, estos prototipos metálicos están ausentes en el registro de la Europa Occidental, ya que las primeras puntas metálicas de tres aletas o de tres aristas se fechan hacia el siglo VIII a.C. en la Península
Ibérica (Ramón, 1983) y en Francia (Kieeman, 1955; Briard y Mohen, 1983).
Su origen parece encontrarse en La Europa Oriental, en donde hallaríamos extendido su uso
ya en la cultura kurgana del sur de Rusia, desde donde tal vez se extendieran al Norte de ftalia a
partir de mediados del ll milenio a.C. O. Kleeman (1954, 103) ya sefialaba, sin embargo, el
hecho de que la relativa abundancia de puntas de flecha de hueso de tres aletas en tierras italianas no se viese correspondida con la presencia de réplicas metálicas contemporáneas. Es posible
que las ventajas que ofrecía este tipo de punta de flecha promovieran su difusión desde la Europa
Oriental hasiji las terramara del Valle del Po durante el Bronce Medio, sitúandose en este camino de difusión las piezas centroeuropeas como la hallada en Boheimkirchen, en Austria, dada la
mayor antigüedad de los contextos en los que se han hallado (Pape, 1982). Los diversos tipos de
puntas elaborados en los yacimientos del Norte de Italia podrían haberse extendido desde allí al
resto del occidente mediterráneo europeo a lo largo de la segunda mitad del TI milenio a.C. En
ese sentido esa expansión podría ser un elemento más que evidencie el estrecho contacto que
parece detectarse en el Bronce Tardío y Final entre la mitad oriental de la Península y el
Mediterráneo Central y que, entre otros elementos, ya ha puesto de manifiesto la presencia de
algunos excepcionales materiales como la fíbula ad occhio o el pequeño peine de marfil hallados en la Mola d'Agres (Agres, Alicante) (GiJ-MascareU y Peña, 1989).
A partir de la información disponible, resulta evidente que durante ese período ni en Italia
ni en la Península Ibérica se puso la tecnología metalúrgica al servicio de la fabricación de este
tipo de puntas de flecha. De hecho, como en el resto de Europa Occidental, habrá que esperar a
la entrada en el I milenio a.C. para hallar las primeras puntas metálicas de tres aletas, dentro de
contextos culturales claramente relacionados ya con las colonizaciones (Ramón, 1983; Briard y
Mohen, 1983; Simón, 1997). Es posible que aún no resultara .rentable su fabricación en metal o
tal vez la copia de unos pocos ejemplares metálicos, unido a las ventajas evidentes que este tipo
de punta ofrecía respecto a una mejor sujeción de la flecha en el objetivo, generó una demanda
que no se pudo satisfacer de torma inmediata, provocando la producción de piezas en hueso y la
rápida difusión de las m ismas por toda la orla mediterránea occidental a partir del 1500 cal. B.
C. En cualquier caso, lo que resulta indiscutible es que en las terramara se registra toda una artesanía del hueso y del asta de ciervo destinada a la fabricación de puntas de flecha de tres aletas
que generó una gama propia de variantes cuya diversidad aparece boy reflejada en los yacimientos de la Edad del Bronce de la fachada mediterránea de la Península Ibérica.
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PUNTAS DE FLECHA ÓSEAS DE TRES ALETAS EN LA PENINSULA IBÉRICA
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M AURO
S.
HERNÁNDI/. Pr' REZ Y JUAN A.
l órE7
PADILLA
Lám. 1.- Punta de flecha con tres aletas y pedúnculo hueco. Cabezo Redondo, Villena, Alicante.
Foto: Espí.
Lám. 11.- Puntas de fl echa de hueso y asta de ciervo. Cabezo Red ondo, Villeoa, Alicante.
Foto: Espí.
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PUNTAS DE FLECHA ÓSEAS DE TRES ALETAS E LA I'ENÍ
ULA IBERICA
U.m. 111 .- Pun ta de fl echa.
Laderas del CastiiJo de
Callosa del Segura, Alicante.
Foto: Manua l Colo r,
Barcelona.
Lám. IV.- Punta de
!lecha de pedt'utculo hueco. San
Bias, Requena, Vale ncia.
Foto: Espí.
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ARCHIVO DE PREinSTORIA LEVANTINA
Vol. XXIV (Valencia, 2001)
CONSUELO MATA PARREÑO*
LÍMITES Y FRONTERAS EN EDETANIA**
Desde la publicación de los primeros volúmenes de las Fontes Hispaniae Antiquae
(Schulten 1922-1952), han sido muchos los trabajos dirigidos a ubicar espacialmente los pueblos
ibéricos. Las referencias literarias sobre su localización geográfica son tan escasas que, tras las
propuestas elaboradas por Schulten (1922-1952), Bosch ( 1932), Garcia y Bellido (1 978) ( 1) y
Almagro Basch ( 1952), apenas se ha avanzado a la hora de identificar alguna de las etnias citadas en las fuentes con una zona geográfica concreta. Por ello, a pesar de los años transcurridos
y de las matizaciones más recientes (Abad, 1992, 157-160), sigue siendo modélico y, casi un unicum, el trabajo sobre la Regio Contestona de Llobregat (1972). Una visión actualizada sobre la
información étnica aportada por las fuentes se puede encontrar en el libro sobre los iberos publicado por Ruiz Rodríguez y Molinos (1993, 240-257).
En consecuencia, hoy por hoy, con las fuentes explotadas aJ máximo, hay que esforzarse
para establecer indicadores arqueológicos adecuados que se puedan considerar como propios de
las distintas etnias y formaciones socioeconómicas, si se quiere elaborar alguna hipótesis sobre
sus límites y fronteras. En caso contrario, se tratará de simples propuestas sin bases argumentales para rechazarlas o aceptarlas.
.
Los trabajos de prospección y excavación que se están desarrollando en las comarcas centrales del País Valenciano en los últimos años sirven para avalar documentalmente las hjpótesis
• Dcpanament de Prehistoria i Arqueología. Universitat de Val~oci.a. Con.suelo.Mata@uv.es
•• Versión actualizada del texto presentado a la n Reunión Internacional sobre los Origenes de la Civilización en la Europa
Mediterránea, celebrada en Baezn entre los días 18 y 20 de Diciembre de 1995, organi7..ada por la Universidad lntemaciooal de
Andalueia-Sede Antonio Machado y la Universidad de Jaén.
( 1) Primera edición de 1945.
- 243-
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244
CONSUELO MATA PARRERO
que se presentan en este trabajo (2). Los elementos que se pueden barajar son numerosos, pero
en su selección ha primado L sincronía y un buen registro de los mismos.
a
I. LA REGIO EDETANIA: CONCEPTO Y LÍMITES
La regio Edelania es una denominación latina citada por Plinio el viejo, procurador de
Hispania, razón por la cual sus escritos sobre la península Ibérica gozan de una amplia consideración. Sin embargo, conviene tener presente que las regiones eran divisiones administrativas
romanas del siglo n a. C. cuyos Limites podían ser tanto étnicos como geográficos (Knapp, 1977,
69 y 78-79). Es dificil, en el estado actual de la cuestión, saber si los edetanos, tal y como aparecen en las fuentes, llegaron a tener conciencia de pertenecer a un mismo grupo, pero lo que sí
parece cierto es que no constituyeron una única formación socioeconómica antes del siglo II
a.C .. Solamente la escritura/lengua, las costumbres funerarias y, tal vez, la religión, se pueden
rastrear como comunes; aspectos todos ellos que, por otro lado, tampoco son exclusivos de los
edetanos.
El trabajo de Uroz ( 1983) sobre la regio Edetania fue un intento de justificar La existencia
de esta entidad, utilizando todas las fuentes arqueológicas y literarias a su alcance. Los límites
propuestos por éste siguen siendo los más aceptables (Uroz, 1983, 17-19) a pesar de que en
recientes publicaciones, y sin nuevos datos que lo justifiquen, se varía el limite occidental,
haciéndolo coincidir a grandes rasgos con la actual provincia de Valencia (Abad, 1992, fig. 1).
A la hora de determinar cuál es el área ocupada por los edetanos no se pueden obviar los
territorios Limítrofes, problemática que afecta, en mayor medida, a los pueblos del interior por
las escasas referencias literarias existentes sobre los mismos (Femández Nieto, 1968-69, 134135).
Los contestanos, al Sur, y los ilercavones, al Norte, son los pueblos vecinos de los edetanos
reconocidos unánimemente. No sucede lo mismo con el límite occidental, aspecto ciertamente
controvertido pues, si se tienen en cuenta las propuestas elaboradas, se observa cómo la actual
provincia de Cuenca pasa de ser ibérica (Almagro Garbea, 1976-78, fig. 14; López Rozas, 1987,
fig. 1) a ser celtibérica (Almagro Gorbea, 1995, 61 y fig. 1; González-Conde, 1992, fig. 1) utilizando los mismos datos. En publicaciones más recientes, se ha empezado a plantear la dificultad de una clasificación étnica concreta para esta zona (Almagro Garbea, 1999; Burillo, 1998,
146, 151-154).
(2) Excavaciones en Puntal deis Llops (Oiocau, Valencia) (dirigida por H. Bonet y C. Mata}, La Scfta (Vi llar del Arzobispo,
Valencia) (dirigida por H. Bonet), El Castellet de Bemabé (LIIria, Valencia) (dirigida por P. Guérin) y Los Villares (Caudete de las
Fuentes, Valencia) (dirigida por C. Mata), revisión y publicaciones de las excavaciones antiguas del Tossal de Sant Miquel (Llíria,
Valencia) (Booet, 1995) y los proyectos de investigación para el estudio de la organización territorial de Edeta y Ke/in, éste último
en curso de realización y subvencionado, en años sucesivos, por la lnstitució Valenciana d'Estudis i lnvestigació -08/82-, la
Universitat de Valencia y la Generalitat Valenciana -GV-240/94.
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LIMITES Y FRONTERAS EN EDETANIA
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................
- ~IRf·
t e..-...
·~-
Flg. 1.· Distribución de.l poblamiento del Bronce Final en el País Valenciano: 1, Tossal de les Reates (MoreDa); 2, Herbeset (Morella); 3,
St. Antoni de Morella la VeDa (Morella); 4, Mola del Mas d' AguiJar (Morella); S, Mas de Sabater (Morella); 6, Mas de Vito (Rossell); 7,
Pulg de la Nau (BenirJ~rló); 8, Mola Uarga (Xert); 9, HosW Nou (Ares del Maestral); 10, Mas de Rosco (Benassal); ll, Tossal de les Tres
Forques (Benawl); 12, Tossal d'Eo Ramos (Benwal- VUafrane11 del Maestral)¡ 13, Font de la Carrasta (Cuila); 14, Castellet
(VIstabella); IS, Cabanes; 16, El CasteUet (Castelló); 17, Cueva del Mojón Terrero (Cint); 18, Cueva Honda (Cint); 19, Torrelló del
Bomot (Almassora); 20, VmarragtU (Borrlana); 21, Cueva de Cerdaña (Pina de Montalgrao); 22, Mas del Baile (Pina de Montalgrao);
23, Umbrfa Mala (Pina de Montalgrao); 24, Cneva del tío Paco (Sacdet); 25, La Noria (Matet); 26, PunWes del Pollino (Altura); 27,
Cueva del Murciélago (Aitun); 28, Punta de Orleyl (La VaU d'Uixo); 29, Pie deis Corbs (Sagunt); 30, Cañada Palomera (Vlllar del
Arzobispo); 31, Cova del Cavall (LUria); 32, Escotes Pies (Ab:ira); 33, Cova d' Al.fons (Aizira); 34, Castell (Sumacireer); 35, Cova de
Bolumini (Beniarbeig-Benimeli); 36, Cap Prlm (Xibia); 37, Tossal de Sta. Llúc.ia (Xibia); 38, Cova de les Rates (Teuladll Moralra); 39,
La Mola (Agres); 40, Cova del Moro (Agres); 41, Cova deis Pilars (Agres); 42, Cutell de Perputxent (l'Ona); 43, Cova deis Coloms
(Coeentaina); 44, Cova de la Petxlneta (Coeentaina); 45, Cova de I'Esbarzer (Vall de Gallinera); 46, Banuls de Satorre (Balones); 47,
Cova de Bolumini (Aifafara); 48, Cova d'En Pardo (Planes); 49, Ermita del Cristo (Planes); SO, CasteU de Xlvert (Aicali de Xlvert); 51,
Cabezo Redondo (VIIIena); 52, El MonastU (Eida); 53, El Tabaia (Asp); 54, VEsparraguera (Novelda); SS, IUeta deis lJanyets (El
CampeUo); 56, Penya Negra 1Les Moreres (Crevillent); 57, Caramoro (Eix); 58, Los Saladares (Orihuela); 59, San Miguel (Orlhuela);
60, Cabezo del Mojón (Aimoradí); 61, Laderas del Castillo o Palmeral (Callosa del Segura); 62, Cabezo de las Part.iclones (Rojales); 63,
Barranc de la GasuUa (Ares del Maestral); 64, Nules; 65, Caudete de las Fuentes o Coves de Vmromi; 66, Bétera; 67, El Boscb
(Crevillent); 68, La Solana (Beniglnim); 69, CasteUet de Bernabé (Liíria); 70, Torls; 71, La Serreta (Aicoi-Coeentaina-Peni.gulla).
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CONSUELO MATA PARREÑO
I.l. LOS LÍMITES MERIDIONAL Y SEPTENTRIONAL
En la actualidad, existe un total acuerdo a la hora de identificar los ríos Xúquer/Júcar, al Sur,
y Millars/Mijares, al Norte, con los bidrónimos Suero y Udiva, respectivamente, límites geográficos de Edetania. Sin embargo, los elementos culturales que se pueden cartografiar en este espacio no tienen unos límites tan nítidos.
Durante la Edad del Bronce, las comarcas valencianas meridionales quedan englobadas dentro del llamado Bronce argárico, cuya expansión máxima se puede llevar hasta el río Vinalopó
por el interior y las sierras y valles prebéticos, al Norte (Hemández Pérez, 1997; Jover y López
Padilla, 1995). Estos relieves prebéticos están incluidos en Jos procesos meridionales que dan
lugar al Bronce Reciente, caracterizados por la presencia de cerámicas tipo Cogotas tanto en
asentamientos con niveles anteriores como en otros de nueva p lanta (fig. 1). Mientras tanto, la
zona ocupada por el llamado Bronce Valenciano tiene una evolución que apenas se puede entrever con los datos existentes en la actualidad (González Prats, 1992; Jover, 1999; Martí Oliver y
de Pedro, 1997; Mata et a/ii, 1994-96).
El Bronce Final supone en el País Valenciano una ruptura del patrón de asentamiento conocido en la etapa anterior, pues son muy pocos los lugares que mantienen una continuidad, situándose la mayor parte de los mismos en la actual provincia de Alacant (fig. 1). Otro rasgo distintivo referido al poblamiento es el importante número de cuevas ocupadas en este período frente a
etapas anteriores, tipo de hábitat que, por otra parte, no está extendido más al Sur de la hoya de
Alcoi (:fig. 1). A nivel de cultura material, los elementos de Campos de Urnas son los indicadores principales para identificar este período y, aunque se concentran mayoritariamente en las
comarcas septentrionales, se pueden rastrear hasta el río Vinalopó (Bonet y Mata, 2000; Mata et
alii, 1994-96).
Durante el Hierro Antiguo se producirá una mayor estabilidad en el poblamiento, intensificándose la ocupación del territorio, tendencias que tendrán su continuidad durante el Ibérico
Antiguo (Bonet y Mata, 2000 y 2001; Mata et alii, 1994-96). Para esta última etapa, serán los
hábitos funerarios y la escultura los que marquen las diferencias. Las necrópolis ibéricas valencianas muestran una distribución muy desigual con significativas concentraciones en las comarcas septentrionales y meridionales (fig. 2); desigualdad que se acentúa sí se consideran únicamente las que tienen cronología conocida, ya que son pocas las necrópolis al Norte del río
Xúquer que perduran durante el Ibérico Pleno, provocando un inquietante vacío hasta la aparición de las necrópolis romanas (Bonet y Mata, 1995 ~. 171; Mata, 1993) (fi'g. 3).
Por su parte, la escultura es un fenómeno de variada cronol ogía fechado, mayoritariamente,
entre los siglos V1 y V a.C., cuya significación funeraria ha sido aceptada sin ninguna duda hasta
el descubrimiento del conjunto monumental de El Pajarillo (Huelma, Jaén) (Molinos et alii,
1998). Dejando de lado las hipótesis sobre el significado de la escultura ya que ello no interfiere en su distribución,. se puede ver en cualquier mapa de dispersión de escultura ibérica -zoomorfa o antropomorfa- que ésta apenas sobrepasa el límite del Xúquer (Abad y Sala, 1992, 153l 57; Chapa, 1980 y 1993; Izquierdo, 1995, fig. l) (fig. 2). ·
En época Ibérica Plena, es decir, entre finales del siglo V y el primer cuarto del ll a.C., se
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LÍMITES Y FRONTERAS EN EDETANIA
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Fig. 2.- Mapa de las necrópolis ibéric.as del Pais Valenciano: 1, Mas de Caperó (Tralguera)¡ 2, Mas Nou de Bernabé (Tirlg- Salzadella);
3, El Bovalar (Benlcarló); 4, Pulg de la Nau (Benicarló); S, Mas d'En Rieres (Coves de Vlnroml); 6, Sant Pau (Aicocisser); 7,
Almtdlxer (Aicali de Xlvert)¡ 8, Repliegue, Xlvert o Emborró (Aicali de Xivert); 9, La Palava (Aicali de Xlvert)¡ JO, El Cam (Alcali
de Xivert); 11, El Palau (Akall de Xivert); 12, El Mas (Aicali de Xlvert); 13, Finca de D. Dlmas Bosch (Aicall de Xlvert)¡ 14, Corral
del Royo (Aicall de Xlvert); 15, Bailador d'Aicossebre {Aicali de Xivert)¡ J6, La Sollvella (Aicali de Xivert); 17, Castell d'Asens
(Benassal)¡ 18, Les Silges (forre d'En Doménecb)¡ 19, Torre de Foios (l.Jucena); 20, Torre la Sal {Cabanes); 21, Corral d'En Llopis
{LI Pobla Tornesa)¡ 22, Tossai de les Forqaes (Borriol)¡ 23, Tossal de I'Assut (Borriol)¡ 24, El Quadro (Castelló)¡ 25, Masla del Plano
(Araíl uel); 26, La Conema (Betn); 27, Orleyl (La Vall d'Uilo)¡ 28, Vessant del Castell (Almenara); 29, Calvar! (Aibalat dels
Tarongers); JO, CasteU(Sagunt); JI, La Mina (Gátova); 32, La Monravana (Lllria); 33, El Puntalet (LUria); 34, Collado de la Cova
del Cavan (Liirla); 35, El Rondón (Titaguas)¡ 36, Caaada del Salitrar (Siaarcas)¡ 37, El~ollno (Slnarcas)¡ 38, Fuente de Santa Úrsuta
y Tejerla (Sinarcas); 39, Los Cbotiles (Sinarcas)¡ 40, Pozo Y tejo (Sin arcas); 41, Els Ebols (L' Akúdia); 42, Las Pellas (larra); 43,
Corral de Saus (Moilent)¡ 44, Cami del Bosquet (Moixent); 45, Castellar (Oliva); 46, La Serreta (Aicoi-Cocentalna-Penigulla)¡ 47,
Pe.llón del Rey (Villena)¡ 48, Altea la V (Altea); 49, L' Albufereta y Parque de las Naciones (Aiacant); SO, El Campet o Las Agua lejas
ella
(Monforte del Cid); SI, Figuera Redona (Eix); 52, El Gallet (Elx); 53, Cementeri Vell (Eix); 54, El Motar (San Fuigendo); 55, Cabezo
Lucero (Guardamar del Segura)¡ 56, Ladera de San Antón (Orihuela); 57, Puntal (SaUnas); 58, Los Corrales de la Nava
(Castielfabib); 59, TorreJió del Boverot (Almwora); 60, Requena; 61, Las Cejas (Requena); 62, Cerro de la Pelad.illa (Fuenterrobles);
63, Punto de Agua (Beoagéber)¡ 64, El Molón (Camporrobles)¡ 65, Cerrito de la Horca (Sinarcas)¡ 66, La Cabezuela (Utiel).
- 247-
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248
C ONSUEI.O M ATA PARR.EÑO
NECRÓPOLIS
CRONOLOGÍA*
NÚM.
SEPS.
500
2. Mas Nou de Bernabé (Tirig/Salz.)
3. El Bovalar (Benicarló)
4. El Puig de la Nau (Benicarló)
7. Almedíxer (Aicala de Xivert)
15. Baixador d'Aicossebre (Aicala X.)
16. La Solivella (Aleara de Xivert)
19. Torre de Foios (Liucena)
27. Orleyt (La Vall d'Uixo)
28. Vessant del Castell (Almenara)
31 . La Mina (Gátova)
33. El Puntalet (Ltrria)
34. Collado de la C. del Cavall (Liíria)
35. El Hondón (Titaguas)
37. El Molino (Sinarcas)
42. Las Peñas (larra)
43. Corral de Saus (Moixent)
44. Camf del Bosquet (Moixent)
45. Castellar (Oliva)
46. La Serreta (Aicoi/Coc./Penag.)
47. Peñón del Rey (Villana)
48. Altea la Vella (Altea)
49. Albufereta/P.Naciones (Aiacant)
50. Campet o Agualejas (Monforte)
54. El Molar (San Fulgencio)
55. Cabezo lucero (Guardamar)
56. Ladera de San Antón (Orihuela)
57. Puntal (Salinas)
58. los Corrales (Castielfabib)
59. Torrelló del Boverot (Aimassora)
63. Punto de Agua (Benagéber)
7
7
17
3
19
28(+31)
2
>2
1
1
3
2
2
1
20
400
300
200
-
1-
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-
r--
-
1-
-
-
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1
37
80
>6
9
267
?
>30
94
600
37
1
23
>7
• Cronologías actualizadas
Fig. 3.- Necrópolis ibéricas valencianas con cronologfa.
produce una estabiHdad en el poblamiento más generalizada de lo que supuso TarradeU en su día
{Tarradell, 1961). Se trata de una magnífica propuesta que ha tenido un amplio eco (Ruiz
Rodríguez y Molinos, 1993, 271) pero que, en la actualidad, debe matizarse pues no sólo existen nuevos datos en favor de una estabilidad del poblamiento sino que, además, alguna de las
cronologías utilizadas han sido revisadas en este mismo sentido (Izquierdo, 1995; Raga, 1995).
Por eUo, y a pesar de la documentación de algunos abandonos y destrucciones (Grau, 1998,3 17;
Grau y MorataUa, 1997, 233-234), lo que se produce, a nivel general, es un aumento considerable del número de asentamientos, consolidándose una organización jerarquizada en los distintos
- 248-
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LIMITES Y FRONTERAS EN EDETANIA
249
territorios ibéricos (Bonet y Mata, 1995 a, 168-169; Grau, 1998, 318; Martí Bonafé, 1998, cap.
VIJ.l; Mata, 2000, fig. 2, 2; Mata y Martí Bonafé, 1993, 407).
Lo incipiente de la información publicada impide llegar a un conocimiento detallado sobre
el funcionamiento de los territorios, pero sí es posible apreciar una distribución regular de las
ciudades ibéricas en Edetania y Contestania, mientras que los asentamientos mayores de 4 ha
escasean al Norte del río Millars. Circunstancia que, al menos por lo que respecta a la franja costera, no es achacable a una laguna en la documentación, sino que parece responder a un patrón
de asentamiento diferente (Oliver, 1996, 9 1-1 20) (fig. 4).
Parafraseando a Tarradell ( 1974), un aspecto todavía poco valorado en relación con el poblamiento ibérico es la existencia de cuevas, santuario o refugio, a pesar de algún trabajo reciente
(González Alcalde, 1993). Sin embargo, un simple catálogo de cuevas refleja una importante
concentración de las mismas en las comarcas centrales del Pais Valenciano, sobrepasando
ampliamente el Xúquer/Júcar, al Sur, pero sin alcanzar el Millars por el Norte (Abad, 1987, 163;
González Alcalde, 1993, 67). Este aspecto de la religiosidad debe completarse con el estudio de
otros espacios como santuarios, templos urbanos y capillas domésticas, puesto que las investigaciones referidas a espacios geográficos concretos pueden mostrar pautas específicas. Así, por
ejemplo, j unto al hecho bien conocido de la ausencia de santuarios en Edetania (Bonet et alii,
1994, 119-120), se constata la presencia de un templo urbano, varias capillas domésticas y una
sola cueva en el territorio de Edeta (Bonet y Mata, 1997) frente a las 8 cuevas catalogadas de la
comarca de Kelin.
Los sistemas de escritura utilizados por los iberos también permiten establecer algún tipo de
regionalización. Así, el alfabeto oriental se emplea al Norte del Xúquer/Júcar, mientras que los
sistemas meridional y greco-ibérico no alcanzan dicho río (Fletcher, 1985, 288; Hoz, 1985-86,
285; Untermann, 1984, fig. 10). Los soportes empleados y, por consiguiente, su funcionalidad
añaden un factor diferenciador, como por ejemplo La escasez de plomos escritos al Norte del
Millars frente a una importante presencia de lápidas funerarias con escritura ibérica (Arasa,
J995; Fletcher, 1985, 293; Oliver, 1995, 113-l 14).
Otra variable a considerar, por su carácter excepcional, es la decoración pintada compleja
sobre cerámica. La decoración del llamado estilo Elx/Archena no sobrepasa el límite del
Xúquer/Júcar (Santos Velasco, 1992, tig. 4), mientras que el estilo narrativo supera tanto el
Millars, hacia el Norte, como el Xúquer/Júcar, hacia el Sur (Arasa, 1995; Tarradell y Sanmartí,
1980, 314). No obstante, ambos estilos ya no se pueden considerar conjuntos con un origen
único, sino que existen focos de producción diferenciados pudiéndose establecer áreas de distribución más concretas (Abad y Sanz, 1995; Aranegui et alii, 1997 b; Mata, 1997; Mata et alii,
2000; Pérez Ballester y Mata, 1998).
Todos los aspectos analizados hasta aquí, muestran la existencia, desde la prehistoria reciente, de una regionalización en la que las comarcas valencianas meridionales presentan una dinámica asociada a los procesos históricos del Sur de la península lbérica tales como el mundo argárico y el período orientalizante. Los diferentes elementos considerados, y otros muchos que se
podrían haber utilizado, nunca se ajustan a los limites asignados a las regiones Conteslania y
Edetania, superponiéndose en muchas ocasiones, por lo que al parecer marcan más bien las di fe-
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250
CoNSUEW MATA PARREJ\10
·•
o.daducv.••
Fig. 4.- Ciudades ibéricas valencianas.
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LÍMITES Y FRONTERAS EN EDETANIA
251
rencias existentes entre los Iberos del Sur y los del Norte (Ruiz Rodríguez y Molinos, 1993, cap.
6.2), que entre contestaDos y edetanos.
1.2. EL LÍMITE OCCIDENTAL
Ninguna de las referencias literarias permite señalar con claridad la extensión de la regio
Edetania hacia el interior, pues tanto Avieno como Estrabón se limitan a describir la costa y sólo
Pünio habla de la existencia de una "laguna que penetra hasta los celtíberos" (Uroz, 1983, 1114).
En la actualidad, apenas hay razones para variar la propuesta de límites hecha por Uroz
(1983). Las matizaciones podrían hacerse respecto a la inclusión de las comarcas de Los
Serranos y Alto Palancia, pero los datos siguen siendo insuficientes y no pueden excluirse con
seguridad (Bemabeu et alii, 1987, 138). No se puede decir lo núsmo de la comarca de La Plana
de Utiel, sobre la que la información existente confirma su carácter ibérico, pero no edetano.
Los argumentos que se pueden esgrimir son múltiples y, de entre eiJos, no se puede obviar
el factor geográfico. La Plana de Utiel constituye un ambiente claramente diferenciado de la llanura costera, pues es un apéndice de la submeseta meridional castellana, desgajada de la misma
por el río Cabriel, que bascula de Noroeste a Sureste entre los 900 y los 600 m s.n.m.. La unidad
morfoestructural más importante es un llano central con los relieves más importantes situados al
Noreste (Sierras del Tejo y Malacara); su clima es mesomediterráneo seco con cierta tendencia
a la continentalidad (Cendrero el a/ii, 1986; Piqueras, 1990). Estas condiciones geográficas, sin
ser determinantes, significan recursos diferentes y, probablemente, una estrategia distinta en la
ocupación del territorio.
Fue éste uno de los motivos para iniciar un proyecto de investigación sobre la organización
del poblamiento ibérico en dicha comarca (3). Y, aunque poco se puede avanzar sobre ella puesto que los trabajos se encuentran en curso de elaboración, sí que pueden aportarse datos más concluyentes referidos a la presencial ausencia de determinados elementos, cuya distribución sirve
para marcar las diferencias entre los Iberos de la costa y los del interior.
El patrón de asentamiento adquiere ciertas peculiaridades debido a las características geográficas de la zona. Los poblados se sitúan preferentemente en cotas medias y bajas; los recintos son escasos y parece existir un elevado porcentaje de hábitat disperso (Mata et a/ii, e.p.).
La ceca ibérica de Ke/in ha sido localizada en el asentamiento de Los Villares (Ripolles,
1982, 407, mapa 30), el yacinúento más grande de la comarca. Su acuñación fue muy reducida
tanto en cantidad como en cronología y su distribución se limita a los asentamientos de su territorio, a excepción del Pico de los Ajos (Yátova, Valencia). Los escasos baUazgos publicados con
posterioridad a 1982 no hacen sino confirmar esta dispersión (Arroyo et alii, 1989, 384 y 385;
Iranzo, 1990, 26).
(3) Ver nota 2. A todo ello hay que sumar el estudio sobre el poblamiento de la Serrania de Cuenca realizado por E. Marín
Rubio (1997) y que permanece inédito.
- 251-
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252
CONSUELO MATA PARJI.ERO
La asociación moneda/territorio no sólo avala la ibericidad de la comarca sino que, según la
hipótesis que se propone, es un argumento a favor de considerar esta área como no edetana, puesto que como sefiala Knapp (1977, 79) las regiones son unidades fiscales y militares que pueden
reforzarse con una acuñación. En efecto, si se tienen en cuenta las cecas localizadas con seguridad en e1 País Valenciano, se puede ver cómo, a diferencia de otras zonas, sólo existen tres y cada
una de ellas, de acuerdo con la línea argumental, se sitúa en una regio diferente: Arse en
Edetania, Saiti en Contestania y Kelin en un área todavía innominada (fig. 4). Reforzando esta
argumentación se encuentran los análisis metalográficos realizados sobre monedas ibéricas. De
acuerdo con ellos, los cospeles empleados por la ceca de Kelin presentan una aleación binaria de
cobre y plomo, al igual que los de Obu/co y algunas monedas de Castulo e l kale(n)sken. Como
sugieren Ripolles y Abascal (1995, 139, 147- 148), esta composición binaria distinta a la de las
demás cecas peninsulares puede ser una de las caracterlsticas propias de los Iberos del interior.
Éstos, al menos en lo que a la provincia de Cuenca se refiere, llegan con seguridad hasta el rfo
o
10
20km
Fig. 5.- Distribución de cerámicas con decoración impresa en las comarcas centrales del País
Valenciano (equidistancia curvas de nivel200 m): 1, Kelinl Los Villares; 2, Casilla GateU (Sinarcas);
3, Cerro Carpio (Sinarcas); 4, Cerro de San Cristóbal (Sinarcas); S, El Molón (Camporrobles); 6,
Peña Lisa (Fuenterrobles); 7, Cerro de la Peladilla (Fuenterrobles); 8, Umbrfa de la EsteriUa
(Requena); 9, El Moluengo (Villargordo del Cabriel); 10, Covarrobles (Fuenterrobles); 11, CasiUa
del Cura (Venta del Moro); 12, El Nacimiento (Requena); 13, Edeta/ TSM (Llfria); 14, La Seña
(ViUar del Arzobispo); 15, Cerro Partido (Pedralba); 16,Arse/ Saguntum (Sagunt); 17, La Carencia
(Torís); 18, Pico de los Ajos (Yátova); 19, Camino Casa Zapata (Villargordo del Cabriel); 20, La
Atalaya (Cbelva); 21, Cerro Escorpión (CaUes); 22, Cañada del Pozuelo (Sinarcas).
- 252-
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LÍMITES Y FRONTERAS EN EDETANIA
1
253
2
3
4
-EnQOberolo
Fig. 6.- Producciones de Kelin y su territorio: l , Lebes mediano; 2, Imitación de F. 28 Lamb.; 3,
Plato pequello; 4, Tinajilla con engobe rojo; S, Caliciforme con decoración impresa.
Xúquer/Júcar, zona en la que se sitúa la ceca ibérica de lkale(n)sken (Arroyo et alii, 1989, 385;
Martínez Valle, 1994; Ripolles, 1999; ViUaronga, 1988).
Así mismo, todos los textos escritos encontrados hasta ahora son ibéricos para lo cual sólo
hay que consultar el catálogo publicado por Fletcber ( 1985, 292) en el que aparecen cuatro yacimientos de esta comarca. A este repertorio sólo hay que añadir algunos ejemplares procedentes
de Kelin/ Los ViUares, del Cerro de San Cristóbal (Sinarcas, Valencia) y del Cerro Santo
(Requena, Valencia) (4) (Iranzo, 1988; Mata, 1991, 178 y 179; Mata et alii, 1999 y 2000). Debió
(4) También conocido como Castellar de Hortunas. De él procede un letrero postcocción sobre cerámica ibérica, recuperado
durante la campana de prospección de 1996.
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CONSUELO M ATA PARREÑO
/
)
\
)
J
•
> 10 .
o
3-10 • 1-2
10
20km
Fig. 7.- Distribución de cerámicas con engobe rojo en la Plana de Reqoena-Uticl (equidistancia curvas de nivel 200 m): 1, Ke/in/ Los Villares; 2, El Molón (Camporrobles); 3, El Cerrito (Utiel); 4,
Cerro de la Peladilla (Fuenterrobles); 5, Rambla de los Tocares (Reqoena); 6, Rincón de Gregorio
(Caudete de las Fuentes); 7, La Atalaya (Caudete de las Fuentes); 8, P.U.R.-2 (Villargordo del
Cabriel); 9, El Moluengo (Villargordo del Cabriel); 10, Fuente de la Reina (Venta del Moro); 11,
Muela de Arriba (Requena); 12, Villares de los Duques (Requena); 13, Rambla del Sapo (Requena);
14, Loma del Moral (Requena); 15, El Zoquete (Requena); 16, Cerro de la Cabeza (Requena); 17,
Vado Cañas (Cuenca); 18, Casa Guerra (Requena).
de ser un sistema bien arraigado pues todavía en época alto-imperial se escriben pequeños letreros en ibérico (Martínez Valle, 1993) (5).
(5) En base a ello, Burillo (1998, 128- 129) ha recti ficado los límites propuestos porUntermann (1995, mapa 1) para la leogua celtibérica.
-254-
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LfMITES Y FRONTERAS EN EDETANIA
255
En cuanto a los materiales cerámicos hay que considerar necesariamente la distribución de
la decoración impresa, técnica totalmente ajena a los Iberos de la costa a excepción de Catalunya
(Cura, 1971 y 1975; de la Pinta, 1986-89 y 1993, entre otros). Ello no quiere decir que se encuentre totalmente ausente de Los yacimientos costeros, con especial concentración en las ciudades
ibéricas de Edeta (Llíria, Valencia) y Arse (Sagunt, Valencia) (Bonet, 1995, 433-434, fig. 215;
Martí Bonafé, 1994; Mata, 1985 y 1991, 137-140; Mata et aiii, 2000) (figs. S y 6, 5).
Existen otras cerámicas, aunque menos conocidas por estar parcialmente inéditas, que pueden considerarse como características de Kelin y su territorio. Se trata de una variante de plato
pequeño, de superficies pulidas, con acanalados o incisiones por el exterior (Mata, 1991, 142,
fig. 46, 13- 15 y 18) (fig. 6, 3); una imitación de la F 28 Lamb. con decoración pintada (Bonet y
Mata, 1988, fig . 7, 2 y 6; Mata, 1991, 103, fig. 54, 10) (fig. 6, 2); una variante de lebes mediano, de superficies pulidas, decorado bien con impresiones, bien con un suave baquetón en el tercio superior (Mata, 1991, fig. 34, 3) (fig. 6, 1); y, fmalmente, recipientes de pequeflo y mediano
tamaño cubiertos con engobe o barniz rojo (Mata, 1991, 140-1 41 ; Mata et alii, 2000) (figs. 6, 4;
7).
También son significativas Las ausencias, como por ejemplo la del kalathos, tipo realmente
escaso en Kelin/ Los Villares y su territorio. Cuando éstos aparecen o bien tienen características
propias similares a la del lebes descrito con anterioridad, es decir, superficies pulidas y decoración de baquetones en el tercio superior, o bien se pueden considerar como importaciones costeras (Mata, 1991, 75).
Todos estos argumentos nos inclinan a considerar que esta comarca, cuya capitalidad ostenta Kelin, más la franja comprendida entre los ríos Cabriel y Júcar, no pertenece a La regio
Edetania sino a otra u otras etnias ibéricas de nombres desconocidos o en discusión. La identificación que se hizo, en su día, con los olcades (Uroz, 1983, 24 y 25; Bemabeu et alii, 1987,
139), y que Almagro Gorbea, ha vuelto a proponer recientemente (Almagro Gorbea, 1999, 37),
pasa por aceptar que éstos sean un pueblo ibérico y no celtibérico, hecho este último que empieza a ponerse en duda puesto que Las fuentes tampoco son explícitas al respecto (Almagro Garbea,
1969, 155-162; Burillo, 1998, 153).
II. EL TERRITORIO DE EDETAI TOSSAL DE SANT MJQUEL
A lo largo de las páginas anteriores, se ha intentado mostrar lo impreciso del término
Edelania referido a los límites propuestos por las fuentes clásicas. No se han podido encontrar,
basta ahora, en una región tan amplia elementos comunes de carácter ideológico, económico,
militar o político que permitan hablar de una realidad étnica o sociopolítica (Mano, 1991 , 15).
Sin embargo, el panorama cambia sustancialmente si se circunscribe a áreas mucho más pequeñas.
En lo que se refiere al Ibérico Pleno (siglos l V-m a.C.), la Arqueología muestra la existencia de al menos cuatro ciudades dentro de la Edetania romana, espaciadas entre veintiocho y
treinta kilómetros en línea recta, distancias que se mantienen constantes si se tienen en cuenta
- 255-
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256
CONSUELO MATA PARREÑO
otras ciudades ibéricas valencianas (fig. 4). Los territorios obtenidos mediante los polígonos de
Tbiessen tienen superficies similares a las de las poleis griegas, es decir, de tamaño ideal para
controlar un territorio de forma efectiva y eficaz de acuerdo con los medios de transporte existentes en la época (Duthoy, 1986, 10-12; Mann, 1991, 25-26; Renfrew, 1975, 13-14).
Se cübuja, así, un mosaico de territorios con cümensiones similares en el que ningún dato
permite suponer el dominio de una ciudad sobre otrals. Más bien al contrario, parecen situarse
en un plano de igualdad, manteniendo contactos pacíficos entre sí, como demuestran diversos
materiales que se analizarán a continuación (Mata et alii, 2000). Ello no es óbice para que consideremos este panorama como estático y permanente. Con seguridad, evolucionó a lo largo del
tiempo y, probablemente, pucüeron desarrollarse pactos y alianzas entre territorios que no han
dejado huella en el registro arqueológico.
De todos estos territorios, sólo del de Edeta se puede hacer un estudio en profundidad, aunque otros presentan indicios suficientes como para suponer que se organizan autónomamente, tal
es el caso de Arse, Kelin, Saiti o La Serreta (Martí Bonafé, 1998; Mata et alii, e.p.; Pérez
Ba11ester y Borreda, 1998; Grau, 1998).
De todos ellos, el único centro perteneciente a la regio Edetania es Arse/ Saguntum, ciudad
amplíamente citada en las fuentes por ser la causa detonante de la 2a Guerra Púnica. Tito Livio,
al narrar los avatares del asedio a la ciudad, cita la existencia de un pretor y un senado como instituciones de gobierno (Uroz, 1983, 167-168). Independientemente de la interpretación que se
pueda dar a ambas instituciones, está claro que se trata de una organización distinta a la que
representaba el régulo Edecón y, por ello, autónoma. Además, es una ciudad que acuña moneda
desde finales del siglo
a. C. con las leyendas arsesken y arse.etar.kiterter. Todos los ftlólogos
están de acuerdo en considerar los sufijos -sken y -etar como las formas utilizadas para señalar
a los habitantes de una ciudad y/o su origen étnico (Ripolles, 1992-93; Siles, 1985, 69-70;
Untermann, 1992, 25), con lo que se detecta una clara voluntad de diferenciarse de los habitantes de otros territorios. Además, salvando las distancias cronológicas, se puede ver cómo los
límites trazados mecüante los polígonos de Thiessen alrededor de Arse/ Saguntum coinciden, a
grandes rasgos, con la distribución de lápidas romanas (Beltrán Lloris, 1980, mapa 2) y en cuyo
interior se empieza a intuir una organización territorial propia (Martí Bonafé, 1998) en la que se
dibuja una clara línea fronteriza de atalayas entre Arse y su vecina Edeta (fig. 8).
Pero estas reflexiones no dejan de ser mas que unos breves apuntes sobre lo que un estudio
más detallado de este territorio, como el llevado a cabo en Edeta, podría proporcionar.
El espacio, de unos 900 Km\ en el que se desarrolla el poblamiento articulado alrededor de
Edeta tiene unos limites geográficos bien definidos (Bonet, 1995, 51 -53) (fig. 8) con las sierras
mesozoicas que constituyen las últimas estribaciones del Sistema Ibérico por el Norte y Oeste;
el vaUe medio-bajo del río Túria al Sur; y la llanura aluvial costera al Este.
En su interior se han localizado cincuenta asentamientos datados entre fmales del siglo V y
el primer cuarto del U a. C., es decir en el horizonte Ibérico P leno, y cuya evolución puede
seguirse sin interrupción desde el siglo Vlll a.C. (Bonet y Mata, 2001). Este hábitat se estructura jerárquicamente en tres tamaños (Bemabeu et alii, 1987; Bonet y Guérin, 1989; Guérin el alii,
1989):
m
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257
LÍMITES Y FRONTERAS EN EDETANIA
-,
\
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o
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"
''
10
20km
• Ciudad ()Aldea • Caserfo .A Atalaya 8 Alfar ® Puerto/fondeadero © lndet.
Fig. 8.- El poblamiento de los territorios de Edeta y Arse durante el Ibérico Pleno (según Bonet y
Mata, 2001 y MartíBonafé, 1998) (equidistancia curvas 200m): J , Tossal delBardinal (Liiria); 2, El
Caballó (Lifria); 3, Els Tres Pies (LUria); 4, Castellet de Bernabé (Liíria); 5, El Castellar (Casinos);
6, La Cúa (Casinos); 7, Pico de los Serranos (Pedralba); 8, Corral de Ajau (Pedralba).
- Un asentamiento grande con una superficie entre 1O y 15 ha.
- Cinco asentamientos medianos entre 0,5 y 2 ba.
-Veintisiete asentamientos pequeños entre 500 y 2500 m2 •
- Y diecisiete sin limites claros.
De acuerdo con los datos proporcionados por las excavaciones realizadas en siete de estos
yacimientos, a los que se han afiadido otros como la ubicación topográfica, la visibilidad y las
·características de las estructuras defensivas, se ban clasificado en cuatro categorías (fig. 8):
- La ciudad, representada por el Tossal de Sant Miquel, identificado con la antigua Edeta.
- 257-
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C ONSUELO MATA PAAAI!FIO
Es el asentamiento mayor de toda la zona, cuya ocupación inicial se remonta al Bronce Medio.
Concentra un número excepcional de textos escritos y una variedad de importaciones sin parangón en ningún otro hábitat del territorio. La tradición historiográfica considera que sería la sede
del régulo Edecón (Bonet, 1995, 500-501).
- Los pueblos o aldeas son asentamientos medianos, situados en alturas medias y bajas, con
recinto perimetral pero sin estructuras defensivas adicionales tales como torres, bastiones o
fosos. Se han realizado excavaciones en tres de ellos: Torre Seca (Liíria), La Monravana (Llíria)
y La Seña (Villar del Arzobispo) (Aparicio et alii, 1979, 1983 y 1984; Bonet et alii, 1999;
Fletcher, 1940-41 y 1947; Gil-Mascarell, 1969). En los dos últimos se han localizado estructuras para producción de aceite o vino que confirman, entre otras cosas, su funcionalidad primordialmente agrícola (Pérez Jorda, 2000; Pérez Jorda et a/ii, 1999).
-Los caseríos son pequeños asentamientos entre 1000 y 2500 m2 ubicados en cotas bajas,
también sin estructuras defensivas adicionales al recinto perimetral. Para su estudio se cuenta
con las excavaciones del Castellet de Bemabé (Llíria) en el curso de las cuáles se ha detectado
una gran vivienda de 170 m2 a la que se puede acceder desde el interior del poblado, pero también desde el exterior mediante una entrada de uso exclusivo. En esta vivienda se ha localizado
un espacio dedicado a la molienda, mientras que los demás son una capilla y áreas de actividades domésticas. En los otros departamentos se han identificado almazaras, áreas de molienda,
almacenes y talleres metalúrgicos (Guérin, 1989, 1995 y 1999).
-Las atalayas o fortines son poblados de dimensiones reducidas, entre 500 y 2500 m2, situados en lugares elevados y de dificil acceso. Sus recintos perimetrales suelen estar dotados de una
torre. Se bao hecho excavaciones en dos de ellos: Puntal deis Llops y Cova Foradada (Bonet y
Mata, 1981; Gil-Mascarell, 1970). El primero se ha excavado en su totalidad por lo que aporta
una información excepcional. En su interior el espacio se reparte de forma igualitaria entre diecisiete departamentos, colocados a un lado y otro de un pasillo central. El estudio de sus ajuares
ha permitido establecer diferentes actividades complementarias y no recurrentes. Entre eJJas destaca la ausencia de actividades de transformación agrícola, a excepción de la molienda, y la existencia de dos departamentos dedicados a actividades cultuales (Bemabeu et alii, 1986; Bonet y
Mata, 1981; Bonet y Mata, 1997).
Los doce fortines conocidos están localizados a lo largo del río y en la entrada de Jos pasos
naturales de las sierras que delimitan el valle medio del Túria, conformando una verdadera frontera cadena pues casi todas ellas están conectadas visualmente entre sí y, a su vez, con eJ lugar
central. De esta forma se crea una red mediante la cual es posible tener a la vista toda la superficie del territorio y controlar Las fronteras con Los territorios limítrofes (fig. 8). Este sistema de
defensa se construyó a finales del siglo V a. C. y fue desmantelado en el primer cuarto del II a.
C., momento en el cual los romanos empiezan a organizar administrativamente Hispania tras las
revueltas del t97 a. C. La destrucción violenta de estos fortines se puede relacionar con el mensaje difundido por Catón entre los iberos en el que ordenaba demoler todas las murallas
(Schulten, 1935), murallas que en el caso de Edeta se identificaban con su red defensiva de atalayas (Bonet y Mata, 1991 , 27-31; Bonet y Mata, 1998, 69-70; Knapp, 1977).
La cerámica es un producto al alcance de cualquier comunidad, por lo tanto, como señala
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LÍMJTES Y FRONTERAS EN EDETANIA
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More! ( 1983, 67), hay que suponer a priori que su comercialización es básicamente local; las
excepciones se producen en piezas consideradas como de lujo o en los recipientes de transporte.
Por ello, resulta relativamente sencillo diferenciar, en un lote cerámico, los productos procedentes de lugares alejados; sin embargo, es bastante más complicado reconocer el origen de las cerámicas de áreas cuJturalmente próximas o talleres dentro de la producción local. En el caso de la
cerámica ibérica, se pueden llegar a establecer orígenes distintos cuando se cuenta con lotes
importantes de material o con producciones muy bien determinadas, como es el caso de los
ka/athoi (Conde, 1992) o del barniz rojo ilergeta (Junyent y Alastuey, 1991 ), por sólo citar dos
ejemplos bien conocidos.
A pesar de no haberse localizado ningún horno alfarero, la información procedente de siete
asentamientos excavados, más la proporcionada por las prospecciones realizadas, ha permitido
diferenciar tipos y variantes cerámicos de distribución casi exclusiva en el territorio de Edeta, de
tal manera que pueden considerarse corno producciones propiamente edetanas (Bonet, 1995,
435).
Un primer tipo a tener en cuenta es la colmena cerámica, pieza cilíndrica, entre 53 y 58 cm
de altura, con borde diferenciado y superficie interior estriada. Se ha localizado en setenta y
nueve yacimientos, de los que sólo cinco son totalmente ajenos al territorio de Edeta (6).
Diecinueve de estos yacimientos se fechan exclusivamente entre los siglos IV y lll a. C., por lo
que se trata de un fenómeno claramente prerromano, aunque su uso perdure después de la conquista (Bonet y Mata, 1995 b; Mata y Bonet, 1992, 137) (fig. 9, 9).
En segundo lugar hay que considerar sendas variantes de kalathos y /ebes, en ambos casos
con labio plano o moldurado, que sirven de soporte o bien a una decoración geométrica muy
estandarizada o bien a una decoración compleja, narrativa o vegetal. La decoración geométrica
citada se organiza en dos bandas superpuestas, separadas por banda entre filetes, y en cada una
de ellas aparecen series alternantes de zig-zags y tejadillos (fíg. 9, 1-3 y 5). Esta misma composición se puede encontrar también en las tinajillas (Bonet, 1995, 410-411 , figs. 207-209; Guérin,
1995; Mata, 199 1, 75) (fig. 9, 7). Ambos recipientes, sobre todo los que llevan decoración geométrica, están arnpJiamente difundidos por todo el territorio.
Algo semejante sucede con la pátera grande con pie alto, aunque en este caso la decoración
es bastante más simple, compuesta por banda entre filetes tanto en el interior como en el exterior (Bonet, 1995, 414, fig. 21 O; Guérin, 1995; Mata, 1991, 89) (fig. 9, 6 y 8).
Frente a estos tipos cerámicos presentes en la mayor parte de los asentamientos del territorio y en un número importante, están los recipientes con decoración compleja. Se diferencian de
las cerámicas de uso común por su decoración, su concentración en el lugar central y su distribución restringida tanto en el interior del asentamiento como en los poblados dependientes.
La decoración compleja no geométrica se desarrolla a partir de la 2° mitad del siglo m a. C.
en una zona comprendida entre los ríos Segura, al Sur, y Millars, al Norte, y, por el interior, basta
el río Cabriel y bajo Aragón. Dentro de esta moda decorativa que perdura hasta el primer cuarto
(6) A los publicados (Bonet y Mata, 1995 b) hay que añadir uno más- Molino de las Fuentes (Chcra)- al sur del Túria. localizado durante la campana de prospección de 1999.
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CONSUELO M A PARRERO
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Fig. 9.- Algunas producciones edetanas: 1 y 2, Kalathos y lebes de Edeta/ TSM (según 'Bonct); 3 y 4,
Kalathos y lebes de Castellet de Bernabé (según Guérin); S, 6 y 7, Kalathos, pátera y tinajilla de
Puntal deis Llops (Oiocau); 8, Pátera de CastelJet de Bernabé (según Guérin); 9, Colmena de La
Monravana (Lliria).
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Fig. 10.- l. Tinaja con decoración figurada y letreros pintados de Edeto/ TSM (según Bonet);
2. Tinaja con decoración vegetal de Edeto/ TSM (según Bonct).
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CONSUELO MA PARREÑO
TA
del siglo l a. C., se pueden distinguir tres centros principales de cronología diversa: Edeta entre
el siglo
y el primer cuarto del U a. C., L'AJcúdia (Elx, Alacant) y Cabezo de Alcalá (Azaila,
Teruel) en los siglos ll-1 a. C .. Los proyectos de investigación desarrollados en los últimos añ.os
con el objetivo de estudiar las decoraciones de dos de estos núcleos han puesto de manifiesto que
bajo las clásicas etiquetas "estilos Llíria/ Oliva y Elx/ Arcbena", acuñadas a principios de siglo
(Aranegui, 1974), se oculta una realidad mucho más diversificada de lo que inducen a pensar los
extremos geográficos de estas denominaciones.
Por lo que respecta al conocido como estilo Llíria/Oliva, la catalogación minuciosa y el estudio analítico de sus decoraciones en el Tossa1 de Sant Miquel han venido a demostrar la personalidad de las mismas frente a otras incluidas en la misma denominación. Estas decoraciones, tal
y como se han definido recientemente (Aranegui et alii, 1997 a y b; Pérez Ballester y Mata,
1998), se caracterizan por tener un repertorio formal limitado, dedicado al almacenaje en grandes y medianas cantidades - tinajas, tinajillas, lebetes, kalathoi- junto a algún recipiente de vaj illa de mesa - platos, botellas, jarros- . Las decoraciones figuradas se desarrollan a lo largo de una
banda, situada en el tercio superior de la pieza, y las escenas se disponen en un único plano con
un inequívoco carácter narrativo; las decoraciones vegetales, sin abandonar la banda, adoptan en
mayor medida una composición metopada (fig. 10). Se han podido diferenciar, dos estilos en
base a la asociación de motivos y a su modo de realización:
- Estilo 1: figuras humanas y animales, en tinta plana, de factura tosca; con escasa decoración secundaria pero abundante de tipo complementario.
- Estilo ll: motivos perfilados y abundante decoración secundaria (fig. 10);
También se pueden llegar a distinguir talleres o manos de acuerdo con el tipo de escenas y
su diseño (Bonet, 1995, 440 y 443).
Otra de las características propias de estas decoraciones es la presencia de letreros pintados
en cualquiera de los dos estilos diferenciados, lo que les confiere un valor ideológico añ.adido
(fig. 1 1).
Esta cerámica con decoración compleja se encuentra desigualmente distribuida entre Los
ciento treinta y un departamentos excavados en el Tossal de Sant Mi que!. Sólo un 4 7% posee
recipientes con estas decoraciones; de este porcentaje un 14% acumula entre cinco y doce ejemplares, mientras que el resto sólo tiene entre uno y tres. El máximo de doce se da en un único
departamento (Mata, 1997, 43-45).
En los asentamientos circundantes también se distribuye esta cerámica, pero en número infinitamente menor (222 recipientes frente a 5/6 como máximo). Fuera de las fronteras edetanas,
existen algunas piezas importadas, sobre todo, en asentamientos de grandes dimensiones (fig. 11).
En definitiva, se trata de un territorio con un poblamiento bien estructurado y delimitado por
una frontera en cuyo interior se distribuyen de forma igualitaria alg-unos medios de producción
-colmenas- y los bienes de consumo -lebetes, ka/athoi, páteras- , mientras que Los bienes de
prestigio muestran una circulación bastante más restringida (7).
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(7) L.a cerámica de importación se comporta de fonna similar, pero no se incluye aquí porque eUo supondría utilizar datos inéditos no siempre al alcance de la autora (Bonet y Mata, 1998; Mata y Burriel, 2000).
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Fig. 11.- Distribución cerámica con decoración compleja del grupo Tossal de Sant Miquel y letreros
pintados sobre cerámica en el País Valenciano: 1, Edeta (Liria); 2, Puig de la Misericordia (Vinarós);
3, Pou Neriol (Cervera del Maestre); 4, Torre del Mal Paso (Castellnovo); S, Arse/ Saguntum; 6,
Puntal dels Llops (Oiocau); 7, CasteUet de Bemabé (Llíria); 8, Torre Seca (Llíria); 9, La Sella (VUlar
del Arzobispo); 10, Villaricos (Bugarra); 11, La Monravana (Llírill); 12, Cova Foradada (Llíria); 13,
Kelin (Caudcte de las Fuentes); 14, CasteUar de Meca (Ayora); 15, L' AJcúdia (Eix); 16, TorreUó del
Boverot (Aimassora); 17, El Solaig (Betxí).
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CONSUELO MATA PARREÑO
ID. CONSIDERACJONES FINALES
En definitiva, la hipótesis que se plantea en este trabajo es que el término Edetania tiene dos
acepciones distintas correspondientes a dos realidades. En primer lugar, el concepto de regio que
transmiten las fuentes corresponde a unos límites geográficos no siempre precisos que, a doras
penas, se justifican con rasgos culturales propios en los que se pueda reconocer a Los edetanos
como entidad étnica. Todos los indicadores que se pueden utilizar o no alcanzan o rebasan
ampliamente los límites geográficos propuestos; difícilmente se pueden hallar elementos sincrónicos y casi ninguno de ellos se refiere a la etapa iberorromana. Por tanto, esta división ad~
nistrativa debió responder a un criterio geográfico más que étnico y estuvo apoyada por las acuñaciones de Arse/ Saguntum (Knapp, 1977, 69 y 79).
En segundo lugar, la filología apunta La posibilidad de que se haya utilizado el nombre de
un lugar- Edeta- para denominar a uD colectivo - edetani-, a UD territorio - Edetania- y a su epónimo - Edecón- (Untermann, 1992, 21 ). La Arqueología ha permitido delimitar, con bastante
precisión, este territorio prerromano en el que pueden rastrearse Jas cuatro fuentes del poder
social definidas por Mann ( 1991 , 15):
- Las relaciones ideológicas están representadas, entre otras cosas, por las decoraciones
complejas, sobre todo las narrativas cuya iconografla muestra a las jerarquías edetanas en actividades de carácter colectivo e individual (danzas, enfrentamientos, cacerías). Su circulación restringida refuerza su calidad de cerámica de prestigio con fuerte carga ideológica. También la
escritura, algunas veces asociada a la cerámica, marca la diferencia entre la ciudad y los asentamientos dependientes (Fletcher, 1985, 292) (fígs. lO, 1; 11 ).
-Las relaciones económicas han quedado demostradas tanto por la especialización de los
asentamientos, como por la distribución de algunos productos cerámicos, sobre todo de las
colmenas porque es el testimonio indirecto de una actividad productiva como la apicultura
(fig. 9, 9).
- Las relaciones militares y políticas se han podido establecer a través de la estructuración
del poblamiento y de la construcción de una red fronteriza a finales del siglo V a. C., frontera
que constituye una clara voluntad de diferenciarse de sus vecinos (fig. 8).
Reforzando esta segunda acepción, y aunque se trata de fuentes tardías, se encuentran las
seis lápidas romano-imperiales en las que aparece el etnónimo edetano (Bonet, 1995, 497-498)
(8). De las seis, dos proceden de la actual Llíria y sus alrededores; una tercera hace referencia a
un ciudadano nacido en Edetal Llíria (AltOldy y Halfmann, 1973, 55-59); tres asocian la etnia
edetana y la tribu Galería. a la que también pertenecían los ciudadanos de Edeta (Alfóldy y
Halfmann, 1973, 21 ); y dos, incompletas, carecen de información complementaria. No deja de
llamar la atención que, en una época tan tardía, las únicas personas que se identifican como edetanas sean, la mayoría, originarias de Edetal Lliria.
En conclusión, las ciudades ibéricas del actual país Valenciano debieron formar una red de
(8) La sexta inscripción en la que aparece el etn6nimo edetano se encontró en las excavaciones del solar de L' Almoína de
Valéncia en 1997 (Marín Jordá el alii, 1999, 30).
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LÍMITES Y FRONTERAS EN EDETANIA
KEUN
EDETA
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ARSE
Pueblos
Ca serios
Fortines/Recintos
Fig. 12.- Las ciudades ibéricas según el modelo de Módulos Estatales Primitivos de Renfrew.
territorios cuyo modelo más próximo es el de los módulos estatales primitivos (MEPs) definidos
por Renfrew ( 1975) (figs. 4 y 12) (9).
Edeta mantiene relaciones económicas con los asentamientos de su territorio como queda
reflejado en la especialización agrícola de muchos de ellos y en la distribución de detenninadas
cerámicas. En el último nivel, los fortines, con escasa dedicación agrícola, podrían estar directamente vinculados a un caserío pues, en algunos casos, se ha podjdo documentar esta proximidad
(Bonet y Mata, 199 1, 31, fig. 13) (figs. 8 y 12).
Además, los contactos con otras ciudades ibéricas también están constatados. Cerámicas con
decoración compleja procedente de Edeta se encuentra en Arse/ Saguntum y Kelin (fig. ll); al
mismo tiempo hay cerámicas impresas de Ke/in, en Arse/ Saguntum, Pico de los Ajos, Edeta y
algunos asentamientos de su territorio (Bonet, 1995, 433-444; Martí Bonafé, 1994, 208; Mata,
1985, 177; Mata et alii, 2000) (fig. 5).
Ninguno de estos MEPs llegó a tener supremacía sobre los demás, proceso que si estuvo en
marcha no dejó huellas en el registro arqueológico y, en cualquier caso, quedó abortado por la
intervención romana. En conclusión, Edetania entre finales del siglo V y el primer cuarto del
siglo TI a. C. se circunscribía al territorio controlado por el Tossal de Sant Miquel (Bemabeu et
alii, 1987; Guérin et alii, 1989), mientras que a partir de esa fecha pasa a denominar un espacio
geográfico mayor con la paradoja de que será Arse/ Saguntum la ciudad que acuñe moneda y no
Edeta.
(9) En la 1Taula Rodona Internacional "'Territori politic i territori rural durant l'Ednt del Ferro a In Mcditcm\nia Occidental"
celebrada en Ullastn:t, c:n Mayo de 2000, Joan Sanmartí C<~:puso una hipótesis similar para los territorios costeros de Catalunya.
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CONSUELO MATA PARREÑO
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXIV (Valencia, 2001)
H ELENA BONET ROSADO* E I SABEL IZQUIERDO P ERAILE**
VAJILLA IBÉRICA Y VASOS SINGULARES DEL ÁREA VALENCIANA
ENTRE LOS SIGLOS fll Y 1 A.C. (1)
La cerámica constituye una de las manifestaciones artesanales y artísticas que mejor refleja, junto con la plástica en piedra, el grado de complejidad de la sociedad ibérica. A través de
ella, es posible valorar aspectos tecnológicos y funcionales que nos aproximan a la vida cotidiana de los iberos, en sus distintas facetas, doméstica y económica. Pero, además, determinadas
piezas de prestigio, como son los vasos plásticos, Las imitaciones helenísticas y, sobre todo, las
cerámicas con decoración figurada, nos introducen en un complejo mundo iconográfico, con
escenas y ambientes de carácter cívico, religioso y ritual, de una sociedad altamente desarrollada. Las imágenes y las formas, en sus contextos, nos acercan, pues, a las costumbres, los gustos,
las creencias y, en última instancia, la ideología de los iberos.
La amplitud de un análisis en profundidad sobre la temática decorativa, unido a la variedad
tipológica y la multifuncionaüdad de la vajilla ibérica, hace imposible abordar en este trabajo
todos los aspectos mencionados, es por esto que hemos seleccionado únicamente el estudio de
los vasos que por su decoración pintada, se consideran piezas singulares o únicas. Esta singularidad viene, además, reforzada por el valor arqueológico y documental que representan al tratarse de piezas que han marcado, y marcan, hitos en la historia de los estudios ibéricos, puesto que
permiten precisar la periodización y la cronologia de la cerámica ibérica; diferenciar los distin-
•servicio de Investigación Prehistórica. Valencia. E-mail: helena.booet@diputacion.m400.gva.es.
••secaría postdoctoral por la Comunidad de Madrid. Consejo Superior de Investigaciones Cicntllicas. Madrid. E-mail:
cehi309@ceh.esic.cs
( 1) Este texto es una versión ampliada, y con mayor parte gr.ilica, del artículo elaborado en el marco del S.:minario Vajilla ibérica en época helrmfstica: Modelos y práctica (Casa de Velázque7, Madrid, enero de 2001), dirigido por R. Olmos (CSIC, Madrid)
y P. Rouillard (CNRS, Paris).
- 273-
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274
H ELENA B ONET R OSADO E ISAllEL IzQUIERDO PERAl LE
tos taUeres y sus áreas de influencia, y sobre todo, conocer las características de la sociedad o el
segmento social que encargó dichos vasos.
l. VASOS IBÉRICOS SINGULARES CON DECORACIÓN FIGURADA
En la aproximación al concepto de vaso singular en la antigüedad influye decisivamente esta
concepción corno producto de encargo o pieza única, fuera de las series de producción ordinarias,
destinados a una ocasión particular o uso distintivo, tal como fue definido para el mundo griego
por Webster (1972) o por Olmos (1987) y Aranegui (1997 y 2000) para el caso ibérico. A tal fin
se destinan vasos, como por ejemplo, una urna receptora de las cenizas del difunto en la tumba,
un recipiente ritual de un recinto votivo o sacro, un gran contenedor de lujo en una vivienda aristocrática, que son excepcionales por sus formas, pero sobre todo en la cultura de los iberos, por
sus decoraciones, Y en este conjunto, aquellos vasos que presentan escenas figuradas, con una circulación restringida, minoritarios y distintivos de rango, constituyen el mejor ejemplo al representar idealmente las altas jerarquías de la sociedad ibérica. Son piezas singulares, por tanto,
encargadas, que poseen un carácter extraordinario, selectivo y reproducen imágenes únicas, que
podemos no obstante agrupar, de cara a su estudio, desde un criterio tipológico o temático.
Conocemos pocos ejemplos de escenas repetidas (2). Las decoraciones complejas con figuración
se combinan generalmente, salvo alguna excepción, con motivos vegetales y florales - brotes,
rosetas, roleos, bojas-, signos geométricos -delimitadores de escenas, con variedad de tipos-, asl
como otras formas abstractas - "zapateros", etc.- que matizan el significado de las imágenes. En
ocasiones, además, signos de escritura enfatizan el carácter aristocrático de las escenas, tal vez
ugares o algún acontecimiento concreindividualizando a los protagonistas de las acciones, los L
to. Nos hablan, a su vez, de la existencia de una clientela ilustrada en la ciudad ibérica.
En síntesis, sin olvidar la forma del soporte, son los temas representados, la presencia de
letreros o el uso de la pieza los indicadores más significativos del vaso singular. La valoración
de los ajuares en el contexto de hallazgo corrobora esta hipótesis. A modo de ejemplo, si obser~
vamos la distribución de las cerámicas figuradas en Llíria (Bonet, 1995, fig. 220), los departamentos donde se han hallado los vasos más sobresalientes coinciden con una mayor concentra~
ción de cerámicas importadas - las perduraciones áticas del siglo IV a.C., el barniz negro dellll
y la campaniense A-, un elemento más que incide en el carácter elitista de sus propietarios. Por
otra parte, el estudio de los vasos con letreros ibéricos del territorio edetano ha revelado su defi~
nición como encargos de las familias nobles a artesanos especializados que trabajan a petición
de la élite, reflejando actividades propias de su clase (Eadem, 464).
El hilo argumental de nuestro trabajo, tras un análisis general de la vajilla ibérica en el área
valenciana, se centra en una selección de vasos excepcionales dentro del repertorio cerámico,
muchos ya conocidos y otros resultado de recientes hallazgos o publicaciones (cuadro l), fabri-
(2) La repetición de una misma decoración en dos vasos sólo se reconoce en los ejemplos de Alcorisa y Azai la, con escenas
de salutación, yunta de bueyes y jinetes; asi como en algún ejemplo de Elx con representación de aves (Aranegui, 2000, 294).
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\ AJ ILI ,\ IOFRI CA Y VASOS SI Gt..LARES DEL AREA VALE~CI ¡\ A ENTRE LOS SIGLOS 111 Y 1A.('.
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-
275
•7
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Fig. 1.- Localización de los yacimientos citados en el texto. 1- La l\lor ra nda, Ballcstar, Castcllón. 2- Puig
de la Misericordia, Vi naros, Castellón. 3- Torrelló Boverot, Almassora, Cas tellón. 4- El Torrelló, Onda,
Castellón. 5- El olaig, Betxi. Castellón. 6- La Torre de Onda, Borriana, Castellón. 7- Pei1a de las
Majadas, El Toro, Castellón. 8- Torre del tal Paso, Castellnovo, Castellón. 9- Arse 1 Saguutum, agun to,
Valencia. 10- Edeut 1 Lliria, ale neia. 11- Torre Seca, Casinos, Valencia. 12- Castellct de Bernabé, Lliria.
_
Valencia. 13- L;a eña, Villar del Arzobispo, Valencia. 14- Castellar, Chulilla, Valencia. 15- La
Monravana, Llíria, Valencia. 16- Cova Forad:i, Llíria, Valencia. 17- Puntal Llops, Olocau, Vale ncia. 18Va/eutitt, Valencia. 19- Los Villares, Caudete, Valencia. 20- Cerro Santo, Requena, Valencia. 21- Pico de
los Ajos, Yátova, Valencia. 22- La Carencia, Turís, Valencia. 23- El Castella r de l\leca, Ayora, Valencia.
2-t- Cerro Lucena, Eng uera. Valencia. 25- Cor ral de Saus, i\loixent, Va lencia. 26- El Raba t, Rafeleofer,
Valencia. 27- El Castellar, Oliva. Valencia. 28- Covalta, Albaida, Valencia. 29- El Xa rpolar, i\la rgarida,
Valencia. 30- La Ser reta, Alcoi. Alicante. 3 1- Tossal de la Cala, Bcnidorm, Alicante.
- 275-
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276
1[ELENA 80NET ROSAOO E ISABEL IZQUIERDO PERAl LE
cados entre mediados del siglo lll y ell a.C., por tanto de la denominada época helenística mediterránea, en su fase tardía. Dentro de este periodo hemos distinguido, a su vez, una primera fase,
entre mediados del siglo 111 y mediados del n a.C., y una segunda fase, entre mediados del siglo
ll a.C. y ell a.C. claramente diferenciadas por el estilo y la temática de las piezas. El comentario de los vasos se ha ordenado geográficamente, de norte a sur, procediendo todos ellos de asentamientos, a excepción de las necrópolis del Castellar de Oliva y del Corral de Saus de Moixent.
Por otro lado, dada la variedad y riqueza iconográficas de las cerámicas valencianas con decoración figurada, en especial del área de Llfria, se ha seleccionado y dado preferencia a la valoración de un tema de elevado interés social, de carácter aristocrático y muy extendido en toda el
área mediterránea: el de la danza y la música. Además, se ba prestado una consideración especial a algunas piezas inéditas como son los vasos del Torrelló de Almassora (Castellón), del
Puntal deis LLops de Olocau (Valencia), de la ciudad romana de Valentia, o del Rabat de
Rafelcofer (Valencia), que amplían el repertorio conocido de imágenes de este periodo. En cuanto al marco espacial, los yacimientos que presentamos se localizan preferentemente en la zona
central del País Valenciano (fig. l; cuadro 1), entre las comarcas meridionales de Castellón y
toda La provincia de Valencia, tierras que corresponden a los territorios que ocuparon los edetanos, entre el río Millars y el Xúquer, con las ciudades de Arse/Saguntum y Edeta!Llíria, y las
comarcas septentrionales de la Contestania, al sur del río Xúquer, con la ciudad ibérica de
Saiti!Xativa como núcleo principal.
N•
YACIMIENTO/ LOCALIZACIÓN
1
La Morranda, Ballcstar, Castellón
1
Flors y Marcos, 1998
2
Puig de la Misericordia, Vinaros, Castellón
2
Otiver, 1994, ligs. 70 y 79
3
Torrelló Bovcrot, A1massora, Castellón
4
Clauscll el alii, 2000
4
El Torrelló, Onda, Castellón
Gusi, 1974, fig. 3
5
El Solaig, Betxí, Castellón
Mesado y Sarrión, 1999, 92
6
La Torre de Onda, Burriana, Castcllón
7
Peña de las Majadas, El Toro, Castellón
Sarrión, 1978, 16
8
Torre del Mal Paso, Castellnovo, Castellón
Fletcher, 1954, lig. 16
9
Arse 1Saguntum, Sagunto, Valencia
Gil-Mascaren y Aranegui, 1977, 221
10
Edeta 1 Llíria, Valencia
NÚM. MÍ.NlMO
VASOS FIGURADOS
2
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Maestro Zaldívar, 1989, 88-92
16
Cova Forada, Llíria, Valencia
Maestro Zaldívar, 1989, 87-88
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VAJILLA IBÉRICA Y VASOS SINGULARES DEL ÁREA VALENCIANA ENTRE LOS SIGLOS 111 Y 1A.C.
277
17
Puntal Llops, Olocau, Valencia
2
Bonet y Mata, 1981
18
Va/entia, Valencia
4
Serrano, 1999; Olmos, 2000
19
Ke/in, Los Villares, Caudete de las Fuentes, Valencia
3
Mata, 1991
20
Cerro Santo, Requena, Valencia
Aparicio y Latorre, 1977
21
Pico de Jos Ajos, Yátova, Valencia
Muscu de Prehistoria de Valencia
22
La Carencia, Turis, Valencia
23
El Castellar de Meca, Ayora, Valencia
Maestro, 1989, 86-87, fig. 20
24
Cerro Luccna, Enguera, Valencia
Museu de Prehistoria de Valencia
25
Corral de Saus, Moixent, Valencia
10
Izquierdo, 2000
26
El Rabat, Rafelcofer, Valencia
l
Morote, 1984
27
El Castellar, Oliva, Valencia
3
Colominas, 1944
28
Covalta, Albaida, Valencia
Raga, 1994
29
El Xarpolar, Margarida, Valencia
Pericot, 1928
30
La Serreta, Alcoi, Alicante
31
Tossal de la Cala, Benidorrn. Alicante
3
10
Serrano, 1987
Grau, 1996
NordstrOm, 1973
Cuadro l.- Vasos singulares figurados del área valenciana citados en el texto. Siglos
m-I a.C.
11. VAJILLA ffiÉRICA DEL ÁREA VALENCIANA ENTRE LOS SIGLOS IV AL I A.C.
Tras La etapa del Ibérico Antiguo -siglos VI y V a.C.- , las características técnicas de la cerámica ibérica están claramente definidas y se mantendrán a lo largo de toda la época ibérica, prácticamente hasta el siglo 1 a.C. sin grandes variaciones. Sin embargo, en estos seis siglos de producción alfarera, la tipología y el desarrollo de los temas decorativos irán evolucionando y
ampliando sus repertorios, según las influencias externas y modas del momento, pudiéndose, hoy
en día, identificar, con gran precisión, las producciones cerámicas de las distintas áreas geográficas y diferenciar, dentro de las tres grandes etapas establecidas para la Cultura Ibérica - Ibérico
Antiguo, Pleno y Tardío-, las características técnicas, morfológicas o decorativas de la vajilla en
cada siglo. AJ tratar en este trabajo los vasos de prestigio del área valenciana, nos centraremos
exclusivamente en la ceránúca fina (clase A) dejando de lado la cerámica tosca, o de cocina,
(clase B) (Mata y Bonet, 1992) que, sin quitarle importancia, se aparta del objetivo de nuestro
trabajo.
En un reciente trabajo sobre las ceránúcas del siglo V a.C. en el País Valenciano (Bonet y
Mata, 1997) se define, con bastante precisión, este horizonte cultural que abre las puertas al
periodo clásico, o Ibérico Pleno, que aqui nos interesa. La cerámica del siglo V hereda el repertorio tipológico del periodo anterior, sobre todo los contenedores y grandes recipientes como las
ánforas, las tinajas, o las urnas de orejetas, pero será en la vajilla de mesa, formada casi exclusivamente por platos/escudillas durante el siglo VI a.C., donde se comience a ver una mayor varíe-
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H ELENA BONET ROSADO E ISABEL IZQUIERDO PERAILE
dad de formas, apareciendo los platos de ala ancha, las páteras, los vasos a chardon, los calicifonnes y enócoes, pero siempre con una representación muy escasa. En cuanto a las decoraciones, la simplicidad de los motivos geométricos del siglo VJ - bandas, filetes- se amplía a lo largo
del V con la introducción de círculos, semicírculos, segmentos de círculos, aspas dispuestas
radialmente, lineas onduladas, trazos cortos para, fmalmente, ir adquiriendo las decoraciones una
mayor complejidad en la combinación de los motivos geométricos apareciendo, finalmente, las
series de rombos, las retículas y algún motivo arboriforme (Bonet y Mata, 1997, 46-47). Es una
etapa esencial en la formación del repertorio de fonnas de la cerámica ibérica, pues si bien el
siglo VI tiene una clara influencia fenicia, a mediados del V empieza a vislumbrarse la influencia griega, sobre todo en la introducción de vasos de pequeño formato que arrasarán en el periodo siguiente.
El siglo IV a.C., en el País Valenciano, está representado por el yacimiento de la Bastida de
les Alcusses de Moixent cuyos ajuares han sido, desde la década de los treinta, ampliamente estudiados, sirviendo de base a varios trabajos tipológicos sobre la cerámica ibérica (Aranegui y P1a,
1981 ; Mata y Bonet, 1992). De los 45 tipos de recipientes y elementos auxiliares que hemos distinguido a lo largo de toda la producción de la cerámica de clase fina, en el siglo IV se utilizan
prácticamente todas las formas - ánforas, tinajas y tinajillas, lebetas, toneletes, botellas, jarras,
caliciformes, platos, escudillas, cuencos, tapaderas, soportes etc. (en total 34)-, a excepción de
algunos vasos caídos en desuso, como los vasos a chardon o la urna de orejetas, y los que serán
creaciones propias del siglo liJ a.C., como el cálato.
La gran novedad de este periodo es, además de la ampliación del repertorio de vajilla fina
de mesa, el gusto por los microvasos (copitas, cubiletes, tarritos, platitos, botellitas) y, sobre
todo, la creación de nuevas formas (8 tipos diferentes) que imitaron, más o menos fielmente, los
vasos griegos que circulaban por todo el territorio ibérico peninsular en esa misma época, como
son los enocóes, cráteras, cántaros, cílicas, escifos o platos claramente relacionablcs con las formas 21 y 22 Lamb. Estas imitaciones (Page, 1984; Olmos, 1990) son una manifestación más de
la aculturación de la sociedad ibérica ante la presencia comercial y artesanal griega desde época
muy temprana, aunque en nuestras tierras no parece remontarse más allá del siglo V a.C. Sin
embargo, las imitaciones ibéricas no son fieles copias de sus modelos, puesto que en ningún
momento intentan emular el barniz negro, o imitar las decoraciones iconográficas de las figuras
rojas, sino que adoptan o interpretan las nuevas formas, decorándolas, o añadiendo atributos
morfológicos, dentro del más puro estilo ibérico. Así, contamos con cráteras, cUicas, platos o
escifos ricamente decorados que sólo por su forma, y su funcionalidad, se acercan a sus prototipos helenísticos. Es muy posible que muchas de estas piezas sean vasos de prestigio, y de encargo, pero de momento carecemos de documentación adecuada sobre los contextos que nos permita relacionarlos con espacios o funciones específicas. Por ejemplo, las clepsidras de la Bastida
de les Alcusses, recipientes vinculados al desarrollo de un ritual de libación (Pereira, 1990, 219,
fig. 2), clasificados con anterioridad erróneamente como coladores (Mata y Bonet, 1992, 138,
fig. 20), se han hallado siempre en ambientes domésticos.
En cuanto a las decoraciones, los artistas recogen los motivos geométricos del siglo precedente pero ampliando las posibilidades de combinación de las bandas, líneas, círculos, semicír-
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VAJILLA IBERJCA Y VASOS SINGULARES DEL ÁREA VALENCIANA ENTRE LOS SIGLOS 111 Y 1A.C.
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culos y segmentos concéntricos, líneas onduladas, trazos, rombos, etc., utilizando para ello ya el
pincel múltiple. La mayor riqueza decorativa se aprecia, sobre todo, en los platos donde no se
limitan a pintar bandas y filetes sino que combinan todos estos elementos creando la característica vajilla ibérica que perdurará a lo largo de toda la etapa ibérica.
A partir del siglo liT a.C. y sobre todo en su último cuarto, se producen una serie de cambios en la vajilla ibérica que se aprecia tanto en las innovaciones de tipo formal como artístico,
sin duda reflejo de las nuevas influencias helenísticas procedentes de la Península Itálica. La proliferación de talleres de cerámica de barniz negro durante el siglo 111 a.C. y el intenso intercambio comercial entre las distintas comunidades del mediterráneo occidental influyó en los repertorios indígenas aumentando el número de imitaciones de las cerámicas importadas y adquiriendo la cerámica ibérica una mayor diversidad tipológica y riqueza decorativa.
Para esta etapa será el Tossal de Sant Miquel de Llíria y su territorio el máximo exponente
del auge y del grado de perfeccionamiento que alcanzó la cerámica ibérica (figs. 2 y 3). Perdura
el repertorio de formas de la etapa anterior, lógicamente con cambios y evoluciones en los atributos morfológicos que no podemos detallar aquí, y se crean nuevos tipos, como el cálato, el
Jebes con pie, el a/barello, el pixis, la cantimplora, las colmenas, los vasos de doble boca o el
característico enócoe de cuerpo quebrado, con un total de 39 tipos diferentes. De todos ellos, es
el cálato la forma mejor estudiada habiéndose convertido en un fósil director para datar los contextos indígenas que carecen de importaciones o hallazgos numismáticos. Hay que destacar en
este siglo la adopción en el repertorio ibérico de los vasos plásticos, de clara inspiración helenística y púnica, como son los gttfti, los askoi, los vasos zoomorfos o los vasos plásticos en forma
de paloma.
Con la introducción masiva de las cerámicas itálicas de barniz negro y, sobre todo, de La
campaniense A en los circuitos comerciales ibéricos, comienzan en fecha temprana a fabricarse
imitaciones de estas producciones (Page, J984, Bonct y Mata, 1988). En esta ocasión no copian
únicamente las formas de la Campaniense A (copas, cuencos, platos, fiales, etc.), pintándolas al
modo ibérico, sino que se inicia una producción, que perdurará en las centurias siguientes, que
intentará imitar de estos prototipos mediterráneos, también, las decoraciones y acabados. Así,
dentro de las cerámicas ibéricas del área valenciana hay que distinguir una producción minoritaria de piezas muy cuidadas, con superficies pulidas o con engobe, y decoradas, muchas veces,
con palmetas y rosetas impresas que intenta no sólo copiar, sino sustituir a las vajillas de lujo de
importación para uso cotidiano. La decoración impresa sobre cerámica ibérica tendrá, en el territorio en torno a Los ViUares!Kelin, una producción propia y característica (ovas, espigas, rosetas, volutas, etc.) que perdurará toda centuria siguiente (Mata, 1985). La libertad de creación, o
imaginación, de los alfareros ibéricos de este periodo es mucho mayor, fabricándose piezas únicas y originales que, unido a la gran variedad decorativa, hace que el repertorio ibérico parezca
todavía más diversificado y rico de lo que es en realidad.
El siglo m a.C. abre un gran capítulo en la evolución artística de la cerámica ibérica con la
aparición, entre mediados y el último cuarto, de las primeras decoraciones vegetales y figuradas,
siendo, precisamente, en el área valenciana donde se inicia el llamado estilo de Lliria-Oliva.
Mientras este término se acuñó en la década de los años treinta (Ballester, 1935, 46; Pericot,
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IIELENA
BONET R OSADO E ISABEL IZQUIEltOO P ERAILE
•••
,
Flg. 2.- VajiiJa ibérica edetana de la 2" mitad dellll 1 1° cuarto del 11 a.C. (Tossal de Sant Miquel de
Llíria y Puntal del Llops de Olocau). A.I y A.ll: Recipientes de almacenaje (ánfora y tinaja) y vasos
domésticos (tinajilJas, albarello, vaso de doble boca, Jebes, cálatos y pixis). A.JU: VajiUa de mesa:
Jarros, plato, pátera y cuenco. A.ill y AJV: Paterita, caliciforme y microvasos. A. V: Mortero. A. VI:
Imitaciones de cerámicas de barniz negro. (Según Bonet, 1995 y Bonet y Mata, en prensa).
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VAJILLA IBÉRICA Y VASOS SINGULARES DEL ÁREA VALENCIANA ENTRE LOS SIGLOS Tll Y 1 A.C.
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Fig. 3.- Formas con decoración figurada del Tossal de Sant Miquel de Lllria: tinaja, tinajilla, Jebes,
cálatos, enócoe, plato (según Aranegui et alü, 1997, fig. 2).
- 281-
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HELENA BONET ROSADO E ISABEL IZQUIERDO PERAl LE
1936), la denominación de estilo narrativo se gestó en los años cuarenta fruto (García y Bellido,
1943, 89) de los intensos debates sobre la cerámica ibérica y en contraposición del denominado
estilo simbólico de Elx-Archena. Aunque el territorio edetano fue la cuna de esta expresión artística, hoy en dia, el estilo narrativo no se limita al área valenciana sino que abarca un marco geográfico más amplio, que se extiende desde el sureste peninsular hasta el valle del Ebro, y refleja
una forma de lenguaje iconográfico común desde finales del liT basta bien entrado el siglo I a.C.
Como veremos a lo largo de las páginas siguientes, las decoraciones con temáticas vegetal y
figurada de este periodo se desarrollan mayoritariamente en bandas continuas, o en frisos, y
representan escenas de carácter heroizado o cultual, impregnadas de una fuerte simbología donde
aparecen mezclados personajes nobles (caballeros, damas, guerreros), animales fantásticos, símbolos e, incluso, divinidades que reflejan el desconocido mundo mítico - religioso ibérico así
como las actividades propias de la clase aristocrática y guerrera: desfiles y combates militares,
cacerías, ceremonias y danzas festivo-- religiosas. Mientras las imitaciones formales de la cerámica ibérica son fieles a sus modelos mediterráneos, las decoraciones figuradas de los vasos ibéricos no copian los mitos y esquemas representativos griegos o itálicos sino que los artistas ibéricos reelaboraron algunos de aquellos temas, ampllamente difundidos, creando sus propias
composiciones con el fin de plasmar y dar a conocer su sistema ideal de valores. Así, por ejemplo, el caso de los platos pintados de peces constituye una asimilación evidente de un tema de
los talleres áticos e itálicos de los siglos TV y comienzos del Ill a.C. que los iberos, a partir de
mediados del siglo III, hacen suyo y plasman en platos y fiales de clara connotación ritual
(Aranegui, 1997, 58).
En nueslTa zona de estudio, la vajWa del U a.C. seguirá las pautas formales y estilísticas del
siglo precedente. A pesar de contar con numerosos yacimientos, la mayoría de ellos como Cerro
Lucena de Enguera, El Rabat de Rafelcofer o La Carencia de Turís, excavados en los años 70 y
80, siguen sin contar con publicaciones. En otros casos, como en Los Villares/Ke!in (Mata,
199 J), hasta la fecha no se han podido excavar los niveles de época iberorromana. Sin embargo,
las excavaciones de los últimos años en la provincia de Castellón, como el Puig de la
Misericordia de Vinarós (Oliver, 1994) y la necrópolis y poblado del Torrelló de Almassora
(Clausell, 1999 a y b), o la ciudad de Valentia (Ribera 1998) son esenciales para rastrear la evolución de la cerámica ibérica de estos siglos.
A pesar de la información dispersa, muchas veces carente de contexto, de esta etapa es posible observar, en lineas generales, que a lo largo del siglo TI se mantiene la tipología cerámica de
la etapa anterior, con ligeras variaciones en los atributos morfológicos, produciéndose los verdaderos cambios formales a partir de la segunda mitad del siglo I a.C. cuando el repertorio tipológico refleja, cada vez más, los modelos de la vajilla romana. A partir de mediados del TI a.C.,
el repertorio de imitaciones del barniz negro aumenta, fundamentalmente de formas de la campaniense By en menor medida de la campaniense A - formas Lamb. 1, 2, 3, 5, 6, 23, 27, 68(Bonet y Mata, 1988). Ya a finales del siglo Il y durante todo el J a.C. irán apareciendo, pero en
menor medida, imitaciones de copas y cubiletes de paredes finas.
En cuanto a las decoraciones de los vasos, continua la presencia de los motivos geométricos, característicos del siglo III, aunque cada vez más estereotipados -así por ejemplo, los rom-
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VAJILLA LBÉRICA Y VASOS SINGULARES DEL ÁR EA VALENCIANA ENTRE LOS SIGLOS n1 Y 1A.C.
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bos se han transformado en líneas en zig-zag- , con un empleo masivo del pincel múltiple, apreciable sobre todo en los motivos circulares, tejadillos, melenas, lineas onduladas, etc. Los motivos vegetales son cada vez más abundantes y, como veremos, la decorac.ión figurada seguirá las
pautas marcadas en la centuria anterior, aunque con cambios notables a nivel temático. Mientras
en la provincia de Alicante se desarrolla el conocido estilo de Elx-Archena, en el área valenciana se aprecia, más que un cambio en el estilo Llíria-Oliva, una evolución del mismo. A la espera de nuevos conjuntos, o hallazgos, bien fechados, de la documentación actual se desprende que
el lenguaje iconográfico tiende a ser cada vez menos narrativo, reflejando un mundo irreal y simbólico. Este dato parece acentuarse hacia flllales del siglo U, cuando dejan de ser mostradas las
actividades, festejos y ritos de aquella clase dirigente edetana, para representar un mundo mítico y simbólico, cuyas imágenes estamos empezando a interpretar.
m. EL HORIZONTE DEL SIGLO lli A.C. A MEDIADOS DEL IIA.C.
La consolidación de los territorios ibéricos a partir del siglo 1V a.C. y el protagonismo que
van tomando las ciudades, desde donde la clase dirigente gobierna sus tierras y su pueblo, propiciará un nuevo gusto aristocrático cuyas manifestaciones artísticas culminarán, a mediados del
siglo m , con las ricas y complejas decoraciones vegetales y figuradas de la cerámica ibérica.
Será precisamente en este ambiente, entre mediados y finales de este siglo, cuando se inicien las
primeras representaciones figuradas. Así, el plato de Covalta (Albaida), decorado con peces y
guirnaldas (Raga 1994; Bonet y Mata, 1998, 68) constituye, por el momento, la primera manifestación cerámica con decoración figurada bien fechada, a mediados del siglo Til a.C., por la
ausencia de campaniense A antigua.
Ya a caballo entre el siglo rn y el primer cuarto del lJ, coincidiendo con la contienda de la
Segunda Guerra Púnica y la conquista romana de la Península, se encuadra el conjunto de Llíria
y su territorio. La historia de la investigación de la cerámica edetana se vincula al análisis de sus
decoraciones, desde finales del siglo XIX a la actualidad (Bonet; 1995, 437-439). Distintas líneas
de trabajo han pautado la orientación de Los estudios, centrándose en la clasificación de Jos motivos y temas (Ballester et alii, 1954), la definición de su estilo (Aranegui, 1975), los aspectos tecnológicos, tipológicos, la valoración de los contextos (Bonet, 1992) y la interpretación de las
escenas, más recientemente (Olmos, 1992; Aranegui, 1997, 1999; Aranegui et alii, 1997). La
serie de vasos con decoración compleja figurada de la ciudad de Lliria ba sido analizada e interpretada en distintas ocasiones, constituyendo un extraordinario material de estudio para el conocimiento de la sociedad ibérica. Con respecto a los soportes, de los 36 tipos cerámicos que se han
repertoriado en el TossaJ de Sant Mique1, según la propuesta de ordenación de Mata y Bonet
(1992), únicamente 11 presentan decoración vegetal y 6 figurada (fig. 3), siendo las formas más
frecuentes la tinaja, tinajiJia, el lebes y el cálato, a pesar de que no existen recipientes exclusivamente especializados en decoraciones complejas (Mata en Aranegui et alii, 1997). Esta producción de prestigio edetana cuenta con un volumen total de alrededor de 200 piezas. El con-
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H ELENA B ONET ROSADO E ISABEL IZQlnERDO P ERAIL.E
junto de todos estos vasos corresponden a la etapa final de la ciudad, destruida e incendiada en
torno al primer cuarto del siglo D a.C.
Del hinterland del Tossal de Sant Miquel, conocemos un vaso del Puntal deis LLops (Bonet
y Mata, 1981, fig. 28 y 29) y fragmentos con figuraciones, tanto zoomorfas como antropomorfas, en Cova Forada (Maestro, 1990, 87-88, fig. 20b), La Monravana (Eadem, 88-92, fig. 21 y
22), Torre Seca (Casinos) (Eadem, 188-189, fig. 63e), Castellet de Bemabé (Llíria) (Guérin,
comunicación oral), La Seña (Bonet et alii, 1999, :fig. 42) y en El Castellar de ChuliUa
(Sebastián, 1989, lám. lii, :fig. 1). En esta misma etapa habría que situar los escasos ejemplares
de Sagunto (Martí Bonafé, 1998, 226-227) y del Solaig (Betxí) este último con dos fragmentos
de un cálato decorados con caballos y jinete, hallados junto con Campaniense A (Mesado y
Sarrión, 1999, 92, fig. 6); además del fragmento de tinajilla con decoración zoomorfa de Los
Vtllares (Mata el alii, 2000, 394, fig. 4) y, ya en tierras alicantinas, los vasos de La Serreta de
Alcoi (Abad, 1983; Grau, 1996). DeJa segunda mitad del siglo JI, en contextos fechados, contamos con los ejemplos de la provincia de Castellón del Puig de la Misericordia (Vinaros)
(Oliver,1994, fig. 70 y 79) - temas zoomorfos con ave y pez- , La Morranda (Ballestar) - aves y
cierva- (Flors y Marcos, 1998, fig. 1) y el Torre lió de Almassora (Clausell et alii, 2000) -<;on
figuración zoomorfa y antropomorfa, cf infra.
De un periodo más amplio e impreciso, que podría abarcar todo el ~iglo U, y de contextos
poco precisos, o carentes de él, proceden los fragmentos que, dispersos por toda la geografia
valenciana (fig. 1), van completando la secuencia cronológica de la cerámica de estilo narrativo.
De todos ellos cabe destacar los ejemplares contestanos del Castellar de Oliva (Colominas,
1944), El Rabat (Morote, 1984) y el Corral de Saus (lzquierdo, 2000), que comentaremos con
más detalle. E l resto de poblados con decoraciones claramente vinculadas al estilo de Llíria,
como el Torrelló de Onda (Gusi,l974, fig. 3), Peña de las Majadas de El Toro (Satrión, 1978,
16), Torre de Mal Paso (Castelnovo) (Fletcher, 1954, fig. 16), Castellar de Meca (Ayora) (París,
1904, figs. 192-198; Broncano y Al faro, 1990, fig. 34, 71 y 73), Pico de los Ajos (Ayora) (Museo
de Prehistoria de Valencia), Castellar de Hortunas (Requena) (Aparicio y Latorre, 1977), Cerro
Lucena (Enguera) (Museu de Prehistoria de Valencia) o el Xarpolar (Planes de la Baronia)
(Pericot, 1928, fig. l y 2; Castelló y Espí, 2000, 115), no dejan de ser, hasta el momento, meras
referencias en un mapa de dispersión de yacimientos, cada vez más detallado. A partir de la
segunda mitad del siglo ll a.C., serán cada vez más evidentes los cambios que vivió la sociedad
ibérica durante el proceso de romanización, transformaciones que, lógicamente, también se
verán reflejados en la iconografia ibérica como apreciaremos, más adelante.
A continuación, comentaremos con mayor profundidad una selección de vasos singulares de
este periodo, algunos de ellos inéditos, agrupándolos en tres b loques temáticos: las escenas de
danza y música; aquellas que manifiestan el tránsito funerario y las representaciones navales .
. t. LA DANZA Y LA MÚSlCA
m.
La danza y la música, en general, constituyen dos de los componentes esenciales en la esfe-284-
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VAJILLA IBÉRICA Y VASOS SINGULARES DEL ÁREA VALENCIANA ENTRE LOS SIGLOS ILI Y 1A.C.
285
ra de las ceremonias cívicas, religiosas o rituales del Mediterráneo en la antigüedad y los iberos
no son una excepción. Forman parte inherente del ambiente festivo o ritual. Ya desde el Próximo
Oriente antiguo y en Egipto se documenta la presencia de flautistas, bailarines y cantantes participando en este tipo de actos (Franckfort, 1939, pi. X Va; Starr, 1978, 403, o. p.p. 10). El instrumento más representado en las imágenes ibéricas, el aulós, aparece ligado en Grecia al estilo de
vida aristocrático - se emplea en el symposium, los juegos de palestra o en las escenas teatralesy los ritos religiosos, de tránsito y funerarios - fiestas de matrimonio, trenos y lamentos fünebrcs- . Especialmente destacable es el valor del au/ós y las danzas en ceremonias iniciáticas de
las y los jóvenes griegos - paides y parthenoi- (Brelich, 1969, 32, 38, 69, 145, 175 ..). En Iberia
la doble flauta (Griñó de, 1985) se vincula a ambientes sacros - La Serreta de Alcoi- , contextos
funerarios - El Cigarralejo de Mula-, pero sobre todo a Jos asentamientos con rango de ciudad,
como Llíria, en procesiones, desfiles y cortejos rituales. El valor de la música, según se ha visto
en esta ciudad, sin parangón en la representación del tema musical en la cultura ibérica, adopta
un valor de memoria histórica, un ambiente de aedos (Aranegui, 1997). La danza, por otro lado,
en el Mediterráneo antiguo ha sido definida como la respuesta flsica a emociones de alegría,
tránsito o devoción cuya cualidad esencial es el ritmo, pautado por la melodía musical
(Johnstone, 1956, 2-1 0). La danza antigua ha sido estudiada en profundidad en el mundo griego
(Delavaud-Roux, 1994 a y b y 1995), en su expresión cívica, pacífica, guerrera y dionisiaca. En
la cultura ibérica es conocida sobre todo a través de la iconografía (Blázquez, 1997; Ruano,
1977; Castelo, 1989 y 1990; Aranegui, 1997). Algún texto antiguo a inicios de nuestra era cita la
existencia de danzas (Estrabón, lll,3,7) en la Bastetania en las que participan hombres y mujeres. Las danzas ibéricas forman parte de celebraciones públicas, competiciones, cortejos de guerreros o ritos de tránsito, masculinos o femeninos, a la edad adulta o el matrimonio sin que se
conocen danzas de tipo orgiástico ni dionisiaco entre los iberos y sólo en el ejemplo de El
Cigarralejo (Mula) (Cuadrado, 1990) o Torredonjimeno (Jaén) (Olmos et alii, 1999, 78.7) se
relacionan, acompañadas de música, con ceremonias fúnebres. Sin duda, donde el fenómeno de
la danza es mejor conocido es, de nuevo, en Llíria, donde se han documentado tres sistemas
representativos diferenciados (Aranegui, 1997): al modo de un relato con músicos y bailarines
- tal vez una reproducción de mitos en relación con los orígenes de la ciudad evocados a través
de celebraciones-, a través de competiciones guerreras al ritmo de la música o, finalmente, en
cortejos y procesiones. Eo Edeta no se conocen danzas individuales, sino colectivas, aunque
como veremos más adelante en otros yacimientos si hay ejemplos de danza individual.
Danza y música constituyen, por tanto, temas que ilustran el repertorio del vaso singular.
Exponentes de la cultura de las élites ibéricas, estas representaciones, restringidas, excepcionales, ofrecen un testimonio único sobre la ideologia y los ritos aristocráticos, quedando reservada
su presencia a contextos urbanos fundamentalmente , como en especial Edeta/LUria o
Arse/Saguntum y La Serreta, aunque no de manera exclusiva como veremos. Las categorías
temáticas reconocidas pueden ser genéricamente agrupadas entorno a danzas individuales, procesiones o desfiles femeninos, masculinos o mixtos y combates rituales al son de la música, con
independencia de la interpretación concreta de cada uno de los vasos.
- 285-
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286
HELENA BONET ROSADO E ISABEL. LZQUIEROO PERAIL.E
01.1.1. Danza individual
El ftagmento "con flautista y danzante" (fig. 6, 1) del Torelló del Boverot de Almassora
(Castellón) (Clause11, 1999a; Clausell et alii, 2000) corresponde a la fase del Ibérico tardío del
asentamiento, fechada a mediados del siglo U a.C. Se trata de una tinaja o, más bien, un lebes
que muestra una escena con dos personajes, uno probablemente femenino y otro masculino,
enmarcada mediante motivos geométricos y vegetales. A la izquierda se representa la mujer
que tañe la doble flauta o aulós. Un elemento cruzado parece ir ceñido a su cuerpo y sobresale por La parte anterior de la figura. Frente a ella, un personaje masculino caracterizado con
algunos rasgos animales danza al son de la múska. Este personaje masculino es excepcional
en la combinación de su escala, representación, atributos y gesto. Son singulares sus rasgos formales, el volumen considerable y La caracterización animal de su cuerpo. Parece ejecutar una
danza particular, siguiendo el ritmo de la música. Tal vez el atributo, difícilmente ideotjficable,
que podría portar con una de sus manos - ¿una estaca o un instrwnento musical que seguiría el
ritmo de la flauta?- complementaría la ejecución de algún paso en su danza. La iconografia de
este personaje cuenta, sin embargo, con paralelos puntuales en lo que se refiere al tocado de
crines, grueso volumen o el gesto de la danza. Pero esta imagen ofrece la particularidad de una
naturaleza híbrida que proyecta rasgos animales, un tema de transformación o de "disfraz",
conocido desde el Oriente antiguo en ambientes rituales, religiosos y festivos del Mediterráneo
antiguo.
Por otra parte, la escena que muestra este fragmento se desarrolla en un espacio articulado
por motivos geométricos. Un espacio perfectamente delimitado, cuadrangular, casi asfixiante.
No se trata tanto del horror vacui que manifiestan algunas decoraciones figuradas de vasos ibéricos, sino de la creación, mediante la pintura de tipo geométrico, de un recinto cerrado donde
tiene lugar una escena singular. Tal vez los motivos en forma de retícula o con rombos, además
de esa función delimitadora, de metopar el tema, tuvieran otro tipo de significado, desconocido,
incluso la trasposición con algún elemento "real" - ¿una puerta, un paramento ligero?-. Los componentes que entran en juego en la escena del Torrelló, en definitiva, inducen a considerarla dentro de una ceremonia ibérica y m editerránea, festiva o ritual. El varón, caracterizado como animal, danza sólo - y tal vez, complementariamente, haría sonar algún instrumento- frente a la
flautista. La lectura de esta figura no obstante queda condicionada por su carácter pseudoanimal.
La gruesa envoJtura o piel sobre el cuetpo, el perfil de su rostro y sus gestos podrían poner de
manifiesto una intención mostrativa, casi teatral. Por vez primera estamos ante dos figuras
enfrentadas y no ante un desfile o cortejo por parejas o tríos mixtos como veíamos en Llíria. Se
unen, por tanto, en este vaso de un contexto tardío, de entorno a mediados del siglo U a.C., temas
de hondas raíces mediterráneas como la música y la danza, a través de una escena única, donde
se funden en perfecta armonía lo femenino y lo masculino, el sonido de la flauta y la ejecución
rítmica de un paso de danza; la naturaleza hwnaoa y la animal, tal vez con un fin propiciatorio
de fecundidad colectiva o, sin necesidad de evocar un tema mítico-religioso, con un interés más
bien lúdico o festivo.
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VAJILLA IB ÉRJCA Y VASOS SINGULARES DEL ÁREA VALENCIANA ENTRE LOS SIGLOS 111 Y 1A.C.
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DJ.l.2. Combates aJ son de la música
Programas de exbjbjción masculina de lucha y caza se acompañan de música; son los ejercicios de la élite. El "Jebes de la danza guerrera" (fig. 4, 2) de Edeta/ Tossal de San Miguel de
Llíria (Valencia) (Ballester el alii, 1954, 60, fig. 44, lám. LXIll; Bonet, 1995, 176, fig. 85;
Aranegui, 1996, fig. 2 1; Olmos el alii, 1999, 78.4) procedente del departamento 41 , hace referencia a los ideales aristocráticos del ciudadano ibérico, entrenado en la lucha y excelente jinete. La mujer, con la doble tlauta, y el varón, con la tuba, acompañan en su lucha a la pareja de
guerreros, en un marco idealizado, asfixiante, pleno de símbolos florales. La escena se ha interpretado como la representación de un entrenamiento competitivo de la juventud ibérica en la
manipulación de armas, al ritmo de la música y la danza, al modo de un juego o espectáculo gladiatorio (Aranegui, 1992). Otra lectura apuesta por la evocación de un certamen heroico en honor
de un antepasado o un difunto (Olmos, 1992). Asimjsmo se ha apostado por la representación de
un duelo j udicial (Femández Nieto, 1992). En cualquier caso, nos encontramos ante La celebración de certámenes masculinos donde la música, de La mano de la auleter y el tubicen, y la danza
cumplen un papel esencial; son mediadoras de un rito de paso, ya sea funerario, o más bien, de
iniciación a las armas, la sociedad guerrera o la edad adulta, al són de la tuba y el aulós.
También el "vaso del combate de Jos flautistas" (fig. 4, 1) de Llíria (Ballester et alii, 1954,
39, fig. 22,lám. XXXVUl,1 ; Bonet, 1995, 84, fig. 23; Aranegui et alii, 1997, fig. 50) muestra un
tema musical, que no de danza, donde dos personajes masculinos tocan la tuba cara a cara. La
música proporciona aquí, de nuevo, la ambientación sonora en el marco de un universo de flores y signos geométricos. Asimismo, el "vaso de los guerreros" de La Serreta de Alcoi (Alicante)
(Grau, 1996, 103-105, fig. 6, 15 y 18; Aranegui et alii, 1997, fig. 51), de evidentes paralelos con
el estilo de Llíria, muestra certámenes entre infantes, luchas contra temibles animales y el emblema de la caza, valores masculinos de la sociedad. La música del aulós, en este caso de la mano
femenina, acompai'la las escenas. El cordón terminado en borlas o colgantes que porta la flautista, posiblemente juvenil ha llevado a plantear la correspondencia con una especie de tintinabulum o sonaja, que sonaría con el movimiento de la figura (Ruano, 1987, 11J , 140-141, fig. 1 bis).
Su hallazgo junto a cerámica carnpaniense A (F. 27 y 36 de Lamb.) y una lucerna helenística tipo
Ricci D sugiere una datación en los momentos iniciales del siglo II a.C.
ID.l.3. Procesiones o desfiJes mixtos
Se integran aquí tres vasos. El "cálato de la danza" (fig. 4, 3) (conocido como de La danza
bastetana o la sardana) de Llíria (Ballester et a/ii, l954, 36, lám. XXXIII fig. 20; Bonet, 1995
núm. 3, 87 fig. 26; Aranegui el alii, 1997, fig. ll.50; Olmos el alii, 1999, 86.1) del departamento 12 muestra un friso donde hombres y mujeres, distribujdos en grupos de género, danzan; cogidos de la mano, al son de la doble tlauta que toca una mujer, que junto a un músico encabeza el
cortejo. Se ba planteado que se trate de jóvenes eo plena danza de iniciación, tal vez al matrimonio (Araneguj, 1996, fig. 22). Otro fragmento conocido como "la cabalgata nupcial", proce-
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H ELENA BONET ROSADO E ISABEL IZQUIERDO PERAILE
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3
Fig. 4.- l. "Vaso del combate de los flautistas", del Tossal de San Miguel de LJíria (según Bonet, 1995,
84, fig. 23). 2. "Vaso de la danza guerrera" del Tossal de Sant Miquel de Llíria (según Bonct, 1995,
176, fig. 85). 3. "Cálato de la danza" del Tossal de Sant Miquel de Llfria (según Bonet, 1995 núm. 3,
87' fig. 26).
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VAJILLA IBÉRICA Y VASOS SINGULARES DEL ÁREA VALENCIANA ENTRE LOS SIGLOS lll Y l A.C.
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dente del departamento 118 del mismo yacimiento (Bonet, 1995, 268, fig. 13; Aranegui et alii,
1997, fig. 11.64; Olmos et alii, 1999, 48.5.2) apoyaría esta interpretación al mostrar una pareja a
caballo que va precedida por un ser fantástico alado, posiblemente una "sirena", con cabeza de
mujer y cuerpo de ave. Su interpretación ha oscilado entre la descripción de un cortejo nupcial
o un tema funerario de tránsito al allende. En el caso de optar por la primera hipótesis, atendiendo al contexto de hallazgo de la pieza, propondríamos, teniendo en cuenta el ejemplo del
fragmento anterior, la existencia de este tipo de rituales ibéricos de matrimonio, de ambiente
mediterráneo, plasmados en las prestigiosas imágenes de la ciudad. A modo de ejemplo, la iconografía cerámica griega - además de los textos- ilustra el tema del matrimonio, como un episodio central de la vida cotidiana, mostrando coros de jóvenes danzantes, que aparecen unidas por
manos, muffecas, cabellos o cintura (Delavaud-Roux, 1994b, fig. 32 y ss.). La fiesta del matrimonio en la antigtiedad, además de mostrar el gusto por la danza y la música, parece propiciar
el encuentro de jóvenes de ambos sexos, de alto rango, y asegurar el buen funcionamiento de la
sociedad por su renovación.
Por su parte, el '"Jebes del hombre de la sítula o de los bailarines" (fig. 5, 1) de Lliria
(Ballester et alii, 1954, 61-64, figs. 48-54; Bonet, 1995 núm. 20, 50,48 y 49, fig. 35; Aranegui,
1996, fig. 26; Olmos el alii, 1999, 86.2) representa, fragmentariamente, el grupo final de una
danza con cinco personajes cogidos de la mano. Los hombres preceden a las mujeres, como en
el caso anterior. Aparecen en algún caso letreros pintados, pudiéndo tal vez ser antropónimos. La
escena parece mostrar también una procesión de infantes y jinetes, con músicos -de nuevo suena
la tuba- . Uno de los participantes, que encabeza el desfile, porta la sítula, un vaso de doble asa
vinculado a un uso ritual. Podríamos estar ante la representación de un desfile mixto con motivo de alguna fiesta, donde participan damas, guerreros y músicos. Vinculable, por el estilo y La
temática, al vaso anterior es un fragmento de Jebes con flauti sta (Ballester et alii, 1954, lám.
LXXLL, 3; Bonet, 1995, 124, fig. 53). Este fragmento del departamento 18, permite apreciar,
bajo una cenefa de aspas, un personaje masculino tañendo el aulós.
Finalmente, el "vaso con procesión y figura fálica" (fig. 5, 2) de Llíria (Ballester et alii,
1954,51, figs. 35; Bonet, 1995 núm. 12, 122 fig. 51; Aranegui et a/ii, 1997, fig.ll.43) sugiere
un ambiente ritual y ha suscitado interpretaciones diversas. Asl, una hipótesis insiste en el carácter festivo y sacro de la escena, interpretando la presencia del personaje desnudo como un varón
propiciador de fecundidad. La figura con el ave, según esta lectura (Olmos et alii, 1999, 86.3) se
trataría en realidad de una estatua divina que presenciaría el certamen funerario del grupo masculino. Otra lectura más novedosa (Aranegui, 1995 y 1996, 10 1, fig. 12) interpreta este friso
como la escenificación de un rito de adivinación o augurio. Es sin duda una representación compleja donde se combinan djversos elementos rituales: el varón desnudo, la procesión o danza de
personajes femeninos (3); la presencia del ave, asociada a la esfera sagrada y del rito y, por último, la escena con guerreros en plena lucha.
(3) En opinión de Aranegui (1995 y 1996, 101, fig. 12) se trata de representaciones masculinas al considerar exclusivo de este
género la distintiva tira cruzada sobre el pecho. Sin embargo, un busto femenino en terracota del Puntal deis Llops (Bonet, Mata y
Guérin 1990, fig. 2), con arranque de alto tocado. el rOStro pintado en blanco y sus labios de rojo se diferencia claramente de las
terracotas masculinas y también Lleva la tira cruzada en el cuello.
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II ELENA BONET R OSADO E ISABEL IZQUIERDO P ERAILE
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Fig. 5.- l. "Vaso del hombre de la sftula o de los bailarines" del Tossal de Sant Miquel de Lliria
(según Bonet, 1995, núm. 20, 50, 48 y 49, fig. 35). 2. "Vaso con procesión y figura fálica" del Tossal
de Sant Miquel de Llfria (según Bonet, 1995, núm. 12, 122, fig. 51). 3. ''Vaso de los guerreros perfilados" del Tossal de Sant Miquel de Llfria (según Bonet, 1995, núm. 2691, fig. 83).
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ID.l.4. Procesiones o desfiles femeninos
Presentamos los "vasos de las bailarinas" (fig. 6, 2) (Bonet, 1995, 260) del departamento
11 4 de Llíria, que refieren otra categoría de imágenes. A través de los fragmentos conservados
intuimos la presencia de, al menos, dos vasos, posiblemente una tinajilla y/o enócoe, inéditos,
similares en su decoración al vaso de Arse/Saguntum, con escena de procesión o danza ritual de
personajes femeninos. En los fragmentos edetanos se aprecia un coro de, al menos, cinco personajes femeninos que danzan ¿cogidas de la mano? A pesar de la fragmentación de las piezas, se
observa la calidad de las túnicas y velos decorados que visten las damas, con cenefas inferiores
bordadas. Un desfile aristocrático femenino, desconocemos si al son de la música, podría representar algún tipo de ceremonia cívica, ritual o religiosa. En Sagunto se han documentado fragmentos con temas vegetales y figuraciones de animales -caballo, pez, ave y otros indeterminados- (Martl Bonafé, 1996, 226-228) y un fragmento con representación antropomorfa masculina (Maestro, 1987, 98-99, fig. 24), todos ellos del estilo de Llíria. De un horno cercano a
Sagunto, a orillas del río Palancia (Gii-Mascarell y Aranegui, 1977, 221, 5; Maestro, 1989, 9597, fig. 24), proceden varios fragmentos del vaso decorado con figuras aludido, que muestra la
parte inferior de siete personajes femeninos (fig. 6, 3), posiblemente danzando, junto con motivos vegetales y florales. La pieza constituye un claro paralelo con los "vasos de las bailarinas"
de Llíria antes comentados y con el conocido "cálato de la danza". Si en realidad estos fragmentos proceden de un horno, y no de un asentamiento, de las proximidades del río Paláncia,
tendríamos la evidencia de que los grandes centros ibéricos, como es el caso de la ciudad de
Arse, cuentan con su propia producción cerámica, dentro del más fiel estilo de Llíria.
En el enócoe con ¿danzantes? de Llíria (Ballester et alii, 1954, fig. 40, 2, lám. XXXVlll, 2;
Bonet, 1995, 149, fig. 70;Aranegui, 1997, fig. 62) del departamento 25 se representa, en el arranque del cuerpo, parte de una escena en la que se observan tres cabezas femeninas tocadas con
cofias que portan una flor en la mano (según Ballester et a/ii, 1954) no apreciable en el fragmento, pudiéndose tratar asimismo de algún tipo de procesión o danza femenina.
111.1.5. Procesiones o desflles masculinos
La "tinaja de los guerreros perfilados" (fig. 5, 3) de Llíria (Ballester et alii, 1954, 48-1, fig.
32, lám. L; Bonet, 1995, 172, fig. 83; Aranegui et alii, 1997,94, fig. II.5. l) con desfile de guerreros ha sido interpretada según Aranegui ( 1996) como una escena de danza masculina pautada, donde los participantes se presentan con tocados, tiras cruzadas bajo el cuello - signos de
prestigio-cinturón y brazaletes. Por su parte, según Olmos et alii ( 1999, 67.3) se plantea si estos
personajes se hallan emboscados ante un oponente invisible, o si estamos ante una narración
heroica incompleta, o en la línea de la lectura anterior, ante un desfile ritual, reservado a guerreros, en el que interviene el elemento mágico y singular de la transformación.
Finalmente, hemos de señalar que en ninguno de los asentamientos vinculados territorialmente a Llíria se ban identificado, hasta el momento, escenas de danza o música, aunque cabria
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JI ELENA BONET ROSA.DO E ISAUEL IzQUIERDO PEAAILE
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Flg. 6.- l. "Vaso con flautista y danzante" del TorreUó del Boverot de Almassora (según ClauseU,
Izquierdo y Arasa, 2000). 2. "Vaso de las bailarinas" del Tossal de Sant Miquel de LUrla. 3. ''Vaso
de las bailarinas" de un horno cercano a Arse (Sagunto) (según Gil-Mascaren y Aranegui, 1977,
221, S).
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destacar la representación en una enócoe del Puntal deis Llops (Valencia) (Bonet y Mata, 1981,
69, fig. 28) con una escena de dos personajes mascutinos armados, afrontados, tal vez en actitud
de ¿danza?, en tomo a la presa herida, un ave, delimitados por elementos geométricos con reticulado. Todo ello pintado de manera esquemática, casi ingenua.
ill.2. ESCENAS DE TRÁNSITO FUNERARIO
La muerte constituye, en general, una ocasión única para afirmar y demostrar el poder; para
marcar y exaltar un rango, en las sociedades de la antigüedad. La ibérica no es una excepción y
en los programas iconográficos de algunas de sus urnas funerarias muestra imágenes a la memoria del difunto, heroizándolo. Frente a los anteriores ambientes con danza o música que evocan
aspectos festivos o rituales de la sociedad de los iberos, la muerte se representa en las cerámicas
figuradas a través de escenas explicitas, crudas por su realismo, como en el caso de Oliva, o
metafóricas, corno en el ejemplo del Corral de Saus. Del conjunto del Castellar de Oliva
(Valencia) es destacable sin duda el vaso con representación de guerreros de la tumba 4
(Colominas, 1944, 158, láms. X-XI; Olmos, 1992, 139; Les Tberes, 1997, 245, núm. 36) que
expresa el furor del combate y La muerte, con paralelos en la ejecución y la temática de lucha y
muerte en el vaso de Archena (Murcia) (Olmos, 1992, 50) o algunas escenas de La Serreta y el
Tossal de San Miguel de Llíria como la del "vaso de los letreros" (Ballester et alii, 1954, 5 1-1,
lám. Lfl a y b; Bonet, 1995, 154-6, fig. 73).
El "vaso del héroe y La esfinge" {fig. 7, 3) del Corral de Saus de Moixent (Valencia) forma
parte de los ajuares de esta necrópolis del Corral de Saus que han proporcionado cerámicas ibéricas pintadas, correspondientes a su fase entre los siglos m y U a.C. (Izquierdo, 1995; 1996). El
contexto funerario de la pieza, unido al simbolismo de los certámenes individuales, dotados de
carácter heroico, así como la compleja función funeraria de la esfinge, induce a la interpretación
del enfrentamiento héroe-monstruo como la metáfora del triunfo de la vida sobre la muerte. La
cuestión de fondo que traducen estas imágenes es si se plasma la representación funeraria de una
lucha simbólica, o su evocación a través de un mito. Además de este vaso, destacaremos otros
ejemplos como el "vaso de los gigantes", con personajes masculinos y caballos, cuyo paralelo se
sitúa en un fragmento del Tossa1 de la Cala (Alicante) con sucesión de guerreros con escudos
redondos profusamente decorados (Nordstrom, 1973, 309, fig. 47.1 y 2). Otros fragmentos con
figuración zoomorfa del Corral de Saus muestran un repertorio diverso, en el que podemos destacar la presencia de aves, peces o temas acuáticos, caballos o el jabalí, en un vaso con decoración pintada singular, posible imitación de crátera, así como otros indeterminados. Al denominado estilo simbólico, claramente vinculado al estilo Elx-Archena, pertenece un caliciforme o el
cálato con la representación del ave ideal que se acompaña de un universo de motivos florales y
vegetales, como brotes, flores, espirales o rosetas (Izquierdo, 2000, figs. 103, ll6-117) que nos
remite ya a finales del siglo ll a.C.
Finalmente, el "cálato de los caballos" (fig. 7, l) del asentamiento del Rabat de Rafelcofer,
próximo a la necrópolis del Castellar de Oliva, muestra una decoración pintada incompleta sin-
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HELENA BONIIT ROSADO ll ISABEL IZQU!EROO PERAl LE
Fig. 7.- l. "Vaso de los caballos" de El Rabat de Rafelcofer. 2. Fragmento del "Vaso con proa de
nave" del Puntal deis Llops en Oloca u (según Bonet y Mata, en prensa). 3. " Vaso del héroe y la esfinge" del Corral de Saus de Moixeot (según Izquierdo, 1995).
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guiar: la representación seriada con caballos, dentro de una exuberante naturaleza de roleos, brotes florales y hojas. Sus fragmentos aparecieron en el nivel II de la excavación al que se asocian
tres monedas en bronce de la ceca de Roma con el conocido tipo de Jano bifronte en el anverso
y proa de nave en el reverso, datadas a principios del siglo ll a.C., y una fonna 1 Lamb. de campaniense B (Morote, 1984) que nos lleva a la segunda mitad del mismo siglo. Llama la atención
la representación de dos caballos, en posición de parada con la pata derecha doblada, en una
secuencia de tránsito. El gesto del caballo recuerda a los ejemplos de Oliva o al que aparece
alado en el cálato de Elche de la Sierra (Albacete). Tal vez se aluda en este último vaso al tema
del carro funerario, en el que el ibero debe partir, acompañado tal vez por el auriga alado, hacia
el allende (Olmos el a/ii, 1999, 88.4).
A pesar de su hallazgo en un área de habitat, las imágenes del Rabat con caballos sin j inetes podrían evocar una representación metonímica del signo por el significado, tal vez funerario.
El caballo enjaezado evoca una metáfora de tránsito al allende. Se trata de una idea que cuenta
con un profundo arraigo en la iconografia peninsular. Ya en las estelas decoradas del suroeste con
cronologías entre el siglo IX e inicios del VIl a.C., según Almagro Gorbea (1977, 185), se vincula el caballo con el mundo funerario, aunque el j inete heroizado es una aportación de la plástica ibérica, según se aprecia en Los Villares de Hoya Gonzalo (Albacete), el cipo de Jumilla
(Murcia) o el monumento de Osuna (Sevilla). El bloque con jinete de la necrópolis del Corral de
Saus permite apreciar un caballo que adelanta una de sus patas delanteras, indicando el momento de la partida (Izquierdo, 2000, 282-283), muy en consonancia con ese ambiente de tránsito de
las necrópolis.
En general, el tema del caballo y del jinete ha sido vinculado tradicionalmente a la idea o
arquetipo, común a muchos pueblos de La antigüedad, de la heroización del difunto (Benoit,
1953; Blázquez, 1959; Aranegui, 1994). En el contexto del mediterráneo, la idea del carro funerario y el carácter psicopompo del caballo cuajará especialmente en el mundo etrusco (Chapa,
1985, 176-177). Tránsito o pasaje al allende, por tanto, pero también el caballo representa La
heroización del difunto o el mundo aristocrático en el imaginario ibérico. Según F. Quesada
(1997, 190) entre los siglos VI y lii a.C. en los territorios ibéricos el caballo era un importante
símbolo de estatus, empleado como tal en los monumentos funerarios. Su utilización estaría limitada a los elementos dominantes de la sociedad ibérica, que lo mostraba orgullosamente en los
programas escultóricos colocados sobre sus tumbas. En el contexto del Ibérico Tardío, imágenes
sobre cerámicas como la del Rabat podrían evocar, a través de la imagen aislada del caballo, una
abstracción del tema del tránsito funerario restringido a las élites.
lll.3. REPRESENTACIONES DE NAVES
La revisión de los materiales del Puntal del Llops (Oiocau) (Bonet y Mata, en prensa), ha
propiciado la publicación de un fragmento cerámico con representación de una proa de nave (fig.
7, 2). La iconografia ibérica se muestra parca en este tipo de imágenes, por ello consideramos de
interés este fragmento procedente del departamento 8 de este poblado, con proa de barco donde
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HELENA BONET ROSADO E lSABEL lZQUIEROO PERAILE
el mascarón, o akroteria, representa una cabeza de animal, un caballo, con ojo punteado y crines
indicadas con lineas radiales (4). La decoración que presenta, entre la quilla y la roda, de un círculo con líneas radiales, a modo de sol, podóa tener similar función a los gigantes ojos apotropaicos de las naves griegas, como representación de un ser viviente que guiaba el camino. Los
trazos paralelos dibujados sobre el costado del barco, así como la franja incompleta de la quilla,
forman parte de la decoración de la embarcación. Su paralelo ibérico más próximo se encuentra
en los grafitos sobre una jarrita ampuritana que representan a dos triacónteras griegas (Maluquer,
1965, figs. 1 y 2; Guerrero, 1993, 150, fig. 38), una de ellas con un akroteria, muy similar a la
del Puntal, y círculo concéntrico con lineas radiales en la roda que se interpreta como el orificio
por donde se deslizaban las cadenas del ancla. También el barco grabado en una cajita del cerro
de San Cristobal (Sinarcas, Valencia), poblado situado en las tierras mesetefias valencianas
(Martínez, 1986, fig. 3), es otra de las escasas referencias a la naútica ibérica. Pero vuelve a ser
el repertorio de vasos de Llíria el que nos ofrece prácticamente los ún.icos ejemplos pictóricos de
barcos ibéricos (Ballester et alii, 1954, 125). Las embarcaciones del "vaso de la batalla naval"
resultan francamente esquemáticas comparadas con la del Puntal, presentando una quilla muy
plana, terminada en una proa alargada con mascarón en forma de cabeza de animal, dificil de
identificar, posiblemente un caballo o un lobo. Este tipo de casco alargado correspondería a
embarcaciones monóxilas, de perfil asimétricq, perfectamente adaptadas a los medios acuáticos
lacunosos, de estuarios y fluviales (Pérez Ballester, en prensa). La gran tinaja, decorada con la
conocida "escena de recolección de granadas" y con el friso de escena de cacería de ciervos y de
pesca, muestra la popa (Ballester et alii, 1954, 47, fig. 33) de una gran embarcación, hoy muy
perdida (Bonet, 1995, fig. 44), con profusión de motivos decorativos en el puente, entre ellos dos
lanzas y otros elementos de dificil interpretación que podrían ser fardos o recipientes, que han
sido interpetads como la carga de la nave. La hipótesis de que se trate de una embarcación monóxila con la borda recrecida nos parece más acertada que la propuesta de una nave con bodega
(Pérez Ballester, en prensa). Frente a la esquematización escénica de estas piezas cabe destacar,
también, un fragmento de Llíria que representa a cuatro remeros sobre un navío (Ballester et alii,
1954, fig. 87; Bonet, 1995, 135, fíg. 63) donde se aprecia el arranque del codaste y el inicio del
costado de estribor decorado con motivos decorativos curvos. Otros autores (Mayoral en
Izquierdo et a/ii, en prensa) han planteado que las imágenes de Llíria muestran pequefias embarcaciones a remo, mientras que las de Sinarcas o Mas Boscá parecen corresponder a naves de tipo
comercial, con un sistema mixto de remos y vela.
Retomando la pieza del Puntal deis Llops, la representación esquemática de cabeza de caballo, como mascarón de proa, nos lleva inmediatamente a emparentarlo con los hippoi fenicios y
púnicos, pequeñas naves mercantes "capaces de realizar travesías de varios días sin recalar en
tierra "...... "poco confortables, de capacidad limitada, pero ligeras y de fácil manejo, útiles
para remontar ríos, manejables para varar/as y dejarlas en seco con los parejos desmontados "
(Guerrero, 1998, 220). Aunque de origen fenicio, este tipo de embarcaciones aparece documen(4) Otra posibilidad, mucho más remota a nuestto juicio, es que se tratara de la representación de un ave muy esquemática.
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tado por todo el mediterráneo, a lo largo de Ja época helenística (Guerrero, 1993, 14 7 y 1998,
213-224), y nuestras costas peninsulares no iban a ser una excepción. Consideramos que el ejemplar del Puntal representa un nave ibérica y no una embarcación foránea, pues como la mayor
parte de imágenes del universo edetano, el ibero tiende a reflejar en las decoraciones cerámicas
su propio mundo, influenciado no obstante por las corrientes artísticas y culturales helenísticas.
f V. EL HORIZO NTE DE MEDIADOS DEL SI GLO U Y EL 1 A.C.
En el área valenciana, a partir de la segunda mitad del siglo ll a.C., como resultado de nuevos y crecientes gustos romanizados y de una sociedad ibérica cambiante, las decoraciones cerámicas muestran un lenguaje iconográfico diferente, más cercano al conocido de Elx, aunque con
claras diferencias. Por un lado, ya hemos visto como algunos de los fragmentos figurados no se
pueden adscribir a un momento concreto del siglo D, por falta de contextos fiables, máxime
cuando carecemos de escenas completas. De ahí la importancia de excavaciones con niveles bien
datados como el caso del asentamiento costero de la Torre de Onda (Burriana) donde se documentaron dos vasos con figuraciones de fauna marina, caballos y jinete, asociados a la fase republicana (Mesado, 1967; Maestro, 1989, 77), datados entre el último cuarto del siglo U y mediados del I a.C. por la presencia de campaniense B, ánforas Dr. lA y algún fragmento de cerámica de paredes finas (Arasa, 1987, 45-49). Por otro lado, en los últimos años, las excavaciones en
la ciudad romana de Valentia han proporcionado vasos ibéricos con decoraciones geométricas,
zoomorfas y, en algún caso excepcional, figuradas en contextos bien estratificados entre el año
138, momento de la fundación de la ciudad, y el cambio de era. Así, al primer nivel fundacional,
entre el 138 al 130 a.C., se asocian dos cálatos con decoración floral y zoomorfa y un plato con
decoración geométrica de origen catalán (Fontscaldes) (Ribera, 1998, 322). Del siguiente nivel
republicano, entre el 135 y 80 a.C., procede el "cálato con palomas" que comentaremos con más
detalle; y finalmente, al nivel de destrucción de época sertoriana (75 a.C.), (Idem, 351 ), pertenece otro cálato con decoración vegetal, así como las piezas de las Cortes valencianas y de la Plaza
de Cisneros, recientemente excavada, que ha proporcionado una pieza de extraordinaria iconografla, "el vaso del ciclo de la vida".
El estilo de todas estas decoraciones tardías remite a la tradic.ión edetana, aunque se aprecia
una nueva temática con animales fantásticos y vegetación exuberante donde la figura humana,
en especial el j inete, está cada vez menos presente. Surgen personajes y seres mitológicos, complejos y alejados de la realidad cotidiana, ya sea bélica, funeraria o festiva. Desde el punto de
vista estilístico, se ve una evolución en el tratamiento de los cuerpos de los animales y, en general, de todas las figuras, con trazos sinuosos y formas sorprendentes que puntualmente evocan
determinadas formas del estilo de Elx. Asimismo se aprecia una menor preocupación por los
detalles morfológicos de las figuras, nada comparable a los primeros vasos de los talleres de
Llíria. La naturaleza animal, en sus dos vertientes, fantástica y "naturalista", se encuentra representada en este contexto a través de significativos ejemplos que analizaremos a continuación.
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IV.l. ANIMALES FANTÁSTICOS DE NATURALEZA HÍBRIDA
Tal y como está mostrando la investigación arqueológica de los orígenes romano-itálicos de
Valentia (Ribera, 1998 y en prensa), la creación de esta ciudad, en el año 138 a.C. y la formación de su territorio, extendido principalmente al norte y al sur de la Vía Hercúlea, afectaría e
influiría más en el entorno ibérico que cualquier fenómeno a la inversa. El influjo ibérico, pues,
en esta ciudad romana aparece escasamente documentado a través, básicamente, de las cerámicas, alguna posible tumba incineración y las monedas de cecas ibéricas. Valentía crecerá en un
contexto en que Edeta ya no existía como gran centro urbano ibérico.
El "vaso del ciclo de la vida" (fig. 8,1) es sin duda la pieza más excepcional, recientemente
descubierta en las excavaciones de la Plaza de Cisneros de la ciudad (Serrano, 1999). Se trata de
una tinaja de perfil troncocónico que apareció en un nivel de destrucción de la Valencia republicana, asociado a las acciones de Pompeyo del 75 a.C. en esta ciudad. Junto al mismo aparecieron materiales cerámicos fechados en el primer cuarto del siglo 1 a.C.: campaoiense B-oide (F.
1, 2, 4, s. 8 y 10 Lamb.), imitaciones de formas campanienses, cerámica gris ampuritana, ánforas itálicas (Dr. 1B y 1C) y púnicas (Maña C-2), lucernas (Dr. 2), paredes finas (Mayet ll y Ill)
y cerámica de cocina itálica, vasos ibéricos (cálatos, Jebes, alpes, páteras, platos, tinajas y caliciformes), además de materiales en hueso trabajado y elementos metálicos de indumentaria y
armamento. La lectura de la iconografla del vaso por parte de Olmos (2000) ha valorado el tema
del engendramiento de los originarios guerreros míticos que dieron origen a la fundación de la
ciudad de Valencia, en tiempos de Sertorio, en el contexto de los relatos mediterráneos de época
helenística.
Es necesario, resaltar el entorno cultural en el que se inserta este vaso, evidentemente ibérico por la forma, el estilo y composición, en un contexto dominado por ánforas y cerámicas de
mesa de talleres itálicos. Y en este sentido, como vaso ibérico singular, de encargo, su lenguaJe
pictórico es equiparable a representaciones de similar cronología como el vaso de Los Villares o
de La Carencia de Turís. La cultura del destinatario del vaso pudo condicionar la interpretación
de sus escenas. La cronología de su ejecución nos sitúa en un momento de disolución de la cultura ibérica y su sociedad, ante el desarrollo creciente de Valentía, teniendo en cuenta además el
nuLo influjo ibérico constatado en los primeros niveles de esta ciudad romana. Con respecto al
tema representado, se plasma una narración mítica, tal vez relacionable con los mitos de origen,
en este caso, de una ciudad o un ejército, tal y como se ha planteado (Serrano, 1999; Olmos,
2000), o bien, con fábulas o leyendas de marinos llegadas a la ciudad entre los nuevos contingentes de soldados, interpretadas y plasmadas en las cerámicas al modo ibérico, con una referencia reiterada y explícita a la idea de la fecundidad y la generación, animal y humana, y la prosperidad, por tanto.
Del destacado asentamiento identificado con la ciudad ibérica de Kelin (Mata, 1991), se
recuperaron dos magníficos vasos, junto con otros fragmentos con decoración zoomorfa, que
desgraciadamente proceden de hallazgos casuales del nivel superior de Los Villares (nivel V)
fechado entre los siglos II y 1 a.C. (Mata, 1991, 129-133 y 194), aunque los dos grandes vasos
comentados podrían datarse entre fines del siglo Il y primer cuarto dell a.C. (PI a y Ribera, 1980,
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5 cm
~
2
5cm
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Fig. 8.- l. "Vaso del ciclo de la vida", de la Plaza de Cisneros de Valencia (según Serrano, 1999). 2.
"Vaso con monstruo marino" de Los Villares de Caudete de las Fuentes (según Pla y Ribera, 1980,
fig. 11, lám. XLI). 3. "Vaso con hipocampos y jinete marino" de Los Villares de Caudete de las
Fuentes (según Pla y RJbera, 1980, 99, fig. 12). 4. "Vaso con hipocampos" de La Carencia de Turís
(Va.lencia), según Serrano (1987, fig. 1).
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HELENA BONET ROSADO E 1S.ABEL l.ZQUIER.OO PERAl LE
106). El gran "vaso de la lucha mítica con monstruo marino" (fig. 8, 2) (Play Ribera, 1980, fig.
11, lám. XLIT, Olmos et alii, 1999, 67.2) presenta un ser fantástico, junto con otros animales,
algunos de naturaleza híbrida. Un personaje masculino, carente de vida, yace bajo el monstruo.
Olmos ( 1992) ha apuntado indicios de una escatología marina de origen mediterráneo: el tránsito a la muerte a través del mar y la lucha del varón con un monstruo marino, metamórfico y escurridizo, Proteo. También en la iconografía celtibérica los hipocampos representan el viaje marino a la ultratumba. Por su parte, el "gran vaso con hipocampos y jinete" (fig. 8, 3) (Play Ribera,
1980, 99, fig. 12; Olmos, 1992, 121; Olmos et alii, 1999, 84.5) muestra en una de sus caras dos
caballos marinos afrontados que protegen una pequeña ánfora, un tema helenístico extendido por
todo el Mediterráneo en soportes diversos. En la otra cara de esta gran tinaja se presenta un jinete heroizado y bajo las patas del caballo, un extraño ser semimarino, tal vez una foca. Ambos
temas se han interpretado como la metáfora del tránsito a la muerte a través del mar. Los hipocampos, seres psicopompos, protegerían el acceso al más allá del jinete.
De la Carencia de Turis, importante ciudad ibérica e iberorromana, se conoce una gran tinaja fragmentada (Serrano, 1987, fig. 3) que permite apreciar una escena compleja protagonizada
por animales fantásticos, de naturaleza híbrida, los hipocampos, acompañados por aves y peces
(fig. 8, 4). Otros fragmentos muestran temas figurados zoomorfos -caballitos y aves- además de
motivos florales. Interesa desde nuestra perspectiva, valorar el vaso con escena de hipocampos,
comparable en la forma e iconografia con uno de los vasos de Los ViHares de Caudete (Pla y
Ribera, 1980, fig. 12). La datación de esta pieza, procedente como el resto de materiales que les
acompaña de "superficie", se sitúa entre finales del siglo IJ y principios del I a.C., apoyada por
la presencia de cerámicas campanienses B, formas 1, 3, 5 y 9 Lamb.
En definitiva, estos testimonios de época tardía comparten un mismo lenguaje pictórico
donde se funden la naturaleza en sus vertientes, vegetal, animal y humana, terrestre y marina.
Seres fantásticos, híbridos, protagonizan escenas de contenido simbólico, diferenciadas del universo edetano, difíciles de interpretar. El llamado "vaso del ciclo de la vida" de Valentía, las tinajas con hipocampos y monstruos marinos de Kelin o el fragmentado vaso de La Carencia, también con hipocampos, evocan tal vez leyendas que circulan por el Mediterráneo y son transmitidas a la Península desde ambientes portuarios, en un momento en que Roma afianza progresivamente su poder.
JV.2. UN MUNDO DE AVES
El "cálato de las palomas" (fig. 9) de Valentía (Valencia) procedente de las excavaciones de
la plaza de la Almoina (5), se asocia a un contexto de finales del siglo TI (135-80 a.C.), y corresponde a los niveles fundacionales de la ciudad, cuando todavía era un campamento militar de
alargados barracones, con zócalos de piedra y alzado de muros de tierra, rodeados de numerosos
(5) Agradecemos a Albert Ribera Uloomba, arqueólogo del S.L.A.M. de Valencia y director de las excavaciones de la f>laza de
la Almoina, la amabilidad de ofreecmos la posibilidad de presentar este vaso inédito.
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Fig. 9.- l. "Cálato de las palomas" de la Almoina de Valencia.
basureros. Este nivel ocupacional se repite en varias excavaciones de Valencia (Plaza de la
Almoina, Corts Valencianes, Roe Cbabás, Plaza Cisneros, Barón de Petrés y Cabillers) todas
ellas bien fechadas, por el barniz negro, ánforas itálicas y púnicas, paredes finas, cerám ica itálica de cocina, y una pátera de cerámica ibérica en tomo al 130 a.C (Ribera, 1998, 332; Ribera, en
prensa).
La disposición, compartimentada en metopas, de los cuatro animales que configuran el cálaa
to de Valentia rompe el ritmo narrativo de la etapa precedente, como manifiesta por ejemplo L
escena con serie de palomas de Lliria (Bonet, 1995, fig. 76), para encontrarnos ante La representación de carácter simbólico con una disposición muy similar a la encontrada en la urna cineraria celtibérica de Úxama, en Soria (Olmos, 1992, 166), con aves y cabecitas humanas, donde se
representa simbólicamente el ascenso del difunto al mundo superior celeste. De las tres aves que
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aparecen e.n el vaso valenciano, dos podrían corresponder a palomas, cuya imagen se ha representado abundantemente en soportes diversos -cerámicas, terracotas, exvotos metálicos- en el
Ibérico Pleno, mientras que el cuerpo esférico y grotesco de la tercera podría también corresponder al mismo animal. El pico poco pronunciado de las aves de Valentia las diferencia tipológicamente de las de Cabezo de Alcalá de Azaila (Teruel), el Castelillo de Alloza (Teruel)
(Maestro, 1989, 49-72) o de Llíria, donde los picos mucho más ganchudos, pudiendo corresponder a aves rapaces. La cuarta figura es un cuadrúpedo, o fiera, cuyas extremidades en forma
de garras evocan al ser híbrido con cabeza humana (¿un centauro?) del "vaso de lucha mítica con
monstruo marino" de Los Villares (cf supra). También el cuadrúpedo del cálato de Valentía
podría tener rostro humano, como parece indicar la representación del ojo. Un ser por tanto de
naturaleza híbrida que aparece integrado en una serie metopada de aves. El protagonismo de
estas imágenes corresponde sin duda a la naturaleza exclusivamente animal. Bajo grandes círculos concéntricos, las aves se presentan en movimiento; también e] cuadrúpedo aparece en actitud dinámica, con sus garras y patas delanteras en movimiento. La quinta metopa cede su protagonismo a un motivo circular, con decoración geométrica, que evoca el elemento generador que
se repite en la decoración del "vaso del ciclo de la vida" de Valentia. En síntesis, un nuevo esquema compositivo en la pintura de los vasos cerámicos para plasmar, tal vez, la idea de la fecundidad, de larga tradición en la iconografía ibérica.
Otros vasos figurados procedentes de Va/entia aparecen decorados con aves, como el ejemplo del cálato hallado en la calle Cabillers (Ribera, 1998, 322), formando parte de un bogar ritual
bailado extramuros de la ciudad del138-135 a.C.; o La tinajilla hallada en las excavaciones de
las Cortes valencianas (López et alii, 1994, lám. 20.4), procedente de niveles tardo-republicanos
entre el 120 y el lOO a.C., donde se desarrolla una escena figurada incompleta con la presencia
de garras de ave.
V. CONCLUSIONES
V.l. LOS VASOS FIGURADOS EN EL ÁREA VALENClANA: ESTADO DE LA CUESTIÓN
En el mosaico cultural mediterráneo de época helenística - según las clásicas fechas entre la
muerte de Alejandro y la batalla de Actium, 323-31 a.C.-, que se diluirá finalmente bajo el apogeo de Roma, prima la diversidad cultural y el surgimiento de nuevas modas, estilos e ideas. En
este mundo heterogéneo, de intercambio de productos y difusión de modelos, la civilización de
los iberos destaca a través de una cultura material sobresaliente. Las cerámicas constituyen un
documento excepcional para aproximarnos a una sociedad jerarquizada, la del período Ibérico
P leno (siglo JV hasta el primer cuarto del ll a.C.), que posteriormente desaparecerá ante el paulatino proceso de Romanización peninsular, en el período tardío (siglos U y I a.C.).
La arqueología, en efecto, ha evidenciado cómo la sociedad ibérica a partir de la segunda
mitad del s. V a.C. manifiesta una serie de cambios, según los distintos territorios, en relación a
momentos precedentes: nuevos patrones de asentamiento, proliferación de yacimientos, gran
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variabilidad de los ajuares depositados en las necrópolis y de acumulaciones de materiales
importados en las necrópolis -notablemente, la llegada masiva de cerámicas áticas-. Parece configurarse en época plena una estructura social en la que las aristocracias locales se han consolidado y las relaciones de parentesco han sido sustituidas por relaciones sociales de clase (Ruiz y
Molinos, 1993). En este momento además, la escultura que se exhibe en las necrópolis se aleja
de los programas iconográficos anteriores (siglos VI-V a.C.) que exaltan al héroe aristócrata y
amplia su repertorio incorporando reiteradamente figuras femeninas, de distintas categorías de
edad, que se muestran en distintas disposiciones. La interpretación de estas imágenes, que revelan un nuevo universo femenino, se ha efectuado en clave social, partiendo de la tesis de la diversificación de las jerarquías en la sociedad ibérica (Aranegui, 1994; Izquierdo, 1998). La culminación de este proceso se documenta, por otra parte, en un momento posterior, desde mediados
o finales del siglo IU a.C. a través de las figuraciones cerámicas, como las del conjunto de Llfria.
En ciertos vasos prestigiosos, se plasma la iconografía de la ciudad ibérica en la que participa la
dama, guardiana del oikos y de Jos valores que los hombres confieren a la familia (Aranegui,
1997).
Tras la desaparición de los programas iconográficos escultóricos y arquitectónicos monumentales exhibidos en algunos recintos funerarios basta mediados del siglo IV por causas diversas, serán fundamentalmente las cerámicas, aunque también en menor medida la coroplastia, el
soporte de la iconografia de las élites. Como consecuencia se producirá un cambio en la escala
de representación y el formato de las mismas. Pero además, serán Jos asentamientos, y fundamentalmente, los espacios domésticos de las ciudades los que acojan estas imágenes de prestigio. Si en un momento anterior, toros, leones, caballos o animales fantásticos, junto con representaciones humanas de jinetes o damas, labradas en piedra, se exhiben en las necrópolis, se produce ahora una apropiación, incluso doméstica, de la iconografía. Los programas iconográficos
reservados a las clases aristocráticas en el Ibérico Tardío son pintados en un soporte más modesto que la plástica en piedra, la vajilla cerámica, a una escala muy inferior, y depositados en los
hogares, fundamentalmente, así como en santuarios y necrópolis. Se pueden aducir cambios en
el gusto, la mentalidad y las costumbres, de una sociedad cambiante y dinámica, en continua
evolución.
¿Cuando aparecen estas nuevas figuraciones sobre cerámica? La cronología inicial de las
manifestaciones figuradas se sitúa en este área a mediados del siglo Ili a.C., entre la Segunda
Guerra Púnica y la conquista de Roma (Bonet, 1995, 447), quedando en suspenso ese hipotético
horizonte de cerámica figurada de cronología antigua -siglo IV a.C.- en el que se han incluido
piezas como el vaso de Santa Catalina del Monte de Murcia, entre otros (Conde, 1998, 306-308;
Tortosa, 1998, 145-151 ), carente de contextos precisos. En esta primera etapa, entre el 250/225
al 175/150 a.C., la asociación de temas vegetales, con figuraciones animales y humanas se hace
frecuente, no sólo en el País Valenciano donde el territorio de Camp de Turia y La Serreta son
los exponentes más destacados, sino en la Cataluña meridional, con centro en las comarcas de
Lérida y concretamente entre Les Garrigues y L'Urgell - yacimientos de Margalef en Torregrossa, Tossal de les Tenalles de Sidamunt y El Molí d'Espígol de Tomabous-, así como en el
sureste, con centro en la zona murciana (Conde, 1998, 309).
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El eje temático seleccionado dentro de los repertorios iconográficos plasmados en esta
etapa, el de la danza y la música, ha sido referenciado a través de cuatro yacimientos de manera
excepcional, Sant Miquel de Llíria, Sagunto, El Torrelló y La Serreta, en territorios distantes,
donde se constata la influencia del primero. Los iberos, conocedores de la iconografía griega de
contenido musica, están familiarizados con escenas sobre cerámicas de importación áticas de
corte dionisiaco o de symposion, sin embargo, este tipo de representaciones se hallan ausentes en
el corpus de imágenes ibéricas. El ibero dota al tema de la .música de otras formas y contenidos.
En las escenas rituales de Llíria se representan cortejos precedidos por una mujer que toca la
doble flauta, como en el conocido "vaso de la danza guerrera", donde los guerreros combaten en
duelo aL son de la música, o el "cálato de la danza" donde se desarrolla una desfile colectivo con
música, de hombres y mujeres. En las decoraciones cerámicas, la música y la danza acompañan
en los asentamientos con rango de ciudad (Llíria, Sagunto y La Serreta) y algunos poblados de
menor entidad (Torrelló del Boverot) actos esenciales de la sociedad urbana del Mediterráneo
antiguo que son ritualizados. Dichos actos pueden resumirse en ritos de paso masculinos a la
edad adulta o de carácter funerario; ritos femeninos de cara al matrimonio; así como desfiles o
procesiones cívicas con participación masculina, femenina o mixtas. El único caso conocido de
danza individual -en el fragmento del Torrelió- podría evocar un ambiente lúdico o i,ncluso, teatral de un momento posterior al horizonte edetano. En todos los otros casos, la música actúa
como un elemento catártico, mágico. La iconografia de la danza y la música en Iberia se desarrollará decisivamente durante la época helenística. Los ejemplos conocidos sobre soportes
diversos no cerámicos, como en piedra (Osuna, Torredonjimeno) o terracota (Alcoi e Ibiza)
apuntan su desarrollo máximo desde el último cuarto del siglo UI y la primera mitad del Il a.C.
(Clausell et alii, 2000).
Además de estas imágenes de vida, el imaginario de la muerte también está presente en las
decoraciones cerámicas de estas cronologías (siglos ill-II a.C.). Sangrientas luchas colectivas
contra el enemigo o el enfrentamiento individual del héroe contra terribles animales fantásticos
alados constituyen, a través de los ejemplos de Oliva y Moixent, relatos excepcionales que se
])resentan en vasos con formas de uso común como tinajas o tinajillas.
Si avanzamos en el tiempo, entre el 150 y el 50 a.C., en pleno proceso de romanización de
la Península, L cerámicas denominadas de estilo Elx-Archena (Tortosa, 1998) constituirán las
as
manifestaciones cerámicas más destacadas, desde el punto de vista de la definición de un estilo,
con un repertorio iconográfico propio en el que la figuración humana y animal aparece imbricada con temas vegetales y motivos geométricos. Sin embargo, en el área valenciana se está empezando a conocer una producción tardía, que evoca algunos rasgos del estilo narrativo de Llíria,
gracias a los recientes hallazgos. Los vasos hallados en las excavaciones de Valentía, sumados a
los ejemplos de Kelin o La Carencia revelan los nuevos gustos de una sociedad en transición al
mundo romano.
V.2. LÍNEAS DE INVESTIGACJÓN ACTUALES Y PERSPECTIVAS DE FUTURO
El repertorio temático de las cerámicas figuradas ibéricas del área de Valencia constituye
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una fuente inagotable para los estudios de interpretación iconográfica. Sin embargo, en el estado actual de la investigación y para avanzar en otros aspectos de la sociedad ibérica es preciso
abordar el análisis de los vasos singulares, o de prestigio, desde otras perspectivas. En este sentido, fonnando parte de nuevas lineas de trabajo de prometedores resultados, podríamos situar la
propuesta de Mata el alii (2000) de estudiar, a través de las cerámicas como objeto de intercambio entre las ciudades de Arse, Kelin y Edeta, La definición de los límites de las diferentes unidades territoriales ibéricas, así como la existencia de un comercio interno, local, entre territorios.
E n lo que respecta a las cerámicas de lujo, con decoraciones complejas vegetales y figuradas,
éstas tuvieron una circulación restringida dentro de los propios territorios, explicable por el
carácter elitista de la piezas. Por otro lado, también se está viendo que, a pesar de la influencia
artística que ejercieron las cerámicas decoradas de Llíria, desde el valle del Ebro hasta Alicante,
tuvieron una escasa difusión comercial fuera de su territorio (Bonet, t 995, 436; Mata, 1997,4248) debido, sin duda, a la multiplicidad de· centros alfareros en otras zonas que suplieron la
demanda de los vasos ricamente decorados.
Estrechamente relacionada con los trabajos de territorialidad e intercambios comerciales
entre Jas distintas ciudades ibéricas está la problemática de la localización de los hornos y talleres cerámicos que además podría iluminar otros aspectos esenciales en relación con la actividad
socio-económica y los procesos técnicos. Desgraciadamente no se han localizado alfares en los
alrededores de Llíria a excepción de un gran horno, ubicado en la actual ciudad de Llíria, de cronología tardía, siglos JI o l a.C., que producía cerámica ibérica pero que no ha proporcionado
piezas figuradas (comunicación oral de Vicent Escriva y Xavier Vidal). Asimismo, el horno próximo a Sagunto, a orillas del río Palancia, de donde procede el "vaso con danzarinas", indica que
esta ciudad tuvo su propia producción alfarera y, lo que es más interesante, pintores especializados que decoraron vasos de encargo, gemelos a los de Llíria. En cuanto a la ciudad de Kelin, a
pesar de los numerosos hornos localizados en su territorio (Duarte et alii, 2000) ninguno ha proporcionado cerámicas con decoraciones figuradas. Sin embargo, los resultados de los análisis de
pasta efectuados en las cerámicas con decoración figurada procedentes de los yacimientos del
territorio de Edeta definieron un grupo homogéneo, con unos componentes y características técnicas similares entre si, que se diferencia claramente de la muestra, con decoración figurada, analizada de Los Villares/Kelin (Mata el a/ii, 1990, 615-616), lo que corrobora producciones diferentes entre estas dos ciudades que, a su vez, suministrarían a los asentamientos menores la
mayor parte de la vajilla de uso y, desde luego, las escasas piezas de encargo y de prestigio.
En cualquier caso, los artesanos especializados de la ciudad de Edeta crearon un estilo propio que se extenderá, no sólo por las comarcas edetanas, sino en otros grandes centros fuera de
sus fronteras, como es el caso de La Serreta de Alcoi, donde sus artistas desarrollarán una forma
de expresión narrativa similar, con temáticas semejantes, aunque mucho más reducidas, y con la
misma técnica pictórica. En La Serreta, cuyo repertorio iconográfico encuentra su referente en
Lliria y concretamente en el taiJer H de figuras contorneadas, se planteó la actividad de un taller
propio (Grau, 1996, l 07), hipótesis recientemente corroborada ante el hallazgo de un testar en la
localidad de Cocentaina, a 8 km de La Serreta, con cerámicas con figuración figurada (Grau,
200 l ). Por tanto, a finales del siglo lli y principios del II a.C. se intuye la existencia de distintos
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talleres de alfareros y pintores, que en muchos casos dominan la escritura ibérica, distribuidos
por la geografía valenciana, trabajando al servicio de las élites urbanas. A su vez, estos talleres
parecen acoger a diferentes pintores, unas veces verdaderos artistas cualificados y otros meros
aprendices como ocurre en Llíria (Bonet, 1995, 440), pero todos ellos seguidores de la escuela
artística y del lenguaje iconográfico surgido en la capital edetana, concebido para plasmar los
ideales y las actividades universalmente atribuidas a las clases dominantes.
La vinculación entre pintores especializados y ciudad queda bastante evidente en el ejemplo
de Edeta y su territorio. Aunque los yacimientos en tomo a Lliria han proporcionado cerámicas
con decoración figurada, su número no es comparable con los hallazgos del núcleo que ostenta
la capitalidad del territorio, allí donde reside la clase dirigente. En estos yacimientos de menor
categoría, el porcentaje de cerámica de lujo es mínimo con respecto a la cerámica común lisa o
la decorada con temas geométricos simples. Ni siquiera reuniendo todos los fragmentos, con
decoración figurada, de los cinco asentamientos ibéricos excavados de la zona -La Monravana
Castellet de Bemabé, Cova Foradada, La Seña y Puntal deis LLops- el volumen sería comparable con el de una sola vivienda del sector aristocrático de Edeta. Estas diferencias se mantienen
si tenemos en cuenta el número de recipientes encontrados en cada uno de estos yacimientos que
en el mejor de los casos llega a cinco piezas (Mata en Aranegui, 1997, 43-47). Se trata de un
fenómeno, por otro lado lógico: la constatación de una mayor riqueza allí donde se concentra el
poder.
Finalmente, la consideración del contexto donde fueron hallados los vasos singulares es
esencial para comprender su valor y significado ya que en muchos casos el lugar al que fueron
destinados, ya sea una vivienda, un recinto cultual o un enterramiento, permite aproximamos a
la funcionalidad de estos recipientes. La mayoría de los vasos presentados en este trabajo han
sido recuperados en asentamientos, a excepción de las urnas de enterramiento de las necrópolis
del Corral de Saus y del Castellar de Oliva. Aunque es probable que el destino final de muchas
de estas piezas no fuera el mismo para el que fue concebido, pues es bien conocida la multifuncionalidad de los vasos ibéricos, lo que parece evidente es que los vasos de encargo se fabricaron con un objetivo concreto diferente al resto de los recipientes domésticos, ya sean ofrenda,
vajilla de lujo o urna cineraria. De todos los yacimientos presentados vuelve a ser eJ Tossal de
SaotMiquel de Llíria quien aporta más información sobre los vasos con decoración figurada, con
un total 40 piezas restauradas que permiten identificar el tipo de recipiente. A través de su estudio tipológico se ha podido observar la relación entre las formas y las decoraciones complejas,
así como su contextualización microespacial en el yacimiento (Bonet, 1995, 443-448). Únicamente seis formas se decoran con escenas figuradas (fig. 2), siendo el lebes, con diferencia, la
forma preferida para desarrollar los frisos narrativos, seguida de las grandes tinajas, tinajillas,
cálatos, enócoes y platos. La concentración de vasos figurados, sobre todo lebetas, en el recinto
sacro del Tossal de Sant Miquel, otorga indiscutiblemente un carácter ritual a los vasos de Llíria
a la vez que refleja el alcance colectivo que debieron tener las ceremonias que se celebraron en
este edificio cultual.
Si bien la mayoría de los vasos singulares ibéricos parece que tengan un evidente carácter
ritual, la presencia de un elevado número de recipientes de almacenaje ricamente decorados
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VAJlLLA IBÉRICA Y VASOS SINGULARES DEL ÁREA VALENCIANA ENTRE LOS SIGLOS 111 Y 1 A.C.
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- tinajas, tinajillas y cálatos- hallados en ambientes claramente domésticos plantea otra posibilidad funciona l para detenninados vasos de prestigio. Por un lado, su distribución espacial no es
igualitaria, pues sólo el 47% de los departamentos excavados tienen este tipo de vasos lo que ya
nos está indicando que no todos los habitantes de La ciudad tenJan acceso a ellos. Además, su
concentración en un sector de grandes viviendas privadas, con importantes equipamientos
domésticos y una gran riqueza de ajuares, nos indica que los propietarios que ocupaban este
barrio colocaban sus magnificas vasos en lugares bien visibles de la vivienda como elemento de
uso, pero también decorativo, claro exponente de su alto nivel adquisitivo (Bonet, 1995, 464;
Mata, 1997, 37). No podemos tenninar estas líneas sin mencionar la importancia que supone el
que los textos pintados de la cerámica de Llíria acompaffen siempre a las decoraciones vegetales y figuradas, nunca a las decoraciones geométricas exclusivamente. Por tanto, un elemento
más que insiste en el carácter excepcional de estos vasos. Muchos de los letreros pintados en los
bordes de los cálatos y de las tinajillas expresan fórmulas dedicatorias donde los nombres propios no son del artista sino del propietario que encargó el vaso, siendo muy probable que dicho
nombre vaya acompafiado de un título o apelativo que indica su rango (Bonet, 1995, 462). Por
tanto estamos hablando de vasos únicos, y de lujo, que las fam ilias nobles de la sociedad edetana encargaban a los artesanos especializados bien para depositar como ofrendas en las ceremonias religiosas, bien para enterrar a sus muertos, o simplemente como bienes suntuarios de sus
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Vol. XXIV (Valencia, 2001)
ALFREDO MEDEROS MARTíN* Y GABRIEL ESCRIBANO
Coso**
EL COMERCIO DE LOS MOLINOS ROTATORIOS ROMANOS
EN EL MEDITERRÁNEO Y LITORAL ATLÁNTICO NORTEAFRICANO
Probablemente la innovación tecnológica más importante en las actividades productivas,
después del tomo de alfarero, fue el molino rotatorio manual utilizado en la moUenda diaria del
cereal o las bellotas (Curwen, 1941 : 15; Childe, 1943: 19). Esta innovación, al reemplazar un
movimiento de vaivén por otro giratorio, permitió con el tiempo aprovechar la fuerza animal
(donkeymills), del agua (watermills) y del viento (windmills}, convirtiéndose en uno de los
cimientos básicos para la revolución industrial (Runnels, 1990: 14 7).
El molino rotatorio manual pudo llegar a aumentar 1O veces la producción de harina de los
molinos de vaivén alternativo, de 0.6 Kg. hora a 6 Kg. hora (Dembinska, 1985: 113), aunque estimaciones etnográficas en el Abaggar más realistas obtienen en los molinos de vaivén entre 2.73.6 Kg de harina por hora de trabajo (Gast, 1968), lo que implicaría que sólo se duplicaría la producción. No menos importante es que, simultáneamente, redujo el esfuerzo flsico al disminuir la
presión de los brazos y poder mantenerse ergido y no de rodillas durante la molienda.
Sin embargo, los molinos, aunque su importancia era fundamental porque fue el paso previo antes de poder consumir el cereal, alimento básico diario de las poblaciones prehistóricas e
históricas, no han gozado de una similar consideración que la cerámica o el instrumental lítico
tallado en los estudios arqueológicos hasta fechas recientes. La razón quizás haya sido la continuidad formal en las tipologías de los molinos de vaivén y rotatorios, junto a su imprecisión cronológica respecto a la cerámica.
• Oepanameoto de Prehistoria de la UniveTSidad Complutense de Madrid. Facultad de Geograt~a e Historia. Ciudad
UniveTSitaria. 28.040 Madrid. E-maiJ: mederos@eucmax.sim.ucm.es & Deparunent of Anthropology, Peabody Museum, Harvard
University, 11 Divinity Avenue, Cambridge, Massacbusctts, 02138-2019. E-mail: mederos@fas.harvard.edu
•• Programa de doctorado. Área de Arqucologia. Departamento de Prehistoria, Antropología e Historia Antigua. Facultad de
Geografla e Historia. Universidad de La Laguna. Campus de Guajara. 38071 La Laguna. Tenerife.
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A LFREDO MEoEROS
MAKriN Y GABRIEL EsCRIBANO Coso
La situación ha cambiado a partir de los afios ochenta cuando se han desarrollado analíticas
que han puesto de manifiesto la procedencia de los molinos desde regiones distantes, lo cual ha
eJtigido una mayor atención en el encuadre cronológico de los ejemplares analizados, y simultáneamente, una reevaluación de la importancia de la molienda en las actividades productivas a fin
de diferenciar producción doméstica o indicios de producción centralizada.
TIPOLOGÍA
El molino barquiforme o naviforme exigía un movim iento de vaivén con una moledera agarrada por ambas manos en posición de rodillas que acababa produciendo un desgaste diferencial
en el centro del molino, forma caracterlstica de la que deriva la denominación barquiforme o
naviforme.
En general pueden distinguirse tres grandes tipos de molinos a partir del siglo V AC
(Williams-Thorpe, 1988: 260-263, table 2; Williams-Thorpe y Thorpe, 1993: 279, table 5).
1) Molinos de tolva (mola trusatilis o hopper-rubber), conocidos en Atenas desde finales del
siglo V AC, ca. 425-400AC (Runnels, 1981: 127), son muy numerosos en Israel, Anatolia, Egeo,
Grecia y Sicilia, pero completamente desconocidos en Cerdeiia, Península Ibérica o Marruecos.
Se caracterizan por presentar en la muela superior una ranura central longitudinal e inclinada en forma de doble vertiente invertida por donde se vertía el grano, y una muela plana de base
sobre la que se realizaba un movimiento de vaivén con un mango de madera sujeto a la muela
superior con grapas de hierro y a un pivote basculante (Fig. 1/7).
2) Los molinos rotativos bicónicos, presentan dos variantes, el tipo Morgantina (Morgantina
milis) (Fig. 1/9) cuyos ejemplares más antiguos en Morgantina (Sicilia) son del siglo ID AC
(White, 1963: 205) y una variente más evolucionada o tipo Pompeyano (Pompeian milis) (Fig.
118). Se distribuyen principalmente en Sicilia, particularmente la variante tipo Morgantina, siendo también predominantes en Cerdeña, Túnez, Argelia y Marruecos, con porcentajes notables en
Chipre e Israel.
Ambos presentan una muela inferior fija en forma de cono invertido y una muela superior
bicónica. Sin embargo, el tipo Pompeyano aumenta el tamafl.o de ambas, permite la tracción animal y la muela superior presenta proporciones más equilibradas entre las dimensiones de sus dos
conos que conforman la caracterlstica forma bicónica.
3) Finalmente, los molinos rotatorios se dividen en manuales (rotary quern) (Fig. 1/l-6),
predominantes en la Península Ibérica y Francia, siendo abundantes en Marruecos y Cerdeña,
sobre los que vamos a centrar este trabajo, y molinos rotatorios de tracción animal (cylindrical
milistones), de grandes dimensiones, hasta 80 cms. de diámetro, presentes en la Península Ibérica
y Cerdeña.
Frente a los moHnos rotatorios ibéricos, en epoca romana los molinos adoptarán una forma
cada vez más plana que ayudó a disminuir el coste en materia prima utilizada y, sobre todo, redujo su peso al transportarlos (Moritz, 1958: 11 7).
Los molinos de época medieval o moderna, tanto en los países mediterráneos como en
Canarias, suelen presentar una lavija (rynd) interior en la base o superficie interior de la pieza de
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EL COMERClO DE LOS MOLINOS ROTATORJOS ROMANOS
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Fig. 1.- Tipos de molinos en época romana. 1: rotatorio Bl. 2: rotatorio B2c. 3: rotatorio B2d. 4:
rotatorio B2e. 5: rotatorio B2f. 6: rotatorio B2g. 7: tolva. 8: pompeyano. 9: morgantina. Fuentes:
Arribas (1987: 575, fig. 7); Py (1992: 191 fig. 6/14, 194 fig. 8/29, 200 fig. 11/48, 202 tig. 13/58-59, 206
fig. 15/66 y 15172, 207 fig. 16174).
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ALFREDO MEDEROS MARTiN Y GABRIEL ESCRIBANO COBO
molino superior que facilita el engarce del eje de madera o la utilización de una manivela (wooden hand/e) con mango de madera. Esta lavija, en época romana avanzada, se situa en la superficie superior del catillus o pieza superior del molino.
Otra tendencia desde época medieval es La presencia de un gollete o cuello alzado (raised
collar) más marcado alrededor del eje en la pieza superior del molino (Runnels, 1990: 151 ), lo
que se confirma en Canarias durante el siglo XV, el periodo simultáneo a la conquista, en la excavación de la Cueva de los Cabezazos (Tegueste, Tenerife) (Diego Cuscoy, 1975: 300, 326, 328).
ORIGEN Y CRONOLOGÍA DE LOS MOLINOS ROTATORIOS
Los primeros estudios sobre los molinos rotatorios se basaron en la ausencia de referencias
en los autores griegos para sostener su cronología romana, dato que confirmaba un texto de
Columella (R.R., XTII, 50), del 42 DC, quien utiliza el término de mola para un molino rotatorio
(Bennett y El ton, 1898: 130-135; Lindet, 1900: 17, 25). Los datos arqueológicos en Grecia
actualmente confirman esta tesis pues, como plantea Runnels ( 1990: 147, 149), no existe ningún
contexto arqueológico anterior del siglo I AC o durante los inicios del dominio romano, dentro
de un muestra de más de 250 yacimientos. Además, los ejemplares griegos bien datados son del
siglo m DC en adelante.
Será en el Reino Unido donde primero se evaluará un significativo n úmero de molinos rotatorios manuales de contextos arqueológicos, proponiéndose su aparición entre el 100-50 AC
durante la Edad del Hierro B (Curwen, 1937: 138,40-151 y 1941: 15-22), con antecedentes en
eJ molino rotatorio bicónico pompeyano con tracción animal, generalmente un burro (mo/ae asinariae o donkey mi/l), citado por Catón (R. R., De Agricultura, X, 4 y Xl, 4) hacia el 160-150 A C.
Sin embargo, Curwen sugiere su origen en Grecia, y no en la Península Itálica, concretamente
inventado por un supuesto seguidor de Arquímides hacia fines del siglo lii AC o inicios del siglo
IIAC.
Siguiendo a Scbulten (1927: 265), VG. Childe (1943: 25) volverá a resaltar la estrecha vinculación de la difusión del molino rotatorio manual (molae manuariae o hand-mill) con el ejército romano, ya que cada contubernium de 5 ó 1Ohombres tenía en su equipamiento un molino
rotatorio manual (Strat., IV, 1, 6; Veget., Mil. , II, 8, 13).
La difusión de los molinos rotatorios manuales a partir del siglo m DC en Alemania y
Escandinavia estaría vinculada a la influencia ejercida desde el limes del Imperio Romano. En la
propuesta de Childe (1943: 19-20) serán decisivos los molinos rotatorios romanos utilizados en
la conquista de N umancia el 150 AC (Schulten, 1927: 265, taf 29/3; 1929: 227, lám. 50a-fy
1931: 244) y varios molinos ibéricos con asas verticales de los poblados de El Piuró del Barranc
Fondo (Mayalió) (Bosch Gimpera, 1915-20: 653-654, fig. 490-492), y SantAntoni de Calaceit
(Bosch Gimpera, 1915-20: 660), de fines del siglo fV y siglo Ill AC, que apoyaba textualmente
en la referencia de Catón (R.R., X, 4) sobre las molae hispaniensis, transfiriendo a la Península
Ibérica y el Mediterráneo Occidental un papel clave en esta innovación tecnológica.
Esta atribución a la mola hispaniensis será aceptada por Moritz ( 1958: 104, 11 O, 115), quien
también propugna un origen hispano de los molinos rotatorios manuales, expandiéndose hacia
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EL COMERCIO DE LOS MOLINOS ROTATORIOS ROMANOS
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Italia y el resto del Imperio a partir de la conquista romana de la Península Ibérica. Por el contrario, defiende un origen independiente de los molinos rotatorios bicónicos pompeyanos de tracción animal que considera originarios de Italia (Moritz, 1958: 74, 115).
Ante estos datos, Runnels ( 1990: 153) sugiere como lugar de origen del molino rotatorio
bien la Península Ibérica o bien Sicilia, ante la serie de molinos documentados en Morgantina
(White, 1963). En esta línea, Py ( 1992: 195, 197) considera que la innovación del movimiento
rotatorio debería atribuirse al mundo púnico en la Península Ibérica, desde donde se expandería
hacia el Sur de Francia e Italia.
Estudios más recientes han retrotraído la cronología de los molinos rotatorios en Inglaterra
hasta el siglo V AC, durante la Edad del Hierro. Ejemplares en arenisca rojiza y conglomerado
de Puddlehill se remontan en dos casos al 450-300 AC, otros dos al 300- 100 AC y uno al 500100 AC (King, 1986: 80-81, 88-9 1). Por el contrario, molinos elaborados sobre rocas volcánicas
no se retrotraen a fechas anteriores al 50 DC en Saint Albans o 50-100 OC e n London-Watling
Court y London-Tokenhouse Yard, procedentes de áreas fuentes e n Mayen (Alemania) y Volvic
(Francia), lo que implica que estas importaciones se produjeron a partir de la conquista romana
de Inglaterra (King, 1986: 94-95, 102-104).
Para el Mediterráneo, la serie de Lattes en el Sur de Francia es la que aporta un mejor encuadre cronológico. Molinos de tolva o tipo A3 tienen fechas de hasta el 350-325 AC (Py, 1992:
192-193). Un molino próximo al tipo pompeyano o Cl está fechado en el SO AC-25 OC (Py,
1992:2 13-214, fig. 21 / 100).
Además, los moHnos rotatorios son los que presentan el mayor número de subtipos fechados. El tipo B 1 de gran espesor, con la muela superior perforada y la inferior sólo parcialmente,
se retrotrae hasta el 300-250 AC, prolongándose hasta el 200 AC (Py, 1992: 192, 194 íig. 8/26,
29) (Fig. 1/ 1).
El tipo 82 puede estar perforado, 82b, o no, B2a, pero presenta gran espesor, fechándose
entre el 250-125 AC (Py, 1982: 196-197, fig. 9/35-37).
En cambio, el tipo 8 2d, perforado (Fig. 113), y el B2c (Fig. 112), no perforado, reducen notablemente el espesor del molino, caso de uno tipo B2d del 50-1 AC (Py, 1992: 199, 196 fig. 9/33)
o dos del tipo 8 2c del 100 AC-50 OC (Py, 1992: 199, 201 fig. 12/52 y 54).
Finalmente, los tipos B2e-g presentan dos caras cóncavas en la muela superior, dividiéndose entre el tipo B2e (Fig. 1/4), sin banda en relieve alrededor de su borde, del J50-125 AC (Py,
1992: 203, 206 fig. 15/67) y el 82g, con dicha banda en relieve, del 50 AC-1 00 OC (Py, 1992:
205, 207 fig. 16/79 y 208 fig. 17/80 y 82) (Fig. 1/6).
LOS MOLINOS ROTATORIOS EN LA PENÍNSULA IBÉRICA
La falta de estratigrafias adecuadas ha creado una notable incertidumbre sobre la aparición
de los molinos rotatorios en la Penlnsula Ibérica. L.A. Moritz (1958: 105) sefiala también a los
ejemplares de Numancia del 150 AC como los primeros molinos rotatorios manuales seguros,
que el nuevo equipo de excavadores (Checa et alii, e.p.) no retrotraen a más de siglo I AC por la
falta de referencias estratigráficas en los ejemplares de las excavaciones antiguas.
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ALFREDO M EDEROS MARTIN Y GABRIEL ESCRIBANO Coso
En el litoral mediterráneo, la falta de buenos contextos estratigráficos se aprecia en notables
colecciones de molinos rotatorios ibéricos como los de la Bastida de les Alcuses (Mogente,
Valencia), excavado a fines de los afíos veinte, que resultan cronológicamente inutilizables
(Fletcher et alii, 1965 y 1969) o en la amplia serie de Coimbriga, quizás la mayor en Portugal
(Borges, 1978). Una cronología más precisa fue propuesta por Junyent y Baldellou (1972a: 59,
fig 4/63 y l972b: 57-59), en torno al 250-200 AC, por la vinculación con cerámicas campaniense A, aunque los ejemplares del nivel I1I de Mas Bosca, proceden de un nivel con intrusiones
estratigráficas. Sin embargo, la presencia de cerámica campaniense A quizás lleve estos contextos hasta un 150 AC.
En el caso de Coimbra del Barranco Ancho (Jumilla, Murcia) (Molina García el alii, 1976:
71-73, 97), dos molinos rotatorios localizados in situ en los hogares 2 y 7 pueden prolongar su
cronología hasta un momento avanzado del siglo n AC, dada la falta de niveles estratigráficos
adecuados.
La excepción fue el poblado ibérico de La Escudilla (Zucaina, Castelló) (Gusi, 1971: 205216, 234), excavado entre 1968-69, el cual aunque se encontraba parcialmente arrasado, aportó
un molino con dos agarraderas laterales en la vivienda H-1 del estrato Il de ocupación, sellado
por un nivel de incendio o estrato I, fechable hacia el410-390 AC.
No obstante, el contexto más claro procede del pecio de Isla Pedrosa (Torroella de Montgrí,
Girona), excavado entre 1964-70 (Foerster, 1975), donde se recuperaron unas 150-200 piezas de
molinos rotatorios manuales, esto es unos 100 molinos (Foerster, 1966: 6). Gracias a una importante serie de cerámica campaniense A se propondrá una cronología del130-100 AC (Barberá,
1959: 29), 150 AC (Morel, 1981: 63) o 150-140 AC (Parker, 1992: 520). Sin embargo, como
correctamente comenta Parker (1992: 520), la presencia de ánforas Dressel lA (130-50 AC), lB
(100-25 AC) y 6 o Lamboglia 2-Class 8 (200-50 AC) resulta algo dificil de correlacionar con la
cerámica campaniense A, siendo posible la coexistencia de dos o más pecios distintos, aunque
según el reportaje más extenso de las excavaciones (Foerster, 1975) se documentan asociadas a
la cerámica campaniense y los molinos, por lo que puede proponerse quizás una cronología más
cercana al 125-100 AC.
Un primer paso para retrotraer esta cronología hasta la segunda mitad del siglo AC, 250210 AC, fue aportada por dos molinos rotatorios de la casa 3, estancia B, del Puig Castellet
(Lloret del Mar, Girona) (Genis, 1985: 120-121, fig. 16) y un posible contexto de finales del siglo
IV, 330-300 AC, en Ullastret (Genis, 1986: 11 0).
Esta imprecisión cronológíca finalmente cambió con la publicación de los resultados de la
excavación del Tossal del Moro de Pinyeres (Batea, Tarragona) (Arteaga et alii, 1990: 136) que
retrotrayó al 500-400 AC la presencia de un molino rotatorio perforado verticalmente y otros dos
con agarraderas JateraJes, documentados en la fase Tossal del Moro 2. Esta nueva información
confirmó la cronología que inicialmente babia sugerido el molino del poblado de La Escudilla.
En los últimos años se han ido publicando contextos de similar antigüedad en tomo al siglo
V AC, caso del 575/550-425 AC en Los Villares m (Caudete de las Fuentes, Valencia) con un
contexto del Ibérico Antiguo (Mata, 1991: 175) y 450-400 AC, en el Puig de la Nao V
(Benicarló, Castelló) (Olivery Gusi, 1995: 183).
m
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EL COMERCIO DE LOS MOLINOS ROTATORIOS ROMANOS
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Para Cataluña tenemos una similar banda temporal, 550-400 AC en Els Vilars llb y ll
(Arbeca, Lleida) (Alonso, 1995: 24 y 1996: 189, fig. 5/ 1-2). 525-400 AC en Ca n'Oiivé lb
(Cerdanyola del Valles, Barcelona) (Alonso, 1995: 24 y 1996: 189-190, fig. 5/3-4). 500-400 AC
en AJorda Park (Calafell, Tarragona) (Sanmartí y Santacana, 1992: 89-90). Y 500-300 AC en
Penya del Moro (Sant Just Desvem, Barcelona) (Alonso, 1996: 188).
Sin embargo, no deja de llamar bastante la atención la práctica ausencia de molinos rotatorios manuales en un número significativo de poblados ibéricos, caso del Puig de Castellet (Lloret
de Mar, Girona), con una clara cronología entre el 250-200 AC gracias a un repertorio cerámico
de cerámicas de barniz negro y ánforas púnico-ebusitanas como la PE 16 o púnicas como Mañá
Cl y D (Liorens y Pons, 1987: 4 1, 44).
En este sentido, es bastante interesante la información contextua! proporcionada por el
poblado ibérico de El Taratrato (Alcañiz, Teruel) (Bardaviu, 1926; París y Bardaviu, 1926: 49;
Burillo, 1982: 59), excavado en su totalidad, que sólo en la vivienda 18 presentó 3 molinos circulares rotatorios. Estos datos confirman el escaso número de molinos rotatorios documentados
por poblado donde sólo tenemos 1 caso en el Tossal del Moro 2, l en Los ViUares lll, 1 en La
Escudilla, l en Alorda Park, 2 en Puig de la Nau V, 1 en Mas Bosca, 2 en Puig CasteUet o 2 en
Coimbra del Barranco Ancho, yacimientos donde se ha excavado una superficie significativa del
área de hábitat.
EL CASO CANARIO
A la hora de establecer la tipología de los molinos canarios, Serra Ráfols y Diego Cuscoy
(1950: 395-397) recurrirán a dos molinos romanos del Museo Arqueológico de Zaragoza y al
Musée des Antiquités de Rabat, para proponer la aparición del molino rotatorio manual con la
"romanización" en la Península Ibérica, Marruecos y como fecha ante quem para Canarias.
Este planteamiento será discutido por Hemández Benítez ( 1951: 134-135) quien recordó la
presencia de los molinos rotatorios desde el siglo IV AC en época ibérica, presumiblemente
basándose en Boscb O impera ( 1915-20), para después propugnar su desarrollo autóctono en
Canarias independiente de cualquier corriente foránea y retrotraer la cronología del poblamiento de las islas hasta el Neolítico y Eneolitico.
Poco después, Jiménez Sáncbez (1952: 71-72) lo relacionó con los molinos de Ifni y el
Sabara Occidental (Caro Baroja, 1955), particularmente con los de Rlo de Oro con "el que casi
se identifica".
A finales de los años sesenta, poco después de la creación del Departamento de Prehistoria y
Arqueo logia en la Universidad de La Laguna, M. Pellicer ( 1971-72: 61) planteará que los molinos
rotatorios habían sidos traídos por los fenicios al Mediterráneo Occidental hacia los siglos VIII-VII
a.C., generalizándose en la Península Ibérica a fines del primer milenio a.C. con la iberización y
penetrando en el Norte de África y Sabara durante el Bajo Imperio romano, desde donde pasarian
a las Islas Canarias ya en una época cristiana avanzada o preferiblemente medieval.
No obstante, ya desde la primera excavación desarrollada en 1971 por P. Acosta y M.
Pellicer (1976: 149-151, 160-163) en Tenerife, se conseguirá localizar estratigráficamente la pre-
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A LFRlloo MEoEROS MAJtTIN v OAIIRIEL Esc&mANo Couo
sencia de molinos rotatorios en el nivel U (lb) de la Cueva del Barranco de la Arena (Candelaria),
fechado por carbono 14 en el 240 DC.
Poco tiempo después, la excavación por L. Diego Cuscoy (Diego Cuscoy, 1975: 300, 326,
328) de la Cueva de los Cabezazos (Tegueste, Tenerife) ponía de manifiesto la continuidad de su
uso hasta la llegada de los castellanos en el siglo XV, al detectar en su nivel III, 2 molinos rotatorios con gollete o cuello alzado, fechados en el 1450 DC.
La visión más reciente seria la aportada por R. González Antón y A. Tejera ( 1981: 34, 224)
quienes defienden un origen púnico de los molinos rotatorios en el Norte de África, generalizándose posteriormente en época romana, aunque su trasmisión hacia Canarias, en tomo a inicios del siglo l DC, seria a través de pueblos bereberes que poblarían las islas.
Los únicos casos de molinos con buenos contextos estratigráficos localizados en los últimos
aftos en Canarias hao sido uno del estrato IV, nivel Vl, de la Cueva de Don Gaspar (lcod,
Tenerife), fechado ca. 260-320 DC (del Arco, 1985:295,357,285 fig. 13/2369), y varios ejemplares del estrato 4 de El Bebedero (Teguise, Lanzarote) (Atoche, 1995-96: 39), nivel del que
proceden tres fechas del 30-50, 120 y 215 DC.
Es particularmente interesante, de acuerdo con la estratigrafía de Lattes, quizás el yacimiento con la serie de molinos romanos más detallada del Mediterráneo Occidental, que el molino rotativo del tipo B2d (Py, 1982: 199, 202-203, fig. 12/56-60), con perforación central que
atraviesa todo el eje, la variante más próxima a los ejemplares canarios, que su cronología se
enmarca entre el 25 AC y el 100 DC, lo que implica fechas prácticamente simultáneas entre los
ejemplares de la Galia meridional romana y Canarias.
CANTERAS Y PROCESO DE FABRICACIÓN EN CANARIAS
Actualmente sólo conocemos canteras de explotación de molinos en las islas de Grao
Canaria y Tenerife. En general se situan dentro de la serie basáltica 11, aprovechando bien pirocLastos soldados o lavas alveolares vacuolares. En Gran Canaria se conocen 4 canteras (Artiles
et alii, 1984: 31 ), pero no han sido publicadas en detall.e. Dos de e!Jas están en las inmediaciones de yacimientos arqueológicos, una necrópolis y un grupo de cuevas artificiales excavadas en
La roca.
El sistema de extracción se realizaba excavando un surco ancho en forma de circunferencia
con las dimensiones deseadas en una superficie horizontal o vertical; posteriormente, mediante
un golpe seco se extraía la pieza, que después debía ser tallada para darle un acabado más regular. Esta técnica puede ser observada en una cantera del Sureste de Gran Canaria pues conserva
piezas in situ a punto de ser extraídas y unos 130 huecos donde se efectuaron extracciones.
En Tenerife se conocen tres "canteras" en la Cafiada de Pedro Méodez, Cañadas del Teide
(La Orotava), los altos del Ravelo (El Sauzal) (Serra Ráfols y Diego Cuscoy, 1950: 386; Diego
Cuscoy, 1953: 26) y Jos altos de San Antonio (La Matanza). En ellas, una vez localizados los
·puntos que eran susceptibles de aprovechamiento por la presencia de traquibasaltos o de basaltos vesiculares óptimos, se beneficiaban de la fracturacióo natural de La "piedra molinera" para
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EL COMERCIO DE LOS MOL.INOS ROTATORIOS ROMANOS
323
realizar una explotación oportunista que minimizaba el coste de extracción de la roca volcánica.
En ambos casos, se aprecian restos de estructuras de habitación aborigen en su área circundante.
En La Palma, en época histórica, se extraían en Topo del Morrocoyo y Charco del Tanque
(Puntagorda) (Noda y Siemens, 1982: 70), pero no hemos podido encontrar aún evidencias claras de su utilización en época aborigen.
A la hora de elaborar un molino intervenían distintos factores. En primer lugar, el tipo de
roca, puesto que los traquibasaltos tienen un grano fino o medio mientras los basaltos vesiculares suelen tener grano grueso. En segundo lugar, del tipo de cereal destinado a ser molido, cebada habitualmente, pero también trigo, puesto que ambos requieren distinto tipo de picado de la
piedra. En tercer lugar, dependiendo de cuanto más fino se desease obtener la harina, se trabajaba de forma diferente cada pieza de molino.
En todo caso, el recurso a basaltos vesiculares muy porosos evitaba tener que picar las
superficies interiores de las piezas superior e inferior de los molinos para estriarlas, trazando surcos radiales que facilitaban la molienda, los cuales exigían un reavivamiento del surco e n función del uso regular del molino.
Estos basaltos vesiculares muy porosos presentan, además, la ventaja de ser muy ligeros, lo
que facilita su transporte tanto en caso de transhumancia ganadera como para llevar un molino
elaborado o un bloque de materia prima al poblado.
La pieza inferior, solera o meta, quedaba f0a, mientras la pieza superior o catillus, daba
vueltas encima de ella alrededor de un eje (spindle) que atravesaba el catillus y se clavaba en la
meta. El eje, de madera en Gran Canaria (Pérez de Barradas, 1944: 53) o hueso, como sucedía
en Lanzarote (Abreu, 1590-163V1977: 58), podía atravesar completamente las piezas superior e
inferior, clavándose en el suelo para fijar de forma más sólida el molino al suelo. O bien, si la
pieza inferior no estaba perforada totalmente, insertarse en el agujero (eye) de la meta, por lo cual
su agujero central solía ser de dimensiones más reducidas, a veces con forma cónica invertida,
para facilitar su agarre.
La otra razón para hacer el agujero de la pieza superior más grande era que así permitía que
se fuera introduciendo grano por el agujero, mientras que al fijarse completamente el eje en la
pieza inferior impedía la pérdida de grano. El movimiento rotatorio distribuía el grano a todo el
plano de molienda de la muela inferior. En Tenerife el agujero de la pieza superior tiene una
forma cónica, mientras en Gran Canaria prima más una forma cilíndrica.
En la pieza superior o catillus, se realizaba en un lado un hoyelo (handle socket) para fijar
un mango de madera vertical con el que se imprimía un movimiento rotatorio manual.
Habitualmente en Canarias suelen presentar de 2 a 6 hoyuelos, pero esto puede deberse a dos
razones. Bien como previsión o elaboración posterior de uno o más hoyuelos en caso de que se
estropeara, como se advierte en algunos molinos fragmentados, ya que por allí solia fragmentarse la pieza a causa de su uso continuado. O bien para imprimir un movimiento rotatorio semicircular de forma alternativa hacia cada uno de los dos lados opuestos.
La mayor abundancia de piezas superiores o catillus podría deberse no sólo a la mayor elaboración de esta pieza en contraposición con la pieza inferior, sino también a que se pudiese
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ALFRE.DO MllDEROS MARTIN Y GABRIEL EsCRIBANO COBO
aprovechar una superficie de roca preparada, con forma más o menos plana y un agujero al que
se fijaría la muela superior, lo que evitaría en ocasiones el transporte de la muela inferior.
COMERCIO DE MOLINOS EN EL MEDITERRÁNEO
Han sido los análisis de procedencia de materias primas los que han puesto de manifiesto la
importancia del comercio marítimo romano de molinos rotatorios. Las analíticas desarrolladas
por Williams-Thorpe (1988: 268-269) han puesto en evidencia que dificilmente pueden discriminarse sólo mediante estudios petrológicos de lámina delgada, siendo necesarios también análisis químicos mediante Fluorescencia de Rayos X (Potts et alii, 1984).
En la Península Ibérica existen cuatro áreas con afloramientos de rocas volcánicas susceptibles de ser aprovechadas, la Península de Lisboa, Ciudad Real, Almería en el Sureste peninsular y la comarca de Olot en Girona. Aunque sólo 24 molinos rotatorios procedentes de Girona
han sido objeto de análisis (Williams-Thorpe y Thorpe, 1987: 56-58), resulta muy llamativo que
el 46 % de los molinos sean de procedencia extrapeninsular, cuando se disponía incluso de una
fuente local en Olot, que se carece en la mayor parte de la Península Ibérica. En orden decreciente proceden del Sur de Francia (16.6 %), Cerdefia (12.5 %), Sicilia (8.3 %), Eolias (4.16 %),
lo que suma un 25% del Sur de Italia y, finalmente, el Norte de Marruecos con un 4.16 %. Del
mismo modo, aún más llamativo es el hecho que 1O de los 13 molinos analizados procedentes
de Olot son del pecio de Isla Pedrosa (Girona), presumiblemente destinados a la exportación, con
lo cual el porcentaje de molinos de Olot en Girona se reduce del 54 % a sólo un 25 %.
En Marruecos, rocas volcánicas del Atlas Medio (Williams-Thorpe, 1988: 296-297) suministran la mayor parte de los molinos utilizados en la Mauritania Tingitana, caso de Lixus,
Banasa, Thamusida y Volubilis, mientras que rocas volcánicas del Rif procedentes de Farkana
suministran a Tamuda, otras de Nador a Melilla y, en un caso, a Catalufia. No obstante, un molino de Lixus carece de un área-fuente conocida. Por otra parte, la única importación en Marruecos
es un molino pompeyano de Cerdefia, actualmente en el museo de Tetuán.
Existe una práctica división del Mediterráneo en tres regiones entre las que no se intercambian molinos, el Mediterráneo Occidental, incluyendo la Península Ibérica, Baleares, Cerdeña y
la Mauritania Tingitana. El Mediterráneo Central con Italia central y meridonal, islas Eolias,
Túnez y Libia. Y el Mediterráneo Oriental, con Egipto, Levante, Chipre, Anatolia, las islas del
Egeo y Grecia. Del mismo modo, molinos de las canteras alemanas en Mayen, Alemania
(Williams-Thorpe, 1988: 283), tampoco llegaron a alcanzar el Mediterráneo
En este sentido, no existe ni un solo molino de un área fuente del Mediterráneo Oriental en
el Mediterráneo Occidental y Jo mismo sucede a la inversa. Respecto al único ejemplo esgrimido de un molino de tolva de la isla de Nsyros en el Egeo procedente del pecio del Sec en
Mallorca (Arribas, 1987: 564; Williams-Thorpe y Thorpe, 1990: 133 y 1993: 301) no debe olvidarse que quien lo excavó, de acuerdo a su emplazamiento, en contacto con el casco del barco y
su posición (Pallarés, 1972: 320-321, 292 fig. 6), sugiere que iban como piedras de lastre, mientras el resto de los molinos son de la isla de Pantellaria en el Mediterráneo Central y deconoce-
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mos cualquier molino de tolva utilizado en Cerdeña, islas Baleares, Península Ibérica o
Marruecos. No obstante, Arribas (1987: 571, 576) duda de la función de lastre ya que considera
que se utilizarían simples piedras sin trabajar, quijarros de río o grava.
El Mediterráneo Central, incluyendo la Península Itálica, las islas Eolias, Sicilia y
Pantellaria, apenas aporta un posible molino rotatorio enAmpurias, quizás de Lípari, siendo particularmente significativo que Mulargia en Cerdeña no exporte ni un solo molino a La Península
Italiana, ni tampoco la región de Orvieto hacia Cerdeila (Williams-Thorpe, 1988: 285; WilliamsThorpe y Thorpe, 1989: l08-l 09). No obstante, Cerdefta aunque envía molinos hacia la
Península Jbérica y el Norte de Marruecos, la mayor parte de sus exportaciones se dirigen hacia
Sicilia y Túnez.
En todo caso, Sicilia tiene mayor relación con el Mediterráneo Oriental como ejemplifican
los molinos pompeyanos que desde Italia y Sicilia, se extienen hacia Grecia, Israel, Chipre,
Túnez, Ccrdeña, Argelia e incluso Marruecos (Luquet, 1966), siendo excepcionales en el Sur de
Francia y la Península Ibérica. Otro tanto sucede con los molinos de tolva, también muy abundantes en Sicilia (Williams-Thorpe, 1988: 263, table 2; WiUiams~Thorpe y Thorpe, 1993: 279,
table 5).
CONCLUSIONES
En el comercio de molinos del Mediterráneo, al tratarse de objetos de piedra volcánica relativamente pesados, se priorizó la explotación de áreas-fuente cercanas al mar, que servían como
vía rápida para su exportación y comercialización, caso de canteras próximas a la costa en
Aoatolia Occidental, las islas de Nisyros (Egeo), Egina (Grecia), PateUaria, Ústica (Sicilia),
Lípari (Eolias), La Murlargia (Cerdefia), Agde (Languedoc), Girona (Cataluña), Cabo de Gata
(Alrnería), Sintra (Península de Lisboa) o el Rif (Marruecos).
O. Williams-Thorpe ( 1988: 286; Williams-Tborpe y Thorpe, 1991.: 157) ha propuesto como
modelo explicativo que los barcos procedentes de Roma e Italia que iban a buscar grano a
Espai'ia, Túnez, Sicilla y Cerdeña, transportarían molinos entre su carga en el viaje de ida y volverían exclusivamente cargados de grano. Sin embargo, la ausencia de molinos procedentes de
canteras italianas en la Península Ibérica o Cerdeña no parece ratificar este modelo.
Tampoco Cartago recibe molinos desde Italia, aunque sí proceden del arco formado por
Pantellaria, Ústica, Sicilia, Lípari y Cerdeña. Sicilia se autoabastece principalmente en las regiones del Etna, Lípari y Cerdeña, siendo poco significativas las importaciones procedentes de
Italia.
Finalmente, la presencia de molinos de Cerdeña y Laoguedoc en Mallorca, tampoco confirma el modelo, puesto que hay ausencia total de molinos italianos y responde a un aprovisionamiento desde las áreas fuentes más próximas que, potencialmente, son Girona, Languedoc,
Cerdeña y quizás Almería.
Si asumimos que las Islas Canarias fueron una posible escala de navíos romanos entre los
siglos I AC-V OC de acuerdo con la distribución de las ánforas romanas en las islas de Tenerife,
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ALI'REDO M EOEROS MARTiN Y GABRIEl. ESCRIBANO C OSO
Gran Canaria, Fuerteventura, Lanzarote y La Graciosa (Escribano y Mederos, 1996a y 1996b),
podría sugerirse, a modo de hipótesis, que quizás áreas-fuentes de .roca volcánica presentes en
las Islas Canarias pudieron también ser objeto de algún tipo de aprovechamiento ocasional, siempre con la necesaria colaboración de la población aborigen de las islas que habitualmente las
explotaban.
Al jnterés por acceder a una roca volcáruca potencialmente aprovechable, presumiblemente
molinos aún sin acabar de manufacturar, como sucede a veces en el Mediterráneo, caso de un
molino del Rifen Cataluña (Williams-Tborpe, 1988: 287), pudo haberse añadido la necesidad de
cargar "lastre" en los barcos. Ya que la mayor parte de las ánforas localizadas en Canarias transportaron vino que pudo intercambiarse con los aborígenes insulares, para sustiturrlas exjgiría
contar con una carga o "lastre" mínimo para afrontar el viaje de vuelta.
Estos datos merecen tenerse en cuenta, puesto que, actualmente, un 23 % de los molinos
estudiados en el Mediterráneo Occidental carecen de una fuente de procedencia segura
(Williams-Tborpe, 1988: 295). En este sentido, si bien aún no se han podido muestrear Cabo de
Gata en Almería y el Campo de Calatrava en Ciudad Real, la actual muestra incluye la práctica
totalidad de las posibles áreas-fuente: Cataluña, Portugal, Languedoc, Francia Central,
Alemarua, Italia, Cerdeña, Ústica. Sicilia, Lípari, Marruecos y Libia.
Además, un posterior análisis de casi todas las áreas-fuente del Mediterráneo Oriental
(Wituams-Thorpe y Thorpe, 1993: 301) sólo consiguió asignar una de estas muestras sin procedencia del Mediterráneo Occidental, hipóteticamente, a la isla de Patmos, en el Egeo.
Ello implica que aún seguimos desconociendo las areas-fuente de procedencia de casi el 25
% de los molinos analizados del Mediterráneo Occidental, incluyendo dos molinos analizados de
Ampu.rias (Williams-Thorpe, 1988: 298).
Si sumamos la compartimentación del comercio de molinos en el Mediterráneo, confirmada por los análisis realizados y la tipo logia, que documentan un área homogénea donde circulapor
ron molinos dentro del Mediterráneo Occidental constituido _ la costa atlántica y mediterránea marroqui, la Penfusula Ibérica, el Sur de Francia, Baleares, Cerdefia y a veces Sicilia.
Creemos que merecerá explorarse también en detalle la posibilidad que abre la geología volcáruca de Canarias, más aún cuando la cronología y tipología de los molinos romanos y canarios
presentan este alto grado de coincidencias.
AGRADECIMIENTOS
Queremos agradecer la autorización de consultar los fondos del Museo Arqueológico de
Tenerife de R. González Antón, y la colaboración prestada por M. del Arco y Ma.c. Rosario
durante dicha consulta. J.A. Hemández Marrero nos ayúdó a localizar uno de los puntos de
extracción de molmos y C. Martín Lujs en su determinación geológica. X. Nieto y X. Raurich
aportaron comentarios y bibliografia sobre el pecio de lsla Pedrosa y A. Jimeno la publicación
en prensa de Numancia.
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EL COMERClO DE LOS MOLINOS ROTATORIOS ROMANOS
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ARCHIVO DE PREHlSTORIA LEVANTINA
Vol. XXIV (Valencia, 2001 )
ROSARIO CEBRIÁN FERNÁNDEZ*
FRAGMENTO DE FRISO DÓRICO HALLADO EN SAETABIS
El conocimiento de la ciudad romana de Saetabis sigue planteando muchos problemas. La
aparición de algunos tramos de muralla en las excavaciones arqueológicas realizadas en las cercanlas de las iglesias de Sant Josep y Sant Feliu (Martfnez, 1987: 47-59), pavimentos de opus
signinum y diversas cisternas para la recogida y almacenamiento de agua en la misma zona permiten situar al núcleo romano en la ladera norte del Cerro del Castell, en la parte denominada la
Costa.
A pesar de la escasez de hallazgos arqueológicos, Saetabis continua siendo una de las ciudades del área valenciana mejor conocidas en cuanto a la documentación epigráfica. Las 60 inscripciones que conocemos de la ciudad han aparecido en el espacio sobre el que se asentó la antigua Saetabis, preferentemente reaprovechadas como bloques en la construcción de la muralla y
puertas de la ciudad medieval.
La mayoría de los epígrafes de Saetabis tienen carácter funerario. El predominio de soportes en forma de bloques y placas (23) permite considerar que las necrópolis de la ciudad albergaron un buen número de mausoleos y/o monumentos funerarios de obra. Además, la presencia
de aras ( 15) también obliga a pensar en la existencia de monumentos de cierta envergadura en
las necrópolis, ya que debieron situarse en el interior de construcciones. Por otra parte, la aparición de estelas (2) evidencia áreas funerarias a cielo abierto, donde sirvieron para señalizar el
lugar de enterramiento de un difunto.
En este sentido, el hallazgo de un fragmento de entablamento perteneciente a un monumento funerario permite conocer mejor el paisaje interior de las necrópolis de Saetabis. En 1994,
• Avda. del Cid, 122, 26'. 46018 Valencia.
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ROSARIO CEBIUÁN F ERNÁNDEZ
---
O
Fig. 1.- F riso d órico de Saetabis.
20cm
Fig. 2.- Dibujo del fragmento de friso haUado
en Saetabis.
durante los trabajos de consolidación de la parte oeste de la muralla medieval de Saetabis, en el
tramo entre la Cova dels Coloms y la antigua ermita de Les Santes se descubrieron tres aras
(CoreU, 1994, n° 30, 33 y 45; Cebrián, 1995, 275-278) y un fragmento de friso dórico, cuyas
metopas presentan una decoración en forma de cabezas de toro (Levante 29 abril 1994, 32). En
la actualidad, se conservan en el Museo de I'Almodi (Xativa) (fig. 1).
DESCRIPCIÓN
El friso que estudiamos está realizado en piedra caliza de color gris, extraída del mismo
cerro sobre el que se asentó la antigua Saetabis. Las medidas originales son 63 cm de altura y 24
cm de profundidad, mientras que la anchura conservada es de 66 cm. La cara frontal, superior e
inferior del bloque fueron alisadas, mientras que la posterior aparece simplemente desbastada.
En la cara superior presenta la huella de una grapa para su ensamblaje en la construcción. La
pieza conserva un surco tallado con posterioridad para su reutilización.
La decoración aparece corrida en la parte superior del bloque, utilizando una franja de 20,5
cm de anchura. El friso de Saetabis presenta una decoración arquitectónica de estilo dórico, en
el que alternan triglifos y metopas. Los triglifos tienen forma rectangular y están compuestos por
dos canales entre tres machones (Joulin, 1988, J6-l7). La anchura de los triglifos conservados
en este friso es de 14,1 cm cada uno de ellos. Por su parte, la única metopa conservada en su totalidad tiene unas dimensiones de 20,5 cm de altura y 22,5 cm de anchura.
El motivo figurativo que aparece representado en la metopa corresponde a una cabeza de
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[page-n-335]
FRAGMENTO DE FRISO DÓRICO HALLADO EN SAETA BIS
335
bóvido. El artesano que realizó la decoración cinceló muy toscamente los principales rasgos de
la cara anterior de la cabeza. Los cuernos aparecen poco curvados y sus extremos coinciden con
los ángulos superiores de la metopa en el que han sido dibujados. Las orejas están situadas debajo de los cuernos dispuestas de forma horizontal. El morro del bóvido está limitado por una doble
línea que arranca en las orejas y suponemos que terminarla, aunque no se conserva, en la boca.
Los ojos están representados mediante un pequeño círculo, de forma muy esquemática (fig. 2).
COMENTARIO
Las representaciones de cabezas de toro en algunos frisos dóricos pertenecientes a monumentos funerarios no resultan extraños en época romana, a pesar de que su origen baya que buscarlo en el mundo griego (Napp, 1933). El motivo helenístico de la cabeza de toro fue muy utilizado y sirvió de modelo a la representación típicamente romana del bucráneo, que se repitió
con un claro carácter funerario (Beltrán Portes, 1984-1985, 163).
En el área valenciana, conocemos otros dos ejemplos de frisos dóricos con representación
figurada de una cabeza de toro (fig. 3). En Saguntum, fuera de contexto arqueológico pero en una
zona de necrópolis, se encontraron tres sillares pertenecientes a un friso dórico, que presentan
una decoración de triglifos y metopas, entre las que se alternan cabezas de toros y rosetas con
umbo (Aimagro-Gorbea, 1980, 127-135). En el yacimiento de La Alcudia (Elche) se halló,
durante las excavaciones realizadas en los años 30, una metopa decorada con una patena con
umbo (Ramos, 1933, 106). Las analogías con el friso dórico saguntino permitieron a Almagro-
Fig. 3.- Friso dórico de Saguntum.
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ROSARIO CEBRIÁN FERNÁNDEZ
Gorbea (1980, 128) considerar que en la decoración del monumento funerario de llici también
estarían presentes la cabezas de toro.
En Hispania, también conocemos algunos relieves con cabeza frontal de toro entre metopas.
En 'Barcelona, reaprovecbados en la muralla, se hallaron cinco bloques decorados con cabezas
de toro, rosetas y tres cabezas humanas diferentes, sin duda, de máscaras (Tarradell, 1969, 7677, fig. 61-62, 167-168, .fig. 147-148). Además, en Zaragoza se documentan algunas aras con
representación de toros (Aguarod y Mostalac, 1983, 311-329). Tampoco faltan ejemplos en otras
provincias del Imperio (Filippi, 1991,397-398, taf. XL, 3; Pezet, 1962, 100, fig. 105).
La presencia de un friso dórico en el ámbito funerario de Saetabis documenta la existencia
de monumentos funerarios de cierta entidad en las necrópolis. La población mostró un gusto
determinado, en un período concreto, en la decoración arquitectónica de algunas construcciones
funerarias. Nada sabemos sobre la tipología del monumento del que formó parte, ya que el fragmento apareció fuera de contexto.
Las mismas dificultades nos encontramos a la hora de fechar este friso de Saetabis. La arquitectura funeraria de época romana manifestó el gusto por una decoración de frisos dóricos con
cabezas de bóvidos y rosetas vegetales a partir de Augusto y durante todo el período julio-claudio (Joulin, 1988, 214). Este modelo de monumento funerario fue introducido por los inmigrantes itálicos, asentados en Hispania a partir de la época de César y de Augusto.
BffiLTOGRAFÍA
AGUAROD, M.• C. y MOSTALAC, A. O983): ''Nuevos hallazgos de aras taurobólicas en la provincia de
Zaragoza". Homenaje al Prof M Almagro Basch, Madrid, pp. 311-329.
ALMAGRO-GORBEA, M. (1980): "El monumento funerario romano con friso dórico de Sagunto".
Saguntum, 15, pp. 127-135.
BELTRÁN FORTES, J. (1984-1985): ''El tema decorativo de bucranios y guirnaldas en las arae béticas".
Mainake, VI-VII, pp. 163-176.
CEBRlÁN, R. (1995): ''Un beneficiarius consularis documentado en Saetabi". Saguntum, 28, pp. 275-277.
CORELL, J. (1994): lnscripcions romanes de Saetabis i el seu territori. Valencia.
FILIPPI, G. ( 1991 ): "Aequiculi". En S. Panciera (ed.): Inscriptiones Latinae liberae rei publicae. Actes du
CoUoque en mémoire de Attilio Degrassi, Roma.
JOULIN, J. (1988): Les frises doriques de Narbonne. Bruselas.
MARTÍNEZ, J. M. ( 1987): "Excavaciones arqueológicas en la muralla del Bellveret (Xativa)". Papers de
la Costera, 5, pp. 47-59.
NAPP, E. (1933): Bukranion und Guirlande. Heidelberg.
PEZET, M. (1962): Sur les traces d'Hercule. París.
RAMOS FOLQUÉS, A. (1933): "Nuevos descubrimientos en llici". AEAA, 9, pp. 103-lll.
TARRADELL, M. ( 1969): Art romain en Espagne. Barcelona.
- 336-
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ARCHJVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXIV (Valencia, 2001)
ROSA ALBIACH D ESCALS*
LA TOPOGRAFÍA PREURBANA DE LA CWDAD DE VALENCIA
La ciudad que hoy conocemos por Valencia no es una entelequia circunstancial, es la consecuencia de lo que se ha venido en llamar el devenir histórico. Con el paso del tiempo, las diversas culturas han ido imprimiendo un carácter no siempre visible que diferencia entre una
Valencia actual y otras ciudades, llámense Balansiya, Valentía ..., que ocupaban el lugar de ésta
y son su antecedente. Esto la convierte en una ciudad repleta de pasado donde las excavaciones
arqueológicas han permitido dilucidar la estratigrafia que tanto la naturaleza como el hombre han
ido depositando sobre el área donde se asienta la ciudad.
Por topografia se entiende la ciencia de representar gráficamente sobre un plano la superficie de un terreno. El plano más antiguo que se conoce donde se representan las curvas de nivel
del antiguo recinto urbano de Valencia es de 1894, un anónimo a escala 1:2.000 (Herrera et al.,
1985, 130-131 ). Ésta es la documentación gráfica más antigua a la que podemos recurrir para
conocer la topografía preurbana, pero no es el único modo de acercamos a ese relieve.
En el presente trabajo se ha emprendido la labor de aproximamos a conocer esta topogratla,
para lo cual se ha contado con datos de cotas estratigráficas de 21 intervenciones arqueológicas
dentro del" enclave histórico del centro del Valencia, ocupando tanto los límites de la ciudad
romana como la medieval. Como consecuencia se ha elaborado un mapa de isohipsas que reprea
senta una hipótesis de la topografia prerromana de L ciudad de Valencia, siempre considerando
los datos con los que hemos podido contar y sin llegar a ser una reconstrucción precisa, la cual
sólo sería posible sobre la base de la excavación de numerosos solares hasta niveles pre-ocupacionales, hecho que no siempre ha podido ser realizado.
• Servicio de Investigación Prehistórica. Diputación de Valencia.
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338
ROSA A LBIACH DESCAI.S
ESTADO DE LA CUESTIÓN
Los diferentes autores que han abordado el estudio y conocimiento del relieve prerromano
se han encontrado con el obstáculo de la escasez de datos debido a que la superficie pre-ocupacional no es visible, dado que este espacio ha estado alterado ininterrumpidamente. Su meritorio
trabajo se ha centrado en hacer una descripción del relieve que existiría basándose en la topografia actual, en textos antiguos y en registros estratigráficos.
Uno de los cronistas que tuvo la ciudad, V. Boix (Boix, 1862, 11), cuando habla de Valencia
nos dice que "su primitivo asiento era reducido y ocuparía tal vez el punto más culminante, que
pareció mas propio entre los varios accidentes que ofrecía entonces el terreno sobre la orilla del
Turia".
En la segunda década del siglo pasado J. Rodrigo Pertegás (Pertegás, 1922, 10-17) hace una
descripción de La orografía de la llanura valenciana. Expone que no existe un trazado gráfico que
señale los puntos de menos de 100 m, por lo que, a falta de un plano de curvas de nivel, se sirve
de las noticias que proporcionan los documentos conservados en el Archivo Municipal, los dietarios y la prensa periódica referentes a las inundaciones del Turia desde la época foral. Una parte
de su descripción se refiere al centro histórico de la ciudad, donde después de nombrar la elevación del "To9al", actual plaza de Sant Jaume, nos sefiala otra situada enfrente y separada por una
estrecha hondonada que culmina en el punto donde se edificaron la Catedral y el Palau
Arquebisbal, desde los que por cuestas bien marcadas primero y suaves pendientes después se
llega a sus limites, situados en el Mercat por Mediodía, en la Glorieta y plaza de Tetuán por
Levante, y en el actual cauce del río por el Norte.
Las investigaciones realizadas por P. Carrnona sobre la llanura aluvial valenciana aportan
nuevas e importantes consideraciones al respecto, sobre todo teniendo en cuenta que los estudios
están hechos sobre la base de datos estratigráficos (Carrnona, 1987, 11-12). Para la autora la ciudad actual tiene un relieve suave y una topografia escasamente diferenciada, pero en el momento de la instalación romana los rasgos topográficos y flsicos eran más acusados y éstos han sido
sepultados por las inundaciones crónicas. Las terrazas y motas aún visibles en época musulmana son poco a poco enterradas por la aluviación progresiva del río, que se va convirtiendo en
"braided" y va sepultándolo todo (Carmona, 1986, 51). Dentro del asentamiento urbano se observan las deposiciones del barrio del Carme y la plaza de Tetuán, y el relieve en la zona central
señala una mota que corresponde al actual área de la Catedral y alrededores, con alturas superiores a 17m s/n/m (Carrnona, 1990, 125).
El trabajo sobre el relieve pre-ocupacional realizado por J. Esteve Forriol (Esteve, 1978) y
la obtenida según las referencias altitudinales de la red de abastecimiento de agua a inicios de
este siglo (Rosselló y Teixidor, 1991, 209) coinciden con elevaciones alrededor de los 18,50 m.
La hipótesis del relieve preurbano presentada por V. Rosselló Verger (Rosselló, 1980, 2535) expone unas cotas maximas con una elevación superior a 16 m. Para el recinto romanoimperial de 14 y 15m, y desciende a 13m para el asentamiento romanorrepublicano.
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LA TOPOGRAFiA PREURBANA DE LA CIUDAD DE VALENCIA
339
MÉTODO DE TRABAJO
El proceso seguido para obtener una aproximación a la topografla preurbana se inició con
un vaciado de la documentación de las excavaciones arqueológicas en las que se había llegado a
niveles estériles, que resultaron ser 2 1.
Dentro de las excavaciones se comenzaron las investigaciones considerando el punto O de
cada solar. El punto O es una medida establecida fuera del área estricta de excavación y es fijada al inicio de la misma. Se mantiene a lo largo de todos los trabajos ya que ella será el referente diario al que acude el técnico para medir La profundidad de los hallazgos, siempre considerados a partir de esa medida establecida. Este punto está sobre el nivel superficial, generalmente
entre 0,50 y 1,25 metros.
Posteriormente se debla averiguar a qué cota s/n/m se encontraba cada solar. En este
punto, se supo que sólo en alguna excavación había sido obtenida, por lo que hubo que trasladarse a la calle para conseguir esas cotas absolutas s/n/m. Para ello se siguieron los siguientes
pasos: el proceso se inició en cada excavación y desde ésta trasladamos mediante estaciones
totales el punto O del solar basta una cota s/n/m actual. Los puntos acotados actuales han sido
obtenidos del plano catastral municipal que está a escala 1:1.000, con curvas de nivel que distan un metro entre ellas. En este plano hay cotas absolutas, exactas, ubicadas en algunos puntos del firme de las calles de la ciudad y, cuando hemos ido a buscarlas, en algunos casos ya
no estaban debido a reformas urbanísticas, y, al mimo tiempo, existen otras cotas relativas, no
tan exactas, en otros lugares, los cuales son muchos más. Los técnicos municipales nos aseguraron que las cotas relativas son fiables y pueden ser consideradas por su escaso margen de
diferencia. La cota s/n/m ya conocida a la que acudimos en cada caso fue la absoluta siempre
que había una cerca y si ya no existía, se tomaron las cotas relativas más próximas.
Después de este proceso de traslado y conversión mediante el uso de las estaciones se consiguió saber la cota s/n/m del ponto inical, es decir, la de.l solar. El siguiente paso consistió en
averiguar .las cotas iniciales a las que aparece el nivel estéril o pre-ocupacional del solar, es
decir, los estratos de arenas, arcillas y gravas donde no hay restos materiales nj constructivos.
De entre las medidas que se tienen, siempre fue elegida la menos profunda. Después de obtenidas éstas mediante la consulta de las fichas de trabajo, convertimos las cotas relacionadas
con el punto Oa las cotas s/n/m. Para ello partimos primero de averiguar la diferencia de acumulación estratigráfica en cm que existe entre la cota s/n/m del solar y el punto O. Después
calculamos la profundidad en cm que existe entre el punto O y el inicio de la cota estéril. A
estos centímetros de estratigrafia les restamos los centímetros de diferencia entre el punto Oy
la cota s/n/m del solar, de este modo supimos la cota s/n/m a que se encuentra el nivel preocupacional.
Esta operación se realizó y repitió en los 21 solares considerados, de modo que después de
obtener todos los datos ya nos encontrábamos en disposición de empezar a elaborar el plano
hipotético de curvas de nivel del paisaje pre-ocupacional de Valencia. Situados los puntos acotados sobre un plano a escala 1: 1.000 se procedió a trazar las isohipsas con equjdistancias de 0,5
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340
ROSA ALBIACH OESCAl.S
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341
LA TOPOGRAFiA PREURBANA DE LA CIUDAD DE VALENCIA
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Fig. 2.- Secciones A y B.
m y como resultado se han conseguido unas curvas de nivel aproximadas del relieve prefundacionaJ del enclave (fig. 1) (1).
Del mismo modo que han sido averiguadas las cotas s/n/m de los niveles pre-ocupacionales
pueden ser establecidas para otros períodos, en cuanto a fases constructivas u otras consideraciones.
La documentación ha sido ampliada mediante la realización de dos secciones que transcurren Norte-Sur y Este-Oeste. La sección Norte-Sur (A-A') ocupa un tramo de 580 m y abarca
todo el espacio que ocupa la ciudad romaoorrepublicana y parte de la romaooimperial. La sección Este-Oeste (B-B') se extiende en un segmento de 420 m y recoge los limites de las dos ciudades (fig. 2).
El presente trabajo se ha basado en la documentación obtenida de las excavaciones arqueológicas, pero para poder realizar un estudio más completo existen otros aspectos que podrían ser
considerados en futuras investigaciones (2). Éstos son los siguientes:
- Cotejar otros planos acotados actuales existentes en la ciudad de Valencia, ya que se ha
podido comprobar que existen diferencias de centímetros e incluso metros entre ellos, aunque
para este trabajo se ha partido del plano catastral municipal, el cual se nos recomendó por ser
aproximado.
( 1) Para el trazado de estas curvas hemos de agradecer la amable ayuda prestada por el Servi.cio Técnico de Topografla del
Ayuntamiento de Valencia, en especial a Oon Jesús de la Calle.
(2) Agradecemos al catedrático Don Vicent Rossclló i Verger su ayuda e interés en valorar estos estudios y proponer un futuro trabajo más completo.
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RoSA ALBIACH 0 ESCALS
- Tener en cuenta el resto de Las excavaciones en las cuales no se ha llegado a niveles de fundación, ya que las diferentes acumulaciones estratigráficas siempre son datos que aportan más
información sobre el aumento estratigráfico habido.
- Realizar un trabajo comparativo a partir de un plano acotado actual al cual se le rebajan 2
metros de sus cotas, considerando esta cantidad como una media general, y así compararlo con
el plano presentado aquí para el relieve preurbano y poder ver las similitudes y diferencias.
- Realizar la observación de la red de acequias medievales conocidas de la ciudad, estudio
ya realizado por Caries Sanchis, basándonos sobre todo en la situación, dirección y pendiente de
éstas porque para su construcción existió una mediatización y consideración topográfica.
- El Servicio de Investigación Municipal del Ayuntamiento de Valencia está realizando un
estudio sobre soporte informático del plano de Valencia de 1894, ya citado por nosotros, por lo que
un estudio comprativo con éste podría aumentar el conocimiento de la topogratla preurbana (3).
- Contar con los resultados de los trabajos de sondeos del terreno realizados por empresas
constructoras que nos ofrecen muestras del subsuelo.
EL RELIEVE PREURBANO
En casi todos los solares sondeados y excavados hasta el año 1992 en el recinto histórico de
la ciudad de Valencia se ha llegado aniveles estériles, es decir, al paleosuelo sobre el que se fundó
L ciudad romana en el año 138 aC. Se trata de estratos que poseen sedimentos muy finos, arcia
llas Limosas, pertenecientes a un llano de inundación más o menos estable no afectado por episodios de desbordamientos fuertes. Por los estudios de C 14 pertenecientes a los estratos de La excavación de la Plaza de 1' Almoina se puede datar alrededor del 11.100 BP (Carroona, 1990, 167).
Estos niveles aparecen a una profundidad mínima de 1,35 m y a una máxima de 5,50 m,
dependiendo del punto de la ciudad que se considere, por lo que la cantidad acumulada de sedimentos antrópicos se encuentra entre estas dos cifras.
Seguidamente se expone una tabla donde constan los datos que hemos recopilado y sobre
los que nos hemos basado para conseguir la altimetría del. nivel preurbano.
EXCAVACIÓN
AÑOS
P.A.A.
U.E.
ESTRAT.
P.A.P.
Palau de Benicarló-C/ Unió 4-6
1985-1989
16,60
2.832
4,00
12,60
Banys de l'AlmiraU
1985, 1986, 1988
15,00
2.077
3,21
11 ,66
Presó-Almoina
1985-1989
15,41
2.015
4,55
10,86
Cl Costera del Toleda 6
1990
16,00
1.027
4,22
11,41
Palau d'Almansa
1990
11,35
1,027
3,10
8,25
Cl Corretgeria 2
1988
14,08
1.070
3,50
10,58
(3) Agradecemos a los arqueólogos municipales Don Albert Ribera y Don Javier Martí su interés y apoyo en este trabajo.
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LA TOPOGRAFÍA PREURBANA DE LA CIUDAD DE VALENCIA
PI. Napols i SicíUa 1
1988
Cl Tapineria 18
PI. Mercat 12-16
343
1.161
1,96
10,82
1991
U,78
13,39
1.053
2,25
11,14
11,17
1987
12,90
1.009
1,73
PI. Mariano Benlliure 2
1987
13,80
1.034
4,00
9,80
Cl Mar 19, 21 , 23
1981-1985
12,75
1.153
4,16
8,59
Cl Comte Trenor-Liibertat
1987
14,20
1.053
4,02
10,18
Cl Comedies-PI. S. Yicent Ferrer
1991
11,20
1.044
2,90
8,30
Palau de la Generalitat
1991
16,50
2.022
4,66
11,84
PI. Rcina-C/ Mar
1991
13,45
1.062
3,35
10,1
C/ Calderers
1990-1991
15,80
1.259
3,93
11,87
Palau de Pineda
1989
14,80
1.075
1,53
13,27
Cl Cabillers-PI. Saragossa
1986
14,60
1.591
2,88
11,72
PI. Negrito-C/ Calatrava
1990
15,90
1.307
5,45
10,45
Baró de Petrés-PI. Napols i Sicília
1987
12,50
1.230
3,84
8,66
PI. de I'Almoina
1985-1991
16,30
1.923
4,21
12,09
Abreviaturas:
P.A.A.: Punto acotado actual sobre el nivel del mar.
U.E.: Unidad Estratigráfica perteneciente a los niveles de paleosuclo que son estériles.
ESTRAT.: Estratigrafia acumulada hasta los niveles estériles en metros.
P.A.P.: Punto acotado sobre el nivel del mar resultante de restar la estratigrafia acumulada al
punto acotado actual.
Las medidas acotadas están consideradas en metros.
RESULTADOS Y CONSIDERACIONES
El trabajo realizado nos ba dado como resultado un plano de curvas de nivel y dos secciones (figs. 1 y 2) que reflejan la altimetría de una topografla preurbana de Valencia, los cuales
pasamos a describir. Ocupan un área que abarca la ciudad romanorrepublicana e imperial e
incluyen parte de la medieval islámica y cristiana. Se puede apreciar que es poco el desnivel existente, aunque son varios los pequeños montículos y algunas más las vaguadas presentes.
En los alrededores de la Plaza del Carmen se encuentra una elevación de 13 m s/n/m, obtenida de la excavación del Palau de Pineda. Esta cota corresponde a niveles islámicos del siglo
XI, que son los más antiguos documentados arqueológicamente en este punto, pero cabe pensar
que durante el siglo ll aC el nivel debió estar más bajo. Desciende hacia el sur, centro y este con
curvas de 12,50 y 12,00 m s/n/m pasando por el Palau de la Generalitat donde hay una curva de
nivel de 11 ,50 m.
Una isohipsa de 11,00 m nos describe, en la parte occidental del plano curvado, el inicio de
una zona más· baja que ocuparía parte de las calles Cabillers, Calatrava, Catalans, Cuines, Bany
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ROSA Ai.BIACH 0 ESCALS
deis Pavesos y Corretgeria. Finaliza con un fuerte desnivel situado en los alrededores de la Plaza
del Negrito, que desciende a 10,50 m sin/m y que será utilizado como basurero durante algún
tiempo en el período romanoimperial.
Dentro del área donde se ubica la ciudad romana, que corresponde a la oriental del plano de
curvas de nivel, el punto más elevado es de 12,09 m s/n/m y se encuentra en los alrededores de
la excavación de 1'AJmoina. Podemos apreciar que hay un pcquei'io cerro en el que la curva de
nivel es de 12,00 m y sobre él hay niveles de ocupación que corresponden a la fase fundacional
de la ciudad, segunda mitad del siglo II aC y, posteriormente, se sucede el hábitat durante todo
el período romano.
1,50 m hasta los 8,50
Este altozano desciende progresivamente hacia el este y sur desde los L
m. La curva de nivel de los 11,50 m viene desde las cercanías de las torres de Serrans, pasando
por la Plaza de Cisneros donde las excavaciones de 1999 mostraron niveles fundacionales,
siguiendo hacia la excavación del Palau de Benicarló, en el cual también encontramos evidencias de la primera ocupación de la ciudad. Esta isohipsa ocupa un amplio espacio abarcando Las
plazas de Crespins y de la Verge. Desde este punto retranquea por la calle del Sant Calze para
continuar por el Palau de la Generalitat, donde las excavaciones realizadas en los afios 1945 y
1991 muestran restos romanorrepnblicanos. Prosigue esta isohipsa equidistante a las curvas de
la boya de La Playa del Negrito.
La curva de nivel de los 11,00 m discurre por las proximidades de la calle Mur Santa Ana
hasta la Plaza de Sant Lloreny, donde retranquea y se une a la divisoria del Palau de Benicarló,
descendiendo después por la iglesia del Salvador, Palau del Marqués de Campo, Plaza de
I'Aimoina, atraviesa la Catedral, desciende por la iglesia de Santa Catalina hasta la avenida de
M 8 Cristina.
La curva de nivel de los 10,50 m transcurre equidistante a la anterior hasta La Plaza del
Arquebisbe, donde se desvía hacia el este para llegar hasta la plaza de Napols i Sicilia, donde los
restos de estructuras de época republicana son inexistentes; en cambio durante la época imperial
se construye un circo que se prolonga desde esta zona hasta pasada la actual calle de la Paz
(Ribera, 1998, 318-337). Desde aqui tuerce hacia el oeste pasando por la calle del Miracle, la
parte central de la plaza de la Reina y desciende por la plaza Redonda hacia el sur.
El resto de curvas hasta los 8,50 m s/n/m descienden hacia el este y son equidistantes a las
anteriores, aunque se van perdiendo en diferentes puntos.
Otra de las elevaciones que tendría la terraza aluvial se ubica en el sureste de la ciudad, entre
las excavaciones de Banys de 1'Almirall y la calle Cabillers, ocupando el cruce la calle
Avellanes. El montículo resultante es de planta rectangular-oblonga y está comprendido en la
isohipsa de los 11,50 m sin/m. En este lugar no se habita hasta los inicios de la época imperial.
Otra curva de 11,00 m circunda el altozano y abarca la casi totalidad del Palau Arquebisbal y
parte de la plaza de la Reina por el este.
A partir de este punto van descendiendo las cotas progresivamente hasta los 8,50 m y, entre
esta elevación y los 9,00 m, se construye el circo de época romanoimperial.
Por lo tanto, dentro del área que ocupa la ciudad republicana, la mayor elevación está sobre
los 12,00- 12,09 m, y se sitúa en las cercanías de la plaza de l'Aimoina, estando el resto de cotas
entre los 11,50 y 10,50 m.
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LA TOPOGRAFÍA PREURBANA DE LA CruDA O DE VALENCIA
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Otro altozano que le sigue en altura con 11,50 m está centrado en las cercanía deis Banys de
1'Almirall y la calle Cabillers y desciende progresivamente hasta los 8,50 m, pero este punto no
es ocupado hasta la etapa romanoimperial, cuando se amplia la ciudad hasta las cotas comprendidas entre los 9,50 y 8,50 m s/n/m.
La importancia que reporta el conocimiento de esta topografia preurbana se basa, primeramente, en aproximarse a saber cóomo pudo ser ésta. La suave topografía actual de la ciudad es
conocida por todos y aunque era de suponer que la preurbana también lo sería, requería ser comprobado, aunque sólo fuese en la medida de lo posible.
En segundo lugar, el conocimiento de la topografta prefundacional es de gran ayuda para La
arqueología porque ésta es la base para los estudios urbanísticos y arquitectónicos, ya que todo
asentamiento urbano romano precisa una planificación previa que requiere una adaptación o
modificación del terreno, y dependiendo de cómo sea éste, será mayor o menor la mediatización
que presuponga. Hemos visto que, en general, existen diferencias de nivel muy escasas, de 1,50
m para época romanorrepublicana y algo superior a los 2,00 m para la imperial teniendo en cuenta que hay uo aumento de la estratigrafía durante la ocupación anterior (figs. l y 2). Estas oscilaciones son insignificantes dentro del espacio de la ciudad romana de Valencia, aunque la superficie que hemos trabajado es mucho mayor de lo que ocupó ésta durante los periodos repubHcaoo e imperial. Por lo tanto, resultaría relativamente fácil urbanizar y edificar el área donde se
decidió establecer el asentamiento, es decir, en la terraza aluvial cuyo mayor desnivel no supera
los 4 m, por lo que carece de complejidad topográfica. Dentro de esta escasa variabilidad de nivel
sabemos, gracias a las excavaciones arqueológicas, que el espacio que ocupó la ciudad romanorrepublicana fue totalmente urbanizado, aunque esta afirmación nunca podra tomarse como cierta hasta que todo el subsuelo del recinto romano haya sido excavado, cuestión dificultosa, o más
bien imposible. Así también. las excavaciones realizadas dentro del espacio ocupado por la ciudad romanorrepublicana, tanto por su número como por su dispersión, han mostrado una aproximación a la visión general de toda la ciudad; por tanto, podemos atrevemos a hacer este tipo
de afirmación urbanística, de un asentamiento romano con calles, cloacas, edificios públicos,
casas y otras construcciones.
En la actualidad el río Turia se encuentra a la misma cota que los niveles republicanos, como
se ha podido comprobar en la excavación de Pintor López (Carmona, 1990, 137-138), pero
durante la época romana el lugar elegido para ubicar el núcleo quedaría más elevado que el rio
Turia porque sobre el lecho inicial del río se han ido acumulando sedimentos de modo ininterrumpido, lo que ha provocado un aumento del nivel del Turia.
A pesar de la altura superior a la que quedaría el asentamiento, los habitantes de la ciudad
se tendrían que enfrentar a las riadas periódicas del rio, sobre todo con los eventuales desbordamientos intensos ya documentados durante la época romana en diferentes excavaciones, entre
otras las de la calle del Mar, plaza de l'Almoina y Costera del Toleda. Un fragmento de friso perteneciente probablemente a un edificio público (Pereira, 1979, 29-3 1) y que nombra la palabra
c/adem se ha venido relacionando con alguna catástrofe natural o de otro tipo que acaeció en la
ciudad.
La cuestión de solventar el aprovisionamiento de agua y la evacuación de las aguas resi-345-
[page-n-346]
346
ROSA A LBIACH 0 ESCALS
duales también está directamente relacionada con la topografía. Previamente a la construcción
de las calles se precisa determinar cuál será el curso que seguirá tanto la entrada de agua como
el desagüe de la misma, porque, entre otras cosas, están en función de la pendiente del terreno
que será observada desde la llegada de agua por el acueducto, su paso por el castel/um aquae, la
distribución por la ciudad y su vertido al río. Aunque es poco el desnivel existente en la topografía preurbana, es suficiente para que antes de construir haya de procederse a hacer zanjas en
la tierra y medir las caídas de nivel.
Cuando el agua transportada por los acueductos llegaba a las ciudades ésta era almacenada
en castella aquae, es decir, en grandes depósitos públicos desde donde se redistribuía gradualmente por la ciudad. Para abastecerse existió, al menos, un acueducto que traía el agua por el sur
desde la porta Sucronensis, como podemos leer en una inscripción que menciona la llegada del
agua por esta puerta hasta la ciudad (Pereira, 1979, 48-49). De este acueducto se hao localizado
3 tramos, 2 en la calle Quart y otro cerca de la cárcel Modelo (Ribera y Jiménez, 2000, 10-37).
El fragmento de una inscripción (Pereira, 1979, 77-78) encontrada en la ciudad podría relacionarse con la existencia de esta construcción. Existe una propuesta de Esteve Forriol (Esteve,
1978, 156) de situar el castellum al inicio de la caUe del Mar esquina con la plaza de la Reina,
pero las excavaciones de Cabillers y de la plaza de la Reina n° 2 esquina con la calle del Mar no
han proporcionado restos de esta construcción sino otras edificaciones romanas.
La obtención de agua dulce también provenía de manantiales naturales situados en el subsuelo de Valentia y sus alrededores, así como de algún pozo, como los hallados en la plaza de
I'Aimoina (Aibiach el alii, 1999, en prensa) y Roque Chabás. La evacuación de aguas residuales durante la época romana se hacía mediante una red de cloacas y canales que discurrían por
debajo de las calles. Nos vamos a limitar a exponer la mediatización que supone la topografía
para los desagües, porque el agua tiene que discurrir con cierta pendiente desde los puntos en que
es evacuada basta el lugar donde será vertida, para lo que el río sería el lugar elegido por estar
cerca de todos los puntos de La ciudad, ya que la rodea y porque evita insalubridades al correr el
agua continuamente. Los hallazgos encontrados cerca del río se sitúan en la calle Llibertat y
Comte Tréoor (Burriel, Ribera y Serrano, 2001 ).
También es de interés observar la acumulación estratigráfica que se lleva a cabo en la ciudad durante toda su existencia y que viene motivada por dos acciones fundamentales: la actuación de la deposición antropógena y la deposición o arrastre del río Turia de gravas y arenas. En
la primera vemos, a grandes rasgos, cómo ha actuado el hombre en las diferentes áreas de la ciudad alterando su fisonomía originaría porque, como se aprecia en las excavaciones, el nivel del
terreno se ha elevado por La acumulación que suponen los derribos de edificaciones, por aportes
de tierra y escombro, ya sea con fmes constructivos (por ejemplo una nivelación) o simplemente porque La zona está abandonada y se usa de escombrera. Así, por ejemplo, durante la época
republicana, y en la excavación de la Costera del Toleda, se produce una acumulación estratigráfica de 1,00 m aproximadamente como máximo. Más de la mitad de la parte superior de esos
niveles corresponde a rellenos, que es muy posible que sean el resultado de la nivelación hecha
por los nuevos habitantes de la ciudad a partir del inicio de la época imperial, cuando a su llegada encuentran una ciudad destruída que tienen que rehacer. En segundo lugar, los materiales
de arrastre provenientes de las avenidas del río (gravas y arenas mayoritariamente) aparecen por
-346-
[page-n-347]
LA TOPOGRAFÍA PREURBANA DE LA CIUDAD DE VALENCIA
347
toda la ciudad, aunque suelen ser vaciados de las viviendas; pero hay excepciones como Jos
abandonos debido a riadas de grandes magnitudes. También pudieron existir otras posibles razones que influyeron en la alteración del relieve originario, como por ejemplo terremotos o pequeños movimientos de tierra que hicieron bascular el terreno, como es el caso visto en la excavación de la calle Calabazas-Plaza de la Merced (Albiach, 1994).
La topografía actual respecto de la preurbana, como hemos visto, ha cambiado en algunas
zonas. En puntos se ha mantenido la rnisma cota y en otros ha variado, aumentando o disminuyendo. Presentamos una tabla donde se expone, en metros, la cantidad de acumulación estratigráfica que hay en Valencia desde su fundación hasta la actualidad, diferenciándose la estratigrafia que se encuentra dentro de las ciudades romanorrepublicana e imperial, la que pertenece
al Jugar donde se construye el circo y la que queda extramuros de la ciudad.
EXCAVACIÓN
V.REP.
Palau de Benicarló
4,21
Presó-Almoina
4,55
P. Generalitat
4,66
Costera del Toleda
EXTRAMUR.
4,00
Almoina
V. IMP.
4,22
4,02
Comte Trenor
Cabillers
2,88
Banys de l'Almirall
3,21
PI. Reina-C/ Mar
3,35
C/ Mar
4,1 6
PI. Mariano Benlliure
4,00
PaJau d'Almansa
3,10
Napols i Sicília
1,96
C/ Comedies
2,90
PI. Negrito
5,45
Palau Pineda
1,53
C/ Calderers
3,93
PI. Mercat
1,73
Cl Tapineria
2,25
Cl Corretgeria
3,50
Abreviaturas:
V. REP.: Valentia Republicana.
V. IMP.: Va/entia Imperial.
EXTRAMUR.: Área fuera del recinto urbano.
Las cantidades de acumulación estratigráfica están representadas en metros.
-347-
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348
ROSA ALBIACH 0F.SCALS
Así pues, podemos decir que con este trabajo se .ha pretendido una aproximación al conocimiento de cómo pudo ser la topografía con que se encontraron los fundadores de la ciudad romana de Valentía, sobre la cual se asentaron y urbanizaron. Para ello se ha trabajado sobre la base
de cotas preurbanas obtenidas de las diferentes intervenciones arqueológicas realizadas en la ciudad, así como con cotas actuales s/n/m, contrastadas éstas con las anteriores. De todo ello, el
resultado ha sido un plano de curvas de nivel que, hoy por hoy, es la hipótesis más cercana al
relieve preurbano con que podemos contar, y que pretende aportar datos y dar un primer paso
para investigaciones ·que en un futuro podrán completar este trabajo.
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- 350-
[page-n-351]
ARCJIIVO DE PREIIISTORIA LEVANTINA
Vol. XXN (Valencia, 2001)
.MANUEL ÜOZALBES*
EL TESORILLO REPUBLICANO DE CASTILBLANQVES
(CORTES DE PALLÁS, VALENCIA)
La bibliografia antigua proporciona en ocasiones datos de interés sobre hallazgos numis-
máticos. Es el caso de la Geograjia General del Reino de Valencia de C. Sartbou Carreres y J.
Martínez Al oy de 1919, en cuya p. 209 podemos leer: "En el afio 1909 fueron halladas varias
vasijas de barro de escasas proporciones, que contenían de 150 a 200 monedas de plata, romanas. Fueron encontradas en un campo propio de Josefa Castiblanquer, en la partida de Cbapoli,
junto al caserío de Castiblanquer, que radica en este término municipal de Cortes".
Una casualidad propició que en 1999 conociésemos a una persona que tenía 6 denarios
romano-republicanos procedentes de Castilblanques (Cortes de PaUás, Valencia) (Fig. l ). Según
su información el hallazgo se babia producido a principios de siglo y el conjunto habla sido cuantitativamente modesto, señalándonos que posiblemente no contenía más allá de una veintena de
piezas. Se nos indicó que el pequeño lote se habría repartido entre tres personas en partes iguales. Las 6 piezas que se recogen en el presente trabajo corresponden a una de esas tres partes. El
único dato adicional que podía aportar sobre el hallazgo es que las monedas aparecieron dentro
de un recipiente cerámico que no se conserva en la actualidad.
Los datos publicados en 1919 coinciden con la información recogida por nosotros en lo que
respecta al lugar, fecha y tipo de hallazgo. La única discrepancia notable es la referencia a la cantidad de piezas que formaban el tesoro, ya que en la publicación de 19 19 se habla de 150-200
piezas, mientras que a nosotros se nos habló de unas 20 piezas con una cierta seguridad. Aunque
no podemos asegurarlo, parece lógico pensar que en ambos casos estamos hablando de un mismo
• Servicio de Investigación Prehistórica. CJ Corona 36, 46003 VALENCIA.
-35 1-
[page-n-352]
352
VALENCIA
a Castilblanques
o
25
50 km
F ig. 1.- Situación de CastUblanques.
hallazgo y que las monedas que hemos podido conocer no son más que una parte de aquel conjunto de 150-200 piezas.
Gracias a la gentileza de los propietarios hemos podido acceder a seis de las piezas que formaban aquel tesoro. Tal y como se puede apreciar en las fotografias estas monedas fueron engarzadas hace años para formar una pulsera (Figs. 2 y 3). El peso total de La joya es de 28,3 g, y la
relación de las monedas que la forman es la siguiente:
l . Denario. L. Piso L. F. L. N. Frugi. Roma. 90 a.C. RRC 340.
Anv. Cabeza laureada de Apolo.
Rev. L PISO FRVGI. Jinete a der. con palma.
3 b.
- 352-
[page-n-353]
El. TESORILLO REPUBLICA O DE CASTILBLA QUES
Fig. 2.
Fig. 3.
-353-
353
[page-n-354]
354
MANUEL GOZALBES
4
2
5
3
6
Fig. 4.
2. Denario. Mn. Acilius Illvir. Roma. 49 a.C. RRC 442/la.
Anv. SALVTIS. Cabeza laureada de Salus a der.
Rev. .MN. ACILIVS a la der., ID VIR VALETV a la izq. Valetudo de pie a izq. apoyada
sobre columna y sosteniendo una serpiente con la mano izq.
4 h.
3. Denario. Caesar. Ceca móvil. con César. 49-48 a.C. RRC 443/ l.
Anv. Emblemas pontificales.
Rev. CAESAR. Elefante a der. aplastando un dragón.
11 h.
4 . Denario. L. Hostilius Saserna. Roma. 48 a.C. RRC 448/ Ja.
Anv. Cabeza femenina a der. tocada con corona y diadema.
Rev. L. HOSTILIVS a la der., SASERNA a la izq. Victoria avanzando hacia la der.
llevando UD trofeo con la mano izq. y UD caduceo con la der.
9 h.
5. Denario. Mn. Cordius Rufos mvir. Roma. 46 a.C. RRC 463/ la.
Anv. RVFVS IJIVIR. Cabezas de los Dioscuros a der. con pilei laureados.
Rev. MN. CORDIVS. Venus de pie a izq. sosteniendo balanza con la mano der. y cetro
-354--
[page-n-355]
EL TESORJLLO REPUBLlCANO DE CASTILBLANQUES
355
con la izq. y Cupido situado sobre su espalda.
9 h.
6. Denario. P. Sepullius Macer. Roma. 44 a.C. RRC 480/ 13.
Anv. CAESAR DICT PERPETVO. Cabeza laureada de César con velo a izq.
Rev. P SEPVLLIVS MACER. Venus a izq. sosteniendo Victoria con la mano der. y cetro
con la izq. Escudo junto a la base del cetro.
7 h.
Ante una cantidad tan escasa de piezas son pocas las conclusiones que se pueden establecer.
Respecto a la cronología del conjunto parece muy probable que corresponda aJ período de las
guerras cesarianas. No obstante la prudencia nos obliga a mantener abierta la posibilidad que
pueda pertenecer a un momento algo posterior. A pesar de la modestia de la muestra, su composición llama la atención por su homogeneidad, con cinco ejemplares situados entre los afios 4944 a.C., y tan sólo uno que se remonta al 90 a.C. Según se deduce de todo esto el depósito debió
formarse durante la guerra civil y parece verosimil que su pérdida se produjese en algún momento próximo al año 44 a.C. Vuelve a resultar evidente que dicho conflicto puso en circulación una
cantidad importante de plata en la Península Ibérica.
Las tierras valencianas han proporcionado el importante tesoro de Liria de época de César
(Ripolles 1982, 38-42) con cerca de un millar de piezas y cuyo último ejemplar se fecha también
en el 44 a.C. La recopilación de tesoros de Cruces Blázquez ( 1987-1988, 130-133), muestra que
las ocultaciones de este período son abundantes en la mitad suroccidental de la Península Ibérica.
La zona portuguesa comprendida entre los cauces del Duero y del Tajo y el cauce deJ
Guadalquivir son los ejes fundamentales en los que se han recuperado conjuntos con esta cronología. Un trabajo reciente se ha ocupado de estudiar en profundidad los tesoros andaluces y
entre ellos los de esta cronología (Chaves 1996, 560-563). La muestra representativa del período procedente de la fachada oriental de la Península está formada por dos conjuntos procedentes de Tarragona (Figueras y Tortosa), otro incierto de Cataluña y los valencianos de Liria y
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ARCHIVO DE I'REIIISTORIA lEVANTINA
Vol. XXIV (Valencia, 2001)
F. J. PUCHALT FORTEA *
UN NUEVO TIPO DE TREPANACIÓN CRANEAL
(BREVE NOTA ARQUEOLÓGICA)
El estudio de los restos humanos aflorados en excavaciones arqueológicas ofrece valiosos
datos sobre el protagonista por excelencia de la Historia: El Hombre. Poco a poco se han descrito múltiples enfermedades, signos de violencia y malformaciones, habiéndose pasado de una
fase puramente descriptiva de lesiones a una fase más amplia, integrando estos hallazgos en el
conjunto general de la colectividad que se estudia. Se da así una imagen más concreta de colectividades que nos precedieron, uniendo estos datos, en un pie de igualdad, con los procedentes
del estudio de las estructuras arquitectónicas, cerámica y utensilios, retazos de literatura y filosoña, crónicas, etc. Es el continuo reescribir de la Historia.
Pero no todo está dicho en la fase puramente descriptiva de las huellas de enfermar. A pesar
de excelentes y exhaustivos estudios sobre las huellas de enfermedad en los restos esqueléticos
de épocas pasadas, nos podemos encontrar con hallazgos inesperados cuyo estudio ha de incOJ:porarse al acervo común de conocimientos. Este es el caso que nos ocupa.
La pieza objeto de este estudio fue hallada en la necrópolis morisca de Benipeixcar, sita en
la ciudad de Gandfa, provincia de Valencia. Esta necrópolis salió a la luz en las campañas arqueológicas efectuadas en 1993 y 1994. Por las características de esta necrópolis cabe fecharla entre
los siglos XV y XVI.
Corresponde a un frontal de un sujeto probablemente adulto. No se pueden dar más datos,
por el estado de conservación de los restos esqueléticos. Los arqueólogos del municipio de
Gandía comunicaron que se le había adjudicado como identificación la U.E. 1603.
Es un frontal roto en dos partes, que se unen para mejor estudio e interpretación. Es de
• Unidad docente de Medicina legal. Facultad de Medicina. Universitat de Valencia. (Estudi General).
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F. J. P UCIIALT FOR
TEA
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Fig. J.
pequeñas dimensiones. La anchura máxima es de 107 mm en el plano transversal. La distancia
entTe escotadura nasal y bregma es de 108 mm. La distancia entre las apófisis orbitarias externas
es de 89 mm (Fig. 1).
Por encima del reborde orbitario de la cavidad ocular derecha, a 8 trun, en su extremo más
interno, entre la escotadura orbital intema y línea media del frontal, aparece un agujero de contorno circular de 5 mm de diámetro. No tiene bordes sobreelevados ni cortantes. No hay hundimiento de la tabla frontal externa, ni fisuras que irradien del orificio (Fig. 2). Este orificio pone
en comunicación el seno frontal derecho con el exterior. No atraviesa la parte posterio de la cavidad.
Al efectuar el análisis radiográfico se hizo en incidencia perpendicular al orificio visible
frontal. Se observó que el contorno del orificio es regular, sin signos de condensación ni rarefacción ósea periorificial, de trayecto recto, rozando el techo de la cavidad sinusal derecha.
Las paredes de ambos senos frontales no presentan signos de condensación ósea atípica ni
de destrucción de sus contornos (Fig. 3).
La morfología recta del orificio, la ausencia de signos de inflamación, que se verían reflejados por signos de condensación y de destrucción de contornos tanto a nivel de las cámaras de los
senos frontales como del trayecto del mismo oriticio, hacen pensar que estamos ante la presencia de una lTepanación que afecta al seno frontal derecho, sin signos de supervivencia.
No es fácil llegar a esta conclusión pues el primer pensamiento que asalta al investigador, al
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U
' UEVO TIPO DE TREPA 'ACIÓN CRA EAL
Fig. 2.
Fig. 3.
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f . J. PUCHALT FORTEA
ver una lesión de esta morfología, es el de hacer un diagnóstico de sinusitis crónica fistulizada.
Pero se puede descartar este diagnóstico si se piensa que el proceso de fistu lización no se debe
a un aumento de presión dentro de la cavidad del seno por agentes patológicos. Esta fistulización
de la sinusitis crónica es debida a la participación del epitelio respiratorio, que tapiza normalmente las paredes de los senos respiratorios, en los fenómenos corrosivos-inflamatorios de una
sinusitis de larga duración, crónica, y que se producirían normalmente por infección. Todo este
proceso produciría, a nivel radiológico, signos de osteítis y destrucción de las paredes del seno
frontal afectado y del conducto de drenaje al exterior, destruyendo la regularidad de sus contornos. Al no existir estos signos objetivos, mal se podría decir que es una sinusitis frontal cronificada con fi stulización (l , 2, 3).
Un traumatismo tampoco parece ser el diagnóstico de esta lesión. No hay hundimiento de la
superficie externa craneal ni fisuras radiadas que indiquen, tanto macroscópicamente como
radiológicamente, un evento de semejante entidad.
La ausencia de signos de reacción ósea periorificial, en forma de osteocondensación, ni de
sobreelevación de los bordes indica que el sujeto que sufrió esta trepanación, o no estaba vivo
cuando se efectuó la misma o fal leció poco después por alguna otra causa. Dada la morfología
del orificio, muy regular y de trayecto recto, parece ser que se efectuó esta trepanación con un
taladro o barrena fija a un instrumento muy parecido a nuestro actual berbiquí.
A pesar de la bibliografía consultada (4, 5, 6, 7, 8, 9, 1O, 11) este autor no ha encontrado ninguna referencia o precedente de una trepanación de estas características. Ante esta falta de antecedentes se propone denominarla como: Trepanación craneo-sinusal tipo Gandía, salvo que existiese publicada y denominada anteriormente una trepanación de semejantes características.
Poco hay descrito sobre la minoría musulmana que, bajo pesado dominio cristiano, habitaba en nuestra península: Los moriscos. El estudio de García Ballester sobre medicina morisca
( 12) documenta la existencia de varios médicos moriscos en esta zona geográfica, basándose en
documentos de la Santa Inquisición. Este estudio pone de manifiesto la posesión de un bagaje
médico importante como es el galenismo arabizado. La posible tenencia de material quirúrgico
se pone de manifiesto en el acta inquisitorial de un médico morisco de Cáceres. El estudio de
este autor apoya la posesión de un extenso bagaje de conocimientos médicos en esta población
minoritaria como para hacer intervenciones sofisticadas.
La falta de más piezas craneales, impiden que se pueda asignar un motivo concreto terapéutico.
Mi agradecimiento a las autoridades municipales y de arqueología de la ciudad de Gandía.
Su apoyo y confianza han hecho posibles muchas cosas en el campo de la Paleopatología
BffiLIOGRAFÍA
1.- D EWEES, D. Y SAUNDERS, W.: Tratado de Otorrinolaringología. Editoriallnteramericana. Méjico, 1986.
2.- R IVRON, A. ET BOURD!NIERE, J.: Mucocéles et pneumosinus dilatans. Éditions techniques-Encycl. Méd.
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UN NUEVO TfPO DE TREPANACIÓN CRANEAL
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3.- ROUVIER, P.; ÜARCÍA, C.; DEHON, A. ET COLOGNOLJ, R.: Sinusites Frontales. Éditions tecbniquesEncycl. Méd. Chir. (Paris-France) Oto-rhino-laryngologie, 20430 0-10, 1991 , 10 p.
4.- ÜRAÑA, F.; RoccA, E. y ÜRAÑA, L.: Las trepanaciones en el Perú en la Época Pre-llispánica. Imprenta
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Diseases in Antiquity. Ch. C. Thomas. UHnois, 1967, pp. 65 1-672.
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11.- AUFDERHEIDE, A. D. & RODRÍGUEZ MARTIN, C.: The Cambridge Encyclopedia of Human
Paleopathology. Cambridge University Press. 1998.
12.- GARCÍA BAL.LESTER, L.: Los Moriscos y la Medicina. Ed. Labor Universitaria. Barcelona, 1984.
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ARCHIVO DE PREmSTORIA LEVANTINA
Vol. XXIV (Valencia, 2001)
FRANCISCO-JOSÉ PuCI-IALT FORTEA
*
BREVE HISTORIA DE LA PALEOPATOLOGÍA
Con fuerza creciente se expanden en nuestro país los estudios de Paleopatología. En cuestión de poco mas de quince aflos el número de trabajos surgidos a la luz pública sobre las evidencias de enfermar ha ido creciendo paulatinamente, dejando de ser cosa de unos pocos científicos solitarios y poco comprendidos. La difusión de libros y revistas, la aparición de congresos
específicos, fundación de asociaciones y una mayor amplitud de pensamiento científico en el
mundo de la arqueología, paleontología y medicina, hace que los estudios en este campo aumenten progresivamente y, sobre todo, de manera continuada. Poco a poco nuestras autoridades culturales van ayudando a difundir estos estudios y aportaciones al conocimiento, si bien hay que
decir que aún se espera de ellas mucho más.
Pero ¿Qué es la Paleopatología? Hay que definirla, pero no basta con ello. Hay que saber,
aparte de su definición, como aparece y como se desarrolla, en definitiva hay que saber su historia. Viendo esto podremos sorprendemos gratamente al ver que el hombre se ha interesado
mucho y, desde hace bastante tiempo, por esta clase de conocimientos que aporta el estudio de
las evidencias de enfermar en restos de organismos, ya sean humanos, vegetales o animales, de
épocas pasadas. El que decida integrarse en esta rama científica ha de saber que no cae en un
sitio por desarrollar ni va en una dirección desconocida, y ha de saber que no está solo.
Estudiemos pues la definición de lo que es La Paleopatologfa y, sobre todo, estudiemos su
historia, esa vista hacia atrás tan necesaria para tener conciencia de lo que cada uno de nosotros
va a encontrar al mirar hacia delante.
La Paleopatologia es el estudio de las evidencias de enfermedad encontradas en los restos
• Unidad docente de Medicina Legal. Facultad de Medicina. Universitat de Val~cia. (Estudi General).
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FRANOSCQ-JOSE PUCIIALT F ORTEA
de seres vivos de épocas antiguas. Esta definición es la natural unión de la propuesta por Sir
Marc Armand Ruffer en 1914 y la que da Vuillemín al incluir a los vegetales, como organismos
vivos que son, en el campo de estudio de la Paleopatologla, unión de conceptos ya efectuada por
León Palés (1 ).
La enfennedad en Paleopatología hay que entenderla como toda desviación del estado sano
o normal del cuerpo que ha dejado una huella visible sobre los restos que han llegado hasta nosotros. Esta idea propuesta por Roy Moodie es acertada y fundamental para explicar el objeto del
estudio: La enfermedad y sus evidencias (2).
Es una ciencia pluridisciplinar, pues, aunque tenga un fuerte contenido médico-biológico,
todos pueden aportar algo, todos debemos estudiar mucho, todos somos necesarios. No se puede
prescindir de nadie que pueda aportar nuevos conocimientos al acervo común. Alguien descubre
los restos, alguien los estudia y clasifica, alguien aplica técnicas para su datación y estudio,
alguien aplica, o modifica, técnicas especiales de estudio ya desarrolladas con otros fines,
alguien integra los datos obtenidos en estudios generales, tanto de población como de salud o de
propagación de una enfermedad.
Se pueden, y deben, aprovechar estos datos para dar cada vez una idea más exacta del
mundo que nos rodea, tanto desde el punto de vista de estudio de las especies animales y vegetales ya extintas, evolucionadas, o llegadas hasta nosotros sin haber cambiado, como desde el
punto de vista del estudio del hombre. Preciosos datos que nos hablarán de épocas pasadas, ayudando al continuo reescribir de la historia, tanto del hombre como de los demás seres que le rodearon en tiempops antiguos, o le antecedieron.
¿Qué ideas han hecho posible el grado de desarrollo de esta ciencia? ¿Cuáles han sido los
primeros estudios? ¿Qué camino han seguido y qué desarrollo han tenido los estudios y las
ideas? Entramos en la Historia de la Paleopatologia.
Las aportaciones al conocimiento de los procesos de enfermar han sido numerosas a lo largo
de los años, contribuyendo con conceptos, ideas, hallazgos, interpretaciones. Cosas éstas que han
de estar en permanente revisión, pues al plantear dudas creamos nuevas ideas, siendo la certidumbre un elemento de corrosión.
Los estudios de Paleopatología se han centrado mucho en el hombre, Paleopatología humana, poco en los animales, Zoopaleopatologia, y casi nada en los restos fosilizados de plantas,
Fitopaleopatologia. No se pueden ignorar ninguno de estos campos, pero el hecho es que los
estudios sobre el hombre están mucho más desarrollados. Este extremo se justifica porque cuando el hombre abre su mente al conocimiento y mira a su alrededor ve que está rodeado de otros
hombres, hay una especie de antropocentrismo investigador que tendrá que ir desapareciendo.
Esta Historia de la Paleopatologia, por ende, también tiene que incurrir muchas veces en este antropocentrismo casi obligado.
Ya en La época clásica aparecen las primeras anotaciones sobre fenómenos observados en
esqueletos antiguos. Es de Herodoto de quien nos llegan las primeras noticias. Relata la aparición de una calavera toda de una pieza, sin huellas de unión entre sus elementos óseos, y la existencia de un esqueleto de cinco codos, entre las osamentas de los combatientes de la batalla de
Platea.
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BREVE HlSTORIA DE LA PALEOPATOLOGÍA
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Relata este mismo autor que pudo observar, él mismo, en un campo de batalla en el bajo
Egipto, que el cráneo de los persas de Cambises era mucho más frágil que las calaveras egipcias
procedentes del mismo combate (3).
No cabe duda que existieron más observaciones por parte de los estudiosos clásicos, medievales y del renacimiento. Forzoso es decir que no tendrían ni gran difusión, ni fueron de tipo continuado. Son estudios meramente descriptivos y totalmente empíricos. Pero no por esto hay que
desestimarlos alegremente. Muchas muestras han llegado hasta nosotros, y no necesariamente de
la mano de médicos. El cuadro de Santa Teresa, efectuado por Rubens y sito hoy en Rotterdam,
presenta una curiosa calavera con sutura metópica, al igual que en algunos de los dibujos de la:
"Nueva crónica y buen gobierno", ejecutados por su autor: Guaman Poma de Ayala (4). De
nuevo, y siempre, el interés del hombre por el hombre y lo que le rodea.
Realmente los estudios de los vestigios de enfermedad en los restos antiguos empiezan a
finales del siglo XVIII. Con Morgagni la ciencia se dota de un precioso concepto: El anatomopatológico. Se ponen en relación las alteraciones de la salud del sujeto con las observadas en su
organismo después de la muerte. Este concepto empieza a ser aplicado al campo de los estudios
sobre restos esqueléticos en 1774 por Esper que, estudiando la pelvis de un mamífero fósil del
Pleistoceno, describe una fractura consolidada, confirmada por reexámenes modernos. También
describe un tumor óseo femoral en un oso de las cavernas y que atribuye a un tumor maligno, un
osteosarcoma. Se empieza a atribuir una enfermedad al hallazgo de una lesión. Es el verdadero
comienzo de la Paleopatología (2, 5).
Los primeros investigadores en este dominio, tales como Cuvier o Walther, limitan su curiosidad a la patología traumática más evidente y a las afecciones reumáticas en los animales fósiles, al ser el material más accesible en los museos. Es solamente a partir de la segunda mitad del
siglo XIX, con la fijación y revisión completa de la doctrina y de los métodos de la anatomía
patológica efectuadas por Rokitansky y Vrrchow, cuando los antropólogos, paleontólogos y los
médicos abordan con detenimiento y continuidad el estudio de los vestigios de enfermedad en
restos antiguos animales, humanos y vegetales.
Es, sobre todo gracias a los trabajos de Rudolph Virchow y al antropólogo y cirujano Paul
Broca, cuando se admite ya de una forma generalizada, la existencia de indicios de trazas patológicas sobre las osamentas humanas y se reconoce el interés de su estudio sistemático. Prunieres
y Lucas-Championniere exponen en esta tan fecunda época sus trabajos clásicos sobre las trepanaciones y su significado. Cráneos trepanados y otras piezas de interés son analizados ávidamente por estos científicos, contribuyendo a la difusión del interés sobre estos estudios. Es descrita, dentro de esta misma época, la criba orbitaria por Welcker, estudiando cráneos de origen
peruano, de Java, etruscos y africanos. Czermak inaugura el estudio microscópico de tejidos
momificados, que tendrán continuidad 50 años más tarde en la obra de Ruffer. Incluso el estudio
de cráneos deformados precolombinos halla su hueco en el ingente trabajo de antropología de
Topinard, de más de 1100 páginas de extensión. Como se puede ver, la segunda mitad del siglo
XIX es, en efecto, fecunda en esta clase de investigaciones. Parrot, Le Baron, Bartels y otros,
tomaron esta vía examinando los restos humanos prehistóricos y galo-romanos de Europa occidental. A pesar de que se pueda poner en cuestión el diagnóstico de determinadas lesiones atri-365-
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FRANcrsco-Jostt PUCHALT FoRTEA
buidas a La sífilis y al raquitismo, el trabajo de estos sabios nutre a La ciencia de conocimientos
médico-históricos nuevos e incontestables. Al final de este siglo ya hay pruebas ciertas de la presencia, sobre las osamentas humanas de épocas pasadas, de enfermedades diversas: Traumatismos, procesos inflamatorios purulentos y tuberculosos, neoplasias, afecciones reumáticas, caries
dentarias, raquitismo, etc. (2, 5, 6, 7, 8, 9).
Muchos autores, al hacer un estudio por fases, al intentar encuadrar la historia en secciones
temporales, hacen aquí una separación, como si al pasar del siglo XIX al XX se pasase un capítulo. Creo que no debe ser así pues no hay un hiatus en el discurso investigador ni ruptura con
fundamentos ya establecidos. Al contrario, hay una continuación en progresión casi geométrica
y aplicaciones de técnicas de estudio ya existentes a nuevas fuentes de hallazgos: sólo se puede
hablar de expansión. ¡Y vaya expansión!
El primer tercio del siglo XX es la continuación casi frenética de los avances conseguidos a
finales del siglo precedente en una p rogresión casi de vértigo. Aprovechando los progresos en
conocimientos generales en patología ósea y en bacteriología, usando las técnicas de cortes histológicos y sirviéndose de las aplicaciones que ofrecen los rayos X, los científicos de este periodo identifican un número importante de enfermedades que habían dejado sus buenas en los tejidos de los cuerpos humanos, de animales, y aparecen también trabajos sobre fitopaleopatologia.
Las adquisiciones cientificas en este periodo transcurrido son recogidas en los excelentes
trabajos monográficos de Marc Armand Ruffer, Roy Moodie y León Patés ( 1, 2, 9).
Es a principios de este siglo cuando se empiezan a hacer estudios serios sobre las momias
de Egipto. Aunque los miembros de la exped ición Booaparte, Denon y Larrey, ya habían empezado a indagar en este tan interesante campo, es en estos inicios del siglo XX cuando se efectúan estudios con detenimiento sobre los cuerpos momificados egipcios, ayudándose para eU de
o
los rayos X y de técnicas histológicas. El periodo de la escuela inglesa de medicina en Egipto,
desde finales del siglo XIX, es particularmente extraordinario. Gente de la taHa de Elliot Smitb
(anatomista), Armand Ruffer (bacteriólogo), Alfred Lucas (químico), y D. E. Derry (anatomista), fueron Los protagonistas principales.
Un auténtico primer hito sobre la materia lo constituyen los primeros estudios efectuados
sobre los cuerpos egipcios momificados de la Tebaida por Elliot Smith entre 1901 y 1905, y el
primer análisis radiográfico, efectuado en 1903 tambien por Elliot Smith, analizando la momia
de Tutmosis IV, ayudado por Howard Carter. Esta última proeza, y la forma de llevarla a cabo,
ocupa una página propia en la Historia de la Medicina. Imagínese el lector una noche bien cerrada, buscando un coche de caballos en la ciudad de El Calro, y cargando un fardo levemente parecido al cuerpo de un hombre envuelto en telas. Con todo sigilo es llevado ese fardo a una clínica de maternidad, donde había, desde bacía poco tiempo, el único aparato de rayos X existente
en Egipto, para practicar el primer estudio radiográfico a una momia. Pocas veces la reaHdad
supera tanto a la ficción (7, 8, 10).
Ruffer explora en profundidad el amplio campo de la Paleopatologia en cuerpos momificados egipcios describiendo, entre numerosas patologías macroscópicas y microscópicas, la presencia de huevos calciñcados de Scbistosoma Haematobium en el aparato urinario de dos
momias de la XX Dinastía. Renueva Jos procesos necesarios para hidratar tejidos momificados,
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BREVE HlSTORIA DE LA PALEOPATOLOGÍA
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para su estudio al microscopio, con soluciones carbonatadas. Aplicando tinciones propias de técnicas de estudio con microscopio, realiza estudios no soñados hasta entonces, sentando bases y
procedimientos vigentes hasta ahora. Sus estudios de PaJeopatologia fueron interrumpidos bruscamente, víctima su autor de la 1 Guerra Mundial (1, 2, 5, 9).
Esta especie de era dorada de la Paleopatologfa se documenta en el trabajo de Patés que, en
su obra: " Paléopathologie et pathologie comparative", recoge una lista de seiscientos sesenta trabajos importantes sobre la materia (1).
Otra figura principal de este periodo de principios de siglo es la de A les Hdrücka. Creador
de lo que es hoy el núcleo de la californiana colección del Museo del Hombre de San Diego, y
autor de un renombrado manual sobre antropología fisica, describe en 1913 de una manera detallada la porosidad craneal parietal en cráneos precolombinos provenientes del Perú. Esta alteración fue denominada por su descubridor: Osteoporosis simétrica, atribuyéndole algo más que un
origen de lesión local, afirmando que era el reflejo de un desorden más generalizado en el estado de salud del individuo portador de la misma. En 1929, Herbert Williams estudia los aspectos
radiográficos e histológicos de esta osteopatía y explica estas lesiones por una hiperplasia funcional de la médula ósea, que acababan de ser descritas en ciertas anemias. Hallazgo y conclusión importantes para el desarrollo de estudios sobre anemias en poblaciones, aparte de como
indicador individual de la misma (5, 9, 12, 13).
Aparentemente, a partir de los años 30 del siglo XX, y hasta la década de los años 50, la
Paleopatología cae en una especie de letargo. Son años sociológicamente dificiles, secuelas de
una gran depresión económica y de la terrible Segunda Guerra Mundial, y parece que encierren
una congelación en la evolución de la investigación paleopatológica. Se confirman diagnósticos
o se rectifican los ya hechos, pero parece que no hay mucho más.
Empieza la década de 1950 cuando, de la mano de los estudios de Lawrence Angel, se
marca un nuevo punto importante: El estudio del estado de salud en el ámbito de colectividades.
Todo esto sin abandonar el estudio descriptivo de huellas de enfermedad y su repercusión sobre
el sujeto cuyos restos se estudian, dotándose de una rigurosidad cada vez más grande. A los
medios de estudio desarrollados anteriormente, se afiaden nuevos métodos y descripciones actualizadas de patologla.
Se inician los estudios de la colectividad como unidad. Este enfoque novedoso permitirá en
los sucesivos aftos el aportar datos valiosos sobre poblaciones, sus periodos de padecimiento, el
estudio de la sociedad y su relación con su entorno. Hambres, epidemias, alteraciones más o
menos bruscas de sus costumbres alimenticias, sus reacciones ante episodios hostiles y las repercusiones sobre esa sociedad, la relación entre distintos periodos temporales de una misma comunidad, costumbres, modos de vida, higiene y sanidad, morbilidad, etc. Aunque nuestros mayores
dejaron casi siempre relatos, no es posible saberlo todo a través de ellos. Incluso existieron sociedades ágrafas que desaparecieron ha tiempo, no dejando tras sí más que un puiíado de monumentos, los restos esqueléticos de sus protagonistas, y algunos nebulosos relatos de sus conquistadores.
Se empiezan a hacer estudios paleodemográficos, tablas de supervivencia, estudios de parasitología ... Se aplican procedimientos estadísticos. Se inician estudios de enfermedades concre--
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FRANCISCo-JOSÉ PUCHALT FORTEA
tas, comparando su evidencia en diversas sociedades, como la treponematosis venérea y las anemias. Los avances técnicos hacen posible incluso el estudio del estado de nutrición en poblaciones, por espectrografía y fluorescencia a rayos X.
Pero todo esto no es posible sin un mayor refinamiento de la Paleopatología descriptiva, que
es la que proporciona el material adecuado de análisis de huellas de enfermedad. Evidentemente
no todas las patologías existentes se pueden identificar por las huellas que dejan en los restos de
seres vivos que han llegado hasta nosotros. La calidad de esos restos que llegan a nuestros laboratorios es, a veces, bastante pobre. Otras veces es La naturaleza misma de la reacción del organismo ante una noxa, la que impide una investigación profunda de cuales son las causas, pues
puede ser pobre o inespecíñca.
Nuevamente es la medicina, muchas de sus ramas, y la biología, las que proporcionan valiosas herramientas como, por ejemplo, la mayor accesibilidad a aparatos de rayos X, la disponibilidad de pruebas de laboratorio mas sofisticadas, L datos que aportan los métodos de la antroos
pología forense, los análisis de D.N.A., la determinación isotópica de elementos en tej ido óseo
para la indagación de los tipos de alimentación... Todo esto acompañado por labores de divulgación, enseñanza y comunicación impensables en épocas anteriores.
Son muchos los que brillan con luz propia desde 1950 en este panorama actual que es el
nuestro. A partir de aquí se produce un progresivo aumento en el número y calidad de libros y
trabajos en el terreno paleopatológico, de forma casi logarítmica.
Angel, con sus estudios sobre poblaciones griegas y M.D. Grmek con su concepto de patoceoosis y su aplicación a los estudios del autor anterior, nos presentan nuevas perspectivas en el
campo de la Paleopatología (5, 14).
Graña, Rocca, Grana Tello, Weiss, Lastres y Cabieses, nos hablan de los vestigios de enfermedad, procesos sanadores e incluso de costumbres sociológicas, a través del estudio de los restos de poblaciones sudamericanas. Moller-Christensen dota a la colectividad científica, paleopatológica y médica, en 1953, de preciosos datos sobre la enfermedad de Hansen, estudiando restos esqueléticos de leproserías en Dinamarca (5, 11, 15, 16, 17, 18).
Clásico es el trabajo de Brothwell, traducido al castellano con el nombre de: «Desenterrando
huesos". Como clásicos son los trabajos generales y recopilaciones de Janssens, Jarcho, CaJvin
Wells, los de Morse sobre la tuberculosis, ... Es esencial la reunión de trabajos en un solo volumen efectuada por BrothweU y Sandison, muy necesarios para cualquier investigador en
Paleopatología; como esencial también e1libro que reúne trabajos y técnicas en el estudio de Las
momias, editado por Aidan y Eve Cockburn; y la compilación hecha por Brothwell e Higgs de
técnicas con el nombre de "Ciencia en Arqueología".
El diagnóstico de enfermedades en restos esqueléticos sufre un intensísimo impulso con el
libro fundamental de Steinbock denominado: "Paleopathological diagnosis and interpretation".
En él se establecen criterios diagnósticos precisos y preciosos para la Palcopato1ogía humana.
Este libro, junto con el de Ortner y Putschar denominado: "Jdentification of Pathological
Conditions in Human Skeletal Remains", marca todo un hito en el diagnóstico riguroso de vestigios de enfermedad en restos esqueléticos.
Entre otros autores más recientes podemos citar a Jean Dastugue y Veronique Gervais, con
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BREVE HISTORIA DE LA PALEOPATOLOGfA
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la obra titulada "Paléopathologie du Squelette Humain"; L. Capasso con su obra: "L'Origine de
la Malattie". No quiero dejar de citar la monumental obra de Aufderbeide y Conrado Rodríguez
Martín: "The Cambridge Eocyclopedia ofHuman Paleopathology", indispensable para el que se
inicie ahora en el campo de la Paleopatología. Por otra parte, la difusión, cada vez más rápida y
extendida de estudios y trabajos, poco creíble hace menos de treinta años, contribuye también a
unas mayores cotas de conocimiento. Bancos de datos, repertorios de bibliografía, revistas e
lnternet, lo hacen así posible (8, 11, 19, 20, 21, 22, 23, 24, 25, 26, 27, 28).
Muchos y complejos métodos facilitados por el avance de las técnicas diagnósticas y medios
físicos de estudio, hacen posible extender el conocimiento a unos niveles impensables tao siquiera hace 50 años. La edad-barrera histórica. por debajo de la cual no se consideraba el hacer estudios en restos esqueléti ~os, ha desaparecido, procediéndose en nuestros días a efectuar estudios
de poblaciones de hace pocos centenares de años. La bibliografía últimamente recensada habla
ya de más de 2 1000 referencias útiles en el campo de la Paleopatologia... y esta cifra es muy
superior si se añade al repertorio bibliográfico del Museo de San Diego, en un pie de igualdad
con sus homólogos americanos, todas las comunicaciones de congresos nacionales de países
europeos, poco citadas en esta publicación (29).
Hay que citar en lugar especia1 1a creación de la Paleopathology Association, en el afio 1971.
Con mas de 500 socios repartidos por todos los países del mundo sirve de auténtica red que une
y provee de canales de comunicación a los que investigan en el campo de la Paleopatología. Sus
convocatorias de congresos, anuales en E.E.U.U. y bianuales en Europa, son siempre esperadas
y la asistencia a ellos es cada vez más nutrida, exponiéndose los estudios y avances más recientes. Su medio de expresión, el Paleopathology Newsletter, es siempre esperado y comentado, sirviendo para intercambiar noticias y procedimientos, dar avances sobre libros e investigaciones.
LA PALEOPATOLOGÍA EN ESPAÑA
El estudio hecho por Ayarzagüena pone de manifiesto diversos trabajos sobre restos humanos hechos a lo largo del siglo XIX. El retraso cultural de nuestro país en este tiempo, afirma
este autor, hace que el desarrollo de estos esfuerzos y trabajos vaya a remolque de los avances
de lo realizado en el resto de Europa, Francia principalmente. Señala los tímidos principios del
estudio de restos antiguos aparecidos un poco antes de la mitad de este siglo, citando a Manuel
de Assas, José Plá y Varela de Montes. Este último autor con la obra titulada: "Ensayo de
Antropología, o sea Historia Fisiológica del Hombre en sus Relaciones con las Ciencias
Sociales, y especialm ente con la Patología y la Higiene".
·Poco a poco, a partir de 1860, el interés por las ciencias que estudian los restos del hombre
de épocas pasadas, va en aumento, si bien muy tímidamente. A partir de 1880 van apareciendo
importantes trabajos efectuados sobre restos esqueléticos nacionales, por autores extranjeros y
españoles: Vemeau, Oloriz, Barras de Aragón, Hoyos Sainz, Aranzadi... Se estudian siguiendo
metodología y procedimientos de la escuela francesa (30, 31 ).
Los primeros estudios serios sobre hallazgos en nuestra nación se hacen sobre material osteológico proveniente de las islas Canarias. Chil y Naranjo publica unas notas sobre anatomía
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fRANCISCo-Jost P VCIIALT fORTEA
patológica de los aborígenes canarios, en 1900. Vemeau, Hooton y Luscha publican también trabajos sobre el tema.
A partir de 1900 y hasta 1967, la tónica seguida fue principalmente la de estudiar cráneos
trepanados, o presumiblemente trepanados, y la de publicaciones aisladas y, casi todas ellas de
difusión un tanto limitada, con sus excepciones. Fusté, Fenollosa. Martínez Santa-Oialla, Rincón
de Arellano, Barras de Aragón, fueron los autores principales de este periodo. Casi todos los trabajos desarrollados se Limitaron a cráneos trepanados, algunas malformaciones y casos tumorales. Estos diagnósticos hechos por aquel entonces necesitaron ser fuertemente revisados posteriormente.
Vemos, pues, que hay una primera fase de indefinición general.
En este panorama una persona brilla con derecho propio: Juan Bosch Millares. Dedicó parte
de su tiempo a estudios antropológicos y paJeopatológicos, con numerosas publicaciones entre
1944 y 1975, culminando con La obra: "Paleopatologia ósea de los primitivos pobladores de
Canarias". En 1970 se inicia la colaboración de Rodríguez Mafiotte con el anterior autor citado,
cerrándose el círculo tan necesario de investigación-docencia para la continuidad de la paleopatología canaria. Esta actividad se ve asegurada con la incesante actividad de Conrado Rodríguez
Martín, que brilla con luz propia, trabajando especialmente en el estudio de momias guanches y
colaborando activamente con universidades americanas. Fruto de ello es, unos ejemplos de entre
muchos posibles, la organización del 1 congreso lntemacional sobre Momias, o el Proyecto
Cronos, sobre momias guanches (32, 33).
En la península los estudios sobre Paleopatologfa tardan en arrancar. Dos son las personas
clave en este despegue: Jose Manuel Reverte Coma y Domingo Campillo Valero.
¿Quién no ha leído con interés el libro de "Antropología Médica P'? ¿Quién no ha quedado
fascinado~ literalmente hablando, por las posibilidades de la Paleopatología al leer el libro:
"Paleopatología del Cráneo en Cataluña, Valencia y Baleares"? Autores los dos de gran prestigio, de abundantes trabajos y comunicaciones, y de estilo distinto y personal, han sido, y son,
responsables de la dirección de muchas tesis doctorales y tesinas, y directores de cursos de divulgación y de doctorado. Ambos son responsables del asentamiento e impulso de la Paleopatología
en nuestro país (34, 35).
En 1986 se celebra el V1 congreso europeo de la Paleopathology Association, en Madrid,
bajo la dirección de J.M. Reverte. En esa ocasión se establecen las bases de la Asociación
Española de Paleopatología, que se funda al año siguiente. En 1988 se celebra su primera reunión en Logroño, a la que seguirán en 1989 y 1990, otras dos, bajo La fonna de Jornadas. A partir de 1991 se celebran con carácter bianual bajo el fonnato de congreso: San Sebastián, Barcelona, Valencia, Cádiz, Alcalá la Real, y próximamente en Madrid.
En 1992, y dirigido por Domingo Campillo, se celebra otro de los congresos europeos de la
Paleopathology Association, el IX. La opinión unánime fue que el nivel organizativo y científico sería muy dificil de superar en adelante. El techo se puso muy alto debido a su extraordinaria
calidad (31, 36, 37, 38, 39, 40, 41, 42, 43).
Poco citados todavía, y escasos en número, son los trabajos de paleopatología sobre animales de épocas pasadas. Algo se ha avanzado desde los Lrabajos de Miralles y Crusafont, en 1952,
hasta los trabajos de De Renzi y Belinchón, en el campo de la Zoopaleopatología. Se espera que
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BREVE HISTORIA DE LA PALEOPATOLOGÍA
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esta clase de investigaciones se expandan aún más, pues gente preparada hay para esto (44).
Varios son los centros que actúan a modo de invernaderos de plantas frágiles. Digo lo de
plantas frágiles pues el paleopatólogo entra en esta ciencia por devoción. y si se descuida tiene
que salir por obligación al necesitar su tiempo para una cosa tao banal como necesaria que es
ganarse la vida. En estos centros se puede encontrar la acogida necesaria para colaborar en estudios amplios, intercambiar opiniones, procurar, y procurarse, información y bibliografia, tan
escasa como de precios prohibitivos.
En Granada, y fundado por Manuel García Sánchez, está el laboratorio interfacultativo de
Antropología, con su trabajo de investigación y de docencia, con Miguel Botella como uno de
sus miembros más activos.
Albergado en la Sociedad de Ciencias Aranzadi está otro de estos centros. Francisco
Etxeverria es uno de sus miembros más conocidos y queridos. Es un honor tener relación con él.
Es autor, entre muchos trabajos suyos, de la recopilación periódica de bibliografía sobre
Paleopatología en España (45).
En Madrid, cobijada en la cátedra de Medicina Legal, está la sede de la Asociación Española
de Paleopatología. Allí se reunen un puñado de excelentes profesionales, encabezados por Jose
Manuel Reverte, presidente honorario de la asociación. Muchos de los paleopatólogos le debemos apoyo, risas, consejos e impulso en el campo de la Paleopatología. Un poco mas allá está
Pilar Julia Pérez, en la Facultad de Geología, siempre dispuesta a ayudar.
En Valencia, gracias a la pura tenacidad de José Delfín Villalaín, catedrático de Medicina
Legal, nos albergamos unos cuantos de nosotros. Su apoyo es imprescindible, estando incluso
dispuesto a batirse en duelo por nosotros, pese a la precariedad local de medios. Actualmente es
el presidente de la Asociación Española de Paleopatología.
Dejo para el final al laboratorio de Paleopatología y Antropología cobijado por el Museo de
Arqueología de Cataluña. Domingo Campillo, impulsor del mismo, es lo suficientemente conocido dentro y fuera de nuestras fronteras como para explicar su brillante andadura. Las deudas de
gratitud contraídas por muchos de los que trabajamos en el campo de la Paleopatología son
inmensas. Tarde o temprano acudimos, y acudiréis, a sus trabajos y cursos, a su apoyo y consejo.
Muchos autores sobresalientes españoles y extranjeros quedan por citar, como Eulalia
Subirá, con su trabajo formidable sobre elementos traza, o Elisenda Vives con su dificil integración de los datos paleopatológicos a la hora de estudiar una población medieval (46, 47). No es
porque no lo merezcan, pero no ha sido el propósito de este autor hacer de este trabajo el catálogo homérico de las naves griegas, además, hay voces más autorizadas que la mía. Pero es indudable que hay un brote imparable de actividad a partir de 1970, sostenido y en aumento, en el
campo de la Paleopatologia en nuestro país.
El último acto, por ahora, en el desarrollo de la Paleopatología en España ha sido la reciente creación de la Sociedad Catalana de Paleopatología. La personalidad recia de sus fundadores
y componentes es una garantía de que va a ser una sociedad abierta y permeable. Todos los que
trabajamos en este campo saludamos con alegría su aparición.
Ha llegado el final de este pequeño bosquejo. Espero y deseo que no por breve haya dejado
de ser de interés.
Y habiendo mjrado hacia atrás, continuemos hacia adelante.
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FRANCISCO-JOSÉ PUCHALT fOI\TEA
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
NORMAS PARA LA PRESENTACIÓN DE ORIGINALES
Archivo de Prehistoria Levantina, revista periódica de carácter bianual, tiene como objetivo editorial la publicación de
estudios, trabajos y notas sobre Prehistoria, Protohistoria y Arqueología en general, siendo su vocación de ámbito esencialmente mediterránea.
APL admite cualquier lengua hispánica, además de francés, inglés, alemán o italiano. La extensión de los trabajos
- incluyendo texto general, notas y pies, ilustraciones (figuras de línea, láminas, gráficos, etc.) y tablas- deberá tener un
máximo de 40 páginas (90.000 caracteres). Los autores decidirán la proporción de texto e ilustraciones en cada caso.
Los trabajos habrá.n de ser inéditos, aunque excepcionalmente podrán tener cabida traducciones en alguna lengua hispánica de artículos ya publicados y cuya temática sea de especial interés de acuerdo con la linea editorial expuesta.
Los originales deberán remitirse a la dirección de la revista (Servicio de Investigación Prehistórica. Centre Valencia de
Cultura Meditem\nia "La Beneficencia". C/ Corona, 36. 46003 Valencia).
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y tablas es aconsejable el soporte informático. Si no se entrega el original, se admitirán duplicados de calidad con impresora Láser en papel opaco, nunca vegetaL Las figuras llevarán escala gráfica, normalizando su representación y orientando de
forma convencional los objetos arqueológicos. Los mapas indicarán el Norte geográfico. La rotulación, en mapas o figuras,
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Referencias blbUogréficas
Las citas bibliográficas en el texto se realizarán de la forma siguiente: situado entro paréntesis, el apellido(s) del
autor(es), con minúsculas y sin la inicial del nombre propio, seguido del aí!o de publicación y, caso de refe.rencias completas, de la página, figura, etc. resei\adas tras dos puntos. Ejemplo: (Aura Tortosa, 1984), (Pia, Martl y Bemabeu, 1983a: 45).
Si hay más de tres autores: (Mard et al., 1987).
La lista bibliográfica se situará al final del trabajo, siguiendo un orden alfabético, por apellidos. Se incluirán todos los
nombres en las obras colectivas. No son aconsejables las citas en texto de trabajos inéditos (tesis, tesinas); es prefen'ble su
reseí\a completa en notas al pie. Las obras en prensa, para ser aceptadas, deberán tener todos los datos editoriales.
La resella completa de las citas (lista bibliográfica) atiende a los siguientes criterios: el apellido(s) del autor(es), en
mayúscula, seguidos por la inicial del nombre propio y por el afio de publicación de la obra entre paréntesis, diferenciando
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con letras (a, b, e, etc.) trabajos del mismo autor(es) publicados en el mismo ano. Los títulos de monografías (Hbros u obras
colectivas bajo el mismo lema) o, en su caso, de revistas o actas de Congresos deberán ir en cursiva y sin abreviar. Para las
monografias se señalará la editorial (o entidad editora) y el lugar de edición; para las revistas, el volumen, el lugar de edición y las páginas del articulo; y para los Congresos, el lugar y la fecha de celebración, así como el lugar de edición y páginas. Los siguientes ejemplos ilustran la nonnativa:
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Neolltico antiguo en la zona oriental de la Peninsula Ibérica". En J. Guilaine, J. Courtin, J.-L. Roudil y J.-L. Vemet
(dirs.): Premieres communautés paysannes en Méditerranée accidenta/e. Acles du Colloque International du CNRS
(Montpellier, 1983). Éditions du CNRS, París, pp. 607-619. [Ejemplo de comunicación a Coloquio, con directores de
pubHcación.]
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monografia (obra colectiva sin editor).)
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En J. Huggett y N. Ryan (eds.): Computer Applications and Quanlilative Methods in Archaeologia, 1994. BAR
Intemational Series 600 (Tempvs Reparatum), Oxford, pp. 127-132. [Ejemplo de contribución a obra colectiva con editores.)
Pruebas y separatas
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Sobre dunas, playas y calas. Los pescadores prehistóricos de la Cueva de Nerja (Málaga) y su expresión arqueológica en el tránsito Pleistoceno-Holoceno
Joan Emili Aura Tortosa / Jesús Francisco Jordá Pardo / Manuel Pérez Ripoll / María José Rodrigo GarcíaPag. 9-40descarregarLa Muntanya del Cavall (Albalat dels Tarongers, Valencia), un yacimiento mesolítico en la Serra Calderona
Javier Fernández López de Pablo / Rafael Martínez Valle / Pere Miquel Guillem CalatayudPag. 41-64descarregarEl proceso de domesticación animal en el Próximo Oriente. Planteamiento y evolución
Manuel Pérez RipollPag. 65-96descarregarEl arte rupestre de la Tinada del Ciervo (Nerpio, Albacete). Revisión del conjunto
Miguel Ángel Mateo Saura / A. Carreño CuevasPag. 97-118descarregarEstudio antropológico de cuevas de enterramiento procedentes de Artana (Castellón)
Blai Cloquell Rodrigo / F. Rodes / J. B. MartíPag. 181-198descarregarConsideraciones en torno al poblamiento de la Edad del Bronce en la Marina Alta
José Luis Simón García / Marco Aurelio Esquembre BebiaPag. 199-222descarregarEl Cabezo Redondo (Villena, Alicante) y las puntas de flecha óseas de tres aletas en la Península Ibérica
Mauro Severo Hernández Pérez / Juan Antonio López PadillaPag. 223-242descarregarVajilla ibérica y sus vasos singulares del área valenciana entre los siglos III y I a.C
Helena Bonet Rosado / María Isabel Izquierdo PerailePag. 273-314descarregarEl comercio de los molinos rotatorios romanos en el Mediterráneo y litoral atlántico norte africano
A. Mederos Martín / G. Escribano CoboPag. 315-332descarregarEl tesorillo republicano de Castillblanques (Cortes de Pallás, Valencia)
Manuel Gozalbes Fernández de PalenciaPag. 351-356descarregarUn nuevo tipo de trepanación craneal. (Breve nota arqueológica)
Francisco José Puchalt ForteaPag. 357-362descarregar