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RCHIVO
O€
R€HISTO~IA L EVANTINA
,Ho.(EHAJE A
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DoMINGO rl.ETCHER
ToMo
11
S rRvicro DE INVESTIGl\CJóN P REHJ.rroRICA
DE
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e xc.MI\. o
IPVfACION.
P ROVJNCIAL DEV A LENCIA
VOL XVIII
VALENCIA Mt:ML}(XXVIII
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
XVIII
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ARCHIVO
DE
PREHISTORIA LEvANTINA
HOMENAJE A D. DOMINGO FLETCHER VALLS
TOMO II
SERVICIO DE INVESTIGACION PREHISTORICA
DE LA EXCELENTISIMA DIPUTACION
PROVINCIAL DE VALENCIA
VOL. XVill
VALENCIAt MCMLXXXVIII
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I.S.B.N.: 8U64GU$.1
I.S.S.N.: 0%10-8230
DBPOSITO LBGAL: V. 887-1989
BDrl'ORIAL F. DOMI!NECH, S. A.-Gr.it, 12. 46014 Vallllcia
IMI'RESO BN BSP~A
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EXCMO. SR. D. DOMINGO FLETCHER VALLS
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El Servicio de Investigación Prehistórica de la Diputación de Valen-cia ofrece los volúmenes XVIII y XIX de su revista ARCHIVO DE
PREHISTORIA LEVANTINA como hom€naje a su Director Honorario,
DOMINGO FLETCHER VALLS.
Tal como fuera previsto por Enrique Pla Ballester, quien desde la
Dirección del S .I.P. promovió y organizó el hom€naje del que forman
parte estos volúm€nes, se recogen aquí fundam€ntalmente los trabajos de
los estudiosos valencianos. De este modo, publicada ya en el número
anterior de la revista la crónica de los actos celebrados, las notas biográficas y
extensa bibliografía de DOMINGO FLETCHER V ALLS, que
afortunadam€nte sigue acrecentándose, así como las colaboraciones de
destacados investigadores que siempre mantuvieron una estrecha relación
con el S.I.P., estos nuevos volúm€nes de nuestra revista dedicados a su
persona y a su obra continúan y completan el homenaje en uno de sus
aspectos más importantes. Los trabajos aquí reunidos quieren representar
la sincera adhesión de quienes han podido confluir en la labor desarrollada por el S .I.P. en todo cuanto se relaciona con la Prehistoria y la
Arqueología valencianas y se sienten vinculados y directamente beneficiarios de una obra ejemplar.
B. M. O.
za
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ARCHIVO D& PR&HISTOlUA LEVANTINA
Vol. xvm (Valeocla, 11188)
VALENTIN VILLAVERDE BONILLA
(Valencia)
CONSIDERACIONES SOBRE LA SECUENCIA DE LA COVA DEL PARPALLO
Y EL ARTE PALEOLITICO DEL MEDITERRANEO ESP~OL
Entendemos como un acto de gratitud a D. Fletcher nuestra contribución a este
homenaje con un artículo dedicado precisamente al estudio de una de las colecciones
más queridas del Servicio de Investigación Prehistórica de Valencia, la formada por
las plaquetas de la Cova del Parpalló. Sirva, esperamos, a tal objeto este trabajo en el
que retomamos la valoración de su secuencia artística a la luz de los hallazgos y
estudios efectuados en los últimos años en el ámbito mediterráneo peninsular.
Desde las fechas en que Pericot publicara la monografía dedicada al resultado de
sus excavaciones en Parpalló, con un detenido estudio y abundante ilustración gráfica
de sus plaquetas (1), con escasas aunque significativas excepciones la secuencia
artística de este yacimiento ha sido poco considerada y valorada en relación con el
establecimiento de la cronología y características del Arte paleolítico. Es un hecho·
indiscutible en cuya explicación parecen intervenir diversas razones: la temprana
fecha de excavación de Parpalló, en los años treinta; la coincidencia de su publicación,
el año 1942, con la n Guerra Mundial; el carácter prácticamente aislado del yacimiento en la región, en la que además se produjo a partir de los años cincuenta un
detenimiento de las excavaciones, que de hecho no se reanudaron hasta los años
setenta; y la rápida aparición del concepto de «provincia artística mediterránea»,
formulado por Graziosi en los años cincuenta y admitido por el mismo Pericot inmediatamente (2). Y ello a pesar de que la colección de piaquetas pintadas y grabadas de
.
. .
(1) L. PERICOT OARCIA: «La c:uen del P..,.U6 (Gand!a)ot. Co~>~ejo Superior de Inv..tipcioDM Cientllleu, IMtltuto DMio de Valúquea.
Madrid, 1942.
(2) P. ORAZIOSJ: •L't.rte dell'andea .U dalla pietra•. SaMoni. P1oreDcia. 19156.
P. O RAZIOSl: • L 't.rt pa16olit.bique ele la provinc:e med.i~e el - influeocee dane lee kmpe poetpel6oUtlúq-. en Prebillorie
Art of lbe Weetern Medj~ and t.be Sabara. ecllttdo poc L. PBRICOT OARCIA '1 E. RIPOLL PBR&LLO, 1966, p6p. 86-68.
L. PBRICOT GABCIA: •Medio aialo de prehialoria biepánica>t. Diacuno inauaural da! aAo acacWmico 181U-1986 ele la Univ.mdacl de
Battelona. Barcelona, 1964, pq. 4&
-
11 -
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2
V. VILLAVERDE
Parpalló se compone de cerca de 5.000 piezas que, aunque de valor desigual, cubren la
práctica totalidad de la secuencia del Paleolítico superior regional, desde el Gravetiense hasta el Magdaleniense.
De todas las razones señaladas dos merecen un comentario más detenido, ya que el
avance de la investigación, favorecido en parte por el hallazgo de nuevos yacimientos,
permite hoy considerarlas de otra. manera: el tema del «aislamiento» de Parpalló y el
concepto de «provincia artística mediterránea».
En efecto, una de las mayores dificultades con las que el estudio de la secuencia
industrial y artística de Parpalló se ha venido enfrentando desde su descubrimiento y
excavación ha sido la de su relativo aislamiento, circunstancia que en algunas fases
concretas, como por ejemplo la corréspondiente al Magdaleniense inicial, aún hoy
continúa vigente. En este sentido cabe señalar que aunque dentro de la comarca de la
Safor, marco geográfico natural en el que se encuentra la Cova del Parpalló, se
excavaron en los años cuarenta y cincuenta otros yacimiento del Paleolítico Superior,
tales como la Cova de les Mallaetes, la Cova del Barranc Blanc, la de les Rates
Penades o la de les Meravelles (3), entre esta zona y las restantes de la vertiente
mediterránea peninsular, cuyos núcleos más significativos se situaban en la comarca
de Serinya y las regiones de Málaga y Alm.ería, mediaban importantes vacíos geográficos tan sólo salpicados de algunas excepciones de interés relativo, bien fuera por la
falta de datos, bien por la ausencia de excavaciones sistemáticas -Covalta. Calaverea,
Cejo del Pantano, etc.
En el campo concreto del Arte paleolítico, aunque era posible referenciar Parpalló
a un marco geográfico más amplio, el de la España mediterránea, fijando la vista en el
arte parietal de Andalucía, la situación en cierto modo venía siendo similar a la que
proporcionaba la secuencia industrial, pues entre ambos «focos» artísticos mediaban
importantes distancias y una diferencia notable en el tipo de soporte, mueble éste y
parietal aquél.
Parpalló aunaba, por tanto, dos importantes limitaciones en cualquier intento de
valoración supraregional, y especialmente en el campo del arte, la de su aislamiento
dentro de la vertiente mediterránea y la de su exasperante individualidad, que obligaba a un auténtico salto análitico a la hora de establecer unas generalizaciones que
necesariamente habían de partir y finalizar en el mismo yacimiento.
La situación, arrancando aproximadamente de los años setenta, ha cambiado
sustancialmente, si bien justo es reconocer que en relación a otras regiones europeas
(8) D. FLBTCHBR VAUB: •Róto•a (Valencia). Covacha del Banue Blane>o. Noticiario Arqueolótrleo Bwpúüeo [, 1952. Madrid. 1968. pq.
10.
t.
D. FLBTCRBR VA.LLS: tdl6tova (ValebeW). Cova de te. Ratee P8118-. Noticiario An¡ueol6trleo Kbpinieo l , 18152. Mad.inl, 1968. pq. 13.
D. FLBTCRBR VA.LLS: •Batado actual del eetudio del Paleolltico y Meeolflico val~t>cianoa». RaviMa de Archlvoe, Bibli-.a y Mu-.,
LXII. Madrid, 11N56, pQa. 841-8'16.
F• .IORDA CERDA: o&eueoeia ..W.ticráfiea del Paleollt.ico l.,antinoot, IV ~ Anlueolótico del Sud- E.paliol (Bicbe. 11148).
Cartac-. 1848,
pQa. 11M-111.
F. JORDA CERDA: «
B. PLA BAU.BST&R: «L. Coya de lee Meravall• (GaDclfa)o. ArcbiYO de Preiatoria Levantib& n. Valencia, 11N6, pQa. 1&1·202.
B. PLA BALL&STBR: «AetiYidaclee del s.t.P. BxeaveciODea y exploraciaon• ¡netieada. deede el a6o 11129 a 1&46oo. Archivo de
~ Levantina n. Valellcia. 1&46, pQa. 191·202.
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EL PARPALLO Y EL ARTE PALEOLffiCO
3
existe aún una deficiencia documental, especialmente porque la mayoría de los yacimientos están en curso de excavación y todavía no se dispone de una visión lo
suficientemente contrastada para alguno de los períodos en campos tales como la
cronoestratigraffa o el conocimiento del paleoambiente, donde los trabajos sobre
Mallaetes (4) han constituido la única referencia válida hasta la realización de otros
más recientes sobre Calaveras, Porcs, Llop, Matutano o el Tossal de la Roca (5), y
donde los estudios pioneros de Davidson sobre la fauna y el territorio constituyen, por
el momento, la única interpretación paleoeconómica y espacial disponible de esta
región (6).
A la espera de que en breve nos proporcionen datos similares a los anteriores,
permitiendo así una visión más contrastada y completa de la secuencia, yacimientos
tales como Matutano (Vilafamés, Castellón) (7), el Pla de la Pitja (Pobla Tornesa,
Castellón) (8), la Cova deis Blaus (Vall d'Uxó, Castellón) (9), el Abric de la Senda
Vedada (Sumacarcer, Valencia) (10), la Cova del Barranc del Infern (Fleix, Alicante)
(11), la Cova del Sol (Fondó de les Neus, Alicante) (12), la Ratlla del Bubo (Crevillent,
Alicante) (13), la Cova Beneito (Agres, Alicante) (14), la Cova de les Cendres (Teulada,
Alicante) (15) o el Tossal de la Roca (Vall d'Alcala, Alicante) (16), por nombrar tan
sólo los más importantes o en curso de excavación, se han sumado a los anteriormente
(4) F. J . FORTBA PUBZ y P. JORDA CBRDA: cLa Cu.va de 1• Wall.aetee y loe problwua del PaleoUtko S..perior dtl Mecliterrineo
.
M. DUPRB OWVIBR: ~ poUnic:o de Md.imentoe arqueol6tPcc» de la CU..a de 1• Mall..tatee (Barx. ValeDcla)t. eu.dernoe de
Oeotnfla. 26. Valeocia, 1880, pép. 1·22.
M. P. PUM.ANAL OARClA: .sadi...,.tolocia y clima tt> el Pata Valenciano. Lu euevaa habitada& tt> al C~~awnario reciet>teoo. ~
Vllrioa del S.LP., nW.. 88. ValeDcla. 11188.
M. P. JIU)(ANAL OARCIA y M. DUPRE OLUVIER: ..scMma paloloc.lúaatique et c:lllonoetrad.,..plúque d'une MqlltiDct du P&Wollthi·
que Sup6rieur de la fWtion dt Val._ (Eapqne)t. B.A.P.E.Q.• núm. 18, 1988. ~
(6) F. J . PORTIA, J . M. PULLOLA. V. VILLAVBRDE, L DAVIDSON, M. DUPRE y M. P. PUMANAL: oSch""a pal6oelimadqu., r&wúque
et chronoetrati.,..phlque dtt lnd....uiee l bord abattu de la r6t¡ion méditerraMennt ttpqDOltot. Riviata di Sd.,... Prtlatorieht, x:xxvm.
Flonncia. 11183, pép. Sl.e?.
F. MARTINBZ CABRERA: ~u.¡. oacliDieotolclsico del yaeimieato arc¡ueol.s.pco de la eo..&dtl Uop (Oandla, Valtnda)t. Tttia de
U.:.Odatura il>6dlta. Valencia. 1883.
J . S. MARTlNBZ SANSO: «Aúliaia poUnico dtl yacimiento arc¡uoolclsieo de la Cova dtla Porc:a (Real de Gandla, Valenda)t. T á de
Lletnclatura iMdlta. Valencia, 1986.
C. CACHO, M. P. FUMANAL. P. LOPEZ y N. LOPEZ: «Cnntribution du Toetal de la Roca (Alicante) l la ehronoetntü.,._plrle du
Pal6olithiqut Sup4rieur Pina! dana la recion de Valence (Bapqne)t. Riviata de Sdense I'Niatoriebe, XXXVJfi. PIOI'eDCia, Ul88, plp. 89-90.
C. OLARIA, F. OUSI, J. BSTBVBZ, J . CASABO y M. L. ROVIRA: •BI yacimiento mqclaltniente de Cova Matutano (VIIafun6t,
Caatell6n). Batudio deleondeo •trati¡rifieo 19'79ot. Cuademoe de Prebíatoria y ArqueoiOiia Cutellon-, 8. Caatell6n, 1986, plp. 21·100.
(8) J. DAVIDSON: eLata Paleollthic Beonotey In Eaatam Spalnlo. Tetia DoetoraJ in6dita. Univtnidad de Cambridre, 1880.
l. DAVIDSON: «. ee N.allaetet and Mond6ver: lhe tCOnOIJIY of a b\IDI&D croup in pNbiatoric SJMiln•, en Probl- in Bcon-ie and Social
L
Archaeol08)1. Londzee, 1976, plp. 167·178.
l. DAVlDSONy O. N. BAILEY: .Sita Explotation Tarritoriee and Topocrapby: Two Cue Stuci!H &om Paleollthic S.,.ltut. Jounal ot
Azcheolotieal Selenee, 10, 11183, plp. 67·116.
(7) OLARIA BT ALII: Op. cit. en la nota anterior.
(8) J . CASABO BBRNAD y M . L. ROVIRA GOMAR: •Bl Paleolltieo Superior y Eplpaleolltieo Mlcrolaminar en C...ll6n. Balado aetll&l de
la eutttl6n>t. PLAV.S.¡untum, 21. Valencia. 1987, plp. •7·107.
(9) Actualmente en cuno de ucnael6n bajo la clireeci6n de J. Caaabó Benwd.
(10) V. VILLAVBRDB BONILLA: cLa lndwltria mqdaleni- del Abrí<: de la Senda Vedada (SWIUidcft, Valenci->. NOMY&a eonaideraclon• oobn el MaPaJenl- Mtclitemneo PtftÍD8Ill&l'l>. PLAV.&¡untum, 18. Valencia, 11184, pép. 28-47.
(11) C. CACHO QUESADA y S. RIPOLL LOPEZ: •Nu.vu píau da ute muebltt en el Medit.rrineo Bapallollt. Tnba;ot de Pr.biatoria, 44.
Madricl, 1987, pép. 36-62..
(12) V. VlLLAVBRDB BONILLA y B. MAR11 OUVBR: ..Paleolltie 1 Epipaleolltic. Lee Soeietauo Ca~ de la Prebiatoria Valenci&D&Jt.
Seneí d'lnv..U,aci6 Prttbitbriea. Valencia, 1984.
(13) VILLAVBRDB BONILLA y MAR11 OUVBR: Op. cit. nota anterior.
(1•) O. ITIJRBiil y B. CORTBLL: «Cova Beneito: Avance pnliminar!o. PLAV-Squntwn, 11. Valencia, 1882. pép. 9-44.
(16) VIlLAVBRDB BONILLA: •BI .....,.WenitnM de la eo..a de t. CendJoet (Teulada, Allcanta) y 111 aportación al COIWicimieoto del
....,.W.ni- medittrrbeo penlnaular». PLA V&,untwn. Valeacia. 1981, pép. N6.
(18) CACHO BT AIJI: Op. cit. nota 6.
MJ>dol>o. Zepbyrul. XXVJ.xxvn. S.l•m•"""· 1976. pq.. 129-1813.
-13-
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V. VILLAVERDE
4
citados y nos sitúan ante un panorama nuevo en el que, además, el ritmo de descubrimientos no sólo no decrece sino que aumenta constantemente.
Un aspecto merece destacarse de todas estas novedades, y es que la secuencia de
Parpalló se ha ampliado y, lo que es más importante, confirmado a partir de ellos. Así,
a la secuencia de Mallaetes, que actualizaba y dotaba de contenido cronológico a los
niveles gravetienses y solutrenses de Parpalló, se han añadido datos suficientes como
para formular con mayor precisión la cronología del Solútreo-gravetiense, especialmente en sus momentos finales, tal y como se desprende de la fechación obtenida en
Cova Beneito, o para perfilar con mayor detalle la evolución del magdaleniense, al
comprobarse la riqueza y variedad de yacimientos en los que aparece el Magdaleniense superior.
Aunque los puntos que exigen una mayor profundización son numerosos, es obligado reconocer que los trabajos de revisión de las colecciones antiguas efectuados en los
últimos años y entre los que destacan los que se han centrado en el Gravetiense (17), el
Solutrense (18) y Solútreo-gravetiense (19), permiten partir de una visión suficientemente actualizada del conjunto de la secuencia regional (20), lo que sin duda redunda
en una mayor seguridad a la hora de valorar su secuencia artística.
Ni que decir tiene que el incremento de información en el País Valenciano ha ido a
la par con el que se ha registrado también en las restantes regiones del Mediterráneo
español, donde yacimientos tales como la Bauma de la Peixera (Lérida) (21), la Cova de
1'Arbreda (Gerona) (22), el Cingle Vermell (Barcelona) (23), la Cueva del Algarrobo y
la del Caballo (Murcia) (24) y el Pantano de Cubillas (Granada) (25), se han sumado a
otros ya conocidos algunos años atrás, tales como los de la Cueva de Nerja (Málaga)
(17) J. L MIRALLES: «El Oravetionee en el Polo Valencianoot. PLAV&¡untWD. 17. Valencia. 1882. p4p. ~.
(18) J. M. FtiLLOLA PERJCOT: • Bl Soh1treo-Gravet i - o ParpalleDae, lnduatria Meditarrinea•. Zepbyng, XXVDJ.XXIX.
8a1amanca.
1978. p4p. 113-123.
PULLOLA PBRICOT: «Lea induatriao lítica.t del Paleolítko Superior IWrieooo. Trabt.joo Varioo del S.lP., nlim. OO. Valmcla, 1919.
VILLAVERDE BONILLA y J. L. PB~A SANCHBZ: •Pieaaa con eecotadura del Paltolílico SUperior valoncianOlO. Trabt.joo Varioo del
S.I.P.. n.im, 6&. Valencia, 1981.
M. J . RODRIGO OARCIA: •Eieolútreo-cravetienae en la aecuencia del Paltolltico &aporior del úae modltarrin.. peninaular». PLAv.
Sapntum, 21. Valencia, 1987. pq.. 9-46.
(19) FULLOLA PERICOT: Op. cit. nota anterior.
J . E. AURA TORTOSA: •La Cova del Parpalló y el Magdalenienae de Faeiealb4rieu: Mtado actual y peropeclivu-. Zephyrue, XXXVD·
XXXVlll. Salamanca, 1984, p4p. 99-lU.
AURA TORTOSA: •La Cova del Parpalló y el Magdalenienae Mediterrinto o de CaciMib6rica.. TMI.a Doctoral in6dita. Universidad de
Valencia, 1988.
(20) FORTEA BT ALIJ: Op. cit. nota 6.
(21) J . MALUQUER DB MOTES: • Un jacinlent paleolltie a la comarca de la Nopera•. Pyreanae, 19-20. Barcelona, 1983-1984, pq.. 216-232.
J. M. FULLOLA PERICOT. J . GALLART FERNANDEZ. J. L. PE~A MONNB y P. GARCIA-AROOELLES ANDRBU: •El yacimiento
paleoUtico de la Bauma de la Peixera d'Al(4a
Prehl.atoria, V, 1986, p4p. 160-188.
J. M. FtiLLOLA PERIOOT, J. GALLART FBRNANDEZ. J. L PB~A MONNE y P. GARCIA·ARGOELLES ANDRBU: oEatudi
¡eomorColllcic i loduatrial del jaciment peleolítlc de la Bauma de la Peixera d'AI!4a (St,rl, tJeida)ll. Tribuna d'Arqueolocia 198&-1987.
Barcelona, 1987. p4p. 19-112.
(112) N. SOLER i MASnRRER y J . MARO'l'O i GENOVER: «Bill nívella d'oeupació del Paltolltlc &aperior a la cova de I'Arbreda (Serinyl,
Girona)lt. CYPMia. VI. Otrona. p4¡t. 1121·228.
(23) A. VILA 1 MITJA: •El Cin¡le v..,.u: Atatntament de ca~o....recol·ltetors del x:e. mil·letUÜ B.P.•. Excavacioae Arqueol~eo a
Catalunya, &. Barcelona, 1986.
(24) M. MARTINBZ ANDRBU: • La raae tínal del Paltolltko Superior en la Provincia de Murcia.. Teoia Doctoral io6dita. Univenidad de
Murcia. 1987.
(:!$) l. TORO MOYANO. M. ALMOHALLA GALLEGO y E. MAR'I'IN SUAREZ: ..SI Paleolltico an Granadv. M - ArqueoJ6cico de
Granada, 1984.
-14-
[page-n-15]
EL PARPALLO Y EL ARTE PALEOLmCO
S
(26), Cueva Ambrosio (Almería) (27), Cueva de Verdelpino (Cuenca) (28), Cova de la
Mallada (Tarragona) (29), la Bora Gran y el Reclau Viver (Gerona) (30), o la Cueva del
Higuerón (Málaga) y los restintes yacimientos del Sureste peninsular excavados por
Siret (31).
Todo ello incide especialmente en dos aspectos, un mapa de .dispersión mucho más
poblado, sin la existencia de grandes vacíos, que permite conocer con mayor rigor los
elementos de unidad y de diferenciación a lo largo de la secuencia y establecer un
primer balance de sus características; y una marcada tendencia a mejorar la documen- .
tación en las últimas fases del Paleolítico superior, especialmente a partir de los
momentos correspondientes al Solútreo-gravetiense.
Si bien pudiera parecer precipitado plantear en el momento actual una discusión
teórica sobre la significación o realidad de la idea de un Paleolítico superior mediterráneo, diferenciado del cantábrico, retomando así una valoración que con mayor o
menor rotundidad aparece en la bibliografía, en nuestra opinión el tema merece algún
tratamiento ya que su formulación suele acompañarse de una tremenda carga de
inercia y simplificación, que desfigura el análisis de un marco geográfico mucho más
amplio que el de la extricta franja litoral y oculta la existencia de mayores divisiones
regionales internas. Lo que resulta especialmente problemático habida cuenta de que
el juego de influencias regionales es variable a lo largo de la secuencia del Paleolítico
superior.
Bástenos señalar, al respecto, los recientes hallazgos de corte «mediterráneo» en la
Cueva de Chavea· (Huesca) (32), o la suma de orientaciones cantábricas y mediterráneas ya señaladas por Jordá en·el Solutrense portugués (33), y ampliadas recientemente al Magdaleniense por Zilaho (34), o las diferencias entre el Solutrense de Cataluña y
el del País Valenciano (35), y ello sin olvidar los ejemplos que se desprenden del
(26) J . JORDA PARDO (Bdítcx): «La Prebiatorla ele la Cueva ele Nerja (Müaaa)o. Tra~oe eobre la Cueva de Narja. l . Müaaa. 1986.
(27) E. RlPOLL PBRBLLO: «Bxc:avaclonea en Cueva Ambroeio (Vélez Blanco.~). Campe.Au de 1968-1980ot. Ampuriu, 22-23. Bereelona, 1961, pq.. 31-48.
S. R[l>()LL LOPEZ: «El Solutrenee de Cueva Ambroeio (Vélez Blanco, Almena). Campalla de 1983lt. EJtcavacioMt Arqueolóticaa en
Bepalla, 148. Madrid, 1986.
(26) M. FERNANOEZ MIRANDA y A. MOURE ROMANILLO: •El abri&o ele Verdelpino (Cuenca). Notltla de Jo. tn~oe de 197&. Tra~oe
de Pfthiatorla. 84. Madrid, 1877. ~. 31-67.
(29) F. J . FORTEA PBREZ: •Loa complejo. IIÚcrolurinartll y po~Détritw del Plpipaleolltico medl~rrineo •pallol•. Memoriu del Seminario
de Pfthiatorla y Arqueolo¡{a de Salamanca, 4. Salamanca. 1978.
(80) L. PEBICOT GARCIA y J . MALUQUER DB MOTES: «La colección BoeomP. M-otlu del lnetltuto de Betudloe Pirenalcoa, 1961.
D. SONNEVILLE-BOROBS: •L'evolution du Pal~lithique Supérleur en Cataloan... Homenaje a D. Luía Petlcot.. Bareelona, 1978,
pép. 61-68.
J . M. RUEDA TORRES: oBatudi wcnolbcie dala indúatria O..ia de laBora Gran d'en Carrert~ (Serinyl)•. Annale de I'Inatitut d'Eatudie
Gironina, XXVUI. Glrona, 1988, pép. 9-44.
N. SOLER 1 MASFERRER: •Lea primertl indúatri• del Paleolltie auperior al Nord de Catalunya. L'Aurlnyaell del Reclau-Viv.....
Betudi Genval, 1.1. Gerona, 1961, pép. 18-30.
(Sl) P. LOPEZ y C. CACHO: «La Cueva del Hi~Uerón (Málaga). Betudio de 1U1 material-. Trabajo. da Pftht.toria, 86. 1oúdrid. 1979, pép.
11-81.
FORTEA PERBZ: 0p. cit. nota 29.
C. CACHO QUESADA: «Secuencia cultural del Paleolltico Superior ea el S.B. eepdol• . Tra~oe de Pfthiatoria. lrT. Madrid, 1980, pép.
86-180.
(82) V. BALDELLOU y P. UTRILLA: • N...vaa datacionea de radlocarbono de la prebíal.oria · Tra~oe de Pfthiatoria. 42. Madrid.
1986. pép. 83-95.
(SS) F. JORDA CERDA: •BI Solutnllae de Caciee ibérica en Ponugal». Zepbyrue, XIV. Salamanc:a, 1968, pép. 80-88.
(84) J . ZILHAO: «DonnAe nouYell• eur lee Paléolith;qu. aupérieur du Portucal•. Actu L Rtwúón del Gnapo Bepallol de Tra~ del
Cua~rnario. vol. U. 1986, pép. 101· 112.
(36) FULLOLA 1 PEBICOT: Op. cit. nota 18.
-15-
[page-n-16]
6
V vnLAVERDE
.
estudio del arte, donde los elementos estillticos permiten ir algo más allá de las
deduciones que se desprenden del estudio de las industrias, y en el que conjuntos tales
como los de la Cueva del Niño (Albacete) (36), o la Cueva de la Griega (Segovia) (37),
podrían, junto al Trucho (Huesca) (38), constituir la más clara evidencia.
El limitado pero significativo arte de las Mesetas, constituye un claro ejemplo de
esa combinación de influencias, cantábricas y mediterráneas que, por sí mismas, son
significativas del peligro que supone toda visión que se estructure sobre la aceptación
de la existencia de dos regiones contrapuestas o aisladas. Y desde ahora mismo
queremos señalar que el concepto mediterráneo que estamos manejando, aplicándolo a
la. industrias del Paleolítico superior peninsular, nada tiene que ver con el que se
s
desprendía de una visión supraregional en la que quedaban también incluidas la
Península Itálica o el Languedoc oriental. Esto es, aquellas regiones que se sitúan más
allá de la orilla izquierda del R6dano y con las que, excepción hecha del episodio
Solútreo-gravetiense -tema sobre el que volveremos más adelante- -, la vertiente
mediterránea española poco o nada mantiene en común. Como son buenos ejemplos la
pujanza y desarrollo del Solutrense o la misma secuencia del Magdaleniense, tan
diferenciados del Epigravetiense italiano o de industrias tales como el Areniense, el
Buberiense, o el Varloguiense.
En el campo del arte, las novedades son menos numerosas aunque igualmente
significativas. Por una parte, el incremento de yacimientos parietales en Andalucía,
en el que un conjunto como el del Malalmuerzo (Granada) (39), constituye la última
aportación a una serie compuesta ya de diez cavidades (40). Por otra, la documentación de un conjunto parietal en el País Valenciano, como el de la Cova Fosca de la
Vall d'Ebo (Alicante) (41), elimina cualquier planteamiento de oposición o diferenciación regional en lo que respecta a las características o la significación del Arte
paleolítico regional. Finalmente, los hallazgos también efectuados en otros yacimientos del ámbito mediterráneo de arte mueble, que relativizan la «especificidad» de
Parpall6 sin por ello restarle importancia. Y ello, sin olvidar los yacimientos, ya
mencionados, de las Mesetas que reducen distancias entre el Cantábrico y el Mediterráneo a la vez que aunan sus influencias y dan cuerpo a un planteamiento nuevo en el
que cada vez se hace más dificil estructurar el Arte paleolítico peninsular sobre la
base de la existencia de dos regiones diferenciadas, dotadas de fronteras defmidas, y
propicia, por el contrario, un análisis que sin dejar de lado la regionalización tenga en
cuenta también la existencia de contactos y puntos en común, presidido por un
(36) M. ALMAORO.OORBBA: olA CUeYa del Niílo (AihacetAI) y la cueva de la Gri81a (Serovia)oo. Tra~ de Prehiatoria, 28. Madrid, 1971,
p6p. 9-47.
(37) O. y S. SAUVBT: ..X.O. ,...bedoe ru~ prehWóricoo de la ClleYa de la Ori..a (Pedrua. Serovi->ot, Corpua Artia R1.1pem-i. vol. 2.
Sal--. 188$.
O. SAUVBT: «Lea repr6Mntatioaa d'4quic!M pal6olitbiquea de la Grotta de la Ori... (Pedraza, S.,ovia). A propoe d'une nouvelle
d6couverte». Ara Prea~ca. t. n. 1983, pqa. 49-611.
(88) V. BALDBU.OU: «AAU Npaetn .., la reci.S.. pinnaica». Arta R11paetre en Blpal\a. Madrid. 11181, p4p. 88-11.
(39) P. CANTALBJO DUARTB: olA Cueva de Malahnueno (Moclln. Oreada): NIMYa Mtadóa coa"Út4 NJ*IIft pe)eo\{t\co an el ú.e
madi~. Aatoloc(a y Palaoeoolotfa Humana, 8. Granada. 1983, pq.. IIN9.
(40) J. L. SANCHIDRIAN TORTI: «AAU rupaetre de A.ocl.aludv, m Arw llupeatre en Blpal\a. Raviata de Ar(llleolocfa. Madrid. 11181, p6p.
98-105.
(41) M. S. HBRNANDBZ PBJtBZ. P. FBRRBR 1 WARSBT y B. CATALA FBRRBR: «AAU Rll!*tre m AJH:eac.. Madrid. 1988.
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EL PARPALLO Y EL ARTE PALEOLITICO
7
enfoque integrador en el que los fenómenos artísticos no. queden desarticulados de las
restantes manifestaciones culturales, y muy especialmente de la visión que se desprende del estudio de las secuencias industriales.
Toda esta problemática enlaza a su vez directamente con el planteamiento que,
como señalamos, ha venido guiando el estudio del Arte paleolítico del mediterráneo
español, el de la existencia de una «Provincia artística mediterránea» que por sus
connotaciones de oposición a la denominada provincia <
sus implicaciones de homogeneidad con el arte del Sureste francés y de Italia, apartaba el estudio del arte de esta amplia región de la discusión y sistemática deÍ resto del
Arte paleolítico, dotándolo de una «especificidad» cargada de «uniformidad» y «atipismos».
En nuestra opinión, conviene desligar el concepto geográfico del Arte del Mediterráneo español del de Provincia artística mediterránea, ya que en este último intervienen fundamentalmente unos criterios estilísticos y temáticos que, transcurrido un
cierto tiempo desde su formulación, es posible cuestionar.
Recordemos, al respecto, que Graziosi (42) hacía descansar el peso de su argumentación en dos cuestiones: el carácter estilizado de las representaciones zoomorfas del
Mediterráneo, con patas inacabadas y perfil absoluto y en el caso concreto de los toros
la representación de un sólo cuerno, dibujando un «S» poco pronunciada y abierto en
su contacto con la cabeza; y la existencia de unos signos abstractos, de disposición
geométrica, alejados de los de la región franco-cantábrica.
Justo es reconocer que el esquematismo lo trataba en términos de predominio sobre
las figuras realistas, de tipo naturalista o seminaturalista, presentes también en esta
<
caracteres de simplicidad y un tratamiento somero.
La argumentación, cuya base documental la constituían los yacimientos de Parpalló y Romanelli, puede resultar ajustada a las características de alguna de las fases del
ciclo artístico de Parpalló y, sin embargo, planteada en términos generales, esto es,
considerándola válida para el conjunto de la secuencia artística, introduce un grado
de generalización que, en nuestra opinión, desfigura el proceso artístico del yacimiento, dotándolo de una ficticia uniformidad que en nada favorece su comparación con
otras regiones inmediatas. A la vez que concentra tan sólo en el ámbito mediterráneo
una tendencia estilística, la del esquematismo o simplificación de rasgos en las
representaciones zoomorfas, que están presentes también en otros yacimientos parieta- ·
les y muebles del llamado ámbito franco-cantábrico.
Superados en estos momentos los planteamientos que hacían intervenir en los
signos parietales una significación naturalista en la que las representaciones de
trampas, seres u objetos constituían su base, y no e.xistiendo ningún impedimento
conceptual para plantear el estudio de los signos de Parpalló ~n términos similares a
(.U)
GRAZJ'OSI: Op. cit.
Dota 2.
-17-
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8
V. VILLAVERDE
los de otros yacimientos o regiones, uno de los elementos que resulta más significativo
es el de la clara variación que se produce en este capítulo cuando se efectúa el
inventario de sus variantes, entre la escasa singularidad de los signos en los niveles
solutrenses y la concentración de las especificidades en los niveles magdalenie~es, y
más concretamente en los momentos más avanzados de la secuencia, los correpondientes al Magdaleniense superior.
Esta tendencia no significará, sin embargo, que no dejen de darse también en los
signos de estos últimos niveles, claramente relacionables con el estilo IV, algunas
coincidencias tipológicas sumamente significativas, como lo son la presencia de los
signos ramiformes, los zig-zags, los escaleriformes, etc., esto es, un conjunto de
variantes ampliamente representadas en otras regiones del ámbito franco-cantábrico
que por su mera presencia impiden un planteamiento de antagonismo u oposición
temática con relación a Parpalló. Coincidencias que se amplían a otras de carácter
estilístico en la representación de los zoomorfos, que por su interés serán tratadas con
mayor detalle después.
Frente a esa variedad señalada en el estilo IV, y tan común dentro de él, el estilo m
se caracteriza por el predominio del rectángulo, coincidiendo así con la mayor parte
del Arte paleolítico franco-cantábrico.
Tanto en lo que respecta a este tema, como en lo que hace referencia a la
valoración del esquematismo mediterráneo, un rápido repaso de las características
artísticas de cada una de las fases industriales de Parpalló nos va a permitir centrar
con más detalle las ideas que actualmente mantenemos y que bien podríamos resumir
así: la existencia de dos momentos esenciales en la secuencia de Parpalló, uno inferior,
que abarcaría fundamentalmente los niveles solutrenses, en el que los rasgos específicos serían mínimos, dominando, por el contrario, la unidad con respecto a otras zonas
o regiones, circunstancia que resulta del máximo interés dada la escasez de restos
muebles correspondientes a los estilos II y m; y otro superior, coincidente con los
niveles magdalenienses, donde los síntomas de regionalización se harían más importantes, tal vez coincidiendo· con una tónica general al conjunto del Arte paleolítico
que afectaría por igual al arte mueble y al parietal; regionalización en la que tal vez se
pueda señalar la existencia de dos tendencias o corrientes estilísticas, una naturalista
y otra esquemática, capaces de coexistir no sólo dentro de una misma región, sino en
un mismo yacimiento y con independencia del tipo de soporte.
Esas dos grandes unidades, la Solutrense y la Magdaleniense, son susceptibles de
ser subdivididas a su vez, estableciendo la existencia dentro de la primera de dos
momentos artísticos diferenciados: uno antiguo, que abarcaría las plaquetas del Gravetiense, el Solutrense inferior y el Solutrense medio; y otro reciente, en el que
quedarían incluidas las representaciones del Solutrense superior y el Solútreo-gravetiense. A su vez, dentro del ciclo magdaleniense no parece forzado distinguir una fase
antigua, coincidente con el Magdaleniense inicial mediterráneo, y otra reciente,
sincrónica del Magdaleniense superior. Teniendo en cuenta en toda esta sintematización que las distintas variantes no ocultan las similitudes de orden general que se
registraron dentro de cada una de las fases mayores.
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EL PARPALLO Y EL ARTE PALEOLITICO
9
No se trata, por tanto, en el análisis de las plaquetas de Parpalló, de otorgar a cada
fase industrial un valor de fase artística, sino de establecer los grandes cuerpos
evolutivos, llamando la atención, eso sí, sobre su dinámica interna. Lo contrario
parece una tarea cuando no estéril desacertada, ya que trasladaría mecánicamente el
concepto de cambio industrial al de cambio artístico.
Y no se trata tampoco de trasladar los resultados de esta sistematización al estudio
del arte mueble o parietal del resto del Mediterráneo español, o de otras regiones
próximas, sino de dar a conocer los aspectos técnicos y estilíticos de una rica secuencia mueble que debe integrarse y relativizarse a través de su contraste con los datos
provenientes de otras regiones. Casi diríamos que validarse a través de esa contrastación.
Finalmente, Parpalló propiciará algunas reflexiones, sobre todo relativas a la idea
de la linealidad en la seriación del Arte paleolítico, campo en el que la riqueza de
datos y temas permite alguna que otra consideración.
El comienzo de la secuencia artística de Parpalló coincidiría, al menos por cronología y de acuerdo con la adscripción industrial de los niveles en los que aparecen las
primeras plaquetas, con el estilo 11. Son los momentos correspondientes al Gravetiense, que se caracterizan por un neto predominio del índice de raspador sobre el de buril,
este último con valores inferiores al 10 % -rasgo al parecer general al ámbito
mediterráneo español y que los diferencia de otros Gravetienses o Perigordienses
superiores franceses o italianos, con excepción de los niveles de la Ferrassie (43}---, y
una buena, pero no excesivamente variada, representación de las piezas de dorso,
entre las que dominan especialmente la gravettes y microgravettes y las hojitas de
borde abatido (44).
Sus características industriales, teniendo en cuenta los datos proporcionados por el
Gravetiense de Mallaetes, yacimiento en cuyos niveles se localizó también otra de las
escasas plaquetas grabadas con una figuración naturalista de este período, nos situarían en una cronología próxima al21.000 B.P., a tenor de las fechaciones del Solutrense inferior tanto de Parpalló como de este yacimiento, o de las obtenidas en Roe de la
Melca y la Arbreda (45).
En el conjunto de plaquetas gravetienses de Parpalló tan sólo podemos documentar
cinco representaciones zoomorfas seguras, el resto está formado por piezas con trazos
o rayas que no acaban de formar motivos definidos, excepción hecha de algunos haces
de líneas más o menos paralelas y algún reticulado grosero, sin que pueda excluirse la
posibilidad de que alguno de los fragmentos pueda albergar parte de alguna represen(43) H. DBLPORTB: «lA Graud Abrl de la Perruaie. Poullleo 1988-197Sot. BtuciM Quatenuan., M'-ire, 7, 18tW.
H. DBLPORTB '1 A. 'IVPP'lliAU: •X.. induatriee ele P6rip:dieo aup6rieur ele La P~. Qualh, ~:u. 197J.1978, ~ 113-US.
(44) MIR.AU.B8: ()p. ciL nota 17.
PORTBA, PUU.OLA. vn.LAVBRDB. DAVIDSON, DUPRI y PUMANAL: ()p. ciL nota 6.
(.a) PORTIA, PUU.OLA. vn.LAVBRDB, DAVJDSON, DUPRiy PUMANALc ()p. eiL DOta 5.
N. SOLBR 1 NASPBIIRBR.: c!l jea-M pnebitbrie clel Roe: ele la Melca i la .... c:roaoiOiia. Sut AAiol de J11....a. (GiroDa)t. AmWa
ele I'Iutltut d'BeWdia G~ XXV, 1979-1880. ~ 4U&
G. DBLIBRIAS. O. ROMAJN y G. LB HASIJP: ..O.tetioll pu la IMdlode du ~ 14 du awapH.ac. ele la .,.otte de l'Arbnclv.
en-t., vi, 1987, ~ 138-lM.
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10
V. VILLAVERDE
tación zoomorfa. Se trata, por tanto, de un número reducido que limita las posibilidades de definición del período. Y sin embargo es posible establecer una serie de
características coincidentes con otras piezas muebles del estilo Il: desproporción
marcada entre el tamaño de los cuerpos y el de las cabezas y extremidades y curvas
cérvico-dorsales en <
En lo que hace referencia a la perspectiva, lo primero que hay que señalar es que
no existe ningún caso en el que con rigor podamos hablar de peñu absoluto, ya que o
bien las cornamentas y orejas aparecen tratadas con las perspectivas biangular recta u
oblicua, o son las patas las que lo son mediante esta perspectiva, y más concretamente
con la fórmula que hemos venido a denominar de <
Esta convención, que por su dimensión cronológica podría considerarse como
propia en el yacimiento del estilo II, o todo lo más de éste y del arranque del estilo m,
encontraría sus paralelos formales más inmediatos en figuraciones de cronología
antigua, como serían alguna de las representaciones parietales de Chabot atribuidas
al Solutrense (46), al menos una de las representaciones parietales de équido de Gargas
y otra de un bóvido (47), determinadas piezas de arte muebles de los niveles gravetienses de Isturitz (48), o la plaqueta perigordiense de Laraux (49). En todos los casos las
patas aparecen en perspectiva biangular recta, desproporcionadas con relación al
resto de la figura, claramente separadas en el punto de arranque del cuerpo, con
diversas soluciones en la forma del trazo que rellena el espacio intermedio -<:onvexo,
rectilíneo o cóncavo- y con un predominio de extremidades inacabadas.
Otro de los rasgos característicos de Parpalló es el empleo de la pintura, incluso en
estos·momentos que inician su secuencia artística . Concretamente en el Gravetiense
aparece en un caso utilizada en la representación de un zoomorfo, bajo la modalidad
de tinta plana, de color rojizo, combinada con la técnica del grabado, que aparece
aplicado al dibujo del contorno.
En cuanto a las cabezas, lo recto de la linea fronto-nasal y el adelgazamiento de los
morros parecen constituir los rasgos más definidos de un conjunto en el que lo
limitado de los datos no aconseja mayores precisiones.
Unicamente añadir, pues su empleo aparece asociado al dibujo de uno de los
cápridos de estos momentos, que la otra convención significativa de antigüedad en
Parpalló, la técnica del «doble contorno», constituye otro de los rasgos distintivos del
periodo, si bien su mayor duración que la convención de «patas en arco» le restará
algo de precisión cronológica.
En comparación con los tramos gravetienses, los del Solutrense inferior suponen
un verdadero incremento del número de plaquetas y, sobre todo, del número de
representaciones animales identificables. De las cinco figuras anteriormente tratadas
(46) J . OOMBIIR, B. BROUOT y P . HUCSARD: .U. ¡roteea eolutéeluleo a ...pariMa!ee du Canyon ID!Hiw
M"-iree
(47l CL BARRIBRB: ocL'an parietal de la uotte
(48) R. y S. SAIN'l\l'IUUER: ocLa ~ d~t&. m. Les Solutrielma, lee Alllipeci- et lee M~-. Arcl\lvee de l'Iulitut de
Palbtolotíe H,.aíne, 26, 1862.
(48) J . AIRVAUX. A. CHOILBT, L. PRADBL Y A. ROUSSOT: ocLa plaq...U. ...v6e du PqorclieG ~<~púleur de l'abri IA.n.wt. 00111111une ck
~t.Cblteaux (Vienne). Nouvelle l..:ture et COCII~. Bulletin de la Socl•~ l'rilúmlrique ~ 80, 1883, p6p. 236-246.
-20-
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EL PARPALLO Y EL ARTE PALEOUTICO
11
pasamos ahora a las treinta y siete (50), de las que ocho están completas. Esta
circunsta.n cia redundará en una mayor facilidad para fijar las características del
período, clave para el estudio del Solutrense, y hará posible un primer balance de la
evolución artística que se produce en dos períodos industriales bien diferenciados.
Las plaquetas del Solutrense inferior se caracterizan por poseer claros elementos
de continuidad con respecto al Gravetiense y otros de evidente innovación, estos
últimos iniciando unas constantes generales al conjunto del Solutrense en el yacimiento. Al menos desde una perspectiva teórica la primera circunstancia no sorprende, en primer lugar por que son reiteradas las indicaciones de Leroi-Gourhan sobre la
inexistencia de una ruptura entre el estilo II y el III, esto es entre el arte del
Gravetiense y el Auriñaciense evolucionado y el del Solutrense, quedando incluido, de
resultas de esta consideración, el Solutrense inferior en el ciclo artístico del estilo II;
en segundo lugar, porque la cronología misma de los niveles solutrenses de Parpalló
favorece la asunción de su valoración bajo la perspectiva de un elevado componente
de antigüedad, en este caso significativa del estilo II, pues no debemos olvidar que las
dataciones obtenidas tanto en este yacimiento como en Mallaetes, para unos niveles
caraterizados por la presencia de las puntas de cara plana y una marginal presencia de
las piezas de dorso, han dado los siguientes resultados: 20.160. 20.490+900-800 y
20.140±460 B.P.
Por lo que respecta a las constantes estilísticas que definen el conjunto de plaquetas solutrenses del yacimiento, su comparación con el resto del Arte paleolítico resulta
dificil, dada la escasez de arte mueble fechado con seguridad en el Solutrense inferior
y medio.
Elementos de perduración son la desproporción entre el tamaño de la cabeza y
cuerpo, que se da en numerosas · plaquetas, las líneas cérvico-dorsales en «S)) y el
recurso a la fórmula de «patas en arco)). Apareciendo con bastante frecuencia estas
características combinadas, sobre todo en las representaciones de bóvidos y cápridos.
En otros casos, sin embargo, las proporciones son más equilibradas, produciéndose
una mayor atención por el detalle, circunstancia que se evidencia con claridad en la
forma de dibujar las extremidades, sin detalle de las pezuñas pero con indicación de las
articulaciones.
Con todo, la convención del «triple trazo)) empleada en la representación de las
cab~zas de las ciervas constituye uno de los rasgos más significativos del momento.
Definida por Fortea (51), sus características pueden resumirse de la siguiente manera:
la línea del pecho y cuello prolongándose y abriéndose, sirve para figurar la mandíbula; la cervical, abriéndose también, para representar una de las orejas; y un tercer
trazo a la 'Jifitb que cierra la superficie dibuja la línea fronto-nasal y la otra oreja.
(60) B~ ademú num_.. p~uetao con ~ q~~e deben formar ~rw ele ftprac:ion•IOOIDOflaa. li bien lu hcturu no permiten
afirmarlo coa rotw>cliclad. Bl proc:eeo de reviai6n del COQjunto mueble de P.....-lló tal vea permita recouá'lrl.r. al eaaar fracDMato., aJcunu
fíJurQ nuevaa.
(61) F. J . PORTEA PBRBZ: •Arte PaleoUtico del Medíterrineo ~bo. 1\-abejoe ele Preldatoria. 86, 1978. ~• • 149.
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12
V. Vll.LAVERDE
Un rasgo que podríamos añadir como significativo también de estos momentos
antiguos del Solutrense sería la tendencia a dejar la parte del morro abierta. Fórmulas
similares, pero aplicadas a otraá especies, y en todos los casos identificables por dejar
los morros igualmente abiertos y prolongar los trazos empleados para el dibujo de las
orejas de las ciervas para obtener así las cornamentas, se dan también en alguna de las
representaciones de cápridos de esta misma fase, si bien la variación de convenciones
es mucho mayor, con diversidad de soluciones.
El elemento que resulta más trascendental, y no olvidemos que estamos tratando de
los niveles solutrenses más antiguos, es la aparición en las plaquetas de este período
de algún caso de animación y la figuración de una escena, recordándonos que estas
soluciones en la representación de los animales son considerablemente anteriores al
Magdaleniense.
La animación, únicamente segmentaria, se concentra prioritariamente en los cérvi·
dos, con la aparición de un caso de pata doblada, en la que la coincidencia de la
resolución con otros tres casos del Solutrense medio y su aparición precisamente en la
capa de contacto entre estas dos fases pueden hacernos dudar de su posición cronológica. Si bien el tipo de perspectiva ·al que se asocia - biangular recta- y la forma de
ejecución del miembro - mediante trazos paralelos abiertos y sin detalle de la articulación, incurvándolos para producir el efecto deseado- nos sitúan ante un momento
antiguo en la secuencia del Solutrense. Téngase en cuenta que esa fórmula de representación de las patas mediante líneas paralelas abiertas aparece en el Gravetiense,
conviviendo con las patas en arco y las terminaciones triangulares, continúa en el
Solutrense inferior, aplicada prácticamente al 50 % de los zoomorfos, y es dominante
en la primera mitad del Solutrense medio, experimentando a partir de ese momento
una disminución al emplearse también con profusión las paralelas abiertas de tipo
natural.i sta, esto es, con detalle de la articulación y las triangulares.
La existencia de ejemt>los de animación en fases de esta cronología no sorprende,
pues ya se documentan casos similares en el Gravetiense, con paralelos en otras
representaciones muebles y parietales del mismo período - rabo levantado de un
cuadrúpedo de Laraux (52); lo mismo en varios animales de La Mouthe (63) y al menos
en un rabo de cabra de Pair-non-Pair (54}-. De hecho nos encontramos con una
tendencia que alcanzará el máximo exponente en el Solutrense medio, con hasta 31
casos de animación y algo semejante ocurre con las escenas, siendo significativo que
precisamente con el inicio del Solutrense encontramos los primeros pasos encamina·
dos en esa dirección.
La escena a la que hemos hecho referencia se encuadra entre las denominadas de
preacoplamiento, con la representación de un cérvido macho en clara actitud de
berrea, con la cabeza levantada, y una cierva que aparece con el rabo levantado,
significando así su aptitud receptiva. El hecho de que esta última aproveche el campo
(G3) J . AIRVAUX. A. CHOLLBT, L. PRADBL 1 A. ROOSSOT: 0p. cit. nota 48.
(&3) H. BRBUIL: oQuatre cela akhe ci'Art PariMabo. Paria, lOIW.
(64) BRBUIL: Op. cit. nota mtmor.
- 22 -
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EL PARPALLO Y EL ARTE PALEOLITICO
13
disponible tras la ejecución primera, elimina cualquier duda sobre la voluntariedad de
la asociación y su clara inclusión entre las escenas del arte paleolítico. Y si resulta
difícil establecer paralelos para una composición similar dentro de su mismo ámbito
cronológico, no pueden olvidarse las representaciones dotadas de un importante grado
de animación de Roc-de-Sers (55) y Pataud (56). Documentándose precisamente en el
primero de estos yacimientos dos cápridos afrontados que aunque no responden a la
misma fórmula, lo cierto es que se encuadran claramente entre los combates prenu~
ciales, esto es, otra de las escenas cuyo tema se relaciona grosso modo con los rituales
del preacoplamiento. Con todo, los dos ejemplos mencionados serían de cronología
ligeramente posterior.
Con el Solutrense medio, perfectamente definido en lo tipológico por las hojas de
laurel y la importancia, en general, del retoque plano (57), esta tendencia a la
animación y a la pictografía alcanza uno de los puntos más elevados de la secuencia,
eliminando cualquier duda sobre la entidad de los logros que en el Arte paleolítico se
efectúan precisamente en esos momentos, perfectamente relacionables con el estilo m.
Especialmente si tenemos en cuenta que también ahora se documentan las primeras
representaciones en las que interviene el modelado interno de la figura, mediante el
recurso a distintas técnicas de relleno, unas de tipo marcadamente naturalista y otras
de componente geométrico o abstracto. Todo ello sin que dejen de darse ejemplos de
pintura, ya lineal, ya con tinta plana.
Un recuento del número de zoomorfos en los que aparece al~ún elemento pictográfico (58) - término bajo el que englobamos la animación, las escenas, el modelado
naturalista, con indicación de pelaje, y los detalles anatómicos inusuales, como serían
la representación del sexo, ojos, orejas, etc.- resulta ilustrativo: la animación segmentaría se registra en 23 caáos, la coordinada en 6 y la compleja en 2; las escenas
cuentan con 6 ejemplos; los detalles anatómicos aparecen en 26 animales; y el modelado en 13. Cifras referidas a un total de 106 animales representados.
Al menos en Parpalló, y sin que el número de casos deje lugar a dudas, el modelado
y la animación son logros que aparecen asociados al Solutrense, y su entidad debe
hacernos reflexionar sobre la connotación tardía que en muchas ocasiones se les ha
atribuido, y que en determinadas ocasiones ha constituido un elemento a favor de la
adscripción de alguna representación parietal a momentos más avanzados del estilo
Ill, esto es, en relación con el Magdaleniense antiguo.
Y no podemós olvidar a la hora de sustentar esta idea los ejemplos que pueden
encontrarse fuera del ámbito geográfico del Mediterráneo español, como serían la
(M) 8 . NARTIN: «La Cñ.. 8C\Ilp6e 'et r~t.Uer eolutn.D du Roe: (Charente)t. Ardú,.. .t.I'IDitilut de PalbtolocM 8WD&ioe. M.....,in, 6,
11128.
8 . DELPORTB.: «Abri du ~.en L'Art clee ~v-.. At.IM clee ,..,U. OI'Mee pal6oli~ ~Paria. 1984, pq.. 6'7S•
(66) B. y O. DELLUC: «Un booquetin ec:ulpU de lt'YI• eolulrieii.W.. la cave tzotlocl7tiquePateud (l.- &yziea, Dordope)o. L' Antropo&o,ie,
90, lMS. p6p. fl0$.612.
(&7) PUU.OLA PBRICOT: Op. cit. note 18.
(&8) V. VILLAVBRDB: «AAIimaticm et KMI• aur 1• plaquettea de Parpall6 (GaDclfa, Bapa1ne). Quelqu• conaiderationa aur la plcto¡raphie
dena l'art mobllier>t. Actaa del Colloque lntemational d'art mobilier paléolltbique, en pnN&.
682.
-23-
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14
V. VILLAVERDE
Fig.1.- Diatintos modos de representacióp de las cabezas del Gravetiense al Solutren.s e Medio, en
toros (núms. 1 al 3), cabras (núms. 7 al9) y caballos (núms. 11 y U). 1, Gravetiense; !-4 y 7,
Solutrense Interior; 6-6 y 3-11, Solutrense Medio.
-24-
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EL PARPALLO Y EL ARTE PALEOLmCO
IS
representación de un animal, muy esquematizado, figurado con la cabeza vuelta atrás
en el segundo panel de Figuier (59), la de un cérvido de patas replegadas del panel
principal de Chabot (60), las representaciones con patas plegadas de Solutré (61), o el
conjunto esculpido en bajo relieve de Roc-de-Sers (62), dominado en la mayoría de sus
representaciones por la animación. Y si bien en el arte parietal la distinción entre
Solutrense y Magdaleniense antiguo resulta difícil, la posición netamente enmarcada
en el Solutrense de las plaquetas de Parpalló que incluyen estas innovaciones parece
que apuntan hacía una mayor entidad de la producción artística solutrense dentro del
estilo m.
En el modelado (63), la diversidad de soluciones resulta significativa de la voluntariedad de su empleo, a veces con una marcada orientación naturalista, buscando la
representación de las coloraciones de la piel, otras con un componente más abstracto,
cuya significación resulta más difícil de establecer. Y no está de más señalar que a
partir de estos momentos las dos fórmulas convivirán en Parpalló hasta el final de su
ciclo artístico.
Resultarían claramente enmarcables en la orientación naturalista el raspado que
aparece aplicado a la representación de un cáprido macho a la carrera, ajustándose a
las zonas de diferente coloración de la piel, o los trazos pareados cortos y apretados
que rellenan el cuerpo de un cérvido, en clara reproducción de las típicas manchas que
cubren la piel de los ciervos de temprana edad, o los trazos cortos que reproducen el
moteado de la piel de un lince. Mientras que entrarían en la otra categoría, de
orientación más abstracta o geométrica, constituyendo un claro antecedente formal de
la técnica del grabado estriado, algunos rellenos de líneas paralelas que aparecen
indistintamente en équidos y bóvidos.
Por lo que respecta a la animación, ésta experimenta un claro aumento en relación
con la etapa anterior, y no sólo cuantitativo sino también en sus variantes. Y aunque
la animación segmentarla es la dominante -eentrada fundamentalmente en la cabeza,
rabo o patas, destacando el tema ya mencionado de una de las patas dobladas mediante
esa fórmula poco naturalista en la que simplemente se incurvan los dos trazos
paralelos que configuran la extremidad-, aparecen también algunos casos de animación coordinada, con conseguidas representaciones de animales a ia carrera.
En el ámbito de las escenas destaca, sin lugar a dudas, una de carácter maternal,
única en su planteamiento. La conocida representación de una cierva amamantando,
donde se reúnen todos los elementos de un enfoque marcadamente pictográfico,
tanto en el tema como en las soluciones que acompañan la representación de los
animales que participan en la escena: diferencia proporcionada de tamaño entre la
cierva y el cervato, el ya mencionado modelado de la piel de este último mediante los
trazos cortos pareados, representación de ojos, boca, etc.
(118) COMBI&R, BROUOO' y HUCRARI>: Op. cit. DOta ._
(80) CONBIBR, BROUOl' y HUCIIARD: Op. cit. DOta ._
(81) COMBIBR, BllOUOl' y HUCBAJl&. Op. cit. DOta ._ fic. 25.
(a) MARTIN: Op. cit. DOta 116.
DBLI'OilTB: Op. cit. DOta &6.
(88) V. VILLAVBlll>l, A. VBLA8CO, J. M. AJIIAS y&. PORTBLL: cAJcunu ~ eoln la C4eD.ica del IJ'dNido ..criado en la Cova cW
Parpell6 (GaDclia, Valftcla)o. Seitüi, XXXVI. 1eee. pq.. lOl·ln.
- 25-
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V. VILLAVERDE
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.-Dt.tintoe modot de representación de lu pataa. De arriba ab~o y de izquierda a .derecha,
núma. 1 al 8, patas «en arco~t; núms. 9 al 11, pata posterior de terminación masiva y
triantular. 1-%, Gravetlense; 8-f, Solutrense Inferior; 7-11, Solutrense Medio.
-26 -
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EL PARPALLO Y EL ARTE PALEOLmco
17
Al compararla con las restantes escenas de animales con sus crías - Mas d' Azil,
Laugerie Basse, Lespugue, Brassempouy, Morin, La Mádeleine, la Vache, Limeuil, o la
ya más problemática de Lachaud- llama la atención su cronología.
Acaban de conformar el apartado de las escenas otros dos temas, uno de amplia
correlación con el resto del arte mueble, como es la representación de parejas de
animales, y otro sobre el que resulta difícil definirse con rotundidad ya que vuelve a
constituir un caso excepcional: un afrontamiento de cabra y lince que parece entrar en
el capítulo de la representación de una escena de caza o de ataque entre animales.
Rareza del mismo tipo que la de los lobos afrontados en combate de La Vache (64) y
que tan sólo se podría correlacionar grosso modo con la escena de Paglicci (65) o con la
de difícil lectura de Laugerie-Basse, en la que se ha querido ver la representacióñ de
una nutria capturando un pez. (66).
·
Por lo que respecta a la perspectiva o a las convenciones propias de la fase,
simplemente indicar que el perfil absoluto alcanza valores similares a los de la
perspectiva biangular recta, empleándose la biangular oblicua tan sólo en un 20 % de
los zoomorfos representados.
En líneas generales se caracteriza el Solutrense medio por un planteamiento más
ajustado de las proporciones, si bien con tendencia a la gravidez, de -la que no faltan
ejemplos característicos del más puro estilo m asociados en algún caso a animales
sexuados, y con una proyección o alargamiento de los cuellos y cabezas, notándose
también la aparición de características que enlazan abiertamente con lo visto en las
etapas precedentes: el recurso a la técnica del doble contorno o la representación de
las patas en arco, según la fórmula vista en el Gravetiense.
Se trata de arcaísmos, de amplia perduración en la secuencia de Parpalló, y ajenos
por tanto a la problemática de las posibles mezclas en las capas de contacto entre
distintos períodos industriales, que nos señalan que los modos de representación no
pueden ser analizados considerándolos como puntuales, o de corta y precisa significación cronológica, lo cuai no obsta para que desde un punto de vista cuantitativo y
entendidos en su conjunto puedan constituir rasgos esenciales a la hora de establecer
la dinámica evolutiva de esas fases mayores que están constituidas por los estilos de
Leroi-Gourhan. En este caso del arranque del estilo m en la secuencia artística de
Parpalló.
Resulta, por otra parte, un rasgo específico del momento la tendencia a que la parte
posterior de ciertos animales posea un carácter masivo, marcadamente desproporcionado con respecto a la anterior, y ello bien mediante la representación del miembro
posterior notablemente ensanchado, con dos líneas suavemente convergentes que se
proyectan decididamente hada atrás, bien mediante su ejecución en forma de un
(84) G. MALVESIN·FABRB, L. R. NOUGIER y R. ROBBRT: «Une ¡nvun in6clite de la Grotte de la Vache». L'Ant.hropolosle, 67, 1963, páp.
101·103.,
(66) P. GRAZlOSI: «L'art pm.tor¡c:a In ltalialt. Florencia, tm.
(66) P. GJROD y E • .MASSBNAT: «La atatioua dei'Ar• du Ranne clan. les vallées ele la V~re et de la Correa. Laupri• s -•. Parla, 1900.
Um.
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el a con truo múltiple corto, loe 5 y 8 con una pata lncurvada. 1, GravetleDM;
1 y a, Solutre~ lnlerion 4 al 8, Solutrenae MecUo.
-28-
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EL PARPALLO Y EL ARTE PALEOLITICO
19
amplio triángulo. Solución que dentro del marco mediterráneo y en el ámbito parietal
vemos también en las ciervas de Trinidad de Ardales, habiéndose llamado la atención
sobre este paralelismo con Parpalló para apoyar su cronología solutrense (67).
Por último, en la ejecución de la cabeza de los équidos se observan unos rasgos de
clara componente solutrense, los morros en «pico de pato» y las crineras «en escalón»;
todo ello acompañado de un buen modelado de las quijadas, marcadamente convexas,
y dibujadas diferenciándolas de la línea del cuello mediante una inflexión del trazo.
Sus paralelos, como es sabido, van más allá de la región mediterránea constituyen
uno de los rasgos más rotundos a la hora de afirmar las coincidencias estilísticas
supraregionales de esta fase del arte m~eble de Parpalló.
La pintura. si bien desde un punto de vista porcentual y con relación al total de
plaquetas en las que aparecen representados animales, alcanza un valor no muy
elevado. lo cierto es que acumula precisamente en este período el número más elevado
de ejemplares con representaciones identificables o renocibles (68). Se trata tanto de la
tinta plana. frecuentemente combinada con el grabado, como de trazo lineal, con
predominio de la utilización del rojo y negro, pero sin que falte tampoco algún bello
ejemplo de la gama de los amarillos.
Y es precisamente el empleo de esta técnica pictórica en una colección de arte
mueble, de todo punto excepcional si consideramos el resto de las plaquetas de Europa
occidental (69), lo que unido al tamaño de alguno de los soportes -encuadrables con
claridad en base a sus medidas en el apartado de los bloques. ya que alcanzan
dimensiones que rondan los 50 cms. de máxima-, o a los planteamientos y asociaciones que se producen en la representación de las figuras -con ejemplos de afrontamiento. sucesión, superposiciones y yuxtaposiciones. acumulaciones de hasta siete animales y varias especies. etc.-. lo que dota a alguna de las piezas muebles del Solutrense
medio de Parpalló de un innegable sabor parietal que parece ir algo más allá de las
simples coincidencias técnicas.
Estas consideraciones deberían propiciar, sin que con ello se quieran extrapolar
conclusiones excesivamente apresuradas al ámbito de la significación, la revisión de
algunos conceptos excesivamente esquematizados a la hora de analizar la cronología
de ciertas producciones parietales. pues no parece fáeil admitir que una pulsación de
la importancia de la que en Parpalló estamos observando no tenga su correlación en
otras zonas, considerando que tanto la an.imación como el modelado son logros
solutrense tempranos, perfectamente adquiridos en el Solutrense medio. Y en ello,
pensamos. tal vez haya sido determinante la escasa importancia concedida por LeroiGourhan al repertorio de arte mueble solutrense de Parpalló al establecer las bases de
su seriación estilística, en la que subyace la tendencia a considerar que el desarrollo
de la animación coincide con un momento más avanzado del estilo m. o lo que es lo
y
(81) FOR'l'BA: 0p. ciL 11oU. 61.
(88) No . . ~ aquf laa 11lec!..- que .....-rvall lllaDCbonM ele mayor o IIMOOI en-i6o pero de 111otho ~.
(88) R. DBLPOllTB: «Ra:ppon •tn l'art aoobüic a l'art parMta!Jt. PJ.Actu cW Colloqu. IDtemaliOII&l d'art puNtal p&Wolilhiq-.
a.cberelle « COM«Vaoon. l'llftlllellllo IW4.
-29-
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V. VILLAVERDE
20
mismo, con el arte del Magdaleniense inferior, pensando fundamentalmente en Lascaux.
Y esta consideración se circunscribe en principio a la valoración de determinadas
zonas, pues tanto en el núcleo del Ródano como el arte parietal de Andalucía la
bibliografía ha sido sensible a incluir en el Solutrense numerosas representaciones
parietales. Si se trata de un fenómeno de distribución regional desigual, del que no
resulta fácil extraer ahora deducciones y en el que se imbrican temas tales éomo la
problemática del origen y expansión del Solutrense, o es consecuencia de un apriorismo estilístico en regiones donde la evidencia cronológica no venía tan determinada ni
por el carácter de la secuencia ni por el tipo de estructuración o complicación dei
santuario rupestre, es algo que evidentemente supera la dimensión de estas líneas,
pero sobre lo que necesariamente deberá centrarse la investigación futura, encuadrando en esa misma perspectiva algunas de las más recientes novedades del arte pari~tal del
Cantábrico.
Como ya avanzamos en párrafos anteriores, no pensamos que el episodio artístico
solutrense se caracterice por su especificidad, ni en Parpalló ni en el resto de la región
mediterránea española, y sin que de nuevo queramos ocultar la existencia de ciertos
elementos de carácter regional, presentes a fin de cuentas en todo el Arte paleolítico
europeo, creemos que los rasgos que encontramos en el conjunto de plaquetas grabadas y pintadas de estas fases coinciden abiertamente con planteamientos y detalles
observados en otras regiones, haciéndonos insistir en este tema la aparición precisamente en las plaquetas del Solutrense medio de signos de tan clara y amplia extensión
como los rectangulares, que abiertamente nos conectan con la región franco-cantábrica y que también nos conducen, buscando su distribución, hasta alguno de los
conjuntos parietales andaluces. Junto a ellos hacen también su aparición otros signos
de elevada amplitud cronológica en el yacimiento, como son los ajedrezados y los
reticulados.
Desde la publicación de Pericot de su monografía de Parpalló, los tramos correspondientes al Solutrense superior o evolucionado 1 son los que han sufrido mayores
transformaciones tanto en lo que respecta a su extensión o potencia como en lo que
hace referencia a sus características industriales, y todo ello con relación a la
extensión y características del Solútreo-gravetiense.
Intentando resumir las líneas generales del proceso, bien puede sefialarse que
hemos asistido a un cambio de papeles en la consideración de estas dos etapas
industriales, por lo demás claramente vinculadas genéticamente: de considerar al
Solutrense superior como una fase industrial dotada de elevada dimensión cronológica
y un cierto desarrollo evolutivo, hemos pasado a atribuir precisamente al Solútreogravetiense ese papel, y claro está en detrimento del Solutrense superior.
El primero en llamar la atención sobre las bases documentales que han propiciado
este cambio de papeles fue Fullola (70), al establecer que en Parpalló el tramo de 4'5(70) FULLOLA 1 PERICOT: Op. eit. nota 18.
- 30 -
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EL PARPALLO Y EL ARTE PALEOLmCO
21
4'75 m., relacionado por Pericot con el Solutrense superior, se encuadraba mejor,
teniendo en cuenta la secuencia estructural del modo de retoque y la composición
tipológica de la industria, con los tramos correspondientes al Solútreo-gravetiense,
habida cuenta de la importancia del retoque abrupto y la caída sufrida por el retoque
plano. La consideración algo más tarde de la existencia de dos fases industriales
diferenciadas en el Solútreo-gravetiense, caracterizadas por el desigual papel de las
puntas de muesca o escotadas y las piezas de retoque plano, y más concretamente del
utillaje solutrense (71), y la obtención de una datación absoluta en los niveles Solútreo-gravetienses de Cova Beneito (72), que con resultado de 16.500±480 B.P. permite
cerrar la banda de indeterminación de la fechación proporcionada para esos mismos·
niveles de la Cova de les Mallaetes (16.300± 1.500 B.P.), nos permiten considerar
ahora que el Solutrense superior de facies ibéricas, si bien constituye una etapa
decisiva y marcada originalidad, es desde el punto de vista evolutivo una fase dotada
de menor amplitud cronológica y evolución interna de lo que inicialmente se había
creído.
Debe, por tanto, estudiarse el Solutrense superior en relación con el proceso de
marcado carácter regional que en esos momentos se inicia en el ámbito mediterráneo
peninsular, el de una evolución del Solutrense de elevada amplitud cronológica y
marcada diferenciación con respecto a las regiones atlánticas europeas, que ha quedado bien sistematizada bajo la denominación de Solutrense evolucionado que, dividido
en tres fases, agrupa tanto al Solutrense superior o Solutrense evolucionado 1, como al
Solútreo-gravetiense o Solutrense evolucionado II y m (73). Denominación bajo la que
queda recojido el papel del Solutrense superior en el proceso, como punto de arranque
de esa evolución finisolutrense, perfectamente observable en la aparición precisamente en él de aquella pieza que caracterizará al Solútreo-gravetiense, la punta de muesca
o escotada y la perduración en este último de alguno de sus tipos más característicos,
como la punta de pedúnculo y aletas o los foliáceos.
Por lo que respecta a la valoración de las secuencias artísticas de Parpalló, los
contrastes observables en los niveles correspondientes a estas dos fases parece que
aconsejan su tratamiento por separado, si bien como seguidamente veremos no faltarán tampoco elementos que propicien la consideración de que precisamente con el
final del Solútreo-gravetiense asistimos a la terminación de un episodio, caracterizado
en su conjunto por unos rasgos comunes, presentes a lo largo de toda la secuencia
solutrense, y unas variaciones o tendencias cuya evolución no resulta forzado comparar con la que dentro del mismo estilo m se han señalado en otras zonas.
Constituyen aspectos que abundan en la diferenciación con el Solutrense medio
una disminución de tamaño en las plaquetas, el rotundo descenso de la animación y la
(7l)VILLAVERDE BONILLA y PB~A SANCHEZ: Op. cit. nota. 18.
(72) O. ITURBE y E. CORTELL: «w dataciollft ele la Cova Beneito yau in tara para el Paleolltico Meclitarri.-. Tnbljo. da Pre.hitoria.
44. 1987. pip. 2167·270.
(73) Vlu..AVERDE BONlu..A y PE~A SANCHBZ: Op. cit. nota 18.
PORTEA, FUU.OLA. VILLAVERDE. DAVIDS
-31-
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V. VILLA VERDE
pictografía, así como de las escenas, la importancia de la utilización del trazo múltiple
para el dibujo del contorno de las representaciones zoomorfas, el descenso de la
perspectiva biangular recta y la importancia que el grabado estriado posee como
forma de modelado.
En la animación y la pictografía ciertamente el descenso del número de animales
dotados de estas características se produce en términos cuantitativos absolutos y no
en el porcentaje que representan unos u otros con respecto al total de zoomorfos del
período, donde los valores porcentuales se mantienen o incluso experimentan un
aumento; lo cual enlaza con el considerable descenso que en el Solutrense superior se
registra en el número de representaciones animales, aproximadamente una sexta parte
de las dpcumentadas en el Solutrense medio.
Con todo, la valoración de los ejemplos de animación, en todos los casos segmentarla y centrada en una posición anormal de la cabeza, en muchos casos como consecuencia de su proyección hacia arriba, y la total ausencia de escenas contrastan
abiertamente con la importancia, variedad y originalidad que estas dos soluciones
poseen tanto en los momentos correspondientes al Solutrense medio como en los del
Solútreo-gravetiense.
Por lo que respecta al tipo de trazo utilizado en la ejecución de las representaciones
de animales, se asiste durante el Solutrense superior a una serie de cambios notables con
respecto a los niveles solutrense precedentes: la práctica desaparición del doble
contorno, apenas relegado a un caso aislado y por lo mismo carente de significación, y
el incremento del trazo múltiple, que constituirá uno de los rasgos más característicos
del conjunto del Solutrense evolucionado, marcando igualmente diferencias con respecto al Magdaleniense inicial.
En el caso de la perspectiva, la disminución de la biangular recta se compensa por
un ligero aumento de la oblicua y, sobre todo, del perfil absoluto, fórmula en la que se
agruparán hasta la mitad de las figuraciones zoomorfas del momento, iniciándose así
una tendencia que de nuevo se mantendrá estable en lo fundamental a lo largo del
Solútreo-gravetiense.
El grabado estriado, con ejemplos eh las variantes de haces, de líneas paralelas y
reticulado (74) aparece empleado con profusión, alcanzando uno de los momentos
claves y de mayor importancia de la secuencia, circuhstancia que sobre todo contrastará nuevamente con lo que sucede en el Solútreo-gravetiense, donde como más
adelante se verá experimentará una importante disminución.
Quedan, sin embargo, como rasgos comunes con los niveles solutrenses precedentes
los modos de ejecución de las cabezas de las ciervas, mediante el sistema del triple
trazo, el predominio de la ejecución de las patas mediante líneas paralelas abiertas y la
presencia de los rectángulos entre los signos.
Por lo que respecta al Solútreo-gravetiense, acabamos de señalar que tanto el
tipo de trazo utilizado, como los modos de perspectiva y ejecución de las cabezas de
(74) VILLAVBRDB, VBLASCO, AIUAS y PORTEIL: Op. cit. -
88.
-32 -
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EL PARPALLO Y EL ARTE PALEOLmCO
23
las ciervas, son rasgos de unidad evidentes con respecto al Solutrense superior, y sin
embargo algunos detalles apuntan tan~o en la línea de una cierta diferenciación como
en la idea de su posición tardía en relación con el estilo 111, pues no debe olvidarse la
indicación cronológica proporcionada por la fechación de Beneito, contemporánea del
·
inicio de la secuencia magdaleniense en otras regiones.
Destacaríamos en este sentido la mayor importancia de las denominadas líneas de
despiece, el incremento de los detalles anat(>micos y la aparición de ejemplos de
perspectiva lineal y de recubrimiento parcial, elementos estos últimos de elevado
interés estilístico que enlazan, además, con un incremento de la pintura y una notable
atención por la animación y las composiciones formando escenas.
En las denominadas líneas o convecciones de despiece, durante el Solútreo-gravetiense asistimos a una mayor diversidad de variantes que durante el Solutrense
superior o el Solutrense medio. Prácticamente circunscritas en estos dos períodos a las
de crinera, se documentan además ahora las de relleno de crinera, las escapulares, las
de separación de pecho y cuello, las divisiones longitudinales de cuello, las laterales
en «M» y las paralelas o de doble vientre, iniciándose una tipología que permanecerá
sin grandes novedades durante todo el Magdaleniense inicial. Por contra, en el
capítulo correspondiente al modelado, mediante el recurso a los distintos sistemas de
grabado ~triado, nos encontramos ante una disminución clara de ejemplos que
también resultará constante en los períodos posteriores. Y ello a pesar de que se trata
de una fórmula en gran medida coincidente con las anteriores en su finalidad naturalista de reflejar las coloraciones de piel.
Donde si se observa una mayor atención por la pictografía es en el campo de los
detalles anatómicos, especialmente los relacionados con la cabeza -ojos, orejas,
belfos u orificios nasales-, en el de la animación, con una abundante proporción de
casos de animación coordinada compleja, coordinada y segmentari.a, y en el de las
escenas, con dos ejemplos que unidos a alguno de los anteriores resultan sumamente
interesantes por sus paralelc;>s e implicaciones de planteamiento y perspectiva. Se
trata, en primer lugar, de una plaqueta en la que aparece representada un escena del
tipo de las de una hembra y sus pequeños, en este caso dos cervatos cuyo encuadre y
tamaño viene determinado por el de la cierva, siendo común para los tres animales un
suelo imaginario que coincide con el límite inferior del soporte. Ejecutadas las tres
figuras mediante trazo múltiple, la escena ha sido representada superponiéndose a la
representación de un équido, de distinta orientación y trazo simple, señalándose en la
misma cara esa convivencia de representaciones de contenido pictográfico y mitográfico que con tanta frecuencia se da en el arte parietal. La circunstancia, que en modo
alguno es exclusiva de esta pieza y que tantos paralelos tiene en los soportes muebles,
incluso dentro del mismo yacimiento, nos previene sin embargo sobre una mecánica
oposición entre estos dos tipos de producciones artísticas, recordándonos algo sobre lo
que ya se ha ·insistido reiteradamente, esto es, que dentro del arte mueble las plaquetas
y los soportes óseos planos parecen configurarse como un apartado mucho más
próximo en temática y concepción al del arte parietal de lo que lo están los soportes
cilíndricos o las piezas de uso o función definidas y más o menos cotidianas.
- 33-
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24
V. VILLAVERDE
Fi¡. •.-Distintos modos de representación de las cabezas del Solutrense Superior al Ma¡daleniense
Superior, en las cabras (núms. 1 altO), ciervas (núms. 11 all6, 22 y~ y ciervos (núma. 17 al
21 y 23). 1, 12 y 18, Solutrense Superior; 2-6, 13-1• y 19, Solútreo-p-avetiense; 6-9, 16 y 16 y 20,
Magdaleniense Inicial; 10 y 11, 17 y 21 al 26, Ma¡daleniense Superior y Galerías.
- 34 -
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EL PARPALLO Y EL ARTE PALEOLITICO
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Si bien toda generalización implica un nivel de imprecisión y de riesgo, insistimos
en este aspecto en la medida en que recientemente se ha puesto en cuestión la
viabilidad de que los datos estilísticos del arte mueble .Y el arte parietal puedan
extrapolarse, argumenta.ndo la posibilidad de que en ambos se concilien tradiciones y
significaciones distintas (75), olvidando las variaciones que dentro del arte mueble es
posible establecer. Y aunque la línea de los ejemplos pudiera llevarnos a la consideración de que posiblemente existen diferencias dentro de ese apartado del arte mueble
formado por las plaquetas, no ocurriría algo distinto de trasladar el mismo sistema de
análisis al arte parietal donde no faltan tampoco ejemplos de «originalidad» y particularismo ni mucho menos despreciables.
En la otra cara de la misma plaqueta aparece representado un équido con la cabeza
claramente desplazada hacia el suelo y de ejecución no muy acertada, que ha sido
interpretado de distintas maneras, bien como animal lamiéndose la pata, circunstancia
difícil de establecer ante la falta de indicación o detalle del mencionado gesto, o como
animal paciendo, sin que pueda descartarse tampoco, e incluso considerarse como más
apropiada, habida cuenta de la evidente inclusión de numerosas representaciones
muebles en este apartado, la de animal olisqueando el suelo en gesto relacionado con
las actitudes de preacoplamiento.
La otra escena a la que se hizo referencia es la de una pareja de ciervas a la
carrera, ejecutada mediante un esquematismo o ahorro de trazos verdaderamente
resalts,ble dado el resultado obtenido: una elevada sensación de movimiento. Pero lo
que realmente nos sitúa ante una ejecución de considerable innovación y con implicaciones cronológicas avanzadas dentro de un genérico estilo m, es el planteamiento de
la perspectiva en el dibujo de los dos animales, ya que nos encontramos ante un claro
ejemplo de recubrimiento parcial que no puede entenderse como un simple artificio
para evitar intromisiones en asociaciones no significativas desde el punto de vista
escénico o pictográfico.
Esta innovación en el campo de la perspectiva se complementa en el mismo período
con la aparición de pocos, pero significativos ejemplos, de planteamiento de la figura
según fórmulas de perspectiva lineal, como es el caso de la correcta ejecución en dos
planos de las patas traseras de un dudoso ciervo representado con la cabeza vuelta
atrás. Con todo, no puede negarse la existencia en este apartado de una clara
diferenciación entre los modos de perspectiva dominantes en Parpalló durante este
período y los que por esas mismas fechas se registran en otras regiones, especialmente
si nos referimos al arte parietal, pues como se recordará, precisamente desde el
Solutren8e evolucionado, y sin que se observen cambios en el Solútreo-gravetiense,
empieza a hacerse dominante en el yacimiento valenciano la fórmula del perfil absoluto, que constituye unos de los rasgos específicos de la producción artística del
yacimiento durante el Magdaleniense.
(7&) P. UCKO: ..o4buta illu.ooU. dan.
l'~udN
de la tradilion artiatique•. Nhittoire Arlé¡eoiM. XLn. 1987, pára. 16-82.
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Fl¡. 5.- Diatintoa modos de representación de las cabezas del Solutrense Superior al Ma¡daleniense
Superior, en los caballos (núms. 1 alll) y los toros (núms. 12 al 17). 1 al 8 y 12, Solútreogravetiense; 4, 5, 8, 10 y 18, Magdaleniense Inicial; 6, 7, 9, 11 y 14 al 17, Matdaleniense
Superior y Galerfas.
- 36 -
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EL PARPALLO Y EL ARTE PALEOLITICO
27
Algo similar ocurre con.los detalles y formas de ejecución de las patas. En Parpalló
donde apenas existen ejemplos de representación de las pezuñas, encontramos uno
precisamente en el Solútreo-gravetiense. Se trata de un cuadrúpedo, ejecutado mediante tinta lineal roja, en el que se observa, en una de las extremidades que deben
constituir el par de patas delantero, la representación de la pezuña mediante un
abultamiento de terminación apuntada y escasa posibilidad de identificación anatómica. La figura, de la que sólo se conserva la parte inferior, aparece con la convención de
la doble línea de vientre y constituye un caso aislado - tan sólo repetido en la
secuencia y con bajos efectivos en los niveles magdalenienses más avanzados- en un
contexto dominado por las extremidades incompletas, bien sea mediante la solución de
las líneas paralelas abiertas sin ningún detalle anatómico, bien mediante ese mismo
sistema pero de corte naturalista, bien mediante trazos lineales, o mediante una
confección triangular.
Señalaremos, por otra parte, también como elemento significativo de la fase, la
forma de representar los caballos, que combinan una marcada crinera, normalmente
de trazo múltiple y con indicación de la línea de despiece, con un dibujo de la
mandíbula menos convexo y en muchos cMos con tendencia al alargamiento y la
delgadez.
Desde un punto de vista general nos encontramos precisamente ahora con mayores
sí.ntomas de regionalización que durante los períodos anteriores, si bien la consideración de si esta impresión es exclusiva de Parpalló o puede hacerse extensiva al resto
del denominado Arte paleolítico de la España mediterránea resulta difícil de tomar,
especialmente si tenemos en cuenta que ni los rasgos mencionados en torno a las
técnicas de grabado, perspectiva o convenciones son exclusivos del momento, pudiéndose señalar que tan sólo ahora es cuando experimentan una variación porcentual, ni
salvo casos excepcionales poseemos una propuesta articulada de seriación de la mayor
parte del arte de Andalucía. De igual manera, la consideración de esta regionalización
bajo una dimensión supraregiona:l que englobe las distintas regiones mediterráneas,
esto es, el Sureste francés e Italia, tampoco parece oportuna por razones semejantes a
las expuestas: pocos son los paralelos muebles a manejar, y lo que es más importante,
no puede tampoco generalizarse sobre la secuencia que comprende del17.000 allO.OOO
B. P., considerándola homogénea o desprovista de una evolución. Y ello tanto para el
conjunto del Mediterráneo occidental como para el caso específico de Parpalló.
En el tema concreto de la unidad mediterránea señalada en diversos trabajos en
relación con el horizonte industrial definido por las puntas escotadas o de muesca, que
como es sabido comprendería distintas fases del Salpetriense y el Epigravetiense
italiano, además del Solútreo-gravetiense, recientemente se ha señalado (76) la di.ficultad de llevar la semejanza industrial más allá de la coincidencia tipológica en determinado tipo de punta, mostrando que en el fondo nos encontramos con conjuntos
(78) RODRIGO QARCIA: Op. clt. nota 18.
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Fil. 6.- Diatlntoa mocloa de representación de laa patas del Sohatrenae Superior al Ma1daleniense
Superior. Núma. 1-y a, perspectiva bianplar recta; núm.s. ! , 4, 10 y 11, unian¡ular; núm.s. 5
al 9, perftl absoluto; núma. 6 y 7 de terminación masiva y trian¡ular. 1 al a, Solútreo¡ravetJense; 4 al 7, Magdaleniense Inicial; 8 al 11, Ma1daleniense S uperior y Galeriu.
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EL PARPALLO Y EL ARTE PALEOUTICO
29
industriales con notables variaciones. Todo ello en un contexto finisolutrense del que
no cabe olvidar la elevada complejidad que posee y la variedad de procesos registrados, y en el que, al menos desde una perápectiva diacrónica, las diferencias evolutivas
posteriores son considerables, como lo atestiguan los distintos derroteros que sigue la
secuencia del Paleolítico superior en la vertiente española, con la aparición de las
industrias magdalenienses, y la de Italia, con el Epigravetiense evolucionado.
Conviene, por tanto, ser cautos en: la caracterización y valoración de la dimensión
de ese proceso de regionalización señalado a partir de los niveles del ~olutrense
evolucionado de Parpalló, centrándolas esencialmente en el propio ámbito peninsular
español, y señalar, eso sí, la evidencia de una generalización de yacimientos donde las
industrias Solútreo-gravetienses se documentan -Parpalló, Mallaetes, Ratlla del
Bubo, Gova del Sol, Cejo del Pantano, Vermeja, Palomarico, Pantano de Cubillas, Tajo
del Jorox, etc.- o la importancia de esta etapa en la secuencia regional, lo que unido a
la entidad del momento en la secuencia artística de Parpalló parece propiciar la i!fea
de que alguna de las representaciones parietales andaluzas pudiera encuadrarse
precisamente en esas fechas. Idea que ya ha sido señalada por otros investigadores (77).
Esa posición como de bisagra o momento en el que se articula un cambio en la
secuencia de Parpalló se concreta perfectamente en el campo de los signos, donde a la
perduración del rectángulo se añaden otros temas que alcanzarán una considerable
dimensión cronológica y cuyos paralelos a veces se rastrean con facilidad en el ámbito
franccrcantábrico. Es el caso de los haces de líneas, los reticulados y escaleriformes
múltiples formando bandas.
Con ciertos problemas de diferenciación en sus primeras capas con respecto al
Solútreo-gravetiense y con la tendencia en los últimos años a revisar la dimensión
misma de esta última etapa industrial, alargándola a su costa, el Magdaleniense
inicial de Parpalló se caracteriza por una importante ruptura industrial, cuyos rasgos
más sobresalientes bien pueden concretarse en la escasa importancia del utillaje
microlaminar, el elevado índice de raspador, en términos absolutos y en relación con
el de buril, y el papel que desempeñan las piezas de retoques continuos (78), todo ello
acompañado de un incremento del instrumental óseo, donde dominan las azagayas
monobiseladas de secciones circular y aplanada, con biseles frecuentemente mayores
de un tercio, las puntas dobles y algunas varillas. Esta fase, a la que denominamos
Magdaleniense inicial mediterráneo (79), queda perfectamente aislada en la actualidad tanto del Solútrecrgravetiense subyacente, que con su fecha de 16.500 hace que el
marco cronológico del Magdaleniense inicial mediterráneo se equipare, al menos en
sus inicios, al del Magdaleniense inferior cantábrico, como el Magdaleniense medio y
superior que le coronan, caracterizado a su vez por un aumento qel índice microlamiFOR'I'EA PKREZ: Op. ch.. nota 51.
J .'L. SANCBIDRlAÑ TORTI: «.BI arte prebiotórico de la Cuev. de Net;a>t. en Tra~ .obre la Cueva de Net;a. núm. 1. Mü a,a. 1986,
283.230.
(78) PULLOLA i PEIUCOT: Op. cíL nota 18.
(79) VILLAVERDE BONILLA: Op. cíL nota 10.
(77)
""*-
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V. VILLAVERDE
nar, un incremento del índice de buril, que tiende a igualar al de raspador y un
descenso de las piezas de retoques continuos, y cuya fecha queda sugerida, grosso
modo y para su arranque, por la datación del tramo tres de Parpalló, que con un
resultado de 13.800 ± 380 B.P. nos sitúa en un momento correlacionable con el genérico
Magdaleniense superior o con arpones de otras regiones, donde quedarían incluidas
las fases que van del Magdaleniense IV en adelante.
Por lo que respecta a las plaquetas del Magdaleniense inicial, se mantienen y
confirman las consideráciones efectuadas ya con el Solútreo-gravetiense, y en este
caso con mayor razón si cabe dada la peculiaridad estilística de un arte que al menos
desde una perspectiva cronológica, correría paralelo del estilo m avanzado o final e
incluso del IV antiguo, notándose una tendencia regional, difícil de valorar en todos
sus términos como consecuencia de la limitada entidad del arte mueble correspondiente a las primeras etapas del Magdaleniense y al Badeguliense (80), pero que de entrada
distingue las representaciones zoomorfas del momento de las de los conjuntos parietales y muebles atribuidos al Magdaleniense m. Los rasgos fundamentales de esta
diferenciación serían, enumerados sucintamente y a la espera de una actualización de
la dinámica industrial que la sustenta, habida cuenta de que el período acaba de ser
objeto de revisión (81): el predominio del perfil absoluto en el campo de la perspectiva
y una tendencia que bien pudiera calificarse de «arcaizante» en el planteamiento de
las figuras, masivas en sus cuartos traseros, frecuentemente terminados con patas
triangulares, desproporción entre los tamaños de las cabezas y los cuerpos, y morros
con frecuencia estrechos y alargados.
Comparativamente, resalta también la escasa incidencia de la a.nimación, concentrada principalmente en aquellas capas que tal vez pudieran relacionarse con el
Solútreo-gravetiense terminal (82), y en el general de la pictografía, pues existen pocos
detalles anatómicos (en algunos casos orejas, ojos o bocas) y escenas, limitadas
además a la representación de animales aislados (posible animal muerto, ciervo en la
berrea y cáprido saltando), sobre todo si consideramos los niveles de innovación
logrados en los períodos precedentes. Y algo similar ocurre en el modelado, con tan
sólo algunos ejemplos de grabado estriado desmañado y uno de raspado (83), o en las
denominadas convenciones o líneas de despiece, prácticamente ausent~s en las plaquetas del período.
No obstante conviene resaltar que la regionalización señalada durante estos mo·
mentos, cuyo arranque, como se recordará, tal vez cabría situar en el Solútreo-
(80) J . CLO'M'BS, J . P. GIRAUD y C. SERVBLLB: «Un ralee ¡ravé badaroulien l Ven (Lot)oo. Betudioe en Horaen-.ie al O... A. Beltrán
Martina. Zarqou, 1888, P'P· 81-M.
M. P. HBMINOWAY: «Tbe initial Mqdalenien in Fnneett. BAR., lnt.emational Serl.., 90, 1980.
(81) AURA TOR'l'OSA: Op. cit. nota 19.
(82) RODRIGO GARCIA: Op. cit. nota \8.
J . M. ARIAS MARTINBZ: BetiOCiio del Arte Mqdalení- IDícitl de la Cova del Parpall6. Siat4alatizaeión y COMideraciones aobre au
Importancia an el •tuclío del Inicio del cielo Mqdalenienae en la Peninaula Jbmca>o. Centre d'Betudia i lnv•ticaclone Comarcala Altona el
Vell, 1885, ln6clito.
.
(83) VILLA VERDE. VBLASCO, ARIAS y PORTBLL: Op. cit. nou 83.
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EL PARPALLO Y EL ARTE PALEOLITICO
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gravetiense (predominio del perfil absoluto, patas inacabadas sin la figuración de las
pezuñas, etc.) no implica en modo alguno que la secuencia artística de Parpalló
experimente un proceso de estancamiento o uniformidad, en el que desaparezcan los
elementos de variación que hasta entonces habían venido caracterizando sus distintas
etapas, ni que no existan algunos detalles puntuales que hablen a favor de su contemporaneidad con el ciclo artístico franco-cantábrico (algunos ejemplos de perspectiva
normal y determinados signos).
Así, desde el punto de vista técnico y en relación con el Solútreo-gravetiense,
asistimos a una neta disminución del trazo múltiple, cuyos ejemplos se concentran
además en esos tramos probablemente clasifi.cables como Solútreo-gravetienses, que
resultará sustituido por el simple; a un cambio en los modos de terminación de los
morros, en esta fase predominantemente cerrados; y al abandono del sistema de
representación de las cabezas de las ciervas mediante el triple trazo, convención
asociada durante toda la secuencia al Solutrense y que a partir de este momento dará
paso a la representación de las orejas mediante dos trazos en forma de «V».
Sin que los cambios sean bruscos o abarquen la totalidad de las representaciones,
circunstancia que no sorprende en la medida en que también ha sido señalada en la
transición de los estilos III y IV, esas variaciones se registran igualmente en el
apartado de los signos, donde a la perduración de algunos rectangulares se suman
ahora los meandriformes múltiples, los motivos dentados, las bandas formadas por
trazos cortos paralelos y apretados, los haces múltiples de lineas más o menos paralelas o convergentes, los ajedrezados simples y los complejos o reticulados, amén de los
escaleriformes. Esto es, un incremento tanto en número como en variedad, refiriéndonos siempre a las formas o motivos definidos.
A partir de estos momentos y coincidiendo en lo fundamental con los tramos m y IV
del Magdaleniense de Pericot nos encontramos ante una de las etapas del Magdaleniense mediterráneo que más novedades ha ofrecido en los últimos años, siendo
necesaria una reconsideración de la propuesta evolutiva y cronológica que hasta hace
poco venía relacionando su límite superior con el del Magdaleniense medio.
Varios han sido los datos que permiten intuir una nueva lectura de estos tramos,
especialmente en la idea de considerar que su final se sitúa en un momento avanzado
de la secuencia magdaleniense, alargando así la evolución de esta industria en
Parpalló y haciéndola coherente con los datos que provienen de otros puntos del
Mediterráneo español.
En primer lugar la constatación en los últimos años de la existencia de abundantes
yacimientos en el País Valenciano con industrias encuadrables en el Magdaleniense
superior, como sería el caso de la Cova de les Cendres (84), la Cova de Matutano (85) y
el abrigo del Tossal de la Roca (86), circunstancia que hace inviable la pretensión en
(84) VILLAVBRD& BONILLA: 0p. cit. nota 15.
(85) OLARIA. OUSI, ESTEVEZ. CASABO y ROVIRA: Op. cit. nota 5.
(86) CACHO. FUMANAL. LOPEZ y LOPBZ: Op. cit. nota 5.
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V. VILLAVERDE
alguna ocasión formulada (87) de que en esta parte de la región mediterránea se
pudiera producir una evolución anticipada del Epipaleolítico.
En segundo lugar, las características tipológicas puestas de manifiesto por alguno
de los yacimientos que acabamos de mencionar, y muy especialmente por los materiales de la Cova de les Cendres y la Cova de Matutano. En el primero por la asociación
de arpones, azagayas de doble bisel y varillas a un conjunto lítico en el que los buriles
son abundantes y donde el utillaje microlaminar además de ser elevado se caracteriza
por la presencia de triángulos escalenos, pieza que como es sabido se documenta
precisamente en los niveles superiores de Pan>alló. En el segundo, por la' aparición de
un rico conjunto óseo en el que las azagayas de doble bisel se asocian a un variado
grupo de arpones en el que las formas de dientes bien destacados conviven con otras de
dientes apenas esbozados y de morfología semejante a los encontrados en los niveles
superiores de Parpalló, cerrando así la problemática heredada de una clasificación de
estos últimos que los consideraba paradigmáticos a la hora de establecer la existencia
de un Magdaleniense medio, habida cuenta de su clasificación como protoarpones (88).
Y en tercer lugar, la evidente dificultad·· conceptual que supone considerar la
existencia de un Magdaleniense medio en Parpalló de una potencia y evolución
interna de todo punto exageradas en relacion con las secuencias conocidas en otros
ámbitos regionales donde esa misma etapa se encuentra bien documentada y caracterizada. Téngase en cuenta que su límite inferior, esto es, aquel que podría relacionarse
con el Magdaleniense m se ve seriamente determinado por la perduración del Solutrense evolucionado hasta fechas encuadrables cuando menos en el 16.500 B.P. y la
existencia aún de un amplio paquete del Magdaleniense inicial o antiguo, documentado en el mismo yacimiento en los tramos I y II, de más de metro y medio de potencia.
Circunstancia que además concuerda con la datación proporcionada por el tramo m,
que con un resultado de 13.800±380 B.P. permite intuir que caso de buscar alguna
relación de este tramo con la secuencia magdaleniense clásica, tanto la cronología
como la tipología apunta más bien hacía un episodio relacionable con el Magdaleniense medio o IV (89).
A la espera de la publicación de los resultados del estudio de la industria de estos
tramos (90) bien puede anticiparse que su problemática puede resuinirse en los siguientes términos: una vez eliminada cualquier limitación para la consideración de que la
secuencia magdaleniense de Parpalló pueda extenderse hasta momentos incluso finales del Magdaleniense superior, queda por establecer la articulación de las distintas
capas de estos tramos, acotando especialmente la cuestión de si existe una pulsación
relacionable con el Magdaleniense medio, tanto desde el punto de vista industrial
(87) J. APARICIO PEREZ: «El Meaolítico en Valencia y en el Mediterrineo Occidentabt. Trabaj041 Varioe del S.J.P., núm. 59. Valencia, 1979.
(88) PERICOT GARClA: Op. cit. nota l.
(89) PORTEA, FULLOLA, VILLAVERDE, DAVIDSON, DUPRE y FUMANAL: Op. cit. nota 5.
V. VILLAVERDE BONILLA: «Parpalló y el Arte Paleolltico de la Eapai\a Mediterrinea». Revieta de Arqueologfa, nó.m. 88. Madrid,
1988. páp. 12-31.
(90) AURA TORTOSA: Op. cit. nota 19.
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como en su potencia, lo que permitirá perfilar con mayor rotundidad el resto de la
secuencia y considerar con mayor detalle la evolución artística.
No está de más, por otra parte, señalar que el análisis detenido del arte mueble y de
la industria ósea, ambos en la actualidad en curso, intervendrán de manera decisiva en
la resolución de una problemática en la que los aspectos estilíticos juegan un papel
determinante.
Mientras tanto, y movidos fundamentalmente por la prudencia, hablaremos para
referirnos a estos tramos de un genérico Magdaleniense medio y superior, quedando
para el futuro el establecimiento de la entidad de cada una de estas fases, su confrrmación y propuesta· de articulación o evolución interna y los detalles mismos de su
caracterización tipológica, considerando simplemente que se trataría de etapas sucesivas y calificables en los términos propios del ámbito mediterráneo peninsular, esto es,
sin una mecánica extrapolación de características o composiciones propias de otras
regiones.
Señalaríamos, por su carácter más o menos acotado y su valor a la hora de
establecer elementos que precisen la evolución estilística y comparaciones, la técnica
de trazo compuesto del tipo «en alambre de espino», que aparece empleada en distintos
momentos de los tramos superiores de Parpalló, y muy especialmente en el tramo de 2
a 2'20 m., donde se documentan hasta cuatro casos. Se trata en estos últimos, tres de
ellos bóvidos, de una serie de trazos cortos y poco marcados, más o menos perpendiculares a la línea de contorno del animal que recorren partes importantes de la misma,
extendiéndose incluso por las patas, cabeza o cornamenta. Los ejemplares restantes se
diferencian en algunos casos de estas formas, bien por resultar más apretados, largos y
marcados, bien por combinarse con otras fórmulas de relleno del animal, obteniéndose
en este último caso un efecto de paralelos bastante avanzados, y desde luego con
notables semajanzas formales con alguno de los signos del mismo yacimiento y capas.
Refiriéndonos a este último caso (fig. 7), además de las evidentes coincidencias que
ofrecen las piezas muebles de aquellos yacimientos sobre los que recientemente se ha
fundamentado la existencia un estilo V (La Borie del Rey y Pont d' Ambon, en.t re otros)
(91), con los que el ejemplar de Parpalló coincide en la técnica de refuerzo de la línea
de contorno, mediante los trazos cortos, y en el relleno mediante temas de marcado
componente geométrico, a pesar de que las proporciones y el estilo general de la figura
difieren considerablemente de la nuestra, es posible también establecer un paralelo,
quizás más ajustado, con una pieza de Mas d'Azil publicada por Graziosi (92), en la que
con unas convenciones y detalles verd&deramente sorprendentes por su coincidencia,
tanto en lo que se refiere a la resolución de la cabeza como en el dibujo de la línea
cérvico-dorsal y cuartos traseros, nos encontramos nuevamente con un relleno de la
figura, de componente escasamente naturalista, asociado a la técnica del trazo múltiple efectuado mediante idéntica fórmula que en Parpalló.
(91) A. ROUSSOT: «<'..omparaison atyliBtique d" l'art mobilier et de rart pariétal du Périgord et de la G.ironde•. p...,.Actea del Colleque
lntemational d"Art Mobilier Paléolithique. Foíx. 1987. pigs. 181-190.
(92) GRAZIOSI: Op. cit. nota 2. 14m. 61. b.
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V. VILLA VERDE
Flg. 7.- Dlatlntoa ejemplos de plaquetas con la técnJca del trazo compuesto en 4C&lambre de espino».
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Por otra parte, existen soluciones parecidas a las de Parpalló, pero esta vez libres
de las fórmulas de relleno de tipo geométrico, en diferentes piezas de Laugerie Basse
(MAN 53835, 53832, 53865, o la conocida pieza de la chasse d l'auroch -53819) (93);
Gourdan, tanto en una plaqueta con una representación identificada como un lobo a la
carrera (MAN 48585) (94), como en un fragmento óseo en el que por ambas caras
aparecen representados dos bóvidos (95); y Lortet, en este caso también con un relleno
de la figura mediante bandas de trazos cortos de aspecto predominantemente geométrico aunque su objetivo naturalista pueda relacionarse con la representación del pelaje,
en dos fragmentos óseos en los que aparecen representados unos bisontes (96); sin
olvidar el conocido rodete del Mas d'Azil de la vaca con su ternero (97), donde el
mismo tipo de trazo aparece empleado tanto en el lomo y pecho del animal adulto como
en el lomo del ternero; la pieza de EnUme conocida como del saltamontes y los peces
(98); o el igualmente célebre rodete de Mas d' Azil, del que se conserva la figura de un
hombre y la garra de un oso, y en el que la misma técnica aparece aplicada en la
representación humana (MAN 48120), al igual que la pieza de Isturitz en la que por
una de las caras se representan dos mujeres y por la otra dos bisontes, aplicado
concretamente a la línea de espalda de la mujer de la izquierda (99).
Nos encontramos, en definitiva, ·ante un recurso técnico y estilfstico que se concentra en el Magdaleniense superior y final, arrancando, al parecer, en la fa. e correspons
diente al Magdaleniense IV, combinado o no con otros sistemas de relleno (y hemos
descartado en este corto repaso los ejemplos en los que el trazo múltiple en la línea de
contorno del animal se asocia a planteamientos de relleno de resultado más naturalista, claramente orientados a la figuración del pelaje o el modelado anátomico mediante
trazos cortos paralelos, técnica habitual en los conjuntos muebles del Magdaleniense
superior). Circunstancia que sin querer forzar las comparaciones, sobre todo en la
medida en que se aplica a piezas de estilo, concepción y soportes muy variados,
coincide al menos desde una perspectiva cronológica amplia con la posición' que
ocupan las piezas de Parpalló en las que aparece esa misma técnica.
No está de más recordar, retomando el tema de los rellenos no naturalistas de las
representaciones zoomorfas, que esta tendencia arranca en Parpalló desde fechas muy
tempranas, en el Solutrense, donde las modalidades del grabado estriado en retículas y
de líneas paralelas aparecen conviviendo con otras soluciones más naturalistas, y
continúan a lo largo de toda su secuencia, resultando sin embargo significativo, y por
lo mismo útil a la hora de perfilar la especificidad del arte magdaleniense del yacimiento, que precisamente las formas de relleno naturalista estén prácticamente ausentes en estos niveles cronológicamente avanzados, precisamente cuando su empleo se
hace común en el arte mueble franco-cantábrico.
(93) GIROD y MASSBNAT: 0p. ciL DOta ee.
($4) E. PI.BT'l'B: • L'Art penclant l'Ap du ~- PaÑ, 180'7, fi¡. k
"m.
LXXXDJ, núme. 3 y 3a.
(86) PIE'ITB: Op. ciL nota anterior,
(98) PI&TTB: Op. ciL oota IH. 1m XL, núme. 2 y 3.
(97) M. CHOLL01'-VARAONAC: «Le. oricJn• du p-apbimle .ymbolique. Baai d'analyae daa kriturea primitiva en Prihlatoi- . Puú,
1980, pq. •Ul, núm. 711568.
(98) H. BEOOUBN y H. BREUL: «Lea eavemea du Volplt. Puú. 1968, '""· XXXI, b.
(99) CHOLLOT-VARAGNAC: Óp. eiL nota 97, P'l· 846, nóm. <18120.
R. da SAINT-PERIER: «La ¡rotta d'llturit&. D La Maedalénien de la Gnu>da SaU.... Parit, 1936, páp. 114 y .._ y fi¡. ee.
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V. VILLAVERDE
Y lo mismo ocurre con las líneas o convenciones de despiece, apenas limitadas a
algunos pocos ejemplos de indicación de crinera y su relleno, la línea de morro, etc.;
con el modelado de los contornos mediante el recurso a los trazos cortos y apretados,
que hacen referencia a las pilosidades, y que tan comunes resultan en las representaciones contemporáneas de otras regiones más septentrionales, registrándose incluso
en algunas piezas muebles italianas, como sería el caso de Paglicci (100); o con la
animación y las escenas, de mucha menor entidad que en las etapas anteriores del
mismo yacimiento y desde luego muy alejadas de nuevo de la tendencia que se registra
en los grandes conjuntos de plaquetas con los que en esas fechas se podría equiparar:
·
Laugerie, La Madeleine, Limeuil, etc.
Estas circunstancias concuerdan además, al igual que ocurría durante el Magdaleniense inicial, con un predominio de las representaciones mediante el sistema de perfil
absoluto, lo que contribuye a aislar aún de manera más rotunda el conjunto artístico
de esta fase del resto del arte mueble franco-cantábrico. Si bien algunos detalles sirven
para recordarnos su contemporaneidad: representación en algunas piezas de las pezuñas, figuración de determinados animales según la fórmula de la perspectiva unilateral, representación de los bóvidos con un sólo cuerno incurvado y abierto en su
arranque -tema que encontramos no sólo en alguna de las representaciones del
mundo italiano, sino con numerosos yacimientos franco-cantábricos del Magdaleniense, como acertadamente ya se ha señalado (101)-- y presencia de determinados signos
· de componente cronológico avanzado.
En este último apartado, que además experimenta un incremento cuantitativo
considerable, podemos distinguir aquellos que se suelen asociar a un zoomorfo, fundamentalmente los zig-zags formados por líneas paralelas y rellenos de trazos perpendiculares apretados, los motivos en «V)) múltiples, los arboriformes o ramiformes y las
bandas formadas por trazos cortos paralelos, de aquellos otros que por lo general
aparecen aislados, cubriendo con mucha frecuencia la totalidad o gran parte de la
superficie de la plaqueta. Estos últimos muy variados, pero en los que se observan
algunas agrupaciones tipológicas significativas: los reticulados simples, los retículados complejos, o con rellenos de distintas formas y orientaciones, los reticulados
divididos por espacios vacíos formados por líneas paralelas normales o quebradas, los
haces múltiples formando precintos, dotados a veces de una disposición geométrica
que los acerca considerablemente a los tectiformes, los ovales o circulares, los serpentiformes y formas curvilíneas en general y las bandas reticuladas paralelas. Formas
poco estudidas por lo general en el resto del arte mueble, de una amplitud en la
secuencia que impide considerarlas únicamente como representativas de los estadios
terminales del Magdaleniense superior, y de las que no es difícil encontrar paralelos
en las colecciones ricas en plaquetas o cantos grabados, como serían La Vache -el
(100) GRAZIOSI: Op. cit. nota 66.
A. VIGLIARDI: «L'art mobilltr a u Pal'-'lithic¡ue de la provincia méditarran6enne•, en Le. eouranta atyliatiques dana l'art mobílier a u
Pal'-'lithíque aupérieur, IX Con¡Ñtl de la U.I.S.P.P. Nita, 1978, pé.p. 54-7$.
(101) FORTEA PEREZ: Op. cit. nota 61.
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37
te~a
de las bandas rellenas de trazos paralelos de tipq escaler?Iorme- (102), Isturitz
..:..::fon combinación en zig.zags y bandas rellenas de trazos paralelos- (103), Gour·
dan ~on haces de líneas paralelas formando reticulados (104), o reticulado y haz de
líneas paralelas incurvados (105), o bandas de líneas paralelas rellenas (106)-, Lortet
-con reticulado ·simple- (107), Mas d'Azil -con motivo en zig-zag formado por un
haz de líneas paralelas- (108), Rochereil - reticulado complejo- (109), etc.
El tema, justo es reconocerlo, se escapa de las posibilidades de un análisis detallado, habida cuenta de la escasa importancia concedida por lo general a los signos en el
arte mueble, especialmente en el mundo de las plaquetas, donde faltan los inventarios
detallados de las principales colecciones, siendo por lo general los soportes cilíndricos
los que han concitado mayor esfuerzo de documentación y análisis (110). Y sin
embargo, el esquematismo o el geometrismo, ciertamente presentes en el arte mueble
del Mediterráneo español, especialmente a lo largo de su secuencia magdaleniense, no
carecen de paralelos en el ámbito geográfico y cultural más amplio en el que se
inscribe tanto su secuencia industrial como artística, y en líneas generales coincide
con el aumento que experimentan los signos en esas mismas fechas (111).
(102) L. R. NOUOJER y R. ROBERT: «Gatee. ..-.v6. du Maada16nien final des PyrinM. (Orotte de la Vache, Alliat, Ari..e)t. Pr4hlatoile
Ari'ce<>iH, XXVI, 1971, pip. 11·76: canto CXXi, de la capa 2. pé.p. ~1.
(103) E. PASSEMARD: ..X.. Caveme d'Jaturitz en P-.ya Buqueoo. Pr6hiatoile. t. IX, pip. 1·96.
(10.) M. CHOLLOT: .COllectloro Piettea. Parú, 1964. n a 48149.1, p4p. 84-86.
(106) CHOLLOT: Op. cit. nota anWior, núm. 411644, pép. 88-89.
(108) CHOLLOT: Op. cit. nota 10.. núm. 48464, p4aa. 88-89.
(107) CHOLLOT: ()p. cit. nota 104. núm. 47268, p4p. 162-163.
(108) CHOLLOT· VARAGNAC: ()p. cit. nota 97, núm. 461567, pq. 162.
(109) A. ROUSSO'I' 7 J . DBLSOL: •Un plet p-a"' da Rochereil. commune da Grand-lln.Mac (DordOCM)t. BuDetln da la Sociét6 Hlatorique
et Arch6oloclqwo du P6riJord, t. XCVD. 1970, pép. 174-186.
(110) l BARANDJARAN MA&?.TU: • Arta mu.e ble del Paleolltico cantábricooo. Zarqoaa, 1973.
CHOU,()'JWARAONAC: Op. cit. nota 97.
(111) A. SIEVBKING; «&..-.ved Mqdalenian Plaquettee». B.A.R.; Int.emational Sariea, 389, 1987, p4p. 121·128.
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ARCHIVO DB PRBHISTOJUA LEVANTINA
Vol.
xvm (Valencia. 11188)
GABRIELA MARTIN
(Recife)
PREffiSTORIA DEL NORDESTE DE BRASIL: ESTADO ACTUAL
DE LA INVESTIGACION
El indio penetró en el actual territorio brasileño hace más de 30.000 años, a través
de los corredores andinos y siguiendo el curso de los ríos que nacen en la cordillera. La
ocupación, al parecer, se realizó del Oeste para el Este y de Norte a Sur.
Las dos grandes cuencas hidrográficas de América del Sur, la amazónica y la
platina, fueron los caminos naturales de penetración. La relativa proximidad de
algunas de las fuentes más altas de ambas cuencas, explica, en parte, la semejanza
entre culturas pertenecientes a grupos humanos que, después, encontraremos separados por miles de kilómetros. Roquette-Pinto, autor de la interesante obra Rondonia
(1917), ya comentaba que quien atraviesa el Mato Grosso ve lado a lado los arroyos
orientados hacia el Norte y los que se van a perder en el Paraguay: «La comitiva
almuerza a la orilla de u~ riacho filiado al río de La Plata y puede sestear al margen de
una cabecera de la cuenca del Amazonas.»
Entre las dos grandes cuencas sudamericanas y muy alejada de ambas, la región
Nordeste de Brasil, con 1.548.672 km 2 , tiene casi el 50% de su espacio regional ocupado
por tierras semiáridas, conocidas como sertOes, de baja productividad y expuestas a
sequías terribles que periódicamente diezman su población. Esta enorme región semidesértica ha creado un tipo humano bien característico, el «sertanejo», en el que
podríamos identificar la sobriedad y el sentimiento trágico del campesino ibérico junto
al deseo de independencia y libertad del indio brasileño. Estos rasgos se completan con
un alto sentido personal del honor.
Las vías de población humana en la Prehistoria del Nordeste semiárido brasileño,
nos son todavía desconocidas, pues el estado act1;1al de la investigación aún no nos
permite afirmaciones con bases científicas seguras; sin embargo, los primeros indicios
parecen apuntar a las tierras altas de tipo sabana de Goiás y a los valles de los ríos Sao
Francisco y Parnaiba, que cortan verdaderos desiertos. Habría que aceptar, también,
-49-
[page-n-50]
G. MARTIN
2
migraciones costeras de Norte a Sur y viceversa, pero el rebajamiento natural de la
costa atlántica de América del Sur debe haber destruido los posibles indicios de
migraciones muy antiguas, de forma que no es posible señalar ocupaciones prehistóricas en las costas del Nordeste con anterioridad a 3.000 años a. C. Las migraciones
costeras solamente son válidas para grupos de agricultures identificados principalmente como de tradición tupí-guaraní.
LAS PRIMERAS INVESTIGACIONES
Las primeras noticias sobre hallazgos prehistóricos en Brasil se deben a cronistas y
viajantes extranjeros de la época colonial y es curioso que uno de los primeros
registros de arte rupestre a nivel mundial, se deba al cronista Brandao, que en sus
Dialogas das Grandezas do Brasil, en 1598, describió una pintura rupestre con suficientes detalles para que, posteriormente, haya sido identificada en el estado de
Paraíba (1). Las informaciones sobre grabados y pinturas rupestres, tan abundantes en
el Nordeste brasileño, así como de otros restos prehistóricos, se mezclan a noticias
fantá.s ticas sobre fenicios, griegos y vikingos, en la historiografía del siglo XIX y
comienzos del actual, con especial preferencia por los primeros. El mito fenicio es caro
a la fase mitológica de la Prehistoria brasileña (2).
La moderna investigación prehistórica no tiene inicio en Brasil antes de la década
de 1950, si bien existen trabajos aislados válidos con anterioridad a esas fechas para
Amazonia y Sur del País.
Dos escuelas marcan ese inicio, curiosamente dirigidas ambas por dos matrimonios.
Por una parte, la escuela francesa dirigida por Josef y Annette Laming-Emperaire, que
daba continuación a los trabajos de Paul Rivet y su discípulo brasileño Paulo Duarte,
fundador del Instituto de Prehistoria de Sao Paulo, que iniciaron investigaciones
arqueológicas sistemáticas en el Sudeste del País, especialmente en Lagoa Santa
(Minas Gerais), donde en 1834 Lund había encontrado los primeros cráneos prehistóricos de América del Sur; y por otra parte, la escuela americana bajo el patrocinio de la
Smithsonian Institution, dirigida por Clifford Evans y Betty Meggers, que sustentaron, y la última sigue manteniendo todavía, criterios rígidos, recusándose a aceptar
fechas de ocupación humana en Sudamérica anteriores a 10-15.000 años. Escuela fijada
sobre todo en investigaciones en la región amazónica.
En 1961, con ayuda de la Smithsonian Institution, fue creado el PRONAPA (Programa Nacional de Pesquisas Arqueológicas), que dirigido por los Evans pretendía
establecer el estado de la investigación en Brasil, financiando los grupos de arqueólogos existentes en la época. La región Nordeste quedó fuera de esw programa, con
excepción de Bahía, donde el arqueólogo español Valentín Calderón trabajaba hacía
m.
(1) R. T. DI ALMIIDA.: «Um oltio arqueol6cico hia6rieoot. Clio, nÚID.
a.cite, 1880, pq.. 81-63.
(2) G. MAJlTIN: «&tuccoe p&ra uma d....;~®. petroelito. bruil.UU. A !*Ira lavnoda do tnp (Paralbe)o.
Univeniclade de Slo Pelllo. 8io Peulo. 1975.
-50 -
RmMa de HJ.t6ria de
[page-n-51]
PREHISTORIA NORDESTE BRASIL
3
algunos años (3), pues en una región tan extensa como el Nordeste no había nadie, en
la época, que realizara investigaciones arqueológic.a s serias.
La afirmación con que iniciamos este ensayo sería imposible hacerla diez años
atrás, pues hasta 1967la única fecha de carbono-14 que teníamos para todo el Nordeste
era de 5.630 ± 440, obtenida por el citado Calderón (4) para la Gruta del Padre, en
Pernambuco, cuya excavación completamos recientemente.
A partir de 1970, la Misión Arqueológica Franco-Brasileña, dirigida por Niede
Guidon tras la muerte de A. Laming-Emperaire, inicia trabajos sistemáticos en SE de
Piauí que, contando con un equipo de especialistas competentes, dio como resultado el
levantamiento de más de 250 yacimientos arqueológicos, con casi una centena de
dataciones radiocarbónicas, además de numerosas monografías sobre Prehistoria de la
región, publicadas en Brasil y en Francia (5).
De los nueve estados que integran el Nordeste de Brasil (6), solamente Pernambuco
y Río Grande del Norte tienen centros dedicados a la investigación arqueológica
integrados en las Universidades, además de la Misión Franco-Brasileña, con sede
permanente en San Raimundo Nonato, en Piauí. Algunos grupos, todavía incipientes,
están organizándose en Sergipe y Bahía, pero de los que aún no se conocen resultados
ni trabajos publicados. Esporádicamente, arqueólogos de universidades del Sur del
País trabajan en el Nordeste, como es el caso de M. C. Beltrao, de la Universidad
Federal de Río de Janeiro, que realiza excavaciones en la región Central de Bahía con
un equipo de especialistas americanos y canadienses (7), y P. l . Schmitz. de la
(8) Valentín Calderóa, proleoor ele la Univtnidad Fecleral ele Balúa, era •10 penooa1 de Lula Pericot 1 PMro Boleh-GÍIIqlen, que le
viaitaron m Bahla para COIIOC8I' 1111 trabe,joe, en la cl"*la ele loe 70. Dee¡racildameo~. Celd81'6n Called6 pocoe doe d~ ain COODP!etar ni
publicar 1\18 lnveRlpdon-. de 1aa que IIXÍ8IAIIl oolam~ all\lh&l ooticiaa prftiaa. Botamoe claoclo contlnllided a loe ~ de CalderóD .., el
valle de San ~. eepecialmonte en la GN~ del Padre, en Pemua!Ktco, cuya excavación dejó incompleta.
< V. CALDBBON: •Nota privia oobre a U"lueolocia del re¡i6ee ceotnle wdoeat. do J.taclo de Bahía•. Protrama Nacional de Peac¡uiaa
•>
Arqueolócieu. Reeul~oe P"llminanoa clo MCWMlo ano, 1966-1867. Publka~ a..W... M~~ae~~ P . . . - Basilio Ooelcll.
1989.
Otroe trabe,joe imponantea del autor relaeiorwloo con la Prebiatoria del Nordeate bruilello eerillll!
V. CALDBRON: •Nota ¡rivia oobre tria W. de arte Npeetre no Bataclo de Bahi». Univenitu. nóm. 06. Reviata ele Cultura ele
Univenldade Paclenl ele Bahía. SalvaciM, 1970.
V. CALDBRON: telnvMIIIa~o oobre a arte Npeetre oo planalto c1a Bahía: u pinturaa da Chapada Diamantina~'. Univwoitu. nóm. 6{7.
Salvador, 1871.
V. CALDBRON: «Cont.ribui~o para o conhec:imiento c1a U'queolocia do Rec6ncavo e do Sul do Balado c1a Bahía». Pro,rama Naciona.l ele
Peequlau Arqueolócieu. Publica~ Awlau. n6m. 16. M111e11 Paraenee Bmflio Qoeldj, Bel6n, 187•.
V. CALDBRON: «Ae t,..cli~ ·lítica de wna reailo do Beixo-MMío Sio Francloco (Babia¡.. Betucloe ele Arquooloaia e Etnoloaia. Col.
Valentfn Calderón. SalvadOl', 1983. polp. 87-68.
(ti) N. GUIDON: •Rapport de SynthÑelt. Actee clu XLII Consri>e lntamational dea Am6rlcaniatea, vol. IXB. Perla, 1976.
N. GUIDON: •o.ftni~ de delimltac6ea do eatilo Vúua Granel•. Actea du XLU Conplnt4matfonal d" AIMrlcanlatee, vol. IXB.
Parúo. 1876.
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lnltltuto Golano de Pr6-Hlat6ria e Antropoloaia da Univeraidacle Cat61ica ele Goiú. Gollnia, 111'78-80, polp. ~.
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N . GUIDON: «Art Npeatre: 11M ayn~ clu ~de rechercbe. Cont.ribut.ione znMboclolociquea en Plibiato;,.... Btllclea Am'rlcaniatel
lntard.itciplinairee, 1. L&boratoire ci'Anthropolocie Pribi.storlque ci'AmVique. Paria, 1982.
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N. GUIDON 1 G. DBLIBIUAS: ..c.rtJor>.t4 c1atea point to .111&11 in the A-x.. 32.000 yeua qooo. Nature, 'fOl. 821, n6m. 8.072, 19 .JIIDO 11188.
(6) Maranhio, Ceari. Rio Orando clo Norte, Paralbe, Penwnbuco, Pialll, .AJaaou, ~pe e Babia.
(7) M. C. B.BLTRAO a o/if: «Projew Cenlnl: PrimeU.. reeultadoa>t. l Simpóao de Prebiatória del Nordeat.e Bruilelro. Univ..;dade Feclara1
de Penwabuoo. Reci/e, 1867.
s.t•.
- 51 -
[page-n-52]
4
O. MARTIN
Universidad Federal de Río Grande del Sur, que también excava en el SW de Bahía y
en Pernambuco (8).
En abril de 1987, la Sociedade de Arqueología Brasileira-SAB, fundada en 1980,
realizó el 1 Simposium de Prehistoria del Nordeste Brasileño, que se reunió en Recife
(Pernambuco) y en el que, por primera vez, estuvieron práctic.a mente presentes todos
los arqueólogos que trabajan en el Nordeste o en áreas ,limítrofes. Lo datos obtenidos
de aquella reunión, con las comunicaciones y debates publicados íntegramente, significaron el primer cuadro de referencias para la Prehistoria del Nordeste y el inicio de
una nueva etapa de la investigación arqueológica en Brasil (fig. 1).
EL MEDIO GEOGRAFICO
En resumen, podemos definir el Nordeste brasileño como una región con predominancia de semiaridez, dominada por la Caatinga, paisaje que abarca los mayores
espaci9s de la región, seguido de la Mata Atlántica, que ocupaba todo el litoral y hoy
muy deteriorada por la agricultura intensiva, la Floresta subcaducifolia y el Cerrado.
El Nordeste no presenta grandes ríos que se mantenga.n caudalosos en los largos
períodos sin lluvias, a excepción del San Francisco, de largo recorrido y centro de
atracción de culturas indígenas, seguido del ParnaJ.'ba en la cuenca sedimentaria de
Piauí-Maranhao y la cuenca dei A~u, que también concentró numerosos grupos
indígenas prehistóricos en distintas épocas.
En gran parte, la región semiárida brasileña se extiende por depresiones interplanálticas, en forma de interminables colinas, situadas entre macizos antiguos. Estas
colinas están surcadas por ríos y riachuelos intermitentes.
La vegetación es arbustiva con poca representación arbórea, con hojas pequeñas y
espinosas, adaptadas para resistir la evaporación muy intensa, y también con numerosas variedades de cactáceas. Es una vegetación caducifolia de color ceniciento en la
estación seca y verde exuberante en la época de lluvias, adaptada al calor y la
sequedad de la región (9).
Especial importancia tienen los brejos, especie de oasis en regiones extremadamente secas. «Islas de humedad» las llama el geógrafo Assiz Ab'Saber, que consiguen
quebrar la monotonía de las condiciones ñsicas y ecológicas de los sertOes secos. En la
cultura popular se conoce como brejo cualquier sector más húmedo, existente en área
(8) P. L SCHMITZ. A. 8. BARil08A 7 N. B.lUBBIRO: «Arte nq>eetn DO B...U.. T - de Arqueolotla bnGJaire, 4. Anubio de Di~o
Ci.,úllca. 8. Goilnla. 1980.
P. L 8CIIlO'n: .CO..Iribllci01>.. a la PNhi.tória de Bruibt. Paaqulau (Antropolotia, n6m. 82). Slo Laopoldo, 1881. p4p. 41-83.
P. l. SCHMITZ, A. 8. BARBOSA. N. B. BIBBIRO a[. VBRABDI: «Arte ntp<n no C...tro do Bruil: PiDturu a¡raYUrU cla ~hlat.ória
de Oolú • cla Ba!IJa¡o, Wtituto ArchiaCaDo da Paac¡uUu. Slo lAoDoldo. 1884.
(9) A. N. AB'SABBR: ..i>robl.mática da daamili~ • cla ...,~ DO Bluil mt.artrcpkal•. Oeomorfolotlia. n6m. 68. !Mtituto de
Gaotn4a Univ..-.lclada de Slo Paulo. Slo hlllo, 197'1, 111 p4p.
•
A. N. AB'SABBR: «P6lao-cllma a ~. Anuúio de Di~ Ci.,tUlc:a. Univft'liclada C.t61ic:a da Goiú. Goiinia. 11180.
A. N. AB'SAii'BR: .O ~ IDOifoc:lilútic:o ..-i-'riclo claa eaalillcu brMileirua. Thllc:a, 0\\111. 06. Slo hulo, 11180.
A. · N. AB'SABBR: .O. 8art6aa. A ori¡ínaliclade c1a tena». Ciác:ia·Hoja, vol 8, ~óm. 16, Ul85.
-52-
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PREHISTORIA NORDESTE BRASIL
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AREAS
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PROYECTOS
1- PALAFITOS ( MARANHAOI
2- SE. DE PIAUI
3- AGRICULTORES EN LA REGDN SEI'tiARI>A
4- SERIOÓ (RIO GRANOE DEL N)RTEI
5- VILA FLOR (RIO GIWCIEOELtom:)
$- ITAPARICA ,( PEANAMIIUCO Y BAltA )
7-AORESTE (PERIW8JCOY MRAJBA)
8- CENTRAL 1 BAilA)
9- OOIAS Y SW. DE IWtA
f
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Fig. 1
12
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6
G. MARTlN
de dominio semiárido. Son suelos más fértiles, con filetes de agua, donde es posible
cultivar casi todos los productos y frutas típicas de los trópicos húmedos (10). En los
brejos de altura es posible cultivar café en medio de regiones áridas. El brejo es
siempre un enclave tropical en medio del semiárido.
Desde el ángulo arqueológico, que es el que aquí interesa, los brejos son lugares
importantísimos para el conocimiento de la Prehistoria brasileña porque fueron lugares de atracción y concentración de grupos humanos, donde las estrategias de sobrevivencia del hom~re prehistórico, pudieron desarrollarse. En lugares de brejo encontramos hoy grupos indígenas remanescentes como los Pankararú de Pernambuco, aldeados en el Brejo dos Padres (11) por misioneros de Sao Felipe Neri. En Brejo da Madre
de Deus, también en Pernambuco, fue descubierta la mayor necrópolis prehistórica del
Nordeste (12) y es también en regiones de brejo, en Río Grande del Norte, donde hemos
encontrado numerosos yacimientos prehistóricos de cazadores y abundancia de pinturas rupestres (13).
Entre los inmensos sertiies secos y la llamada Zona de la Mata que corresponde a la
región litoral, existe el agreste o agrestes. En términos amplios, los agrestes constituyen zonas de transición no muy anchas ni homogéneas, sin formar una faja continua,
sino más bien «manchas de agreste» entre el litoral y el semiárido. El índice pluviométrico es mayor que en el sertáo y menor que en el litoral, y la vegetación es arbórea.
Existen en los agrestes ríos de recorrido corto y cursos de agua menores en cuyas
márgenes no es raro encontrar grabados y pinturas rupestres sobre formaciones
graníticas redondeadas.
El litoral nordestino se extiende desde Maranhao hasta Bahía. En general, es bajo
y arenoso, sin grandes accidentes ni elevaciones, muy erosionado y con extensas áreas
punteadas de bahías, islas, canales, pantanos, aluviones y dunas, especialmente en el
litoral septentrional. Otra característica del litoral nordestino son los arrecifes de
(10) AB'SABBR: Op. cit. en la nota 9, 1886.
O. O. ANDRADB y R. C. LJNS: «t. Alquivoa do Jrwtltuto de Ci6nclaa da Terra, núm. 02.
Recifa, 1964.
(11) C. ESTtvAO: ..0 oawario da "Ol'Ute do P..tre" - Jteparica e al¡umu notfciu .obN r.Dan-te. lndf1- do NordMteoo. Sepuate
do Bolet.im do MUHU Nacional, vol. XIV ·XV (1933-1~1). Bio de Janeiro, 1943, p4p. 1tl0.210.
(12) M. ALVIM y S. M. SOUZA: •0. Mqueletoe bumanoa na Fuma do Batra1o, Brejo da MadN de Deue, PemambuCOJt. Clio, núm. 6, 86rie
Alqueo16rlca ·1. Recite, 1964.
M. ALVIM: ..0 aNpo pr6-bilt6rico da Fuma do Batra10. PE, e - Nla~ bíolóticu com ou&ru popula~ pH-biat.óricu e atuaia do
Bruil~. Confelfncla pronunciada no J Simpóao de ~Hiat.ória do Nord..te Brulleiro. Recil.. 1987.
J. M. D. DB LIMA: «Peeqw.. arqueo.l ótica DO Munidpio de Brejo da MadN da Deu.PE». Sympoeium, vol. ll8. Recite, 1984.
J . M. D. DE UMA: «Aiqueolosla da F\lma do Betrqo. Bnjo da MadN de Deua-PE>o. ~9lo a~tada ao Mamado de
Anc.ropolopa da Unlvenldade Federal de Penwnbuoo. Rec:ile, 1986.
J . M. D. DB UMA: «AAqueolopa da Fuma do Betnso. Brejo da Madre de O.U.PE». Clio, nW... 7, 1Wrie Alqueolótlic:a·2. llecile, 1886, pq..
9'7-112.
M. ALBUQUBRQUB: • Note pt+lia .obre a ocorrincia de piclolr&-fiu DO muniefpio da Bnjo da Madre de DeuP. Sepante do Bo1etfm do
m.tituto Joaqulm Nabuoo de Peequiau Soc:la.ia, núm. 18. Reci!e, 1971.
(13) O. MA.RTIN: «Cua Sute: WR abrilo com pinturu tupMtfta do ..uJo Serid6, no JUo Gr&nde do N -. Clio, ni\&. 5. Bec:ile, 11182, p4p.
65-80.
O. MARTIN: «Amor, Yiol6ncia e .olidariedade no -unho da arte rupMI:n bruilein.•. Cllo, núm. 8, S6ria Alqueol6cica·L ReciC.,
G. MARTJN: «
O. MARTJN: """' rupMtn DO Serld6 (RN): O útio "Múwlor" DO Boqueirlo de Pare~. Clio, DIÍIIL 7, !Urie Alqueol6cic:a.2. Rec:üe.
1986,
pq.. 81-96.
-54-
[page-n-55]
PREHISTORIA NORDESTE BRASIL
7
arenito y de coral que surgen en el Ceará y llegan hasta el Sur de Bahía. Paralelos a
las playas, corresponden a las antiguas costas sumergidas.
En casi toda la región Nordeste domina el Pre-Cambriano. Las mayores altitudes
no sobrepasan los 1.000 metros, como en la Chapada de Araripe (entre Pernambuco y
Ceará) y en los bordes de la cuenca del San Francisco. La Chapada Diamantina, en
Bahía, de forma tabular, divisor de aguas entre los ríos que corren hacia el Atlántico y
los tributarios del San Francisco, forma una muralla con altitudes superiores a los
1.000 metros, llegando a 2.100 en el Pico de las Almas. Región semidesierta, se presenta
como prometedora pa.r a la investigación arqueológica donde se han detectado yacimientos prehistóricos de cronologías muy antiguas.
Las más extensas elevaciones de todo el Nordeste corresponden al macizo de
Borborema, formadas de granitos, gneiss y cuarzos, con alturas que se mantienen
entre 700-800 metros y en donde en algunos casos llega a sobrepasar los 1.000 metros.
Los fenómenos climáticos del Nordeste no se manifiestan en marcadas diferencias
térmicas, sino en grandes variaciones pluviométricas, contrastando el régimen de
lluvias intenso en la costa y la escasez absoluta en el interior.
Las variaciones anuales de temperatura son pequeñas con excepción de las áreas
superiores del macizo de Borborema y Chapada Diamantina. En el 95% del territorio
del Nordeste ningún mes del año acusa temperatura inferior a 18 grados, con más calor
en la región septentrional donde se registran temperaturas medias de 24• a 26•, con
excepción de las chapadas. Las máximas temperaturas de la región se registran en el
interior, con temperaturas diurnas de 40• en los períodos más secos (14).
LOS CAZADORES PREHISTORICOS DEL NORDESTE
Y SUS ESTRATEGIAS DE SOBREVIVENCIA
El indio brasileño, en su estadio cultural más avanzado, no pasó de un neolítico
primario preurbano. Su habitación nunca fue totalmente estable desde una proyección
histórica, no trabajó la piedra para la construcción ni conoció el ladrillo o el adobe y
no construyó ciudades. No conoció la rueda ni el tomo de alfarero y, con excepción de
algunos tipos de cerámica de la región amazónica de origen subandino y circuncaribe,
no fabricó ningún tipo de cerámica artística. No conoció los metales. No domesticó
ningún animal económicamente rentable. En general, su organización social no estaba
dividida en clases y castas, a excepción quizá de los grupos asentados en la isla de
Marajó, en el bajo Amazonas. Siempre anduvo desnudo o semidesnudo.
Comparados con los mayas, con su complicada estratificación jerárquica y su
escritura jeroglífica, o con los incas, detentores de conciencia «imperialista», los
indios brasileños aparecen tan salvajes y primitivos como lo fueron a los ojos de los
primeros portugueses aportados a las tierras de V era Cruz.
La situación cultural del indígena brasileño en la época del contacto europeo, era,
(14) Fooda~ m.tituto Bruileiro ele Geosra& • B.tacH.tica ([BGB): «Geocrafi.a clo Bruil Recilo NorcleetM. Vol 2. Rio ele Janeizo, tm.
-55-
[page-n-56]
8
G. MARTIN
posiblemente, estable desde hacía dos mil años entre las poblaciones agrícolas del
litoral y era la misma de, por lo menos, diez mil años, entre los grupos preneolíticos o
de cazadores-recolectores de las regiones más al interior.
Pero, a pesar del cuadro expuesto, el gran interés de,la Prehistoria brasileña, sobre
todo en las regiones más ingratas del interior del Nordeste, es observar la gran
capacidad de adaptación del hombre a una naturaleza particularmente perversa y ver
que, en ese medio hostil, fue capaz de crear su «hábitat» y hasta desarrollar un arte
expresivo y bello, como son las pinturas rupestres del SE de Piauí o de la región de
Seridó, en el estado de Río Grande del Norte, situadas en el dominio del semiárido.
Las evidencias radiocarb6nicas acompañadas de hallazgos de material lítico y
señales de ocupación humana, demostraron, sin lugar a dudas, que la región NE de
Brasil fue poblada desde el Pleistoceno cuando las condiciones climátic~s ~eberían ser
bien diferentes. Hallazgos de fauna y megafauna pleistocénica como ciertas formas de
camélidos (paleo-llama?) y perezoso gigante, indican períodos áridos de vegetación
diferente, pero aunque tengamos la seguridad de la presencia humana en el Nordeste a
partir de 39.000 años en el SW de Piauí (región de San Raimundo Nonato), 27.000 en el
NW de Bahía y 11.000 en Pernambuco, ningún resto humano atribuible a estas fechas o
asociado a fauna extinguida ha sido encontrado hasta ahora.
En general, ése es el drama de la Prehistoria americana: el escaso número de restos
humanos que puedan ser, con seguridad, atribuidos a épocas muy antiguas. El caso de
Piauí es significativo: en casi 300 yacimientos registrados y, por lo menos, diez fechas
de C-14 que van de 17.000 a 39.000 años BP, ningún resto humano ha sido registrado,
aunque las condiciones climáticas caracterizadas por una extrema sequedad, sean
propicias a la conservación de huesos.
Fechas muy antiguas, rondando los 40.000 años BP, fueron señaladas en la región
central de Bahía, con resultados todavía sin publicar, pero donde tampoco fueron
encontrados restos humanos.
Pinturas rupestres fechadas en 17.000 años BP, en Sítio da Pedra Furada (San
Raimundo Nonato, Piauí) (15), muestran escenas de caza con numerosa fauna de tipo
actual: capivara (Hidrochoerus hidrochoeris L.)¡ ema (Rhea americana L.), también
llamada, impropiamente, avestruz americana¡ armadillos, de los que se conocen once
especies distintas en Brasil (Tolypeutes tricintus [L.), Priodontes giganteus [E. Geot],
etc.) y diferentes tipos de cervídeos. Queda en duda la presencia entre esas pinturas de
un camélido, especie de la que fueron encontrados restos óseos en la misma región.
Indicios cada vez mayores parecen afirmar la relación de la fauna gigante con el
hombre sudamericano. Sabemos que la megafauna perduró en América del Sur mucho
más tiempo que en el Viejo Mundo. El perezoso gigante vivió seguramente hasta los
últimos 16.000 años, época en que el hombre ya habitaba el Nordeste del Brasil y pudo
haberlo cazado con facilidad. Restos de este desdenta'llo, del tamaño de un elefante,
fueron encontrados en el Nordeste y región central del Brasil.
(16) GUIDON: 0p. cit. tn la DOta &, 1986 -.A oeqiMocia--"·
- 56-
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PREHISTORIA NORDESTE BRASIL
9
En el yacimiento de la Toca da Barra do Antoniao, en San Raimundo Nonato
(Piauí), formado por un gran abrigo en la entrada de galerías calcáreas, en la planicie
precambriana, fueron encontrados restos de caballo americano y de Eremotherium
que, analizados en el Museo Americano de Historia Natural de New York, fueron
clasificados como cortados y quebrados por acci6n humana. Se encontraron también
piezas líticas talladas en el mismo estrato de los f6siles y restos de carb6n.
La asociaci6n de megafauna con material lítico tallado también fue detectada en
dep6sitos del Pleistoceno llamados tanques, en el Estado de Río Grande del Norte y en
una laguna pleistocénica en Pernambuco (16).
La contemporaneidad del hombre con la megafauna durante el último período del
Pleistoceno Superior, calculado para Sudamérica entre 40.000-12.000 años, está suficientemente probada; sin embargo, falta el dato definitivo que es el hallazgo del propio
hombre.
Con raras excepciones, las culturas prehist6ricas de Sudamérica fueron cr6nicamente deficitarias de proteínas (17). El círculo clásico que caracteriza las culturas
neolíticas del Viejo Mundo, agricultura-pastoreo, en el que el ganado abona la tierra
renovando así su capacidad productora y, al mismo tiempo, proporcionando el complemento proteico a través de la leche y la carne que falta en la alimentaci6n vegetal con
base en los cereales, no se realiz6 en América. En el Nuevo Mundo, a excepci6n de los
criadores de pavos del Sur de los Estados Unidos y los rebaños de llamas y alpacas de
las culturas andinas, no hubo ninguna especie de ganado domesticable. Como consecuencia, ese factor decisivo va a determinar la evoluci6n cultural de los pueblos
americanos.
La divisi6n hombre cazador-recolector n6mada y agricultor-pastor sedentario, del
Viejo Mundo, no es válida para· América. En las sociedades agrícolas de Europa o
Asia, el ejercicio de la caza pasará a ser actividad de tribus «bárbaras» o distracci6n
de clases privilegiadas, pero en Sudamérica el hombre primitivo, hasta en las sociedades indígenas más organizadas, nunca dejará de ser cazador como imperativo impuesto
para la obtenci6n de proteínas, y con excepci6n de las altas culturas andinas, será
siempre semin6mada a causa del rápido agotamiento del suelo, sin la posibilidad del
abono orgánico que la existencia del ganado proporcionaría. En algunas regiones,
donde la caza era más escasa y donde la tala de la mata para el cultivo exigía cada vez
mayores extensiones, la falta de proteínas debía ser apremiante, especialmente en las
regiones más secas del Nordeste de Brasil, donde muchos ríos tienen inclusive pocos
peces por su alta salinidad.
Es posible que la antropofagia, atribuida a varios grupos indígenas del Nordeste,
no fuese simplemente ritual y sí una forma de suplir deficiencias proteicas.
(14) A. F. O. LAROCHE: «< litio arqueolócico da Pedra do Ca.bocloot. Qinúío PemamlNcano. s.cr.taria de Bduca~o e CultunL Recife,
:1'70.
A. F. O. LAJIOCHB: ~para a~~. Gabinete de Hiatclria Natw'al do omúio P-bucano. R«i1e, 1m.
A. F. O. LAROCHE: «Arqueolocia hmambucana•. MIIMII e Gabinete de Hlat6rie Natural do Oinúio Pemambucano. ~re, 1m.
(17) Entze .... exeepeionea poclrfamoa citar loa eomboq11¡. braailelloa, cuya bue alimenticia era la protelna pura de loa moluacoa y mariecoa.
-57-
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G. MARTIN
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El nomadismo o seminomadismo del indio prehistórico del Nordeste de Brasil
siempre tras la caza o abriendo nuevos campos de cultivo, es uno de los factores
determinantes de su estructura preurbana y del desinterés por la construcción de
viviendas más estables.
La idea de cazadores prehistóricos abatiendo animales de gran porte debe ser
olvidada en parte, ante la realidad que nos presenta a un hombre alimentándose de
toda clase de roedores, caracoles, lagartos y gran cantidad de insectos. P. l . Schmitz
los ha llamado «comedores de microfauna», tal es la cantidad de pequeños huesos
encontrados en algunos yacimientos del Nordeste, como es el caso de la Fuma do
Estrago, en Pernambuco.
Una teoría sugestiva levantada por el autor citado (18) es que los cazadores
especializados llegaron a Brasil por las altas planicies de Goiás, pero la falta de
animales de las grandes praderas (bisontes) transformó en inútil una tecnología lítica
de puntas de proyectil. La trampa, el dardo de madera y la rapidez de las propias
manos, serían más útiles para atrapar pequeños animales.
Las industrias líticas de la región Nordeste de Brasil son casi siempre unifaciales,
con escasez de puntas de proyectil. Industrias de núcleos y lascas a partir, sobre todo,
de cantos rodados especialmente en el valle del Río San Francisco, donde es abundante esta materia prima. Los tipos de roca más usados son cuarzo, cuarcita, granito, sílex
y calcedonia. También cristal de roca en Río Grande del Norte.
En el SE de Piauí, área mejor estudiada hasta ahora, que corresponde al municipio
de San Raimundo Nonato, el material lítico colectado y fechado, puede ser agrupado
en cinco períodos. El primer período se caracteriza por piezas líticas en cantos
rodados, de cuarzo de pequeñas dimensiones (3 a 4 cm.), preparadas por golpe de buril,
dando origen a pequeñas piezas con puntas, localizadas en el yacimiento del Boqueiroo
da Pedra Furada (32.000-25.000 BP) (figs. 2 y 3).
Entre 25 y 17.000 ocurre un hiato sin ocupación que, quizás, podrá ser completado
en futuras investigaciones.
Un segundo período, bien documentado, se desenvuelve entre 17.000 y 12.000 años,
con utensilios hechos a partir de núcleos de cantos rodados de cuarzo y cuarcita de 5 a
10 cm. y lascas trabajadas con la función de raspar o cortar (S(tio do Meio).
El tercer período se caracteriza por una mayor variedad de utensilios, con aparición de la técnica de retoque por presión y mejor acabado de las piezas trabajadas por
percusión, en cuarzo, cuarcita y sílex. Aparecen cuchillos retocados, raspadores alargados, raederas, perforadores o punzones y raspadores con entalles (Boqueiréio da
Pedra Furada, Toca do Bojo 1, Toca da Boa Vista 1 y 11, Toca do Paraguaio). Este
período se extiende entre 12.000-8.000 años en el SE de Piauí, mientras que en otras
regiones del Nordeste es más tardío, apareciendo hacia 6.000 en el valle de San
Francisco (Gruta do Padre, Pernambuco). Los instrumentos de este período están
asociados a enterramientos primarios en el SE de Piauí y P.n Río Grande del Norte
(18)
scmarz:
Op. cíe. .. la DOta 8, 1881.
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11
PREHISTORIA NORDESTE BRASIL
•
Flg. 2.- Industrla lftica procedente de la doca do Boqueirlo da Peclra Furada)•• en San Raimundo
Nonato, Estado de Piauí, NE de Brasil.
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Fig. S.-Industria lítica procedente de la «Toca do Boqueirio da Pedra Furada,., en San Raimundo
Nonato, Estado de Piauí, NE de Brasil.
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~
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PREHISTORIA NORDESTE BRASIL
13
(Boql.U!irao de Parelhas) y a pinturas rupestres de la Tradición Nordeste, también en
Piauí y la región de Seridó, en Río .Grande del Norte.
El cuarto período, de 8.000 a 5.000 años, tiene como características principales las
láminas de sílex en el SE de Piauí (19} y microlascas en Pernambuco (Letreiro do
Sobrado y Gruta do Padre, en el valle de San Francisco, y Bom Jardim, en Pernambuco).
Después de 5.000 años, los utensilios a partir de cantos rodados, bloques y grandes
lascas presentan acabado menos cuidado. Comienzan a aparecer láminas de hachas
pulidas, asociadas a talladas en la Gruta do Padre, así como discos, adornos labiales,
collares de piedra y hueso, morteros y manos de mortero y aumenta el número de
hallazgos de restos de enterramientOs.
Estos cambios de tecnología lítica ocurren cuando aparecen las pinturas rupestres
de la Tradición Agreste.
Además de los yacimientos citados en abrigos, a lo largo del valle del San Francisco, donde realizamos investigaciones arqueológicas sistemáticas, antes que la región
sea inundada por un lago artificial que alimentará la hidroeléctrica de ltaparica (20),
existen numerosos yacimientos a cielo abierto que se extienden durante muchos
kilómetros en ambos márgenes del río entre Pernambuco y Bahía, con industrias
líticas de núcleos a partir de cantos rodados, entre las que identificamos raspadores
con tallado circular, percutores y perforadores muy típicos, que hemos llamado de
«hombro». Los yacimientos citados deben corresponder a campamentos temporales de
cazadores·pescadores que, con gran movilidad, recorrían las orillas del río tras la caza
y la pesca, trabajando los utensilios «in situ» y abandonándolos después (21). No
tenemos cronologías seguras para estos campamentos, pero muchos artefactos son
semejantes a los enco~trados en los estratos más antiguos de la Gruta do Padre,
fechados en tomo de 6.000 años BP.
El valle del San Francisco debió ser centro de atracción de grupos prehistóricos
llegados de los altiplanos de Goiás y del SE del Piauí, especialmente en épocas
comprendidas entre 8.000-7.000 años BP, que correspond~ a una fase climática muy
seca. Esos grupos llegaron en busca del agua y de los alimentos que el río proporciona,
pues el San Francisco, además de caudaloso y navegable, tiene abundante pesca.
Especial atención merecen las puntas de flecha y de lanza talladas en cuarzo,
cristal de roca, sílex y granito encontradas en Río Grande del Norte, especialmente en
la región de Seridó, donde también hemos encontrado las pinturas rupestres de la
Tradición Nordeste. Algunos de estos proyectiles recuerdan las puntas de Yuma.
Como aparecen en una región de intensa mineración, están casi siempre en manos de
-loti•
(19) J. ROCHA: teA
¡ri-hlMórica ..,. Slo Rai•nmclo Noaato, Piauí (10.0CJ0..6.000 anoe AP). O. utelactoe cJ. paclralt. ~~
a..-ntad.a ao M•tnldo ..,. Hiat6riL Uni•enidH• F..t.ral clo p.......,buco. Reci!e, 1984. 214 p4p.
(20) G. MARTIN y A. AOUJAR: Projeto ltapariea de 8alvamao Alquool6cóco. Nota ¡ririp. Olio. DWa. 6. 8olrit ~L a.cifa, 1984.
O. MARTIN. A. AGUIAR. J. HOFFNAOBL 1 S. FBRRABZ BARBOSA: cProjeto ltaparica de
Relal6rio clo Prilaeiro Ano.
Recife, 1986.
(21) G. MARTlN, J . ROCHA y M. LIMA: •IDdllatriu Uticae..,. ltllpariea. DO Vale clo M6dio 8lo hanei8Co ~)t. Clio, DW.. S.
86rie Arqueolóciea-3. ReciJe, 1888, p4p. 99-1811.
8&1•--·
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14
O. MARTIN
coleccionistas de piedras preciosas y hasta ahora no existen estratigrafías ni fechas
radiocarbónicas que las puedan relacionar con culturas determinadas. Una fecha de
9.000 años es muy dudosa (22).
De momento, las ocupaciones humanas más antiguas corresponden al SE de Piauí,
pero esto puede ser consecuencia de los trabajos sistemáticos en la región desde hace
quince años (23). Investigaciones en otras áreas podrán modificar el panorama en el
futuro.
Cabe ahora preguntarnos qué tipos humanos poblaron y se adaptaron a la región
semiárida del Nordeste brasileño. De los habitantes del litoral que entraron primero
en contacto con portugueses y franceses, existen muchos relatos y crónicas que los
retratan con mayor o menor aproximación, inclusive con gran cantidad de dibujos y
grabados, como es el caso de Hans Staden, marinero alemán que vivió entre los
tupinambás en la primera mitad del siglo XVI, dejando en su relato Viagem ao Brasil
(24) valiosa documentación gráfica de los usos, costumbres y aspecto físico de esos
indios, pero a esos relatos no se les puede dar valor científico, desde el punto de vista
de la antropología ñsica. Para otras regiones de Brasil existen estudios sobre grupos
humanos como el hombre de Lagoa Santa, en Minas Gerais, que dio nombre a toda una
raza sudamericana o los estudios sobre el hombre del sambaqui, también bastante
completos, pero para el Nordeste pocos restos proporci~narán la posibilidad de estudios
antropológicos seguros, a causa de los escasos yacimientos estudiados y del repetido
uso de la incineración, como es el caso de la Gruta del Padre, en Pernambuco, y de los
abrigos del Seridó, en Río Grande del Norte (25).
El hallazgo de la Furna do Estrago en Brejo da Madre de Deus (Pernambuco)
proporcionó un número considerable de esqueletos en buen estado de conservación de
los que se han identificado hasta ahora ochenta, cuando todavía no se ha excavado la
mitad del abrigo. Del examen de 60 individuos (26) se llegó a la conclusión de que se
trataba de una población muy homogénea de braquicéfalos de constitución robusta,
estatura media de 162 cm. para los hombres y 152 cm. para las mujeres. Algunos
individuos llegaron a los 50 años. La capacidad craneana era de 1.419 cm3 para los
varones y 1.374 cm3 para las hembras. Cara y nariz ancha, dientes con buena estructura y pérdida precoz, además de intensa abrasión como consecuencia de la masticación
de raíces. La mortalidad infantil de 40% fue considerada normal para una sociedad
indígena. Fue también observada la presencia de artrosis como consecuencia del
transporte de peso excesivo.
Esa investigación hizo posible el estudio comparativo con otros grupos prehistóricos (hombre de Lagoa Santa, hombre del sambaqui) y con grupos indígenas actuales,
como los botocudos. La conclusión obtenida fue que el grupo de la Furna do Estrago
estaría separado biológicamente de los otros grupos, formando una población distinta
(22) LAROCHI: ()p. cit. eo la nota Ul, 18'17: «Arqueo\ocia...».
(22) OUIDON: Op. dt. eo la DOta 6, 1886: •A arte ¡ri.biaórica...JO.
(24) B. STADIN: •Viapa ao Brulllo. 1.• eclldcliL ~ 1667.
(2&) MARTIN: cA!aor, Yiollocia...» e dqá ParúhL..JO, OSJL cita. . , la - . 13.
(2&) ALVIW '1 SOUZA: Opa. cita. eo la DOCa 1l.
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PREHISTORIA NORDESTE BRASIL
lS
y uniforme, ancestral de los indios actuales braquicéfalos del Nordeste de Brasil,
llamados «cabezas chatas».
LAS CULTURAS AGRICOLAS
De los tres cultivos básicos de la agricultura primitiva americana -maíz, fríjoles y
mandioca-, la última fue el cultivo principal de las llamadas culturas de floresta
tropical. Originaria, probablemente, de la amazonia colombiana, la mandioca, con sus
dos variedades, «amarga» o «brava» (Manihot utilissima) y «dulce» (Manihot aipi), fue
el alimento básico de gran parte de las poblaciones históricas de Brasil, desde la
Amazonia hasta la región subtropical, en donde el maíz tuvo mayor importancia.
No sabemos cómo el indio americano llegó a descubrir el proceso de elaboración de
la mandioca «brava» para transformarla de un vegetal amargo y venenoso en un
alimento útil y base de su alimentación. La mandioca, de la familia de las euforbiáceas, forma gruesos tubérculos radiculares ricos en amido. El ácido cianídrico, que
puede hacer de la mandioca un producto mortal, es muy volátil y fácil de eliminar por
evaporación, cuando se conoce el proceso, que no es difícil, pero sí ingenioso. Básicamente, el tratamiento de la mandioca «in natura» consiste en retirar la cáscara del
tubérculo, que inmediatamente es rallado, transformado en pulpa y después prensado
para retirar el líquido venenoso. En la región amazónica la pulpa era exprimida en el
tipit!, especie de cesto en forma de tubo trenzado de fibra y con dos argollas en los
extremos. La pulpa de mandioca era colocada dentro del tubo y colgada en la rama de
un árbol. Estirando con fuerza del extremo opuesto, el tipití se estrecha y comprime la
pulpa de mandioca exprimiéndole el líquido venenoso. Este ingenioso utensilio todavía se usa entre las poblaciones indígenas amazónicas, pero no parece que llegara a ser
usado entre los indígenas del Nordeste. Estos debían exprimir la mandioca entre hojas
de palma como todavía se hace actualmente ·en el campo. Después de bien exprimida,
la pulpa se pasa por un tamiz para que quede suelta y finalmente se tuesta sobre una
superficie plana de piedra, ladrillo o cerámica, para eliminar cualquier resto de
humedad y de ácido cianídrico. Los indígenas secaban la mandioca y lo siguen
haciendo sobre un plato grande y plano a veces con pies, cuyos fragmentos en los
yacimientos arqueológicos, indican la presencia de grupos cultivadores de ese tubérculo.
El producto resultante es la harina de mandioca o tapioca, ya lista para el consumo
y que bien guardada se conserva durante mucho tiempo. El líquido blancuzco resultante del exprimido de la pulpa, es recogido en un recipiente de cerámica y dejado reposar
al sol. Por decantación se deposita en el fondo del recipiente un polvo blanco finísimo,
llamado goma en Brasil. El ácido se evapora y después de eliminar el líquido que lo
cubre, resultante de la decantación, y cubrirlo con agua limpia, se conserva durante
días inalterable, incluso en clima muy caliente. Con ese «polvillo» o «goma.», después
de tamizado para soltarlo, se hacen, sobre asadores de cerámica, tortas finísimas de
agradable sabor; es el beiju, verdadero pan indígena, que sustituye a nuestro pan.
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16
G. MARTIN
La mandioca tiene un ciclo vegetativo largo, de nueve meses, pero en compensación puede continuar en la plantación sin ser recolectada hasta 18 meses, de forma que
es recogida durante nueve meses según las necesidades y cuando una cosecha está
terminando, la siguiente ya puede comenzar a ser recolectada, de forma que el ciclo
nunca se cierra y no hay necesidad de acumular grandes cantidades de depósitos. Por
el contrario, la mandioca «dulce)), especie no venenosa llamada macaxeira en el NE y
aipim en el Sur de Brasil, tiene un ciclo vegetativo más corto, no necesita de
manipulaciones especiales para su consumo y puede comerse simplemente cocida o
asada, pero tiene el inconveniente de no conservarse, debiendo ser consumida rápidamente porque se endurece y se torna fibrosa. Así, pues, es la harina de mandioca el
producto por excelencia para ser conservado y transportado y es todavía hoy el
alimento básico de la población campesina del Nordeste.
Una bolsa de cuero en forma de zurrón, con carne seca molida y mezclada con
harina de mandioca, es utilizada hasta hoy por pastores, cazadores y campesinos en el
interior de Piauí. Es la p~oca, alimento nutritivo para grandes caminatas, pues siendo
la mandioca hidrato de carbono puro, la dieta debe ser complementada con proteínas
so pena de graves deficiencias alimenticias.
Hacia 3.000 BP aparecen los primeros agricultores en el Nordeste de Brasil,
localizados principalmente en el interior, pues los grupos del litoral son más recientes,
con una agricultura incipiente de maíz, calabazas, alubias y cacahuetes. Las aldeas
tienen forma circular, a veces de grandes dimensiones, con cabañas de forma elíptica
con capacidad para varias familias, como puede apreciarse todavía en aldeas indígenas
actuales. Son fácilmente identificables por grandes manchas humosas con fragmentos
cerámicos en la superficie. La estratigrafía es generalmente poco profunda, indicando
ocupaciones no muy largas.
El litoral del Nordeste de Brasil está más poblado actualmente que el interior. Al
parecer, también lo estaba por las poblaciones indígenas, según relatos de cronistas de
época colonial; sin embargo, en lo que respecta a yacimientos arqueológicos, las
regiones deJ interior son mucho más ricas que las costeras. Para el Pleistoceno
Superior y Holoceno Antiguo es imposible detectar ninguna ocupación humana porque hubo un marcado rebajamiento de la plataforma continental atlántica en América
del Sur y los posibles yacimientos del litoral deben estar sumergidos, como debe haber
ocurrido con muchos sambaquis (27) del SE del país. En el litoral los yacimientos
arqueológicos localizados son, en general, aldeas de agricultores que plantaban principalmente mandioca, maíz y algunos tipos de calabazas. Aunque no tenemos datos
seguros, parece que la introducción de alubias o fríjoles fue posterior.
(21) Loe Sutboqcrit eon yacinoietltoe arqueol6cicoa jaDt.. a la. c:onc:heau opipaleoUiicoa de la P..w..uta lb6rica y a loa Ki~
dynttreecandinavoa. Alpnoe Sutboqul• alcanun huta 30JD. elealtw-a m al Uton! ele Slo Pauto y Senta Catarina y MrYian de habitací6D y ele
necr6polla. Loe IDU anücuoe .. ..-oatan a 7.000-8.000 año. BP. Bn al ~ no ee -~nron ..- tipoe .S. yac:iaicto, c:ornapoadillld
¡.,. últ.lmOII ballucoe al Sur de & bla. Loe hay tambim> m al Botado ele Pari. an la NCi6o UIIU6Dica;- Ouvial• y de cultw-a. ya~
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PREHISTORIA NORDESTE BRASIL
17
LA CERAMICA
La tentativa de B. Meggers (28) de relacionar la cerámica de Valdivia (Ecuador)
con la. de Jomón (Japón), apoyada en la semejanza de los motivos decorativos geométricos, tentativa en la que encontramos claros resabios hiperdifusionistas, no fue
aceptada unánimemente por los prehistoriadores americanistas. El origen autóctono
de las culturas americanas tiene cada vez más adeptos, . especialmente en lo que se
refiere al origen de la cerámica.
En Brasil, la introducción de la cerámica sigue la vía amazónica a partir del alto
Amazonas, por los ríos Napo y Ucayali. Las cerámicas de la cuenca del Amazonas
guardan marcadas características subandinas y de la región circuncaribe hasta desembocar en la cerámica típica de la cultura Marajó, en la isla del mismo nombre, ya en la
desembocadura del Amazonas. Para el resto de Brasil, las cerámicas prehistóricas
conocidas son m~ simples en las formas, y la decoración que puede ser incisa,
cepillada, ungulada, raspada y también pintada en varios colores, siendo esta última
variedad de tradición tupiguaraní.
En Brasil se ha adoptado una nomenclatura para la cerámica dividida en tradiciones, subtradiciones y fases. Las tradiciones que abarcarían grandes áreas geográficas
están más o menos fijadas en sus grandes rasgos, pero de las subtradiciones y
especialmente las fases, se ha abusado un poco, con excesivas divisiones, de tal manera
que, en muchos casos, cada autor crea sus propias fases que se repiten «ad infinitum)) y
cada hallazgo de aldea o resto funerario con cerámica, se transforma en una fase.
Como consecuencia, la bibliografía brasileña sobre cerámica prehistórica está llena de
nombres indígenas indicando fases cerámicas sin que quede muy claro cuáles son las
diferencias entre ellas y, lo que es más grave, si esas «fases)) corresponden o no a
formas culturales distintas. No han faltado tentativas de unificación y un gran
esfuerzo se debe a B. Meggers (29), pero la resistencia continúa grande con base, sobre
todo, en el individualismo de cada investigador.
En grandes líneas, podemos considerar en el Nordeste brasileño dos grandes
tradiciones cerámicas: la ARATU y la TUPIGUARAN1, ambas de remoto origen
amazónico, pero tan modificadas en el largo '·camino recorrido que su primitiva
filiación se hace casi imposible.
Tradicionamente, se considera la cerámica tupiguaraní típica de las regiones
costeras, con aldeas de forma circular u oval y economía basada en la mandioca. Las
formas cerámicas de esta tradición son grandes vasijas circulares o cuadrangulares y
platos planos para asar las tortas de mandioca (beiju) a que ya nos referimos. Esta
cerámica presenta cuidada decoración geométrica, a veces muy elaborada, pintada de
·
rojo, blanco y negro.
B. MBOGBRS: .e-o m 14r1ntar a ~ da caúúca>t. Smit"-ú!U! m.titutioiL Wublqtou, 1M
B. MBOGDS y J . C. BVANS (~): ~ c:ultual ~iD I.ti.D ~!U! i.Dterpntatin ..n.-. Sooúlll8ooúan
~~·- eot~ YOt 1-. ..w.. 1. w~
(28) MBGGDS: Op. dt. en la nota 28, 18111: .e- ~--"·
(J8)
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18
G. MARTIN
Aunque la mayor concentración de ocupaciones tupiguaraní, con su característica
cerámica pintada polícroma, sea indudablemente en la costa, recientemente se viene
demostrando que la penetración de esta tradición en el Agreste y el Sertáo fue efectiva,
como lo demuestran hallazgos recientes (30).
Las cronologías más antiguas para la cerámica tupiguaran.í de subtradición pinta·
da en el Nordeste, están fijadas en tomo al cambio de era, con larga perduración hasta
la época colonial, pudiéndose encontrar, todavía, cerámicas pintadas en los siglo1:1
XVTI y XVill. Al parecer, esta cerámica se originó de una gran tradición polícroma
amazónica en torno a 1.500 a. C. (31).
La tradición Aratú, llegada al Nordeste también procedente de la cuenca amazónica, como rama desgajada de otra tradición llamada Pedra do Caboclo (32), en tomo a
700-1.000 a. C., representaría la cerámica de los grupos lingüísticos de tronco <
habitaron las regiones del interior del Nordeste brasileño. Son cerámicas de formas y
decoración muy sencillas, globulares u ovoides, con tama.ños que van desde pequeños
cuencos de cocina a grandes urnas funerarias. La decoración, cuando existe, se reduce
a un simple alisado o raspado de la superficie. Hemos encontrado urnas funerarias de
pequeño tamaño con restos de huesos y cenizas en la Gruta do Padre, en estratos
fechados en tomo a 1.000 años BP, fecha que coincide «grosso modo)) con las épocas en
que se calcula que esa cerámica comenzó a difundirse por el interior del Nordeste.
LOS PALAFITOS DEL MARANHAO
Merece mención especial, por la originalidad de su estructura, la cultura ceramista
instalada sobre palafitos en la isla de San Luis, en el Estado del Maranhio. Este
Estado, incluido entre los del Nordeste, es más un territorio de transición entre la
amazonia y el semiárido nordestino.
Los establecimientos palafiticos a que nos referimos, están situados en una planicie
tluviomarina del golfo de Maranhio que presenta una lenta evolución de un lago a
una planicie. En el inmenso lago de Cajari el agua va cambiando de salada a salobre y
a dulce, dependiendo de qué trechos, con abundante vegetación lacustre que, a veces,
forma verdaderas islas flotantes. El clima es húmedo y caliente con una estación seca
muy corta. La flora y la fauna es abundante y variadísima.
En este ambiente que, en la actualidad, pertenece al municipio de Penalva, se
desarrolló una cultura palafitica de agricultores, descubierta en 1919, cuando una
gran sequía hizo descender el nivel del lago dejando al descubierto los restos de
palafitos llamados estearias que afloran, actualmente, en la estación seca como una
inmensa floresta muerta. Los trabajos de campo sólo comenzaron en 1971 (33). El fondo
(30) M. O. UNA '1 J . ROCHA: •Um átio a.rqu.olóeico tupipanpú da 10b-~ pit1tacla 110 Mr1io pertWDbu~. CIJo, 11úm. 8, S6rie
Arqueolóeica·l . s.cu.. 1884.
(31) J. P. BROCHADO: •Um modelo ecol6eico cla clitUio da ceriaüca e cla qrieultura 110 IMte cla Am6rica do &abo. T- Dou:torado.llliDOia
Urú...:il)". Urileu, 1884 (tnclucci611).
BROCHADO: Op. cit. ., la 11ota 31.
(A) C. COUiA, A. L. MACHADO '1 D. LOPBS: •Aa keeriaa do Lqo ~ari. MAlo. 1 ~o cla N-Riot6ria DO Norc1a.t. Bnaileiro.
R.cile, 188'7.
-66-
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. PREHISTORIA NORDESTE BRASIL
19
de los palafitos aparece completamente cubierto de cerámica lisa y decorada con
dibujos geométricos en rojo y blanco y también con motivos zoomorfos, lo que indica
su antiguo origen amazónico. Fueron colectados, también, hachas de piedra pulida.
,
cuchillos y raspadores de piedra tallada, asadores o parrillas de cerámica, muiraquitiis
o piedras-talismán y diferentes adornos corporales. Se consiguió una única fecha de
C-14 de 570 A. D.
Los resultados completos de las excavaciones todavía no han sido publicados y
deberán continuar durante mucho tiempo, pues se trata de un trabajo penoso y difícil,
casi siempre en el agua y el barro, en una región insalubre y llena de insectos, que ya
costó la vida a uno de sus investigadores.
Los grupos humanos que implantaron su «hábitat» en el lago Cajari, debían ser de
origen amazónico acostumbrados a regiones pantanosas. Además de cazar y pescar,
plantaban mandioca en los puntos más elevados de las islas y las colinas cercanas al
lago, donde la crecida de las aguas no alcanzase las plantaciones.
EL MUNDO SIMBÓLICO EN LA PREHISTORIA DEL NORDESTE DE BRASIL
a) Los ritos funerarios
Entre las formas de enterramiento utilizada por las poblaciones indígenas del
Nordeste, los datos para grupos cazadores pleistocénicos continúan siendo muy escasos.
Como ya dijimos, los restos humanos de épocas muy antiguas son escasos en
América. Suponemos que la incineración debió ser utilizada en gran escala, dificultando las posibilidades de encontrar restos humanos. Como sea, diferentes formas de
enterramiento nos son más conocidas entre grupos de agricultores, que muchas veces
depositaron sus muertos en grandes urnas cerámicas en sepultamientos primarios o
secundarios por inhumación o incineración.
En la Gruta do Padre, en Pernambuco, un estrato de casi un metro de profundidad
estaba formado por restos humanos quemados y depositados, después, en el abrigo sin
ningún orden. Como las excavaciones en este abrigo se remontan a 1937 (34), seguidas
de una excavación estratigráfica y varias clandestinas, no podemos hacer grandes
afl.mlaciones muy seguras. Asimismo, conseguimos excavar un área del yacimiento
que no había sido violada porque estaba debajo de grandes bloques de piedra caídos
del techo. Los hallazgos nos confirmaron que la forma de enterramiento utilizada fue
la incineración fuera del abrigo y posteriormente los huesos quemados fueron simple·
mente enterrados. En un caso, unos cuantos huesos fueron depositados en una pequeña urna. Entre el ajuar funerario encontramos collares de cuentas de hueso y hachas
pulidas. Estos enterramientos fueron fechados entre 2.000.1.000 años BP.
En el yacimiento de Boqueirao (Parelhas), en el Río Grande del Norte, excavamos
un pequeño abrigo con bellísimas pinturas rupestres en el que identificamos enterra(34) BST&VAO: Op. di. en la DOta 11.
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G. MARTIN
mientos secundarios revueltos con restos de huesos quemados, casi todos de niños, y
cuyo ajuar funerario consistía en collares de hueso y conchas marinas. Fue fechado en
9.410 ± 100 BP (CSIC-720) y sirvió como fecha «post quem)) para las pinturas rupestres
a las que se sobreponían los restos de enterramientos (35).
La misma cerámica utilizada para cocinar y conservar alimentos y agua, servía
para enterrar a los muertos, solamente variando el tamaño. Los cuerpos depositados
en urnas funerarias eran depositados en abrigos o en las mismas aldeas, siempre a
poca profundidad, algunas veces el cuerpo envuelto en tejido de fibra era depositado
directamente en el suelo. El rito del «fardo funerario)), tan común en toda la región
andina, llega atenuado a la zona tropical, donde tampoco podemos descartar las malas
condiciones climáticas para conservar los envoltorios con humedad y calor. En las
regiones más secas del interior nordestino se conservan mejor, como es el caso de la
necrópolis de la Fuma do Estrago, en el municipio de Brejo da Madre® Deus, en
Pernambuco, con algunos enterramientos de «fardo» en muy buen estado de conservación, fechados en torno a 1.000 años BP (36). Esta necrópolis es uno de los más
importantes hallazgos de la Prehistoria del Nordeste. El grupo humano que lo utilizó
como cementerio era ceramista, y la forma de sepultamiento bastante uniforme
durante todo el período de ocupación del abrigo. Los esqueletos estaban envueltos en
esteras de fibras vegetales y colocados en posición fletida y decúbito lateral. En otros
casos, la fosa funeraria había sido forrada de fibras cuidadosamente dispuestas. El
ajuar funerario consistía en collares de cuentas de piedra, hueso, dientes de animales,
conchas y simientes, además de otros objetos como espátulas y flautas hechas de
tibias. Fragmentos de ocre junto a la nuca y el vientre aparecen también en algunas
sepulturas. Un número considerable de recién nacidos fueron sepultados en pequeñas
cestas de fibras de palmera y también envueltos en esteras. Algunos de los cráneos
conservaban todavía parte del cabello.
El rito de la incineración fue común entre los grupos agricultores de tradición
tupiguaraní de las áreas litorales. Urnas de líneas abiertas cuidadosamente decoradas
con dibujos geométricos y colores rojo, blanco y negro fueron utilizadas para conservar huesos y cenizas. La inhumación secundaria se realizaba muy corrientemente en la
misma aldea, de forma que, en general, no son encontradas verdaderas necrópolis
agrupadas y sí enterramientos aislados entre los restos cerámicos que señalan la
localización de la aldea. Pero los datos que tenemos son más antiguos relatos etnológicos que arqueológicos, pues las pocas aldeas tupiguaraní excavadas en el Nordeste
nunca tuvieron sus resultados publicados, con excepción de alguna pequeña noticia.
En general, los hallazgos fu.n erarios tupiguaraní son casi siempre producto de hallazgos casuales, consecuencia de trabajos agrícolas.
En el valle medio del río San Francisco hemos podido observar que los ritos
indígenas de enterramiento perduraron durante la época colonial, inclusive en lugares
(86) MARTIN: Op. cit. en la oota 18, 198&: OIAne rui)NU'e.•Jt.
(88) 'lJMA: Op. cit. en la DOta 12, 198&: «Arqueolocia da... •.
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PREIDSTORIA NORDESTE BRASIL
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ocupados por misioneros capuchinos que cuidaron de la evangelización de esa región
entre Pernambuco y Bahía (37). En las excavaciones realizadas en la isla de Zorobabel,
situada.en la confluencia de los ríos Pajeú y San Francisco, encontramos los restos de
la iglesia de Nuestra Señora de O, parroquia fundada por los capuchinos y destruida
por una inundación a fines del siglo XVIIT. Encontramos también restos de una aldea
indígena y enterramientos en urna después de la incineración. Como en otros muchos
casos, las urnas funerarias fueron depositadas en lugares distintos de la aldea sin
agruparlas en necrópolis. Entre el ajuar funerario había collares de cuentas de vidrio
y cuentas de rosario en una de las urnas. Es de suponer que los indios aldeados en la
misión continuaron enterrando sus muertos siguiendo sus antiguos ritos.
Actualmente, en esta misma región del San Francisco existen remanescentes
indígenas Pankararú y Tuxá o Rodelas (municipios de Tacararú e Itacuruba, en
Pernambuco, y Rodelas, en Bahía) que viven en aldeas propias ya muy aculturados
bajo la protección de la FundaciOnNacional del Indio (FUNAI).
A través de la tradición oral sabemos que los Pankararú enterraban sus muertos en
abrigos y que colocaban hogueras encima, reutilizando el lugar cuantas veces se
hiciera necesario, información que coincide con los hallazgos de la Gruta do Padre de
que ya hemos tratado.
Por su parte, los Tuxá atribuyen que se les llame también Rodelas a la antigua
costumbre de cortar los miembros de sus muertos en rodelas, o sea, rodajas, y conservarlos entre cenizas dentro de urnas funerarias. Esto explicaría lo fragmentado de los
restos óseos a_veces encontrados, especialmente en la isla de Zorobabel, donde a los
restos humanos se mezclan también huesos de animales, quizá restos del banquete
funerario.
b) El arte prehistórico en el Nordeste de Brasil
La Prehistoria brasileña no ofrece grandes hallazgos espectaculares de lo que
podríamos llamar piezas para vitrina de museo, a excepción de algunos hallazgos
singulares en Amazonia como las urnas funerarias de la isla de Marajó o la cerámica
de «cariátides» de Santarém. La principal manifestación estética de la Prehistoria
brasileña es el arte rupestre, especialmente rico y variado en la región Nordeste (38).
Para la descripción y estudiÓ del arte rupestre en Brasil se han generalizado los
términos tradición y estilo, conceptos que varían entre los diferentes autores, al menos
en la definición de los mismos, aunque la intención y el contenido sean muy semejantes. El término tradición se utiliza para definir formas culturales de amplia dispersión
geográfica, equivalente al concepto de horizonte cultural utilizado en otros países. La
parte menor y más concreta sería una fase. En arte rupestre, la fase fue sustituida por
estilo, atendiendo al carácter estético de las representaciones.
La tradición definiría la temática y la forma como ésta fue interpretada, tal como
movimiento o estatismo, tamaño de las figuras, monocromía o policromía, etc.
(87) J. ROCHA: •Aa tradi~ funeririu no vale do M6dlo S.o Francíscooo. 1 Sí.nlpóeio de ~Hittória do Nord- Bruii.UO. Reelfe, 1887.
(88) R. ALBANO: •BibliO«Hfia eobre arte ruput... bruilelrao. Arquivoe do Mueeu de Hlet6rlt. Nt.tural, vol. IV·V. Belo Horbonte, 1980.
- 69-
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G. MARTIN
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A. M. Pessis (39) utiliza subtradici6n para definir el grupo desgajado de una
tradición y adaptado a un medio geográfico y ecológico distinto, que implicaría en la
presencia de elementos nuevos.
En el concepto de tradición entra la representación visual de todo un universo
simbólico primitivo que pudo haberse transmitido durante milenios, sin que, necesariamente, los yacimientos de una tradición pertenezcan a los mismo~ grupos culturales, además de que pueden estar separados por cronologías muy distantes.
Para las figuras representadas en los yacimientos con pinturas o grabados rupestres, sean figurativas o abstractas, se utiliza el término grafismo, especialmente entre
los investigadores que trabajan en el Nordeste. La palabra grafismo fue utilizada por
A. Leroi-Gourhan, en sus conferencias en el Colegio de Francia a partir de 1969, e
introducida en la nomenclatura brasileña por A. M. Pessis y N. Guidon. LeroiGourhan utilizó este término para indicar uno de los niveles morfológicos en que
dividió el arte rupestre. El grafismo sería el nivel geométrico puro. A partir de este
concepto· se comenzó a utilizar, para el estudio del arte rupestre en el Nordeste de
Brasil, el término grafismo puro para la identificación de figuras geométricas, simbólicas o simplemente aquellas sin significado aparente en nuestro universo cultural.
Además de grafismo puro, fue incorporado a la terminología brasileña el concepto de
grafismo de composición para figuras que pueden ser reconocidas con un simple
a.n álisis visual (antropomorfos y zoomorfos) y grafismos de acción, formados por
escenas de caza, danza o lucha, pongamos por ejemplo.
Fueron fijadas tres grandes tradiciones y numerosos estilos en el arte rupestre del
Nordeste de Brasil, si bien las investigaciones sistemáticas están limitadas a los
trabajos de la Misión Arqueológica Franco-Brasileña en Piauí, de A. C. Beltrio en la
:región central de Bahía, y los nuestros en Pernambuco y Río Grande del Norte, áreas
muy grandes en términos europeos, péro, en realidad, pequeñas dentro del inmenso
territorio ocupado por la región Nordeste, de forma que muchos más datos podrán
añadirse a los ya conocidos con el avance · de las investigaciones.
Tres grandes tradiciones fueron fijadas hasta ahora: Tradici6n Nordeste, Tradici6n
Agreste y Tradición Itacoatiara.
La Tradición Nordeste fue definida a partir del estudio de numerosos yacimientos
arqueológicos con pinturas rupestres, localizados en el SE de Pauí, en una región
comprendida entre so y 9° 30' de latitud Sur,:y 41oa 43° 30' de longitud Oeste, sobre una
superficie de aproximadamente 40.000 Km 2 (40). Estudios posteriores demostraron que
las características de esta tradición eran extensivas a otras áreas del Nordeste de Brasil
y que podría ser el arte figurativo de grupos de cazadores. Ha sido identificada, además
M. PBSSI8: «M~ ele m~ da arte rupeMre. ADüál pnliminarel por IÚ. . . .. Clio, nllm. 8, S6rie ~l. Recift, 11m
A. M. PBSSJ.S: «Da Antzopolocla vSeuaJ l AntzopoJocia J>r6.HMt6rica». Cllo, d a. S. 86rie AJq-16cica-8. R..:i!e, 11188, pqa. 16S-162.
A. M. PBSSJS: «M6thocl• d 'anal7M clea résJr-tatioaa ~· Cootributioo>a M6thodolotliqUM .., PrQoiáoiN. B""'* ~
lee IDtardieelpllDairee ~ du Sud, DÓIIL 01. Paria.
(40) GUIDON: ()p. ciL ., la
6, 18116: «A ~e..cia...Jt.
(38) A.
""'*
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PREHISTORIA NORDESTE BRASIL
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de en el SE de Piauí, con más de 60 abrigos, en la región de Seridó, en el Río Grande
del Norte, en la Chapada Diamantina, en Bahía y en el Estado de Ceará, pero en las
dos últimas regiones no se han realizado estudios sistemáticos hasta ahora.
La Tradición Nordeste es fácilmente identificable por la variedad de los temas
representados, como numerosas formas de danza, escenas de caza y de lucha y la
riqueza de adornos y atributos que acompañan la figura humana, indicadores, seguramente, de diversas jerarquías y diferentes tribus (figs. 4 y 5). Las figuras humanas son
de pequeño tamaño, entre 10 y 16 cm., siempre en movúiliento, a veces poseídas de gran
agitación, con el rostro de perfil, como si gritaran.
Algunos conjuntos son polícromos, con colores rojo, blanco, amarillo y negro en un
mismo abrigo (Seridó). Verde y azul han sido también encontrados en el SE de Piauí.
En el estado actual de la investigación hemos de suponer que el centro de esta
tradición estuvo en la región de San Raimundo Nonato, en Piauf, de donde se extendió
a otras regiones, como la de Seridó, en Río Grande del Norte, que aun teniendo las
características de aridez propias del interior del Nordeste, presenta un microclima más
ameno con varios ríos perennes. Los grupos de cazadores que pintaron los abrigos del
Seridó enriquecieron la antigua Tradición Nordeste con elementos nuevos propios de
su «hábitat)), tales como piraguas cuidadosamente decoradas, representación de tejidos y escenas familiares en las que la representación del niño puede considerarse una
excepción en la pintura rupestre mundial.
En cuanto a la cronología, las pinturas más antiguas de la Tradición Nordeste
fueron fechadas en torno a 17.000 años BP en el SE de Piauí (abrigo Pedra Furada IV),
12.000 y 10.000 BP (Toca do Baixáo do Perna I y Toca do Sítio do Meio), perdurando
hasta 7.000 BP aproximadamente (41). En la región de Seridó conseguimos fechar un
abrigo en 9.410 ± 100 BP (CSIC-720). Las fechas de carbono 14 para el SE de Piauí
fueron obtenidas de hogueras en las que había bloques de piedra con pinturas, caídos
de las paredes y techos de los abrigos. En torno de 20 fechas, entre 17.000 y 7.000 años
para ~as pinturas rupestres de lá Tradición Nordeste, fueron obtenidas en los laboratorios Gif-sur-Yvette, de Francia (42).
La Tradición Agreste incluye numerosos yacimientos repartidos por todo el Nor·
deste de Brasil (Estados de Ceará, Río Grande del Norte, Paraíba, Pernambuco, Piauí,
Sergipe y Bahía), pero solamente en Pernambuco y Piauí se vienen realizando trabajos
arqueológicos sistemáticos sobre esta tradición de pintura rupestre (43). Hasta el
momento, la mayor concentración de yacimientos con pinturas de la Tradición Agreste fue determinada en la región del Agreste pernambucano. Como esta tradición
(41) OUIDON: Op. cit. "" la nota 6, 1986: f OUIDON y DBIJBRIAS: 0p. cit. eo la J>Ota 6.
(42) OUIDON y DELIBRlAS: Op. cit. en la Ilota 6.
(43) GUIDON: •Arte naJ*tl'e...• , f G. MARTIN, A. AOUIAR, P. TADBU y P. VICOOR: f-. Clio, nóm. ID. Recife, 1980,
J>'p. 81-66.
O. MARTIN, A. AGUIAR, P. TADEU y P. VICOOR: •Eatudoe de arte na.,.tn em Pernambuco (D). A "Peclra Furacla"- Ventuuroe&>~.
Clio, núm. IV. Recite, 1881, P'p. 18-84.
A. AGUIAR, P. VICOOR y P. TADEU: ..Sítioe axqueolócicoe cadutradoe em Pernambuco•. Clio, llúm. IV. Recite, 1981, J>'p. ~2.
A. AGUJAR: «'J\oadi~ e eetiloe na arte nll*tl'e no Nord- brull8Íl'Oit. Clio. nóm. 6. Recife, 1982, J>'p. 91-104.
A. AOUJAR: f
-71-
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G. MARTIN
..."ii
o
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\
o
1
lO cm
Pi¡. 5.-Pi.nturu rupeatrea de la Tradición Nordeste en el SE. de Piaui, Brull.
- 73 -
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G. MARTIN
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rupestre ocupa una gran extensión geográfica, las subtradiciones y estilos son también
muy numerosas. En Pernambuco, donde está mejor estudiada, los yacimientos y
abrigos con pinturas están situados, casi siempre, en fondos de valles y en «brejos))
donde granitos rojos y grises forman importantes intrusiones que, por efecto de la
erosión en las rocas más blandas circundantes, emergen en forma de grandes monolitos redondeados en los cuales, generalmente, se encuentran las pinturas.
Los gra.fismos de la Tradición Agreste son, en general, de tamaño grande y pueden
medir hasta dos metros de altura (figs. 6, 7 y 8). Las escenas son raras y, cuando
existen, no suelen presentar más de dos individuos o animales. Grafismos puros
simples o muy elaborados, dependiendo de los diferentes estilos, acompañan a los
antropomorfos y zoomorfos, con predominio de los últimos. Típica de la Tradición
Agreste es la representación de un antropomorfo grotesco, de gran tamaño, generalmente aislado, como si se tratara de una figura totémica, y figuras de pájaros de alas
abiertas y largas plumas, algunos con tendencia al antropoformismo como tentantiva
de representación de un hombre-pájaro. Improntas de manos en la parte superior de los
paneles pintados son también un elemento corriente.
Cronológicamente, la Tradición Agreste es posterior a la Tradición Nordeste. En el
Piauí, un abrigo con pinturas de esa tradición fue fechado en 5.000 ± 110 años BP
(Toca da Boa Vista 1), pero en Pernambuco no hemos obtenidos fechas posteriores a
los 2.000 BP. La excavación estratigráfica de Peri-Peri (44) proporcionó dos fechas de
carbono-14 para dos hogueras en las que encontramos restos de ocre e instrutnentos
líticos, manchados de pintura roja, que habían servido para pintar el abrigo. Las
fechas fueron 1.760 ± 90 BP (GIF-5878) y 2.030 ± 50 BP (CSIC-605).
Seguramente, la tradición de arte rupestre más enigmática de Brasil, y la más
difícil de relacionar con algún grupo humano, es la Tradición Itacoatiara (itacoatiara
= piedra pintada en idioma tupi). Se trata de una tradición de grabados sobre roca, no
exclusiva del Nordeste, sino que se encuentra por todo Brasil e inclusive por toda
América del
(lám. 1). Los petroglifos, generalmente efectuados sobre base arenítica, suelen estar en rocas a lo largo de los cursos de agua, sean grandes ríos como el
San Francisco o pequeños arroyos o, inclusive, los llamados caldeiroes (45), cuyas
paredes internas están muchas veces cubiertas de grabados.
Es indudable que la Tradición l tacoatiara está relacionada con el culto de las
aguas, a la vez que muchas de ellas nos hacen pensar en cultos cosmogónicos de las
fuerzas de la naturaleza y del firmamento. Líneas onduladas, que imitan el movimiento
del agua y representación de astros, son muy comunes. Sin embargo, después de esta
interpretación dudosa, pues el factor subjetivo de nuestra cultura no puede ser
descartado, poco se puede decir respecto de esta tradición. Como los grabados o
sur·
(~ O. MAltTIN, A. AGUIAR 'Y J . ROCHA: .O lftio arq\MOI6cico Peri-Peri - p.......,..,_, llm.ta de Aro¡ueolocia, MUMU p....,_
ElaOlo Goeldi. BeWm. lt8S.
(~) C4ltMi* • W>e lonu local para deeicDu laa caridadee que .. fonun eo laa Callu de alcunu JOCU. De temaAo nriable 71i~ de
forma ndobdeedl, 11 UIIW> de..,.. durante le llllci6n de 1M Uuviu JIÍn'OO de ,_..u aatunlel. B.tol caldeir6ee IOD mocha- el Wdco
ncuno Mdrico c v - exiiDiioDII.
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1
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Fig. 6.- Pintura rupestre de la Tradición A¡reste - Sio Joao do Ti¡re - Paraiba.
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Fig. 7.-Pintura rupestre de la Tradición Agreste - Pedra - Pernambuco.
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o
30cm
Fig. S.-Pintura rupestre de la Tradición Agreste - Venturosa - Pernambuco.
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itacoatiaras están en un 99% de los casos en cursos de agua y en contacto directo con
ella, son pocas las posibilidades de excavaciones arqueológicas y la filiación de las
mismas a algún tipo de cultura material. El caso del yacimiento Letreiro do Sobrado, a
pocos metros del río San Francisco, en Pernambuco, es una excepción; formándo un
pequeño abrigo cubierto de petroglifos esquemáticos (grafismos puros), propios de la
Tradición Itacoatiara, fue utilizado durante largo tiempo por cazadores prehistóricos
del valle de San Francisco. Fueron levantadas veinte hogueras, con restos de alimentos e industrias líticas de cuarzo y sílex, entre las que encontramos raspadores,
perforadores y prepuntas de proyectil. En una de las hogueras fue encontrado un
fragmento de roca con grabados desprendido del abrigo. La fecha de carbono 14 fue de
1.680 ± 50 BP (BETA-1519).
Las subtradiciones y estilos de las itacoatiaras del Nordeste de Brasil están en gran
parte por determinar, pues las variedades son infinitas y han sido poco estudiadas.
Hay grafismos que se repiten mucho, pero la técnica de ejecución puede ser diferente.
Existen petroglifos que podríamos llamar «universales» y que se repiten en muchos
lugares, a nivel mundial, entre culturas sin ninguna posibilidad de contacto, de forma
que agrupar una tradición que se extiende por toda América, atendiendo a la semejanza de los grafismos, es siempre peligroso. Como ejemplo citaremos la semejanza
existente entre las itacoatiaras nordestinas y los petroglifos gallegos, de los que existe
abundante bibliografía.
Una tentativa de Guidon (46) de dividir los petroglifos en Itacoatiaras del Este e
Itacoatiaras del Oeste, atendiendo a la presencia de elementos figurativos (antropomorfos y animales) para el grupo del Este y grafismos puros exclusivamente para el grupo
del Oeste, puede ser válida para el SE del Piauí, pero no ha podido ser determinada
para otros lugares del Nordeste de Brasil.
Una variedad bien característica del Nordeste son los «petroglifos pintados», en los
cuales, sobre un complicado trazado esquemático grabado, se rellenó con pintura roja
(Boi Branco, en Pernambuco, y Grossos, en Río Grande del Norte); pero existe siempre
la duda de que la pintura haya sido colocada en época diferente, sin ninguna relación
con el grupo que grabó los petroglifos.
A MODO DE EPlLOGO
La divulgación de dataciones radiocarbónicas para yacimientos prehistóricos del
Nordeste entre 25.000 y 32.000 (47) causó cierto espanto y hasta incredulidad entre la
comunidad científica internacional, especialmente entre algunos arqueólogos americanos que difícilmente aceptan fechas más antiguas en América del Sur que en el
Norte. Inclusive se llegó a ventilar la absurda opinión de que «alguna cosa diferente>>
ocurría en los suelos nordestinos para obtenerse fechas tan antiguas.
(46) OUIDON: Op. cit. .., la DOta 6, 1986: cA arte.•.».
(47) OUTDON y DBLIBRIAS: Op. cit. en la DOta 5.
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El reconocimiento y aceptación de los resultados obtenidos en Piauí por una
revista científica respetada como es la inglesa «Nature», que en el número 6.072, de
1986, publicó los resultados de las investigaciones de Guidon, dando destaque en la
portada, tranquilizó algo los ánimos y preparó el terreno para la aceptación de fechas
todavía más antiguas logradas en la región central de Bahía (48).
La antigüedad del hombre del Nordeste de Brasil va siendo aceptada poco a poco y
a la vez obligando a los prehistoriadores cada vez más a apoyar sus investigaciones en
estudios paleoclimáticos y de adaptaciones ambientales y, finalmente, ir más lejos y
comenzar a pensar de nuevo en otras vías alternativas de migración.
El futuro de la Prehistoria en el Nordeste de Brasil guarda todavía muchas
sorpresas (49).
(48) BELTRAO tt olii: Op. eit. en la nota 7.
(411) Ademú de la blbliosnfla citada en el taxt.o, otnMo tí~uloe de intaria relaeionadoe eon &launa de 1u putee del tenia upueet.o Mrian:
A. AOUlAR: ..Cariria Velhoe-Pan.lbe in Haran~: a expl't!Uio viaual do bruileiro antaa da inl\u6ncia do europeUJt. Dow Qulmiea. SAo
Pauto, 1984.
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T. DE A. ARARJPE: •Cidaclee petrilieadaa e iluc:ri~ lapidarea no B....W.. R.viata do lnatlwt.o Hlatórieo • Geosr'fleo Bruileiro, t. 60.
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M. O. lJMA: •Proceaoa de doc:wnanta~o em arte rupeatnl>. Clio, nlim. 7, 84rie Arquaol6clea·2. Recite, 11186, p4p. 167-164.
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Arqueolóticaa. Publica~ Avulaaa. nWn. 6. M.-. Pan.- Enúlio Goeldi. BaUm. 1987.
N. A. S. NASSBR! «Nova eonm~ l arqueolopa do Rio Grande do NorteJo. 1'rotrama Nacional de Peequiaaa ArqueoJ6cieu.
Publica~ Avulaaa. nWn. 26. Mueau Pan.- EmOio Goeld.i. BaWn, 1974.
B. PINTO: .O. indlaenaa do Noodeete». Ed. Bruiliana. Slo Paulo. 11136.
-79-
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G. MARTIN.- Prehistoria Nordeste Brasil
A
B
A.-Grabados rupestres de la Tradición Itacoatiara - Ingá - Paraiba (Brasil).
B.-Grabados rupestres de la Tradición ltacoatiara - Ingá - Paraiba (Brasil).
LAM. 1
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ARCHIVO DB PRBHJSTORIA LSVANTJNA
VoL XVIU (Valencia. 1988)
MANUEL PEREZ RIPOLL
(Valencia)
ESTUDIO DE LA SECUENCIA DEL DESGASTE DE LOS MOLARES
DE LA •
El presente estudio tiene como objeto establecer unos criterios claros sobre el
desgaste de los molares de la Capra pyrenaica.
El material proviene en su mayoría del yacimiento del Parpalló, y en menor
número de La Cocina y Mallaetes.
Este trabajo no pretende ser un estudio exhaustivo de todos los restos molares de la
Capra pyrenaica de los citados yacimientos, sino crear un modelo de desgaste de la
dentición de esta especie para poderlo comparar con el material molar que aparezca en
las excavaciones arqueológicas, y poder confeccionar sus edades.
La secuencia del desgaste procede de una muestra de 137 mandíbulas y 60 maxilares, que es basta.n te representativa no sólo para confeccionar las tablas de la secuencia, sino también para ofrecer un modelo de las edades de las cabras montesas abatidas
por una sociedad prehistórica cazadora, con la intención de orientar los estudios
específicos de cada yacimiento arqueológico. Las mandíbulas están mejor representadas que los maxilares, que presentan algunas carencias en las series evolutivas, como
más adelante detallaremos, que deberán ser objeto de ampliación con la contribución
de ·nuevos materiales.
Dada la variabilidad que existe en la erupción y desgaste de los molares, aportaciones futuras pueden matizar y/o ampliar la secuencia evolutiva de la erosión molar.
Normalmente, los dientes aislados constituyen el conjunto más importante de los
restos óseos, y obviamente más representativo que las mandíbulas o maxilares; sin
embargo, gran parte de éstos no se utilizan para obtener las edades por la poca
fiabilidad que contienen debido a la gran variabilidad que ~xiste en el desgaste y a la
carencia de la secuencia de los molares que forman parte de la mandíbula o maxilar.
Ahora bien, con el método que proponemos, existe la posibilidad de utilizar los molares
- 83-
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M. PEREZ RIPOLL
2
sueltos, y de poder contar con un material numeroso, que proporcione una base amplia
en la determinación de la edad de las cabras montesas cazadas y un mayor fundamento
en las conclusiones que pu~an derivarse.
La idea inicial de este trabajo procede del estudio de J . M. Ewbank, D. W.
Philipson y R. D. Whitehouse (1), basado en una serie de mandíbulas de ovicaprinos de
la Edad del Bronce, que ofrece una secuencia de la erosión de los dientes, dividida en
estadios. Pensamos que también se podría elaborar una secuencia en el desgaste de los
molares de la Copro pyrenoico, introduciendo los símbolos empleados por E. Deni.z y S.
Payne (2), y añadiendo una serie de aspectos nuevos. El resultado metodológico final
ha derivado en una secuencia de seis .fases, y cada fase se encuentra subdividida en
estadios, que a continuación vamos a especificar. La Fase Oes el momento inicial de la
vida de la Copra pyrenoico, en la que los molares de leche han salido, pero el Ml aún
no. Las Fases 1, 11, m corresponden respectivamente a la salida del Ml, M2 y M3. La
Fase IV es el momento en el que el animal llega a ser adulto. La Fase V, cuando es
viejo.
La erupción de los molares por meses está tomada del trabajo de M. A. J . Couturier
(3), que ha estudiado la cabra de los Alpes (Copro ibex ibex), y a falta de estudios de la
Copro pyrenoico consideramos conveniente introducir estos datos en nuestro trabajo,
rasgo que hay que tener presente por las posibles variaciones en la salida de los
mola.r es de ambas especies, especialmente al estudiar la estaciona.lidad sobre los
molares jóvenes.
A nuestro entender, una importante ventaja de esta secuencia es la posibilidad de
comparación con otras secuencias de desgaste de molares que pertenezcan a otras
especies, o a la misma pero de yacimientos distintos. Generalmente la metodología más
usual para la fijación de edades se basa en la erupción y desgaste de los molares, y la
serie de fases propuesta abre la posibilidad de comparar clasificaciones más antiguas,
pertenezcan o no a la misma especie. Aunque la edad de erupción de los dientes de
otras especies no coincidan en los meses y años, se pueden comparar atendiendo a la
erupción de los molares respectivos, es decir, a la secuencia de las fases antes
propuesta, ya que proporcionalmente cada animal tiene una edad semejante en cada
fase. La comparación de edades de especies distintas abre la posibilidad de estudiar
perspectivas nuevas, como la de establecer las prácticas de caza globales o específicas
de cada especie en sociedades cazadoras, o··· estudiar prácticas selectivas entre un
pueblo cazador y otro ganadero.
Otro importante aspecto que se abre al estudiar el desgaste de los molares es el
conocimiento que se desprende de la edad de los dientes de animales jóvenes, que
(1) .J. M. BWBANK, D. W. PHIUPSON y R. D. WHJTBHOUSB: ..sbeep iD lha hon Ara: • ..-hocl ot atut. Proeeedinp ot lha Prebiatoric
~
(2) B. DBNIZ y S. PA YNB: •Bnaption and _,.iD lhe manclibular clentition u a ruida lo ap!nr Turtdah All,ora roe t.. Bn B. WU.SON,
Sociaty, T. ao. London. 1904, pqa.
C. GRIGSON 78. PAYNB (ecl.): ocApinr and 8azinr Animal Boo.. from Arebaeolocical Si.._. B. A. R., Bridab S.riea, 108. Oñord.
11182, pqa. 166-208.
(3) W. A. .J. C01.11'URJ.BR: • lA bouqueliD clao AlpeP. Grenobla, 1982.
- 84 -
[page-n-85]
DESGASTE MOLARES CAPRA PYRENAICA
3
puede clarificar el tipo y uso del eq¡plazamiento de una sociedad cazadora. Conociendo
el mes de erupción de cada molar, y estableciendo el desgaste de los molares o series
dentarias a través de los estadios de cada fase, aproximadamente se puede deducir la
estación en que se cazó un animal, y de esta forma obtendremos una información
valiosa para establecer la estacionalidad de un yacimiento.
En los símbolos que utilizamos hemos introducido la modificación que realizó K.
Mariezkurrena (4) en su interesante estudio sobre la edad del Cervus elaphus para
mostrar claramente el inicio del desgaste en una arista (fig. 1, e). La línea curva indica
que las aristas de los prismas no han entrado en erosión (fig. 1, a). La línea recta
señala, por el contrario, su desgaste, quedando expuesta la dentina. La unión de las
líneas significa la comunicación de la dentina de cada arista, o de las del propio
prisma (fig. 1, d), o entre las de los dos prismas (fig. 1, 3, f). Cuando el desgaste se
encuentra muy avanzado, la dentina llega a extenderse a casi todo el prisma, quedando
la foseta reducida al mínimo tamaño y las aristas adquieren una configuración roma o
rectilínea (fig. 1, i, j, k), y si el proceso erosivo continúa, la foseta llega a desaparecer.
Respecto a la erosión del m4 hay que añadir un prisma más, y a la del M3, el lóbulo
posterior. Para los molares del maxilar hemos introducido algunas modificaciones del
esquema expuesto porque el desgaste es algo distinto al de los molares de la mandíbula
(fig. 2).
Para obtener una clasificación precisa de la edad de un molar no sólo hemos
utilizado el desgaste sino también otros datos, ya que si únicamente tomamos en
consideración la erosión del molar, no es posible delimitar su estadio de desgaste
debido a la amplia variación que existe en determinados momentos de la secuencia de
la tabla general. Por ejemplo, a partir del estadio H de la Fase m el Ml presenta
comunicadas sus cuatro aristas, y atendiendo únicamente este dato no se podría
precisar ningún estadio más de la secuencia; lo mismo cabría decir del M2 que a partir
del estadio N de la Fase IV también presenta comunicadas sus aristas. Se podrían
realizar más puntualizaciones de carácter concreto, que demuestran que no es posible
determinar la edad atendiendo únicamente al desgaste, y máxime si se trata de molares
sueltos. Por esta razón en nuestra secuencia se toman en consideración tres datos más:
la altura de los molares, la evolución de la raíz en los molares jóvenes y la altura de la
escotadura del segundo prisma de los molares jóvenes de la mandíbula, que separa la
parte posterior de las aristas por la cara lingual (fig. 3, el, c2).
Cotejando este conjunto de datos es posible clasificar con bastante precisión
mandíbulas, maxilares e incluso molares sueltos. Sin embargo, en algunos casos es
factible que se planteen dudas sobre la adscripción en un estadio concreto en especial
con molares sueltos, pero éstas no surgirán cuando se trate como mínimo de situar
estos molares en una fase.
(4) K. NAIUEZKURRBNA: ..CO..tribuc:ióD al coiiOCÍIIIilnto ele la cMntici6D 7el eectuet.to JIC*falleal de 'Cenua Blapbue'. Mwúbe, vol36,
r..c. ~San~ 1983, pq.. 149-2102.
-85-
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M. PEREZ RIPOLL
4
~
b
~ ~
vv
vv
-v
-v
9
~
-~
-~
~
cr
k
e~1
e
c:.r=
- •
•
• f
d
e
1
1
l
-=:1
Fte. 1.- Proce.o evolutivo de loa estados del deseaste molar de la mandíbula:
a. Las aristas no están erosionadas.
b. La erosión alcanza a las dos aristas del primer prisma.
c. Además de las aristas del primer prisma, la erosión comienza en la parte
anterior de las aristas del segundo prisma.
d. La dentina d~ las aristas del primer prisma se comunica por la parte
anterior.
e. La evolución del desgaste da lugar a que la arista labial.del primer prisma
se comunique con la lingual del segundo.
f. La dentina de las aristas labiales se comunican.
g. Las aristas entran en comunicación por la cara lingual.
h. Todas las aristas se comunican.
i. La erosión avanzada da lugar a que la foseta del primer prisma quede
dividida por la dentina.
j . Siguiendo la evolución de la erosión anterior, la dentina se extiende por
. casi toda la superficie del primer prisma.
k. En el primer prisma, la foseta ha desaparecido por el estado avanzado de la
erosión. En el segundo prisma, la erosión da lugar a que la foseta se muestre
reducida y alargada.
l. Es la culminación final del proceso erosivo. La dentina se extiende por los
dos prismas.
-86 -
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DESGASTE MOLARES CAPRA PYRENAICA
S
LJLJ
FJc.
S.-Proceso evolutivo del dequte molar del maxilar:
a . El desgaste abarca a las dos aristas del primer prisma y la parte anterior de
las del segundo.
b. La dentina de las aristas labiales se comunican entre sí y con la arista
lingual del primer prisma.
c. Las aristas labiales se comunican, así como las linguales con las labiales por
la parte anterior y posterior del primer y segundo prisma, respectivamente,
pero no por la parte posterior y anterior de dichos prismas; además, las
anstas linguales no se comunican entre sí.
d. La comunicación se extiende a todas las aristas.
e. La erosión está muy avanzada, y la dentina se extiende por la superficie de
los dos prismas, dejando las fosetas muy reducidas, poniéndose en contacto
el esmalte por su mitad.
c·t
""·
a·
b
e
d
Fi¡. 8.-Altura de los molares:
a . m4, cara lingual.
b. M2, cara lingual.
c. M2, joven, cara lingual. Las raíces no están configuradas. el, escotadura
que separa las aristas del segundo prisma por la parte posterior de la cara
escotadura. Se indica con un asterisco (*).
lingual. c2, altura de la
d. Ml, cara labial.
e. M2, joven, cara labial.
-87 -
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6
M. PEREZ RJ.POLL
La altura de los molares inferiores está tomada por la cara lingual, tal como se
indica en la figura 3 (b y e), tomando la precaución de que en la zona de divergencia de
las raíces la medida se tome a partir de la separación del esmalte con la dentina. En los
dientes jóvenes que aún no tengan la raíz, la altura hay que tomarla a partir de la
propia base (fig. 3, e). En el m4 la altura también se toma a partir de la zona de
divergencia de las raíces, justo en la separación del esmalte con la dentina y la parte
comprendida entre las dos aristas linguales del primer y segundo prisma (fig. 3, a). La
altura de los molares superiores está tomada por la cara labial, siguiendo las mismas
indicaciones y precauciones que en los molares inferiores (fig. 3, d y e).
·
A continuación vamos a exponer la secuencia de las fases y sus estadios respectivos
para establecer las características generales, y concretar aquellos aspectos que sean
conyenientes para una correcta clasificación.
SECUENCIA DEL DESGASTE DE LAS SERIES MANDIBULARES:
FASE O
:
Corresponde al período comprendido entre el nacimiento del animal y la salida del
Ml. Como este molar sale entre septiembre y octubre, el período de esta fase está
comprendido entre mayo/junio, meses en los que tienen lugar los partos, y septiembre,
y señala un período de caza veraniego.
Aunque sólo disponemos de una manch'bula, el desgaste del m4 queda perfectamente
delimitado entre el momento de su erupción y el estadio A de la Fase l.
FASE 1:
Se inicia con la salida del Ml en septiembre/octubre y termina en el mes de
septiembre del año siguiente con el comienzo de la erupción del M2.
Señalar la estación de caza resulta más difícil, pues esta fase recorre el período de
un año, en el que se producen modificaciones en la erosión de los molares. Sin
embargo, al estudiar el desgaste del Ml, M2 y M3 durante el transcurso del año
correspondiente a las fases respectivas, es decir, desde la erupción de cada molar hasta
la salida del M2, M3 y 14, respectivamente, hemos podido comprobar que las pautas
erosivas son semejantes. El Ml termina el período de un año en el estadio C con un
desgaste que da lugar a que la dentina aparezca expuesta en las cuatro aristas,
Este mismo
comunicándose las del primer prisma por la parte anterior (e
desgaste se observa en el estadio G del M2, que es el período que marca el límite de un
año desde el momento de su erupción. El M3 presenta una erosión similar en el estadio
K, que es el anterior a la erupción del 14, que muestra desgastadas las cuatro aristas,
comunicándose las del prisma primero por la parte anterior, y en dos casos el lóbulo
posterior se comunica con la arista labial del segundo prisma (C _ - , C -=r- ).
Partiendo del presupuesto de que el desgaste es progresivo e igual para cada estación
del año, la mitad del recorrido erosivo entre la erupción de cada molar y el desgaste
antes citado presentaría un tipo erosivo caracterizado por el desgaste de las dos
=>·
-88 -
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7
DESGASTE MOLARES CAPRA PYRENAICA
<=
aristas del primer prisma y la parte anterior de las aristas del segundo
~).
Se deduce de todo ello que en el caso del Ml, el estadio B, que corresponde al nivel
erosivo anteriormente señalado, se situaría al principio del invierno y principio de la
primavera. De todas formas, hay que tomar este dato como un elemento orientativo y
con cautela.
En el estadio B, el alvéolo para el M2 ya está abierto. En el estadio C, el M2 es
visible.
En esta fase las raíces del Ml aún no están configuradas.
FASE ll:
Se inicia en el momento de la salida del M2, en el mes de septiembre del segundo
año, y termina en octubre del tercer año con la erupción del MS.
Ante el problema antes suscitado de establecer la estacionalidad durante este
período de desgaste, retomamos la argumentación anterior para establecer en el M2 el
mismo tipo de erosión señalado en el Ml transcurridos seis meses a partir de su
erupción, situándolo en el estadio E, que correspondería a fines del invierno y
principio de la primavera.
En el estadio E comienza a abrirse el alvéolo del M3. En los estadios M y G, el M3
es visible.
No hay problema alguno en diferenciar la Fase 1 de la Fase 11. En primer lugar,
vamos a abordar esta diferenciación con el m4, y posteriormente con el Ml . El m4 de la
Fase 1 se distingue fácilmente de la Fase 11 por su erosión y altura. La erosión está más
avanzada en la Fase 11, lo que se refleja en la exposición de la dentina del primer
prisma que llega a cubrir casi totalmente su superficie en el estadio D, y totalmente en
el E, lo que no ocurre en la Fase l. La altura de este molar es inferior a 7 mm., a
excepción de los momentos previos y dúrante la salida del M2. Sus crestas linguales en
los estadios D y E no son puntiagudas sino romas, y con tendencia a convertirse en
rectilíneas, y en los estadios F y G son. rectilíneas.
En cuanto al Ml, la erosión es diferente en las dos fases; en la Fase l, las cuatro
aristas aparecen erosionadas y las dos del primer prisma unidas por la parte anterior,
y en la Fase 11, además de esta erosión, la arista labial del primer prisma se ~omunica
con la lingual del segundo (~ ). La altura de la escotadur~ lingual es superior a 5
mm. en la Fase 1, e inferior a esta cifra en la 11. En el estadio D' de la Fase li las raíces
aparecen formándose, y en el E ya están configuradas.
La diferenciación de los estadios de la Fase 11 es fácil para series mandibulares
completas, pero más delicada para molares sueltos. Si utilizamos el m4 pueden surgir
dudas en el momento de diferenciar los estadios D y E; en el estadio D la erosión ha
reducido al mínimo la foseta del primer prisma, a excepción de un caso, y en el estadio
E la dentina se extiende por toda esta superficie; la altura de este molar es algo mayor
en el estadio D. La separación de los estadios F y G es aún más dificil, tanto a nivel del
desgaste como de la altura. Es mucho más sencillo con este molar la separación de los
cuatro estadios al agruparlos; en los estadios F/G la ero~ión está bast11-nte más
-89-
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M. PEREZ RIPOLL
8
avanzada que en los estadios D{E, pues en aquéllos la erosión del segundo y tercer
prisma se encuentra muy evolucionada, y la foseta respectiva unas veces está partida o
reducida al mínimo y otras no aparece, y la altura es inferior a 4 mm.
Respecto al M1, la diferencia entre los estadios D y E es más sencilla. La erosión
entre ambos es distinta, ya que se encuentra más avanzada en el estadio E, lo que
confiere a este molar una mayor comunicación entre las aristas de los dos prismas. En
el estadio D las aristas del primer prisma están comunicadas por su parte anterior, y la
arista labial del primer prisma se comunica con la lingual del segundo (c..---=). En el
estadio E aparecen representados todos los tipos erosivos comprendidos entre este
último y el que aparece con todas las aristas comunicadas. Este mayor grado erosivo lo
podemos seguir con mayor claridad en la altura de la escotadura lingual del segundo
prisma, que en el estadio D está situada en torno a los 3·5 mm. y en el E en 1 mm. Los
estadios F y G no se pueden distinguir ni en la erosión ni en la altura, seguramente
porque están muy cercanas en la secuencia del desgaste, e incluso cabe la posibilidad
de que configuren un sólo estadio.
A partir del estadio F se inicia una lenta disminución de la altura del Ml (gráfico 1).
FASE ill:
Comienza con la salida del M3 y del P3 y P4 con la entrada del mes de octubre del
tercer año. La erupción del 14 subdivide esta fase en dos subfases, como a continuación
detallamos. Corresponde a la edad subadulta.
Fase lila:
Los límites de esta subfase están comprendidos entre la erupción del M3 y los
premolares y el inicio de la salida del 14.
La estacionalidad sólo la podemos establecer con una mayor fiabilidad en la fase
Fase lila, ya que la erupción del 14, que señala el inicio de la Fase lllb, es muy variable
y no puede indicarnos con exactitud una estación del año. Como ya hemos indicado en
los molares primero y segundo, y siguiendo el razonamiento aplicado para ello, a los
seis meses a partir de octubre el desgaste del M3 será semejante al señalado en los
otros dos molares una vez transcurrido un año, mostrando las ari~tas erosionadas,
unidas por la parte anterior del primer prisma, y el lóbulo posterior entra en erosión
(C
Es el desgaste que corresponde al estadio K, y que tiene lugar en primavera.
A finales del estadio J y en el estadio K las raíces del M2 se están configurando, y
claramente se percibe el límite de la dentina con el esmalte para poder tomar las
medidas según se ha indicado. En el estadio L de la Fase llib las raíces del M2 ya están
formadas y comienzan a configurarse las del M3, que en el estadio M aparecen
formadas.
La separación de las Fases II y ma se puede realizar sin grandes dificultades. En el
caso del M1, si atendemos el desgaste, esta diferenciación no se puede efectuar en
algunos casos, ya que en el estadio H las ari. tas aparecen comunicadas, y esta misma
s
erosión se encuentra en algunos casos del estadio G de la Fase II; en los otros tipos de
=-)
.
-90-
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DESGASTE MOLARES CAPRA PYRENAICA
9
erosión de este último estadio es posible la diferenciación de las dos fases. La altura de
este molar es diferente en las dos fases por lo que constituye un buen medio para
distinguirlas; tanto las medidas individuales de la tabla general como las variaciones y
medias de la tabla I y gráfico 1 claramente muestran el mayor desgaste del Ml en la
Fase IIIa.
Respecto al M2, la separación de ambas fases no presenta dificultad. En los
estadios F/G de la Fase 11 las aristas del primer prisma no están comunicadas con las
del segundo, mientras que en la de los estadios H{l, sí. La altura de la escotadura
lingual del segundo prisma señala la diferencia de la erosión entre los dos grupos de
estadios, ya que mientras en los estadios F/G es superior a 5 mm., en H{l, a excepción
de un caso, es inferior (ver tabla general).
La diferenciación de los estadios de la Fase IDa es difícil en el Ml y ~n el M2, y más
sencilla en el M3. En el caso de los dos primeros molares, tanto el desgaste como la
altura permiten separar los tres primeros estadios de la Fase lila. El desgaste del Ml
presenta en todos los estadios las aristas de los dos prismas comunicadas; en el M2 la
erosión también es la misma en todos los estadios, mostrando las aristas labiales
comunicadas y las linguales unidas con las labiales por la parte anterior del primer y
segundo prisma, respectivamente ( r=.....:= ). En algunos casos la escotadura lingual
puede servir para diferenciar algunos estadios, por ejemplo, los estadios J y K no
alcanzan valores superiores a los 4'5 mm., y los inferiores a esta cifra están muy
solapados entre los cuatro estadios; por esa razón no pueden determinar un estadio.
Las raíces del M2 no están formadas en el estadio H y gran parte del 1, y se están
configurando en el J y el K, por lo que pueden ser un indicio a tener en cuenta a la
hora de establecer diferenciaciones. Sólo la evolución del desgaste del M3 permite la
separación de estos estadios. En el estadio H, el M3 está saliendo; en el 1 empieza a
entrar en erosión por la parte anterior del primer prisma; en el J ésta llega a alcanzar
a todo el recorrido de las dos aristas del primer prisma y total o parcialmente las del
segundo, e incluso en dos casos las aristas del primer prisma se comunican por la parte
anterior. El lóbulo posterior no aparece comunicado. En el estadio K, el lóbulo
posterior entra en desgaste, y en los casos de erosión más avanzada la arista labial del
segúndo prisma se comunica con el lóbulo posterior.
Ante la dificultad que presenta la determinación de cada estadio de la Fase lila,
todas las posibles dudas deben de asignarse únicamente a esta fase sin especificar
estadio.
Los estadios G, H, I, J muestran la altura máxima del M2, y a partir del estadio K se
inicia su disminución (gráfico 2).
Fase Illb:
Como ya se ha indicado anteriormente, esta fase se inicia con la salida del 14, que
por su variabilidad en la erupción no constituye un buen medio para indicarnos la
estacionalidad.
Es interesante establecer la separación de las dos subfases. Es más impreciso
-91-
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M. PEREZ RIPOLL
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basarse en el desgaste que en la altura de los molares. El desgaste del M1 es el mismo
en las dos subfases; el del M2 muestra una gran variación, y en algún caso puede
señalar la pertenencia específica a la Fase Illb. En esta variación, los ejemplos menos
avanzados y los más en el proceso erosivo se solapan respectivamente con la Fase ma
y la Fase IV, por esa razón el tipo erosivo basado en la comunicación de las aristas de
los dos prismas excepto las de su parte lingual (C...O), es el único específico de esta
subfase. El desgaste del M3 diferencia las dos subfases dentro de su proceso erosivo.
Así, en el estadio H, el M3 está saliendo, en el 1 empieza a entrar en erosión la parte
anterior de las aristas del primer prisma, en el J la erosión alcanza a las dos aristas del
primer prisma y parcial o totalmente las del segundo, e incluso llegan a comunicarse
las dos aristas del primer prisma por su parte anterior, en el K el lóbulo posterior entra
en erosión ( C
y en los ejemplos más avanzados se comunica con la arista
labial del segundo prisma ( C: ::r-). En la Fase Illb, la arista labial del primer
prisma se comunica con la lingual del segundo por la parte de unión de ambos prismas
=-),
(C Cr-).
La altura de los molares primero y segundo, al contrario de la erosión, distingue las
dos subfases, como se puede comprobar en la tabla general, en la tabla 1 y en los
gráficos 1 y 2. Sólo por la proximidad del estadio K a la Fase IIIb puede surgir alguna
duda, pero en los estadios H, 1 y J no hay ninguna respecto a los estadios L y M de la
Fase Illb.
El M3 alcanza la máxima altura en los estadios J, K y L, y comienza a disminuir a
partir del estadio M por el proceso erosivo (gráfico 3).
FASE IV:
En esta fase, la Capra pyrenaica alcanza la edad adulta.
La distinción de las Fases IIlb y IV se puede realizar con el desgaste, según
molares, y con la altura. El desgaste del M1 presenta la misma configuración en los
estadios M de la Fase IIlb y N de la Fase IV, por lo que no es posible discernirlas con
este molar. Por el contrario, el desgaste del M2 es útil para delimitar las dos fases, ya
que a partir del estadio N de la Fase IV las aristas de los dos prismas aparecen
comunicadas en todos los casos, mientras que en los estadios de la fase anterior, a
excepción de algún caso, no es así. El desgaste del M8 no delimita las dos fases con
toda claridad, pues tiene la misma configuración en los estadios de la Fase Illb y el
estadio N de la Fase IV; a partir del estadio O algunos molares muestran una erosión
más avanzada, caracterizada por tener las aristas comunicadas a excepción de los
labiales ( r= Cl-), y en el estadio P en muchos casos todas las aristas aparecen
comunicadas.
La altura de los tres molares no es la misma tanto en variación como en medias
entre ambas fases, por lo que las separa eficazmente (ver tabla general, tabla I y
gráficos 1, 2 y 3).
La distinción de los estadios de esta Fase en ciertos casos no se puede realizar. Los
estadios N y O se pueden delimitar con el M1 a través del desgaste, pues la erosión
- 92 -
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DESGASTE MOLARES CAPRA PYRENAJCA
11
evolucionada en el estadio O da lugar a que en el primer prisma la foseta quede partida
por la dentina o se reduzca al mínimo, mientras que en el estadio N esto no ocurre; la
altura ya no muestra tanta diferencia entre ambos estadios, con la excepción de los
valores mínimos del estadio O. La erosión y la altura del M3 no pueden diferenciarlos;
anteriormente ya hemos indicado que en el estadio N no aparece el tipo de erosión
avanzada que suele encontrarse en los estadios O y P (e D- ), y la altura de este
molar es muy semejante en ambos.
Los estadios O y P son más sencillos de precisar. La erosión del Ml está más
avanzada en el estadio P como lo demuestra su configuración erosiva y su altura; la
foseta del primer prisma prácticamente ha desaparecido, y la altura es muy diferente
en ambos estadios tanto en la variación como en las medias. La erosión del M2 y M3 es
la misma, por lo que tiene que ser la altura la que se utilice en la distinción.
FASE V:
La Capra pyrenaica llega a la vejez en esta fase.
Las Fases IV y V se pueden separar fácilmente. El desgaste del Ml está muy
avanzado y la dentina aparece expuesta en los dos prismas. Gran parte de las mandíbulas muestran un M2 con un desgaste avanzado, que ha originado que la dentina divida
la foseta (estadio R), o que aparezca cubriendo toda la zona (estadio S). Esta situación
erosiva no aparece en el M3, a excepción del estadio S. Las altl,lras de los tres molares
difieren en las dos fases, como se puede comprobar en las tablas generales, tabla I y
gráficos 1, 2 y 3.
Los estadios también pueden separarse. El Ml mediante la altura, el M2 mediante
la erosión y sobre todo la altura, y el M3 por la erosión para separar los estadios R y S
y la altura. El desgaste del Ml es el mismo en todos los estadios; el del M2 diferencia
los estadios R y S, ya que en este último la dentina prácticamente llega a abarcar los
dos prismas; y el del M3 también delimita estos dos estadios por el estado erosivo
avanzado del estadio S.
SECUENCIA DEL DESGASTE DE LAS SERIES MOLARES DEL MAXILAR:
El número de maxilares estudiados es inferior al de mandíbulas; no obstante, la
secuencia del desgaste que se ofrece es significativa para la determinación de las
edades como base comparativa.
Los meses de erupción de los molares no se corresponden con los de las mandíbulas,
de ahí que las edades que obtengamos en los estudios de distintos yacimientos deben
de confeccionarse por separado entre las que procedan de las mandíbulas o sus
molares y las de los maxilares o los suyos.
A continuación, detallamos cada fase erosiva.
FASE 0:
Sólo disponemos de un ejemplar, que muestra el m4 poco gastado, pues la erosión
-93-
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M. PEREZ RIPOLL
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alcanza a todo el recorrido de las aristas del primer prisma y la parte anterior de las
del segundo. El límite má.ximo de esta fase se sitúa en el momento en el que el Ml
empieza a salir. El único molar que permite seguir la evolución erosiva de esta fase es
el m4; ahora bien, al disponer sólo de un ejemplar no se ha podido obtener toda la
secuencia, y lo único que se puede utilizar como límite máximo de esta fase es el estado
anterior al momento de la erupción del Ml, que corresponde al estadio A de la Fase 1,
que debe de caracterizarse por tener gastadas las cuatro aristas (
Por otro lado,
la altura es bastante superior a la que corresponde al estadio A (ver tablas generales).
Esta fase señala las estaciones de final de primavera, verano y otoño.
==.
)
FASE 1:
Se inicia en el momento de la erupción del Ml, entre noviembre y diciembre.
La asignación de la estacionalidad al desgaste de este molar a lo largo de esta fase,
presenta la misma problemática que la que examinamos en la secuencia molar de las
mandíbulas. El Ml y el M2 presentan una erosión semejante desde el momento de su
e~pción hasta el inicio de la fase siguiente, es decir, después de haber transcurrido un
año. La erosión del Ml en los momentos previos a la salida del M2 se sitúa en el
desgaste de sus cuatro aristas sin que se comuniquen<= =>.y a lo sumo puede que
se comuniquen las dos del primer prisma por la parte anterior ( C =>· Son dos
posibilidades no verificadas por carecer de maxilares que muestren claramente el paso
de la Fase Oa la l. Nos basamos en la suposición de que los estados erosivos descritos
deben ser los pasos previos al desgaste del Ml del estadio C de la Fase TI. Por lo tanto,
el límite máximo del proceso erosivo del Ml de la Fase 1 es el antes descrito, y
aproximadamente la mitad del recorrido de este proceso se situaría en la erosión de las
dos aristas del primer prisma <= ~ ), además el inicio de las del segundo <= ~).
Estos dos últimos tipos de desgaste se situarían en la primavera del primer año. Hay
que llamar la atención sobre la cautela que se debe tomar en estos casos, pues las
variaciones en los desgastes pueden cambiar los tipos erosivos y modificar, por tanto,
lo anteriormente establecido. Es un aspecto que hay que completar con nuevas
aportaciones de material.
La diferenciación de los dos estadios de la Fase 1 es fácil de realizar. En el m4 la
altura separa mejor que el desgaste los dos estadios, ya que en el estadio A se sitúa en
torno a los 14 mm., y en el B en los 10 mm. En el Ml el desgaste precisa el límite de los
dos estadios, aunque hay que tener presente que entre ambos faltan pasos erosivos
intermedios; para superar este inconveniente, se puede establecer que en el estadio A
se sitúan los Ml que no tienen desgaste o se inicia en la parte anterior del primer
prisma, y en el B los otros casos que tendrían como límite máximo el establecido
anteriormente.
FASE 11:
. Comienza aproximadamente en noviembre del segundo año con la erupción del M2.
La diferenciación de las Fases 1 y TI es fácil de realizar si prestamos atención
- 94 -
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DESGASTE MOLARES CAPRA PYRENAICA
13
únicamente al material que disponemos, pero como ya se ha analizado falta algún paso
intermedio, y lo único que queda claro es el desgaste del Ml en el momento de la
erupción del M2, que presenta las aristas labiales comunicadas, las linguales no, y las
dos aristas del primer prisma se comunican por la parte anterior (e:-=). Por esa
razón, es posible que el desgaste más avanzado del estadio B de la Fase 1 sea el descrito
en el apartado anterior. Respecto al m4, el desgaste entre las dos fases es distinto,
mientras que en la Fase 1 las aristas linguales no se comunican con las labiales por el
lado posterior y anterior del prisma respectivo (c-;::J ), en la Fase ll se comunican
todas las aristas y el desgaste comienza a estar avanzado ((§'§!} ); además, la altura de
este molar es distinta entre las dos fases (ver tabla general).
Las raíces del Ml están formándose en el estadio C, y a partir del D ya lo están.
Respecto a la estacionalidad, el Ml muestra un proceso erosivo semejante al del
M2, aunque en éste es algo más avanzado. Al contrario del proceso examinado en la
Fase 1, los pasos intermedios en el tránsito de la Fase ll a la m están muy bien
representados; en el momento de la erupción del P3 (estadio E de la Fase ll), momento
previo a la salida del M3 (estadio F de la Fase lll), el M2 presenta la siguiente erosión,
las dos aristas del primer prisma están erosionadas pero sin llegar a comunicarse, y las
del segundo prisma sólo por la parte anterior
~). Aplicando el argumento
utilizado en el Ml, el M2 que mostrase el desgaste de las dos aristas del primer prisma
y las del segundo sin erosionar (
~ correspondería a la primavera del segu.ndo año.
La diferenciación de estadios se puede realizar entre el C y el D, pero no entre el D
y el E. En el estadio C, la erosión del m4 es la misma que la del D, y sólo la altura
puede indicar una cierta separación, ya que los valores más altos (9 mm.) pertenecen al
estadio C, pero los otros se solapan y no pueden precisar el estadio. El desgaste del Ml,
sin embargo, sí puede delimitar los dos estadios; en el e las aristas labiales se
encuentran unidas, y las de la parte anterior del primer prisma aparecen comunicadas
( L _ ), en el D todas las aristas están comunicadas a excepción de las linguales
que no lo están ni entre ellas mismas ni con las labiales ( C =:J ); la altura alcanza la
máxima longitud en el estadio e, y a partir del G comienza a disminuir (gráfico 4). En
el M2, el estadio e corresponde al momento de su erupción, y el D al desgaste de las
dos aristas del primer prisma y la parte anterior de las del segundo. Es obvio que en
este caso faltan secuencias intermedias, y constituye uno de los aspectos que hay que
completar en trabajos futuros.
Entre el estadio D y el E no hay diferencias, pues están muy cercanas dentro del
proceso erosivo; el único elemento de diferenciación es un ejemplar que muestra el P3
en erupción, y otro en el que las aristas del P4 son visibles por debajo del m4. Es
posible incluso por las variaciones existentes que se trate del momento final de un
mismo estadio.
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FASE ID:
Comienza en noviembre/diciembre del tercer año con la erupción de los premolares
y del M3.
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[page-n-96]
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14
M. PEREZ RJPOLL
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La secuencia de la erupción de los premolares y del M3 y su desgaste inicial está
muy representada a partir del estadio E de la Fase II, que inicia el proceso con la
salida del P3. Los pasos erosivos siguientes también están bastante completos.
La estacionalidad, como en las fases anteriores se puede fijar en los momentos
iniciales del desgaste, pero, y como también hemos analizado, es más dificil en el
proceso ulterior, que en el caso de las mandíbulas tenía la ventaja de la erupción del 14
que separaba los dos años de la Fase m y delimitaba los procesos de desgaste. Los
manJares, al carecer de incisivos no pueden precisar el límite, que quedaría fijado en
el estadio J, y correspondería al cuarto año. Siguiendo esta comparación, lá mitad del
recorrido erosivo anual del M3 se fijaría en los momentos iniciales del estadio 1, es
decir, una vez transcurridos seis meses después de su erupCión; por consiguiente, este
estadio se situaría en la primavera del tercer año, cuando la erosión alcanza a las
~).
aristas del primer prisma y la parte anterior de las del segundo
La Fase m finaliza en el estadio K, y la IV comienza en el estadio L, momento en el
que todas las aristas del M3 aparecen comunicadas. Aproximadamente este cambio
tiene lugar en el quinto año. El proceso seguido es semejante al analizado en la
evolución del M2. La diferenciación de las Fases II y m se puede realizar por la
erosión y la altura de los molares. El Ml tiene en la Fase m comunicadas todas sus
aristas, a excepción del estadio F que no muestra comunicación de las aristas linguales con las labiales por la zona de unión de ambos prismas (C ::::1). Por el contrario,
la erosión de este molar en la Fase II no se encuentra tan avanzada, aunque en el
estadio G de la Fase m aún hay dos ejemplos con un desgaste semejante al de la Fase
II. La altura es muy parecida en las dos fases, pero los valores máximos pertenecen a la
Fase II y los mínimos a la m. El desgaste del M3 también es diferente; la Fase II
termina con el desgaste de las dos aristas del primer prisma y la parte anterior de las
del segundo (- ~ ), y la Fase m se inicia con el desgaste de las cuatro aristas
o con la comunicación por la parte anterior de las aristas del primer prisma y
parcialmente erosionadas las del segundo.
Los estadios de esta fase se pueden diferenciar. La distinción de los estadios F y G
en ocasiones es delicada, como en el Ml, que presenta bastante variación en el
desgaste, no así el M2, que muestra en el estadio F una erosión poco avanzada, como
ya se ha comentado, mientras que el G es mayor aunque .dentro de una gran variación.
Las medidas de las alturas son distintas en el Ml tantO en la variación como en la
media, pero no lo son en el M2 (tabla general, tabla II y gráficos 4 y 5).
La separación de los estadios G y H es del mismo modo dificil en algunas ocasiones.
La erosión del Ml y M2 no presenta rasgo diferenciador cuando todas las aristas están
comunicadas; los otros casos de erosión menos avanzada pertenecen al estadio G. El
M3 muestra una diferenciación más clara, ya que en el estadio G la erosión alcanza
parcial o totalmente el recorrido de las aristas del primer prisma, pero no los del
segundo, y en el H llega a las aristas del segundo. La altura de estos tres molares es
muy parecida en los dos estadios, como puede comprobarse en las tablas de medidas y
en los gráficos 4, 5 y 6.
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- 96 -
[page-n-97]
DESGASTE MOLARES CAPRA PYRENAICA
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Los estadios H e 1 se pueden diferenciar por la altura en el caso del Ml y M2, y por
la erosión en el M3. La altura de los dos molares citados a partir del estadio 1 inicia
una disminución muy clara (tabla general, tabla n y gráficos 1 y 2). La erosión del M3
se muestra más avanzada en el estadio 1 al comunicarse las aristas de la parte labial.
Estos mismos rasgos distintivos se pueden aplicar en la separación de los estadios 1
y J . La altura de los Ml y M2 son diferentes, y la erosión del M3 comunica las dos
aristas del primer prisma por la parte anterior.
La altura máxima del M2 se alcanza en los estadios F, G y H, y a partir del 1
comienza a disminuir como consecuencia de la erosión de este mol~ (gráfico 6). En el
M3 la altura máxima corresponde a los estadios H, 1, J , y a partir del K se inicia la
disminución (gráfico 6); se puede observar que entre los estadios M y N faltan pasos
intermedios.
FASE IV:
Se inicia esta fase durante el quinto año de vida de la Capra pyrenaica, cuando
alcanza su madurez.
Las fases m y IV se diferencian por la altura de los molares, y únicamente en el
caso del M3 por el desgaste. Los molares de los estadios 1 y J de la Fase m presentan
una altura mayor que la de los molares del estadio K de la Fase IV, como se puede
comprobar en las tablas generales y en la tabla n. En cuanto al desgaste del M3 el
estadio J ·no presenta comunicadas todas las aristas, mientras que en el K, sí.
La separación de los.estadios de esta fase también se realiza a través de las alturas
de los molares.
FASE V:
Corresponde al período de vejez. Se inicia con la erosión av~da de los premolares y del Ml, que exponen la dentina en gran parte de la superficie oclusar.
Nuevamente es la altura, además de la avanzada erosión del Ml, el rasgo diferenciador de las Fases IV y V (ver tabla general, la tabla ll y gráfico 4).
Los dos estadios se diferencian fácilmente con el Ml por la erosión de este molar,
ya que en el estadio N la dentina cubre el primer o segundo prisma. Además de la
erosión, la altura separa claramente los dos estadios.
- 97-
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16
M. PEREZ RlPOLL
TABLA GENERAL
Evolución del desgaste y de la altura de los molares de la mandíbula.
Abreviaturas empleadas en la altura de los molares:
Hm4: Altura del m4.
Hl: Altura del Ml.
H2: Altura del M2.
H3: Altura del M3.
Hel: Altura de la escotadura lingual del segundo prisma del Ml.
He2: Altura de la escotadura lingual del segundo prisma del M2.
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[page-n-99]
DESGASTE MOLARES CAPRA PYRENAJCA
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[page-n-109]
DESGASTE MOLARES CAPRA PYRENAICA
2. Evolución del desgaste y de la altura de los molares del maxilar.
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[page-n-110]
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DESGASTE MOLARES CAPRA PYRENAICA
33
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24
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K
n
F.
n
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42
40'5
36
37'3
38
38'6
34'6
1
2
3
2
24
37
41
39
24
. 37
37
. 46
43
. 40'5 39'8
19'6
17'5
12 31 . - 38
4 31'2 - 31'8
34
31'5
5
2
39
38
. 43
40'3
- 38'5 38'2
14 . 17
11'3 - 16
7 - 11'8
15'3
13'7
9'9
8 26
7 27
21 19
- 31'2
. 29
- 29'5
27'8
27'5
22'8
4
7
19
4'2 - 7'2
2'5 - 3' 2
4'5
o
5'6
2'8
1'4
12 12
- 20
7 6'8 . 10
5 1
- 7'5
16'5
8'3
4
7
7
4
-
37
32'5
37'2
33
.
-
34 . 36
33 . 37
26'8 . 34
34'8
34'8
29'1
. 23
20'6
12'2
- 15
- 10'2 6'5
19
8
1
TABLA 11. Altura de los m olares del maxilar
M2
Ml
X
n
Var.
2
4
2
33'2 - 34
27 • 32
27'5 • 31'5
33'6
29'5
29'5
1
3
1
2
5
3
2
1
30'5
24
28
24
22'8
.
.
-
31'5
30
28'8
25
31
27'1
28'4
24'5
22'8
2 38'5
5 37'5
4 38'5
3 35
2 33'8
L
11
6
17
14
. 25'2
- 16
20'5
15'2
13
7
M
N
4
2
8' 2 . 11'2
5 . 6
9'9
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- 42
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- 40
- 36'4
- 35'5
40'7
39
39'3
35'5
34'6
1
3
1
3
2
32
28
39
39
40
- 39'2
. 41'2
32
31'5
39
39
40'6
27'5 . 34'6
24'5 - 27'2
31'1
25'7
8
7
33
29
- 39
- 34
36
30'8
16
8
20'3
9
3
2
22'2 - 28'5
12 - 12'5
- 22'5
- 10
.
- 35
.
24'9
12'2
[page-n-116]
M. PEREZ RIPOLL
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-120 -
[page-n-121]
39
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-121 -
[page-n-122]
40
M. PEREZ RIPOLL
UN MODELO DE EDAD DE LA CAZA DE LA ((CAPRA PYRENAICAn
El trabajo del desgaste de los molares de las mandíbulas y maxilares, anteriormente expuesto, no trata de ser un estudio exhaustivo de la edad de todos los restos
molares de los tres yacimientos utilizados, sino que es el resultado de un muestreo
amplio para crear un modelo de desgaste secuencial. Vamos a ofrecer ahora la edad de
estas mandíbulas y maxilares, que, de la misma forma, no representan a períodos o
yacimientos concretos, sino que constituyen un modelo de la edad de las cabras
montesas abatidas por una comunidad cazadora, que podrá diferir mucho o poco de las
edades de un período concreto o de un yacimiento en estudio, aspecto que será objeto
de estudios comparativos, y que sirve para ofrecer una idea global de las pautas
selectivas ejercidas en este tipo de comunidad.
Los cuadros 1 y 11 muestran la edad de las mandíbulas y maxilares por fases y
estadios. Los porcentajes por estadios aparecen representados en el gráfico 7, que
señala con claridad tanto en las mandíbulas como en los maxilares que la edad
preferida en la caza en estos animales es la subadulta y la adulta (Fases m y IV,
respectivamente).
Los gráficos 8 y 9 de promedios acumulados comparan por estadios las tendencias
de las edades del maxilar y de la mand!'bula. Se comprueba que son muy semejantes, y
se observa la fiabilidad del muestreo al coincidir por separado los resultados de las dos
tendencias comparadas. Dicha evidencia se corrobora en el gráfico 10 por fases en el
que las tendencias casi se superponen.
De los cuadros y gráficos analizados se puede llegar a las siguientes deducciones:
Los animales muy jóvenes (Fase O) apenas están representados. La Fase 11 adquiere
más importancia, y el proceso culmina con la Fase ID. En esta última, la edad
subadulta adquiere una mayor relevancia, pues es más importante que la joven, y
proporcionalmente más que la adulta si tenemos en cuenta que ésta tiene aproximadamente una duración de diez años y la subadulta de dos, con lo que el margen de
posibilidades para que los animales adultos sean cazados es mayor. Evidentemente, el
resultado final de la caza depende de una serie de condicionamientos, tales como la
preferencia por determinadas edades, la práctica de una selección específica para el
control de las manadas, el oteo y el seguimiento de las manadas ya sea de machos
adultos y viejos y de hembras con sus crías; en el caso concreto de los gráficos, se nos
muestra que el cazador paleolítico prefiere abatir una pieza cuando ésta ha alcanzado
el mayor rendimiento en peso, evitando la caza de animales jóvenes, práctica que los
esquimales continúan empleando. Hay que añadir que los animales viejos tienen una
cierta importancia.
El gráfico 11 compara la tendencia del modelo propuesto con la del yacimiento de
La Cocina, calculada esta última con el NMI de la mandíbula, y la del Sector J-4 de la
Cova de l'Or, a partir también del NMI del mismo hueso. A nivel global se puede
observar que las tendencias del modelo y de La Cocina son semejantes, mientras que la
de la Cova de l'Or es muy diferente. En La Cocina aumenta la importancia de los
- 122 -
[page-n-123]
DESGASTE MOLARES CAPRA PYRENAICA
41
animales jóvenes y adultos respecto al modelo, pero sin grandes diferencias, mientras
que en Cova de l'Or los animales jóvenes alcanzan un acusado predominio, en especial
el grupo de los animales muy jóvenes. Esta diferencia es muy interesante a la hora de
establecer los procesos selectivos entre una comunidad cazadora y otra ganadera. No
existe una preocupación entre los ganaderos de Cova de l'Or por obtener unos
rendimientos óptimos en la carne de sus ovicaprinos, tal vez porque la situación de su
economía no lo necesita. Ahora bien, es preciso conocer si sucede igual en otros
yacimientos y en el Eneolítico y en la Edad del Bronce.
CUADRO l. Secuen cia d e edad de los maxilares
Número
%
Total por faae
%
1
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1
1'6
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-
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--- 123-
- --- - 33'3%
adultos
- 11'6% - - viejos
[page-n-124]
42
M. PEREZ RIPOLL
CUADRO ll. Secuencia de edad de las mandíbulas
Fase
Estadio
Número
2
o
- - - - - - - -A
B
1
3
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2
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2'1
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43
- .8 - - 5'8
--- - 39
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-- -
28'4%
adultos
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viejos
[page-n-125]
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-125-
[page-n-126]
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M. PEREZ RIPOLL
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[page-n-127]
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Gráfico 11.- Dia¡rama acumulativo de los porcentajes de las ma.ndibulas (NMI) por fases.
[page-n-128]
[page-n-129]
•ÁRCHIVO DB PRBHJSTORIA LBVANTINA
v o1. xvm (VaJ.ocia. t888)
INOCENCIO SARRION MONTA:RANA
(Valencia)
NOTAS SOBRE UNA MORFOLOGIA DIFERENCIADA EN LOS RESTOS
OSEOS DE CAPRA PYRENAICA Y CAPRA HIRCUS
La Capra pyrenaica forma parte de uno de los bóvidos integrantes de la fauna
«cuaternaria)) (Villafranquiensa.Transición-Cuatemaria) (1), cuya inmigración sellevó a cabo en tomo al gran interglaciar Mindel-Riss, matizándose estos postulados con
las aportaciones de nuevos yacimientos coetáneos de los mismos, caso del Bos primigenius, especie «cuaternaria>> que se detecta en la (
en L' Aragó (2).
En nuestro ámbito geográfico, el registro más antiguo que conocemos de la Capra
pyrenaica lo poséemos en el nivel superior de la Cova de la Bassa de Sant Llorenc de
Cullera (3), cuyo conjunto faunístico lo integramos en el Mindel-Riss, con paralelismos con Lunell-Viel (4). Asimismo, por orden cronológico, lo hallamos en el yacimiento de Molí de Mató, Agres (5), al que atribuimos una edad en tomo al Riss-Würm, sin
desechar una datación rissiense, siendo la especie predominante.
Durante y a partir del Pleistoceno Superior, esta especie forma parte de los
endemismos propios de yacimientos ubicados en zonas montañosas y toma el carácter
de fauna banal.
(1) M.F. BONIPAY: •Pauoe de tranaitioo du PI~ M01en de FYa-. Cadre paUodiiDadque, rrucla M.......UW.. Can~riatiq-.
Bullet.bs du MWIM d'Antbropolocle PribiltoriqiM de Monaeo, nllm. 22. Moueo, 19'79. p4.p. 6-18.
M.F. BONIPAY: oolnternlat.iona .,t.re lee IJ'8ft'Ña Caun• Plio-PI~ euruiatiquee et oripM ~ r.- ~--· Quatemaria.
XXI. Roma. 19'79, p4.p. 8-18.
(2) B. CRBOUT: teLa (aun. de ........UW. du &1-t pl4útocene ....,.., an""--en da la Cauva de I'Aftto (Tautevel, PyriD6ea
Orient&lee, Pn.nca)t. Compt..a a-tua da l'AcacWcM d. ~ ele Paria. t. 280, twrie D. Paria, 1880, p4.p. '1&1·7&4.
(3) L SARJUON: ttNota preu..ina.r eobn loa yaciaaieoco. palecm~ ~ . , la Rlben Baiu.. ValaGci». c-s.n- da
(4) M.F. BONIPAY: •Cami.._ quatenaaU. du Sud-Bit da la FraDc.t. M-..ire du M - Natiooal d'Hlawire Natunlla. twrie C, Tome
XXI. 1m, .,._.. 811, PL xxvn.
(&) L SARJUON, M. DUPllB, P. FUMANAL. P. O ARAY: dlyaciaiellto palecmtol6cico dal MoU da Mató, Acree. Valenda>t. Actaa da la 7.•.
R.wú6n eobn al Cuatemario. Santudar, 1887.
-129-
[page-n-130]
2
L SARRION
Desde el momento de su aparición en nuestra área se presenta tanto morfológica
como métricamente muy estable, poseyendo los cápridos del Pleistoceno Superior unas
dimensiones infeiiores a los cántabros (6), inferioridad que contrasta inversamente
con las dimensiones de las clavijas córneas que nos podrían hablar de morfotipos
propios de subespecies, las cuales podrían ser las precedentes de las que algunos
autores han dividido las cabra8 actuales peninsulares, pyrenaica, victoriae, hispanica,
.
~~
Sobre la Capra hircus diremos que por los registros arqueológicos se introduce en
la Península durante el Neolítico, e~ una fase ligeramente posterior a la oveja, Ovis
aries, siendo la entidad de los restos netamente inferiores a los de esta última, al
menos en estos primeros tiempos.
Ultimamente, algunos autores han querido ver en la Capra pyrenaica el ancestro
filogenético de la Capra hircus, mediante un proceso evolutivo producido por el hecho
de la domesticación, que observando las variaciones morfológicas entre ambas le
otorgarían, a dicha especie, una gran «velocidad evolutiva)) a todas luces impensable
dados los precedentes.
Para la diferenciación entre ambas especies se ha empleado generalmente el
criterio métrico, con la consabida dificultad de separar los mínimos de hembras de C.
pyrenaica con los máximos de machos de C. hircus, exceptuando a las clavijas córneas
que en la C. pyrenaica son de sección de tendencia circular con la quilla dirigida hacia
su cara interno-posterior, y la C. hircus aplanada en forma de segmento, con la quilla
en posición interno-anterior.
Al margen de las diferenciaciones de las clavijas córneas hemos observado otras
variaciones, motivo de este artículo, centradas en los metapodios, tarsales, primeras
falanges y la entidad del P/2. Sobre este último hemos apreciado que en la C. pyrenaica
tiene un carácter inicialmente regresivo, dadas en líneas generales la poca entidad de
las raíces, desprendiéndose fácilmente de sus cavidades alveolares. De hecho hemos
hallado dos restos mandibulares careciendo de P/2, Molí Mató y Cueva Merino (7). Por
el contrario, en la C. hircus el P/2 se manifiesta con una normal inserción alveolar que
repercute en su longitud mesio-distal, de lo que se desprende, en este caso, que la C.
pyrenaica presenta un estadio más evolucionado que la C. hircus.
Hemos realizado un índice que reflejara estos hechos en base a la longitud alveolar
del P/2 X 100/ por longitud del P/3 oclusal, dándonos una media de 52'84 (21) en la C.
pyrenaica, por 63'33 (6) en la C. hircus.
A nivel de metapodios, observamos una diferenciación en su tercio distal, límite
epifisario y fosetas supraarticulares, sobre todo en las recayentes a las partes centrales, es decir mesiales o axiales. Estos hechos se aprecian perfectamente en los MC..(fig.
(8) J. ALTUNA:~ MXIMI.W..Ie oquelette JIOOI!eepbalique ele C. pynnaica JMDC!ant le WilnllllnaiJO. Mwúbe, allo 80, núm. f . San
1$78, pq.. 201·214.
(7) l. SARRION: «Le (aune clel Wilnll Superior ele la Cueva Merillo (Doe A¡uu, Valenela)ot. LeJ>iu. nW... 18. Val.,cia, 19114, pq.. Sl-36.
SebutWI.
- 130 -
[page-n-131]
3
MORFOLOGIA DIFERENCIADA CAPRA PYRENAICA Y CAPRA HIRCUS
·.
a'
b'
2
1
Fig. l . -Metacarpo derecho de Capra pyrUUlica (1) y Capra hircu1 (2). T .n.
-131-
[page-n-132]
l. SARRION
4
b
a
a'
b'
4
d'
e
6
Fig. 2.-Cara plantar de utrágalo derecho de C. pyrnulico (3) y utrágalo izquierdo de C. ltircus <•>· Cara
lateral y sección transvenal tr6clea plantar de astrágalo derecho de C. pymulica (S) y C. húcus (6).
T.n.
d
·n·-· · · · ·
a
e
~·
b
~
e
(.? f l
d
e
7
Fig. S.~ortes transversales de la tr6clea plantar de astrágalos de C. pyrenaica (a-e) y C. llircus (fj). a y b: Pleistoceno superior cántabro; e y d: Pleistoceno superior levantino; e : Actual; f:
Neolítico; g : Eneolítico; b: Edad del Bronce; i : Cultura Ibérica; j: Actual. T .n.
-132 -
[page-n-133]
MORFOLOOIA DIFERENCIADA CAPRA PYRENAICA Y CAPRA HIRCUS
S
1). En la C. pyrenaica, la diáfisis en su tercio distal es lisa sin apenas protuberancias
epifisarias (fig. 1, 1, b), enlazando' con la articulación en su parte mesial sin apenas
fosetas supraarticulares (fig. 1, 1, a). Estas, por el contrario, aparecen marcadísimas en
la C. hircus (fig. 1, 2, a'), que, sumadas a las protuberancias centrales epifisarias (fig. 1,
2, b'), dan una morfología diferenciativa. Observados los metacarpos de perfil, se
aprecia en la C. pyrenaica una cara dorsal rectilínea con una articulación distal
sobresaliente, mientras que en la C. hircus, a partir de su tercio distal, se inicia una
curvatura cuyo punto culminante es la sutura epifisaria, para descender hacia la
foseta supraarticular. Prolongando hipotéticamente esta línea dorsal, en la C. pyrenai·
ca corta la articulación (fig. 1, 1, e), mientras que en la C. hircus la roza o sobrepasa
(fig. 1, 2, e'). Estas mismas diferenciaciones se aprecian en los metatarsos aunque·
menos acentuadas.
En las primeras falanges, tanto anteriores como posteriores, en C. pyrenaica los
bordes axial-palmar y plantar, y periféricos-palmar y plantar, sobre todo estos últimos,
son más redondeados que los de C. hircus, resultando, por tanto, una cara palmar o
plantar más redondeada en la primera y más rectilínea en la segunda.
Otras tantas diferenciaciones se manifiestan en los astrágalos y calcáneos. En los
primeros, la principal diferenciación estriba en el borde formado por la articulación
tróclea-planta.r y lateral (fig. 2, e, e') (fig. 3, e, o'). En la C. pyrenaica, éste es
redondeado como un verdugón (fig. 2, 3 y 6, e) (fig. 3, 7, a á e), mientras que en la C.
hircus, la faceta recayente a la carilla lateral es más o menos redondeada pero siempre
comprimida, formando a veces una arista en el borde con la tróclea plantar (fig. 2, 4 y
6', e') (fig. 3, 7, f á j). Asimismo, en la cara plantar la corredera longitudinal es más
acentuada en C. pyrenaica (fig. 2,3 y 5, a) que en C. hircus (fig. 2,4 y 6, a'), hecho que se
aprecia en las sec~iones de la figura 3. Otro detalle diferenciativo consiste en el seno
formado por la unión de la tróclea plantar con la tróclea proximal, punto de contacto
del proceso coracoideo del calcáneo: es más profundo y agudizado en C. pyrenaica (fig.
2, 3, b'), siendo más aplanado en C. hircus (fig. 2, 4, b'). Otra diferenciación, aunque
secundaria, la posee la faceta lateral distal, la cual en C. pyrenaica es alargada de
tendencia «arriñonada)) (fig. 2, 6, e), mientras que en C. hircus, en un gran porcentaje,
es de forma romboidal (fig. 2, 6, e').
En el astrágalo, el «Positivo)) que representa el borde formado por la trócleaplantar y lateral, se manifiesta en «negativo)) en el calcáneo en el borde correspondiente al «proceso coracoideo-articulación maleolar)), siempre redondeado en la C.
pyrenaica (fig. 4, 8-9, a), y anguloso o comprimido en C. hircus (fig. 4, 10-11, a'). A su
vez, el borde del proceso coracoidal es curvilíneo en C. pyrenaíca (fig. 4, 8-9, b),
mientras que en C. hircus es rectilíneo (fig. 4, 10-11, b'). Asimismo, en la cavidad
articular para la tróclea del astrágalo, en su parte proximal se aprecia en C. pyrenaica
toda la articulación unificada (fig. 4, 8-9, e), mientras que en C. hircus el extremo
mesial de la articulación es muy caído, formando una ligera cresta, como dividiendo la
articulación en dos facetas, inexistentes en la C. pyrenaica (fig. 4, 10-11, e').
- 133-
[page-n-134]
l. SARRION
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Flg. 4.-Calcáneos derechos de C. pymfllica (8 y 9) y C. hircus (10 y 11). 8 y 10:
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9 y 11:
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T.n.
Las peculiaridades apuntadas se hallan presentes, globalmente y de una manera
constante, en los restos óseos contrastados, tanto en los antiguos pleistocénicos como
en los actuales, y en las diferentes áreas geográficas, cántabra, levantina, andaluza,
etc. Por todo ello, consideramos que estas diferenciaciones, unidas a otras evidentes
como la morfología de la clavija córnea y lo regresivo del P/2, indican claramente una
especie distinta con un ancestro común, al que habría que remontar por lo menos al
Pleistoceno Inferior, con una posterior especiación geográfica, al margen de los
períodos Holocenos y la manipulación antrópica.
- 134 -
[page-n-135]
ARCHIVO DE PRBHI8TORIA LBVANTINA
Vol. XVIU (VaJ.aeia, 1888)
JOSE M.a SOLER GARCIA
(Villena)
LA CUEVA DEL CABEZO DE LOS SECOS
Debemos el conocimiento' de este yacimiento a Francisco Brotons Yagüe y Rafael
Méndez Ortiz, licenciados ambos por la Universidad de Murcia, quienes, en febrero de
1987, nos hicieron entrega de un lote de objetos que habían recogido durante la
exploración superficial de una cueva existente en el que llamaron Cabezo de la Casa
de Luna, casi en la línea divisoria entre Villena y Yecla, límite en el que, más al Sur,
se abre la Cueva del Lagrimal.
Consistía el lote en un núcleo de sílex oscuro con numerosas huellas de uso (fig. 2a,
núm. 1); una «tableta de avivamiento>> en sílex pardo oscuro (fig. 2a, núm. 2); una
pequeña lasca negruzca y, como pieza excepcional, una hoja truncada de sUex melado
de 11 centímetros de longitud y 2'5 centímetros de anchura, con retoques menudos,
casi abruptos, en los dos filos del plano de lascado y en la truncadura distal (fig. 2b,
núm. 5). Se completaba el lote con dos pequeños fragmentos de hueso, uno de ellos con
probable alisado; un trozo de cerámica a torno, de interior negruzco y superficie parda;
otro fragmento de cerámica a mano tosca, oscura, perteneciente a una vasija de base
aplanada; otro de color gris pardo, de superficie alisada, y un fragmento casi cuadrado,
con pa. ta color pardo, de buena calidad, y decoración cardial en espiga bajo dos surcos
s
paralelos (lám. II, A).
La aparición de este fragmento era una de las novedades que daban especial interés
al yacimiento, porque, como ya comentamos en un trabajo anterior (1), la cerámica
cardial no había aparecido en ninguna de las numerosas cuevas exploradas en la
comarca, incluida la del Lagrimal, pero era, en cambio, muy abundante en yacimientos
de llanura, como Casa de Lara y Arenal de la Virgen.
(1) J . M. SOLER GARCIA: •El l!neolltico .., Villena•. Valencia. 1981.
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J. M. SOLER OARCIA
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CUEVA CABEZO DE LOS SECOS
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4
J. M. SOLER GARCIA
El1 de marzo de 1987 accedimos al yacimiento en compañía de sus descubridores.
No se hallaba, como nos dijeron, en el Cabezo de la Casa de Luna, aunque con este
nombre signamos los primeros materiales, sino algo más al Oeste, al parecer en el
llamado Cabezo de los Secos, escarpes occidentales de la Sierra de Enmedio. Es éste un
extremo que habrá que comprobar más detenidamente.
Se trataba de dos cavidades contiguas separadas por un trozo de roca (lám. 1, A), a
escasos metros del llano, por donde discurre el llamado «Camino de Granada», que
conduce hacia el SE a través del altiplano Yecla.Jumilla.
La cueva oriental (lá.m. 1, A), que era la mayor, carecía de sedimento arqueológico,
pues su piso era la roca viva, aunque sus paredes estaban oscurecidas por el fuego. La
occidental (lám. 1, A y B) se hallaba a menor altura y no se divisaba desde el llano a
causa de la vegetación.
Se trata de una cavidad de planta ligeramente elíptica (fig. 1), con 5'30 metros de
dimensión máxima Este-Oeste, 4'50 de Norte a Sur, 2'80 de boca y 1'35 de altura en la
entrada. El relleno era de tierras oscuras cenicientas con piedras y una potencia
máxima de 30 centímetros, estrato en el que se presentaban los materiales prehistóricos y medievales en completo revoltijo.
Hacia el fondo de la cavidad, la roca del piso se hunde en escalón para formar una
especie de canal que se dirige hacia el NO. Corrientes de aire nos indicaban la
existencia de alguna otra comunicación con el exterior, que puede ser una cavidad
rellena de grandes piedras que se abre a unos 12 metros al Norte de la cueva (lá.m. IT,
B). Entre las tierras de esta especie de sima extraídas por los animales, había numerosos huesos de fauna, un trozo de hueso largo y un temporal, ambos humanos.
Auxiliados por nuestros habituales colaboradores María Dolores Vargas, María
Teresa Flor, Laura Hernández, Miguel Flor, José Hernández Salguero y Francisco
Torró, practicamos diversas catas en ese estrato único, que sólo en algunos casos
alcanzaron los 30 centímetros de espesor. Se dejó un testigo intacto, de dos metros de
longitud, a la entrada de la cueva.
Los materiales encontrados fueron los siguientes:
Huesos humanos:
1 calvaría.
2 pequeños trozos de cráneo.
1 hueso temporal.
1 vertebral.
1 trozo de hueso largo.
10 piezas dentarias.
Sílex:
4 núcleos (fig. 2a, núms. 1 y 3).
2 tabletas de avivamiento (fig. 2a, núm. 2, y fig. 4, núm. 2).
1 buril central (fig. 4, núm. 4).
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CUEVA CABEZO DE LOS SI:.COS
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Fig. S.- Hojas de silex.
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J. M. SOLER GARCIA
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Fig. 4.- 5, .cColumbella» perforada. 6, cuenta de piedra. Reato, piezas de ailex.
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CUEVA CABEZO DE LOS SECOS
7
1 buril lateral (fig. 4, núm. 7).
1 denticulado (fig. 4, núm. 8).
1 raedera convexa (fig. 4, núm. 15).
2 raspadores en extremo de lasca (fig. 4, núms. 3 y 12).
1 cepillo en pequeña lasca cortical (fig. 4, núm. 1).
1 media luna alargada de borde rebajado (fig. 4, núm. 13).
1 trapecio con las puntas fragmentadas (fig. 4, núm. 14).
44 hojas de diversos tamaños, entre las que destaca la de 11 cm. ya mencionada
(fig. 2b, núms. 1 al 5; fig. 3, núms. 1 al 33, y fig. 4, núms. 9, 11, 16 y 17). De estas
últimas, las núms. 9, 11 y 17 son microlíticas, con retoque menudo en el filo
derecho, y la núm. 6 lleva retoque inverso en la truncadura.
118 lascas amorfas.
Concha:
1 «columbella rustica)) con perforación irregular (fig. 4, núm. 5).
60 ejemplares de helix.
Adornos:
Aparte de la «columbella)) ya mencionada, una cuenta de collar de piedra blanquecina con perforación central (fig. 4, núm. 6).
Objetos diversos:
Una barrita metálica con extremos abultados y ranura central.
Un fragmel}to de hueso aplanado, muy pulido, con incisiones onduladas en una de
las caras.
Un fragmento de hueso de sección triangular muy bruñido.
Cerámica a mano:
1 borde d~ cuenco parabólico (fig. 5, núm. 2).
1 borde de cuenco hemiesférico (fig. 5, núm. 4).
2 fragmentos de cuencos con borde recto (fig. 5, núms. 1 y 3).
2 bordes de vasijas glo~ulares con cuello indicado (fig. 5, núms. 5 y 6).
2 fragmentos de cuerpos globulares (fig. 5, núms. 7 y 8).
4 fragmentos de vasijas toscas de base aplanada (fig. 5, núms. 9, 10 y 11).
1 fragmento de color pardo con decoración cardial (lám. II, A).
40 fragmentos amorfos.
Cerámica a torno:
2 fragmentos de pasta parda con vedrío verde por ambas caras (fig. 7, núms. 1 y 2).
5 fragmentos de pasta pardo-rojiza, con vedrío verde mate por la cara interna y
parte de la externa (fig. 7, núms. 1 y 2).
2 fragmentos pardo-rojizos con pintura a la almagra (fig. 7, núm. 3).
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J. M. SOLER GARCIA
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Fig. 6.-CerAmicas a torno, lisas y acanaladas.
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J . M. SOLER GARCIA
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1 fragmento con vestigios de pintura rojiza (fig. 7, núm. 5).
2 fragmentos de pasta grisácea con pintura negruzca (fig. 7, núm. 6).
3 fragmentos pardos con línea incisa (fig. 7, núm. 4}.
1 fragmento de pasta rojiza y superficie gris, con zona acanalada (fig. 6, núm. 1).
1 fragmento rojizo acanalado (fig. 6, núm. 12}.
2 fragmentos, gris y ocre, de base plana (fig. 6, núms. 10 y 11).
2 fragmentos grises de base plana (fig. 6, núms. 7, 8 y 9).
1 fragmento pardo con anillo basal (fig. 6, núm. 6).
1 fragmento gris de borde abultado (fig. 6, núm. 5).
1 fragmento pardo de cuerpo globular (fig. 6, núm. 3).
1 fragmento globular ocre, con arranque de asa (fig. 6, núm. 2).
1 fragmento de borde fino, gris (fig. 6, núm. 4).
12 fragmentos con vedrío melado por la cara interna.
4 fragmentos con vedrío melado por ambas caras.
3 fragmentos con vedrío amarillo.
74 fragmentos corrientes, bizcochados.
CONCLUSIONES PROVISIONALES
Son muchas las dudas surgidas que todavía no han podido ser resueltas. En primer
lugar, no acabamos de entender por qué no se ocup6 la cueva oriental, que es más
amplia y cómoda que la otra. Por esta circunstancia, y porque sus paredes quemadas
atestiguan una prolongada ocupación, hemos llegado a pensar que el sedimento más
antiguo ha sido eliminado y sus restos derramados ladera abajo, y así parece confirmarlo el hallazgo, en una ligera prospección por esa ladera, de los siguientes objetos:
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1
1
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pequeño núcleo marrón muy golpeado.
raspador circular de sílex gris.
núcleo cortical también gris.
lascas con retpques irregulares.
lasquillas menudas.
Cuarcita:
1
1
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2
canto gris con huellas de lascado.
canto partido de color marrón.
canto violáceo muy golpeado.
lascas desprendidas de este último.
Cerámica a mano:
5 pequeños fragmentos grises muy rodados.
-1 44 -
[page-n-145]
CUEVA CABEZO DE LoS SECOS
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Fig. 7.-Cerámicas a torno, vidriadas, pintadas e incisas.
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J. M. SOLER GARCIA
12
Cerámica a torno:
1 tiesto con vedrío melado.
70 fragmentos bizcochados.
2 fragmentos acanalados.
Es un conjunto, como se ve, muy similar al obtenido en la prospección de la cueva
occidental.
No han aparecido, en estas rebuscas superficiales, huesos humanos, y esto, unido a
su escasez en la propia cueva, nos hace dudar de que se trate de una cueva de
enterramientos colectivos, comparable a las numerosas que existen en la comarca, ya
que los escasos huesos hallados hasta ahora pueden pertenecer a enterramientos
recientes. Esto explicaría también la falta de flechas de sílex y de instrumentos de
piedra pulimentada. Pero todo ello debe quedar en suspenso hasta que se explore la
oquedad de las cercanías.
Lo que se puede asegurar es que el conjunto del sílex se encuadra perfectamente en
el Mesolítico Ila de la sistematización que proponíamos en 19B1 (2), que tiene sus más
exactos paralelos en el Pinar de Tarruella, Arenal de la Virgen, Casa de Lara y Estrato
m de la Cueva del Lagrimal, alguno de los cuales no llegó a neolitizarse, como sucede
en el primero. En la Cueva del Lagrimal, el tránsito se produjo con la adquisición de
cerámicas lisas e incisas, y en los yacimientos de llanura - Lara y Arenal-, con esos
mismos elementos y la asimilación de las cerámicas decoradas de todos los tipos,
incluidos los cardiales.
Hemos querido dejar constancia de este nuevo yacimiento en homenaje a Domingo
Fletcher, uno de los primeros en señalar las dos facies del Mesolítico levantino
caracterizadas por la presencia o ausencia de los microlitos geométricos, que en la
comarca de Villena aparecieron aisladas y bastante puras en las dos cuevas, Grande y
Pequeña, de la Huesa Tacaña, y perfectamente unidas en el Pinar de Tarruella, Arenal
de la Virgen, Casa de Lara y Estrato m de la Cueva del Lagrimal. Ahora lo hacen de
nuevo en este pequeño yacimiento que acabamos de presentar.
(2) SOLBR GAitCIA: Op. cit. en la nota 1,
pq.
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J . M . SOLER.-cabezo de los Secos
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J . M. SOLER.-cabezo de los Secos
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a : Fragmento de cerámica con decoración cardial.
b: Cavidad en la ladera Norte.
Jcm .
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ARCHIVO DE PRBBJSTORIA LEVANTINA
Vol. XVIn (Val elida. 1988)
MAURO S. HERNANDEZ PEREZ
ELlA ALBEROLA BELDA
(Alicante)
LEDUA (NOVELDA, ALACANT): UN YACIMIENTO DE LLANURA
EN EL NEOLITICO VALENCIANO
El cultivo de la uva de mesa ha alterado en profundidad el paisaje rural de las
tierras bajas del Medio Vinalopó (figuras 1 y 2) con las asiduas remociones de las
tierras y las consiguientes modificaciones de los antiguos bancales dedicados a una
agricultura de secano. Durante estas labores se suelen localiza\- abundantes yacimientos arqueológicos, en su mayoría de época ibérica y romana (1), aunque no escasean
los prehistóricos. En otra ocasión (2) hemos hecho referencia a estos hallazgos,
constatando la presencia de un hábitat de llanura durante el Eneolítico, del que ya
teníamos noticias, muy confusas, desde principios de siglo.
Con ocasión de uno de estos trabajos en la parcela 59 del Polígono 19, Sección D del
mapa catastral de Novelda, en la Partida de Ledua (figura 3 y lámina 1 a), uno de
nosotros (E. Alberola) tuvo noticias del hallazgo de varios fragmentos cerámicos
pertenecientes a una vasija con decoración incisa e impresa que confirmaba la presencia humana durante el Neolítico en el Vinalopó medio.
La importancia del hallazgo, ya que el número registrado de poblados de llanura en
el Neolítico valenciano es muy reducido, y la presencia en superficie de abundantes
manchas de tierras grisáceas con ofitas y abundantes cantos rodados, algunos partidos
por la acción del fuego (lámina 1 b), nos ip.dujo a realizar una excavación de urgencia,
(1) L. ABA D CASAL: • E l Campe~>t. Alquoolocía en Alicante. Alicante. 1986. p6p. 106-107.
J. RIBELLES: •Una twnba ibérica en la cuenca media del Vinalopóoo. Instituto de Eatudioa AlicantinO&. 24. Alicante. 1978. p&p. 29-33.
N. ROSBU.O: .v~. Alqu eolosfa "" Al~te. Alicante. 1986. p6p. 1ÍOol ll.
(2) M. S. HBRNANDEZ PBREZ: • El poblamiento prehistórico de Aspe>o. Upanel. l . Aape. 1984. p&p. 2-4.
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2
M. S. HERNANDEZYEALBEROLA
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LEDUA
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para la que se contó con los correspondientes permisos de la Dirección General del
Patrimonio Artístico de la Generalitat Valenciana y del propietario de la parcela, D.
Martín Pérez Detell, quien nos facilitó extraordinariamente los trabajos, en el que
colaboraron \m nutrido número de alumnos de Historia de la Universidad de Alicante (3).
Esta parcela 59, prácticamente horizontal, se ubica a escasos metros de la margen
izquierda del río Vinalop6. El acceso se realiza a través de un camino que parte del
puente de la carretera N-325 sobre dicho río. En uno de sus lados se levanta una
pequeña casa y aproximadamente en su centro la base de un poste del tendido
eléctrico, que sería utilizado como Punto O durante nuestra excavación. Una antigua
acequia, abierta en la tierra, la recorre de Oeste a Este.
Se practicaron cuatro cortes. Su ubicación se eligió en razón a la mayor concentración de las aludidas manchas de tierras grises y piedra y, en el caso, del Corte 4 por ser
el punto donde se hallaron los fragmentos cerámicos (figura 4).
En el Corte 1, de 6 x 6 m., la huella del arado alcanzó hasta la tierra virgen. No se
observaron, a pesar de ser en superficie el lugar de mayor concentración de manchas
de tierras grises y piedras, restos prehistóricos y sí numerosos fragmentos de cerámicas modernas y de fauna terrestre, que deben relacionarse con la casa próxima.
En el Corte 2, de 5 x 4 m., se alcanzó una profundidad máxima de 1'45 m. en
relación con el Punto O. A 0'95 m. se localizó una capa de piedras de pequeño tamaño
(lámina II a), que al igual que otra a 1'18 m. (lámina II b), se agrupaban a lo largo de la
parte central del corte. Estas apenas habían sido desplazadas por las rejas del arado.
Entre la primera capa de piedras se localizaron dos fragmentos de cerámica, uno de
ellos amorfo y el otro un pequeño borde con el labio curvo. Cinco fragmentos cerámicos, pequeños y amorfos, se hallaron en la segunda capa de piedras. El tratamiento de
estas cerámicas, heehas a mano, es poco cuidado, tanto en la pasta, en la que son
abundantes los pequeños desgrasantes, como en las superficies.
El Corte 3, de 6 x 2 m., se ubica en las proximidades del ángulo SE de la parcela, en
un punto donde el arado había profun~do menos por las dificultades de maniobrar.
Entre 0'90 y 1'06 m. de profundidad se localizaron varias piedras y fragmentos de barro
que rodeaban una mancha de tierras oscuras que se adentraban en el perfil y que se
correspondían, tal como se pudo comprobar al continuar la excavación, con un posible
fondo de cabaña o silo, en cuyo interior no se halló material arqueológico. En cambio,
fuera de esta mancha y a la altura en que se iniciaba, se localizaron cuatro pequeños
fragmentos de huesos de ovicrápidos, once láminas de sílex de pequeño tamaño,
carentes de retoques y sin señales de uso, y tres fragmentos de cerámica, dos de ellos
amorfos y el tercero decorado con incisiones paralelas y poco profundas. El tratamiento de pasta y superficie es similar a los registrados en el Corte 2.
(8) Colaboraron en loe tnbejoe de campo M. Aeenai IIIMta. M.• del C. Brotona Garcla. M. A. Oarcla Bebia, J. M.• FerriDclis Rui&. F. J. Jover
Ma..tre, J . A. Lópa Mira, J. A. Lópa PaciUla, B. Lópes PaciUia, F. Lozano Olivu., L QuiiM Calero, R. Peñalver Lópes, M. A. Pellarrubia
Oarcla, A. Pulrcerver, O. Serura Herrero, R. Seva ~n.leabel Tejera Martln y Trinidad Tortoaa Rocamore. De la planimetrla M encarr6 J. L
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M. S. HERNANDEZ Y E . ALBEROLA
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Fig. 3.- Pollgono 19, Sección D del mapa catastral de Novelda. La excavación se realizó en la
parcela 59.
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M. S. HERNANDEZ Y E. ALBEROLA
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LEDUA
7
En el Corte 4, de 4'5 x 3 m., la reja del arado había alterado en profundidad el
relleno, siendo posible que parte de las tierras de este sector procedan de otros puntos
de la parcela al existir con anterioridad en esta zona de la parcela un bancal hoy
desaparecido. Fue en este punto donde se hallaron varios fragmentos cerámicos que
formaban parte de una vasija de cuerpo de tendencia esférica con cuello, borde
ligeramente exvasado y extremo curvo con dos asas anulares verticales. La superficie
externa se encuentra erosionada en algunos puntos y conserva en otros restos de
engobe rojo. Su decoración está constituida en la parte central del cuello por banda
horizontal formada por tres líneas incisas paralelas delimitada en la parte superior por
otras de impresiones discontinuas y en la inferior por triángulos rellenos de impresiones, que no rodean la totalidad del cuello al interrumpirse por varias bandas verticales: de impresiones discontinuas, dos columnas delimitadas por incisones y rellenas de
impresiones y una incisión con impresiones discontinuas perpendiculares a uno de sus
bordes. El hombro de la vasija, ligeramente engrosado, se decora en su parte superior
con línea de impresiones discontinuas y en la inferior por una banda de impresiones de
instrumento de tres puntas, separada por tres líneas incisas horizontales de otra
similar, aunque en distinta orientación. Dos líneas incisas las delimitan por su parte
baja, de la que arranca una decoración alternante de zonas lisas y columnas verticales
formadas por dos líneas incisas rellenas de impresiones de instrumento de tres puntas.
Esta decoración vertical alterna con otra constituida por líneas de triángulos invertidos, cuya base se adosa a líneas horizontales incisas, en dos de los cuales se marca en
su parte superior otras lineas de impresión discontinuas. Esta misma asociación de
líneas impresa e incisa se encuentra, asimismo, en uno de los lados que delimita este
bloque decorativo, mientras en el otro sólo existe una incisión vertical. Cierra esta
decoración en su parte inferior una barra vertical de impresiones de instrumento en
espiga, que parece interrumpirse al alcanzar la zona decorada con triángulo. Esta
decoración se encuentra rellena en algunos puntos por pasta blanca (figura 5).
Escasa información nos ofrece este nuevo yacimiento. La forma y decoración de la
vasija, en la que no está presente la decoración impresa cardial, nos permite situarla
en un momento avanzado del Neolítico antiguo e inicios de Neolítico medio, según la
periodización tradicional para el Neolítico valenciano (4), o en el Neolítico IA2-IB1
(5), fechándola, por tanto, entre los últimos siglos del V milenio y los primeros del IV.
El yacimiento parece tratarse de un hábitat de llanura, del que por el momento poco
podemos precisar, ya que las estructuras de habitación han sido arrasadas por el
arado. La acumulación de piedras del Corte 2 debe relacionarse con restos de antiguos
muros, en los que, a juzgar por los hallazgos del Corte 3, también se utilizaría el barro.
Podría tratarse de cabañas frágiles, ligeramente rehundidas, o asociadas a silos, tal
(4) B. MAR'l'l: •Neolitización y Neolltico Antiguo en la zona oriental de la Penlnaula Ibérica•. lA Néolithique anden mfditerranéen.
1982. p4p. 97·107.
B. MARTI i J . JUAN CABANILLES: •El Neolhic Valmcia. Ele primen a¡rriculto,. i ran~adetS~t. Valencia, 1987. p6¡e. 87·96.
(5) J. BERNABEU: •El Neolllico en lae comarcas meridionales del País Valenciano-. El Neol!lico en Esp&fla. Madrid. 1988. pép. 131·166.
Mont~llier,
-155-
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8
M. S. HERNANDEZ Y E. ALBEROLA
como se ha señalado para el Eneolítico (6). El poblado debió extenderse por las
parcelas vecinas, ya que en una de ellas -la 111 (figura 3)- también localizamos, que
se encontraba arada en profundidad, idénticas manchas de tierras grises, ofitas y
cantos de río. En otras parcelas, según noticias que no hemos podido confirmar, se han
recogido hachas de piedra pulimentada. En Ledua existió, por tanto, un poblado del
Neolítico antiguo o inicios del medio, ubicado en una suave pendiente que descendía
hacia el río Vinalopó.
Se conoce la existencia de varios asentamientos de llanura en el Neolítico valenciano, aunque en su mayoría se feclian en el Neolítico medio y final. Se exceptuaban los
asentamientos del Arenal de la Virgen y Casa de Lara, ambos en Villena (Alicante),
donde la presencia de cerámica cardial indicaba una ocupación antigua, si bien en
ningún caso podrían señalarse estructuras de habitación (7). El hallazgo de cerámicas
impresas e incisas en La Alcudia de Elche (8), que podríamos fechar en los mismos
momentos de Ledua, también nos confmna la existencia de un hábitat de llanura en el
curso bajo del río Vinalopó. De este modo, esta cuenca fluvial se nos presenta como un
importante núcleo de asentamientos de llanura a partir del Neolítico antiguo, siendo
por el momento los más antiguos, los de Villena. Todos deben ponerse en relación con
el agua, ya sea del propio río que discurre a escasos metros de su ubicación -Alcudia
y Ledua- o de la Laguna de Villena - Casa de Lara y Arenal de la Virgen-. Con
estos yacimientos, en los que en ningún caso puedan señalarse las estructuras de
habitación salvo los escasos restos de Ledua, podemos confirmar la existencia en el
País Valenciano, tal como ocurre en otras zonas de la Península Ibérica (9), de un
hábitat de llanura desde el Neolítico antigo, coexistiendo con otros en cueva, por el
momento ausente de esta zona.
(6) B. MARTC •El nacimiento da la apicultura en el Paia Valencia"""· Valencia, 1983. p6p. 80-74.
J . U.. PASCUAL: .X.. Jovadea (Cocentaina). Notes pera r ..tudi del poblament en.oUtie a la eonea del riu d'Aieoío. El En.oUtico en el
Pala Valenciano. Alcoy, 1888. ~ 78-87.
(1) J . M.• SOLER GARCIA: cVillena. Prehiatoria-Hiatoria-MomuDentoP. Alicante, 1976. p6p. 24-36.
(8) A. RAMOS: Q>reoencia neoUtiea en La Alcudia de Elch.... Ac:tu da! XfX Concr-o Nacional de Arc¡ueoJotía (en prenaa). •
(9) L RUBIO DE MIGUEL: •BD torno a la problemttiea del hibitat al aire libre en el Neolltieo peninaUW.. Cuadernoe de Prehietoria y
Arc¡uaolosia. 11·12, voL L Madrid, 1964-8$. ~ 163-161.
-156-
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M. S. HERNANDEZ Y E. ALBEROLA.- Ledua
a.- Ledua. Aspecto gene1·al de la parcela.
b.- Ledua. Una de las acumulaciones de piedras y tierras grises.
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M. S. HERNANDEZ Y E. ALBEROLA.-Ledua
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ARCHIVO DB PREHISTORIA LBVANTINA
Vol. XV1D (Valencia, 1988)
J. BERNABEU, l. GUITART Y J. Ll. PASCUAL
(Valencia)
EL PAIS VALENCIANO ENTRE· EL FINAL DEL NEOLITICO
Y LA EDAD DEL BRONCE
No hace mucho, en el marco del coloquio que sobre el Eneolítico Valenciano se
realizó en Alcoy, uno de nosotros (1) proponía la revisión del concepto de Eneolítico
en su aplicación tradicional al caso concreto del País Valenciano; se consideraba
entonces que los rasgos definidores que, en su día, Pla (2) utilizara para la caracterización del período como una entidad cultural diferenciada del Neolítico, habían perdido
parte de su significado al aparecer también en contextos claramente neolíticos; así, las
puntas de flecha, los enterramientos colectivos en cuevas naturales y la generalización del hábitat en poblados, generalmente situados en las tierras bajas - los tres
rasgos básicos en la definición-, comenzaban a constatarse ya con anterioridad, al
menos desde fines del IV milenio a.C. Este hecho, por otra parte, venía a relacionar
nuestra secuencia con un fenómen<;> más general visible en el Mediterráneo Occidental, donde estos rasgos, como veremos más adelante, están presentes ya en las diferentes culturas del Neolítico Medio o Final, según las nomenclaturas.
Aunque pueda extrañar a primera vista, la presencia del metal y menos aún de la
metalurgia, no podía desempAñar, ni antes ni ahora, un papel esencial en la defmición
de este período; y ello por una simple razón: en los contextos propios de la segunda
mitad del m milenio a.C., el metal es muy escaso y la metalurgia aún inexistente.
Fue en base a estas circunstancias que se propuso considerar al Eneolítico en el
País Valenciano, no tanto como una cultura dife.renciada, sino como una suerte de
período evolutivo dentro de las culturas finales del Neolítico, si bien con la partícula-
(1) J . BBRNABBU: •Bl Eneolltico ValebciaDo: ¿Horúonte eultural o crooolótico?». Actea del coloquio de Akoi. lnatituto Ju.an GU-Aibert.
AHca.n te, 1986. pq.. 3 y -.
(2) E. PLA: «lA covacha de Riben (Cullera, VaieDcia)oo. Archivo de Pr-ebiotoria Levantina. VIL Valencia. 1868, pq,o. 2S 1 ...
-159-
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2
J. BERNABBU, 1 GUITART Y J. LL. PASCUAL
Fig. 1. -Yacimientos citados en el texto:
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S: Puntal sobre Rambla Cutellarda (Lliria).
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4: Sima de la Pedrera (Polinya de la Ri-.t
bera).
5: Cova del• Gata (Aldra).
6: Ereta del Peclreaal (Navarria).
7: Cova Santa (Vallada).
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8: Atarc6 (Bilgida).
9: Cova de la Solana d'Almulxic (Oliva).
10: Cova de l'Or (Beniarrit).
11: Cova d'En Pardo (Planea).
1%: Turballot (Muro).
13: Margea Alta (Muro).
14: Niuet (1'Alqueria d'Atnar).
15: Benataire-Pequia (Cocentaina-Muro).
16: L'Alcúdia (Cocentaina).
17: Let Jovadet (Cocentalna).
18: Abric de l'Etcurrupinla (Cocentaina).
19: Les Trilles (Cocentaina).
%0: Lea Llometea (Alcoi).
21: Cova de la Pastora (Alcoi).
22: Cova Ampla del Monteó (Xabia).
%8: Cova de let Cendres (Teulada).
24: Cova de la Banella (Torre de le• Ma•sanea).
%5: Cata de Lara (ViUena).
%6: Arenal de la Vir¡en (VWena).
27: El Peñón de la Zorra (ViUena).
%8: La Macolla (ViUena).
29: El Promontori (Eix).
SO: Lea Morerea (Crevillent).
81: El Rincón (Redovút).
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EL FINAL DEL NEOLITICO Y LA EDAD DEL BRONCE
3
ridad de que, a partir de las influencias llegadas desde los grandes focos metalúrgicos
peninsulares -sobre todo desde el SE-, ese viejo fondo cultural Neolítico irá paulatinamente transformándose hasta desembocar, dentro de lo que se ha denominado
Horizonte Campaniforme de Transición (HCT), en formas próximas al Bronce Valenciano.
El presente trabajo pretende retomar de nuevo esta problemática en el punto en
que puede tratarse desde la perspectiva de los recientes aportes de la investigación.
l. LA SECUENCIA CULTURAL
El desarrollo de la investigación en los últimos años ha venido a modificar, en su
concepción misma, la secuencia cultural neolítica admitida para el País Valenciano, y
basada en la clásica sucesión tripartita de Neolítico Antiguo, Medio y Final.
Aunque en ningún momento se explicitaba convenientemente, implícitamente podía suponerse que esta. tres etapas conformaban otras tantas culturas neolíticas
s
diferenciadas; esta suposición, sin embargo, es esencialmente incorrecta. En efecto, en
un reciente trabajo, uno de nosotros (3), partiendo de los presupuestos metodológicos
expresados por Clarke (4), ha mostrado como en realidad, los cambios visibles en la
cultura material - muchas veces reducidos a variaciones en las decoraciones cerámicas- tan sólo permiten definir dos culturas neolíticas diferenciadas, no constituyen·
do, en el resto de los casos, más que simples etapas dentro de la evolución de éstas:
l. El Neolítico 1 (ca. 5.()()()().3.400 a.C.), relacionado con el grupo cultural de la
cerámica impresa mediterránea y que abarcaría lo que, con anterioridad, se agrupaba
bajo las denominaciones de Neolítico Antiguo y Medio.
2. El Neolítico 11 (ca. 3.400-2.500), relacionado con el grupo de culturas que antaño
formaron parte del llamado Neolítico Occidental; agruparía a los anteriores Neolítico
Final 1 y 11. En nuestra opinión el conjunto del Eneolítico en el País Valenciano debe
considerarse como una etapa en la evolución de esta cultura neolítica donde sus
etapas finales -el denominado HCT- conformarían un período de transición entre
ésta y el Bronce Valenciano, lo que intentaremos mostrar en las páginas que siguen.
La sucesión entre estas dos culturas es visible, en el País Valenciano, a través de
las estratigrafías logradas en la Cova de l'Or y, sobre todo, de la Cova de les Cendres.
En este último yacimiento las excavaciones aún en curso han exhumado un total de
más de 20 niveles de ocupación agrupados en 10 fases. De éstas., las fases Cendres VII y
VI corresponden a los momentos de transición entre el Neolítico I y 11. A juzgar por los
restos recuperados, mayoritariamente cerámicos, el cambio entre una y otra cultura
parece realizarse mediante una transformación gradual -a lo largo de cinco niveles
(3) J . BBRNABBU: .U. ln
Servicio ele ln...tipclóa Prehiatóriea. Valencia (en prmaa).
(4) D. L. CI..ARKB: tcArqiMOiotí& AnalftiCP. Bd. Ballatena. Barc:.looa, le84.
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EL FINAL DEL NEOLITICO Y LA EDAD DEL BRONCE
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Fig. 4.-Materlal cerámico procedente de Casa de Lara (VWena) (1, 2). Cova del Balunet (Cocentaina) (3), y
La Macona (VWena) (4, 5).
3
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EL FINAL DEL NEOLITICO Y LA EDAD DEL BRONCE
7
de ocupación-, reduciéndose paulatinamente las formas y decoraciones típicas del
Neolítico de cerámicas impresas y desarrollándose, paralelamente, las características
propias del Neolítico II.
Aparte de "~•os, existe un buen número de yacimientos y niveles relacionables con
el Neolítico II y, al menos en parte, anteriores a la aparición del metal: la fase 1 de la
Ereta del Pedregal (5), La Macolla (6), Les Jovades y la fase II de la Cova d'E.n Pardo
(7), entre los mejor conocidos.
En base a todos ellos se propuso la subdivisión del Neolítico II en dos horizontes
culturales:
- Un Neolítico ITA, representado por la fase V de Cendres, la fase m de Or y la
fase II d'En Pardo. Este horizonte, paralelizable con el Chasense en el S. de Francia y,
quizás, con un momento antiguo de los sepulcros de fosa (8), estaría caracterizado por
el desarrollo de la decoración esgrafiada, así como por ciertos tipos cerámicos exclusivos o más abundantes en este momento (platos de ala plaria, vasos con cuello y panza
elipsoidal, etc.). Aunque no poseemos ninguna datación, podemos atribuir a este
horizonte una duración en paralelo con el chasense francés, es decir, una cronología
entre el 3.400 y el 2.800 a.C., aproximadamente.
Esta larga duración del período se. comprueba con claridad en la secuencia de la
Cova de les Cendres, donde se ha constatado la presencia de un mínimo de tres niveles
de ocupación pertenecientes al mismo.
- Neolítico ll B, representado por la fase IV de la Cova de les Cendres, el nivel 1
de la Ereta del Pedregal y el poblado de la Macolla, sus principales características
serían:
l. La desaparición, o la drástica reducción, de la decoración esgrafiada.
2. La aparición y/o desarrollo de las decoraciones realizadas mediante triángulos
incisos rellenos de impresiones de punzón - tema repetitivo en buena parte de los
contextos del sur peninsular en momentos finales del Neolítico (fig. 4).
3. La aparición y desarrollo de las fuentes de diversa tipología (figs. 2 y 3).
4. La disminución, o desaparición, de los clásicos platos de ala plana.
Por otra parte, si consideramos globalmente a este Neolítico II, sus características
definidoras, y que lo diferencian del Neolítico 1 son:
l. La drástica reducción de las cerámicas decoradas, que del 70-80% en contextos
del Neolítico 1, pasan ahora a ocupar un máximo del 10.15% de la totalidad de los
recipientes.
aro-.
~) E. PLA, B. MARTI Y J. BBRNABEU: •La Ema del Pecl.rqal (Navam., Valencia) 1la. inicia. de la Bclad del
XVI Cona-o
Nacional de ArqueolOf{a (Murcia.Carta¡eoa. 1982). Zararosa, 1983, Jl4ip. 2S9 1 ...
(8) J. M. SOLBR: «. l Eneolltlco en Villena (Alicante)•. Dpto. de Hiatoria Antl¡ua. Univeraidacl de Valencia, Serie Arqueol68ice, 7.
E
Valencia, 1981.
(7) J. LJ. PASCUAL: •Lae Jovadee (Cocenteina). Notae pera l'eetudi del pobiiUIIent eneolllic ala conca del riu Alcol•. En «El Eneolltico en
el Pall Valenclan01t. Acta& del coloquio de Alcoy. lnatituto Juan Gil-Albert. Alicante, 1988, pjp. 18 1 ...
BERNABIW: Op. cit. en la note 8.
(8) J . BERNABBU: «La evolución del Neolllico en el Pall Vaiii>CÍal>Oit. ReWta dtllnatituto de E.tudioe Alican~ n6m. 87. Alicante,
11182, ..... 8IS 1 ...
-165-
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8
J . BERNABEU, l. GUITART Y J . LL. PASCUAL
2. Un considerable aumento de los recipientes planos (platos, fuentes, escudillas,
cazuelas), que de porcentajes siempre inferiores al lO% durante el Neolítico I, pasan
ahora a ocupar entre el 30 y el 40%.
3. Un mayor peso específico de las formas carenadas y con hombro, prácticamente
ausentes con anterioridad.
4. Un desarrollo en la producción de cerámicas finas (grosor de paredes < 6.5 mm.),
que de porcentajes situados en torno al 20% durante el Neolítico l , pasan a situarse
entre el 40 y 50%.
5. Las asas, de notable desarrollo tipológico con anterioridad, pierden ahora importancia, siendo en gran medida sustituidas como elementos de prehensión por los
mamelones, en ocasiones perforados, y las lengüetas.
6. Un espectacular desarrollo del retoque plano, junto con la aparición de las
puntas de flecha bifaciales y la utilización de las placas de sílex tabular.
7. Una significativa reducción de la tipología ósea tradicional, que prácticamente
se reduce a los punzones, pasadores y espátulas, desarrollándose, sin embargo, los
adornos realizados sobre hueso.
8. El desarrollo del hábitat en poblados situados en las tierras llanas, con estructuras generalmente excavadas en el subsuelo (silos, fosos, etc.), y sin aparentes preocupaciones defensivas.
9. La utilización de las cuevas naturales como sepulcros colectivos.
Ciertamente, con estas características -y, sobre todo, si añadimos las correspondientes al Neolítico ITB- cabrían cómodamente los conjuntos propios del Eneolítico
valenciano, tanto el pre-campaniforme como el campaniforme, como veremos más
adelante. Sería justamente esta unidad cultural la responsable de la dificultad que, en
ocasiones, presentan determinados yacimientos en su reducción al Neolítico o al
Eneolítico, de no ser por la aparición del metal, siempre escaso, o de alguno de los
objetos de clara cronología calcolítica. En resumidas cuentas, lo que parece desprenderse de esta situación es que nos encontramos ante una serie de conjuntos arqueológicos de cronología diversa, pero pertenecientes todos ellos a la misma cultura, el
Neolítico 11.
Para comprobar este supuesto hemos elaborado el cuadro de la figura 5, donde se
presentan los valores porcentuales que para diversas variables cerámicas poseen los
conjuntos arqueológicos situados entre el final del Neolítico 1 y el Bronce Valenciano.
Asimismo, y a título comparativo, se han incluido también los porcentajes correspondientes a estas mismas variables pero referidas a conjuntos del Bronce Valenciano
-8erra Grossa (9), Muntanya Assolada (10), Cabeco Navarro (11)- y del Neolítico 1
-Cova de l'Or y Cova de les Cendres (12).
(9) B. A. LLOBllBOAT: 41 poblado de le c:ultura del Bronce ValeDCiaDo de la S.... a - , Alic&Dteot. Papel.. .W t.bontorio de
ArqueolOJ(e de Valeoda, núm. 8. Vai...O.. 1969, p6p. 31 y -.
(10) B. 'MARTI: • La MUDtanya Aaoleda (Akira. Valencie)t. LuceDtum U. Allcant., li&, p6p. 43 '1 -.
(11) R. BNOUlX: •Ca~ Navano o ~ dala Alfoñn. de Onteniente.. Poblado de la c:ultura del Broae. V~. Papel.. .W
Laborttorio de Arqueolocle de Valencia, núm. 10. Valencia, uno, pq.. 63 y a
(12) BBRNABBU: Op. dt. en la nota a.
-166-
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EL FINAL DEL NEOLITICO Y LA EDAD DEL BRONCE
9
Aparte las técnicas decorativas, se han tabulado también los valores de:
- Cerámicas finas (grosor de paredes no superior a 6.5 mm.).
- Los apartados A, B, C, D e IC, se refieren a variables tipológicas. Así, la clase A
está constituida por todos aquellos recipientes planos o muy planos (con un Indice de
Profundidad - IP- inferior a 46); la clase B recoge a los recipientes situados entre 46
y 70; la clase C a todos aquellos cuyo IP supere el valor 70, y la clase D a los
microvasos o aquellas formas para las que no tiene sentido la aplicación del IP
(cucharones, tapaderas, etc.). Finalmente, el IC se refiere al índice de formas carenadas y con hombro en relación al conjunto de la industria.
Con estos datos hemos pretendido verificar, mediante la realización de un análisis
<
Valenciano entre el Neolítico y la Edad del Bronce se agrupa en torno a dos grandes
culturas, que hemos denominado Neolítico 1 y 11. Los resultados, contenidos en la
figura 6, permiten mantener en buena medida este supuesto. En efecto, en el dendrograma resultante pueden distinguirse con claridad tres grupos:
- El formado por los conjuntos correspondientes al Neolítico l.
- El formado por el conjunto correspondiente al Bronce Valenciano.
- Y el formado por los conjuntos antes atribuidos por nosotros al Neolítico II, que
incluiría a los conjuntos:
l. NITA, formado por los niveles Cendres V, Or III y En Pardo II (Bernabeu, e.p.).
2. Ereta 1, formado por los materiales del nivel 1 de este yacimiento, más los de las
fases IV de Cendres y II de Or, cronológicamente relacionables con éste.
3. Los materiales del poblado de la Macolla (13).
4. Ereta 11.
5. HCT, formado por los materiales de Ereta III, los niveles c.ampaniformes de
Cendres (fases III y II) y los materiales procedentes de los poblados campaniformes de
Bélgida (14).
Si a ello añadimos que el comportamiento de las industrias lítica y ósea dentro de
este último grupo es también homogéneo en sus grandes líneas, convendremos en que
los datos actuales permiten suponer, con bastante fiabilidad, la hipótesis inicialmente
propuesta.
Evidentemente, existen variaciones en la cultura material de los yacimientos de
este último grupo. Variaciones que afectan a la mayor o menor presencia de determinados tipos o decoraciones cerámicas, de elementos de adorno e incluso de ciertos
tipos líticos (dientes de hoz), y que no siempre estamos en condiciones de establecer
con la necesaria fiabilidad. Con todo, en base a algunas de estas variaciones, así como
a las secuencias estratigráficas logradas en los yacimientos de Or, Cendres y Ereta del
(13) L GUITART: •Neolltico y BneoUtico en el Alto Vinalopóot. Tem ele Líeenciatura. Univ-.idad de Valenc:iL V&lenc:i&, 1981 (iMclit&).
(H) J . BBRNABEU: • BI Vaeo C&mp&nilome en el Pals V&lenÓ&l>Oit. ~ Vario. del Senric:io da Inveati¡Ki6n Prabiatórie& de
Valenc:i&, 80. V&lenc:ia, 1$84.
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1,56
o<
Ereta 1
2;1.7
2;1.7
-
2;1.7
so
51,35
35,14
13,51
-
8,12
Eretall
-
-
F
2,5
-
-
so
25,64
35!)
33,33
5,13
2,56
~
2,67
2,67
-
18,67
45,33
34,54
32,73
29,09
3,64
1):1
9,09
-
-
15,79
19;1.9
3,84
34,61
48,07
13,46
13,46
g¡
1
~
.5!
41
~
~
HCT
Bronce
16
7,01
Ff&. S.-Cuadro comparativo de las Industrias eerúnkas valencianas entre el NeoUtko y la Edad del Bronce.
~
[page-n-169]
EL FINAL DBL NBOIJTICO Y LA EDAD DEL BRONCE
11
DISTANCIA 1-r PEARSON/AGRUPAMIENTO CENTROIDE
o
1
11111111111111111111
Bronce
NIB/C
-
NIA
-
Ereta 11
-
HCf
1--
Macolla
1--
Ereta I
NIIA
Flg. 6.-Resultados delan'&Js cluster c:orrespondlentes a los casos
y variables de laflg. 5.
-169-
[page-n-170]
12
J . BERNABEU, L GUITART Y J . LL. PASCUAL
Pedregal, puede proponerse una secuencia cultural para este Neolítico II que consideraremos válida en sus grandes líneas. La cronología señalada debe considerarse
oriéntativa, habida cuenta de que carecemos de fechaciones absolutas para estos
períodos.
l . Neolítico IIA. Horizonte de las cerámicas esgrafiadas (ca. 3.400-2.800 BC), cuyas
características hemos descrito ya con anterioridad.
2. Neolítico liB. Horizonte pre-campaniforme, que incluiría tanto al llamado Eneolítico Inicial o pre-campaniforme (15), como al denominado Neolítico Final de cerámicas
lisas o Neolítico Final II (16), es decir el período comprendido entre el final del
Neolítico IIA y la aparición del fenómeno campaniforme. En base a las estratigrafías
observadas en la Ereta del Pedregal (17) y en la Cova de les Cendres (18), podría
mantenerse una subdivisión de este horizonte en dos fases:
* IIBl, o fase Ereta 1 (ca. 2.800-2.500 BC), momento representado, entre otros, por
las fa. es 1 de la Ereta del Pedregal, el nivel H6 de la Cova de les Cendres, y el poblado
s
de la Macolla, Villena.
* IIB2, o fase Ereta II (ca. 2.5()()..2.200/100 BC), momento representado por la fase II
de la Ereta del Pedregal, y el nivel H5 de Cendres.
La definición de estas fases se encuentra, sin embargo, lejos de estar bien establecí·
da en lo que a la cultura material se refiere. Ello hace en ocasiones difícil la reducción
de determinados conjuntos --sobre todo los procedentes de los poblados- a uno u otro
período.
Un fenómeno similar ocurre también con las necrópolis, sobre todo si tenemos en
cuenta que algunos de los ornamentos considerados típicos del Eneolítico, bien pudieran aparecer con anterioridad; es el caso, por ejemplo, de los clásicos objetos acanalados, presentes en algunas necrópolis que como Cova d'E.n Pardo, Cova de la Solana
d' Almuixich (19) o el abrigo de l'Escurrupenia (20) aparecen asociados a materiales
dificilmente encuadrables en el Eneolítico (Ereta II).
A este respecto conviene señalar, además, que carecemos todavía de suficiente
información con respecto a las necrópolis del Neolítico 11 en su conjunto, y, en
especial, de la fase Ereta 1; en otras palabras, que resulta difícil determinar, hoy por
hoy, qué conjunto de ornamentos -elementos típicos de las necrópolis- están presentes ya con anterioridad a la fase Ereta II. Así, tal vez debieran incluirse en este período
los primeros colgantes acanalados, las cuentas y colgantes de piedra verde y los
colgantes ovalados fabricados sobre concha.
En resumidas cuentas, las características materiales de una y otra fase resultan,
hoy por hoy, difíciles de establecer y, a juzgar por los datos disponibles, resultan más
(16) B. A. LLOBREOAT: •Nu- eo!oq.,. pua el Mtuclio del Neolítico al Hierro en la Reti6D Valendanalo. Papel• clal lAboratorio de
Arqueolocia. n\bn 11. Valencia, 1976, P'Ja, 119 y -.
(18) BBRNABBU: Op. cit. ec la nota 8.
(1?) PLA et alii: Op. ciL en la DOta 5.
(18) BBRNABBU: Op. cit. .,. la nota 8.
(111) J . APARICIO et alli: «Carta Arqueol6cica de la &rar.. ln.atituto de Bal.udioe Aire-o el Vle,io. Oudla. 11183.
(20) J . Ll. PASCUAL: o.IA vallalta i lllitjana del riu Alcoi clal Neolflic a Bclat del en.-. Teoia de Lic:uclatun. UDi...nidad de Valeocia..
Valencia. 1988 (iMdita).
-170 -
[page-n-171]
EL FINAL DEL NEOLITICO Y LA EDAD DEL BRONCE
13
significativos los paralelismos entre ambas que sus diferencias. La presencia del metal
no puede utilizarse en este caso ya que, con anterioridad al campaniforme, éste es muy
escaso y, frecuentemente, no se documenta fuera de algunas escasas necrópolis (21).
Tampoco los adornos considerados más típicos de la fase Ereta 11 (ídolos oculados,
cuentas y colgantes de ámbar, etc.) ya que, fuera de las necrópolis su presencia es más
bien escasa. En nuestra opinión, tan sólo la profundización en el estudio de los
poblados de llanura, muchos de los cuales parecen incluirse en este horizonte, permitirá en un futuro abordar con una base más sólida este problema. En consecuencia,
parece más aconsejable intentar una descripción de las características materiales de
este horizonte en su conjunto, indicando su evolución cuando sea posible.
- Entre las decoraciones cerámicas, están presentes ~n este momento las incisas y
las impresas de punzón, que suelen aparecer combinadas formando los clásicos motivos de triángulos incisos rellenos de impresiones (fig. 4). Es posible que, al menos
algunas decoraciones incisas, perduren durante la fase Ereta 11, pero no disponemos de
datos suficientes para corroborar este extremo. Un fenómeno similar ocurre con las
cerámicas pintadas, cuyo reciente hallazgo en el yacimiento de Niuet, parece confirmar su presencia, al menos durante la fase E.r eta l.
- Las cerámicas peinadas están presentes en ambos momentos, si bien es posible
que sus porcentajes relativos sufran variaciones entre las dos fases consideradas.
- En lo que se refiere a la tipología cerámica, la característica de este período es,
sin duda, el desarrollo de las fuentes. Entre éstas, quizás la de borde engrosado, por sus
paralelos con el S. peninsular, deban considerarse propias de la fase Ereta 11; en el
resto de los casos no existen, hoy por hoy, datos suficientes para establecer la
cronología relativa de estos tipos.
- La industria lítica no parece sufrir variaciones apreciables entre los dos períodos considerados. De todos modos, habrá que esperar a que se publiquen las extensas
series de la Ereta del Pedregal antes de poder pronunciarse definitivamente en este
sentido.
- El conjunto de los adornos, realizados en hueso, piedra, concha u otras materias, es beneficiario de un considerable desarrollo tipológico: agujas y colgantes de los
más diversos tipos; botones; cuentas; ídolos planos y oculados, etc. Desgraciadamente,
no siempre estamos en condiciones de precisar su cronología, excepto los casos más
claros que, como los ídolos oculados, parecen ser exclusivos de la fase Ereta 11,
pudiendo perdurar durante el Horizonte Campaniforme.
En conclusión, el conjunto de estas características parece suficiente para seguir
manteniendo la interpretación propuesta por uno de nosotros (22) no hace mucho: que
las innovaciones que se produjeron en nuestras tierras coincidiendo con la aparición
de la metalurgia - y que no siempre estamos en condiciones de precisar- no afectaron
sustancialmente a la estructura cultural sobre la que actúan, limitándose a difundir
(21) J . V. LBRMA: «LoeoripneeCS. la-.luqia en el Paia ValeDc:ianolt. Arc:hivocla Prehiotoria LevÍmúna, XVI. Valeocia. 1981, p6p.129 y -.
(22) BBBNABEU: Op. ciL en lA notA 14
.
-171-
[page-n-172]
1•
J. BERNABEU, 1 GUITART Y J . LL. PASCUAL
algunos artefactos, casi todos ellos relacionados con el mundo funerario (cuentas de
glóbulos, ídolos de hueso, materias primas exóticas, como el ámbar, etc.), mientras que
el grueso de la cultura material, así como los patrones de habitación y enterramiento,
atienden todavía a tradiciones claramente Neolíticas. No debemos olvidar que tanto
los clásicos poblados de llanura con estructuras excavadas, como las necrópolis
colectivas, son fenómenos claramente documentados con anterioridad a la aparición
del metal (vide más adelante, puntos 11 y m).
Es en este contexto donde ha de valorarse la presencia, en el S. del País Valenciano, de un poblado calcolítico pre-campanifoÍ'me que rompe el modelo de poblamiento
de las tierras bajas característico de nuestras tierras, acercándose, por contra, al
patrón más característico de la Cultura de Los Millares; nos referimos al poblado de
altura fortificado de Les Moreres, que presenta una doble línea de paramento defensivo con bastiones (23). Ello plantea la posibilid.a d de conferir un matiz diferencial a las
comarcas más meridionales del País Valenciano - las situadas entre el Segura y el
Vinalopó-- que, no lo olvidemos, mostrarán una indudable presencia argárica durante
la Edad del Bronce.
Esta impresión de continuidad entre las fases Ereta 1 y 11, subrayada en otras
ocasiones, se refuerza si consideramos dos fenómenos a nuestro entender esenciales:
l. La ausencia del fenómeno megilitico en nuestras tierras, hecho suficientemente
resaltado en la bibliografia y explicado en función de la fuerte tradición neolítica local (24).
2. La ausencia de actividades metalúrgicas y, en general, la escasa entidad del
instrumental metálico presente entre nosotros, al menos hasta el HCT; en efecto, es un
hecho resaltado por la investigación, no sólo la ausencia dé actividades metalúrgicas,
sino también la escasa variedad y cantidad del instrumental metálico anterior al HCT
en el conjunto del País Valenciano. Además, los escasos punzones -y, tal vez, algún
cincel- anteriores a este período casi siempre van asociados a los conjuntos' funerarios. De esta consideración tan sólo escapa el conjunto procedente del poblado de Les
Moreres (25), donde, además, se constata la presencia de la metalurgia en un momento
pre-campaniforme; pero, como veremos más adelante, este yacimiento constituye una
excepción en el conjunto del modelo del poblamiento presente en el País Valenciano
durante este momento.
3. Neol!tico IIC. Horizonte Campaniforme de Transición (HCT), es decir, desde la
aparición de las primeras especies campaniformes hasta los inicios del Bronce Valenciano (ca. 2.200/100-1.700 BC).
En efecto, aun cuando la estructura de la industria cerámica sea esencialmente la
misma, durante el HCT se producen una serie de cambios que afectan tanto a la
(23) A. GONZALEZ PRATS: «.El poblaclo ealeolícieo de Lea Mo--. en la eltna dt Cr.villtnte, Alican~. En d l BDtOiícieo en el Pata
Valtneianooo. Actu del coloquio dt Aleoy, lnetituto Juan Gil·Aibert. Alícante, 1888, ~. 89 y a.
(24) A. M. ~OZ: •El Entollcieo en ti Pala Valenciano y Murcia». Bn «Arqutolotfa en el Pata Valenciano: panonma y perwpectivap,
Antxo, reviata Lue.ntwn. Alicante, 1986, pq.. 86 y aa.
(26) GONZALBZ PRATS: Oo. clt en la nota 23.
- 172 -
[page-n-173]
EL FINAL DEL NEOLITICO Y LA EDAD DEL BRONCE
16
cultura material, como a los patrones de habitación y, en menor medida, de enterramiento.
- La aparición y el desarrollo de la cerámica campaniforme, así como de los
objetos que comúnmente se le asocian: puñales de lengüeta, puntas de Palmela,
brazaletes de arquero y botones de perforación en «v».
- La aparición de la metalurgia claramente documentada a través de las escorias
de fundición halladas en Ereta m.
- Documentación de los primeros cambios en el modelo de asentamiento: 1)
aparición de los poblados de altura, generalmente amurallados (el Rincón, el Peñón de
la Zorra, Puntal sobre la Rambla Castellarda); y 2) construcción de recintos amurallados en los antiguos poblados de llanura (Ereta ll).
- La reducción notable, quizás como consecuencia del impacto del metal, de la
industria lítica presente con anterioridad. Las puntas de flecha y los dientes de hoz, tal
vez presentes ya durante la fase anterior, se convierten en los tipos más abundantes
del período.
- Entre la cerámica común, los cambios son más difíciles de detectar, pero cabe
señalar la aparición de las fuentes con hombro y de las ollas y orzas con cuello curvo
marcado y borde saliente.
En suma, un conjunto de transformaciones que, en buena medida, anuncian ya las
características que serán propias del Bronce Valenciano: aparición del concepto de
poblado amurallado, generalmente situado sobre cerros más o menos elevados; presencia de dientes de hoz, metalurgia desarrollada, formas con cuello marcado y borde
saliente, cuencos carenados, etc. Junto a todo ello sigue constatándose una pervivencía de elementos Neolíticos: poblados de llanura con silos (yacimientos de Bélgida,
Vil.la Filomena, les Trilles, etc.); necrópolis colectivas (Cova deis Gats, Sima de la
Pedrera) en cuevas naturales y, en la industria cerámica, una estructura aún similar a
la del conjunto del Neolítico ll, y diferente de la presente durante la Edad del Bronce,
·
como hemos visto anteriormente.
Queda por resolver la problemática cuestión de la separación en dos fases del
fenómeno campaniforme, la más antigua de las cuales estaría dominada por los estilos
más antiguos (marítimo y puntillado-geométrico). La comprobación de su existencia
entre nosotros puede ser importante, por cuanto que paralelamente a la introducción
de los primeros campaniformes cabría situar una mayor intensidad de los cambios
culturales. Baste recordar, a este respecto, que allí donde ha podido documentarse fase IV de Montefrío (26), Arenero de Miguel Ruiz (27}-, esta fase ve aparecer, junto
al campaniforme, una serie de elementos que serán característicos del campaniforme
avanzado.
(26) A. ARRIBAS Y F. MOU NA: «Nuevaa apo
MonWrio (Gnulada)oo. En oll'be ori¡ins of metalhti'IY in Atlantie Europel'. Proc.dinp or the fif\h atlanlie eolloqvium. Dubltn, 19'78. p6p. 7 y-.
(27) O. DEUBES Y L. MUNICIO: «Apunte. para el eetudio de la aeeuencla eampenif tme en e l orience de la m-ta norc.o. NumantU. Soria,
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1981, "'... e5 y ...
-173-
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16
J . BERNABEU, L GUITART Y J . LL. PASCUAL
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EL FINAL DEL NEOLITICO Y LA EDAD DEL BRONCE
17
Aunque los trabajos actualmente en curso en la Cova de les Cendres (28) parecen
indicar la presencia de una etapa campaniforme antigua en el País Valenciano, los
datos son aún fragmentarios, por lo que, a la espera de lo que pueda aportar la futura
investigación en este sentido, hemos preferido agrupar todo el fenómeno campaniforme dentro de un mismo momento, el HCT, momento en el cual los cambios introducidos irán transformando el viejo fondo cultural Neolítico hacia formas cercanas al
Bronce Valenciano.
En conclusión, podría decirse que los resultados de la investigación reciente,
aunque con evidentes lagunas, permiten mantener la hipótesis de que el Eneolítico,
lejos de ser una cultura diferenciada en las comarcas centro-meridionales del País
Valenciano, debe considerarse como una etapa en la evolución de lo que hemos
denominado Neolítico U; lo que, en otras palabras, viene a significar que el hecho de la
aparición del metal se realiza, en nuestras tierras, dentro de un contexto claramente
Neolítico al que, al menos al principio, no llega a modificar sustancialmente.
11. HAB1TAT Y ECONOMIA
Aunque la aparición de los poblados situados en las tierras bajas se remonta a los
orígenes mismos del Neolítico, en claro paralelismo con lo que sucede en el resto del
Mediterráneo Occidental, no cabe duda que su expansión y desarrollo serán una de las
características definitorias de nuestro Neolítico II.
Conocemos la existencia de poblados en prácticamente todas las comarcas centromeridionales valencianas, siendo especialmente abundantes en las cuencas altas y
medias de los ríos Albaida, Alcoi (Serpia) y Vinalop6. El escaso número de estos
poblados excavados (Ereta del Pedregal, Les Jovades y El Promontori), así como
algunos sondeos practicados y los materiales recogidos en prospecciones superficiales,
permiten suponer una cronología para los mismos situada entre finales del IV milenio
a.C. y el HCT.
En su mayor parte se encuentran situados en las tierras bajas, bien sobre terrazas
más o menos elevadas, frecuentemente en interfluvios, bien en las inmediaciones de
tierras pantanosas. En bastantes casos se han podido documentar diferentes tipos de
estructuras de hábitat generalmente excavadas en el subsuelo margoso, muy compacto
y escasamente permeable.
- Los Silos: estructuras de planta circular y sección generalmente troncocónica
con la boca más estrecha que la base. Sus medidas máximas no sobrepasan los 2 m. de
diámetro en la base, por 1'5 m. de altura (fig. 7,4).
- Las Fosas circulares (fig. 7,5) o rectangulares (fig. 7,1), de sección troncocónica
invertida y con una profundidad generalmente inferior a 1 m.
(28) E. VENTO: •Campaniforme inci.o y campeni!orme imprao eo la eo... de leo Ceocbw (Tew.da, Alacaot)to. Bn •BI Eneolltico en el Pata
Val•ncianQit. Actaa del coloc¡uio de Al~. buotituto J uan Gil·Albert. Aliea.nte. 1986. Dip. 119 '1 ...
-175 -
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18
J . BERNABBU, L OUITART Y J . LL. PASCUAL
- Los Fosos: estructuras con planta de tendencia curvilínea y sección en V o en
U, cuyas dimensiones varían entre los 2m. de profundidad y 1 a 6 m. de anchura (fig. 7,6).
- Un caso especial es la estructura 129 de Jovades, también con planta circular de
. 3 m. de diámetro en la boca que pronto se estrecha para formar un pozo de paredes
verticales que alcanzan los 2'5 m. de profundidad, con un pequeño escalón en la base
(fig. 7,3).
Generalmente, este tipo de estructuras, a excepción de los fosos, suelen aparecer
formando concentraciones más o menos numerosas en los yacimientos, como ocurre en
el caso de Les Jovades (fig. 8). La variedad morfológica de estas estructuras parece
indicar, en principio, una variedad funcional que, por el momento, resulta dificil de
precisar. Por otro lado, parece claro que el calificativo «fondos de cabaña», con el que
ocasionalmente aparecen en la bibliografia, debe considerarse erróneo en la mayoría
de los casos.
- Otras estructuras con diámetros superiores a los 2 m. y escasa profundidad
podrían ser consideradas como fondos de cabaña, como la documentada en el estrato C
de El Promontori (Elx), que poseía un pavimento de arcilla quemada de 3 cm. de
espesor y en sus laterales pellas de barro alisado por una parte y con improntas de
ramajes por la otra (29).
La ausencia de excavaciones sis.t emáticas en estos poblados impide conocer la
funcionalidad de estas estructuras, así como la forma de las estructuras aéreas. Este
tipo de poblados poseen claros paralelos en el conjunto del Mediterráneo que remontan a las primeras fases con cerámicas impresas (30), estando también presentes en la
. Pen.í nsula, tanto en momentos cronológicos comparables con nuestro Neolítico U,
como anteriores (31).
Para un momento avanzado de esta cultura, durante la fase Ereta ll, se documenta
en el poblado epónimo una peculiar técnica constructiva consistente en la delimitación de las caras de los muros mediante lajas verticales, rellenando el interior de
piedras y tierra.
Excepto en el caso, ya comentado, de Les Moreres, la presencia de recintos
amurallados sólo se documenta entre nosotros a partir del HCT, período para el cual
parece producirse una diversificación en el tipo de hábitat, encontrándose,
- poblados de altura amurallados (Peñón de la Zorra, Puntal de la Rambla
Castellarda),
- poblados situados en las tierras bajas que continúan el modelo tradicional antes
descrito,
·
- poblados también de llanura que, habitados desde fases anteriores, se rodean
ahora de recintos amurallados. Este es el caso de la Ereta del Pedregal, donde, en su
(29) R. llANOS: ocN~&evaa aporta~ p&ra el CODOC:imient.o del beolldcoa. Revi.u del lutitut.o de &.tudioe Alic:an~ DIÚIL 82.
Allcete, 1881, pq,. 711 1 ....
(80) M. CIPOWNI: « (31) PASCUAL: 0p. cit. en la nota 20.
-176 -
[page-n-177]
EL FINAL DEL NEOUTICO Y LA EDAD DEL BRONCE
19
fase m, asistimos a la construcción de un grueso muro realizado delimitando sus caras
mediante varias alineaciones regwares de piedra en seco, rellenas de piedra y tierras
en su interior, técnica habitual en el Bronce Valenciano.
Un hecho destacable de estos poblados situados en las tierras bajas es su gran
tamaño y su concentración, como puede observarse perfectamente en el valle medio
del río Alcoi, zona en la que venimos realizando un proyecto de prospección que ha
puesto de relieve la existencia de una gran densidad en este tipo de asentamientos (fig. ~).
Algunos de ellos, como es el caso de Les Jovades o de Benataire-Pequis, alcanzan una
extensión superior a las 10 ha. sin que sea posible, por el momento, determinar si toda
el área del poblado fue ocupada a un tiempo o si tal concentración es el resultado de
ocupaciones sucesivas.
Este aumento en la densidad y en el tamaño de los poblados podría considerarse el
reflejo de un paralelo aumento demográfico, lo que traería como consecuencia la
intensificación del sistema económico neolítico instalado aquí desde el V milenio a.C.
En este sentido, debe señalarse que los análisis sedimentológicos y palinológicos
muestran una fuerte alteración del medio, probablemente por causas antrópicas. Así,
en Ereta del Pedregal, la primera instalación humana representa una·drástica disminución de los pólenes arbóreos, mientras que los propios sedimenws señalan una
activa deforestación (32), con el aumento de pólenes de «cerealia)) y otros considerados
acompañantes de los cultivos (33).
Es en este contexto que cabría plantearse la posibilidad de la introducción del
arado primitivo, la utilización de los animales como fuerza de trabajo y la diversificación de la producción agrícola, con el inicio de algunos cultivos de leguminosas. Así,
Martí (34) supone que hacia mediados del tercer milenio, o quizás antes, pudo introducirse el uso de un arado primitivo de madera con reja vertical y sin pie, c.apaz de
superar fácilmente los obstáculos naturales que hacen poco rentable su uso (raíces y
troncos no consumidos, grandes piedras) sin antes haber realizado una considerable
inversión de trabajo en la preparación de los campos. Por otro lado, los recientes
análisis antracológicos realizados en la Cova de les Cendres (35) muestran un brusco
aumento en la utilización de las leguminosas correspondientes a los niveles del m
milenio a.C., lo que permite considerar la posibilidad de esa diversificación agrícola a
que antes aludíamos.
Con todo, la cuestión de los cambios en la tecnología agrícola y/o en la diversificación de cultivos, no puede resolverse de modo satisfactorio con la información actualmente disponible. Habrá que esperar a que terminen los trabajos de investigación
rec:i-.
(82) P. PUMANAL: -s..n-to~ot~a '1 clima en el Pafa ValeDciaAo. w cuevu habltadae.,. el c:uaton>ario
Tra"-ioe Varioe del
Servicio da lftv..cicadóa ~ núm. 88. Valencia, 198&
(88) J . MBNBNDBZ AMOR Y P. PLORSCHt1TZ: ..a-.lt.do clel aúJ.iÁI polúüco ~ uu-'- ~ m\Matraa ~ turto& NCOiidu.,. la Bnta del
P..U..al (Navam.. Val-=ia)o. ArclúYO ~ Prebiatoria tev.DW... IX. Valencia, lMl, p4p. W1 '1 a
(84) B. MARTI: «BI Da<:imlellto
la acricultun • el Pafa ValeDci&DO. Del N.olitico a la Bdad ~1 ~. Unl......w.d
Valeoeia.
Valeoc:ia. 1883.
(85) B. BADAL: «&tudio ~ la ralac:i6n .boonlft.madlo &lllbienta dur&llta la Prahi8toria ~te: el cuo ~ la C:O.e ~ 1• ~.
Diputación I'YoviDcial
Val4N:ia. ValaDCia, 1887 (iMclito).
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-177-
[page-n-178]
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U: Turballot.
U: Maree• Alta.
14: Nlnet
16: Benatalre-Pequfe.
16: L'Alcúdla.
17: Lee Jovadee.
19: Lea Trillea.
• Yacimlentoa no citado• en el texto.
- 178 -
[page-n-179]
EL FINAL DEL NEOLITICO Y LA EDAD DEL BRONCE
21
actualmente en curso, donde se hace imprescindible la presencia de un mayor peso
específico de los poblados, para retomar de nuevo estos problemas con una más sólida
base documental.
111. LAS NECROPOLIS
El tipo de enterramiento más común durante todo este período en el País Valenciano es el enterramiento colectivo o múltiple efectuado en el interior de cuevas naturales. Tradicionalmente, la cronología de estas necrópolis se ha situado siempre entre el
Eneolítico y la Edad del Bronce y, aunque este es el caso en numerosas ocasiones,
existen en la actualidad suficientes indicios como para mantener una mayor antigüedad del rito.
La adopción del ritual de enterramiento múltiple en la Península Ibérica parece
claro ya en horizontes Neolíticos, como ocurre en la Cultura de Almena, donde
coexiste con inhumaciones individuales o dobles (36), o en el Sur de Francia, donde el
reciente deséubrimiento de la Caune de Belesta (Pirineos Orientales), con un enterramiento colectivo primario de 20 individuos y un ajuar exclusivamente formado por
cerámicas tipo Montboló y con una fecha C-14 de 5.640± 120, eleva la cronología de
este enterramiento a mediados del IV milenio a.C., coincidiendo con el fenómeno de
renovación cultural que dará lugar al chasens~ francés y con el que, en su origen, se
encuentra relacionado nuestro Neolítico II.
Las cavidades naturales utilizadas como necrópolis en nuestras tierras son variadas: desde cuevas de mediadas dimensiones, hasta covachos, simas, grietas o pequeños
abrigos, siendo generalmente alto el número de inhumados depositados en cada una de
ellas.
A pesar de que se conocen ya más de un centenar de estas cuevas, en muy pocos
casos ha podido estudiarse la disposición de esqueletos y ajuares, al encontrarse éstos
frecuentemente removidos bien por causas naturales, bien por la anterior profanación
o reutilización continuada de estos enterramientos, lo cual terminaría comportando la
redistribución de los mismos.
En cuanto a la forma en que fueron depositados los mismos, Martí (37) ha distinguido cuatro casos:
- Enterramientos secundarios. Es el más frecuente. Los restos humanos aparecen
formando paquetes o montones de cráneos y huesos largos. Esta disposición pudo
deberse bien a la descamación previa de los cadáveres fuera de la necrópolis, con la
posterior recogida selectiva de algunos huesos y sus ajuares; bien a la retirada de
algunos huesos tras una deposición primaria para dejar espacio a sucesivas inhumaciones.
(36) P. ACOSTA Y R. CRUZ AliRON: oLoe enterramiento. de t.. W. inicial• en la cultura de Alnierialo. Habla, nWD. 12. Sevilla. 1981,
.,.,.. Z76 y ...
(87) 8. MART1: «La Cova &uta (Vallada, Valencia)oo. Archivo de Prehistoria Levantina, XVI. Val.ucia, 1881, pq.. l8e y N.
-179-
[page-n-180]
22
J . BERNABEU, L GUITART Y J . LL. PASCUAL
- Enterramientos primarios. En escasas ocasiones (Les Llometes, La Barsella) los
restos han sido hallados en posición decúbito supina o decúbito lateral, y flexionados.
- En otras ocasiones, el depósito funerario no responde a ningún cuidado, habiéndose vertido los restos humanos desde la boca de la cavidad (Sima de la Pedrera).
- El caso del enterramiento de C~g (Castellón) es del todo peculiar: un poro
artificial de 8 m. de profundidad con un ensanchamiento en el fondo, en el que se
encontraron los resto de 20 individuos con varias puntas de flecha de sílex y una
azuela de piedra pulida.
Junto a los enterramientos colectivos, también constatamos la presencia de los
enterramientos individuales o dobles efectuados en silos o fosas del interior de los
poblados. Así sucede, por ejemplo, en el yacimiento de r Atareó, donde el «silo D»
contenía en la base dos hiladas de piedra formando un semicírculo en cuyo interior se
encontraba un cráneo y varios huesos largos (38). Enterramientos similares han sido
encontrados también en el asentamiento campaniforme de Vil.la Filomena.
Este enterramiento efectuado en fosas dentro de los poblados, ·q ue aquí sólo hemos
podido documentar relacionado con la etapa campaniforme, posee amplios paralelos
anteriores, tanto peninsulares como extrapeninsulares. De confirmarse en nuestras
tierras un sincronismo entre este tipo de enterramientos y los sepulcros colectivos - lo
que parece cierto, al menos durante ·el HCT- nos encontraríamos por primera vez
ante un tratamiento diferencial en lo que al ritual funerario se refiere, lo que no
dejaría de tener sus consecuencias a la hora de valorar la evolución social de los
grupos humanos.
Finalmente, y casi a título anecdótico, por lo infrecuente, debemos señalar otras
prácticas relacionadas con el ritual funerario, algunas de difícil valoración: la presencia de algunos restos human98 afectados por la acción del fuego; la manipulación de
algunas piezas dentarias post-mortem (39), y la presencia, constatada por primera vez
en las excavaciones de la Cova Santa de Valiada, de fauna asociada con los enterramientos e interpretada como los restos de ofrendas funerarias.
(SS) w. JORNft: ~de JW1P1a I.o. Ardúvo de l'rehiMoria W.antiJia L Valed&, une, pqa. et ,
(a&) B. CLOQUBU.: ~ , _ .,._ dto altcaci- artificial-. e pi.u dentariu -lftícap. Ac:t&t del
Antropoloc1a Biol6ci<:a. Baroelona. oepti-.bn, 11185.
- 180-
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rY CoGer-> !Ypdol de
[page-n-181]
ARCHIVO DB PRBHlSTORIA LEVANTINA
Vol XVID (Valencia, 1988)
JOAQUIM JUAN CABANILLES
RAFAEL MARTINEZ VALLE
(Valencia)
FUENTE FLORES (REQUENA, VALENCIA). NUEVOS DATOS
SOBRE EL POBLAMIENTO Y LA ECONOMIA
DEL NEO-ENEOLITICO VALENCIANO
1. ANTECEDENTES
En el año 1985, .en la partida de Fuente Flores (Requena, Valencia), se realizaban
trabajos de mejoras y ampliación de la red de acequias, se abrían nuevas zanjas y otras
eran ensanchadas. Una de estas zanjas alcanzó los niveles arqueológicos de un
yacimiento prehistórico hasta ese momento desconocido.
Con independencia a los trabajos citados, el hallazgo también casual por es.a s
mismas fechas, en un camino de la misma partida, de un árbol arrancado que conservaba en sus raíces tierras adheridas entre las que aparecía abundante material arqueológico, fue lo que puso a uno de nosotros (R. M. V.) .en la pista del yacimiento en
cuestión. Tras una prospección de los terrenos inmediatos, se logró descubrir el lugar
de procedencia de los materiales, un campo de aproximadamente 500 m 2 en esos
momentos inculto y colonizado por los carrizos, en el que la apertura de zanjas hábía
dejado al descubierto una gran cantidad principalmente de fragmentos cerámicos y de
restos óseos.
Examinados en su día los materiales y el propio paraje del yacimiento, y dado el
innegable interés que todo ello presenta para la actual investigación, hemos creído
oportuno, estimulados por la dirección del Museo de Prehistoria de Valencia, ofrecer
una primera valoración del hallazgo en las páginas de este volumen del Archivo de
Prehistoria Levantina.
-181-
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J . JUAN Y R. MARTINEZ
2
o
Fig. l .-Localización del yacimiento.
- 182 -
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FUENTE FLORES
8
II. SITUACION Y CARACTERISTICAS DEL YACIMIENTO
El yacimiento de Fuente Flores se encuentra en el término municipal de Requena
(Valencia), en la comarca de la Plana de Requena-Utiel, y en la partida del mismo
nombre. Dista unos 3 Km. del casco urbano de la población (fig. 1}.
Su situación topográfica, de acuerdo con la hoja 720 (Requena) del Servicio
Geográfico del Ejército, Madrid, 1960, escala 1:25.000, es de 390 29' 32" de latitud Norte
y de 2<> 33' 30" de longitud Este.
La comarca de la Plana constituye una altiplanicie localizada entre la Meseta y los
sistemas Ibérico y Prebético, formada en su conjunto por materiales Neogeno-cuaternarios delimitados por relieves de altura superior a los 1.100 m., de origen Jurásico y
Cretácico. Los ríos Cabriel y Magro drenan su extensión virtiendo aguas al Júcar.
El yacimiento se ubica en la vega del río Magro, a una altura de 680 m. s.n.m.
(coincidente con la altura media de la comarca}, en un medio totalmente llano cuyo
elemento más definidor serían las terrazas fluviales.
Los restos arqueológicos fueron hallados en una extensión de 12m 2 , junto a una
zanja de 60 cm. de profundidad por 70 cm. de anchura. Acompañando a los materiales
aparecieron algunas lajas de hasta 70 cm. de longitud de roca arenisca que probablemente tuvieron relación con estructuras constructivas. La parcial inundación de la
zanja, motivada por la existencia de numerosas surgencias en las inmediaciones del
yacimiento, nos ha impedido localizar en el corte el estrato fértil que podría situarse a
50 cm. de profundidad aproximada. El grado constante de humedad que como consecuencia de una inundación permanente soporta el yacimiento unido a un sustrato
arenoso, ha provocado una conservación diferencial de los distintos vestigios, al punto
de que los restos óseos y de materia vegetal -por ejemplo-- aparecen en óptimo
estado, mientras que la cerámica se destruye por exfoliación con mucha facilidad.
Con todo, la entidad de los materiales -como seguidamente veremos-, los probables restos de elementos constructivos, el propio emplazamiento, etc., abogan claramente porque nos encontramos ante un yacimiento de tipo poblado que nos remite, en
principio, a un momento cultural del Neo-eneolítico valenciano.
III. LOS TESTIMONIOS ARQUEOLOGICOS: LAS EVIDENCIAS
INDUSTRIALES
El conjunto de los hallazgos verificados en Fuente Flores están constituidos por
diferentes muestras de industrias humanas, concretamente cerámica, piedra tallada,
piedra pulida y hueso y madera trabajados; por otros vestigios de carácter no industrial, especialmente barro cocido y restos de materia vegetal; y por abundantes restos
óseos faunísticos que podríamos considerar fiables evidencias económicas y cuyo
tratamiento se realiza aparte en otro capítulo del presente trabajo.
Hay que subrayar de nuevo que los diferentes testimonios arqueológicos provienen
de una zona localizada del yacimiento, no conociéndose, a faltá de una sistemática
prospección, la total extensión de éste. Esto hace que en todos los casos la muestra
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4
o
6cm.
Fig. !.-Cerámica.
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FUENTE FLORES
6
recuperada sea parcialmente representativa, aspecto con el que habrá que contar a lo
largo de los diferentes momentos expositivos del trabajo.
A señalar, por último, que todos los materiales aquí presentados se encuentran
depositados en el Museo de Prehistoria de la Diputación de Valencia.
l. Los materiales
1.1. La cerámica
La muestra cerámica recuperada en Fuente Flores asciende a un total de 235
fragmentos, todos ellos correspondientes a vasos elaborados a mano y sin ningún tipo
de decoración. Su detalle es el siguiente:
- 195 frags. de cuerpo atípicos.
- 3 fraga. de cuerpo con lengüeta.
- 1 frag. de cuerpo con mamelón.
- 1 frag. de cuerpo con carena.
- 28 fraga. de borde.
- 5 fraga. de bases.
- 2 fraga. de lengüeta.
La mayor parte de estos fragmentos son de pequeñas dimensiones, razón por la cual
raramente proporcionan la forma completa de los vasos. No obstante, la singularidad
de los perfiles permite reconocer en bastantes ocasiones el tipo específico de recipien·
te, tal como más adelante detallamos.
La característica principal de esta cerámica es la gran homogeneidad técnica que
presenta. Las pastas son generalmente de tonos oscuros, en la gama de los grises,
incluyendo abundante desgrasante constituido por granos de caliza, cuarzo y calcita, a
veces de buen tamaño; su textura es poco compacta, mayormente exfoliable, desmenuzándose fácilmente en los dedos. La cocción es en casi todos los casos reductora. Las
superficies externa e interna suelen ser del mismo color de la pasta, constatándose
algunas tonalidades más claras en la gama de los marrones; ambas superficies se
presentan normalmente bastante erosionadas, dejando al descubierto la pasta interna
y habiendo prácticamente desaparecido en ellas las trazas de cualquier tratamiento o
acabado, aunque cuando éste es visible se reduce a un simple espatulado o alisado. El
grosor de las paredes de los vasos oscila entre un mínimo de 0'59 cm. y un máximo de
1'88 cm.
Las cualidades de la pasta y el estado de conservación de las superficies, pues, da a
la cerámica de Fuente Flores una apariencia de tosquedad y poco cuidado en su
elabo.:ación y tratamiento.
Como ya hemos indicado, se trata en todos los casos de cerámicas lisas, con
ausencia de decoración, a no ser que en este sentido puedan interpretarse algunos de
los pequeños mamelones constatados en unos pocos fragmentos (fig. 3, núm. 2; fig. 4,
núm. 2). Los elementos de prensión son escasos y poco variados, estando reducidos a
algunas lengüetas macizas de disposición horizontal (fig. 3, núms. 1 y 3; fig. 4, núms. 3
y 10), siempre junto al borde, y tal vez a algunos de los pequeños mamelones aludidos.
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2
1
4
3
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Fil. S.-Cerámica.
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2
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14
12
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13
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3cm.
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Fig. 4.- Cerámica.
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15
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8
J. JUAN Y R. MARTINEZ
En cuanto a la tipología, los perfiles correspondientes a aquellos fragmentos de
mayores proporciones que conservan el borde o alguna otra característica peculiar
nos remiten a un variado repertorio formal compuesto por vasos de paredes rectas princípa.l mente--, vasos de cuerpo globular -alguno con cuello insinuado-, cuencos,
escudillas, platos, fuentes y vasos carenados. Su repartición cuantitativa es la siguiente:
- 11 frags. correspondientes a vasos de paredes rectas (fig. 3, núms. 2 y 5; fig. 4,
núms. 1, 6 a 9 y 13 a 15).
- 4 frags. de cuenco (fig. 2, núms. 2 a 4; fig. 4, núm. 12).
- 2 frags. de vasos de cuerpo globular (fig. 3, núm. 3; fig. 4, núm. 5).
- 2 frags. de posibles platos (fig. 3, núm. 4; fig. 4, núm. 4).
- 2 frags. de fuentes o cazuelas (fig. 3, núms. 1 y 7).
- 1 frag. de fuente (fig. 2, núm. 1).
- 1 frag. de vaso carenado (fig. 4, núm. 11).
1.2. La p iedra tallada
Las evidencias de esta industria constituyen un pequeño pero significativo lote con
el sílex como materia prima casi exclusiva. Aparte del sílex se han contabilizado
algunos escasos cantos rodados fracturados y piezas de caliza silícea y cuarcita con
probables trazas de lascado; esto es lo que ha hecho que se tomaran en consideración
en este apartado, aunque su incidencia en el utillaje retocado es prácticamente nula,
tal como puede apreciarse en el cuadro l.
Respecto al sílex, distintas variedades han sido empleadas en Fuente Flores para la
talla. El tipo más usual corresponde a un sílex de aspecto calizo, opaco, mate o con
muy poco brillo, pero de grano generalmente fi.n o y con tonalidades de color en la
gama del gris y del marrón. Le sigue en importancia un sílex de textura más cristalina,
siempre de grano fino y traslúcido en diverso grado (según el espesor e impurezas de la
pieza), con coloración también en la gama del gris y el marrón, pero sin llegar a la
calidad de los típicos melados. Un tipo especial lo constituye el sílex que hemos
llamado «patinado», caracterizado por ofrecer una pátina blanca superficial-a veces
un cierto grado de desilificación-, que recubre parcial o totalmente una matriZ
interna casi siempre de tonalidad más clara, bien observable al trasluz en aquellos
casos en que la alteración superficial es intensa. La .última variedad remarcable
corresponde a un sílex blanco normalmente traslúcido, en ocasiones transparente, en
otras menos y con fuerte brillo, adquiriendo así un aspecto aporcelanado; cuando se
presenta con una textura más granulosa y un tinte marronáceo, este sílex puede
recordar al cuarzo ahumado.
Sobre la incidencia de estos diferentes sílex en el utillaje retocado, los tipos calizo
y cristalino no ofrecen una preferencia constatable por algún grupo preciso de piezas,
repartiéndose homogéneamente por todo el espectro tipológico; los sílex <
blanco de tipo cuarzo, en cambio, parecen ser más exclusivos de puntas de flecha y
piezas laminares.
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FUENTE FLORES
9
Materia
Caliza sillcea
Sf1e%
prim4
Malerial
Material
Producro
bruto
Util/Qje
bruto
Lasca
34
18
77
7
4
Material
2
Frag. lasca
To14l
Cuarci14
Utillaje
general
bruto
Util/Qje
7
1
1
62
89
Hoja
1
1
Frag. hoja
9
9
5
6
11
Astilla
23
2
Esquirla
35
Hojita
Frag. hojita
Chunk
27
1
35
4
Núcleo
1
3
Total
181
1
5
3
43
8
1
8
1
242
Cuadro l.- Tipos de soportes y productos de talla según su distinta cualificación (material brutoutill~e) y su materia prima.
Con estas variedades de sílex, principalmente, y con las otras materias mencionadas (caliza silícea y cuarcita), se corresponde, pues, el conjunto de los materiales de
talla recogidos en Fuente Flores, constituidos por:
- 3 núcleos.
- 5 chunks (frags. de materia prima amorfos).
- 234 productos y desechos de troceado (material bruto).
- 45 piezas retocadas y con señales de uso (utillaje o material retocado).
Respecto a los núcleos, dos de ellos son de extracción de hojas, trabajados en el
señalado sílex blanco de tipo cuarzo. Uno es prismático (fig. 5, núm. 1), con un solo
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10
J . JUAN Y R. MARTINEZ
1
2
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3cm.
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Ti;¡•
Fig. 5.- Pied.ra tallada.
3
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FUENTE FLORES
11
flanco o frente de extracción parcialmente astillado y con el plano de percusión
ligeramente preparado (suaves facetas); el otro es piramidal (fig. 5, núm. 2), con el
frente de extracción extendido a todo el contorno y pudiendo constituir, por su tamaño
y determinadas características de las extracciones (ausencia en algunas de ellas del
negativo del bulbo), una cúspide eliminada en la rectificación de este tipo de núcleos.
El tercer núcleo, también prismático para la talla de hojitas (fig. 5, núm. 3), es de sílex
cristalino y de reducido tamaño, con un solo frente de extracciones al que se le opone
un flanco con el córtex conservado, y un plano de percusión liso, preparado por una
clara extracción.
Los productos brutos de talla, bien soportes o desechos propios del troceado, están
representados por:
- 43 lascas enteras.
- 81 fraga. de lasca.
- 5 fraga. de hojita.
- 25 astillas.
- 35 esquirlas (productos inferiores a 1 cm2 ).
Destaca en este conjunto la precariedad de soportes laminares brutos y el grado de
fragmentación existente, esto último bastante acorde con lo que suele suceder en la
mayor parte de yacimientos de superficie (emplazamientos al aire libre), sujetos más
intensamente a las acciones mecánicas del trabajo agrícola y a mayores desplazamientos de los materiales. Incidiría también en este hecho la práctica fracturación que
afecta al utillaje laminar (ver cuadro 1).
Pese a lo reducido de la muestra y a las condiciones de recogida de los materiales,
el número de astillas y esquirlas (desechos propios de talla o retoque), así como la
presencia de núcleos, chunks y lascas en bruto, abogarían por la existencia de un
trabajo de talla realizado en el mismo emplazamiento del poblado.
El utillaje retocado o con señales de utilización (ver cuadro 2) lo integran 45 piezas,
encontrándose solamente 2 de ellas trabajadas en materiales distintos al sílex: una en
caliza silícea y otra en cuarcita. Se trata de una cantidad bastante exigua de útiles,
pero cubriendo un amplio espectro tipológico. E.n base al agrupamiento en familias
tipológicas es como hemos realizado su recuento y descripción.
Los raspadores están representados por 2 piezas, constituyendo el·4'44% del total
del utillaje. Ambos están elaborados sobre lasca, siendo uno de ellos circular y espeso
(probable,.núcleo o fragmento nuclear discoide reutilizado), con la arista del frente
machac~da y astillada, afectando asimismo el astillamiento a la cara inferior (fig. 6,
núm. 1). El otro es un raspador más típico, mostrando una truncadura en el extremo
opu~sto al frente (fig. 6, núm. 2).
Como ··buril (fig. 6, núm. 3) hemos clasificado una lasca fracturada en los dos
extremos con una faceta lateral que parte de la fractura proximal (en el sentido de la
talla). Esta única pieza constituye ~1 2'22 % del utillaje retocado.
También una única pieza se ha considerado como hojita con borde abatido (fig. 6,
núm. 6), al ofrecer un dorso lateral continuo conformado por retoque abrupto inverso.
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Fig. 6.- Piedra tallada.
12
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11
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FUENTE FLORES
13
Las muescas y denticulados, en número de 6, representan elll'll % del utillaje. De
acuerdo con el tipo de soporte, se reseñan una lasca con muesca (fig. 6, núm. 4, ésta de
caliza silícea) y otra con denticulación (fig. 6, núm. 5); y asimismo tres hojas con
idénticos caracteres diferenciados: una con muesca (fig. 6, núm. 7) y dos con denticulación (fi.g. 6, núm. 8; fig. 7, núm. 12). Una de las hojas denticuladas (fig. 7, núm. 12)
presenta dos pequeñas muescas directas destacando un diente, pareciendo insinuar un
típico «diente de hoz>•; sin embargo, se opondría a esta adscripción tipológica la falta
del lustre funcional y el hecho de que la muesca superior parece tener un carácter
accidental, deducido por su factura más fresca que contrasta con la de la otra muesca
inferior y la del soporte en general, al ser éste del tipo de sílex que hemos caracterizado como «patinado)).
El ·carácter de truncaduras lo presentan 2 lascas que suponen un porcentaje del
4'44 %. En una de ellas (fig. 6, núm. 9), la truncadura es de tendencia oblicua, y en la
otra recta (fig. 7, núm. 1); en ambos casos el retoque conformador es abrupto directo.
En la segunda pieza se observa un retoque plano marginal bilateral, büacial a tramos,
que en su reencuentro con la truncadura en el borde derecho da la impresión de
producir un pequeño apuntamiento o «bec».
Las puntas de fkcha , con 10 piezas, constituyen el grupo tipológico mejor representado en Fuentes Flores, alcanzando el22'22 % del utillaje. Con arreglo a su morfología
se clasifican del siguiente modo:
- 4 folüormes (fig. 6, nú.ms. 10,11, 12 y 13).
- 1 folüorme de base ensanchada (fig. 6, núm. 16).
- 3 romboidales (fig. 6, núm. 14; fig. 7, nú.ms. 2 y 3).
- 1 de aletas rectas (fig. 7, núm.. 4).
- 1 fragmento (fig. 6, núm. 16).
Entre las folüormes hay un ejemplar fracturado en los dos extremos (fig. 6, núm.
11), pero su adscripción tipológica no ofrece dudas, pudiendo constituir un subtipo
alargado; otro ejemplar es de apariencia más tosca e irregular (fig. 6, núm. 12), también
de tendencia alargada, y otro más presenta una leve denticulación en uno de los
bordes (fig. 6, núm. 13).
La foliforme de base ensanchada (fig. 6, núm. 16), fracturada distalmente, constituye un tipo especial dentro de esta misma c.ategoría, y con formas más esbeltas y más
finamente retocadas aparece con relativa profusión en los ajuares de las cuevas de
enterramiento múltiple del importante núcleo neo-eneolítico que constituyen las comarcas valencianas del Comtat-Alcoia y la Vall d'Albaida.
Las puntas romboidales, una variante de las foliformes propiamente dichas, no
ofrecen caracteres particulares, a no ser la leve asimetría de uno de los ejemplares (fig. 7,
núm. 3).
Las otras dos piezas corresponden a un fragmento no precisable tipológicamente
(fig. 6, núm. 16), y a otro que, pese a su estado, no es demasiado forzado catalogar entre
las puntas de aletas rectas (fig. 7, núm. 4).
En cuanto a la tecnología, todo este pequeño lote de puntas de flecha presenta un
retoque plano cubriente bifacial, carácter que normalmente impide reconocer el tipo
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•
11
Fig. 7.-Pleclra tallada.
- 194 -
7
1
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FUENTE FLORES
15
de soporte, aunque es probable que si exceptuamos un solo ejemplar (fig. 6, núm. 11), el
resto haya sido elaborado sobre lasca. Tipométricamente, y en las piezas enteras, la
longitud máxima observada es de 3'10 cm. y la mínima de 1'68 cm.; se trata, pues, de un
conjunto de puntas de dimensiones bastante reducidas.
LaB hojas y hojitas retocadas son el segundo grupo tipológico en importancia
numérica (6 efectivos) y porcentual (suponen un índice del13'33 %). Presentan como
rasgo común la fracturación norm~ente accidental de uno o ambos extremos,
tratándose en la mayoría de casos de verdaderos fragmentos en su estricta consideración (1). Dada la disparidad de caracteres existentes en cada pieza, y puesto que lo
permite su pequeño número, ofrecemos una descripción individual de cada una de
ellas, señalando las dimensiones en los dos únicos casos en que no se trata de
fragmentos sensu stricto:
-
-
-
Hoja con fractura proximal y leve acortamiento distal (fig. 7, núm. 11). Presenta un retoque simple, de
tendencia plana y de aspecto escamoso-escaleriforme, marginal, parcial directo, localizado distalmente
en el lado izquierdo; se observan señales de uso en ambos bordes y por ambas caras. Dimensiones: 9'20 x
1'20 x 0'46 cm.
Fragmento medial de hoja con retoque plano de aspecto escamoso-astillado·escaleriforme, marginal,
continuo (en el fragmento), directo, bilateral (fig. 7, núm. 6).
Fragmento medial de boja con retoque simple, muy marginal, casi continuo (en el fragmento), directo,
localizado en el lado izquierdo; tiene señales de uso en el borde opuesto (fig. 7, núm. 5).
Fragmento medial de boja con retoque simple de aspecto escamoso-escaleriforme, profundo, continuo (en
el fragmento), directo, bilateral (fig. 7, núm. 7); el modo simple del retoque viene conferido más por el
espesor de la pieza (una boja prismática), que por la intesidad real en que éste afecta al volumen del
borde.
Fragmento proximal de hojita con retoque simple, profundo, muy parcial (en el fragmento), directo,
localizado en el lado derecho (fig. 7, núm. 8).
Hojita con fractura distal (fig. 7, núm. 9). Presenta un retoque simple de tendencia plana, profundo,
continuo, directo, localizado en el borde derecho. Dimensiones: 1'77 x 0'66 x 0'27 cm.
Como visión sintética de este conjunto, y atendiendo a las características del
soporte y del retoque, hemos confeccionado el siguiente cuadro valorativo:
Reroque
Amplitud
Tipo
Modo
Soporte
Marginal
Muy
marginal
Profundo
Simple
Simple
(plano)
Plano
Sumario
Escamoso
Hoja
2
1
1
2
1
1
1
3
2
1
1
Hojita
2
(1) Bnc.nclemoe por od'raJftMDtoP ea MDiido e.lricco y en au aplicación a aopone. laminare~ (útllee o no), aquellas pina de indudable talla
laminar pero que en au Mtaclo de c:oDMI'VaeiÓI> la lon¡jtud e. siempre inferior o.l doble de la anchura.
-195-
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Fig. S.-Piedra tallada.
•
o
3cm.
-196-
•
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FUENTE FLORES
17
Continuando con los restantes grupos tipológicos, la única pieza de hoz constatada
(2'22 %) corresponde a un pequeño fragmento de hoja con intensa pátina brillante
bifacial (lustre de cereales) localizada en el borde derecho (fig. 7, núm. 10). Formalmente, podría entrar en la categoría de los «elementos de hoz» (2), presentando el borde
con lustre atacado por una denticulación marginal probablemente de uso.
Como piezas bi{aces catalogamos un grupo de soportes, normalmente lascas, que
presentan como característica común una serie de retoques o extracciones planas
bifaciales, más o menos invasoras, pudiendo en algún caso también cubrir toda una
cara (fig. 8, núms. 1, 2, 5 y 7). Se trata con seguridad de verdaderos esbozos de puntas
de flecha, a menudo con claras fracturas de conformación, formas foliáceas más o
menos insinuadas, gruesas secciones, caracteres de talla discernibles (talón, ondas de
percusión, extremidades distales...), etc., y que por estos rasgos de tosquedad y de
evidente inacabado son del todo diferenciables de las puntas de flecha propiamente
dichas. Su número es de 4 (una es un fragmento), y su índice del 8'88 %.
Las piezas astilladas, todas sobre lascas o fragmentos, son relativamente abundantes (5 efectivos), constituyendo un porcentaje delll'll% (fig. 8, núms. 3, 8 y 9; fig. 9,
núms. 2 y 6). Las extracciones o astillamientos son en todos los casos bilaterales, y en
mayor medida de disposición unifacial-bifacial. La relativa entidad de estas piezas,
más que a una voluntariedad funcional, y puesto que el retoque astillado suele
responder en muchas ocasiones a causas accidentales, podría deberse a los lógicos
mecanismos de alteración a que se encuentran sujetos los yacimientos de superficie,
tal como repetidamente hemos apuntado.
A un grupo de varios hemos remitido un fragmento de lasca con retoque continuo
muy marginal (fig. 8, núm. 4), un fragmento probablemente de hoja con retoque plano
inverso (fig. 9, núm. 4), un fragmento de lasca con retoque plano bifaz en un borde (fig. 8,
núm. 6), un fragmento de lasca con retoque plano unifacial (fig. 9, núm. 5) y una
aparente raedera espesa, con retoque inverso escaleriforme, fabricada sobre una lasca
de cuarcita (fig. 9, núm. 1). A excepción de la primera y última piezas señaladas, las
tres restantes podrían tratarse también de primeros esbozos o fragmentos originados
en el proceso de elaboración de puntas de flecha. En total, los varios suman 5 piezas
que proporcionan un índice del 11'11 %.
Por último, hemos tomado también en consideración en este apartado del utillaje, y
contabilizadas conjuntamente con los restantes grupos tipológicos, una hoja y dos
hojitas con simples señales de utilización (retoque no sistemático), que vienen a
representar un por~entaje del 6'66 % (fig. 9, núms. 3, 7 y 8).
(2) Loe •elemento. de bOP han aido daflnldoe y eontutuallzadoe en nuHtro 'mbito de ..tuclio por B. MARTI: «Cova de l'Or (Banit.rr4e,
Alicante). Vol. 1•. Trabajoe Varice del Servicio de lnvMtltt.cl6n Prehiotóriet.. niÍlll. 61. Valencia, 1977, P'P· 8&-90, hab.iendo marcado claramente
laa diatanciaa moño-técnicaa y cronol6alco-cultural.. que loe Mparan de loa caracterátlcoe odlentea de hOP del Bronce Valenciano.
-197-
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J. JUAN Y R. MARTINEZ
18
•
•
•
3
1
1
1
7
Fig. 9.-Piedra tallada.
- 198-
[page-n-199]
FUENTE FLORES
GrUJ)08 y ooriai'IÚS tipol6giccu
19
Número
"
RASPADORES
2
4'44
BURILES
1
2'22
HOJITAS BORDE ABATIDO
1
2'22
MUESCAS Y DENTICULADOS
Lasca con muesca
Lasca con denticulación
Hoja/hojita con muesca
Hoja/hojita éon denticulación
5
1
1
1
2
11'11
TRUNCADpJtAS
2
4'44
10
4
1
3
1
1
22'22
8'88
2'22
6'66
2'22
2'22
HOJAS/HOJITAS RETOCADAS
Hojas retoque marginal
Hojas retoque muy marginal
Hojas retoque profundo
Hojita r etoque profundo
6
2
1
1
2
13'33
4'44
2'22 .
2'22
4'44
PIEZAS DE HOZ
1
2'22
PIEZAS BIFACES
4
8'88
PÍEZAS ASTILLADAS
5
11'11
VARIOS
5
11'11
PIEZAS SE~ALES DE USO
Hojas
Hojitas
3
1
2
6'66
2'22
4'44
PUNTAS DE FLECHA
Foliformes
Foliformes base ensanchada
Romboidales
Aletas rectas
Fragmentos
TOTALES
45
Cuadro !.-Recuento del utillaje
-199-
2'22
2'22
2'22
4'44
100
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20
J. JUAN Y R. MARTINEZ
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1
2
o
Fig. 10.-Piedra pulida.
scm.
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FUENTE FLORES
21
1.3. La piedra pulida
Unicamente se han encontrado elaboradas con esta tecnologÍa dos piezas que por
sus perfiles corresponden a un hacha y a una azuela. Ambas han sido trabajadas en el
mismo tipo de roca, de un color grisáceo-azulado, y asimismo presentan fuertes
astillamientos producto, probablemente, del rodamiento u otras acciones debidas al
laboreo agrícola.
El IUJclw. (fig. 10, núm. 1) ofrece una silueta trapezoidal, con el filo y el talón redondeados y en buena
parte afectados por los astillamientos, asi como parte de las caras. La longitud máxima de la pieza es de 6'20
cm. y la longitud del filo -o anchura máxima-, de 5'46 cm.; la anchura del talón es de 2'69 cm. y el espesor
mitad del útil, de 2'11 cm. La sección transversal es elíptica. La superficie externa no destruida por los
astillamientos está completamente pulida, pero ofreciendo un brillo apagado, casi mate.
La azuela (fig. 10, núm. 2) también presenta una silueta trapezoidal, con el filo recto y el talón
ligeramente redondeado. Los astillamientos, bastante acusados, prácticamente aólo afectan al filo por su
cara inferior. La longitud de la pieza es de 5'69 cm. y la del filo de 4'68 cm. (también anchura máxima); la
anchura del talón, 1'83, y el espesor en la parte media, de 1'96 cm. La sección es de tendencia plano-convexa.
El pulido cubre toda la superficie, siendo el brillo más intenso que en el caso del hacha.
11
1.4. El hueso trabajado.
Frente a la abundancia de restos de fauna recogidos en Fuente Flores, la muestra
de hueso trabajado es relativamente escasa, constituida en su mayor parte por punzones y fragmentos de éstos. El examen atento de las piezas permite reconocer los
procedimientos empleados en su elaboración, apreciándose como constantes las trazas
de seccionados longitudinales, las estrías de abrasión y el buen acabado producido por
un pulido más o menos intenso.
La clasificación y descripción de cada pieza, señalando la parte ósea y la especie de
procedencia cuando ello es posible, es la siguiente:
-
-
Punzón sobre ulna derecha de Linx pardina (lince). Muestra señales de abrasión en la epifiais proximal
(proceso coronoideo y superficies lateral, medial y proximal del Olécranon) y en la diáfisis. Leve fractura
a la altura del tercio distal. Longitud: 11'72 cm. Fig. 11, núm. 5.
Punzón sobre metatarso de Ovis ariea (oveja). Conserva la epifisis distal. Corresponde a la mitad del
metatarso seccionado longitudinalmente. Longitud: 6'70 cm. Fig. 11, núm. l.
Fragmento distal de punzón (extremo apuntado) sobre diáfisis de tibia de ovicáprido. Fig. 11, núm. 3.
Fragmento proximal de probable punzón (extremo no apuntado) sobre metatarso de ovicáprido. Conserva
la eplisis proximal, correspondiendo igualmente a la mitad del metatarso seccionado longitudinalmente.
Fig. 11, núm. 2.
·
Fragmento proximal de probable punzón sobre hueso no reconocible.
Fragmento proximal de posible ttvarilla,, o aguja plana. El grado de abrasión impide una identificación
segura, pudiendo tratarse de un fragmento proximal de metapodio de especie no precisable. Fig. 11, núm. 4.
Fragmento de ((pieza fusiforme)) (3) sobre asta de Cervus el4phus (ciervo). Fig. 11, núm. 6.
Fragmento proximal de metacarpo derecho de Cervus elaphus con profunda incisión central, probable.
mente correspondiente al proceso de s~ccionado longitudinal del hueso.
(3) Denominaci6n propu"la para eete tipo de p i - por E. VENTO: •Ensayo de eluilicaci6n aiatemática de le induatria 6eea neolltica. lA
Cova de l'Or (Beniarrie. Alacant). Exe•vacionea antiJUU». Papal" del Laboratorio de ArqueoJocía de Vale.ncia.Saeunrum. 19. Valencia, 1986,
páp. S1-83.
-201-
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22
J . JUAN Y R. MARTINEZ
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5
Fig. 11. -Hueso y madera trabajados.
- 202 -
7
[page-n-203]
FUENTE FLORES
2S
1.5. Otros vestigios
Además de los materiales industriales anteriormente reseñados, debemos recalcar
una vez más que en la misma zanja denunciadora del yacimiento de Fuente Flores
apareció un cierto número de lajas y placas fragmentadas de arenisca que, como antes
avanzábamos, pudieran ponerse en relación con las probables estructuras constructivas del poblado.
También como elemento constructivo o como parte de algún tipo de soporte para
recipientes habría que considerar el hallazgo de un ciclindro de barro cocido fragmentado, de sección subcircular, que presenta la superficie externa regularizada y alisada
y uno de los extremos también perceptiblemente regularizado.
Por otro lado, un fragmento de canto rodado de ar~nisca, parcialmente ennegrecido
y cuarteado por acción del fuego, podría haber formado parte de alguna estructura de
hogar.
.
Sin embargo, uno de los hallazgos más interesantes efectuados en Fuente Flores
corresponde a los numerosos restos de materia vegetal, carbonizados y no, conservados en buena parte -sobre todo en el segundo case>- gracias al medio turboso del
yacimiento. Sobresalen entre ellos los que parecen dos fragmentos de utensilios no
determinables (tal vez restos de mangos), uno de los cuales se encuentra trabajado en
madera de encina, presentando una perforación intencional en un extremo (fig. 11,
núms. 7 y 8).
El análisis antracológico de los restos vegetales no trabajados, realizado por Elena
Grau Almero, muestra que gran parte de las muestras examinadas, no carbonizadas,
proceden de la corteza exterior de Pinus sp. El resto, 75 fragmentos, carbonizados y no
carbonizados, pertenece al xilema secundario o madera de cuatro taxones diferentes:
Pinus halepensis (pino carrasco), Pinus nigra subsp. salzmannii (pino negral), Quercus
ilex (encina/carrasca) y Quercus faginea subsp. valentina (quejigo). Sus cuantificaciones y porcentajes se detallan en el cuadro siguiente:
Taxones
Número
Pinus halepensis
9
%
12
Pinus nigra
16
21'30
Quercus ilex
35
46'60
Quercus faginea
15
20
TOTAL
75
100
Este tipo de vestigios, además de aportar datos valiosos sobre la vegetación
circundante en el momento de vida del yacimiento, permiten algunas conjeturas sobre
-203-
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J . JUAN Y R. MARTINEZ
el carácter de su presencia en el mismo. ¿Se trata de restos de material combustible
empleado en los hogares? Los fragmentos carbonizados podrían en cierta forma respaldar esta proposición. ¿O tal vez se trata de restos de posibles construcciones? Los
fragmentos no carbonizados, en cambio, podrían ir en esta dirección. Además, no
habría que descartar la posibilidad de una industria con base en la madera orientada a
la fabricación de utensilios y otros tipos de objetos, tal como revelan los fragmentos
trabajados mencionados con anterioridad. Es cierto que todas estas proposiciones
podrían ser plausibles a la vez, y sólo la excavación del yacimiento permitirá despejar
las incógnitas planteadas.
2. Valoración de conjunto
Empezando por la cerámica, ya hemos visto con anterioridad las características de
la muestra recogida en Fuente Flores: alto grado de fragmentación, mala conservación
y reducido tamaño de los fragmentos (lo que hace que sean pocas las formas reconstruibles, aunque no reconocibles), ausencia de decoraciones, etc. Centrándonos en la
tipología morfológica de los vasos, inducida a partir de los fragmentos que conservan
el borde y una mayor proporción del cuerpo o galbo, el grupo mayoritario en este
yacimiento lo conforman aquellos reéipientes de paredes rectas no determinables en
principio, pudiendo corresponder a vasijas de cuerpo cilíndrico o troncocónico, y de
los que ofrecemos los simples perfiles en la fig. 4. Esta clase de recipientes están bien
documentados desde el Neolítico antiguo, y en contextos del Eneolítico, según J.
Bemabeu (4), parecen ser más abundantes durante las fases inicial y plena.
Más escasos son los vasos de cuerpo globular (fig. 3, núm. 3; fig. 4, núm. 5), formas
catalogables entre las ollas y que tienen claros precedentes en las culturas neolíticas
al
locales (6). Perfiles parecidos - que presenta cuello y borde diferenciado (fig. 4, núm.
5), con seguridad una ollita identificable con el tipo 57 de Bemabeu (6), se reconocen
entre los materiales cerámicos del poblado del Atareó de Belgida (7) y de Les Jovades
de Cocentaina (8); en el primer caso, se trata de un contexto campaniforme, mientras
que en el segundo no hay documentada esta especie cerámica. El anterior autor (9)
señala que las ollas son relativamente escasas durante el Eneolítico inicial y pleno,
cobrando mayor desarrollo en el Horizonte Campaniforme de Transición (H.C.T.) (10).
(4) J. BERNABEU: «El vuo campaniforme en el Pala Valencianooo. 'l'rat..joe Varioe clel Sarvicio cla l nv ..ti¡ac16n Prehiat6rica, núm. 80.
Valencia, 1984.
(6) MARTI: Op•. cit.. nota 2.
(8) BBRNABBU: Op. cit.. nota 4.
(7) M. JORNBT: tePrabiatoria cla B61clda. l. HallazcouneolltiCOIPO. Arc:bivo de Prebiotoria Levantina, 1 (1928). Valencia, 1929, pq.. 91-100,
6¡. 3, núm. 6.
(8) J.IJ. PASCUAL: «te. Jovadw (Coc.ntaina). N - per al'estucli cla1 poblameot - J Itic ala conca clal riu ei'Aicoi». En «El Bneolltico en
al Pala Valanci.-, lnatituto ele B.twlioe Juan Gii·Aibert. Colacci6n Patrimonio. 6. Alicanta, 1888, pq.. 78-87, 11¡. 9.
(8) BBRNABBU: Op. cit.. nota 4, pl¡. 9'7.
(10) Para lao ncient.ao ~tioacionw dal Bnaolítico Valeociat~<~, COftiUlt.ar.
B. PLA. B. MAR'n 1 J . BBRNABBU: «Le Brete clel Pecllepl (Navarrio, Valencia) 1 loe lnlcioe ele la Edad cla1 BtoDC:elt. XVI Con¡:reoo
Naeioul de Azqueolo¡fa (Mwcla.caru,.na, 1982). Zarqou. 1983, plp. 23&-US.
J . BBRNABEU: «EE Bnaolíaco valeDciano: ¿Borizoftte cult;ural o CJODOI6cjco?lo. Bo d i Bneolftico en el Pala Valmc:iano-, ln81ituto c1a
Botudioe Juan OiJ.Albert, Coleceión Patrimonio, 6. Alicanta, 1986, plp. 9-14.
BBRNABBU: Op. cit. nota 4.
-204-
[page-n-205]
FUENTE FLORES
26
Los cuencos, por su parte, no están mal representados en Fuente Flores, habiéndose
podido efectuar la reconstrucción de algunos de ellos (fig. 2, núms. 2, 3 y 4). Todos son
cuencos profundos (IP > 50 cm.), de las variantes hamiesférica y globular, formas muy
extendidas en el espacio y el tiempo que se encuentran desde el Neolítico a la Edad del
Bronce (11).
Un solo fragmento podría corresponder a una escudilla (fig. 3, núm. 8), por su perfil
sencillo y abierto y borde no destacado. Las escudillas, con algunos antecedentes en el
Neolítico inicial, son más bien características de sus etapas finales, constatándose en
la fase Ereta 1 (Neolítico final), perdurando en las fases Ereta 11 y m (Eneolítico
inicial-pleno y H.C.T., respectivamente), aunque rarificándose en la segunda de ellas
(H.C.T.) (12).
Sin embargo, las formas más singulares constatadas en Fuente Flores son las que
corresponden a fuentes y platos (fig. 2, núm. 1; fig. 3, núm. 4). La tendencia observada
desde el Neolítico antiguo y medio es a sustituir los recipientes profundos por los
planos, característica que ya aparece bien documentada durante el Neolítico tmal (13).
Esto conllevará que los grupos dominantes cerámicos en el Eneolítico, en paralelo con
otras áreas peninsulares, sean estos platos, fuentes y escudillas, con sus diversas
variantes, acompañados en mayor o menor medida de cuencos, cazuelas, ollas y orzas
(14), algunos de cuyos tipos ya hemos visto en Fuente Flores. Si bien la tendencia
anteriormente enunciada puede ser reconocida, el repertorio de formas planas, en
especial platos y fuentes, es aún bastante escaso en contextos del Eneolítico valenciano y, por consiguiente, mal conocido en sus aspectos tipológicos, evolutivos y de
filiación. La gran fuente reconstruida en la fig. 1 (al igual que los perfiles núm. 4 de la
fig. 3 y 4 de la fig. 4), tiene pocos paralelos formales directos en nuestro ámbito de
estudio, y sólo de lejos podría emparentarse con alguna de las fuentes o platos del
singular poblado de Les Moreres de Crevillent (15). Aunque presenta un borde que
podríamos considerar engrosado y levemente remarcado al exterior, difícilmente puede paralelizarse con las fuentes de borde engrosado y saliente del anterior yacimiento
de Les Moreres, o con los mismos tipos de vasos documentados en otros contextos del
Eneolítico peninsular, por ejemplo del poblado granadino de los Castillejos de Montefrío (16); asimismo, tampoco ofrece parangón con los tipos 1, 22, 23, 24 ó 25 de
(11) BBRNABEU: Op. cit. nota 4, 1'4· 96.
(12) BBRNABBU: Op. cit. nota 4, "''· 96.
Para la MC:Uencia de la Bntta:
E. PLA, B. MARTI y J. BERNABEU: o.Ereta del Pedrepl (Navarria, Valencia). Campa6u de excavación l97M&'79>o. Noticiario
ArqueolóPco Hlapúúco, 16. Madrid, 1968,
41-68.
PLA. MARTI y BERNABEU: Op. cit. nota 10.
(13) J . BBRNABEU: •lA evolución del Neollrico en el País Valenciano. Aportacionee al tttudio de lu culturu neollticu en el extMmo
occidental del Mtditarrin-. Reviata del rn.tituto de &tudi.. AliC8Jltino., núm. 37. Alicanc., 1962, ~~.. 86-137.
(14) BERNABEU: •El EDeolltico...• , op. cit. nota 10.
(15) A. GONZALBZ PRATS: •El. poblado calcolltico de 1M M.._ en la Sierra de Crevillenta. Alicantao. 81> •El BneoUiico en el Pa.la
ValencianO". lnatituto de Beludioe Juan Gii·Albert. Colección Petrimonio, 5. Alicante. 191!8, P4e. 89-99.
(18) A. ARRIBAS y P. MOLINA: oEI poblado de " Loe Caatillejoe" en 1u Pe6u de loe Gitanoe ( Montefrio, Granade). El corta 1 (campafta de
1971)ot. Cuademoe de Pl'ehíatoria de la Univenidad de Granada. Serie .Monocrifica. 3. Granada, 1117&
A. ARRIBAS y P. MOLINA: •Nuevu aportaciones al inicio de la metalursia en la PeniDaula !Wrica. El poblado de loe Cutlllejoe de
Montafrio (Gtanade)oo. En «1'be Oriaina ot MetaliUlll' in Atlentie Europeo. Dublln, 1979, ~,.. 7-32.
"'P.
-205-
[page-n-206]
26
J . JUAN Y R. MARTINEZ
Bernabeu (17), correspondientes a los pocos platos o fuentes de borde saliente o de
borde engrosado del propio Eneolítico valenciano. Con todo, es innegable que la
tipología de la fuente en consideración responde en su concepto a una idea común con
los casos señalados. Al respecto, Bernabeu se decanta enteramente porque estas
formas cerámicas son indicadoras de contactos o influencias llegadas desde las vecinas
culturas eneolíticas o calcolíticas del Sudeste peninsular (18). Cabría añadir, en
definitiva, que tal vez haya que contar con autóctonos replanteamientos tipológicos de
este tipo de vajilla, que la eñmera base documental actual apenas permite perfilar.
En cuanto a la cronología, las fuentes de borde engrosado y saliente, a tenor de lo
que revela la estratigrafía del poblado de los Castillejos, sería.n significativas en el
marco andaluz de las primeras etapas eneolíticas (cobre antiguo y pleno, según las
denominaciones de la zona), al iniciar su presencia en la fase 111 (pre-campaniforme) y
alcanzar su apogeo en la Fase IV (campaniforme inicial) de dicho poblado (19). Una
cronología parecida, pues, puede suponerse para la aparición y desarrollo de estas
formas cerámicas en el ámbito valenciano, que deben caracterizar de este modo
nuestro Eneolítico inicial y pleno.
Por otro lado, tipológicamente entre las fuentes y las cazuelas se encuentran otros
dos perfiles señalados en la figura 3 (núms. 1 y 7). El núm. 1 corresponde a una vasija
de cuerpo de tendencia troncocónica y lengüeta adosada junto al borde, presentando
éste el labio adelgazado internamente, y donde el arranque de la base puede percibirse
en el extremo inferior de la pared interna. El único paralelo para esta forma lo hemos
encontrado probablemente en el poblado de la Macolla de Villena (donde tampoco se
tiene constancia de cerámica campaniforme), en un vaso de características similares
incluyendo las lengüetas de prensión, pero con éstas perforadas verticalmente (20).
Más problemas presentaría la inclusión del recipiente de Fuente Flores en el tipo 33 de
Bernabeu, referido a las verdaderas cazuelas troncocónicas, con un mayor índice de
profundidad y adscritas únicamente de momento al H.C.T. (21). El fragmento núm. 7,
pese a su reducido tamaño, también podría corresponder a un vaso de paredes troncocónicas (fuente o cazuela?), presentando un borde ligeramente engrosado y con labio
plano. Estas características de engrosamiento y aplanado del labio, da.ndo lugar a una
variante tipológica concreta, se observan en algunas fuentes de cuerpo no carenado
del poblado de los Castillejos, proporcionando algunos perfiles emparentables con el
caso de Fuente Flores (22).
Por último, y en esta consideración de la cerámica, faltaría referirse a un fragmento que, a pesar de su mala conservación, posiblemente pueda corresponder al cuerpo de
un vaso carenado (fig. 4, núm. 11). Este tipo de vasos empieza a documentarse desde las
(11) BBRNABBU: Op. cit. nota •·
(18) BBRNABBU: •El BMOiltico..Jt, op. cit. nota 10, pq. 18.
(19) ARRIBAS y MOUNA: Op. cit. nota 16, 1979.
(20) J . M. SOLER: «El EMOiltleo ea Vill-. Depertamento de Hiatoria Anticua de la Univenídad de Valencia,
Valeroeia. 1981, pq.. l..Sl, 61. 12. nW... l .
.
(21) BERNABBU: 0p. eit. nota • · pq. 96.
(22) ARIUBAS y MOUNA: Op. cit. nota 16, U178, pq. 90 y 61. 76, núm&. 677 y 680.
-206-
s.n. Arqueolócic:a. 7.
[page-n-207]
FUENTE FLORES
27
primeras fases del Neolítico final, formando con las escudillas en calota el binomio
más típico de la producción cerámica de este estadio cultural y estando presentes
durante todo su desarrollo (23); su perduración en el Eneolítico es segura, prefigurando desde aquí, con las especies campaniformes del H.C.T., las características formas
del Bronce valenciano (24). En claros contextos pre-campaniformes del Neo-eneolítico
valenciano, encontramos vasos con carena insinuada en el poblado de Les Jovades
(25), y con carena bien marcada en el de Les Moreres (26); asimismo, hay algún
ejemplar documentado en el poblado de la Casa de Lara de Villena (27), aunque las
peculiares características de este yacimiento impiden una exacta fijación cultural.
Extrapolando un poco los datos, en los Castillejos de Montefrío aparecen los vasos
carenados en la Fase III (Cobre antiguo), en forma de finos vasitos con carena baja que
recuerdan a las idénticas tacitas de Les Moreres y a otras similares con decoración
esgrafiada de los primeros momentos del Neolítico final valenciano (28). Todo parece
indicar, pues, que los vasos carenados, introducidos y desarrollados en el neolítico
final, perdurarán con mayor o menor entidad durante todo el Eneolítico, volviendo a
cobrar una marcada significación, como ya hemos apuntado, en el Bronce valenciano.
Pasando al apartado de la industria lítica, poco es lo que puede decirse respecto de
los escasos vestigios de piedra pulida encontrados en Fuente Flores, si no es que
hachas y azuelas fabricadas en esta tecnología constituyen prácticamente una constante en todos los yacimientos valencianos y peninsulares desde los inicios del Neolítico hasta la generalización del metal.
Por lo que se refiere a la piedra tallada, y especialmente al utillaje, en Fuente
Flores, al igual que en el resto de las estaciones valencianas equiparables, las puntas
de flecha y las hojas y hojitas retocadas se muestra.n como los grupos tipológicos
dominantes. Un dato remarcable para las puntas de flecha es el predominio de los tipos
que podemos considerar simples (foliformes y romboidales) y la ausencia de las formas
con pedúnculo y aletas bien marcadas. Por lo que sabemos de algunas notas publicadas sobre la secuencia de la Ereta del Pedregal (29) y los estudios en materia lítica
actualmente en curso para este yacimiento, la generalización aquí de las puntas con
pedúnculo y aletas tiene efecto en las fases más avanzadas (EP-ill), correspondientes a
momentos claramente campa.niformes; este mismo hecho ha sido observado en otras
áreas peninsulares (30). En relación con la fabricación de las puntas de flecha y el
reavivado de los bordes cortantes de determinadas hojas y hojitas, hay que señalar la
importancia adquirida ahora por el retoque plano, prácticamente ausente en las
(23) BERNABEU: Op. cit. nota 13.
(24) BERNABBU: Op. cit. nota <1, pq. 96.
(2&) PASCUAL: Op. cit. nota 8, flr. 9.
(26) GONZALÉZ PRATS: Op. ciL nota 15, (tlf. 1, n úma. 2 y 6.
(27) J. M. SOLER: •La Cua de Lata. ViU.O. (Alic:enta). Pobleclo de llanura con cerámica eU'di&JJo. Saitabi. XI. valencia. 1961, pq.. 193-200,
Um. l.
(28) BERNABBU: Op. clt. nota 13.
(29) D. FLSTCHBR. B. PLA y E. A. LLOBREGAT: oLa Ereta del Pednpl (Navarn... Valencia)o. &
.U. Madrid, les..
(30) A. CAVA! •La lnduatria lítica en 1 cl61mmeo del Pala Vuco meridional•. Veleia. l . Vitoria. 1964, p4ip. 111·145.
..
- 207-
[page-n-208]
28
J . JUAN Y R. MARTINEZ
primeras etapas neolíticas (31). También en relación con las puntas de flecha hay que
considerar el buen porcentaje de las que hemos denominado piezas bifaces, probables
esbozos de aquéllas en su proceso de elaboración. Piezas de estas características, poco
valoradas en su conjunto y hasta cierto punto habiendo pasado desapercibidas, existen
en mayor o menor proporción en todos los yacimientos de superficie del Neo-eneolítico
valenciano; han sido determinadas, además de en la Ereta -donde aparecen en
grandes cantidades-, en el poblado del Puntal sobre la Rambla Castellarda de Llíria
(32) y en Les Jovades (33), y pueden reconocerse en las ilustraciones de reseñas de
yacimientos como la Font de la Carrasca de Cuila (34), Cova Roja de Benassal (35) y el
poblado de la Macolla de Villena (36), entre otros.
Otra peculiaridad observable en el utillaje de Fuente Flores, teniendo en cuenta lo ·
reducido de la muestra, es la presencia de algunas típicas piezas de lo que puede
considerarse como el sustrato industrial (raspadores sobre lasca, buril, hojita de
dorso), poco o nada frecuentes en las fases iniciales del Neolítico . (37). Es todavía
prematuro pronunciarse sobre el real significado de estas «pervivencias», en términos
de valorar el peso de la tradición epipaleolítica, ligado al tema de la dualidad cultural
observada en los comienzos del Neolítico, etc., dado que todo ello, como antes hemos
apuntado, se encuentra en una fase inicial de estudio. Menos problemas de interpretación plantean las piezas adscribibles al infrasustrato (muescas y denticulados, astillados ...), abundantes en todos los yacimientos de superficie, y cuya fuerte proporción
también aquí - relativamente hablando-, cabría atribuir en parte y del mismo modo a
las propias características ñsicas del emplazamiento.
Otro aspecto a destacar en Fuente Flores es la ausencia de microlitos geométricos
y de grandes truncaduras sobre hoja, más o menos presentes en yacimientos del mismo
tipo (Ereta, Les Jovades, Font dé la Carrasca). Ello ha de deberse más que a particularidades de índole cultural, a las propias circunstancias de recuperación de los materiales. Finalmente, la existencia de piezas talladas en otras materias distintas al sílex,
principalmente cuarcitas, es un hecho bastante corriente en contextos neo-eneolíticos,
habiendo sido también citadas en yacimientos como Rambla Castellarda, Cova Roja o
la Macolla.
En cuanto al hueso trabajado, la muestra de esta industria recogida en Fuente
Flores ofrece una buena visión de lo que parece ser la tónica general en los yacimientos de esta etapa: en primer lugar, la pérdida de la variedad tipológica que caracterizaba al Neolítico, especialmente a sus fases más antiguas (38), y tanto en útiles como en
(81) ~. JUAN-CABANU.LBS: •Eiutill.,;e neolítico en lfie:r del litoral medlterrineo peniMUIU'It. Papel.. dal Laboratorio da Arqueolocfa de
Valencla.sa.u.ntum. 18. Valencia, 1984, p6p. $102.
·
(82) ~. APARICIO, J. V. MARTINBZ y J. SAN VALERO: •El Puntal oobn la Rambla Caotellarda y al poblamiento aneolftico en la fteción
Valenclan». Saite.bi, XXVU. Valencia, 1977,
37-62.
(38) PASCUAL: Op. cit. nota 8.
(34) A. GONZALBZ PRATS; •81 pobladn calcol!tico da la Fout da la Carruca (Cuila, Cutellón)t. Archivo de Prehiatoria Levantina, XVI.
Valencia, 1981, p6p. 1·1·168.
(36) A. GONZALBZ PRATS: «Carta Arq.-Jócjca del Alto~- Tra.,.¡a. Varia. da1 Sarvic:in da Inveotipclón Prehiat6rica. nllm. &s.
Valancia, um. """- »U. •
(88) SOLBR: Op. cit. DOta 20.
(87) JUAN.CABANILL88: Op. cit. DOta 31.
(38) VENTO: 0p. cit. nota 8.
""o.
-208-
[page-n-209]
FUENTE FLORES
29
elementos de adorno; en segundo lugar, y en relación con lo anterior, la práctica
reducción de la manufactura a un grupo de utensilios muy precisos como son los
punzones. Ciertamente, este tipo de piezas son las predominantes en Fuente Flores, y
otro tanto ocurre por lo que sabemos en la Ereta del Pedregal y yacimientos afines. Si
la mayor parte de punzones de Fuente Flores pueden ser catalogados como «útiles» en
su sentido funcional, hay algunos de ellos que podrían entrar en la categoría de los
«adornoS)), Se trata, por una parte, del punzón elaborado sobre metapodio de ovicáprido conservando la epífisis (.fig. 11, núm. 1), tipo muy bien documentado en el Neolítico
y que, en opinión de E. Vento, en base a las particulares características técnicas de
estas piezas y a ciertas constataciones etnográficas, cabría considerar como pasadores,
es decir, agujas de adorno para el cabello (39). De todas maneras, es cierto que no debe
descartarse su polivalencia funcional. Por otra parte, habría el pequeño fragmento
proximal de punzón de sección plana (.fig. 11, núm. 4), clasificable entre los alfileres o
varillas aplanadas que tanta significación revisten en los ajuares de las cuevas
sepulcrales, y cuya funcionalidad sería idéntica a la de los pasadores (40). Volviendo al
tema de los punzones sobre metapodios de ovicápridos, como hemos dicho uno de los
elementos típicos de la industria ósea neolítica, hay que señalar que en esta variedad
están escasamente representados en la Ereta del Pedregal, siendo característicos en
este yacimiento los punzones elaborados sobre tibias y húmeros de conejo que, según
Pla, Martí y Bernabeu, parecen reemplazar a los primeros, invirtiéndose la relación
existente en los yacimientos neolíticos (41). No podemos actualmente pronunciarnos
sobre la generalidad de este hecho, por lo que parece bien patente en la Ereta, puesto
que los punzones sobre tibia de conejo están ausentes en la serie de Fuente Flores, y
tal vez haya que considerar en estas valoraciones las reales disponibilidades y uso de
la materia prima en base a la ecuación fauna constatada-partes seleccionadas para su
transformación según los distintos yacimientos. Fuera de los punzones, el otro tipo
constatado en Fuente Flores corresponde a un fragmento de pieza fusiforme, fabricada
sobre asta de ciervo, que en la bibliografía ha recibido también la denominación de
espátula. Estas piezas son escasas en la industria ósea específicamente neolítica (42), y
su aparición parece ir ligada a momentos avanzados de la etapa; el que se encuentren
abundantemente en la Ereta podría confirmar esta apreciación, así como el que su
generalización sea prácticamente eneolítica.
·
Para finalizar esta valoración de los materiales, habría que referirse a los interesantes hallazgos efectuados en Fuente flores de algunos objetos trabajados en madera
(fig. 11, núms. 7 y 8), cuya interpretación se nos escapa de momento; interesantes por
su excepcionalidad en nuestro ámbito de estudio e incluso el propio peninsular. Tal
(39) V!NTO: Op. ciL nota 8, pq. 68.
(40) J. R. OARCIA DEL TORO: •..Aa llamadu varillu ele hue10 de loa enternmientoe humano. colectivo. del flneol!tico del Levante
l
~1: Tipolorfa .-fo*:nica e hipótMia runcio.W.. Ell •El BneoUtico en el Pals ValendaDOIO, 1..-tituto de s.tudio4l Juan Gil·Albert.
Colecci6n Patrimonio. 5. Alicante, U186, ¡Mlp. 167·164.
(41) PLA, MAR1'1 y BERNABBU: Op. cit. note 12. 11183. p4c. 156.
(42) VBI>ITO: Op. cit. note 3.
-209-
[page-n-210]
30
J . JUAN Y R. MARTINEZ
vez, la progresiva disminución del volumen y la diversidad del material óseo observada
en el transcurso del Neolítico esté en relación, como ya ha sido muchas veces
apuntado (43), con la sustitución del hueso por la madera en la manufactura de útiles y
otros implementos de. ajuar doméstico. Las peculiares características de Fuente
l
Flores han permitido la conservación además de los objetos trabajados de numerosos
restos de materia vegetal. Es por esto que la necesaria excavación del yacimiento
puede proporcionar en el futuro una inestimable información sobre el carácter de la
aludida sustitución de materias primas y su real significado.
IV. LAS EVIDENCIAS ECONOMICAS: LOS RESTOS DE FAUNA
Una parte muy significativa de los testimonios arqueológicos proporcionados por
Fuente Flores la representan los restos faunísticos correspondientes tanto a especies
domésticas como salvajes. La entidad de la muestra, así como la relativa escasez de
datos que poseemos sobre la economía en general de las poblaciones neo-eneolíticas,
ha hecho que hayamos dedicado un apartado específico a su estudio y valoración.
1. Características de la muestra
Un total de 1.123 restos óseos componen la muestra estudiada. De ellos, 588 han
sido identificados, lo que representa un 52'5 % del total; el resto son pequeñas astillas
de diáfisis producidas en muchos casos en el momento de la exhumación.
Los criterios biométricos empleados son los propuestos por A.V.D. Driesch (44). Los
trabajos que hemos seguido para la determinación de las edades por el desgaste dental,
así como otros aspectos metodológicos serán expuestos más adelante.
En el cuadro general de la página siguiente damos cuenta del número de especies
identificadas y su distribución según el número de restos (N.R.), número mínimo de
individuos (N.M.I.) y peso expresado en gramos (P.).
2. Análisis de los restos óseos: estudio de las especies
En este apartado .pasamos a analizar los restos óseos distribuidos por especies y
partes corporales. Hemos cuantificado asimismo los restos que muestran algún tipo de
señales, sean de origen antrópico: incisiones de descarnado y despiece (1) y marcas de
fractura directa (F), o animal representadas por los distintos tipos de señales que los
carnívoros imprimen tras el roído de los huesos (C). La base metodológica empleada
procede del trabajo de M. Pérez Ripoll sobre las marcas de carnicería en los restos
óseos (45).
(43) B. MARTl, V. PASCUAL. M. D. GAU.ART, P. LOPEZ. M.. PEREZ. J . D. ACU~A y F. ROBLES: orCova dai'Or (Bu.~, Alicallte).
Vol. U... Trat..jo. Varioe del Servicio de Jnv..U.aci6n Prehiotórica, núm. 86. Velencia. 1980, p¿l. 140.
VBNTO: 0p. clL note 3, pq. 81.
(..) A. V. D. DRIBSCH: «A Guicla to tha ........--t olammal boDe& from arehaeolocfcallitee>o. Peaboct7 MUMWD or Arcbaeoloo and
Bthnoloo. Hardvanl Univerlity, 111'76.
(46) M. PBRBZ RIPOLL: •Evolución de le f'aUDa prehiat&ica et1 el Medíterrineo •patool. Metocloloa{a. tknicu de troc:Mdo y au
Ílltel'pr.caclón arqueolcSclca>o. Teoia Docto1"8l (io4dite). ValeDcla. 1981.
-210-
[page-n-211]
FUENTE FLORBS
Especie
NR
31
%
NMI
8
(3)
(2}
4
6
2
20
p
%
15'6
781
2'7
7'8
11"7
3'9
39'2
3.228
690
11'1
2'3
4.723
16'1
%
Ovicápridos indeterminados
Ovis Aries
Capra Hircus
Bos Taurus
Sus Domesticus
Canis Familiaris
TOTAL DOMESTICOS
53
8
226
11'7
4'5
0'8
10'8
9
1'3
38'1
Equus Caballus
195
33'1
7
13'7
13.811
47'9
Cervus Elaphus
Bos Primigenius
Orictolagus Cuniculus
Sus Scropha
Linx Pardina
Aves indeterminadas
Capreolus Capreolus
Felis Silvestris
Lepus Capensis
Emys Orvicularis
TOTAL SILVESTRES
100
30
18
9
3
3
2
1
1
1
168
17
5'1
1'3
1'5
0'5
0'5
0'3
0'1
0'1
0'1
26'5
6
3
6
2
1
2
1
1
1
1
24
11'7
5'8
11'7
3'9
1'9
3'9
1'9
1'9
1'9
1'9
32'8
5.398
4.352
27
386
18
22
77
8
1
2
10.291
18'7
15
TOTAL ABSOLUTO
588
69
27
5
64
24
1'3
0'2
35'2
28.825
2.1. El caballo (Equus caballus)
En el cuadro siguiente mostramos la repartición de los restos de esta especie por
partes corporales:
NR
Cráneo
Maxilar
Mandíbula
Dientes ais.
Vértebras
Costillas
Escápula
Húmero
Radio
Ulna
5
4
5
35
10
10
4
10
14
8
-211 -
l
F
e
1
1
4
5
2
2
1
2
5
[page-n-212]
J . JUAN Y R. MARTINEZ
NR
Carpo
Metacarpo
Pelvis
Fémur
Tibia
Pátela
Tarso
Metatarso
Astrágalo
Calcáneo
Sesamoideos
Falanges
6
10
8
12
9
2
3
9
5
5
3
18
TOTAL
195
1
F
2
1
1
2
1
1
1
e
2
1
7
1
1
2
19
7
20
El estudio de las edades de muerte (46) de los caballos de Fuente Flores aporta los
siguientes datos:
- potros (menos de dos años): 3 individuos.
- juveniles (de dos a cinco años): 1 individuo.
- adultos (de cinco a diez años): 2 individuos.
- seniles (mayores de diez años): 1 individuo.
El consumo de 4 individuos subadultos insinúa una utilización de los caballos como
fuente de alimentación sin que, a su vez, puedan descartarse otros empleos secundarios.
Las señales de carnicería halladas en el 9'7 % de sus restos apoyan la afirmación de
este consumo de caballos.
Las características físicas de los caballos de Fuente Flores serían similares a las de
otros yacimientos coetáneos del Sur y Este de la Pen.í.n sula, su altura media a la cruz
(47) es de 140'3 cm., talla inferior a la de los ejemplares de Zambujal (48) y por encima
de la media obtenida en Cerro de la Encina (49). Al igual que en este yacimiento, los
caballos de Fuente Flores muestran unas extremidades gráciles adaptadas a los suelos
endurecidos.
wa
(46) Sec6n cri~oe -plee®e por J . ALTUNA en ocliiatoria de la dom•dcaci6n en el Paú V-=o: <~.de
or{cen• a la Romanbac:iónot.
Munibe. 82. San SebutUn, 11180, pq.. 9-188.
(41) Para ello '-ce utlllsado toe lactar. de Ki......Jter, aplicowloe a doe ~ y un -tano courtadoe en w loacltud total.
(48) J . BOBSSNBCB 1 A. V. D. DIUBSCH: occ - do Zambujal díe lalln&Jt. SWdien Uber PruM Tierboeheal\mde YOD der n..n.chen
HalbUwel. 11. MIIIICbe. 1978.
(48) A. V. D. DIUBSCH: Ap6ndice 1 a dxcavaeiooee .., el poblado de la Edad del Bronc. del Ceno de la Encina. Monacbil, Grau.da>t.
Bxeavadotl• Arquaolótku en Bepda. 81. Madrid. 1974, pq.. 161·167.
-212-
[page-n-213]
FUENTE FLORES
88
OSTEOMETRIA.
Cráneo
Anchura máxima cóndilos occipitales: 75
Anchura máxima foramen Magnun:
33
Altura máxima foramen Magnun:
28'6
Maxilar
LP2P4:
LM1M3:
LPrP2
LPrPS:
LPrP4:
LPrMl:
LPrM2:
LPrM3:
84
69'7
7'7
10'7
11'7
10'3
11'8
+
70
12'8
12'3
11'2
11'6
++
D:
Mandíbula
LP2P4:
74'2
30
27
Molares Sup.
L:
A:
LPr:
+++
P3
28'6
24'4
14
D:
11
10'9
12'8
P4
27'4
26'6
12'2
++
++
P4
26'6
25
P2
24
23
++
++
Molares lnf.
83'6
L:
A:
++
Escápula
LP: 85'3
LS: 53'5
AS:
82'8
49'3
46
M1-2
22'2
13
M3
29'3
11'2
P2
30'2
14'3
M3
32'9
11'6
M2
24'8
13'2
M3
28'6
11'4
D:
D:
++
+
+
+
+
+
Atlas
Anchura Sup. Art. Cr.: 85'6
Anchura Sup. Art. Cau.:
80'7
80
79'3
71
67
81
71'8
76'6
70'3
67'4
72'4
76'5
46'4
40
Húmero
Ad:
AT:
Radio
Ap:
AS:
Ad:
Ulna
EmO:
EPA:
APC:
73
71'6
71'4
68'2
77'7
68'2
70'4
57'4
41'6
63
73'2
68
70'2
74
65'7
72
76'3
73'7
78'6
69'6
73'6
66'3
67
47'8
63'4
42'3
40'6
58'8
38'4
-213-
76'6
68'8
71'6
[page-n-214]
J . JUAN Y R. MARTINEZ
34
Pelvis
LA:
Sexo:
53'4
e;;
57
57'1
55'2
~
~
e!
Fémur
50'6 57'8
EC:
Ad: (83)
Tibia
(360)
LM:
Ap:
82'5
89
62'7
Ad:
63
AmD:
37'7
Calcáneo
108'2
LM:
62
AM:
Metacarpo
LM:
Ap:
Ad:
AmD:
50
54'4
53
43'6
c1
61
(85)
Astrágalo
HM:
AM:
LmT:
ASD:
67
Pátela
LM:
AM:
97'9
46
54'7
e!
46'3
48
49'4
43'3
30
267
46
45
A
82
50'9
32
42
42'8
51
43'3
45'9
54'2
56'5
63'6
48'1
220
44'6
42'8
29'1
215
44'8
42'3
64'1
53'2
69
68'6
28'4
Metatarso
LM:
Ap:
Ad:
45'4
Falange 1
p
LM:
70
Ap:
47'4
AmD: 29'7
Ad:
37'1
Falange 1I
LM: 46'4
Ap:
50'3
AmD: 41
44'8
Ad:
64'9
58'7
67'8
49
43'8
30'6
(42)
p
71'7
46'8
31
38'8
44'3
43'2
36
38'7
p
p
80'3
78
73
48'7
49
48'6
32'9
29'9
30
44'4
39'6
39'4
Falange Ill
LM: 57'2 69'8
71'4
AM: 70
HP: 40
41
LD: 50
51'4
A
-214-
A
A
A
77'6
63'8
35'6
43'9
77'8
49
33'2
41'2
72'6
46'8
30'9
40
37'8
50
50'5
50'2
49'2
[page-n-215]
FUENTE FLORES
86
2.2. Los ovicápridos
La repartición de sus restos por partes corporales es la siguiente:
NR
Mandíbula
Dientes
Vértebras
Costillas
Escápula
Húmero
Radio
Pelvis
Fémur
Tibia
e
F
5
39
TOTAL
1
1
12
2
1
2
1
1
1
1
1
1
5
1
1
69
2
4
Por el estudio del desgaste dental (50) hemos constatado la presencia de 8 individuos que fueron sacrificados con las siguientes edades:
1 neonato.
1 con 15-18 meses.
6 adultos.
OSTEOMETRIA.
Mandíbula
LM1M3:
HaM1:
Tibia
Ap:
48'6
22
46'2
19'7
Molares aislados
LM3:
23'3
AM3:
8'5
22
7'5
21'7
7'8
23'8
8'4
39
(60) J . M. BWBANK. O. W. PH.ILIPSON 7 B. D. WRITBHOUSB: oSbeep io che hoo Ace: a methocl ot •tucly•. Proceecliop ot che Prehíatoric
Soc:lety. 30, 1186, P4s- 42S-4218.
-21 5 -
[page-n-216]
J . JUAN Y R. MARTINEZ
36
2.3. La oveja (Ovis aries)
La repartición de restos distribuidos por partes corporales es la siguiente:
NR
Vértebras
Escápula
Húmero
Radio
Ulna
Metacarpo
Fémur
Tibia
Metatarso
Astrágalo
Calcáneo
Falanges
1
3
3
1
3
1
4
2
1
1
5
TOTAL
27
1
F
e
1
2
3
1
1
1
6
La escasez de restos impide cualquier tipo de consideración acerca de las características específicas de estas ovejas; no obstante, sus medidas coinciden con las de
ejemplares contemporáneos de otros yacimientos.
2.4. La cabra (Capra hircus)
Sus restos son menos frecuentes que los de la oveja, tal y como se observa en el
cuadro inferior.
NR
Cuerno
Radio
Metacarpo
Astrágalo
1
1
1
2
TOTAL
5
-216 -
1
F
e
1
1
2
[page-n-217]
FUENTE FLORES
OSTEOMETRIA.
Clavija córnea
DMB:
DmB:
S7
Astrágalo
23'7
LML:
LMm:
EL:
Ad:
17'8
28'2
26'1
15'6
19
2.5. El ciervo (Cervus elaphus)
El ciervo es la tercera especie en cuanto a número de restos. Su distribución según
partes corporales es la siguiente:
NR
Cráneo
Cuerno
Mandibula
Dientes
Vértebras
Costillas
Escápulas
Húmero
Radio
Ulna
Carpo
Metacarpo
Fémur
Tibia
Tarso
Metatarso
Astrágalo
Calcáneo
Falanges
TOTAL
1
2
2
3
F
e
2
9
4
4
10
10
7
1
2
5
1
3
1
3
2
2
1
3
6
1
1
3
10
3
8
2
3
2
3
2
1
2
10
100
2
3
15
7
16
Respecto a las edades de muerte en esta especie, hemos aislado 5 individuos, 4 de
ellos con desgaste medio en los tres prismas del M3, es decir, adultos y otro ejemplar
subadulto de una edad aproximada de tres a.ños.
2.6. Los bóvidos (Bos taurus y Bos primigenius)
La di.s tinción entre los bóvidos domésticos y su agriotipo silvestre realizable sobre
criterios biométricos, pierde fiabilidad en muestras de escasos restos. Como ése es
- 217 -
[page-n-218]
J . JUAN y R. MAR1'INEZ
38
nuestro caso y ante la posibilidad de la existencia en el poblado de animales castrados
de grari tamaño, hemos clasificado como pertenecientes a uros aquellos restos que
superaban ampliamente las medidas de los bueyes de otros yacimientos contemporáneos.
A continuación mostramos la distribución de restos en ambas especies:
Bos taurus
NR
Cuerno
Maxilar
Mandíbula
Dientes
Vértebras
Costillas
Escápula
Húmero
Radio
Ulna
Carpo
Metacarpo
Pelvis
Fémur
Pátela
Metatarso
Astrágalo
Calcáneo
Falanges
1
Bos primigenius
e
F
NR
F
e
1
1
2
1
1
1
16
7
10
1
2
4
1
1
2
2
1
6
5
1
58
1
3
1
1
1
1
1
1
1
1
1
2
2
1
5
TOTAL
1
1
2
2
1
2
1
1
1
1
1
4
2
3
4
30
2
4
2
Sabemos de la muerte (51) de 4 bóvidos domésticos con las siguientes edades: 1
individuo de 18 meses, 2 adultos y otro de edad muy avanzada. La osteometría de sus
restos es la que se muestra a continuación.
OSTEOMETRIA de Bos taurus.
Cuerno
DMB:
DmB:
CB:
Mandíbula
33'3
30'9
LP2P4:
HaM1:
LM3:
AM3:
100
(51) ALTUNA: 0p. cit..
DOta
(51)
39'7
40
15'4
44.
-218 -
35
15'7
[page-n-219]
FUENTE FLORES
Escápula
39
Radio
80'7
66'2
60'8
Metacarpo
Ad:
AP:
AS:
Ad:
52'3
LMP:
LS:
AS:
Metatarso
Ad:
Astrágalo
69'8
64'6
39'8
46'3
LML:
Ap:
EL:
Ad:
Falange 11
LM:
Ap:
77'4
57
59'4
64'2
49
Calcáneo
LM:
64
58'6
35'4
40'2
(40)
AM:
Falange 1
40
32'5
27'3
29'2
AmD:
Ad:
37'4
28'2
23
24'3
36'1
28'3
24'3
31'2
38'2
32
LMPe:
Ap:
26'6
Ad:
52
26'2
20'6
24'6
AmD:
Respecto a Bos primigenius, conocemos la edad de muerte de tres individuos, dos
adultos con desgaste medio en el M3 superior y otro con desgaste pronunciado en este
mismo molar que pertenecería a un ejemplar de más edad. Los restos medibles del uro
son los siguientes:
OSTEOMETRIA de Bos primigenius.
Maxilar
Mandíbula
LP2P4:
63'6
LM3:
LM1M3: 92
(87)
AM3:
46
18
Epistropheus
A. Sup. Art. Craneal:
A. Min. cuerpo Vert.:
Húmero
Ad:
AT:
Metacarpo
Ad:
93'6
50
110
106
60
Ulna
111'5
102'4
EmO:
EPA:
Pelvis
76'8
97
Metatarso
75
LM:
Ap:
Ad:
117
275
64'3
74'1
LA:
Pátela
LM:
AM:
101'2
(77)
(62)
- 219-
... .
86'9
[page-n-220]
J . JUAN Y R. MARTINEZ
40
Falange 1
LMPe:
Ap:
Ad:
AmD:
67'4
32
30'7
27'5
Falange I1 .
LM:
48'4
Ap:
40'4
Ad:
38'7
AmD:
31'8
70'2
40'9
33'7
34
Falange III
LDS:
(86)
(63)
Ldo:
Restos de uro aparecen en la mayor parte de los yacimientos en que hemos basado
nuestras comparaciones. A partir de la longitud de un metatarso hemos calculado la
altura a la cruz de un ejemplar de Fuente Flores (52), obteniendo una talla de 1'52 m. a
la cruz, alzada similar o incluso superior a la de otros uros postglaciares como el
publicado por Altuna (53) hallado en la sierra del Gibujo que, siendo de sexo d' como
el nuestro, dio una altura a la cruz de 1'48 m.
2. 7. Los suidos (Sus domesticus
y
Sus scropha)
A continuación mostramos la repartición de restos en ambas especies:
Bos domesticus
NR
Cráneo
Maxilar
Mandíbula
Dientes
Vértebras
Costillas
Escápula
Húmero
Radio
Metacarpo
Fémur
Tibia
Calcáneo
Falanges
4
5
2
19
2
7
4
3
TOTAL
53
1
F
Sus scropha
e
NR
1
F
1
e
1
1
2
1
1
1
1
1
3
1
2
2
1
2
1
2
1
1
2
1
5
9
3
2
2
3
(62) t. altura ha licio calcul..sa -pleudo lo. Cactores CS. Foclt y Matolcsi.
(58) J. ALTUNA: •Hallaqo CS. un Uro (Bo. ~) ..,la Siena del Gib.Qo (Aiava). Betudio CS. eu eequeleto y
IIÚimOIO. N:uDiM. 211. San S.budú, 1974, pq.. 27-61.
-220-
[page-n-221]
FUBNTB FLORES
41
Respecto a las edades de muerte tenemos datos acerca del consumo de un individuo
naonato, uno de un año, un tercero de 19-23 meses, dos adultos y un senil (54}. En lo que
se refieré a los jabalíes, sabemos de la muerte de un ejemplar adulto macho por el
hallazgo de un canino superior de gran tamaño. Asimismo, dieron muerte a un
ejemplar de dos años.
OSTEOMETRIA de los suidos.
Sus domesticus.
Maxilar
LM1M3: 69'6
34'6
LM3:
AM3:
20
Mand!bula
LM3:
30
AM3:
15
Mewcarpo IV
Ap:
12'6
35
36'8
20
33'3
17'3
Escápula
Tibia
AmC:
26
Ad:
Falange 1
LMPe:
Ap:
42'4
49'4
40
(31'5)
19'8
14'8
18'1
Ad:
AT:
14'8
23
40'5
AmD:
Sus scropha.
Húmero
Ad.
:
53
AmD:
Fémur
Ap:
Ad.
:
Radio
(79}
Ap:
(37)
(53)
2.8. El perro (Canis familiaris).
Ocho restos de perro se han recogido en el yacimiento, corresponden a un mínimo
de dos individuos, uno adulto y otro que falleció antes de cumplir los· ocho meses
(metacarpo con la epífisis distal no fusionada) (55). Estos restos son: un fragmento de
cráneo, uno de mandt'bula, dos caninos, un húmero, dos metatarsos y un metaéarpo.
Los restos mensurables son los siguientes:
Mand!bula
Húmero
Metlltarso
11
V
LM1:
20'6
Ap:
23'5
LM:
58'9
48
AM1:
7'7
Dp:
31'3
(54) ALTUNA: Op. cit. nota 46.
(56) J. A. StLVER: •La determinación de la edad en lee animalM dom"tiCOP. En •Ciencia en Arc¡ueolosfa•. Madrid, 1980, P'¡a. 289-307.
- 221-
[page-n-222]
J . JUAN Y R. MARTINEZ
Corresponden a ejemplares de tamaño mediano.pequeño similares a los de Cova de
l'Or (56) o Cabezo Redondo (57).
2.9. El conejo (Orictolagus cuniculus).
Su distribución de restos es la que a continuación mostramos:
NR
Mandt'bula
Escápula
Húmero
Ulna
Pelvis
Fémur
Tibia
Metatarso
Calcáneo
1
2
1
7
1
3
1
1
TOTAL
18
1
Los restos medibles son los siguientes:
Mandíbula
LP2M3:
Húmero
14
Ulna
9'2
Ad:
EPA:
APC:
Escápula
5'5
LMP:
7'7
LS:
8'4
7'3
7'6
4'9
AS:
AmC:
Pelvis
LA:
AA:
7
6'8
7'2
7'2
8'4
7'6
Tibia
LM:
Ap:
Ad:
90
14'8
11'5
10'4
11'5
7'4
7'8
8
8'4
7'6
7'7
6'6
7'7
Fémur
Calcáneo
LM:
81'8
LM:
Ap:
13'6
13'2
Ad:
22'5
(56) M. PBRBZ RJPOLL: odA fauna dt V'enebndoe». Bn MARTI a alii: Op. cit. nota 48, pq.. l!IS-2116.
(&7) A. V. D. DRIBSCH 1 J . BOBSSNE<' • : • Die Feuna cle8 Cabezo R.clondo bei Villena, Alic:ant .. Studien Uber FNbe Tied mocbenlunde
Yon der lberi8cheD HalbiJ.el, l. Munchm. 1969.
·
- 222 -
[page-n-223]
FUENTE FLORES
2.10. Otras especies.
A continuación, enumeraremos los restos de las especies que cuentan con una
menor representación numérica.
El corzo (Capreolus capreolus): Cuerna derecha que muestra mordeduras de canúvoro en su extremo distal, por debajo de la roseta, en la zona de unión con el cráneo y
un fragmento proximal de radio no medible.
La liebre (Lepus capensis): Fragmento de escápula con las siguientes medidas:
LP: 10
LS: 9
AS: 9'1
AmC: 5'2
Se trata de un ejemplar de pequeño tamaño. La identificación de este resto como
perteneciente a liebre se ha hecho en base tanto a criterios morfológicos como
biométricos.
El lince (Linx pardina): Metatarso IV, calcáneo y ulna transformada en punzón.
Solamente el calcáneo ha resultado medible:
LM: 49
AM: 21'1
Él gato montés (Felis silvestris): Un húmero de las siguientes medidas:
LM: 101'1
Ap: 16'6
Ad: 19'6
AmD: 7
Este resto muestra finas incisiones en la porción superior de la diáfisis a ambos
lados de la línea tricipital y en la zona de inserción del músculo tríceps braquial. Esta
precisa loc.alización en zonas de inserción muscular, así como las características de las
incisiones: cortas, paralelas y de sentido oblicuo, sugieren un descarnado del hueso en
clara relación con el consumo del animal.
El galápago europeo (Emys orbicularis): Fragmento de caparazón óseo correspondiente a los escudos proneural y periferal.
Asimismo, han aparecido tres restos. de aves que por no conservar las epífisis no
han podido ser identificados.
8. Las bases de subsistencia de origen animal en Fuente Flores
El hecho de que la muestra de restos que presentamos no proceda de una excava. ción en extensión nos obliga a tomar con ciertas reservas cualquier tipo de interpretación que sobre las bases de subsistencia del poblado podamos avanzar. Ello porque no
podemos negar la posibilidad de que existiera en el yacimiento una dispersión diferencial de restos óseos para alguna especie, tal y como en el Cerro de la Encina (58) se
(58) DRIESCH: Op. c:it. nota 49.
-223-
[page-n-224]
J. JUAN Y R. MARTINEZ
observó con los restos de caballo, y que ·como consecuencia valoremos excesivamente
la importancia de un dete~ado animal. No obstante, el número de restos identificados, así como la peculiaridad de la muestra nos animan a arriesgar algunas afirmaciones.
Para ello nos basaremos en el peso de los huesos, como elemento más representativo de la biomasa animal, en las edades de muerte y en las señales de origen antrópico
presentes en los huesos cuyos porcentajes mostramos a continuación (59).
lncisionu de
carnicer(a %
Caballo
Ciervo
Uro
Bóvidos Dom.
Cerdo
Jabalí
Ovicápridos
9'7
15
6'6
3'4
1'5
33'3
Marca& de fractura
"
3'5
7
13'3
5'1
22'2
2'9
Como observamos en la fig. 12, casi el 50 % del peso total de huesos corresponde a
los caballos, especie sobre la que se ejerció una importante presión consumidora
confirmada por la presencia en el yacimiento de los restos de cuatro individuos
subadultos frente a tres adultos, así como por las marcas de carnicería presentes en
casi el 10 % de los restos de esta especie. A continuación, el ciervo y el uro aparecen
como las especies más consumidas, suponiendo el conjunto de caballos, ciervos y uros
más del 80 % del potencial animal consumido. El resto corresponde a los bóvidos
domésticos, especie en la que algunos ejemplares llegan a edad avanzada, circunstancia que al igual que en el caso del caballo podría ser indicadora de una explotación
secundaria¡ a los ovicápridos, entre los que predomina la oveja y a los suidos.
Los altos porcentajes de restos de caballos que encontramos en Fuente Flores
contrastan con los bajos índices que la especie muestra en yacimientos que podemos
considerar más o menos contemporáneos¡ tanto valencianos, caso de la Ereta del
Pedregal (60), como de otras áreas peninsulares y en especial la andaluza y portuguesa, caso de Terrera Ventura m (61), Papa Uvas (62), Cerro de la Virgen 1 (63),
(69) Pooc.n~ releri
(80) c-wúcacióD penonal ele M. P6re& Ripoll
(81) A. V. D. DRIBSCH y A. MORALI!S: «Loe . - animal• ele! yacimiento ele T..W. Vmtura. Tabemu. ~. CuacMmo. ele
Prelúatoria y Arqueolocía M la Uft.ivenidad AutóDoma M Madrid. •. Madrid, 1978, p6p. 16-34.
(82) A. MORALBS: •I!Mtoe .se- dal yacimiento de Pape Uv&P. Ap6odice D en •Pape Uvaa n... Bxeavacionaa Arqueol6cieu en &pda.
1411. Madrid, 1988, p6p. IW7·360.
(83) A. V. D. DRIBSCH: .O.teoarchaoiQIÍIChe Untenueh~an au! lberiaehan Halbiru~el•. Studien Ubar Fruh.a Tiarlmoc:henflmda von der
Jberiechen Halbbuel, S. Mun¡:hen, 197i.
-224 -
[page-n-225]
FUENTE FLORES
50
Fig. 12.--Gráfica de la distribución por especies según el peso de los huesos.
Castillejos (64), Cerro de las Cabezas (65) o Zambujal (66). Tras la explicación de este
hecho subyace la problemática de la domesticación del caballo en épocas anteriores al
Eneolítico campaniforme, momento a partir del cual sus restos son frecuentes en
algunos yacimientos, como es el caso del Cerro de la Virgen 11 y m o en el poblado
argárico del Cerro de la Encina.
Si los altos índices de presencia de una especie en un yacimiento, como en nuestro
caso el caballo, pueden ser indicio de domesticación, aspecto bastante discutible,
probablemente podamos hablar de caballos domésticos en Fuente Flores. Encontraría
más base esta afirmación' que la de una caza especializada de caballos silvestres,
.oi-áxime si tenemos en cuenta que durante períodos anteriores, en el Levante peninsular, el caballo nunca ha soportado una presión exagerada ni por parte de los últimos
pueblos plenamente cazadores ni por los primeros portadores de una economía productora (67). Pero si admitimos la posible presencia de caballos domésticos en Fuente
Flores, queda por explicar el contraste existente entre los espectros faunísticos de este
yacimiento y otros contemporáneos. De momento y hasta que la excavación del
yacimiento no aporte nuevos restos que confirmen.o rebatan nuestras afirmaciones, la
única explicación posible se hallaría en aceptar distintos niveles de especialización
ganadera condicionados tanto por las circunstancias ambientales como por factores de
otra índole que de momento no podemos valorar justamente.
A modo de conclusión, podemos afumar que en Fuente Flores se explota un ampllo
espectro de especies animales. Si aceptamos la posibilidad de que los caballos estén
domesticados, la biomasa corres~ndiente a especies silvestres se situaría en torno al
(84) H. P. UERPMANN: «lnfOI'IIIe eobre loe ....coe 6eeoe fauníatico. del corte núm. 1 d.l poblado d. loe Cutillejoc en laa Pe6u de loe
Oitanoe. Montelrio, Granadv. En ARRIBAS y MOIJNA: Op. cit.. nota 16, 1978. p4p. 163-188.
(&5) F. H. HAIN: • Kup(erzeítliche Tiedtnochenfunde aua Valencina d. la Concepción, S.vill<. Studien uber Tierlmochenfunde von der
lberiechen Halbineel, 8. Munchen, 1982.
(641) BOESSNBCK y DRIBSCH: Op. cit. nota 48.
(67) PERBZ RIPOLL: Op. cit. nota 56.
-225 -
[page-n-226]
J . JUAN Y R. MARTINEZ
40 %, alto porcentaje que, según Uerpman (68), podría ser indicio de actividades
agrícolas. Así, la cacería de ciervos, uros, corzos y jabalíes tendría por finalidad la
protección de los campos de cultivo.
Del estudio de las marcas de los huesos se deduce un aprovechamiento tanto de la
carne del animal como de la piel; en el caso del caballo, las incisiones aparecidas en el
extremo distal de los metapodios estarían en relación con este último fin. En el resto
de las especies se da un predominio de las señales en relación con la desarticulación de
los miembros. Un elemento común a todas las especies es la fracturación del hueso en
un punto medio de la diáfisis, fracturación de la que en algunos casos ha.n quedado
claras señales del impacto.
Respecto al paleoambiente, la presencia de ciervos, corzos y jabalíes aboga por la
existencia de masas forestales mixtas con claros en los que encontrarían su medio
favorable los uros y las liebres. En estos claros, los pastos crecerían gracias a la altura
del entorno y al grado de humedad propio de la vega del río, dando facilidades para el
desarrollo de una ganaderí.a de bóvidos y probablemente de caballos.
V. FUENTE FLORES EN EL MARCO CULTURAL Y CRONOLOGICO
DEL NEO-ENEOLITICO VALENCIANO
Fuente Flores se enmarca en una zona, la extensa comarca interior de RequenaUtiel, donde hasta hace poco los vestigios más antiguos de ocupación humana había
que remitir a la Cultura del Bronce Valenciano. Diversos yacimientos y materiales de
esta etapa eran en cierta forma conocidos (69), aunque en el primer caso sin excavar
sistemáticamente ni en el segundo sin estudiar y publicar convenientemente (70).
Actualmente, empero, las continuadas tareas de prospección en la comarca están
empezando a llenar el vacío documental que se constataba para las fases anteriores al
Bronce Valenciano. Algún yacimiento correspondiente a momentos probablemente
epipaleolíticos ha sido recientemente localizado; y el caso de Fuente Flores, así como
de otros hallazgos superficiales de características parecidas y de algunas cuevas de
carácter sepulcral, están poniendo de relieve la existencia de una importante implantación neo-eneolítica.
Centrándonos en Fuente Flores, hay que señalar en primer lugar que el tipo de
emplazamiento del poblado responde a los rasgos más comunes determinados de
(68) R. P. UBRPMANN: oL'elev.,.n6olithique en N~ter'ranM oecidentaleoo. Colloquelnternatioaal de I'Inatitu.t de Recher.:hee M6ditara·
Mee. Parú, 1976. pq.. 87·94.
(88) J . APARICIO y F. LATORRB: «CatAI01<>-rula del M\IMO Arqueol61ico da Requena (Valeada. ~)oo. Oeputamento ele Hiatoria
An~ da la Univenidad da Valencia, Serie Arqueol61ica. núm. l . Requena, 19'1'7.
(70) Unieamente bay una 10111ara noticia IObre algunos v&~etalM ncosidoa en loa yacimiento& de la Cardoaílla y de la Peladilla
publicadoa por M. HOPF: •V&~etalM prehl•t6ricoa de la comarca ele Requana (Valencia)>o. Archivo de Prehietoria IAvantlna, XIII. Valencia,
um. plp. 61-M.
-226-
[page-n-227]
FUENTE FLORES
continuo para los asentamientos neo-eneolíticos valencianos (71): situación en tierras
bajas, en terrazas fluviales cerca de los cursos de agua, etc. Además Fuente Flores se
encuentra en un medio de inundación permanente, recordando en este aspecto a
poblados situados en antiguas tierras pantanosas como la Ereta del Pedregal de
Navarrés y la Casa de Lara de Villena. Sin embargo, no podemos avanzar nada en
concreto por ahora sobre el tipo de las estructuras de habitación, el tipo de poblado en
sí. Las lajas puestas al descubierto en el yacimiento podrían indicar ciertas formas de
construcciones en piedra, acercándose en este sentido más al caso de la Ereta que a
otros poblados caracterizados por los silos, fosas y fondos de cabaña excavados en el
suelo (Les Jovades de Cocentaina, por ejemplo). Es plaüsible pensar que el medio en
que se ubica Fuente Flores aconsejara la utilización de apropiadas estructuras en
piedra, necesarias al menos para aislar el habitat del fondo turboso en que se asienta.
Por otro lado, el encuadre cronológico y cultural de Fuente Flores participa de los
mismos problemas que en la actualidad presenta la sistematización del Neo-eneolítico
Valenciano. A aclarar que con el término «Neo-eneolítico» nos referimos a esos
momentos todavía de límites poco precisos, poco defmidos y articulados estratigráficamente, que atañen al Neolítico final en su fase más reciente de desarrollo y a las
primeras etapas «propiamente eneolíticas» anteriores a la aparición del vaso campaniforme. En el sentido apuntado, pues, es como hemos utilizado dicho término y seguiremos utilizando en el transcurso de esta exposición.
Efectivamente, la inclusión de Fuente Flores entre el Neolítico final 1 individuali·
zado por J. Bernabeu (72) y el llamado Horizonte Campanüorme de Transición (73), no
ofrece ningún tipo de dudas, teniendo en cuenta la ausencia d~ materiales representativos en este yacimiento que puedan atribuirse a cualquiera de las dos fases señaladas:
cerámicas esgrafiadas, platos de ala plana, etc., por una parte y cerámicas campaniformes y otros objetos característicos del ajuar que suele acompañarlas (brazaletes de
arquero, puñales de lengüeta, botones de perforación en V, etc.), por otra. Excluidas
estas dos fases, quedaría por considerar el tramo secuencial entre ambas constituido
por el Neolítico final ll y el Eneolítico inicial-pleno.
Continuando con la periodización propuesta por Bernabeu (74), matizadora en
parte de la anteriormente expuesta por B. Martí para el conjunto del Neolítico
(71) M. TARRADELL: teSobre la identificación da loe pobladoe eneolltico. valencianoe>t. VI Conp-eeo Nacional de Arqueolorfa (Oviado,
1959). Zarqou, 1961, ~••· 86-91.
M. TARRADELL: «El PaSa Valenciano del Neolítico·• la lberización. Enaayo dealnce.i.». Anal e. de la Unlvenidad de Valencia, XXXVI.
Cuno 1962-63, Cuaderno U. Valencia, 1968.
E. A. LLOBRBGAT: oclHIIIn del Neolltico de eeri.mieu imp- al comienso dala Edad del Bronce en la Ración Valenci&D&l'. Papelea
del laboratorio de Arq'*>lorfa de Valencia, 9. Valencia, una, ~p. 3-10.
E. A. LLOBRBGAT: •Nuavoe enl'oquaa pera el eatudio del periodo del Neolítico al Hierro en la .Ración Valenciana•. Papelea del
Laboratorio de Arqueolorfa de Valccia, 11. Valencia. 197~. ~P. 119-140.
B. MARTI: «El EneoUtieoot. En •N....va Rátoriu, voL l. Valencia. 1980, pqa. 122-150.
BBRNABEU: Op. cit. nota 4, pép. 104·106.
'
.
(72) BBRNABEU: Op. cit. nota 18.
(73) J . BBRNABBU: «Loa el-toa de adorno an el Bneolltico valencianOit. Papeles del Lebo.r atorio de Arqueolorfa de Valencia.S.,Untum,
14. Valencia. 1979, p6p. 10&-126.
BBRNABBU: Op. cit. nota 4.
(74) BBRNABEU: 0p. cit. nota 13.
-227-
[page-n-228]
J. JUAN Y R. MARTINEZ
Valenciano (75) y basada principalmente en la evolución de las decoraciones y las
formas cerámicas, el Neolítico final Il, identificado en los niveles inferiores del
poblado de la Ereta (fase Ereta 1) y tal vez también en el nivel II de la Cova de les
Cendres de Moraira (sondeo 1974), se caracterizaría por la desaparición de los elementos más singulares de la fase anterior (cerámi~as esgrafiadas y platos de ala plana) y
por el predominio absoluto de las cerámicas lisas, con las escudillas en calota y vasos
carenados, que ya se documentaban en el Neolítico final 1, como tipos cerámicos más
significativos; también serían representativos de este momento los grandes vasos con
cuello corto y fondo cónico indicadores probablemente de relaciones con la «Cultura
de Almería».
Por lo que se refiere al Eneolítico inicial-pleno, este estadio estaría localizado
estratigráficamente en los niveles medios de la Ereta (fase Ereta Il) (76), y por ahora
sería dificil separar en él ambos momentos evolutivos (inicial y pleno). Sin embargo,
amparándose en lo que revela la secuencia del poblado granadino de los Castillejos de
Montefrío, en la tradicional subdivisión del horizonte Millares y en las recientes
excavaciones de la Cova de les Cendres, Bemabeu ha entrevisto la posibilidad de
diferenciar las primeras etapas del Eneolítico Valenciano en unos términos parecidos
a los formulados para el área andaluza: el Eneolítico pleno podría aislarse de una fase
inicial por la aparición en aquél de las especies campaniformes más antiguas, es decir,
el campaniforme marítimo y puntillado-geométrico (77). Aunque los datos con que se
cuenta para apoyar esta propuesta son aún demasiado débiles, no deja de ser una
observación sugestiva que habrá que tener en cuenta a la hora de futuras estructuraciones del período que estamos considerando. En cuanto a materiales, con la fase
Ereta II, tomada en su conjunto, habría que relacionar una parte significativa de los
ajuares proporcionados por las numerosas cuevas de enterramiento múltiple valencianas, en particular determinados tipos de puntas de flecha, grandes hojas retocadas o
no, objetos como los ídolos oculados, además de una buena parte del extenso repertorio de elementos de adorno en piedra o en hueso (78); la cerámica de esta fase no
aporta elementos demasiado individualizadores con respecto a la etapa anterior (Neolítico final ll), a no ser la novedad que podrían constituir los característicos platos o
fuentes con borde dif~renciado o indicado que, al igual que muchos de los objetos de
ajuar de las cuevas sepulcrales, parecen indicar influencias provenientes del Sudeste
peninsular.
Dentro del anterior esquema, pues, habrí~ que situar el momento representado por
Fuente Flores. Determinados materiales de este yacimiento abogarían en principio y
(76) B. MARTI: •El Neolltico de la Penlnsula Ibérica. &t.do actual de loe problomu relat.ivoe al proeeeo de neolitízeeión y evolución de lu
c:ultw-u neollúcu». Papele. del Laboratorio de An¡ueolocla de Valencia.S.,W.tum, 13. Valencia, 1978, ~P. 69-98.
(78) PLA. MARTI y BBRNABBU: Op. cit. nota 10.
(77) BERNABEU: • El BneoUtico••.•. Op. cit. nota 10.
Vv tambib :
8. VENTO: «Campeniforme iuciao y campaniforme impn.o en la Cova de 11111 Candr. (Taulada, Alaeant)«. En ..m Bneolítieo en al Paía
Valencianoot, lnatltuto da Eetudioe J~~a~~ Gil-Albert. Colección Patrimonio, 5. Alicante, 1988. P'p. 119-129.
(78) E. PLA: «La eovaeba de Ribera (Cullera, Valencia)>. Archivo de Prehistoria lAvantina, VIL Valeneia, 1968. ~P. 23-64.
BERNABEU: • Loe elomentoo..••. Op. cit ""''" 73.
-228 -
[page-n-229]
FUENTE FLORES
49
como ya hemos apuntado en un anterior epígrafe, por una cronología relativamente .
temprana en la secuencia neo-eneolftica entrevista; nos referimos a los abundantes
recipientes cerámicos de paredes rectas, bien documentados desde el Neolftico antiguo, y especialmente a los probables fragmentos de un vaso carenado y de una
escudilla en calota. La tipología de las puntas de flecha, casi exclusivamente de formas
consideradas simples (foliformes y romboidales), podrían asimismo abundar en esta
atribución. Por otra parte, habría que considerar el aire más puramente «eneolítico»,
por lo tanto un poco más avanzado, que revist.e n formas cerámicas como platos y
fuentes. Al respecto conviene recordar que los recipientes de este tipo empiezan a
documentarse en la secuencia del poblado de los Castillejos en su fase ITI (Cobre
antiguo), alcanzando la máxima representación en la fase IV (Cobre pleno). Los
restantes materiales de Fuente Flores no proporcionan por ellos mismos suficientes
precisiones cronológicas, si no es la ausencia entre ellos -aunque hay que tener en
Cl;lenta una vez más la parcialidad de la muestra- de los elementos más significativos
de aquellos ajuares funerarios adscribibles más directamente al pleno Eneolítico.
A la vista de lo expuesto, y dentro de la provisional y particular secuencia del Neoeneolftico Valenciano, Fuente Flores podría remitirse de algún modo al momento
representado por la fase 1 de la Ereta (Neolítico final 11), recubriendo probablemente
también los comienzos de la fase Ereta TI (Eneolítico inicial), sin llegar a la culminación de dicha fase (Eneolítico pleno). Esto con los datos actualmente disponibles.
Desde este punto, Fuente Flores se relacionaría ostensiblemente, además de con la
Ereta, con otros poblados de características similares, especialmente la Macolla de
Villena y Les Jovades de Coceñtaina, entre otros.
En términos de cronología absoluta, el encuadre propuesto nos lleva al segundo
tercio del m milenio a. C., es decir, a unas fechas comprendidas entre el 2700/2800 y el
2500/2400 a. C.
Quedaría, para finalizar, hacer una pequeña valoración de algunos de los aspectos
económicos y medio-ambientales revelados por Fuente Flores. Ya se ha incidido en el
epígrafe correspondiente en la cuestión del caballo, la especie que ofrece un mayor
volumen de restos y que tal vez, en parte por est~ motivo, haya que considerar la
posibilidad de su domesticación. La misma posibilidad ha sido planteada, fuera del
marco valenciano, para los escasos pero significativos restos de caballo hallados en el
poblado de los Castillejos ya desde su fase 11 (Neolítico final), en base a que su
presencia no encaja con el ambiente ecológico que demuestran los otros animales
salvajes atestiguados en el yacimiento (79). Y en términos parecidos se han valorado
los vestigios de caballo reconocidos en la Ereta del Pedregal, atendiendo a su menor
tamaño en relación con las mismas especies paleolíticas documentadas (80). Estos
datos, en definitiva, podrían refrendar la idea de una domesticación del caballo con
P4 Ul.
(80) B. MABTI: d i na.i:r-t de l'qri..Wt.wa m el Pata Valmc:ü. Del NeoUtic a I'Bdat del Bronua. Univenit«t de Val~cia. Secretariat de
Publicacicma. 8me Cult.wa Univenitlria Popular, 1. Val~ncia. 1983. pq. 81.
('19) ARRIBAS y WOUNA; 0p. ciL 11
-229-
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J. JUAN Y R. MARTINEZ
60
anterioridad a la llegada de las poblaciones del Vaso Campaniforme, momento en que
suponía W. Schüle había que fijar tal hecho.
La explotación del caballo en Fuente Flores está indudablemente ligada al consumo de carne, como así denotan las abundantes marcas de carnicería existentes en sus
huesos. De todos modos, y considerando la presencia de algunos individuos de edad
avanzada, no habría que descartar otros empleos secundarios de este animal, probablemente como bestia de carga. Esta misma utilización, y por idénticas razones de
individuos adultos constatados, podría haberse hecho de los bóvidos domésticos, si
bien dicho tipo de explotación, para este caso concreto, ya contaría con posibles
precedentes desde el Neolítico antiguo (81).
Más problemático sería el uso de bueyes y caballos como animales de tiro, ligados a
faenas agrícolas, especialmente la labranza. Actualmente no se tienen pruebas evidentes de la utilización del arado en contextos neo-eneolíticos del ámbito peninsular, pero
basándose en su existencia en algunas culturas europeas del m milenio a. C. y en lo
que revelan determinadas figuraciones del arte rupestre atribuibles a este período,
seria razonable pensar que este instrumento agrícola fuera ya conocido también aquí
en unas fechas similares (82). En esta línea de probabilidad, B. Martí ha pensado en un
tipo de arado arcaico, con reja vertical y sin pie, y en el buey como fuerza de tracción
más indicada atendiendo a sus peculiares características ñsicas (mayor potencia que
el caballo para actuar en unos terrenos de cultivo poco preparados y con mayores
dificultades de explotación) y a los problemas derivados del atalaje (83). ·.
Otro aspecto significativo a remarcar es el de los bajos valores que muestra en
Fuente Flores el grupo de los ovicápridos. Si en los inicios del Neolítico cabras y
ovejas constituían la base esencial de una importante economía ganadera -complementada casi a partes iguales con una agricultura cerealística- , la tónica general
observada es la de una gradual pérdida de significación de estas especies en el
transcurso del Neolítico, alcanzando las cotas más bajas de representación en el Neoeneolitico (siempre proporcionalmente hablando y con respecto al Neolítico antiguo).
Esta tendencia la reflejan con claridad la mayoría de los yacimientos neo-eneolíticos
con fauna estudiada, siendo ilustrativos los casos continuamente repetidos de la Ereta
y los Castillejos. Igualmente; y a la par que disminuyen los valores de los ovicápridos,
hay que hacer constar el hecho también generalizado - y Fuente Flores no constituye
una excepción- de un aumento substancial de las especies silvestres conforme discurre el Neolítico. Este aumento de los animales cazados ha sido interpretado corrientemente como el síntoma de una agricultura cada vez más firme, constituyendo una
prueba indirecta de tal orientación económica.
Todo parece indicar, pues, y en ello inciden los datos indirectos aludidos de índole
faunística proporcionados por Fuente Flores, que la base de subsistencia en el Neo-
(81) PERBZ RIPOLL: Op. cit. nota 56.
(82) NARTI: Op. c:it. nota 80.
(88) MARTI: Op. dt. nota 80, p4p. 77 y 81-88.
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FUENTE FLORES
51
eneolítico peninsular se encuentra principalmente en la agricultura, auxiliada por
una pequeña cabaña de animales domésticos de distinto signo y entidad según los
variados ambientes de desarrollo. En nuestro caso, es evidente que esta ganadería de
apoyo descansa en los bóvidos y en menor medida en los ovicápridos y suidos, a los que
cabría añadir los équidos si consideramos la posibilidad de su condición doméstica.
Paradójicamente, los indicios directos de agricultura en Fuente Flores son por
ahora bastante pobres; y ante la ausencia de macrorrestos vegetales y análisis polínicos determinantes, así como del característico instrumental de molienda, esta actividad sólo queda atestiguada por un pequeño fragmento de armadura de hoz definida por
su perceptible pátina brillante (lustre de cerales).
Recordando el entorno vegetal en que se enmarcaría Fuente Flores, los datos
cualitativos y cuantitativos obtenidos del análisis antracológico efectuado por Elena
Grau Almero de lo~ restos leñosos hallados en el yacimiento apuntan a una vegetación
formada por especies de la asociación Quercetum ilicis galloprovinciale quercetosum
fagineae , c~acterística del piso mesomediterráneo superior, compuesta por especies
como Quercus ilex (carrasca), Quercus faginea (quejigo), .Pinus nigra (pino negral),
Acer opalus ssp. granatensis (arce), Amelanchier ovalis (guillomo), etc. La estructuración de estos taxones arbóreos en importantes masas forestales vendría indicada
especialmente por la presencia en el yacimiento de corzo, y en cierta medida por otras
especies silvestres como el ciervo y el jabalí. En este medio entrevisto, la acción
antrópica sería inevitable y dejada sentir con mayor intensid~d en las inmediaciones
del poblado, donde existirían abundantes claros destinados a los campos de cultivo y al
pastoreo de los animales domésticos.
He~os abierto en el transcurso de las páginas precedentes un amplio panorama de
discusión pa.r a los aún precarios datos aportados por Fuente Flores, y sólo la futura
excavación del yacimiento permitirá profundizar en muchas de las cuestiones planteadas.
-231-
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ARCHIVO DB PRBHJSTORIA LBVANTtNA
Vol
xvm (Val.ocia,
1888)
M. D. GALLART MARTI Y M. LAGO SAN JOSE
(Zaragoza)
PROCEDENCIA DE LAS HACHAS PULIDAS DEL POBLADO DE LA ERETA
DEL PEDREGAL (NAVARRES, VALENCIA)
INTRODUCCION
En el presente trabajo se pretende determinar el origen de la materia prima
utilizada para elaborar las hachas pulidas del poblado de la Ereta del Pedregal
(Navarrés, Valencia). Para ello fue seleccionada un hacha procedente del nivel n de
dicho yacimiento, nivel que corresponde a los inicios de la Edad del Bronce en
Valencía (1). Se hizo una preparación de lámina delgada y fue estudiada al microscopio. De la misma manera se procedió con una muestra de roca natural procedente de
un afloramiento rocoso de tonalidad verdoSa oscura del lugar denominado Cerro
Negro, en el término municipal de Quesa (Valencia), muy cercano al yacimiento
arqueológico de la Ereta del Pedregal. El objetivo consiste en comprobar si estas dos
muestras correspQnden al mismo tipo de roca, pudiéndose llegar a conocer si el
afloramiento de Cerro Negro suministró la materia prima para la fabricación de las
hachas pulidas del poblado de la Ereta del Pedregal.
La más antigua referencia que se conoce sobre el poblado de la Ereta del Pedregal
se debe a J. Vilanova y Piera (2), quien ya habla de haber hallado algún pedazo de
hachas pulimentadas a las que identifica como hechas de diorita, aunque lo sitúa en
término de Bolbaite. Asimismo, establece una similitud con el material de varios
cantos rodados extraídos de un yacimiento existente en el inmediato pueblo de Quesa.
Posteriormente, J . Chocomeli (3) continúa identificando la materia prima de las
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2
M. D. GALLART Y M. LAGO
hachas que encontró en la Ereta del Pedregal como dioritas, asegurando que procedían de la cercana cantera que existe entre Quesa y Navarrés, junto al río Escalona, Y
que se conoce con el nombre de Cerro Negro, explotándose, en su tiempo, para el
adoquinado de carreteras. Este mismo autor hace referencia a la conservación en el
Museo Paleontológico de Valencia de unas hachas de ofita de distintos tamaños
procedentes de este mismo lugar.
Este yacimiento de la Ereta del Pedregal ha sido objeto de sucesivas excavaciones
y publicaciones (4), y en repetidas ocasiones se hace referencia a los hallazgos de
hachas de diorita.
LOCALIZACION DE CERRO NEGRO
El lugar denominado Cerro Negro, en el término municipal de Quesa (Valencia), se
halla situado entre los 39<> 07' 40" de latitud Norte y 20 58' de longitud Este (meridiano
de Madrid).
En la figura 1 se puede observar su proximidad al poblado de la Ereta del Pedregal.
La topografía de la zona indica claramente la escasa elevación del terreno y la
existencia de caminos naturales por ríos y barrancos. En la actualidad, el camino de
Miralles conduce directamente de Navarés a Cerro Negro y por el camino de Navarrés
a Bicorp se llega a Quesa, desde la cual se accede a Cerro Negro por el camino del Río,
que atraviesa el río Escalona.
En el Mapa Geológico de España (5) se pueden ver al Nordeste de Quesa unos
afloramientos que se clasifican como ofitas, en un terreno que geológicamente pertenece al keuper (Triásico). Como se verá a continuación, el análisis petrológico de un
fragmento de roca procedente de este afloramiento de Cerro Negro no se puede
clasificar como ofita sino como diabasa.
(4) I. BALLESTER: «ldoloe oculadoe valencianOP. Archivo de Prehistoria Levantina. n. Valencia, 1946, 1141· 188.
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Valet>cia. 1946. p¿,, 3M.
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Valencia, 1980, p¿¡, 13.
(5) l.G.M.E. Mapa Geoiócico de Eepalla. Hoja a eeeaJa 1:200.000. Madrid. 19'73.
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HACHAS PULIDAS DE LA ERETA DEL PEDREGAL
Fig. 1.-Locallzación del Cerro Negro.
-235-
8
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4
M. D. GALLART Y M. LAGO
ANALISIS PETROLOGICO
El estudio petrológico de un fragmento de roca procedente de Cerro Negro (lámina
1, a) y un fragmento de hacha procedente del nivel II del poblado de la E.r eta del
Pedregal (lámina II, b), ha demostrado que son idénticos, correspondiendo a diabasas y
presentando una notable afinidad de composición mineralógica con las rocas que
afloran en el área de Lugar Nuevo de Fenollet (Valencia), pa.r a las que se ha indicado
una composición propia de la serie toleítica (6). La composición mineralógica de estas
dos muestras estudiadas es idéntica; sin embargo, se observa que en la roca natural los
minerales aparecen más alterados, lo que indica claramente que la selección de la
muestra se hizo en un lugar del afloramiento rocoso cercano a la superficie. La menor
alteración de los minerales observada en la muestra de hacha, hace suponer que fue
extraída de una zona más profunda.
Es frecuente en los estudios geológicos regionales la denominación de estas rocas
como ofitas basándose en la frecuente ubicación en los sedimentos del keuper, al igual
que estas últimas rocas, pero esta analogía debe desecharse porque, en primer lugar,
carecen de la textura ofítica que es típica en las rocas ofíticas y también, en segundo
lugar, presentan ·diferencias de composición mineralógica y geoquímica con las verdaderas ofitas o doleritas toleíticas (7). Finalmente, Orti (8) y Alonso (9) han mostrado
que existe un magmatismo de edad jurásica en el sector valenciano, es decir, con edad
de emplazamiento posterior al de las ofitas que se emplazan al final del Trías (keuper).
La composición microscópica es relativamente sencilla. Consta de piroxenos (clinopiroxenos) de variable tamaño y que, junto con las plagioclasas que los engloban
(textura diabásica), fueron los primeros en cristalizar. En la periferia de los piroxenos,
y también como cristales independientes, se formaron anfíboles con diversas composiciones entre los que destaca la hornblenda y la actinolita, pero su composición es
claramente minoritaria respecto a los piroxenos y plagioclasas que son los componentes dominantes en volumen. Posteriormente a los anfíboles se desarrollan aisladas
micas entre las que destaca la biotita y cloritas que se disponen subordinadamente en
los intersticios libres que dejan los anteriores. Finalmente, cristaliza el feldespato
potásico y el cuarzo; estos últimos minerales son indicadores de un suficiente contenido en silice que justifica la ausencia del olivino en las primeras etapas de cristalización.
Son frecuentes en los minerales determinadas alteraciones como la albitización de
las plagioclasas, uralitización de los piroxenos, cloritización o formación de clorita
secundaria a expensas de otros minerales (piroxenos, anfíboles y biotita) y la forma(8) J . BASTIDA, M. LAGO 7 A. POCOVI: «Ninerali&acione~ uociadaa a diabuu delúee de LuJar N~Mvo de Fenoll.t (Val~. Rewrl6n
de la Sociedad BepeAola da Minera!Of(a. Madrid, 198'1.
('1) B. AZAMBRB. M. ROSSY 7 M. LAGO: ..Caracterieliquee pétro!OJiquee d• dol6ritae Olol6iliquee d'&f• triu (oplútae) du domain
~· Bull. Mintnl, • . 198'1, P'J. 110.
(8) F. ORTI: «Volcanl.Do jurúico del MCtor nleDciano de la Cordillera tb4riCL Diatribueión y tnma eetnlct\lrabt. Acta Geol6,ica
Bilpúúca. XV (6). Mac1ric1. 1880, pq.. 127·130.
(9) L. A. ALONSO: ..S.tucUo de laa rocu lpau ele Catall6n. Valancia 7 Alicanc.. Teaia Dod.onl. Uní~ de Se1amanea, 1982.
-236-
[page-n-237]
HACHAS PULIDAS DE LA ERETA DEL PEDREGAL
6
ción de minerales micáceos hidratados o sericita a expensas de plagioclasas. De estos
procesos los más intensos son la albitización y uralitización y pone de manifiesto una
actividad hidrotermal que modificó la composición original de las plagioclasas y de los
másicos (piroxenos y anfíboles).
Según se indicó anteriormente, es notoria la afinidad de composición textural y
mineralógica entre la roca de Cerro Negro y el hacha del poblado de la Ereta del
Pedregal, así como con las diabasas de Lugar Nuevo de Fenollet (Valencia) que, no
obstante, sería conveniente corroborar con análisis químicos en minerales aislados o
de la roca globalmente considerada.
CONSIDERACIONES FINALES
Los resultados del estudio petrológico de una muestra de roca de Cerro Negro
(Quesa, Valencia) y un hacha pulimentada del poblado de la Ereta del Pedregal
(Navarrés, Valencia) han demostrado que son idénticas y corresponden a diabasas.
Esto permite aportar una precisión a la terminología utilizada en la bibliografía
cuando reiteradamente se han referido a las hachas de diorita o de ofita.
Por otra parte, la proximidad de Cerro Negro a la Ereta del Pedregal en Navarrés
hace totalmente plausible que sus poblador~s utilizaran estas rocas como materia
prima para confeccionar sus hachas, sin necesidad de hacer grandes desplazamientos.
La materia prima utilizada para la fabricación de las hachas es de origen local.
Además, la menor alteración de los minerales que las componen, en relación al
fragmento de roca natural analizado, indica que estos antiguos pobladores de la zona
de Navarrés tenían un buen conocimiento y experiencia para seleccionar las rocas
menos alteradas y, por lo tanto, debían profundizar bastante en la formación rocosa de
Cerro Negro para conseguir el material más duro y resistente.
En definitiva, debemos concluir llamando la atención sobre la necesidad de la
ampliación de este tipo de estudios a otros yacimientos, pues los estudios geológicos
que vienen realizándose en el área valenciana pueden aportar una decisiva información sobre la materia prima utilizada por los primitivos pobladores para la fabricación
de sus utensilios. Sólo después de conocer la posibilidad de utilización de las materias
primas locales en cada uno de los yacimientos arqueológicos conocidos, estaremos en
disposición de conocer aquellos utensilios que pudieran proceder de tierras más
lejanas.
-237-
[page-n-238]
[page-n-239]
M. D. GALLART Y M. LAGO.- Ereta del Pedregal
LAM. I
A. Roca procedente de Cerro Negro. Alfiboles, plaglioclasas (formas a largadas) y piroxenos.
B. Hac ha pulida de la Ereta del Pedregal. An.f iboles, plaglioclasas y piroxenos.
[page-n-240]
[page-n-241]
AllCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XVID (ValeDeia, 1988)
ROSA ENGUIX ALEMANY Y BERNARDO MARTI OLIVER
(Valencia)
LA CULTURA DEL BRONCE VALENCIANO Y LA MUNTANYA ASSOLADA
DE ALZmA: APROXIMACION AL ESTADO ACTUAL
DE SU INVESTIGACION
Como en otros capítulos de la Prehistoria valenciana, la reflexión sobre los problemas que nos plantea hoy la Edad del Bronce se asienta sobre una sólida historia de la
investigación, una densa bibliograña que evoca multitud de trabajos de excavación, de
yacimientos prospectados y, sobre todo, de personas, íntimamente relacionados con el
Servicio de Investigación Prehistórica de la Diputación de Valencia. Causa o consecuencia, las aportaciones de Domingo Fletcher Valls aparecen tempranamente en el
desarrollo de estos estudios sobre la Prehistoria y Arqueología valencianas, vinculadas en el caso concreto de la Edad del Bronce a uno de los yacimientos más representativos de lo que con el tiempo se deno.minaría Cultura del Bronce Valenciano: el
poblado de la Muntanyeta de Cabrera en el Vedat de Torrent.
Ejemplo privilegiado, en el estudio de este poblado, y a partir de los años treinta,
vemos confluir a una gran parte de aquel grupo de personas antes evocado: Isidro
Ballester Tormo y Luis Pericot García, que realizaron la prospección y valoración
inicial; Mariano Jomet Perales, que dirigió la pequeña campaña de excavación; o
Domingo Fletcher y Enrique Pla Ballester, quienes años después llevarían a cabo ·s u
estudio y publicación. Mediaba entonces la década de los cincuenta y desde el Servicio
de Investigación Prehistórica se impulsaría la continuación de una fecunda labor de
prospección y excavación sistemáticas dirigidas hacia este tipo de poblados, especialmente por parte de José Alcácer Grau, y también con la colaboración destacada de
Domingo Fletcher en estos estudios. Las valoraciones podían sobrepasar ya el marco
puntutal de un yacimiento, a la vez que la Edad del Bronce peninsular había visto
aumentada con justeza su complejidad casi en la misma proporción en que quedaba
matizado el alcance y la influencia de la Cultura del Argar, a través de los trabajos de
- 241-
[page-n-242]
2
R. ENGUIX Y B. MARTI
Miquel Tarradell Mateu, sumado por entonces a esta dinámica de la investigación
valenciana a través del Laboratorio de Arqueología de la Universidad de Valencia.
Desde aquellos iniciales trabajos de sistematización, Domingo Fletcher ha mantenido su fecunda presencia también en esta parcela de nuestra investigación prehistórica, siempre estudiando, valorando y dirigiendo. Es un motivo de alegría poder testimoniarle ahora nuestro reconocimiento por su magisterio, y nuestra satisfacción porque
junto a él iniciamos hace una década la excavación del poblado de la Muntanya
Assolada de Alzira, cuyos resultados y consiguiente estudio motivan las reflexiones
que aquí se exponen.
El poblado de la Muntanya Assolada corona uno de los espolones de la Serra de
Corbera que avanzan sobre la llanura del Xúquer por su parte meridional, entre la
Vall de la Murta y el Barranc de l'Aixavegó, dentro del término municipal de Alzira.
Las primeras campañas de excavación, iniciadas en 1978, parecieron mostrar un
pequeño poblado de planta aproximadamente rectangular y de unos cuarenta por
veinte metros de extensión que, sobre la cumbre amesetada de la montaña, venía
limitado en su parte oriental por una abrupta pendiente, mientras en su parte occidental, así como en sus extremos norte y sur, se construyó un11 sólida muralla formada por
sucesivas hiladas de piedras sin carear. En el interior de este recinto pronto se
identificaron departamentos de planta rectangular, que en la parte septentrional
flaquean lo que podría considerarse una estrecha calle o pasadizo. Mientras que en el
exterior, y en la parte central del gran lienzo de muralla, el arranque perpendicular de
dos muros permitía plantear la hipótesis de que nos encontrábamos ante el sistema de
acceso, la entrada del poblado (1).
Tales resultados permitieron que desde las primeras campañas de excavación se
pudiera establecer un estrecho paralelismo entre el nuevo poblado y las informaciones
obtenidas en los demás yacimientos de la Cultura del Bronce Valenciano, en especial
con aquellos mejor documentados desde el punto de vista de sus estructuras de
habitación y de cierre o defensa, como los poblados del Mas de Menente (2) y de la
Mola Alta de Serelles (3), ambos en Alcoi, excavados muy tempranamente y referencia siempre presente. Comparaciones que se extendieron sin dificultad a los diferentes
apartados de la cultura material: a las formas cerámicas mejor representadas, como
cuencos de casquete esférico y semiesférico, escudillas, cazuelas, vasos carenados,
vasos globulares y ollas, orzas y vasos geminados, etc.; a la industria del sílex,
caracterizada por la abundancia de los dientes de hoz; o a los brazaletes de arquero, los
punzones biselados de hueso, los botones prismáticos triangulares con perforación en
(1) 8 . MARTI: «La Muntanya Aaolada (Aizlra, Valencia). P oblado de la Cultura del Bronc. Valancian.,... XV1 Con¡re.o Nacional de
Arc¡uaolocfa (Murcia. 1982). Zarqosa. 1983, p4p. 259-268.
8. MARTI: «La Muntanya Aaolada (Akiza. Valencia)». Lucentum U. Alican~. 1983. p4p. 43-67.
B. MARTI y R. BNGUIX: • Muntanya Aaloladu. Membriee Arc¡ueolbsiquae ala Comuni~t Vale~~eiana 1984-1986. ConoaUer:ia de Cultura,
B. i C. Valencia. 1988, pQa. 206-209.
(2) L. PBRICOT y P. PONSBLL: .SI poblado de Maa de Menente (Aicoy)». An:hivo de Prehiaoria Levantina, l. Valencia. 1!128. p4p. 101·112.
(3) B. BOTBU.A: .Sxcavacionea en la Mola Al~ de Sm!Dea (Alcoy). M_.,ria de loe ~oe y deec:ubrimientoe realiudoe-. Memoria. de la
Junta Supar\CK' da Bxcavacionee y Anli¡rüedadea. DW.... 19 y 94. Madrid. 1926 y 1928.
-242-
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a
V, etc. Componentes de la cultura material que vemos ampliamente representados en
yacimientos que cubren toda la geografía de la Cultura del Bronce Valenciano, como
la Muntanyeta de Cabrera (4) o el poblado de la Serra Grossa de Alacant (5), aunque la
comparación puede ser mucho más matizada en algunos otros casos, como en el
recinto del Torrelló de Onda (6), por poner un ejemplo.
Idéntica similitud y consiguiente atribución cultural manifestaron los hallazgos
metálicos, formados por un puñal de remaches, puntas de flecha y punzones, con el
interés de haberse documentado la presencia de piezas de auténtico bronce. Y similar
concordancia se desprende de la imagen obtenida con relación a su actividad económi·
ca, según el análisis de los restos de fauna y del resto de la información interpretada,
basada en la cerealicultura de secano y en una pequeña cabaña de animales domésti·
cos de la que obtienen alimentos y fuerza de trabajo, además del modesto aporte
proteínico proporcionado por la caza (7).
Esta identidad entre la Muntanya Assolada y aquellos poblados considerados como
representativo~ de la Cultura del Bronce Valenciano implicaba evidentemente una
misma cronología, aunque la Muntanya Assolada venía a sumarse a aquellas otras
investigaciones en curso en diferentes- poblados de nuestra geografia que iban ponien·
do de manifiesto la dificultad de mantener una imagen de~ Bronce Valenciano como
una cultura fundamentalmente homogénea e invariable. Imagen acuñada en las
primeras etapas de su investigación (8) que, como luego ha.bremos de insistir, empeza·
ba a dejar paso a la consideración de posibles fases evolutivas (9) y de diferenciaciones
geográficas internas (10). De este modo, para fijar los momentos iniciales de la
Muntanya Assolada podíamos partir de la marcada y muy distinta personalidad del
Bronce Valenciano con respeéto al Eneolítico que implicaba aquella fase de transición
tradicionalmente aislada a partir de las necrópolis (11) y que ahora empezaba a
dibujarse en los poblados, como en el caso de la Ereta del Pedregal de Navarrés (12).
Resultados que condicionaron la cronología que se atribuye a los comienzos de la
Edad del Bronce en nuestras tierras y que sugieren una datación inicial en torno al
1800/1700 a. de C., a pesar de algunas fechas absolutas de mayor antigüedad. Cronolo·
BRONCE VALENCIANO Y MUNTANYA ASSOLADA
(4) D. FLETCHER y E. PLA: •El poblado de la Edad del Brouce de la Montanyeta de Cabrera (Vedat de Torren~. Valencia)». Trabajoe
Varioe del Sl.P.. núm. 18. Valencia, 1966.
(5) E. LLOBREGAT: «EE poblado de la Cultura del Bronce Valenciano de la Serra Groeaa, Alicante». Papelee del lAboratorio de Arqueolosla
de Valencia, 6. Valencia. 1969, ~ 31·70.
(6) F. GUSI: o&xcavaci6n del !ecluto fortificado del To1Te116 de Onda (Cutell6n)». Cuademoe de Prehistoria y Arqueologfa C~llolleiiM, l.
Cu~ón. 197f, poip. 1~
(7) B. MARTI: «El nacimiento de la asricultura en el Pala Valenciano. Del Neolltico a la Edad del Bronce•. Univeraiclad de Valencia, 1983.
(8) M. TARRADELL: •El Pala Valenciano del Neolltico a la lberizaci6n. Ensayo de tfntesis». Universidad de Valencia, 1983.
M. TARRADELL: «I. Papelee del lAboratorio de Arq~logia de
Valencía, 6. Valencia. 1969, JMI.~~&. 7-30.
(9) F. GUSI: «Lu datacionet del C.14 de la Cueva del Mu d'Abad (Covet de Vinroma). Campalla de 1975. Enfayo cronolcS¡ico para la
periodlución del B.ronce ValencianO». Cuademoe de Prehistoria y Arqueolosfa Cutallonenae, 2. ~6n, 1975, p4.p. 7r..80.
R. BNGUIX: « (10) J. F . NAVARRO: "'Materialee para al eetudio de la Edad del Bronce en el valle meclio del Vinalop6 (Aiieante)ot. Lucentum. I. Alicante,
1982, pép. 19-70.
(11) B. MARTI: « (12) E. PLA, B.·MARTI y J . BERNABEU: « Arqueol6(ieo Hiapoillico, 15. Madrid, 1983, ~ 41-58.
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R. ENGUIX Y B. MARTI
gía que también se atribuyó a la primera ocupación de la Muntanya Assolada, en la
que creimos observar claros testimonios de la anterior tradición eneolítica en una
pequeña parte de su industria lítica, en los brazaletes de piedra, o en la semejanza que
pueda postularse para algunos de los motivos decorativos cerámicos como respecto a
los vasos campaniformes incisos. Por último y tal como se expuso en el avance de las
campañas de excavación de 1978 y 1982 al que venimos refiriéndonos, la cronología
final del poblado quedaba establecida en tomo a los a.ñ os 1300 a. de C. Hipótesis
subordinada a la posibilidad de que en el País Valenciano se produjera una evolución
semejante a la observada en el área del sudeste peninsular con las fases del Bronce
tardío y final, que se desarrollarían con posterioridad al Bronce pleno o Bronce Valenciano, pero aceptando la posibilidad de perduraciones absolutas del Bronce
Valenciano durante el transcurso de aquellas dos últimas fases (13).
· En la misma línea de interpretación parecían incidir las campañas de excavación
posteriores, destacando en esta valoración global el estudio de los restos conservados
en una pequeña cueva sepulcral inmediata al poblado, en el escarpe de su lado
suroriental, realizado durante la campaña de 1983. Expoliada en un alto grado, su
excavación proporcionó restos de un mínimo de cuatro individuos, algunos huesos de
animales y parte del ajuar que acompañaba a los inhumados, compuesto por una punta
de flecha de sílex, un fragmento de botón prismático triangular con perforación en V,
numerosas cuentas de collar discoidales, y pequeños y escasos fragmentos de cerámica
sin decoración. Ello confirma la noticia de Gual (14), de que «al pie del montículo se
exploró un covacho en el que aparecieron más restos cerámicos y huesos humanos, lo
que es indicio de su aprovechamiento como lugar de enterramiento», aunque lo
impreciso de la descripción nos hiciera suponer inicialmente que tal indicación se
refería a la cavidad abierta en el propio subsuelo del poblado, cerca de su límite
septentrional. La presencia de esta cueva sepulcral en las inmediaciones del lugar de
habitación, con paralelos inmediatos en la covacha sepulcral de la Muntanya de
Cabrera (15), venía a coincidir con la idea de que tales eran los enterramientos
característicos del Bronce Valenciano. Lo que además parece confirmarse en otras
excavaciones recientes, caso del poblado del Mas del Corral en Alcoi, con enterramientos en grietas cercanas al mismo (16), aunque tampoco sea ésta una cuestión
exenta de problemas, como se ha expuesto en los últimos años (17).
Así pues, el resultado de todo ello era la incorporación de la Muntanya Assolada
sin demasiadas dificultades a aquella descripción de la Edad del Bronce para gran
parte de las tierras valencianas como un período en el que este país queda abierto
(18) M. GJL.MASCARBLL: ..Uronce Tardio y Bronce Final en el Paia Valencian011. En El Bronce Final y el eomient.O de la Edad del Hierro
en el Pale Va lenciano. Mooocrafiu del IA.bon.torio de Arq\leOJoa\a de Valencia. nl'lm. l . Valencia. Ul81. p6p. 9-39.
(H ) M. GUAL: • Hace tns mil ailoP. MW'ta. Reviata del Instituto Laboral de Alcira. octub. .noviembre, 1968, pip . 4-6.
(16) M. FUSTB y D. FLETCHER: dA covacha _,lc:ral del Veclat de Tommbt. Archivo de I'Nhiotoria Levantina. IV. Valencia. 1.963, p&p.
169-11!6.
(16) J . TREUS: d lu del CorT&I•. Mombriee An¡ueolbclquee a la Comunitat Valenciana 1984-1986. Collf'lleria de Cultura. B. i C. Valencia.
1988. p6p. 82-86.
(17) M. HERNANtlB't: • La Edad del Bronce en el País Valet>"iano: panorama y penpectiv&P. Univenidad de Alieanta. 1986. p6p. 101·119.
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BRONCE VALENCIANO Y MUNTANYA ASSOLADA
6
primero a las influencias meridionales argáricas, manifestadas en el auge y desarrollo
de la metalurgia. Después, ya en los últimos siglos del segundo milenio, algunas
formas y decoraciones cerámicas nos hablan de esporádicas influencias meseteñas.
Con ei cambio de milenio llegan elementos de la cultura de los Campos de Urnas. Y
finalmente, a partir del siglo octavo vemos surgir nuevos poblados que, ya desde el
siglo vn, atestiguan el comercio fenicio y las influencias de la Andalucía tartésica,
sumándose finalmente la relación con el mundo griego, hasta llegar al nacimiento de
la Cultura Ibérica. Descripción a la que Sl.\byace el importantísimo matiz de una
general continuidad del substrato del Bronce Valenciano que, paradójicamente, en una
parte muy importante continuaría su propia y peculiar evolución al margen de tan
notables cambios e influencias. De esta manera la Muntanya Assolada, si bien no
puede referirse al conjunto del período y a pesar de que sus restos constructivos
adquieren cierta relevancia en el conjunto de los poblados documentados, sin ocultar
que son pocos los excavados en extensión comparable, vendría a integrarse en un
modelo de pequeños núcleos o caseríos dispersos por toda la geografía del País
Valenciano, habitados por un reducido número de familias que se dedica.n fundamentalmente al cultivo de los cereales. Este modelo, ampliamente compartido por la
investigación valenciana y por nosotros mismos, explicaría o justificaría algunas de
las anteriores consideraciones generales sobre la cultura, haciendo posible conjugar
las múltiples influencias y relaciones descritas con una cultura material y un modo de
vida sin cambios en la mayoría de los casos.
La prosecución de los trabajos de excavación y su extensión más allá de lo que
inicialmente se consideraba la estricta área del poblado han hecho variar estos
planteamientos, en total sintonía con lo que muestran asimismo el resto de las
excavaciones que actualmente se llevan a cabo sobre yacimientos valencianos de la
Edad del Bronce. En efecto, las últimas campañas anuncian un giro importante en la
imagen que teníamos del urbanismo de la Muntanya Assolada, con las repercusiones
que ello tiene sobre los demás aspectos del problema, cual es el caso del modelo de los
pequeños caseríos, de las cortas ocupaciones, de la no estructuración o jerarquización
de los asentamientos, etc. Sin pretender ser exhaustivos, los recientes trabajos de
excavación muestran que el pequeño espacio de la cumbre, delimitado por una muralla
de casi dos metros de anchura en la parte más accesible fue, además, previamente
acondicionado por grandes construcciones de hiladas de piedras sin carar trabadas
con barro que servirían para aterrazar la montaña. El reducido recinto de la parte más
elevada da paso a una configuración totalmente artificial de la cumbre, con muros de
gran anchura y caras inclinadas o ataludadas, modificando las expectativas sobre el
yacimiento hasta alejarlo de los calificativos usuales ya descritos para los poblados
del Bronce Valenciano (18).
(18) Batoo trabajoa de excavación como&ponden principalmente a lu campellaa de 1987 y 1988, diriaidaa por R. Enll'lix y B. Martf. con la
colaboración de M.• Jeeúa de Pecho.
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6
Ello viene a coincidir, por otra parte y como resulta lógico esperar, con las grandes
novedades ofrecidas por la reciente investigación en otras áreas del Bronce peninsular, como ejemplifican destacadamente las Motillas de la Mancha (19) o las nuevas
excavaciones de poblados argáricos (20), mostrando así el Bronce Valenciano una
sintonía profunda con esta renovación en los planteamientos que se produce en áreas
próximas y sin duda íntimamente relacionadas con él. Y hemos de hablar de Bronce
Valenciano porque ciertamente la Muntanya Assolada no es un caso aislado y la
éomplejidad subyacente a estos poblados ya se desprendía de los resultados avanzados
por otros yacimientos entre los que podemos citar la Mola de Agres, en cuyo Corte 1
también se exhumó un lienzo de gran muro ataludado que corresponde a los momentos
iniciales del poblado y que «se construyó siguiendo una técnica singular y de momento
única en el País Valenciano» (21). Las recientes campañas en la Lloma de Betxí de
Paterna que han revelado la existencia de una gran construcción dominando la parte
más elevada del poblado, además de importantes aportaciones sobre detalle de técnica
constructiva y distribución interna de este singular espacio (22). La gran construcción
o muralla con· paramento interior ataludado del Torrelló de Onda, interpretado como
posible recinto defensivo y correspondiente a momentos anteriores a la datación de
1350 ± 90 a. de C. (23). O la singular construcción de planta trapezoidal con una
estancia anexa de Orpesa la Vella, en Orpesa, que en opinión de su excavador podría
constituir <
a la fase inicial de este poblado situado en un esca.r pe rocoso sobre el mar, con
datación absoluta de 1500 ± 95 a. de C. (24). Ejemp~os todos de esta nueva complejidad
en la valoración de los asentamientos del Bronce Valenciano, sin que ahora pretendamos prejuzgar las relaciones internas o su exacta atribución cronológica. Debiendo
tener en cuenta, además, que en esta misma línea es posible reinterpretar o conceder
mayor relieve a anteriores descripciones de estructuras constructivas, como la gran
amplitud de la muralla de la Muntanyeta de Cabrera, con un departamento interior
(25), o la posible canalización del Castillarejo de los Moros en Andilla (26).
De este modo si bien estamos de acuerdo con las gra.ndes carencias que expusiera
recientemente Gusi (27), también parece evidente que hemos cruzado ya aquella línea
(19) T. NAJERA: «La Edad del Brone. en la Maru:ba occidentalw. Teela Doctoralee de la Universidad de Granada, 1984.
(20) O. ARTEAGA y H. SCHUBART: •Fuente Alamo. Excavacionee de1977». NoLieiario Arqueolósico Hiap4.nico, 9. Madrid, 1980, páp. 245-
289.
O. ARTEAGA y H. SCHUBART: -Fuente Alamo. Campalla de 1979». Noticiario Arquaolócico Hiapánico, 11. Madrid, 1981, páiL 7-:12.
(21) M. GIL-MASCAREU.: •El poblado de la Mola d'A,res. Doa cortee aat.ratic..U.COP. Pa~lee del Laboratorio de Arquaolo,fa de Valencia·
Sa¡untum, 16. Valencia, 1981, p4.p. 76-89.
(22) M. J . DE PEDRO: «La Lloma de Setxf,., M....Oriaa ArqueolOciquee a la Comunltat Valenciana 1984-1986. ConaeUeria de Cultura, E. i C.
Valencia, 1988. páp. 202-206.
(i3) GUSI: Op. ciL DOta 6.
(24) F. GUSI: oOrpeea la Vella... Membri" An¡ueo~ues a la Comunitat Valenciana 1984-1986. Conaelleria de CUltura, E . i C. Valencia.
1988. """ 152-J.M.
(26) FLBTCHER y PLA: Op. clL 1>0ta 4.
(28) D. FLBTCHER y J. ALCACER: "El Caatillarejo de loe Moroe (Andilla. Valencia)lt. Archivo de Prabiotoria Levantina. Vll. Valencia.
1968. p4.p. 911-110.
HERNANDEZ: Op. ciL nota 17, pá1. 106. ya aeilala la poeibilidad de que al¡unaa de lu pretendidaJI murallu dt nueeuoe pobladoe de lo
Edad del Bronce aean en realidad conat.ruccionee de plataformu para levantar caaaa.
(27) F. OUSI: •Proble.dtica actual en la investiraci6n de la Edad del Bronce en el Pala Valenciano>t. Ponencia del XIX Con1reeo Nacional
de An¡ueol()lfa, Cutell6n. diciembre de 1988.
- 246 -
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BRONCE VALENCIANO Y MUNTANYA ASSOLADA
7
que, hasta bien avanzada la década de los setenta, encerraba al Bronce Valenciano en
la consideración de cultura homogénea e invariable, tal como fuera coñcebida en las
primeras etapas de su estudio. Porque ciertamente la nueva imagen que ahora esbozan
los asentamientos está lejos de mostrar la exacta complejidad de la cultura pero
podemos tomarla como apropiada referencia de lo que es un nuevo estado actual de los
problemas.
En este contexto es necesario volver a plantear cuestiones fundamentales, cual es
la relación entre el Bronce Valenciano y la Cultura del Argar, también con importantes
novedades aportadas por la excavación y estudio de los yacimientos del sur del País
Valenciano, y cuestión de la que dependen íntimamente problemas como la formación
de la cultura, cronología inicial, variación espacial o comarcalización.
Sin hacer balance de las. sucesivas hipótesis relativas a la depend·e ncia o no, y al
límite geográfico entre la Cultura del Argar y el Bronce Valenciano, la intensificación
de los trabajos ha sido muy importante en las comarcas-meridionales alicantinas. La
revisión y publicación de los materiales de San Antón de Orihuela y de la Ladera del
Castillo de Callosa del Segura, ·núcleos argáricos de gran relevancia (28). Las excavaciones en el poblado de la Horna de Aspe, donde lo argárico parece combinarse con lo
específico de las comarcas del sur del País Valenciano (29). La Lloma Redona de
Monforte, punto de verificación para las hipótesis de una relación entre el Vinalopó
medio y las gentes argáricas del Camp d' Alacant, representadas por el poblado de la
llieta de Campello (30). O la publicación del Cabezo Redondo de Villena, trabajo
necesario para abordar la matización de su rica documentación (31), son ejemplo de
estos avances.
Hernández ha señalado, sobre el análisis de los datos anteriores, que tendríamos
yacimientos argáricos en la Vega Baja: San Antón y las Laderas del Qastillo; y
significativas influencias argáricas en los del Vinalopó y Camp d' Alacant: Cabezo
Redondo, Illeta deis Banyets, Horna, Tabaia en Aspe, Pie de les Moreres en Crevillent,
Puntal del Buho en Elx, Puntal de Bartolo . en Novelda, en los que también cree
encontrar algunas características del Bronce y alenciano (32). Pero con independencia
de su precisa adscripción, que requiere la adecuada publicación de los trabajos de
excavación y que en casos como Cabezo Redondo se inclinaría del lado del Argar, la
propuesta de situar las tierras meridionales valencianas bajo la directa influencia del
Argar tiene profundas implicaciones pa.r a el Bronce yalenciano.
.
(28) R. SORIANO: «La Cultw-a del ~ven la Vera Baja del Segura... Papeleo del Laboratorio de Arqueolocla de Valencia.S.pntwn. 28.
Valencia, 1984, ~ 103-1.S.
·
(28) M . HBRNANDEZ: «La Ro.....,.. lllembriee ArqueoiOgiqueo a la Comllllitat Val..,eiana 1984-198&. Conaelleria da Cultura, E. i C.
Valenc:ia. 1988, pjlp. 71-72.
(30) J . P. NAVARRO: oLioma Redcmalt. lll.ubri• ArqueoU!p¡uee a la Comllllitat Valenciana 1984-1986. Conaellma da Cultura, B. i C.
Valeucia, 1988. pq.. 79-81.
(Sl) J . 111. SOLER: «Bxeavaciooaa arqueolcScieaa en el Cabezo Redondo (VUJeoa, AUeante)t. Wtituto de B.tucUoa J . Oil·Albert.. Alicanta,
1987.
(32) M. RBRNANDEZ: " La Cultura de El ~ven Alieanta. Relaciooes temJIOl'J.. y eapacaJ.. con el mundo del Broae. Valeocianoot. En
Aetaa c,tel eon,....., H~e a L. Siret (1934-1984). Quevaa de A1mamóra, junio 1984. Serilla, 1988, pjlp. 841-860.
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8
Gil-Mascaren y Enguix, replanteando también estas cuestiones, han descrito al
Bronce Valenciano como resultado del substrato eneolítico y de la cultura argárica
(33). Orígenes que necesariamente marcarían la cronología del Bronce Valenciano, así
como otras muchas de sus características culturales, sea el posible gradiente en el
desarrollo urbanístico desde las comarcas meridionales a las septentrionales, o la
disminución de los hallazgos metálicos que se produce en el mismo sentido. Hemos de
preguntarnos si esta presencia de la cultura argárica en el sur del País Valenciano
supone para el Bronce Valenciano una posterior cronología como resultado de influencias que, lógicamente, irán decreciendo y retransándose hacia el norte. O si todavía
cabe plantear hipótesis sobre un origen independiente del Argar, como se insinuó a
propósito de algunos de los poblados excavados en las primeras etapas de la investigación (34). En este sentido, Bernabeu ha destacado el que durante la etapa campaniforme y el Horizonte Campaniforme de Transición aparecen y se desarrollan patrones de
hábitat y otras características que anuncian la Edad del Bronce. Lo que unido a la
continuidad que parecen ofrecer algunos poblados y cuevas sepulcrales abundaría en
la consideración de la evolución local como parte fundamental de la formación del
Bronce Valenciano, aunque sin olvidar la contribución de las innegables influencias
argárica8 (35). Para la Muntanya Assolada y en relación con esto resultan especialmente interesantes por su proximidad los casos de la Cova dels Gats de Alzira,
necrópolis con materiales pertenecientes al Horizonte Campaniforme de Transición y
al Bronce Valenciano (36); y la Muntanya de Caries de Corbera, poblado al que se
asocia la ininediata Coveta del Gat (37), necrópolis expoliada de cuyo ajuar conocemos
la existencia de cinco puntas de flecha de sílex, dos cuentas de collar discoidales y un
pequeño fragmento de vaso C8l!lpaniforme impreso. En esta misma línea de relación
con el Horizonte Campaniforme de Transición, fuera ya de esta zona, destacaremos
también las expectativas que corresponden a los actuales trabajos de excavación en el
poblado de la Rambla Castellarda de Llíria, cuya secuencia parece terminar con
abundante presencia de campaniforme inciso (38).
Los problemas subsisten, obviamente, en relación con la cronología inicial del
Bronce Valenciano. Y si bien Bernabeu cree que puede establecerse un término post
quem en ·base a los hallazgos del Peñón de la Zorra de Villena, situando los inicios del
Bronce valenciano en torno a la transición entre el Argar A y B (39), el que ello se
plantee en un área argárica o de directa influencia argárica dificulta la aceptación de
(88) M. OJL.MASCARBLL y R. ENGUIX: «La Cultura del Bronce Valen<:iano: eotado aetual da la lnveotiraci6n•. En Actas del Conrr-o
a J . SU.t (11184-1884). Cuevu del Almanzota, junio 1884. Sevilla, Ul88, pqa. 41S..U.
(84) FLETCHBR y PLA: 0p. cit. nota 4.
E. PLA: «El probl8111& del lrinaito de la Edad del Bronc. al Hierro an la Reci6n Valenciana.. V Coo.rreao Nacional de Arqueolocla
(Zararoaa, 11167). Zarqou, 1969, pq.. J.28.132.
(M) J . BBRNABBU: «El Vuo Campanifonae en el Púa Valen<:ian01t. Tra~oa Varioa del 8.LP., n6m • 80. Valencia. 1884.
(38) A. NAR11NBZ: «La Cultura del Bronca Valenciano en la Riberalt. Al-Gema, 1. Alsira, 1986. ~ 13-UL
(87) M. D. LLAVADOR 7 A. FERRER: «Aportación al eotudio del poblamiento en la zona tur de la Ribera daJ Xl\t¡uar durante la Cultura del
Bronce ValeDCÍ&DOit. AJ.Qaira, 3. Alsira, 1987, p4p. ~29.
(88) J . V. MARTINBZ: «Puntal Rambla Culellardu. En Membriee Arqueolb(iquaa a la Coanmllat Valenciana 1984-1886. ConaeDeria de
Cultura, E. i C. Valencía. 1988, ~p. 239-240.
Homea~
~)BBRNABBU~ Op.eit.nota~.
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BRONCE VALENCIANO Y MUNTANYA ASSOLADA
9
tal limitación. Como ha señalado Hernández, parece claro que los poblados de San
Antón, Ladera del Castillo de Callosa, Tabaia o illeta de Campello deben remontarse
al Bronce antiguo o comienzos del Argar (40), y ello hace mucho más verosímiles las
altas dataciones absolutas obtenidas en los poblados de Terlinques en Villena y de la
Serra Grossa en Alacant. Dataciones que ahora se muestran acordes con el conjunto
de las conocidas para los momentos iniciales del Argar, a pesar de que en numerosas
ocasiones se han considerado excesivamente antiguas, también por nuestra parte.
Bien entendido que, al menos para el caso de Terlinques, su concordancia con otras
dataciones de los inicios del Argar va unida a su valoración como poblado ajeno al
Bronce Valenciano, pero no así en lo que se refiere a la posible perduración del
Horizonte Campaniforme de Transición en la zona, perduración que no debería cubrir
el desarrollo de ese Argar antiguo presente en diversos yacimientos.
Volviendo a la Muntanya Assolada y en relación con los orígenes es evidente que
hay que esperar y también valorar mejor la rica documentación que sobre los períodos
anteriores conocemos en su entorno, pero sin olvidar que ello requiere soluciones para
el conjunto de la cultura. Resulta necesario insistir en que aquella imagen de los
poblados pequeños, tal vez de corta duración en su ocupación, muy sencillos urbanísticamente y sin más preocupación que lo defensivo, ha venido traduciéndose implícitamente en una confirmación de las ideas de monotonía y sencillez de la cultura, de falta
de una mínima estructuración del territorio cuya población se disemina en pequeños o
muy pequeños caseríos. Y así sería factible la hipótesis de una muy desigual actuación
de las numerosas influencias que cruzan nuestras tierras. Sobre el fondo eneolítico o
ante el nacimiento de la Cultura Ibérica la principal característica del grueso de los
poblados de la Edad del Bronce habría sido, pues, su marginalidad.
Así pues, la Muntanya Assolada viene a sumarse al conjunto de yacimientos
actualmente en estudio cuya complejidad no puede reducirse al anterior modelo de un
poblamiento exclusivamente representado por pequeños asentamientos. Como tampoco debemos reducir el poblamiento a los lugares elevados, con el encastillamiento como
característica inseparable de los poblados de la Edad del Bronce ya que, siguiendo con
los ejemplos cercanos a nuestro yacimiento, son muchos los a.s entamientos en pequeñas lomas como la Coroneta del Rei en Alberic, junto al Xúquer, o el yacimiento de les
Cases de Monteada en Alzira, en las inmediaciones del mismo río (41). Bien entendido
que ello no invalida las imagen tradicional de las decenas de poblados en la cumbre de
elevados cerros, imagen que sigue estando presente en la documentación y que ha sido
confirmada también recientemente en el propio entorno de la Muntanya Assolada (4.2),
aunque sí se. opone a la exclusividad de esta imagen y requiere de nuevos presupuestos.
Por ahora no son muchos los materiales cuya precisa atribución cultural y cronológica pueda aportar información a la necesaria división interna de la cultura, o sus
140) HER.'lANOEZ: Op. ciL nota 32.
A. MARTINEZ: •Lec
de Moneada (Aw111. VaJencia i-. Aj unta.a>ent d'Alzí111, 1987.
< U..\VADOR y FERRER: Op. cit. nota 37.
•21
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•t¡
ea-
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10
posibles variaciones geográficas. Problemas estos que no pueden solucionarse sólo con
paralelos externos, o con las revisiones de las excavaciones antiguas, revisiones
necesarias pero que no deben hacernos olvidar que yacimie~tos como el de la M~ta
nyeta de Cabrera, Mola Alta de Serelles, o Mas de Menente no pueden ser tomados
como paradigmas del Bronce valenciano en esta nueva situación sin tener en cuenta
que dichos yacimientos pueden representar una larga secuencia que vaya más allá del
Bronce pleno, alcanzando el Bronce tardío o final. Como así parece suceder en Mola
Alta de Serelles o más claramente en la Ereta del Castellar de Villafranca.
Y en relación con ello el problema de los momentos finales es, evidentemente, otra
cuestión abierta que no abordaremos aquí pero en la que también son consid~rables
las ·novedades aportadas por los actuales trabajos de excavación. Sin repetir recientes
sistematizaciones o valoraciones (43), los poblados de la Cultura Ibérica cada vez en
mayor número nos ofrecen en la base de sus secuencias estratigráficas materiales
anteriores que en muchos casos rebasan ampliamente la cronología de los siglos
inmediatamente anteriores marcados por los estímulos o influencias coloniales (44).
De tal modo que en el planteamiento de la posible perduración del Bronce valenciano
hasta la Cultura Ibérica se han producido notables variaciones que podemos ejemplificar en el cambio experimentado por la consideración de un poblado siempre citado en
relación con esta precisa cuestión, caso del Puig d'Alcoi (45). Como se desprende de
todo lo anterior, y aunque nada de ello se deduce por ahora del poblado de la
Muntanya Assolada, parece razonable en el estado actual de los problemas seguir
profundizando en la caracterización de las fases del Bronce tardío y fi.nal, pero dejando
ya escaso margen a la probabilidad de una perduración paralela del Bronce valenciano
que, por el contrario, deberá ser cada vez mejor definido como una cultura del Bronce
antiguo y medio peninsular, con las matizaciones cronológicas y geográficas que le
sean pertinentes.
En todo caso y lejos de intentar referirnos al conjunto de los problemas del Bronce
Valenciano, nuestro objetivo ha sido ahora la reflexión sobre los cambios cualitativos
sufridos por la imagen de esta cultura tomando como punto de partida la constatación
aportada por las recientes campañas de excavación, como sucede con la Muntanya
Assolada, que estos poblados no corresponden siempre ni exclusivamente al modelo
que podríamos establecer sobre la base de la documentación existente en el inicio de la
década de los sesenta.
(43) GIL-MASCARBLL: Op. eit. nola 18.
E. U.OBRBGAT: •Nuevo. enloques para el estudio del periodo del NeoUtieo al Hierro en la Reción Valeneian.,.. Papeles del
Laboral
A. GONZALEZ: «Loa nuevo. uentamienl
Pale Valenciano: panorama y penpectivu. Univenidecl de Alicante. 1986, pqw. 163-184.
C. ARANBOUI: • El hierro anti¡uo valenciano: laa tr&nll'ormacion• daJ .....,¡;n indl•""• entra loo eialo. Vlll 7 V L C.>t. En Arqueolocía
del PaJe Valenciano: panorama y penpeetivu. Univenidecl de Alicante. 1986. p4p. 186-200.
(44) C. MATA y R. BONBT: •Un nivel de la Edad daJ Bronee en el Puntal dele Uopa (Oioeau, Valencia)o. XVI Concrno Nacional de
Arqueolocía (Murcia, 1882).
1983, p4p. 249-258.
•
Vúnae, por ejat11plo. lo. avancea de lo. ruullado. de laa campañas de excavación realladu en dlatinl
en M~ri• Arquaolo,iqu• a la Conlunilat Valenciana 1984-1986. Coneelleria de Cultura. S. i C. Valeneia, 1988.
(46) A. BA.RRACHJNA: •El B10nze final al poblat dal Pui¡ d'Aic:oi». Ponamenta. 6. Barcelona. 1987, fl41L 181·155.
z....,ou,
- 250 -
[page-n-251]
ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XVJll (Valencia, 1988)
ANTONIO .MARTINEZ PEREZ
(Alzira)
EL NUCLEO DE POBLAMIENTO DE ALBERIC-ANTELLA-TOUS DURANTE
LA CULTURA DEL BRONCE VALENCIANO
l . INTRODUCCION
En mi último trabajo de síntesis sobre el Bronce Valenciano ribereño (1), estudié
someramente los yacimientos que hoy, más exhaustivamente, presentamos. De todos
ellos, debido a la falta de espacio, sólo dibujé dos vasijas y un diente de hoz del que
denominé Núcleo IV. Quería allí destacar, principalmente, la posible seriación de la
cultura a base de la tecnología cerámica y constatar la existencia de unos núcleos de
poblamiento, con un territorio delimitado, donde se habían desarrollado, a través de
los años, unos mismos grupos tribales.
Proponía, como metodología para un estudio global y profundo que delimitase,
cualitativa y temporalmente, las posibles subdivisiones de esta cultura, empezar por el
estudio de las comarcas; dentro de éstas, deslindar los núcleos de poblamiento existentes y realizar la seriación evolutiva, con un estudio profundo de la cultura material.
Por supuesto, para esto último había que excavar, al menos, cada uno de los poblados
que forman el núcleo. Pues bien, han pasado tres años y nada de esto se ha hecho.
Esperamos que, con el estudio de este núcleo de poblamiento, el interés se acreciente y
se realicen los trabajos pertinentes para clarificar estos conceptos que aquí se presentan como hipótesis de trabajo.
El entronque del Bronce Valenciano con el período anterior, E neolítico, ya lo
hemos estudiado en la comarca en un reciente trabajo (2). La visión del momento,
(1) A. MARTINBZ PERBZ: u Cultura del Bronc. ValeociaDo en la Ribera•. Publicac:ion• eh! C. P. Lula Viv• eh Alsin, n6ma.
extraordinario. 1 y 2. A.bín., 1884.
A. MARTINBZ PERBZ: u Cultura del Brooea Valencimo en la Ribera-. Al-Gcin, L Abin, 1886, p4p. 13-111.
(2) A. MAR'l'INBZ PERBZ: u Cova dala Gat. (Ahira, Val~. Al-Gtraira. H. A.bín., 1986, p4p. N6.
-251 -
[page-n-252]
2
A. MARTlNEZ PEREZ
como hipótesis de estudio, la concluíamos así: «A partir de Millares II o inicios del
Argar A (alrededor del2000 a.C.) hay una emigración de las gentes del SE, probablemente debido al clima cálido y seco, que influirá más en la zona de Almería. Serían los
grupos marginados los que buscarían la aventura en tierras extrañas; ello explicaría el
fenómeno de la ausencia de una jerarquización social a través del Bronce y la Cultura
Ibérica en el Levante. Estas gentes llevará.n a sus difuntos con ellos (lo mismo que
ocurrirá después en los desplazamientos indoeuropeos con los Campos de Urnas). El
hecho de traer no sólo un par de generaciones de ascendientes implicaría una diversidad de estilos culturales. Fíjense que, por ejemplo, Arribas, para la fase Campaniforme
de estilo marítimo de Las Peñas de los Gitanos de Montefrío (Granada), da unas fechas
entre el 2300 y 2000 a.C. Para el inciso, del2000 al1900 a.C. Teniendo en cuenta que en
nuestros yacimientos aparecen ambas técnicas en una misma necrópolis (Pedrera,
Gats), con fechas alrededor del 2000 a.C., no resúlta tan descabellada la idea de la
emigración.
Ya Pla insinuó una expansión, si no étnica sí cultural, en cuanto a las formas de
enterramiento, dá.ndonos una posible vía de expansión desde Almería, por la vega baja
del Segura, al valle de Alcoi y al de Albaida; por el corredor del Serpia a la Safor; de la
Safor, por la llanura litoral, a la Ribera y Horta, y de aquí a Castellón por vía costera.
,
De esta forma. relacionaba todas las cuevas de enterramiento descubiertas hasta ese
momento.
Esa expansión, que yo creo también étnica, llegaría hasta el Xúquer en una
primera fase, con máxima proliferación de necrópolis con vaso campaniforme. Tal
como se van asentando depositan estos paquetes de huesos y el ajuar en las cuevas y
grietas de los alrededores, simulando los monumentos megalíticos de sus tierras; estos
segundos enterramientos, coetáneos, presentarán una mezcolanza de ajuares (puede
haber campaniforme puntillado, inciso y mixto). A su vez, si hay una muerte reciente,
aparecerán materiales más modernos, como debió ocurrir en Gats. Habría una oposición de las gentes indígenas (que por esas fechas serían poco numerosas), sin muchas
consecuencias. Estos nuevos pobladores se asentaron en cerros abruptos, de fácil
defensa; cosa lógica en el conquistador que sabe que este territorio no es suyo.
Posteriormente, traspasarían el Xúquer (poblados del Bronce inicial). Tal como el
asentamiento se hace efectivo se trasladará el poblado a zonas más cómodas, como se
aprecia aquí en la Ribera. Su expansion hacia Castellón y Teruel coincidiría con el
pleno Bronce, siendo los de Vilafilomena (Vila-real) y Vilafamés de distinto origen
(cultural y cronológico) de los que aquí tratamos.))
Vamos, pues, a presentar y estudiar las particularidades que poseen los yacimientos del Núcleo IV de la comarca de la Ribera, situado al final de la sierra del Cavalló,
perteneciente a las estribaciones más meridionales del sistema Ibérico: allí donde el
Xúquer deja las montañas para serpentear por las ricas y perfumadas tierras ribereñas
camino del mar.
No quisiera finalizar esta introducción sin agradecer, al tan merecidamente homenajeado, D. Domingo Fletcher, sus orientaciones y enseñanzas que tan atentamente se
ha dignado siempre co.ncederme, y, sobre todo, su amistad.
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ALBERIC-ANTELLA-TOUS
8
T. Alzlra
Alberlc
(!)
Fig. l . -Mapa de situación de los yacl.mientos: 1, Puntal de Tou-Nou; l , Muntanyeta de la Pont
Puntal de la Rambla de la Senyora; 4, La Coroneta del Rd, y S, La Creoeta Alta.
~
3,
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A MARTINEZ PEREZ
II. PUNTAL DE TOUS-NOU, POBLADO DEL BRONCE INICIAL
l. Situaci6n y descripci6n del yacimiento
Se construyó el pequeño poblado en el extremo oriental de una de las estribaciones
que parten del monte El Palmeral (planicie final de la sierra del Cavalló); a falta de
denominación, dada la cercanía al nuevo emplazamiento del pueblo de Tous, lo he
bautizado como indica el encabezamiento. Se encuentra en la partida de La Garrofera,
término de Alzira. La altura sobre el nivel del mar es de 200 m. Tiene pronunciadas
pendientes en sus laderas y está coronado por un estrato calizo, por lo tanto, con
buenas defensas naturales.
La pequeña meseta de la cima se une a un llano inmediato, en el extremo O, por
un collado. Esa parte accesible estaba protegida por una doble muralla, en cuya
intersección se abría la puerta (véase croquis adjunto). En algunos tramos se ven
perfectamente las hiladas de piedras trabadas, a doble cara, y en el centro tierra
margosa mezclada con piedra menuda. En la parte N, un desprendimiento deja ver
cómo una de las habitaciones estaba adosada a la muralla y, dada la mayor potencia de
estrato en esa parte, supongo que allí estaban ubicadas las viviendas, quedando la
parte S de la meseta, que es donde desemboca el corredor de la puerta, como una
especie de plazuela, pues la roca aflora en ese punto.
Toda la parte E está protegida por un escarpe calizo que, a su vez, coincide con un
pronunciado desnivel de la ladera, divisándose la planicie ribereña con toda claridad.
En conclusión: emplazamiento muy bien encastillado y gran visibilidad, pero no hay
fuentes cercanas para su abastecimiento.
2. Materiales
El yacimiento, de momento, se halla intacto, y debido a su alta cronología se ven
pocos fragmentos cerámicos y restos líticos en superficie. Del desprendimiento mencionado recogí media cazuela con asa de cinta vertical y fragmentos de una pequeña olla
de borde ligeramente exvasado, con un telón como elemento de prehensión. El resto
de los fragmentos dibujados proceden de una minuciosa prospeéción superficial. Las
características ceramológicas, en general, son: arcilla sedimentaria coluvial roja,
mezclada con abundante ceniza carbonosa y poca calcita, quedando la pasta porosa
tras la cocción, de ahí que pese poco; la tonalidad de los fragmentos suele ser negracenicienta en superficie, el alma rojo oscuro o achocolatado, aunque algún fragmento
oxidado puede presentar tonos rojizos en superficie; las roturas son irregulares, con
muchos entrantes y salientes redondeados; las superficies presentan oquedades, dándoles una textura de «cáscara de naranja>>, producidas por el desgrasante carbonoso que,
en la cocción, se ha quemado y desaparecido; el horno utilizado debió ser el de hoyo
abierto poco profundo (3). No he encontrado ningún fragmento de cerámica fina
(alisada o pulida).
(8)
NARTINBZ PBRBZ: ()p. cit. en la
Dota
1. 1986.
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. ALBERIC.ANTELLA-TOUS
6
TOUS-NOU
FONT DOLCA
Fig. l.-Croquis aproximado de los poblados del Puntal de Tous-Nou y de la Mun~nyeta de la Font Dol~a.
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2cm.
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6cm.
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Flg. 3. -Materialea del poblado del Puntal de Tous-Nou (La Garrofera, Alzlra).
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.
7
También recogí varios fragmentos de percutores de cuarcita y esquirlas de sílex,
todo ello en poca cantidad. En el diente de hoz dibujado, de sílex blanquecino, se
aprecia el denominado «lustre de cereales».
3. Cronolog(a
Tanto la ubicación como las características ceramológicas y demás materiales
coinciden con el prototipo de poblado del Bronce inicial en la Ribera. Poblados
similares son el Puntal del Barranc de les Goves del Truig (Benimodo) y Puntal de la
Malla (Alfarp), ambos en la misma ribera izquierda del Xúquer. En la margen derecha,
con una diferencia respecto a los materiales cerámicos, podríamos incluir los Poblados de la Muntanyeta de Caries (Corbera), Cabe~ol de les Valletes (Alzira), Ca~ol de
Mir (Alzira) y el Cabecol del Barranc de 1'Anell (Carcaixent).
Constatamos unos detalles comunes a todos ellos: las habitaciones o mayor potencia de estrato se encuentran siempre en la parte N del yacimiento; no hay fuentes
cercanas; gran aparato Jetensivo, tanto naturales como constructivos; reducido espacio ocupado; escasez de materiales en superficie; cerámica grosera concrecionada
· (cáscara de naranja) y escasa o nula fina.
111. MUNTANYETA DE LA FONT DOLQA, POBLADO DEL BRONCE PLENO
1. SitU
Junto a la denom.i nada Font Dolc;a, término de Antella, se alza un montículo
alargado, con orientación O a E, culminado por dos picachos amesetados que están
unidos por un pequeño collado, y en ambos se ven rastros de despoblado. La altura
sobre el nivel del mar es de 160m., el de la parte O, siendo unos metros más bajo el del E.
Posee el picacho occidental un torreón con una pequeña muralla circular que parte
y termina en él. El del E tiene dos torreones en los extremos que iban unidos por
sendos lienzos de murallas. Se detectan los torreones por el amontonamiento de
piedras que sobresalen sobre las pequeñas mesetas. No presentan defensas naturales,
incluso las laderas son de suaves pendientes. En la parte meridional del montículo, en
el pequeño barranco que allí nace, se encuentra la fuente, hoy con poca afloración de
agua.
2. Materiales
Superficialmente se ven más fragmentos cerámicos que en el poblado anteriormente descrito. Corresponden a cuencos de borde reentrante o recto y ollas globulares con
labio ligeramente exvasado. Las características ceramológicas podríamos resumirlas
en: cerámica de tonalidades amarillo-rojizas con abundante desgrasante cálcico, menos triturado que en Tous-Nou, y pasta porosa debido a la ceniza, aunque no en tanta
abundancia como en el anterior yacimiento; debido al frotado de la superficie externa
sólo se aprecia el descascarillado (cáscara de naranja) en la parte interna.
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A. MARTINEZ PEREZ
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Fig. 4. -Materiala de la Muntanyeta de la Font
DoJsa
(Antella).
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ALBERIC.ANTELLA·TOUS
9
Abundan las esquirlas de sílex y cuarcita, algunas con retoques marginales, asf
como los cantos rodados utilizados como percutores. Recogí la parte distal de una
azuela pulida de cuarcita (fig. 4, 15).
3. Cronología
Las dos estructuras descritas pudieran ser simultáneas, dado que están separadas
unos 20 m. por el pequeño collado mencionado, pero pensamos que la disposición
constructiva, así como las pequeñas diferencias en cuanto a materiales cerámicos,
serían suficientes para deslindar ambos yacimientos. Estructuras similares al poblado
O las tenemos en los de Font del Pernil (Tous), Cingle deis Corbs (Catadau) y El
Puntalet (Alfarp), todos ellos en la misma ribera izquierda del Xúquer. Como el de la
parte oriental es el de La Malla (Alfarp). Ya que el picacho O es más pequeño, tal.vez
sus ocupantes, debido al aumento demográfico, pasarían a construir el otro poblado
con más espacio.
Tenemos, pues, unos poblados con menos defensas naturales que en la fase anterior
y con un buen abastecimiento de agua cercano; además, con unos materiales cerámicos mejor confeccionados. Hay que constatar que junto a la fuente se recogen materia·
les líticos y cerámicos similares a los del poblado.
El hecho de haber dos pequeños poblados casi juntos me indujo a pensar en dos
fases para cada período del Bronce. Tendríamos aquí la fase fi.n al del Bronce inicial en
el poblado occidental y el inicio del Bronce pleno en el del E. Estos desplazamientos a
zonas más cómodas también se perciben en el Núcleo de Matamón (del Puntal del
Barranc de les Coves del Truig al de la Font del Pernil) y en el Núcleo de Falaguera
(del Puntal de la Malla al de El Puntalet).
·
IV. PUNTAL DE LA RAMBLA DE LA SENYORA, POBLADO DEL BRONCE
PLENO
l . Situaci6n y descripci6n del yacimiento
Estratégico poblado que protege el paso de la rambla de la Senyora, barranco que
comunica la Ribera con el valle de Cutillas, para desde aquí enlazar con las lomas más
altas de la sierra del Cavalló. Se halla en la partida de la Garrofera, término de Alzira.
Posee este abrupto puntal muy buenas defensas naturales. Sus _
laderas S y E, de
pronunciadas pendientes, caen sobre un barranco que desemboca en la rambla; corona
el puntal un estrato calcáreo; sólo la parte O se une al monte La Escala (307 m.) por un
collado llano, de unos 10 m. de ancho. Pero, precisamente en este lado, se alza un
murallón, hoy derruido, que aún alcanza los 5 ó 6 metros de altura sobre el llano del
collado. Se aprecian un par de torres circulares, de unos 2 m. de diámetro, adosadas al
murallón en su parte SO, junto a lo que parece el camino natural de entrada al
despoblado. La altura del puntal es de 220 m. sobre el nivel del mar. Todo este aparato
defensivo, tanto el natural como el realizado por la mano del hombre, hacen del
poblado una inexpugnable atalaya.
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10
A. MA.RTINEZ PEREZ
2. Materiales
El yacimiento, como los anteriores, no ha sufrido ningún deterioro, solamente en la
parte S, dada la pronunciada pendiente, la erosión ha descarnado parte de algunas
habitaciones y se pueden recoger abundantes muestras de materiales cerámicos y
líticos. Entre los cerámicos hay escasos fragmentos con reducción intencionada, algo
más abundantes los de superficies oxidadas, siendo lo corriente encontrar los que
presentan varios matices de colores. La calidad de las pastas, en general, es mejor que
en los yacimientos reseñados anteriormente, ello no implica que nos encontremos con
fragmentos de mala calidad en cuanto a la cocción.
Abundan los nódulos de sfiex y esquirlas, algunas de ellas con retoques. He
encontrado dos dientes de hoz. La pieza núm. 12, fig. 6, parece una punta para
enmangue. Hay bastantes cantos rodados con pulido parcial, así como fragmentos de
diorita.
En la parte N del poblado, ya en la rambla, hay un meandro llano en donde se
encuentran sólo materiales líticos. De allí proceden los dibujados en la fig. 6 (núms. 18
al 21), destacando una punta de flecha cruciforme (núm. 18) y otra triangular (núm.
19), ambas con retoque bifacial cubri~nte y en sfiex blanco.
3. Cronología
De nuevo nos encontramos con un poblado muy bien fortificado y sin abastecimiento de agua (a no ser que por la rambla, hoy seca, en dicho período corriese el agua,
aunque lo dudo): prima la seguridad frente a la comodidad.
La calidad de las cerámicas, con fragmentos reducidos y oxidados intencionados,
nos inducen a postergarlos a los otros dos descritos y situarlo en un Bronce pleno.
Hay que destacar, en cuanto al emplazamiento, que además del gran aparato
defensivo que presenta el poblado, se encuentra escondido frente a la llanura ribereña,
pues en el E hay una estribación montañosa, ligeramente más alta (236 m.), que lo
envuelve y enmascara (véase plano).
V. LA CORONETA DEL REI, POBLADO DEL BRONCE FINAL
l . Situación y descripción ·del yacimiento
Se asienta este interesante poblado sobre un pequeño cabezo, estribación E del
denominado Pla de Cristóbal, de altitud insignificante para su defensa (60 m. sobre el
nivel del mar), en término de Alberic. El Xúquer se encuentra a unos 400 m., y, entre
ambos, la Acequia Real del Xúquer. Tiene suaves laderas y fácil acceso, que junto a la
urbanización que hay a su alrededor (Balcón del Júcar) lo ponen en peligro de
destrucción. Ya, en mi última visita con el Dr. Martí Oliver (ayudante del SIP
entonces, y hoy director), se pudo comprobar los destrozos producidos por excavadores
clandestinos. A finales de 1982 se intentó realizar una excavación, pero fracasaron las
negociaciones con los dueños del cerro.
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ALBERIC-ANTELLA-TOUS
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Fig. S. -Materiales del Puntal de la Rambla de la Senyora (La Garrofera, Alzira).
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A. MARTINEZ PEREZ
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RAMBLA SENYORA
Flg. 6. -Materlales y croquis aproximado del Puntal de la Rambla de la Senyora (La Garrofera, Alzira).
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ALBERIC..AN'l'ELLA-TOUS
18
No presenta el yacimiento claras estructuras defensivas, pues por los límites del
poblado aparecen pequeños muretes que bien podrían ser de las antiguas viviendas,
pero no de una muralla de protección, aunque sin una excavación es difícil de precisar.
Dado que junto a estos muretes no hay gran deposición de piedras, me inclino a pensar
que no había una muralla que delimitase el recinto, sino que las habitaciones se
disponían en terrazas siguiendo las suaves pendientes de sus laderas (véase croquis
adjunto). Tal vez, en la parte alta había una torre vigía, pues en ese punto destaca una
mayor potencia de estrato, que a modo de túmulo o «telh> se percibe mirando de perfil
el montículo.
2. Materiales
Las cerámicas que se recogen son de excelente calidad, las mejores dentro del
conjunto de yacimientos del Bronce Valenciano ribereño. En·cuanto a técnica cerámica, hay que resaltar unas cocciones, en general, muy buenas (temperaturas entre 0000
y 1.0000 C), pues los fragmentos tienen sonido casi metálico al golpe.arlos; el horno que
utilizaron es muy evolucionado, ya que entre las cerámicas abundan los fragmentos
netamente con cocción oxidante intencional, así como las negras reductivas; hay una
masiva utilización de engobe en las cerámicas finas, con posterior pulido o bruñido; el
desgrasante utilizado suele ser calcita finamente triturada en la cerámica grosera; en
la fina, se utiliza simplemente ceniza bien cribada.
De entre el material recogido en prospección superficial, cabe destacar la gran olla
ovoide (fig. 7, núm. 1) con borde muy reentrante, quedando la boca en un plano
horizontal y pequeña con relación al tamaño; va decorada con seis asas de cinta
estriadas, en posición vertical, y tres mameloncillos en el espacio entre asas; lleva
engobe blanquecino y espatulada en ambas superficies. Esta pieza es única dentro de
la Comunidad, encontrándose ejemplares parecidos dentro de la Cultura Argárica (4).
También de excelente calidad y con engobe blanquecino es la vasija carenada de la fig.
8, núm. 10. Los dos fragmentos de la fig. 8, núms. 11 y 12, presentan engobe y bruñido,
que tras la cocción reductiva a la que fueron sometidos dan un tono negro satinado de
gran belleza decorativa. Las carenas, como se puede apreciar en los dibujos, suelen ser
medias o bajas.
La industria lítica se reduce a los típicos dientes de hoz y alguna lasca retocada,
amén de los percutores de cuarcita o diorita y los molinos de arenisca. En hueso, se
recuperaron dos Fuentas de collar discoidales (fig. 10, núms. ®y 34) y un fragmento de
punzón de hueso (fig. 10, núm. 32) y otro de espátula (fig. 10, núm. 31). También se encontró
un «cardium» eón el natis perforado por frotación.
3. Cronología
Las características defensivas y los materiales recuperados, obviamente, nos están
hablando del momento fmal del Bronce. La gran vasija ovoide denuncia unos contac(4) L. SJRET: •La.! primeru edad• del Metal en el Sud•t• de Bapa6u. Barcelona, 1890.
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A. MARTINEZ PEREZ
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Fig. 7. -Materiales de la Coroneta del Rei (Alberlc).
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A. MARTINEZ PEREZ
Flg. 9.- Materlales de la Coroneta del Rei (Alberk).
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ALBERIC-ANTELLA-TOUS
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Fig. 10. -Materiales y croquis aproximado de la Coroneta del Rei (Aiberlc).
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18
A. MARTINEZ PEREZ
tos con el mundo argárico. Por otra parte, la utilización de hornos controlados o
intencionales, así como el empleo de engobes para el bruñido, nos recuerda las
cerámicas finas del mundo de los Campos de Urnas (5), aunque faltan las bases planas
tan características de las urnas del Hierro I.
Comparado con el yacimiento anterior, destaca el nuevo emplazamiento en pequeña altura y cerca del río. Da la sensación de un momento de tranquilidad, en donde el
Xúquer empieza a ser una vía de acceso comercial y de difusión cultural. Completamente en llano y junto al río tenemos el poblado de Les Cases de Moneada (6), que por
sus características ceramológicas se puede emparentar con éste. Los yacimientos
posteriores, ya dentro de la Cultura Ibérica, vemos que ta.mbién se ubica.n cerca del
río: Castell de Sumacarcer, Creueta Alta, Alt de Valiente, Benivaire Alt, Alteret de la
Vintihuitena y Alt del Fort (7). Hay que tener en cuenta que en la ladera oriental se
recogen materiales ibéricos, aunque en poca cantidad y de pobre decoración, limitándose a filetes y bandas de óxido de hierro.
VI. LA CREUETA ALTA, POBLADO IBERICO
l . Situación y descripción del yac. miento
i
Si bien este trabajo intenta estudiar solamente la Cultura del Bronce Valenciano
en este núcleo de poblamiento, me veo en la necesidad de incluir este yacimiento como
culminación evolutiva cultural de este grupo tribal, pues es el último poblado que
encontramos antes de la atomización de las sociedades hispanorromanas ribereñas,
que se produce a partir del cambio de era.
Se halla la Creueta junto a la población de Antella, en la parte septentrional,
ocupando la cima del monte y laderas meridionales, a orillas del Xúquer. La ladera E
es de suave pendiente, constituyendo el camino natural de subida al poblado; la parte
S y O es de pendiente abrupta, y la N enlaza con la planicie de El Palmeral, siendo la
Creueta estribación de aquél.
Se aprecian dos lugares de ocupación: uno, junto a la cruz de hierro, que da nombre
al monte, amurallado y de poca magnitud; otro, más arriba, de mayores dimensiones y
fuertemente protegido por lienzos de murallas y torreones, es llano y abancalado para
el cultivo de algarrobos y olivos que aún subsisten.
2. Materiales
Tanto en las laderas como en la cima se pueden recoger abundantes restos cerámicos. En el pequeño llano que hay junto a la cruz se aprecia mayor abundancia de
cerámicas arcaizantes que en el de la cima. Entre los materiales estudiados reciente(5) A. WAR1'INBZ PBRBZ: «La Cova de Alfo.- (Aisin, Valencia)t. Archivo de 1'1-ehiatoÑ Level\llna, XVI. Valeocia, 1881. pq.. 2:23-2&0.
A. MAR'l'INBZ PRREZ: .campo de Umu en la l!.oeola·Pia (!.hin. Valenela)t. Al-Gema, m A\lira, 1887 (en prenu.).
(6) A. MARTINBZ PBRBZ: oclAe C... ele Mooeeda (!.hin. Valencia)ot. Pllblicaciooee del B~:c:mo. Ayuo~mto de Ahira. AJoira. 1887.
(7) D. SBRRANO VARBZ: «Yacillllent.ool ib6rico. 7 ~ele la Ribera (Valenda. Bepda)t. AeH.Dia de Cultuna Valenciana, Serie
Al'q.-J6ci<:a. DÚDL 12. ValeDci.a. 198'7.
-268-
[page-n-269]
ALBERIC-ANTELLA-TOUS
-
t9
~ ~ Y ~1
:
Flg. 11. -Materlales de la Creueta Alta (AnteUa).
- 269 -
o
1
dcm.
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20
A. MARTINEZ PBREZ
mente por D. Serrano (8), cabe destacar la pátera y el oenochoe piriforme dibujados, y
en este último la naturalidad del ojo apotropaico con el globo ocular a tinta plana.
3. Cronolog{a
Así como en la Coroneta se encuentran pequeños fragmentos superficiales de
cerámica ibérica, en la Creueta no hemos encontrado ni uno sólo de manufactura a
mano, a pesar de que el terreno ha sido cultivado, pero eso no quiere decir que en los
estratos más profundos no los haya. De hecho, no se han realizado excavaciones que
puedan darnos esos materiales que servirían para relacionar el final del Bronce con el
principio de la Cultura Ibérica ~n este núcleo.
La cronología que dio el SIP (9) es que fue habitado desde el siglo 111 hasta la
primera mitad del siglo 1 a.C. Pero D. Serrano, en el anterior trabajo mencionado, nos
dice: «Entre el material cabe destacar el ojo apotropaico que decora el pico del
oenochoe y que consideramos es uno de loa representados más naturalmente, encontrando sus paralelos más semejantes en Elche, Alcoy y principalmente, ya que es
idéntico, el representado en la jarra núm. 9 del hipogeo núm. 6 de Puig dels Molins,
fechado en el siglo V a.C.»
VII. CONCLUSIONES
La primera pregunta que nos debemos hacer al estudiar este núcleo es su entronque
con los períodos anteriores; y no sólo en este núcleo, sino en los cuatro r~stantes que
se hallan en la margen izquierda del Xúquer dentro de la Ribera (Matamón, Catadau,
Falaguera y Cullera): ¿Cómo se forman estas sociedades tribales?
·
En la introducción he apuntado las conclusiones a las que llegué en el estudio de la
necrópolis eneolítica de la Cova deis Gats (Alzira). Si bien para los inicios del
poblamiento del Bronce, en la margen derecha del río, no veo otra vía de formación, en
ésta cabría la posibilidad de que la sociedad neolítica que había en la Cueva de la
Cocina (Dos Aguas), ubicada en esta misma sierra del Cavalló, hubiera evolucionado
hasta la formación de estos poblados del Bronce inicial, y que ese encastillamiento
defensivo se debiera a la oposición frente a las gentes que llegan hasta el Xúquer y que
configuran el denominado Horizonte Campaniforme de Transición. Hacemos hincapié
de que en la ribera izquierda no se ha hallado ninguna necrópolis con vaso campaniforme, frente a la relativa abundancia de la orilla opuesta.
Iniciado este período cultural diferenciado, que denominamos Bronce Valenciano,
interesa separar las fases evolutivas que configuran el milenio que, de modo general,
todos los especialistas asumen. Sin duda, una delimitación cualitativa y temporal
necesitaría un estudio más profundo de la cultura material, paleontología, palinología,
antracología y sedimentología. Para ello haría falta que un equipo interdisciplinar se
(8) SBRRANO VARBZ: ()p. ciL en la nota 7.
(9) D. FLBTCHBR VAU.S: «La labor dill Servicio de JnveWpci6D Pt-ehiatóriea y ou M-.o en 1986oo. Valeocia. 1987,
B. PLA BAU..ESTBR: «Ant.U... liD Grtn &ciclopeclia de la a..i6D V~ciana. L l. Valmcia. 1873, p4r. ~9.
-270-
pq.. 76-17.
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ALBERIC-ANTELLA-TOUS
21
pusiera a excavar parte d~ los poblados que forman este núcleo, o cualquier otro de los
delimitados en mi anterior estudio, con lo que obtendrían una serie de datos con los
que estereotipar cada una de las fases.
Muchos poblados del Bronce se han excavado parcialmente; de entre ellos, tal vez
sea el de la Muntanya Assola de Alzira (10) el que con más detalle se esté estudiando,
pero tiene el inconveniente de que es uno dentro del grupo de cinco que conforman
ese núcleo, por lo que sus conclusiones quedarán enmarcadas dentro de la fase a la
que pertenece, sin poder extrapolarlas a toda la Cultura.
El indicar a qué momento cronológico pertenecen cada uno de los yacimientos
presentados en este trabajo se ha basado exclusivamente en el estudio cerámico y
características de ubicación del poblado. Si las series de perfiles cerámicos hubieran
sido más extensas, cabría la posibilidad de dejar constancia de una tipificación de la
alfarería de cada fase, pero de la mayor parte sólo tenemos unos pocos vasos, reduciéndose generalmente a fragmentos cerámicos, que sólo pueden estudiarse bajo la óptica
ceramológica. Precisamente, bajo ese aspecto, resumimos unas características diferenciantes para cada fase, apuntando también los rasgos estructurales y de situación:
TOUS.NOU
Ubicacron: En un puntal abrupto a 200 m. de altura (la base se halla a 80 m.),
coronado por un escarpe calizo.
Superficie ocupada: Alrededor de 150 m 2 •
Defe7UJas: Las naturales, .debido al estrato calizo, más la doble muralla para la
protección de la entrada.
Abastecimiento de agua: No hay en las cercanías.
T~cnica cerámica: Tonalidades oscuras, desgrasante a base de ceniza carbonosa,
malísima cocción, superficies concrecionadas (cáscara de naranja), ausencia de cerámica fina.
Tipolog(a.· Se han deducido cuencos o cazuelas de gran diámetro y pequeñas ollas
de borde ligeramente exvasado.
CroMlogía relativa: Entre 1800 y 1700 a.C.
Hipótesis de estudio: Encastillamiento defensivo a causa de otros grupos tribales
foráneos (del SE peninsular) que pululan por estas tierras.
FONT DOL()A
Ubicación: En cerro de 160 m. de altura (el llano de la base a 80 m.), de laderas
suaves, sin escarpes.
Superficie ocupada: El del extremo occidental, unos 100m2 , y el oriental, 200m2 •
Defensas: Torreón con muralla ovalada, el 'poblado del O; dos torreones en los
extremos con murallas que los enlaza el del lado E; no tiene defensas naturales
excepto el estar en la cima del cerro.
Abastecimiento de agua: La Font Dol~a que se halla en el barranco de su mismo
nombre, en la base meridional del cerro.
(10) B. MARTI OLlVER: •La Muntanya AMolada (Ahin, Valencia)t. Lucent.WII, 11. Alicante, 1983,
- 271-
pq..
4U8.
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A. MARTINEZ PEREZ
22
Técnica cerámica: Tonalidades amarillo-rojizas, abundante desgrasante cálcico
poco triturado, superficies externas frotadas, concrecionada sólo la superficie interna.
Tipología: Cuencos de borde reentrante o recto y ollas globulares con el labio
ligeramente exvasado.
Cronología. relativa: Del 1700 al 1400 a.C.
Hip6tesis de estudio: Período de relativa tranquilidad, ya que la zona que ocupan es
más cómoda junto a la fuente, aunque persisten las defensas; posiblemente, hay dos
fases diferenciables.
RAMBLA DE LA SENYORA
Ubicación: En un puntal muy escarpado de 220 m. de altura (la llanura inmediata a
las montañas está a 80 m.), las laderas son de fuertes pendientes.
Superficie ocupada: Aproximadamente, de 150 m 2 •
Defensas: Atalaya perfectamente defendida por los escarpes y el gran murallón con
torreones, además enmascarado por el entorno montañoso.
Abastecimiento de agua: No hay en las cercanías.
Técnica cerámica: Cocciones mejores que en los anteriores, apareciendo la utilización del horno intencional.
Tipología: Aparecen ollas más grand~s con el labio exvasado y distinción del cuello
y panza con claridad.
Cronología relativa: Entre el 1400 y 1200 a.C.
Hip6tesis de estudio: Elementos foráneos hacen que se intensifique la defensa; el
aparato defensivo contrasta con la poca superficie ocupada; probablemente se deba a
incursiones del SE (Cultura Argárica) o primeras oleadas indoeuropeas.
CORONETA DEL REI
Ubicación: En puntal de 60 m. de altura (el llano de la base a 30m.) y de suave
ladera.
Superficie ocupada: Alrededor de 1.000 m 2 , extendiéndose por la cima y ladera.
Defensas: No se aprecia muralla, y las naturales son mínimas.
Abastecimiento de agua: El no Xúquer, que se encuentra a 400 m. de la base del
monte.
TéC.nica cerámica: Cocciones de excelente calidad, horno intencional, pastas depuradas, · buen acabado de las piezas con pulidos y bruñidos. ·
Tipología: Destaca la gran olla ovoide, con paralelos en lfre y Argar (11); abundan
las carenas medias o bajas; en las ollas se diferencia claramente el cuello y boca de la
panza.
CroTWlog(a relativa: Entre el 1200 y el 950 a.C.
Hip6tesis de estudio: Etapa tranquila, contactos comerciales con la Cultura Argárica y Campos de Urnas; contrasta la perfección de las cerámicas con las del yacimiento
(ll) SIRBT: Op. cit.
eD
la ncKa 4.
-272-
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ALBERIC-ANTELLA-TOUS
23
anterior, por lo que creo que debe haber más de un nivel de ocupación que relacione
ambos momentos; fragmentos ibéricos superficiales ya torneados, en poca cantidad.
El tránsito del Bronce a la Cultura Ibérica no se llega a percibir entre la Coroneta
y la Creueta, a pesar de los pocos fragmentos torneados recuperados en el primero.
Cabe la posibilidad de otro yacimiento, en llano y junto al río, no detectado por el
momento, que hiciera de puente; o la hipótesis mencionada anteriormente de que en
los niveles profundos de la Creueta apareciesen materiales más tipificables de ese
momento, tal como se ven en el Alteret de la Vintihuitena (Albalat). De hecho, con las
cronologías relativas que he tomado de mi anterior estudio (12), nos queda un vacío
desde el950 a.C. al siglo V a.C., que parece apuntar D. Serrano con el oenochoe del ojo
apotropaico de la Creueta, y esa laguna no cabe rellenarla sino con otro poblado.
Los materiales recopilados en este trabajo pasarán a engrosar los fondos del
recientemente creado Museo Arqueológico Municipal de Alzira (13).
(12) MARTlNBZ PBRBZ: Op. c:it. "' la 1>0ta 1, 11184.
(18) Apute de la bibUocrafl.a incllcada en el texto, OáOe trabajo. importante. relac:ioo..SO. con el tema ~ Mrian:
J . APARICIO: •B.tudio ac:on6allc:o y aocial de la Edad del Bronce VeleiiCÍUolt. Pllblicaci- del Archivo Municipel, •rie 8. Batudioe
mCIJIOirilicoe, núm. 8. Valenci., 1976.
J . APARICIO y A. HIS: •Lu Ralcea de Cullera. Prehistoria y Protohiatoria. ti Mu.ao Arqueol6fiC01t. Departamento de HiatoriA
Antitua de le Univenicled ele Val-..ci&. Serie Arqueolótica. núm. 8. Valencia, llrl'l.
J. APARICIO: ..SiiU de la Pedrera (Benieuii-Polilli, Valencia)t. Archivo de Prehiatoria Leventina, XV. Valeacla, 1978, ""' 8M2.
J. BBRNABIU: •El vuo campaniforme en el Paia Velencien()lt. ~oe Vuioe del Servicio de lnveeti1ací6n Prehlat6riea, nllm. 80.
Velencia, 11184.
J. DONAT y F. GASeO: fd.a Cova de lee Ratete. (Corbera de Als:ira, Valencia)». Archivo de Prehlatoria IAva.n tin-. IX. Valencia, 1981,
pq..
183-210.
R. ENGUIX: •lA Cova de la Malll Verde (Corbera de Abira. Valeucia)t. xm Con¡reao Nacional de ArqueoiOC{a, Zaracoza, 1975, pqa.
~R. ENGUIX: •Qu-.a halladea en loe yacimientoe del Bronce Valencienoo. Archivo de Prehietoria Levantina, XVI. Valeocia, 1981,
""' 2111-280.
R. BNGUIX: «Edad del B.ronce». N....tra Hlatori-. t. J. Valencia, 1980, ""' 161-1'10.
M. GU. MASCAREIL: •Bronce t.anlfo y Bronce final en el Pal1 Valeoc:iana». Mooo¡rallu del lAboratorio de ArqueoJocía de ValtDcla,
núm. l. Valencia, 1981, p4p. $-39.
B. MARTI '1 J . GIL: «Perl&l de aleua y ¡16bul01 del Cau Raboler (Carcaixeat, VaJencWoo. Archivo de Preblatoria Levantin., XV.
Valencia. 1978, P'IL 47.B. MART1: «EE EneolltiCOOt. N....va Hiatoria, t. L Velencia, 1980,
121-160.
B. MAR'I1: «BI nacimiento de la qricullura en el Pala Val.ocillll()lt. Univeniclad de Valeacia. Cultura Univenitaria Popular, l .
Valancla, 11183.
A. MAJl'I'lNBZ: «Carta Arqueol6tica de la Ribera«. Publieac:ioMe del C. P. Lui. Vlvee. Ab:ira, 11184.
E. PLA: fd.a Covacha de Ribera«. ArclúYO de Prehiatoria Levanlina, VIl. Valeacia, 1968, " " ' 28-64.
M. TARRADBLL: o
Valencia, n6m. 8. ValiDCia, 19811, p4p. 7.00.
"p.
- 273 -
[page-n-274]
[page-n-275]
A. MARTINEZ PEREZ.- Alberic-Antella-Tous
A
B
A y B.-Muralla y molino de rodeno ccln situ)) del poblado de la Rambla de la Senyora.
LAM. 1
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A. MARTINEZ PEREZ.- Alberic-Antella-Tous
A
A. Materiales cerámicos del poblado de la Coroneta del R ei (Alberic).
B. Cazuela del poblado de Tous-No u.
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LAM. II
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A. MABTINEZ PEREZ.- Alberic-Antella-Tous
Pátera y Oenochoe del poblado de la Creoeta Alta (Antella).
- 277 -
LAM. ID
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ARCHIVO DB PRBHISTORJA LBVANTINA
Vol. XVID (Valencia, 1888)
ALFREDO GONZALEZ PRATS
(Alicante)
SOBRE UNOS DISEÑOS DECORATIVOS DE COGOTAS 1
Si se ha producido un notable avance en la investigación arqueológica española de
los últimos quince años, habremos de convenir, por lo que al tramo de la Prehistoria
reciente se refiere, que han sido sobre todo las culturas de las Motillas manchegas y de
Las Cogotas Antiguas las protagonistas de semejante esfuerzo.
Desde que el complejo material y la problemática cronológica de Cogotas 1 empezaron a perfilar su personalidad en los estudios prehistóricos hispa.n os (1), gran parte de
los investigadores entrevió con claridad la vinculación de sus cerámicas de incrustación con la propia del Vaso Campaniforme, con excepciones que se decantarían hacia
la influencia panceltista de la postguerra, proponiendo en base a las cerámicas excisas
una explicación genética fruto de la arribada de gentes indoeuropeas a comienzos del
primer milenio precristiano (2).
Aunque existía el modelo interpretativo de la tradición cerámica campaniforme, en
realidad el principal caballo de batalla era la propia surgencia como cultura distintiva
del conjunto que ya conocíamos como Cogotas l. Ello dependía directamente del
problema cronológico. Y no sería hasta la década de los años setenta en que se dispuso
(1) C. MORAN: •Excavaclon• arqueolócicu en el Cerro del Berrueco>o. Memorias de la Junta Superior da Excavacioneo y Anticüedad.,..
núm. 65. Madrid. 1924.•
J . MALUQUER DE MOTES: •La tknlce de incru.tación de boquique y la dualidad de tradiciones cerámlcea en la Meeeta durante la Edad
del Hierro». Z.pbynaa VU. 2. Salamanca. 1966.
J . MALUQUER DE MOTES: •Excevadonea arquelócicu en el Cerro del Berrueeooo. Salt.maDCa. 19158.
P. PALOP SALEu.AS: • Notaa para la ai.tematiución de la Primera Edad del Hierro en Cutilla la Vieja. Loa ailoe del banlo ele Sen Pedro
Reptado da Valladolid•. Hom~e a P. Boech Gimpera. México. 1963.
P. WATTENBERG: •Hall~oe arqueolócicoe en Renedo de Equeva•. Boletín del Seminario de Eatudioa de Arte y Arqueolocfa. núm. 23.
Va.lladolid. 1967.
(Z) M. ALMACRO BASCH: "La ce.-.mica eJtci&a ele la Primera Edad del Hierro de la Penlnaula Tb6rica•. Ampuriu. 1, 1939.
P. ROSCH CIMPERA: oTwo Celtic: Wavea in Spain>o. Sir Jobn Rhys Memorial Lac:tura on C.ltic ArehaeolotJY. Proceedinp oC the Britilh
A..,.damy. London. 1~2.
-279-
[page-n-280]
2
A. GONZALEZ PRATS
por un lado de las proposiciones de investigadores de la Meseta Norte para envejecer
la cultura hasta el segundo milenio AC (3), y, por otro, de las dataciones de radiocarbono de la Cuesta del Negro de Purullena (4), viniendo a situar un desarrollo de la facies
meseteña en los siglos Xlll-Xll a.C.
Por su parte, los registros paralelos de las cuevas segovianas de Arevalillo (5) y La
Vaquera (6), esta última con dataciones de C-14 que venían a corroborar las altas
fechas de Puruilena, permitían esbozar un esquema que se completaría con la detección de un primer horizonte Proto-Cogotas (7), con la excavación del Ecce Homo y sus
dataciones absolutas (8) y con los trabajos en el impresionante yacimiento de Los
Tolmos de Caracena (9) que aporta hoy por hoy las más antiguas fechas radiocarbónicas para la cultura.
En la actualidad, queda bastante clara la recepción de la herencia campaniforme
de Cogotas 1 no sólo en el aspecto decorativo de sus cerámicas, sino en otros aspectos
culturales como podría ser el ritual de enterramiento en fosa (10). Recientes estudios
de conjunto han dejado sentados todos estos aspectos (11), con lo que hoy la investigación puede emplearse en otros puntos específicos de interés.
Uno de ellos es el de los repertOrios temáticos que afectan a las decoraciones
realizadas con incisión e impresión y así estas líneas no son sino un intento de
correlación de uno de estos motivos que se pueden individualizar en el conjunto
temático que Cogotas I ejecuta mediante técnicas tan variadas como impresión,
incisión, boquique o excisión. Si 'bien estas dos últimas son las que han acaparado toda
la atención de la investigación, prácticamente, merced a su significatividad dentro de
la ornamentación pre y protohistórica peninsular, cuando hemos conocido mayor
número de yacimientos de estas facies del Bronce Medio y Final meseteño es cuando
las otras técnicas, incisión sobre todo, han recuperado una entidad y estimación que
las hace merecedoras de compartir, al menos, la misma valoración.
Si bien se considera que el binomio incisión-impresión sería más propio de un
(3) R. MA.llTIN VALLS y G. DEUBES DE CASTRO: •Recientes hallu¡oa cerimic:
del Seminario de Batudioa de Arte y Arqutolosfa, núm. 38. Valladolid, 1973.
.
R. MARTlN V ALLS y G. DE LIBES DE CASTRO: •Problemas en tomo a la Primen Edad del Hierro en el Sector Occidental de la Meoeta
Norteo.. XOI Con¡reeo Nacional de Arqueolocta. Zaragoza, 1975.
R. MA.llTlN VALLS y G. DBUBES DE CASTRO: •Sobre la eerimiea de la Can Cogotaa 1•. Boletín del Seminario de Bltudioa de Arte y
Arqueolocla, nllm. 42. Valladolid, 1976,
<•> F. MOUNA y B. PAREJA: •Exeavaciobel en la e - del Negro (Purullena, Granada). C&~~~pafta de 1971•. Exeavacion• ArqueolóP·
cu en &palla, nllm. 116. }.bdrid, 1975.
(5) M. D. PERNANDEZ.POSSB: •Informe de la 1.• eamp&Aa (1971) en la Cueva de Arevalillo (Segovia)t. Noticiario Arqueolótico Hiapánico,
núm. 8. Madrid, 1979.
M. D. FERNANDEZ.POSSE: dA Cueva de Arevalillo de Ceca (Secovia)ot. Noticiario Arqueol6cico H•nico, núm. 12. Madrid, 11161.
(8) A. ZAMORA CANBLLADA: «Bxeavacionea de la Cueva de la Vaquera, Torreiclaaiu, Secovia. (Edad del Bronce)ot. oflecovia, 1978.
(7) G. DEUBES y J . FERNANDEZ MANZANO: oBJ cutro protohill6rico de lA Plaa an Cocecee del Monta (Valladolid). Retlexio.- aobre
el origen de la W. Cocotu 1•. Boletín del Seminario de Batudioa de Arte y Arqueolosía. nóm.
Valladolid, 1861.
(8) M. ALMAGRO GORBEl'. y D. FERNAND&Z GALIANO: • Excavacionea en el ceno Ecce H0010 (AieaU de Hen....., Madrid)ot. Madrid.
1980.
(9) A. JIMBNO MARTINEZ: •Loe Tolmoe de Cancena (Soria). C&lllpañaa de 1977. 1978 y 1979. Nuevaa buee para el Mtudio de la Edad del
&ooce en la 100a del 'Alto n.-o.. BacavacioDM Arqueol6cjc&l en Eap&lla, núm. 184. Madrid, 198(.
(10) G. DBlJ.BES DB CASTRO: •Una inhwnaci6n triple de faciea Cocotu 1 en San RonWI de la Hornija (Valladolid)t. 1'1-abajoa de
PHhiltoria. nóm. 36. Madrid. 1978.
(11) M. D. FERNANDBz.POSSB: •Conaideracion• eobn la tknica de boquique-. TI-a~ de Prehiatoria, núm. 38. Madrid. 1982.
O. LOPBZ MONTBAGUDO: •Conaideracionea eobn la cerimica de boqulqueoo. Archivo Eap&llol de Arqueoloefa, núm. 52. Madrid, 1979.
Bol~ln
•1.
-280-
[page-n-281]
DISEROS DECORATIVOS COGOTAS 1
3
primer momento de la cultura (12), en realidad parece tratarse de unas técnicas de
desarrollo paralelo al boquique y a la excisión, con mayor o menor grado de ejecución
en los diversos yacimientos, lo que ha inducido a proponer una presunta diferenciación de personalismos y facies en algunos puntos (13).
Resulta por ello, pues, que el papel que jugó la decoración incisa en las Cogotas
Antiguas fue de primer orden. Y ello nos emplaza ante un fenómeno de singular interés
cual es la explicación de la existencia de algunos diseños y composiciones decorativas
durante el Bronce Final, ejecutadas mediante incisión, en alguna facies peninsular sin
vinculación directa aparente con el desarrollo de la gran cultura meseteña de la Edad
del Bronce ni con el propio de los Campos de Urnas. Me estoy refiriendo a dos facies
muy concretas como son Penya Negra 1, en el Sudeste, y la del Bajo Aragón.
La insuficiente valoración de las tradiciones anteriores ha obligado a relacionar
ambos grupos en un sentido norte-sur (14), por lo que me alegra comprobar que la
nueva lectura (15) sobre nuestra facies del Sudeste encuentra confirmación en una
valoración no menos nueva del conjunto bajoaragonés en la que se incluye ahora la
variable de Cogotas 1 (16). Temas como los reticulados, dameros o ajedrezados incisos
siempre eran puestos en relación con la temática propia de los Campos de Urnas.
Sirviendo de homenaje al entrañable maestro D. Domingo Fletcher, con cuyos
consejos y apoyos disfruté en mi quehacer arqueológico en tierras castellonenses y
alicantinas, traemos a colación la constatación en el repertorio decorativo de Cogotas
1 de un tema relacionado con la probl~mática de los ajedrezados y diseños metopados,
ejecutados en un horizonte más o menos contemporáneo y casi inicial de la cultura
meseteña.
En la revisión de aquellos motivos ejecutados mediante incisión o impresión
destaca, en primer lugar, aquella composición que sitúa en disposición ajedrezada
varios tramos de motivos de espigas o de espina de pez, originando un diseño en que
alternan espacios lisos y otros decorados.
Semejante disposición podemos documentarla en varios casos. La vemos en un vaso
procedente del castro del Alto de Yecla en Silos, Burgos. El dibujo que existe publicado (17) no permite identificar con nitidez ni la técnica con que se han ejecutado las
espigas ni la forma del vaso. La cortesía del profesor Delibes me ha proporcionado el
dibujo original de la pieza, que dista mucho de la que disponíamos y que encabeza
nuestra figura l . Sobre el conjunto cerámico en cuestión del castro burgalés pesa la
(12) FERNANDEZ-POSSE: Op. cit. nota 11. pq. 1156.
(1S) J. SANCHBZ MESEOUER. A. FERNANDEZ. C. GALAN y C. POYATO: • El neoUtic:o y la Edad del Bronce en la N(i6n de Madricllt.
''t:)\M~~ i~TERO: •Loe Calnpoe de Umu del NE de la Península lb6rie&JO. Vol. n. pq. 897. Madrid,
1986.
(16) A. OONZALEZ PRATS: •La Peila Necn 1976-1986. Aportacionea de día alloa de exc:avacionee a la problem,tic:a protolúlt6rlc:a
penlnaul.,.,.. Homen-.ie al Prot .J . Maluquer de Mota. Ban:elona (en prenaa).
A. GONZALBZ PBATS: •La Peila Ne,ra VI (19&-1986). Aportacionee al conocimiento de una l'aci• epl.(:ocou. l en el Suclelu peniMular y
a la melalur¡ia atl6ntic:a del Oc:c:idente europeooo (en JlftMe).
(18) M . PEWCER CATALAN: •La problecdtiea del Bronc:e Fina!·Bluro del Natdeste lúapeno. ~toe de ou.crat.ooo. Scripta PM.ru.to.
rice Franc:bc:o .Jonlá Oblata. P4 418. SaltJUnca, 1984.
(17) M. ALMAGRO BASCH: «La invaa.i6n ~ltica en S.peñv. Híatoria de EepaJia clíri¡ida poT R. Meébdes Pida!, tomo I, vol. U, IIc. 181,1.
Madrid, 1976.
-281-
[page-n-282]
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--....._.,.·--.. ...
Fig. l.-Vasijas <:on el tema de ajedrezadoa de espigas. 1. Alto de Yecla; 2. Cueva de la Vaquera; 3. Los
Tolmos; 4. Cabezo Redondo. Diversas esc:a.las.
.¡
·-
. .,. ,. ·""'
.
/
4
1
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DISE~OS
DECORATIVOS COGOTAS 1
6
cronología derivada de la presencia de una fíbula de codo (18), pero la carencia de
estratigrafía impide valorar correctamente tal asociación y que centremos nuestra
atención en otras piezas con contexto preciso.
El segundo ejemplo proviene de la segoviana cueva de La Vaquera, en Torreiglesias. Se trata, de nuevo, de un cuenco de carena alta muy acusada procedente del nivel
VII de la secuencia estratigráfica (19), incluido en el tramo superior de la misma para
el que se cuenta con una datación de radiocarbono de 1.110 be, considerada baja por el
excavador (20). La datación CSIC-149 se realizó sobre muestras óseas reunidas de los
niveles m, V y VI, por lo que la datación real de la vasija podría ser anterior, como por
otro lado hace suponer el hecho de que fragmentos de la misma se recogieran en los
niveles VI, VII y VIII.
El yacimiento de Los Tolmos de Caracena nos provee de un tercer ejemplo cerámico
con el diseño que analizamos de la mano del vaso núm. 1.366, otro cuenco de carena
alta hallado en el Sector B de la excavación (21). El horizonte representado por el
contexto material del yacimiento ha venido a convertirse en representativo de uno de
los primeros momentos de la cultura meseteña, contando con el refrendo de siete
dataciones absolutas que enmarcan el desarrollo de esta facies entre 1.430 ± 50 y 1.140
± 50 be (22).
Fuera de la Meseta disponemos de un último ejemplo en tierras alicantinas. El vaso
en cuestión parece provenir de una inhumación practicada en el Cabezo Redondo de
Villena, desgraciadamente saqueada, según los datos que proporciona su excavador
(23). Aquí el campo ajedrezado está, como en Silos, previamente definido por líneas
incisas. La adscripción de esta inhumación y los restos cerámicos del ajuar que pudo
llegar a recuperar don José María Soler al horizonte de Cogotas 1 parece más que
probable. El vaso objeto de nuestra atención apareció acompañado de otro que hacía
gala de una decoración excisa nada ajena a estos ambientes tempranos, como han
venido a poner de relieve varios investigadores (24) y los ejemplos sorianos de la
Cueva del Asno y de Los Tolmos.
Sentimos tener que entregar estas líneas con anterioridad a la esperada e inminente publicación del yacimiento villenense, ya que ello nos priva de una visión de
conjunto de la facies del Bronce Reciente que se desarrolla en el poblado. No obstante,
(18) S. OONZAL&Z SALAS: «Bl caatzo de Yecla .., S...to Domin¡o de Sib (Burp)>o. lnl«mM 1 M-oriaa, 7. U.. XIX. Madrid. 1846.
(18) ZAMORA CANELLADA: Op. cit. nota 8. pq. 21 1 6¡. VID (92).
(20) ZAMORA CANELLADA: 0p. cit. nota 8, pq. 63.
(21) JTMSNO MARTINKZ: Op. cit. nou e. 6¡. 140.
(22) A. JJMBNO MAB'I'INBZ: •Un yacimiento del B~ Medio -tei'lo. Lo. Tobnoe de
(Soria)t. Reviáa de Arqueololfa, núm.
23. Madrid, 1982.
(23) J . M. SOLER GARCIA: •Villena. Poblado del Cabezo Redond01t. Noticiario Arqu.ol6cico Hio"'nieo. 1 (1-3). pqa. 39-40 1 U.. VI.
Madrid, 1968.
J . M . SOLER GARCIA: «Cerúúc:a ornada en la Edad del Brooce. Do. int-..tee vuiju ct.l Cabezo RedondOit. Reviota vm...a, nllm. 4,
pá¡o. a 1 4. Villena. 1964.
(24) F. MOLINA y O. ARTEAGA: •Probl-'tica y cUre~ncíacíón en ¡rupoe de la carim.ica con decoración excisa en la PeiÚJIIula lb6rlcP.
Cuadernoc de Prehiatoria da Granada. núm. l . Granada. 1976.
c.ra.,....
-283-
[page-n-284]
6
A. GONZALBZ PRATS
Fig. 2.-Al¡runoa -e/einploa el~ tema ele metopas de espigas. 1 y 2, Alto de Yecla; 3 a 6, Loa Tolmos; 7 a
9, La Plaza; 10 a 12, Las Cogotu; 13 y 1•, Cerro del Be.r rueco. Dlvenaa escalas.
-284-
1
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DISE~OS DECORATIVOS COGOTAS 1
7
una de las dataciones de C-14 realizada sobre madera del poste de una de las viviendas
arrojó una fecha de 1.350 be, que encajaría en el marco cronológico de dicha facies
(25). Recordemos, además, que la datación en la época del Bronce Tardío del Tesorillo
aparecido en el poblado (26) viene corroborada por la existencia del mismo tipo de
colgante en el nivel perteneciente a Cogotas I de la Cuesta del Negro (27) pa.r a el que
se dispone asimismo de dataciones absolutas de 1.210 y 1.145 be.
El diseño que acabamos de documentar viene complementado por aquel más
sencillo que desarrolla un juego metopado de grupos de espigas en el borde de cuencos
y cazuelas de carena alta, la forma más característica . de Cogotas l. Lo tratamos
también por pertenecer a la misma concepción decorativa que los ajedrezados -que
no son sino su repetición- y porque igualmente parece exclusivo de ese primer
horizonte cronológico.
Este segundo diseño de metopas de espigas aparece acompañando al anterior en el
Alto de Yecla (28) y en Los Tolmos de Caracena (29), pero también lo hace en solitario
en otros yacimientos relacionados y encuadrables en esta facies como es el caso del
castro de La Plaza en Cogeces del Monte, Valladolid (30), en el yacimiento epónimo de
la cultura, en Cardeñosa, Avila (31), en El Berrueco, Salamanca (32), en donde el
diseño metopado alcanzó especial desarrollo que afectó a otros motivos aparte de las
espigas, y en el cerro del Ecce Homo (33), que nos proporciona cuatro dataciones
radiocarbónicas situándolo entre 1.150 y 1.040 be.
Por tanto, los diseños de espigas en ajedrezado y en metopas parecen responder a
una sintaxis decorativa propia de la primera fase de Cogotas I y en ello insisten
reiterativamente las dataciones absolutas, emplazándonos en un período comprendido
entre los siglos XV y XI a.C.
Ello viene a coincidir con la periodización establecida por otros autores (34) que
destacan, asimismo, el papel de protagonismo desempeñado por los diseños a base de
espigas en unos momentos en los que el boquique y la excisión aún no son las técnicas
dominantes.
De este modo dispondríamos, como antes señalábamos, de precedentes indígenas
inmediatos para diseños similares que vemos reaparecer en contextos peninsulares del
Bronce Final, pudiendo desechar cómodamente el modelo explicativo «continental»
que veníamos aplica.ndo a tales composiciones.
(25) J . M. SOLER GARCIA: •El oro de loe ~ da VíU....,.. Trabejoe Varice del S.I.P .. núm. 86. pá¡. 20. Valencie. 1969.
(28) J. M. SOLER GARCIA: Op. ciL nota 25, 1"- W y IX.
(21) MOUNA·PAREJA: 0p. ciL nota 4. lia. 88 y 1ám. XI. l .
(28) GONZALEZ SALAS: 0p. ciL nota 18, 1"- IV y V.
(29) JJMENO MARTINBZ: Op. cit. nota 9, fit. l.S.
(80) O. DEUBES y J . FBRNANDEZ M.ANZANO: 0p. ciL nota 7, pi¡. 62 y fip. & (1 y 4) y 6 (3).
(81) J . CABRE AGUILO: •Exeavacíonee de L&.t Cocotaa. Cetde6oee (Avila). l. El Caatr
Antiaüedadea, nWn. 110, ! " - XID, XJV (1 y 2) y XVI (4). Madrid. 1931.
(32) MALUQUBR DE MO'I'ES: Op. cit. nota l, pá¡. 64, fia. 7 (1) y 8 (2). 1968.
(33) ALMAGRO GORBEA y FERNANDEZ GAUANO: Op. cit. nota 8, fir. 34 (8/60).
(34) DEUBES y FERNAND.EZ MANZANO: Op. ciL nota 7, páp. 66-67. 1981.
FERNANDEZ-POSSB: Op. cit. nota u . páa. 166. 1982.
-285-
[page-n-286]
8
A. GONZALEZ PRATS
No en vano el papel genético de Cogotas I en el Bronce Tardío o Argar C del
Sudeste y Andalucía oriental resulta cada día más evidente y habría que otorgarle
cabida dentro de las influencias que operan en el surgimiento del Bronce Final
Meridional -mediterráneas, atlánticas y continentales (35)-- y que han sido las
únicamente valoradas.
Alicante, octubre de 1987
(36) F. MOUNA OONU.LBZ: oLa cul....._ del Bronce Final eo al Sudeet4l da le Peomaula IWrkalt. RM\UIIea de taia. Granada. 1977.
F. MOUNA GONZALBZ: oD.finiclón y .._tizaci6n del Broace Tudlo y Flnel en el Sudeete da la Peni'Da..Je !Wricu. Cuedemoe de
Prehistoña da Onneda, aúm.. 3, pq.. 208-207. G.ranad.a, 1978.
-286-
[page-n-287]
ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XVIII (Valeneia, 1988)
NORBERTO MESADO OLIVER
(Burriana)
NUEVOS MATERIALES ARQUEOLOGICOS EN EL POZO 1
DEL YACIMIENTO DE VINARRAGELL (BURRIANA, CASTELLON)
l. INTRODUCCION
Al publicar los resultados de la IV Campaña de Excavaciones llevada a cabo en el
importante yacimiento de Vinarragell (fig. 1) durante la primavera del año 1972 (1),
anunciábase en «nota preliminar)) la «limpieza de los hastiales del viejo Pozo 1», cuyo
nivel de «humus» fue retirado por el amigo O. Arteaga, corriendo a nuestro cargo el
resto de los trabajos. Por motivos diversos los resultados obtenidos no habían sido
publicados, exceptuando el gran puente rectangular de una fíbula de pivote que, en
texto de O. Arteaga, quedó englobado en el horizonte «VINARRAGELL illn de su
periodización, y clasificado como «Fibel des Typs Agullana» (2). Pasamos de nuevo,
pues, dado el gran interés de esta pieza correctamente estratificada, al estudio de los
hastiales de este sondeo, cuyos resultados primeros se dieron en 1974 (3).
Al quedar en el año 1964 los estratos arqueológicos más profundos del Pozo 1 al
descubierto, constituyendo una pequeña plataforma sobre la bóveda de la galería
excavada por los jornaleros de la finca de D. Ramón Huguet en la que se asienta el
yacimiento, y al temer por su desplome, realizamos su levantamiento perfilando
también todo el hastial NO y, en especial, parte del NE, con lo que se advirtió que la
estratigrafía no había sido dañada con motivo de haber existido en este punto del tell
una alquería, no habiendo sucedido lo mismo en el paramento SO, donde aún restan
paredes y firmes de ladrillo de tiempos no muy lejanos, y en el del SE, excavado
N. MESADO y O. ARTBAOA: «Vinarracell (Burriana, CuteU6n), U.. Tra~oa Vario. del SJ.P.. núm. 81. Vat.ncia. tm.
(2) O. ARTEAGA y N. MI!SADO: «Vinarracell eine eodbronraeitliclúberilche Kiiat.Miedhmc de~ Provina Cut.llón mit pb6nisMcb-
(1)
punúcben 81 b l. Madricle~ Mitteillm¡en núm. 20. Heilcl.-beJ'I, 1979, p6c. 123.
(3) N. MESADO: «Vinarracelbo. Trahejoe Varioe del S.I.P., núm. .S. Valencia. 1&"1.. p6p. 36/42.
-287-
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N. MESADO
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VINARRAGELL
3
entonces para ubicar parte del mentado casal con restos aún de un pozo negro, área
que tributó varias cerámicas ibéricas (4).
Técnicamente la excavación no ofreció ninguna dificultad, ya que las pródigas
coloraciones verdes de los niveles de habitat se siguen detectando en todas las
campañas. La mayor sorpresa en este sondeo fue el hallazgo, en un claro horizonte
indígena SIN TORNO (Fase 1 e), de un puente perteneciente a una fíbula de pivote,
sobre la que insistiremos luego.
Una extructura que no hizo su aparición, pese a haberse prodigado en el resto de
las áreas sondeadas fueron los hornos de terracota sobre solado de grava, cuya
extensión espacial y temporal es importante pues están documentados no sólo en
Cortes (Navarra) (5), sino también en la Cata «W)) del Castro de (
(Lumbrales-Salamanca), en relación con el primer nivel de habitación (6). En Vinarragell estos verdaderos hornos se han señalado siempre en los niveles con tomo (7).
Hay que advertir que los estratos superficiales fueron· excavados en un ancho de 1
m. con objeto de evitar, dada su poca cohesión, desplomes. La superioridad numérica
de los hallazgos del manto su:Perficial (Fase ill), así como de los niveles hondos (Fase
1), frente a los tan escasos del período de influencia colonial semita (Fase 11), será
consecuencia, tan sólo, de la más extensa excavación de aquellos y el perfilado de
apenas 10 cm. de potencia de éstos (fig. 2).
2. DESCRIPCION MORFOLOGICA DE LOS HASTIALES NO. Y NE.
Fase 1
Nivel lA
Sobre toda la prospección quedó denunciado el horizonte fundacional de Vinarragell (fig. 3). Teniendo en cuenta la degradación que alcanzan sus profundidades en los
diversos puntos sondeados (8), sabemos que la comunidad inmigrada establece su
colonia sobre un suelo que buzaba, sensiblemente, hacia el N en busca del cauce del
río.
Evidente novedad en el tell es la cimentación de ((bolos)) que denuncia esta técnica
de alzado - tan común de la Fase n-, desde la más temprana ocupación del lugar (fig.
3 y lám. 1). Este solado, formado por dos hiladas de cantos rodados, aplanados,
finalizaba con los molinos barquiformes que, hincados verticalmente, recogimos en
1964, los cuales envolvían típicas cerámicas del hábitat primero (9). Su alzada de
(4) MESADO: ()p. cit. nota 8, lip. 14 1 16.
(6) J . MALUQUBR: «El yacimiento ballaU.tico de eort. ele Neverrp. P~o~nplone, 1968.
(6) J . MALUQUER: •Exc:avaeion• Arqueol6cicu en el Catre> ele laa Merc:banu (Lumb..l-. S.lemence)o. Pynnaa, nóm. 4. Bucelone,
1988, ""· no.
(7) La MDcilla de •toe homoe conjuntamente con au eleetivided, loe ha h.eho penivir baete nu.tro díu ya qua fueron -pleadoe huta
hace un par de d6eadu por loe putoree turol. _ para cocer aua «tortea ele putor>o. t:.to. ohonloe ele putor~t coaatan, como loe da Vinarrqell,
ele un eolado de pavón o piedra eobn el cual • e.parce y apiiOoa un firae da barro. BDcendido fiMco IObre '1 y eiW>do M coneicle..
aulicientemente elevada la lelperatw'e del nl1eleo ele pavu, M ..U.... el necoldo. Batticle la tenscota M coloca la clel1ecle puta para la torta
enua papel• Ncioe. volv!Woee l...,o a cubrir con laa bruu rean.du. (Damaa laa paciu por tal infonucl6D al paae.or D. Joe6 MeftiOd P6re&
'1 a nue.uo buen ami¡o D. AbUio Usaro Men¡ocl. IUIIboe de Albentoea (Mon de Rubieloe. Ten~el).
(8) MESADO: ()p. cit. note 8. 11¡. 83.
(9) MESADO: Op. cit. note 8, li1. 16.
-289-
[page-n-290]
N. MESADO
adobes había desaparecido. El ancho es de 0'35 m., su largo descubierto de 1'05 m., y el
grosor de las piedras de unos 0'10 m. Dista del ángulo N de la planta, 1'25 m.
Restos de otras estructuras, esta vez de puro adobe, empieza a señalarse en este
mismo ángulo, cuyas piezas, de arcilla clara, tienen un ancho de 0'15 m. y 0'22 m.
Forman su sección tres adobes superpuestos, paralelos al anterior solado de «bolos» y
al gran muro del horizonte con influencias semitas, del hastial NE (Fase Il) (lám. ITI).
Es sintomático que la totalidad de los muros de adobe registrados hasta hoy, siguen
paralelos al Millars. El adobe superior del murete, en contacto con lB, presenta una
fase lenta de colicuación ya que de haberse derritido en una estación pluvial intensa (o
por inundación del Millars), el adobe «licuado» no hubiese tenido una lengua de fusión
corta (retenida), sino en costilla (estirada) (fig. 2).
Al ser uniforme el mantillo de carbón en el lado SO del muro de piedra, pudiera
indicar la zona interior de una vivienda.
Nivel lB
Sobre el nivel anterior, ya cerrado, acusando similar horizontalidad, se asienta este
2.0 nivel de hábitat. Salvo su manto verde, que por lógica y por su riqueza en fosfatos
nos indica que se trata de substancias orgánicas descompuestas, ningún otro elemento
constructivo hizo aparición. Este manto sigue buza.ndo en el paramento NE del
sondeo. Fue en él donde se extrajo el fragmento de recipiente con decoración incisa
(fig. 4. núm. 6).
Nivel IC
Suelo idéntico, morfológicamente, al precedente. Sólo hay que anotar que «muere»
junto al hastial NE. Este dato, que vuelve a repetirse en la Fase ID, junto con la
uniformidad de dureza y coloración cremosa de esta ca.r a de la trinchera, hace
sospechar la existencia de una «tapia» asentada sobre el manto de la Fase m. Esta
estructura, de ser cierta, se usará para la cimentación del gran muro que se le
superpone, perteneciente a la Fase II (lám. Il). La base de este nivel estaba endurecida
ya que apareció requemada (lám. ITI). Fue en el borde NE de este suelo, a 0'10 cm. del
hastial y a 1'3 m. del ángulo N dé la prospección, donde dimos con un gran puente de
una tibula de pivote (dibujo 4, núm. 16; lám. IV), que dentro de la exigua metalistería
. del yacimiento es pieza capital por constituir un hallazgo cerrado en una estratigrafía
tan singular.
Nivel ID
Se denuncia en el hastial NO de la trinchera por una línea de apenas 1 cm. de
grosor (lám. ITI). Unicamente destaca la poceta central, sobre la vertical del murete de
piedras (lám. 1). Su forma es idéntica a las otras que se vienen registrando. Su
construcción taladra el manto m y IC.
- 290-
[page-n-291]
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HASTIAL _ _ _ __ NO. _ _ __ _ _ _ _ _ _ _ _ - - - - - - - -·
Fig. 2.-So ndeo l. Morfología de los para me ntos.
HA STIAL _ _ _ NE. _ __
[page-n-292]
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Fig. 3.-&ndeo l . Planta del nivel fundacional.
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[page-n-293]
N. MESADO
6
Fase U
Nivele$ IIA, IIB .. y IIC
Tratamos en bloque este período de influencia semita por presentar el examen de
los paramentos una morfología común. También el escaso material tributado (7 tiestos) es homogéneo. Sus tres horizontes de rehabitación están limitados por el potente
bastión de adobe, alguna de cuyas piezas rebasan los 85 cm. de longitud. Este paramento NE (láms. m y IV), de 1'10 m. de alzada, aparece formado por unas piezas basales de
arcilla obscura trabadas con un limo sienoamarillento, mientras las piezas superiores
son claras y se asientan con arcilla obscura. La pureza de sus pastas (sin materia
orgánica) hacía bien difícil su · denuncia (apenas las piezas de coloración mayor
quedaban visibles). Ya que la deshidratación de los paramentos borraba su dibujo,
procedimos a siluetarlo para realizar su alzada (lám. 11).
Esto dará idea de la cautela con la que hay que excavar un yacimiento de esta
índole, en la que una metódica limpieza del suelo tras cada alzada, seguido de un
alisado perfecto, denunciará el adobe de la arcilla que lo envuelve, muchas veces de su
misma coloración y similar textura.
Las débiles líneas verdes de esta Fase 11 (firmes A, B y C), ligeramente cóncavas,
sin verdaderos solados de habitación, un material cerámico similar y un muro de
adobe sin colicuación, nos obliga a pensar en un crecimiento rápido del tell; pero sin
señales de abandono (10).
Fase
m
y
IV
Manto superior, revuelto, que rebasa el metro de potencia en el área SO, descendiendo su grosor hacia el muro del hastial NE donde sólo mide O'45 m. Justo en el
nacimiento de este peralte vuelve a advertirse los restos de otro nivel verde, con grava,
quedando perfilada otra poceta. El resto del estrato fue arrasado por remociones
posteriores, y aunque en la fig. 2 lo hayamos asignado a la fase colonial del yacimiento, tal atribución es problemática por falta de hallazgos. Otro solado del típico «bolo>>
sobre la fábrica del muro del hastial NE señala los cimientos de otra pared (lám. 11).
Los mantos verdes que nos vienen sirviendo para delimitar los diversos niveles de
habitación, a falta de suelos endurecidos propios de superficies que han alcanzado un
uso prolongado, pudieran indicar la constante inestabilidad de su población, consecuencia, por una parte, de ser Vinarragell por la faja costera la avanzada Edetana más
septentrional, cuya función pudo ser la de defender el paso de una vía indígena (el
Caminas) por el Idubeda, río que demarca, en Plinio, la Edetania de la Ilercavonia. Es,
pues, un yacimiento de frontera el cual sería sorprendido tanto por repetidas razzias
como por inundaciones (11). Los bastiones de adobe que paralelos al Millars vienen
encontrándose, son sintomáticos. El río seguirá siendo frontera con el tiempo, ya que
m
(10) De lo. 0'80 m. da altura Que alcanuba el muro de adobe núm. IV entre A y B (Meudo, Op. cit. nota 8, 16m. LXVUI) trea la
Campaila
de Excavación (1968), apenu quedan hoy, con un índice pluviOIIMtrico mlnimo, 0 '40 m. da altura, eatamo. tn~Mformando dicho muro . , un
informe muil6n.
(11) N. MESADO: «Vinarra¡ell, un yacimi.ento de fronterao. Fallu. Burriana, 1976.
- 292-
[page-n-294]
VINARRAGELL
7
es límite meridional del Convento Tarraconense con Augusto, y el término de Burríana (que nunca rebasa su cauce) pertenece en el siglo X, según al-Razi, al Distrito de
Valencia, el cual está integrado por Alcira., Sagunto, Játiva, Val encía y Burriana (12).
Luego, en el siglo Xll, según Idrisi, sigue Burriana integrada en el Distrito de
Murviedro, el cual lo constituían: Valencia, Sagunto y Burriana (13).
Las colinas de Almenara que cortan en parte y deslindan la Plana de Castellón de
los Valles de Sagunto, no son el límite meridional de la provincia de Castellón ya que
éste lo constituye -dentro ya de la llanada valenciana-, el insignificante barranco
de Benavites a 2 kilómetros de aquellos cerros, por lo que no creemos que tal orografía
«separe dos regiones con matices diferentes» (14).
3. DESCRIPCION DE LOS MATERIALES SELECCIONADOS
Fase 1 (fig. 2)
Nivel lA
Cerámica:
Grosera de superficies toscas ........ .. ................... .. ... .... ......... ..............
Grosera de superficies lisas ...... ..... .. .... ..... .............. ..... ............ ...........
Espatulada semúnate .. ............ ......... .....................................................
Bruñida .. ...... .... .... ..... ............. .. ..... ....... .. ......... ... .. .. ... .............. .. ..............
Total .............................................................................................
17 fragmentos
3
3
»
1
>>
24
>>
>>
Fueron seleccionados los fragmentos siguientes, que se dibujan en la figura 4.
l.-Fragmento bucal correspondiente a un menudo vaso de cuello cilíndrico y borde abierto. Rotura gris
en zona interna y marrón en la externa. Las superficies presentan el cuello negro y el borde bucal ocrenegruzco al exterior y siena-clara internamente. Calidad bruñida.
2.-Fragmento del típico vaso carenado propio del primer hábitat de Vinarragell. Rotura negra con
((pieb1 exterior rojizo.marr6n.. Superficie exterior negro-rojiza. Superficie interior sieno-negruzca. Calidad
espatulada de brillo medio.
S.-Fragmento de tabique con suave bocel horizontal. Rotura negra. Caras exteriores grisáceas. Calidad
espatulada semimate.
4.-Fragmento decorado con cordones de sección triangular, digitados. Rotura anaranjada. Superficie
exterior ocre-negruzco. Calidad grosera de superficies lisas aunque conserva un basto espatulado sobre el
cordón.
6.-Fragmento de base llana con el arranque del cuerpo del vaso decorado por un burdo cordón
horizontal. Rotura con núcleo negruzco y laterales anaranjados. Caras externas rojizo-ahumadas. Calidad
grosera de superficies toscas.
(12) B. LBVI·PROVBNCAL: ..n.cr;piÓOD cM l'l.pqne. d'Ahmad ai-Ruilt, Al·Anda!WI, Dllm. 18. Madrid, 1968, ""'- 79-82.
(18) ALJDRISl: «
A. UBIETO: ocOñ...- dal Reino
(14) C. ARANBOUJ: •IAa -~ clel Grau Velly el puerto de la Ciudad de AJw.Sarun~W». Saitabi XXVI. Valancia, 197'8, p6p. 41-46.
-293-
[page-n-295]
8
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N. MESADO
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Fig. 4.-8ondeo l . Hallazgos de los niveles lA, lB y IC.
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1
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9
VINARRAGELL
Nivel lB
Cerámica:
Grosera de superficies toscas o ásperas .............................. ... .... ..... 20 fragmentos
»
Grosera de superficies lisas ...... .... .. ...................................... .............. 2
Espatulada semimate ....... ........ .... ........................ .......... .... .... ............... 4
))
Espatulada con brillo ........................................................ .................. 1
))
Total ............................................................................................. 27
))
Fueron seleccionados los fragmentos siguientes, que se dibujan en la figura 4.
6.-Fragmentos de recipiente globular achatado, de corto cuello suavemente abierto. Sobre el hombro
presenta una decoración débilmente incisa consistente en randa de ángulos en espiga entre dos líneas
horizontales. Rotura sieno-grisácea. Caras exteriores negruzcas. Calidad espatulada semimate (lám. IV,6).
7.-Fragmentos de cuello acampanado con ligera seudocarena en su base. Rotura ocre-grisácea. Superfi·
cíes rojizo-negruzcas. Calidad espatulada lisa semimate.
S.-Borde liso revertido. Rotura siena-tostada. Superficies negras. Calidad espatulada semimate.
9.-Bordecillo liso abierto. Rotura marrón. Superficies negruzcas. Calidad espatulada semimate.
10.-Borde liso de.labio plano ligeramente abierto. Rotura con núcleo negruzco entre capas sieno-rojizas.
Superficie exterior requemada, interna sieno-rojiza clara. Calidad grosera de superficies lisas.
Nivel IC
Cerámica:
Grosera de superficies ásperas ... .................................. ........... ...........
Grosera de superficies lisas ...................................................... ...... ....
Espatulada con brillo ..........................................................................
Bruñida ................................ .......................... .......................... .... ...........
Total .............................................................................................
37 fragmentos
7
))
1
))
2
47
))
))
Fueron seleccionados los siguientes fragmentos, que se presentan en la figu.r a 4, así
como los objetos de metal n.o 16 y 16.
11.-Pequeño fragmento bucal perte.neciente a un vaso de cuello muy abierto (acampanado). Rotura
negra con «piel•• exterior sieno-grisácea clara. Calidad espatulada fina con brillo.
12.-Borde de cuenco con el labio dentado. Rotura sieno-rojiza. Superficies exteriores ahumadas. Calidad
grosera de superficies lisas.
18.-Robusto borde vertical de labio aplanado. Rotura siena tostada. Caras exteriores sieno-negruzcas.
Calidad grosera de superficies lisas.
14.-Fragmento del arranque de un cuello con restos de impresiones circulares sobre el inicio de su
hombro. Rotura sieno-negruzca. Caras externas negras. Calidad bruñida ligeramente mate.
16.-Fragmento de varilla o aguja doblada. Bronce de sección circular en mal estado de conservación.
16.-Puente perteneciente a una fíbula de pivote. Tanto el brazuelo de la mortaja como el del pivote
rematan en eaférulas.
Este último conserva bien señalado el cuello para la inserción de su aguja basculante. Bronce en
avanzado estado de descomposición surcado por profundas grietas longitudinales, alcanzando alguna los 2
mm. de abertura. Dado su alteración no puede asegurarse que sea una pieza fundida, aunque su grosor asf lo
hace sospechar. Coloración verdinegra. Eje máximo 111 mm. (lám. IV, 16).
-295 -
[page-n-297]
N. MESADO
10
21
19
20
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negruzco
m ocre
Fig. 5.-Sondeo l . Hallaz«os de la Fase U.
rojizo
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VINARRAGELL
Ni" ID
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Cerámica:
Grosera de superficies ásperas ...........................................................
Grosera de superficies lisas ....................... ........................... ... ...........
Espatulada semimate .......................................... ..................................
Bruñida ... ...... ...... .. ....... .... ...... .... ......... ..... ..... .... ... .... .......... .......... ...........
Total .............................................................................................
Fueron seleccionados dos fragmentos que no se dibujan.
11
10 fragmentos
1
3
1
15
»
>>
>>
>>
17.-Borde liso ligeramente cerrado perteneciente a un puchero. Su galbo ea semejante al del fragmento
n.o 21 del publicado Corte V de Vinarragell. Rotura sieno-griaácea clara con las superficies exteriores
requemadas. Calidad grosera de superficies ásperas.
18.-Bordecillo de labio liso ligeramente abierto. Es semejante al inventariado bajo el n.o 1 del menciona·
do Corte V. Rotura ocre-negruzca. Superficies sieno-negruzcas. Calidad bruñida menos.
Fase 11 (fig. 2)
Estratos indígenas con influencia colonial semita.
Niveles IIA, IIB, IJC y liD (?)
Cerámica:
Fabricada a torno ................................................................................ 7 fragmentos
Fueron seleccionados los dos fragmentos que se dibujan en la figura 5, así como el
botón (?) de hueso de dicho gráfico, piezas que se describen a continuación.
19.-Fragmento de tinaja colonial decorado por ancha banda sieno-rojiza y líneas negruzcas, desvaidas,
submontando en buena parte la pigmentación rojiza. Rotura negro-grisácea difuminando hacia la cara
externa con un ocre amarillento. El desgrasante es el típico de esta cerámica: finas arenillas negras y
blancuzcas con finísimos puntos de mica. Calidad buena menos (lám. V).
20.-Fragmento semejante al precedente, correspondiendo a parte de una gran banda rojiza con restos en
su base de un filete negro que la delimita.
21.-Botón o fusayola procedente de una cabeza de fémUl' (lám. V).
Fase m (fig. 2)
Sin estratigrafta.
Cerámica:
Protoibérica a mano ..................................... ............. ........ .................. 2 fragmentos
n
Iberoarcaizante a torno ......................................... ....................... ....... 7
Ibérica con aguada de cubierta comportando motivos decorativos
(bandas, filetes, círculos conc~ntricos y hélices) ........................... 8
n
Sin cubierta (bandas, círculos concéntricos, cuartos de círculos
n
y grupos de segmentos) ....................................................................... 11
Grisácea ................ ............................................................. ..................... 2
n
Atica ....................................................................................................... 1
n
Total ............................................................................................. 31
>
>
Listado de los fragmentos seleccionados cuyos gráficos damos en las figs. 6, 7 y 8.
- 297 -
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N. MESADO
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VINARRAGELL
25
Flg. 7.-Sondeo [. Hallaz¡os de superficie.
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13
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14
N. MESADO
27
29
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30
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31
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aguada blanca '?
mJ
ocre claro
O
negro desaparecido
m siena tostada
Fis. S.-Sondeo l . Hallazgos de superficie.
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VINARRAGELL
16
22.-Fragmentos que unen pertenecientes a media pátera de boca acampanada e incipiente anillo de
sustentación con ónfalo. Tanto internamente ~omo en el exterior presenta dos bandas estrechas, mientras la
aleta bucal aparece enteramente recubierta de pintura sieno-rojiza. Rotura gris unüorme, pasta m~zy
depurada. Caras externas beige-grisáceo. Calidad máxima (lám. VI, 22).
28.-Anillo bucal incompleto formado por escocia entre toros desconchados. Rotura negra hacia la cara
interna y sieno-negruzca hacia la e.x terna, afectando ambas tonalidades a sus respectivas superficies.
Cerámica iberoarcaizante torneada.
24.-Fragmento bucal de una tinaja ibérica con bordón alzado. Presenta una band.a marrón obscuro
. sobre el hombro e inicios de círculos concéntricos sobre el nacimiento del cuerpo. Rotura sieno-naranja.
Calidad buena.
25.-Parte de asa horizontal, bífida, con restos de banda marrón sobre el tabique del vaso. Rotura con
nódulo central sieno-grisáceo claro y laterales rojizos. Caras externas sieno-amarillentas claras. Calidad
buena.
26.- Aaa de tres nervios doblados en sus extremos superiores para formar, junto con el labio bucal del
desaparecido recipiente globular, una orejeta oblicuamente perforada. Rotura sieno-amarillenta clara.
Caras exteriores sieno-amarillentas. Calidad buena.
27.-Borde bucal abierto correspondiente a un recipiente de cocina, ovoide. Rotura ocre-rojizo-negruzco.
Cara exterior requemada. Calidad grosera de superficies ásperas. A mano.
28.-Borde bucal moldurado. Cerámica arcaizante torneada.
29.-Menudo tiesto de una posible crátera ática de figuras rojas. Su interior aparece recubierto de barniz
billante presentando al exterior restos de figura inidentificable por su pequeñez (lám. VI. 29). Rotura siena
m~.cy clara. Pasta depurada. Calidad máxima.
30.-Solero con el anillo ligeramente abierto y ónfalo. Restos de circunferencia rojiza sobre el asiento
anular y arranque del cuerpo del bol. Rotura gris obscuro. Caras exteriores sieno-grisáceas. Calidad buena
menos.
81.-Tiesto de un gran recipiente cerrado (globular), de delgado tabique, con decoración polícroma
consistente en una ancha banda beige-canela sobre la cual se trazaron gruesos filetes de pigmento siena·
tostada y randa de círculos concéntricos alternando con ((hélices)) (temas en negro) entre estrechas bandas
de la misma pigmentación, que hoy, por haberse descompuesto, dejaron en negativo (blancuzcos) sus trazos
(lám. VI). Rotura sieno-naranja claro en el lateral interno, y gris blancuzco en el externo. Pasta muy
depurada. Calidad máxima.
Fase IV
Sin estratigrafía.
Cerámica altomedieval:
Bizcochada ............................... .. ........................ ............. ....................... 35 fragmentos
Vidriada .................................. ................... .................... .... ..................... 3
»
Total .............................................................................................. 38
))
Fueron seleccionados los fragmentos siguientes que se grafían en las figs. 9, 10 y
lám. vn.
32.-Fragmento de cuello cilíndrico con borde bucal liso. Está decorado con randa de puntos ocre-claro
sobre estrecha banda, y filete sobre el labio. Rotura siena-rojizo. Superficie exterior siena amarillenta.
Calidad media.
88.-Fragmento perteneciente a un cuello cilíndrico anillado y labio liso. Rotura gris-siena. Cara
exterior ocre-negruzcc. Calidad media.
84.-Tiesto decorado por tres estrechas bandas blancuzcas. Rotura negruzca en zona interna y ligera·
mente ocre en la externa. Superficie exterior ocre-negruzco. Calidad media menos.
-301 -
[page-n-303]
N. MESADO
16
32
33
35
34
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39[~
41
Fi¡r. 9.--8ondeo l . Cerámica islámica de superficie.
[page-n-304]
VINARRAGELL
Fig. 10.-8ondeo l . Cer,mica islámica de superficie.
17
[page-n-305]
N. MESADO
18
35.- Fragmento de hombro anillado con decoración siena-rojiza de una banda verticaL Rotura gris.
Caras exteriores grises con diminutos puntos de mica. Calidad media.
36.- Fragmento perteneciente a un hombro con restos negros de una decoración ondulada. Rotura con
núcleo gris-negruzco y laterales ocre-rojizo. Superficie exterior grisácea. Calidad media.
37.-Tiesto decorado con tres trazos verticales de tonalidad negruzca. Rotura siena-amarilla y superficie
e.x terior blancuzco-amarillenta. Calidad media menos.
38.-Fragmento decorado en negro comportando tres bandas verticales e inicios de otro motivo. Rotura
amarillenta y cara exterior amarillo muy claro. Calidad media más.
39.-Fragmento decorado por una bandilla negra y zig.zags. Rotura grisáceo-amarillenta clara. Calidad
media.
40.-Fragmento de un cuello vertical y hombro estriado, con decoración siena-negruzca de temática
vertical serpentüorme. Rotura anaranjada y cara exterior siena-blancuzca. Calidad media más.
41.-Solero troncocónico con restos de vidrio verde obscuro. Rotura siena-clara. Calidad media.
42.-Vaso incompleto de cuerpo anforoide, base llana e inicios de cuello vertical, restándole de sus asas
loe arranques inferiores. Presenta un eje central inclinado. Rotura siena-amarillenta. Caras exteriores ídem.
Calidad media más.
43.- Fragmento de una cazuela troncocónica de asas múltiples aplanadas. Su zona central está decorada
con incisiones paralelas circunvalando el recipiente. Rotura sieno-rojiza, cara exterior ahumada e interior
con cubierta vidriada de tono melado obscuro. Calidad media.
4. ETNIAS Y COMERCIO EN EL SIGLO VI A. DE C.
Vinarragell fue el yacimiento que en la geografía valenciana detectó primero - ya
desde la Campaña de 1967- , el complejo mundo colonial fenicio, incorporándose al
entonces candente contexto de yacimientos coloniales que, en tal década, y en especial
en zona tartésica, poníanse de moda. Este nuevo horizonte cultural orientalizante
reemplazó con prontitud el peso que hasta entonces había jugado el comercio griego
sobre la fachada mediterránea y del más cercano «hinterland», con cuya aculturación
las etnias indígenas habrían comenzado a asumir una conciencia nacionalista.
El primer horizonte material de Vinarragell, encuadrado en lo que venimos denominando HIERRO 1, vendría tan sólo demarcado por lo que en las primeras campañas
denominábamos «Período del Hierro>>, comprendiendo la totalidad de los niveles sin
tomo, y que, posteriormente, O. Arteaga denominaría VINARRAGELL 1 y 11 (15). El
horizonte subsiguiente vendría dado por los niveles con cerámica colonial fenicia. Su
fuerte personalidad y transcendencia en la evolución cultural de la etnia indígena es
tal, que aunque se encuadre culturalmen~ en la Primera Edad del Hierro, preferimos
la denominación de Horizonte Protoibérico, dado que se trata de un período de
transición al Hierro 11, en el que el bagaje cultural del indígena hibridará en un
mundo nuevo: el Mediterráneo. Cada uno de estos dos períodos comporta en Vinarragell sus correspondientes niveles o fases evolutivas (16). Esta orientalización semita,
(1&) MBSAD().AJlTBAGA: 0p. ciL noca 1.
(18) Pu- el - t o CODaideramoe aMaaala la denominac:i6n que viene recien-te baci~ - -418ronc. Final- pan. COI\iuntoc
materiaMI tipo HMrro 1 ele Vinanqell. lb un árM pocrilica ccmo la valenciana, en q1M todavía no • coDOCe la ..-olucióo del B. V. - oi ee que
lo
un COIIiunto ~~~aterial ccmo el detectado en la fwldacióo de ViiWT&Iell. influido JIOl' la cultura ~~~aterial del~ Campoa de Umu, cuyu
cerimicu - IIÚDOI'Ítari»- hlbridan con otru de mucha menor calldad que no eon produc:IOc aut6ctonoe (bec-.1• materialll.,edo col'\iunt.amen·
te del Bl,jo Arqón, donde tampoco ae conoce una evolución del Bronce), por tu peculiaridad y pei"'Inalided delierfa denominarae Hierro l, peae
u-
- 304-
[page-n-306]
VINARRAGELL
19
allí donde se detecta, incide sobre un mundo material también nuevo, que nos señala
un fuerte «hiatus» si lo comparamos con el bagaje de un cultura que por su extensión
geográfica y matices propios se la viene llamando en el País: «Bronce Valenciano».
Tanto en el área de Castellón como en la de Alicante estará en estos poblados la raíz
del complejo mundo ibérico, siendo por hoy diffcil el poder ahondar la etnia del ibero
-ese pueblo culturalmente tan Mediterráneo- en el horizonte del B. V. Por más que
se quiera no hay por el momento relación ffsica alguna, y lo que ocurre en esta zona
septentrional valenciana ocurre en la más meridional (17). También es verdad, y pocos
disentiran, que la Cultura Ibérica por excelencia (para nosotros la fraguada en área
Edetana) ocupa unas tierras en las que con más fuerza subyace la Cultura del Bronce
Valenciano; en esto solamente -casual o no- estaría ese eslab6n presentido por
quienes trabajamos en el País (18). Sólo la constante prospección científica podrá
solucionar este problema que tiene abierto nuestra Prehistoria más cercana.
Si superponemos la distribución de los poblados del B. V. que daba Tarradell en el
año 1965 (19) y los publicados por Gil-Mascarell (20) pertenecientes al Hierro I (Bronce
Final en dicha autora), en los que incidirá en su mayoría la aculturación colonial
fenicia (figs. 11 y 12), veremos que estos últimos producirán un «hiatus» importante en
el área central (provincia de Valencia), en donde existe una masificación de poblados
del B. V., salvo los yacimientos señalados con los núms. 22, 23, 24 y 26. Pero an.a lizando
éstos veremos que los materiales del Hierro I en ellos, son: insignificantes en los tres
primeros cercanos al litoral, y con evidente interés en el núm. 26, colindante con la
meseta:
Núm. 22.- «El Pie dels Corbs», Sagunt: Yacimiento antiguo del B. V. Entre sus
cerámicas (se detectará en ellas la decoración incisa de vieja tradición), se ha señalado
los restos de un recipiente con decoración acanalada, cerámica propia de los Campos
de Urnas (21).
Núm. 23. - ((El Castell», Sagunt: Conocido poblado ibérico-romano en el que
recientemente se ha dado a conocer un pequeño fragmento cerámico con decoración
~
excisa (22).
Núm. 24. - ((San Miquel de Llíria». En puntos de este importantísimo cerro (((Cova
a qua Ju inmlCl'llciaonN prebl.tt6ricu incloeuropeu correepolldan a un Ntad.io cultunl del Bronce Final (J. PADRO: «L'Edat del Ferro i la
a-anltució de IN conwquN Bepwntrlonala de !'interior de CataliiJIYIIlt. Cypula, n6m. l . Barcelona. 1978). En la nclón valenciana 1161o a lea
perduraeionN últimu del B. V. ~\lUido M&D deteetadu con claridad- deberian denOIDÍII&rN Bronce Final, y llamar por hoy Hierro 1 aunque no M conoaea en un priJur momento eate metal- a loa contexto. material• tipo Vinarra,.ll, que como ya MII&U.bamoa en 1974, no
comporta peraleloa 0011 ti B. V. El etiquetar tan a priori r - evolutivaa eeeaaamante aeAaladaa, lleva a lmprealcionN terminolótlcaa. Tal
oc:urH con la denominación de un «BroiiCe Tardf010, precedente de un •Bronce Final•. ainonlmle inneceaeria y conl'uaa.
(17) O. ARTBAGA y M.• SBRNA: «lnOujoa Fenicioa en la Retli6n del Dejo 8epra>t. Xtu C.N.A. (Huelve 8-12/oetubre/1973). Zuqose, 1976,
~. 742.
(18) D. PLBTCHER. B. PLA. M. GJL.MASCARBLL y C. ARANBGUI: «La iberisaclón en al Pela Valenciano-. Diputación de Barcelona,
tn.titut de Prehiltbrla i Arqueolocia. Monocrafleo, LIL Barcelona, 1978-78, ~~. 88.
(18) M. TARRAD&LL: • Prehiatl¡ria 1 Antl¡uitet». ru.toria dtl Pela Valencl1, YOI. 1. Be.retiona. 1986, p4a. 68.
(20) M . GJL.MASCAULL 1 C. AIIANBGUI GASCO: cBJ Bronce Final '1 el CCODienao de la Edad del Hierro en al Pela Valenei&JlOIO.
Mon~ del Laboll'&toriO de Arqueoloc!e de Valencia. nWD. l. Valencia. 1981. p4a. 39.
(21) M. ALMAGRO.OORBBA: cBJ Pie dela CoRa de Squnto y loa Campoa de Umu del NE de la Penlnaula JWriCIIJt, Sa¡untum, nWD. 12.
Valeoeia, tm, p4a. ee.
(22) M . ALMAGRO.OORBEA: oCerúD.iea exclea m Sa¡unto, una lúp6t.ia oobre al orirm de eata cludad>o. S.,W.tum. nt'im.. 14. Valencia.
1978, ~- 97.
-305-
[page-n-307]
20
N. MESADO
···"-......!,.•V•·t~
• tres o mes poblats
.~...,.J
• un sol poblat
,
~ ..
o iaciménts argarics del sud valencia
.
..
~
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••
o
1
25
1
50 Km.
1
Flg. U.- Distribuci6n de los yacimientos del Bronce Pleno en el Pafa Valencia. según M. TarradeD (1966).
[page-n-308]
VINARRAGELL
21
Fi¡. 12.- Distribuclón de los yacimientos del Hierro 1 en el Pafa ValenciA, según M. GU-Mascarell (1981).
[page-n-309]
22
N. MESADO
del Cavall», «El Collado» y «El Puntalet»), se detectan fragmentos de cerámica
decorada a espatula, y cerámica fenicia (23).
Núm. 25. - Los Villares (Caudete de las Fuentes): Sobre un hábitat fundacional de
«un momento final de la Edad del Bronce», según E. Pla «sin las características
específicas de la Cultura del Bronce Valenciano», asentóse un poblado de la «Primera
Edad del Hierro»· con cerámicas incisas, cuya etnia conocerá ya los recipientes
torneados (uno de cuyos fragmentos comporta pintura con motivos de bandas y filetes
rojos), horizonte que según su excavador hay que situar en un momento final de la
precitada Edad, fijándole una cronología que creemos alta, ya que se fecha «a lo largo
del siglo VII, llegando posiblemente a principios del siglo VI a. d. C.)) (24). Sobre esta
segunda fase ocupacional se detecta otro momento cultural del poblado en el cual
predominará el torno sobre la cerámica a mano sin incisión alguna, «que presenta las
características de la cerámica ibérica, aunque en otras muchas no parece serlo». Una
copa jónica en su contexto fecha el inicio del horizonte, a <
comienzos del V a. d. C., por lo que debió desarrollar su existencia durante todo el
siglo últimamente mencionado». Según esta cronología, aún provisional, existiría en
los Villares un «hiatus» en el s. VI, dado, a nuestro parecer, por la excesiva cronología
que recibe el horizonte señalado por las cerámicas incisas del yacimiento. Para C.
Aranegui la etapa protoibérica de los Villares (Estratos IV y lll) sería del s. VI a. d. C.
(25). La estación finalizaría con un extenso poblado ibérico, conteniendo cerámicas
áticas y protocampanienses, cuya cronología abarca de los inicios del s. IV a. d. C.
hasta algo después del 250 a. d. C. (26).
Exceptuando, pues, este último yacimiento, tan cercano a Cuenca, tendríamos que
sólo indicios de corrientes indoeuropeas habrían llegado a la provincia de Valencia,
pese a ser la más prospectada arqueológicamente de todo el histórico Reino, frente a
las de Castellón y Alicante con un buen número de estaciones en las que se detecta con
asiduidad materiales del Hierro. Como hemos dicho, pues, el vacío cultural que
Valencia presenta en el tránsito del B. V. a la íberización tendríamos que definirlo
como «espectacular» y que, a priori, tan sólo tendría su razón de ser en el perduramiento del Bronce. Pero no menos extraño es el caso que ni uno solo de los poblados
del B. V. haya detectado cerámica orientalizante (27), lo cual nos asegura que su
población no habría alcanzado estos primerizos contactos mediterráneos que, allí
donde son denunciados, inciden en un horizonte caracterizado por un bagaje material
del Hierro 1, con elementos de los Campos de Urnas tan insignificantes por el momento
que no sirven para teorizar sobre unas pretendidas invasiones étnico-culturales proce(28) l. BALLESTBR y ob'oe: «Corpua Vuorum· Híap.Dorum. Ceaúúca del C..-ro ele San Mil"el de Liri.... Madrid, 1954, pq. 6.
MESADO: Op. cit. nota 8. pq. 167.
C. NATA: •La cova del C.vall y unoe eru.namimtoe en umaa de l.iriall. A.P.L., XV. Valencia. 11178, ~~· 1U.
N . OJL.NASCARBLL: «Al(w>o& material• prehiá6ric:c» del Cerro de Sant Miqual de LllriD. A.P.L., XVI. Valencia. 1981, Pl6i· 872.
(24) &. PLA 7 A. RIBBRA! • Loe Viu - (Calldele de tu Puentee. Valeocia)to. 'habe,joe Varioe del SJ.P., nllm. 88. Valencia, 1980.
(26) OJL.MASCARBLL 7 ARANBGUI: Op. cit. nou 20, pq. 49.
(218) PLA y ~ERA: Op. cit. nota 24.
(27) ARANBGUJ: Op. cit. nota 20, P4 54: Se6a1a la exil:teocia de un borde bucal de infora fenicia en un ..cnto del B. V. de I'Aic6dia d' Eh.
.,acimlento en al cual un horisonta protoib6rico no te ha~ por el - t o peee a tu inn........UI• ~ realisadu en él
-308-
[page-n-310]
VINARRAGBLL
23
dentes de Cataluña. Por el contrario, cada día son más firmes las infiltraciones
bajoaragonesas en el País Valenciano, que serían las portadoras del exiguo utillaje
que las estaciones valencianas registran de los C. U. (28). Ello es suficiente para
señalar un eslabón más entre el B. V. y la Cultura Ibérica, que, de&de 1967 con la
Primera Campaña de Excavaciones en Vinarragell comenzamos a detectar, aunque
sigue, pese a los años transcurridos, sin denunciarse el mestizaje Bronce-Hierro, otro
eslabón importante en la raíz del pueblo ibérico, dinámica evolutiva que allí donde se
ha pretendido señalar ~aso del yacimiento del Puig d' Alcoi (29}-, tan sólo pone de
manifiesto - una vez más- la superposición material de la Cultura Ibérica sobre los
poblados del Bronce Pleno, asentamientos que coincidirían por su valor estratégico, de
modo que en ningún caso se detecta una evolución material clara del B. V. que
desemboque en el complejo bagaje de la Cultura Ibérica, formación que ineludiblemen·
te pasa por la aculturación que reciben del Mediterráneo los asentamientos humanos
del comienzo del Hierro (cuyo bagaje material está fuertemente influi~o por los movi·
mientos indoeuropeos), en un primer instante, de los navegantes fenicios y, con poste·
rioridad, de los griegos, como ya señalaron los primeros trabajos de Vinarragell (30).
Para A. Arribas y O. Arteaga, en el tránsito de Guadalhorce 1 a Guadalhorce Il
(computado asimismo en los yacimientos de Toscanos, Mogador IV y Lixus V) existe
un ((hiatus de habitación... que parece deberse a causas generales en el Mediterráneo
Occidental» (31), causas que dichos autores centrarán en la caída de Tiro (hacia el .
573) tras el cerco de Nabucodonosor II, demarcando tal hecho un comercio oriental
dependiente de tal metrópoli fenicia (con una vajilla importada, de lujo, caso del
((barniz rojo)), como primordial base de transacción), de un comercio occidental,
autóctono, o •
varias que conllevaran por causa un muestrario de productos entre los que sigue
presente el <•barniz rojo>> - ahora imitado- y harán aparición diminutas piezas
exóticas, caso de los escarabeos, copas jónicas, etc., objetos que llegan a pervivir en
esa c.o rta fase d~ transición que constituye. el Horizonte Ibérico Antiguo.
Para Arteaga, Padró y Sanmartí el comercio semita se habría retirado de las costas
catalanas y del Golfo de Lyon ••quan ja els fenicia quasi havien imoosat la seva
supremacía económica» sobre los griegos focenses llegados a Ampurias en el primer
cuarto del s. VI. Al no encontrar una clara razón que justificaría esta crisis general de
la colonización fenicia, señalan también como causa la caída de Tiro, en cuya fecha
Ampurias no podía haber iniciado su andadura comercial, momento en que para
dichos autores habría terminado la colonización fenicia en nuestra fachada mediterrá-
(28) GILMASCARBLL y ARANBGUI: Op. cit. ., la nota 110, P4 12.
(28) GILMASCARBLL y ARANBGUI: Op. cit. . , la DOta 110, ~ 23 7 K
(80) MBSADO: 0p. cit. ., la nota 8, capítulo. XII 7 XIV.
(81) A. ARRIBAS 7 O. ARTBAGA: «BI yacimiento !enic:io 1M la dm•bocadura del rio Gu.dalhorc-. M6JqP. C\wlemoe 1M Pr.blatoria ele
la tJniyftdad 1M GraDada. Serie MCII'>Oirifiea, nW... 2. Grmada. 18'1a. pq. 95.
(82) ARRIBAS '1 ARTBAOA: 0p. cit. en la nota 31, pq. f11.
-309-
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N. MESADO
nea (33). Pero habría que pensar si la caída de Tiro en vez de cerrar dicha expansión
comercial no fue un revulsivo para propiciar, según lo precitado de Arribas-Arteaga, el
comercio occidental autóctono o colonial, la inexistencia del clásico «barniz rojo)) en
Vinarragell lo probaría. De hecho ocurre lo mismo con Marsella, que alcanza su
mayor «floruit)) tras la toma de Focea en el 640 a. d. C. (34); o con la propia Ampurias,
tras el debilitamiento de aquélla; o con Cartago, que tras la caída de la metrópoli
fundará un auténtico imperio comercial. Un hecho nadie discute: el comercio fenicio
en nuestras costas valencianas queda reemplazado por el comercio griego de Ampurias, y una colonia que nace en el primer cuarto del s. VI no puede alcanzar una
mayoría de edad que propicie y expanda su poderío económico hasta fines de tal siglo o
ya en el V a. d. C., comercio que detectaremos aquí con la masiva introducción de las
cerámicas de figuras rojas y precampanas, y cualquier otras cerámicas arcaicas siempre minoritarias- procederían, como hoy acepta la mayoría de los investigadores
(35), de .ese último comercio colonial fenicio. Al igual que acontece en la Vega Baja del
Segura' (36), en la Plana de Castellón el comercio griego queda excluido en ese
momento que precede al nacimiento de la Cultura Ibérica, como señala Vinarragell
ubicado en una encrucijada costera de caminos y por ello punto neurálgico del
tránsito comercial protoibérico (37). E. Sanmartí al estudiar materiales arcaicos,
griegos y etruscos, en el área meridional de Cataluña, datados en el s. VI a . d. C., se
inclina por el peso del comercio fenicio para la zona del bajo Ebro a lo largo de tal
siglo (38}; y al comentar materiales de origen fenicio y «propiamente griego)), más
septentrionales, reconoce que en la segunda mitad del s. VI eran ya dobles las
influencias comerciales que actuaban en Cataluña: «de un lado, la griega emporitana
y de otro, la fenicia occidental)) (39).
Para los propios investigadores catalanes la inicial vocación comercial de Ampurias «no trasciende a lo largo de la primera mitad del s. VI, el área ampurdanesa y que
(83) O. ARTBAGA. J . PADRO 1 &. 8ANMAR11: 41 factor Ceoici a ... eo~c. catala,_ i del Oolt de Lióot. U Col·loqui lnt.macioo.al
d'ArqueoJoei.a da Pui..-:Q ~ U/iun1/ 1876). Pu.iccerdl. 1978. pq. 134..
(34) .J. MALUQUBR DB MOTBS: «Rhocle, la eiut.t ere~• ...- utip da Cat.lunyao. ROIIIaiUltp a Jaume Vie&DA~ i v;,... Vol. J. Barcelooa.
l986. ~~- 148.
(86) V6ua, por citar ai(IIDOII ejemplo.:
.J. MALUQUBR DB MOTBS; -Lo. Cenleioa 1111 C..talulWo. T~ V 8)'1DpoaiWD lnt.maeional de PrelúAoria Peninsular, Univeni·
dad da Barcelona, Publieaeioon eventual• núm. 13. Barcelona. 1968, pqa. 241-260.
E. SANMART!lll1 GRBOO: «Material• eerúrleoa pieroa y da 6poea an:aica en tu eomareu marldlonalea da Cat.haña•.
Alnpurlu XXXV. Barcelona, um, ~... 221-284.
E. .JUNYBNT SANCHEZ: «ObaervaciODM a UDU cerúúcaa pint.du da Almanara (Cut.ll6ndela Plana)ot. Cuad..,oa de Prebi.ttoria y
ArqueoJoc!a Caatel!onmM, núm. 8. Cut.l16n, 1978, ~ 198, nota 9.
O. ARTBAGA MATtJTB; •.L a panorimica ~hW6rlca paniniUlar y eleatado actual de au conocimiento en al1Av1111t. Septentrional
(Cutal16n da la Plena)ot. Cuademoa da Pwob!Moria 1 AlqlMoJoc!a Cut.llonaue. Cut.l16n, 1976, pq. 190•
.J. M. BLAZQUBZ: «La eolonisaci6n piep an Bapa6a liD el cuadro da la eolonisaci6n piap en Oecldant4olt. 8)'1Dpoaium de
Coloniaacioneo (Barcelona-AIIIpuriae, 1971). Ba.rc.lou. 1974, ~ 86-77.
ol· PADRO PARCBJUSA; «lllwa-.. aobn ela aac:e.nbwa i aaeuaboida da la n~ da Can Canyip. l'yrenae. 7. Ba.reelona. 1971,
pq. 188.
M. ALMAGRO: «La& raleM dal arta iWricoot. L Aniv...-io da la Fundación dal Laboratorio de Arquaolorla, 1924-1.97•. Papel• dal
IA.boratorio da ArquaoJocia da VaiiDCia, 11. Valencia, 1974, pq.. 251-m .
C. ARANBGUI; toCarimieu ÍlllpOI'tadU da la Nec:rópolia da Orleyl-. Bo t
' Cut.ll6n). Trabajoe Varlooa dal Sl.P., nllm. 10. Valencia, 1981, p6p. 68-66.
(88) ARTBAOA 1 SBRNA: Op. cit. en la nota 17, pq. 748.
(37) MESADO: Op. cit. an la nota 8, capítulo m.
(38) SANMARTI: Op. cit. en la nota 86, pq. 282.
(89) SANMARTh Op. cit. en la nota 86, ~~- 284.
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VINARRAGELL
no parece haber alcanzado... la desembocadura del Llobregat, antes del tercer cuarto
del mismo)) (40). El propio Junyent anotará el hecho bélico de Himera (480 a. d. C.) para
la ampliación comercial de Ampurias a lo «largo del litoral catalán y levantino)) (41).
Para Maluquer es el s. V a . d. C. cuando Ampurias se proyecta sobre su hinterland
incentivando sus viejos núcleos de población hacia la formación de auténticas ciudades, tal es el caso de Ullastret, Tarraco o llerda (42), señalándose el final deis. V a . d.
C. para la iberización, a partir de Ampurias, del Solsones, parte de la Segarra y la
Anoia (43), siendo tras Himera cuando -definitivamente- la esfera comercial de
Ampurias reemplaza al comercio «púnico-fenicio)) (44).
Sanmartí no duda en fechar el kilix del Coll del Moro «a fines del s. VI o muy
principios del s. V» (45), basándose en los hallazgos de Megara, Hyblaea y Thasos.
Pero la importancia de esta pieza radica en el hecho de proceder de un hallazgo
cerrado (un túmulo funerario) cuyo contexto aparecería dominado por vasos indígenas
parejos al «tipo 4 de Agullana)) (urnas de perfil ovoide, cuello alzado - ligeramente
exvasado- y cordón digitado en el nacimiento del cuello), y por las cerámicas
torneadas de inspiración colonial semita que, como anota Almagro-Gorbea, «permiten
ya una cronología segura que debe situarse a lo largo del s. VI a. d. C,)) (46). En
Agullana la tumba 184 contiene copias indígenas que tuvieron por modelo recipientes
púnico-fenicios, dos de los cuales (recipientes 2 y 12) son parejos a la urna de Azuebar,
Castellón, del Museo Municipal de Burriana, para la que Aranegui señala sus mejores
paralelos en Peal de Becerro, Tugia, con prototipos en urna de Cruz del Negro
(Carmona, Sevilla), proponiendo para su datación «el final del s. VI a . C. o el tránsito
al V)) (47). El ajuar metálico de la mencionada tumba de Agullana comportaba un
broche de cinturón de un garfio, que en Mailhac m quedan fechados por cerámicas
clásicas en la segunda mitad del VI y que para Bosch habría que situar entre el 500 y el
475 a. d. C. (48), broches y fíbulas de doble resorte que alcanzarán las necrópolis tipo
Solivella, en la que la urna ovoide de la sep. 16, con filetes negros, podrá recordamos
formas coloniales, al igual que la sepultura 1 de la necrópolis de La Punta de Orleyl,
con restos de otra hebilla (49). Como se ha dicho, es sólo a partir del· s. V cuando
«podremos distinguir los rasgos característicos de la Cultura Ibérica, que están constituidos por una respuesta indígena a los estímulos recibidos previamente>) (50). La
aculturación madurada por el pueblo indígena a lo largo del x. VI, más el incentivo
(~) JUNYBNT: Op. cit. en la nota 86. 1141· 202.
(41) B. JUNYBNT: •Contuto y elplllcado hiat6rico de la cerimica de bemis rojo Ueraeta en la lberis&ción del Non. del Ebl'Oit. XID
C.N.A. (Hualva, &-12/oc:wbn/1978). Zerqora. 1976, P'f. 722.
(42) MALUQUBR DE MOTES: Op. cit. en la nota 34.
(48) JUNYBNT: Op. cit. en la nota 41, P4 722.
(" ) JUNYBNT: Op. cit. en la nota 41, P'f. 722.
(415) SANMARTI: Op. cit. en la nota 86, J>6r. 228.
(46) ALNAGRO.GORBBA: 0p. cit. en la nota 21, P'f. 127.
(47) GIL M.ASCARBU. 7 ARANEGUI: Op. cit. en la nota 20, ¡q. 57.
(48) P. BOSCH GtwPBllk «Loe celtae 7 la ciYilhación céltica en la Penlnaula l'Wrica>t. Bolac:ln de la Socieclacl EapeAola de BltcuniOilialllo,
Yol. XXIX. Madrid, 18l1.
(49) A. LAZARO, N. MBSADO, C. ARANBGUI y D. FLETCHER: «MateriaJ.. de la Necrópolia IWrica de 01-leyl (Vall d'Uxó, C..teDón)t.
'I'rahajoa Varioa del SJ.P., n6m. '10. Valencia, 1981, P'f. 30.
(60) FLBTCRIR: Op. cit. an la nota 18, P'f. 86.
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26
N. MESADO
griego del s. V al copar éstos los mercados atendidos a lo largo del s. VI a. d. C. por los
fenicios occidentales -hecho propiciado por el cambio socioeconómico habido con las
convulsiones que acontecen en el Mediterráneo Occidental (Primer Tratado RomanoCartagines, 509; Himera, 480; y Cumas, 474, con mercenarios ibéricos)-, decidirá la
supremacía del comercio griego en nuestras costas valencianas (61). Sería un hecho
anómalo, comerciaJmente inexplicable, que los fenicios abandonasen en los inicios del
s. VI, sin presión alguna, muestras costas, desatendiendo sus mercados hasta la
mayoría de edad de la colonia focea de Ampurias, hecho que no pudo acontecer
durante el desarrollo del «Horizonte Ibérico Antiguo», «grosso modo», primer cuarto
del s. V a. d. C. (52), puesto que la masificación de importaciones áticas ampuritanas
no estará presente en los yacimientos valencianos septentrionales cercanos al litoral
(El Puig, Orleyl y Almenara) hasta haber traspuesto el primer cuarto del s. V -raras
en un primer momento-, y que en el poblado de El Puig (el más importante de los
norteños valencianos) quedará denunciado tal comercio· con el kylix atribuido al
pintor de Penthesilea, fechado entre el 460 y el 460 a. d. C. (53). En todo caso creemos
óptima la fecha del tratado de Mastia, 509 a. d. C., para el abandono del comercio fenopúnico de nuestras costas, tratado que produciría un «lapsus» sin importaciones y en
el que cabría encajar las necrópolis del «Horizonte Ibérico Antiguo»,.por lo que serían
lógicas ciertas formas púnicas en ellos, para el caso de La Solivella las urnas de las
sepulturas números 16 y 27, y las números 11 y 12 de superficie (54). Para Aranegui,
como ha quedado dicho, las urnas a mano de la tumba 184 de Agullana no podrían
fecharse con anterioridad al s. VI, pues sus tipologías derivarían de las urnas de La
Cruz del Negro (55), asimismo lo haría la urna de la sep. núm. 27 de La Solivella (56),
necrópolis que A. Oliver fechará a fines del s. VI o <
C.» (57), cronología que aceptamos (58) y que cubrirá el corto «hiatus» comercial entre
la colonización fenicia y el inicio del comercio griego, momento detectado por las
necrópolis de La Solivella, El Bovalar, El Puig, y la fase antigua de la necrópolis de
Orleyl, todas ellas en Castellón, y por la necrópolis de Altea la Vella, en Alicante (59).
Por el escaso número de sepulturas (La Solivella, siendo la más extensa, apenas
registró unas 35) cabe pensar en hábitats reducidos en los que la actividad bélica (de
hecho tales necrópolis pertenecen a guerreros) pudo ser constante, soldados que, como
mercenarios, estuvieron presentes en la batalla de Cumas el año 474 a. d. C. Estas
primerizas necrópolis ibéricas -evidentemente efímeras puesto que sus ajuares pre(61) F'LETCH.ER: 0p. cit. on la nota 18, ..-.,. 86.
(62) LAZARO y otroe: Op. cit. en la nota 49, P'l· 61.
(68) E . SANMARTI GRBGO: •Un Kylix del pintor PenthóOiilee, prncedonta del poblado ilercavón de El Pulr (Benicarló, Cutell6n)lo.
Cuademoe de I'Nblatoria y Arqueolo,{a Outellonenee. nWn. 3. Cutellón, 1976. P'r- 206.
(64) J . J . JULLY: •Koin6 oommerciale el culturalle phenkopuniqué et ibero lanruedoeienne en M6cliterranMn Oc:cidentalal'Aae du Fen.
A.E.A. núm. 48. Madrid, 1976, P'l· 221.
(66) C. ARANBOUI: •Contribución al eetudio ele 1u Urnae ele tipo Cru. del N8IJ'OI'. S.runtlllll, núm. 16. Valencia, 1980, pq. 103.
(&6) ARANEGUl: Op. cit. en la nota 66, pqa. 103 y 104.
(67) A. OUVBR: oLea inOu.,c:iu Mediterrineu en el mundo ibmco de la aone Sur del Delta del Bbrooo. Cuademoe de PrehUtoria y
Arqueolocfa Cutell-. núm. 7. Cutallón, 1980, pq. 111.
(68) LAZARO y otroe: Op. cit. en la nota •e. pq. 51.
(158) J . G. MOROTE BARBERA: oLa necrópolia ibúica de Altea la Vella. Altee (Alieanta)t. Bole!Sn M~l del Sxe.mo. Ayuntamianto,
núm. 7. Altae, 1m.
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VINARRAGELL
sentan una fuerte unidad-, es normal que acusen en algunos pocos elementos rituales, cronologías más altas, lógicos arcaísmos en los ajuares funerarios de todas las
comunidades antiguas que, cuando son en extremo minoritarios, no creemos sirvan
para señalar «fases)) en la utilización de tales necrópolis, ni para elevar las cronologías dadas por el contexto de sus materiales homogéneos, por lo general monótonos,
entre el cual se distinguirá un recipiente ritual por excelencia: la urna de orejetas,
vaso creado ex-profeso para contener los restos de los incinerados.
Así pues, los desfases cronológicos, cuando se detectan en estos ajuares, no deben
sorprendernos. Recordemos a modo de claro ejemplo, por estereotipos, las cartelas de
faraones del s. IX junto con dos kotyloi protocorintios del primer cuarto del s. VII a. d.
C. de la tumba 19 de Laurita (60); o el monumento neohitita de Pozo Moro que, para su
excavador, raramente descendería, por sí, dels. VIII o inicios del VII y que por el ajuar
queda fechado «en torno al 500 a. d. C.)) (61). No creemos paor ello que ciertas joyas
exóticas (caso de los escarabeos y escaraboides) que registran las necrópolis ibéricas
más primerizas, como ya anotaba entre otros Fletcher (62), sirvan para fechar tales
necrópolis en el s. VI, «incluso a principios de este siglo)) (63).
La gran escasez de tales piezas, así como de copas jónicas en los importantes
yacimientos del círculo de Ampurias (64), y su relativa difusión costera hasta llegar a
Guadalhorce 11 (65), indica que su inclusión en yacimientos de la fachada mediterránea sea proveniente del último comercio colonial fenicio, objetos que en su mayoría
detectarán las necrópolis indígenas del tránsito deis. VI al V a. ci C., en primera fase de la
Cultura Ibérica. Recientemente han sido dados a conocer los ajuares exhumados por L.
Siret en la necrópolis de Boliche (Villaricos), con urnas torneadas (la sepultura 27
comporta un vaso de orejetas) y huevos de avestruz, estando presente en la necrópolis
el hierro (66). La cronología de Boliche abarcaría desde el s. VII al V a. d. C. (67). Los
autores de dicho estudio llaman la atención de los «brazaletes acorazonados», comunes en la mayoría de los yacimientos orientalizantes tartéssicos (68), tipo presente en
Sanchorreja, yacimiento con fíbula~de pivote de puente rectangular, señalándose como
prototipo de tales brazaletes los del tesoro de Oxus (que contendrá un carro votivo con
J. G. MOROTE BARBERA: •Una MWia de ¡ueneroe con espada de anUnae en la n1Cl6polla IWrica de Alwe la Velle (Aiwe,
Alicanw)t. A.P.L. XVI. Valenc:ie, 1881, ~~~· 417~6.
(80) M. PEWCER CATALAN: oBxcavaclonM .., la neerópolla púnica "Lfrlw" del Cerro de San Crietóbal (AimuMcar, Granade)o,
Bxcavacionee Arqueol6cicu en &palla, nóm. 17. Madrid, 11183, pA¡. 66.
(81) M. ALMAGRO GORBBA: «Poco Moro y el oripn del Arte IWricoo. XID C.N.A. (Huelva, 8-12 octubn 19'78). Zara¡ou. 1976, pA¡. 686.
(82) D. FLETCHBR VALLS: •La N.crópolia de La Solivella (Aic:aU de Chiven, C..Wll6n)t. Trabejoe Vari01 dal S.LP., nóm. 32. Valancia.
1966, Ñ · G6.
(63) J . PADRO J PARCBRISA: •A prop61ito dal eecarabeo de La Solivella•. Cuaderru» de Prehiatoria y Alqueolotla Cuwllo~ núaL 1.
CuteU6n, 1974, p4a. 74.
(64) SANMARTI y ORBGO: Op. cit. .., la now 86, p4p. 233, 2U y en eepecial le nota núaL 41.
(86) ARRIBAS y ARTBAGA: Op. cit.. en la nota 31, p4p. 86 y 91.
(86) La divul1aci6a da loe objetoe da bieno illdUIIrialisado .. dabe mcl\180 en Cetalulla al proceeo colonial fenicio (M.• B. SANAHUJA:
~wl IWrico da hierro en Catalullv. Pynoae, 7. BerceiOD&. 1971, p4a. 107), puM 101 primeroe lndicioe de bi......, en 101 Cempoe ele
Umu proceden de un - t o Wdio da la n1Cl6polie, acompe6áDcloee da lu flbulu !eniciu da doble n1011e, col\juntoe que eonetituirin el
«Pariodo V• da Allnqlo Gorbea, que dicho autor fechari entn el 'lOO y el eoo L da C. (ALMAGRO GORBBA: Op. cit. .n la nota 21, p4a. 133) e11
cuyo boritont. cronol6cico incluyel01 oivelee pl'\nlera. de V'anarrqeU (que 't'enimOI fechando a ftu!M dal" VD), y el aepulcro da La Saludella
que, por au cootuto (conti- objeto. ele híeno y uruo hebilla ihmca), ~ mú IDOdemo.
(87) M. OSUNA 1 J . RBMBSAL: .La nec:rópolia de BoliciM (V'illaricoe, ~)t. A.P.L. XVL Velencia, 1881, p4a. 411.
·
(86) OSUNA y RBM:BSAL: Op. cit.. nota 87, p4a• .OC.
-313-
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N. MESADO
28
paralelos en el de la sep. núm. 17 de la necrópolis de La Joya), fechado en el s. VI a. d.
C. (69); y otro del período chipriota clásico, que Gjerstad fechará entre el 475 y el325 a.
d. C. (70). Salvo el hallado en Boliche, estos brazaletes acorazonados están exentos por
hoy de nuestras costas mediterráneas, teniendo su foco principal en la cuenca atlántica del SO peninsular.
A lo largo de estas páginas hemos visto -según autores precitados- la mediterranización que sufren en el s. VI a. d. C. a través de la aculturación semita, diversos
asentamientos enraizados en el Hierro I, cronología que se viene discutiendo en
nuestro yacimiento de Vinarragell, pues para ciertos investigadores su horizonte
colonial habría que situarlo en la segunda mitad del s. VII a. d. C.
En líneas generales tal problemática tendría como centro de disención la vertiente
postulada por O. Arteaga, para quien el período de influencia fenicia de Vinarragell
quedaría comprendido entre la fundación de Ibiza (-650) y Marsella (-600) (71), y la que
personalmente defendemos desde los inicios de los trabajos en el yacimiento y que ha
sido matizada recientemente (72), ya que para C. Aranegui tal aculturación ubicaríase
entre la fundación de Ampurias (-575) y la batalla de Alalía (-535) (73). Por todo lo cual
creemos de sumo interés finalizar el presente estudio con unos comentarios sobre la
fíbula de pivote del Pozo l.
5. CONSIDERACIONES EN TORNO AL PUENTE DE FIBULA DE PIVOTE
PROCEDENTE DE LA ((FASE ICn
Dado que la estratigraña expuesta - con sus correspondientes hallazgos- poco
aporta a los conocimientos que sobre el tell tenemos (como hemos visto siguen
configurándose los mismo períodos culturales que dimos en 1974) (74), dedicamos el
final del presente estudio al comentario de la fíbula recogida en la Fase IC, pieza no
extraña en la exigua metalistería del yacimiento, pues en la 2.a Campaña dimos con
una de sus agujas (75). Pero si en tal ocasión, su encuentro, por ser de superficie,
carecía apenas de interés, este nuevo ejemplar alcanza, o pudiera alcanzar en un
futuro proXimo, todo su gran valor cronológico, ya que ofrece para la cerámica
colonial-fenicia del tell una fecha «antequem» de evidente interés.
Si como anota M.a Victoria Rams la característica fundamental de las ffbulas es
«poseer un ingenioso dispositivo de seguridad que garantiza el cumplimiento de su
función» (76), podemos asegurar que los escasísimos hallazgos peninsulares - trasunto
de su poca aceptación- de las denominadas por Cuadrado «ffbulas de pivote» (77),
(69)
('lO)
(71)
(72)
(73)
(U )
(76)
(78)
(77)
OSUNA y REMESAL: Op. cit. nota 87, P'f. 406.
OSUNA y REM.ESAL: Op. cit. en la nota 87, 1'61. 406.
MESADO y ARTEAGA: Op. cit. en la nota 1, P'J M .
FLETCHER y otroe: Op. cit. en la nota 18, 1'41· 88.
GIL MASCARELL y ARANEGUI: Op. cit. en la nota 20, P'J. 84.
MESADO: Op. cit. en la nota S. p4p. 146-147.
MESADO: Op. cit. en la nota 3, páp. 82 y fi¡¡. 42.
M.• V. RAMS: «Avance a un eat.udio d e lao fíbula Ibérica& d e la Pr-ovincia d e Valencia• . A.P .L., XIV. Valencia, 1975, páp. 1S9 a 166.
E. CUADRADO DIAZ: «~enteo y prototípoo de la fíbula anular hiopánícaJO. Trabajoo de Prehiotoria, VIL Madrid, 1963.
- 314 -
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VINARRAGELL
29
residen en estar exentas de tal dispositivo - bucle o muellEr- por lo que su técnica es,
a todas luces, primaria (78). De las pocas fíbulas de pivote que la bibliografía peninsular registra (79), haremos referencia por conocerse bien sus contextos arqueológicos, a
los ejemplares de Sanchorreja, Agullana y El Molar.
·
a) Sanchorreja.
El poblado de «Los Castillejos» (Sanchorreja-Avila) fue descubierto en 1929 por
Claudio Sánchez Albornoz. En 1931 se inician los trabajos de excavación bajo la
dirección técnica de J . M. Navascués y E. Campa, dándose con un escondrijo de
bronces. En 1932 y 33 se efectúan nuevas campañas y en 1934 múltiples sondeos en
busca de su necrópolis, que no se localiza. Los resultados de estas campañas serán
publicados en 1958 por J. Maluquer de Motes, basándose en los diarios de excavaciones de los años 1932 y 33 que redactara Navascués (80). Desde los iniciales trabajos de
1931 se ponen de relieve en todo el castro dos momentos culturales distintos: un primer
hábitat o nivel antiguo con cerámica a mano decorada polícromamente, incisa y excisa
(en los diarios llamada de Boquique). Entre el resto de su ajuar caben mencionar los
molinos barquiformes y una metalurgia de bronce autóctona, que fabrica agujas,
punzones, fíbulas de codo, y de doble resorte que acabará predominando en el nivel
superior. También se documentan útiles sencillos de hierro, pero sin poderse demostrar que se hubieren fabricado en el propio castro. Como en Vinarragell también se
daran en Sanchorreja las fusayolas fabricadas con cabeza de fémur, similares a las
encontradas en los niveles inferiores de Cortes de Navarra (81). Se utiliza desde un
primer momento el arco y las flechas.
La segunda etapa, que cubre también todo el castro, abandona la cerámica excisa,
incisa tipo Boquique, y la polícroma. Domina la hecha a mano con decoración de
«peine» (tipo Cogotas o necrópolis de Chamattí de la Sierra), y aparece la cerámica
torneada decorada con simples temas geométricos. Siguen perviviendo los molinos
barquiformes (evidente desconocimiento del tomo), y la metalurgia local sigue fabricando fíbulas de doble resorte. La industria del hierro se enriquece, documentándose
una artesanía local. Las viviendas, aunque toscas, se construyen de piedra. En un
momento impreciso de este horizonte se fortifica la acrópolis con una muralla que
llegará a los 10 m. de potencia (82). Se excavan varias habitaciones, hallándose en
varias de las chozas hogares idénticos a los encontrados en Vinarragell, pues estarán
formados «por una gruesa capa de barro que descansa sobre un lecho de gorrones o
piedrecillas» (83).
Ambas fases se nos dice que se superponen sin «hiatus» cultural, por lo que el
(78) IAa llbWu" Yienm ~ por 1\1 popWaridacl y ...:asa Yida activa (eauaa ele 1\1 &a¡ilidacl) y por ou variada tipolotfa
(lmpoaieiooeede modaa, et:ruu y c:ome.cío). COinO uno de loa pri.ac:ip&le. «fóále. di~ de la ~hialori.a (CUADRADO: Op. ciL nota 77, pq.
140).
(19) R. NAVARRO: .X.. llbWu en Catalul\aJt. lnatltuto de Arqueolotfa y Prehlatoria Unívenidad de Ban:elona. PubUeacionaa eventuaiM,
nllm. 18. Barcelona, 1970, pq. 44.
(80) J. MALUQUER DE MOTES: •El Cutro de Loa Cutillejoa en Senchorreja, AvUp. Selamanca, 1968. ~~- 3.
(81) MALUQUER: Op. c:iL en la nota 80, P'r. 91.
(82) MALUQUER: Op. c:iL en la nota 80, P'r· 34.
(88) MALUQUER: Op. cit. en la nota 80. P'r. 29.
- 315 -
[page-n-317]
30
N. MESADO
Fi¡. 18.-MAPA DE LA DISTRIBUCION DE LAS FIBULAS DE PIVOTE Y DE BUCLE. 1, A¡ullana
(Gerona); 2, El MolA (Tarragona); 3, Valtierra (Navarra); 4, Cortes de Navarra (Navarra);
6, Tossal Red6 (Teruel); 6, Numancia (Sorla); 7, La Mereadera (Sorla); 8, Valdenovlllos
(Guadalajara); 9, Carabias (Guadalajara); 10, La Olmeda (Guadal.ajara); 11, Sanchorreja
(Avila); 12, El Berueco (Salamanca); 13, A¡uUar de ~ita (Guadal.ajara); 14, Grie1os
(Teruel); 16, Nules (Caatell6n); 16, VINARRAGELL (Burrlana-Castellón); 17, Rochelon¡ue
(Agde-Francia).
-316 -
[page-n-318]
VINARRAGELL
31
horizonte superior sería la lógica evolución del primer hábitat, sin etapas de destrucción que justifique la dara disención material de ambos niveles. Los inicios de la
segunda fase del poblamiento «marcará en la Meseta el paso de la primera a la
segunda Edad del Hierro)), Con las reservas consiguientes Maluquer acepta una
cronología para la fase antigua (Sanchorreja 1) entre el 700 y el 500 a. d. C.; para la
fase posterior (Sanchorreja m, del 500 al 400 a . d. C. La duplicidad cronológica del
primer período sobre el segundo se basará en «que el nivel antiguo dobla en potencia
al reciente)) (84).
De las cuatro fíbulas de pivote que se mencionan, tan sólo queda localizada la
inventariada con el núm. 36, que sería encontrada «en el4.0 pique general del Sector
A)) - campaña de 1933--- y ya «por debajo de los pavimentos)) (85) del nivel de incendio
y destrucción (sigla «C)) del croquis de Maluquer) por lo que fue retirada del nivel «d)),
cuyo contexto arqueológico más destacado lo componen dos fíbulas de bronce de doble
resorte, un fragmento cerámico con incisiones, otro torneado y una plaquita de hierro
(86); este mismo horizonte cultural tributará cerámica decorada con peine, algún
fragmento de Boquique y exciso (87).
El «quinto pique)) atacará ya el auténtico nivel fundacional del yacimiento (sigla
«e)) del croquis), en el que está ausente la cerámica peinada, siendo abundante la
incisa, excisa y - por primera vez- la cerámica a mano con policromía (88).
Observamos, pues, que este puente de fíbula de pivote de Sanchorreja encaja en un
2.o Horizonte Cultural del Castro, nivel que precederá a la aparición de las importaciones de la cerámica torneada de tipo ibérico, por lo que en la cronología de Maluquer
caería dentro deis. VI a. d. C., pues precede a la 2.• Edad del Hierro de la Meseta que,
como hemos visto, queda en Sanchorreja fijada entorno al -500.
Con anterioridad - 1931- en la parte alta del nivel cultural inferior del poblado
(por ello en el mismo nivel de la fíbula) fue encontrado un depósito de bronces entre
cuyas piezas destaca un broche de cinturon con decoración orientalizante (grifo sobre
palmeta caliciforme) que Maluquer y A. García Bellido fecharán a finales del s. VI,
trayéndolo este último, incluo, al s. V (89).
Para Maluquer la cerámica de «tipo andaluz)) o «ibérico)) pudo llegar a Sanchorreja
desde la cuenca del Ebro y del Mediodía Peninsular no antes de mediados del s. IV a. d.
C., pues está ausente en Cortes de Navarra (90); pero para la cronología del momento
fundacional de Castillejos habrá que recordar que ya desde un primer momento está
presente, en objetos de uso corriente (importados según Maluquer), el hierro, que en
zona tartéssica, en los yacimientos orientalizantes del s. VII, es más bien escaso, por lo
(84)
(86)
(88)
(81)
(88)
MALUQUER: Op. cit. .a la
MALUQUER: Op. cit. eo la
MALUQUER: Op. cit. en la
MALUQUER: Op. cit. en la
J . MALUQUBR DE MOTES:
Sa1amaDca.
1867,
pq.
"'p.
nota 80,
93-98.
nota 80, pq. 12.
nota 80, pq. 84.
nota 80, pq. 12.
«La cerimica pint8da hallatática clelniYel inf.tor del Cutro
288.
(89) A. GARCIA Y BBLUDO: «Lo. bronc:ee ~. Tart.eoe. V Sympo.iWD Intemaciooal
Barcelcma. Barcelona. 111811, pq. 181.
(90) MALUQUER: Op. cit. eo la nota 80, pq. 62.
-317-
[page-n-319]
~
N.ME~
que su difusión interna peninsular debió acontecer a lo largo del s. VI, en especial en
su segunda mitad.
b) Agullana.
La necrópolis de Agullana es sobradamente conocida. Para P. Palol, su excavador,
la fíbula de pivote que tributó el enterramiento núm. 69 tendría sus orígenes en
modelos de la Italia del Norte, siendo su tipo una derivación egeo-sicúlica (91). La
cronología -según este autor- habría que colocarla hacia el 650 o un poco antes, y
por la tipología de la urna que la acompaña, en Agullana 11. Para M. Almagro esta
fíbula tendría un origen Mediterráneo (crético-chipriota) (92), hecho que acepta M.
Almagro-Gorbea, para el que tal fíbula, por su aspecto antiguo estaría cercana a los
ejemplares de tradición chipriota, fechándola en el s. Vlll a. d. C. (93), alta cronología
ya apuntada por Cabré (94). L. Bernabó Brea cree que su más firme paralelo estaría en
fíbulas sicilianas más directamente que en la Italia Septentrional, señalándonos entre
los siglos IX y VTII a. d. C. relaciones entre Sicilia y Espa.ña a través del comercio
fenicio (95). Pero faltaría explicarnos por qué la fíbula de pivote está ausente de los
yacimientos coloniales del SE peninsular.
En Vinarragell el puente de esta recia fíbula fue retirado de un nivel precedente al
horizonte colonial, y ni una sola de estas fíbulas, que sepamos, ha sido hallada en
claros ambientes fenicios en los que es popular la fíbula de doble resor~. La explicación, como anota M. Almagro (96) podría estar en la mayor cronologí.a de los prototipos de pivote frente a los de doble resorte, lo que indicaría unos contactos comerciales
fenicios más tempranos para la fachada del NE mediterráneo que para el Mediodía
peninsular, cuyo <
como anota R. Navarro, «una vez llegado el tipo a la Península, se extendería desde
Cataluña (ejemplares de Agullana y El Molar) hacia el norte y costa de Levante, Nules
(Castellón), Numancia, Sanchorreja (Avila) y Berrueco» (97). Pese a sus escasísimos
hallazgos parece, por la dispersión que alcanza, que fue aceptada por la población de
esta zona peninsular, pues es evidente que sólo en contextos ya tardíos de ajuares
indígenas hace aparición. Nadie niega la supremacía cronológica de la fíbula de
Agullana sobre la de puente rectangular que, con evidencia, deriva de aquella; pero la
rusticidad que conllevan las rectangulares alcanza en el ejemplar de Vinarragell
mayor nota, siendo también la de mayor puente, detalle éste que no creemos sirva para
fijar, frente a las piezas menores, supremacía cronológica, como puede ocurrir con las
de doble resorte (98), aunque sí es cierto que los boliches terminales del puente de
(91) P. PALOL: •lA Necrópolit Hallatática de A¡ullana (Gerona)ot. Bibliotbeca Paehittotica Hiap&na, Vol. l Madrid, 1968, ~- Z13.
(92) M. ALMAGRO: ocSobre el ori1en potible de 1u mú anti¡uullbulu anularea tu.pinieu». Ampuriu, XX VID. Bercelona, 1966, ~- ZZl
y 232.
(93) ALMAGRO OORB&A: Op. ciL en la nota 21, l'il· 111.
(94) S. VILASBCA: •BI poblado '1 la necrópolit de Moli ~ona)o. Acta Arq~teolócica tn.púica, l Madrid, 1943, l'il· .S.
(86) L. BBRNABO BREA: oLa Sicilia prehi8tórica y - relacio.- ecm Orieote '1 con la Penlnwla JWrica>1. Serie Arqueol"'Ía l. Cooajo
Sllperior de lovwti¡aciooee Cieodllcu, Becuela BepaAola de Hiatoria y ArqueolOI!a de Roma. Madrid, 1954, ~- 218.
(88) ALMAGRO OORB&A: 0p. ciL en la nota 21. p4aL 101, 102 y 103.
(97) NAVARRO: 0p. c:iL eo la nota 79, J>il. 44.
(88) H. SCHUBART y H. O. NIBMBYBR: ..,...,._.., loa hi~ fmiciot y el IOMIItamlento en la ~bocadutt del rio Allanobolt.
Bxc:avaci.,.,.. Arqlleol6cic:u en BtpaAa, 90. Madrid, 1V76, J>il. 22111.
-318-
[page-n-320]
VINARRAGELL
33
Vinarragell son esféricos al igual que los de la pieza de Agullana, mientras el resto de
las fíbulas que comentamos los presentan aplanados o en timbal. No negamos que la
fuerte oxidación que presenta el puente de nuestra pieza, haya podido deformarla, pero
estamos seguros que ya en su origen fue una pieza rústica empleada, dado su tamaño,
por los pastores trashumantes del interior (recordemos que la primera población de
Vinarragell tiene origen bajoaragonés) (99) para abrochar sus recios vestidos (mantos
o capas) (100).
Las piezas de pivote con puente rectangular es evidente que han sufrido una
«iberización» con objeto de hacerlas útiles en la indumentaria del indígena, en
detrimento de aquellas piezas primeras (de «tipo chipriota»), caso de la fíbula de
Agullana.
e) Molá.
La tercera de las fíbulas de pivote con filiación segura procederá de la necrópolis
tarraconense de Molá. Fue encontrada suelta, por lo que desconocemos el resto del
ajuar que la comportó, aunque conviene recordar que, salvo otras fíbulas de doble
resorte y casi con probabilidad los objetos de hierro (evidentemente nuevos elementos
absorbidos), la necrópolis responde a la cultura de Campos de Urnas del NE peninsular.
Cuatro de los cinco enterramientos que tributaron hierro situábanse en el sector de
Poniente de la necrópolis, por lo que Vilaseca cree puedan ser de su último momento,
fechando la necrópolis en los s. VIII-Vll a . d. C.; cronología alta para M. Almagro y
que para L. Pericot abarcaría del 850 al 550 a . d. C. (101). Alma.gro-Gorbea en trabajo
más reciente incluye la fíbula de pivote de esta necrópolis (pese a ser de puente
rectangular) en su fase más antigua (102), y la introducción del hierro y la fíbula de
doble resorte -elementos orientalizante&- en el período V, abarcando todo el s. vn a. d. C.
6. FINAL
Y para concluir recordaremos de nuevo que el puente de la fíbula de pivote de
Vinarragell fue retirada del Nivel IC a 0'60 m. por debajo del nivel colonial o Fase 11.
Otra fíbula perteneciente a un contexto cerrado -la del enterramiento núm. 69 de
Agullana- , hace también acto de presencia entre un material no orientalizante, y si
nos atenemos a la alta cronología que viene recibiendo (s. VIII a. d. C.), habría sido en
su horizonte cronológico (caso de proceder de ún comercio arcaico Mediterráneo),
pieza sin otro contexto exótico en el área geográfica de su distribución peninsular,
hecho bastante anómalo, por lo que su entrada en la Península (es el hallazgo más
septentrional), pudo no ser marítima. Dicha fíbula habría sido incorporada a un ajuar
de Campos de Urnas, procediendo, como anota Palol, de modelos de la Italia Septen-
(99)
(100)
(101)
(102)
MESADO: Op. cit. en la nota 3, pq. 161.
RAMS: Op. cit. en la nota 76, pq. 139.
VILASECA: Op. cit en la nota 94, pqa. 28, 26, 66, 59 (núm. 72) y 60 (núm. 78).
ALMAGRO GORBRA: Op. cit. en la nota 21, pága. 101. 102 y 126.
- 319 -
[page-n-321]
N. MESADO
trional, cuya proximidad con el área norteña de Cataluña es evidente. Por ello su
distribución quedará vinculada al cuadrante NE, siendó sintomática su no existencia
en zona tartésica. La ffbula de Vinarragell (como todas las de puente rectangular)
deriva del prototipo Agullana, por lo que se aleja, tanto estilística como cronológicamente, de él. Por los escasos hallazgos podemos observar como la ffbula de pivote de
puente rectangular aparece vinculada a una fase tardía del Hierro I (Bronce Final de
otros autores) en inminente contacto con el impacto colonial fenicio. En este sentido
habría que mirar ese último ajuar de Agullana compuesto por el enterramiento núm.
184, cuyas urnas globulares imitan galbos Mediterráneos, estando su metalistería
representada por dos singulares piezas: una hebilla de tipo ibérico y una ñbula
escaleriforme que, por el hallazgo submarino de Rochelongue parece convivió con
otras piezas no extrañas en las necrópolis ibéricas de un p~imer momento (103). Hay en
dicho yacimiento francés otra ffbula de tipo serpentiforme y un puente rectangular
perteneciente a una ffbula de pivote. Tanto esta última como la escaleriforme vienen a
coincidir en su ~istribución peninsular (fig. 13), por lo que la cronología que viene
dándose al enterramiento núm. 184 de Agullana (s. VI y en su tránsito al V a. d. C.)
(104), y en tomo al 600 (105) o en la primera mitad del VI a. d. C., pudo ser la de esas
raras piezas que denominamos «escaleriformes» y de ((pivote con puente rectangular>
>.
Para los autores ·que publican las ffbulas de Rochelongue (106), no habría duda de su
coetaneidad. Como harán observar, las serpentiformes se hallan sobradamente estudiadas en la Italia Septentrional, donde aparecen a mediados del s. VII, siendo ya
abundantes alrededor del -600, para desaparecer a mediados del s. VI a. d. C. (107), por
lo que todas las ffbulas peninsulares de pivote con puente rectangular podrían situarse, como mucho, en la primera mitad del s. VI a. d. C. (108).
(108) J . MALUQUBR DB MOTBS: «Nu..-oe clatoe pera el Mtudio del COIMI"Cio prenomano en el Medit.mneo Ocddentabo. Pyrenaa, 2.
BarceloDA, 1888, p4p. 18& a 180.
(UM) ARANBGUl: Op. cit.. en la not. M. p4p. l
(106) ALMAGRO GORBEA: Op. cit.. m la not. 21, p4p. 102 y 107.
(108) J . ARNAL. A. BOUSCARAS, B. HUGUBT, J. PBYRON et D. ROB~ -Qu.lqu. ll~laa du ~p6t Marin ele RochelOille (Aade,
Herault)t. P)nDae, 8. &rc.lona, 19'70, p4p. 52 a 118.
(107) ARNAL 1 Op. cit.. en la not. 106., pq. 118.
(108) La flbula ele VlJW'J'qell, oon aua doa bolkbaa t.rmina1aa. COO>Mrva cierto paralelo aatill.tico oon el puent. de la llbula de la colección
Cuúvell de M61ap. flbula conaidencla IIIDCIClem» y coont..porúea de la flbula da Certoa• (SCHUBART y NIBMBYBR: Op. ciL en la not.
88,
pq. 22'1).
-320 -
[page-n-322]
N. MESADO.- Vinarragell
Lám. l.-Sondeo l. Cimentación de muro, en el nivel lA, vista vertical y frontal.
LAM. 1
[page-n-323]
N . MESADO.- VInarragell
LAM.ll
Lám. U.-8ondeo l. Detalle del muro del pat·amento NE. tt·a s haberse s iluetado los adobes.
-322 -
[page-n-324]
LAM.Ill
N. MESADO.- Vinarragell
Lám. m .-Sondeo l. Base del nivel IC. A, punto donde .se halló la fíbula. B, el nivel ID con el inicio
de s u poceta. e, Hbolos» perten ecie ntes a l basamento del muro del nivel lA, e inicios de
la vieja galeria.
- 323 -
[page-n-325]
LAM. IV
N. MESADO.- Vinarragell
Lám. !V.-Sondeo l. 6, fragmento inciso del nivel lB. 16, puente de la fibula de pivote del nivel IC.
- 324 -
[page-n-326]
N. MESADO.- Vinarragell
Lám. V.-sondeo l. Cerámica policroma y botón de hueso de la Fase ll.
LAM. V
[page-n-327]
N. MESADO. -Vinarragell
Lám. VI.-Sondeo l. Cerámica ibérica del nivel de humus.
LAM. VI
[page-n-328]
N. MESADO.- Vina.rragell
LAM.VIl
[page-n-329]
[page-n-330]
ARCIUVO DE PRBHI8TOR1A LBVAN'nNA
Vol XVlD (Val-=ia, 1888)
LORENZO ABAD CASAL
(Alicante)
UN TIPO DE OLPE DE BRONCE DE YACIMIENTOS IBERICOS LEVANTINOS
l . INTRODUCCION
En el mes de septiembre de 1981, durante la primera campaña de excavación del
yacimiento ibérico de El Oral (San Fulgencio, Alicante), se encontró un jarro de
bronce de asa sobr~elevada, de un tipo poco común, que parecía de origen etrusco.
Algún tiempo después hemos tenido ocasión de estudiar otros jarros similares, entre
ellos uno casi idéntico, y aún inédito, aparecido hace años en la tumba número 255 del
Cabecico del Tesoro de Verdolay (Murcia). Es nuestra intención presentar en este
trab~jo un avance de su estudio, como homenaje a D. Domingo Fletcher, a quien tanto
debe el conocimiento de la cultura ibérica.
Deseamos dejar constancia de nuestro agradecimiento a una serie de personas que
han facilitado considerablemente nuestra labor: Ricardo Olmos, Miguel A. Garcfa
Cano, Enrique Llobregat y Rafael Azuar, que ·permitieron el estudio y toma de
muestras de los jarros en el Museo Arqueológico Nacional y en los de Murcia y
Alicante, respectivamente; Ricardo Mora, Alfonso García de Gamarra y Ricardo
Pajares, de la Empresa Nacional del Aluminio, en Alicante, que realizaron los análisis
y radiografías de las dife1·entes piezas; P. Guzzo y G. Camporeale, que respondieron
amablemente a nuestras consultas, y Manuel Bendala, María Dolores Sánchez de
Prado y María Francia Galiana, que son autores, junto con el firmante, de los dibujos
que ilustran este trabajo.
2. LOS JARROS Y SU PROCEDENCIA
Se trata de un olpe de perfil en forma de S, con cuello ligera,mente troncocónico,
borde exvasado recto y labio más o menos redondeado; el fondo es plano y se diferencia
- 329-
[page-n-331]
2
L. ABAD
-·-
Fig. 1.-0lpe de El Oral (San Fulgencio, Alicante).
[page-n-332]
OLPE DE EL ORAL
S
del cuerpo del vaso mediante hna moldura de perfil también redondeado. Su detalle
más característico es el asa sobreelevada, de sección ovoide, que remata en una cabeza
de ánade de forma alargada, con ojos redondeados y protuberantes; el pico, de sección
triangular, constituye el nexo de unión entre el asa y el borde del vaso, mientras que
por el extremo opuesto éste tiene lugar por medio de un ensanchamiento de forma
trapecial. Las paredes de estos recipientes son bastante delgadas, aunque el hecho de
que todos ellos se encuentren completos o restaurados ha dificultado la medición de su
grosor.
Hasta el momento tenemos localizados cuatro jarros de este tipo en la Península
Ibérica: dos que proceden de yacimientos conocidos, descubiertos durante excavaciones arqueológicas oficiales (los de El Oral y El Cabecicc;> del Tesoro), y dos conservados en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid, de origen desconocido, pero que,
según nos ha informado amablemente R. Olmos, pueden proceder de Italia y haber
llegado al Museo a través del comercio de antigüedades del siglo XIX.
l. Olpe de El Oral (San Fulgencio, Alicante) (fig. 1)
Apareció en un poblado ibérico antiguo, cuya vida se desarrolló principalmente a
lo largo del siglo V y durante el primer tercio del siglo IV a.C. (1); este poblado
muestra un urba.nismo bastante desarrollado, con grandes casas, plazas y calles. En
una de estas casas apareció el jarro, cuidadosamente oculto -de lado y cubierto por
un trozo de ánfora- en el banco de adobes de una habitación que proporcionó
abundante material cerámico: cuencos y platos grises y pintados, ánforas, urnas de
orejetas pintadas, etc.; el banco se encontraba bastante destruido, pero aún podían
apreciarse las huellas de la ocultación.
El jarro, de unas dimensiones de 18'1 cm. de alto (22'9 cm. si incluimos el asa
sobreelevada), 6 cm. de diámetro en la boca, 7'6 cm. de diámetro máximo, y 4'6 en el
pie, se conserva completo, aunque bastante alterado por la corrosión; es la más
estilizada de todas estas piezas, tanto en lo que se refiere al cuerpo del recipiente como
a la cabeza de ánade del asa, más delgada y alargada que en los demás. En el centro del
asa existía en el momento de su aparición una gruesa eflorescencia que, al ser retirada
durante el proceso de limpieza, ha reducido ligeramente el grosor del asa; el pie se
destaca nítidamente del cuerpo del recipiente y, a diferencia de los demás, el fondo no
es completamente plano, sino que muestra un ligero rehundimiento en su exterior.
La pieza ha permanecido inédita hasta el momento, con breves referencias a cargo
de Llobregat (2), que lo considera etrusco, de la segunda mitad del siglo V a.C., y del
propio autor de estas Hneas (3).
(1) L. ABAD CASAL: •El poblaml..,to ib6ric:o en la provinda
·
~p. 143-45.
(2) E. U.OBRBOAT: •Iberia y Btruria; notas para una rniai6o de relacion-. Lucentwn, 1. AlicaDta. 1 - pq.. 61 1 a
(8) ABAD CASAL: 0p. cit. en la nota 1, 1987.
ABAD CASAL: ()p. cl&. an la nou 1, 1988. ~ 143 y -.
Jaén, 198&1t. Ja.,, 1987, pq.. 167 1 -.
L. ABAD CASAL: «BI On.bo. Bn «A!queolotfa en Alicante: 1976-1986». Alicanu, 1986,
-331 -
[page-n-333]
L. ABAD
i
'
.
.
1
.
.
.
---
-
3
Fic.
Pie.
2.-0lpe del Cabecico del Tesoro (Ve.rdolay, Murcia).
8.-0ipe del M.A.N.
-332 -
[page-n-334]
OLPE DE EL ORAL
2. Olpe del Cabecico del Tesoro (Verdolay, Murcia) (fig. 2 y lám. I,B)
Se trata de una necrópolis excavada en los años cuarenta por G. Nieto y su equipo
de colaboradores, del que hasta el momento sólo se han publicado algunos avances
s
parciales (4). De los estudios de M. A. García Cano sobre la. cerámicas griegas y de
barniz negro (5), se deduce que su período de utilización aba.r ca desde las últimas
décadas del siglo V hasta comienzos del siglo II a.C.
El olpe que nos ocupa apareció en la sepultura número 255, situada a una profundi.dad de 0'60 m. y en un lecho de cenizas. Tiene el número de inventario 2.176 y se
encuentra expuesto en la sala II, vitrina 2, del Museo Arqueológico de Murcia. Junto
con él, el ajuar de la tumba estaba compuesto por dos páteras de cerámica ibérica, de
pasta ocre y pintadas a base de líneas concéntricas de color castaño oscuro (fig. 5); la
número 2.174 presenta un engobe exterior de color más oscuro que la pasta y conserva
aún toda su decoración; ésta ha desaparecido por completo, en cambio, en la número
2.175. La pieza número 2.177, que correspondía a un recipiente de cerámica común
ibérica, muy quemado por el fuego, no se ha podido localizar en los almacenes del
museo.
El olpe del Cabecico del Tesoro tiene unas dimensiones de 18'1 cm. de altura (22'7 si
incluimos el asa sobreelevada), 5'1 cm. de diámetro en la boca, 8'1 en la parte central
del cuerpo principal y 5 en el pie; se encontraba bastante dañado en el momento de su
aparición, pues le faltaba parte de la zona central del cuerpo; fue trasladado al
Instituto de Restauración de Madrid, donde se le rellenaron las partes desaparecidas y
se protegió con un barniz. El jarro presenta una notable asimetría, y es sin duda el más
irregular de todos los que conocemos, aunque posiblemente parte de esta asimetría no
sea original. Su forma general es bastante parecida a la del jarro de El Oral, al que
también se equipara en altura, tipo-de borde y pie; no obstante, es de mayor diámetro y
menos estilizado. La cabeza de ánade que remata el asa sobrelevada es asimismo más
gruesa y de menor altura. Hasta el momento se encuentra inédito.
.
3. Olpe del Museo Arqueológico Nacional de Madrid (fig. 8)
Tiene el número de inventario 9.857, y sus medidas son 18'9 cm. de altura (24'2 si
incluimos el asa sobreelevada), 5'5 cm. de diámetro en la boca, 8'1 cm. en la parte más
ancha del cuerpo principal y 4'9 cm. en el pie. Se diferencia principalmente de los dos
anteriores en el hecho de que el borde es en este caso más fino y aplanado, y el pie
menos redondeado; la cabeza de ánade es más gruesa que la de los anteriores, y quizás
la mejor conservada de todas ellas. El estado del recipiente es bastante bueno, y ha
sido tratado en el laboratorio del Museo con óxido de cobre y posteriormente bañado
en cera. Procede, al igual que el siguiente, del comercio de antigüedades del siglo XIX,
Y. es posible, aunque no se pueda asegurar con total firmeza, que proceda de Italia. Fue
(4) O. NIBTO GAU.O: O!La -=rópoU. ~ca del Cabecico del T - Verdoi-.Y (Mwcia)o. Crónica del W
Murcia, 1947, p4p. 176 7 -.
( &) M. A. GARCI. CANO: ~cu Jri.... de la ,...;6n de MurclP. Murcla, 1982, p4p. 81 7 -.
A
S~
Concreeo A.rq--J6cioo del
- 333-
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[page-n-335]
L. ABAD
6
O ·
2tM.
a
b
Flg. 4.-a: Olpe del M.A.N.; b: Olpe de Córdoba, según M. Pous.
-334 -
[page-n-336]
OLPE DE EL ORAL
7
ya publicado por Thouvenot en su obra sobre los bronces del MAN (6), quien hace de él
una descripción bastante ajustada, aunque da unas medidas ligeramente superiores a
las reales. Posteriormente, Blázquez lo incluyó en su trabajo sobre los recipientes de
bronce del MAN (7) y lo consideró de época romana republicana, debido a la presencia
de la cabeza rle ánade, relativamente frecuente en este momento como adorno de
lámparas de bronce. Se desconoce su contexto.
4. Olpe del Museo Arqueol6gico Nacional de Madrid (fig. ~)
Tiene el número de inventario 18.568, y sus medidas son 9 cm. de alto (13'1t·m. si
incluimos el asa sobreelevada), 3'1 cm. de diámetro en la boca, 4'1 cm. en la parte más
ancha y 3 cm. en el pie. El borde está a medio camino entre el anterior ejemplar del
MAN y los de Alicante y Murcia; sigue siendo aplanado, pero proporcionalmente es
más grueso y redondeado que el anterior, lo que lo aproxima a los ejemplares del
sureste; el pie es asimismo más redondeado, y la cabeza de ánade resulta desproporcionalmente grande e.1 relación con las dimensiones totales del vaso, sobre todo en
anchura. Perteneció a la colección Saavedra y, como el anterior, parece que procede
del comercio de antigüedades con Italia del siglo XIX. También lo incluyó Thouvenot
en su catálogo (8), aunque en este caso con unas medidas ligeramente inferiores a las
reales, y, al igual que el anterior, fue datado en época republicana por J . M. Blázquez
(9). Se desconoce su contexto.
3. EL TIPO DE RECIPIENTE
Los jarros de bronce constituyen, en general, uno de los objetos de lujo más
difundidos por todo el Mediterráneo durante el primer milenio a.C. En las últimas
décadas, y tomando como punto de partida el trabajo clásico de Jacobstahl (10), se les
ha prestado bastante atención, prueba de lo cual son los numerosos estudios realizados
sobre jarros de bronce fenicios, tartésicos, etruscos y griegos, y más concretamente, en
los últimos años, las monografías de García y Bellido (11) sobre los jarros tartésicos,
Guzzo (12) sobre los etruscos, Shefton (13) sobre los «rodios», Bouloumié {14) sobre los
«Schnabelkanne)) y Weber (15) sobre varias formas en particular. Tradicionalmente se
ha venido defendiendo la tesis de que existen dos grupos principales, uno griego y otro
(6) R. THOUVENOT: «Catalope dM fiprinea et obj- de brome du Muúe Arch~IOflqua Natlonal da MadriciJO. Bordeaux. 1927, ~· 96,
ndm. 482.
(7) J . M. BLAZQUEZ: • Recipiente. de bronce del MUMO Arqueolócico Nacionabt. Archivo Eepaftol de Arqueolocla. núm. 88. Maclricl, 1960,
~· 197, 1.8.
(8) THOUVBNOT: Op.cit. en la n<>'a 6. ~. 96. ndm. 481.
(9) BLAZQUEZ: Op. cit. en la nota 7, ~. 197. 1.3.
(10) P. JACOBSTAHL: «Die Schnabelbnnen. Ein Beilral zu.r Geechichte dM vorriimi«ben lnlpo111 m&rdlich dar Alpen». Berlln. 1929.
(11) A. GARCIA Y BBUJDO: «Materialee da arqueolocú híepano-púnica; loe jvroe de bronc.,.. Archivo Eepdol da Arqueololfa, nthn. 29.
Madrid. 1966, p4p. 8&-10..
(12) P. B. GUZZO: •Una elaae di broceJ>eg in bronzoot. Rencliconú Linc:ei, 8,
~· 26.
(13) B. B. SBEFTON: «Die 'r6diaehen' Bronsakallnen». M.orbw-r. 1979.
(14) B. BOULOUNIB: tchoee en bron2e du t;ype 'Scbnabelbnne' en uali.... Paria, 1973.
(15) T. WBBBR: •BroDIKannen. Studen su aue~ewihlten uclW.c:hen und KlaaoiaclMn Olnoc:hoe(omoen aue Metall in Greic:Mnland und
&tzuri...,.. Prenltfurt, 11183.
-335-
[page-n-337]
L. ABAD
8
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2174
p¡g. 6.-Piteras ibéricas del Cabecico del Tesoro (Verdolay, Murcia).
fenicio, que .se difunden por el Mediterráneo -más los segundos que los primeros- y
que son los modelos que copiarán etruscos y tartesios.
·
De todas formas, la mayor parte de los estudios se han centrado sobre los jarros de
mayor valor artístico y decorativo, ya sea por una decoración figurada o no, ya sea por
una forma que se sale de lo corriente. Menor ha sido, en cambio, el interés por los
jarros simples, de formas sencillas y carentes de decoración. Por ello, son muy pocos
los trabajos a los que se puede recurrir en el estudio de nuestros olpes.
De los autores antes citados, y de otros varios que podrían traerse a colación, sólo
Guzzo, Camporeale y Weber han dedicado su atención a jarros tipológicamente semejantes a los nuestros. El primer autor estudia un tipo de jarro etrusco de bronce
caracterizado por la presencia de una cabeza de león en el extremo inferior del asa
(16); mediante el estudio de la dispersión de los ejemplares conocidos establece el
(16) GU7.1.0: Op. cit.. .,. la Dota 12.
"'*- 8'7 y
-.
-336-
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OLPE DE EL ORAL
9
centro de producción en Vulci, le asigna una cronología desde fi.nales del siglo VI
hasta mediados del V a .C. y cree que derivan, en cuanto a su forma, de ejemplares más
esbeltos y alargados, con asa de sección laminar, pie moldurado y sin cabeza de león en
el asa, datados en la primera mitad del siglo VI (17).
Uno de los olpes que Guzzo considera como precedente del conjunto que estudia, el
de la tumba 51 de la necrópolis del Crocifisso del Tufo, en Orvieto, fue estudiado
también por Camporeale, algunos años después, en un trabajo que dedicó a un
conjunto de jarros de bronce etruscos arcaicos (18); se trata de una serie de olpes aunque entre ellos hay también algún oinoco~ procedentes de Etruria, que tienen en
común el estar hechos a martillo sobre una lámina de bronce, con el asa asegurada
mediante remaches bajo el labio y en el punto de mayor anchura del cuerpo; tiene ésta
costillas longitudinales, en algunos casos acompañadas por incisiones horizontales u
oblicuas, y está provista de dos placas de unión, la superior en forma de lengüeta y la
inferior aproximadamente circular y decorada con un motivo esgrafiado en forma de
palmeta; el perfll es airoso, sin interrupciones bruscas, con la boca exvasada, el cuello
alargado y oblicuo, el cuerpo ovalado y el pie, cuando existe, bajo y engrosado.
La fecha del momento de deposición de todos estos jarros se encuentra, según los
materiales que constituyen el contexto de las tumbas en que aparecieron, entre los
años 580 y 560 a.C. y, en cualquier caso, en la primera mitad del siglo VI a.C.
Camporeale (19) sugiere que el lugar de fabricación pudo ser Orvieto, pues es donde
más ejemplares de este tipo se han encontrado, y donde menos numerosos son en este
momento los materiales importados. Cree asimismo que este tipo de recipientes es el
precedente de las producciones típicamente etruscas de la segunda mitad del siglo VI y
comienzos del V, más bajos y achaparrados, con una clara separación entre el cuello y
el cuerpo del recipiente. Algo semejante había apuntado ya Guzzo (20), para quien el
origen de este tipo de olpes pudo deberse a una modificación que los talleres etruscos
introdujeron al copiar los modelos griegos.
Más recientemente, Weber (21) ha establecido tres grupos principales de olpes de
bronce a lo largo de los últimos años del siglo VI y de todo el V: dos griegos (A y B) y
uno etrusco (B etrusco). Del grupo A, griego, se conocerían muy pocos ejemplares, y de
ellos sólo uno de Agrigento podría datarse, por el ajuar de la tumba en que se
encontró, en el segundo cuarto del siglo V a.C. Su centro de producción es desconocido, aunque han aparecido en el santuario de Olimpia y en las proximidades de Delfos,
Corinto y la Argólida. El tipo B, en cambio, es especialmente frecuente en tomo al
golfo de Corinto, donde, según este autor, podría estar su centro de producción. La
versión etrusca, que incluye los olpes estudiados en su día por Guzzo, se encuentra con
en la noca 12, .,q. 100.
(18) G. CAMPORB.ALB: «Un p-upo dí brocchet<~ eau.c:M an:aiche dí """'-· .En •H~ a Oarda y Bellidoot, 2. Mldrid, 19'76, pq.. 156
yaa.
(19) CAMPORBALB: Op. ciL "' la nota 18, pq. 167.
(20) G~ Op. ciL en la nota 12. p4p. 87 y o&.
(21) WBBBR: 0p. c:IL "' la nota U, pq.. UiO y aa.
(11) GtnW: Op. ciL,
-337-
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L. ABAD
10
preferencia en la costa etrusca -sobre todo en torno a Vulci- y en la Campania,
aunque también se encuentra en Grecia y en los Alpes.
El grupo A, de origen griego, se dataría entre los años 500 y 475 a.C., y se
caracterizaría por un cuerpo ovoide, con hombro fuertemente marcado. El tipo B, en
cambio, corresponde a los «doppelkonische Bronzeolpen», ninguno de los cuales se ha
encontrado en un contexto que permita una datación exacta; por ello, Weber (22),
recurre a una clasificación hipotética «from stout to slender». Según esta clasificación, la separación muy poco marcada entre el cuello y el cuerpo, propia de las piezas
más antiguas, se acentúa con el paso del tiempo, hasta volver a hacerse más tenue, y
casi desaparecer, en los últimos ejempla.r es de la serie. Paralelos atenienses en cerámicas de figuras negras y rojas y de barniz negro demostrarían que este tipo de jarros era
conocido en Grecia desde el último cuarto del siglo VI hasta mediados del siglo V a.C.
y contribuirían a confirmar la exactitud de la evolución «from stout to slender»
propugnada por el autor, aunque sin olvidar que los ejemplares más antiguos también
serían «slender>>.
El grupo B etrusco se encontraría estrechamente relacionado con el griego, del que
se diferenciaría por su perfil continuo, sin claras diferencias entre cuerpo y cuello,
como si no hubiera experimentado, en general, la evolución de los ejemplares griegos.
Todos los ejemplares conocidos del grupo A muestran el asa biselada o con
profundas estrías en su parte exterior, y terminada, en la parte donde se une al cuerpo,
en una palmeta. Los del grupo B griego, por el contrario, muestran un mayor repertorio de motivos como remate del asa, ya sea incisos o en relieve: piel de león, hojas,
cabezas de camero, etc. Los etruscos, por su parte, suelen mostrar en este lugar las
figuras de un león o, menos frecuentemente, de sirenas, conejos, carniceros, hojas
apuntadas, máscaras de Aqueloo, etc.
Incluir en esta visión evolutiva los olpes de bronce de El Oral, Cabecico del Tesoro
y Museo Arqueológico Nacional no es tarea fácil. Weber alude a ellos de pasada al
final de los grupos griegos (23), indicando que junto a las formas ya estudiadas existen
en Grecia otros olpes de bronce con boca circular, los cuales han de ser considerados,
en parte, como formas contemporáneas de producción local; entre ellos se incluyen
vasos de Samos, Atenas, Olimpia y Amanthia, y dentro de este mismo grupo, aunque
diferenciado, se hace referencia a otro, compuesto por jarros de Tarento, Londres,
Ginebra y los dos de Madrid. A este último grupo, que es el que ahora nos interesa,
habría que incorporar los olpes de El Oral y el Cabecico del Tesoro, que muestran,
como el de Tarento y los de Madrid -no hay que olvidar que éstos proceden probablemente de Italia, a través del comercio de antigüedades del siglo XIX-, una cabeza de
ánade en la parte superior de su asa; a todos ellos afectaría por tanto la afirmación que
Weber dedica al grupo: la de su pertenencia, sin lugar a dudas, a la época arcaica
(22) WEBER: Op. cit. en la nota 15. "'-'· 158.
162. nóm. 8.
(23) WEBER: Op. cit. en la nota 15.
"'-lf·
-338-
[page-n-340]
OLPE DE EL ORAL
11
(«wohl archaisch sind»). En este mismo grupo, que funciona como un verdadero cajón
de sastre, incluye Weber otros jarros de Orvieto, Gela y Nueva York.
De esta manera, podría diferenciarse un grupo de olpes de bronce formado por los
cuatro objetos de nuestro estudio, además del de Tarento, y caracterizado por la
carencia de decoración en el extremo inferior del asa, así como por la ausencia de
estrías o incisiones a lo largo de ella, motivos que son sustituidos por un prótomo de
ánade ~n su parte sobreelevada; tienen además en común el borde vuelto hacia el
exterior, engrosado o no, pero en cualquier caso macizo y sin decorar, el cuerpo de
perfil continuo, sin solución de continuidad entre sus diferentes partes, y la base
plana, delimitada exteriormente por una moldura más o menos redondeada. Este grupo
mu~stra características individualizadoras dentro de las series establecidas por Weber
y no se adapta por completo a ninguna de ellas; ya hemos visto cómo este autor sólo se
refiere a algunos de sus ejemplares (los conocidos en el momento de redactar su obra)
considerándolos como formas locales contemporáneas de los grupos más importantes
previamente establecidos. Si avanzamos un poco más en su estudio, utilizando los
propios argumentos del autor, parece evidente que nuestros olpes no tienen relación
con el grupo A, el propiamente griego, ya que no muestran ninguna de sus características: cuerpo de forma oval -en algún caso casi trapecial- , hombro fuertemente
marcado, con una nítida diferenciación entre el cuello y la panza, y una palmeta como
remate del asa en su parte inferior.
Más próximos estarían nuestros olpes a los del grupo B de Weber, caracterizados,
como ya hemos indicado más arriba, por la forma bitroncocónica, sin que exista una
línea de hombro excesivamente marcada, al menos en los ejemplares más antiguos y
más modernos. Es en este grupo en el que, como una variante local, incluye Weber a
nuestros olpes, pese a que algunos de sus rasgos los diferencian claramente: el borde,
vuelto hacia el exterior, es recto o engrosado, pero nunca colgante como parece
característico de los del grupo B griego, y carece por completo de decoración, lo que
ocurre también en el extremo inferior del asa; todo ello, junto con la existencia de una
cabeza de ánade en la parte sobreelevada del asa, y la ausencia de cualquier vestigio
de la línea de hombro del vaso, constituyen caracteres suficientemente diferenciadores.
Pero nuestros olpes tampoco pueden ser incluidos plenamente en el grupo B
etrusco de Weber, aunque algunos de sus rasgos sean muy similares, como por ejemplo
el perfil continuo en forma de S, sin rastro alguno de la línea de hombro de los modelos
griegos; carecen del borde colgante etrusco, así como el remate inferior del a.s a, y
muestran en cambio la moldura del pie bastante más marcada que la mayor parte de
los ejemplares etruscos, más en línea con los modelos griegos del tipo B.
De los trabajos de Guzzo y Camporeale parece evidente que el grupo de jarros de
bronce objeto de la atención de este último es evidentemente anterior a los estudiados
por Weber, algo que éste parece reconocer explícitamente cuando. (24) indica que
(24) WEBER: 0p. ciL en la noca 16.
pq. 163.
-339-
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12
L. ABAD
también existen en Etruria olpes esbeltos, que se relacionan con formas griegas del
arcaísmo inicial, alguno de los cuales se data en la primera mitad del siglo VI; no
hemos de olvidar, además, que este autor dedica su estudio sólo a los productos de la
segunda mitad del siglo VI y de las primeras décadas del V.
Los olpes que son objeto de nuestro estudio se encuentran más próximos a los
incluidos en el grupo de Camporeale que a cualquiera de los de Weber. Coinciden con
ellos en casi todos los elementos tipológicos: perfil continuo, con ausencia de cualquier alusión a la línea de hombro, borde vuelto macizo, más o menos engrosado y
carente de decoración, y moldura de pie claramente düerenciada, pero existen también
sustanciales diferencias: nuestros jarros carecen de palmeta o de cualquier otro
motivo decorativo en la parte inferior del asa, así como de las incisiones longitudinales que aparecen en ésta en el grupo de Camporeale, y en su lugar presentan una
cabeza de ánade en la parte sobreelevada, dispuesta de manera que el pico, aplanado,
constituya el nexo de unión entre el asa y el borde del recipiente. Es éste, sin duda, el
rasgo más personal de este grupo de olpes, que no existe ni en los jarros griegos de tipo
A o B ni en los grupos etruscos de Weber o Camporeale, por más que la cabeza de
ánade, como motivo decorativo en otros objetos, sea bastante frecuente tanto en
Grecia como en Etruria; como ejemplos podemos remitir a los colacionados en su día, y
precisamente en relación con el olpe de El Oral, por E. Llobregat (25): cabezales de
caballo, mangos de simpula, calderos, diademas, etc., objetos para los cuales se ha
propugnado, en unos casos con total certeza, en otros de manera más dudosa, un
origen etrusco. Un paralelo lejano podría constituirlo un jarro de bronce con asa
sobreelevada aparecido en la necrópolis ibérica del Mirador de Rolando, en la provincia de Granada, que aunque tipológicamente difiere bastante de los de nuestro grupo,
muestra un ensanche en la parte inferior del asa, justo en el lugar donde ésta se une al
cuerpo del jarro que, según Arribas (26) podría tratarse de una cabeza de ánade muy
estilizada.
Hoy por hoy, pues, y a salvo de que estudios posteriores puedan hacer aumentar el
número de piezas conocidas, el grupo de olpes de bronce objeto de nuestra atención se
encuentra especialmente relacionado con ejemplares etruscos, posiblemente fabricados en Orvieto y datados en la primera mitad del siglo VI a.C., aunque cuenta con los
suficientes elementos diferenciadores como para que no se les pueda adscribir con
total certeza a este taller. La semejanza que en algunos aspectos guarda con los
recipientes griegos del tipo B de Weber podría deberse también a una directa derivación de los ejemplares griegos del arcaísmo inicial a los que se refiere este autor (27),
que hasta el momento no hemos podido ver. Sin embargo, dada el área de difusión de
estas piezas de asa sobrelevada, siempre en torno al Mediterráneo occidental, parece
más adecuada su adscripción a un taller itálico que, al menos con los datos de que
disponemos en este momento, tiene grandes posibilidades de ser etrusco.
(2&) U.OBREGAT: Op. cit. en la nota 2, p4p. 83 y •·
(26) A. ARRIBAS: «La necr6pOiit del Mlr8dor da Rolando (Granada)>t. Pyrtn.., 8. Barcelona, 1967,
(27) WEBER: Op. cit. en la nota 16, pil¡. 164.
-340-
P'l·
88, núm. 4.
[page-n-342]
OLPE DE EL ORAL
13
La función de estos jarros de asa sobreelevada parece, al menos en un primer
momento, litúrgica; no es raro que aparezcan asociados a páteras, en claro testimonio
de su función religiosa en las libaciones; el ejemplo más claro lo tenemos en una
estatuilla de bronce de Skutari, en Albania, que representa a una joven que vierte un
líquido de un recipiente del tipo B griego en una pátera (28). Esta asociación entre
jarras y páteras, como te's timonio de un ritual religioso, es muy frecuente en el mundo
antiguo; en la Península Ibérica se rastrea ya en época antigua tanto en bronce
-jarros y «braserillos>> orientalizantes- como en cerámica -<>inocoes y kylikes de la
tumba más antigua de Pozomoro-, por poner sólo algunos ejemplos; oinocoe, olpe y
braserillo aparecen también asociados en la tumba del Mirador de Rolando, a cuyo
olpe nos hemos referido con anterioridad, y no estaría de más preguntarnos si el
conjunto de olpe de bronce y dos páteras cerámicas que hemos encontrado en la tumba
255 del Cabecico del Tesoro de Murcia sería algo más que casual; aunque lo normal
sea la asociación de jarros y páteras de bronce o de cerámica, tampoco es descabellado
suponer que en tumbas o contextos no excesivamente ricos, sólo uno de los objetos
fuera de bronce. No obstante, sabemos que en el mundo clásico este recipiente tuvo
también un empleo profano, y como tal aparece en representaciones de simposios en
cerámicas de figuras rojas, o en el mobiliario grabado en la pared de alguna tumba
etrusca, y no hay razón para suponer que jarros encontrados en poblados como el del
Oral, sin asociación clara con ningún otro recipiente, no pudieran haber tenido una
finalidad lúdica. Parece claro asimismo, que en contextos ibéricos avanzados, el olpe
como vaso ritual fue sustituido por el vaso caliciforme, que a partir del siglo IV se
hace extraordinariamente frecuente; lo encontramos en figuras oferentes como la
Dama del Cerro de los Santos y asociado a páteras cerámicas en numerosas cuevassantuario ibéricas (29), pero también en poblados, donde esta finalidad religiosa, sin
que se .pueda excluir del todo, parece más problemática (30); en algún caso, los
recipientes son de plata, como ocurre en el tesoro de Tivisa, con numerosos ejemplares
de vasos caliciformes y páteras.
4. ASPECTOS TtCNICOS
En la mayor parte de los estudios sobre jarros de bronce antiguos se soslaya el tema
de su técnica de fabricación, y no es raro que cuando un autor se atreve a abordarlo
haya de reconocer lo arduo del problema; es el caso, por ejemplo, de Bouloumié (31),
quien cree que en los jarros de tipo «Schnabelkanne» pueden coexistir las técnicas de
la fundición y del batido. Guzzo (32) refiere que los olpes que estudia están hechos «in
lamina di bronzo», y Camporeale indica (33) que los suyos están hechos «a martello da
(28) WEBER: Op. cit. en la nota 16, ~~· Ul9.
(29) M. GJI,MASCARBLL: o8obN lu cuevu ib6ricu del País Valenciano. Material• y probl-. Papel• del Laboratorio de Alqueolotía
de Valencia. n\am. 11. Valeocia. un&. pq.. 303 y a.
(80) L. ABAD CASAL: •Un conjunto de material. de La Serreca de Alco)'l'. Lucentum. 2. Alicante, 1983. ~~. 184.
(81) BOULOUMJB: ()p. cit. en la nota 14. ~. 222.
(82) OUZZO: ()p. cit. en la noca 12. ~. 87.
(88) CAMPORBALB: Op. cit. en la nota 18, ~. 180.
-341-
[page-n-343]
14
L. ABAD
una sola lamina di bronzo», técnica que muestra asurusmo otro olpe semejante,
también procedente de Orvieto y publicado por Hayes (34), cuya asa está unida al
cuerpo mediante clavijas de bronce. Weber no especifica la técnica de fabricación de
cada uno de los jarros, pero en el caso concreto de los olpes de Madrid con cabeza de
ánade en la parte sobreelevada del asa, indica expresamente que son fundidos («massiv
gegossene Beispiele»).
Para el estudio de los aspectos técnicos de nuestros jarros hemos contado con la
colaboración de Ricardo Mora, Alfonso García de Gamarra y Ricardo Pareja, investigadores de la Empresa Nacional del Aluminio de Alicante, que han realizado los
análisis necesarios.
Para identificar la técnica de fabricación se ha procedido a realizar una radiografía
del jarro de El Oral, único del que podíamos disponer para ello (lám. I,A). Se ha realizado
en un equipo Balteau 100 KV (Ventanabe), con una película D7 Estructurix (A.G.), y
un tiempo de exposición de 4 minutos. No se observa en la película huella alguna de
soldadura, ni siquiera en la unión del asa con el borde y el cuerpo del vaso, por lo que
parece claro que ha sido fu.ndido en una sola pieza, que incluía también el asa.
Para estudiar"la composición del bronce se realizaron varios análisis por energía
dispersiva de rayos X (EDAX) sobre muestras de cada una de las piezas. De todas ellas
se realizaron varias mediciones, cuyo promedio presentamos en el cuadro .q ue figura a
continuación. Del olpe de El Oral, único del que disponíamos de la 1pieza entera, se
realizaron un total de diez análisis, de los que presentamos la media total (4a) y una
media parcial (4b), obtenida en un fragmento lijado y seccionado. Se han realizado
asimismo varios análisis de piezas de bronce aparecidas también en el yacimiento de
El Oral, para que sirvan de comparación. Los números del cuadro que aparece más
abajo corresponde a las siguientes piezas:
·
l. Olpe número 4. Museo Arqueológico Nacional, núm. inv. 18.668.
2. Olpe número 3. Museo Arqueológico Nacional, núm. inv. 9.857.
3. Olpe número 2. Cabecico del Tesoro (Verdolay, Murcia).
'
4. Olpe número l. El Oral (San FulgenCio, Alicante).
5. Aguja de bronce de El Oral.
6. Pequeña semiesfera de bronce de El Oral.
7. Posible charnela de bronce aparecida junto al olpe de El Oral.
8. Fíbula de bronce de El Oral.
9. Pequeña pieza de bronce con doble escotadura de El Oral.
(34) J . W. HAYB8: oTht Btruacan aad ltalie Collectiona in tbe Royal OnWio MIIMWII.O. Studi Btruacbl, 43. FireDza. 1976.
-342-
pq. 1&.
[page-n-344]
OLPE DE EL ORAL
1
éu
+ Cl
2
3
4a
4b
94'32
0'72
4'02
0'08
0'09
0'27
0'48
Cu
Pb
Sn
Fe
S
Si
Al
Ca
Cl
p
5
99'50
0'40
0'47
16
6
7
83'94
2'19
11'35
0'22
1'00
0'36
0'91
83'11
2'29
11'28
0'59
1'81
0'30
0'60
57'26
7'55
15'30
0'86
0'01
1'97
3'13
0'05
14'30
0'55.
48'97
4'40
15'91
0'90
0'08
0'51
1'23
74~37
92'86
0'65
5'15
0'13
0'53
0'25
0'88
27'84
0'11
9'87
0'10
71'56
76'81
84'24
0'53
3'98
0'69
1'14
5'15
4'25
8
93'12
0'35
5'80
0'96
0'81
0'52
9
94'87
0'34
0'08
0'55
0'07
0'11
2'87
Parece claro que el sistema de fundición del jarro de El Oral ha de ser el de la cera
perdida, que permite la obtención de ejemplares de paredes muy delgadas, y es casi
seguro que los demás jarros del mismo grupo que aquí hemos estudiado deben estar
hechos con la misma técnica. Ello confrrmaría la unidad de este grupo de olpes, frente
a los estudiados por Guzzo y Camporeale, realizados sobre lámina batida, técnica que
parece, por otra parte, la más apropiada para este tipo de recipientes (35).
Nuestra intención al realizar los análisis del bronce era ver si la semejanza en su
composición era tal que nos permitiera adscribir los cuatro ejemplares a un mismo
taller. En este sentido, el estudio ha proporcionado resultados bastante sorprendentes.
Dos de los cuatro olpes, el número 9.857 del Museo Arqueológico Nacional y el del
Cabecico del Tesoro de Murcia muestran una composición del bronce casi idéntica,
hasta tal punto que parecen proceder de una misma colada; sin embargo, los jarros no
son idénticos, puesto que muestran diferencias suficientes para poder afirmar que, si
ambos fueron realizados a la cera perdida, tienen que proceder de moldes diferentes. A
este respecto es muy interesante hacer ver que los olpes del Cabecico del Tesoro y de
El Oral son prácticamente idénticos en cuanto a forma general y dimensiones, y,
aunque no proceden, del mismo molde, ya que las diferencias en la forma del pie y en la
cabeza de ánade del asa así lo atestiguan, sí resulta evidente, en cambio, que proceden
de moldes mucho más próximos entre sí que los de los jarros del Cabecico del Tesoro y
MAN 9.857; sin embargo, la composición de su bronce es bastante diferente, tanto por
la proporción de cobre y estaño, bastante más favorable al segundo - incluso en el
caso de que consideremos al cloro como resultado de la alteración del cobre y sumemos
sus respectivos 'porcentajes- como por la presencia de una mayor proporción de
plomo y de .aluminio.
Parece claro, por tanto, que nos encontramos ante un taller que trabaja con varios
(85)
M. PICO N, J . CONDAMJN '1 S. BOUCHER: •Reeberebes techniquetll\ll' eles bromes ele Gaule romaine, III>t. Galllt., núm. 26. Parla, 1868.
""· 209.
-343-
[page-n-345]
L. ABAD
16
moldes al mismo tiempo; de esta manera puede explicarse que objetos realizados en
una misma colada de bronce presenten tan claras diferencias tipológicas como los
jarros arriba citados, y que, por el contrario, otros casi idénticos tipológicamente
muestren bronces de composición muy diferente. También podría ocurrir que alguno
de nuestros jarros hubiese sido fabricado en un taller diferente, sobre la base de uno
importado que se tomaría como modelo y serviría de molde, pero no contamos con
suficientes elementos para Poder comprobarlo, por lo que creemos más verosímil la
primera hipótesis. La proporción de estaño de nuestros jarros c,oincide con la que
·Picon considera normal para los grupos más antiguos de bronces prerromanos (35).
Los análisis de referencia de otras piezas de bronce de El Oral nos sirven de escasa
ayuda; una de ellas (número 5) es cobre prácticamente puro, otras tres muestran una
altísima proporción de este metal, con un porcentaje de estaño que oscila en torno al
5%, escaso plomo y cantidades variables de aluminio (números 7 y 8), en tanto que la
número 9 es también cobre casi puro con un pequeño porcentaje de aluminio.
5. CONCLUSIONES
Nos encontramos, pues, ante un grupo no muy numeroso de olpes de bronce
algunas de cuyas características lo relacionan con los recipientes de este tipo griegos
y etruscos, pero que muestran los suficientes rasgos diferenciadores como para que no
puedan encuadrarse ni entre unos ni entre otros. Parece que su área de difusión se
encuentra en el Mediterráneo Occidental, y más concretamente en Italia y el Sureste
de la Península Ibérica, y todo hace pensar que proceden de un centro de fabricación
itálico. Los paralelos existentes, y el mayor número de similitudes formales con otros
recipientes, permiten suponer que éste se encontraba en el área etrusca, aunque sea
muy difícil precisar su ubicación exacta. Su fecha de fabricación, por paralelos con
recipientes similares, parece estar en la primera mitad del siglo VI a.C., que constituiría un término post quem para los contextos en que aparece. Las fechas exactas de su
ocultación en el poblado de El Oral y de su deposición en la tumba correspondiente de
la necrópolis de Verdolay son muy difíciles de determinar, puesto que los materiales
del primero abarcan todo el siglo V y comienzos del IV y el ajuar de la segunda está
compuesto exclusivamente por páteras ibéricas pintadas de difícil datación que, no
obstante, por algunas de sus características (decoración geométrica simple, formas
próximas a ejemplares de barniz negro antiguos, etc.), bien podrían corresponder al
siglo IV a.C. (36) y, en cualquier caso, a un momento antiguo en el período de
utilización de la necrópolis.
(86) S. NORDSTROM: •La céramique peinte ibéric¡ue de la province d'Allcante». Alicanu. 1969, pép. 109 y u.
-344-
[page-n-346]
OLPE DE EL ORAL
17
ADDENDUM
Entregado ya este trabajo, temos tenido noticia de la existencia de otro jarro de
este tipo en la provincia de Córdoba (fig. 4b), que parece formar parte del ajuar de una
tumba, compuesto además por un olpe de otro tipo, un colador y un cuenco, todo ello
de bronce, y una plaquita de piedra decorada con animales (quizás grifos o esfmges)
incisos, que tal vez pueda tratarse de una paleta de tocador. En su estudio premilinar,
Marcos Pous («Recipientes griegos de bronce en el Museo Arqueológico de Córdoba»,
Corduba Arc~ologica, 14, 1983-84, 29 ss, n.0 2) data el conjunto entre 525 y 460,
aunque la paleta podría ser anterior. La pieza que ahora nos interesa mide 11'20 cm. de
altura (14'80, si incluimos el asa), se encuentra en muy buen estado de conservación y
lleva el número 30.169 en el registro del Museo. En el articulo citado se indica
asimismo que recientemente ha aparecido otro olpe casi igual en Cádiz, que aún se
encuentra inédito.
La aparición de jarros de este tipo de Córdoba y Cádiz en los últimos años nos
obliga a extender su área de difusión a todo el sur de la Península, y a plantear la duda
de si los ejemplares del M.A.N., tradicionalmente considerados de procedencia suritálica, no serán también de origen hispánico. Y proporciona nuevas bases para plantear
la hipótesis de una localización en el sur de la Península del taller de fabricación.
-345-
[page-n-347]
[page-n-348]
L. ABAD.-Oipe de El Oral
LAM. 1
B
A.- Positivo de la radiografía del o lpe
de El Oral (San Fulgencio, Alicante).
B.-Oipe del Cabecico del Tesoro (Verd olay, Murcia) antes de la restaurac ión.
[page-n-349]
[page-n-350]
ARCHIVO DB PRBHJBTORJA LBVAN'l'INA
vot xvm (Valeacia.
1888>
FRANCISCO CISNEROS FRAILE
(Valencia)
EL ARYBALLOS VIDRIADO DE LA NECROPOLIS IBERICA
DE LA HOYA DE SANTA ANA Y EL PROBLEMA DE LAS RELACIONES
CON LOS PUEBLOS COLONIZADORES
l.
CARACTERISTICAS DE LAS SEPULTURAS
El aryballos vidriado, junto con el resto de ajuares de la sepultura núm. 164 de la
necrópolis de La Hoya de Santa Anl!, debió hallarse en uno de los enterramientos de
encanchado tumular excavados durante la campaña de 1942 (1). Don Joaquín Sánchez
Jiménez que dirigió las tareas de excavación en años sucesivos, reseña la aparición de
«unos recintos o rodales)) de forma cuadrada o rectangular construidos por piedras
sentadas en seco y de dimensiones variables (uno de ellos, el catalogado con el núm. 1,
de aproximadamente 1'2 m. de lado) semejantes a los hallados en la necrópolis ibérica
de la Casa del Monte de Valdeganga (Albacete) (2). La cremación pudo hacerse por dos
procedimientos: bien «in situ)) sobre una superficie previamente alisada provista del
típico hoyo donde se recogían las cenizas y se depositaban los vasos cerámicos que
contenían los restos calcinados, o bien en «ustrinum» separado de la sepultura (3).
Posteriormente se construía el recinto cuadrangular descrito que después se rellenaba
de piedras y tierra.
Don Joaquín Sánchez Jiménez dejó constancia de la morfología adosada de los
(1) J. SANCHBZ .IJMBN&Z: &ean~ y ~>'abeJa. uqueol6cicoa e~~ la prorineia de Albaceca, de 1842 a l84elo. Wocm. y M-na. de la
C.O.h.Aiq., DÚIL 16. Madrid, 1N7, pq.. 58-66.
(2) J . B.AU.ESTBR TORMO: c A - dal eatudio de loe mat.eri&* de la -=rópolia il*ica de la Cua del llloat. ~)o. Coaaunicacio- a l IV ecm,r.o Int.madonal de Arqlaeolocfa. 1'\nda a)lüte de loe cuad.....,. W y IV de C\lltwa ValeDdalla. Val«w:ia, 111110.
(8) J . SANCBBZ JIMBNBZ: cllleGorla de la. tn"-i<» ~ por la Comiaaria l'r-cMnclal de Bxea•acione. de Al~ e11 1Nb.
ID!ormaa y N.-iaa de la C.O.Bxc.Arq .• D6m. a. Madrid, lNS, pq. 9.
- 349-
[page-n-351]
2
F. CISNEROS
o
- -- -- -- -
Fi¡. 1.- ArybaDos vidriado.
- 350 -
4 Cma
[page-n-352]
ARYBALLOS VIDRIADO
3
sucesivos ((recintos)): los muretes de los construidos anteriormente servían para los
construidos más tarde. También reseñó la superposición de algunos de ellos formando
dos niveles arqueológicos (4). No conocemos la estratigrafía de la necrópolis ni, en el
caso concreto de esta sepultura, la disposición de los restos y ajuares dentro del
encanchado tumular (6).
2. DESCRIPCION DE LOS VASOS Y AJUARES DE LA SEPULTURA 164
2.1. Aryballos vidriado
Recipiente en forma de aryballos con el típico engobe «fayenza)) (fig. 1, lám. 1).
Posee el cuerpo gallonado en sentido vertical. Los gallones llegan hasta la propia base
del vasito. Conserva perfectamente su vidriado que en la actualidad tiene aspecto
blanquecino-verdoso. Sus medidas son:
Altura
Per{metro ckl borck
de la boca
Per{metro máximo
ckl cuerpo
Anchura ckl asa en su
arranque superior
63 mm.
42 mm.
53 mm.
30 mm.
El asa es plana y la boca, en forma de disco, tiene la parte superior ligeramente
cóncava para facilitar la entrada del ungüento.
D. Fletcher situó su fabricación a fines del siglo VI a. C., reseñando que ((pudo estar
en utilización después del480...)) (6). También ha sido catalogado por G. Trías (7) como
perteneciente a la fábrica de Naucratis y realizado durante el siglo VI a. C.
En la Península Ibérica existen otros recipientes que guardan gran semejanza con
la pieza descrita, tanto por la forma como por el tipo de pasta y vidriado.
Locali:wci6n
Museo Monográfico de Am·
purias.
CoracterlsticCJB
Decoración de reticula inci·
aa en todo el cuerpo. Color
verde-azulado.
MedidCJB
Alt.
47
mm.
Diám. boca:
CctGlogación
Crorwlogi4 (*)
(8). (9) a) inicios
del a. VI a.C.
33 mm.
Diám. base:
30 mm.
(4) SANCHBZ JlMBNBZ: ()p. clt.. nota 1, pq.. 53-66.
(5) O. la neerópolia de La Roya de Santa Ana 11 ax:bllDW'On 8Z4 tepU]twu, inventariada por la labor awnac:ioaa de don J . Siac:ha JÍJDjDII,
y c:\lya c:ooataac:la queda reOej ada en el inventario del Muaeo Arqueolótic:o Provincial de Alb.c:eta. No todaa tanJaa enc:anclwlo tumular.
AJcuau c:onataban de UD almple hoyo ....usado en la pie4n c:aliaa o ea el taneao blaDdo del !irme ori¡lnarlo oobN el qua 11 dapoaltablll> loa
- d e la c:remacl6n qua poatariorme~~ta 11 rec:ubrian de un .-.voltijo de aena y pequefau piedru.
(6) D. PLETCHB.R VALLS: ooLaa umaa de oNjetaa perfor.clap. vni Co......., Nacional de Arqueolocía. Sevilla·M'Iata, 1963, pq. 8a7.
(7) O. TRIAS: •Cerúlic:u lri.... de la PeniMula IWriCP. Valencia, 1967. pq. .f22, Um. CLXXXVL
(8) A. FRJCKBNHAUS: «
DÚID. 10.
(9) TRIAS: ()p. cit.. DOta 7, pq. 4, lim. VI-L
-351-
[page-n-353]
4
F. CISNEROS
L«a/i::aclón
Caract~rísticas
M~didas
Id.
Gallones en sentido inclinado. Imitación seguramente
local de aryballoe corintio.
Ha perdido el vidriado.
Alt. 56 mm.
Diám. boca:
Museo Dioce.
de Gerona.
Color amarillento y decoración de retícula incisa. Seguramente de imitación local.
Alt. 44 mm.
Mueeo Arqueo-
Vidriado de color blanquecino. Gallones verticales, en
sentido contrario cada par,
que individualmente no recorren toda la euperficie. Están
partidoe por doe líneas incieaa horizontales.
Alt. 56 mm.
Colección Catalina Albert. La
Eecala. ~rona.
Pérdida de la decoración vi-
Alt. 60 mm.
Diám. boca:
40 mm.
Aryballoe
de
Ibisa,
actualmente en el Museo Arqueológico Nacional.
Vidriado color verdoeo. Asa
decorada con volutas que
forman la base de una palmeta dirigida hacia abajo. Base
de dieco dividida en dos por
una línea incisa. Con inscripción incita que menciona a
Amaeis, faraón de la dinastía
de los Psamméticoe.
lógico de Barcelona.
driada; de color blanquecino,
con ¡allones verticales partidoe por franjas horizontales.
35 mm.
Catalogación
Cronología ( *)
(10)
b) alrededor
del 625 a.C.
R~f~rencia
arqueológica
Inhumación Bonjoan, 67. Apareció
junto al brazo aquierdo del cadáver con otro ungüentario de vidrio azulado, decoración en zig·
zag y a.aaa de
perfil de ave.
(11)
a) fmea dele. VI
o inici01> del
V a.C.
(12)
a) finee del e. VI
o inicioe del
V. a.C.
(13)
a) fines del e. VI
o inicioe del
V a.C.
Alt. 62 mm.
(1-4) (16) (16)
Diám. boca:
39 mm.
a) 670-626 a.C.
M. ALMAGRO BASCII! •Lu -=rópolla ele Ampuriu». Vol J. Barwlona, 1863, pq. 187, fl¡. Ul8,2 1 1úL X.
TJUA8: Op. cit. 7, pq. 42, 16m. VJ.a.
TJUA8: Op. cit. 7, pq. 42, lúL Vl-4.
TJUA8: Op. dt. 7, .... 48. 16m. Vl-6.
1, pq. 2P8, lúa. CXLVI·L
TRIAS: 0p. cit. (16) A. GARCIA BBUJDO: •Hí8puüa ar.-.. U. Madrid, mbD. 110, 1""- LXVJ.L
(18) W. ALMAGRO GORBBA: «lWri8i6o c1e1 rec:ipiente ele Naucralia cle Ibiaa>t. ~ cle Pnblalcria XXXV, Madrid, 1878, pq.. 408-409.
(10)
(11)
(12)
(13)
(14)
-352-
[page-n-354]
ARYBALLOS VIDRIADO
Localización
Fragmentos de aryballo con
decoración de retícula incisa.
Necrópolia de
La
Bobadilla
(Jaén)
De color verdoso, decorado
con retfcula incisa en el centro del cuerpo y gallonee en la
parte superior e inferior de él.
(*)
Medidas
Catalogación
Cronología (* )
Referencia
arqueológica
(17) (18) (19)
Características
Necrópolis de
El Molar, S.
Fulgencio (Alicante).
6
Inhumaciones:
- en cista con
túmulo
-en cAlnara o
pozo con corre.dor. En eete nivel
aparecen eecarabeos. ccbraaerilloe)),
etc.
a) alrededor del
526 a.C.
b) primer momento de la n ecr6polis entre el
570-626 a .C.
(20)
b) fines del a. VI
a .C.
Incineración en
recinto tumular
de forma rectangular,
formado
por piedras no eacuadradas. Acompañado de pendientee y anilloe
de oro, de amphoriakoe de puta vf.
trea con decoración en zig-zag, semejantes a loe de
Ebuaa, Ullaatret y
Villaricoe.
a) Fecha de fabricación.
b) Fecha de la referencia arqueológica.
Otros recipientes de formas y dimensiones muy semejantes a los anteriormente
descritos aunque con pastas y decoraciones distintas son:
- Los dos hallados en Emporiom: uno de barro amarillento catalogado como
corintio y fechado entre el 525-500 a. C. que se halló en la necrópolis Mateu, en
Ampurias, sepultura de inhumación núm. 4, junto a la mano derecha del cadáver (21);
sus medidas son semejantes a las de los mencionados anteriormente (22); el segundo se
halló en otra sepultura de inhumación, la núm. 2 de la Muralla NE que contenía un
esqueleto de niño. Es de color amarillento verdoso con pátina marrón muy diluida.
Mide 63 mm. de altura y 44 mm. de diámetro de boca. Ha sido fechado a fines del siglo
(17) TillAS: Op. cit. nota 7, .,.., 877-879.
(18) J. J. SBNBNT IBARBZ: 4xcavaclon.. en la n~lia de El Molartt. J.S.B.A., ndm. 10'7. Madrid, 1980, pq. 18, üm. XD.
(19) M. MONRAVAL ~A: •lA necr6poU. de S. Flllpncio de &1 Molar (Allcanta)t. Tw de Uc.ncietun, in6dita.
(20) J . MALUQUBR DB MOTBS, M. PI CAZO y A. RINCON: • lA necnlpolia de la Bobadilla, Jaw. lnatiwiO de Arq_,lolfa y PnhUIOri&.
Univenided de Barcelona. Barc.lone. 1973, p6¡a. 16-19.
(~) ALMAGRO BASCH: Op. cit. nota 10, .,... 228, lúL X, 6.
<22> TRlAB: 0p. cit. nota 7, u , . . - ....tidaa: alt. 63 mm., dWnelro boca aa mm.. pqa. a1-32, u.a.. r. 2.
- 353 -
[page-n-355]
6
F. CISNEROS
a
Fig. 2.-a, una cineraria; b, plato.
- 364-
[page-n-356]
ARYBALLOS VIDRIADO
7
VI a. C. (23) y corresponde al tipo B-1 de Payne (24). Apareció asociado a una urna con
forma de copa, hecha a mano y de color pardo oscuro. Tiene la superficie exterior
espatulada y no posee borde. G. Trías (25) lo encuentra semejante a varios ungüentarios aparecidos en sepulturas de Rhitsona fechadas en la segunda mitad del siglo VI a. C.
- Un tercer ejemplar se encuentra en el Museo de Gerona. Es de arcilla color
beige claro, barnizado alternativamente en rojo marrón y rojo vinoso; está fechado en
la mitad del s. VI y su altura es de 80 mm. Puede considerársele de fabricación etrusca
imitando la típica forma corintia (26).
- Dos ejemplares del Museo de Barcelona tienen formas paralelas y han sido
fechados en la primera mitad del siglo VI a. C. (27). Otro catalogado como corintio en
el Museo Arqueológico de Gerona, también de la primera mitad del siglo VI a. C. (28) y
un cuarto ejemplar del Museo Arqueológico Nacional, también corintio, de arcilla
amarillenta con barniz de tonalidades marrón y rojo violáceo e incisiones verticales en
el cuerpo semejando gallones (29).
Prodecentes de Ebussus, han sido catalogados tres aryballos más (uno de ellos
como etrusco-corintio); no son vidriados y están fechados durante el siglo VI a . C. (30).
En museos ingleses existen ejemplares de forma y dimensiones paralelos. Entre
ellos destacan dos ejemplares de perfiles parecidos procedentes de Cumas, fechados en
el siglo VI a. C. (31) y otro procedente de Nápoles con decoración de bandas rojas y
negras en el cuerpo. Algunos son corintios y otros proceden de imitaciones italianas (32).
El Museo del Louvre recoge muchos ejemplares de este difundido vasito necrológico. En gran parte están deocrados con motivos zoomórficos en barniz negro mate. En
las bases suelen aparecer motivos geométricos. Dos de estos pequeños ungüentarios
están decorados con incisiones verticales formando gallones, barnizados, uno de ellos,
con tonalidades negra, roja o blanca sin alternancia (33).
2.2. Urna cineraria y ajuares
a) La urna cineraria de sepultura 164 (fig. 2, a) es del tipo denominado de orejetas
sin asas, de perfil piriforme. La pasta es de color gris oscuro aproximándose al tono
(23) M . ALMAGRO BASCH: «Lat necrópol¡. de Ampuriu, Il•. Barcelona, 1966, pq.. 3$S.399, 6¡. 866, 2 y '""· XVI.
J . BARBBRA: «Limit . crono16¡icoe de la Influencia helbica en Ampurias a trav6t de loe .;uaree de out MCrópolip . Simpoaio de
Coloniucionetl, Barcelona, Ampuriu, 1971, ~p. 61~.
(24) H. O . O. PAYNE: • Necrocorintia . A otudy of corintian art in t.he arcaic period». Oúord, 1981, ~p. 820-821.
(26) TRIAS: Op. cit. nota 7, ~1· 83, 1im. 1, 7.
(28) TRIAS: Op. cit. nota 7, ~· 48, lim. XI, 1.
(27) TRIAS: Op. cit. nota 7, Um. 1, 1-t y 6.
(28) TRIAS: Op. cit. nota 7, Um. 1, 3.
(29) «Coi'JKII Vuorum Antiquorum, Elpe¡ne, MIIMe Arcbeologique National•. fu. 1, ~- 6, pl S. 8.
(30) E. VENTO MIR: «Materialetl procedente& de Ibiuo. Colección Marti Elteve, ~tamíento de Valencia. 1968. ~ U2-118.
(81) J . D. BEAZLBY, H.O.O. PAYNE. E . R. RICE: «AAhmolean MIIMWil, Corpua Vuorum Antiquorum Oreat Britaio•. Oúord MCMXXXl.
Grut Britain F. 9 aod Oúord F. 2, Plate l aod U.
Tambi6n en S.J . aod lady BEAZLBY, «AAhmolean M., D.putammt of Antiquit*». Loodon, 11187.
(32) De loe corintloe al¡uno proceden te de Menalaion (Baperta). W. LAMB •C.V.A. G- t Britaio, Cambrid¡... M. Fitowilliam M...w~~,
Oúord, 1930, F. 6 G. B. aod 1 Cambridp, Plate IV, 16.
(83) B. POT'I'tBR; .O.V.A. Muaee du Lou.,...,., Pana, Ul29, PI. 17, 18, 19 y 20.
-355-
[page-n-357]
8
F. CISNEROS
negruzco. Tiene cogedor en botón hueco de forma irregular, siendo bastante perfecto
el encaje de la tapadera. Sus medidas son las siguientes:
Grosor
Altura con
tapa
5 6 6 mm. 19'8 cm
Altura sin
tapa
15'45 cm
Diámetro
de la base
6'6 cm
Id. de la
boca
10'2 cm
Diámetro máximo
del cuer.po
17'4 cm
b) Plato de forma hemisférica, con cuello de perfil vertical y borde de la boca
exvasado. El perfil de la base es igualmente vertical, ligeramente curvado (fig. 2, b)
(34). Sus medidas aproximadas son:
Alt.
total
4'8 cm
Diám. máx.
del cuerpo
16'2 cm
Diám. de Diám del
la base
borde
4'8 cm
17'2 cm
Alt. del
cuello
6mm
Alt. de la
base
4 mm
Grosor
4-5 mm
Posee una pequeña acanaladura que recorre totalmente el borde. El color es gris
oscuro aproximándose a negro. Se hal16 fragmentado.
e) Cuentas de collar, algunas fragmentadas por la cremaci6n y otras completas e
intactas. Son de pasta vítrea de color claro. Tienen forma cilíndrica con la superficie
algo resaltada en las zonas donde se decoran. La decoraci6n está hecha a base de
policromías azuladas de círculos y circunferencias concéntricas semejando ojos; se
trata de un tema decorativo muy repetido en el Mediterráneo, sobre todo, en el mundo
fenicio-púnico t>ero con antecedentes mesopotámicos, egipcios y minoicos (35).
Entre sus múltiples paralelismos destacamos los siguientes:
Lccalización
Características
Ref arqueológicas
Ibiza
Varias cuentas similares a las de la
sep. 164 de la necró. de La Hoya de
Santa Ana.
Enterramiento en forma de hipogeo, fe.
chado a inicios del s. VI a. C. (36).
Ibiza
Dos cuentas de las mismas características.
Colección Martf Esteve (37).
Ibiza
Varias semejantes.
Colección Picarol (88).
(M) Piaa inve~>tariada COft el núm. 8.660 del lnwntario G«
(36) Piaa inventariada c:on ol núm. 8.410 del Inventario G«
(38) J . H. HERNANDEZ: ,.g¡ hipoceo de CaD Pera Cata!' deo Port. S. Vicent de Se CalP. Thbajoe del Mueeo Arqueolócic:o de Ibiza. 1980.
u.m.
vu. 17.
(81) VBNTO MIR: 0p. cit. nota 30. p6¡. 78. lip. 216 y 21.
(38) A. GARCIA BELLIDO: •Feoicioe y carta¡ineses ea Occidont41t. C.S.I.C.• Madrid. 1942.
- 356 -
[page-n-358]
9
ARYBALLOS VIDRIADO
Localización
Torrea de Sines, Gaio,
Portugal.
Ref. arq¡¡eológicas
Car(lcterísticas
Varias de tipología semejante.
Inhumación en cista de lajas de pizarra
con cubierta tumular de tierra; asociadas
a otras cuentas de ámbar y a un ungüen·
tario de vidrio azul traslúcido con decoración en zig-zag verde y amarilla. También
a dos pendientes y una gargantilla de oro
con algunos detalles iconográficos semejantes a otros de las joyas de La Aliseda.
Conjunto datado a mediados del s. Vll a.
c. (39).
Necrópolis de Fontana
Noa, Olbia, Cerde. a.
ñ
Cuentas de collar de pasta vítrea. De
varios tamaños y decoración muy semejante a la de las anteriores. Llevan, en el centro, los típicos ojos y
pequeños resaltes en los extremos a
modo de esferitas.
Inhumaciones de clases sociales acomodadas de los s. Vll-VI a. C. (40).
Necrópolis de Aleria.
Costa oriental de Córcega.
Cuentas de collar de pasta vítrea policromadas con los típiC98 motivos
oculares.
Inhumaciones del primer periodo de la necrópolis (entre el 600 y el 340 a. C.). Van
asociadas a escarabeos y amphoriscos de
varias formas con decoraciones en zig-zag
y asas que representan motivos animales
(pato) y motivos, quizás, oculares (41).
Inhumación Bonjoán
núm. 63. Necrópolis de
Ampurias.
De pasta vítrea policromada con caracterfsticas semejantes. Miden aproximadamente 10 mm. de diám.
Inhumación de niño (42).
Incineración Bonjoán
núm. 3. Necrópolis de
Ampurias.
De pasta vítrea blanca policromada
en azul con idénticos motivos. Mide
16 mm. de diám.
Asociadas a pendiente y brazaletes de
bronce (43).
Inhumación
Martí,
núm. 94. Necrópolis de
Ampurias.
Características semejantes.· 12 mm.
de diátn.
Inhumación a 1'47 m. de profundidad.
Asociadas a otras cuentas de collar y a
una ñbula de bronce fragmentada, tipo de
transición del Hallstatt a La Téne (44).
Inhumación
Martí,
núm. 77. Necrópolis de
Ampurias.
De caracteres semejantes; 10 mm. de
diám.
Inhumación con alabastrones y aryballos
de vidrio con decoración en zig-zag (46).
Las cuentas de collar eran producidas y comercializadas por los comerciantes
fenicio-púnicos aunque siguen tipos egipcios y del Egeo. Se fabricaban tanto en
(39) A. GARCJA BBLLIDO: AA~.,.,_ DOYecladeol oobre la arqueolocia pdni~. A.B.A.. nolm. 43. Madrid, uno, p6p. 23-27.
(40) S. MOSCATI: •Carta¡io-. Madrid, 1983.
< J . y L. JBI:lASSB: oLa DeCrOpO!e pntOODaine d'Aleriu. XXV caplément a «t, Parlo, 19'73, p6¡. 72 y pl 182. 2.011, 1.671, 1.429.
•ll
(d), (.S), (") y (46) ALMAGRO BASCH: ()p. cit., nota 10. p6¡a. 199, 215, 92. 81-82, twpeetivament.e.
-357-
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10
F. CISNEROS
Oriente como en Occidente. Cartago, Tánger, Mogador, Tharros (Cerdeña), entre
otros, fueron conocidos centros productores. Eran muy abundantes durante los siglos
VII y VI a. C., disminuyendo en el siglo V a . C., para volver a resurgir posteriormente a
partir de la cuarta centuria a. C. (46).
Todas estas cuentas descritas incluyen el ojo (
fundamental que rememora los ojos prominentes de las máscaras del Oriente Antiguo,
mesopotámico, asirio y egipcio, o las espirales minoicas, con finalidades amuléticas.
d) Cuenta de collar de cornalina, color morado y sección bitroncocónica. Tiene la
superficie gallonada y se encuentra en perfecto estado de conservación (47).
Se asemeja a las del tipo IIG. de la necrópolis púnica de Dermech, aunque de
distinta coloración, que forman parte del conjunto de joyas del Museo del Bardo,
halladas en una tumba de inhumación femenina fechada en torno al 600 a . C. Iban
asociadas a un aryballos globular de estilo corintio, a un vaso egipcio de época saíta y
a varios vasos de «buchero» semejantes a los de las necrópolis itálicas de los siglo VII
y VI a. C. (48).
e) El ajuar funerario se completaba con unos fragmentos de cadenita de bronce
muy deteriorados (49), unos trozos de un brazalete de bronce y por dos fusayolas
britroncocónicas de arcilla de mala calidad, sin decoración y de color marrón oscuro.
3. DEDUCCIONES HISTORICO-ARQUEOLOGICAS
3.1. La producción de objetos de pa. ta vidriada
s
Durante la XXVI Dinastía egipcia, iniciada con Pasamético m el 663 a. C., se
acrecentaron las relaciones comerciales entre los núcleos urbanos del Delta del Nilo y
los griegos de zonas diversas (milesios, samios, eginetas, foceos, rodios, etc.) Amasia
(568-525 a. C.) decretó la concentración del comercio del Delta en Naucratis, que se
convirtió con ello en un enclave habitado por poblaciones variadas y provisto de
buenas instalaciones portuarias que exportaban la producción local de cerámicas,
perfumes, papiro, vasos de vidrio, etc.
Petrie (50) documentó la existencia de una fáb;ica de objetos de pasta vidriada al
sur de la ciudad, próxima al Afrodisión cuya instalación se realizaría al inicio de la
Dinastía XXVI. Fabricaba escarabeos, vasos del tipo fayenza (51) («porcelana egipcia»)
con vidriados de color azul (52) y otros objetos de pasta vítrea.
Varios autores han catalogado muchos de estos objetos dispersos en multitud de
(46) MOSCATI: Op. cit. nota 40. pác. 239.
Inventariada eon ti núm. 8.406 MI Inventario General MI Muaeo de Albaceta.
(46) B. QUILLARD: •Bijoux Canhacinoia. J 1..8 Collien-. lnatitut Sup4rieur d'An:heolocie • d'Hiatoire dti'Art. Lov.1in•I•·Neuve, 1979, pi.
Vl·Vfi. ~ 6-8.
(49) Inventariada con el núm. 3.406 del Inventario General MI Muaeo ArqueoJ6cico de Albaceta.
(~) M. F. PETRIE: •Naucratia I•. 1886; tomamoela referencia de M. E. AUBET. •VNOI qlpcl.. tn laa necrópolia d.t Etz\lria y Ctrtt.CO".
Simpo.lo dt Colonúaciones. Ban:elona·Atnpuriu. 1971. p4c. .U.
(61) F.,-enza deriva del timúno cJ.,-ence». nombre francés con el que a partir del .talo XXVIII ee d..icnaba a 1 .,...,. producido. en
..
F'aenu. ltalia del noru. earactariu.doll por una capa de bunís blanquecino que en au compo.icl6n llevaba una conaiderable C&Dtidad ele ealaño.
(62) Con el puo del ti-po. al haber -do entarradoe. la coloración del vóclriado M tranarormó en blanquecina·verdoea.
<•7)
-358-
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ARYBALLOS VIDRIADO
11
lugares junto al Mediterráneo (Creta, Samos, Esparta, Atenas, Rodas, Tarquinia,
Vulci, Cerdeña, Ibiza, Emporiom, etc.), como de tipo egipcio o egiptizantes y fabricados bien en Naucratis, durante el s. VI a. C., en la época saíta (Dinastía XXVI
comprendida entre los años 663 y 525 a. C.), o bien en otras factorías coloniales
situadas en Etruria, Céroeña, Cartago, etc., imitando las piezas del Delta.
Vercoutter ha catalogado muchos de estos objetos hallados en Cartago, viéndoles
procedencia egipcia si no en cuanto a fabricación por lo menos en cuanto a tipología
(53). Debieron llegar a Cartago a través de la ruta Naucratis-Sicilia-Cartago, muy
importante a partir del siglo VI a. C.
Fossing (54) ve el resurgimiento de la fabricación de vasos con núcleo de sílice en el
Delta del Nilo, durante el reinado de Amasis a través de la producción de ungüentarios que imitaban formas griegas porque fundamentalmente abastecían al comercio
helénico. Según el mismo autor este resurgimiento coincidió con la época de predominio de la cerámica ática sobre la corintia. M. Almagro (55) a propósito de su estudio
sobre el aryballos procedente dé Ibiza los considera de la fábrica de Naucratis porque
la técnica es típica de este país, los griegos la conocieron más tarde, aunque pudieron
realizarse imitaciones en el Mediterráneo occidental. También M. E. Aubet (56) es de
esta opinión en su estudio sobre otros vasos de técnica parecida hallados en las
necrópolis de Etruria y Cartago: «las Ampollas del Año Nuevo».
El aryballos vidriado de la necrópolis ibérica de la Hoya de Santa Ana puede ser
catalogado como fabricado en la Naucratis de la época saíta, durante el siglo VI a. C.,
aunque no se descarta su fabricación en colonias fenicias del Mediterráneo occidental.
Presenta un vidriado de sílice puro (57) y se realizaría con la técnica denominada «del
núcleo de arena» (58). Requería varias operaciones; en la primera se confeccionaba el
vasito con una mezcla de pasta silícea: cuarzo y carbonato sódico, a torno o ahuecando
pequeños bloques de esta mezcla. A esta pasta se le adicionaban pigmentos coloreados
para la consecución de tonalidades polícromas. La cocción a elevadas temperaturas
aseguraba la solidez y perfección de estos pequeños ungüentarios que cabían en el
hueco de la mano. Precisamente la técni.c a avanzó cuando la pasta vítrea se moldeaba
a torno sobre un alma de arcilla. Esta se retiraba después de la cocción a elevadas
temperaturas.
Posteriormente el recipiente se colocaba en el extremo de un mango y se introducía
en un crisol donde había vidrio fundido, así tomaba la envoltura vitrificada. Después,
con unas pinzas, se le adicionaban boca, asa, y pie si lo había. Esta técnica sólo es
válida para objetos de abertura estrecha y aunque se conocía en la Antigüedad en
(68) J . VERCOUTTER: •IM objeta ecYJ)tiena et ~la du mobilier tunerai... cartha&inoiP: Pañ.. 1945.
(~) P. POSSING: «GIV-ü befo.-. aJa. blowinp. Copenhaaue. 1~ tomamoe la relarencie de M. VIGIL: «El vidrio el\ el mUDdo
enti¡uolt. LD.c.ítuto E.pe.Aol de ArqueoloPa, C.S.LC. Madrid. 1969. pqa. 20-21.
(65) ALMAGRO GORBEA: Op. cit. DOte 14, pq. 413.
(ft6) AUBBT: 0p. cit.. DOta eG, pq.. 26-26.
(61) D. HARDBN: •Loe tmidOP. &rc:elona, 1979, pq. 49, expoae Que laa ._,.. próximaa a l Delta del Nilo 10ft muy aptaa para vitrificar.
Cft6) VIGIL: Op. cit. DOta ~. P4s. 20-21.
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F. CISNEROS
12
Egipto y Mesopotamia, resurgió durante época saíta, en el área del Delta del Nilo.
Más tarde fue desplazada por el soplado.
3.2. La redes comerciales del Mediterráneo durante el siglo VI a. C. Las
relaciones de la Penfnsula Ibérica con los pueblos colonizadores .
Tratar de explicar la forma en que, al menos, parte del ajuar de la sepultura 164
llegó a la necrópolis ibérica de la Hoya de Santa Ana, requiere introducirnos en el
complejo panorama de las relaciones de la Península Ibérica con los pueblos coloniza·
dores griegos y fenicio-púnicos al final de la fase denominada pre-ibérica, muy próxima
al arranque de la cultura ibérica.
Consideramos preciso exponer las siguientes consideraciones cronológicas:
MEDITERRANEO OCCIDENTAL
(Deede el siglo Vlll: eetablecimientoe
fenicios en el SE de la Peninaula
Ibérica).
(65ik F!md«i6n • Ibiza)
MEDITERRANEO ORIENTAL
(814: F!md«i6n !k Cart4go)
600 (aprox.) ... Fundoción !k MOIIGÜ4
Inicios a. VI ... Fundoción !k Emporicm
660.............................................
Proyección hacia
Emporiom y segura·
mente hacia la PJ.
678: Datnu:ciM !k firo
560 (aprox.) loa etN8coa ceden su in·
fluencia comercial
Prtdominio tGl't4linb: Anexión de pa!'
te de Sicilia y Cerdeña
640:
~
!k FO«G
685: Alalia
Poz durodn huJ4
tl aitlo V.
600.........................................................................................
480: Derrota cartaginesa de Himera
por loa griegos.
Mediados del a. V:
MtuWlf4.
~!k
A pesar de la destrucción de Tiro (573 a. C.) por Nabuconodosor y la de Focea por
los persas (540 a . C.), las expediciones mercantiles siguieron produciéndose por el
Mediterráneo durante los siglos VI y V a. C. merced al papel desempeñado por las
colonias griegas y fenicias del Mediterráneo central y occidental
En todo este entramado comercial no es posible delimitar áreas de influencia
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ARYBALLOS VIDRIADO
13
mercantil púnicas o griegas por separado. En Vulci (Etruria) centro, a la vez, receptor
y distribuidor de productos orientales se hallan, conjuntamente, cerámicas grecoorientales y rodias así como escarabeos, cuentas de collar, vasos y amuletos egiptizantes, conchas tridacnas y alabastrones con figura de Astarté de procedencia siriofenicias venidas probablemente a través de Cartago (59).
En la propia Cartago se documentan influencias diversas siendo difícil determinar
la parte correspondiente a cada una. Incluso en la ruta Naucratis-Cartago de bastante
envergadura comercial, al aprovechar la apertura mercantil del Delta del Nilo hacia el
Mediterráneo en época saíta, el comercio sería promovido por griegos de la Magna
Grecia y púnicos (60). Estas interferencias mercantiles no fueron interrumpidas durante el siglo VI y primera mitad del V a . C. y coincidieron con el auge tanto de la colonia
focense de Massalia, que continuó hasta la segunda mitad de la centuria, como de los
fenicio-púnicos afirmados en una red comercial que en el Mediterráneo central se
basaba en la posesión de Cartago, Cardeña y parte de Sicilia.
La proyección en la Península Ibérica de esta especie de cosmopolitismo e internacionalización de las relaciones comerciales merece las siguientes consideraciones: Del
siglo VI a . C. se datan, en la Península Ibérica, una serie de cerámicas y objetos
importados de procedencia griega (61) y fenicio-oriental, en el litoral del sudeste con
penetraciones hacia el interior demostradas por hallazgos en la actual provincia de
Murcia (Centauro de Rollos), en Albacete (Sátiro itifálico de la necrópolis del Llano de
la Consolación)(62) y en la provincia de Jaén (aryballos de la necrópolis de La
Bobadilla), etc.
Materiales griegos, no solamente focenses, también jónicos y áticos, han sido
hallados en factorías ligadas al mundo fenicio-púnico: Ibiza (63), desembocadura del
río Guadalhorce, etc. En la8 comarcas meridionales de Cataluña (Mas de Mussols o
Can Canyis) (64), se han encontrado materiales áticos, etruscos y otros relacionados
con el mundo fenicio-púnico.
Las fundaciones de Ebusslls, antes del siglo VI a. C., y Emporiom, inicio del siglo
VI a . C., hacen pensar en una expansión comercial bien púnica a través de la primera o
bien focense a partir de Emporiom. La situación de los materiales hallados no parece
permitir concretar áreas de influencia específicas de unos u otros, pues si bien es
verdad que la influencia focense durante el siglo VI parece clara en el arco costero de
Provenza y Languedoc hasta Emporiom, que coincide con el auge de Massalia y da pie
a formular hipótesis sobre las penetraciones foceo-ampuritanas hacia el sur de Catalu-
(U) AUBBT: Op. cit. note eo, p6p. ~ y -.
(60) VKRCOUTTIR: Op. cit. noc. 68, manilleetala pmicl.,.0611 de lriocoe occideotal• y pWúcoe eo el comercio entre Naucratla y Cutqo.
(61) TRIAS: Op. cit. note 7, apertecloe XXVI·XXVU·XXVID del -.dio bistóriCCHJqueoJ6clco.
(62) R. PLMOS ROilBRA: «Penpeetivu '1 nuevoe mloquee eo el eatudio de loe el-w. de cultun. -larial (-'míce y bronce) lriocoe o
de eetúnulo lrielo bal1adoe en Blpda.o. A.B.A., nlÍIII. 62. Madrid, 1979, pq.. 87 y ea.. ~ .., upnoi6o icotlopüce como aiiMá'a de 1.111&
ecultun.c:i6n areco-iWrice a trav6e del vino '1 el rit.ual de .., bebida.
(63) J. R.: «Le prod\l«i611 enlória ~-· CoqrW de Cultura Piliuaa. Ibiza, 1881, pq.. OOltl, NMI6a la copla de ,.,._
vinario. lriocoe en Iblsa que ct.a....uu la relac:i6n OOD loe 1 - . . de .M:anella y GoJJo de León.
(84) B. 8ANMARTI ORBGO: •Matarialee -'-'iCOII IJieloe '1 . , _ de 6poea arcaica en laa
Ampuriaa 86. Bercelona. urn, pq.. m-286.
-361-
-..:u -'cllooalee de C..lal..aa..
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14
F. CISNEROS
ña (Ullastret) (65), costa de la actual Comunidad Valenciana (San Miguel de Llíria, El
Molar), sudeste (66) e incluso interior de la Península, también se aprecia la influencia
fenicio-púnica acreditada a partir ~e yacimientos del sur de Cataluña hasta el sudeste
peninsular (Mas de Mussols, Coll del Moro, A.mposta, La Solivella, El Molar, Los
Saladares, Los Nietos, etc).
El aryballos y las cuentas de collar de la sepultura 164 de la necrópolis de la Hoya
de Santa Ana denotan una relación clara con el mundo fenicio-púnico. El problema es
determinar los puntos desde los que estos objetos llegaron hasta la meseta albaceteña.
¿A partir de Emporiom? ¿Desde Ibiza? La existencia de ajuar~ parecidos en ambos
establecimientos pudieran denotar el desarrollo de relaciones comerciales entre Emporiom y Ebussus con derivaciones hacia el interior peninsular posiblemente a partir de
la zona costera próxima a la Denia actual (67), hipótesis ya apuntada por algunos
autores como Maluquer de Motes (68) y M. Picazo (69).
Nos hallamos en un momento de clari.ficación de estratigrafías en yacimientos del
litoral valenciano (Vinarragell) (70) (Los Saladares) (71), etc., o de la Meseta Albaceteña (Pozo Moro) (72) y necrópolis cercanas a la importantísima área donde confluían la
importante vía de comunicación que atravesaba Andalucía y se dirigía hacia la costa
valenciana, con el camino que cruzaba la Meseta Sur. Son los primeros pasos para una
mejor comprensión de las relaciones con los pueblos colonizadores.
3.3. Datación
El aryballos vidriado de la necrópolis ibérica de la Hoya de Santa Ana pudo ser
fabricado en la segunda mitad del siglo VI a. C. (durante época saíta) en Naucratis,
Delta del Nilo. Su llegada a la Península y penetración hacia la meseta de Albacete
debió producirse en la última etapa de aculturación y de formación de la cultura
ibérica, entre el último cuarto del siglo VI a. C. y el primer cuarto del siglo V a. C. (73).
El enterramiento de incineración (con urna de orejetas perforadas y plato de
cerámica de pasta gris) (74), donde se halló puede denotar una cronología que corres(66) M. PICAZO: «Cedmlcaa 'ticu de Ulluttet». Instituto de Atqueoloc(a y Prehiatorla. Barcelona, 19'17, \)61. 126.
(66) R. OLMOS ROMERA: •Auri1a y Monomaquiaa en una copa Droop en Murci&Jt. A.B.A., nWn. lie. Madrid, 1988, ~p. 37-t7.
(67) J. R.: Op. cit. nota 63, pqe. 120-121, ...tleja la aparición de úúoru tipo ibicenco eft al Alto de Benimaqula, junto a Denia.
(68) J. MALUQUBR: •Loa fenicloe en Catalulla•. Tart8108, V Symphoeium lnc.macional da Prelmtoria Panlnaular. Barcelona, 1969, apunta
la lle¡ada de mac.rielea púnicoe a Emporiom. deede Ibiu pueato que en aqu6lla ae encuentran ~M.c.rialea rodloe, ehipriotu, joni011 y de
Naucratla que no ae hallan en Muaalia.
(69) PICAW: Op. cit. nota 66, páp. 132-183, expreaa laa conexionea entre Ibiu y Emporiom como poeible eauaa de la autonomla ampuritana
tru la decadencia de Maraella.
(70) N. MESADO: oNuevoe Mac.rialea Atqueolócic:o. én el Pozo 1 del yacimiento de Vlnarrqall (Burriana, Cutallón)o. A.P.L.
A~Rdecemoe al autor eu conaulta. Compendia el esfueno de clarilleaclón de laa relacionM del úu valenciana con loe puebloe colonizadora.
Da la fecha de 608 a. C. (Tratado de Maatia) como «6ptimP para el inicio del hiatua producido entre el final de lu importaciaonea feniciopúnica y el Ooncimiento del com.rclo ¡Jrie¡o. Lapeus ocupado por necrópolia como La Solivella. Bl Bovalar, etc.. del horisonc. ib6rico antquo,
con predominio de la urna de orejetu como vaao crematorio por excelencia.
(71) C. ARA.NBGUT GASCO: ..Laa inOuenc:iaa medlterri.nau en la Edad del Hierroo. MoiiOIJ'Illlu del Laboratorio de Atqueolo¡{a de
Valencia. 1, 1981, ~ 41"'6, incide en la nec.aidad de clarificación de eatrati¡rajlu en ,..\ación con loe yaciJDlentoe que aportan nivalea
preiWricoe en el úu valenciana, como Loe SaladaM8, Vinarr&~all, etc.
(7~) Con eatreticrafta realdada y publicada en varioa trabajoe. El ai¡ulenC. ea un ejfillplo: M. ALMAGRO GORBEA: • Loe rel.ievea
mltolócicoe orieotaliun* ele Poso MOI'CO'. Trabajoe de Prehi.atoria, 36. Madrid, 11178, ~p. 2&2-263.
(73) ARANEGUl: Op. clL nota 71. páp. 8$66, delimita eata t.. en al trea valenciana como Preib6rico, 3 (63&/62&-480).
(74) Se¡uramenc. de fabricación inclflen& aunque cabe la poeibilidad de haber lido importado. Noe beaamoe en la referencia de ARANBGUI:
Op. ciL nota 71, ~ 6U6.
xvm.
-362-
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ARYBALLOS VIDRIADO
16
ponde a los primeros años de desarrollo de la cultura ibérica propiamente dicha, una
vez finalizado el proceso de aculturación, en el transcurso de la segunda mitad del
siglo V a. C. Esta datación no guarda concomitancia con la cronología más alta
aportada por los autores (75) que estudian los momentos culturales donde aparecen
aryballos vidriados en la Península Ibérica, pero sí es coherente con las dataciones
realizadas en otras necrópolis del área ibérica meseteña en la actual provincia de
Albacete (76).
Esta referencia cronológica que aportamos nos introduce en el problema de las
perduraciones de ajuares y vasos importados, tratado reiteradas veces por algunos
autores (77) que redundan en la diferencia temporal existente frecuentemente entre la
fecha de fabricación del objeto y la fecha del nivel arqueológico donde aparece
ubicado.
(711) MALUQUBB. PICAZO y RINCON: 0p. cit.. nota 20, a prop6Gto del -.dio de MCr6poU. de Le Bob.dilla. JaéD o MONRAVAL: Op. cit.
primeroe nivel.. arqueol6cico. de El Molar (Alicanc.).
(78) ALMAGRO OOBBEA: 0p. cit. nota 12, pq. 2112, fecha la nec:nSpoU. del nivel m a pertir de la MfWlcla mitad del ol1lo V a. C.
J. BLANQUBZ: eLe Necrópolillb6riea de Loo V~. Diputaci6ft de Alb&ceQ, 1978, elata lao ..tnleturu tWDuW.. y la - a 6 n en
hoyo en el ..,unclo momeDto de la necrópolio, entre el final del li1lo V a. C. r loo inlcioo del ai¡lo IV a . C.
(77) D. FLETCHBR: •La Necrópollo de la SoliveU&JO. Trab.joo Varioo del S.I.P •• núm. 32. Valencia, lee&, pi¡. 1111; eotreoacamoo eota ele. de
ouo numeroou ah•ion• al tema.
nota 19, en eu datación de b
-363-
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CISNEROS.- Aryballos vidriado
LAM. 1
:1
-365-
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ARCHlVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XVW (Valeacia, 1988)
R. RAMOS FERNANDEZ
(Elche)
SIMBOLISMO DE LA ESFINGE DE ELCHE
La esfinge es una obra de piedra caliza esculpida en bulto redondo, si bien una de
sus caras apenas fue desbastada, indicio de su posición adosada a un muro. Carece de
la cabeza, cuya posición queda bien indicada por las trenzas de su cabellera que, con
un marcado resalte, descienden a lo largo de su cuello. Se muestra en posición echada,
con las patas delanteras y traseras plegadas. Sus garras tienen dedos humanoides de
largas falanges y articulaciones marcadas por angulaciones acusadas, y en su punto de
unión con los brazos aparecen resaltes verticales que representan pulseras: tres en las
delanteras y dos en las traseras. Su cola se extiende entre las ancas ocupando el
espacio libre que queda bajo su vientre. Su ala arranca sobre el codo a partir de un
resalte semilunar y se compone de una banda lisa superior y una zona baja con anchos
pulmones estilizados. Sobre sus garras delanteras y en pie se encuentra una figura
femenina con los brazos cruzados y la cabeza erguida, con peinado egiptizante, con
alas plegadas sobre la parte delantera de su cuerpo, según el tipo de la de Cartago (1) y
de las posteriores terracotas de Ibiza (2), sobre su pecho presenta la flor de loto.
Representa, pues, la Tanit alada que caracterizará mucho más tarde, en el tercer
período ibérico, a las cerámicas ibéricas pintadas de Elche. En la grupa de la esfinge, y
por la parte interior del ala, se presenta a un personaje, hoy acéfalo, que se sujeta con
las manos al cuello del animal y puede simbolizar el alma del difunto que es así
tra.n sportada al Más Allá por esta especie alada psicopompa a quien conduce y guía la
diosa.
Sus dimensiones escultóricas son: 120 centímetros de longitud, por 64 centímetros
4e altura y por 32 centímetros de grosor.
(1) J. M.• BLAZQUBZ: «Relilion• pn11'1'011W\U». Primitivaa relicion• IWric:aa; U. Maclricl, 1883, Ñ · 183.
(2) A. PLANELLS: «El Culto a Ta.nit en !¡,y.op. Barcelona, uno.
- 367 -
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R. RAMOS FERNANDEZ
2
Esta obra escultórica tiene un evidente carácter orientalizante que parece haber
sido motivado a través de lo griego arcaico. Posibilidad que podria explicarse como el
reflejo de unas ideologías sirio-egipcias plasmadas por iberos con técnicas heredadas
de las escuelas helenas (3), puesto que en esta obra existen peculiaridades indicadoras
de su producción ibera: si bien la piedra en que fueron esculpidas procede de las
canteras locales, esto sólo es indicio de que se realizó en un taller local' pero no
evidencia de que el artista fuera indígena. sin embargo, tanto estilística como técnica;
mente contiene datos que manifiestan su autoctonía (4), porque esta esfinge estuvo
realizada para situarse adosada a un muro, mientras que las griegas fueron exentas, y
porque su cola se introduce entre las ancas, a la vez que en las griegas se dobla sobre sí
misma y se coloca sobre el muslo. No obstante, esta pieza es una libre interpretación
ibera de modelos griegos, como puede apreciarse en el arranque del ala y en su
inclinación; por otra parte, la composición de esta obra expresa que su autor conocía
el significado griego de la esfinge de época arcaica: protectora de los difuntos a
quienes podía transportar el alma a la otra vida. Se trata, pues, de una iconografía
sirio-fenicia con asociaciones egiptizantes matizada por lo griego arcaico que puede
implicar, además, la presencia en Iberia de elementos chipriotas y egipcios que
paulatinamente, con el transcurso del tiempo, quedaron sojuzgados por las aportaciones helenas.
La pieza responde a dos momentos temporales sucesivos: el de su fabricación y
situación eomo elemento de un monumento funerario, y el de su desmonte y traslado
que la hizo pasar a formar parte de un alineamiento de piedras dispuesto para
configurar una demarcación circular que delimitó un espacio sagrado.
Esta obra puede fecharse en pleno siglo V a . J .C. en cuanto a su producción. Su
reutilización debe ser anterior al año 410 a. J.C., dato cronológico obtenido en función
de que la pieza datable más moderna de las halladas en los trabajos de excavación del
estrato ibérico de este yacimiento, y en concreto en la zona del alineamiento, es un
fragmento de asa de una crátera de columna ática que en nuestra Península puede
situarse entre los años 440 y 430 a. J .C., y que como fecha más tardía alcanza el citado
410 a. J .C. (5).
a) El hallazgo
Esta pieza fue localizad.a formando parte de un alineamiento pétreo descubierto en
el Parque de Elche.
Este yacimiento arqueológico ilicitano, todavía parcialmente excavado, está situado en la zona central de los actuales jardines, que constituyen los Parques de esta
ciudad, junto a una hondonada que pudo haber sido una gran charca en épocas
pasadas y que conserva vestigios de una antigua tenencia de aguas. Contiene una
ocupación romana representada por un estrato perteneciente a una villa existente en
(3) R. RAMOS: «lberi». POBLAD. 0-6. Blcbe, 1984.
(4) T. CHAPA: «Le MCU!tura ~ lb6rica.., piedra>o. Ullivenided t-plutanM
(&) Betún la .roc-tación facilitada por el Dr. Olmo., a quieD a,ndaco ou ~ colahotacl6c .., el ..euotio ele ee1a material
-'aleo.
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ESFINGE DE ELCHE
8
ésta que fue una parcela centuriallindante con el cardo máximo de lllici, cuyo nivel de
pavimentos se encuentra a 0'50 metros de profundidad con relación a la superficie deÍ
terreno; y otra ibérica que consiguientemente configura otro estrato emplazado debajo
de los pavimentos de mortero de cal y de los muros de piedra de la citada villa, cuyo
nivel de base se sitúa a 1'90 metros de pronfudidad, por lo que se encuentra totalmente
cubierto por.los restos de la edificación romana que se le superpone y que en parte de
su sector Este lo altera parcialmente.
La zona hoy conocida de esta villa romana presenta un área de ingreso con
<
x 4 x O'40 metros, bordeado de las dependencias principales y con una grada que
eleva la parte norte de la edificiación que contiene el resto de las habitaciones, de las
que se conservan los arranques de muros, de piedras, con zócalos estucados y pintados
en rojo y blanco, amarillo, negro, verde y blanco, imitación de mármoles y «candelabros)), y los pavimentos de mortero de cal. Debajo de estos pavimentos se encontraron
unos tubos de cerámica rojiza, de 12 centímetros de longitud por 6 y 7 centímetros de
di.á metros respectiv:os de sus bocas, conectados, que posiblemente constituyan las
piezas conductoras de un sistema de calefacción; la dependencia N-0 contenía, debajo
del nivel de pavimentos, una cubeta de cal que enlazaba con la salida del alcantarillado por debajo del muro oeste de la villa; y la dependencia norte que ofreció una gran
alteración de nivel, originada por la construcción de unas estructuras en adobe
endurecido con cal, con base de 1'40 metros de profundidad, que se asientan directamente sobre un nivel ibérico. Estas estructuras consisten en una cámara de 2'12
metros de largo y 0'60 metros de ancho, con tres arcos de medio punto para soporte de
su cubierta, hundidos, cuyas dovelas permanecían caídas en su interior, que en cada
uno de sus respectivos lados presenta cuatro hornacinas, elevadas 0'14 metros con
relación a su nivel de pavimento, de 0'30 metros de ancho por 0'60 metros de fondo, una
de las cuales presenta, en su parte lateral superior, un orificio construido con cal que
comunica con un conducto, también de cal, que queda situado inmediatamente debajo
del nivel de pavimentos de la villa e integrado en ellos; y de .otra estructura de
superficie hoy aparentemente circular, de 2 metros de diámetro, con base rehundida y
con rebordes laterales, excepto en su arco sur, construida de barro amasado con cal,
con una textura y consistencia igual a la de los adobes de la cámara y en todo similar a
las paredes la~ales de aquélla, de la que está separada por 1'80 metros de distancia,
con su centro alineado al eje N-S de la misma. Este gran disco tiene un grosor de 20
centímetros y está rodeado de un empedrado de cantos rodados que bordea el lateral de
su estructura extendiéndose 60 centímetros alrededor de ella. Consta de dos líneas
superpuestas de cantos que ofrecen un grosor aproximado de 20 centímetros y que, a su
vez, descansa, al igual que la cámara, sobre un soporte de arcilla perteneciente al
estrato ibérico así intervenido por esta alteración de nivel.
La excavación del estrato ibérico en este yacimiento ha mostrado la existencia de
un alineamiento pétreo de planta oval, constituido, en buena parte, por fragmentos
escultóricos, que circunscribe una plataforma de arcilla de 60 centímetros de altura en
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R. RAMOS FERNANDEZ
su lateral oeste. Sus ejes N-S y E.O tienen unas dimensiones respectivas de 11 y 8
metros.
Del alineamiento que pudo formar un témenos (Pausanias: «Descripción de Grecia». ll.XXXIV-10) se conserva todo el arco oeste sin más deterioro que el causado por
el corte practicado para la colocación hidráulica actual que dio lugar al descubrimiento (6), mientras que el arco este ha sido hallado parcialmente desmontado, hecho
atribuible a las alteraciones causadas en dicho punto por las obras de la villa romana
que, bajo su nivel de pavimentos, allí lo afectan.
Los laterales que circundan la citada plataforma de arcilla contienen, sobre el
nivel de base o pavimento de tierra pisada, muy abundantes fragmentos de cerámica
ibérica arcaica, entre los que destacan restos de pequeños platos y copas, que por su
aspecto acumulativo parecen haberse deslizado desde lo alto de la plataforma, ya que
están depositados por un efecto de amontonamiento y configuran un nivel de restos de
16 centímetros de potencia.
En torno a la plataforma y en parte sobre un nivel de restos se localizó el
alineamiento de grandes piedras mencionado, en el que varias de aquéllas responden a
fragmentos de .obras escultóricas, sin duda pertenecientes al monumento edificado con
anterioridad en sus inmediaciones.
En el interior del recinto delimitado por el alineamiento se mantenía una gran
piedra de cuarzo amorfo, aplanada, de rebordes desbastados para lograr su silueta casi
circular, de 60 centímetros de diámetro y 16 centímetros de grosor, y el testimonio del
lugar ocupado por un gran monumento arquitectónico de sillería de planta cuadrada,
monumento al que probablemente, en un determinado momento de la segunda mitad
del siglo V a. J .C., privaron de sus representaciones escultóricas, que fueron reutilizadas para la erección del témenos en torno a su pilar funerario, mientras que los restos
del monumento aparecieron en nuestra excavación formando parte de los muros de la
villa, por lo que posiblemente fueron definitivamente desmontados de su lugar en el
momento de la edificación de aquélla, si bien su ubicación original aparece clara por el
rebaje de su asiento que, relleno, se mantiene en la arcilla de la plataforma interior del
área demarcada: una zona de 3'30 x 3'30 metros, con O'40 metros de profundidad.
Las piezas localizadas consisten en dos sillares con función de remate de 0'11 x
0'31 x 0'12/0'17 metros; un sillar con función de plinto de 0'27 x 0'49 x 0'62 metros
con rebajes para el asiento de la pieza que le fuera destinada; tres sillares moldurados,
respectivamente de 0'55 x 0'70 x 0'95, 0'55 x 0'70 x 0'90 y 0'55 x 0'70 x 0'75 metros,
con función de soporte; un sillar moldurado de 0'43 x 0'47 x 0'62 metros, con función
de resalte de pilar; y tres grandes bloques del cuerpo basal, que posiblemente compusieron la primera grada, con unas dimensiones máximas de 0'95 x 0'75 x 1'35 metros.
El lateral oeste del alineamiento linda con los vestigios que indican la existencia
de un antiguo arroyo cuyo lecho de arena se encuentra repleto de material cerámico
(6) A. RAMOS y R. RAMOS: -BJtC&vaciobee ti Bote del Pan¡uelnlantil de Tri.lico ele Blcbea. N. Arq. H.; Arqo IV. Madrid, IWIS,
-370 -
pq. 671.
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ESFINGE DE ELCHE
5
roto intencionadamente, entre el que, sintomáticamente, aparecieron restos de treinta
y seis ánforas odriformes de asa acanalada.
Atendiendo a que este alineamiento está montado sobre el nivel de restos ibéricos e
integrado en él, y a que consecuentemente fue colocado con posterioridad a un primer
momento de vigencia de esta superficie en la que más tarde, tras la destrucción de
aquellas piezas escultóricas, se produjo el cambio de situación de sus restos, que,
además, estaban entibados también por pequeños fragmentos de las mismas obras, es
deducible que fueron reutilizados todavía a lo largo de su misma época.
Todo ello supone el efecto y la consecuencia de la destrucción de un monumento y
el empleo de sus elementos escultóricos, fragmentados, para delimitar una zona que
pudo tener carácter cúltico, puesto que dispusieron el alineamiento pétreo sobre el
depósito de material cerámico ya existente y que continuó acumulándose tras ese
momento, como lo evidencia el hecho del parcial enterramiento de las piezas de ese
alineamiento en dicho nivel de restos (7).
Las obras y fragmentos escultóricos descubiertos como piezas integrantes, reutilizadas, de la línea de demarcación del área citada, además de la esfinge, responden a:
- Un toro de piedra caliza del que se conserva su parte superidr, vaciada interiormente, y las dos patas delanteras esculpidas en altorrelieve. El resto de la pieza, no
localizado, suponemos que constituyó una caja cineraria. Presenta la boca entreabierta mostrando unos molares asemejables a los humanos, resaltados por triángulos
inscritos en su zona de arranque. Su cabeza y cuello están cubiertos por un fuerte
estriado convencional que idealiza la pieza, enmarca unos ojos almendrados con
largas pestañas superiores y limita un espacio frontal donde se marca un flequillo de
testuz que parece recordar los adornos frontales de los pequeños toros anatolios del
Museo de Kastamonu, carentes hoy de cronología utilizable (8); tiene orificios de
inserción y de sujeción para orejas y cuernos, y puntos de fijación para el hocico, que
debieron ser sobrepuestos. Su lomo presenta unos omoplatos muy marcados que
semejan aletas y favorecen la sensación de irrealidad de la obra.
Sus dimensiones son: 90 x 67 x 43 centímetros.
- Un fragmento de busto de varón de piedra caliza del que se conserva su mitad
izquierda, tocado con una hombrera con adorno ondulante hacia el pecho que desciende en disminución hasta el talle; que se prolonga en cruzado por la espalda y que en su
zona pectoral se encuentra sujeta por una especie de cinto que la abraza, lugar en el
que se observa también la presencia de la empuñadura en posición oblicua de un
puñal. Atuendo que, sin faleras, recuerda al del jinete de Porcuna, si bien ésta
ilicitana es una obra arcaica y de diferente escuela.
La pieza se encuentra totalmente vaciada interiormente, el grosor de sus paredes es
de 5'5 centímetros, y en el centro de su espalda se aprecia parte de un orificio circular,
(7) R. RAMO& ~ ibWica m el Pm¡ue de Ek:beoo. XVlD C.N.A. W.. Cear:lu (m pnua,).
(8) R. DONCEL: -'hW"Mwt de piene ele la ValiM du GOiánDañt et ele - abordP. ArdMolocla • raliciou de I'Anatolie ÁneieiiJM.
Louvai-la-Nwv., 11183, pq. 48.
- 371-
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6
R. RAMOS F&RNANDF.7.
de 11 centímetros de diámetro, por el que se podía introducir en el busto el depósito
que le iba destinado. Se trata, pues, de una estatua-urna al llamado hasta ahora modo
etrusco.
Sus dimensiones son: 29 x 31 x 24 centímetros.
- Parte del anca de un cuadrúpedo. Mide: 30 x 19 x 14 centímetros.
- Un fragmento del costillar de un cuadrúpedo. Mide: 45 x 32 x 18 centímetros.
- Un fragmento esculpido, posible relieve, con resalte para su encaje en uno de
sus lados, y decorado con un motivo .d~ faldellines, relacionable con otra gran pieza.
Mide: 67 x 38 x 30 centímetros.
- Parte del cuerpo de un cuadrúpedo. Mide: 32 x 27 x 15 centímetros.
- Una campanilla de bronce de forma cónica con asa en prolongación de la pieza y
con badajo oblongo del mismo metal. Mide 27 milímetros de altura y 16 milímetros de
diámetro de boca.
- Una pulsera abierta, de bronce, de sección cilíndrica, de 4 milímetros de diámetro y 31 milímetros de paso.
Los materiales cerámicos descubiertos en este estrato e integrados en el alineamiento pétreo consisten en cerámicas pintadas de pastas duras, ocasionalmente con
engobe blanco, decoradas con motivos geométricos a peine y con puntos y bandas, así
como con baquetones resaltados en ciertos vasos pintados; fragmentos cerámicos de
superficie exterior peinada; fragmentos de recipientes con asa de tipo espuerta montada sobre el labio, de ánforas odriformes de labio almendrado de tipo Mañá A, de vasos
con ornamentación de baquetones muy resaltados, de ollas de superficies negras con
grueso desengrasante micáceo, de vasos modelados a mano de pastas de superficies
negras, grueso desengransante micáceo y base plana, de vasos de boca cortada con
orejeta perforada y de tres fragmentos, en un conjunto que supera los cinco mil, de
cerámica ática de barniz negro y uno de figuras rojas.
Los restos ibéricos descubiertos en el Parque de Elche parecen corresponder al
período Arcaico, comprendido entre los años 550 y 400 a. J.C. Las obras escultóricas
pueden situarse, por su estilo, en los inicios del siglo V y se muestran reutilizadas en la
segunda mitad del V, puesto que el conjunto cerámico a que están asociadas presenta
una ausencia casi total de cerámica ática de figuras rojas y se inserta plenamente en el
primer período ibérico de La Alcudia, correspondiente al estrato ibérico-arcaico, que
allí anteriormente habíamos denominado preibérico (9), relacionable a su vez con
Saladares, Fases ll B-C.
La fecha final procede, por tanto, del hecho significativo de que entre más de siete
mil fragmentos cerámicos hallados sólo tres son áticos de barniz negro, que, cronológicamente, obligan a pasar el año 450 a. J.C., y uno de cerámica ática de figuras rojas,
por lo que debe considerarse al conjunto como inmediatamente anterior a la presencia
general de este tipo cerámico.
(9) R. RAMOS: • I'Nciaion• para la elaoifieaci6o de la cerimíca ibérica•. Luc.otu.m l Alicante, 11182, p4p. 117·133.
R. RAMOS: «&tral:icralla del Sector ~p de La Alcudia de Blc:h•. z-twn n. Alicante, 1983, p4p. 147·112.
-372 -
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BSF'INGB DE ELCHE
7
b) Su reutilizaci6n
Estos hallazgos ibéricos ilicitanos, que proceden del alineamiento citado, implican
una reutilización de piezas fragmentadas que pertenecieron a un monumento al que,
como ya quedó indicado, privaron de sus representaciones escultóricas en un determi·
nado momento, durante el miamo período cultural en que se construyó.
En general, todos los monumentos ibéricos hoy conocidos ofrecen indicios de su
destrucción, que pueden relacionarse con la expansión cartaginesa en Iberia, y con
motivos socio-políticos no conocidos, por lo que carecemos de base para precisar las
circunstancias que las motivaron y por consiguiente sigue en pie el saber si los
condicionantes fueron de tipo político o religioso y, sobre todo, (10) fijar la vincula·
ción que pudo existir entre los que reutilizaron los monumentos y los que los constru·
yeron.
Parece ser que estos monumentos tuvieron un evidente papel social en cuanto a
que debieron ser edificados por altas jerarquías, por lo que su existencia debió estar
vinculada a la del poder político bajo el que habían sido erigidos (11), por lo que
pudieron haber sido destruidos también a causa de crisis, cambios dinásticos, enfrenta·
mientos sociales o auténticas ~erras; o acaso pudo tratarse de un fenómeno complejo
ahora denominado «revolución social» (12) o bien responder a una faceta ritual (13).
Hay, no obstante, que matizar dos aspectos e~ la generalidad de estos hechos a los
que habrá que conceder una valoración distinta: por una parte, las necrópolis, los
santuarios o las zonas cúlticas rústicas; y por otra, los monumentos funerarios o
religiosos existentes en las ciudades. Sencillamente, precisar la diferenciación existen·
te entre monumentos urbanos de cualquier tipo y monumentos funerarios emplazados
en lugares apartados de las urbes amuralladas y defendibles. La ciudad, en el caso
concreto de Elche, se mantuvo hasta el momento de una destrucción que podría
asociarse a la expansión bárquida; los monumentos no urbanos pueden estar sujetos a
otros agentes destructores, de ahí la variedad de fechas que pueden aportar sus
destrucciones y sus reutilizaciones.
En todo ello hay algo muy importante relativo exclusivamente a los monumentos
funerarios que precisamente se cifra en su ya indicada reutilización durante su misma
época, puesto que, según los hallazgos, parecen estar desmontados y fragmentados
poco después de su momento de erección. Por lo que también pudo tratarse de que, tras
las destrucciones, ya por agentes naturales ya por factores humanos, gentes de las
mismas creencias recogiesen los fragmentos de sus viejos monumentos y los utilizasen
para sus enterramientos como testimonios de cultos pasados pero no definitivamente
perdidos entre los habitantes de aquellos pueblos, porque es un hecho evidente el
empleo de estos fragmentos para tales destinos.
--10
--toe
(10) E. RUANO: ...,_.. w.lco .t
"'-ario de Poco Moro?». Bol A.B.A., Azf(' 11 7 lt. M..tricl, tm.
(11) M. ALMAGRO GORBIA: «Pooo M0100. Madrid. Mitteihmpa, U. M8drid, 1883.
(U) J . APARICIO: ..rr.
iWricoe yaJenci._. La Butida. M- '1 El Cornl des....,.. VAIUA m VaJ.da, 188t, P'f. tcll.
(13) R. RAMO& dtlcaYadOIMI uqueol6cieu .., el Parque de BldMit. POBLAD. U-7. Blcbe, 11186, pq.. ao.a8.
-373-
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8
R. RAMOS FERNANDEZ
Pero, ¿por qué no emplearon los restos escultóricos para restaurar los monumentos
a los que pertenecían y sin embargo sí los reutilizaron para otras finalidades? Es
posible que quienes reutilizasen los materiales representaran a otra fuerza política,
pero sin embargo tenían las mismas creencias religiosas que los constructores de los
monumentos puesto que situaban los restos de aquellas obras junto a los depósitos de
sus difuntos o, probablemente en nuestro caso, como límite de una zona demarcada.
Tal vez pudiera establecerse algún vínculo con relación a un tipo ritual en el
aspecto funerario ibérico, presidido por la idea de renovación. De ser así quizá estemos
buscando revueltas sociales y enemigos iberos de los iberos que destruyeran sus
monumentos cuando lo que sucedió con ellos realmente formaba parte de su culto. ¿Es
posible que la demolición de estas construcciones fuese ritual y formase parte de las
ceremonias anuales de la muerte del dios? En este sentido es significat~vo que todos
los restos de los monumentos funerarios hallados hayan sido reutilizados con la misma
finalidad: formar parte de enterramientos o de recintos cúlticos.
A esta probable faceta ritual se suma la precisión realizada por Emeterio Cuadrado
en su estudio sobre la necrópolis de El Cigarralejo, apreciable también en otros
yacimientos, referente al hecho de que los ajuares de las tumbas de los siglos V, IV y
m a. J.C. fueron intencionadamente destruidos en el momento en que se depositaron
junto a los restos del difunto, mientras que los de los siglos 11 y 1 a. J .C. se colocaron
intactos, es decir, sin un claro rito de inutilización de las piezas que los componían y
de su cremación en la pira funeraria (14), lo que evidenciaría un cambio profundo en
las prácticas· funerarias, extensivo a otras facetas.
El rito funerario de incineración que practicaron los iberos se basó en la necesidad
de destrucción de la materia como medio de alcanzar la inmortalidad.
Existen testimonios literarios referentes a la purificación por el fuego que tal vez
pudieran aludir al principio de espiritualidad a que responde el ritual funerario
ibérico de la incineración, de la destrucción del cuerpo ffsico del difunto así como de
su ajuar por medio del fuego purificador.
Plutarco, en su trátado sobre Isis (15), escribió que esta divinidad, agradecida por
las atenciones de Astarté, decidió d&t. vida eterna al hijo de aquélla, recién nacido.
Para ello, «durante la noche quemaba cuanto de mortal contenía su cuerpo... Esto
duró hasta que la reina, que espiaba a la diosa como pasatiempo, lanzó agudos gritos
al ver que quemaba a su hijo, y privó a este último del privilegio de la inmortalidad>).
Asimismo, el Hinuio Homérico de Deméter (16) relata que la diosa decidió favorecer
a Celeo, rey de Eleusis, convirtiendo a su hijo Demofoonte en un ser inmortal. Para
(14) &. CUADRADO: -t.. necrópolla penina.u- de la eultura ibérica>t. La s.ia Epoca ele la Cultura JWrlea. A.&.A. Arq• Madrid. 1981,
pq..
82 y 83.
(16) PLUTARCO: «De bid.,., 18.
(18) A Dem6ter. Kimmo 8-'r\eo
238-264.
«A.f CÍiaba la dloea m el pelado al eopl6ndido hijo cleJ prudenC. Celeo, a o.mol0011te, al que er-.eDClrara Wetanino. la ele ~cintura.
&l c:r-tda icuala un diooa, lin alimento, ain DII.DII.r la blanca leche._ ~ Jo u:ncfa ele ambroefa. - l i blll>*e nacicJo el. un diooa,
mieDtrat .optaba nav-e. eobre 61 y Jo tatúa e11 au repso. Por 1aa noeiMI Jo oc:ultaba o el~ cleJ f~M~o, como un tb6o. a .conclidu el.-
n.
J*lne.
Waa pere elloe r•u.haba u.n paD procli¡jo CÓIIIO creda. .t..uiedo robu.ato pa.ra au edad. Y • que al .,.lo M ._¡aba a loe .U0.....
Y lo babria hecho ~ocedor ele la vejea e inmortal ai Wetanira. la ele b . , _ eiDtura• .,.
ele i - t a , al ac:eebo ele ooebe,
_.,.toe
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ESFINGE DE ELCHE
9
ello, por la noche, le sosteniá encima del fuego para quemar su mortalidad. Metanira,
la esposa de Celeo, descubrió la acción y rompió el hechizo y, en consecuencia,
Demofoonte fue mortal.
Así pues, en el pensamiento de aquellas gentes la mortalidad debía quemarse para
convertir almdividuo en pura espiritualidad. Lo material es perecedero y por ello hay
que quemar la materia, hacer desaparecer la causa de la mortalidad.
También para los egipcios (17) existía la convicción de que el alma no podía llegar a
la morada de los espíritus hasta que hubiera podido desembarazarse de la materia que
trataba de retenerla.
Los iberos colocaron los restos incinerados de sus difuntos en distintos tipos de
tumbas, que expresan una evidente estratificación social, tumbas torre, pilares-eatela,
cámaras, empedrados tumulares o simples depósitos, alojados en diferentes receptáculos, estatuas-urnas, urnas cerámicas, cajas de piedra u hoyos, y los vestigios de
aquellos monumentos funerarios hasta hoy descubiertos informan de la realización de
representaciones con motivos alusivos a diversos aspectos de su religiosidad que tal
vez forman parte de unas ideologías y cultos genéricamente mediterráneos, representaciones funerarias que se encuentran destruidas en su época y· reutilizadas en la
continuidad de sus depósitos de difuntos o relacionados con ellos.
e) La esfinge
El tipo femenino de la esfinge parece ser originario de Siria, de donde se adoptó en
Egipto, que a su vez influyó en las concepciones estéticas de lo griego jónico.
Las producciones sirias constituyeron un activo agente difusor al que se sumó el
carácter religioso de la esfinge egipcia, de cuyo sincretismo se produjo la plasmación
de este ser y la iconografía que se expandió hacia Occidente. También hay que valorar,
en este aspecto genérico, el hecho de que faraones del Imperio Medio mandaran
esculpir esfinges en Ugarit y en otras zonas sirias, que se colocaban por parejas como
guardianes de los santuarios (18). Además debió de ser algo normal que los sirios
conociesen el significado egipcío de la esfinge porque su presencia como servidores de
los templos egipcios era frecuente. No obstante, Siria remodeló la apariencia de· la
esfmge puesto que la dotó de alas para ratificar su carácter sobrenatural y así creó el
tipo que se difundió por el Mediterráneo.
A lo largo del proceso evolutivo que experimentó la esfmge pueden fijarse diferentes tendencias a sus representaciones, que caracterizaron a las producciones fenicias,
a las sirias y, posteriormente, a las griegas, cuyo aspecto y significado alcanzaron
dtecle tu alcoba frqant. de iDc:ieawo, DO la b\lhi- eepiado. L&IIIÓ Wl irlto J - 1Qipe6 loe mueloe, &'-riuda por ... hijo, J - tnltonló •ucho
.., eu úímo. t-táncloee. elijo ..w aladaa palabn«
''¡Hijo ado, o-olooate! jlA ~ t. oc:ult. ., UD lftD fueco J - eD llanto Y 1ft .,.,..¡. preoc:upiiCÍol>".
Ae1 dijo ......,.w.la. y la O'f6 la ctiYIN . .en lae ~ lnit.de cootn .U.. ~. la de a - - - , al hijo .....so al q~aa .ua haWa
...,_¡,.do. l...._..so. m el palacio, lo de;ó coa- maDOe iDmonalee lejoe de 11. en el ~~Mio, --no del fueto, tenib~ eacoleriuda
en tu úúmo. Y al ti-po le elijo a Metanira,la d e " - - cintura: uRcabn. i.-nt.e, oA.ciOdoe para prner al de.liDO de lo bua.o y lo malo
q~aa oe aeucia. Tambim tú, eleetivam.,te, por t.,. ¡ _ . ' - bu C&IINido UD deeutn ilnparable. 86palo, pu-, el qua IMxcnble de la
Betit•• por la qiM loe clioeee juran. IDaoortal y deecoooc:eclor por ~l-.- de la veja iba a haoer a tu hijo, • iba a cooc:ederla UD Jlrivllecio
impe...eeduo. Mu ahora no ee poaible que eocepe a l a · - y al deatino t.tal.• (Tncl. A. BemaW.)
(17) .UBRO DK LOS MUKRTOSo, XVI y XXXIV·XLII.
(18) T . CHAPA: «Lu ee&.,... en la plútica IWricalt. Trabajoe de Prehiatorla, 87. Madrid. 11180,
-375-
pq. 828.
[page-n-377]
10
R. RAMOS FERNANDEZ
notables diferencias con las propiamente orientales, diferencias que se materializaron
en el «arqueamiento de las alas en forma de hoz y la fusión perfecta de los dos seres,
humano y felino)) (19), si bien a medida que evolucionó el arte griego fue ganando
importancia su aspecto humano.
Esta obra de Elche pudo formar parte de un monumento en el que debieron existir
otras piezas similares, puesto que la hallada está realizada para ser adosada y la
tendencia del período, manifiesta en las representaciones de esquina de Pozo Moro,
consistía en colocarlas por parejas. Es de carácter orientalizante pero su aspecto
implica el conocimiento de ideologías griegas y su realización ofrece matiz arcaico.
Su concepción de ser psicopompo procede del mundo griego, así como su técnica de
fabricación, la espiritualidad que representa y, probablemente, la creación alada de la
diosa que recoge ei tipo isíaco de alas de dos paños así lo· atestiguan, si bien su
producción ibérica parece evidente por las peculiaridades ya reseñadas. La esfinge de
Elche responde a la integración con personalidad propia en el ambiente mediterráneo
de su época, fusión del mundo orientalizante y helénico, interpretado por los iberos
desde finales del siglo VI a. J.C.
Parece que este tipo de representaciones en general, no sólo en esta pieza de Elche
para lo que existen datos precisos, son anteriores al siglo IV a. J .C. Así, los monumentos funerarios licios, con los que los hallazgos ilicitanos tienen evidentes paralelismos,
ofrecen tanto una evolución de formas arquitectónicas y plásticas como ideológicas,
debido a que la progresiva helenización restringió buena parte de las tradiciones
· indígenas y de las aportaciones propiamente orientales (20). Por ello, desde comienzoS
del siglo IV se modificó sensiblemente el sentido de las representaciones funerarias a
causa de la influencia griega.
d) El alma del düunto
El tema realizado en esta obra, el ser fantástico que puede conducir el alma del
difunto a su vida del más allá, puede paralelizarse con la idea a que debió responder la
ejecución del llamado Caballero Marino de Vulci, conservado en el Museo de Villa
Giulia, que representa a un personaje montado en un hipocampo, al que hoy le faltan
los cuartos delanteros. La estatua, en piedra calcárea, fecbable hacia el520 a . J .C. (21),
está hecha para ser vista sólo lateralmente puesto que , a cara opuesta a la esculpida
l
apenas está desbastada, igual que la esfinge ilicitana, lo que ma.nifiesta que su
posición en su época de vida sería la de pieza adosada a algún tipo de paramento. En
esta pieza de Vulci son significativos tanto las redondeces de los contornos como la
sinuosidad de las formas y es destacable que el rostro del personaje es de inspiración
jónica y oriental, de frente baja, cejas en la prolongación de la nariz y ojos almendrados (22).
(19) CHAPA: Op. cit. nota 18, pq. 828.
(20) P . DBMARONB: • F ouilleo ele X...tbOP, V. Paria, 1974, pq. 121.
(21) A. HU!!: olAa ~'* et laur deotlmo. Paria, 1880, pq. 110, lúl. 1· 1.
A. HU!!: olAa ~Me._ d 'or de l'hiatoire ~ (~75 a. C.)t. LatcD..., 1<141,
Uml, ~ 118 151.
(22) S. STBJNORX.BBR: • Btnuien>o. MWiieh, 1881, pq. 188 y fi&. 101.
R. BLOCH: oArte Buwcooo. &n:.looa, 1885, ~ 54-55: le aitú .., UD& t.cha que - .,.._ • 111 alta, beeia 800 a. ~.C~ ~ que la
pieza ni)IOI'Wia al - t o da lu ú.llilllu produeeioneo areaicaa de Vulci. que pueclab cieWM .;..... loe alloe 520-810 a. J .C.
s...,...u..,
- 376 -
y
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ESFINGE DE ELCHE
11
También este tema del transporte de las almas materializadas en seres antropomorfos se encuentra plasmado en la llamada Tumba de las Harpías, ahora en el Museo
Británico, descubierta en Licia, concretamente en Xanthos, junto al teatro, y fechada,
inicialmente, en los momentos transicionales entre los siglos VI y· V a. J.C. (23). Es de
planta cuadrangular, de 2'50 x 2'31 metros, emplazada sobre una base alzada y
decorada en sus cuatro caras laterales con relieves realizados sobre bloques de mármol
blanco sobre los que descansa una cubierta de piedra caliza consistente en una gran
losa esculpida en su zona superior para asemejar una cubrición de piedras. Los
relieves están distribuidos en paneles centrales y piezas angulares y circunscritos por
molduras que enmarcan cada una de sus caras, con una altura de 1'02 metros. Los
lados norte, sur y este son similares en su composición: en el bloque central hay una
figura antropomorfa que recibe ofrendas. En las piezas angulares se realizaron repre·
sentaciones independientes, mientras que el lado oeste contiene, en el bloque central,
la entrada a la cámara y hay personajes sentados en las piezas angulares.
Este pilar funerario está hoy, generalmente, fechado en el siglo V a. J .C. (24).
Los bloques angulares de las caras norte y sur presentan, en cada uno de ellos, una
sirena llevándose a una figura de tipo humano. Estas cuatro sirenas tienen cabeza,
pecho y brazos de mujer pero su cuerpo termina en forma de huevo, con cola y patas de
pájaro, así como con 'largas alas que arrancan de los hombros.
Esta obra, como todas, estuvo policromada y todavía conserva restos de azules y
rojos.
La denominación por la que es conocida esta tumba se debe a la primera interpretación del tema que más atención acaparó: las figuras aladas con «niños)) en sus brazos
de los bloques de esquina, que se identificó como el rapto de las hijas de Pandareos, rey
de Licia, por las Harpías (Odisea XX,66). La interpretación actual alude a sirenas que
transportan a las almas de los difuntos que las arrebatan a los cadáveres para llevarlas
a su otra vida. Asimismo, los temas centrales no parecen ser divinidades, sino representaciones de las personas enterradas en la tumba a quienes los miembros de su
familia llevan ofrendas. El lado occidental, el principal, está asignado a las mujeres;
los otros tres expresan una gradación de edad e iplportancia de los personajes senta·
dos: un hombre anciano de larga barba, otro de mediana edad con barba corta y un
joven imberbe. Tres generaciones que manifiestan la intención de su creador de
expresar una continuidad ritual en la tumba familiar. Si bien, recientemente, de nuevo
se han realizado precisiones en cuanto a la interpretación de estos relieves para
indicar que los frisos norte y sur, los encuadrados por las sirenas, ofrecen la representación de los difuntos heroizados mientras que los lados este y oeste responderían a
figuras divinas.
(28) P. N. PRYCB: «CataJocue ot Sulpture in lh• ~t of Greek ancl Roma.n Anliquitiee of lb. BritW> M__.. Vol. J. Pan. J.
• PNh•lenic an Barly Greeklt. Britiab MIIMUID, Lcmdon, 1928, pip. 122-1.29 y Uma. XXJ.XJI.
(24) DEMARGNB: Op. cic. nota 20, ~. 118.
- 377-
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12
R. RAMOS FERNANDEZ
El monumento fue restaurado, en su lugar, en 1957 por las autoridades turcas con
los moldes que de sus relieves originales realizó el Museo Británico.
El tema del transporte de las almas queda patente en el pensamiento licio de época
arcaica: Además, también en las civ:ilizaciones cretense y micénica existen concepciones que materializan, en formas concretas, a las almas. La gema tallada del llamado
Anillo de Néstor, descubierto en una tumba real abovedada de Pylos, hoy conservado
en la Colección Evas de Oxford, tiene el campo dividido en cuatro cuarteles por un
viejo árbol con sus ramas, en las que se representa la secuencia por la que pasan las
almas hasta lograr su paso a la inmortalidad: crisálidas colgadas en la línea superior y
dos figuras femeninas que guardan la entrada mientras otras dos, de pie, al parecer
recién llegadas, hacen gestos de sorpresa al encontrarse en el otro mundo (25). El paso
de las almas, agachadas, que tienen figura humana, por de~ajo de una losa sobre la
que se encuentra un león. Su salida triunfante de esta prueba y cómo después aparecen
guiadas por un personaje hacia el trono de la justicia infernal. El fiscal acusador, un
grifo que se representa sentado sobre una mesa, y el juez que indulta a aquellas almas,
por lo que ahora aparecen ya transfiguradas y tienen cabeza de paloma.
El mundo prehelénico tuvo una profunda concepción de la transcendencia espiritual, que llegó a materializarse en la representación de símbolos. Así, el grupo de
placas de oro descubierto por Schliemann en la necrópolis localizada en el ágora de
Micenas, hoy conservada en el Museo Nacional de Atenas, presentaba decoraciones
simbólicas, corpóreas y abstractas, de sus creencias religiosas. Hay entre ellas unas
circulares con representaciones de mariposas que aluden al alma, ya metamorfoseada,
salida de la crisálida que fue su cuerpo mortal.
Incluso en la cerámica ibérica del período Helenístico, en la cerámica tipo Elche,
existen representaciones de aves hacia la izquierda que representan tanto el alma
como a la misma muerte.
·
e) La Gran Diosa
La figura femenina alada que conduce a la esfinge desde su posición en las garras
delanteras es la Gran Diosa, «la divinidad única a quien venera el mundo entero bajo
múltiples formas, variados ritos y los más diversos nombres» (26). Es la Diosa de la
vida, la soberana del Mundo por la fuerza omnipotente del amor, el poder nutricio de
la tierra, la rectora de la vida y de la muerte, la reina del cielo y señora de las estrellas,
es la luna, la reina del mundo de los muertos, la diosa del mar, la madre de la
(26) J . PJJOAN: • BI An. PnbtUnicooo. 8WIIIIIa Arte. Vol VL Madrid, 1946, p4c. 1507.
(218) APULBYO: •Metamodotip, XI: «Soy -dice ella- apuecitndo ane. Lucio, la Natvalea. la ID&dre dt laa tt11on dt todo. lot
elemen&o.. ori,.n '1 principio de loe oi¡loe, clivinidtod aupnma. reiDo de loe Mar., primera ..u. loe habitafte.t del cielo, tipo IIJlilonDe de loe
clioeee 7laa clioeu. Yo 80'/ aquella CU)'a voluntad (Obiema laa bóveda& lwainoau del eitlo, loe "'ttro& aaludabl• del ~o. eiiiÍI\I}II'e ailencio
de loe oe6anot.. Como potencia wuea eoy ..torada por el Univeno t111lero bejo m6ltipl• !onua, div-.. .......oDiu, ail DOoDbrM ctilerotea. Lot
triliot, loe primero& que vieron la hoz en la tierra, - llamaron Diota de Peeimocle. y Madra de loe DiOMI;loe a~ aut6ctoo>oa- dioron el
-"re de Wintrva c.cropiana. Soy la Vt111ua de Paphot •U. loe habitafte.t de la iala de Chipre: Diana Diet;yDa pa.ra loe~ bl..bilea., el
tansu.iento de laa Oechaa; Proearpina Bedciana •tn loe aicilianoa que hablan t.ncuu; tt - d-m& e-, la antipa diYIAidad, . .
boca de loe habie.ne.e de BIMMia; Juno pa.ra Wlot, Bellcma pa.ra OVO&; Rkae.t aquí; Rbaamuaia alJL Paro aquelloe a qW.. iluminan lot
~ ,.yoe dtl Sol aaci..,ta por ou anti¡uo deber, loe 6nicoe que me hoDorn _, el culto que . . • propio. loe eolot que- llaman
dú>dOCDt b.i verdadero DOoDln.-
.
-378 -
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ESFINGE DE ELCHE
13
naturaleza, la dueña de todos los elementos, el vientre engendrador, la diosa de la
belleza y de la fertilidad. El mundo está amparado y regido por su poder.
Los sumerios la llamaron Inanna; los acadios, lshtar; los egipcios, Isis; los fenicios,
Astarté; los frigios, Cibeles; los griegos, Afrodita y Deméter, aunque también la
conocieran como Artemis Efesia, los foceos y Artemis Oriia, los laconios (27); los
etruscos, Uní; los cartagineses, Tanit; los romanos, Juno, y de la que por ahora
desconocemos su advocación ibera.
La iconografía de esta obra ibérica tiene paralelos, ya citados, en determinadas
representaciones egipcias de Isis, en el sarcófago llamado de Isis y en las terracotas de
la necrópolis de Santa Mónica, en las terracotas de la Cueva des Cuieram, en las
cerámicas pintadas del período ibero-helenístico de La Alcudia de Elche y en representaciones de la espartana Artemis Ortia, aunque también podría relacionarse con
divinidades sirio-palestinas asociadas a Ishtar y que también, en nuestra Península,
podría conectar con los bronces de Berrueco (28) e incluso con la representación alada
de los relieves de Pozo Moro (29).
e-1:
Los relieves y las representaciones pictóricas de Isis, en Egipto, ofrecen el tipo de
esta figura alada. Presentan a la diosa con alas de dos paños de plumas, iguales a las
de la pieza de Elche, que, asimismo, arrancan de debajo y detrás de los brazos.
Las alas de Isis son la expresión de que puede volar al Más Allá, acompañar en su
gran viaje a las almas de los muertos y protegerlas.
Además, Isis es la naturaleza considerada como mujer y apta para recibir toda
generación (30). Suele estar representada como una diosa que lleva en su cabeza un
trono, que es el ideograma de su nombre. En algunos casos, en época avanzada, su
tocado lo forman dos cuernos de bóvidos entre los que se interpone un disco, que,
ocasionalmente, suele adornarse con una pluma a cada lado, aunque también existen
representaciones de Isis con una cabeza de vaca sobre su cuerpo humano (31).
En las obras escultóricas o pictóricas de Isis, es frecuente que ésta aparezca junto a
Osiris o junto a los muertos a quienes protege con sus brazos alados. También suele
aparecer llorando al pie de los sarcófagos y velando junto a los vasos canopos. Es
evidente que los griegos bebieron iconografía egipcia, por lo que la morfología alada
de la diosa en Occidente pudo deberse a una adopción griega de las alas de Isis, puesto
que a partir de mediados del siglo VII a. J .C. se iniciaron relaciones e influjos
v-
(27) La cleoalpaclón ele Seftora ele lu Pieru (Potnia Theron) procecle ele le Dlacla que alude a A~ (HOMBRO: La ru.o_ XXI-470) y
ad-'a loe ~ele •ta dloee coinciden con loe citadoe para Afrodita en el Himno Hom6rico a ella dedic:ado (Himno Hom6rico e Afrodita, 887•: .•. «Preeioeamenta ataviada con toda au bermoea veetimenta eobre au cuerpo, y adornada de o.ro, le rlauella Afrodita" enc:a.aú.n6 Jlf""uroa& a
Troya, bU abandonar el butrto trqanta, haciendo raudamente au camino por 1u alturu, ..~~e nubee.
Lleeó el Ida pr6dico en
madre de líeru. y .. encamiDó en derechura el aprlaco, mot>t.e a tnvM. TI-u ella, baci6ndole baia¡q..
marchaban cria'ceoe loboe, leon• de (-lllirada, oeoe y velocel put.eru, iD.Nciablel de ODftOL Y ella el ftrloe NIOCijó 1111 Úlilllo an 1U rutro
interno e inl\mdió al diMO en IUI pechoe.•
(28) M. ALMAGRO BASCH: ocBl ~ llüW y el periodo Orimtalisant.e en Eúremaduru. Bl~ PrMbi1t6riea Hiolpana. XIV. Madrid.
1977,
pq. 2M.
•
(29) ALMAGRO GORBKA: Op.. cit. nota 11.
(30) PUTl'ARCO: cDe laicleot, 6S.
(81) PLtn'ARCO: cDe ~. 18.
-379 -
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R. RAMOS FERNANDEZ
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recíprocos entre lo griego y Egipto: mercenarios griegos, jonios y carias sirvieron en
Egipto. Durante la época saíta los helenos del Asia Menor comerciaron en Egipto, lo
que tal vez supuso el inicio del desarrollo del gran período cultúral del área jónica,
que evolucionó coincidiendo con los avances persas hacia el Egeo y su conquista de
Egipto.
e-2:
El sarcófago de la necrópolis de Santa Mónica, conservado en el Museo Nacional
de Cartago, es una obra de mármol de 1'93 metros de longitud, datada entre los siglos
IV y III a . J .C., cuya tapa, esculpida en altorrelieve, tiene una figura femenina
cubierta con un largo velo que desciende por ambos lados de su rostro y que está
coronado por una cabeza de halcón. Está vestida con un manto que, a la altura de la
cintura, se transforma en dos grandes alas plegadas una sobre otra (32). La pieza es de
ejecución griega, evidente en el rostro, el velo y la parte superior del vestido, y de
inspiración oriental apreciable en la incorporación de elementos egipcios como la
cabeza de balcón y las alas cruzadas de tipo Isis-Neftis.
e-S:
Las terracotas aladas, de forma acampanada, con flor de loto de la Cueva des
Cuieram, conservadas en los Museos Arqueológicos de Barcelona e Ibiza, así como las
de Santa Mónica del Museo de Cartago (33), responden también al patrón iconográfico
de es ta pieza de Elche. Están realizadas a molde, son huecas y representan figuras
femeninas (34), tocadas con tiara cilíndrica y peinado egiptizante. Su cuerpo está
cubierto por dos grandes alas, a manera de manto (35), que dejan en la parte central
del pecho un espacio en el que colocaron, con evidente frecuencia, una flor de loto
estilizada (36).
e-4:
También las cerámicas pintadas de Elche ofrecen representaciones de esta figura
femenina alada.
La iconografía de esta diosa, diosa que en Elche se muestra en el período arcaico
como la representación de un personaje femenino con las alas plegadas, según ya he
referido, y que probablemente estuvo asociado a un principio masculino identificado
con el toro, en el occidente mediterráneo parece propia de un área púnica matizada
por lo griego suritálico.
Sin embargo, dura.nte el período ibérico clásico no existieron en Elche imágenes de
divinidades. Esto tal vez pudiera relacionarse, a través de Cartago (37), con lo ocurrido
en el área chipriota (38), donde, en su escultura clásica, la divinidad se confundía con
su sacerdotisa, y que a su vez pudo tener cierta relación con la Sicilia de su período
(32) A. PARROT '1 otroe: •Loa CeniciOP. M...trid. 1971>, p4¡. 1'10.
(83) P. CINTAS: «Manuel d'ArcMolocie PllniqiMll, D. Paria. 1976, p4¡. 388 '1 üm. XCU, 1.
(34) M. & AUBBT: «La Cueva dee CII;Yl'&IDI'. IMtituto de Arqueolocia de la UniYel'lidacl Publle. Bvent., 16. Barcelou, 1989 (ti...- 18 a 1.9).
(85) M. TARRADBLL: oTuracow pWúcu en Ibisalt. Barceloca. 1974, ~ 202-204.
(36) JACOBSTH.AL: .0-lt PinP. OxCord. 1966.
~
47-49.
(S7) P. CINTAS: • Manuel d'Areb6olocie PuniqiMll, L PaN, 1970, p4¡. 380.
(88) J. KARAGBORGIDS: «Le Grande»'- de Clly¡n et eoo cult41t. Maieoo de l'Orient M6cli~
-380 -
Anclea. 6. Lyoa. 1977, ~ 209-21&
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ESFINGE DE ELCHE
16
clásico (39), en el que no existió facies de orientalización ni material que hoy informe
sobre la producción de piezas asimilables a divinidades. Asimismo, en Licia la helenización añadió, ya desde inicios del siglo IV a. J .C., «temas nuevos que no eran ni
indígenas ni orientales sino tomados de la vida griega•• (40), fo que supuso una
consecuente transformación iconográfica. Por ello, las llamadas damas ibéricas no
debieron representar en sí a la divinidad sino que fueron retratos de sus grandes
sacerdotisas, como reflejo humano de la propia divinidad.
Pero la representación de la diosa volvió a producirse en Elche a lo largo de la
época ibero-helenística en sus cerámicas pintadas. Este período, la tercera etapa
ibérica, datable entre el último cuarto del siglo m a . J .C. y mediados del 1 a. J.C., está
esencialmente representado por la temática de la decoración cerámica (41): representacioñes de las fuerzas de la vida y de la muerte en actitudes violentas que contrasta.n
cori la serenidad con que pintaron a la Gran Diosa, que normalmente preside las
escenas y que responde a representaciones antropomorfas de libre interpretación
ibera, además de la plasmación de otras figuras humanas en escenas de variado tipo.
La cerámica es precisamente la que caracteriza a este período ibero-helenístico con
su personalidad, su barroquismo, su independencia, su desprecio por los cánones
clásicos y su singular identificación evidenciada por sus representaciones simbólicas,
humanas, animales y vegetales, que constituyen un claro índice para fijar un paso más
en la secuencia cultural ibera.
La diosa, bien pintada sólo con su rostro, alado o no, o bien su busto o completa,
con la. alas extendidas y con una silueta de botella debida a su ropaje acampanado, es
s
evidentemente la misma que representa el gran sincretismo mediterráneo, es la Tanit
cartaginesa (42), puesto que, seguidamente, durante el período ibero-romano (43) el
templo principal de lliici estuvo dedicado a Juno. Además, en un vaso se presenta
acompañada de los animales propios de la diosa: la paloma y la serpiente; y en otro en
medio de una pareja de caballos alados, aspecto que evidencia la posibilidad de que esa
misma diosa pudiera estar fundida con la Artemis de Efeso, la divinidad alada que los
focenses veneraban en todas sus ciudades (44).
La fecha tardía de estas representaciones pictóricas, finales del siglo m hasta
principios del 1 a. J.C., podría sugerir la idea de un retomo orientalizante en cuanto a
la iconografía y revitalización de la religiosidad ibera se refiere. Tal vez esto pueda
relacionarse con los movimientos mediterráneos de mercenarios iberos, la apertura de
la Vía Real que unía Susa y Efeso constituyendo el puente terrestre entre Oriente y
(at) G. SFAMBNI: «1 culti orieotali in Sicilip. lAicle. 1973.
(40) DBMARGNE: Op. cit. nota 20, pq.. 11&-121.
(41) RAMOS: Op. cit. nota 9 (1982), páp. 1%1 1 122.
pq.. 101·103.
(42) A. RAMOS: ot!A Alcucüa de Elche, antee y durant. la dominaci6b púnica•. 1 eon,_ Nacional de Arqueoi"'JÚl y V Con.- de
Arqueolócico del S. E. (A!metía. l!N9). Zarqoza, 1960, pár. 206. "·~ ¡¡..,..... como repreMnt.cion• de la d;oee Temt y de loe animaleo oep-adoe
que prooeclentee de Eripto puaron a loe C&ttqin- •.. , ein que olvidemoe la influencia que Grecia ejerció eobre el pueblo fenicio, quien,
probablemente, toma,.. de aquélloe eotu 1iruru repreeen.t ativu de Twt.•.•.
(48) R. RAMOS: «La ciudad romana de Dllci•. lutituto de Betudioe Alieantinoe. Serie D, nCun. 7. Alicante. 1976, páp. 16&-llf.l.
(44) A. BLANCO: •lA Anti¡¡üeded•. Hietorla del Am Hiepánieo. Madrid, 1981, pár. 68.
-381-
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R. RAMOS FERNANDEZ
16
Occidente a través del punto de contacto que suponía Jonia, a las estancias de jonios
en tierras egipcias, la conquista de Egipto por los persas y esencialmente las matizaciones cartaginesas surgidas a consecuencia de la Segunda Guerra Púnica en función
de la helenización experimentada por Cartago a causa de su relación con la Sicilia
griega.
La divinidad representada en las cerámicas de Elche pudo ser una Potnia local,
una «Señora de Elche)), identificada con la antigua di~a. que tuvo evidentes paralelos
en un mundo jónico que ya en los momentos a que aludo debió estar espiritualmente
integrado en la religiosidad y el pensamiento de determinados grupos iberos.
e-5:
Las representaciones de la espartana Artemis Ortia, aspecto arcaizante de una
divinidad de la fecundidad, vinculada a la agricultura y consecuentemente a la
fertilidad y a la vida en general (45). Diosa cuya primera imagen, según la tradición,
fue traída por lfigenia y Orestes del Quersoneso táurico y se consideraba caída del
cielo, a la que en Esparta también llamaban Ligodesma porque fue encontrada en una
mata de juncos que envolviéndola la mantenía en pie (46) y cuyo altar del Limneon se
rociaba de sangre humana, lo que no contradice su calidad de protectora de los
animales y de los humanos puesto que esencialmente era nodriza, criadora de niños.
La iconografia de Ortia parece ser reflejo de integraciones egipcias y sirias en el
mundo griego, que a su vez originó la helenización del tipo que llegó al occidente
mediterráneo.
Es probable que la iconografía de las representaciones femeninas pintadas en la
cerámica de Elche estuviese relacionada con la de Artemis Ortia, versión de una
potnia peloponésica adscrita a la jurisdicción de Artemis, que a su vez fue en el mundo
griego una faceta de la Gran Diosa, por lo que participó de alguno de sus aspectos y
fue, asimismo, sincretizable con ella.
Asociado a Artemis Ortia pudo existir un señor de la Tierra, un Poséi-das, que se
correspondía con sus similares sumerios, acadios o hititas (47), divinidad agrícola
citada en los textos de Pilos como dios del caballo, de las fuentes, de la f~cundidad y de
las fuerzas subterráneas, que en Licosura estaba relacionado con Deméter y Artemis,
es decir, con las dos reinas que se asocian a su culto. Este dios masculino, que pasó en
la mitología griega a ser Poseidón, experimentó, igual que la Gran Diosa (escindida
básicamente a partir de entonces en Deméter-Artemis-Afrodita), el reparto de poderes
con lo que perdió fuerzas en su aspecto divino, sobre todo a partir de las migraciones
consiguientes a la ruin~t de Micenas, cuando sus seguidores tuvieron que desplazarse a
las islas y a las costas de Asia Menor. Entonces Poseidón se convirti~ en el dios del
(45) R. M. DAWKINS: tii'M Sanetuary ot Artemis Orüa at Spart.. Lonchw. Ul2t.
(46) PAUSANJAS; ocDtecripción ele Ore<:i&JO, fil·16. 7 a 11 (Trad. A. Tovar. Valladolid, 1946).
arcaica y clúic:a•. Lu Reli&ion• AntiiUU. 11 Madrid. 1983, JIÁI. 262.
F. VIAN: «LA ntli&ión lri..• en la
(47) A quien poeiblemente •tuvo dedicado el untuario ibero del Cirarralejo en 1\inclón de laa ofrendaa de ~uidoo que eu excavación
ofreció: E. CUADRADO: «ExcavaclonH en el Santuario iWrico del Clrarralejo, Mula•. lnform• y Memoriu de la Comiaarla General de
ExcavacionH, núm. 21. Medrid. 1960.
·
'poca
- 382 -
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ESFINGE DE ELCHE
17
mar. Pero antes de que eso ocurriera Poséi-das había sido un Señor, un Dueño, un
Esposo de la Potnia Theron, tal vez vinculado a Ortia, que tuvo una metrópoli
religiosa en la ciudad de Helike (48). Fue el Poseidón Helikonios a quien, más tarde,
dio culto la antictionía de las doce villas jónicas del Cabo Micale y en cuyo honor se
sacrificaban toros.
(48) Ciudad bomóniJDa de la citada por Diodoro de Slcilia en t;..-raa de Iberia. tal vez próxime al rlo Alebua (Avieno: .ora maritúau. 46). que
mú tarde pudo denomlnaree ~o el Benfti.Alepu. que diera IUlfn al accual Vinalop6.
- 383-
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RAMOS.- E s fi nge de Elche
1
"' ·
LAM. I
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~·
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ARCHJVO DE PREHISTORIA LEVANTYNA
Vol. XVID (ValeDc:ia, 1888)
CRISTINA ALDANA NACHER
(Valencia)
LA CERAMICA IBERICA CON DECORACION GEOMETRICA SENCILLA
EN EL TOSSAL DE MANISES (ALICANTE)
(Campaña de 1965)
A D. Domingo Fletcher Valla, entrañable
de arqueólogos y prehistoriadores
valencianos.
~stro
PLANTEAMIENTO
Uno de los elementos más claramente definitorios de la llamada «Cultura Ibérica»
lo constituye su cerámica a tomo con decoración pintada. Dentro de ella existen
diversas variantes -como es sabido- y así nuestra atención se centra en la actualidad en el estudio del estilo decor~tivo más antiguo, que es el que presenta una
ornamentación de tipo geométrico sencillo, a base de bandas simples, combinadas de
formas diversas y, ocasionalmente, algún otro elemento, siempre de tipo geométrico.
Este estilo, que resulta común a todos los yacimientos ibéricos de la primera época,
fechables entre la segunda mitad del s. V y el final del s. IV a. JC., como quedó
demostrado hace años (1), es el que nos proponemos analizar en base a los materiales
procedentes de la campaña de excavaciones, que, en el año 1965, llevaron a cabo los
Ores. Llobregat y Tarradell ~n un sector ¿_,..:1 importante yacimiento ibero-romano
alicantino del Tossal de Manises; dichos materiales se hallan depositados hoy en día
0) D. PLBTCRER VALLS, B. PLA BALL8STER y J. ALCACER GRAU: «La Baaticla de Lee Al~ (Moput.. Val....,ia)oo. ~bajo& Varioe
del Servicio de Inv..Uracl6n Prehiltóric:a. aW.... 24 y 25. Valencia. 1966 y 1969.
-387-
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2
C.ALDANA
entre los fondos del Museo Arqueológico Provincial de Alicante, donde estamos
pudiendo estudiarlos gracias a las facilidades prestadas por el Dr. D. Enrique Llobregat (2). En un futuro próximo esperamos poder contar con los suficientes datos sobre
este tema como para estar en situación de ofrecer un estado de la cuestión actualizado
sobre esta primera fase cronológica de las cerámicas ibéricas decoradas.
El final de los poblados ibéricos antiguos vino marcado, al menos en el sector que
estudiamos, por una serie de destrucciones violentas de los principales asentamientos
de la zona, entre los que se encuentra el Tossal de Manises, aunque se romanizó
posteriormente, por lo que se trata de analizar aquí los niveles más antiguos de dicho
poblado, centrados en el s. IV a. JC.
El mundo ibérico contestano, en su primera fase, se va a caracterizar por la
variedad de sus formas cerámicas, si bien el estilo predominante durante el siglo IV
será el ya citado como geométrico sencillo, de bandas y filetes agrupados.
Dentro de este ámbito, el Tossal de. Manises cuenta con el problema de ser un
asentamiento de larga perduración cronológica, de forma que los restos más evidentes
hoy corresponden a los de una ciudad romana imperial.
Este importante poblado contestano, conocido de antiguo, recibe su nombre del
pequeño cerro sobre el que se asienta, de 37 metros de altura, y que domina la
Albufereta de Alicante, a unos cuatro kilómetros al Norte de dicha ciudad (3).
Llobregat (4) estableció que son tres fundamentalmente las ciudades que se asentaron en el Tossal, según se desprende del estudio de sus materiales; la que nos interesa
es la inferior, ibérica de los siglos IV y m a. JC. La segunda ciudad, que es la que usó
la muralla que se conserva, cuenta ya con importaciones de cerámica campaniense A y
B, así como ibérica con decoración compleja, principalmente del estilo Elche-Archena.
El tercer nivel sería de una época en la que la muralla ha sido destruida, siendo sus
materiales de época romana imperial, y son los restos de esta última ciudad los que son
visibles en la superficie.
En conjunto, ofrecen interés las series cerámicas ibéricas, pues apenas hay elementos metálicos de esa época, y resulta desde luego imposible averiguar la fisonomía que
debió tener la primera ciudad ibérica del Tossal de Manises, como sabemos, y que sería
paralelizable al grupo de asentamientos de la etapa ibérica antigua.
ANALISIS DEL MATERIAL REVISADO
El nivel ibérico del yacimiento ha proporcionado en todas las campañas llevadas a
cabo en él, cerámicas importadas antiguas y cerámicas ibéricas con decoración geoméirica sencilla, a base de bandas circundantes; las importaciones son fundamentalmente
(2) Ave<~- deede eetu liD- al Dr. Uobrept el in1MM y tacili
bue del ~te artk\alo.
(3) Coordenada.: MaJMI Militar de Eop.Aa, .cala 1/50.000, boja 29.34 (812). «Alie~~nteoo; punto U.T.M. 238.498.
(4) B. LLOBRBOAT CONBSk •ContaWlia lbériealo. Instituto de &tudi01 Alicantln01. Alie~~nc., 19'72. p6p. 68 y ee.
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CERAMICA IBERICA TOSSAL DE MANISES
S
áticas de barniz negro y, conforme subimos de nivel, aparece la campaniense, enriqueciéndose además el mundo de las cerámicas decoradas ibéricas.
La campaña de excavaciones cuyos materiales nos hallamos revisando, se desarro·
lió durante el mes de diciembre del año 1965, bajo la dirección de los Dres. Tarradell y
Llobregat y de don Vicente Pascual, director a la sazón del Museo de Alcoy. El
objetivo prioritario de aquellos trabajos consistió en llevar a cabo una serie de
sondeos con el fin de buscar las trincheras de cimentación de la muralla de la ciudad
del Tossal y proceder a su fechación, con la cronología inicial de la misma.
Por ello se comprende que la cantidad de material cerámico ibérico procedente de
aquella excavación no resultase excesivamente abundante, sobre todo en relación con
lo aparecido en campa.ñas posteriores (5). Lo que sí se nos ha hecho evidente en
seguida ha sido la importante presencia de cerámica con decoración geométrica, que
es la que fundamentalmente nos interesa.
Sobre esta base, creemos que los estudios de cerámica ibérica pintada han de
centrarse en la composición de los distintos elementos que forman las decoraciones,
por lo que puede resultar de gran interés y aportar nuevos datos la revisión de los
materiales procedentes de las excavaciones sistemáticas, en nuestro caso preferente·
mente de los del área contestana, entre los que destaca el Tossal de Manises.
La composición ornamental puede indicar una mayor o menor antigüedad, aunque
los motivos sean siempre de tipo geométrico; así, los elementos que dirigen la composición son las bandas, entendiendo por tales las que cuentan con más de un centímetro (6).
No obstante, el grosor de bandas y filetes puede no ser totalmente regular sobre la
superficie del vaso, lo que denotará aún una, cierta imperfección en el uso de la técnica
y, por tanto, una cierta antigüedad.
Otro hecho indicativo que hay que considerar es que el grosor de una línea puede
ser indicativo del tamaño o dimensiones de un vaso, pues evidentemente las bandas se
dan, sobre todo, en los recipientes grandes, como urnas y tinajas, mientras que los
filetes aparecen sobre los vasos pequeños.
Centrándonos ya en los materiales de las excavaciones del año 65 que hasta el
momento hemos revisado, podemos hacer una distinción entre una serie de catas y
sondeos previos y el sector pri.ncipal de los trab~jos, que lógicamente es el que ha
aportado más cerámica ibérica con decoración geométrica; toda la campaña se llevó a
cabo junto a la muralla orientada al golfo de la Albufereta, cuyos restos son aún
visibles, o en sectores muy próximos a la misma.
ID-
(5) M. TARRADBLL MATBU 1 B. LLOBRBOAT CONBSA: «Avance ciAo loe ...Wtadoe ciAo w exeavaciob• arqueoklsicu ., cuno ., el
Toeeal ciAo ....... Alicute, dúrante loe
ciAo a¡oeto • DOViembre ciAol aAo 196&o. Nodciario A!queoJ6tico HJ.pinlco, x.XJ y m (lllll6-f8).
Madrid, 1870, pq.. 141·146.
J . M. J . ORAN AYMBRICH: •Bxcavaciol>ee arqutOI6tic:u"' el T...al ele Man!Me, La Albufereta (Alicute). 1978». Noticiario A!queo16tico
Nacionel, A!queo)opa 6, M.drid. 1977, pip. ~
(6) S. NORDSTROM: •La c6ramio¡ue peinte IWrio¡ue de la provínee d'AIIcuteot (l y 11). Acle UDivenítaU. Stockholmi~Nla, VI y VII.
Stockholm, 1988 1 1973.
-389-
[page-n-391]
4
C.ALDANA
Las catas realizadas fueron denominadas A, B y C, afectando a la superficie y zanja
de fundación de la muralla, hasta unos 70 cm. de profundidad, mientras que el
principal sondeo, llamado H, se llevó a cabo junto a la torre de ángulo de dicha
muralla.
El material de estas catas y sondeo es más bien atípico, resultando bastante
abundante la cerámica ibérica sin decoración pintada. De la que lleva o ha conservado
ornamentación, puede decirse únicamente que son fragmentos pequeños de paredes de
recipientes de mediano tamaño, como cuencos o platos, destacando entre ellos algunos
bordes de «kalathoi» de cuello recto y labio en ala, lugar donde precisamente se
conserva una decoración a base de puntas del característico color rojo-vinoso propio
de los vasos decorados ibéricos.
El resto de los fragmentos, sin posible atribución a piezas concretas, llevan ornamentaciones geométricas sencillas, con grupos de filetes y bandas aisladas, aunque
esta combinación simple se complementa también con las denominadas «cabelleras» o
líneas verticales onduladas, círculos y semicírculos concéntricos a base sólo de líneas
delgadas, pequeños trazos verticales entre las bandas horizontales, etc.
Junto a esta cerámica ibérica ·pintada, siempre dentro de las catas mencionadas,
aparecieron fragmentos de pasta gris, sin decoración, y alguna pequeña muestra de
ba.rniz negro, poco representativa.
Por lo que respecta al área principal de la campaña del Tossal de Manises durante
1965, ésta se situó - también cerca de la muralla- en los llamados sectores E y ED,
excavados a partir del 17 de diciembre de aquel año.
En esta zona, cuyo nivel entre 50 cm. y 1 m. nos encontramos estudiando, apareció
una buena cantidad de cerámica ibérica pintada, también ya del estilo Elche-Archena,
aparte del geométrico simple que nos ocupa, siendo la tierra de un mismo tono
grisáceo carbonoso. Los únicos fragmentos fácilmente identificables son bordes en ala
de «kalathoi» de cuello recto, con la decoración más habitual a base de picos o bien de
delgadas líneas paralelas o segmentos de círculo.
El resto del material revisado en los sectores E y ED son trozos más o menos
grandes de paredes de vasos, que preferentemente combinan una gruesa banda con uno
o varios filetes dispuestos de forma simétrica, por encima y por debajo de ella. Estos
grupos horizontales de líneas, que se repetirían monótonamente en el mismo recipiente, dejarían entre sí espacios sin decoración o bien añadirían otros elementos de
carácter geométrico, como líneas onduladas, «cabelleras», semicírculos o círculos
concéntricos, etc.
De la revisión, pues, de este grupo de material ibérico con decoración geométrica,
pueden extrapolarse algunas constantes observadas. La primera es que la combinación
sencilla de banda con filetes arriba y debajo se produce de forma única en un tercio al
menos de este tipo de material analizado. Las otras dos variaciones destacadas,
además de esta sencilla combinación, son las «cabelleras» o líneas onduladas verticales, que arrancan normalmente de una banda a.n cha; y los semicírculos de lí.neas
concéntricas, que aparecen adosados entre sí y arrancan del grupo de filete-banda-390-
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CERAMICA mERICA TOSSAL DE MANISES
5
filete superior, aunque también pueden presentarse aislados formando círculos com·
pletos, a veces de trazo más vacilante o menos perfecto.
Otro pequeño sondeo, complementario a las excavaciones en los sectores menciona·
dos, y conocido con el nombre de «Sondeo 1», se realizó en la base de la Torre 3,
llamada «Torre del Toro» por un relieve que en una de sus piedras apareció, hoy
perdido; se encontraron allí escasos fragmentos de cerámica ibérica; de ellos, la
mayoría sin decoración, y los que la tuvieron, la conservan bastante mal, siendo
visibles sólo algunas series de líneas delgadas horizontales.
CONCLUSIONES PROVISIONALES
El estudio actualmente en curso que realizamos sobre la cerámica ibérica con
decoración geométrica del Tossal de Manises (en principio de las excavaciones del a.ñ o
65), no hace sino enriquecer el conocimiento que de esta primera fase decorativa de la
vajilla fina ibérica poseíamos hasta la fecha.
En efecto, el estilo geométrico simple, que aparece en los poblados más antiguos, de
los siglos V al m a. JC. en líneas generales, como La Bastida de les Alcuses, La
Covalta de Albaida o El Puig de Alcoy, sigue el esquema decorativo de las bandas y
filetes alternantes (7), de muy antigua tradición mediterránea, esquema que pasa a
complicarse gradualmente con el tiempo mediante la inclusión de una serie de nuevos
motivos también geométricos, como círculos, semicírculos, lineas onduladas, rombos,
etc.
Del análisis de esta clase de decoración pintada siempre se ha deducido que
constituye un buen exponente del sentido del ritmo y de la proporción que debían
tener ya entonces los iberos; a ello hay que añadir el logro que supone crear un efecto
alternante o simétrico a base de las series de fajas que adornaban, por ejemplo, la
superficie de grandes recipientes como las urnas cinerarias.
La ornamentación geométrica simple nos introduce en un mundo de variada
tipología cerámica, pero, por contraste, escasa riqueza decorativa, lo que constituye la
nota destacada - junto a la presencia de otros elementos de importación que ahora no
nos atañen- de los poblados de la primera etapa ibérica (como el Tossal), que
concuerdan cronológicamente con la fase inicial de las necrópolis ibéricas, que son las
de la denominada época antigua o precultura ibérica (como la Albufereta), según
Cuadrado (8).
El campo decorativo de las vasijas aparece, en cierto modo, «delimitado» o dividido
por estas agrupaciones horizontales de trazos de grosores diversos, pudiendo quedar
los espacios entre las series o bien vacíos o bien con otros trazados geométricos de
tendencia y disposición preferentemente vertical.
(1) C. ARANEGUJ GASCO: ooLu d..oNtivu en la corimiea ib&iea valenciaJWO. Seitabi. XXIV. Valellcia. 19'74, páp. 81-63.
(8) B. CUADRADO Dl.AZ: .t.. necrópolis lb6riea da Bl Ciprftlejo (Nula, Nurcia)o. Bibliotheca Praehietorica Húpena, X.UD. Nadrid.1987.
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eoo.
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6
C. ALDANA
Por nuestra parte, pensamos que habrá que ir constatando entre los conjuntos de
materiales de. los poblados y necrópolis de la primera fase ibérica, las diferentes
agrupaciones de bandas y filetes con otros motivos, así como sus repeticiones en
distintos yacimientos, ~ecuencias de agrupamientos, etc.
Existen, hasta el momento, diversas posibilidades de combinación y emplazamiento
de dichas bandas y ·filetes; pueden ser: filete solo, banda sola, grupo de filetes, banda
entre filetes variando la cantidad de estos últimos, banda con filetes por encima, o
banda con filetes por debajo de ella.
En la cerámica «protoibérica)) o ibérica más antigua, de los siglos V y IV a. JC., no
existe ningún tipo de regla fija para combinar las diversas agrupaciones, si bien vemos
un detalle común que delimita la pared del vaso en su parte superior o inferior; sobre
la parte superior aparece generalmente una banda y los filetes bajo ella, mientras que
sobre la inferior los filetes se hallan encima de otra banda aislada. Esta disposición de
las agrupaciones se encuentra condicionada también por la forma de los vasos,
preferentemente bitroncocónica, que permite contemplar bien la totalidad de la superficie del recipiente.
Una innovación se va a introducir después en la cerámica pintada con decoración
geométrica, y es la inclusión sobre la línea de diámetro máximo aproximado de la pieza
de una banda entre filetes, disposición que marca el inicio, en cierto modo, de la
producción «clásica» del área levantina, y que constituirá, ·a su vez, la nota más
característica de esta clase de cerámica, hasta su apogeo, desapareciendo cuando la
cerámica pintada ibérica entre, en general, en una fase de decadencia.
. No obstante, todavía en pleno siglo IV a. JC. puede observarse una cierta incertidumbre en el tema de la situación y agrupamiento de ba.ndas y filetes sobre las paredes
de los recipientes.
El estilo geométrico de grupos de líneas resulta ser, decididamente, el que se ajusta
mejor al sistema decorativo por zonas, mediante el cual se concibe a las piezas como
soporte de un número variable de círculos concéntricos que las rodean completamente,
sin dar preferencia estética a una parte del vaso u otra; por tanto, la unifQrmidad y
una cierta monotonía son las notas que se desprenden de la contemplación de esta
primera cerámica ibérica decorada.
Por el momento, cuatro son las combinaciones de bandas y filetes más frecuentes
en la cerámica ibérica más antigua, y responden a una tradición que se observa
también en los yacimientos i];,éricos del Sur de Francia (9):
Banda con un grupo de filetes por encima de ella, o bien por debajo. Se sitúa
preferentemente sobre el cuello y vientre de los vasos, en los yacimientos del
Levante, Sudeste y Andalucía.
Banda entre grupos de filetes. Combinación ubicada casi siempre sobre el
vientre o parte más ancha de los vasos..
(9) J. J. JULLY: «Biementa d'6tude comparativa de la potarie peínte de type iWrique clane le Sud de la Ce!tique et de la poterie iWrique de la
Péninaule lbériqu... VII Con¡reoo Nacional de ArqueolOfla (Barcelona. 1981). Zaraccna, 1962. ~ 287·308.
-392-
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CERAMICA mERICA TOSSAL DB MANISBS
7
Banda horizontal única con un filete encima y otro debajo de ella. Este grupo
de «filete-banda-filete)) es propio de una cronología ibérica antigua, sobre todo
en el Levante peninsular.
Banda aislada o filete aislado. Suelen ir en la parte inferior del vientre ·d e los
vasos, aunque es un motivo algo menos frecuente dada su extremada sencillez.
En resumen, sobre las decoraciones observadas en el Tossal de Mañises cabe
mencionar la leve superioridad numérica de la combinaci6n de una banda entre un
filete arriba y otro debajo de la misma, al menos en lo hasta ahora analizado.
Vemos, pues, que hoy por hoy se hace cada vez más necesario el estudio completo y
exhaustivo de todos los estilos decorativos en la cerámica ibérica, con el fin de
actualizar las conclusiones sobre los mismos, y así por nuestra parte nos hemos
propuesto analizar su primera fase geométrica, partiendo de la revisi6n de los materiales procedentes de las excavaciones del año 65 en el yacimiento del Tossal de Manises.
-393-
[page-n-395]
·.
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XV11I (Valencia. 1988)
RAFAEL PEREZ MINGUEZ
(Valencia)
UN TONEL CERAMICO IBERICO PROCEDENTE
DEL CASTELLAR DE HORTUNAS
(REQUENA, VALENCIA)
l . ANTECEDENTES
El poblado ibérico del Castellar de Hortunas está situado al Sur de Requena, en la
provincia de Valencia, a escasa distancia de la aldea de su mismo nombre, teniendo
acceso por la carretera de La Portera a Hortunas (fig. 1).
El yacimiento era conocido de antiguo por las prospecciones que en él se realizaron, encontrándose diversidad de materiales: cerámica ibérica de los siglos IV al 11 a.
C., monedas del siglo 11 a. C. de las cecas de Gili y Saiti principalmente, fíbulas
anulares, espuelas, etc.; de material romano se ha encontrado cerámica común. También hay restos de una torre ibérica de sillares. Parece ser que este poblado se
abandona en el siglo 11 a. C., desapareciendo completamente durante la romanización.
El Grupo Arqueológico Requenense (1), realizó también prospecciones recuperando
diversos materiales que fueron depositados en el Museo Arqueológico de Requena (2),
destacando por su interés los siguientes:
- Una tapadera.
- Un Kalathos o sombrero de copa con borde recto y provisto de dos asas
simétricas y trenzadas pegadas al cuerpo; decoración geométrica de motivos circulares.
(1) Con.titulan dicho ll'\lpo loe Mllorea: L. GIL OROZCO.RODA, M. GARCIA OONZALEZ, J . 8ABZ RUIZ, C. JORDA MOLTO, P. LAGUNA
PBREZ, M. VALVERDE SOTERAS, M. OARCIA CARRASCOSA, J. AROILBS OOMBZ y R. LOPEZ SOLAZ.
(2) J. APARICIO PEREZ y F. LATORRE NUEVALOS: «CaWoco-Qula del MUMO Azqueo16tJico de RequenaJt. Serie Azqueolóclca del
Departamento de Hletoria Antlaua, núm.. 1, Univ. .iclad de Valencia. Requena, 1977,
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~p.
21·24.
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R. PEREZ MINGUEZ
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Fig. l.- Emplazamiento del yacimiento de Hortuna• (Requena).
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TONEL CERAMICO IBBRICO
8
- Un vaso bitroncocónico de cuello estrecho provisto de una gran asa.
- Pequeño plato muy plano con decoración geométrica. Presenta seis agujeros de
lañado.
- Jarro de cerámica gris, decorado con incisiones horizontales en el cuello y en la
parte alta del cuerpo.
- Un pequeño cuenco hecho a mano, de fondo plano y borde recto, de factura
rudimentaria.
- Fragmento de azuela de perfil transversal cuadrangular, de· piedra pulida de
color negro.
- Pieza de plomo para la obtención de lañas.
- Diversos fragmentos de vasija decorada con motivos geométricos y pájaros
estilizados en serie.
- Gran tinaja cilíndrica, provista de dos asas situadas en las proximidades de la
estrecha boca; su fondo, ligeramente apuntado.
- Gran urna bitroncocónica de boca recta y base convexa, de color rojizo, decorada mediante dos anchas bandas en el cuerpo, enmarcadas por otras más estrechas.
Conserva .s ólo un asa.
- Gran urna ovoide de color rojizo, de ancha boca y pequeña base cóncava
mostrando numerosos agujeros de lañado.
Con posterioridad ha ingresado en dicho Museo un tonel cerámico procedente de
prospecciones de superficie llevadas a cabo en este yacimiento por don Enrique
Morán.
A esta última pieza dedicamos la atención en las siguientes líneas.
II. EL TONEL CERAMICO
El tonel cerámico motivo de nuestro estudio fue reconstruido a partir de unos 160
fragmentos, lo que motiva que la superficie del ~n.el ofrezca diversas coloraciones
según la acción del fuego una vez fragmentado. Durante su utilización se rompió por
uno de los casquetes laterales, siendo recompuesto a base de un meticuloso lañado.
Tiene boca centrada y asas laterales por debajo de las cuales pasan sendas acanaladuras que circunda.n todo el cuerpo de la vasija, permitiendo que por ellas pasara una
soga que facilitara la suspensión y tran_porte del tonel; otras acanaladuras que lo
s
·rodean, paralelas a las anteriores, pero más estrechas, son producto del torneado de la
parte cilíndrica del tonel (lám. 1).
Sus medidas son: long., 462 mm.; alt., 327 mm.; diám., 290 mm.; diám. boca, 105 mm.
III. ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LOS TONELES
El tonel, de boca central y asas laterales, corresponde a la forma m de la tipología
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4
R. PEREZ MINGUEZ
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TONEL CERAMIOO IBERIOO
5
que estableciera Fletcher Valls (3), y que fue aceptada y seguida por otros autores (4}.
La mencionada forma m es una de las más abundantes dentro de la tipología de los
toneles ibéricos.
A continuación pasamos a relacionar los toneles de los que hasta el momento
tenemos noticias, y que son (fig. 2):
EjempliJres
1.- El Castillico (Fortuna, Murcia) (5} ..................................................... .
2.- Los Molinicos de Moratalla (Murcia) (6) ...........................................
3.--San Antón (Orihuela, Alicante) .......................................................... .
4.- Rambla de Ascoy (Cieza, Murcia) (7) ................................................ ..
5.- La Albufereta (Alicante) ....................................................................... .
6.- La Serreta (Alcoi, Alicante) (8) .......................................................... ..
7. -El Puntal (Salinas, Alicante) ............................................................... .
8.-Mola Torró (Font de la Figuera, Valencia) ...................................... .
9.-El Tossalet (Belgida, Valencia) ........................................................... .
10.-La Bastida de les Alcuses (Moixent, Valencia) (9). ........................ ..
11.-La Cova Forada (11íria, Valencia) .................................................... ..
12.-Valdegamas (Don Benito, Badajoz) .................................................... ..
13.- La Escuera (San Fulgencio, Alicante) (10) ....................................... ..
14.-Villasviejas (Cáceres) (11) .................................................................... ..
16.-El Castelillo (Alloza, Teruel) (12) ...................................................... ..
16.-Castro de Yecla (Santo Domingo de Silos, Burgos) (13) ................. .
17.-Castro de Sta. Olaia (Figueira da Foz, Portugal) (14) .................... .
18.-Castro de Segóvia (Elvas, Portugal) (15) ........................................... .
19.-Ca~o de Vaiamonte (Monforte, Portugal) (16) ............................... .
8
1
2
1
2
3
1
1
1
29
1
1
1
1
2
1
1
1
1
(3) D. FLETCHBR VALLS: oc'l'onel• cerúúco. iWriCOP. Azchivo ele I'Nhíatoria Levantina VJ. Valmcia, 1867, p4p. lU-147.
(4) T. JUDICE GAMITO: ~o. "b&rria íWric:oe" de Portupl». Conimbri1a, XXU. Coimbra. 1988, p4p. 186-R
(6) FLETCHER VALLS: Op. cit. en la nota 8, ptlp. 119-120.
A. PERNANDEZ DE AVILBS: oc'l'ontl iWrico del Cutillico de 1u Pañu (Fortuna, Murcia)t. Ardllvo Eepdol ele ArqueoiOf{a, Yol XV,
núm. 46. Madrid, 1942, ptlp. 178-174.
P. A. LlLLO CARPIO: •El poblamiento IWrico en Murcia». Departamento da Arqueolo¡{a. Unlvenidad dt Murcia. Murcia, 1981, pqa.
241·246. li1. "'''· 244 y 247.
(8) Lll.LO CARPIO: Op. cit. an la nota 6, JKII· 188, lir. ptlf. 184. En dicha publicación ....n.;an ob'oe yacimiantoa tn donde ban aparecido
eata claae de tontl... como aon: Coimbra del Barranco Ancho (Jumilia, Murcia), Lu Cabezutlu (Totana, Murcia), C..tillioo de loe Balioe
(Fortuna, Murcia), Bolclu (Cleu, Murcia), Covatillu (Murcia) y Cabao dt l Teaoro (Verdolay, Murcia), paro en al tazto no .. menciona
ninguno.
(1) LILLO CARPlO: Op. cit. en la nota 5, ptlea. 289-290.
(8) Al ya eziatantt y publicado por D. FLETCHER VALLS, b&)' que añadir ob'oe doe •i-plarea y una fonna intermedia: cuya oUtencla
amablemente noa ha comunicado el MUMO Arqutolóeico Municipal da Alcoi, a cuyo conae"todor, don J ot4 Maria Steura, ~ la
información.
(9) A !01 28 tonelea ya exl1tentea, debe q,.garoe otro ejemplar aparecido en 1984.
(10) S. NORDSTROM: «ExcavaclonM tn el poblado ibérico de la Bacuara (San Fulrencio, Alicanta)o. Trabajoa Variot del S.LP., 116m. 84.
Valencia, 1987. ptlr.. 36 y 45.
.
(lll F. YERNA:WEZ: oc'l'onel iWrico procedente clel C..tro de Villuviaju (Cáctrea)o. Trabajoa ele Prtbiatoria, nW... ae. Mllclrld, 19"19, p4p.
-169-463.
(121 P. ATRIA~ JORDAN: «Ezcavaclon.. tn al poblado iWrico de El Cutalillo (Ayooa). s.,w.da 7 Ttrctaa Campdv. Twutl. nW... 22.
Tuuel. 1939. páJ.. :ZU.~.
(131 S. GO:"ZALEZ SALAS: •El C..tro da Yecla. en Sento I>ominao de Siloe {BuJ'Ioa)o. lnfonMo 7 MtaiOriu, nW... 7. loliDJ.tario c1t
Educación Xacional. Comiaaria General dt lbcavacionea Arqueolóeicu.. Madrid, 1945, p4p. 7:82.
(l~l Jl'DICE Q,UIITO: Op. cit. en la nota 4. páp. 199. 200 y 201.
(131 Jl'DIC'E G..UIITO: Op. cit. en la nota 4. ptlp. 199, 200 y 201.
1161 Jl'DIC'E lt"~IITO: Op. de . en la nota t . ptlp. 199. 200 y 201.
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R. PEREZ MlNGUEZ
6
2D.-Castro de Azougada (Moura, Portugal) (17) .......................................
21.-Castellar de Hortunas (Requena, Valencia) ........................................
Total de ejemplares (18) .......................................................
1
1
61
Como característica común, hemos de destacar que todos los toneles tienen acana·
laduras que los circunvalan y que debieron de ser utilizadas para pasar por ellas una
soga que permitiera la suspensión y el transporte del recipiente, teniendo dichas
acanaladuras una profundidad variable.
Con referencia a las asas y a las pestañas de seguridad, están muy extendidas entre
los toneles, pero no presentes en todos ellos.
El agujero inferior de desagüe no es muy abundante entre este tipo de recipientes,
puesto que de todos los relacionados únicamente tres tienen esta característica: uno
procedente de El Castillico y los otros dos de La Bastida.
La decoración está ausente en todos los toneles, excepto en el procedente del
Castro de Yecla, que tiene una decoración geométrica que ocupa todo el tonel. Otra
característica que se da también en este tonel, es que posee dos pares de asas, un par
que nace en el mismo borde de la boca y el otro que está situado en los extremos de la
parte superior y son perpendiculares a las anteriores. Ahora bien, aunque se puede
clasificar como tonel ibérico, debido a las características antes mencionadas y al
contexto de su hallazgo, puede decirse que su cronología es posiblemente tardorromana.
Para la confección de estos toneles, primero se realiza el cuerpo cilíndrico, "luego,
separadamente se tornean los casquetes semiesféricos de los extremos y, finalmente, se
unen al cuerpo central; por regla general esta unión coincidía más o menos con las
acanaladuras.
Si comparamos estos toneles con otras formas cerámicas ibéricas bellamente decor:adas, como son los grandes recipientes, los sombreros de copa, jarros, platos, copas,
etc., vemos que su confección es más bien tosca.
De lo expuesto anteriormente, podemos deducir que estos toneles servirían únicamente para el transporte de líquidos, generalmente agua desde las fuentes de aprovi·
sionamiento hasta el poplado, aunque no se deba descartar la posibilidad de su uso
para el transporte del vino o aceite.
Por su capacidad los podríamos dividir en dos grupos. En el primero, incluiríamos
los toneles de una capacidad de unos 16-20 o más litros y que deberían de transportarlos las caballerías, de ahí las acanaladuras por donde pasar la cuerda que se sujetaría
en el lomo del animal, como lo demuestra el caballito portador de toneles cerámicos,
procedente de las excavaciones del Cabecico del Tesoro (19). Una vez en casa, el
(17) .JtroiCB GAMrrO: Op. cit. .., ia nota 4, pqa. 201·202.
(18) Na. informa Pl.ccber VaiJ., que a e1ta llata podr{an aDadirM un toM l emtanta en el Mueeo de óiMn y otro en el Mueeo de M~
(19) l>. A. LJU.O CARPIO: «Cantimploraa y tonel.. de cerimlca iWricoe en el úea murei&IWI. ReY. Murcia, do V, n ibD. 16, j ullo-dicl-bre.
Murcia. um. pqa. z.211.
·
-400 -
[page-n-402]
TONEL CERAMICO mERICO
7
contenido del tonel se echaría en un recipiente grande, ánfora, tinaja, etc., y de aquí se
cogería para beber.
En el segundo grupo incluiríamos los toneles con una capacidad bastante menor
que el anterior grupo. Ejemplos de este grupo son una serie de toneles procedentes de
La Bastida, cuya capacidad no superarí.an los 6 u 8 litros, existiendo uno de capacidad
inferior a los 2 litros, procedente de la habitación 192 de dicho poblado. Podemos
pensar que este tipo de tonel fuera para transportarlo por personas sobre sus espaldas,
o sobre cualquier parte del cuerpo. En este caso también existen acanaladuras y asas
por donde pasar la cuerda de sujeción. Es posible que estos pequeños toneles sirvieran
como cantimploras y las llevaran las personas durante sus labores agrícolas u otros
menesteres.
·
Los anteriores toneletes pueden tener su precedente en los toneles neolíticos, como
el procedente de La Cova de les Meravelles (Gandfa, Valencia), el de Cova de la Sarsa
(Bocairent, Valencia) y otros 2 de La Cova de l'Or .(Beniarrés, Alicante) pudiendo
tener éstos y los ibéricos, la función de mantequeras. Fletcher V alls en un estudio
sobre toneles cerámicos neolíticos (20) señala un cierto parentesco de estos toneles con
los «churns>> o mantequeras halladas en las ex~avaciones de Horvat Beter (Beersheba,
Israel) con una cronología según el C. 14 de 3.325± 150 años a. de C.
Piezas de formas similares a las de nuestro estudio se usan actualmente en el valle
de Sous (Gran Atlas). Su empleo es de mantequera: se cuelga de la rama de un árbol y
se balancea hasta obtener la manteca. Por el pequeño tamaño de la boca de estos
toneles, son los niños los encargados de extraer con la mano la manteca.
Sobre la localización geográfica hemos de indicar que de los 61 toneles aparecidos
hasta la fecha, 54 están situados al E y SE de la Península, desde Alloza (Teruel) hasta
Murcia y los 7 restantes en Portugal (4 ejemplares), Extremadura (2 ejemplares) y
Burgos (1 ejemplar), no habiéndose encontrado ninguno hasta el momento en el resto
de la Península. Poco es, pues, lo que podemos decir a este respecto, salvo su mayor
concentración en el área propiamente ibérica, desde donde se debió difundir hacia el
interior.
(20) D. PLBTCHl:R VALLS: «Tooeleue cerf.mlco. neolitiCOP. VD Con~ Naeionel de Arqueolotfa (Barcelona, 11180). Zaraaoza, 1962.
..... 148-161.
- 401-
[page-n-403]
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R. PEREZ MINGUEZ. -Tonel cer ámico del Castellar de Hortunas (Requena)
Um. l.- Tonel cerámico del Castellar de Hortunas (Requena).
- 403 -
LAM. 1
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ARCHIVO DB PRBHI8TORIA LEVANTINA
Vol. XVIn (ValeDcia, 1888)
J . APARICIO PEREZ
(Valencia)
LA TUMBA mERICA DEL CAMI DEL BOSQUET
(MOGENTE, VALENCIA)
l . DESCUBRIMIENTO Y SITUACION
D. Emilio Revert, vecino de Mogente y entusiasta aficionado a la arqueología,
comunicaba al S.I.P., durante los primeros días del mes de marzo de 1976, el hallazgo
de restos arqueológicos en las proximidades del Bosquet, popular paraje del término
municipal de Mogente, en la provincia de Valencia.
Inmediatamente, en compañía del Sr. Revert, exploramos el lugar, comprobando
que, en efecto, en el lugar donde le habían indicado existía una mancha negra
aproximadamente circular, así como fragmentos cerámicos de un vaso cuya mayor
parte permanecía enterrado.
El casual hallazgo se produjo cuando un cazador, que batía la zona en busca de
piezas de caza, ascendía por una senda de herradura, a un lado de la cual vio objetos
metálicos, junto a la mancha negra, restos que recogió y entregó al Sr. Revert, quien
los identificó como ibéricos por paralelismo con los de la vecina Bastida, yacimiento
que él conoce perfectamente.
La exploración preliminar nos permitió conocer que nos encontrábamos ante una
incineración ibérica, que supusimos, entonces, correspondiente a una necrópolis de
localización contigua, lo cual no se confirmó posteriormente.
Se encontraba situada (figs. 1 y 2), como hemos indicado, en el centro de una vieja
senda de herradura que bordea campos dedicados al cultivo de cereales y olivos por el
0 ., y por el S. a un barranco de poca profundidad que desciende de los cerros
inmediatos; senda que arranca de un camino rural mucho más amplio y que, entre
pinos, conduce a una pista forestal a mayor altura (fig. 3).
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2
J . APARICIO
Fig. J.- La tumba antes de s u excavación.
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TUMBA ffiERICA DEL BOSQUET
Fig. 2.- La tumba ya excavada.
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3
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...
~
~
Q
o
Fig. 3.- Abajo, situación de la incineración en la orilla de la pinada inferior. Arriba, panorámica
del Bosquet.
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TUMBA IBERICA DEL BOSQUET
6
curvn nlvet M""
....~==~---------M'~
Fig. 4.-Situación de la tumba (1) en las inmediaciones del embalse y próximo al poblado iWrico (2)
y a otros yacimientos eneolíticos (4 y 5) y de la Edad del Bronce (8).
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6
J. APARICIO
Su proximidad al Bosquet, embalse situado a 1 km. al S. de la población, ha sido la
causa del nombre que le hemos dado a la incineración. Ubicándose a escasa distancia
de dicho lugar, apenas a 300 m. del mismo (figs. 3 y 4).
11. EXCA VACION Y ESTRUCTURA
El día 28 del mismo mes de marzo realizamos la excavación de la incineración.
Aparecía ésta a ras del suelo, en la tierra de la senda endurecida por el paso de
personas y de ganados, distinguiéndose entre las margas calizas blancas por su intensa
coloración oscura, coloración propia de las cenizas y carbones que la constituían; el
detenido examen del manchón, de forma circular muy regular, nos permitió apreciar
que estaba totalmente orlado por fragmentos cerámicos del mismo vaso, lo que con
total seguridad nos posibilitó deducir que las tierras negras se limitaban exclusivamente al contenido de la vasija cerámica. ·
En efecto, extraídas todas las tierras negras, quedaron fragmentos cerámicos
pegados a la pared del hoyo excavado en la marga, habiéndose extraído los otros
fragmentos entre dichas tierras negras, las cuales fueron total y cuidadosamente
tam.izadas sin que apareciera ningwí otro resto del ajuar funerario ni material arqueo·
lógico alguno, salvo fragmentos cerámicos diminutos que pudieran pasar desapercibidos a simple vista.
Tamizamos también las margas que aparecían sueltas en el interior del hoyo, hasta
tropezar con las tierras duras y compactas no' alteradas, margas que se revelaron
totalmente estériles.
La búsqueda, mediante exploración y excavación, de otras incineraciones junto a
la excavada no dio resultado alguno.
Una vez fmalizados los trabajos pudimos recqnstruir, hasta donde nos lo han
permitido los datos obtenidos, la estructura de la tumba descubierta. Consistía en un
hoyo abierto en las margas calizas, de unos ochenta centímetros de diámetro y una
altura superior a los sesenta centímetros, en todo caso suficiente para colocar en él la
urna que contenía las cenizas resultantes de la cremación del cadáver con el ajuar
funerario correspondiente, de ahí que, como la urna alcanza los 55'5 cm. de altura, le
supongamos al hoyo la profundidad expuesta, mientras que el diámetro quedó determinado por los 55'5 cm. que tiene, también, dicha vasija, aunque hubo que hacer el hoyó
un poco más ancho para poderla encajar con comodidad (fig. 5).
Una vez colocada la urna se debió entibar con las tierras sobrantes de la excavación, cubriéndose con una piedra más o menos plana y, quizá, con otras piedras y losas
a modo de encachado protector.
111. LOS MATERIALES
Los materiales que constituían el ajuar funerario fueron recogidos todos por el Sr.
Revert, indudablemente porque fueron depositados entre las cenizas de la parte alta de
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TUMBA IBERICA DEL BOSQUET
Fig.
~Hoyo
con la incineración y probable encachado tumular.
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7
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J . APARICIO
8
Ftc. &-Urna que contenia
la l.DclD,.-cl6n y el "'uar funerario.
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1
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TUMBA mBRICA DBL BOSQUET
9
la urna, y al denudarse ésta por efecto de la erosión quedaron al descubierto; no así el
continente, es decir, la urna, ya que parte de ella permanecía enterrada, totalmente
fragmentada por el peso de la tierra, mientras que la parte superior quedó entre las
cenizas, debido a la dificultad de diferenciarla por la mala calidad de la cerámica y lo
sucia que se encontraba por contacto milenario con aquélla.
La descripción de los materiales es la siguiente:
CERAMICA
l. Gran urna ovoide de base estrecha y plana. cuello reducido y borde exvaaado, con le.bio biaele.do y
superficie plana vertical. Tiene las mismas dimensiones de altura que de diámetro: 65'5 cm. Puta y
superficie marrón rojiza de tonalidad clara; pasta del mismo color muy impura. con gruesos granos de
desgraaante, lo que se ·repite en la superficie exterior, sumamente descuidada. Pertenece al tipo de las
llamadas de «cocina" por lo basta de su factura (fig. 6).
HIERRO
La mayor parte de los útiles conservados del ajuar lo son de esta materia. .S e
presentan, en general, muy deteriorados, tanto por la acción del fuego a que estuvieron sometidos en la pira como por efecto de la humedad., dado que las margas blancas
suelen ser impermeables y el interior de la urna debió mantener un grado de humedad
considerable.
2. Punta de lanza con fuerte nervio central, y ancho y alargado tubo baaal para enastar. 24'5 cm. de
longitud total¡ 2'1 cma. anchura en la parte central de la hoja y 2'1 el diámetro del tubo en la base (fig. 7).
S. Contera a la que le falta el ápice. Posiblemente se correaponde con la punta de lanza descrita
anteriormente. Conserva restos de carbón en el tubo, que con toda seguridad pertenecen al astil ya
carbonizado. Mide 10'2 cm. de longitud total lo conservado y 2'7 cm. el diámetro máximo, aunque esta última
medida no 88 precisa dado el alto grado de alteración que presenta el hierro por efecto del fuego y de la
oxidación (fige. 7 y 10).
4. Tijeras. Son de tipo pinza y le faltan loe ápices de ambas hojas. Mide 4'7 cm. de anchura en el arco y 16
cm. de longitud total lo conservado (figa. 7 y 10).
5. Soliferreum. Como pertenecientes a esta arma ofenaiva hemos diferenciado trece fragmentos de hierro
que ofrecen todas las caracteriaticaa propias de la misma. Se presenta con las dobleces necesllriaa para
poderla introducir, dada su considerable longitud. en el vaso contenedor, lo cual es un hecho normal en las
necrópolis de la época. Su sección 88 circular, con un diámetro máximo de 1'45 cm. y una longitud total lo
conservado, aproximadamente, de 1'94 m., medida que se corresponde con la regular de esta arma, alrededor
de loa dos metros (figs. 8 y 10).
6. Cuchillo afalcatado. Hemos identificado tres fragmentos del mismo, aunque no unen: el mango con dos
roblones de cobre para sujetar las cachas y dos trozos grandes de la hoja (fiaa. 9 y 10).
7. Falcata. Ea lo más deteriorado de todo el ajuar funerario, recogiéndose unos veinte trozos informes de
la misma, de la que únicamente hemos dibujado la punta. que es lo máa identificable (fia. 9).
BRONCE
8. Pinzas de depilar. Miden 4'5 cm. de longitud. 1'6 de anchura máxima y 1 cm. de espesor. Decoradas
ambas caras exteriores de las ramas mediante ocho cfrculoa incisos colocados en serie en sentido longitudi·
nal, enmarcados mediante figura rectangular alargada conseguida con doble hilera de diminutos cuadrados
incisos (fige. 9 y 10).
9. Fíbula anular hispánica, de puente en navecilla con terminales foliáceos¡ resorte de charnela en
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10
J . APARICIO
-~-~-
-~
~
-~-
-
.
-
•
-0.
9
2
fclft
FJg. 7-Lanza, contera y tijeras (!, 8 y 4 del inv.),
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TUMBA lBERICA DEL BOSQUET
Ftc. 8--Soleferreum
(6 del inv.).
11
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J . APARICIO
12
8
0·----'===='._--~fCM
1
6
...
+
--~7
Ft•· 9--Cuchlllo alalcatado (8 del inv.); 6plce de la falcata (7 dellnv.); plnzaa (8 dellnv.) y ftbula
(9 del lnv.).
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Fi~. l~Fibula
(9 del inv.); plnzas (8 del inv.); aoliferreum (5 del inv.); tijeras (4 del inv.); contera
(8 del inv.) y fra~entos del cuchillo alalcatado (6 del inv.).
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14
J. APARICIO
bisagra; corresponde al tipo 4 C de Cuadrado. Mide 4'6 cm. de diámetro el anillo, 5 cms. la longitud del
puente y 2'4 la altura desde la base del anillo hasta la cúspide del puente (Cigs. 9 y 10).
IV. EL ENTERRAMIENTO EN EL CONTEXTO IBERICO COMARCAL
La Costera y el Valle del Cáñoles forman una misma unidad fisiográfica, determinada por el eje que establece el curso del río Cáñoles desde su nacimiento hasta su
confluencia con el río Albaida. Numerosos son los yacimientos ibéricos conocidos en
la zona, algunos de gran relevancia, aunque otros reducidos a simples hallazgos de
fragmentos cerámicos de escaso interés.
En el mapa de la figura 11 hemos situado la mayor parte de los conocidos, en este
caso los que juzgamos más representativos. El Frare (núm. 1) y la Mola Torró (núm. 2)
son dos poblados muy cercanos, cuya situación próxima entre sí ha sido interpretada
en relación con la vía Heraclea o Augusta, que pasaba al pie de ambos, y por su
situación estratégica; se han datado en el s. IV a. de C., contemporáneos a la Bastida y
destruidos cuando ésta y por los mismos motivos, no volviéndose a ocupar con
posterioridad.
La Bastida (núm. 3) es el más próximo al Bosquet, y todos los paralelos del ajuar
funerario hay que buscarlos aquí.
El Castellaret de Baix (núm. 6) es el poblado al que corresponde la necrópolis del
Corral de Saus (núm. 4), situada a su lado. Ambos tienen una cronología desde
principios del s. VI hasta el s. 1 a. de C. Por su parte, el Castellaret de Dalt (núm. 5) lo
hemos juzgado como poblado que sucede al de BaiX desde comienzos de la Era.
El Camp del Bosquet es el poblado (núm. 7), caserío o masía al que corresponde, con
mucha probabilidad, el enterramiento del Camí (núm. 8). Se encuentra en las inmediaciones del mismo y es de pequeñas dimensiones. Así se explican las incineraciones
aisladas o en grupos reducidos, como correspondientes a núcleo~ de habitación de
escasa extensión y población, tipo masía o alquería. Unicamente lo conocemos por
meras exploraciones superficiales, que nos han proporcionado fragmentos cerámicos
con decoración geométrica.
La Cova Santa de Valiada (núm. 9), por su estructura, por el nombre y por el lugar
de los hallazgos, nos obliga a pensar en una cueva santuario, a pesar de la falta de
vasitos caliciformes y la casi exclusiva presencia de cerámicas correspondientes a
vasos de mayores proporciones.
El hallazgo de numerosísimos vasitos caliciformes ibéricos, sin decoración o con
decoración geométrica y fitomorfa, entre las oquedades de una reducida covacha o
mejor abrigo, sobre el n.acimiento del riu deis Sants, término municipal de Alcudia de
Crespina, nos permite conocer la existencia de otro yacimiento ibérico, en este caso de
una cueva santuario. La Coveta Santa o deis Confita es su nombre (núm. 11), en
relación, quizá, con la inmediata surgencia de agua a la que también se le aplica el
topónimo, Naixement deis Sants y Riu dels Sants. Montanyeta dels Sants (núm. 10) es
el nombre del cerro en cuya ladera se encuentra la cavidad anterior, y a cuyo pie nace
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TUMBA mERICA DEL BOSQUET
16
Pit. U-Mapa de La Coatera y Valle del Cüolea con la altuac16n de loa yacimientos ibéricos
conocidos en la zona: 1, El Prare; 2, Mola Torr6; 3, La Butida; 4., Corral de Saua;
5, Caatellaret de Dalt; 6, Caatellaret de Bab:; 7, Camp del Boaquet; 8, Camf d.el Boaquet;
9, Cova Santa; 10, Ermita dela Santa de la Pedra; 11, Cova Santa o del Conflt; 12, Cova
Machauma; 18, Llanera; 14, Saitl; 15, La Coroneta.
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J . APARICIO
16
el río en cuestión; el hallazgo de cerámica ibérica en la cumbre y laderas del cerro
hace suponer la existencia de un yacimiento ibérico, _
poblado o quizá santuario, esto
último expuesto con muclúsimas reservas, aunque el topónimo y la existencia de una
ermita en época posterior así lo hacen sospechar. De las proximidades del poblado,
dels Terrera o de sus inmediaciones, quizá proceda una falcata que fue donada al S.l.P.
sin más detalles.
Aguas abajo del riu dels Santa, a cosa de un km. de su nacimiento, se encuentra la
Cova Machawña o del Corral de Molina (núm. 12), en cuyo interior se han recogido
numerosos restos ibéricos en reducido nivel; las escasas dimensiones de la oquedad
hacen difícil pronunciarse sobre su uso.
De Llanera, población de La Costera, sin más precisiones, procede un interesante
conjunto de cerámica ibérica, indicio de ·Ía existencia de un yacimiento ibérico de
cierta categoría (núm. 13).
En Rotglá excavamos, durante 1967, lo que debió ser un poblado ibérico de cierta
consideración, enmascarado por las transformaciones realizadas para el abancalamiento con fines agrícolas. En La Coroneta, nombre del lugar, recogimos abundantes
restos ibéricos, y algunos romanos, en relación con estructuras de piedra en seco (núm. 15).
Por último, citar a Saiti -Saetabis- XAtiva, la gra.n urbe ibérica, tan importante
como mal conocida, que debió ejercer una especie de capitalidad comarcal (núm. 14).
Otros restos conocemos en toda el área territorial, aunque no con la categoría de
los expuestos, a través de los cuales nos podemos formar una idea de la densidad del
poblamiento en una de las comarcas situadas al norte de la Contestania, cerca de sus
límites con la Edetania.
Sus características fisiográficas la convierten en una zona de tránsito entre la
costa, la meseta y la bética (actual Andalucía), en una especie de pasillo a cuyo través
discurriera un tramo de la vía Heraclea o Augusta, que desde Roma conducía hasta
Cádiz.
V. LAS NECROPOLIS IBERICAS
A través de los trabajos de Fletcher Valla (1), Llobregat Conesa (2), Milagros Gil
(3), Uroz Sáez (4) y Oliver Foix (5) podemos rehacer el mapa de distribución de las
necrópolis conocidas hasta el momento en toda la región. El panorama no es ciertamente halagüeño; si exceptuamos cuatro publicadas modernamente con metodología y
(1) DOMINGO FLBTCHBR VALLS: «lA necrclpolia ibérica de Le Soli,.Ua (AieaU de Chiven., C..tellcm)ot. Seria ele Tra~oe Varioa del
S.LP•• nWD. 82. Valencia. 1866.
D. FLBTCH&R VALLS: •Bla Ibena. Coleoci6ft: Deecobrim el Pala Valencll. núm. 14. tn.tiWcióo> Alfoaoo el Naphimo. Valeecia. 1983.
(2) B. LLOBRBGAT CONBSA: «Cont.tania IWric». m.tituto de Batudioa AlicantiDoe, Serie 0. n6& 2. Alicanta,
(3) M. OIL MASCARBLL:
6m-noa ib6ricoa de le provincia de Cutellón y Valencia>t. Papelee del Laboratorio ele Arq.-oJoc{a ele le
una.
.a-
Univenidad de Valencia. n6& 9. pq.. ~7. Valencia. 1973.
(4) J. UROZ SABZ: ..seo-fa y IOciedad de Cootaotania Il>6rie&Jt. b>alitato de Bltuclioe AUcantiDoe, Serie l, nllm. 71 Allcanta, 1981.
(&) A. OUVBR POlX: «
Cuaderna. de ~iatoria y Arq.-oJoc)a Caalallon- . nÓID. S. pq.. 189-266. Cutall(ln ele le Plana, 11186.
-420 -
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TUMBA IBERICA DEL BOSQUET
17
perspectiva actual, La Solivella (6), Puig de Benicarló (7), Orleyl (8) y La Albufereta
(9), y las que se encuentran en fase de excavación y estudio, Cabezo Lucero, Corral de
Saus, Las Peñas y otras, el resto o bien fueron excavadas antiguamente, con técnica
incierta, y la publicación, cuando la hubo, se hizo con método y perspectiva antigua, o
bien nunca fueron excavadas sistemáticamente o las noticias fueron circunstanciales
y poco precisas, habiéndose perdido los materiales de muchas de ellas. En el mapa de
la fig. 12 hemos situado los yacimientos arqueológicos cuya consideración como
necrópolis es absoluta, o no ofrece dudas o bien es casi segura su adscripción como tal,
lo cual quiere decir que cuando los datos existentes han sido escasos o poco precisos
no los hemos tomado en cuenta para la inclusión como necrópolis del yacimiento en
cuestión.
Vemos, pues, que son cuarenta y seis los lugares donde se han recogido restos
funerarios ibéricos, si bien hay que tener en cuenta que algunos lugares, como
Cabanes o Sinarcas, engloban, a su vez, varios puntos del término municipal donde se
han producido determinados hallazgos que se han considerado como funerarios, por lo
que la lista podría ampliarse algo más. Sin embargo, no creemos que a esto se le deba
conceder mayor importancia, toda vez que de la mayor parte poco fruto se podrá
obtener por haberse realizado dichos hallazgos con ocasión de trabajos agrícolas.
,
comerciales o industriales, que han ocasionado la destrucción del yacimiento en su
totalidad o en buena extensión en casi todos ellos (*).
Corresponde a Castellón el mayor número de restos considerados como funerarios,
e indicadores de una posible necrópolis, pero creemos que esto es debido al azar más
que a la realidad. Sin embargo, sí que interesa constatar el hecho de que las necrópolis
al norte del Júcar son conjuntos de mayores o menores dimensiones con urnas casi
exclusivamente, generalmente de orejetas perforadas y de datación antigua, mientras
que al sur del Júcar se encuentran los grandes conjuntos funerarios con complicadas
estructuras y abundantes incineraciones de rico y variado ajuar, con monumentales
conjuntos arquitectónicos y artísticos procedentes de antiguos monumentos destruidos, entre los cuales el Corral de Saus, Cabezo Lucero, Camp de !'Escultor, Collado del
• Zurdo, Redován, etc.
Resulta sorprendente el hecho de que la mayor parte de las necrópolis conocidas se
daten en los primeros tiempos del iberismo, y muy pocas lleguen hasta los dos primeros
siglos anteriores al cambio de Era, y así podemos ver como en reciente trabajo
(8) Vid. opw cit. nota l .
(7) V. NBSBGUD POLCH 1 V. GINBRSOSP&DRA: ..t. necrópolia ibérica de Bl P\1ÍI deBenic:arldlt. Cuedemo.de m.toria 1 Arqueoqla
de Betricarl6, DÍIIIL 3. Benicarl6, 11183.
(e) A. LAZARO, N. MISADO, C. ARANBOUJ 1 D. PLBTCHBR:
da la -=rópoU. IWrica de Orlayl (Vall d'U:r6, C..taU6o).
•Material•
Valaac:M, 1981.
(9) P. RUBIO GOMlS: ..t. Nec:r6polia lb6rica de La Albul- de Alicanta (Valeada, Bapda)t. Acad-.ia de Cultura Valeaclaaa, Saria
Arq\Molótica, DIÚD.. 11. Valaacia, 1988.
(") Sobre la aHteacia de fuaerarioa iWric:oe an la Tone del Mal Puo, """indiea D. Flttcber, excavador clelyaciJIIiento, que en tu
ucavaclonaa que rulis6 en ellllfV no apaNdó nada que puada- conaid.,..do eomo tal, por lo que la noticia babñ que conaidararla con tu
naturelea .._rvu.
-421-
[page-n-423]
J. APARICIO
18
1"
1"
IIc. 111.100.-
Flg. 1!-NecrópoU. ibéricas valencianas: 1, Mas Nou de Bernabé (Tirig); 2, Mas de Capero (TraiIUera); 8, El Bovalar (Benlcarló); 4, Els Espletera (Salsadella); 5, El Puil (Benlcarló);
8, Sollvella (Alca1' de Xivert); 7-U, Alcal' de Xivert; 18, Vinyets (Canet lo Roig);. 14, Mas
d'en Rieres; 15, L'Orleyl (VaU d'Ux6); 16, Lea Sit1es (Torre d'en Doménech); 17, Torre de
Foios (Lucena); 18, Torre la Sa1 (Cabanea); 19, Torre del Mal Paso (CasteUnovo); 20, La
Mina (G,tova); 21, El CasteD (Almenara); 22, La Nava (Castlelfabib); !3, Sina.rcas;
U, Cerro del Calvario (Albalat deis Taron1ers); 26, Monravana (LUrla); 26, Collado de la
Cova del Cavall (LUrla); 27, El Puntalet (Lllria); 28, Ebols (L'Alcúdla); 29, Ele Terrera
(Alcudia de Cre.s pins); 80, Las Peñas (Zarra); 81, Corral de Saus (Mocente); 82, Bastida
(Mogente); 88, Cami del Bosquet (Moge. te); 84, Caml Vell de Peco (Oliva); 81, lhmtal
n
(SaUnas); 88, Altea la VeDa (Altea); 87, Tosaal de la Cala (Benidorm); 88, La lleta deis
Banyets (CampeUo); 89, Albulereta (Alicante); 40, Novelda; 41, Redov,n; 42, San Antón
(Orlhuela); 48, El Molar (San Fulgencio); 44, Collado del Zurdo (Balones); 45, Camp de
l'Escultor (A1ost) y 48, Cabezo Lucero (Guardamar).
[page-n-424]
TUMBA mERICA DEL BOSQUET
19
Cristina Aldana (10) data las necrópolis del Bovalar (**);Mina de Gátova, Orleyl, Puig
de Benicarló, Solivella, Castellar de Oliva, Altea la Vella y el Molar en el s. V, y el
Cabezo Lucero en la primera mitad del s. IV; mientras que la mayor parte de las
sepulturas de la Albufereta de Alicante corresponderían al s. IV y únicamente dos al
m, según Federico Rubio (11). Otro grupo de necrópolis serían las de amplia cronología, del siglo V al Il, como la del Corral de Saus (12), Collado del Zurdo, Ebols, etc.
Por el momento esto resulta dificil de explicar, aunque hay que tener en cuenta el
p(>co número de necrópolis conocidas, y mucho menos bien conocidas, si lo comparamos con el considerable número de ciudades, poblados o lugares de habitación ibéricos
señalados, habiéndose advertido lo frecuente que es el encontrarse la necrópolis sin el
lógico poblado en las inmediaciones, puesto que el fenómeno inverso, mucho más
frecuente por lo expuesto, es fácilmente explicable por el cuidado puesto en la
ocultación de los enterramientos.
Los ajuares funerarios participan de las circunstancias repetidamente expuestas,
mal conocimiento, dispersión de los conjuntos, pérdida de los mismos, destrucción de
los lugares, falta de estudio, etc. Sin embargo, en algún trabajo reciente se han
señalado interesantes particularidades; así Fernando Latorre señala (13) como «soliferra» no se encontraban en la provincia de Valencia, no conociéndose ninguno de
Bastida (14), de La Albufereta estudió 2 y el resto, hasta 19 piezas en total, es decir 17,
pocedian de la provincia de Castellón, lo que, junto a otras consideraciones, le
permitió postular un origen céltico para el útil
Con respecto a la falcata es curioso comprobar cómo los términos se invertían, y
sobre 22 piezas, 1 se encontró al norte de Sagunto, 3 eran de Val encía y el resto, 19
unidades, procedían de la provincia de Alicante, a las que hay que sumar las publicadas de La Albufereta de Alicante.
Las puntas de lanza tienen, sin embargo, un reparto similar, siendo su hallazgo
frecuente, tanto en necrópolis como en poblados, por lo que consideramos poco
relevante su relación pormenorizada. En la misma situación se encuentran los cuchillos afalcatados, presentes en las relaciones de materiales, tanto de poblados como de
necrópolis, publicadas.
La fíbula es también útil corriente en los yacimientos ibéricos valencianos, sobre
(**) Buena parÍ. del conocillllento arqueolórico de la provincia de eut.Uón .. debe a la inca.uable labor de F. r..teve G"ves, a quien
pró~nt. M le Uibutari un ~nerecldo homenaje. S.ta necrópolia file publiceda por 61: «lA necrópolia lbVica de El Bovalar (Benlcarló,
C..tellón de la Plana). A.P.e. Xl. P4a. 126-148. Valencia, 1966.
(10) C. ALDANA NACRBR: •Necrópollo iWricu valencianao. Bnoayo de cluiltcacl6n llpolórico-crMOióricAlt. Archivo de Arte Valenciano.
a11o LXVI,~ 109-116.
(11) Vid. opua cit. n
(12) J. APARICIO PBRBZ: «lmport.nt.o hallu¡¡oa eocultóricOOI en el CornJ de Seuo de Nocente (Valenda)o. Protruoa Olida! de Fiaow de
Mocent.. Mocent., um.
J . APARICIO PBR&Z: •Lae raícao de Mopnte. Prehl.t«ia y Protohilltoriu. Serie ArqueoJ6s!ca del DepuUDMnto de Hiatoria Anti¡rua,
nW.. 2. P4a. 26-80. Valencia, 1$'77.
J. APARICIO PBRBZ: «Trao monumentoo iWrica. valeDciaDoe: La 8utida, M- '1 el Con-al des........ Depertamento de HYtoria
Anti¡rua. Serie Arqueolclcica. n4DI. 10, Varia
~ 1~206. Valencia, 1984.
(18) F. LATORRB NUBVALOS: •AJwoximaci6ft al aotudio del.,.._.to ib6rico twana-. Seria ArqueoJ6slca. nW.. 8. Varia I, pq...163-
m.
182. Valmcia.
um.
(14) Poclña uplicane eote hecho, por lo que reepecca a Buticla, ante w
conc¡llialada, d..,.. lneeodiada y oua babitant.a deportadoo.
-423-
11110
cluraDt. le del- de la
eilldad. l\lp\l-te uediada 1
[page-n-425]
J . APARICIO
20
todo la anular hispánica, según el estudio que les dedicó M.• Victoria Rams (16),
abundando especialmente en la provincia de Valencia, con gran número en Bastida y
Covalta, entre los más cercanos, así como en el Corral de Saus, Carencia y San Miguel
de Liria.
Las pinzas son mucho más escasas y de más raro hallazgo si juzgamos por lo
publicado hasta el momento. Nosotros las encontramos en una tumba del Corral de
Saus junto a una falcata y una lanza, tumba masculina como la que estudiamos aquí,
faltando en la contigua que, en cambio, tenía fusayolas, una aguja de coser y un anillo,
lo que sugiere su carácter femenino, por lo que hay que suponer al útil su uso por los
hombres, o dotarlo de un carácter ambivalente. Una idéntica a la nuestra se encontró
en el Dpto. 62 de Bastida, habiéndose encontrado otras en Covalta, Tossal de la Cala,
Albufereta de Alicante, L'Orleyl, La Solivella y el Puig de Benicarló entre lo publicado, lo que es ciertamente escaso.
Tijeras se han localizado en Bastida y Covalta, como más próximas, pese a que
suele ser más difícil su identificación por la oxidación que sufren y su consiguiente
deterioro, que las convierte en trozos metálicos informes, aunque debieron ser útiles
frecuentes en la mayor parte de los poblados por su ~últiple uso en la confección,
talabartería y esquileo.
VI. CRONOLOGIA
Es complicado dar una fecha al enterramiento en cuestión, puesto que todos los
útiles del ajuar funerario tienen una amplia difusión espacial y temporal, desde los
primeros tiempos del iberismo hasta el final del mismo, y habida cuenta de la falta de
restos cuya datación ofrezca seguridad, como las cerámicas de importación, por
ejemplo; sin embargo, hemos de resaltar el carácter arcaico del conjunto con claros
paralelos próximos en Bastida, en la cual se podría haber encontrado sin causar
extrañeza, lo que se afianza por la naturaleza del contenedor, gran va~o de factura
basta y composición grosera similar a tantos del yacimiento cercano citado, cuyos
paralelos tipológicos la podrían relacionar con la l-a de Oliver Foix {16), salvo en las
irregularidades de pasta y superficie, encontrándose este tipo en Hoya de Santa Ana,
Coll del Moro, · Mas Castellá, muralla NE de Ampurias, Cayla II y m, Saladares,
Solivella, Oriola y La Mina. Urnas fechadas en Saladares en el s. VI y primera mitad
del s. V. a. de C.
Por nuestra parte consideramos, atendiendo a lo anteriormente expuesto, que el
enterramiento estudiado se debió realizar hacia el s. IV a. de C., siendo contemporáneo
de Bastida, y por las gentes que habita.r on un enclave inmediato de reducidas dimensiones, tipo mas o alquería, lo que explica el aislamiento de los conjuntos funerarios,
de menos de diez incineraciones, tanto aquí como por toda el área ibérica valenciana,
especialmente por lo expuesto acerca de la provincia de Castellón.
(16) M.• VlCl'OIUA
RAMS BROTONS: «Avance a
UD
Levantina, vol. XIV. pq.. 139 a 1M. ValeDcia. 197$.
(16) Vid.. opue c:it. nota &.
..wdio de laa llbulaa IWric:u ele la pro..mda de ValeN:ia•. Archivo de Pr.1úatoria
-424-
[page-n-426]
INDICE DE LUGARES
Acu: 62.
Acequia Real del Xúquer: 260.
Agres: 246.
Agreste: 71.
Agrigento: 337.
Agullana: 311, 312, 316, 318, 819 y 320.
Aixavegó, Barranc de 1': 242.
Alacant: V. Alicante.
Alagoas: 61.
Alalia: 314 y 860.
Albacete, provincia: 16, 349, 361, 362 y 363.
Albaida, río: 175 y 418.
Albalat: 278.
Albania: 341.
Alberic: 249, 261 y 260.
Albufereta, La: 888, 889, 891, 399, 421, 423 y 424.
Alcoi: V. Alcoy.
Alcoi, río: 176, 177 y 262.
Alcoy: 169, 242, 244, 260, 270, 309, 891 y 399.
Alcudia, La: 166, 372 y 879.
Alcúdia de Crespina: 418.
Alebua, río: 888.
Aleria: 857.
Alfarp: 267 y 269.
Alféa: 14.
Algarrobo, Cueva del: 14.
Alicante, ciudad: 149, 243, 249, 279, 286, 329, 336,
888 y 424.
Alicante, provincia: 13, 149, 166, 308, 312, 863, 888,
399 y 423.
Aliseda, La: 357.
Alloza: 401.
Almas, Pico de las: 66.
Almenara, colinas de: 298.
Almenara: 293 y 312.
Almena, provincia: 12, 16 y 262.
-425 -
Alpes: 84 y 338.
Altea la Vella: 312 y 421.
Alto de Y ecla: 281 y 285.
Alzira: 241, 242, 248, 249, 261, 264, 267, 269, 271 y
293.
Amanthia: 338.
Amazonas, río: 49 y 66.
Amazonia: 49, 60, 65, 68, 64, 66 y 69.
Ambrosio, Cueva de: 16.
Ampoeta: 362.
Ampurias: 309, 310, 311, 312, 313, 314, 863, 857 y
424.
Andalucía: 12, 30, 37, 60, 246, 286, 362, 392 y 420.
Aridilla: 246.
Anoia, la: 311..
Antella: 261, 267 y 268.
Aragó, L': 129.
Arbreda, Cova de 1': 14.
Archena: 888 y 390.
Arenal de la Virgen: 185, 146 y 166.
Arenero de Miguel Ruiz: 173.
Arevalillo, Cueva de: 280.
Argólida: 337.
Asia: 67.
Asia Menor: 880 y 882.
Asno, Cueva del: 283.
Aape: 247 y 249.
Atareó, 1': 180 y 204.
Atenas: 338 y 369.
Atlántico, mar: 66.
Audina: 68.
Augusta, vía: 418 y 420.
Avila, provincia: 285, 316 y 318.
Azuébar: 311.
Badajoz, provincia: 899.
Bahía: 60, 61, 62, 64, 65, 61, 64, 69, 70, 71 y 78.
[page-n-427]
Bajo Aragón: 281 y 804.
Barcella, La: 180.
Barcelona, provincia: 14.
Barranc Blanc, Cova del: 12.
Barranc de l'Anell, Ca~l del: 267.
Barranc de l'Infern, Cova del: 13.
Barranc de lea Covea del Truig, Puntal del: 267 y
269.
Barx: 13.
Baaaa, Cova de la: 129.
Bastida de les Alcuaes: 391, 399, 400, 418, 423 y 424.
Beeraheba: 401.
Benaasal: 208.
Benataire-Pequía: 177.
Benavites, barranco de: 293.
Beneito, Cova: 13, 14, 31 y SS.
Benilll'ria: 401.
Benicarló: 421 y 424.
Benimaquia, Alto de: 862.
Benimodo: 257 y 259.
Benivaire Alt: 268.
Benni-Alepus: 383.
Berru.eco, El: 285, 318 y 879.
Bicorp: 234.
Blaua, Cova dela: 13.
Bobadilla, La: 363, 361 y 363.
Bocairent: 401.
Boi Branco: 78.
Bolbaite: 233.
Boldax: 399..
Boliche: 313 y 314.
Bom Jardín: 61.
Bonjoán (Ampuriaa): 357.
Boqueirio da Pedra Furada: 58.
Boqueirio de Parelhas: 61 y 67.
Bora Gran: 15.
Borborema: 55.
Boaquet: 406, 410 y 418.
Bovalar, El: 312, 362 y 421.
Braail: 49, 50, 51, 52, 56, 57, 58, 62, 63, 64, 65, 67, 69,
70, 71, 74, 78 y 79.
Brejo da Ma~ de Deua: 54, 62 y 68.
Brejo dos Padres: 54.
Burgos, provincia: 281, 399 y 401.
Burriana: 287 y 293.
~lgida: 167, 173 y 399.
Bética: 420.
Caballo, Cueva del: 14.
Cabanes: 421.
Cabe9o Navarro: 166.
Cabe9o de Vaiamonte: 399.
Cabezo Lucero: 421 y 423.
Cabezo Redondo: 222, 247 y 283.
Cabezo de la Casa de Luna: 135 y 138.
Cabezo de loa Secoa: 138.
Cabezo de loa Secos, Cueva del: 135.
Cabezo del Tesoro: 399 y 400.
Cabezuelas, Las: 899.
Cabriel, río: 183.
Cajari: 66 y 67.
Calaveree, Cova de lea: 13.
Callosa del Segura: 247 y 249.
Camino de Granada: 138.
Camino de Mirallea: 234.
Caminas, El: 292.
Camp d'Alacant: 247.
Camp de l'Eecultor: 421.
Campania: 338.
Campello: 247 y 249.
Can Canyfa: 361.
Catábrico, mar: 16.
Carcaixent: 267.
Cardeíloea: 285.
Cardoeilla, La: 226.
Carencia: 423.
Caries, muntanyeta de: 257.
Carmona: 311.
Cartagena: 12.
Cartago: 310, 358, 359, 360, 361, 867, 380 y 382.
Casa de Lara: 135, 146, 156, 2117"y 227.
Casa del Monte: 349.
Cases de Moncalo: 268.
Cases de Monteada: 249.
Castell, El: 305.
Castellar: 421.
Castellar de Hortunas: 396 y 400.
Castellaret de Baix: 418.
Castellaret de Dalt: 418.
Castellico, El: 399.
Castellón de la Plana, ciudad: 262 y 421.
Castellón de la Plana, provincia: 18, 287, 293, 305,
808, 311, 312, 818, 423 y 424.
Castillarejo de loe Moros: 246.
Castillejos de Montefrío: 178, 205, 206, 2117, 225,
229, 230, 815 y 317.
Castillico de loe Baíloe: 399.
Castillico, El: 399 y 400.
Castro de Azougada: 400.
Caetrol de Santa Olaia: 399.
Castro de Segovia: 399.
Castro de Yecla: 399 y 400.
Catalán: 269 y 270.
Catalunya: V. Cataluíla.
Catalufta: 14, 15, 309, 310, 318, 818, 820, 861 y 362.
Caudete de las Fuentes: 308.
Caune de Beleeta: 179.
Cavan, Cova del: 308.
Cavalló, Sierra del: 252, 254, 259 y 270.
Cayla: 424.
Ceará: 51, 55 y 71.
Cejo del Pantano: 12 y 39.
Cendres, Cova de les: 13, 41, 42, 161, 165, 166, 167,
170, 175, 177 y 228.
Cerdeíla: 357, 359, 360 y 861.
Cerro Negro: 233, 234, 286 y 287.
Cerro de la Encina: 212, 228 y 225.
- 426-
[page-n-428]
Cerro de la Virgen: 224 y 225.
Cerro de las Cabezas: 225.
Cerro de loe Santos: 841.
Chamattli de la Sierra: 816.
Chapada Diamantina: 65 y 71.
Chapada de Araípe: 65.
Chaves, Cueva de: 16.
Chipre: 378.
Cieza: 399.
Cigarralejo, El: 874 y 882.
Cingle Vermell: 14.
Cingle deis Corbe: 269.
Cocentaina: 204, 227 y 229.
Cocina, Cueva de la: 83, 122, 127 y 270.
Cogeces del Monte: 286.
Cogotas, Laa: 279, 280, 281, 283, 286, 286 y 316.
Coimbra del Barranco Ancho: 399.
Coll del Moro: 311, 362 y 424.
Collado del Zurdo: 421 y 423.
Collado, El: 308.
Comtat-Alcoia, comarca: 193.
Comunidad Valenciana: 362.
Confita, Coveta dels: 418.
Contestania: 420.
Convento Tarraconense: 293.
Corbera, Serra de: 242.
Corbera: 248 y 267.
Corinto: 837.
Corinto, Golfo de: 337.
Coroneta del Rei, La: 249, 260, 270, 272 y 273.
Coroneta. La: 420.
Corral de Molina, Cova del: 420.
Corral de Saus: 418, 421, 423 y 424.
Cortes: 289, 315 y 317.
Costera, La: 418 y 420.
Cova Roja: 208.
Covalta: 12, 391, 423 y 424.
Covatillas: 399.
Creta: 359.
Creueta Alta: 268.
Creueta, La: 270 y 273.
Crevillent: 206 y 247.
Ciatóbal, Pla de: 260.
Crocifisso del Tufo: 337.
Cruz del Negro: 811 y 312.
Cuenca, provincia: 16 y 308.
Cuesta del Negro: 280 y 286.
Cuieram, cueva des: 379 y 880.
Culla: 208.
Cullera: 129 y 270.
Cumas: 312 y 356.
Cutillas, valle de: 269.
CAlig: 180.
Cáceres, provincia: 399.
Cádiz, ciudad: 345 y 420.
Cáñoles, no: 418.
Cáñoles, valle del: 418.
C6rcega: 357.
-427 -
Córdoba, provincia: 345.
Delfos: 337.
Denia: 362.
Dermech: 358.
Don Benito: 399.
Dos Aguas: 270.
Ebols: 423.
Ebro, río: 317.
Ebussus: 353, 365, 361 y 362.
Ecce Homo, cerro del: 280 y 286.
Edetania: 292, 305 y 420.
Efeso: 881. ·
Egeo, mar: 357 y 880.
Egipto: 360, 875, 379, 380 y 882.
Elche: 12, 166, 176,247, 270, 367, 368,872,373, 876,
378, 379, 880, 381, 382, 888 y 890.
Eleusis: 374 y 378.
Elvas: 399.
Elx: V. Elche.
Emporiom: 863, 359, 360, 361 y 362.
En Pardo, Cova d': 165, 167 y 170.
Ereta del Castellar: 250.
Ereta del Pedregal: 165, 167. 170, 175, 176, 177, 207,
208, 209, 224, 227, 228, 229, 280, 233, 234, 236,
237 y 248.
Escalona, no: 234.
Escuera, La: 399.
Escurrupenia, Abric de 1': 170.
Esparta: 359 y 382.
España: 234, 318 y 888.
España mediterrá.n ea: 12, 37 y 42.
Estados Unidos: 57.
Estige: 375.
Etruria: 337, 340, 359 y 361.
Europa: 57.
Extremadura: 401.
Falaguera: 259 y 270.
Figueira da Foz: 399.
Focea: 810 y 360.
Font Dol~a: 257 y 271.
Font de la Carrasca: 208.
Font de la Figuera: 399.
Font del Pernil: 269.
Fontana Nea: 357.
Forada, Cova: 399.
Fort, Alt del: 268.
Fortuna: 399.
Francia: 51, 165, 179 y 392.
Frare, El: 418.
~ente Flores: 181, 183, 186, 188, 189, 201, 203, 204,
205, 206, 207, 208, 209, 210, 212, 220, 223, 224,
225, 226, 227, 228, 229, 280 y 231.
Fuma do Estrago: 58, 62 y 68.
Gaio: 357.
Gandía: 401.
Garrofera, Partida de la: 254 y 269.
Gat, Coveta del: 248.
Gata, Cova deis: 178, 248, 252 y 270.
[page-n-429]
Gela: 339.
Gerona, ciudad: 362.
Gerona, provincia: 14 y 15.
Gibujo, Sierra del: 220.
Gilí, ceca de: 395.
Ginebra: 338.
Goiáa: 49, 68 y 61.
Granada, provincia: 14, 16, 252 y 340.
Grande de la Huesa Tacaña, Cueva: 146.
Grecia: 338, 340 y 370.
Griega, Cueva de la: 16.
Guadalhorce, río: 309, 313 y 361.
Gátova: 421.
Helike: 383.
Heraclea, vía: 418 y 420.
Higuerón, Cueva del: 15.
Himera: 311, 312 y 360.
Homa, La: 247.
Horta, 1': 252.
Horvat Beter: 401.
Hoya de Santa Ana: 349, 361, 366, 359, 360, 362 y
424.
Huesca, provi.n cia: 15.
Hyblaea: 311.
Iberia: 368, 373 y 383.
Ibiza: 314, 362, 366, 369, 360, 361, 362 y 367.
Ibérico, Sistema: 183 y 252.
Ida: 379.
ldubeda, río: 292.
Ifre: 272.
Ilercavonia: 292.
llerda: 311.
llleta dels Banyets: 247 y 249.
lllici: 369 y 381.
Israel: 401.
· Itacuruba: 69.
Italia: 318, 319, 320, 331, 333, 338 y 344.
ltaparica: 61.
Jaén, provincia: 353, 361 y 363.
Jomón: 65.
Jovades, Les: 165, 175, 176, 177, 204,207, 208, 227 y
229.
Joya, La: 314.
Jumilla: 399.
Játiva: V. XAtiva.
Jonia: 382.
Júcar, :rfo: 183 y 421.
Llano de la Consolación: 361.
Ladera del Castillo: 247 y 249.
Lagoa Santa: 60 y 62.
Lagrimal, Cueva del: 136 y 146.
Laguna de Villena: 156.
Languedoc: 361.
Laurita: 313.
Ledua: 149 y 156.
Letreiro do Sobrado: 61 y 78.
Licia: 377 y 381.
Licosura: 382.
- 428 -
Limneon altar de: 382.
Lixus: 309.
Llanera: 420.
Llobregat, :rfo: 311.
Lloma Redona. 247.
:
Lloma del Betxí: 246.
Llometes, Les: 180.
Llop, Cova del: 13.
Llíria: 208, 248, 305, 399 y 423.
Londres: 338.
· Lugar Nuevo de Fenollet: 236.
Lumbrales: 289.
Lunell·Viel: 129.
Urida, provincia: 14.
Liria: V. Llíria.
Machawna, Cova: 420.
Macolla, La: 165, 167, 170, 206, 208 y 229.
Madrid, ciudad: 234, 311, 333, 336, 388 y 342.
Magna Grecia: 361.
Magro, rfo: 183.
Mailhac: 311.
Málaga, ciudad: 320.
Málaga, provincia: 12, 14 y 15.
Mallada, Cova de la: 15.
Mallaetes, Cova de les: 12, 13, 14, 19, 21, 31, 39 y
83.
Malll, Puntal de la: 257 y 259.
Mancha, La: 246.
Maraj6: 55, 65 y 69.
Maranhio: 51, 52, 54 y 66.
Marsella: 310, 314 y 360.
Martí (Ampurias): 367.
Mas Castellá: 424.
Mas de Menente: 242 y 250.
Mas de Mussols: 361 y 362.
Mas del Corral: 244.
Musalia: 360 y 361.
Mastia: 312 y 362.
Matamón: 259 y 270.
Mateu (Ampurias): 363.
Mato Grosso: 49.
Matutano, Cova: 13, 4l y 42.
Mediterráneo, mar: 16, 176, 309, 319, 336, 336, 366,
369, 360, 361 y 375.
Mediterráneo Español: 11, 13, 14, 15, 17, 19, 21, 23,
41, 48, 47.
Mediterráneo Occidental: 37, 159, 309, 312, 340,
344, S80 y 382.
Megara: 811.
Menelaion: 365.
Meravelles, Cova de les: 12 y 401.
Mercbanas, Castro de las: 289.
Merino, Cueva: 130.
Meseta Norte: 280.
Meseta, La: 183, 283, 317, 362 y 420.
Mesopotamia: 360.
Micale, cabo: 883.
Micenas: 378 y 382.
[page-n-430]
Millaree, Loe: 172.
Millan, río: 290 y 292.
Mina, La: 421 y 424.
Mina.a Gerai.t: 50 y 62.
Mir, Cabecol de: 267.
Mirador de Rolando: 340 y 841.
Mo~ador: 809 y 868.
Moixent: 399 y 406.
Mola Alta de Serellee: U2 y 250.
Mola Torró: 399 y 418.
Mola d'A~: 246.
Molar, El: 315, 318, 353, 362, 363 y 421.
Molinicoe, Loe: 399.
Mola: 319.
Moli Mató: 129 y 180.
Monforte: 247 y 899.
Montbol6: 179.
Montef'rlo: 206, 2IJ7 y 262.
Moratalla: 899.
Moreree, Lee: 172, 176, 205 y 21J7.
Motillaa, Lu: 279.
Moura: 400.
Muntanya Aaaolada: 166, 241, 242, 243, 244, 245,
246, 248, 2(9, 250 y 271.
Muntanya de Carlet: 248.
Muntanyeta de Cabrera: U1, 243, 244, 246 y 250.
Murcia, ciudad: 135, 329, 335 y 341.
Murcia. provincia: 14, 399 y 401.
Murta, Va1l de la: 2(2.
Murviedro: 298.
Ná.polee: 366.
Naucratia: 351, 868, 359, 861 y 862.
Navarra. provincia: 289.
Navarrée: 227, 283, 234, 237 y 243.
Nerja. Cueva de: 14, 15 y 39.
Nieto., Loe: 862.
Nilo, Delta del: 868, 359, 360 y 861.
Niuet: 171.
Niño, Cueva del: 16.
Nocuera: 14.
Novelda: 149 y U7.
Nuestra Sei\ora de 0 : 69.
Nueva York: 889.
Nulee: 318.
Numancia: 818.
Occidente: 875, 879 y 882.
Olbia: 357.
Olimpia: 837 y 838.
Oliva: 421.
Onda: 243.
Or, Cova de 1': 122, 127, 161, 165, 166, 167, 222 y 401.
Oral, El: 329, 881, 883, 838, 340, sn. 342, 343 y a«.
Orihuela: U7, 899 y 424.
Oriola: V. Orihuela.
Orleyl: 311, 421 y 424.
Orpeea la Vella: 246.
Orvieto: 837, 339, 340 y . 841.
Oxt'ord: 378.
Oxux. tesoro de: 313.
Padre, Gruta do: 51, 58, 61, 62, 66, 67 y 69.
Pajeú: 69.
Palmeta: 173.
Palmeral, monte El: 264.
Palmeral, planicie de El: 268.
Pantano de Cubillas: 14 y 39.
Papa Uvaa: 2U.
Paphoe, Venua de: 378.
Paraguay: 49.
Pa.raíba,: 50, 51 y 71.
Parnaiba, río: 49 y 52.
Parpal16, Cova del: 11, 12, 14, 16, 17, 18, 19 20, 21,
23, 25,27, 29,30, 31, 35,37,89,40, 41, 42, 43, 45
y 83.
Pará.: 64.
Paterna: 13.
País Valenciáno: 13, 14, 15, 16, 41, 156, 159, 161,
167, 172, 175, 179, 244, 246, 247, 805 y 809.
País ValenciA: V. País Valenciano.
Peal de Becerro: 311.
Pedra Furada: 56 y 71.
Pedraza: 16.
Pedrera: 252.
Peixera. Bauma de la: 14.
Peladilla. La: 226.
Penalva: 66.
Penya N~a: 281.
Península Ibérica: 64, 156, 176, 179, 318, 319, 831,
341, 351, 360, 861, 862, 368, 379 y 401.
Pequeña de la Huesa Tacaña, cueva: 146.
Peri-Peri: 74.
Pernamobuco: 51,52, 54, 55,57, 61,62, 68,69, 70, 71,
74 y 78.
Peeimonte: 378.
Peñaa de loe Gitanos: 252.
Peñas, Lu: 421.
Peñón de la Zorra: 173, 176, 248.
Piauí: 51, 52, 56, 61, 62, 64, 68, 70, 71, 74 y 78.
Pie de lee Moreree: 247.
Pi.c dels Corbe: 305.
Pinar de Tarruella: 146.
Pirineos Orientales: 179.
Pla de la Pitja: 13.
Plana de Caatell6n: 293 y 310.
Plana de Requena-Utiel: 183 y ~.
Plata, río de la: 49.
Plaza, La: 285.
Porcs, Cova dels: 13.
Porcuna: 371.
Portqal: 357, 899 y 401.
Pozo Moro: 313, 341, 862, 376 y 379.
Prebético, Sistema: 183.
Promontori, El: 175 y 176.
Provenza: 861.
Puig de Benicarl6: 421 y 424.
Puig dels Molins: 270.
Puig, El: 250, 809, 312 y 391.
- 429-
[page-n-431]
Puntal de Tous-Nou: 254, 257 y 271.
Puntal del Bartolo: 247.
Puntal del Buho: 247.
Puntal sobre la Rambla Caatellarda: 173, 176, 208
y 248.
Puntal, El: 399.
Puntalet, El: 259 y 308.
Purullena: 280.
Pyloe: 378.
Quersoneso táurico: 382.
Quesa: 233, 234 y 237.
Rambla de Ascoy: 299.
Rambla de la Senyora: 259 y 272.
Ratee Penades, Cova de les: 12.
Ratlla del Buho, Abric de la: 13 y 39.
Recife: 49 y 52.
Reclau Viver: 15.
Redován: 421.
Región Valenciana: 305.
Requena: 181, 183, 395.
Ribera, La: 252, 257, 259 y 270.
Rincón, El: 173.
Rio Grande do Norte: 51, 54, 56, 57, 58, 61, 62, 70,
71 y 78.
Rochelongue: 320.
Rodas: 359.
Rodelas: 69.
Rollos: 361.
Roma: 420.
Rotgla: 420.
Rótova: 12.
Saetabie: 420.
Safor, La: 12 y 252.
Sagunt: 293, 305 y 423.
Sagunto: V. Sagunt.
Saiti: 395 y 420.
Saladares, Loe: 362, 372 y 424.
Salamanca, provincia: 285 y 289.
Salinas: 399.
Saleadella, La: 313.
Samos: 338 y 359.
San Antón: 249 y 399.
San Francisco, región de: 69.
San Francisco, río: 49, 52, 54, 55, 58, 61, 68, 69, 74 y
78.
San Francisco, valle de: 51, 58, 61 y 78.
San Fulgencio: 353.
San Luis: 66.
San Miguel: V. Sant Miquel.
San Raimundo Nonato: 51, 56, 57, 58 y 71.
San Santón: 247.
Sanchorreja: 818, 315, 817 y 818.
Sant Lloren9 de Cullera: 129.
Sant Miquel: 305, 362 y 423.
Santa Catarina: 64.
Santa Mónica: 379 y 380.
Santa, Cova: 180 y 418.
Sa.n tarem: 69.
-430 -
Santo Domingo de Silos: 899.
Santa, Muntanyeta dele: 418.
Santa, río: 418 y 420.
Sio Felipe Neri: 54.
Sio Paulo: 64.
Sa.rea, Cova de la: 4{)1.
Segarra, La: SU.
Segovia, provincia: 16.
Segura, río: 172 y 810.
Senda Vedada, Abric de la: 13.
Sergipe: 51 y 71.
Seridó: 55, 61, 62 y 71.
Serinya: 12 y 14.
Serpia., río: 175 y 252.
Serra Groeea: 166, 243 y 249.
Serreta, La: 399.
Sevilla, provincia: 811.
Sicilia: 818, 359, 360, 361, 880 y 882.
Sierra de Enmedio: 188.
Silos: 231 y 281.
Sima de la Pedrera: 173 y 180.
Sinarcaa: 421.
Siria: 375.
Skutari: 841.
Sol, Cova del: 13 y 39.
Solana d'Almuixich, Cova de la: 170.
Solivella, La: 811, 362, 421 y 424.
Solsonás, El: 311.
Sudeste: 12, 15, 281, 286, 344 y 392.
Sumacúcer, Caatell de: 344.
Suaa: 881.
Tabaia: 247 y 249.
Tacararú: 69.
Tángér: 358.
Tarento: 338 y 389.
Tarquinia: 859.
Tarraco: 811.
Tarragona, provincia: 15.
Terlinquee: 249.
Terrera Ventura: 224.
Terrera: 420.
Teruel, ciudad: 252.
Teruel, provincia: 399 y 401.
Tharros: 858.
Thaaos: 311.
Tiro: 309, 810 y 880.
Tiviea: 841.
Toca da Barra do Antoniio: 57.
Toca da Boa Vista: 58, 68 y 74.
Toca do Baixio do Pema: 71.
Toca do Bajo: 58.
Toca do Paraguaio: 58.
Toca do Sítio do Meio: 71.
Tolmos de Caracena, Loe: 280, 283 y 285.
Torre del Mal Paso: 424.
Torreigleeiaa: 283.
Torrelló de Onda: 243 y 246.
Torrent: 241, 243, 244, 246 y 250.
[page-n-432]
Torres de Sinea: 357.
TOIIC8lloa: 809.
Tossal de Maniaes: 387, 388, 389, 390, 391 y 393.
Tossal de la Cala: 424.
Tossal de la Roca, Cova del: 13.
Tossalet, El: 399.
Totana: 399.
Tous: 251, 254 y 259.
Trilles, Lea: 173.
Troya: 379.
Ugarit: 375.
Ullastret: 311, 353 y 362.
Valdegamaa: 399.
Valdeganga: 349.
Valdívia: 65.
Valencia, ciudad: 11, 159, 293, 349, 387, 395, 405 y
423.
.
Valencia, provincia: 12, 13, 181, 183, 233, 234, 236,
237, 305, 308, 395 y 423.
Valie.nte, Alt de: 268.
Vall d'Albaida: 193 y 252.
Vallada: 418.
Valladolid, provincia: 285.
Valle de Sous: 401.
Valles de Sagunto: 293.
Valletea, Ca~ol de les: 257.
Vaquera, cueva de la: 280 y 283.
Vedat de Torrent: 241.
Vega Baja del Segura: 247, 252 y 310.
- 431 -
Vera Cruz: 55.
Verdelpino, Abrigo de: 15.
Verdolay, Cabecico del Tesoro de: 829, 331, 333,
838, 341, 342, 348 y 344.
Vil.la Filomena: 173, 180 y 252.
Vila Real: 252.
Vilafamés: 252.
Villafranca: 250.
Villares, Loe: 308.
Villaricoa: 363.
Villaaviejaa: 399.
Villena, comarca de: 140.
Villena, municipio: 186, 156, 170, 206, 'JUl, 208, 227,
229, 247, 248, 249 y 283.
Vinalop6, río: 149, 151, 156, 172, 175, 247 y 883.
Vinarragell: 287, 289, 292, 293, 297, SO., 805, 309,
310, 313, 814, 315, 318, 319, 320 y 362.
Vintihuitena, Alteret de la: 268 y 273.
Vulci: 337, 338, 359, 361 y 378.
Vélez.Blanco: 15.
Xanthoe: 377.
XAtiva: 293 y 420.
X6quer, río: 242, 249, 252, 257, 259, 280, 268, 270 y
.272.
Yeola.Jumilla, altiplano de: 138.
Zambujal: 212 y 225.
Zaragoza, ciudad: 238.
Zorobabel: 89.
[page-n-433]
[page-n-434]
INDICE DE PERSONAS Y ENTIDADES
Ab'Saber, Aaaiz: 52 y M.
Abad Cual, Lorenzo: 149, 829, 381 y 341.
Acosta, Pilar: 179.
Acuña Hernández, Joñ Daniel: 210.
Afrodita: 379.
Aguilar, A.: 61, 71, 74 y 79.
Airvaux, J .: 20 y 22.
Al·ldriai: 293.
Al-Rui: 293.
Albano, R.: 69.
Alberola Belda, Elia: 149.
Albert. Catalina. 854.
:
Albuquerque, M.: 54.
Alcácer Grau, Joe6: 211, 246 y 887.
Aldana Nácher, Cristina: 887 y 421.
Almagro Buch, Martfn: 279, 281, 318, 319, 852,
853, 355, 857 y 879.
Almagro Gorbea, Martfn: 16, 280, 306, 310, 311,
313, 318, 319, 820, 852, 859, 362, 368, 373 y 379.
Almeida, R. T. de: 50 y 79.
Almohalla Gallero, M.: 14.
Alonao, L. A.: 236.
Altuna, J .: 180, 212, 218, 220 y 221.
Alvim, M .: M y 62.
Amasia: 858 y 359.
Andrade, G. 0 .: 54.
Aparicio Pérez, Joe6: 42, 170, 208, 226, 278, 373,
895, 406 y 428.
Apuleyo: 378.
Aquelao: 388.
Aranegui Gucó, Carmen: 250, 293, 801, 306, 308,
810, 311, 812, 314, 820 y 362.
Araripe, T. de A.: 79.
Argilee G6mez, J .: 25.
Ariu Martfnez, Joe6 Mi¡uel: 25, 82 y 40.
Arnal, J .: 820.
Arribas Palau, Antonio: 173, 205, 206, 225, 229, 252,
309, 310, 813 y 840.
-433 -
Arteaga Matute, Oewaldo: 246, 288, 287, 804, 305,
309, 810, 813 y 314.
Artemis: 879 y 381.
Artemis Efesia: 879.
Artemie Ortia: 879 y 382.
Aaenai Iñeeta, M: 151.
A.etarté: 361, 874 y 879.
Atrián Jordán, P.: 899.
Aubet, M. E .: 858, 859, 361 y 380.
Augusto: 293.
Aura Tortoea, Juan Emilio: 14, 40 y 42.
Avieno: 388.
Azambre, B.: 236.
Azuar, Rafael: 329.
Badal Garcfa, Erneatina: 177.
Bailey, G. N.: 18.
Baldellou Martfnez, Vicente: 15 y 16.
Balleater Tormo, mdro: 234, U1, 308 y 349.
Barandiarán Maeztu, Ignacio: 47.
Barberá, J .: 355.
Barboaa, A. S.: 52.
Barrachina, Amparo: 250.
Barriere, Cl.: 20.
Butida, J.: 236.
Beuley, J. D.: 855.
Berouen, H .: 45.
Bellona: 378.
Beltrio, A. C.: 70.
Beltrio, M. C.: 51 y 79.
Beltrán Martfnez, Antonio: 40.
Bendala, Manuel: 829.
Bernabeu Aubán, Joan: 155, 159, 161, 165, 166, 167,
170, 171, 204, 205, 206, 207, 209, 227, 228, 233,
248, 248 y 273.
Bernabé, A.: 375.
Bernab6 Brea, Luigi: 318.
Blance, B. M.: 234.
Blanco, A.: 381.
[page-n-435]
Blúquez Martínez, JoM María: 310, 335, 363 y 366.
Bloch, R.: 376.
Boeeanecb. J .: 212, ~ y 225.
Bonet Roeado, Helena: 260.
Bonify, M. F.: 129.
Boec:h Gimpera, Pere: 51, 279 y 311.
Botella, E.: U2.
Boucher, S.: 343.
Bouloumié, B.: 335 y 341.
Bouaczaru, A.: 820.
Brandlo: 50.
Breuil, Henri: 22 y 45.
Brochado, J. P.: 66.
Brotona García, María del Carme.n: 155.
Brotona Yagüe, Francúco: 185.
Brouot, E.: 20 y 25.
Cabral, E. M.: 79.
Cabrll A¡uiló, Juan: 818.
Cacho Quesada, Carmen: 13, 15 y 41.
Calderón, Valentín: 50 y 51.
Camjx>reale, G.: 329, 386, 387, 339, 340, 341 y 343.
Campe, E.: 315.
Canivell, colección: 320.
Cantalejo Duarte, P.: 16.
Caaab6 Bemard, Josep: 13 y 41. ·
Catalá Ferrer, Enrique: 16.
Cava Almusara, Ana: 'JJYl.
Celeo: 374 y 875.
Centre d'Eatudia i Investigáciona Comarcals Al·
fona el Vell: 40.
Cerea: 378.
Chapa, T.: 868, 375 y 376.
Chocomeli, J .: 233.
Chollet, A.: 20 y 22.
Chollot-Varagnac, M.: 45 y 47.
Cibeles: 379.
Cintas, P.: 380.
Cipollini, M.: 176.
Cianeroa Fraile, Francisco: 349.
Clarlte, D. L.: 161.
Cloquell, Blai: 180.
Clottea, J .: 40.
Colegio de Francia: 70.
Combier, J.: 20 y 25.
Consejo Superior de Investigaciones Científicas,
Madrid: 11.
Correa, C.: 66.
Corten, Emilio: 18 y 31.
Coudamin, J .: 348.
Couturier, M. A. J .: 84.
Cre¡ut, E.: 129.
Cruz-Auñón, R.: 179.
Cuadrado Dlaz, Emeterio: 814, 316, 374, 382 y 391.
Davidaon, lain: 13, 19, 31 y 42.
Dawkina, R. M.: 382.
Delibea de Castro, Germán: 280, 281 y 285.
Delibriaa, G.: 19, 61, 71 y 78.
Delluc, B. y G.: 28.
- 434 -
Delporte, H.: 19, 28, 25 y 29.
Delsol, J.: 47.
Demarrne, P.: 376, 377 y 381.
Demofoonte: 374 y 375.
Deméter: 374, 376, 379 y 382.
Deniz, E.: 84.
Diodoro de Sicilia: 383.
Diputación de Valencia: 9 y 185.
Dirección G. Patrimonio Artístico, Generalitat
Valenciana: 161.
Donat, J.: 273.
Doncel, R.: 371.
Drieach, A. V. D.: 210, 212, 222, 228, 224 y 225.
Duabna Dictyna: 378.
Duarte, Paulo: 50.
Dupré Ollivier, Michble: 18, 19 y 81.
Enguix Alemany, Rosa: 166, 241, 242, 248, 246, 248
y 273.
Esteve Gálvez, F .: 424.
Eatévez, Jordi: 18 y 41.
Ea~rlo, C.: 54 y 67.
Evana, Clifl'ord: 50 y 66.
Evaa, colección: 878.
Ewbank, J. M.: 84 y 215.
Femández ~ano, D.: 280.
Femández Manzano, J .: 280 y 285.
Femández Miranda, Manuel: 15.
Femández de Avilés, A.: 399.
Fernández, A.: 281.
Fernández, F.: 399.
Femández..Poaae, M. D.: 280, 281 y 285.
Ferraez Barboaa, S.: 61.
Ferrer i Maraet, Pere: 16.
Ferrer, A.: 248 y 249.
Ferrándiz Ruiz, J. M.: 161.
Fletcher Valla, Domingo: 7, 9, 11, 12, 146, 'JJYl, 284,
241,242, 248,244, 246,248, 262,270, 281, 305,
311, 812, 318, 814, 829, 851, 863, 887, 399, 400,
401, 420, 421 y 424.
Flor, María Teresa: 138.
Flor, Miguel: 188.
Florachutz, F .: 177 y 234.
Fock: 220.
Fortea Pérez, Francisco Javier: 13, 14, 16, 19, 21,
29, 81, 39, 42 y 46.
Foaaing, P.: 859.
Francia Galiana, María: 829.
Frickenhaus, A.: 851.
Fullola Pericot, Josep Maria: 13, 14, 15, 19, 28, 30,
31, 39 y 42.
Fwnanal García, María Pilar: 18, 19, 31, 41, 4.2, 129
y 177.
Fundación Nacional del Indio (FUNAI): 69.
Fuaté, M.: 234 y 244.
Gallart Femández, J .:. 14.
Gallart Martí, María Dolores: 210 y 233.
Galán, C.: 281.
Garay, P.: 129.
[page-n-436]
García y Bellido, Antonio: 317,336, 352, 356 y 357.
García Bebia, M. A.: 1111.
García Cano, Miguel A.: 329 y 333.
García Carraecoea, M.: 396.
García González, M.: 8915.
García de Gamarra, Alfonao: 329 y 342.
García del Toro, J. R.: 209.
García-Argüellee Andreu, P .: 1(.
Gaacó, F.: 273.
Generalitat Valenciana: 151.
Gil Orozco-Roda, L : 8915.
Gil, J.: 273.
Gil-Mascaren Boaeá, Milagro: 244, 246, 248, 273,
806, 308, 311, 314, 341 y 420.
Giner. Soapedra, V.: 421.
Giraud, J . P.: 40.
Girod, P.: 27.
González ·Prata, Alfredo: 172, 205, 207, 208, 250, 279
y 281.
Gonz,lez Salas, S.: 283, 285 y 899.
Grau Almero, Elena: 203 y 231.
Grau Aymericb, J. M. J .: 889.
·Grazioai, Paolo: 11, 17, 27, 43 y 46.
Grigaon, C.: 84.
Grupo Arqueológico Requenenae: 395.
Grupo Eapa.iiol de Trabajo del Cuaternario: 15.
Gual, M.: 244.
Guidon, Ni8de: 51, 66, 62, 70, 71, 78 y 79.
Guitart Perarnau, Imma: 159 y 167.
Guai Gener, Franceac: 13, 41, 243 y 246.
Guzzo, P.: 329, 336, 336, 337, 339, 341 y 343.
Hain, Fritz.Hermann: 225.
Harden, D.: 359.
Hayee, J . W.: 342.
Héeatea: 378.
Hemingway, M. F.: 40.
Hernmdez Pérez, Mauro S.: 16, 149, 244, 246, 247 y
249.
Hemmdez Salguero: 138.
Hemmdez, J. H.: 356.
Hemmdez, Laura: 138.
His, A: 278.
Hoffnagel, J .: 61.
Homero: 879.
Hopf, M.: 226.
Hucbard, P.: 20 y 25.
Huguet, E.: 320.
Huguet, Ramón: 287.
Hus, A.: 876.
Ifigenia: 382.
Inanna: 379.
Institut d' Art Prébistorique de Toulouse: 20.
Institut d'Estudis Gironins: 15 y 19.
lnatitut de Paléntologie Hum.a ine: 20 y 23.
Instituto Diego Velúquez (C.S.lC.), Madrid: 11.
Instituto Geológico y Minero de Espa.iia: 284.
Instituto de Estudios Pirenaicoe: 15.
Instituto de Prehistoria de Sio Paulo: 50.
Instituto de Restauración de Madrid: 333.
Iahtar: 379.
Iaia: 874, 878, 879 y 380.
Iais-Neftis: 380. .
Iturbe Polo, Guillermo: 13 y 31.
J. R.: 361 y 362.
Jacobetabl, P.: 336 y 380.
Jebasse, J . L.: 357.
J"UDeno Martínez, A.: 280, 283 y 285.
Jordá CerdA, Francisco: 12, 13, 15 y 284.
Jordá Molt6, C.: 8915.
Jord' Pardo, J .: 15.
Jomet Peralee, Mariano: 180, 204 y 241.
Jover Maestre, F. J.: 151.
Juan Cabanillee, Joaquim: 156, 181 y 208.
Judice Gamito, T.: 899 y 400.
Jully, J. J.: 312 y 892.
Juno: 378 y 381.
Junyent Smchez, E.: 810 y 811.
Karageorgbis, J. : 380.
Laboratorio de Arqueología de la Universidad de
Valencia: 242.
Laboratorios Gil.Sur-Yvette, Francia: 71.
Lago San José, M.: 238 y 236.
Laguna Pérez, F.: 895.
Lamb, W.: 355.
Laming-Emperaire, Annette: 50 y 51.
Laming-Emperáire, Josef: 50.
Laroche, A. F. G.: 57 y 62.
Latorre Nuévaloa, F.: 226, 396 y 428.
Lúaro Mengod, A.: 311, 312 y 421.
Le Hasü, G.: 19.
Lerma Alegría, JOÑ Vicente: 171.
Leroi.Qourban, André: 21, 27, 29 y 70.
Levi-Proven981, E.: 293.
Ligodeema: 382.
Lillo Carpio, Pedro A.: 899 y 400.
Lima, J . M. D. de: 54 y 68.
Lima, M. G.: 61, 66 y 79.
Lins, R. C.: 54.
Llevador, M. D.: 248 y 249.
Llobregat Coneaa, Enrique A.: 166, 170, 207, 227,
234, 243, 250, 829, 381, 840, 387, 888, 889 y 420.
Lopes, D.: 66.
L6pez García, Pilar: 10, 13, 115 y 41.
L6pez Mira, J. A.: 1151.
.
L6pez Monteagudo, G.: 280.
L6pez Padilla, J. A.: 151.
L6pez Solaz, R.: 895.
L6pez, N.: 13 y 41.
Lozano Olivaree, F.: 151.
Lucio: 378.
Lund: 50.
Machado, A. L : 66.
Maluquer de Motea, Joan: 14, 115, 279, 289, 310, 811,
815, 817, 820, 353, 362 y 368.
Malvesin-Fabre, G.: 27.
Marcoe Pone: 345.
-435-
[page-n-437]
Mariezkurrena, K.: 86.
Maroto i Genover, J .: 14.
Martí Eateve, colección: 856.
Martí Oliver, Bernardo: 13, 166, 156, 166, 166, 177,
179, 197, 204, 206, 209, 210, '1:1.7, 228, 229, 230,
238, 2-ü, 242, 248, 246, 260, 271 y 273.
Martín Suárc, E.: 14.
Martm Valla, R.: 280.
Martín Gabriela: 49, 60, M, 61, 62, 68, 71 y 74.
Martín, H.: 28 y 26.
·Martínez Andreu, M.: 14.
Martínez Cabrera, Francisco: 13.
Martínez Perona, J~ Vicente: 208.
Martínez P~rez, Antonio: 261, 254, 268 y 273.
Martfnez Sana6, José Salvadbr: 18.
Martfnez Valle, Rafael: 18.
Martínez, A.: 248 y 249.
Martínez, J. V.: 248.
Massenat, E.: 27 y 45.
Mata Parreño, Consuelo: 260 y 808.
Matolcai: 220.
Mafiá: 872.
Meggera, Betty: 60 y 66.
Melo, M.: 79.
M~ndez· Ortiz, Rafael: 135.
Mengod P~. José: 289.
Men~ndez Amor, J .: 177 y 284.
Mesado Oliver, Norberto: 287, 289, 292, 304, 808,
810, 811, 814, 319, 362 y 421.
Meseguer Folch, V.: 421.
Metanira: 374 y 376.
Minerva Cecropiana: 378.
Mirallea Viciano, Josep Llufa: 14 y 19.
Misión Arqueológica Franco-Brasileña: 70.
Molina González, Fernando: 173, 206, 206, 225, 229,
280, 288, 286 y 286.
Monraval Sapiña, Magdalena: 353 y 363.
Motu6n, S.: 79.
Mora, Ricardo: 329 y 342.
Morales, A.: 224.
Morote Barberá, J . G.: 312 y 313.
Morán, C.: 279.
Morán, Enrique: 897.
Moacati, S.: 357 y 368.
Moure Romanillo, A.: 16.
Municio, L.: 178.
Museo Americano de Historia Natural de New
York: 67.
Museo Arqueológico Municipal de Alcoi: 389 y
399.
Museo Arqueológico Municipal de Alzira: 273.
Museo Arqueológico Nacional: 329, 331, 335, 338,
342, 345, 352 y 356.
Museo Arqueológico Provincial de Albacete: 351,
856 y 358.
Museo Arqueológico Provincial de Alicante: 388.
Museo Arqueológico de Barcelona: 352.
Museo Arqueológico de Córdoba: 345.
- 436 -
Museo Arqueológico de Granada: 14.
Museo Arqueológico de Ibiza: 380.
Museo Arqueológico de Murcia: 338.
Museo Arqueológico de Requena: 395 y 397.
Museo Británico: 877 y 378.
Museo DioceeanÓ de Gerona: 356 y 662.
Museo Monográfico de Ampuriaa: 31)1.
Museo Municipal de Burriana: 311.
Museo Nacional de Atenas: 378.
Museo Nacional de Cartago: 380.
Museo Paleontológico, Valencia: 284.
Museo de Ja~n: 400.
Museo de Kaatamonu: 371.
Museo d.e Málaga: 400.
Museo de Prehistoria de Valencia: 181 y 186.
Museo de Villa Giuliana: 876.
Museo del Bardo: 358.
Museo del Louvre, Paria: 356.
Muñoz Amilibia, Ana Maria: 172.
Nabucodonoeor U: 809 y 360.
Naaaer, N.A.S.: 79.
Navarro, J . F.: 243 y 247.
Navarro, Roaario: 316 y 818.
Navaacuéa, J . M.: 816.
Niemeyer, H G.: 818 y 320.
Nieto Gallo, G.: 338.
NordatrOm, S.: 344, 889 y 399.
Nougier, L. R.: 27 y 47.
Néator: 378.
Nájera, T.: 246.
Olaria, Carmen: 13 y 41.
Oliver Foix, Arturo: 812, 420 y 424.
Olmos Romera, Ricardo: 329, 331, 361 y 362.
Oreatea: 382.
Ortí, F .: 236.
Ortia: 388.
Oairia: 379.
Osuna, Manuel: 313 y 314.
Padr6 Parceriaa, J.: 306, 809, 310 y 313.
Pajares, Ricardo: 329.
Palol, Pedro: 318 y 319.
Palop Salellea, P.: 279.
Pandareoa: 377.
Pareja, E.: 280 y 286.
Pareja, Ricardo: 342.
Parrot, A.: 380.
Pascual Benito, Joaep Lluía: 166, 169, 165, 176,204,
207 y 208.
Pascual Pérez, Vicente: 210 y 889.
Paaaemard, E.: 47.
Pauaanias: 370 y 382.
Payne, H. G. H.: 356.
Payne, S.: 84.
Pedro Michó, Maria Jesús de: 246 y 246.
Pellicer Catalán, Manuel: 281 y 313.
Pericot García, Lluía: 11, 15, 30, 31, 39, 41, 42, 51,
241 y 319.
Peasis, S. M.: 70.
[page-n-438]
Petrie, M. F.: 358.
Peyron, J .: m .
Peña Sáncbez, José Luis: 14 y 81.
Peiialver L6pez, R.: 151.
Peiiarrubia Garcfa, M. A.: 161.
Philipaon, D. W.: 84 y 215.
Picarol, colección: 356.
Picazo, M.: 353, 362 y 363.
Picón, M . : 843 y 344.
Piette, E.: 45.
Pijoán, J .: 378.
Pilos: 882.
Pinto, E.: 79.
Pintos de Pentherilea: 312.
Pla Ballester, Enrique: 9, 12, 159, 165, 170, 204, 205,
207, 209,228, 233,234, 241, 243,246,248,252,
270, 273, 305, 308 y 887.
Planells, A.: 367.
Plinio: 292. .
Plutarco: 374 y 379.
Pocovi, A. : 236.
Ponsell Cortés, Fernando: 242.
Portell, E.: 25, 32 y 40.
.
Poaei-das: 363.
Poaeidón; 382 y 883.
Poaeidón Helikonios: 383.
Potnia Theron: 379 y 883.
Pottier, E.: 355.
Poyato, C.: 281.
Pradel, L.: 20 y 22.
Proserpina Estigiana: 378.
Pryce, F. N.: 377.
Peamético ill: 358.
Puigcerver, A.: 151.
Pérez Deltell, Martín: 151.
Pérez M(nguez, Rafael: 395.
Pérez Ripoll, Manuel: 83, 210, 222, 224, 225 y 230.
Quiles Calero, L: 151.
Ramos Fernández, Rafael: 176, 367, 368, 870, 371,
372, 373 y 881.
Ramos, A.: 156, 370 y 881.
Ramoe, Maria Victoria: 314 y 319.
Rama Brotone, María Victoria: 423.
Remeeal, J .: 313 y 314.
Revert, Emilio: 405 y 410.
Rhamnueia: 378.
Ribeiro, M. B. : 52.
Ribelles, J .: 149.
Romain, 0 .: 19.
Roquette-Pinto: 49.
Roselló, N.: 149.
Rouy, M.: 236.
Rou880t, A.: 20, 22, 43 y 47.
Rovert, R.: 27 y 47.
Rovira Gomar, María Luisa: 13 y 41.
Ruano, E.: 373.
Rubio Gomie, Federico: 421 y 423.
Rubio de Miguel, L: 156.
Rueda Torree, J . M .: 15.
Ruiz Zapatero, G.: 281.
Saavedra. colección: 335.
Saint-Perier, R. de: 20 y 45.
Saint-Perier, S.: 20.
San Valero Aparisi, Julián: 208.
Sanahuja, M.• E.: 313.
Sánchez Meseguer, J .: 281.
Sanchidrián Torti, José Luis: 16 y 89.
Sanmartf Grego, E.: 309, 310, 311, 312, 313 y 361.
Sarrión Montaiiana, Inocencio: 129 y 130.
Sauvet, G.: 16.
Scbliemann: 878.
Schmitz, P. J.: 51, 52 y 58.
Schubart, HermanCrid: 246, 318 y 320.
Schüle, Wilhem: 230.
Segura Herrero, G.: 151.
Segura, J08é María: 399.
Seminario de Prehistoria y Arqueología de Salamanca: 15.
Senent Jbáñez, J . J .: 353.
Serna, María: 305 y 310.
Serra Román, R.: 151.
Serrano Varez, D.: 268, 270 y 273.
Serrelle, C.: 40.
Servicio Geográfico del Ejército: 183.
Servicio de Investigación Prebist6rica, Valencia:
9, 11, 12, 13, 14, 42, 241, 260, 270, 406 y 420.
Sfameni, G.: 881.
Shefton, B. B.: 335.
Sieveking, A.: 47.
Silvev, l. A.: 221.
Simón Garcfa, José Luis: 151.
Siret, Luis: 15, 263, 272 y 313.
Sociedad de Arqueologia Brasileira (SAB): 52.
Société Historique et Archéologique de Périgord:
47.
Société Préhistorique Francaise: 20.
Soler Garcfa, José María: 135, 146, 156, 165, 206,
207, 208, 247, 283 y 285.
Soler i Maarerrer, N.: 14, 15 y 19.
Sonneville-Bordes, D.: 15.
Soriano, R.: 247.
Souza, S. M.: 54.
Staden, Hans: 62.
Steingriber, S.: 376.
Smitheonian Inetitution: 50.
Sáez Ruiz, J.: 396.
Ribera Lacomba, Albert: 308.
Rice, E . R.: 355.
Rincón, A.: 363 y 363.
Ripoll L6pez, Sergio: 13 y 15.
Ripoll Perelló, Eduardo: 11 y 15.
Rivet, Paul: 50.
Robert, D.: 320.
Robles Cuenca, Fernando: 210.
Rocha, J .: 61, 66, 69 y 74.
Rodrigo García, María José: 14, 37 y 40.
- 437 -
[page-n-439]
Sánchez Albornoz, C.: 316.
Sáncbez Jiménez, Joaquim: 349 y 361.
Sánchez de Prado, Maria Dolores: 329.
Tadeu, P.: 71.
Tanit: 367, 879 y 381.
Tarradell Mateu, Miquel: 227, 234, 242, 243, 273,
306, 380, 387 y 889.
Tejera Martín, l.: 161.
Thouvenot, R.: 836.
Toro Moyano, 1.: 14.
Torró, Francisco: 138.
Tortoea Rocamora, T.: 161.
Trelie, Julio: 244.
Tríu, Gloria: 861, 362, 363, 365 y 361.
Tuffreau, A.: 19.
U.I.S.P.P.: 46.
Ubieto, Antonio: 298.
Ucko, P.: 40.
Uerpmann, Hane·Peter: 225 y 226.
Uigliardi, A.: 46.
Uni: 879.
Universidad Federal de Bahía: 61.
Universidad Federal de Rfo Grande del Sur: 62.
Universidad Federal de Río de Janeiro: 61.
Universidad de Alicante: 161.
Universidad de Barcelona: 11.
Universidad de Cambridge: 13.
Universidad de Murcia: 14 y 186.
Uroz Sáez, Joeé: 420.
Valverde Soteru, M.: 396.
Vargu, Maria Dolores: 138.
Velaaco Ben:oea, Angel: 26, 32 y 40.
Vento Mir, Enriqueta: 176, 201, 208, 209, 210, 228,
366 y 366.
Verardi, L: 62.
Vercoutter, J . : 869 y 361.
Vian, F .: 382.
Vfctor, P .: 71.
Vigil, M.: 369.
Vila i Mitja, A.: 14.
Vilanova y Piera, J .: 233.
Vilueca, S.: 318.
Villaverde Bonilla, Valentín: 11, 13, 14, 19, 23, 26,
31, 32, 39, 40, 41 y 42.
Wattenberg, F.: 279.
Weber, T.: 386, 836, 887, 888, 889, 840, 341 y 342.
Whitehouse, R. D.: 84 y 216.
.
Zamora Canellada, A.: 280 y 283.
Zilaho, J .: 16.
-438-
[page-n-440]
IN DICE
GENERAL
Págs.
V. VILLAVERDE BONILLA: Consideraciones sobre la secuencia del Parpalló y el arte
paleolítico del Mediterráneo español. ........................................................................
G. MARTIN: Prehistoria del Nordeste de Brasil: Estado actual de la investigación...
M. PEREZ RIPOLL: Estudio de' la secuencia del desgaste de los molares de la ((Capra
pyrenaican de yacimientos prehistóricos. ..................................................................
L SARRION MONT.AiitANA: Notas sobre una morfología düerenciada en los restos
óseos de Capro. pyrenaú:a y Capro. hircus. ...............................................................
J . M.• SOLER GARCIA: La Cueva del Cabezo de los Secos. .....................................
M. S. HERNANDEZ PEREZ Y E. ALBEROLA BELDA: Ledua (Novelda, Alacant): Un
yacimiento de llanura en el Neolítico valenciano. .................................................
J . BERNABEU, L GUITART y J . LL. PASCUAL: El País Valenciano entre el final del
Neolítico y la Edad del Bronce. ................................................................................
J . JUAN CABANILLES y R. MARTINEZ VALLE: Fuente Flores (Requena, Valencia).
Nuevos datos sobre el poblamiento y la economía del Neo-eneolítico valenciano.
M.• D. GALLART MARTI y M. LAGO SAN JOSE: Procedencia de las hachas pulidas
del poblado de la Ereta del Pedregal (Navarrés, Valencia). ................................
R. ENGUIX ALEMANY y B. MARTI OUVER: La cultura del Bronce Valenciano y la
Muntanya Assolada de Alzira: Aproximación al estado actual de su investigación.
A. MARTINEZ PEREZ: El núcleo de poblamiento de Alberic-Antella-Tous durante la
Cultura del Bronce Valenciano. .................................................................................
A. GONZALEZ PRATS: Sobre unos diseños decorativos de Cogotas l. ....................
N. MESADO OLIVER: Nuevos materiales arqueológicos en el Pozo 1 del yacimiento de
Vinarragell (Burriana, Castellón). ..............................................................................
L. ABAD CASAL: Un tipo de Olpe de bronce de yacimientos ibéricos levantinos.
F. CISNEROS FRAILE: El Aryballos vidriado de la necrópolis ibérica de la Hoya de
Santa Ana y el problema de las relaciones con los pueblos colonizadores. .....
R. RAMOS FERNANDEZ: Simbolismo de la Esfinge de Elche....................................
C. ALDANA NACHER: La cerámica ibérica con decoración geométrica sencilla en el
Tossal de Manises (Alicante). Campaña de 1965. ...................................................
R. PEREZ MINGUEZ: Un tonel cerámico ibérico procedente del Castellar de Hortunas
(Requena, Valencia). .....................................................................................................
J . APARICIO PEREZ: La tumba ibérica del Camí del Bosquet (Mogente, Valencia).
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Elte Servicio de Inveeti¡aci6n Prehiat6rica remite aua publicacionea para eetablecer y mantener intercambio con loe centroe cientfficoe y eeñorea inveetipdoree
en eeta eepecialidad. Por ello espera aer correepondido con el envío de lu
publicacionee del receptor, entendiendo, c:uo contnrio, que no ee deeee IOitener
intercambio y e\lll)eDderá ulterioree envíoe.
Toda la correepondencia dirljue al Director dal Servicio de Inveatigaci6n
Prehiat6rica de la Excma. Diputación Provincial, calle de La Corona, número 36.
46003 Valencia (Eepaña).
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LAS OPINIONES VERTIDAS EN LOS TRABAJOS INSERTOS EN ESTE
VOLUMEN DEBEN ESTIMARSE COMO JUICIO PERSONALES
DE LOS RESPECTIVOS AUTORES
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RCHIVO
O€
R€HISTO~IA L EVANTINA
,Ho.(EHAJE A
o.
DoMINGO rl.ETCHER
ToMo
11
S rRvicro DE INVESTIGl\CJóN P REHJ.rroRICA
DE
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e xc.MI\. o
IPVfACION.
P ROVJNCIAL DEV A LENCIA
VOL XVIII
VALENCIA Mt:ML}(XXVIII
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
XVIII
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ARCHIVO
DE
PREHISTORIA LEvANTINA
HOMENAJE A D. DOMINGO FLETCHER VALLS
TOMO II
SERVICIO DE INVESTIGACION PREHISTORICA
DE LA EXCELENTISIMA DIPUTACION
PROVINCIAL DE VALENCIA
VOL. XVill
VALENCIAt MCMLXXXVIII
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I.S.B.N.: 8U64GU$.1
I.S.S.N.: 0%10-8230
DBPOSITO LBGAL: V. 887-1989
BDrl'ORIAL F. DOMI!NECH, S. A.-Gr.it, 12. 46014 Vallllcia
IMI'RESO BN BSP~A
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EXCMO. SR. D. DOMINGO FLETCHER VALLS
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El Servicio de Investigación Prehistórica de la Diputación de Valen-cia ofrece los volúmenes XVIII y XIX de su revista ARCHIVO DE
PREHISTORIA LEVANTINA como hom€naje a su Director Honorario,
DOMINGO FLETCHER VALLS.
Tal como fuera previsto por Enrique Pla Ballester, quien desde la
Dirección del S .I.P. promovió y organizó el hom€naje del que forman
parte estos volúm€nes, se recogen aquí fundam€ntalmente los trabajos de
los estudiosos valencianos. De este modo, publicada ya en el número
anterior de la revista la crónica de los actos celebrados, las notas biográficas y
extensa bibliografía de DOMINGO FLETCHER V ALLS, que
afortunadam€nte sigue acrecentándose, así como las colaboraciones de
destacados investigadores que siempre mantuvieron una estrecha relación
con el S.I.P., estos nuevos volúm€nes de nuestra revista dedicados a su
persona y a su obra continúan y completan el homenaje en uno de sus
aspectos más importantes. Los trabajos aquí reunidos quieren representar
la sincera adhesión de quienes han podido confluir en la labor desarrollada por el S .I.P. en todo cuanto se relaciona con la Prehistoria y la
Arqueología valencianas y se sienten vinculados y directamente beneficiarios de una obra ejemplar.
B. M. O.
za
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ARCHIVO D& PR&HISTOlUA LEVANTINA
Vol. xvm (Valeocla, 11188)
VALENTIN VILLAVERDE BONILLA
(Valencia)
CONSIDERACIONES SOBRE LA SECUENCIA DE LA COVA DEL PARPALLO
Y EL ARTE PALEOLITICO DEL MEDITERRANEO ESP~OL
Entendemos como un acto de gratitud a D. Fletcher nuestra contribución a este
homenaje con un artículo dedicado precisamente al estudio de una de las colecciones
más queridas del Servicio de Investigación Prehistórica de Valencia, la formada por
las plaquetas de la Cova del Parpalló. Sirva, esperamos, a tal objeto este trabajo en el
que retomamos la valoración de su secuencia artística a la luz de los hallazgos y
estudios efectuados en los últimos años en el ámbito mediterráneo peninsular.
Desde las fechas en que Pericot publicara la monografía dedicada al resultado de
sus excavaciones en Parpalló, con un detenido estudio y abundante ilustración gráfica
de sus plaquetas (1), con escasas aunque significativas excepciones la secuencia
artística de este yacimiento ha sido poco considerada y valorada en relación con el
establecimiento de la cronología y características del Arte paleolítico. Es un hecho·
indiscutible en cuya explicación parecen intervenir diversas razones: la temprana
fecha de excavación de Parpalló, en los años treinta; la coincidencia de su publicación,
el año 1942, con la n Guerra Mundial; el carácter prácticamente aislado del yacimiento en la región, en la que además se produjo a partir de los años cincuenta un
detenimiento de las excavaciones, que de hecho no se reanudaron hasta los años
setenta; y la rápida aparición del concepto de «provincia artística mediterránea»,
formulado por Graziosi en los años cincuenta y admitido por el mismo Pericot inmediatamente (2). Y ello a pesar de que la colección de piaquetas pintadas y grabadas de
.
. .
(1) L. PERICOT OARCIA: «La c:uen del P..,.U6 (Gand!a)ot. Co~>~ejo Superior de Inv..tipcioDM Cientllleu, IMtltuto DMio de Valúquea.
Madrid, 1942.
(2) P. ORAZIOSJ: •L't.rte dell'andea .U dalla pietra•. SaMoni. P1oreDcia. 19156.
P. O RAZIOSl: • L 't.rt pa16olit.bique ele la provinc:e med.i~e el - influeocee dane lee kmpe poetpel6oUtlúq-. en Prebillorie
Art of lbe Weetern Medj~ and t.be Sabara. ecllttdo poc L. PBRICOT OARCIA '1 E. RIPOLL PBR&LLO, 1966, p6p. 86-68.
L. PBRICOT GABCIA: •Medio aialo de prehialoria biepánica>t. Diacuno inauaural da! aAo acacWmico 181U-1986 ele la Univ.mdacl de
Battelona. Barcelona, 1964, pq. 4&
-
11 -
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2
V. VILLAVERDE
Parpalló se compone de cerca de 5.000 piezas que, aunque de valor desigual, cubren la
práctica totalidad de la secuencia del Paleolítico superior regional, desde el Gravetiense hasta el Magdaleniense.
De todas las razones señaladas dos merecen un comentario más detenido, ya que el
avance de la investigación, favorecido en parte por el hallazgo de nuevos yacimientos,
permite hoy considerarlas de otra. manera: el tema del «aislamiento» de Parpalló y el
concepto de «provincia artística mediterránea».
En efecto, una de las mayores dificultades con las que el estudio de la secuencia
industrial y artística de Parpalló se ha venido enfrentando desde su descubrimiento y
excavación ha sido la de su relativo aislamiento, circunstancia que en algunas fases
concretas, como por ejemplo la corréspondiente al Magdaleniense inicial, aún hoy
continúa vigente. En este sentido cabe señalar que aunque dentro de la comarca de la
Safor, marco geográfico natural en el que se encuentra la Cova del Parpalló, se
excavaron en los años cuarenta y cincuenta otros yacimiento del Paleolítico Superior,
tales como la Cova de les Mallaetes, la Cova del Barranc Blanc, la de les Rates
Penades o la de les Meravelles (3), entre esta zona y las restantes de la vertiente
mediterránea peninsular, cuyos núcleos más significativos se situaban en la comarca
de Serinya y las regiones de Málaga y Alm.ería, mediaban importantes vacíos geográficos tan sólo salpicados de algunas excepciones de interés relativo, bien fuera por la
falta de datos, bien por la ausencia de excavaciones sistemáticas -Covalta. Calaverea,
Cejo del Pantano, etc.
En el campo concreto del Arte paleolítico, aunque era posible referenciar Parpalló
a un marco geográfico más amplio, el de la España mediterránea, fijando la vista en el
arte parietal de Andalucía, la situación en cierto modo venía siendo similar a la que
proporcionaba la secuencia industrial, pues entre ambos «focos» artísticos mediaban
importantes distancias y una diferencia notable en el tipo de soporte, mueble éste y
parietal aquél.
Parpalló aunaba, por tanto, dos importantes limitaciones en cualquier intento de
valoración supraregional, y especialmente en el campo del arte, la de su aislamiento
dentro de la vertiente mediterránea y la de su exasperante individualidad, que obligaba a un auténtico salto análitico a la hora de establecer unas generalizaciones que
necesariamente habían de partir y finalizar en el mismo yacimiento.
La situación, arrancando aproximadamente de los años setenta, ha cambiado
sustancialmente, si bien justo es reconocer que en relación a otras regiones europeas
(8) D. FLBTCHBR VAUB: •Róto•a (Valencia). Covacha del Banue Blane>o. Noticiario Arqueolótrleo Bwpúüeo [, 1952. Madrid. 1968. pq.
10.
t.
D. FLBTCRBR VA.LLS: tdl6tova (ValebeW). Cova de te. Ratee P8118-. Noticiario An¡ueol6trleo Kbpinieo l , 18152. Mad.inl, 1968. pq. 13.
D. FLBTCRBR VA.LLS: •Batado actual del eetudio del Paleolltico y Meeolflico val~t>cianoa». RaviMa de Archlvoe, Bibli-.a y Mu-.,
LXII. Madrid, 11N56, pQa. 841-8'16.
F• .IORDA CERDA: o&eueoeia ..W.ticráfiea del Paleollt.ico l.,antinoot, IV ~ Anlueolótico del Sud- E.paliol (Bicbe. 11148).
Cartac-. 1848,
pQa. 11M-111.
F. JORDA CERDA: «
B. PLA BALL&STBR: «AetiYidaclee del s.t.P. BxeaveciODea y exploraciaon• ¡netieada. deede el a6o 11129 a 1&46oo. Archivo de
~ Levantina n. Valellcia. 1&46, pQa. 191·202.
- 12 -
[page-n-13]
EL PARPALLO Y EL ARTE PALEOLffiCO
3
existe aún una deficiencia documental, especialmente porque la mayoría de los yacimientos están en curso de excavación y todavía no se dispone de una visión lo
suficientemente contrastada para alguno de los períodos en campos tales como la
cronoestratigraffa o el conocimiento del paleoambiente, donde los trabajos sobre
Mallaetes (4) han constituido la única referencia válida hasta la realización de otros
más recientes sobre Calaveras, Porcs, Llop, Matutano o el Tossal de la Roca (5), y
donde los estudios pioneros de Davidson sobre la fauna y el territorio constituyen, por
el momento, la única interpretación paleoeconómica y espacial disponible de esta
región (6).
A la espera de que en breve nos proporcionen datos similares a los anteriores,
permitiendo así una visión más contrastada y completa de la secuencia, yacimientos
tales como Matutano (Vilafamés, Castellón) (7), el Pla de la Pitja (Pobla Tornesa,
Castellón) (8), la Cova deis Blaus (Vall d'Uxó, Castellón) (9), el Abric de la Senda
Vedada (Sumacarcer, Valencia) (10), la Cova del Barranc del Infern (Fleix, Alicante)
(11), la Cova del Sol (Fondó de les Neus, Alicante) (12), la Ratlla del Bubo (Crevillent,
Alicante) (13), la Cova Beneito (Agres, Alicante) (14), la Cova de les Cendres (Teulada,
Alicante) (15) o el Tossal de la Roca (Vall d'Alcala, Alicante) (16), por nombrar tan
sólo los más importantes o en curso de excavación, se han sumado a los anteriormente
(4) F. J . FORTBA PUBZ y P. JORDA CBRDA: cLa Cu.va de 1• Wall.aetee y loe problwua del PaleoUtko S..perior dtl Mecliterrineo
.
M. DUPRB OWVIBR: ~ poUnic:o de Md.imentoe arqueol6tPcc» de la CU..a de 1• Mall..tatee (Barx. ValeDcla)t. eu.dernoe de
Oeotnfla. 26. Valeocia, 1880, pép. 1·22.
M. P. PUM.ANAL OARClA: .sadi...,.tolocia y clima tt> el Pata Valenciano. Lu euevaa habitada& tt> al C~~awnario reciet>teoo. ~
Vllrioa del S.LP., nW.. 88. ValeDcla. 11188.
M. P. JIU)(ANAL OARCIA y M. DUPRE OLUVIER: ..scMma paloloc.lúaatique et c:lllonoetrad.,..plúque d'une MqlltiDct du P&Wollthi·
que Sup6rieur de la fWtion dt Val._ (Eapqne)t. B.A.P.E.Q.• núm. 18, 1988. ~
(6) F. J . PORTIA, J . M. PULLOLA. V. VILLAVBRDE, L DAVIDSON, M. DUPRE y M. P. PUMANAL: oSch""a pal6oelimadqu., r&wúque
et chronoetrati.,..phlque dtt lnd....uiee l bord abattu de la r6t¡ion méditerraMennt ttpqDOltot. Riviata di Sd.,... Prtlatorieht, x:xxvm.
Flonncia. 11183, pép. Sl.e?.
F. MARTINBZ CABRERA: ~u.¡. oacliDieotolclsico del yaeimieato arc¡ueol.s.pco de la eo..&dtl Uop (Oandla, Valtnda)t. Tttia de
U.:.Odatura il>6dlta. Valencia. 1883.
J . S. MARTlNBZ SANSO: «Aúliaia poUnico dtl yacimiento arc¡uoolclsieo de la Cova dtla Porc:a (Real de Gandla, Valenda)t. T á de
Lletnclatura iMdlta. Valencia, 1986.
C. CACHO, M. P. FUMANAL. P. LOPEZ y N. LOPEZ: «Cnntribution du Toetal de la Roca (Alicante) l la ehronoetntü.,._plrle du
Pal6olithiqut Sup4rieur Pina! dana la recion de Valence (Bapqne)t. Riviata de Sdense I'Niatoriebe, XXXVJfi. PIOI'eDCia, Ul88, plp. 89-90.
C. OLARIA, F. OUSI, J. BSTBVBZ, J . CASABO y M. L. ROVIRA: •BI yacimiento mqclaltniente de Cova Matutano (VIIafun6t,
Caatell6n). Batudio deleondeo •trati¡rifieo 19'79ot. Cuademoe de Prebíatoria y ArqueoiOiia Cutellon-, 8. Caatell6n, 1986, plp. 21·100.
(8) J. DAVIDSON: eLata Paleollthic Beonotey In Eaatam Spalnlo. Tetia DoetoraJ in6dita. Univtnidad de Cambridre, 1880.
l. DAVIDSON: «. ee N.allaetet and Mond6ver: lhe tCOnOIJIY of a b\IDI&D croup in pNbiatoric SJMiln•, en Probl- in Bcon-ie and Social
L
Archaeol08)1. Londzee, 1976, plp. 167·178.
l. DAVlDSONy O. N. BAILEY: .Sita Explotation Tarritoriee and Topocrapby: Two Cue Stuci!H &om Paleollthic S.,.ltut. Jounal ot
Azcheolotieal Selenee, 10, 11183, plp. 67·116.
(7) OLARIA BT ALII: Op. cit. en la nota anterior.
(8) J . CASABO BBRNAD y M . L. ROVIRA GOMAR: •Bl Paleolltieo Superior y Eplpaleolltieo Mlcrolaminar en C...ll6n. Balado aetll&l de
la eutttl6n>t. PLAV.S.¡untum, 21. Valencia. 1987, plp. •7·107.
(9) Actualmente en cuno de ucnael6n bajo la clireeci6n de J. Caaabó Benwd.
(10) V. VILLAVBRDB BONILLA: cLa lndwltria mqdaleni- del Abrí<: de la Senda Vedada (SWIUidcft, Valenci->. NOMY&a eonaideraclon• oobn el MaPaJenl- Mtclitemneo PtftÍD8Ill&l'l>. PLAV.&¡untum, 18. Valencia, 11184, pép. 28-47.
(11) C. CACHO QUESADA y S. RIPOLL LOPEZ: •Nu.vu píau da ute muebltt en el Medit.rrineo Bapallollt. Tnba;ot de Pr.biatoria, 44.
Madricl, 1987, pép. 36-62..
(12) V. VlLLAVBRDB BONILLA y B. MAR11 OUVBR: ..Paleolltie 1 Epipaleolltic. Lee Soeietauo Ca~ de la Prebiatoria Valenci&D&Jt.
Seneí d'lnv..U,aci6 Prttbitbriea. Valencia, 1984.
(13) VILLAVBRDB BONILLA y MAR11 OUVBR: Op. cit. nota anterior.
(1•) O. ITIJRBiil y B. CORTBLL: «Cova Beneito: Avance pnliminar!o. PLAV-Squntwn, 11. Valencia, 1882. pép. 9-44.
(16) VIlLAVBRDB BONILLA: •BI .....,.WenitnM de la eo..a de t. CendJoet (Teulada, Allcanta) y 111 aportación al COIWicimieoto del
....,.W.ni- medittrrbeo penlnaular». PLA V&,untwn. Valeacia. 1981, pép. N6.
(18) CACHO BT AIJI: Op. cit. nota 6.
MJ>dol>o. Zepbyrul. XXVJ.xxvn. S.l•m•"""· 1976. pq.. 129-1813.
-13-
[page-n-14]
V. VILLAVERDE
4
citados y nos sitúan ante un panorama nuevo en el que, además, el ritmo de descubrimientos no sólo no decrece sino que aumenta constantemente.
Un aspecto merece destacarse de todas estas novedades, y es que la secuencia de
Parpalló se ha ampliado y, lo que es más importante, confirmado a partir de ellos. Así,
a la secuencia de Mallaetes, que actualizaba y dotaba de contenido cronológico a los
niveles gravetienses y solutrenses de Parpalló, se han añadido datos suficientes como
para formular con mayor precisión la cronología del Solútreo-gravetiense, especialmente en sus momentos finales, tal y como se desprende de la fechación obtenida en
Cova Beneito, o para perfilar con mayor detalle la evolución del magdaleniense, al
comprobarse la riqueza y variedad de yacimientos en los que aparece el Magdaleniense superior.
Aunque los puntos que exigen una mayor profundización son numerosos, es obligado reconocer que los trabajos de revisión de las colecciones antiguas efectuados en los
últimos años y entre los que destacan los que se han centrado en el Gravetiense (17), el
Solutrense (18) y Solútreo-gravetiense (19), permiten partir de una visión suficientemente actualizada del conjunto de la secuencia regional (20), lo que sin duda redunda
en una mayor seguridad a la hora de valorar su secuencia artística.
Ni que decir tiene que el incremento de información en el País Valenciano ha ido a
la par con el que se ha registrado también en las restantes regiones del Mediterráneo
español, donde yacimientos tales como la Bauma de la Peixera (Lérida) (21), la Cova de
1'Arbreda (Gerona) (22), el Cingle Vermell (Barcelona) (23), la Cueva del Algarrobo y
la del Caballo (Murcia) (24) y el Pantano de Cubillas (Granada) (25), se han sumado a
otros ya conocidos algunos años atrás, tales como los de la Cueva de Nerja (Málaga)
(17) J. L MIRALLES: «El Oravetionee en el Polo Valencianoot. PLAV&¡untWD. 17. Valencia. 1882. p4p. ~.
(18) J. M. FtiLLOLA PERJCOT: • Bl Soh1treo-Gravet i - o ParpalleDae, lnduatria Meditarrinea•. Zepbyng, XXVDJ.XXIX.
8a1amanca.
1978. p4p. 113-123.
PULLOLA PBRICOT: «Lea induatriao lítica.t del Paleolítko Superior IWrieooo. Trabt.joo Varioo del S.lP., nlim. OO. Valmcla, 1919.
VILLAVERDE BONILLA y J. L. PB~A SANCHBZ: •Pieaaa con eecotadura del Paltolílico SUperior valoncianOlO. Trabt.joo Varioo del
S.I.P.. n.im, 6&. Valencia, 1981.
M. J . RODRIGO OARCIA: •Eieolútreo-cravetienae en la aecuencia del Paltolltico &aporior del úae modltarrin.. peninaular». PLAv.
Sapntum, 21. Valencia, 1987. pq.. 9-46.
(19) FULLOLA PERICOT: Op. cit. nota anterior.
J . E. AURA TORTOSA: •La Cova del Parpalló y el Magdalenienae de Faeiealb4rieu: Mtado actual y peropeclivu-. Zephyrue, XXXVD·
XXXVlll. Salamanca, 1984, p4p. 99-lU.
AURA TORTOSA: •La Cova del Parpalló y el Magdalenienae Mediterrinto o de CaciMib6rica.. TMI.a Doctoral in6dita. Universidad de
Valencia, 1988.
(20) FORTEA BT ALIJ: Op. cit. nota 6.
(21) J . MALUQUER DB MOTES: • Un jacinlent paleolltie a la comarca de la Nopera•. Pyreanae, 19-20. Barcelona, 1983-1984, pq.. 216-232.
J. M. FULLOLA PERICOT. J . GALLART FERNANDEZ. J. L. PE~A MONNB y P. GARCIA-AROOELLES ANDRBU: •El yacimiento
paleoUtico de la Bauma de la Peixera d'Al(4a
J. M. FtiLLOLA PERIOOT, J. GALLART FBRNANDEZ. J. L PB~A MONNE y P. GARCIA·ARGOELLES ANDRBU: oEatudi
¡eomorColllcic i loduatrial del jaciment peleolítlc de la Bauma de la Peixera d'AI!4a (St,rl, tJeida)ll. Tribuna d'Arqueolocia 198&-1987.
Barcelona, 1987. p4p. 19-112.
(112) N. SOLER i MASnRRER y J . MARO'l'O i GENOVER: «Bill nívella d'oeupació del Paltolltlc &aperior a la cova de I'Arbreda (Serinyl,
Girona)lt. CYPMia. VI. Otrona. p4¡t. 1121·228.
(23) A. VILA 1 MITJA: •El Cin¡le v..,.u: Atatntament de ca~o....recol·ltetors del x:e. mil·letUÜ B.P.•. Excavacioae Arqueol~eo a
Catalunya, &. Barcelona, 1986.
(24) M. MARTINBZ ANDRBU: • La raae tínal del Paltolltko Superior en la Provincia de Murcia.. Teoia Doctoral io6dita. Univenidad de
Murcia. 1987.
(:!$) l. TORO MOYANO. M. ALMOHALLA GALLEGO y E. MAR'I'IN SUAREZ: ..SI Paleolltico an Granadv. M - ArqueoJ6cico de
Granada, 1984.
-14-
[page-n-15]
EL PARPALLO Y EL ARTE PALEOLmCO
S
(26), Cueva Ambrosio (Almería) (27), Cueva de Verdelpino (Cuenca) (28), Cova de la
Mallada (Tarragona) (29), la Bora Gran y el Reclau Viver (Gerona) (30), o la Cueva del
Higuerón (Málaga) y los restintes yacimientos del Sureste peninsular excavados por
Siret (31).
Todo ello incide especialmente en dos aspectos, un mapa de .dispersión mucho más
poblado, sin la existencia de grandes vacíos, que permite conocer con mayor rigor los
elementos de unidad y de diferenciación a lo largo de la secuencia y establecer un
primer balance de sus características; y una marcada tendencia a mejorar la documen- .
tación en las últimas fases del Paleolítico superior, especialmente a partir de los
momentos correspondientes al Solútreo-gravetiense.
Si bien pudiera parecer precipitado plantear en el momento actual una discusión
teórica sobre la significación o realidad de la idea de un Paleolítico superior mediterráneo, diferenciado del cantábrico, retomando así una valoración que con mayor o
menor rotundidad aparece en la bibliografía, en nuestra opinión el tema merece algún
tratamiento ya que su formulación suele acompañarse de una tremenda carga de
inercia y simplificación, que desfigura el análisis de un marco geográfico mucho más
amplio que el de la extricta franja litoral y oculta la existencia de mayores divisiones
regionales internas. Lo que resulta especialmente problemático habida cuenta de que
el juego de influencias regionales es variable a lo largo de la secuencia del Paleolítico
superior.
Bástenos señalar, al respecto, los recientes hallazgos de corte «mediterráneo» en la
Cueva de Chavea· (Huesca) (32), o la suma de orientaciones cantábricas y mediterráneas ya señaladas por Jordá en·el Solutrense portugués (33), y ampliadas recientemente al Magdaleniense por Zilaho (34), o las diferencias entre el Solutrense de Cataluña y
el del País Valenciano (35), y ello sin olvidar los ejemplos que se desprenden del
(26) J . JORDA PARDO (Bdítcx): «La Prebiatorla ele la Cueva ele Nerja (Müaaa)o. Tra~oe eobre la Cueva de Narja. l . Müaaa. 1986.
(27) E. RlPOLL PBRBLLO: «Bxc:avaclonea en Cueva Ambroeio (Vélez Blanco.~). Campe.Au de 1968-1980ot. Ampuriu, 22-23. Bereelona, 1961, pq.. 31-48.
S. R[l>()LL LOPEZ: «El Solutrenee de Cueva Ambroeio (Vélez Blanco, Almena). Campalla de 1983lt. EJtcavacioMt Arqueolóticaa en
Bepalla, 148. Madrid, 1986.
(26) M. FERNANOEZ MIRANDA y A. MOURE ROMANILLO: •El abri&o ele Verdelpino (Cuenca). Notltla de Jo. tn~oe de 197&. Tra~oe
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(80) L. PEBICOT GARCIA y J . MALUQUER DB MOTES: «La colección BoeomP. M-otlu del lnetltuto de Betudloe Pirenalcoa, 1961.
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(36) FULLOLA 1 PEBICOT: Op. cit. nota 18.
-15-
[page-n-16]
6
V vnLAVERDE
.
estudio del arte, donde los elementos estillticos permiten ir algo más allá de las
deduciones que se desprenden del estudio de las industrias, y en el que conjuntos tales
como los de la Cueva del Niño (Albacete) (36), o la Cueva de la Griega (Segovia) (37),
podrían, junto al Trucho (Huesca) (38), constituir la más clara evidencia.
El limitado pero significativo arte de las Mesetas, constituye un claro ejemplo de
esa combinación de influencias, cantábricas y mediterráneas que, por sí mismas, son
significativas del peligro que supone toda visión que se estructure sobre la aceptación
de la existencia de dos regiones contrapuestas o aisladas. Y desde ahora mismo
queremos señalar que el concepto mediterráneo que estamos manejando, aplicándolo a
la. industrias del Paleolítico superior peninsular, nada tiene que ver con el que se
s
desprendía de una visión supraregional en la que quedaban también incluidas la
Península Itálica o el Languedoc oriental. Esto es, aquellas regiones que se sitúan más
allá de la orilla izquierda del R6dano y con las que, excepción hecha del episodio
Solútreo-gravetiense -tema sobre el que volveremos más adelante- -, la vertiente
mediterránea española poco o nada mantiene en común. Como son buenos ejemplos la
pujanza y desarrollo del Solutrense o la misma secuencia del Magdaleniense, tan
diferenciados del Epigravetiense italiano o de industrias tales como el Areniense, el
Buberiense, o el Varloguiense.
En el campo del arte, las novedades son menos numerosas aunque igualmente
significativas. Por una parte, el incremento de yacimientos parietales en Andalucía,
en el que un conjunto como el del Malalmuerzo (Granada) (39), constituye la última
aportación a una serie compuesta ya de diez cavidades (40). Por otra, la documentación de un conjunto parietal en el País Valenciano, como el de la Cova Fosca de la
Vall d'Ebo (Alicante) (41), elimina cualquier planteamiento de oposición o diferenciación regional en lo que respecta a las características o la significación del Arte
paleolítico regional. Finalmente, los hallazgos también efectuados en otros yacimientos del ámbito mediterráneo de arte mueble, que relativizan la «especificidad» de
Parpall6 sin por ello restarle importancia. Y ello, sin olvidar los yacimientos, ya
mencionados, de las Mesetas que reducen distancias entre el Cantábrico y el Mediterráneo a la vez que aunan sus influencias y dan cuerpo a un planteamiento nuevo en el
que cada vez se hace más dificil estructurar el Arte paleolítico peninsular sobre la
base de la existencia de dos regiones diferenciadas, dotadas de fronteras defmidas, y
propicia, por el contrario, un análisis que sin dejar de lado la regionalización tenga en
cuenta también la existencia de contactos y puntos en común, presidido por un
(36) M. ALMAORO.OORBBA: olA CUeYa del Niílo (AihacetAI) y la cueva de la Gri81a (Serovia)oo. Tra~ de Prehiatoria, 28. Madrid, 1971,
p6p. 9-47.
(37) O. y S. SAUVBT: ..X.O. ,...bedoe ru~ prehWóricoo de la ClleYa de la Ori..a (Pedrua. Serovi->ot, Corpua Artia R1.1pem-i. vol. 2.
Sal--. 188$.
O. SAUVBT: «Lea repr6Mntatioaa d'4quic!M pal6olitbiquea de la Grotta de la Ori... (Pedraza, S.,ovia). A propoe d'une nouvelle
d6couverte». Ara Prea~ca. t. n. 1983, pqa. 49-611.
(88) V. BALDBU.OU: «AAU Npaetn .., la reci.S.. pinnaica». Arta R11paetre en Blpal\a. Madrid. 11181, p4p. 88-11.
(39) P. CANTALBJO DUARTB: olA Cueva de Malahnueno (Moclln. Oreada): NIMYa Mtadóa coa"Út4 NJ*IIft pe)eo\{t\co an el ú.e
madi~. Aatoloc(a y Palaoeoolotfa Humana, 8. Granada. 1983, pq.. IIN9.
(40) J. L. SANCHIDRIAN TORTI: «AAU rupaetre de A.ocl.aludv, m Arw llupeatre en Blpal\a. Raviata de Ar(llleolocfa. Madrid. 11181, p6p.
98-105.
(41) M. S. HBRNANDBZ PBJtBZ. P. FBRRBR 1 WARSBT y B. CATALA FBRRBR: «AAU Rll!*tre m AJH:eac.. Madrid. 1988.
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EL PARPALLO Y EL ARTE PALEOLITICO
7
enfoque integrador en el que los fenómenos artísticos no. queden desarticulados de las
restantes manifestaciones culturales, y muy especialmente de la visión que se desprende del estudio de las secuencias industriales.
Toda esta problemática enlaza a su vez directamente con el planteamiento que,
como señalamos, ha venido guiando el estudio del Arte paleolítico del mediterráneo
español, el de la existencia de una «Provincia artística mediterránea» que por sus
connotaciones de oposición a la denominada provincia <
Arte paleolítico, dotándolo de una «especificidad» cargada de «uniformidad» y «atipismos».
En nuestra opinión, conviene desligar el concepto geográfico del Arte del Mediterráneo español del de Provincia artística mediterránea, ya que en este último intervienen fundamentalmente unos criterios estilísticos y temáticos que, transcurrido un
cierto tiempo desde su formulación, es posible cuestionar.
Recordemos, al respecto, que Graziosi (42) hacía descansar el peso de su argumentación en dos cuestiones: el carácter estilizado de las representaciones zoomorfas del
Mediterráneo, con patas inacabadas y perfil absoluto y en el caso concreto de los toros
la representación de un sólo cuerno, dibujando un «S» poco pronunciada y abierto en
su contacto con la cabeza; y la existencia de unos signos abstractos, de disposición
geométrica, alejados de los de la región franco-cantábrica.
Justo es reconocer que el esquematismo lo trataba en términos de predominio sobre
las figuras realistas, de tipo naturalista o seminaturalista, presentes también en esta
<
La argumentación, cuya base documental la constituían los yacimientos de Parpalló y Romanelli, puede resultar ajustada a las características de alguna de las fases del
ciclo artístico de Parpalló y, sin embargo, planteada en términos generales, esto es,
considerándola válida para el conjunto de la secuencia artística, introduce un grado
de generalización que, en nuestra opinión, desfigura el proceso artístico del yacimiento, dotándolo de una ficticia uniformidad que en nada favorece su comparación con
otras regiones inmediatas. A la vez que concentra tan sólo en el ámbito mediterráneo
una tendencia estilística, la del esquematismo o simplificación de rasgos en las
representaciones zoomorfas, que están presentes también en otros yacimientos parieta- ·
les y muebles del llamado ámbito franco-cantábrico.
Superados en estos momentos los planteamientos que hacían intervenir en los
signos parietales una significación naturalista en la que las representaciones de
trampas, seres u objetos constituían su base, y no e.xistiendo ningún impedimento
conceptual para plantear el estudio de los signos de Parpalló ~n términos similares a
(.U)
GRAZJ'OSI: Op. cit.
Dota 2.
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8
V. VILLAVERDE
los de otros yacimientos o regiones, uno de los elementos que resulta más significativo
es el de la clara variación que se produce en este capítulo cuando se efectúa el
inventario de sus variantes, entre la escasa singularidad de los signos en los niveles
solutrenses y la concentración de las especificidades en los niveles magdalenie~es, y
más concretamente en los momentos más avanzados de la secuencia, los correpondientes al Magdaleniense superior.
Esta tendencia no significará, sin embargo, que no dejen de darse también en los
signos de estos últimos niveles, claramente relacionables con el estilo IV, algunas
coincidencias tipológicas sumamente significativas, como lo son la presencia de los
signos ramiformes, los zig-zags, los escaleriformes, etc., esto es, un conjunto de
variantes ampliamente representadas en otras regiones del ámbito franco-cantábrico
que por su mera presencia impiden un planteamiento de antagonismo u oposición
temática con relación a Parpalló. Coincidencias que se amplían a otras de carácter
estilístico en la representación de los zoomorfos, que por su interés serán tratadas con
mayor detalle después.
Frente a esa variedad señalada en el estilo IV, y tan común dentro de él, el estilo m
se caracteriza por el predominio del rectángulo, coincidiendo así con la mayor parte
del Arte paleolítico franco-cantábrico.
Tanto en lo que respecta a este tema, como en lo que hace referencia a la
valoración del esquematismo mediterráneo, un rápido repaso de las características
artísticas de cada una de las fases industriales de Parpalló nos va a permitir centrar
con más detalle las ideas que actualmente mantenemos y que bien podríamos resumir
así: la existencia de dos momentos esenciales en la secuencia de Parpalló, uno inferior,
que abarcaría fundamentalmente los niveles solutrenses, en el que los rasgos específicos serían mínimos, dominando, por el contrario, la unidad con respecto a otras zonas
o regiones, circunstancia que resulta del máximo interés dada la escasez de restos
muebles correspondientes a los estilos II y m; y otro superior, coincidente con los
niveles magdalenienses, donde los síntomas de regionalización se harían más importantes, tal vez coincidiendo· con una tónica general al conjunto del Arte paleolítico
que afectaría por igual al arte mueble y al parietal; regionalización en la que tal vez se
pueda señalar la existencia de dos tendencias o corrientes estilísticas, una naturalista
y otra esquemática, capaces de coexistir no sólo dentro de una misma región, sino en
un mismo yacimiento y con independencia del tipo de soporte.
Esas dos grandes unidades, la Solutrense y la Magdaleniense, son susceptibles de
ser subdivididas a su vez, estableciendo la existencia dentro de la primera de dos
momentos artísticos diferenciados: uno antiguo, que abarcaría las plaquetas del Gravetiense, el Solutrense inferior y el Solutrense medio; y otro reciente, en el que
quedarían incluidas las representaciones del Solutrense superior y el Solútreo-gravetiense. A su vez, dentro del ciclo magdaleniense no parece forzado distinguir una fase
antigua, coincidente con el Magdaleniense inicial mediterráneo, y otra reciente,
sincrónica del Magdaleniense superior. Teniendo en cuenta en toda esta sintematización que las distintas variantes no ocultan las similitudes de orden general que se
registraron dentro de cada una de las fases mayores.
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EL PARPALLO Y EL ARTE PALEOLITICO
9
No se trata, por tanto, en el análisis de las plaquetas de Parpalló, de otorgar a cada
fase industrial un valor de fase artística, sino de establecer los grandes cuerpos
evolutivos, llamando la atención, eso sí, sobre su dinámica interna. Lo contrario
parece una tarea cuando no estéril desacertada, ya que trasladaría mecánicamente el
concepto de cambio industrial al de cambio artístico.
Y no se trata tampoco de trasladar los resultados de esta sistematización al estudio
del arte mueble o parietal del resto del Mediterráneo español, o de otras regiones
próximas, sino de dar a conocer los aspectos técnicos y estilíticos de una rica secuencia mueble que debe integrarse y relativizarse a través de su contraste con los datos
provenientes de otras regiones. Casi diríamos que validarse a través de esa contrastación.
Finalmente, Parpalló propiciará algunas reflexiones, sobre todo relativas a la idea
de la linealidad en la seriación del Arte paleolítico, campo en el que la riqueza de
datos y temas permite alguna que otra consideración.
El comienzo de la secuencia artística de Parpalló coincidiría, al menos por cronología y de acuerdo con la adscripción industrial de los niveles en los que aparecen las
primeras plaquetas, con el estilo 11. Son los momentos correspondientes al Gravetiense, que se caracterizan por un neto predominio del índice de raspador sobre el de buril,
este último con valores inferiores al 10 % -rasgo al parecer general al ámbito
mediterráneo español y que los diferencia de otros Gravetienses o Perigordienses
superiores franceses o italianos, con excepción de los niveles de la Ferrassie (43}---, y
una buena, pero no excesivamente variada, representación de las piezas de dorso,
entre las que dominan especialmente la gravettes y microgravettes y las hojitas de
borde abatido (44).
Sus características industriales, teniendo en cuenta los datos proporcionados por el
Gravetiense de Mallaetes, yacimiento en cuyos niveles se localizó también otra de las
escasas plaquetas grabadas con una figuración naturalista de este período, nos situarían en una cronología próxima al21.000 B.P., a tenor de las fechaciones del Solutrense inferior tanto de Parpalló como de este yacimiento, o de las obtenidas en Roe de la
Melca y la Arbreda (45).
En el conjunto de plaquetas gravetienses de Parpalló tan sólo podemos documentar
cinco representaciones zoomorfas seguras, el resto está formado por piezas con trazos
o rayas que no acaban de formar motivos definidos, excepción hecha de algunos haces
de líneas más o menos paralelas y algún reticulado grosero, sin que pueda excluirse la
posibilidad de que alguno de los fragmentos pueda albergar parte de alguna represen(43) H. DBLPORTB: «lA Graud Abrl de la Perruaie. Poullleo 1988-197Sot. BtuciM Quatenuan., M'-ire, 7, 18tW.
H. DBLPORTB '1 A. 'IVPP'lliAU: •X.. induatriee ele P6rip:dieo aup6rieur ele La P~. Qualh, ~:u. 197J.1978, ~ 113-US.
(44) MIR.AU.B8: ()p. ciL nota 17.
PORTBA, PUU.OLA. vn.LAVBRDB. DAVIDSON, DUPRI y PUMANAL: ()p. ciL nota 6.
(.a) PORTIA, PUU.OLA. vn.LAVBRDB, DAVJDSON, DUPRiy PUMANALc ()p. eiL DOta 5.
N. SOLBR 1 NASPBIIRBR.: c!l jea-M pnebitbrie clel Roe: ele la Melca i la .... c:roaoiOiia. Sut AAiol de J11....a. (GiroDa)t. AmWa
ele I'Iutltut d'BeWdia G~ XXV, 1979-1880. ~ 4U&
G. DBLIBRIAS. O. ROMAJN y G. LB HASIJP: ..O.tetioll pu la IMdlode du ~ 14 du awapH.ac. ele la .,.otte de l'Arbnclv.
en-t., vi, 1987, ~ 138-lM.
-19-
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10
V. VILLAVERDE
tación zoomorfa. Se trata, por tanto, de un número reducido que limita las posibilidades de definición del período. Y sin embargo es posible establecer una serie de
características coincidentes con otras piezas muebles del estilo Il: desproporción
marcada entre el tamaño de los cuerpos y el de las cabezas y extremidades y curvas
cérvico-dorsales en <
no existe ningún caso en el que con rigor podamos hablar de peñu absoluto, ya que o
bien las cornamentas y orejas aparecen tratadas con las perspectivas biangular recta u
oblicua, o son las patas las que lo son mediante esta perspectiva, y más concretamente
con la fórmula que hemos venido a denominar de <
propia en el yacimiento del estilo II, o todo lo más de éste y del arranque del estilo m,
encontraría sus paralelos formales más inmediatos en figuraciones de cronología
antigua, como serían alguna de las representaciones parietales de Chabot atribuidas
al Solutrense (46), al menos una de las representaciones parietales de équido de Gargas
y otra de un bóvido (47), determinadas piezas de arte muebles de los niveles gravetienses de Isturitz (48), o la plaqueta perigordiense de Laraux (49). En todos los casos las
patas aparecen en perspectiva biangular recta, desproporcionadas con relación al
resto de la figura, claramente separadas en el punto de arranque del cuerpo, con
diversas soluciones en la forma del trazo que rellena el espacio intermedio -<:onvexo,
rectilíneo o cóncavo- y con un predominio de extremidades inacabadas.
Otro de los rasgos característicos de Parpalló es el empleo de la pintura, incluso en
estos·momentos que inician su secuencia artística . Concretamente en el Gravetiense
aparece en un caso utilizada en la representación de un zoomorfo, bajo la modalidad
de tinta plana, de color rojizo, combinada con la técnica del grabado, que aparece
aplicado al dibujo del contorno.
En cuanto a las cabezas, lo recto de la linea fronto-nasal y el adelgazamiento de los
morros parecen constituir los rasgos más definidos de un conjunto en el que lo
limitado de los datos no aconseja mayores precisiones.
Unicamente añadir, pues su empleo aparece asociado al dibujo de uno de los
cápridos de estos momentos, que la otra convención significativa de antigüedad en
Parpalló, la técnica del «doble contorno», constituye otro de los rasgos distintivos del
periodo, si bien su mayor duración que la convención de «patas en arco» le restará
algo de precisión cronológica.
En comparación con los tramos gravetienses, los del Solutrense inferior suponen
un verdadero incremento del número de plaquetas y, sobre todo, del número de
representaciones animales identificables. De las cinco figuras anteriormente tratadas
(46) J . OOMBIIR, B. BROUOT y P . HUCSARD: .U. ¡roteea eolutéeluleo a ...pariMa!ee du Canyon ID!Hiw
Palbtolotíe H,.aíne, 26, 1862.
(48) J . AIRVAUX. A. CHOILBT, L. PRADBL Y A. ROUSSOT: ocLa plaq...U. ...v6e du PqorclieG ~<~púleur de l'abri IA.n.wt. 00111111une ck
~t.Cblteaux (Vienne). Nouvelle l..:ture et COCII~. Bulletin de la Socl•~ l'rilúmlrique ~ 80, 1883, p6p. 236-246.
-20-
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EL PARPALLO Y EL ARTE PALEOUTICO
11
pasamos ahora a las treinta y siete (50), de las que ocho están completas. Esta
circunsta.n cia redundará en una mayor facilidad para fijar las características del
período, clave para el estudio del Solutrense, y hará posible un primer balance de la
evolución artística que se produce en dos períodos industriales bien diferenciados.
Las plaquetas del Solutrense inferior se caracterizan por poseer claros elementos
de continuidad con respecto al Gravetiense y otros de evidente innovación, estos
últimos iniciando unas constantes generales al conjunto del Solutrense en el yacimiento. Al menos desde una perspectiva teórica la primera circunstancia no sorprende, en primer lugar por que son reiteradas las indicaciones de Leroi-Gourhan sobre la
inexistencia de una ruptura entre el estilo II y el III, esto es entre el arte del
Gravetiense y el Auriñaciense evolucionado y el del Solutrense, quedando incluido, de
resultas de esta consideración, el Solutrense inferior en el ciclo artístico del estilo II;
en segundo lugar, porque la cronología misma de los niveles solutrenses de Parpalló
favorece la asunción de su valoración bajo la perspectiva de un elevado componente
de antigüedad, en este caso significativa del estilo II, pues no debemos olvidar que las
dataciones obtenidas tanto en este yacimiento como en Mallaetes, para unos niveles
caraterizados por la presencia de las puntas de cara plana y una marginal presencia de
las piezas de dorso, han dado los siguientes resultados: 20.160. 20.490+900-800 y
20.140±460 B.P.
Por lo que respecta a las constantes estilísticas que definen el conjunto de plaquetas solutrenses del yacimiento, su comparación con el resto del Arte paleolítico resulta
dificil, dada la escasez de arte mueble fechado con seguridad en el Solutrense inferior
y medio.
Elementos de perduración son la desproporción entre el tamaño de la cabeza y
cuerpo, que se da en numerosas · plaquetas, las líneas cérvico-dorsales en «S)) y el
recurso a la fórmula de «patas en arco)). Apareciendo con bastante frecuencia estas
características combinadas, sobre todo en las representaciones de bóvidos y cápridos.
En otros casos, sin embargo, las proporciones son más equilibradas, produciéndose
una mayor atención por el detalle, circunstancia que se evidencia con claridad en la
forma de dibujar las extremidades, sin detalle de las pezuñas pero con indicación de las
articulaciones.
Con todo, la convención del «triple trazo)) empleada en la representación de las
cab~zas de las ciervas constituye uno de los rasgos más significativos del momento.
Definida por Fortea (51), sus características pueden resumirse de la siguiente manera:
la línea del pecho y cuello prolongándose y abriéndose, sirve para figurar la mandíbula; la cervical, abriéndose también, para representar una de las orejas; y un tercer
trazo a la 'Jifitb que cierra la superficie dibuja la línea fronto-nasal y la otra oreja.
(60) B~ ademú num_.. p~uetao con ~ q~~e deben formar ~rw ele ftprac:ion•IOOIDOflaa. li bien lu hcturu no permiten
afirmarlo coa rotw>cliclad. Bl proc:eeo de reviai6n del COQjunto mueble de P.....-lló tal vea permita recouá'lrl.r. al eaaar fracDMato., aJcunu
fíJurQ nuevaa.
(61) F. J . PORTEA PBRBZ: •Arte PaleoUtico del Medíterrineo ~bo. 1\-abejoe ele Preldatoria. 86, 1978. ~• • 149.
-21-
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12
V. Vll.LAVERDE
Un rasgo que podríamos añadir como significativo también de estos momentos
antiguos del Solutrense sería la tendencia a dejar la parte del morro abierta. Fórmulas
similares, pero aplicadas a otraá especies, y en todos los casos identificables por dejar
los morros igualmente abiertos y prolongar los trazos empleados para el dibujo de las
orejas de las ciervas para obtener así las cornamentas, se dan también en alguna de las
representaciones de cápridos de esta misma fase, si bien la variación de convenciones
es mucho mayor, con diversidad de soluciones.
El elemento que resulta más trascendental, y no olvidemos que estamos tratando de
los niveles solutrenses más antiguos, es la aparición en las plaquetas de este período
de algún caso de animación y la figuración de una escena, recordándonos que estas
soluciones en la representación de los animales son considerablemente anteriores al
Magdaleniense.
La animación, únicamente segmentaria, se concentra prioritariamente en los cérvi·
dos, con la aparición de un caso de pata doblada, en la que la coincidencia de la
resolución con otros tres casos del Solutrense medio y su aparición precisamente en la
capa de contacto entre estas dos fases pueden hacernos dudar de su posición cronológica. Si bien el tipo de perspectiva ·al que se asocia - biangular recta- y la forma de
ejecución del miembro - mediante trazos paralelos abiertos y sin detalle de la articulación, incurvándolos para producir el efecto deseado- nos sitúan ante un momento
antiguo en la secuencia del Solutrense. Téngase en cuenta que esa fórmula de representación de las patas mediante líneas paralelas abiertas aparece en el Gravetiense,
conviviendo con las patas en arco y las terminaciones triangulares, continúa en el
Solutrense inferior, aplicada prácticamente al 50 % de los zoomorfos, y es dominante
en la primera mitad del Solutrense medio, experimentando a partir de ese momento
una disminución al emplearse también con profusión las paralelas abiertas de tipo
natural.i sta, esto es, con detalle de la articulación y las triangulares.
La existencia de ejemt>los de animación en fases de esta cronología no sorprende,
pues ya se documentan casos similares en el Gravetiense, con paralelos en otras
representaciones muebles y parietales del mismo período - rabo levantado de un
cuadrúpedo de Laraux (52); lo mismo en varios animales de La Mouthe (63) y al menos
en un rabo de cabra de Pair-non-Pair (54}-. De hecho nos encontramos con una
tendencia que alcanzará el máximo exponente en el Solutrense medio, con hasta 31
casos de animación y algo semejante ocurre con las escenas, siendo significativo que
precisamente con el inicio del Solutrense encontramos los primeros pasos encamina·
dos en esa dirección.
La escena a la que hemos hecho referencia se encuadra entre las denominadas de
preacoplamiento, con la representación de un cérvido macho en clara actitud de
berrea, con la cabeza levantada, y una cierva que aparece con el rabo levantado,
significando así su aptitud receptiva. El hecho de que esta última aproveche el campo
(G3) J . AIRVAUX. A. CHOLLBT, L. PRADBL 1 A. ROOSSOT: 0p. cit. nota 48.
(&3) H. BRBUIL: oQuatre cela akhe ci'Art PariMabo. Paria, lOIW.
(64) BRBUIL: Op. cit. nota mtmor.
- 22 -
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EL PARPALLO Y EL ARTE PALEOLITICO
13
disponible tras la ejecución primera, elimina cualquier duda sobre la voluntariedad de
la asociación y su clara inclusión entre las escenas del arte paleolítico. Y si resulta
difícil establecer paralelos para una composición similar dentro de su mismo ámbito
cronológico, no pueden olvidarse las representaciones dotadas de un importante grado
de animación de Roc-de-Sers (55) y Pataud (56). Documentándose precisamente en el
primero de estos yacimientos dos cápridos afrontados que aunque no responden a la
misma fórmula, lo cierto es que se encuadran claramente entre los combates prenu~
ciales, esto es, otra de las escenas cuyo tema se relaciona grosso modo con los rituales
del preacoplamiento. Con todo, los dos ejemplos mencionados serían de cronología
ligeramente posterior.
Con el Solutrense medio, perfectamente definido en lo tipológico por las hojas de
laurel y la importancia, en general, del retoque plano (57), esta tendencia a la
animación y a la pictografía alcanza uno de los puntos más elevados de la secuencia,
eliminando cualquier duda sobre la entidad de los logros que en el Arte paleolítico se
efectúan precisamente en esos momentos, perfectamente relacionables con el estilo m.
Especialmente si tenemos en cuenta que también ahora se documentan las primeras
representaciones en las que interviene el modelado interno de la figura, mediante el
recurso a distintas técnicas de relleno, unas de tipo marcadamente naturalista y otras
de componente geométrico o abstracto. Todo ello sin que dejen de darse ejemplos de
pintura, ya lineal, ya con tinta plana.
Un recuento del número de zoomorfos en los que aparece al~ún elemento pictográfico (58) - término bajo el que englobamos la animación, las escenas, el modelado
naturalista, con indicación de pelaje, y los detalles anatómicos inusuales, como serían
la representación del sexo, ojos, orejas, etc.- resulta ilustrativo: la animación segmentaría se registra en 23 caáos, la coordinada en 6 y la compleja en 2; las escenas
cuentan con 6 ejemplos; los detalles anatómicos aparecen en 26 animales; y el modelado en 13. Cifras referidas a un total de 106 animales representados.
Al menos en Parpalló, y sin que el número de casos deje lugar a dudas, el modelado
y la animación son logros que aparecen asociados al Solutrense, y su entidad debe
hacernos reflexionar sobre la connotación tardía que en muchas ocasiones se les ha
atribuido, y que en determinadas ocasiones ha constituido un elemento a favor de la
adscripción de alguna representación parietal a momentos más avanzados del estilo
Ill, esto es, en relación con el Magdaleniense antiguo.
Y no podemós olvidar a la hora de sustentar esta idea los ejemplos que pueden
encontrarse fuera del ámbito geográfico del Mediterráneo español, como serían la
(M) 8 . NARTIN: «La Cñ.. 8C\Ilp6e 'et r~t.Uer eolutn.D du Roe: (Charente)t. Ardú,.. .t.I'IDitilut de PalbtolocM 8WD&ioe. M.....,in, 6,
11128.
8 . DELPORTB.: «Abri du ~.en L'Art clee ~v-.. At.IM clee ,..,U. OI'Mee pal6oli~ ~Paria. 1984, pq.. 6'7S•
(66) B. y O. DELLUC: «Un booquetin ec:ulpU de lt'YI• eolulrieii.W.. la cave tzotlocl7tiquePateud (l.- &yziea, Dordope)o. L' Antropo&o,ie,
90, lMS. p6p. fl0$.612.
(&7) PUU.OLA PBRICOT: Op. cit. note 18.
(&8) V. VILLAVBRDB: «AAIimaticm et KMI• aur 1• plaquettea de Parpall6 (GaDclfa, Bapa1ne). Quelqu• conaiderationa aur la plcto¡raphie
dena l'art mobllier>t. Actaa del Colloque lntemational d'art mobilier paléolltbique, en pnN&.
682.
-23-
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14
V. VILLAVERDE
Fig.1.- Diatintos modos de representacióp de las cabezas del Gravetiense al Solutren.s e Medio, en
toros (núms. 1 al 3), cabras (núms. 7 al9) y caballos (núms. 11 y U). 1, Gravetiense; !-4 y 7,
Solutrense Interior; 6-6 y 3-11, Solutrense Medio.
-24-
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EL PARPALLO Y EL ARTE PALEOLmCO
IS
representación de un animal, muy esquematizado, figurado con la cabeza vuelta atrás
en el segundo panel de Figuier (59), la de un cérvido de patas replegadas del panel
principal de Chabot (60), las representaciones con patas plegadas de Solutré (61), o el
conjunto esculpido en bajo relieve de Roc-de-Sers (62), dominado en la mayoría de sus
representaciones por la animación. Y si bien en el arte parietal la distinción entre
Solutrense y Magdaleniense antiguo resulta difícil, la posición netamente enmarcada
en el Solutrense de las plaquetas de Parpalló que incluyen estas innovaciones parece
que apuntan hacía una mayor entidad de la producción artística solutrense dentro del
estilo m.
En el modelado (63), la diversidad de soluciones resulta significativa de la voluntariedad de su empleo, a veces con una marcada orientación naturalista, buscando la
representación de las coloraciones de la piel, otras con un componente más abstracto,
cuya significación resulta más difícil de establecer. Y no está de más señalar que a
partir de estos momentos las dos fórmulas convivirán en Parpalló hasta el final de su
ciclo artístico.
Resultarían claramente enmarcables en la orientación naturalista el raspado que
aparece aplicado a la representación de un cáprido macho a la carrera, ajustándose a
las zonas de diferente coloración de la piel, o los trazos pareados cortos y apretados
que rellenan el cuerpo de un cérvido, en clara reproducción de las típicas manchas que
cubren la piel de los ciervos de temprana edad, o los trazos cortos que reproducen el
moteado de la piel de un lince. Mientras que entrarían en la otra categoría, de
orientación más abstracta o geométrica, constituyendo un claro antecedente formal de
la técnica del grabado estriado, algunos rellenos de líneas paralelas que aparecen
indistintamente en équidos y bóvidos.
Por lo que respecta a la animación, ésta experimenta un claro aumento en relación
con la etapa anterior, y no sólo cuantitativo sino también en sus variantes. Y aunque
la animación segmentarla es la dominante -eentrada fundamentalmente en la cabeza,
rabo o patas, destacando el tema ya mencionado de una de las patas dobladas mediante
esa fórmula poco naturalista en la que simplemente se incurvan los dos trazos
paralelos que configuran la extremidad-, aparecen también algunos casos de animación coordinada, con conseguidas representaciones de animales a ia carrera.
En el ámbito de las escenas destaca, sin lugar a dudas, una de carácter maternal,
única en su planteamiento. La conocida representación de una cierva amamantando,
donde se reúnen todos los elementos de un enfoque marcadamente pictográfico,
tanto en el tema como en las soluciones que acompañan la representación de los
animales que participan en la escena: diferencia proporcionada de tamaño entre la
cierva y el cervato, el ya mencionado modelado de la piel de este último mediante los
trazos cortos pareados, representación de ojos, boca, etc.
(118) COMBI&R, BROUOO' y HUCRARI>: Op. cit. DOta ._
(80) CONBIBR, BROUOl' y HUCIIARD: Op. cit. DOta ._
(81) COMBIBR, BllOUOl' y HUCBAJl&. Op. cit. DOta ._ fic. 25.
(a) MARTIN: Op. cit. DOta 116.
DBLI'OilTB: Op. cit. DOta &6.
(88) V. VILLAVBlll>l, A. VBLA8CO, J. M. AJIIAS y&. PORTBLL: cAJcunu ~ eoln la C4eD.ica del IJ'dNido ..criado en la Cova cW
Parpell6 (GaDclia, Valftcla)o. Seitüi, XXXVI. 1eee. pq.. lOl·ln.
- 25-
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V. VILLAVERDE
16
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.-Dt.tintoe modot de representación de lu pataa. De arriba ab~o y de izquierda a .derecha,
núma. 1 al 8, patas «en arco~t; núms. 9 al 11, pata posterior de terminación masiva y
triantular. 1-%, Gravetlense; 8-f, Solutrense Inferior; 7-11, Solutrense Medio.
-26 -
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EL PARPALLO Y EL ARTE PALEOLmco
17
Al compararla con las restantes escenas de animales con sus crías - Mas d' Azil,
Laugerie Basse, Lespugue, Brassempouy, Morin, La Mádeleine, la Vache, Limeuil, o la
ya más problemática de Lachaud- llama la atención su cronología.
Acaban de conformar el apartado de las escenas otros dos temas, uno de amplia
correlación con el resto del arte mueble, como es la representación de parejas de
animales, y otro sobre el que resulta difícil definirse con rotundidad ya que vuelve a
constituir un caso excepcional: un afrontamiento de cabra y lince que parece entrar en
el capítulo de la representación de una escena de caza o de ataque entre animales.
Rareza del mismo tipo que la de los lobos afrontados en combate de La Vache (64) y
que tan sólo se podría correlacionar grosso modo con la escena de Paglicci (65) o con la
de difícil lectura de Laugerie-Basse, en la que se ha querido ver la representacióñ de
una nutria capturando un pez. (66).
·
Por lo que respecta a la perspectiva o a las convenciones propias de la fase,
simplemente indicar que el perfil absoluto alcanza valores similares a los de la
perspectiva biangular recta, empleándose la biangular oblicua tan sólo en un 20 % de
los zoomorfos representados.
En líneas generales se caracteriza el Solutrense medio por un planteamiento más
ajustado de las proporciones, si bien con tendencia a la gravidez, de -la que no faltan
ejemplos característicos del más puro estilo m asociados en algún caso a animales
sexuados, y con una proyección o alargamiento de los cuellos y cabezas, notándose
también la aparición de características que enlazan abiertamente con lo visto en las
etapas precedentes: el recurso a la técnica del doble contorno o la representación de
las patas en arco, según la fórmula vista en el Gravetiense.
Se trata de arcaísmos, de amplia perduración en la secuencia de Parpalló, y ajenos
por tanto a la problemática de las posibles mezclas en las capas de contacto entre
distintos períodos industriales, que nos señalan que los modos de representación no
pueden ser analizados considerándolos como puntuales, o de corta y precisa significación cronológica, lo cuai no obsta para que desde un punto de vista cuantitativo y
entendidos en su conjunto puedan constituir rasgos esenciales a la hora de establecer
la dinámica evolutiva de esas fases mayores que están constituidas por los estilos de
Leroi-Gourhan. En este caso del arranque del estilo m en la secuencia artística de
Parpalló.
Resulta, por otra parte, un rasgo específico del momento la tendencia a que la parte
posterior de ciertos animales posea un carácter masivo, marcadamente desproporcionado con respecto a la anterior, y ello bien mediante la representación del miembro
posterior notablemente ensanchado, con dos líneas suavemente convergentes que se
proyectan decididamente hada atrás, bien mediante su ejecución en forma de un
(84) G. MALVESIN·FABRB, L. R. NOUGIER y R. ROBBRT: «Une ¡nvun in6clite de la Grotte de la Vache». L'Ant.hropolosle, 67, 1963, páp.
101·103.,
(66) P. GRAZlOSI: «L'art pm.tor¡c:a In ltalialt. Florencia, tm.
(66) P. GJROD y E • .MASSBNAT: «La atatioua dei'Ar• du Ranne clan. les vallées ele la V~re et de la Correa. Laupri• s -•. Parla, 1900.
Um.
xm. ""· s.
- 27-
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V. VILLAVERDE
18
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el a con truo múltiple corto, loe 5 y 8 con una pata lncurvada. 1, GravetleDM;
1 y a, Solutre~ lnlerion 4 al 8, Solutrenae MecUo.
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EL PARPALLO Y EL ARTE PALEOLITICO
19
amplio triángulo. Solución que dentro del marco mediterráneo y en el ámbito parietal
vemos también en las ciervas de Trinidad de Ardales, habiéndose llamado la atención
sobre este paralelismo con Parpalló para apoyar su cronología solutrense (67).
Por último, en la ejecución de la cabeza de los équidos se observan unos rasgos de
clara componente solutrense, los morros en «pico de pato» y las crineras «en escalón»;
todo ello acompañado de un buen modelado de las quijadas, marcadamente convexas,
y dibujadas diferenciándolas de la línea del cuello mediante una inflexión del trazo.
Sus paralelos, como es sabido, van más allá de la región mediterránea constituyen
uno de los rasgos más rotundos a la hora de afirmar las coincidencias estilísticas
supraregionales de esta fase del arte m~eble de Parpalló.
La pintura. si bien desde un punto de vista porcentual y con relación al total de
plaquetas en las que aparecen representados animales, alcanza un valor no muy
elevado. lo cierto es que acumula precisamente en este período el número más elevado
de ejemplares con representaciones identificables o renocibles (68). Se trata tanto de la
tinta plana. frecuentemente combinada con el grabado, como de trazo lineal, con
predominio de la utilización del rojo y negro, pero sin que falte tampoco algún bello
ejemplo de la gama de los amarillos.
Y es precisamente el empleo de esta técnica pictórica en una colección de arte
mueble, de todo punto excepcional si consideramos el resto de las plaquetas de Europa
occidental (69), lo que unido al tamaño de alguno de los soportes -encuadrables con
claridad en base a sus medidas en el apartado de los bloques. ya que alcanzan
dimensiones que rondan los 50 cms. de máxima-, o a los planteamientos y asociaciones que se producen en la representación de las figuras -con ejemplos de afrontamiento. sucesión, superposiciones y yuxtaposiciones. acumulaciones de hasta siete animales y varias especies. etc.-. lo que dota a alguna de las piezas muebles del Solutrense
medio de Parpalló de un innegable sabor parietal que parece ir algo más allá de las
simples coincidencias técnicas.
Estas consideraciones deberían propiciar, sin que con ello se quieran extrapolar
conclusiones excesivamente apresuradas al ámbito de la significación, la revisión de
algunos conceptos excesivamente esquematizados a la hora de analizar la cronología
de ciertas producciones parietales. pues no parece fáeil admitir que una pulsación de
la importancia de la que en Parpalló estamos observando no tenga su correlación en
otras zonas, considerando que tanto la an.imación como el modelado son logros
solutrense tempranos, perfectamente adquiridos en el Solutrense medio. Y en ello,
pensamos. tal vez haya sido determinante la escasa importancia concedida por LeroiGourhan al repertorio de arte mueble solutrense de Parpalló al establecer las bases de
su seriación estilística, en la que subyace la tendencia a considerar que el desarrollo
de la animación coincide con un momento más avanzado del estilo m. o lo que es lo
y
(81) FOR'l'BA: 0p. ciL 11oU. 61.
(88) No . . ~ aquf laa 11lec!..- que .....-rvall lllaDCbonM ele mayor o IIMOOI en-i6o pero de 111otho ~.
(88) R. DBLPOllTB: «Ra:ppon •tn l'art aoobüic a l'art parMta!Jt. PJ.Actu cW Colloqu. IDtemaliOII&l d'art puNtal p&Wolilhiq-.
a.cberelle « COM«Vaoon. l'llftlllellllo IW4.
-29-
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V. VILLAVERDE
20
mismo, con el arte del Magdaleniense inferior, pensando fundamentalmente en Lascaux.
Y esta consideración se circunscribe en principio a la valoración de determinadas
zonas, pues tanto en el núcleo del Ródano como el arte parietal de Andalucía la
bibliografía ha sido sensible a incluir en el Solutrense numerosas representaciones
parietales. Si se trata de un fenómeno de distribución regional desigual, del que no
resulta fácil extraer ahora deducciones y en el que se imbrican temas tales éomo la
problemática del origen y expansión del Solutrense, o es consecuencia de un apriorismo estilístico en regiones donde la evidencia cronológica no venía tan determinada ni
por el carácter de la secuencia ni por el tipo de estructuración o complicación dei
santuario rupestre, es algo que evidentemente supera la dimensión de estas líneas,
pero sobre lo que necesariamente deberá centrarse la investigación futura, encuadrando en esa misma perspectiva algunas de las más recientes novedades del arte pari~tal del
Cantábrico.
Como ya avanzamos en párrafos anteriores, no pensamos que el episodio artístico
solutrense se caracterice por su especificidad, ni en Parpalló ni en el resto de la región
mediterránea española, y sin que de nuevo queramos ocultar la existencia de ciertos
elementos de carácter regional, presentes a fin de cuentas en todo el Arte paleolítico
europeo, creemos que los rasgos que encontramos en el conjunto de plaquetas grabadas y pintadas de estas fases coinciden abiertamente con planteamientos y detalles
observados en otras regiones, haciéndonos insistir en este tema la aparición precisamente en las plaquetas del Solutrense medio de signos de tan clara y amplia extensión
como los rectangulares, que abiertamente nos conectan con la región franco-cantábrica y que también nos conducen, buscando su distribución, hasta alguno de los
conjuntos parietales andaluces. Junto a ellos hacen también su aparición otros signos
de elevada amplitud cronológica en el yacimiento, como son los ajedrezados y los
reticulados.
Desde la publicación de Pericot de su monografía de Parpalló, los tramos correspondientes al Solutrense superior o evolucionado 1 son los que han sufrido mayores
transformaciones tanto en lo que respecta a su extensión o potencia como en lo que
hace referencia a sus características industriales, y todo ello con relación a la
extensión y características del Solútreo-gravetiense.
Intentando resumir las líneas generales del proceso, bien puede sefialarse que
hemos asistido a un cambio de papeles en la consideración de estas dos etapas
industriales, por lo demás claramente vinculadas genéticamente: de considerar al
Solutrense superior como una fase industrial dotada de elevada dimensión cronológica
y un cierto desarrollo evolutivo, hemos pasado a atribuir precisamente al Solútreogravetiense ese papel, y claro está en detrimento del Solutrense superior.
El primero en llamar la atención sobre las bases documentales que han propiciado
este cambio de papeles fue Fullola (70), al establecer que en Parpalló el tramo de 4'5(70) FULLOLA 1 PERICOT: Op. eit. nota 18.
- 30 -
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EL PARPALLO Y EL ARTE PALEOLmCO
21
4'75 m., relacionado por Pericot con el Solutrense superior, se encuadraba mejor,
teniendo en cuenta la secuencia estructural del modo de retoque y la composición
tipológica de la industria, con los tramos correspondientes al Solútreo-gravetiense,
habida cuenta de la importancia del retoque abrupto y la caída sufrida por el retoque
plano. La consideración algo más tarde de la existencia de dos fases industriales
diferenciadas en el Solútreo-gravetiense, caracterizadas por el desigual papel de las
puntas de muesca o escotadas y las piezas de retoque plano, y más concretamente del
utillaje solutrense (71), y la obtención de una datación absoluta en los niveles Solútreo-gravetienses de Cova Beneito (72), que con resultado de 16.500±480 B.P. permite
cerrar la banda de indeterminación de la fechación proporcionada para esos mismos·
niveles de la Cova de les Mallaetes (16.300± 1.500 B.P.), nos permiten considerar
ahora que el Solutrense superior de facies ibéricas, si bien constituye una etapa
decisiva y marcada originalidad, es desde el punto de vista evolutivo una fase dotada
de menor amplitud cronológica y evolución interna de lo que inicialmente se había
creído.
Debe, por tanto, estudiarse el Solutrense superior en relación con el proceso de
marcado carácter regional que en esos momentos se inicia en el ámbito mediterráneo
peninsular, el de una evolución del Solutrense de elevada amplitud cronológica y
marcada diferenciación con respecto a las regiones atlánticas europeas, que ha quedado bien sistematizada bajo la denominación de Solutrense evolucionado que, dividido
en tres fases, agrupa tanto al Solutrense superior o Solutrense evolucionado 1, como al
Solútreo-gravetiense o Solutrense evolucionado II y m (73). Denominación bajo la que
queda recojido el papel del Solutrense superior en el proceso, como punto de arranque
de esa evolución finisolutrense, perfectamente observable en la aparición precisamente en él de aquella pieza que caracterizará al Solútreo-gravetiense, la punta de muesca
o escotada y la perduración en este último de alguno de sus tipos más característicos,
como la punta de pedúnculo y aletas o los foliáceos.
Por lo que respecta a la valoración de las secuencias artísticas de Parpalló, los
contrastes observables en los niveles correspondientes a estas dos fases parece que
aconsejan su tratamiento por separado, si bien como seguidamente veremos no faltarán tampoco elementos que propicien la consideración de que precisamente con el
final del Solútreo-gravetiense asistimos a la terminación de un episodio, caracterizado
en su conjunto por unos rasgos comunes, presentes a lo largo de toda la secuencia
solutrense, y unas variaciones o tendencias cuya evolución no resulta forzado comparar con la que dentro del mismo estilo m se han señalado en otras zonas.
Constituyen aspectos que abundan en la diferenciación con el Solutrense medio
una disminución de tamaño en las plaquetas, el rotundo descenso de la animación y la
(7l)VILLAVERDE BONILLA y PB~A SANCHEZ: Op. cit. nota. 18.
(72) O. ITURBE y E. CORTELL: «w dataciollft ele la Cova Beneito yau in tara para el Paleolltico Meclitarri.-. Tnbljo. da Pre.hitoria.
44. 1987. pip. 2167·270.
(73) Vlu..AVERDE BONlu..A y PE~A SANCHBZ: Op. cit. nota 18.
PORTEA, FUU.OLA. VILLAVERDE. DAVIDS
-31-
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22
V. VILLA VERDE
pictografía, así como de las escenas, la importancia de la utilización del trazo múltiple
para el dibujo del contorno de las representaciones zoomorfas, el descenso de la
perspectiva biangular recta y la importancia que el grabado estriado posee como
forma de modelado.
En la animación y la pictografía ciertamente el descenso del número de animales
dotados de estas características se produce en términos cuantitativos absolutos y no
en el porcentaje que representan unos u otros con respecto al total de zoomorfos del
período, donde los valores porcentuales se mantienen o incluso experimentan un
aumento; lo cual enlaza con el considerable descenso que en el Solutrense superior se
registra en el número de representaciones animales, aproximadamente una sexta parte
de las dpcumentadas en el Solutrense medio.
Con todo, la valoración de los ejemplos de animación, en todos los casos segmentarla y centrada en una posición anormal de la cabeza, en muchos casos como consecuencia de su proyección hacia arriba, y la total ausencia de escenas contrastan
abiertamente con la importancia, variedad y originalidad que estas dos soluciones
poseen tanto en los momentos correspondientes al Solutrense medio como en los del
Solútreo-gravetiense.
Por lo que respecta al tipo de trazo utilizado en la ejecución de las representaciones
de animales, se asiste durante el Solutrense superior a una serie de cambios notables con
respecto a los niveles solutrense precedentes: la práctica desaparición del doble
contorno, apenas relegado a un caso aislado y por lo mismo carente de significación, y
el incremento del trazo múltiple, que constituirá uno de los rasgos más característicos
del conjunto del Solutrense evolucionado, marcando igualmente diferencias con respecto al Magdaleniense inicial.
En el caso de la perspectiva, la disminución de la biangular recta se compensa por
un ligero aumento de la oblicua y, sobre todo, del perfil absoluto, fórmula en la que se
agruparán hasta la mitad de las figuraciones zoomorfas del momento, iniciándose así
una tendencia que de nuevo se mantendrá estable en lo fundamental a lo largo del
Solútreo-gravetiense.
El grabado estriado, con ejemplos eh las variantes de haces, de líneas paralelas y
reticulado (74) aparece empleado con profusión, alcanzando uno de los momentos
claves y de mayor importancia de la secuencia, circuhstancia que sobre todo contrastará nuevamente con lo que sucede en el Solútreo-gravetiense, donde como más
adelante se verá experimentará una importante disminución.
Quedan, sin embargo, como rasgos comunes con los niveles solutrenses precedentes
los modos de ejecución de las cabezas de las ciervas, mediante el sistema del triple
trazo, el predominio de la ejecución de las patas mediante líneas paralelas abiertas y la
presencia de los rectángulos entre los signos.
Por lo que respecta al Solútreo-gravetiense, acabamos de señalar que tanto el
tipo de trazo utilizado, como los modos de perspectiva y ejecución de las cabezas de
(74) VILLAVBRDB, VBLASCO, AIUAS y PORTEIL: Op. cit. -
88.
-32 -
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EL PARPALLO Y EL ARTE PALEOLmCO
23
las ciervas, son rasgos de unidad evidentes con respecto al Solutrense superior, y sin
embargo algunos detalles apuntan tan~o en la línea de una cierta diferenciación como
en la idea de su posición tardía en relación con el estilo 111, pues no debe olvidarse la
indicación cronológica proporcionada por la fechación de Beneito, contemporánea del
·
inicio de la secuencia magdaleniense en otras regiones.
Destacaríamos en este sentido la mayor importancia de las denominadas líneas de
despiece, el incremento de los detalles anat(>micos y la aparición de ejemplos de
perspectiva lineal y de recubrimiento parcial, elementos estos últimos de elevado
interés estilístico que enlazan, además, con un incremento de la pintura y una notable
atención por la animación y las composiciones formando escenas.
En las denominadas líneas o convecciones de despiece, durante el Solútreo-gravetiense asistimos a una mayor diversidad de variantes que durante el Solutrense
superior o el Solutrense medio. Prácticamente circunscritas en estos dos períodos a las
de crinera, se documentan además ahora las de relleno de crinera, las escapulares, las
de separación de pecho y cuello, las divisiones longitudinales de cuello, las laterales
en «M» y las paralelas o de doble vientre, iniciándose una tipología que permanecerá
sin grandes novedades durante todo el Magdaleniense inicial. Por contra, en el
capítulo correspondiente al modelado, mediante el recurso a los distintos sistemas de
grabado ~triado, nos encontramos ante una disminución clara de ejemplos que
también resultará constante en los períodos posteriores. Y ello a pesar de que se trata
de una fórmula en gran medida coincidente con las anteriores en su finalidad naturalista de reflejar las coloraciones de piel.
Donde si se observa una mayor atención por la pictografía es en el campo de los
detalles anatómicos, especialmente los relacionados con la cabeza -ojos, orejas,
belfos u orificios nasales-, en el de la animación, con una abundante proporción de
casos de animación coordinada compleja, coordinada y segmentari.a, y en el de las
escenas, con dos ejemplos que unidos a alguno de los anteriores resultan sumamente
interesantes por sus paralelc;>s e implicaciones de planteamiento y perspectiva. Se
trata, en primer lugar, de una plaqueta en la que aparece representada un escena del
tipo de las de una hembra y sus pequeños, en este caso dos cervatos cuyo encuadre y
tamaño viene determinado por el de la cierva, siendo común para los tres animales un
suelo imaginario que coincide con el límite inferior del soporte. Ejecutadas las tres
figuras mediante trazo múltiple, la escena ha sido representada superponiéndose a la
representación de un équido, de distinta orientación y trazo simple, señalándose en la
misma cara esa convivencia de representaciones de contenido pictográfico y mitográfico que con tanta frecuencia se da en el arte parietal. La circunstancia, que en modo
alguno es exclusiva de esta pieza y que tantos paralelos tiene en los soportes muebles,
incluso dentro del mismo yacimiento, nos previene sin embargo sobre una mecánica
oposición entre estos dos tipos de producciones artísticas, recordándonos algo sobre lo
que ya se ha ·insistido reiteradamente, esto es, que dentro del arte mueble las plaquetas
y los soportes óseos planos parecen configurarse como un apartado mucho más
próximo en temática y concepción al del arte parietal de lo que lo están los soportes
cilíndricos o las piezas de uso o función definidas y más o menos cotidianas.
- 33-
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24
V. VILLAVERDE
Fi¡. •.-Distintos modos de representación de las cabezas del Solutrense Superior al Ma¡daleniense
Superior, en las cabras (núms. 1 altO), ciervas (núms. 11 all6, 22 y~ y ciervos (núma. 17 al
21 y 23). 1, 12 y 18, Solutrense Superior; 2-6, 13-1• y 19, Solútreo-p-avetiense; 6-9, 16 y 16 y 20,
Magdaleniense Inicial; 10 y 11, 17 y 21 al 26, Ma¡daleniense Superior y Galerías.
- 34 -
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EL PARPALLO Y EL ARTE PALEOLITICO
25
Si bien toda generalización implica un nivel de imprecisión y de riesgo, insistimos
en este aspecto en la medida en que recientemente se ha puesto en cuestión la
viabilidad de que los datos estilísticos del arte mueble .Y el arte parietal puedan
extrapolarse, argumenta.ndo la posibilidad de que en ambos se concilien tradiciones y
significaciones distintas (75), olvidando las variaciones que dentro del arte mueble es
posible establecer. Y aunque la línea de los ejemplos pudiera llevarnos a la consideración de que posiblemente existen diferencias dentro de ese apartado del arte mueble
formado por las plaquetas, no ocurriría algo distinto de trasladar el mismo sistema de
análisis al arte parietal donde no faltan tampoco ejemplos de «originalidad» y particularismo ni mucho menos despreciables.
En la otra cara de la misma plaqueta aparece representado un équido con la cabeza
claramente desplazada hacia el suelo y de ejecución no muy acertada, que ha sido
interpretado de distintas maneras, bien como animal lamiéndose la pata, circunstancia
difícil de establecer ante la falta de indicación o detalle del mencionado gesto, o como
animal paciendo, sin que pueda descartarse tampoco, e incluso considerarse como más
apropiada, habida cuenta de la evidente inclusión de numerosas representaciones
muebles en este apartado, la de animal olisqueando el suelo en gesto relacionado con
las actitudes de preacoplamiento.
La otra escena a la que se hizo referencia es la de una pareja de ciervas a la
carrera, ejecutada mediante un esquematismo o ahorro de trazos verdaderamente
resalts,ble dado el resultado obtenido: una elevada sensación de movimiento. Pero lo
que realmente nos sitúa ante una ejecución de considerable innovación y con implicaciones cronológicas avanzadas dentro de un genérico estilo m, es el planteamiento de
la perspectiva en el dibujo de los dos animales, ya que nos encontramos ante un claro
ejemplo de recubrimiento parcial que no puede entenderse como un simple artificio
para evitar intromisiones en asociaciones no significativas desde el punto de vista
escénico o pictográfico.
Esta innovación en el campo de la perspectiva se complementa en el mismo período
con la aparición de pocos, pero significativos ejemplos, de planteamiento de la figura
según fórmulas de perspectiva lineal, como es el caso de la correcta ejecución en dos
planos de las patas traseras de un dudoso ciervo representado con la cabeza vuelta
atrás. Con todo, no puede negarse la existencia en este apartado de una clara
diferenciación entre los modos de perspectiva dominantes en Parpalló durante este
período y los que por esas mismas fechas se registran en otras regiones, especialmente
si nos referimos al arte parietal, pues como se recordará, precisamente desde el
Solutren8e evolucionado, y sin que se observen cambios en el Solútreo-gravetiense,
empieza a hacerse dominante en el yacimiento valenciano la fórmula del perfil absoluto, que constituye unos de los rasgos específicos de la producción artística del
yacimiento durante el Magdaleniense.
(7&) P. UCKO: ..o4buta illu.ooU. dan.
l'~udN
de la tradilion artiatique•. Nhittoire Arlé¡eoiM. XLn. 1987, pára. 16-82.
-35-
[page-n-36]
V. VILLAVERDE
26
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Fl¡. 5.- Diatintoa modos de representación de las cabezas del Solutrense Superior al Ma¡daleniense
Superior, en los caballos (núms. 1 alll) y los toros (núms. 12 al 17). 1 al 8 y 12, Solútreogravetiense; 4, 5, 8, 10 y 18, Magdaleniense Inicial; 6, 7, 9, 11 y 14 al 17, Matdaleniense
Superior y Galerfas.
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Algo similar ocurre con.los detalles y formas de ejecución de las patas. En Parpalló
donde apenas existen ejemplos de representación de las pezuñas, encontramos uno
precisamente en el Solútreo-gravetiense. Se trata de un cuadrúpedo, ejecutado mediante tinta lineal roja, en el que se observa, en una de las extremidades que deben
constituir el par de patas delantero, la representación de la pezuña mediante un
abultamiento de terminación apuntada y escasa posibilidad de identificación anatómica. La figura, de la que sólo se conserva la parte inferior, aparece con la convención de
la doble línea de vientre y constituye un caso aislado - tan sólo repetido en la
secuencia y con bajos efectivos en los niveles magdalenienses más avanzados- en un
contexto dominado por las extremidades incompletas, bien sea mediante la solución de
las líneas paralelas abiertas sin ningún detalle anatómico, bien mediante ese mismo
sistema pero de corte naturalista, bien mediante trazos lineales, o mediante una
confección triangular.
Señalaremos, por otra parte, también como elemento significativo de la fase, la
forma de representar los caballos, que combinan una marcada crinera, normalmente
de trazo múltiple y con indicación de la línea de despiece, con un dibujo de la
mandíbula menos convexo y en muchos cMos con tendencia al alargamiento y la
delgadez.
Desde un punto de vista general nos encontramos precisamente ahora con mayores
sí.ntomas de regionalización que durante los períodos anteriores, si bien la consideración de si esta impresión es exclusiva de Parpalló o puede hacerse extensiva al resto
del denominado Arte paleolítico de la España mediterránea resulta difícil de tomar,
especialmente si tenemos en cuenta que ni los rasgos mencionados en torno a las
técnicas de grabado, perspectiva o convenciones son exclusivos del momento, pudiéndose señalar que tan sólo ahora es cuando experimentan una variación porcentual, ni
salvo casos excepcionales poseemos una propuesta articulada de seriación de la mayor
parte del arte de Andalucía. De igual manera, la consideración de esta regionalización
bajo una dimensión supraregiona:l que englobe las distintas regiones mediterráneas,
esto es, el Sureste francés e Italia, tampoco parece oportuna por razones semejantes a
las expuestas: pocos son los paralelos muebles a manejar, y lo que es más importante,
no puede tampoco generalizarse sobre la secuencia que comprende del17.000 allO.OOO
B. P., considerándola homogénea o desprovista de una evolución. Y ello tanto para el
conjunto del Mediterráneo occidental como para el caso específico de Parpalló.
En el tema concreto de la unidad mediterránea señalada en diversos trabajos en
relación con el horizonte industrial definido por las puntas escotadas o de muesca, que
como es sabido comprendería distintas fases del Salpetriense y el Epigravetiense
italiano, además del Solútreo-gravetiense, recientemente se ha señalado (76) la di.ficultad de llevar la semejanza industrial más allá de la coincidencia tipológica en determinado tipo de punta, mostrando que en el fondo nos encontramos con conjuntos
(78) RODRIGO QARCIA: Op. clt. nota 18.
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28
V. VILLAVERDE
...
--- .
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2
8
3
11
Fil. 6.- Diatlntoa mocloa de representación de laa patas del Sohatrenae Superior al Ma1daleniense
Superior. Núma. 1-y a, perspectiva bianplar recta; núm.s. ! , 4, 10 y 11, unian¡ular; núm.s. 5
al 9, perftl absoluto; núma. 6 y 7 de terminación masiva y trian¡ular. 1 al a, Solútreo¡ravetJense; 4 al 7, Magdaleniense Inicial; 8 al 11, Ma1daleniense S uperior y Galeriu.
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EL PARPALLO Y EL ARTE PALEOUTICO
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industriales con notables variaciones. Todo ello en un contexto finisolutrense del que
no cabe olvidar la elevada complejidad que posee y la variedad de procesos registrados, y en el que, al menos desde una perápectiva diacrónica, las diferencias evolutivas
posteriores son considerables, como lo atestiguan los distintos derroteros que sigue la
secuencia del Paleolítico superior en la vertiente española, con la aparición de las
industrias magdalenienses, y la de Italia, con el Epigravetiense evolucionado.
Conviene, por tanto, ser cautos en: la caracterización y valoración de la dimensión
de ese proceso de regionalización señalado a partir de los niveles del ~olutrense
evolucionado de Parpalló, centrándolas esencialmente en el propio ámbito peninsular
español, y señalar, eso sí, la evidencia de una generalización de yacimientos donde las
industrias Solútreo-gravetienses se documentan -Parpalló, Mallaetes, Ratlla del
Bubo, Gova del Sol, Cejo del Pantano, Vermeja, Palomarico, Pantano de Cubillas, Tajo
del Jorox, etc.- o la importancia de esta etapa en la secuencia regional, lo que unido a
la entidad del momento en la secuencia artística de Parpalló parece propiciar la i!fea
de que alguna de las representaciones parietales andaluzas pudiera encuadrarse
precisamente en esas fechas. Idea que ya ha sido señalada por otros investigadores (77).
Esa posición como de bisagra o momento en el que se articula un cambio en la
secuencia de Parpalló se concreta perfectamente en el campo de los signos, donde a la
perduración del rectángulo se añaden otros temas que alcanzarán una considerable
dimensión cronológica y cuyos paralelos a veces se rastrean con facilidad en el ámbito
franccrcantábrico. Es el caso de los haces de líneas, los reticulados y escaleriformes
múltiples formando bandas.
Con ciertos problemas de diferenciación en sus primeras capas con respecto al
Solútreo-gravetiense y con la tendencia en los últimos años a revisar la dimensión
misma de esta última etapa industrial, alargándola a su costa, el Magdaleniense
inicial de Parpalló se caracteriza por una importante ruptura industrial, cuyos rasgos
más sobresalientes bien pueden concretarse en la escasa importancia del utillaje
microlaminar, el elevado índice de raspador, en términos absolutos y en relación con
el de buril, y el papel que desempeñan las piezas de retoques continuos (78), todo ello
acompañado de un incremento del instrumental óseo, donde dominan las azagayas
monobiseladas de secciones circular y aplanada, con biseles frecuentemente mayores
de un tercio, las puntas dobles y algunas varillas. Esta fase, a la que denominamos
Magdaleniense inicial mediterráneo (79), queda perfectamente aislada en la actualidad tanto del Solútrecrgravetiense subyacente, que con su fecha de 16.500 hace que el
marco cronológico del Magdaleniense inicial mediterráneo se equipare, al menos en
sus inicios, al del Magdaleniense inferior cantábrico, como el Magdaleniense medio y
superior que le coronan, caracterizado a su vez por un aumento qel índice microlamiFOR'I'EA PKREZ: Op. ch.. nota 51.
J .'L. SANCBIDRlAÑ TORTI: «.BI arte prebiotórico de la Cuev. de Net;a>t. en Tra~ .obre la Cueva de Net;a. núm. 1. Mü a,a. 1986,
283.230.
(78) PULLOLA i PEIUCOT: Op. cíL nota 18.
(79) VILLAVERDE BONILLA: Op. cíL nota 10.
(77)
""*-
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V. VILLAVERDE
nar, un incremento del índice de buril, que tiende a igualar al de raspador y un
descenso de las piezas de retoques continuos, y cuya fecha queda sugerida, grosso
modo y para su arranque, por la datación del tramo tres de Parpalló, que con un
resultado de 13.800 ± 380 B.P. nos sitúa en un momento correlacionable con el genérico
Magdaleniense superior o con arpones de otras regiones, donde quedarían incluidas
las fases que van del Magdaleniense IV en adelante.
Por lo que respecta a las plaquetas del Magdaleniense inicial, se mantienen y
confirman las consideráciones efectuadas ya con el Solútreo-gravetiense, y en este
caso con mayor razón si cabe dada la peculiaridad estilística de un arte que al menos
desde una perspectiva cronológica, correría paralelo del estilo m avanzado o final e
incluso del IV antiguo, notándose una tendencia regional, difícil de valorar en todos
sus términos como consecuencia de la limitada entidad del arte mueble correspondiente a las primeras etapas del Magdaleniense y al Badeguliense (80), pero que de entrada
distingue las representaciones zoomorfas del momento de las de los conjuntos parietales y muebles atribuidos al Magdaleniense m. Los rasgos fundamentales de esta
diferenciación serían, enumerados sucintamente y a la espera de una actualización de
la dinámica industrial que la sustenta, habida cuenta de que el período acaba de ser
objeto de revisión (81): el predominio del perfil absoluto en el campo de la perspectiva
y una tendencia que bien pudiera calificarse de «arcaizante» en el planteamiento de
las figuras, masivas en sus cuartos traseros, frecuentemente terminados con patas
triangulares, desproporción entre los tamaños de las cabezas y los cuerpos, y morros
con frecuencia estrechos y alargados.
Comparativamente, resalta también la escasa incidencia de la a.nimación, concentrada principalmente en aquellas capas que tal vez pudieran relacionarse con el
Solútreo-gravetiense terminal (82), y en el general de la pictografía, pues existen pocos
detalles anatómicos (en algunos casos orejas, ojos o bocas) y escenas, limitadas
además a la representación de animales aislados (posible animal muerto, ciervo en la
berrea y cáprido saltando), sobre todo si consideramos los niveles de innovación
logrados en los períodos precedentes. Y algo similar ocurre en el modelado, con tan
sólo algunos ejemplos de grabado estriado desmañado y uno de raspado (83), o en las
denominadas convenciones o líneas de despiece, prácticamente ausent~s en las plaquetas del período.
No obstante conviene resaltar que la regionalización señalada durante estos mo·
mentos, cuyo arranque, como se recordará, tal vez cabría situar en el Solútreo-
(80) J . CLO'M'BS, J . P. GIRAUD y C. SERVBLLB: «Un ralee ¡ravé badaroulien l Ven (Lot)oo. Betudioe en Horaen-.ie al O... A. Beltrán
Martina. Zarqou, 1888, P'P· 81-M.
M. P. HBMINOWAY: «Tbe initial Mqdalenien in Fnneett. BAR., lnt.emational Serl.., 90, 1980.
(81) AURA TOR'l'OSA: Op. cit. nota 19.
(82) RODRIGO GARCIA: Op. cit. nota \8.
J . M. ARIAS MARTINBZ: BetiOCiio del Arte Mqdalení- IDícitl de la Cova del Parpall6. Siat4alatizaeión y COMideraciones aobre au
Importancia an el •tuclío del Inicio del cielo Mqdalenienae en la Peninaula Jbmca>o. Centre d'Betudia i lnv•ticaclone Comarcala Altona el
Vell, 1885, ln6clito.
.
(83) VILLA VERDE. VBLASCO, ARIAS y PORTBLL: Op. cit. nou 83.
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EL PARPALLO Y EL ARTE PALEOLITICO
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gravetiense (predominio del perfil absoluto, patas inacabadas sin la figuración de las
pezuñas, etc.) no implica en modo alguno que la secuencia artística de Parpalló
experimente un proceso de estancamiento o uniformidad, en el que desaparezcan los
elementos de variación que hasta entonces habían venido caracterizando sus distintas
etapas, ni que no existan algunos detalles puntuales que hablen a favor de su contemporaneidad con el ciclo artístico franco-cantábrico (algunos ejemplos de perspectiva
normal y determinados signos).
Así, desde el punto de vista técnico y en relación con el Solútreo-gravetiense,
asistimos a una neta disminución del trazo múltiple, cuyos ejemplos se concentran
además en esos tramos probablemente clasifi.cables como Solútreo-gravetienses, que
resultará sustituido por el simple; a un cambio en los modos de terminación de los
morros, en esta fase predominantemente cerrados; y al abandono del sistema de
representación de las cabezas de las ciervas mediante el triple trazo, convención
asociada durante toda la secuencia al Solutrense y que a partir de este momento dará
paso a la representación de las orejas mediante dos trazos en forma de «V».
Sin que los cambios sean bruscos o abarquen la totalidad de las representaciones,
circunstancia que no sorprende en la medida en que también ha sido señalada en la
transición de los estilos III y IV, esas variaciones se registran igualmente en el
apartado de los signos, donde a la perduración de algunos rectangulares se suman
ahora los meandriformes múltiples, los motivos dentados, las bandas formadas por
trazos cortos paralelos y apretados, los haces múltiples de lineas más o menos paralelas o convergentes, los ajedrezados simples y los complejos o reticulados, amén de los
escaleriformes. Esto es, un incremento tanto en número como en variedad, refiriéndonos siempre a las formas o motivos definidos.
A partir de estos momentos y coincidiendo en lo fundamental con los tramos m y IV
del Magdaleniense de Pericot nos encontramos ante una de las etapas del Magdaleniense mediterráneo que más novedades ha ofrecido en los últimos años, siendo
necesaria una reconsideración de la propuesta evolutiva y cronológica que hasta hace
poco venía relacionando su límite superior con el del Magdaleniense medio.
Varios han sido los datos que permiten intuir una nueva lectura de estos tramos,
especialmente en la idea de considerar que su final se sitúa en un momento avanzado
de la secuencia magdaleniense, alargando así la evolución de esta industria en
Parpalló y haciéndola coherente con los datos que provienen de otros puntos del
Mediterráneo español.
En primer lugar la constatación en los últimos años de la existencia de abundantes
yacimientos en el País Valenciano con industrias encuadrables en el Magdaleniense
superior, como sería el caso de la Cova de les Cendres (84), la Cova de Matutano (85) y
el abrigo del Tossal de la Roca (86), circunstancia que hace inviable la pretensión en
(84) VILLAVBRD& BONILLA: 0p. cit. nota 15.
(85) OLARIA. OUSI, ESTEVEZ. CASABO y ROVIRA: Op. cit. nota 5.
(86) CACHO. FUMANAL. LOPEZ y LOPBZ: Op. cit. nota 5.
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V. VILLAVERDE
alguna ocasión formulada (87) de que en esta parte de la región mediterránea se
pudiera producir una evolución anticipada del Epipaleolítico.
En segundo lugar, las características tipológicas puestas de manifiesto por alguno
de los yacimientos que acabamos de mencionar, y muy especialmente por los materiales de la Cova de les Cendres y la Cova de Matutano. En el primero por la asociación
de arpones, azagayas de doble bisel y varillas a un conjunto lítico en el que los buriles
son abundantes y donde el utillaje microlaminar además de ser elevado se caracteriza
por la presencia de triángulos escalenos, pieza que como es sabido se documenta
precisamente en los niveles superiores de Pan>alló. En el segundo, por la' aparición de
un rico conjunto óseo en el que las azagayas de doble bisel se asocian a un variado
grupo de arpones en el que las formas de dientes bien destacados conviven con otras de
dientes apenas esbozados y de morfología semejante a los encontrados en los niveles
superiores de Parpalló, cerrando así la problemática heredada de una clasificación de
estos últimos que los consideraba paradigmáticos a la hora de establecer la existencia
de un Magdaleniense medio, habida cuenta de su clasificación como protoarpones (88).
Y en tercer lugar, la evidente dificultad·· conceptual que supone considerar la
existencia de un Magdaleniense medio en Parpalló de una potencia y evolución
interna de todo punto exageradas en relacion con las secuencias conocidas en otros
ámbitos regionales donde esa misma etapa se encuentra bien documentada y caracterizada. Téngase en cuenta que su límite inferior, esto es, aquel que podría relacionarse
con el Magdaleniense m se ve seriamente determinado por la perduración del Solutrense evolucionado hasta fechas encuadrables cuando menos en el 16.500 B.P. y la
existencia aún de un amplio paquete del Magdaleniense inicial o antiguo, documentado en el mismo yacimiento en los tramos I y II, de más de metro y medio de potencia.
Circunstancia que además concuerda con la datación proporcionada por el tramo m,
que con un resultado de 13.800±380 B.P. permite intuir que caso de buscar alguna
relación de este tramo con la secuencia magdaleniense clásica, tanto la cronología
como la tipología apunta más bien hacía un episodio relacionable con el Magdaleniense medio o IV (89).
A la espera de la publicación de los resultados del estudio de la industria de estos
tramos (90) bien puede anticiparse que su problemática puede resuinirse en los siguientes términos: una vez eliminada cualquier limitación para la consideración de que la
secuencia magdaleniense de Parpalló pueda extenderse hasta momentos incluso finales del Magdaleniense superior, queda por establecer la articulación de las distintas
capas de estos tramos, acotando especialmente la cuestión de si existe una pulsación
relacionable con el Magdaleniense medio, tanto desde el punto de vista industrial
(87) J. APARICIO PEREZ: «El Meaolítico en Valencia y en el Mediterrineo Occidentabt. Trabaj041 Varioe del S.J.P., núm. 59. Valencia, 1979.
(88) PERICOT GARClA: Op. cit. nota l.
(89) PORTEA, FULLOLA, VILLAVERDE, DAVIDSON, DUPRE y FUMANAL: Op. cit. nota 5.
V. VILLAVERDE BONILLA: «Parpalló y el Arte Paleolltico de la Eapai\a Mediterrinea». Revieta de Arqueologfa, nó.m. 88. Madrid,
1988. páp. 12-31.
(90) AURA TORTOSA: Op. cit. nota 19.
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como en su potencia, lo que permitirá perfilar con mayor rotundidad el resto de la
secuencia y considerar con mayor detalle la evolución artística.
No está de más, por otra parte, señalar que el análisis detenido del arte mueble y de
la industria ósea, ambos en la actualidad en curso, intervendrán de manera decisiva en
la resolución de una problemática en la que los aspectos estilíticos juegan un papel
determinante.
Mientras tanto, y movidos fundamentalmente por la prudencia, hablaremos para
referirnos a estos tramos de un genérico Magdaleniense medio y superior, quedando
para el futuro el establecimiento de la entidad de cada una de estas fases, su confrrmación y propuesta· de articulación o evolución interna y los detalles mismos de su
caracterización tipológica, considerando simplemente que se trataría de etapas sucesivas y calificables en los términos propios del ámbito mediterráneo peninsular, esto es,
sin una mecánica extrapolación de características o composiciones propias de otras
regiones.
Señalaríamos, por su carácter más o menos acotado y su valor a la hora de
establecer elementos que precisen la evolución estilística y comparaciones, la técnica
de trazo compuesto del tipo «en alambre de espino», que aparece empleada en distintos
momentos de los tramos superiores de Parpalló, y muy especialmente en el tramo de 2
a 2'20 m., donde se documentan hasta cuatro casos. Se trata en estos últimos, tres de
ellos bóvidos, de una serie de trazos cortos y poco marcados, más o menos perpendiculares a la línea de contorno del animal que recorren partes importantes de la misma,
extendiéndose incluso por las patas, cabeza o cornamenta. Los ejemplares restantes se
diferencian en algunos casos de estas formas, bien por resultar más apretados, largos y
marcados, bien por combinarse con otras fórmulas de relleno del animal, obteniéndose
en este último caso un efecto de paralelos bastante avanzados, y desde luego con
notables semajanzas formales con alguno de los signos del mismo yacimiento y capas.
Refiriéndonos a este último caso (fig. 7), además de las evidentes coincidencias que
ofrecen las piezas muebles de aquellos yacimientos sobre los que recientemente se ha
fundamentado la existencia un estilo V (La Borie del Rey y Pont d' Ambon, en.t re otros)
(91), con los que el ejemplar de Parpalló coincide en la técnica de refuerzo de la línea
de contorno, mediante los trazos cortos, y en el relleno mediante temas de marcado
componente geométrico, a pesar de que las proporciones y el estilo general de la figura
difieren considerablemente de la nuestra, es posible también establecer un paralelo,
quizás más ajustado, con una pieza de Mas d'Azil publicada por Graziosi (92), en la que
con unas convenciones y detalles verd&deramente sorprendentes por su coincidencia,
tanto en lo que se refiere a la resolución de la cabeza como en el dibujo de la línea
cérvico-dorsal y cuartos traseros, nos encontramos nuevamente con un relleno de la
figura, de componente escasamente naturalista, asociado a la técnica del trazo múltiple efectuado mediante idéntica fórmula que en Parpalló.
(91) A. ROUSSOT: «<'..omparaison atyliBtique d" l'art mobilier et de rart pariétal du Périgord et de la G.ironde•. p...,.Actea del Colleque
lntemational d"Art Mobilier Paléolithique. Foíx. 1987. pigs. 181-190.
(92) GRAZIOSI: Op. cit. nota 2. 14m. 61. b.
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V. VILLA VERDE
Flg. 7.- Dlatlntoa ejemplos de plaquetas con la técnJca del trazo compuesto en 4C&lambre de espino».
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Por otra parte, existen soluciones parecidas a las de Parpalló, pero esta vez libres
de las fórmulas de relleno de tipo geométrico, en diferentes piezas de Laugerie Basse
(MAN 53835, 53832, 53865, o la conocida pieza de la chasse d l'auroch -53819) (93);
Gourdan, tanto en una plaqueta con una representación identificada como un lobo a la
carrera (MAN 48585) (94), como en un fragmento óseo en el que por ambas caras
aparecen representados dos bóvidos (95); y Lortet, en este caso también con un relleno
de la figura mediante bandas de trazos cortos de aspecto predominantemente geométrico aunque su objetivo naturalista pueda relacionarse con la representación del pelaje,
en dos fragmentos óseos en los que aparecen representados unos bisontes (96); sin
olvidar el conocido rodete del Mas d'Azil de la vaca con su ternero (97), donde el
mismo tipo de trazo aparece empleado tanto en el lomo y pecho del animal adulto como
en el lomo del ternero; la pieza de EnUme conocida como del saltamontes y los peces
(98); o el igualmente célebre rodete de Mas d' Azil, del que se conserva la figura de un
hombre y la garra de un oso, y en el que la misma técnica aparece aplicada en la
representación humana (MAN 48120), al igual que la pieza de Isturitz en la que por
una de las caras se representan dos mujeres y por la otra dos bisontes, aplicado
concretamente a la línea de espalda de la mujer de la izquierda (99).
Nos encontramos, en definitiva, ·ante un recurso técnico y estilfstico que se concentra en el Magdaleniense superior y final, arrancando, al parecer, en la fa. e correspons
diente al Magdaleniense IV, combinado o no con otros sistemas de relleno (y hemos
descartado en este corto repaso los ejemplos en los que el trazo múltiple en la línea de
contorno del animal se asocia a planteamientos de relleno de resultado más naturalista, claramente orientados a la figuración del pelaje o el modelado anátomico mediante
trazos cortos paralelos, técnica habitual en los conjuntos muebles del Magdaleniense
superior). Circunstancia que sin querer forzar las comparaciones, sobre todo en la
medida en que se aplica a piezas de estilo, concepción y soportes muy variados,
coincide al menos desde una perspectiva cronológica amplia con la posición' que
ocupan las piezas de Parpalló en las que aparece esa misma técnica.
No está de más recordar, retomando el tema de los rellenos no naturalistas de las
representaciones zoomorfas, que esta tendencia arranca en Parpalló desde fechas muy
tempranas, en el Solutrense, donde las modalidades del grabado estriado en retículas y
de líneas paralelas aparecen conviviendo con otras soluciones más naturalistas, y
continúan a lo largo de toda su secuencia, resultando sin embargo significativo, y por
lo mismo útil a la hora de perfilar la especificidad del arte magdaleniense del yacimiento, que precisamente las formas de relleno naturalista estén prácticamente ausentes en estos niveles cronológicamente avanzados, precisamente cuando su empleo se
hace común en el arte mueble franco-cantábrico.
(93) GIROD y MASSBNAT: 0p. ciL DOta ee.
($4) E. PI.BT'l'B: • L'Art penclant l'Ap du ~- PaÑ, 180'7, fi¡. k
"m.
LXXXDJ, núme. 3 y 3a.
(86) PIE'ITB: Op. ciL nota anterior,
(98) PI&TTB: Op. ciL oota IH. 1m XL, núme. 2 y 3.
(97) M. CHOLL01'-VARAONAC: «Le. oricJn• du p-apbimle .ymbolique. Baai d'analyae daa kriturea primitiva en Prihlatoi- . Puú,
1980, pq. •Ul, núm. 711568.
(98) H. BEOOUBN y H. BREUL: «Lea eavemea du Volplt. Puú. 1968, '""· XXXI, b.
(99) CHOLLOT-VARAGNAC: Óp. eiL nota 97, P'l· 846, nóm. <18120.
R. da SAINT-PERIER: «La ¡rotta d'llturit&. D La Maedalénien de la Gnu>da SaU.... Parit, 1936, páp. 114 y .._ y fi¡. ee.
-45-
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V. VILLAVERDE
Y lo mismo ocurre con las líneas o convenciones de despiece, apenas limitadas a
algunos pocos ejemplos de indicación de crinera y su relleno, la línea de morro, etc.;
con el modelado de los contornos mediante el recurso a los trazos cortos y apretados,
que hacen referencia a las pilosidades, y que tan comunes resultan en las representaciones contemporáneas de otras regiones más septentrionales, registrándose incluso
en algunas piezas muebles italianas, como sería el caso de Paglicci (100); o con la
animación y las escenas, de mucha menor entidad que en las etapas anteriores del
mismo yacimiento y desde luego muy alejadas de nuevo de la tendencia que se registra
en los grandes conjuntos de plaquetas con los que en esas fechas se podría equiparar:
·
Laugerie, La Madeleine, Limeuil, etc.
Estas circunstancias concuerdan además, al igual que ocurría durante el Magdaleniense inicial, con un predominio de las representaciones mediante el sistema de perfil
absoluto, lo que contribuye a aislar aún de manera más rotunda el conjunto artístico
de esta fase del resto del arte mueble franco-cantábrico. Si bien algunos detalles sirven
para recordarnos su contemporaneidad: representación en algunas piezas de las pezuñas, figuración de determinados animales según la fórmula de la perspectiva unilateral, representación de los bóvidos con un sólo cuerno incurvado y abierto en su
arranque -tema que encontramos no sólo en alguna de las representaciones del
mundo italiano, sino con numerosos yacimientos franco-cantábricos del Magdaleniense, como acertadamente ya se ha señalado (101)-- y presencia de determinados signos
· de componente cronológico avanzado.
En este último apartado, que además experimenta un incremento cuantitativo
considerable, podemos distinguir aquellos que se suelen asociar a un zoomorfo, fundamentalmente los zig-zags formados por líneas paralelas y rellenos de trazos perpendiculares apretados, los motivos en «V)) múltiples, los arboriformes o ramiformes y las
bandas formadas por trazos cortos paralelos, de aquellos otros que por lo general
aparecen aislados, cubriendo con mucha frecuencia la totalidad o gran parte de la
superficie de la plaqueta. Estos últimos muy variados, pero en los que se observan
algunas agrupaciones tipológicas significativas: los reticulados simples, los retículados complejos, o con rellenos de distintas formas y orientaciones, los reticulados
divididos por espacios vacíos formados por líneas paralelas normales o quebradas, los
haces múltiples formando precintos, dotados a veces de una disposición geométrica
que los acerca considerablemente a los tectiformes, los ovales o circulares, los serpentiformes y formas curvilíneas en general y las bandas reticuladas paralelas. Formas
poco estudidas por lo general en el resto del arte mueble, de una amplitud en la
secuencia que impide considerarlas únicamente como representativas de los estadios
terminales del Magdaleniense superior, y de las que no es difícil encontrar paralelos
en las colecciones ricas en plaquetas o cantos grabados, como serían La Vache -el
(100) GRAZIOSI: Op. cit. nota 66.
A. VIGLIARDI: «L'art mobilltr a u Pal'-'lithic¡ue de la provincia méditarran6enne•, en Le. eouranta atyliatiques dana l'art mobílier a u
Pal'-'lithíque aupérieur, IX Con¡Ñtl de la U.I.S.P.P. Nita, 1978, pé.p. 54-7$.
(101) FORTEA PEREZ: Op. cit. nota 61.
- 46 -
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EL PARPALLO Y EL ARTE PALEOLmCO
37
te~a
de las bandas rellenas de trazos paralelos de tipq escaler?Iorme- (102), Isturitz
..:..::fon combinación en zig.zags y bandas rellenas de trazos paralelos- (103), Gour·
dan ~on haces de líneas paralelas formando reticulados (104), o reticulado y haz de
líneas paralelas incurvados (105), o bandas de líneas paralelas rellenas (106)-, Lortet
-con reticulado ·simple- (107), Mas d'Azil -con motivo en zig-zag formado por un
haz de líneas paralelas- (108), Rochereil - reticulado complejo- (109), etc.
El tema, justo es reconocerlo, se escapa de las posibilidades de un análisis detallado, habida cuenta de la escasa importancia concedida por lo general a los signos en el
arte mueble, especialmente en el mundo de las plaquetas, donde faltan los inventarios
detallados de las principales colecciones, siendo por lo general los soportes cilíndricos
los que han concitado mayor esfuerzo de documentación y análisis (110). Y sin
embargo, el esquematismo o el geometrismo, ciertamente presentes en el arte mueble
del Mediterráneo español, especialmente a lo largo de su secuencia magdaleniense, no
carecen de paralelos en el ámbito geográfico y cultural más amplio en el que se
inscribe tanto su secuencia industrial como artística, y en líneas generales coincide
con el aumento que experimentan los signos en esas mismas fechas (111).
(102) L. R. NOUOJER y R. ROBERT: «Gatee. ..-.v6. du Maada16nien final des PyrinM. (Orotte de la Vache, Alliat, Ari..e)t. Pr4hlatoile
Ari'ce<>iH, XXVI, 1971, pip. 11·76: canto CXXi, de la capa 2. pé.p. ~1.
(103) E. PASSEMARD: ..X.. Caveme d'Jaturitz en P-.ya Buqueoo. Pr6hiatoile. t. IX, pip. 1·96.
(10.) M. CHOLLOT: .COllectloro Piettea. Parú, 1964. n a 48149.1, p4p. 84-86.
(106) CHOLLOT: Op. cit. nota anWior, núm. 411644, pép. 88-89.
(108) CHOLLOT: Op. cit. nota 10.. núm. 48464, p4aa. 88-89.
(107) CHOLLOT: ()p. cit. nota 104. núm. 47268, p4p. 162-163.
(108) CHOLLOT· VARAGNAC: ()p. cit. nota 97, núm. 461567, pq. 162.
(109) A. ROUSSO'I' 7 J . DBLSOL: •Un plet p-a"' da Rochereil. commune da Grand-lln.Mac (DordOCM)t. BuDetln da la Sociét6 Hlatorique
et Arch6oloclqwo du P6riJord, t. XCVD. 1970, pép. 174-186.
(110) l BARANDJARAN MA&?.TU: • Arta mu.e ble del Paleolltico cantábricooo. Zarqoaa, 1973.
CHOU,()'JWARAONAC: Op. cit. nota 97.
(111) A. SIEVBKING; «&..-.ved Mqdalenian Plaquettee». B.A.R.; Int.emational Sariea, 389, 1987, p4p. 121·128.
-47-
[page-n-48]
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ARCHIVO DB PRBHISTOJUA LEVANTINA
Vol.
xvm (Valencia. 11188)
GABRIELA MARTIN
(Recife)
PREffiSTORIA DEL NORDESTE DE BRASIL: ESTADO ACTUAL
DE LA INVESTIGACION
El indio penetró en el actual territorio brasileño hace más de 30.000 años, a través
de los corredores andinos y siguiendo el curso de los ríos que nacen en la cordillera. La
ocupación, al parecer, se realizó del Oeste para el Este y de Norte a Sur.
Las dos grandes cuencas hidrográficas de América del Sur, la amazónica y la
platina, fueron los caminos naturales de penetración. La relativa proximidad de
algunas de las fuentes más altas de ambas cuencas, explica, en parte, la semejanza
entre culturas pertenecientes a grupos humanos que, después, encontraremos separados por miles de kilómetros. Roquette-Pinto, autor de la interesante obra Rondonia
(1917), ya comentaba que quien atraviesa el Mato Grosso ve lado a lado los arroyos
orientados hacia el Norte y los que se van a perder en el Paraguay: «La comitiva
almuerza a la orilla de u~ riacho filiado al río de La Plata y puede sestear al margen de
una cabecera de la cuenca del Amazonas.»
Entre las dos grandes cuencas sudamericanas y muy alejada de ambas, la región
Nordeste de Brasil, con 1.548.672 km 2 , tiene casi el 50% de su espacio regional ocupado
por tierras semiáridas, conocidas como sertOes, de baja productividad y expuestas a
sequías terribles que periódicamente diezman su población. Esta enorme región semidesértica ha creado un tipo humano bien característico, el «sertanejo», en el que
podríamos identificar la sobriedad y el sentimiento trágico del campesino ibérico junto
al deseo de independencia y libertad del indio brasileño. Estos rasgos se completan con
un alto sentido personal del honor.
Las vías de población humana en la Prehistoria del Nordeste semiárido brasileño,
nos son todavía desconocidas, pues el estado act1;1al de la investigación aún no nos
permite afirmaciones con bases científicas seguras; sin embargo, los primeros indicios
parecen apuntar a las tierras altas de tipo sabana de Goiás y a los valles de los ríos Sao
Francisco y Parnaiba, que cortan verdaderos desiertos. Habría que aceptar, también,
-49-
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G. MARTIN
2
migraciones costeras de Norte a Sur y viceversa, pero el rebajamiento natural de la
costa atlántica de América del Sur debe haber destruido los posibles indicios de
migraciones muy antiguas, de forma que no es posible señalar ocupaciones prehistóricas en las costas del Nordeste con anterioridad a 3.000 años a. C. Las migraciones
costeras solamente son válidas para grupos de agricultures identificados principalmente como de tradición tupí-guaraní.
LAS PRIMERAS INVESTIGACIONES
Las primeras noticias sobre hallazgos prehistóricos en Brasil se deben a cronistas y
viajantes extranjeros de la época colonial y es curioso que uno de los primeros
registros de arte rupestre a nivel mundial, se deba al cronista Brandao, que en sus
Dialogas das Grandezas do Brasil, en 1598, describió una pintura rupestre con suficientes detalles para que, posteriormente, haya sido identificada en el estado de
Paraíba (1). Las informaciones sobre grabados y pinturas rupestres, tan abundantes en
el Nordeste brasileño, así como de otros restos prehistóricos, se mezclan a noticias
fantá.s ticas sobre fenicios, griegos y vikingos, en la historiografía del siglo XIX y
comienzos del actual, con especial preferencia por los primeros. El mito fenicio es caro
a la fase mitológica de la Prehistoria brasileña (2).
La moderna investigación prehistórica no tiene inicio en Brasil antes de la década
de 1950, si bien existen trabajos aislados válidos con anterioridad a esas fechas para
Amazonia y Sur del País.
Dos escuelas marcan ese inicio, curiosamente dirigidas ambas por dos matrimonios.
Por una parte, la escuela francesa dirigida por Josef y Annette Laming-Emperaire, que
daba continuación a los trabajos de Paul Rivet y su discípulo brasileño Paulo Duarte,
fundador del Instituto de Prehistoria de Sao Paulo, que iniciaron investigaciones
arqueológicas sistemáticas en el Sudeste del País, especialmente en Lagoa Santa
(Minas Gerais), donde en 1834 Lund había encontrado los primeros cráneos prehistóricos de América del Sur; y por otra parte, la escuela americana bajo el patrocinio de la
Smithsonian Institution, dirigida por Clifford Evans y Betty Meggers, que sustentaron, y la última sigue manteniendo todavía, criterios rígidos, recusándose a aceptar
fechas de ocupación humana en Sudamérica anteriores a 10-15.000 años. Escuela fijada
sobre todo en investigaciones en la región amazónica.
En 1961, con ayuda de la Smithsonian Institution, fue creado el PRONAPA (Programa Nacional de Pesquisas Arqueológicas), que dirigido por los Evans pretendía
establecer el estado de la investigación en Brasil, financiando los grupos de arqueólogos existentes en la época. La región Nordeste quedó fuera de esw programa, con
excepción de Bahía, donde el arqueólogo español Valentín Calderón trabajaba hacía
m.
(1) R. T. DI ALMIIDA.: «Um oltio arqueol6cico hia6rieoot. Clio, nÚID.
a.cite, 1880, pq.. 81-63.
(2) G. MAJlTIN: «&tuccoe p&ra uma d....;~®. petroelito. bruil.UU. A !*Ira lavnoda do tnp (Paralbe)o.
Univeniclade de Slo Pelllo. 8io Peulo. 1975.
-50 -
RmMa de HJ.t6ria de
[page-n-51]
PREHISTORIA NORDESTE BRASIL
3
algunos años (3), pues en una región tan extensa como el Nordeste no había nadie, en
la época, que realizara investigaciones arqueológic.a s serias.
La afirmación con que iniciamos este ensayo sería imposible hacerla diez años
atrás, pues hasta 1967la única fecha de carbono-14 que teníamos para todo el Nordeste
era de 5.630 ± 440, obtenida por el citado Calderón (4) para la Gruta del Padre, en
Pernambuco, cuya excavación completamos recientemente.
A partir de 1970, la Misión Arqueológica Franco-Brasileña, dirigida por Niede
Guidon tras la muerte de A. Laming-Emperaire, inicia trabajos sistemáticos en SE de
Piauí que, contando con un equipo de especialistas competentes, dio como resultado el
levantamiento de más de 250 yacimientos arqueológicos, con casi una centena de
dataciones radiocarbónicas, además de numerosas monografías sobre Prehistoria de la
región, publicadas en Brasil y en Francia (5).
De los nueve estados que integran el Nordeste de Brasil (6), solamente Pernambuco
y Río Grande del Norte tienen centros dedicados a la investigación arqueológica
integrados en las Universidades, además de la Misión Franco-Brasileña, con sede
permanente en San Raimundo Nonato, en Piauí. Algunos grupos, todavía incipientes,
están organizándose en Sergipe y Bahía, pero de los que aún no se conocen resultados
ni trabajos publicados. Esporádicamente, arqueólogos de universidades del Sur del
País trabajan en el Nordeste, como es el caso de M. C. Beltrao, de la Universidad
Federal de Río de Janeiro, que realiza excavaciones en la región Central de Bahía con
un equipo de especialistas americanos y canadienses (7), y P. l . Schmitz. de la
(8) Valentín Calderóa, proleoor ele la Univtnidad Fecleral ele Balúa, era •10 penooa1 de Lula Pericot 1 PMro Boleh-GÍIIqlen, que le
viaitaron m Bahla para COIIOC8I' 1111 trabe,joe, en la cl"*la ele loe 70. Dee¡racildameo~. Celd81'6n Called6 pocoe doe d~ ain COODP!etar ni
publicar 1\18 lnveRlpdon-. de 1aa que IIXÍ8IAIIl oolam~ all\lh&l ooticiaa prftiaa. Botamoe claoclo contlnllided a loe ~ de CalderóD .., el
valle de San ~. eepecialmonte en la GN~ del Padre, en Pemua!Ktco, cuya excavación dejó incompleta.
< V. CALDBBON: •Nota privia oobre a U"lueolocia del re¡i6ee ceotnle wdoeat. do J.taclo de Bahía•. Protrama Nacional de Peac¡uiaa
•>
Arqueolócieu. Reeul~oe P"llminanoa clo MCWMlo ano, 1966-1867. Publka~ a..W... M~~ae~~ P . . . - Basilio Ooelcll.
1989.
Otroe trabe,joe imponantea del autor relaeiorwloo con la Prebiatoria del Nordeate bruilello eerillll!
V. CALDBRON: •Nota ¡rivia oobre tria W. de arte Npeetre no Bataclo de Bahi». Univenitu. nóm. 06. Reviata ele Cultura ele
Univenldade Paclenl ele Bahía. SalvaciM, 1970.
V. CALDBRON: telnvMIIIa~o oobre a arte Npeetre oo planalto c1a Bahía: u pinturaa da Chapada Diamantina~'. Univwoitu. nóm. 6{7.
Salvador, 1871.
V. CALDBRON: «Cont.ribui~o para o conhec:imiento c1a U'queolocia do Rec6ncavo e do Sul do Balado c1a Bahía». Pro,rama Naciona.l ele
Peequlau Arqueolócieu. Publica~ Awlau. n6m. 16. M111e11 Paraenee Bmflio Qoeldj, Bel6n, 187•.
V. CALDBRON: «Ae t,..cli~ ·lítica de wna reailo do Beixo-MMío Sio Francloco (Babia¡.. Betucloe ele Arquooloaia e Etnoloaia. Col.
Valentfn Calderón. SalvadOl', 1983. polp. 87-68.
(ti) N. GUIDON: •Rapport de SynthÑelt. Actee clu XLII Consri>e lntamational dea Am6rlcaniatea, vol. IXB. Perla, 1976.
N. GUIDON: •o.ftni~ de delimltac6ea do eatilo Vúua Granel•. Actea du XLU Conplnt4matfonal d" AIMrlcanlatee, vol. IXB.
Parúo. 1876.
N. GUIDON: «Arte rupeat:N no Piauf•. T..,... ele Arqueoloaia bruileira -4, «Arte R~. Anuúlo ele DlYIIII•~Io CieniUica, núm. 8.
lnltltuto Golano de Pr6-Hlat6ria e Antropoloaia da Univeraidacle Cat61ica ele Goiú. Gollnia, 111'78-80, polp. ~.
N. GUIDON: «Da aplicablllclacle del claui.fic:a~ preliminaree na arte Npeatreoo. Clio, nóm. ti. Racife, 1882, polp. 117·128.
N . GUIDON: «Art Npeatre: 11M ayn~ clu ~de rechercbe. Cont.ribut.ione znMboclolociquea en Plibiato;,.... Btllclea Am'rlcaniatel
lntard.itciplinairee, 1. L&boratoire ci'Anthropolocie Pribi.storlque ci'AmVique. Paria, 1982.
N. GUIDON: •A arte pri.bltt6rica c1a " - U'qUool6cica c1a Sio Raimunclo Nonato. Sfntaee ele d• anoe de peeqlliaa•. Cito, nóm. 7, Série
Arqueol6cica·2. Recite, 1986, polp. 8-80.
N. GUIDON: ..,Mocloe e tknieu pera a aúla. c1a arte rupeat:N pr6.hiat6rica». Cuaderno da Peequlaa. 4. 86.-M Antropolocia m.
~ UnivWiiclade Paciera! do Piaul. Tereaina, 1986.
N. GUIDON: «A eeq~ eultural c1a ú-aa ele Sio Raimundo Noaato, Piaullt. Clio, nóm. 8, 1Wrie ~ ReciCe, 11188, polp. lll7·1.._
N. GUIDON 1 G. DBLIBIUAS: ..c.rtJor>.t4 c1atea point to .111&11 in the A-x.. 32.000 yeua qooo. Nature, 'fOl. 821, n6m. 8.072, 19 .JIIDO 11188.
(6) Maranhio, Ceari. Rio Orando clo Norte, Paralbe, Penwnbuco, Pialll, .AJaaou, ~pe e Babia.
(7) M. C. B.BLTRAO a o/if: «Projew Cenlnl: PrimeU.. reeultadoa>t. l Simpóao de Prebiatória del Nordeat.e Bruilelro. Univ..;dade Feclara1
de Penwabuoo. Reci/e, 1867.
s.t•.
- 51 -
[page-n-52]
4
O. MARTIN
Universidad Federal de Río Grande del Sur, que también excava en el SW de Bahía y
en Pernambuco (8).
En abril de 1987, la Sociedade de Arqueología Brasileira-SAB, fundada en 1980,
realizó el 1 Simposium de Prehistoria del Nordeste Brasileño, que se reunió en Recife
(Pernambuco) y en el que, por primera vez, estuvieron práctic.a mente presentes todos
los arqueólogos que trabajan en el Nordeste o en áreas ,limítrofes. Lo datos obtenidos
de aquella reunión, con las comunicaciones y debates publicados íntegramente, significaron el primer cuadro de referencias para la Prehistoria del Nordeste y el inicio de
una nueva etapa de la investigación arqueológica en Brasil (fig. 1).
EL MEDIO GEOGRAFICO
En resumen, podemos definir el Nordeste brasileño como una región con predominancia de semiaridez, dominada por la Caatinga, paisaje que abarca los mayores
espaci9s de la región, seguido de la Mata Atlántica, que ocupaba todo el litoral y hoy
muy deteriorada por la agricultura intensiva, la Floresta subcaducifolia y el Cerrado.
El Nordeste no presenta grandes ríos que se mantenga.n caudalosos en los largos
períodos sin lluvias, a excepción del San Francisco, de largo recorrido y centro de
atracción de culturas indígenas, seguido del ParnaJ.'ba en la cuenca sedimentaria de
Piauí-Maranhao y la cuenca dei A~u, que también concentró numerosos grupos
indígenas prehistóricos en distintas épocas.
En gran parte, la región semiárida brasileña se extiende por depresiones interplanálticas, en forma de interminables colinas, situadas entre macizos antiguos. Estas
colinas están surcadas por ríos y riachuelos intermitentes.
La vegetación es arbustiva con poca representación arbórea, con hojas pequeñas y
espinosas, adaptadas para resistir la evaporación muy intensa, y también con numerosas variedades de cactáceas. Es una vegetación caducifolia de color ceniciento en la
estación seca y verde exuberante en la época de lluvias, adaptada al calor y la
sequedad de la región (9).
Especial importancia tienen los brejos, especie de oasis en regiones extremadamente secas. «Islas de humedad» las llama el geógrafo Assiz Ab'Saber, que consiguen
quebrar la monotonía de las condiciones ñsicas y ecológicas de los sertOes secos. En la
cultura popular se conoce como brejo cualquier sector más húmedo, existente en área
(8) P. L SCHMITZ. A. 8. BARil08A 7 N. B.lUBBIRO: «Arte nq>eetn DO B...U.. T - de Arqueolotla bnGJaire, 4. Anubio de Di~o
Ci.,úllca. 8. Goilnla. 1980.
P. L 8CIIlO'n: .CO..Iribllci01>.. a la PNhi.tória de Bruibt. Paaqulau (Antropolotia, n6m. 82). Slo Laopoldo, 1881. p4p. 41-83.
P. l. SCHMITZ, A. 8. BARBOSA. N. B. BIBBIRO a[. VBRABDI: «Arte ntp<n no C...tro do Bruil: PiDturu a¡raYUrU cla ~hlat.ória
de Oolú • cla Ba!IJa¡o, Wtituto ArchiaCaDo da Paac¡uUu. Slo lAoDoldo. 1884.
(9) A. N. AB'SABBR: ..i>robl.mática da daamili~ • cla ...,~ DO Bluil mt.artrcpkal•. Oeomorfolotlia. n6m. 68. !Mtituto de
Gaotn4a Univ..-.lclada de Slo Paulo. Slo hlllo, 197'1, 111 p4p.
•
A. N. AB'SABBR: «P6lao-cllma a ~. Anuúio de Di~ Ci.,tUlc:a. Univft'liclada C.t61ic:a da Goiú. Goiinia. 11180.
A. N. AB'SAii'BR: .O ~ IDOifoc:lilútic:o ..-i-'riclo claa eaalillcu brMileirua. Thllc:a, 0\\111. 06. Slo hulo, 11180.
A. · N. AB'SABBR: .O. 8art6aa. A ori¡ínaliclade c1a tena». Ciác:ia·Hoja, vol 8, ~óm. 16, Ul85.
-52-
[page-n-53]
PREHISTORIA NORDESTE BRASIL
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AREAS
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PROYECTOS
1- PALAFITOS ( MARANHAOI
2- SE. DE PIAUI
3- AGRICULTORES EN LA REGDN SEI'tiARI>A
4- SERIOÓ (RIO GRANOE DEL N)RTEI
5- VILA FLOR (RIO GIWCIEOELtom:)
$- ITAPARICA ,( PEANAMIIUCO Y BAltA )
7-AORESTE (PERIW8JCOY MRAJBA)
8- CENTRAL 1 BAilA)
9- OOIAS Y SW. DE IWtA
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Fig. 1
12
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6
G. MARTlN
de dominio semiárido. Son suelos más fértiles, con filetes de agua, donde es posible
cultivar casi todos los productos y frutas típicas de los trópicos húmedos (10). En los
brejos de altura es posible cultivar café en medio de regiones áridas. El brejo es
siempre un enclave tropical en medio del semiárido.
Desde el ángulo arqueológico, que es el que aquí interesa, los brejos son lugares
importantísimos para el conocimiento de la Prehistoria brasileña porque fueron lugares de atracción y concentración de grupos humanos, donde las estrategias de sobrevivencia del hom~re prehistórico, pudieron desarrollarse. En lugares de brejo encontramos hoy grupos indígenas remanescentes como los Pankararú de Pernambuco, aldeados en el Brejo dos Padres (11) por misioneros de Sao Felipe Neri. En Brejo da Madre
de Deus, también en Pernambuco, fue descubierta la mayor necrópolis prehistórica del
Nordeste (12) y es también en regiones de brejo, en Río Grande del Norte, donde hemos
encontrado numerosos yacimientos prehistóricos de cazadores y abundancia de pinturas rupestres (13).
Entre los inmensos sertiies secos y la llamada Zona de la Mata que corresponde a la
región litoral, existe el agreste o agrestes. En términos amplios, los agrestes constituyen zonas de transición no muy anchas ni homogéneas, sin formar una faja continua,
sino más bien «manchas de agreste» entre el litoral y el semiárido. El índice pluviométrico es mayor que en el sertáo y menor que en el litoral, y la vegetación es arbórea.
Existen en los agrestes ríos de recorrido corto y cursos de agua menores en cuyas
márgenes no es raro encontrar grabados y pinturas rupestres sobre formaciones
graníticas redondeadas.
El litoral nordestino se extiende desde Maranhao hasta Bahía. En general, es bajo
y arenoso, sin grandes accidentes ni elevaciones, muy erosionado y con extensas áreas
punteadas de bahías, islas, canales, pantanos, aluviones y dunas, especialmente en el
litoral septentrional. Otra característica del litoral nordestino son los arrecifes de
(10) AB'SABBR: Op. cit. en la nota 9, 1886.
O. O. ANDRADB y R. C. LJNS: «
Recifa, 1964.
(11) C. ESTtvAO: ..0 oawario da "Ol'Ute do P..tre" - Jteparica e al¡umu notfciu .obN r.Dan-te. lndf1- do NordMteoo. Sepuate
do Bolet.im do MUHU Nacional, vol. XIV ·XV (1933-1~1). Bio de Janeiro, 1943, p4p. 1tl0.210.
(12) M. ALVIM y S. M. SOUZA: •0. Mqueletoe bumanoa na Fuma do Batra1o, Brejo da MadN de Deue, PemambuCOJt. Clio, núm. 6, 86rie
Alqueo16rlca ·1. Recite, 1964.
M. ALVIM: ..0 aNpo pr6-bilt6rico da Fuma do Batra10. PE, e - Nla~ bíolóticu com ou&ru popula~ pH-biat.óricu e atuaia do
Bruil~. Confelfncla pronunciada no J Simpóao de ~Hiat.ória do Nord..te Brulleiro. Recil.. 1987.
J. M. D. DB LIMA: «Peeqw.. arqueo.l ótica DO Munidpio de Brejo da MadN da Deu.PE». Sympoeium, vol. ll8. Recite, 1984.
J . M. D. DE UMA: «Aiqueolosla da F\lma do Betrqo. Bnjo da MadN de Deua-PE>o. ~9lo a~tada ao Mamado de
Anc.ropolopa da Unlvenldade Federal de Penwnbuoo. Rec:ile, 1986.
J . M. D. DB UMA: «AAqueolopa da Fuma do Betnso. Brejo da Madre de O.U.PE». Clio, nW... 7, 1Wrie Alqueolótlic:a·2. llecile, 1886, pq..
9'7-112.
M. ALBUQUBRQUB: • Note pt+lia .obre a ocorrincia de piclolr&-fiu DO muniefpio da Bnjo da Madre de DeuP. Sepante do Bo1etfm do
m.tituto Joaqulm Nabuoo de Peequiau Soc:la.ia, núm. 18. Reci!e, 1971.
(13) O. MA.RTIN: «Cua Sute: WR abrilo com pinturu tupMtfta do ..uJo Serid6, no JUo Gr&nde do N -. Clio, ni\&. 5. Bec:ile, 11182, p4p.
65-80.
O. MARTIN: «Amor, Yiol6ncia e .olidariedade no -unho da arte rupMI:n bruilein.•. Cllo, núm. 8, S6ria Alqueol6cica·L ReciC.,
G. MARTJN: «
1986,
pq.. 81-96.
-54-
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PREHISTORIA NORDESTE BRASIL
7
arenito y de coral que surgen en el Ceará y llegan hasta el Sur de Bahía. Paralelos a
las playas, corresponden a las antiguas costas sumergidas.
En casi toda la región Nordeste domina el Pre-Cambriano. Las mayores altitudes
no sobrepasan los 1.000 metros, como en la Chapada de Araripe (entre Pernambuco y
Ceará) y en los bordes de la cuenca del San Francisco. La Chapada Diamantina, en
Bahía, de forma tabular, divisor de aguas entre los ríos que corren hacia el Atlántico y
los tributarios del San Francisco, forma una muralla con altitudes superiores a los
1.000 metros, llegando a 2.100 en el Pico de las Almas. Región semidesierta, se presenta
como prometedora pa.r a la investigación arqueológica donde se han detectado yacimientos prehistóricos de cronologías muy antiguas.
Las más extensas elevaciones de todo el Nordeste corresponden al macizo de
Borborema, formadas de granitos, gneiss y cuarzos, con alturas que se mantienen
entre 700-800 metros y en donde en algunos casos llega a sobrepasar los 1.000 metros.
Los fenómenos climáticos del Nordeste no se manifiestan en marcadas diferencias
térmicas, sino en grandes variaciones pluviométricas, contrastando el régimen de
lluvias intenso en la costa y la escasez absoluta en el interior.
Las variaciones anuales de temperatura son pequeñas con excepción de las áreas
superiores del macizo de Borborema y Chapada Diamantina. En el 95% del territorio
del Nordeste ningún mes del año acusa temperatura inferior a 18 grados, con más calor
en la región septentrional donde se registran temperaturas medias de 24• a 26•, con
excepción de las chapadas. Las máximas temperaturas de la región se registran en el
interior, con temperaturas diurnas de 40• en los períodos más secos (14).
LOS CAZADORES PREHISTORICOS DEL NORDESTE
Y SUS ESTRATEGIAS DE SOBREVIVENCIA
El indio brasileño, en su estadio cultural más avanzado, no pasó de un neolítico
primario preurbano. Su habitación nunca fue totalmente estable desde una proyección
histórica, no trabajó la piedra para la construcción ni conoció el ladrillo o el adobe y
no construyó ciudades. No conoció la rueda ni el tomo de alfarero y, con excepción de
algunos tipos de cerámica de la región amazónica de origen subandino y circuncaribe,
no fabricó ningún tipo de cerámica artística. No conoció los metales. No domesticó
ningún animal económicamente rentable. En general, su organización social no estaba
dividida en clases y castas, a excepción quizá de los grupos asentados en la isla de
Marajó, en el bajo Amazonas. Siempre anduvo desnudo o semidesnudo.
Comparados con los mayas, con su complicada estratificación jerárquica y su
escritura jeroglífica, o con los incas, detentores de conciencia «imperialista», los
indios brasileños aparecen tan salvajes y primitivos como lo fueron a los ojos de los
primeros portugueses aportados a las tierras de V era Cruz.
La situación cultural del indígena brasileño en la época del contacto europeo, era,
(14) Fooda~ m.tituto Bruileiro ele Geosra& • B.tacH.tica ([BGB): «Geocrafi.a clo Bruil Recilo NorcleetM. Vol 2. Rio ele Janeizo, tm.
-55-
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8
G. MARTIN
posiblemente, estable desde hacía dos mil años entre las poblaciones agrícolas del
litoral y era la misma de, por lo menos, diez mil años, entre los grupos preneolíticos o
de cazadores-recolectores de las regiones más al interior.
Pero, a pesar del cuadro expuesto, el gran interés de,la Prehistoria brasileña, sobre
todo en las regiones más ingratas del interior del Nordeste, es observar la gran
capacidad de adaptación del hombre a una naturaleza particularmente perversa y ver
que, en ese medio hostil, fue capaz de crear su «hábitat» y hasta desarrollar un arte
expresivo y bello, como son las pinturas rupestres del SE de Piauí o de la región de
Seridó, en el estado de Río Grande del Norte, situadas en el dominio del semiárido.
Las evidencias radiocarb6nicas acompañadas de hallazgos de material lítico y
señales de ocupación humana, demostraron, sin lugar a dudas, que la región NE de
Brasil fue poblada desde el Pleistoceno cuando las condiciones climátic~s ~eberían ser
bien diferentes. Hallazgos de fauna y megafauna pleistocénica como ciertas formas de
camélidos (paleo-llama?) y perezoso gigante, indican períodos áridos de vegetación
diferente, pero aunque tengamos la seguridad de la presencia humana en el Nordeste a
partir de 39.000 años en el SW de Piauí (región de San Raimundo Nonato), 27.000 en el
NW de Bahía y 11.000 en Pernambuco, ningún resto humano atribuible a estas fechas o
asociado a fauna extinguida ha sido encontrado hasta ahora.
En general, ése es el drama de la Prehistoria americana: el escaso número de restos
humanos que puedan ser, con seguridad, atribuidos a épocas muy antiguas. El caso de
Piauí es significativo: en casi 300 yacimientos registrados y, por lo menos, diez fechas
de C-14 que van de 17.000 a 39.000 años BP, ningún resto humano ha sido registrado,
aunque las condiciones climáticas caracterizadas por una extrema sequedad, sean
propicias a la conservación de huesos.
Fechas muy antiguas, rondando los 40.000 años BP, fueron señaladas en la región
central de Bahía, con resultados todavía sin publicar, pero donde tampoco fueron
encontrados restos humanos.
Pinturas rupestres fechadas en 17.000 años BP, en Sítio da Pedra Furada (San
Raimundo Nonato, Piauí) (15), muestran escenas de caza con numerosa fauna de tipo
actual: capivara (Hidrochoerus hidrochoeris L.)¡ ema (Rhea americana L.), también
llamada, impropiamente, avestruz americana¡ armadillos, de los que se conocen once
especies distintas en Brasil (Tolypeutes tricintus [L.), Priodontes giganteus [E. Geot],
etc.) y diferentes tipos de cervídeos. Queda en duda la presencia entre esas pinturas de
un camélido, especie de la que fueron encontrados restos óseos en la misma región.
Indicios cada vez mayores parecen afirmar la relación de la fauna gigante con el
hombre sudamericano. Sabemos que la megafauna perduró en América del Sur mucho
más tiempo que en el Viejo Mundo. El perezoso gigante vivió seguramente hasta los
últimos 16.000 años, época en que el hombre ya habitaba el Nordeste del Brasil y pudo
haberlo cazado con facilidad. Restos de este desdenta'llo, del tamaño de un elefante,
fueron encontrados en el Nordeste y región central del Brasil.
(16) GUIDON: 0p. cit. tn la DOta &, 1986 -.A oeqiMocia--"·
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PREHISTORIA NORDESTE BRASIL
9
En el yacimiento de la Toca da Barra do Antoniao, en San Raimundo Nonato
(Piauí), formado por un gran abrigo en la entrada de galerías calcáreas, en la planicie
precambriana, fueron encontrados restos de caballo americano y de Eremotherium
que, analizados en el Museo Americano de Historia Natural de New York, fueron
clasificados como cortados y quebrados por acci6n humana. Se encontraron también
piezas líticas talladas en el mismo estrato de los f6siles y restos de carb6n.
La asociaci6n de megafauna con material lítico tallado también fue detectada en
dep6sitos del Pleistoceno llamados tanques, en el Estado de Río Grande del Norte y en
una laguna pleistocénica en Pernambuco (16).
La contemporaneidad del hombre con la megafauna durante el último período del
Pleistoceno Superior, calculado para Sudamérica entre 40.000-12.000 años, está suficientemente probada; sin embargo, falta el dato definitivo que es el hallazgo del propio
hombre.
Con raras excepciones, las culturas prehist6ricas de Sudamérica fueron cr6nicamente deficitarias de proteínas (17). El círculo clásico que caracteriza las culturas
neolíticas del Viejo Mundo, agricultura-pastoreo, en el que el ganado abona la tierra
renovando así su capacidad productora y, al mismo tiempo, proporcionando el complemento proteico a través de la leche y la carne que falta en la alimentaci6n vegetal con
base en los cereales, no se realiz6 en América. En el Nuevo Mundo, a excepci6n de los
criadores de pavos del Sur de los Estados Unidos y los rebaños de llamas y alpacas de
las culturas andinas, no hubo ninguna especie de ganado domesticable. Como consecuencia, ese factor decisivo va a determinar la evoluci6n cultural de los pueblos
americanos.
La divisi6n hombre cazador-recolector n6mada y agricultor-pastor sedentario, del
Viejo Mundo, no es válida para· América. En las sociedades agrícolas de Europa o
Asia, el ejercicio de la caza pasará a ser actividad de tribus «bárbaras» o distracci6n
de clases privilegiadas, pero en Sudamérica el hombre primitivo, hasta en las sociedades indígenas más organizadas, nunca dejará de ser cazador como imperativo impuesto
para la obtenci6n de proteínas, y con excepci6n de las altas culturas andinas, será
siempre semin6mada a causa del rápido agotamiento del suelo, sin la posibilidad del
abono orgánico que la existencia del ganado proporcionaría. En algunas regiones,
donde la caza era más escasa y donde la tala de la mata para el cultivo exigía cada vez
mayores extensiones, la falta de proteínas debía ser apremiante, especialmente en las
regiones más secas del Nordeste de Brasil, donde muchos ríos tienen inclusive pocos
peces por su alta salinidad.
Es posible que la antropofagia, atribuida a varios grupos indígenas del Nordeste,
no fuese simplemente ritual y sí una forma de suplir deficiencias proteicas.
(14) A. F. O. LAROCHE: «< litio arqueolócico da Pedra do Ca.bocloot. Qinúío PemamlNcano. s.cr.taria de Bduca~o e CultunL Recife,
:1'70.
A. F. O. LAJIOCHB: ~para a~~. Gabinete de Hiatclria Natw'al do omúio P-bucano. R«i1e, 1m.
A. F. O. LAROCHE: «Arqueolocia hmambucana•. MIIMII e Gabinete de Hlat6rie Natural do Oinúio Pemambucano. ~re, 1m.
(17) Entze .... exeepeionea poclrfamoa citar loa eomboq11¡. braailelloa, cuya bue alimenticia era la protelna pura de loa moluacoa y mariecoa.
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G. MARTIN
10
El nomadismo o seminomadismo del indio prehistórico del Nordeste de Brasil
siempre tras la caza o abriendo nuevos campos de cultivo, es uno de los factores
determinantes de su estructura preurbana y del desinterés por la construcción de
viviendas más estables.
La idea de cazadores prehistóricos abatiendo animales de gran porte debe ser
olvidada en parte, ante la realidad que nos presenta a un hombre alimentándose de
toda clase de roedores, caracoles, lagartos y gran cantidad de insectos. P. l . Schmitz
los ha llamado «comedores de microfauna», tal es la cantidad de pequeños huesos
encontrados en algunos yacimientos del Nordeste, como es el caso de la Fuma do
Estrago, en Pernambuco.
Una teoría sugestiva levantada por el autor citado (18) es que los cazadores
especializados llegaron a Brasil por las altas planicies de Goiás, pero la falta de
animales de las grandes praderas (bisontes) transformó en inútil una tecnología lítica
de puntas de proyectil. La trampa, el dardo de madera y la rapidez de las propias
manos, serían más útiles para atrapar pequeños animales.
Las industrias líticas de la región Nordeste de Brasil son casi siempre unifaciales,
con escasez de puntas de proyectil. Industrias de núcleos y lascas a partir, sobre todo,
de cantos rodados especialmente en el valle del Río San Francisco, donde es abundante esta materia prima. Los tipos de roca más usados son cuarzo, cuarcita, granito, sílex
y calcedonia. También cristal de roca en Río Grande del Norte.
En el SE de Piauí, área mejor estudiada hasta ahora, que corresponde al municipio
de San Raimundo Nonato, el material lítico colectado y fechado, puede ser agrupado
en cinco períodos. El primer período se caracteriza por piezas líticas en cantos
rodados, de cuarzo de pequeñas dimensiones (3 a 4 cm.), preparadas por golpe de buril,
dando origen a pequeñas piezas con puntas, localizadas en el yacimiento del Boqueiroo
da Pedra Furada (32.000-25.000 BP) (figs. 2 y 3).
Entre 25 y 17.000 ocurre un hiato sin ocupación que, quizás, podrá ser completado
en futuras investigaciones.
Un segundo período, bien documentado, se desenvuelve entre 17.000 y 12.000 años,
con utensilios hechos a partir de núcleos de cantos rodados de cuarzo y cuarcita de 5 a
10 cm. y lascas trabajadas con la función de raspar o cortar (S(tio do Meio).
El tercer período se caracteriza por una mayor variedad de utensilios, con aparición de la técnica de retoque por presión y mejor acabado de las piezas trabajadas por
percusión, en cuarzo, cuarcita y sílex. Aparecen cuchillos retocados, raspadores alargados, raederas, perforadores o punzones y raspadores con entalles (Boqueiréio da
Pedra Furada, Toca do Bojo 1, Toca da Boa Vista 1 y 11, Toca do Paraguaio). Este
período se extiende entre 12.000-8.000 años en el SE de Piauí, mientras que en otras
regiones del Nordeste es más tardío, apareciendo hacia 6.000 en el valle de San
Francisco (Gruta do Padre, Pernambuco). Los instrumentos de este período están
asociados a enterramientos primarios en el SE de Piauí y P.n Río Grande del Norte
(18)
scmarz:
Op. cíe. .. la DOta 8, 1881.
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11
PREHISTORIA NORDESTE BRASIL
•
Flg. 2.- Industrla lftica procedente de la doca do Boqueirlo da Peclra Furada)•• en San Raimundo
Nonato, Estado de Piauí, NE de Brasil.
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Fig. S.-Industria lítica procedente de la «Toca do Boqueirio da Pedra Furada,., en San Raimundo
Nonato, Estado de Piauí, NE de Brasil.
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~
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PREHISTORIA NORDESTE BRASIL
13
(Boql.U!irao de Parelhas) y a pinturas rupestres de la Tradición Nordeste, también en
Piauí y la región de Seridó, en Río .Grande del Norte.
El cuarto período, de 8.000 a 5.000 años, tiene como características principales las
láminas de sílex en el SE de Piauí (19} y microlascas en Pernambuco (Letreiro do
Sobrado y Gruta do Padre, en el valle de San Francisco, y Bom Jardim, en Pernambuco).
Después de 5.000 años, los utensilios a partir de cantos rodados, bloques y grandes
lascas presentan acabado menos cuidado. Comienzan a aparecer láminas de hachas
pulidas, asociadas a talladas en la Gruta do Padre, así como discos, adornos labiales,
collares de piedra y hueso, morteros y manos de mortero y aumenta el número de
hallazgos de restos de enterramientOs.
Estos cambios de tecnología lítica ocurren cuando aparecen las pinturas rupestres
de la Tradición Agreste.
Además de los yacimientos citados en abrigos, a lo largo del valle del San Francisco, donde realizamos investigaciones arqueológicas sistemáticas, antes que la región
sea inundada por un lago artificial que alimentará la hidroeléctrica de ltaparica (20),
existen numerosos yacimientos a cielo abierto que se extienden durante muchos
kilómetros en ambos márgenes del río entre Pernambuco y Bahía, con industrias
líticas de núcleos a partir de cantos rodados, entre las que identificamos raspadores
con tallado circular, percutores y perforadores muy típicos, que hemos llamado de
«hombro». Los yacimientos citados deben corresponder a campamentos temporales de
cazadores·pescadores que, con gran movilidad, recorrían las orillas del río tras la caza
y la pesca, trabajando los utensilios «in situ» y abandonándolos después (21). No
tenemos cronologías seguras para estos campamentos, pero muchos artefactos son
semejantes a los enco~trados en los estratos más antiguos de la Gruta do Padre,
fechados en tomo de 6.000 años BP.
El valle del San Francisco debió ser centro de atracción de grupos prehistóricos
llegados de los altiplanos de Goiás y del SE del Piauí, especialmente en épocas
comprendidas entre 8.000-7.000 años BP, que correspond~ a una fase climática muy
seca. Esos grupos llegaron en busca del agua y de los alimentos que el río proporciona,
pues el San Francisco, además de caudaloso y navegable, tiene abundante pesca.
Especial atención merecen las puntas de flecha y de lanza talladas en cuarzo,
cristal de roca, sílex y granito encontradas en Río Grande del Norte, especialmente en
la región de Seridó, donde también hemos encontrado las pinturas rupestres de la
Tradición Nordeste. Algunos de estos proyectiles recuerdan las puntas de Yuma.
Como aparecen en una región de intensa mineración, están casi siempre en manos de
-loti•
(19) J. ROCHA: teA
¡ri-hlMórica ..,. Slo Rai•nmclo Noaato, Piauí (10.0CJ0..6.000 anoe AP). O. utelactoe cJ. paclralt. ~~
a..-ntad.a ao M•tnldo ..,. Hiat6riL Uni•enidH• F..t.ral clo p.......,buco. Reci!e, 1984. 214 p4p.
(20) G. MARTIN y A. AOUJAR: Projeto ltapariea de 8alvamao Alquool6cóco. Nota ¡ririp. Olio. DWa. 6. 8olrit ~L a.cifa, 1984.
O. MARTIN. A. AGUIAR. J. HOFFNAOBL 1 S. FBRRABZ BARBOSA: cProjeto ltaparica de
Relal6rio clo Prilaeiro Ano.
Recife, 1986.
(21) G. MARTlN, J . ROCHA y M. LIMA: •IDdllatriu Uticae..,. ltllpariea. DO Vale clo M6dio 8lo hanei8Co ~)t. Clio, DW.. S.
86rie Arqueolóciea-3. ReciJe, 1888, p4p. 99-1811.
8&1•--·
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14
O. MARTIN
coleccionistas de piedras preciosas y hasta ahora no existen estratigrafías ni fechas
radiocarbónicas que las puedan relacionar con culturas determinadas. Una fecha de
9.000 años es muy dudosa (22).
De momento, las ocupaciones humanas más antiguas corresponden al SE de Piauí,
pero esto puede ser consecuencia de los trabajos sistemáticos en la región desde hace
quince años (23). Investigaciones en otras áreas podrán modificar el panorama en el
futuro.
Cabe ahora preguntarnos qué tipos humanos poblaron y se adaptaron a la región
semiárida del Nordeste brasileño. De los habitantes del litoral que entraron primero
en contacto con portugueses y franceses, existen muchos relatos y crónicas que los
retratan con mayor o menor aproximación, inclusive con gran cantidad de dibujos y
grabados, como es el caso de Hans Staden, marinero alemán que vivió entre los
tupinambás en la primera mitad del siglo XVI, dejando en su relato Viagem ao Brasil
(24) valiosa documentación gráfica de los usos, costumbres y aspecto físico de esos
indios, pero a esos relatos no se les puede dar valor científico, desde el punto de vista
de la antropología ñsica. Para otras regiones de Brasil existen estudios sobre grupos
humanos como el hombre de Lagoa Santa, en Minas Gerais, que dio nombre a toda una
raza sudamericana o los estudios sobre el hombre del sambaqui, también bastante
completos, pero para el Nordeste pocos restos proporci~narán la posibilidad de estudios
antropológicos seguros, a causa de los escasos yacimientos estudiados y del repetido
uso de la incineración, como es el caso de la Gruta del Padre, en Pernambuco, y de los
abrigos del Seridó, en Río Grande del Norte (25).
El hallazgo de la Furna do Estrago en Brejo da Madre de Deus (Pernambuco)
proporcionó un número considerable de esqueletos en buen estado de conservación de
los que se han identificado hasta ahora ochenta, cuando todavía no se ha excavado la
mitad del abrigo. Del examen de 60 individuos (26) se llegó a la conclusión de que se
trataba de una población muy homogénea de braquicéfalos de constitución robusta,
estatura media de 162 cm. para los hombres y 152 cm. para las mujeres. Algunos
individuos llegaron a los 50 años. La capacidad craneana era de 1.419 cm3 para los
varones y 1.374 cm3 para las hembras. Cara y nariz ancha, dientes con buena estructura y pérdida precoz, además de intensa abrasión como consecuencia de la masticación
de raíces. La mortalidad infantil de 40% fue considerada normal para una sociedad
indígena. Fue también observada la presencia de artrosis como consecuencia del
transporte de peso excesivo.
Esa investigación hizo posible el estudio comparativo con otros grupos prehistóricos (hombre de Lagoa Santa, hombre del sambaqui) y con grupos indígenas actuales,
como los botocudos. La conclusión obtenida fue que el grupo de la Furna do Estrago
estaría separado biológicamente de los otros grupos, formando una población distinta
(22) LAROCHI: ()p. cit. eo la nota Ul, 18'17: «Arqueo\ocia...».
(22) OUIDON: Op. dt. eo la DOta 6, 1886: •A arte ¡ri.biaórica...JO.
(24) B. STADIN: •Viapa ao Brulllo. 1.• eclldcliL ~ 1667.
(2&) MARTIN: cA!aor, Yiollocia...» e dqá ParúhL..JO, OSJL cita. . , la - . 13.
(2&) ALVIW '1 SOUZA: Opa. cita. eo la DOCa 1l.
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PREHISTORIA NORDESTE BRASIL
lS
y uniforme, ancestral de los indios actuales braquicéfalos del Nordeste de Brasil,
llamados «cabezas chatas».
LAS CULTURAS AGRICOLAS
De los tres cultivos básicos de la agricultura primitiva americana -maíz, fríjoles y
mandioca-, la última fue el cultivo principal de las llamadas culturas de floresta
tropical. Originaria, probablemente, de la amazonia colombiana, la mandioca, con sus
dos variedades, «amarga» o «brava» (Manihot utilissima) y «dulce» (Manihot aipi), fue
el alimento básico de gran parte de las poblaciones históricas de Brasil, desde la
Amazonia hasta la región subtropical, en donde el maíz tuvo mayor importancia.
No sabemos cómo el indio americano llegó a descubrir el proceso de elaboración de
la mandioca «brava» para transformarla de un vegetal amargo y venenoso en un
alimento útil y base de su alimentación. La mandioca, de la familia de las euforbiáceas, forma gruesos tubérculos radiculares ricos en amido. El ácido cianídrico, que
puede hacer de la mandioca un producto mortal, es muy volátil y fácil de eliminar por
evaporación, cuando se conoce el proceso, que no es difícil, pero sí ingenioso. Básicamente, el tratamiento de la mandioca «in natura» consiste en retirar la cáscara del
tubérculo, que inmediatamente es rallado, transformado en pulpa y después prensado
para retirar el líquido venenoso. En la región amazónica la pulpa era exprimida en el
tipit!, especie de cesto en forma de tubo trenzado de fibra y con dos argollas en los
extremos. La pulpa de mandioca era colocada dentro del tubo y colgada en la rama de
un árbol. Estirando con fuerza del extremo opuesto, el tipití se estrecha y comprime la
pulpa de mandioca exprimiéndole el líquido venenoso. Este ingenioso utensilio todavía se usa entre las poblaciones indígenas amazónicas, pero no parece que llegara a ser
usado entre los indígenas del Nordeste. Estos debían exprimir la mandioca entre hojas
de palma como todavía se hace actualmente ·en el campo. Después de bien exprimida,
la pulpa se pasa por un tamiz para que quede suelta y finalmente se tuesta sobre una
superficie plana de piedra, ladrillo o cerámica, para eliminar cualquier resto de
humedad y de ácido cianídrico. Los indígenas secaban la mandioca y lo siguen
haciendo sobre un plato grande y plano a veces con pies, cuyos fragmentos en los
yacimientos arqueológicos, indican la presencia de grupos cultivadores de ese tubérculo.
El producto resultante es la harina de mandioca o tapioca, ya lista para el consumo
y que bien guardada se conserva durante mucho tiempo. El líquido blancuzco resultante del exprimido de la pulpa, es recogido en un recipiente de cerámica y dejado reposar
al sol. Por decantación se deposita en el fondo del recipiente un polvo blanco finísimo,
llamado goma en Brasil. El ácido se evapora y después de eliminar el líquido que lo
cubre, resultante de la decantación, y cubrirlo con agua limpia, se conserva durante
días inalterable, incluso en clima muy caliente. Con ese «polvillo» o «goma.», después
de tamizado para soltarlo, se hacen, sobre asadores de cerámica, tortas finísimas de
agradable sabor; es el beiju, verdadero pan indígena, que sustituye a nuestro pan.
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16
G. MARTIN
La mandioca tiene un ciclo vegetativo largo, de nueve meses, pero en compensación puede continuar en la plantación sin ser recolectada hasta 18 meses, de forma que
es recogida durante nueve meses según las necesidades y cuando una cosecha está
terminando, la siguiente ya puede comenzar a ser recolectada, de forma que el ciclo
nunca se cierra y no hay necesidad de acumular grandes cantidades de depósitos. Por
el contrario, la mandioca «dulce)), especie no venenosa llamada macaxeira en el NE y
aipim en el Sur de Brasil, tiene un ciclo vegetativo más corto, no necesita de
manipulaciones especiales para su consumo y puede comerse simplemente cocida o
asada, pero tiene el inconveniente de no conservarse, debiendo ser consumida rápidamente porque se endurece y se torna fibrosa. Así, pues, es la harina de mandioca el
producto por excelencia para ser conservado y transportado y es todavía hoy el
alimento básico de la población campesina del Nordeste.
Una bolsa de cuero en forma de zurrón, con carne seca molida y mezclada con
harina de mandioca, es utilizada hasta hoy por pastores, cazadores y campesinos en el
interior de Piauí. Es la p~oca, alimento nutritivo para grandes caminatas, pues siendo
la mandioca hidrato de carbono puro, la dieta debe ser complementada con proteínas
so pena de graves deficiencias alimenticias.
Hacia 3.000 BP aparecen los primeros agricultores en el Nordeste de Brasil,
localizados principalmente en el interior, pues los grupos del litoral son más recientes,
con una agricultura incipiente de maíz, calabazas, alubias y cacahuetes. Las aldeas
tienen forma circular, a veces de grandes dimensiones, con cabañas de forma elíptica
con capacidad para varias familias, como puede apreciarse todavía en aldeas indígenas
actuales. Son fácilmente identificables por grandes manchas humosas con fragmentos
cerámicos en la superficie. La estratigrafía es generalmente poco profunda, indicando
ocupaciones no muy largas.
El litoral del Nordeste de Brasil está más poblado actualmente que el interior. Al
parecer, también lo estaba por las poblaciones indígenas, según relatos de cronistas de
época colonial; sin embargo, en lo que respecta a yacimientos arqueológicos, las
regiones deJ interior son mucho más ricas que las costeras. Para el Pleistoceno
Superior y Holoceno Antiguo es imposible detectar ninguna ocupación humana porque hubo un marcado rebajamiento de la plataforma continental atlántica en América
del Sur y los posibles yacimientos del litoral deben estar sumergidos, como debe haber
ocurrido con muchos sambaquis (27) del SE del país. En el litoral los yacimientos
arqueológicos localizados son, en general, aldeas de agricultores que plantaban principalmente mandioca, maíz y algunos tipos de calabazas. Aunque no tenemos datos
seguros, parece que la introducción de alubias o fríjoles fue posterior.
(21) Loe Sutboqcrit eon yacinoietltoe arqueol6cicoa jaDt.. a la. c:onc:heau opipaleoUiicoa de la P..w..uta lb6rica y a loa Ki~
dynttreecandinavoa. Alpnoe Sutboqul• alcanun huta 30JD. elealtw-a m al Uton! ele Slo Pauto y Senta Catarina y MrYian de habitací6D y ele
necr6polla. Loe IDU anücuoe .. ..-oatan a 7.000-8.000 año. BP. Bn al ~ no ee -~nron ..- tipoe .S. yac:iaicto, c:ornapoadillld
¡.,. últ.lmOII ballucoe al Sur de & bla. Loe hay tambim> m al Botado ele Pari. an la NCi6o UIIU6Dica;- Ouvial• y de cultw-a. ya~
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PREHISTORIA NORDESTE BRASIL
17
LA CERAMICA
La tentativa de B. Meggers (28) de relacionar la cerámica de Valdivia (Ecuador)
con la. de Jomón (Japón), apoyada en la semejanza de los motivos decorativos geométricos, tentativa en la que encontramos claros resabios hiperdifusionistas, no fue
aceptada unánimemente por los prehistoriadores americanistas. El origen autóctono
de las culturas americanas tiene cada vez más adeptos, . especialmente en lo que se
refiere al origen de la cerámica.
En Brasil, la introducción de la cerámica sigue la vía amazónica a partir del alto
Amazonas, por los ríos Napo y Ucayali. Las cerámicas de la cuenca del Amazonas
guardan marcadas características subandinas y de la región circuncaribe hasta desembocar en la cerámica típica de la cultura Marajó, en la isla del mismo nombre, ya en la
desembocadura del Amazonas. Para el resto de Brasil, las cerámicas prehistóricas
conocidas son m~ simples en las formas, y la decoración que puede ser incisa,
cepillada, ungulada, raspada y también pintada en varios colores, siendo esta última
variedad de tradición tupiguaraní.
En Brasil se ha adoptado una nomenclatura para la cerámica dividida en tradiciones, subtradiciones y fases. Las tradiciones que abarcarían grandes áreas geográficas
están más o menos fijadas en sus grandes rasgos, pero de las subtradiciones y
especialmente las fases, se ha abusado un poco, con excesivas divisiones, de tal manera
que, en muchos casos, cada autor crea sus propias fases que se repiten «ad infinitum)) y
cada hallazgo de aldea o resto funerario con cerámica, se transforma en una fase.
Como consecuencia, la bibliografía brasileña sobre cerámica prehistórica está llena de
nombres indígenas indicando fases cerámicas sin que quede muy claro cuáles son las
diferencias entre ellas y, lo que es más grave, si esas «fases)) corresponden o no a
formas culturales distintas. No han faltado tentativas de unificación y un gran
esfuerzo se debe a B. Meggers (29), pero la resistencia continúa grande con base, sobre
todo, en el individualismo de cada investigador.
En grandes líneas, podemos considerar en el Nordeste brasileño dos grandes
tradiciones cerámicas: la ARATU y la TUPIGUARAN1, ambas de remoto origen
amazónico, pero tan modificadas en el largo '·camino recorrido que su primitiva
filiación se hace casi imposible.
Tradicionamente, se considera la cerámica tupiguaraní típica de las regiones
costeras, con aldeas de forma circular u oval y economía basada en la mandioca. Las
formas cerámicas de esta tradición son grandes vasijas circulares o cuadrangulares y
platos planos para asar las tortas de mandioca (beiju) a que ya nos referimos. Esta
cerámica presenta cuidada decoración geométrica, a veces muy elaborada, pintada de
·
rojo, blanco y negro.
B. MBOGBRS: .e-o m 14r1ntar a ~ da caúúca>t. Smit"-ú!U! m.titutioiL Wublqtou, 1M
B. MBOGDS y J . C. BVANS (~): ~ c:ultual ~iD I.ti.D ~!U! i.Dterpntatin ..n.-. Sooúlll8ooúan
~~·- eot~ YOt 1-. ..w.. 1. w~
(28) MBGGDS: Op. dt. en la nota 28, 18111: .e- ~--"·
(J8)
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18
G. MARTIN
Aunque la mayor concentración de ocupaciones tupiguaraní, con su característica
cerámica pintada polícroma, sea indudablemente en la costa, recientemente se viene
demostrando que la penetración de esta tradición en el Agreste y el Sertáo fue efectiva,
como lo demuestran hallazgos recientes (30).
Las cronologías más antiguas para la cerámica tupiguaran.í de subtradición pinta·
da en el Nordeste, están fijadas en tomo al cambio de era, con larga perduración hasta
la época colonial, pudiéndose encontrar, todavía, cerámicas pintadas en los siglo1:1
XVTI y XVill. Al parecer, esta cerámica se originó de una gran tradición polícroma
amazónica en torno a 1.500 a. C. (31).
La tradición Aratú, llegada al Nordeste también procedente de la cuenca amazónica, como rama desgajada de otra tradición llamada Pedra do Caboclo (32), en tomo a
700-1.000 a. C., representaría la cerámica de los grupos lingüísticos de tronco <
decoración muy sencillas, globulares u ovoides, con tama.ños que van desde pequeños
cuencos de cocina a grandes urnas funerarias. La decoración, cuando existe, se reduce
a un simple alisado o raspado de la superficie. Hemos encontrado urnas funerarias de
pequeño tamaño con restos de huesos y cenizas en la Gruta do Padre, en estratos
fechados en tomo a 1.000 años BP, fecha que coincide «grosso modo)) con las épocas en
que se calcula que esa cerámica comenzó a difundirse por el interior del Nordeste.
LOS PALAFITOS DEL MARANHAO
Merece mención especial, por la originalidad de su estructura, la cultura ceramista
instalada sobre palafitos en la isla de San Luis, en el Estado del Maranhio. Este
Estado, incluido entre los del Nordeste, es más un territorio de transición entre la
amazonia y el semiárido nordestino.
Los establecimientos palafiticos a que nos referimos, están situados en una planicie
tluviomarina del golfo de Maranhio que presenta una lenta evolución de un lago a
una planicie. En el inmenso lago de Cajari el agua va cambiando de salada a salobre y
a dulce, dependiendo de qué trechos, con abundante vegetación lacustre que, a veces,
forma verdaderas islas flotantes. El clima es húmedo y caliente con una estación seca
muy corta. La flora y la fauna es abundante y variadísima.
En este ambiente que, en la actualidad, pertenece al municipio de Penalva, se
desarrolló una cultura palafitica de agricultores, descubierta en 1919, cuando una
gran sequía hizo descender el nivel del lago dejando al descubierto los restos de
palafitos llamados estearias que afloran, actualmente, en la estación seca como una
inmensa floresta muerta. Los trabajos de campo sólo comenzaron en 1971 (33). El fondo
(30) M. O. UNA '1 J . ROCHA: •Um átio a.rqu.olóeico tupipanpú da 10b-~ pit1tacla 110 Mr1io pertWDbu~. CIJo, 11úm. 8, S6rie
Arqueolóeica·l . s.cu.. 1884.
(31) J. P. BROCHADO: •Um modelo ecol6eico cla clitUio da ceriaüca e cla qrieultura 110 IMte cla Am6rica do &abo. T- Dou:torado.llliDOia
Urú...:il)". Urileu, 1884 (tnclucci611).
BROCHADO: Op. cit. ., la 11ota 31.
(A) C. COUiA, A. L. MACHADO '1 D. LOPBS: •Aa keeriaa do Lqo ~ari. MAlo. 1 ~o cla N-Riot6ria DO Norc1a.t. Bnaileiro.
R.cile, 188'7.
-66-
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. PREHISTORIA NORDESTE BRASIL
19
de los palafitos aparece completamente cubierto de cerámica lisa y decorada con
dibujos geométricos en rojo y blanco y también con motivos zoomorfos, lo que indica
su antiguo origen amazónico. Fueron colectados, también, hachas de piedra pulida.
,
cuchillos y raspadores de piedra tallada, asadores o parrillas de cerámica, muiraquitiis
o piedras-talismán y diferentes adornos corporales. Se consiguió una única fecha de
C-14 de 570 A. D.
Los resultados completos de las excavaciones todavía no han sido publicados y
deberán continuar durante mucho tiempo, pues se trata de un trabajo penoso y difícil,
casi siempre en el agua y el barro, en una región insalubre y llena de insectos, que ya
costó la vida a uno de sus investigadores.
Los grupos humanos que implantaron su «hábitat» en el lago Cajari, debían ser de
origen amazónico acostumbrados a regiones pantanosas. Además de cazar y pescar,
plantaban mandioca en los puntos más elevados de las islas y las colinas cercanas al
lago, donde la crecida de las aguas no alcanzase las plantaciones.
EL MUNDO SIMBÓLICO EN LA PREHISTORIA DEL NORDESTE DE BRASIL
a) Los ritos funerarios
Entre las formas de enterramiento utilizada por las poblaciones indígenas del
Nordeste, los datos para grupos cazadores pleistocénicos continúan siendo muy escasos.
Como ya dijimos, los restos humanos de épocas muy antiguas son escasos en
América. Suponemos que la incineración debió ser utilizada en gran escala, dificultando las posibilidades de encontrar restos humanos. Como sea, diferentes formas de
enterramiento nos son más conocidas entre grupos de agricultores, que muchas veces
depositaron sus muertos en grandes urnas cerámicas en sepultamientos primarios o
secundarios por inhumación o incineración.
En la Gruta do Padre, en Pernambuco, un estrato de casi un metro de profundidad
estaba formado por restos humanos quemados y depositados, después, en el abrigo sin
ningún orden. Como las excavaciones en este abrigo se remontan a 1937 (34), seguidas
de una excavación estratigráfica y varias clandestinas, no podemos hacer grandes
afl.mlaciones muy seguras. Asimismo, conseguimos excavar un área del yacimiento
que no había sido violada porque estaba debajo de grandes bloques de piedra caídos
del techo. Los hallazgos nos confirmaron que la forma de enterramiento utilizada fue
la incineración fuera del abrigo y posteriormente los huesos quemados fueron simple·
mente enterrados. En un caso, unos cuantos huesos fueron depositados en una pequeña urna. Entre el ajuar funerario encontramos collares de cuentas de hueso y hachas
pulidas. Estos enterramientos fueron fechados entre 2.000.1.000 años BP.
En el yacimiento de Boqueirao (Parelhas), en el Río Grande del Norte, excavamos
un pequeño abrigo con bellísimas pinturas rupestres en el que identificamos enterra(34) BST&VAO: Op. di. en la DOta 11.
-67-
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20
G. MARTIN
mientos secundarios revueltos con restos de huesos quemados, casi todos de niños, y
cuyo ajuar funerario consistía en collares de hueso y conchas marinas. Fue fechado en
9.410 ± 100 BP (CSIC-720) y sirvió como fecha «post quem)) para las pinturas rupestres
a las que se sobreponían los restos de enterramientos (35).
La misma cerámica utilizada para cocinar y conservar alimentos y agua, servía
para enterrar a los muertos, solamente variando el tamaño. Los cuerpos depositados
en urnas funerarias eran depositados en abrigos o en las mismas aldeas, siempre a
poca profundidad, algunas veces el cuerpo envuelto en tejido de fibra era depositado
directamente en el suelo. El rito del «fardo funerario)), tan común en toda la región
andina, llega atenuado a la zona tropical, donde tampoco podemos descartar las malas
condiciones climáticas para conservar los envoltorios con humedad y calor. En las
regiones más secas del interior nordestino se conservan mejor, como es el caso de la
necrópolis de la Fuma do Estrago, en el municipio de Brejo da Madre® Deus, en
Pernambuco, con algunos enterramientos de «fardo» en muy buen estado de conservación, fechados en torno a 1.000 años BP (36). Esta necrópolis es uno de los más
importantes hallazgos de la Prehistoria del Nordeste. El grupo humano que lo utilizó
como cementerio era ceramista, y la forma de sepultamiento bastante uniforme
durante todo el período de ocupación del abrigo. Los esqueletos estaban envueltos en
esteras de fibras vegetales y colocados en posición fletida y decúbito lateral. En otros
casos, la fosa funeraria había sido forrada de fibras cuidadosamente dispuestas. El
ajuar funerario consistía en collares de cuentas de piedra, hueso, dientes de animales,
conchas y simientes, además de otros objetos como espátulas y flautas hechas de
tibias. Fragmentos de ocre junto a la nuca y el vientre aparecen también en algunas
sepulturas. Un número considerable de recién nacidos fueron sepultados en pequeñas
cestas de fibras de palmera y también envueltos en esteras. Algunos de los cráneos
conservaban todavía parte del cabello.
El rito de la incineración fue común entre los grupos agricultores de tradición
tupiguaraní de las áreas litorales. Urnas de líneas abiertas cuidadosamente decoradas
con dibujos geométricos y colores rojo, blanco y negro fueron utilizadas para conservar huesos y cenizas. La inhumación secundaria se realizaba muy corrientemente en la
misma aldea, de forma que, en general, no son encontradas verdaderas necrópolis
agrupadas y sí enterramientos aislados entre los restos cerámicos que señalan la
localización de la aldea. Pero los datos que tenemos son más antiguos relatos etnológicos que arqueológicos, pues las pocas aldeas tupiguaraní excavadas en el Nordeste
nunca tuvieron sus resultados publicados, con excepción de alguna pequeña noticia.
En general, los hallazgos fu.n erarios tupiguaraní son casi siempre producto de hallazgos casuales, consecuencia de trabajos agrícolas.
En el valle medio del río San Francisco hemos podido observar que los ritos
indígenas de enterramiento perduraron durante la época colonial, inclusive en lugares
(86) MARTIN: Op. cit. en la oota 18, 198&: OIAne rui)NU'e.•Jt.
(88) 'lJMA: Op. cit. en la DOta 12, 198&: «Arqueolocia da... •.
-68 -
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PREIDSTORIA NORDESTE BRASIL
21
ocupados por misioneros capuchinos que cuidaron de la evangelización de esa región
entre Pernambuco y Bahía (37). En las excavaciones realizadas en la isla de Zorobabel,
situada.en la confluencia de los ríos Pajeú y San Francisco, encontramos los restos de
la iglesia de Nuestra Señora de O, parroquia fundada por los capuchinos y destruida
por una inundación a fines del siglo XVIIT. Encontramos también restos de una aldea
indígena y enterramientos en urna después de la incineración. Como en otros muchos
casos, las urnas funerarias fueron depositadas en lugares distintos de la aldea sin
agruparlas en necrópolis. Entre el ajuar funerario había collares de cuentas de vidrio
y cuentas de rosario en una de las urnas. Es de suponer que los indios aldeados en la
misión continuaron enterrando sus muertos siguiendo sus antiguos ritos.
Actualmente, en esta misma región del San Francisco existen remanescentes
indígenas Pankararú y Tuxá o Rodelas (municipios de Tacararú e Itacuruba, en
Pernambuco, y Rodelas, en Bahía) que viven en aldeas propias ya muy aculturados
bajo la protección de la FundaciOnNacional del Indio (FUNAI).
A través de la tradición oral sabemos que los Pankararú enterraban sus muertos en
abrigos y que colocaban hogueras encima, reutilizando el lugar cuantas veces se
hiciera necesario, información que coincide con los hallazgos de la Gruta do Padre de
que ya hemos tratado.
Por su parte, los Tuxá atribuyen que se les llame también Rodelas a la antigua
costumbre de cortar los miembros de sus muertos en rodelas, o sea, rodajas, y conservarlos entre cenizas dentro de urnas funerarias. Esto explicaría lo fragmentado de los
restos óseos a_veces encontrados, especialmente en la isla de Zorobabel, donde a los
restos humanos se mezclan también huesos de animales, quizá restos del banquete
funerario.
b) El arte prehistórico en el Nordeste de Brasil
La Prehistoria brasileña no ofrece grandes hallazgos espectaculares de lo que
podríamos llamar piezas para vitrina de museo, a excepción de algunos hallazgos
singulares en Amazonia como las urnas funerarias de la isla de Marajó o la cerámica
de «cariátides» de Santarém. La principal manifestación estética de la Prehistoria
brasileña es el arte rupestre, especialmente rico y variado en la región Nordeste (38).
Para la descripción y estudiÓ del arte rupestre en Brasil se han generalizado los
términos tradición y estilo, conceptos que varían entre los diferentes autores, al menos
en la definición de los mismos, aunque la intención y el contenido sean muy semejantes. El término tradición se utiliza para definir formas culturales de amplia dispersión
geográfica, equivalente al concepto de horizonte cultural utilizado en otros países. La
parte menor y más concreta sería una fase. En arte rupestre, la fase fue sustituida por
estilo, atendiendo al carácter estético de las representaciones.
La tradición definiría la temática y la forma como ésta fue interpretada, tal como
movimiento o estatismo, tamaño de las figuras, monocromía o policromía, etc.
(87) J. ROCHA: •Aa tradi~ funeririu no vale do M6dlo S.o Francíscooo. 1 Sí.nlpóeio de ~Hittória do Nord- Bruii.UO. Reelfe, 1887.
(88) R. ALBANO: •BibliO«Hfia eobre arte ruput... bruilelrao. Arquivoe do Mueeu de Hlet6rlt. Nt.tural, vol. IV·V. Belo Horbonte, 1980.
- 69-
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G. MARTIN
22
A. M. Pessis (39) utiliza subtradici6n para definir el grupo desgajado de una
tradición y adaptado a un medio geográfico y ecológico distinto, que implicaría en la
presencia de elementos nuevos.
En el concepto de tradición entra la representación visual de todo un universo
simbólico primitivo que pudo haberse transmitido durante milenios, sin que, necesariamente, los yacimientos de una tradición pertenezcan a los mismo~ grupos culturales, además de que pueden estar separados por cronologías muy distantes.
Para las figuras representadas en los yacimientos con pinturas o grabados rupestres, sean figurativas o abstractas, se utiliza el término grafismo, especialmente entre
los investigadores que trabajan en el Nordeste. La palabra grafismo fue utilizada por
A. Leroi-Gourhan, en sus conferencias en el Colegio de Francia a partir de 1969, e
introducida en la nomenclatura brasileña por A. M. Pessis y N. Guidon. LeroiGourhan utilizó este término para indicar uno de los niveles morfológicos en que
dividió el arte rupestre. El grafismo sería el nivel geométrico puro. A partir de este
concepto· se comenzó a utilizar, para el estudio del arte rupestre en el Nordeste de
Brasil, el término grafismo puro para la identificación de figuras geométricas, simbólicas o simplemente aquellas sin significado aparente en nuestro universo cultural.
Además de grafismo puro, fue incorporado a la terminología brasileña el concepto de
grafismo de composición para figuras que pueden ser reconocidas con un simple
a.n álisis visual (antropomorfos y zoomorfos) y grafismos de acción, formados por
escenas de caza, danza o lucha, pongamos por ejemplo.
Fueron fijadas tres grandes tradiciones y numerosos estilos en el arte rupestre del
Nordeste de Brasil, si bien las investigaciones sistemáticas están limitadas a los
trabajos de la Misión Arqueológica Franco-Brasileña en Piauí, de A. C. Beltrio en la
:región central de Bahía, y los nuestros en Pernambuco y Río Grande del Norte, áreas
muy grandes en términos europeos, péro, en realidad, pequeñas dentro del inmenso
territorio ocupado por la región Nordeste, de forma que muchos más datos podrán
añadirse a los ya conocidos con el avance · de las investigaciones.
Tres grandes tradiciones fueron fijadas hasta ahora: Tradici6n Nordeste, Tradici6n
Agreste y Tradición Itacoatiara.
La Tradición Nordeste fue definida a partir del estudio de numerosos yacimientos
arqueológicos con pinturas rupestres, localizados en el SE de Pauí, en una región
comprendida entre so y 9° 30' de latitud Sur,:y 41oa 43° 30' de longitud Oeste, sobre una
superficie de aproximadamente 40.000 Km 2 (40). Estudios posteriores demostraron que
las características de esta tradición eran extensivas a otras áreas del Nordeste de Brasil
y que podría ser el arte figurativo de grupos de cazadores. Ha sido identificada, además
M. PBSSI8: «M~ ele m~ da arte rupeMre. ADüál pnliminarel por IÚ. . . .. Clio, nllm. 8, S6rie ~l. Recift, 11m
A. M. PBSSJ.S: «Da Antzopolocla vSeuaJ l AntzopoJocia J>r6.HMt6rica». Cllo, d a. S. 86rie AJq-16cica-8. R..:i!e, 11188, pqa. 16S-162.
A. M. PBSSJS: «M6thocl• d 'anal7M clea résJr-tatioaa ~· Cootributioo>a M6thodolotliqUM .., PrQoiáoiN. B""'* ~
lee IDtardieelpllDairee ~ du Sud, DÓIIL 01. Paria.
(40) GUIDON: ()p. ciL ., la
6, 18116: «A ~e..cia...Jt.
(38) A.
""'*
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PREHISTORIA NORDESTE BRASIL
23
de en el SE de Piauí, con más de 60 abrigos, en la región de Seridó, en el Río Grande
del Norte, en la Chapada Diamantina, en Bahía y en el Estado de Ceará, pero en las
dos últimas regiones no se han realizado estudios sistemáticos hasta ahora.
La Tradición Nordeste es fácilmente identificable por la variedad de los temas
representados, como numerosas formas de danza, escenas de caza y de lucha y la
riqueza de adornos y atributos que acompañan la figura humana, indicadores, seguramente, de diversas jerarquías y diferentes tribus (figs. 4 y 5). Las figuras humanas son
de pequeño tamaño, entre 10 y 16 cm., siempre en movúiliento, a veces poseídas de gran
agitación, con el rostro de perfil, como si gritaran.
Algunos conjuntos son polícromos, con colores rojo, blanco, amarillo y negro en un
mismo abrigo (Seridó). Verde y azul han sido también encontrados en el SE de Piauí.
En el estado actual de la investigación hemos de suponer que el centro de esta
tradición estuvo en la región de San Raimundo Nonato, en Piauf, de donde se extendió
a otras regiones, como la de Seridó, en Río Grande del Norte, que aun teniendo las
características de aridez propias del interior del Nordeste, presenta un microclima más
ameno con varios ríos perennes. Los grupos de cazadores que pintaron los abrigos del
Seridó enriquecieron la antigua Tradición Nordeste con elementos nuevos propios de
su «hábitat)), tales como piraguas cuidadosamente decoradas, representación de tejidos y escenas familiares en las que la representación del niño puede considerarse una
excepción en la pintura rupestre mundial.
En cuanto a la cronología, las pinturas más antiguas de la Tradición Nordeste
fueron fechadas en torno a 17.000 años BP en el SE de Piauí (abrigo Pedra Furada IV),
12.000 y 10.000 BP (Toca do Baixáo do Perna I y Toca do Sítio do Meio), perdurando
hasta 7.000 BP aproximadamente (41). En la región de Seridó conseguimos fechar un
abrigo en 9.410 ± 100 BP (CSIC-720). Las fechas de carbono 14 para el SE de Piauí
fueron obtenidas de hogueras en las que había bloques de piedra con pinturas, caídos
de las paredes y techos de los abrigos. En torno de 20 fechas, entre 17.000 y 7.000 años
para ~as pinturas rupestres de lá Tradición Nordeste, fueron obtenidas en los laboratorios Gif-sur-Yvette, de Francia (42).
La Tradición Agreste incluye numerosos yacimientos repartidos por todo el Nor·
deste de Brasil (Estados de Ceará, Río Grande del Norte, Paraíba, Pernambuco, Piauí,
Sergipe y Bahía), pero solamente en Pernambuco y Piauí se vienen realizando trabajos
arqueológicos sistemáticos sobre esta tradición de pintura rupestre (43). Hasta el
momento, la mayor concentración de yacimientos con pinturas de la Tradición Agreste fue determinada en la región del Agreste pernambucano. Como esta tradición
(41) OUIDON: Op. cit. "" la nota 6, 1986: f OUIDON y DBIJBRIAS: 0p. cit. eo la J>Ota 6.
(42) OUIDON y DELIBRlAS: Op. cit. en la Ilota 6.
(43) GUIDON: •Arte naJ*tl'e...• , f G. MARTIN, A. AOUIAR, P. TADBU y P. VICOOR: f-. Clio, nóm. ID. Recife, 1980,
J>'p. 81-66.
O. MARTIN, A. AGUIAR, P. TADEU y P. VICOOR: •Eatudoe de arte na.,.tn em Pernambuco (D). A "Peclra Furacla"- Ventuuroe&>~.
Clio, núm. IV. Recite, 1881, P'p. 18-84.
A. AGUIAR, P. VICOOR y P. TADEU: ..Sítioe axqueolócicoe cadutradoe em Pernambuco•. Clio, llúm. IV. Recite, 1981, J>'p. ~2.
A. AGUJAR: «'J\oadi~ e eetiloe na arte nll*tl'e no Nord- brull8Íl'Oit. Clio. nóm. 6. Recife, 1982, J>'p. 91-104.
A. AOUJAR: f
-71-
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G. MARTIN
..."ii
o
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PREHISTORIA NORDESTE BRASIL
\
o
1
lO cm
Pi¡. 5.-Pi.nturu rupeatrea de la Tradición Nordeste en el SE. de Piaui, Brull.
- 73 -
25
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G. MARTIN
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rupestre ocupa una gran extensión geográfica, las subtradiciones y estilos son también
muy numerosas. En Pernambuco, donde está mejor estudiada, los yacimientos y
abrigos con pinturas están situados, casi siempre, en fondos de valles y en «brejos))
donde granitos rojos y grises forman importantes intrusiones que, por efecto de la
erosión en las rocas más blandas circundantes, emergen en forma de grandes monolitos redondeados en los cuales, generalmente, se encuentran las pinturas.
Los gra.fismos de la Tradición Agreste son, en general, de tamaño grande y pueden
medir hasta dos metros de altura (figs. 6, 7 y 8). Las escenas son raras y, cuando
existen, no suelen presentar más de dos individuos o animales. Grafismos puros
simples o muy elaborados, dependiendo de los diferentes estilos, acompañan a los
antropomorfos y zoomorfos, con predominio de los últimos. Típica de la Tradición
Agreste es la representación de un antropomorfo grotesco, de gran tamaño, generalmente aislado, como si se tratara de una figura totémica, y figuras de pájaros de alas
abiertas y largas plumas, algunos con tendencia al antropoformismo como tentantiva
de representación de un hombre-pájaro. Improntas de manos en la parte superior de los
paneles pintados son también un elemento corriente.
Cronológicamente, la Tradición Agreste es posterior a la Tradición Nordeste. En el
Piauí, un abrigo con pinturas de esa tradición fue fechado en 5.000 ± 110 años BP
(Toca da Boa Vista 1), pero en Pernambuco no hemos obtenidos fechas posteriores a
los 2.000 BP. La excavación estratigráfica de Peri-Peri (44) proporcionó dos fechas de
carbono-14 para dos hogueras en las que encontramos restos de ocre e instrutnentos
líticos, manchados de pintura roja, que habían servido para pintar el abrigo. Las
fechas fueron 1.760 ± 90 BP (GIF-5878) y 2.030 ± 50 BP (CSIC-605).
Seguramente, la tradición de arte rupestre más enigmática de Brasil, y la más
difícil de relacionar con algún grupo humano, es la Tradición Itacoatiara (itacoatiara
= piedra pintada en idioma tupi). Se trata de una tradición de grabados sobre roca, no
exclusiva del Nordeste, sino que se encuentra por todo Brasil e inclusive por toda
América del
(lám. 1). Los petroglifos, generalmente efectuados sobre base arenítica, suelen estar en rocas a lo largo de los cursos de agua, sean grandes ríos como el
San Francisco o pequeños arroyos o, inclusive, los llamados caldeiroes (45), cuyas
paredes internas están muchas veces cubiertas de grabados.
Es indudable que la Tradición l tacoatiara está relacionada con el culto de las
aguas, a la vez que muchas de ellas nos hacen pensar en cultos cosmogónicos de las
fuerzas de la naturaleza y del firmamento. Líneas onduladas, que imitan el movimiento
del agua y representación de astros, son muy comunes. Sin embargo, después de esta
interpretación dudosa, pues el factor subjetivo de nuestra cultura no puede ser
descartado, poco se puede decir respecto de esta tradición. Como los grabados o
sur·
(~ O. MAltTIN, A. AGUIAR 'Y J . ROCHA: .O lftio arq\MOI6cico Peri-Peri - p.......,..,_, llm.ta de Aro¡ueolocia, MUMU p....,_
ElaOlo Goeldi. BeWm. lt8S.
(~) C4ltMi* • W>e lonu local para deeicDu laa caridadee que .. fonun eo laa Callu de alcunu JOCU. De temaAo nriable 71i~ de
forma ndobdeedl, 11 UIIW> de..,.. durante le llllci6n de 1M Uuviu JIÍn'OO de ,_..u aatunlel. B.tol caldeir6ee IOD mocha- el Wdco
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-74-
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1
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Fig. 6.- Pintura rupestre de la Tradición A¡reste - Sio Joao do Ti¡re - Paraiba.
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Fig. 7.-Pintura rupestre de la Tradición Agreste - Pedra - Pernambuco.
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30cm
Fig. S.-Pintura rupestre de la Tradición Agreste - Venturosa - Pernambuco.
29
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itacoatiaras están en un 99% de los casos en cursos de agua y en contacto directo con
ella, son pocas las posibilidades de excavaciones arqueológicas y la filiación de las
mismas a algún tipo de cultura material. El caso del yacimiento Letreiro do Sobrado, a
pocos metros del río San Francisco, en Pernambuco, es una excepción; formándo un
pequeño abrigo cubierto de petroglifos esquemáticos (grafismos puros), propios de la
Tradición Itacoatiara, fue utilizado durante largo tiempo por cazadores prehistóricos
del valle de San Francisco. Fueron levantadas veinte hogueras, con restos de alimentos e industrias líticas de cuarzo y sílex, entre las que encontramos raspadores,
perforadores y prepuntas de proyectil. En una de las hogueras fue encontrado un
fragmento de roca con grabados desprendido del abrigo. La fecha de carbono 14 fue de
1.680 ± 50 BP (BETA-1519).
Las subtradiciones y estilos de las itacoatiaras del Nordeste de Brasil están en gran
parte por determinar, pues las variedades son infinitas y han sido poco estudiadas.
Hay grafismos que se repiten mucho, pero la técnica de ejecución puede ser diferente.
Existen petroglifos que podríamos llamar «universales» y que se repiten en muchos
lugares, a nivel mundial, entre culturas sin ninguna posibilidad de contacto, de forma
que agrupar una tradición que se extiende por toda América, atendiendo a la semejanza de los grafismos, es siempre peligroso. Como ejemplo citaremos la semejanza
existente entre las itacoatiaras nordestinas y los petroglifos gallegos, de los que existe
abundante bibliografía.
Una tentativa de Guidon (46) de dividir los petroglifos en Itacoatiaras del Este e
Itacoatiaras del Oeste, atendiendo a la presencia de elementos figurativos (antropomorfos y animales) para el grupo del Este y grafismos puros exclusivamente para el grupo
del Oeste, puede ser válida para el SE del Piauí, pero no ha podido ser determinada
para otros lugares del Nordeste de Brasil.
Una variedad bien característica del Nordeste son los «petroglifos pintados», en los
cuales, sobre un complicado trazado esquemático grabado, se rellenó con pintura roja
(Boi Branco, en Pernambuco, y Grossos, en Río Grande del Norte); pero existe siempre
la duda de que la pintura haya sido colocada en época diferente, sin ninguna relación
con el grupo que grabó los petroglifos.
A MODO DE EPlLOGO
La divulgación de dataciones radiocarbónicas para yacimientos prehistóricos del
Nordeste entre 25.000 y 32.000 (47) causó cierto espanto y hasta incredulidad entre la
comunidad científica internacional, especialmente entre algunos arqueólogos americanos que difícilmente aceptan fechas más antiguas en América del Sur que en el
Norte. Inclusive se llegó a ventilar la absurda opinión de que «alguna cosa diferente>>
ocurría en los suelos nordestinos para obtenerse fechas tan antiguas.
(46) OUIDON: Op. cit. .., la DOta 6, 1986: cA arte.•.».
(47) OUTDON y DBLIBRIAS: Op. cit. en la DOta 5.
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PREHISTORIA NORDESTE BRASIL
31
El reconocimiento y aceptación de los resultados obtenidos en Piauí por una
revista científica respetada como es la inglesa «Nature», que en el número 6.072, de
1986, publicó los resultados de las investigaciones de Guidon, dando destaque en la
portada, tranquilizó algo los ánimos y preparó el terreno para la aceptación de fechas
todavía más antiguas logradas en la región central de Bahía (48).
La antigüedad del hombre del Nordeste de Brasil va siendo aceptada poco a poco y
a la vez obligando a los prehistoriadores cada vez más a apoyar sus investigaciones en
estudios paleoclimáticos y de adaptaciones ambientales y, finalmente, ir más lejos y
comenzar a pensar de nuevo en otras vías alternativas de migración.
El futuro de la Prehistoria en el Nordeste de Brasil guarda todavía muchas
sorpresas (49).
(48) BELTRAO tt olii: Op. eit. en la nota 7.
(411) Ademú de la blbliosnfla citada en el taxt.o, otnMo tí~uloe de intaria relaeionadoe eon &launa de 1u putee del tenia upueet.o Mrian:
A. AOUlAR: ..Cariria Velhoe-Pan.lbe in Haran~: a expl't!Uio viaual do bruileiro antaa da inl\u6ncia do europeUJt. Dow Qulmiea. SAo
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G. MARTIN.- Prehistoria Nordeste Brasil
A
B
A.-Grabados rupestres de la Tradición Itacoatiara - Ingá - Paraiba (Brasil).
B.-Grabados rupestres de la Tradición ltacoatiara - Ingá - Paraiba (Brasil).
LAM. 1
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ARCHIVO DB PRBHJSTORIA LSVANTJNA
VoL XVIU (Valencia. 1988)
MANUEL PEREZ RIPOLL
(Valencia)
ESTUDIO DE LA SECUENCIA DEL DESGASTE DE LOS MOLARES
DE LA •
desgaste de los molares de la Capra pyrenaica.
El material proviene en su mayoría del yacimiento del Parpalló, y en menor
número de La Cocina y Mallaetes.
Este trabajo no pretende ser un estudio exhaustivo de todos los restos molares de la
Capra pyrenaica de los citados yacimientos, sino crear un modelo de desgaste de la
dentición de esta especie para poderlo comparar con el material molar que aparezca en
las excavaciones arqueológicas, y poder confeccionar sus edades.
La secuencia del desgaste procede de una muestra de 137 mandíbulas y 60 maxilares, que es basta.n te representativa no sólo para confeccionar las tablas de la secuencia, sino también para ofrecer un modelo de las edades de las cabras montesas abatidas
por una sociedad prehistórica cazadora, con la intención de orientar los estudios
específicos de cada yacimiento arqueológico. Las mandíbulas están mejor representadas que los maxilares, que presentan algunas carencias en las series evolutivas, como
más adelante detallaremos, que deberán ser objeto de ampliación con la contribución
de ·nuevos materiales.
Dada la variabilidad que existe en la erupción y desgaste de los molares, aportaciones futuras pueden matizar y/o ampliar la secuencia evolutiva de la erosión molar.
Normalmente, los dientes aislados constituyen el conjunto más importante de los
restos óseos, y obviamente más representativo que las mandíbulas o maxilares; sin
embargo, gran parte de éstos no se utilizan para obtener las edades por la poca
fiabilidad que contienen debido a la gran variabilidad que ~xiste en el desgaste y a la
carencia de la secuencia de los molares que forman parte de la mandíbula o maxilar.
Ahora bien, con el método que proponemos, existe la posibilidad de utilizar los molares
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sueltos, y de poder contar con un material numeroso, que proporcione una base amplia
en la determinación de la edad de las cabras montesas cazadas y un mayor fundamento
en las conclusiones que pu~an derivarse.
La idea inicial de este trabajo procede del estudio de J . M. Ewbank, D. W.
Philipson y R. D. Whitehouse (1), basado en una serie de mandíbulas de ovicaprinos de
la Edad del Bronce, que ofrece una secuencia de la erosión de los dientes, dividida en
estadios. Pensamos que también se podría elaborar una secuencia en el desgaste de los
molares de la Copro pyrenoico, introduciendo los símbolos empleados por E. Deni.z y S.
Payne (2), y añadiendo una serie de aspectos nuevos. El resultado metodológico final
ha derivado en una secuencia de seis .fases, y cada fase se encuentra subdividida en
estadios, que a continuación vamos a especificar. La Fase Oes el momento inicial de la
vida de la Copra pyrenoico, en la que los molares de leche han salido, pero el Ml aún
no. Las Fases 1, 11, m corresponden respectivamente a la salida del Ml, M2 y M3. La
Fase IV es el momento en el que el animal llega a ser adulto. La Fase V, cuando es
viejo.
La erupción de los molares por meses está tomada del trabajo de M. A. J . Couturier
(3), que ha estudiado la cabra de los Alpes (Copro ibex ibex), y a falta de estudios de la
Copro pyrenoico consideramos conveniente introducir estos datos en nuestro trabajo,
rasgo que hay que tener presente por las posibles variaciones en la salida de los
mola.r es de ambas especies, especialmente al estudiar la estaciona.lidad sobre los
molares jóvenes.
A nuestro entender, una importante ventaja de esta secuencia es la posibilidad de
comparación con otras secuencias de desgaste de molares que pertenezcan a otras
especies, o a la misma pero de yacimientos distintos. Generalmente la metodología más
usual para la fijación de edades se basa en la erupción y desgaste de los molares, y la
serie de fases propuesta abre la posibilidad de comparar clasificaciones más antiguas,
pertenezcan o no a la misma especie. Aunque la edad de erupción de los dientes de
otras especies no coincidan en los meses y años, se pueden comparar atendiendo a la
erupción de los molares respectivos, es decir, a la secuencia de las fases antes
propuesta, ya que proporcionalmente cada animal tiene una edad semejante en cada
fase. La comparación de edades de especies distintas abre la posibilidad de estudiar
perspectivas nuevas, como la de establecer las prácticas de caza globales o específicas
de cada especie en sociedades cazadoras, o··· estudiar prácticas selectivas entre un
pueblo cazador y otro ganadero.
Otro importante aspecto que se abre al estudiar el desgaste de los molares es el
conocimiento que se desprende de la edad de los dientes de animales jóvenes, que
(1) .J. M. BWBANK, D. W. PHIUPSON y R. D. WHJTBHOUSB: ..sbeep iD lha hon Ara: • ..-hocl ot atu
~
(2) B. DBNIZ y S. PA YNB: •Bnaption and _,.iD lhe manclibular clentition u a ruida lo ap!nr Turtdah All,ora roe t.. Bn B. WU.SON,
Sociaty, T. ao. London. 1904, pqa.
C. GRIGSON 78. PAYNB (ecl.): ocApinr and 8azinr Animal Boo.. from Arebaeolocical Si.._. B. A. R., Bridab S.riea, 108. Oñord.
11182, pqa. 166-208.
(3) W. A. .J. C01.11'URJ.BR: • lA bouqueliD clao AlpeP. Grenobla, 1982.
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puede clarificar el tipo y uso del eq¡plazamiento de una sociedad cazadora. Conociendo
el mes de erupción de cada molar, y estableciendo el desgaste de los molares o series
dentarias a través de los estadios de cada fase, aproximadamente se puede deducir la
estación en que se cazó un animal, y de esta forma obtendremos una información
valiosa para establecer la estacionalidad de un yacimiento.
En los símbolos que utilizamos hemos introducido la modificación que realizó K.
Mariezkurrena (4) en su interesante estudio sobre la edad del Cervus elaphus para
mostrar claramente el inicio del desgaste en una arista (fig. 1, e). La línea curva indica
que las aristas de los prismas no han entrado en erosión (fig. 1, a). La línea recta
señala, por el contrario, su desgaste, quedando expuesta la dentina. La unión de las
líneas significa la comunicación de la dentina de cada arista, o de las del propio
prisma (fig. 1, d), o entre las de los dos prismas (fig. 1, 3, f). Cuando el desgaste se
encuentra muy avanzado, la dentina llega a extenderse a casi todo el prisma, quedando
la foseta reducida al mínimo tamaño y las aristas adquieren una configuración roma o
rectilínea (fig. 1, i, j, k), y si el proceso erosivo continúa, la foseta llega a desaparecer.
Respecto a la erosión del m4 hay que añadir un prisma más, y a la del M3, el lóbulo
posterior. Para los molares del maxilar hemos introducido algunas modificaciones del
esquema expuesto porque el desgaste es algo distinto al de los molares de la mandíbula
(fig. 2).
Para obtener una clasificación precisa de la edad de un molar no sólo hemos
utilizado el desgaste sino también otros datos, ya que si únicamente tomamos en
consideración la erosión del molar, no es posible delimitar su estadio de desgaste
debido a la amplia variación que existe en determinados momentos de la secuencia de
la tabla general. Por ejemplo, a partir del estadio H de la Fase m el Ml presenta
comunicadas sus cuatro aristas, y atendiendo únicamente este dato no se podría
precisar ningún estadio más de la secuencia; lo mismo cabría decir del M2 que a partir
del estadio N de la Fase IV también presenta comunicadas sus aristas. Se podrían
realizar más puntualizaciones de carácter concreto, que demuestran que no es posible
determinar la edad atendiendo únicamente al desgaste, y máxime si se trata de molares
sueltos. Por esta razón en nuestra secuencia se toman en consideración tres datos más:
la altura de los molares, la evolución de la raíz en los molares jóvenes y la altura de la
escotadura del segundo prisma de los molares jóvenes de la mandíbula, que separa la
parte posterior de las aristas por la cara lingual (fig. 3, el, c2).
Cotejando este conjunto de datos es posible clasificar con bastante precisión
mandíbulas, maxilares e incluso molares sueltos. Sin embargo, en algunos casos es
factible que se planteen dudas sobre la adscripción en un estadio concreto en especial
con molares sueltos, pero éstas no surgirán cuando se trate como mínimo de situar
estos molares en una fase.
(4) K. NAIUEZKURRBNA: ..CO..tribuc:ióD al coiiOCÍIIIilnto ele la cMntici6D 7el eectuet.to JIC*falleal de 'Cenua Blapbue'. Mwúbe, vol36,
r..c. ~San~ 1983, pq.. 149-2102.
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4
~
b
~ ~
vv
vv
-v
-v
9
~
-~
-~
~
cr
k
e~1
e
c:.r=
- •
•
• f
d
e
1
1
l
-=:1
Fte. 1.- Proce.o evolutivo de loa estados del deseaste molar de la mandíbula:
a. Las aristas no están erosionadas.
b. La erosión alcanza a las dos aristas del primer prisma.
c. Además de las aristas del primer prisma, la erosión comienza en la parte
anterior de las aristas del segundo prisma.
d. La dentina d~ las aristas del primer prisma se comunica por la parte
anterior.
e. La evolución del desgaste da lugar a que la arista labial.del primer prisma
se comunique con la lingual del segundo.
f. La dentina de las aristas labiales se comunican.
g. Las aristas entran en comunicación por la cara lingual.
h. Todas las aristas se comunican.
i. La erosión avanzada da lugar a que la foseta del primer prisma quede
dividida por la dentina.
j . Siguiendo la evolución de la erosión anterior, la dentina se extiende por
. casi toda la superficie del primer prisma.
k. En el primer prisma, la foseta ha desaparecido por el estado avanzado de la
erosión. En el segundo prisma, la erosión da lugar a que la foseta se muestre
reducida y alargada.
l. Es la culminación final del proceso erosivo. La dentina se extiende por los
dos prismas.
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S
LJLJ
FJc.
S.-Proceso evolutivo del dequte molar del maxilar:
a . El desgaste abarca a las dos aristas del primer prisma y la parte anterior de
las del segundo.
b. La dentina de las aristas labiales se comunican entre sí y con la arista
lingual del primer prisma.
c. Las aristas labiales se comunican, así como las linguales con las labiales por
la parte anterior y posterior del primer y segundo prisma, respectivamente,
pero no por la parte posterior y anterior de dichos prismas; además, las
anstas linguales no se comunican entre sí.
d. La comunicación se extiende a todas las aristas.
e. La erosión está muy avanzada, y la dentina se extiende por la superficie de
los dos prismas, dejando las fosetas muy reducidas, poniéndose en contacto
el esmalte por su mitad.
c·t
""·
a·
b
e
d
Fi¡. 8.-Altura de los molares:
a . m4, cara lingual.
b. M2, cara lingual.
c. M2, joven, cara lingual. Las raíces no están configuradas. el, escotadura
que separa las aristas del segundo prisma por la parte posterior de la cara
escotadura. Se indica con un asterisco (*).
lingual. c2, altura de la
d. Ml, cara labial.
e. M2, joven, cara labial.
-87 -
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La altura de los molares inferiores está tomada por la cara lingual, tal como se
indica en la figura 3 (b y e), tomando la precaución de que en la zona de divergencia de
las raíces la medida se tome a partir de la separación del esmalte con la dentina. En los
dientes jóvenes que aún no tengan la raíz, la altura hay que tomarla a partir de la
propia base (fig. 3, e). En el m4 la altura también se toma a partir de la zona de
divergencia de las raíces, justo en la separación del esmalte con la dentina y la parte
comprendida entre las dos aristas linguales del primer y segundo prisma (fig. 3, a). La
altura de los molares superiores está tomada por la cara labial, siguiendo las mismas
indicaciones y precauciones que en los molares inferiores (fig. 3, d y e).
·
A continuación vamos a exponer la secuencia de las fases y sus estadios respectivos
para establecer las características generales, y concretar aquellos aspectos que sean
conyenientes para una correcta clasificación.
SECUENCIA DEL DESGASTE DE LAS SERIES MANDIBULARES:
FASE O
:
Corresponde al período comprendido entre el nacimiento del animal y la salida del
Ml. Como este molar sale entre septiembre y octubre, el período de esta fase está
comprendido entre mayo/junio, meses en los que tienen lugar los partos, y septiembre,
y señala un período de caza veraniego.
Aunque sólo disponemos de una manch'bula, el desgaste del m4 queda perfectamente
delimitado entre el momento de su erupción y el estadio A de la Fase l.
FASE 1:
Se inicia con la salida del Ml en septiembre/octubre y termina en el mes de
septiembre del año siguiente con el comienzo de la erupción del M2.
Señalar la estación de caza resulta más difícil, pues esta fase recorre el período de
un año, en el que se producen modificaciones en la erosión de los molares. Sin
embargo, al estudiar el desgaste del Ml, M2 y M3 durante el transcurso del año
correspondiente a las fases respectivas, es decir, desde la erupción de cada molar hasta
la salida del M2, M3 y 14, respectivamente, hemos podido comprobar que las pautas
erosivas son semejantes. El Ml termina el período de un año en el estadio C con un
desgaste que da lugar a que la dentina aparezca expuesta en las cuatro aristas,
Este mismo
comunicándose las del primer prisma por la parte anterior (e
desgaste se observa en el estadio G del M2, que es el período que marca el límite de un
año desde el momento de su erupción. El M3 presenta una erosión similar en el estadio
K, que es el anterior a la erupción del 14, que muestra desgastadas las cuatro aristas,
comunicándose las del prisma primero por la parte anterior, y en dos casos el lóbulo
posterior se comunica con la arista labial del segundo prisma (C _ - , C -=r- ).
Partiendo del presupuesto de que el desgaste es progresivo e igual para cada estación
del año, la mitad del recorrido erosivo entre la erupción de cada molar y el desgaste
antes citado presentaría un tipo erosivo caracterizado por el desgaste de las dos
=>·
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<=
aristas del primer prisma y la parte anterior de las aristas del segundo
~).
Se deduce de todo ello que en el caso del Ml, el estadio B, que corresponde al nivel
erosivo anteriormente señalado, se situaría al principio del invierno y principio de la
primavera. De todas formas, hay que tomar este dato como un elemento orientativo y
con cautela.
En el estadio B, el alvéolo para el M2 ya está abierto. En el estadio C, el M2 es
visible.
En esta fase las raíces del Ml aún no están configuradas.
FASE ll:
Se inicia en el momento de la salida del M2, en el mes de septiembre del segundo
año, y termina en octubre del tercer año con la erupción del MS.
Ante el problema antes suscitado de establecer la estacionalidad durante este
período de desgaste, retomamos la argumentación anterior para establecer en el M2 el
mismo tipo de erosión señalado en el Ml transcurridos seis meses a partir de su
erupción, situándolo en el estadio E, que correspondería a fines del invierno y
principio de la primavera.
En el estadio E comienza a abrirse el alvéolo del M3. En los estadios M y G, el M3
es visible.
No hay problema alguno en diferenciar la Fase 1 de la Fase 11. En primer lugar,
vamos a abordar esta diferenciación con el m4, y posteriormente con el Ml . El m4 de la
Fase 1 se distingue fácilmente de la Fase 11 por su erosión y altura. La erosión está más
avanzada en la Fase 11, lo que se refleja en la exposición de la dentina del primer
prisma que llega a cubrir casi totalmente su superficie en el estadio D, y totalmente en
el E, lo que no ocurre en la Fase l. La altura de este molar es inferior a 7 mm., a
excepción de los momentos previos y dúrante la salida del M2. Sus crestas linguales en
los estadios D y E no son puntiagudas sino romas, y con tendencia a convertirse en
rectilíneas, y en los estadios F y G son. rectilíneas.
En cuanto al Ml, la erosión es diferente en las dos fases; en la Fase l, las cuatro
aristas aparecen erosionadas y las dos del primer prisma unidas por la parte anterior,
y en la Fase 11, además de esta erosión, la arista labial del primer prisma se ~omunica
con la lingual del segundo (~ ). La altura de la escotadur~ lingual es superior a 5
mm. en la Fase 1, e inferior a esta cifra en la 11. En el estadio D' de la Fase li las raíces
aparecen formándose, y en el E ya están configuradas.
La diferenciación de los estadios de la Fase 11 es fácil para series mandibulares
completas, pero más delicada para molares sueltos. Si utilizamos el m4 pueden surgir
dudas en el momento de diferenciar los estadios D y E; en el estadio D la erosión ha
reducido al mínimo la foseta del primer prisma, a excepción de un caso, y en el estadio
E la dentina se extiende por toda esta superficie; la altura de este molar es algo mayor
en el estadio D. La separación de los estadios F y G es aún más dificil, tanto a nivel del
desgaste como de la altura. Es mucho más sencillo con este molar la separación de los
cuatro estadios al agruparlos; en los estadios F/G la ero~ión está bast11-nte más
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avanzada que en los estadios D{E, pues en aquéllos la erosión del segundo y tercer
prisma se encuentra muy evolucionada, y la foseta respectiva unas veces está partida o
reducida al mínimo y otras no aparece, y la altura es inferior a 4 mm.
Respecto al M1, la diferencia entre los estadios D y E es más sencilla. La erosión
entre ambos es distinta, ya que se encuentra más avanzada en el estadio E, lo que
confiere a este molar una mayor comunicación entre las aristas de los dos prismas. En
el estadio D las aristas del primer prisma están comunicadas por su parte anterior, y la
arista labial del primer prisma se comunica con la lingual del segundo (c..---=). En el
estadio E aparecen representados todos los tipos erosivos comprendidos entre este
último y el que aparece con todas las aristas comunicadas. Este mayor grado erosivo lo
podemos seguir con mayor claridad en la altura de la escotadura lingual del segundo
prisma, que en el estadio D está situada en torno a los 3·5 mm. y en el E en 1 mm. Los
estadios F y G no se pueden distinguir ni en la erosión ni en la altura, seguramente
porque están muy cercanas en la secuencia del desgaste, e incluso cabe la posibilidad
de que configuren un sólo estadio.
A partir del estadio F se inicia una lenta disminución de la altura del Ml (gráfico 1).
FASE ill:
Comienza con la salida del M3 y del P3 y P4 con la entrada del mes de octubre del
tercer año. La erupción del 14 subdivide esta fase en dos subfases, como a continuación
detallamos. Corresponde a la edad subadulta.
Fase lila:
Los límites de esta subfase están comprendidos entre la erupción del M3 y los
premolares y el inicio de la salida del 14.
La estacionalidad sólo la podemos establecer con una mayor fiabilidad en la fase
Fase lila, ya que la erupción del 14, que señala el inicio de la Fase lllb, es muy variable
y no puede indicarnos con exactitud una estación del año. Como ya hemos indicado en
los molares primero y segundo, y siguiendo el razonamiento aplicado para ello, a los
seis meses a partir de octubre el desgaste del M3 será semejante al señalado en los
otros dos molares una vez transcurrido un año, mostrando las ari~tas erosionadas,
unidas por la parte anterior del primer prisma, y el lóbulo posterior entra en erosión
(C
Es el desgaste que corresponde al estadio K, y que tiene lugar en primavera.
A finales del estadio J y en el estadio K las raíces del M2 se están configurando, y
claramente se percibe el límite de la dentina con el esmalte para poder tomar las
medidas según se ha indicado. En el estadio L de la Fase llib las raíces del M2 ya están
formadas y comienzan a configurarse las del M3, que en el estadio M aparecen
formadas.
La separación de las Fases II y ma se puede realizar sin grandes dificultades. En el
caso del M1, si atendemos el desgaste, esta diferenciación no se puede efectuar en
algunos casos, ya que en el estadio H las ari. tas aparecen comunicadas, y esta misma
s
erosión se encuentra en algunos casos del estadio G de la Fase II; en los otros tipos de
=-)
.
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erosión de este último estadio es posible la diferenciación de las dos fases. La altura de
este molar es diferente en las dos fases por lo que constituye un buen medio para
distinguirlas; tanto las medidas individuales de la tabla general como las variaciones y
medias de la tabla I y gráfico 1 claramente muestran el mayor desgaste del Ml en la
Fase IIIa.
Respecto al M2, la separación de ambas fases no presenta dificultad. En los
estadios F/G de la Fase 11 las aristas del primer prisma no están comunicadas con las
del segundo, mientras que en la de los estadios H{l, sí. La altura de la escotadura
lingual del segundo prisma señala la diferencia de la erosión entre los dos grupos de
estadios, ya que mientras en los estadios F/G es superior a 5 mm., en H{l, a excepción
de un caso, es inferior (ver tabla general).
La diferenciación de los estadios de la Fase IDa es difícil en el Ml y ~n el M2, y más
sencilla en el M3. En el caso de los dos primeros molares, tanto el desgaste como la
altura permiten separar los tres primeros estadios de la Fase lila. El desgaste del Ml
presenta en todos los estadios las aristas de los dos prismas comunicadas; en el M2 la
erosión también es la misma en todos los estadios, mostrando las aristas labiales
comunicadas y las linguales unidas con las labiales por la parte anterior del primer y
segundo prisma, respectivamente ( r=.....:= ). En algunos casos la escotadura lingual
puede servir para diferenciar algunos estadios, por ejemplo, los estadios J y K no
alcanzan valores superiores a los 4'5 mm., y los inferiores a esta cifra están muy
solapados entre los cuatro estadios; por esa razón no pueden determinar un estadio.
Las raíces del M2 no están formadas en el estadio H y gran parte del 1, y se están
configurando en el J y el K, por lo que pueden ser un indicio a tener en cuenta a la
hora de establecer diferenciaciones. Sólo la evolución del desgaste del M3 permite la
separación de estos estadios. En el estadio H, el M3 está saliendo; en el 1 empieza a
entrar en erosión por la parte anterior del primer prisma; en el J ésta llega a alcanzar
a todo el recorrido de las dos aristas del primer prisma y total o parcialmente las del
segundo, e incluso en dos casos las aristas del primer prisma se comunican por la parte
anterior. El lóbulo posterior no aparece comunicado. En el estadio K, el lóbulo
posterior entra en desgaste, y en los casos de erosión más avanzada la arista labial del
segúndo prisma se comunica con el lóbulo posterior.
Ante la dificultad que presenta la determinación de cada estadio de la Fase lila,
todas las posibles dudas deben de asignarse únicamente a esta fase sin especificar
estadio.
Los estadios G, H, I, J muestran la altura máxima del M2, y a partir del estadio K se
inicia su disminución (gráfico 2).
Fase Illb:
Como ya se ha indicado anteriormente, esta fase se inicia con la salida del 14, que
por su variabilidad en la erupción no constituye un buen medio para indicarnos la
estacionalidad.
Es interesante establecer la separación de las dos subfases. Es más impreciso
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basarse en el desgaste que en la altura de los molares. El desgaste del M1 es el mismo
en las dos subfases; el del M2 muestra una gran variación, y en algún caso puede
señalar la pertenencia específica a la Fase Illb. En esta variación, los ejemplos menos
avanzados y los más en el proceso erosivo se solapan respectivamente con la Fase ma
y la Fase IV, por esa razón el tipo erosivo basado en la comunicación de las aristas de
los dos prismas excepto las de su parte lingual (C...O), es el único específico de esta
subfase. El desgaste del M3 diferencia las dos subfases dentro de su proceso erosivo.
Así, en el estadio H, el M3 está saliendo, en el 1 empieza a entrar en erosión la parte
anterior de las aristas del primer prisma, en el J la erosión alcanza a las dos aristas del
primer prisma y parcial o totalmente las del segundo, e incluso llegan a comunicarse
las dos aristas del primer prisma por su parte anterior, en el K el lóbulo posterior entra
en erosión ( C
y en los ejemplos más avanzados se comunica con la arista
labial del segundo prisma ( C: ::r-). En la Fase Illb, la arista labial del primer
prisma se comunica con la lingual del segundo por la parte de unión de ambos prismas
=-),
(C Cr-).
La altura de los molares primero y segundo, al contrario de la erosión, distingue las
dos subfases, como se puede comprobar en la tabla general, en la tabla 1 y en los
gráficos 1 y 2. Sólo por la proximidad del estadio K a la Fase IIIb puede surgir alguna
duda, pero en los estadios H, 1 y J no hay ninguna respecto a los estadios L y M de la
Fase Illb.
El M3 alcanza la máxima altura en los estadios J, K y L, y comienza a disminuir a
partir del estadio M por el proceso erosivo (gráfico 3).
FASE IV:
En esta fase, la Capra pyrenaica alcanza la edad adulta.
La distinción de las Fases IIlb y IV se puede realizar con el desgaste, según
molares, y con la altura. El desgaste del M1 presenta la misma configuración en los
estadios M de la Fase IIlb y N de la Fase IV, por lo que no es posible discernirlas con
este molar. Por el contrario, el desgaste del M2 es útil para delimitar las dos fases, ya
que a partir del estadio N de la Fase IV las aristas de los dos prismas aparecen
comunicadas en todos los casos, mientras que en los estadios de la fase anterior, a
excepción de algún caso, no es así. El desgaste del M8 no delimita las dos fases con
toda claridad, pues tiene la misma configuración en los estadios de la Fase Illb y el
estadio N de la Fase IV; a partir del estadio O algunos molares muestran una erosión
más avanzada, caracterizada por tener las aristas comunicadas a excepción de los
labiales ( r= Cl-), y en el estadio P en muchos casos todas las aristas aparecen
comunicadas.
La altura de los tres molares no es la misma tanto en variación como en medias
entre ambas fases, por lo que las separa eficazmente (ver tabla general, tabla I y
gráficos 1, 2 y 3).
La distinción de los estadios de esta Fase en ciertos casos no se puede realizar. Los
estadios N y O se pueden delimitar con el M1 a través del desgaste, pues la erosión
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evolucionada en el estadio O da lugar a que en el primer prisma la foseta quede partida
por la dentina o se reduzca al mínimo, mientras que en el estadio N esto no ocurre; la
altura ya no muestra tanta diferencia entre ambos estadios, con la excepción de los
valores mínimos del estadio O. La erosión y la altura del M3 no pueden diferenciarlos;
anteriormente ya hemos indicado que en el estadio N no aparece el tipo de erosión
avanzada que suele encontrarse en los estadios O y P (e D- ), y la altura de este
molar es muy semejante en ambos.
Los estadios O y P son más sencillos de precisar. La erosión del Ml está más
avanzada en el estadio P como lo demuestra su configuración erosiva y su altura; la
foseta del primer prisma prácticamente ha desaparecido, y la altura es muy diferente
en ambos estadios tanto en la variación como en las medias. La erosión del M2 y M3 es
la misma, por lo que tiene que ser la altura la que se utilice en la distinción.
FASE V:
La Capra pyrenaica llega a la vejez en esta fase.
Las Fases IV y V se pueden separar fácilmente. El desgaste del Ml está muy
avanzado y la dentina aparece expuesta en los dos prismas. Gran parte de las mandíbulas muestran un M2 con un desgaste avanzado, que ha originado que la dentina divida
la foseta (estadio R), o que aparezca cubriendo toda la zona (estadio S). Esta situación
erosiva no aparece en el M3, a excepción del estadio S. Las altl,lras de los tres molares
difieren en las dos fases, como se puede comprobar en las tablas generales, tabla I y
gráficos 1, 2 y 3.
Los estadios también pueden separarse. El Ml mediante la altura, el M2 mediante
la erosión y sobre todo la altura, y el M3 por la erosión para separar los estadios R y S
y la altura. El desgaste del Ml es el mismo en todos los estadios; el del M2 diferencia
los estadios R y S, ya que en este último la dentina prácticamente llega a abarcar los
dos prismas; y el del M3 también delimita estos dos estadios por el estado erosivo
avanzado del estadio S.
SECUENCIA DEL DESGASTE DE LAS SERIES MOLARES DEL MAXILAR:
El número de maxilares estudiados es inferior al de mandíbulas; no obstante, la
secuencia del desgaste que se ofrece es significativa para la determinación de las
edades como base comparativa.
Los meses de erupción de los molares no se corresponden con los de las mandíbulas,
de ahí que las edades que obtengamos en los estudios de distintos yacimientos deben
de confeccionarse por separado entre las que procedan de las mandíbulas o sus
molares y las de los maxilares o los suyos.
A continuación, detallamos cada fase erosiva.
FASE 0:
Sólo disponemos de un ejemplar, que muestra el m4 poco gastado, pues la erosión
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M. PEREZ RIPOLL
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alcanza a todo el recorrido de las aristas del primer prisma y la parte anterior de las
del segundo. El límite má.ximo de esta fase se sitúa en el momento en el que el Ml
empieza a salir. El único molar que permite seguir la evolución erosiva de esta fase es
el m4; ahora bien, al disponer sólo de un ejemplar no se ha podido obtener toda la
secuencia, y lo único que se puede utilizar como límite máximo de esta fase es el estado
anterior al momento de la erupción del Ml, que corresponde al estadio A de la Fase 1,
que debe de caracterizarse por tener gastadas las cuatro aristas (
Por otro lado,
la altura es bastante superior a la que corresponde al estadio A (ver tablas generales).
Esta fase señala las estaciones de final de primavera, verano y otoño.
==.
)
FASE 1:
Se inicia en el momento de la erupción del Ml, entre noviembre y diciembre.
La asignación de la estacionalidad al desgaste de este molar a lo largo de esta fase,
presenta la misma problemática que la que examinamos en la secuencia molar de las
mandíbulas. El Ml y el M2 presentan una erosión semejante desde el momento de su
e~pción hasta el inicio de la fase siguiente, es decir, después de haber transcurrido un
año. La erosión del Ml en los momentos previos a la salida del M2 se sitúa en el
desgaste de sus cuatro aristas sin que se comuniquen<= =>.y a lo sumo puede que
se comuniquen las dos del primer prisma por la parte anterior ( C =>· Son dos
posibilidades no verificadas por carecer de maxilares que muestren claramente el paso
de la Fase Oa la l. Nos basamos en la suposición de que los estados erosivos descritos
deben ser los pasos previos al desgaste del Ml del estadio C de la Fase TI. Por lo tanto,
el límite máximo del proceso erosivo del Ml de la Fase 1 es el antes descrito, y
aproximadamente la mitad del recorrido de este proceso se situaría en la erosión de las
dos aristas del primer prisma <= ~ ), además el inicio de las del segundo <= ~).
Estos dos últimos tipos de desgaste se situarían en la primavera del primer año. Hay
que llamar la atención sobre la cautela que se debe tomar en estos casos, pues las
variaciones en los desgastes pueden cambiar los tipos erosivos y modificar, por tanto,
lo anteriormente establecido. Es un aspecto que hay que completar con nuevas
aportaciones de material.
La diferenciación de los dos estadios de la Fase 1 es fácil de realizar. En el m4 la
altura separa mejor que el desgaste los dos estadios, ya que en el estadio A se sitúa en
torno a los 14 mm., y en el B en los 10 mm. En el Ml el desgaste precisa el límite de los
dos estadios, aunque hay que tener presente que entre ambos faltan pasos erosivos
intermedios; para superar este inconveniente, se puede establecer que en el estadio A
se sitúan los Ml que no tienen desgaste o se inicia en la parte anterior del primer
prisma, y en el B los otros casos que tendrían como límite máximo el establecido
anteriormente.
FASE 11:
. Comienza aproximadamente en noviembre del segundo año con la erupción del M2.
La diferenciación de las Fases 1 y TI es fácil de realizar si prestamos atención
- 94 -
[page-n-95]
DESGASTE MOLARES CAPRA PYRENAICA
13
únicamente al material que disponemos, pero como ya se ha analizado falta algún paso
intermedio, y lo único que queda claro es el desgaste del Ml en el momento de la
erupción del M2, que presenta las aristas labiales comunicadas, las linguales no, y las
dos aristas del primer prisma se comunican por la parte anterior (e:-=). Por esa
razón, es posible que el desgaste más avanzado del estadio B de la Fase 1 sea el descrito
en el apartado anterior. Respecto al m4, el desgaste entre las dos fases es distinto,
mientras que en la Fase 1 las aristas linguales no se comunican con las labiales por el
lado posterior y anterior del prisma respectivo (c-;::J ), en la Fase ll se comunican
todas las aristas y el desgaste comienza a estar avanzado ((§'§!} ); además, la altura de
este molar es distinta entre las dos fases (ver tabla general).
Las raíces del Ml están formándose en el estadio C, y a partir del D ya lo están.
Respecto a la estacionalidad, el Ml muestra un proceso erosivo semejante al del
M2, aunque en éste es algo más avanzado. Al contrario del proceso examinado en la
Fase 1, los pasos intermedios en el tránsito de la Fase ll a la m están muy bien
representados; en el momento de la erupción del P3 (estadio E de la Fase ll), momento
previo a la salida del M3 (estadio F de la Fase lll), el M2 presenta la siguiente erosión,
las dos aristas del primer prisma están erosionadas pero sin llegar a comunicarse, y las
del segundo prisma sólo por la parte anterior
~). Aplicando el argumento
utilizado en el Ml, el M2 que mostrase el desgaste de las dos aristas del primer prisma
y las del segundo sin erosionar (
~ correspondería a la primavera del segu.ndo año.
La diferenciación de estadios se puede realizar entre el C y el D, pero no entre el D
y el E. En el estadio C, la erosión del m4 es la misma que la del D, y sólo la altura
puede indicar una cierta separación, ya que los valores más altos (9 mm.) pertenecen al
estadio C, pero los otros se solapan y no pueden precisar el estadio. El desgaste del Ml,
sin embargo, sí puede delimitar los dos estadios; en el e las aristas labiales se
encuentran unidas, y las de la parte anterior del primer prisma aparecen comunicadas
( L _ ), en el D todas las aristas están comunicadas a excepción de las linguales
que no lo están ni entre ellas mismas ni con las labiales ( C =:J ); la altura alcanza la
máxima longitud en el estadio e, y a partir del G comienza a disminuir (gráfico 4). En
el M2, el estadio e corresponde al momento de su erupción, y el D al desgaste de las
dos aristas del primer prisma y la parte anterior de las del segundo. Es obvio que en
este caso faltan secuencias intermedias, y constituye uno de los aspectos que hay que
completar en trabajos futuros.
Entre el estadio D y el E no hay diferencias, pues están muy cercanas dentro del
proceso erosivo; el único elemento de diferenciación es un ejemplar que muestra el P3
en erupción, y otro en el que las aristas del P4 son visibles por debajo del m4. Es
posible incluso por las variaciones existentes que se trate del momento final de un
mismo estadio.
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FASE ID:
Comienza en noviembre/diciembre del tercer año con la erupción de los premolares
y del M3.
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M. PEREZ RJPOLL
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La secuencia de la erupción de los premolares y del M3 y su desgaste inicial está
muy representada a partir del estadio E de la Fase II, que inicia el proceso con la
salida del P3. Los pasos erosivos siguientes también están bastante completos.
La estacionalidad, como en las fases anteriores se puede fijar en los momentos
iniciales del desgaste, pero, y como también hemos analizado, es más dificil en el
proceso ulterior, que en el caso de las mandíbulas tenía la ventaja de la erupción del 14
que separaba los dos años de la Fase m y delimitaba los procesos de desgaste. Los
manJares, al carecer de incisivos no pueden precisar el límite, que quedaría fijado en
el estadio J, y correspondería al cuarto año. Siguiendo esta comparación, lá mitad del
recorrido erosivo anual del M3 se fijaría en los momentos iniciales del estadio 1, es
decir, una vez transcurridos seis meses después de su erupCión; por consiguiente, este
estadio se situaría en la primavera del tercer año, cuando la erosión alcanza a las
~).
aristas del primer prisma y la parte anterior de las del segundo
La Fase m finaliza en el estadio K, y la IV comienza en el estadio L, momento en el
que todas las aristas del M3 aparecen comunicadas. Aproximadamente este cambio
tiene lugar en el quinto año. El proceso seguido es semejante al analizado en la
evolución del M2. La diferenciación de las Fases II y m se puede realizar por la
erosión y la altura de los molares. El Ml tiene en la Fase m comunicadas todas sus
aristas, a excepción del estadio F que no muestra comunicación de las aristas linguales con las labiales por la zona de unión de ambos prismas (C ::::1). Por el contrario,
la erosión de este molar en la Fase II no se encuentra tan avanzada, aunque en el
estadio G de la Fase m aún hay dos ejemplos con un desgaste semejante al de la Fase
II. La altura es muy parecida en las dos fases, pero los valores máximos pertenecen a la
Fase II y los mínimos a la m. El desgaste del M3 también es diferente; la Fase II
termina con el desgaste de las dos aristas del primer prisma y la parte anterior de las
del segundo (- ~ ), y la Fase m se inicia con el desgaste de las cuatro aristas
o con la comunicación por la parte anterior de las aristas del primer prisma y
parcialmente erosionadas las del segundo.
Los estadios de esta fase se pueden diferenciar. La distinción de los estadios F y G
en ocasiones es delicada, como en el Ml, que presenta bastante variación en el
desgaste, no así el M2, que muestra en el estadio F una erosión poco avanzada, como
ya se ha comentado, mientras que el G es mayor aunque .dentro de una gran variación.
Las medidas de las alturas son distintas en el Ml tantO en la variación como en la
media, pero no lo son en el M2 (tabla general, tabla II y gráficos 4 y 5).
La separación de los estadios G y H es del mismo modo dificil en algunas ocasiones.
La erosión del Ml y M2 no presenta rasgo diferenciador cuando todas las aristas están
comunicadas; los otros casos de erosión menos avanzada pertenecen al estadio G. El
M3 muestra una diferenciación más clara, ya que en el estadio G la erosión alcanza
parcial o totalmente el recorrido de las aristas del primer prisma, pero no los del
segundo, y en el H llega a las aristas del segundo. La altura de estos tres molares es
muy parecida en los dos estadios, como puede comprobarse en las tablas de medidas y
en los gráficos 4, 5 y 6.
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- 96 -
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DESGASTE MOLARES CAPRA PYRENAICA
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Los estadios H e 1 se pueden diferenciar por la altura en el caso del Ml y M2, y por
la erosión en el M3. La altura de los dos molares citados a partir del estadio 1 inicia
una disminución muy clara (tabla general, tabla n y gráficos 1 y 2). La erosión del M3
se muestra más avanzada en el estadio 1 al comunicarse las aristas de la parte labial.
Estos mismos rasgos distintivos se pueden aplicar en la separación de los estadios 1
y J . La altura de los Ml y M2 son diferentes, y la erosión del M3 comunica las dos
aristas del primer prisma por la parte anterior.
La altura máxima del M2 se alcanza en los estadios F, G y H, y a partir del 1
comienza a disminuir como consecuencia de la erosión de este mol~ (gráfico 6). En el
M3 la altura máxima corresponde a los estadios H, 1, J , y a partir del K se inicia la
disminución (gráfico 6); se puede observar que entre los estadios M y N faltan pasos
intermedios.
FASE IV:
Se inicia esta fase durante el quinto año de vida de la Capra pyrenaica, cuando
alcanza su madurez.
Las fases m y IV se diferencian por la altura de los molares, y únicamente en el
caso del M3 por el desgaste. Los molares de los estadios 1 y J de la Fase m presentan
una altura mayor que la de los molares del estadio K de la Fase IV, como se puede
comprobar en las tablas generales y en la tabla n. En cuanto al desgaste del M3 el
estadio J ·no presenta comunicadas todas las aristas, mientras que en el K, sí.
La separación de los.estadios de esta fase también se realiza a través de las alturas
de los molares.
FASE V:
Corresponde al período de vejez. Se inicia con la erosión av~da de los premolares y del Ml, que exponen la dentina en gran parte de la superficie oclusar.
Nuevamente es la altura, además de la avanzada erosión del Ml, el rasgo diferenciador de las Fases IV y V (ver tabla general, la tabla ll y gráfico 4).
Los dos estadios se diferencian fácilmente con el Ml por la erosión de este molar,
ya que en el estadio N la dentina cubre el primer o segundo prisma. Además de la
erosión, la altura separa claramente los dos estadios.
- 97-
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16
M. PEREZ RlPOLL
TABLA GENERAL
Evolución del desgaste y de la altura de los molares de la mandíbula.
Abreviaturas empleadas en la altura de los molares:
Hm4: Altura del m4.
Hl: Altura del Ml.
H2: Altura del M2.
H3: Altura del M3.
Hel: Altura de la escotadura lingual del segundo prisma del Ml.
He2: Altura de la escotadura lingual del segundo prisma del M2.
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DESGASTE MOLARES CAPRA PYRENAICA
2. Evolución del desgaste y de la altura de los molares del maxilar.
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[page-n-110]
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[page-n-114]
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DESGASTE MOLARES CAPRA PYRENAICA
33
TABLA l. Altura de los molares de la mandíbula
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5
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39
38
. 43
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11'3 - 16
7 - 11'8
15'3
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7 27
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- 31'2
. 29
- 29'5
27'8
27'5
22'8
4
7
19
4'2 - 7'2
2'5 - 3' 2
4'5
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2'8
1'4
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- 20
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5 1
- 7'5
16'5
8'3
4
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4
-
37
32'5
37'2
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.
-
34 . 36
33 . 37
26'8 . 34
34'8
34'8
29'1
. 23
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12'2
- 15
- 10'2 6'5
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1
TABLA 11. Altura de los m olares del maxilar
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Ml
X
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27'5 • 31'5
33'6
29'5
29'5
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28
24
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.
.
-
31'5
30
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25
31
27'1
28'4
24'5
22'8
2 38'5
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4 38'5
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L
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. 25'2
- 16
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15'2
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39
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. 41'2
32
31'5
39
39
40'6
27'5 . 34'6
24'5 - 27'2
31'1
25'7
8
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33
29
- 39
- 34
36
30'8
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8
20'3
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- 22'5
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[page-n-116]
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[page-n-121]
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-121 -
[page-n-122]
40
M. PEREZ RIPOLL
UN MODELO DE EDAD DE LA CAZA DE LA ((CAPRA PYRENAICAn
El trabajo del desgaste de los molares de las mandíbulas y maxilares, anteriormente expuesto, no trata de ser un estudio exhaustivo de la edad de todos los restos
molares de los tres yacimientos utilizados, sino que es el resultado de un muestreo
amplio para crear un modelo de desgaste secuencial. Vamos a ofrecer ahora la edad de
estas mandíbulas y maxilares, que, de la misma forma, no representan a períodos o
yacimientos concretos, sino que constituyen un modelo de la edad de las cabras
montesas abatidas por una comunidad cazadora, que podrá diferir mucho o poco de las
edades de un período concreto o de un yacimiento en estudio, aspecto que será objeto
de estudios comparativos, y que sirve para ofrecer una idea global de las pautas
selectivas ejercidas en este tipo de comunidad.
Los cuadros 1 y 11 muestran la edad de las mandíbulas y maxilares por fases y
estadios. Los porcentajes por estadios aparecen representados en el gráfico 7, que
señala con claridad tanto en las mandíbulas como en los maxilares que la edad
preferida en la caza en estos animales es la subadulta y la adulta (Fases m y IV,
respectivamente).
Los gráficos 8 y 9 de promedios acumulados comparan por estadios las tendencias
de las edades del maxilar y de la mand!'bula. Se comprueba que son muy semejantes, y
se observa la fiabilidad del muestreo al coincidir por separado los resultados de las dos
tendencias comparadas. Dicha evidencia se corrobora en el gráfico 10 por fases en el
que las tendencias casi se superponen.
De los cuadros y gráficos analizados se puede llegar a las siguientes deducciones:
Los animales muy jóvenes (Fase O) apenas están representados. La Fase 11 adquiere
más importancia, y el proceso culmina con la Fase ID. En esta última, la edad
subadulta adquiere una mayor relevancia, pues es más importante que la joven, y
proporcionalmente más que la adulta si tenemos en cuenta que ésta tiene aproximadamente una duración de diez años y la subadulta de dos, con lo que el margen de
posibilidades para que los animales adultos sean cazados es mayor. Evidentemente, el
resultado final de la caza depende de una serie de condicionamientos, tales como la
preferencia por determinadas edades, la práctica de una selección específica para el
control de las manadas, el oteo y el seguimiento de las manadas ya sea de machos
adultos y viejos y de hembras con sus crías; en el caso concreto de los gráficos, se nos
muestra que el cazador paleolítico prefiere abatir una pieza cuando ésta ha alcanzado
el mayor rendimiento en peso, evitando la caza de animales jóvenes, práctica que los
esquimales continúan empleando. Hay que añadir que los animales viejos tienen una
cierta importancia.
El gráfico 11 compara la tendencia del modelo propuesto con la del yacimiento de
La Cocina, calculada esta última con el NMI de la mandíbula, y la del Sector J-4 de la
Cova de l'Or, a partir también del NMI del mismo hueso. A nivel global se puede
observar que las tendencias del modelo y de La Cocina son semejantes, mientras que la
de la Cova de l'Or es muy diferente. En La Cocina aumenta la importancia de los
- 122 -
[page-n-123]
DESGASTE MOLARES CAPRA PYRENAICA
41
animales jóvenes y adultos respecto al modelo, pero sin grandes diferencias, mientras
que en Cova de l'Or los animales jóvenes alcanzan un acusado predominio, en especial
el grupo de los animales muy jóvenes. Esta diferencia es muy interesante a la hora de
establecer los procesos selectivos entre una comunidad cazadora y otra ganadera. No
existe una preocupación entre los ganaderos de Cova de l'Or por obtener unos
rendimientos óptimos en la carne de sus ovicaprinos, tal vez porque la situación de su
economía no lo necesita. Ahora bien, es preciso conocer si sucede igual en otros
yacimientos y en el Eneolítico y en la Edad del Bronce.
CUADRO l. Secuen cia d e edad de los maxilares
Número
%
Total por faae
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[page-n-124]
42
M. PEREZ RIPOLL
CUADRO ll. Secuencia de edad de las mandíbulas
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Número
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viejos
[page-n-125]
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[page-n-126]
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[page-n-127]
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Gráfico 11.- Dia¡rama acumulativo de los porcentajes de las ma.ndibulas (NMI) por fases.
[page-n-128]
[page-n-129]
•ÁRCHIVO DB PRBHJSTORIA LBVANTINA
v o1. xvm (VaJ.ocia. t888)
INOCENCIO SARRION MONTA:RANA
(Valencia)
NOTAS SOBRE UNA MORFOLOGIA DIFERENCIADA EN LOS RESTOS
OSEOS DE CAPRA PYRENAICA Y CAPRA HIRCUS
La Capra pyrenaica forma parte de uno de los bóvidos integrantes de la fauna
«cuaternaria)) (Villafranquiensa.Transición-Cuatemaria) (1), cuya inmigración sellevó a cabo en tomo al gran interglaciar Mindel-Riss, matizándose estos postulados con
las aportaciones de nuevos yacimientos coetáneos de los mismos, caso del Bos primigenius, especie «cuaternaria>> que se detecta en la (
En nuestro ámbito geográfico, el registro más antiguo que conocemos de la Capra
pyrenaica lo poséemos en el nivel superior de la Cova de la Bassa de Sant Llorenc de
Cullera (3), cuyo conjunto faunístico lo integramos en el Mindel-Riss, con paralelismos con Lunell-Viel (4). Asimismo, por orden cronológico, lo hallamos en el yacimiento de Molí de Mató, Agres (5), al que atribuimos una edad en tomo al Riss-Würm, sin
desechar una datación rissiense, siendo la especie predominante.
Durante y a partir del Pleistoceno Superior, esta especie forma parte de los
endemismos propios de yacimientos ubicados en zonas montañosas y toma el carácter
de fauna banal.
(1) M.F. BONIPAY: •Pauoe de tranaitioo du PI~ M01en de FYa-. Cadre paUodiiDadque, rrucla M.......UW.. Can~riatiq-.
Bullet.bs du MWIM d'Antbropolocle PribiltoriqiM de Monaeo, nllm. 22. Moueo, 19'79. p4.p. 6-18.
M.F. BONIPAY: oolnternlat.iona .,t.re lee IJ'8ft'Ña Caun• Plio-PI~ euruiatiquee et oripM ~ r.- ~--· Quatemaria.
XXI. Roma. 19'79, p4.p. 8-18.
(2) B. CRBOUT: teLa (aun. de ........UW. du &1-t pl4útocene ....,.., an""--en da la Cauva de I'Aftto (Tautevel, PyriD6ea
Orient&lee, Pn.nca)t. Compt..a a-tua da l'AcacWcM d. ~ ele Paria. t. 280, twrie D. Paria, 1880, p4.p. '1&1·7&4.
(3) L SARJUON: ttNota preu..ina.r eobn loa yaciaaieoco. palecm~ ~ . , la Rlben Baiu.. ValaGci». c-s.n- da
XXI. 1m, .,._.. 811, PL xxvn.
(&) L SARJUON, M. DUPllB, P. FUMANAL. P. O ARAY: dlyaciaiellto palecmtol6cico dal MoU da Mató, Acree. Valenda>t. Actaa da la 7.•.
R.wú6n eobn al Cuatemario. Santudar, 1887.
-129-
[page-n-130]
2
L SARRION
Desde el momento de su aparición en nuestra área se presenta tanto morfológica
como métricamente muy estable, poseyendo los cápridos del Pleistoceno Superior unas
dimensiones infeiiores a los cántabros (6), inferioridad que contrasta inversamente
con las dimensiones de las clavijas córneas que nos podrían hablar de morfotipos
propios de subespecies, las cuales podrían ser las precedentes de las que algunos
autores han dividido las cabra8 actuales peninsulares, pyrenaica, victoriae, hispanica,
.
~~
Sobre la Capra hircus diremos que por los registros arqueológicos se introduce en
la Península durante el Neolítico, e~ una fase ligeramente posterior a la oveja, Ovis
aries, siendo la entidad de los restos netamente inferiores a los de esta última, al
menos en estos primeros tiempos.
Ultimamente, algunos autores han querido ver en la Capra pyrenaica el ancestro
filogenético de la Capra hircus, mediante un proceso evolutivo producido por el hecho
de la domesticación, que observando las variaciones morfológicas entre ambas le
otorgarían, a dicha especie, una gran «velocidad evolutiva)) a todas luces impensable
dados los precedentes.
Para la diferenciación entre ambas especies se ha empleado generalmente el
criterio métrico, con la consabida dificultad de separar los mínimos de hembras de C.
pyrenaica con los máximos de machos de C. hircus, exceptuando a las clavijas córneas
que en la C. pyrenaica son de sección de tendencia circular con la quilla dirigida hacia
su cara interno-posterior, y la C. hircus aplanada en forma de segmento, con la quilla
en posición interno-anterior.
Al margen de las diferenciaciones de las clavijas córneas hemos observado otras
variaciones, motivo de este artículo, centradas en los metapodios, tarsales, primeras
falanges y la entidad del P/2. Sobre este último hemos apreciado que en la C. pyrenaica
tiene un carácter inicialmente regresivo, dadas en líneas generales la poca entidad de
las raíces, desprendiéndose fácilmente de sus cavidades alveolares. De hecho hemos
hallado dos restos mandibulares careciendo de P/2, Molí Mató y Cueva Merino (7). Por
el contrario, en la C. hircus el P/2 se manifiesta con una normal inserción alveolar que
repercute en su longitud mesio-distal, de lo que se desprende, en este caso, que la C.
pyrenaica presenta un estadio más evolucionado que la C. hircus.
Hemos realizado un índice que reflejara estos hechos en base a la longitud alveolar
del P/2 X 100/ por longitud del P/3 oclusal, dándonos una media de 52'84 (21) en la C.
pyrenaica, por 63'33 (6) en la C. hircus.
A nivel de metapodios, observamos una diferenciación en su tercio distal, límite
epifisario y fosetas supraarticulares, sobre todo en las recayentes a las partes centrales, es decir mesiales o axiales. Estos hechos se aprecian perfectamente en los MC..(fig.
(8) J. ALTUNA:~ MXIMI.W..Ie oquelette JIOOI!eepbalique ele C. pynnaica JMDC!ant le WilnllllnaiJO. Mwúbe, allo 80, núm. f . San
1$78, pq.. 201·214.
(7) l. SARRION: «Le (aune clel Wilnll Superior ele la Cueva Merillo (Doe A¡uu, Valenela)ot. LeJ>iu. nW... 18. Val.,cia, 19114, pq.. Sl-36.
SebutWI.
- 130 -
[page-n-131]
3
MORFOLOGIA DIFERENCIADA CAPRA PYRENAICA Y CAPRA HIRCUS
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2
1
Fig. l . -Metacarpo derecho de Capra pyrUUlica (1) y Capra hircu1 (2). T .n.
-131-
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l. SARRION
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Fig. 2.-Cara plantar de utrágalo derecho de C. pyrnulico (3) y utrágalo izquierdo de C. ltircus <•>· Cara
lateral y sección transvenal tr6clea plantar de astrágalo derecho de C. pymulica (S) y C. húcus (6).
T.n.
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Fig. S.~ortes transversales de la tr6clea plantar de astrágalos de C. pyrenaica (a-e) y C. llircus (fj). a y b: Pleistoceno superior cántabro; e y d: Pleistoceno superior levantino; e : Actual; f:
Neolítico; g : Eneolítico; b: Edad del Bronce; i : Cultura Ibérica; j: Actual. T .n.
-132 -
[page-n-133]
MORFOLOOIA DIFERENCIADA CAPRA PYRENAICA Y CAPRA HIRCUS
S
1). En la C. pyrenaica, la diáfisis en su tercio distal es lisa sin apenas protuberancias
epifisarias (fig. 1, 1, b), enlazando' con la articulación en su parte mesial sin apenas
fosetas supraarticulares (fig. 1, 1, a). Estas, por el contrario, aparecen marcadísimas en
la C. hircus (fig. 1, 2, a'), que, sumadas a las protuberancias centrales epifisarias (fig. 1,
2, b'), dan una morfología diferenciativa. Observados los metacarpos de perfil, se
aprecia en la C. pyrenaica una cara dorsal rectilínea con una articulación distal
sobresaliente, mientras que en la C. hircus, a partir de su tercio distal, se inicia una
curvatura cuyo punto culminante es la sutura epifisaria, para descender hacia la
foseta supraarticular. Prolongando hipotéticamente esta línea dorsal, en la C. pyrenai·
ca corta la articulación (fig. 1, 1, e), mientras que en la C. hircus la roza o sobrepasa
(fig. 1, 2, e'). Estas mismas diferenciaciones se aprecian en los metatarsos aunque·
menos acentuadas.
En las primeras falanges, tanto anteriores como posteriores, en C. pyrenaica los
bordes axial-palmar y plantar, y periféricos-palmar y plantar, sobre todo estos últimos,
son más redondeados que los de C. hircus, resultando, por tanto, una cara palmar o
plantar más redondeada en la primera y más rectilínea en la segunda.
Otras tantas diferenciaciones se manifiestan en los astrágalos y calcáneos. En los
primeros, la principal diferenciación estriba en el borde formado por la articulación
tróclea-planta.r y lateral (fig. 2, e, e') (fig. 3, e, o'). En la C. pyrenaica, éste es
redondeado como un verdugón (fig. 2, 3 y 6, e) (fig. 3, 7, a á e), mientras que en la C.
hircus, la faceta recayente a la carilla lateral es más o menos redondeada pero siempre
comprimida, formando a veces una arista en el borde con la tróclea plantar (fig. 2, 4 y
6', e') (fig. 3, 7, f á j). Asimismo, en la cara plantar la corredera longitudinal es más
acentuada en C. pyrenaica (fig. 2,3 y 5, a) que en C. hircus (fig. 2,4 y 6, a'), hecho que se
aprecia en las sec~iones de la figura 3. Otro detalle diferenciativo consiste en el seno
formado por la unión de la tróclea plantar con la tróclea proximal, punto de contacto
del proceso coracoideo del calcáneo: es más profundo y agudizado en C. pyrenaica (fig.
2, 3, b'), siendo más aplanado en C. hircus (fig. 2, 4, b'). Otra diferenciación, aunque
secundaria, la posee la faceta lateral distal, la cual en C. pyrenaica es alargada de
tendencia «arriñonada)) (fig. 2, 6, e), mientras que en C. hircus, en un gran porcentaje,
es de forma romboidal (fig. 2, 6, e').
En el astrágalo, el «Positivo)) que representa el borde formado por la trócleaplantar y lateral, se manifiesta en «negativo)) en el calcáneo en el borde correspondiente al «proceso coracoideo-articulación maleolar)), siempre redondeado en la C.
pyrenaica (fig. 4, 8-9, a), y anguloso o comprimido en C. hircus (fig. 4, 10-11, a'). A su
vez, el borde del proceso coracoidal es curvilíneo en C. pyrenaíca (fig. 4, 8-9, b),
mientras que en C. hircus es rectilíneo (fig. 4, 10-11, b'). Asimismo, en la cavidad
articular para la tróclea del astrágalo, en su parte proximal se aprecia en C. pyrenaica
toda la articulación unificada (fig. 4, 8-9, e), mientras que en C. hircus el extremo
mesial de la articulación es muy caído, formando una ligera cresta, como dividiendo la
articulación en dos facetas, inexistentes en la C. pyrenaica (fig. 4, 10-11, e').
- 133-
[page-n-134]
l. SARRION
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Flg. 4.-Calcáneos derechos de C. pymfllica (8 y 9) y C. hircus (10 y 11). 8 y 10:
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9 y 11:
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T.n.
Las peculiaridades apuntadas se hallan presentes, globalmente y de una manera
constante, en los restos óseos contrastados, tanto en los antiguos pleistocénicos como
en los actuales, y en las diferentes áreas geográficas, cántabra, levantina, andaluza,
etc. Por todo ello, consideramos que estas diferenciaciones, unidas a otras evidentes
como la morfología de la clavija córnea y lo regresivo del P/2, indican claramente una
especie distinta con un ancestro común, al que habría que remontar por lo menos al
Pleistoceno Inferior, con una posterior especiación geográfica, al margen de los
períodos Holocenos y la manipulación antrópica.
- 134 -
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ARCHIVO DE PRBHI8TORIA LBVANTINA
Vol. XVIU (VaJ.aeia, 1888)
JOSE M.a SOLER GARCIA
(Villena)
LA CUEVA DEL CABEZO DE LOS SECOS
Debemos el conocimiento' de este yacimiento a Francisco Brotons Yagüe y Rafael
Méndez Ortiz, licenciados ambos por la Universidad de Murcia, quienes, en febrero de
1987, nos hicieron entrega de un lote de objetos que habían recogido durante la
exploración superficial de una cueva existente en el que llamaron Cabezo de la Casa
de Luna, casi en la línea divisoria entre Villena y Yecla, límite en el que, más al Sur,
se abre la Cueva del Lagrimal.
Consistía el lote en un núcleo de sílex oscuro con numerosas huellas de uso (fig. 2a,
núm. 1); una «tableta de avivamiento>> en sílex pardo oscuro (fig. 2a, núm. 2); una
pequeña lasca negruzca y, como pieza excepcional, una hoja truncada de sUex melado
de 11 centímetros de longitud y 2'5 centímetros de anchura, con retoques menudos,
casi abruptos, en los dos filos del plano de lascado y en la truncadura distal (fig. 2b,
núm. 5). Se completaba el lote con dos pequeños fragmentos de hueso, uno de ellos con
probable alisado; un trozo de cerámica a torno, de interior negruzco y superficie parda;
otro fragmento de cerámica a mano tosca, oscura, perteneciente a una vasija de base
aplanada; otro de color gris pardo, de superficie alisada, y un fragmento casi cuadrado,
con pa. ta color pardo, de buena calidad, y decoración cardial en espiga bajo dos surcos
s
paralelos (lám. II, A).
La aparición de este fragmento era una de las novedades que daban especial interés
al yacimiento, porque, como ya comentamos en un trabajo anterior (1), la cerámica
cardial no había aparecido en ninguna de las numerosas cuevas exploradas en la
comarca, incluida la del Lagrimal, pero era, en cambio, muy abundante en yacimientos
de llanura, como Casa de Lara y Arenal de la Virgen.
(1) J . M. SOLER GARCIA: •El l!neolltico .., Villena•. Valencia. 1981.
-135-
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J. M. SOLER OARCIA
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[page-n-137]
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CUEVA CABEZO DE LOS SECOS
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Fi¡. s.-A: Núcleo• de sile:r;. B: Hojal de snu.
- 137-
5
[page-n-138]
4
J. M. SOLER GARCIA
El1 de marzo de 1987 accedimos al yacimiento en compañía de sus descubridores.
No se hallaba, como nos dijeron, en el Cabezo de la Casa de Luna, aunque con este
nombre signamos los primeros materiales, sino algo más al Oeste, al parecer en el
llamado Cabezo de los Secos, escarpes occidentales de la Sierra de Enmedio. Es éste un
extremo que habrá que comprobar más detenidamente.
Se trataba de dos cavidades contiguas separadas por un trozo de roca (lám. 1, A), a
escasos metros del llano, por donde discurre el llamado «Camino de Granada», que
conduce hacia el SE a través del altiplano Yecla.Jumilla.
La cueva oriental (lá.m. 1, A), que era la mayor, carecía de sedimento arqueológico,
pues su piso era la roca viva, aunque sus paredes estaban oscurecidas por el fuego. La
occidental (lám. 1, A y B) se hallaba a menor altura y no se divisaba desde el llano a
causa de la vegetación.
Se trata de una cavidad de planta ligeramente elíptica (fig. 1), con 5'30 metros de
dimensión máxima Este-Oeste, 4'50 de Norte a Sur, 2'80 de boca y 1'35 de altura en la
entrada. El relleno era de tierras oscuras cenicientas con piedras y una potencia
máxima de 30 centímetros, estrato en el que se presentaban los materiales prehistóricos y medievales en completo revoltijo.
Hacia el fondo de la cavidad, la roca del piso se hunde en escalón para formar una
especie de canal que se dirige hacia el NO. Corrientes de aire nos indicaban la
existencia de alguna otra comunicación con el exterior, que puede ser una cavidad
rellena de grandes piedras que se abre a unos 12 metros al Norte de la cueva (lá.m. IT,
B). Entre las tierras de esta especie de sima extraídas por los animales, había numerosos huesos de fauna, un trozo de hueso largo y un temporal, ambos humanos.
Auxiliados por nuestros habituales colaboradores María Dolores Vargas, María
Teresa Flor, Laura Hernández, Miguel Flor, José Hernández Salguero y Francisco
Torró, practicamos diversas catas en ese estrato único, que sólo en algunos casos
alcanzaron los 30 centímetros de espesor. Se dejó un testigo intacto, de dos metros de
longitud, a la entrada de la cueva.
Los materiales encontrados fueron los siguientes:
Huesos humanos:
1 calvaría.
2 pequeños trozos de cráneo.
1 hueso temporal.
1 vertebral.
1 trozo de hueso largo.
10 piezas dentarias.
Sílex:
4 núcleos (fig. 2a, núms. 1 y 3).
2 tabletas de avivamiento (fig. 2a, núm. 2, y fig. 4, núm. 2).
1 buril central (fig. 4, núm. 4).
-138-
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CUEVA CABEZO DE LOS SI:.COS
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Fig. S.- Hojas de silex.
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J. M. SOLER GARCIA
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Fig. 4.- 5, .cColumbella» perforada. 6, cuenta de piedra. Reato, piezas de ailex.
- 140-
[page-n-141]
CUEVA CABEZO DE LOS SECOS
7
1 buril lateral (fig. 4, núm. 7).
1 denticulado (fig. 4, núm. 8).
1 raedera convexa (fig. 4, núm. 15).
2 raspadores en extremo de lasca (fig. 4, núms. 3 y 12).
1 cepillo en pequeña lasca cortical (fig. 4, núm. 1).
1 media luna alargada de borde rebajado (fig. 4, núm. 13).
1 trapecio con las puntas fragmentadas (fig. 4, núm. 14).
44 hojas de diversos tamaños, entre las que destaca la de 11 cm. ya mencionada
(fig. 2b, núms. 1 al 5; fig. 3, núms. 1 al 33, y fig. 4, núms. 9, 11, 16 y 17). De estas
últimas, las núms. 9, 11 y 17 son microlíticas, con retoque menudo en el filo
derecho, y la núm. 6 lleva retoque inverso en la truncadura.
118 lascas amorfas.
Concha:
1 «columbella rustica)) con perforación irregular (fig. 4, núm. 5).
60 ejemplares de helix.
Adornos:
Aparte de la «columbella)) ya mencionada, una cuenta de collar de piedra blanquecina con perforación central (fig. 4, núm. 6).
Objetos diversos:
Una barrita metálica con extremos abultados y ranura central.
Un fragmel}to de hueso aplanado, muy pulido, con incisiones onduladas en una de
las caras.
Un fragmento de hueso de sección triangular muy bruñido.
Cerámica a mano:
1 borde d~ cuenco parabólico (fig. 5, núm. 2).
1 borde de cuenco hemiesférico (fig. 5, núm. 4).
2 fragmentos de cuencos con borde recto (fig. 5, núms. 1 y 3).
2 bordes de vasijas glo~ulares con cuello indicado (fig. 5, núms. 5 y 6).
2 fragmentos de cuerpos globulares (fig. 5, núms. 7 y 8).
4 fragmentos de vasijas toscas de base aplanada (fig. 5, núms. 9, 10 y 11).
1 fragmento de color pardo con decoración cardial (lám. II, A).
40 fragmentos amorfos.
Cerámica a torno:
2 fragmentos de pasta parda con vedrío verde por ambas caras (fig. 7, núms. 1 y 2).
5 fragmentos de pasta pardo-rojiza, con vedrío verde mate por la cara interna y
parte de la externa (fig. 7, núms. 1 y 2).
2 fragmentos pardo-rojizos con pintura a la almagra (fig. 7, núm. 3).
-141-
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J. M. SOLER GARCIA
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Fig. 6.-CerAmicas a torno, lisas y acanaladas.
[page-n-144]
J . M. SOLER GARCIA
10
1 fragmento con vestigios de pintura rojiza (fig. 7, núm. 5).
2 fragmentos de pasta grisácea con pintura negruzca (fig. 7, núm. 6).
3 fragmentos pardos con línea incisa (fig. 7, núm. 4}.
1 fragmento de pasta rojiza y superficie gris, con zona acanalada (fig. 6, núm. 1).
1 fragmento rojizo acanalado (fig. 6, núm. 12}.
2 fragmentos, gris y ocre, de base plana (fig. 6, núms. 10 y 11).
2 fragmentos grises de base plana (fig. 6, núms. 7, 8 y 9).
1 fragmento pardo con anillo basal (fig. 6, núm. 6).
1 fragmento gris de borde abultado (fig. 6, núm. 5).
1 fragmento pardo de cuerpo globular (fig. 6, núm. 3).
1 fragmento globular ocre, con arranque de asa (fig. 6, núm. 2).
1 fragmento de borde fino, gris (fig. 6, núm. 4).
12 fragmentos con vedrío melado por la cara interna.
4 fragmentos con vedrío melado por ambas caras.
3 fragmentos con vedrío amarillo.
74 fragmentos corrientes, bizcochados.
CONCLUSIONES PROVISIONALES
Son muchas las dudas surgidas que todavía no han podido ser resueltas. En primer
lugar, no acabamos de entender por qué no se ocup6 la cueva oriental, que es más
amplia y cómoda que la otra. Por esta circunstancia, y porque sus paredes quemadas
atestiguan una prolongada ocupación, hemos llegado a pensar que el sedimento más
antiguo ha sido eliminado y sus restos derramados ladera abajo, y así parece confirmarlo el hallazgo, en una ligera prospección por esa ladera, de los siguientes objetos:
S!lex:
1
1
1
9
6
pequeño núcleo marrón muy golpeado.
raspador circular de sílex gris.
núcleo cortical también gris.
lascas con retpques irregulares.
lasquillas menudas.
Cuarcita:
1
1
1
2
canto gris con huellas de lascado.
canto partido de color marrón.
canto violáceo muy golpeado.
lascas desprendidas de este último.
Cerámica a mano:
5 pequeños fragmentos grises muy rodados.
-1 44 -
[page-n-145]
CUEVA CABEZO DE LoS SECOS
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Fig. 7.-Cerámicas a torno, vidriadas, pintadas e incisas.
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[page-n-146]
J. M. SOLER GARCIA
12
Cerámica a torno:
1 tiesto con vedrío melado.
70 fragmentos bizcochados.
2 fragmentos acanalados.
Es un conjunto, como se ve, muy similar al obtenido en la prospección de la cueva
occidental.
No han aparecido, en estas rebuscas superficiales, huesos humanos, y esto, unido a
su escasez en la propia cueva, nos hace dudar de que se trate de una cueva de
enterramientos colectivos, comparable a las numerosas que existen en la comarca, ya
que los escasos huesos hallados hasta ahora pueden pertenecer a enterramientos
recientes. Esto explicaría también la falta de flechas de sílex y de instrumentos de
piedra pulimentada. Pero todo ello debe quedar en suspenso hasta que se explore la
oquedad de las cercanías.
Lo que se puede asegurar es que el conjunto del sílex se encuadra perfectamente en
el Mesolítico Ila de la sistematización que proponíamos en 19B1 (2), que tiene sus más
exactos paralelos en el Pinar de Tarruella, Arenal de la Virgen, Casa de Lara y Estrato
m de la Cueva del Lagrimal, alguno de los cuales no llegó a neolitizarse, como sucede
en el primero. En la Cueva del Lagrimal, el tránsito se produjo con la adquisición de
cerámicas lisas e incisas, y en los yacimientos de llanura - Lara y Arenal-, con esos
mismos elementos y la asimilación de las cerámicas decoradas de todos los tipos,
incluidos los cardiales.
Hemos querido dejar constancia de este nuevo yacimiento en homenaje a Domingo
Fletcher, uno de los primeros en señalar las dos facies del Mesolítico levantino
caracterizadas por la presencia o ausencia de los microlitos geométricos, que en la
comarca de Villena aparecieron aisladas y bastante puras en las dos cuevas, Grande y
Pequeña, de la Huesa Tacaña, y perfectamente unidas en el Pinar de Tarruella, Arenal
de la Virgen, Casa de Lara y Estrato m de la Cueva del Lagrimal. Ahora lo hacen de
nuevo en este pequeño yacimiento que acabamos de presentar.
(2) SOLBR GAitCIA: Op. cit. en la nota 1,
pq.
128.
- 146 -
[page-n-147]
J . M . SOLER.-cabezo de los Secos
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[page-n-148]
J . M. SOLER.-cabezo de los Secos
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a : Fragmento de cerámica con decoración cardial.
b: Cavidad en la ladera Norte.
Jcm .
[page-n-149]
ARCHIVO DE PRBBJSTORIA LEVANTINA
Vol. XVIn (Val elida. 1988)
MAURO S. HERNANDEZ PEREZ
ELlA ALBEROLA BELDA
(Alicante)
LEDUA (NOVELDA, ALACANT): UN YACIMIENTO DE LLANURA
EN EL NEOLITICO VALENCIANO
El cultivo de la uva de mesa ha alterado en profundidad el paisaje rural de las
tierras bajas del Medio Vinalopó (figuras 1 y 2) con las asiduas remociones de las
tierras y las consiguientes modificaciones de los antiguos bancales dedicados a una
agricultura de secano. Durante estas labores se suelen localiza\- abundantes yacimientos arqueológicos, en su mayoría de época ibérica y romana (1), aunque no escasean
los prehistóricos. En otra ocasión (2) hemos hecho referencia a estos hallazgos,
constatando la presencia de un hábitat de llanura durante el Eneolítico, del que ya
teníamos noticias, muy confusas, desde principios de siglo.
Con ocasión de uno de estos trabajos en la parcela 59 del Polígono 19, Sección D del
mapa catastral de Novelda, en la Partida de Ledua (figura 3 y lámina 1 a), uno de
nosotros (E. Alberola) tuvo noticias del hallazgo de varios fragmentos cerámicos
pertenecientes a una vasija con decoración incisa e impresa que confirmaba la presencia humana durante el Neolítico en el Vinalopó medio.
La importancia del hallazgo, ya que el número registrado de poblados de llanura en
el Neolítico valenciano es muy reducido, y la presencia en superficie de abundantes
manchas de tierras grisáceas con ofitas y abundantes cantos rodados, algunos partidos
por la acción del fuego (lámina 1 b), nos ip.dujo a realizar una excavación de urgencia,
(1) L. ABA D CASAL: • E l Campe~>t. Alquoolocía en Alicante. Alicante. 1986. p6p. 106-107.
J. RIBELLES: •Una twnba ibérica en la cuenca media del Vinalopóoo. Instituto de Eatudioa AlicantinO&. 24. Alicante. 1978. p&p. 29-33.
N. ROSBU.O: .v~. Alqu eolosfa "" Al~te. Alicante. 1986. p6p. 1ÍOol ll.
(2) M. S. HBRNANDEZ PBREZ: • El poblamiento prehistórico de Aspe>o. Upanel. l . Aape. 1984. p&p. 2-4.
-149-
[page-n-150]
2
M. S. HERNANDEZYEALBEROLA
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[page-n-151]
LEDUA
8
para la que se contó con los correspondientes permisos de la Dirección General del
Patrimonio Artístico de la Generalitat Valenciana y del propietario de la parcela, D.
Martín Pérez Detell, quien nos facilitó extraordinariamente los trabajos, en el que
colaboraron \m nutrido número de alumnos de Historia de la Universidad de Alicante (3).
Esta parcela 59, prácticamente horizontal, se ubica a escasos metros de la margen
izquierda del río Vinalop6. El acceso se realiza a través de un camino que parte del
puente de la carretera N-325 sobre dicho río. En uno de sus lados se levanta una
pequeña casa y aproximadamente en su centro la base de un poste del tendido
eléctrico, que sería utilizado como Punto O durante nuestra excavación. Una antigua
acequia, abierta en la tierra, la recorre de Oeste a Este.
Se practicaron cuatro cortes. Su ubicación se eligió en razón a la mayor concentración de las aludidas manchas de tierras grises y piedra y, en el caso, del Corte 4 por ser
el punto donde se hallaron los fragmentos cerámicos (figura 4).
En el Corte 1, de 6 x 6 m., la huella del arado alcanzó hasta la tierra virgen. No se
observaron, a pesar de ser en superficie el lugar de mayor concentración de manchas
de tierras grises y piedras, restos prehistóricos y sí numerosos fragmentos de cerámicas modernas y de fauna terrestre, que deben relacionarse con la casa próxima.
En el Corte 2, de 5 x 4 m., se alcanzó una profundidad máxima de 1'45 m. en
relación con el Punto O. A 0'95 m. se localizó una capa de piedras de pequeño tamaño
(lámina II a), que al igual que otra a 1'18 m. (lámina II b), se agrupaban a lo largo de la
parte central del corte. Estas apenas habían sido desplazadas por las rejas del arado.
Entre la primera capa de piedras se localizaron dos fragmentos de cerámica, uno de
ellos amorfo y el otro un pequeño borde con el labio curvo. Cinco fragmentos cerámicos, pequeños y amorfos, se hallaron en la segunda capa de piedras. El tratamiento de
estas cerámicas, heehas a mano, es poco cuidado, tanto en la pasta, en la que son
abundantes los pequeños desgrasantes, como en las superficies.
El Corte 3, de 6 x 2 m., se ubica en las proximidades del ángulo SE de la parcela, en
un punto donde el arado había profun~do menos por las dificultades de maniobrar.
Entre 0'90 y 1'06 m. de profundidad se localizaron varias piedras y fragmentos de barro
que rodeaban una mancha de tierras oscuras que se adentraban en el perfil y que se
correspondían, tal como se pudo comprobar al continuar la excavación, con un posible
fondo de cabaña o silo, en cuyo interior no se halló material arqueológico. En cambio,
fuera de esta mancha y a la altura en que se iniciaba, se localizaron cuatro pequeños
fragmentos de huesos de ovicrápidos, once láminas de sílex de pequeño tamaño,
carentes de retoques y sin señales de uso, y tres fragmentos de cerámica, dos de ellos
amorfos y el tercero decorado con incisiones paralelas y poco profundas. El tratamiento de pasta y superficie es similar a los registrados en el Corte 2.
(8) Colaboraron en loe tnbejoe de campo M. Aeenai IIIMta. M.• del C. Brotona Garcla. M. A. Oarcla Bebia, J. M.• FerriDclis Rui&. F. J. Jover
Ma..tre, J . A. Lópa Mira, J. A. Lópa PaciUla, B. Lópes PaciUia, F. Lozano Olivu., L QuiiM Calero, R. Peñalver Lópes, M. A. Pellarrubia
Oarcla, A. Pulrcerver, O. Serura Herrero, R. Seva ~n.leabel Tejera Martln y Trinidad Tortoaa Rocamore. De la planimetrla M encarr6 J. L
Simón Oarc{a.
-151-
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M. S. HERNANDEZ Y E . ALBEROLA
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Fig. 3.- Pollgono 19, Sección D del mapa catastral de Novelda. La excavación se realizó en la
parcela 59.
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M. S. HERNANDEZ Y E. ALBEROLA
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LEDUA
7
En el Corte 4, de 4'5 x 3 m., la reja del arado había alterado en profundidad el
relleno, siendo posible que parte de las tierras de este sector procedan de otros puntos
de la parcela al existir con anterioridad en esta zona de la parcela un bancal hoy
desaparecido. Fue en este punto donde se hallaron varios fragmentos cerámicos que
formaban parte de una vasija de cuerpo de tendencia esférica con cuello, borde
ligeramente exvasado y extremo curvo con dos asas anulares verticales. La superficie
externa se encuentra erosionada en algunos puntos y conserva en otros restos de
engobe rojo. Su decoración está constituida en la parte central del cuello por banda
horizontal formada por tres líneas incisas paralelas delimitada en la parte superior por
otras de impresiones discontinuas y en la inferior por triángulos rellenos de impresiones, que no rodean la totalidad del cuello al interrumpirse por varias bandas verticales: de impresiones discontinuas, dos columnas delimitadas por incisones y rellenas de
impresiones y una incisión con impresiones discontinuas perpendiculares a uno de sus
bordes. El hombro de la vasija, ligeramente engrosado, se decora en su parte superior
con línea de impresiones discontinuas y en la inferior por una banda de impresiones de
instrumento de tres puntas, separada por tres líneas incisas horizontales de otra
similar, aunque en distinta orientación. Dos líneas incisas las delimitan por su parte
baja, de la que arranca una decoración alternante de zonas lisas y columnas verticales
formadas por dos líneas incisas rellenas de impresiones de instrumento de tres puntas.
Esta decoración vertical alterna con otra constituida por líneas de triángulos invertidos, cuya base se adosa a líneas horizontales incisas, en dos de los cuales se marca en
su parte superior otras lineas de impresión discontinuas. Esta misma asociación de
líneas impresa e incisa se encuentra, asimismo, en uno de los lados que delimita este
bloque decorativo, mientras en el otro sólo existe una incisión vertical. Cierra esta
decoración en su parte inferior una barra vertical de impresiones de instrumento en
espiga, que parece interrumpirse al alcanzar la zona decorada con triángulo. Esta
decoración se encuentra rellena en algunos puntos por pasta blanca (figura 5).
Escasa información nos ofrece este nuevo yacimiento. La forma y decoración de la
vasija, en la que no está presente la decoración impresa cardial, nos permite situarla
en un momento avanzado del Neolítico antiguo e inicios de Neolítico medio, según la
periodización tradicional para el Neolítico valenciano (4), o en el Neolítico IA2-IB1
(5), fechándola, por tanto, entre los últimos siglos del V milenio y los primeros del IV.
El yacimiento parece tratarse de un hábitat de llanura, del que por el momento poco
podemos precisar, ya que las estructuras de habitación han sido arrasadas por el
arado. La acumulación de piedras del Corte 2 debe relacionarse con restos de antiguos
muros, en los que, a juzgar por los hallazgos del Corte 3, también se utilizaría el barro.
Podría tratarse de cabañas frágiles, ligeramente rehundidas, o asociadas a silos, tal
(4) B. MAR'l'l: •Neolitización y Neolltico Antiguo en la zona oriental de la Penlnaula Ibérica•. lA Néolithique anden mfditerranéen.
1982. p4p. 97·107.
B. MARTI i J . JUAN CABANILLES: •El Neolhic Valmcia. Ele primen a¡rriculto,. i ran~adetS~t. Valencia, 1987. p6¡e. 87·96.
(5) J. BERNABEU: •El Neolllico en lae comarcas meridionales del País Valenciano-. El Neol!lico en Esp&fla. Madrid. 1988. pép. 131·166.
Mont~llier,
-155-
[page-n-156]
8
M. S. HERNANDEZ Y E. ALBEROLA
como se ha señalado para el Eneolítico (6). El poblado debió extenderse por las
parcelas vecinas, ya que en una de ellas -la 111 (figura 3)- también localizamos, que
se encontraba arada en profundidad, idénticas manchas de tierras grises, ofitas y
cantos de río. En otras parcelas, según noticias que no hemos podido confirmar, se han
recogido hachas de piedra pulimentada. En Ledua existió, por tanto, un poblado del
Neolítico antiguo o inicios del medio, ubicado en una suave pendiente que descendía
hacia el río Vinalopó.
Se conoce la existencia de varios asentamientos de llanura en el Neolítico valenciano, aunque en su mayoría se feclian en el Neolítico medio y final. Se exceptuaban los
asentamientos del Arenal de la Virgen y Casa de Lara, ambos en Villena (Alicante),
donde la presencia de cerámica cardial indicaba una ocupación antigua, si bien en
ningún caso podrían señalarse estructuras de habitación (7). El hallazgo de cerámicas
impresas e incisas en La Alcudia de Elche (8), que podríamos fechar en los mismos
momentos de Ledua, también nos confmna la existencia de un hábitat de llanura en el
curso bajo del río Vinalopó. De este modo, esta cuenca fluvial se nos presenta como un
importante núcleo de asentamientos de llanura a partir del Neolítico antiguo, siendo
por el momento los más antiguos, los de Villena. Todos deben ponerse en relación con
el agua, ya sea del propio río que discurre a escasos metros de su ubicación -Alcudia
y Ledua- o de la Laguna de Villena - Casa de Lara y Arenal de la Virgen-. Con
estos yacimientos, en los que en ningún caso puedan señalarse las estructuras de
habitación salvo los escasos restos de Ledua, podemos confirmar la existencia en el
País Valenciano, tal como ocurre en otras zonas de la Península Ibérica (9), de un
hábitat de llanura desde el Neolítico antigo, coexistiendo con otros en cueva, por el
momento ausente de esta zona.
(6) B. MARTC •El nacimiento da la apicultura en el Paia Valencia"""· Valencia, 1983. p6p. 80-74.
J . U.. PASCUAL: .X.. Jovadea (Cocentaina). Notes pera r ..tudi del poblament en.oUtie a la eonea del riu d'Aieoío. El En.oUtico en el
Pala Valenciano. Alcoy, 1888. ~ 78-87.
(1) J . M.• SOLER GARCIA: cVillena. Prehiatoria-Hiatoria-MomuDentoP. Alicante, 1976. p6p. 24-36.
(8) A. RAMOS: Q>reoencia neoUtiea en La Alcudia de Elch.... Ac:tu da! XfX Concr-o Nacional de Arc¡ueoJotía (en prenaa). •
(9) L RUBIO DE MIGUEL: •BD torno a la problemttiea del hibitat al aire libre en el Neolltieo peninaUW.. Cuadernoe de Prehietoria y
Arc¡uaolosia. 11·12, voL L Madrid, 1964-8$. ~ 163-161.
-156-
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M. S. HERNANDEZ Y E. ALBEROLA.- Ledua
a.- Ledua. Aspecto gene1·al de la parcela.
b.- Ledua. Una de las acumulaciones de piedras y tierras grises.
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M. S. HERNANDEZ Y E. ALBEROLA.-Ledua
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ARCHIVO DB PREHISTORIA LBVANTINA
Vol. XV1D (Valencia, 1988)
J. BERNABEU, l. GUITART Y J. Ll. PASCUAL
(Valencia)
EL PAIS VALENCIANO ENTRE· EL FINAL DEL NEOLITICO
Y LA EDAD DEL BRONCE
No hace mucho, en el marco del coloquio que sobre el Eneolítico Valenciano se
realizó en Alcoy, uno de nosotros (1) proponía la revisión del concepto de Eneolítico
en su aplicación tradicional al caso concreto del País Valenciano; se consideraba
entonces que los rasgos definidores que, en su día, Pla (2) utilizara para la caracterización del período como una entidad cultural diferenciada del Neolítico, habían perdido
parte de su significado al aparecer también en contextos claramente neolíticos; así, las
puntas de flecha, los enterramientos colectivos en cuevas naturales y la generalización del hábitat en poblados, generalmente situados en las tierras bajas - los tres
rasgos básicos en la definición-, comenzaban a constatarse ya con anterioridad, al
menos desde fines del IV milenio a.C. Este hecho, por otra parte, venía a relacionar
nuestra secuencia con un fenómen<;> más general visible en el Mediterráneo Occidental, donde estos rasgos, como veremos más adelante, están presentes ya en las diferentes culturas del Neolítico Medio o Final, según las nomenclaturas.
Aunque pueda extrañar a primera vista, la presencia del metal y menos aún de la
metalurgia, no podía desempAñar, ni antes ni ahora, un papel esencial en la defmición
de este período; y ello por una simple razón: en los contextos propios de la segunda
mitad del m milenio a.C., el metal es muy escaso y la metalurgia aún inexistente.
Fue en base a estas circunstancias que se propuso considerar al Eneolítico en el
País Valenciano, no tanto como una cultura dife.renciada, sino como una suerte de
período evolutivo dentro de las culturas finales del Neolítico, si bien con la partícula-
(1) J . BBRNABBU: •Bl Eneolltico ValebciaDo: ¿Horúonte eultural o crooolótico?». Actea del coloquio de Akoi. lnatituto Ju.an GU-Aibert.
AHca.n te, 1986. pq.. 3 y -.
(2) E. PLA: «lA covacha de Riben (Cullera, VaieDcia)oo. Archivo de Pr-ebiotoria Levantina. VIL Valencia. 1868, pq,o. 2S 1 ...
-159-
[page-n-160]
2
J. BERNABBU, 1 GUITART Y J. LL. PASCUAL
Fig. 1. -Yacimientos citados en el texto:
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S: Puntal sobre Rambla Cutellarda (Lliria).
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4: Sima de la Pedrera (Polinya de la Ri-.t
bera).
5: Cova del• Gata (Aldra).
6: Ereta del Peclreaal (Navarria).
7: Cova Santa (Vallada).
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8: Atarc6 (Bilgida).
9: Cova de la Solana d'Almulxic (Oliva).
10: Cova de l'Or (Beniarrit).
11: Cova d'En Pardo (Planea).
1%: Turballot (Muro).
13: Margea Alta (Muro).
14: Niuet (1'Alqueria d'Atnar).
15: Benataire-Pequia (Cocentaina-Muro).
16: L'Alcúdia (Cocentaina).
17: Let Jovadet (Cocentalna).
18: Abric de l'Etcurrupinla (Cocentaina).
19: Les Trilles (Cocentaina).
%0: Lea Llometea (Alcoi).
21: Cova de la Pastora (Alcoi).
22: Cova Ampla del Monteó (Xabia).
%8: Cova de let Cendres (Teulada).
24: Cova de la Banella (Torre de le• Ma•sanea).
%5: Cata de Lara (ViUena).
%6: Arenal de la Vir¡en (VWena).
27: El Peñón de la Zorra (ViUena).
%8: La Macolla (ViUena).
29: El Promontori (Eix).
SO: Lea Morerea (Crevillent).
81: El Rincón (Redovút).
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EL FINAL DEL NEOLITICO Y LA EDAD DEL BRONCE
3
ridad de que, a partir de las influencias llegadas desde los grandes focos metalúrgicos
peninsulares -sobre todo desde el SE-, ese viejo fondo cultural Neolítico irá paulatinamente transformándose hasta desembocar, dentro de lo que se ha denominado
Horizonte Campaniforme de Transición (HCT), en formas próximas al Bronce Valenciano.
El presente trabajo pretende retomar de nuevo esta problemática en el punto en
que puede tratarse desde la perspectiva de los recientes aportes de la investigación.
l. LA SECUENCIA CULTURAL
El desarrollo de la investigación en los últimos años ha venido a modificar, en su
concepción misma, la secuencia cultural neolítica admitida para el País Valenciano, y
basada en la clásica sucesión tripartita de Neolítico Antiguo, Medio y Final.
Aunque en ningún momento se explicitaba convenientemente, implícitamente podía suponerse que esta. tres etapas conformaban otras tantas culturas neolíticas
s
diferenciadas; esta suposición, sin embargo, es esencialmente incorrecta. En efecto, en
un reciente trabajo, uno de nosotros (3), partiendo de los presupuestos metodológicos
expresados por Clarke (4), ha mostrado como en realidad, los cambios visibles en la
cultura material - muchas veces reducidos a variaciones en las decoraciones cerámicas- tan sólo permiten definir dos culturas neolíticas diferenciadas, no constituyen·
do, en el resto de los casos, más que simples etapas dentro de la evolución de éstas:
l. El Neolítico 1 (ca. 5.()()()().3.400 a.C.), relacionado con el grupo cultural de la
cerámica impresa mediterránea y que abarcaría lo que, con anterioridad, se agrupaba
bajo las denominaciones de Neolítico Antiguo y Medio.
2. El Neolítico 11 (ca. 3.400-2.500), relacionado con el grupo de culturas que antaño
formaron parte del llamado Neolítico Occidental; agruparía a los anteriores Neolítico
Final 1 y 11. En nuestra opinión el conjunto del Eneolítico en el País Valenciano debe
considerarse como una etapa en la evolución de esta cultura neolítica donde sus
etapas finales -el denominado HCT- conformarían un período de transición entre
ésta y el Bronce Valenciano, lo que intentaremos mostrar en las páginas que siguen.
La sucesión entre estas dos culturas es visible, en el País Valenciano, a través de
las estratigrafías logradas en la Cova de l'Or y, sobre todo, de la Cova de les Cendres.
En este último yacimiento las excavaciones aún en curso han exhumado un total de
más de 20 niveles de ocupación agrupados en 10 fases. De éstas., las fases Cendres VII y
VI corresponden a los momentos de transición entre el Neolítico I y 11. A juzgar por los
restos recuperados, mayoritariamente cerámicos, el cambio entre una y otra cultura
parece realizarse mediante una transformación gradual -a lo largo de cinco niveles
(3) J . BBRNABBU: .U. ln
(4) D. L. CI..ARKB: tcArqiMOiotí& AnalftiCP. Bd. Ballatena. Barc:.looa, le84.
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EL FINAL DEL NEOLITICO Y LA EDAD DEL BRONCE
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Fig. 4.-Materlal cerámico procedente de Casa de Lara (VWena) (1, 2). Cova del Balunet (Cocentaina) (3), y
La Macona (VWena) (4, 5).
3
[page-n-165]
EL FINAL DEL NEOLITICO Y LA EDAD DEL BRONCE
7
de ocupación-, reduciéndose paulatinamente las formas y decoraciones típicas del
Neolítico de cerámicas impresas y desarrollándose, paralelamente, las características
propias del Neolítico II.
Aparte de "~•os, existe un buen número de yacimientos y niveles relacionables con
el Neolítico II y, al menos en parte, anteriores a la aparición del metal: la fase 1 de la
Ereta del Pedregal (5), La Macolla (6), Les Jovades y la fase II de la Cova d'E.n Pardo
(7), entre los mejor conocidos.
En base a todos ellos se propuso la subdivisión del Neolítico II en dos horizontes
culturales:
- Un Neolítico ITA, representado por la fase V de Cendres, la fase m de Or y la
fase II d'En Pardo. Este horizonte, paralelizable con el Chasense en el S. de Francia y,
quizás, con un momento antiguo de los sepulcros de fosa (8), estaría caracterizado por
el desarrollo de la decoración esgrafiada, así como por ciertos tipos cerámicos exclusivos o más abundantes en este momento (platos de ala plaria, vasos con cuello y panza
elipsoidal, etc.). Aunque no poseemos ninguna datación, podemos atribuir a este
horizonte una duración en paralelo con el chasense francés, es decir, una cronología
entre el 3.400 y el 2.800 a.C., aproximadamente.
Esta larga duración del período se. comprueba con claridad en la secuencia de la
Cova de les Cendres, donde se ha constatado la presencia de un mínimo de tres niveles
de ocupación pertenecientes al mismo.
- Neolítico ll B, representado por la fase IV de la Cova de les Cendres, el nivel 1
de la Ereta del Pedregal y el poblado de la Macolla, sus principales características
serían:
l. La desaparición, o la drástica reducción, de la decoración esgrafiada.
2. La aparición y/o desarrollo de las decoraciones realizadas mediante triángulos
incisos rellenos de impresiones de punzón - tema repetitivo en buena parte de los
contextos del sur peninsular en momentos finales del Neolítico (fig. 4).
3. La aparición y desarrollo de las fuentes de diversa tipología (figs. 2 y 3).
4. La disminución, o desaparición, de los clásicos platos de ala plana.
Por otra parte, si consideramos globalmente a este Neolítico II, sus características
definidoras, y que lo diferencian del Neolítico 1 son:
l. La drástica reducción de las cerámicas decoradas, que del 70-80% en contextos
del Neolítico 1, pasan ahora a ocupar un máximo del 10.15% de la totalidad de los
recipientes.
aro-.
~) E. PLA, B. MARTI Y J. BBRNABEU: •La Ema del Pecl.rqal (Navam., Valencia) 1la. inicia. de la Bclad del
XVI Cona-o
Nacional de ArqueolOf{a (Murcia.Carta¡eoa. 1982). Zararosa, 1983, Jl4ip. 2S9 1 ...
(8) J. M. SOLBR: «. l Eneolltlco en Villena (Alicante)•. Dpto. de Hiatoria Antl¡ua. Univeraidacl de Valencia, Serie Arqueol68ice, 7.
E
Valencia, 1981.
(7) J. LJ. PASCUAL: •Lae Jovadee (Cocenteina). Notae pera l'eetudi del pobiiUIIent eneolllic ala conca del riu Alcol•. En «El Eneolltico en
el Pall Valenclan01t. Acta& del coloquio de Alcoy. lnatituto Juan Gil-Albert. Alicante, 1988, pjp. 18 1 ...
BERNABIW: Op. cit. en la note 8.
(8) J . BERNABBU: «La evolución del Neolllico en el Pall Vaiii>CÍal>Oit. ReWta dtllnatituto de E.tudioe Alican~ n6m. 87. Alicante,
11182, ..... 8IS 1 ...
-165-
[page-n-166]
8
J . BERNABEU, l. GUITART Y J . LL. PASCUAL
2. Un considerable aumento de los recipientes planos (platos, fuentes, escudillas,
cazuelas), que de porcentajes siempre inferiores al lO% durante el Neolítico I, pasan
ahora a ocupar entre el 30 y el 40%.
3. Un mayor peso específico de las formas carenadas y con hombro, prácticamente
ausentes con anterioridad.
4. Un desarrollo en la producción de cerámicas finas (grosor de paredes < 6.5 mm.),
que de porcentajes situados en torno al 20% durante el Neolítico l , pasan a situarse
entre el 40 y 50%.
5. Las asas, de notable desarrollo tipológico con anterioridad, pierden ahora importancia, siendo en gran medida sustituidas como elementos de prehensión por los
mamelones, en ocasiones perforados, y las lengüetas.
6. Un espectacular desarrollo del retoque plano, junto con la aparición de las
puntas de flecha bifaciales y la utilización de las placas de sílex tabular.
7. Una significativa reducción de la tipología ósea tradicional, que prácticamente
se reduce a los punzones, pasadores y espátulas, desarrollándose, sin embargo, los
adornos realizados sobre hueso.
8. El desarrollo del hábitat en poblados situados en las tierras llanas, con estructuras generalmente excavadas en el subsuelo (silos, fosos, etc.), y sin aparentes preocupaciones defensivas.
9. La utilización de las cuevas naturales como sepulcros colectivos.
Ciertamente, con estas características -y, sobre todo, si añadimos las correspondientes al Neolítico ITB- cabrían cómodamente los conjuntos propios del Eneolítico
valenciano, tanto el pre-campaniforme como el campaniforme, como veremos más
adelante. Sería justamente esta unidad cultural la responsable de la dificultad que, en
ocasiones, presentan determinados yacimientos en su reducción al Neolítico o al
Eneolítico, de no ser por la aparición del metal, siempre escaso, o de alguno de los
objetos de clara cronología calcolítica. En resumidas cuentas, lo que parece desprenderse de esta situación es que nos encontramos ante una serie de conjuntos arqueológicos de cronología diversa, pero pertenecientes todos ellos a la misma cultura, el
Neolítico 11.
Para comprobar este supuesto hemos elaborado el cuadro de la figura 5, donde se
presentan los valores porcentuales que para diversas variables cerámicas poseen los
conjuntos arqueológicos situados entre el final del Neolítico 1 y el Bronce Valenciano.
Asimismo, y a título comparativo, se han incluido también los porcentajes correspondientes a estas mismas variables pero referidas a conjuntos del Bronce Valenciano
-8erra Grossa (9), Muntanya Assolada (10), Cabeco Navarro (11)- y del Neolítico 1
-Cova de l'Or y Cova de les Cendres (12).
(9) B. A. LLOBllBOAT: 41 poblado de le c:ultura del Bronce ValeDCiaDo de la S.... a - , Alic&Dteot. Papel.. .W t.bontorio de
ArqueolOJ(e de Valeoda, núm. 8. Vai...O.. 1969, p6p. 31 y -.
(10) B. 'MARTI: • La MUDtanya Aaoleda (Akira. Valencie)t. LuceDtum U. Allcant., li&, p6p. 43 '1 -.
(11) R. BNOUlX: •Ca~ Navano o ~ dala Alfoñn. de Onteniente.. Poblado de la c:ultura del Broae. V~. Papel.. .W
Laborttorio de Arqueolocle de Valencia, núm. 10. Valencia, uno, pq.. 63 y a
(12) BBRNABBU: Op. dt. en la nota a.
-166-
[page-n-167]
EL FINAL DEL NEOLITICO Y LA EDAD DEL BRONCE
9
Aparte las técnicas decorativas, se han tabulado también los valores de:
- Cerámicas finas (grosor de paredes no superior a 6.5 mm.).
- Los apartados A, B, C, D e IC, se refieren a variables tipológicas. Así, la clase A
está constituida por todos aquellos recipientes planos o muy planos (con un Indice de
Profundidad - IP- inferior a 46); la clase B recoge a los recipientes situados entre 46
y 70; la clase C a todos aquellos cuyo IP supere el valor 70, y la clase D a los
microvasos o aquellas formas para las que no tiene sentido la aplicación del IP
(cucharones, tapaderas, etc.). Finalmente, el IC se refiere al índice de formas carenadas y con hombro en relación al conjunto de la industria.
Con estos datos hemos pretendido verificar, mediante la realización de un análisis
<
culturas, que hemos denominado Neolítico 1 y 11. Los resultados, contenidos en la
figura 6, permiten mantener en buena medida este supuesto. En efecto, en el dendrograma resultante pueden distinguirse con claridad tres grupos:
- El formado por los conjuntos correspondientes al Neolítico l.
- El formado por el conjunto correspondiente al Bronce Valenciano.
- Y el formado por los conjuntos antes atribuidos por nosotros al Neolítico II, que
incluiría a los conjuntos:
l. NITA, formado por los niveles Cendres V, Or III y En Pardo II (Bernabeu, e.p.).
2. Ereta 1, formado por los materiales del nivel 1 de este yacimiento, más los de las
fases IV de Cendres y II de Or, cronológicamente relacionables con éste.
3. Los materiales del poblado de la Macolla (13).
4. Ereta 11.
5. HCT, formado por los materiales de Ereta III, los niveles c.ampaniformes de
Cendres (fases III y II) y los materiales procedentes de los poblados campaniformes de
Bélgida (14).
Si a ello añadimos que el comportamiento de las industrias lítica y ósea dentro de
este último grupo es también homogéneo en sus grandes líneas, convendremos en que
los datos actuales permiten suponer, con bastante fiabilidad, la hipótesis inicialmente
propuesta.
Evidentemente, existen variaciones en la cultura material de los yacimientos de
este último grupo. Variaciones que afectan a la mayor o menor presencia de determinados tipos o decoraciones cerámicas, de elementos de adorno e incluso de ciertos
tipos líticos (dientes de hoz), y que no siempre estamos en condiciones de establecer
con la necesaria fiabilidad. Con todo, en base a algunas de estas variaciones, así como
a las secuencias estratigráficas logradas en los yacimientos de Or, Cendres y Ereta del
(13) L GUITART: •Neolltico y BneoUtico en el Alto Vinalopóot. Tem ele Líeenciatura. Univ-.idad de Valenc:iL V&lenc:i&, 1981 (iMclit&).
(H) J . BBRNABEU: • BI Vaeo C&mp&nilome en el Pals V&lenÓ&l>Oit. ~ Vario. del Senric:io da Inveati¡Ki6n Prabiatórie& de
Valenc:i&, 80. V&lenc:ia, 1$84.
- 167-
[page-n-168]
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HCT
Bronce
16
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Ff&. S.-Cuadro comparativo de las Industrias eerúnkas valencianas entre el NeoUtko y la Edad del Bronce.
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[page-n-169]
EL FINAL DBL NBOIJTICO Y LA EDAD DEL BRONCE
11
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Bronce
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y variables de laflg. 5.
-169-
[page-n-170]
12
J . BERNABEU, L GUITART Y J . LL. PASCUAL
Pedregal, puede proponerse una secuencia cultural para este Neolítico II que consideraremos válida en sus grandes líneas. La cronología señalada debe considerarse
oriéntativa, habida cuenta de que carecemos de fechaciones absolutas para estos
períodos.
l . Neolítico IIA. Horizonte de las cerámicas esgrafiadas (ca. 3.400-2.800 BC), cuyas
características hemos descrito ya con anterioridad.
2. Neolítico liB. Horizonte pre-campaniforme, que incluiría tanto al llamado Eneolítico Inicial o pre-campaniforme (15), como al denominado Neolítico Final de cerámicas
lisas o Neolítico Final II (16), es decir el período comprendido entre el final del
Neolítico IIA y la aparición del fenómeno campaniforme. En base a las estratigrafías
observadas en la Ereta del Pedregal (17) y en la Cova de les Cendres (18), podría
mantenerse una subdivisión de este horizonte en dos fases:
* IIBl, o fase Ereta 1 (ca. 2.800-2.500 BC), momento representado, entre otros, por
las fa. es 1 de la Ereta del Pedregal, el nivel H6 de la Cova de les Cendres, y el poblado
s
de la Macolla, Villena.
* IIB2, o fase Ereta II (ca. 2.5()()..2.200/100 BC), momento representado por la fase II
de la Ereta del Pedregal, y el nivel H5 de Cendres.
La definición de estas fases se encuentra, sin embargo, lejos de estar bien establecí·
da en lo que a la cultura material se refiere. Ello hace en ocasiones difícil la reducción
de determinados conjuntos --sobre todo los procedentes de los poblados- a uno u otro
período.
Un fenómeno similar ocurre también con las necrópolis, sobre todo si tenemos en
cuenta que algunos de los ornamentos considerados típicos del Eneolítico, bien pudieran aparecer con anterioridad; es el caso, por ejemplo, de los clásicos objetos acanalados, presentes en algunas necrópolis que como Cova d'E.n Pardo, Cova de la Solana
d' Almuixich (19) o el abrigo de l'Escurrupenia (20) aparecen asociados a materiales
dificilmente encuadrables en el Eneolítico (Ereta II).
A este respecto conviene señalar, además, que carecemos todavía de suficiente
información con respecto a las necrópolis del Neolítico 11 en su conjunto, y, en
especial, de la fase Ereta 1; en otras palabras, que resulta difícil determinar, hoy por
hoy, qué conjunto de ornamentos -elementos típicos de las necrópolis- están presentes ya con anterioridad a la fase Ereta II. Así, tal vez debieran incluirse en este período
los primeros colgantes acanalados, las cuentas y colgantes de piedra verde y los
colgantes ovalados fabricados sobre concha.
En resumidas cuentas, las características materiales de una y otra fase resultan,
hoy por hoy, difíciles de establecer y, a juzgar por los datos disponibles, resultan más
(16) B. A. LLOBREOAT: •Nu- eo!oq.,. pua el Mtuclio del Neolítico al Hierro en la Reti6D Valendanalo. Papel• clal lAboratorio de
Arqueolocia. n\bn 11. Valencia, 1976, P'Ja, 119 y -.
(18) BBRNABBU: Op. cit. ec la nota 8.
(1?) PLA et alii: Op. ciL en la DOta 5.
(18) BBRNABBU: Op. cit. .,. la nota 8.
(111) J . APARICIO et alli: «Carta Arqueol6cica de la &rar.. ln.atituto de Bal.udioe Aire-o el Vle,io. Oudla. 11183.
(20) J . Ll. PASCUAL: o.IA vallalta i lllitjana del riu Alcoi clal Neolflic a Bclat del en.-. Teoia de Lic:uclatun. UDi...nidad de Valeocia..
Valencia. 1988 (iMdita).
-170 -
[page-n-171]
EL FINAL DEL NEOLITICO Y LA EDAD DEL BRONCE
13
significativos los paralelismos entre ambas que sus diferencias. La presencia del metal
no puede utilizarse en este caso ya que, con anterioridad al campaniforme, éste es muy
escaso y, frecuentemente, no se documenta fuera de algunas escasas necrópolis (21).
Tampoco los adornos considerados más típicos de la fase Ereta 11 (ídolos oculados,
cuentas y colgantes de ámbar, etc.) ya que, fuera de las necrópolis su presencia es más
bien escasa. En nuestra opinión, tan sólo la profundización en el estudio de los
poblados de llanura, muchos de los cuales parecen incluirse en este horizonte, permitirá en un futuro abordar con una base más sólida este problema. En consecuencia,
parece más aconsejable intentar una descripción de las características materiales de
este horizonte en su conjunto, indicando su evolución cuando sea posible.
- Entre las decoraciones cerámicas, están presentes ~n este momento las incisas y
las impresas de punzón, que suelen aparecer combinadas formando los clásicos motivos de triángulos incisos rellenos de impresiones (fig. 4). Es posible que, al menos
algunas decoraciones incisas, perduren durante la fase Ereta 11, pero no disponemos de
datos suficientes para corroborar este extremo. Un fenómeno similar ocurre con las
cerámicas pintadas, cuyo reciente hallazgo en el yacimiento de Niuet, parece confirmar su presencia, al menos durante la fase E.r eta l.
- Las cerámicas peinadas están presentes en ambos momentos, si bien es posible
que sus porcentajes relativos sufran variaciones entre las dos fases consideradas.
- En lo que se refiere a la tipología cerámica, la característica de este período es,
sin duda, el desarrollo de las fuentes. Entre éstas, quizás la de borde engrosado, por sus
paralelos con el S. peninsular, deban considerarse propias de la fase Ereta 11; en el
resto de los casos no existen, hoy por hoy, datos suficientes para establecer la
cronología relativa de estos tipos.
- La industria lítica no parece sufrir variaciones apreciables entre los dos períodos considerados. De todos modos, habrá que esperar a que se publiquen las extensas
series de la Ereta del Pedregal antes de poder pronunciarse definitivamente en este
sentido.
- El conjunto de los adornos, realizados en hueso, piedra, concha u otras materias, es beneficiario de un considerable desarrollo tipológico: agujas y colgantes de los
más diversos tipos; botones; cuentas; ídolos planos y oculados, etc. Desgraciadamente,
no siempre estamos en condiciones de precisar su cronología, excepto los casos más
claros que, como los ídolos oculados, parecen ser exclusivos de la fase Ereta 11,
pudiendo perdurar durante el Horizonte Campaniforme.
En conclusión, el conjunto de estas características parece suficiente para seguir
manteniendo la interpretación propuesta por uno de nosotros (22) no hace mucho: que
las innovaciones que se produjeron en nuestras tierras coincidiendo con la aparición
de la metalurgia - y que no siempre estamos en condiciones de precisar- no afectaron
sustancialmente a la estructura cultural sobre la que actúan, limitándose a difundir
(21) J . V. LBRMA: «LoeoripneeCS. la-.luqia en el Paia ValeDc:ianolt. Arc:hivocla Prehiotoria LevÍmúna, XVI. Valeocia. 1981, p6p.129 y -.
(22) BBBNABEU: Op. ciL en lA notA 14
.
-171-
[page-n-172]
1•
J. BERNABEU, 1 GUITART Y J . LL. PASCUAL
algunos artefactos, casi todos ellos relacionados con el mundo funerario (cuentas de
glóbulos, ídolos de hueso, materias primas exóticas, como el ámbar, etc.), mientras que
el grueso de la cultura material, así como los patrones de habitación y enterramiento,
atienden todavía a tradiciones claramente Neolíticas. No debemos olvidar que tanto
los clásicos poblados de llanura con estructuras excavadas, como las necrópolis
colectivas, son fenómenos claramente documentados con anterioridad a la aparición
del metal (vide más adelante, puntos 11 y m).
Es en este contexto donde ha de valorarse la presencia, en el S. del País Valenciano, de un poblado calcolítico pre-campanifoÍ'me que rompe el modelo de poblamiento
de las tierras bajas característico de nuestras tierras, acercándose, por contra, al
patrón más característico de la Cultura de Los Millares; nos referimos al poblado de
altura fortificado de Les Moreres, que presenta una doble línea de paramento defensivo con bastiones (23). Ello plantea la posibilid.a d de conferir un matiz diferencial a las
comarcas más meridionales del País Valenciano - las situadas entre el Segura y el
Vinalopó-- que, no lo olvidemos, mostrarán una indudable presencia argárica durante
la Edad del Bronce.
Esta impresión de continuidad entre las fases Ereta 1 y 11, subrayada en otras
ocasiones, se refuerza si consideramos dos fenómenos a nuestro entender esenciales:
l. La ausencia del fenómeno megilitico en nuestras tierras, hecho suficientemente
resaltado en la bibliografia y explicado en función de la fuerte tradición neolítica local (24).
2. La ausencia de actividades metalúrgicas y, en general, la escasa entidad del
instrumental metálico presente entre nosotros, al menos hasta el HCT; en efecto, es un
hecho resaltado por la investigación, no sólo la ausencia dé actividades metalúrgicas,
sino también la escasa variedad y cantidad del instrumental metálico anterior al HCT
en el conjunto del País Valenciano. Además, los escasos punzones -y, tal vez, algún
cincel- anteriores a este período casi siempre van asociados a los conjuntos' funerarios. De esta consideración tan sólo escapa el conjunto procedente del poblado de Les
Moreres (25), donde, además, se constata la presencia de la metalurgia en un momento
pre-campaniforme; pero, como veremos más adelante, este yacimiento constituye una
excepción en el conjunto del modelo del poblamiento presente en el País Valenciano
durante este momento.
3. Neol!tico IIC. Horizonte Campaniforme de Transición (HCT), es decir, desde la
aparición de las primeras especies campaniformes hasta los inicios del Bronce Valenciano (ca. 2.200/100-1.700 BC).
En efecto, aun cuando la estructura de la industria cerámica sea esencialmente la
misma, durante el HCT se producen una serie de cambios que afectan tanto a la
(23) A. GONZALEZ PRATS: «.El poblaclo ealeolícieo de Lea Mo--. en la eltna dt Cr.villtnte, Alican~. En d l BDtOiícieo en el Pata
Valtneianooo. Actu del coloquio dt Aleoy, lnetituto Juan Gil·Aibert. Alícante, 1888, ~. 89 y a.
(24) A. M. ~OZ: •El Entollcieo en ti Pala Valenciano y Murcia». Bn «Arqutolotfa en el Pata Valenciano: panonma y perwpectivap,
Antxo, reviata Lue.ntwn. Alicante, 1986, pq.. 86 y aa.
(26) GONZALBZ PRATS: Oo. clt en la nota 23.
- 172 -
[page-n-173]
EL FINAL DEL NEOLITICO Y LA EDAD DEL BRONCE
16
cultura material, como a los patrones de habitación y, en menor medida, de enterramiento.
- La aparición y el desarrollo de la cerámica campaniforme, así como de los
objetos que comúnmente se le asocian: puñales de lengüeta, puntas de Palmela,
brazaletes de arquero y botones de perforación en «v».
- La aparición de la metalurgia claramente documentada a través de las escorias
de fundición halladas en Ereta m.
- Documentación de los primeros cambios en el modelo de asentamiento: 1)
aparición de los poblados de altura, generalmente amurallados (el Rincón, el Peñón de
la Zorra, Puntal sobre la Rambla Castellarda); y 2) construcción de recintos amurallados en los antiguos poblados de llanura (Ereta ll).
- La reducción notable, quizás como consecuencia del impacto del metal, de la
industria lítica presente con anterioridad. Las puntas de flecha y los dientes de hoz, tal
vez presentes ya durante la fase anterior, se convierten en los tipos más abundantes
del período.
- Entre la cerámica común, los cambios son más difíciles de detectar, pero cabe
señalar la aparición de las fuentes con hombro y de las ollas y orzas con cuello curvo
marcado y borde saliente.
En suma, un conjunto de transformaciones que, en buena medida, anuncian ya las
características que serán propias del Bronce Valenciano: aparición del concepto de
poblado amurallado, generalmente situado sobre cerros más o menos elevados; presencia de dientes de hoz, metalurgia desarrollada, formas con cuello marcado y borde
saliente, cuencos carenados, etc. Junto a todo ello sigue constatándose una pervivencía de elementos Neolíticos: poblados de llanura con silos (yacimientos de Bélgida,
Vil.la Filomena, les Trilles, etc.); necrópolis colectivas (Cova deis Gats, Sima de la
Pedrera) en cuevas naturales y, en la industria cerámica, una estructura aún similar a
la del conjunto del Neolítico ll, y diferente de la presente durante la Edad del Bronce,
·
como hemos visto anteriormente.
Queda por resolver la problemática cuestión de la separación en dos fases del
fenómeno campaniforme, la más antigua de las cuales estaría dominada por los estilos
más antiguos (marítimo y puntillado-geométrico). La comprobación de su existencia
entre nosotros puede ser importante, por cuanto que paralelamente a la introducción
de los primeros campaniformes cabría situar una mayor intensidad de los cambios
culturales. Baste recordar, a este respecto, que allí donde ha podido documentarse fase IV de Montefrío (26), Arenero de Miguel Ruiz (27}-, esta fase ve aparecer, junto
al campaniforme, una serie de elementos que serán característicos del campaniforme
avanzado.
(26) A. ARRIBAS Y F. MOU NA: «Nuevaa apo
(27) O. DEUBES Y L. MUNICIO: «Apunte. para el eetudio de la aeeuencla eampenif tme en e l orience de la m-ta norc.o. NumantU. Soria,
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[page-n-174]
16
J . BERNABEU, L GUITART Y J . LL. PASCUAL
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EL FINAL DEL NEOLITICO Y LA EDAD DEL BRONCE
17
Aunque los trabajos actualmente en curso en la Cova de les Cendres (28) parecen
indicar la presencia de una etapa campaniforme antigua en el País Valenciano, los
datos son aún fragmentarios, por lo que, a la espera de lo que pueda aportar la futura
investigación en este sentido, hemos preferido agrupar todo el fenómeno campaniforme dentro de un mismo momento, el HCT, momento en el cual los cambios introducidos irán transformando el viejo fondo cultural Neolítico hacia formas cercanas al
Bronce Valenciano.
En conclusión, podría decirse que los resultados de la investigación reciente,
aunque con evidentes lagunas, permiten mantener la hipótesis de que el Eneolítico,
lejos de ser una cultura diferenciada en las comarcas centro-meridionales del País
Valenciano, debe considerarse como una etapa en la evolución de lo que hemos
denominado Neolítico U; lo que, en otras palabras, viene a significar que el hecho de la
aparición del metal se realiza, en nuestras tierras, dentro de un contexto claramente
Neolítico al que, al menos al principio, no llega a modificar sustancialmente.
11. HAB1TAT Y ECONOMIA
Aunque la aparición de los poblados situados en las tierras bajas se remonta a los
orígenes mismos del Neolítico, en claro paralelismo con lo que sucede en el resto del
Mediterráneo Occidental, no cabe duda que su expansión y desarrollo serán una de las
características definitorias de nuestro Neolítico II.
Conocemos la existencia de poblados en prácticamente todas las comarcas centromeridionales valencianas, siendo especialmente abundantes en las cuencas altas y
medias de los ríos Albaida, Alcoi (Serpia) y Vinalop6. El escaso número de estos
poblados excavados (Ereta del Pedregal, Les Jovades y El Promontori), así como
algunos sondeos practicados y los materiales recogidos en prospecciones superficiales,
permiten suponer una cronología para los mismos situada entre finales del IV milenio
a.C. y el HCT.
En su mayor parte se encuentran situados en las tierras bajas, bien sobre terrazas
más o menos elevadas, frecuentemente en interfluvios, bien en las inmediaciones de
tierras pantanosas. En bastantes casos se han podido documentar diferentes tipos de
estructuras de hábitat generalmente excavadas en el subsuelo margoso, muy compacto
y escasamente permeable.
- Los Silos: estructuras de planta circular y sección generalmente troncocónica
con la boca más estrecha que la base. Sus medidas máximas no sobrepasan los 2 m. de
diámetro en la base, por 1'5 m. de altura (fig. 7,4).
- Las Fosas circulares (fig. 7,5) o rectangulares (fig. 7,1), de sección troncocónica
invertida y con una profundidad generalmente inferior a 1 m.
(28) E. VENTO: •Campaniforme inci.o y campeni!orme imprao eo la eo... de leo Ceocbw (Tew.da, Alacaot)to. Bn •BI Eneolltico en el Pata
Val•ncianQit. Actaa del coloc¡uio de Al~. buotituto J uan Gil·Albert. Aliea.nte. 1986. Dip. 119 '1 ...
-175 -
[page-n-176]
18
J . BERNABBU, L OUITART Y J . LL. PASCUAL
- Los Fosos: estructuras con planta de tendencia curvilínea y sección en V o en
U, cuyas dimensiones varían entre los 2m. de profundidad y 1 a 6 m. de anchura (fig. 7,6).
- Un caso especial es la estructura 129 de Jovades, también con planta circular de
. 3 m. de diámetro en la boca que pronto se estrecha para formar un pozo de paredes
verticales que alcanzan los 2'5 m. de profundidad, con un pequeño escalón en la base
(fig. 7,3).
Generalmente, este tipo de estructuras, a excepción de los fosos, suelen aparecer
formando concentraciones más o menos numerosas en los yacimientos, como ocurre en
el caso de Les Jovades (fig. 8). La variedad morfológica de estas estructuras parece
indicar, en principio, una variedad funcional que, por el momento, resulta dificil de
precisar. Por otro lado, parece claro que el calificativo «fondos de cabaña», con el que
ocasionalmente aparecen en la bibliografia, debe considerarse erróneo en la mayoría
de los casos.
- Otras estructuras con diámetros superiores a los 2 m. y escasa profundidad
podrían ser consideradas como fondos de cabaña, como la documentada en el estrato C
de El Promontori (Elx), que poseía un pavimento de arcilla quemada de 3 cm. de
espesor y en sus laterales pellas de barro alisado por una parte y con improntas de
ramajes por la otra (29).
La ausencia de excavaciones sis.t emáticas en estos poblados impide conocer la
funcionalidad de estas estructuras, así como la forma de las estructuras aéreas. Este
tipo de poblados poseen claros paralelos en el conjunto del Mediterráneo que remontan a las primeras fases con cerámicas impresas (30), estando también presentes en la
. Pen.í nsula, tanto en momentos cronológicos comparables con nuestro Neolítico U,
como anteriores (31).
Para un momento avanzado de esta cultura, durante la fase Ereta ll, se documenta
en el poblado epónimo una peculiar técnica constructiva consistente en la delimitación de las caras de los muros mediante lajas verticales, rellenando el interior de
piedras y tierra.
Excepto en el caso, ya comentado, de Les Moreres, la presencia de recintos
amurallados sólo se documenta entre nosotros a partir del HCT, período para el cual
parece producirse una diversificación en el tipo de hábitat, encontrándose,
- poblados de altura amurallados (Peñón de la Zorra, Puntal de la Rambla
Castellarda),
- poblados situados en las tierras bajas que continúan el modelo tradicional antes
descrito,
·
- poblados también de llanura que, habitados desde fases anteriores, se rodean
ahora de recintos amurallados. Este es el caso de la Ereta del Pedregal, donde, en su
(29) R. llANOS: ocN~&evaa aporta~ p&ra el CODOC:imient.o del beolldcoa. Revi.u del lutitut.o de &.tudioe Alic:an~ DIÚIL 82.
Allcete, 1881, pq,. 711 1 ....
(80) M. CIPOWNI: « (31) PASCUAL: 0p. cit. en la nota 20.
-176 -
[page-n-177]
EL FINAL DEL NEOUTICO Y LA EDAD DEL BRONCE
19
fase m, asistimos a la construcción de un grueso muro realizado delimitando sus caras
mediante varias alineaciones regwares de piedra en seco, rellenas de piedra y tierras
en su interior, técnica habitual en el Bronce Valenciano.
Un hecho destacable de estos poblados situados en las tierras bajas es su gran
tamaño y su concentración, como puede observarse perfectamente en el valle medio
del río Alcoi, zona en la que venimos realizando un proyecto de prospección que ha
puesto de relieve la existencia de una gran densidad en este tipo de asentamientos (fig. ~).
Algunos de ellos, como es el caso de Les Jovades o de Benataire-Pequis, alcanzan una
extensión superior a las 10 ha. sin que sea posible, por el momento, determinar si toda
el área del poblado fue ocupada a un tiempo o si tal concentración es el resultado de
ocupaciones sucesivas.
Este aumento en la densidad y en el tamaño de los poblados podría considerarse el
reflejo de un paralelo aumento demográfico, lo que traería como consecuencia la
intensificación del sistema económico neolítico instalado aquí desde el V milenio a.C.
En este sentido, debe señalarse que los análisis sedimentológicos y palinológicos
muestran una fuerte alteración del medio, probablemente por causas antrópicas. Así,
en Ereta del Pedregal, la primera instalación humana representa una·drástica disminución de los pólenes arbóreos, mientras que los propios sedimenws señalan una
activa deforestación (32), con el aumento de pólenes de «cerealia)) y otros considerados
acompañantes de los cultivos (33).
Es en este contexto que cabría plantearse la posibilidad de la introducción del
arado primitivo, la utilización de los animales como fuerza de trabajo y la diversificación de la producción agrícola, con el inicio de algunos cultivos de leguminosas. Así,
Martí (34) supone que hacia mediados del tercer milenio, o quizás antes, pudo introducirse el uso de un arado primitivo de madera con reja vertical y sin pie, c.apaz de
superar fácilmente los obstáculos naturales que hacen poco rentable su uso (raíces y
troncos no consumidos, grandes piedras) sin antes haber realizado una considerable
inversión de trabajo en la preparación de los campos. Por otro lado, los recientes
análisis antracológicos realizados en la Cova de les Cendres (35) muestran un brusco
aumento en la utilización de las leguminosas correspondientes a los niveles del m
milenio a.C., lo que permite considerar la posibilidad de esa diversificación agrícola a
que antes aludíamos.
Con todo, la cuestión de los cambios en la tecnología agrícola y/o en la diversificación de cultivos, no puede resolverse de modo satisfactorio con la información actualmente disponible. Habrá que esperar a que terminen los trabajos de investigación
rec:i-.
(82) P. PUMANAL: -s..n-to~ot~a '1 clima en el Pafa ValeDciaAo. w cuevu habltadae.,. el c:uaton>ario
Tra"-ioe Varioe del
Servicio da lftv..cicadóa ~ núm. 88. Valencia, 198&
(88) J . MBNBNDBZ AMOR Y P. PLORSCHt1TZ: ..a-.lt.do clel aúJ.iÁI polúüco ~ uu-'- ~ m\Matraa ~ turto& NCOiidu.,. la Bnta del
P..U..al (Navam.. Val-=ia)o. ArclúYO ~ Prebiatoria tev.DW... IX. Valencia, lMl, p4p. W1 '1 a
(84) B. MARTI: «BI Da<:imlellto
la acricultun • el Pafa ValeDci&DO. Del N.olitico a la Bdad ~1 ~. Unl......w.d
Valeoeia.
Valeoc:ia. 1883.
(85) B. BADAL: «&tudio ~ la ralac:i6n .boonlft.madlo &lllbienta dur&llta la Prahi8toria ~te: el cuo ~ la C:O.e ~ 1• ~.
Diputación I'YoviDcial
Val4N:ia. ValaDCia, 1887 (iMclito).
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-177-
[page-n-178]
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1 •
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Flg. 8.- Dlatrlbucl6n de loa poblados del Nll en el valle medio del rfo Alcol:
U: Turballot.
U: Maree• Alta.
14: Nlnet
16: Benatalre-Pequfe.
16: L'Alcúdla.
17: Lee Jovadee.
19: Lea Trillea.
• Yacimlentoa no citado• en el texto.
- 178 -
[page-n-179]
EL FINAL DEL NEOLITICO Y LA EDAD DEL BRONCE
21
actualmente en curso, donde se hace imprescindible la presencia de un mayor peso
específico de los poblados, para retomar de nuevo estos problemas con una más sólida
base documental.
111. LAS NECROPOLIS
El tipo de enterramiento más común durante todo este período en el País Valenciano es el enterramiento colectivo o múltiple efectuado en el interior de cuevas naturales. Tradicionalmente, la cronología de estas necrópolis se ha situado siempre entre el
Eneolítico y la Edad del Bronce y, aunque este es el caso en numerosas ocasiones,
existen en la actualidad suficientes indicios como para mantener una mayor antigüedad del rito.
La adopción del ritual de enterramiento múltiple en la Península Ibérica parece
claro ya en horizontes Neolíticos, como ocurre en la Cultura de Almena, donde
coexiste con inhumaciones individuales o dobles (36), o en el Sur de Francia, donde el
reciente deséubrimiento de la Caune de Belesta (Pirineos Orientales), con un enterramiento colectivo primario de 20 individuos y un ajuar exclusivamente formado por
cerámicas tipo Montboló y con una fecha C-14 de 5.640± 120, eleva la cronología de
este enterramiento a mediados del IV milenio a.C., coincidiendo con el fenómeno de
renovación cultural que dará lugar al chasens~ francés y con el que, en su origen, se
encuentra relacionado nuestro Neolítico II.
Las cavidades naturales utilizadas como necrópolis en nuestras tierras son variadas: desde cuevas de mediadas dimensiones, hasta covachos, simas, grietas o pequeños
abrigos, siendo generalmente alto el número de inhumados depositados en cada una de
ellas.
A pesar de que se conocen ya más de un centenar de estas cuevas, en muy pocos
casos ha podido estudiarse la disposición de esqueletos y ajuares, al encontrarse éstos
frecuentemente removidos bien por causas naturales, bien por la anterior profanación
o reutilización continuada de estos enterramientos, lo cual terminaría comportando la
redistribución de los mismos.
En cuanto a la forma en que fueron depositados los mismos, Martí (37) ha distinguido cuatro casos:
- Enterramientos secundarios. Es el más frecuente. Los restos humanos aparecen
formando paquetes o montones de cráneos y huesos largos. Esta disposición pudo
deberse bien a la descamación previa de los cadáveres fuera de la necrópolis, con la
posterior recogida selectiva de algunos huesos y sus ajuares; bien a la retirada de
algunos huesos tras una deposición primaria para dejar espacio a sucesivas inhumaciones.
(36) P. ACOSTA Y R. CRUZ AliRON: oLoe enterramiento. de t.. W. inicial• en la cultura de Alnierialo. Habla, nWD. 12. Sevilla. 1981,
.,.,.. Z76 y ...
(87) 8. MART1: «La Cova &uta (Vallada, Valencia)oo. Archivo de Prehistoria Levantina, XVI. Val.ucia, 1881, pq.. l8e y N.
-179-
[page-n-180]
22
J . BERNABEU, L GUITART Y J . LL. PASCUAL
- Enterramientos primarios. En escasas ocasiones (Les Llometes, La Barsella) los
restos han sido hallados en posición decúbito supina o decúbito lateral, y flexionados.
- En otras ocasiones, el depósito funerario no responde a ningún cuidado, habiéndose vertido los restos humanos desde la boca de la cavidad (Sima de la Pedrera).
- El caso del enterramiento de C~g (Castellón) es del todo peculiar: un poro
artificial de 8 m. de profundidad con un ensanchamiento en el fondo, en el que se
encontraron los resto de 20 individuos con varias puntas de flecha de sílex y una
azuela de piedra pulida.
Junto a los enterramientos colectivos, también constatamos la presencia de los
enterramientos individuales o dobles efectuados en silos o fosas del interior de los
poblados. Así sucede, por ejemplo, en el yacimiento de r Atareó, donde el «silo D»
contenía en la base dos hiladas de piedra formando un semicírculo en cuyo interior se
encontraba un cráneo y varios huesos largos (38). Enterramientos similares han sido
encontrados también en el asentamiento campaniforme de Vil.la Filomena.
Este enterramiento efectuado en fosas dentro de los poblados, ·q ue aquí sólo hemos
podido documentar relacionado con la etapa campaniforme, posee amplios paralelos
anteriores, tanto peninsulares como extrapeninsulares. De confirmarse en nuestras
tierras un sincronismo entre este tipo de enterramientos y los sepulcros colectivos - lo
que parece cierto, al menos durante ·el HCT- nos encontraríamos por primera vez
ante un tratamiento diferencial en lo que al ritual funerario se refiere, lo que no
dejaría de tener sus consecuencias a la hora de valorar la evolución social de los
grupos humanos.
Finalmente, y casi a título anecdótico, por lo infrecuente, debemos señalar otras
prácticas relacionadas con el ritual funerario, algunas de difícil valoración: la presencia de algunos restos human98 afectados por la acción del fuego; la manipulación de
algunas piezas dentarias post-mortem (39), y la presencia, constatada por primera vez
en las excavaciones de la Cova Santa de Valiada, de fauna asociada con los enterramientos e interpretada como los restos de ofrendas funerarias.
(SS) w. JORNft: ~de JW1P1a I.o. Ardúvo de l'rehiMoria W.antiJia L Valed&, une, pqa. et ,
(a&) B. CLOQUBU.: ~ , _ .,._ dto altcaci- artificial-. e pi.u dentariu -lftícap. Ac:t&t del
Antropoloc1a Biol6ci<:a. Baroelona. oepti-.bn, 11185.
- 180-
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rY CoGer-> !Ypdol de
[page-n-181]
ARCHIVO DB PRBHlSTORIA LEVANTINA
Vol XVID (Valencia, 1988)
JOAQUIM JUAN CABANILLES
RAFAEL MARTINEZ VALLE
(Valencia)
FUENTE FLORES (REQUENA, VALENCIA). NUEVOS DATOS
SOBRE EL POBLAMIENTO Y LA ECONOMIA
DEL NEO-ENEOLITICO VALENCIANO
1. ANTECEDENTES
En el año 1985, .en la partida de Fuente Flores (Requena, Valencia), se realizaban
trabajos de mejoras y ampliación de la red de acequias, se abrían nuevas zanjas y otras
eran ensanchadas. Una de estas zanjas alcanzó los niveles arqueológicos de un
yacimiento prehistórico hasta ese momento desconocido.
Con independencia a los trabajos citados, el hallazgo también casual por es.a s
mismas fechas, en un camino de la misma partida, de un árbol arrancado que conservaba en sus raíces tierras adheridas entre las que aparecía abundante material arqueológico, fue lo que puso a uno de nosotros (R. M. V.) .en la pista del yacimiento en
cuestión. Tras una prospección de los terrenos inmediatos, se logró descubrir el lugar
de procedencia de los materiales, un campo de aproximadamente 500 m 2 en esos
momentos inculto y colonizado por los carrizos, en el que la apertura de zanjas hábía
dejado al descubierto una gran cantidad principalmente de fragmentos cerámicos y de
restos óseos.
Examinados en su día los materiales y el propio paraje del yacimiento, y dado el
innegable interés que todo ello presenta para la actual investigación, hemos creído
oportuno, estimulados por la dirección del Museo de Prehistoria de Valencia, ofrecer
una primera valoración del hallazgo en las páginas de este volumen del Archivo de
Prehistoria Levantina.
-181-
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J . JUAN Y R. MARTINEZ
2
o
Fig. l .-Localización del yacimiento.
- 182 -
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FUENTE FLORES
8
II. SITUACION Y CARACTERISTICAS DEL YACIMIENTO
El yacimiento de Fuente Flores se encuentra en el término municipal de Requena
(Valencia), en la comarca de la Plana de Requena-Utiel, y en la partida del mismo
nombre. Dista unos 3 Km. del casco urbano de la población (fig. 1}.
Su situación topográfica, de acuerdo con la hoja 720 (Requena) del Servicio
Geográfico del Ejército, Madrid, 1960, escala 1:25.000, es de 390 29' 32" de latitud Norte
y de 2<> 33' 30" de longitud Este.
La comarca de la Plana constituye una altiplanicie localizada entre la Meseta y los
sistemas Ibérico y Prebético, formada en su conjunto por materiales Neogeno-cuaternarios delimitados por relieves de altura superior a los 1.100 m., de origen Jurásico y
Cretácico. Los ríos Cabriel y Magro drenan su extensión virtiendo aguas al Júcar.
El yacimiento se ubica en la vega del río Magro, a una altura de 680 m. s.n.m.
(coincidente con la altura media de la comarca}, en un medio totalmente llano cuyo
elemento más definidor serían las terrazas fluviales.
Los restos arqueológicos fueron hallados en una extensión de 12m 2 , junto a una
zanja de 60 cm. de profundidad por 70 cm. de anchura. Acompañando a los materiales
aparecieron algunas lajas de hasta 70 cm. de longitud de roca arenisca que probablemente tuvieron relación con estructuras constructivas. La parcial inundación de la
zanja, motivada por la existencia de numerosas surgencias en las inmediaciones del
yacimiento, nos ha impedido localizar en el corte el estrato fértil que podría situarse a
50 cm. de profundidad aproximada. El grado constante de humedad que como consecuencia de una inundación permanente soporta el yacimiento unido a un sustrato
arenoso, ha provocado una conservación diferencial de los distintos vestigios, al punto
de que los restos óseos y de materia vegetal -por ejemplo-- aparecen en óptimo
estado, mientras que la cerámica se destruye por exfoliación con mucha facilidad.
Con todo, la entidad de los materiales -como seguidamente veremos-, los probables restos de elementos constructivos, el propio emplazamiento, etc., abogan claramente porque nos encontramos ante un yacimiento de tipo poblado que nos remite, en
principio, a un momento cultural del Neo-eneolítico valenciano.
III. LOS TESTIMONIOS ARQUEOLOGICOS: LAS EVIDENCIAS
INDUSTRIALES
El conjunto de los hallazgos verificados en Fuente Flores están constituidos por
diferentes muestras de industrias humanas, concretamente cerámica, piedra tallada,
piedra pulida y hueso y madera trabajados; por otros vestigios de carácter no industrial, especialmente barro cocido y restos de materia vegetal; y por abundantes restos
óseos faunísticos que podríamos considerar fiables evidencias económicas y cuyo
tratamiento se realiza aparte en otro capítulo del presente trabajo.
Hay que subrayar de nuevo que los diferentes testimonios arqueológicos provienen
de una zona localizada del yacimiento, no conociéndose, a faltá de una sistemática
prospección, la total extensión de éste. Esto hace que en todos los casos la muestra
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J . JUAN Y R. MARTINEZ
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4
o
6cm.
Fig. !.-Cerámica.
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FUENTE FLORES
6
recuperada sea parcialmente representativa, aspecto con el que habrá que contar a lo
largo de los diferentes momentos expositivos del trabajo.
A señalar, por último, que todos los materiales aquí presentados se encuentran
depositados en el Museo de Prehistoria de la Diputación de Valencia.
l. Los materiales
1.1. La cerámica
La muestra cerámica recuperada en Fuente Flores asciende a un total de 235
fragmentos, todos ellos correspondientes a vasos elaborados a mano y sin ningún tipo
de decoración. Su detalle es el siguiente:
- 195 frags. de cuerpo atípicos.
- 3 fraga. de cuerpo con lengüeta.
- 1 frag. de cuerpo con mamelón.
- 1 frag. de cuerpo con carena.
- 28 fraga. de borde.
- 5 fraga. de bases.
- 2 fraga. de lengüeta.
La mayor parte de estos fragmentos son de pequeñas dimensiones, razón por la cual
raramente proporcionan la forma completa de los vasos. No obstante, la singularidad
de los perfiles permite reconocer en bastantes ocasiones el tipo específico de recipien·
te, tal como más adelante detallamos.
La característica principal de esta cerámica es la gran homogeneidad técnica que
presenta. Las pastas son generalmente de tonos oscuros, en la gama de los grises,
incluyendo abundante desgrasante constituido por granos de caliza, cuarzo y calcita, a
veces de buen tamaño; su textura es poco compacta, mayormente exfoliable, desmenuzándose fácilmente en los dedos. La cocción es en casi todos los casos reductora. Las
superficies externa e interna suelen ser del mismo color de la pasta, constatándose
algunas tonalidades más claras en la gama de los marrones; ambas superficies se
presentan normalmente bastante erosionadas, dejando al descubierto la pasta interna
y habiendo prácticamente desaparecido en ellas las trazas de cualquier tratamiento o
acabado, aunque cuando éste es visible se reduce a un simple espatulado o alisado. El
grosor de las paredes de los vasos oscila entre un mínimo de 0'59 cm. y un máximo de
1'88 cm.
Las cualidades de la pasta y el estado de conservación de las superficies, pues, da a
la cerámica de Fuente Flores una apariencia de tosquedad y poco cuidado en su
elabo.:ación y tratamiento.
Como ya hemos indicado, se trata en todos los casos de cerámicas lisas, con
ausencia de decoración, a no ser que en este sentido puedan interpretarse algunos de
los pequeños mamelones constatados en unos pocos fragmentos (fig. 3, núm. 2; fig. 4,
núm. 2). Los elementos de prensión son escasos y poco variados, estando reducidos a
algunas lengüetas macizas de disposición horizontal (fig. 3, núms. 1 y 3; fig. 4, núms. 3
y 10), siempre junto al borde, y tal vez a algunos de los pequeños mamelones aludidos.
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6
2
1
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3
5
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7
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Fil. S.-Cerámica.
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FUENTE FLORES
2
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14
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13
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3cm.
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Fig. 4.- Cerámica.
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15
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8
J. JUAN Y R. MARTINEZ
En cuanto a la tipología, los perfiles correspondientes a aquellos fragmentos de
mayores proporciones que conservan el borde o alguna otra característica peculiar
nos remiten a un variado repertorio formal compuesto por vasos de paredes rectas princípa.l mente--, vasos de cuerpo globular -alguno con cuello insinuado-, cuencos,
escudillas, platos, fuentes y vasos carenados. Su repartición cuantitativa es la siguiente:
- 11 frags. correspondientes a vasos de paredes rectas (fig. 3, núms. 2 y 5; fig. 4,
núms. 1, 6 a 9 y 13 a 15).
- 4 frags. de cuenco (fig. 2, núms. 2 a 4; fig. 4, núm. 12).
- 2 frags. de vasos de cuerpo globular (fig. 3, núm. 3; fig. 4, núm. 5).
- 2 frags. de posibles platos (fig. 3, núm. 4; fig. 4, núm. 4).
- 2 frags. de fuentes o cazuelas (fig. 3, núms. 1 y 7).
- 1 frag. de fuente (fig. 2, núm. 1).
- 1 frag. de vaso carenado (fig. 4, núm. 11).
1.2. La p iedra tallada
Las evidencias de esta industria constituyen un pequeño pero significativo lote con
el sílex como materia prima casi exclusiva. Aparte del sílex se han contabilizado
algunos escasos cantos rodados fracturados y piezas de caliza silícea y cuarcita con
probables trazas de lascado; esto es lo que ha hecho que se tomaran en consideración
en este apartado, aunque su incidencia en el utillaje retocado es prácticamente nula,
tal como puede apreciarse en el cuadro l.
Respecto al sílex, distintas variedades han sido empleadas en Fuente Flores para la
talla. El tipo más usual corresponde a un sílex de aspecto calizo, opaco, mate o con
muy poco brillo, pero de grano generalmente fi.n o y con tonalidades de color en la
gama del gris y del marrón. Le sigue en importancia un sílex de textura más cristalina,
siempre de grano fino y traslúcido en diverso grado (según el espesor e impurezas de la
pieza), con coloración también en la gama del gris y el marrón, pero sin llegar a la
calidad de los típicos melados. Un tipo especial lo constituye el sílex que hemos
llamado «patinado», caracterizado por ofrecer una pátina blanca superficial-a veces
un cierto grado de desilificación-, que recubre parcial o totalmente una matriZ
interna casi siempre de tonalidad más clara, bien observable al trasluz en aquellos
casos en que la alteración superficial es intensa. La .última variedad remarcable
corresponde a un sílex blanco normalmente traslúcido, en ocasiones transparente, en
otras menos y con fuerte brillo, adquiriendo así un aspecto aporcelanado; cuando se
presenta con una textura más granulosa y un tinte marronáceo, este sílex puede
recordar al cuarzo ahumado.
Sobre la incidencia de estos diferentes sílex en el utillaje retocado, los tipos calizo
y cristalino no ofrecen una preferencia constatable por algún grupo preciso de piezas,
repartiéndose homogéneamente por todo el espectro tipológico; los sílex <
piezas laminares.
-188 -
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FUENTE FLORES
9
Materia
Caliza sillcea
Sf1e%
prim4
Malerial
Material
Producro
bruto
Util/Qje
bruto
Lasca
34
18
77
7
4
Material
2
Frag. lasca
To14l
Cuarci14
Utillaje
general
bruto
Util/Qje
7
1
1
62
89
Hoja
1
1
Frag. hoja
9
9
5
6
11
Astilla
23
2
Esquirla
35
Hojita
Frag. hojita
Chunk
27
1
35
4
Núcleo
1
3
Total
181
1
5
3
43
8
1
8
1
242
Cuadro l.- Tipos de soportes y productos de talla según su distinta cualificación (material brutoutill~e) y su materia prima.
Con estas variedades de sílex, principalmente, y con las otras materias mencionadas (caliza silícea y cuarcita), se corresponde, pues, el conjunto de los materiales de
talla recogidos en Fuente Flores, constituidos por:
- 3 núcleos.
- 5 chunks (frags. de materia prima amorfos).
- 234 productos y desechos de troceado (material bruto).
- 45 piezas retocadas y con señales de uso (utillaje o material retocado).
Respecto a los núcleos, dos de ellos son de extracción de hojas, trabajados en el
señalado sílex blanco de tipo cuarzo. Uno es prismático (fig. 5, núm. 1), con un solo
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10
J . JUAN Y R. MARTINEZ
1
2
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3cm.
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Ti;¡•
Fig. 5.- Pied.ra tallada.
3
-190-
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FUENTE FLORES
11
flanco o frente de extracción parcialmente astillado y con el plano de percusión
ligeramente preparado (suaves facetas); el otro es piramidal (fig. 5, núm. 2), con el
frente de extracción extendido a todo el contorno y pudiendo constituir, por su tamaño
y determinadas características de las extracciones (ausencia en algunas de ellas del
negativo del bulbo), una cúspide eliminada en la rectificación de este tipo de núcleos.
El tercer núcleo, también prismático para la talla de hojitas (fig. 5, núm. 3), es de sílex
cristalino y de reducido tamaño, con un solo frente de extracciones al que se le opone
un flanco con el córtex conservado, y un plano de percusión liso, preparado por una
clara extracción.
Los productos brutos de talla, bien soportes o desechos propios del troceado, están
representados por:
- 43 lascas enteras.
- 81 fraga. de lasca.
- 5 fraga. de hojita.
- 25 astillas.
- 35 esquirlas (productos inferiores a 1 cm2 ).
Destaca en este conjunto la precariedad de soportes laminares brutos y el grado de
fragmentación existente, esto último bastante acorde con lo que suele suceder en la
mayor parte de yacimientos de superficie (emplazamientos al aire libre), sujetos más
intensamente a las acciones mecánicas del trabajo agrícola y a mayores desplazamientos de los materiales. Incidiría también en este hecho la práctica fracturación que
afecta al utillaje laminar (ver cuadro 1).
Pese a lo reducido de la muestra y a las condiciones de recogida de los materiales,
el número de astillas y esquirlas (desechos propios de talla o retoque), así como la
presencia de núcleos, chunks y lascas en bruto, abogarían por la existencia de un
trabajo de talla realizado en el mismo emplazamiento del poblado.
El utillaje retocado o con señales de utilización (ver cuadro 2) lo integran 45 piezas,
encontrándose solamente 2 de ellas trabajadas en materiales distintos al sílex: una en
caliza silícea y otra en cuarcita. Se trata de una cantidad bastante exigua de útiles,
pero cubriendo un amplio espectro tipológico. E.n base al agrupamiento en familias
tipológicas es como hemos realizado su recuento y descripción.
Los raspadores están representados por 2 piezas, constituyendo el·4'44% del total
del utillaje. Ambos están elaborados sobre lasca, siendo uno de ellos circular y espeso
(probable,.núcleo o fragmento nuclear discoide reutilizado), con la arista del frente
machac~da y astillada, afectando asimismo el astillamiento a la cara inferior (fig. 6,
núm. 1). El otro es un raspador más típico, mostrando una truncadura en el extremo
opu~sto al frente (fig. 6, núm. 2).
Como ··buril (fig. 6, núm. 3) hemos clasificado una lasca fracturada en los dos
extremos con una faceta lateral que parte de la fractura proximal (en el sentido de la
talla). Esta única pieza constituye ~1 2'22 % del utillaje retocado.
También una única pieza se ha considerado como hojita con borde abatido (fig. 6,
núm. 6), al ofrecer un dorso lateral continuo conformado por retoque abrupto inverso.
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J. JUAN Y R
12
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•
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Fig. 6.- Piedra tallada.
12
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11
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FUENTE FLORES
13
Las muescas y denticulados, en número de 6, representan elll'll % del utillaje. De
acuerdo con el tipo de soporte, se reseñan una lasca con muesca (fig. 6, núm. 4, ésta de
caliza silícea) y otra con denticulación (fig. 6, núm. 5); y asimismo tres hojas con
idénticos caracteres diferenciados: una con muesca (fig. 6, núm. 7) y dos con denticulación (fi.g. 6, núm. 8; fig. 7, núm. 12). Una de las hojas denticuladas (fig. 7, núm. 12)
presenta dos pequeñas muescas directas destacando un diente, pareciendo insinuar un
típico «diente de hoz>•; sin embargo, se opondría a esta adscripción tipológica la falta
del lustre funcional y el hecho de que la muesca superior parece tener un carácter
accidental, deducido por su factura más fresca que contrasta con la de la otra muesca
inferior y la del soporte en general, al ser éste del tipo de sílex que hemos caracterizado como «patinado)).
El ·carácter de truncaduras lo presentan 2 lascas que suponen un porcentaje del
4'44 %. En una de ellas (fig. 6, núm. 9), la truncadura es de tendencia oblicua, y en la
otra recta (fig. 7, núm. 1); en ambos casos el retoque conformador es abrupto directo.
En la segunda pieza se observa un retoque plano marginal bilateral, büacial a tramos,
que en su reencuentro con la truncadura en el borde derecho da la impresión de
producir un pequeño apuntamiento o «bec».
Las puntas de fkcha , con 10 piezas, constituyen el grupo tipológico mejor representado en Fuentes Flores, alcanzando el22'22 % del utillaje. Con arreglo a su morfología
se clasifican del siguiente modo:
- 4 folüormes (fig. 6, nú.ms. 10,11, 12 y 13).
- 1 folüorme de base ensanchada (fig. 6, núm. 16).
- 3 romboidales (fig. 6, núm. 14; fig. 7, nú.ms. 2 y 3).
- 1 de aletas rectas (fig. 7, núm.. 4).
- 1 fragmento (fig. 6, núm. 16).
Entre las folüormes hay un ejemplar fracturado en los dos extremos (fig. 6, núm.
11), pero su adscripción tipológica no ofrece dudas, pudiendo constituir un subtipo
alargado; otro ejemplar es de apariencia más tosca e irregular (fig. 6, núm. 12), también
de tendencia alargada, y otro más presenta una leve denticulación en uno de los
bordes (fig. 6, núm. 13).
La foliforme de base ensanchada (fig. 6, núm. 16), fracturada distalmente, constituye un tipo especial dentro de esta misma c.ategoría, y con formas más esbeltas y más
finamente retocadas aparece con relativa profusión en los ajuares de las cuevas de
enterramiento múltiple del importante núcleo neo-eneolítico que constituyen las comarcas valencianas del Comtat-Alcoia y la Vall d'Albaida.
Las puntas romboidales, una variante de las foliformes propiamente dichas, no
ofrecen caracteres particulares, a no ser la leve asimetría de uno de los ejemplares (fig. 7,
núm. 3).
Las otras dos piezas corresponden a un fragmento no precisable tipológicamente
(fig. 6, núm. 16), y a otro que, pese a su estado, no es demasiado forzado catalogar entre
las puntas de aletas rectas (fig. 7, núm. 4).
En cuanto a la tecnología, todo este pequeño lote de puntas de flecha presenta un
retoque plano cubriente bifacial, carácter que normalmente impide reconocer el tipo
- 193-
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J . JUAN Y R. MARTINEZ
14
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•
11
Fig. 7.-Pleclra tallada.
- 194 -
7
1
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FUENTE FLORES
15
de soporte, aunque es probable que si exceptuamos un solo ejemplar (fig. 6, núm. 11), el
resto haya sido elaborado sobre lasca. Tipométricamente, y en las piezas enteras, la
longitud máxima observada es de 3'10 cm. y la mínima de 1'68 cm.; se trata, pues, de un
conjunto de puntas de dimensiones bastante reducidas.
LaB hojas y hojitas retocadas son el segundo grupo tipológico en importancia
numérica (6 efectivos) y porcentual (suponen un índice del13'33 %). Presentan como
rasgo común la fracturación norm~ente accidental de uno o ambos extremos,
tratándose en la mayoría de casos de verdaderos fragmentos en su estricta consideración (1). Dada la disparidad de caracteres existentes en cada pieza, y puesto que lo
permite su pequeño número, ofrecemos una descripción individual de cada una de
ellas, señalando las dimensiones en los dos únicos casos en que no se trata de
fragmentos sensu stricto:
-
-
-
Hoja con fractura proximal y leve acortamiento distal (fig. 7, núm. 11). Presenta un retoque simple, de
tendencia plana y de aspecto escamoso-escaleriforme, marginal, parcial directo, localizado distalmente
en el lado izquierdo; se observan señales de uso en ambos bordes y por ambas caras. Dimensiones: 9'20 x
1'20 x 0'46 cm.
Fragmento medial de hoja con retoque plano de aspecto escamoso-astillado·escaleriforme, marginal,
continuo (en el fragmento), directo, bilateral (fig. 7, núm. 6).
Fragmento medial de boja con retoque simple, muy marginal, casi continuo (en el fragmento), directo,
localizado en el lado izquierdo; tiene señales de uso en el borde opuesto (fig. 7, núm. 5).
Fragmento medial de boja con retoque simple de aspecto escamoso-escaleriforme, profundo, continuo (en
el fragmento), directo, bilateral (fig. 7, núm. 7); el modo simple del retoque viene conferido más por el
espesor de la pieza (una boja prismática), que por la intesidad real en que éste afecta al volumen del
borde.
Fragmento proximal de hojita con retoque simple, profundo, muy parcial (en el fragmento), directo,
localizado en el lado derecho (fig. 7, núm. 8).
Hojita con fractura distal (fig. 7, núm. 9). Presenta un retoque simple de tendencia plana, profundo,
continuo, directo, localizado en el borde derecho. Dimensiones: 1'77 x 0'66 x 0'27 cm.
Como visión sintética de este conjunto, y atendiendo a las características del
soporte y del retoque, hemos confeccionado el siguiente cuadro valorativo:
Reroque
Amplitud
Tipo
Modo
Soporte
Marginal
Muy
marginal
Profundo
Simple
Simple
(plano)
Plano
Sumario
Escamoso
Hoja
2
1
1
2
1
1
1
3
2
1
1
Hojita
2
(1) Bnc.nclemoe por od'raJftMDtoP ea MDiido e.lricco y en au aplicación a aopone. laminare~ (útllee o no), aquellas pina de indudable talla
laminar pero que en au Mtaclo de c:oDMI'VaeiÓI> la lon¡jtud e. siempre inferior o.l doble de la anchura.
-195-
[page-n-196]
J. JUAN Y R. MARTINEZ
16
1
1
4
1
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1
1
1
7
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1
Fig. S.-Piedra tallada.
•
o
3cm.
-196-
•
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FUENTE FLORES
17
Continuando con los restantes grupos tipológicos, la única pieza de hoz constatada
(2'22 %) corresponde a un pequeño fragmento de hoja con intensa pátina brillante
bifacial (lustre de cereales) localizada en el borde derecho (fig. 7, núm. 10). Formalmente, podría entrar en la categoría de los «elementos de hoz» (2), presentando el borde
con lustre atacado por una denticulación marginal probablemente de uso.
Como piezas bi{aces catalogamos un grupo de soportes, normalmente lascas, que
presentan como característica común una serie de retoques o extracciones planas
bifaciales, más o menos invasoras, pudiendo en algún caso también cubrir toda una
cara (fig. 8, núms. 1, 2, 5 y 7). Se trata con seguridad de verdaderos esbozos de puntas
de flecha, a menudo con claras fracturas de conformación, formas foliáceas más o
menos insinuadas, gruesas secciones, caracteres de talla discernibles (talón, ondas de
percusión, extremidades distales...), etc., y que por estos rasgos de tosquedad y de
evidente inacabado son del todo diferenciables de las puntas de flecha propiamente
dichas. Su número es de 4 (una es un fragmento), y su índice del 8'88 %.
Las piezas astilladas, todas sobre lascas o fragmentos, son relativamente abundantes (5 efectivos), constituyendo un porcentaje delll'll% (fig. 8, núms. 3, 8 y 9; fig. 9,
núms. 2 y 6). Las extracciones o astillamientos son en todos los casos bilaterales, y en
mayor medida de disposición unifacial-bifacial. La relativa entidad de estas piezas,
más que a una voluntariedad funcional, y puesto que el retoque astillado suele
responder en muchas ocasiones a causas accidentales, podría deberse a los lógicos
mecanismos de alteración a que se encuentran sujetos los yacimientos de superficie,
tal como repetidamente hemos apuntado.
A un grupo de varios hemos remitido un fragmento de lasca con retoque continuo
muy marginal (fig. 8, núm. 4), un fragmento probablemente de hoja con retoque plano
inverso (fig. 9, núm. 4), un fragmento de lasca con retoque plano bifaz en un borde (fig. 8,
núm. 6), un fragmento de lasca con retoque plano unifacial (fig. 9, núm. 5) y una
aparente raedera espesa, con retoque inverso escaleriforme, fabricada sobre una lasca
de cuarcita (fig. 9, núm. 1). A excepción de la primera y última piezas señaladas, las
tres restantes podrían tratarse también de primeros esbozos o fragmentos originados
en el proceso de elaboración de puntas de flecha. En total, los varios suman 5 piezas
que proporcionan un índice del 11'11 %.
Por último, hemos tomado también en consideración en este apartado del utillaje, y
contabilizadas conjuntamente con los restantes grupos tipológicos, una hoja y dos
hojitas con simples señales de utilización (retoque no sistemático), que vienen a
representar un por~entaje del 6'66 % (fig. 9, núms. 3, 7 y 8).
(2) Loe •elemento. de bOP han aido daflnldoe y eontutuallzadoe en nuHtro 'mbito de ..tuclio por B. MARTI: «Cova de l'Or (Banit.rr4e,
Alicante). Vol. 1•. Trabajoe Varice del Servicio de lnvMtltt.cl6n Prehiotóriet.. niÍlll. 61. Valencia, 1977, P'P· 8&-90, hab.iendo marcado claramente
laa diatanciaa moño-técnicaa y cronol6alco-cultural.. que loe Mparan de loa caracterátlcoe odlentea de hOP del Bronce Valenciano.
-197-
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J. JUAN Y R. MARTINEZ
18
•
•
•
3
1
1
1
7
Fig. 9.-Piedra tallada.
- 198-
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FUENTE FLORES
GrUJ)08 y ooriai'IÚS tipol6giccu
19
Número
"
RASPADORES
2
4'44
BURILES
1
2'22
HOJITAS BORDE ABATIDO
1
2'22
MUESCAS Y DENTICULADOS
Lasca con muesca
Lasca con denticulación
Hoja/hojita con muesca
Hoja/hojita éon denticulación
5
1
1
1
2
11'11
TRUNCADpJtAS
2
4'44
10
4
1
3
1
1
22'22
8'88
2'22
6'66
2'22
2'22
HOJAS/HOJITAS RETOCADAS
Hojas retoque marginal
Hojas retoque muy marginal
Hojas retoque profundo
Hojita r etoque profundo
6
2
1
1
2
13'33
4'44
2'22 .
2'22
4'44
PIEZAS DE HOZ
1
2'22
PIEZAS BIFACES
4
8'88
PÍEZAS ASTILLADAS
5
11'11
VARIOS
5
11'11
PIEZAS SE~ALES DE USO
Hojas
Hojitas
3
1
2
6'66
2'22
4'44
PUNTAS DE FLECHA
Foliformes
Foliformes base ensanchada
Romboidales
Aletas rectas
Fragmentos
TOTALES
45
Cuadro !.-Recuento del utillaje
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2'22
2'22
2'22
4'44
100
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20
J. JUAN Y R. MARTINEZ
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1
2
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Fig. 10.-Piedra pulida.
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FUENTE FLORES
21
1.3. La piedra pulida
Unicamente se han encontrado elaboradas con esta tecnologÍa dos piezas que por
sus perfiles corresponden a un hacha y a una azuela. Ambas han sido trabajadas en el
mismo tipo de roca, de un color grisáceo-azulado, y asimismo presentan fuertes
astillamientos producto, probablemente, del rodamiento u otras acciones debidas al
laboreo agrícola.
El IUJclw. (fig. 10, núm. 1) ofrece una silueta trapezoidal, con el filo y el talón redondeados y en buena
parte afectados por los astillamientos, asi como parte de las caras. La longitud máxima de la pieza es de 6'20
cm. y la longitud del filo -o anchura máxima-, de 5'46 cm.; la anchura del talón es de 2'69 cm. y el espesor
mitad del útil, de 2'11 cm. La sección transversal es elíptica. La superficie externa no destruida por los
astillamientos está completamente pulida, pero ofreciendo un brillo apagado, casi mate.
La azuela (fig. 10, núm. 2) también presenta una silueta trapezoidal, con el filo recto y el talón
ligeramente redondeado. Los astillamientos, bastante acusados, prácticamente aólo afectan al filo por su
cara inferior. La longitud de la pieza es de 5'69 cm. y la del filo de 4'68 cm. (también anchura máxima); la
anchura del talón, 1'83, y el espesor en la parte media, de 1'96 cm. La sección es de tendencia plano-convexa.
El pulido cubre toda la superficie, siendo el brillo más intenso que en el caso del hacha.
11
1.4. El hueso trabajado.
Frente a la abundancia de restos de fauna recogidos en Fuente Flores, la muestra
de hueso trabajado es relativamente escasa, constituida en su mayor parte por punzones y fragmentos de éstos. El examen atento de las piezas permite reconocer los
procedimientos empleados en su elaboración, apreciándose como constantes las trazas
de seccionados longitudinales, las estrías de abrasión y el buen acabado producido por
un pulido más o menos intenso.
La clasificación y descripción de cada pieza, señalando la parte ósea y la especie de
procedencia cuando ello es posible, es la siguiente:
-
-
Punzón sobre ulna derecha de Linx pardina (lince). Muestra señales de abrasión en la epifiais proximal
(proceso coronoideo y superficies lateral, medial y proximal del Olécranon) y en la diáfisis. Leve fractura
a la altura del tercio distal. Longitud: 11'72 cm. Fig. 11, núm. 5.
Punzón sobre metatarso de Ovis ariea (oveja). Conserva la epifisis distal. Corresponde a la mitad del
metatarso seccionado longitudinalmente. Longitud: 6'70 cm. Fig. 11, núm. l.
Fragmento distal de punzón (extremo apuntado) sobre diáfisis de tibia de ovicáprido. Fig. 11, núm. 3.
Fragmento proximal de probable punzón (extremo no apuntado) sobre metatarso de ovicáprido. Conserva
la eplisis proximal, correspondiendo igualmente a la mitad del metatarso seccionado longitudinalmente.
Fig. 11, núm. 2.
·
Fragmento proximal de probable punzón sobre hueso no reconocible.
Fragmento proximal de posible ttvarilla,, o aguja plana. El grado de abrasión impide una identificación
segura, pudiendo tratarse de un fragmento proximal de metapodio de especie no precisable. Fig. 11, núm. 4.
Fragmento de ((pieza fusiforme)) (3) sobre asta de Cervus el4phus (ciervo). Fig. 11, núm. 6.
Fragmento proximal de metacarpo derecho de Cervus elaphus con profunda incisión central, probable.
mente correspondiente al proceso de s~ccionado longitudinal del hueso.
(3) Denominaci6n propu"la para eete tipo de p i - por E. VENTO: •Ensayo de eluilicaci6n aiatemática de le induatria 6eea neolltica. lA
Cova de l'Or (Beniarrie. Alacant). Exe•vacionea antiJUU». Papal" del Laboratorio de ArqueoJocía de Vale.ncia.Saeunrum. 19. Valencia, 1986,
páp. S1-83.
-201-
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22
J . JUAN Y R. MARTINEZ
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5
Fig. 11. -Hueso y madera trabajados.
- 202 -
7
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FUENTE FLORES
2S
1.5. Otros vestigios
Además de los materiales industriales anteriormente reseñados, debemos recalcar
una vez más que en la misma zanja denunciadora del yacimiento de Fuente Flores
apareció un cierto número de lajas y placas fragmentadas de arenisca que, como antes
avanzábamos, pudieran ponerse en relación con las probables estructuras constructivas del poblado.
También como elemento constructivo o como parte de algún tipo de soporte para
recipientes habría que considerar el hallazgo de un ciclindro de barro cocido fragmentado, de sección subcircular, que presenta la superficie externa regularizada y alisada
y uno de los extremos también perceptiblemente regularizado.
Por otro lado, un fragmento de canto rodado de ar~nisca, parcialmente ennegrecido
y cuarteado por acción del fuego, podría haber formado parte de alguna estructura de
hogar.
.
Sin embargo, uno de los hallazgos más interesantes efectuados en Fuente Flores
corresponde a los numerosos restos de materia vegetal, carbonizados y no, conservados en buena parte -sobre todo en el segundo case>- gracias al medio turboso del
yacimiento. Sobresalen entre ellos los que parecen dos fragmentos de utensilios no
determinables (tal vez restos de mangos), uno de los cuales se encuentra trabajado en
madera de encina, presentando una perforación intencional en un extremo (fig. 11,
núms. 7 y 8).
El análisis antracológico de los restos vegetales no trabajados, realizado por Elena
Grau Almero, muestra que gran parte de las muestras examinadas, no carbonizadas,
proceden de la corteza exterior de Pinus sp. El resto, 75 fragmentos, carbonizados y no
carbonizados, pertenece al xilema secundario o madera de cuatro taxones diferentes:
Pinus halepensis (pino carrasco), Pinus nigra subsp. salzmannii (pino negral), Quercus
ilex (encina/carrasca) y Quercus faginea subsp. valentina (quejigo). Sus cuantificaciones y porcentajes se detallan en el cuadro siguiente:
Taxones
Número
Pinus halepensis
9
%
12
Pinus nigra
16
21'30
Quercus ilex
35
46'60
Quercus faginea
15
20
TOTAL
75
100
Este tipo de vestigios, además de aportar datos valiosos sobre la vegetación
circundante en el momento de vida del yacimiento, permiten algunas conjeturas sobre
-203-
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J . JUAN Y R. MARTINEZ
el carácter de su presencia en el mismo. ¿Se trata de restos de material combustible
empleado en los hogares? Los fragmentos carbonizados podrían en cierta forma respaldar esta proposición. ¿O tal vez se trata de restos de posibles construcciones? Los
fragmentos no carbonizados, en cambio, podrían ir en esta dirección. Además, no
habría que descartar la posibilidad de una industria con base en la madera orientada a
la fabricación de utensilios y otros tipos de objetos, tal como revelan los fragmentos
trabajados mencionados con anterioridad. Es cierto que todas estas proposiciones
podrían ser plausibles a la vez, y sólo la excavación del yacimiento permitirá despejar
las incógnitas planteadas.
2. Valoración de conjunto
Empezando por la cerámica, ya hemos visto con anterioridad las características de
la muestra recogida en Fuente Flores: alto grado de fragmentación, mala conservación
y reducido tamaño de los fragmentos (lo que hace que sean pocas las formas reconstruibles, aunque no reconocibles), ausencia de decoraciones, etc. Centrándonos en la
tipología morfológica de los vasos, inducida a partir de los fragmentos que conservan
el borde y una mayor proporción del cuerpo o galbo, el grupo mayoritario en este
yacimiento lo conforman aquellos reéipientes de paredes rectas no determinables en
principio, pudiendo corresponder a vasijas de cuerpo cilíndrico o troncocónico, y de
los que ofrecemos los simples perfiles en la fig. 4. Esta clase de recipientes están bien
documentados desde el Neolítico antiguo, y en contextos del Eneolítico, según J.
Bemabeu (4), parecen ser más abundantes durante las fases inicial y plena.
Más escasos son los vasos de cuerpo globular (fig. 3, núm. 3; fig. 4, núm. 5), formas
catalogables entre las ollas y que tienen claros precedentes en las culturas neolíticas
al
locales (6). Perfiles parecidos - que presenta cuello y borde diferenciado (fig. 4, núm.
5), con seguridad una ollita identificable con el tipo 57 de Bemabeu (6), se reconocen
entre los materiales cerámicos del poblado del Atareó de Belgida (7) y de Les Jovades
de Cocentaina (8); en el primer caso, se trata de un contexto campaniforme, mientras
que en el segundo no hay documentada esta especie cerámica. El anterior autor (9)
señala que las ollas son relativamente escasas durante el Eneolítico inicial y pleno,
cobrando mayor desarrollo en el Horizonte Campaniforme de Transición (H.C.T.) (10).
(4) J. BERNABEU: «El vuo campaniforme en el Pala Valencianooo. 'l'rat..joe Varioe clel Sarvicio cla l nv ..ti¡ac16n Prehiat6rica, núm. 80.
Valencia, 1984.
(6) MARTI: Op•. cit.. nota 2.
(8) BBRNABBU: Op. cit.. nota 4.
(7) M. JORNBT: tePrabiatoria cla B61clda. l. HallazcouneolltiCOIPO. Arc:bivo de Prebiotoria Levantina, 1 (1928). Valencia, 1929, pq.. 91-100,
6¡. 3, núm. 6.
(8) J.IJ. PASCUAL: «te. Jovadw (Coc.ntaina). N - per al'estucli cla1 poblameot - J Itic ala conca clal riu ei'Aicoi». En «El Bneolltico en
al Pala Valanci.-, lnatituto ele B.twlioe Juan Gii·Aibert. Colacci6n Patrimonio. 6. Alicanta, 1888, pq.. 78-87, 11¡. 9.
(8) BBRNABBU: Op. cit.. nota 4, pl¡. 9'7.
(10) Para lao ncient.ao ~tioacionw dal Bnaolítico Valeociat~<~, COftiUlt.ar.
B. PLA. B. MAR'n 1 J . BBRNABBU: «Le Brete clel Pecllepl (Navarrio, Valencia) 1 loe lnlcioe ele la Edad cla1 BtoDC:elt. XVI Con¡:reoo
Naeioul de Azqueolo¡fa (Mwcla.caru,.na, 1982). Zarqou. 1983, plp. 23&-US.
J . BBRNABEU: «EE Bnaolíaco valeDciano: ¿Borizoftte cult;ural o CJODOI6cjco?lo. Bo d i Bneolftico en el Pala Valmc:iano-, ln81ituto c1a
Botudioe Juan OiJ.Albert, Coleceión Patrimonio, 6. Alicanta, 1986, plp. 9-14.
BBRNABBU: Op. cit. nota 4.
-204-
[page-n-205]
FUENTE FLORES
26
Los cuencos, por su parte, no están mal representados en Fuente Flores, habiéndose
podido efectuar la reconstrucción de algunos de ellos (fig. 2, núms. 2, 3 y 4). Todos son
cuencos profundos (IP > 50 cm.), de las variantes hamiesférica y globular, formas muy
extendidas en el espacio y el tiempo que se encuentran desde el Neolítico a la Edad del
Bronce (11).
Un solo fragmento podría corresponder a una escudilla (fig. 3, núm. 8), por su perfil
sencillo y abierto y borde no destacado. Las escudillas, con algunos antecedentes en el
Neolítico inicial, son más bien características de sus etapas finales, constatándose en
la fase Ereta 1 (Neolítico final), perdurando en las fases Ereta 11 y m (Eneolítico
inicial-pleno y H.C.T., respectivamente), aunque rarificándose en la segunda de ellas
(H.C.T.) (12).
Sin embargo, las formas más singulares constatadas en Fuente Flores son las que
corresponden a fuentes y platos (fig. 2, núm. 1; fig. 3, núm. 4). La tendencia observada
desde el Neolítico antiguo y medio es a sustituir los recipientes profundos por los
planos, característica que ya aparece bien documentada durante el Neolítico tmal (13).
Esto conllevará que los grupos dominantes cerámicos en el Eneolítico, en paralelo con
otras áreas peninsulares, sean estos platos, fuentes y escudillas, con sus diversas
variantes, acompañados en mayor o menor medida de cuencos, cazuelas, ollas y orzas
(14), algunos de cuyos tipos ya hemos visto en Fuente Flores. Si bien la tendencia
anteriormente enunciada puede ser reconocida, el repertorio de formas planas, en
especial platos y fuentes, es aún bastante escaso en contextos del Eneolítico valenciano y, por consiguiente, mal conocido en sus aspectos tipológicos, evolutivos y de
filiación. La gran fuente reconstruida en la fig. 1 (al igual que los perfiles núm. 4 de la
fig. 3 y 4 de la fig. 4), tiene pocos paralelos formales directos en nuestro ámbito de
estudio, y sólo de lejos podría emparentarse con alguna de las fuentes o platos del
singular poblado de Les Moreres de Crevillent (15). Aunque presenta un borde que
podríamos considerar engrosado y levemente remarcado al exterior, difícilmente puede paralelizarse con las fuentes de borde engrosado y saliente del anterior yacimiento
de Les Moreres, o con los mismos tipos de vasos documentados en otros contextos del
Eneolítico peninsular, por ejemplo del poblado granadino de los Castillejos de Montefrío (16); asimismo, tampoco ofrece parangón con los tipos 1, 22, 23, 24 ó 25 de
(11) BBRNABEU: Op. cit. nota 4, 1'4· 96.
(12) BBRNABBU: Op. cit. nota 4, "''· 96.
Para la MC:Uencia de la Bntta:
E. PLA, B. MARTI y J. BERNABEU: o.Ereta del Pedrepl (Navarria, Valencia). Campa6u de excavación l97M&'79>o. Noticiario
ArqueolóPco Hlapúúco, 16. Madrid, 1968,
41-68.
PLA. MARTI y BERNABEU: Op. cit. nota 10.
(13) J . BBRNABEU: •lA evolución del Neollrico en el País Valenciano. Aportacionee al tttudio de lu culturu neollticu en el extMmo
occidental del Mtditarrin-. Reviata del rn.tituto de &tudi.. AliC8Jltino., núm. 37. Alicanc., 1962, ~~.. 86-137.
(14) BERNABEU: •El EDeolltico...• , op. cit. nota 10.
(15) A. GONZALBZ PRATS: •El. poblado calcolltico de 1M M.._ en la Sierra de Crevillenta. Alicantao. 81> •El BneoUiico en el Pa.la
ValencianO". lnatituto de Beludioe Juan Gii·Albert. Colección Petrimonio, 5. Alicante. 191!8, P4e. 89-99.
(18) A. ARRIBAS y P. MOLINA: oEI poblado de " Loe Caatillejoe" en 1u Pe6u de loe Gitanoe ( Montefrio, Granade). El corta 1 (campafta de
1971)ot. Cuademoe de Pl'ehíatoria de la Univenidad de Granada. Serie .Monocrifica. 3. Granada, 1117&
A. ARRIBAS y P. MOLINA: •Nuevu aportaciones al inicio de la metalursia en la PeniDaula !Wrica. El poblado de loe Cutlllejoe de
Montafrio (Gtanade)oo. En «1'be Oriaina ot MetaliUlll' in Atlentie Europeo. Dublln, 1979, ~,.. 7-32.
"'P.
-205-
[page-n-206]
26
J . JUAN Y R. MARTINEZ
Bernabeu (17), correspondientes a los pocos platos o fuentes de borde saliente o de
borde engrosado del propio Eneolítico valenciano. Con todo, es innegable que la
tipología de la fuente en consideración responde en su concepto a una idea común con
los casos señalados. Al respecto, Bernabeu se decanta enteramente porque estas
formas cerámicas son indicadoras de contactos o influencias llegadas desde las vecinas
culturas eneolíticas o calcolíticas del Sudeste peninsular (18). Cabría añadir, en
definitiva, que tal vez haya que contar con autóctonos replanteamientos tipológicos de
este tipo de vajilla, que la eñmera base documental actual apenas permite perfilar.
En cuanto a la cronología, las fuentes de borde engrosado y saliente, a tenor de lo
que revela la estratigrafía del poblado de los Castillejos, sería.n significativas en el
marco andaluz de las primeras etapas eneolíticas (cobre antiguo y pleno, según las
denominaciones de la zona), al iniciar su presencia en la fase 111 (pre-campaniforme) y
alcanzar su apogeo en la Fase IV (campaniforme inicial) de dicho poblado (19). Una
cronología parecida, pues, puede suponerse para la aparición y desarrollo de estas
formas cerámicas en el ámbito valenciano, que deben caracterizar de este modo
nuestro Eneolítico inicial y pleno.
Por otro lado, tipológicamente entre las fuentes y las cazuelas se encuentran otros
dos perfiles señalados en la figura 3 (núms. 1 y 7). El núm. 1 corresponde a una vasija
de cuerpo de tendencia troncocónica y lengüeta adosada junto al borde, presentando
éste el labio adelgazado internamente, y donde el arranque de la base puede percibirse
en el extremo inferior de la pared interna. El único paralelo para esta forma lo hemos
encontrado probablemente en el poblado de la Macolla de Villena (donde tampoco se
tiene constancia de cerámica campaniforme), en un vaso de características similares
incluyendo las lengüetas de prensión, pero con éstas perforadas verticalmente (20).
Más problemas presentaría la inclusión del recipiente de Fuente Flores en el tipo 33 de
Bernabeu, referido a las verdaderas cazuelas troncocónicas, con un mayor índice de
profundidad y adscritas únicamente de momento al H.C.T. (21). El fragmento núm. 7,
pese a su reducido tamaño, también podría corresponder a un vaso de paredes troncocónicas (fuente o cazuela?), presentando un borde ligeramente engrosado y con labio
plano. Estas características de engrosamiento y aplanado del labio, da.ndo lugar a una
variante tipológica concreta, se observan en algunas fuentes de cuerpo no carenado
del poblado de los Castillejos, proporcionando algunos perfiles emparentables con el
caso de Fuente Flores (22).
Por último, y en esta consideración de la cerámica, faltaría referirse a un fragmento que, a pesar de su mala conservación, posiblemente pueda corresponder al cuerpo de
un vaso carenado (fig. 4, núm. 11). Este tipo de vasos empieza a documentarse desde las
(11) BBRNABBU: Op. cit. nota •·
(18) BBRNABBU: •El BMOiltico..Jt, op. cit. nota 10, pq. 18.
(19) ARRIBAS y MOUNA: Op. cit. nota 16, 1979.
(20) J . M. SOLER: «El EMOiltleo ea Vill-. Depertamento de Hiatoria Anticua de la Univenídad de Valencia,
Valeroeia. 1981, pq.. l..Sl, 61. 12. nW... l .
.
(21) BERNABBU: 0p. eit. nota • · pq. 96.
(22) ARIUBAS y MOUNA: Op. cit. nota 16, U178, pq. 90 y 61. 76, núm&. 677 y 680.
-206-
s.n. Arqueolócic:a. 7.
[page-n-207]
FUENTE FLORES
27
primeras fases del Neolítico final, formando con las escudillas en calota el binomio
más típico de la producción cerámica de este estadio cultural y estando presentes
durante todo su desarrollo (23); su perduración en el Eneolítico es segura, prefigurando desde aquí, con las especies campaniformes del H.C.T., las características formas
del Bronce valenciano (24). En claros contextos pre-campaniformes del Neo-eneolítico
valenciano, encontramos vasos con carena insinuada en el poblado de Les Jovades
(25), y con carena bien marcada en el de Les Moreres (26); asimismo, hay algún
ejemplar documentado en el poblado de la Casa de Lara de Villena (27), aunque las
peculiares características de este yacimiento impiden una exacta fijación cultural.
Extrapolando un poco los datos, en los Castillejos de Montefrío aparecen los vasos
carenados en la Fase III (Cobre antiguo), en forma de finos vasitos con carena baja que
recuerdan a las idénticas tacitas de Les Moreres y a otras similares con decoración
esgrafiada de los primeros momentos del Neolítico final valenciano (28). Todo parece
indicar, pues, que los vasos carenados, introducidos y desarrollados en el neolítico
final, perdurarán con mayor o menor entidad durante todo el Eneolítico, volviendo a
cobrar una marcada significación, como ya hemos apuntado, en el Bronce valenciano.
Pasando al apartado de la industria lítica, poco es lo que puede decirse respecto de
los escasos vestigios de piedra pulida encontrados en Fuente Flores, si no es que
hachas y azuelas fabricadas en esta tecnología constituyen prácticamente una constante en todos los yacimientos valencianos y peninsulares desde los inicios del Neolítico hasta la generalización del metal.
Por lo que se refiere a la piedra tallada, y especialmente al utillaje, en Fuente
Flores, al igual que en el resto de las estaciones valencianas equiparables, las puntas
de flecha y las hojas y hojitas retocadas se muestra.n como los grupos tipológicos
dominantes. Un dato remarcable para las puntas de flecha es el predominio de los tipos
que podemos considerar simples (foliformes y romboidales) y la ausencia de las formas
con pedúnculo y aletas bien marcadas. Por lo que sabemos de algunas notas publicadas sobre la secuencia de la Ereta del Pedregal (29) y los estudios en materia lítica
actualmente en curso para este yacimiento, la generalización aquí de las puntas con
pedúnculo y aletas tiene efecto en las fases más avanzadas (EP-ill), correspondientes a
momentos claramente campa.niformes; este mismo hecho ha sido observado en otras
áreas peninsulares (30). En relación con la fabricación de las puntas de flecha y el
reavivado de los bordes cortantes de determinadas hojas y hojitas, hay que señalar la
importancia adquirida ahora por el retoque plano, prácticamente ausente en las
(23) BERNABEU: Op. cit. nota 13.
(24) BERNABBU: Op. cit. nota <1, pq. 96.
(2&) PASCUAL: Op. cit. nota 8, flr. 9.
(26) GONZALÉZ PRATS: Op. ciL nota 15, (tlf. 1, n úma. 2 y 6.
(27) J. M. SOLER: •La Cua de Lata. ViU.O. (Alic:enta). Pobleclo de llanura con cerámica eU'di&JJo. Saitabi. XI. valencia. 1961, pq.. 193-200,
Um. l.
(28) BERNABBU: Op. clt. nota 13.
(29) D. FLSTCHBR. B. PLA y E. A. LLOBREGAT: oLa Ereta del Pednpl (Navarn... Valencia)o. &
(30) A. CAVA! •La lnduatria lítica en 1 cl61mmeo del Pala Vuco meridional•. Veleia. l . Vitoria. 1964, p4ip. 111·145.
..
- 207-
[page-n-208]
28
J . JUAN Y R. MARTINEZ
primeras etapas neolíticas (31). También en relación con las puntas de flecha hay que
considerar el buen porcentaje de las que hemos denominado piezas bifaces, probables
esbozos de aquéllas en su proceso de elaboración. Piezas de estas características, poco
valoradas en su conjunto y hasta cierto punto habiendo pasado desapercibidas, existen
en mayor o menor proporción en todos los yacimientos de superficie del Neo-eneolítico
valenciano; han sido determinadas, además de en la Ereta -donde aparecen en
grandes cantidades-, en el poblado del Puntal sobre la Rambla Castellarda de Llíria
(32) y en Les Jovades (33), y pueden reconocerse en las ilustraciones de reseñas de
yacimientos como la Font de la Carrasca de Cuila (34), Cova Roja de Benassal (35) y el
poblado de la Macolla de Villena (36), entre otros.
Otra peculiaridad observable en el utillaje de Fuente Flores, teniendo en cuenta lo ·
reducido de la muestra, es la presencia de algunas típicas piezas de lo que puede
considerarse como el sustrato industrial (raspadores sobre lasca, buril, hojita de
dorso), poco o nada frecuentes en las fases iniciales del Neolítico . (37). Es todavía
prematuro pronunciarse sobre el real significado de estas «pervivencias», en términos
de valorar el peso de la tradición epipaleolítica, ligado al tema de la dualidad cultural
observada en los comienzos del Neolítico, etc., dado que todo ello, como antes hemos
apuntado, se encuentra en una fase inicial de estudio. Menos problemas de interpretación plantean las piezas adscribibles al infrasustrato (muescas y denticulados, astillados ...), abundantes en todos los yacimientos de superficie, y cuya fuerte proporción
también aquí - relativamente hablando-, cabría atribuir en parte y del mismo modo a
las propias características ñsicas del emplazamiento.
Otro aspecto a destacar en Fuente Flores es la ausencia de microlitos geométricos
y de grandes truncaduras sobre hoja, más o menos presentes en yacimientos del mismo
tipo (Ereta, Les Jovades, Font dé la Carrasca). Ello ha de deberse más que a particularidades de índole cultural, a las propias circunstancias de recuperación de los materiales. Finalmente, la existencia de piezas talladas en otras materias distintas al sílex,
principalmente cuarcitas, es un hecho bastante corriente en contextos neo-eneolíticos,
habiendo sido también citadas en yacimientos como Rambla Castellarda, Cova Roja o
la Macolla.
En cuanto al hueso trabajado, la muestra de esta industria recogida en Fuente
Flores ofrece una buena visión de lo que parece ser la tónica general en los yacimientos de esta etapa: en primer lugar, la pérdida de la variedad tipológica que caracterizaba al Neolítico, especialmente a sus fases más antiguas (38), y tanto en útiles como en
(81) ~. JUAN-CABANU.LBS: •Eiutill.,;e neolítico en lfie:r del litoral medlterrineo peniMUIU'It. Papel.. dal Laboratorio da Arqueolocfa de
Valencla.sa.u.ntum. 18. Valencia, 1984, p6p. $102.
·
(82) ~. APARICIO, J. V. MARTINBZ y J. SAN VALERO: •El Puntal oobn la Rambla Caotellarda y al poblamiento aneolftico en la fteción
Valenclan». Saite.bi, XXVU. Valencia, 1977,
37-62.
(38) PASCUAL: Op. cit. nota 8.
(34) A. GONZALBZ PRATS; •81 pobladn calcol!tico da la Fout da la Carruca (Cuila, Cutellón)t. Archivo de Prehiatoria Levantina, XVI.
Valencia, 1981, p6p. 1·1·168.
(36) A. GONZALBZ PRATS: «Carta Arq.-Jócjca del Alto~- Tra.,.¡a. Varia. da1 Sarvic:in da Inveotipclón Prehiat6rica. nllm. &s.
Valancia, um. """- »U. •
(88) SOLBR: Op. cit. DOta 20.
(87) JUAN.CABANILL88: Op. cit. DOta 31.
(38) VENTO: 0p. cit. nota 8.
""o.
-208-
[page-n-209]
FUENTE FLORES
29
elementos de adorno; en segundo lugar, y en relación con lo anterior, la práctica
reducción de la manufactura a un grupo de utensilios muy precisos como son los
punzones. Ciertamente, este tipo de piezas son las predominantes en Fuente Flores, y
otro tanto ocurre por lo que sabemos en la Ereta del Pedregal y yacimientos afines. Si
la mayor parte de punzones de Fuente Flores pueden ser catalogados como «útiles» en
su sentido funcional, hay algunos de ellos que podrían entrar en la categoría de los
«adornoS)), Se trata, por una parte, del punzón elaborado sobre metapodio de ovicáprido conservando la epífisis (.fig. 11, núm. 1), tipo muy bien documentado en el Neolítico
y que, en opinión de E. Vento, en base a las particulares características técnicas de
estas piezas y a ciertas constataciones etnográficas, cabría considerar como pasadores,
es decir, agujas de adorno para el cabello (39). De todas maneras, es cierto que no debe
descartarse su polivalencia funcional. Por otra parte, habría el pequeño fragmento
proximal de punzón de sección plana (.fig. 11, núm. 4), clasificable entre los alfileres o
varillas aplanadas que tanta significación revisten en los ajuares de las cuevas
sepulcrales, y cuya funcionalidad sería idéntica a la de los pasadores (40). Volviendo al
tema de los punzones sobre metapodios de ovicápridos, como hemos dicho uno de los
elementos típicos de la industria ósea neolítica, hay que señalar que en esta variedad
están escasamente representados en la Ereta del Pedregal, siendo característicos en
este yacimiento los punzones elaborados sobre tibias y húmeros de conejo que, según
Pla, Martí y Bernabeu, parecen reemplazar a los primeros, invirtiéndose la relación
existente en los yacimientos neolíticos (41). No podemos actualmente pronunciarnos
sobre la generalidad de este hecho, por lo que parece bien patente en la Ereta, puesto
que los punzones sobre tibia de conejo están ausentes en la serie de Fuente Flores, y
tal vez haya que considerar en estas valoraciones las reales disponibilidades y uso de
la materia prima en base a la ecuación fauna constatada-partes seleccionadas para su
transformación según los distintos yacimientos. Fuera de los punzones, el otro tipo
constatado en Fuente Flores corresponde a un fragmento de pieza fusiforme, fabricada
sobre asta de ciervo, que en la bibliografía ha recibido también la denominación de
espátula. Estas piezas son escasas en la industria ósea específicamente neolítica (42), y
su aparición parece ir ligada a momentos avanzados de la etapa; el que se encuentren
abundantemente en la Ereta podría confirmar esta apreciación, así como el que su
generalización sea prácticamente eneolítica.
·
Para finalizar esta valoración de los materiales, habría que referirse a los interesantes hallazgos efectuados en Fuente flores de algunos objetos trabajados en madera
(fig. 11, núms. 7 y 8), cuya interpretación se nos escapa de momento; interesantes por
su excepcionalidad en nuestro ámbito de estudio e incluso el propio peninsular. Tal
(39) V!NTO: Op. ciL nota 8, pq. 68.
(40) J. R. OARCIA DEL TORO: •..Aa llamadu varillu ele hue10 de loa enternmientoe humano. colectivo. del flneol!tico del Levante
l
~1: Tipolorfa .-fo*:nica e hipótMia runcio.W.. Ell •El BneoUtico en el Pals ValendaDOIO, 1..-tituto de s.tudio4l Juan Gil·Albert.
Colecci6n Patrimonio. 5. Alicante, U186, ¡Mlp. 167·164.
(41) PLA, MAR1'1 y BERNABBU: Op. cit. note 12. 11183. p4c. 156.
(42) VBI>ITO: Op. cit. note 3.
-209-
[page-n-210]
30
J . JUAN Y R. MARTINEZ
vez, la progresiva disminución del volumen y la diversidad del material óseo observada
en el transcurso del Neolítico esté en relación, como ya ha sido muchas veces
apuntado (43), con la sustitución del hueso por la madera en la manufactura de útiles y
otros implementos de. ajuar doméstico. Las peculiares características de Fuente
l
Flores han permitido la conservación además de los objetos trabajados de numerosos
restos de materia vegetal. Es por esto que la necesaria excavación del yacimiento
puede proporcionar en el futuro una inestimable información sobre el carácter de la
aludida sustitución de materias primas y su real significado.
IV. LAS EVIDENCIAS ECONOMICAS: LOS RESTOS DE FAUNA
Una parte muy significativa de los testimonios arqueológicos proporcionados por
Fuente Flores la representan los restos faunísticos correspondientes tanto a especies
domésticas como salvajes. La entidad de la muestra, así como la relativa escasez de
datos que poseemos sobre la economía en general de las poblaciones neo-eneolíticas,
ha hecho que hayamos dedicado un apartado específico a su estudio y valoración.
1. Características de la muestra
Un total de 1.123 restos óseos componen la muestra estudiada. De ellos, 588 han
sido identificados, lo que representa un 52'5 % del total; el resto son pequeñas astillas
de diáfisis producidas en muchos casos en el momento de la exhumación.
Los criterios biométricos empleados son los propuestos por A.V.D. Driesch (44). Los
trabajos que hemos seguido para la determinación de las edades por el desgaste dental,
así como otros aspectos metodológicos serán expuestos más adelante.
En el cuadro general de la página siguiente damos cuenta del número de especies
identificadas y su distribución según el número de restos (N.R.), número mínimo de
individuos (N.M.I.) y peso expresado en gramos (P.).
2. Análisis de los restos óseos: estudio de las especies
En este apartado .pasamos a analizar los restos óseos distribuidos por especies y
partes corporales. Hemos cuantificado asimismo los restos que muestran algún tipo de
señales, sean de origen antrópico: incisiones de descarnado y despiece (1) y marcas de
fractura directa (F), o animal representadas por los distintos tipos de señales que los
carnívoros imprimen tras el roído de los huesos (C). La base metodológica empleada
procede del trabajo de M. Pérez Ripoll sobre las marcas de carnicería en los restos
óseos (45).
(43) B. MARTl, V. PASCUAL. M. D. GAU.ART, P. LOPEZ. M.. PEREZ. J . D. ACU~A y F. ROBLES: orCova dai'Or (Bu.~, Alicallte).
Vol. U... Trat..jo. Varioe del Servicio de Jnv..U.aci6n Prehiotórica, núm. 86. Velencia. 1980, p¿l. 140.
VBNTO: 0p. clL note 3, pq. 81.
(..) A. V. D. DRIBSCH: «A Guicla to tha ........--t olammal boDe& from arehaeolocfcallitee>o. Peaboct7 MUMWD or Arcbaeoloo and
Bthnoloo. Hardvanl Univerlity, 111'76.
(46) M. PBRBZ RIPOLL: •Evolución de le f'aUDa prehiat&ica et1 el Medíterrineo •patool. Metocloloa{a. tknicu de troc:Mdo y au
Ílltel'pr.caclón arqueolcSclca>o. Teoia Docto1"8l (io4dite). ValeDcla. 1981.
-210-
[page-n-211]
FUENTE FLORBS
Especie
NR
31
%
NMI
8
(3)
(2}
4
6
2
20
p
%
15'6
781
2'7
7'8
11"7
3'9
39'2
3.228
690
11'1
2'3
4.723
16'1
%
Ovicápridos indeterminados
Ovis Aries
Capra Hircus
Bos Taurus
Sus Domesticus
Canis Familiaris
TOTAL DOMESTICOS
53
8
226
11'7
4'5
0'8
10'8
9
1'3
38'1
Equus Caballus
195
33'1
7
13'7
13.811
47'9
Cervus Elaphus
Bos Primigenius
Orictolagus Cuniculus
Sus Scropha
Linx Pardina
Aves indeterminadas
Capreolus Capreolus
Felis Silvestris
Lepus Capensis
Emys Orvicularis
TOTAL SILVESTRES
100
30
18
9
3
3
2
1
1
1
168
17
5'1
1'3
1'5
0'5
0'5
0'3
0'1
0'1
0'1
26'5
6
3
6
2
1
2
1
1
1
1
24
11'7
5'8
11'7
3'9
1'9
3'9
1'9
1'9
1'9
1'9
32'8
5.398
4.352
27
386
18
22
77
8
1
2
10.291
18'7
15
TOTAL ABSOLUTO
588
69
27
5
64
24
1'3
0'2
35'2
28.825
2.1. El caballo (Equus caballus)
En el cuadro siguiente mostramos la repartición de los restos de esta especie por
partes corporales:
NR
Cráneo
Maxilar
Mandíbula
Dientes ais.
Vértebras
Costillas
Escápula
Húmero
Radio
Ulna
5
4
5
35
10
10
4
10
14
8
-211 -
l
F
e
1
1
4
5
2
2
1
2
5
[page-n-212]
J . JUAN Y R. MARTINEZ
NR
Carpo
Metacarpo
Pelvis
Fémur
Tibia
Pátela
Tarso
Metatarso
Astrágalo
Calcáneo
Sesamoideos
Falanges
6
10
8
12
9
2
3
9
5
5
3
18
TOTAL
195
1
F
2
1
1
2
1
1
1
e
2
1
7
1
1
2
19
7
20
El estudio de las edades de muerte (46) de los caballos de Fuente Flores aporta los
siguientes datos:
- potros (menos de dos años): 3 individuos.
- juveniles (de dos a cinco años): 1 individuo.
- adultos (de cinco a diez años): 2 individuos.
- seniles (mayores de diez años): 1 individuo.
El consumo de 4 individuos subadultos insinúa una utilización de los caballos como
fuente de alimentación sin que, a su vez, puedan descartarse otros empleos secundarios.
Las señales de carnicería halladas en el 9'7 % de sus restos apoyan la afirmación de
este consumo de caballos.
Las características físicas de los caballos de Fuente Flores serían similares a las de
otros yacimientos coetáneos del Sur y Este de la Pen.í.n sula, su altura media a la cruz
(47) es de 140'3 cm., talla inferior a la de los ejemplares de Zambujal (48) y por encima
de la media obtenida en Cerro de la Encina (49). Al igual que en este yacimiento, los
caballos de Fuente Flores muestran unas extremidades gráciles adaptadas a los suelos
endurecidos.
wa
(46) Sec6n cri~oe -plee®e por J . ALTUNA en ocliiatoria de la dom•dcaci6n en el Paú V-=o: <~.de
or{cen• a la Romanbac:iónot.
Munibe. 82. San SebutUn, 11180, pq.. 9-188.
(41) Para ello '-ce utlllsado toe lactar. de Ki......Jter, aplicowloe a doe ~ y un -tano courtadoe en w loacltud total.
(48) J . BOBSSNBCB 1 A. V. D. DIUBSCH: occ - do Zambujal díe lalln&Jt. SWdien Uber PruM Tierboeheal\mde YOD der n..n.chen
HalbUwel. 11. MIIIICbe. 1978.
(48) A. V. D. DIUBSCH: Ap6ndice 1 a dxcavaeiooee .., el poblado de la Edad del Bronc. del Ceno de la Encina. Monacbil, Grau.da>t.
Bxeavadotl• Arquaolótku en Bepda. 81. Madrid. 1974, pq.. 161·167.
-212-
[page-n-213]
FUENTE FLORES
88
OSTEOMETRIA.
Cráneo
Anchura máxima cóndilos occipitales: 75
Anchura máxima foramen Magnun:
33
Altura máxima foramen Magnun:
28'6
Maxilar
LP2P4:
LM1M3:
LPrP2
LPrPS:
LPrP4:
LPrMl:
LPrM2:
LPrM3:
84
69'7
7'7
10'7
11'7
10'3
11'8
+
70
12'8
12'3
11'2
11'6
++
D:
Mandíbula
LP2P4:
74'2
30
27
Molares Sup.
L:
A:
LPr:
+++
P3
28'6
24'4
14
D:
11
10'9
12'8
P4
27'4
26'6
12'2
++
++
P4
26'6
25
P2
24
23
++
++
Molares lnf.
83'6
L:
A:
++
Escápula
LP: 85'3
LS: 53'5
AS:
82'8
49'3
46
M1-2
22'2
13
M3
29'3
11'2
P2
30'2
14'3
M3
32'9
11'6
M2
24'8
13'2
M3
28'6
11'4
D:
D:
++
+
+
+
+
+
Atlas
Anchura Sup. Art. Cr.: 85'6
Anchura Sup. Art. Cau.:
80'7
80
79'3
71
67
81
71'8
76'6
70'3
67'4
72'4
76'5
46'4
40
Húmero
Ad:
AT:
Radio
Ap:
AS:
Ad:
Ulna
EmO:
EPA:
APC:
73
71'6
71'4
68'2
77'7
68'2
70'4
57'4
41'6
63
73'2
68
70'2
74
65'7
72
76'3
73'7
78'6
69'6
73'6
66'3
67
47'8
63'4
42'3
40'6
58'8
38'4
-213-
76'6
68'8
71'6
[page-n-214]
J . JUAN Y R. MARTINEZ
34
Pelvis
LA:
Sexo:
53'4
e;;
57
57'1
55'2
~
~
e!
Fémur
50'6 57'8
EC:
Ad: (83)
Tibia
(360)
LM:
Ap:
82'5
89
62'7
Ad:
63
AmD:
37'7
Calcáneo
108'2
LM:
62
AM:
Metacarpo
LM:
Ap:
Ad:
AmD:
50
54'4
53
43'6
c1
61
(85)
Astrágalo
HM:
AM:
LmT:
ASD:
67
Pátela
LM:
AM:
97'9
46
54'7
e!
46'3
48
49'4
43'3
30
267
46
45
A
82
50'9
32
42
42'8
51
43'3
45'9
54'2
56'5
63'6
48'1
220
44'6
42'8
29'1
215
44'8
42'3
64'1
53'2
69
68'6
28'4
Metatarso
LM:
Ap:
Ad:
45'4
Falange 1
p
LM:
70
Ap:
47'4
AmD: 29'7
Ad:
37'1
Falange 1I
LM: 46'4
Ap:
50'3
AmD: 41
44'8
Ad:
64'9
58'7
67'8
49
43'8
30'6
(42)
p
71'7
46'8
31
38'8
44'3
43'2
36
38'7
p
p
80'3
78
73
48'7
49
48'6
32'9
29'9
30
44'4
39'6
39'4
Falange Ill
LM: 57'2 69'8
71'4
AM: 70
HP: 40
41
LD: 50
51'4
A
-214-
A
A
A
77'6
63'8
35'6
43'9
77'8
49
33'2
41'2
72'6
46'8
30'9
40
37'8
50
50'5
50'2
49'2
[page-n-215]
FUENTE FLORES
86
2.2. Los ovicápridos
La repartición de sus restos por partes corporales es la siguiente:
NR
Mandíbula
Dientes
Vértebras
Costillas
Escápula
Húmero
Radio
Pelvis
Fémur
Tibia
e
F
5
39
TOTAL
1
1
12
2
1
2
1
1
1
1
1
1
5
1
1
69
2
4
Por el estudio del desgaste dental (50) hemos constatado la presencia de 8 individuos que fueron sacrificados con las siguientes edades:
1 neonato.
1 con 15-18 meses.
6 adultos.
OSTEOMETRIA.
Mandíbula
LM1M3:
HaM1:
Tibia
Ap:
48'6
22
46'2
19'7
Molares aislados
LM3:
23'3
AM3:
8'5
22
7'5
21'7
7'8
23'8
8'4
39
(60) J . M. BWBANK. O. W. PH.ILIPSON 7 B. D. WRITBHOUSB: oSbeep io che hoo Ace: a methocl ot •tucly•. Proceecliop ot che Prehíatoric
Soc:lety. 30, 1186, P4s- 42S-4218.
-21 5 -
[page-n-216]
J . JUAN Y R. MARTINEZ
36
2.3. La oveja (Ovis aries)
La repartición de restos distribuidos por partes corporales es la siguiente:
NR
Vértebras
Escápula
Húmero
Radio
Ulna
Metacarpo
Fémur
Tibia
Metatarso
Astrágalo
Calcáneo
Falanges
1
3
3
1
3
1
4
2
1
1
5
TOTAL
27
1
F
e
1
2
3
1
1
1
6
La escasez de restos impide cualquier tipo de consideración acerca de las características específicas de estas ovejas; no obstante, sus medidas coinciden con las de
ejemplares contemporáneos de otros yacimientos.
2.4. La cabra (Capra hircus)
Sus restos son menos frecuentes que los de la oveja, tal y como se observa en el
cuadro inferior.
NR
Cuerno
Radio
Metacarpo
Astrágalo
1
1
1
2
TOTAL
5
-216 -
1
F
e
1
1
2
[page-n-217]
FUENTE FLORES
OSTEOMETRIA.
Clavija córnea
DMB:
DmB:
S7
Astrágalo
23'7
LML:
LMm:
EL:
Ad:
17'8
28'2
26'1
15'6
19
2.5. El ciervo (Cervus elaphus)
El ciervo es la tercera especie en cuanto a número de restos. Su distribución según
partes corporales es la siguiente:
NR
Cráneo
Cuerno
Mandibula
Dientes
Vértebras
Costillas
Escápulas
Húmero
Radio
Ulna
Carpo
Metacarpo
Fémur
Tibia
Tarso
Metatarso
Astrágalo
Calcáneo
Falanges
TOTAL
1
2
2
3
F
e
2
9
4
4
10
10
7
1
2
5
1
3
1
3
2
2
1
3
6
1
1
3
10
3
8
2
3
2
3
2
1
2
10
100
2
3
15
7
16
Respecto a las edades de muerte en esta especie, hemos aislado 5 individuos, 4 de
ellos con desgaste medio en los tres prismas del M3, es decir, adultos y otro ejemplar
subadulto de una edad aproximada de tres a.ños.
2.6. Los bóvidos (Bos taurus y Bos primigenius)
La di.s tinción entre los bóvidos domésticos y su agriotipo silvestre realizable sobre
criterios biométricos, pierde fiabilidad en muestras de escasos restos. Como ése es
- 217 -
[page-n-218]
J . JUAN y R. MAR1'INEZ
38
nuestro caso y ante la posibilidad de la existencia en el poblado de animales castrados
de grari tamaño, hemos clasificado como pertenecientes a uros aquellos restos que
superaban ampliamente las medidas de los bueyes de otros yacimientos contemporáneos.
A continuación mostramos la distribución de restos en ambas especies:
Bos taurus
NR
Cuerno
Maxilar
Mandíbula
Dientes
Vértebras
Costillas
Escápula
Húmero
Radio
Ulna
Carpo
Metacarpo
Pelvis
Fémur
Pátela
Metatarso
Astrágalo
Calcáneo
Falanges
1
Bos primigenius
e
F
NR
F
e
1
1
2
1
1
1
16
7
10
1
2
4
1
1
2
2
1
6
5
1
58
1
3
1
1
1
1
1
1
1
1
1
2
2
1
5
TOTAL
1
1
2
2
1
2
1
1
1
1
1
4
2
3
4
30
2
4
2
Sabemos de la muerte (51) de 4 bóvidos domésticos con las siguientes edades: 1
individuo de 18 meses, 2 adultos y otro de edad muy avanzada. La osteometría de sus
restos es la que se muestra a continuación.
OSTEOMETRIA de Bos taurus.
Cuerno
DMB:
DmB:
CB:
Mandíbula
33'3
30'9
LP2P4:
HaM1:
LM3:
AM3:
100
(51) ALTUNA: 0p. cit..
DOta
(51)
39'7
40
15'4
44.
-218 -
35
15'7
[page-n-219]
FUENTE FLORES
Escápula
39
Radio
80'7
66'2
60'8
Metacarpo
Ad:
AP:
AS:
Ad:
52'3
LMP:
LS:
AS:
Metatarso
Ad:
Astrágalo
69'8
64'6
39'8
46'3
LML:
Ap:
EL:
Ad:
Falange 11
LM:
Ap:
77'4
57
59'4
64'2
49
Calcáneo
LM:
64
58'6
35'4
40'2
(40)
AM:
Falange 1
40
32'5
27'3
29'2
AmD:
Ad:
37'4
28'2
23
24'3
36'1
28'3
24'3
31'2
38'2
32
LMPe:
Ap:
26'6
Ad:
52
26'2
20'6
24'6
AmD:
Respecto a Bos primigenius, conocemos la edad de muerte de tres individuos, dos
adultos con desgaste medio en el M3 superior y otro con desgaste pronunciado en este
mismo molar que pertenecería a un ejemplar de más edad. Los restos medibles del uro
son los siguientes:
OSTEOMETRIA de Bos primigenius.
Maxilar
Mandíbula
LP2P4:
63'6
LM3:
LM1M3: 92
(87)
AM3:
46
18
Epistropheus
A. Sup. Art. Craneal:
A. Min. cuerpo Vert.:
Húmero
Ad:
AT:
Metacarpo
Ad:
93'6
50
110
106
60
Ulna
111'5
102'4
EmO:
EPA:
Pelvis
76'8
97
Metatarso
75
LM:
Ap:
Ad:
117
275
64'3
74'1
LA:
Pátela
LM:
AM:
101'2
(77)
(62)
- 219-
... .
86'9
[page-n-220]
J . JUAN Y R. MARTINEZ
40
Falange 1
LMPe:
Ap:
Ad:
AmD:
67'4
32
30'7
27'5
Falange I1 .
LM:
48'4
Ap:
40'4
Ad:
38'7
AmD:
31'8
70'2
40'9
33'7
34
Falange III
LDS:
(86)
(63)
Ldo:
Restos de uro aparecen en la mayor parte de los yacimientos en que hemos basado
nuestras comparaciones. A partir de la longitud de un metatarso hemos calculado la
altura a la cruz de un ejemplar de Fuente Flores (52), obteniendo una talla de 1'52 m. a
la cruz, alzada similar o incluso superior a la de otros uros postglaciares como el
publicado por Altuna (53) hallado en la sierra del Gibujo que, siendo de sexo d' como
el nuestro, dio una altura a la cruz de 1'48 m.
2. 7. Los suidos (Sus domesticus
y
Sus scropha)
A continuación mostramos la repartición de restos en ambas especies:
Bos domesticus
NR
Cráneo
Maxilar
Mandíbula
Dientes
Vértebras
Costillas
Escápula
Húmero
Radio
Metacarpo
Fémur
Tibia
Calcáneo
Falanges
4
5
2
19
2
7
4
3
TOTAL
53
1
F
Sus scropha
e
NR
1
F
1
e
1
1
2
1
1
1
1
1
3
1
2
2
1
2
1
2
1
1
2
1
5
9
3
2
2
3
(62) t. altura ha licio calcul..sa -pleudo lo. Cactores CS. Foclt y Matolcsi.
(58) J. ALTUNA: •Hallaqo CS. un Uro (Bo. ~) ..,la Siena del Gib.Qo (Aiava). Betudio CS. eu eequeleto y
-220-
[page-n-221]
FUBNTB FLORES
41
Respecto a las edades de muerte tenemos datos acerca del consumo de un individuo
naonato, uno de un año, un tercero de 19-23 meses, dos adultos y un senil (54}. En lo que
se refieré a los jabalíes, sabemos de la muerte de un ejemplar adulto macho por el
hallazgo de un canino superior de gran tamaño. Asimismo, dieron muerte a un
ejemplar de dos años.
OSTEOMETRIA de los suidos.
Sus domesticus.
Maxilar
LM1M3: 69'6
34'6
LM3:
AM3:
20
Mand!bula
LM3:
30
AM3:
15
Mewcarpo IV
Ap:
12'6
35
36'8
20
33'3
17'3
Escápula
Tibia
AmC:
26
Ad:
Falange 1
LMPe:
Ap:
42'4
49'4
40
(31'5)
19'8
14'8
18'1
Ad:
AT:
14'8
23
40'5
AmD:
Sus scropha.
Húmero
Ad.
:
53
AmD:
Fémur
Ap:
Ad.
:
Radio
(79}
Ap:
(37)
(53)
2.8. El perro (Canis familiaris).
Ocho restos de perro se han recogido en el yacimiento, corresponden a un mínimo
de dos individuos, uno adulto y otro que falleció antes de cumplir los· ocho meses
(metacarpo con la epífisis distal no fusionada) (55). Estos restos son: un fragmento de
cráneo, uno de mandt'bula, dos caninos, un húmero, dos metatarsos y un metaéarpo.
Los restos mensurables son los siguientes:
Mand!bula
Húmero
Metlltarso
11
V
LM1:
20'6
Ap:
23'5
LM:
58'9
48
AM1:
7'7
Dp:
31'3
(54) ALTUNA: Op. cit. nota 46.
(56) J. A. StLVER: •La determinación de la edad en lee animalM dom"tiCOP. En •Ciencia en Arc¡ueolosfa•. Madrid, 1980, P'¡a. 289-307.
- 221-
[page-n-222]
J . JUAN Y R. MARTINEZ
Corresponden a ejemplares de tamaño mediano.pequeño similares a los de Cova de
l'Or (56) o Cabezo Redondo (57).
2.9. El conejo (Orictolagus cuniculus).
Su distribución de restos es la que a continuación mostramos:
NR
Mandt'bula
Escápula
Húmero
Ulna
Pelvis
Fémur
Tibia
Metatarso
Calcáneo
1
2
1
7
1
3
1
1
TOTAL
18
1
Los restos medibles son los siguientes:
Mandíbula
LP2M3:
Húmero
14
Ulna
9'2
Ad:
EPA:
APC:
Escápula
5'5
LMP:
7'7
LS:
8'4
7'3
7'6
4'9
AS:
AmC:
Pelvis
LA:
AA:
7
6'8
7'2
7'2
8'4
7'6
Tibia
LM:
Ap:
Ad:
90
14'8
11'5
10'4
11'5
7'4
7'8
8
8'4
7'6
7'7
6'6
7'7
Fémur
Calcáneo
LM:
81'8
LM:
Ap:
13'6
13'2
Ad:
22'5
(56) M. PBRBZ RJPOLL: odA fauna dt V'enebndoe». Bn MARTI a alii: Op. cit. nota 48, pq.. l!IS-2116.
(&7) A. V. D. DRIBSCH 1 J . BOBSSNE<' • : • Die Feuna cle8 Cabezo R.clondo bei Villena, Alic:ant .. Studien Uber FNbe Tied mocbenlunde
Yon der lberi8cheD HalbiJ.el, l. Munchm. 1969.
·
- 222 -
[page-n-223]
FUENTE FLORES
2.10. Otras especies.
A continuación, enumeraremos los restos de las especies que cuentan con una
menor representación numérica.
El corzo (Capreolus capreolus): Cuerna derecha que muestra mordeduras de canúvoro en su extremo distal, por debajo de la roseta, en la zona de unión con el cráneo y
un fragmento proximal de radio no medible.
La liebre (Lepus capensis): Fragmento de escápula con las siguientes medidas:
LP: 10
LS: 9
AS: 9'1
AmC: 5'2
Se trata de un ejemplar de pequeño tamaño. La identificación de este resto como
perteneciente a liebre se ha hecho en base tanto a criterios morfológicos como
biométricos.
El lince (Linx pardina): Metatarso IV, calcáneo y ulna transformada en punzón.
Solamente el calcáneo ha resultado medible:
LM: 49
AM: 21'1
Él gato montés (Felis silvestris): Un húmero de las siguientes medidas:
LM: 101'1
Ap: 16'6
Ad: 19'6
AmD: 7
Este resto muestra finas incisiones en la porción superior de la diáfisis a ambos
lados de la línea tricipital y en la zona de inserción del músculo tríceps braquial. Esta
precisa loc.alización en zonas de inserción muscular, así como las características de las
incisiones: cortas, paralelas y de sentido oblicuo, sugieren un descarnado del hueso en
clara relación con el consumo del animal.
El galápago europeo (Emys orbicularis): Fragmento de caparazón óseo correspondiente a los escudos proneural y periferal.
Asimismo, han aparecido tres restos. de aves que por no conservar las epífisis no
han podido ser identificados.
8. Las bases de subsistencia de origen animal en Fuente Flores
El hecho de que la muestra de restos que presentamos no proceda de una excava. ción en extensión nos obliga a tomar con ciertas reservas cualquier tipo de interpretación que sobre las bases de subsistencia del poblado podamos avanzar. Ello porque no
podemos negar la posibilidad de que existiera en el yacimiento una dispersión diferencial de restos óseos para alguna especie, tal y como en el Cerro de la Encina (58) se
(58) DRIESCH: Op. c:it. nota 49.
-223-
[page-n-224]
J. JUAN Y R. MARTINEZ
observó con los restos de caballo, y que ·como consecuencia valoremos excesivamente
la importancia de un dete~ado animal. No obstante, el número de restos identificados, así como la peculiaridad de la muestra nos animan a arriesgar algunas afirmaciones.
Para ello nos basaremos en el peso de los huesos, como elemento más representativo de la biomasa animal, en las edades de muerte y en las señales de origen antrópico
presentes en los huesos cuyos porcentajes mostramos a continuación (59).
lncisionu de
carnicer(a %
Caballo
Ciervo
Uro
Bóvidos Dom.
Cerdo
Jabalí
Ovicápridos
9'7
15
6'6
3'4
1'5
33'3
Marca& de fractura
"
3'5
7
13'3
5'1
22'2
2'9
Como observamos en la fig. 12, casi el 50 % del peso total de huesos corresponde a
los caballos, especie sobre la que se ejerció una importante presión consumidora
confirmada por la presencia en el yacimiento de los restos de cuatro individuos
subadultos frente a tres adultos, así como por las marcas de carnicería presentes en
casi el 10 % de los restos de esta especie. A continuación, el ciervo y el uro aparecen
como las especies más consumidas, suponiendo el conjunto de caballos, ciervos y uros
más del 80 % del potencial animal consumido. El resto corresponde a los bóvidos
domésticos, especie en la que algunos ejemplares llegan a edad avanzada, circunstancia que al igual que en el caso del caballo podría ser indicadora de una explotación
secundaria¡ a los ovicápridos, entre los que predomina la oveja y a los suidos.
Los altos porcentajes de restos de caballos que encontramos en Fuente Flores
contrastan con los bajos índices que la especie muestra en yacimientos que podemos
considerar más o menos contemporáneos¡ tanto valencianos, caso de la Ereta del
Pedregal (60), como de otras áreas peninsulares y en especial la andaluza y portuguesa, caso de Terrera Ventura m (61), Papa Uvas (62), Cerro de la Virgen 1 (63),
(69) Pooc.n~ releri
(81) A. V. D. DRIBSCH y A. MORALI!S: «Loe . - animal• ele! yacimiento ele T..W. Vmtura. Tabemu. ~. CuacMmo. ele
Prelúatoria y Arqueolocía M la Uft.ivenidad AutóDoma M Madrid. •. Madrid, 1978, p6p. 16-34.
(82) A. MORALBS: •I!Mtoe .se- dal yacimiento de Pape Uv&P. Ap6odice D en •Pape Uvaa n... Bxeavacionaa Arqueol6cieu en &pda.
1411. Madrid, 1988, p6p. IW7·360.
(83) A. V. D. DRIBSCH: .O.teoarchaoiQIÍIChe Untenueh~an au! lberiaehan Halbiru~el•. Studien Ubar Fruh.a Tiarlmoc:henflmda von der
Jberiechen Halbbuel, S. Mun¡:hen, 197i.
-224 -
[page-n-225]
FUENTE FLORES
50
Fig. 12.--Gráfica de la distribución por especies según el peso de los huesos.
Castillejos (64), Cerro de las Cabezas (65) o Zambujal (66). Tras la explicación de este
hecho subyace la problemática de la domesticación del caballo en épocas anteriores al
Eneolítico campaniforme, momento a partir del cual sus restos son frecuentes en
algunos yacimientos, como es el caso del Cerro de la Virgen 11 y m o en el poblado
argárico del Cerro de la Encina.
Si los altos índices de presencia de una especie en un yacimiento, como en nuestro
caso el caballo, pueden ser indicio de domesticación, aspecto bastante discutible,
probablemente podamos hablar de caballos domésticos en Fuente Flores. Encontraría
más base esta afirmación' que la de una caza especializada de caballos silvestres,
.oi-áxime si tenemos en cuenta que durante períodos anteriores, en el Levante peninsular, el caballo nunca ha soportado una presión exagerada ni por parte de los últimos
pueblos plenamente cazadores ni por los primeros portadores de una economía productora (67). Pero si admitimos la posible presencia de caballos domésticos en Fuente
Flores, queda por explicar el contraste existente entre los espectros faunísticos de este
yacimiento y otros contemporáneos. De momento y hasta que la excavación del
yacimiento no aporte nuevos restos que confirmen.o rebatan nuestras afirmaciones, la
única explicación posible se hallaría en aceptar distintos niveles de especialización
ganadera condicionados tanto por las circunstancias ambientales como por factores de
otra índole que de momento no podemos valorar justamente.
A modo de conclusión, podemos afumar que en Fuente Flores se explota un ampllo
espectro de especies animales. Si aceptamos la posibilidad de que los caballos estén
domesticados, la biomasa corres~ndiente a especies silvestres se situaría en torno al
(84) H. P. UERPMANN: «lnfOI'IIIe eobre loe ....coe 6eeoe fauníatico. del corte núm. 1 d.l poblado d. loe Cutillejoc en laa Pe6u de loe
Oitanoe. Montelrio, Granadv. En ARRIBAS y MOIJNA: Op. cit.. nota 16, 1978. p4p. 163-188.
(&5) F. H. HAIN: • Kup(erzeítliche Tiedtnochenfunde aua Valencina d. la Concepción, S.vill<. Studien uber Tierlmochenfunde von der
lberiechen Halbineel, 8. Munchen, 1982.
(641) BOESSNBCK y DRIBSCH: Op. cit. nota 48.
(67) PERBZ RIPOLL: Op. cit. nota 56.
-225 -
[page-n-226]
J . JUAN Y R. MARTINEZ
40 %, alto porcentaje que, según Uerpman (68), podría ser indicio de actividades
agrícolas. Así, la cacería de ciervos, uros, corzos y jabalíes tendría por finalidad la
protección de los campos de cultivo.
Del estudio de las marcas de los huesos se deduce un aprovechamiento tanto de la
carne del animal como de la piel; en el caso del caballo, las incisiones aparecidas en el
extremo distal de los metapodios estarían en relación con este último fin. En el resto
de las especies se da un predominio de las señales en relación con la desarticulación de
los miembros. Un elemento común a todas las especies es la fracturación del hueso en
un punto medio de la diáfisis, fracturación de la que en algunos casos ha.n quedado
claras señales del impacto.
Respecto al paleoambiente, la presencia de ciervos, corzos y jabalíes aboga por la
existencia de masas forestales mixtas con claros en los que encontrarían su medio
favorable los uros y las liebres. En estos claros, los pastos crecerían gracias a la altura
del entorno y al grado de humedad propio de la vega del río, dando facilidades para el
desarrollo de una ganaderí.a de bóvidos y probablemente de caballos.
V. FUENTE FLORES EN EL MARCO CULTURAL Y CRONOLOGICO
DEL NEO-ENEOLITICO VALENCIANO
Fuente Flores se enmarca en una zona, la extensa comarca interior de RequenaUtiel, donde hasta hace poco los vestigios más antiguos de ocupación humana había
que remitir a la Cultura del Bronce Valenciano. Diversos yacimientos y materiales de
esta etapa eran en cierta forma conocidos (69), aunque en el primer caso sin excavar
sistemáticamente ni en el segundo sin estudiar y publicar convenientemente (70).
Actualmente, empero, las continuadas tareas de prospección en la comarca están
empezando a llenar el vacío documental que se constataba para las fases anteriores al
Bronce Valenciano. Algún yacimiento correspondiente a momentos probablemente
epipaleolíticos ha sido recientemente localizado; y el caso de Fuente Flores, así como
de otros hallazgos superficiales de características parecidas y de algunas cuevas de
carácter sepulcral, están poniendo de relieve la existencia de una importante implantación neo-eneolítica.
Centrándonos en Fuente Flores, hay que señalar en primer lugar que el tipo de
emplazamiento del poblado responde a los rasgos más comunes determinados de
(68) R. P. UBRPMANN: oL'elev.,.n6olithique en N~ter'ranM oecidentaleoo. Colloquelnternatioaal de I'Inatitu.t de Recher.:hee M6ditara·
Mee. Parú, 1976. pq.. 87·94.
(88) J . APARICIO y F. LATORRB: «CatAI01<>-rula del M\IMO Arqueol61ico da Requena (Valeada. ~)oo. Oeputamento ele Hiatoria
An~ da la Univenidad da Valencia, Serie Arqueol61ica. núm. l . Requena, 19'1'7.
(70) Unieamente bay una 10111ara noticia IObre algunos v&~etalM ncosidoa en loa yacimiento& de la Cardoaílla y de la Peladilla
publicadoa por M. HOPF: •V&~etalM prehl•t6ricoa de la comarca ele Requana (Valencia)>o. Archivo de Prehietoria IAvantlna, XIII. Valencia,
um. plp. 61-M.
-226-
[page-n-227]
FUENTE FLORES
continuo para los asentamientos neo-eneolíticos valencianos (71): situación en tierras
bajas, en terrazas fluviales cerca de los cursos de agua, etc. Además Fuente Flores se
encuentra en un medio de inundación permanente, recordando en este aspecto a
poblados situados en antiguas tierras pantanosas como la Ereta del Pedregal de
Navarrés y la Casa de Lara de Villena. Sin embargo, no podemos avanzar nada en
concreto por ahora sobre el tipo de las estructuras de habitación, el tipo de poblado en
sí. Las lajas puestas al descubierto en el yacimiento podrían indicar ciertas formas de
construcciones en piedra, acercándose en este sentido más al caso de la Ereta que a
otros poblados caracterizados por los silos, fosas y fondos de cabaña excavados en el
suelo (Les Jovades de Cocentaina, por ejemplo). Es plaüsible pensar que el medio en
que se ubica Fuente Flores aconsejara la utilización de apropiadas estructuras en
piedra, necesarias al menos para aislar el habitat del fondo turboso en que se asienta.
Por otro lado, el encuadre cronológico y cultural de Fuente Flores participa de los
mismos problemas que en la actualidad presenta la sistematización del Neo-eneolítico
Valenciano. A aclarar que con el término «Neo-eneolítico» nos referimos a esos
momentos todavía de límites poco precisos, poco defmidos y articulados estratigráficamente, que atañen al Neolítico final en su fase más reciente de desarrollo y a las
primeras etapas «propiamente eneolíticas» anteriores a la aparición del vaso campaniforme. En el sentido apuntado, pues, es como hemos utilizado dicho término y seguiremos utilizando en el transcurso de esta exposición.
Efectivamente, la inclusión de Fuente Flores entre el Neolítico final 1 individuali·
zado por J. Bernabeu (72) y el llamado Horizonte Campanüorme de Transición (73), no
ofrece ningún tipo de dudas, teniendo en cuenta la ausencia d~ materiales representativos en este yacimiento que puedan atribuirse a cualquiera de las dos fases señaladas:
cerámicas esgrafiadas, platos de ala plana, etc., por una parte y cerámicas campaniformes y otros objetos característicos del ajuar que suele acompañarlas (brazaletes de
arquero, puñales de lengüeta, botones de perforación en V, etc.), por otra. Excluidas
estas dos fases, quedaría por considerar el tramo secuencial entre ambas constituido
por el Neolítico final ll y el Eneolítico inicial-pleno.
Continuando con la periodización propuesta por Bernabeu (74), matizadora en
parte de la anteriormente expuesta por B. Martí para el conjunto del Neolítico
(71) M. TARRADELL: teSobre la identificación da loe pobladoe eneolltico. valencianoe>t. VI Conp-eeo Nacional de Arqueolorfa (Oviado,
1959). Zarqou, 1961, ~••· 86-91.
M. TARRADELL: «El PaSa Valenciano del Neolítico·• la lberización. Enaayo dealnce.i.». Anal e. de la Unlvenidad de Valencia, XXXVI.
Cuno 1962-63, Cuaderno U. Valencia, 1968.
E. A. LLOBRBGAT: oclHIIIn del Neolltico de eeri.mieu imp- al comienso dala Edad del Bronce en la Ración Valenci&D&l'. Papelea
del laboratorio de Arq'*>lorfa de Valencia, 9. Valencia, una, ~p. 3-10.
E. A. LLOBRBGAT: •Nuavoe enl'oquaa pera el eatudio del periodo del Neolítico al Hierro en la .Ración Valenciana•. Papelea del
Laboratorio de Arqueolorfa de Valccia, 11. Valencia. 197~. ~P. 119-140.
B. MARTI: «El EneoUtieoot. En •N....va Rátoriu, voL l. Valencia. 1980, pqa. 122-150.
BBRNABEU: Op. cit. nota 4, pép. 104·106.
'
.
(72) BBRNABEU: Op. cit. nota 18.
(73) J . BBRNABBU: «Loa el-toa de adorno an el Bneolltico valencianOit. Papeles del Lebo.r atorio de Arqueolorfa de Valencia.S.,Untum,
14. Valencia. 1979, p6p. 10&-126.
BBRNABBU: Op. cit. nota 4.
(74) BBRNABEU: 0p. cit. nota 13.
-227-
[page-n-228]
J. JUAN Y R. MARTINEZ
Valenciano (75) y basada principalmente en la evolución de las decoraciones y las
formas cerámicas, el Neolítico final Il, identificado en los niveles inferiores del
poblado de la Ereta (fase Ereta 1) y tal vez también en el nivel II de la Cova de les
Cendres de Moraira (sondeo 1974), se caracterizaría por la desaparición de los elementos más singulares de la fase anterior (cerámi~as esgrafiadas y platos de ala plana) y
por el predominio absoluto de las cerámicas lisas, con las escudillas en calota y vasos
carenados, que ya se documentaban en el Neolítico final 1, como tipos cerámicos más
significativos; también serían representativos de este momento los grandes vasos con
cuello corto y fondo cónico indicadores probablemente de relaciones con la «Cultura
de Almería».
Por lo que se refiere al Eneolítico inicial-pleno, este estadio estaría localizado
estratigráficamente en los niveles medios de la Ereta (fase Ereta Il) (76), y por ahora
sería dificil separar en él ambos momentos evolutivos (inicial y pleno). Sin embargo,
amparándose en lo que revela la secuencia del poblado granadino de los Castillejos de
Montefrío, en la tradicional subdivisión del horizonte Millares y en las recientes
excavaciones de la Cova de les Cendres, Bemabeu ha entrevisto la posibilidad de
diferenciar las primeras etapas del Eneolítico Valenciano en unos términos parecidos
a los formulados para el área andaluza: el Eneolítico pleno podría aislarse de una fase
inicial por la aparición en aquél de las especies campaniformes más antiguas, es decir,
el campaniforme marítimo y puntillado-geométrico (77). Aunque los datos con que se
cuenta para apoyar esta propuesta son aún demasiado débiles, no deja de ser una
observación sugestiva que habrá que tener en cuenta a la hora de futuras estructuraciones del período que estamos considerando. En cuanto a materiales, con la fase
Ereta II, tomada en su conjunto, habría que relacionar una parte significativa de los
ajuares proporcionados por las numerosas cuevas de enterramiento múltiple valencianas, en particular determinados tipos de puntas de flecha, grandes hojas retocadas o
no, objetos como los ídolos oculados, además de una buena parte del extenso repertorio de elementos de adorno en piedra o en hueso (78); la cerámica de esta fase no
aporta elementos demasiado individualizadores con respecto a la etapa anterior (Neolítico final ll), a no ser la novedad que podrían constituir los característicos platos o
fuentes con borde dif~renciado o indicado que, al igual que muchos de los objetos de
ajuar de las cuevas sepulcrales, parecen indicar influencias provenientes del Sudeste
peninsular.
Dentro del anterior esquema, pues, habrí~ que situar el momento representado por
Fuente Flores. Determinados materiales de este yacimiento abogarían en principio y
(76) B. MARTI: •El Neolltico de la Penlnsula Ibérica. &t.do actual de loe problomu relat.ivoe al proeeeo de neolitízeeión y evolución de lu
c:ultw-u neollúcu». Papele. del Laboratorio de An¡ueolocla de Valencia.S.,W.tum, 13. Valencia, 1978, ~P. 69-98.
(78) PLA. MARTI y BBRNABBU: Op. cit. nota 10.
(77) BERNABEU: • El BneoUtico••.•. Op. cit. nota 10.
Vv tambib :
8. VENTO: «Campeniforme iuciao y campaniforme impn.o en la Cova de 11111 Candr. (Taulada, Alaeant)«. En ..m Bneolítieo en al Paía
Valencianoot, lnatltuto da Eetudioe J~~a~~ Gil-Albert. Colección Patrimonio, 5. Alicante, 1988. P'p. 119-129.
(78) E. PLA: «La eovaeba de Ribera (Cullera, Valencia)>. Archivo de Prehistoria lAvantina, VIL Valeneia, 1968. ~P. 23-64.
BERNABEU: • Loe elomentoo..••. Op. cit ""''" 73.
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FUENTE FLORES
49
como ya hemos apuntado en un anterior epígrafe, por una cronología relativamente .
temprana en la secuencia neo-eneolftica entrevista; nos referimos a los abundantes
recipientes cerámicos de paredes rectas, bien documentados desde el Neolftico antiguo, y especialmente a los probables fragmentos de un vaso carenado y de una
escudilla en calota. La tipología de las puntas de flecha, casi exclusivamente de formas
consideradas simples (foliformes y romboidales), podrían asimismo abundar en esta
atribución. Por otra parte, habría que considerar el aire más puramente «eneolítico»,
por lo tanto un poco más avanzado, que revist.e n formas cerámicas como platos y
fuentes. Al respecto conviene recordar que los recipientes de este tipo empiezan a
documentarse en la secuencia del poblado de los Castillejos en su fase ITI (Cobre
antiguo), alcanzando la máxima representación en la fase IV (Cobre pleno). Los
restantes materiales de Fuente Flores no proporcionan por ellos mismos suficientes
precisiones cronológicas, si no es la ausencia entre ellos -aunque hay que tener en
Cl;lenta una vez más la parcialidad de la muestra- de los elementos más significativos
de aquellos ajuares funerarios adscribibles más directamente al pleno Eneolítico.
A la vista de lo expuesto, y dentro de la provisional y particular secuencia del Neoeneolftico Valenciano, Fuente Flores podría remitirse de algún modo al momento
representado por la fase 1 de la Ereta (Neolítico final 11), recubriendo probablemente
también los comienzos de la fase Ereta TI (Eneolítico inicial), sin llegar a la culminación de dicha fase (Eneolítico pleno). Esto con los datos actualmente disponibles.
Desde este punto, Fuente Flores se relacionaría ostensiblemente, además de con la
Ereta, con otros poblados de características similares, especialmente la Macolla de
Villena y Les Jovades de Coceñtaina, entre otros.
En términos de cronología absoluta, el encuadre propuesto nos lleva al segundo
tercio del m milenio a. C., es decir, a unas fechas comprendidas entre el 2700/2800 y el
2500/2400 a. C.
Quedaría, para finalizar, hacer una pequeña valoración de algunos de los aspectos
económicos y medio-ambientales revelados por Fuente Flores. Ya se ha incidido en el
epígrafe correspondiente en la cuestión del caballo, la especie que ofrece un mayor
volumen de restos y que tal vez, en parte por est~ motivo, haya que considerar la
posibilidad de su domesticación. La misma posibilidad ha sido planteada, fuera del
marco valenciano, para los escasos pero significativos restos de caballo hallados en el
poblado de los Castillejos ya desde su fase 11 (Neolítico final), en base a que su
presencia no encaja con el ambiente ecológico que demuestran los otros animales
salvajes atestiguados en el yacimiento (79). Y en términos parecidos se han valorado
los vestigios de caballo reconocidos en la Ereta del Pedregal, atendiendo a su menor
tamaño en relación con las mismas especies paleolíticas documentadas (80). Estos
datos, en definitiva, podrían refrendar la idea de una domesticación del caballo con
P4 Ul.
(80) B. MABTI: d i na.i:r-t de l'qri..Wt.wa m el Pata Valmc:ü. Del NeoUtic a I'Bdat del Bronua. Univenit«t de Val~cia. Secretariat de
Publicacicma. 8me Cult.wa Univenitlria Popular, 1. Val~ncia. 1983. pq. 81.
('19) ARRIBAS y WOUNA; 0p. ciL 11
-229-
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J. JUAN Y R. MARTINEZ
60
anterioridad a la llegada de las poblaciones del Vaso Campaniforme, momento en que
suponía W. Schüle había que fijar tal hecho.
La explotación del caballo en Fuente Flores está indudablemente ligada al consumo de carne, como así denotan las abundantes marcas de carnicería existentes en sus
huesos. De todos modos, y considerando la presencia de algunos individuos de edad
avanzada, no habría que descartar otros empleos secundarios de este animal, probablemente como bestia de carga. Esta misma utilización, y por idénticas razones de
individuos adultos constatados, podría haberse hecho de los bóvidos domésticos, si
bien dicho tipo de explotación, para este caso concreto, ya contaría con posibles
precedentes desde el Neolítico antiguo (81).
Más problemático sería el uso de bueyes y caballos como animales de tiro, ligados a
faenas agrícolas, especialmente la labranza. Actualmente no se tienen pruebas evidentes de la utilización del arado en contextos neo-eneolíticos del ámbito peninsular, pero
basándose en su existencia en algunas culturas europeas del m milenio a. C. y en lo
que revelan determinadas figuraciones del arte rupestre atribuibles a este período,
seria razonable pensar que este instrumento agrícola fuera ya conocido también aquí
en unas fechas similares (82). En esta línea de probabilidad, B. Martí ha pensado en un
tipo de arado arcaico, con reja vertical y sin pie, y en el buey como fuerza de tracción
más indicada atendiendo a sus peculiares características ñsicas (mayor potencia que
el caballo para actuar en unos terrenos de cultivo poco preparados y con mayores
dificultades de explotación) y a los problemas derivados del atalaje (83). ·.
Otro aspecto significativo a remarcar es el de los bajos valores que muestra en
Fuente Flores el grupo de los ovicápridos. Si en los inicios del Neolítico cabras y
ovejas constituían la base esencial de una importante economía ganadera -complementada casi a partes iguales con una agricultura cerealística- , la tónica general
observada es la de una gradual pérdida de significación de estas especies en el
transcurso del Neolítico, alcanzando las cotas más bajas de representación en el Neoeneolitico (siempre proporcionalmente hablando y con respecto al Neolítico antiguo).
Esta tendencia la reflejan con claridad la mayoría de los yacimientos neo-eneolíticos
con fauna estudiada, siendo ilustrativos los casos continuamente repetidos de la Ereta
y los Castillejos. Igualmente; y a la par que disminuyen los valores de los ovicápridos,
hay que hacer constar el hecho también generalizado - y Fuente Flores no constituye
una excepción- de un aumento substancial de las especies silvestres conforme discurre el Neolítico. Este aumento de los animales cazados ha sido interpretado corrientemente como el síntoma de una agricultura cada vez más firme, constituyendo una
prueba indirecta de tal orientación económica.
Todo parece indicar, pues, y en ello inciden los datos indirectos aludidos de índole
faunística proporcionados por Fuente Flores, que la base de subsistencia en el Neo-
(81) PERBZ RIPOLL: Op. cit. nota 56.
(82) NARTI: Op. c:it. nota 80.
(88) MARTI: Op. dt. nota 80, p4p. 77 y 81-88.
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FUENTE FLORES
51
eneolítico peninsular se encuentra principalmente en la agricultura, auxiliada por
una pequeña cabaña de animales domésticos de distinto signo y entidad según los
variados ambientes de desarrollo. En nuestro caso, es evidente que esta ganadería de
apoyo descansa en los bóvidos y en menor medida en los ovicápridos y suidos, a los que
cabría añadir los équidos si consideramos la posibilidad de su condición doméstica.
Paradójicamente, los indicios directos de agricultura en Fuente Flores son por
ahora bastante pobres; y ante la ausencia de macrorrestos vegetales y análisis polínicos determinantes, así como del característico instrumental de molienda, esta actividad sólo queda atestiguada por un pequeño fragmento de armadura de hoz definida por
su perceptible pátina brillante (lustre de cerales).
Recordando el entorno vegetal en que se enmarcaría Fuente Flores, los datos
cualitativos y cuantitativos obtenidos del análisis antracológico efectuado por Elena
Grau Almero de lo~ restos leñosos hallados en el yacimiento apuntan a una vegetación
formada por especies de la asociación Quercetum ilicis galloprovinciale quercetosum
fagineae , c~acterística del piso mesomediterráneo superior, compuesta por especies
como Quercus ilex (carrasca), Quercus faginea (quejigo), .Pinus nigra (pino negral),
Acer opalus ssp. granatensis (arce), Amelanchier ovalis (guillomo), etc. La estructuración de estos taxones arbóreos en importantes masas forestales vendría indicada
especialmente por la presencia en el yacimiento de corzo, y en cierta medida por otras
especies silvestres como el ciervo y el jabalí. En este medio entrevisto, la acción
antrópica sería inevitable y dejada sentir con mayor intensid~d en las inmediaciones
del poblado, donde existirían abundantes claros destinados a los campos de cultivo y al
pastoreo de los animales domésticos.
He~os abierto en el transcurso de las páginas precedentes un amplio panorama de
discusión pa.r a los aún precarios datos aportados por Fuente Flores, y sólo la futura
excavación del yacimiento permitirá profundizar en muchas de las cuestiones planteadas.
-231-
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ARCHIVO DB PRBHJSTORIA LBVANTtNA
Vol
xvm (Val.ocia,
1888)
M. D. GALLART MARTI Y M. LAGO SAN JOSE
(Zaragoza)
PROCEDENCIA DE LAS HACHAS PULIDAS DEL POBLADO DE LA ERETA
DEL PEDREGAL (NAVARRES, VALENCIA)
INTRODUCCION
En el presente trabajo se pretende determinar el origen de la materia prima
utilizada para elaborar las hachas pulidas del poblado de la Ereta del Pedregal
(Navarrés, Valencia). Para ello fue seleccionada un hacha procedente del nivel n de
dicho yacimiento, nivel que corresponde a los inicios de la Edad del Bronce en
Valencía (1). Se hizo una preparación de lámina delgada y fue estudiada al microscopio. De la misma manera se procedió con una muestra de roca natural procedente de
un afloramiento rocoso de tonalidad verdoSa oscura del lugar denominado Cerro
Negro, en el término municipal de Quesa (Valencia), muy cercano al yacimiento
arqueológico de la Ereta del Pedregal. El objetivo consiste en comprobar si estas dos
muestras correspQnden al mismo tipo de roca, pudiéndose llegar a conocer si el
afloramiento de Cerro Negro suministró la materia prima para la fabricación de las
hachas pulidas del poblado de la Ereta del Pedregal.
La más antigua referencia que se conoce sobre el poblado de la Ereta del Pedregal
se debe a J. Vilanova y Piera (2), quien ya habla de haber hallado algún pedazo de
hachas pulimentadas a las que identifica como hechas de diorita, aunque lo sitúa en
término de Bolbaite. Asimismo, establece una similitud con el material de varios
cantos rodados extraídos de un yacimiento existente en el inmediato pueblo de Quesa.
Posteriormente, J . Chocomeli (3) continúa identificando la materia prima de las
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2
M. D. GALLART Y M. LAGO
hachas que encontró en la Ereta del Pedregal como dioritas, asegurando que procedían de la cercana cantera que existe entre Quesa y Navarrés, junto al río Escalona, Y
que se conoce con el nombre de Cerro Negro, explotándose, en su tiempo, para el
adoquinado de carreteras. Este mismo autor hace referencia a la conservación en el
Museo Paleontológico de Valencia de unas hachas de ofita de distintos tamaños
procedentes de este mismo lugar.
Este yacimiento de la Ereta del Pedregal ha sido objeto de sucesivas excavaciones
y publicaciones (4), y en repetidas ocasiones se hace referencia a los hallazgos de
hachas de diorita.
LOCALIZACION DE CERRO NEGRO
El lugar denominado Cerro Negro, en el término municipal de Quesa (Valencia), se
halla situado entre los 39<> 07' 40" de latitud Norte y 20 58' de longitud Este (meridiano
de Madrid).
En la figura 1 se puede observar su proximidad al poblado de la Ereta del Pedregal.
La topografía de la zona indica claramente la escasa elevación del terreno y la
existencia de caminos naturales por ríos y barrancos. En la actualidad, el camino de
Miralles conduce directamente de Navarés a Cerro Negro y por el camino de Navarrés
a Bicorp se llega a Quesa, desde la cual se accede a Cerro Negro por el camino del Río,
que atraviesa el río Escalona.
En el Mapa Geológico de España (5) se pueden ver al Nordeste de Quesa unos
afloramientos que se clasifican como ofitas, en un terreno que geológicamente pertenece al keuper (Triásico). Como se verá a continuación, el análisis petrológico de un
fragmento de roca procedente de este afloramiento de Cerro Negro no se puede
clasificar como ofita sino como diabasa.
(4) I. BALLESTER: «ldoloe oculadoe valencianOP. Archivo de Prehistoria Levantina. n. Valencia, 1946, 1141· 188.
I. BAU.BSTBR:
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de loe Co1\IJ'IIICie Intm.acionalee de Cienciu l'Nhiltórieu y Protohialórieu. Zarqou, 1864, p¿,. 119.
M. FUSTE: •Eatudlo antropolótico de ,.,. pobladoree Neo-Bneolftieoe de la Be¡i6n Valenclllii&Jt. Tra~oe Varioe del Servicio de
Inveetipci6n Prehlttóriea, nCun. :11. Valencia, 1967, pqa. 16, 89, 63, 76, 80 a 89, 9? y 113.
P. JORDA: ocLu rormu microl1tieu yreom'trieu de lu eatacionM vaiiiiCÍaD&P. Seitabi, vn (&Jio IX). n.W.. 3U4. Valencia, 1949, p4¡. 149.
J . MENENDEZ AMOR y F. FLORSCHlJl"Z: «R.ultado del Aná1iail Polúli.co de UM eerie de mueat:ru de turba~ en la Btete del
Pedre¡al (NavarHI, Valencia)oo. Archivo de l'Nhiatoria Levantina. IX. Valencia, 1981, pqa. 9'7·100.
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Valet>cia. 1946. p¿,, 3M.
M. TARRADELL: oLa cultura da loe eepWero. de roea de CataluAa y el problema de eua relaeionee con Valencia y Almerf», Saitabi, X.
Valencia, 1980, p¿¡, 13.
(5) l.G.M.E. Mapa Geoiócico de Eepalla. Hoja a eeeaJa 1:200.000. Madrid. 19'73.
-234-
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HACHAS PULIDAS DE LA ERETA DEL PEDREGAL
Fig. 1.-Locallzación del Cerro Negro.
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8
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4
M. D. GALLART Y M. LAGO
ANALISIS PETROLOGICO
El estudio petrológico de un fragmento de roca procedente de Cerro Negro (lámina
1, a) y un fragmento de hacha procedente del nivel II del poblado de la E.r eta del
Pedregal (lámina II, b), ha demostrado que son idénticos, correspondiendo a diabasas y
presentando una notable afinidad de composición mineralógica con las rocas que
afloran en el área de Lugar Nuevo de Fenollet (Valencia), pa.r a las que se ha indicado
una composición propia de la serie toleítica (6). La composición mineralógica de estas
dos muestras estudiadas es idéntica; sin embargo, se observa que en la roca natural los
minerales aparecen más alterados, lo que indica claramente que la selección de la
muestra se hizo en un lugar del afloramiento rocoso cercano a la superficie. La menor
alteración de los minerales observada en la muestra de hacha, hace suponer que fue
extraída de una zona más profunda.
Es frecuente en los estudios geológicos regionales la denominación de estas rocas
como ofitas basándose en la frecuente ubicación en los sedimentos del keuper, al igual
que estas últimas rocas, pero esta analogía debe desecharse porque, en primer lugar,
carecen de la textura ofítica que es típica en las rocas ofíticas y también, en segundo
lugar, presentan ·diferencias de composición mineralógica y geoquímica con las verdaderas ofitas o doleritas toleíticas (7). Finalmente, Orti (8) y Alonso (9) han mostrado
que existe un magmatismo de edad jurásica en el sector valenciano, es decir, con edad
de emplazamiento posterior al de las ofitas que se emplazan al final del Trías (keuper).
La composición microscópica es relativamente sencilla. Consta de piroxenos (clinopiroxenos) de variable tamaño y que, junto con las plagioclasas que los engloban
(textura diabásica), fueron los primeros en cristalizar. En la periferia de los piroxenos,
y también como cristales independientes, se formaron anfíboles con diversas composiciones entre los que destaca la hornblenda y la actinolita, pero su composición es
claramente minoritaria respecto a los piroxenos y plagioclasas que son los componentes dominantes en volumen. Posteriormente a los anfíboles se desarrollan aisladas
micas entre las que destaca la biotita y cloritas que se disponen subordinadamente en
los intersticios libres que dejan los anteriores. Finalmente, cristaliza el feldespato
potásico y el cuarzo; estos últimos minerales son indicadores de un suficiente contenido en silice que justifica la ausencia del olivino en las primeras etapas de cristalización.
Son frecuentes en los minerales determinadas alteraciones como la albitización de
las plagioclasas, uralitización de los piroxenos, cloritización o formación de clorita
secundaria a expensas de otros minerales (piroxenos, anfíboles y biotita) y la forma(8) J . BASTIDA, M. LAGO 7 A. POCOVI: «Ninerali&acione~ uociadaa a diabuu delúee de LuJar N~Mvo de Fenoll.t (Val~. Rewrl6n
de la Sociedad BepeAola da Minera!Of(a. Madrid, 198'1.
('1) B. AZAMBRB. M. ROSSY 7 M. LAGO: ..Caracterieliquee pétro!OJiquee d• dol6ritae Olol6iliquee d'&f• triu (oplútae) du domain
~· Bull. Mintnl, • . 198'1, P'J. 110.
(8) F. ORTI: «Volcanl.Do jurúico del MCtor nleDciano de la Cordillera tb4riCL Diatribueión y tnma eetnlct\lrabt. Acta Geol6,ica
Bilpúúca. XV (6). Mac1ric1. 1880, pq.. 127·130.
(9) L. A. ALONSO: ..S.tucUo de laa rocu lpau ele Catall6n. Valancia 7 Alicanc.. Teaia Dod.onl. Uní~ de Se1amanea, 1982.
-236-
[page-n-237]
HACHAS PULIDAS DE LA ERETA DEL PEDREGAL
6
ción de minerales micáceos hidratados o sericita a expensas de plagioclasas. De estos
procesos los más intensos son la albitización y uralitización y pone de manifiesto una
actividad hidrotermal que modificó la composición original de las plagioclasas y de los
másicos (piroxenos y anfíboles).
Según se indicó anteriormente, es notoria la afinidad de composición textural y
mineralógica entre la roca de Cerro Negro y el hacha del poblado de la Ereta del
Pedregal, así como con las diabasas de Lugar Nuevo de Fenollet (Valencia) que, no
obstante, sería conveniente corroborar con análisis químicos en minerales aislados o
de la roca globalmente considerada.
CONSIDERACIONES FINALES
Los resultados del estudio petrológico de una muestra de roca de Cerro Negro
(Quesa, Valencia) y un hacha pulimentada del poblado de la Ereta del Pedregal
(Navarrés, Valencia) han demostrado que son idénticas y corresponden a diabasas.
Esto permite aportar una precisión a la terminología utilizada en la bibliografía
cuando reiteradamente se han referido a las hachas de diorita o de ofita.
Por otra parte, la proximidad de Cerro Negro a la Ereta del Pedregal en Navarrés
hace totalmente plausible que sus poblador~s utilizaran estas rocas como materia
prima para confeccionar sus hachas, sin necesidad de hacer grandes desplazamientos.
La materia prima utilizada para la fabricación de las hachas es de origen local.
Además, la menor alteración de los minerales que las componen, en relación al
fragmento de roca natural analizado, indica que estos antiguos pobladores de la zona
de Navarrés tenían un buen conocimiento y experiencia para seleccionar las rocas
menos alteradas y, por lo tanto, debían profundizar bastante en la formación rocosa de
Cerro Negro para conseguir el material más duro y resistente.
En definitiva, debemos concluir llamando la atención sobre la necesidad de la
ampliación de este tipo de estudios a otros yacimientos, pues los estudios geológicos
que vienen realizándose en el área valenciana pueden aportar una decisiva información sobre la materia prima utilizada por los primitivos pobladores para la fabricación
de sus utensilios. Sólo después de conocer la posibilidad de utilización de las materias
primas locales en cada uno de los yacimientos arqueológicos conocidos, estaremos en
disposición de conocer aquellos utensilios que pudieran proceder de tierras más
lejanas.
-237-
[page-n-238]
[page-n-239]
M. D. GALLART Y M. LAGO.- Ereta del Pedregal
LAM. I
A. Roca procedente de Cerro Negro. Alfiboles, plaglioclasas (formas a largadas) y piroxenos.
B. Hac ha pulida de la Ereta del Pedregal. An.f iboles, plaglioclasas y piroxenos.
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[page-n-241]
AllCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XVID (ValeDeia, 1988)
ROSA ENGUIX ALEMANY Y BERNARDO MARTI OLIVER
(Valencia)
LA CULTURA DEL BRONCE VALENCIANO Y LA MUNTANYA ASSOLADA
DE ALZmA: APROXIMACION AL ESTADO ACTUAL
DE SU INVESTIGACION
Como en otros capítulos de la Prehistoria valenciana, la reflexión sobre los problemas que nos plantea hoy la Edad del Bronce se asienta sobre una sólida historia de la
investigación, una densa bibliograña que evoca multitud de trabajos de excavación, de
yacimientos prospectados y, sobre todo, de personas, íntimamente relacionados con el
Servicio de Investigación Prehistórica de la Diputación de Valencia. Causa o consecuencia, las aportaciones de Domingo Fletcher Valls aparecen tempranamente en el
desarrollo de estos estudios sobre la Prehistoria y Arqueología valencianas, vinculadas en el caso concreto de la Edad del Bronce a uno de los yacimientos más representativos de lo que con el tiempo se deno.minaría Cultura del Bronce Valenciano: el
poblado de la Muntanyeta de Cabrera en el Vedat de Torrent.
Ejemplo privilegiado, en el estudio de este poblado, y a partir de los años treinta,
vemos confluir a una gran parte de aquel grupo de personas antes evocado: Isidro
Ballester Tormo y Luis Pericot García, que realizaron la prospección y valoración
inicial; Mariano Jomet Perales, que dirigió la pequeña campaña de excavación; o
Domingo Fletcher y Enrique Pla Ballester, quienes años después llevarían a cabo ·s u
estudio y publicación. Mediaba entonces la década de los cincuenta y desde el Servicio
de Investigación Prehistórica se impulsaría la continuación de una fecunda labor de
prospección y excavación sistemáticas dirigidas hacia este tipo de poblados, especialmente por parte de José Alcácer Grau, y también con la colaboración destacada de
Domingo Fletcher en estos estudios. Las valoraciones podían sobrepasar ya el marco
puntutal de un yacimiento, a la vez que la Edad del Bronce peninsular había visto
aumentada con justeza su complejidad casi en la misma proporción en que quedaba
matizado el alcance y la influencia de la Cultura del Argar, a través de los trabajos de
- 241-
[page-n-242]
2
R. ENGUIX Y B. MARTI
Miquel Tarradell Mateu, sumado por entonces a esta dinámica de la investigación
valenciana a través del Laboratorio de Arqueología de la Universidad de Valencia.
Desde aquellos iniciales trabajos de sistematización, Domingo Fletcher ha mantenido su fecunda presencia también en esta parcela de nuestra investigación prehistórica, siempre estudiando, valorando y dirigiendo. Es un motivo de alegría poder testimoniarle ahora nuestro reconocimiento por su magisterio, y nuestra satisfacción porque
junto a él iniciamos hace una década la excavación del poblado de la Muntanya
Assolada de Alzira, cuyos resultados y consiguiente estudio motivan las reflexiones
que aquí se exponen.
El poblado de la Muntanya Assolada corona uno de los espolones de la Serra de
Corbera que avanzan sobre la llanura del Xúquer por su parte meridional, entre la
Vall de la Murta y el Barranc de l'Aixavegó, dentro del término municipal de Alzira.
Las primeras campañas de excavación, iniciadas en 1978, parecieron mostrar un
pequeño poblado de planta aproximadamente rectangular y de unos cuarenta por
veinte metros de extensión que, sobre la cumbre amesetada de la montaña, venía
limitado en su parte oriental por una abrupta pendiente, mientras en su parte occidental, así como en sus extremos norte y sur, se construyó un11 sólida muralla formada por
sucesivas hiladas de piedras sin carear. En el interior de este recinto pronto se
identificaron departamentos de planta rectangular, que en la parte septentrional
flaquean lo que podría considerarse una estrecha calle o pasadizo. Mientras que en el
exterior, y en la parte central del gran lienzo de muralla, el arranque perpendicular de
dos muros permitía plantear la hipótesis de que nos encontrábamos ante el sistema de
acceso, la entrada del poblado (1).
Tales resultados permitieron que desde las primeras campañas de excavación se
pudiera establecer un estrecho paralelismo entre el nuevo poblado y las informaciones
obtenidas en los demás yacimientos de la Cultura del Bronce Valenciano, en especial
con aquellos mejor documentados desde el punto de vista de sus estructuras de
habitación y de cierre o defensa, como los poblados del Mas de Menente (2) y de la
Mola Alta de Serelles (3), ambos en Alcoi, excavados muy tempranamente y referencia siempre presente. Comparaciones que se extendieron sin dificultad a los diferentes
apartados de la cultura material: a las formas cerámicas mejor representadas, como
cuencos de casquete esférico y semiesférico, escudillas, cazuelas, vasos carenados,
vasos globulares y ollas, orzas y vasos geminados, etc.; a la industria del sílex,
caracterizada por la abundancia de los dientes de hoz; o a los brazaletes de arquero, los
punzones biselados de hueso, los botones prismáticos triangulares con perforación en
(1) 8 . MARTI: «La Muntanya Aaolada (Aizlra, Valencia). P oblado de la Cultura del Bronc. Valancian.,... XV1 Con¡re.o Nacional de
Arc¡uaolocfa (Murcia. 1982). Zarqosa. 1983, p4p. 259-268.
8. MARTI: «La Muntanya Aaolada (Akiza. Valencia)». Lucentum U. Alican~. 1983. p4p. 43-67.
B. MARTI y R. BNGUIX: • Muntanya Aaloladu. Membriee Arc¡ueolbsiquae ala Comuni~t Vale~~eiana 1984-1986. ConoaUer:ia de Cultura,
B. i C. Valencia. 1988, pQa. 206-209.
(2) L. PBRICOT y P. PONSBLL: .SI poblado de Maa de Menente (Aicoy)». An:hivo de Prehiaoria Levantina, l. Valencia. 1!128. p4p. 101·112.
(3) B. BOTBU.A: .Sxcavacionea en la Mola Al~ de Sm!Dea (Alcoy). M_.,ria de loe ~oe y deec:ubrimientoe realiudoe-. Memoria. de la
Junta Supar\CK' da Bxcavacionee y Anli¡rüedadea. DW.... 19 y 94. Madrid. 1926 y 1928.
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a
V, etc. Componentes de la cultura material que vemos ampliamente representados en
yacimientos que cubren toda la geografía de la Cultura del Bronce Valenciano, como
la Muntanyeta de Cabrera (4) o el poblado de la Serra Grossa de Alacant (5), aunque la
comparación puede ser mucho más matizada en algunos otros casos, como en el
recinto del Torrelló de Onda (6), por poner un ejemplo.
Idéntica similitud y consiguiente atribución cultural manifestaron los hallazgos
metálicos, formados por un puñal de remaches, puntas de flecha y punzones, con el
interés de haberse documentado la presencia de piezas de auténtico bronce. Y similar
concordancia se desprende de la imagen obtenida con relación a su actividad económi·
ca, según el análisis de los restos de fauna y del resto de la información interpretada,
basada en la cerealicultura de secano y en una pequeña cabaña de animales domésti·
cos de la que obtienen alimentos y fuerza de trabajo, además del modesto aporte
proteínico proporcionado por la caza (7).
Esta identidad entre la Muntanya Assolada y aquellos poblados considerados como
representativo~ de la Cultura del Bronce Valenciano implicaba evidentemente una
misma cronología, aunque la Muntanya Assolada venía a sumarse a aquellas otras
investigaciones en curso en diferentes- poblados de nuestra geografia que iban ponien·
do de manifiesto la dificultad de mantener una imagen de~ Bronce Valenciano como
una cultura fundamentalmente homogénea e invariable. Imagen acuñada en las
primeras etapas de su investigación (8) que, como luego ha.bremos de insistir, empeza·
ba a dejar paso a la consideración de posibles fases evolutivas (9) y de diferenciaciones
geográficas internas (10). De este modo, para fijar los momentos iniciales de la
Muntanya Assolada podíamos partir de la marcada y muy distinta personalidad del
Bronce Valenciano con respeéto al Eneolítico que implicaba aquella fase de transición
tradicionalmente aislada a partir de las necrópolis (11) y que ahora empezaba a
dibujarse en los poblados, como en el caso de la Ereta del Pedregal de Navarrés (12).
Resultados que condicionaron la cronología que se atribuye a los comienzos de la
Edad del Bronce en nuestras tierras y que sugieren una datación inicial en torno al
1800/1700 a. de C., a pesar de algunas fechas absolutas de mayor antigüedad. Cronolo·
BRONCE VALENCIANO Y MUNTANYA ASSOLADA
(4) D. FLETCHER y E. PLA: •El poblado de la Edad del Brouce de la Montanyeta de Cabrera (Vedat de Torren~. Valencia)». Trabajoe
Varioe del Sl.P.. núm. 18. Valencia, 1966.
(5) E. LLOBREGAT: «EE poblado de la Cultura del Bronce Valenciano de la Serra Groeaa, Alicante». Papelee del lAboratorio de Arqueolosla
de Valencia, 6. Valencia. 1969, ~ 31·70.
(6) F. GUSI: o&xcavaci6n del !ecluto fortificado del To1Te116 de Onda (Cutell6n)». Cuademoe de Prehistoria y Arqueologfa C~llolleiiM, l.
Cu~ón. 197f, poip. 1~
(7) B. MARTI: «El nacimiento de la asricultura en el Pala Valenciano. Del Neolltico a la Edad del Bronce•. Univeraiclad de Valencia, 1983.
(8) M. TARRADELL: •El Pala Valenciano del Neolltico a la lberizaci6n. Ensayo de tfntesis». Universidad de Valencia, 1983.
M. TARRADELL: «I. Papelee del lAboratorio de Arq~logia de
Valencía, 6. Valencia. 1969, JMI.~~&. 7-30.
(9) F. GUSI: «Lu datacionet del C.14 de la Cueva del Mu d'Abad (Covet de Vinroma). Campalla de 1975. Enfayo cronolcS¡ico para la
periodlución del B.ronce ValencianO». Cuademoe de Prehistoria y Arqueolosfa Cutallonenae, 2. ~6n, 1975, p4.p. 7r..80.
R. BNGUIX: « (10) J. F . NAVARRO: "'Materialee para al eetudio de la Edad del Bronce en el valle meclio del Vinalop6 (Aiieante)ot. Lucentum. I. Alicante,
1982, pép. 19-70.
(11) B. MARTI: « (12) E. PLA, B.·MARTI y J . BERNABEU: « Arqueol6(ieo Hiapoillico, 15. Madrid, 1983, ~ 41-58.
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R. ENGUIX Y B. MARTI
gía que también se atribuyó a la primera ocupación de la Muntanya Assolada, en la
que creimos observar claros testimonios de la anterior tradición eneolítica en una
pequeña parte de su industria lítica, en los brazaletes de piedra, o en la semejanza que
pueda postularse para algunos de los motivos decorativos cerámicos como respecto a
los vasos campaniformes incisos. Por último y tal como se expuso en el avance de las
campañas de excavación de 1978 y 1982 al que venimos refiriéndonos, la cronología
final del poblado quedaba establecida en tomo a los a.ñ os 1300 a. de C. Hipótesis
subordinada a la posibilidad de que en el País Valenciano se produjera una evolución
semejante a la observada en el área del sudeste peninsular con las fases del Bronce
tardío y final, que se desarrollarían con posterioridad al Bronce pleno o Bronce Valenciano, pero aceptando la posibilidad de perduraciones absolutas del Bronce
Valenciano durante el transcurso de aquellas dos últimas fases (13).
· En la misma línea de interpretación parecían incidir las campañas de excavación
posteriores, destacando en esta valoración global el estudio de los restos conservados
en una pequeña cueva sepulcral inmediata al poblado, en el escarpe de su lado
suroriental, realizado durante la campaña de 1983. Expoliada en un alto grado, su
excavación proporcionó restos de un mínimo de cuatro individuos, algunos huesos de
animales y parte del ajuar que acompañaba a los inhumados, compuesto por una punta
de flecha de sílex, un fragmento de botón prismático triangular con perforación en V,
numerosas cuentas de collar discoidales, y pequeños y escasos fragmentos de cerámica
sin decoración. Ello confirma la noticia de Gual (14), de que «al pie del montículo se
exploró un covacho en el que aparecieron más restos cerámicos y huesos humanos, lo
que es indicio de su aprovechamiento como lugar de enterramiento», aunque lo
impreciso de la descripción nos hiciera suponer inicialmente que tal indicación se
refería a la cavidad abierta en el propio subsuelo del poblado, cerca de su límite
septentrional. La presencia de esta cueva sepulcral en las inmediaciones del lugar de
habitación, con paralelos inmediatos en la covacha sepulcral de la Muntanya de
Cabrera (15), venía a coincidir con la idea de que tales eran los enterramientos
característicos del Bronce Valenciano. Lo que además parece confirmarse en otras
excavaciones recientes, caso del poblado del Mas del Corral en Alcoi, con enterramientos en grietas cercanas al mismo (16), aunque tampoco sea ésta una cuestión
exenta de problemas, como se ha expuesto en los últimos años (17).
Así pues, el resultado de todo ello era la incorporación de la Muntanya Assolada
sin demasiadas dificultades a aquella descripción de la Edad del Bronce para gran
parte de las tierras valencianas como un período en el que este país queda abierto
(18) M. GJL.MASCARBLL: ..Uronce Tardio y Bronce Final en el Paia Valencian011. En El Bronce Final y el eomient.O de la Edad del Hierro
en el Pale Va lenciano. Mooocrafiu del IA.bon.torio de Arq\leOJoa\a de Valencia. nl'lm. l . Valencia. Ul81. p6p. 9-39.
(H ) M. GUAL: • Hace tns mil ailoP. MW'ta. Reviata del Instituto Laboral de Alcira. octub. .noviembre, 1968, pip . 4-6.
(16) M. FUSTB y D. FLETCHER: dA covacha _,lc:ral del Veclat de Tommbt. Archivo de I'Nhiotoria Levantina. IV. Valencia. 1.963, p&p.
169-11!6.
(16) J . TREUS: d lu del CorT&I•. Mombriee An¡ueolbclquee a la Comunitat Valenciana 1984-1986. Collf'lleria de Cultura. B. i C. Valencia.
1988. p6p. 82-86.
(17) M. HERNANtlB't: • La Edad del Bronce en el País Valet>"iano: panorama y penpectiv&P. Univenidad de Alieanta. 1986. p6p. 101·119.
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BRONCE VALENCIANO Y MUNTANYA ASSOLADA
6
primero a las influencias meridionales argáricas, manifestadas en el auge y desarrollo
de la metalurgia. Después, ya en los últimos siglos del segundo milenio, algunas
formas y decoraciones cerámicas nos hablan de esporádicas influencias meseteñas.
Con ei cambio de milenio llegan elementos de la cultura de los Campos de Urnas. Y
finalmente, a partir del siglo octavo vemos surgir nuevos poblados que, ya desde el
siglo vn, atestiguan el comercio fenicio y las influencias de la Andalucía tartésica,
sumándose finalmente la relación con el mundo griego, hasta llegar al nacimiento de
la Cultura Ibérica. Descripción a la que Sl.\byace el importantísimo matiz de una
general continuidad del substrato del Bronce Valenciano que, paradójicamente, en una
parte muy importante continuaría su propia y peculiar evolución al margen de tan
notables cambios e influencias. De esta manera la Muntanya Assolada, si bien no
puede referirse al conjunto del período y a pesar de que sus restos constructivos
adquieren cierta relevancia en el conjunto de los poblados documentados, sin ocultar
que son pocos los excavados en extensión comparable, vendría a integrarse en un
modelo de pequeños núcleos o caseríos dispersos por toda la geografía del País
Valenciano, habitados por un reducido número de familias que se dedica.n fundamentalmente al cultivo de los cereales. Este modelo, ampliamente compartido por la
investigación valenciana y por nosotros mismos, explicaría o justificaría algunas de
las anteriores consideraciones generales sobre la cultura, haciendo posible conjugar
las múltiples influencias y relaciones descritas con una cultura material y un modo de
vida sin cambios en la mayoría de los casos.
La prosecución de los trabajos de excavación y su extensión más allá de lo que
inicialmente se consideraba la estricta área del poblado han hecho variar estos
planteamientos, en total sintonía con lo que muestran asimismo el resto de las
excavaciones que actualmente se llevan a cabo sobre yacimientos valencianos de la
Edad del Bronce. En efecto, las últimas campañas anuncian un giro importante en la
imagen que teníamos del urbanismo de la Muntanya Assolada, con las repercusiones
que ello tiene sobre los demás aspectos del problema, cual es el caso del modelo de los
pequeños caseríos, de las cortas ocupaciones, de la no estructuración o jerarquización
de los asentamientos, etc. Sin pretender ser exhaustivos, los recientes trabajos de
excavación muestran que el pequeño espacio de la cumbre, delimitado por una muralla
de casi dos metros de anchura en la parte más accesible fue, además, previamente
acondicionado por grandes construcciones de hiladas de piedras sin carar trabadas
con barro que servirían para aterrazar la montaña. El reducido recinto de la parte más
elevada da paso a una configuración totalmente artificial de la cumbre, con muros de
gran anchura y caras inclinadas o ataludadas, modificando las expectativas sobre el
yacimiento hasta alejarlo de los calificativos usuales ya descritos para los poblados
del Bronce Valenciano (18).
(18) Batoo trabajoa de excavación como&ponden principalmente a lu campellaa de 1987 y 1988, diriaidaa por R. Enll'lix y B. Martf. con la
colaboración de M.• Jeeúa de Pecho.
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Ello viene a coincidir, por otra parte y como resulta lógico esperar, con las grandes
novedades ofrecidas por la reciente investigación en otras áreas del Bronce peninsular, como ejemplifican destacadamente las Motillas de la Mancha (19) o las nuevas
excavaciones de poblados argáricos (20), mostrando así el Bronce Valenciano una
sintonía profunda con esta renovación en los planteamientos que se produce en áreas
próximas y sin duda íntimamente relacionadas con él. Y hemos de hablar de Bronce
Valenciano porque ciertamente la Muntanya Assolada no es un caso aislado y la
éomplejidad subyacente a estos poblados ya se desprendía de los resultados avanzados
por otros yacimientos entre los que podemos citar la Mola de Agres, en cuyo Corte 1
también se exhumó un lienzo de gran muro ataludado que corresponde a los momentos
iniciales del poblado y que «se construyó siguiendo una técnica singular y de momento
única en el País Valenciano» (21). Las recientes campañas en la Lloma de Betxí de
Paterna que han revelado la existencia de una gran construcción dominando la parte
más elevada del poblado, además de importantes aportaciones sobre detalle de técnica
constructiva y distribución interna de este singular espacio (22). La gran construcción
o muralla con· paramento interior ataludado del Torrelló de Onda, interpretado como
posible recinto defensivo y correspondiente a momentos anteriores a la datación de
1350 ± 90 a. de C. (23). O la singular construcción de planta trapezoidal con una
estancia anexa de Orpesa la Vella, en Orpesa, que en opinión de su excavador podría
constituir <
datación absoluta de 1500 ± 95 a. de C. (24). Ejemp~os todos de esta nueva complejidad
en la valoración de los asentamientos del Bronce Valenciano, sin que ahora pretendamos prejuzgar las relaciones internas o su exacta atribución cronológica. Debiendo
tener en cuenta, además, que en esta misma línea es posible reinterpretar o conceder
mayor relieve a anteriores descripciones de estructuras constructivas, como la gran
amplitud de la muralla de la Muntanyeta de Cabrera, con un departamento interior
(25), o la posible canalización del Castillarejo de los Moros en Andilla (26).
De este modo si bien estamos de acuerdo con las gra.ndes carencias que expusiera
recientemente Gusi (27), también parece evidente que hemos cruzado ya aquella línea
(19) T. NAJERA: «La Edad del Brone. en la Maru:ba occidentalw. Teela Doctoralee de la Universidad de Granada, 1984.
(20) O. ARTEAGA y H. SCHUBART: •Fuente Alamo. Excavacionee de1977». NoLieiario Arqueolósico Hiap4.nico, 9. Madrid, 1980, páp. 245-
289.
O. ARTEAGA y H. SCHUBART: -Fuente Alamo. Campalla de 1979». Noticiario Arquaolócico Hiapánico, 11. Madrid, 1981, páiL 7-:12.
(21) M. GIL-MASCAREU.: •El poblado de la Mola d'A,res. Doa cortee aat.ratic..U.COP. Pa~lee del Laboratorio de Arquaolo,fa de Valencia·
Sa¡untum, 16. Valencia, 1981, p4.p. 76-89.
(22) M. J . DE PEDRO: «La Lloma de Setxf,., M....Oriaa ArqueolOciquee a la Comunltat Valenciana 1984-1986. ConaeUeria de Cultura, E. i C.
Valencia, 1988. páp. 202-206.
(i3) GUSI: Op. ciL DOta 6.
(24) F. GUSI: oOrpeea la Vella... Membri" An¡ueo~ues a la Comunitat Valenciana 1984-1986. Conaelleria de CUltura, E . i C. Valencia.
1988. """ 152-J.M.
(26) FLBTCHER y PLA: Op. clL 1>0ta 4.
(28) D. FLBTCHER y J. ALCACER: "El Caatillarejo de loe Moroe (Andilla. Valencia)lt. Archivo de Prabiotoria Levantina. Vll. Valencia.
1968. p4.p. 911-110.
HERNANDEZ: Op. ciL nota 17, pá1. 106. ya aeilala la poeibilidad de que al¡unaa de lu pretendidaJI murallu dt nueeuoe pobladoe de lo
Edad del Bronce aean en realidad conat.ruccionee de plataformu para levantar caaaa.
(27) F. OUSI: •Proble.dtica actual en la investiraci6n de la Edad del Bronce en el Pala Valenciano>t. Ponencia del XIX Con1reeo Nacional
de An¡ueol()lfa, Cutell6n. diciembre de 1988.
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BRONCE VALENCIANO Y MUNTANYA ASSOLADA
7
que, hasta bien avanzada la década de los setenta, encerraba al Bronce Valenciano en
la consideración de cultura homogénea e invariable, tal como fuera coñcebida en las
primeras etapas de su estudio. Porque ciertamente la nueva imagen que ahora esbozan
los asentamientos está lejos de mostrar la exacta complejidad de la cultura pero
podemos tomarla como apropiada referencia de lo que es un nuevo estado actual de los
problemas.
En este contexto es necesario volver a plantear cuestiones fundamentales, cual es
la relación entre el Bronce Valenciano y la Cultura del Argar, también con importantes
novedades aportadas por la excavación y estudio de los yacimientos del sur del País
Valenciano, y cuestión de la que dependen íntimamente problemas como la formación
de la cultura, cronología inicial, variación espacial o comarcalización.
Sin hacer balance de las. sucesivas hipótesis relativas a la depend·e ncia o no, y al
límite geográfico entre la Cultura del Argar y el Bronce Valenciano, la intensificación
de los trabajos ha sido muy importante en las comarcas-meridionales alicantinas. La
revisión y publicación de los materiales de San Antón de Orihuela y de la Ladera del
Castillo de Callosa del Segura, ·núcleos argáricos de gran relevancia (28). Las excavaciones en el poblado de la Horna de Aspe, donde lo argárico parece combinarse con lo
específico de las comarcas del sur del País Valenciano (29). La Lloma Redona de
Monforte, punto de verificación para las hipótesis de una relación entre el Vinalopó
medio y las gentes argáricas del Camp d' Alacant, representadas por el poblado de la
llieta de Campello (30). O la publicación del Cabezo Redondo de Villena, trabajo
necesario para abordar la matización de su rica documentación (31), son ejemplo de
estos avances.
Hernández ha señalado, sobre el análisis de los datos anteriores, que tendríamos
yacimientos argáricos en la Vega Baja: San Antón y las Laderas del Qastillo; y
significativas influencias argáricas en los del Vinalopó y Camp d' Alacant: Cabezo
Redondo, Illeta deis Banyets, Horna, Tabaia en Aspe, Pie de les Moreres en Crevillent,
Puntal del Buho en Elx, Puntal de Bartolo . en Novelda, en los que también cree
encontrar algunas características del Bronce y alenciano (32). Pero con independencia
de su precisa adscripción, que requiere la adecuada publicación de los trabajos de
excavación y que en casos como Cabezo Redondo se inclinaría del lado del Argar, la
propuesta de situar las tierras meridionales valencianas bajo la directa influencia del
Argar tiene profundas implicaciones pa.r a el Bronce yalenciano.
.
(28) R. SORIANO: «La Cultw-a del ~ven la Vera Baja del Segura... Papeleo del Laboratorio de Arqueolocla de Valencia.S.pntwn. 28.
Valencia, 1984, ~ 103-1.S.
·
(28) M . HBRNANDEZ: «La Ro.....,.. lllembriee ArqueoiOgiqueo a la Comllllitat Val..,eiana 1984-198&. Conaelleria da Cultura, E. i C.
Valenc:ia. 1988, pjlp. 71-72.
(30) J . P. NAVARRO: oLioma Redcmalt. lll.ubri• ArqueoU!p¡uee a la Comllllitat Valenciana 1984-1986. Conaellma da Cultura, B. i C.
Valeucia, 1988. pq.. 79-81.
(Sl) J . 111. SOLER: «Bxeavaciooaa arqueolcScieaa en el Cabezo Redondo (VUJeoa, AUeante)t. Wtituto de B.tucUoa J . Oil·Albert.. Alicanta,
1987.
(32) M. RBRNANDEZ: " La Cultura de El ~ven Alieanta. Relaciooes temJIOl'J.. y eapacaJ.. con el mundo del Broae. Valeocianoot. En
Aetaa c,tel eon,....., H~e a L. Siret (1934-1984). Quevaa de A1mamóra, junio 1984. Serilla, 1988, pjlp. 841-860.
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8
Gil-Mascaren y Enguix, replanteando también estas cuestiones, han descrito al
Bronce Valenciano como resultado del substrato eneolítico y de la cultura argárica
(33). Orígenes que necesariamente marcarían la cronología del Bronce Valenciano, así
como otras muchas de sus características culturales, sea el posible gradiente en el
desarrollo urbanístico desde las comarcas meridionales a las septentrionales, o la
disminución de los hallazgos metálicos que se produce en el mismo sentido. Hemos de
preguntarnos si esta presencia de la cultura argárica en el sur del País Valenciano
supone para el Bronce Valenciano una posterior cronología como resultado de influencias que, lógicamente, irán decreciendo y retransándose hacia el norte. O si todavía
cabe plantear hipótesis sobre un origen independiente del Argar, como se insinuó a
propósito de algunos de los poblados excavados en las primeras etapas de la investigación (34). En este sentido, Bernabeu ha destacado el que durante la etapa campaniforme y el Horizonte Campaniforme de Transición aparecen y se desarrollan patrones de
hábitat y otras características que anuncian la Edad del Bronce. Lo que unido a la
continuidad que parecen ofrecer algunos poblados y cuevas sepulcrales abundaría en
la consideración de la evolución local como parte fundamental de la formación del
Bronce Valenciano, aunque sin olvidar la contribución de las innegables influencias
argárica8 (35). Para la Muntanya Assolada y en relación con esto resultan especialmente interesantes por su proximidad los casos de la Cova dels Gats de Alzira,
necrópolis con materiales pertenecientes al Horizonte Campaniforme de Transición y
al Bronce Valenciano (36); y la Muntanya de Caries de Corbera, poblado al que se
asocia la ininediata Coveta del Gat (37), necrópolis expoliada de cuyo ajuar conocemos
la existencia de cinco puntas de flecha de sílex, dos cuentas de collar discoidales y un
pequeño fragmento de vaso C8l!lpaniforme impreso. En esta misma línea de relación
con el Horizonte Campaniforme de Transición, fuera ya de esta zona, destacaremos
también las expectativas que corresponden a los actuales trabajos de excavación en el
poblado de la Rambla Castellarda de Llíria, cuya secuencia parece terminar con
abundante presencia de campaniforme inciso (38).
Los problemas subsisten, obviamente, en relación con la cronología inicial del
Bronce Valenciano. Y si bien Bernabeu cree que puede establecerse un término post
quem en ·base a los hallazgos del Peñón de la Zorra de Villena, situando los inicios del
Bronce valenciano en torno a la transición entre el Argar A y B (39), el que ello se
plantee en un área argárica o de directa influencia argárica dificulta la aceptación de
(88) M. OJL.MASCARBLL y R. ENGUIX: «La Cultura del Bronce Valen<:iano: eotado aetual da la lnveotiraci6n•. En Actas del Conrr-o
a J . SU.t (11184-1884). Cuevu del Almanzota, junio 1884. Sevilla, Ul88, pqa. 41S..U.
(84) FLETCHBR y PLA: 0p. cit. nota 4.
E. PLA: «El probl8111& del lrinaito de la Edad del Bronc. al Hierro an la Reci6n Valenciana.. V Coo.rreao Nacional de Arqueolocla
(Zararoaa, 11167). Zarqou, 1969, pq.. J.28.132.
(M) J . BBRNABBU: «El Vuo Campanifonae en el Púa Valen<:ian01t. Tra~oa Varioa del 8.LP., n6m • 80. Valencia. 1884.
(38) A. NAR11NBZ: «La Cultura del Bronca Valenciano en la Riberalt. Al-Gema, 1. Alsira, 1986. ~ 13-UL
(87) M. D. LLAVADOR 7 A. FERRER: «Aportación al eotudio del poblamiento en la zona tur de la Ribera daJ Xl\t¡uar durante la Cultura del
Bronce ValeDCÍ&DOit. AJ.Qaira, 3. Alsira, 1987, p4p. ~29.
(88) J . V. MARTINBZ: «Puntal Rambla Culellardu. En Membriee Arqueolb(iquaa a la Coanmllat Valenciana 1984-1886. ConaeDeria de
Cultura, E. i C. Valencía. 1988, ~p. 239-240.
Homea~
~)BBRNABBU~ Op.eit.nota~.
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BRONCE VALENCIANO Y MUNTANYA ASSOLADA
9
tal limitación. Como ha señalado Hernández, parece claro que los poblados de San
Antón, Ladera del Castillo de Callosa, Tabaia o illeta de Campello deben remontarse
al Bronce antiguo o comienzos del Argar (40), y ello hace mucho más verosímiles las
altas dataciones absolutas obtenidas en los poblados de Terlinques en Villena y de la
Serra Grossa en Alacant. Dataciones que ahora se muestran acordes con el conjunto
de las conocidas para los momentos iniciales del Argar, a pesar de que en numerosas
ocasiones se han considerado excesivamente antiguas, también por nuestra parte.
Bien entendido que, al menos para el caso de Terlinques, su concordancia con otras
dataciones de los inicios del Argar va unida a su valoración como poblado ajeno al
Bronce Valenciano, pero no así en lo que se refiere a la posible perduración del
Horizonte Campaniforme de Transición en la zona, perduración que no debería cubrir
el desarrollo de ese Argar antiguo presente en diversos yacimientos.
Volviendo a la Muntanya Assolada y en relación con los orígenes es evidente que
hay que esperar y también valorar mejor la rica documentación que sobre los períodos
anteriores conocemos en su entorno, pero sin olvidar que ello requiere soluciones para
el conjunto de la cultura. Resulta necesario insistir en que aquella imagen de los
poblados pequeños, tal vez de corta duración en su ocupación, muy sencillos urbanísticamente y sin más preocupación que lo defensivo, ha venido traduciéndose implícitamente en una confirmación de las ideas de monotonía y sencillez de la cultura, de falta
de una mínima estructuración del territorio cuya población se disemina en pequeños o
muy pequeños caseríos. Y así sería factible la hipótesis de una muy desigual actuación
de las numerosas influencias que cruzan nuestras tierras. Sobre el fondo eneolítico o
ante el nacimiento de la Cultura Ibérica la principal característica del grueso de los
poblados de la Edad del Bronce habría sido, pues, su marginalidad.
Así pues, la Muntanya Assolada viene a sumarse al conjunto de yacimientos
actualmente en estudio cuya complejidad no puede reducirse al anterior modelo de un
poblamiento exclusivamente representado por pequeños asentamientos. Como tampoco debemos reducir el poblamiento a los lugares elevados, con el encastillamiento como
característica inseparable de los poblados de la Edad del Bronce ya que, siguiendo con
los ejemplos cercanos a nuestro yacimiento, son muchos los a.s entamientos en pequeñas lomas como la Coroneta del Rei en Alberic, junto al Xúquer, o el yacimiento de les
Cases de Monteada en Alzira, en las inmediaciones del mismo río (41). Bien entendido
que ello no invalida las imagen tradicional de las decenas de poblados en la cumbre de
elevados cerros, imagen que sigue estando presente en la documentación y que ha sido
confirmada también recientemente en el propio entorno de la Muntanya Assolada (4.2),
aunque sí se. opone a la exclusividad de esta imagen y requiere de nuevos presupuestos.
Por ahora no son muchos los materiales cuya precisa atribución cultural y cronológica pueda aportar información a la necesaria división interna de la cultura, o sus
140) HER.'lANOEZ: Op. ciL nota 32.
A. MARTINEZ: •Lec
de Moneada (Aw111. VaJencia i-. Aj unta.a>ent d'Alzí111, 1987.
< U..\VADOR y FERRER: Op. cit. nota 37.
•21
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ea-
-249 -
[page-n-250]
R. ENGUIX Y B. MARTI
10
posibles variaciones geográficas. Problemas estos que no pueden solucionarse sólo con
paralelos externos, o con las revisiones de las excavaciones antiguas, revisiones
necesarias pero que no deben hacernos olvidar que yacimie~tos como el de la M~ta
nyeta de Cabrera, Mola Alta de Serelles, o Mas de Menente no pueden ser tomados
como paradigmas del Bronce valenciano en esta nueva situación sin tener en cuenta
que dichos yacimientos pueden representar una larga secuencia que vaya más allá del
Bronce pleno, alcanzando el Bronce tardío o final. Como así parece suceder en Mola
Alta de Serelles o más claramente en la Ereta del Castellar de Villafranca.
Y en relación con ello el problema de los momentos finales es, evidentemente, otra
cuestión abierta que no abordaremos aquí pero en la que también son consid~rables
las ·novedades aportadas por los actuales trabajos de excavación. Sin repetir recientes
sistematizaciones o valoraciones (43), los poblados de la Cultura Ibérica cada vez en
mayor número nos ofrecen en la base de sus secuencias estratigráficas materiales
anteriores que en muchos casos rebasan ampliamente la cronología de los siglos
inmediatamente anteriores marcados por los estímulos o influencias coloniales (44).
De tal modo que en el planteamiento de la posible perduración del Bronce valenciano
hasta la Cultura Ibérica se han producido notables variaciones que podemos ejemplificar en el cambio experimentado por la consideración de un poblado siempre citado en
relación con esta precisa cuestión, caso del Puig d'Alcoi (45). Como se desprende de
todo lo anterior, y aunque nada de ello se deduce por ahora del poblado de la
Muntanya Assolada, parece razonable en el estado actual de los problemas seguir
profundizando en la caracterización de las fases del Bronce tardío y fi.nal, pero dejando
ya escaso margen a la probabilidad de una perduración paralela del Bronce valenciano
que, por el contrario, deberá ser cada vez mejor definido como una cultura del Bronce
antiguo y medio peninsular, con las matizaciones cronológicas y geográficas que le
sean pertinentes.
En todo caso y lejos de intentar referirnos al conjunto de los problemas del Bronce
Valenciano, nuestro objetivo ha sido ahora la reflexión sobre los cambios cualitativos
sufridos por la imagen de esta cultura tomando como punto de partida la constatación
aportada por las recientes campañas de excavación, como sucede con la Muntanya
Assolada, que estos poblados no corresponden siempre ni exclusivamente al modelo
que podríamos establecer sobre la base de la documentación existente en el inicio de la
década de los sesenta.
(43) GIL-MASCARBLL: Op. eit. nola 18.
E. U.OBRBGAT: •Nuevo. enloques para el estudio del periodo del NeoUtieo al Hierro en la Reción Valeneian.,.. Papeles del
Laboral
C. ARANBOUI: • El hierro anti¡uo valenciano: laa tr&nll'ormacion• daJ .....,¡;n indl•""• entra loo eialo. Vlll 7 V L C.>t. En Arqueolocía
del PaJe Valenciano: panorama y penpeetivu. Univenidecl de Alicante. 1986. p4p. 186-200.
(44) C. MATA y R. BONBT: •Un nivel de la Edad daJ Bronee en el Puntal dele Uopa (Oioeau, Valencia)o. XVI Concrno Nacional de
Arqueolocía (Murcia, 1882).
1983, p4p. 249-258.
•
Vúnae, por ejat11plo. lo. avancea de lo. ruullado. de laa campañas de excavación realladu en dlatinl
(46) A. BA.RRACHJNA: •El B10nze final al poblat dal Pui¡ d'Aic:oi». Ponamenta. 6. Barcelona. 1987, fl41L 181·155.
z....,ou,
- 250 -
[page-n-251]
ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XVJll (Valencia, 1988)
ANTONIO .MARTINEZ PEREZ
(Alzira)
EL NUCLEO DE POBLAMIENTO DE ALBERIC-ANTELLA-TOUS DURANTE
LA CULTURA DEL BRONCE VALENCIANO
l . INTRODUCCION
En mi último trabajo de síntesis sobre el Bronce Valenciano ribereño (1), estudié
someramente los yacimientos que hoy, más exhaustivamente, presentamos. De todos
ellos, debido a la falta de espacio, sólo dibujé dos vasijas y un diente de hoz del que
denominé Núcleo IV. Quería allí destacar, principalmente, la posible seriación de la
cultura a base de la tecnología cerámica y constatar la existencia de unos núcleos de
poblamiento, con un territorio delimitado, donde se habían desarrollado, a través de
los años, unos mismos grupos tribales.
Proponía, como metodología para un estudio global y profundo que delimitase,
cualitativa y temporalmente, las posibles subdivisiones de esta cultura, empezar por el
estudio de las comarcas; dentro de éstas, deslindar los núcleos de poblamiento existentes y realizar la seriación evolutiva, con un estudio profundo de la cultura material.
Por supuesto, para esto último había que excavar, al menos, cada uno de los poblados
que forman el núcleo. Pues bien, han pasado tres años y nada de esto se ha hecho.
Esperamos que, con el estudio de este núcleo de poblamiento, el interés se acreciente y
se realicen los trabajos pertinentes para clarificar estos conceptos que aquí se presentan como hipótesis de trabajo.
El entronque del Bronce Valenciano con el período anterior, E neolítico, ya lo
hemos estudiado en la comarca en un reciente trabajo (2). La visión del momento,
(1) A. MARTINBZ PERBZ: u Cultura del Bronc. ValeociaDo en la Ribera•. Publicac:ion• eh! C. P. Lula Viv• eh Alsin, n6ma.
extraordinario. 1 y 2. A.bín., 1884.
A. MARTINBZ PERBZ: u Cultura del Brooea Valencimo en la Ribera-. Al-Gcin, L Abin, 1886, p4p. 13-111.
(2) A. MAR'l'INBZ PERBZ: u Cova dala Gat. (Ahira, Val~. Al-Gtraira. H. A.bín., 1986, p4p. N6.
-251 -
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2
A. MARTlNEZ PEREZ
como hipótesis de estudio, la concluíamos así: «A partir de Millares II o inicios del
Argar A (alrededor del2000 a.C.) hay una emigración de las gentes del SE, probablemente debido al clima cálido y seco, que influirá más en la zona de Almería. Serían los
grupos marginados los que buscarían la aventura en tierras extrañas; ello explicaría el
fenómeno de la ausencia de una jerarquización social a través del Bronce y la Cultura
Ibérica en el Levante. Estas gentes llevará.n a sus difuntos con ellos (lo mismo que
ocurrirá después en los desplazamientos indoeuropeos con los Campos de Urnas). El
hecho de traer no sólo un par de generaciones de ascendientes implicaría una diversidad de estilos culturales. Fíjense que, por ejemplo, Arribas, para la fase Campaniforme
de estilo marítimo de Las Peñas de los Gitanos de Montefrío (Granada), da unas fechas
entre el 2300 y 2000 a.C. Para el inciso, del2000 al1900 a.C. Teniendo en cuenta que en
nuestros yacimientos aparecen ambas técnicas en una misma necrópolis (Pedrera,
Gats), con fechas alrededor del 2000 a.C., no resúlta tan descabellada la idea de la
emigración.
Ya Pla insinuó una expansión, si no étnica sí cultural, en cuanto a las formas de
enterramiento, dá.ndonos una posible vía de expansión desde Almería, por la vega baja
del Segura, al valle de Alcoi y al de Albaida; por el corredor del Serpia a la Safor; de la
Safor, por la llanura litoral, a la Ribera y Horta, y de aquí a Castellón por vía costera.
,
De esta forma. relacionaba todas las cuevas de enterramiento descubiertas hasta ese
momento.
Esa expansión, que yo creo también étnica, llegaría hasta el Xúquer en una
primera fase, con máxima proliferación de necrópolis con vaso campaniforme. Tal
como se van asentando depositan estos paquetes de huesos y el ajuar en las cuevas y
grietas de los alrededores, simulando los monumentos megalíticos de sus tierras; estos
segundos enterramientos, coetáneos, presentarán una mezcolanza de ajuares (puede
haber campaniforme puntillado, inciso y mixto). A su vez, si hay una muerte reciente,
aparecerán materiales más modernos, como debió ocurrir en Gats. Habría una oposición de las gentes indígenas (que por esas fechas serían poco numerosas), sin muchas
consecuencias. Estos nuevos pobladores se asentaron en cerros abruptos, de fácil
defensa; cosa lógica en el conquistador que sabe que este territorio no es suyo.
Posteriormente, traspasarían el Xúquer (poblados del Bronce inicial). Tal como el
asentamiento se hace efectivo se trasladará el poblado a zonas más cómodas, como se
aprecia aquí en la Ribera. Su expansion hacia Castellón y Teruel coincidiría con el
pleno Bronce, siendo los de Vilafilomena (Vila-real) y Vilafamés de distinto origen
(cultural y cronológico) de los que aquí tratamos.))
Vamos, pues, a presentar y estudiar las particularidades que poseen los yacimientos del Núcleo IV de la comarca de la Ribera, situado al final de la sierra del Cavalló,
perteneciente a las estribaciones más meridionales del sistema Ibérico: allí donde el
Xúquer deja las montañas para serpentear por las ricas y perfumadas tierras ribereñas
camino del mar.
No quisiera finalizar esta introducción sin agradecer, al tan merecidamente homenajeado, D. Domingo Fletcher, sus orientaciones y enseñanzas que tan atentamente se
ha dignado siempre co.ncederme, y, sobre todo, su amistad.
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ALBERIC-ANTELLA-TOUS
8
T. Alzlra
Alberlc
(!)
Fig. l . -Mapa de situación de los yacl.mientos: 1, Puntal de Tou-Nou; l , Muntanyeta de la Pont
Puntal de la Rambla de la Senyora; 4, La Coroneta del Rd, y S, La Creoeta Alta.
~
3,
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A MARTINEZ PEREZ
II. PUNTAL DE TOUS-NOU, POBLADO DEL BRONCE INICIAL
l. Situaci6n y descripci6n del yacimiento
Se construyó el pequeño poblado en el extremo oriental de una de las estribaciones
que parten del monte El Palmeral (planicie final de la sierra del Cavalló); a falta de
denominación, dada la cercanía al nuevo emplazamiento del pueblo de Tous, lo he
bautizado como indica el encabezamiento. Se encuentra en la partida de La Garrofera,
término de Alzira. La altura sobre el nivel del mar es de 200 m. Tiene pronunciadas
pendientes en sus laderas y está coronado por un estrato calizo, por lo tanto, con
buenas defensas naturales.
La pequeña meseta de la cima se une a un llano inmediato, en el extremo O, por
un collado. Esa parte accesible estaba protegida por una doble muralla, en cuya
intersección se abría la puerta (véase croquis adjunto). En algunos tramos se ven
perfectamente las hiladas de piedras trabadas, a doble cara, y en el centro tierra
margosa mezclada con piedra menuda. En la parte N, un desprendimiento deja ver
cómo una de las habitaciones estaba adosada a la muralla y, dada la mayor potencia de
estrato en esa parte, supongo que allí estaban ubicadas las viviendas, quedando la
parte S de la meseta, que es donde desemboca el corredor de la puerta, como una
especie de plazuela, pues la roca aflora en ese punto.
Toda la parte E está protegida por un escarpe calizo que, a su vez, coincide con un
pronunciado desnivel de la ladera, divisándose la planicie ribereña con toda claridad.
En conclusión: emplazamiento muy bien encastillado y gran visibilidad, pero no hay
fuentes cercanas para su abastecimiento.
2. Materiales
El yacimiento, de momento, se halla intacto, y debido a su alta cronología se ven
pocos fragmentos cerámicos y restos líticos en superficie. Del desprendimiento mencionado recogí media cazuela con asa de cinta vertical y fragmentos de una pequeña olla
de borde ligeramente exvasado, con un telón como elemento de prehensión. El resto
de los fragmentos dibujados proceden de una minuciosa prospeéción superficial. Las
características ceramológicas, en general, son: arcilla sedimentaria coluvial roja,
mezclada con abundante ceniza carbonosa y poca calcita, quedando la pasta porosa
tras la cocción, de ahí que pese poco; la tonalidad de los fragmentos suele ser negracenicienta en superficie, el alma rojo oscuro o achocolatado, aunque algún fragmento
oxidado puede presentar tonos rojizos en superficie; las roturas son irregulares, con
muchos entrantes y salientes redondeados; las superficies presentan oquedades, dándoles una textura de «cáscara de naranja>>, producidas por el desgrasante carbonoso que,
en la cocción, se ha quemado y desaparecido; el horno utilizado debió ser el de hoyo
abierto poco profundo (3). No he encontrado ningún fragmento de cerámica fina
(alisada o pulida).
(8)
NARTINBZ PBRBZ: ()p. cit. en la
Dota
1. 1986.
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. ALBERIC.ANTELLA-TOUS
6
TOUS-NOU
FONT DOLCA
Fig. l.-Croquis aproximado de los poblados del Puntal de Tous-Nou y de la Mun~nyeta de la Font Dol~a.
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6cm.
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Flg. 3. -Materialea del poblado del Puntal de Tous-Nou (La Garrofera, Alzlra).
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ALBERIC.ANTELLA-TOUS
.
7
También recogí varios fragmentos de percutores de cuarcita y esquirlas de sílex,
todo ello en poca cantidad. En el diente de hoz dibujado, de sílex blanquecino, se
aprecia el denominado «lustre de cereales».
3. Cronolog(a
Tanto la ubicación como las características ceramológicas y demás materiales
coinciden con el prototipo de poblado del Bronce inicial en la Ribera. Poblados
similares son el Puntal del Barranc de les Goves del Truig (Benimodo) y Puntal de la
Malla (Alfarp), ambos en la misma ribera izquierda del Xúquer. En la margen derecha,
con una diferencia respecto a los materiales cerámicos, podríamos incluir los Poblados de la Muntanyeta de Caries (Corbera), Cabe~ol de les Valletes (Alzira), Ca~ol de
Mir (Alzira) y el Cabecol del Barranc de 1'Anell (Carcaixent).
Constatamos unos detalles comunes a todos ellos: las habitaciones o mayor potencia de estrato se encuentran siempre en la parte N del yacimiento; no hay fuentes
cercanas; gran aparato Jetensivo, tanto naturales como constructivos; reducido espacio ocupado; escasez de materiales en superficie; cerámica grosera concrecionada
· (cáscara de naranja) y escasa o nula fina.
111. MUNTANYETA DE LA FONT DOLQA, POBLADO DEL BRONCE PLENO
1. SitU
Junto a la denom.i nada Font Dolc;a, término de Antella, se alza un montículo
alargado, con orientación O a E, culminado por dos picachos amesetados que están
unidos por un pequeño collado, y en ambos se ven rastros de despoblado. La altura
sobre el nivel del mar es de 160m., el de la parte O, siendo unos metros más bajo el del E.
Posee el picacho occidental un torreón con una pequeña muralla circular que parte
y termina en él. El del E tiene dos torreones en los extremos que iban unidos por
sendos lienzos de murallas. Se detectan los torreones por el amontonamiento de
piedras que sobresalen sobre las pequeñas mesetas. No presentan defensas naturales,
incluso las laderas son de suaves pendientes. En la parte meridional del montículo, en
el pequeño barranco que allí nace, se encuentra la fuente, hoy con poca afloración de
agua.
2. Materiales
Superficialmente se ven más fragmentos cerámicos que en el poblado anteriormente descrito. Corresponden a cuencos de borde reentrante o recto y ollas globulares con
labio ligeramente exvasado. Las características ceramológicas podríamos resumirlas
en: cerámica de tonalidades amarillo-rojizas con abundante desgrasante cálcico, menos triturado que en Tous-Nou, y pasta porosa debido a la ceniza, aunque no en tanta
abundancia como en el anterior yacimiento; debido al frotado de la superficie externa
sólo se aprecia el descascarillado (cáscara de naranja) en la parte interna.
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A. MARTINEZ PEREZ
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Fig. 4. -Materiala de la Muntanyeta de la Font
DoJsa
(Antella).
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ALBERIC.ANTELLA·TOUS
9
Abundan las esquirlas de sílex y cuarcita, algunas con retoques marginales, asf
como los cantos rodados utilizados como percutores. Recogí la parte distal de una
azuela pulida de cuarcita (fig. 4, 15).
3. Cronología
Las dos estructuras descritas pudieran ser simultáneas, dado que están separadas
unos 20 m. por el pequeño collado mencionado, pero pensamos que la disposición
constructiva, así como las pequeñas diferencias en cuanto a materiales cerámicos,
serían suficientes para deslindar ambos yacimientos. Estructuras similares al poblado
O las tenemos en los de Font del Pernil (Tous), Cingle deis Corbs (Catadau) y El
Puntalet (Alfarp), todos ellos en la misma ribera izquierda del Xúquer. Como el de la
parte oriental es el de La Malla (Alfarp). Ya que el picacho O es más pequeño, tal.vez
sus ocupantes, debido al aumento demográfico, pasarían a construir el otro poblado
con más espacio.
Tenemos, pues, unos poblados con menos defensas naturales que en la fase anterior
y con un buen abastecimiento de agua cercano; además, con unos materiales cerámicos mejor confeccionados. Hay que constatar que junto a la fuente se recogen materia·
les líticos y cerámicos similares a los del poblado.
El hecho de haber dos pequeños poblados casi juntos me indujo a pensar en dos
fases para cada período del Bronce. Tendríamos aquí la fase fi.n al del Bronce inicial en
el poblado occidental y el inicio del Bronce pleno en el del E. Estos desplazamientos a
zonas más cómodas también se perciben en el Núcleo de Matamón (del Puntal del
Barranc de les Coves del Truig al de la Font del Pernil) y en el Núcleo de Falaguera
(del Puntal de la Malla al de El Puntalet).
·
IV. PUNTAL DE LA RAMBLA DE LA SENYORA, POBLADO DEL BRONCE
PLENO
l . Situaci6n y descripci6n del yacimiento
Estratégico poblado que protege el paso de la rambla de la Senyora, barranco que
comunica la Ribera con el valle de Cutillas, para desde aquí enlazar con las lomas más
altas de la sierra del Cavalló. Se halla en la partida de la Garrofera, término de Alzira.
Posee este abrupto puntal muy buenas defensas naturales. Sus _
laderas S y E, de
pronunciadas pendientes, caen sobre un barranco que desemboca en la rambla; corona
el puntal un estrato calcáreo; sólo la parte O se une al monte La Escala (307 m.) por un
collado llano, de unos 10 m. de ancho. Pero, precisamente en este lado, se alza un
murallón, hoy derruido, que aún alcanza los 5 ó 6 metros de altura sobre el llano del
collado. Se aprecian un par de torres circulares, de unos 2 m. de diámetro, adosadas al
murallón en su parte SO, junto a lo que parece el camino natural de entrada al
despoblado. La altura del puntal es de 220 m. sobre el nivel del mar. Todo este aparato
defensivo, tanto el natural como el realizado por la mano del hombre, hacen del
poblado una inexpugnable atalaya.
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10
A. MA.RTINEZ PEREZ
2. Materiales
El yacimiento, como los anteriores, no ha sufrido ningún deterioro, solamente en la
parte S, dada la pronunciada pendiente, la erosión ha descarnado parte de algunas
habitaciones y se pueden recoger abundantes muestras de materiales cerámicos y
líticos. Entre los cerámicos hay escasos fragmentos con reducción intencionada, algo
más abundantes los de superficies oxidadas, siendo lo corriente encontrar los que
presentan varios matices de colores. La calidad de las pastas, en general, es mejor que
en los yacimientos reseñados anteriormente, ello no implica que nos encontremos con
fragmentos de mala calidad en cuanto a la cocción.
Abundan los nódulos de sfiex y esquirlas, algunas de ellas con retoques. He
encontrado dos dientes de hoz. La pieza núm. 12, fig. 6, parece una punta para
enmangue. Hay bastantes cantos rodados con pulido parcial, así como fragmentos de
diorita.
En la parte N del poblado, ya en la rambla, hay un meandro llano en donde se
encuentran sólo materiales líticos. De allí proceden los dibujados en la fig. 6 (núms. 18
al 21), destacando una punta de flecha cruciforme (núm. 18) y otra triangular (núm.
19), ambas con retoque bifacial cubri~nte y en sfiex blanco.
3. Cronología
De nuevo nos encontramos con un poblado muy bien fortificado y sin abastecimiento de agua (a no ser que por la rambla, hoy seca, en dicho período corriese el agua,
aunque lo dudo): prima la seguridad frente a la comodidad.
La calidad de las cerámicas, con fragmentos reducidos y oxidados intencionados,
nos inducen a postergarlos a los otros dos descritos y situarlo en un Bronce pleno.
Hay que destacar, en cuanto al emplazamiento, que además del gran aparato
defensivo que presenta el poblado, se encuentra escondido frente a la llanura ribereña,
pues en el E hay una estribación montañosa, ligeramente más alta (236 m.), que lo
envuelve y enmascara (véase plano).
V. LA CORONETA DEL REI, POBLADO DEL BRONCE FINAL
l . Situación y descripción ·del yacimiento
Se asienta este interesante poblado sobre un pequeño cabezo, estribación E del
denominado Pla de Cristóbal, de altitud insignificante para su defensa (60 m. sobre el
nivel del mar), en término de Alberic. El Xúquer se encuentra a unos 400 m., y, entre
ambos, la Acequia Real del Xúquer. Tiene suaves laderas y fácil acceso, que junto a la
urbanización que hay a su alrededor (Balcón del Júcar) lo ponen en peligro de
destrucción. Ya, en mi última visita con el Dr. Martí Oliver (ayudante del SIP
entonces, y hoy director), se pudo comprobar los destrozos producidos por excavadores
clandestinos. A finales de 1982 se intentó realizar una excavación, pero fracasaron las
negociaciones con los dueños del cerro.
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ALBERIC-ANTELLA-TOUS
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Fig. S. -Materiales del Puntal de la Rambla de la Senyora (La Garrofera, Alzira).
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A. MARTINEZ PEREZ
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RAMBLA SENYORA
Flg. 6. -Materlales y croquis aproximado del Puntal de la Rambla de la Senyora (La Garrofera, Alzira).
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ALBERIC..AN'l'ELLA-TOUS
18
No presenta el yacimiento claras estructuras defensivas, pues por los límites del
poblado aparecen pequeños muretes que bien podrían ser de las antiguas viviendas,
pero no de una muralla de protección, aunque sin una excavación es difícil de precisar.
Dado que junto a estos muretes no hay gran deposición de piedras, me inclino a pensar
que no había una muralla que delimitase el recinto, sino que las habitaciones se
disponían en terrazas siguiendo las suaves pendientes de sus laderas (véase croquis
adjunto). Tal vez, en la parte alta había una torre vigía, pues en ese punto destaca una
mayor potencia de estrato, que a modo de túmulo o «telh> se percibe mirando de perfil
el montículo.
2. Materiales
Las cerámicas que se recogen son de excelente calidad, las mejores dentro del
conjunto de yacimientos del Bronce Valenciano ribereño. En·cuanto a técnica cerámica, hay que resaltar unas cocciones, en general, muy buenas (temperaturas entre 0000
y 1.0000 C), pues los fragmentos tienen sonido casi metálico al golpe.arlos; el horno que
utilizaron es muy evolucionado, ya que entre las cerámicas abundan los fragmentos
netamente con cocción oxidante intencional, así como las negras reductivas; hay una
masiva utilización de engobe en las cerámicas finas, con posterior pulido o bruñido; el
desgrasante utilizado suele ser calcita finamente triturada en la cerámica grosera; en
la fina, se utiliza simplemente ceniza bien cribada.
De entre el material recogido en prospección superficial, cabe destacar la gran olla
ovoide (fig. 7, núm. 1) con borde muy reentrante, quedando la boca en un plano
horizontal y pequeña con relación al tamaño; va decorada con seis asas de cinta
estriadas, en posición vertical, y tres mameloncillos en el espacio entre asas; lleva
engobe blanquecino y espatulada en ambas superficies. Esta pieza es única dentro de
la Comunidad, encontrándose ejemplares parecidos dentro de la Cultura Argárica (4).
También de excelente calidad y con engobe blanquecino es la vasija carenada de la fig.
8, núm. 10. Los dos fragmentos de la fig. 8, núms. 11 y 12, presentan engobe y bruñido,
que tras la cocción reductiva a la que fueron sometidos dan un tono negro satinado de
gran belleza decorativa. Las carenas, como se puede apreciar en los dibujos, suelen ser
medias o bajas.
La industria lítica se reduce a los típicos dientes de hoz y alguna lasca retocada,
amén de los percutores de cuarcita o diorita y los molinos de arenisca. En hueso, se
recuperaron dos Fuentas de collar discoidales (fig. 10, núms. ®y 34) y un fragmento de
punzón de hueso (fig. 10, núm. 32) y otro de espátula (fig. 10, núm. 31). También se encontró
un «cardium» eón el natis perforado por frotación.
3. Cronología
Las características defensivas y los materiales recuperados, obviamente, nos están
hablando del momento fmal del Bronce. La gran vasija ovoide denuncia unos contac(4) L. SJRET: •La.! primeru edad• del Metal en el Sud•t• de Bapa6u. Barcelona, 1890.
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A. MARTINEZ PEREZ
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Fig. 7. -Materiales de la Coroneta del Rei (Alberlc).
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A. MARTINEZ PEREZ
Flg. 9.- Materlales de la Coroneta del Rei (Alberk).
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Fig. 10. -Materiales y croquis aproximado de la Coroneta del Rei (Aiberlc).
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18
A. MARTINEZ PEREZ
tos con el mundo argárico. Por otra parte, la utilización de hornos controlados o
intencionales, así como el empleo de engobes para el bruñido, nos recuerda las
cerámicas finas del mundo de los Campos de Urnas (5), aunque faltan las bases planas
tan características de las urnas del Hierro I.
Comparado con el yacimiento anterior, destaca el nuevo emplazamiento en pequeña altura y cerca del río. Da la sensación de un momento de tranquilidad, en donde el
Xúquer empieza a ser una vía de acceso comercial y de difusión cultural. Completamente en llano y junto al río tenemos el poblado de Les Cases de Moneada (6), que por
sus características ceramológicas se puede emparentar con éste. Los yacimientos
posteriores, ya dentro de la Cultura Ibérica, vemos que ta.mbién se ubica.n cerca del
río: Castell de Sumacarcer, Creueta Alta, Alt de Valiente, Benivaire Alt, Alteret de la
Vintihuitena y Alt del Fort (7). Hay que tener en cuenta que en la ladera oriental se
recogen materiales ibéricos, aunque en poca cantidad y de pobre decoración, limitándose a filetes y bandas de óxido de hierro.
VI. LA CREUETA ALTA, POBLADO IBERICO
l . Situación y descripción del yac. miento
i
Si bien este trabajo intenta estudiar solamente la Cultura del Bronce Valenciano
en este núcleo de poblamiento, me veo en la necesidad de incluir este yacimiento como
culminación evolutiva cultural de este grupo tribal, pues es el último poblado que
encontramos antes de la atomización de las sociedades hispanorromanas ribereñas,
que se produce a partir del cambio de era.
Se halla la Creueta junto a la población de Antella, en la parte septentrional,
ocupando la cima del monte y laderas meridionales, a orillas del Xúquer. La ladera E
es de suave pendiente, constituyendo el camino natural de subida al poblado; la parte
S y O es de pendiente abrupta, y la N enlaza con la planicie de El Palmeral, siendo la
Creueta estribación de aquél.
Se aprecian dos lugares de ocupación: uno, junto a la cruz de hierro, que da nombre
al monte, amurallado y de poca magnitud; otro, más arriba, de mayores dimensiones y
fuertemente protegido por lienzos de murallas y torreones, es llano y abancalado para
el cultivo de algarrobos y olivos que aún subsisten.
2. Materiales
Tanto en las laderas como en la cima se pueden recoger abundantes restos cerámicos. En el pequeño llano que hay junto a la cruz se aprecia mayor abundancia de
cerámicas arcaizantes que en el de la cima. Entre los materiales estudiados reciente(5) A. WAR1'INBZ PBRBZ: «La Cova de Alfo.- (Aisin, Valencia)t. Archivo de 1'1-ehiatoÑ Level\llna, XVI. Valeocia, 1881. pq.. 2:23-2&0.
A. MAR'l'INBZ PRREZ: .campo de Umu en la l!.oeola·Pia (!.hin. Valenela)t. Al-Gema, m A\lira, 1887 (en prenu.).
(6) A. MARTINBZ PBRBZ: oclAe C... ele Mooeeda (!.hin. Valencia)ot. Pllblicaciooee del B~:c:mo. Ayuo~mto de Ahira. AJoira. 1887.
(7) D. SBRRANO VARBZ: «Yacillllent.ool ib6rico. 7 ~ele la Ribera (Valenda. Bepda)t. AeH.Dia de Cultuna Valenciana, Serie
Al'q.-J6ci<:a. DÚDL 12. ValeDci.a. 198'7.
-268-
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-
t9
~ ~ Y ~1
:
Flg. 11. -Materlales de la Creueta Alta (AnteUa).
- 269 -
o
1
dcm.
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20
A. MARTINEZ PBREZ
mente por D. Serrano (8), cabe destacar la pátera y el oenochoe piriforme dibujados, y
en este último la naturalidad del ojo apotropaico con el globo ocular a tinta plana.
3. Cronolog{a
Así como en la Coroneta se encuentran pequeños fragmentos superficiales de
cerámica ibérica, en la Creueta no hemos encontrado ni uno sólo de manufactura a
mano, a pesar de que el terreno ha sido cultivado, pero eso no quiere decir que en los
estratos más profundos no los haya. De hecho, no se han realizado excavaciones que
puedan darnos esos materiales que servirían para relacionar el final del Bronce con el
principio de la Cultura Ibérica ~n este núcleo.
La cronología que dio el SIP (9) es que fue habitado desde el siglo 111 hasta la
primera mitad del siglo 1 a.C. Pero D. Serrano, en el anterior trabajo mencionado, nos
dice: «Entre el material cabe destacar el ojo apotropaico que decora el pico del
oenochoe y que consideramos es uno de loa representados más naturalmente, encontrando sus paralelos más semejantes en Elche, Alcoy y principalmente, ya que es
idéntico, el representado en la jarra núm. 9 del hipogeo núm. 6 de Puig dels Molins,
fechado en el siglo V a.C.»
VII. CONCLUSIONES
La primera pregunta que nos debemos hacer al estudiar este núcleo es su entronque
con los períodos anteriores; y no sólo en este núcleo, sino en los cuatro r~stantes que
se hallan en la margen izquierda del Xúquer dentro de la Ribera (Matamón, Catadau,
Falaguera y Cullera): ¿Cómo se forman estas sociedades tribales?
·
En la introducción he apuntado las conclusiones a las que llegué en el estudio de la
necrópolis eneolítica de la Cova deis Gats (Alzira). Si bien para los inicios del
poblamiento del Bronce, en la margen derecha del río, no veo otra vía de formación, en
ésta cabría la posibilidad de que la sociedad neolítica que había en la Cueva de la
Cocina (Dos Aguas), ubicada en esta misma sierra del Cavalló, hubiera evolucionado
hasta la formación de estos poblados del Bronce inicial, y que ese encastillamiento
defensivo se debiera a la oposición frente a las gentes que llegan hasta el Xúquer y que
configuran el denominado Horizonte Campaniforme de Transición. Hacemos hincapié
de que en la ribera izquierda no se ha hallado ninguna necrópolis con vaso campaniforme, frente a la relativa abundancia de la orilla opuesta.
Iniciado este período cultural diferenciado, que denominamos Bronce Valenciano,
interesa separar las fases evolutivas que configuran el milenio que, de modo general,
todos los especialistas asumen. Sin duda, una delimitación cualitativa y temporal
necesitaría un estudio más profundo de la cultura material, paleontología, palinología,
antracología y sedimentología. Para ello haría falta que un equipo interdisciplinar se
(8) SBRRANO VARBZ: ()p. ciL en la nota 7.
(9) D. FLBTCHBR VAU.S: «La labor dill Servicio de JnveWpci6D Pt-ehiatóriea y ou M-.o en 1986oo. Valeocia. 1987,
B. PLA BAU..ESTBR: «Ant.U... liD Grtn &ciclopeclia de la a..i6D V~ciana. L l. Valmcia. 1873, p4r. ~9.
-270-
pq.. 76-17.
[page-n-271]
ALBERIC-ANTELLA-TOUS
21
pusiera a excavar parte d~ los poblados que forman este núcleo, o cualquier otro de los
delimitados en mi anterior estudio, con lo que obtendrían una serie de datos con los
que estereotipar cada una de las fases.
Muchos poblados del Bronce se han excavado parcialmente; de entre ellos, tal vez
sea el de la Muntanya Assola de Alzira (10) el que con más detalle se esté estudiando,
pero tiene el inconveniente de que es uno dentro del grupo de cinco que conforman
ese núcleo, por lo que sus conclusiones quedarán enmarcadas dentro de la fase a la
que pertenece, sin poder extrapolarlas a toda la Cultura.
El indicar a qué momento cronológico pertenecen cada uno de los yacimientos
presentados en este trabajo se ha basado exclusivamente en el estudio cerámico y
características de ubicación del poblado. Si las series de perfiles cerámicos hubieran
sido más extensas, cabría la posibilidad de dejar constancia de una tipificación de la
alfarería de cada fase, pero de la mayor parte sólo tenemos unos pocos vasos, reduciéndose generalmente a fragmentos cerámicos, que sólo pueden estudiarse bajo la óptica
ceramológica. Precisamente, bajo ese aspecto, resumimos unas características diferenciantes para cada fase, apuntando también los rasgos estructurales y de situación:
TOUS.NOU
Ubicacron: En un puntal abrupto a 200 m. de altura (la base se halla a 80 m.),
coronado por un escarpe calizo.
Superficie ocupada: Alrededor de 150 m 2 •
Defe7UJas: Las naturales, .debido al estrato calizo, más la doble muralla para la
protección de la entrada.
Abastecimiento de agua: No hay en las cercanías.
T~cnica cerámica: Tonalidades oscuras, desgrasante a base de ceniza carbonosa,
malísima cocción, superficies concrecionadas (cáscara de naranja), ausencia de cerámica fina.
Tipolog(a.· Se han deducido cuencos o cazuelas de gran diámetro y pequeñas ollas
de borde ligeramente exvasado.
CroMlogía relativa: Entre 1800 y 1700 a.C.
Hipótesis de estudio: Encastillamiento defensivo a causa de otros grupos tribales
foráneos (del SE peninsular) que pululan por estas tierras.
FONT DOL()A
Ubicación: En cerro de 160 m. de altura (el llano de la base a 80 m.), de laderas
suaves, sin escarpes.
Superficie ocupada: El del extremo occidental, unos 100m2 , y el oriental, 200m2 •
Defensas: Torreón con muralla ovalada, el 'poblado del O; dos torreones en los
extremos con murallas que los enlaza el del lado E; no tiene defensas naturales
excepto el estar en la cima del cerro.
Abastecimiento de agua: La Font Dol~a que se halla en el barranco de su mismo
nombre, en la base meridional del cerro.
(10) B. MARTI OLlVER: •La Muntanya AMolada (Ahin, Valencia)t. Lucent.WII, 11. Alicante, 1983,
- 271-
pq..
4U8.
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A. MARTINEZ PEREZ
22
Técnica cerámica: Tonalidades amarillo-rojizas, abundante desgrasante cálcico
poco triturado, superficies externas frotadas, concrecionada sólo la superficie interna.
Tipología: Cuencos de borde reentrante o recto y ollas globulares con el labio
ligeramente exvasado.
Cronología. relativa: Del 1700 al 1400 a.C.
Hip6tesis de estudio: Período de relativa tranquilidad, ya que la zona que ocupan es
más cómoda junto a la fuente, aunque persisten las defensas; posiblemente, hay dos
fases diferenciables.
RAMBLA DE LA SENYORA
Ubicación: En un puntal muy escarpado de 220 m. de altura (la llanura inmediata a
las montañas está a 80 m.), las laderas son de fuertes pendientes.
Superficie ocupada: Aproximadamente, de 150 m 2 •
Defensas: Atalaya perfectamente defendida por los escarpes y el gran murallón con
torreones, además enmascarado por el entorno montañoso.
Abastecimiento de agua: No hay en las cercanías.
Técnica cerámica: Cocciones mejores que en los anteriores, apareciendo la utilización del horno intencional.
Tipología: Aparecen ollas más grand~s con el labio exvasado y distinción del cuello
y panza con claridad.
Cronología relativa: Entre el 1400 y 1200 a.C.
Hip6tesis de estudio: Elementos foráneos hacen que se intensifique la defensa; el
aparato defensivo contrasta con la poca superficie ocupada; probablemente se deba a
incursiones del SE (Cultura Argárica) o primeras oleadas indoeuropeas.
CORONETA DEL REI
Ubicación: En puntal de 60 m. de altura (el llano de la base a 30m.) y de suave
ladera.
Superficie ocupada: Alrededor de 1.000 m 2 , extendiéndose por la cima y ladera.
Defensas: No se aprecia muralla, y las naturales son mínimas.
Abastecimiento de agua: El no Xúquer, que se encuentra a 400 m. de la base del
monte.
TéC.nica cerámica: Cocciones de excelente calidad, horno intencional, pastas depuradas, · buen acabado de las piezas con pulidos y bruñidos. ·
Tipología: Destaca la gran olla ovoide, con paralelos en lfre y Argar (11); abundan
las carenas medias o bajas; en las ollas se diferencia claramente el cuello y boca de la
panza.
CroTWlog(a relativa: Entre el 1200 y el 950 a.C.
Hip6tesis de estudio: Etapa tranquila, contactos comerciales con la Cultura Argárica y Campos de Urnas; contrasta la perfección de las cerámicas con las del yacimiento
(ll) SIRBT: Op. cit.
eD
la ncKa 4.
-272-
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ALBERIC-ANTELLA-TOUS
23
anterior, por lo que creo que debe haber más de un nivel de ocupación que relacione
ambos momentos; fragmentos ibéricos superficiales ya torneados, en poca cantidad.
El tránsito del Bronce a la Cultura Ibérica no se llega a percibir entre la Coroneta
y la Creueta, a pesar de los pocos fragmentos torneados recuperados en el primero.
Cabe la posibilidad de otro yacimiento, en llano y junto al río, no detectado por el
momento, que hiciera de puente; o la hipótesis mencionada anteriormente de que en
los niveles profundos de la Creueta apareciesen materiales más tipificables de ese
momento, tal como se ven en el Alteret de la Vintihuitena (Albalat). De hecho, con las
cronologías relativas que he tomado de mi anterior estudio (12), nos queda un vacío
desde el950 a.C. al siglo V a.C., que parece apuntar D. Serrano con el oenochoe del ojo
apotropaico de la Creueta, y esa laguna no cabe rellenarla sino con otro poblado.
Los materiales recopilados en este trabajo pasarán a engrosar los fondos del
recientemente creado Museo Arqueológico Municipal de Alzira (13).
(12) MARTlNBZ PBRBZ: Op. c:it. "' la 1>0ta 1, 11184.
(18) Apute de la bibUocrafl.a incllcada en el texto, OáOe trabajo. importante. relac:ioo..SO. con el tema ~ Mrian:
J . APARICIO: •B.tudio ac:on6allc:o y aocial de la Edad del Bronce VeleiiCÍUolt. Pllblicaci- del Archivo Municipel, •rie 8. Batudioe
mCIJIOirilicoe, núm. 8. Valenci., 1976.
J . APARICIO y A. HIS: •Lu Ralcea de Cullera. Prehistoria y Protohiatoria. ti Mu.ao Arqueol6fiC01t. Departamento de HiatoriA
Antitua de le Univenicled ele Val-..ci&. Serie Arqueolótica. núm. 8. Valencia, llrl'l.
J. APARICIO: ..SiiU de la Pedrera (Benieuii-Polilli, Valencia)t. Archivo de Prehiatoria Leventina, XV. Valeacla, 1978, ""' 8M2.
J. BBRNABIU: •El vuo campaniforme en el Paia Velencien()lt. ~oe Vuioe del Servicio de lnveeti1ací6n Prehlat6riea, nllm. 80.
Velencia, 11184.
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pq..
183-210.
R. ENGUIX: •lA Cova de la Malll Verde (Corbera de Abira. Valeucia)t. xm Con¡reao Nacional de ArqueoiOC{a, Zaracoza, 1975, pqa.
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R. BNGUIX: «Edad del B.ronce». N....tra Hlatori-. t. J. Valencia, 1980, ""' 161-1'10.
M. GU. MASCAREIL: •Bronce t.anlfo y Bronce final en el Pal1 Valeoc:iana». Mooo¡rallu del lAboratorio de ArqueoJocía de ValtDcla,
núm. l. Valencia, 1981, p4p. $-39.
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B. MAR'I1: «BI nacimiento de la qricullura en el Pala Val.ocillll()lt. Univeniclad de Valeacia. Cultura Univenitaria Popular, l .
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A. MAJl'I'lNBZ: «Carta Arqueol6tica de la Ribera«. Publieac:ioMe del C. P. Lui. Vlvee. Ab:ira, 11184.
E. PLA: fd.a Covacha de Ribera«. ArclúYO de Prehiatoria Levanlina, VIl. Valeacia, 1968, " " ' 28-64.
M. TARRADBLL: o
"p.
- 273 -
[page-n-274]
[page-n-275]
A. MARTINEZ PEREZ.- Alberic-Antella-Tous
A
B
A y B.-Muralla y molino de rodeno ccln situ)) del poblado de la Rambla de la Senyora.
LAM. 1
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A. MARTINEZ PEREZ.- Alberic-Antella-Tous
A
A. Materiales cerámicos del poblado de la Coroneta del R ei (Alberic).
B. Cazuela del poblado de Tous-No u.
- 276 -
LAM. II
[page-n-277]
A. MABTINEZ PEREZ.- Alberic-Antella-Tous
Pátera y Oenochoe del poblado de la Creoeta Alta (Antella).
- 277 -
LAM. ID
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ARCHIVO DB PRBHISTORJA LBVANTINA
Vol. XVID (Valencia, 1888)
ALFREDO GONZALEZ PRATS
(Alicante)
SOBRE UNOS DISEÑOS DECORATIVOS DE COGOTAS 1
Si se ha producido un notable avance en la investigación arqueológica española de
los últimos quince años, habremos de convenir, por lo que al tramo de la Prehistoria
reciente se refiere, que han sido sobre todo las culturas de las Motillas manchegas y de
Las Cogotas Antiguas las protagonistas de semejante esfuerzo.
Desde que el complejo material y la problemática cronológica de Cogotas 1 empezaron a perfilar su personalidad en los estudios prehistóricos hispa.n os (1), gran parte de
los investigadores entrevió con claridad la vinculación de sus cerámicas de incrustación con la propia del Vaso Campaniforme, con excepciones que se decantarían hacia
la influencia panceltista de la postguerra, proponiendo en base a las cerámicas excisas
una explicación genética fruto de la arribada de gentes indoeuropeas a comienzos del
primer milenio precristiano (2).
Aunque existía el modelo interpretativo de la tradición cerámica campaniforme, en
realidad el principal caballo de batalla era la propia surgencia como cultura distintiva
del conjunto que ya conocíamos como Cogotas l. Ello dependía directamente del
problema cronológico. Y no sería hasta la década de los años setenta en que se dispuso
(1) C. MORAN: •Excavaclon• arqueolócicu en el Cerro del Berrueco>o. Memorias de la Junta Superior da Excavacioneo y Anticüedad.,..
núm. 65. Madrid. 1924.•
J . MALUQUER DE MOTES: •La tknlce de incru.tación de boquique y la dualidad de tradiciones cerámlcea en la Meeeta durante la Edad
del Hierro». Z.pbynaa VU. 2. Salamanca. 1966.
J . MALUQUER DE MOTES: •Excevadonea arquelócicu en el Cerro del Berrueeooo. Salt.maDCa. 19158.
P. PALOP SALEu.AS: • Notaa para la ai.tematiución de la Primera Edad del Hierro en Cutilla la Vieja. Loa ailoe del banlo ele Sen Pedro
Reptado da Valladolid•. Hom~e a P. Boech Gimpera. México. 1963.
P. WATTENBERG: •Hall~oe arqueolócicoe en Renedo de Equeva•. Boletín del Seminario de Eatudioa de Arte y Arqueolocfa. núm. 23.
Va.lladolid. 1967.
(Z) M. ALMACRO BASCH: "La ce.-.mica eJtci&a ele la Primera Edad del Hierro de la Penlnaula Tb6rica•. Ampuriu. 1, 1939.
P. ROSCH CIMPERA: oTwo Celtic: Wavea in Spain>o. Sir Jobn Rhys Memorial Lac:tura on C.ltic ArehaeolotJY. Proceedinp oC the Britilh
A..,.damy. London. 1~2.
-279-
[page-n-280]
2
A. GONZALEZ PRATS
por un lado de las proposiciones de investigadores de la Meseta Norte para envejecer
la cultura hasta el segundo milenio AC (3), y, por otro, de las dataciones de radiocarbono de la Cuesta del Negro de Purullena (4), viniendo a situar un desarrollo de la facies
meseteña en los siglos Xlll-Xll a.C.
Por su parte, los registros paralelos de las cuevas segovianas de Arevalillo (5) y La
Vaquera (6), esta última con dataciones de C-14 que venían a corroborar las altas
fechas de Puruilena, permitían esbozar un esquema que se completaría con la detección de un primer horizonte Proto-Cogotas (7), con la excavación del Ecce Homo y sus
dataciones absolutas (8) y con los trabajos en el impresionante yacimiento de Los
Tolmos de Caracena (9) que aporta hoy por hoy las más antiguas fechas radiocarbónicas para la cultura.
En la actualidad, queda bastante clara la recepción de la herencia campaniforme
de Cogotas 1 no sólo en el aspecto decorativo de sus cerámicas, sino en otros aspectos
culturales como podría ser el ritual de enterramiento en fosa (10). Recientes estudios
de conjunto han dejado sentados todos estos aspectos (11), con lo que hoy la investigación puede emplearse en otros puntos específicos de interés.
Uno de ellos es el de los repertOrios temáticos que afectan a las decoraciones
realizadas con incisión e impresión y así estas líneas no son sino un intento de
correlación de uno de estos motivos que se pueden individualizar en el conjunto
temático que Cogotas I ejecuta mediante técnicas tan variadas como impresión,
incisión, boquique o excisión. Si 'bien estas dos últimas son las que han acaparado toda
la atención de la investigación, prácticamente, merced a su significatividad dentro de
la ornamentación pre y protohistórica peninsular, cuando hemos conocido mayor
número de yacimientos de estas facies del Bronce Medio y Final meseteño es cuando
las otras técnicas, incisión sobre todo, han recuperado una entidad y estimación que
las hace merecedoras de compartir, al menos, la misma valoración.
Si bien se considera que el binomio incisión-impresión sería más propio de un
(3) R. MA.llTIN VALLS y G. DEUBES DE CASTRO: •Recientes hallu¡oa cerimic:
.
R. MARTlN V ALLS y G. DE LIBES DE CASTRO: •Problemas en tomo a la Primen Edad del Hierro en el Sector Occidental de la Meoeta
Norteo.. XOI Con¡reeo Nacional de Arqueolocta. Zaragoza, 1975.
R. MA.llTlN VALLS y G. DBUBES DE CASTRO: •Sobre la eerimiea de la Can Cogotaa 1•. Boletín del Seminario de Bltudioa de Arte y
Arqueolocla, nllm. 42. Valladolid, 1976,
<•> F. MOUNA y B. PAREJA: •Exeavaciobel en la e - del Negro (Purullena, Granada). C&~~~pafta de 1971•. Exeavacion• ArqueolóP·
cu en &palla, nllm. 116. }.bdrid, 1975.
(5) M. D. PERNANDEZ.POSSB: •Informe de la 1.• eamp&Aa (1971) en la Cueva de Arevalillo (Segovia)t. Noticiario Arqueolótico Hiapánico,
núm. 8. Madrid, 1979.
M. D. FERNANDEZ.POSSE: dA Cueva de Arevalillo de Ceca (Secovia)ot. Noticiario Arqueol6cico H•nico, núm. 12. Madrid, 11161.
(8) A. ZAMORA CANBLLADA: «Bxeavacionea de la Cueva de la Vaquera, Torreiclaaiu, Secovia. (Edad del Bronce)ot. oflecovia, 1978.
(7) G. DEUBES y J . FERNANDEZ MANZANO: oBJ cutro protohill6rico de lA Plaa an Cocecee del Monta (Valladolid). Retlexio.- aobre
el origen de la W. Cocotu 1•. Boletín del Seminario de Batudioa de Arte y Arqueolosía. nóm.
Valladolid, 1861.
(8) M. ALMAGRO GORBEl'. y D. FERNAND&Z GALIANO: • Excavacionea en el ceno Ecce H0010 (AieaU de Hen....., Madrid)ot. Madrid.
1980.
(9) A. JIMBNO MARTINEZ: •Loe Tolmoe de Cancena (Soria). C&lllpañaa de 1977. 1978 y 1979. Nuevaa buee para el Mtudio de la Edad del
&ooce en la 100a del 'Alto n.-o.. BacavacioDM Arqueol6cjc&l en Eap&lla, núm. 184. Madrid, 198(.
(10) G. DBlJ.BES DB CASTRO: •Una inhwnaci6n triple de faciea Cocotu 1 en San RonWI de la Hornija (Valladolid)t. 1'1-abajoa de
PHhiltoria. nóm. 36. Madrid. 1978.
(11) M. D. FERNANDBz.POSSB: •Conaideracion• eobn la tknica de boquique-. TI-a~ de Prehiatoria, núm. 38. Madrid. 1982.
O. LOPBZ MONTBAGUDO: •Conaideracionea eobn la cerimica de boqulqueoo. Archivo Eap&llol de Arqueoloefa, núm. 52. Madrid, 1979.
Bol~ln
•1.
-280-
[page-n-281]
DISEROS DECORATIVOS COGOTAS 1
3
primer momento de la cultura (12), en realidad parece tratarse de unas técnicas de
desarrollo paralelo al boquique y a la excisión, con mayor o menor grado de ejecución
en los diversos yacimientos, lo que ha inducido a proponer una presunta diferenciación de personalismos y facies en algunos puntos (13).
Resulta por ello, pues, que el papel que jugó la decoración incisa en las Cogotas
Antiguas fue de primer orden. Y ello nos emplaza ante un fenómeno de singular interés
cual es la explicación de la existencia de algunos diseños y composiciones decorativas
durante el Bronce Final, ejecutadas mediante incisión, en alguna facies peninsular sin
vinculación directa aparente con el desarrollo de la gran cultura meseteña de la Edad
del Bronce ni con el propio de los Campos de Urnas. Me estoy refiriendo a dos facies
muy concretas como son Penya Negra 1, en el Sudeste, y la del Bajo Aragón.
La insuficiente valoración de las tradiciones anteriores ha obligado a relacionar
ambos grupos en un sentido norte-sur (14), por lo que me alegra comprobar que la
nueva lectura (15) sobre nuestra facies del Sudeste encuentra confirmación en una
valoración no menos nueva del conjunto bajoaragonés en la que se incluye ahora la
variable de Cogotas 1 (16). Temas como los reticulados, dameros o ajedrezados incisos
siempre eran puestos en relación con la temática propia de los Campos de Urnas.
Sirviendo de homenaje al entrañable maestro D. Domingo Fletcher, con cuyos
consejos y apoyos disfruté en mi quehacer arqueológico en tierras castellonenses y
alicantinas, traemos a colación la constatación en el repertorio decorativo de Cogotas
1 de un tema relacionado con la probl~mática de los ajedrezados y diseños metopados,
ejecutados en un horizonte más o menos contemporáneo y casi inicial de la cultura
meseteña.
En la revisión de aquellos motivos ejecutados mediante incisión o impresión
destaca, en primer lugar, aquella composición que sitúa en disposición ajedrezada
varios tramos de motivos de espigas o de espina de pez, originando un diseño en que
alternan espacios lisos y otros decorados.
Semejante disposición podemos documentarla en varios casos. La vemos en un vaso
procedente del castro del Alto de Yecla en Silos, Burgos. El dibujo que existe publicado (17) no permite identificar con nitidez ni la técnica con que se han ejecutado las
espigas ni la forma del vaso. La cortesía del profesor Delibes me ha proporcionado el
dibujo original de la pieza, que dista mucho de la que disponíamos y que encabeza
nuestra figura l . Sobre el conjunto cerámico en cuestión del castro burgalés pesa la
(12) FERNANDEZ-POSSE: Op. cit. nota 11. pq. 1156.
(1S) J. SANCHBZ MESEOUER. A. FERNANDEZ. C. GALAN y C. POYATO: • El neoUtic:o y la Edad del Bronce en la N(i6n de Madricllt.
''t:)\M~~ i~TERO: •Loe Calnpoe de Umu del NE de la Península lb6rie&JO. Vol. n. pq. 897. Madrid,
1986.
(16) A. OONZALEZ PRATS: •La Peila Necn 1976-1986. Aportacionea de día alloa de exc:avacionee a la problem,tic:a protolúlt6rlc:a
penlnaul.,.,.. Homen-.ie al Prot .J . Maluquer de Mota. Ban:elona (en prenaa).
A. GONZALBZ PBATS: •La Peila Ne,ra VI (19&-1986). Aportacionee al conocimiento de una l'aci• epl.(:ocou. l en el Suclelu peniMular y
a la melalur¡ia atl6ntic:a del Oc:c:idente europeooo (en JlftMe).
(18) M . PEWCER CATALAN: •La problecdtiea del Bronc:e Fina!·Bluro del Natdeste lúapeno. ~toe de ou.crat.ooo. Scripta PM.ru.to.
rice Franc:bc:o .Jonlá Oblata. P4 418. SaltJUnca, 1984.
(17) M. ALMAGRO BASCH: «La invaa.i6n ~ltica en S.peñv. Híatoria de EepaJia clíri¡ida poT R. Meébdes Pida!, tomo I, vol. U, IIc. 181,1.
Madrid, 1976.
-281-
[page-n-282]
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Fig. l.-Vasijas <:on el tema de ajedrezadoa de espigas. 1. Alto de Yecla; 2. Cueva de la Vaquera; 3. Los
Tolmos; 4. Cabezo Redondo. Diversas esc:a.las.
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DISE~OS
DECORATIVOS COGOTAS 1
6
cronología derivada de la presencia de una fíbula de codo (18), pero la carencia de
estratigrafía impide valorar correctamente tal asociación y que centremos nuestra
atención en otras piezas con contexto preciso.
El segundo ejemplo proviene de la segoviana cueva de La Vaquera, en Torreiglesias. Se trata, de nuevo, de un cuenco de carena alta muy acusada procedente del nivel
VII de la secuencia estratigráfica (19), incluido en el tramo superior de la misma para
el que se cuenta con una datación de radiocarbono de 1.110 be, considerada baja por el
excavador (20). La datación CSIC-149 se realizó sobre muestras óseas reunidas de los
niveles m, V y VI, por lo que la datación real de la vasija podría ser anterior, como por
otro lado hace suponer el hecho de que fragmentos de la misma se recogieran en los
niveles VI, VII y VIII.
El yacimiento de Los Tolmos de Caracena nos provee de un tercer ejemplo cerámico
con el diseño que analizamos de la mano del vaso núm. 1.366, otro cuenco de carena
alta hallado en el Sector B de la excavación (21). El horizonte representado por el
contexto material del yacimiento ha venido a convertirse en representativo de uno de
los primeros momentos de la cultura meseteña, contando con el refrendo de siete
dataciones absolutas que enmarcan el desarrollo de esta facies entre 1.430 ± 50 y 1.140
± 50 be (22).
Fuera de la Meseta disponemos de un último ejemplo en tierras alicantinas. El vaso
en cuestión parece provenir de una inhumación practicada en el Cabezo Redondo de
Villena, desgraciadamente saqueada, según los datos que proporciona su excavador
(23). Aquí el campo ajedrezado está, como en Silos, previamente definido por líneas
incisas. La adscripción de esta inhumación y los restos cerámicos del ajuar que pudo
llegar a recuperar don José María Soler al horizonte de Cogotas 1 parece más que
probable. El vaso objeto de nuestra atención apareció acompañado de otro que hacía
gala de una decoración excisa nada ajena a estos ambientes tempranos, como han
venido a poner de relieve varios investigadores (24) y los ejemplos sorianos de la
Cueva del Asno y de Los Tolmos.
Sentimos tener que entregar estas líneas con anterioridad a la esperada e inminente publicación del yacimiento villenense, ya que ello nos priva de una visión de
conjunto de la facies del Bronce Reciente que se desarrolla en el poblado. No obstante,
(18) S. OONZAL&Z SALAS: «Bl caatzo de Yecla .., S...to Domin¡o de Sib (Burp)>o. lnl«mM 1 M-oriaa, 7. U.. XIX. Madrid. 1846.
(18) ZAMORA CANELLADA: Op. cit. nota 8. pq. 21 1 6¡. VID (92).
(20) ZAMORA CANELLADA: 0p. cit. nota 8, pq. 63.
(21) JTMSNO MARTINKZ: Op. cit. nou e. 6¡. 140.
(22) A. JJMBNO MAB'I'INBZ: •Un yacimiento del B~ Medio -tei'lo. Lo. Tobnoe de
(Soria)t. Reviáa de Arqueololfa, núm.
23. Madrid, 1982.
(23) J . M. SOLER GARCIA: •Villena. Poblado del Cabezo Redond01t. Noticiario Arqu.ol6cico Hio"'nieo. 1 (1-3). pqa. 39-40 1 U.. VI.
Madrid, 1968.
J . M . SOLER GARCIA: «Cerúúc:a ornada en la Edad del Brooce. Do. int-..tee vuiju ct.l Cabezo RedondOit. Reviota vm...a, nllm. 4,
pá¡o. a 1 4. Villena. 1964.
(24) F. MOLINA y O. ARTEAGA: •Probl-'tica y cUre~ncíacíón en ¡rupoe de la carim.ica con decoración excisa en la PeiÚJIIula lb6rlcP.
Cuadernoc de Prehiatoria da Granada. núm. l . Granada. 1976.
c.ra.,....
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6
A. GONZALBZ PRATS
Fig. 2.-Al¡runoa -e/einploa el~ tema ele metopas de espigas. 1 y 2, Alto de Yecla; 3 a 6, Loa Tolmos; 7 a
9, La Plaza; 10 a 12, Las Cogotu; 13 y 1•, Cerro del Be.r rueco. Dlvenaa escalas.
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1
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DISE~OS DECORATIVOS COGOTAS 1
7
una de las dataciones de C-14 realizada sobre madera del poste de una de las viviendas
arrojó una fecha de 1.350 be, que encajaría en el marco cronológico de dicha facies
(25). Recordemos, además, que la datación en la época del Bronce Tardío del Tesorillo
aparecido en el poblado (26) viene corroborada por la existencia del mismo tipo de
colgante en el nivel perteneciente a Cogotas I de la Cuesta del Negro (27) pa.r a el que
se dispone asimismo de dataciones absolutas de 1.210 y 1.145 be.
El diseño que acabamos de documentar viene complementado por aquel más
sencillo que desarrolla un juego metopado de grupos de espigas en el borde de cuencos
y cazuelas de carena alta, la forma más característica . de Cogotas l. Lo tratamos
también por pertenecer a la misma concepción decorativa que los ajedrezados -que
no son sino su repetición- y porque igualmente parece exclusivo de ese primer
horizonte cronológico.
Este segundo diseño de metopas de espigas aparece acompañando al anterior en el
Alto de Yecla (28) y en Los Tolmos de Caracena (29), pero también lo hace en solitario
en otros yacimientos relacionados y encuadrables en esta facies como es el caso del
castro de La Plaza en Cogeces del Monte, Valladolid (30), en el yacimiento epónimo de
la cultura, en Cardeñosa, Avila (31), en El Berrueco, Salamanca (32), en donde el
diseño metopado alcanzó especial desarrollo que afectó a otros motivos aparte de las
espigas, y en el cerro del Ecce Homo (33), que nos proporciona cuatro dataciones
radiocarbónicas situándolo entre 1.150 y 1.040 be.
Por tanto, los diseños de espigas en ajedrezado y en metopas parecen responder a
una sintaxis decorativa propia de la primera fase de Cogotas I y en ello insisten
reiterativamente las dataciones absolutas, emplazándonos en un período comprendido
entre los siglos XV y XI a.C.
Ello viene a coincidir con la periodización establecida por otros autores (34) que
destacan, asimismo, el papel de protagonismo desempeñado por los diseños a base de
espigas en unos momentos en los que el boquique y la excisión aún no son las técnicas
dominantes.
De este modo dispondríamos, como antes señalábamos, de precedentes indígenas
inmediatos para diseños similares que vemos reaparecer en contextos peninsulares del
Bronce Final, pudiendo desechar cómodamente el modelo explicativo «continental»
que veníamos aplica.ndo a tales composiciones.
(25) J . M. SOLER GARCIA: •El oro de loe ~ da VíU....,.. Trabejoe Varice del S.I.P .. núm. 86. pá¡. 20. Valencie. 1969.
(28) J. M. SOLER GARCIA: Op. ciL nota 25, 1"- W y IX.
(21) MOUNA·PAREJA: 0p. ciL nota 4. lia. 88 y 1ám. XI. l .
(28) GONZALEZ SALAS: 0p. ciL nota 18, 1"- IV y V.
(29) JJMENO MARTINBZ: Op. cit. nota 9, fit. l.S.
(80) O. DEUBES y J . FBRNANDEZ M.ANZANO: 0p. ciL nota 7, pi¡. 62 y fip. & (1 y 4) y 6 (3).
(81) J . CABRE AGUILO: •Exeavacíonee de L&.t Cocotaa. Cetde6oee (Avila). l. El Caatr
(32) MALUQUBR DE MO'I'ES: Op. cit. nota l, pá¡. 64, fia. 7 (1) y 8 (2). 1968.
(33) ALMAGRO GORBEA y FERNANDEZ GAUANO: Op. cit. nota 8, fir. 34 (8/60).
(34) DEUBES y FERNAND.EZ MANZANO: Op. ciL nota 7, páp. 66-67. 1981.
FERNANDEZ-POSSB: Op. cit. nota u . páa. 166. 1982.
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8
A. GONZALEZ PRATS
No en vano el papel genético de Cogotas I en el Bronce Tardío o Argar C del
Sudeste y Andalucía oriental resulta cada día más evidente y habría que otorgarle
cabida dentro de las influencias que operan en el surgimiento del Bronce Final
Meridional -mediterráneas, atlánticas y continentales (35)-- y que han sido las
únicamente valoradas.
Alicante, octubre de 1987
(36) F. MOUNA OONU.LBZ: oLa cul....._ del Bronce Final eo al Sudeet4l da le Peomaula IWrkalt. RM\UIIea de taia. Granada. 1977.
F. MOUNA GONZALBZ: oD.finiclón y .._tizaci6n del Broace Tudlo y Flnel en el Sudeete da la Peni'Da..Je !Wricu. Cuedemoe de
Prehistoña da Onneda, aúm.. 3, pq.. 208-207. G.ranad.a, 1978.
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XVIII (Valeneia, 1988)
NORBERTO MESADO OLIVER
(Burriana)
NUEVOS MATERIALES ARQUEOLOGICOS EN EL POZO 1
DEL YACIMIENTO DE VINARRAGELL (BURRIANA, CASTELLON)
l. INTRODUCCION
Al publicar los resultados de la IV Campaña de Excavaciones llevada a cabo en el
importante yacimiento de Vinarragell (fig. 1) durante la primavera del año 1972 (1),
anunciábase en «nota preliminar)) la «limpieza de los hastiales del viejo Pozo 1», cuyo
nivel de «humus» fue retirado por el amigo O. Arteaga, corriendo a nuestro cargo el
resto de los trabajos. Por motivos diversos los resultados obtenidos no habían sido
publicados, exceptuando el gran puente rectangular de una fíbula de pivote que, en
texto de O. Arteaga, quedó englobado en el horizonte «VINARRAGELL illn de su
periodización, y clasificado como «Fibel des Typs Agullana» (2). Pasamos de nuevo,
pues, dado el gran interés de esta pieza correctamente estratificada, al estudio de los
hastiales de este sondeo, cuyos resultados primeros se dieron en 1974 (3).
Al quedar en el año 1964 los estratos arqueológicos más profundos del Pozo 1 al
descubierto, constituyendo una pequeña plataforma sobre la bóveda de la galería
excavada por los jornaleros de la finca de D. Ramón Huguet en la que se asienta el
yacimiento, y al temer por su desplome, realizamos su levantamiento perfilando
también todo el hastial NO y, en especial, parte del NE, con lo que se advirtió que la
estratigrafía no había sido dañada con motivo de haber existido en este punto del tell
una alquería, no habiendo sucedido lo mismo en el paramento SO, donde aún restan
paredes y firmes de ladrillo de tiempos no muy lejanos, y en el del SE, excavado
N. MESADO y O. ARTBAOA: «Vinarracell (Burriana, CuteU6n), U.. Tra~oa Vario. del SJ.P.. núm. 81. Vat.ncia. tm.
(2) O. ARTEAGA y N. MI!SADO: «Vinarracell eine eodbronraeitliclúberilche Kiiat.Miedhmc de~ Provina Cut.llón mit pb6nisMcb-
(1)
punúcben 81 b l. Madricle~ Mitteillm¡en núm. 20. Heilcl.-beJ'I, 1979, p6c. 123.
(3) N. MESADO: «Vinarracelbo. Trahejoe Varioe del S.I.P., núm. .S. Valencia. 1&"1.. p6p. 36/42.
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N. MESADO
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VINARRAGELL
3
entonces para ubicar parte del mentado casal con restos aún de un pozo negro, área
que tributó varias cerámicas ibéricas (4).
Técnicamente la excavación no ofreció ninguna dificultad, ya que las pródigas
coloraciones verdes de los niveles de habitat se siguen detectando en todas las
campañas. La mayor sorpresa en este sondeo fue el hallazgo, en un claro horizonte
indígena SIN TORNO (Fase 1 e), de un puente perteneciente a una fíbula de pivote,
sobre la que insistiremos luego.
Una extructura que no hizo su aparición, pese a haberse prodigado en el resto de
las áreas sondeadas fueron los hornos de terracota sobre solado de grava, cuya
extensión espacial y temporal es importante pues están documentados no sólo en
Cortes (Navarra) (5), sino también en la Cata «W)) del Castro de (
Hay que advertir que los estratos superficiales fueron· excavados en un ancho de 1
m. con objeto de evitar, dada su poca cohesión, desplomes. La superioridad numérica
de los hallazgos del manto su:Perficial (Fase ill), así como de los niveles hondos (Fase
1), frente a los tan escasos del período de influencia colonial semita (Fase 11), será
consecuencia, tan sólo, de la más extensa excavación de aquellos y el perfilado de
apenas 10 cm. de potencia de éstos (fig. 2).
2. DESCRIPCION MORFOLOGICA DE LOS HASTIALES NO. Y NE.
Fase 1
Nivel lA
Sobre toda la prospección quedó denunciado el horizonte fundacional de Vinarragell (fig. 3). Teniendo en cuenta la degradación que alcanzan sus profundidades en los
diversos puntos sondeados (8), sabemos que la comunidad inmigrada establece su
colonia sobre un suelo que buzaba, sensiblemente, hacia el N en busca del cauce del
río.
Evidente novedad en el tell es la cimentación de ((bolos)) que denuncia esta técnica
de alzado - tan común de la Fase n-, desde la más temprana ocupación del lugar (fig.
3 y lám. 1). Este solado, formado por dos hiladas de cantos rodados, aplanados,
finalizaba con los molinos barquiformes que, hincados verticalmente, recogimos en
1964, los cuales envolvían típicas cerámicas del hábitat primero (9). Su alzada de
(4) MESADO: ()p. cit. nota 8, lip. 14 1 16.
(6) J . MALUQUBR: «El yacimiento ballaU.tico de eort. ele Neverrp. P~o~nplone, 1968.
(6) J . MALUQUER: •Exc:avaeion• Arqueol6cicu en el Catre> ele laa Merc:banu (Lumb..l-. S.lemence)o. Pynnaa, nóm. 4. Bucelone,
1988, ""· no.
(7) La MDcilla de •toe homoe conjuntamente con au eleetivided, loe ha h.eho penivir baete nu.tro díu ya qua fueron -pleadoe huta
hace un par de d6eadu por loe putoree turol. _ para cocer aua «tortea ele putor>o. t:.to. ohonloe ele putor~t coaatan, como loe da Vinarrqell,
ele un eolado de pavón o piedra eobn el cual • e.parce y apiiOoa un firae da barro. BDcendido fiMco IObre '1 y eiW>do M coneicle..
aulicientemente elevada la lelperatw'e del nl1eleo ele pavu, M ..U.... el necoldo. Batticle la tenscota M coloca la clel1ecle puta para la torta
enua papel• Ncioe. volv!Woee l...,o a cubrir con laa bruu rean.du. (Damaa laa paciu por tal infonucl6D al paae.or D. Joe6 MeftiOd P6re&
'1 a nue.uo buen ami¡o D. AbUio Usaro Men¡ocl. IUIIboe de Albentoea (Mon de Rubieloe. Ten~el).
(8) MESADO: ()p. cit. note 8. 11¡. 83.
(9) MESADO: Op. cit. note 8, li1. 16.
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N. MESADO
adobes había desaparecido. El ancho es de 0'35 m., su largo descubierto de 1'05 m., y el
grosor de las piedras de unos 0'10 m. Dista del ángulo N de la planta, 1'25 m.
Restos de otras estructuras, esta vez de puro adobe, empieza a señalarse en este
mismo ángulo, cuyas piezas, de arcilla clara, tienen un ancho de 0'15 m. y 0'22 m.
Forman su sección tres adobes superpuestos, paralelos al anterior solado de «bolos» y
al gran muro del horizonte con influencias semitas, del hastial NE (Fase Il) (lám. ITI).
Es sintomático que la totalidad de los muros de adobe registrados hasta hoy, siguen
paralelos al Millars. El adobe superior del murete, en contacto con lB, presenta una
fase lenta de colicuación ya que de haberse derritido en una estación pluvial intensa (o
por inundación del Millars), el adobe «licuado» no hubiese tenido una lengua de fusión
corta (retenida), sino en costilla (estirada) (fig. 2).
Al ser uniforme el mantillo de carbón en el lado SO del muro de piedra, pudiera
indicar la zona interior de una vivienda.
Nivel lB
Sobre el nivel anterior, ya cerrado, acusando similar horizontalidad, se asienta este
2.0 nivel de hábitat. Salvo su manto verde, que por lógica y por su riqueza en fosfatos
nos indica que se trata de substancias orgánicas descompuestas, ningún otro elemento
constructivo hizo aparición. Este manto sigue buza.ndo en el paramento NE del
sondeo. Fue en él donde se extrajo el fragmento de recipiente con decoración incisa
(fig. 4. núm. 6).
Nivel IC
Suelo idéntico, morfológicamente, al precedente. Sólo hay que anotar que «muere»
junto al hastial NE. Este dato, que vuelve a repetirse en la Fase ID, junto con la
uniformidad de dureza y coloración cremosa de esta ca.r a de la trinchera, hace
sospechar la existencia de una «tapia» asentada sobre el manto de la Fase m. Esta
estructura, de ser cierta, se usará para la cimentación del gran muro que se le
superpone, perteneciente a la Fase II (lám. Il). La base de este nivel estaba endurecida
ya que apareció requemada (lám. ITI). Fue en el borde NE de este suelo, a 0'10 cm. del
hastial y a 1'3 m. del ángulo N dé la prospección, donde dimos con un gran puente de
una tibula de pivote (dibujo 4, núm. 16; lám. IV), que dentro de la exigua metalistería
. del yacimiento es pieza capital por constituir un hallazgo cerrado en una estratigrafía
tan singular.
Nivel ID
Se denuncia en el hastial NO de la trinchera por una línea de apenas 1 cm. de
grosor (lám. ITI). Unicamente destaca la poceta central, sobre la vertical del murete de
piedras (lám. 1). Su forma es idéntica a las otras que se vienen registrando. Su
construcción taladra el manto m y IC.
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HASTIAL _ _ _ __ NO. _ _ __ _ _ _ _ _ _ _ _ - - - - - - - -·
Fig. 2.-So ndeo l. Morfología de los para me ntos.
HA STIAL _ _ _ NE. _ __
[page-n-292]
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Fig. 3.-&ndeo l . Planta del nivel fundacional.
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N. MESADO
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Fase U
Nivele$ IIA, IIB .. y IIC
Tratamos en bloque este período de influencia semita por presentar el examen de
los paramentos una morfología común. También el escaso material tributado (7 tiestos) es homogéneo. Sus tres horizontes de rehabitación están limitados por el potente
bastión de adobe, alguna de cuyas piezas rebasan los 85 cm. de longitud. Este paramento NE (láms. m y IV), de 1'10 m. de alzada, aparece formado por unas piezas basales de
arcilla obscura trabadas con un limo sienoamarillento, mientras las piezas superiores
son claras y se asientan con arcilla obscura. La pureza de sus pastas (sin materia
orgánica) hacía bien difícil su · denuncia (apenas las piezas de coloración mayor
quedaban visibles). Ya que la deshidratación de los paramentos borraba su dibujo,
procedimos a siluetarlo para realizar su alzada (lám. 11).
Esto dará idea de la cautela con la que hay que excavar un yacimiento de esta
índole, en la que una metódica limpieza del suelo tras cada alzada, seguido de un
alisado perfecto, denunciará el adobe de la arcilla que lo envuelve, muchas veces de su
misma coloración y similar textura.
Las débiles líneas verdes de esta Fase 11 (firmes A, B y C), ligeramente cóncavas,
sin verdaderos solados de habitación, un material cerámico similar y un muro de
adobe sin colicuación, nos obliga a pensar en un crecimiento rápido del tell; pero sin
señales de abandono (10).
Fase
m
y
IV
Manto superior, revuelto, que rebasa el metro de potencia en el área SO, descendiendo su grosor hacia el muro del hastial NE donde sólo mide O'45 m. Justo en el
nacimiento de este peralte vuelve a advertirse los restos de otro nivel verde, con grava,
quedando perfilada otra poceta. El resto del estrato fue arrasado por remociones
posteriores, y aunque en la fig. 2 lo hayamos asignado a la fase colonial del yacimiento, tal atribución es problemática por falta de hallazgos. Otro solado del típico «bolo>>
sobre la fábrica del muro del hastial NE señala los cimientos de otra pared (lám. 11).
Los mantos verdes que nos vienen sirviendo para delimitar los diversos niveles de
habitación, a falta de suelos endurecidos propios de superficies que han alcanzado un
uso prolongado, pudieran indicar la constante inestabilidad de su población, consecuencia, por una parte, de ser Vinarragell por la faja costera la avanzada Edetana más
septentrional, cuya función pudo ser la de defender el paso de una vía indígena (el
Caminas) por el Idubeda, río que demarca, en Plinio, la Edetania de la Ilercavonia. Es,
pues, un yacimiento de frontera el cual sería sorprendido tanto por repetidas razzias
como por inundaciones (11). Los bastiones de adobe que paralelos al Millars vienen
encontrándose, son sintomáticos. El río seguirá siendo frontera con el tiempo, ya que
m
(10) De lo. 0'80 m. da altura Que alcanuba el muro de adobe núm. IV entre A y B (Meudo, Op. cit. nota 8, 16m. LXVUI) trea la
Campaila
de Excavación (1968), apenu quedan hoy, con un índice pluviOIIMtrico mlnimo, 0 '40 m. da altura, eatamo. tn~Mformando dicho muro . , un
informe muil6n.
(11) N. MESADO: «Vinarra¡ell, un yacimi.ento de fronterao. Fallu. Burriana, 1976.
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VINARRAGELL
7
es límite meridional del Convento Tarraconense con Augusto, y el término de Burríana (que nunca rebasa su cauce) pertenece en el siglo X, según al-Razi, al Distrito de
Valencia, el cual está integrado por Alcira., Sagunto, Játiva, Val encía y Burriana (12).
Luego, en el siglo Xll, según Idrisi, sigue Burriana integrada en el Distrito de
Murviedro, el cual lo constituían: Valencia, Sagunto y Burriana (13).
Las colinas de Almenara que cortan en parte y deslindan la Plana de Castellón de
los Valles de Sagunto, no son el límite meridional de la provincia de Castellón ya que
éste lo constituye -dentro ya de la llanada valenciana-, el insignificante barranco
de Benavites a 2 kilómetros de aquellos cerros, por lo que no creemos que tal orografía
«separe dos regiones con matices diferentes» (14).
3. DESCRIPCION DE LOS MATERIALES SELECCIONADOS
Fase 1 (fig. 2)
Nivel lA
Cerámica:
Grosera de superficies toscas ........ .. ................... .. ... .... ......... ..............
Grosera de superficies lisas ...... ..... .. .... ..... .............. ..... ............ ...........
Espatulada semúnate .. ............ ......... .....................................................
Bruñida .. ...... .... .... ..... ............. .. ..... ....... .. ......... ... .. .. ... .............. .. ..............
Total .............................................................................................
17 fragmentos
3
3
»
1
>>
24
>>
>>
Fueron seleccionados los fragmentos siguientes, que se dibujan en la figura 4.
l.-Fragmento bucal correspondiente a un menudo vaso de cuello cilíndrico y borde abierto. Rotura gris
en zona interna y marrón en la externa. Las superficies presentan el cuello negro y el borde bucal ocrenegruzco al exterior y siena-clara internamente. Calidad bruñida.
2.-Fragmento del típico vaso carenado propio del primer hábitat de Vinarragell. Rotura negra con
((pieb1 exterior rojizo.marr6n.. Superficie exterior negro-rojiza. Superficie interior sieno-negruzca. Calidad
espatulada de brillo medio.
S.-Fragmento de tabique con suave bocel horizontal. Rotura negra. Caras exteriores grisáceas. Calidad
espatulada semimate.
4.-Fragmento decorado con cordones de sección triangular, digitados. Rotura anaranjada. Superficie
exterior ocre-negruzco. Calidad grosera de superficies lisas aunque conserva un basto espatulado sobre el
cordón.
6.-Fragmento de base llana con el arranque del cuerpo del vaso decorado por un burdo cordón
horizontal. Rotura con núcleo negruzco y laterales anaranjados. Caras externas rojizo-ahumadas. Calidad
grosera de superficies toscas.
(12) B. LBVI·PROVBNCAL: ..n.cr;piÓOD cM l'l.pqne. d'Ahmad ai-Ruilt, Al·Anda!WI, Dllm. 18. Madrid, 1968, ""'- 79-82.
(18) ALJDRISl: «
-293-
[page-n-295]
8
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N. MESADO
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8
Fig. 4.-8ondeo l . Hallazgos de los niveles lA, lB y IC.
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1
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[page-n-296]
9
VINARRAGELL
Nivel lB
Cerámica:
Grosera de superficies toscas o ásperas .............................. ... .... ..... 20 fragmentos
»
Grosera de superficies lisas ...... .... .. ...................................... .............. 2
Espatulada semimate ....... ........ .... ........................ .......... .... .... ............... 4
))
Espatulada con brillo ........................................................ .................. 1
))
Total ............................................................................................. 27
))
Fueron seleccionados los fragmentos siguientes, que se dibujan en la figura 4.
6.-Fragmentos de recipiente globular achatado, de corto cuello suavemente abierto. Sobre el hombro
presenta una decoración débilmente incisa consistente en randa de ángulos en espiga entre dos líneas
horizontales. Rotura sieno-grisácea. Caras exteriores negruzcas. Calidad espatulada semimate (lám. IV,6).
7.-Fragmentos de cuello acampanado con ligera seudocarena en su base. Rotura ocre-grisácea. Superfi·
cíes rojizo-negruzcas. Calidad espatulada lisa semimate.
S.-Borde liso revertido. Rotura siena-tostada. Superficies negras. Calidad espatulada semimate.
9.-Bordecillo liso abierto. Rotura marrón. Superficies negruzcas. Calidad espatulada semimate.
10.-Borde liso de.labio plano ligeramente abierto. Rotura con núcleo negruzco entre capas sieno-rojizas.
Superficie exterior requemada, interna sieno-rojiza clara. Calidad grosera de superficies lisas.
Nivel IC
Cerámica:
Grosera de superficies ásperas ... .................................. ........... ...........
Grosera de superficies lisas ...................................................... ...... ....
Espatulada con brillo ..........................................................................
Bruñida ................................ .......................... .......................... .... ...........
Total .............................................................................................
37 fragmentos
7
))
1
))
2
47
))
))
Fueron seleccionados los siguientes fragmentos, que se presentan en la figu.r a 4, así
como los objetos de metal n.o 16 y 16.
11.-Pequeño fragmento bucal perte.neciente a un vaso de cuello muy abierto (acampanado). Rotura
negra con «piel•• exterior sieno-grisácea clara. Calidad espatulada fina con brillo.
12.-Borde de cuenco con el labio dentado. Rotura sieno-rojiza. Superficies exteriores ahumadas. Calidad
grosera de superficies lisas.
18.-Robusto borde vertical de labio aplanado. Rotura siena tostada. Caras exteriores sieno-negruzcas.
Calidad grosera de superficies lisas.
14.-Fragmento del arranque de un cuello con restos de impresiones circulares sobre el inicio de su
hombro. Rotura sieno-negruzca. Caras externas negras. Calidad bruñida ligeramente mate.
16.-Fragmento de varilla o aguja doblada. Bronce de sección circular en mal estado de conservación.
16.-Puente perteneciente a una fíbula de pivote. Tanto el brazuelo de la mortaja como el del pivote
rematan en eaférulas.
Este último conserva bien señalado el cuello para la inserción de su aguja basculante. Bronce en
avanzado estado de descomposición surcado por profundas grietas longitudinales, alcanzando alguna los 2
mm. de abertura. Dado su alteración no puede asegurarse que sea una pieza fundida, aunque su grosor asf lo
hace sospechar. Coloración verdinegra. Eje máximo 111 mm. (lám. IV, 16).
-295 -
[page-n-297]
N. MESADO
10
21
19
20
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negruzco
m ocre
Fig. 5.-Sondeo l . Hallaz«os de la Fase U.
rojizo
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[page-n-298]
VINARRAGELL
Ni" ID
vel
Cerámica:
Grosera de superficies ásperas ...........................................................
Grosera de superficies lisas ....................... ........................... ... ...........
Espatulada semimate .......................................... ..................................
Bruñida ... ...... ...... .. ....... .... ...... .... ......... ..... ..... .... ... .... .......... .......... ...........
Total .............................................................................................
Fueron seleccionados dos fragmentos que no se dibujan.
11
10 fragmentos
1
3
1
15
»
>>
>>
>>
17.-Borde liso ligeramente cerrado perteneciente a un puchero. Su galbo ea semejante al del fragmento
n.o 21 del publicado Corte V de Vinarragell. Rotura sieno-griaácea clara con las superficies exteriores
requemadas. Calidad grosera de superficies ásperas.
18.-Bordecillo de labio liso ligeramente abierto. Es semejante al inventariado bajo el n.o 1 del menciona·
do Corte V. Rotura ocre-negruzca. Superficies sieno-negruzcas. Calidad bruñida menos.
Fase 11 (fig. 2)
Estratos indígenas con influencia colonial semita.
Niveles IIA, IIB, IJC y liD (?)
Cerámica:
Fabricada a torno ................................................................................ 7 fragmentos
Fueron seleccionados los dos fragmentos que se dibujan en la figura 5, así como el
botón (?) de hueso de dicho gráfico, piezas que se describen a continuación.
19.-Fragmento de tinaja colonial decorado por ancha banda sieno-rojiza y líneas negruzcas, desvaidas,
submontando en buena parte la pigmentación rojiza. Rotura negro-grisácea difuminando hacia la cara
externa con un ocre amarillento. El desgrasante es el típico de esta cerámica: finas arenillas negras y
blancuzcas con finísimos puntos de mica. Calidad buena menos (lám. V).
20.-Fragmento semejante al precedente, correspondiendo a parte de una gran banda rojiza con restos en
su base de un filete negro que la delimita.
21.-Botón o fusayola procedente de una cabeza de fémUl' (lám. V).
Fase m (fig. 2)
Sin estratigrafta.
Cerámica:
Protoibérica a mano ..................................... ............. ........ .................. 2 fragmentos
n
Iberoarcaizante a torno ......................................... ....................... ....... 7
Ibérica con aguada de cubierta comportando motivos decorativos
(bandas, filetes, círculos conc~ntricos y hélices) ........................... 8
n
Sin cubierta (bandas, círculos concéntricos, cuartos de círculos
n
y grupos de segmentos) ....................................................................... 11
Grisácea ................ ............................................................. ..................... 2
n
Atica ....................................................................................................... 1
n
Total ............................................................................................. 31
>
>
Listado de los fragmentos seleccionados cuyos gráficos damos en las figs. 6, 7 y 8.
- 297 -
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N. MESADO
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VINARRAGELL
25
Flg. 7.-Sondeo [. Hallaz¡os de superficie.
- 299 -
13
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14
N. MESADO
27
29
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30
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\
31
f:i
aguada blanca '?
mJ
ocre claro
O
negro desaparecido
m siena tostada
Fis. S.-Sondeo l . Hallazgos de superficie.
[page-n-302]
VINARRAGELL
16
22.-Fragmentos que unen pertenecientes a media pátera de boca acampanada e incipiente anillo de
sustentación con ónfalo. Tanto internamente ~omo en el exterior presenta dos bandas estrechas, mientras la
aleta bucal aparece enteramente recubierta de pintura sieno-rojiza. Rotura gris unüorme, pasta m~zy
depurada. Caras externas beige-grisáceo. Calidad máxima (lám. VI, 22).
28.-Anillo bucal incompleto formado por escocia entre toros desconchados. Rotura negra hacia la cara
interna y sieno-negruzca hacia la e.x terna, afectando ambas tonalidades a sus respectivas superficies.
Cerámica iberoarcaizante torneada.
24.-Fragmento bucal de una tinaja ibérica con bordón alzado. Presenta una band.a marrón obscuro
. sobre el hombro e inicios de círculos concéntricos sobre el nacimiento del cuerpo. Rotura sieno-naranja.
Calidad buena.
25.-Parte de asa horizontal, bífida, con restos de banda marrón sobre el tabique del vaso. Rotura con
nódulo central sieno-grisáceo claro y laterales rojizos. Caras externas sieno-amarillentas claras. Calidad
buena.
26.- Aaa de tres nervios doblados en sus extremos superiores para formar, junto con el labio bucal del
desaparecido recipiente globular, una orejeta oblicuamente perforada. Rotura sieno-amarillenta clara.
Caras exteriores sieno-amarillentas. Calidad buena.
27.-Borde bucal abierto correspondiente a un recipiente de cocina, ovoide. Rotura ocre-rojizo-negruzco.
Cara exterior requemada. Calidad grosera de superficies ásperas. A mano.
28.-Borde bucal moldurado. Cerámica arcaizante torneada.
29.-Menudo tiesto de una posible crátera ática de figuras rojas. Su interior aparece recubierto de barniz
billante presentando al exterior restos de figura inidentificable por su pequeñez (lám. VI. 29). Rotura siena
m~.cy clara. Pasta depurada. Calidad máxima.
30.-Solero con el anillo ligeramente abierto y ónfalo. Restos de circunferencia rojiza sobre el asiento
anular y arranque del cuerpo del bol. Rotura gris obscuro. Caras exteriores sieno-grisáceas. Calidad buena
menos.
81.-Tiesto de un gran recipiente cerrado (globular), de delgado tabique, con decoración polícroma
consistente en una ancha banda beige-canela sobre la cual se trazaron gruesos filetes de pigmento siena·
tostada y randa de círculos concéntricos alternando con ((hélices)) (temas en negro) entre estrechas bandas
de la misma pigmentación, que hoy, por haberse descompuesto, dejaron en negativo (blancuzcos) sus trazos
(lám. VI). Rotura sieno-naranja claro en el lateral interno, y gris blancuzco en el externo. Pasta muy
depurada. Calidad máxima.
Fase IV
Sin estratigrafía.
Cerámica altomedieval:
Bizcochada ............................... .. ........................ ............. ....................... 35 fragmentos
Vidriada .................................. ................... .................... .... ..................... 3
»
Total .............................................................................................. 38
))
Fueron seleccionados los fragmentos siguientes que se grafían en las figs. 9, 10 y
lám. vn.
32.-Fragmento de cuello cilíndrico con borde bucal liso. Está decorado con randa de puntos ocre-claro
sobre estrecha banda, y filete sobre el labio. Rotura siena-rojizo. Superficie exterior siena amarillenta.
Calidad media.
88.-Fragmento perteneciente a un cuello cilíndrico anillado y labio liso. Rotura gris-siena. Cara
exterior ocre-negruzcc. Calidad media.
84.-Tiesto decorado por tres estrechas bandas blancuzcas. Rotura negruzca en zona interna y ligera·
mente ocre en la externa. Superficie exterior ocre-negruzco. Calidad media menos.
-301 -
[page-n-303]
N. MESADO
16
32
33
35
34
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39[~
41
Fi¡r. 9.--8ondeo l . Cerámica islámica de superficie.
[page-n-304]
VINARRAGELL
Fig. 10.-8ondeo l . Cer,mica islámica de superficie.
17
[page-n-305]
N. MESADO
18
35.- Fragmento de hombro anillado con decoración siena-rojiza de una banda verticaL Rotura gris.
Caras exteriores grises con diminutos puntos de mica. Calidad media.
36.- Fragmento perteneciente a un hombro con restos negros de una decoración ondulada. Rotura con
núcleo gris-negruzco y laterales ocre-rojizo. Superficie exterior grisácea. Calidad media.
37.-Tiesto decorado con tres trazos verticales de tonalidad negruzca. Rotura siena-amarilla y superficie
e.x terior blancuzco-amarillenta. Calidad media menos.
38.-Fragmento decorado en negro comportando tres bandas verticales e inicios de otro motivo. Rotura
amarillenta y cara exterior amarillo muy claro. Calidad media más.
39.-Fragmento decorado por una bandilla negra y zig.zags. Rotura grisáceo-amarillenta clara. Calidad
media.
40.-Fragmento de un cuello vertical y hombro estriado, con decoración siena-negruzca de temática
vertical serpentüorme. Rotura anaranjada y cara exterior siena-blancuzca. Calidad media más.
41.-Solero troncocónico con restos de vidrio verde obscuro. Rotura siena-clara. Calidad media.
42.-Vaso incompleto de cuerpo anforoide, base llana e inicios de cuello vertical, restándole de sus asas
loe arranques inferiores. Presenta un eje central inclinado. Rotura siena-amarillenta. Caras exteriores ídem.
Calidad media más.
43.- Fragmento de una cazuela troncocónica de asas múltiples aplanadas. Su zona central está decorada
con incisiones paralelas circunvalando el recipiente. Rotura sieno-rojiza, cara exterior ahumada e interior
con cubierta vidriada de tono melado obscuro. Calidad media.
4. ETNIAS Y COMERCIO EN EL SIGLO VI A. DE C.
Vinarragell fue el yacimiento que en la geografía valenciana detectó primero - ya
desde la Campaña de 1967- , el complejo mundo colonial fenicio, incorporándose al
entonces candente contexto de yacimientos coloniales que, en tal década, y en especial
en zona tartésica, poníanse de moda. Este nuevo horizonte cultural orientalizante
reemplazó con prontitud el peso que hasta entonces había jugado el comercio griego
sobre la fachada mediterránea y del más cercano «hinterland», con cuya aculturación
las etnias indígenas habrían comenzado a asumir una conciencia nacionalista.
El primer horizonte material de Vinarragell, encuadrado en lo que venimos denominando HIERRO 1, vendría tan sólo demarcado por lo que en las primeras campañas
denominábamos «Período del Hierro>>, comprendiendo la totalidad de los niveles sin
tomo, y que, posteriormente, O. Arteaga denominaría VINARRAGELL 1 y 11 (15). El
horizonte subsiguiente vendría dado por los niveles con cerámica colonial fenicia. Su
fuerte personalidad y transcendencia en la evolución cultural de la etnia indígena es
tal, que aunque se encuadre culturalmen~ en la Primera Edad del Hierro, preferimos
la denominación de Horizonte Protoibérico, dado que se trata de un período de
transición al Hierro 11, en el que el bagaje cultural del indígena hibridará en un
mundo nuevo: el Mediterráneo. Cada uno de estos dos períodos comporta en Vinarragell sus correspondientes niveles o fases evolutivas (16). Esta orientalización semita,
(1&) MBSAD().AJlTBAGA: 0p. ciL noca 1.
(18) Pu- el - t o CODaideramoe aMaaala la denominac:i6n que viene recien-te baci~ - -418ronc. Final- pan. COI\iuntoc
materiaMI tipo HMrro 1 ele Vinanqell. lb un árM pocrilica ccmo la valenciana, en q1M todavía no • coDOCe la ..-olucióo del B. V. - oi ee que
lo
un COIIiunto ~~~aterial ccmo el detectado en la fwldacióo de ViiWT&Iell. influido JIOl' la cultura ~~~aterial del~ Campoa de Umu, cuyu
cerimicu - IIÚDOI'Ítari»- hlbridan con otru de mucha menor calldad que no eon produc:IOc aut6ctonoe (bec-.1• materialll.,edo col'\iunt.amen·
te del Bl,jo Arqón, donde tampoco ae conoce una evolución del Bronce), por tu peculiaridad y pei"'Inalided delierfa denominarae Hierro l, peae
u-
- 304-
[page-n-306]
VINARRAGELL
19
allí donde se detecta, incide sobre un mundo material también nuevo, que nos señala
un fuerte «hiatus» si lo comparamos con el bagaje de un cultura que por su extensión
geográfica y matices propios se la viene llamando en el País: «Bronce Valenciano».
Tanto en el área de Castellón como en la de Alicante estará en estos poblados la raíz
del complejo mundo ibérico, siendo por hoy diffcil el poder ahondar la etnia del ibero
-ese pueblo culturalmente tan Mediterráneo- en el horizonte del B. V. Por más que
se quiera no hay por el momento relación ffsica alguna, y lo que ocurre en esta zona
septentrional valenciana ocurre en la más meridional (17). También es verdad, y pocos
disentiran, que la Cultura Ibérica por excelencia (para nosotros la fraguada en área
Edetana) ocupa unas tierras en las que con más fuerza subyace la Cultura del Bronce
Valenciano; en esto solamente -casual o no- estaría ese eslab6n presentido por
quienes trabajamos en el País (18). Sólo la constante prospección científica podrá
solucionar este problema que tiene abierto nuestra Prehistoria más cercana.
Si superponemos la distribución de los poblados del B. V. que daba Tarradell en el
año 1965 (19) y los publicados por Gil-Mascarell (20) pertenecientes al Hierro I (Bronce
Final en dicha autora), en los que incidirá en su mayoría la aculturación colonial
fenicia (figs. 11 y 12), veremos que estos últimos producirán un «hiatus» importante en
el área central (provincia de Valencia), en donde existe una masificación de poblados
del B. V., salvo los yacimientos señalados con los núms. 22, 23, 24 y 26. Pero an.a lizando
éstos veremos que los materiales del Hierro I en ellos, son: insignificantes en los tres
primeros cercanos al litoral, y con evidente interés en el núm. 26, colindante con la
meseta:
Núm. 22.- «El Pie dels Corbs», Sagunt: Yacimiento antiguo del B. V. Entre sus
cerámicas (se detectará en ellas la decoración incisa de vieja tradición), se ha señalado
los restos de un recipiente con decoración acanalada, cerámica propia de los Campos
de Urnas (21).
Núm. 23. - ((El Castell», Sagunt: Conocido poblado ibérico-romano en el que
recientemente se ha dado a conocer un pequeño fragmento cerámico con decoración
~
excisa (22).
Núm. 24. - ((San Miquel de Llíria». En puntos de este importantísimo cerro (((Cova
a qua Ju inmlCl'llciaonN prebl.tt6ricu incloeuropeu correepolldan a un Ntad.io cultunl del Bronce Final (J. PADRO: «L'Edat del Ferro i la
a-anltució de IN conwquN Bepwntrlonala de !'interior de CataliiJIYIIlt. Cypula, n6m. l . Barcelona. 1978). En la nclón valenciana 1161o a lea
perduraeionN últimu del B. V. ~\lUido M&D deteetadu con claridad- deberian denOIDÍII&rN Bronce Final, y llamar por hoy Hierro 1 aunque no M conoaea en un priJur momento eate metal- a loa contexto. material• tipo Vinarra,.ll, que como ya MII&U.bamoa en 1974, no
comporta peraleloa 0011 ti B. V. El etiquetar tan a priori r - evolutivaa eeeaaamante aeAaladaa, lleva a lmprealcionN terminolótlcaa. Tal
oc:urH con la denominación de un «BroiiCe Tardf010, precedente de un •Bronce Final•. ainonlmle inneceaeria y conl'uaa.
(17) O. ARTBAGA y M.• SBRNA: «lnOujoa Fenicioa en la Retli6n del Dejo 8epra>t. Xtu C.N.A. (Huelve 8-12/oetubre/1973). Zuqose, 1976,
~. 742.
(18) D. PLBTCHER. B. PLA. M. GJL.MASCARBLL y C. ARANBGUI: «La iberisaclón en al Pela Valenciano-. Diputación de Barcelona,
tn.titut de Prehiltbrla i Arqueolocia. Monocrafleo, LIL Barcelona, 1978-78, ~~. 88.
(18) M. TARRAD&LL: • Prehiatl¡ria 1 Antl¡uitet». ru.toria dtl Pela Valencl1, YOI. 1. Be.retiona. 1986, p4a. 68.
(20) M . GJL.MASCAULL 1 C. AIIANBGUI GASCO: cBJ Bronce Final '1 el CCODienao de la Edad del Hierro en al Pela Valenei&JlOIO.
Mon~ del Laboll'&toriO de Arqueoloc!e de Valencia. nWD. l. Valencia. 1981. p4a. 39.
(21) M. ALMAGRO.OORBBA: cBJ Pie dela CoRa de Squnto y loa Campoa de Umu del NE de la Penlnaula JWriCIIJt, Sa¡untum, nWD. 12.
Valeoeia, tm, p4a. ee.
(22) M . ALMAGRO.OORBEA: oCerúD.iea exclea m Sa¡unto, una lúp6t.ia oobre al orirm de eata cludad>o. S.,W.tum. nt'im.. 14. Valencia.
1978, ~- 97.
-305-
[page-n-307]
20
N. MESADO
···"-......!,.•V•·t~
• tres o mes poblats
.~...,.J
• un sol poblat
,
~ ..
o iaciménts argarics del sud valencia
.
..
~
....
••
o
1
25
1
50 Km.
1
Flg. U.- Distribuci6n de los yacimientos del Bronce Pleno en el Pafa Valencia. según M. TarradeD (1966).
[page-n-308]
VINARRAGELL
21
Fi¡. 12.- Distribuclón de los yacimientos del Hierro 1 en el Pafa ValenciA, según M. GU-Mascarell (1981).
[page-n-309]
22
N. MESADO
del Cavall», «El Collado» y «El Puntalet»), se detectan fragmentos de cerámica
decorada a espatula, y cerámica fenicia (23).
Núm. 25. - Los Villares (Caudete de las Fuentes): Sobre un hábitat fundacional de
«un momento final de la Edad del Bronce», según E. Pla «sin las características
específicas de la Cultura del Bronce Valenciano», asentóse un poblado de la «Primera
Edad del Hierro»· con cerámicas incisas, cuya etnia conocerá ya los recipientes
torneados (uno de cuyos fragmentos comporta pintura con motivos de bandas y filetes
rojos), horizonte que según su excavador hay que situar en un momento final de la
precitada Edad, fijándole una cronología que creemos alta, ya que se fecha «a lo largo
del siglo VII, llegando posiblemente a principios del siglo VI a. d. C.)) (24). Sobre esta
segunda fase ocupacional se detecta otro momento cultural del poblado en el cual
predominará el torno sobre la cerámica a mano sin incisión alguna, «que presenta las
características de la cerámica ibérica, aunque en otras muchas no parece serlo». Una
copa jónica en su contexto fecha el inicio del horizonte, a <
siglo últimamente mencionado». Según esta cronología, aún provisional, existiría en
los Villares un «hiatus» en el s. VI, dado, a nuestro parecer, por la excesiva cronología
que recibe el horizonte señalado por las cerámicas incisas del yacimiento. Para C.
Aranegui la etapa protoibérica de los Villares (Estratos IV y lll) sería del s. VI a. d. C.
(25). La estación finalizaría con un extenso poblado ibérico, conteniendo cerámicas
áticas y protocampanienses, cuya cronología abarca de los inicios del s. IV a. d. C.
hasta algo después del 250 a. d. C. (26).
Exceptuando, pues, este último yacimiento, tan cercano a Cuenca, tendríamos que
sólo indicios de corrientes indoeuropeas habrían llegado a la provincia de Valencia,
pese a ser la más prospectada arqueológicamente de todo el histórico Reino, frente a
las de Castellón y Alicante con un buen número de estaciones en las que se detecta con
asiduidad materiales del Hierro. Como hemos dicho, pues, el vacío cultural que
Valencia presenta en el tránsito del B. V. a la íberización tendríamos que definirlo
como «espectacular» y que, a priori, tan sólo tendría su razón de ser en el perduramiento del Bronce. Pero no menos extraño es el caso que ni uno solo de los poblados
del B. V. haya detectado cerámica orientalizante (27), lo cual nos asegura que su
población no habría alcanzado estos primerizos contactos mediterráneos que, allí
donde son denunciados, inciden en un horizonte caracterizado por un bagaje material
del Hierro 1, con elementos de los Campos de Urnas tan insignificantes por el momento
que no sirven para teorizar sobre unas pretendidas invasiones étnico-culturales proce(28) l. BALLESTBR y ob'oe: «Corpua Vuorum· Híap.Dorum. Ceaúúca del C..-ro ele San Mil"el de Liri.... Madrid, 1954, pq. 6.
MESADO: Op. cit. nota 8. pq. 167.
C. NATA: •La cova del C.vall y unoe eru.namimtoe en umaa de l.iriall. A.P.L., XV. Valencia. 11178, ~~· 1U.
N . OJL.NASCARBLL: «Al(w>o& material• prehiá6ric:c» del Cerro de Sant Miqual de LllriD. A.P.L., XVI. Valencia. 1981, Pl6i· 872.
(24) &. PLA 7 A. RIBBRA! • Loe Viu - (Calldele de tu Puentee. Valeocia)to. 'habe,joe Varioe del SJ.P., nllm. 88. Valencia, 1980.
(26) OJL.MASCARBLL 7 ARANBGUI: Op. cit. nou 20, pq. 49.
(218) PLA y ~ERA: Op. cit. nota 24.
(27) ARANBGUJ: Op. cit. nota 20, P4 54: Se6a1a la exil:teocia de un borde bucal de infora fenicia en un ..cnto del B. V. de I'Aic6dia d' Eh.
.,acimlento en al cual un horisonta protoib6rico no te ha~ por el - t o peee a tu inn........UI• ~ realisadu en él
-308-
[page-n-310]
VINARRAGBLL
23
dentes de Cataluña. Por el contrario, cada día son más firmes las infiltraciones
bajoaragonesas en el País Valenciano, que serían las portadoras del exiguo utillaje
que las estaciones valencianas registran de los C. U. (28). Ello es suficiente para
señalar un eslabón más entre el B. V. y la Cultura Ibérica, que, de&de 1967 con la
Primera Campaña de Excavaciones en Vinarragell comenzamos a detectar, aunque
sigue, pese a los años transcurridos, sin denunciarse el mestizaje Bronce-Hierro, otro
eslabón importante en la raíz del pueblo ibérico, dinámica evolutiva que allí donde se
ha pretendido señalar ~aso del yacimiento del Puig d' Alcoi (29}-, tan sólo pone de
manifiesto - una vez más- la superposición material de la Cultura Ibérica sobre los
poblados del Bronce Pleno, asentamientos que coincidirían por su valor estratégico, de
modo que en ningún caso se detecta una evolución material clara del B. V. que
desemboque en el complejo bagaje de la Cultura Ibérica, formación que ineludiblemen·
te pasa por la aculturación que reciben del Mediterráneo los asentamientos humanos
del comienzo del Hierro (cuyo bagaje material está fuertemente influi~o por los movi·
mientos indoeuropeos), en un primer instante, de los navegantes fenicios y, con poste·
rioridad, de los griegos, como ya señalaron los primeros trabajos de Vinarragell (30).
Para A. Arribas y O. Arteaga, en el tránsito de Guadalhorce 1 a Guadalhorce Il
(computado asimismo en los yacimientos de Toscanos, Mogador IV y Lixus V) existe
un ((hiatus de habitación... que parece deberse a causas generales en el Mediterráneo
Occidental» (31), causas que dichos autores centrarán en la caída de Tiro (hacia el .
573) tras el cerco de Nabucodonosor II, demarcando tal hecho un comercio oriental
dependiente de tal metrópoli fenicia (con una vajilla importada, de lujo, caso del
((barniz rojo)), como primordial base de transacción), de un comercio occidental,
autóctono, o •
presente el <•barniz rojo>> - ahora imitado- y harán aparición diminutas piezas
exóticas, caso de los escarabeos, copas jónicas, etc., objetos que llegan a pervivir en
esa c.o rta fase d~ transición que constituye. el Horizonte Ibérico Antiguo.
Para Arteaga, Padró y Sanmartí el comercio semita se habría retirado de las costas
catalanas y del Golfo de Lyon ••quan ja els fenicia quasi havien imoosat la seva
supremacía económica» sobre los griegos focenses llegados a Ampurias en el primer
cuarto del s. VI. Al no encontrar una clara razón que justificaría esta crisis general de
la colonización fenicia, señalan también como causa la caída de Tiro, en cuya fecha
Ampurias no podía haber iniciado su andadura comercial, momento en que para
dichos autores habría terminado la colonización fenicia en nuestra fachada mediterrá-
(28) GILMASCARBLL y ARANBGUI: Op. cit. ., la nota 110, P4 12.
(28) GILMASCARBLL y ARANBGUI: Op. cit. . , la DOta 110, ~ 23 7 K
(80) MBSADO: 0p. cit. ., la nota 8, capítulo. XII 7 XIV.
(81) A. ARRIBAS 7 O. ARTBAGA: «BI yacimiento !enic:io 1M la dm•bocadura del rio Gu.dalhorc-. M6JqP. C\wlemoe 1M Pr.blatoria ele
la tJniyftdad 1M GraDada. Serie MCII'>Oirifiea, nW... 2. Grmada. 18'1a. pq. 95.
(82) ARRIBAS '1 ARTBAOA: 0p. cit. en la nota 31, pq. f11.
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N. MESADO
nea (33). Pero habría que pensar si la caída de Tiro en vez de cerrar dicha expansión
comercial no fue un revulsivo para propiciar, según lo precitado de Arribas-Arteaga, el
comercio occidental autóctono o colonial, la inexistencia del clásico «barniz rojo)) en
Vinarragell lo probaría. De hecho ocurre lo mismo con Marsella, que alcanza su
mayor «floruit)) tras la toma de Focea en el 640 a. d. C. (34); o con la propia Ampurias,
tras el debilitamiento de aquélla; o con Cartago, que tras la caída de la metrópoli
fundará un auténtico imperio comercial. Un hecho nadie discute: el comercio fenicio
en nuestras costas valencianas queda reemplazado por el comercio griego de Ampurias, y una colonia que nace en el primer cuarto del s. VI no puede alcanzar una
mayoría de edad que propicie y expanda su poderío económico hasta fines de tal siglo o
ya en el V a. d. C., comercio que detectaremos aquí con la masiva introducción de las
cerámicas de figuras rojas y precampanas, y cualquier otras cerámicas arcaicas siempre minoritarias- procederían, como hoy acepta la mayoría de los investigadores
(35), de .ese último comercio colonial fenicio. Al igual que acontece en la Vega Baja del
Segura' (36), en la Plana de Castellón el comercio griego queda excluido en ese
momento que precede al nacimiento de la Cultura Ibérica, como señala Vinarragell
ubicado en una encrucijada costera de caminos y por ello punto neurálgico del
tránsito comercial protoibérico (37). E. Sanmartí al estudiar materiales arcaicos,
griegos y etruscos, en el área meridional de Cataluña, datados en el s. VI a . d. C., se
inclina por el peso del comercio fenicio para la zona del bajo Ebro a lo largo de tal
siglo (38}; y al comentar materiales de origen fenicio y «propiamente griego)), más
septentrionales, reconoce que en la segunda mitad del s. VI eran ya dobles las
influencias comerciales que actuaban en Cataluña: «de un lado, la griega emporitana
y de otro, la fenicia occidental)) (39).
Para los propios investigadores catalanes la inicial vocación comercial de Ampurias «no trasciende a lo largo de la primera mitad del s. VI, el área ampurdanesa y que
(83) O. ARTBAGA. J . PADRO 1 &. 8ANMAR11: 41 factor Ceoici a ... eo~c. catala,_ i del Oolt de Lióot. U Col·loqui lnt.macioo.al
d'ArqueoJoei.a da Pui..-:Q ~ U/iun1/ 1876). Pu.iccerdl. 1978. pq. 134..
(34) .J. MALUQUBR DB MOTBS: «Rhocle, la eiut.t ere~• ...- utip da Cat.lunyao. ROIIIaiUltp a Jaume Vie&DA~ i v;,... Vol. J. Barcelooa.
l986. ~~- 148.
(86) V6ua, por citar ai(IIDOII ejemplo.:
.J. MALUQUBR DB MOTBS; -Lo. Cenleioa 1111 C..talulWo. T~ V 8)'1DpoaiWD lnt.maeional de PrelúAoria Peninsular, Univeni·
dad da Barcelona, Publieaeioon eventual• núm. 13. Barcelona. 1968, pqa. 241-260.
E. SANMART!lll1 GRBOO: «Material• eerúrleoa pieroa y da 6poea an:aica en tu eomareu marldlonalea da Cat.haña•.
Alnpurlu XXXV. Barcelona, um, ~... 221-284.
E. .JUNYBNT SANCHEZ: «ObaervaciODM a UDU cerúúcaa pint.du da Almanara (Cut.ll6ndela Plana)ot. Cuad..,oa de Prebi.ttoria y
ArqueoJoc!a Caatel!onmM, núm. 8. Cut.l16n, 1978, ~ 198, nota 9.
O. ARTBAGA MATtJTB; •.L a panorimica ~hW6rlca paniniUlar y eleatado actual de au conocimiento en al1Av1111t. Septentrional
(Cutal16n da la Plena)ot. Cuademoa da Pwob!Moria 1 AlqlMoJoc!a Cut.llonaue. Cut.l16n, 1976, pq. 190•
.J. M. BLAZQUBZ: «La eolonisaci6n piep an Bapa6a liD el cuadro da la eolonisaci6n piap en Oecldant4olt. 8)'1Dpoaium de
Coloniaacioneo (Barcelona-AIIIpuriae, 1971). Ba.rc.lou. 1974, ~ 86-77.
ol· PADRO PARCBJUSA; «lllwa-.. aobn ela aac:e.nbwa i aaeuaboida da la n~ da Can Canyip. l'yrenae. 7. Ba.reelona. 1971,
pq. 188.
M. ALMAGRO: «La& raleM dal arta iWricoot. L Aniv...-io da la Fundación dal Laboratorio de Arquaolorla, 1924-1.97•. Papel• dal
IA.boratorio da ArquaoJocia da VaiiDCia, 11. Valencia, 1974, pq.. 251-m .
C. ARANBGUI; toCarimieu ÍlllpOI'tadU da la Nec:rópolia da Orleyl-. Bo t
(88) ARTBAOA 1 SBRNA: Op. cit. en la nota 17, pq. 748.
(37) MESADO: Op. cit. an la nota 8, capítulo m.
(38) SANMARTI: Op. cit. en la nota 86, pq. 282.
(89) SANMARTh Op. cit. en la nota 86, ~~- 284.
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VINARRAGELL
no parece haber alcanzado... la desembocadura del Llobregat, antes del tercer cuarto
del mismo)) (40). El propio Junyent anotará el hecho bélico de Himera (480 a. d. C.) para
la ampliación comercial de Ampurias a lo «largo del litoral catalán y levantino)) (41).
Para Maluquer es el s. V a . d. C. cuando Ampurias se proyecta sobre su hinterland
incentivando sus viejos núcleos de población hacia la formación de auténticas ciudades, tal es el caso de Ullastret, Tarraco o llerda (42), señalándose el final deis. V a . d.
C. para la iberización, a partir de Ampurias, del Solsones, parte de la Segarra y la
Anoia (43), siendo tras Himera cuando -definitivamente- la esfera comercial de
Ampurias reemplaza al comercio «púnico-fenicio)) (44).
Sanmartí no duda en fechar el kilix del Coll del Moro «a fines del s. VI o muy
principios del s. V» (45), basándose en los hallazgos de Megara, Hyblaea y Thasos.
Pero la importancia de esta pieza radica en el hecho de proceder de un hallazgo
cerrado (un túmulo funerario) cuyo contexto aparecería dominado por vasos indígenas
parejos al «tipo 4 de Agullana)) (urnas de perfil ovoide, cuello alzado - ligeramente
exvasado- y cordón digitado en el nacimiento del cuello), y por las cerámicas
torneadas de inspiración colonial semita que, como anota Almagro-Gorbea, «permiten
ya una cronología segura que debe situarse a lo largo del s. VI a. d. C,)) (46). En
Agullana la tumba 184 contiene copias indígenas que tuvieron por modelo recipientes
púnico-fenicios, dos de los cuales (recipientes 2 y 12) son parejos a la urna de Azuebar,
Castellón, del Museo Municipal de Burriana, para la que Aranegui señala sus mejores
paralelos en Peal de Becerro, Tugia, con prototipos en urna de Cruz del Negro
(Carmona, Sevilla), proponiendo para su datación «el final del s. VI a . C. o el tránsito
al V)) (47). El ajuar metálico de la mencionada tumba de Agullana comportaba un
broche de cinturón de un garfio, que en Mailhac m quedan fechados por cerámicas
clásicas en la segunda mitad del VI y que para Bosch habría que situar entre el 500 y el
475 a. d. C. (48), broches y fíbulas de doble resorte que alcanzarán las necrópolis tipo
Solivella, en la que la urna ovoide de la sep. 16, con filetes negros, podrá recordamos
formas coloniales, al igual que la sepultura 1 de la necrópolis de La Punta de Orleyl,
con restos de otra hebilla (49). Como se ha dicho, es sólo a partir del· s. V cuando
«podremos distinguir los rasgos característicos de la Cultura Ibérica, que están constituidos por una respuesta indígena a los estímulos recibidos previamente>) (50). La
aculturación madurada por el pueblo indígena a lo largo del x. VI, más el incentivo
(~) JUNYBNT: Op. cit. en la nota 86. 1141· 202.
(41) B. JUNYBNT: •Contuto y elplllcado hiat6rico de la cerimica de bemis rojo Ueraeta en la lberis&ción del Non. del Ebl'Oit. XID
C.N.A. (Hualva, &-12/oc:wbn/1978). Zerqora. 1976, P'f. 722.
(42) MALUQUBR DE MOTES: Op. cit. en la nota 34.
(48) JUNYBNT: Op. cit. en la nota 41, P4 722.
(" ) JUNYBNT: Op. cit. en la nota 41, P'f. 722.
(415) SANMARTI: Op. cit. en la nota 86, J>6r. 228.
(46) ALNAGRO.GORBBA: 0p. cit. en la nota 21, P'f. 127.
(47) GIL M.ASCARBU. 7 ARANEGUI: Op. cit. en la nota 20, ¡q. 57.
(48) P. BOSCH GtwPBllk «Loe celtae 7 la ciYilhación céltica en la Penlnaula l'Wrica>t. Bolac:ln de la Socieclacl EapeAola de BltcuniOilialllo,
Yol. XXIX. Madrid, 18l1.
(49) A. LAZARO, N. MBSADO, C. ARANBGUI y D. FLETCHER: «MateriaJ.. de la Necrópolia IWrica de 01-leyl (Vall d'Uxó, C..teDón)t.
'I'rahajoa Varioa del SJ.P., n6m. '10. Valencia, 1981, P'f. 30.
(60) FLBTCRIR: Op. cit. an la nota 18, P'f. 86.
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26
N. MESADO
griego del s. V al copar éstos los mercados atendidos a lo largo del s. VI a. d. C. por los
fenicios occidentales -hecho propiciado por el cambio socioeconómico habido con las
convulsiones que acontecen en el Mediterráneo Occidental (Primer Tratado RomanoCartagines, 509; Himera, 480; y Cumas, 474, con mercenarios ibéricos)-, decidirá la
supremacía del comercio griego en nuestras costas valencianas (61). Sería un hecho
anómalo, comerciaJmente inexplicable, que los fenicios abandonasen en los inicios del
s. VI, sin presión alguna, muestras costas, desatendiendo sus mercados hasta la
mayoría de edad de la colonia focea de Ampurias, hecho que no pudo acontecer
durante el desarrollo del «Horizonte Ibérico Antiguo», «grosso modo», primer cuarto
del s. V a. d. C. (52), puesto que la masificación de importaciones áticas ampuritanas
no estará presente en los yacimientos valencianos septentrionales cercanos al litoral
(El Puig, Orleyl y Almenara) hasta haber traspuesto el primer cuarto del s. V -raras
en un primer momento-, y que en el poblado de El Puig (el más importante de los
norteños valencianos) quedará denunciado tal comercio· con el kylix atribuido al
pintor de Penthesilea, fechado entre el 460 y el 460 a. d. C. (53). En todo caso creemos
óptima la fecha del tratado de Mastia, 509 a. d. C., para el abandono del comercio fenopúnico de nuestras costas, tratado que produciría un «lapsus» sin importaciones y en
el que cabría encajar las necrópolis del «Horizonte Ibérico Antiguo»,.por lo que serían
lógicas ciertas formas púnicas en ellos, para el caso de La Solivella las urnas de las
sepulturas números 16 y 27, y las números 11 y 12 de superficie (54). Para Aranegui,
como ha quedado dicho, las urnas a mano de la tumba 184 de Agullana no podrían
fecharse con anterioridad al s. VI, pues sus tipologías derivarían de las urnas de La
Cruz del Negro (55), asimismo lo haría la urna de la sep. núm. 27 de La Solivella (56),
necrópolis que A. Oliver fechará a fines del s. VI o <
la colonización fenicia y el inicio del comercio griego, momento detectado por las
necrópolis de La Solivella, El Bovalar, El Puig, y la fase antigua de la necrópolis de
Orleyl, todas ellas en Castellón, y por la necrópolis de Altea la Vella, en Alicante (59).
Por el escaso número de sepulturas (La Solivella, siendo la más extensa, apenas
registró unas 35) cabe pensar en hábitats reducidos en los que la actividad bélica (de
hecho tales necrópolis pertenecen a guerreros) pudo ser constante, soldados que, como
mercenarios, estuvieron presentes en la batalla de Cumas el año 474 a. d. C. Estas
primerizas necrópolis ibéricas -evidentemente efímeras puesto que sus ajuares pre(61) F'LETCH.ER: 0p. cit. on la nota 18, ..-.,. 86.
(62) LAZARO y otroe: Op. cit. en la nota 49, P'l· 61.
(68) E . SANMARTI GRBGO: •Un Kylix del pintor PenthóOiilee, prncedonta del poblado ilercavón de El Pulr (Benicarló, Cutell6n)lo.
Cuademoe de I'Nblatoria y Arqueolo,{a Outellonenee. nWn. 3. Cutellón, 1976. P'r- 206.
(64) J . J . JULLY: •Koin6 oommerciale el culturalle phenkopuniqué et ibero lanruedoeienne en M6cliterranMn Oc:cidentalal'Aae du Fen.
A.E.A. núm. 48. Madrid, 1976, P'l· 221.
(66) C. ARANBOUI: •Contribución al eetudio ele 1u Urnae ele tipo Cru. del N8IJ'OI'. S.runtlllll, núm. 16. Valencia, 1980, pq. 103.
(&6) ARANEGUl: Op. cit. en la nota 66, pqa. 103 y 104.
(67) A. OUVBR: oLea inOu.,c:iu Mediterrineu en el mundo ibmco de la aone Sur del Delta del Bbrooo. Cuademoe de PrehUtoria y
Arqueolocfa Cutell-. núm. 7. Cutallón, 1980, pq. 111.
(68) LAZARO y otroe: Op. cit. en la nota •e. pq. 51.
(158) J . G. MOROTE BARBERA: oLa necrópolia ibúica de Altea la Vella. Altee (Alieanta)t. Bole!Sn M~l del Sxe.mo. Ayuntamianto,
núm. 7. Altae, 1m.
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VINARRAGELL
sentan una fuerte unidad-, es normal que acusen en algunos pocos elementos rituales, cronologías más altas, lógicos arcaísmos en los ajuares funerarios de todas las
comunidades antiguas que, cuando son en extremo minoritarios, no creemos sirvan
para señalar «fases)) en la utilización de tales necrópolis, ni para elevar las cronologías dadas por el contexto de sus materiales homogéneos, por lo general monótonos,
entre el cual se distinguirá un recipiente ritual por excelencia: la urna de orejetas,
vaso creado ex-profeso para contener los restos de los incinerados.
Así pues, los desfases cronológicos, cuando se detectan en estos ajuares, no deben
sorprendernos. Recordemos a modo de claro ejemplo, por estereotipos, las cartelas de
faraones del s. IX junto con dos kotyloi protocorintios del primer cuarto del s. VII a. d.
C. de la tumba 19 de Laurita (60); o el monumento neohitita de Pozo Moro que, para su
excavador, raramente descendería, por sí, dels. VIII o inicios del VII y que por el ajuar
queda fechado «en torno al 500 a. d. C.)) (61). No creemos paor ello que ciertas joyas
exóticas (caso de los escarabeos y escaraboides) que registran las necrópolis ibéricas
más primerizas, como ya anotaba entre otros Fletcher (62), sirvan para fechar tales
necrópolis en el s. VI, «incluso a principios de este siglo)) (63).
La gran escasez de tales piezas, así como de copas jónicas en los importantes
yacimientos del círculo de Ampurias (64), y su relativa difusión costera hasta llegar a
Guadalhorce 11 (65), indica que su inclusión en yacimientos de la fachada mediterránea sea proveniente del último comercio colonial fenicio, objetos que en su mayoría
detectarán las necrópolis indígenas del tránsito deis. VI al V a. ci C., en primera fase de la
Cultura Ibérica. Recientemente han sido dados a conocer los ajuares exhumados por L.
Siret en la necrópolis de Boliche (Villaricos), con urnas torneadas (la sepultura 27
comporta un vaso de orejetas) y huevos de avestruz, estando presente en la necrópolis
el hierro (66). La cronología de Boliche abarcaría desde el s. VII al V a. d. C. (67). Los
autores de dicho estudio llaman la atención de los «brazaletes acorazonados», comunes en la mayoría de los yacimientos orientalizantes tartéssicos (68), tipo presente en
Sanchorreja, yacimiento con fíbula~de pivote de puente rectangular, señalándose como
prototipo de tales brazaletes los del tesoro de Oxus (que contendrá un carro votivo con
J. G. MOROTE BARBERA: •Una MWia de ¡ueneroe con espada de anUnae en la n1Cl6polla IWrica de Alwe la Velle (Aiwe,
Alicanw)t. A.P.L. XVI. Valenc:ie, 1881, ~~~· 417~6.
(80) M. PEWCER CATALAN: oBxcavaclonM .., la neerópolla púnica "Lfrlw" del Cerro de San Crietóbal (AimuMcar, Granade)o,
Bxcavacionee Arqueol6cicu en &palla, nóm. 17. Madrid, 11183, pA¡. 66.
(81) M. ALMAGRO GORBBA: «Poco Moro y el oripn del Arte IWricoo. XID C.N.A. (Huelva, 8-12 octubn 19'78). Zara¡ou. 1976, pA¡. 686.
(82) D. FLETCHBR VALLS: •La N.crópolia de La Solivella (Aic:aU de Chiven, C..Wll6n)t. Trabejoe Vari01 dal S.LP., nóm. 32. Valancia.
1966, Ñ · G6.
(63) J . PADRO J PARCBRISA: •A prop61ito dal eecarabeo de La Solivella•. Cuaderru» de Prehiatoria y Alqueolotla Cuwllo~ núaL 1.
CuteU6n, 1974, p4a. 74.
(64) SANMARTI y ORBGO: Op. cit. .., la now 86, p4p. 233, 2U y en eepecial le nota núaL 41.
(86) ARRIBAS y ARTBAGA: Op. cit.. en la nota 31, p4p. 86 y 91.
(86) La divul1aci6a da loe objetoe da bieno illdUIIrialisado .. dabe mcl\180 en Cetalulla al proceeo colonial fenicio (M.• B. SANAHUJA:
~wl IWrico da hierro en Catalullv. Pynoae, 7. BerceiOD&. 1971, p4a. 107), puM 101 primeroe lndicioe de bi......, en 101 Cempoe ele
Umu proceden de un - t o Wdio da la n1Cl6polie, acompe6áDcloee da lu flbulu !eniciu da doble n1011e, col\juntoe que eonetituirin el
«Pariodo V• da Allnqlo Gorbea, que dicho autor fechari entn el 'lOO y el eoo L da C. (ALMAGRO GORBBA: Op. cit. .n la nota 21, p4a. 133) e11
cuyo boritont. cronol6cico incluyel01 oivelee pl'\nlera. de V'anarrqeU (que 't'enimOI fechando a ftu!M dal" VD), y el aepulcro da La Saludella
que, por au cootuto (conti- objeto. ele híeno y uruo hebilla ihmca), ~ mú IDOdemo.
(87) M. OSUNA 1 J . RBMBSAL: .La nec:rópolia de BoliciM (V'illaricoe, ~)t. A.P.L. XVL Velencia, 1881, p4a. 411.
·
(86) OSUNA y RBM:BSAL: Op. cit.. nota 87, p4a• .OC.
-313-
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N. MESADO
28
paralelos en el de la sep. núm. 17 de la necrópolis de La Joya), fechado en el s. VI a. d.
C. (69); y otro del período chipriota clásico, que Gjerstad fechará entre el 475 y el325 a.
d. C. (70). Salvo el hallado en Boliche, estos brazaletes acorazonados están exentos por
hoy de nuestras costas mediterráneas, teniendo su foco principal en la cuenca atlántica del SO peninsular.
A lo largo de estas páginas hemos visto -según autores precitados- la mediterranización que sufren en el s. VI a. d. C. a través de la aculturación semita, diversos
asentamientos enraizados en el Hierro I, cronología que se viene discutiendo en
nuestro yacimiento de Vinarragell, pues para ciertos investigadores su horizonte
colonial habría que situarlo en la segunda mitad del s. VII a. d. C.
En líneas generales tal problemática tendría como centro de disención la vertiente
postulada por O. Arteaga, para quien el período de influencia fenicia de Vinarragell
quedaría comprendido entre la fundación de Ibiza (-650) y Marsella (-600) (71), y la que
personalmente defendemos desde los inicios de los trabajos en el yacimiento y que ha
sido matizada recientemente (72), ya que para C. Aranegui tal aculturación ubicaríase
entre la fundación de Ampurias (-575) y la batalla de Alalía (-535) (73). Por todo lo cual
creemos de sumo interés finalizar el presente estudio con unos comentarios sobre la
fíbula de pivote del Pozo l.
5. CONSIDERACIONES EN TORNO AL PUENTE DE FIBULA DE PIVOTE
PROCEDENTE DE LA ((FASE ICn
Dado que la estratigraña expuesta - con sus correspondientes hallazgos- poco
aporta a los conocimientos que sobre el tell tenemos (como hemos visto siguen
configurándose los mismo períodos culturales que dimos en 1974) (74), dedicamos el
final del presente estudio al comentario de la fíbula recogida en la Fase IC, pieza no
extraña en la exigua metalistería del yacimiento, pues en la 2.a Campaña dimos con
una de sus agujas (75). Pero si en tal ocasión, su encuentro, por ser de superficie,
carecía apenas de interés, este nuevo ejemplar alcanza, o pudiera alcanzar en un
futuro proXimo, todo su gran valor cronológico, ya que ofrece para la cerámica
colonial-fenicia del tell una fecha «antequem» de evidente interés.
Si como anota M.a Victoria Rams la característica fundamental de las ffbulas es
«poseer un ingenioso dispositivo de seguridad que garantiza el cumplimiento de su
función» (76), podemos asegurar que los escasísimos hallazgos peninsulares - trasunto
de su poca aceptación- de las denominadas por Cuadrado «ffbulas de pivote» (77),
(69)
('lO)
(71)
(72)
(73)
(U )
(76)
(78)
(77)
OSUNA y REMESAL: Op. cit. nota 87, P'f. 406.
OSUNA y REM.ESAL: Op. cit. en la nota 87, 1'61. 406.
MESADO y ARTEAGA: Op. cit. en la nota 1, P'J M .
FLETCHER y otroe: Op. cit. en la nota 18, 1'41· 88.
GIL MASCARELL y ARANEGUI: Op. cit. en la nota 20, P'J. 84.
MESADO: Op. cit. en la nota S. p4p. 146-147.
MESADO: Op. cit. en la nota 3, páp. 82 y fi¡¡. 42.
M.• V. RAMS: «Avance a un eat.udio d e lao fíbula Ibérica& d e la Pr-ovincia d e Valencia• . A.P .L., XIV. Valencia, 1975, páp. 1S9 a 166.
E. CUADRADO DIAZ: «~enteo y prototípoo de la fíbula anular hiopánícaJO. Trabajoo de Prehiotoria, VIL Madrid, 1963.
- 314 -
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VINARRAGELL
29
residen en estar exentas de tal dispositivo - bucle o muellEr- por lo que su técnica es,
a todas luces, primaria (78). De las pocas fíbulas de pivote que la bibliografía peninsular registra (79), haremos referencia por conocerse bien sus contextos arqueológicos, a
los ejemplares de Sanchorreja, Agullana y El Molar.
·
a) Sanchorreja.
El poblado de «Los Castillejos» (Sanchorreja-Avila) fue descubierto en 1929 por
Claudio Sánchez Albornoz. En 1931 se inician los trabajos de excavación bajo la
dirección técnica de J . M. Navascués y E. Campa, dándose con un escondrijo de
bronces. En 1932 y 33 se efectúan nuevas campañas y en 1934 múltiples sondeos en
busca de su necrópolis, que no se localiza. Los resultados de estas campañas serán
publicados en 1958 por J. Maluquer de Motes, basándose en los diarios de excavaciones de los años 1932 y 33 que redactara Navascués (80). Desde los iniciales trabajos de
1931 se ponen de relieve en todo el castro dos momentos culturales distintos: un primer
hábitat o nivel antiguo con cerámica a mano decorada polícromamente, incisa y excisa
(en los diarios llamada de Boquique). Entre el resto de su ajuar caben mencionar los
molinos barquiformes y una metalurgia de bronce autóctona, que fabrica agujas,
punzones, fíbulas de codo, y de doble resorte que acabará predominando en el nivel
superior. También se documentan útiles sencillos de hierro, pero sin poderse demostrar que se hubieren fabricado en el propio castro. Como en Vinarragell también se
daran en Sanchorreja las fusayolas fabricadas con cabeza de fémur, similares a las
encontradas en los niveles inferiores de Cortes de Navarra (81). Se utiliza desde un
primer momento el arco y las flechas.
La segunda etapa, que cubre también todo el castro, abandona la cerámica excisa,
incisa tipo Boquique, y la polícroma. Domina la hecha a mano con decoración de
«peine» (tipo Cogotas o necrópolis de Chamattí de la Sierra), y aparece la cerámica
torneada decorada con simples temas geométricos. Siguen perviviendo los molinos
barquiformes (evidente desconocimiento del tomo), y la metalurgia local sigue fabricando fíbulas de doble resorte. La industria del hierro se enriquece, documentándose
una artesanía local. Las viviendas, aunque toscas, se construyen de piedra. En un
momento impreciso de este horizonte se fortifica la acrópolis con una muralla que
llegará a los 10 m. de potencia (82). Se excavan varias habitaciones, hallándose en
varias de las chozas hogares idénticos a los encontrados en Vinarragell, pues estarán
formados «por una gruesa capa de barro que descansa sobre un lecho de gorrones o
piedrecillas» (83).
Ambas fases se nos dice que se superponen sin «hiatus» cultural, por lo que el
(78) IAa llbWu" Yienm ~ por 1\1 popWaridacl y ...:asa Yida activa (eauaa ele 1\1 &a¡ilidacl) y por ou variada tipolotfa
(lmpoaieiooeede modaa, et:ruu y c:ome.cío). COinO uno de loa pri.ac:ip&le. «fóále. di~ de la ~hialori.a (CUADRADO: Op. ciL nota 77, pq.
140).
(19) R. NAVARRO: .X.. llbWu en Catalul\aJt. lnatltuto de Arqueolotfa y Prehlatoria Unívenidad de Ban:elona. PubUeacionaa eventuaiM,
nllm. 18. Barcelona, 1970, pq. 44.
(80) J. MALUQUER DE MOTES: •El Cutro de Loa Cutillejoa en Senchorreja, AvUp. Selamanca, 1968. ~~- 3.
(81) MALUQUER: Op. c:iL en la nota 80, P'r. 91.
(82) MALUQUER: Op. c:iL en la nota 80, P'r· 34.
(88) MALUQUER: Op. cit. en la nota 80. P'r. 29.
- 315 -
[page-n-317]
30
N. MESADO
Fi¡. 18.-MAPA DE LA DISTRIBUCION DE LAS FIBULAS DE PIVOTE Y DE BUCLE. 1, A¡ullana
(Gerona); 2, El MolA (Tarragona); 3, Valtierra (Navarra); 4, Cortes de Navarra (Navarra);
6, Tossal Red6 (Teruel); 6, Numancia (Sorla); 7, La Mereadera (Sorla); 8, Valdenovlllos
(Guadalajara); 9, Carabias (Guadalajara); 10, La Olmeda (Guadal.ajara); 11, Sanchorreja
(Avila); 12, El Berueco (Salamanca); 13, A¡uUar de ~ita (Guadal.ajara); 14, Grie1os
(Teruel); 16, Nules (Caatell6n); 16, VINARRAGELL (Burrlana-Castellón); 17, Rochelon¡ue
(Agde-Francia).
-316 -
[page-n-318]
VINARRAGELL
31
horizonte superior sería la lógica evolución del primer hábitat, sin etapas de destrucción que justifique la dara disención material de ambos niveles. Los inicios de la
segunda fase del poblamiento «marcará en la Meseta el paso de la primera a la
segunda Edad del Hierro)), Con las reservas consiguientes Maluquer acepta una
cronología para la fase antigua (Sanchorreja 1) entre el 700 y el 500 a. d. C.; para la
fase posterior (Sanchorreja m, del 500 al 400 a . d. C. La duplicidad cronológica del
primer período sobre el segundo se basará en «que el nivel antiguo dobla en potencia
al reciente)) (84).
De las cuatro fíbulas de pivote que se mencionan, tan sólo queda localizada la
inventariada con el núm. 36, que sería encontrada «en el4.0 pique general del Sector
A)) - campaña de 1933--- y ya «por debajo de los pavimentos)) (85) del nivel de incendio
y destrucción (sigla «C)) del croquis de Maluquer) por lo que fue retirada del nivel «d)),
cuyo contexto arqueológico más destacado lo componen dos fíbulas de bronce de doble
resorte, un fragmento cerámico con incisiones, otro torneado y una plaquita de hierro
(86); este mismo horizonte cultural tributará cerámica decorada con peine, algún
fragmento de Boquique y exciso (87).
El «quinto pique)) atacará ya el auténtico nivel fundacional del yacimiento (sigla
«e)) del croquis), en el que está ausente la cerámica peinada, siendo abundante la
incisa, excisa y - por primera vez- la cerámica a mano con policromía (88).
Observamos, pues, que este puente de fíbula de pivote de Sanchorreja encaja en un
2.o Horizonte Cultural del Castro, nivel que precederá a la aparición de las importaciones de la cerámica torneada de tipo ibérico, por lo que en la cronología de Maluquer
caería dentro deis. VI a. d. C., pues precede a la 2.• Edad del Hierro de la Meseta que,
como hemos visto, queda en Sanchorreja fijada entorno al -500.
Con anterioridad - 1931- en la parte alta del nivel cultural inferior del poblado
(por ello en el mismo nivel de la fíbula) fue encontrado un depósito de bronces entre
cuyas piezas destaca un broche de cinturon con decoración orientalizante (grifo sobre
palmeta caliciforme) que Maluquer y A. García Bellido fecharán a finales del s. VI,
trayéndolo este último, incluo, al s. V (89).
Para Maluquer la cerámica de «tipo andaluz)) o «ibérico)) pudo llegar a Sanchorreja
desde la cuenca del Ebro y del Mediodía Peninsular no antes de mediados del s. IV a. d.
C., pues está ausente en Cortes de Navarra (90); pero para la cronología del momento
fundacional de Castillejos habrá que recordar que ya desde un primer momento está
presente, en objetos de uso corriente (importados según Maluquer), el hierro, que en
zona tartéssica, en los yacimientos orientalizantes del s. VII, es más bien escaso, por lo
(84)
(86)
(88)
(81)
(88)
MALUQUER: Op. cit. .a la
MALUQUER: Op. cit. eo la
MALUQUER: Op. cit. en la
MALUQUER: Op. cit. en la
J . MALUQUBR DE MOTES:
Sa1amaDca.
1867,
pq.
"'p.
nota 80,
93-98.
nota 80, pq. 12.
nota 80, pq. 84.
nota 80, pq. 12.
«La cerimica pint8da hallatática clelniYel inf.tor del Cutro
288.
(89) A. GARCIA Y BBLUDO: «Lo. bronc:ee ~. Tart.eoe. V Sympo.iWD Intemaciooal
(90) MALUQUER: Op. cit. eo la nota 80, pq. 62.
-317-
[page-n-319]
~
N.ME~
que su difusión interna peninsular debió acontecer a lo largo del s. VI, en especial en
su segunda mitad.
b) Agullana.
La necrópolis de Agullana es sobradamente conocida. Para P. Palol, su excavador,
la fíbula de pivote que tributó el enterramiento núm. 69 tendría sus orígenes en
modelos de la Italia del Norte, siendo su tipo una derivación egeo-sicúlica (91). La
cronología -según este autor- habría que colocarla hacia el 650 o un poco antes, y
por la tipología de la urna que la acompaña, en Agullana 11. Para M. Almagro esta
fíbula tendría un origen Mediterráneo (crético-chipriota) (92), hecho que acepta M.
Almagro-Gorbea, para el que tal fíbula, por su aspecto antiguo estaría cercana a los
ejemplares de tradición chipriota, fechándola en el s. Vlll a. d. C. (93), alta cronología
ya apuntada por Cabré (94). L. Bernabó Brea cree que su más firme paralelo estaría en
fíbulas sicilianas más directamente que en la Italia Septentrional, señalándonos entre
los siglos IX y VTII a. d. C. relaciones entre Sicilia y Espa.ña a través del comercio
fenicio (95). Pero faltaría explicarnos por qué la fíbula de pivote está ausente de los
yacimientos coloniales del SE peninsular.
En Vinarragell el puente de esta recia fíbula fue retirado de un nivel precedente al
horizonte colonial, y ni una sola de estas fíbulas, que sepamos, ha sido hallada en
claros ambientes fenicios en los que es popular la fíbula de doble resor~. La explicación, como anota M. Almagro (96) podría estar en la mayor cronologí.a de los prototipos de pivote frente a los de doble resorte, lo que indicaría unos contactos comerciales
fenicios más tempranos para la fachada del NE mediterráneo que para el Mediodía
peninsular, cuyo <
Cataluña (ejemplares de Agullana y El Molar) hacia el norte y costa de Levante, Nules
(Castellón), Numancia, Sanchorreja (Avila) y Berrueco» (97). Pese a sus escasísimos
hallazgos parece, por la dispersión que alcanza, que fue aceptada por la población de
esta zona peninsular, pues es evidente que sólo en contextos ya tardíos de ajuares
indígenas hace aparición. Nadie niega la supremacía cronológica de la fíbula de
Agullana sobre la de puente rectangular que, con evidencia, deriva de aquella; pero la
rusticidad que conllevan las rectangulares alcanza en el ejemplar de Vinarragell
mayor nota, siendo también la de mayor puente, detalle éste que no creemos sirva para
fijar, frente a las piezas menores, supremacía cronológica, como puede ocurrir con las
de doble resorte (98), aunque sí es cierto que los boliches terminales del puente de
(91) P. PALOL: •lA Necrópolit Hallatática de A¡ullana (Gerona)ot. Bibliotbeca Paehittotica Hiap&na, Vol. l Madrid, 1968, ~- Z13.
(92) M. ALMAGRO: ocSobre el ori1en potible de 1u mú anti¡uullbulu anularea tu.pinieu». Ampuriu, XX VID. Bercelona, 1966, ~- ZZl
y 232.
(93) ALMAGRO OORB&A: Op. ciL en la nota 21, l'il· 111.
(94) S. VILASBCA: •BI poblado '1 la necrópolit de Moli ~ona)o. Acta Arq~teolócica tn.púica, l Madrid, 1943, l'il· .S.
(86) L. BBRNABO BREA: oLa Sicilia prehi8tórica y - relacio.- ecm Orieote '1 con la Penlnwla JWrica>1. Serie Arqueol"'Ía l. Cooajo
Sllperior de lovwti¡aciooee Cieodllcu, Becuela BepaAola de Hiatoria y ArqueolOI!a de Roma. Madrid, 1954, ~- 218.
(88) ALMAGRO OORB&A: 0p. ciL en la nota 21. p4aL 101, 102 y 103.
(97) NAVARRO: 0p. c:iL eo la nota 79, J>il. 44.
(88) H. SCHUBART y H. O. NIBMBYBR: ..,...,._.., loa hi~ fmiciot y el IOMIItamlento en la ~bocadutt del rio Allanobolt.
Bxc:avaci.,.,.. Arqlleol6cic:u en BtpaAa, 90. Madrid, 1V76, J>il. 22111.
-318-
[page-n-320]
VINARRAGELL
33
Vinarragell son esféricos al igual que los de la pieza de Agullana, mientras el resto de
las fíbulas que comentamos los presentan aplanados o en timbal. No negamos que la
fuerte oxidación que presenta el puente de nuestra pieza, haya podido deformarla, pero
estamos seguros que ya en su origen fue una pieza rústica empleada, dado su tamaño,
por los pastores trashumantes del interior (recordemos que la primera población de
Vinarragell tiene origen bajoaragonés) (99) para abrochar sus recios vestidos (mantos
o capas) (100).
Las piezas de pivote con puente rectangular es evidente que han sufrido una
«iberización» con objeto de hacerlas útiles en la indumentaria del indígena, en
detrimento de aquellas piezas primeras (de «tipo chipriota»), caso de la fíbula de
Agullana.
e) Molá.
La tercera de las fíbulas de pivote con filiación segura procederá de la necrópolis
tarraconense de Molá. Fue encontrada suelta, por lo que desconocemos el resto del
ajuar que la comportó, aunque conviene recordar que, salvo otras fíbulas de doble
resorte y casi con probabilidad los objetos de hierro (evidentemente nuevos elementos
absorbidos), la necrópolis responde a la cultura de Campos de Urnas del NE peninsular.
Cuatro de los cinco enterramientos que tributaron hierro situábanse en el sector de
Poniente de la necrópolis, por lo que Vilaseca cree puedan ser de su último momento,
fechando la necrópolis en los s. VIII-Vll a . d. C.; cronología alta para M. Almagro y
que para L. Pericot abarcaría del 850 al 550 a . d. C. (101). Alma.gro-Gorbea en trabajo
más reciente incluye la fíbula de pivote de esta necrópolis (pese a ser de puente
rectangular) en su fase más antigua (102), y la introducción del hierro y la fíbula de
doble resorte -elementos orientalizante&- en el período V, abarcando todo el s. vn a. d. C.
6. FINAL
Y para concluir recordaremos de nuevo que el puente de la fíbula de pivote de
Vinarragell fue retirada del Nivel IC a 0'60 m. por debajo del nivel colonial o Fase 11.
Otra fíbula perteneciente a un contexto cerrado -la del enterramiento núm. 69 de
Agullana- , hace también acto de presencia entre un material no orientalizante, y si
nos atenemos a la alta cronología que viene recibiendo (s. VIII a. d. C.), habría sido en
su horizonte cronológico (caso de proceder de ún comercio arcaico Mediterráneo),
pieza sin otro contexto exótico en el área geográfica de su distribución peninsular,
hecho bastante anómalo, por lo que su entrada en la Península (es el hallazgo más
septentrional), pudo no ser marítima. Dicha fíbula habría sido incorporada a un ajuar
de Campos de Urnas, procediendo, como anota Palol, de modelos de la Italia Septen-
(99)
(100)
(101)
(102)
MESADO: Op. cit. en la nota 3, pq. 161.
RAMS: Op. cit. en la nota 76, pq. 139.
VILASECA: Op. cit en la nota 94, pqa. 28, 26, 66, 59 (núm. 72) y 60 (núm. 78).
ALMAGRO GORBRA: Op. cit. en la nota 21, pága. 101. 102 y 126.
- 319 -
[page-n-321]
N. MESADO
trional, cuya proximidad con el área norteña de Cataluña es evidente. Por ello su
distribución quedará vinculada al cuadrante NE, siendó sintomática su no existencia
en zona tartésica. La ffbula de Vinarragell (como todas las de puente rectangular)
deriva del prototipo Agullana, por lo que se aleja, tanto estilística como cronológicamente, de él. Por los escasos hallazgos podemos observar como la ffbula de pivote de
puente rectangular aparece vinculada a una fase tardía del Hierro I (Bronce Final de
otros autores) en inminente contacto con el impacto colonial fenicio. En este sentido
habría que mirar ese último ajuar de Agullana compuesto por el enterramiento núm.
184, cuyas urnas globulares imitan galbos Mediterráneos, estando su metalistería
representada por dos singulares piezas: una hebilla de tipo ibérico y una ñbula
escaleriforme que, por el hallazgo submarino de Rochelongue parece convivió con
otras piezas no extrañas en las necrópolis ibéricas de un p~imer momento (103). Hay en
dicho yacimiento francés otra ffbula de tipo serpentiforme y un puente rectangular
perteneciente a una ffbula de pivote. Tanto esta última como la escaleriforme vienen a
coincidir en su ~istribución peninsular (fig. 13), por lo que la cronología que viene
dándose al enterramiento núm. 184 de Agullana (s. VI y en su tránsito al V a. d. C.)
(104), y en tomo al 600 (105) o en la primera mitad del VI a. d. C., pudo ser la de esas
raras piezas que denominamos «escaleriformes» y de ((pivote con puente rectangular>
>.
Para los autores ·que publican las ffbulas de Rochelongue (106), no habría duda de su
coetaneidad. Como harán observar, las serpentiformes se hallan sobradamente estudiadas en la Italia Septentrional, donde aparecen a mediados del s. VII, siendo ya
abundantes alrededor del -600, para desaparecer a mediados del s. VI a. d. C. (107), por
lo que todas las ffbulas peninsulares de pivote con puente rectangular podrían situarse, como mucho, en la primera mitad del s. VI a. d. C. (108).
(108) J . MALUQUBR DB MOTBS: «Nu..-oe clatoe pera el Mtudio del COIMI"Cio prenomano en el Medit.mneo Ocddentabo. Pyrenaa, 2.
BarceloDA, 1888, p4p. 18& a 180.
(UM) ARANBGUl: Op. cit.. en la not. M. p4p. l
(108) J . ARNAL. A. BOUSCARAS, B. HUGUBT, J. PBYRON et D. ROB~ -Qu.lqu. ll~laa du ~p6t Marin ele RochelOille (Aade,
Herault)t. P)nDae, 8. &rc.lona, 19'70, p4p. 52 a 118.
(107) ARNAL 1 Op. cit.. en la not. 106., pq. 118.
(108) La flbula ele VlJW'J'qell, oon aua doa bolkbaa t.rmina1aa. COO>Mrva cierto paralelo aatill.tico oon el puent. de la llbula de la colección
Cuúvell de M61ap. flbula conaidencla IIIDCIClem» y coont..porúea de la flbula da Certoa• (SCHUBART y NIBMBYBR: Op. ciL en la not.
88,
pq. 22'1).
-320 -
[page-n-322]
N. MESADO.- Vinarragell
Lám. l.-Sondeo l. Cimentación de muro, en el nivel lA, vista vertical y frontal.
LAM. 1
[page-n-323]
N . MESADO.- VInarragell
LAM.ll
Lám. U.-8ondeo l. Detalle del muro del pat·amento NE. tt·a s haberse s iluetado los adobes.
-322 -
[page-n-324]
LAM.Ill
N. MESADO.- Vinarragell
Lám. m .-Sondeo l. Base del nivel IC. A, punto donde .se halló la fíbula. B, el nivel ID con el inicio
de s u poceta. e, Hbolos» perten ecie ntes a l basamento del muro del nivel lA, e inicios de
la vieja galeria.
- 323 -
[page-n-325]
LAM. IV
N. MESADO.- Vinarragell
Lám. !V.-Sondeo l. 6, fragmento inciso del nivel lB. 16, puente de la fibula de pivote del nivel IC.
- 324 -
[page-n-326]
N. MESADO.- Vinarragell
Lám. V.-sondeo l. Cerámica policroma y botón de hueso de la Fase ll.
LAM. V
[page-n-327]
N. MESADO. -Vinarragell
Lám. VI.-Sondeo l. Cerámica ibérica del nivel de humus.
LAM. VI
[page-n-328]
N. MESADO.- Vina.rragell
LAM.VIl
[page-n-329]
[page-n-330]
ARCIUVO DE PRBHI8TOR1A LBVAN'nNA
Vol XVlD (Val-=ia, 1888)
LORENZO ABAD CASAL
(Alicante)
UN TIPO DE OLPE DE BRONCE DE YACIMIENTOS IBERICOS LEVANTINOS
l . INTRODUCCION
En el mes de septiembre de 1981, durante la primera campaña de excavación del
yacimiento ibérico de El Oral (San Fulgencio, Alicante), se encontró un jarro de
bronce de asa sobr~elevada, de un tipo poco común, que parecía de origen etrusco.
Algún tiempo después hemos tenido ocasión de estudiar otros jarros similares, entre
ellos uno casi idéntico, y aún inédito, aparecido hace años en la tumba número 255 del
Cabecico del Tesoro de Verdolay (Murcia). Es nuestra intención presentar en este
trab~jo un avance de su estudio, como homenaje a D. Domingo Fletcher, a quien tanto
debe el conocimiento de la cultura ibérica.
Deseamos dejar constancia de nuestro agradecimiento a una serie de personas que
han facilitado considerablemente nuestra labor: Ricardo Olmos, Miguel A. Garcfa
Cano, Enrique Llobregat y Rafael Azuar, que ·permitieron el estudio y toma de
muestras de los jarros en el Museo Arqueológico Nacional y en los de Murcia y
Alicante, respectivamente; Ricardo Mora, Alfonso García de Gamarra y Ricardo
Pajares, de la Empresa Nacional del Aluminio, en Alicante, que realizaron los análisis
y radiografías de las dife1·entes piezas; P. Guzzo y G. Camporeale, que respondieron
amablemente a nuestras consultas, y Manuel Bendala, María Dolores Sánchez de
Prado y María Francia Galiana, que son autores, junto con el firmante, de los dibujos
que ilustran este trabajo.
2. LOS JARROS Y SU PROCEDENCIA
Se trata de un olpe de perfil en forma de S, con cuello ligera,mente troncocónico,
borde exvasado recto y labio más o menos redondeado; el fondo es plano y se diferencia
- 329-
[page-n-331]
2
L. ABAD
-·-
Fig. 1.-0lpe de El Oral (San Fulgencio, Alicante).
[page-n-332]
OLPE DE EL ORAL
S
del cuerpo del vaso mediante hna moldura de perfil también redondeado. Su detalle
más característico es el asa sobreelevada, de sección ovoide, que remata en una cabeza
de ánade de forma alargada, con ojos redondeados y protuberantes; el pico, de sección
triangular, constituye el nexo de unión entre el asa y el borde del vaso, mientras que
por el extremo opuesto éste tiene lugar por medio de un ensanchamiento de forma
trapecial. Las paredes de estos recipientes son bastante delgadas, aunque el hecho de
que todos ellos se encuentren completos o restaurados ha dificultado la medición de su
grosor.
Hasta el momento tenemos localizados cuatro jarros de este tipo en la Península
Ibérica: dos que proceden de yacimientos conocidos, descubiertos durante excavaciones arqueológicas oficiales (los de El Oral y El Cabecicc;> del Tesoro), y dos conservados en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid, de origen desconocido, pero que,
según nos ha informado amablemente R. Olmos, pueden proceder de Italia y haber
llegado al Museo a través del comercio de antigüedades del siglo XIX.
l. Olpe de El Oral (San Fulgencio, Alicante) (fig. 1)
Apareció en un poblado ibérico antiguo, cuya vida se desarrolló principalmente a
lo largo del siglo V y durante el primer tercio del siglo IV a.C. (1); este poblado
muestra un urba.nismo bastante desarrollado, con grandes casas, plazas y calles. En
una de estas casas apareció el jarro, cuidadosamente oculto -de lado y cubierto por
un trozo de ánfora- en el banco de adobes de una habitación que proporcionó
abundante material cerámico: cuencos y platos grises y pintados, ánforas, urnas de
orejetas pintadas, etc.; el banco se encontraba bastante destruido, pero aún podían
apreciarse las huellas de la ocultación.
El jarro, de unas dimensiones de 18'1 cm. de alto (22'9 cm. si incluimos el asa
sobreelevada), 6 cm. de diámetro en la boca, 7'6 cm. de diámetro máximo, y 4'6 en el
pie, se conserva completo, aunque bastante alterado por la corrosión; es la más
estilizada de todas estas piezas, tanto en lo que se refiere al cuerpo del recipiente como
a la cabeza de ánade del asa, más delgada y alargada que en los demás. En el centro del
asa existía en el momento de su aparición una gruesa eflorescencia que, al ser retirada
durante el proceso de limpieza, ha reducido ligeramente el grosor del asa; el pie se
destaca nítidamente del cuerpo del recipiente y, a diferencia de los demás, el fondo no
es completamente plano, sino que muestra un ligero rehundimiento en su exterior.
La pieza ha permanecido inédita hasta el momento, con breves referencias a cargo
de Llobregat (2), que lo considera etrusco, de la segunda mitad del siglo V a.C., y del
propio autor de estas Hneas (3).
(1) L. ABAD CASAL: •El poblaml..,to ib6ric:o en la provinda
~p. 143-45.
(2) E. U.OBRBOAT: •Iberia y Btruria; notas para una rniai6o de relacion-. Lucentwn, 1. AlicaDta. 1 - pq.. 61 1 a
(8) ABAD CASAL: 0p. cit. en la nota 1, 1987.
ABAD CASAL: ()p. cl&. an la nou 1, 1988. ~ 143 y -.
Jaén, 198&1t. Ja.,, 1987, pq.. 167 1 -.
L. ABAD CASAL: «BI On.bo. Bn «A!queolotfa en Alicante: 1976-1986». Alicanu, 1986,
-331 -
[page-n-333]
L. ABAD
i
'
.
.
1
.
.
.
---
-
3
Fic.
Pie.
2.-0lpe del Cabecico del Tesoro (Ve.rdolay, Murcia).
8.-0ipe del M.A.N.
-332 -
[page-n-334]
OLPE DE EL ORAL
2. Olpe del Cabecico del Tesoro (Verdolay, Murcia) (fig. 2 y lám. I,B)
Se trata de una necrópolis excavada en los años cuarenta por G. Nieto y su equipo
de colaboradores, del que hasta el momento sólo se han publicado algunos avances
s
parciales (4). De los estudios de M. A. García Cano sobre la. cerámicas griegas y de
barniz negro (5), se deduce que su período de utilización aba.r ca desde las últimas
décadas del siglo V hasta comienzos del siglo II a.C.
El olpe que nos ocupa apareció en la sepultura número 255, situada a una profundi.dad de 0'60 m. y en un lecho de cenizas. Tiene el número de inventario 2.176 y se
encuentra expuesto en la sala II, vitrina 2, del Museo Arqueológico de Murcia. Junto
con él, el ajuar de la tumba estaba compuesto por dos páteras de cerámica ibérica, de
pasta ocre y pintadas a base de líneas concéntricas de color castaño oscuro (fig. 5); la
número 2.174 presenta un engobe exterior de color más oscuro que la pasta y conserva
aún toda su decoración; ésta ha desaparecido por completo, en cambio, en la número
2.175. La pieza número 2.177, que correspondía a un recipiente de cerámica común
ibérica, muy quemado por el fuego, no se ha podido localizar en los almacenes del
museo.
El olpe del Cabecico del Tesoro tiene unas dimensiones de 18'1 cm. de altura (22'7 si
incluimos el asa sobreelevada), 5'1 cm. de diámetro en la boca, 8'1 en la parte central
del cuerpo principal y 5 en el pie; se encontraba bastante dañado en el momento de su
aparición, pues le faltaba parte de la zona central del cuerpo; fue trasladado al
Instituto de Restauración de Madrid, donde se le rellenaron las partes desaparecidas y
se protegió con un barniz. El jarro presenta una notable asimetría, y es sin duda el más
irregular de todos los que conocemos, aunque posiblemente parte de esta asimetría no
sea original. Su forma general es bastante parecida a la del jarro de El Oral, al que
también se equipara en altura, tipo-de borde y pie; no obstante, es de mayor diámetro y
menos estilizado. La cabeza de ánade que remata el asa sobrelevada es asimismo más
gruesa y de menor altura. Hasta el momento se encuentra inédito.
.
3. Olpe del Museo Arqueológico Nacional de Madrid (fig. 8)
Tiene el número de inventario 9.857, y sus medidas son 18'9 cm. de altura (24'2 si
incluimos el asa sobreelevada), 5'5 cm. de diámetro en la boca, 8'1 cm. en la parte más
ancha del cuerpo principal y 4'9 cm. en el pie. Se diferencia principalmente de los dos
anteriores en el hecho de que el borde es en este caso más fino y aplanado, y el pie
menos redondeado; la cabeza de ánade es más gruesa que la de los anteriores, y quizás
la mejor conservada de todas ellas. El estado del recipiente es bastante bueno, y ha
sido tratado en el laboratorio del Museo con óxido de cobre y posteriormente bañado
en cera. Procede, al igual que el siguiente, del comercio de antigüedades del siglo XIX,
Y. es posible, aunque no se pueda asegurar con total firmeza, que proceda de Italia. Fue
(4) O. NIBTO GAU.O: O!La -=rópoU. ~ca del Cabecico del T - Verdoi-.Y (Mwcia)o. Crónica del W
Murcia, 1947, p4p. 176 7 -.
( &) M. A. GARCI. CANO: ~cu Jri.... de la ,...;6n de MurclP. Murcla, 1982, p4p. 81 7 -.
A
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Concreeo A.rq--J6cioo del
- 333-
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[page-n-335]
L. ABAD
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Flg. 4.-a: Olpe del M.A.N.; b: Olpe de Córdoba, según M. Pous.
-334 -
[page-n-336]
OLPE DE EL ORAL
7
ya publicado por Thouvenot en su obra sobre los bronces del MAN (6), quien hace de él
una descripción bastante ajustada, aunque da unas medidas ligeramente superiores a
las reales. Posteriormente, Blázquez lo incluyó en su trabajo sobre los recipientes de
bronce del MAN (7) y lo consideró de época romana republicana, debido a la presencia
de la cabeza rle ánade, relativamente frecuente en este momento como adorno de
lámparas de bronce. Se desconoce su contexto.
4. Olpe del Museo Arqueol6gico Nacional de Madrid (fig. ~)
Tiene el número de inventario 18.568, y sus medidas son 9 cm. de alto (13'1t·m. si
incluimos el asa sobreelevada), 3'1 cm. de diámetro en la boca, 4'1 cm. en la parte más
ancha y 3 cm. en el pie. El borde está a medio camino entre el anterior ejemplar del
MAN y los de Alicante y Murcia; sigue siendo aplanado, pero proporcionalmente es
más grueso y redondeado que el anterior, lo que lo aproxima a los ejemplares del
sureste; el pie es asimismo más redondeado, y la cabeza de ánade resulta desproporcionalmente grande e.1 relación con las dimensiones totales del vaso, sobre todo en
anchura. Perteneció a la colección Saavedra y, como el anterior, parece que procede
del comercio de antigüedades con Italia del siglo XIX. También lo incluyó Thouvenot
en su catálogo (8), aunque en este caso con unas medidas ligeramente inferiores a las
reales, y, al igual que el anterior, fue datado en época republicana por J . M. Blázquez
(9). Se desconoce su contexto.
3. EL TIPO DE RECIPIENTE
Los jarros de bronce constituyen, en general, uno de los objetos de lujo más
difundidos por todo el Mediterráneo durante el primer milenio a.C. En las últimas
décadas, y tomando como punto de partida el trabajo clásico de Jacobstahl (10), se les
ha prestado bastante atención, prueba de lo cual son los numerosos estudios realizados
sobre jarros de bronce fenicios, tartésicos, etruscos y griegos, y más concretamente, en
los últimos años, las monografías de García y Bellido (11) sobre los jarros tartésicos,
Guzzo (12) sobre los etruscos, Shefton (13) sobre los «rodios», Bouloumié {14) sobre los
«Schnabelkanne)) y Weber (15) sobre varias formas en particular. Tradicionalmente se
ha venido defendiendo la tesis de que existen dos grupos principales, uno griego y otro
(6) R. THOUVENOT: «Catalope dM fiprinea et obj- de brome du Muúe Arch~IOflqua Natlonal da MadriciJO. Bordeaux. 1927, ~· 96,
ndm. 482.
(7) J . M. BLAZQUEZ: • Recipiente. de bronce del MUMO Arqueolócico Nacionabt. Archivo Eepaftol de Arqueolocla. núm. 88. Maclricl, 1960,
~· 197, 1.8.
(8) THOUVBNOT: Op.cit. en la n<>'a 6. ~. 96. ndm. 481.
(9) BLAZQUEZ: Op. cit. en la nota 7, ~. 197. 1.3.
(10) P. JACOBSTAHL: «Die Schnabelbnnen. Ein Beilral zu.r Geechichte dM vorriimi«ben lnlpo111 m&rdlich dar Alpen». Berlln. 1929.
(11) A. GARCIA Y BBUJDO: «Materialee da arqueolocú híepano-púnica; loe jvroe de bronc.,.. Archivo Eepdol da Arqueololfa, nthn. 29.
Madrid. 1966, p4p. 8&-10..
(12) P. B. GUZZO: •Una elaae di broceJ>eg in bronzoot. Rencliconú Linc:ei, 8,
~· 26.
(13) B. B. SBEFTON: «Die 'r6diaehen' Bronsakallnen». M.orbw-r. 1979.
(14) B. BOULOUNIB: t
(15) T. WBBBR: •BroDIKannen. Studen su aue~ewihlten uclW.c:hen und KlaaoiaclMn Olnoc:hoe(omoen aue Metall in Greic:Mnland und
&tzuri...,.. Prenltfurt, 11183.
-335-
[page-n-337]
L. ABAD
8
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2174
p¡g. 6.-Piteras ibéricas del Cabecico del Tesoro (Verdolay, Murcia).
fenicio, que .se difunden por el Mediterráneo -más los segundos que los primeros- y
que son los modelos que copiarán etruscos y tartesios.
·
De todas formas, la mayor parte de los estudios se han centrado sobre los jarros de
mayor valor artístico y decorativo, ya sea por una decoración figurada o no, ya sea por
una forma que se sale de lo corriente. Menor ha sido, en cambio, el interés por los
jarros simples, de formas sencillas y carentes de decoración. Por ello, son muy pocos
los trabajos a los que se puede recurrir en el estudio de nuestros olpes.
De los autores antes citados, y de otros varios que podrían traerse a colación, sólo
Guzzo, Camporeale y Weber han dedicado su atención a jarros tipológicamente semejantes a los nuestros. El primer autor estudia un tipo de jarro etrusco de bronce
caracterizado por la presencia de una cabeza de león en el extremo inferior del asa
(16); mediante el estudio de la dispersión de los ejemplares conocidos establece el
(16) GU7.1.0: Op. cit.. .,. la Dota 12.
"'*- 8'7 y
-.
-336-
[page-n-338]
OLPE DE EL ORAL
9
centro de producción en Vulci, le asigna una cronología desde fi.nales del siglo VI
hasta mediados del V a .C. y cree que derivan, en cuanto a su forma, de ejemplares más
esbeltos y alargados, con asa de sección laminar, pie moldurado y sin cabeza de león en
el asa, datados en la primera mitad del siglo VI (17).
Uno de los olpes que Guzzo considera como precedente del conjunto que estudia, el
de la tumba 51 de la necrópolis del Crocifisso del Tufo, en Orvieto, fue estudiado
también por Camporeale, algunos años después, en un trabajo que dedicó a un
conjunto de jarros de bronce etruscos arcaicos (18); se trata de una serie de olpes aunque entre ellos hay también algún oinoco~ procedentes de Etruria, que tienen en
común el estar hechos a martillo sobre una lámina de bronce, con el asa asegurada
mediante remaches bajo el labio y en el punto de mayor anchura del cuerpo; tiene ésta
costillas longitudinales, en algunos casos acompañadas por incisiones horizontales u
oblicuas, y está provista de dos placas de unión, la superior en forma de lengüeta y la
inferior aproximadamente circular y decorada con un motivo esgrafiado en forma de
palmeta; el perfll es airoso, sin interrupciones bruscas, con la boca exvasada, el cuello
alargado y oblicuo, el cuerpo ovalado y el pie, cuando existe, bajo y engrosado.
La fecha del momento de deposición de todos estos jarros se encuentra, según los
materiales que constituyen el contexto de las tumbas en que aparecieron, entre los
años 580 y 560 a.C. y, en cualquier caso, en la primera mitad del siglo VI a.C.
Camporeale (19) sugiere que el lugar de fabricación pudo ser Orvieto, pues es donde
más ejemplares de este tipo se han encontrado, y donde menos numerosos son en este
momento los materiales importados. Cree asimismo que este tipo de recipientes es el
precedente de las producciones típicamente etruscas de la segunda mitad del siglo VI y
comienzos del V, más bajos y achaparrados, con una clara separación entre el cuello y
el cuerpo del recipiente. Algo semejante había apuntado ya Guzzo (20), para quien el
origen de este tipo de olpes pudo deberse a una modificación que los talleres etruscos
introdujeron al copiar los modelos griegos.
Más recientemente, Weber (21) ha establecido tres grupos principales de olpes de
bronce a lo largo de los últimos años del siglo VI y de todo el V: dos griegos (A y B) y
uno etrusco (B etrusco). Del grupo A, griego, se conocerían muy pocos ejemplares, y de
ellos sólo uno de Agrigento podría datarse, por el ajuar de la tumba en que se
encontró, en el segundo cuarto del siglo V a.C. Su centro de producción es desconocido, aunque han aparecido en el santuario de Olimpia y en las proximidades de Delfos,
Corinto y la Argólida. El tipo B, en cambio, es especialmente frecuente en tomo al
golfo de Corinto, donde, según este autor, podría estar su centro de producción. La
versión etrusca, que incluye los olpes estudiados en su día por Guzzo, se encuentra con
en la noca 12, .,q. 100.
(18) G. CAMPORB.ALB: «Un p-upo dí brocchet<~ eau.c:M an:aiche dí """'-· .En •H~ a Oarda y Bellidoot, 2. Mldrid, 19'76, pq.. 156
yaa.
(19) CAMPORBALB: Op. ciL "' la nota 18, pq. 167.
(20) G~ Op. ciL en la nota 12. p4p. 87 y o&.
(21) WBBBR: 0p. c:IL "' la nota U, pq.. UiO y aa.
(11) GtnW: Op. ciL,
-337-
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L. ABAD
10
preferencia en la costa etrusca -sobre todo en torno a Vulci- y en la Campania,
aunque también se encuentra en Grecia y en los Alpes.
El grupo A, de origen griego, se dataría entre los años 500 y 475 a.C., y se
caracterizaría por un cuerpo ovoide, con hombro fuertemente marcado. El tipo B, en
cambio, corresponde a los «doppelkonische Bronzeolpen», ninguno de los cuales se ha
encontrado en un contexto que permita una datación exacta; por ello, Weber (22),
recurre a una clasificación hipotética «from stout to slender». Según esta clasificación, la separación muy poco marcada entre el cuello y el cuerpo, propia de las piezas
más antiguas, se acentúa con el paso del tiempo, hasta volver a hacerse más tenue, y
casi desaparecer, en los últimos ejempla.r es de la serie. Paralelos atenienses en cerámicas de figuras negras y rojas y de barniz negro demostrarían que este tipo de jarros era
conocido en Grecia desde el último cuarto del siglo VI hasta mediados del siglo V a.C.
y contribuirían a confirmar la exactitud de la evolución «from stout to slender»
propugnada por el autor, aunque sin olvidar que los ejemplares más antiguos también
serían «slender>>.
El grupo B etrusco se encontraría estrechamente relacionado con el griego, del que
se diferenciaría por su perfil continuo, sin claras diferencias entre cuerpo y cuello,
como si no hubiera experimentado, en general, la evolución de los ejemplares griegos.
Todos los ejemplares conocidos del grupo A muestran el asa biselada o con
profundas estrías en su parte exterior, y terminada, en la parte donde se une al cuerpo,
en una palmeta. Los del grupo B griego, por el contrario, muestran un mayor repertorio de motivos como remate del asa, ya sea incisos o en relieve: piel de león, hojas,
cabezas de camero, etc. Los etruscos, por su parte, suelen mostrar en este lugar las
figuras de un león o, menos frecuentemente, de sirenas, conejos, carniceros, hojas
apuntadas, máscaras de Aqueloo, etc.
Incluir en esta visión evolutiva los olpes de bronce de El Oral, Cabecico del Tesoro
y Museo Arqueológico Nacional no es tarea fácil. Weber alude a ellos de pasada al
final de los grupos griegos (23), indicando que junto a las formas ya estudiadas existen
en Grecia otros olpes de bronce con boca circular, los cuales han de ser considerados,
en parte, como formas contemporáneas de producción local; entre ellos se incluyen
vasos de Samos, Atenas, Olimpia y Amanthia, y dentro de este mismo grupo, aunque
diferenciado, se hace referencia a otro, compuesto por jarros de Tarento, Londres,
Ginebra y los dos de Madrid. A este último grupo, que es el que ahora nos interesa,
habría que incorporar los olpes de El Oral y el Cabecico del Tesoro, que muestran,
como el de Tarento y los de Madrid -no hay que olvidar que éstos proceden probablemente de Italia, a través del comercio de antigüedades del siglo XIX-, una cabeza de
ánade en la parte superior de su asa; a todos ellos afectaría por tanto la afirmación que
Weber dedica al grupo: la de su pertenencia, sin lugar a dudas, a la época arcaica
(22) WEBER: Op. cit. en la nota 15. "'-'· 158.
162. nóm. 8.
(23) WEBER: Op. cit. en la nota 15.
"'-lf·
-338-
[page-n-340]
OLPE DE EL ORAL
11
(«wohl archaisch sind»). En este mismo grupo, que funciona como un verdadero cajón
de sastre, incluye Weber otros jarros de Orvieto, Gela y Nueva York.
De esta manera, podría diferenciarse un grupo de olpes de bronce formado por los
cuatro objetos de nuestro estudio, además del de Tarento, y caracterizado por la
carencia de decoración en el extremo inferior del asa, así como por la ausencia de
estrías o incisiones a lo largo de ella, motivos que son sustituidos por un prótomo de
ánade ~n su parte sobreelevada; tienen además en común el borde vuelto hacia el
exterior, engrosado o no, pero en cualquier caso macizo y sin decorar, el cuerpo de
perfil continuo, sin solución de continuidad entre sus diferentes partes, y la base
plana, delimitada exteriormente por una moldura más o menos redondeada. Este grupo
mu~stra características individualizadoras dentro de las series establecidas por Weber
y no se adapta por completo a ninguna de ellas; ya hemos visto cómo este autor sólo se
refiere a algunos de sus ejemplares (los conocidos en el momento de redactar su obra)
considerándolos como formas locales contemporáneas de los grupos más importantes
previamente establecidos. Si avanzamos un poco más en su estudio, utilizando los
propios argumentos del autor, parece evidente que nuestros olpes no tienen relación
con el grupo A, el propiamente griego, ya que no muestran ninguna de sus características: cuerpo de forma oval -en algún caso casi trapecial- , hombro fuertemente
marcado, con una nítida diferenciación entre el cuello y la panza, y una palmeta como
remate del asa en su parte inferior.
Más próximos estarían nuestros olpes a los del grupo B de Weber, caracterizados,
como ya hemos indicado más arriba, por la forma bitroncocónica, sin que exista una
línea de hombro excesivamente marcada, al menos en los ejemplares más antiguos y
más modernos. Es en este grupo en el que, como una variante local, incluye Weber a
nuestros olpes, pese a que algunos de sus rasgos los diferencian claramente: el borde,
vuelto hacia el exterior, es recto o engrosado, pero nunca colgante como parece
característico de los del grupo B griego, y carece por completo de decoración, lo que
ocurre también en el extremo inferior del asa; todo ello, junto con la existencia de una
cabeza de ánade en la parte sobreelevada del asa, y la ausencia de cualquier vestigio
de la línea de hombro del vaso, constituyen caracteres suficientemente diferenciadores.
Pero nuestros olpes tampoco pueden ser incluidos plenamente en el grupo B
etrusco de Weber, aunque algunos de sus rasgos sean muy similares, como por ejemplo
el perfil continuo en forma de S, sin rastro alguno de la línea de hombro de los modelos
griegos; carecen del borde colgante etrusco, así como el remate inferior del a.s a, y
muestran en cambio la moldura del pie bastante más marcada que la mayor parte de
los ejemplares etruscos, más en línea con los modelos griegos del tipo B.
De los trabajos de Guzzo y Camporeale parece evidente que el grupo de jarros de
bronce objeto de la atención de este último es evidentemente anterior a los estudiados
por Weber, algo que éste parece reconocer explícitamente cuando. (24) indica que
(24) WEBER: 0p. ciL en la noca 16.
pq. 163.
-339-
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12
L. ABAD
también existen en Etruria olpes esbeltos, que se relacionan con formas griegas del
arcaísmo inicial, alguno de los cuales se data en la primera mitad del siglo VI; no
hemos de olvidar, además, que este autor dedica su estudio sólo a los productos de la
segunda mitad del siglo VI y de las primeras décadas del V.
Los olpes que son objeto de nuestro estudio se encuentran más próximos a los
incluidos en el grupo de Camporeale que a cualquiera de los de Weber. Coinciden con
ellos en casi todos los elementos tipológicos: perfil continuo, con ausencia de cualquier alusión a la línea de hombro, borde vuelto macizo, más o menos engrosado y
carente de decoración, y moldura de pie claramente düerenciada, pero existen también
sustanciales diferencias: nuestros jarros carecen de palmeta o de cualquier otro
motivo decorativo en la parte inferior del asa, así como de las incisiones longitudinales que aparecen en ésta en el grupo de Camporeale, y en su lugar presentan una
cabeza de ánade en la parte sobreelevada, dispuesta de manera que el pico, aplanado,
constituya el nexo de unión entre el asa y el borde del recipiente. Es éste, sin duda, el
rasgo más personal de este grupo de olpes, que no existe ni en los jarros griegos de tipo
A o B ni en los grupos etruscos de Weber o Camporeale, por más que la cabeza de
ánade, como motivo decorativo en otros objetos, sea bastante frecuente tanto en
Grecia como en Etruria; como ejemplos podemos remitir a los colacionados en su día, y
precisamente en relación con el olpe de El Oral, por E. Llobregat (25): cabezales de
caballo, mangos de simpula, calderos, diademas, etc., objetos para los cuales se ha
propugnado, en unos casos con total certeza, en otros de manera más dudosa, un
origen etrusco. Un paralelo lejano podría constituirlo un jarro de bronce con asa
sobreelevada aparecido en la necrópolis ibérica del Mirador de Rolando, en la provincia de Granada, que aunque tipológicamente difiere bastante de los de nuestro grupo,
muestra un ensanche en la parte inferior del asa, justo en el lugar donde ésta se une al
cuerpo del jarro que, según Arribas (26) podría tratarse de una cabeza de ánade muy
estilizada.
Hoy por hoy, pues, y a salvo de que estudios posteriores puedan hacer aumentar el
número de piezas conocidas, el grupo de olpes de bronce objeto de nuestra atención se
encuentra especialmente relacionado con ejemplares etruscos, posiblemente fabricados en Orvieto y datados en la primera mitad del siglo VI a.C., aunque cuenta con los
suficientes elementos diferenciadores como para que no se les pueda adscribir con
total certeza a este taller. La semejanza que en algunos aspectos guarda con los
recipientes griegos del tipo B de Weber podría deberse también a una directa derivación de los ejemplares griegos del arcaísmo inicial a los que se refiere este autor (27),
que hasta el momento no hemos podido ver. Sin embargo, dada el área de difusión de
estas piezas de asa sobrelevada, siempre en torno al Mediterráneo occidental, parece
más adecuada su adscripción a un taller itálico que, al menos con los datos de que
disponemos en este momento, tiene grandes posibilidades de ser etrusco.
(2&) U.OBREGAT: Op. cit. en la nota 2, p4p. 83 y •·
(26) A. ARRIBAS: «La necr6pOiit del Mlr8dor da Rolando (Granada)>t. Pyrtn.., 8. Barcelona, 1967,
(27) WEBER: Op. cit. en la nota 16, pil¡. 164.
-340-
P'l·
88, núm. 4.
[page-n-342]
OLPE DE EL ORAL
13
La función de estos jarros de asa sobreelevada parece, al menos en un primer
momento, litúrgica; no es raro que aparezcan asociados a páteras, en claro testimonio
de su función religiosa en las libaciones; el ejemplo más claro lo tenemos en una
estatuilla de bronce de Skutari, en Albania, que representa a una joven que vierte un
líquido de un recipiente del tipo B griego en una pátera (28). Esta asociación entre
jarras y páteras, como te's timonio de un ritual religioso, es muy frecuente en el mundo
antiguo; en la Península Ibérica se rastrea ya en época antigua tanto en bronce
-jarros y «braserillos>> orientalizantes- como en cerámica -<>inocoes y kylikes de la
tumba más antigua de Pozomoro-, por poner sólo algunos ejemplos; oinocoe, olpe y
braserillo aparecen también asociados en la tumba del Mirador de Rolando, a cuyo
olpe nos hemos referido con anterioridad, y no estaría de más preguntarnos si el
conjunto de olpe de bronce y dos páteras cerámicas que hemos encontrado en la tumba
255 del Cabecico del Tesoro de Murcia sería algo más que casual; aunque lo normal
sea la asociación de jarros y páteras de bronce o de cerámica, tampoco es descabellado
suponer que en tumbas o contextos no excesivamente ricos, sólo uno de los objetos
fuera de bronce. No obstante, sabemos que en el mundo clásico este recipiente tuvo
también un empleo profano, y como tal aparece en representaciones de simposios en
cerámicas de figuras rojas, o en el mobiliario grabado en la pared de alguna tumba
etrusca, y no hay razón para suponer que jarros encontrados en poblados como el del
Oral, sin asociación clara con ningún otro recipiente, no pudieran haber tenido una
finalidad lúdica. Parece claro asimismo, que en contextos ibéricos avanzados, el olpe
como vaso ritual fue sustituido por el vaso caliciforme, que a partir del siglo IV se
hace extraordinariamente frecuente; lo encontramos en figuras oferentes como la
Dama del Cerro de los Santos y asociado a páteras cerámicas en numerosas cuevassantuario ibéricas (29), pero también en poblados, donde esta finalidad religiosa, sin
que se .pueda excluir del todo, parece más problemática (30); en algún caso, los
recipientes son de plata, como ocurre en el tesoro de Tivisa, con numerosos ejemplares
de vasos caliciformes y páteras.
4. ASPECTOS TtCNICOS
En la mayor parte de los estudios sobre jarros de bronce antiguos se soslaya el tema
de su técnica de fabricación, y no es raro que cuando un autor se atreve a abordarlo
haya de reconocer lo arduo del problema; es el caso, por ejemplo, de Bouloumié (31),
quien cree que en los jarros de tipo «Schnabelkanne» pueden coexistir las técnicas de
la fundición y del batido. Guzzo (32) refiere que los olpes que estudia están hechos «in
lamina di bronzo», y Camporeale indica (33) que los suyos están hechos «a martello da
(28) WEBER: Op. cit. en la nota 16, ~~· Ul9.
(29) M. GJI,MASCARBLL: o8obN lu cuevu ib6ricu del País Valenciano. Material• y probl-. Papel• del Laboratorio de Alqueolotía
de Valencia. n\am. 11. Valeocia. un&. pq.. 303 y a.
(80) L. ABAD CASAL: •Un conjunto de material. de La Serreca de Alco)'l'. Lucentum. 2. Alicante, 1983. ~~. 184.
(81) BOULOUMJB: ()p. cit. en la nota 14. ~. 222.
(82) OUZZO: ()p. cit. en la noca 12. ~. 87.
(88) CAMPORBALB: Op. cit. en la nota 18, ~. 180.
-341-
[page-n-343]
14
L. ABAD
una sola lamina di bronzo», técnica que muestra asurusmo otro olpe semejante,
también procedente de Orvieto y publicado por Hayes (34), cuya asa está unida al
cuerpo mediante clavijas de bronce. Weber no especifica la técnica de fabricación de
cada uno de los jarros, pero en el caso concreto de los olpes de Madrid con cabeza de
ánade en la parte sobreelevada del asa, indica expresamente que son fundidos («massiv
gegossene Beispiele»).
Para el estudio de los aspectos técnicos de nuestros jarros hemos contado con la
colaboración de Ricardo Mora, Alfonso García de Gamarra y Ricardo Pareja, investigadores de la Empresa Nacional del Aluminio de Alicante, que han realizado los
análisis necesarios.
Para identificar la técnica de fabricación se ha procedido a realizar una radiografía
del jarro de El Oral, único del que podíamos disponer para ello (lám. I,A). Se ha realizado
en un equipo Balteau 100 KV (Ventanabe), con una película D7 Estructurix (A.G.), y
un tiempo de exposición de 4 minutos. No se observa en la película huella alguna de
soldadura, ni siquiera en la unión del asa con el borde y el cuerpo del vaso, por lo que
parece claro que ha sido fu.ndido en una sola pieza, que incluía también el asa.
Para estudiar"la composición del bronce se realizaron varios análisis por energía
dispersiva de rayos X (EDAX) sobre muestras de cada una de las piezas. De todas ellas
se realizaron varias mediciones, cuyo promedio presentamos en el cuadro .q ue figura a
continuación. Del olpe de El Oral, único del que disponíamos de la 1pieza entera, se
realizaron un total de diez análisis, de los que presentamos la media total (4a) y una
media parcial (4b), obtenida en un fragmento lijado y seccionado. Se han realizado
asimismo varios análisis de piezas de bronce aparecidas también en el yacimiento de
El Oral, para que sirvan de comparación. Los números del cuadro que aparece más
abajo corresponde a las siguientes piezas:
·
l. Olpe número 4. Museo Arqueológico Nacional, núm. inv. 18.668.
2. Olpe número 3. Museo Arqueológico Nacional, núm. inv. 9.857.
3. Olpe número 2. Cabecico del Tesoro (Verdolay, Murcia).
'
4. Olpe número l. El Oral (San FulgenCio, Alicante).
5. Aguja de bronce de El Oral.
6. Pequeña semiesfera de bronce de El Oral.
7. Posible charnela de bronce aparecida junto al olpe de El Oral.
8. Fíbula de bronce de El Oral.
9. Pequeña pieza de bronce con doble escotadura de El Oral.
(34) J . W. HAYB8: oTht Btruacan aad ltalie Collectiona in tbe Royal OnWio MIIMWII.O. Studi Btruacbl, 43. FireDza. 1976.
-342-
pq. 1&.
[page-n-344]
OLPE DE EL ORAL
1
éu
+ Cl
2
3
4a
4b
94'32
0'72
4'02
0'08
0'09
0'27
0'48
Cu
Pb
Sn
Fe
S
Si
Al
Ca
Cl
p
5
99'50
0'40
0'47
16
6
7
83'94
2'19
11'35
0'22
1'00
0'36
0'91
83'11
2'29
11'28
0'59
1'81
0'30
0'60
57'26
7'55
15'30
0'86
0'01
1'97
3'13
0'05
14'30
0'55.
48'97
4'40
15'91
0'90
0'08
0'51
1'23
74~37
92'86
0'65
5'15
0'13
0'53
0'25
0'88
27'84
0'11
9'87
0'10
71'56
76'81
84'24
0'53
3'98
0'69
1'14
5'15
4'25
8
93'12
0'35
5'80
0'96
0'81
0'52
9
94'87
0'34
0'08
0'55
0'07
0'11
2'87
Parece claro que el sistema de fundición del jarro de El Oral ha de ser el de la cera
perdida, que permite la obtención de ejemplares de paredes muy delgadas, y es casi
seguro que los demás jarros del mismo grupo que aquí hemos estudiado deben estar
hechos con la misma técnica. Ello confrrmaría la unidad de este grupo de olpes, frente
a los estudiados por Guzzo y Camporeale, realizados sobre lámina batida, técnica que
parece, por otra parte, la más apropiada para este tipo de recipientes (35).
Nuestra intención al realizar los análisis del bronce era ver si la semejanza en su
composición era tal que nos permitiera adscribir los cuatro ejemplares a un mismo
taller. En este sentido, el estudio ha proporcionado resultados bastante sorprendentes.
Dos de los cuatro olpes, el número 9.857 del Museo Arqueológico Nacional y el del
Cabecico del Tesoro de Murcia muestran una composición del bronce casi idéntica,
hasta tal punto que parecen proceder de una misma colada; sin embargo, los jarros no
son idénticos, puesto que muestran diferencias suficientes para poder afirmar que, si
ambos fueron realizados a la cera perdida, tienen que proceder de moldes diferentes. A
este respecto es muy interesante hacer ver que los olpes del Cabecico del Tesoro y de
El Oral son prácticamente idénticos en cuanto a forma general y dimensiones, y,
aunque no proceden, del mismo molde, ya que las diferencias en la forma del pie y en la
cabeza de ánade del asa así lo atestiguan, sí resulta evidente, en cambio, que proceden
de moldes mucho más próximos entre sí que los de los jarros del Cabecico del Tesoro y
MAN 9.857; sin embargo, la composición de su bronce es bastante diferente, tanto por
la proporción de cobre y estaño, bastante más favorable al segundo - incluso en el
caso de que consideremos al cloro como resultado de la alteración del cobre y sumemos
sus respectivos 'porcentajes- como por la presencia de una mayor proporción de
plomo y de .aluminio.
Parece claro, por tanto, que nos encontramos ante un taller que trabaja con varios
(85)
M. PICO N, J . CONDAMJN '1 S. BOUCHER: •Reeberebes techniquetll\ll' eles bromes ele Gaule romaine, III>t. Galllt., núm. 26. Parla, 1868.
""· 209.
-343-
[page-n-345]
L. ABAD
16
moldes al mismo tiempo; de esta manera puede explicarse que objetos realizados en
una misma colada de bronce presenten tan claras diferencias tipológicas como los
jarros arriba citados, y que, por el contrario, otros casi idénticos tipológicamente
muestren bronces de composición muy diferente. También podría ocurrir que alguno
de nuestros jarros hubiese sido fabricado en un taller diferente, sobre la base de uno
importado que se tomaría como modelo y serviría de molde, pero no contamos con
suficientes elementos para Poder comprobarlo, por lo que creemos más verosímil la
primera hipótesis. La proporción de estaño de nuestros jarros c,oincide con la que
·Picon considera normal para los grupos más antiguos de bronces prerromanos (35).
Los análisis de referencia de otras piezas de bronce de El Oral nos sirven de escasa
ayuda; una de ellas (número 5) es cobre prácticamente puro, otras tres muestran una
altísima proporción de este metal, con un porcentaje de estaño que oscila en torno al
5%, escaso plomo y cantidades variables de aluminio (números 7 y 8), en tanto que la
número 9 es también cobre casi puro con un pequeño porcentaje de aluminio.
5. CONCLUSIONES
Nos encontramos, pues, ante un grupo no muy numeroso de olpes de bronce
algunas de cuyas características lo relacionan con los recipientes de este tipo griegos
y etruscos, pero que muestran los suficientes rasgos diferenciadores como para que no
puedan encuadrarse ni entre unos ni entre otros. Parece que su área de difusión se
encuentra en el Mediterráneo Occidental, y más concretamente en Italia y el Sureste
de la Península Ibérica, y todo hace pensar que proceden de un centro de fabricación
itálico. Los paralelos existentes, y el mayor número de similitudes formales con otros
recipientes, permiten suponer que éste se encontraba en el área etrusca, aunque sea
muy difícil precisar su ubicación exacta. Su fecha de fabricación, por paralelos con
recipientes similares, parece estar en la primera mitad del siglo VI a.C., que constituiría un término post quem para los contextos en que aparece. Las fechas exactas de su
ocultación en el poblado de El Oral y de su deposición en la tumba correspondiente de
la necrópolis de Verdolay son muy difíciles de determinar, puesto que los materiales
del primero abarcan todo el siglo V y comienzos del IV y el ajuar de la segunda está
compuesto exclusivamente por páteras ibéricas pintadas de difícil datación que, no
obstante, por algunas de sus características (decoración geométrica simple, formas
próximas a ejemplares de barniz negro antiguos, etc.), bien podrían corresponder al
siglo IV a.C. (36) y, en cualquier caso, a un momento antiguo en el período de
utilización de la necrópolis.
(86) S. NORDSTROM: •La céramique peinte ibéric¡ue de la province d'Allcante». Alicanu. 1969, pép. 109 y u.
-344-
[page-n-346]
OLPE DE EL ORAL
17
ADDENDUM
Entregado ya este trabajo, temos tenido noticia de la existencia de otro jarro de
este tipo en la provincia de Córdoba (fig. 4b), que parece formar parte del ajuar de una
tumba, compuesto además por un olpe de otro tipo, un colador y un cuenco, todo ello
de bronce, y una plaquita de piedra decorada con animales (quizás grifos o esfmges)
incisos, que tal vez pueda tratarse de una paleta de tocador. En su estudio premilinar,
Marcos Pous («Recipientes griegos de bronce en el Museo Arqueológico de Córdoba»,
Corduba Arc~ologica, 14, 1983-84, 29 ss, n.0 2) data el conjunto entre 525 y 460,
aunque la paleta podría ser anterior. La pieza que ahora nos interesa mide 11'20 cm. de
altura (14'80, si incluimos el asa), se encuentra en muy buen estado de conservación y
lleva el número 30.169 en el registro del Museo. En el articulo citado se indica
asimismo que recientemente ha aparecido otro olpe casi igual en Cádiz, que aún se
encuentra inédito.
La aparición de jarros de este tipo de Córdoba y Cádiz en los últimos años nos
obliga a extender su área de difusión a todo el sur de la Península, y a plantear la duda
de si los ejemplares del M.A.N., tradicionalmente considerados de procedencia suritálica, no serán también de origen hispánico. Y proporciona nuevas bases para plantear
la hipótesis de una localización en el sur de la Península del taller de fabricación.
-345-
[page-n-347]
[page-n-348]
L. ABAD.-Oipe de El Oral
LAM. 1
B
A.- Positivo de la radiografía del o lpe
de El Oral (San Fulgencio, Alicante).
B.-Oipe del Cabecico del Tesoro (Verd olay, Murcia) antes de la restaurac ión.
[page-n-349]
[page-n-350]
ARCHIVO DB PRBHJBTORJA LBVAN'l'INA
vot xvm (Valeacia.
1888>
FRANCISCO CISNEROS FRAILE
(Valencia)
EL ARYBALLOS VIDRIADO DE LA NECROPOLIS IBERICA
DE LA HOYA DE SANTA ANA Y EL PROBLEMA DE LAS RELACIONES
CON LOS PUEBLOS COLONIZADORES
l.
CARACTERISTICAS DE LAS SEPULTURAS
El aryballos vidriado, junto con el resto de ajuares de la sepultura núm. 164 de la
necrópolis de La Hoya de Santa Anl!, debió hallarse en uno de los enterramientos de
encanchado tumular excavados durante la campaña de 1942 (1). Don Joaquín Sánchez
Jiménez que dirigió las tareas de excavación en años sucesivos, reseña la aparición de
«unos recintos o rodales)) de forma cuadrada o rectangular construidos por piedras
sentadas en seco y de dimensiones variables (uno de ellos, el catalogado con el núm. 1,
de aproximadamente 1'2 m. de lado) semejantes a los hallados en la necrópolis ibérica
de la Casa del Monte de Valdeganga (Albacete) (2). La cremación pudo hacerse por dos
procedimientos: bien «in situ)) sobre una superficie previamente alisada provista del
típico hoyo donde se recogían las cenizas y se depositaban los vasos cerámicos que
contenían los restos calcinados, o bien en «ustrinum» separado de la sepultura (3).
Posteriormente se construía el recinto cuadrangular descrito que después se rellenaba
de piedras y tierra.
Don Joaquín Sánchez Jiménez dejó constancia de la morfología adosada de los
(1) J. SANCHBZ .IJMBN&Z: &ean~ y ~>'abeJa. uqueol6cicoa e~~ la prorineia de Albaceca, de 1842 a l84elo. Wocm. y M-na. de la
C.O.h.Aiq., DÚIL 16. Madrid, 1N7, pq.. 58-66.
(2) J . B.AU.ESTBR TORMO: c A - dal eatudio de loe mat.eri&* de la -=rópolia il*ica de la Cua del llloat. ~)o. Coaaunicacio- a l IV ecm,r.o Int.madonal de Arqlaeolocfa. 1'\nda a)lüte de loe cuad.....,. W y IV de C\lltwa ValeDdalla. Val«w:ia, 111110.
(8) J . SANCBBZ JIMBNBZ: cllleGorla de la. tn"-i<» ~ por la Comiaaria l'r-cMnclal de Bxea•acione. de Al~ e11 1Nb.
ID!ormaa y N.-iaa de la C.O.Bxc.Arq .• D6m. a. Madrid, lNS, pq. 9.
- 349-
[page-n-351]
2
F. CISNEROS
o
- -- -- -- -
Fi¡. 1.- ArybaDos vidriado.
- 350 -
4 Cma
[page-n-352]
ARYBALLOS VIDRIADO
3
sucesivos ((recintos)): los muretes de los construidos anteriormente servían para los
construidos más tarde. También reseñó la superposición de algunos de ellos formando
dos niveles arqueológicos (4). No conocemos la estratigrafía de la necrópolis ni, en el
caso concreto de esta sepultura, la disposición de los restos y ajuares dentro del
encanchado tumular (6).
2. DESCRIPCION DE LOS VASOS Y AJUARES DE LA SEPULTURA 164
2.1. Aryballos vidriado
Recipiente en forma de aryballos con el típico engobe «fayenza)) (fig. 1, lám. 1).
Posee el cuerpo gallonado en sentido vertical. Los gallones llegan hasta la propia base
del vasito. Conserva perfectamente su vidriado que en la actualidad tiene aspecto
blanquecino-verdoso. Sus medidas son:
Altura
Per{metro ckl borck
de la boca
Per{metro máximo
ckl cuerpo
Anchura ckl asa en su
arranque superior
63 mm.
42 mm.
53 mm.
30 mm.
El asa es plana y la boca, en forma de disco, tiene la parte superior ligeramente
cóncava para facilitar la entrada del ungüento.
D. Fletcher situó su fabricación a fines del siglo VI a. C., reseñando que ((pudo estar
en utilización después del480...)) (6). También ha sido catalogado por G. Trías (7) como
perteneciente a la fábrica de Naucratis y realizado durante el siglo VI a. C.
En la Península Ibérica existen otros recipientes que guardan gran semejanza con
la pieza descrita, tanto por la forma como por el tipo de pasta y vidriado.
Locali:wci6n
Museo Monográfico de Am·
purias.
CoracterlsticCJB
Decoración de reticula inci·
aa en todo el cuerpo. Color
verde-azulado.
MedidCJB
Alt.
47
mm.
Diám. boca:
CctGlogación
Crorwlogi4 (*)
(8). (9) a) inicios
del a. VI a.C.
33 mm.
Diám. base:
30 mm.
(4) SANCHBZ JlMBNBZ: ()p. clt.. nota 1, pq.. 53-66.
(5) O. la neerópolia de La Roya de Santa Ana 11 ax:bllDW'On 8Z4 tepU]twu, inventariada por la labor awnac:ioaa de don J . Siac:ha JÍJDjDII,
y c:\lya c:ooataac:la queda reOej ada en el inventario del Muaeo Arqueolótic:o Provincial de Alb.c:eta. No todaa tanJaa enc:anclwlo tumular.
AJcuau c:onataban de UD almple hoyo ....usado en la pie4n c:aliaa o ea el taneao blaDdo del !irme ori¡lnarlo oobN el qua 11 dapoaltablll> loa
- d e la c:remacl6n qua poatariorme~~ta 11 rec:ubrian de un .-.voltijo de aena y pequefau piedru.
(6) D. PLETCHB.R VALLS: ooLaa umaa de oNjetaa perfor.clap. vni Co......., Nacional de Arqueolocía. Sevilla·M'Iata, 1963, pq. 8a7.
(7) O. TRIAS: •Cerúlic:u lri.... de la PeniMula IWriCP. Valencia, 1967. pq. .f22, Um. CLXXXVL
(8) A. FRJCKBNHAUS: «
(9) TRIAS: ()p. cit.. DOta 7, pq. 4, lim. VI-L
-351-
[page-n-353]
4
F. CISNEROS
L«a/i::aclón
Caract~rísticas
M~didas
Id.
Gallones en sentido inclinado. Imitación seguramente
local de aryballoe corintio.
Ha perdido el vidriado.
Alt. 56 mm.
Diám. boca:
Museo Dioce.
de Gerona.
Color amarillento y decoración de retícula incisa. Seguramente de imitación local.
Alt. 44 mm.
Mueeo Arqueo-
Vidriado de color blanquecino. Gallones verticales, en
sentido contrario cada par,
que individualmente no recorren toda la euperficie. Están
partidoe por doe líneas incieaa horizontales.
Alt. 56 mm.
Colección Catalina Albert. La
Eecala. ~rona.
Pérdida de la decoración vi-
Alt. 60 mm.
Diám. boca:
40 mm.
Aryballoe
de
Ibisa,
actualmente en el Museo Arqueológico Nacional.
Vidriado color verdoeo. Asa
decorada con volutas que
forman la base de una palmeta dirigida hacia abajo. Base
de dieco dividida en dos por
una línea incisa. Con inscripción incita que menciona a
Amaeis, faraón de la dinastía
de los Psamméticoe.
lógico de Barcelona.
driada; de color blanquecino,
con ¡allones verticales partidoe por franjas horizontales.
35 mm.
Catalogación
Cronología ( *)
(10)
b) alrededor
del 625 a.C.
R~f~rencia
arqueológica
Inhumación Bonjoan, 67. Apareció
junto al brazo aquierdo del cadáver con otro ungüentario de vidrio azulado, decoración en zig·
zag y a.aaa de
perfil de ave.
(11)
a) fmea dele. VI
o inici01> del
V a.C.
(12)
a) finee del e. VI
o inicioe del
V. a.C.
(13)
a) fines del e. VI
o inicioe del
V a.C.
Alt. 62 mm.
(1-4) (16) (16)
Diám. boca:
39 mm.
a) 670-626 a.C.
M. ALMAGRO BASCII! •Lu -=rópolla ele Ampuriu». Vol J. Barwlona, 1863, pq. 187, fl¡. Ul8,2 1 1úL X.
TJUA8: Op. cit. 7, pq. 42, 16m. VJ.a.
TJUA8: Op. cit. 7, pq. 42, lúL Vl-4.
TJUA8: Op. dt. 7, .... 48. 16m. Vl-6.
1, pq. 2P8, lúa. CXLVI·L
TRIAS: 0p. cit. (16) A. GARCIA BBUJDO: •Hí8puüa ar.-.. U. Madrid, mbD. 110, 1""- LXVJ.L
(18) W. ALMAGRO GORBBA: «lWri8i6o c1e1 rec:ipiente ele Naucralia cle Ibiaa>t. ~ cle Pnblalcria XXXV, Madrid, 1878, pq.. 408-409.
(10)
(11)
(12)
(13)
(14)
-352-
[page-n-354]
ARYBALLOS VIDRIADO
Localización
Fragmentos de aryballo con
decoración de retícula incisa.
Necrópolia de
La
Bobadilla
(Jaén)
De color verdoso, decorado
con retfcula incisa en el centro del cuerpo y gallonee en la
parte superior e inferior de él.
(*)
Medidas
Catalogación
Cronología (* )
Referencia
arqueológica
(17) (18) (19)
Características
Necrópolis de
El Molar, S.
Fulgencio (Alicante).
6
Inhumaciones:
- en cista con
túmulo
-en cAlnara o
pozo con corre.dor. En eete nivel
aparecen eecarabeos. ccbraaerilloe)),
etc.
a) alrededor del
526 a.C.
b) primer momento de la n ecr6polis entre el
570-626 a .C.
(20)
b) fines del a. VI
a .C.
Incineración en
recinto tumular
de forma rectangular,
formado
por piedras no eacuadradas. Acompañado de pendientee y anilloe
de oro, de amphoriakoe de puta vf.
trea con decoración en zig-zag, semejantes a loe de
Ebuaa, Ullaatret y
Villaricoe.
a) Fecha de fabricación.
b) Fecha de la referencia arqueológica.
Otros recipientes de formas y dimensiones muy semejantes a los anteriormente
descritos aunque con pastas y decoraciones distintas son:
- Los dos hallados en Emporiom: uno de barro amarillento catalogado como
corintio y fechado entre el 525-500 a. C. que se halló en la necrópolis Mateu, en
Ampurias, sepultura de inhumación núm. 4, junto a la mano derecha del cadáver (21);
sus medidas son semejantes a las de los mencionados anteriormente (22); el segundo se
halló en otra sepultura de inhumación, la núm. 2 de la Muralla NE que contenía un
esqueleto de niño. Es de color amarillento verdoso con pátina marrón muy diluida.
Mide 63 mm. de altura y 44 mm. de diámetro de boca. Ha sido fechado a fines del siglo
(17) TillAS: Op. cit. nota 7, .,.., 877-879.
(18) J. J. SBNBNT IBARBZ: 4xcavaclon.. en la n~lia de El Molartt. J.S.B.A., ndm. 10'7. Madrid, 1980, pq. 18, üm. XD.
(19) M. MONRAVAL ~A: •lA necr6poU. de S. Flllpncio de &1 Molar (Allcanta)t. Tw de Uc.ncietun, in6dita.
(20) J . MALUQUBR DB MOTBS, M. PI CAZO y A. RINCON: • lA necnlpolia de la Bobadilla, Jaw. lnatiwiO de Arq_,lolfa y PnhUIOri&.
Univenided de Barcelona. Barc.lone. 1973, p6¡a. 16-19.
(~) ALMAGRO BASCH: Op. cit. nota 10, .,... 228, lúL X, 6.
<22> TRlAB: 0p. cit. nota 7, u , . . - ....tidaa: alt. 63 mm., dWnelro boca aa mm.. pqa. a1-32, u.a.. r. 2.
- 353 -
[page-n-355]
6
F. CISNEROS
a
Fig. 2.-a, una cineraria; b, plato.
- 364-
[page-n-356]
ARYBALLOS VIDRIADO
7
VI a. C. (23) y corresponde al tipo B-1 de Payne (24). Apareció asociado a una urna con
forma de copa, hecha a mano y de color pardo oscuro. Tiene la superficie exterior
espatulada y no posee borde. G. Trías (25) lo encuentra semejante a varios ungüentarios aparecidos en sepulturas de Rhitsona fechadas en la segunda mitad del siglo VI a. C.
- Un tercer ejemplar se encuentra en el Museo de Gerona. Es de arcilla color
beige claro, barnizado alternativamente en rojo marrón y rojo vinoso; está fechado en
la mitad del s. VI y su altura es de 80 mm. Puede considerársele de fabricación etrusca
imitando la típica forma corintia (26).
- Dos ejemplares del Museo de Barcelona tienen formas paralelas y han sido
fechados en la primera mitad del siglo VI a. C. (27). Otro catalogado como corintio en
el Museo Arqueológico de Gerona, también de la primera mitad del siglo VI a. C. (28) y
un cuarto ejemplar del Museo Arqueológico Nacional, también corintio, de arcilla
amarillenta con barniz de tonalidades marrón y rojo violáceo e incisiones verticales en
el cuerpo semejando gallones (29).
Prodecentes de Ebussus, han sido catalogados tres aryballos más (uno de ellos
como etrusco-corintio); no son vidriados y están fechados durante el siglo VI a . C. (30).
En museos ingleses existen ejemplares de forma y dimensiones paralelos. Entre
ellos destacan dos ejemplares de perfiles parecidos procedentes de Cumas, fechados en
el siglo VI a. C. (31) y otro procedente de Nápoles con decoración de bandas rojas y
negras en el cuerpo. Algunos son corintios y otros proceden de imitaciones italianas (32).
El Museo del Louvre recoge muchos ejemplares de este difundido vasito necrológico. En gran parte están deocrados con motivos zoomórficos en barniz negro mate. En
las bases suelen aparecer motivos geométricos. Dos de estos pequeños ungüentarios
están decorados con incisiones verticales formando gallones, barnizados, uno de ellos,
con tonalidades negra, roja o blanca sin alternancia (33).
2.2. Urna cineraria y ajuares
a) La urna cineraria de sepultura 164 (fig. 2, a) es del tipo denominado de orejetas
sin asas, de perfil piriforme. La pasta es de color gris oscuro aproximándose al tono
(23) M . ALMAGRO BASCH: «Lat necrópol¡. de Ampuriu, Il•. Barcelona, 1966, pq.. 3$S.399, 6¡. 866, 2 y '""· XVI.
J . BARBBRA: «Limit . crono16¡icoe de la Influencia helbica en Ampurias a trav6t de loe .;uaree de out MCrópolip . Simpoaio de
Coloniucionetl, Barcelona, Ampuriu, 1971, ~p. 61~.
(24) H. O . O. PAYNE: • Necrocorintia . A otudy of corintian art in t.he arcaic period». Oúord, 1981, ~p. 820-821.
(26) TRIAS: Op. cit. nota 7, ~1· 83, 1im. 1, 7.
(28) TRIAS: Op. cit. nota 7, ~· 48, lim. XI, 1.
(27) TRIAS: Op. cit. nota 7, Um. 1, 1-t y 6.
(28) TRIAS: Op. cit. nota 7, Um. 1, 3.
(29) «Coi'JKII Vuorum Antiquorum, Elpe¡ne, MIIMe Arcbeologique National•. fu. 1, ~- 6, pl S. 8.
(30) E. VENTO MIR: «Materialetl procedente& de Ibiuo. Colección Marti Elteve, ~tamíento de Valencia. 1968. ~ U2-118.
(81) J . D. BEAZLBY, H.O.O. PAYNE. E . R. RICE: «AAhmolean MIIMWil, Corpua Vuorum Antiquorum Oreat Britaio•. Oúord MCMXXXl.
Grut Britain F. 9 aod Oúord F. 2, Plate l aod U.
Tambi6n en S.J . aod lady BEAZLBY, «AAhmolean M., D.putammt of Antiquit*». Loodon, 11187.
(32) De loe corintloe al¡uno proceden te de Menalaion (Baperta). W. LAMB •C.V.A. G- t Britaio, Cambrid¡... M. Fitowilliam M...w~~,
Oúord, 1930, F. 6 G. B. aod 1 Cambridp, Plate IV, 16.
(83) B. POT'I'tBR; .O.V.A. Muaee du Lou.,...,., Pana, Ul29, PI. 17, 18, 19 y 20.
-355-
[page-n-357]
8
F. CISNEROS
negruzco. Tiene cogedor en botón hueco de forma irregular, siendo bastante perfecto
el encaje de la tapadera. Sus medidas son las siguientes:
Grosor
Altura con
tapa
Altura sin
tapa
Diámetro
de la base
6'6 cm
Id. de la
boca
10'2 cm
Diámetro máximo
del cuer.po
17'4 cm
b) Plato de forma hemisférica, con cuello de perfil vertical y borde de la boca
exvasado. El perfil de la base es igualmente vertical, ligeramente curvado (fig. 2, b)
(34). Sus medidas aproximadas son:
Alt.
total
4'8 cm
Diám. máx.
del cuerpo
16'2 cm
Diám. de Diám del
la base
borde
4'8 cm
17'2 cm
Alt. del
cuello
6mm
Alt. de la
base
4 mm
Grosor
4-5 mm
Posee una pequeña acanaladura que recorre totalmente el borde. El color es gris
oscuro aproximándose a negro. Se hal16 fragmentado.
e) Cuentas de collar, algunas fragmentadas por la cremaci6n y otras completas e
intactas. Son de pasta vítrea de color claro. Tienen forma cilíndrica con la superficie
algo resaltada en las zonas donde se decoran. La decoraci6n está hecha a base de
policromías azuladas de círculos y circunferencias concéntricas semejando ojos; se
trata de un tema decorativo muy repetido en el Mediterráneo, sobre todo, en el mundo
fenicio-púnico t>ero con antecedentes mesopotámicos, egipcios y minoicos (35).
Entre sus múltiples paralelismos destacamos los siguientes:
Lccalización
Características
Ref arqueológicas
Ibiza
Varias cuentas similares a las de la
sep. 164 de la necró. de La Hoya de
Santa Ana.
Enterramiento en forma de hipogeo, fe.
chado a inicios del s. VI a. C. (36).
Ibiza
Dos cuentas de las mismas características.
Colección Martf Esteve (37).
Ibiza
Varias semejantes.
Colección Picarol (88).
(M) Piaa inve~>tariada COft el núm. 8.660 del lnwntario G«
u.m.
vu. 17.
(81) VBNTO MIR: 0p. cit. nota 30. p6¡. 78. lip. 216 y 21.
(38) A. GARCIA BELLIDO: •Feoicioe y carta¡ineses ea Occidont41t. C.S.I.C.• Madrid. 1942.
- 356 -
[page-n-358]
9
ARYBALLOS VIDRIADO
Localización
Torrea de Sines, Gaio,
Portugal.
Ref. arq¡¡eológicas
Car(lcterísticas
Varias de tipología semejante.
Inhumación en cista de lajas de pizarra
con cubierta tumular de tierra; asociadas
a otras cuentas de ámbar y a un ungüen·
tario de vidrio azul traslúcido con decoración en zig-zag verde y amarilla. También
a dos pendientes y una gargantilla de oro
con algunos detalles iconográficos semejantes a otros de las joyas de La Aliseda.
Conjunto datado a mediados del s. Vll a.
c. (39).
Necrópolis de Fontana
Noa, Olbia, Cerde. a.
ñ
Cuentas de collar de pasta vítrea. De
varios tamaños y decoración muy semejante a la de las anteriores. Llevan, en el centro, los típicos ojos y
pequeños resaltes en los extremos a
modo de esferitas.
Inhumaciones de clases sociales acomodadas de los s. Vll-VI a. C. (40).
Necrópolis de Aleria.
Costa oriental de Córcega.
Cuentas de collar de pasta vítrea policromadas con los típiC98 motivos
oculares.
Inhumaciones del primer periodo de la necrópolis (entre el 600 y el 340 a. C.). Van
asociadas a escarabeos y amphoriscos de
varias formas con decoraciones en zig-zag
y asas que representan motivos animales
(pato) y motivos, quizás, oculares (41).
Inhumación Bonjoán
núm. 63. Necrópolis de
Ampurias.
De pasta vítrea policromada con caracterfsticas semejantes. Miden aproximadamente 10 mm. de diám.
Inhumación de niño (42).
Incineración Bonjoán
núm. 3. Necrópolis de
Ampurias.
De pasta vítrea blanca policromada
en azul con idénticos motivos. Mide
16 mm. de diám.
Asociadas a pendiente y brazaletes de
bronce (43).
Inhumación
Martí,
núm. 94. Necrópolis de
Ampurias.
Características semejantes.· 12 mm.
de diátn.
Inhumación a 1'47 m. de profundidad.
Asociadas a otras cuentas de collar y a
una ñbula de bronce fragmentada, tipo de
transición del Hallstatt a La Téne (44).
Inhumación
Martí,
núm. 77. Necrópolis de
Ampurias.
De caracteres semejantes; 10 mm. de
diám.
Inhumación con alabastrones y aryballos
de vidrio con decoración en zig-zag (46).
Las cuentas de collar eran producidas y comercializadas por los comerciantes
fenicio-púnicos aunque siguen tipos egipcios y del Egeo. Se fabricaban tanto en
(39) A. GARCJA BBLLIDO: AA~.,.,_ DOYecladeol oobre la arqueolocia pdni~. A.B.A.. nolm. 43. Madrid, uno, p6p. 23-27.
(40) S. MOSCATI: •Carta¡io-. Madrid, 1983.
< J . y L. JBI:lASSB: oLa DeCrOpO!e pntOODaine d'Aleriu. XXV caplément a «
•ll
(d), (.S), (") y (46) ALMAGRO BASCH: ()p. cit., nota 10. p6¡a. 199, 215, 92. 81-82, twpeetivament.e.
-357-
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10
F. CISNEROS
Oriente como en Occidente. Cartago, Tánger, Mogador, Tharros (Cerdeña), entre
otros, fueron conocidos centros productores. Eran muy abundantes durante los siglos
VII y VI a. C., disminuyendo en el siglo V a . C., para volver a resurgir posteriormente a
partir de la cuarta centuria a. C. (46).
Todas estas cuentas descritas incluyen el ojo (
mesopotámico, asirio y egipcio, o las espirales minoicas, con finalidades amuléticas.
d) Cuenta de collar de cornalina, color morado y sección bitroncocónica. Tiene la
superficie gallonada y se encuentra en perfecto estado de conservación (47).
Se asemeja a las del tipo IIG. de la necrópolis púnica de Dermech, aunque de
distinta coloración, que forman parte del conjunto de joyas del Museo del Bardo,
halladas en una tumba de inhumación femenina fechada en torno al 600 a . C. Iban
asociadas a un aryballos globular de estilo corintio, a un vaso egipcio de época saíta y
a varios vasos de «buchero» semejantes a los de las necrópolis itálicas de los siglo VII
y VI a. C. (48).
e) El ajuar funerario se completaba con unos fragmentos de cadenita de bronce
muy deteriorados (49), unos trozos de un brazalete de bronce y por dos fusayolas
britroncocónicas de arcilla de mala calidad, sin decoración y de color marrón oscuro.
3. DEDUCCIONES HISTORICO-ARQUEOLOGICAS
3.1. La producción de objetos de pa. ta vidriada
s
Durante la XXVI Dinastía egipcia, iniciada con Pasamético m el 663 a. C., se
acrecentaron las relaciones comerciales entre los núcleos urbanos del Delta del Nilo y
los griegos de zonas diversas (milesios, samios, eginetas, foceos, rodios, etc.) Amasia
(568-525 a. C.) decretó la concentración del comercio del Delta en Naucratis, que se
convirtió con ello en un enclave habitado por poblaciones variadas y provisto de
buenas instalaciones portuarias que exportaban la producción local de cerámicas,
perfumes, papiro, vasos de vidrio, etc.
Petrie (50) documentó la existencia de una fáb;ica de objetos de pasta vidriada al
sur de la ciudad, próxima al Afrodisión cuya instalación se realizaría al inicio de la
Dinastía XXVI. Fabricaba escarabeos, vasos del tipo fayenza (51) («porcelana egipcia»)
con vidriados de color azul (52) y otros objetos de pasta vítrea.
Varios autores han catalogado muchos de estos objetos dispersos en multitud de
(46) MOSCATI: Op. cit. nota 40. pác. 239.
Inventariada eon ti núm. 8.406 MI Inventario General MI Muaeo de Albaceta.
(46) B. QUILLARD: •Bijoux Canhacinoia. J 1..8 Collien-. lnatitut Sup4rieur d'An:heolocie • d'Hiatoire dti'Art. Lov.1in•I•·Neuve, 1979, pi.
Vl·Vfi. ~ 6-8.
(49) Inventariada con el núm. 3.406 del Inventario General MI Muaeo ArqueoJ6cico de Albaceta.
(~) M. F. PETRIE: •Naucratia I•. 1886; tomamoela referencia de M. E. AUBET. •VNOI qlpcl.. tn laa necrópolia d.t Etz\lria y Ctrtt.CO".
Simpo.lo dt Colonúaciones. Ban:elona·Atnpuriu. 1971. p4c. .U.
(61) F.,-enza deriva del timúno cJ.,-ence». nombre francés con el que a partir del .talo XXVIII ee d..icnaba a 1 .,...,. producido. en
..
F'aenu. ltalia del noru. earactariu.doll por una capa de bunís blanquecino que en au compo.icl6n llevaba una conaiderable C&Dtidad ele ealaño.
(62) Con el puo del ti-po. al haber -do entarradoe. la coloración del vóclriado M tranarormó en blanquecina·verdoea.
<•7)
-358-
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ARYBALLOS VIDRIADO
11
lugares junto al Mediterráneo (Creta, Samos, Esparta, Atenas, Rodas, Tarquinia,
Vulci, Cerdeña, Ibiza, Emporiom, etc.), como de tipo egipcio o egiptizantes y fabricados bien en Naucratis, durante el s. VI a. C., en la época saíta (Dinastía XXVI
comprendida entre los años 663 y 525 a. C.), o bien en otras factorías coloniales
situadas en Etruria, Céroeña, Cartago, etc., imitando las piezas del Delta.
Vercoutter ha catalogado muchos de estos objetos hallados en Cartago, viéndoles
procedencia egipcia si no en cuanto a fabricación por lo menos en cuanto a tipología
(53). Debieron llegar a Cartago a través de la ruta Naucratis-Sicilia-Cartago, muy
importante a partir del siglo VI a. C.
Fossing (54) ve el resurgimiento de la fabricación de vasos con núcleo de sílice en el
Delta del Nilo, durante el reinado de Amasis a través de la producción de ungüentarios que imitaban formas griegas porque fundamentalmente abastecían al comercio
helénico. Según el mismo autor este resurgimiento coincidió con la época de predominio de la cerámica ática sobre la corintia. M. Almagro (55) a propósito de su estudio
sobre el aryballos procedente dé Ibiza los considera de la fábrica de Naucratis porque
la técnica es típica de este país, los griegos la conocieron más tarde, aunque pudieron
realizarse imitaciones en el Mediterráneo occidental. También M. E. Aubet (56) es de
esta opinión en su estudio sobre otros vasos de técnica parecida hallados en las
necrópolis de Etruria y Cartago: «las Ampollas del Año Nuevo».
El aryballos vidriado de la necrópolis ibérica de la Hoya de Santa Ana puede ser
catalogado como fabricado en la Naucratis de la época saíta, durante el siglo VI a. C.,
aunque no se descarta su fabricación en colonias fenicias del Mediterráneo occidental.
Presenta un vidriado de sílice puro (57) y se realizaría con la técnica denominada «del
núcleo de arena» (58). Requería varias operaciones; en la primera se confeccionaba el
vasito con una mezcla de pasta silícea: cuarzo y carbonato sódico, a torno o ahuecando
pequeños bloques de esta mezcla. A esta pasta se le adicionaban pigmentos coloreados
para la consecución de tonalidades polícromas. La cocción a elevadas temperaturas
aseguraba la solidez y perfección de estos pequeños ungüentarios que cabían en el
hueco de la mano. Precisamente la técni.c a avanzó cuando la pasta vítrea se moldeaba
a torno sobre un alma de arcilla. Esta se retiraba después de la cocción a elevadas
temperaturas.
Posteriormente el recipiente se colocaba en el extremo de un mango y se introducía
en un crisol donde había vidrio fundido, así tomaba la envoltura vitrificada. Después,
con unas pinzas, se le adicionaban boca, asa, y pie si lo había. Esta técnica sólo es
válida para objetos de abertura estrecha y aunque se conocía en la Antigüedad en
(68) J . VERCOUTTER: •IM objeta ecYJ)tiena et ~la du mobilier tunerai... cartha&inoiP: Pañ.. 1945.
(~) P. POSSING: «GIV-ü befo.-. aJa. blowinp. Copenhaaue. 1~ tomamoe la relarencie de M. VIGIL: «El vidrio el\ el mUDdo
enti¡uolt. LD.c.ítuto E.pe.Aol de ArqueoloPa, C.S.LC. Madrid. 1969. pqa. 20-21.
(65) ALMAGRO GORBEA: Op. cit. DOte 14, pq. 413.
(ft6) AUBBT: 0p. cit.. DOta eG, pq.. 26-26.
(61) D. HARDBN: •Loe tmidOP. &rc:elona, 1979, pq. 49, expoae Que laa ._,.. próximaa a l Delta del Nilo 10ft muy aptaa para vitrificar.
Cft6) VIGIL: Op. cit. DOta ~. P4s. 20-21.
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F. CISNEROS
12
Egipto y Mesopotamia, resurgió durante época saíta, en el área del Delta del Nilo.
Más tarde fue desplazada por el soplado.
3.2. La redes comerciales del Mediterráneo durante el siglo VI a. C. Las
relaciones de la Penfnsula Ibérica con los pueblos colonizadores .
Tratar de explicar la forma en que, al menos, parte del ajuar de la sepultura 164
llegó a la necrópolis ibérica de la Hoya de Santa Ana, requiere introducirnos en el
complejo panorama de las relaciones de la Península Ibérica con los pueblos coloniza·
dores griegos y fenicio-púnicos al final de la fase denominada pre-ibérica, muy próxima
al arranque de la cultura ibérica.
Consideramos preciso exponer las siguientes consideraciones cronológicas:
MEDITERRANEO OCCIDENTAL
(Deede el siglo Vlll: eetablecimientoe
fenicios en el SE de la Peninaula
Ibérica).
(65ik F!md«i6n • Ibiza)
MEDITERRANEO ORIENTAL
(814: F!md«i6n !k Cart4go)
600 (aprox.) ... Fundoción !k MOIIGÜ4
Inicios a. VI ... Fundoción !k Emporicm
660.............................................
Proyección hacia
Emporiom y segura·
mente hacia la PJ.
678: Datnu:ciM !k firo
560 (aprox.) loa etN8coa ceden su in·
fluencia comercial
Prtdominio tGl't4linb: Anexión de pa!'
te de Sicilia y Cerdeña
640:
~
!k FO«G
685: Alalia
Poz durodn huJ4
tl aitlo V.
600.........................................................................................
480: Derrota cartaginesa de Himera
por loa griegos.
Mediados del a. V:
MtuWlf4.
~!k
A pesar de la destrucción de Tiro (573 a. C.) por Nabuconodosor y la de Focea por
los persas (540 a . C.), las expediciones mercantiles siguieron produciéndose por el
Mediterráneo durante los siglos VI y V a. C. merced al papel desempeñado por las
colonias griegas y fenicias del Mediterráneo central y occidental
En todo este entramado comercial no es posible delimitar áreas de influencia
-360-
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ARYBALLOS VIDRIADO
13
mercantil púnicas o griegas por separado. En Vulci (Etruria) centro, a la vez, receptor
y distribuidor de productos orientales se hallan, conjuntamente, cerámicas grecoorientales y rodias así como escarabeos, cuentas de collar, vasos y amuletos egiptizantes, conchas tridacnas y alabastrones con figura de Astarté de procedencia siriofenicias venidas probablemente a través de Cartago (59).
En la propia Cartago se documentan influencias diversas siendo difícil determinar
la parte correspondiente a cada una. Incluso en la ruta Naucratis-Cartago de bastante
envergadura comercial, al aprovechar la apertura mercantil del Delta del Nilo hacia el
Mediterráneo en época saíta, el comercio sería promovido por griegos de la Magna
Grecia y púnicos (60). Estas interferencias mercantiles no fueron interrumpidas durante el siglo VI y primera mitad del V a . C. y coincidieron con el auge tanto de la colonia
focense de Massalia, que continuó hasta la segunda mitad de la centuria, como de los
fenicio-púnicos afirmados en una red comercial que en el Mediterráneo central se
basaba en la posesión de Cartago, Cardeña y parte de Sicilia.
La proyección en la Península Ibérica de esta especie de cosmopolitismo e internacionalización de las relaciones comerciales merece las siguientes consideraciones: Del
siglo VI a . C. se datan, en la Península Ibérica, una serie de cerámicas y objetos
importados de procedencia griega (61) y fenicio-oriental, en el litoral del sudeste con
penetraciones hacia el interior demostradas por hallazgos en la actual provincia de
Murcia (Centauro de Rollos), en Albacete (Sátiro itifálico de la necrópolis del Llano de
la Consolación)(62) y en la provincia de Jaén (aryballos de la necrópolis de La
Bobadilla), etc.
Materiales griegos, no solamente focenses, también jónicos y áticos, han sido
hallados en factorías ligadas al mundo fenicio-púnico: Ibiza (63), desembocadura del
río Guadalhorce, etc. En la8 comarcas meridionales de Cataluña (Mas de Mussols o
Can Canyis) (64), se han encontrado materiales áticos, etruscos y otros relacionados
con el mundo fenicio-púnico.
Las fundaciones de Ebusslls, antes del siglo VI a. C., y Emporiom, inicio del siglo
VI a . C., hacen pensar en una expansión comercial bien púnica a través de la primera o
bien focense a partir de Emporiom. La situación de los materiales hallados no parece
permitir concretar áreas de influencia específicas de unos u otros, pues si bien es
verdad que la influencia focense durante el siglo VI parece clara en el arco costero de
Provenza y Languedoc hasta Emporiom, que coincide con el auge de Massalia y da pie
a formular hipótesis sobre las penetraciones foceo-ampuritanas hacia el sur de Catalu-
(U) AUBBT: Op. cit. note eo, p6p. ~ y -.
(60) VKRCOUTTIR: Op. cit. noc. 68, manilleetala pmicl.,.0611 de lriocoe occideotal• y pWúcoe eo el comercio entre Naucratla y Cutqo.
(61) TRIAS: Op. cit. note 7, apertecloe XXVI·XXVU·XXVID del -.dio bistóriCCHJqueoJ6clco.
(62) R. PLMOS ROilBRA: «Penpeetivu '1 nuevoe mloquee eo el eatudio de loe el-w. de cultun. -larial (-'míce y bronce) lriocoe o
de eetúnulo lrielo bal1adoe en Blpda.o. A.B.A., nlÍIII. 62. Madrid, 1979, pq.. 87 y ea.. ~ .., upnoi6o icotlopüce como aiiMá'a de 1.111&
ecultun.c:i6n areco-iWrice a trav6e del vino '1 el rit.ual de .., bebida.
(63) J. R.: «Le prod\l«i611 enlória ~-· CoqrW de Cultura Piliuaa. Ibiza, 1881, pq.. OOltl, NMI6a la copla de ,.,._
vinario. lriocoe en Iblsa que ct.a....uu la relac:i6n OOD loe 1 - . . de .M:anella y GoJJo de León.
(84) B. 8ANMARTI ORBGO: •Matarialee -'-'iCOII IJieloe '1 . , _ de 6poea arcaica en laa
Ampuriaa 86. Bercelona. urn, pq.. m-286.
-361-
-..:u -'cllooalee de C..lal..aa..
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14
F. CISNEROS
ña (Ullastret) (65), costa de la actual Comunidad Valenciana (San Miguel de Llíria, El
Molar), sudeste (66) e incluso interior de la Península, también se aprecia la influencia
fenicio-púnica acreditada a partir ~e yacimientos del sur de Cataluña hasta el sudeste
peninsular (Mas de Mussols, Coll del Moro, A.mposta, La Solivella, El Molar, Los
Saladares, Los Nietos, etc).
El aryballos y las cuentas de collar de la sepultura 164 de la necrópolis de la Hoya
de Santa Ana denotan una relación clara con el mundo fenicio-púnico. El problema es
determinar los puntos desde los que estos objetos llegaron hasta la meseta albaceteña.
¿A partir de Emporiom? ¿Desde Ibiza? La existencia de ajuar~ parecidos en ambos
establecimientos pudieran denotar el desarrollo de relaciones comerciales entre Emporiom y Ebussus con derivaciones hacia el interior peninsular posiblemente a partir de
la zona costera próxima a la Denia actual (67), hipótesis ya apuntada por algunos
autores como Maluquer de Motes (68) y M. Picazo (69).
Nos hallamos en un momento de clari.ficación de estratigrafías en yacimientos del
litoral valenciano (Vinarragell) (70) (Los Saladares) (71), etc., o de la Meseta Albaceteña (Pozo Moro) (72) y necrópolis cercanas a la importantísima área donde confluían la
importante vía de comunicación que atravesaba Andalucía y se dirigía hacia la costa
valenciana, con el camino que cruzaba la Meseta Sur. Son los primeros pasos para una
mejor comprensión de las relaciones con los pueblos colonizadores.
3.3. Datación
El aryballos vidriado de la necrópolis ibérica de la Hoya de Santa Ana pudo ser
fabricado en la segunda mitad del siglo VI a. C. (durante época saíta) en Naucratis,
Delta del Nilo. Su llegada a la Península y penetración hacia la meseta de Albacete
debió producirse en la última etapa de aculturación y de formación de la cultura
ibérica, entre el último cuarto del siglo VI a. C. y el primer cuarto del siglo V a. C. (73).
El enterramiento de incineración (con urna de orejetas perforadas y plato de
cerámica de pasta gris) (74), donde se halló puede denotar una cronología que corres(66) M. PICAZO: «Cedmlcaa 'ticu de Ulluttet». Instituto de Atqueoloc(a y Prehiatorla. Barcelona, 19'17, \)61. 126.
(66) R. OLMOS ROMERA: •Auri1a y Monomaquiaa en una copa Droop en Murci&Jt. A.B.A., nWn. lie. Madrid, 1988, ~p. 37-t7.
(67) J. R.: Op. cit. nota 63, pqe. 120-121, ...tleja la aparición de úúoru tipo ibicenco eft al Alto de Benimaqula, junto a Denia.
(68) J. MALUQUBR: •Loa fenicloe en Catalulla•. Tart8108, V Symphoeium lnc.macional da Prelmtoria Panlnaular. Barcelona, 1969, apunta
la lle¡ada de mac.rielea púnicoe a Emporiom. deede Ibiu pueato que en aqu6lla ae encuentran ~M.c.rialea rodloe, ehipriotu, joni011 y de
Naucratla que no ae hallan en Muaalia.
(69) PICAW: Op. cit. nota 66, páp. 132-183, expreaa laa conexionea entre Ibiu y Emporiom como poeible eauaa de la autonomla ampuritana
tru la decadencia de Maraella.
(70) N. MESADO: oNuevoe Mac.rialea Atqueolócic:o. én el Pozo 1 del yacimiento de Vlnarrqall (Burriana, Cutallón)o. A.P.L.
A~Rdecemoe al autor eu conaulta. Compendia el esfueno de clarilleaclón de laa relacionM del úu valenciana con loe puebloe colonizadora.
Da la fecha de 608 a. C. (Tratado de Maatia) como «6ptimP para el inicio del hiatua producido entre el final de lu importaciaonea feniciopúnica y el Ooncimiento del com.rclo ¡Jrie¡o. Lapeus ocupado por necrópolia como La Solivella. Bl Bovalar, etc.. del horisonc. ib6rico antquo,
con predominio de la urna de orejetu como vaao crematorio por excelencia.
(71) C. ARA.NBGUT GASCO: ..Laa inOuenc:iaa medlterri.nau en la Edad del Hierroo. MoiiOIJ'Illlu del Laboratorio de Atqueolo¡{a de
Valencia. 1, 1981, ~ 41"'6, incide en la nec.aidad de clarificación de eatrati¡rajlu en ,..\ación con loe yaciJDlentoe que aportan nivalea
preiWricoe en el úu valenciana, como Loe SaladaM8, Vinarr&~all, etc.
(7~) Con eatreticrafta realdada y publicada en varioa trabajoe. El ai¡ulenC. ea un ejfillplo: M. ALMAGRO GORBEA: • Loe rel.ievea
mltolócicoe orieotaliun* ele Poso MOI'CO'. Trabajoe de Prehi.atoria, 36. Madrid, 11178, ~p. 2&2-263.
(73) ARANEGUl: Op. clL nota 71. páp. 8$66, delimita eata t.. en al trea valenciana como Preib6rico, 3 (63&/62&-480).
(74) Se¡uramenc. de fabricación inclflen& aunque cabe la poeibilidad de haber lido importado. Noe beaamoe en la referencia de ARANBGUI:
Op. ciL nota 71, ~ 6U6.
xvm.
-362-
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ARYBALLOS VIDRIADO
16
ponde a los primeros años de desarrollo de la cultura ibérica propiamente dicha, una
vez finalizado el proceso de aculturación, en el transcurso de la segunda mitad del
siglo V a. C. Esta datación no guarda concomitancia con la cronología más alta
aportada por los autores (75) que estudian los momentos culturales donde aparecen
aryballos vidriados en la Península Ibérica, pero sí es coherente con las dataciones
realizadas en otras necrópolis del área ibérica meseteña en la actual provincia de
Albacete (76).
Esta referencia cronológica que aportamos nos introduce en el problema de las
perduraciones de ajuares y vasos importados, tratado reiteradas veces por algunos
autores (77) que redundan en la diferencia temporal existente frecuentemente entre la
fecha de fabricación del objeto y la fecha del nivel arqueológico donde aparece
ubicado.
(711) MALUQUBB. PICAZO y RINCON: 0p. cit.. nota 20, a prop6Gto del -.dio de MCr6poU. de Le Bob.dilla. JaéD o MONRAVAL: Op. cit.
primeroe nivel.. arqueol6cico. de El Molar (Alicanc.).
(78) ALMAGRO OOBBEA: 0p. cit. nota 12, pq. 2112, fecha la nec:nSpoU. del nivel m a pertir de la MfWlcla mitad del ol1lo V a. C.
J. BLANQUBZ: eLe Necrópolillb6riea de Loo V~. Diputaci6ft de Alb&ceQ, 1978, elata lao ..tnleturu tWDuW.. y la - a 6 n en
hoyo en el ..,unclo momeDto de la necrópolio, entre el final del li1lo V a. C. r loo inlcioo del ai¡lo IV a . C.
(77) D. FLETCHBR: •La Necrópollo de la SoliveU&JO. Trab.joo Varioo del S.I.P •• núm. 32. Valencia, lee&, pi¡. 1111; eotreoacamoo eota ele. de
ouo numeroou ah•ion• al tema.
nota 19, en eu datación de b
-363-
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CISNEROS.- Aryballos vidriado
LAM. 1
:1
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ARCHlVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XVW (Valeacia, 1988)
R. RAMOS FERNANDEZ
(Elche)
SIMBOLISMO DE LA ESFINGE DE ELCHE
La esfinge es una obra de piedra caliza esculpida en bulto redondo, si bien una de
sus caras apenas fue desbastada, indicio de su posición adosada a un muro. Carece de
la cabeza, cuya posición queda bien indicada por las trenzas de su cabellera que, con
un marcado resalte, descienden a lo largo de su cuello. Se muestra en posición echada,
con las patas delanteras y traseras plegadas. Sus garras tienen dedos humanoides de
largas falanges y articulaciones marcadas por angulaciones acusadas, y en su punto de
unión con los brazos aparecen resaltes verticales que representan pulseras: tres en las
delanteras y dos en las traseras. Su cola se extiende entre las ancas ocupando el
espacio libre que queda bajo su vientre. Su ala arranca sobre el codo a partir de un
resalte semilunar y se compone de una banda lisa superior y una zona baja con anchos
pulmones estilizados. Sobre sus garras delanteras y en pie se encuentra una figura
femenina con los brazos cruzados y la cabeza erguida, con peinado egiptizante, con
alas plegadas sobre la parte delantera de su cuerpo, según el tipo de la de Cartago (1) y
de las posteriores terracotas de Ibiza (2), sobre su pecho presenta la flor de loto.
Representa, pues, la Tanit alada que caracterizará mucho más tarde, en el tercer
período ibérico, a las cerámicas ibéricas pintadas de Elche. En la grupa de la esfinge, y
por la parte interior del ala, se presenta a un personaje, hoy acéfalo, que se sujeta con
las manos al cuello del animal y puede simbolizar el alma del difunto que es así
tra.n sportada al Más Allá por esta especie alada psicopompa a quien conduce y guía la
diosa.
Sus dimensiones escultóricas son: 120 centímetros de longitud, por 64 centímetros
4e altura y por 32 centímetros de grosor.
(1) J. M.• BLAZQUBZ: «Relilion• pn11'1'011W\U». Primitivaa relicion• IWric:aa; U. Maclricl, 1883, Ñ · 183.
(2) A. PLANELLS: «El Culto a Ta.nit en !¡,y.op. Barcelona, uno.
- 367 -
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R. RAMOS FERNANDEZ
2
Esta obra escultórica tiene un evidente carácter orientalizante que parece haber
sido motivado a través de lo griego arcaico. Posibilidad que podria explicarse como el
reflejo de unas ideologías sirio-egipcias plasmadas por iberos con técnicas heredadas
de las escuelas helenas (3), puesto que en esta obra existen peculiaridades indicadoras
de su producción ibera: si bien la piedra en que fueron esculpidas procede de las
canteras locales, esto sólo es indicio de que se realizó en un taller local' pero no
evidencia de que el artista fuera indígena. sin embargo, tanto estilística como técnica;
mente contiene datos que manifiestan su autoctonía (4), porque esta esfinge estuvo
realizada para situarse adosada a un muro, mientras que las griegas fueron exentas, y
porque su cola se introduce entre las ancas, a la vez que en las griegas se dobla sobre sí
misma y se coloca sobre el muslo. No obstante, esta pieza es una libre interpretación
ibera de modelos griegos, como puede apreciarse en el arranque del ala y en su
inclinación; por otra parte, la composición de esta obra expresa que su autor conocía
el significado griego de la esfinge de época arcaica: protectora de los difuntos a
quienes podía transportar el alma a la otra vida. Se trata, pues, de una iconografía
sirio-fenicia con asociaciones egiptizantes matizada por lo griego arcaico que puede
implicar, además, la presencia en Iberia de elementos chipriotas y egipcios que
paulatinamente, con el transcurso del tiempo, quedaron sojuzgados por las aportaciones helenas.
La pieza responde a dos momentos temporales sucesivos: el de su fabricación y
situación eomo elemento de un monumento funerario, y el de su desmonte y traslado
que la hizo pasar a formar parte de un alineamiento de piedras dispuesto para
configurar una demarcación circular que delimitó un espacio sagrado.
Esta obra puede fecharse en pleno siglo V a . J .C. en cuanto a su producción. Su
reutilización debe ser anterior al año 410 a. J.C., dato cronológico obtenido en función
de que la pieza datable más moderna de las halladas en los trabajos de excavación del
estrato ibérico de este yacimiento, y en concreto en la zona del alineamiento, es un
fragmento de asa de una crátera de columna ática que en nuestra Península puede
situarse entre los años 440 y 430 a. J .C., y que como fecha más tardía alcanza el citado
410 a. J .C. (5).
a) El hallazgo
Esta pieza fue localizad.a formando parte de un alineamiento pétreo descubierto en
el Parque de Elche.
Este yacimiento arqueológico ilicitano, todavía parcialmente excavado, está situado en la zona central de los actuales jardines, que constituyen los Parques de esta
ciudad, junto a una hondonada que pudo haber sido una gran charca en épocas
pasadas y que conserva vestigios de una antigua tenencia de aguas. Contiene una
ocupación romana representada por un estrato perteneciente a una villa existente en
(3) R. RAMOS: «lberi». POBLAD. 0-6. Blcbe, 1984.
(4) T. CHAPA: «Le MCU!tura ~ lb6rica.., piedra>o. Ullivenided t-plutanM
-'aleo.
-368-
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ESFINGE DE ELCHE
8
ésta que fue una parcela centuriallindante con el cardo máximo de lllici, cuyo nivel de
pavimentos se encuentra a 0'50 metros de profundidad con relación a la superficie deÍ
terreno; y otra ibérica que consiguientemente configura otro estrato emplazado debajo
de los pavimentos de mortero de cal y de los muros de piedra de la citada villa, cuyo
nivel de base se sitúa a 1'90 metros de pronfudidad, por lo que se encuentra totalmente
cubierto por.los restos de la edificación romana que se le superpone y que en parte de
su sector Este lo altera parcialmente.
La zona hoy conocida de esta villa romana presenta un área de ingreso con
<
eleva la parte norte de la edificiación que contiene el resto de las habitaciones, de las
que se conservan los arranques de muros, de piedras, con zócalos estucados y pintados
en rojo y blanco, amarillo, negro, verde y blanco, imitación de mármoles y «candelabros)), y los pavimentos de mortero de cal. Debajo de estos pavimentos se encontraron
unos tubos de cerámica rojiza, de 12 centímetros de longitud por 6 y 7 centímetros de
di.á metros respectiv:os de sus bocas, conectados, que posiblemente constituyan las
piezas conductoras de un sistema de calefacción; la dependencia N-0 contenía, debajo
del nivel de pavimentos, una cubeta de cal que enlazaba con la salida del alcantarillado por debajo del muro oeste de la villa; y la dependencia norte que ofreció una gran
alteración de nivel, originada por la construcción de unas estructuras en adobe
endurecido con cal, con base de 1'40 metros de profundidad, que se asientan directamente sobre un nivel ibérico. Estas estructuras consisten en una cámara de 2'12
metros de largo y 0'60 metros de ancho, con tres arcos de medio punto para soporte de
su cubierta, hundidos, cuyas dovelas permanecían caídas en su interior, que en cada
uno de sus respectivos lados presenta cuatro hornacinas, elevadas 0'14 metros con
relación a su nivel de pavimento, de 0'30 metros de ancho por 0'60 metros de fondo, una
de las cuales presenta, en su parte lateral superior, un orificio construido con cal que
comunica con un conducto, también de cal, que queda situado inmediatamente debajo
del nivel de pavimentos de la villa e integrado en ellos; y de .otra estructura de
superficie hoy aparentemente circular, de 2 metros de diámetro, con base rehundida y
con rebordes laterales, excepto en su arco sur, construida de barro amasado con cal,
con una textura y consistencia igual a la de los adobes de la cámara y en todo similar a
las paredes la~ales de aquélla, de la que está separada por 1'80 metros de distancia,
con su centro alineado al eje N-S de la misma. Este gran disco tiene un grosor de 20
centímetros y está rodeado de un empedrado de cantos rodados que bordea el lateral de
su estructura extendiéndose 60 centímetros alrededor de ella. Consta de dos líneas
superpuestas de cantos que ofrecen un grosor aproximado de 20 centímetros y que, a su
vez, descansa, al igual que la cámara, sobre un soporte de arcilla perteneciente al
estrato ibérico así intervenido por esta alteración de nivel.
La excavación del estrato ibérico en este yacimiento ha mostrado la existencia de
un alineamiento pétreo de planta oval, constituido, en buena parte, por fragmentos
escultóricos, que circunscribe una plataforma de arcilla de 60 centímetros de altura en
-369-
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R. RAMOS FERNANDEZ
su lateral oeste. Sus ejes N-S y E.O tienen unas dimensiones respectivas de 11 y 8
metros.
Del alineamiento que pudo formar un témenos (Pausanias: «Descripción de Grecia». ll.XXXIV-10) se conserva todo el arco oeste sin más deterioro que el causado por
el corte practicado para la colocación hidráulica actual que dio lugar al descubrimiento (6), mientras que el arco este ha sido hallado parcialmente desmontado, hecho
atribuible a las alteraciones causadas en dicho punto por las obras de la villa romana
que, bajo su nivel de pavimentos, allí lo afectan.
Los laterales que circundan la citada plataforma de arcilla contienen, sobre el
nivel de base o pavimento de tierra pisada, muy abundantes fragmentos de cerámica
ibérica arcaica, entre los que destacan restos de pequeños platos y copas, que por su
aspecto acumulativo parecen haberse deslizado desde lo alto de la plataforma, ya que
están depositados por un efecto de amontonamiento y configuran un nivel de restos de
16 centímetros de potencia.
En torno a la plataforma y en parte sobre un nivel de restos se localizó el
alineamiento de grandes piedras mencionado, en el que varias de aquéllas responden a
fragmentos de .obras escultóricas, sin duda pertenecientes al monumento edificado con
anterioridad en sus inmediaciones.
En el interior del recinto delimitado por el alineamiento se mantenía una gran
piedra de cuarzo amorfo, aplanada, de rebordes desbastados para lograr su silueta casi
circular, de 60 centímetros de diámetro y 16 centímetros de grosor, y el testimonio del
lugar ocupado por un gran monumento arquitectónico de sillería de planta cuadrada,
monumento al que probablemente, en un determinado momento de la segunda mitad
del siglo V a. J .C., privaron de sus representaciones escultóricas, que fueron reutilizadas para la erección del témenos en torno a su pilar funerario, mientras que los restos
del monumento aparecieron en nuestra excavación formando parte de los muros de la
villa, por lo que posiblemente fueron definitivamente desmontados de su lugar en el
momento de la edificación de aquélla, si bien su ubicación original aparece clara por el
rebaje de su asiento que, relleno, se mantiene en la arcilla de la plataforma interior del
área demarcada: una zona de 3'30 x 3'30 metros, con O'40 metros de profundidad.
Las piezas localizadas consisten en dos sillares con función de remate de 0'11 x
0'31 x 0'12/0'17 metros; un sillar con función de plinto de 0'27 x 0'49 x 0'62 metros
con rebajes para el asiento de la pieza que le fuera destinada; tres sillares moldurados,
respectivamente de 0'55 x 0'70 x 0'95, 0'55 x 0'70 x 0'90 y 0'55 x 0'70 x 0'75 metros,
con función de soporte; un sillar moldurado de 0'43 x 0'47 x 0'62 metros, con función
de resalte de pilar; y tres grandes bloques del cuerpo basal, que posiblemente compusieron la primera grada, con unas dimensiones máximas de 0'95 x 0'75 x 1'35 metros.
El lateral oeste del alineamiento linda con los vestigios que indican la existencia
de un antiguo arroyo cuyo lecho de arena se encuentra repleto de material cerámico
(6) A. RAMOS y R. RAMOS: -BJtC&vaciobee ti Bote del Pan¡uelnlantil de Tri.lico ele Blcbea. N. Arq. H.; Arqo IV. Madrid, IWIS,
-370 -
pq. 671.
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ESFINGE DE ELCHE
5
roto intencionadamente, entre el que, sintomáticamente, aparecieron restos de treinta
y seis ánforas odriformes de asa acanalada.
Atendiendo a que este alineamiento está montado sobre el nivel de restos ibéricos e
integrado en él, y a que consecuentemente fue colocado con posterioridad a un primer
momento de vigencia de esta superficie en la que más tarde, tras la destrucción de
aquellas piezas escultóricas, se produjo el cambio de situación de sus restos, que,
además, estaban entibados también por pequeños fragmentos de las mismas obras, es
deducible que fueron reutilizados todavía a lo largo de su misma época.
Todo ello supone el efecto y la consecuencia de la destrucción de un monumento y
el empleo de sus elementos escultóricos, fragmentados, para delimitar una zona que
pudo tener carácter cúltico, puesto que dispusieron el alineamiento pétreo sobre el
depósito de material cerámico ya existente y que continuó acumulándose tras ese
momento, como lo evidencia el hecho del parcial enterramiento de las piezas de ese
alineamiento en dicho nivel de restos (7).
Las obras y fragmentos escultóricos descubiertos como piezas integrantes, reutilizadas, de la línea de demarcación del área citada, además de la esfinge, responden a:
- Un toro de piedra caliza del que se conserva su parte superidr, vaciada interiormente, y las dos patas delanteras esculpidas en altorrelieve. El resto de la pieza, no
localizado, suponemos que constituyó una caja cineraria. Presenta la boca entreabierta mostrando unos molares asemejables a los humanos, resaltados por triángulos
inscritos en su zona de arranque. Su cabeza y cuello están cubiertos por un fuerte
estriado convencional que idealiza la pieza, enmarca unos ojos almendrados con
largas pestañas superiores y limita un espacio frontal donde se marca un flequillo de
testuz que parece recordar los adornos frontales de los pequeños toros anatolios del
Museo de Kastamonu, carentes hoy de cronología utilizable (8); tiene orificios de
inserción y de sujeción para orejas y cuernos, y puntos de fijación para el hocico, que
debieron ser sobrepuestos. Su lomo presenta unos omoplatos muy marcados que
semejan aletas y favorecen la sensación de irrealidad de la obra.
Sus dimensiones son: 90 x 67 x 43 centímetros.
- Un fragmento de busto de varón de piedra caliza del que se conserva su mitad
izquierda, tocado con una hombrera con adorno ondulante hacia el pecho que desciende en disminución hasta el talle; que se prolonga en cruzado por la espalda y que en su
zona pectoral se encuentra sujeta por una especie de cinto que la abraza, lugar en el
que se observa también la presencia de la empuñadura en posición oblicua de un
puñal. Atuendo que, sin faleras, recuerda al del jinete de Porcuna, si bien ésta
ilicitana es una obra arcaica y de diferente escuela.
La pieza se encuentra totalmente vaciada interiormente, el grosor de sus paredes es
de 5'5 centímetros, y en el centro de su espalda se aprecia parte de un orificio circular,
(7) R. RAMO& ~ ibWica m el Pm¡ue de Ek:beoo. XVlD C.N.A. W.. Cear:lu (m pnua,).
(8) R. DONCEL: -'hW"Mwt de piene ele la ValiM du GOiánDañt et ele - abordP. ArdMolocla • raliciou de I'Anatolie ÁneieiiJM.
Louvai-la-Nwv., 11183, pq. 48.
- 371-
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6
R. RAMOS F&RNANDF.7.
de 11 centímetros de diámetro, por el que se podía introducir en el busto el depósito
que le iba destinado. Se trata, pues, de una estatua-urna al llamado hasta ahora modo
etrusco.
Sus dimensiones son: 29 x 31 x 24 centímetros.
- Parte del anca de un cuadrúpedo. Mide: 30 x 19 x 14 centímetros.
- Un fragmento del costillar de un cuadrúpedo. Mide: 45 x 32 x 18 centímetros.
- Un fragmento esculpido, posible relieve, con resalte para su encaje en uno de
sus lados, y decorado con un motivo .d~ faldellines, relacionable con otra gran pieza.
Mide: 67 x 38 x 30 centímetros.
- Parte del cuerpo de un cuadrúpedo. Mide: 32 x 27 x 15 centímetros.
- Una campanilla de bronce de forma cónica con asa en prolongación de la pieza y
con badajo oblongo del mismo metal. Mide 27 milímetros de altura y 16 milímetros de
diámetro de boca.
- Una pulsera abierta, de bronce, de sección cilíndrica, de 4 milímetros de diámetro y 31 milímetros de paso.
Los materiales cerámicos descubiertos en este estrato e integrados en el alineamiento pétreo consisten en cerámicas pintadas de pastas duras, ocasionalmente con
engobe blanco, decoradas con motivos geométricos a peine y con puntos y bandas, así
como con baquetones resaltados en ciertos vasos pintados; fragmentos cerámicos de
superficie exterior peinada; fragmentos de recipientes con asa de tipo espuerta montada sobre el labio, de ánforas odriformes de labio almendrado de tipo Mañá A, de vasos
con ornamentación de baquetones muy resaltados, de ollas de superficies negras con
grueso desengrasante micáceo, de vasos modelados a mano de pastas de superficies
negras, grueso desengransante micáceo y base plana, de vasos de boca cortada con
orejeta perforada y de tres fragmentos, en un conjunto que supera los cinco mil, de
cerámica ática de barniz negro y uno de figuras rojas.
Los restos ibéricos descubiertos en el Parque de Elche parecen corresponder al
período Arcaico, comprendido entre los años 550 y 400 a. J.C. Las obras escultóricas
pueden situarse, por su estilo, en los inicios del siglo V y se muestran reutilizadas en la
segunda mitad del V, puesto que el conjunto cerámico a que están asociadas presenta
una ausencia casi total de cerámica ática de figuras rojas y se inserta plenamente en el
primer período ibérico de La Alcudia, correspondiente al estrato ibérico-arcaico, que
allí anteriormente habíamos denominado preibérico (9), relacionable a su vez con
Saladares, Fases ll B-C.
La fecha final procede, por tanto, del hecho significativo de que entre más de siete
mil fragmentos cerámicos hallados sólo tres son áticos de barniz negro, que, cronológicamente, obligan a pasar el año 450 a. J.C., y uno de cerámica ática de figuras rojas,
por lo que debe considerarse al conjunto como inmediatamente anterior a la presencia
general de este tipo cerámico.
(9) R. RAMOS: • I'Nciaion• para la elaoifieaci6o de la cerimíca ibérica•. Luc.otu.m l Alicante, 11182, p4p. 117·133.
R. RAMOS: «&tral:icralla del Sector ~p de La Alcudia de Blc:h•. z-twn n. Alicante, 1983, p4p. 147·112.
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BSF'INGB DE ELCHE
7
b) Su reutilizaci6n
Estos hallazgos ibéricos ilicitanos, que proceden del alineamiento citado, implican
una reutilización de piezas fragmentadas que pertenecieron a un monumento al que,
como ya quedó indicado, privaron de sus representaciones escultóricas en un determi·
nado momento, durante el miamo período cultural en que se construyó.
En general, todos los monumentos ibéricos hoy conocidos ofrecen indicios de su
destrucción, que pueden relacionarse con la expansión cartaginesa en Iberia, y con
motivos socio-políticos no conocidos, por lo que carecemos de base para precisar las
circunstancias que las motivaron y por consiguiente sigue en pie el saber si los
condicionantes fueron de tipo político o religioso y, sobre todo, (10) fijar la vincula·
ción que pudo existir entre los que reutilizaron los monumentos y los que los constru·
yeron.
Parece ser que estos monumentos tuvieron un evidente papel social en cuanto a
que debieron ser edificados por altas jerarquías, por lo que su existencia debió estar
vinculada a la del poder político bajo el que habían sido erigidos (11), por lo que
pudieron haber sido destruidos también a causa de crisis, cambios dinásticos, enfrenta·
mientos sociales o auténticas ~erras; o acaso pudo tratarse de un fenómeno complejo
ahora denominado «revolución social» (12) o bien responder a una faceta ritual (13).
Hay, no obstante, que matizar dos aspectos e~ la generalidad de estos hechos a los
que habrá que conceder una valoración distinta: por una parte, las necrópolis, los
santuarios o las zonas cúlticas rústicas; y por otra, los monumentos funerarios o
religiosos existentes en las ciudades. Sencillamente, precisar la diferenciación existen·
te entre monumentos urbanos de cualquier tipo y monumentos funerarios emplazados
en lugares apartados de las urbes amuralladas y defendibles. La ciudad, en el caso
concreto de Elche, se mantuvo hasta el momento de una destrucción que podría
asociarse a la expansión bárquida; los monumentos no urbanos pueden estar sujetos a
otros agentes destructores, de ahí la variedad de fechas que pueden aportar sus
destrucciones y sus reutilizaciones.
En todo ello hay algo muy importante relativo exclusivamente a los monumentos
funerarios que precisamente se cifra en su ya indicada reutilización durante su misma
época, puesto que, según los hallazgos, parecen estar desmontados y fragmentados
poco después de su momento de erección. Por lo que también pudo tratarse de que, tras
las destrucciones, ya por agentes naturales ya por factores humanos, gentes de las
mismas creencias recogiesen los fragmentos de sus viejos monumentos y los utilizasen
para sus enterramientos como testimonios de cultos pasados pero no definitivamente
perdidos entre los habitantes de aquellos pueblos, porque es un hecho evidente el
empleo de estos fragmentos para tales destinos.
--10
--toe
(10) E. RUANO: ...,_.. w.lco .t
"'-ario de Poco Moro?». Bol A.B.A., Azf(' 11 7 lt. M..tricl, tm.
(11) M. ALMAGRO GORBIA: «Pooo M0100. Madrid. Mitteihmpa, U. M8drid, 1883.
(U) J . APARICIO: ..rr.
iWricoe yaJenci._. La Butida. M- '1 El Cornl des....,.. VAIUA m VaJ.da, 188t, P'f. tcll.
(13) R. RAMO& dtlcaYadOIMI uqueol6cieu .., el Parque de BldMit. POBLAD. U-7. Blcbe, 11186, pq.. ao.a8.
-373-
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8
R. RAMOS FERNANDEZ
Pero, ¿por qué no emplearon los restos escultóricos para restaurar los monumentos
a los que pertenecían y sin embargo sí los reutilizaron para otras finalidades? Es
posible que quienes reutilizasen los materiales representaran a otra fuerza política,
pero sin embargo tenían las mismas creencias religiosas que los constructores de los
monumentos puesto que situaban los restos de aquellas obras junto a los depósitos de
sus difuntos o, probablemente en nuestro caso, como límite de una zona demarcada.
Tal vez pudiera establecerse algún vínculo con relación a un tipo ritual en el
aspecto funerario ibérico, presidido por la idea de renovación. De ser así quizá estemos
buscando revueltas sociales y enemigos iberos de los iberos que destruyeran sus
monumentos cuando lo que sucedió con ellos realmente formaba parte de su culto. ¿Es
posible que la demolición de estas construcciones fuese ritual y formase parte de las
ceremonias anuales de la muerte del dios? En este sentido es significat~vo que todos
los restos de los monumentos funerarios hallados hayan sido reutilizados con la misma
finalidad: formar parte de enterramientos o de recintos cúlticos.
A esta probable faceta ritual se suma la precisión realizada por Emeterio Cuadrado
en su estudio sobre la necrópolis de El Cigarralejo, apreciable también en otros
yacimientos, referente al hecho de que los ajuares de las tumbas de los siglos V, IV y
m a. J.C. fueron intencionadamente destruidos en el momento en que se depositaron
junto a los restos del difunto, mientras que los de los siglos 11 y 1 a. J .C. se colocaron
intactos, es decir, sin un claro rito de inutilización de las piezas que los componían y
de su cremación en la pira funeraria (14), lo que evidenciaría un cambio profundo en
las prácticas· funerarias, extensivo a otras facetas.
El rito funerario de incineración que practicaron los iberos se basó en la necesidad
de destrucción de la materia como medio de alcanzar la inmortalidad.
Existen testimonios literarios referentes a la purificación por el fuego que tal vez
pudieran aludir al principio de espiritualidad a que responde el ritual funerario
ibérico de la incineración, de la destrucción del cuerpo ffsico del difunto así como de
su ajuar por medio del fuego purificador.
Plutarco, en su trátado sobre Isis (15), escribió que esta divinidad, agradecida por
las atenciones de Astarté, decidió d&t. vida eterna al hijo de aquélla, recién nacido.
Para ello, «durante la noche quemaba cuanto de mortal contenía su cuerpo... Esto
duró hasta que la reina, que espiaba a la diosa como pasatiempo, lanzó agudos gritos
al ver que quemaba a su hijo, y privó a este último del privilegio de la inmortalidad>).
Asimismo, el Hinuio Homérico de Deméter (16) relata que la diosa decidió favorecer
a Celeo, rey de Eleusis, convirtiendo a su hijo Demofoonte en un ser inmortal. Para
(14) &. CUADRADO: -t.. necrópolla penina.u- de la eultura ibérica>t. La s.ia Epoca ele la Cultura JWrlea. A.&.A. Arq• Madrid. 1981,
pq..
82 y 83.
(16) PLUTARCO: «De bid.,., 18.
(18) A Dem6ter. Kimmo 8-'r\eo
238-264.
«A.f CÍiaba la dloea m el pelado al eopl6ndido hijo cleJ prudenC. Celeo, a o.mol0011te, al que er-.eDClrara Wetanino. la ele ~cintura.
&l c:r-tda icuala un diooa, lin alimento, ain DII.DII.r la blanca leche._ ~ Jo u:ncfa ele ambroefa. - l i blll>*e nacicJo el. un diooa,
mieDtrat .optaba nav-e. eobre 61 y Jo tatúa e11 au repso. Por 1aa noeiMI Jo oc:ultaba o el~ cleJ f~M~o, como un tb6o. a .conclidu el.-
n.
J*lne.
Waa pere elloe r•u.haba u.n paD procli¡jo CÓIIIO creda. .t..uiedo robu.ato pa.ra au edad. Y • que al .,.lo M ._¡aba a loe .U0.....
Y lo babria hecho ~ocedor ele la vejea e inmortal ai Wetanira. la ele b . , _ eiDtura• .,.
ele i - t a , al ac:eebo ele ooebe,
_.,.toe
-374-
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ESFINGE DE ELCHE
9
ello, por la noche, le sosteniá encima del fuego para quemar su mortalidad. Metanira,
la esposa de Celeo, descubrió la acción y rompió el hechizo y, en consecuencia,
Demofoonte fue mortal.
Así pues, en el pensamiento de aquellas gentes la mortalidad debía quemarse para
convertir almdividuo en pura espiritualidad. Lo material es perecedero y por ello hay
que quemar la materia, hacer desaparecer la causa de la mortalidad.
También para los egipcios (17) existía la convicción de que el alma no podía llegar a
la morada de los espíritus hasta que hubiera podido desembarazarse de la materia que
trataba de retenerla.
Los iberos colocaron los restos incinerados de sus difuntos en distintos tipos de
tumbas, que expresan una evidente estratificación social, tumbas torre, pilares-eatela,
cámaras, empedrados tumulares o simples depósitos, alojados en diferentes receptáculos, estatuas-urnas, urnas cerámicas, cajas de piedra u hoyos, y los vestigios de
aquellos monumentos funerarios hasta hoy descubiertos informan de la realización de
representaciones con motivos alusivos a diversos aspectos de su religiosidad que tal
vez forman parte de unas ideologías y cultos genéricamente mediterráneos, representaciones funerarias que se encuentran destruidas en su época y· reutilizadas en la
continuidad de sus depósitos de difuntos o relacionados con ellos.
e) La esfinge
El tipo femenino de la esfinge parece ser originario de Siria, de donde se adoptó en
Egipto, que a su vez influyó en las concepciones estéticas de lo griego jónico.
Las producciones sirias constituyeron un activo agente difusor al que se sumó el
carácter religioso de la esfinge egipcia, de cuyo sincretismo se produjo la plasmación
de este ser y la iconografía que se expandió hacia Occidente. También hay que valorar,
en este aspecto genérico, el hecho de que faraones del Imperio Medio mandaran
esculpir esfinges en Ugarit y en otras zonas sirias, que se colocaban por parejas como
guardianes de los santuarios (18). Además debió de ser algo normal que los sirios
conociesen el significado egipcío de la esfinge porque su presencia como servidores de
los templos egipcios era frecuente. No obstante, Siria remodeló la apariencia de· la
esfmge puesto que la dotó de alas para ratificar su carácter sobrenatural y así creó el
tipo que se difundió por el Mediterráneo.
A lo largo del proceso evolutivo que experimentó la esfmge pueden fijarse diferentes tendencias a sus representaciones, que caracterizaron a las producciones fenicias,
a las sirias y, posteriormente, a las griegas, cuyo aspecto y significado alcanzaron
dtecle tu alcoba frqant. de iDc:ieawo, DO la b\lhi- eepiado. L&IIIÓ Wl irlto J - 1Qipe6 loe mueloe, &'-riuda por ... hijo, J - tnltonló •ucho
.., eu úímo. t-táncloee. elijo ..w aladaa palabn«
''¡Hijo ado, o-olooate! jlA ~ t. oc:ult. ., UD lftD fueco J - eD llanto Y 1ft .,.,..¡. preoc:upiiCÍol>".
Ae1 dijo ......,.w.la. y la O'f6 la ctiYIN . .en lae ~ lnit.de cootn .U.. ~. la de a - - - , al hijo .....so al q~aa .ua haWa
...,_¡,.do. l...._..so. m el palacio, lo de;ó coa- maDOe iDmonalee lejoe de 11. en el ~~Mio, --no del fueto, tenib~ eacoleriuda
en tu úúmo. Y al ti-po le elijo a Metanira,la d e " - - cintura: uRcabn. i.-nt.e, oA.ciOdoe para prner al de.liDO de lo bua.o y lo malo
q~aa oe aeucia. Tambim tú, eleetivam.,te, por t.,. ¡ _ . ' - bu C&IINido UD deeutn ilnparable. 86palo, pu-, el qua IMxcnble de la
Betit•• por la qiM loe clioeee juran. IDaoortal y deecoooc:eclor por ~l-.- de la veja iba a haoer a tu hijo, • iba a cooc:ederla UD Jlrivllecio
impe...eeduo. Mu ahora no ee poaible que eocepe a l a · - y al deatino t.tal.• (Tncl. A. BemaW.)
(17) .UBRO DK LOS MUKRTOSo, XVI y XXXIV·XLII.
(18) T . CHAPA: «Lu ee&.,... en la plútica IWricalt. Trabajoe de Prehiatorla, 87. Madrid. 11180,
-375-
pq. 828.
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10
R. RAMOS FERNANDEZ
notables diferencias con las propiamente orientales, diferencias que se materializaron
en el «arqueamiento de las alas en forma de hoz y la fusión perfecta de los dos seres,
humano y felino)) (19), si bien a medida que evolucionó el arte griego fue ganando
importancia su aspecto humano.
Esta obra de Elche pudo formar parte de un monumento en el que debieron existir
otras piezas similares, puesto que la hallada está realizada para ser adosada y la
tendencia del período, manifiesta en las representaciones de esquina de Pozo Moro,
consistía en colocarlas por parejas. Es de carácter orientalizante pero su aspecto
implica el conocimiento de ideologías griegas y su realización ofrece matiz arcaico.
Su concepción de ser psicopompo procede del mundo griego, así como su técnica de
fabricación, la espiritualidad que representa y, probablemente, la creación alada de la
diosa que recoge ei tipo isíaco de alas de dos paños así lo· atestiguan, si bien su
producción ibérica parece evidente por las peculiaridades ya reseñadas. La esfinge de
Elche responde a la integración con personalidad propia en el ambiente mediterráneo
de su época, fusión del mundo orientalizante y helénico, interpretado por los iberos
desde finales del siglo VI a. J.C.
Parece que este tipo de representaciones en general, no sólo en esta pieza de Elche
para lo que existen datos precisos, son anteriores al siglo IV a. J .C. Así, los monumentos funerarios licios, con los que los hallazgos ilicitanos tienen evidentes paralelismos,
ofrecen tanto una evolución de formas arquitectónicas y plásticas como ideológicas,
debido a que la progresiva helenización restringió buena parte de las tradiciones
· indígenas y de las aportaciones propiamente orientales (20). Por ello, desde comienzoS
del siglo IV se modificó sensiblemente el sentido de las representaciones funerarias a
causa de la influencia griega.
d) El alma del düunto
El tema realizado en esta obra, el ser fantástico que puede conducir el alma del
difunto a su vida del más allá, puede paralelizarse con la idea a que debió responder la
ejecución del llamado Caballero Marino de Vulci, conservado en el Museo de Villa
Giulia, que representa a un personaje montado en un hipocampo, al que hoy le faltan
los cuartos delanteros. La estatua, en piedra calcárea, fecbable hacia el520 a . J .C. (21),
está hecha para ser vista sólo lateralmente puesto que , a cara opuesta a la esculpida
l
apenas está desbastada, igual que la esfinge ilicitana, lo que ma.nifiesta que su
posición en su época de vida sería la de pieza adosada a algún tipo de paramento. En
esta pieza de Vulci son significativos tanto las redondeces de los contornos como la
sinuosidad de las formas y es destacable que el rostro del personaje es de inspiración
jónica y oriental, de frente baja, cejas en la prolongación de la nariz y ojos almendrados (22).
(19) CHAPA: Op. cit. nota 18, pq. 828.
(20) P . DBMARONB: • F ouilleo ele X...tbOP, V. Paria, 1974, pq. 121.
(21) A. HU!!: olAa ~'* et laur deotlmo. Paria, 1880, pq. 110, lúl. 1· 1.
A. HU!!: olAa ~Me._ d 'or de l'hiatoire ~ (~75 a. C.)t. LatcD..., 1<141,
Uml, ~ 118 151.
(22) S. STBJNORX.BBR: • Btnuien>o. MWiieh, 1881, pq. 188 y fi&. 101.
R. BLOCH: oArte Buwcooo. &n:.looa, 1885, ~ 54-55: le aitú .., UD& t.cha que - .,.._ • 111 alta, beeia 800 a. ~.C~ ~ que la
pieza ni)IOI'Wia al - t o da lu ú.llilllu produeeioneo areaicaa de Vulci. que pueclab cieWM .;..... loe alloe 520-810 a. J .C.
s...,...u..,
- 376 -
y
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ESFINGE DE ELCHE
11
También este tema del transporte de las almas materializadas en seres antropomorfos se encuentra plasmado en la llamada Tumba de las Harpías, ahora en el Museo
Británico, descubierta en Licia, concretamente en Xanthos, junto al teatro, y fechada,
inicialmente, en los momentos transicionales entre los siglos VI y· V a. J.C. (23). Es de
planta cuadrangular, de 2'50 x 2'31 metros, emplazada sobre una base alzada y
decorada en sus cuatro caras laterales con relieves realizados sobre bloques de mármol
blanco sobre los que descansa una cubierta de piedra caliza consistente en una gran
losa esculpida en su zona superior para asemejar una cubrición de piedras. Los
relieves están distribuidos en paneles centrales y piezas angulares y circunscritos por
molduras que enmarcan cada una de sus caras, con una altura de 1'02 metros. Los
lados norte, sur y este son similares en su composición: en el bloque central hay una
figura antropomorfa que recibe ofrendas. En las piezas angulares se realizaron repre·
sentaciones independientes, mientras que el lado oeste contiene, en el bloque central,
la entrada a la cámara y hay personajes sentados en las piezas angulares.
Este pilar funerario está hoy, generalmente, fechado en el siglo V a. J .C. (24).
Los bloques angulares de las caras norte y sur presentan, en cada uno de ellos, una
sirena llevándose a una figura de tipo humano. Estas cuatro sirenas tienen cabeza,
pecho y brazos de mujer pero su cuerpo termina en forma de huevo, con cola y patas de
pájaro, así como con 'largas alas que arrancan de los hombros.
Esta obra, como todas, estuvo policromada y todavía conserva restos de azules y
rojos.
La denominación por la que es conocida esta tumba se debe a la primera interpretación del tema que más atención acaparó: las figuras aladas con «niños)) en sus brazos
de los bloques de esquina, que se identificó como el rapto de las hijas de Pandareos, rey
de Licia, por las Harpías (Odisea XX,66). La interpretación actual alude a sirenas que
transportan a las almas de los difuntos que las arrebatan a los cadáveres para llevarlas
a su otra vida. Asimismo, los temas centrales no parecen ser divinidades, sino representaciones de las personas enterradas en la tumba a quienes los miembros de su
familia llevan ofrendas. El lado occidental, el principal, está asignado a las mujeres;
los otros tres expresan una gradación de edad e iplportancia de los personajes senta·
dos: un hombre anciano de larga barba, otro de mediana edad con barba corta y un
joven imberbe. Tres generaciones que manifiestan la intención de su creador de
expresar una continuidad ritual en la tumba familiar. Si bien, recientemente, de nuevo
se han realizado precisiones en cuanto a la interpretación de estos relieves para
indicar que los frisos norte y sur, los encuadrados por las sirenas, ofrecen la representación de los difuntos heroizados mientras que los lados este y oeste responderían a
figuras divinas.
(28) P. N. PRYCB: «CataJocue ot Sulpture in lh• ~t of Greek ancl Roma.n Anliquitiee of lb. BritW> M__.. Vol. J. Pan. J.
• PNh•lenic an Barly Greeklt. Britiab MIIMUID, Lcmdon, 1928, pip. 122-1.29 y Uma. XXJ.XJI.
(24) DEMARGNB: Op. cic. nota 20, ~. 118.
- 377-
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12
R. RAMOS FERNANDEZ
El monumento fue restaurado, en su lugar, en 1957 por las autoridades turcas con
los moldes que de sus relieves originales realizó el Museo Británico.
El tema del transporte de las almas queda patente en el pensamiento licio de época
arcaica: Además, también en las civ:ilizaciones cretense y micénica existen concepciones que materializan, en formas concretas, a las almas. La gema tallada del llamado
Anillo de Néstor, descubierto en una tumba real abovedada de Pylos, hoy conservado
en la Colección Evas de Oxford, tiene el campo dividido en cuatro cuarteles por un
viejo árbol con sus ramas, en las que se representa la secuencia por la que pasan las
almas hasta lograr su paso a la inmortalidad: crisálidas colgadas en la línea superior y
dos figuras femeninas que guardan la entrada mientras otras dos, de pie, al parecer
recién llegadas, hacen gestos de sorpresa al encontrarse en el otro mundo (25). El paso
de las almas, agachadas, que tienen figura humana, por de~ajo de una losa sobre la
que se encuentra un león. Su salida triunfante de esta prueba y cómo después aparecen
guiadas por un personaje hacia el trono de la justicia infernal. El fiscal acusador, un
grifo que se representa sentado sobre una mesa, y el juez que indulta a aquellas almas,
por lo que ahora aparecen ya transfiguradas y tienen cabeza de paloma.
El mundo prehelénico tuvo una profunda concepción de la transcendencia espiritual, que llegó a materializarse en la representación de símbolos. Así, el grupo de
placas de oro descubierto por Schliemann en la necrópolis localizada en el ágora de
Micenas, hoy conservada en el Museo Nacional de Atenas, presentaba decoraciones
simbólicas, corpóreas y abstractas, de sus creencias religiosas. Hay entre ellas unas
circulares con representaciones de mariposas que aluden al alma, ya metamorfoseada,
salida de la crisálida que fue su cuerpo mortal.
Incluso en la cerámica ibérica del período Helenístico, en la cerámica tipo Elche,
existen representaciones de aves hacia la izquierda que representan tanto el alma
como a la misma muerte.
·
e) La Gran Diosa
La figura femenina alada que conduce a la esfinge desde su posición en las garras
delanteras es la Gran Diosa, «la divinidad única a quien venera el mundo entero bajo
múltiples formas, variados ritos y los más diversos nombres» (26). Es la Diosa de la
vida, la soberana del Mundo por la fuerza omnipotente del amor, el poder nutricio de
la tierra, la rectora de la vida y de la muerte, la reina del cielo y señora de las estrellas,
es la luna, la reina del mundo de los muertos, la diosa del mar, la madre de la
(26) J . PJJOAN: • BI An. PnbtUnicooo. 8WIIIIIa Arte. Vol VL Madrid, 1946, p4c. 1507.
(218) APULBYO: •Metamodotip, XI: «Soy -dice ella- apuecitndo ane. Lucio, la Natvalea. la ID&dre dt laa tt11on dt todo. lot
elemen&o.. ori,.n '1 principio de loe oi¡loe, clivinidtod aupnma. reiDo de loe Mar., primera ..u. loe habitafte.t del cielo, tipo IIJlilonDe de loe
clioeee 7laa clioeu. Yo 80'/ aquella CU)'a voluntad (Obiema laa bóveda& lwainoau del eitlo, loe "'ttro& aaludabl• del ~o. eiiiÍI\I}II'e ailencio
de loe oe6anot.. Como potencia wuea eoy ..torada por el Univeno t111lero bejo m6ltipl• !onua, div-.. .......oDiu, ail DOoDbrM ctilerotea. Lot
triliot, loe primero& que vieron la hoz en la tierra, - llamaron Diota de Peeimocle. y Madra de loe DiOMI;loe a~ aut6ctoo>oa- dioron el
-"re de Wintrva c.cropiana. Soy la Vt111ua de Paphot •U. loe habitafte.t de la iala de Chipre: Diana Diet;yDa pa.ra loe~ bl..bilea., el
tansu.iento de laa Oechaa; Proearpina Bedciana •tn loe aicilianoa que hablan t.ncuu; tt - d-m& e-, la antipa diYIAidad, . .
boca de loe habie.ne.e de BIMMia; Juno pa.ra Wlot, Bellcma pa.ra OVO&; Rkae.t aquí; Rbaamuaia alJL Paro aquelloe a qW.. iluminan lot
~ ,.yoe dtl Sol aaci..,ta por ou anti¡uo deber, loe 6nicoe que me hoDorn _, el culto que . . • propio. loe eolot que- llaman
dú>dOCDt b.i verdadero DOoDln.-
-378 -
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ESFINGE DE ELCHE
13
naturaleza, la dueña de todos los elementos, el vientre engendrador, la diosa de la
belleza y de la fertilidad. El mundo está amparado y regido por su poder.
Los sumerios la llamaron Inanna; los acadios, lshtar; los egipcios, Isis; los fenicios,
Astarté; los frigios, Cibeles; los griegos, Afrodita y Deméter, aunque también la
conocieran como Artemis Efesia, los foceos y Artemis Oriia, los laconios (27); los
etruscos, Uní; los cartagineses, Tanit; los romanos, Juno, y de la que por ahora
desconocemos su advocación ibera.
La iconografía de esta obra ibérica tiene paralelos, ya citados, en determinadas
representaciones egipcias de Isis, en el sarcófago llamado de Isis y en las terracotas de
la necrópolis de Santa Mónica, en las terracotas de la Cueva des Cuieram, en las
cerámicas pintadas del período ibero-helenístico de La Alcudia de Elche y en representaciones de la espartana Artemis Ortia, aunque también podría relacionarse con
divinidades sirio-palestinas asociadas a Ishtar y que también, en nuestra Península,
podría conectar con los bronces de Berrueco (28) e incluso con la representación alada
de los relieves de Pozo Moro (29).
e-1:
Los relieves y las representaciones pictóricas de Isis, en Egipto, ofrecen el tipo de
esta figura alada. Presentan a la diosa con alas de dos paños de plumas, iguales a las
de la pieza de Elche, que, asimismo, arrancan de debajo y detrás de los brazos.
Las alas de Isis son la expresión de que puede volar al Más Allá, acompañar en su
gran viaje a las almas de los muertos y protegerlas.
Además, Isis es la naturaleza considerada como mujer y apta para recibir toda
generación (30). Suele estar representada como una diosa que lleva en su cabeza un
trono, que es el ideograma de su nombre. En algunos casos, en época avanzada, su
tocado lo forman dos cuernos de bóvidos entre los que se interpone un disco, que,
ocasionalmente, suele adornarse con una pluma a cada lado, aunque también existen
representaciones de Isis con una cabeza de vaca sobre su cuerpo humano (31).
En las obras escultóricas o pictóricas de Isis, es frecuente que ésta aparezca junto a
Osiris o junto a los muertos a quienes protege con sus brazos alados. También suele
aparecer llorando al pie de los sarcófagos y velando junto a los vasos canopos. Es
evidente que los griegos bebieron iconografía egipcia, por lo que la morfología alada
de la diosa en Occidente pudo deberse a una adopción griega de las alas de Isis, puesto
que a partir de mediados del siglo VII a. J .C. se iniciaron relaciones e influjos
v-
(27) La cleoalpaclón ele Seftora ele lu Pieru (Potnia Theron) procecle ele le Dlacla que alude a A~ (HOMBRO: La ru.o_ XXI-470) y
ad-'a loe ~ele •ta dloee coinciden con loe citadoe para Afrodita en el Himno Hom6rico a ella dedic:ado (Himno Hom6rico e Afrodita, 887•: .•. «Preeioeamenta ataviada con toda au bermoea veetimenta eobre au cuerpo, y adornada de o.ro, le rlauella Afrodita" enc:a.aú.n6 Jlf""uroa& a
Troya, bU abandonar el butrto trqanta, haciendo raudamente au camino por 1u alturu, ..~~e nubee.
Lleeó el Ida pr6dico en
madre de líeru. y .. encamiDó en derechura el aprlaco, mot>t.e a tnvM. TI-u ella, baci6ndole baia¡q..
marchaban cria'ceoe loboe, leon• de (-lllirada, oeoe y velocel put.eru, iD.Nciablel de ODftOL Y ella el ftrloe NIOCijó 1111 Úlilllo an 1U rutro
interno e inl\mdió al diMO en IUI pechoe.•
(28) M. ALMAGRO BASCH: ocBl ~ llüW y el periodo Orimtalisant.e en Eúremaduru. Bl~ PrMbi1t6riea Hiolpana. XIV. Madrid.
1977,
pq. 2M.
•
(29) ALMAGRO GORBKA: Op.. cit. nota 11.
(30) PUTl'ARCO: cDe laicleot, 6S.
(81) PLtn'ARCO: cDe ~. 18.
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R. RAMOS FERNANDEZ
14
recíprocos entre lo griego y Egipto: mercenarios griegos, jonios y carias sirvieron en
Egipto. Durante la época saíta los helenos del Asia Menor comerciaron en Egipto, lo
que tal vez supuso el inicio del desarrollo del gran período cultúral del área jónica,
que evolucionó coincidiendo con los avances persas hacia el Egeo y su conquista de
Egipto.
e-2:
El sarcófago de la necrópolis de Santa Mónica, conservado en el Museo Nacional
de Cartago, es una obra de mármol de 1'93 metros de longitud, datada entre los siglos
IV y III a . J .C., cuya tapa, esculpida en altorrelieve, tiene una figura femenina
cubierta con un largo velo que desciende por ambos lados de su rostro y que está
coronado por una cabeza de halcón. Está vestida con un manto que, a la altura de la
cintura, se transforma en dos grandes alas plegadas una sobre otra (32). La pieza es de
ejecución griega, evidente en el rostro, el velo y la parte superior del vestido, y de
inspiración oriental apreciable en la incorporación de elementos egipcios como la
cabeza de balcón y las alas cruzadas de tipo Isis-Neftis.
e-S:
Las terracotas aladas, de forma acampanada, con flor de loto de la Cueva des
Cuieram, conservadas en los Museos Arqueológicos de Barcelona e Ibiza, así como las
de Santa Mónica del Museo de Cartago (33), responden también al patrón iconográfico
de es ta pieza de Elche. Están realizadas a molde, son huecas y representan figuras
femeninas (34), tocadas con tiara cilíndrica y peinado egiptizante. Su cuerpo está
cubierto por dos grandes alas, a manera de manto (35), que dejan en la parte central
del pecho un espacio en el que colocaron, con evidente frecuencia, una flor de loto
estilizada (36).
e-4:
También las cerámicas pintadas de Elche ofrecen representaciones de esta figura
femenina alada.
La iconografía de esta diosa, diosa que en Elche se muestra en el período arcaico
como la representación de un personaje femenino con las alas plegadas, según ya he
referido, y que probablemente estuvo asociado a un principio masculino identificado
con el toro, en el occidente mediterráneo parece propia de un área púnica matizada
por lo griego suritálico.
Sin embargo, dura.nte el período ibérico clásico no existieron en Elche imágenes de
divinidades. Esto tal vez pudiera relacionarse, a través de Cartago (37), con lo ocurrido
en el área chipriota (38), donde, en su escultura clásica, la divinidad se confundía con
su sacerdotisa, y que a su vez pudo tener cierta relación con la Sicilia de su período
(32) A. PARROT '1 otroe: •Loa CeniciOP. M...trid. 1971>, p4¡. 1'10.
(83) P. CINTAS: «Manuel d'ArcMolocie PllniqiMll, D. Paria. 1976, p4¡. 388 '1 üm. XCU, 1.
(34) M. & AUBBT: «La Cueva dee CII;Yl'&IDI'. IMtituto de Arqueolocia de la UniYel'lidacl Publle. Bvent., 16. Barcelou, 1989 (ti...- 18 a 1.9).
(85) M. TARRADBLL: oTuracow pWúcu en Ibisalt. Barceloca. 1974, ~ 202-204.
(36) JACOBSTH.AL: .0-lt PinP. OxCord. 1966.
~
47-49.
(S7) P. CINTAS: • Manuel d'Areb6olocie PuniqiMll, L PaN, 1970, p4¡. 380.
(88) J. KARAGBORGIDS: «Le Grande»'- de Clly¡n et eoo cult41t. Maieoo de l'Orient M6cli~
-380 -
Anclea. 6. Lyoa. 1977, ~ 209-21&
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ESFINGE DE ELCHE
16
clásico (39), en el que no existió facies de orientalización ni material que hoy informe
sobre la producción de piezas asimilables a divinidades. Asimismo, en Licia la helenización añadió, ya desde inicios del siglo IV a. J .C., «temas nuevos que no eran ni
indígenas ni orientales sino tomados de la vida griega•• (40), fo que supuso una
consecuente transformación iconográfica. Por ello, las llamadas damas ibéricas no
debieron representar en sí a la divinidad sino que fueron retratos de sus grandes
sacerdotisas, como reflejo humano de la propia divinidad.
Pero la representación de la diosa volvió a producirse en Elche a lo largo de la
época ibero-helenística en sus cerámicas pintadas. Este período, la tercera etapa
ibérica, datable entre el último cuarto del siglo m a . J .C. y mediados del 1 a. J.C., está
esencialmente representado por la temática de la decoración cerámica (41): representacioñes de las fuerzas de la vida y de la muerte en actitudes violentas que contrasta.n
cori la serenidad con que pintaron a la Gran Diosa, que normalmente preside las
escenas y que responde a representaciones antropomorfas de libre interpretación
ibera, además de la plasmación de otras figuras humanas en escenas de variado tipo.
La cerámica es precisamente la que caracteriza a este período ibero-helenístico con
su personalidad, su barroquismo, su independencia, su desprecio por los cánones
clásicos y su singular identificación evidenciada por sus representaciones simbólicas,
humanas, animales y vegetales, que constituyen un claro índice para fijar un paso más
en la secuencia cultural ibera.
La diosa, bien pintada sólo con su rostro, alado o no, o bien su busto o completa,
con la. alas extendidas y con una silueta de botella debida a su ropaje acampanado, es
s
evidentemente la misma que representa el gran sincretismo mediterráneo, es la Tanit
cartaginesa (42), puesto que, seguidamente, durante el período ibero-romano (43) el
templo principal de lliici estuvo dedicado a Juno. Además, en un vaso se presenta
acompañada de los animales propios de la diosa: la paloma y la serpiente; y en otro en
medio de una pareja de caballos alados, aspecto que evidencia la posibilidad de que esa
misma diosa pudiera estar fundida con la Artemis de Efeso, la divinidad alada que los
focenses veneraban en todas sus ciudades (44).
La fecha tardía de estas representaciones pictóricas, finales del siglo m hasta
principios del 1 a. J.C., podría sugerir la idea de un retomo orientalizante en cuanto a
la iconografía y revitalización de la religiosidad ibera se refiere. Tal vez esto pueda
relacionarse con los movimientos mediterráneos de mercenarios iberos, la apertura de
la Vía Real que unía Susa y Efeso constituyendo el puente terrestre entre Oriente y
(at) G. SFAMBNI: «1 culti orieotali in Sicilip. lAicle. 1973.
(40) DBMARGNE: Op. cit. nota 20, pq.. 11&-121.
(41) RAMOS: Op. cit. nota 9 (1982), páp. 1%1 1 122.
pq.. 101·103.
(42) A. RAMOS: ot!A Alcucüa de Elche, antee y durant. la dominaci6b púnica•. 1 eon,_ Nacional de Arqueoi"'JÚl y V Con.- de
Arqueolócico del S. E. (A!metía. l!N9). Zarqoza, 1960, pár. 206. "·~ ¡¡..,..... como repreMnt.cion• de la d;oee Temt y de loe animaleo oep-adoe
que prooeclentee de Eripto puaron a loe C&ttqin- •.. , ein que olvidemoe la influencia que Grecia ejerció eobre el pueblo fenicio, quien,
probablemente, toma,.. de aquélloe eotu 1iruru repreeen.t ativu de Twt.•.•.
(48) R. RAMOS: «La ciudad romana de Dllci•. lutituto de Betudioe Alieantinoe. Serie D, nCun. 7. Alicante. 1976, páp. 16&-llf.l.
(44) A. BLANCO: •lA Anti¡¡üeded•. Hietorla del Am Hiepánieo. Madrid, 1981, pár. 68.
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R. RAMOS FERNANDEZ
16
Occidente a través del punto de contacto que suponía Jonia, a las estancias de jonios
en tierras egipcias, la conquista de Egipto por los persas y esencialmente las matizaciones cartaginesas surgidas a consecuencia de la Segunda Guerra Púnica en función
de la helenización experimentada por Cartago a causa de su relación con la Sicilia
griega.
La divinidad representada en las cerámicas de Elche pudo ser una Potnia local,
una «Señora de Elche)), identificada con la antigua di~a. que tuvo evidentes paralelos
en un mundo jónico que ya en los momentos a que aludo debió estar espiritualmente
integrado en la religiosidad y el pensamiento de determinados grupos iberos.
e-5:
Las representaciones de la espartana Artemis Ortia, aspecto arcaizante de una
divinidad de la fecundidad, vinculada a la agricultura y consecuentemente a la
fertilidad y a la vida en general (45). Diosa cuya primera imagen, según la tradición,
fue traída por lfigenia y Orestes del Quersoneso táurico y se consideraba caída del
cielo, a la que en Esparta también llamaban Ligodesma porque fue encontrada en una
mata de juncos que envolviéndola la mantenía en pie (46) y cuyo altar del Limneon se
rociaba de sangre humana, lo que no contradice su calidad de protectora de los
animales y de los humanos puesto que esencialmente era nodriza, criadora de niños.
La iconografia de Ortia parece ser reflejo de integraciones egipcias y sirias en el
mundo griego, que a su vez originó la helenización del tipo que llegó al occidente
mediterráneo.
Es probable que la iconografía de las representaciones femeninas pintadas en la
cerámica de Elche estuviese relacionada con la de Artemis Ortia, versión de una
potnia peloponésica adscrita a la jurisdicción de Artemis, que a su vez fue en el mundo
griego una faceta de la Gran Diosa, por lo que participó de alguno de sus aspectos y
fue, asimismo, sincretizable con ella.
Asociado a Artemis Ortia pudo existir un señor de la Tierra, un Poséi-das, que se
correspondía con sus similares sumerios, acadios o hititas (47), divinidad agrícola
citada en los textos de Pilos como dios del caballo, de las fuentes, de la f~cundidad y de
las fuerzas subterráneas, que en Licosura estaba relacionado con Deméter y Artemis,
es decir, con las dos reinas que se asocian a su culto. Este dios masculino, que pasó en
la mitología griega a ser Poseidón, experimentó, igual que la Gran Diosa (escindida
básicamente a partir de entonces en Deméter-Artemis-Afrodita), el reparto de poderes
con lo que perdió fuerzas en su aspecto divino, sobre todo a partir de las migraciones
consiguientes a la ruin~t de Micenas, cuando sus seguidores tuvieron que desplazarse a
las islas y a las costas de Asia Menor. Entonces Poseidón se convirti~ en el dios del
(45) R. M. DAWKINS: tii'M Sanetuary ot Artemis Orüa at Spart.. Lonchw. Ul2t.
(46) PAUSANJAS; ocDtecripción ele Ore<:i&JO, fil·16. 7 a 11 (Trad. A. Tovar. Valladolid, 1946).
arcaica y clúic:a•. Lu Reli&ion• AntiiUU. 11 Madrid. 1983, JIÁI. 262.
F. VIAN: «LA ntli&ión lri..• en la
(47) A quien poeiblemente •tuvo dedicado el untuario ibero del Cirarralejo en 1\inclón de laa ofrendaa de ~uidoo que eu excavación
ofreció: E. CUADRADO: «ExcavaclonH en el Santuario iWrico del Clrarralejo, Mula•. lnform• y Memoriu de la Comiaarla General de
ExcavacionH, núm. 21. Medrid. 1960.
·
'poca
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ESFINGE DE ELCHE
17
mar. Pero antes de que eso ocurriera Poséi-das había sido un Señor, un Dueño, un
Esposo de la Potnia Theron, tal vez vinculado a Ortia, que tuvo una metrópoli
religiosa en la ciudad de Helike (48). Fue el Poseidón Helikonios a quien, más tarde,
dio culto la antictionía de las doce villas jónicas del Cabo Micale y en cuyo honor se
sacrificaban toros.
(48) Ciudad bomóniJDa de la citada por Diodoro de Slcilia en t;..-raa de Iberia. tal vez próxime al rlo Alebua (Avieno: .ora maritúau. 46). que
mú tarde pudo denomlnaree ~o el Benfti.Alepu. que diera IUlfn al accual Vinalop6.
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RAMOS.- E s fi nge de Elche
1
"' ·
LAM. I
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~·
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ARCHJVO DE PREHISTORIA LEVANTYNA
Vol. XVID (ValeDc:ia, 1888)
CRISTINA ALDANA NACHER
(Valencia)
LA CERAMICA IBERICA CON DECORACION GEOMETRICA SENCILLA
EN EL TOSSAL DE MANISES (ALICANTE)
(Campaña de 1965)
A D. Domingo Fletcher Valla, entrañable
de arqueólogos y prehistoriadores
valencianos.
~stro
PLANTEAMIENTO
Uno de los elementos más claramente definitorios de la llamada «Cultura Ibérica»
lo constituye su cerámica a tomo con decoración pintada. Dentro de ella existen
diversas variantes -como es sabido- y así nuestra atención se centra en la actualidad en el estudio del estilo decor~tivo más antiguo, que es el que presenta una
ornamentación de tipo geométrico sencillo, a base de bandas simples, combinadas de
formas diversas y, ocasionalmente, algún otro elemento, siempre de tipo geométrico.
Este estilo, que resulta común a todos los yacimientos ibéricos de la primera época,
fechables entre la segunda mitad del s. V y el final del s. IV a. JC., como quedó
demostrado hace años (1), es el que nos proponemos analizar en base a los materiales
procedentes de la campaña de excavaciones, que, en el año 1965, llevaron a cabo los
Ores. Llobregat y Tarradell ~n un sector ¿_,..:1 importante yacimiento ibero-romano
alicantino del Tossal de Manises; dichos materiales se hallan depositados hoy en día
0) D. PLBTCRER VALLS, B. PLA BALL8STER y J. ALCACER GRAU: «La Baaticla de Lee Al~ (Moput.. Val....,ia)oo. ~bajo& Varioe
del Servicio de Inv..Uracl6n Prehiltóric:a. aW.... 24 y 25. Valencia. 1966 y 1969.
-387-
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2
C.ALDANA
entre los fondos del Museo Arqueológico Provincial de Alicante, donde estamos
pudiendo estudiarlos gracias a las facilidades prestadas por el Dr. D. Enrique Llobregat (2). En un futuro próximo esperamos poder contar con los suficientes datos sobre
este tema como para estar en situación de ofrecer un estado de la cuestión actualizado
sobre esta primera fase cronológica de las cerámicas ibéricas decoradas.
El final de los poblados ibéricos antiguos vino marcado, al menos en el sector que
estudiamos, por una serie de destrucciones violentas de los principales asentamientos
de la zona, entre los que se encuentra el Tossal de Manises, aunque se romanizó
posteriormente, por lo que se trata de analizar aquí los niveles más antiguos de dicho
poblado, centrados en el s. IV a. JC.
El mundo ibérico contestano, en su primera fase, se va a caracterizar por la
variedad de sus formas cerámicas, si bien el estilo predominante durante el siglo IV
será el ya citado como geométrico sencillo, de bandas y filetes agrupados.
Dentro de este ámbito, el Tossal de. Manises cuenta con el problema de ser un
asentamiento de larga perduración cronológica, de forma que los restos más evidentes
hoy corresponden a los de una ciudad romana imperial.
Este importante poblado contestano, conocido de antiguo, recibe su nombre del
pequeño cerro sobre el que se asienta, de 37 metros de altura, y que domina la
Albufereta de Alicante, a unos cuatro kilómetros al Norte de dicha ciudad (3).
Llobregat (4) estableció que son tres fundamentalmente las ciudades que se asentaron en el Tossal, según se desprende del estudio de sus materiales; la que nos interesa
es la inferior, ibérica de los siglos IV y m a. JC. La segunda ciudad, que es la que usó
la muralla que se conserva, cuenta ya con importaciones de cerámica campaniense A y
B, así como ibérica con decoración compleja, principalmente del estilo Elche-Archena.
El tercer nivel sería de una época en la que la muralla ha sido destruida, siendo sus
materiales de época romana imperial, y son los restos de esta última ciudad los que son
visibles en la superficie.
En conjunto, ofrecen interés las series cerámicas ibéricas, pues apenas hay elementos metálicos de esa época, y resulta desde luego imposible averiguar la fisonomía que
debió tener la primera ciudad ibérica del Tossal de Manises, como sabemos, y que sería
paralelizable al grupo de asentamientos de la etapa ibérica antigua.
ANALISIS DEL MATERIAL REVISADO
El nivel ibérico del yacimiento ha proporcionado en todas las campañas llevadas a
cabo en él, cerámicas importadas antiguas y cerámicas ibéricas con decoración geoméirica sencilla, a base de bandas circundantes; las importaciones son fundamentalmente
(2) Ave<~- deede eetu liD- al Dr. Uobrept el in1MM y tacili
(3) Coordenada.: MaJMI Militar de Eop.Aa, .cala 1/50.000, boja 29.34 (812). «Alie~~nteoo; punto U.T.M. 238.498.
(4) B. LLOBRBOAT CONBSk •ContaWlia lbériealo. Instituto de &tudi01 Alicantln01. Alie~~nc., 19'72. p6p. 68 y ee.
-388-
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CERAMICA IBERICA TOSSAL DE MANISES
S
áticas de barniz negro y, conforme subimos de nivel, aparece la campaniense, enriqueciéndose además el mundo de las cerámicas decoradas ibéricas.
La campaña de excavaciones cuyos materiales nos hallamos revisando, se desarro·
lió durante el mes de diciembre del año 1965, bajo la dirección de los Dres. Tarradell y
Llobregat y de don Vicente Pascual, director a la sazón del Museo de Alcoy. El
objetivo prioritario de aquellos trabajos consistió en llevar a cabo una serie de
sondeos con el fin de buscar las trincheras de cimentación de la muralla de la ciudad
del Tossal y proceder a su fechación, con la cronología inicial de la misma.
Por ello se comprende que la cantidad de material cerámico ibérico procedente de
aquella excavación no resultase excesivamente abundante, sobre todo en relación con
lo aparecido en campa.ñas posteriores (5). Lo que sí se nos ha hecho evidente en
seguida ha sido la importante presencia de cerámica con decoración geométrica, que
es la que fundamentalmente nos interesa.
Sobre esta base, creemos que los estudios de cerámica ibérica pintada han de
centrarse en la composición de los distintos elementos que forman las decoraciones,
por lo que puede resultar de gran interés y aportar nuevos datos la revisión de los
materiales procedentes de las excavaciones sistemáticas, en nuestro caso preferente·
mente de los del área contestana, entre los que destaca el Tossal de Manises.
La composición ornamental puede indicar una mayor o menor antigüedad, aunque
los motivos sean siempre de tipo geométrico; así, los elementos que dirigen la composición son las bandas, entendiendo por tales las que cuentan con más de un centímetro (6).
No obstante, el grosor de bandas y filetes puede no ser totalmente regular sobre la
superficie del vaso, lo que denotará aún una, cierta imperfección en el uso de la técnica
y, por tanto, una cierta antigüedad.
Otro hecho indicativo que hay que considerar es que el grosor de una línea puede
ser indicativo del tamaño o dimensiones de un vaso, pues evidentemente las bandas se
dan, sobre todo, en los recipientes grandes, como urnas y tinajas, mientras que los
filetes aparecen sobre los vasos pequeños.
Centrándonos ya en los materiales de las excavaciones del año 65 que hasta el
momento hemos revisado, podemos hacer una distinción entre una serie de catas y
sondeos previos y el sector pri.ncipal de los trab~jos, que lógicamente es el que ha
aportado más cerámica ibérica con decoración geométrica; toda la campaña se llevó a
cabo junto a la muralla orientada al golfo de la Albufereta, cuyos restos son aún
visibles, o en sectores muy próximos a la misma.
ID-
(5) M. TARRADBLL MATBU 1 B. LLOBRBOAT CONBSA: «Avance ciAo loe ...Wtadoe ciAo w exeavaciob• arqueoklsicu ., cuno ., el
Toeeal ciAo ....... Alicute, dúrante loe
ciAo a¡oeto • DOViembre ciAol aAo 196&o. Nodciario A!queoJ6tico HJ.pinlco, x.XJ y m (lllll6-f8).
Madrid, 1870, pq.. 141·146.
J . M. J . ORAN AYMBRICH: •Bxcavaciol>ee arqutOI6tic:u"' el T...al ele Man!Me, La Albufereta (Alicute). 1978». Noticiario A!queo16tico
Nacionel, A!queo)opa 6, M.drid. 1977, pip. ~
(6) S. NORDSTROM: •La c6ramio¡ue peinte IWrio¡ue de la provínee d'AIIcuteot (l y 11). Acle UDivenítaU. Stockholmi~Nla, VI y VII.
Stockholm, 1988 1 1973.
-389-
[page-n-391]
4
C.ALDANA
Las catas realizadas fueron denominadas A, B y C, afectando a la superficie y zanja
de fundación de la muralla, hasta unos 70 cm. de profundidad, mientras que el
principal sondeo, llamado H, se llevó a cabo junto a la torre de ángulo de dicha
muralla.
El material de estas catas y sondeo es más bien atípico, resultando bastante
abundante la cerámica ibérica sin decoración pintada. De la que lleva o ha conservado
ornamentación, puede decirse únicamente que son fragmentos pequeños de paredes de
recipientes de mediano tamaño, como cuencos o platos, destacando entre ellos algunos
bordes de «kalathoi» de cuello recto y labio en ala, lugar donde precisamente se
conserva una decoración a base de puntas del característico color rojo-vinoso propio
de los vasos decorados ibéricos.
El resto de los fragmentos, sin posible atribución a piezas concretas, llevan ornamentaciones geométricas sencillas, con grupos de filetes y bandas aisladas, aunque
esta combinación simple se complementa también con las denominadas «cabelleras» o
líneas verticales onduladas, círculos y semicírculos concéntricos a base sólo de líneas
delgadas, pequeños trazos verticales entre las bandas horizontales, etc.
Junto a esta cerámica ibérica ·pintada, siempre dentro de las catas mencionadas,
aparecieron fragmentos de pasta gris, sin decoración, y alguna pequeña muestra de
ba.rniz negro, poco representativa.
Por lo que respecta al área principal de la campaña del Tossal de Manises durante
1965, ésta se situó - también cerca de la muralla- en los llamados sectores E y ED,
excavados a partir del 17 de diciembre de aquel año.
En esta zona, cuyo nivel entre 50 cm. y 1 m. nos encontramos estudiando, apareció
una buena cantidad de cerámica ibérica pintada, también ya del estilo Elche-Archena,
aparte del geométrico simple que nos ocupa, siendo la tierra de un mismo tono
grisáceo carbonoso. Los únicos fragmentos fácilmente identificables son bordes en ala
de «kalathoi» de cuello recto, con la decoración más habitual a base de picos o bien de
delgadas líneas paralelas o segmentos de círculo.
El resto del material revisado en los sectores E y ED son trozos más o menos
grandes de paredes de vasos, que preferentemente combinan una gruesa banda con uno
o varios filetes dispuestos de forma simétrica, por encima y por debajo de ella. Estos
grupos horizontales de líneas, que se repetirían monótonamente en el mismo recipiente, dejarían entre sí espacios sin decoración o bien añadirían otros elementos de
carácter geométrico, como líneas onduladas, «cabelleras», semicírculos o círculos
concéntricos, etc.
De la revisión, pues, de este grupo de material ibérico con decoración geométrica,
pueden extrapolarse algunas constantes observadas. La primera es que la combinación
sencilla de banda con filetes arriba y debajo se produce de forma única en un tercio al
menos de este tipo de material analizado. Las otras dos variaciones destacadas,
además de esta sencilla combinación, son las «cabelleras» o líneas onduladas verticales, que arrancan normalmente de una banda a.n cha; y los semicírculos de lí.neas
concéntricas, que aparecen adosados entre sí y arrancan del grupo de filete-banda-390-
[page-n-392]
CERAMICA mERICA TOSSAL DE MANISES
5
filete superior, aunque también pueden presentarse aislados formando círculos com·
pletos, a veces de trazo más vacilante o menos perfecto.
Otro pequeño sondeo, complementario a las excavaciones en los sectores menciona·
dos, y conocido con el nombre de «Sondeo 1», se realizó en la base de la Torre 3,
llamada «Torre del Toro» por un relieve que en una de sus piedras apareció, hoy
perdido; se encontraron allí escasos fragmentos de cerámica ibérica; de ellos, la
mayoría sin decoración, y los que la tuvieron, la conservan bastante mal, siendo
visibles sólo algunas series de líneas delgadas horizontales.
CONCLUSIONES PROVISIONALES
El estudio actualmente en curso que realizamos sobre la cerámica ibérica con
decoración geométrica del Tossal de Manises (en principio de las excavaciones del a.ñ o
65), no hace sino enriquecer el conocimiento que de esta primera fase decorativa de la
vajilla fina ibérica poseíamos hasta la fecha.
En efecto, el estilo geométrico simple, que aparece en los poblados más antiguos, de
los siglos V al m a. JC. en líneas generales, como La Bastida de les Alcuses, La
Covalta de Albaida o El Puig de Alcoy, sigue el esquema decorativo de las bandas y
filetes alternantes (7), de muy antigua tradición mediterránea, esquema que pasa a
complicarse gradualmente con el tiempo mediante la inclusión de una serie de nuevos
motivos también geométricos, como círculos, semicírculos, lineas onduladas, rombos,
etc.
Del análisis de esta clase de decoración pintada siempre se ha deducido que
constituye un buen exponente del sentido del ritmo y de la proporción que debían
tener ya entonces los iberos; a ello hay que añadir el logro que supone crear un efecto
alternante o simétrico a base de las series de fajas que adornaban, por ejemplo, la
superficie de grandes recipientes como las urnas cinerarias.
La ornamentación geométrica simple nos introduce en un mundo de variada
tipología cerámica, pero, por contraste, escasa riqueza decorativa, lo que constituye la
nota destacada - junto a la presencia de otros elementos de importación que ahora no
nos atañen- de los poblados de la primera etapa ibérica (como el Tossal), que
concuerdan cronológicamente con la fase inicial de las necrópolis ibéricas, que son las
de la denominada época antigua o precultura ibérica (como la Albufereta), según
Cuadrado (8).
El campo decorativo de las vasijas aparece, en cierto modo, «delimitado» o dividido
por estas agrupaciones horizontales de trazos de grosores diversos, pudiendo quedar
los espacios entre las series o bien vacíos o bien con otros trazados geométricos de
tendencia y disposición preferentemente vertical.
(1) C. ARANEGUJ GASCO: ooLu d..oNtivu en la corimiea ib&iea valenciaJWO. Seitabi. XXIV. Valellcia. 19'74, páp. 81-63.
(8) B. CUADRADO Dl.AZ: .t.. necrópolis lb6riea da Bl Ciprftlejo (Nula, Nurcia)o. Bibliotheca Praehietorica Húpena, X.UD. Nadrid.1987.
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eoo.
-391-
[page-n-393]
6
C. ALDANA
Por nuestra parte, pensamos que habrá que ir constatando entre los conjuntos de
materiales de. los poblados y necrópolis de la primera fase ibérica, las diferentes
agrupaciones de bandas y filetes con otros motivos, así como sus repeticiones en
distintos yacimientos, ~ecuencias de agrupamientos, etc.
Existen, hasta el momento, diversas posibilidades de combinación y emplazamiento
de dichas bandas y ·filetes; pueden ser: filete solo, banda sola, grupo de filetes, banda
entre filetes variando la cantidad de estos últimos, banda con filetes por encima, o
banda con filetes por debajo de ella.
En la cerámica «protoibérica)) o ibérica más antigua, de los siglos V y IV a. JC., no
existe ningún tipo de regla fija para combinar las diversas agrupaciones, si bien vemos
un detalle común que delimita la pared del vaso en su parte superior o inferior; sobre
la parte superior aparece generalmente una banda y los filetes bajo ella, mientras que
sobre la inferior los filetes se hallan encima de otra banda aislada. Esta disposición de
las agrupaciones se encuentra condicionada también por la forma de los vasos,
preferentemente bitroncocónica, que permite contemplar bien la totalidad de la superficie del recipiente.
Una innovación se va a introducir después en la cerámica pintada con decoración
geométrica, y es la inclusión sobre la línea de diámetro máximo aproximado de la pieza
de una banda entre filetes, disposición que marca el inicio, en cierto modo, de la
producción «clásica» del área levantina, y que constituirá, ·a su vez, la nota más
característica de esta clase de cerámica, hasta su apogeo, desapareciendo cuando la
cerámica pintada ibérica entre, en general, en una fase de decadencia.
. No obstante, todavía en pleno siglo IV a. JC. puede observarse una cierta incertidumbre en el tema de la situación y agrupamiento de ba.ndas y filetes sobre las paredes
de los recipientes.
El estilo geométrico de grupos de líneas resulta ser, decididamente, el que se ajusta
mejor al sistema decorativo por zonas, mediante el cual se concibe a las piezas como
soporte de un número variable de círculos concéntricos que las rodean completamente,
sin dar preferencia estética a una parte del vaso u otra; por tanto, la unifQrmidad y
una cierta monotonía son las notas que se desprenden de la contemplación de esta
primera cerámica ibérica decorada.
Por el momento, cuatro son las combinaciones de bandas y filetes más frecuentes
en la cerámica ibérica más antigua, y responden a una tradición que se observa
también en los yacimientos i];,éricos del Sur de Francia (9):
Banda con un grupo de filetes por encima de ella, o bien por debajo. Se sitúa
preferentemente sobre el cuello y vientre de los vasos, en los yacimientos del
Levante, Sudeste y Andalucía.
Banda entre grupos de filetes. Combinación ubicada casi siempre sobre el
vientre o parte más ancha de los vasos..
(9) J. J. JULLY: «Biementa d'6tude comparativa de la potarie peínte de type iWrique clane le Sud de la Ce!tique et de la poterie iWrique de la
Péninaule lbériqu... VII Con¡reoo Nacional de ArqueolOfla (Barcelona. 1981). Zaraccna, 1962. ~ 287·308.
-392-
[page-n-394]
CERAMICA mERICA TOSSAL DB MANISBS
7
Banda horizontal única con un filete encima y otro debajo de ella. Este grupo
de «filete-banda-filete)) es propio de una cronología ibérica antigua, sobre todo
en el Levante peninsular.
Banda aislada o filete aislado. Suelen ir en la parte inferior del vientre ·d e los
vasos, aunque es un motivo algo menos frecuente dada su extremada sencillez.
En resumen, sobre las decoraciones observadas en el Tossal de Mañises cabe
mencionar la leve superioridad numérica de la combinaci6n de una banda entre un
filete arriba y otro debajo de la misma, al menos en lo hasta ahora analizado.
Vemos, pues, que hoy por hoy se hace cada vez más necesario el estudio completo y
exhaustivo de todos los estilos decorativos en la cerámica ibérica, con el fin de
actualizar las conclusiones sobre los mismos, y así por nuestra parte nos hemos
propuesto analizar su primera fase geométrica, partiendo de la revisi6n de los materiales procedentes de las excavaciones del año 65 en el yacimiento del Tossal de Manises.
-393-
[page-n-395]
·.
[page-n-396]
ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XV11I (Valencia. 1988)
RAFAEL PEREZ MINGUEZ
(Valencia)
UN TONEL CERAMICO IBERICO PROCEDENTE
DEL CASTELLAR DE HORTUNAS
(REQUENA, VALENCIA)
l . ANTECEDENTES
El poblado ibérico del Castellar de Hortunas está situado al Sur de Requena, en la
provincia de Valencia, a escasa distancia de la aldea de su mismo nombre, teniendo
acceso por la carretera de La Portera a Hortunas (fig. 1).
El yacimiento era conocido de antiguo por las prospecciones que en él se realizaron, encontrándose diversidad de materiales: cerámica ibérica de los siglos IV al 11 a.
C., monedas del siglo 11 a. C. de las cecas de Gili y Saiti principalmente, fíbulas
anulares, espuelas, etc.; de material romano se ha encontrado cerámica común. También hay restos de una torre ibérica de sillares. Parece ser que este poblado se
abandona en el siglo 11 a. C., desapareciendo completamente durante la romanización.
El Grupo Arqueológico Requenense (1), realizó también prospecciones recuperando
diversos materiales que fueron depositados en el Museo Arqueológico de Requena (2),
destacando por su interés los siguientes:
- Una tapadera.
- Un Kalathos o sombrero de copa con borde recto y provisto de dos asas
simétricas y trenzadas pegadas al cuerpo; decoración geométrica de motivos circulares.
(1) Con.titulan dicho ll'\lpo loe Mllorea: L. GIL OROZCO.RODA, M. GARCIA OONZALEZ, J . 8ABZ RUIZ, C. JORDA MOLTO, P. LAGUNA
PBREZ, M. VALVERDE SOTERAS, M. OARCIA CARRASCOSA, J. AROILBS OOMBZ y R. LOPEZ SOLAZ.
(2) J. APARICIO PEREZ y F. LATORRE NUEVALOS: «CaWoco-Qula del MUMO Azqueo16tJico de RequenaJt. Serie Azqueolóclca del
Departamento de Hletoria Antlaua, núm.. 1, Univ. .iclad de Valencia. Requena, 1977,
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R. PEREZ MINGUEZ
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Fig. l.- Emplazamiento del yacimiento de Hortuna• (Requena).
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TONEL CERAMICO IBBRICO
8
- Un vaso bitroncocónico de cuello estrecho provisto de una gran asa.
- Pequeño plato muy plano con decoración geométrica. Presenta seis agujeros de
lañado.
- Jarro de cerámica gris, decorado con incisiones horizontales en el cuello y en la
parte alta del cuerpo.
- Un pequeño cuenco hecho a mano, de fondo plano y borde recto, de factura
rudimentaria.
- Fragmento de azuela de perfil transversal cuadrangular, de· piedra pulida de
color negro.
- Pieza de plomo para la obtención de lañas.
- Diversos fragmentos de vasija decorada con motivos geométricos y pájaros
estilizados en serie.
- Gran tinaja cilíndrica, provista de dos asas situadas en las proximidades de la
estrecha boca; su fondo, ligeramente apuntado.
- Gran urna bitroncocónica de boca recta y base convexa, de color rojizo, decorada mediante dos anchas bandas en el cuerpo, enmarcadas por otras más estrechas.
Conserva .s ólo un asa.
- Gran urna ovoide de color rojizo, de ancha boca y pequeña base cóncava
mostrando numerosos agujeros de lañado.
Con posterioridad ha ingresado en dicho Museo un tonel cerámico procedente de
prospecciones de superficie llevadas a cabo en este yacimiento por don Enrique
Morán.
A esta última pieza dedicamos la atención en las siguientes líneas.
II. EL TONEL CERAMICO
El tonel cerámico motivo de nuestro estudio fue reconstruido a partir de unos 160
fragmentos, lo que motiva que la superficie del ~n.el ofrezca diversas coloraciones
según la acción del fuego una vez fragmentado. Durante su utilización se rompió por
uno de los casquetes laterales, siendo recompuesto a base de un meticuloso lañado.
Tiene boca centrada y asas laterales por debajo de las cuales pasan sendas acanaladuras que circunda.n todo el cuerpo de la vasija, permitiendo que por ellas pasara una
soga que facilitara la suspensión y tran_porte del tonel; otras acanaladuras que lo
s
·rodean, paralelas a las anteriores, pero más estrechas, son producto del torneado de la
parte cilíndrica del tonel (lám. 1).
Sus medidas son: long., 462 mm.; alt., 327 mm.; diám., 290 mm.; diám. boca, 105 mm.
III. ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LOS TONELES
El tonel, de boca central y asas laterales, corresponde a la forma m de la tipología
-397-
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4
R. PEREZ MINGUEZ
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TONEL CERAMIOO IBERIOO
5
que estableciera Fletcher Valls (3), y que fue aceptada y seguida por otros autores (4}.
La mencionada forma m es una de las más abundantes dentro de la tipología de los
toneles ibéricos.
A continuación pasamos a relacionar los toneles de los que hasta el momento
tenemos noticias, y que son (fig. 2):
EjempliJres
1.- El Castillico (Fortuna, Murcia) (5} ..................................................... .
2.- Los Molinicos de Moratalla (Murcia) (6) ...........................................
3.--San Antón (Orihuela, Alicante) .......................................................... .
4.- Rambla de Ascoy (Cieza, Murcia) (7) ................................................ ..
5.- La Albufereta (Alicante) ....................................................................... .
6.- La Serreta (Alcoi, Alicante) (8) .......................................................... ..
7. -El Puntal (Salinas, Alicante) ............................................................... .
8.-Mola Torró (Font de la Figuera, Valencia) ...................................... .
9.-El Tossalet (Belgida, Valencia) ........................................................... .
10.-La Bastida de les Alcuses (Moixent, Valencia) (9). ........................ ..
11.-La Cova Forada (11íria, Valencia) .................................................... ..
12.-Valdegamas (Don Benito, Badajoz) .................................................... ..
13.- La Escuera (San Fulgencio, Alicante) (10) ....................................... ..
14.-Villasviejas (Cáceres) (11) .................................................................... ..
16.-El Castelillo (Alloza, Teruel) (12) ...................................................... ..
16.-Castro de Yecla (Santo Domingo de Silos, Burgos) (13) ................. .
17.-Castro de Sta. Olaia (Figueira da Foz, Portugal) (14) .................... .
18.-Castro de Segóvia (Elvas, Portugal) (15) ........................................... .
19.-Ca~o de Vaiamonte (Monforte, Portugal) (16) ............................... .
8
1
2
1
2
3
1
1
1
29
1
1
1
1
2
1
1
1
1
(3) D. FLETCHBR VALLS: oc'l'onel• cerúúco. iWriCOP. Azchivo ele I'Nhíatoria Levantina VJ. Valmcia, 1867, p4p. lU-147.
(4) T. JUDICE GAMITO: ~o. "b&rria íWric:oe" de Portupl». Conimbri1a, XXU. Coimbra. 1988, p4p. 186-R
(6) FLETCHER VALLS: Op. cit. en la nota 8, ptlp. 119-120.
A. PERNANDEZ DE AVILBS: oc'l'ontl iWrico del Cutillico de 1u Pañu (Fortuna, Murcia)t. Ardllvo Eepdol ele ArqueoiOf{a, Yol XV,
núm. 46. Madrid, 1942, ptlp. 178-174.
P. A. LlLLO CARPIO: •El poblamiento IWrico en Murcia». Departamento da Arqueolo¡{a. Unlvenidad dt Murcia. Murcia, 1981, pqa.
241·246. li1. "'''· 244 y 247.
(8) Lll.LO CARPIO: Op. cit. an la nota 6, JKII· 188, lir. ptlf. 184. En dicha publicación ....n.;an ob'oe yacimiantoa tn donde ban aparecido
eata claae de tontl... como aon: Coimbra del Barranco Ancho (Jumilia, Murcia), Lu Cabezutlu (Totana, Murcia), C..tillioo de loe Balioe
(Fortuna, Murcia), Bolclu (Cleu, Murcia), Covatillu (Murcia) y Cabao dt l Teaoro (Verdolay, Murcia), paro en al tazto no .. menciona
ninguno.
(1) LILLO CARPlO: Op. cit. en la nota 5, ptlea. 289-290.
(8) Al ya eziatantt y publicado por D. FLETCHER VALLS, b&)' que añadir ob'oe doe •i-plarea y una fonna intermedia: cuya oUtencla
amablemente noa ha comunicado el MUMO Arqutolóeico Municipal da Alcoi, a cuyo conae"todor, don J ot4 Maria Steura, ~ la
información.
(9) A !01 28 tonelea ya exl1tentea, debe q,.garoe otro ejemplar aparecido en 1984.
(10) S. NORDSTROM: «ExcavaclonM tn el poblado ibérico de la Bacuara (San Fulrencio, Alicanta)o. Trabajoa Variot del S.LP., 116m. 84.
Valencia, 1987. ptlr.. 36 y 45.
.
(lll F. YERNA:WEZ: oc'l'onel iWrico procedente clel C..tro de Villuviaju (Cáctrea)o. Trabajoa ele Prtbiatoria, nW... ae. Mllclrld, 19"19, p4p.
-169-463.
(121 P. ATRIA~ JORDAN: «Ezcavaclon.. tn al poblado iWrico de El Cutalillo (Ayooa). s.,w.da 7 Ttrctaa Campdv. Twutl. nW... 22.
Tuuel. 1939. páJ.. :ZU.~.
(131 S. GO:"ZALEZ SALAS: •El C..tro da Yecla. en Sento I>ominao de Siloe {BuJ'Ioa)o. lnfonMo 7 MtaiOriu, nW... 7. loliDJ.tario c1t
Educación Xacional. Comiaaria General dt lbcavacionea Arqueolóeicu.. Madrid, 1945, p4p. 7:82.
(l~l Jl'DICE Q,UIITO: Op. cit. en la nota 4. páp. 199. 200 y 201.
(131 Jl'DIC'E G..UIITO: Op. cit. en la nota 4. ptlp. 199, 200 y 201.
1161 Jl'DIC'E lt"~IITO: Op. de . en la nota t . ptlp. 199. 200 y 201.
-399-
[page-n-401]
R. PEREZ MlNGUEZ
6
2D.-Castro de Azougada (Moura, Portugal) (17) .......................................
21.-Castellar de Hortunas (Requena, Valencia) ........................................
Total de ejemplares (18) .......................................................
1
1
61
Como característica común, hemos de destacar que todos los toneles tienen acana·
laduras que los circunvalan y que debieron de ser utilizadas para pasar por ellas una
soga que permitiera la suspensión y el transporte del recipiente, teniendo dichas
acanaladuras una profundidad variable.
Con referencia a las asas y a las pestañas de seguridad, están muy extendidas entre
los toneles, pero no presentes en todos ellos.
El agujero inferior de desagüe no es muy abundante entre este tipo de recipientes,
puesto que de todos los relacionados únicamente tres tienen esta característica: uno
procedente de El Castillico y los otros dos de La Bastida.
La decoración está ausente en todos los toneles, excepto en el procedente del
Castro de Yecla, que tiene una decoración geométrica que ocupa todo el tonel. Otra
característica que se da también en este tonel, es que posee dos pares de asas, un par
que nace en el mismo borde de la boca y el otro que está situado en los extremos de la
parte superior y son perpendiculares a las anteriores. Ahora bien, aunque se puede
clasificar como tonel ibérico, debido a las características antes mencionadas y al
contexto de su hallazgo, puede decirse que su cronología es posiblemente tardorromana.
Para la confección de estos toneles, primero se realiza el cuerpo cilíndrico, "luego,
separadamente se tornean los casquetes semiesféricos de los extremos y, finalmente, se
unen al cuerpo central; por regla general esta unión coincidía más o menos con las
acanaladuras.
Si comparamos estos toneles con otras formas cerámicas ibéricas bellamente decor:adas, como son los grandes recipientes, los sombreros de copa, jarros, platos, copas,
etc., vemos que su confección es más bien tosca.
De lo expuesto anteriormente, podemos deducir que estos toneles servirían únicamente para el transporte de líquidos, generalmente agua desde las fuentes de aprovi·
sionamiento hasta el poplado, aunque no se deba descartar la posibilidad de su uso
para el transporte del vino o aceite.
Por su capacidad los podríamos dividir en dos grupos. En el primero, incluiríamos
los toneles de una capacidad de unos 16-20 o más litros y que deberían de transportarlos las caballerías, de ahí las acanaladuras por donde pasar la cuerda que se sujetaría
en el lomo del animal, como lo demuestra el caballito portador de toneles cerámicos,
procedente de las excavaciones del Cabecico del Tesoro (19). Una vez en casa, el
(17) .JtroiCB GAMrrO: Op. cit. .., ia nota 4, pqa. 201·202.
(18) Na. informa Pl.ccber VaiJ., que a e1ta llata podr{an aDadirM un toM l emtanta en el Mueeo de óiMn y otro en el Mueeo de M~
(19) l>. A. LJU.O CARPIO: «Cantimploraa y tonel.. de cerimlca iWricoe en el úea murei&IWI. ReY. Murcia, do V, n ibD. 16, j ullo-dicl-bre.
Murcia. um. pqa. z.211.
·
-400 -
[page-n-402]
TONEL CERAMICO mERICO
7
contenido del tonel se echaría en un recipiente grande, ánfora, tinaja, etc., y de aquí se
cogería para beber.
En el segundo grupo incluiríamos los toneles con una capacidad bastante menor
que el anterior grupo. Ejemplos de este grupo son una serie de toneles procedentes de
La Bastida, cuya capacidad no superarí.an los 6 u 8 litros, existiendo uno de capacidad
inferior a los 2 litros, procedente de la habitación 192 de dicho poblado. Podemos
pensar que este tipo de tonel fuera para transportarlo por personas sobre sus espaldas,
o sobre cualquier parte del cuerpo. En este caso también existen acanaladuras y asas
por donde pasar la cuerda de sujeción. Es posible que estos pequeños toneles sirvieran
como cantimploras y las llevaran las personas durante sus labores agrícolas u otros
menesteres.
·
Los anteriores toneletes pueden tener su precedente en los toneles neolíticos, como
el procedente de La Cova de les Meravelles (Gandfa, Valencia), el de Cova de la Sarsa
(Bocairent, Valencia) y otros 2 de La Cova de l'Or .(Beniarrés, Alicante) pudiendo
tener éstos y los ibéricos, la función de mantequeras. Fletcher V alls en un estudio
sobre toneles cerámicos neolíticos (20) señala un cierto parentesco de estos toneles con
los «churns>> o mantequeras halladas en las ex~avaciones de Horvat Beter (Beersheba,
Israel) con una cronología según el C. 14 de 3.325± 150 años a. de C.
Piezas de formas similares a las de nuestro estudio se usan actualmente en el valle
de Sous (Gran Atlas). Su empleo es de mantequera: se cuelga de la rama de un árbol y
se balancea hasta obtener la manteca. Por el pequeño tamaño de la boca de estos
toneles, son los niños los encargados de extraer con la mano la manteca.
Sobre la localización geográfica hemos de indicar que de los 61 toneles aparecidos
hasta la fecha, 54 están situados al E y SE de la Península, desde Alloza (Teruel) hasta
Murcia y los 7 restantes en Portugal (4 ejemplares), Extremadura (2 ejemplares) y
Burgos (1 ejemplar), no habiéndose encontrado ninguno hasta el momento en el resto
de la Península. Poco es, pues, lo que podemos decir a este respecto, salvo su mayor
concentración en el área propiamente ibérica, desde donde se debió difundir hacia el
interior.
(20) D. PLBTCHl:R VALLS: «Tooeleue cerf.mlco. neolitiCOP. VD Con~ Naeionel de Arqueolotfa (Barcelona, 11180). Zaraaoza, 1962.
..... 148-161.
- 401-
[page-n-403]
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R. PEREZ MINGUEZ. -Tonel cer ámico del Castellar de Hortunas (Requena)
Um. l.- Tonel cerámico del Castellar de Hortunas (Requena).
- 403 -
LAM. 1
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ARCHIVO DB PRBHI8TORIA LEVANTINA
Vol. XVIn (ValeDcia, 1888)
J . APARICIO PEREZ
(Valencia)
LA TUMBA mERICA DEL CAMI DEL BOSQUET
(MOGENTE, VALENCIA)
l . DESCUBRIMIENTO Y SITUACION
D. Emilio Revert, vecino de Mogente y entusiasta aficionado a la arqueología,
comunicaba al S.I.P., durante los primeros días del mes de marzo de 1976, el hallazgo
de restos arqueológicos en las proximidades del Bosquet, popular paraje del término
municipal de Mogente, en la provincia de Valencia.
Inmediatamente, en compañía del Sr. Revert, exploramos el lugar, comprobando
que, en efecto, en el lugar donde le habían indicado existía una mancha negra
aproximadamente circular, así como fragmentos cerámicos de un vaso cuya mayor
parte permanecía enterrado.
El casual hallazgo se produjo cuando un cazador, que batía la zona en busca de
piezas de caza, ascendía por una senda de herradura, a un lado de la cual vio objetos
metálicos, junto a la mancha negra, restos que recogió y entregó al Sr. Revert, quien
los identificó como ibéricos por paralelismo con los de la vecina Bastida, yacimiento
que él conoce perfectamente.
La exploración preliminar nos permitió conocer que nos encontrábamos ante una
incineración ibérica, que supusimos, entonces, correspondiente a una necrópolis de
localización contigua, lo cual no se confirmó posteriormente.
Se encontraba situada (figs. 1 y 2), como hemos indicado, en el centro de una vieja
senda de herradura que bordea campos dedicados al cultivo de cereales y olivos por el
0 ., y por el S. a un barranco de poca profundidad que desciende de los cerros
inmediatos; senda que arranca de un camino rural mucho más amplio y que, entre
pinos, conduce a una pista forestal a mayor altura (fig. 3).
-405 -
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2
J . APARICIO
Fig. J.- La tumba antes de s u excavación.
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TUMBA ffiERICA DEL BOSQUET
Fig. 2.- La tumba ya excavada.
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3
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...
~
~
Q
o
Fig. 3.- Abajo, situación de la incineración en la orilla de la pinada inferior. Arriba, panorámica
del Bosquet.
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TUMBA IBERICA DEL BOSQUET
6
curvn nlvet M""
....~==~---------M'~
Fig. 4.-Situación de la tumba (1) en las inmediaciones del embalse y próximo al poblado iWrico (2)
y a otros yacimientos eneolíticos (4 y 5) y de la Edad del Bronce (8).
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6
J. APARICIO
Su proximidad al Bosquet, embalse situado a 1 km. al S. de la población, ha sido la
causa del nombre que le hemos dado a la incineración. Ubicándose a escasa distancia
de dicho lugar, apenas a 300 m. del mismo (figs. 3 y 4).
11. EXCA VACION Y ESTRUCTURA
El día 28 del mismo mes de marzo realizamos la excavación de la incineración.
Aparecía ésta a ras del suelo, en la tierra de la senda endurecida por el paso de
personas y de ganados, distinguiéndose entre las margas calizas blancas por su intensa
coloración oscura, coloración propia de las cenizas y carbones que la constituían; el
detenido examen del manchón, de forma circular muy regular, nos permitió apreciar
que estaba totalmente orlado por fragmentos cerámicos del mismo vaso, lo que con
total seguridad nos posibilitó deducir que las tierras negras se limitaban exclusivamente al contenido de la vasija cerámica. ·
En efecto, extraídas todas las tierras negras, quedaron fragmentos cerámicos
pegados a la pared del hoyo excavado en la marga, habiéndose extraído los otros
fragmentos entre dichas tierras negras, las cuales fueron total y cuidadosamente
tam.izadas sin que apareciera ningwí otro resto del ajuar funerario ni material arqueo·
lógico alguno, salvo fragmentos cerámicos diminutos que pudieran pasar desapercibidos a simple vista.
Tamizamos también las margas que aparecían sueltas en el interior del hoyo, hasta
tropezar con las tierras duras y compactas no' alteradas, margas que se revelaron
totalmente estériles.
La búsqueda, mediante exploración y excavación, de otras incineraciones junto a
la excavada no dio resultado alguno.
Una vez fmalizados los trabajos pudimos recqnstruir, hasta donde nos lo han
permitido los datos obtenidos, la estructura de la tumba descubierta. Consistía en un
hoyo abierto en las margas calizas, de unos ochenta centímetros de diámetro y una
altura superior a los sesenta centímetros, en todo caso suficiente para colocar en él la
urna que contenía las cenizas resultantes de la cremación del cadáver con el ajuar
funerario correspondiente, de ahí que, como la urna alcanza los 55'5 cm. de altura, le
supongamos al hoyo la profundidad expuesta, mientras que el diámetro quedó determinado por los 55'5 cm. que tiene, también, dicha vasija, aunque hubo que hacer el hoyó
un poco más ancho para poderla encajar con comodidad (fig. 5).
Una vez colocada la urna se debió entibar con las tierras sobrantes de la excavación, cubriéndose con una piedra más o menos plana y, quizá, con otras piedras y losas
a modo de encachado protector.
111. LOS MATERIALES
Los materiales que constituían el ajuar funerario fueron recogidos todos por el Sr.
Revert, indudablemente porque fueron depositados entre las cenizas de la parte alta de
-410 -
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TUMBA IBERICA DEL BOSQUET
Fig.
~Hoyo
con la incineración y probable encachado tumular.
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7
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J . APARICIO
8
Ftc. &-Urna que contenia
la l.DclD,.-cl6n y el "'uar funerario.
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1
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TUMBA mBRICA DBL BOSQUET
9
la urna, y al denudarse ésta por efecto de la erosión quedaron al descubierto; no así el
continente, es decir, la urna, ya que parte de ella permanecía enterrada, totalmente
fragmentada por el peso de la tierra, mientras que la parte superior quedó entre las
cenizas, debido a la dificultad de diferenciarla por la mala calidad de la cerámica y lo
sucia que se encontraba por contacto milenario con aquélla.
La descripción de los materiales es la siguiente:
CERAMICA
l. Gran urna ovoide de base estrecha y plana. cuello reducido y borde exvaaado, con le.bio biaele.do y
superficie plana vertical. Tiene las mismas dimensiones de altura que de diámetro: 65'5 cm. Puta y
superficie marrón rojiza de tonalidad clara; pasta del mismo color muy impura. con gruesos granos de
desgraaante, lo que se ·repite en la superficie exterior, sumamente descuidada. Pertenece al tipo de las
llamadas de «cocina" por lo basta de su factura (fig. 6).
HIERRO
La mayor parte de los útiles conservados del ajuar lo son de esta materia. .S e
presentan, en general, muy deteriorados, tanto por la acción del fuego a que estuvieron sometidos en la pira como por efecto de la humedad., dado que las margas blancas
suelen ser impermeables y el interior de la urna debió mantener un grado de humedad
considerable.
2. Punta de lanza con fuerte nervio central, y ancho y alargado tubo baaal para enastar. 24'5 cm. de
longitud total¡ 2'1 cma. anchura en la parte central de la hoja y 2'1 el diámetro del tubo en la base (fig. 7).
S. Contera a la que le falta el ápice. Posiblemente se correaponde con la punta de lanza descrita
anteriormente. Conserva restos de carbón en el tubo, que con toda seguridad pertenecen al astil ya
carbonizado. Mide 10'2 cm. de longitud total lo conservado y 2'7 cm. el diámetro máximo, aunque esta última
medida no 88 precisa dado el alto grado de alteración que presenta el hierro por efecto del fuego y de la
oxidación (fige. 7 y 10).
4. Tijeras. Son de tipo pinza y le faltan loe ápices de ambas hojas. Mide 4'7 cm. de anchura en el arco y 16
cm. de longitud total lo conservado (figa. 7 y 10).
5. Soliferreum. Como pertenecientes a esta arma ofenaiva hemos diferenciado trece fragmentos de hierro
que ofrecen todas las caracteriaticaa propias de la misma. Se presenta con las dobleces necesllriaa para
poderla introducir, dada su considerable longitud. en el vaso contenedor, lo cual es un hecho normal en las
necrópolis de la época. Su sección 88 circular, con un diámetro máximo de 1'45 cm. y una longitud total lo
conservado, aproximadamente, de 1'94 m., medida que se corresponde con la regular de esta arma, alrededor
de loa dos metros (figs. 8 y 10).
6. Cuchillo afalcatado. Hemos identificado tres fragmentos del mismo, aunque no unen: el mango con dos
roblones de cobre para sujetar las cachas y dos trozos grandes de la hoja (fiaa. 9 y 10).
7. Falcata. Ea lo más deteriorado de todo el ajuar funerario, recogiéndose unos veinte trozos informes de
la misma, de la que únicamente hemos dibujado la punta. que es lo máa identificable (fia. 9).
BRONCE
8. Pinzas de depilar. Miden 4'5 cm. de longitud. 1'6 de anchura máxima y 1 cm. de espesor. Decoradas
ambas caras exteriores de las ramas mediante ocho cfrculoa incisos colocados en serie en sentido longitudi·
nal, enmarcados mediante figura rectangular alargada conseguida con doble hilera de diminutos cuadrados
incisos (fige. 9 y 10).
9. Fíbula anular hispánica, de puente en navecilla con terminales foliáceos¡ resorte de charnela en
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10
J . APARICIO
-~-~-
-~
~
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-
.
-
•
-0.
9
2
fclft
FJg. 7-Lanza, contera y tijeras (!, 8 y 4 del inv.),
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TUMBA lBERICA DEL BOSQUET
Ftc. 8--Soleferreum
(6 del inv.).
11
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J . APARICIO
12
8
0·----'===='._--~fCM
1
6
...
+
--~7
Ft•· 9--Cuchlllo alalcatado (8 del inv.); 6plce de la falcata (7 dellnv.); plnzaa (8 dellnv.) y ftbula
(9 del lnv.).
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Fi~. l~Fibula
(9 del inv.); plnzas (8 del inv.); aoliferreum (5 del inv.); tijeras (4 del inv.); contera
(8 del inv.) y fra~entos del cuchillo alalcatado (6 del inv.).
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14
J. APARICIO
bisagra; corresponde al tipo 4 C de Cuadrado. Mide 4'6 cm. de diámetro el anillo, 5 cms. la longitud del
puente y 2'4 la altura desde la base del anillo hasta la cúspide del puente (Cigs. 9 y 10).
IV. EL ENTERRAMIENTO EN EL CONTEXTO IBERICO COMARCAL
La Costera y el Valle del Cáñoles forman una misma unidad fisiográfica, determinada por el eje que establece el curso del río Cáñoles desde su nacimiento hasta su
confluencia con el río Albaida. Numerosos son los yacimientos ibéricos conocidos en
la zona, algunos de gran relevancia, aunque otros reducidos a simples hallazgos de
fragmentos cerámicos de escaso interés.
En el mapa de la figura 11 hemos situado la mayor parte de los conocidos, en este
caso los que juzgamos más representativos. El Frare (núm. 1) y la Mola Torró (núm. 2)
son dos poblados muy cercanos, cuya situación próxima entre sí ha sido interpretada
en relación con la vía Heraclea o Augusta, que pasaba al pie de ambos, y por su
situación estratégica; se han datado en el s. IV a. de C., contemporáneos a la Bastida y
destruidos cuando ésta y por los mismos motivos, no volviéndose a ocupar con
posterioridad.
La Bastida (núm. 3) es el más próximo al Bosquet, y todos los paralelos del ajuar
funerario hay que buscarlos aquí.
El Castellaret de Baix (núm. 6) es el poblado al que corresponde la necrópolis del
Corral de Saus (núm. 4), situada a su lado. Ambos tienen una cronología desde
principios del s. VI hasta el s. 1 a. de C. Por su parte, el Castellaret de Dalt (núm. 5) lo
hemos juzgado como poblado que sucede al de BaiX desde comienzos de la Era.
El Camp del Bosquet es el poblado (núm. 7), caserío o masía al que corresponde, con
mucha probabilidad, el enterramiento del Camí (núm. 8). Se encuentra en las inmediaciones del mismo y es de pequeñas dimensiones. Así se explican las incineraciones
aisladas o en grupos reducidos, como correspondientes a núcleo~ de habitación de
escasa extensión y población, tipo masía o alquería. Unicamente lo conocemos por
meras exploraciones superficiales, que nos han proporcionado fragmentos cerámicos
con decoración geométrica.
La Cova Santa de Valiada (núm. 9), por su estructura, por el nombre y por el lugar
de los hallazgos, nos obliga a pensar en una cueva santuario, a pesar de la falta de
vasitos caliciformes y la casi exclusiva presencia de cerámicas correspondientes a
vasos de mayores proporciones.
El hallazgo de numerosísimos vasitos caliciformes ibéricos, sin decoración o con
decoración geométrica y fitomorfa, entre las oquedades de una reducida covacha o
mejor abrigo, sobre el n.acimiento del riu deis Sants, término municipal de Alcudia de
Crespina, nos permite conocer la existencia de otro yacimiento ibérico, en este caso de
una cueva santuario. La Coveta Santa o deis Confita es su nombre (núm. 11), en
relación, quizá, con la inmediata surgencia de agua a la que también se le aplica el
topónimo, Naixement deis Sants y Riu dels Sants. Montanyeta dels Sants (núm. 10) es
el nombre del cerro en cuya ladera se encuentra la cavidad anterior, y a cuyo pie nace
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TUMBA mERICA DEL BOSQUET
16
Pit. U-Mapa de La Coatera y Valle del Cüolea con la altuac16n de loa yacimientos ibéricos
conocidos en la zona: 1, El Prare; 2, Mola Torr6; 3, La Butida; 4., Corral de Saua;
5, Caatellaret de Dalt; 6, Caatellaret de Bab:; 7, Camp del Boaquet; 8, Camf d.el Boaquet;
9, Cova Santa; 10, Ermita dela Santa de la Pedra; 11, Cova Santa o del Conflt; 12, Cova
Machauma; 18, Llanera; 14, Saitl; 15, La Coroneta.
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J . APARICIO
16
el río en cuestión; el hallazgo de cerámica ibérica en la cumbre y laderas del cerro
hace suponer la existencia de un yacimiento ibérico, _
poblado o quizá santuario, esto
último expuesto con muclúsimas reservas, aunque el topónimo y la existencia de una
ermita en época posterior así lo hacen sospechar. De las proximidades del poblado,
dels Terrera o de sus inmediaciones, quizá proceda una falcata que fue donada al S.l.P.
sin más detalles.
Aguas abajo del riu dels Santa, a cosa de un km. de su nacimiento, se encuentra la
Cova Machawña o del Corral de Molina (núm. 12), en cuyo interior se han recogido
numerosos restos ibéricos en reducido nivel; las escasas dimensiones de la oquedad
hacen difícil pronunciarse sobre su uso.
De Llanera, población de La Costera, sin más precisiones, procede un interesante
conjunto de cerámica ibérica, indicio de ·Ía existencia de un yacimiento ibérico de
cierta categoría (núm. 13).
En Rotglá excavamos, durante 1967, lo que debió ser un poblado ibérico de cierta
consideración, enmascarado por las transformaciones realizadas para el abancalamiento con fines agrícolas. En La Coroneta, nombre del lugar, recogimos abundantes
restos ibéricos, y algunos romanos, en relación con estructuras de piedra en seco (núm. 15).
Por último, citar a Saiti -Saetabis- XAtiva, la gra.n urbe ibérica, tan importante
como mal conocida, que debió ejercer una especie de capitalidad comarcal (núm. 14).
Otros restos conocemos en toda el área territorial, aunque no con la categoría de
los expuestos, a través de los cuales nos podemos formar una idea de la densidad del
poblamiento en una de las comarcas situadas al norte de la Contestania, cerca de sus
límites con la Edetania.
Sus características fisiográficas la convierten en una zona de tránsito entre la
costa, la meseta y la bética (actual Andalucía), en una especie de pasillo a cuyo través
discurriera un tramo de la vía Heraclea o Augusta, que desde Roma conducía hasta
Cádiz.
V. LAS NECROPOLIS IBERICAS
A través de los trabajos de Fletcher Valla (1), Llobregat Conesa (2), Milagros Gil
(3), Uroz Sáez (4) y Oliver Foix (5) podemos rehacer el mapa de distribución de las
necrópolis conocidas hasta el momento en toda la región. El panorama no es ciertamente halagüeño; si exceptuamos cuatro publicadas modernamente con metodología y
(1) DOMINGO FLBTCHBR VALLS: «lA necrclpolia ibérica de Le Soli,.Ua (AieaU de Chiven., C..tellcm)ot. Seria ele Tra~oe Varioa del
S.LP•• nWD. 82. Valencia. 1866.
D. FLBTCH&R VALLS: •Bla Ibena. Coleoci6ft: Deecobrim el Pala Valencll. núm. 14. tn.tiWcióo> Alfoaoo el Naphimo. Valeecia. 1983.
(2) B. LLOBRBGAT CONBSA: «Cont.tania IWric». m.tituto de Batudioa AlicantiDoe, Serie 0. n6& 2. Alicanta,
(3) M. OIL MASCARBLL:
6m-noa ib6ricoa de le provincia de Cutellón y Valencia>t. Papelee del Laboratorio ele Arq.-oJoc{a ele le
una.
.a-
Univenidad de Valencia. n6& 9. pq.. ~7. Valencia. 1973.
(4) J. UROZ SABZ: ..seo-fa y IOciedad de Cootaotania Il>6rie&Jt. b>alitato de Bltuclioe AUcantiDoe, Serie l, nllm. 71 Allcanta, 1981.
(&) A. OUVBR POlX: «
-420 -
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TUMBA IBERICA DEL BOSQUET
17
perspectiva actual, La Solivella (6), Puig de Benicarló (7), Orleyl (8) y La Albufereta
(9), y las que se encuentran en fase de excavación y estudio, Cabezo Lucero, Corral de
Saus, Las Peñas y otras, el resto o bien fueron excavadas antiguamente, con técnica
incierta, y la publicación, cuando la hubo, se hizo con método y perspectiva antigua, o
bien nunca fueron excavadas sistemáticamente o las noticias fueron circunstanciales
y poco precisas, habiéndose perdido los materiales de muchas de ellas. En el mapa de
la fig. 12 hemos situado los yacimientos arqueológicos cuya consideración como
necrópolis es absoluta, o no ofrece dudas o bien es casi segura su adscripción como tal,
lo cual quiere decir que cuando los datos existentes han sido escasos o poco precisos
no los hemos tomado en cuenta para la inclusión como necrópolis del yacimiento en
cuestión.
Vemos, pues, que son cuarenta y seis los lugares donde se han recogido restos
funerarios ibéricos, si bien hay que tener en cuenta que algunos lugares, como
Cabanes o Sinarcas, engloban, a su vez, varios puntos del término municipal donde se
han producido determinados hallazgos que se han considerado como funerarios, por lo
que la lista podría ampliarse algo más. Sin embargo, no creemos que a esto se le deba
conceder mayor importancia, toda vez que de la mayor parte poco fruto se podrá
obtener por haberse realizado dichos hallazgos con ocasión de trabajos agrícolas.
,
comerciales o industriales, que han ocasionado la destrucción del yacimiento en su
totalidad o en buena extensión en casi todos ellos (*).
Corresponde a Castellón el mayor número de restos considerados como funerarios,
e indicadores de una posible necrópolis, pero creemos que esto es debido al azar más
que a la realidad. Sin embargo, sí que interesa constatar el hecho de que las necrópolis
al norte del Júcar son conjuntos de mayores o menores dimensiones con urnas casi
exclusivamente, generalmente de orejetas perforadas y de datación antigua, mientras
que al sur del Júcar se encuentran los grandes conjuntos funerarios con complicadas
estructuras y abundantes incineraciones de rico y variado ajuar, con monumentales
conjuntos arquitectónicos y artísticos procedentes de antiguos monumentos destruidos, entre los cuales el Corral de Saus, Cabezo Lucero, Camp de !'Escultor, Collado del
• Zurdo, Redován, etc.
Resulta sorprendente el hecho de que la mayor parte de las necrópolis conocidas se
daten en los primeros tiempos del iberismo, y muy pocas lleguen hasta los dos primeros
siglos anteriores al cambio de Era, y así podemos ver como en reciente trabajo
(8) Vid. opw cit. nota l .
(7) V. NBSBGUD POLCH 1 V. GINBRSOSP&DRA: ..t. necrópolia ibérica de Bl P\1ÍI deBenic:arldlt. Cuedemo.de m.toria 1 Arqueoqla
de Betricarl6, DÍIIIL 3. Benicarl6, 11183.
(e) A. LAZARO, N. MISADO, C. ARANBOUJ 1 D. PLBTCHBR:
da la -=rópoU. IWrica de Orlayl (Vall d'U:r6, C..taU6o).
•Material•
Valaac:M, 1981.
(9) P. RUBIO GOMlS: ..t. Nec:r6polia lb6rica de La Albul- de Alicanta (Valeada, Bapda)t. Acad-.ia de Cultura Valeaclaaa, Saria
Arq\Molótica, DIÚD.. 11. Valaacia, 1988.
(") Sobre la aHteacia de fuaerarioa iWric:oe an la Tone del Mal Puo, """indiea D. Flttcber, excavador clelyaciJIIiento, que en tu
ucavaclonaa que rulis6 en ellllfV no apaNdó nada que puada- conaid.,..do eomo tal, por lo que la noticia babñ que conaidararla con tu
naturelea .._rvu.
-421-
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J. APARICIO
18
1"
1"
IIc. 111.100.-
Flg. 1!-NecrópoU. ibéricas valencianas: 1, Mas Nou de Bernabé (Tirig); 2, Mas de Capero (TraiIUera); 8, El Bovalar (Benlcarló); 4, Els Espletera (Salsadella); 5, El Puil (Benlcarló);
8, Sollvella (Alca1' de Xivert); 7-U, Alcal' de Xivert; 18, Vinyets (Canet lo Roig);. 14, Mas
d'en Rieres; 15, L'Orleyl (VaU d'Ux6); 16, Lea Sit1es (Torre d'en Doménech); 17, Torre de
Foios (Lucena); 18, Torre la Sa1 (Cabanea); 19, Torre del Mal Paso (CasteUnovo); 20, La
Mina (G,tova); 21, El CasteD (Almenara); 22, La Nava (Castlelfabib); !3, Sina.rcas;
U, Cerro del Calvario (Albalat deis Taron1ers); 26, Monravana (LUrla); 26, Collado de la
Cova del Cavall (LUrla); 27, El Puntalet (Lllria); 28, Ebols (L'Alcúdla); 29, Ele Terrera
(Alcudia de Cre.s pins); 80, Las Peñas (Zarra); 81, Corral de Saus (Mocente); 82, Bastida
(Mogente); 88, Cami del Bosquet (Moge. te); 84, Caml Vell de Peco (Oliva); 81, lhmtal
n
(SaUnas); 88, Altea la VeDa (Altea); 87, Tosaal de la Cala (Benidorm); 88, La lleta deis
Banyets (CampeUo); 89, Albulereta (Alicante); 40, Novelda; 41, Redov,n; 42, San Antón
(Orlhuela); 48, El Molar (San Fulgencio); 44, Collado del Zurdo (Balones); 45, Camp de
l'Escultor (A1ost) y 48, Cabezo Lucero (Guardamar).
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TUMBA mERICA DEL BOSQUET
19
Cristina Aldana (10) data las necrópolis del Bovalar (**);Mina de Gátova, Orleyl, Puig
de Benicarló, Solivella, Castellar de Oliva, Altea la Vella y el Molar en el s. V, y el
Cabezo Lucero en la primera mitad del s. IV; mientras que la mayor parte de las
sepulturas de la Albufereta de Alicante corresponderían al s. IV y únicamente dos al
m, según Federico Rubio (11). Otro grupo de necrópolis serían las de amplia cronología, del siglo V al Il, como la del Corral de Saus (12), Collado del Zurdo, Ebols, etc.
Por el momento esto resulta dificil de explicar, aunque hay que tener en cuenta el
p(>co número de necrópolis conocidas, y mucho menos bien conocidas, si lo comparamos con el considerable número de ciudades, poblados o lugares de habitación ibéricos
señalados, habiéndose advertido lo frecuente que es el encontrarse la necrópolis sin el
lógico poblado en las inmediaciones, puesto que el fenómeno inverso, mucho más
frecuente por lo expuesto, es fácilmente explicable por el cuidado puesto en la
ocultación de los enterramientos.
Los ajuares funerarios participan de las circunstancias repetidamente expuestas,
mal conocimiento, dispersión de los conjuntos, pérdida de los mismos, destrucción de
los lugares, falta de estudio, etc. Sin embargo, en algún trabajo reciente se han
señalado interesantes particularidades; así Fernando Latorre señala (13) como «soliferra» no se encontraban en la provincia de Valencia, no conociéndose ninguno de
Bastida (14), de La Albufereta estudió 2 y el resto, hasta 19 piezas en total, es decir 17,
pocedian de la provincia de Castellón, lo que, junto a otras consideraciones, le
permitió postular un origen céltico para el útil
Con respecto a la falcata es curioso comprobar cómo los términos se invertían, y
sobre 22 piezas, 1 se encontró al norte de Sagunto, 3 eran de Val encía y el resto, 19
unidades, procedían de la provincia de Alicante, a las que hay que sumar las publicadas de La Albufereta de Alicante.
Las puntas de lanza tienen, sin embargo, un reparto similar, siendo su hallazgo
frecuente, tanto en necrópolis como en poblados, por lo que consideramos poco
relevante su relación pormenorizada. En la misma situación se encuentran los cuchillos afalcatados, presentes en las relaciones de materiales, tanto de poblados como de
necrópolis, publicadas.
La fíbula es también útil corriente en los yacimientos ibéricos valencianos, sobre
(**) Buena parÍ. del conocillllento arqueolórico de la provincia de eut.Uón .. debe a la inca.uable labor de F. r..teve G"ves, a quien
pró~nt. M le Uibutari un ~nerecldo homenaje. S.ta necrópolia file publiceda por 61: «lA necrópolia lbVica de El Bovalar (Benlcarló,
C..tellón de la Plana). A.P.e. Xl. P4a. 126-148. Valencia, 1966.
(10) C. ALDANA NACRBR: •Necrópollo iWricu valencianao. Bnoayo de cluiltcacl6n llpolórico-crMOióricAlt. Archivo de Arte Valenciano.
a11o LXVI,~ 109-116.
(11) Vid. opua cit. n
Mocent.. Mocent., um.
J . APARICIO PBR&Z: •Lae raícao de Mopnte. Prehl.t«ia y Protohilltoriu. Serie ArqueoJ6s!ca del DepuUDMnto de Hiatoria Anti¡rua,
nW.. 2. P4a. 26-80. Valencia, 1$'77.
J. APARICIO PBRBZ: «Trao monumentoo iWrica. valeDciaDoe: La 8utida, M- '1 el Con-al des........ Depertamento de HYtoria
Anti¡rua. Serie Arqueolclcica. n4DI. 10, Varia
~ 1~206. Valencia, 1984.
(18) F. LATORRB NUBVALOS: •AJwoximaci6ft al aotudio del.,.._.to ib6rico twana-. Seria ArqueoJ6slca. nW.. 8. Varia I, pq...163-
m.
182. Valmcia.
um.
(14) Poclña uplicane eote hecho, por lo que reepecca a Buticla, ante w
conc¡llialada, d..,.. lneeodiada y oua babitant.a deportadoo.
-423-
11110
cluraDt. le del- de la
eilldad. l\lp\l-te uediada 1
[page-n-425]
J . APARICIO
20
todo la anular hispánica, según el estudio que les dedicó M.• Victoria Rams (16),
abundando especialmente en la provincia de Valencia, con gran número en Bastida y
Covalta, entre los más cercanos, así como en el Corral de Saus, Carencia y San Miguel
de Liria.
Las pinzas son mucho más escasas y de más raro hallazgo si juzgamos por lo
publicado hasta el momento. Nosotros las encontramos en una tumba del Corral de
Saus junto a una falcata y una lanza, tumba masculina como la que estudiamos aquí,
faltando en la contigua que, en cambio, tenía fusayolas, una aguja de coser y un anillo,
lo que sugiere su carácter femenino, por lo que hay que suponer al útil su uso por los
hombres, o dotarlo de un carácter ambivalente. Una idéntica a la nuestra se encontró
en el Dpto. 62 de Bastida, habiéndose encontrado otras en Covalta, Tossal de la Cala,
Albufereta de Alicante, L'Orleyl, La Solivella y el Puig de Benicarló entre lo publicado, lo que es ciertamente escaso.
Tijeras se han localizado en Bastida y Covalta, como más próximas, pese a que
suele ser más difícil su identificación por la oxidación que sufren y su consiguiente
deterioro, que las convierte en trozos metálicos informes, aunque debieron ser útiles
frecuentes en la mayor parte de los poblados por su ~últiple uso en la confección,
talabartería y esquileo.
VI. CRONOLOGIA
Es complicado dar una fecha al enterramiento en cuestión, puesto que todos los
útiles del ajuar funerario tienen una amplia difusión espacial y temporal, desde los
primeros tiempos del iberismo hasta el final del mismo, y habida cuenta de la falta de
restos cuya datación ofrezca seguridad, como las cerámicas de importación, por
ejemplo; sin embargo, hemos de resaltar el carácter arcaico del conjunto con claros
paralelos próximos en Bastida, en la cual se podría haber encontrado sin causar
extrañeza, lo que se afianza por la naturaleza del contenedor, gran va~o de factura
basta y composición grosera similar a tantos del yacimiento cercano citado, cuyos
paralelos tipológicos la podrían relacionar con la l-a de Oliver Foix {16), salvo en las
irregularidades de pasta y superficie, encontrándose este tipo en Hoya de Santa Ana,
Coll del Moro, · Mas Castellá, muralla NE de Ampurias, Cayla II y m, Saladares,
Solivella, Oriola y La Mina. Urnas fechadas en Saladares en el s. VI y primera mitad
del s. V. a. de C.
Por nuestra parte consideramos, atendiendo a lo anteriormente expuesto, que el
enterramiento estudiado se debió realizar hacia el s. IV a. de C., siendo contemporáneo
de Bastida, y por las gentes que habita.r on un enclave inmediato de reducidas dimensiones, tipo mas o alquería, lo que explica el aislamiento de los conjuntos funerarios,
de menos de diez incineraciones, tanto aquí como por toda el área ibérica valenciana,
especialmente por lo expuesto acerca de la provincia de Castellón.
(16) M.• VlCl'OIUA
RAMS BROTONS: «Avance a
UD
Levantina, vol. XIV. pq.. 139 a 1M. ValeDcia. 197$.
(16) Vid.. opue c:it. nota &.
..wdio de laa llbulaa IWric:u ele la pro..mda de ValeN:ia•. Archivo de Pr.1úatoria
-424-
[page-n-426]
INDICE DE LUGARES
Acu: 62.
Acequia Real del Xúquer: 260.
Agres: 246.
Agreste: 71.
Agrigento: 337.
Agullana: 311, 312, 316, 318, 819 y 320.
Aixavegó, Barranc de 1': 242.
Alacant: V. Alicante.
Alagoas: 61.
Alalia: 314 y 860.
Albacete, provincia: 16, 349, 361, 362 y 363.
Albaida, río: 175 y 418.
Albalat: 278.
Albania: 341.
Alberic: 249, 261 y 260.
Albufereta, La: 888, 889, 891, 399, 421, 423 y 424.
Alcoi: V. Alcoy.
Alcoi, río: 176, 177 y 262.
Alcoy: 169, 242, 244, 260, 270, 309, 891 y 399.
Alcudia, La: 166, 372 y 879.
Alcúdia de Crespina: 418.
Alebua, río: 888.
Aleria: 857.
Alfarp: 267 y 269.
Alféa: 14.
Algarrobo, Cueva del: 14.
Alicante, ciudad: 149, 243, 249, 279, 286, 329, 336,
888 y 424.
Alicante, provincia: 13, 149, 166, 308, 312, 863, 888,
399 y 423.
Aliseda, La: 357.
Alloza: 401.
Almas, Pico de las: 66.
Almenara, colinas de: 298.
Almenara: 293 y 312.
Almena, provincia: 12, 16 y 262.
-425 -
Alpes: 84 y 338.
Altea la Vella: 312 y 421.
Alto de Y ecla: 281 y 285.
Alzira: 241, 242, 248, 249, 261, 264, 267, 269, 271 y
293.
Amanthia: 338.
Amazonas, río: 49 y 66.
Amazonia: 49, 60, 65, 68, 64, 66 y 69.
Ambrosio, Cueva de: 16.
Ampoeta: 362.
Ampurias: 309, 310, 311, 312, 313, 314, 863, 857 y
424.
Andalucía: 12, 30, 37, 60, 246, 286, 362, 392 y 420.
Aridilla: 246.
Anoia, la: 311..
Antella: 261, 267 y 268.
Aragó, L': 129.
Arbreda, Cova de 1': 14.
Archena: 888 y 390.
Arenal de la Virgen: 185, 146 y 166.
Arenero de Miguel Ruiz: 173.
Arevalillo, Cueva de: 280.
Argólida: 337.
Asia: 67.
Asia Menor: 880 y 882.
Asno, Cueva del: 283.
Aape: 247 y 249.
Atareó, 1': 180 y 204.
Atenas: 338 y 369.
Atlántico, mar: 66.
Audina: 68.
Augusta, vía: 418 y 420.
Avila, provincia: 285, 316 y 318.
Azuébar: 311.
Badajoz, provincia: 899.
Bahía: 60, 61, 62, 64, 65, 61, 64, 69, 70, 71 y 78.
[page-n-427]
Bajo Aragón: 281 y 804.
Barcella, La: 180.
Barcelona, provincia: 14.
Barranc Blanc, Cova del: 12.
Barranc de l'Anell, Ca~l del: 267.
Barranc de l'Infern, Cova del: 13.
Barranc de lea Covea del Truig, Puntal del: 267 y
269.
Barx: 13.
Baaaa, Cova de la: 129.
Bastida de les Alcuaes: 391, 399, 400, 418, 423 y 424.
Beeraheba: 401.
Benaasal: 208.
Benataire-Pequía: 177.
Benavites, barranco de: 293.
Beneito, Cova: 13, 14, 31 y SS.
Benilll'ria: 401.
Benicarló: 421 y 424.
Benimaquia, Alto de: 862.
Benimodo: 257 y 259.
Benivaire Alt: 268.
Benni-Alepus: 383.
Berru.eco, El: 285, 318 y 879.
Bicorp: 234.
Blaua, Cova dela: 13.
Bobadilla, La: 363, 361 y 363.
Bocairent: 401.
Boi Branco: 78.
Bolbaite: 233.
Boldax: 399..
Boliche: 313 y 314.
Bom Jardín: 61.
Bonjoán (Ampuriaa): 357.
Boqueirio da Pedra Furada: 58.
Boqueirio de Parelhas: 61 y 67.
Bora Gran: 15.
Borborema: 55.
Boaquet: 406, 410 y 418.
Bovalar, El: 312, 362 y 421.
Braail: 49, 50, 51, 52, 56, 57, 58, 62, 63, 64, 65, 67, 69,
70, 71, 74, 78 y 79.
Brejo da Ma~ de Deua: 54, 62 y 68.
Brejo dos Padres: 54.
Burgos, provincia: 281, 399 y 401.
Burriana: 287 y 293.
~lgida: 167, 173 y 399.
Bética: 420.
Caballo, Cueva del: 14.
Cabanes: 421.
Cabe9o Navarro: 166.
Cabe9o de Vaiamonte: 399.
Cabezo Lucero: 421 y 423.
Cabezo Redondo: 222, 247 y 283.
Cabezo de la Casa de Luna: 135 y 138.
Cabezo de loa Secoa: 138.
Cabezo de loa Secos, Cueva del: 135.
Cabezo del Tesoro: 399 y 400.
Cabezuelas, Las: 899.
Cabriel, río: 183.
Cajari: 66 y 67.
Calaveree, Cova de lea: 13.
Callosa del Segura: 247 y 249.
Camino de Granada: 138.
Camino de Mirallea: 234.
Caminas, El: 292.
Camp d'Alacant: 247.
Camp de l'Eecultor: 421.
Campania: 338.
Campello: 247 y 249.
Can Canyfa: 361.
Catábrico, mar: 16.
Carcaixent: 267.
Cardeíloea: 285.
Cardoeilla, La: 226.
Carencia: 423.
Caries, muntanyeta de: 257.
Carmona: 311.
Cartagena: 12.
Cartago: 310, 358, 359, 360, 361, 867, 380 y 382.
Casa de Lara: 135, 146, 156, 2117"y 227.
Casa del Monte: 349.
Cases de Moncalo: 268.
Cases de Monteada: 249.
Castell, El: 305.
Castellar: 421.
Castellar de Hortunas: 396 y 400.
Castellaret de Baix: 418.
Castellaret de Dalt: 418.
Castellico, El: 399.
Castellón de la Plana, ciudad: 262 y 421.
Castellón de la Plana, provincia: 18, 287, 293, 305,
808, 311, 312, 818, 423 y 424.
Castillarejo de loe Moros: 246.
Castillejos de Montefrío: 178, 205, 206, 2117, 225,
229, 230, 815 y 317.
Castillico de loe Baíloe: 399.
Castillico, El: 399 y 400.
Castro de Azougada: 400.
Caetrol de Santa Olaia: 399.
Castro de Segovia: 399.
Castro de Yecla: 399 y 400.
Catalán: 269 y 270.
Catalunya: V. Cataluíla.
Catalufta: 14, 15, 309, 310, 318, 818, 820, 861 y 362.
Caudete de las Fuentes: 308.
Caune de Beleeta: 179.
Cavan, Cova del: 308.
Cavalló, Sierra del: 252, 254, 259 y 270.
Cayla: 424.
Ceará: 51, 55 y 71.
Cejo del Pantano: 12 y 39.
Cendres, Cova de les: 13, 41, 42, 161, 165, 166, 167,
170, 175, 177 y 228.
Cerdeíla: 357, 359, 360 y 861.
Cerro Negro: 233, 234, 286 y 287.
Cerro de la Encina: 212, 228 y 225.
- 426-
[page-n-428]
Cerro de la Virgen: 224 y 225.
Cerro de las Cabezas: 225.
Cerro de loe Santos: 841.
Chamattli de la Sierra: 816.
Chapada Diamantina: 65 y 71.
Chapada de Araípe: 65.
Chaves, Cueva de: 16.
Chipre: 378.
Cieza: 399.
Cigarralejo, El: 874 y 882.
Cingle Vermell: 14.
Cingle deis Corbe: 269.
Cocentaina: 204, 227 y 229.
Cocina, Cueva de la: 83, 122, 127 y 270.
Cogeces del Monte: 286.
Cogotas, Laa: 279, 280, 281, 283, 286, 286 y 316.
Coimbra del Barranco Ancho: 399.
Coll del Moro: 311, 362 y 424.
Collado del Zurdo: 421 y 423.
Collado, El: 308.
Comtat-Alcoia, comarca: 193.
Comunidad Valenciana: 362.
Confita, Coveta dels: 418.
Contestania: 420.
Convento Tarraconense: 293.
Corbera, Serra de: 242.
Corbera: 248 y 267.
Corinto: 837.
Corinto, Golfo de: 337.
Coroneta del Rei, La: 249, 260, 270, 272 y 273.
Coroneta. La: 420.
Corral de Molina, Cova del: 420.
Corral de Saus: 418, 421, 423 y 424.
Cortes: 289, 315 y 317.
Costera, La: 418 y 420.
Cova Roja: 208.
Covalta: 12, 391, 423 y 424.
Covatillas: 399.
Creta: 359.
Creueta Alta: 268.
Creueta, La: 270 y 273.
Crevillent: 206 y 247.
Ciatóbal, Pla de: 260.
Crocifisso del Tufo: 337.
Cruz del Negro: 811 y 312.
Cuenca, provincia: 16 y 308.
Cuesta del Negro: 280 y 286.
Cuieram, cueva des: 379 y 880.
Culla: 208.
Cullera: 129 y 270.
Cumas: 312 y 356.
Cutillas, valle de: 269.
CAlig: 180.
Cáceres, provincia: 399.
Cádiz, ciudad: 345 y 420.
Cáñoles, no: 418.
Cáñoles, valle del: 418.
C6rcega: 357.
-427 -
Córdoba, provincia: 345.
Delfos: 337.
Denia: 362.
Dermech: 358.
Don Benito: 399.
Dos Aguas: 270.
Ebols: 423.
Ebro, río: 317.
Ebussus: 353, 365, 361 y 362.
Ecce Homo, cerro del: 280 y 286.
Edetania: 292, 305 y 420.
Efeso: 881. ·
Egeo, mar: 357 y 880.
Egipto: 360, 875, 379, 380 y 882.
Elche: 12, 166, 176,247, 270, 367, 368,872,373, 876,
378, 379, 880, 381, 382, 888 y 890.
Eleusis: 374 y 378.
Elvas: 399.
Elx: V. Elche.
Emporiom: 863, 359, 360, 361 y 362.
En Pardo, Cova d': 165, 167 y 170.
Ereta del Castellar: 250.
Ereta del Pedregal: 165, 167. 170, 175, 176, 177, 207,
208, 209, 224, 227, 228, 229, 280, 233, 234, 236,
237 y 248.
Escalona, no: 234.
Escuera, La: 399.
Escurrupenia, Abric de 1': 170.
Esparta: 359 y 382.
España: 234, 318 y 888.
España mediterrá.n ea: 12, 37 y 42.
Estados Unidos: 57.
Estige: 375.
Etruria: 337, 340, 359 y 361.
Europa: 57.
Extremadura: 401.
Falaguera: 259 y 270.
Figueira da Foz: 399.
Focea: 810 y 360.
Font Dol~a: 257 y 271.
Font de la Carrasca: 208.
Font de la Figuera: 399.
Font del Pernil: 269.
Fontana Nea: 357.
Forada, Cova: 399.
Fort, Alt del: 268.
Fortuna: 399.
Francia: 51, 165, 179 y 392.
Frare, El: 418.
~ente Flores: 181, 183, 186, 188, 189, 201, 203, 204,
205, 206, 207, 208, 209, 210, 212, 220, 223, 224,
225, 226, 227, 228, 229, 280 y 231.
Fuma do Estrago: 58, 62 y 68.
Gaio: 357.
Gandía: 401.
Garrofera, Partida de la: 254 y 269.
Gat, Coveta del: 248.
Gata, Cova deis: 178, 248, 252 y 270.
[page-n-429]
Gela: 339.
Gerona, ciudad: 362.
Gerona, provincia: 14 y 15.
Gibujo, Sierra del: 220.
Gilí, ceca de: 395.
Ginebra: 338.
Goiáa: 49, 68 y 61.
Granada, provincia: 14, 16, 252 y 340.
Grande de la Huesa Tacaña, Cueva: 146.
Grecia: 338, 340 y 370.
Griega, Cueva de la: 16.
Guadalhorce, río: 309, 313 y 361.
Gátova: 421.
Helike: 383.
Heraclea, vía: 418 y 420.
Higuerón, Cueva del: 15.
Himera: 311, 312 y 360.
Homa, La: 247.
Horta, 1': 252.
Horvat Beter: 401.
Hoya de Santa Ana: 349, 361, 366, 359, 360, 362 y
424.
Huesca, provi.n cia: 15.
Hyblaea: 311.
Iberia: 368, 373 y 383.
Ibiza: 314, 362, 366, 369, 360, 361, 362 y 367.
Ibérico, Sistema: 183 y 252.
Ida: 379.
ldubeda, río: 292.
Ifre: 272.
Ilercavonia: 292.
llerda: 311.
llleta dels Banyets: 247 y 249.
lllici: 369 y 381.
Israel: 401.
· Itacuruba: 69.
Italia: 318, 319, 320, 331, 333, 338 y 344.
ltaparica: 61.
Jaén, provincia: 353, 361 y 363.
Jomón: 65.
Jovades, Les: 165, 175, 176, 177, 204,207, 208, 227 y
229.
Joya, La: 314.
Jumilla: 399.
Játiva: V. XAtiva.
Jonia: 382.
Júcar, :rfo: 183 y 421.
Llano de la Consolación: 361.
Ladera del Castillo: 247 y 249.
Lagoa Santa: 60 y 62.
Lagrimal, Cueva del: 136 y 146.
Laguna de Villena: 156.
Languedoc: 361.
Laurita: 313.
Ledua: 149 y 156.
Letreiro do Sobrado: 61 y 78.
Licia: 377 y 381.
Licosura: 382.
- 428 -
Limneon altar de: 382.
Lixus: 309.
Llanera: 420.
Llobregat, :rfo: 311.
Lloma Redona. 247.
:
Lloma del Betxí: 246.
Llometes, Les: 180.
Llop, Cova del: 13.
Llíria: 208, 248, 305, 399 y 423.
Londres: 338.
· Lugar Nuevo de Fenollet: 236.
Lumbrales: 289.
Lunell·Viel: 129.
Urida, provincia: 14.
Liria: V. Llíria.
Machawna, Cova: 420.
Macolla, La: 165, 167, 170, 206, 208 y 229.
Madrid, ciudad: 234, 311, 333, 336, 388 y 342.
Magna Grecia: 361.
Magro, rfo: 183.
Mailhac: 311.
Málaga, ciudad: 320.
Málaga, provincia: 12, 14 y 15.
Mallada, Cova de la: 15.
Mallaetes, Cova de les: 12, 13, 14, 19, 21, 31, 39 y
83.
Malll, Puntal de la: 257 y 259.
Mancha, La: 246.
Maraj6: 55, 65 y 69.
Maranhio: 51, 52, 54 y 66.
Marsella: 310, 314 y 360.
Martí (Ampurias): 367.
Mas Castellá: 424.
Mas de Menente: 242 y 250.
Mas de Mussols: 361 y 362.
Mas del Corral: 244.
Musalia: 360 y 361.
Mastia: 312 y 362.
Matamón: 259 y 270.
Mateu (Ampurias): 363.
Mato Grosso: 49.
Matutano, Cova: 13, 4l y 42.
Mediterráneo, mar: 16, 176, 309, 319, 336, 336, 366,
369, 360, 361 y 375.
Mediterráneo Español: 11, 13, 14, 15, 17, 19, 21, 23,
41, 48, 47.
Mediterráneo Occidental: 37, 159, 309, 312, 340,
344, S80 y 382.
Megara: 811.
Menelaion: 365.
Meravelles, Cova de les: 12 y 401.
Mercbanas, Castro de las: 289.
Merino, Cueva: 130.
Meseta Norte: 280.
Meseta, La: 183, 283, 317, 362 y 420.
Mesopotamia: 360.
Micale, cabo: 883.
Micenas: 378 y 382.
[page-n-430]
Millaree, Loe: 172.
Millan, río: 290 y 292.
Mina, La: 421 y 424.
Mina.a Gerai.t: 50 y 62.
Mir, Cabecol de: 267.
Mirador de Rolando: 340 y 841.
Mo~ador: 809 y 868.
Moixent: 399 y 406.
Mola Alta de Serellee: U2 y 250.
Mola Torró: 399 y 418.
Mola d'A~: 246.
Molar, El: 315, 318, 353, 362, 363 y 421.
Molinicoe, Loe: 399.
Mola: 319.
Moli Mató: 129 y 180.
Monforte: 247 y 899.
Montbol6: 179.
Montef'rlo: 206, 2IJ7 y 262.
Moratalla: 899.
Moreree, Lee: 172, 176, 205 y 21J7.
Motillaa, Lu: 279.
Moura: 400.
Muntanya Aaaolada: 166, 241, 242, 243, 244, 245,
246, 248, 2(9, 250 y 271.
Muntanya de Carlet: 248.
Muntanyeta de Cabrera: U1, 243, 244, 246 y 250.
Murcia, ciudad: 135, 329, 335 y 341.
Murcia. provincia: 14, 399 y 401.
Murta, Va1l de la: 2(2.
Murviedro: 298.
Ná.polee: 366.
Naucratia: 351, 868, 359, 861 y 862.
Navarra. provincia: 289.
Navarrée: 227, 283, 234, 237 y 243.
Nerja. Cueva de: 14, 15 y 39.
Nieto., Loe: 862.
Nilo, Delta del: 868, 359, 360 y 861.
Niuet: 171.
Niño, Cueva del: 16.
Nocuera: 14.
Novelda: 149 y U7.
Nuestra Sei\ora de 0 : 69.
Nueva York: 889.
Nulee: 318.
Numancia: 818.
Occidente: 875, 879 y 882.
Olbia: 357.
Olimpia: 837 y 838.
Oliva: 421.
Onda: 243.
Or, Cova de 1': 122, 127, 161, 165, 166, 167, 222 y 401.
Oral, El: 329, 881, 883, 838, 340, sn. 342, 343 y a«.
Orihuela: U7, 899 y 424.
Oriola: V. Orihuela.
Orleyl: 311, 421 y 424.
Orpeea la Vella: 246.
Orvieto: 837, 339, 340 y . 841.
Oxt'ord: 378.
Oxux. tesoro de: 313.
Padre, Gruta do: 51, 58, 61, 62, 66, 67 y 69.
Pajeú: 69.
Palmeta: 173.
Palmeral, monte El: 264.
Palmeral, planicie de El: 268.
Pantano de Cubillas: 14 y 39.
Papa Uvaa: 2U.
Paphoe, Venua de: 378.
Paraguay: 49.
Pa.raíba,: 50, 51 y 71.
Parnaiba, río: 49 y 52.
Parpal16, Cova del: 11, 12, 14, 16, 17, 18, 19 20, 21,
23, 25,27, 29,30, 31, 35,37,89,40, 41, 42, 43, 45
y 83.
Pará.: 64.
Paterna: 13.
País Valenciáno: 13, 14, 15, 16, 41, 156, 159, 161,
167, 172, 175, 179, 244, 246, 247, 805 y 809.
País ValenciA: V. País Valenciano.
Peal de Becerro: 311.
Pedra Furada: 56 y 71.
Pedraza: 16.
Pedrera: 252.
Peixera. Bauma de la: 14.
Peladilla. La: 226.
Penalva: 66.
Penya N~a: 281.
Península Ibérica: 64, 156, 176, 179, 318, 319, 831,
341, 351, 360, 861, 862, 368, 379 y 401.
Pequeña de la Huesa Tacaña, cueva: 146.
Peri-Peri: 74.
Pernamobuco: 51,52, 54, 55,57, 61,62, 68,69, 70, 71,
74 y 78.
Peeimonte: 378.
Peñaa de loe Gitanos: 252.
Peñas, Lu: 421.
Peñón de la Zorra: 173, 176, 248.
Piauí: 51, 52, 56, 61, 62, 64, 68, 70, 71, 74 y 78.
Pie de lee Moreree: 247.
Pi.c dels Corbe: 305.
Pinar de Tarruella: 146.
Pirineos Orientales: 179.
Pla de la Pitja: 13.
Plana de Caatell6n: 293 y 310.
Plana de Requena-Utiel: 183 y ~.
Plata, río de la: 49.
Plaza, La: 285.
Porcs, Cova dels: 13.
Porcuna: 371.
Portqal: 357, 899 y 401.
Pozo Moro: 313, 341, 862, 376 y 379.
Prebético, Sistema: 183.
Promontori, El: 175 y 176.
Provenza: 861.
Puig de Benicarl6: 421 y 424.
Puig dels Molins: 270.
Puig, El: 250, 809, 312 y 391.
- 429-
[page-n-431]
Puntal de Tous-Nou: 254, 257 y 271.
Puntal del Bartolo: 247.
Puntal del Buho: 247.
Puntal sobre la Rambla Caatellarda: 173, 176, 208
y 248.
Puntal, El: 399.
Puntalet, El: 259 y 308.
Purullena: 280.
Pyloe: 378.
Quersoneso táurico: 382.
Quesa: 233, 234 y 237.
Rambla de Ascoy: 299.
Rambla de la Senyora: 259 y 272.
Ratee Penades, Cova de les: 12.
Ratlla del Buho, Abric de la: 13 y 39.
Recife: 49 y 52.
Reclau Viver: 15.
Redován: 421.
Región Valenciana: 305.
Requena: 181, 183, 395.
Ribera, La: 252, 257, 259 y 270.
Rincón, El: 173.
Rio Grande do Norte: 51, 54, 56, 57, 58, 61, 62, 70,
71 y 78.
Rochelongue: 320.
Rodas: 359.
Rodelas: 69.
Rollos: 361.
Roma: 420.
Rotgla: 420.
Rótova: 12.
Saetabie: 420.
Safor, La: 12 y 252.
Sagunt: 293, 305 y 423.
Sagunto: V. Sagunt.
Saiti: 395 y 420.
Saladares, Loe: 362, 372 y 424.
Salamanca, provincia: 285 y 289.
Salinas: 399.
Saleadella, La: 313.
Samos: 338 y 359.
San Antón: 249 y 399.
San Francisco, región de: 69.
San Francisco, río: 49, 52, 54, 55, 58, 61, 68, 69, 74 y
78.
San Francisco, valle de: 51, 58, 61 y 78.
San Fulgencio: 353.
San Luis: 66.
San Miguel: V. Sant Miquel.
San Raimundo Nonato: 51, 56, 57, 58 y 71.
San Santón: 247.
Sanchorreja: 818, 315, 817 y 818.
Sant Lloren9 de Cullera: 129.
Sant Miquel: 305, 362 y 423.
Santa Catarina: 64.
Santa Mónica: 379 y 380.
Santa, Cova: 180 y 418.
Sa.n tarem: 69.
-430 -
Santo Domingo de Silos: 899.
Santa, Muntanyeta dele: 418.
Santa, río: 418 y 420.
Sio Felipe Neri: 54.
Sio Paulo: 64.
Sa.rea, Cova de la: 4{)1.
Segarra, La: SU.
Segovia, provincia: 16.
Segura, río: 172 y 810.
Senda Vedada, Abric de la: 13.
Sergipe: 51 y 71.
Seridó: 55, 61, 62 y 71.
Serinya: 12 y 14.
Serpia., río: 175 y 252.
Serra Groeea: 166, 243 y 249.
Serreta, La: 399.
Sevilla, provincia: 811.
Sicilia: 818, 359, 360, 361, 880 y 882.
Sierra de Enmedio: 188.
Silos: 231 y 281.
Sima de la Pedrera: 173 y 180.
Sinarcaa: 421.
Siria: 375.
Skutari: 841.
Sol, Cova del: 13 y 39.
Solana d'Almuixich, Cova de la: 170.
Solivella, La: 811, 362, 421 y 424.
Solsonás, El: 311.
Sudeste: 12, 15, 281, 286, 344 y 392.
Sumacúcer, Caatell de: 344.
Suaa: 881.
Tabaia: 247 y 249.
Tacararú: 69.
Tángér: 358.
Tarento: 338 y 389.
Tarquinia: 859.
Tarraco: 811.
Tarragona, provincia: 15.
Terlinquee: 249.
Terrera Ventura: 224.
Terrera: 420.
Teruel, ciudad: 252.
Teruel, provincia: 399 y 401.
Tharros: 858.
Thaaos: 311.
Tiro: 309, 810 y 880.
Tiviea: 841.
Toca da Barra do Antoniio: 57.
Toca da Boa Vista: 58, 68 y 74.
Toca do Baixio do Pema: 71.
Toca do Bajo: 58.
Toca do Paraguaio: 58.
Toca do Sítio do Meio: 71.
Tolmos de Caracena, Loe: 280, 283 y 285.
Torre del Mal Paso: 424.
Torreigleeiaa: 283.
Torrelló de Onda: 243 y 246.
Torrent: 241, 243, 244, 246 y 250.
[page-n-432]
Torres de Sinea: 357.
TOIIC8lloa: 809.
Tossal de Maniaes: 387, 388, 389, 390, 391 y 393.
Tossal de la Cala: 424.
Tossal de la Roca, Cova del: 13.
Tossalet, El: 399.
Totana: 399.
Tous: 251, 254 y 259.
Trilles, Lea: 173.
Troya: 379.
Ugarit: 375.
Ullastret: 311, 353 y 362.
Valdegamaa: 399.
Valdeganga: 349.
Valdívia: 65.
Valencia, ciudad: 11, 159, 293, 349, 387, 395, 405 y
423.
.
Valencia, provincia: 12, 13, 181, 183, 233, 234, 236,
237, 305, 308, 395 y 423.
Valie.nte, Alt de: 268.
Vall d'Albaida: 193 y 252.
Vallada: 418.
Valladolid, provincia: 285.
Valle de Sous: 401.
Valles de Sagunto: 293.
Valletea, Ca~ol de les: 257.
Vaquera, cueva de la: 280 y 283.
Vedat de Torrent: 241.
Vega Baja del Segura: 247, 252 y 310.
- 431 -
Vera Cruz: 55.
Verdelpino, Abrigo de: 15.
Verdolay, Cabecico del Tesoro de: 829, 331, 333,
838, 341, 342, 348 y 344.
Vil.la Filomena: 173, 180 y 252.
Vila Real: 252.
Vilafamés: 252.
Villafranca: 250.
Villares, Loe: 308.
Villaricoa: 363.
Villaaviejaa: 399.
Villena, comarca de: 140.
Villena, municipio: 186, 156, 170, 206, 'JUl, 208, 227,
229, 247, 248, 249 y 283.
Vinalop6, río: 149, 151, 156, 172, 175, 247 y 883.
Vinarragell: 287, 289, 292, 293, 297, SO., 805, 309,
310, 313, 814, 315, 318, 319, 320 y 362.
Vintihuitena, Alteret de la: 268 y 273.
Vulci: 337, 338, 359, 361 y 378.
Vélez.Blanco: 15.
Xanthoe: 377.
XAtiva: 293 y 420.
X6quer, río: 242, 249, 252, 257, 259, 280, 268, 270 y
.272.
Yeola.Jumilla, altiplano de: 138.
Zambujal: 212 y 225.
Zaragoza, ciudad: 238.
Zorobabel: 89.
[page-n-433]
[page-n-434]
INDICE DE PERSONAS Y ENTIDADES
Ab'Saber, Aaaiz: 52 y M.
Abad Cual, Lorenzo: 149, 829, 381 y 341.
Acosta, Pilar: 179.
Acuña Hernández, Joñ Daniel: 210.
Afrodita: 379.
Aguilar, A.: 61, 71, 74 y 79.
Airvaux, J .: 20 y 22.
Al·ldriai: 293.
Al-Rui: 293.
Albano, R.: 69.
Alberola Belda, Elia: 149.
Albert. Catalina. 854.
:
Albuquerque, M.: 54.
Alcácer Grau, Joe6: 211, 246 y 887.
Aldana Nácher, Cristina: 887 y 421.
Almagro Buch, Martfn: 279, 281, 318, 319, 852,
853, 355, 857 y 879.
Almagro Gorbea, Martfn: 16, 280, 306, 310, 311,
313, 318, 319, 820, 852, 859, 362, 368, 373 y 379.
Almeida, R. T. de: 50 y 79.
Almohalla Gallero, M.: 14.
Alonao, L. A.: 236.
Altuna, J .: 180, 212, 218, 220 y 221.
Alvim, M .: M y 62.
Amasia: 858 y 359.
Andrade, G. 0 .: 54.
Aparicio Pérez, Joe6: 42, 170, 208, 226, 278, 373,
895, 406 y 428.
Apuleyo: 378.
Aquelao: 388.
Aranegui Gucó, Carmen: 250, 293, 801, 306, 308,
810, 311, 812, 314, 820 y 362.
Araripe, T. de A.: 79.
Argilee G6mez, J .: 25.
Ariu Martfnez, Joe6 Mi¡uel: 25, 82 y 40.
Arnal, J .: 820.
Arribas Palau, Antonio: 173, 205, 206, 225, 229, 252,
309, 310, 813 y 840.
-433 -
Arteaga Matute, Oewaldo: 246, 288, 287, 804, 305,
309, 810, 813 y 314.
Artemis: 879 y 381.
Artemis Efesia: 879.
Artemie Ortia: 879 y 382.
Aaenai Iñeeta, M: 151.
A.etarté: 361, 874 y 879.
Atrián Jordán, P.: 899.
Aubet, M. E .: 858, 859, 361 y 380.
Augusto: 293.
Aura Tortoea, Juan Emilio: 14, 40 y 42.
Avieno: 388.
Azambre, B.: 236.
Azuar, Rafael: 329.
Badal Garcfa, Erneatina: 177.
Bailey, G. N.: 18.
Baldellou Martfnez, Vicente: 15 y 16.
Balleater Tormo, mdro: 234, U1, 308 y 349.
Barandiarán Maeztu, Ignacio: 47.
Barberá, J .: 355.
Barboaa, A. S.: 52.
Barrachina, Amparo: 250.
Barriere, Cl.: 20.
Butida, J.: 236.
Beuley, J. D.: 855.
Berouen, H .: 45.
Bellona: 378.
Beltrio, A. C.: 70.
Beltrio, M. C.: 51 y 79.
Beltrán Martfnez, Antonio: 40.
Bendala, Manuel: 829.
Bernabeu Aubán, Joan: 155, 159, 161, 165, 166, 167,
170, 171, 204, 205, 206, 207, 209, 227, 228, 233,
248, 248 y 273.
Bernabé, A.: 375.
Bernab6 Brea, Luigi: 318.
Blance, B. M.: 234.
Blanco, A.: 381.
[page-n-435]
Blúquez Martínez, JoM María: 310, 335, 363 y 366.
Bloch, R.: 376.
Boeeanecb. J .: 212, ~ y 225.
Bonet Roeado, Helena: 260.
Bonify, M. F.: 129.
Boec:h Gimpera, Pere: 51, 279 y 311.
Botella, E.: U2.
Boucher, S.: 343.
Bouloumié, B.: 335 y 341.
Bouaczaru, A.: 820.
Brandlo: 50.
Breuil, Henri: 22 y 45.
Brochado, J. P.: 66.
Brotona García, María del Carme.n: 155.
Brotona Yagüe, Francúco: 185.
Brouot, E.: 20 y 25.
Cabral, E. M.: 79.
Cabrll A¡uiló, Juan: 818.
Cacho Quesada, Carmen: 13, 15 y 41.
Calderón, Valentín: 50 y 51.
Camjx>reale, G.: 329, 386, 387, 339, 340, 341 y 343.
Campe, E.: 315.
Canivell, colección: 320.
Cantalejo Duarte, P.: 16.
Caaab6 Bemard, Josep: 13 y 41. ·
Catalá Ferrer, Enrique: 16.
Cava Almusara, Ana: 'JJYl.
Celeo: 374 y 875.
Centre d'Eatudia i Investigáciona Comarcals Al·
fona el Vell: 40.
Cerea: 378.
Chapa, T.: 868, 375 y 376.
Chocomeli, J .: 233.
Chollet, A.: 20 y 22.
Chollot-Varagnac, M.: 45 y 47.
Cibeles: 379.
Cintas, P.: 380.
Cipollini, M.: 176.
Cianeroa Fraile, Francisco: 349.
Clarlte, D. L.: 161.
Cloquell, Blai: 180.
Clottea, J .: 40.
Colegio de Francia: 70.
Combier, J.: 20 y 25.
Consejo Superior de Investigaciones Científicas,
Madrid: 11.
Correa, C.: 66.
Corten, Emilio: 18 y 31.
Coudamin, J .: 348.
Couturier, M. A. J .: 84.
Cre¡ut, E.: 129.
Cruz-Auñón, R.: 179.
Cuadrado Dlaz, Emeterio: 814, 316, 374, 382 y 391.
Davidaon, lain: 13, 19, 31 y 42.
Dawkina, R. M.: 382.
Delibea de Castro, Germán: 280, 281 y 285.
Delibriaa, G.: 19, 61, 71 y 78.
Delluc, B. y G.: 28.
- 434 -
Delporte, H.: 19, 28, 25 y 29.
Delsol, J.: 47.
Demarrne, P.: 376, 377 y 381.
Demofoonte: 374 y 375.
Deméter: 374, 376, 379 y 382.
Deniz, E.: 84.
Diodoro de Sicilia: 383.
Diputación de Valencia: 9 y 185.
Dirección G. Patrimonio Artístico, Generalitat
Valenciana: 161.
Donat, J.: 273.
Doncel, R.: 371.
Drieach, A. V. D.: 210, 212, 222, 228, 224 y 225.
Duabna Dictyna: 378.
Duarte, Paulo: 50.
Dupré Ollivier, Michble: 18, 19 y 81.
Enguix Alemany, Rosa: 166, 241, 242, 248, 246, 248
y 273.
Esteve Gálvez, F .: 424.
Eatévez, Jordi: 18 y 41.
Ea~rlo, C.: 54 y 67.
Evana, Clifl'ord: 50 y 66.
Evaa, colección: 878.
Ewbank, J. M.: 84 y 215.
Femández ~ano, D.: 280.
Femández Manzano, J .: 280 y 285.
Femández Miranda, Manuel: 15.
Femández de Avilés, A.: 399.
Fernández, A.: 281.
Fernández, F.: 399.
Femández..Poaae, M. D.: 280, 281 y 285.
Ferraez Barboaa, S.: 61.
Ferrer i Maraet, Pere: 16.
Ferrer, A.: 248 y 249.
Ferrándiz Ruiz, J. M.: 161.
Fletcher Valla, Domingo: 7, 9, 11, 12, 146, 'JJYl, 284,
241,242, 248,244, 246,248, 262,270, 281, 305,
311, 812, 318, 814, 829, 851, 863, 887, 399, 400,
401, 420, 421 y 424.
Flor, María Teresa: 138.
Flor, Miguel: 188.
Florachutz, F .: 177 y 234.
Fock: 220.
Fortea Pérez, Francisco Javier: 13, 14, 16, 19, 21,
29, 81, 39, 42 y 46.
Foaaing, P.: 859.
Francia Galiana, María: 829.
Frickenhaus, A.: 851.
Fullola Pericot, Josep Maria: 13, 14, 15, 19, 28, 30,
31, 39 y 42.
Fwnanal García, María Pilar: 18, 19, 31, 41, 4.2, 129
y 177.
Fundación Nacional del Indio (FUNAI): 69.
Fuaté, M.: 234 y 244.
Gallart Femández, J .:. 14.
Gallart Martí, María Dolores: 210 y 233.
Galán, C.: 281.
Garay, P.: 129.
[page-n-436]
García y Bellido, Antonio: 317,336, 352, 356 y 357.
García Bebia, M. A.: 1111.
García Cano, Miguel A.: 329 y 333.
García Carraecoea, M.: 396.
García González, M.: 8915.
García de Gamarra, Alfonao: 329 y 342.
García del Toro, J. R.: 209.
García-Argüellee Andreu, P .: 1(.
Gaacó, F.: 273.
Generalitat Valenciana: 151.
Gil Orozco-Roda, L : 8915.
Gil, J.: 273.
Gil-Mascaren Boaeá, Milagro: 244, 246, 248, 273,
806, 308, 311, 314, 341 y 420.
Giner. Soapedra, V.: 421.
Giraud, J . P.: 40.
Girod, P.: 27.
González ·Prata, Alfredo: 172, 205, 207, 208, 250, 279
y 281.
Gonz,lez Salas, S.: 283, 285 y 899.
Grau Almero, Elena: 203 y 231.
Grau Aymericb, J. M. J .: 889.
·Grazioai, Paolo: 11, 17, 27, 43 y 46.
Grigaon, C.: 84.
Grupo Arqueológico Requenenae: 395.
Grupo Eapa.iiol de Trabajo del Cuaternario: 15.
Gual, M.: 244.
Guidon, Ni8de: 51, 66, 62, 70, 71, 78 y 79.
Guitart Perarnau, Imma: 159 y 167.
Guai Gener, Franceac: 13, 41, 243 y 246.
Guzzo, P.: 329, 336, 336, 337, 339, 341 y 343.
Hain, Fritz.Hermann: 225.
Harden, D.: 359.
Hayee, J . W.: 342.
Héeatea: 378.
Hemingway, M. F.: 40.
Hernmdez Pérez, Mauro S.: 16, 149, 244, 246, 247 y
249.
Hemmdez Salguero: 138.
Hemmdez, J. H.: 356.
Hemmdez, Laura: 138.
His, A: 278.
Hoffnagel, J .: 61.
Homero: 879.
Hopf, M.: 226.
Hucbard, P.: 20 y 25.
Huguet, E.: 320.
Huguet, Ramón: 287.
Hus, A.: 876.
Ifigenia: 382.
Inanna: 379.
Institut d' Art Prébistorique de Toulouse: 20.
Institut d'Estudis Gironins: 15 y 19.
lnatitut de Paléntologie Hum.a ine: 20 y 23.
Instituto Diego Velúquez (C.S.lC.), Madrid: 11.
Instituto Geológico y Minero de Espa.iia: 284.
Instituto de Estudios Pirenaicoe: 15.
Instituto de Prehistoria de Sio Paulo: 50.
Instituto de Restauración de Madrid: 333.
Iahtar: 379.
Iaia: 874, 878, 879 y 380.
Iais-Neftis: 380. .
Iturbe Polo, Guillermo: 13 y 31.
J. R.: 361 y 362.
Jacobetabl, P.: 336 y 380.
Jebasse, J . L.: 357.
J"UDeno Martínez, A.: 280, 283 y 285.
Jordá CerdA, Francisco: 12, 13, 15 y 284.
Jordá Molt6, C.: 8915.
Jord' Pardo, J .: 15.
Jomet Peralee, Mariano: 180, 204 y 241.
Jover Maestre, F. J.: 151.
Juan Cabanillee, Joaquim: 156, 181 y 208.
Judice Gamito, T.: 899 y 400.
Jully, J. J.: 312 y 892.
Juno: 378 y 381.
Junyent Smchez, E.: 810 y 811.
Karageorgbis, J. : 380.
Laboratorio de Arqueología de la Universidad de
Valencia: 242.
Laboratorios Gil.Sur-Yvette, Francia: 71.
Lago San José, M.: 238 y 236.
Laguna Pérez, F.: 895.
Lamb, W.: 355.
Laming-Emperaire, Annette: 50 y 51.
Laming-Emperáire, Josef: 50.
Laroche, A. F. G.: 57 y 62.
Latorre Nuévaloa, F.: 226, 396 y 428.
Lúaro Mengod, A.: 311, 312 y 421.
Le Hasü, G.: 19.
Lerma Alegría, JOÑ Vicente: 171.
Leroi.Qourban, André: 21, 27, 29 y 70.
Levi-Proven981, E.: 293.
Ligodeema: 382.
Lillo Carpio, Pedro A.: 899 y 400.
Lima, J . M. D. de: 54 y 68.
Lima, M. G.: 61, 66 y 79.
Lins, R. C.: 54.
Llevador, M. D.: 248 y 249.
Llobregat Coneaa, Enrique A.: 166, 170, 207, 227,
234, 243, 250, 829, 381, 840, 387, 888, 889 y 420.
Lopes, D.: 66.
L6pez García, Pilar: 10, 13, 115 y 41.
L6pez Mira, J. A.: 1151.
.
L6pez Monteagudo, G.: 280.
L6pez Padilla, J. A.: 151.
L6pez Solaz, R.: 895.
L6pez, N.: 13 y 41.
Lozano Olivaree, F.: 151.
Lucio: 378.
Lund: 50.
Machado, A. L : 66.
Maluquer de Motea, Joan: 14, 115, 279, 289, 310, 811,
815, 817, 820, 353, 362 y 368.
Malvesin-Fabre, G.: 27.
Marcoe Pone: 345.
-435-
[page-n-437]
Mariezkurrena, K.: 86.
Maroto i Genover, J .: 14.
Martí Eateve, colección: 856.
Martí Oliver, Bernardo: 13, 166, 156, 166, 166, 177,
179, 197, 204, 206, 209, 210, '1:1.7, 228, 229, 230,
238, 2-ü, 242, 248, 246, 260, 271 y 273.
Martín Suárc, E.: 14.
Martm Valla, R.: 280.
Martín Gabriela: 49, 60, M, 61, 62, 68, 71 y 74.
Martín, H.: 28 y 26.
·Martínez Andreu, M.: 14.
Martínez Cabrera, Francisco: 13.
Martínez Perona, J~ Vicente: 208.
Martínez P~rez, Antonio: 261, 254, 268 y 273.
Martfnez Sana6, José Salvadbr: 18.
Martfnez Valle, Rafael: 18.
Martínez, A.: 248 y 249.
Martínez, J. V.: 248.
Massenat, E.: 27 y 45.
Mata Parreño, Consuelo: 260 y 808.
Matolcai: 220.
Mafiá: 872.
Meggera, Betty: 60 y 66.
Melo, M.: 79.
M~ndez· Ortiz, Rafael: 135.
Mengod P~. José: 289.
Men~ndez Amor, J .: 177 y 284.
Mesado Oliver, Norberto: 287, 289, 292, 304, 808,
810, 811, 814, 319, 362 y 421.
Meseguer Folch, V.: 421.
Metanira: 374 y 376.
Minerva Cecropiana: 378.
Mirallea Viciano, Josep Llufa: 14 y 19.
Misión Arqueológica Franco-Brasileña: 70.
Molina González, Fernando: 173, 206, 206, 225, 229,
280, 288, 286 y 286.
Monraval Sapiña, Magdalena: 353 y 363.
Motu6n, S.: 79.
Mora, Ricardo: 329 y 342.
Morales, A.: 224.
Morote Barberá, J . G.: 312 y 313.
Morán, C.: 279.
Morán, Enrique: 897.
Moacati, S.: 357 y 368.
Moure Romanillo, A.: 16.
Municio, L.: 178.
Museo Americano de Historia Natural de New
York: 67.
Museo Arqueológico Municipal de Alcoi: 389 y
399.
Museo Arqueológico Municipal de Alzira: 273.
Museo Arqueológico Nacional: 329, 331, 335, 338,
342, 345, 352 y 356.
Museo Arqueológico Provincial de Albacete: 351,
856 y 358.
Museo Arqueológico Provincial de Alicante: 388.
Museo Arqueológico de Barcelona: 352.
Museo Arqueológico de Córdoba: 345.
- 436 -
Museo Arqueológico de Granada: 14.
Museo Arqueológico de Ibiza: 380.
Museo Arqueológico de Murcia: 338.
Museo Arqueológico de Requena: 395 y 397.
Museo Británico: 877 y 378.
Museo DioceeanÓ de Gerona: 356 y 662.
Museo Monográfico de Ampuriaa: 31)1.
Museo Municipal de Burriana: 311.
Museo Nacional de Atenas: 378.
Museo Nacional de Cartago: 380.
Museo Paleontológico, Valencia: 284.
Museo de Ja~n: 400.
Museo de Kaatamonu: 371.
Museo d.e Málaga: 400.
Museo de Prehistoria de Valencia: 181 y 186.
Museo de Villa Giuliana: 876.
Museo del Bardo: 358.
Museo del Louvre, Paria: 356.
Muñoz Amilibia, Ana Maria: 172.
Nabucodonoeor U: 809 y 360.
Naaaer, N.A.S.: 79.
Navarro, J . F.: 243 y 247.
Navarro, Roaario: 316 y 818.
Navaacuéa, J . M.: 816.
Niemeyer, H G.: 818 y 320.
Nieto Gallo, G.: 338.
NordatrOm, S.: 344, 889 y 399.
Nougier, L. R.: 27 y 47.
Néator: 378.
Nájera, T.: 246.
Olaria, Carmen: 13 y 41.
Oliver Foix, Arturo: 812, 420 y 424.
Olmos Romera, Ricardo: 329, 331, 361 y 362.
Oreatea: 382.
Ortí, F .: 236.
Ortia: 388.
Oairia: 379.
Osuna, Manuel: 313 y 314.
Padr6 Parceriaa, J.: 306, 809, 310 y 313.
Pajares, Ricardo: 329.
Palol, Pedro: 318 y 319.
Palop Salellea, P.: 279.
Pandareoa: 377.
Pareja, E.: 280 y 286.
Pareja, Ricardo: 342.
Parrot, A.: 380.
Pascual Benito, Joaep Lluía: 166, 169, 165, 176,204,
207 y 208.
Pascual Pérez, Vicente: 210 y 889.
Paaaemard, E.: 47.
Pauaanias: 370 y 382.
Payne, H. G. H.: 356.
Payne, S.: 84.
Pedro Michó, Maria Jesús de: 246 y 246.
Pellicer Catalán, Manuel: 281 y 313.
Pericot García, Lluía: 11, 15, 30, 31, 39, 41, 42, 51,
241 y 319.
Peasis, S. M.: 70.
[page-n-438]
Petrie, M. F.: 358.
Peyron, J .: m .
Peña Sáncbez, José Luis: 14 y 81.
Peiialver L6pez, R.: 151.
Peiiarrubia Garcfa, M. A.: 161.
Philipaon, D. W.: 84 y 215.
Picarol, colección: 356.
Picazo, M.: 353, 362 y 363.
Picón, M . : 843 y 344.
Piette, E.: 45.
Pijoán, J .: 378.
Pilos: 882.
Pinto, E.: 79.
Pintos de Pentherilea: 312.
Pla Ballester, Enrique: 9, 12, 159, 165, 170, 204, 205,
207, 209,228, 233,234, 241, 243,246,248,252,
270, 273, 305, 308 y 887.
Planells, A.: 367.
Plinio: 292. .
Plutarco: 374 y 379.
Pocovi, A. : 236.
Ponsell Cortés, Fernando: 242.
Portell, E.: 25, 32 y 40.
.
Poaei-das: 363.
Poaeidón; 382 y 883.
Poaeidón Helikonios: 383.
Potnia Theron: 379 y 883.
Pottier, E.: 355.
Poyato, C.: 281.
Pradel, L.: 20 y 22.
Proserpina Estigiana: 378.
Pryce, F. N.: 377.
Peamético ill: 358.
Puigcerver, A.: 151.
Pérez Deltell, Martín: 151.
Pérez M(nguez, Rafael: 395.
Pérez Ripoll, Manuel: 83, 210, 222, 224, 225 y 230.
Quiles Calero, L: 151.
Ramos Fernández, Rafael: 176, 367, 368, 870, 371,
372, 373 y 881.
Ramos, A.: 156, 370 y 881.
Ramoe, Maria Victoria: 314 y 319.
Rama Brotone, María Victoria: 423.
Remeeal, J .: 313 y 314.
Revert, Emilio: 405 y 410.
Rhamnueia: 378.
Ribeiro, M. B. : 52.
Ribelles, J .: 149.
Romain, 0 .: 19.
Roquette-Pinto: 49.
Roselló, N.: 149.
Rouy, M.: 236.
Rou880t, A.: 20, 22, 43 y 47.
Rovert, R.: 27 y 47.
Rovira Gomar, María Luisa: 13 y 41.
Ruano, E.: 373.
Rubio Gomie, Federico: 421 y 423.
Rubio de Miguel, L: 156.
Rueda Torree, J . M .: 15.
Ruiz Zapatero, G.: 281.
Saavedra. colección: 335.
Saint-Perier, R. de: 20 y 45.
Saint-Perier, S.: 20.
San Valero Aparisi, Julián: 208.
Sanahuja, M.• E.: 313.
Sánchez Meseguer, J .: 281.
Sanchidrián Torti, José Luis: 16 y 89.
Sanmartf Grego, E.: 309, 310, 311, 312, 313 y 361.
Sarrión Montaiiana, Inocencio: 129 y 130.
Sauvet, G.: 16.
Scbliemann: 878.
Schmitz, P. J.: 51, 52 y 58.
Schubart, HermanCrid: 246, 318 y 320.
Schüle, Wilhem: 230.
Segura Herrero, G.: 151.
Segura, J08é María: 399.
Seminario de Prehistoria y Arqueología de Salamanca: 15.
Senent Jbáñez, J . J .: 353.
Serna, María: 305 y 310.
Serra Román, R.: 151.
Serrano Varez, D.: 268, 270 y 273.
Serrelle, C.: 40.
Servicio Geográfico del Ejército: 183.
Servicio de Investigación Prebist6rica, Valencia:
9, 11, 12, 13, 14, 42, 241, 260, 270, 406 y 420.
Sfameni, G.: 881.
Shefton, B. B.: 335.
Sieveking, A.: 47.
Silvev, l. A.: 221.
Simón Garcfa, José Luis: 151.
Siret, Luis: 15, 263, 272 y 313.
Sociedad de Arqueologia Brasileira (SAB): 52.
Société Historique et Archéologique de Périgord:
47.
Société Préhistorique Francaise: 20.
Soler Garcfa, José María: 135, 146, 156, 165, 206,
207, 208, 247, 283 y 285.
Soler i Maarerrer, N.: 14, 15 y 19.
Sonneville-Bordes, D.: 15.
Soriano, R.: 247.
Souza, S. M.: 54.
Staden, Hans: 62.
Steingriber, S.: 376.
Smitheonian Inetitution: 50.
Sáez Ruiz, J.: 396.
Ribera Lacomba, Albert: 308.
Rice, E . R.: 355.
Rincón, A.: 363 y 363.
Ripoll L6pez, Sergio: 13 y 15.
Ripoll Perelló, Eduardo: 11 y 15.
Rivet, Paul: 50.
Robert, D.: 320.
Robles Cuenca, Fernando: 210.
Rocha, J .: 61, 66, 69 y 74.
Rodrigo García, María José: 14, 37 y 40.
- 437 -
[page-n-439]
Sánchez Albornoz, C.: 316.
Sáncbez Jiménez, Joaquim: 349 y 361.
Sánchez de Prado, Maria Dolores: 329.
Tadeu, P.: 71.
Tanit: 367, 879 y 381.
Tarradell Mateu, Miquel: 227, 234, 242, 243, 273,
306, 380, 387 y 889.
Tejera Martín, l.: 161.
Thouvenot, R.: 836.
Toro Moyano, 1.: 14.
Torró, Francisco: 138.
Tortoea Rocamora, T.: 161.
Trelie, Julio: 244.
Tríu, Gloria: 861, 362, 363, 365 y 361.
Tuffreau, A.: 19.
U.I.S.P.P.: 46.
Ubieto, Antonio: 298.
Ucko, P.: 40.
Uerpmann, Hane·Peter: 225 y 226.
Uigliardi, A.: 46.
Uni: 879.
Universidad Federal de Bahía: 61.
Universidad Federal de Rfo Grande del Sur: 62.
Universidad Federal de Río de Janeiro: 61.
Universidad de Alicante: 161.
Universidad de Barcelona: 11.
Universidad de Cambridge: 13.
Universidad de Murcia: 14 y 186.
Uroz Sáez, Joeé: 420.
Valverde Soteru, M.: 396.
Vargu, Maria Dolores: 138.
Velaaco Ben:oea, Angel: 26, 32 y 40.
Vento Mir, Enriqueta: 176, 201, 208, 209, 210, 228,
366 y 366.
Verardi, L: 62.
Vercoutter, J . : 869 y 361.
Vian, F .: 382.
Vfctor, P .: 71.
Vigil, M.: 369.
Vila i Mitja, A.: 14.
Vilanova y Piera, J .: 233.
Vilueca, S.: 318.
Villaverde Bonilla, Valentín: 11, 13, 14, 19, 23, 26,
31, 32, 39, 40, 41 y 42.
Wattenberg, F.: 279.
Weber, T.: 386, 836, 887, 888, 889, 840, 341 y 342.
Whitehouse, R. D.: 84 y 216.
.
Zamora Canellada, A.: 280 y 283.
Zilaho, J .: 16.
-438-
[page-n-440]
IN DICE
GENERAL
Págs.
V. VILLAVERDE BONILLA: Consideraciones sobre la secuencia del Parpalló y el arte
paleolítico del Mediterráneo español. ........................................................................
G. MARTIN: Prehistoria del Nordeste de Brasil: Estado actual de la investigación...
M. PEREZ RIPOLL: Estudio de' la secuencia del desgaste de los molares de la ((Capra
pyrenaican de yacimientos prehistóricos. ..................................................................
L SARRION MONT.AiitANA: Notas sobre una morfología düerenciada en los restos
óseos de Capro. pyrenaú:a y Capro. hircus. ...............................................................
J . M.• SOLER GARCIA: La Cueva del Cabezo de los Secos. .....................................
M. S. HERNANDEZ PEREZ Y E. ALBEROLA BELDA: Ledua (Novelda, Alacant): Un
yacimiento de llanura en el Neolítico valenciano. .................................................
J . BERNABEU, L GUITART y J . LL. PASCUAL: El País Valenciano entre el final del
Neolítico y la Edad del Bronce. ................................................................................
J . JUAN CABANILLES y R. MARTINEZ VALLE: Fuente Flores (Requena, Valencia).
Nuevos datos sobre el poblamiento y la economía del Neo-eneolítico valenciano.
M.• D. GALLART MARTI y M. LAGO SAN JOSE: Procedencia de las hachas pulidas
del poblado de la Ereta del Pedregal (Navarrés, Valencia). ................................
R. ENGUIX ALEMANY y B. MARTI OUVER: La cultura del Bronce Valenciano y la
Muntanya Assolada de Alzira: Aproximación al estado actual de su investigación.
A. MARTINEZ PEREZ: El núcleo de poblamiento de Alberic-Antella-Tous durante la
Cultura del Bronce Valenciano. .................................................................................
A. GONZALEZ PRATS: Sobre unos diseños decorativos de Cogotas l. ....................
N. MESADO OLIVER: Nuevos materiales arqueológicos en el Pozo 1 del yacimiento de
Vinarragell (Burriana, Castellón). ..............................................................................
L. ABAD CASAL: Un tipo de Olpe de bronce de yacimientos ibéricos levantinos.
F. CISNEROS FRAILE: El Aryballos vidriado de la necrópolis ibérica de la Hoya de
Santa Ana y el problema de las relaciones con los pueblos colonizadores. .....
R. RAMOS FERNANDEZ: Simbolismo de la Esfinge de Elche....................................
C. ALDANA NACHER: La cerámica ibérica con decoración geométrica sencilla en el
Tossal de Manises (Alicante). Campaña de 1965. ...................................................
R. PEREZ MINGUEZ: Un tonel cerámico ibérico procedente del Castellar de Hortunas
(Requena, Valencia). .....................................................................................................
J . APARICIO PEREZ: La tumba ibérica del Camí del Bosquet (Mogente, Valencia).
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LAS OPINIONES VERTIDAS EN LOS TRABAJOS INSERTOS EN ESTE
VOLUMEN DEBEN ESTIMARSE COMO JUICIO PERSONALES
DE LOS RESPECTIVOS AUTORES
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Consideraciones sobre la secuencia del Parpalló y el arte paleolítico del Mediterráneo español
Valentín Villaverde BonillaPag. 11-48descargarPrehistoria del Nordeste de Brasil: Estado actual de la investigación
Gabriela Martín ÁvilaPag. 49-82descargarEstudio de la secuencia del desgaste de los molares de la "Capra pyrenaica" de yacimientos prehistóricos
Manuel Pérez RipollPag. 83-128descargarNotas sobre una morfología diferenciada en los restos óseos de Capra pyrenaica y Capra hircus
Inocencio Sarrión MontañanaPag. 129-134descargarLedua (Novelda, Alacant): Un yacimiento de llanura en el Neolítico valenciano
Mauro Severo Hernández Pérez / Elia Alberola BeldaPag. 149-158descargarEl País Valenciano entre el final del Neolítico y la Edad del Bronce
Joan Bernabeu Aubán / Immaculada Guitart Perarnau / Josep Lluís Pascual BenitoPag. 159-180descargarFuente Flores (Requena, Valencia). Nuevos datos sobre el poblamiento y la economía del Neo-eneolítico valenciano
Joaquim Juan Cabanilles / Rafael Martínez VallePag. 181-232descargarProcedencia de las hachas pulidas del poblado de la Ereta del Pedregal (Navarrés, Valencia)
Mª Dolores Gallart Martí / M. Lago San JoséPag. 233-240descargarLa cultura del Bronce Valenciano y la Muntanya Assolada de Alzira: aproximación al estado actual de su investigación
Rosa Enguix Alemany / Bernat Martí OliverPag. 241-250descargarEl núcleo de poblamiento de Alberic-Antella-Tous durante la Cultura del Bronce Valenciano
Antonio Martínez PérezPag. 251-278descargarNuevos materiales arqueológicos en el Pozo I del yacimiento de Vinarragell (Burriana, Castellón)
Norbert Mesado OliverPag. 287-328descargarEl Aryballos vidriado de la necrópolis ibérica de la Hoya de Santa Ana y el problema de las relaciones con los pueblos colonizadores
Francisco Cisneros FrailePag. 349-366descargarLa cerámica ibérica con decoración geométrica sencilla en el Tossal de Manises (Alicante). Campaña de 1965
Cristina Aldana NacherPag. 387-394descargarUn tonel cerámico ibérico procedente del Castellar de Hortunas (Requena, Valencia)
Rafael Pérez MínguezPag. 395-404descargar